La confesión de un
EXPULSADO
Desde una cama de hospital, entre destellos de sensatez y delirio, Omar Chabán repasa el camino que lo llevó del Café Einstein a República Cromañón, del teatro avant-garde al rock barrial, y de la crianza árabe y la escuela alemana al centro de una pesadilla Por PABLO PLOTKIN • Fot og raf ía s de FERNANDO GUTIERREZ social sin fin.
Chabán en el segundo piso del hospital Santojanni, a comienzos de diciembre. 56 | R o l l i n g S t o n e |
Enero de 2014
rollingstone.com.ar | R o l l i n g
S t o n e | 57
Omar Chabán
¿Cuánto tiempo pasó? “ ¿Treinta años? ¿Cuánto pasó? pasó ? ” E
2004 se funde con el hombre que carga el peso n la habitacion 211 del hospital santojanni, en el barrio de Mataderos, Omar mayor de la condena pública y judicial de CroChabán trata de ubicarse en el tiempo. Su mañón. Por momentos parece que nada hubieconfusión podría ser tanto producto del encierro y ra cambiado en él. Lo primero que quiere saber la enfermedad –un linfoma de Hodgkin que estucuando llegamos es si estuvimos en el show de vo a puntode matarlo hace hace algunos meses– como Rufus Wainwright en el Gran Rex. Cuando le digo de la dimensión trágica de Cromañón, tan abru- que sí, hace un gesto de emoción y después se madora que es mejor alojarla en otra era. pone serio: “Contame todo”. Pero durante nuesEsta tarde de comienzos de diciembre, Chatras charlas, casi cualquier episodio del pasado bán luce bastante bastante saludabley tiene cercade vein- deriva en un comentario sobre la noche trágica te kilos de más en relación a su peso histórico, o el proceso que le siguió. Con una condena de producto de la dieta que le indicaron los médicos diez años y nueve meses en curso, en situación y de la hinchazón generada por los corticoides. de arresto domiciliario debido a la enfermedad, Conserva el pelo y la barba pese a la quimiote- la perspectiva respecto de su participación en rapia que le están aplicando, y se muestra suma- el estrago es básicamente la misma que desde mente orgulloso de eso (“Veo a otros pacientes el comienzo. pelados, revolcándose de dolor y vomitando”). “Yo asumo mi responsabilidad”, dice llevándoPerdió el incisivo derecho y tiene la piel bron- se una mano al pecho. La declaración primero ceada por el sol que entra por una ventana que sorprende por lo franca y directa, pero cuando da a un jardín del hospital, donde una palmera se le pide ampliar el concepto, repite el eslose agita desfasada entre el ruido de las máquigan de “margaritas a los chanchos”, aludiendo nas y el vaho de los residuos patogénicos. Visto a su vieja idea de haber alimentado una cultuasí, con la mirada un poco abatida, metiendo la ra libertaria que se le volvió en contra. “Soy ancuchara en un flan servido en una taza de café, ti-libertad”, dice ahora. “La libertad crea gente Omar parece un árabe que se alimenta en un re- boluda y violenta.” Acepta su “negligencia” (“Nefugio en el desierto. Como si, después de todos gligencia es la palabra que nos cabe a todos en estos años de mutaciones y aislamiento, su conesta historia; toda la vida fui negligente, nunca figuración física se hubiera remitido a las varia- pude controlar la violencia”), pero sigue justi bles genéticas y diluido las culturales, llevándolo ficando las acciones u omisiones que contribua una especie de síntesis ancestral. Sin embargo, yeron a pr ovocar las 19 4 muertes. Para alguien el hombre que empieza a hablar es el mismo que que nunca dañó deliberadamente a nadie, vivir se paraba en la barra de Cemento a vocear ofer- con esa carga debe ser algo tan inaudito que la tas de cerveza, o el que te hacía entrar cuando la única forma de sobrellevarla sobrellevarla es construyendo policía acechaba sobre la calle Estados Unidos. Un tipo siempre a mitad de camino entre la sensatez y el delirio, entre el carisma y la altanería, entre lo sofisticado y lo popular. “Yo soy el mayor fracasado del éxito”, dice de pronto. “Siempre me echaron de todos lados: iba a la Goethe y me echaban, iba a hacer espectáculos y me echaban. Todo el mundo quería que me fuera del país. Y al final lo lograron, porque la cárcel es una isla.” En una misma conversación, el Chabán pre-
“Soy el mayor fracasado del éxito. Me querían fuera del país y lo lograron: la cárcel es una isla .”
58 | R o l l i n g S t o n e |
Enero de 2014
dicen medio en chiste que les gustaría estar en una cárcel para tener tiempo para leer. Y las películas yanquis dicen lo mismo. ¿Sentís que afuera estarías más expuesto a los peligros? Está bueno, pará que lo voy a pensar… [ Lo piensa un segundo] Sí, porque imaginate que yo toco algo y tiene algún bicho. La caca de gato, la caca de paloma, la caca de perro… La gente muere de eso. Y quizás ni lo sabe.
D
urante un par de meses, habia pocas cosas tan fáciles en Buenos Aires como llegar a la cama de Omar Chabán en el hospital general de agudos. Al menos hasta comienzos de diciembre, lo único que tenías que hacer era ir en horario de visita, saludar con un “¡hola!” a los guardias de recepción (rara vez pedían documentos), subir las escaleras, tocar la puerta y esperar a que Omar te gritara: “¡Adelante!”. Ahí estaba, recostado en la cama 24 o sentado en una silla de ruedas, el principal condena-
. ) 7 0 0 2 N E N A B A H C ( E D A R D N A O D N A L O R
Vida, encierro y mutaciones de Omar Chabán después de Cromañón El 30 de diciembre de 2004, Chabán dejó de ser un padrino díscolo de la contracultura rockera para convertirse, a ojos de la opinión pública, en el principal culpable de 194 muertes. Entre el penal de Marcos Paz, el arresto domiciliario y las audiencias del juicio, el trance se manifestó en su presencia física.
una convicción blindada de inocencia. “El tiempo es pecado”, dice un poco crípticamente, refiriéndose a todos estos años. “Vivo en un pecado metafísico constante.” Cuando le insisto sobre los cambios internos que Cromañón activó en él, pierde por un instante la paciencia. “La pregunta está de más”, dictamina. “Si pensás lo que yo tuve que vivir... Naturalmente cargué todo el peso de Cromañón: fui el único entre los imputados que fue al juicio todos los días. Me comí todas las puteadas. Así que pedirme explicaciones a mí…” ¿Fantaseás con la libertad? Me da miedo. En una cárcel te cuidan, te dan cursos… Si lo tomás positivamente, es bárbara la cárcel. Hay escritores como [César] Aira que
sí”, dice con un temblor repentino. “Había dos locos de mierda, dos guardias que están del tomate. Uno de ellos me humillaba mal, decía que tenía que hacer lo que él decía.” Desde que comenzó a cumplir la segunda parte de su condena, en diciembre de 2012 en el penal de Marcos Paz (donde ya había pasado un par de años antes de que comenzara el juicio), Chabán estuvo casi todo el tiempo en la enfermería. Por las noches deliraba de fiebre, tocando picos de cuarenta grados, pero nadie se lo tomaba muy en serio. Finalmente, la autoridad del penal impulsó su salida para internación y el 13 de junio fue derivado al Santojanni. Pesaba apenas cincuenta kilos y arrastraba un diagnóstico errado de tuberculosis biliar, la enfermedad de los presos, así que durante dos meses lo trataron con una medicación que sólo empeoró el cuadro. Era un fantasma, un rosario de huesos volcado en una cama municipal. Y para colmo estaban esos guardias. “Un día entro y lo veo a Omar tirado, casi des-
nas siete mil plaquetas, los médicos finalmente acertaron el diagnóstico: padecía la enfermedad de Hodgkin en estadio IV (el más avanzado), un cáncer que ataca el sistema linfático, el mismo que mató a Gabo Manelli de Babasónicos. Según indicaba el informe del Cuerpo Médico Forense, Chabán tenía los días contados. Los profesionales del Santojanni dispusieron un régimen de recuperación de peso, transfusiones de sangre (el rock se movilizó fuertemente, en una campaña impulsada por los managers de La Renga y el Indio Solari, según cuenta Chabán agradecido) y un plan de quimioterapia. Sorpresivamente, empezó a responder favorablemente al tratamiento. “Es una enfermedad en la que influye mucho lo anímico”, dice Yamil. “En todo este tiempo me puse a pensar: ¿cómo es que un tipo tan sano como Omar, que nunca fumó, ni chupó, n i nada, se viene a agarrar esto? No es casual que se le haya manifestado después de la sentencia. Todos los días iba al juicio a escuchar las barba ridades que
2006 En
Marcos Paz, durante un período de más de dos años de preventiva.
2005 De
una casa en el Delta lo traslada al penal. Se convierte en el único detenido en la causa.
; ) Z A P S O C R A M (
N Y D ; ) S E L A N U B I R T Y E R G I T N E N A B A H C ( M A L E T : S O T O F
do por una de las peores tragedias de la historia argentina. A simple vista, nadie del Servicio Penitenciario custodiaba los movimientos. Si Cromañón fue el emergente de un esquema basado en la ausencia de control (desde una habilitación mal emitida hasta una puerta de emergencia trabada, pasando por la sobreventa de tickets y el ingreso furtivo de pirotecnia), la vulnerabilidad de Chabán parecía, enfocada desde una mirada blanda, una especie de ironía del destino, aun contemplando la figura limítrofe del arresto domiciliario. Al comienzode suestadía enel Santojanni, Santojanni, durante el invierno, Chabán sí contaba con custodia penitenciaria permanente, y fue una pesadilla. “Nunca me habían pegado en la cárcel, pero acá
2009 En Tribunales, durante una de las
audiencias, dos meses antes de que lo condenen en primera instancia a 20 años.
2007 En
el invierno, todavía encerrado, se deja crecer una barba sufí mientras busca respuestas en la lectura y la espiritualidad.
nudo, retorciéndose y pasando la lengua por el suelo”, suelo”, cuenta Yamil, hermano menor de Chabán. “Los tipos no hacían más que mirarlo. Les digo: «¿¡Pero ustedes son bestias?! ¿Por qué no llaman a una enfermera?». «No podemos tocarlo», me dicen ellos. «Sólo hacemos nuestro trabajo».” Una de esas noches, Omar salió de su habitación semidesnudo. Volando de fiebre, pasó junto a los guardias, que estaban dormidos, llegó al ascensor y, cuando alguien alguien le preguntó qué estaba haciendo, comenzó a decir que el juzgado había dispuesto su libertad. El ruido despertó a los policías, que aprovecharon la situación para descargar su furia. “Lo tiraron al piso y le pegaron”, asegura Yamil. “Le quedaron varios moretones.” En agosto, cuando su hemograma contaba ape-
decían de él. ¿¡Para qué!? ¿Sabés la mala sangre que habrá acumulado durante ese año?”
L
a primera vez que lo visitamos, una tarde de noviembre, Chabán está casi eufórico. La noción que tiene sobre su enfermedad es difusa. De hecho, todavía cree haber tenido tuberculosis. La gente cercana atribuye este aparente desconocimiento a una mezcla de inmadurez emocional y un poder de negación considerable. Al principio se refiere a la quimioterapia como “suero”. “Creo que es justo ahí”, dice asomándose por la ventana, señalando el pabellón de enfrente. “Cada quince días me llevan a ponerme el suero allá.” Estamos en el mismo hospital al que llegó rollingstone.com.ar | R o l l i n g
S t o n e | 59
Omar Chabán
¿Cuánto tiempo pasó? “ ¿Treinta años? ¿Cuánto pasó? pasó ? ” E
2004 se funde con el hombre que carga el peso n la habitacion 211 del hospital santojanni, en el barrio de Mataderos, Omar mayor de la condena pública y judicial de CroChabán trata de ubicarse en el tiempo. Su mañón. Por momentos parece que nada hubieconfusión podría ser tanto producto del encierro y ra cambiado en él. Lo primero que quiere saber la enfermedad –un linfoma de Hodgkin que estucuando llegamos es si estuvimos en el show de vo a puntode matarlo hace hace algunos meses– como Rufus Wainwright en el Gran Rex. Cuando le digo de la dimensión trágica de Cromañón, tan abru- que sí, hace un gesto de emoción y después se madora que es mejor alojarla en otra era. pone serio: “Contame todo”. Pero durante nuesEsta tarde de comienzos de diciembre, Chatras charlas, casi cualquier episodio del pasado bán luce bastante bastante saludabley tiene cercade vein- deriva en un comentario sobre la noche trágica te kilos de más en relación a su peso histórico, o el proceso que le siguió. Con una condena de producto de la dieta que le indicaron los médicos diez años y nueve meses en curso, en situación y de la hinchazón generada por los corticoides. de arresto domiciliario debido a la enfermedad, Conserva el pelo y la barba pese a la quimiote- la perspectiva respecto de su participación en rapia que le están aplicando, y se muestra suma- el estrago es básicamente la misma que desde mente orgulloso de eso (“Veo a otros pacientes el comienzo. pelados, revolcándose de dolor y vomitando”). “Yo asumo mi responsabilidad”, dice llevándoPerdió el incisivo derecho y tiene la piel bron- se una mano al pecho. La declaración primero ceada por el sol que entra por una ventana que sorprende por lo franca y directa, pero cuando da a un jardín del hospital, donde una palmera se le pide ampliar el concepto, repite el eslose agita desfasada entre el ruido de las máquigan de “margaritas a los chanchos”, aludiendo nas y el vaho de los residuos patogénicos. Visto a su vieja idea de haber alimentado una cultuasí, con la mirada un poco abatida, metiendo la ra libertaria que se le volvió en contra. “Soy ancuchara en un flan servido en una taza de café, ti-libertad”, dice ahora. “La libertad crea gente Omar parece un árabe que se alimenta en un re- boluda y violenta.” Acepta su “negligencia” (“Nefugio en el desierto. Como si, después de todos gligencia es la palabra que nos cabe a todos en estos años de mutaciones y aislamiento, su conesta historia; toda la vida fui negligente, nunca figuración física se hubiera remitido a las varia- pude controlar la violencia”), pero sigue justi bles genéticas y diluido las culturales, llevándolo ficando las acciones u omisiones que contribua una especie de síntesis ancestral. Sin embargo, yeron a pr ovocar las 19 4 muertes. Para alguien el hombre que empieza a hablar es el mismo que que nunca dañó deliberadamente a nadie, vivir se paraba en la barra de Cemento a vocear ofer- con esa carga debe ser algo tan inaudito que la tas de cerveza, o el que te hacía entrar cuando la única forma de sobrellevarla sobrellevarla es construyendo policía acechaba sobre la calle Estados Unidos. Un tipo siempre a mitad de camino entre la sensatez y el delirio, entre el carisma y la altanería, entre lo sofisticado y lo popular. “Yo soy el mayor fracasado del éxito”, dice de pronto. “Siempre me echaron de todos lados: iba a la Goethe y me echaban, iba a hacer espectáculos y me echaban. Todo el mundo quería que me fuera del país. Y al final lo lograron, porque la cárcel es una isla.” En una misma conversación, el Chabán pre-
“Soy el mayor fracasado del éxito. Me querían fuera del país y lo lograron: la cárcel es una isla .”
58 | R o l l i n g S t o n e |
dicen medio en chiste que les gustaría estar en una cárcel para tener tiempo para leer. Y las películas yanquis dicen lo mismo. ¿Sentís que afuera estarías más expuesto a los peligros? Está bueno, pará que lo voy a pensar… [ Lo piensa un segundo] Sí, porque imaginate que yo toco algo y tiene algún bicho. La caca de gato, la caca de paloma, la caca de perro… La gente muere de eso. Y quizás ni lo sabe.
D
urante un par de meses, habia pocas cosas tan fáciles en Buenos Aires como llegar a la cama de Omar Chabán en el hospital general de agudos. Al menos hasta comienzos de diciembre, lo único que tenías que hacer era ir en horario de visita, saludar con un “¡hola!” a los guardias de recepción (rara vez pedían documentos), subir las escaleras, tocar la puerta y esperar a que Omar te gritara: “¡Adelante!”. Ahí estaba, recostado en la cama 24 o sentado en una silla de ruedas, el principal condena-
. ) 7 0 0 2 N E N A B A H C ( E D A R D N A O D N A L O R
Vida, encierro y mutaciones de Omar Chabán después de Cromañón
nas siete mil plaquetas, los médicos finalmente acertaron el diagnóstico: padecía la enfermedad de Hodgkin en estadio IV (el más avanzado), un cáncer que ataca el sistema linfático, el mismo que mató a Gabo Manelli de Babasónicos. Según indicaba el informe del Cuerpo Médico Forense, Chabán tenía los días contados. Los profesionales del Santojanni dispusieron un régimen de recuperación de peso, transfusiones de sangre (el rock se movilizó fuertemente, en una campaña impulsada por los managers de La Renga y el Indio Solari, según cuenta Chabán agradecido) y un plan de quimioterapia. Sorpresivamente, empezó a responder favorablemente al tratamiento. “Es una enfermedad en la que influye mucho lo anímico”, dice Yamil. “En todo este tiempo me puse a pensar: ¿cómo es que un tipo tan sano como Omar, que nunca fumó, ni chupó, n i nada, se viene a agarrar esto? No es casual que se le haya manifestado después de la sentencia. Todos los días iba al juicio a escuchar las barba ridades que
2006 En
Marcos Paz, durante un período de más de dos años de preventiva.
El 30 de diciembre de 2004, Chabán dejó de ser un padrino díscolo de la contracultura rockera para convertirse, a ojos de la opinión pública, en el principal culpable de 194 muertes. Entre el penal de Marcos Paz, el arresto domiciliario y las audiencias del juicio, el trance se manifestó en su presencia física.
una convicción blindada de inocencia. “El tiempo es pecado”, dice un poco crípticamente, refiriéndose a todos estos años. “Vivo en un pecado metafísico constante.” Cuando le insisto sobre los cambios internos que Cromañón activó en él, pierde por un instante la paciencia. “La pregunta está de más”, dictamina. “Si pensás lo que yo tuve que vivir... Naturalmente cargué todo el peso de Cromañón: fui el único entre los imputados que fue al juicio todos los días. Me comí todas las puteadas. Así que pedirme explicaciones a mí…” ¿Fantaseás con la libertad? Me da miedo. En una cárcel te cuidan, te dan cursos… Si lo tomás positivamente, es bárbara la cárcel. Hay escritores como [César] Aira que
sí”, dice con un temblor repentino. “Había dos locos de mierda, dos guardias que están del tomate. Uno de ellos me humillaba mal, decía que tenía que hacer lo que él decía.” Desde que comenzó a cumplir la segunda parte de su condena, en diciembre de 2012 en el penal de Marcos Paz (donde ya había pasado un par de años antes de que comenzara el juicio), Chabán estuvo casi todo el tiempo en la enfermería. Por las noches deliraba de fiebre, tocando picos de cuarenta grados, pero nadie se lo tomaba muy en serio. Finalmente, la autoridad del penal impulsó su salida para internación y el 13 de junio fue derivado al Santojanni. Pesaba apenas cincuenta kilos y arrastraba un diagnóstico errado de tuberculosis biliar, la enfermedad de los presos, así que durante dos meses lo trataron con una medicación que sólo empeoró el cuadro. Era un fantasma, un rosario de huesos volcado en una cama municipal. Y para colmo estaban esos guardias. “Un día entro y lo veo a Omar tirado, casi des-
2005 De
una casa en el Delta lo traslada al penal. Se convierte en el único detenido en la causa.
; ) Z A P S O C R A M (
N Y D ; ) S E L A N U B I R T Y E R G I T N E N A B A H C ( M A L E T : S O T O F
do por una de las peores tragedias de la historia argentina. A simple vista, nadie del Servicio Penitenciario custodiaba los movimientos. Si Cromañón fue el emergente de un esquema basado en la ausencia de control (desde una habilitación mal emitida hasta una puerta de emergencia trabada, pasando por la sobreventa de tickets y el ingreso furtivo de pirotecnia), la vulnerabilidad de Chabán parecía, enfocada desde una mirada blanda, una especie de ironía del destino, aun contemplando la figura limítrofe del arresto domiciliario. Al comienzode suestadía enel Santojanni, Santojanni, durante el invierno, Chabán sí contaba con custodia penitenciaria permanente, y fue una pesadilla. “Nunca me habían pegado en la cárcel, pero acá
2009 En Tribunales, durante una de las
audiencias, dos meses antes de que lo condenen en primera instancia a 20 años.
2007 En
el invierno, todavía encerrado, se deja crecer una barba sufí mientras busca respuestas en la lectura y la espiritualidad.
nudo, retorciéndose y pasando la lengua por el suelo”, suelo”, cuenta Yamil, hermano menor de Chabán. “Los tipos no hacían más que mirarlo. Les digo: «¿¡Pero ustedes son bestias?! ¿Por qué no llaman a una enfermera?». «No podemos tocarlo», me dicen ellos. «Sólo hacemos nuestro trabajo».” Una de esas noches, Omar salió de su habitación semidesnudo. Volando de fiebre, pasó junto a los guardias, que estaban dormidos, llegó al ascensor y, cuando alguien alguien le preguntó qué estaba haciendo, comenzó a decir que el juzgado había dispuesto su libertad. El ruido despertó a los policías, que aprovecharon la situación para descargar su furia. “Lo tiraron al piso y le pegaron”, asegura Yamil. “Le quedaron varios moretones.” En agosto, cuando su hemograma contaba ape-
decían de él. ¿¡Para qué!? ¿Sabés la mala sangre que habrá acumulado durante ese año?”
L
a primera vez que lo visitamos, una tarde de noviembre, Chabán está casi eufórico. La noción que tiene sobre su enfermedad es difusa. De hecho, todavía cree haber tenido tuberculosis. La gente cercana atribuye este aparente desconocimiento a una mezcla de inmadurez emocional y un poder de negación considerable. Al principio se refiere a la quimioterapia como “suero”. “Creo que es justo ahí”, dice asomándose por la ventana, señalando el pabellón de enfrente. “Cada quince días me llevan a ponerme el suero allá.” Estamos en el mismo hospital al que llegó rollingstone.com.ar | R o l l i n g
Enero de 2014
S t o n e | 59
Omar Chabán Eduardo Vázquez, baterista de Callejeros, una madrugada de febrero de 2010 cargando a su mujer Wanda Taddei después de haberla prendido fuego. La habitación de Chabán tiene estructura para cinco pacientes, pero por la fragilidad de sus defensas, y también por cuestiones de seguridad, se resolvió mantenerlo aislado. Así que hay cuatro camas de hierro desocupadas y Oma r utiliza una como sostén de materiales de dibujo, libros y condimentos para ensalada. Sobre una mesita rodante hay una botella de yodo, potes de mostaza, un celular primitivo, un cuaderno de notas y una vieja radio portátil. Se pasa el día escuchando la radio: Splendid, Blue, Metro. Consume unas siete horas de tango por día. Mientras piensa en su madre, postrada en un departamento de Olivos, escucha La Marcha Peronista por Hugo del Carril y llora. “La angustia que sentía por los muertos de Cromañón hoy la fui desplazando a las consecuencias que tuvo sobre mi familia: lo que he hecho sufrir a mi mamá, mis hermanos, mis sobrinos.” Por momentos parece tener una visión distorsionada de su relación con el afuera (dice que va a hacer una obra de teatro con Katja Alemann, una especie de autobiografía experimental), pero a la vez está muy informado. Su libreta de apuntes contiene páginas abigarradas con datos que capta de las transmisiones: dibujó, por ejemplo, un gráfico con la curva de aumento de la nafta. También lleva escrito un glosario de términos con cierta resonancia conceptual. A cada palabra le sigue una definición de dos renglones en caligrafía pareja: “Hipóstasis”, “Balcanizar”, “Serendipia”, “Maquila”... .. También tiene sobre la cama Mi vida querida , de la Premio Nobel Alice Munro, y la biografí a de Leonard Cohen d e Sylvie Simmons, Soy tu hombre, completamente marcada con resaltadores magenta, amarillo y verde. Todas las oraciones están encerradas en pequeños compartimientos de dos o tres palabras. Sus marcas, a las que es difícil adjudicarles un criterio, forman una especie de pared de ladrillos fluorescente en cada hoja. Es inevitable pensar que mientras trazaba esas líneas Omar tenía la mente en blanco, o en cualquier otra parte que no fuera la vida de Cohen. Ante todo, está plenamente satisfecho con el servicio del Santojanni, y a veces habla de sus virtudes como si se tratara de un all inclusive. Se manifiesta con una candidez conmovedora, como un chico fascinado frente a un mundo de abundancia. “Hasta que no lo ves, no sabés lo que es un hospital público. Mirá esto”, dice y busca en un rincón una vianda que le trajeron hace un rato: un sandwich envuelto en celofán con una cantidad enorme de jamón cocido. “Ves, es una cosa de locos. Y hace un rato me trajeron un plato así de remolacha. Le agregué mostaza y comí un montón. Es puro hierro.” Su humor es radiante hasta que, a las cuatro de la tarde, una enfermera entra para decirnos que el horario de visita terminó. Omar explota: “¡No! Ellos son periodistas, no tiene nada que ver. ¡Tengo un permiso especial, estoy en situación de libertad condicional!” Mientras levanta el tono, la enfermera hace un gesto conciliador y sale de 60 | R o l l i n g S t o n e |
Enero de 2014
tración de alemanes de Argentina. Ezzeddin era todo un personaje: admirador de la disciplina germana y justicialista de la primera hora (fue parte de la resistencia durante la proscripción de Perón, militando en la Unión Popular), el “turco” tocaba el laúd y el violín, hablaba tres idiomas (francés, árabe y castellano) y era conocido en Ballester tanto por sus ideas políticas como por su instinto comercial (en el barrio todavía funcionan la unidad básica que abrió en 1982 y el bazar Nasser, que hoy atiende Fátima, bautizado la habitación. Chabán queda visiblemente neren homenaje al líder político egipcio). Orientados vioso. “No me tengo que cagar”, dice. “Estos “Estos hijos por la germanofilia del padre, los Chabán fueron de puta me pegaron. No hay que r etrasar, no hay inscriptos en el Hölters Schule, una escuela que que retrasar... Mirá, me pongo nervioso.” por esa época, como muchas otras en aquellos De nuevo, es el Chabán de siempre enfrentanaños 60, repartía chirlos de lo lindo. do la autoridad a los ponchazos, y también es la En 1990, en una entrevista que le hizo para reacción asustada y excesiva de un hombre que su columna “Buenos Aires me mata” del Sí! de se acostumbró a vivir acorralado. Clarín, la periodista Laura Ramos le preguntó a Chabán de dónde había salido ese personaje ualquiera que haya estado con el lo raro que se había inventado. “Del resentimiensabe: es una máquina de citar. La pregun- to”, respondía él. “Iba a un colegio alemán, era ta más mundana puede derivar en una árabe y me sentía inferior porque no era rubio. respuesta que mezcla conceptos de psicoanálisis, Es el viejo esquema: deseo las minas chetas con filosofía y dramaturgia, en general de un modo un sentido muy grasa. Después estudiaba teacompulsivo y atolondrado. Dice que en las fotos tro y era resentido porque tenía envidia de los periodísticas trata de “salir neutro” por respeto que levantaban minas. Los profesores me hua los familiares de las víctimas. “Sigo un criterio millaban mucho.” de Andy Warhol”, pontifica, “en un sentido de “Tácitamente había tres clases: A, B y C. NoBrecht tomado por Godard. Godard es más Bre- sotros éramos clase B”, dice Yamil, que recuercht que Brecht, eso ya te lo expliqué.” Cuando le da a su hermano como un rebelde precoz. En el pregunto si su formación cultural lo ayudó a so- Hölters, desde luego, todos tenían que llevar el brellevar todo este trance, asiente: “Omar Viola pelo corto, y Omar insistía en dejárselo crecer. [creador del Parakultural ] decía que el arte salva, Un día, una de las autoridades se le acercó y le y la referencia es a Walter Benjamin… Que a la pegó tremendo grito: más le valía pasar por la vez toma conceptos de Heidegger, Marcuse, Ha- peluquería. “Esa tarde, el muy turro fue y se lo bermas… Ahora estoy con Habermas; mirá que cortó a cero”, recuerda Yamil. “Todos teníamos el yo lo puteaba, eh”. corte americano, pero él como reacción decidió La parábola existencial de Chabán es única. raparse. Parecía un presidiario. Al día siguiente Aspiraba a ser un actor y director legitimado por el profesor lo buscó y había que verle la cara. Yo la escena teatral avant-garde y terminó convir- me moría de la vergüenza.” tiéndose en una suerte de padrino díscolo del ro“Me quería hacer el John Lennon”, dice Omar. canrol under, el punk mugriento y el pop barrial. “Eran travesuras.” Pero antes de ser un hijo bastardo de la contraMientras convida té y mate cocido en vasitos cultura ilustrada (un expulsado, según su prode telgopor, Chabán recuerda: “Mi vida empezó pia mirada), Omar Emir fue el primogénito de a los 18 años, cuando terminé la escuela”. Una Ezzeddin Chabán, nacido en Siria y radicado en de sus primeras experiencias en la noche fue al Villa Ballester, y Angélica Halouma Hadid, pai- frente de un pequeño escuadrón de disc jockeys sana de familia mendocina. Ezzeddin y Angéamateurs llamado Logos, en el que pasaba, a colica bautizaron a todos sus hijos con perfectos mienzos de los 70, temas de Creedence y Sérgio nombres arábigos (le siguieron Yamil y Fátima) Mendes. Pero básicamente era un holgazán con y les dieron una educación musulmana blanda. aires de flâneur , y viajaba al Centro en busca de Ezzeddin solía decirles que lo mejor era que se universos desconocidos y también de un lugar de casaran con gente de su misma sangre, pero no pertenencia. Pasaba por el Di Tella, hacía base era lo que abundaba en ese barrio del partido de en Centro de Arte y Comunicación (CAyC) de la San Martín, una de las zonas con mayor concen- calle Viamonte, se metía en el Goethe. “Otra cosa muy importante en mi vida son las bibliotecas”, puntualiza. “Yo arrancaba a las once de la mañana, y vivía como si te dijera con 50 pesos por día. Con eso comía, todo. Y volvía con el tren a la 1 de la mañana.” Hizo un curso con Gabriel Chame, pero terminó despreciando el arte de clown por “la onda popular” que lo rodeaba. “Yo era un vago”, resume Omar. “Hasta los 29 años vivía con la plata que sacaba de la caja del ba zar de mi viejo. Un día decidí ir a hacerme famoso en Alemania.” En su re-
“La libertad crea gente violenta. Toda la vida fui negligente negligente con la violencia: no pude controlarla cont rolarla..”
C
“Yo creé el marketing de lo mítico. Eso me diferenció de tipos como Grinbank. Grinbank .”
2 1 A N I G A P / S A I L E O R D N A J E L A : O T O F
lato autobiográfico volátil, ese viaje a Europa tiene todos los condimentos del rito iniciático, llegando a una Berlín en pleno brote cultural (hasta Bowie se había mudado a la ciudad). Cuando recuerda ese tiempo, Omar superpone imágenes: “Ahí me enamoro de una azafata. Alquilaba una habitación, el supermercado era muy barato y había un colombiano, un uruguayo y un alemán. Me molestaba un poco la idea de que tenías que ser el Che Guevara, y yo siempre fui de derecha. Descu brí el reggae, que es como el chamamé. Entonces una noche empecé a cantar una baguala a los gritos y me rajaron. Y dije: «¿Cómo? ¿En Alemania también me rajan?». Y ahí me empecé a bajonear. Un día me fui llorando por la calle.” Volvió a la Buenos Aires de comienzos de los 80, con las Malvinas en el horizonte y la dictadura en decadencia. Era un tiempo en que su ánimo provocador podía encontrar un sentido renovado. “La revolución en la época de los milicos era reírse, la gente quería divertirse, quería joda. Yo a los milicos les gritaba en la calle. No me mataron porque... no sé. Pero caí preso mil veces. Me llevaban a Toxicomanía, me llevaban a la calle Moreno con las prostitutas... qué sé yo.” En pareja con la actriz Katja Alemann y a punto de cumplir los 30, Chabán decidió que tenía que dejar de ser un mantenido. De Alemania había vuelto con algunas ideas y un nombre: Café Einstein, que por esos días era un reducto hip de la contracultura berlinesa. Una de las características que más le habían impresionado de la noche europea era que siempre pasaba algo, y las bandas tocaban todas las semanas. Lo s shows no eran eventos excepcionales. Con esa energía abrió su primer local. Fundado en 1982 en sociedad con sus amigos Sergio Aisenstein y Helmut Zieger (“Eramos un árabe, un judío y un nazi”, es su viejo chiste), el Café Einstein de Córdoba y Pueyrredón fue sede de presentaciones legendarias de Sumo, Soda Stereo, Virus, Los Twist. “Yo no tenía la onda del rock profundo de León Gieco o Charly García”, dice Chabán. “Yo nazco con el rock superficie de Los Twist y Sumo.” El Einstein fue un símbolo del despertar democrático, aunque Chabán, en una nota publicada en Crónica medio año antes del incendio de Cromañón, decía que por entonces ellos no pensaban en “la antinomia democracia-no democracia”. “Los ideales no estaban sostenidos por lo social, éramos medio wagnerianos”, definía. El Einstein cerró en 1984. Un año después, Chabán inauguró Cemento. Fue un proyecto de pareja. Katja –que poco después lo echaría de la casa, enamorada del pintor Diego Linares– puso el dinero y Omar la gestión. “Buscábamos un espacio de lo excelso, lo magnánimo. Los lugares eran pequeños y Cemento era grande. Allí queríamos vivir una comunión, la fiesta con la gente”, decía él en aquella entrevista con Crónica. Era un lugar en el que podía organizar espectáculos de rock (un mundo en el que Omar nunca dejó de sentirse un outsider , de algún modo) y a la vez desplegar sus experimentos teatrales. De los cientos de bandas y artistas performáticos que pasarían por ahí, destaca tres nombres que influyeron en la construcción de su personaje (“La gente a
HOMBRE DE CEMENTO
En los 90, el boliche de Chabán se convirtió en la gran plataforma de despegue de bandas.
la que yo afané”): la bailarina y coreógrafa Ana Itelman (pionera de la danza contemporánea en Argentina), Batato Barea y Luca Prodan. Chabán nunca fue valorado como performer , pero su rol de gestor underground comenzó a crecer a la par de la consolidación de Cemento como plataforma de despegue de bandas. “¿Qué es lo que me diferencia de tipos como Grinbank, de los de Vorterix?”, dice Omar con un gesto altivo. “Yo siempre le di bola al mito. Creé el mar-
“Lo vi tirado, retorciéndose retorciéndose y pasando la lengua por el suelo”, dice Yamil Chabán.
keting de lo mítico. Por ejemplo: Cemento lo ha bíamos hecho todo de cemento para poder usar agua, tierra, fuego… Elementos que en un teatro no se podían usar.” Después resume su aporte principal a la cultura rock argentina, antes de que todo se le fuera fatalmente de las manos: “Lo mío fue también una manera de enfrentar al Instituto Di Tella. ¿Qué pasaba? El Di Tella te daba guita para p ro yectos, pero no te generaba las condiciones para que vos hicieras guita. Entonces yo digo que lo único importante que hice en mi vida, lo único importante, es hacer que los grupos ganen guita. De lo otro puedo estar hablando veinte horas. Pero lo importante es que, a partir de Cemento, los grupos empiezan a ganar guita sin tener que chuparle el culo a nadie.” Durante toda esa larga década que siguió a la apertura de Cemento, con el rock nacional vol viéndosecada vezmás populary profesional, profesional, Cha bán se convirtió, a ojos de los medios y de buena rollingstone.com.ar | R o l l i n g
S t o n e | 61
Omar Chabán Eduardo Vázquez, baterista de Callejeros, una madrugada de febrero de 2010 cargando a su mujer Wanda Taddei después de haberla prendido fuego. La habitación de Chabán tiene estructura para cinco pacientes, pero por la fragilidad de sus defensas, y también por cuestiones de seguridad, se resolvió mantenerlo aislado. Así que hay cuatro camas de hierro desocupadas y Oma r utiliza una como sostén de materiales de dibujo, libros y condimentos para ensalada. Sobre una mesita rodante hay una botella de yodo, potes de mostaza, un celular primitivo, un cuaderno de notas y una vieja radio portátil. Se pasa el día escuchando la radio: Splendid, Blue, Metro. Consume unas siete horas de tango por día. Mientras piensa en su madre, postrada en un departamento de Olivos, escucha La Marcha Peronista por Hugo del Carril y llora. “La angustia que sentía por los muertos de Cromañón hoy la fui desplazando a las consecuencias que tuvo sobre mi familia: lo que he hecho sufrir a mi mamá, mis hermanos, mis sobrinos.” Por momentos parece tener una visión distorsionada de su relación con el afuera (dice que va a hacer una obra de teatro con Katja Alemann, una especie de autobiografía experimental), pero a la vez está muy informado. Su libreta de apuntes contiene páginas abigarradas con datos que capta de las transmisiones: dibujó, por ejemplo, un gráfico con la curva de aumento de la nafta. También lleva escrito un glosario de términos con cierta resonancia conceptual. A cada palabra le sigue una definición de dos renglones en caligrafía pareja: “Hipóstasis”, “Balcanizar”, “Serendipia”, “Maquila”... .. También tiene sobre la cama Mi vida querida , de la Premio Nobel Alice Munro, y la biografí a de Leonard Cohen d e Sylvie Simmons, Soy tu hombre, completamente marcada con resaltadores magenta, amarillo y verde. Todas las oraciones están encerradas en pequeños compartimientos de dos o tres palabras. Sus marcas, a las que es difícil adjudicarles un criterio, forman una especie de pared de ladrillos fluorescente en cada hoja. Es inevitable pensar que mientras trazaba esas líneas Omar tenía la mente en blanco, o en cualquier otra parte que no fuera la vida de Cohen. Ante todo, está plenamente satisfecho con el servicio del Santojanni, y a veces habla de sus virtudes como si se tratara de un all inclusive. Se manifiesta con una candidez conmovedora, como un chico fascinado frente a un mundo de abundancia. “Hasta que no lo ves, no sabés lo que es un hospital público. Mirá esto”, dice y busca en un rincón una vianda que le trajeron hace un rato: un sandwich envuelto en celofán con una cantidad enorme de jamón cocido. “Ves, es una cosa de locos. Y hace un rato me trajeron un plato así de remolacha. Le agregué mostaza y comí un montón. Es puro hierro.” Su humor es radiante hasta que, a las cuatro de la tarde, una enfermera entra para decirnos que el horario de visita terminó. Omar explota: “¡No! Ellos son periodistas, no tiene nada que ver. ¡Tengo un permiso especial, estoy en situación de libertad condicional!” Mientras levanta el tono, la enfermera hace un gesto conciliador y sale de 60 | R o l l i n g S t o n e |
tración de alemanes de Argentina. Ezzeddin era todo un personaje: admirador de la disciplina germana y justicialista de la primera hora (fue parte de la resistencia durante la proscripción de Perón, militando en la Unión Popular), el “turco” tocaba el laúd y el violín, hablaba tres idiomas (francés, árabe y castellano) y era conocido en Ballester tanto por sus ideas políticas como por su instinto comercial (en el barrio todavía funcionan la unidad básica que abrió en 1982 y el bazar Nasser, que hoy atiende Fátima, bautizado la habitación. Chabán queda visiblemente neren homenaje al líder político egipcio). Orientados vioso. “No me tengo que cagar”, dice. “Estos “Estos hijos por la germanofilia del padre, los Chabán fueron de puta me pegaron. No hay que r etrasar, no hay inscriptos en el Hölters Schule, una escuela que que retrasar... Mirá, me pongo nervioso.” por esa época, como muchas otras en aquellos De nuevo, es el Chabán de siempre enfrentanaños 60, repartía chirlos de lo lindo. do la autoridad a los ponchazos, y también es la En 1990, en una entrevista que le hizo para reacción asustada y excesiva de un hombre que su columna “Buenos Aires me mata” del Sí! de se acostumbró a vivir acorralado. Clarín, la periodista Laura Ramos le preguntó a Chabán de dónde había salido ese personaje ualquiera que haya estado con el lo raro que se había inventado. “Del resentimiensabe: es una máquina de citar. La pregun- to”, respondía él. “Iba a un colegio alemán, era ta más mundana puede derivar en una árabe y me sentía inferior porque no era rubio. respuesta que mezcla conceptos de psicoanálisis, Es el viejo esquema: deseo las minas chetas con filosofía y dramaturgia, en general de un modo un sentido muy grasa. Después estudiaba teacompulsivo y atolondrado. Dice que en las fotos tro y era resentido porque tenía envidia de los periodísticas trata de “salir neutro” por respeto que levantaban minas. Los profesores me hua los familiares de las víctimas. “Sigo un criterio millaban mucho.” de Andy Warhol”, pontifica, “en un sentido de “Tácitamente había tres clases: A, B y C. NoBrecht tomado por Godard. Godard es más Bre- sotros éramos clase B”, dice Yamil, que recuercht que Brecht, eso ya te lo expliqué.” Cuando le da a su hermano como un rebelde precoz. En el pregunto si su formación cultural lo ayudó a so- Hölters, desde luego, todos tenían que llevar el brellevar todo este trance, asiente: “Omar Viola pelo corto, y Omar insistía en dejárselo crecer. [creador del Parakultural ] decía que el arte salva, Un día, una de las autoridades se le acercó y le y la referencia es a Walter Benjamin… Que a la pegó tremendo grito: más le valía pasar por la vez toma conceptos de Heidegger, Marcuse, Ha- peluquería. “Esa tarde, el muy turro fue y se lo bermas… Ahora estoy con Habermas; mirá que cortó a cero”, recuerda Yamil. “Todos teníamos el yo lo puteaba, eh”. corte americano, pero él como reacción decidió La parábola existencial de Chabán es única. raparse. Parecía un presidiario. Al día siguiente Aspiraba a ser un actor y director legitimado por el profesor lo buscó y había que verle la cara. Yo la escena teatral avant-garde y terminó convir- me moría de la vergüenza.” tiéndose en una suerte de padrino díscolo del ro“Me quería hacer el John Lennon”, dice Omar. canrol under, el punk mugriento y el pop barrial. “Eran travesuras.” Pero antes de ser un hijo bastardo de la contraMientras convida té y mate cocido en vasitos cultura ilustrada (un expulsado, según su prode telgopor, Chabán recuerda: “Mi vida empezó pia mirada), Omar Emir fue el primogénito de a los 18 años, cuando terminé la escuela”. Una Ezzeddin Chabán, nacido en Siria y radicado en de sus primeras experiencias en la noche fue al Villa Ballester, y Angélica Halouma Hadid, pai- frente de un pequeño escuadrón de disc jockeys sana de familia mendocina. Ezzeddin y Angéamateurs llamado Logos, en el que pasaba, a colica bautizaron a todos sus hijos con perfectos mienzos de los 70, temas de Creedence y Sérgio nombres arábigos (le siguieron Yamil y Fátima) Mendes. Pero básicamente era un holgazán con y les dieron una educación musulmana blanda. aires de flâneur , y viajaba al Centro en busca de Ezzeddin solía decirles que lo mejor era que se universos desconocidos y también de un lugar de casaran con gente de su misma sangre, pero no pertenencia. Pasaba por el Di Tella, hacía base era lo que abundaba en ese barrio del partido de en Centro de Arte y Comunicación (CAyC) de la San Martín, una de las zonas con mayor concen- calle Viamonte, se metía en el Goethe. “Otra cosa muy importante en mi vida son las bibliotecas”, puntualiza. “Yo arrancaba a las once de la mañana, y vivía como si te dijera con 50 pesos por día. Con eso comía, todo. Y volvía con el tren a la 1 de la mañana.” Hizo un curso con Gabriel Chame, pero terminó despreciando el arte de clown por “la onda popular” que lo rodeaba. “Yo era un vago”, resume Omar. “Hasta los 29 años vivía con la plata que sacaba de la caja del ba zar de mi viejo. Un día decidí ir a hacerme famoso en Alemania.” En su re-
“La libertad crea gente violenta. Toda la vida fui negligente negligente con la violencia: no pude controlarla cont rolarla..”
C
“Yo creé el marketing de lo mítico. Eso me diferenció de tipos como Grinbank. Grinbank .”
2 1 A N I G A P / S A I L E O R D N A J E L A : O T O F
lato autobiográfico volátil, ese viaje a Europa tiene todos los condimentos del rito iniciático, llegando a una Berlín en pleno brote cultural (hasta Bowie se había mudado a la ciudad). Cuando recuerda ese tiempo, Omar superpone imágenes: “Ahí me enamoro de una azafata. Alquilaba una habitación, el supermercado era muy barato y había un colombiano, un uruguayo y un alemán. Me molestaba un poco la idea de que tenías que ser el Che Guevara, y yo siempre fui de derecha. Descu brí el reggae, que es como el chamamé. Entonces una noche empecé a cantar una baguala a los gritos y me rajaron. Y dije: «¿Cómo? ¿En Alemania también me rajan?». Y ahí me empecé a bajonear. Un día me fui llorando por la calle.” Volvió a la Buenos Aires de comienzos de los 80, con las Malvinas en el horizonte y la dictadura en decadencia. Era un tiempo en que su ánimo provocador podía encontrar un sentido renovado. “La revolución en la época de los milicos era reírse, la gente quería divertirse, quería joda. Yo a los milicos les gritaba en la calle. No me mataron porque... no sé. Pero caí preso mil veces. Me llevaban a Toxicomanía, me llevaban a la calle Moreno con las prostitutas... qué sé yo.” En pareja con la actriz Katja Alemann y a punto de cumplir los 30, Chabán decidió que tenía que dejar de ser un mantenido. De Alemania había vuelto con algunas ideas y un nombre: Café Einstein, que por esos días era un reducto hip de la contracultura berlinesa. Una de las características que más le habían impresionado de la noche europea era que siempre pasaba algo, y las bandas tocaban todas las semanas. Lo s shows no eran eventos excepcionales. Con esa energía abrió su primer local. Fundado en 1982 en sociedad con sus amigos Sergio Aisenstein y Helmut Zieger (“Eramos un árabe, un judío y un nazi”, es su viejo chiste), el Café Einstein de Córdoba y Pueyrredón fue sede de presentaciones legendarias de Sumo, Soda Stereo, Virus, Los Twist. “Yo no tenía la onda del rock profundo de León Gieco o Charly García”, dice Chabán. “Yo nazco con el rock superficie de Los Twist y Sumo.” El Einstein fue un símbolo del despertar democrático, aunque Chabán, en una nota publicada en Crónica medio año antes del incendio de Cromañón, decía que por entonces ellos no pensaban en “la antinomia democracia-no democracia”. “Los ideales no estaban sostenidos por lo social, éramos medio wagnerianos”, definía. El Einstein cerró en 1984. Un año después, Chabán inauguró Cemento. Fue un proyecto de pareja. Katja –que poco después lo echaría de la casa, enamorada del pintor Diego Linares– puso el dinero y Omar la gestión. “Buscábamos un espacio de lo excelso, lo magnánimo. Los lugares eran pequeños y Cemento era grande. Allí queríamos vivir una comunión, la fiesta con la gente”, decía él en aquella entrevista con Crónica. Era un lugar en el que podía organizar espectáculos de rock (un mundo en el que Omar nunca dejó de sentirse un outsider , de algún modo) y a la vez desplegar sus experimentos teatrales. De los cientos de bandas y artistas performáticos que pasarían por ahí, destaca tres nombres que influyeron en la construcción de su personaje (“La gente a
HOMBRE DE CEMENTO
En los 90, el boliche de Chabán se convirtió en la gran plataforma de despegue de bandas.
la que yo afané”): la bailarina y coreógrafa Ana Itelman (pionera de la danza contemporánea en Argentina), Batato Barea y Luca Prodan. Chabán nunca fue valorado como performer , pero su rol de gestor underground comenzó a crecer a la par de la consolidación de Cemento como plataforma de despegue de bandas. “¿Qué es lo que me diferencia de tipos como Grinbank, de los de Vorterix?”, dice Omar con un gesto altivo. “Yo siempre le di bola al mito. Creé el mar-
“Lo vi tirado, retorciéndose retorciéndose y pasando la lengua por el suelo”, dice Yamil Chabán.
keting de lo mítico. Por ejemplo: Cemento lo ha bíamos hecho todo de cemento para poder usar agua, tierra, fuego… Elementos que en un teatro no se podían usar.” Después resume su aporte principal a la cultura rock argentina, antes de que todo se le fuera fatalmente de las manos: “Lo mío fue también una manera de enfrentar al Instituto Di Tella. ¿Qué pasaba? El Di Tella te daba guita para p ro yectos, pero no te generaba las condiciones para que vos hicieras guita. Entonces yo digo que lo único importante que hice en mi vida, lo único importante, es hacer que los grupos ganen guita. De lo otro puedo estar hablando veinte horas. Pero lo importante es que, a partir de Cemento, los grupos empiezan a ganar guita sin tener que chuparle el culo a nadie.” Durante toda esa larga década que siguió a la apertura de Cemento, con el rock nacional vol viéndosecada vezmás populary profesional, profesional, Cha bán se convirtió, a ojos de los medios y de buena rollingstone.com.ar | R o l l i n g
Enero de 2014
S t o n e | 61
Omar Chaban
parte del público de recitales, en un personaje pintoresco, equidistante del centro y la periferia de la escena. Claramente, era distinto de todos en su modo de llevar adelante el negocio. Más allá del buen trato con las bandas (el famoso reparto ganancial 70-30 a favor de los artistas, una ecuación largamente citada durante el juicio), ponía el cuerpo cuando era necesario, mostraba su extravagancia frente a las cámaras cuando le clausuraban el local, se cargaba histriónicamente la explotación de la barra de bebidas, te deja ba pasar si te faltaban algunos pesos par a completar el valor de la entrada y abría las puertas a todo el mundo cuando olfateaba represión. Lo sintetizó Ciro Pertusi en una carta abierta después de la tragedia, en horas en que medio país 62 | R o l l i n g S t o n e |
Enero de 2014
pedía su cabeza: “Chabán me cuidó más que mi papá o mi mamá”. Todas éstas son verdades que chocan con el retrato monstruoso que se tejió de él en la última década, en parte explicable por el dolor y la
“Yo acepto mi responsabilidad. Callejeros también. El público tiene que aceptar su parte.”
búsqueda de justicia de los familiares, en par te alimentado por sus modos altaneros, en parte consecuencia de las consignas facilistas de las marchas y de algunos informes periodísticos. Con todo, la historia puede perfectamente redimir a Chabán, pero eso no lo hace menos responsable de la cadena criminal de descuidos que llevó a Cromañón. Un tetris colapsado que empieza en la gestión del entonces jefe de Gobierno Aníbal Ibarra y que termina en la cabeza zumbada de un fanático que le da fuego a una candela en un lugar techado. En el medio, funcionarios, policías coimeros y una banda de rock enamorada de la autogestión pero alejada de ciertas nociones básicas de cuidado. Entre todos ellos, Chabán fue el que más claramente vio el peligro (aunque no la magnitud), sobre todo después de dos principios de incendio ocurridos días antes del 30 de diciembre. Fue el que puteó al público e imploró para que no encendieran bengalas, porque iban a terminar todos muertos. Pero era Chabán, el delirante, un aristócrata de los bajos fondos, un clown renegado haciendo de empresario, y el Estado se había deshecho de sus herramientas básicas de control para dejar todo en manos de la suerte. Y de gente como Omar y los Callejeros. Chabán fue, probablemente, el imputado que más estudió la causa. Y su foco de atención u obsesión fue variando alrededor de tres ejes, al menos. Uno: la famosa puerta de emergencia. El 17 de diciembre, apenas dos semanas antes de la tragedia, Chabán acató el pedido del dueño del complejo Central Park, Rafael Levy (hoy procesado y esperando sentencia), de de cerrar con candado la puerta que daba al estacionamiento del hotel; ahí “concentraron” los Callejeros para ese triplete de recitales de fin de año (“Les encantaba ese hotel, para ellos era el Sheraton”, dice Analía Fangano, ex abogada de la banda). Chabán insiste en que era una puerta “alternativa”, que no figuraba en los planos, y en ese detalle técnico se basó buena parte de la estrategia de su defensa. El problema es que, después de cerrar el candado, no apagó el cartel luminoso de salida de emergencia . Y contra esa señal que ya no llevaba a ninguna parte se amontonaron decenas de víctimas. Otro foco al que siempre apuntó son los bengaleros, los autores materiales del incendio. Una línea de investigación que nunca prosperó. “Acá había una ideología de la bengala”, dice Chabán. “Una cosa viril y machista. Yo acepto mi responsabilidad en Cromañón, Callejeros también, pero el público es responsable con nosotros. No penalmente, pero sí a nivel social. ¿Por qué nunca nadie habla de ellos?” Y por último, l a comp osición química de la mediasombra, que era ignífuga pero que, al entrar en combustión con el resto de los materia les –una capa de espuma de poliuretano y otra de guata– produjo “emanaciones de cianuro de hidrógeno, dióxido de carbono, monóxido de car bono, óxido de nitrógeno y vapores de isocianato”, según figura en el expediente. Chabán puede pasarse un rato largo hablando del material, del momento en que lo recibió (estaba casualmente con Pato Fontanet y el manager Diego Argañaraz) y de cómo el vendedor de la
A un año de la sentencia, así vive el resto de los condenados Pato duerme en el pabellón psiquiátrico, Vázquez convive con Mangeri y los otros Callejeros rearman la banda. Cómo viven sus condenas los juzgados por Cromañón mientras la Corte reevalúa la sentencia POR GABRIELA PEPE
D
iciembre volvió a sacudir a los protagonistas de la tragedia de República Cromañón. A un año de que los catorce condenados fueran enviados a la cárcel, el procurador fiscal Eduardo Casal pidió a la Corte que revise la sentencia dictada por la Cámara de Casación y solicitó el cambio de calificación legal a estrago doloso (en lugar de culposo), lo que implicaría un importante aumento de las penas para los responsables. La situación de los detenidos está ahora en manos de la Corte Suprema, que deberá decidir, en primer lugar, si acepta o no abocarse a estudiar la causa y, luego, qué suerte correrá cada uno.
LA BANDA En el Complejo Penitenciario de Ezeiza, los Callejeros se reparten en distintos pabellones. Eduardo Vázquez, también condenado por el homicidio de Wanda Taddei, está alojado en el pabellón H1, que comparte con el portero Jorge Mangeri, acusado de haber asesinado a Angeles Rawson, y el gremialista José Pedraza, condenado por el crimen de Mariano Ferreyra, entre otros. El pabellón J alberga a los demás miembros de la banda: Elio Delgado, Christian Torrejón, Maximilano Djerfy, Juan Carbone y el manager Diego Argañaraz, quienes superaron en la cárcel las divisiones que habían tenido afuera, durante el juicio. En los primeros tiempos en el penal, Delgado escribió en una carta abierta: “Después de haber estado varios años separados, luego del accidente del Cabeza (Vázquez), por motivos personales e internos, divididos en cuatro bandas diferentes
sin tener ningún diálogo, y con proyectos musicales, siguiendo el rol y vocación de músicos, hoy luchamos por nuestra pronta y justa libertad para volver a ser reintegrados en la sociedad. Este es mi relato de lo que vivimos con mis ranchos, a pesar de las diferentes historias personales que cada uno tenemos”. El escenógrafo Daniel Cardell, que había sido condenado a tres años de prisión, apenas estuvo ocho meses junto a sus ex compañeros de banda, y salió en libertad condicional el 19 de agosto pasado. La banda suele tocar sus viejos hits en los festivales que se celebran en la cárcel. Lejos de sus ex compañeros está Pato. Luego de ser trasladado a Ezeiza, en junio, desde una clínica de Córdoba, donde estaba internado haciendo un tratamiento, el cantante quedó alojado en el pabellón psiquiátrico de la cárcel: hace terapia entre tres y cuatro veces por semana, además de musicoterapia, y toma unas diez pastillas por día. Su novia, Estefanía Miguel, lo visita todos los fines de semana y, cada quince días, le lleva a su hijo, Homero, que tiene poco más de un año.
EL ENCARGADO “Rezo todas las noches por mi familia, por mis hijos, por los más necesitados, por la recuperación de Omar. Pido sabiduría, y que Dios me acompañe en la salud”, dice Raúl Villarreal desde el módulo 3 del pabellón 2 de la cárcel de Marcos Paz, a la que llegó con una condena de seis años de prisión. El TOC 24 lo había sentenciado a un año de cárcel por el cohecho activo (pago de coimas), pero Casación lo revirtió. “No celebré
“Esto lo voy a pelear hasta donde sea, no es justo”, dice Raúl Villarreal.
cárcel por el cohecho pasivo. El ex policía había solicitado el beneficio del arresto domiciliario, ya que tiene diabetes, está ciego del ojo izquierdo y sufre un severo límite en el derecho, pero el Tribunal Oral se lo negó. Díaz también toca la guitarra en la cárcel.
en aquel momento del juicio, no había nada que festejar. Lo único que pedí, siempre, es que ojalá los chicos encuentren la paz. Después me mandaron a la cárcel, pero yo esto lo voy a pelear hasta donde sea, no es justo”, remarca quien fue mano derecha y amigo de Chabán por más de 20 años. En Marcos Paz, Villarreal reparte su tiempo en talleres de formación profesional (hizo de administración de microemprendimientos y de jurisprudencia) y de fabricación de artesanías y juguetes para jardines de infantes. Desde adentro aconseja a nuevos artistas que están afuera y, de vez en cuando, arma algún festival de música para los internos. Habla por teléfono con su familia casi todos los días, llama a su amigo Chabán, lo visitan hijos y nietos, y cada tanto, recibe noticias de sus compañeros de causa, los integrantes de Callejeros. “No hay ningún tipo de rencores entre nosotros. Ellos eran tan chicos… Y después fueron muy mal asesorados, cometieron imprudencias, un poco por el sentir revolucionario de juventud, otro poco por nerviosismo”, reflexionaVillarreal.
LOS FUNCIONARIOS En el mismo pabellón de Pato Fontanet en Ezeiza, conocido como Unidad 20, está el ex funcionario Gustavo Torres, quien asumió como director de Fiscalización y Control de la Ciudad apenas tres meses antes de la tragedia. Cuando Fontanet llegó a Ezeiza, Torres se acercó a conversar con él, pero Pato prefirió no mantener contacto con su compañero de banquillo. En la Unidad 31 de Ezeiza está alojada Fabiana Fiszbin, ex subsecretaria de Gestión Comunal y la funcionaria de mayor rango condenada por el incendio. Comparte pabellón con mujeres condenadas por tráfico de drogas y hasta por homicidio. Hace terapia y conversa con un rabino una vez por mes. Deprimida, angustiada por el problema de salud que aqueja a uno de sus dos hijos adolescentes, trabaja y estudia para matar el tiempo de encierro. Su amiga Vilma Ibarra, quien la llevó a trabajar al gobierno porteño, la visitó algunas veces tras su detención. Tiene esperanzas de que la Corte revise el fallo y la deje en libertad. Su ex subalterna, Ana María Fernández, ya fue beneficiada. La Cámara de Casación le concedió la prisión domiciliaria en julio de 2012, para que pudiera criar y amamantar al bebé que tuvo a mediados de ese año.
EL POLICIA También en Marcos Paz, aunque en el módulo IV, está el ex subcomisario Carlos Díaz, condenado a ocho años de
Omar Chaban
parte del público de recitales, en un personaje pintoresco, equidistante del centro y la periferia de la escena. Claramente, era distinto de todos en su modo de llevar adelante el negocio. Más allá del buen trato con las bandas (el famoso reparto ganancial 70-30 a favor de los artistas, una ecuación largamente citada durante el juicio), ponía el cuerpo cuando era necesario, mostraba su extravagancia frente a las cámaras cuando le clausuraban el local, se cargaba histriónicamente la explotación de la barra de bebidas, te deja ba pasar si te faltaban algunos pesos par a completar el valor de la entrada y abría las puertas a todo el mundo cuando olfateaba represión. Lo sintetizó Ciro Pertusi en una carta abierta después de la tragedia, en horas en que medio país 62 | R o l l i n g S t o n e |
pedía su cabeza: “Chabán me cuidó más que mi papá o mi mamá”. Todas éstas son verdades que chocan con el retrato monstruoso que se tejió de él en la última década, en parte explicable por el dolor y la
“Yo acepto mi responsabilidad. Callejeros también. El público tiene que aceptar su parte.”
búsqueda de justicia de los familiares, en par te alimentado por sus modos altaneros, en parte consecuencia de las consignas facilistas de las marchas y de algunos informes periodísticos. Con todo, la historia puede perfectamente redimir a Chabán, pero eso no lo hace menos responsable de la cadena criminal de descuidos que llevó a Cromañón. Un tetris colapsado que empieza en la gestión del entonces jefe de Gobierno Aníbal Ibarra y que termina en la cabeza zumbada de un fanático que le da fuego a una candela en un lugar techado. En el medio, funcionarios, policías coimeros y una banda de rock enamorada de la autogestión pero alejada de ciertas nociones básicas de cuidado. Entre todos ellos, Chabán fue el que más claramente vio el peligro (aunque no la magnitud), sobre todo después de dos principios de incendio ocurridos días antes del 30 de diciembre. Fue el que puteó al público e imploró para que no encendieran bengalas, porque iban a terminar todos muertos. Pero era Chabán, el delirante, un aristócrata de los bajos fondos, un clown renegado haciendo de empresario, y el Estado se había deshecho de sus herramientas básicas de control para dejar todo en manos de la suerte. Y de gente como Omar y los Callejeros. Chabán fue, probablemente, el imputado que más estudió la causa. Y su foco de atención u obsesión fue variando alrededor de tres ejes, al menos. Uno: la famosa puerta de emergencia. El 17 de diciembre, apenas dos semanas antes de la tragedia, Chabán acató el pedido del dueño del complejo Central Park, Rafael Levy (hoy procesado y esperando sentencia), de de cerrar con candado la puerta que daba al estacionamiento del hotel; ahí “concentraron” los Callejeros para ese triplete de recitales de fin de año (“Les encantaba ese hotel, para ellos era el Sheraton”, dice Analía Fangano, ex abogada de la banda). Chabán insiste en que era una puerta “alternativa”, que no figuraba en los planos, y en ese detalle técnico se basó buena parte de la estrategia de su defensa. El problema es que, después de cerrar el candado, no apagó el cartel luminoso de salida de emergencia . Y contra esa señal que ya no llevaba a ninguna parte se amontonaron decenas de víctimas. Otro foco al que siempre apuntó son los bengaleros, los autores materiales del incendio. Una línea de investigación que nunca prosperó. “Acá había una ideología de la bengala”, dice Chabán. “Una cosa viril y machista. Yo acepto mi responsabilidad en Cromañón, Callejeros también, pero el público es responsable con nosotros. No penalmente, pero sí a nivel social. ¿Por qué nunca nadie habla de ellos?” Y por último, l a comp osición química de la mediasombra, que era ignífuga pero que, al entrar en combustión con el resto de los materia les –una capa de espuma de poliuretano y otra de guata– produjo “emanaciones de cianuro de hidrógeno, dióxido de carbono, monóxido de car bono, óxido de nitrógeno y vapores de isocianato”, según figura en el expediente. Chabán puede pasarse un rato largo hablando del material, del momento en que lo recibió (estaba casualmente con Pato Fontanet y el manager Diego Argañaraz) y de cómo el vendedor de la
A un año de la sentencia, así vive el resto de los condenados Pato duerme en el pabellón psiquiátrico, Vázquez convive con Mangeri y los otros Callejeros rearman la banda. Cómo viven sus condenas los juzgados por Cromañón mientras la Corte reevalúa la sentencia POR GABRIELA PEPE
D
iciembre volvió a sacudir a los protagonistas de la tragedia de República Cromañón. A un año de que los catorce condenados fueran enviados a la cárcel, el procurador fiscal Eduardo Casal pidió a la Corte que revise la sentencia dictada por la Cámara de Casación y solicitó el cambio de calificación legal a estrago doloso (en lugar de culposo), lo que implicaría un importante aumento de las penas para los responsables. La situación de los detenidos está ahora en manos de la Corte Suprema, que deberá decidir, en primer lugar, si acepta o no abocarse a estudiar la causa y, luego, qué suerte correrá cada uno.
LA BANDA En el Complejo Penitenciario de Ezeiza, los Callejeros se reparten en distintos pabellones. Eduardo Vázquez, también condenado por el homicidio de Wanda Taddei, está alojado en el pabellón H1, que comparte con el portero Jorge Mangeri, acusado de haber asesinado a Angeles Rawson, y el gremialista José Pedraza, condenado por el crimen de Mariano Ferreyra, entre otros. El pabellón J alberga a los demás miembros de la banda: Elio Delgado, Christian Torrejón, Maximilano Djerfy, Juan Carbone y el manager Diego Argañaraz, quienes superaron en la cárcel las divisiones que habían tenido afuera, durante el juicio. En los primeros tiempos en el penal, Delgado escribió en una carta abierta: “Después de haber estado varios años separados, luego del accidente del Cabeza (Vázquez), por motivos personales e internos, divididos en cuatro bandas diferentes
sin tener ningún diálogo, y con proyectos musicales, siguiendo el rol y vocación de músicos, hoy luchamos por nuestra pronta y justa libertad para volver a ser reintegrados en la sociedad. Este es mi relato de lo que vivimos con mis ranchos, a pesar de las diferentes historias personales que cada uno tenemos”. El escenógrafo Daniel Cardell, que había sido condenado a tres años de prisión, apenas estuvo ocho meses junto a sus ex compañeros de banda, y salió en libertad condicional el 19 de agosto pasado. La banda suele tocar sus viejos hits en los festivales que se celebran en la cárcel. Lejos de sus ex compañeros está Pato. Luego de ser trasladado a Ezeiza, en junio, desde una clínica de Córdoba, donde estaba internado haciendo un tratamiento, el cantante quedó alojado en el pabellón psiquiátrico de la cárcel: hace terapia entre tres y cuatro veces por semana, además de musicoterapia, y toma unas diez pastillas por día. Su novia, Estefanía Miguel, lo visita todos los fines de semana y, cada quince días, le lleva a su hijo, Homero, que tiene poco más de un año.
EL ENCARGADO “Rezo todas las noches por mi familia, por mis hijos, por los más necesitados, por la recuperación de Omar. Pido sabiduría, y que Dios me acompañe en la salud”, dice Raúl Villarreal desde el módulo 3 del pabellón 2 de la cárcel de Marcos Paz, a la que llegó con una condena de seis años de prisión. El TOC 24 lo había sentenciado a un año de cárcel por el cohecho activo (pago de coimas), pero Casación lo revirtió. “No celebré
“Esto lo voy a pelear hasta donde sea, no es justo”, dice Raúl Villarreal.
cárcel por el cohecho pasivo. El ex policía había solicitado el beneficio del arresto domiciliario, ya que tiene diabetes, está ciego del ojo izquierdo y sufre un severo límite en el derecho, pero el Tribunal Oral se lo negó. Díaz también toca la guitarra en la cárcel.
en aquel momento del juicio, no había nada que festejar. Lo único que pedí, siempre, es que ojalá los chicos encuentren la paz. Después me mandaron a la cárcel, pero yo esto lo voy a pelear hasta donde sea, no es justo”, remarca quien fue mano derecha y amigo de Chabán por más de 20 años. En Marcos Paz, Villarreal reparte su tiempo en talleres de formación profesional (hizo de administración de microemprendimientos y de jurisprudencia) y de fabricación de artesanías y juguetes para jardines de infantes. Desde adentro aconseja a nuevos artistas que están afuera y, de vez en cuando, arma algún festival de música para los internos. Habla por teléfono con su familia casi todos los días, llama a su amigo Chabán, lo visitan hijos y nietos, y cada tanto, recibe noticias de sus compañeros de causa, los integrantes de Callejeros. “No hay ningún tipo de rencores entre nosotros. Ellos eran tan chicos… Y después fueron muy mal asesorados, cometieron imprudencias, un poco por el sentir revolucionario de juventud, otro poco por nerviosismo”, reflexionaVillarreal.
LOS FUNCIONARIOS En el mismo pabellón de Pato Fontanet en Ezeiza, conocido como Unidad 20, está el ex funcionario Gustavo Torres, quien asumió como director de Fiscalización y Control de la Ciudad apenas tres meses antes de la tragedia. Cuando Fontanet llegó a Ezeiza, Torres se acercó a conversar con él, pero Pato prefirió no mantener contacto con su compañero de banquillo. En la Unidad 31 de Ezeiza está alojada Fabiana Fiszbin, ex subsecretaria de Gestión Comunal y la funcionaria de mayor rango condenada por el incendio. Comparte pabellón con mujeres condenadas por tráfico de drogas y hasta por homicidio. Hace terapia y conversa con un rabino una vez por mes. Deprimida, angustiada por el problema de salud que aqueja a uno de sus dos hijos adolescentes, trabaja y estudia para matar el tiempo de encierro. Su amiga Vilma Ibarra, quien la llevó a trabajar al gobierno porteño, la visitó algunas veces tras su detención. Tiene esperanzas de que la Corte revise el fallo y la deje en libertad. Su ex subalterna, Ana María Fernández, ya fue beneficiada. La Cámara de Casación le concedió la prisión domiciliaria en julio de 2012, para que pudiera criar y amamantar al bebé que tuvo a mediados de ese año.
EL POLICIA También en Marcos Paz, aunque en el módulo IV, está el ex subcomisario Carlos Díaz, condenado a ocho años de
Enero de 2014
Omar Chabán empresa Fonac-Sonoflex acercó la llama de un encendedor para mostrarle que no ardía. “Es justo lo que necesito”, recuerda haber dicho él. También puede hablar de su confusión durante las horas posteriores al incendio, preguntándose por qué había muerto tanta gente si no había visto fuego, hasta que recibió el informe del inti (Insituto Nacional de Tecnología Industrial) en el que explicaba cómo su boliche se había convertido en una cámara de gas. Puede relatar con lujo de detalle, también, el instante en que ese disparo de candela abría una rendija en la mediasombra y rodaba por la t ela como una pelotita de metegol incandescente, largando un humo blanco antes de que el calor quemara el resto de los materiales y una explosión negra dejara Cromañón a oscuras. Pero todo eso es algo de
1
4
LAS MIL Y UNA NOCHES Chabán, un busca
de la vanguardia cultural. En 1979, en un film en Super 8 (1); junto a Sumo en el Café Einstein (2), que abrió en el 82 con Helmut Zieger y Sergio Aisenstein, acá en escena con Chabán ( (3) 3); con Katja Alemann, su pareja y socia en el proyecto Cemento (4). 2
3
tulo de empresario, se compara con Bill Gates. “Esos tipos laburan descalzos, duermen la siesta, es así... Ese es el criterio que hay que aplicar. El autoritarismo no va. El problema que tuvo Cristina fue el autoritarismo. Ahora hizo unas leyes buenísimas, porque está más floja. El poder no tiene que ser viril, puede ser débil. Menem era débil, no reprimió a nadie, y fijate… Fue un tiempo muy bueno. Como ahora. Vivimos una época utópica: restaurantes, teatro internacional... Es impresionante.” ¿Te considerás un empresario hábil? Demasiado. ¿Demasiado hábil? Ast uto . Ast uci a árab e. Te voy a decir cómo hice guita yo: sin pensar en la guita. Tengo ese concepto de Onassis: el que quiere hacer guita, no piensa en la guita. ¿Pero hiciste fortuna? No. Yo hice lo que quise.
Omar Chabán empresa Fonac-Sonoflex 1 4 acercó la llama de un encendedor para mostrarle que no ardía. “Es justo lo que necesito”, recuerda haber dicho él. También puede hablar de su confusión durante las horas posteriores al incendio, preguntándose por qué había muerto tanta gente si no había visto fuego, hasta que recibió el informe del inti (Insituto NacioLAS MIL Y UNA NOCHES Chabán, un busca de la vanguardia cultural. En 1979, en un nal de Tecnología Indusfilm en Super 8 (1); junto a Sumo en el Café trial) en el que explicaba Einstein (2), que abrió en el 82 con Helmut cómo su boliche se había Zieger y Sergio Aisenstein, acá en escena convertido en una cámara con Chabán ( (3) 3); con Katja Alemann, su de gas. Puede relatar con pareja y socia en el proyecto Cemento (4). lujo de detalle, también, el instante en que ese dis- 2 3 paro de candela abría una rendija en la mediasombra y rodaba por la t ela como una pelotita de metegol incandescente, largando un humo blanco antes de que el calor quemara el resto de los materiales y una explosión negra dejara Cromañón a oscuras. Pero todo eso es algo de lo que ya casi nadie quiere hablar. El juicio tersería casi condenarlo a muerte. minó, los condenados están presos y Chabán cree Puesto a proyectar una hipotética vida en lique Cromañón hoy es un tema marginal, supe- bertad, se imagina dando clases de teatro y dirirado por otras tragedias. O tal vez esa idea sea giendo. Reflexiona un segun do y afirma: “Yo soy una forma de alivio. El tiempo desde entonces el mejor director de teatro argent ino”. Luego aclatranscurrió de manera extraña para él. Hay escera: “Para propuestas raras”. No se cansa de solnas que recuerda –o reconstruyó– con una pretar frases de esta índole. Se define como un “zen cisión casi irreal y hay veces en que su memoria agnóstico”, agnóstico”, aunque le e ncanta la religión, y como parece haber sido reseteada. “No me acuerdo lo un “ninfómano asexuado”. Dice que no necesita que pasó en los últ imos meses”, dice volviendo a de los métodos de meditación para conect ar con la golpiza de los guardias y las noches de fiebre. lo trascendental. Le digo que él siempre tuvo un “Menos mal que casi no tengo recuerdos.” vuelo natural, una suert e de delirio. “Es que soy un genio, y sólo me relaciono con genios”, explica antes de enumerar una lista de nombres de a ultima ultima vez que lo voy a ver ver antes de cerrar esta nota, el jueves 12 de diciem- los 80. Le pregunto si en algún momento sintió bre, Chabán está enfocado y sereno. Ayer que había dejado de rodearse de genios. “Nunca, recibió un permiso especial para ir a visitar a su no puedo.” Y ejemplifica: “El Pity, genio. Cagó madre. Fue con Yamil y Fátima hasta el deparal rock, lo destruyó, pero es un genio.” genio.” ¿Los de tamento de Olivos, compraron comida árabe y La 25? “Genios. Muy buena gente.” ¿Los Callealmorzaron todos juntos. A Angélica, que pade- jeros? “Unos “Unos tipos buenísimos. Nunca hablamos ce una enfermedad degenerativa, le costó recode plata con ellos. Una vez los invité a comer a nocerlo, pero después de un rato volvieron a sen- Todos Contentos, en el Barrio Chino, y comieron tirse una familia, como antes de que Cromañón sushi por primera vez.” se tragara todo. Cuando le pregunto cómo se lleva con el róOmar dice que le queda algo así como un mes de quimioterapia intensiva, y que despué s podrá seguir cumpliendo la condena en su casa, “un departamento modernoso” del Centro. Los últimos análisis mostraron una remisión importante de la enfermedad. Es un milagro si se lo contrapone al informe forense de hace algunos meses, que lo presentaban como un agonizante. El temor de su defensa y su entorno es que una mejora radical lo devuelva a la cárcel, pero tratándose de un Hodgkin, meterlo en una celda
L
“Conmigo los grupos empiezan a ganar guita. Eso es lo único importante que hice en mi vida.”
64 | R o l l i n g S t o n e |
Enero de 2014
tulo de empresario, se compara con Bill Gates. “Esos tipos laburan descalzos, duermen la siesta, es así... Ese es el criterio que hay que aplicar. El autoritarismo no va. El problema que tuvo Cristina fue el autoritarismo. Ahora hizo unas leyes buenísimas, porque está más floja. El poder no tiene que ser viril, puede ser débil. Menem era débil, no reprimió a nadie, y fijate… Fue un tiempo muy bueno. Como ahora. Vivimos una época utópica: restaurantes, teatro internacional... Es impresionante.” ¿Te considerás un empresario hábil? Demasiado. ¿Demasiado hábil? Ast uto . Ast uci a árab e. Te voy a decir cómo hice guita yo: sin pensar en la guita. Tengo ese concepto de Onassis: el que quiere hacer guita, no piensa en la guita. ¿Pero hiciste fortuna? No. Yo hice lo que quise. Eso es lo importante. Esa omnipotencia puede virar a vulnerabilidad de un momento a otro. De pronto recuerda la angustia de cuando lo condenaron en primera instancia a veinte años d e cárcel. “Temblaba”, “Temblaba”, dice mostrando las manos. Evoca con remordimiento los días en que un par de familiares de víctimas fueron a tirarle huevos a la casa de Ballester, y la angustia que eso provocó en su madre. Sigue sintiéndose un perseguido. Le digo que no se atormente, que está pagando su responsabilidad, que los familiares sólo reclamaban justicia. “Ellos quieren el núcleo neurótico, no les alcanza con la condena”, dice Chabán, súbitamente tenso. “Pero no lo van a vencer. Porque después de los 50 años el núcleo neurótico no cambia. Lo dice Freud.” Freud.” Un rato más tarde, vuelve sobre el tema haciendo una extraña elipsis: “Yo aprendí mucho de Schwarzenegger Schwarzenegger y Stallone. En las peleas, ellos querían parar. Pero les pegan, les pegan y, al final, el tipo pega un solo golpe y el otro cae.” No queda del todo claro cómo relaciona eso con su situación, o sí, y es mejor no hacerse demasiadas pre guntas. A esta altura Omar, como muchos, parece estar librando una batalla espiritual contra la parte de sí mismo que se le volvió en contra. Y mágicamente encuentra una síntesis: “La mejor estrategia para vencer a alguien, dicen los chinos, es no hacer nada.” Entonces un guardia entra para decir que terminó el horario de visita. Esta vez Chabán reacciona con absoluta serenidad. Saluda y, antes de volver a quedarse solo, pone las noticias en l a radio y se sienta a merendar en la cama.
) 4 ( N O I C A N A L O V I H C R A ; ) 3 ( A O R P N O I C A D N U F / 0 8 S O L E D S A N E C S E / O N E U B L E A F A R ; ) 1 ( A E R R O C S O N A M R E H A Z E L I T N E G : S O T O F