Alfredo Carballeda, Los cuerpos fragmentados, fragmentados , Capítulo 3 “Los escenarios de la intervención. Una mirada metodológica”. metodológica”.
La intervención en lo social tiene un ámbito espacial definido según la demanda o problema a partir de los cuales se construye. Ese espacio espacio toma la forma de escenario. Los escenarios se se hallan dentro de territorios y son atravesados por formas de inscripción de los problemas sociales que, en tanto marcas objetivas y subjetivas de estos, pueden ser analizadas desde diferentes expresiones de las “cartografías sociales”. En la intervención se construyen diálogos entre cartografías, escenario y territorio que derivan en formas de producción de subjetividades. La subjetividad se construye y deconstruye en el propio devenir de la cultura y la cotidianeidad, de una trama móvil de significaciones, signada por la noción de problema social, que convoca a la intervención. La intervención es ella misma una productora de subjetividad, aporta construcciones discursivas y formas de comprender y explicar según una direccionalidad definida. Designa, nombra, da forma y califica las cuestiones sobre las que actúa dentro de un orden o lógica que va construyendo en la relación con el otro, el contexto, el escenario, el territorio y las cartografías sociales.
La dirección y orden varían según el marco teórico, postulados
ideológicos e influencias de la época. La cartografía muestra recorridos temáticos o argumentales argumentales que atraviesan los territorios, entendiéndolos como continentes continentes de sus distintos escenarios. Por ej. Se puede trazar una cartografía del “conflicto con la ley” como demanda de intervención y análisis de sus formas iniciáticas, procesos de estigmatización, marcas insti tucionales, experiencias etc. La cartografía da cuenta de una posibilidad de acceso: desde la producción de la subjetividad dentro de un territorio definido hasta la expresión singular de esta en el escenario de la intervención. También es la representación de un mapa de los elementos imaginarios y simbólicos, inscripto en un territorio y orientado a las áreas temáticas que se construyen en la demanda. El territorio, a partir de la modernidad, es la ciudad, su construcción imaginaria, paisajes, edificaciones, usos sociales de estos y el contenido simbólico de sus instituciones. Territorio es el espacio habitado, donde la historia dialoga con el presente y permite construir una idea de futuro o incertidumbre. Es un lugar delimitado por lo real, lo imaginario y lo simbólico. simbólico. Los límites del territorio están en movimiento y tienen un importante componente subjetivo, ya que son inscripciones de la cultura e historia que se entrelazan con las biografías individuales. En los límites comienza a construirse la la relación entre territorio territorio e identidad de de cada sujeto. En la intervención hay dos formas de definir y delimitar territorios: la que se expresa en mapas oficiales, áreas programáticas, nomenclaturas; y la que parte de de las simbolizaciones de sus habitantes. Territorio y escenario son definidos, en parte, por el discurso, la nominación que ese “otro” hace. El paisaje y sus significaciones se incluyen como elementos elementos extradiscursivos. El territorio habla para convertirse en texto.
La ciudad se constituye como una compleja trama simbólica en permanente movimiento y construcción de subjetividad. Ella –y el barrio como escenario- son textos a ser leídos, hablan de las construcciones simbólicas de sus habitantes y la construcción de sentido en la vida cotidiana. Ej. la arquitectura de una institución barrial puede hablar de su historia, particularidades, formas de organización de las que emerge, etc. Las tramas simbólicas están en movimiento, los escenarios también cambian sus significados según los acontecimientos que los atraviesan. Lo empírico y lo imaginario generan intersticios de influencias mutuas. Esas grietas de significación
son elementos a analizar en la
intervención. El territorio puede presentarse en forma heterogénea con distintas lógicas que requieren diferentes explicaciones/comprensiones de los problemas sociales. Se trata de escenarios habitados por grupos disímiles en espacios donde la fragmentación vincular y la pérdida de lazo social generan distintas formas de padecimiento. La aproximación a lo subjetivo permite conocer mejor los problemas sociales sobre los cuales se interviene. La intervención comunitaria se aproxima a la noción de espacios microsociales y escenario de intervención . La cartografía social aporta posibilidades de profundización de la mirada, desde recorridos temáticos a partir de las subjetividades hasta la elaboración de inscripciones concretas del padecimiento. Se vuelve necesaria una intervención que tenga en cuenta la noción de cartografía para hacer y transformar desde la propia esfera del sujeto. La noción de escenario de intervención
Los escenarios de intervención pueden ser entendidos como espacios escénicos cuya conformación trasciende límites predeterminados y generan diversas situaciones de diálogo entre territorio y contexto. El escenario implica la existencia de un texto, una narrativa que deviene históricamente y le confiere mandatos y papeles a los actores. Texto que proporciona las significaciones que expresan la subjetividad de los actores, y señalan lugares en los que actúan y se mueven. La palabra es uno de los primeros factores de creación de la trama escénica. La escena se construye, en el proceso de intervención, según las tramas que plantean los actores. Por ello, se pueden pensar guiones preestablecidos, historias que se repiten en contextos diferentes, atravesados por nuevas significaciones. Ej. En una entrevista a una flia en una institución de salud se puede observar roles preestablecidos entre quienes demandan y quienes intervienen. La dimensión teatral como instrumento de análisis (teatro como espacio de contemplación de historias que utiliza diversos lenguajes, palabra, cuerpo, escenografía) puede aportar nuevas formas de acceso, especialmente en un contexto donde lo imprevisible atraviesa todo el proceso de intervención. Lo inesperado altera los guiones preestablecidos, escritos en la historicidad de las partes y les confiere identidad, pertenencia y sentido. Es decir, las narrativas están tamizadas por la historia previa de quien demanda y de quien interviene. Ahora, la escena está montada para audiencias y miradas expertas. La realidad está atravesada por una forma de expresión que se acomoda al escenario de la intervención, para que pueda ser comprendida por quien exhibe el poder de intervenir. Es necesario reconocer estos
factores como condicionantes de la intervención, reconocimiento más accesible desde la noción de escenario de intervención. Muchas veces se interviene olvidando que existe un “detrás de escena” condicionante. La intervención se presenta como un mecanismo que hace ver aquello que está por detrás. En estos nuevos escenarios de intervención, aparece la dificultad de los actores para cumplir con sus papeles, tal vez por la desconexión con la historia, lo colectivo, los otros. Ej. Un padre que, por razones que lo atraviesan desde el contexto, no puede cumplir su papel.
Esa
circunstancia impacta en él, lo construye como sujeto frente a sí y los otros. Tal dificultad del orden social y contexto para poner en práctica los roles que se presentan como mandato histórico social, implica y construye cuestiones que se edifican desde el padecimiento subjetivo. Desde allí dialogan con las problemáticas sociales complejas y profundizan una relación más intensa con el contexto. El análisis de los elementos de la escena apunta a discernir de manera sistemática sus diferentes dispositivos, especialmente a partir de sus significaciones. La noción de elementos escénicos permite un análisis más pormenorizado de cada componente de la escena. Ej, en una intervención grupal vinculada con la violencia doméstica, cada atributo visible puede ser entendido como elemento escénico (lenguaje corporal, vestimenta, etc). Cada puesta en escena, como construcción discursiva, está signada por las expresiones de la cuestión social en un diálogo entre escenario y contexto.
También pueden considerarse como elementos
escénicos las representaciones sociales del problema en que se está interviniendo. Estos elementos también se vinculan con las políticas sociales relacionadas con el tema desde el que se está demandando. Las formas de la política social y su sentido también son un componente clave de la escena, condicionan y direccionan. Otro punto a analizar como elemento escénico es la “cultura” de la presentación (del sujet o y de quienes intervienen), “la presentación institucional” (forma en que las instituciones se perciben a sí mismas y son percibidas), las posibilidades de resolución en tanto trama de diferentes inscripciones relacionadas con distintas formas de intervención y realizadas tanto por el sujeto como por las instituciones. Los elementos escénicos también abarcan al espacio en sí mismo (mobiliario, arquitectura, etc). El concepto de composición escénica también puede aportar al análisis en tanto conjunto de articulaciones inestables conformadas por los actores, los diferentes guiones, la escena en si, su historicidad, en fin, la puesta en acto como presencia en la intervención en lo social. Se trata de las relaciones entre las diferentes narrativas, biografías e historias sociales, que se expresan en el escenario. El escenario trasciende el espacio predeterminado de las instituciones o de los dispositivos de intervención, está constituido por el contexto, la historia y la ideología que lo trasciende. En el escenario, quien interviene también construye mediaciones entre diferentes universos, la intervención es una escucha que busca comprender/explicar los diferentes relatos en forma parcialmente mediatizada a través de la organización espacio tiempo, construyendo un lugar polifónico. El texto y el desarrollo de las escenas son otros elementos que también dialogan y le confieren significación a lo que se está observando y escuchando.
En síntesis, los escenarios de la intervención se ubican en forma dinámica en diferentes territorios; donde lo que los constituye se expresa a través de las diversas formas de enunciados. Esa organización de textos deviene en discursos por develar que hablan de lo material y lo simbólico. Por otra parte, se inscriben en la singularidad de los actores sociales, construyendo y desarmando los guiones y papeles que representan. Intervención, poder y saber. Su puesta en escena en la vida cotidiana
La relación entre discurso e intervención propone el surgimiento de un conjunto de prácticas, categorías de análisis y significaciones que confieren diferentes sentidos a la intervención, que ahora da cuenta de un conjunto de saberes que se construyen desde espacios variados y tienen una forma definida de aplicación. Se interviene en circunstancias definidas como dificultosas, por eso generan demanda, sus entornos son leídos desde la posibilidad de poner en conflicto la propia cohesión de la sociedad. La cartografía social y la noción de escenarios de intervención demuestran posibilidades de abordaje asentadas en lo territorial y ratificadas a partir de la importancia del espacio como constructor de sentidos. Lo social –en movimiento permanente-, al ser vinculado con la intervención se detiene en un espacio: el territorio donde se construye su escenario. El interés por lo discursivo abarca desde la constitución de las prácticas hasta
las
significaciones de la vida cotidiana, y puede relacionarse con el funcionamiento de los procesos de singularización. Es importante incorporar categorías de análisis que faciliten las expresiones singulares como manifestaciones de “lo otro”. Se trata de favorecer el devenir de la propia singularidad. Nace también el interés de construcción de conexiones intersubjetivas, especialmente en su relación con la singularidad, vida cotidiana, escenarios, territorios y cartografías sociales. El lugar de construcción y acceso a estas relaciones intersubjetivas es la vida cotidiana, entendida como espacio de construcción de sentidos, significaciones y simbolizaciones que pueden ser útiles para explicar las características subjetivas de ese “otro”, en cómo edifica su mundo y con qué criterios explica lo que se considera problema social. En las distintas concepciones de la vida cotidiana, sobresalen los que se centran en la idea de sociedad atravesada por tramas discursivas, por lo cual lo social es considerado una forma de “habla”. La vida cotidiana surge como una serie de simbolizaciones que pueden ser vistas desde lo discursivo y construidas desde allí. Es el sitio de construcción de diferentes esferas de vivencia desde donde surgen y se montan las significaciones: lo cotidiano como un agregado permanente de experiencias, lo que representa se expresa en el presente y en la historicidad del sujeto. La vivencia no solo remite al pasado, sino que objetiva y comprende hechos entre sujetos que suceden en el presente. Esos sujetos pueden ampliar su autonomía co nvirtiéndose en sujetos creadores en la esfera de acción. La cotidianeidad transcurre en la esfera del sujeto que la vivencia. Ej. La vida cotidiana de una persona que padece extrema pobreza puede que se relacione con la noción de necesidad ligada a la supervivencia. La supervivencia en algunos casos es entendida como una forma de comprender y explicar (ej. Diferentes concepciones del cuerpo, salud, enfermedad). La
desigualdad, el padecimiento, la vida cotidiana se inscriben en forma singular en el cuerpo, el habla y en el mundo de significaciones del sujeto. La intervención se entrecruza con la demanda que surge de esta circunstancia, pero también con la necesaria observación de sus significados. En las distintas vivencias de lo cotidiano, desde la subjetividad se conoce el mundo. Una situación como la anterior puede naturalizarse hasta percibirse como “normal”. La normalidad se construye a partir de la recurrencia. El acceso a lo cotidiano como recurrencia es otra posible vía de entrada. La repetición es lo previsible, lo que el sujeto naturaliza, el padecimiento tiende a volverse habitual y aparece como algo inmodificable. La intervención implica develar estas circunstancias, hacerlas visibles para ese “otro”, desnaturalizando los escenarios en los que se construye. . La intervención puede intentar construir algunas respuestas desde el conocimiento de la vivencia de ese “otro” como expresión de padecimiento. La vida cotidiana se aprende como algo ya organizado, dentro de un orden que la precede, pero también –por el lenguaje- los objetos se tornan significados que pueden ser develados. De allí que sea la construcción de un mundo intersubjetivo alimentado por el discurso. El mundo cotidiano se estructura en un espacio propio, heterogéneo y subjetivo, pero se consolida en medida que “otro” lo ratifique. En la interacción con el otro se construyen tipificaciones que ordenan o reafirman el sentido de la cotidianidad.
En este espacio es donde se construyen las significaciones que al
congregarse se organizan en la esfera del lenguaje. Las diferentes visiones de la vida cotidiana plantean la idea de cómo se construye la realidad social. La vida cotidiana también puede analizarse según los escenarios de intervención que construyen las instituciones. Allí la cotidianeidad se expresa a partir de los mandatos institucionales
impuestos,
normativizados,
que
muchas
veces
construyen
discursos
estigmatizantes así como nuevas formas de identidad. Ej. Lo cotidiano en una institución psiquiátrica (institución cerrada) se transforma en un dispositivo en si, al formar parte de un orden
artificial
que
construye
diferentes
jerarquías,
ordenadas
según
mandatos
institucionales. El carácter simbólico de la institución se mantiene y construye identidades atravesadas por estigmas que remiten a la idea de “locura”. Las marcas de los dispositivos de intervención también continúan construyendo identidad. Pero muchos conceptos pueden ser resemiotizados a partir de repensar sus características desde la intervención. Por ej. El concepto de “rehabilitación” puede ser entendido como una recuperación de competencias en función del restablecimiento de lazos sociales. Esta modalidad de intervención se resignifica en su propia práctica y propone un horizonte que se vincula con la recuperación y el enriquecimiento de la propia singularidad, partiendo de un sujeto con historia y circunstancias sociales únicas. Carballeda, Capítulo 4, “La intervención” La intervención y las diferentes maneras de comprender la problemática de la integración
Los escenarios reciben el impacto de diferentes formas de expresión de la crisis, en tanto sumatoria de acontecimientos que se inscriben de manera singular en “la cuestión social”. Por
ello se puede indagar sobre esas cuestiones en diferentes espacios microsociales donde se desarrolla la vida cotidiana, las instituciones y las prácticas fundadas en la modernidad. La intervención en lo social surge marcada por una tradición normativa como forma de mantener la “cohesión del todo social”. La intervención se relaciona con la integración y es posible plantearse distintos caminos para la resolución de la integración. La tradición normativa pone el eje en el orden de la sociedad, orden constituido artificialmente y mantenido a través de dispositivos de disciplinamiento. Otra posibilidad es pensar lo social desde una perspectiva diferente al utilitarismo o el positivismo. Con el malestar frente al optimismo racionalista, la comunidad es la respuesta al mundo fuertemente fragmentado del contrato. Así, la idea de asociación es trocada por la de lazo o vínculo social. La intervención en lo social como proceso
Intervención viene del latín “intervenio”: v enir entre, interponerse. De ahí que pueda ser mediación, intersección, ayuda o cooperación y, por otra parte, intromisión, injerencia, intrusión, coerción. En la mayoría de los casos, nos encontramos con las dos caras de la misma moneda, al ser la intervención un espacio artificialmente constituido. Reconocer la artificialidad de la intervención es tender a su desnaturalización, entenderla como dispositivo que se entromete en un espacio a partir de una demanda. La demanda es el acto fundador de la intervención y proviene de la visión de “problema social”
que una
sociedad tiene. La intervención implica una dirección definida desde la demanda o la construcción de esta en relación con la “cuestión social”; y la existencia de una autoridad, quien interviene lo hace porque está legitimado a partir de un status legal constituido. También plantea la comprensión de los problemas complejos y la búsqueda de posibles respuestas a partir de determinados dispositivos para la acción. Intervenir implica la construcción de una lógica del acontecimiento fundante de la demanda desde cierto marco teórico o campo del saber. La intervención desencadena expectativas y consecuencias ligadas a las representaciones de quien interviene, su modaliad se vincula con un marco conceptual, que ligado a aportes empíricos y teóricos vinculados al contexto, genera “formas típicas de intervención”. En definitiva, la intervención es un proceso que actúa y hace actuar, que produce expectativas y consecuencias, implica una “inscripción” en ese “otro” sobre el cual se interviene, quien a su vez genera una “marca” en la institución y desencadena una serie de dispositivos e instrumentos en esta. La intervención supone la búsqueda de respuestas a interrogantes sociales, debería modificar la cuestión social en la que es llamada a actuar. Aparece nuevamente la delimitación de un territorio, el espacio de la cuestión social. Es decir, un espacio jurídico, que habla de la legitimidad de la intervención, y político, que marca la “agenda” donde se construy en diferentes aspectos de la cuestión social. La intervención desde una perspectiva asentada en el concepto de comunidad
Retomando la visión cercana a la noción de comunidad, la intervención se apoya en una serie de cuestiones. La primera remite a lo social, construcción discursiva que genera sujetos de
conocimiento. En términos de cotidianidad, lo social se construye a partir de imaginarios sociales, de representaciones que generan diferentes impactos en la singularidad de cada grupo, barrio o sujeto. Lo imaginario es una creación incesante, atravesada por lo psicológico, social e histórico, que impacta en el orden de lo real. La “representación” se relaciona con un conjunto de conceptos, significados y actitudes compartidos por los individuos de un grupo en relación con ellos mismos y el mundo. Esas representaciones se resignifican en una serie de espacios microsociales que tienen en común a la vida cotidiana. Lo social como algo constituido de la vida cotidiana
exige considerar la construcción de
intercambios y reciprocidades dentro de un grupo. Se intenta comprender lo social desde la singularidad y desde los propios actores. La acción se centra en el análisis y la experiencia personal de los individuos. De esta manera “ la verdad” de la vida social se encuentra en la subjetividad de sus participantes. Es necesario aproximarse a la subjetividad de ese “otro” que se presenta en el escenario de la intervención, a partir de interrogantes como cómo construye su mundo, lo explica y le da sentido. Así se puede acceder a un explicación de la vida social que se ubica en último término en las experiencias vividas por el individuo.
Pero la experiencia social resulta, en definitiva,
comunitaria. Desde la búsqueda de acceso a la subjetividad, lo que resulta de la relación entre lo simbólico y lo real es lo que se llama “registro”, y este se vincula a imágenes anteriores que son retomadas, asimiladas y se resignifican, es decir, imágenes que preceden y dan forma a una nueva impresión. Las simbolizaciones se van creando entre las mediaciones entre sujetos en un espacio-tiempo compartido, de modo que la conciencia humana presupone la realidad y la existencia de otros. Las experiencias están mediatizadas por los modos de pensar y sentir que se transmiten a través de los lazos sociales. La intervención planteada desde este lugar implica una búsqueda de significados en las instituciones, acciones, imágenes, expresiones, acontecimientos que construyen lo cotidiano. Esto se nos presenta como textos a develar, marcados por la singularidad de quienes escriben y reescriben las diferentes inscripciones. Se plantea una relación entre lo social y la subjetividad, nociones que tendieron a estar separadas (por ejemplo, bajo la diferencia entre psicología y ciencia social), ya que el individuo en la modernidad se presentaba como lo “interno” y la sociedad como “lo externo”. Para acceder a la subjetividad se puede partir de la singularidad , y no pensarla en forma universal. Lo cual implica desencializar lo cotidiano –desencubrir aquello que una homogeinidad artificialmente construida ocultó- y trabajar la noción sociohistórica de la subjetividad – búsqueda de criterios multirreferenciales que permiten pensar de otro modo la separación artificial entre individuo y sociedad. En definitiva, los sujetos construyen su identidad en la articulación de los órdenes imaginario, simbólico y real. En estas circunstancias se puede pensar la intersubjetividad o las
manifestaciones del padecimiento subjetivo asociadas al atravesamiento de lo real, lo que se presenta como demanda casi constantante hacia la intervención en lo social. A su vez, la identidad del sujeto se constituye en un espacio-tiempo donde lo singular se encuentra con lo colectivo, con lo histórico, con los otros. El horizonte de la intervención, en relación a la integración, está ligado a la identidad, vinculada a su vez a formas de entender y explicar el mundo. A partir de que la sociedad “construye” problemas sociales, el sujeto de la intervención mediatiza esa construcción en su vida cotidiana, desde un marco comprensivo explicativo que le dará forma a su padecimiento. Por eso es necesario comprender y explicar los aspectos significativos de la vida social e intervenir buscando transformaciones, en definitiva, construyendo la visión particular del acontecimiento que convoca a la intervención. Desde este punto de vista, es necesario abordar la noción de identidad, ya que la intervención en lo social se liga a la idea de “comunidad”. La dirección de la intervención se orienta hacia la cuestión de la identidad como un elemento articulador de la problemática de la integración. La identidad se inscribe asi en un escenario que tienen una serie de connotaciones: es territorial, lingüística, familiar, etc. La identidad se construye en la interacción, en la influencia mutua, en la vida cotidiana, se elabora dentro de un “sistema” de símbolos. La vida cotidiana implica en parte una serie de relaciones informales, intercambios y reciprocidades.
Es dentro del universo de lo simbólico donde esas relaciones adquieren
significación.. Asi la intervención se construye desde la producción y reproducción cotidiana de la vida social, explicitada a través de la cuestión social. Para una intervención que se orienta a una visión comunitaria de lo social, el acceso a la singularidad implica una mirada hacia los lazos sociales como elementos fundantes de esta. Algunos aportes hacia los procedimientos de la intervención desde diferentes campos de saber
En lo social, lo que sobresale es la presencia de relatos. La intervención implica analizar relatos recortados de la cuestión social y que poseen una faz material y simbólica constituidas de manera histórico social, como forma de expresión de diferentes actores sociales. Relatos que forman parte del núcleo significativo de los sujetos que demandan la intervención y atañen a la construcción real y simbólica de aquello que es presentado como problema. En la intervención, los relatos son mediados por instrumentos y categorías de análisis. Weber permite pensar la construcción de categorías de análisis y la dirección en que se realizará la intervención. Tratará de articular las nociones de explicación (que suele ser entendida como propia de las ciencias naturales
y comprensión (propia de las ciencias
sociales) tomando como base la racionalidad con acuerdo a fines. Para Weber exp. Y comp. Son momentos de análisis, el primero requiere la contrastación empírica, que requiere una cadena causal, y el segundo implica un acceso a la singularidad de cada individuo. En el juego de explicación y comprensión es donde surge la “imputación de sentidos”. Los hombres, para vivir, necesitan imputar sentidos a lo que hacen. Y solo algunos aspectos individuales son
dignos de ser conocidos y ser objeto de explicación causal Surge la idea de uniformidades aisladas en la multitud, que se relacionan con la noción de tipos ideales. Se intenta dar cuenta desde lo individual, de los acontecimientos histórico-sociales, acceder a lo macrosocial desde lo micro, desde la palabra del otro. Algunas cuestiones instrumentales
Weber plantea la necesidad de distinguir las determinaciones de lo histórico en lo individual y lo digno de ser conocido, y la de encontrar causas significativas que permitan recortar el fenómeno que podrá ser tanto explicado como comprendido. Esto implica una necesaria aproximación a los componentes del acontecimiento que se intenta comprender y la construcción de una “lógica del acontecimiento” que generó la demanda . La intervención no trata de individualizar, sino acceder a lo macro desde lo micro. Desde la perspectiva de los tipos ideales de Weber. La explicación de la esfera de lo individual presupone un conjunto de uniformidades que expresan un comportamiento que puede ser comprobado desde lo empírico. Estas pueden ser elaboradas en forma similar a los conceptos a partir de la abstracción, de ahí que el resultado sea un “tipo ideal”. De este modo, la comprensión puede ser útil para analizar la conducta como “acción social”, la cual –según Weber-, se construye en la medida que se encuentre subjetivamente relacionada de modo intencional con el comportamiento de otros.
Para Weber en la sociedad existen
fundamentalmente individuos y significados que los individuos atribuyen a sus acciones y a las de los otros. Desde Weber es posible acceder a la construcción de significados en la esfera del sujeto. Desde esta perspectiva, un enfoque interpretativo implica la búsqueda de motivacio nes y no de causas, mediante el reconocimiento y análisis de las primeras. Las motivaciones son producto del lazo social en tanto construcción de reciprocidades e intercambios. Este entendimiento requiere una reflexión alrededor de las producciones discursivas, articular la acción discursiva del mundo social con la construcción social de los discursos, captar el significado de la acción. Desde el comprensivismo se cambia la noción de causalidad por el de conexiones causales, que implican constelaciones individuales e históricas de causas que conducen al fenómeno, pero que no son leyes ni enunciados generales, sino el medio que facilita el acceso a la imputación de sentidos en términos de Weber. Además, la consistencia de lazos sociales depende de una serie de “regiones” de significación.
No existe sociedad sin acciones recíprocas,
la
reciprocidad se constituye como desafío para la intervención. Desde esta perspectiva se accede a una visión dinámica de la sociedad que se vincula con las características culturales. La existencia de sistemas de codificaciones que abarca diferentes esferas, como lo religioso, lo moral, la ley y sus costumbres, etc, es otra fuente de mirada para la intervención. Algunas aplicaciones de la intervención en lo social
La intervención se construye como un dispositivo que intenta articular lo real con lo subjetivo a través de lo imaginario y lo simbólico. Es preciso cuestionarse cómo se construyen esos órdenes, cómo se actualizan y transmiten y dónde se mediatizan.
Otra cuestión significativa de la intervención se relaciona con la recuperación de solidaridades. Las nociones de igualdad, identidad, pertenencia, presencia, origen, etc, se relacionan con la problemática de la integración en el sentido de la refundación de solidaridades. Es
necesario
dejar
de
lado
dicotomías
construidas
como
“universales”
del
tipo
salud/enfermedad, que remiten a la separación entre sujeto y objeto, individuo sociedad, interior y exterior, etc. Desde la perspectiva de la integración, la NO dicotomía implica una forma diferente de posicionarse frente a esos temas. La intervención en lo social implica una necesaria articulación entre la subjetividad y los procesos colectivos con un horizonte predeterminado: el de la problemática de la integración. Este proceso es accesible a través de la interpretación del acontecimiento –que puede ser leído desde las motivaciones que determinan el sentido de la acción- , el análisis y el registro. La intervención en lo social implica una búsqueda, una construcción, una modalidad discursiva diferente, determinada ahora por el sujeto, por su propia palabra, pro su singularidad, a la vez que recupera la importancia de los vínculos de ese sujeto con otros, buscando la resemiotización de aquello que se construyó discursivamente como hegemónico.
Una
alteración de la gramática que permita una nueva enunciación de lo real.
Capìtulo 5 , La intervención en espacios microsociales El caso del trabajo social comunitario
Frente a la “problemática de la integración”, la intervención se plantea como un dispositivo que busca producir modificaciones en las expresiones locales de la “fragmentación social”. La expresión micro social de la intervención es visible a través de reclamos vinculados a la calidad de vida, que en general no apelan al todo social en términos de su transformación, sino que queda dentro de los límites de lo microsocial (expresión de fragmentación). Otra expresión de fragmentación se presenta
a través del padecimiento. El trabajo
comunitario puede proponerse intervenir en los fenómenos o procesos de fragmentación, a partir de su expresión local, intentando reconstituir aquello que la crisis separó.
La
intervención comunitaria se relaciona con una serie de elementos integradores, organizadores y simbólicos para la reconstrucción de identidades en un escenario microsocial. Lo microsocial implica una mirada a lo local y una búsqueda de la singularidad del escenario de acuerdo con sus propias características y su relación con lo macrosocial. El acceso a la singularidad permite incorporar historicidad a la intervención comunitaria, lo que implica una apertura hacia la concepción de los problemas sociales desde su construcción, ampliando la mirada hacia las posibilidades de reparación de cada lugar, que pueden ser evidentes o que necesitan ser develadas desde la intervención. Se trata de elaborar modalidades de intervención que puedan singularizarse en lo local. Por otro lado, en el espacio de lo barrial puede observarse la tensión entre lo público y lo privado. Es posible pensar un barrio dentro de una trama de significaciones, desde la apropiación social
del espacio hasta la construcción de un orden propio que habla de la cultura e historia de sus habitantes. El espacio aparece como texto a develar y la sociedad como el lugar donde se expresa la cotidianeidad.
La ciudad se presenta como un sistema de significaciones que se va a
singularizar en lo microsocial, la vez q es significación social en si misma, producto de condiciones históricas, discursivas, económicas, etc. Las identidades, como conciencia de si, son reafirmadas desde lo territorial, lingüístico, familiar, etc y que se forman en la interacción con la presencia de “otro” que forma parte de un escenario. El diagnóstico comunitario o el conocimiento local para la intervención en comunidad
“Diagnóstico” remite a la medicalización del conocimiento, a la búsqueda de “indicadores” o “síntomas” de la “enfermedad” en un determinado territorio. En la actualidad, ante la creciente complejidad social, se hace necesario pensar modalidades de intervención que permitan una aproximación genuina a la particularidad de lo social. La noción de “diagnóstico” ya no es suficiente en la búsqueda de horizontes de intervención. Se podría pensar esa categoría desde miradas mas orientadas a lo sociocultural y concebidas según la noción de “microsociología local”, tomando aportes de Goffman, Geertz, entre otros. La comprensión de una problemática o contexto se puede llevar desde dos puntos de vista, uno de ellos es el cuantitativo que puede desarrollarse en cuadros y gráficos: índices de desempleo, tasas de mortalidad infantil, datos demográficos, etc. Esta mirada brinda a través de datos concretos, la situación de las condiciones objetivas y fácticas de la cuestión social y revela la envergadura de una crisis global que va a impactar en la comunidad. Pero, a su vez, este proceso genera distintos niveles de impacto subjetivo en la población, lo cual requiere una mirada cualitativa. Este punto de vista reconoce la existencia de acontecimientos que no son de fácil medición, por ejemplo, se puede medir la presencia de sida, pero es difícil entender su impacto sobre la singularidad del portador. Una situación objetiva implica una impresión en la esfera subjetiva, a partir de lo cual se producen nuevas significaciones en cuanto a la idea de enfermedad, por ejemplo. En la actualidad, ambas esferas –cuantitativa y cualitativa-
atañen a la intervención en
comunidad, generando nuevas modalidades. La “microsociología de lo local” implica comprender la intervención desde dos órdenes: uno social y otro de experiencia subjetiva. En una comunidad podemos ver singulares formas de padecimiento, en tanto efectos de la cuestión social. En definitiva, el conocimiento microsociologico local implica conjugar los dos aspectos, lo que es posible medir y el impacto cualitativo de los indicadores sociales en la singularidad del contexto donde se propone la intervención comunitaria. La observación como inicio de la intervención en comunidad
La observación como instancia de la intervención implica una forma de aproximación a la realidad que se pretende estudiar en término de conocimiento de lo microsocial. Es posible plantear que el instrumento de observación en el trabajo comunitario es el “observador mismo”, pero este está signado por representaciones y saberes previos que requieren reflexión y trabajo en equipo. La observación se vincula a la mirada sobre la trama cultural del
espacio microsocial. Es importante la propia visión del actor en tanto construye significaciones en su vida cotidiana (Geertz). La observación debe ser planificada y evaluada y es necesario remitirla a proposiciones generales. La observación es una instancia de análisis que contribuye a la interpretación de lo local y se vincula a la imagen que el observador tiene de la comunidad (por eso es necesaria la reflexión y el trabajo en equipo). Es necesario acceder a la explicación y comprensión del mundo que tienen los sujetos sobre los que se interviene. El abordaje recibe aportes de la antropología y el trabajo social (aportes de observación acción y observación participante) y revela la necesidad de acceder a las formas constitutivas del espacio microsocial. Es el plano de la observación que se vincula a la intervención. La observación se transforma en un dispositivo de intervención que se orienta hacia la reconstrucción de solidaridades, redes y formas de reciprocidad e intercambio que implican una dinámica material y simbólica en cada situación; es decir, la observación es la instancia inicial de un proceso que busca restituir una trama social fragmentada y fuertemente atravesada por formas de sociabilidad que cada vez mas se orientan hacia la esfera individual. Otro plano se relaciona con lo histórico, vinculando la historicidad y las características organizativas locales a través de asambleas, espacios grupales, etc. Sirve para analizar las potencialidades de organización. Según esta perspectiva, la historia de los sujetos familias y grupos de la comunidad es concebida desde una estrategia de recuperación de lo propio/identidad y que se vincula con el “todo social”. La mirada hacia los aspectos lúdicos y expresivos muestra otra posibilidad de aproximación y los juegos son útiles si se orientan a la reconstrucción de la trama social fragmentada y da cuenta de las dificultades de integración del espacio. En base a la observación se pueden orientar futuras acciones en relación a la singularidad de cada espacio. Hacia un esquema de trabajo comunitario
Lo solidario como estrategia de intervención
La mirada a esta cuestión permite reflexionar sobre los lazos sociales y las formas de sociabilidad que forman en la vida cotidiana. Permite intervenir en la estructura de los lazos sociales y una aproximación al análisis de la realidad local, de los significados que se atribuyen a los acontecimientos y la influencia de lo macrosocial en los lazos. Aquí la trama se relaciona con las reciprocidades entre integrantes del grupo o barrio, representaciones del espacio tiempo de los lazos, códigos, determinada dinámica cultural, etc. Este entramado de lazos sociales construye una forma de solidaridad, de intervención informal en la problemática de la integración, y a su vez se presenta para la intervención como un
interlocutor, y puede dar cuenta del estado de organización de un determinado grupo o de la relación que estos establecen con sus necesidades. Lo histórico como eje estratégico de intervención en lo social
Es necesario conferirle a la intervención la posibilidad de una aproximación desde lo colectivo, como estrategia para la reconstrucción de la historia. Ej. las entrevistas sobre historias de vida, biografías, implican una intervención, ya que permiten relacionar los acontecimientos del presente con una revisión del pasado. Ese relato o biografia es un documento humano, da cuenta de las acciones de un sujeto , grupo o comunidad, en tanto participantes históricosociales de la vida social. La intervención vincula historia y contexto, allí donde la palabra de otro brinda una posibilidad de acceso al mundo de significaciones de los sujetos sobre los cuales se interviene. La recuperación histórica también implica una construcc ión de lo vivencial, que posibilita articular los acontecimientos personales, sociales y comunitarios con un sentido histórico, resignificando o encontrando nuevos sentidos a cuestiones actuales. La intervención que utiliza historias de vida y biografías va a circunscribirse a la cuestión social, se enfrentara a relatos que se refieren a acontecimientos de tipo social. Se trata de una estrategia de recuperación de aquello que el sujeto, grupo o comunidad portan. La recuperación de la historia como instrumento constituye otro plano de acceso a la construcción de identidad. La historia muestra una posibilidad de intervención que recupera la memoria colectiva. La recuperación de la historia como estrategia de intervención trata de desentrañar los aspectos simbólicos de la vida social, desde significaciones individuales hasta narraciones que hablan de lo colectivo. Esta estrategia plantea la posibilidad de lo grupal como instancia de trabajo donde el grupo comparte el relato, orientado a la historia del lugar, problemas del pasado y búsqueda de soluciones en el presente. Y la recuperación de las formas solidarias y autogestionadas que ocurrieron en el pasado y se resignificaron o no en el presente. El trabajo con grupos diversos es útil por la heterogeneidad de representaciones. La posibilidad de acompañar los relatos con imágenes potencia la memoria, “corporizando” la historia, por lo que algunas experiencias intentaron poner en escena obras teatrales, muestras de objetos, etc. Lo lúdico expresivo como estrategia de intervención
Jugar implica “fundar un orden”, desarrollar actitudes y conductas diferentes de las habituales que posibilitan otra forma de vincularse con el mundo, la vida social y su trama de significaciones. Cada acercamiento lúdico genera interrogantes e impulsa nuevas formas de relación con los otros. Cada juego abre la posibilidad de que se presente lo inesperado. El juego aparece como una posibilidad de instaurar nuevas reglas que instauran lo que antes no estaba presente o muestran que es posible esa construcción. En algunas practicas de intervención se apela a dispositivos lúdicos. En este sentido, el trabajo se orientaría a la
búsqueda de cohesión del grupo. Resulta importante determinar quienes juegan, para que y los efectos en el plano simbolico (aumento de confianza, recuperación de lazos sociales). Lo lúdico se presenta como una estrategia de recuperación desde un punto de vista instrumental y como una manera de alterar el orden cotidiano, demostrando la posibilidad de resignificar o reconstruir situaciones. El juego permite suspender o desplazar las determinaciones que parecen infranqueables en el sistema de convenciones de la vida cotidiana. En la intervención no implica solo un pasatiempo, sino que es necesario definir con claridad el horizonte del juego. Por otro lado, el juego define su propio espacio tiempo, las jerarquías, valores, normas, no funcionan en ese espacio. Lo creativo como instrumento de intervención es otra manera de aproximación cualitativa a la dinámica cultural de lo microsocial. Se trataría de articular determinados factores individuales y subjetivos en relación con los diferentes estimulos del medio, desde una visión históricosocial del sujeto. Lo creativo formaría parte de un proceso que sustenta la propia identidad. A su vez, lo creativo se presenta como la posibilidad de construir nuevas respuestas ante situaciones e implica el redescubrimiento de la importancia de lo grupal, la relación entre lo grupal y lo comunitario, la promoción de nuevas formas de comunicación y la posibilidad de explorar posibilidades expresivas del cuerpo en relación con el espacio. También lleva a crear, sustentar o reconstruir la identidad.
