Literatura y cosas parecidas.
Año: I
Nº 01 Tacna, Noviembre 2007
INTROITO Para la gran mayoría es prácticamente un desconocido; ha sido –y es aún- ignorado por la “crítica” oficial limeña. Una selecta minoría le venera como a un ícono de culto. Para los estamentos académicos su nombre suena cual si fuera una incógnita, y su obra un enigma sin resolver. Sin embargo, Gamaliel Churata es –quizás, razones sobran para afirmarlo- el más grande escritor y pensador de la América profunda. De esta América que camina a tientas, que busca –dramáticamente- reencontrarse consigo misma en esta vía crucis a que fuera sometida hace poco más de quinientos años. Su maravilloso libro El Pez de Oro representa, asimismo, dentro de nuestra literatura: un mundo por descubrir o –como dijera Tomás Escajadilloun reto por asumir que necesita un “asedio múltiple”. Poco se ha dicho de su obra inédita -un corpus de libros escritos en prosa, verso y dramaque aún espera ser publicada. ¿Qué sino trágico ha ensombrecido la portentosa obra de Churata? ¿Por qué su nombre no ocupa el sitial que merece?. El reclamo es justo, como es de justicia también que el pueblo andino -por el que tanto luchó- sea resarcido. Pero, en medio de tanta oscuridad se atisba una pequeña luz que debe servir de faro conductor de nuestros anhelos; en efecto, desde hace unos años un grupo de investigadores foráneos viene estudiando la obra de Churata, y uno de ellos, el italiano Ricardo Badini, adquirió los manuscritos originales de los textos inéditos que ha de publicarlos, ojalá, con la merecida atención. También hay que reconocer a esos pocos peruanos -Pantigoso, Huamán, Ayala, Aramayo, etc.- que se han propuesto asumir el reto de estudiar y difundir el legado del gran amauta puneño. Y hay más. Este año se cumplen cincuenta (50) años desde que una fría tarde de junio de 1957 saliera a la luz el libro que supondría –y cómo!- un violento estremecimiento en la mentalidad de los auténticos americanos: El Pez de Oro (Editorial Canata. La Paz, 1957). Obra monumental que ha pasado a hurtadillas por debajo de los finos escritorios de críticos y leguleyos literarios, de academias y capillas humanísticas. Obra que, en suma, viene a despertar en nuestra conciencia –cincuenta años después- la realidad de nuestros orígenes. Motivo suficiente, pues, para dedicar este número especial al mítico Gamaliel Churata y a su obra cumbre, cuya semilla, esperamos, brote fértil en quienes la lean. Tacna, Noviembre 2007.
“Ahayu”. Revista de literatura y cosas parecidas. Edición y dirección: Wilmer B. Cutipa Luque. E-mail:
[email protected] Blog: http://www.skepsis-wilmer.blogspot.com Portada: los hermanos Arturo (Gamaliel Churata) y Alejandro Peralta.
Gamaliel Churata ante el lecho final de su amada Brunilda.
Contiene: - Introito - Semblanza biográfica de Gamaliel Churata, - Opiniones sobre El Pez de Oro - Artículos de crítica: La célula de El Pez de Oro (Aldo Medinaceli) Una escritura andina (Miguel A. Huamán) La epistemología monista de El Pez de Oro (Marco T. Bosshard) - Conferencia: Resurrección de los muertos o Alfabeto del Incognoscible (Ricardo Badini) - Gamaliel Churata, selección de textos: La caverna La batalla del sapo EL PEZ DE ORO Preludio de Konkachi Poesía. - y más...
Agradecimientos: Aldo Medinaceli José Luis Velásquez Garambel Samuel Ayma Flores Henry Esteba Flores Pedro Pineda Aragón Carlos Arroyo Reyes Arturo Vilchis Cedillo Luis Pacho Ricardo Badini Manuel Pantigoso Ángel Torres
Gamaliel Churata, itinerario vital.* Nacimiento
la sensibilidad del niño, más allá de los programas escolares. El mismo Encinas, en su libro Un ensayo de Escuela Nueva en el Perú, recuerda así al niño Peralta: “Churata era el más dinámico, tenía una gran capacidad para asimilar ideas, así como un sorprendente poder para sintetizar y condensar sus impresiones”. 1
En la bella y cósmica tierra aymara, marcada por diferencias sociales y por grandes anhelos de justicia y de libertad, nació Arturo Pablo Peralta Miranda, el 19 de junio de 1897. Aunque se afirma que fue engendrado en Puno y nacido en Arequipa; al respecto hay muchas dudas, en todo caso, nos hacemos eco de lo que en alguna oportunidad dijo el Propio Churata: “el hombre no es de donde nace sino de donde sus raíces mentales crecen”. Sus padres fueron Demetrio Peralta Díaz y María Miranda Córdova, y tuvo –entre otros- dos hermanos con quienes compartiría ideología y afanes culturales: el poeta Alejandro Peralta y el pintor Demetrio Peralta (Diego Kunurana). El padre fue un hombre de acendrada religiosidad, lector asiduo de la Biblia y talabartero con Estudiantes de la Escuela 881, entre ellos el niño Arturo Peralta. respetable conciencia de su Encinas edita en 1908 la revista grupo laboral; fundó la Sociedad Educación y luego, dos años más Fraternal de Artesanos de Puno. Este tarde, El educador de los niños, hombre es el primer maestro del niño título revelador y sugerente. En estas Arturo y es quien lo conduce al pequeñas publicaciones Arturo conocimiento profundo de la Biblia, de Peralta tuvo activa participación. Al santo Tomás de Aquino y san Agustín, respecto, el gran maestro señala que permitiéndole acceder, desde el futuro Churata y Enrique Encinas, temprana edad, a la cultura judeoprácticamente niños, fundaron el occidental. modesto periódico El Profeta, para “terciar en el debate escolar con Primeros años: Escuela 881 sentido proto-histórico”. Para cursar Dueño de una enorme cultura estudios secundarios se matriculó en adquirida libremente, Arturo Peralta el Colegio Nacional San Carlos en se distinguió desde la época en que donde desarrollaría su sensibilidad era alumno del Centro Educativo de para la literatura. Por entonces Varones 881 que dirigió, entre 1908 y empezaría a escribir su obra 1911, ese extraordinario maestro fundamental El Pez de Oro, él mismo llamado José Antonio Encinas, declararía que esta obra “fue iniciada considerado el primer artista de la en la primera juventud, cuando aún educación por la forma de llevar la vivía el ambiente del aula” 2. A causa belleza de la naturaleza a la mente y a de la crisis familiar por la quiebra de la zapatería y de la tienda de abarrotes de sus padres , Gamaliel abandonó la escuela para trabajar como redactor en la tipografía de Eduardo Fournier donde luego, en 1914 se editaría La Voz del Obrero para denunciar los p r o b l e m a s socioeconómicos de Puno. En este quincenario se habría de gestar el pensamiento político y social de Gamaliel Churata, en una época caracterizada por la profunda admiración por El maestro Encinas junto a sus alumnos en la Escuela 881.
González Prada y Francisco Chukiwanka Ayulo. El anarquismo –corriente anticlerical y antiacadémica- se constituyó, así, en la principal postura política adoptada por los luchadores sociales puneños sobre todo por Churata, que fuera apresado en 1915 al pronunciar un efusivo discurso de protesta por la masacre de los pobladores de Arequipa, el 30 de enero. Por esa época fue madurando no sólo su pensamiento político sino, también, ese reconocido poder de síntesis y de análisis social, extraídos fundamentalmente de la realidad cruda, verificable en la vida diaria.
Bohemia Andina y La Tea El espíritu anárquico y beligerante de toda una generación se hizo patente en Bohemia Andina (1915), grupo que impulsó Emilio Romero. Allí enarbolaron sus primeras inquietudes estéticas Arturo Peralta, Alejandro Peralta, Emilio Armaza, Víctor Villar Chamorro, Alejandro Franco, Ezequiel Urviola y el propio Romero. Aunque el grupo no tenía un órgano difusor de sus ideas, realizaron múltiples actividades artísticas en Puno. Este grupo se adelantó al movimiento Colónida de Lima y a El Aquelarre de Arequipa. Por esos años Arturo Peralta colabora en revistas como Ritmos Andinos, simultáneamente recogería el espíritu polémico de renovación estética de Bohemia Andina y fundaría –con su hermano Alejandro- La Tea, en agosto de 1917. Esta publicación, de clara orientación modernista, tuvo gran proyección dentro de la vida cultural de la ciudad lacustre. Alcanzó 13 números y su existencia se prolongaría hasta 1920. En sus páginas escribieron, además de Arturo y Alejandro, Emilio Armaza, Aurelio Martínez y Emilio Vásquez, quienes formarían el comité de redacción. Pocos meses después de su primer número, Arturo Peralta viajó a la Argentina y a Bolivia. Desde el país del Plata enviaría una misiva que revela no sólo un nuevo estado de ánimo sino, también, una incipiente especulación teórica sobre el arte, especialmente sobre lo literario que habría de madurar progresivamente. La carta, fechada en Buenos Aires el 29 de octubre de 1917, dice en sus primeras líneas: “y así como se despierta después de una noche de trabajo intelectual, sea en el taburete de estudio o en la mesa de la taberna, y se hace el balance de
los valores, así, después de mi trabajo heroico por lo desagradable, hago yo el balance de mis quereres en el libro de los recuerdos, y encuentro, después del nombre de mi hermano y de Emilio Romero, el de Uds., que es carísimo a mi alma sincera. Por cosa sabida tengo que la palabra es mezquina para traducir, íntegras, las sensaciones “inmateriales”; aquellos deslumbramientos del alma que siempre rebusan toda afinidad con los actos animales del hombre, de igual forma que el mercurio sobre la arena; se disgrega”.3 Debemos adelantar que aquellas “sensaciones inmateriales” y “aquellos deslumbramientos del alma” se ha de desarrollar magistralmente en El Pez de Oro, o Dialéctica del Realismo Psíquico, Alfabeto del Incognoscible, como también lo llamó Churata. Su paso por la capital argentina resultó fructífero. Por esa época Buenos Aires era considerada la Meca del arte y de la cultura de América. A esa ciudad llegaban los últimos vientos de renovación literaria y artística como el futurismo de Marinetti, el dadaísmo de Tzara y el creacionismo de Huidobro y Reverdy. Arturo Peralta, ávido lector y espíritu inquieto, se nutrió de todas estas nuevas corrientes literarias que, poco a poco, iban perfilando su recia personalidad.
Influencia en Gesta Bárbara Luego viajó a La Paz, en esta ciudad conoció al padre José Zampa, quien lo llevó a Potosí a trabajar como tipógrafo. En la ciudad minera formó, en 1918, el aguerrido y combativo grupo Gesta Bárbara. Ahí estaba además de Peralta (que, por entonces, adoptó el pseudónimo: “Juan Cajal”), Carlos Medinaceli, Walter Dalence, Armando Alba, José Enrique Viaña, Valentín Meriles, Armando Palmero Nava, Daniel Zambrano, Félix Mendoza, Fidel Rivas y Alberto Saavedra Nogales, quien recuerda así la presencia de Peralta en Potosí: ”Nunca nos fue dado saber, si un viento huracanado, una bohemia intracicionable, o el simple acontecer, empujaron hacia aquellas alturas, la magra y añoradora silueta de Arturo Peralta, señor de los pseudónimos Juan Cajal y Gamaliel Churata; pues su eterno buen humor y su señoril simplicidad no dejaron traslucir ninguna tragedia, desventura o mal andar...” 4 Años después el gran escritor boliviano Carlos Medinaceli, entrañable amigo de Churata, escribiría: “Juan Cajal hoy Gamaliel
Churata. Mucho habría que escribir sobre su entonces “genial” p e r s o n a l i d a d y s u l a b o r, verdaderamente evangélica en Potosí. Lo cierto es que el gran corazón y gran espíritu que es Churata, más que el bíblico precursor del Mesías, el Gamaliel hebreo, nos resultó el Divino Maestro, ¡Porque de los dispersos galileos, que éramos, nos conjuncionó y nos enseñó a ser revolucionarios como Cristo y nos infundió de ánimo, nos insufló la audacia para asaltar el mosaico templo de la rutina aldeana, derribar, iconoclastamente, los “ídolos del foro” y los “los ídolos de la tribu”, y predicar la buena de la redención estética!” 5 Tras culminar su rica experiencia boliviana Arturo Peralta volvió a su lar nativo en octubre de 1919, para ocupar el cargo de director de la Biblioteca Municipal. En el año de 1924 adopta el seudónimo bíblico-aymara de Gamaliel Churata. Según la tradición judaica, “Gamaliel” fue el presidente del Sanedrín o Consejo Supremo para asuntos de Estado y de Religión; gozó de gran autoridad en éste y entre los judíos; salvó la vida a los apóstoles y fue maestro de San Pablo. Por su parte “Churata” significa en quechua y aymara, “dotado”, “el que da, dona o entrega”, “el iluminado”; con este seudónimo empieza a colaborar en la revista Kosko de Roberto Latorre y en Puno Lírico de Enrique Ancieta, entre otras revistas de Puno y Juliaca. Por entonces El Pez de Oro, “drama y sinfonía de Orkopata”, ya había iniciado su despegue. Paralelamente, había tomado cuerpo esa corriente artística o concepción
de vida que Churata denominaba: “Ultraorbicismo”, basada en la relación “mundo de arriba–mundo de abajo”. En aquella época se inicia la profunda relación amorosa con Brunilda (llamada así por Churata, pero que en realidad se llamaba Rosa Calderón) quien le daría dos hijos: Teófano y Quemensa, ambos muertos poco tiempo después de nacer. Poco después de la muerte de Teófano moriría Brunilda; al
respecto Churata le escribiría a José Carlos Mariátegui en misiva fechada el 24 de abril de 1929, lo siguiente: “Debe usted estar extrañado de mi silencio de tantos días. Pero es que la VIDA, así con mayúsculas, sigue atacando mis izquierdas revolucionarias y se ha propuesto dejarme limpio el camino de todos los seres que eran mi legado de alegría. Ayer fue Teófano Churata, le siguió Quemensa Churata, mis hijos, y el 12 de abril a las cinco y treintainueve de la madrugada, Brunilda mi compañera, chiquilla que con quince años vino desde Chile a pagar mi tributo a la tierra. Fácil es que piense que tanto golpe si me ha endurecido el cuero me ha puesto también muy deslucida el alma” 6 El recuerdo de Teófano y de Brunilda habrá de manifestarse, hondo, en toda la obra de Churata.
Orkopata y el Boletín Titikaka En el periodo que va de 1926 a 1930 prende en Lima y en todo el Perú una atmósfera “indigenista”. Lo que en Lima podía ser una moda, un clima o una efervescencia por lo andino, en
Con sus hijos Teófano y Quemensa, ambos fallecidos a temprana edad.
Puno este amor por lo autóctono era, por parte de los intelectuales y artistas, indesligable de la condición de hombres nacidos en un ambiente de raíces telúricas y ancestrales. Ese año 1926, Churata, junto a su hermano Alejandro sacaron a la luz el Boletín Titikaka, de honda repercusión en la vida intelectual del p a í s y m u y l i g a d o , generacionalmente, a Amauta. Dicho Boletín que tenía corresponsales en diversos países de América y Europa, empezó a editarse en agosto de 1926 y alcanzó 34 números, hasta agosto de 1930. Además, La Editorial Titikaka, cuyo vocero fue el Boletín, publicó, entre muchos, dos libros fundamentales en 1926: Ande de Alejandro peralta y Falo de Emilio Armaza. Los colaboradores más destacados fueron Gamaliel Churata, Alejandro Peralta, Emilio Vásquez, Demetrio Peralta (Diego Kunurana), Mateo Jaika, Dante Nava, Inocencio Mamani, Aurelio Martínez, Luis de Rodrigo, Alberto Mostajo, Eustaquio R. Aweranka, Francisco Chukiwanka Ayulo, Camacho Allka. Todos ellos integrarían El grupo Orkopata, convertido en un centro de estudios libres en donde sus miembros se reunían para intercambiar las mismas inquietudes literarias y para hablar sobre diversos temas de la cultura y realidad social. Orko significa macho o cerro, pata, lugar alto, cima, o encima de (en referencia a algo). Orkopata querría decir, entonces, encima del cerro, o sobre el cerro. Para el caso, Orkopata es una de las colinas de mayor relieve de Puno, tenía en aquellos días las cualidades rememorativas de un jardín de Academo. Emilio Vásquez, integrante del grupo, dirá: “en Orkopata, gran atalaya de la inteligencia, Gamaliel Churata era el timonel del movimiento. ¿Qué se hacía o que se pretendía hacer en Orkopata? Pues este aledaño recinto puneño tenía los caracteres de un seminario de estudios libres. Y por libres, populares. Acudían, tarde a tarde, gentes de variada ocupación: maestros, estudiantes, artesanos, pintores, artistas (plásticos) en ciernes y empleados públicos. Se estudiaba de todo, diríase sin orden ni concierto, sólo empujados por una ya concreta inquietud intelectual. Churata pedía estudio, mucho estudio, a sus afanosos contertulios. El pedido era justo. Frente al lago, los días domingos, se llevaban a cabo “las confrontaciones de ideas y lecturas nuevas”, los informes –con citas y todo- acerca de lo que se había leído últimamente. Churata acotaba,
corregía, aclaraba ideas, aportaba mayores conocimientos”.7 En 1927 forma en Cuzco, junto a los intelectuales Luis E. Valcárcel y Uriel García, el Grupo Resurgimiento. Ejerció gran influencia en la nueva generación de estudiantes cuzqueños, quienes exigieron se le diera una cátedra en la Universidad, lo cual no se concretó por carecer de título académico.
1932: drama y exilio Las revueltas políticas de los años 1930 – 32, a raíz de la caída de Leguía alcanzaron al grupo Orkopata que un mal día desapareció por causa de los excesos del caudillismo representado por Sánchez Cerro. La casa de Churata fue saqueada y se le separó del cargo de bibliotecario municipal, muchos escritos de Churata se perdieron para siempre como resultado de las pasiones desatadas; fue acusado de agitador comunista y, a su vez, perseguido, lo que le obligó a emprender viaje a Bolivia. Leamos, una vez más, el testimonio de Emilio Vásquez: “otro día de aquellos tiempos, mientras Churata desempeñaba sus labores de bibliotecario de la Municipalidad puneña, se encontró a su retorno a Orkopata, con el hecho pavoroso de que su casa había sido saqueada por la policía. El cuadro era realmente desolador. No había qué hacer ni a quién quejarse. Los polizontes se habían llevado, en hombros de una media docena de cargueros indígenas, todos sus libros. Unos días después durante otra incursión, la misma policía dejó la casa de Orkopata limpia de polvo y paja... Churata se preguntaría, entonces, ¿Qué hacer?. Para colmo de males, por orden de la autoridad ejecutiva del departamento se le había separado de su cargo de bibliotecario. No había causa que justificara esa arbitraria medida. Profundamente dolido, decepcionado, ya sin nada y sin nadie a quién decir sus íntimas tristezas, había de contemplar el manto azul del Titikaka, en cuyo lejano borde occidental veíanse las montañas níveas del Illimani. Así, forzado por las circunstancias, unos días después, casi sin bártulos que liar, exilóse a Bolivia.” 8
30 años, y más, de lucha en Bolivia Los sinsabores de Churata al llegar a Bolivia fueron, obviamente, múltiples. Sobre su permanencia allí, por más de 30 años, falta mucho por investigar. Diez de Medina escribió: “Gamaliel Churata es, en Bolivia, símbolo de lucha. Toda la vida
A inicios de los años 30 en Bolivia.
solitario, seguido y comprendido por un puñado de amigos; negado, ignorado por las muchedumbres. Encerrado voluntariamente en su indigenismo, raigal, -axial diría el filósofo- no quiso transigir con hombres ni con ideas del transplante oceánico. Y allí quedó, en su célula india, hermano de campesinos y mineros, esperando la revolución social que en 1952 lo encontró ya cansado, quebrantada su salud. ¿Aurora? La hubo para el pueblo mestizo, para la multitud indígena; no para el pensador que tras treinta años de combate, casi siempre anónimo, tiene la altivez de los antiguos “orejones” de la Conquista: habla, no pide. Sostiene su ideario lácteo –por el suelo y por la raza- no comercia con él.” 9 Una visión panorámica de la vida de Churata en Bolivia debe subrayar el papel relevante que cumplió dentro del mundo político y cultural del país, así como el gran interés por ayudar a la masa obrera y campesina. Expresión elocuente de esta labor es su apoyo a la Escuela indígena de Warisata que logró poner fin a los criterios paternalistas y filantrópicos que habían regido la educación del indio, en los que no se encontraba un deseo verdadero de sacarlo de su condición de servidumbre. Lo que Warisata proponía era una formación que se impartía desde el Ayllu, donde el indio no representaba un papel pasivo. A partir de esta educación ya no fue necesario que dejara su medio rural en busca de la educación oficial que se impartía en los pueblos y ciudades. Se dice, según últimos estudios, que Churata fue el ideólogo
que sentó las bases para la propuesta de esta escuela. Elizardo Pérez, el apóstol de la educación indígena, creador de la Escuela Warisata, reconoce la labor de Churata en defensa de la Escuela, a través de la prensa escrita y participando como asesor; esto lo que dice en su libro Warisata, la Escuela – Ayllu: “…muchas personas generosas me dieron aliento y estimularon la continuación de mi obra. Entra ellas se cuenta la figura inmensa, plena de sabiduría, de Gamaliel Churata, el másculo poeta de Orkopata, cuya pluma tan llena de encanto y vigor dio páginas inolvidables en defensa de Warisata. ¡Noble amigo éste redivivo amauta de los viejos tiempos!. Hombres como él me permitieron proseguir mis trabajos, a pesar de los innúmeros ataques de que era objeto”
En Warisata junto a Carlos Salazar Mostajo.
Una aproximación a la labor periodística de Churata en Bolivia nos revela su intensa actividad: Semana Gráfica (1932-33), Gaceta de Bolivia (1935-36), La Calle (1936-43), Última Hora (1946-52), La Razón (1948-49), La Nación (1952-58), Diario (195253), La Tarde (1963-64). En los años cuarenta Churata trabajó en el diario Última Hora y estuvo a cargo del suplemento cultural Cuadernos Literarios. Sobre esta actividad en distintos medios de prensa, Fernando Díez de Medina dice que Churata escribió más de seis mil artículos y crónicas que quedaron diseminados en diarios de La Paz: “No hay movimiento político, literario, o artístico ni escritor ni artista exista que no deba a la pluma del vigoroso analista andino consagración, glosa, o crítica incisiva”. Influyó notablemente en los medios periodísticos y literarios, y su legado aún se recuerda hasta hoy. Ángel Torres, periodista boliviano que conoció a Churata, refiere lo siguiente
en una entrevista realizada por Arturo Vilchis, investigador mexicano, el 15 de agosto del 2006: “Desde su segunda visita a Bolivia en 1932, la primera fue en 1918, él se dedicó íntegramente al periodismo y a la literatura hasta convertirse andando el tiempo en una especie de árbitro de la literatura boliviana, muchos autores noveles y consagrados le consultaban o le daban a leer sus originales a Churata, para que les hiciera críticas y comentarios. Él tenía el gran hábito de la promoción, promocionaba a la gente. Tengo la idea de que siempre andaba en la búsqueda de valores, de talentos, a quienes los lanzaba, les alentaba, pero no les alentaba digamos hasta llegar a una situación respetable, sino que los dejaba a medio camino, les decía: -“ya te he instruido, te he dado alas, ahora camina solo”-. Ese es uno de los rasgos que tenía Churata. Entre 1940 a 1950, estimo que fue el período de gloria de Churata en Bolivia, se erigió como juez, árbitro del quehacer literario del país, prácticamente nada se hacía sin su visto bueno o sin su parecer, estipulaba: - esto está bien, está opaco, regular, corrija, revise, sienta lo que escribe-.” 11 En la década del 50 colaboró con el gobierno del MNR, a cuya causa inicial sirvió; sobre ello, Ángel Torres menciona: “Churata seguía trabajando con el gobierno, o sea con el MNR y no tanto por afinidad ideológica, como por los logros que aparentemente tenía el gobierno de entonces, a favor de los campesinos, de las poblaciones nativas del país, sobre todo a partir de la Reforma Agraria, que con el tiempo fue un malogro. El señor Churata era redactor de Radio Illimani, editorialista y también columnista del diario La Nación, periódico que pertenecía al Estado. Entre otros trabajos también era redactor de discursos de personalidades del gobierno, del presidente de la República, por ejemplo, era redactor de discursos de materia agraria, campesina, social, etcétera, él escribió los Discursos Parlamentarios de Víctor Paz Estensoro.” 12
leamos lo que dijo el reconocido escritor y reputado crítico boliviano Fernando Diez de Medina, ya citado, a quien en 1954 Churata le había entregado los manuscritos del libro: “Cuando Gamaliel Churata puso en mis manos el texto inédito de El Pez de Oro –tres años atrás- quedé literalmente deslumbrado. Tales eran su fuerza y su hermosura”.13 Y, en efecto, eran tales la fuerza y belleza de sus páginas, que ese año se le concedió la máxima distinción literaria: el Premio Nacional de Literatura; pero Churata, escritor peruano, orgulloso de su nacionalidad, no lo aceptó. Leamos, al respecto, el testimonio de Ángel Torres: “En 1956, me parece no estoy seguro ahora, Diez de Medina es Ministro de Educación y como hombre de letras, resuelve actualizar el premio nacional de literatura, y ese mismo año, reconocer los méritos literarios de Churata y su servicio a la cultura nacional y probablemente, muy probablemente también la cooperación que pudo haberle prestado Churata a Diez de Medina; por lo que le propone para el premio nacional de literatura, o se llamó Premio Nacional de Cultura, en este momento no estoy seguro. El premio suponía primero el honor de la distinción, un diploma y una recompensa pecuniaria, que era aceptable y deseable en ese tiempo, pero increíblemente Churata rechaza, simplemente mandó una corta y lacónica nota al ministro rechazando el premio. En lo fundamental en la nota Churata decía que él creía que en Bolivia en ese momento había escritores de mayor mérito que los suyos. En lo personal
El Pez de Oro Todo ello da cuenta, pues, de la intensa labor cumplida por Churata en Bolivia, donde publicaría en 1957 su monumental obra: El Pez de Oro, en la Editorial Canata de La Paz. Obra aparecida con 30 años de retraso, ya que tal estaba terminada en 1927. Sobre el impacto que causó el libro,
En la madurez de su vida, época en que publicaría El Pez de Oro.
7 digo que él se sentía profundamente peruano que su estadía en Bolivia, siempre era temporal, que siempre esperaba volver a su patria de origen, y por esa razón no recibió el premio, lo rechazó, y nadie se iba a oponer.” 14
Retorno, olvido y muerte Envuelto en una serie de vicisitudes, como la caída del MNR, Gamaliel Regresó a Puno el 30 de octubre de 1964, tan pobre como había partido. Gracias a las gestiones de Samuel Frisancho Pineda y de Enrique Encinas entró a trabajar, ese mismo año, en la Corporación de Fomento y Promoción Social y Económica de Puno (CORPUNO). Tres meses después de su retorno de La Paz, Churata sustentó en el cine “Puno” de la misma ciudad, el 30 de enero, una conferencia magistral denominada: “El Pez de Oro, o Dialéctica del Realismo Psíquico, Alfabeto del Incognoscible” con la finalidad de esclarecer “la verdadera sustancia de sus páginas”. Debido a las humillaciones que sufriera de “puneños malquerientes”, dejó el cargo en el que estuvo apenas seis meses. Se trasladó entonces a Lima –que recién lo conocía- sólo para encontrar el mutismo y la marginación del oficialismo literario limeño. Su arribo se produjo en abril de 1965, con sus hijos bolivianos. Durante un tiempo se alojó en la casa de su hermano Alejandro. También vivió con René Castro de Mendoza, hermano de Aída Castro. Según versión de Castro de Mendoza Churata era un hombre muy dueño de sí, muy seguro en sus afirmaciones, tenía, dice, una elocuencia y hasta grandilocuencia que a él le causaba profunda admiración. Sin embargo, luego de un tiempo, se fue como había llegado –de improviso- y René castro nunca supo nada más de él; estuvo un tiempo viviendo en Chosica en casa de Pedro Choquehuanca, luego en una humilde pensión del Jirón Nazca, luego en el Jirón Rufino Torrico. Se sabe por uno de sus hijos que trabajó en el diario El Correo, asimismo, colaboró en El Comercio. Parece que Luis Alberto Sánchez lo llevó a ese diario. Sandro Mariátegui mencionó que Churata estuvo entre 1966 y 1967 trabajando en la imprenta Minerva, donde de desempeñó como corrector de estilo, según el hijo del gran Amauta: “corregía mucho a los autores, demostraba un gran conocimiento del idioma y era exigente y riguroso en la escritura”. Además, se integró al Instituto Puneño de Cultura en donde continuó su labor intelectual.
Esos últimos años en Lima fueron muy difíciles. Las colaboraciones en los diarios eran cada vez menores. Su estilo –decían- ya no era de la época. Pero él, agotado y enfermo, seguía batallando por la vida. Hasta que murió dolorosamente abandonado, en un cuartucho del Jirón Cailloma, el 9 de noviembre de 1969. En esa habitación sólo había una pequeña cama, unos cuantos libros, algunos textos inéditos y una máquina de escribir. El entierro se produjo al día siguiente en medio de la indiferencia y de un silencio oficial cómplice y detestableen el cementerio Presbítero Maestro. Allí hicieron uso de la palabra Enrique Encinas, Ernesto More, Ricardo Arbulú Vargas y Honorio Vásquez Mestas. Igualmente Víctor Arce Franco, quien habló en lengua aymara, y Alejandro Palao, maestro de primeras letras de Churata. Ernesto More dijo ante su tumba: “Yo no pertenecí a tu grupo. No tuve ese privilegio; pero cuando he tratado de leer y penetrar en tus escritos, he comprendido que en ti hay algo más que un escritor, hay algo de la Biblia y algo de Hesíodo, un pasado muy lejano y una promesa indefinible, bellísima, porque se desvanece como las nubes. En ti convivían el apóstol y el aeda” 15 Casi once años después, en la mañana del 28 de octubre de 1980, se llevó a cabo el traslado de sus restos mortales a Puno16. Este retorno a la ciudad natal propició una serie de homenajes a su memoria. Sus restos fueron colocados en la Apacheta de los Amautas, situada a 4,119 metros sobre el nivel del mar. Este cementerio fue proyectado para guardar los restos de los hombres que con su vida y obra dieron lustre y
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prestigio a las manifestaciones espirituales y sociales del altiplano peruano. Su tumba fue saqueada, luego, por gente sin escrúpulos; quizá –se dijopor alumnos de la Facultad de Medicina. Finalmente por motivo del centenario de su nacimiento (9 de junio de 1997) los escritores de Puno y la Comisión Nacional Organizadora de los festejos por dicho acontecimiento depositaron los restos de Churata en una pequeña urna y la colocaron en el pabellón de niños del cementerio de Puno como símbolo de la vuelta al Pez de Oro, a su célula o a su semilla, es decir, como expresión de su seguro renacimiento... Gamaliel Churata se fue, no obstante, su espíritu nos circunda; como dijera aquel anónimo admirador: “Churata hizo de su vida su mayor obra de arte: trágica, admirable, construida con bloques de sueños, con dimensiones esotéricas y con sacudimientos diabólicos como corresponde a los retos de la Altipampa. Perdido en la inmensidad de su obra, desorientado, entre sus páginas, a veces veo al maestro, a lo lejos, como un iluminado, caminando descalzo por los breñales de Puno, y comprendo mucho más que ayer que nada ha terminado para el maestro, nada; como su propia vida” 17
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS: (*) Datos extraídos del libro: El ultraorbicismo en el pensamiento de Gamaliel Churata. Manuel Pantigoso. Universidad Ricardo Palma. 1999. (1) José Antonio Encinas: Un ensayo de escuela nueva en el Perú, II tomos, Lima, Librería e Imprenta Minerva, 1959. (2) Godofredo Morote Gamboa: Motivaciones del escritor. Editorial Fiessa, 1988.
(3) Emilio Vásquez: Churata y su obra. En Gamaliel Churata: Antología y valoración. Ediciones Instituto Puneño de Cultura, 1971. (4) Mariano Baptista Gumucio: Atrevámonos a ser bolivianos: Vida y epistolario de Carlos Medinaceli. II edición. La Paz, Ediciones Amigos del libro, 1984. (5) Ibídem. (6) José Carlos Mariátegui: Correspondencia (19151930). Introducción, compilación y notas de Antonio Melis. Empresa Editora Amauta. Lima, 1984. (7) Emilio Vásquez: Churata y su obra. En Gamaliel Churata: Antología y valoración. Ediciones Instituto Puneño de Cultura, 1971. (8) Ibídem. (9) Mariano Baptista Gumucio: Atrevámonos a ser bolivianos: Vida y epistolario de Carlos Medinaceli. II edición. La Paz, Ediciones Amigos del libro, 1984. (10) Elizardo Pérez: Warisata, la Escuela-Ayllu. Editorial Burillo, La Paz, 1962. (11) Arturo Vilchis Cedillo y Maya Aguiluz: El andar de Churata en Bolivia, entrevista a Ángel Torres en octubre del 2006. De Encrucijadas estéticopolíticas en el espacio andino. UNAM-CIDESUMSA. México-La Paz, 2008 (En prensa). (12) Ibídem (13) Fernando Díez de Medina: Gamaliel Churata y El Pez de Oro. En Gamaliel Churata: Antología y valoración. Ediciones Instituto Puneño de Cultura, 1971. (14) Arturo Vilchis Cedillo y Maya Aguiluz: El andar de Churata en Bolivia, entrevista a Ángel Torres en octubre del 2006. De Encrucijadas estéticopolíticas en el espacio andino. UNAM-CIDESUMSA. México-La Paz, 2008 (En prensa). (15) Discurso de Ernesto More ante la tumba de Churata. En Gamaliel Churata: Antología y valoración. Ediciones Instituto Puneño de Cultura, 1971. (16) Domingo Huamán Peñaloza: El retorno de Gamaliel Churata a Puno. Edición TAREA. Asociación de Publicaciones Educativas, 1982. (17) Ficción y Realidad del grupo Orkopata. En Revista Apumarka Nº 1, 1997.
BIOGRAFÍA POLÉMICA DE GAMALIEL CHURATA Es el atolondrado cabeza de chorlito nacido de unas hojas y desaparecido Voy en su busca bajo el fuego enemigo Que no es un delincuente Apenas un perdido ¿Qué es del atolondrado? se transformó en ovillo no quiere saber nada del colegio y sus libros Se le ve por los cerros cumbres y precipicios habla con los harapos las chozas y los indios Sostiene largas pláticas con la tierra y los ríos le anochece en el hombre y en el grito. Nadie intente sacarlo de donde está perdido viene con una nube a la hora de los trinos ¿Qué traen sus zapatos sus brazos y sus bríos? se le mira rotoso el cabello crecido
Y pasaron los años y los ríos Y llegó al mar luchó a brazo partido Yo sé de las tremendas horas de los suplicios de sierpes y de buitres de sapos y cretinos Un viento negro lo arrojó de estampido y cayó a la ciudad de Areche el asesino Dijo cosas profundas de los indios Nunca quiso creer que se habían extinguido Le dieron en el suelo por terco y por antiguo y hasta después de muerto le dieron como a indio Bien está lo que aquí queda dicho que el que partió en su busca también es un perdido. “Venid a mí” gritaba Jesucristo a las grandes pobladas de perdidos El duro Tupak levantó a los perdidos y se afirmó en sus huesos más peleador que el Cristo ¿Fueron delincuentes el del crucifijo el descuartizado y el desaparecido? Quiero saberlo desde el viento y el trino Quiero saberlo Oh cretinos También quieren saberlo los del sol y el espino los que en sus brazos llevan el furor de los ríos Soy el que clama en el desierto el réprobo herido el que sobrevive el goterón continuo (Micaela Bastidas útero henchido bandera de las cumbres déspota en el martirio No creas que los pateados están vencidos que viene a marchas forzadas el día del Gran Juicio) Gamaliel Churata cayó abatido por el odio de Dios que dijo un gran rebelde Ignoro cepillar espaldas Dejó un atado de papeles Tata-Lupi Padre Titikaka entre vosotros está, en vuestras dulces mañanas.
Alejandro Peralta, Lima 1970.
Opiniones sobre
El Pez de Oro “Obra extraordinaria, esotérica, deparada a la comprensión de quienes hayan hecho el previo noviciado de la mística del Andinismo. Libro difícil para el lector corriente: requiere exégesis... Churata fue un maestro en la mayor amplitud del término. El Perú eterno ha perdido a uno de sus grandes iniciados.” Luis E. Valcárcel “El Pez de Oro, en lo que es poema y admonición, tiene el aliento de Así Hablaba Zarathustra, sin que se parezcan, por supuesto, en nada; pero hay timbres en ambas músicas que se conciertan y son consanguíneos. Asimismo, ciertas paradojas y ciertas ironías suyas, muy americanas después de todo, saben a pimienta unamunesca. No quiero decir con esto que El Pez de Oro no es original; es originalísimo. Me parece uno de los mejores libros publicados últimamente en América” César Atahualpa Rodríguez Portada de la edición príncipe. Editorial Canata.La Paz, 1957.
“De él se puede decir mucho en desacuerdo, pero nada en censura ni en diatriba. Es un canto filosofante a menudo, desbordantemente lírico siempre, panfletario a ratos; el libro –él lo dice por ahí- de un Amiel altiplánico, aislado, desesperado. Pues que, aunque rebosante de esperanza verbal, este Pez de Oro, es decir, del alma subyacente e inmortal del americano del primer día, es un libro desesperado que, sin embargo, todos debieran leer para acrecer su esperanza.” Luis Alberto Sánchez “¿Pero qué es EL PEZ DE ORO? Difícil –sino imposible- clasificarlo. Novela, no. Tampoco tratado filosófico. Ni ensayo sociológico. Para prosa lírica, sobra sustancia. Para interpretación histórica, faltan sistema y método. Pero la garra del pensador y la zarpa del estilista prenden tan fuerte, que sean memorias, impresiones subjetivas, o retablos descriptivos, el libro surge con presencia mágica, para culminar en mensaje de presentismo inminente: parece, en verdad, el cubículo del brujo andino.” Fernando Diez de Medina “Libro elogiado con entusiasmo desmedido en Bolivia y otros lugares de América y víctima de la guerra de silencio en el Perú. Esto debido talvez a que es un libro denso, difícil de leer para los no iniciados y de una belleza sorprendente, poco accesible a gentes que tienen gustos canalizados por añejas preferencias. Libro original, singularísimo. Es, a la vez, relato, poesía, historia, sociología, literatura, etnología, ciencia y filosofía, y no es nada de eso en sentido estricto. Es, sencillamente, pensamiento churatiano volcado en lenguaje mítico-mágico-oracular, científicopoético, filosófico-profético. Es una canción lírica de harawiku, exaltación de las entrañas del Ande, balbuceo sibilino del mandato innominado de la raza aborigen y ulular de pututos en son de guerra. Desde Nueua Coronica de Huamán Poma de Ayala es el libro fundamental de la americanidad.” Antero Peralta Vásquez “El Pez de Oro es un extenso texto cuya maravillosa narrativa se propone explorar más allá de los sentidos lúdico y órbico en el lector. Es decir, que se predispone a imaginar y consigue establecer círculos narrativos que se tocan, como anillo entrelazados y, aunque con los más lejanos no tienen contacto directo, están íntimamente ligados en la secreta lógica de una narrativa en movimiento (...) no es posible leer El Pez de Oro en forma tradicional y menos aún con los cánones académicos (...) El Pez de Oro establece sus propias cábalas y claves para su lectura” José Luis Ayala “El Pez de Oro, es galaxia en la cual se habrá de formar nuevos astros del pensamiento nuestro bajo el impulso genético de quienes logren su visión íntegra y a la galaxia no hay como pedirle formas hechas con el cartabón de lo consagrado ni bajo la radiación del dogma. Y esta es su mayor valorabilidad” José Enrique Viaña
“Gamaliel Churata. El vigoroso canon de sus ideas ha tenido reciente ocasión de manifestarse, en toda su amplitud, en EL PEZ DE ORO, libro de ensayos que señala un nuevo hito en la tarea de abismarse en los problemas de nuestro Ser. Por eso, hay que entender y apreciar los poemas churatescos, como uno más de esos garfios de que habla, con los que se atenacea y vincula a nuestra esencia. Su palabra es fuerte y acre; robusta y definida. Por eso, a mucho intelectualoide con aires y nutriciones enfermizas, el impacto churatesco le conmueve y desencanta. Pero Gamaliel no ha nacido para complacer sino para esculpir. Como Romain Rolland él es, en nuestro marco geográfico-telúrico, un “partero de almas”. Nos ha querido fuertes, rebeldes y altivos: Propósito alto que nunca terminaremos de agradecerle. En las páginas de EL PEZ DE ORO –que es el nuevo breviario de la conducta andina- estampa juicios que vertebran su personalidad: “Siente, siente cada vez más. Allí sabrás que eres unidad porque en ti en todo momento se fragua utilidad. Soy en cuanto son; son porque soy; y porque somos es posible el ser. Sólo porque me eres útil eres. Si dejaras de serme útil, se hundiría la vida. No estás más en ti que en tu prójimo. No te creas en los providenciales del rebenque: lo que no es más no existe. La única posibilidad que tiene Dios de existir es que se aposente en mis talones”. Manuel Suárez Miraval Segunda edición. Editorial CORPUNO, 1987.
“Los que lo lean sólo armados de la lógica común no lo comprenderán, que escritas están sus páginas con “pluma de cóndor” y es alta y difícil tarea de extraer el más puro oro del alma legítimamente peruana. Es que El Pez de Oro es una biblia lírica americana, y solamente los iniciados en el fuego eterno de la estirpe o los adiestrados y peritos en altas lecturas podrán aquilatarlo” José Varallanos “Mezcla de ensayo, filosofía, narración, poesía, crítica, El Pez de Oro –que había ganado el premio nacional de literatura, de Bolivia- está saturado de inventiva y perspicacia horadante, de novedosa visión en la perspectiva analizada de fuerza vital y de pasión casi religiosa a favor del ancestro” Manuel Pantigoso P. “Tengo la sensación, en el vértigo alucinado de una lectura indescifrable por momentos, que Gamaliel Churata es un clásico de lo que trata de definirse como la existencia más fuerte. Séame permitido, en medio de la confusa sensación de entusiasmo y dolor que causan vidas como la suya, celebrar su maravilla” Alonso Ruiz Rosas “... la lógica que rige de alguna manera el texto de Churata es contraria, es una lógica vertical. A diferencia de la escritura occidental –que además de tener una meta, un objetivo, es sintagmática, secuencial-, Churata –como bien lo afirma en el subtítulo de su libro: Retablos del Laykhakuy (Retablos del camino brujo)- ha escrito un retablo de palabras y ese retablo tiene otra lógica, una lógica cultural diferencial, que impone un eje vertical como el retablo a la lógica lineal establecida por la cultura occidental” Miguel Ángel Huamán
“El Pez de Oro, acrisola estas lecturas para vertebrar un pensamiento ecumenista, transcendental. De Platón a Freud. Es un libro de sabiduría escrito por un místico. También es un libro conciencial dirigido a tocar la conciencia de sus lectores a través de temas eternos: la transmisión del pensamiento como energía, el eros como vibración cósmica y la inmersión en el mundo de los muertos, a la manera de Dante, Lucrecio, de la muerte en el mundo andino. Necrademia y Chullpa-tullus.” Omar Aramayo.
“Khori-Challwa, su obra máxima, sacudió mi espíritu. Esa obra es el amanecer kollavino con toda la riqueza de sus fábulas esotéricas. Es una obra de actualidad, moderna por el estilo y porvenirista por la esencia. Gamaliel era una capacidad poco común; alma templada en el sufrimiento, en la tragedia de sus ideales humanistas” Alberto Cuentas
Escribe: Aldo Medinaceli* Nadie ha logrado alcanzar el elogio acertado para El Pez de Oro, pues no es libro que se elogie sino alma que se recibe. En sus páginas está el cofre perdido de las ágrafas culturas andinas, extraviadas bajo toneladas de arena y convertidas en vasija de museo: remotas, misteriosas y –por tanto- olvidables. De ahí que no sea exageración que tanto Diez de Medina como Cinthia Vich lo llamen Biblia de los Andes o de la Americanidad, o que José Luis Lescano lo nombre el Corán Andino, ya que el legado allí presente sobrepasa a cualquier hombre y se fusiona simplemente con el folklore humano, diluyéndose en las aguas míticas donde nadan las batallas de Aquiles, los molinos del Caballero de la Triste Figura o las escenas mágicas de los Upanishads. En un sentido más literario José Varallanos llama a Churata el James Joyce sudamericano y Marcelo Arduz afirma que El Pez de Oro se trata del Ulises andino, esto hablando ya de su forma vanguardista y del surrealismo que esconde su prosa imantada; o también que su empresa significa para las lenguas andinas lo que por la española hizo el Manco de Lepanto. Pero estas comparaciones son sólo vagas ideas de un objeto Humano que toca la célula primigenia de la que devenimos todos. De su publicación se sabe que el primer manuscrito fue destruido por “marejada fascista” en la casa del autor en Puno 30 años antes de su primera publicación, junto a otros textos nunca repetidos. Y que el libro vería la luz en la ciudad de La Paz en 1957, firmado con un nombre entonces exótico y desconcertante: Gamaliel Churata, seudónimo que unía dos partes del orbe en un simple movimiento lingüístico: un arcángel católico y un vocablo aymara reunidos en un solo ser; tal vocablo expresaba toda una actitud: “El brindado”, aquel dado o entregado al mundo como obsequio fraternal, en pos de restaurar alguna escisión de la historia: la carencia de valores morales plasmados e imágenes míticas en una comunidad con demasiada energía reprimida. En suma, aquellas páginas amarillentas escondían el sentir y la lógica de toda una geografía humana, desamblando sus células hasta la mínima porción en ataques de trascendente esquizofrenia, indagando tras los cristales borrosos que limitan a la desusada razón, intentando construir un armazón imaginario para la
“Mundo”: Arturo Borda, pintor boliviano, muy ligado a Churata.
estructura esencial del instinto, y concluyendo que las letras son sólo puertas y que en la experiencia real está el verdadero existir: doliéndose. Pues vivir duele y aquel que lo ignora sufre la ceguera de la vida puramente mental, pariendo aire con una sonrisa hecha de droga, desdeñando a la madre que con los dedos apretados da a luz a un ser que cuando despierta llora. Y no importa que en sus páginas reivindique –justa y ruidosamente- al pueblo andino en su totalidad, si en su juego ficcional el opresor es tratado con tanta o mayor ternura y comprensión. ¿Acaso los descendientes troyanos leen con absurdo rencor las páginas del rapsoda porque en ellas se lee un sutil guiño a favor de los aqueos? ¿O se reconoce odio macerado hacia el pirata Francis Drake por parte de los Buendía en sus Cien años de Soledad? Si la mucosa dorada que envuelve las frases de El Pez de Oro no está hecha de resentimientos ni de actitudes personalistas. En su latir se desvanecen todas las líneas entre sujeto y prójimo, su forma y fondo van hacia el núcleo vital donde el tiempo es siempre sincrónico y las deidades no viven en cimas encubiertas tras nubes. Pues su carácter vanguardista radica en el descenso de los dioses pero no como cadáveres nihilistas sino como revitalizadores de la divinidad humana. En sus tablones se escenifican duelos actuales y resonancias políticas –es cierto- pero no ver más allá de eso es confesión de un espejo negro. La acústica de El Pez de Oro conversa con el otro lado de los astros, riega las conexiones nerviosas adelgazadas por milenios que están entre piel propia y piel ajena. Sus amarillentas páginas contienen una vertiente que espera ser bebida, hoy más que nunca, por
las partes en discusión que en ceguera se ahogan en desiertos de excesivo ego y escasa alma. Percibir tan sólo el hipo político y el conflicto coyuntural en las páginas de la obra sería quitarle su columna vertebral, desdeñar el verdadero relieve biológico y humano en una obra que tanto es relato, poema, ensayo, diario y todas las etiquetas que se le puedan colocar, imponiendo al final su propia esencia de no ser un género solamente sino una auténtica creación fundacional de arte
La Academia y El Pez El rigor que requiere la lectura de la obra de Churata no ha sido del todo asimilado. No son textos que pasen del escritorio al aula sin análisis previo, existe tal novedad en sus postulados que erudismo y sensibilidad son necesarios para transmitir el real contenido de sus tablones. Su tema no es el conflicto trillado que encuentra variadas vías de resolución por simples ejercicios de estilo, hay en su seno inaugurados canales de comunicación que antes de ser recorridos deben ser circulados con asiduidad. Quizá el temor de un legado demasiado retador haya retrasado la aceptación del trabajo. Lo cierto es que la necesidad que ha generado el agujero negro en la literatura continental se ha encargado de que el desentrañamiento de estructuras vírgenes de la obra sean poco menos que urgentes. Antes hay pautas primordiales que se han de adoptar previa una experiencia de lectura auténtica, desgajada de internaciones en la oniria y encauzándose en la paradoja de la salida del laberinto a través de la perdición misma, pues es libro que se siente más que se medita, y eso es mucho decir. Y que no suceda lo que a José Varallanos, que en una lectura
superficial hacía decir al texto aquello que precisamente no quería, afirmando que El Pez de Oro era “la autobiografía de su autor. Lo dice el propio Churata (!), en la introducción al volumen: simbolismo autobiográfico como colectivo”,
depende de la muerte de su frontera mayor: el desgastado aporte científico que se ha aplicado a la Literatura –OULIPO es una gran herramienta, más no es aconsejable leer con la calculadora en mente-. De ahí que tanto la sintaxis parafrásica
“Lago Titikaka”: Arturo Borda.
cuando la frase citada afirma explícitamente todo lo contrario: “no se quiera ver en el desarrollo dramático de sus diversos Retablos, ni en el hilo magnético que les da unidad, simbolismo autobiográfico, aunque por eso pueda decir que no constituyan la biología de un símbolo tan personal cuanto colectivo” y es que biología y biografía no son lo mismo amigo Varallanos, más tratándose de Churata. Y sucede que la sintaxis es una de las armas fundamentales de la obra, encerrando con cada signo puntual una paradoja en sí, un armazón donde la belleza de la sonoridad de las frases puede cautivar tanto que el riesgo de no comunicar se hace grande. Y que no se intenten forzar leyes gramaticales para encaminar el sentido que más que existir realmente sólo desea ser extractado: El contenido de El Pez no brota por un ceño fruncido que lo alimente, sino que se brinda al alma que lo recibe sin la predisposición al juicio. Y en esta ironía tropieza la Academia a la hora de encasillarlo, pues las Academias sobreviven alquilando casilleros, y no siempre han llegado al punto donde toda dialéctica se rompe y todo razonamiento se cuestiona. (Estamos en la era trascendente entre la razón que caduca y un instinto que emerge pausado), y muchas Academias ya intuyen que su supervivencia
como la estructura interna de la obra deba ser entendida desde una perspectiva amplia, cuando el corazón mismo de las obras se haya confesado al lector humilde, y no cuando el receptor leguleyesco caiga en la irónica trampa del autor. Si bien el contexto es algo importantísimo en las monografías actuales, de ahí que se abunden informaciones de la era coetánea a Churata, no se ha sistematizado su profundo latir esotérico y su fuego instintivo que lo invadía sin descanso. Sabemos de Orkopata y Gesta Bárbara, sabemos que se adelantó a Bretón por casi una década al generar un surrealismo netamente andino y que también fue creador del Realismo Psíquico. Ahora digamos que tenemos el marco. Y el enfoque ya es otro: profundizar en el mensaje que emiten sus palabras, develar las claves que posibilitaron aquella anticipación de medio siglo al posterior realismo mágico tan sonado. Porque El Pez, además de obra enfocada, es también herramienta de entendimiento para todo un corpus de la literatura latinoamericana, y por supuesto también de sí misma. Su dialéctica propia permite enhebrar los sentidos que se sumergen tras la parafernalia de su lenguaje novedoso. Así entendemos, a través de sus enérgicos aforismos, cómo opera la muerte en nosotros. Y vemos sin el
morbo oscurantista de las prácticas prohibidas, la magia que ocurre en cada accionar de la naturaleza y el hombre: en la fecundación sensual, en la piedra que vibra y –cómo no ha de estar- en las palabras que se materializan cuando son comunales. De ahí el subtítulo de la obra: Retablos del Laykhakuy, o el Escenario del Mago: -citando a Diez de Medina- se trata del “cubículo de un brujo”, brujo andino que todo habitante de estas tierras y montañas posee escondido y exporta esa su sensibilidad imperceptiblemente al resto del mundo. Esta la labor de la Academia: refrescar sus herramientas de lectura, incursionar en la aventura del aprendizaje mediante la praxis y no con el frío escritorio, pues no todo lo que se siente se ha escrito, aunque todo lo que se piensa ande por ahí en cuartillas y librerías. Y los andares se inician en casa. Es plausible afirmar que en ningún lugar como en el Ande se entenderá –hoy- la obra de Churata. Y la Academia en Bolivia (como en Perú) está señalada a renovar su biblioteca. Hablo de las Carreras Humanistas y de los sectores que sirven de nexo entre la producción de pensamiento y la enseñanza primaria y secundaria en el país, la realidad lo exige y el mundo hoy más que nunca lo apremia. * Escritor e investigador boliviano.
Una escritura andina Por: Miguel Angel Huamán* El primer aspecto que sorprende en El Pez de Oro es su peculiar escritura. Aparentemente defectuosa, descuidada o poco seria, llena de términos extraños en préstamo de lenguas nativas o giros populares, con menciones a voces latinas u occidentales, plena de partículas expresivas y nombres de origen no sólo andino sino plural, de la más variada fuente, así como dichos ó fórmulas que hacen de su teleología, de su objetivo o fin, poco discernible, casi indefinible. Sin embargo, a la par de este desconcierto que en muchos casos puede llevar al lector a abandonar la incursión en el territorio virgen del libro, descubrimos intensas imágenes, fascinantes plasmaciones de sentido y una extraordinaria fuerza que aumenta nuestro desconcierto, nuestra absoluta sorpresa ante la obra. A nuestro juicio hay que atender a la naturaleza peculiar de la escritura de Churata para poder penetrar en el
misterio del libro. No nos enfrentamos a aquella escritura 1 logocéntrica regida por la razón y orientada hacia un fin, donde el significante sólo es un simple suplemento, una realidad subordinada al objetivo de servir a la transmisión del habla y a la inclusión en el sentido, cuya verdad aparece como entidad incuestionada, como razón universal omnipresente en la realidad externa de la civilización occidental y su historia. Ante nuestros ojos la escritura, el significante, las grafías adquieren autonomía e imponen desde el her-metismo, desde el círculo cerrado de su naturaleza, su propia y singular vigencia. La escritura de Churata es una 2 escritura deconstructiva , es decir se asume como refugio y espacio cuestionador de la hegemonía sociocultural, de manera que su propio desempeño busca negar la jerarquía de la dominación, constituyéndose en un mecanismo interno de resistencia. Escritura alternativa surgida desde el momento inicial del choque entre la cultura indígena y la occidental, cuyo proceso viene desde Huamán Poma y se proyecta hasta la época contemporánea en los escritos testimoniales, judiciales, sociales de los sectores populares andinos, cuya naturaleza literaria o cognitiva ha constituido permanente problema. El Pez de Oro es un documento invalorable que ratifica la hipótesis de una escritura diferencial que niega el logocentrismo cultural occidental; pero también que pone en evidencia la afirmación de un sujeto cultural subordinado que, al contrario de las visiones dominantes que remiten a las culturas populares andinas exclusivamente al dominio de la oralidad, adquiere presencia a partir de la escritura en una lengua híbrida ni española ni vernácula. En el no estilo "culto" de Churata podemos apreciar el desempeño de los sectores populares andinos que, sometidos a una dominación y nutridos de una matriz cultural básicamente oral, se han visto obligados a producir y desenvolverse en el terreno de la escritura, incorporando a dicho espacio sus rasgos cognitivos esenciales. Así, la escritura de Churata se presenta como una escritura oral, cuyo registro no es la simple trascripción desde los paradigmas del logocentrismo hegemónico de un habla "otra" o que imita el registro oral, sino que explicita una inversión cuya psicodinámica posee los rasgos propios de su origen. Es decir, nos
encontramos ante una escritura reiterativa, no subordinada, empática, cercana a un mundo vital, apelativa, etc., características de la 3 oralidad , que en sus rasgos aparentemente "defectuosos" nos está diciendo algo, nos está presentando de manera inequí-voca la culminación de una primera etapa del proceso de apropiación por parte de sujetos subordinados del instrumento de dominación esencial desde la invasión española: la escritura. Desde esta óptica comprendemos que Churata ha escrito El Pez de Oro como si fuera un guión de radio, donde los aparentes errores son “efectos” de emisión, adquiriendo pleno sentido las presencias extrañas o disímiles como son los términos y cantos quechuas, las interjecciones o insultos, los diversos ruidos o variaciones en la construcción sintáctica, y la propia concordancia que tiene en su base aspectos poco “serios” para la lógica logocéntrica. De esa manera accedemos al universo textual del libro y descubrimos un producto que no sólo en su interior, en el nivel subtextual marca diferencias sino en su globalidad.
Una estética de la utopía Asistimos a profundos cambios en la realidad socio-cultural de nuestro país, cambios que involucran no sólo las máscaras y las imágenes del Perú oficial sino que tocan y afectan nuestro rostro colectivo, nuestro cuerpo social, nuestra vida cotidiana y pública. A la crisis del Estado oligárquico no ha seguido la construcción de una Nación donde podamos convivir respetando nuestras diferencias y heterogeneidades, encaminados hacia una meta común de progreso y desarrollo. En el seno de las dinámicas sociales conviven lógicas y prácticas contradictorias, tradiciones y creencias enfrentadas a rupturas y actitudes prácticas que irresueltas han ahondado un sentimiento de sobrevivencia, incertidumbre y disolución que marca el período como una inflexión trágica en nuestro devenir. En estos tiempos de plagas y de crisis, la heterogeneidad y pluralidad de nuestra formación social parece proclive a procesar los fenómenos exclusivamente a partir de cada una de sus propias, limitadas e insuficientes perspectivas. ¿Qué se puede decir ante esta realidad incontrastable? ¿Cuál es la alternativa que desde las disciplinas humanistas, desde los estudios
literarios, se puede erigir frente a lo inconmovible? ¿Dónde ubicar el habla mítica de una obra escrita décadas atrás sin que su mensaje termine ahogado en medio del barullo y el tumulto? Tal vez el único significado global de El Pez de Oro en el proceso sociocultural peruano sea aquel que nos dice que ese caos, ese torbellino que como texto reelabora tiene una coherencia, un sentido, un orden que no atinamos a descifrar y que saldrá a luz con toda su alentadora esperanza si aprendemos a reconocer en su dimensión vital y emocional, el caudal de vivencias y retos, la pluralidad de sus voces y sueños como un camino que inevitablemente tenemos que recorrer. Más allá de imágenes y esquemas aleatorios, cinco siglos después del trauma de la invasión y el encuentro, de cara al siglo XXI, nos hallamos en el punto exacto que define nuestra posibilidad de constituimos como sujetos unitarios, siempre y cuando logremos dominar las tentaciones de una racionalidad instrumental y las falsas posturas de un irracionalismo soberbio. Una utopía sólo se supera con otra, más plena y realizable. Nuestro Perú en cuyo territorio nacieron y acabaron tantas utopías, dolorosamente vividas, parece maduro para gestar en medio de la crisis sueños menos falsos y esperanzas más tangibles. El Pez de Oro con su doble juego que deconstruye y construye, que formula y reformula, que apropia y desposesiona, nos indica que el primer paso, la primera lucha que hay que ganar es la del sentido, la simbólica, que nos permita significar nuestro futuro, empezar ya a transformar nuestro presente. En esa ta r e a l a c r e a c i ó n v e r b a l , l a producción estética tiene gran importancia. "Hay un sentido en toda utopía, sin lo cual no sería posible tensar las antenas del imaginario de la sociedad hacia otro sentido histórico. Toda utopía de subversión del poder implica, también, una subversión estética" (Quijano, 1990). Las disciplinas humanísticas y los estudios literarios tienen por ende una misión definida, una obligatoriedad insoslayable, incorporar al conocimiento dicho ámbito y llevar su esencialidad al terreno, al ejercicio científico. Mostrar y demostrar que desde nuestras raíces internas razón y emoción no se oponen, en la misión de estructurar un paradigma cognitivo eficaz hay que “humanizar" toda práctica gnoseológica. También El Pez de Oro nos señala que no sólo podemos construir un lenguaje común sino que lo tenemos
en la medida que lo reconozcamos. El trasfondo social, el marco colectivo vital donde se inserta el discurso mítico de su propuesta, en su funcionalidad y simbolismo, es el contexto idóneo donde adquiere su rasgo de lenguaje. Código o modelo lógico que plantea los dilemas, problemas y luchas esenciales de la sociedad. Barthes (1985) nos recuerda que el mito es un habla, un sistema de comunicación y Lunn (1986) que la transformación del mundo tiene lugar en primera instancia en la imaginación, como transfiguración simbólica y estética. La relación de El Pez de Oro y 4 "Españoladas” con la utopía cultural de una sociedad como la nuestra aparece fulgurante, en la íntima ligazón de su propuesta con el proyecto de reconstitución del sentido histórico que impulsan los diversos movimientos populares andinos. Una cosa es escribir sobre los campesinos, proletarios y sujetos populares en general y otra muy distinta que ellos escriban sobre sí mismos. Creemos que la producción discursiva de los sectores populares andinos no puede confundirse con la escritura sobre ellos, corriente que empieza con los indigenistas y, como señalan críticamente una diversidad de autores en diferentes disciplinas, tiene un sesgo ideológico claro (Kristal, 1987). En El Pez de Oro, en su escritura deconstructiva y su discurso mítico, tenemos una performance, un desempeño del sujeto popular andino, más allá de una visión como víctima o rebelde de un indígena abstracto, tenemos al propio sujeto ejerciendo su cultura, expresando el sentido de lo vivido con su vitalidad, humor y cotidianeidad. En este sentido el libro de Churata ofrece la ocasión al antropólogo o al historiador, en el análisis del discurso, de conocer el interior del modo de producción cultural de los sectores populares andinos, superando dicotomías que han dominado el estudio de la “resistencia” andina, resistencia que sucede o actúa fuera del escenario, de la historia hegemónica y su flujo trascendente, y es precisamente por ello que el discurso literario con sus intenciones virtualmente invisibles o sus impulsos difícilmente perceptibles logra canalizar y expresar. * Del libro: FRONTERAS DE LA ESCRITURA. Discurso y utopía en Churata. Editorial Horizonte. Lima, 1994.
NOTAS: (1) Cf. DERRIDA, Jacques: De la Gramatología, México. Siglo XXI, 1986. (2) Cf. CULLER, Jonathan: Sobre la deconstrucción, Madrid. Cátedra. 1984. (3) Cf. ONG, Walter: Oralidad y literatura. FCE, México. 1987. (4) “Españoladas”, capítulo IV de El Pez de Oro.
CANTO EXISTENCIAL A Gamaliel Churata “En el principio fue el Verbo” Por el verbo hiciste -hondero pastorun charango humilde de tu corazón. Por el verbo cantar hiciste a la paloma y el cuervo triste Por el verbo estaba tu tierra en el alma y el hueso ¡Y con qué violencia! ¡Y con qué terneza! Por el verbo llegaste al fuego el monte y el agua. Por el verbo hallaste en el fondo Titikaka, una estrella de oro nacida en el lodo. Por el verbo tú hiciste cantar al hombre, la piedra y el ritual. Por el verbo: tu reino es cabaña; el cerro, poema; altar, Orkopata. Por el verbo amado fue el ayllu, ángel y cordero, flor de sankayu. Apu. Por el verbo por tu sueño apóstol: Churata; Gamaliel: Amauta; La raza es palabra la sangre sangra. Por el verbo llegó en el viento la luz al indio, rugido al mito. Por el verbo clamó tu holocausto culminante de hombre, de profeta trágico que levantó al cielo su sangre y su noche. Por el verbo en la morgue
era ya tu cuerpo -en cruzde indio iconoclasta, tan vivo y tan muerto, una llamarada azul. Por el verbo en el alto monte, vértigo y nevero, tempestad y luz, era tu alma esteta una estrella solitaria, azul. Por el verbo en garras del cuervo, te quebró el silencio y la soledad, lejos de tu lago, lejos de tu amor; desierto tenaz tótem cenital; agua ya sin pez de oro en que bogar al amanecer. ¡Ay de tu alma y tu voz Gamaliel! ¡Ay de tu corazón, Gamaliel! Fuente de hombre que aflora ara del andinismo, Fé. Inmarcesible prez. ¡Ay de tu vida agónica, cadáver fugitivo, Gamaliel, Gamaliel! Idea abriendo la sombra, flecha de libertad en terrible avidez. ¡Ay tu muerte antagónica, cadáver inmortal, Gamaliel, Gamaliel!
Luis de Rodrigo. Miraflores - Lima. 1970.
Óleo de Diego Kunurana
La epistemología monista de El Pez de Oro Marco Thomas Bosshard. Fragmento del ensayo: Mito y mónada: la cosmovisón andina como base de la estética vanguardista de Gamaliel Churata. En Revista iberoamericana Nº 220, 2007. Bosshard es investigador y escritor suizo-alemán, ha publicado el importante libro: Ästhetik der andinen Avantgarde. Gamaliel Churata zwischen Indigenismus und Surrealismus (Hacia una estética de la vanguardia andina. Gamaliel Churata entre el indigenismo y el surrealismo). Berlín, 2002. “El hombre es todo en uno o no es” (Churata 1957, p. 108), escribe Churata en el primer capítulo de El pez de oro, para precisar después: “el alma [...] es la semilla en que el hombre está con su destino, su osaturo [sic!], su intelección, su sistema neurovital, su kepi de existencias laceradas” (ibid., p. 110). Pasajes como éste aparecen con redundancia en El pez de oro, lo que parece ser un medio retórico para fortalecer la fe en el catecismo salvador del libro, ya que la cita superior forma parte de un largo párrafo con el título programático “Paralipómeno Orkopata”. Refiriéndose a Spinoza y a Bruno (cf. ibid., pp. 90 y 111), Churata construye, a través del concepto del ahayu –del alma indígena colectiva que, según la definición del autor, también es semilla y célula originaria (cf. ibid., p. 110: “Hay una especie de presencia en la tierra. Es la ahayu: la semilla”)–, una teoría del monismo indígena, en el cual cuerpo y espíritu se entienden como una misma materia inseparable. Esta semilla con alma en la que se refleja todo el universo –codificado casi genéticamente– se asemeja bastante a la mónada de Leibniz en su variante indígena1, y parece determinar toda la estructura de la obra churatiana. La construcción de este monismo se efectúa, desde luego, paralelamente al rechazo polémico del dualismo. La crítica de Churata se dirige, en primer lugar, contra Platón, siendo éste el fundador del modelo de representación dualista de “original” e “imagen”, el cual, a su vez, se ve inseparablemente vinculado con la dicotomía entre “cuerpo” y “espíritu”. En el párrafo “La caverna”, del largo prefacio “Homilía del Khori-Challwa”, Churata invoca la parábola platónica de la caverna; para él, la caverna –chinkhana2 en quechua– es conceptualizada como pars pro toto de Pachamama; es decir, como metáfora del útero en su función de instancia que genera la vida. Por eso, Churata polemiza: “Entonces la caverna del infinito no será el universo, ni el tiempo, ni la nada: será la vida. ¿Entiendes, Platón?. Sólo se puede ser en mónada” (ibid., p. 44). La propuesta platónica, que consiste en superar los fantasmas de la caverna a través de la filosofía para luego llegar al mundo de las ideas verdaderas, no es compartida por Churata que predica todo lo contrario: “Vivir en caverna, en la caverna y para la caverna, con el infracturable destino
de la unidad vital, que no es más que el gozo de la fertilidad. Y como no se puede estar vivo y muerto, ni estar en dos naturalezas, ni objetiva y simultáneamente, estar en dos sitios, hay que estar en tensión láctea, que el punto de la tensión es el punto de la caverna.” (ibid., p. 45). En El pez de oro, monismo y vitalismo coinciden, pues, en “unidad vital”. La sustancia con alma, de la que están hechos tanto el cuerpo como el espíritu, es –como ya he señalado– la semilla, el “licor seminal” (ibid., p. 110), “la esperma que incendia la caverna” (ibid., p. 152). Churata denomina la célula como un “individuo consciente” (ibid., p. 349), que constituye al hombre no sólo física, sino también psíquicamente, puesto que “la semilla del hombre es su alma” (ibid., p. 111). El alma, a su vez, es designada como “organismo sexual” (ibid., p. 109); es decir, corporeidad y sexualidad, fertilidad y reproducción le son inherentes al vitalismo de Churata, proporcionando la base teórica de una estética (cf. la fórmula churatiana “germinación como estética”; ibid., p. 35) que se manifiesta, por ejemplo, en la reanimación del haylli: una especie de poema o canción autóctona de origen prehispánico, en la que voces masculinas y femeninas se alternan, cantando el trabajo en el campo durante la siembra. Evidentemente, estas canciones destacan por su fuerte connotación sexual (cf. Randall 1990, pp. 28 ss.). La vida como “ser en mónada”, según la concepción de Churata, requiere entonces unidad (cf. Churata 1957, p. 111: “La condición ineluctable de la vida es la unidad”), una unidad que se realiza a través de la unión corporal y que resulta discernible sintiendo. En este acto de sentir, el yo siempre se refiere recíprocamente a un tú, sin el cual el yo no puede existir:3 “Siente, siente, cada vez más. Allí sabrás que eres unidad porque en ti en todo momento se fragua utilidad. Soy en cuanto son; y son porque soy; y porque somos es posible el ser. Sólo porque me eres útil eres.” (ibid., p. 348) Este acto de sentir al otro resulta fundamental para que Churata pueda construir el yo como parte integral de un colectivo. El “ego” hay que comprenderlo como un tú múltiple (cf. ibid., p. 349: “Ego: tú-multo. [...] Tú eres 4 Naya” ) que coincide con el universo (cf. ibid., p. 348: “Soy pues el Universo: el Universo es sólo 'ego' ”).5 De esta manera, a Churata se le abre el camino para poder universalizar su experiencia
individual: El yo del autor que se lamenta de la muerte de su hijo6, siempre dirigiendo la palabra a éste –a un tú al que inquiere el yo del autor– corresponde con la preocupación supraindividual del yo-narrador de El pez de oro acerca de la reanimación de la cultura incaica; es decir, a la fórmula “Tú eres Naya” le es inherente la idea de una mónada, en cuanto se puede afirmar una vez más, con las palabras de Nicolai Hartmann, la tesis de Leibniz que dice que “cada formación en proceso de ser 'representa' de alguna manera el sistema entero” (Hartmann 1925, p. 318). En una serie de artículos que se publicaron en 1949 bajo el título Problemas ontológicos, en el suplemento literario del diario paceño Última Hora, Churata invoca explícitamente a Hartmann: “Otro modo de entender la realidad está en la identificación de lo real con las cosas, todo lo físico, lo material, lo orgánico habrá de ser entendido como real y viceversa, todo aquello que carezca de este carácter físico habrá de entenderse como irreal. En el hombre sólo su corporeidad formaría su realidad, de tal suerte que, los sentimientos, las acciones y toda la vida espiritual del hombre, su propio destino, todo aquello que la humanidad ha considerado como real, todo aquello no formaría parte de la realidad del hombre. Este es un concepto materialista que se debe rechazar (opina Nicolai Hartmann a quien estamos analizando). El único concepto adecuado de la realidad es el que ciñe a los fenómenos, y sólo es un concepto de realidad adecuado al fenómeno cuando abraza lo material y lo inmaterial”. (cita de: Gonzáles Fernández y Ríos Moreno 1996, p. 87) Refiriéndose a Hartmann, Churata subraya la necesidad de un lazo entre cuerpo y espíritu que hace recordar el tinkuy andino –la unidad de los contrarios–, un lazo que “abraza lo material y lo inmaterial”. Aunque critique la equiparación del pensamiento con el ser, Hartmann no abandona la separación entre conciencia y sujeto. Puesto que la conciencia es “insuperablemente cautiva en sí misma” (Hartmann 1925, p. 315), el sujeto tiene que poder salir de sí mismo para discernir al objeto –al otro, al tú. Sin embargo, para este propósito, el sujeto “ya tiene que estar determinado por el objeto; éste ya tiene que haber generado su imagen en el sujeto” (ibid., p. 317); es decir, sujeto y objeto son –así
16 como “ego” y “tú-multo”, inmanentes a sí mismos, aunque lo sean sólo parcialmente. Lo que propaga Churata en El pez de oro es, pues, un “sujeto centrado, un sujeto de la modernidad” (Gonzáles Fernández y Ríos Moreno 1996, p. 87). Sin embargo, el único ser centrado, según la fenomenología antropológica de Helmuth Plessner, es el animal, mientras que la posición humana se caracteriza justamente por su excentricidad, ya que el hombre “no sólo es únicamente cuerpo, ni tiene únicamente cuerpo” (Plessner 1982, p. 241), así que nunca logrará un verdadero equilibrio entre ser cuerpo y tener cuerpo, es decir entre cuerpo y espíritu. Sólo a través de la equiparación del sujeto indígena con un animal (cf. Churata 1927, p. 19: “El indio es la bestia del Ande”), le resulta posible a Churata afirmar esta centricidad utópica, cuyo símbolo es el perro que se llama Thumos y que reaparece varias veces en El pez de oro. Esto posibilita la anteposición discursiva del instinto animal a la racionalidad del hombre civilizado: “Thumos me introdujo al [sic!] respeto de la bestia; y nó porque en él identificara el alma platónica del animal, sino porque en él descubrí una humanidad libre de las deshumanidades del hombre. Pensé que el del hombre no es el lenguaje más activo y el más musical menos. El ladrido en animales superiores como Thumos qué riqueza de tonos no tiene. [...] el ladrido del perro, o el trino del pajarillo, no son meras voces más o menos armoniosas: son expresión de sensaciones, sentimientos, deseos, medios de comunicación; verdadero lenguaje. Y para que estos animales irracionales puedan entenderse es preciso que posean una sutileza auditiva que no todo los hombres tienen. [...] El lenguaje del hombre es de estructuras verbales; la [sic!] del pajarillo de estructura melódica. Capitán: ¿es que los irracionales poseen la razón musical?” (Churata 1957, p. 377). En la base de esta misma dialéctica entre tener cuerpo y ser cuerpo, Churata ubica también el acto de escribir. Éste no es un acto incorporal del pensamiento individual, sino un escribir con el cuerpo y con la naturaleza: “Si yo viviera con la cabeza, y con la cabeza pensara, me creería un animal detenido. Yo pienso con la rodilla, con el tendón, el codo, la oreja, el hígado. Cada parte de mi cuerpo posee la facultad de pensar, discernir, crear. Y si mucho me hurgas,
Detalle: Guayasamín
te diré que pienso con los árboles, los ríos, las nubes, los piojos, el rayo... Cómo pudiera hacerme escritor... Verás lo que es escribir con los huesos, la nariz, el mentón, los compagnones [sic!], como dicen los franceses; con el cuerpo íntegro. Esos poetillos narcisos que se miran la frente seguros de que tras ella hace brujeríos [sic!] un Merlín milagrero, me provocan risa. El hombre para ser tal, viva sabiendo que ninguno de sus pensamientos o acciones, a no ser los hijos purulentos, son creatura del cerebro, sino veces del riñón, otros de los sartorios, del pubis, del plexo solar, las más del diafragma.” (ibid., p. 202). Desde luego, Churata intenta realizar este monismo, que he tratado de esbozar sinópticamente, también en el nivel formal de El pez de oro. El reproche de que el libro sea caótico, ilegible, de que carezca de cualquier estructura, resulta entonces insostenible. Tanto Huamán (1994) como Pantigoso (1999) trataron de reconstruir la estructura de El pez de oro; para este propósito, ambos autores parten del subtítulo del libro Retablos del Laykhakuy.7 Mientras que Pantigoso convierte la palabra “retablo” en “red que habla” (cf. Pantigoso 1999, p. 251) la red parece una metáfora legítima para describir la estructura de El pez de oro, ya que el Pez de Oro queda cautivo en ella, así que puede ser observado y analizado de más cerca, Huamán conecta los “retablos” con el dibujo cosmológico en la crónica de Santacruz Pachacuti,8 atribuyendo
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a los distintos capítulos o retablos del libro a menudo un poco arbitrariamente las significaciones de “Viracocha” (capítulo uno: “El pez de oro”), “sol” (capítulo dos: “Españoladas”), “luna” (capítulo tres: “Pachamama”), “abuelo” (capítulo cuatro: “Pueblos de piedra”), “abuela” (capítulo cinco: “Mama Kuka”), “tierra” (capítulo seis: “Puro andar”), “laguna” (capítulo siete: “Los sapos nengros”), “hombre” (capítulo ocho: “Thumos”), “mujer” (capítulo nueve: “Morir de América”) y “Colcapata” (capítulo diez: “EL PEZ DE ORO”) (cf. Huamán 1994, pp. 53 ss.). Aunque estas interpretaciones no carecen de toda plausibilidad, a ambos autores se les escapa el punto clave. El mismo Churata llama la magia del laykha del chamán o curandero del subtítulo de El pez de oro una magia monista (cf. Churata 1957, p. 101, donde habla del “monismo del laykha”), ya que lo sobrenatural, para el laykha tanto como para el pueblo indígena, se presenta como “completamente natural” (ibid.) y forma parte de la vida cotidiana fuera de la cual no existe otra realidad más verdadera.9 Aunque se puede constatar en el subtítulo también una probable referencia al “Retablo del Maese Pedro”, de la segunda parte del Don Quijote,10 es el monismo del layka lo que prevalece y determina la estructura de El pez de oro hasta en el detalle. Hay que comprender los distintos capítulos, entonces, como mónadas que reflejan el universo de El pez de oro según su propia manera característica
17 e i n c o n f u n d i b l e . Ta n t o l a redundancia de la argumentación, la permanente repetición de los motivos que son variados, como la congruencia de dos capítulos del primero (“El pez de oro”) y del último (“EL PEZ DE ORO”) en cuanto a sus títulos, los que, a su vez, coinciden con el de la obra entera, se explican así fortaleciendo la probabilidad de tal interpretación. El primer capítulo de El pez de oro ejerce una especie de función generadora, que consiste en establecer un trasfondo de motivos y de tópicos indigenistas. Es por eso que la estructura monista hallada en el texto se esclarece mejor analizando este mismo capítulo, “El pez de oro”, porque contiene en nuce todas las temáticas relevantes que son expandidas y profundizadas en los capítulos siguientes. Allí están la fertilidad, que es motivo del capítulo “Pachamama”; la violencia de la Conquista y de la Colonia, que se corresponde con “Españoladas”; la mitología andina (cf. “Pueblos de piedra”), la medicina y el chamanismo andino (“Mama Kuka”), el mundo de los muertos (“Puro andar”), la pérdida del hijo (“Los sapos nengros”), el indio como bestia (“Thumos”), y también el intento sintetizador de fundar un estado indígena (“Morir de América”). Visto así, “El pez de oro” aparece, si uno piensa en la doctrina de las mónadas de Leibniz, como la divina mónada originaria, la que genera todas las demás; así que la asociación de Huamán de este capítulo con “Viracocha” ya no se presentaría tan arbitraria. “El pez de oro” termina con el mito literaturizado del Khori-Challwa, del Pez de Oro, también conocido como el “Príncipe Suchi”. Este mito proveniente de la región del lago Titikaka no ha sido hasta donde se sabe fijado nunca por escrito, por lo que resulta imposible averiguar en qué medida Churata lo transformó al trasladarlo a la literatura. Sin embargo, el nacimiento del Pez de Oro como el resultado de una relación amorosa entre un puma y una sirena se corresponde con toda una serie de iconografías precolombinas: relaciones entre mamíferos de presa y anfibios parecen señalar siempre el ocaso del mundo viejo y el comienzo de una nueva era; es decir, el pachakuti.11 Si mis premisas, en lo que concierne al capítulo “El pez de oro”, son correctas, se puede suponer que el mito del Pez de Oro contiene las claves para la comprensión del texto.
CITAS: (1) Leibniz es mencionado en dos pasajes de El pez de oro; cf. Churata 1957, p. 120: “Todo esto corresponde a 'cargar el presente con el pasado', que diría el barón de Leibnitz [sic!]” y p. 242: “Miróme con ojos que dilataba la mónada de Leibnitz [sic!]”. Mientras que Ortega y Gasset (1983, p. 339) habla de la “resurrección de la mónada”, revalorizando a Leibniz (véase también el pasaje: “Entre la función separada de la sustancia, propia al pensamiento moderno, y la sustancia inactiva, mera potencia abstracta que el aristotelismo enseñó a la Edad Media, cabe una excelente posición intermedia. La sustancia como fuerza; por tanto, como germen de acción. Ahora bien, esto es la mónada de Leibniz”, ibid., p. 343), toma distancia frente al filósofo alemán en un artículo llamado “Ni vitalismo ni racionalismo” (cf. ibid., p. 270-280) y publicado en la Revista de Occidente, la que como es sabido tenía amplia circulación entre los intelectuales latinoamericanos. Ahí, Ortega rechaza tanto el racionalismo de Leibniz como el vitalismo de Bergson, caracterizando el racionalismo, debido a los elementos antiteóricos, anticontemplativos y antirracionales que éste contiene en su opinión, como “misticismo de la razón” (ibid., p. 280), porque asume una “actitud arcaica, impropia de la altitud de destinos a que la mente europea ha llegado” (ibid.). Para Churata, se le abre así el camino para reclamar aunque sólo parcialmente el racionalismo occidental dentro de su empirismo andino, en vez de lucharlo simplemente por medio de su escritura. (2) En el castellano peruano coloquial, “chingana” designa una pequeña tienda donde se venden artículos diversos o un bar donde se come, se bebe y se baila. En un sentido más amplio, también se refiere a un burdel. (3) El concepto de la 'reciprocidad', forjado por John V. Murra, sigue vigente hasta hoy en la antropología andina, describiendo muy acertadamente las estructuras sociales de los quechuas y aymaras. La misma relación de reciprocidad también se observa con respecto a la dualidad de los sexos que aspiran a su unificación: “El problema que presentaba la dualidad de sexos era el de reconciliar la división con la unidad a nivel de las parejas humanas. Se encuentra el mismo problema al nivel de mitades endógamas. En ambos casos se puede apreciar ahora que Dos se consideran unificables solamente si se elimina la mediación: en el caso de las parejas humanas la mediación mínima se da en la cópula; en el caso de las mitades, se hace un paralelo a través de la cópula ritual regulada en la hostilidad institucionalizada” (Platt 1976, p. 42). (4) Naya (aymara) = 'yo'. Con respecto a la diferencia que hace Churata entre el yo y el ego como un tú múltiple, hay que anotar que una diferenciación parecida se efectúa en la gramática misma de los idiomas indígenas. El quechua emplea -tanto como el aymara- dos modos del
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verbo en la 1ª persona plural: el inclusivo, incluyendo la 1ª, 2ª y 3ª persona singular (ñuqanchik: 'nosotros todos') tanto como el exclusivo que unifica la 1ª y la 3ª persona excluyendo la 2ª (ñuqayku: 'nosotros'). En otro lugar, Churata define el ego a través de la fórmula: “El [pez de oro] + Naya = Ego” (Churata 1957, p. 128). (5) Nótese la coincidencia con la vanguardia antropofágica brasileña, pues se lee en el Manifesto Antropófago: “Morte e vida das hipóteses. Da equação eu parte do Cosmos ao axioma Cosmos parte do eu. Subsistência. Conhecimento. Antropofagia.” (de Andrade 1972, p. 15). (6) No hay que olvidarse de que, para Churata, el Pez de Oro también es la reencarnación de su hijo muerto Teófano; abundan los pasajes que confirman tal interpretación a lo largo de El pez de oro. La afinidad de vitalismo y mortalismo en Churata se produce, visto así, por hechos biográficos fatales. Estos hechos son condensados en una carta dirigida a Mariátegui datada el día 24 abril 1929. La cita Pantigoso (1999, p. 47): “Debe usted estar extrañado de mi silencio de tantos días. Pero es que la VIDA, así con mayúsculas, sigue atacando mis izquierdas revolucionarias y se ha propuesto dejarme limpio el camino de todos los seres que eran mi legado de alegría. Ayer fue Teófano Churata, le siguió Quemensa Churata, mis hijos, y el 12 de abril a las cinco treintainueve minutos de la madrugada, Brunilda mi compañera, chiquilla que con quince años floridos vino desde Chile a pagar mi tributo a la tierra. Fácil es que piense que tanto golpe si me ha endurecido el cuero me ha puesto también muy deslucida el alma.” (7) El neologismo laykhakuy, formado de laykha y del sufijo kuy, se traduce según Churata (1957, p. 545) como “caminos de acción de la voluntad mágica”. (8) Jan Szeminski (1987) analiza en su monografía Un kuraca, un dios y una historia la crónica de Santacruz Pachacuti detalladamente, enfocando entre otros el personaje llamado Tunapa del que se dice que había evangelizado a los indígenas o por lo menos les había enseñado una nueva religión (ley) ya mucho antes de la llegada de los españoles (de una manera parecida, pues, como lo hace el KhoriChallwa del mito churatiano, siendo éste un pez y, por ende, un símbolo de la cristianidad). Tunapa parece entonces un mensajero profético de la fe cristiana o una especie de mesías que realiza milagros al acabar con el régimen de los hapi ñuñus demoníacos, provocando un pachakuti. Churata, a su vez, tiene escrito un ensayo titulado “Thunapa en el vértice del humanismo” (cf. Diez de Medina 1971, p. 393); además, menciona el nombre de Tunapa (o 'Thunapa') dos veces en El pez de oro: La primera vez, se refiere a la obra del mismo título de Fernando Diez de Medina (cf. Churata 1957, p. 532); la segunda vez, el personaje aparece en el contexto de las crónicas (“señálase en Thunapa la presencia de apóstol de Jesús tras el Espolio”, ibid. p. 28). Por eso, hay
18 que relacionar el Tunapa de Churata con el personaje de la crónica de Santacruz Pachacuti, cuyo credo cristiano incluye tanto las deidades incaicas (el sol, la luna, el rayo etc.) como el dios cristiano uno y trino. (9) Son evidentes aquí las alusiones al concepto del 'realismo mágico' o más bien al 'real maravilloso' en el sentido que le da Carpentier (2000), en la medida que la primera noción remite al crítico de arte alemán Franz Roh que la utilizó para designar una dirección de la pintura postexpresionista alemana, antes de que fuera recogida por Arturo Uslar Pietri y por Ángel Flores en la crítica literaria latinoamericana. Explícitamente, Aramayo (1979) llama a Churata un precursor del realismo mágico. (10) Después de que Churata, en la segunda oración de El pez de oro, ya ha invocado como una especie de introitum a Cervantes (cf. Churata 1957, p. 9), alude luego al retablo del Maese Pedro, de la segunda parte del Don Quijote, al especular, si el empirismo andino vale más que el racionalismo europeo (cf. ibid., p. 123). En Cervantes, Don Quijote toma el escenario teatral del retablo por la realidad, por lo que decapita con su espada las muñecas del Maese Pedro, las cuales representan moros: “Y, diciendo y haciendo, desenvainó la espada y de un brinco se puso junto al retablo y con acelerada y nunca vista furia comenzó a llover cuchilladas sobre la titerera morisma, derribando a unos, descabezando a otros, estropeando a éste, destrozando a aquél; y entre otros muchos, tiró un altibajo tal, que si maese Pedro no se abaja, se encoge y agazapa, le cercenera la cabeza con más facilidad que si fuera hecha de masa de mazapán” (Cervantes s.a. [capítulo XXVI], p. 204). Comportándose así, Don Quijote le parte el cráneo no solamente al rey morisco Marsilio, sino también aunque por error a Carlomagno. Está entonces presente en El pez de oro un motivo que remite a la decapitación y al regicidio, aludiendo quizás al asesinato de Atawallpa por los españoles, ya que la Reconquista contra los moros se ve alargada por la Conquista de los reinos de los aztecas e incas. Hace recordar también el mito conocido del Inkarri, recogido por Arguedas, que parece combinar elementos de la decapitación de Tupaq Amaru con aquellos de la degollación de Atawallpa, tanto como la anónima Tragedia del fin de Atahualpa y la descripción de la muerte de Atawallpa en Huamán Poma de Ayala, puesto que todos los tres relatos el mito, el teatro y la crónica coinciden en que el inca es decapitado, en vez de ser degollado, como demuestran los hechos históricos. Al referirse al retablo del Maese Pedro, convirtiéndolo en los retablos del Laykhakuy, Churata posiblemente trata de sugerirnos la vuelta del inca, la que se realizará, como es sabido, cuando su cabeza se haya reunido con el cuerpo bajo la tierra; es decir, Churata parece participar también en la reescritura del mito del Inkarri y de la utopía andina (cf. al respecto Flores Galindo 1986).
(11) Cf. Hocquenghem 1987, pp. 185 y 208: “Los dos animales fabulosos, uno terrestre y otro acuático, [...] aparecen anunciando los Pachacuti, los cambios de un tiempo al otro, de una región a otra, de un poder a otro [...] Por un lado, los 'colmillos' y las 'serpientes' caracterizan a los ancestros en los imágenes mochicas y andinas, y por otro lado, es el camay, las fuerzas vitales que animan, que caracterizan los camac, las huacas, los ancestros, en los textos del siglo 16 y 17 así como hoy en día. Si nuestras interpretaciones son justificadas, los 'colmillos' y las 'serpientes' serían entonces representaciones icónicas de las fuerzas que animan, y el camay correspondería a la nación de poder inmortal de los ancestros.”
“La epopeya del hombre-animal” Churata tuvo la idea de elaborar una especie de Nueva Enciclopedia de la mentalidad colectiva del pueblo andino y de sus procesos cognitivos. El proyecto, probablemente tenía el título de Alfabeto del Incognoscible; de éste El Pez de Oro representa el primer tomo, único libro publicado hasta el momento, de una larga saga de dieciocho (18) volúmenes, aún inéditos, escritos en forma narrativa, poética y dramática; Leamos lo que dijo al respecto el propio Churata en la histórica conferencia que sustentó en el cine Puno, de dicha ciudad, el 30 de enero de 1965: “el volumen édito es sólo el primero de otros que le siguen, y que complementarán acaso una suerte de epopeya del hombre-animal. En efecto, tras el Pez de Oro, debe aparecer Resurrección de los muertos, de mayor número de páginas, y en el cual, en forma dialogada, en todo caso de un teatro sui géneris, se acomete el análisis del problema dialéctico del Ahayuwatan, a través del complejo filosófico, psicológico, histórico, sociológico, en suma, de este problema sustantivo de la sociedad humana. (...) Tras ese volumen viene otro, denominado Mayéutica, en poemas didascálicos, que ahonda el sentido del esquema. A Mayéutica habrá de seguir un diálogo que he denominado Platón y el Puma, en el que se examina por estos mismos canales, el tema de la salud del hombre desde raíces que, como individuo planetario, le corresponde, reaccionando contra el idealismo espiritualista del socratismo platónico. Y ya le seguirán Khirkhilas de la Sirena, poemario titikaka, en abono del símbolo matriarcal de las aguas. Luego, Balalas, haylli inkásiko, poemario de tono épico, sin embargo inspirado en las ritmias del Eyray lupaka, o sea la canción de cuna, poemario en defensa del incario y la exaltación de
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sus valores. Tras esto vendría otro de nuestra singular dramática: Los pueblos resucitan, sobre la base de la cinemática del Ahayu-watan. Y ya entramos a las Biorritmias del Tawan, enfronte radical hacia la d e m o s tr a c i ó n p o s i ti v a d e l a inexistencia de la muerte, y la proposición insólita: nuestros muertos no están, ni estuvieron muertos nunca; están vivos junto a nosotros y en nosotros. Colección de madrigales, no dedicados ya a las novias actuales Harawi-Hiwa- sino a las mujeres que murieron y nos viven; ven con nuestros ojos; oyen con nuestros oídos; aman u odian desde los sistemas cordiales de nuestra naturaleza. Y allí cierra el periplo con la pieza Khoskho Wara, diálogo que se produce en el primer planeta a que el hombre tendrá que dirigirse cuando las condiciones biológicas del nuestro hubiesen seguido proceso de linfatización, si así puede decirse, y ya resultase inadecuado para mantener la vida como lo ha hecho hasta hoy. Explicar este bosquejo no es hacedero en las líneas de una charla. Pero la lectura de los volúmenes indicados dejará en el lector la certidumbre de que, quien les trazó, ni sufre psicosis, ni sus planteamientos pueden ser referidos a travesuras de la imaginación”
ya viene...“Resurrección de los muertos” Fragmento de la conferencia que diera Ricardo Badini hace unos meses en Puno; donde expone la temática de Resurrección de los muertos, y anuncia su próxima publicación. Badini es filólogo italiano, hace unos años adquirió los derechos, por parte de uno de los herederos, de los manuscritos originales -e inéditos- de Churata. Actualmente viene trabajando en la trascripción y edición de: Resurrección de los muertos o Alfabeto del Incognoscible, como continuación de El Pez de Oro. Estoy trabajando en un libro que está en inminente publicación que se llama Resurrección de los muertos – Alfabeto del Incognoscible, en el título hay algunas dudas porque Gamaliel Churata pone arriba Alfabeto del Incognoscible, y después Resurrección de los muertos. Yo creo que Alfabeto del Incognoscible era la idea para Gamaliel Churata del nombre que tenía que abarcar todo su proyecto, un proyecto enciclopédico, que empieza con El Pez de Oro, sigue con Resurrección de los muertos, Mayéutica, que son poemas; Platón y el Buey, que son poemas y ensayo, escritura mezclada como hace Churata siempre -es muy difícil tratar de encontrar una categoría para la obra de Churata-. Voy a hablarles de Resurrección de los muertos (...) Cuando leyendo una escritura como la de Churata no logramos obtener el significado, el sentido, nos encontramos frente a lo que -con palabras de Humberto Eco- podemos decir una “semiosis hermética”, es decir un mecanismo de obtener el significado que es hermético. Ahora, si analizamos un poco el lenguaje de la semiosis hermética o el lenguaje de Churata, encontramos dos categorías de autores que pueden usar este tipo de personajes y que están adentro del lenguaje esotérico. No quiero aquí hablar del esoterismo en Gamaliel Churata, sólo esto es un ejemplo para tratar de pensar con ustedes en la profundidad de la escritura de Churata. Dos categorías iba diciendo: Los Iniciados; los Iniciados son los que tienen un secreto, o dicen tener un secreto que es la fuente de su poder y usan una escritura voluntariamente difícil, obscura, ¿para qué?, para ocultar ese secreto que es la fuente de su poder y no hay que develar; y los Místicos por otro lado. El caso de Gamaliel Churata se parece más al de los místicos, ¿qué hace un místico?. El místico percibe otra realidad, la percibe de manera no racional y después trata de deformar el lenguaje, de deconstruir el lenguaje para hacer de manera que pueda pasar esa su intuición de otra realidad, eso es lo que quería decir un poco sobre la escritura de Churata, una escritura que, al final de cuentas, es una escritura honesta
(...) El afán de Gamaliel Churata por adoptar una perspectiva indígena desde la cual observar el mundo y asimilarlo se despliega a lo largo de todo su trabajo literario y encuentra en las obras inéditas su cabal expresión. Churata tenía la idea de escribir una Obra Fundamental, una especie de enciclopedia de la mentalidad colectiva indígena y sus procesos cognitivos y por tanto de su forma de apropiarse de la modernidad. El proyecto probablemente tenía el título de Alfabeto del Incognoscible, de este proyecto El Pez de Oro representa el primer tomo, tomo en el que dispone las bases bien ancladas de la cosmovisión aymara y el derecho de que el instrumento prioritario de conocimiento y de intervención en la realidad es la lengua. Fundamental en el planteamiento de Churata de la nueva visión del mundo es la refutación del pensamiento metafísico, ajeno a la mentalidad aymara, la refutación de la dicotomización de sustancias, la negación de la lógica occidental, incluyendo la lengua en que se expresa, y el concepto de Jung de inconsciente colectivo, pero que Churata somete a un proceso de tradición cultural, tomando como punto de llegada el mundo aymara, es decir, un mundo donde la colectividad, la comunidad tiene un papel de primera importancia.Les estoy hablando de Jung, del inconsciente colectivo, porque el símbolo mismo de El Pez de Oro representa al gen de los antepasados que se queda oculto en la sangre de los vivos y que va a constituir lo que Churata llama la Necrademia, el conjunto de los antepasados que siguen viviendo en el corazón, -dice Churata- en la sangre de los vivos. Una visión un poco biológica, porque son como genes, pero este pasaje biológico permite precisamente la transformación del concepto, quizás demasiado metafísico, de inconsciente colectivo a un concepto de la cosmovisión aymara que es la visión de los muertos, en el cual los muertos se quedan por debajo de la tierra como semilla, propiciando la posibilidad de un porvenir. Nueva enciclopedia, arquitectura megalítica, concepción ambiciosa
del pensamiento humano, son las expresiones con que Churata se refiere a su proyecto literario que, además de El Pez de Oro -único libro publicado hasta el momentocontempla una extensa producción de obras escritas en forma narrativa, dramática o poética. A un examen de los inéditos resulta a conformidad con el elenco de obras que el mismo autor enuncia en su conferencia. Pero desafortunada-mente se trata en muchos casos- de obras incompletas, con páginas y partes que faltan. Como lógica continuación de El Pez de Oro se delinean las 500 páginas que van bajo el título de Resurrección de los Muertos, el libro está escrito en forma de obra teatral, en que un personaje principal con el nombre de Profesor Analfabeto, coadyuvado por el Khori-Puma -el Puma de oro, definido por Churata junto al Pez de Oro como símbolo animal de la naturaleza humanalogran convencer a Platón de que la muerte no existe. Churata indica la letra y la filosofía como responsables del dominio de Tánatos sobre el mundo occidental, culpable de la separación entre alma y cuerpo, entre esencia y sustancia y en contra de un unitarismo andino basado en el Eros. Al comienzo de Resurrección de los Muertos, Churata avisa al lector que el Profesor Analfabeto se cuidará de representar todas las razas del planeta, así como en la platea imaginada -correspondiente a la imagen del lector ideal- se sienta un público internacional, subyacente a la disputa de los personajes; la intención de universalizar la cosmovisión andina en contraste con los fundamentos clásicos del pensamiento occidental, punto de partida de un proceso que conduce al acceso a la modernidad desde una perspectiva indígena, o como decía antes, mejor dicho, a hipotizar otra modernidad. Ya en El Pez de Oro Churata nos había acostumbrado a un proceso de actualización de elementos culturales andinos, evidentes en el mismo símbolo que da el título a la obra que se configura al mismo tiempo -es decir El Pez de Oro- como alma colectiva indígena y como gen de los antepasados, pobladores del Tawantinsuyu todavía persistente en la sangre de los vivos.
En Resurrección de los Muertos, cuya génesis -si se puede tratar del mismo periodo de acción de El Pez de Oro o, en otra forma, en los años anteriores a la década del '40- la historia de las religiones, la filosofía antigua y moderna, los descubrimientos en el campo de la psicología están sumisos a un proceso de revisión y conjugación basados en el apotegma indígena del ahayu-watan, es decir del alma que amarra. El autor nos introduce en sí al interior de la cosmovisión quechua y aymara, en que el mundo de los muertos influye de manera concreta en la vida, a tal punto que el alma de los antepasados se puede insinuar dentro de los individuos y modificar la conducta del "poseído". El acercamiento entre categorías de distinta procedencia produce el efecto de hacer reventar desde adentro elementos fundamentales del pensamiento moderno. Por ejemplo, toda la teoría individualista que sustenta la teoría y la práctica psicoanalítica se desmorona ante la percepción de un ego colectivo andino. Cito de Resurrección de los Muertos: "El psicoanálisis constituye en la realidad práctica de su ejercicio la Torre Eiffel de la simplonería mecanicista, aplicada a los problemas del espíritu mitológico del homo sapiens. Pues importa el jolgorio de los espíritus de necrademias humanas que los psicoanalistas no otean, ni huelen, ni tactan...”. Tampoco el marxismo -otro punto cardinal de la modernidad y de su esperanza revolucionaria- se exime de la revisión -que, en este caso, Churata orienta hacia sus aspectos idealistas, considerado como procedente de un espíritu imbuido de platonismo-. El pensamiento de Marx resulta así, no apto para captar la naturaleza de la materia, ha sido un fin en sí sólo porque sustituyó a Dios con el progreso, en cuyo mito se formó. La crítica se agudiza en el momento en que Churata analiza la disposición marxista ante las masas no industrializadas, observando cómo estas quedan excluidas del proyecto revolucionario, excepto previa alfabetización y sucesiva proletarización, adentro de una lógica completamente occidental. No es la civilización que pasa a través de la letra la opción que Churata propone, en manera paradójica, a los lectores de la fabulación del Profesor Analfabeto, considerando la letra y la filosofía los mayores responsables de la separación del hombre de su raíz animal, y por tanto de su salud. El lenguaje humano y su representación gráfica indican la ruta de la operación
efectuada por Churata, quien sostiene que si la muerte es un invento de la letra, es por ese mismo camino que se puede develar su naturaleza benigna. Por eso las primeras páginas de Resurrección de los Muertos están dedicadas a investigar en la relación entre pensamiento y lenguaje, entre conocimiento y palabra. Surge de inmediato la oposición filosofíafilología, considerando la lengua un instrumento inadecuado para ocuparse de los principios universales, responsable de una percepción antropocéntrica del cosmos en que no cabe la naturaleza animal del ser humano, el pasaje siguiente será considerar la filosofía como una "contra-naturaleza" de la expresión que conducirá a Churata a afirmar: "El animal enfermo es el animal que filosofa". El conflicto entre una lengua apta para la comunicación entre humanos y una capaz de comunicarse con el mundo se vertirá al interior de una disposición que trata de establecer en qué medida la transformación del lenguaje en verbo alejó al hombre de su verdadera naturaleza. Sólo la expresión poética en que Churata entrevera la posibilidad de una lírica animal capaz de extraer palabras del corazón, es decir de la esfera subconsciente, se salva como medio de expresión; y mucha de la producción inédita sigue en esta dirección: está escrita en forma poética. Las oposiciones significantesignificado, mundo conciente-mundo subconsciente, mundo occidentalmundo indígena marcan toda la obra de Churata, que trata de resolver las antinomias no a la manera de Bretón, sino buscando en el proceso cognitivo indígena la percepción de una realidad que pueda abarcar esas antinomias. Y como declara Encinas en su ensayo, la generación de sus estudiantes que irán a constituir el grupo Orkopata, no deseaba tanto en constituirse en defensora de los derechos indígenas, sino en fundir sus intereses y sus sentimientos con los del indio, y no trataba de interpretar al indio sino de expresarlo, Churata lleva el alcance de esta actitud a una vuelta completa alrededor del ser humano: una nueva enciclopedia en que se encaran todas las contradicciones que tal procedimiento lleva consigo, y que lo llevarán a afirmar que: "se puede ser indio y tener los ojos azules", manifestando la profundidad de los procesos de adopción cultural, que en este caso van más allá de la normal relación entre el intelectual indigenista y pueblo indígena.
Selección de textos (Antología breve)
Hablo al poeta soberbio * A ti me dirijo, poeta soberbio, sabio orfebre, artífice de pirotecnias; no desprecies a los que tañen la zampoña; no las manos torpes; paga con oro la rústica lengua del gañán. ¿Por qué miras mal, y desde arriba, a los que tañen la zampoña? Ninguna de tus canciones tienen más belleza que el trémulo acento de la suya. ¿Por qué te recata la sabiduría de las manos toscas del trabajador que modela su barro; de aquel que rudamente labra su piedra ruda?. Nada saben del secreto de las artes, y cuando animan barro o piedra les infunden lo que tienen: los temblores de su corazón. Mira, el prodigio: esas manos torpes no consiguen que su piedra o su barro hablen; mas logran algo sublime; que no callen el sentimiento de que obtienen la vida. Torpe es su expresión; pero esa torpeza nos hace llorar, pese a que no lo busca ni deseamos nosotros. Insúmete en tu alma y pregunta -que ella lo sabe- a qué lenguaje responden esas manos. Poeta: la palabra es humilde en tanto el hombre no le comunica la soberbia que ofusca. Que la tuya se haga humilde a punto de ya no ser palabra; pues sólo así será lo que la palabra es: sentimiento. Poeta, dime: ¿Conoces la 1 gramática del Cherekheña ? Me respondes que cómo, si el pobrecito no va a la Escuela... Poeta: como si las Escuelas hubiesen creado la gramática. ¡La creó el Cherekheña! Ya ves, sólo así, cuando canta, enternece al hombre, llena de alegría el aire que respira y 2 hasta impone al rayo de luz el lay de su arpegio. Cómo no ser así; si la gramática de esa bestezuela es la gramática de la vida. En todo hombre, poeta soberbio, hay auroras en el corazón: que en la Aurora de todos los días se manifiesta el corazón de la vida; y es precisamente en los hombres humildes que se entrega desnuda y fragante. Deja ya tu necia locura: y parte en la tuya la humildad de tu pueblo; que si el tuyo su latido, sus corajes tu aurora...
* De El Pez de Oro. Editorial Canata. La Paz, 1957. (1) Cherekheña (Ay.): Ruiseñor andino. (2) Lay: Poema narrativo o lírico provenzal en versos muy cortos. (diccionario Larousse)
LA CAVERNA * 1
Presumo que me leen Challwas . Y que no pocas veces se habrán detenido a observar su vida en el Titikaka, si no con el moroso deleite de un Paracelso orestiano, el genio de la sistematización del Abate Spellazzani o el primor ictiológico de Agazzis, al menos con la humildad de los Pumas. A simple vista la del habitante lacustre se mostrará como una existencia sometida a la fatalidad de las paralelas, si no hay alborada que de allí los challweros2 no salgan en sus barquichuelas cargadas hasta la pakha–thusa3 con el fruto de las diestras khenchadas4 que cuentan milaradas de cadáveres.Y no es así. Según los cálculos einstenianos las paralelas no pueden desarrollarse indefinidamente, pues deben acabar en un colodión que sin matar impida la circulación de la sangre. Extraído el aserto de los campos de la física, no puede menos que procurar alivio. Vida y mu e rte s n o co n fo rma rá n e l paralelismo siniestro que origina todos nuestros infortunios. Un día debe primar una de ellas: la de veste inconsútil o la del harapo; y será la que sea capaz de dentellar más vivamente y de incrustar más hondamente la zarpa. Y es que el infinito de las paralelas es finito por naturaleza, pues condición esencial para ellas es subsistir en un campo neutro, que puede ser el vacío o algo así, irreal, por tanto, semejante en todo al que hace equidistantes vida y muerte, materia y espíritu, bien y mal, dios y diablo. ¿ Será el tiempo? Entonces lo único infinito es él, pues les contiene, y contiene la causa y efecto sin ser una ni el otro. Dios en manos del tiempo es tan finito como la vida. Pero si la muerte es la negación de la vida, y la vida es naturaleza, ella necesariamente debe ser no naturaleza, y entonces resulta tan sin naturaleza como el tiempo. De acá se puede deducir que sólo tiene naturaleza lo que no es naturaleza. Y la muerte, que comporta esa rara entidad, lo único real, preexistente y subsistente. Natural es que volvamos por los fueros del buen juicio y nos percatemos que en cuanto individuos y cosmos somos una irrealidad animada en su irrealidad. No ser es la única manera de ser. Y Dios es Dios porque es el no ser. La astronomía clásica admite la existencia (si el vacío puede existir) de grandes bolsones de vacío
interplanetario, en donde el mecanicista de la teología estima que residen las almas bienaventuradas y, consecuentemente, los dioses. Si es posible tan extraño fenómeno se colige que esos bolsones de vacío no son sino el vacío total que efluye por las ranuras galácticas y que es el continente del universo. Un día la surgencia nos atropellará y quedaremos borrados del cosmograma, con pico, bigote, breviarios y extrema-unciones. ¿Vale la pena permanecer un día más? No; de manera alguna. Le daremos al vacío el gran espectáculo anticipado, pues convenidos todos los seres vivos nos autoeliminaremos antes que lo haga el vacío implacable. El Pez no requiere de meollo cientificista para rechazar tal absurdo; si hay algo evidente para él es que está, y no en el vacío sino en él. Si el Pez poseyera la mentalidad del teólogo, aceptaría que su destino es el de la paralela, y que la vida es tan ambivalente como la muerte y representa, inevitablemente, la mónada. de valor, en la cual, y con el cual, se adquiere una naturaleza que no es vida y no es muerte, y es muerte y es vida. Tras esto queda más que cerrar los ojos, apretar el cinturón, y, de cabeza: la inmersión en el valor. Que se requerirá valor pura esto, indudablemente; pero nadie más osado que el que no tiene otro remedio. Han desaparecido las jerarquías y las escalas de valores porque el único valor es la nada. Désele el nombre que se quiera: beatitud, nirvana, inconciencia, lo cierto es que el teólogo no conoce otro camino que la negación en el vacío. El Pez tendrá. la prudencia de hacer "vacío" en sus orejas antes que no le envenenen doctrinas tales. Para él la única manera del ser es el estar. Y si no se está en sí mismo no se puede estar en parte alguna. Es del valor de un imperativo categórico que el Pez esté en infinito, y que el infinito sea en tanto él es infinito. Y siendo así su espacio es mónada. La idea de muerte le sería admisible a condición de que el Pez pudiera no ser Pez; pero si el Pez deja de ser Pez, el infinito deja de ser infinito. Aunque participara de la autoeliminación universal, el Pez no puede no ser Pez, ya que si lo consiguiera no liquidaría al Pez sino a la Vida.
No hay paralelismos bajo el agua; y de ella están excluidos el terror, el temblor y el torpor: se vive en la dulce placidez de los bienes poseídos por medios lícitos. Y como se carece de cronómetros, tampoco existe el tiempo y se vive en profundidad espacial, o sea en función de tensión de la materia, que no es tiempo, que éste sería inmutable e intensible. Entonces la caverna del infinito no será el universo, ni el tiempo, ni la nada: será la vida.¿Entiendes, Plato5? Sólo se puede ser en mónada. Es de saludable consecuencia que si el hombre no hubiese olvidado estas expresiones de la realidad se beneficiaría con el temple de su incenescencia, sabiendo que en tanto está -y no puede no estar- está en belleza, en euforia, en salud, en plenitud; y que es su vida la braquia por la cual obtiene la vida del oxígeno que nutre. El único pecado consistirá en negarnos, a causa de que al negarnos negamos a la vida. Pecado horrísono migar con la muerte, admitirla, brindarla sitio en el banquete, y darla a comer de la carne que llevamos y la cual vive de devorar , ciertamente, pero no cadáveres, sino vidas. En suma: afirmar: hoy, mañana y siempre. ¿Estéticamente se podrá algo que no sea la afirmación de valores de la vida? Perseguiremos con ella la integridad del ser, siendo lo que en el agua: Peces; lo que en el corazón: Peces; lo que en el limo que habitan los Khausis6: Peces. En este terreno no cabe misterio alguno ni consubstanciación de ente y sustancia; porque si todo no es materia, es porque todo es entelequia; y maridar la muerte y la vida para sacar vida etérea; la materia y el espíritu para sacar angelidad; el vacío y el éter para sacar electrones, es reincidir sobre el desprestigiado lugar común de que somos la medida del universo en tanto seamos capaces de negarnos en el ente. Vivir en caverna, en la caverna y para la caverna, con el infracturabIe destino de la unidad vital, que no es más que el gozo de la fertilidad. Y como no se puede estar vivo y muerto, ni estar en dos naturalezas, ni, objetiva y simultáneamente, estar en dos sitios, hay que estar en tensión láctea, que el punto de la tensión es el punto de la caverna.
* De El Pez de Oro. Editorial Canata. La Paz, 1957. (1) Challwa (Ay. – Kh.): En general pez del Titikaka; especialmente el suchi o such'i: pez de río y de lago conocido también como siluro. Challwas : peces. (2) Challwero (Hib.): Pescador del Titikaka. (3) Pakha-thusa (Kh.): Cuerpo de la balsa (de totora) comprendido entre babor y estribor. (4) Khenchadas: De Khenchas, especie de estacado de totora donde se atasca el pez. (5) Plato: Alude a Platón, a quien ironiza. (6) Khausi: Gusano venenoso del Titikaka.
Así visto, América no será Hispanoamérica: es España o es América. De la misma manera que el Pez, que es Pez sólo en Pez. ¿ A más de la flor las flores se propondrán finalidad para amar? Se proponen la flor, como el Khori-Puma7 a El y así alcanza su profundidad y la suya. Pues que América haga como El y se propaga el infinito de EL PEZ DE ORO, que nunca falta en la profundidad del hombre y es el arquitecto de profundidades. Esta su Ley: ¡Adentro; más adentro! .............................................................................................. Elake8, Khori–Challwa9, que en estas khellkas10 se trata de tu patria de oro y se llora en trinos la patria de tu trino. Se llora el trino de los huesos, del lakhato11, las thayas12 y del phesko13. El agua gorgorea con gorjeos. Aúlla el perro lobo por sus trinos. Trina la Kharka14 que te ama. La ahayu15 ya no trina porque te habla. Trina, llora y espera el Chullpa-tullu16. El hombre de cabeza de llamo trina con tus trinos. Llamarada de trinos, el Khori-Puma, que con alada garra fue a despertarte del sueño en tu dormida estrella. Wirakhocha17 en su gloria de trinos y de oros, es ya sólo un trino de tu oro. Trina el monte, trina el aire, trina el agua. Trina en la Khellka la Imilla18 que por trinarte vino y ya es la pirwa19 de tus trinos. Trina la Pacha-Mama20 y es su corazón el nido de tu trino. Tus trinos son, no hemorragia de mis llagas, Khori-Challwa. Trinos para el niño viejo; trinos para el viejo niño. Y los mismos alaridos del chullpar21 que espantan a los chiñis22, son el trino de oro que trina con tus trinos.
(15) Ahayu (Ay.): Espíritu. Concepto clave que se entiende como el inconsciente colectivo del pueblo andino. Churata mencionó: “yo no llamaré al fluido que anima, alma, con voz latina, ni psique, con voz griega; llamaréla con voz vernácula americana: Ahayu” (16) Chullpa-Tullu (Ay. – Kh.): Literalmente: Hueso del chullpa, esto es, del habitante anterior al ciclo inkásiko; también los huesos de la tumba. Es aquí que se descubre la concepción que de la supervivencia de la personalidad después de la muerte, tenían, y tienen, los indios americanos, pues el hueso se puede infundirse en la sangre de quien le viola y escarnece. Fenómeno este que los embriólogos del siglo XX llaman telegonía. Al interior de la visión del mundo de Churata este concepto adquiere el valor fundamental de la influencia de los muertos, sobre los vivos. Pero “Chullpa”, es así mismo el habitante de las planicies del Titikaka anterior, legendariamente a la presencia del Sol; por tanto individuos de épocas obscuras, que se confunden con la tiniebla del caos. (17) Wirakhocha (Ay. – Kh.): Deidad de origen aymara. Se traduce, probablemente, como “Grasa de los mares”. Es, asimismo, considerado dentro de la mitología andina como el Gran Ordenador que preside los cambios cíclicos o pachakuti. (18) Imilla (Ay.): Niña, muchacha, jovencita, mozuela. Imillay: mi niñita. (19) Pirwa (Ay.): Montículo. (20) Pachamama (Ay. – Kh.): Madre tierra. Por extensión, espacio-tiempo. Semilla y fruto de la eternidad. (21) Chullpar (Ay. – Kh.): Cementerio inkásiko o preinkásico. El chullpa, americano legendario de edades presolares; Chullpa-tullu, el esqueleto, más esqueleto vivo... (22) Chiñi (Ay.): Liendre, piojo.
¡Pero, ha llegado tu hora, Khori-challwa!... Rompe ya tu trino y emboca la trompeta. Hay quienes en el mundo aguardan las tempestades de tu trino.
HAYLLI
Maduro tu colmillo, Maduras las espigas, Khori – Puma; ¡Enciendan tus gruñidos su hoguera de Wiphalas! Dirás que todo esto es trino sólo, y como trino con que arde su caverna, ni comienza ni acaba.
(7) Khori-Puma (Ay. – Kh.): Puma de oro; junto al Khori Challwa: el Pez de Oro, es un elemento fundamental del universo simbólico de Churata. El Khori-Puma es el “símbolo del hombre matriarcal, de la edad lunar”, según palabras del mismo Churata. (8) Elake (Plb): He aquí. (9) Khori-Challwa (Ay. – Kh.): Pez de Oro; símbolo principal del universo churatiano, que representa, según sus propias palabras, “el genes, la semilla, del Hombre del Tawantinsuyu”. (10) Khellka ( Ay.): Escritura. (11) Lakhato (Ay.): Gusano de sementera. Lakhos: gusanos en general. (12) Thaya (Ay.): Viento, frío. Kh.: Wayra. (13) Phesko (Kh.): Miembro viril. (14) Kharkas (Ay.): Peñolerías.
Cuadro: Manuel Fuentes Lira
Lea: Apumarka, revista de arte y literatura. Director: Jorge Flórez Aybar. Puno-Perú. Mar con soroche, revista de poesía y escrituras afines del entre-acá. Director: Andrés Ajens. Santiago-Chile. Wayra, revista semestral de artes y letras del «Grupo Perú» del Centro de Estudios y Trabajo «América Latina» (Cetal). Director: Carlos Arroyo Reyes. Uppsala-Suecia. Pez de Oro, revista de literatura. Directores: Luis Pacho/Víctor Villegas. Puno-Perú.
LA BATALLA DEL SAPO * Si en el corazón se alborotan las ciénagas y en el dintel del caos se alborota la ciénaga del hombre, los primeros guerreros los Sapos Nengros1. La bestia mítica se descalza. Nos impele el peso vital. Son larvadas, formas de cóndores, hormigas gigantes, boas. Sobre nosotros vienen en ciclón de garras, fauces, alas rugientes. Siento que en mí la Bestia despide fuegos metálicos. Todo se confunde en fragor de vientos encontrados: espanto de alas, de colmillos, de acerados picos. Ansiedad famélica agita el abdomen sin paredes. Que venzamos la muralla sin destruirla constituye para esas fuerzas reguladoras violación de las normas. En cada corpúsculo de forma deben ser sometidas. Es un vórtice de cóleras; eruptos sulfurosos de volcanes ignotos; géiseres que arrastran la materia licuificada del cadáver en columna que brama. Ráfagas de viento helado acuchillan la atmósfera ígnea. Procedentes de las venas de purificación del Universo, alientos detenidos se vuelcan y dan al aire dureza de sudor. Para que el germen alcance el orden de la calígene, la calígene es el espasmo del orden; látigo de la vida para la vida. Impedirán que la nubecilla rompa la espesa telazón y de ella salga con lumbre; pero, al último, serán ellas quienes la horaden y destruyan.
palpitante. Sobre el Sapo caen pectorales de acero, fauces monstruosas que fustigan con huracanes de vida. Testarazos de fermento a fermento. El Sapo anega, invade, colma, sobresatura. Pero el furor horrendo muerde mientras el Sapo besa. Las bandadas de trasgos voraces se multiplican. Los Sapos sienten que esa fuerza les domina,
Ténsanse, angustiados, los tendones de la Bestia mítica; brama: cimbra el lomo; hiérguese, rampante: me desgarra y el volcán escupe su fuego. Hélo ahí... Hélo aquí...
“Aguila y serpiente en lucha”: Arturo Borda.
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¡Kiii! . . . ¡Kikikikiki! . . .
La batalla famélica ha comenzado. Humadas de volcán a punto de escupir el fuego planetario de la nubecilla emergen turbamultas de Sapos Nengros. Continentes de olas levanta la enfurecida marea. Hay estrépito de cascadas de agua dulce; sollazones de arrecife; ojos fieros que avanzan en tumbos fugaces. Son tábanos, korekenkes, vampiros, buitres. La temperatura tiene el sentimiento sin hito de todo camino y de la sangre. Se oye el melodioso ¡Kiskiskiskiskis! y ya la fuerza del Sapo Nengro adquiere la temperatura. palingenésica.. Son montañas de materia emotiva y
ORO rompe el encierro felino y esplende. Contra El se dirige ese aluvión desatado. El áureo resplandor incinera y torna glauca la tiniebla. Manadas de chacales que azota el rayo, huyen, rechinando el diente. Soportan en el anca el castigo del esplendor lacustre. Mas, presto, de la inmensidad se vomitan en masas de un humo letal que anega la concavidad. EL PEZ DE ORO, perdido en las sombrías marejadas, es ya remoto albor.
absorbe, rompe su unidad melódica. El sarmiento de estrellas microscópicas quedará a merced de la voracidad cósmica; que el Sapo Nengro no está en nido rojo; y aun siendo suyo el Poder, nada podrá ante el ímpetu de esa violencia que parte, tala y rasa. El Sapo Nengro ha absorbido el mundo de anticuerpos; pero éstos le rompen y la fauna horrenda acaba por devorarle. El campo de batalla se ha escampado: sólo quedan en pie las espesas montañas de aves carniceras. Se dirigen ya a suprimir la microscópica gema geminal, coágulo de oro en la inmensidad sombría. Centellea la Bestia mítica. EL PEZ DE
Oro puro, forma preformada, rectangular: gruesa la pata, el hocico cúbico, el ojo fuego-hielo, tierno el pecho, lumíneo el diente, la garra no gárrula... Su bramido sacude la inmensidad; rompe las vértebras de la negación... El tétrico y macabro ¡tok! ¡tok! ¡tok! suena en fuga... EL PEZ DE ORO es la flama y alcanza el lliulliuj2 del Relámpago. Son corrientes de fuego que constriñen el abotargado vientre flatulento. Ya se oyen estertores de volcán a quien estrangularan en la horca. Y el negro vientre ahogado por el pavor felino y el incendio del oro, vomita, devolviendo torrentes de Sapos Nengros. La acción negativa ha sido suprimida. La Bestia se acrecienta hasta llenarlo todo con su hiemal hermosura de dios cristalizado en los puses germinales de la materia; temblor de aurora difunde su corazón, y en las crestas de sus dolorosos barrancos fulge EL PEZ DE ORO. La Bestia mítica lame tiernamente los bigotillos del Suchi, lámelos con el labio de la aurícula, y se aguagua3 en la miel. Sí; está en mí. Para El somos los Sapos y los Pumas.
* De El Pez de Oro. Editorial Canata. La Paz, 1957. (1) Sapos Nengros: pronunciación típica de la zona del Kollao que refiere a los sapos negros. (2) Lliujlliuj: Sonido onomatopéyico del relámpago (3) De Guagua: niño, hijo. Guaguay: hijito mío. Expresión de suma ternura. Se aguagua: se endulza.
EL PEZ DE ORO *
Tal los muertos lloran, y se van, aun que no de ellos. El verdadero cosmos No será la célula? ¿ El concepto de espacio habrá de ser rectificado, pues, se ve que la "idea" de magnitud se concibe sólo en sentido inverso al volumen; así cuanto mayor su espacio menor? Y esto por que es la célula el individuo que posee la cualidad de permanencia, del poder estar, si las formas a que concurre son susceptibles de des-integración y ella no conoce otro estado que el estar. ¿Ese cuerpo, u organismo, mínimo, constituye la sola realidad? ¿ Al último, los sistemas complejos que rigen el movimiento astral determinan el suyo, o del suyo parte la rítmica cósmica? Contesta, Plato. ¿Sostiénese que las células que mueren son presto reemplazadas por otras vivas; por lo que se hace inevitable admitir que, realmente, se vive sólo porque se debe morir? ¿Responde a empirismo absoluto tan magno conocimiento? El que algo se inhiba a los ojos o al tacto, puede ser suficiente testimonio para darle por desaparecido. Que haya desaparecido para nuestra objetivación no implica que haya desaparecido de sí mismo, lo que ocurriría si al desaparecer muriese, estado en que no estará más en él. Se establece el deceso de un individuo cuando cesó el latido arterial, calló el resuello de los pulmones; que entonces el profesional identifica con la inmovilidad la muerte. Su discrepancia con el brujo arcaico es evidente; pues éste se dispone a operar precisamente cuando esos fenómenos desaparecen, entendiendo que su desaparición ha determinado nuevas formas funcionales de la materia; lo que demuestra que poseía intuición segura de la inmortalidad de la célula; mientras el moderno hombre de ciencia (el oficial al menos) tiene conciencia de su inevitable mortalidad. De ellos hay quien -que sepamos- al autorizar el óbito exprese que sólo "aparentemente" su enfermo ha fallecido; por lo que, con muchas probabilidades de no incurrir en delito, podíasele cremar o sepultar. Con apretada entraña el brujo sigue tras el lloro de * De El Pez de Oro. Editorial Canata. La Paz, 1957.
los deudos, y siente, como éstos, que el "muerto" llega vivo a la tumba. Vése que si no ha discurrido científicamente, ha experimentado con–ciencia, que si el cuerpo se forma por células, y condición de éstas es ser germinales, por que las fo rma s q u e co n fo rma n d e saparezcan, pueden haber desaparecido ellas. Y porque lo siente en conciencia ve patíbulo en la tumba, y cárcel, sabiéndose obligado a Ilegársele con presentes de afecto y el avío que sustenta. Ya es fácil descubrir que el hombre de ciencia no ve que la huesa es, por lo menos, símbolo patibular del hombre. Si no hay abismo de ignorancia científica entrambos, que lo demuestre Platón. Acaso todo esto sepa a paradoja. Por eso mismo. correspóndenos buscar los medios que permitan decidir de manera concreta e inobjetable, si la célula muere, cómo muere y cuáles las formas en que tal fenómeno se manifiesta. Sostiene el miólogo que ciertos sistemas musculares suelen sufrir endurecimientos que impiden el normal riego sanguíneo, o se linfatizan por exceso de trabajo, iniciándose su depauperación y la muerte. De acuerdo con tal doctrina, la vejez, que implica reducción vital (para nosotros aparente) es período en que el organismo comienza a morir, como la semilla que madura; de manera que el viejuco que tremula apoyado en su bordón es uno que anda a medio morir. La semilla que se desprendió de su yema no apesta; sabe a gusto de tálamo, olores seminales, eróticos, amativos. Y no el pobre viejuco que es sólo madura semilla. En el organismo viril los sartorios afectados, y muertos al fin, presto se reemplazarán por otros que elabora (cómo, no lo sabemos) el músculo vivo. De suma importancia observar que, en efecto, así es: pero, ¿cuáles los medios y normas de ese proceso? Teníamos que habérnoslo planteado como previa cuestión, pues allí se incorporan dos fenómenos que polarizan el drama de la materia: por una parte la célula que muere y por otra la que la sustituye; y
Bajo nublas de cieno en el desconsuelo de la tarde, la flor se desgaja, cae en la linfa; y se va llorando. . . determinarlo será tanto como haber dado con la clave de la vida y no menos que con la clave de la muerte. Dada como "verdad" la muerte de la zona muscular enferma, para su reemplazo tiene que producirse germinación y nacimiento de nuevas células; lo que impondrá reconocer que la célula toda célula- es andrógina, como Jehová; si de otra manera lograría p r o l i f e r a r. Y, a s í , d e s d e e l prendimiento de la semilla en el óvulo la materia se desarrollará por proceso genésico, creciendo hasta sus limites debido a tales funciones. Vivir será germinar. Ahora bien, la célula enferma para que pueda morir tendrá que ser privada de sus nódulos dinámicos. ¿Entonces, se circunscriben a ella, y con morir ellos mueren? ¿O el principio de movimiento es uno, y cuando la enferma fallece, se infunde en el esporo? Considerado así, la célula no ha muerto y su nódulo seminal permanece. De lo contrario la amputación de cualquier miembro secundario implicaría la atrofia vital. Y no. La unidad no ha sido desintegrada por que se le prive de brazo, oreja, labio; contra-riamente, Ias funciones de miembros seccionados son cubiertas, al menos persiguen serIo, como resultado de mayor capacidad en los órganos subsistentes, haciéndose más agudo el sentimiento de unidad. El ciego "verá" con el tacto lo que no llegó a ver con los ojos, demostrando sólo que las células ópticas no le abandonaron y viven con el tremante sentimiento de la visualidad. ¿Es que, al último, el ciego alcanza a sentir los colores?. Ciertamente, para tal hambre tal pan. Esa es la ley. Los organismos toman la forma que a las necesidades creadas por el habitat, sus medios y oposiciones, conviene. La naturaleza débil suscitará al hombre fuerte. A la inversa, la naturaleza fácil al hombre basto y difícil. De todo esto se desprende conjetura admisible; y es la de que en Ia célula está el cosmos; por tanto su potencialidad genésica resulta absoluta. Al relajarse infundirá su módulo individual en célula femenina, y, transfundida por ese me
dio rebrotará. Esto es, que no puede morir quien ya vive. Mirado así el proceso de la arquitecturación celular es una permanente germinación; a medida que vivimos perdemos cáscara mas no células. Cuando muere el individuo -animal o planta- hizo más que penetrar en el óvulo de que tornará a nacer. Morir será solo Nuevo Nacimiento. Parece, pues, que la génesis celular se opone a toda "idea" de muerte; y esto nos conducirá a reconocer que sér es tan sólo ser personalidad. Si es genésico el proceso de la vida, la inmortalidad de los individuos celulares constituirá una condición erótica; y se ama y germina -lo que parece indiscutibleen tanto se está en sí mismo, en música redonda. Los experimentos de Voronoff lo demuestran; y de la manera que tiene la ciencia señalado, aunque explicado no, también los matrimonios cuya prole nace condenada a morir a poco de nacida. El esporo se niega a desarrollarse y acaba sustrayéndose. La célula genésica vuelve a la vesícula de donde fuera expelida, pues acaso no encontró amor o séase afinidad y simpatía. ¿Esto, y el caso de las glándulas de mono, qué sugieren?. Sugieren que las células poseen personalidad, inteligencia, capacidad de elección, órganos gustativos; es de ellas que proviene lo que se llama carácter, instinto, modalidades. El botánico dirá que la flor procede con sabiduría, con-ciencia, conocimiento del momento, de sus normas y ventajas, y que aún careciendo de células ópticas, y de corazón, ve, y es enamoradiza y propensa a teñir su pudicia con pudibundos escarlatas. De paso observemos en su irresistible sexapeal, si cuando odora es porque le cosquillea el ovario y se sale de él en suspiros. Se ve que las células de la flor podrán morir, así desesperadas se den a cianuros o somníferos. Consecuentemente, la célula es el carácter de la personalidad y el ámbito de la inmortalidad de ésta; pues para que nazca hoy fue necesario que hubiese estado ayer; y quien ha sido, se infiere, tiene una manera de ser.
¿No funcionará un cierto género de células en los idiomas, aun en esos que son tan artificiosa manufactura del hombre? Allí donde, como en América, porque se quiso, o se le impuso otro idioma sobre el ya celular, las células no velarán su desagrado, y el hombre se expresará sin emotividad, haciendo su lengua crispatura y violencia?. No se explica de otra manera que reconociendo personalidad a la célula la frialdad sexual en algunos matrimonios, como se explica por otro medio la gelidez e infecundi-dad de algunos estilos literarios. El escritor germinal tiene estilo genésico, y bastará profundizar en los mecanismos de su ideación, en la temperatura de las voces que emplea, para comprender que toda vivencia mental es vivencia de la célula, entendido que de todas las que le integran ella la que alumbra o se resiste. El egocentrismo es celular, constituye el carácter en el individuo, correlativamente en los pueblos. Si un idioma puede ser supeditado, se volverá latido tenaz, agria diástole, que a diario agreda al régimen adventicio. Acaso los barbarismos sean sólo violencias y dialéctica de la célula, pues, si ella concentra sentimiento y sentido de vivencia, de patria y de nido, permanecerá en agresión constante frente a cuanto la niega y deforma. El calor del verbo es exudación y salud de la célula, y, de hecho, es antiacadémico. ¿No es extraño cuando menos que América haya producido los mayores científicos del hispano y pocos, o ningún escritor con barbarie?. Es que en América se estudia el idioma por imposición del Estado, como obligatoriedad contributiva: no se le extrae. De saber extraerlo, bien pueda que no sea hispano lo que se obtenga. De ahí el miedo, que se disfraza de menosprecio, por las lenguas del indio. Ta m p o c o s e h a decidido si aquello que "raza" se llama, proviene de morfologías celulares y que, desde ellas, se particularizan los hombres; que si el hispano, p. e., se forma por cuarenta millones de células,
(1) Puma-Khapak: Obra inédita de Gamaliel Churata. (2) Probable traducción: ¿Miras la niebla muriendo en esta oración de tristeza? Las flores en las piedras hacia los ríos llorando se van...
el .americano de América sólo por treinta millones, lo cual, determinando diferencias raciales, autorizaría conceptos de "raza superior" y de "nativas razas inferiores", como sostienen, no pensadores hispanos, cuarterones de América. La superioridad de los pantalones con flautones no puede ser aducida frente a la realidad celular. ¿Desnudo, y en contacto con la Naturaleza, sin taparrabo ni pudicia? Salvaje... No: sabio y sano, en conciencia. Las vivencias de la célula están en el paisaje: eso patria y cultura celular ¿ Que el aymara es de la roqueña rudeza de una erizada costilla de granito; que el kheswa manzurrón como babosa brisa que babean sus maizales?. Sí, porque son idiomas de montañas y cielo, vivencias de célula, sus paisajes. Extraigo del "Incipit" de PUMA-KHAPAK1, esta exaltación del Inka: "TÚ HACES EL MUNDO; "TÚ ANIMAS LA TIERRA; "TÚ ERES LA GRASA DE LOS MARES. . .” Traducidas, así libremente, estas palabras de la Runa -Simi, serían su mejor elogio: Pacharurak, Pachakamak, Wirakhocha. . . Al último, el Kheswa de las edades mázdicas, tiene salivaciones de hoy. Y éste, de Timota Aliaga, arrobo verbal y embriaguez de la célula aymara: ¿Unktati urpanaka hiwañan akiri orasionana llaki? Pankara kalaktiw hawiraru hachjasin sarjew . . . 2
En pueblos americanos con raíces vivas se dan con no poca frecuencia casos como éstos, y ello no por decisiones intelectuales, sí por ineluctable determinismo de la materia.
Óleo de Diego Kunurana.
La contrapartida: con estadísticas se ha definido que la criminalidad en los países mestizos está en relación al grado de estabilidad de los agentes del mestizaje; y es que este tipo humano tiene algo así como la fagia, o fobia, de la sangre. No ha producido genio universal alguno la "Literatura Americana"; pero el mundo americano ha parido toreros cósmicos. Cierta vez, mirando la impunidad con que el mataor charkeaba a su novillo, el cual, acribillado a puñaladas, dobladas filosóficamente las rodillas, se había echado a descansar de la vida y sus incomprensibles monstruosidades, no obstante lo cual el mestizo le buscaba la cruz del occipucio para darle la extremaunción, pensamos qué estética ésta de los Hispanoamericanos. . . Llevamos la tauromaquia de los Pizarros y Torquemadas en la sangre. En Alemania no hay pensador que se estime que no hubiese descubierto la "mónada" y señalado caminejos hacia la metafísica del Incognoscible, juzgándose limite de toda sabiduría. Células adiposas. Hay política en esta SubAmérica que no lleve en el meollo montoneras, tremolina y garrote; y de la "historia" de sus democracias -lo saben todos en el mundo inmundoasuntos son de la patología más absoluta. Célula. ¡Y éstos, en Germania y la pobre América, los sucedáneos "civilizados" del antropófago de "raza inferior''! En algo sí son inferiores los inferiores: en el número de crímenes que festonan su ridiculez. La célula no muere; mas se le obliga a vivir muerta. Investíguese, entonces, si el mestizaje logra romper la unidad de la célula embrional, y de allí se obtendrá el derecho de esclavizar pueblos en nombre de la cultura, el justificativo no menos como medio de ennoblecer las "razas inferiores". Mas, en tanto, si el hombre es celular, y su célula no muere, los pueblos americanos -y otros como ellos- magüer la Revolución independentista, no son libres: siguen siendo colonias, y colonias de los mismos que despanzurraron inkas con la cruz y en la cruz.
No sólo no muere la célula genésica; sí que se niega a toda suplantación. He aquí caso en plano eminente, que puede multiplicarse. Le tomamos porque se trata de amigo dilecto y escritor de los más brillantes de la América: Fernando Díez de Medina. Sin que muchos lo expliquen, y hayan señalado menos, es, con valor cuantioso, representativo de la encrucijada americana. Nada debió inducirle a indianizarse, ni su hispana progenie, su educación católica, menos, tanto que su obra primeriza es no por poco de un colonialismo radical. Mas, he aquí, de pronto estalla con hervorosa fluencia vernácula, y no como expresión y verbo, cuanto como pensamiento y obsesión, lo que es mucho más significativo. Evangelismo, mayéutica, política, ásense en él a mitografías aymaras y es el primer escritor americano que para explicar el proceso literario de su patria invoca a las deidades telúricas o a los epónimos de la leyenda. ¿Qué revela esto sino la zarpa celular? La zarpa y su guerra. Parece que mestizaje ni morbo alguno alcanzan a la célula genésica. Somos indios, o no somos de América. Al enjuiciar su libro "Thunupa"3, dijimos: Al Inka se le obedece con lengua y la misma sangre de Castilla. Y es que el Inka expulsado del Tawantinsuyu se ha replegado a la célula, donde espera. Es, pues, inevitable. Se es indio o no se es; y cuando decimos no se es, queremos decir que no se ha sido. Es que lo indio es lo que caracteriza en la célula, como la célula caracterología del Cosmos. O séase que sólo tiene cosmos quien tiene célula. No se vea en nuestra actitud fobia alguna contra España; la admiración que cultivamos por su genio, por el genio de sus grandes hijos, como -y más- por los españoles chicos de la gleba, nos cura de odiosidades de espantapájaros. Pueda que en el fondo nos inspiren odio sus hechos; pero el odio no destruye sino a quien le cultiva. Estamos, como hombres, frente a la negación de nuestra naturaleza que ella representa y supone; y sabemos que la manera de cancelarla en nosotros es volviendo por el régimen de la salud celular. Así, toda vez que nos embriaga la voz aborigen y
muérdenos el deseo de supervivencia por la reproducción y comprobamos que tales estados tienen los aromas de la americana maternidad, estamos alzando pira que limpia y purifica nuestro destino. Cualquier mestizaje es imposible, mas hay alguno impasable; y uno -bien se lo ven este libro- es el del hispano y las lenguas aborígenes de la América, si en lo que llevamos de cultura cristiana, y lo mismo es decir española, hemos originado hasta el deleitoso y pecador connubio de Juan de la Cruz y Verlaine; mas hay infarto estético de que podamos decir: he aquí el connubio indio-hispano. El hibridismo tampoco pudo cristalizar -ni puede -en la sangre; pues es en ella, precisamente, donde se oye el ¡Kharrajuskha 4 ! del caballero español y el lloro del indio. El lloro, lo que en el hombre llora, empero, es él, EL, que no tiene otra patria que la suya, de la cual fue echado. Ya tramontamos una giba del "espacio-tiempo", y podemos decir que el hombre sabe tanto del hombre como de él la Videncia Divina. El hombre está nó en Dios, en la célula; y la célula es de la tierra, como la tierra, inmortal. No columbramos qué número de siglos requiera el NUEVO N A C I M I E N TO ; m a s t e n e m o s entendido que no serán tantos que hagan cinco milenios -y así fuesenlos que permitan al americano de América expresarse, y ser, en su idioma lácteo. Esos poetas del Ayllu –los orkopatas Mamani o Awerankason, ciertamente, hechos que se anticipan y lo mismo decimos de los poetas que en el solar del Inka, expandido aún a través de tres naciones con unidad de naturaleza, tienen la fortuna de hablar frente a quienes permanecemos enmudecidos, por más que seamos los faramalleros. Alineamos en la Batalla del Espanto y testificaremos para las venideras edades, presentes en la Caverna, el asalto del PUMA venido del Sepulcro, despedazando con garra de oro y colmillo de fuego el morrillo del WAWAKU5, que es la parte hedionda de la luz, camino de muerte, invitación al miedo. He aquí el áureo mensaje de EL PEZ DE ORO: -¡América, adentro, más adentro; hasta la célula!...
(3) Thunupa: Personaje legendario de origen kolla. Según las crónicas y versiones recogidas, fue un maestro enviado por Wirakhocha; predicó una moral basada en el ayni, fue torturado, amarrado a una balsa y lanzado al lago Titikaka, ésta a su paso abrió un tajo enorme que dio origen al río Desaguadero. Más tarde, a su llegada, los españoles lo identificaron como el “Cristo andino”. (4) Kharrajuskha, o kharajuska, karrajus (Neo): Carajo. (5) Wawaku (Kh.): Mitografía de la pestilencia de los pantanos.
Ensayo: Persecución de América He aquí que yo no he venido hasta Konkachi a perseguir al indio. He venido a rastrear a América. He venido en busca de América. ¿Es que América existe? Lo que existe son grupos de pueblos, intenciones de trasplantes, hacinamientos que tratan de hacer nación. Inclinarnos a las nomenclaturas es empequeñecernos cuando somos algo más que una nomenclatura: somos un mundo en germen; y un mundo es variedad constante y sorpresiva. Lo que entendimos por América fue sólo una metáfora feudal, una abstracción y, para decirlo en una fórmula: la hipóstasis del devenir. En nada como en esta ilusión de América se comprueba el pensamiento platónico de que la idea es una casualidad. La edad media con su neurótico espectáculo de águilas sangrientas fue uno de los caminos revolucionarios que conducían a esa abstracción ; y de ella intemporalemente toman la visión mosaica de Orbe y la visión de Campanella. Es una sed de cielo materializada en el ascetismo medieval, diría Berdiaev. Pero una mentalidad aguda encontraría que América es una idea fortuitamente continuada en la historia.
Descubrimiento de la utopía Aquí, frente a esta América de montes gigantescos, desnudos de vegetación, pero cuya entraña mineraliza el líquido icoroso, complace entrever a ciertos espíritus agonales que un día transpusieron su horizonte y fugaron hasta alcanzar playas desconocidas. Tal aventura transoceánica importaba el desplazamiento del comercio europeo del Mediterráneo sobre el Atlántico, y como todo lo que corresponde a esa época era un fenómeno cargado de cacofonías litúrgicas, dimensiones estratificadas. Nubes inmóviles, locura y ferocidad. Son el momento y el ambiente estrecho inmejorables para la proyección de utopismos que alivien la pesadumbre de esa realidad ahíta de virus. ¿No se ve acaso que hasta el flemático Américo Vespucci, al describir el “nuevo mundo”, habla de hombres que viven en él sin amos y sin leyes, en perfecta ciencia y conciencia? ¿No indica ello que Américo Vespucci se había dado de bruces con la República de la utopía? Lo que el medioevo buscaba
Preludio de Konkachi* en los mares no era América ni las Indias Occidentales: era la Utopía. Hacia ella se encaminó en trágica procesión para descubrir o inventar a América. Esto último fue ocurrido. Y el abrazo sexual en que el país de la Utopía, país umbroso y nemoroso, demostró que América no tenía utopías; y dio lo que sigue dando: oro, goma, tagua, patatas, cacao, maíz, tabaco, quinua. En cambio, se reservó el lastre de gigantomaquia. No digo que lo único grande que para Europa posee la “idea” utopista, que desde entonces con tautología asfixiante repetirá que en América retenemos el ombligo del mundo... Obsérvese, empero, que América, es decir, el Tawantinsuyu o el Anáhuac por lo menos, no son responsables de esa “germinal tendencia a sentirse centro”, tan característica del guaranguismo típico del “europeo moderno”, que es “el americano”, para recordar la corrosiva dialéctica de Ortega y Gasset. Lo que flota en los mares verbales del trópico americano no son las pobres algas indias; es el corcho europeo.
Gran guiñol Desde este anfiteatro de roquedos podemos avizorar un espectáculo que tuvo por escenario el puerto de Sevilla, en la tercera década que va corrida de este siglo, y que comprueba cómo el corcho y la hipérbole son productos más europeos que americanos. Parla uno de los primeros intelectuales españoles, parla frente a un corro de historiadores de Indias, reunido en cierto ágape o congreso, mientras el ponto sevillano, nostálgico de los encomenderos sevillanos de los siglos XVI y XVII, farfulla en las resacas, mismamente que cuando, en vez de doctores, llegaban de América rudos indianos cargados de oro y plata. Señores –dice- la Edad Media ha sido una nostalgia de América... Pero, esto, con ser mayestático, no es lo definitivo. La comedia tiene sus años. Cuando los países meridionales rechazaron en mares del Callao la tentativa de reconquista que había organizado la metrópoli, se estaba llevando a cabo un hecho más importante para la historia de la América. José Smith, oscuro yanqui de extracción irlandesa, recibía el Urim y el Turim, que constituyen el mensaje más insólito de la
revelación, contenido en un petroglifo con dos mil quinientos años de existencia. En tal petroglifo, según sus acotadores, se habla ya de la América y del judío Cristóforo Colombo, que al atravesar las aguas encontró a los descendientes semitas que estaban en la tierra de promisión. La continuidad con que la cenestesia europea quiere ver en América un retazo de la tierra prometida no ha sido parte, en cambio, para que los descendientes de la raza prócer dejasen de ser tratados como bestias, y sigan aun hoy arrastrando el más pobre y miserable destino.
Realidad e Idea de América Hay que imaginar el regusto de esos colombroños al saberse sujetos de una nostalgia europea. Pero el bizarro español no se cuidó de explicar previamente qué cosa era esa América para que una Edad de Europa –la más importante, acasopudiera considerarse su anhelo. No dijo que América era una república sin velocidad; que no poseía otra fuerza motriz que el hombre; que desconoció el caballo y el camello; que el llamo, su animal doméstico, es casi un cristiano, y no se concibe que con él, siendo tan fino y esbelto, hubiera acometido la empresa de levantar las murallas de Sajsaywaman; que en ese mundo primitivo todo lo hizo la mano del hombre o la espalda del esclavo; que es un universo sin instrumentos, a no ser el instrumento de sangre; que en esta América que constituyó la sed de la Edad Media, los encomenderos no valorizaban las tierras por sus acres o sus ganados sino por el número de de esclavos de que disponían; que América para Europa sólo ha sido “divino estiércol” o “posibilidad inmediata del infinito”, en cuanto el proceso dereducción metálica del valor comercial lo cumplían esos encomenderos con sistemas recolectores propios de grupos salvajes.Nada de esto dijo a nuestros historiadores y contribuyó mas bien con dialéctica aguda y palabras imaginíferas a que se anegaran en el guaranguismo típico del sudamericano. No dijo que lo único grande que para Europa posee la “idea” de América, es la parte de Sancho que hay en ella. La hiperestesia gástrica que impulsa a los argonautas feudales a lanzarse a lo desconocido, no era sed
* Fragmento del ensayo publicado en: Revista Kollasuyu, agosto de 1939. La Paz, Bolivia. Konkachi es un ayllu aymara de la pampa lacustre.
América, sino, simplemente, sed de vivir: sicio. Europa no se necesitaba para nada. Europa no podía sentir entonces necesidad de retornar a una edad primitiva. Sus crepúsculos, hechos de fanatismo y de sangre, no necesitaban de nuestros crepúsculos hechos de barbarie espeluncal y de feto; y aunque la Utopía medieval ha localizado la edad de oro en la infancia del mundo, no es posible que esa nostalgia de sencillez haya sido satisfecha por América; porque Europa, lejos de acoger su ingenuidad, hincó en la carne infante un sadismo provecto.
El sepulcro de la locura Más propio resultaba decir que América para los europeos fue la fascinación de una eudofagia colectiva; pues en ella Europa se perseguía a sí misma, perseguía su dimensión angélica. Sólo cuando se afirma con frialdad analítica que el traslado de la influencia comercial con el Mediterráneo al Atlántico puso entre el lejano Cipango y Europa un islote inesperado cuya magnitud creó “necesidades”a la Edad Media, tanto que empujaron a la vida una nueva ilusión: el Renacimiento; se llega a entender que América es la “idea” de un “cuerpo” del mar, espíritu oceánico, del que han surgido nuevos campos de colonización que utilizaron, y utilizan aún, descendientes de fenicios, griegos, y romanos. ¿Qué naturaleza de nostalgia vino a satisfacer América? De horizonte, se dice. Pero entonces cabe preguntar: ¿Es de horizonte físico, ontológico, comercial o humorístico? ¿El reducido horizonte del ayllu, la hata o el calpulli, ampliaría las dimensiones bióticas de Europa? Tal vez hoy de regreso de la experiencia y la desilusión podía el mundo pedirnos la dimensión tribal del ayllu, y habría un sentido en su demanda. Pero la Edad Media, no. Todo misticismo supone atrofia especial; por eso la Edad Media se nos revela con fuerza y materiales de impulsión tan grandes que su desborde abre las rutas de la mar, de donde vino la “especería”, como entendió Las Casas. Mas, en ningún caso es esta razón para pensar que el horizonte del mundo medieval ha sido ampliado por tal hecho. Al contrario, América ha venido a limitar la profundidad de la Utopía, y hasta es dable decir que la ha suprimido segando toda esperanza en el horizonte. Colón extendió las rutas
de navegación, es cierto; amplió, además la posibilidades marítimas y comerciales del mundo; pero descubriendo a América descubrió también la pequeñez del planeta, y demostró que el horizonte de la Edad Media no estaba en la tierra. ¿Qué horizonte ha venido a elasticar entonces el mito de América? En verdad, cuando avanzamos en la identificación de la Tierra Nueva, llegamos a la conclusión de que América no existe, al menos de que se le niega con hipérbole. Amainan las aves divinas que un día partieron dispuestas a perforar el horizonte. Su regreso es triste. No han traído sino oro y algunas piezas tropicales de apariencia humana. El islote descubierto es vasto y fecundo. Posee tierras de sima y tierras altas donde fulge “la nunca pisada de hombres, ni aves, inmarcesibles cordillera de nieve”. Teopompo, Juan de Patmos, Tomás Moro, pueden seguir alimentando el sueño: aquella no era la tierra presentida. América es apenas tierra nueva, nueva para Europa. Nada más. Si tan siquiera hubiera sido nuevo mundo, y no tierra mostrenca, Europa pactara con ella, como en su latín salmantino sostenía Victoria y tal vez así hundiéndose en el seno visceral de ese Nuevo Mundo, pudiera ofrecer los frutos de su aventura.
La mentira Pero, en tanto, la Utopía se ha quedado en nosotros. Los hombres de América, como productos menos bursátiles, permanecemos relegados bajo el amparo de las grandes montañas y de nuestros dioses vencidos. Ya no podrá decirse que la fecundidad de la tierra alimenta nuestra sangre. Pachamama da a luz para el werajocha atlántico, y habituada a sus métodos –mujer, al fin- un día se niega a alumbrar para sus chacareros. Ese día comienza la vía, comienzan las guerras por la reconquista, los sacrificios y la agonía. Ya no hemos vivido después sino en Pachamama y en Edad Media; es decir, en anhelo de un temblor de tierra, de otra América por descubrir, de una fuga oceánica que salven a sesenta millones de indios del infierno estrecho de su miseria. Renacimiento en América sería por eso renascencia en sentido vegetal, hervor y entraña volcánica. Pero, son símbolos verbales que nos lega esa misma Edad Media que,
degenerada, vive en nosotros. Tenemos que salvar al hombre, así la tierra se hunda y revienten como sapos los dioses tutelares. Y salvar al hombre no es inmortalizar al salvaje, sino movilizar al salvaje, dinamizarlo, por más que tras de esta operación valerosa se posterguen su arte pintoresco, sus aguayos y sus wankaras, sus wayñus y su magia espeluznante, y nos veamos privados de la mesnada de pongos que se humilla a nuestro paso, mochándonos como al Inka. Nada vale en el mundo nuestra ignorancia. La forma de salvarnos, es conocernos.
América no existe Africa poseyó siempre mayor ubicuidad que nosotros. Seguramente este ciclo histórico que precipita un complexo de culturas y por tanto un complexo de morbos, requiere de una lubricidad bárbara para galvanizar su sangre –tanto que se observan signos del retorno de Atila-; porque si Africa no es una estricnina sí es el guarapo de esta época. América no provoca ningún entusiasmo. Fuera de las cátedras de etnología, malicio que sólo tiene bonos en el Pool del estaño o en los mercados de algodón, trigo, carnes heladas, o lana. Nuestras canciones no entusiasman a nadie. Hasta hace poco la literatura americana era ridícula. La lírica campesina de espíritu arcádico y apacible, ¿qué puede decir al hombre e hoy, citadino y cósmico? El arte chimú o nazca de maravillosas simbologías agrarias y meteorológicas, ¿dirá algo de la t o r t u r a d a p s i c o s i s contemporánea?. Hace medio siglo músicos de genio revelan el tesoro pentatónico, y fuera de algunos universitarios de Cambridge u Oxford, parece que el público no se notifica de la maravilla, o bosteza. Su lirismo recuerda a Ossian o a la Vedanta, habla del agro dócil y de la posesión tranquila de la tierra. En ningún punto del planeta –París, N u e v a Yo r k , B e r l í n , R o m a encuentran solidaridad. ¿Acaso la encontrará en los koljoses soviéticos? El primitivismo del arte europeo de reciente data tampoco ha tenido que ver con América. Apenas si a Gauguin se le reconoce alguna vinculación uterina con cierta dama comunista “nacida en el Perú”. En cambio, Africa gravita sobre el mundo en esto también como una
tarántula venenosa. El fenómeno
vanguardista de las letras americanas no tiene otra explicación que Picasso, Apollinaire o Simias, el alejandrino. Tampoco en el mundo de las ideas América existe. Ni España se ha beneficiado con América; y como es la única nación que no se ha beneficiado, cada vez con mayor claridad se constata su inútil heroísmo –inútil o estúpido-, salvo que se considere ganancia para ella haber venido a agonizar en las montañas. Por ello, ninguno de los porfiados estetas que pretenden descubrir, muchos con copia de talento y la mejor buena fe –y de ser así sería una pizca-, la mano del artista chibcha o tarasco en los ábsides o columnatas del barroco español de América, olvidan elementales leyes de sociología, y algo más elemental todavía: que España fue desalojada de América cuando precisamente comenzaba a entenderla y a asimilarla.
Preludio de Konkachi América es la realidad que yo aprisiono en este preludio. Este paisaje de Konkachi, escueto y sin árboles, o con árboles achatados bajo la inmensidad del ozono. Este Romualdo pacho que me hospeda, limpio, vacío, hambriento, como cualquier bestia del mundo. América es esa mujer konkachi que cubre su cuerpo con un trapo burdo, y estos niños que se revuelcan entre chillidos de gozo primitivo; este enorme Titikaka que no surcan argonautas sino hombres semisalvajes, bruñidos de yodo; este brujo que ataca a su enemigo acribillando el cuerpo de jampato con mil alfileres; América cejijunta de montañas inaccesibles y de diocesillos subterráneos que hablan con la voz del trueno; de ríos caudalosos que bajan cristalinos de las neveras y llegan en turbios y espesos aludes a la mar; América de los labradores interdictos, cuya amenaza de sublevación se traduce en japapeos escalofriantes y que invaden los latifundios lo mismo que mangas de langostas los trigales; América de las haciendas improductivas y de las parcialidades hambrientas; América de carne y hueso; la que no perseguía la Edad Media, porque la Edad Media quería salvarse del infierno católico y no se abandonaría en el infierno sabeísta; América del gamonal sin entrañas, heredero del orgullo español, de su sangre azul y de sus ímpetus nobiliarios, que no ha engendrado sino cholos dipsómanos, tinterillos sin conciencia y sin luz, curas
rapaces y pecaminosos, cholas que no tienen el garbo de la andaluza ni la inocencia de la india, pero que han estilizado la mugre de ambas. Esta tierra que duele es la América. Y es para no perdernos en rutas ilusorias, ni ahogarnos en el mar de pompas de jabón de la hipérbole, que tenemos que revelarla y exaltarla. Hasta este momento no he visto nada difuso ni confuso en este ovario de Konkachi. Ningún niño triste, ninguna mujer alegre. Si el silencio se apropió de la naturaleza es porque el misterio genital de la vida trabaja sin estruendos. El mallku me ha visitado tres veces. Es muchacho más bien delgado que grueso, y su franqueza y dignidad me revelan que posee más honor público que la totalidad de tiranuelos americanos, me dice que el desempeño de su oficio junto al gobernador le imponía el deber irrehuible de embriagarse todos los días en el pueblo, y que por tanto nunca tenía seguro regresar a Konkachi, que es la sede de la jilakatura. Y las tres veces le he visto desaparecer tres de la cumbre del Atoja, digna de la melena de un león; y todavía cuando ha descendido venciendo la pampa de Chinchera, trepar las estrías cárdenas de Tikina, en las que se apelotonan las musiñas y se otea las llanuras verdes y fecundas de las haciendas... ¿No es verdad que este funcionario político es sólo naturaleza, como la pampa de Chinchera, como la América?
POESÍA: TOKHAÑA* Tiene que ser arpegio de tu carne, El, que salmodia al Lago de Arriba, toda vez que del Cielo de Abajo te repiten que en ti se añuda el alma con las almas. Y que allí, donde crees que te mueres, es que estás naciendo para henchirte de la sangre en perenne melodía. Y hoy, lo mismo que ayer, y que mañana. Pues, en ti, el discontinuo, no bien cierra el Lago de Arriba ventanales, abre el Cielo de Abajo su ventalle. Tu monodía múltiple, porque es eje... * De El Pez de Oro. Editorial Canata. La Paz, 1957.
¡Pacha-mama, Pacha-mama! Temperatura en madre; entraña de las flores; nodriza de volcanes... mullida entre las nubes corona de las madres, latido del Relámpago. ¡Héla aquí! ¡Héla aquí! Pacha-mama, Pacha-mama: amor que pare al Puma; hielo que pare fuego. Sólo ella capaz fue de convertir el ascua en manantial de sangre. Madre en cuyo ñuñu arde el oro de EL PEZ DE ORO. Nido de amor y espasmo. Madre, Sirena y Rosa; carne sumisa al germen; gorjeos de la Aurora. ¡Héla aquí, hela allí! ¡Pacha-mama, Pacha-mama! Sólo tu ardiente entraña, de fuego, luz y lágrima, pudo que el lodo hable. ¡Héla ahí; que la hermosa, de hermosuras colmada, fecunda la hermosura!... * De El Pez de Oro. Editorial Canata. La Paz, 1957.
¿Hubo que lastimar la tierra para sembrarlos? ¿No bastaron el trino del agua, el árbol que trinaba, el pájaro de los trinos? Esa luz trinará, No lo dudéis; porque de garra y trinos los khoskhos fueron hechos. * De El Pez de Oro. Editorial Canata. La Paz, 1957.
Khantati ururi, suma ñairampi, chuimaha khanarañapataki... Lucero de la Aurora, el que mira magnánimo; báñame con tu luz, y ella alegre mi corazón... * De El Pez de Oro. Editorial Canata. La Paz, 1957.
HAYLLI INKÁSIKO* ¡Mi pueblo, milenarios de mi sangre! La eternidad es tu atributo; Nido de tus canciones el surco. Sólo en ti germinan los amores; en ti las flores odoran bajo el Sol. ¡Mi pueblo, milenarios de mi sangre! Sangre vieja es la tuya que da juventud a mi alimento. Pasión eres; eres fuerza; sabiduría tienes: la sabiduría del esplendor; de la planta andariega, pasión sabia; de la sangre enardecida la fuerza pasional. El dolor es panal en tu pecho. Es hálito, eternidad, raíz, en cuanto, en ti, mis manos edifican. ¡Mi pueblo, milenarios de mi sangre! ¿Quién a rugir te obliga, pueblo mío? Cuando ruges tiembla el firmamento. Si acaricias, el granito echa flor. Si lloras, llora el volcán, tu hijo; llora el Lago, tu madre. La eternidad es tu atributo; nido de tus canciones el surco. ¡Pueblo: milenarios de mi sangre; lo fugaz no está en tu naturaleza! ¡Fatígate, laborero! ¡Crea, consumiendo tus ceras, creador! ¡Gobernante: tiembla como la aguja imantada, pero encuentra el Norte de tu pueblo! ¡Sólo en El germinan los amores; en El las flores odoran bajo el Sol! ¡Mi pueblo, milenarios de mi sangre! ¿Si un pueblo hay en tu sangre, qué esperas que no florece en ti la sangre de tu pueblo? Creador, gobernante, laborero: el Sol hace más noble la severa presencia de la montaña. Y sólo en la sangre con pueblo hay semillas del Sol... ¡Mi pueblo, mi sangre milenaria: yo velaré, erizado de lanzas, tu libertad, Primavera de mi corazón!
INVITACIÓN A LA SOLEDAD MÚLTIPLE* Tiene este grano de tiempos comestibles un sereno de cielo y una canción de tempestad. Así me voy, como arrastrado, a la nube con la babilla rala de una tristeza de agua llovida y una suerte alegre de matinales pinqullos. ¿No habrá nada ahora tan triste que esté dentro? ¡Tanto masticamos la hierba pura y pura lágrima, desde que el cielo abrió los brazos, sobre esta soledad tinta de una tintura amarga! Ponte mejor de modo transparente, para que mejor te lleguen el sol y una canción de germen. Yo -ya lo ves- quedo en transparencia, y que todos vean mis canciones trenzadas en la sangre. ¡Qué laya de música va siendo esta tonada! ¿Dónde estás? Yo estoy, estando, quedo, y lejos… y por mas que encarno, ni la carne se come… ¡Crucificado!...Pero, siempre me alcanzó… ¡Y me doy en cada atracón de kañiwaqu, una pura gana de atorarme para toser la pena! *De Interludio Bruníldico. El Comercio. Cuzco, 1931.
AMAYA TOKAÑA* Ay, Candela, candelita. De amor lates con hambre; tu lujuria late; con la sombra late; en el aire lates, amas, y te ahilas. Por ti la noche late, Hampuñis son tus chispas. Late, volátil nina-nina, tu beso volátil. Candela, ay, candelita. Chispa del cielo eres; del viento barcarola que enloquece el viento; ala de la estrella que en estrella arde; que arde en el incendio, y, des ignotas lindes de mares amargados, de amores traes cargadas tus aguas amargadas. Ay, candela, candelita.
De amor la enamorada, esperas al que amaste; y cuando llega y besa un beso sin tu beso, beso que incendia el aire es beso de tu beso. Candela, ay, candelita. ¿Por qué del KHORI-PUMA no oyes el rugido, del KHORI-CHALLWA el beso no besas de su beso? Los khori-tullus fatuos no lloren ya de amores; el Chullpa-tullu sufra soledades de amor... Ya ruge el KHORI-PUMA, candela, candelita; y el KHORI-CHALLWA prende tu beso con su flor. ¡Candela, ay, candelita!
* De El Pez de Oro. Editorial Canata. La Paz, 1957. * De El Pez de Oro. Editorial Canata. La Paz, 1957.
WIPHALA TAKATA* ¿Quién de agitó sino la thaya? Te agitó para que ondearas clamando en la batalla. En lo más cenceño de la muerte, eres wiphala de los chullpares. Nunca viento fue tuyo que nunca fuera viento de la batalla. ¡Agítate, Wiphala takata! Ya cota de sangre al Chullpa-tullu le arma, y su pupila late. Que ondee tu oriflama y rompan su grito los volcanes. * De El Pez de Oro. Editorial Canata. La Paz, 1957.
KHORI CHALLWA* Si el agua no arde no es oro, guagualay... Ya en ti el oro arde, y en el agua, guagualay. * De El Pez de Oro. Editorial Canata. La Paz, 1957.