TULIO HALPERIN DONGHI (1972) REVOLUCIÓN Y GUERRA PRÓLOGO Este es un libro de historia política tica y su tema es el surgimiento de un centro de poder político tico autonomo, en un area donde la nocion misma de actividad política polí tica había permanecido ignorada. El proposito de este estudio es seguir las vicisitudes de una elite política tica creada, destruida y vuelta a crear por la guerra y la revolucion. Esto supone la consideracion de un conjunto de problemas: Las relaciones sociales vigentes antes del surgimiento de esa actividad política, tica, que son el seno donde esta se desarrollara. Las relaciones entre nueva y vieja elite. El uso que del poder se hace como medio de articulacion entre los distintos sectores sociales [tanto entre las clases dominantes como con los sectores populares a quienes la nueva elite debe su encumbramiento, pero con quien no esta esta dispuesta a compartir su poder].
SEGUNDA PARTE: PARTE: DEL VIRREINA VI RREINATO TO A LAS L AS PROVINCIAS UNIDAS UNI DAS DEL RIO DE LA PLATA PLATA I.LA CRISIS DEL ORDEN COLONIAL a) LA GUERRA Y EL DEBILITAMIENTO DEL VINCULO IMPERIAL La guerra a escala mundial se instala en la estructura imperial a lo largo del siglo !""". La Espan# Espan# a renaciente, se $ija objetivos ma ma s vastos que las posibilidades que tiene abiertas. %i bien el orden imperial en su conjunto su&re pronto las consecuencias de esta política tica ambiciosa, en el sector rioplatense, esta comien'a por consolidarlo. En esta 'ona el es&uer'o de renovacion administrativa, economica, militar, se ejerce con intensidad. %imultaneamente con la creacion del virreinato, cae en manos espan#olas la (olonia del sacramento que durante un siglo ha sido amena'a militar y elemento disgregador del orden mercantil espan#ol. )or todo esto, la crisis del sistema colonial tendra en el *ío de la )lata un curso mas abrupto que en otras partes y son las innovaciones introducidas en el sistema mercantil para adaptar al virreinato a la coyuntura de guerra, las que anticipan esta crisis. Esto necesariamente provocaría tensiones entre los que se disponían an a aprovechar las ventajas y los emisarios locales del orden imperial, temerosos de las consecuencias que les acarrearía cualquier atenuacion de la hegemoní a metropolitana. La nocion de que +uenos ires es el centro del mundo comercial, no pone en entredicho la supervivencia del vínculo nculo político, tico, aunque sí va va trans&ormando la imagen que de el se tiene en el area colonial. Este orden colonial, no era, luego de tres siglos de dominacion, una &uer'a de ocupacio ocupacio n. El poder político tico se presenta como instrumento de tras&ormacion de un orden economico que no parece capa' de elaborar espontaneamente &uer'as renovadoras de su$iciente gravitacion. Ese instrumento es, no obstante, escasamente ine$ica' y comien'a a mostrar que la coyuntura lo debilita cada ve' ma ma s. %i el enriquecimiento de mercaderes que tra$ican al margen de la ruta de (adi' es un hecho políticamente ticamente importante, las consecuencias economicas de esta novedad, seran e&ímeras meras y no habran de durar mas de lo que dure el vínculo nculo con Espan#a. )ara entonces, !ieytes y +elgrano ven avan'ar avan'ar con aprehensio aprehensio n la monoproduccio monoproduccio n ganadera y proponen remedios políticos. ticos. %in embargo ambos advierten que si el despla'amiento ganadero avan'a, es porque esta inscrito en las cosas mismas. -eli de 'ara por su parte, postula un porvenir ganadero con todas sus consecuencias: poblacion escasa, sobre todo en las areas rurales, inestabilidad &amiliar y social. (uando an#os de eperiencia revelen la incapacidad creciente creciente de la corona para cumplir cumplir su papel director, director, cuando el poder monarquico se desvane'ca en la crisis de /010, la adaptacion al nuevo clima
político impondra un acercamiento creciente a las posiciones de un liberalismo econo mico ortodoo. Los instrumentos de cambio pasan a ser entonces, los que se insertan en las lí neas de intereses de las &uer'as economicamente dominantes. La adopcion de criterios para elegir dichos instrumentos, se vincula con el derrumbe de la autoridad monarquica. un mejor que en cualquier teto de +elgrano, la huella de esa nueva situacio n, se encontrara en la *epresentacio n de los 2acendados de la +anda 3riental de /014. quí la conversio n al liberalismo economico es total, donde la (orona no es sino un &antasma. El primer plano lo ocupan los comitentes de 5ariano 5oreno, hacendados seguros de su derecho, y aun mas seguros de su poder. %e cierra así un capítulo de la historia economica rioplatense y del pensamiento econo mico. Es la con$ian'a en la posibilidad de un dominio de las &uer'as economicas con medios políticos, la que se debilita progresivamente. -rente a una menor autonomía en cuanto a decisiones en materia economica de los gobiernos revolucionarios, no es de etran#ar que la actitud de nuestros economistas ilustrados haya sido hasta el $inal ambiguo. %e a$ian'a e&ím eramente el avance de sectores mercantiles especulativos, &avorecidos por el debilitamiento del la'o colonial debido a la coyuntura guerrera, pero de ningu n modo destinados a bene$iciarse por la ruina total de ese vínculo y su reempla'o por otro. %ería abusivo ver en !ieytes y sobre todo en +elgrano los voceros de esos mercaderes audaces. La coyuntura guerrera debilitaba el vínculo economico, pero ese debilitamiento no incitaba necesariamente a una crisis mas radical de la relacio n colonial. %in embargo, eiste ya antes de su publico estallido, una crisis mas secreta del orden colonial. 6n aspecto de esa crisis larvada es el que registran nuestros manuales bajo el rubro de las nuevas in$luencias ideologicas7 a lo largo de la segunda mitad del siglo !""", la curiosidad por las novedades político8ideologicas se di&unde por todos los rincones. %eanos permitido poner esto en duda. ntes de que los aportes ideologicos ilustrados contribuyeran a socavar el sistema de ideas en que se apoyaba la monarquía absoluta, este ya tenía algo de incongruente que no había restado nada al vigor de la institucion. 9esde la (ontrarre&orma, las virtudes republicanas &ueron largamente veneradas durante la monarquía absoluta. La creciente di&usio n de innovaciones ideologicas, supuesto antecedente de la revolucion, adquiere relevancia practica una ve' desencadenada la revolucio n. En /41 Espan# a no ha hecho mas que comen'ar a su&rir el impacto de la coyuntura revolucionaria7 lo que esta le va a deparar es la alian'a con -rancia, ya republicana. El desprestigio en las areas coloniales, viene del hecho de ser Espan#a es eslabon mas debil de la alian'a y que el ví nculo con sus territorios se revelase particularmente vulnerable. ;9e donde provenía entonces la desa&eccion< 2abría que mencionar en primer lugar la crisis en el equilibrio de las castas, representada por las rebeliones peruanas. En el Litoral, esa desa&eccion al regimen colonial era sobre todo alimentada por los contactos con ultramar. El desarrollo de la economía local y la dislocacion de las rutas comerciales normales contribuían a intensi$icar la presencia de etranjeros en +uenos ires. (on esto se vinculan las primeras organi'aciones maso nicas. El poder colonial no tiene no obstante, en lo inmediato, nada que temer de ese sector, ocupado sobre todo en especulaciones que requieren el &avor del poder político7 pero apenas el orden colonial se debilite, ese sector podra acelerar su disolucio n.
A) LAS INVASIONES INGLESAS ABREN LA CRISIS INSTITUCIONAL Espan#a y -rancia habí an perdido en =ra&algar hasta la esperan'a de disputar el dominio oceanico a su gran enemiga. En +uenos ires, la escase' de tropas regulares era mal compensada por las milicias locales. La ine$icacia de e s tas no era mal vista por las autoridades. )or an#adidura lo mas importante de esta escualida organi'acion militar habí a sido volcado hacia la &rontera indígena. =odo eso, bien conocido en 5adrid, lo era menos en el propio *ío de la )lata. La perdida de la ciudad el > de junio de /01?, se revela como un escandalo que espera ser eplicado. La &ragilidad del orden colonial se ve bruscamente revelada. Las corporaciones de la ciudad no tienen reparos en avan'ar en la sumision. [9esde que se invento la po lvora se acabaron los machos y entonces...] El (abildo civil, los altos
&uncionarios, las dignidades eclesiasticas, se apresuran a jurar $idelidad a "nglaterra, aunque posteriormente su actitud no les sera reprochada. 9esde junio de /01? las instituciones coloniales han adquirido un poderío que ya no perderan en manos de la (orona. La conquista britanica ensen# o ademas, a magistrados y &uncionarios, un nuevo tipo de relacion con la metropoli en la que esta debe solicitar adhesion cuando antes ni siquiera era discutida. 9esde /01? hasta /0/1 la política seguida por la udiencia de +uenos ires se orientaba sobre todo a detener el deterioro del la'o imperial. En la administracion civil, es sobre todo el (abildo, el que cree llegada la hora de una reivindicacion esperada. 5ientras el es&uer'o de la administracio n borbo nica lo supedita progresivamente al control de los &uncionarios de designacion regia, la prosperidad creciente trans&orma a la corporacion mendiga del siglo !""" en un cuerpo capa' de apoyar en ciertos respaldos $inancieros sus nada modestas ambiciones políticas. Es la iniciativa de Liniers, pasado a 5ontevideo primero en busca de tropas, la que doblega la resistencia britanica en +uenos ires. 6na vasta popularidad rodea desde ese momento a su persona. El (abildo delegara en el el mando militar de la capital y encontrara en la preparacio n de la +anda 3riental para en&rentar una nueva o&ensiva brita nica, una tarea alternativa para la cual no esta particularmente bien preparado. (ontara con el aval de la udiencia a quien la delegacio n parcial por parte del !irrey le parece pre&erible al derrocamiento. Los vencedores son los capitulares y Liniers que emprenden la empresa de preparar una nueva resistencia. (uando esta empresa avance bajo la rivalidad entre capitulares y Liniers, se sen# alara el comien'o de una suerte de revolucio n social, provocada por el vencedor de los ingleses, para mejor a$irmar su poder personal. =odo esto inicia un proceso ampliado de militari'acion, que implica un cambio muy serio en el equilibrio social de +uenos ires. En primer lugar la creacion de mil doscientos nuevos puestos militares entre o$iciales y clases, en una sociedad en que el comercio y la administracion publica son la &uente por ecelencia de las ocupaciones honorables, lo cual acrece el costo local de la administracion. 6na redistribucion de recursos comen'aba así entre metro poli y colonia, y dentro de la colonia misma, que sera acentuada luego por la revolucio n. El modo en que esos o$iciales &ueron designados 8por eleccion de los propios milicianos8 parecía o&recer posibilidades para un rapido ascenso de $iguras antes desconocidas. %in embargo, se trato de limitar este riesgo. La eleccio n por voto universal oculta mal la ampliacion por cooptacion de los sectores dominantes. La mayor parte de los elegidos son comerciantes, y en segundo termino los que tienen ocupacion en niveles altos y medios de la burocracia virreinal. En esas improvisadas &uer'as militares se asienta cada ve' mas el poder que gobierna el virreinato y así esos cuerpos americanos introducen los nuevos elementos en el equilibrio de poder, aunque las consecuencias de la militari'acion urbana solo podrí an percibirse plenamente, cuando la crisis institucional se agravara. 5ientras tanto la necesidad de contar con la benevolencia de la elite criolla era cada ve' mejor advertida7 y aun antes de su ruptura con Liniers, el (abildo utili'o la renovacio n de /010 para asegurar en su composicion un equilibrio paritario de europeos y americanos. un así es dudoso que esa preocupacio n por ehibir una representatividad mas amplia estuviese primordialmente vinculada con el nuevo poder que la militari'acion daba a los comerciantes, &uncionarios y pro&esionales criollos, trocados en o$iciales. su lado es preciso tomar en cuenta la creciente ambicio n política del (abildo. La segunda invasio n inglesa inspira a los capitulares la persuasio n de que su carrera ascendente ya no encontrara oposicio n. El (abildo es el protagonista de la nueva victoria7 mientras Liniers, tras una poco a&ortunada tentativa de resistencia, se retira. Es &undamentalmente la victoria del (abildo y de 5artí n de @l'aga. %u modesta participacion, no a&ecta directamente la situacion de Liniers, consolidada desde que la corona ha dispuesto cambiar el criterio con que se cubren interinamente las vacancias del cargo virreinal7 en lugar del presidente de la udiencia, es el militar de mayor rango quien toma el lugar del !irrey.
5adrid pensaba en )ascual *ui' 2uidobro, gobernador de 5ontevideo7 su captura y envío a "nglaterra deja el camino libre a Liniers. *especto del !irrey %obremonte, luego de la caída de 5ontevideo el > de &ebrero, &ue decidido su suspension inmediata por una Aunta de Buerra. 9e este modo el heroe popular de /01? era en /01 el je&e de la administracion regia en el *ío de la )lata. %u poder no habí a disminuido con ese cambio pero sí había cambiado de base. El (abildo que ha comen'ado ecelentes relaciones con el, ira en&riandolas hasta llegar a la ruptura violenta7 lo mueve a ello el acercamiento creciente del sucesor de %obremonte. )ara los capitulares Liniers era a la ve' el representante de la legitimidad y un serio rival en el dominio de esas &uer'as nuevas que la militari'acio n habí a introducido en el equilibrio de poder. menos de un an#o de la de&ensa, el (apitan Beneral y el (abildo esta n en&rentados7 uno y otro creen contar con la adhesio n de esa &uer'a nueva. Es la crisis metropolitana la que va a dotar de nuevas consecuencias a los cambios comen'ados localmente en /01?. 9e ella se alcan'a un anticipo cuando a comien'os de /010, la corte portuguesa llega a *í o de Aaneiro. La guerra vuelve así a acercarse al *ío de la )lata ya que Espan#a ha apoyado la accion &rancesa contra )ortugal. El virrey interino y gobernador de 5ontevideo [para entonces, el cargo esta ocupado por Elío, designado por Liniers luego de la retirada britanica, en reempla'o de *ui' 2uidobro] buscaban saber que preparativos o&ensivos se esconden tras la &rontera brasilen# a y el (abildo porten# o cree llegada la hora de volver a la gran polí tica. Co obstante, los acontecimientos europeos, trans&orman al enemigo en aliado, y antes de ello, Liniers decide buscar un modus vivendi con la corte portuguesa para que abra sus puertos al comercio rioplatense. El (abildo tiene mucho que objetar al proyecto y en el nuevo alineamiento político, el origen &rances de Liniers se trans&orma en causa de recelos. parece en escena la "n&anta (arlota y el partido de la independencia es cada ve' mas &recuentemente mencionado. La in&anta o&rece una solucion a la crisis que el derrumbe del poder central ha provocado. Las ventajas que como símbolo de la soberanía vacante tiene sobre las juntas surgidas en la metropoli nacen no solo de la precariedad de la situacion militar de estas, sino tambien de la pretension de estas juntas a actuar en nombre del rey cautivo. -rente a ellas, la objecion de que los reinos espan#oles no eran en derecho una unidad sino a traves de la sumision a un mismo monarca era demasiado obvia para que no comen'ase a ser esgrimida como argumento para negar el derecho de algunos espan#oles europeos que habí an recibido su investidura del pueblo de la península para gobernar los reinos indianos. Ello eplica que no pocos &uncionarios regios hayan sido atraíd os por el carlotismo. Eplica menos coherentemente que tambien se hayan orientado a el algunos veteranos del partido de la independencia, y otros que sin serlo, no tenían motivo para salvar al absolutismo. Duedaba la posibilidad de creacion de una republica, incluso por la &ormacion de una junta que podrí a admitir o no la supremacía de la sevillana7 pero esa alternativa no atrae a los que en el pasado se han mostrado abiertos a la posibilidad de utili'ar la crisis y que ahora pro&esan un alarmado legitimismo. Esto es así porque no se ju'gan con &uer'as para dirigir esa empresa y apoderarse del gobierno local. El *ío de la )lata, pese a la crisis metropolitana, no esta lo bastante aislado para que una abierta ruptura de la legalidad pueda consolidarse con solo contar con superioridad militar local7 )ortugal e "nglaterra, nuevos aliados de Espan# a, son elementos que no podían ignorarse. Co es etran#o entonces que los &uturos patriotas se es&uercen en conservar un manto de legitimidad que promueven en la in&anta (arota o que apoyen al virrey "nterino. La militari'acio n misma comen'ara por consolidarse dando un soste n imprescindible a una legitimidad tambaleante: salva a Liniers momenta neamente y da un desenlace inesperado a un con$licto que desde septiembre de /010 se ha agudi'ado: &rente a la autoridad de +uenos ires y el virrey interino, se levanta la disidencia de 5ontevideo. E@sta, ciudad de guarnicion, tiene tras de sí a las tierras ganaderas mas ricas del virreinato. Las invasiones han dado nueva oportunidad para actuali'ar sentimientos poco &raternales con +uenos ires, despertados por la prohibicio n de comerciar con los e&ectos dejados por los britanicos. La junta montevideana espera hacerse admitir por las autoridades virreinales, esperan'a &rustrada por los
alineamientos políticos en +uenos ires. Elío entonces, entra en inteligencias con @ l'aga y el cabildo porten# o que no entra en el alineamiento virreinal. =ambien el aparato militar, a medida que se agrava la crisis, se trans&orma en arbitro de la situacion ya que los comandantes militares tienen un interes pro&esional en el mantenimiento del virrey. El / de octubre, cuando algunos rumores hicieron temer la inminencia de un levantamiento en apoyo de la secesion montevideana, un documento $irmado por la mayorí a de los comandantes, o&recía al virrey la lucha contra los hipoteticos insurgentes. quí se re$lejaba el mismo alineamiento que iba a darse el / de enero de /014, &echa en que $inalmente se intento el derrocamiento del virrey. Ese día es designado el nuevo (abildo, cuyos integrantes son sometidos a la aprobacion virreinal, inmediatamente concedida. Ese desenlace pací$ico es roto por el estallido de un tumulto en la pla'a mayor. )iden la instalacio n de una junta, previa remocion del virrey. 5ientras se negocia en la &ortale'a, la pla'a amena'a con convertirse en campo de batalla. Liniers o&rece su dimision, pero no acepta la &ormacion de una junta ya que lo que le preocupa sobre todo es salvar el orden espan#ol. Los patricios y andaluces ocupan la pla'a. %aavedra declara que no tolerara la deposicion del virrey y este se retracta. La derrota del (abildo es completa y de inmediato comien'a la represion. Los regimientos subversivos 8vi'caínos, gallegos y min# ones8 son disueltos. Ese poder militar cuya importancia han revelado los hechos de enero es a la ve', una novedad revolucionaria en el equilibrio local de poder y el abanderamiento de la legitimidad. El primero de enero parecen haberse en&rentado los de&ensores del antiguo orden y los partidarios de la revuelta, pero los actores mismos no parecieron creerlo de esa manera. 3tra interpretacion, es la que declara ver en los alineamientos de enero, la oposicion entre peninsulares y americanos. =ampoco parece correcta ya que espan# oles y americanos esta n me'clados en ambos bandos. )ero si esa rivalidad no es la raí ' del con$licto de enero, las consecuencias de este en el equilibrio entre ambos sectores, es inmediatamente perceptible: los cuerpos disueltos agrupan a los oriundos de donde provienen los dominadores del comercio virreinal. Es ese sector hegemonico el que ha sido vencido y humillado y los que &estejan dan a su triun&o un sentido a la ve' americano y plebeyo que alarma a la junta sevillana. El sentido de la jornada aparece ambiguo y con esa misma ambigu edad se vincula la &ragilidad de la victoria del virrey y sus apoyos militares. Co obstante, pronto vencedores y vencidos coincidieron en la conclusion de que el primero de enero no había resuelto nada. )uestas las cosas así, la in&anta (arlota y sus agentes, pueden seguir agitando7 y de hecho los vencedores, suen# an por un momento con hacer de ella, la cabe'a de una legitimidad alternativa a la de %evilla. En medio de esta crisis se produce tambien un reordenamiento de la estructura social. En primer lugar, a medida que la crisis institucional se acentua, la ubicacion en el aparato institucional se hace menos determinante. Cucleos humanos hasta ahora marginales, se trans&orman en un elemento de poder. En este sentido es revelador el predominio de los hacendados sobre los comerciantes, que no corresponde a la relacion de poderío economico de unos y otros. Es necesario un nuevo virrey para arreglar todos los ramos de la administracion en desorden. El sucesor que la junta sevillana da a Liniers es +altasar 2idalgo de (isneros, que en&rentara una situacio n di&ícil y actuara con gran tacto. En el etremo norte, en (huquisaca y La )a', una revolucion ha instalado juntas y ha recibido el beneplacito de la de 5ontevideo7 recibe de las autoridades regias trato cruel. Los &uturos revolucionarios, asisten impasibles a la represio n. )atricios y otros soldados de los regimientos &ormados en +uenos ires luego de /01?, so&ocan la revolucio n. El nuevo !irrey, apartandose de las instrucciones, permite a Liniers que marche a establecerse no en la )enínsula sino en el "nterior. En setiembre de /014 la organi'acion militar de +uenos ires es sometida a revision, el proposito es ante todo aligerar el peso sobre el $isco. un así, lo esencial del equilibrio militar emergente de enero es respetado: los cuerpos disueltos resurgieron como milicias mantenidas en disciplina por ejercicios semanales, pero no
recogidas permanentemente en los cuarteles. 9e este modo @ l'aga y sus compan# eros [derrotados en enero y emigrados] pueden volver de 5ontevideo. =ras la política de (isneros, la legitimidad mona rquica y metropolitana, conservan un prestigio muy vasto que so lo una nueva crisis pondra en entredicho. 5ientras tanto el virreinato se adecua al cambio institucional decidido desde la metropoli y las ciudades comien'an la eleccion de delegados a (ortes, que daran a las "ndias, una vo' en el gobierno de las Espan# as.
B) LA REVOLUCIÓN El virrey intenta dosi$icar la di&usion de noticias que comien'an a llegar sobre la guerra. +ajo el estímulo de la rivalidad entre peninsulares y la elite criolla, el orden establecido tiene posibilidades muy limitadas de sobrevivir a la tormenta que se avecina. La autoridad de %evilla ha sucumbido a la derrota militar y la disidencia interna. La que surge en (adi' para reempla'arla, ya no sera reconocida en la capital del virreinato. La hegemoní a militar sigue en manos de los mismos que ganaron en enero. El (abildo de /0/1 no esta animado de la misma clara ambicion de poder que el de /0107 los que entonces lo habían dominado no han logrado reconquistar la que habí a sido su &ortale'a. lgunos de sus seguidores como Auan Larrea y asesores como mariano 5oreno, estan ahora junto con los je&es militares que les in$ligieron la derrota de enero de /014. (isneros ha respetado en lo esencial el equilibrio de poder que encontro a su llegada y ha otorgado ademas la autori'acio n para comerciar con "nglaterra. La &uer'a armada cuyo equilibrio interno (isneros no había osado trans&ormar, es de la que depende el desenlace de la crisis y cuando es desahuciado por ella, el virrey advierte que debe inclinarse ante sus vencedores. %u destruccion comien'a el / de mayo con la publicacion o$icial de las malas nuevas de la )ení nsula7 la resistencia anti&rancesa solo sobrevive en la bahía de (a di' y la junta sevillana ha sido tragicamente suprimida. )or medida precautoria, las tropas en +uenos ires son acuarteladas y en nombre de sus o$iciales el virrey es intimado a abandonar su cargo, caduco junto con su autoridad. El >/ una breve muchedumbre, reclutada entre el bajo pueblo por tres e$icaces agitadores, se reu ne en la pla'a. El virrey y el (abildo se deciden a en&rentar la situacio n mediante una junta general de vecinos. El (abildo bierto o&rece a los de&ensores del orden vigente una nueva oportunidad para a$irmarse, pero casi la mitad de los vecinos convocados pre$irio no asistir y entre los que se hicieron presentes, los dispuestos a de&ender el orden estaban en &ranca minoría. La eistencia de la crisis institucional no &ue puesta en duda y no parece haberse producido discordia sobre las bases jurídicas de cualquier solucion ya que la posibilidad de una decision popular que cubriera interinamente las vacantes del poder soberano estaba solidamente &undada en tetos legales. El del >> de mayo no ha sido un debate ideologico sino una querella de abogados que intenta utili'ar un sistema normativo vigente, cuya legitimidad no se discute, para &undar las soluciones que cada bando de$iende. El resultado es la quiebra con el antiguo orden, pero que deja al (abildo la tarea de establecer un nuevo gobierno. La solucion esta inspirada por la prudencia: el virrey es trans&ormado en el presidente de una junta7 de los cuatro vocales que la integran, dos 8%aavedra y (astelli8 son je&es visibles del movimiento que viene impulsando el cambio institucional7 los dos restantes 8%ola e "ncha urregui8 han apoyado el >> dejar el poder en manos de los capitulares. El mismo día de instaurada la junta el con$licto resurge7 los o$iciales se resignan mal a dejar el supremo comando militar en manos de (isneros y los que en la junta los representan, se retiran de ella. El >F, una nueva jornada de accion impone un desenlace di&erente7 la pla'a es de nuevo teatro de agitacion popular, de la que surge un petitorio: una junta mas amplia. La preside %aavedra, que recibe así el supremo poder militar.
(aben algunas dudas sobre el origen preciso de la solucion que surge el >F. Los petitorios llevan la huella de haber surgido, por lo menos en parte, de la organi'acio n militar urbana. ;Es decir que los acontecimientos que pusieron $in al orden colonial &ueron &ruto de la accion de una reducida elite de militares pro&esionales< Esto no se deduce de los hechos alegados por los autores que la de$ienden. 3tros por su parte hacen demasiado &acil la tarea al postular como contrapartida una revolucion popular que para serlo, hubiera debido contar con el apoyo de la mayor parte de la poblacion. La alternativa entre un origen militar y otro popular, es en sí irrelevante si se recuerda que solo a traves de la militari'acion, se han asegurado a la ve' que una organi'acion institucional, canales tambien institucionali'ados de comunicacion con la plebe urbana. Los dos terminos postulados como ecluyentes, designan aquí dos aspectos de una misma realidad. )roducida la revolucion, queda aun por asegurar a esta la obediencia de la totalidad del territorio que pretende gobernar. )ara ello se decide el mismo >F el enví o de tropas al "nterior. (omo primera instancia, esa elite criolla a la que los acontecimientos hincados en /01? han entregado el poder local, debe crear de sí, una clase política y un aparato militar pro&esional.
II. LA REVOLUCION EN BUENOS AIRES. A) NACE UNA VIDA POLÍTICA La jornada del >F ha creado un nuevo &oco de poder, que quiere hacer de su legitimidad, un elemento capital de la ideología revolucionaria. El desli'amiento hacia la guerra civil no podra ser evitado. La revolucion comien'a por ser la aventura estrictamente personal de algunos porten#os. El nuevo orden dispone de medios para conminar la adhesion, pero la disposicion a esa obligada adhesio n, la hace al mismo tiempo menos signi$icativa. %era la eistencia de un peligro eterno 8el de la posibilidad de vuelta del viejo orden8 lo que dara cara cter de irrevocable a ciertas &ormas de adhesion al nuevo sistema. )ero ese elemento disciplinante es de e$icacia relativa: la reconciliacio n con la metro poli, buscada por la sumisio n, parecía au n en /0/F una salida viable para los dirigentes revolucionarios. [2ay que tener cuidado con este argumento de 2alperin, ya que la situacio n en /0/F es muy di&erente. 2ay una ola de restauracion monarquica en marcha y un gobierno revolucionario en crisis y a punto de caerse en -onte'uela. La opcion por la sumision, puede haber aparecido entre algunos revolucionarios, ma s como actitud prudente, que como conviccio n polít ica] ;El poder revolucionario, nacía verdaderamente tan solo< Los testimonios de los que ven con odio su triun&o no creen eso. Los revolucionarios son los duen# os de la calle. 9uen# os del eje rcito urbano, duen# os de la entera maquina administrativa de la capital virreinal, los je&es revolucionarios no tienen, en lo inmediato, demasiado que temer de +uenos ires. un así, les era preciso consolidar su poder, ello les imponía establecer nuevas vinculaciones con la entera poblacion subordinada. En esas vinculaciones, el estilo autoritario del viejo orden no había de ser abandonado. El nuevo gobierno busco emplear a la iglesia como intermediaria, la obligacio n de predicar sobre el cambio político &ue impuesta a todos los pa rrocos. u n ma s importante era el sistema de policía. Co solo se trata de ubicar y hacer inocua la disidencia, se trata tambien de disciplinar la adhesio n. La trans&ormacio n política comen'ada en /0/1 ha sido muy honda, pero no demasiado eitosa en la solucion de los problemas que ella misma ha creado, la idea de igualdad, aunque esgrimida con vigor &rente a los privilegios de los espan# oles europeos, recordada para proclamar el $in de la servidumbre de los indios, es mucho mas cautamente empleada para criticar las jerarquías sociales eistentes que aparecen implícitamente con$irmadas a traves del ritual revolucionario. %e inhibe de innovar &rente a las mas signi$icativas de las di&erencias sociales heredadas. La nocion de gente decente, que re$leja el delicado equilibrio social propio del viejo orden, es recogida desde mayo de /0/1 la presencia plebeya se hace sentir como
nunca en el pasado, y en ciertos momentos las pre&erencias de esa nueva clientela polí tica no dejan de tener consecuencias en el curso de las crisis internas del regimen. comien'os de abril de /0// es el in$lujo de la muchedumbre de los arrabales, movili'ada por sus alcaldes, el que salva a la &accion dominante de su ruina segura. La amena'a de ampliacion permanente del sector incorporado a la actividad política es eludida porque la movili'acion de los sectores populares, cuyo caracter masivo la ha hecho impresionante, es a la ve' muy super$icial. un limitada, la politi'acio n popular es un hecho rico en consecuencias, siendo la direccion revolucionaria marginal dentro del grupo tradicionalmente dominante, debe buscar apoyo &uera de el. 3tro motivo: la guerra eigira una participacio n creciente de los sectores populares. La compulsion &ue usada aun así, la persuasio n se revelaba necesaria Gel entusiasmo de los marginales por el reclutamiento no parece haber sido universalH. Los motivos patrioticos y militares pasaban a primer plano7 los aspectos polí ticos del cambio revolucionario eran pre&eribles dejarlos a cargo de un sector ma s restringido. *econocidos sus límites no convendría sin embargo ignorar los alcances de la movili'acion popular, sobre todo en la ciudad. Due la palabra escrita es en +uenos ires un medio de di&usion ideologica no reservado a una minoría: la revolucion multiplica las imprentas y el avance del sentimiento igualitario es igualmente atestiguado. %i bien sería ecesivo sostener que la &e plebeya en la invencible +uenos ires guio alguna ve' la política que desde la ciudad se hacía, es en cambio indudable que ya no habría en la ciudad ningu n gobierno que pudiera impunemente ignorarla del todo. Esa &e sin des&allecimientos en la )atria es el unico sentimiento que acompan#a la limitada movili'acion política de las clases populares. l a$irmarlo se correría el riesgo de ignorar los avances del igualitarismo7 los es&uer'os por limitar el alcance de la nocion revolucionaria de igualdad muestran que las posibles consecuencias de su di&usio n no dejaban de ser advertidas. Las consecuencias de la revolucion en el equilibrio interno de la porten#a debían di&undir una imagen menos rígida del ordenamiento social. Es sobre todo el equilibrio interno de la el que es a&ectado. Ese proceso comien'a bajo la &orma de una lucha política de la revolucion contra quienes la hostili'an. 2abía un sector en el cual esas disidencias debían abundar: el de los altos &uncionarios de carrera, de origen metropolitano, otro sector mas vasto con cuya benevolencia no podía contar: el de los peninsulares. En cuanto al primero, el poder revolucionario lo distinguio desde el comien'o porque, siendo poco numeroso e intensamente impopular, o&recía un blanco admirable para la hostilidad colectiva. 9esalojados los no muy numerosos &uncionarios de designacion metropolitana,, la revolucion pareciera que ya no tiene enemigos. %in embargo las cosas no esta n así7 la hostilidad hacia los peninsulares no decae. El bando del >? de mayo ordena castigar con rigor a quien Iconcurra a la divisio n entre espan# oles europeos y americanosJ. Las ehortaciones de clerigos, periodistas y corresponsales anonimos no son su$icientes para detener la progresiva separacio n de peninsulares y nativos. Las consecuencias se hacen sentir pronto7 en circular del K de diciembre de /0/1 la junta reserva los nuevos empleos a los americanos, al mismo tiempo conservando en sus cargos a los peninsulares en situacion de ehibir Ibuena conducta, amor al paí s y adhesion al gobiernoJ. )ocos días antes la medida es revocada. Co creer que la junta esta convencida de cuanto proclama7 es demasiado evidente que la prudencia la guía ante la o&ensiva de sus enemigos. %in embargo no pone $in a los avances de las discriminaciones. E@stos prosiguen por dos ra'ones di&erentes: la primera es que la limitada democrati'acion ha dado vo' a una opinion plebeya cuyos sentimientos antipeninsulares no parecen limitados por ninguna ambivalencia. La conjuracion de @l'aga debía marcar una ruptura completa entre los dos sectores. La conspiracion, con sus proyectadas represiones hacia el sector americano y patriota, &ue seguida de una agudi'acio n inmediata de las medidas antipeninsulares: prohibicio n de montar a caballo, o de andar por las calles durante la noche. Los peninsulares son eliminados del comercio al menudeo y se les prohíbe tener pulpería. =odo ello en medio de una cerrada represion que durante días o&rece el espectaculo de ejecuciones en la pla'a mayor. un ahora,
ninguna medida de eclusio n es tomada respecto del comercio al por mayor y aun la importante &ortuna de @l'aga es salvada para sus hijos, criollos. l an#o siguiente, la creacion de la ciudadanía de las )rovincias 6nidas o&rece $inalmente el instrumento legal para di&erenciar el estatus de los metropolitanos &avorables de los hostiles. La carta de ciudadanía es requerida para conservar empleos publicos y actuar en el comercio. La situacion se hara cada ve' mas di&ícil hasta que en /0/ los peninsulares solo podran casarse con una criolla si previamente obtienen autori'acion del secretario de gobierno. 9e este modo la revolucion ha en&rentado a un entero grupo, lo ha ecluido de la sociedad que comien'a a reorgani'arse. hora bien, los peninsulares son especialmente numerosos en ciertos niveles: alta administracio n y gobierno. La decadencia de las corporaciones y magistraturas civiles y eclesiasticas no es tan solo consecuencia del nuevo clima economico7 es el &ruto de una política deliberada. La accion revolucionaria no se traduce aquí en la eclusion de un sector de la sociedad colonial, sino en un reajuste del equilibrio entre sectores destinados a sobrevivir a los cambios revolucionarios.
B) LA CRISIS DE LA BUROCRACIA La revolucion propone una nueva imagen del lugar de las magistraturas y dignidades. La trans&ormacion es justi$icada en el decreto de supresion de honores del presidente de la junta, de diciembre de /0/1. En adelante el magistrado debera Iobservar religiosamente el sagrado dogma de la igualdadJ y no tendra, &uera de sus &unciones, derecho a Iotras consideracionesJ. Esa severa disciplina que la junta se impone a sí misma sera aplicada con rigor aun mas vivo a los demas &uncionarios. En tiempos coloniales, la solidaridad entre buro cratas no había ecluido las tensiones internas7 la revolucio n intensi$ico estas mucho ma s que aquella. un dejando de lado la depuracio n de desa&ectos, creo un poder supremo que sentía con mucha mayor urgencia la necesidad de a$irmar su supremacía sobre sus instrumentos burocraticos, y que por an# adidura podía vigilarlos mucho mejor que la remota corte. %olo &rente a una magistratura se detuvo el poder revolucionario: la del cabildo, que en las jornadas de mayo había sabido reservarse una superintendencia sobre el gobierno creado. %us integrantes conservan el derecho de elegir a sus sucesores. (uando en /0/F se abolio este sistema en bene$icio de la eleccion popular, la re&orma no hi'o sino con$irmar al cabildo en su situacion de unica corporacion cuya investidura no derivaba del supremo poder revolucionario. El cabildo o&rece el mas so lido de los neos de continuidad jurídica entre el regimen revolucionario y el colonial de cuya legitimidad aque l se proclama heredero. La a$irmacion del nuevo poder sobre burocracia y magistraturas esta todavía estimulada por la reorientacion de las $inan'as hacia la guerra. 9ebido a ellas, &uncionarios tendran derechos sobre los ingresos publicos menos indiscutidos que en el regimen colonial. Los retrasos en los pagos se haran &recuentes: a $ines de /0//se les an#adira una rebaja general de los sueldos.7 se asigna a la quita caracter de prestamo. 9el mismo modo, las corporaciones, dotadas en el pasado de patrimonio propio, lo vera n sacri$icado a las necesidades de la guerra revolucionaria. Esa perdida de rique'a, poder y prestigio pone cada ve' mas a &uncionarios y corporaciones en manos del poder supremo que termina por reasumir los signos eteriores de su supremacía. La concentracion del gobierno en una sola persona, el director supremo, va acompan#ada del abandono ya de$initivo del austero ideal igualitario que la junta se habí a $ijado en /0//. En la iglesia se da una situacion especial7 el nuevo poder no puede utili'ar con ella los metodos empleados para reducir a obediencia a la administracion civil7 los enemigos abiertos abundaran en su seno, y el gobierno revolucionario debera aprender a convivir. La depuracio n es incompleta y sobre todo gradual.
(ualesquiera sean sus sentimientos, los obispos solo son aceptados en el nuevo orden si prestan a e l el prestigio de su investidura. La conciencia por parte de la junta de que la política eclesiastica a&ecta de manera mas compleja a sus gobernados, le presta así una mayor ambiguedad: se trata de mediati'ar al cuerpo eclesiastico y de utili'arlo como auiliar para la a$irmacio n del poder revolucionario La revolucion se traduce en una agudi'acion inmediata de los con$lictos internos del clero regular. -rente a esos con$lictos el gobierno evita a menudo de$inirse. 9e este modo, aseguran la sumision de eclesiasticos adictos y desa&ectos. 9el poder eclesiastico se de$ine por la pluma del cabildo eclesiastico como una clase mas dentro del estado, obligada por lo tanto Icomo parte de la conservacion del todoJ. %olo a partir de /0/? se oira un lenguaje mas altivo en los voceros del clero. La iglesia aislada de *oma Gprimero por el cautiverio ponti$icio y luego por la decisio n vaticana de no mantener relaciones o$iciales con la 2ispanoame r ica revolucionariaH y aislada tambie n de Espan# a por la guerra de independencia. +uenos ires no tendra nuevo obispo por un cuarto de siglo7 las ordenes comen'aran por ser gobernadas por resoluciones del poder civil. Ese avance del poder político no a&ecta directamente el prestigio de la religio n en la vida colectiva, el gobierno revolucionario tomo su papel de de&ensor de la &e. 6na iglesia así invadida por las tormentas políticas de$iende muy mal el lugar tenido en la vida rioplatense. Ese lugar no esta amena'ado por ataques &rontales, sin embargo su erosion es inevitable. %ería apresurado deducir una decadencia de la adhesion a la &e recibida7 la progresiva seculari'acion de la vida colectiva, que las circunstancias imponían, provocaba en cambio reacciones mas limitadas. Esta seculari'acion es el correlativo de la politi'acion revolucionaria. La política del supremo poder revolucionario &ue &rente a la iglesia sustancialmente eitosa. %olo que lo &ue mucho menos para heredar el poder y el prestigio de sus víctimas. Ese empleo de la coaccion obliga al nuevo regimen a crear un aparato de administracion de ella, mas compleja y poderosa. ese aparato, auiliar del nuevo poder representa un peligro para e s te. En el interior las autoridades subalternas son bene$iciarias de un paulatino traspaso del poder, cuya amplitud se percibira plenamente a partir de /0>1. En la capital, por el contrario, los sucesivos gobiernos mantienen &rente a ese peligroso desli'amiento una vigilancia e$ica'. El poder supremo so lo domina parcialmente, y con el cabildo sostendra con$lictos intermitentes. La actitud del cabildo en parte puede atribuirse a la prudencia &rente a un poder supremo menos distraído que la corona. La autonomí a de los alcaldes de barrio va a ser drasticamente limitada. El reglamento de policía , dictado en diciembre de /0/>, coloca a justicias de campan#a y alcaldes de barrio bajo las ordenes del intendente de policí a y sus comisarios. 9e este modo, la relacio n entre el nuevo estado y los sectores populares y marginales acentu a sus aspectos autoritarios y represivos. La sustitucion paulatina del aparato &ormado por los alcaldes y tenientes por una policí a centrali'ada y rentada con &ondos del $isco central es una decision comprensible. Bracias a ella el poder revolucionario pudo eludir el surgimiento en su propia capital de un nu cleo de rivales potenciales. )ero esa solucio n, posible en +uenos ires, lo era menos en el "nterior.
C) LA DIRECCION REVOLUCIONARIA RENTE AL E!"RCITO Y LO ECONOMÍA# SOCIAL URBANA La legitimidad de ese ejercito urbano, solo a medias sometido a la disciplina de una tropa regular, era constantemente puesta en duda. La revolucio n, al desencadenar la guerra, puso $in a esa situacion. En una proclama del >4 de mayo de /0/1, se establece que Ies necesario reconocer un soldado en cada habitanteJ, y las derrotas haran aun mas evidente esa necesidad. 9espues de 2uaqui, que arrebata el lto )eru, ese programa de militari'acion integral es llevado a sus ultimas posibilidades. La tendencia a hacer del ejercito el primer estamento del nuevo estado es innegable. Los je&es militares go'aban de una popularidad con la que pocos dirigentes civiles podían rivali'ar. En la nueva liturgia revolucionaria la representacion de la &uer'a
armada ha adquirido un papel que no habí a conocido en el pasado. Esa supremacía militar alcan'a corolarios cada ve' mas inquietantes para la burocratica. La adecuacion del ejercito, heredado de /01?, a sus nuevos y mas amplios cometidos se llevara adelante bajo el mismo signo que marca a la accion revolucionaria en su conjunto: los progresos del igualitarismo del movimiento seran tambien aquí mantenidos bajo estrecho control. %i bien esa parte Itan numerosaJ no se ve ya impedida por la Idi&erencia del colorJ de integrar la tropa veterana, los cargos de o$iciales le seguiran vedados aun en los cuerpos de color. La busqueda de nuevos reclutas, que en el "nterior creara tensiones a ratos etremas entre el ejercito y las poblaciones, tiene en +uenos ires consecuencias menos drasticas. El poder limita la obligacio n de las armas a la poblacio n marginal. Los esclavos parecen o&recer una alternativa menos peligrosa que los marginales7 desde la revolucion, la donacion de esclavos a la patria se tras&orma en un signo de adhesion a la causa. 5as adelante, a comien'os de /0/F, son con$iscados los esclavos de los espan# oles europeos, para &ormar un nuevo cuerpo militar. Es así como, sin contar con las &uentes rurales de reclutamiento a las que ahora se recurre, la composicion de los cuerpos militares ha cambiado pro&undamente7 surgidos de un movimiento en que el elemento voluntario había predominado, estan siendo anegados de vagos y esclavos. 2acer de cuerpos así &ormados el principal apoyo del poder revolucionario encierra peligros. La pro&esionali'acio n del ejercito es la que aleja los peligros. El nuevo orden requiere ejercitos y no milicias. La trans&ormacion va acompan#ada de un reajuste en la disciplina. El proceso comien'a sin embargo por ser lento, las disidencias internas al personal revolucionario hacen del apoyo de las milicias a %aavedra, el je&e de la &accio n moderada, un elemento precioso como para que pueda ser arriesgado mediante re&ormas demasiado hondas. un así , los retoques &ormales no &altan. Co estaba en el interes del nuevo orden disminuir la distancia entre o$iciales y tropa. -ueron las crisis políticas de /0// Gal dar a la &raccion moderada una e&í mera victoriaH las que arrebataron a esa &raccion el dominio de la situacion política y eliminaron el obstaculo principal a la pro&esionali'acion del ejercito. 9e diciembre de /0// data la resistencia abierta del primer regimiento de )atricios cuyos subo$iciales y soldados se sublevaron designando nuevos o$iciales.. La represio n comien'a: seis subo$iciales y cuatro soldados son ejecutados, otros veinte son condenados a presidio, compan# ía s enteras son disueltas y el cuerpo depurado. El movimiento es solo de subo$iciales y tropa. 6na nueva línea de clivaje se revela así, se impone una disciplina mas estricta. Esta tras&ormacion tení a una consecuencia política precisa. hora el cuerpo de o$iciales ejercía su in$lujo político por derecho propio. )asa a ser el duen#o directo de los medios de coaccion que tienen entre otras $inalidades la de mantener el poder en manos de esa , limitando la democrati'acion a la que la revolucion debe su origen. 2ay aquí un peligro de separacion progresiva &rente al personal no militar de la revolucion7 la primera mencion a los peligros del militarismo que contiene la Baceta subraya que entre los o$iciales ha surgido un in&undado sentimiento de superioridad Isobre sus paisanos. La pro&esionali'acion, a la ve' que da una preeminencia nueva al cuerpo de o$iciales, lo di&erencia del resto del personal político revolucionario. El criterio de reclutamiento y promocio n varía. El reconocimiento de ciertas eigencias tecnicas, unido a la escase' de o$iciales disponibles, eplica que el poder revolucionario haya sido menos estricto en cuanto al pasado político de sus servidores militares que cuando se trataba de elegir auiliares administrativos, con el tiempo se hara cada ve' mas &recuente la incorporacio n de prisioneros realistas al ejercito patriota, no so lo como soldados sino tambie n como o$iciales. En /0/> se hace presente en el *ío de la )lata un saber militar menos sumario y rutinero que el heredado de tiempos coloniales. %an 5artín, incorporado al ejercito revolucionario como coronel, adapta sistemas organi'ativos y tacticos de inspiracion &rancesa. lvear redacta una instruccion de in&antería que sigue la misma escuela. (on ellos, la superioridad del militar ya
no es solo la del combatiente en una comunidad que ha hecho de la guerra su tarea mas urgente7 es la del tecnico que puede llevar adelante esa tarea con pericia eclusiva. =odo la &avorece, es la entera sociedad la que reconoce al militar el lugar que ese se asigna dentro de ella. Lo esencial de la vocacion militar es el riesgo de la vida y ese riesgo da derecho a todas las compensaciones, [no la plani$icacio n] derecho a vivir de la industria y las privaciones de los civiles. Esa actitud puede ser peligrosa para la suerte militar de la revolucio n. En la hoguera de la guerra se destruye, junto con la rique'a publica y de las corporaciones, la traba'on jerarquica en que se había apoyado el orden establecido, en el que los promotores del movimiento revolucionario había n estado lejos de ocupar un lugar completamente marginal. )ero los o$iciales que asumen el primer lugar en el nuevo estado crean tensiones evidentes en el interior, donde actu an a veces como conquistadores. En primer te rmino con esos sectores locales que han dominado la economía y que, ahora se ven amena'ados por la doble presion de la guerra y de la concurrencia mercantil etranjera. =ensiones tambien con quienes tienen la responsabilidad directa del manejo polí tico, y ven agotarse la benevolencia de los grupos de los que ha surgido mientras la costosa revolucion se obstina en no rendir los &rutos esperados. El cuerpo de o$iciales puede llegar a ser tambien un peligroso rival polí tico, peligro tanto mas real cuanto su identi$icacion con la guerra a ultran'a, que lo separa de la de +uenos ires criollo, coincide con los sentimientos y 8hasta cierto puntoM con los intereses de los sectores populares. )ero ese peligro esta atenuado por otros &actores. En primer te rmino, por mas rapidamente que se consolide el espíritu del cuerpo, encuentra un rival muy serio en el espíritu de &accion sobre las mismas líneas que separan a las &acciones noMmilitares. 9ivisio n &acilitada por la &alta de solidos criterios pro&esionales en la promocion de los o$iciales. )ara un buen observador como el general )a', un o$icial &ormado por +elgrano, )or %an 5artí n o por lvear era reconocible por el modo de encarar cualquier limitada tarea. La consecuencia de ello es que la rivalidad entre cliques encuentra una &uente adicional en la oposicio n entre escuelas militares. 9e este modo, ni aun la pro&esionali'acion lleva en todos los casos a un aumento del espirit du corps entre los o$iciales revolucionarios. )or otra parte, es preciso tomar en cuenta la incidencia de otros &actores igualmente hostiles a la &ormacion de un cuerpo de o$iciales dotado de rasgos corporativos. El mas evidente es que la actitud militar no es la unica que se espera de los mas importantes je&es. (asi todos los je&es superiores eran, a mas de militares, líderes políticos en acto o en potencia. 9e este modo, si bien la revolucion ha destruido la vieja identi$icacion con corporaciones o magistraturas, no puede dotar de una cohesion igualmente intensa a la u nica institucio n que salio de la crisis revolucionaria &orti$icada y una de las ra'ones esenciales es que, como aventura individual, la carrera militar se coronaba en una carrera polít ica cuya lealtad era eigida simultaneamente por alian'as &amiliares, solidaridades de logia y coincidencias de &accion. La independencia es a la ve' que el coronamiento, el $in de la etapa revolucionaria, de la que queda una tarea incumplida: la guerra. La independencia va a signi$icar la identi$icacion de la causa revolucionaria con la de la nacion. 2asta ese momento la direccion revolucionaria habí a aceptado una mision ambiciosa: la de hacer un paí s y crear un orden. Co es sorprendente que no resulte siempre posible establecer una relacion clara entre esa clase política y ciertos grupos sociales y pro&esionales, si tenemos en cuenta que para los contemporaneos no era &acil conseguir algo tan sencilla como saber quienes pertenecían e&ectivamente a ella. Lo que comien'a por con$igurar al grupo revolucionario es la conciencia de participar en una aventura de la que los ma s buscan permanecer apartados. unque ma s de uno participa en la militari'acion que comien'a en /01?, su prestigio no proviene del lugar que ocupan en los cuerpos milicianos, sino de su veterana en las tentativas de organi'ar, &rente a la prevista crisis imperial, grupos de opinio n capaces de en&rentarla sin desconcierto y con nociones ya preparadas sobre lo que cabía hacer.
*ica en &uturo es la inclusion en el sector dirigente de $iguras que son incorporadas a el en su condicion de integrantes de ciertos sectores sociales: lberti debe su lugar en la Aunta a su condicion eclesiastica7 Larrea y 5atheu a su condicion de comerciantes. 9icha inclusion prueba que desde el comien'o el poder revolucionario ha sido sensible al problema de hallar canales de comunicacio n con el cuerpo social, sin embargo, no alcan'a a salvar su aislamiento. El bloque revolucionario &ormado desde su origen por dos sectores distintos, tiende a escindirse en dos grupos opuestos. La relacio n de &uer'as en mayo de /0/1 parece asegurar una solida hegemonía al de base miliciana que reconoce por je&e a %aavedra7 su lenta erosion so lo &renada e&ím eramente por golpes de mano como los de diciembre de /0/1 8 incorporacion a la Aunta de delegados de los (abildos del "nterior y renuncia de 5oreno8 y abril de /0// 8que devolvio pleno control del poder a los saavedristas8, se debía basicamente a dos ra'ones: la primera era que la revolucion iba a destruir a las milicias urbanas que la habían desencadenado7 la segunda que la comprension de las necesidades del movimiento revolucionario iba acercando a los ma s lu cidos je&es de milicia a las posiciones del sector rival. Los acorralados morenistas, so lo se constituyen en &accio n cuando su je&e ha partido, hallan mejores ra'ones de solidaridad en los su&rimientos comunes a manos de la &accion rival, que en la continuidad de una lín ea polít ica. 6na direccio n revolucionaria que se sentía inquietamente sola en el marco de los grupos sociales de los que había surgido se &or'aba ahora por asegurarse en el ejercito pro&esional una base que le permitiese independi'arse del apoyo militante de cualquier sector social7 clausurando de$initivamente el proceso de democrati'acio n. La &alta de identi$icacio n total de cualquier sector de la sociedad porten# a con la direccion revolucionaria, que en /0/1 parecía una $laque'a que era preciso corregir, luego de nueve an#os seguía siendo una realidad. )ero a traves de sus dos bases de prestigio y rique'a 8el comercio, la alta burocracia8 esos sectores altos dependen demasiado de la benevolencia del nuevo poder como para que puedan de veras permanecer del todo ajenos a el. El solo trascurso del tiempo creaba nuevas solidaridades 8no necesariamente polí tica8 entre integrantes de los sectores altos y el poder revolucionario. 6na &uente evidente de ellas es la actividad econo mica del Estado revolucionario. u n así por mas amplios que &ueran esos contactos de intereses, no bastaban para identi$icar a los sectores altos como grupo, con el elenco dirigente. En primer lugar porque ellos se desarrollaban bajo el signo de una arbitrariedad que creaba un círculo mas amplio de hostilidad7 en segundo termino, por la ambivalencia de esas relaciones7 un cambio político podía tras&ormar al bene$iciario en víctima. El lugar que a pesar de todo mantienen los dirigentes revolucionarios dentro de los sectores altos locales, esta lejos de dar u nicamente vigor al movimiento. [Ejemplo la &amilia Escalada no se comprometio políticamente con la revolucion, pero no podía ser ignorada por sus $iguras principales. Co porque sí %an 5artín, que no tiene una trayectoria dentro de los grupos dominantes locales, encuentra en esa &amilia a su esposa. 2alperin dice que el movil de su boda no necesariamente &ue político, pero que sin duda, obtuvo bene$icios políticos como consecuencia de la misma. El caso de lvear es muy distinto ya que no debía buscar un acceso a las clases altas] )ero: ;al ligarse con una clase alta local de sentimientos reticentes a la empresa revolucionaria, no cometían un error< )ara ellos el problema no se plantea en estos terminos: ese grupo al que permanecen unidos, ha sido para muchos siempre el suyo y para otros aquel por el cual han aspirado siempre a ser aceptados. Es mas: para ese grupo ha sido lan'ada la revolucio n7 era el bene$iciario de la eliminacio n de las cliques peninsulares que le había n disputado con e ito el primer lugar en +uenos ires y esa reticencia &rente al compromiso político, tiene sus ventajas: evitaba vientos de &ronda demasiado violentos. Esa clase alta, si no se incorpora como grupo a la revolucion es entre otras cosas, porque ya es incapa' de actuar como tal. ; al acercarse a ella los dirigentes revolucionarios, no corren el riesgo de hacer suya su capacidad de dividirse en bandos rivales< 2e aquí una ra'on adicional para que a los ojos de un grupo dirigente, el problema principal sea el de su disciplina interna. Ese problema pasa a primer plano en la conduccion. !ista retrospectivamente la lucha que separo a los morenistas de los saavedristas, parecía o&recer la primera leccion sobre los
peligros de la division en la direccion revolucionaria7 la &ormacion en mar'o de /0// de un club político morenista marco el comien'o de un nuevo estilo de politi'acio n. Co tenía por &uncion ampliar el numero de los porten#os políticamente activos, sino organi'ar a los que de entre ellos ya se oponían o podían ser llevados a oponerse a la tendencia moderada en el poder. Luego de una breve persecucion a manos de sus adversarios, el club es reivindicado: el /K de enero de /0/>, resurge con el nombre de %ociedad )atrio tica. En octubre de /0/> alcan'o su victoria cuando un movimiento del eje rcito ya pro&esionali'ado barrio a los herederos indirectos y escasamente leales del saavedrismo encabe'ados por *ivadavia y Auan 5artín de )ueyrredo n. )ero esa vindicacio n de la %ociedad )atrio tica, marco a la ve' que el punto ma s alto de su poder, el surgimiento de su rival: la Logia. Co se distinguía esta de la %ociedad )atriotica, ni por sus tendencias ni por sus dirigentes, era su &uncion en el sistema político la que marcaba una di&erencia. a no se trataba de dar mayor $irme'a de opiniones al entero sector políticamente activo7 se buscaba ma s bien dar una unidad tactica a los dirigentes de este sector. Co parece haber dudas sobre los propo sitos de la Logia: asegurar la con$luencia plena de la revolucio n en una mas vasta revolucio n hispanoamericana, republicana e independentista. En este aspecto la Logia retoma la tradicion morenista pero esa orientacion no torna menos complejas las situaciones que el poder revolucionario debe en&rentar, en particular dos: un problema era la disidencia Litoral, &avorecida por el uso de apoyos locales en la lucha contra el baluarte realista de 5ontevideo que habí a dado a estos apoyos &uer'a su$icientes para resistir las tentativas de subordinarlos al poder central. El otro era la inesperada marea de la restauracio n, que comen'aba a cubrir a Europa. %i la &e revolucionaria y republicana tení a muy poco que decir &rente a los problemas de la disidencia Litoral, era directamente puesta en entredicho por los avances antinapoleo nicos en Europa7 para sobrevivir, debía aprender de nuevo a disimular. La (onstituyente, no dictara (onstitucio n alguna, no proclamara la independencia, se reunira cada ve' menos, la transicio n de la %ociedad )atriotica a la Logia no había signi$icado solo un nuevo estrechamiento del poder, sino un cambio de acento. 9el esclarecimiento ideologico, que seguía siendo el objetivo declarado de la primera, a la manipulacio n de in$luencias con vistas a e&ectos políticos, que era la $inalidad de la segunda. (on lvear mejor organi'ado que nunca para su primera tarea, la de conservar el poder, el grupo revolucionario, no se halla por eso mejor integrado a la sociedad urbana. La mayor disciplina interna, no bastaba para eludir los peligros implícitos en ese aislamiento. La &accion alvearista no tenía demasiadas ra'ones para temer reacciones en la capital7 aun así, tenía la necesidad de buscar algu n apoyo. 9icho apoyo no podía llegar sino del ejercito. El alvearismo, saco a la guarnicio n de la planta urbana de la capital, la concentro en un campamento de las a&ueras, desde donde esos hombres, aislados de cualquier agitacion ciudadana y comandados por o$iciales de segura lealtad, debían asegurar al gobierno, contra cualquier sorpresa. )ero esa guarnicion, no era todo el ejercito ni la capital la entera area revolucionaria. En /0/N siendo aun 9irector )osadas, lvear, tras de su retorno triun&al de 5ontevideo, parte hacia el Ejercito del Corte para reempla'ar a *ondeau. El cuerpo de o$iciales se niega a recibirlo, y el heroe de 5ontevideo debe emprender una poco gloriosa retirada. En (uyo %an 5artín que se niega a encuadrarse en el mecanismo de control dominante en +uenos ires se ha hecho peligroso7 es enviado un reempla'ante e igualmente recha'ado por el (abildo mendocino. En esas condiciones, la elevacio n de lvear a 9irector %upremo, es una medida de emergencia. Es la activa resistencia litoral la que conduce a la crisis $inal del alvearismo. lo largo de /0/N y /0/F la disidencia se etiende de la +anda 3riental a Entre *íos, (orrientes y %anta -e7 las tentativas de detenerla por la &uer'a no son &elices7 lvear desde enero de /0/F decide emplear a una parte de su guarnicion de la capital en en&rentar la avan'ada &ederal que ha vuelto a apoderarse de %anta -e, es precisamente la vanguardia de esa epedicio n la que se subleva en -onte'uela. ;)or que cayo el alvearismo< En parte es consecuencia de la concentracio n del poder, la &accion podía mantener su hegemonía mientras su política &uese inequívocamente eitosa. En la ciudad es 5iguel Estanislao %oler, quien da el golpe de gracia contra el alvearismo7 &ue
traicion si se quiere pero este solo actua cuando el cabildo ha comen'ado ya su reaccion o&ensiva contra lvear y la opinion publica urbana ha comen'ada a hacer de los capitulares sus paladines contra lo que ya se denomina la tiranía del 9irector %upremo. La caída del alvearismo, se debe sustancialmente a los reveses que en&renta, los una política que es previa al triun&o del alvearismo. )ara lvear y sus adictos, el &racaso de esa polí tica, es sobre todo consecuencia de los avances mundiales de la contrarrevolucion. En consecuencia, la &accion dominante estaba dispuesta a abjurar progresivamente de su credo revolucionario que aparecía ahora como una aventura condenada de antemano. l lado del problema eterior, el interno habí a revelado toda su gravedad7 la revolucion había agotado sus posibilidades a lo largo de cinco an#os7 utili'ando la &uer'a como el maimo argumento en política interior. 2abía terminado por hacer del ejercito su instrumento político por ecelencia. La caída de lvear bajo los golpes de un ejercito destinado a combatir la disidencia litoral, no hace sino subrayar hasta que punto era en las areas sometidas a su dominio, no en su capital, donde se decidía la suerte del poder revolucionario.
D) IN DE LA REVOLUCIÓN Y PRINCIPIO AL ORDEN El derrumbe de /0/F parece imponer en el país, una doble reconciliacion con un mundo cada ve' mas conservador. )ero al mismo tiempo parece eigir cambios sustanciales: en el país, sobre todo en el interior, las resistencias parecían brotar sobre todo contra las tentativas de cambiar demasiado radicalmente el orden prerrevolucionario. Co solo los ataques a la &e heredada, sino tambie n los intentos de romper el equilibrio entre las castas, contaban entre los errores que habían llevado a la catastro&e en que culmino el avance hacia el lto )eru . (uando el restaurado poder nacional promete dar $in a la revolucion y principio al orden, espera hacerse grato tambien a un publico menos remoto que el de las chancillería s. Es necesario poner el poder político de los titulares del poder economico. un si la parte de estos en el manejo de la conduccio n revolucionario, no aumenta, su gravitacio n es indiscutiblemente mayor que hasta /0/F. Esa reorientacio n política es tanto ma s impresionante porque no se da acompan# ada de una sustitucio n demasiado amplia del personal político revolucionario. Los herederos inmediatos del poder duraran poco7 desde el comien'o eiste tension entre el cabildo, &ortale'a de los notables de la ciudad y los je&es militares que colaboraron en derribar al alvearismo. )or el momento, la secesion Litoral estaba lejos de agregar problemas: en el nuevo consenso conservador, +uenos ires y el "nterior comen'aban a encontrar un terreno de entendimiento que había &altado. El lento proceso electoral del que surgirí a un nuevo (ongreso Beneral (onstituyente, seguía avan'ando. %e reuniría en =ucuma n o&reciendo una prueba de la apertura del poder revolucionario hacia el "nterior. *eunido, elegía 9irector %upremo a )ueyrredo n. El 9irector emprendio viaje hacia su capital a la que hallo al borde de una nueva crisis política y su presencia pudo evitarla. =ambie n habría que tomar en cuenta la emergencia de nuevas bases de poder político: los ejercitos en campan#a gravitaban ahora. 3tro &actor de disciplinamiento era la cada ve' mas poderosa disidencia litoral. 5ientras hasta /0/F el gobierno se había identi$icado con el grupo que había impuesto la revolucion, ahora quiere presentarse como su primera víctima. En un conteto ideologico muy distinto, la prioridad de la guerra se mantiene. un así, y dentro del marco estrecho dejado por la guerra, el re gimen directorial, busca ir volviendo a sus quicios los elementos de la pu blica &elicidad. (onsidera urgente los problemas que derivan de la carestía de los alimentos. Esa actitud debe muy poco a la nocion revolucionaria de igualdad que es ahora cada ve' mas abiertamente recusada. Es el temor a la indisciplina el que impone esa medida. El nuevo regimen, rede$inira tambien su relacion con el ejercito. Los de &rontera han tenido in$luencia decisiva en su surgimiento, y con ellos guardara relaciones estrechas. )ero los eje rcitos de &rontera han variado &undamentalmente: luego que bajo la guía de *ondeau el del Corte &ue derrotado en %ipe %ipe, la de&ensa &rente al bloque realista peruano quedara en manos de las &uer'as locales de %alta. El ejercito del Corte, replegado en =ucuman, es sometido a una reorgani'acio n a cargo de +elgrano y no tiene ya la importancia que alcan'o en el pasado.
hora el mas importante de los ejercitos de &rontera es el de los ndes. En el Litoral la accion política era pre&erible a la militar7 y en +uenos ires y su campan#a, el ejercito del que lvear quiso hacer un instrumento de su primacía se ve relevado de sus &unciones de custodio del orden interno. Cuevas milicias 8 batallones cívicos8 son organi'adas luego y el cabildo se reserva su je&atura. la ve' que renunciaba a cualquier popularidad muy vasta, el regimen de )ueyrredon, aspiraba al apoyo re$leivo de sectores mas limitados. -rente a la elite criolla, golpeada desde /0/1 podría invocar la prudencia $inanciera que buscaba mantener pese a la guerra, pero esa nueva política $inanciera, no iba a ser demasiado eitosa. La re&orma del arancel aduanero llevo a una agudi'acio n del contrabando. El desequilibrio $inanciero subsiste. ntes del retorno a las eacciones arbitrarias, la tentativa de superarlo &ue la emisio n de papeles de Estado que causo mas irritacio n que gratitud entre los supuestos bene$iciarios. La miseria $iscal veda al Estado tomar el papel de arbitro entre las &uer'as economicas y sociales del que esperaba obtener adhesion. 3tra circunstancia hace mas di&ícil esa tarea: la sociedad se halla en rapida tras&ormacion. La administracion )ueyrredon no se desinteresa de los problemas de la campan#a, para la cual nombra un comandante general en la persona de +alcarce. La reconstruccion economica que e l esta ansioso por comen'ar. La ve sobre todo, como una restauracio n de las hegemonías sociales y econo micas prerrevolucionarias. l de$inir así su objetivo, lo torna irreali'able. La guerra hace imposible el retorno al orden7 so lo cuando se le ponga $in, podra darse por verdaderamente clausurada la etapa revolucionaria. La relacion entre la direccion política y la elite social sigue entonces, como antes de /0/?, siendo problematica7 y el apoyo de los sectores populares se ha en&riado considerablemente. [=ulio 2alperin 9onghi, *evolucio n y guerra , %iglo ", +uenos ires, /4>]