Manual de Cooperativismo y Economía Solidaria

El impacto de la cooperativa de Rochdale

Día Internacional de la Cooperación

Entre 1920 y 1922, la Alianza Cooperativa Internacional Internaciona l instituyó como Día Internacional del Cooperativismo el primer prime r sábado del mes de julio de cada año. Ese día se realizan eventos que recuerden los principios y valores del movimiento cooperativo y se evocan las actividades y aportes de los forjadores del cooperativismo. BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA Raiffeisen eisen. Confederación Mexicana de Cajas Populares. San Braumann, Franz. Raiff Luis Potosí, 1988. Comentario: Se trata de una biografía bastante completa de Federico Guillermo Raiffeisen, el fundador del cooperativismo financiero alemán, que aún hoy subsiste exitosamente.

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sector or coop cooperat erativo ivo. Intercoop Editora Cooperativa. Buenos Fauquet, Georges. El sect Aires, 1973. Comentario: Este autor, uno de los más destacados pensadores cooperativos de la primera mitad del siglo XX, hace un aporte sobre el modo de actuar y las posibilidades de la economía social cooperativa.

Uribe Garzón, Carlos. Crisis ideológica del cooperativismo. Fondo Nacional Universitario. Bogotá, 1998. Comentario: El destacado dirigente social, autor de reconocidas obras sobre el cooperativismo, plantea en esta obra valiosas reflexiones re flexiones en torno a la que él denomina la crisis ideológica del cooperativismo, sobre el verdadero propósito de las empresas cooperativas, cooper ativas, sobre su balance social socia l y en torno al rumbo que deben tomar para ser consecuentes con su doctrina y principios.

91 Arango, Jaramillo, Mario. Manual de cooperativismo y economía solidaria, Universidad Cooperativa de Colombia, 2005. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/unadsp/detail.action?docID=3173344. Created from unadsp on 2017-10-27 14:23:41.

MÓDULO 1: DESARROLLO HISTÓRICO DE LA ECONOMÍA SOCIAL



Influencia del cooperativismo sobre las corrientes del pensamiento

UNIDAD V


PRESENTACIÓN

La unidad hace un análisis de la presencia de los postulados cooperativos en las diferentes corrientes del pensamiento, desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días, empezando por los pensadores anarquistas, siguiendo al socialismo soviético, las propuestas chinas, el socialismo judío, los economistas liberales, los movimientos que desencadenaron la II Guerra Mundial, el nazismo y el fascismo y, por último, el pensamiento de la Doctrina Social Católica, examinado desde las diferentes encíclicas sociales del Vaticano. OBJETIVO . d e v r e s e r s t h g i r l l A . a i b m o l o C e d a v i t a r e p o o C d a d i s r e v i n U . 5 0 0 2 © t h g i r y p o C

Se pretende que una vez estudiada la presente unidad, los alumnos estén en capacidad de identificar el carácter ecuménico de la propuesta cooperativa, puesto que la encontramos en todas las propuestas socioeconómicas de los últimos dos siglos en un papel secundario, paliativo o de impulso, como en el caso del socialismo judío.



DIAGRAMA DE LOS CONTENIDOS DE LA UNIDAD V Fascismo Nazismo

Socialismo judío

Movimiento anarquista

Socialismo Marxista

Doctrina Social Católica

Teorías económicas liberales

Fueron contrarios al cooperativismo

Aldea cooperativa comunitaria Kibutz

El mutualismo Producción

Cooperativismo

Alfred Marshall León Walters John S. Mill

Cooperativismo Bakunin

Koijos Stalinista

Enciclicas Derum Novarum Quadragesimo Anno Matter et Magistra

campesino Engels-Lenin

Modelo chino Mao Tse Tung

Laborem Exercens Sollicitudo Rei Socialis Centesimus Annus

CONDUCTA DE ENTRADA


1. ¿Cuáles fueron los principales exponentes del pensamiento anarquista? 2. ¿De qué manera encajaba el mutualismo dentro de los postulados del pensamiento anarquista? 3. ¿En qué se diferenciaban las propuestas de cooperativismo agrario soviético y chino? 4. ¿Cuál fue el origen de la propuesta de la aldea agraria del socialismo judío? 5. ¿Por qué la propuesta cooperativa no era congruente con los planteamientos fascistas? 6. Enumere los principales exponentes de la teoría económica liberal que, de alguna manera, consideraron el cooperativismo con alguna ingerencia en el desarrollo económico. 7. Relacione cada uno de los pontífices que, a través de encíclicas, dieron preponderancia al cooperativismo. ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE

Basados en la encíclica Rerum Novarum, los alumnos deben realizar un ensayo sobre el papel del cooperativismo en la actualidad.



INTRODUCCIÓN

Durante la segunda mitad del siglo XIX, y en el siglo XX, el cooperativismo ejercería una marcada influencia sobre diversas corrientes del pensamiento, tanto en lo relacionado con la incorporación a éstas de sus doctrinas, como en las prácticas sociales de las mismas. Por lo anterior, resulta llamativo que doctrinas tan opuestas, o distantes, como el anarquismo, el socialismo marxista, la socialdemocracia, el catolicismo, la democracia cristiana, el socialismo judío y aun corrientes del liberalismo, coincidieran en apropiarse del cooperativismo para hacer realidad sus propuestas sociales. Sóla el fascismo y el nazismo no comulgaban con los principios cooperativos. COOPERATIVISMO Y MUTUALISMO EN LA VISIÓN ANARQUISTA

El anarquismo constituye una de las corrientes más caracterizadas del siglo XIX. El término “anarquía” viene de dos palabras griegas: a, que significa sin y arché , autoridad. Aunque no puede hablarse de un único pensamiento anarquista coherente, pues existen diversas tendencias, sí se encuentran puntos comunes a la mayoría de los anarquistas, como los siguientes: . d e v r e s e r s t h g i r l l A . a i b m o l o C e d a v i t a r e p o o C d a d i s r e v i n U . 5 0 0 2 © t h g i r y p o C

• La crítica y rechazo al Estado y a toda manifestación de autoridad, pues absorben a la sociedad civil. • El cuestionamiento a valores tradicionales morales, religiosos y políticos. • La reconstrucción de una nueva sociedad sobre la base de asociaciones voluntarias de hombres, como las cooperativas. • El reconocimiento del mutualismo como uno de los elementos esenciales para el progreso del hombre. El estudio del anarquismo es importante porque de las distintas tendencias revolucionarias del siglo XIX, diferentes al marxismo, fue la única que no sólo sobrevivió a sus inspiradores, sino que durante muchos años le disputó al marxismo su liderazgo en el movimiento obrero y prolongó su vigencia hasta el siglo XX. Además, al iniciarse el siglo XXI, reaparece con inusitada fuerza en las protestas callejeras, en las ciudades de Seatle




y Washington, contra el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional por sus políticas neoliberales que han desmejorado las condiciones de vida de las grandes mayorías del mundo. Las doctrinas anarquistas parten del presupuesto histórico de que el hombre tiende a la asociación voluntaria, basada en la práctica de la ayuda mutua, concepción muy distante del altruismo que representa un egoísmo enfermizo, una satisfacción personal sin interés humanístico. Fueron mutualistas, anarquistas profundamente individualistas como el inglés William Godwin y el alemán Max Stirner, al igual que caracterizados anarquistas comunistas como los rusos Bakunin y Kropotkin; para Proudhon, uno de los precursores del anarquismo, la nueva sociedad debería sustentarse en el mutualismo. El mutualismo ha sido una tendencia constante y fuerte en el pensamiento anarquista, porque se acomoda muy bien a su filosofía que rechaza toda autoridad y exalta la individualidad, la cual se reafirma en el mutualismo. Éste, por su parte, exige reciprocidad entre iguales, diferente al concepto amplio de solidaridad que puede involucrar el altruismo o la simple caridad cristiana. La moderna filosofía mutual está indudablemente ligada al desarrollo doctrinario del anarquismo y por ello, con razón, considera a Proudhon como uno de los pioneros del mutualismo. Igualmente, los planteamientos cooperativistas de la primera mitad del siglo XIX encontraron eco en la mayoría de los exponentes anarquistas, tanto individualistas como comunistas. Pierre Joseph Proudhon hizo una clara distinción entre mutualismo y cooperativismo, pues el primero es una ayuda recíproca entre hombres completamente libres, mientras el cooperativismo implica una organización que puede afectar la libertad individual. No obstante, con algunas restricciones, la única organización social que aceptó Proudhon fue la cooperativa. Bakunin, en cambio, era un defensor del sistema cooperativo, al que consideraba como uno de los pilares de la nueva sociedad nacional e internacional. En la sociedad burguesa, le otorga importancia como escuela de capacitación de los trabajadores, pero discrepa con Owen y Fourier en cuanto que podría llegarse al socialismo a través de la vía cooperativa.



Con Bakunin, anarquismo fundamentado en las cooperativas


Sin duda alguna, la figura más sobresaliente del anarquismo militante ha sido la del ruso Mijail Bakunin (1814-1876), por su aportes teóricos, su recia personalidad, su carácter polemista, su activa y agitada vida política y por sus enfrentamientos con Carlos Marx en el seno de la Internacional Comunista. Pertenecía a una familia aristocrática rusa e ingresó, al igual que los jóvenes rusos de cuna noble, a la Escuela de Cadetes de San Petersburgo, en donde alcanzó el grado de oficial de artillería, carrera que abandonó en 1835 para lanzarse a toda suerte de lecturas, incluida la filosofía hegeliana. En 1840, viaja a Berlín y se acerca a la izquierda hegeliana y escribe sus primeros artículos para la prensa. En 1844, llega a París y entra en contacto con la intelectualidad socialista y conoce a Marx y a Proudhon. Para Bakunin, en la nueva sociedad, el Estado sería sustituido por una cadena de asociaciones sociales, organizada de abajo hacia arriba. Sostenía que las asociaciones, al igual que los individuos, deberían disfrutar de una libertad absoluta y que nadie tendría el derecho de impedir a los hombres que se asociaran con un fin cualquiera. Sin embargo, se oponía a la uniformidad, pues “ésta es la muerte, en cambio la diversidad es la vida” . Confiaba en que a las asociaciones les correspondería el derecho de buscar la justicia social. En cuanto a las cooperativas, Bakunin tenía dos apreciaciones, según se tratara bajo el capitalismo o en un nuevo orden social. Criticaba a los socialistas pacifistas como Owen y Fourier, porque no creía que los trabajadores pudieran emanciparse del capital, a través de las cooperativas, sin la lucha revolucionaria. Igualmente, criticaba a quienes conceptuaban que, dentro del marco de la sociedad burguesa, los trabajadores pudieran mejorar considerablemente su nivel de vida con la ayuda de sociedades de socorro mutuo, bancos mutuales y asociaciones cooperativas; sin embargo, en el siguiente renglón, les otorgaba importancia a la solidaridad y al cooperativismo, bajo el capitalismo, para sembrar la semilla del futuro y hacer más soportable la existencia. Al respecto decía: Organicémonos, extendamos nuestra organización, pero al mismo tiempo no nos olvidemos de consolidarla a fin de que nuestra solidaridad, que es nuestro mayor poder, sea un día más real. Seamos cada día más solidarios en el estudio, en el trabajo, en la acción política y en la vida.



Asociémonos en empresas comunes para hacer nuestra existencia más soportable y menos difícil. Formemos por todas partes, en la medida que nos sea posible, esas asociaciones de consumidores, de crédito mutual y de producción, que a pesar de todo lo incapaces que sean de emanciparnos de una manera suficiente y seria, en las condiciones actuales, capacitarán a los obreros en la práctica de los negocios y prepararán gérmenes preciosos para la organización del futuro.

Un orden mundial cooperativo

En cuanto al papel de las cooperativas en la sociedad anarquista, concebida por Bakunin, éstas serían el fundamento de un nuevo orden internacional y la base sobre la cual se asentarían las nuevas sociedades. Bakunin veía en las cooperativas una forma de organización mundial general; por eso, afirmaba: Las asociaciones cooperativas son un hecho moderno en la historia. Asistimos a su nacimiento y podemos presentir el inmenso desenvolvimiento que, sin duda alguna, tomarán y las nuevas condiciones públicas y privadas que surgirán en el porvenir. Es posible y muy probable que, sobrepasando cualquier día, los límites de las localidades, provincias e incluso los Estados actuales, nos den su nueva constitución a la sociedad humana entera, repartida, no en naciones, sino en grupos industriales. . d e v r e s e r s t h g i r l l A . a i b m o l o C e d a v i t a r e p o o C d a d i s r e v i n U . 5 0 0 2 © t h g i r y p o C

En cuanto al papel de las cooperativas en la base social de cada sociedad, Bakunin destacaba también su importancia. Al respecto, comentaba: El nuevo orden social estará conformado por federaciones cooperativas divididas por secciones y profesiones que se unen, no ya para defender el salario de la rapacidad de los patrones, sino para garantizar mutuamente el uso de instrumentos de trabajo que se encuentran en posesión de cada grupo y que llegarán a ser, mediante un contrato recíproco, propiedad colectiva de toda federación cooperativa.

Mijail Bakunin retomó los más puros principios del cooperativismo y enriqueció el pensamiento solidario. Su nombre, indudablemente, debe ser colocado al lado de aquellos que hicieron del cooperativismo un sueño realizable. Después de él, su discípulo Piotr Kropotkin enriquecería aún más la visión anarquista del cooperativismo.



LOS APORTES DEL SOCIALISMO MARXISTA AL COOPERATIVISMO


Sin duda alguna, el socialismo marxista hizo a lo largo del siglo XX aportes teóricos y prácticos de gran valor al movimiento cooperativo mundial. Se trata de una experiencia que, al comenzar el siglo XXI, ya sin las presiones de la guerra fría ni el fantasma del comunismo soviético flotando alrededor de cualquier expresión de inconformidad social, facilita un análisis más objetivo. Son aportes que, después del colapso del socialismo de inspiración soviética y de otros que no lo fueron como el yugoslavo, hay que recuperar para enriquecer la economía política de la solidaridad. El balance del cooperativismo bajo el experimento socialista marxista es rico y disímil, pues tenemos las experiencias de países que ya no existen, como el bloque soviético y Yugoslavia, que implantaron modelos socialistas diferentes, al igual que sus respectivas concepciones sobre el cooperativismo. Y resta aún la experiencia de dos países tan diferentes y lejanos el uno del otro, como China comunista y Cuba. La experiencia China representa el más grande experimento que se haya hecho en la historia de la economía solidaria, pues involucró a cientos de millones de personas a los más elevados niveles de integración, que sirvieron de base para lo que hoy conocemos como el milagro chino, mientras Cuba tiene interés por lo cercano a nosotros y el papel jugado por sus cooperativas en los diferentes procesos de la Revolución Cubana, que hoy, sin el tutelaje soviético, intenta buscar nuevos caminos a través de un renovado cooperativismo. Engels se aproxima al cooperativismo agrario

Muerto Marx, en 1883, su amigo y compañero intelectual Federico Engels (1820-1895) retoma la conducción ideológica y política del socialismo marxista. De espíritu menos dogmático e intransigente que Carlos Marx, se muestra más abierto y conciliador en muchos aspectos, entre ellos el relacionado con el cooperativismo. Así, por ejemplo, en su obra El problema campesino en Francia y Alemania, escrita en 1894, al referirse al programa agrario aprobado por el partido comunista francés, en 1892, en el cual se incluyó como reivindicación para los pequeños campesinos la creación de cooperativas para la compra de insumos y para la venta de sus productos, se pregunta:



¿Cuál es nuestra posición ante los pequeños campesinos? y ¿Cómo deberemos proceder con ellos el día en que subamos al poder?

A las preguntas anteriores responde: Es así mismo evidente que cuando estemos en posesión del Poder del Estado, no podremos pensar en expropiar a los pequeños campesinos (sea con indemnización o sin ella) como nos veremos obligados a hacerlo con los grandes terratenientes. Nuestra misión con respecto a los pequeños campesinos consistirá, ante todo, en encauzar su producción individual y su propiedad privada hacia un régimen cooperativo, no por la fuerza, sino por el ejemplo y brindando la ayuda social para este fin.

Igualmente, Engels señala que para la fuerza de trabajo sobrante en el campo, pueden organizarse cooperativas con tierras desglosadas de las grandes fincas vecinas y se muestra enemigo de la propiedad individual, pues es ella la que empuja precisamente a los campesinos a la ruina. Incluso, plantea que para los campesinos grandes y medianos también es recomendable la reunión de sus fincas en haciendas cooperativas, en las que se pueda ir descartando, cada vez más, la explotación del trabajo asalariado, para poder convertirlas, poco a poco, en ramas iguales en derechos y deberes de la gran cooperativa nacional de producción. Lenin replantea el cooperativismo en la URSS . d e v r e s e r s t h g i r l l A . a i b m o l o C e d a v i t a r e p o o C d a d i s r e v i n U . 5 0 0 2 © t h g i r y p o C

Vladimir Ilich Lenin (1870-1924) se ocuparía del tema cooperativo, tanto en las condiciones del capitalismo, como bajo el socialismo, en numerosos escritos publicados entre 1903, en el período de la lucha por el poder, y 1923, cuando se planteaban alternativas para la incorporación del campesinado ruso al proceso de construcción del Estado soviético. En su obra A los pobres del campo, publicada en 1903, Lenin afirmaba que, en el campo, las cooperativas sólo sirven finalmente a los intereses de burgueses y terratenientes, lo cual explica el entusiasmo con que éstos las promueven. Al respecto, afirmaba: Todos los propietarios, toda la burguesía, procuran atraer a su lado el campesinado medio, prometiéndole las más diversas medidas para mejorar su hacienda (arados baratos, bancos agrícolas, siembra de pastos, venta barata de ganados y abonos, etc.), así como haciéndole participar en toda clase de asociaciones (cooperativas, como se las



llama en los libros) y asociaciones de labradores para mejorar las haciendas. Valiéndose de esto, la burguesía se esfuerza por desviar de la alianza con los obreros al campesino medio e incluso al pequeño y semiproletario, trata de llevarlos al lado de los ricos....

Posteriormente, en el período prerrevolucionario y en los primeros meses del poder soviético, entre 1917 y 1918, Lenin no hizo ninguna mención a la alternativa cooperativa en el campo. Sin embargo, en diciembre de 1918, ya bajo el poder soviético, en discurso pronunciado ante el Primer congreso de secciones agrarias, comités de campesinos y comunas de toda Rusia, y en desarrollo de la ley de socialización de la tierra, aprobada en febrero de 1918, entre las personas e instituciones que usufructuarán la tierra, plantea en orden de importancia: el Estado, las organizaciones sociales, las comunas agrícolas y las cooperativas agrícolas. Más tarde, el 4 de diciembre de 1919, en su discurso ante el Primer congreso de comunas y arteles agrícolas, Lenin destaca que el Poder Soviético da gran importancia a los esfuerzos que se hacen para convertir gradualmente la pequeña hacienda individual en hacienda colectiva, bajo la forma cooperativa. El cooperativismo, fundamento de la sociedad socialista . d e v r e s e r s t h g i r l l A . a i b m o l o C e d a v i t a r e p o o C d a d i s r e v i n U . 5 0 0 2 © t h g i r y p o C

Finalmente, en 1923, pocos meses antes de su muerte, Lenin publicó en el periódico Pravda, de Moscú, su conocido artículo “Sobre la cooperación”, en el cual hace concretas precisiones sobre el tema y destaca el papel del cooperativismo agrario en la construcción del Estado soviético. Hace, además, un alto elogio de los precursores del cooperativismo y destaca que sus fantasías ya se convierten en realidad, al tiempo que aboga por la organización de la población en cooperativas. Lenin decía: Me parece que no prestamos atención suficiente a la cooperación. Es poco probable que todos comprendan que, a partir de la Revolución de Octubre, la cooperación adquiere en nuestro país una importancia verdaderamente extraordinaria. En los sueños de los viejos cooperadores hay mucha fantasía. Pero ahora... mucho de lo que parecía fantástico, incluso romántico y hasta trivial en los sueños de los viejos cooperadores, se convierte en una realidad sin artificios.



En efecto, siendo la clase obrera dueña del poder del Estado y perteneciendo a este poder estatal todos los medios de producción, en realidad sólo nos queda la tarea de organizar a la población en cooperativas. Consiguiendo la máxima organización de los trabajadores en cooperativas, llega por sí mismo a su objetivo aquel socialismo que antes despertaba burlas justificadas, sonrisas y una actitud de desprecio.

A continuación, Lenin hace una defensa del cooperativismo como elemento fundamental para la construcción de la sociedad socialista; critica a quienes menosprecian la cooperación; aboga por un cambio cooperativo que garantice la efectiva participación de la población; solicita que se le concedan una serie de privilegios al sistema cooperativo y no vacila en afirmar que “el régimen de los cooperadores cultos es el régimen socialista” . En la segunda parte de su artículo “Sobre la cooperación”, Lenin hace la diferencia entre el sistema cooperativo bajo el capitalismo y bajo el socialismo y afirma que “es indudable que la cooperación, en las condiciones del Estado capitalista, representa una institución capitalista colectiva” . En cambio, agrega, bajo el socialismo “el simple desarrollo de la cooperación se identifica con el desarrollo socialista” , pues la clase obrera ha derrocado la dominación de la clase de los explotadores. Por ello, Lenin afirma de manera contundente: . d e v r e s e r s t h g i r l l A . a i b m o l o C e d a v i t a r e p o o C d a d i s r e v i n U . 5 0 0 2 © t h g i r y p o C

Si pudiéramos organizar en las cooperativas a toda la población, ya estaríamos con ambos pies en el suelo socialista. Pero esta condición, la de organizar a toda la población en cooperativas, lleva aparejado en sí tal grado de cultura de los campesinos, que esa completa cooperación es imposible sin una revolución cultural.

La experiencia del modelo koljosiano stalinista

Uno de los más graves problemas que afrontaron los revolucionarios rusos fue el del ancestral atraso del campo, en el que aún predominaban formas de explotación y sometimiento marcadamente feudales y precapitalistas. Los grandes terratenientes coexistían con los campesinos medios, llamados kulacs y los campesinos pobres, conocidos como mujiks. El nivel tecnológico era muy bajo y en amplios sectores solamente había una producción de subsistencia.



El partido triunfante, el bolchevique, era fundamentalmente obrero, y era lógico, pues los planteamientos marxistas hacían del proletariado el sector líder de la revolución socialista. Por ello, no era fácil llevar las reformas socialistas al campo ruso. Se plantearon, entonces, dos formas empresariales para los sectores agrarios: los Sovjoses y los Koljoses (cooperativas agrarias). Los Sovjoses constituían empresas estatales agrarias establecidas con base en la propiedad territorial de los grandes y medianos latifundios. En estas granjas estatales los campesinos eran simples asalariados. Acorde con lo anterior, en 1927, diez años después de iniciada la Revolución, se reunió el XV Congreso del Partido Comunista Soviético, bajo la dirección del Stalin, quien señaló que: ...es necesario plantear como tarea primordial sobre la base de la agrupación sucesiva de los campesinos en cooperativas, el paso de las economías campesinas diseminadas al cauce de la gran producción, apoyando y estimulando por todos los medios los brotes del trabajo agrícola socializado.


Los buenos resultados de la nueva política cooperativa soviética hacia el campo no se hicieron esperar: entre 1929 y 1932 organizaron 211.000 pequeñas granjas cooperativas (koljoses), que al año siguiente agruparon quince millones de campesinos, contra 400.000 en 1928, que operaban en 10,5 millones de hectáreas. Posteriormente, Stalin impulsó un proceso de integración de los pequeños grupos cooperativos en grandes haciendas cooperativas que, en 1953, eran 91.000 y en 1957 se habían reducido a 76.000, pero con propiedades que fluctuaban entre 15.000 y 18.000 hectáreas cada una. En los koljoses, la propiedad sobre la tierra y los principales instrumentos de trabajo eran de la empresa cooperativa, en tanto que el campesino conservaba la propiedad sobre algunos aperos y una porción de tierra para su producción de consumo que, aunque nunca fue superior al 1% de las tierras trabajadas, sí representaba un renglón importante en el consumo popular, a través de las ventas que se hacían en los mercados públicos de propiedad de los koljosianos. Igualmente, en las aldeas y los pequeños poblados se promovieron cooperativas de consumo para la venta de artículos personales. La experiencia cooperativa soviética en el sector agrario constituye el gran aporte del socialismo soviético al cooperativismo, pues por primera



vez en la historia se llevó a cabo una experiencia exitosa en gran escala de cooperativas de producción, ya que en el resto del mundo el cooperativismo, durante la primera mitad del siglo XX, se desarrolló fundamentalmente en las áreas del consumo, los servicios y el ahorro y crédito. Ayuda mutua, cooperativas y comunas en la China comunista


El perfil propio de la Revolución China, aunado a su mentalidad oriental pragmática, permitiría modelar empresas cooperativas y autogestionarias muy peculiares, y seguir una ruta muy propia en su versión del socialismo, lo cual le ha permitido adecuarlo a los cambiantes tiempos y transformarse, al comenzar el siglo XXI, en una de las potencias llamadas a un liderazgo mundial, con el más elevado índice de crecimiento económico en los últimos años del siglo XX: más del 10% anual. La estrategia china se ha fundamentado en el principio maoísta de ir todo lo lejos posible por medio de pasos cortos, seguros y bien calculados. Por ello, se ha salido de todos los esquemas y predicciones de los analistas occidentales. Esta política, aplicada al cooperativismo agrario, les permitió a los chinos involucrar en el movimiento cooperativo, sin traumatismos sociales como en la URSS, a los más amplios sectores sociales, desde los campesinos desposeídos de la tierra, hasta antiguos terratenientes, campesinos ricos y medios. En 1955, el presidente Mao Tsetung señaló en los siguientes términos las directrices del cooperativismo chino: Algunos de nuestros camaradas no han reflexionado sobre la interdependencia de los dos factores siguientes: la industria pesada, el eslabón más importante de la industrialización socialista que suministra a la agricultura tractores y máquinas agrícolas, abonos químicos, modernos medios de transporte, petróleo y energía y la cooperación agraria. Estos medios sólo podrán utilizarse en vasta escala sobre la base de una agricultura estructurada en grandes haciendas cooperativas.

El problema que afrontaban los comunistas chinos en el campo era complejo, pues, como lo señala el profesor Antonio García en su obra Cooperación agraria y estrategias de desarrollo , más que repartir latifundios entre campesinos pobres se trataba de distribuir 47 millones de hectáreas entre 300 millones de campesinos, lo que daba sólo 0,16 hectáreas por adjudicatario. Frente a semejante desproporción en la relación hombre-tierra, el




problema sólo podía resolverse mediante la transformación de los minifundios en cooperativas agrícolas integrales, en un experimento sin antecedentes en la historia. La experiencia cooperativa china enriqueció el cooperativismo en la teoría y en la práctica, porque aunó los principios de la ayuda mutua y la cooperación simple con los de la asociación estable en grandes empresas cooperativas. Al respecto, el profesor Antonio García destaca que el proceso chino se inició con el establecimiento de la ayuda mutua entre familias pobres, trabajo colectivo y propiedad privada sobre la tierra. En una segunda etapa, se conservó la propiedad privada, pero se unificó la tierra de labor en grupos de treinta a cuarenta familias, con una superficie promedio de 32 hectáreas y entre 200 y 250 hectáreas, las más grandes, fundamentadas en el trabajo colectivo. Igualmente, se aplicó el sistema cooperativo de reparto de excedentes en proporción a los aportes en tierras, animales y aperos. Posteriormente, se pasaría al modelo cooperativo integral, con cien o más familias, constituyendo una propiedad colectiva sobre la tierra y los medios de producción, con distribución del ingreso de acuerdo con los días trabajados y se conservó una pequeña proporción de propiedad individual para las explotaciones familiares y de consumo. Se llegaron a organizar cooperativas con un promedio de dos mil familias asociadas. En ese proceso que condujo de la propiedad individual a la colectiva, siempre se le garantizó al campesino el pago de los implementos y animales aportados a la cooperativa, estímulo que aceleró el proceso de cooperativización rural. En 1958, se dio el gran salto en el agro chino, al integrar un promedio de treinta cooperativas en comunas, lo que permitió organizar 26.000 comunas con el 98% de la población rural y una población promedio de 25.000 asociados en cada una. El objetivo de las comunas fue el de integrar las cooperativas de base en los procesos industriales y agrarios, a través de las empresas asociativas autogestionarias, que conservaron los principios fundamentales del cooperativismo, permitieron elevar la productividad y mejoraron las condiciones de vida de campesinos y proletarios, mediante la revolución tecnológica en el campo. La experiencia china en el cooperativismo agrario y su proceso de integración, llevado a cabo sin grandes traumatismos, constituye una de las



experiencias más enriquecedoras en la historia del cooperativismo mundial y pone en evidencia la versatilidad del sistema, su capacidad creadora y sus posibilidades ilimitadas, independientemente de la idiosincrasia de los pueblos, de las situaciones políticas y de las ideologías que los inspiran. Se trata de un complejo experimento social y económico, digno de ser estudiado cuidadosamente para recoger sus enseñanzas. E L COOPERATIVISMO, UNO DE LOS SOPORTES DE LA SOCIALDEMOCRACIA


La socialdemocracia, o socialismo democrático, encuentra su expresión en la actualidad en los diversos partidos políticos aglutinados en la llamada Internacional Socialista, constituida en 1951. La socialdemocracia fue el resultado de la integración de diferentes corrientes socialistas, originadas a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Aunque la mayoría partieron de los principios socialistas marxistas, se fueron alejando de ellos después de la Revolución de Octubre de 1917, que instauró en Rusia la llamada dictadura del proletariado y un régimen de partido único, el del partido comunista. A partir de 1920, los partidos socialdemócratas renunciarían a la toma violenta del poder, a la lucha de clases, a la dictadura del proletariado y serían partidarios de la vía electoral como un medio de llegar al poder político y realizar pacíficamente, desde el Estado, reformas sociales y económicas, sin afectar a fondo el sistema capitalista, porque se buscaría su democratización y humanización a través de la democracia social. Los partidos socialdemócratas fundamentan su estructura política en organizaciones sociales, especialmente sindicatos y cooperativas. Ello explica, en alguna medida, el auge que ha tenido el cooperativismo en la mayoría de los países de Europa occidental, en donde los partidos socialdemócratas han orientado los destinos del Estado. Tales partidos se denominan socialdemócratas o tienen otras denominaciones, como el laborismo, en Inglaterra, o el Partido Socialista Obrero Español, PSOE. LA DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA SE FUNDAMENTA EN EL COOPERATIVISMO

El auge del socialismo en sus diferentes vertientes a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX en Europa y otros lugares y la adhesión al coopera-




tivismo por parte de destacados intelectuales católicos europeos, como Charles Gide, llevó a la Iglesia Católica a una aproximación a los problemas sociales y al cooperativismo antes de terminar el siglo XIX, para acercarse así, en alguna medida, a principios que la animaron en sus cuatro primeros siglos de existencia. Dentro del anterior contexto, el Papa León XIII proclama, en 1891, su encíclica Rerum Novarum, en la cual defiende el derecho de asociación de los trabajadores y propone la creación de organizaciones de socorro mutuo, fundamentadas en la solidaridad. En 1931, el Papa Pío XI, para celebrar los cuarenta años de la famosa encíclica de León XIII, proclama su encíclica Quadragesimo Anno, en la cual no sólo reafirma las tesis de León XIII, sino que plantea la creación de formas asociativas laborales que “superen el enfrentamiento entre el capital y el trabajo” (cooperativas de producción). En 1944, el Papa Pío XII, en intervención radial, en forma expresa se refiere a las uniones cooperativas para organizar la pequeña y mediana propiedad en la agricultura, artes y oficios, el comercio y la industria. Posteriormente, entre 1946 y 1956 haría planteamientos similares. El 15 de mayo de 1961, el Papa Juan XXIII da a conocer su encíclica Mater et Magistra, en la cual reafirma la doctrina social de sus predecesores y aboga por la promoción de las uniones cooperativas como el mejor sistema económico para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y desarrollar en los hombres el sentido de responsabilidad. Igualmente, aboga porque los poderes públicos apoyen la acción de los cooperativistas, por ser “portadores de valores humanos genuinos que contribuyen al progreso de la cultura”. El Concilio Vaticano II, realizado entre 1962 y 1965, aprueba numerosos documentos en favor de los trabajadores, de su derecho a la libre asociación y a la necesidad de llevar a cabo programas de reforma agraria, que se apoyen en organizaciones de tipo cooperativo, para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores del campo. Por su parte, la Iglesia Católica Latinoamericana también asume su responsabilidad frente a los problemas sociales de la región y, en la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano, CELAM, reunida en Medellín en 1968, aboga por un cambio social y económico profundo y por la realización de una auténtica y urgente reforma de las estructuras y de las políticas agrarias, que permita la organización de los campesinos, principalmente en formas cooperativas.



En la reunión del episcopado latinoamericano celebrada en Santo Domingo, en 1992, se profundiza en el problema social latinoamericano y se hace énfasis en la necesidad de “sentar las bases de una economía solidaria, real y eficiente, sin olvidar la correspondiente creación de modelos socioeconómicos a nivel local y nacional”. Juan Pablo II, teórico de la Economía Solidaria

Con el Papa Juan Pablo II, cuyo pontificado se inició en 1978 y terminó en 2005, el pensamiento social de la Iglesia Católica avanzó considerablemente por la profundización en los temas sociales, las criticas al neoliberalismo y las nuevas formulaciones en materia de cooperativismo y economía solidaria. Uno de los documentos más trascendentales de Juan Pablo II sobre el cooperativismo lo constituye el discurso pronunciado en mayo de 1986 en la sede de la Cooperativa de Productores Agrícolas de la ciudad de Faenza, Italia, que ha sido calificado como la encíclica cooperativa. De dicho documento transcribimos algunos apartes: La cooperación terminó por identificarse con la realidad más específica de forma de asociación dirigida al logro de las propias necesidades, especialmente las económicas, o de la promoción de los intereses comunes. La Iglesia siempre ha estado de acuerdo con estas ricas experiencias de trabajo comunitario, tratando siempre de que no se limiten únicamente a la dimensión económica de la cooperación, sino que aseguren también el enriquecimiento humano, social, cultural y moral de los participantes. Hoy las experiencias cooperativas son vínculo de un nuevo tipo de economía social, favorecido por la sociedad moderna como instrumento de reconstrucción y desarrollo. Actividades comenzadas junto con otras personas que tengan los mismos objetivos, se tornan en valores de los que participamos todos en un clima de verdadera amistad; y así se termina por descubrir que está en juego algo más que la pura ganancia y que el compromiso de todos supera el simple trabajo en común... El trabajo hecho en conjunto lleva a un bien más grande.




Juan Pablo II también abordó el tema social en otras encíclicas como Laborem Exercens, en 1981, Sollicitudo Rei Socialis (La Preocupación Social), en 1987, y Centesimus Annus, en 1991, con motivo del centenario de la encíclica Rerum Novarum, en la cual reafirma que la cooperación es uno de los caminos más adecuados para alcanzar la organización económica y social de los pueblos sobre las bases de justicia y solidaridad. Juan Pablo II se ocupó específicamente del concepto de Economía Solidaria en diferentes ocasiones. Así, por ejemplo, durante su visita a Sur América, en 1987, pronunció un discurso en la reunión de la CEPAL celebrada en Chile, en el cual planteó con fuerza la idea de una economía de la solidaridad en la cual “ ponemos todas nuestras esperanzas para América Latina”. LA DEMOCRACIA CRISTIANA, APLICACIÓN POLÍTICA DE LA DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA


Ante la creciente influencia del socialismo marxista en el movimiento obrero, el Papa Benedicto XV (1914-1922) autorizó al sacerdote Luigi Sturzo para fundar en Italia un partido de inspiración católica, pero con independencia de la Iglesia Católica, lo cual se llevaría a cabo en 1918. Así, surgiría la llamada “socialdemocracia cristiana”, o “democracia cristiana”, fundamentada en el pensamiento social católico y en las encíclicas sociales, por lo cual, obviamente, le otorga un papel importante al cooperativismo en los procesos de cambio social. Los partidos demócratas cristianos han tenido protagonismo en países europeos como Alemania e Italia y en algunos países latinoamericanos como Chile y Venezuela. E L SOCIALISMO JUDÍO DEL KIBUTZ, EXPRESIÓN DEL COOPERATIVISMO COMUNITARIO

El kibutz, la aldea cooperativa comunitaria de Israel, representa, sin duda alguna, a lo largo del siglo XX, la experiencia más exitosa, de una organización de trabajo socialista que, en forma ascendente, desde la fundación de la primera comunidad agrícola en 1909, fue fortaleciéndose hasta representar, al comenzar el siglo XXI, el soporte social, económico e ideológico del Estado de Israel.




El kibutz constituye la más pura expresión del socialismo y del cooperativismo comunitario y autogestionario, que hunde sus raíces en las propuestas de los fundadores del socialismo y del cooperativismo: Roberto Owen y Charles Fourier; que se enriqueció con los aportes filosóficos y socialistas del alemán Moses Hess (compañero de Marx y Engels en la llamada “izquierda hegeliana”); que se inspiró en las propuestas de un Estado judío del marxista ruso Ber Borochov; que retomó los principios de un socialismo comunitario de Martin Buber y Gustav Laudauer y que, igualmente, se fundamentó en planteamientos bíblicos hechos por Moisés en el Pentateuco. A pesar de sus peculiares características, las experiencias y los aportes de los kibutzim a la construcción de un modelo socialista comunitario y autogestionario no pueden ser desdeñados y constituyen, para los estudiosos en temas sociales del siglo XXI, un modelo exitoso que representa lo mejor de las utopías del siglo XIX hechas realidad. Tal experiencia es aún más valiosa si se tienen en cuenta los fracasos del socialismo estatal y burocrático de inspiración soviética. El kibutz puso en evidencia cómo la vida y el trabajo en comunidad generan valores que cohesionan a sus miembros, al tiempo que permiten los más elevados índices de productividad y aplicación de las más avanzadas tecnologías. Igualmente, el modelo del kibutz demostró la eficiencia de una administración completamente horizontal, sin juntas directivas ni gerencias burocráticas ni reglamentos escritos, en la cual la asamblea general de miembros, que se reúne periódicamente, representa el máximo órgano de dirección y manejo. Todos los bienes muebles e inmuebles del kibutz son de propiedad comunitaria y sus miembros tienen asegurada la satisfacción de todas sus necesidades, desde que nacen hasta que mueren. Superada la guerra fría, se abre el camino para estudiar desapasionadamente la experiencia de los kibutzim, ya que, infortunadamente, con el enfrentamiento entre los bloques comandados por Estados Unidos y la Unión Soviética, el Estado de Israel terminó políticamente alineado con Estados Unidos, por sus enfrentamientos con los paisajes árabes más radicales, apoyados por la Unión Soviética. Esta situación condujo a que el modelo socialista del kibutz dejara de tener atractivo para los sectores progresistas y anticapitalistas del mundo.



Uno de los aspectos mas llamativos de los kibutzim es que, al tiempo que generaron un nuevo hombre, profundamente solidario y comunitario, dieron origen a una sólida y calificada producción agropecuaria e industrial, pues, alrededor de 300 kibutzim, con sólo el 4% de la población del Estado de Israel, generan el 40% de la producción agrícola israelí y el 70% de las exportaciones industriales. LAS TEORÍAS ECONÓMICAS LIBERALES Y EL COOPERATIVISMO


La llamada Escuela Clásica, iniciada por Adam Smith y David Ricardo, le prestó poca atención al cooperativismo. Posteriormente, algunos de sus exponentes como John Stuart Mill (1806-1873) y Alfred Marshall (18421924) destacaron algunos aspectos del cooperativismo como positivos para el desarrollo social. Así, por ejemplo, J.S. Mill señaló que el cooperativismo contribuía a elevar la productividad, gracias al interés que tenían los asociados en su cooperativa. El destacado economista liberal, León Walras (1834-1910), promotor de la llamada Escuela de Lausanne, conceptuó que “el movimiento cooperativo es un medio para democratizar la producción y un camino para que tanto los trabajadores asociados a cooperativas de producción, como los ahorradores y beneficiarios de créditos en las cooperativas, lleguen a convertirse en capitalistas”. Después de la Gran Depresión Económica Mundial, iniciada en 1929, muchos gobiernos vieron en el sector cooperativo un medio para contribuir a mitigar los efectos de la crisis (escasez de productos básicos, elevado precio de los mismos y desempleo) a través de las cooperativas. A partir de la década de 1930, fue común que los economistas de muchos países atrasados aconsejaran a sus gobiernos el fomento del cooperativismo para apuntalar algunos de sus programas sociales. Los patronos, por su parte, también promovían entre sus trabajadores cooperativas de consumo y de ahorro y crédito. Vale la pena destacar que, aunque en la mayoría de los países industrializados no existe una legislación especial para las cooperativas, ni un marco legal de favorabilidad, éstas han tenido un elevado desarrollo, con dinámica propia, gracias a la concurrencia de factores como una tradición de luchas sociales, una cultura de participación, un sindicalismo



combativo y la existencia de partidos políticos, como los socialdemócratas, que fomentan el cooperativismo. En concordancia con lo anterior, puede afirmarse que, en Occidente, a mayor desarrollo capitalista de un país corresponde un elevado nivel de cooperativismo y, al contrario, a menores niveles de desarrollo capitalista corresponde un cooperativismo subdesarrollado. E L FASCISMO Y EL NAZISMO FRENTE AL COOPERATIVISMO

Por el contenido democrático del cooperativismo y la prédica de principios como la igualdad de todos los seres humanos, el fascismo y el nazismo fueron refractarios a organizaciones sociales como el cooperativismo. Para el fascismo, la noción de igualdad entre los hombres era un concepto artificial y decadente. Proclamaba como inmutable las desigualdades sociales, el derecho de las élites a gobernar y la “selección natural” para la sobrevivencia de los “mejores”... Según su concepción, “el Estado es omnipotente y omnipresente” y por ello aplicaba el principio de “todo para el Estado, nada por fuera del Estado ni contra el Estado”. BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA . d e v r e s e r s t h g i r l l A . a i b m o l o C e d a v i t a r e p o o C d a d i s r e v i n U . 5 0 0 2 © t h g i r y p o C

Malraux, Clara. La civilización del Kibbutz. Editorial Labor. Barcelona, 1968. Comentario: En esta obra se presenta una completa visión del modelo económico y social del Kibutz, desde sus orígenes hasta su desarrollo, en la década de 1960. Moreno Gómez, Oscar. El estatuto modelo del Koljos. U. Jorge Tadeo Lozano. Bogotá, 1974. Comentario: En esta obra se hace una presentación y un análisis sobre el cooperativismo agrario en la Unión Soviética.


Breve historia del cooperativismo colombiano

UNIDAD VI


PRESENTACIÓN


Se hace un breve relato de los principales hechos que configuran la historia del cooperativismo en Colombia, partiendo de la caracterización de las estructuras precolombinas, en las cuales predominaban elementos que hoy constituyen la Economía Solidaria. De igual manera, se describe la presencia de elementos comunitarios en la época colonial y entre las comunidades negras, las cuales desarrollaron formas asociativas y comunales en sus colonias clandestinas, cuando lograban fugarse. De allí se ubican diferentes hitos en los que puede dividirse la historia del cooperativismo, desde su relación con el Estado, su persecución en la época de la hegemonía conservadora, siguiendo con el ambiente relativamente favorable que se dio con el gobierno de Enrique Olaya Herrera y de éste a la consideración del cooperativismo como un mecanismo paliativo de los problemas que generaban los diferentes enfoques del capitalismo, un desarrollo apoyado por el Estado, aunque de manera marginal, como era su papel en la economía. OBJETIVO

Introducir al alumno en el conocimiento de la historia económica, jurídica y social del cooperativismo, como elemento de acercamiento al estudio de otras formas de la economía solidaria que, de una manera u otra, han permanecido ocultas por la historia y las cifras oficiales.



DIAGRAMA DE LOS CONTENIDOS DE LA UNIDAD VI Pasado cooperativo Ayuda mutua

Socialismo y mutualismo. Siglo XIX

Modo de producción Americano Pasado cooperación Ayuda mutua Minga, Convite Acción Comunal Época de poder colonial Encomienda Resguardo

Sociedades Mutuales Cooperativas Obreras PSR

Institucionalización del Cooperativismo

Auge cooperativismo Financiero

Crisis Financiera

Ley 134/31 Decreto 1598/63 Uconal Financiacoop Coopdesarrollo

Ley 79/98 Bancos Cooperativos Cooperativas Financieras Sector Otras formas

Ley 454/98 S.E.S FOGACOOP Liquidación Bancoop Uconal Coopdesarrollo

El cooperativismo en los países desarrollados y atrasados

CONDUCTADE ENTRADA


1. ¿Qué estructuras precolombinas y coloniales pueden considerarse como ejemplos de la presencia de una cooperación y ayuda mutua? 2. ¿Qué línea de pensamiento acogió el cooperativismo como mecanismo para organizar las comunidades? 3. ¿Bajo qué gobierno y qué hecho trascendental precipitó la percusión al pensamiento y las organizaciones cooperativas? 4. ¿Qué personaje de la historia del movimiento obrero colombiano fue uno de los más dinámicos en la promoción del cooperativismo como mecanismo de organización de las huestes proletarias? 5. Enumere y comente brevemente las cooperativas que se crearon en el país bajo la tutela del Partido Socialista Revolucionario, antes de la persecución del gobierno de la época 6. En la época de la institucionalización del cooperativismo ¿qué hechos de importancia se verificaron? 7. ¿Bajo qué condiciones se mantuvo incólume el cooperativismo financiero ante la crisis financiera de la década de 1980? 8. Enumere y describa brevemente las etapas históricas del cooperativismo colombiano.



ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE

A la luz de la Ley, realice un ensayo sobre la evolución de la relativa institucionalización del concepto de Economía Solidaria. UN ANCESTRO DE COOPERACIÓN Y AYUDA MUTUA


En su obra, Los caminos de la economía de la solidaridad , el investigador chileno Luis Razeto, al referirse al contenido solidario de las economías indígenas, se pregunta si tiene sentido hoy un proceso de recuperación de formas económicas tradicionales, pues ¿no implicaría ello un retorno a un pasado de pobreza y estancamiento? Razeto puntualiza que el subdesarrollo y la pobreza en que viven actualmente los pueblos indígenas es, en gran parte, atribuible al hecho de que las formas económicas capitalistas los llevaron a una integración apenas parcial y subordinada en los mercados modernos, al mismo tiempo que a la desarticulación de sus formas tradicionales, con el resultado de que no han llegado a contar con los beneficios y oportunidades de aquellas ni de éstas. Y agrega: “se trataría, en lo fundamental, de revalorizar y dar nueva vida a las formas de organización y a los contenidos sustanciales de aquellas economías, que dan un sentido particularmente humano y comunitario al trabajo, la tecnología, la propiedad y la distribución, pues tales aspectos son precisamente los que hacen de las economías originales de los pueblos indígenas expresiones cabales de economía de solidaridad y trabajo”. Pero ese pasado indígena no sólo está presente en las comunidades nativas, sino, como en el caso colombiano, en amplios sectores campesinos de ancestro indígena y mestizos que aún conservan muchas de esas formas solidarias de sus antepasados. Al arribo de los españoles, el actual territorio colombiano estaba, para la época, densamente poblado por diferentes culturas indígenas que tenían diversos grados de desarrollo. Entre ellas, se destaca el mundo chibcha, por su nivel cultural, su elevada población y por estar asentado en territorios en los cuales se conformarían, a lo largo de la Colonia, los primeros núcleos poblacionales que servirían de eje a la vida política, social y económica del país. Entre las grandes culturas americanas, predominó lo que la investigadora María Eugenia Martínez calificó como el “modo de producción ame-




ricano”, que se diferencia de los modos de producción que se sucedieron en la Europa mediterránea: comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo y capitalismo. El modo de producción americano se caracterizaba por que las grandes sociedades precolombinas se encontraban en un estadio de civilización agrícola pura, ya que no conocieron la ganadería o pastoreo que representó, en el Viejo Mundo, la primera gran división social del trabajo. La cultura chibcha, en consecuencia, tampoco utilizaría animales en labores agrícolas ni transporte de carga. Además, los pueblos de América, por razones de orden geológico, no alcanzaron a conocer la metalurgia del hierro, pues el material ferroso se encuentra a grandes profundidades, lo que dificulta su extracción. En cambio, sí fueron unos reconocidos expertos en la minería del oro y en la orfebrería. Las circunstancias anteriores, la ausencia de animales de carga y traba jo y el desconocimiento de la metalurgia del hierro, esencial para la fabricación de herramientas de calidad, hicieron que el fundamento de su producción agrícola y la construcción de obras públicas y arquitectónicas se basara en la más pura ayuda mutua y cooperación, pues no existió una marcada división del trabajo, a excepción de algunos oficios. Como consecuencia de la baja productividad y la alta densidad demográfica, surgiría una organización social para orientar y controlar la producción y el consumo y garantizar la cooperación. Los hechos anteriores impidieron el surgimiento de la propiedad privada sobre los medios de producción, al igual que de las clases sociales. La organización social comunitaria permitió que, aun cuando los instrumentos de trabajo fueran toscos y poco durables, las necesidades vitales de las sociedades indígenas fueran plenamente satisfechas y quedaran remanentes para el intercambio y el almacenamiento. Sin embargo, la cooperación que se registraba entre las grandes culturas indígenas iba más allá de la cooperación simple de los pueblos primitivos, pues ya existía una organización política y social compleja. En ese mundo indígena, que tan profundamente palpita en la vida colombiana, hunden sus raíces diversas formas de cooperación que existen en nuestra sociedad en el agro y en los sectores pobres y marginales de las ciudades, tales como la minga, el convite y la acción comunal, esta última fundamentada en las dos anteriores.



La minga es el trabajo en común realizado por los miembros de una


comunidad (barrio o vereda), en beneficio colectivo para la construcción de obras tales como caminos, puentes o acueductos. Constituye una clara expresión de la cooperación. Los convites son también reuniones para el trabajo mancomunado de un grupo de vecinos, en beneficio de uno de ellos, con el fin de contribuir a la construcción de su vivienda o prestarle ayuda en la recolección de una cosecha. Es, pues, una muestra de la ayuda mutua. Para las 82 etnias indígenas colombianas, las expresiones de economía solidaria constituyen el mejor camino para dinamizar su vida social y la reafirmación de sus valores culturales: lenguas y dialectos, creencias y mitología, ritos y costumbres y sus propias formas de gobierno. Los resguardos y reservas indígenas ofrecen un marco legal y social favorable para impulsar actividades productivas y mejorar las condiciones de vida de sus moradores, a través de las empresas autosugestionarias que pueden servir, además, de instrumentos para afianzar sus formas de gobierno: cabildos, consejos de ancianos, cacicazgos, capitanías y matriarcados, entre otros. La organización colonial se superpuso a la autóctona y se abrió camino la explotación del indígena sobre la base de sus clanes, tribus y jefes naturales. A pesar de la violencia de la conquista y la colonización, los españoles procuraron, tanto como fuera posible, no romper el cordón umbilical que ligaba al indígena con sus ancestrales instituciones, pues el objetivo no era aniquilarlo, sino explotarlo. De ahí, surgirían instituciones fundamentadas en el trabajo colectivo como la encomienda, la mita y el resguardo. Las propiedades colectivas

A lo largo del período colonial se institucionalizaron diversas formas de propiedad colectiva como los ejidos y las sabanas comunales. Los ejidos eran terrenos de uso común, ubicados cerca de los poblados o en lugares que servían de parada y descanso en las largas jornadas y en los que podían pastar los ganados vacuno y caballar de los vecinos o de quienes transportaban carga o conducían ganados. Hasta hace pocos años, aún se conservaban los ejidos en muchas localidades colombianas, pero la actividad urbanizadora y las presiones de los terratenientes los convirtieron en propiedad privada.


Manual de Cooperativismo y Economía Solidaria

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