9 La dicotomía activopasiva en la investigación transcultural Por su fuerza y por su consistente presencia en la contestación a varios cuestionarios, nos hemos interesado, en los últimos años, cada vez más, en ¿o que hemos venido llamando las premisas socioculturales, y en su importancia en áreas variadas de la investigación psicológica y psiquiátrica. Las premisas socioculturales o, abreviando, las P. S. Cs. no son otra cosa que afirmaciones utilizadas y aprobadas consistentemente por la mayoría de los miembros de una sociocu ltura particu particular lar.. Lo que las ha hace ce más interesantes interesan tes es d hecho hech o de que a menudo el pensar, pensar, y en ciertas cond iciones específicas, esp ecíficas, la cond ucta de la gente que las sustenta, resulta resulta ser determinada por ellas, ellas, o por tas conclusiones de su significado. A partir del conocimiento de algunas P. S. Cs. “menores” de un grupo dado, se puede a veces inferir la presencia de premisas misas socioculturales sociocu lturales “cardin “cardinales” ales”,, que pueden ser semic onscie on sciente ntess o aun ininconscientes para el grupo dado, y a pesar de esto, ejercer un fuerte efecto sobre un buen número de áreas áre as de su conducta. condu cta. Estas cardinales P. P. S. Cs. son aparentemente descubiertas sólo cuando un buen número de otras premisas socioculturales de un grupo dado llegan a ser bien conocidas. Por lo tanto, resulta más fácil el precisarlas cuando existe un número suficiente de P. S. C. menores y con sciente scie ntes; s; a par parti tirr de las cua cuales les se puedan infer inferir ir las cardinales. En el XVII Congreso Internacional de Psicología, realizado en Washington, en agosto de 1963 1963,, el autor presentó presen tó un trabajo tra bajo,1 ,1 a fifin de tratar tratar de de esclarece esclar ecer, r, mediante un buen número de ejemplos, los siguientes puntos: á) Los mecanismos nismos específicos, específico s, a través través de los cuales las las P. P. S. Cs. Cs. eje rcen rc en su acción acc ión dentro ce la mente humana; £>) las funciones que desempeñan en la conducta humana de grupos; c) su génesis; d) los umbrales operacionales necesarios para demostrar la presencia y la acción de una P. S. C. dada; é) los factores facilitadores y obstaculiza obsta culizantes ntes para su desarrollo y su actividad, actividad, y f) f ) otros aspectos aspe ctos de la cara caracterizac cterización ión de esta “co “cons nstru trucció cción” n” empírica a través través de la compara com para-1Socio-Cultural
Premises Attitudes and Cross-Cultural Research.
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ción de las premisas socioculturales sociocu lturales con co n las actitudes, actitudes, y a través través de la relación de las P. S. Cs. con otras variables, tales como las desarrolladas por las teorías del aprendizaje y por los enfoques psicodinámicos. En la la última última sec ción de la refer referida ida ponencia, se pre sentó un ejemplo de una premisa sociocultural derivada inferencialmente y de la alta jerarquía, y que, al parecer, ejerc e su influencia influencia sobr so br e una un a gran gran variedad d e con duc tas humanas, humanas, y que parece ser particularmente particularmente adecuada, además, para utilizarla en la investigación transcultural. Más allá de la consideración de un buen número de premisas socioculturales menores, que han permitido tal inferencia, posiblemente el más importante presupuesto para el descubrimiento de esta generalizada e incluyente premisa premisa socioc sociocultur ultural, al, es la de que, que, a pesar de engañosas apariencias c o m o aquellas que se implican en las visiones de un paraíso en las Islas del Sur, todos los humanos y todas las culturas tienen que enfrentarse a una multitud de estreses de la la vida.2 vida.2 Otro presupuesto presupuesto genéric o en este e ste cas c asoo con c on referencia refere ncia al valor pragmático de desarrollar una premisa sociocultural inferencial en esta área es el de que, en todas las culturas, los hombres siempre se han interesado básicamente en el problema de cómo mejor manejar el estrés de la vida. Una tercera presuposición tiene que ver con el hecho de que precisamente porque el estrés es tan omnipresente omn ipresente e importante factor en la vida vida de los seres humanos en su desarrollo, todas las culturas han finalmente llegado a lo que consideran maneras apropiadas de afrontar los estreses de la vida. No sin sin antes a ntes perdernos, p erdernos, varias varias veces vec es en el laberinto de las posibilidades, posibilidades, llegamos finalmente a la realización de que fundamentalmente las culturas han llegado, a pesar de un buen número de variantes menores de estas tendencias principales, a una de las dos siguientes conclusiones: a) Que la me jor jo r m an aner eraa de m a n ejar ej ar los lo s estreses de la vida es la de encararse activamente a ellos, o ¿>) que la mejor manera de enfrentarse a los estreses de la vida es la de aceptarlos pasivamente. Porque Por que las las con oc ocem em os mejor, y porque hemos ido obteniendo un buen buen número de datos acerca de ellas, las culturas mexicana y norteamericana fuer fu eron on elegidas elegidas com o las las represent representati ativas vas de esta m anera dicótoma de co n ducirse ante el estrés de la vida. Se indicó claramente que, para el mexicano, el aceptar y aun aguantar el estrés pasivamente, no es sólo la mejor manera, sino la manera más virtuosa. La abnegación en la madre, la obediencia en los hijos, el propio sacrificio en todos, la sumisión, la dependencia, las buenas maneras, la cortesía, el aguante, la “concha”, etc., podrían ser considerados, o bien com o virt virtude udess socioculturales mexicanas, o com o La palabra estrés aquí presentada, en su también neologístico plural estreses, es utilizada siguiendo casi por completo la definición operacional que de ella hace Hans Selye, en su libro The comprensión completa de este co ncep to, tanto tanto en sus aspectos biológicos como Stres Stress s o f Life. Life. Una comprensión psicológicos, sólo puede obtenerse a través del estudio de los trabajos de este autor, y de otros que han posteriormente investi investigado gado esta “con “construcció strucció n” empírica. Sin embargo, podem os indicar com o posibles traducciones de este concepto, los de “el desgaste implicado al confrontar los problemas de la vida", y aun “el desgaste implicado en el acto de simplemente vivir”. La connotación de estrés implica la de una constante crisis biopsíquica, por la que pasa el ser humano en el simple acto de vivir y que, naturalmente, se intensifica en los momentos de emergencia, de apremio y de agobio. 2
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ción de las premisas socioculturales sociocu lturales con co n las actitudes, actitudes, y a través través de la relación de las P. S. Cs. con otras variables, tales como las desarrolladas por las teorías del aprendizaje y por los enfoques psicodinámicos. En la la última última sec ción de la refer referida ida ponencia, se pre sentó un ejemplo de una premisa sociocultural derivada inferencialmente y de la alta jerarquía, y que, al parecer, ejerc e su influencia influencia sobr so br e una un a gran gran variedad d e con duc tas humanas, humanas, y que parece ser particularmente particularmente adecuada, además, para utilizarla en la investigación transcultural. Más allá de la consideración de un buen número de premisas socioculturales menores, que han permitido tal inferencia, posiblemente el más importante presupuesto para el descubrimiento de esta generalizada e incluyente premisa premisa socioc sociocultur ultural, al, es la de que, que, a pesar de engañosas apariencias c o m o aquellas que se implican en las visiones de un paraíso en las Islas del Sur, todos los humanos y todas las culturas tienen que enfrentarse a una multitud de estreses de la la vida.2 vida.2 Otro presupuesto presupuesto genéric o en este e ste cas c asoo con c on referencia refere ncia al valor pragmático de desarrollar una premisa sociocultural inferencial en esta área es el de que, en todas las culturas, los hombres siempre se han interesado básicamente en el problema de cómo mejor manejar el estrés de la vida. Una tercera presuposición tiene que ver con el hecho de que precisamente porque el estrés es tan omnipresente omn ipresente e importante factor en la vida vida de los seres humanos en su desarrollo, todas las culturas han finalmente llegado a lo que consideran maneras apropiadas de afrontar los estreses de la vida. No sin sin antes a ntes perdernos, p erdernos, varias varias veces vec es en el laberinto de las posibilidades, posibilidades, llegamos finalmente a la realización de que fundamentalmente las culturas han llegado, a pesar de un buen número de variantes menores de estas tendencias principales, a una de las dos siguientes conclusiones: a) Que la me jor jo r m an aner eraa de m a n ejar ej ar los lo s estreses de la vida es la de encararse activamente a ellos, o ¿>) que la mejor manera de enfrentarse a los estreses de la vida es la de aceptarlos pasivamente. Porque Por que las las con oc ocem em os mejor, y porque hemos ido obteniendo un buen buen número de datos acerca de ellas, las culturas mexicana y norteamericana fuer fu eron on elegidas elegidas com o las las represent representati ativas vas de esta m anera dicótoma de co n ducirse ante el estrés de la vida. Se indicó claramente que, para el mexicano, el aceptar y aun aguantar el estrés pasivamente, no es sólo la mejor manera, sino la manera más virtuosa. La abnegación en la madre, la obediencia en los hijos, el propio sacrificio en todos, la sumisión, la dependencia, las buenas maneras, la cortesía, el aguante, la “concha”, etc., podrían ser considerados, o bien com o virt virtude udess socioculturales mexicanas, o com o La palabra estrés aquí presentada, en su también neologístico plural estreses, es utilizada siguiendo casi por completo la definición operacional que de ella hace Hans Selye, en su libro The comprensión completa de este co ncep to, tanto tanto en sus aspectos biológicos como Stres Stress s o f Life. Life. Una comprensión psicológicos, sólo puede obtenerse a través del estudio de los trabajos de este autor, y de otros que han posteriormente investi investigado gado esta “con “construcció strucció n” empírica. Sin embargo, podem os indicar com o posibles traducciones de este concepto, los de “el desgaste implicado al confrontar los problemas de la vida", y aun “el desgaste implicado en el acto de simplemente vivir”. La connotación de estrés implica la de una constante crisis biopsíquica, por la que pasa el ser humano en el simple acto de vivir y que, naturalmente, se intensifica en los momentos de emergencia, de apremio y de agobio. 2
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realísti realísticas cas de confron tación, o cuando men os com o formas formas aprobao s social socialmente mente de defe defender nderse se de los los estreses de la vida. Se indicó entonces, además, que la religión predominante hoy, tanto ■amo la precortesiana, concordaba en el hecho de que “éste es un valle de fignmas”, y de que la adaptación fácil del mexicano a la tragedia, y aun a la suerte, no son cosas raras en esta cultura. Lo mismo pudiera decirse acerca la enfermedad crónica o de la deformidad. Existe, a más de esto, el uso generalizado de la expresión “ni modo”, que dicha con un encogimiento gi ^ntesco de los hombros significa: “nada puede hacerse”, “no hay salida”. Y ambién el uso generalizado de proverbios, de cuentos y de chistes con una B osof os ofía ía cuasiestoica, cuasiesto ica, tanto com o las fuertes fuertes actitudes fatal fatalist istas; as; todo ello son ciaros ejemplos de una muy bien integrada y muy bien aprendida filosofía qoe indica que la mejor manera, la manera justa para otros y para uno mis . la manera recta y la manera virtuosa de enfrentarse a los estreses de la wda. es la de hacerlo pasivamente. Aquí bien podemos relatar el cuento, a Denudo repetido, del hombre hom bre que fue encontra enco ntrado do por otro, en la pro profun fundi didad dad de un pozo, gritando y quejándose. Éste le preguntó acerca de su sufrimien x). Relató aquél una larga y triste historia de cómo unos bandidos habían iegado a su rancho, matando a su esposa y a sus hijos, a su madre y a su abuel abu ela, a, lo habían desp oseído de todo lo que le le pertenecía, perten ecía, quem ando su casa, jk j k > habían habían dejado dejad o por muerto después de apuñalarlo apuñalarlo cuarenta veces. vece s. A todo esto, el interlocutor comentó: pero, ¡qué cosa más horrible!, y, ¿no le duelen aerrible aerriblemente mente sus heridas? Y el hombre hom bre cont co ntes estó: tó: no, en verdad no me duelen; realmente, ¡sólo me duelen cuando me río! En esa misma ocasión, se indicó que la filosofía norteamericana predominante es la de que la forma de manejar a los estreses de la vida es la de enfrentarlos activamente. Los norteamericanos hacen de esto una virtud y la consideran la mejor forma posible de encarar la realidad. Para el norteamericano, la vida se vive óptimamente en actividad constante. He aquí una cultura en la que la propia estima decae si se está ocioso, como lo demostraron los estudios de Lazarfeld y Eisenberg. Pero puesto que la forma óptima, la manera virtuosa, la manera recta, aun la manera justa en la interacción con otros es la de encarar al estrés activamente, los norteamericanos necesariamente tendrían graves dificultades en confrontar la muerte, la enfermedad crónica, la deformidad, la pobreza, los pordioseros, etcétera. En un programa de investigación transcultural que estamos en el proceso de realizar, ayudados por un fondo de la Foundation Founda tion 's 's Fund for R esearch esea rch in Psychiatry, y en colaboración con el doctor Wayne H. Holtzman de la Universidad de Texas, está en los planes el incluir una serie de láminas de tipo T. A. T. y otros instrumentos, que representen algunas de las situaciones que creemos habrán de demostrar la existencia real y la extensión cuantitativa de esta dicotomía transcultural. En la ponencia citada, se hipotetizó, además, que se habría de encontrar un gran número de diferencias entre las culturas que abrazasen un punto de vista o el otro acerca de la forma apropiada de enfrentarse con el estrés de la vida. vida. Las siguientes fueron fueron enumerad enu meradas: as: “Desde Desd e el punto de vista vista psico ps ico--
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lógico, los manejadores activos del estrés deberían valorar el conflicto, la competencia, la acción, la agresividad, la igualdad, la libertad individual, la oportunidad para todos, la independencia, la informalidad, el contenido más bien que la forma y el pragmatismo. Los aceptadores pasivos del e s trés deberían valorar la armonía, la protección, la dependencia, la cooperación, la ociosidad, los papeles prescritos en las relaciones sociales, la formalidad, la forma más bien que el contenido y la filosofía platónica. Psicodi námicamente, para el mismo grado de frustración, los manejadores pasivos del estrés deberán producir menos agresión. Psicosomàticamente, deberá haber más hipertensión, úlcera del estómago y de los intestinos y coronarias en los encaradores encara dores activos activos del estrés; psiquiátricamente, más hipocondriasis e histeria entre los encaradores pasivos; socialmente, debería de haber más intolerancia racial y discriminación en los encaradores activos, y también más intolerancia para los sociópatas socióp atas y para la la enfermedad mental, mental, para la la enfermedad física y para los alcohólicos. Entre los manejadores pasivos del e s trés, deberá de haber más explotación económica, mayor distancia económica entre los ricos y los pobres, y mayor explotación personal, emotiva y económica, de un individuo por el otro (el aguante). Criminológicamente, se dijo entonces, deberá haber más crímenes por ganancia económica en los encaradores activos. En los aceptadores pasivos del estrés, habría más agresividad explosiva después de llegar a los límites del aguante pasivo, crímenes como reacción al quebrantamiento de las premisas socioculturales y en pro ble b lem m as emot em otivo ivos. s. Po Porr lo que qu e se refie re fiere re a la religió reli gión, n, el cato ca tolilici cism sm o, dijimos diji mos,, es fundamentalmente una filosofí filosofíaa de acept ac eptació aciónn pasiva pasiva del del estrés de la vida, y el protestantismo, una filosofía de encaramiento activo del estrés. En filosofías económicas, el capitalismo y el marxismoleninismo tendrían que ser. ambos, considerados como filosofías de encaramiento activo del estrés, di jim o s e n ton to n c e s. “La segu se gund ndaa de ésta és tas, s, sin emb em b argo ar go,, e s una r e a c c ión ió n m uc ucho ho más extrema a las tradiciones de aceptación pasiva, y lleva más a menudo a la violencia, la lucha de las clases, y en la práctica desafortunadamente termina en una imposición todavía más grande de estrés sobre individuos que aun, aun, y característicam caracte rísticam ente, ente , lo aguantan aguantan pasivam ente.” Toda To da una serie más más amplia todavía de diferencias socioculturales e internacionales fueron enumeradas en la citada ponencia, a fin de ilustrar la utilidad de la dicotomía transcultural activopasiva en la investigación científica de estos problemas. Pero quizá una de las consecuencias más importantes de esta dicotomía activopasiva es la aplicación de este concepto a la higiene mental. En el programa de investigaciones, patrocinado por la Foundation Found ation ’s’s Fund for fo r Res R esea earc rchh in Psychiatry, Psychiatry, al que nos referimos referimos arri arriba, ba, propusimos propusimos co c o m o uno de los objetivos de la investig inv estigació ación n el encon en contrar trar las las diferencias que que exisexisten en el estilo estilo de confron co nfrontar tar el estrés entre entre esco lares m exicanos exicano s y norteamericanos. Meses más tarde, después de una conversación convers ación altamente estimul estimulanante con el doctor Robert F. Peck, bajo los frondosos laureles de la Plaza d e Armas de Oaxaca, decidimos que esta dicotomía transcultural activopasiva sería de mayor interés a la higiene mental si la combináramos con los conceptos de “confrontación”, tal como lo utiliza la doctora Loys Murphy, y d e
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defensa, tal como la entiende la psicodinamia psicoanalítica. Como resultado de esta conversación, hemos llegado a visualizar el pro blem b lem a de la higie hi giene ne m enta en tal,l, en lo que qu e n os p a rece re ce ser se r un enfo en foqq u e m uc ucho ho más má s amplio, más humano y más comprensivo. Es decir, pensamos que la salud mental puede ser obtenida no sólo a través de encarar la realidad activamente, como tan frecuentemente queda implicado en los círculos norteamericanos en general y en los círculos psicoanalíticos en particular, sino que, existe la posibilidad de manejar cualquiera de las realidades, sea la del medio ambiente o la realidad psíquica interna, a través de cuando menos dos formas genéricas de comportamiento. Después de todo, dependiendo del tipo de problemas, y a veces aun para el mismo problema, cualquiera de las dos formas de manejarlos puede ser saludable, sea el hacer algo activamente acerca de ellos, o bien, pasiva y voluntariamente, aceptar lo que venga. Esto nos ha llevado a la realización de que la defensa también puede ser dicóto ma y a la realización todavía más importante de que puede ser tan útil el adaptarnos a una situación en forma pasiva, como lo es en una forma activa. En pocas palabras, la actividad no es necesariamente sinónimo de la salud mental. Dentro de la cultura norteamericana, parece haber una tendencia definitiva a hacer de la actividad sinónimo de la eficiencia, la salud mental y aun de lo justo y lo recto. Esto parece ser tan prevaleciente, que la confrontación pasiva a menudo se considera como wishywashy, pero todavía más a menudo como deshonesta, evasiva o definitivamente enfermiza. No es, pues, de sorprender que en México las extravagancias activas de los turistas norteamericanos puedan a menudo ser consideradas también como inadecuadas, insanas (“esos gringos locos”), y, por lo tanto, aun enfermizas y psicopáticas. Me han sido difíciles de olvidar las reacciones de una encantadora y eficiente secretaria norteamericana, quien me escribía a máquina, mientras yo los dictaba, los reactivos de una una prueba mental en la que que se representa represen ta a niños niños confrontando distintos estreses, sea activa o pasivamente. No puedo olvidar sus consisten con sistentes tes rea ccion cc iones es a medida que que escribía. A la descripción descrip ción de d e un un proceso de confrontación activa con el estrés de la vida, exclamaba: “That is John Jo hnny ny,, that tha t is my b o y ”, y an ante te la rep re p rese re senn taci ta ción ón de un p r o c e so de c o n fro fr o n tación pasiva pasiva del estrés de la vida, exclamaba con el mismo entusiasmo: “Oh, he is cheating, that Gaspar is cheating”.3 En todo caso, creemos que la investigación en estas áreas nos permitirá descubrir descubrir y confir confirmar mar que m uchos m ecanismos ecanism os saludables saludables de confrontación, tanto como muchas formas comunes de defensa en una cultura, serán considerados maneras inadecuadas en la otra. Por esto, y por las restricciones impuestas por estas poderosas e incluyentes premisas socioculturales de actividad y de pasividad, los humanos parecen verse restringidos en su espontaneidad y en su flexibilidad al usar más y mejores maneras de afrontar el Hemos preferido dejar las expresiones en el original inglés en que fueron realizadas, y aquí indicar una traducción tentativa de las expresiones de entusiasmo de la secretaría. La primera expresión expre sión sería: “Ése e s mi mero Juanito, viva viva mi Juanito”. Juan ito”. Y la segunda podría ser quizá traducida en en la siguiente forma: “Ah, pero si está haciendo trampa, ese Gaspar está haciendo trampa”. 3
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estrés. Podemos concluir, por lo tanto, que las culturas activas podrían ganar mucho si se permitiesen, o fuesen capaces de aceptar, como adecuado y como recto y como justo, etc., en ciertos problemas, las maneras de ser de los confrontadores pasivos. Por el contrario, las culturas pasivas podrían definitivamente aumentar su capacidad de confrontación del estrés , y por lo tanto, su salud mental, con simplemente aceptar formas de manejar el estrés activamente, por encima y más allá de las poderosas restricciones socio culturales, permitiéndose el incrementar su armamentario en el descargo de los múltiples y siempre presentes estrés de la vida.
10 Los primos y nosotros: la personalidad de mexicanos y estadounidenses EL SIGNIFICADO DEL RESPETO1 Introducción Antes de iniciar la caracterización de aspectos contrastantes en la personalidad de mexicanos y estadounidenses, es de vital importancia que el lector haga conciencia de varios hechos importantes partiendo de los cuales es comprensible que se pueda, hoy en día, llegar a múltiples afirmaciones fundadas en datos acerca de diferencias de personalidad que por término medio existen entre mexicanos y estadounidenses. Pasemos pues a la enumeración de esta interesante serie de hechos. En primer lugar, Estados Unidos de América y México no son sólo copropietarios de una de las más extensas fronteras que existen entre dos tan diferentes, si bien compatibles, socioculturas, sino que no existe ningún otro par de nac iones sobre la Tierra en donde se hayan realizado un mayor número de estudios psicológicos com parativos. Como primer botón de muestra, podemos referirnos al estudio transcultural de niños escolares de México y de Estados Unidos, de varios cientos de sujetos, angloestadounidenses en la Ciudad de Austin, Texas, y niños mexicanos de padres mexicanos en la ciudad de México. Estos niños y luego adolescentes fueron seguidos desde el primero hasta el duodécimo año de educación primaria, secundaria y preparatoria, mediante una amplia batería de pruebas psicológicas que se aplicaron individualmente. El estudio, a cuyos resultados nos referiremos en detalle más adelante, sigue siendo el único de esta naturaleza que existe en la bibliografía psicológica científica universal. La publicación de este gigantesco estudio se llevó a ca bo simultáneamente en inglés y en español; en inglés por la Universidad de T exas y en español por la Editorial Trillas, de México, y llevó por título Desarrollo de la 1Excélsior, sábado 27 de mayo de 1989.
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personalidad en dos culturas: México y Estados Unidos; sus autores son Holtzman, DíazGuerrero y Swartz, en colaboración con Lara Tapia, Laosa, Morales, Reyes Lagunes y Witzke. Un segundo hecho que probablemente sea desconocido para muchos de los lectores es el desarrollo fenom enal que en las últimas décad as ha experimentado una nueva disciplina: la psicología transcultural. En esta disciplina, grupos adecuados de sujetos con la misma escolaridad, sexo y clase social de dos o más culturas, se estudian mediante una o más pruebas o toda una batería de pruebas psicológicas, entrevistas, etc., con el propósito de determinar semejanzas y diferencias. Es así como mucho de lo que se creía saber acerca de rasgos del carácter nacional a través de observaciones naturalísticas y los cuidadosos estudios de los antropólogos culturales, ha sido enfocado de acuerdo con una metodología cuantitativa obsesivamente autocrítica. Es a partir de los descubrimientos de la psicología transcultural que actualmente conocemos el nivel promedio y la variación, en sujetos de un gran número de naciones, de algunas características concretas de la personalidad. El enfoque sigue esta tradición: es transcultural comparativo y se dedicará a destacar importantes diferencias tanto cualitativas como cuantitativas entre mexicanos y norteamericanos a partir de múltiples estudios trans culturales que se han llevado a cabo en los últimos 30 años. Hay un tercer hecho que quizá sea poco conocido por los lectores. Los antropólogos culturales llegaron a la convicción de que las diferencias entre los grupos culturales no eran diferencias concretas y aisladas, tales como la jerarquía del mando en la familia o diferencias en cerem onias matrimoniales, sino que cada cultura tenía una distinta organización o gestalt, ciertos temas subyacentes que explicaban la constelación entera del comportamiento en una cultura determinada. De hecho, antropólogos tales como Benedict han cristalizado impresionantes descripciones cualitativas acerca de cómo muchos patrones de comportamiento se relacionan unos con los otros e inte raccionan de manera coherente para una cultura dada. Este hecho nos lleva de la mano al siguiente. Para el Octavo Congreso Bienal de la Asociación Internacional de Psicología Transcultural realizado en Estambul, Turquía, del 6 al 10 de julio de 1986, John Berry, canadiense, y U. Kim, coreano, organizaron un simposio titulado Psicologías autóctonas. Ésta fue la primera vez en la historia de la Asociación, que semejante tema iba a ser discutido. El autor de este trabajo contribuyó con un artículo titulado Una etnopsicología mexicana. Esta etnopsicología que a través de sus postulados y metas, muchos de ellos respaldados con datos, ha buscado durante muchos años operacionali zar y cuantificar los temas subyacentes que organizan a la sociocultura m exicana, se encuentra en plena floración. Ha descubierto ya todo un haz de temas y de dimensiones mexicanas. Su progreso ha sido de gran ayuda para que nos hayamos decidido a escribir este artículo que intenta, con seriedad, presentar los contrastes de personalidad entre los ciudadanos de esas dos naciones.
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El primer estudio comparativo En septiem bre de 1959 fui invitado por la Universidad de Texas, en Aus tin, a dirigir, como profesor visitante, un seminario de posgrado que llevó por título Cultura y pers onalidad. Durante la década de los cincuenta se habían realizado varios estudios, tanto en México co m o en Puerto Rico, que indicaban la importancia de una serie de creencias, a las que había llamado premisas socioculturales, en el desarrollo de aspectos de la personalidad de mexicanos y puertorriqueños. En la Universidad de Texas había varios psicólogos, especialmente los doctores Wayne H. Holtzman y Robert F. Peck, que se interesaban en la posibilidad de desarrollar estudios transcultu rales comparativos entre sujetos de nacionalidad mexicana y norteamericana. Así, durante el semestre de otoñ o de 1959 se llevaron a cab o numerosas reuniones con ambos doctores a fin de iniciar la concepción y empezar a percibir y buscar solución para la multitud de detalles que serían necesarios para realizar estas investigaciones interna cionales comparativas. Viene a co lación el hecho de que haya insistido entonces, tanto con las autoridades de la Universidad de Texas como con las de la Universidad Nacional Autónoma de México, en que teniendo la oportunidad de ir a impartir cátedra a esta importante universidad, deberían acompañarme cuatro estudiantes avanzados que podrían aprovechar la experien cia para adquirir con ocim ientos técn icos acerc a de la investigación p sicológica y psicológica social. Esto, en esa época, era indispensable ya que hasta entonces éram os muy po cos los maestros, en el entonces Colegio de Psicología de la Facultad de Filosofía de la UNAM, que enseñábamos metodología rigurosa para el estudio de las características psicológicas en los seres humanos. Sugerí a las autoridades que me acompañaran los ahora doctores Luis Lara Tapia, Héctor Manuel Cappe 11o y Gildardo Martínez Vallejo. El en tonces Director de la Facultad de Filosofía, el inolvidable doctor Fran cisco Larroyo, reco mend ó el cuarto estudiante, que fue el profesor normalista y entonces estudiante de psicología, Arnulfo Moreno Bello. Creo que los cuatro, entonces estudiantes y ahora maestros y profesionales, estarían de acuerdo conmigo en considerar que esta experiencia de varios meses de duración resultó decisiva en el desarrollo de sus vocaciones y, particularmente, de su posterior contribución académica. A través de las múltiples reuniones con Holtzman y con Peck se fue aclarando que la mejor manera de enfrentarse al problema de investigaciones internacionales de tipo riguroso, sería la de empezar con proyectos pequeños, que mostraran inmediatamente la importancia de hacer tal tipo de estudios y, al mismo tiempo, iniciar las conversaciones y las discusiones respecto a un proyecto mucho más ambicioso que podría realizarse años después. Con base en los conocimientos que había recabado acerca del pensar de los m exican os a través de los estudios de premisas socioculturales, su gerí al doctor P eck que si buscábam os en contrar m arcadas diferencias entre sujetos m exicanos y norteamericano s, deberíam os iniciar nuestras investigaciones comparativas con el estudio del significado del respeto en ambas naciones. El doctor Peck acogió con entusiasmo la idea y a partir de entonces,
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en una serie de reuniones en las que a veces participaban sus alumnos y los estudiantes mexican os que me acom pañaban, desarrollamos conjuntamente los cuestionarios que habrían de permitir el primer estudio psicosociocultural comparativo entre ambas naciones del que tuviésemos noticia.
El significodo del respeto El verbo to respect en inglés, lo mismo que el español respetar, provienen del latín respicere y respectare, que significan “mirar por segunda vez”, “mirar dos veces”. Todo parece indicar que originalmente aquellas personas que provocaban mirarlas no una sino dos veces, eran las que suscitaban respeto. La definición de diccionario es virtualmente la misma para la palabra inglesa que para la española. El doctor Peck y el autor de este trabajo querían sondear el significado psicológico de la palabra respetaren estudiantes universitarios, tanto en Aus tin, Texas, como en la ciudad de México. Mientras maduraba el proyecto se obtuvo la colaboración de colegas en Monterrey, Nuevo León, y en Edim burgo, Texas. En total, participaron en el estudio 1814 estudiantes, aproximadamente el mismo número de varones y de mujeres, y de mexicanos y norteamericanos. En Edimburgo participaron 200 mexicanonorteamericanos y 200 anglonorteamericanos. Lo primero que se deseaba determinar era la existencia o no de diferencias en el significado de respetar. Para ello, todos los sujetos contestaron el sencillo cuestionario que se muestra enseguida. Respetar: un
estudio de significados
La palabra respetar riene varios e importantes significados. No rodo el mundo usa la palabra en la misma forma. Abajo hay una lisra de veinre formas en que la palabra respetar podría ser usada. Marque con una cruz aquellas afirmaciones que de acuerdo con lo que piense, representen usos apropiados de la palabra respetar. En la afirmación donde según su crlrerio no implique el senrldo de respeto, deje el espado en blanco. Instrucciones,
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Admirar a alguien a quien consideramos superior. Reverenciar sumisamente a alguien. Temer a alguien. Amar a alguien. Tener la voluntad de rrarar a orro con Igualdad Dar oportunidades a orro. Sentir afecto. Sentir admiración por alguien. Anticipar un cierto grado de protección de parre de la persona respetada. Anticipar la posibilidad de castigo de parte de la persona respetada. Sentir algo de acritud protectora hacia la persona respetada.
CAPÍTULO 10. LOS PRIMOS Y NOSOTROS
12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20.
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Tener aversión o alguien. Evitar arropellar los derechos de orro. Senrir el deseo de obedecer o alguien. Senrir como que se tiene que obedecer a alguien, quiérase o no. Senrir que es un deber obedecer a alguien. Ser considerado hada los senrimienros de orra persona. Ser considerado con las ideos de orra persona. No inmiscuirse en la vida privada de orro persona. Evitar interferir en la vida de orra persona.
No se informó sobre dificultades para entender y responder al cuestionario, con excepción de la connotación del ítem 12 del cuestionario en español. Un buen número de universitarios no estaban seguros del significado de la palabra aversión. En la versión inglesa no hubo problemas pues el ítem decía: 7o dislike somebody. Los resultados de la investigación no pudieron ser más espectaculares. Si eliminamos el ítem 12, en 17 de los 19 significados restantes hubo diferencias reales. Veamos primero las discrepan cias entre los mexican os de las ciudades de México y Monterrey, y los angloamericanos de Austin. Comparativamente, destaca para los estudiantes angloamericanos un significado altamente d em ocrático de respeto: admirar a alguien a quien se con sidera superior, tratar a otros como iguales, dar oportunidades a otros, admirar a alguien y ser considerado con los sentimientos y las ideas de otros. Tam bién com parativam ente, destaca para los mexicanos un fuerte sentido amoroso para la person a respetada, pero así mismo un marcado sentido de o bediencia hacia tal persona: amar, sentir afecto hacia, anticipar protección de y adoptar una actitud protectora hacia la persona respetada, por un lado; y deber de obediencia hacia y sentir que se debe obedecer a alguien quiérase o no, por el otro. A esto hay que añadir el significado comparativamente fuerte de evitar atropellar los derechos y de interferir en la vida de otros. Al examinar los resultados en Edimburgo y Monterrey en conjunto con los de Austin y la ciudad de México, se comprobó que todos los mexicanos incluidos los chícanos de Edimburgo destacaban, en comparación con los angloestadounidenses, el afecto, el anticipar protección, el evitar atropellar derec hos y de manera marcada la obedien cia hacia la persona respetada. De modo interesante, los anglosajones de Edimburgo en la frontera y no los de Austin destacan, junto co n todos los mexicanos, el amar a alguien y adoptar una actitud protectora h acia la persona respetada. Se han m exica nizado en estos respectos. Por otra parte los estadounidenses, incluidos los chícanos de Edimburgo, destacan los significados de tratar a otros como iguales, darles oportunidad, admirar y ser considerado hacia los sentimientos e ideas de otros. La idea de admirar a alguien a quien consideramos superior com o connotación comparativamente destacada de respeto incluye a los estudiantes de Monterrey, que en esto comulgan con la idea de los estadounidenses. Se evidenciaron ad emás ex traños efec tos de la frontera sobre el sentido de respetar.
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Todos estos resultados del primer estudio ya anticipaban que para muchos asuntos de la vida, la filosofía de vida norteamericana es pragmática a secas, con el concepto de la importancia de ser superior campeando, ahora sí por sus respetos, junto con un fuerte sentido de equidad, justicia y honestidad. La filosofía de vida mexicana, en contraste, pareció destacar el predominio del amor y el afecto en los asuntos de la vida, pero se postula, con la fuerza de lo sociocultural inconsciente, la existencia de autoridades indiscutibles y la consecuente necesidad de la obediencia ciega. Sólo después de muchos estudios se aclaró lo que veremos más tarde para estas dos importantes culturas.
¿A QUIÉN SE RESPETA EN MÉXICO Y EN ESTADOS UNIDOS?2 Como se mencionó anteriormente, el doctor Peck y el que esto escribe habían comprobado que estudiantes universitarios mexicanos y norteamericanos, apareados en edad, sexo y nivel académico, piensan en forma extraordinariamente distinta acerca de la idea del respeto. En una escala de 20 preguntas, de las cuales 19 fueron bien comprendidas por los sujetos, y diseñada para obtener su apreciación de la idea de respeto, los sujetos mexicanos y norteamericanos difirieron en forma estadísticamente significativa en 17. Todo ello implica que el concepto del respeto es, por tanto, muy diferente en las dos culturas. El siguiente paso, que ahora detallamos, tiene que ver con la relación que existe entre el respeto y lo que los sociólogos llaman posición social. Así, aunque sabemos ahora que el respeto tiene diferente significado en las sociedades que estamos estudiando, podemos partir de la hipótesis, un tanto obvia, de que en ambas sociedades la persona que recibe respeto aumenta, por ese solo motivo, su posición (estatus) en la sociedad. Los resultados de esta parte de la investigación son por demás interesantes. El cuestionario en este caso fue aún más sencillo: se trataba de determinar a quien se da, se otorga o se concede respeto en una y en otra sociedad. Así, en las instrucciones del cuestionario se dijo: “Abajo hay una lista de varios y muy diferentes tipos de gente. Hacia algunos, usted proba blemente pensará que es apropiado usar la palabra respeto. Hacia otros, puede pensar que es inapropiado. Coloque una cruz en el espacio que se encuentra en frente de aquellos a los que se pudiera aplicar la palabra respeto. Deje en blanco todos los otros espacios. En seguida se incluía la lista con 60 tipos de gente, la cual se iniciaba con “sus iguales” y contenía familiares como la madre, el padre, hermanos y primos de menor y mayor edad; personas de las distintas edades y de ambos sexos como bebés, niños, jóvenes, adultos, ancianos; relaciones sociales de ambos sexos como amigos y vecinos; representación de diferentes estratos sociales como es el caso de gente rica, de clase media, de cla 2Excélsior, domingo
28 de mayo de 1989.
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se popular, obreros, sirvientes, gente pobre, limosneros; ocupaciones como abogados, ingenieros, escritores, m úsicos, sacerdotes, ministros protestantes, doctores, filósofos, actores, intelectuales, así com o cierto s desempeñ os de interés, a saber: el policía, sus profesores, sus condiscípulos. Como el número de respuestas al cuestionario es muy grande, trataremos de simplificar la discusión de los resultados agrupando las respuestas en varias categorías cualitativas. Además, y también para simplificar la presentación de los resultados, hac em os primero la com paración de éstos con respecto a los universitarios varones y posteriormente nos referiremos a los resultados de la comparación entre las universitarias mexicanas y norteamericanas. La primera de las categorías cualitativas es la edad y el sexo. Resultó sorprendente encontrar en ella que los niños, los bebés varones, las mujeres jóvenes, las muchachas, los niños y los bebés hembras, merecen men os respeto en Estados Unidos que en México. De lo que se dice en la psicología infantil estadounidense se hubiese esperado lo contrario, particularmente en lo que se refiere a los pequeñuelos. Desde luego, recordemos que respetar en Estados Unidos significa preponderantem ente admirar a alguien a quien consideramos superior, la voluntad de tratar a otros sobre bases de igualdad, el dar oportunidades a los demás, etc.; mientras que en México, y de acuerdo con el estudio anterior, respetar significa preponderantemente amar a alguien, sentir afecto por alguien, dar y recibir protección, etc.; y los pequeñuelos, tanto como las mujeres jóvenes y las muchachas, etc., difícilmente podrían provocar respeto de tipo Estados Unidos, pero en cambio sí, y fácilmente, respeto al estilo de México. Pero quizá haya aquí aguas más profundas. Maslow y DíazGuerrero, en un artículo titulado “La delincuencia como una perturbación de los valores”, que apareció como un capítulo del libro Festchrift for Gardner Murphy, publicado por Harper Brothers de Nueva York en 1960, señalan: “El que visita México pronto se da cuenta de que los niños mexicanos se comportan en forma distinta de los norteamericanos. La impresión general es que los niños mexicanos se portan mejor, son más corteses... los niños mexicanos parecen resentir menos la autoridad, demandar menos. .. quejarse menos. .. llorar menos frecuen tem en te.. . ríen más, y parecen gozarse a sí mismos m ás.. . ” ¿Será esto debido a que los bebés en México son los reyes de la casa? En la categoría de la familia inmediata, los hermanos mayores, hermanas mayores y hermanos menores reciben más respeto en México que en Estados Unidos. En ambas culturas, claro, todos ellos reciben alto respeto, lo mismo que toda la familia inmediata. En México, y para los varones de este estudio hay, ya lo hemos visto, en la categoría de edad y sexo (y lo veremos posteriormente en otras categorías) una decidida diferencia para adjudicar respeto a los extremos de la edad y, claramente, y por lo más, con una definida tendencia a asociarlo con edades tempranas y hacia el sexo femenino. En cambio y esto es interesa nte, los jóvenes reciben significativamente mayor respeto en Estados Unidos que en México. Por lo que se refiere a la familia colateral, abuelos, tíos y tías, poseedo-
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res de alto respeto en ambas culturas, reciben diferencialmente mayor respeto en México que en Estados Unidos. Las ligeras tendencias hacia lo masculino, mayor edad, y hacia lo femenino, menor edad, en la expresión del respeto en México, se observan también en esta categoría. Para la población estudiada no hay diferencias estadísticas en la categoría de vecinos. En la categoría de ocupaciones, obreros y sirvientes son muy respetados en México y sólo medianamente respetados en Estados Unidos. En lo que concierne a los ministros protestantes, que reciben sumo respeto en am bas culturas, son significativamente más respetados en Estados Unidos que en México. La categoría de posición económica nos da una serie de interesantes resultados. La gente de la clase media, que es sumam ente respetada en am bas culturas, lo es significativam ente más en México. En lo que concierne a la gente de la clase popular y a la gente pobre, son muy respetadas en México y sólo medianamente respetadas en Estados Unidos; entonces, la diferencia estadística entre estos grupos es más significativa. Pero la diferencia abismal surge respecto a los limosneros, que son altamente respetados en México y poco respetados allende la frontera. Por último, la gente rica, que recib e sólo mediano respeto en ambas culturas, recibe significativamente más respeto en México que en Estados Unidos. Estas diferencias, por lo que se refiere a la percepción de la relación entre el respeto y la posición económica, junto con las diferencias observadas en relación con las ocupaciones de obrero y de sirviente, y de manera interesante en relación con la diferencia marcadísima respecto a los limosneros, son las diferencias más consistentes que se han detectado en este estudio en particular. Como veremos después, entre las mujeres estudiantes mexicanas y las mujeres estudiantes norteamericanas se observan casi las mismas diferencias. Es aquí en donde quizá exista una de las más agudas diferencias en el pensamiento social del mexicano y del estadounidense. Ya habíamos indicado que con frecuencia en Estados Unidos se puede llegar a tomar com o sinónimos la caracterización de posición eco nóm ica y de estatus. Es precisamente aquí donde saltan a la vista numerosas y fantásticas contradicciones, que podrían conducir a un comunicación bastante errónea, aun a sociólogos de ambas naciones. Ya hemos indicado que el respeto se puede considerar com o uno de los factores o ingredientes que intervienen en la producción del estatus de un individuo en una sociedad determinada. De ser así, entonces la gente de bajo estatus socioeconómico en México puede tener alto estatus de respeto social, por lo menos para los estudiantes universitarios. Esto sería netamente contradictorio en la sociedad estadounidense. En donde esta tremenda contradicción entre los sentidos que se atribuyen a la idea de respeto en ambas naciones, y en la aplicación del respeto mismo a los individuos pertenecientes a las culturas, encuentra quizá su más aguda expresión, es en el alto respeto dado a los pordioseros por el estudiante varón mexicano y el poco respeto que tales individuos reciben dentro de la sociedad norteamericana. E insistimos en este estereotipo del rey limosnero porque precisamente la idea de limosnero en México puede frecuentemente llevar estos ingre-
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dientes: personas que no tienen nada dentro de la sociedad, que serían una especie de cero dentro de la misma, a no ser que reciban un algo de la misma sociedad, en términos al menos de respeto, etc. Al mismo tiempo, dentro del sentido norteamericano de respeto, que generalm ente es atribuido por demostración de capacidad y de eficiencia, o de superioridad en alguna actividad, y a menudo parte de una actitud en la cual se piensa, en efecto, que todos los seres humanos son iguales, y tienen igual grado de oportunidad, etc., el estereotipo de limosnero es el de individuos que no han aprovechado co m o sería probablemente racionalizada la situación las oportunidades que se les han brindado para estar en pie de igualdad con los demás. El pordiosero, pues, resulta ser una flagrante contradicción a los ideales norteamericanos. Pasemos ahora a la comparación transcultural de las mujeres estudiantes de México y de Estados Unidos. Encontramos en ellas, en primer lugar, que la diferencia respecto a los jóvenes, en el área de edad y sexo, es la única que se mantiene de las que detectamos entre los varones. En este caso, como en el de los varones, los jóvenes en México reciben un respeto medio y, en Estados Unidos un alto respeto, de tal manera que la diferencia es definitiva y favorece a la edad juvenil, sobre los extremos de las edades, en Estados Unidos. Por lo que se refiere a la familia inmediata, en las mujeres mexicanas sólo se encuentra la diferencia de mayor respeto a los hermanos mayores en relación con las mujeres norteamericanas. En la familia colateral observamos diferencias significativas que favorecen a las mujeres estadounidenses, en relación con el respeto que se da a los primos y primas de menor edad. Pasando a la categoría de amigos, encontramos una vez más que la mu jer estadounidense es definitivamente más activa en el dar respeto en esta área que la mujer mexicana, de tal manera que los amigos de mayor edad, los amigos de menor edad y las amigas de mayor edad reciben respeto diferencialmente mayor de parte de la mujer norteamericana que de parte de la mujer mexicana. En la categoría de vecinos, de nuevo las mujeres estadou niden ses muestran mayor respeto por las vecinas de mayor edad y por las de menor edad que las mujeres mexicanas. En el área de ocupaciones, las diferencias son múltiples y casi en tod os los cas os favorecen a la mujer estadounidense que, aun cuando com o la mexicana da alto respeto a la mayoría de las siguientes ocupaciones, les otorga significativamente mayor respeto. Las ocupaciones referidas son las de sacerdote, ministro protestante, abogado, ingeniero, artista, doctor e intelectual. En cambio, hay claras diferencias en el respeto que reciben obreros y sirvientes, y éstas son en favor de la mujer mexicana. Al pasar a la posición e con óm ica encontram os diferencias muy semejantes a las que ya habíamos indicado para los varones. En este caso, la mujer mexicana respeta significativamente más que la estadounidense a la gente de la clase popular, a la gente pobre, a la gente rica y a los limosneros. Quizá no se le haya escapado al lector, y este punto es otro de los resultados más nítidos en este estudio, que el estudiante varón mexicano de las
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preparatorias es definitivamente más activo en lo que toca a designar a quienes deban recibir respeto, que el estudiante estadounidense. Y no es menos punzante el darnos cuenta de que, por lo que se refiere a las mujeres estudiantes, son las estadounidenses las que en forma definitiva parecen establecer, activamente, en relación con las mexicanas, mayor número de áreas en donde el respeto deba ser concedido. Ya que el otorgamiento de respeto se liga factiblemente con el grado de actividad social, estos resultados parecen indicar que el varón mexicano es el más dinámico socialmente y la mujer mexicana la más pasiva, por lo cual contrasta m arcadamente co n la estadounidense. Esto supuestamente se debe a que com o se ha demostrado en varios estudios, existe una premisa sociocultural mexicana aún fuertemente apoyada, que reza que “el lugar de la mujer es el hogar”. Pero de mayor trascendencia que lo anterior es la serie de claras diferencias, ahora sí, entre todos los mexicanos varones y mujeres y los estadounidenses en la adjudicación del respeto. En nuestros Estudios de psico logía del mexicano se han dem ostrado com o fundamentales para entender su conducta lo que hemos venido llamando prem isas socioculturales. Para comprender más cabalmente las interesantes diferencias que se encontraron en este estudio, quiero conjeturar la existencia de por lo menos otras dos de ellas. La primera sería la siguiente: “Los valores humanos son más importantes, cuando de respeto se trata, que los económicos”. Ahora bien, si la premisa estadounidense fuese la opuesta, me permitiría hasta postular que una de las graves dificultades que los estadounidenses tienen en hacer amigos internacionalmente resultaría de ella. Aún más, si tal premisa existiese, semicons ciente o incluso inconscientem ente, en la sociocultura estadounidense, nada me extrañaría que el problema de la discriminación racial se vinculase a la misma. Sin embargo, no creemos que se pudiese decir simplemente que el presupuesto sociocultural estadounidense sea de que “los valores económico s son más importantes que los valores humanos”, sino que, al menos, habría que añadir ya que esto lo acabamos de indicar en el primer estudio sobre el respeto que una profunda premisa sociocultural estadounidense bien podría ser la de que “todos los seres humanos nacen iguales, tienen igual oportunidad y, por tanto, respetaremos sólo a los que aprovechando individualmente tales oportunidades, se hagan económicamente fuertes”. Lo doloroso es que este idealismo de la igualdad podría ser el culpable, parcialmente, de conducir o provocar premisas o presupuestos socioculturales parecidos a los de “los valores económicos son más importantes que los valores humanos”. Así pues, habría de contrabalancear constantemente los ideales de la igualdad con los ideales humanitarios, que siempre han implicado bastante de protección, y no solamente “social”, sino de person a individual humana a persona individual humana. Una segunda premisa, y en este caso quizá mejor que premisa, presuposición sociocultural del mexicano, nos permitirá redondear nuestro entendimiento de su peculiar forma de prodigar el privilegio del respeto. Hablamos de “presuposición” porque pensamos que el mexicano en general no sería
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muy coh eren te al expresarla, es decir, que actúa a partir de una sem iconscien te o quizá en algunos casos, totalmente inconsciente premisa sociocultural mexicana: “Quiénes deben recibir más o menos respeto y quiénes no en sus papeles o atributos sociales, está predeterminado por creencias tradicionales, mucho más que por los méritos individuales de las personas”. El viejo (hom bre de edad avanzada) recibe respeto por ser viejo (“Más sabe el diablo por viejo que por diablo”), la mujer por ser mujer, el niño y la niña por ser niños y niñas, el pordiosero por ser pordiosero, y no por sus merecimientos o sus logros, que en el último de los casos deberían ser casi nulos. La premisa estadounidense correlativa, clara y consciente, estipularía en este caso lo siguiente: “Recibirán respeto aquellas personas que se lo ganen por sus merecimientos y logros, sin importar su edad, sexo, etc ., y no lo recibirán quienes no hayan hecho los méritos necesarios”. Hay aquí una demanda de que se haga justicia a secas, por sobre creencias, costumbres o formulismos de las sociedades tradicionales. En este caso, opinamos, la sociocultura estadounidense ha dado un importante paso progresista al hacer casi realidades esos ideales que niños y jóvenes generalmente desarrollan: una real y objetiva justicia acerca de quiénes deben recibir el prestigio y demás ventajas de ser respetados, y quiénes no. Pero los estadounidenses no caen en la cuenta de cuando menos dos cosas: que su presupuesto de que todos los seres humanos tienen iguales oportunidades es falso aún para Estados Unidos debido a la existencia de persistentes e históricas desigualdades por clase social, sexo y procedencia; y que el proporcionar respeto, prominencia social, por tradición, procura aminorar flagrantes desigualdades y promueve la solidaridad y el bienestar social. Es obvio que lo ideal será aquilatar tanto los valores humanos como los económicos; es decir, una sociocultura en la que los aspectos positivos de ambos se conjugaran.
EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD EN DOS CULTURAS3 Sólo los investigadores principales y los cerca de cien asistentes de investigación, casi todos ellos estudiantes de psicología, podrían expresar lo que significa estudiar durante seis años consecutivos a 450 escolares mexicanos en la ciudad de México y 45 0 angloamericanos en la ciudad de Austin. Además de múltiples e inigualables experiencias inter e intraculturales, el desarrollo de amistades y aun de amoríos, varios de los cuales terminaron en matrimonios internacionales, quedan en la mem oria varias anécdotas. Es bueno, antes de entrar en materia, relatar una d eellas. Era importante, a fin de aumentar la confianza en los resultados del estudio, que los asistentes de investigación que iban a aplicar las pruebas psicológicas fueran entrenados conjuntamente. Uno de los aspectos de este entrenamiento consistió en que los mexicanos observaran a los estadounidenses 3Excélsior, lunes 29 de mayo de 1989.
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aplicar las pruebas a niños estadounidenses y viceversa, que los asistentes estadounidenses observaran a los psicólogos mexicanos aplicar las pruebas a niños mexicanos. Esto se realizó en una gran cámara de Gessel, en los laboratorios de psicología de la Universidad de Texas. Para los lectores que no sepan lo que es una cámara de Gessel, simplemente consiste en un salón rodeado de espejos a través de los cuales se puede observar, sin que lo noten los su jetos, lo que sucede dentro del salón. Así, en el salón, un asistente de investigación aplicaba las pruebas de la batería a un niño mientras que detrás de los espejos, cóm odam ente sentados, todos los demás asistentes observaban. Suced ió que durante la aplicación de la prueba de inteligencia, de Wechsler, por un asistente estadounidense a un niño de esa misma nacionalidad, se llegó a la pregunta número 18 de con ocim iento de vocabulario: “¿Qué es un héroe?”, y entonces el niño texano, después de pensar unos segundos, dijo: “Pues alguien com o David Crocket, aquel que mató a todos eso s mexicanos”. El lector podrá imaginarse la conmoción y las risas contenidas que semejante declaración produjo en los m exicanos y estadounidenses detrás de los espejos. Pero naturalmente, no era cuestión de dejar allí las cosas. A la mañana siguiente, cuando el asistente de investigación mexicano examinaba con la misma prue ba de inteligencia a un niño mexicano, al llegar a la pregunta 18 lo hizo igualmente que el estadounidense: “¿Qué es un héroe?”, el niño mexicano, con ojos brillantes, contestó: “Pues alguien como aquel Pancho Villa, el que mató a todos esos gringos”. Desde luego que esa era la única pregunta, en la que con anticipación, se había aconsejado al niño mexicano cómo contestarla. Lo que llamamos el diseño de investigación para este estudio consistió en lo siguiente: a 150 niños que provenían de igual número de escuelas pú blicas y privadas y en igual número de hombres y mujeres, se les siguió, tanto en México como en Estados Unidos, desde el primero hasta el sexto año de educación primaria aplicándoles individualmente una amplia batería de pruebas psicológicas, y siempre 15 días antes o 15 días después de que cumplieran 6.7, 7.7, 8.7, 9.7, 10.7 y 11.7 años de edad. A otro grupo de 150 niños tanto en México como en Austin, se les inició el estudio cuando esta ban en el cuarto año de primaria y se les siguió hasta el décim o grado; es decir, hasta el primero de la preparatoria. También a éstos, anualmente, se les aplicó la batería empezando con los niños de cuarto año que tenían al principio del estudio 9.7 años de edad y que al finalizar el mismo tenían 15.7 años. Finalmente, a otros dos grupos de 150 niños, uno en México y el otro en Austin, se les comenzó el estudio cuando estaban en el primer año de secundaria, es decir, a los 12.7 años de edad y se terminó de aplicarles las baterías cuando estaban ya en la universidad, a los 18.7 años. Todo ello determinó que nuestro diseño de investigación fuera de los llamados longitudinales superpuestos, es decir, que al seguir a los niños desde el primer año hasta el séptimo, los de cuarto año hasta el décimo, y los del séptimo hasta el decim otercero , se podían comparar, por ejemp lo, los niños de cuarto año de primera aplicación con los niños de cuarto año a los cuales se les había seguido durante cuatro años desde el primero de primaria, y así su cesivamente. Esto permitió distinguir los efectos de aplicar por primera vez
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las pruebas de los efectos de aplicarlas repetidamente y permitió, por tanto, hacer varios estudios secundarios de validación. De todas maneras, es evidente que la batería de pruebas se aplicó 18 veces tanto a mexicanos como a estadounidenses y que, por lo mismo, los datos comparativos, en los que fundamos las diferencias de personalidad entre mexicanos y estadounidenses, tienen la validez de que se presentaron consistentem ente a través de 18 aplicaciones de las pruebas psicológicas. Aún así, como veremos después, en las siguientes partes de este ensayo, estudios previos y posteriores vinieron no solamente a confirmar las 6 amplias generalizaciones que examinaremos, sino que, además de ampliar el ámbito de las diferencias, lograron extender la comprensión de éstas tanto en lo que se refiere a su origen com o a variadas consecuencias.
Los estodounidenses tienden o ser más activos que los mexicanos en su estilo de confrontación a desafíos y problemas de la vida Todos los humanos en todas las culturas tienen que enfrentarse a una multitud de problemas de la vida. Todo indica, así como los datos de esta investigación, que, sin embargo, distintas culturas inspiran, fomentan y destacan distintas maneras de encarar los problemas. En la cultura mexicana el estilo de confrontación de problemas tiende a ser automodificativo o pasivo, es decir, cuando se presentan problemas que se tienen que resolver, la persona, el mexicano, tiende a modificarse a sí mismo para solucionarlos. Para el mexicano, el aceptar y aun resignarse ante los problemas no es sólo la mejor manera, sino la manera más virtuosa. La abnegación en la madre, la obediencia de los hijos, el propio sacrificio en todos, la sumisión, la dependencia, las buenas maneras, la cortesía, el aguante, la “concha”, etc., pueden ser considerad os com o virtudes socioculturales m exicanas o com o formas realistas de confrontación o, al menos, como formas aprobadas socialmente de enfrentarse a los problemas de la vida. En una cultura en la cual tradicionalmente para todo se ponen dificultades y en donde la economía limita considerablemente las oportunidades, esta manera de enfrentarse, cuando menos, aminora la frustración y sus consecuencias para la salud mental. Para los estadounidenses, el estilo de confrontación de problemas es activo. Para resolver los problemas no hay que modificarse a sí mismo, sino al ambiente, a la sociedad o a otros. Los estadounidenses hacen de esto una virtud y lo consideran la mejor forma de encarar la realidad. Para ellos, la vida se vive óptimamente en actividad constante. He aquí una cultura en la que la propia estima decae si se está ocioso, como lo demostraron los estudios de Lazarfeld y de Eisenberg. Pero puesto que la forma óptima, la manera virtuosa, la manera recta, aun la manera justa en la interacción con los problemas y con otros es la de encarar problemas activamente, los estadounidenses necesariamente sufren mucho para encarar la muerte, la enfermedad crónica, la
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deformidad, la pobreza, la obesidad; y posiblemente tolerancia a la frustración sea mucho menor que la de los mexicanos, lo que los predispone s u
nos referimos pudieron comprenderse a partir de esta dimensión general de estilos de a t e n t a c i ó n activo o pasivo. Los niños estadounidenses tienden a^sermás acSvamente independientes y a esforzarse en dominar problemas y retos de su ambiente, mientras que los m exicanos son mas i)o.5rva|r,en te oVje dientes y se adaptan a las tensiones del medio, en lugar de tratar de modifl “ r C o m o veremos después, esta manera diferente de arrostrar los Problemas de la vida este estilo de co nfrontación distinto que promueven la cul tura mexicana'y la estadounidense permiten comprender muchas conduc tas en u n a y en otra sociedad que, de otro modo, parecerían carentes de sentido. Pero todavía más importante: el tener en m ente esta ^ ™ a d‘st " s ta de encarar los problemas de la vida nos permitirá coordinar muchas otras diferencias de las que hablaremos en adelante.
El significado de actividad en mexicanos y estadounidenses En un estudio realizado en colaboración con el doctor Charles Osgood de la Universidad de Illinois, se investigó el significado psicologico de con cep tos Encon tramos interesantes diferencias para cuatro grupo les conc ep tos El primero incluía un gran conjunto de ideas tecn ológ icas el s e g u n d o grupo comprendía nociones que se referían a alimentosty a ves. menta en el tercero se estudiaba el significado psicologico de partes exter
blemas y desafíos de la existencia, sino que hay diferencias aun respecto '^Au nq ue^e 'esp'erarse^e^íriteresan te que los conceptos tecnológicos se vean co m o poseedore s de mayor dinamismo para los estadounidenses que nara l o s mexicanos. Es así q u e concep tos tales como aeroplano, automóvil, hnmhn atómica tren televisión fueron vistos com o mucho mas activos po itt ta d ó u n id e n J □ ,* por tos mexicanos. Con una diferencia no tan gran de n é r ^ s t o S v a “ os conceptos de camión, máquina, submarino nuclear radio ferrocarril, viaje esp ac ial se percibieron como mas dinámicos pina ¡ÓTjóvenes esta d ou n íde ns ¿ que para tos * cicleta se apreció co m o más activa para los mex icanos que para los estado unidenses.
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En cambio, y de manera interesante, la cama, la silla, la almohada y la alfombra se perciben en la mente de los mexicanos como más activas que para los estadounidenses y esto es cierto también para innumerables artículos de vestir tales como sombrero, corbata, zapatos, suéter, vestido; y para artículos alimenticios: pan, mantequilla, dulce, queso, café, huevo, pescado, fruta, carne, leche, arroz, sal, té, legumbres y agua, e incluso el concepto de alimento, en general, se advierte como más activos para los mexicanos que para los estadounidenses. Respecto al alimento, si pensamos en el picante podemos comprender por qué es más activo para los mexicanos que para los estadounidenses. Que haya, en cambio, más dinamismo en muebles y artículos vinculados con el descanso y con el vestir, seguramente que nos permiten contrastar un mundo tradicional mexicano, todavía repleto de vivencias estáticas como la que implica aquella de “si a pasitos cortos ni huaraches quedan” a h ora probablem ente más típica de la provincia m exicana, frente al mundo hiperactivo de los estadounidenses. Resulta muy sugestivo precisamente que las partes externas del cuerpo se perciban como más dinámicas en Estados Unidos que en México, y que lo contrario sucede para las partes internas del cuerpo. Así, los conceptos de brazo, mano izquierda, mano derecha, dedos, cuerpo, cara y cabeza se consideran más activos en Estados Unidos que en México y solamente el cabello y los labios se notan como más dinámicos en México, los labios pro bablemente por lo parlanchines que tendem os a ser, el cabello quizá pensando en la cabellera femenina. En cambio, las partes internas del cuerpo, el cerebro, el corazón, los intestinosy\a. sángrese ven com o más activos por los mexicanos que por los estadounidenses. Esto no podría ir mejor con la tendencia de los estadounidenses a volcarse h acia el ambiente y la tenden cia de los mexicanos a volcarse hacia su interior. Pero ciertamente más fascinante todavía es que las em ocion es co nec tadas con la automodificación se vean com o más activas para los mexicanos y que, por el contrario, las emociones agresivocompetitivas se consideren com o más dinám icas en los estadounidenses. Así, la vergüenza, la devoción, la simpatía son más dinámicas en los ojos de los mexicanos que de los estadounidenses y, en cambio, la agresividad, el enojo, el desprecio, la determinación, la envidia, el odio, el dolor y el orgullo se conciben como más dinámicos para los estadounidenses. El adoptar una actitud activa o una pasiva tiene múltiples consecuencias en la vida interior de los individuos.
Los mexiconos tienden o estar más centrados en la familia, mientras que los estadounidenses lo están más en los individuos Con frecuencia, los poetas y los filósofos sociales han señalado los patrones amplios de parentesco y estrecha afiliación entre miembros de familias, como una cualidad positiva que surge de la combinación de la cultura
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española con la indígena. Las familias en México, así com o también en otros países latinoamericanos, tienden a extenderse en una red de parientes que a menudo incluyen a do cena s de individuos. ^ En 1966 administré, a estudiantes universitarios de M éxico y Estados Unidos, una primera versión de mi cuestionario de filosofía de vida. Uno de los reactivos bipolares consistía en el siguiente par de enunciados: á) Se debe luchar cuando los derechos de la familia se ven amenazados, y el otro, b) Se debe luchar cuando los derechos del individuo se ven amenazados. Sólo el 22 % de los estudiantes universitarios estadounidenses escogieron la alternativa centrada en la familia, mientras que el 78 % restante se inclinó por la opción centrada en el individuo. En el caso de los mexicanos, ocurrió ex ac tamente lo contrario: el 68 % de ellos seleccionaron la versión de la familia, mientras que el 32 %prefirió la individual. Hay en esto aguas muy profundas, pero posteriormente, cuando hablem os del con traste entre el individualismo y el colectivismo, veremos como el síndrome latinoamericano frente al estadounidense parece partir de esta decisiva diferencia en las socioculturas.
Los estadounidenses tienden a ser más complejos y diferenciados en estructura cognoscitiva que los mexicanos Los niños mexicanos que participaron en el estudio del desarrollo de la personalidad tendieron a crecer con mayor lentitud, en promedio, en términos de sus habilidades intelectuales y mentales, que lo que ocurrió en general con sus equivalentes estadounidenses. Los estadounidenses de seis años de edad demostraron también un mayor grado de complejidad en su desempeño intelectual. ¿Qué ocurrió aquí? ¿Los estadounidenses, por ser estadounidenses, son más inteligentes que los mexicanos por ser mexicanos? No. En un amplio estudio realizado por mi discípula la doctora Mary Tamm en el Colegio Americano de la ciudad de México, se descubrió que los ninos bilingües de las familias mexicanas de la clase alta no difieren, en el desarrollo intelectual, de los niños estadounidenses de esa misma escuela, con padres que tienen educación y nivel socioeconómico comparables a los de los mexicanos. Ahora bien, aunque no hay modo de separar los factores biológicos de los sociales en el desarrollo cognoscitivo entre las dos culturas, la evidencia sugiere firmemente, hasta ahora, que las diferencias en nivel y patrón de desarrollo intelectual entre los niños mexicanos y los estadounidenses se de ben primordialmente a las diferencias en premisas socioculturales, orientaciones de valores y el ambiente, sobre todo de la familia y de la escuela, en las dos sociedades. En varios estudios realizados por el autor y su equipo, y de manera altamente consistente, se encuentra que mientras más obedientes son los niños mexicanos en sus familias y en la escuela, menor es su desarrollo intelectual y de conocimientos. Todo parece indicar que la excesiva demanda
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de obediencia dentro de la familia mexicana es la culpable de que, en el estudio del desarrollo de la personalidad en dos culturas, los niños mexicanos apareados en clase social, grado escolar, se xo y educación del padre resultasen con calificaciones significativamente menores en inteligencia que sus contrapartes, los niños y adolescen tes estadounidenses. Sólo cuando se equipara todo lo anterior y además las oportunidades educativas, se comprueba que los niños mexicanos son tan capaces de desarrollar la inteligencia como los estadounidenses. Pero allí queda el hecho, como desafío para las autoridades educativas mexicanas, de que al presente en la gran mayoría de los casos, y por mejores oportunidades de estímulo intelectual tanto en la familia como en la escuela, los niños estadounidenses se desarrollan intelectualmente de manera más favorable que los niños mexicanos.
Los mexiconos tienden o ser más cooperativos; los estadounidenses, más competitivos En 1966, 250 estudiantes estadounidenses y 307 mexicanos contestaron escogiendo una afirmación para cada una de las siguientes preguntas dobles: a) La cooperación es mejor que la com petencia para obten er resultados. ti) La com petencia es mejor que la coo peración para obtener resultados. a) La competen cia estimula la productividad. ti) Los mejores resultados se obtienen intercambiando ideas y trabajando en cooperación con compañeros.
Sólo alrededor del 50 %de los estadounidenses eligieron la coope ración y, en cambio, el 75 % de los mexicanos lo hicieron. Más interesante y demostrativa es una serie de estudios realizados por los doctores Kagan y Madsen. En ellos se proporcionan claros testimonios de que los niños mexicanos tienden a mostrar espontáneamente espíritu de cooperación en juegos experimentales, mientras que los angloamericanos son sumamente hábiles para la competencia. En uno de los estudios se tra bajó con niños de clase baja en zonas urbanas de Los Ángeles y en una pequeña aldea mexicana situada inmediatamente al sur de California. El juego consistía en una lámina en la que estaban impresos num erosos círculos. Los dos niños sentados ante una mesa tenían por tarea desplazar, cada vez que les tocaba el turno, una ficha desde un círculo hacia el siguiente. Se hablaba de conducta completamente cooperativa cuando un niño ayudaba al otro a desplazarse con mayor rapidez hacia la meta. La conducta completamente com petitiva consistía en que los niños oponen tes desplaza ban la ficha hacia atrás y hacia adelante o a los lados en el centro del ta blero, con la consecuencia de que al terminar el número de turnos permití
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dos ninguno de los muchachos alcanzaba la meta. El número de intentos era, pues, limitado y se ofrecían juguetes como recompensa al que ganara. La coop eración completa se adaptaba mejor a esta tarea (co n triunfadores alternativos, por consentimiento mutuo), mientras que la competencia com pleta era una manera ineficaz de adaptarse al problema puesto que ninguno de los niños recibía juguetes. Entre esos dos extremos había diversas formas de conflicto parcial. Los resultados fueron interesantes: entre los niños mexican os de 7 a 9 años de edad, el 63 %mostraron com pleta coope ración mientras que sólo el 10 % de los anglonorteamericanos se comportó en ese nivel. La mayoría de los angloamericanos mostraron ya sea una com petencia completa o un conflicto suficiente para que la adaptación fuera ineficaz. Se obtuvieron resultados similares con otros niños, utilizando diferentes tipos de juegos experimentales, todos ellos con el objetivo de estudiar las tendencias cooperativas contra las tendencias competitivas. Es a partir de esos estudios cuando Kagan y Madsen llegaron a la conclusión de que los niños estadounidenses, a diferencia de los mexicanos, se crían en un medio de desarrollo en el que se recompensa la competencia hasta un punto tal que esta estrategia se generaliza incluso a situaciones en las que se vuelve completamente inadaptativa. Como interesante observación adicional, vale la pena mencionar que los niños mexicanoestadouniden ses o chícan os, que participaron en estos estudios, resultaron encontrarse entre los extremos de cooperación típicos de los mexicanos y la actitud competitiva de los anglonorteamericanos.
Los mexiconos tienden a ser más pesimistas y fatalistas en sus perspectivas sobre la vida que los estadounidenses En el estudio del desarrollo de la personalidad en dos culturas se entrevistó a todas las madres, tanto de los escolares m exicanos com o de los estadounidenses. Entre los cuestionarios que contestaron las madres había una encuesta de actitudes maternas. Los reactivos de esta escala, que había sido construida técnicamente, se incluían numerosas preguntas que permitían percibir, o que reflejaban, ya sea perspectivas de vida pesimistas u optimistas. Las madres mexicanas calificaron claramente como más pesimistas, mientras que las estadounidenses se mostraban optimistas en sus perspectivas sobre la vida. Además, en el estudio citado anteriormente con estudiantes universitarios mexicanos y estadounidenses, se les pidió que eligieran una de estas dos afirmaciones: a) La vida es para gozarla, y ti) La vida es para sobrellevarla. El 86 %de los estudiantes estadounidenses eligieron “La vida es para gozarla”; el 63 %de los estudiantes mexican os se inclinaron por “La vida es para sobrellevarla”. La sociedad estadounidense ha estado siempre llena de esperanzas para el futuro y de optimismo sobre su destino. En contraste, la historia de México se ha caracterizado por la Conquista, la pérdida de guerras, el sufrimien
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to a causa de devastadores tumultos internos hasta principios del siglo xx; catástrofes com o las causadas por huracanes y terremotos y la no menos c atastrófica Dece na Trágica, así com o por la incapacidad de proporcionar oportunidades para el éxito personal, económico y social a las grandes masas de sus habitantes. Es comprensible que ese medio induzca perspectivas fatalistas de la vida. En la cultura estadounidense ha prevalecido el caracter de Poliana. En cambio, el mexicano ha percibido comúnmente la vida, ya lo hemos visto, como algo que debe sobrellevarse en vez de gozarse: éste es un valle de lágrimas. Para el mexicano, el optimismo de los estadounidenses aparece incluso desconectado de la realidad, es así como, quizá llegando hasta los extremos de la licencia poética, Octavio Paz en su libro El laberinto de la soledad escribe: El sistema norteamericano sólo quiere ver la parte positiva de la realidad. Desde la infancia se somete a hombres y a mujeres a un inexorable proceso de adaptación; ciertos principios, contenidos en breves fórmulas, son repetidos sin cesar por la prensa, la radio, las iglesias, las escuelas y esos seres bondadosos y siniestros que son las madres y esposas norteamericanas. Presos en esos esquemas, como la planta en una maceta que la ahoga, el hombre y la mujer nunca crecen o maduran. Octavio Paz es ciertamente mexicano: parece considerar que para poder madurar, es indispensable ver la vida desde un punto de vista negativo y fatalista.
EL AMOR Y EL PODER EN MÉXICO Y EN ESTADOS UNIDOS4 Mexicanos de mayor edad cuentan que, en el año 33 de nuestra era, un mexicano visitó Jerusalén. En el día en que llegó, grandes grupos de personas se movían en la misma dirección. Guiado como siempre por los dichos de su gente, el mexicano pensó: “¿Adonde vas, Vicente?; ¡adonde va la gente!” Así pues, se unió a la multitud y con ellos, después de un largo recorrido, se encontró de pronto frente a un estremecedor espectáculo: en la cima de un otero, un hombre colgaba de una cruz. El mexicano exclamó: “¡Qué bar baridad! Miren lo que le están haciendo al Señor”. Corrió inmediatamente hacia Jesucristo y como pudo arrancó el clavo de su mano izquierda; en seguida se fue al otro lado y arrancó el otro clavo. Jesucristo, aprisionado por el clavo en sus pies, manoteó el aire con desesperación y cayó aparatosamente de bruces. La moraleja del relato es que el amor es maravilloso, pero que debe ser amor eficaz. Existe, por otra parte, la aseveración de un viejo mexicano (y más sabe el diablo por viejo que por diablo) que dijo una vez, durante el gobierno de uno de los presidentes mexicanos: “Dios nos libre 4Excélsior, martes 30 de mayo de 1989.
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de los pendejos con iniciativa”. El poder también y los estadounidenses tanto como los mexicanos han tenido muchas ocasiones de comprobarlo puede ser eficaz o ineficaz. Históricamente, estas verdaderamente d ramáticas dimensiones del com portamiento humano: el amor y el poder, han afectado a la gente de manera independiente. Jesucristo murió en una cruz y provocó una profunda revolución acerca del amor. Marx y Engels iniciaron una trascendental revolución acerca del poder. En forma increíble, ambas revoluciones parecen haber ignorado lo que todo ser humano sabe: el hecho de que tanto la necesidad del amor como la necesidad del poder existen, y que las relaciones humanas como han ocurrido y ocurren no pueden ser producidas o explicadas por uno solo de los dos factores. Dos patrones históricos, el de Estados Unidos y el de México y las culturas a que dieron origen, ilustran claramente la necesidad de modelos más comprehensivos si es que alguna vez vamos a ser capaces de comprender las diferencias culturales. Un hecho interesante emerge: mucho de lo que se ha determinado acerca de la mente de los estadounidenses corresponde a un patrón históricopolítico, mientras que la mayor parte de lo que se ha descubierto acerca de la mente de los mexicanos corresponde a un suceso histórico interpersonal. Iniciemos el análisis del patrón históricopolítico de Estados Unidos con esta declaración: “Consideramos que estas verdades son implícitamente evidentes, que todos los hombres son creados iguales y que han sido dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables, que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Ésta fue y aún es una afirmación profunda. Sin embargo, como un joven científico político estadounidense comentó conmigo una vez, la aseveración es incompleta. Ciertamente, le hace falta un elemento significativo del lema revolucionario francés: libertad, igualdad y fraternidad. Las metas de libertad y de igualdad, proclamadas por la gente marcadamente individualista que abandonó Inglaterra en busca de la libertad de pensamiento, condujo fácilmente a la creación del ideal estadounidense de que cualquier estadounidense podría aspirar a ser presidente. Los estadounidenses deberían ser individualistas, independientes, competitivos, autoiniciados y autorreforzados, orientados hacia el logro, eficientes y exitosos. Ayudados por recursos naturales y acontecimientos socioeconómicos y sociopolíticos, este tipo de pensamiento floreció y produjo una poderosa econ om ía. Estados Unidos es una sociocultura de poderlibertadigualdad, en ese orden; socio cultura en la que la afiliación, la fraternidad y el amor, que desde luego no faltan, no son, sin embargo, objetivos primarios. Esta aparente falta de amor en la sociocultura ha forzado a las juventudes a rebelarse, a través de una dialéctica culturacontracultura, en la búsqueda de amor y paz. Pero la fuerza brutal original de la búsqueda individualista del poder suscribe aún la extrema rebelión del “hippie” que profesa la paz y el amor, pero al mismo tiempo está determinado a hacer sus cosas, “do his own thing”. En esta socio cultura, el poder habita dentro del individuo; en las sociedades tradiciona-
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les, el poder generalmente reside en la familia; y en las socioculturas comunistas el poder lo ejerce primariamente el Estado y recae secundariamente en el pueblo como un todo. Una verdaderamente dramática interacción interpersonal yace en las raíces históricas de la sociocultura mexicana. Temprano en el siglo xvi, unos cuantos cientos de españoles conquistaron una tierra habitada, de acuerdo con los historiadores, por alrededor de 8 millones de indios. Su entero tras fondo históricosociocultural se fundamenta en la unión del conquistador el poderoso, el macho, el español y la conquistada la hembra, la subyugada, la india. Durante toda una época se creyó que los indios no tenían alma, pero que los hijos de españoles y mujeres indias sí la tenían. Con buen humor he indicado en ciertas oca sion es que fue sin duda un ferviente celo religioso el que indujo a estos cientos de españoles a poner almas en el cuerpo de las mujeres indias; este ce lo creó el México moderno, con su población mayoritariamente mestiza. En algún momento y de alguna manera, consciente o inconscientemente, esta relación cristalizó en una decisión que parece contener la clave de la mayor parte de las interacciones dentro de la familia mexicana y hasta cierto punto dentro de la sociocultura mexicana. La decisión fue la de que todo el poder iba a estar en manos del hombre y todo el amor iba a estar en manos de la mujer. Desde entonces, parece que el hombre obtiene el amor de la mujer a través de una mítica mezcla de amor y de poder: la mayor parte del poder que adquiere la mujer es a través de su conducta amorosa. A medida que los hijos crec en en este am biente, quedan expuestos a una mezcla indistinta de poder y de amor. Ha sido mi opinión que en la mayoría de las interacciones mexicanas el poder y el amor casi nunca se encuentran completamente separados el uno del otro. La sociocultura mexicana es una de amorigualdadpoder, en ese orden. Pero antes de seguir adelante definamos los conceptos de amor y de poder tal como estamos usándolos aquí: amores cualquier tipo de comportamiento cuya consecuencia sea que las personas se acerquen más unas a las otras, sea físicamente, en forma emocional, cognitiva, social, o espiritualmente. Así, el apretón de manos, el abrazo y el beso son expresiones tan genuinas del amor como son las sonrisas, la amistad, la cooperación, el afecto, o conductas más refinadas que permiten que los otros sean felices o más felices o que les permitan desarrollar sus potenciales, etc. El poder, por otra parte, es cualquier tipo de comportamiento a través del cual hacem os que otros hagan lo que nosotros, com o individuos, deseamos que se realice. Éste es el tipo de cond ucta que pone la última decisión en nuestras manos; a menudo se relaciona más con los fines que con los medios, aun cuando hay gran interés en los medios, siempre que sean necesarios para alcanzar ciertos fines. Al poder no le importa si en su accionar las personas se acercan más entre sí o se alejan. Aquí, lo importante es que los demás hagan lo que yo quiero o que se haga lo que yo quiero que suceda. En la sociedad estadounidense este poder es otorgado igualmente en teoría a cada individuo y los estadounidenses se especializan en este tipo de conducta. Pero
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se debe tener presente que ambos, el amor y el poder, pueden ser eficientes o ineficientes. Los patrones socioculturales de estas dos naciones tienen un gran número de consecuencias conductuales lógicas. En Estados Unidos, la porción de p od erlibertad de la fórmula a menudo milita contra la igualdad. Los estadounidenses quizá recuerdan libros como Libres y desiguales, de Roger Williams, o Los buscadores del “estatus ” social, de Vanee Packard. Estudios realizados por Ro cheach y publicados en Psychology Today, muestran que los estadounidenses valoran la libertad mucho más que la igualdad. Si bien el sistema ha tratado idealmente igual a todos los estadouniden ses (por ejem plo, todos tienen los mismos dere chos ante la ley), les ha dado diferentes trabajos de acuerdo con su habilidad cognitivay su capacidad técnica. Ha resultado claro también que miembros de ciertos grupos no llegan tan fácilmente a ser presidentes como los de otros. De hecho, en un gran número de los dilemas actuales de la sociedad estadounidense, se encuentra omnipresente este conflicto entre los ideales del poderlibertad individual y la igualdad. Las con secuencias de la fórmula mexican a no son m ejores. En este caso, el predominio del motivo del amor termina en el hecho de que el poder es regalado tradicionalmente a aquellos a los que se ama: los miembros de la familia nuclear, los miembros de la familia extendida, los parientes, los compadres y los amigos. No hay necesidad de elaborar mucho para ver cómo esto cond uce al nepotismo y predispone a la corrupción. Todo parece indicar que una de las leccio nes más importantes que los mexicanos deben aprender es que el motivo del amor es maravilloso, pero debe reinar sólo en los asuntos del sentimiento, en las interacciones de la familia y con la gente, pero nunca debería o si es así tendrá que ser de manera muy cu ida do sa ser utilizado cuando las decisiones deben tomarse en el área del otorgamiento del poder. De cualquier manera, la sociocultura estadounidense es la socio cultura del poder y el poder es el principal elemento al tomar decisiones. México, por otra parte, es todavía más una sociocultura del amor y las decisiones finales se toman en términos más de afiliación que de poder. Es precisamente dentro de esta calurosa red de afiliación donde el mexicano crece hasta convertirse en un individuo complaciente, cortés, obediente, cooperativo e interdependiente. La solidaridad con su familia y con el grupo y la comunidad se hicieron dramáticamente evidentes a través de la cantidad indescriptible de cooperación y de solidaridad que la gente de la ciudad de México mostró durante los catastróficos terremotos de 1985. La sociocultura mexicana es una cultura afiliativa y jerárquica. En efecto, el poder está primariamente en las manos del padre; la madre también tiene poder en términos de am or y respeto, y todos los demás supuestamente deberán com placer y obedecer. Los dos extremos del continuo de la edad, el anciano y los niños, tienen el más alto “estatus” en la sociedad (no hay aquí buscadores de “estatus”). A ellos se les regala respeto, poder y amor. Debemos recordar lo que se dice acerca de los bebés en México: se les llama los reyes de la casa. Los adultos y los ancianos, los abuelos, las mujeres en general
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y la madre participan de este alto estatus. Poder ganado fundamentalmente a través del amor. Volviendo a los estadounidenses, hay otro aspecto, ese que milita contra su salud mental y la de su sociedad: es el casi ilimitado poder y libertad individuales. Las tendencias hedónicas humanas, casi sin freno, exploran todos los rincones del placer y, desafortunadamente, no se limitan a placeres humanos, sino que buscan masivamente los artificiales y convierten a su patria en el mercado ideal de los narcotraficantes. En última instancia, el patrón histórico tradicional de Estados Unidos de Am érica tenderá a producir individuos que son activos en el sentido que ya hemos visto: serán independientes, individualistas, autónomos, orientados hacia el logro, competitivos, firmes, hasta cierto punto impulsivos, más bien tensos; y el ser agresivos, aun en el m oderado sentido estadounidense cuenta, es peligroso si está respaldado por la aprobación social. El patrón histórico sociocultural mexicano, por otra parte, producirá individuos complacientes, obedientes, afiliativos, interdependientes, flexibles, cooperativos, no orientados hacia el logro y más bien reposados; y el que socialmente se apruebe el ser obedientes, predispone al servilismo y a la corrupción.
Obediencia afiliativa contra autoafirmación activa Seguramente el lector se preguntará si existen datos sobre otras dimensiones de la personalidad, que permitan arrojar luz y comprender mejor el porqué de las conductas de estadounidenses y mexicanos respecto del poder y del amor. Hay en efecto, interesantes datos que muestran, al parecer de nuevo por razones históricas, que los mexicanos tienden a ser obedientesafilia tivos y los estadounidenses a ser autoafirmativos. A finales de la década de los sesenta, los doctores Robert Peck, de la Universidad de Texas; Kenneth Miller, de la Universidad de Londres; Robert Havighurst, de la Universidad de Chicago y el autor de este trabajo, de la Universidad Nacional Autónoma de México, realizaron un interesante estudio. Los sujetos fueron 200 varones de 14 años de edad, estudiantes de secundarias oficiales en las ciudades de Aus tin, Chicago, Londres y México. Todos ellos respondieron a tres preguntas do bles que había desarrollado el suscrito y que resultaron representar, en estudios estadísticos, un solo factor de autoridad. Las preguntas dobles, en las que los sujetos debían anotar aquella con la que estaban de acuerdo, eran las siguientes: 1. a) Si uno piensa que las órdenes de su padre no son razonables, debería sentirse en libertad de ponerlas en duda. ti) Las órdenes de un padre deberían ser obedecidas siempre. 2. a) Las órdenes del maestro deberían ser obedecidas siempre. ti) Si uno piensa que las órdenes del maestro no son razonables, debería sentirse en libertad de ponerlas en duda.
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■i
Nunca se debe dudar de la palabra de una madre.
ti) Todas las madres pueden com eter errores y uno debería sentirse en libertad de dudar de su palabra cuando esta parece equ vocada.
«activa.SEn Austin, é elE38 /o derlos sujetos s i optar r s s deslos estudiantes s s p
el 62 % por la y e W 4 % por la au.oafirmación; y en f f i r e " S í o el 15 % por la obediencia aíilia.iva y el 85 % por la autoafirma CÍÓnEnCÍ9?5, en el libro de Holtzman, DiazGuerrero y Swartz, ya citado, los autores dicen lo siguiente respecto a estos resultados. Fe interesante examinar las cuatro variantes culturales representadas por las
I misma nación , a diferencia de u ii M éxic° . í ™
g ,
, revolución norteamen
S e t l S n o ? a " a I u S d ó i l d e Chicago y Austin co m o ciud ad es
S í t d a d ? s .r „ r S p e L al m anep de la auioridad y las prem isa socio culturales relacionadas, son diferentes.
Como se advierte la sociocultura mexicana a través de éstos y o t r o s da
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cultura y, entre otras cosas, un individuo biopsíquico en crecimiento. Así, era de anticiparse y ha sido descubierto a través de la investigación que mientras mayor edad y más educación liberal tenga el individuo en México, tanto menos obediente afiliativo es; vale decir, tanto más autoafirmativo será, lo que explica el activismo del estudiante universitario mexicano contra toda autoridad. Pero de cualquier manera, los mexicanos permanecerán vulnera bles a aquellos a quienes aman o que los aman. En contraste, es precisamente la sociocultura estadounidense la que dio nacimiento a los beatniks. Es decir, que allá también la tendencia del individuo en crecimiento, y particularmente a medida que obtiene más educación, es la de rebelarse contra los preceptos culturales, entre ellos la aparente falta de amor, la búsqueda del poder individual y aquello que dice “cleanliness is next to godliness", ocasionando desmelenados beatniks , hippies, etc. Claro que la rebelión de las juventudes no siempre opta por enfrentarse a las directrices de la cultura. Otra manera de hacerlo y esto parece más común en Estados Unidos que en México es exagerar hasta la caricatura las directrices, y produce, por ejemplo, a causa del ansia por individualizarse, entre otras rarezas, streakers y punks. Sea como fuere, la obed iencia en Estados Unidos se con sidera malsana y en México ha sido tradicionalmente estimada como una virtud. Como se ha visto, las conse cuencias de los patrones socioculturales pueden ser positivas o negativas para el vivir individual y social. Se han destacado las negativas por ser las que deberían combatirse. Si se tomaran los precep tos positivos de ambas culturas, tal vez la con secu en cia sería individuos amorosos y dinámicos, firmes y complacientes, individualizados pero solidarios, tensos cuando así se requiera, reposados y tranquilos, más obedientes o autoafirmativos cuand o el serlo resulte constructivo, etc. Las sociocul turas también pueden, y en muchos casos deberían, modificarse.
INDIVIDUALISMO CONTRA COLECTIVISMO5 Durante los últimos ocho años los psicólogos Harry Triandis, estadounidense de origen griego, y Gerardo Marín, estadounidense de origen colombiano, han realizado investigaciones sobre la dicotomía de individualismo contra colectivismos, para tratar de diferenciar la conducta social de los latinoamericanos y los anglonorteamericanos. En varios aspectos, esta dicotomía tiene clara relación con la del poder y el amor y la de autoafirmación contra obediencia afiliativa, y permite, hasta cierto punto, extender las diferencias entre mexicanos y estadounidenses, y a éstos frente a los latinoamericanos. Es conveniente anotar que esta dicotomía fue considerada en los escritos sociológicos de Parsons, Riesman, Tonnies, Hsu y en el trabajo del científico transcultural Hofstede. Como apuntan Triandis y Marín, para diferenciar al individualismo del colectivismo es b ásico reconocer que algunas sociedades ponen énfasis en las necesidades, valores, metas y puntos de vista del grupo 5Excélsior, miércoles 31 de mayo de 1989.
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(colectivism o), mientras que otras socied ad es impulsan metas, actitudes y valores personales que se sobreponen só lo ligeramente, y con frecuencia nada en lo absoluto, con aquellos que respaldan los miembros del grupo (individualismo). Precisamente Marín y Triandis presentaron, durante la realización del XXIII Congreso Internacional de Psicología celebrado en Acapulco en 1984, una ponencia que después se publicó en las Memorias de este congreso, acerca del colectivismo como una característica importante de la conducta de los latinoamericanos y de los hispanos. Este último término de hispanos Qhis panics ) es la manera en que los medios masivos de comunicación estadounidenses, durante los últimos años, se refieren a los ciudadanos n orteam ericanos de origen latinoamericano o ib érico. Los autores presentan en esa ponencia una serie de interesantes estudios realizados en adultos jóvenes y en estudiantes de preparatoria, tanto anglonorteamericanos como hispanos de diversas partes de Estados Unidos. Vale la pena que lo describamos. En un estudio, en el cual se determinó el papel que los sujetos desempeñan, se descubrió que en relaciones familiares en las que una persona con más poder interactúa con una persona con menos poder, los sujetos no hispanos norteam ericanos perciben más despotismo que los hispanos y, en cam bio, los hispanos perciben y anticipan más amor, intimidad y ternura. Cuando se trata de individuos con el mismo poder, por ejemplo hermanos y hermanas, hay más tendencia a competir entre los estadounidenses no hispanos que entre los hispanos. Ahora bien, en situaciones de trabajo, sucede precisamente lo contrario. Así, en interacciones entre supervisores y subordinados los sujetos no hispanos tendieron a percibir la relación en términos de intimidad, amor y respeto, mientras que las muestras hispanas percibieron más control y despotismo y aun hostilidad en tales interacciones. En acuerdo con los datos obtenidos más recientemente por Triandis hay, en el colectivismo, una tendencia a ser parciales a los miembros del grupo al que se pertenece y una propensión a ser hasta hostiles en relación c on otros grupos. Esto, cuando menos, en determinadas circunstancias como la que se apunta de las relaciones dentro del trabajo. En la misma ponencia Marín y Triandis se refieren a datos de otros autores y presentan datos obtenidos por ellos que tienden a confirmar que los hispanos procuran evitar el competir con los demás, destacan los valores de coo pera ción y ayuda en las relacion es interpersonales y consideran también de mayor importancia que los no hispanos, las obligaciones mutuas, el apoyo y la cercanía entre los miembros de la familia y dentro de un mayor fami lismo, que incluye a parientes más allá de la familia nuclear. Para los valores personales, los estadounidenses no hispanos tienden a preferir la honestidad y la moderación, que son valores individuales, mientras que los hispanos prefieren la sensibilidad, la lealtad, la simpatía, la consideración y el conformarse, valores que son claramente sociales. En un curioso estudio, en donde los sujetos indicaban la probabilidad de que una conducta positiva o una negativa ocurriera entre distintos pares de personas, descubrieron que los estadounidenses no hispanos pensaban que repu
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diar la opinión de la otra persona, argumentarle, levantarle la voz, decirle lo que hizo mal y hasta menospreciarla, ocurriría más frecuentemente. En cam bio, los hispanos pensaban que reconocer las habilidades de la otra persona y mostrar respeto hacia ella suced ería co n mayor probabilidad. A partir de éste y otros estudios, los autores consideran que los hispanos prefieren en las interacciones personales las conductas positivas y buscan evitar las negativas, lo que constituye una faceta más del colectivismo. A partir de éstos y de otros estudios más recientes, Triandis reitera que en las culturas colectivistas las metas del grupo tienen primacía sobre las metas de los individuos. En las culturas individualistas, las metas personales tienen primacía sobre las metas del grupo. En las culturas colectivistas, el comportamiento queda reglamentado básicamente por las normas del grupo; en las culturas individualistas se reglamenta fundamentalmente por lo que le guste o disguste al individuo y por análisis de costobeneficio. En las culturas colectivistas hay mucho énfasis en lo jerárquico. Generalmente el padre es el jefe indiscutible y los hombres tienen más poder que las mujeres. Aún más, Triandis opina que el buscar la armonía y el lavar los trapos sucios en casa son atributos importantes. Se supone que el grupo debe ser homogéneo en opinión, que no debe haber desacuerdos internos y que, particularmente, si éstos suceden, no deben ser conocidos por los grupos externos. En las culturas individualistas, la confrontación dentro de todo grupo es aceptable y supuestamente hasta deseable. El destino compartido, el logro de grupo y la interdependencia dentro del mismo se destacan en las culturas colectivistas; el destino personal, los logros personales y la independencia del grupo se destacan en las culturas individualistas. Ahora bien, el valerse a sí mismo tiene distinto significado en estos dos tipos de socioculturas; en las colectivistas significa: “no soy una carga para el grupo”; en las individualistas significa: “puedo hacer lo que se me antoje”. El yo queda definido como un apéndice del grupo en las socioculturas colectivistas y como una entidad distinta y separada en las culturas individualistas. Así, cuando se les pide que escriban 20 afirmaciones que empiecen con “Yo soy.. .”, los colectivistas usan respuestas relacionadas con los grupos, por ejemplo: “yo soy mexicano”, “yo soy católico romano”, “yo soy hijo”; mientras que los individualistas utilizan atributos personales. En un tra bajo presentado en el XXIV Congreso Internacional de Psico logía en 1988, en Sydney, Triandis indica: El po rcen taje de respuestas que tienen pe rtinencia a alguna “entidad soc ial” puede variar desde 0 a 100 % de persona a persona. El promedio para muestras colectivistas ha sido cuando es bajo, de 29 % de las contestaciones (hawaianos de ascendencia asiáticooriental) y tan alto como 54 % (estudiantes de la Repú blica Popular China), mientras que los promed ios en muestras individualistas han sido tan bajos como sólo el 15 % y cuando ha sido alto, de 19 % (estudiantes de Illinois).
Ciertos valores como el logro, los placeres y el competir son puestos de relieve por los individualistas más que por los colectivistas, mientras que la
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integridad y seguridad de la familia así com o la obed iencia y la conformidad son valorados mucho más por los colectivistas. Esta sugestiva dicotomía de individualismo contra colectivismo y el número de estudios transculturales que hasta el presente se han llevado a cabo, al men os permite visualizar ciertas maneras de ser en las cuales los latinoamericanos somos homogéneos y que pueden diferenciarnos en maneras de ser sociales, particularmente de los anglonorteamericanos.
Flexibilidad contra severidad Hace ya muchos años en una reunión en Dallas, Texas, en donde entre otras cosas se buscaba comprender mejor ciertos contrastes entre la personalidad de los estadounidenses y los mexicanos, el autor de este trabajo se refería a la tendencia tradicional de los mexicanos de ser, en situaciones sociales, dóciles y com placientes con los demás. El doctor Wayne Holtzman de la Universidad de Texas, quien junto al suscrito presidía el panel, dijo entonces: Los estadounidenses tienden a ser como los robles y los mexicanos como los sauces del río, y esto tiene implicaciones para la salud mental. Así como frente a un huracán el roble por su firmeza se quiebra y el sauce se cimbrea, frente a frustraciones extremas el estadounidense tiende a enfermarse y el mexicano simplemente se resigna o adapta. La constelación de características en los artículos anteriores que ofrecen diferencias de personalidad entre mexicanos y estadounidenses, sugieren que debe haber discrepancia también respecto al grado de flexibilidad y de severidad. No tenemos datos en relación con esto pero, de realizarse estudios, apostaríamos a que la mayoría de las siguientes características estarían más desarrolladas por término medio en los estadounidenses: serio, estricto, firme, severo, adusto, duro, inflexible, exigente, minucioso, quisquilloso, áspero, intransigente, intolerante, seco, disciplinado, puritano, inconmovible, incorruptible, rígido. En cambio, estas otras características estarían, también por término medio, más desarrolladas en los mexicanos: flexible, amoldable, acom odaticio, condescen diente, servicial, conciliador, indulgente, generoso, contemporizador, tolerante, conformista, resignado, obediente, dócil, complaciente, sumiso, doblegado, avenido, adaptable, corruptible. La importancia de esta nueva distinción es enorme. La flexibilidad y la severidad pueden ambas ser características extraordinariamente positivas para el individuo o la sociedad que las apruebe y ejerza, pero también pueden ser extraordinariamente negativas. Por motivos que desconocemos, las sociocul turas promueven a las características personales en una sola dirección. Ser flexible es generalmente de gran valor para mantener una buena salud mental; ser firme y severo es generalmente de gran valor en asuntos éticos y morales. Una vez más, conciliar estas maneras polarizadas de entender el comportamiento, ponen de manifiesto que ser flexible es maravilloso para ciertos problemas y definirlos, y el ser severo es excelente para otros problemas y definirlos, tiene que ser parte de la educación familiar y formal en ambas
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culturas. Sólo el actuar así respecto a las muchas dicotomías, que se han venido ilustrando entre m exicano s y estadounidenses, permitirá el nacimiento de una sociocultura superior a ambas.
Simpatía contra eficiencia Los conocim ientos derivados del individualismo contra el colectivismo y los alcanzados por estudios acer ca de la sensibilidad contra la independencia del entorno que examinaremos más adelante, arrojan luz que permite comprender otra dicotomía importante. En México, como desmostramos en otro estudio, ser simpático es sinónimo de ser bueno. Un individuo es simpático si es cortés, alegre, gracioso, atento, jovial, encantador, comunicativo, cariñoso. Una persona con algunas o con todas estas características es enormemente aceptado en México. Al simpático se le abren todas las puertas y se le ofrecen todo tipo de oportunidades. En Estados Unidos, en cambio, la característica más importante es la eficiencia. Las puertas están abiertas y las oportunidades se ofrecen al que sea eficiente, aunque resulte antipático. Ahora bien, es relativamente fácil diagnosticar la simpatía; pero es difícil determinar la eficiencia. En parte debido a esto los estadounidenses han insistido en buscar formas objetivas de demostrar capacidad y eficacia En este aspecto, en insistir en la demostración objetiva sobre la intuición subjetiva al decidirse por los méritos de una persona, los estadounidenses llevan muchos años de ventaja. En la apreciación de lo bello, en el desarrollo de lo subjetivo y de la fantasía, la ventaja parece ser de México. Si todos los simpáticos fueran también eficientes, México habría ya alcanzado desarrollo óptimo. Un cierto número por desgracia no sabemos cuántos de los considerados simpáticos son también personalidades psicopáticas; es decir, sujetos peligrosamente egoístas, manipuladores y explotadores, amorales y totalmente incapaces de aprender de sus errores. Para los estadounidenses el problema es que no siempre los eficientes son honestos, pero todo parece indicar que mayor número de los eficientes son honestos, que el que existe de simpáticos que también sean eficientes.
MASCULINIDAD-FEMINIDAD6 La palabra machismo que ahora se utiliza en muchos lugares del mundo parece haber sido originada en México. Si, como hemos visto, al hombre mexicano se le asignó históricamente todo el poder y a la mujer mexicana todo el amor, podríamos fácilmente concluir que el machismo tendría que originarse en México. Todo parece indicar, sin embargo, que los culpables más inmediatos de esto fueron anécdotas acerca de Pancho Villa, así como los elegantes y temibles charros m exicanos, con sus grandes sombreros y sus 6Excélsior, jueves
lo. de junio de 1989.
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dos pistolas, tal com o fueron repetidamente en carn ado s en las películas mexicanas de la vida campirana. No obstante, quienes han tenido la oportunidad de ver una buena muestra, tanto de películas estadounidenses con vaqueros y de películas mexicanas con charros, podrán detectar inmediatamente un oran número de fascinantes diferencias. En las películas de vaqueros en el Oeste Medio hay mucho cabalgar, mucha violencia, muchos enfrentamientos a balazos y el héroe termina logrando que los dueños legales retengan su rancho o aún mejor, termina defendiendo con éxito su rancho o poseyendo un rancho y, secundariamente, se casa con la heroína. En las películas de charros hay mucho cabalgar, menor violencia, algunos encuentros a balazos, muchas serenatas y mucha música y baile, y el héroe termina casándo se con la mujer de sus sueños, por la cual fundamentalmente peleo durante toda la película y a veces también puede terminar poseyendo un rancho. Hay, sin duda, mucha más relación tierna y sentimental de hombre a mujer en las películas de los charros que en las películas de los vaqueros. ¿Será posible que, a pesar de todo, haya mayor, o peor, machismo en Estados Unidos que en México7 La Editorial Trillas publicó un libro titulado El mundo subjetivo de mexicanos y norteamericanos, del que somos coautores el doctor Lorand Szalay, estadounidense de origen húngaro, y yo. De este libro me permitiré transcribir parcialmente los resultados de un extenso estudio realizado con 100 universitarios estadounidenses y 100 universitarios mexicanos, con similar representación de hom bres y mujeres, ac erc a del significado psicológ ico de las palabras hombre y mujer. En ese libro se presentan y discuten los resultados respecto del significado psicológico que para estudiantes universitarios estadounidenses, mexicanos y colombianos tienen más de 50 conceptos dentro de temas tales como miembros de la familia, conceptos acerca de la aiT*ls" tad, con cepto s a cerc a de la comunidad y la sociedad, co nce pto s ace rca de amor y del sexo, de la religión y la moralidad, educación y crianza, economía y dinero, trabajo y logro, gobierno y política, así como de imágenes nacionales. Estos sentidos psicológicos se obtuvieron a través de una ventajosa técnica de asociació n de palabras cuya confiabilidad, validez y utilidad había sido demostrada en numerosos estudios anteriores.
El concepto del hombre en estudiantes estadounidenses y mexicanos Tanto a los universitarios m exican os com o a los estadounidenses se les pidió que dieran tantas aso ciac ion es libres com o pudieran entre diez provocadas por la palabra hombre. Al pensar en el concepto hombre, la asociación más com ún y que domina la imagen estadou nidense e s la de identidad viril. Esto no resultó evidente sólo a partir del enorme número de referencia s a la masculinidad y a otros elementos de la imagen hombruna, sino del numero de aso ciacio ne s a la relación contrastante, a la que respondieron con la asociación de la palabra mujer. La imagen mexicana del hombre también
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incluyó características del género, tales como las palabras masculino y m acho pero, y sólo hasta cierto punto de manera sorpresiva, el énfasis explícito so bre la masculinidad y las cara cterísticas viriles es m ucho mayor en las co nte stac ion es de los estadounidenses que en las de los mexicanos. Así, hay mayor número de aso ciacio nes entre los estadoun idenses a varón, muchacho y macho que en los mexicanos y, significativamente, un mucho mayor número de referencias a la fuerza, al poder y a la superioridad en el hombre. En cambio, las palabras bueno, bondad oso y amor son mucho más comunes en las asociaciones de los mexicanos que de los estadounidenses y la referencia a persona y a ser humano es ligeramente mayor para los mexicanos así como las asociaciones pensante e inteligente, padre y marido. La importancia de la perspectiva mexicana se hace todavía más evidente a partir de la atención considerable que los mexicanos dieron al papel familiar y social del hombre y sus relaciones con la comunidad y la sociedad. En este con texto , la noció n de hom bre com o un ser social con cualidades sociales y responsabilidades sociales es destacada. Es fascinante que desde m uchos años atrás, hayamos sostenido en conferen cias que el machismo mexicano y latinoamericano es mucho más andrógino que el estadounidense. Posteriormente veremos el significado más amplio y profundo de este término. En efecto , el macho latino, mucho más a menudo que su contraparte estadounidense, combina características de la hombría el poder, la reciedum bre, la fuerza y, en ocasiones, la vio lencia con muchos rasgos psicológicos femeninos, tales como la poesía, la música, el canto y el romance: expresividad más bien que instrumentalidad, interdependencia afiliativa más bien que autonomía. Como se indicó anteriormente, un grupo de asociaciones muestran que el punto de vista mexicano acerca del hombre se define en términos de su trabajo y su intelecto . Mientras que los estado unidenses pon en de relieve la fuerza y el poder, los atributos sobresalientes mexicanos abarcan a la razón, lo racional, el pensar y la inteligencia. Éstos vienen acompañados de una serie de cualidades sociales tales como amor, responsabilidad, amistad y bondad, contrabalanceadas por algunas características negativas tales com o malo y destructivo. Entre los papeles masculinos, aquellos de padre y de marido reciben atención primaria y entre los papeles afectivos, el amor y la amistad resultaron evidentes en los mexicanos. Finalmente, hay un grupo interesante de asociac ion es m exican as que se relacionan con el ser, la existencia y el desarrollo que no tuvieron paralelo en lo absoluto en las asoc iacion es de los estadounidenses. Estas reacc ion es parecen respaldar la observación a menudo citada de Kluckhohn y Strodt beck de que los estadounidenses son más bien orientados a la acció n, lo cual destaca el producir y el lograr; y que esto queda en contraste vivido con las culturas tradicionales, que ponen énfasis en el ser y la existencia. Los hallazgos de esta investigación parecen respaldar esta importante pero sutil distinción, que implica disposiciones que no son fácilmente accesibles a la investigación empírica. Es importante añadir que la imagen del hombre
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que tienen los mexicanos mostró una congruencia verdaderamente íntima con la imagen que se obtuvo en un estudio con' 100 universitarios colombianos.
Lo ideo de mujer en estudiantes mexicanos y estadounidenses En los estadounidenses la imagen de mujer también está dominada por el contraste varónhembra. Una vez más, hay un enorme número de asociaciones a dama y hembra y también a la relación contrastante hombrevaron. Es interesante que el énfasis acerca de las asociaciones sexo y sexual sea mayor para los estadounidenses que para los mexicanos. En la imagen mexican a los atributos sobresalientes incluyen cualidades humanas y sociales com o amor, bondad, comprensión y sinceridad. Los mexicanos también prestaron atención especial al papel de la mujer en el contexto de la familia, como madre y en la crianza de los hijos. Este papel es así mismo importante a los ojo s de los estadounidenses, al igual que algunas de las características humanas, pero definitivamente, ese tipo de asociación aparece con menor frecuencia que en el caso de los mexicanos. La apariencia personal recibió casi igual número de asociaciones para ambos grupos, que se refirieron tanto a la belleza como al atractivo y el encanto de la mujer. Es interesante destacar que las asociaciones de buena, necesaria y respaldo fueron mucho más frecuentes en los mexicanos que en los estadounidenses. Ahora bien, respecto a la liberación femenina y la igualdad de los sexos no hubo una sensible diferencia en el número de asociaciones y respecto a asociaciones tales como fuerte, trabajadora, inteligente, tam poco hubo diferencia significativa y la que existe es en favor de los mexicanos. Es de particular importancia indicar que en un estudio que realizamos con madres mexicanas y mexicanonorteam ericanas, se descubrió que entre todos los papeles del yo de la mujer mexicana, el que tiene mayor evaluación y potencia es el de yo como mujer. Este estudio y los correlatos que se obtuvieron en el mismo indican que la mujer mexicana tiene un concepto extremadamente importante acerca de su papel en ese sentido, cosa que le da un orgullo y una dignidad muy especiales.
La complejidad de la dicotomía masculinidad-feminidad Los doctores Janet Spence y Robert Helmreich de la Universidad de Texas, así como otros investigadores, han mostrado que la dicotomía masculinidadfeminidad esconde una interesante complicación psicológica. Desde este punto de vista, el psicológico, las mujeres varían ampliamente respecto al número de rasgos masculinos y femeninos que pueden poseer, y lo mismo se ha encontrado en el caso de los hombres. Además de hombres muy masculinos y de mujeres muy femeninas hay una enorme variedad en la com -
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posición de rasgos psicológicos masculinos y femeninos para la mayoría de los seres humanos. Existen también algunos individuos en los cuales hay un balance armonioso, y de acuerdo con varios estudios positivos, entre rasgos de tipo masculino y de tipo femenino, y a éstos se les ha llamado sujetos andróginos. Los autores arriba mencionados han demostrado, a través de sus estudios, que existen un buen número de rasgos femeninos positivos tales como sentimental, amable, servicial, comprensiva y afectuosa y una serie de rasgos femeninos negativos tales com o chillona, molona, quejumbrosa y crédula. A su vez, encontraron una serie de rasgos masculinos positivos tales com o exigente, seguro de sí mismo, persistente, estable bajo presión, así como una escala de características masculinas negativas tales com o arrogante, dictatorial, convenenciero y hostil. Pronto se descubrió que la mayoría de las características que definían la masculinidad eran muy semejantes a los rasgos que el sociólogo norteamericano Parsons había llamado instrumentales y que un gran número de las características que definían a la feminidad se acercaban considerablemente a lo que el mismo autor había llamado rasgos expresivos. En efecto, todo parece indicar que los hombres, mucho más a menudo que las mujeres, están interesados en resolver problemas, actuar sobre el ambiente y alcanzar logros; y que las mujeres más a menudo se inclinan por aspectos expresivos y de comunión. De cualquier manera, de todo lo que precede parece reiterarse que hubiese sido más apropiado que el machismo se originara en Estados Unidos y no en México. En efecto, en este nuevo contexto, los estadounidenses tienden a ser más instrumentales que los mexicanos y los mexicanos en general, más expresivos y propensos a la comunión que los estadounidenses. Ahora bien, si el folklor de las películas de vaqueros contra las películas de charros está expresando realmente tendencias culturales fundamentales, sería fácil también llegar a la opinión de que los mexicanos serán más andróginos que los estadounidenses. Hay, sin embargo, una interesante complicación. Laosa, Swartz y Díaz Guerrero señalaron en 1974, en la revista Developmental Psychology, que cer ca de 40 0 niños y ado lescentes estadounidenses y m exicanos de edades entre nueve y 18 años, de ambos sexos, diferían casi siempre respecto al grado de masculinidad y feminidad con el que dibujaban a la figura humana. Los dibujos de mujeres eran más femeninos y los de los varones más masculinos en el caso de los sujetos m exicanos que en el de los estadounidenses, en los cuales frecuentemente desaparecían las características sexuales diferenciales. Todo esto se interpretó en términos de que, tradicionalmente, la cultura mexicana ha tratado de hacer que el hombre sea cada vez más viril y la mujer cada vez más femenina. Hasta hubo un ministro de Educación Pública que sostuvo que una de las metas de la educación pública mexicana era hacer a los hombres más viriles y a las mujeres más femeninas. En cam bio, la tendencia en Estados Unidos es a tratar de disminuir la diferencia en tre ambos sexos, tanto en el vestir como en el tipo de actividades que se realicen. Sin embargo, debemos darnos cuenta de que esta diferenciación de los
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sexos es de tipo instrumental, es decir, se están haciendo cosas para que los sexos dejen de ser diferentes entre sí. En cambio, si bien se trata en México de que el varón sea cad a vez más viril y de que la mujer sea ca da vez más femenina, dentro de las características viriles del varón está precisamente, y con gran insistencia, la de que pueda enamorar a las mujeres; es decir, de que logre hacerlas caer en sus redes y para poder hacer esto, el mexicano ha tenido que desarrollar un buen número de características casi universalmente clasificadas como femeninas como son el hacer poesía, el amar a la música por encima de muchas otras cosas, el cantar, etc. Además, es indiscutible que el mexicano ha tenido una madre mucho más sentimental y am orosa, a veces excesivamente, que el hombre estadounidense. Esto viene entonces a resolver una aparente contradicción. En efecto, los papeles de los sexos están bien diferenciados en México, pero los rasgos de los individuos, debido a razones culturales, han permitido que la comunicación afectiva entre mujer y hombre se facilite, fundamentalmente haciendo que los mexicanos sean más expresivos, si bien menos instrumentales que los varones estadounidenses.
SENSITIVOS AL ENTORNO CONTRA INDEPENDIENTES DEL ENTORNO7 La década de 1940 llegaba a su fin cuando Hermán Witkin y sus colab oradores realizaron una larga serie de curiosos experimentos. En uno de ellos colo cab an a los sujetos en un cuarto totalmente oscuro, ex cep to porque frente a ellos se podía observar una barra luminosa suspendida dentro de un marco también luminoso. Tanto la barra como el marco podían ser inclinados independientemente. La prueba a la que eran sometidos los sujetos se iniciaba cuando tanto el marco como la barra luminosa se encontraban inclinados y se pedía que el sujeto dirigiera al experimentador para poner la barra en una posición que el sujeto considerara com o la vertical verdadera. A los sujetos que tenían éxito en esta tarea se les llamaba independientes del entorno. Otros sujetos tendían a orientar la barra en relación con el marco luminoso, aun cuando éste estuviese sumamente inclinado. A éstos se les denominaba sensitivos al entorno, es decir, sus percepciones dependían considerablemente del medio circundante. Otro experimento resultó todavía más esclarecedor. Los sujetos eran colocados en una cámara que, como aquellas antiguas casas de la risa, podía ser inclinada fuertemente. En el cen tro de la cámara había un sillón que tam bién podía ser inclinado, independientemente de la inclinación de la cám ara. En este caso, a los sujetos se les pedía que se sentaran en el sillón, que podía estar inclinado hacia un lado mientras que la cámara estaba inclinada hacia el otro. En seguida se les pedía que colocaran el sillón en posición vertical, sin importar la posición de la cámara. Algunos de los sujetos lograban 7Excélsior, viernes 2 de junio de 1989.
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ponerse en posición estrictamente vertical, independientemente de la inclinación de la cámara. Otros sujetos indicaban que estaban en posición totalmente vertical cuando lograban poner al sillón de tal manera que estuviese vertical en relación con la inclinación de la cámara. A los primeros se les consideró independientes del entorno y a los segundos, sensitivos al entorno. Otros sujetos quedaban entre estos dos extremos y eran más o menos sensitivos o independientes del medio. Fue a través de éste y otros tipos de experimento co m o el doctor Witkin y sus colaborad ores concluyeron que los independientes del entorno utilizaban las sensaciones de su cuerpo para alcanzar la vertical, mientras que los sensitivos al entorno negaban por com pleto las sensaciones de su cuerpo y dependían exclusivamente de las claves y estímulos visuales que les daba su ámbito. Pero quizá lo más importante de todas estas investigaciones fue que Witkin y sus colaboradores descubrieron que estas tendencias a guiarse por el entorno o a guiarse por las sensaciones internas, se podían demostrar con la misma claridad en una tarea aparentemente sencilla. En efecto, descubrieron que los sensitivos al entorno eran poco capaces para extraer una figura simple que estuviese oculta entre trazos complejos, mientras que los independientes del entorno eran hábiles para desentrañar figuras escondidas en un fondo complejo. A partir de este descubrimiento, Witkin desarrolló la prueba psicológica que lleva su nombre: la prueba de figuras ocultas, de Witkin. Ahora bien, lo extraordinario de todo esto es que la prueba de Witkin se aplicó, en el estudio tantas ve ces citado de Holtzman, DíazGuerrero, Swartz y colaboradores, a todos los niños y adolescentes mexicanos y estadounidenses de 10 o más años de edad. Hubo una diferencia constante, uniformem ente significativa, en las calificac ion es de la prueba entre los escolares mexicanos y estadounidenses y esto sin importar la clase social, el sexo o la edad de los sujetos. Los estadounidenses son, en términos generales, claramente más independientes del medio que los mexicanos y éstos a su vez son claram ente más sensitivos al entorn o que los estadouniden ses. Quizá todavía más interesante sea el hecho de que el varón estadounidense es el más independiente al medio, seguido de la mujer estadoun idense; en terce r lugar apa recen los varon es m exicanos y en último lugar las mujeres m exicanas. Esto es precisam ente lo contrario de lo que suced e respec to a la sensitividad al entorno, es decir, la mujer mexicana es la más sensitiva de todos los grupos al ámbito, seguida por el varón mexicano, que resulta acercarse en este respecto a la mujer estadounidense; y en último lugar aparece el hombre estadounidense. Pero aún esto no es, ni con mucho, la parte más importante de la historia. En docenas de investigaciones llevadas a cabo en Estados Unidos y en otros lugares del mundo se ha demostrado que el ser sensitivo o independiente del entorno visual tiene un gran número de repercusiones respecto a variadas características, tanto en lo que respecta a procesar la información que recibimos del ambiente como respecto de rasgos de personalidad. He aquí lo que se ha descubierto respecto a estas maneras contrastantes de reaccionar al ambiente.
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El desempeño intelectual No se han detectado diferencias promedio en inteligencia entre los individuos independientes del ámbito y los sensitivos. Sin embargo, para cierto tipo de tareas dentro de las pruebas de inteligencia sí se han enco ntrado diferencias, como veremos más adelante. En la prueba de inteligencia de Wechs ler hay una serie de subpruebas para los que no existen diferencias. Entre éstos están los que forman parte del factor de capacidad de comprensión ver bal tales com o la prueba de vocabulario y las de inform ación y com prensión. Hay otro factor en donde la aten ciónconc entración son esenciales, que queda representado por sub pruebas tales com o la de aritmética o la de símbolos en dígitos, para los que tampoco hay diferencias. Pero hay un tercer factor que puede considerarse c om o factor analítico y que está representado por la subprueba de diseño con cubos, ensamble de objetos y completamiento de figuras. En esta parte de la prueba de inteligencia existe diferencia en favor de los independientes del ámbito, ya que se trata, en cada uno de las prue bas, de en tresacar elemen to s a partir de un contexto organizado. Esta ventaja se refleja particularmente cuando se trata de tareas en las cuales para resolver, por ejemplo, un problema haya necesidad de entresacar un elemento. En los libros de texto de psicología general con frecuencia se mencionan ejemplos de este tipo de problemas. Hay uno en el cual el investigador entrega al sujeto una estaca o palo y le indica que su tarea es la de atravesarlo, de tal manera que quede fijo en la puerta de un cuarto del laboratorio. El problema es que la estaca no es lo suficientemente ancha y se requeriría algo como una cuña o calce para fijarla. Hay una mesa en el cuarto y encima de ella hay una botella cuyo tapón tiene exactamente las dimensiones necesarias para servir de calce a la estaca, a fin de que ésta quede fija en el marco de la puerta. Se ha demostrado experimentalmente que éste es un problema que resuelven con facilidad los independientes del ámbito, pero que les cuesta mucho trabajo y con frecuencia no pueden resolver los sen sitivos al entorno. Es como si para ellos, el tapón de la botella quedase escondido en su función de taparla y no puede ni tiene por qué ser considerado para estructurar la solución en que la estaca sea completada con él para quedar fija en el marco de la puerta. Así, aquellas person as que enc uentran dificultad en desentrañar una figura simple de un diseño co m plejo en la prueba de figuras ocultas, tienden a no ser muy buenos para resolver el tipo de problemas que requieren aislar un elem ento es enc ial de un contex to diferente. Quizá es por esto que se ha com pro bad o que los sensitivos al entorno tienden a tener voca ción y capacidad por las humanidades, mientras que los independientes del ámbito muestran inclinación y también capacidad para las ciencias y las matemáticas. He aquí una interesante razón psicológica que permite comprender el mayor desarrollo de las humanidades y las artes en México y el mayor desarrollo de la tecn ología en los Estados Unidos. Es importante aclarar que si bien por término medio los ang lono rteam ericanos son independientes y los m exican os sensitivos al entorno, hay en cad a nación gran variedad de individuos. En México los indep endientes del ámb i-
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to son relativamente raros, pero los hay. Muchas veces he recomendado, ante oídos no siempre sord os, el uso de la prueba de Witkin para, por ejem plo, seleccionar mayor número de profesores normalistas que puedan, con ventaja, prepararse para enseñar las matemáticas y las ciencias.
Las relaciones interpersonales y sociales Otra serie de estudios han demostrado con claridad que mientras los independientes del ámbito parten de estímulos o de información interna para formar sus opiniones, realizar juicios o alcanzar un acuerdo para resolver un conflicto, los sensitivos al medio son más capaces de aceptar los puntos de vista de los demás en cada una de las actividades arriba referidas. Así, los dependientes del ámbito siempre están más atentos a los posibles estímulos sociales que los independientes del ámbito y tienden, así mismo, a mostrar un fuerte interés por los demás y prefieren estar físicamente cercanos a otras personas. Emocionalmente son abiertos y giran en torno a las situaciones sociales; tienen, pues, a diferencia de los independientes del entorno, una orientación interpersonal. Los independientes del entorno, al mostrar características opuestas a las anteriores, delatan más bien una orientación impersonal. La bibliografía existente acerca de los atributos personales de los individuos que tienen un estilo cognoscitivo, sensitivo o independiente del entorno son muy interesantes. Éstas provienen tanto de juicios introspectivos com o de juicios realizados acerca de los individuos por otras personas. Así, adjetivos descriptivos de la personalidad de sujetos relativamente más sensitivos al ámbito son los siguientes: amigables, considerados, cálidos, afectuosos, corteses, discretos, cautos y abiertos. Son personas que no juzgan y más bien aceptan a los demás, gustan de la gente y le caen bien a los demás, hacen que se sientan a gusto con ellos. En contraste, la descripción de los individuos independientes al medio incluye, entre otras características, la de ser desconsiderados, rudos, exigentes, ambiciosos, interesados por el poder, oportunistas y manipuladores. Así pues, es mucho más probable que los sensitivos al medio se lleven mejor con los demás que los independientes del entorno. Como se ve, los sensitivos al medio tienen una serie de habilidades sociales que son mucho menos evidentes en los independientes del ámbito. Esto ha sido contrastado con la mayor habilidad de los independientes del medio en los análisis de tipo cognoscitivo y en la estructuración y reestructuración de campos de observación o de resolución de problemas. Por eso es que tanto Witkin com o su colabo rador Goodenough concluy en que la dimensión de independencia contra sensitividad al campo de fuerzas probablemente sea bipolar, y que cada uno de estos estilos cognoscitivos contrastantes tiene com ponentes que son adaptables a situaciones particulares. Esto da por resultado que la dimensión se pueda considerar neutral desde un punto de vista valora tivo. En efecto, hay distintas habilidades y cualidades que van con estos dos estilos diferentes de seleccionar y procesar la información.
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Meconismos de defenso y potologío Como es ya casi de conocimiento popular, Sigmund Freud y después su hija Ana describieron un buen número de maneras en que los seres hum anos tratan de evitar aspectos que les son desagradables o que impliquen reconocer algo que hiera al orgullo personal, todo aquello que sea una amenaza para el yo de las personas. Pues bien, entre éstos que llamaron mecanismos de defensa se habló de unos que eran de tipo más bien analítico, como sería la racionalización y la intelectualización, en los que se buscan todo tipo de excusas aparentemente razonables para los fracasos de los individuos. Tam bién se habló de otras formas de enfrentarse a lo desagradable y a lo que disminuya al yo, como sería la represión de la evidencia o la negación directa de la misma. Pues bien, los estudios indican que los sensitivos al entorno tienden a usar, cuando se defienden de las cosas que les disgustan, la negación y la represión y los independientes del ámbito utilizan fundamentalmente la intelectualización y la racionalización. Más allá de las defensas utilizadas, hay evidencia que indica que también los síntomas cuando se enferman son diferentes; así, los sensitivos al entorno parecen mostrar co n más frecuencia problemas de propia identidad, es decir, tienden a no saber quiénes son o cuál es su papel y, además, manifiestan muy poco esfuerzo por mantener o precisar su identidad. Estos síntomas se consideran sugestivos de problemas de dependencia, de falta de un desarrollo adecuado de controles, que resultan en un funcionamiento hasta cierto punto caótico y manifestado también por pasividad y fatalismo. Ahora bien, respecto a padecimientos mentales, varios estudios han demostrado una marcada sensitividad al entorno en grupos clínicos tales com o alco hó licos crónicos, o besos, niños asmáticos, niños enu réticos, histéricos, personas con problemas cardiacos funcionales, individuos que somatizan sus problemas y niegan tener problemas psicológicos, pacientes cuyos síntomas fundamentales son afectivos. Por otra parte, los trastornos que se han encontrado entre los independientes del ámbito incluyen delirios, ideas expansivas y eufóricas de grandeza, agresividad, aumento de la actividad ideatoria y una tremenda, intensa, lucha por mantener la identidad. Es así que se ha descubierto que los paranoides, los neuróticos obsesivocompulsi vos y los esquizofrénicos ambulatorios tienden significativamente a calificar como independientes del campo de fuerzas en la prueba de Witkin.
El origen de lo sensitividad contra la independencia del entorno Un gran número de estudios han venido a confirmar cuán determinante es, para que los niños crez can sensitivos o independientes del ámbito, el ec o sistema en el que nacen y crecen , particularmente lo qué los científicos sociales llaman su socialización, es decir, en términos locales, la educación que en cada sociocu ltura reciben de sus padres. Como Holtzman, DíazGuerrero, Swartz y colaboradores expresaron en el tantas veces citado libro Desarrollo
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de la person alidad en dos culturas, la sociocultura m exicana parece hecha a molde para inducir sensitividad al medio y la estadounidense, para fomentar independencia. Pero más allá de la especulación seria existe el hecho demostrado, por varios coleg as y por nosotros, de que mex icano s co n altas calificaciones en las escalas psicológicas desarrolladas por el autor de este trabajo para medir mexicanidad tradicional, son tanto más sensitivos al entorno en la prueba de Witkin cuanto más mexicanos trad icionales son y tanto más indepen dientes del medio cuanto más se rebelen con tra las premisas socioculturales mexicanas. Lo que resulta fascinante es que con una sencilla prueba psicológica, no de informe verbal, sino que requiere demostrar una habilidad perceptual, se pueden diferenciar por término medio a mexicanos y anglonorteamericanos, y que esa sencilla prueba ratifique muchos de los contrastes que hemos ilustrado en este trabajo. Vale, pues, la pena decir algo más acerca de ella.
Otros características de la prueba de Witkin Se ha descubierto que si bien cada individuo mantiene en forma persistente sus características de ser independiente o sensitivo al entorno, es decir, que dentro del grupo total al que pertenece se mantiene en la misma posición año tras año, hay una definida tendencia evolutiva entre los cinco y los 15 años de edad, de tal manera que durante este periodo se da un incremento en el grado de independencia del medio. Después de los 15 años, el nivel alcanzado se mantiene en todo s los individuos, en forma más o m enos igual, hasta los 40 años. La estabilidad de la manera característica, sea independiente o sensitiva al entorno de percibir al mundo, es tan notable que en el traba jo de Holtzman, DíazGuerrero, Swartz y co laboradores, en el que se siguió a diversos grupos de niños y adolescentes mexicanos durante un periodo de seis años, se descubrió que esta prueba de figuras ocultas era la más estable, a través de los años, de toda la extensa batería de pruebas que se utilizaron. Algunos estudios indican que más allá de los 40 años, a medida en que se entra en las etapas de la vejez, hay una tendencia hacia una mayor sensitividad al campo. Estudios con grupos geriátricos han demostrado que son muy dependientes del medio, aunque los sujetos de la misma edad que aún traba jaban mostraron mayor independencia del ám bito que los que se habían retirado. Por otra parte, y esto se ha demostrado en todas las nacion es en donde se ha estudiado, a partir de los cinco a ocho años de edad los hombres se muestran persistentemente como más independientes del ámbito y las mujeres más sensitivas al entorno. Por éstas y las anteriormente enumeradas características de esta importante y confiable manera de medir percepción, co gnición y aspectos de la personalidad, la prueba de Witkin debería ser mucho más co no cid a y utilizada de lo que ha sido en los últimos años en México. Ha sido evidente como, en esta parte de nuestro trabajo, nos ha permitido ratificar muchas de las afirmaciones que se habían hecho en las partes anteriores.
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EPÍLOGO8 Es extremadamente importante que el lector se percate de que las anchurosas categorías diferenciales, que hemos descrito en las partes anteriores, han sido desarrolladas a través de la historia para cada una de las dos sociedades y que los individuos crecen según estos esquemas a través de la influencia de las personas que los socializan y que los individuos tienen la opción de conformarse, exagerar o rebelarse contra los mandamientos de sus socioculturas. En nuestros estudios hemos descubierto que los que más se rebelan contra su sociocultura tradicional son los que reciben mayor educación formal. Los mexicanos, como los estudiantes latinoamericanos, son bien conocidos por su activismo, al igual que los estudiantes estadounidenses son bien conocidos por lo contrario y por engendrar beatniks, freaks, hippies, Jesús peop le, punks, etc. Todo el mundo puede observar que el independiente y personocéntrico niño estadounidense se convierte en el viejo estadounidense que busca la comunión. Los adultos estadounidenses han creado el mayor número que conozcam os de círculos, clubes y asociaciones. En estas organizaciones, repetidamente, se desarrolla una muy estricta estructura jerárquica y si nos detenemos a observar la vestimenta utilizada en las ceremonias de estos grupos, se puede fácilmente concluir que estos estadounidenses están tratando de revivir su infancia, ahora dentro de una estructura jerárquica dogmática. Este ejemplo ilustra que en cada sociocultura existen cambios en el com portam iento de los individuos durante su desarrollo. Éstos, sin embargo, son generalmente reacciones a los temas principales de cada sociocultura, de allí que la variedad de su conducta frecuentemente se limite a ser un reflejo, una exageración o una antítesis a las órdenes específicas de su socio cultura. Resulta particularmente interesante abordar no sólo las reacciones de re beldía a la sociocultura propia, sino también algunas de las exageraciones que se hacen de la misma. Durante mis años de estudiante de medicina y posteriormente en mi actividad como psiquiatra, me impresionaba la gran cantidad de enfermos esquizofrénicos es decir, locos en nuestros hospitales, que a través de su comportam iento venían a exagerar algunas de las virtudes mexicanas. Frecuentemente entre ellos había profetas, individuos que promulga ban su religión, personas con tenden cias bohemias, filosóficas o bien existen ciales, y claro, con frecuencia recuerdo aquella dama regordeta que insistía en que era la reina del universo pero que a veces, en su incapacidad de concebir su identidad con precisión, de pronto declaraba que era ¡la reina de la universidad! De cualquier manera, los loc os violentos no eran lo com ún entre nuestros esquizofrénicos. Esto se trae a colación porque, como en una ocasión afirmó el doctor Juris Draguns, a menudo la enfermedad mental es simplemente una caricatura grotesca de la normalidad en cada cultura. Esto también permite comprender que con cierta frecuencia los esquizofrénicos estado8Excélsior, sábado 3 de junio de 1989.
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unidenses se distingan por sus violentas reacciones, en las que validos de las armas más poderosas llegan a matar a muchos ciudadanos pacíficos y, en un caso reciente, un gran número de niños. De allí que valga la pena recordar, y reiterar, lo peligroso que es que la sociocu ltura m exicana considere a la ob ediencia una virtud, por lo que esto pueda redundar en desatado servilismo y corrupción, y lo peligroso que es que en la cultura estadounidense la idea de agresividad sea aceptable socioculturalmente y que pueda redundar en violencia y en casos de locura que desembocan en grotescas matanzas. Lo fascinante de todo este deterninismo cultural de la conducta humana es que, al parecer, también cada sociocultura, por sus mandatos, satisface cierto grupo de necesidades humanas y deja otras insatisfechas. Así, por ejemplo, en el estudio de Holtzman, DíazGuerrero y Swartz tantas veces citado, descubrim os que mientras los niños estadouniden ses tenían necesid ad de amor, los niños y adolesce ntes m exican os tenían necesidad de independencia. Es interesante que en un estudio que nosotros realizamos hace ya muchos años, comprobamos que las necesidades más fuertemente satisfechas en adolescentes mexicanos eran las del amor y de la amistad y una de las más fuertemente insatisfechas era la necesidad de justicia. Todo esto indica la urgente necesidad de seguir investigando estos aspectos psicoculturales que son indispensables para poder, de manera apropiada, establecer planes respecto a la formación psicológica de los sujetos de cualquier nación. Que la cultura es una tremenda fuerza determinante de la conducta de los seres humanos, no creo que para estas fechas necesite ser reiterado. Quizá donde se la vea recientemente en todo su esplendor es en las naciones árabes, y la potencia del mandato del fundamentalismo mahom etano explica, según algunos observadores, el radical compo rtamiento que exhibía el Ayatola Jomeini. En el número de marzo de 1989 de ítems, el boletín del “Social Science Research Council” de Estados Unidos, se dice respecto al Islam: “La naturaleza del individuo, los derechos individuales y la organización legítima de la autoridad política están profundamente encadenados a las ideas religiosas” (pág. 1).
Abnegoción contra egocentrismo Pero antes de terminar con la diferenciación entre el comportamiento de los mexicanos y de los estadounidenses me p arece indispensable, exagerando un tanto para destacar con claridad el contraste, que nos refiramos a una dimensión dicótom a que pudiera, de manera más profunda, relacionarse con el gran número de interesantes aspec tos diferenciales descritos co n anterioridad. Nos referimos, en el caso de los mexicanos, a la abnegación y sus profundas raíces históricas y en el caso de los estadounidenses al egocentrismo, es decir, el centrar el poder, la libertad y todo lo que pueda dar la naturaleza humana en el individuo. En el Diccionario enciclopédico Quillet se define abnegación como:
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“Sacrificio, renunciamiento: hac er abne gació n d e sí mismo”. Y luego se c on tinúa con una sección de historia que dice: “En Grecia y Roma se denominaba sacrificio de abnegación o simplemente abnegación a un acto religioso que consistía en sacrificar la propia persona; se ofrecía así una víctima a los dioses infernales, con el fin de ahuyentar alguna calamidad pública... En tiempo del Imperio, en que la salvación del Estado parecía unida a la persona del soberano, los aduladores introdujeron la costumbre de sacrificarse por él, con el fin de desviar de la persona del Emperador las desgracias que pudieran amenazarlo (tomo 1, pág. 15).
Hay pues anteceden tes grecolatinos para el tipo de ab negación que ocurriera con tanta intensidad en culturas prehispánicas. Entre los aztecas, además del sacrificio humano de los cautivos de las guerras floridas, había una clara tend encia a la abnegación, aun por sacrificio humano. En esta colectividad la supervivencia de la sociedad estaba muy por encim a de la supervivencia de los individuos. Existía entre los aztecas una extraordinaria aprobación social por que los individuos se humillaran, se minimizaran y autodevaluaran en público. El peso histórico de la predisposición a la abn egación en los mexicanos se agranda cuando las mujeres indígenas, cuya posición social era aún inferior a la de los hombres indígenas, resultaron ser las infravaloradas esposas o las concubinas de los invasores. Como vimos al hablar del amor y el poder en México y en Estados Unidos, a raíz de la conquista, el conquistador el poderoso, el macho, el español y la conquistada la hembra, la subyugada, la india se unieron para dar nacimiento al mestizaje mexicano. De allí al legendario nacimiento de la madre mexicana abnegada, no había más que un pequeño paso. Cuando en 1955 escribí por primera vez acerca de la familia mexicana, dije lo siguiente: “La estructura de la familia mexican a se fundamenta en dos prop osicion es fundamentales: a) la suprem acía indiscutible del padre, y ti) el necesario y absoluto autosacrificio de la madre”. Sólo postulando esto se pueden comp render un gran número de com portamientos de los mex icanos y los resultados de esos comportamientos: desde luego, la idealización y verdadera idolatría por la madre, la entronización de la Virgen de Guadalupe com o el símbolo religioso más importante, la tremenda importancia que hemos demostrado en variados estudios de la actitud que los m exicanos tengan respecto a su madre para su conducta tanto normal como patológica.
Que lo abnegación en los mexicanos es superior a la de otros países se mostró con claridad en un importante estudio Al finalizar la década de los sesenta y en co labo ración c on el doctor Charles Osgood de la Universidad Estatal de Illinois y con 18 otros investigadores principales en otras tantas naciones con lenguajes distintos, estudiamos el significado psicológico del yo en adolescentes de segundo año de escuelas
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secundarias oficiales en cada lugar. Este tipo de investigación permitía determinar cuánto se valoraba al yo, cuánto poder se consideraba que tenía el yo y cuánta dinámica desarrollaba el yo individual. Pues bien, entre los adolescentes de las 20 naciones, con lenguajes diferentes, los ado lescentes mexicanos, y esto ya a finales de los sesenta en la orgullosa y desarrollada capital de la República, eran los que valoraban su propio yo de tal forma que ocu pa ban precisam ente el decim onoveno lugar de tal valoración, só lo por encima de los hindúes de Delhi. En lo referente a preguntas que determinaban el grado de fuerza, de magnitud, de poder de su yo, los estudiantes mexicanos percibieron a su yo en decimoséptimo lugar, apenas por encima de los adolescentes finlandeses, de los adolescentes de Mysore en la India y de los tailandeses. Respecto al grado de dinamismo, la actividad adscrita a su yo, nuestros adolescentes cayeron en el undécimo lugar, lo que indica que perciben un aceptable grado de actividad a su yo, un dinamismo término medio. Sin em bargo, nuestros adolescentes cayeron otra vez al decimonoveno lugar cuando se tuvo en cuenta el significado total de su yo, lo que dio la impresión de que se percibían a sí mismos como poseedores de un yo apagado, casi muerto, aunque en realidad se trata de un yo medianamente dinámico pero cuya actividad apareció impotente y de muy pobre valor. La importancia de estos hechos se agrandó cuando descubrimos que los adolescentes indicaron en este mismo estudio que se consideraban adecuadamente familiarizados con el con cep to del yo y cuando se demostró que hubo fuerte homogeneidad en esta opinión que tenían los estudiantes mexicanos de su yo, es decir, que entre los adolescentes m exicanos había poco conflicto respecto a ese significado minusvaluado y de poco pode r de su yo. Cuando en nuestro libro Psicología del mexicano, en su cuarta edición, comentamos el significado de este resultado, señalamos con intensidad y claridad que esto no significaba que los mexicanos se consideraran inferiores, sino que, fundamentalmente, querían minimizar su yo para destacar la importancia de otros conceptos que, en el mismo estudio, resultaron extraordinariamente importantes para los mexicanos, tales como el concepto de mamá, papá, la familia, y conceptos religiosos tales como Dios, etc. Allí comentamos que esta tendencia a minimizar su yo para destacar la importancia de otros con cep tos era de gran trascenden cia para la comprensión de la psicología de los mexicanos. A nadie puede escapar en el presente contexto que esta actitud de autodevaluación, de autominimización es precisamente una fuerte demostración de la proclividad de los mexicanos a la abnegación. Los mexicanos, por término medio, han crecido con una tendencia a la abnegación, a la negación de su yo y de sus necesidades en favor de los demás y de la sociedad. Esto explica, al menos parcialmente, su forma de entender el respeto, su manera de otorgarlo, la facilidad con que prefiere al amor sobre el poder, a lo cultural, particularmente lo folklórico por encima de lo material, a la armonía en la familia y con los amigos sobre el dinero, a confrontar los problemas por automodificación más bien que por autoafirma ción; a ser sensitivos al entorno más bien que independientes del mismo, a
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desarrollar aspectos femeninos dentro del machismo, a ser flexible más bien que severo, a co operar más bien que a competir y a considerar a la obedien cia co m o gran virtud. Pero hem os visto, una y otra vez, que el mandato inflexi ble de la cultura choca frontalmente con la versatilidad de la realidad, ya que en ella hay demasiadas oportunidades para confundir el amor con el poder, la obediencia con el servilismo, la automodificación con la pasividad, la flexi bilidad con la corrupción y también, cuando la cruda realidad diaria se enseñorea, a provocar cinismo y desconfianza hacia todo, particularmente hacia la autoridad y los poderes laicos. Corresponde mayormente a los científicos del comportamiento estadounidense, el hurgar en su historia por el origen del egocentrismo estadounidense. Varios de ellos han considerado que el individualismo nace con el protestantismo. La procedencia del término individualismo es importante. En el Diccionario de las Ciencias Sociales que Gould y Kolb compilaron bajo el auspicio de la UNESCO, encontramos lo siguiente: El término p arec e hab er sido introducido e n primer lugar al inglés por la traducción de H. Reeves del libro de Tocqueville De la Democratié en Ameriqué (1835). Si bien Tocqueville distingue individualismo de egotismo, su distinción es esencialmente una de grado: “.. .el individualismo, en un principio, solam ente de bilita las virtudes de la vida púb lica; pe ro, a la larga, ata ca y destruye todas las dem ás, y es a final de cuen tas ab sorbid o por un definitivo ego tism o” (pág. 325).
Es factible que estas afirmaciones de Tocqueville, ampliamente co n oc ido como uno de los más incisivos observadores de la Norteamérica del siglo pasado, sean las culpables de que durante muchas décadas el término individualismo llevase, aun en los escritos de so ciólo go s, un definitivo ses go peyorativo. Es particularmente en psicólogos humanistas contem poráneos, tales com o Maslow y Fromm en donde el término individualismo adquiere una serie de características positivas. Estos autores, entre otros, reafirma la tradición protestante original del individualismo al atacar, por ejemplo, lo que considera ser, en el Occidente, una tendencia en aumento hacia la conformidad cultural. Es así como contrastan los tipos conformistas de carácter con tipos autoafir mativos, con profunda confianza en sí mismos y que procuran obtener evidencia a fin de sostener su propio juicio y su propia conciencia frente a las presiones del ambiente. En estos autores el individualismo presupone, además, la capacidad por parte del individuo de descubrir y particularmente de realizar todas sus potencialidades, es decir, la ya famosa actualización del yo de Maslow. Ahora bien, egocentrismo se define en distintos diccionarios alternativamente com o la tendencia del hombre a considerarse com o cen tro del universo o por la tendencia a prestar poca o ninguna atención a los intereses, cre en cias y actitudes más allá de las propias. El egocentrism o estadoun idense del que hablamos aquí, se acerca más al individualismo con los aspectos
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negativos que le veía Tocqueville y los positivos que le definen los psicólogos humanistas. Ya hemos visto en todas cóm o el mandato a individualizarse en la cultura estadounidense tiende a producir individuos autoafirmativos, selfreliant, es decir que se valen por sí mismos, que resuelven los problemas modificándose no a sí mismos sino al ambiente, sea éste el medio físico, el interpersonal o el social; competitivos, personas en cuyas decisiones tiene generalmente más importancia el poder que el amor, severos, independientes del entorno, etc. Es particularmente importante señalar que es bajo tensión, o com o dicen los b iólo gos y psicólo gos estadouniden ses cuando aumenta el estrés en el ambiente, que se exageran tanto las características positivas com o las negativas en el com portam iento de los individuos. Recientem ente me llamó mucho la atención, ahora que M éxico se encuentra en una de las etapas más difíciles de su crisis socioeconómica, cómo aumentó el número de nazarenos y de viacrucis y la atención que los medios masivos de comunicación prestaron a estos acontecimientos. De cualquier manera, es de esperarse que en situaciones difíciles, bajo presión, bajo tensión, bajo estrés, los mexicanos tiendan a ser más abnegados o serviles y corruptos ante esos hechos y los estadounidenses más autoafirmativos o irascibles; violentos o excéntricos.
Higiene sociocultural Se ha dejado hasta ahora, a la mera evolución natural de las sociocultu ras, su cam bio. Con frecu encia son las juventudes de cada generación las que en busca de su identidad se oponen, a veces instintivamente, a mandatos prominentes de su sociocultura, y otras vec es inspirados en ideologías políticas. En ningún caso, sin embargo, a partir de conocimiento psicosocial válido acerca de las virtudes y vicios de su sociocultura y siempre frontalmente; lo que ataco es malo y lo que propongo es bueno. Aun cuando estas rebeliones juveniles se convierten en revoluciones violentas, a menudo sólo entronizan diferentes poderes socioeconóm icos, sin que las tradiciones socioculturales se modifiquen. Pero lo que generalmente sucede es que los jóvenes se convierten en adultos y viejos y retornan a defender lo que tantas voces proclaman como los valores tradicionales de la cultura. Así, la evolución de las socioculturas es extremadamente lenta y repetidamente ciega. , Quizá sea sólo con el advenimiento de la psicología transcultural y particularmente de la etnopsicología com o se aclaren los mandamientos socio culturales y las con secu encias conductuales en cada sociedad, y esto permita, a final de cuentas, una higiene sociocultural. Ya hemos visto, por ejemplo al hablar de la flexibilidad contra la severidad, cómo la flexibilidad de los mexicanos es generalmente óptima cuando se trata de problemas ligados a una buena salud mental, pero a menudo inadecuada en asuntos morales y éticos. Así mismo, la severidad de los estadounidenses es óptima en rubros morales y éticos, y contraproducente en variados aspectos de salud mental. La investigación psicológica de las socioculturas, la etnopsicología, no
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sólo podrá descubrir ios preceptos específicos, las premisas historicosociocul turales prevalentes, sino también las características idiosincrásicas de la dialéctica entre los individuos y tales mandatos para cada generación. Además, a partir de tal conocimiento puede desarrollar “definicionesguía” psicológicas que permitan elaborar textos de higiene sociocultural. Un ejemplo de definiciones guía es la que se dio acerca del amor y del poder. Al respecto, se recordará que se dijo: Amor es cualquier tipo de comportamiento individual cuya consecuencia sea que las gentes se acerquen más unas a las otras, sea esto físicamente, en forma emocional, de manera intelectual, en forma social, o espiritualmente. Así, el apretón de manos, el abrazo, y el beso son expresiones tan genuinas del amor como son las sonrisas, la amistad, la cooperación, el afecto o conductas más refinadas que permitan que los otros sean felices o más felices o que les permitan desarrollar sus potenciales, etc. El poder, por otra parte, es cualquier tipo de comportamiento individual a través del cual hacemos que otros hagan lo que nosotros, como individuos, deseamos que se realice. Este es el tipo de conducta que pone la última decisión en nuestras manos; a menudo se concierne más con los fines que con los medios, aun cuando hay gran interés en los medios siempre que sean necesarios para alcanzar ciertos fines. Al poder no le importa si en su accionar las gentes se acercan más entre sí o se alejan. Aquí, lo importante es que los demás hagan lo que yo quiero que se haga o lo que yo quiero que suceda.
Con este tipo de con ocim iento y mayor número de ejemplos, los mexicanos evitarán su prevalente y nefasta confusión entre el amor y el poder. Lo que se avisora pues en este Epílogo, es la inaudita posibilidad de que la evolución de las socioculturas deje de estar en manos de meras rebeliones juveniles tan rígidas co m o los mandatos de las socioculturas, que a partir del conocim iento más preciso de cada mandato y sus consecuencias, se provean conocimientos guía que permitan diferenciar diáfanamente las ocasiones y situaciones en donde es óptimo o contraproducente seguir el mandato sociocultural. Ahora bien, dada la naturaleza de la dialéctica y los problemas entre el individuo y su sociocultura, es necesario también propiciar actitudes generales para que se adquieran y desarrollen a través de la educación en la familia y en la escuela. El objetivo es que permitan el progreso constructivo de cada sociocultura hacia comportamientos cada vez más positivos del individuo, del grupo y de la sociedad. Es interesante que, respecto a actitudes generales, no haya encontrado en tod a mi experiencia de 40 añ os com o psicó logo, psiquiatra e investigador, actitudes genéricas mejores que las que provee el método científico. Alfred Korsibsky y muchos otros han logrado formular maneras sencillas de utilizar el método científico en la vida diaria. Me he cansado de recomendar este tipo de enseñanza desde la primaria, y para la secundaria se ha propuesto que se enseñen tales actitudes con base en el sencillo texto de Kenneth Keyes. Cómo desarrollar su habilidad Mental, que hace muchos años publicó la Editorial Trillas. Definicionesguía de las más importantes dimensiones psicológicas fo-