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Madres, mujeres mujeres y amantes… Usos y sentidos de género en la gestión cotidiana de las políticas de salud. Seudónimo: Judith IRIS.
Marzo de 2009.
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Palabras Clave: Género-Políticas Públicas-Salud. Resumen: A través del análisis de términos nativos como Mujeres, madres madre s y amantes la tesis busca dar cuenta de los sentidos de género presentes en las relaciones entre destinatarios y agentes estatales en la implementación de las políticas públicas en un centro de salud de un barrio de la periferia urbana de la ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires (Argentina). Mientras que los programas y los agentes estatales que los implementan, reconocen a las mujeres principalmente por su rol de “madres”, seguir el punto de vista de estas últimas nos permitió ver có mo articulan este rol con otros, o tros, cómo significan el e l ser “mujeres” y cómo, la maternidad, al ser pensada como requisito para acceder a las políticas, nos obligó a profundizar el análisis del modo en que las destinatarias representan este rol ante los agentes estatales. Entendemos que comprender la implementación de una política desde el cotidiano de una agencia estatal es una vía de acceso relevante al estudio de cómo se organiza y funciona el Estado y cómo es definido y cómo se manifiesta manifiesta en el curso de la vida vida de las personas. Por eso, a lo largo de la tesis, nos enfocamos en el análisis de las interacciones cotidianas entre los agentes estatales que trabajan en un centro de salud y las destinatarias de las políticas que desde allí se implementan; considerando como “política de salud” a los programas y también, las prácticas administrativas y asistenciales. Mostrando el modo en que los agentes estatales gestionan las políticas, dimos cuenta de cómo las significan, considerando las trayectorias, formaciones profesionales y sociabilidad de los agentes como dimensiones claves del análisis.
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Palabras Clave: Género-Políticas Públicas-Salud. Resumen: A través del análisis de términos nativos como Mujeres, madres madre s y amantes la tesis busca dar cuenta de los sentidos de género presentes en las relaciones entre destinatarios y agentes estatales en la implementación de las políticas públicas en un centro de salud de un barrio de la periferia urbana de la ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires (Argentina). Mientras que los programas y los agentes estatales que los implementan, reconocen a las mujeres principalmente por su rol de “madres”, seguir el punto de vista de estas últimas nos permitió ver có mo articulan este rol con otros, o tros, cómo significan el e l ser “mujeres” y cómo, la maternidad, al ser pensada como requisito para acceder a las políticas, nos obligó a profundizar el análisis del modo en que las destinatarias representan este rol ante los agentes estatales. Entendemos que comprender la implementación de una política desde el cotidiano de una agencia estatal es una vía de acceso relevante al estudio de cómo se organiza y funciona el Estado y cómo es definido y cómo se manifiesta manifiesta en el curso de la vida vida de las personas. Por eso, a lo largo de la tesis, nos enfocamos en el análisis de las interacciones cotidianas entre los agentes estatales que trabajan en un centro de salud y las destinatarias de las políticas que desde allí se implementan; considerando como “política de salud” a los programas y también, las prácticas administrativas y asistenciales. Mostrando el modo en que los agentes estatales gestionan las políticas, dimos cuenta de cómo las significan, considerando las trayectorias, formaciones profesionales y sociabilidad de los agentes como dimensiones claves del análisis.
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INTRODUCCIÓN
Pág. 5
CAPÍTULO 1 ¿Madres o Mujeres con Hijos? La producción y actualización de categorías estatales vistas desde el cotidiano de un centro de salud. Pág. 32 CAPÍTULO 2 Estar entre Mujeres. Espacios de sociabilidad y resignificación de categorías estatales de parte de las destinatarias de políticas de salud. Pág. 76 Gabriela. Participación CAPÍTULO 3 Los Amores de Gabriela Participación en políticas de salud, intimidad y empoderamiento.
Pág. 107
REFLEXIONES FINALES
Pág. 141
BIBLIOGRAFÍA
Pág. 157
ANEXO
Pág. 170
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“La palabra escrita me enseñó a escuchar la voz humana, un poco como las grandes actitudes inmóviles de las estatuas me enseñaron a apreciar los gestos”.
Memorias de Adriano . Marguerite Yourcenar.
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[Escribir texto] Introducción: Progressivement, on me présente aux uns et aux autres, et j’entre dans leur histoire. Le temps passe et l’enigme s’epaissait un peu comme dans le romans de Chandler où l’on ne sait plus bien ce que le privé cherchait tellement il est absorbé par les personages qu’il côtoie. L’ethnologue lui aussi est pris à ce jeu. Il est partie prenante d’une intrigue qu’il ne maitrisse pas; et comme le privé, il n’en surtirá pas indemne. Affectivement aussi bien qu’intellectuelment, quelque chose s’est passé en lui qui contribue à la fabrication de la connaissance. Marc Abélès. (1995:70)
1- Primeras cuestiones. Esta tesis se propone analizar las relaciones entre agentes estatales y “destinatarios” de políticas de salud, relaciones que se ponen en juego y actualizan en el cotidiano de la implementación de esas políticas, en un centro de salud del Gran La Plata. En concreto, analizaremos el modo en que las políticas de salud reconocen a las mujeres y cómo éstas se sienten interpeladas por las mismas. A partir de ello, buscaremos analizar los sentidos de género presentes en la implementación de las políticas, es decir, los sentidos que agentes estatales y “destinatarios” actualizan en sus relaciones. Aludir a los usos y sentidos del género significa dar cuenta de las representaciones en torno del ser mujer 1, de la maternidad, de la importancia que ésta ocupa en las definiciones de los lugares legítimamente asignados a las mujeres en nuestra sociedad- lo que implica indagar también en el lugar legítimamente asignado a los hombres-. Se trata de conocer, por lo tanto, los distintos modos en que los actores significan, definen y valoran las relaciones entre los géneros. Nuestro punto de vista entonces estará centrado en estos actores y en la manera en que median e interpretan los contenidos de las políticas. Para ello, nos enfocaremos en el análisis de las interacciones cotidianas entre los agentes estatales que trabajan en un centro de atención primaria de la salud (CAPS) y las 1
Como veremos a lo largo de la tesis, “ser mujer” “mujer” y “mujeres” no se consideran como identidades esenciales dadas por el sexo ni remiten a sujetos individuales o colectivos específicos. Más bien, como de lo que se trata es de indagar en la forma en que estas categorías se construyen y significan para los distintos sujetos en los diferentes contextos, en general las consideraremos como categorías nativas y aclararemos, cuando sea necesario, su significación específica. Dada la frecuencia de enunciación de los términos, en general los utilizaremos sin comillas, salvo cuando hagamos explícitamente referencia a un uso nativo particular, que, como ya dijimos, será debidamente aclarado.
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[Escribir texto] “destinatarias” de las políticas que desde allí se implementan. Consideraremos como “política de salud” a todo lo que se hace en un centro de salud: los programas que los actores consideran como tales y que llaman por sus nombres, y también las prácticas administrativas y asistenciales que forman parte de su quehacer cotidiano. Entendemos que comprender la implementación de una política desde las relaciones cotidianas de quienes las implementan y quienes son “destinatarios” de las mismas, es una vía de acceso relevante al estudio de cómo se organiza y funciona el Estado y cómo es definido y cómo se manifiesta en el curso de la vida de las personas. Así, mostrando el modo en que los agentes estatales gestionan las políticas, daremos cuenta de cómo las significan, considerando las trayectorias, formaciones académicas y sociabilidad de los agentes como dimensiones claves del análisis. Dado que las “destinatarias” 2 de esas políticas son mayoritariamente mujeres, concentrarnos en ellas nos permitirá acceder a los diversos modos en que el Estado- encarnado en los agentes del centro de salud- las visualiza e interpela. Podremos reconocer en este proceso una de las muchas maneras en que las políticas interpelan a las mujeres: para ello, problematizaremos algunas de las diversas formas en que los programas construyen a las mujeres como “ciudadanas”3. Ahora bien, como planteamos más arriba, nuestro foco estará puesto en las relaciones entre agentes estatales y destinatarios/as; por lo que se prestará especial atención al modo en que los agentes estatales actualizan las categorías estatales, y a la manera en que las mujeres destinatarias experimentan y resignifican el modo en que son visualizadas e interpeladas por las políticas. Es importante aclarar que una de las ideas que propone este análisis es que las políticas de salud que se implementan en el centro de salud de nuestro estudio, visualizan e interpelan a las mujeres destinatarias en su rol de “madres”4 -es decir, en tanto que las 2
Preferimos referirnos al término “destinataria/o” en lugar de “beneficiario”, “usuario” u otros términos posibles, siguiendo con ello los sentidos y usos habituales de los actores. Dada la frecuencia con que este término se cita, a partir de aquí lo utilizaremos sin comillas. 3 Si bien escasa, en la letra de algunos de los programas que conforman las políticas de salud que trabajamos aquí se hace mención a los “ciudadanos” y la “ciudadanía”. Sobre esta cuestión, ver más en la página 15 de esta introducción. 4 Al igual que con el término “mujer/mujeres”, con el término madre aludiremos a los modos en que los distintos actores consideran qué es y debe ser una “madre”, por eso en general lo consideraremos un término
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[Escribir texto] mujeres estén en edad fértil y sean o puedan convertirse en madres-. Esto nos lleva a plantear la posibilidad de ver a la maternidad como un requisito para acceder a las políticas; al mismo tiempo que nos obliga a profundizar el análisis del modo en que las mujeres destinatarias representan este rol ante los agentes estatales. Así, teniendo en cuenta cómo ellas articulan el rol de madres con el que son interpeladas por las políticas con los otros roles de su vida cotidiana, podremos acercarnos a sus múltiples identidades y relaciones, poniendo especial atención a los contextos en que estas identidades se manifiestan y cobran sentido.
2- Algunas aclaraciones sobre la metodología y el desarrollo del trabajo. Esta tesis se basa en un trabajo de campo realizado en sucesivas etapas entre 2004 y 2007 en el centro de salud del barrio Península5 en el Gran La Plata. A partir de dicho trabajo de campo, se ha propuesto la utilización de una perspectiva etnográfica, considerando la etnografía como un enfoque, un método y un texto (Guber, 2004). Así, el enfoque y método etnográficos, nos han permitido mostrar el punto de vista de los actores, situacionalmente y desde una escala microsociológica; intentando dar cuenta de las diversas perspectivas nativas, hemos puesto de relieve los conflictos y disputas en torno a los usos y sentidos de determinados términos –en especial, como ya veremos, de los términos “salud”, “madre”, “mujer”6. Es importante decir que la relevancia dada a los puntos de vista de los actores, esto es, a lo que sucede en el campo, sin fijar apriorísticamente categorías de análisis o clasificaciones – es decir, la opción por una mirada holística que no delimita de antemano- hicieron posible el análisis que estructura esta tesis.
nativo, diferente de maternidad , con el que haremos referencia a cuestiones conceptuales en torno de este fenómeno como práctica e institución social –ver punto 7.1 de esta introducción. Dada la frecuencia con que “madres” será utilizado, y para no hacer engorrosa la lectura del texto, en general será usado sin comillas, salvo excepciones que serán debidamente explicitadas. 5 Los nombres de lugares y personas han sido modificados. 6 Como ya aclaramos en las notas 1 y 4, y dada la frecuencia con que serán enunciados estos términos -salvo cuestiones puntuales que serán debidamente aclaradas- dejaremos de usarlos entrecomillados. Vale aclarar que debido a su polisemia en el marco de esta investigación, nos referiremos a ellos como términos nativos. En general y salvo indicaciones puntuales, se utilizarán las comillas para dar cuenta de los términos tal como los usan los actores y cursiva cuando se haga referencia a conceptos teóricos y categorías e ideas del análisis.
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[Escribir texto] El argumento, que se despliega en tres capítulos, no se va desenvolviendo cronológicamente: más bien, hay idas y vueltas en el tiempo y volvemos al pasado una y otra vez, algo quizá esperable en un trabajo de campo que se desarrolló en sucesivas etapas entre 2004 y 2007. Pero lo importante es mencionar que el modo en que se despliega el argumento –con dichas idas y vueltas- se corresponde con el modo en que el mismo se fue gestando con una lógica propia del campo, en nuestra propia experiencia. Así, comenzamos haciendo pie en el centro de salud, podríamos decir, desde una visión estatalista, que busca comprender desde el punto de vista de los agentes estatales la dinámica cotidiana de las políticas de salud; para luego, muy de a poco, ir desligándonos de esa visión para seguir el punto de vista de quienes son destinatarios de las políticas y viven también, aunque desde otro lugar, el Estado a diario. En el capítulo 1, nos enfocamos en el centro de salud para analizar cómo se dan las relaciones entre agentes estatales y destinatarios en la implementación de las políticas, haciendo hincapié en el punto de vista de los primeros. Las políticas -considerando así tanto los programas como las acciones rutinarias y asistenciales que conforman la actividad cotidiana del centro de salud- delimitan una población objetivo –los destinatarios- y definen objetivos a lograr sobre dicha población. Ahora bien ¿Cómo se delimita esa población? ¿Quiénes son los destinatarios? ¿Según qué atributos se los define? ¿Qué objetivos se busca lograr sobre la población así definida? En el primer apartado del capítulo, intentaremos responder estas preguntas a través de la comprensión de las mediaciones que los agentes estatales -en su práctica cotidiana- operan sobre las clasificaciones que de la población hacen las políticas. Centrándonos en el cotidiano de estos agentes estatales, analizaremos sus trayectorias, formaciones académicas y sociabilidad, viendo que las mismas son centrales para comprender dichas mediaciones. A su vez, veremos que las relaciones entre agentes estatales y destinatarios son mayormente relaciones entre “mujeres”7: por un lado, las médicas, enfermeras y demás profesionales del centro de salud –obstétricas, psicólogas, trabajadoras sociales- y, por el otro, las personas que allí se atienden. A partir de nuestra investigación, dimos con la categoría “mujer bajo programa” –o directamente “bajo 7
Aquí las comillas refieren al hecho de que tanto unas y otras –agentes estatales y destinatarias- a pesar de sus diferencias, se reconocen a sí mismas y a las otras como “mujeres”.
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[Escribir texto] programa”-, cuyo análisis nos permite ver el modo en que los agentes estatales interpelan a las destinatarias de las políticas como madres; al mismo tiempo que hace posible la pregunta sobre si la maternidad puede ser pensada como un requisito para acceder a las políticas. Ahora bien, estas políticas de salud, así como las prácticas concretas de los agentes, están inspiradas en ideas sobre lo que la salud debe ser, y en concreto –dado que estamos en un centro de atención primaria a la salud- lo que la Atención Primaria de la salud (APS8) debe ser. Por eso, en el segundo apartado, y a partir del análisis de una serie de eventos, pondremos en escena un conflicto que se dio en la primera etapa de nuestro trabajo de campo y que nos permite comprender los distintos sentidos dados al término salud, o más bien, la idea de salud como término en disputa. En el capítulo 2 analizaremos las relaciones entre agentes estatales y destinatarias, pero desde el punto de vista de estas últimas. Para ello, saldremos del centro de salud, ya que consideramos apropiado analizar sus puntos de vista contextualmente, por lo que veremos a estas destinatarias tanto en la sala de espera, como también en sus vidas cotidianas en el “barrio”9, un barrio recientemente urbanizado, de población humilde, surgido a partir de la autoconstrucción de viviendas de parte de una comunidad toba. Así, siguiendo la trayectoria de una mujer que fue “promotora” de salud, nos detendremos en el análisis de la experiencia de promoción de salud –ocurrida en la primera etapa del trabajo de campo- para dar cuenta, en principio, de las relaciones con los agentes estatales en aquel entonces. Al mismo tiempo que la mencionada experiencia era valorada por las mujeres del barrio como un “compromiso”, en el análisis observamos cómo ellas pueden ser vistas como mediadoras entre lo estatal (las políticas municipales y el centro de salud) y lo comunitario (el barrio). El haber sido “promotoras” de salud fue un hecho clave en la vida del grupo de destinatarias, lo cual queda de manifiesto en sus constantes opiniones y alusiones a temas de “salud”10 que no son visualizados como tales por los agentes estatales del CAPS y que emergen como preocupaciones comunes y recurrentes en el espacio “entre 8
Atención Primaria de la Salud: estrategia de atención que privilegia el primer nivel de atención y un enfoque preventivo y social. Profundizaremos en ello en el capítulo 1. 9 “Barrio” también es un término nativo, por el cual los actores se refieren a la localidad donde viven. De aquí en más, sin comillas. 10 Hacemos referencia a la expresión “temas o problemas de salud” utilizado por los actores del barrio para hacer referencia a un importante universo de problemas que, según ellos, el centro de salud debiera atender y no atiende.
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[Escribir texto] mujeres”11 que se genera en el barrio. Por eso, para finalizar el capítulo, mostraremos cómo emerge un “nuevo proyecto de salud” y cómo, a partir de este proyecto, podemos volver a mirar las relaciones con los agentes estatales del centro de salud, pero desde un lugar diferente: desde fuera de la “salita”, desde ese espacio entre pares que nos permite mostrar que, en las relaciones entre agentes estatales y destinatarias – relaciones “entre mujeres”se manifiestan también las diferencias entre unas y otras. Estas diferencias dan por tierra con las ideas de una supuesta solidaridad intragénero, y acentúa entre otras, la alteridad de clase. Al mismo tiempo, es en ese espacio “entre mujeres” donde empiezan a surgir cuestiones que comenzarán a mostrarnos otros aspectos de sus vidas. Algunos de esos otros aspectos, vinculados a las relaciones amorosas, la sexualidad, la picardía y el humor, serán analizadas con mayor profundidad en el capítulo 3, donde, a partir del estudio de una trayectoria, en este caso, de Gabriela, otra “promotora”, estas cuestiones cobran vital importancia. Una confidencia de Gabriela nos mete de lleno en su intimidad , lo que nos obliga a reflexionar en primer lugar, sobre esta esfera; y en segundo lugar, sobre las relaciones entre ésta y aspectos que a priori, no considerábamos que pudieran estar vinculados con la misma. Así, en este capítulo, mostraremos cómo las experiencias íntimas de nuestra informante nos permitieron echar nueva luz a su relación con los agentes estatales y su misma participación en políticas. A partir de allí, revisitamos un concepto siempre presente en las políticas públicas como es el de empoderamiento 12, para ponerlo a dialogar con la experiencia de esta mujer que, en principio, puede ser considerada una mujer empoderada. En esta parte del trabajo surgen dos categorías, “señora” y “puta”, que junto con la categoría “madre”, tan presente como vimos en el modo en que mujeres como Gabriela son interpeladas por las políticas estatales, nos permiten dar cuenta del modo conflictivo en que mujeres como ella, articulan sus diversos roles, se reconocen y son reconocidas. Con el capítulo que cierra la tesis, quisimos mostrar la importancia del enfoque etnográfico que, con su insistencia en la perspectiva holística, permitió dar cuenta de esferas que enriquecieron el análisis y que a priori –insistimos- no 11
“Entre mujeres” o “de mujeres” son los modos en que los actores refieren a esos espacios de encuentro, delimitándolos de otros espacios de circulación y/o pertenencia. 12 Baste decir por ahora que con empoderamiento queremos hacer referencia al proceso por el cual un individuo adquiere mayor control sobre su vida, en general debido a un proceso de participación social que incrementó sus niveles de autonomía (León, 1997). Para ver más, punto 7.2 de esta Introducción.
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[Escribir texto] habían sido consideradas; esferas como la intimidad, que nos permitieron realizar otra mirada de las políticas públicas –en especial, las de salud- lo cual nos hizo pensar en la posibilidad de ciertos resultados inesperados de las mismas en la vida y subjetividad de los destinatarios.
3- De cómo comenzó este trabajo. La investigación que dio origen a este trabajo partió de mi interés por conocer una experiencia de participación de un grupo de mujeres de un barrio periférico como “promotoras” de salud. En un principio, dicha investigación estaba fuertemente permeada por supuestos sociológicos; a lo que debe sumarse que, en el caso de los estudios de políticas sociales y pobreza –como en tantos otros- existe una importante intersección entre las categorías teóricas y las estatales, por lo que es común que se “confundan” en la práctica de investigación, unas y otras. Por todo ello es que, partiendo de mi supuestos sociológicos, yo quería ver cómo estas mujeres, que había categorizado como “jóvenes” y “pobres”, vivían aquella experiencia junto con médicos y personal de un centro de salud. Siguiéndolas durante la realización de las “capacitaciones” y actividades “en terreno” pude apreciar la valoración que hacían de su labor de “promotoras”, lo que –muy influida por los estudios de génerome llevó a preguntarme si esta forma de participación en políticas públicas podía pensarse como un proceso de empoderamiento. Sin embargo, transcurrido algún tiempo de mi estancia en el campo, comencé a darme cuenta que ni las categorías sociológicas que yo había utilizado a priori –“pobres”, “jóvenes”- servían para dar cuenta de cómo ellas se veían, ni que el empoderamiento como resultado esperado de las políticas servía para describir el proceso complejo y problemático que estas mujeres vivían a partir de sus experiencias de participación comunitaria. A partir de entonces me di cuenta de la importancia del campo como instancia de conocimiento, por lo cual comencé a investigar siguiendo una perspectiva etnográfica, que permitiera darle relevancia a los puntos de vistas de estas mujeres -que claramente- se
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[Escribir texto] resistían a ser enmarcados sin más en mis categorías teóricas. Al mismo tiempo que la experiencia de promoción de salud se fue desmantelando por diversas causas (que se relatan en el capítulo 1), comencé a centrarme en la vida cotidiana de estas mujeres, donde aquella actividad, por su importancia, me permitía entender algunas otras dimensiones que habían pasado inadvertidas en mi primer análisis. Así, pude ver la manera en que ellas se relacionaban con el personal del centro de salud y través de ellos, con las políticas públicas, de las que eran destinatarias como sus pares, “amigas”, parientes y “vecinas”; pude acceder a comprender sus relaciones con estas personas, las similitudes y las diferencias que señalaban; sus relaciones familiares y cómo éstas se transformaban a la luz de su experiencia de participación. El proceso que estas mujeres habían vivido a partir de ser “promotoras” de salud me dio la posibilidad de ver otra cara de las políticas: el modo en que éstas se experimentan en las vidas cotidianas de los destinatarios y cómo pueden transformar esa cotidianeidad desde lugares inesperados para la propia política pública; cómo las relaciones que las destinatarias mantienen con los agentes estatales que las implementan -relaciones que no son ni enteramente burocráticas ni enteramente personalizadas- producen modificaciones en unos y otros, modificando así la acción estatal en el centro de salud en el que unos trabajan y al que otros asisten. Situar la mirada en estas relaciones, me llevó a plantear el problema sobre el modo en que las políticas públicas de salud reconocen a las mujeres y cómo éstas se sienten interpeladas por las mismas. Este planteo implica una reflexión sobre las maneras en que el Estado visualiza –nombra, clasifica, interpela- a “la mujer” y/o “las mujeres” 13; reflexión que permite al mismo tiempo ver cómo se construye su ciudadanía a través de políticas y agentes estatales específicos. Vale aclarar que en las políticas de salud, en aquellos programas que están dirigidos a la población en general14, existe, a pesar de la lógica de la focalización, una apelación a la 13
Hacemos referencia aquí a los modos en que las políticas mencionan “la mujer” como una identidad esencial o el “mujeres” como una identidad colectiva que no precisa mayores explicitaciones. 14 Aquí seguimos la lógica del campo, según la cual los programas dirigidos a la población general o “más universales” son aquellos que se orientan al fomento de la salud y se oponen a los programas específicos dirigidos a una población delimitada por una problemática de salud particular –como puede ser “diabéticos”, “portadores de VIH”, “hipertensos”, entre otras.
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[Escribir texto] categoría de “ciudadanos/as”. A pesar de la constante especificación de una “población de riesgo”, que se define en base a atributos específicos, también existe en la letra de los programas una apelación a los “ciudadanos y ciudadanas” y una recurrente mención a garantizar “los derechos de la salud de todos”. Es por ello que hacemos referencia, siguiendo la perspectiva estatal, a la construcción de “ciudadanía”. Sin embargo, este aspecto discursivo no está presente en los usos de los agentes estatales de nuestro CAPS, donde predominan los términos que hacen referencia a la focalización de las poblaciones y la enunciación de los “destinatarios” según atributos específicos.
La cuestión de género, que yo había planteado en un comienzo como una dimensión importante del análisis también fue modificándose durante la realización del trabajo de campo. En una primera instancia, al preocuparme por dar visibilidad y poner de relieve el punto de vista de las mujeres en las políticas públicas de salud, yo intentaba aplicar a mi trabajo la perspectiva de género. Pero luego me di cuenta que dicha perspectiva, como esfuerzo por dar cuenta del lugar subordinado de las mujeres, formaba parte del campo, ya que había perspectiva de género en algunas de las capacitaciones dadas a las “promotoras” y en las políticas de participación en salud –ya que a través de “la formación, involucramiento y posterior empoderamiento de los sujetos sociales”, se busca lograr “mayor equidad”-. Más bien, al abordar antropológicamente un proceso concreto de supuesto empoderamiento, lo que mi análisis debía hacer era dar cuenta de cómo se significaba el mismo en el entramado concreto de actores del estudio –actores estatales y no estatales- y cómo los mismos consideraban y se representaban el lugar de “la mujer”15. Siguiendo el planteo de Henrietta Moore (1999), más que perspectiva de género, mi análisis buscó, a través de los usos y sentidos de género de los actores, ver el modo en que los mismos conciben a las mujeres, volviéndose la categoría singular –“la mujer”- una categoría cuyos sentidos es necesario desentrañar y no un referente empírico o un sujeto social concreto. Así, tal como plantea Laura Masson (2007) para su trabajo con las
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Es usual, sobre todo entre los agentes estatales, referirse de modo abstracto a “la mujer”, “el lugar de la mujer”, “el rol de la mujer”; por lo general, este tipo de enunciado en singular introduce una visión normativa y, la mayoría de las veces naturalizada, del “ser mujer”.
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[Escribir texto] feministas, “mujer/mujeres” no son términos que explican nada; a lo largo de este trabajo su mención precisa ser comprendida cada vez. Ahora bien, dado que intentábamos dar cuenta del modo en que las políticas reconocen e interpelan a las mujeres desde un centro de salud, se fue volviendo esencial acotar un momento específico de esas políticas, por lo que decidimos recortar el análisis al momento de la implementación, llevada a cabo por agentes estatales concretos. Así, los datos sobre sus trayectorias, sus formaciones académicas y perfiles profesionales, el modo en que actuaban en el cotidiano del centro de salud -todos datos que habían surgido del campo- se volvieron centrales a la hora de comprender la implementación de las políticas, esto es, la puesta en acto, a diario, del Estado. De este modo, este trabajo, además de aportar conocimiento específico sobre un centro de salud de un barrio particular, nos muestra la dinámica de las interacciones entre agentes estatales y destinatarios de políticas; por lo que, al plantear cuestiones e interrogantes surgidos en el campo, pensamos que contribuimos a una reflexión más amplia que busca, desde el análisis de casos en profundidad y escala microsociológica, construir miradas sobre el funcionamiento de lo estatal que informen de su dinámica concreta y cotidiana. Con esto, comenzamos a enmarcar esta tesis en una serie de discusiones y reflexiones de las ciencias sociales, discusiones con las que esta tesis busca dialogar y reflexiones a las que aspira a contribuir.
4- El punto de vista etnográfico aplicado al Estado. Consideramos que la perspectiva de analizar las políticas estatales desde el momento de la implementación, pensando a sus agentes como participando de un entramado de relaciones e influencias que condicionan el desarrollo de la política a escala local, puede ser solidario de la mirada que propone la antropología social. En este sentido, adherimos a la propuesta de que “El conocimiento adquirido sobre la política y lo político gracias al abordaje etnográfico, debiera poner a la antropología social en diálogo con los abordajes de la sociología política, la ciencia política y la historiografía” (Frederic y Soprano, 2008: 173)
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[Escribir texto] Los primeros planteos acerca del objeto de la antropología de la política coincidían con un conjunto de formas sociopolíticas bien delimitadas en el tiempo -lo arcaico- y en el espacio -lo lejano- (Abélès, 1995). Los desarrollos posteriores buscaban estudiar las formas de las relaciones políticas en sociedades que, desde los puntos de vista de los antropólogos metropolitanos, eran tradicionales. Justamente, en algunas de esas sociedades la antropología de la política se desarrolló con un enfoque que comprendía la tradición inaugurada por Evans Pritchard y Meyer Fortes, buscando dar cuenta de su especificidad a partir del estudio del modo en que se configura lo político en cada sociedad, pero sin plantearlo a priori un campo específico. En este sentido, son inspiradores los trabajos del NuAP (1998) en Brasil y sus influencias en la Argentina, por ejemplo, Balbi y Rosato (2003)16. Ahora bien, si es importante no determinar a priori un dominio de lo político, sí es importante pensar su especificidad, sobre todo a la hora de intentar comprender el Estado, la burocracia y las políticas estatales. Para ello es preciso traer a consideración algunos de los trabajos que han intentado pensar la génesis del Estado en cada sociedad en particular: esto es, el modo en que la organización burocrática se va estructurando históricamente (Bourdieu, 1997); el modo en que el Estado moderno emerge, paulatinamente, de configuraciones particulares de relaciones sociales, sobre las que se asienta y muchas veces lo determinan (Elias, 1989). Esta insistencia en lo paulatino y lo específico, así como el acento que ambos autores dan a las relaciones y conflictos sociales en el proceso, nos muestra que para comprender el Estado es preciso verlo en movimiento, comprender su génesis, y también su actualidad descartando esencialismos como “el gobierno”, “la burocracia”, “el estado”, para lo cual es importante dar cuenta de la dinámica estatal concreta (Herzfeld, 199317). Esto es preguntarse por el Estado dando una mirada a ras de los hechos, para poder responder así cuál es el estatus del poder político en nuestras sociedades, cómo se institucionaliza, a qué espacios se circunscribe, qué rituales moviliza (Abélès, 1995). Así, vemos que el análisis del funcionamiento de las agencias estatales y lo 16
Para un análisis de la influencia de la antropología brasileña sobre el campo de estudios de la antropología de la política en Argentina, véase Frederic y Soprano (2008). 17 Michael Herzfeld se pregunta: “can we even speak of “The state”, or is that entity in turn a construct deployed by certain manipulative individuals to legitimize their authority”? (1993:1).
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[Escribir texto] que hacen allí las personas implica además, poner de relieve los aspectos simbólicos con que el Estado se manifiesta.
La propuesta de pensar al Estado en concreto, nos obliga a una reflexión que deje de pensarlo en singular y comience a pensarlo en plural (Soprano, 2007). Y para el estudio de este Estado en plural, o más bien, de sus diversas agencias, considero muy importante el punto de vista de Frederic y Soprano (2005), quienes plantean que uno de los principales aportes que puede dar la antropología social al estudio de la cultura y la política en las sociedades nacionales, es la mirada etnográfica -siguiendo a Guber (2004), con la idea de etnografía como enfoque, método y texto-. En esta línea, la presente tesis busca aportar a la serie de estudios que, desde una perspectiva etnográfica, estudian las políticas, el Estado y la administración pública; estudios que conforman un campo en construcción que trabaja sobre una variedad de metodologías y abordajes (Souza Lima, 2002) y que, en términos generales, se plantea un “encuentro dialéctico” (Abélès, 1995) con los otros modos de pensar el campo de la política, el Estado y las instituciones, que son los que hasta el presente han sido hegemónicos en el área. Pensar al Estado en plural es ir contra las ideas homogeinizadoras que oscurecen la comprensión de las agencias e instituciones estatales y gubernamentales, cada una de las cuales tiene su propia especificidad política y jurídica (Mendes de Miranda, 2005). Se trata entonces de comprender la especificidad de las agencias estatales; y al mismo tiempo, recuperar la diversidad de esas mismas agencias, que se encuentran atravesadas por distintas tradiciones que enraízan de manera particular con el Estado. Además de mostrar la diversidad de agencias, el punto de vista etnográfico puede ayudarnos a dar cuenta de la pluralidad de conductas que se dan entre los individuos que conforman esas agencias; pluralidad que debe buscarse, entre otras cosas, en sus diferentes identidades, trayectorias, sociabilidad y formaciones académicas (Soprano, 2006). Así, la comprensión de estas instituciones debe hacerse desde la cotidianeidad, plano en el que se sitúan las transformaciones de las reglas “frías” del Estado en prácticas modeladas según el “calor” de los criterios de trabajo de los agentes estatales de dichas instituciones y agencias
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[Escribir texto] (Badaró, 2002). Es desde la cotidianeidad, por lo tanto, que se pueden mostrar
las
múltiples determinaciones que operan sobre esos criterios; múltiples determinaciones que deben su existencia a modas intelectuales, saberes, formaciones, tecnologías e ideologías que es necesario conocer y que, de modo concreto, son entendidas y apropiadas por los agentes estatales inspirados en ellas (Pantaleón, 2004; Soprano, 2006) Al mismo tiempo, el plano de lo cotidiano nos sitúa en las interacciones entre burócratas y usuarios (Borges, 2005), portadores de problemas y solucionadores de problemas (Pantaleón, 2004), los agentes de uno y otro lado del mostrador -todos al fin y al cabo son ciudadanos, diría Herzfeld- prestando especial atención a los conflictos, las prácticas, los intercambios y las modificaciones que estas interacciones provocan en la vida de unos y otros. Esto último nos sitúa en un plano que obliga a mirar cómo las diversas agencias y políticas
construyen clasificaciones que crean identidades socialmente
legítimas, cómo los individuos manipulan dichas identidades, variables y categorías estatales y, al mismo tiempo, las transforman –uno de los mejores ejemplos en este sentido es el que da Antonadia Borges (2005) con el tiempo de Brasilia-. Poner el acento en las relaciones entre gobernantes y gobernados, entre usuarios y funcionarios, entre las identidades socialmente legítimas y la manipulación de las mismas, es un modo fructífero de resaltar la permeabilidad del Estado en sus vinculaciones con la sociedad ( Marques, 1999; Vecchioli, 2007). Así, se puede comprender, por ejemplo, cómo se establecen los problemas sociales a ser solucionados por las políticas; es decir, cómo determinados actores tienen el poder, las relaciones y la influencia para hacer entrar “su problema” en la agenda pública. “¿Acaso el sentido común que organiza esta visión y división del mundo, que diagnostica los problemas y los jerarquiza en el interior de la agenda pública, reservando su tratamiento para los distintos niveles de gobierno –nacional, provincial, municipal-, y/o para los diferentes sectores de la sociedad –empresarial, sociedad civil, científicos, entre otros- su tratamiento, no es parte de un proceso de configuración política?”, se preguntan Frederic y Soprano (2005:51), resaltando una vez más el aporte que a esta cuestión puede brindar la antropología social.
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[Escribir texto] Esta perspectiva que proponemos para comprender al Estado no se limita a un tipo de abordaje disciplinar –el antropológico- sino que, al tratarse de un enfoque y una metodología (Guber, 2004) ha sido aplicado a la investigación historiográfica y de archivo. Así, el enfoque etnográfico enriquece el diálogo en un campo de estudios donde otras disciplinas -que más tradicionalmente se han ocupado del Estado- comienzan a privilegiar la escala microsociológica para dar cuenta del funcionamiento del mismo en la vida cotidiana (Soldano, 2009; Peremilter, 2007). A su vez, diversos estudios inspirados en la microhistoria, han comenzado a hacer su aporte, por ejemplo, a la comprensión de la formación del Estado en Argentina, generando trabajos que ponen en discusión algunas de las hipótesis consagradas dentro de la historia nacional18. En síntesis, a partir de trabajos empíricos fundados en el microanálisis de instituciones, situaciones y relaciones, lo que se propone esta forma de mirar y ver al Estado, tanto en el presente como en el pasado, es establecer un diálogo entre las categorías nativas del campo y las categorías teóricamente informadas del analista, mostrando que los términos que se usan para entender las políticas, las agencias, el Estado, deben ser siempre contextualmente situadas (Borges, 2005). Así, queriendo aportar a este campo de estudios, buscamos reconstruir las lógicas que dan sentido a las prácticas de los agentes estatales como un modo de comprender el funcionamiento del Estado desde abajo, es decir, en las perspectivas y experiencias de sus propios actores y de las denominadas “poblaciones destinatarias” de las políticas públicas, evitando caer en visiones reificadoras, que lo piensan como un actor con voluntad propia, homogéneo y racional; o visiones puramente estatalistas, que ignoran las influencias de los actores sociales en la acción estatal y la capacidad de los mismos de modificar y/o resistir dicha acción. Por esto consideramos que este trabajo puede aportar a esa nueva mirada de las agencias estatales desde lo que efectivamente son y hacen para quienes las componen y las producen a diario, lo que permite, sin dudas, una mejor comprensión -no apriorística ni normativa- del fenómeno estatal y la forma en que se manifiesta en la vida –en lo cotidiano, en lo íntimo- de los hombres y mujeres. 18
Por ejemplo “aquella que postula la definitiva imposición del Estado argentino sobre otras formas de autoridad y legitimidad a través de la sistemática y coherente política de dominación social en las postrimerías del siglo XIX” (Bohoslavsky, 2009)
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[Escribir texto]
6- Entre la antropología médica y los estudios sociales de la salud. En este trabajo nos centraremos en las políticas públicas de salud. Una definición del propio campo de la salud dirá que políticas de salud “son aquellas que buscan establecer prioridades e involucran la definición del rol del Estado en la salud; por lo que una política de salud implica la definición de la salud como un problema público en el cual el Estado asume un rol activo y explícito, a partir de allí se establecen derechos y deberes […]” 19. Como vemos, esta definición da por sentado qué es la salud; por eso, a los fines de seguir situando esta tesis en el marco de sus interlocutores, nos interesa comenzar retomando algunos planteos de la antropología en referencia a la atención de la salud y la enfermedad, planteos que buscan justamente indagar en los sentidos dados, por los distintos actores sociales, a dichos términos. No podemos dejar de mencionar los aportes que la antropología médica ha proporcionado en tal tarea, especialmente respecto a la comprensión histórico social de la salud, de los padecimientos, los modos de atención y cuidado, de las maneras de percibir, connotar y tratar al dolor, la enfermedad y a los enfermos (Boltansky, 1970; Herlizch y Pierret, 1989; Perdiguero y Comelles, 2002; Menéndez, 2003). Así, para algunos de estos autores la enfermedad puede ser abordada como un fenómeno social total en el sentido propuesto por Marcel Mauss20 (Herzlich y Pierret, 1989); y por eso mismo, el proceso salud enfermedad atención es visto desde un punto de vista estructural “por lo cual la atención de la enfermedad expresa las características de la sociedad en la cual se desarrolla y opera” (Menéndez, 2005: 10). Cabe destacar que a la antropología médica no le interesa partir de una noción normativa de lo que se considera la salud (Damiani, 1973), sino relevar los sentidos que los distintos pueblos y grupos dan al término. El acento de este tipo de análisis está puesto en el punto de vista de quien padece una enfermedad -lo que se conoce como punto de vista profano del enfermo- (Conrad, 19
Módulo 5 “Políticas de salud” Programa de Posgrado de Médicos Comunitarios. Ministerio de Salud y Ambiente de la Nación. 2005. 20 “Los hechos sociales totales ponen en juego a la totalidad de la sociedad y de sus instituciones (potlach, clanes enfrentados, tribus que se visitan, etc) […] Estos problemas son al mismo tiempo jurídicos, económicos, religiosos e incluso, estéticos y morfológicos.” (Mauss, 1979: 259)
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[Escribir texto] 1982); y también en el modo en que distintas técnicas médicas -sea de la biomedicina o de las medicinas tradicionales y/o alternativas- se actualizan y usan en las diferentes poblaciones. Nuestro análisis, en cambio, no se centra en el enfermo o en la relación de éste con el médico, sino en los modos en que distintas nociones sobre lo que es y debe ser la salud se ponen de manifiesto en las disputas y conflictos de sentido en el cotidiano de quienes implementan políticas de salud – que como sabemos, no son siempre médicos- y quienes son sus destinatarios. Uno de los desarrollos más importantes de la antropología médica en nuestro continente es la crítica al saber de la biomedicina, plasmada en lo que Eduardo Menéndez ha denominado Modelo Médico Hegemónico (a partir de aquí, MMH)21. Como dispositivo analítico que busca dar cuenta de las características principales de un tipo de saber -el biomédico-, la idea de MMH ha generado una mirada crítica que ha sido muy fructífera a la hora de remarcar, por ejemplo, el acento en el bioligicismo del modelo médico. Sin embargo, el uso categórico del concepto sin mayores explicitaciones contextuales, tal como ha sido utilizado con frecuencia, no permite comprender las lógicas específicas del campo médico o, por qué –a pesar de las críticas- el modelo sigue siendo hegemónico. Por ello, nuestro punto de vista es que el planteo de Menéndez puede servir como modelo para luego analizar, situacionalmente y en la red de relaciones de los agentes que conforman cada campo, cómo el saber biomédico se incorpora, actualiza, reinterpreta, modifica y reproduce. Así, en nuestro caso, nos interesa ver cómo el mismo concepto de MMH en tanto crítica “erudita y progresista” al saber biomédico, es incorporado y apropiado por los actores que -formados en la biomedicina- buscan ser críticos de dicho saber. Así, es interesante el señalamiento de Mari Luz Esteban (2006) quien nos muestra, desde una perspectiva antropológica y feminista, cómo algunos rasgos del MMH, permanecen en el saber y la práctica de la medicina occidental –incluso entre los críticos del biologicismo- en la permanente alusión al sexo, en lugar del género. Para la autora, este 21
“Las principales características estructurales del Modelo médico son su biologicismo, individualismo, ahistoricidad, a sociabilidad, mercantilismo y eficacia pragmática…Es importante subrayar que el biologicismo articula el conjunto de los rasgos señalados y posibilita la exclusión de las condiciones sociales y económicas en la explicación de la causalidad y desarrollo de las enfermedades” (Menéndez, 2005: 12) – el resaltado es nuestro-. El artículo citado fue escrito y publicado por primera vez en 1978.
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[Escribir texto] es un modo de esencializar las diferencias físicas, olvidando que el sexo es una construcción histórico cultural y no algo que se “es”. Este rasgo del saber y la práctica médica, se encuentra muy presente entre los agentes estatales que implementan las políticas de salud. Por eso, contribuciones como la de Esteban, nos ayudan a mostrar cómo el dispositivo analítico MMH
puede ser abordado como una categoría nativa que es
apropiada por algunos actores de la salud pública y que les permite identificarse, diferenciarse de otros y criticarlos. Como ya dijimos, nuestro análisis no estará puesto puntualmente en el proceso de salud –enfermedad-atención sino que nos centraremos en el contexto en el que se desarrolla la atención que, además de estar determinado por cuestiones sociales y culturales –como lo señala la antropología médica-, debe ser situado institucionalmente en el marco de las políticas estatales, lo cual le da una especificidad central para nuestro análisis. Al respecto, nos parece muy acertado el planteo de Michel Foucault (1994) acerca de la necesidad de pensar la relación entre saber biomédico y Estado a partir de papel que en ella juega la medicina social. A partir de casos históricos, el autor estudia el desarrollo de la práctica y la profesión médica y su vinculación con las instituciones estatales encargadas, en sus propias palabras, “del gobierno de los cuerpos y las poblaciones”. Como ha sido señalado tantas veces, para Foucault el saber no existe fuera de las instituciones que lo hacen posible, por lo que el autor buscará las raíces y antecedentes de la medicina social –como saber- en el surgimiento de tres instituciones estatales europeas: el de la medicina estatal en Alemania, el de la medicina urbana en Francia y el de la medicina de la fuerza de trabajo en Inglaterra. Estos casos le permiten mostrar cómo se va constituyendo la esfera de la salud –la santé como un campo de intervención estatal, siendo la medicina el saber que justifica y posibilita esa intervención. Estos procesos demuestran para Foucault que la medicina como saber, como práctica y como instituciones- es, desde su mismo origen, una estrategia de biopolítica: es la medicina social la que posibilita la intervención estatal que busca manejar, gobernar, controlar, los cuerpos físicos que componen ese Estado, a saber, la población. Y esa medicina -incluso allí donde parece mas individualista, en el consultorio de un médico profesional liberal- es desde el principio e inevitablemente –esto lo remarcará el autor una y otra vez- una medicina social.
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[Escribir texto]
El planteo de Foucault nos parece interesante ya que muestra la inevitable relación entre el Estado y el saber médico. Sin embargo, nos gustaría aclarar que, nuestro enfoque, busca distanciarse de las lecturas foucaultianas que sólo hacen hincapié en el control social y el sometimiento de las poblaciones a la voluntad punitiva del Estado22. Nuestro punto de vista, desde un mirada microsociológica, busca entender el modo en que los agentes estatales, en sus acciones cotidianas- influidos por sus formaciones académicas y saberes, entre ellos, el saber biomédico- ejercen el gobierno de la población, dando vida al Estado en concreto; y para ello, en particular, nos hemos centrado en un espacio determinado de políticas que busca atender una gama de problemas que el mismo Estado ha clasificado como problemas de “salud”23. Como veremos a lo largo del trabajo, entender los contextos, por ejemplo, la formación y la trayectoria de una médica que trabaja a diario en un centro de atención primaria de la salud de un barrio periférico de una ciudad importante, es tan fructífero para entender una determinada política de salud, como evaluarla solamente por sus resultados, adjudicando sus “inevitables” falencias exclusivamente a un componente biologicista presente en la idea de salud que contienen las políticas públicas. Una vez situados en el campo de la salud estatal, es necesario mencionar los trabajos que desde una óptica general, han intentado dar cuenta de la historia de las distintas agencias estatales que se han encargado de la salud en nuestro país (Lobato 1996; González Leandri, 1999; Belmartino, 2005; Armus, 2005); así como también de los estudios que, tanto desde la sociología como desde la ciencia política, han intentado explicar los procesos de reforma aplicados al sistema de salud argentino (Danani, 2000; Villalba, 2006; Chiara, Medina y Miraglia, 2008). Estos trabajos muestran cómo se fue gestionado la reforma en el 22
Así, traemos la lectura de Foucault pero intentando no limitar nuestro análisis a las miradas como las que Ernesto Bohoslavsky describe en las imágenes del Estado de fin de siglo (XIX) predominantes en la historiografía argentina. El autor dice al respecto que “no tuvieron tanto éxito aquellos rasgos del corpus foucaultiano que procuraban mostrar la capacidad de los sujetos para resistir al tendido de esas “Redes” capilares de dominación. La preocupación de Foucault por la constitución de esos espacios de resistencia y de autonomía (individual o colectiva) no generó tanta atracción entre los investigadores como las –en apariencia- más fáciles de hallar instituciones de reforma, castigo y sujeción social tales como los hospitales, las cárceles y los manicomios.” (2005: 109) 23 Hacemos referencia aquí a la delimitación estatal sobre lo que es la “salud”.
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[Escribir texto] campo de la salud; el impacto diferencial que la misma tuvo en los distintos niveles del sistema; cómo fue implementándose desde los noventa la gestión por programas –centrada en las ideas de focalización, enfoque de riesgo y descentralización-; las consecuencias de este tipo de gestión para los recursos humanos, la calidad del nivel de atención y el estado de salud de la población. Consideramos que los mencionados aportes constituyen un marco general que sirve para comprender la implementación de políticas de salud y el funcionamiento general del sistema, por lo que pueden ser vistos como complementarios de un enfoque como el que proponemos, realizado en escala microsociológica y desde el punto de vista de los actores. En este trabajo, entonces, se estudiarán las perspectivas de los actores que forman parte del campo de la salud pública, pero prestando especial atención a los sentidos diversos que los mismos dan al término salud, analizando los contextos, situaciones y relaciones que hacen inteligible las diversas significaciones dadas al término -sobre cuyo sentido no siempre hay acuerdo-. De este modo, si bien tendremos en cuenta conceptos, análisis y nociones que vienen tanto de la antropología médica como de los estudios sociales de la salud, nuestro trabajo no se basa en dichas perspectivas; más bien, lo que intentamos es ver el modo en que el Estado, a través de sus políticas públicas para un área específica definida como “la salud” se apropia de un saber experto ( el de la biomedicina y la salud pública); y cómo los agentes estatales formados en este saber, lo reinterpretan y ajustan en la implementación de las políticas.
7- Antropología, Género y Feminismo: Toda política, implícita o explícitamente, contiene una idea de género: las políticas no son sexualmente neutras y menos aquellas que se proponen intervenir sobre el cuerpo, la sexualidad y la reproducción como es el caso de las políticas de salud. Por eso, este trabajo busca acercarse a los diversos usos y sentidos de género que tienen los distintos actores que intervienen en la gestión de las políticas de salud. Para ello, es necesario aclarar qué consideraremos como género, para lo cual comenzaremos con los desarrollos de la antropología social al respecto.
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[Escribir texto]
Como bien plantea Martha Lamas (1986) la antropología se ha interesado desde siempre por las diferencias culturales entre hombres y mujeres. Ahora bien, más allá de los trabajos que describían cómo las diferentes culturas expresaban esas diferencias, Lamas dice que fue Margaret Mead la primera en ir más allá y proponer una interpretación del modo “laxo y cambiante” (Mead, 1995) en que el sexo biológico se une a determinados rasgos de personalidad, que pueden ser considerados como femeninos o masculinos. Los planteos de Mead problematizan la cuestión desde la conflictiva relación, tan central en la antropología, de naturaleza y cultura. Si existe o no una relación de jerarquía o predominio entres estos dos dominios, es uno de los ejes que articula la discusión en torno de la universalidad de la subordinación femenina. Así, si esa subordinación es universal, si se debe o no a factores biológicos, es uno de los ejes centrales de las reflexiones de lo que se llamó, a partir de los años 1970, “la antropología de la mujer”. Ilustrativa de esta tendencia es la pregunta que realiza Michelle Rosaldo (Collier y Rosaldo, 1981) buscando indagar en las características que se encuentran presente en todas y cada una de las sociedades y que hacen que éstas reproduzcan un orden sexual desigual. En los intentos por responder a esta cuestión se destaca Sherry Ortner (1979), que atribuye justamente a la “cercanía” simbólica de la mujer con la naturaleza, su lugar universalmente subordinado.24 Estas preguntas y respuestas surgen en el seno de la antropología social formando parte de una crítica feminista realizada a la disciplina en los años setenta, crítica que denunciaba ante todo, el pobre lugar que la antropología le había dado a la investigación sobre la mujer; señalando además que el conocimiento producido hasta el momento tenía un claro sesgo androcéntrico -la palabra de la mujer se había visto silenciada, y todas sus actividades se explicaban por su vinculación con el mundo doméstico-. Ante el riesgo de ser “androcéntricas”, las antropólogas feministas propusieron que no había nada mejor que una mujer para estudiar a otra mujer, afirmación que sigue siendo fuente de controversias. 24
La desvalorización universal de la mujer, y la aceptación también casi universal de esa desvalorización se deben para Ortner al hecho de que la mujer, por las funciones de crianza, se encuentra confinada en el ámbito doméstico y éste es considerado más próximo a la naturaleza. Así, lo doméstico se opone a lo público, considerado el ámbito de la creación, las instituciones, los hombres, la cultura. Ortner dirá que la oposición naturaleza-cultura es un artefacto cultural, pero que “en un cierto nivel toda cultura incorpora esta noción de una u otra forma”. (Ortner, 1979:113)
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[Escribir texto] Por eso, más allá de los debates, Moore (1999) plantea que lo que la crítica feminista debe aportar a la antropología es el hecho de estudiar a la mujer no como una categoría universal ya dada, sino como una categoría sociológica cuya percepción y lugar asignado en la sociedad varía de cultura en cultura. Paralelamente, surge lo que se denomina la antropología del género, que propone estudiar cómo se construye, procesa, circula y reproduce culturalmente la diferencia sexual y cómo se manifiestan las identidades de lo masculino y lo femenino. Así, la antropología del género, estudiando las relaciones entre varones y mujeres, el papel de la estructura de género en las distintas sociedades humanas, su historia, su ideología, su sistema económico y organización política, bien puede ser realizada, como señala Moore (1999) desde un lugar no feminista; por eso, el aporte principal y distintivo de la antropología feminista será para esta autora, el no considerar a la mujer como una categoría universal. Renovando los debates de la antropología feminista, Françoise Héritier (2007) propondrá que la tarea no es saber si la subordinación femenina es universal o no, sino estudiar cómo dicha subordinación se manifiesta en cada sociedad, y especialmente, cómo se produce y manifiesta en nuestras sociedades occidentales. Así, considerando lo masculino y lo femenino como categorías simbólicas –que pueden o no coincidir con varón y mujer-la autora planteará la existencia de una valencia diferencial de los sexos, donde lo masculino es considerado superior a lo femenino. Para entender el papel desjerarquizado de lo femenino en la sociedad, Héritier atribuye un papel central a la reproducción: “para comprender la dominación de lo masculino sobre lo femenino, alcanza entonces con ver que la fecundidad femenina es la verdadera piedra de toque y no la diferencia sexuada propiamente dicha o la “naturaleza” infusa en uno u otra sexo. Si las mujeres no hubieran tenido ese poder exorbitante de producir ambos sexos y sobre todo de producir un hijo a la imagen del hombre, el mundo funcionaría de modo muy diferente y lo mismo ocurriría con nuestro sistema de pensamiento” (2007: 179). En la antropología latinoamericana y partir de trabajos etnográficos de larga duración, Claudia Fonseca (2004) ha hecho un aporte bien interesante al análisis de las
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[Escribir texto] relaciones de género y de parentesco, poniendo especial atención al modo en que en ambas relaciones se piensa y ejercita la violencia. Preocupada por el punto de vista de las mujeres de las barriadas pobres del sur de Brasil, y sin dejar de tener en mente la dimensión de género, la autora no deja de subrayar el papel de la clase social a la hora de pensar la alteridad en las sociedades actuales.
7.1-La maternidad como práctica e institución social. Como venimos viendo en los distintos planteos, una de las cuestiones que se problematiza una y otra vez, y que será de vital importancia en nuestro trabajo, es la identificación de la mujer con la naturaleza, la naturalización de lo doméstico y el lugar que en esta asociación ocupan la reproducción y la maternidad. En este sentido, es importante poner de relieve aquellas reflexiones que plantean la maternidad como un hecho sociocultural, revertido de aspectos simbólicos que es preciso desentrañar: “experiencia sobrecargada de significados sociales, se trata, por una parte, de una experiencia subjetiva pero es también una práctica social que, paradójicamente, no suele ir acompañada de un proceso reflexivo” (Palomar Verea, 2004:12). Y uno de los principales aportes de esta perspectiva será subrayar su brayar que la maternidad es una u na práctica que compete co mpete a toda la sociedad. En esta línea, rescatamos el concepto de prácticas de prácticas de maternazgo -en maternazgo -en inglés motheringmothering- que se diferencia así de la maternidad – motherhood motherhood - ligada al parto y la gestación – indudablemente hasta ahora, funciones femeninas- y donde la primera, maternazgo, maternazgo, hace referencia a la responsabilidad emocional, la crianza y cuidado de los hijos, que no es necesaria ni exclusivamente una actividad femenina (Lamas, 1986). La perspectiva que diferencia maternidad y maternazgo va maternazgo va de la mano de aquellas visiones que postulan que el “instinto materno” materno” es una construcción de nuestra cultura, y que la maternidad, tal como la concebimos, no es un hecho universal sino que varía social e históricamente25. Así, Yvonne Knibiehler (2000), en su Historia de las madres y la 25
Collier y Rosaldo (1981) plantean que los trabajos realizados entre cazadores-recolectores y cazadoresagricultores australianos, americanos, asiáticos y africanos demuestran que la maternidad y la reproducción sexual no resultan temas centrales en la concepción que estos grupos tienen acerca de la mujer; y que el ser
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[Escribir texto] maternidad en occidente, occidente, propone un recorrido desde los tiempos en que la maternidad era un asunto exclusivo y privado de las mujeres -desde la Antigüedad a la Edad Media- hasta el advenimiento, en la modernidad, de la era de la “maternidad glorificada”, donde “el amor materno y la consagración total de la madre a su hijo se convirtieron en un valor de la civilización y en un código de buena conducta” (2000: 56.) Ahora bien, desde la antropología social hay autores que nos previenen de estas posturas que pueden devenir en un relativismo extremo del amor maternal. maternal. Así, por ejemplo, Nancy Scheper Hughes (1997) dirá que a primera vista podemos suponer que en una madre que deja morir a su hijo no hay amor, como es el caso de las madres de los “bebés ángeles” en las barriadas barriadas pobres de Pernambuco; sin embargo, dice la autora, es necesario ir más allá y entender el contexto económico, cultural y social del que esa maternidad es producto, para darnos cuenta que existen tipos de amor maternal distintos maternal distintos al nuestro. Mientras tanto, en los estudios feministas –tanto dentro como fuera de la antropología- se han desarrollado dos miradas opuestas sobre la maternidad : por un lado, como institución del patriarcado; por el otro, como la posibilidad de crear un mundo simbólico propio de la madre, alejado y crítico del patriarcado. Consideramos que entre estos dos polos, el enfoque más apropiado es aquel que busca ver las prácticas y representaciones a través de las cuales se ejerce la maternidad , considerando que ese ejercicio es producto de un entramado de relaciones de género, edad, y otros determinantes económicos y sociales, lo cual provoca que las experiencias sean diversas, pero que estén pautadas, prescritas y simbolizadas por la institución maternidad . (Sanchez Brigas et al, 2004) Lo que más nos interesa rescatar es que la maternidad –como –como relación y como instituciónmuchas veces es fomentada por imágenes que el Estado, a través de sus políticas, construye a partir de ideas sobre los roles socialmente legítimos atribuidos a hombres y mujeres. En este sentido, si bien no estamos en presencia de un Estado “paternalista”, cuya política de
madre, es una relación social tanto como el ser padre, cuyo significado debe ser entendido con referencia a una particular configuración de relaciones dentro de un todo social complejo.
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[Escribir texto] bienestar esté centrada en la figura del de l hombre proveedor pr oveedor y la mujer ama de casa -que sólo podía reclamar beneficios en tanto esposa, madre y/o viuda26 (Fraser, 1997; Zaremberg, 2007)-, ni en políticas pro natalistas –donde se incentiva y premia el tener hijos- sí cabe preguntarse por la forma en que las actuales act uales políticas interpelan a las mujeres, el e l lugar de la en esa interpelación; y, como es el caso del presente trabajo, qué significados maternidad en ponen en esto los agentes estatales que las implementan. En esta línea, trabajos t rabajos históricos como el de Marcela Nari (2004) que nos muestran el modo en que los médicos y las agencias estatales ocupadas por ellos ellos “maternalizaban” a las mujeres mujeres en la Argentina desde principios del siglo XX son un aporte innegable para el tipo de análisis que nos proponemos.
7.2-La perspectiva de género y el empoderamiento. Las políticas que se analizan en esta tesis son políticas de salud destinadas a mujeres, por lo que es necesario pensar, a la luz de los aportes de la antropología social que hemos planteado hasta aquí, aquí, la relación relación entre las políticas estatales y el género. Se hace indispensable mencionar, entonces, a la perspectiva la perspectiva de género, género, tal como se denomina a la forma de intervención política orientada a disminuir las desigualdades entre hombres y mujeres. La perspectiva de género género surge de la mano de los estudios sobre la mujer desarrollados principalmente en los países centrales, sobre todo a partir de la década de 1970-, de la presión de los movimientos feministas y de mujeres –reivindicaciones plasmadas y reconocidas por la conferencia mundial de Beijing en 1995- y de la constatación de la situación de pobreza y vulnerabilidad de la mayor parte de las mujeres del tercer mundo (Moser, 1993; Barrig, 2000). La creación de mecanismos de género en el Estado “ha tenido por objeto mejorar la equidad de género e impulsar la ciudadanía plena de las mujeres” (Arriagada, 2007: 42). La 26
La idea de estados paternalistas surge en el análisis an álisis de los estados de bienestar; así, por ejemplo, los que n o basaban los beneficios en el ciudadano autónomo –sin importar su sexo- eran considerado en este modelo, Estados paternalistas. En el caso de los estados latinoamericanos, esta idea se ve reforzada por el sustrato católico y las ideas de marianismo, que recluyen aún más en el h ogar a la mujer. (Zaremberg, (Zaremberg, 2007).
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[Escribir texto] misma autora señalará que la institucionalización del género en la región, paradójicamente, es contemporánea de la reforma del Estado y el minimalismo en la política social. La entrada de la perspectiva de género en las agendas públicas se afianza gracias a que los organismos internacionales vuelven “políticamente correcta” esta perspectiva27; y se estructura en tres grandes líneas: la igualdad de oportunidades, las acciones de discriminación positiva –como la ley de cupos- y el enfoque de la transversalidad – que promueve que en todas las áreas y todas las políticas sean sensibles al género-(Arriagada, 2007; Zaremberg, 2007) Este trabajo comparte con la perspectiva de género el esfuerzo por dar cuenta del modo en que las políticas estatales producen efectos distintos en hombres y mujeres (Moore, 1999). Moore plantea que “las mujeres y los hombres mantienen relaciones distintas con el Estado y son, por consiguiente, sujetos políticos de distinta categoría”; partiendo de esta premisa, lo que buscamos es indagar en esas relaciones diferentes, viendo cómo se establecen, reproducen y transforman. En este sentido es que consideramos pertinente entender en clave antropológica, es decir, desde el punto de vista de los actores, contextualmente situados, el empoderamiento de las mujeres (León, 1997), un hito dentro de la perspectiva de género y uno de los objetivos a alcanzar de las políticas de participación comunitaria -como lo son algunas de las que se analizan en esta tesis-. Por eso decimos que, si bien compartimos algunos de los esfuerzos analíticos con la perspectiva de género, nuestro punto de vista intentará pensarla como una categoría que se pone en diálogo con los fenómenos del campo, con las categorías nativas de nuestros actores, con lo que los agentes estatales hacen en el cotidiano de la implementación de las políticas. Plantear qué queremos decir con empoderamiento no es una tarea sencilla, ya que existe un amplio campo de estudios que se ha preocupado por definirlo. Baste con reseñar, de un modo breve, ese campo y las cuestiones centrales que lo atraviesan. La teoría del empoderamiento implica una teoría del poder y quizá en ello radique su complejidad. Al mismo tiempo, hablan del mismo tanto algunos organismos internacionales (como por 27
Por ejemplo, para algunos de los organismos de la Organización de Naciones Unidas –ONU- como el Fondo Naciones Unidas para la Población –UNFPA- y Fondo de Desarrollo de Naciones Unidas para la Mujer –UNIFEM-
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[Escribir texto] ejemplo, el Banco Mundial) como autoras y organizaciones de claro perfil feminista. En ambos casos, se trata de un proceso que lleva de una situación desempoderada a una de mayor poder; implica un sujeto activo y, en una primera definición, podemos decir que se busca dar cuenta del proceso por el cual ese sujeto adquiere el control de su vida (León, 1997). Para el paradigma del desarrollo, apropiado por los organismos internacionales, el empoderamiento es sinónimo de mayor participación y autonomía (Alvarado Merino, 2004); para los feminismos28, en cambio, sugiere una alteración radical de las estructuras que reproducen la situación subordinada de la mujer. En ambos casos, puede implicar aspectos a nivel individual –un aumento de la confianza y la autoestima- y aspectos a nivel colectivo –acción colectiva en beneficio de las mujeres-. Sin embargo, una de las críticas principales va dirigida a las visiones que lo restringen a lo individual, pecando de un “reduccionismo psicologista”. Estas visiones no ven ni incentivan la acción colectiva dirigida a producir una alteración real en la distribución del poder en las relaciones sociales (Baltiwala, 1997). Señalar estas cuestiones es un modo de remarcar que para hablar de empoderamiento es necesario indagar en las condiciones concretas, particulares, empíricas, en que éste se produce y en tal sentido, nos parece muy importante mencionar los trabajos que han hecho ese esfuerzo desde una perspectiva antropológica, a partir del estudio de las relaciones de las mujeres y la política, las mujeres y la acción social, y las mujeres y el feminismo (Rodríguez, 2001; Zapata, 2006; Masson, 2007).
8- Madres y Mujeres. En resumidas cuentas, a través del punto de vista de los actores, podremos entender y aproximarnos a los diversos usos y sentidos del género en la gestión de las políticas públicas de salud. No se trata, pues, de realizar un trabajo a nivel macrosocial, viendo los procesos políticos y sociales que constituyen las políticas sanitarias, como lo haría un 28
Siguiendo la idea de Laura Masson (2007) planteamos los feminismos en plural, para dar cuenta de la “heterogeneidad que caracteriza internamente ese espacio social” (2007:35)
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[Escribir texto] enfoque más sociológico. Nuestra mirada estará puesta en un nivel microsociológico, que nos acerca al análisis de la implementación de políticas desde lo local, reconstruyendo las situaciones y contextos cotidianos que dan sentido y hacen inteligible lo que los actores dicen y hacen. Intentar analizar cómo las políticas interpelan a las mujeres significa entonces ver cómo son nominadas por los programas, cómo esas nominaciones se actualizan en las prácticas del personal de salud y cómo estas prácticas son comprensibles analizando las trayectorias, formaciones e identidades de esos agentes estatales. Al mismo tiempo, nos interesamos en ver el modo en que se consideran las destinatarias a sí mismas como “mujeres”, obligándonos a reflexionar sobre las categorías estatales con que las políticas públicas pretenden encasillarlas, al considerarlas sólo como “madres”. ¿Madres o Mujeres? es entonces más que un interrogante. Se trataría más bien de sentidos en disputa, que hacen referencia a los diferentes modos de concebir a la mujer, la maternidad y el género de parte de los distintos actores sociales que dan vida a las políticas públicas de salud.
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Capítulo 1: ¿ Madres o Mujeres con hijos? La producción y actualización de categorías estatales vistas desde el cotidiano de un centro de salud. “Desde la invención norteamericana del Día de la Madre hasta el moderno control de la natalidad, las mujeres se ven física y psíquicamente sometidas –en tanto mujeres– al poder estatal: tener o no tener hijos, ésa es la cuestión”. Mi his toria de l as mujeres. Michelle Perrot. “La maternidad, en el plano político, abrió tanto perspectivas de tutela y control sobre las mujeres y sus cuerpos, como de liberación”. Políticas de Maternidad y Maternalismo Político. Marcela Nari.
Introducción: En este capítulo nos enfocaremos en el cotidiano de un centro de salud para detenernos a analizar el modo en que las políticas públicas se implementan, considerando que en dicho análisis es importante atender a los sentidos que los agentes estatales dan a su práctica. Considerando como política de salud a todo lo que estos agentes estatales hacen es decir tanto a los programas que implementan como a su labor asistencial- prestaremos atención a sus formaciones académicas y profesionales, trayectorias y sociabilidad para así llegar a comprender los múltiples sentidos que éstos le dan al término salud. Así, acercándonos a la salud como un término nativo, veremos que las políticas que el centro de salud implementa tienen como principales destinatarias e interlocutoras a las mujeres en tanto que madres; a la vez que dichas políticas, y la misma práctica de los agentes, están inspiradas en la idea de Atención Primaria de la Salud (APS). Por eso, en la primera parte del capítulo vamos a concentrarnos en el cotidiano del centro de salud, para ver el modo en que los agentes estatales que allí se desempeñan interpelan a las destinatarias como “madres”. En la segunda parte, remontándonos a los inicios del trabajo de campo, narraremos una serie de eventos que ponen de relieve algunas disputas de sentido en torno del término salud y sobre todo, de la idea de APS.
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1- Implementación de políticas: la visión de los agentes estatales. 1.1- El esqueleto del “sistema de salud municipal”. El Municipio cuenta con 43 centros de salud, cada uno con su área programática, distribuida en los distintos barrios del partido. Los centros de salud pertenecen al nivel municipal desde el año 1992 en que se descentralizaron desde el nivel provincial. Dentro de los servicios que brindan los centros, hay enfermería las 24 horas, pediatría, medicina general, clínica, ginecología, odontología, básicamente en casi todos. Allí trabajan 402 profesionales, la mayoría de ellos empleados del Municipio29. El 71 % de dicho personal, está compuesto por mujeres, entre las que se cuentan 74 enfermeras y 102 médicas de diferentes especialidades, en su mayoría generalistas, ginecólogas y pediatras. Podemos decir que el “sistema de salud municipal” –que es el modo en que los nativos lo denominan- conforma el primer nivel de atención, siendo que los hospitales de la ciudad están bajo la administración del gobierno de la Provincia. Por primer nivel de atención se hace referencia a los centros de atención primaria, es decir, el nivel de menor complejidad orientado a la prevención y control de la salud 30. Nos hemos estado refiriendo a “sistema de salud municipal” para dar cuenta del conjunto de centros de salud que dependen de la Secretaría de Salud y Medicina Social de la Municipalidad, considerando que en conjunto –la secretaría y los centros- son el ámbito de expresión de lo que podríamos denominar una política de salud municipal. Sin embargo, los estudios especializados en salud pública señalan que el sistema de salud propiamente 29
El personal de los centros de salud que no es municipal puede ser: personal provincial que aún permanece de la época previa a 1992; médicos del Programa Médicos Comunitarios; enfermeros y maestranzas de cooperativas. 30 Una de las formas de comprender un sistema de salud está dado por sus niveles de complejidad: así el primer nivel, dedicado a la prevención y la asistencia primaria, deriva, en caso de necesidad, al segundo nivel, compuesto por los hospitales generales y de éstos, se deriva al tercer nivel, hospitales especializados de alta complejidad.
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[Escribir texto] dicho, está conformado por tres subsistemas: el público, el de obras sociales y el de medicina prepaga (Belmartino, 1999). Siguiendo estos planteos, nuestro trabajo se basa en el análisis del subsistema público, y dentro de éste, en el primer nivel de atención. Ahora bien, en este nivel, compuesto por los centro de salud que son municipales, se implementan, en escala local, políticas nacionales y provinciales. Así, es importante destacar que el Municipio financia el sistema de salud pagando al personal y la infraestructura edilicia y logística así como algunos insumos. Pero parte del personal – médicos comunitarios- así como muchos de los insumos –sobre todo medicamentos provienen de recursos del Estado Nacional que “bajan” como programas que componen el Plan Federal de Salud (PFS), y son administrados por el nivel provincial. Es por ello que, al optar por un punto de vista que analiza la implementación de las políticas, nos detendremos en el nivel local viendo cómo, desde allí, el entramado de intereses y perspectivas de los diferentes niveles de gestión estatal –nacional, provincial, municipal-, va siendo mediado por los agentes estatales que someten la política a un proceso de especificación: esto es, prestar atención a las acciones cotidianas en el escenario local, que es donde los agentes estatales del primer nivel de atención, transforman la política de salud que “baja” desde los niveles centrales (Chiara y De Virgilio, 2005).
1.2-El centro de salud: El centro de salud donde desarrollamos nuestro trabajo está ubicado en el barrio Península. Dicho barrio ocupa seis cuadras de norte a sur, y seis cuadras de este a oeste, entre dos grandes avenidas que unen la periferia con el centro de la ciudad, distante a sesenta cuadras, trecho que se realiza en treinta minutos en el colectivo de línea. Hasta hace algunos años, la zona era rural y estaba dedicada a cultivos hortícolas y había algunas quintas de fin de semana (una de ellas, ubicada en un bello predio, es la que da nombre al barrio). A fines de la década de 1980, comenzó a construirse un barrio de residentes tobas venidos de las provincias del norte argentino (básicamente del Chaco) y alrededor de ese barrio se fueron instalando otras viviendas precarias, dando lugar a lo que hoy conocemos como el barrio Península, que continúa extendiéndose debido al crecimiento de un asentamiento en unos terrenos linderos –el asentamiento viven más de 100 personas-. Gran
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[Escribir texto] parte de la población, en el momento de realizarse el trabajo de campo, vivía de “changas” y “planes”. Aún hoy, no hay agua corriente ni cloacas, las calles no asfaltadas se embarran con mucha frecuencia, tornándose intransitables; las zanjas con agua estancada, los basurales en las esquinas merodeados por perros de todos los tamaños, y las grandes arboledas de pinos en una de las calles perimetrales de Península, completan el paisaje. Podemos decir que en todo el barrio habitan algo más de 600 familias. El centro de salud se encuentra sobre una de las calles de acceso a Península (y que divide el barrio con su vecino: el barrio Las Lomas). La calle –algunos la llaman “avenida”fue asfaltada en el año 2005 y además de ser el acceso al centro de salud, une las dos grandes avenidas que conducen al centro de la ciudad. Con el frente dando a dicha calle y sobre un gran predio lleno de árboles y compartido por el comedor de una asociación civil y un jardín de infantes, se encuentra el centro de salud. Fue construido por la asociación civil de Península y donado en agosto de 2003 al Municipio 31. Debido quizá a las urgencias del municipio por inaugurarlo, o a la construcción humilde, o a ambas cosas, el centro de salud empezó a funcionar con algunas falencias: -por ejemplo, no había calefacción ni teléfono-. Algunas de estas cuestiones fueron solucionándose con el tiempo y otras no. Cuando se inauguró, se dispuso que trabajaran allí dos enfermeras, dos administrativos, una obstétrica, una médica generalista –directora del centro- y médicos residentes de medicina general 32. En la primera etapa del trabajo de campo, además de las consultas y la vacunación, el centro de salud repartía la leche, algunos medicamentos y libretas sanitarias del Programa Materno Infantil, las “pastillas” anticonceptivas del Programa de Salud Sexual y Procreación Responsable y los insumos para controles ginecológicos provenían del 31
Antes de la inauguración del centro de salud, la gente de Península podía atenderse en otros dos centros de salud, cada uno de ellos distante 2 km del barrio, aproximadamente; o concurrir al Hospital General de Agudos de la Zona, a 15 minutos de colectivo desde Península. 32 La Federación Argentina de Medicina Familiar y General define al médico generalista como “un profesional cuya formación está enmarcada exclusivamente en la Atención Primaria de Salud y dirigida a la atención integral, personalizada y continua de las personas y su grupo familiar, independientemente de la edad, género, problema o condición en que se presente, tanto en el ambiente urbano como rural, dando respuestas de alta calidad con una visión epidemiológica y basada en la comunidad” A nivel latinoamericano, se inspiran en los modelos de atención de Cuba y Costa Rica y en Argentina, en el sistema de salud de la provincia de Neuquén. Acta de Constitución de la Federación de Medicina Familiar y General, octubre de 2000.
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[Escribir texto] PROGEMA (Programa Prevención del cáncer génito-mamario) 33. Al poco tiempo, empezó a implementarse el Remediar y, desde el nivel municipal en el año 2004 se desarrolló el Programa “Redes” y un refuerzo de cajas de alimentos para familias con menores en estado de desnutrición. A mediados del año 2005, llegó una pediatra proveniente del Programa de Médicos Comunitarios. En 2007 comenzó la inscripción del Programa Nacer 34. Como veremos, la gestión de estos programas está íntimamente ligada con la práctica asistencial del centro de salud, en muchos casos incluso, son los recursos de los programas los que la hacen posible. Por eso decíamos más arriba que consideraremos a la política de salud como todo lo que los agentes estatales hacen, ya que atendiendo a las personas en el centro de salud, están al mismo tiempo implementando los programas municipales, provinciales y nacionales.
1.3- Los programas y las categorías estatales A grandes rasgos, los programas, así como el conjunto de prácticas cotidianas que antes habíamos considerado como formando parte de la política de salud, se plantean dos objetivos principales: por un lado, reducir la “morbimortalidad” 35 de la población, mejorando el acceso a los recursos y las condiciones de vida; y por otro, fomentar la estrategia de APS36. Ahora bien, como señalan quienes estudiaron el sistema de salud y las reformas a las que el mismo fue sometido en la década de 1990 cuando comenzó a implementarse la gestión por programas (Chiara, Medina y Miraglia 2008; Villalba, 2006; Danani, 2000) estos programas son focalizados, lo cual significa que sus objetivos deben cumplirse sobre determinada población. Es decir, están pensados para una población específica que la 33
El Programa Materno Infantil es un programa provincial, igual que el PROGEMA. El de Salud Sexual y Procreación Responsable, al igual que el Remediar, son programas nacionales. 34 Los programas Médicos Comunitarios y Nacer también son nacionales y junto con el Remediar, conforman lo que se dio a conocer como el Plan Federal de Salud (PFS). 35 Con el término morbimortalidad se hace referencia a las enfermedades y causas de muerte de una determinada población. 36 La distinción de dos objetivos sigue la lógica del planteamiento de objetivos de las políticas. Sin embargo, consideramos que son distintos sólo analíticamente, ya que se supone que fomentar la APS es una forma de reducir la morbimortalidad y mejorar la salud de la población.
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[Escribir texto] misma política define y delimita. Detenernos en esta definición es importante, ya que, como sostiene Bourdieu, uno de los poderes más importantes del Estado es justamente éste, el de definir, producir e imponer ciertas categorías que aplicamos a todo lo que en el mundo hay, incluso al propio Estado (Bourdieu, 1997: 91). Consideramos que en la gestión cotidiana de esos programas- en la efectiva implementación de las políticas vis a vis la población- se produce la repetición de actos de nombramiento (Bourdieu, 1997); los cuales permean las percepciones de los agentes estatales y de los destinatarios, produciendo efectos de largo plazo en el sentido común y en la práctica cotidiana de aquellos que hacen el Estado a diario (Soldano, 2009). Veremos entonces ahora cuáles son esas categorías
y definiciones; y cómo las mismas son
reinterpretadas y actualizadas por los agentes estatales que trabajan en el centro de salud. La población cuya “morbimortalidad” se busca reducir es explícitamente, según lo definen estos programas: “madres con hijos menores de 6 años”, “niños menores de 6 años”, “embarazadas”, “puérperas”, “mujeres en edad fértil sin cobertura social”, “adolescentes” Por lo que podemos ver, estas políticas de salud están principalmente dirigidas a mujeres y niños, o más bien, como es usual en la retórica de las mismas, al “binomio madre-hijo”. El acento está puesto, claramente, en la relación madre-hijo, o más bien, en “la mujer”37 en tanto madre, responsable y cuidadora de ese hijo. Así, nominar de este modo a una población destinataria nos muestra la esencialización de una relación social, reduciendo al maternazgo como práctica social a la biología de la maternidad –exclusivamente femenina- (Lamas, 1986). En este proceso de esencializar, las categorías estatales sobredimensionan determinados atributos de la identidad de las personas – en este caso, un rol social, el de madre- en detrimento de otros; lo cual tiene implicancias en el modo en que las categorías,
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“La mujer” aquí hace referencia a un modelo abstracto de mujer propuesto por las políticas, donde “la mujer” se define por ser “madre”.
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[Escribir texto] puestas en acto una y otra vez por los actos de nombramiento38 de los agentes estatales, construyen la ciudadanía de las destinatarias. Así, si nombrar es instituir y crear identidades sociales mediante la repetición de los actos de nombramiento de las “destinatarias” como “madres”, vemos nuevamente, el recurso a la esencialización del rol y la visualización de las mujeres exclusivamente en dicho rol. Apenas como esbozo de algo que plantearemos luego, es necesario entonces empezar a poner en cuestión si las mujeres –en este caso, para las políticas de salud y para quienes las implementan- son construidas como “ciudadanas”; o si el beneficio otorgado por la política se basa en otro principio distributivo –distinto que el de la ciudadanía-.39 Si las políticas de salud están dirigidas principalmente a las “madres” y esas mismas políticas definen a las poblaciones a las que están dirigidas, es importante detenernos en el análisis de los sentidos que los agentes estatales que las implementan dan a estas definiciones. Así, veremos cómo las trayectorias, formaciones académicas y profesionales y la sociabilidad de estos agentes, pueden ayudarnos a comprender los sentidos que dan a las categorías – qué significa “mujer”, qué significa “madre”- y cómo en su práctica cotidiana se ponen en acto algunos de estos sentidos.
1.4-En la “salita”: el espacio cotidiano donde las categorías se ponen en acto. Como señala Marc Abélès (1995) acercarse al estudio de las instituciones estatales desde su cotidiano pone en juego tres tipos de datos: datos sobre el espacio, sobre el tiempo y sobre el poder . Indagar en estas cuestiones nos acerca al modo en que las prácticas de los agentes se materializan en acciones singulares, concretas, que hacen tanto o más a la institución, que el conocimiento sobre sus objetivos finales, sus reglas, su racionalidad. Es por ello quea continuación nos sumergiremos en una descripción del cotidiano del centro de 38
Por actos de nombramiento entendemos a los ritos de las instituciones a través de los cuales se constituyen las identidades sociales, bajo control y garantía del Estado, lo cual vale como una descripción oficial de una suerte de esencial social (el resaltado es nuestro) (Bourdieu, 1994). 39 Nancy Fraser (1997) distingue tres principios distributivos según los cuales el Estado otorga beneficios. Estos son: el de la necesidad –base tradicional de los sistemas de asistencia a los pobres-; el del mérito – donde el beneficio se recibe en proporción a la contribución hecha por la persona, es honorable pero el más antiigualitario, según la autora; y el de la ciudadanía, donde el beneficio se recibe sólo por ser miembro de la sociedad, es para Fraser honorable, igualitario, pero costoso y difícil de m antener.
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[Escribir texto] salud, comenzando por entender como se representan los actores ese espacio donde transcurren sus jornadas. Es usual que tanto los agentes estatales como los destinatarios se refieran al centro de salud como la “salita”: este término viene de la identificación de los centros de atención primaria con las tradicionales “salitas de primeros auxilios”. El término “salita” implica dos usos simultáneos, con valores opuestos cuyos sentidos emergen de la comprensión contextual. Uno es el uso “cariñoso”, donde el diminutivo connota cierto afecto, y es más frecuentemente usado por las personas que asisten al centro de salud. En sus términos, la “salita” es la “salita” de su barrio, la que ellos conocen y a la que suelen concurrir. El otro uso es más bien despectivo, donde el diminutivo alude a lo insuficiente, lo pequeño, lo reducido. Así, sobre todo entre los médicos, la “salita” es el lugar donde hay poco, donde se puede hacer poco, por oposición al hospital, que es el lugar equipado, “importante” dentro de la lógica de quienes piensan que la importancia de un sistema de salud está dada por la cantidad de hospitales de que se disponga. A pesar de las connotaciones valorativas de este uso, muchas veces los agentes estatales se refieren al centro de salud como “salita” sin ánimo despectivo y por una cuestión de costumbre. Por eso, remitiéndonos a los términos de los actores, nos referiremos también al centro de salud como la “salita”. El jefe de la “salita” es un odontólogo, el “Doctor”40 Thomas. El consultorio odontológico todavía no está terminado y habilitado para funcionar, de modo que Thomas no tiene un lugar donde atender a sus pacientes: su lugar de trabajo es la cocina del centro de salud, donde pasa las mañanas leyendo el diario, firmando las diversas planillas que las enfermeras y la administrativa completan (cada programa tiene sus juegos de planillas, siempre hay quejas por la cantidad de información que se debe completar, muchas veces repetida) y charlando con quien quiera charlar. Así es como en su tono chabacano 41, me cuenta que está rodeado de mujeres: a la mañana está Mabel, la administrativa, Blanca, la enfermera, Maricel, la obstétrica, la “doctora” Gálvez y las pacientes “te diría, el 80%” de 40
Hayan obtenido o no el grado académico de Doctor , remitiendo a los usos y costumbres de nuestra sociedad, la mayor parte de los profesionales de los centros de salud –sobre todo médicos y odontólogos- se hacen llamar y son llamados “doctores”. 41 Por ejemplo, parafraseando el rosario, que reza “bendita tu eres entre todas las mujeres”, Thomas suele decir “el bendito soy yo”.
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[Escribir texto] las personas que concurren al centro de salud, son mujeres y chicos…Los tipos no vienen, mirá, solamente vienen cuando precisan una certificado de buena salud para algún trabajo, algo así… o por lo menos, no se levantan, yo vengo a la mañana y a la mañana no vienen”. Luego, agrega “y si están enfermos, ya jodidos, van directamente al hospital”. “Te lo pueden decir las chicas también” me dice, refiriéndose a Maricel y a Blanca, que lo acompañan en la diminuta cocina. Justamente yo estaba hablando de eso con ellas cuando él entró e intervino. Cuando Thomas está allí, ellas le dan la razón, cuando se va, se burlan, diciendo que “se la pasa hablando, como no hace nada…” “sí, no te podés concentrar porque él te saca charla…” entonces, yo pregunto lo obvio, pero “¿no atiende?”. La respuesta es un claro “No” burlón; luego se ríen entre ellas y me cuentan que cuando alguien va, sabiendo que hay un odontólogo, él los atiende “de parado” en la sala de espera, les mira la boca y les dice algo. “Un día se puso con una chica ahí, ella sentada en el banco, le sacó unos dientes, ahí nomás, sin anestesia” me cuenta Blanca. “Sin anestesia, ¿estás segura?” interviene Maricel” yo vi que se puso los guantes, pensé que le había dado anestesia” “No, qué le va a dar”, se reían y yo no sabía si hablaban en serio o exageraban la anécdota. Alguien golpea la puerta de la cocina y sale Blanca porque hay gente para vacunar: “hola mami, ¿a quién traés?-mirando los niños que acompañaban a la mujer- bueno, a ver, dame las libretas”. Blanca me había estado contando que llevan los chicos a vacunar las parejas sólo cuando los niños son “muy bebitos”, después van sólo “las mamás”. Tanto Blanca, como Sara, la enfermera del turno tarde, se dirigen a las mujeres como “mami”. Sara tiene la costumbre de salir con más frecuencia al barrio: recorre las casas y conoce más a la gente, algunos chicos la saludan, ella siempre tiene algún caramelo en el bolsillo de la chaqueta rosada, “si te portás bien con el pinchacito, te doy un caramelo” suele decirle a los chicos. Aquí ya podemos comenzar a generar distinciones entre los agentes estatales que trabajan en el centro de salud, distinciones que obedecen en primer término, a sus diferentes formaciones académicas y profesionales. Así, dentro de lo que se denomina el “equipo de salud” se hace referencia a los profesionales de la salud, excluyendo de éste a los
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[Escribir texto] administrativos; y dentro del universo de los profesionales, existe una clara diferenciación entre médicos y enfermeros. Las dos enfermeras de la salita son enfermeras universitarias con título de licenciadas en enfermería. Si bien son universitarias, es frecuente en el campo de la salud que se subraye el lugar subordinado del enfermero respecto al médico (Vessuri, 2001; Ricci y De Titto, 2004)42. Como vemos en el caso de Sara, quien ejerce la enfermería suele ser más “accesible” que el médico, tiene un trato más familiar con los pacientes y muchas veces realiza una tarea de traducción entre las necesidades de la “gente” y los “doctores”. Entre ambos, en esta jerarquía de prestigio dentro de los “equipos de salud”, se sitúa la obstétrica, profesional universitaria formada en la Facultad de Ciencias Médicas, que sin embargo, “no llega a ser médica” y es considerada una “auxiliar”. Las obstétricas -o parteras-, a quienes es necesario distinguir de los médicos obstetras, todavía necesitan reforzar su perfil profesional, diferenciándose de las “comadronas”, mujeres que tradicionalmente ejercían el mismo oficio 43. En el cotidiano del centro de salud de nuestro estudio, vemos una mayor cercanía entre la obstétrica, Maricel, y las enfermeras, que entre la obstétrica y los médicos.
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Para demostrar las imágenes prevalentes asociadas al ejercicio de la enfermería, Ricci y De Titto (2005) citan parte del reglamento de la Escuela de Nurses, fundada por Cecilia Grierson –primer médica del país-, donde se establecía que la enfermera, obligatoriamente una mujer “habrá de ser disciplinada y obedecer exactamente los consejos y las indicaciones de los médicos. Y si el facultativo, por una razón cualquiera, hubiese podido cometer un error en la dosis de los medicamentos, en el tratamiento o en el diagnóstico, y en el caso de que la enfermera se diera cuenta de ello, deberá advertir a su superior con el respeto y la consideración que merece, cuidando mucho de que el enfermo no se entere, con objeto de no socavar la confianza que el facultativo inspira”. 43 La actual ley provincial que regula el ejercicio de la profesión, no plantea exclusiones de género, como sí lo hacía la vieja ley nacional 17.132, que en su artículo 49 establecía que sólo las mujeres podían ejercer como obstétricas. Vinculando la femenización de la profesión, con su lugar subordinado dentro del equipo de salud, Irene Quintana (2002) plantea que “En nuestro país, “la partera”, como figura social, fue la pr imera profesión a cargo de mujeres, visualizada como tal, y con características de ejercicio liberal. Fuerzas corporativas, entramadas con parámetros económicos, culturales y religiosos, no cejaron de ejercer su dominio, merced a la descalificación y exclusión social con que se marginaba a las mujeres que osaban ejercer su saber acerca de la sexualidad y el control de la reproducción. Desjerarquizadas como “aborteras”, se les coartó el ejercicio liberal de la profesión, reproduciéndose la marginalización que en su época excluyó a las comadronas”
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1.5- Médicas de “salita”: “tiempo” y “compromiso” en la atención de la salud. Como dijimos más arriba, el 71% de los profesionales de los centros de salud de la ciudad, son mujeres44. En el centro de salud de Península, en el momento que se desarrollan los hechos que narramos aquí, esta proporción es aún mayor, siendo Thomas el único hombre entre los profesionales de la “salita”. Es por esto que, como veremos en el capítulo dos, las relaciones entre agentes estatales y destinatarios, son básicamente relaciones “entre mujeres”. Además de las enfermeras, en el centro trabajan una obstétrica, una psicóloga, una médica pediatra y una médica generalista. Cabe mencionar que la feminización de las profesiones vinculadas a la salud es un fenómeno que se viene afianzando en los últimos años, tanto en nuestro país como en el resto de América latina (Rico y de Marco, 2006). Los especialistas señalan que, junto con la tradicional feminización de la enfermería, el trabajo social y la obstetricia, actualmente se verifica un importante crecimiento de la presencia de mujeres dentro de la medicina, presencia que sin embargo no se distribuye equitativamente entre las especialidades médicas (Schufer, 2006). Así, las mujeres médicas son mayoría en aquellas especialidades vinculadas con lo que se asocia, “deben ser” las tareas femeninas del cuidado: la pediatría, la ginecología, la clínica. Nos parece interesante mencionar esto en relación a la cantidad de mujeres profesionales en los centros de salud del primer nivel de atención 45: las profesiones y especialidades en las que se desempeñan –psicología, trabajo social, obstetricia, enfermería, pediatría, ginecología, medicina general- implican tareas que suelen ser asociadas con lo femenino. La “doctora” Mónica Abba es pediatra y antes de llegar a la “salita” había trabajado en hospitales haciendo guardias y esperando, como muchos médicos, que con trabajar en 44
Este fenómeno de la feminización de la salud pública, que se manifiesta en nuestro país y en el resto de América Latina, es analizado en la compilación realizada por Ma. Nieves Rico y Flavia de Marco (2006). 45 También es interesante señalar que la feminización es una rasgo permanente del empleo público en nuestra región (Galin y Pautassi, 2001).
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[Escribir texto] los servicios ad-honorem, en algún momento le “saliera un nombramiento” para ser médica “de planta”. Mientras tanto, había cursado el programa de Médicos Comunitarios46 por lo que empezó a cumplir horas en nuestro centro de salud. La “doctora” Abba atendía 4 veces por semana, a la tarde. Como no confiaba en la administrativa -“se vive quejando y no hace nada, no sabe llenar una ficha, no sabe ordenar alfabéticamente, pero… tiene gancho con el intendente”- ella misma organizaba los turnos y tomaba las historias clínicas de los pacientes. El día que habíamos quedado en charlar en el centro de salud, la “doctora” Abba tomaba unos mates en la cocina. “Todavía tengo algo de tiempo, ya hay gente pero que esperen… porque arranco a atender y no sé a que hora termino”. La cuestión del “tiempo” -o más bien, “la falta de tiempo”- era una constante en el discurso de los agentes estatales del centro de salud. Abba decía que la calidad de la consulta estaba dada por el “tiempo” que uno le dedicaba a escuchar a las personas y ella, era de las que escuchaban. Ésa era una de las grandes diferencias entre trabajar en el sistema público y el privado; según Abba “en el privado tenés que cumplir, no sé, con 30 consultas por tarde y es así, los vas despachando rapidito, acá todo es un quilombo, pero algo de tiempo podés dedicarle, cosa que no todos hacen”. Su comentario me recordó una visita que había realizado junto a una “promotora”, en mi primera estancia en el campo, a la casa de una mujer que tenía un nódulo mamario y no había ido a controlárselo. Cuando la “promotora”, Lali, le dijo que tenía que ir a hacerse ver, la mujer le respondió “si, yo voy, pero si está el doctor Salvador 47, porque él te charla, te escucha, con otro doctor, no voy”. Esta anécdota pone de relieve la importancia de la dimensión personalizada en las relaciones entre agentes estatales y destinatarios. Así, las maneras en que los agentes estatales desempeñan sus tareas vis a vis la población –sin importar cuáles sean esas tareas- los convierten en un grupo privilegiado a la hora tanto de 46
Médicos Comunitarios es un Programa Nacional de formación de recursos humanos en salud y se desarrolla desde el año 2004 con el objetivo de que “los profesionales vuelvan a ser protagonistas de sus comunidades”; considerado como “el programa de posgrado más grande del mundo”, ha formado en APS, hasta 2007, 7850 profesionales en todo el país. La formación implica cursar y aprobar una serie de cursos y prestar una cantidad de horas semanales de servicio en Centros de Atención Primaria. 47 El doctor Salvador-su nombre de pila- era uno de los médicos residentes de la época en que la instructora de los mismos y directora del centro de salud era la “doctora” Giorgi, a quien conoceremos en el segundo apartado de este capítulo. En el trabajo de campo vimos que cuando la gente se siente a gusto con alguno de los médicos y llega a conocerlos, los llama por su nombre de pila, anteponiendo siempre el “doctor”.
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[Escribir texto] promover como de impedir la implementación de un modelo de Estado democrático con garantía de universalidad (Mendes de Miranda, 2005). En el caso de las políticas de salud, podríamos decir que la “calidad humana” de los profesionales, pareciera ser muy importante –tal como lo expresa la vecina acerca del doctor Salvador- a la hora de promover o impedir un modelo de atención de la salud accesible y universal.
La cuestión del “tiempo” de la consulta que preocupa tanto a Abba, también me la había planteado la “doctora” Gálvez, médica generalista que había vivido un tiempo en el interior de la provincia y recientemente había vuelto a la ciudad. En una de muchas charlas, ella me decía: “la falta de tiempo te obliga a atender a la gente a las apuradas y eso no te da tiempo de charlar otras cosas, de llegar más a la persona, qué se yo, por ejemplo, a la mujer más allá de su rol de madre”. Ella relacionó “la falta de tiempo” con el “compromiso”; para Gálvez, el médico del primer nivel tiene poco “tiempo” y pocos recursos, pero debe maximizarlos porque tiene un “compromiso”. Cuando no se lo tiene -planteaba con una lógica que le parecía de hierro- las cosas no salen y eso sucedía a menudo, ya que “no todos los médicos que están en la atención primaria están porque sienten ese “compromiso”: “Por ejemplo, este programa de médicos comunitarios, me parece muy loable, pero tampoco creamos que un médico comunitario se hace haciendo un cursito o leyendo…”(el resaltado es nuestro). La médica marca una y otra vez la diferencia entre los médicos que están por el “compromiso”, en contacto permanente con la “comunidad” –entre quienes ellas se ubicaba- y los otros, los que están “porque sí”. Según Gálvez, si la mayoría no sentían el “compromiso” era en parte por el tipo de formación de grado que habían recibido, formación de la que ella -y muchos de los generalistas a lo que he escuchado- era muy crítica. “Vos fijate lo que es el examen para entrar a Medicina, por lo menos acá, que es lo que yo conozco. Tienen, no sé, matemática, física, química, algo de biología, pero matemática a un nivel super exagerado ¿qué es lo que nos interesa? ¿qué médico queremos buscar? uno no sé, que sea rápido en las cuentas para saber cuántos bonos va a sacar, es una cosa de locos… Vos llegás con un discurso cuando el tipo ya se recibió saltando obstáculos, para entrar tenés que matar al resto entonces que ni loco después vas a compartir nada… es así, más que lógico que el que te encontrás al final del camino sea una persona que sabe mucho de
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[Escribir texto] números, individualista, que se cree no sé quién… ¿qué vas a hacer con ese? ¿Le vas a dar un curso de médicos comunitarios? Para que se vaya a embarrar… ¿por cuánta plata?”
La “doctora” Gálvez tenía un discurso fuerte sobre el “compromiso” pero un trato algo distante con los pacientes. Mientras tanto, la “doctora” Abba compartía aquel espíritu militante, pero sonaba más escéptica –decía con resignación que los médicos de salita eran “el último orejón del tarro”- y su trato con las personas era más cálido y hasta “campechano”, lo que se reflejaba en que la gente se acercaba con mucha más frecuencia a preguntarle cosas. El mismo “doctor” Thomas se lamentaba de antemano porque cuando se acabara “el Comunitarios”, Abba no iba a estar más en la “salita”, y ella “es piola, tienen feeling con la gente”. Según pude saber, por lo bajo, Abba planificaba su carrera post “Comunitarios”, ya que a pesar de los dichos de Thomas, ella decía “yo acá no vuelvo ni loca, esta salita es un quilombo”. En el relato de Gálvez vemos cómo se subraya una y otra vez la cuestión del “compromiso”, y cómo éste se enmarca en un discurso más amplio de crítica a la formación médica obtenida en la facultad. Así, la formación académica de grado es criticada por la excesiva importancia dada a las ciencias naturales y exactas, remarcando así uno de los aspectos que la crítica al Modelo Médico Hegemónico (Menéndez, 2005) le adjudica al mismo: su biologicismo. El curso de Médicos Comunitarios que señala Gálvez, entre sus cuadernillos de formación, describe esta crítica –la del MMH, de Menéndez- por lo que podemos reconocer aquí una de las vías por las cuales este dispositivo teórico ingresa al campo de la salud pública y se convierte en un término nativo que los actores se apropian y resignifican (Neiburg y Plotkin, 2004). Así como las cuestiones del “tiempo” en la consulta, de la importancia de la “escucha” y del “trabajo en terreno” deben formar parte, en el discurso de los actores, del modelo del profesional “comprometido” que actúa en la atención primaria, existen dos visiones valorativas contrapuestas sobre este profesional. Una es la que vemos en el discurso de la “doctora” Gálvez: una visión que podemos llamar romántica, del profesional “comprometido con su comunidad”, acostumbrado a “embarrarse”, a quien no le importa el dinero –o en su defecto, los bonos que le deja la consulta-. La otra visión, más
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[Escribir texto] desencantada y quizá, realista, es la de la “doctora” Abba, quien dice que el médico del centro de salud “es el último orejón del tarro”, lo cual se asocia con una idea bastante frecuente entre los médicos donde el que se dedica a la prevención, a la atención primaria y a la salud pública goza de mucho menos prestigio – y además, gana mucho menos dineroque el médico altamente especializado, que trabaja con alta complejidad y, generalmente, en el sector privado. Aquel día en que tomaba mate con la “doctora” Abba en la cocina de la “salita”, la puerta se abría una y otra vez: era gente que preguntaba por los médicos, la administrativa y la enfermera, que iban y venían, pasando raudamente de un consultorio a otro, apenas mirando a quienes se encontraban en la sala de espera. Cada vez que la puerta se abría, entreveíamos a las mujeres que, sentadas en los largos bancos, esperaban desde hacía rato y se asomaban a espiarnos: “María: siempre mujeres…-le digoAbba: Sí, el varón no participa casi nunca, en las raras ocasiones que hay un varón y lo pesca Sara (la enfermera) me golpea y me dice “hay un papá afuera”. María: O sea que cuando los chicos vienen, vienen con las mamás Abba: Sí, vienen con la mamá y con el papá; muy pocas veces me ha pasado que venga un papá solo. María: ¿y por qué será? Abba: En general yo te diría que no sé si es una característica de nuestra sociedad pero, eh, yo no atiendo clase media alta entonces no te sé decir qué pasa en un consultorio privado, pero siempre me pasó que vienen las mamás…Sí, siempre en todos lados, la que sabe es la madre “ah, pero la que sabe eso es mi señora…” te dicen, salvo las excepciones de los papás que se han tenido que hacer cargo porque las mamás no están… María: Porque no están… Abba: Claro, no porque sea intercambiable…No, no, menos acá, por el barrio que son mucho más machistas, incluso las mujeres…”
Al rato de concluida nuestra charla, salí al jardín exterior del centro de salud, donde una mujer, bastante enojada, discutía con Raúl, el administrativo de la tarde, que acababa de llegar. La señora quería un turno con la “doctora” Abba y Raúl, antes que la mujer entrara a la “salita”, le había dicho “ya no hay más turnos, tiene que venir más temprano”. La mujer se puso a hablar con otra señora, rezongando “estos médicos son como los maestros, no quieren laburar” -ese día había habido paro docente-. Raúl, abriendo las manos como exculpándose, le dijo “mire señora, si no le gusta, tómese el micro, se baja en Plaza Moreno y se queja en la municipalidad, con el intendente”.
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1.6- “Mujer bajo programa”: ¿La maternidad como requisito? Maricel es la obstétrica del centro de salud y la más joven de los que allí trabajan. Se recibió en la Universidad Nacional de La Plata, en la carrera de obstetricia, dependiente de la Facultad de Ciencias Médicas. Dicha facultad, por resolución del consejo académico, admitió hace muy pocos años el ingreso de varones a la carrera de Obstetricia. Maricel siempre estudió con compañeras mujeres; al poco tiempo de recibirse, entró a trabajar en la Municipalidad –según decían en la “salita”, había entrado por “gancho” con el intendente, ya que ambos eran oriundos del mismo pueblo, en el interior de la provincia-. En su consultorio, Maricel controlaba embarazos y tenía a su cargo todo el llenado de las planillas: siempre estaba rodeada de planillas, carpetas y papeles, que completaba prolijamente. Cuando le pregunté qué eran todas esas planillas, me respondió “de las mujeres bajo programa”; según explicó las “bajo programa” eran las “embarazadas” o “puérperas” que tenían abierta una historia clínica en el centro de salud. Maricel también llenaba las planillas del programa de “Procreación responsable”48: meticulosamente me explicó que por cada persona que recibía un tratamiento anticonceptivo – y se detuvo en fijarse cuántas mujeres recibían inyectables, cuántas “pastillas”49, cuántas DIU (Dispositivo Intra-uterino)- ella completaba los datos, para que al mes siguiente le llegaran los insumos en las cantidades requeridas. “Y ahora está bastante regular, pero había veces que las cosas no me llegaban y yo tenía que mandar a la gente a buscar las pastillas al hospital”; entonces me cuenta lo desesperadas que se ponían algunas mujeres cuando ella les informaba que no habían llegado las “pastillas”: “tenés las mujeres que ya tienen varios hijos y no quieren saber nada con tener más y después están las otras, las chiquitas, de 14, 15 años, que vienen porque quieren saber cómo quedar embarazadas”.
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El programa se llama “Salud sexual y Procreación Responsable”. Seguimos el modo en que los actores tienen de denominar a los programas; si bien puede pensarse como una forma de acortar el nombre del programa, consideramos que no es casual que se lo llame de “procreación responsable” y no de “salud sexual”. Sobre la cuestión de la salud sexual, nos detendremos en el capítulo 3, sin embargo no queríamos dejar de subrayar este dato. 49 Píldoras anticonceptivas, en el uso de los actores, remitiendo al uso popular, simplemente pastillas.
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[Escribir texto] Aquí vemos la idea de “mujeres” con muchos hijos y “mujeres chiquitas”, que quieren quedar embarazadas. La obstétrica no utiliza la categoría estatal “maternidad adolescente”, pero sí define a estas “adolescentes” como “mujeres”, haciendo la salvedad que son “chiquitas”. Para ilustrar esto, me empezó a contar algo que le había sucedido hacía pocos días: dos chicas, de 14 años más o menos, habían ido a consultarla. Las dos chicas eran muy amigas, una iba a preguntarle qué tenía que hacer porque había tenido relaciones con el novio sin cuidarse. Maricel se dio cuenta que la chica no sabía ni siquiera “cómo es el aparato reproductor femenino”; la otra amiga, que ya estaba en pareja, quería quedar embarazada. Ésta era en realidad la que había ido a la consulta y había llevado a su amiga ya que estaba preocupada por ella, porque el novio “era un falopero”. Maricel me decía que ella se sorprendía cuando le pasaban esas cosas, que las chicas, “tan jovencitas”, quisieran ser mamás. “Pienso que me cuentan porque yo soy joven y tienen menos inhibiciones conmigo, me pasa seguido, que vienen las chicas solas y cuando vienen solas, en general, es porque quieren quedar embarazadas, porque ya están en pareja”. Maricel, que debe tener 15 años más que estas “mujeres chiquitas” y que hace poco tiempo formó pareja y que piensa tener hijos –pero en el futuro-, mantiene su gesto de asombro, sorpresa, incomprensión. De alguna manera, su actitud nos permite pensar el modo en que ciertas categorías estatales que describen y construyen problemas – por ejemplo, “maternidad adolescente”se contraponen con lo que los agentes estatales ven en la gestión cotidiana de las políticas – y con lo que sienten al respecto las poblaciones “objetivo” de esas políticas- . Esto es, Maricel no ve en la consulta el problema estatal “maternidad adolescente”, sino que siente asombro ante el deseo de quedar embarazadas de estas “mujeres chiquitas”. En la contraposición entre la categoría estatal “maternidad adolescente” 50 y la clasificación elaborada por Maricel de “mujeres chiquitas que quieren quedar embarazadas”, 50
Como plantea Susana Ortale “El problema de la maternidad adolescente, construido por los adultos y por las instituciones, aparece en nuestro país como preocupación de la salud pública en 1960 […] desde entonces, la maternidad adolescente sigue ligada a un discurso victimizador, homogeneizador y alarmista, ubicando al evento en un lugar negativo e inaugurando una trayectoria de infortunios” (Ortale, 2008). La autora plantea las diferencias entre esta visión estatalista y los relatos de las adolescentes que entrevistó en su trabajo de campo, donde se destaca el embarazo como algo deseado, que constituye “el proyecto de vida” en estas chicas provenientes de sectores de bajos recursos (Ortale, 2008).
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[Escribir texto] encontramos una forma de pensar al Estado –y el modo en que hace pensable ciertos problemas- que permite, quizá, evitar ser pensados por éste (Bourdieu, 1997). En la sorpresa de Maricel ante las ganas de esas “mujeres chiquitas” de quedar embarazadas, o en el modo que describe la desesperación de “las que no quieren saber nada con tener más” se manifiesta también una alteridad en la vivencia de la maternidad entre esas mujeres que ella atiende, las “destinatarias” o “mujeres bajo programa”, y ella misma – deseando ser madre, pero planificándolo, en el futuro-. Maricel y sus otras compañeras de trabajo -Blanca, Sara, las “doctoras” Gálvez y Abba- son “mujeres” que tienen hijos pero que no están “bajo programa”, es decir, nos son contempladas por programa alguno que las visualice exclusivamente como “madres”. Esta diferencia entre las mujeres “bajo programa” y las agentes estatales respecto al ser madres, es una diferencia que se expresa a través de formas alternativas de vivenciar la maternidad – planificada -no planificada, madre a los 15, madre a los 30- pero también en el lugar diferente que dicho rol tiene en la construcción de sus identidades por parte del Estado (Nari, 2004). Así, vemos cómo, lejos de una idea que vincula la maternidad con algo biológico, instintivo, natural, de lo que se trata es de atenderla como un ejercicio construido y consagrado socialmente (Sanchez Brigas et al, 2004), producto de un entramado de relaciones económicas, sociales, de género y también políticas. Si la maternidad se practica y representa de modo diferente según el lugar de cada uno en la sociedad, es menester tener en cuenta cómo, en dichas prácticas y representaciones, se filtran los modos en que el Estado construye una imagen legítima del “ser madres” y “mujeres” (Fraser, 1997; Zaremberg, 2007). Maricel es una persona joven, de trato agradable, su voz es dulce y habla de modo pausado, casi afectuosamente. Por eso mucha gente dejó de ir a buscar las “pastillas” cuando la “doctora” Gálvez decidió que ella, que era médica, debía encargarse de tal tarea. Gabriela, una ex “promotora” que buscaba sus “pastillas”, me contaba: “nada que ver… Maricel ya te veía y te daba las pastillas, en cambio ésta Gálvez, te hace esperar…” Nunca supe bien el motivo de este cambio de tareas, aunque era obvio que el director lo había
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[Escribir texto] autorizado. Por más que la “doctora” Gálvez entregara los anticonceptivos e hiciera los PAP, Maricel seguía encargándose de todo el “papelerío” de los programas y del control de los embarazos. Podemos comenzar a plantear otra idea sobre la mujer “bajo programa” que, como dijimos, es la mujer que es visualizada por el Estado por poseer determinados atributos: estar en edad fértil, tener capacidad reproductora, ser “madre” de hijos menores, todas cuestiones que se vuelven centrales a la hora de convertirse en “destinatarias” de una política de salud. Al garantizar el acceso a los recursos, tener o no estos atributos se convierte en un mérito. Así, como plantea Antonadia Borges “la legitimidad clasificatoria estatal se establece lentamente, por medio del uso de categorías reconocidas localmente como definitorias de méritos –traducción nuestra” (Borges, 2005:80). No vamos a remitirnos exclusivamente a este aspecto para explicar el comportamiento de esas “mujeres chiquitas” que quieren ser madres. Pero sí es necesario pensar la influencia de tener o no este atributo, cumplir o no con los requisitos, para gozar de determinados recursos en un contexto de políticas focalizadas donde lo que el gobierno ofrece, tal como puntualiza Borges, no puede ser ofrecido de manera universal. Tener ese atributo convierte a la persona en alguien digno de merecer determinados recursos, o meramente, de estar “bajo programa”. Lo cual nos introduce en otro aspecto que menciona Antonadia Borges cuando hace referencia a las influencias mutuas entre las políticas, quienes las ejecutan y quienes son destinatarios de las mismas. ¿Las políticas apuntan a las mujeres como madres porque ellas se presentan ante los agentes estatales por ser madres (o en el caso que contaba Maricel, querer o no querer serlo)? ¿O es al revés, y las mujeres, acostumbradas a que las políticas estén destinadas principalmente a las madres, piensan la maternidad como un requisito para acceder a los recursos? Inclinarse exclusivamente por una u otra opción sería atrevido, apresurado y hasta incorrecto, pero debemos pensar que en la tensión entre ambas opciones hay una clave importante para entender el asunto. En este mismo sentido analizamos los dichos de un funcionario del Ministerio de Salud de la provincia, quien nos planteaba que el plan Nacer (destinado explícitamente a “mujeres con hijos menores de 6 años sin obra social”) les servía a él y sus colaboradores
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[Escribir texto] para dotar de recursos a los centros de salud. Fortalecidos de este modo, los centros de salud podrían salir “extramuros”, lo cual significaba para él “dejar de atender a demanda” 51 y planificar la asistencia de manera más universal. A pesar de estas aspiraciones de universalidad, el diagnóstico de este funcionario era que “La que demanda de forma espontánea, por una cuestión cultural, es la mujer”. Podemos arriesgar que en su planteo se manifiesta la cuestión del mérito pensado no ya desde la óptica estatal, sino como categoría local –una “cuestión cultural”- que la acción estatal reconoce y contribuye a reforzar. El planteo de este funcionario nos muestra el dilema que planteábamos más arriba, pero desde otra óptica: si las mujeres demandan atención en tanto madres porque así se han acostumbrado a ser interpeladas; o el Estado las interpela así porque es el modo en que ellas, tradicionalmente, demandan atención. Lo cual introduce una cuestión clave a la hora de querer modificar la acción estatal: para transformar esta situación ¿basta con modificar la oferta estatal de políticas? ¿Basta con salir “extramuros” y tener voluntad universalista para que las políticas lleguen a todos? No hay respuesta, justamente esto es lo interesante del planteo de Antonadia Borges (2005) lo que muestra el ida y vuelta, las “permeabilizaciones mutuas” entre agentes estatales y destinatarios. Si bien aquí nos hemos enfocado en la idea de mujer “bajo programa” -tal como la consideran los agentes estatales del centro de salud de nuestro estudio- para pensar la cuestión de la maternidad como requisito, es interesante mencionar que por ejemplo, las mujeres que no están en edad fértil, las mujeres menopáusicas y/o ancianas, no son visualizadas por ninguna de las políticas de salud que se implementan en la “salita”. Es más, casi no existen este tipo de políticas ni en el nivel provincial ni el nacional. De algún
34 Para este funcionario, uno de los mayores problemas del primer nivel de atención es la falta de planificación, por lo que los profesionales se quedan en el centro de salud y atienden sólo la demanda; lo cual invisibiliza aún más a aquellos sectores que “no demandan”. Vemos en su planteo una resignificación operativa de los objetivos y recursos de un Programa: si bien el Nacer, diseñado desde el nivel central bajo la inspiración del Banco Mundial, focaliza en una población por su nivel de vulnerabilidad –binomio madrehijo- el funcionario busca que los recursos del programa sirvan para plantear una política más universal en el primer nivel de atención. La resignificación operativa que hace el funcionario de los recursos de un programa es un ejemplo más del proceso de especificación que los agentes hacen de las políticas. Y, al mismo tiempo, pone de manifiesto una de las tensiones centrales presentes entre quienes planifican y ejecutan políticas de salud, a saber: entre quienes sostienen que las políticas deben ser universales y quienes sostienen que deben ser focalizadas.
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[Escribir texto] modo, es interesante pensar cuánto se parece esta realidad a la idea de muchos pueblos etnografiados por la antropología que pensaban que la mujer que no podía tener hijos o ya había finalizado su ciclo reproductivo, no era en realidad una mujer (Harris y Young, 1979).
2- La “salud” como término en disputa: Hasta aquí nos hemos aproximado al cotidiano de los agentes estatales que trabajan en el centro de salud, deteniéndonos especialmente en ver el modo en que actualizan las categorías de los programas que implementan –nos hemos detenido específicamente en la idea de “la mujer” como “madre”“madre”-. Ahora bien, como dijimos al principio de este capítulo, los objetivos de estos programas se plantean reducir la “morbimortalidad” de una población –el “binomio madre- hijo”- y fomentar la estrategia de atención primaria de la salud (APS). Por eso, ahora nos interesa indagar en los sentidos que los agentes estatales tienen sobre lo que es la “salud”, y cómo éstos se manifiestan en los diversos puntos de vista sobre lo que es –y debe ser- la APS.
Plantear la centralidad de la idea de salud entre nuestros actores, no se limita al hecho de que actúan en un campo definido como “campo de la salud” ; más bien, esa centralidad se debe al hecho de que a partir de los distintos sentidos que los actores dan al término, se justifica y valora su práctica cotidiana. Indagar sobre la “salud” como categoría nativa no sólo se relaciona con el objetivo explícito de las políticas que apuntan a reducir la “morbimortalidad” –donde “salud” sería ausencia de enfermedad o morbo 52-; se relaciona también con la necesidad de comprender los clivajes de los los actores, dados
–no
exclusivamente, pero sí de un modo importante – por las diferencias de sentido sobre lo que es “la salud”. Muchos de estos sentidos en juego, son claves también para entender algunas cuestiones de política pública que ya habíamos comenzado a plantear: por ejemplo, la idea 52
Peter Conrad (1982) señala que desde desde el punto de vista positivista, positivista, la enfermedad se considera considera como la presencia de un morbo, morbo, agente patógeno que proviene del exterior y altera el normal funcionamiento del cuerpo. Por oposición a esta idea, el autor propone el análisis de la enfermedad como una construcción histórico social.
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[Escribir texto] de “salud” como “derecho” -vinculado a las políticas universales- versus la idea de salud de las políticas focalizadas, con su hincapié en determinados atributos de una población específica. Por todo ello es que ahora buscaremos dar cuenta de algunos de esos sentidos en disputa, a través del análisis de una serie de eventos que nos muestran cómo los mismos se ponen en acto en las relaciones e interacciones de los actores. La propuesta es entonces aproximarnos a las políticas desde el entramado de actores de los distintos niveles que las ejecutan. Hasta aquí nos habíamos remitido a los agentes estatales que actúan en el centro de salud. Pero, como dijimos en la primer parte de este capítulo, desde allí se implementan políticas que provienen tanto del nivel municipal como provincial y nacional. Por eso, ahora deberemos apelar a estos otros niveles, que forman parte del entramado de actores que median en la implementación de las políticas que, los agentes estatales del centro de salud, en escala local, ejecutan diariamente vis a vis vis la población (Aguilar Villanueva, 1996). El análisis de eventos nos permite dar cuenta de esos distintos niveles –Municipio, Provincia, Nación-como escalas que operan como categorías prácticas de los actores, poniendo de relieve los distintos espacios y lógicas en que esos actores están insertos (Frederic y Masson, 2009).
2.1- La “APS”: definiciones y apropiaciones. La estrategia de Atención Primaria de la Salud (APS) se ha vuelto un eje frecuente a la hora de referirse a las acciones en salud: en los objetivos de los programas que se implementan en el centro de salud, en la retórica de las políticas que componen el Plan Federal de Salud, en la descripción que los propios actores hacen de su tarea. Pero ¿qué es la APS?, ¿de dónde surge?, ¿quiénes la promueven? En principio, nos interesa contextualizar históricamente el surgimiento de la APS -de modo muy breve- para luego comprender las mediaciones sufridas por el término entre los actores de nuestro análisis,
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[Escribir texto] mediaciones que son clave para entender las diferentes interpretaciones que se han hecho de la misma. A mediados de la década de 1970 se difundieron a través de las Asambleas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) experiencias exitosas respecto al cuidado de la salud, que provenían de los países del Tercer Mundo –como India, China y Cuba-. Inspirados en esos modelos e impulsados por el entonces director general de la OMS, Halfdan Mahler, se declaró, en 1975, el compromiso de “Salud para todos en el año 2000”. El desarrollo de esta propuesta iba a tratarse en las posteriores Asambleas del organismo, pero la coyuntura política de aquel entonces contribuyó a que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas propusiera la organización de una conferencia internacional sobre el tema. La conferencia finalmente se realizó en Alma Ata, capital de la entonces república socialista de Kazajistán, en septiembre de 1978. Convocada por la OMS y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia I nfancia (UNICEF), la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria contó con la presencia de 134 países, 67 organismos internacionales y muchas organizaciones no gubernamentales. La declaración delineaba los principios básicos de la estrategia de APS. Incorporando la idea de la salud como “derecho humano fundamental”53 y de la promoción de la salud como vía para el e l desarrollo54. La declaración de Alma Ata sostiene que: “la atención primaria de la salud es la asistencia sanitaria esencial basada en métodos y tecnologías prácticos, científicamente fundados y socialmente aceptables, puesta al alcance de todos los individuos y familias de la comunidad mediante su plena participación y a un costo que la comunidad y el país puedan soportar, en todas y cada una de las etapas de su desarrollo con un espíritu de autorresponsabilidad y autodeterminación. […] Representa el primer nivel de contacto de los individuos, la familia y la comunidad con el sistema nacional de salud, llevando lo más cerca posible la atención de salud al lugar donde residen y trabajan las personas…” personas…” (citado en Kroeger Kroeger y Luna, 1992) 53
El antecedente de la idea de salud como derecho es la definición de salud como estado completo de bienestar y no sólo como ausencia de enfermedad, incorporado a la Constitución Constitución de la OMS en 1946, impulsado por el sanitarista croata Andrija Stampar. 54 La conferencia de Alma Ata define desarrollo como “El desarrollo económico y social, basado en un Nuevo Orden Económico Internacional, es de importancia fundamental para lograr el grado máximo de salud para todos y para reducir el foso que separa, en el plano de la salud, a los países en desarrollo de los países desarrollados. La promoción y protección de la salud del pueblo es indispensable para un desarrollo económico y social sostenido y contribuye a mejorar la calidad de la vida y a alcanzar la paz mundial.” (Kroeger y Luna, 1992)
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[Escribir texto]
En el año 2003, conmemorando los 25 años de la Conferencia de Alma Ata, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) le dio un nuevo impulso a la APS 55, comprometiendo a los Estados Miembro a “desarrollarla y fortalecerla”. Luego de una ronda de consulta a expertos de varios países, se elaboró una documento que propuso una renovación de la APS (OPS/OMS, 2005), renovación que se considera necesaria para “enfrentar los nuevos desafíos epidemiológicos” de la región. Paralelamente, desde los organismos internacionales de crédito, especialmente desde el Banco Mundial (BM) se comenzó a promover la APS, considerando que “la salud es fundamental en la lucha contra la pobreza”; a la vez que el componente de la “participación social” es evaluado como positivo por el BM que la considera un “modo de garantizar la equidad y promover la eficiencia y transparencia en el gasto en salud.”56 (Banco Mundial, 2000) En nuestro país, es a partir del Plan Federal de Salud (PFS) 57 que la APS se consagra como “la estrategia oficial en la gestión de salud” a nivel nacional. Surgido de los acuerdos establecidos por el Consejo Federal de Salud -integrado por ministerios y secretarías de salud de las provincias y la ciudad autónoma de Buenos Aires-, el PFS se propuso “la reforma del sistema de salud para orientarlo hacia una mayor equidad en el acceso y en el financiamiento”. El eje del Plan es la APS, que pasa a convertirse, ahora sí, en el “pilar de la política sanitaria nacional y provincial” lo cual se pone de manifiesto en la movilización de recursos hacia el primer nivel, desde donde se articulan los principales programas, como son Remediar, Médicos Comunitarios y Nacer.58 Así, podemos decir que la reivindicación 55
A los fines de este trabajo hemos recortado el devenir histórico de la APS, sin embargo cabe aclarar que entre la conferencia de Alma Ata y su 25 aniversario se sucedieron otros hechos importantes, entre ellos, por ejemplo, la Conferencia de Ottawa para la promoción de la salud, en el año 1986. 56 Para el análisis de este proceso de apropiaciones y resignificaciones de la APS en los últimos 30 años es ordenadora la visión de Eduardo Menéndez (2003:198). Según este autor, la APS surge como una crítica al saber biomédico, crítica íntimamente relacionada con el contexto ideológico de las décadas de 1960 y 1970; en la de 1980, en el marco de la hegemonía del pensamiento neoliberal y las políticas conservadoras, estas ideas habrían sufrido un repliegue; sin embargo, con la constatación de la ineficacia de la biomedicina para el tratamiento de las enfermedades crónicas y el aumento de problemáticas como la desnutrición se le dio un nuevo impulso, aunque esta vez, menos “ideologizado”. 57 Como PFS se denominó a la política sanitaria delineada por la gestión de Ginés González García para el Ministerio de Salud y Ambiente de la Nación -2003-2007-. 58 Médicos Comunitarios es un Programa Nacional de formación de recursos humanos en salud y se desarrolla desde el año 2004 con el objetivo de que “los profesionales vuelvan a ser protagonistas de sus comunidades”; considerado como “el programa de posgrado más grande del mundo”, ha formado en APS, hasta el año 2007,
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[Escribir texto] de la APS como eje del PFS, se relaciona con el apoyo de los organismos de crédito a políticas con este enfoque, pero también con la legitimación de una visión de APS, que es la que le dan los “ginesistas” 59. Por “ginesistas” aludimos al modo en que son denominados en el campo de la salud pública los funcionarios y seguidores del ministro Ginés González García, que se aglutinaban en torno de la gestión del Ministerio de Salud de la Nación (2002-2007) y la Fundación ISALUD. Una vez aclaradas estas cuestiones, es momento de sumergirnos en el entramado de actores que protagonizan la serie de eventos que nos permitirán comprender las mediaciones y apropiaciones de la idea de APS, ayudándonos a dar cuenta de cómo la salud se convierte en un término en disputa. Así, si en el primer apartado de este capítulo vimos cómo, al interior de una agencia estatal – la “salita”- se podían distinguir perfiles y actitudes basándonos en las diferentes formaciones académicas y profesionales, ahora es momento de prestar atención a la manera en que la heterogeneidad en las posiciones de los agentes –y por lo tanto, de las mediaciones que ellos mismos producen sobre las ideas de salud y APS- nos muestran su circulación por diversos espacios ideológicos, laborales y políticos-.
2.2- Visiones posibles: entre los viejos sueños del “sanitarismo argentino” y el espíritu militante de “los primeros generalistas”. Era mayo de 2004 y el salón principal del Municipio estaba colmado de mujeres venidas de los barrios periféricos de la ciudad. Al costado del escenario, el locutor esperaba que la enorme puerta de madera se abriera para anunciar la llegada del intendente y su secretario de salud; mientras tanto iba enumerando los insumos médicos que serían 7850 profesionales en todo el país; Remediar es la política nacional de medicamentos vigente desde 2002 y que también tiene como uno de sus objetivos fortalecer el modelo de APS; Nacer es un seguro público de salud para mujeres embarazadas, puérperas y niños menores de 6 años sin cobertura de salud, que tiene como objetivo reducir la morbimortalidad infantil para llevarla “al año 2010 a un dígito”. Fuentes: www.msal.gov.ar e Informe “Buenos Aires 30/15” (2007) 59 Dentro del campo de la salud pública pueden reconocerse otros grupos de actores, que se diferencian por los modelos de gestión propuestos y que se identifican por sus afiliaciones institucionales -Universidad Nacional de Lanús, Universidad Nacional de Rosario- o personales, por ejemplo, los partidarios de Floreal Ferrara, apodado el “ministro rojo” - discípulo de Ramón Carrillo, fue ministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires durante la gestión del gobernador Oscar Bidegain -1973-y de Antonio Cafiero -1987-1988-.
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[Escribir texto] entregados y estaban sobre una mesa a la vista de toda la concurrencia. La puerta se abrió y el locutor anunció a los funcionarios que, vestidos de elegantes trajes color oscuro, se pusieron de pie frente al micrófono y a la audiencia, y esperaron a que los aplausos cesaran para comenzar sus discursos. Primero habló el secretario de salud, el Doctor Prieto, que empezó a explicar que el programa “Redes” -cuyo lanzamiento se celebraba- había formado a 160 “promotoras” de salud para actuar en los 40 centros de salud de la ciudad. Prieto explicó que el “Redes” estaba basado en un “modelo de prevención y promoción de la salud” y que esto “no era sentarse a esperar los problemas”, sino comprometer a la gente de “la comunidad” (y en ese momento, señalaba el auditorio) a solucionar esos problemas y generar así “una fuerte complementación del campo social y el campo sanitario”. Después se refirió a un “viejo sanitarista” que lo había inspirado a seguir este camino y antes de terminar el discurso, elevando el tono de voz, cerrando el puño en señal de fuerza y dirigiéndose más directamente a la audiencia, dijo: “Ustedes, la gente que va a trabajar en el programa, ustedes son el motor del cambio. Más importante que tener ambulancias, que construir hospitales, que llevar mas remedios… porque todo esto es aceptar la derrota y para ganarle a la enfermedad, hay que hacerlo en el campo de batalla que es la casa de las familias, todos los días, sólo así se gana y en esta batalla, ustedes son los soldados”.
Luego de los aplausos, fue el turno del intendente, que se dirigió a la audiencia como “nuestros promotores y promotoras” y retomó algunos de los dichos del secretario de salud, volviendo sobre la idea que el programa “concretaba los sueños del viejo sanitarismo argentino”. Por último, agradeció a los “promotores y promotoras” por haberse dispuesto a trabajar en el programa. “Esta labor que ustedes hacen, sé que la hacen desde el corazón” y más allá de la metáfora del esfuerzo, el intendente aludió con esto a un tema que luego se tornaría fuente de conflicto -los “promotores” en cuestión eran beneficiarios del plan “Jefes y Jefas” y las tareas que realizarían para el “Redes” funcionarían como la contraprestación de los planes-. En su discurso, el intendente aclaró que “yo sé que es una contribución mínima por tanto esfuerzo y dedicación” y prometió que si la experiencia era exitosa, “luego vamos a hacer que se cooperativicen”, cosa que nunca sucedió. Así, “desde el corazón de los promotores de salud” se ponía en funcionamiento el programa de “Redes” del Municipio. En estos discursos vemos la recurrencia a términos como “comunidad” y
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[Escribir texto] “promotores” que son categorías centrales en todo discurso sobre APS. El espíritu del programa de “Redes” se inspiraba en dicha estrategia, mediada por la interpretación que de la misma tenía el Doctor Prieto60. Luego de los discursos, se procedió a la entrega de los diplomas a los “promotores” que se habían capacitado. El intendente y el secretario de salud fueron haciendo la entrega a medida que la voz del locutor anunciaba los nombres de las personas y su procedencia. Las personas se acercaban hasta la pequeña tarima que hacía de escenario, recibían el diploma y un beso del intendente y otro del Doctor Prieto. Las “promotoras” de salud del barrio Península aguardaban ansiosas el llamado. Sentadas en hilera, las acompañaba la médica del centro de salud, la “doctora” Silvia Giorgi, que había participado de esas capacitaciones y con quién ya habían comenzado a trabajar. Cuando les llegó el turno, caminaron sonrientes hasta el escenario donde recibieron su beso y su diploma; en grupo, un poco nerviosas y cuchicheando, volvieron a mostrarle el diploma a la “doctora” Giorgi, que las felicitaba. La “doctora” Giorgi es médica generalista y su formación siempre estuvo orientada a la APS, aunque distingue su idea de la del Doctor Prieto: “Él es cirujano y para él APS es estar sentado en un escritorio, con la computadora, sacando datos”. Para remarcar aún más las diferencias narra su experiencia de formación: “Yo hice la residencia en el 84’, 85’ y éramos los primeros, ni los instructores eran generalistas. Muchos venían de la Jotapé61 y toda gente así, de la oposición en ese entonces, íbamos a las marchas contra el Punto Final y la Obediencia Debida. Yo no sabía qué era, lo único que sabía era que no quería ver a la gente en el hospital, ya hecha mierda. Y una compañera que era re-gorila se quejaba de los generalistas y yo dije si a ella no le gusta, a mí me va a gustar”.
Giorgi cuenta que se formó en los centros de salud del Gran Buenos Aires, donde tenían mucho contacto con “la gente”: para demostrar esto narró en detalle una experiencia 60
Analizando la trayectoria laboral de este funcionario, vemos que desde 1987 ocupó distintos cargos públicos: fue subsecretario de salud bonaerense 1989- 1991; y funcionario del área de salud del municipio, 1991-1998 y nuevamente a partir de 2003, bajo la gestión del mismo intendente. Podemos considerarlo como “ginesista”. 61 “Jotapé” hace referencia a la Juventud Peronista de los años setenta, organización de superficie de la Agrupación Montoneros, parte de la izquierda peronista conocida como la “Tendencia”.
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[Escribir texto] de aquel entonces, cuando habían armado junto al centro de salud un comedor comunitario donde “los residentes nos turnábamos, unos atendían la consulta y otros preparaban la comida”. La visión de Giorgi pareciera estar más relacionada con el contexto de surgimiento de la APS, ya que ella misma la describe como “más setentista”, vinculando la formación generalista con el ideario militante de la juventud de la década de 1970, de modo que un generalista sería para ella un profesional “con compromiso social”, afín a aquel ideario. Vemos la reiteración de estas ideas en los congresos y foros de Medicina General, donde se critican las políticas del Ministerio de Salud de la Nación por no ser verdaderamente “universalistas” y por financiarse con préstamos del Banco Mundial. 62 Giorgi entró como médica municipal a principios de la década de 1990 y trabajó en distintos centros de salud del área periférica de la ciudad. Cuando trabajaba en el centro de salud del barrio Santa Inés, fue convocada por un grupo de la Unión de Mujeres Argentinas (UMA) 63 para realizar capacitaciones en salud a un grupo de mujeres beneficiarias de un seguro de desempleo (aún no eran “Jefes y Jefas de Hogar”). De esta primera experiencia, surgió el grupo de “promotoras”. Según Giorgi, las mujeres se “autoreconocieron como promotoras”: “yo les hablaba de la promoción de salud, de lo que debían hacer los promotores o agentes de salud como se los llamaba en otro momento y ellas dijeron, entonces nosotras también somos promotoras”.
2.2.1- Trabajar “en terreno”: del “Familias a Cargo” al “Redes”. Al inaugurarse el centro de salud en el barrio Península en 2003, la “doctora” Giorgi fue convocada por Prieto para ser su directora. Al mismo tiempo que dirigía “la salita”, era la instructora de los médicos residentes de Medicina General del Hospital de Crónicos y Agudos de la zona; a instancias de Giorgi, los residentes desarrollaban tareas de asistencia y capacitación en el centro de salud del barrio Península. A su vez, la médica continuaba con la labor que había iniciado con las “promotoras” en el centro de salud del barrio Santa Inés. En ese marco, realizaban reuniones semanales de capacitación y planificación y 62
Información extraída del foro de la Federación Argentina de Medicina General, en Yahoogroups.com En ese entonces algunos sectores de la UMA, entre ellos el grupo mencionado, participaban de la Secretaría de Género de la CTA (Central de Trabajadores Argentinos). 63
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[Escribir texto] desarrollaban tareas “en terreno” junto con el grupo de médicos residentes. De esta experiencia conjunta surgió el proyecto “Familias a cargo”: por un lado, “Familias a cargo” era la estrategia de atención planificada para el centro de salud y su área de cobertura; y por otro, como proyecto de trabajo “en terreno” de los residentes, formaba parte de los contenidos curriculares de la formación en Medicina General. El “Familias a cargo” consistía en realizar un relevamiento sociodemográfico y sanitario del barrio: se ubicaba en un mapa a todas las familias del área del centro de salud; la zona era dividida en grupos de tres o cuatro manzanas, lo que equivalía aproximadamente a cien familias; de esas manzanas se hacía cargo un grupo conformado por dos residentes y una “promotora” de salud; así los médicos se convertían en una especie de “médico de cabecera” de la población de “sus manzanas”; una vez realizado el relevamiento, se confeccionaban historias clínicas familiares y se hacía el seguimiento de esas familias, pidiendo información extra a las “promotoras” sobre datos “cualitativos” o por ejemplo, solicitando la realización de una visita si alguna de las personas no concurría a la consulta médica planificada. “Y las chicas cumplían con esa tarea, de traer a la gente, de preguntar no con actitud policía, si no de preguntar si le pasó algo a esa mamá que no vino, si el nene tuvo algún problemita, una cosa más de diálogo”, explicaba Giorgi en aquel momento. Con el “Familias a cargo” los residentes realizaban un “Análisis de situación de salud”64; a la vez que ayudaban en la asistencia diaria del centro de salud, que no contaba con mucho personal propio65. A Giorgi, el trabajo de las “promotoras” le permitía vincular el centro de salud con “la comunidad”. En las capacitaciones y reuniones semanales se fueron forjando las relaciones entre el grupo de” “promotoras” y la “doctora”, y en menor medida, también con los residentes. La relación con las “promotoras” le permitió a Giorgi poner en práctica un proyecto que para ella era crucial en la formación de los residentes en medicina general: sólo trabajando en “terreno” y en contacto con la “comunidad” se 64
Estos trabajos eran luego presentados por los residentes en Congresos y Jornadas académicas. La Residencia de Medicina General depende del Ministerio de Salud provincial; el centro de salud es municipal. Por lo tanto, los médicos residentes eran considerados un refuerzo del personal del centro, pero n o eran profesionales de planta del municipio. 65
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[Escribir texto] convertirían en “verdaderos” generalistas; al mismo tiempo, ella transmitía en dicho proyecto su idea de APS, actualizando con esta experiencia sus experiencias anteriores, cuando eran los “primeros”. A partir de este relato vemos cómo el proyecto de capacitación en salud para un grupo de mujeres beneficiarias de planes de desempleo originado por la UMA se fue institucionalizando poco a poco: primero, convertido en parte fundamental del “Familias a Cargo” y más tarde, en el Programa “Redes” de la Municipalidad, que buscaba replicar aquella experiencia -en principio considerada “exitosa”- de “promotores” trabajando para un centro de salud, en el resto de los centros de la ciudad. En estas diferentes instancias, vemos el modo en que los actores ponen en juego diversas nociones vinculadas a lo que la Conferencia de Alma Ata denominó APS. Así, para los funcionarios municipales, se trata de capacitar “promotores” como “soldados” en la “lucha contra la enfermedad”, haciendo hincapié en la prevención como eje del sistema de salud y actualizando de este modo los sueños del “viejo sanitarismo argentino”; mientras que para la directora del centro de salud, la APS es la estrategia constitutiva del médico generalista que se caracteriza por su “compromiso con la comunidad”. Si bien estas dos visiones en principio no se proponen como antagónicas, podemos distinguir algunos elementos que podrían comenzar a contraponerlos. Así, en la idea de los funcionarios municipales de tener “soldados” para luchar contra la enfermedad, se manifiesta cierta acento positivista, donde la enfermedad es un agente patógeno, que viene desde fuera y que es necesario combatir con las armas de las que se disponga. La idea de que lo malo, lo patológico, lo que es necesario combatir y expulsar del organismo y la comunidad sana es lo que viene de afuera, tiene una larga historia, que puede rastrearse tanto en la asociación entre inmigración y criminalidad, tan vigente en los orígenes de la psiquiatría argentina (Ablard, 2005), como en la extendida creencia de que las enfermedades las traen los extranjeros, los desconocidos, los diferentes (Farmer, 2002; Sontag, 2003). Por su parte, la recurrencia al término “comunidad” en la medicina general implica una postura que busca alejarse de los planteos positivistas, pero que corre el riesgo de quedar reducida exclusivamente a una etiología social de los problemas de salud, que,
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[Escribir texto] en términos radicales, sólo podrían ser solucionados por un cambio en las estructuras del capitalismo (Laurell, 1982). Vamos viendo así cómo estas dos visiones, en apariencia armónicas, comienzan a contraponerse, lo cual se expresa también en lecturas alternativas de aquello que se consideran son “los sueños66 del sanitarismo argentino67”. A partir de los hechos que narramos a continuación, veremos cómo estas diferencias se ponen en acto en el entramado de actores de nuestro estudio.
2.3- De “Soldados” a “Espías” o cómo la promoción de salud no es lo mismo para todos. Como dijimos, la tarea que el centro de salud venía desarrollando junto a “promotoras” y residentes se continuó en el marco del programa “Redes”, lo cual implicó ciertos cambios: las actividades que antes surgían de las inquietudes del equipo de salud (incluyendo en éste a las “promotoras”) comenzaron a ser reprogramadas por lo que “bajaba” del Municipio. Y esas directivas consistían principalmente en la medición de la desnutrición infantil. Así, la prioridad por la medición de la desnutrición 68 es entendida como la selección de una “población de riesgo” y la focalización de las acciones sobre dicha población; si bien a primera vista la APS tiene una vocación más “universal”, podemos decir que este proceso de focalización se inspira en aquellas visiones más 66
Esto sueños pueden ser pensados como Sergio Visacovsky define a las historias sagradas, esto es “historias en las que efectivamente se creía y que bajo ningún punto de vista podían ser sometidas al imperio de la duda; y al mismo tiempo, útiles para el presente, para definir identidades, para dirimir posiciones, para legitimar puntos de vista […]” (Visacovsky, 2005) 67 Sin ahondar demasiado en este asunto, es interesante ver cómo la legitimación dentro del campo de la salud pública pareciera sustentarse para algunos en la apelación a cierta continuidad con el “viejo sanitarismo argentino”, sin precisar demasiado a quiénes se hace referencia con esto. Así, es interesante señalar cómo el “ginesismo” construyó una apropiación de la figura y el legado del Dr. Ramón Carrillo; apropiación que originó un debate entre quienes resaltaban su obra y quienes señalaban la presencia de rasgos eugenésicos y fascistas en el discurso del ministro de Perón, rasgos que fueron claramente “borrados” de la imagen que el “ginesismo” reivindicó. Sobre la figura de Carrillo, es interesante el trabajo de Ramacciotti y Kohn Loncarica ( 2003). 68 La problemática de la desnutrición puede ser abordada de un modo universal y no r emite exclusivamente al abordaje focalizado de las políticas. Sin embargo, el planteo de la política municipal en nuestro caso sí es bien focalizado ya que aborda la desnutrición infantil y sólo de niños hasta 6 años. Para un estudio en perspectiva antropológica de la desnutrición, véase Ortale (2003).
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[Escribir texto] “realistas”, “pragmáticas” y “selectivas” de la APS (OPS/OMS, 2005); o como lo interpreta la “doctora” Giorgi, como una APS “sólo de la boca para afuera”. El Municipio proveyó a las “promotoras” de cintas y planillas: cada una de ellas, a cargo de un determinado número de manzanas, debía salir casa por casa a medir los brazos de los niños para clasificarlos como “desnutridos” o “eutróficos”. Una vez recabada esa información, se discutía en la reunión semanal con la directora del centro de salud y se volcaba en planillas para “elevar” al Municipio. En una de esas reuniones, comenzó a plantearse el malestar de las “promotoras” acerca de la realización de esta tarea. La “doctora” Giorgi abrió la reunión anunciando que las directivas del Municipio eran cambiar el percentil a partir del cual se consideraba desnutrido a un niño y dejar de medir a los mayores de 6 años. Según Giorgi para la Municipalidad “los números estaban dando muy altos”. Allí empezaron las quejas, dado que las “promotoras” ya habían realizado la tarea y ahora les decían que debían rehacerla con nuevas directivas. “Muchos no es que sean bajo peso, es que por ahí son altos y tienen el brazo flaco” dijo una de ellas. “Y además ya lo hicimos, yo no voy a ir de nuevo, con el frío que hace…por ejemplo, en la manzana 7, hay personas que no quieren hacer de nuevo la encuesta, ¿qué hago, les doy una piña?” Las risas no lograron detener las quejas al respecto. Por eso, la “doctora” propuso incorporar todas esas quejas en el informe semanal de actividades. Esa propuesta abrió el juego para comenzar a plantear otras quejas e inquietudes. “A mí la gente del comedor se me quejó porque faltan los remedios, dicen y al final, ¿para qué inauguraron la salita?, eso puede figurar ahí también”. Giorgi explicó que entendía el reclamo, pero creía que iba a comenzar a solucionarse gracias al Plan Remediar, que estaba comenzando a proveer regularmente a la “salita” con sus cajas de medicamentos. Sin embargo, esa respuesta conciliatoria no logró aplacar los ánimos. “Si vas a poner las quejas, hay que poner todo, por ejemplo, lo de la administrativa, a mí me han dicho que insultó a una persona.” Todas agregaron alguna anécdota similar, entonces Gabriela, la voz cantante del grupo, le dijo a la “doctora” Giorgi
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[Escribir texto] “sí, poné eso, poné malos tratos de los administrativos y además, la falta del pediatra” Ante esto, la “doctora” explicó que la falta se debía a que no había espacio: aunque trajeran un pediatra, no tenían un consultorio dónde hacerlo atender. La discusión continuó, ya que algunas pensaban que también era importante que trajeran un odontólogo y otras planteaban que si bien eso era cierto, la prioridad la tenía el pediatra. La “doctora” Giorgi acordó entonces con las “promotoras” el listado de quejas que elevarían. A instancias del grupo, fue escribiéndolas y enumerándolas, tratando de resumir la conclusión a la que habían llegado del siguiente modo: “plantean las “promotoras” que los responsables del programa “Redes” están más preocupados por papeles y planillas que por encontrar las soluciones a los problemas de salud del barrio”. Ella debía firmar dicho informe, pero trató de despegarse un poco al dejar asentado que eran las “promotoras” las que hacían la crítica, crítica que iba dirigida directamente a las autoridades municipales que gestionaban el programa, es decir, la Secretaría de salud, de la cual ella, como médica municipal, era empleada. Luego de leer en voz alta el informe, preguntó “¿algún acuerdo?”: y “el acuerdo” fue suspender las actividades para el programa “Redes” hasta que no se obtuviera alguna respuesta. Sin embargo, las “promotoras” se comprometieron con la “doctora” Giorgi a seguir trabajando en el proyecto “Familias a Cargo” junto a los residentes, diferenciando lo que consideraban “su trabajo y responsabilidad como promotoras”, de lo que hacían para el Municipio. Dos semanas más tarde, una de las encargadas del programa “Redes”, trabajadora social que coordinaba el área del barrio Península, llegó a la reunión semanal buscando convencer a las “promotoras” de revisar su decisión de dejar de colaborar con el programa. “Yo las entiendo chicas, ustedes son de las “promotoras” más capacitadas que tenemos, pero hay que buscar la forma de alcanzar los objetivos del programa, yo les pido un esfuercito más”. Y la pregunta fue: “¿para qué un esfuerzo más?”, a lo que la mujer respondió de manera paciente “porque el municipio quiere eliminar las barreras del sistema de salud y ustedes están para eso, para hacer el enlace con la comunidad”. Envalentonadas, las “promotoras” respondieron que ellas hacían ese enlace y que le estaban comunicando lo
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[Escribir texto] que la comunidad sentía, pero que no estaban dispuestas a dar la cara ellas solas ante la gente: “Las que vivimos acá somos nosotras” remató Gabriela. La “doctora” Giorgi, presente en la reunión, se mantenía en silencio. Al poco rato, llegó la “doctora” Roy, funcionaria de mayor envergadura que coordinaba, desde el nivel central, todo el programa “Redes”. A partir de su llegada, los términos de la reunión se endurecieron. Gabriela hablaba en nombre de las “promotoras”, que la apoyaban con gestos y monosílabos, y Roy respondía a cada planteo de modo tajante. Gabriela planteó que para qué servía medir el “bajo peso” si los padres después les decían que no tenían qué darles de comer a sus hijos. La coordinadora del “Redes” respondió que para eso estaban los comedores y señaló en dirección al comedor de la asociación civil que funcionaba en el mismo predio de la “salita”, a escasos metros de allí. Las “promotoras” le respondieron a coro que en los comedores “todo es puro guiso” y la funcionaria, mirándose las manos, planteó que eso no era culpa de ellos, insistiendo con que “hay que relevar, ¿cómo no van a seguir relevando’… Ustedes releven y nosotros después vemos, con quien corresponda, lo de los comedores”. La “doctora” Giorgi, que se mantenía en silencio, le dijo algo a una de las “promotoras” que, entre indignada y nerviosa, reaccionó contando que la gente les decía que el tema de salud más preocupante para ellos eran los basurales “y cuando pusimos eso en los informes ustedes nos dijeron que eso no era de salud” ante lo que Roy respondió sonriendo irónicamente “efectivamente, eso es de acción social, tienen que quejarse en la delegación”. Mientras tanto, la trabajadora social anotaba algo en un cuadernito, dejando que su jefa manejara la reunión que a ella parecía habérsele ido de las manos; cada tanto, agregaba conciliadora “les pedimos un esfuercito más”. La “doctora” Roy, que ignoró la mayor parte del tiempo la presencia de la directora del centro de salud, planteó que las “promotoras” tenían que seguir con el programa, “porque lo que hacen, aunque crean que no sirve, sí sirve, sobre todo para captar patologías subyacentes” (el remarcado es nuestro).
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[Escribir texto] Para ir finalizando la reunión, Roy planteó que no tenía más respuestas para darles, que el programa iba a seguir en marcha y que si ellas lo dejaban “vendrán otras “promotoras” a ocupar su lugar”. Esta última afirmación fue interpretada por las “promotoras” como una amenaza que quedó flotando en el aire una vez que las funcionarias se habían retirado: luego de la reunión, el malestar en el grupo era evidente. Las “promotoras” decidieron tomarse un tiempo para pensar qué hacer. Las más intransigentes, decían que no iban a seguir, que ellas estaban desde antes que se inaugurara el centro de salud y que por eso, no podían echarlas69; sostenían que no iban a relevar nada más para el municipio “porque no estamos para controlar y sacar información, no somos espías”. La “doctora” Giorgi compartía un poco ese estado de ánimo y explicó que ella tenía un encono personal con “la” Roy –“me odia, pero por algo que venía de antes”- e interpretó parte de la mala predisposición de la funcionaria a esa antipatía previa. Podemos ver en este breve comentario de Giorgi el valor explicativo que tienen las relaciones personalizadas, desde la perspectiva de los actores, a la hora de comprender las lógicas que intervienen en el “éxito” o “fracaso” de las políticas. Es decir, el encono personal entre ambas médicas expresando para una de ellas el motivo por el cual se toma una decisión que influye en el devenir de una acción estatal, nos muestra que más allá – o más acá- de las lógicas burocráticas, existen relaciones personales de lealtad, odio y traición que son altamente significativas a la hora de comprender sucesos políticos partidarios y/o estatales (Boivin, Rosato y Balbi, 2003). Pocas semanas después, las “promotoras” decidieron finalmente renunciar al Programa “Redes”: escribieron y enviaron una carta a la Secretaría de Salud del Municipio y otra al intendente municipal explicando los motivos de la renuncia con los mismos argumentos que le habían planteado a la “doctora” Roy. En lo expuesto hasta aquí vemos entonces cómo distintas visiones sobre lo qué es la APS se manifiestan con más claridad en la emergencia de un conflicto que, más allá de las 69
Irse del programa “Redes” no implica perder los planes de Jefes y Jefas de los cuales eran beneficiarias, ya que dichos planes estaban insertos en trabajos comunitarios diversos gestionados originariamente por la UMA, y que en ese momento eran de la Federación de Tierra y Vivienda (FTV) de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA)
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[Escribir texto] demandas concretas, es un conflicto de sentido. Los distintos actores de la disputa -las “promotoras”, la médica generalista, los funcionarios del “Redes”- parecieran estar hablando de lo mismo cuando se refieren a la APS, la “promoción de la salud”, la “comunidad”, pero como hemos visto, los significados dados a cada uno de estos términos difieren notablemente. Ahora veremos el modo en que esta disputa se resuelve y así podremos dar cuenta del proceso por el cual quienes logran imponerse en el conflicto, imponen también sus sentidos.
2.4- Final del conflicto: “A mí ni vos ni nadie me va venir a decir qué es la salud” Unos días después de que la carta de las “promotoras” llegara al despacho del Doctor Prieto, la “doctora” Giorgi fue removida de su cargo como directora del centro de salud. Sin previo aviso, el nuevo jefe interino llegó al centro de salud y les anunció a las “promotoras” que la sala donde solían reunirse no podía usarse más. Reunidos en el patio delantero del centro de salud, las “promotoras”, algunos residentes, dos militantes de la Unión de Mujeres Argentinas (UMA) y algunos otros miembros de la comunidad, discutían qué hacer para respaldar a Giorgi. La decisión de la Secretaría de Salud de remover de su cargo a la médica fue interpretada como un ataque directo al proyecto de “Familias a Cargo” y a las “promotoras” mismas, como una revancha por las críticas hechas al programa “Redes”. Las opciones que se barajaban era hacer un “piquete” en la avenida más cercana o movilizarse a la Secretaría de salud. Esta segunda opción fue la elegida; en tres destartalados remisses del barrio, todas las “promotoras” y algunos de los presentes se movilizaron hacia el centro de la ciudad, a la Secretaría de salud del Municipio. Eran aproximadamente 15 personas las que se presentaron en la oficina y le pidieron a la secretaria una reunión urgente con el Doctor Prieto. Después de negociar con los empleados quiénes formarían parte de la reunión y en qué términos ésta se desarrollaría, seis personas fueron elegidas para hablar con el funcionario: Gabriela y Coni, por las “promotoras”, Estrella Doria, de la UMA, el doctor Salvador, por los residentes y un miembro de la comunidad toba del barrio.
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[Escribir texto] Una vez en el despacho y luego de las presentaciones de rigor, se le anunció al Doctor Prieto que lo que había provocado esa movilización era conocer los motivos por los cuales la “doctora” Giorgi había sido desplazada del cargo de directora del centro de salud, y demandar, a la vez, su reincorporación. Gabriela explicó que sacar a Giorgi de su cargo era desarmar el proyecto de salud que se venía gestando desde “la salita”. El Doctor Prieto, un poco irónico, planteó que todos sabían por qué “le pusimos un jefe a Giorgi”, queriendo llevar con esto la discusión hacia el “verdadero problema” que era, desde su punto de vista, la carta de renuncia de las “promotoras” y la crítica que ésta implicaba para el proyecto “Redes” que había promovido e implementado la gestión de Prieto. Las “promotoras” explicaron, sin amedrentarse, que ellas habían elevado en su momento esas críticas, pero que las mismas no habían sido escuchadas, lo que las había “obligado” a renunciar. El enojo de Prieto se desató cuando Gabriela dijo que la actitud del Municipio con el “Redes” demostraba que la idea que tenían de salud estaba equivocada. “A mí ni vos ni nadie me va venir a decir qué es la salud”, dijo Prieto con soberbia, dando por terminada la reunión, que acabó sin que ninguna de las partes quedara conforme. La respuesta de Prieto y el tono con el que fue dicha, nos muestran que para este funcionario, con un cargo de importancia, una trayectoria individual que lo respalda, y una serie de títulos académicos y universitarios que lo autorizan, no hay posibilidad de discutir qué es “la salud”. No hay posibilidad siquiera de plantearse que “salud” pueda ser otra cosa que lo que él postula, a través de sus palabras, pero básicamente a través de las políticas diseñadas por su gestión. Como plantean Neiburg y Plotkin, los expertos son quienes dicen actuar en nombre de la ciencia y la técnica, lo cual los consagra frente a otros actores con los que disputan un mismo espacio semántico (Neiburg y Plotkin, 2004). Prieto, que es doctor en medicina, especialista en cardiología, sanitarista; que ha actuado en diversos ámbitos estatales vinculados a la salud pública a lo largo de los últimos 20 años; pero también, se ha dedicado académicamente al área de la economía y la administración en salud, siguiendo y dictando cursos de posgrado, y publicando artículos en revistas especializadas, puede ser considerado un experto. Su expertise va de la mano de su posición política y ambas se retroalimentan – ni por la una ni por la otra, podría una simple “promotora” discutirle a él qué es “la salud”-.
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[Escribir texto]
Luego de esa reunión y por disposición del Doctor Prieto, la residencia de Medicina General no tuvo permitido volver al centro de salud y se instó a la “doctora” Giorgi a respetar sus horarios de médica municipal, evitando la superposición de tareas entre esa función y la de instructora de residentes; además, al quitársele el cargo de directora, su sueldo quedó reducido a la mitad. Para ella, la bronca de Prieto se debía a que el funcionario había subestimado a las “promotoras” al no creerlas capaces de realizar las críticas que realizaron, por lo que había supuesto que todo era un ataque encubierto de la médica hacia su gestión: “a ellas no podía hacerles nada y a mí sí”. Para ella, la finalidad de la reacción de Prieto era desarmar el “Familias a Cargo”: “ésa fue una de las razones de tanto quilombo, para ellos (el municipio, Prieto, Roy) la salud era atender y nada más, y para nosotros, la salud era la vivienda, el agua, la recolección de basura, la violencia…”. Como dijimos antes, el lugar de la “doctora” Giorgi lo ocupó interinamente otro médico, que según ella “fue a romper, me vigilaba todo el tiempo, si yo me reunía con las chicas (las “promotoras”), venía, se sentaba al lado mío, calladito, con cara de perro”. Gracias a algunos contactos que salieron en su apoyo70, un mes después el Municipio dio marcha atrás con algunas de las medidas: los residentes pudieron volver al centro de salud y fue nombrado como director el “Doctor” Thomas, de personalidad más amigable que el director interino, pero con un perfil bien distinto del de Giorgi.
2.5- ¿Una tercera posición?: Recontextualizando la implementación de las políticas. El Doctor Thomas no realizó ningún cambio brusco en la gestión del centro de salud. Continuó con las reuniones con las “promotoras” de salud en el marco del programa “Redes” hasta que este programa, por problemas internos del Municipio, dejó de existir 71. El grupo de “promotoras” fue dispersándose poco a poco ya que la crisis del programa 70
Según la Dra. Giorgi, estos contactos eran “alguna gente del Colegio de Médicos” y un senador provincial que ella conocía personalmente. 71 Las “promotoras” siguieron dos meses más en el “Redes” debido a que se tenían que encargar de distribuir cajas de alimentos a las familias con chicos desnutridos: según ellas, eso lo hacían por el compromiso con la gente del barrio. Debido a un conflicto dentro de la secretaría de salud, ésta fue intervenida por el intendente, Prieto dejó el cargo y al final de ese año el “Redes” había dejado de funcionar.
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[Escribir texto] “Redes” no les reclamaba trabajo ni responsabilidades y el conflicto vivido había hecho que muchas de ellas dejaran de interesarse en la tarea, ya que finalmente “a nadie le importa lo que pensamos” o “¿para qué te vas a meter si después te das cuenta que todo termina en nada?”. Thomas permitió que la residencia siguiera funcionando, aunque sin involucrarse en sus tareas. Al poco tiempo, la “doctora” Giorgi tuvo una oferta laboral más interesante y pidió licencia en ambos cargos -como médica municipal y como instructora de residentes-; la residencia quedó sin instructor, por lo que su lugar en el centro de salud se fue reduciendo a lo mínimo necesario para la formación curricular 72. El proyecto “Familias a cargo” había quedado parado de hecho. Según Giorgi “tuvieron que esperar que yo me fuera” para desarmar lo que quedaba, que era el registro familiar de historias clínicas. El director del centro de salud dijo que a los administrativos les resultaba difícil encontrar las historias clínicas de las personas “por manzana y por familia”, por lo que se decidió que volvieran a ingresarse simplemente “por nombre y apellido”. El último rastro de la gestión de Giorgi fue la eliminación de los turnos programados: se volvió al sistema de atender a demanda “porque les dabas un turno y se olvidaban, había que irlos a buscar, pero ya no tenemos tiempo para eso, se acabó, viene el que necesita porque sólo así viene y chau” planteaba Thomas al explicar los cambios. “Y lo de los promotores viste, siempre lo mismo, hace 20 años que venimos formando promotores. Yo no quiero más eso, yo quiero cosas prácticas, que sirvan. Por ejemplo el otro día hicimos poner la loma de burro, no hubo quejas, conflicto, nada, fui yo, dije ¿con quién hay que hablar? Hablé y la pusieron, ahí está, la podés ver” plantea Thomas desde la cocina de la “salita”, que es el lugar desde donde dirige el centro de salud. Un tiempo después de haberse ido del centro de salud, Giorgi narraba algunos de los motivos de su alejamiento diciendo que estaba cansada de “hacerle el juego al sistema”: “si se rompía una cerradura, había quienes decían hay que poner plata para arreglarla y yo decía, ¡no!, no vamos a poner de nuestro propio bolsillo, esto lo tiene que arreglar el Municipio, si no todo sigue funcionando sólo por nuestro esfuerzo, no podemos ser los médicos los que mantengamos el sistema”.
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Ese mínimo era cubrir “atención del niño sano” como uno de los contenidos de su formación, lo cual obligaba a realizar una determinada carga horaria de asistencia clínica en centros de salud del primer nivel (y no en un hospital).
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[Escribir texto] Para ella, esa era la postura más coherente con su idea de lo que debían ser la salud pública y la atención primaria de la salud. En tanto Thomas, explicaba que él hacía 20 años que trabajaba en el Municipio -aunque también trabaja en clínicas privadas porque “hasta un recolector de basura gana más que yo”-, y que seguía porque le gustaba: “mirá, hay quienes se llenan la boca, pero para mí estar acá es poder solucionar cosas concretas: faltan guantes para un PAP, bueno, agarro el auto, voy hasta la otra salita, pido guantes, los traigo y ya está. No voy a hacer una reunión, una carta, un piquete porque no tengo guantes… así no se solucionan las cosas…”. Si a partir del relato de la “doctora” Gálvez –en el primer apartado del capítulo-, podíamos distinguir una oposición entre los médicos con “compromiso” y los médicos sin “compromiso”, entre la postura de Thomas y la de Giorgi encontramos dos visiones diferentes sobre cómo ha de ser dicho “compromiso”: si se trata de de “no hacerle el juego al sistema”, como plantea la médica; o “de poder solucionar cosas concretas” a pesar de ser un profesional y ganando menos que “un recolector de basura”, tal como afirma el odontólogo. Situados entonces en el espacio entre la planificación y la evaluación, esto es, en la implementación cotidiana de las políticas, es importante volver a situar ese cotidiano y la serie de eventos narrados en una perspectiva más amplia que recontextualiza la implementación. Así, es necesario decir que todos estos hechos sucedían de forma simultánea a que el Plan Federal de Salud se ponía en práctica a nivel nacional. Mientras la “doctora” Giorgi era directora del centro de salud, comenzó a implementarse el Remediar; cuando llegó el Doctor Thomas, también llegó el Médicos Comunitarios y él mismo asistió a los cursos de posgrado del programa. Cuando se tomó la decisión de dejar de atender con turnos programados, comenzó la inscripción de beneficiarias para el Plan Nacer. Así, vemos que en la medida que la APS “baja” como el eje principal de las políticas de salud, nuestros actores dirimen conflictos de sentido que actualizan, desde sus diversos puntos de vista y sus prácticas concretas, lo que “la salud” y “la APS” es para ellos. Estos sentidos son los que hacen inteligible sus prácticas, prácticas cotidianas que conforman los rasgos
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[Escribir texto] que adquirirán la efectiva implementación de las políticas; y la forma concreta en que el Estado, a través de esta agencia particular, se pone en acto para sus agentes.
3- Reflexiones Finales: Del acto inicial de entrega de diplomas a las “promotoras” de salud al portazo final ante el funcionario que había entregado esos diplomas, en el segundo apartado de este capítulo recorrimos el camino de una experiencia concreta que, inspirada en la estrategia de APS, nos permitió acceder a los múltiples sentidos que los actores le dan al término “salud”. Así, de la médica generalista y su visión “militante” al pragmatismo del odontólogo, de la idea de “soldados” contra la enfermedad del secretario de salud a la idea de “espías” de las “promotoras”, hemos buscado dar cuenta de esa multiplicidad de sentidos en el escenario acotado de un centro de salud. Para ello, hicimos uno de los ejercicios que fundamentan las reflexiones de la antropología médica; es decir, consideramos a “la salud” no como un estado determinado o deseado, sino como un término nativo cuyos significados en necesario desentrañar contextualmente. Así, considerándola una construcción histórico-social (Conrad, 1982; Herzlich y Pierret, 1989), indagamos en las distintas connotaciones que los actores le dan: “la salud” como la lucha contra la enfermedad, que por lo tanto autoriza acciones focalizadas que buscan “captar patologías subyacentes”; “la salud” como el bienestar de una comunidad, lo cual se logra con “compromiso” y mucho “trabajo en terreno”; “la salud” como lo plantean las políticas estatales influidas por el saber biomédico; “la salud” como todo lo que los actores de la “comunidad” definen y reivindican como tal. Estas connotaciones varían situacionalmente y pueden ser comprendidas a partir de las diferentes formaciones académicas y profesionales de los actores, sus trayectorias individuales, los saberes que los consagran y las distintas posiciones ideológicas y de poder que ocupan. Vimos entonces nociones que se oponen, dilemas de una idea –la APS- que todos parecen compartir, de la que todos hablan, pero que los enfrenta en la práctica.
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[Escribir texto] Este recorrido, es parte de uno más amplio, que hemos transitado a lo largo del capítulo y que, como vimos, es también un recorrido en el tiempo: al principio –en el apartado 1- describimos el cotidiano del centro de salud como una instantánea, viendo la actuación de los agentes estatales en un momento preciso. Así, en esa especie de “fotografía”, lo que intentamos fue analizar cómo interpretan y significan nuestros actores, en el día a día, en las interacciones cara a cara con la población, la categoría “madres”, que es -como ya dijimos- el modo en que las políticas definen a sus “destinatarias”. En la definición de las políticas –“embarazada”, “puérpera”, “madre con hijo menor de 6 años” “sin obra social”-, en el “mami” de las enfermeras, en la categoría “mujer bajo programa”, vemos una y otra vez la clasificación estatal actualizada en el uso de los actores. En todos los casos, esa clasificación pone el acento en un atributo de las mujeres el ser madres o mejor, en su capacidad reproductiva-, lo cual muestra por un lado, el poder del Estado a la hora de nombrar y crear identidades a través de esos actos de nombramiento (Bourdieu, 1997); y por otro, cómo la biologización del saber biomédico inspira dicha clasificación, esencializando un rol que es social como lo muestra el concepto de maternazgo (Lamas, 1986) no le corresponde ni exclusiva ni necesariamente a las mujeres. En el segundo apartado del capítulo, nuestro recorrido nos llevó al pasado, donde a partir de una serie de eventos sucedidos entre 2004 y 2006, ubicamos a los actores de la “salita” en un entramado más amplio, que remite a diferentes niveles de lo estatal. Situados en el momento de la implementación de las políticas, vislumbramos como lo local y lo cotidiano conforman dimensiones claves de una perspectiva que considera que para mejor aprehender la dinámica estatal es necesario comprender las lógicas de los actores –médicos, enfermeros, administrativos- que en nuestro caso, hacen las políticas de salud todos los días. Esas lógicas que se ven transformadas a la vez que transforman las lógicas y clasificaciones de los destinatarios, en un ida y vuelta que pone de manifiesto sus interacciones, interacciones que no pueden ser comprendidas ni como enteramente burocráticas ni enteramente personalizadas (Borges, 2005). A partir de esta idea fue que nos preguntamos si la recurrente apelación a las mujeres como “madres” contribuye a que
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[Escribir texto] la maternidad se vuelva un mérito y pueda pensarse, en el marco de la focalización de las políticas de salud, como un requisito para acceder a las mismas. Consideramos importante poner de relieve, a lo largo de todo el capítulo, las distintas formaciones profesionales, trayectorias individuales y laborales, así como las adscripciones políticas e ideológicas de los agentes que implementan la política de salud (Soprano, 2007). Pero también, mostramos la importancia de la sociabilidad de dichos agentes, por ejemplo, en la valoración que el director de la salita hace de la pediatra por tener “feeling” con la gente; en el hecho de que las destinatarias preferían el modo en que Maricel les entregaba las “pastillas” en lugar del modo en que lo hacía la “doctora” Gálvez, o los odios y enemistades entre Giorgi y Roy a la hora de explicar una de las razones de la virulencia con la que el proyecto de “Familias a Cargo” fue desarticulado. Todo esto nos muestran la importancia de las relaciones personalizadas y de las maneras de los agentes estatales a la hora de promover o impedir una política, un modelo de atención, un modelo de gestión, un tipo de Estado (Mendes de Miranda, 2005). En resumen, lo que nos muestran claramente las situaciones narradas, es que ninguno de los términos en cuestión –ni
“madres”, ni “salud”, ni “APS”- pueden
comprenderse fuera del contexto de relaciones sociales de los que surgen; contextos y relaciones que hacen a los significados que los términos van adquiriendo para los distintos actores. Si bien, a primera vista, estos términos remiten a definiciones que a todos pueden parecernos obvias, las situaciones que describimos nos muestran algo que el análisis antropológico viene mostrando hace años: que obvio no hay nada. Así, vimos al Estado, a través de sus políticas, buscando delimitar problemas, definir poblaciones-objetivo, en síntesis, clasificar, nombrar y ordenar el mundo (Douglas, 1996). Sin embargo, esta tarea nunca es definitiva, ya que ese Estado que nombra, está compuesto por agentes estatales que, en su labor cotidiana, actualizan y reactualizan, significan y resignifican, esos nombres y categorías. Es decir, es necesario comprender al Estado en su poder clasificatorio, pero sin olvidar que quienes clasifican y ejercen a diario ese poder simbólico, son agentes contextualmente situados; comprender sus relaciones e
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[Escribir texto] identidades, es un modo de comprender el funcionamiento cotidiano del Estado, sin caer en miradas normativas o reificadoras. Hasta aquí, nos centramos en el cotidiano de la implementación, desde el centro de salud y sus agentes estatales. Ahora, es tiempo de analizar las relaciones entre éstos y los destinatarios, pero desde el punto de vista de estos últimos.
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[Escribir texto]
Capítulo 2. “Estar entre mujeres”: espacios de sociabilidad y resignificación de categorías estatales de parte de las destinatarias de políticas de salud. “Con los planes, algunas crían gallinas o cavan zanjas… nosotras en cambio, somos promotoras.” Coni –promotora de salud-
Introducción: En este capítulo analizaremos las relaciones de los destinatarios con el centro de salud y con los agentes estatales que allí trabajan. Para ello, seguiremos el punto de vista de los primeros, para así dar cuenta del lugar que ocupan esas relaciones en sus vidas cotidianas. Para ello, nos centraremos en las trayectorias de algunas de las mujeres que fueron “promotoras” de salud – a quienes conocimos en el capítulo 1-: con ellas, daremos cuenta de cómo fueron esas relaciones durante la experiencia de promoción de salud y cómo fueron transformándose las mismas una vez terminada dicha experiencia. Como ya dijimos al comenzar esta tesis, el trabajo de campo que sustenta la presente investigación se realizó en sucesivas etapas entre el año 2004 y el año 2007. En este capítulo, comenzaremos describiendo algunas situaciones que se sucedieron en los tramos finales del mismo –entre 2006 y principios de 2007-. Luego, y para mejor comprender la significación de dichas situaciones, nos remitiremos a los comienzos del trabajo de campo e incluso, nos remontaremos -junto con el testimonio de nuestras informantes-, al momento de formación del grupo de “promotoras”, que se desarrolló unos años antes de mi entrada al campo. Sobre la parte final del capítulo, y a la luz de lo descripto, volveremos al año 2007, para así, diacrónicamente, comprender las relaciones que estas destinatarias mantienen con los agentes estatales del centro de salud.
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[Escribir texto]
1-De la sala de espera al barrio: el punto de vista de las destinatarias. La sala de espera del centro de salud está dividida en dos partes. La primera, por donde se entra, es un rectángulo cuyos lados más extensos están ocupados por dos bancos enfrentados, iluminados por la luz que viene de la ventana; a un lado de los bancos se encuentra la ventanilla de la administración: allí están los ficheros con las historias clínicas y es el sitio donde la gente pide los turnos. Enfrente de esta ventanilla el ambiente se abre a la segunda parte de la sala de espera, un hall rodeado por otros dos bancos y las puertas que dan al baño, la enfermería y los consultorios médicos73. De mañana suele haber más gente que a la tarde, aunque la cantidad varía mucho con los días, siendo los lunes “un día complicado” según el personal. Por lo general, las que esperan son en su mayoría mujeres: mujeres jóvenes con más de un niño y con bebés, algunas mujeres un poco mayores y pocas veces, hombres que llevan a sus hijos. La presencia mayoritaria de mujeres en el centro de salud fue corroborada por los dichos del personal. El director del centro de salud74 nos comentaba que “el 80% de las consultas” provienen de mujeres; según sus dichos, los hombres, por lo general, acuden cuando precisan un certificado médico para algún trabajo, ya que cuando están enfermos, van directamente al hospital75. Lo mismo refiere la psicóloga: a su consulta van casi todas mujeres, muchas veces derivadas desde los gabinetes psicopedagógicos de las escuelas de sus hijos. Lo mismo refieren las médicas y las enfermeras; éstas últimas agregan que quizá, cuando van a vacunar a un chico, si el niño es muy pequeño, concurren madre y padre, pero
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Nos detenemos en esta descripción espacial porque el centro de salud de nuestro estudio es diferente a las del resto de los centros de salud de la ciudad. Fue construido por una asociación civil por lo que no sigue los planos y ni la organización edilicia de los otros centros, construidos por el Municipio y/o La Provincia. 74 En el periodo del trabajo de campo, hubo tres directores del centro de salud: de 2004 a 2005, la “doctora” Giorgi, que fue separada de su cargo por los sucesos narrados en el capítulo 1. Luego, hubo un breve periodo dirigido por otro médico, hasta que a fines de 2005 asumió como director el odontólogo Thomas, quien hasta terminado el trabajo de campo en 2007, seguía desempeñándose en su cargo. 75 Los estudios sobre salud masculina siguen la línea de esta afirmación, planteando que los hombres no consultan sobre dolencias y enfermedades hasta que ya no les es posible, por ejemplo, seguir trabajando (de Keijzer, 2005).
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[Escribir texto] si no, van “las mamás”. Los carteles informativos y afiches de promoción de las diferentes campañas también están mayormente dirigidos a “las mamás”. Los dichos del personal se completan con lo que se puede percibir y charlar con la gente en la sala de espera: al preguntarles a las mujeres cuándo y por qué motivo concurren al centro de salud, me responden que la mayor parte de las veces van “por los chicos”, a realizar el control de salud, vacunarlos o realizar una consulta cuando están enfermos; y cuando van por ellas, por ejemplo, a realizarse el control ginecológico, si tienen hijos chicos, por lo general van con ellos. Es decir, en uno u otro caso, van “por” ellos o “con” ellos. En la sala de espera las mujeres apenas cuchichean entre sí, si el día está lindo y se encuentran algunas conocidas, salen a charlar afuera, al jardín arbolado que rodea el centro de salud. Cuando están adentro, responden a alguna que otra pregunta, pero de forma tímida, siempre con la mirada puesta en alguna de las puertas de los consultorios. Si las llaman los médicos o las enfermeras, se dirigen a ellos de forma muy respetuosa, hablando en un murmullo que contrasta con el tono alto y seguro de las médicas o el trato confianzudo de las enfermeras o la administrativa. En este sentido, la “doctora” Gálvez me decía que en la consulta, a veces, “las cagamos a pedos, si el nene viene con bajo peso, por ejemplo. Así como también las alentamos cuando el nene anda bien y ellas se sienten realizadas”. Otra cuestión que puede influir en los modos discretos de las mujeres ante el personal del centro de salud puede relacionarse con el hecho de que eran frecuentes los comentarios sobre los malos tratos hacia la gente de parte de la administrativa de la mañana. Me habían contado un caso puntual en que “una vez una señora le pidió un turno, o un ratito nomás, porque tenía que hacerle una consulta a la “doctora” y Mabel (la administrativa) le dijo que no, que no había y la señora le pidió por favor, que aunque sea le dejara hablar con la médica que era una urgencia y Mabel la trató muy mal, le dijo “sí siempre dicen que es una urgencia” y se rió y la señora le rogó y Mabel le dijo que no de nuevo, que no había más turnos y la señora casi se fue llorando”. A pesar de que todos conocían el mal carácter de Mabel y ya había habido quejas generalizadas, ella seguía en su puesto porque, decían, “milita con el intendente”.
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[Escribir texto]
Dada esta situación, era a veces difícil entablar relaciones o charlas en la sala de espera. Muchas de las personas estaban acostumbradas a ser interrogados por estudiantes de enfermería, por las trabajadoras sociales que cada determinado tiempo realizaban sus prácticas en el centro de salud, o por los mismos agentes estatales de la “salita”. Así, se identificaba la labor de la antropóloga con la de los profesionales que allí trabajaban, condicionando las respuestas y actitudes de las personas. Como plantea Rosana Guber (2004) “La asignación de roles al investigador es la parte que desempeñan los informantes en esta negociación. A través de una serie de ensayos, le adscriben ciertos papeles, atributos y propósitos al investigador” (2004: 162). Si a esto le sumamos el peso que tiene la autoridad médica, manifiesta en la timidez con que la mayoría de las personas se dirigían a los médicos, nos daremos cuenta que el espacio físico del centro de salud no favorecía el rapport76 necesario que toda investigación antropológica pretende entablar con las personas que estudia. De algún modo, esta situación, abonó la opción de no presenciar las consultas y restringir la observación a lo que acontecía en la sala de espera. Dado que nuestro trabajo busca analizar las relaciones entre los agentes estatales -por ejemplo los médicos- con los destinatarios, la opción por presenciar esas relaciones en la consulta podría haber sido fructífera. Sin embargo, la desechamos, en parte por cuestiones éticas y en parte por cuestiones metodológicas77. Lo que nos interesaba era indagar en
las relaciones e
interacciones entre los agentes estatales del centro de salud y las personas que asisten allí. Como vimos, en el primer capítulo, pusimos el acento en estas relaciones desde el punto de
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Lograr el rapport es algo así como lograr una relación armónica, cordial y empática con los informantes, basada en un contexto favorable, fundado en la confianza y la cooperación; es el leit motiv, la utopía movilizadora del trabajo antropológico (Guber, 2004). Sin embargo, como bien señala la autora, la sobreestimación del rapport puede llevar a psicologizar e individualizar toda relación en el campo y apoltronar al investigador, limitándolo en las relaciones ya establecidas y evitando aquellas conflictivas, que sin embargo, pueden ser de gran significación para la investigación. 77 Como señalan quienes se dedican a la investigación cualitativa en salud (Souza Minayo, 1997) si bien los “sesgos” que tanto preocupan a la epidemiología más clásica no son considerados un problema, sí hay que sopesar la influencia de la autoridad médica a la hora de preguntar a los “pacientes”77 sobre la calidad de la atención. En nuestro caso, y aunque éste no era exclusivamente el tema de nuestras preguntas, sí estuvimos atentos a dicha influencia.
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[Escribir texto] vista de los agentes estatales. Ahora, nos interesa centrarnos en el punto de vista de los destinatarios. Considerando los condicionamientos que opacaban este punto de vista si nos remitíamos exclusivamente a lo que sucedía dentro del centro de salud, decidimos “salir” del mismo. Así fue que optamos por concentrar nuestra atención en las mujeres que, atendiéndose en el centro de salud, conocíamos previamente por haber pertenecido al grupo de “promotoras”. A partir de sus puntos de vista, pudimos acceder a algunas dimensiones significativas de las relaciones que ellas, como destinatarias de las políticas de salud implementadas desde la “salita”, mantienen con los agentes estatales que allí trabajan. Si bien estas mujeres se conocían con algunos de los agentes estatales justamente por haber sido “promotoras” y haber trabajado en conjunto en el proyecto “Familias a cargo” realizado durante el año 2004, el staff de profesionales del centro de salud había variado un poco desde entonces y no todos tenían un trato personal con las ex “promotoras”. Lo importante aquí es que en las relaciones con los agentes estatales, el haber sido “promotoras” les proporcionaba una mayor confianza con algunos de los profesionales, poniendo así de relieve una dimensión clave desde nuestra perspectiva para el análisis de las políticas y el Estado, que es el de las relaciones personalizadas y la sociabilidad. Al mismo tiempo, dado que seguían atendiéndose en el centro de salud, seguir su punto de vista, podía ayudarnos a entender las relaciones que los agentes estatales mantienen con otras destinatarias. Concentrar nuestra atención en ellas implicaba “salir” del centro de salud, no sólo para obtener mayor información de la que podíamos obtener en la sala de espera, sino porque como conocíamos a estas mujeres, podíamos acceder a otros planos de sus vidas que nos ayudaran a comprender mejor las relaciones que mantenían con los agentes estatales de la “salita”. La opción de “salir” del centro de salud además de tener motivaciones metodológicas, se basó en una decisión heurística, que considera que un aporte de esta perspectiva que busca dar una mirada del Estado “desde abajo”, debe poder descentrarse de una visión puramente estatalista y dar cuenta del fenómeno estatal desde la óptica, la
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[Escribir texto] subjetividad y la vida cotidiana de los destinatarios de políticas. Este descentramiento busca iluminar ese encuentro entre el Estado y los destinatarios desde el punto de vista de estos últimos porque, como plantea Daniela Soldano (2009), al tratarse de encuentros en el marco de políticas focalizadas, se interviene sobre “las rutinas de los sujetos y en la territorialidad de ciertos barrios pobres […] El término intervención, como vimos, alude a la generación de efectos perseguidos sobre las biografías: se interviene para alterar, para transformar, para dar otra forma a la subjetividad” (Soldano, 2009: 239) Esto quiere decir que, si no comprendemos el impacto de las políticas en la biografía y cotidianeidad de los destinatarios, algo de la dinámica estatal se nos escapa.
1.2- Saliendo de la “salita” con Coni: relaciones con el centro de salud desde la cotidianeidad de las destinatarias. Uno de los días que realizaba trabajo de campo en la sala de espera, me encontré con Coni, una de las mujeres que había sido promotora. Era cerca del mediodía y ella estaba con sus dos hijos. Me dijo que esperaba allí desde las 8.30 de la mañana, para ver a la “doctora” Gálvez, porque precisaba un certificado de “buena salud” para uno de sus nenes, que iba a hacer un viaje con la colonia de vacaciones. Cuando la obstétrica, Maricel, vio a Coni la saludó y le preguntó cómo andaba ya que ese verano Coni había tenido un problema de salud: una lesión en el cuello del útero, que le habían detectado en la “salita” cuando fue a hacerse el PAP78. Por ese asunto, había sido derivada al hospital donde la habían operado. Afortunadamente, se estaba recuperando de la convalecencia obligada por la operación. A raíz de ese problema de salud, Coni me había dicho que la obstétrica, Maricel, había estado “muy bien” con ella porque le había explicado todo y gracias a eso, no se había asustado tanto. Aquí podemos pensar que el hecho de que Coni y Maricel se conocieran de la época del “Familias a Cargo”, influye en el trato más personalizado que la obstétrica le brindó a raíz de su problema. Sin embargo, hay otro elemento a tener en cuenta y es la propia valoración de Coni acerca de su experiencia de promotora, ya que me decía 78
PAP es el modo en que se llama al test ideado por el médico griego-americano George Nicholas Papanicolau (1883-1962): es la prueba más empleada para el diagnóstico de lesiones precursoras de cáncer de cuello uterino, cuyo uso ha hecho disminuir en un 70% las muertes por dicha causa.
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[Escribir texto] “y yo les digo a mis hermanas “vieron que hay que hacerse el PAP” si no me lo hacía, yo no me enteraba lo que tenía y después hubiera sido peor”. Esperé con Coni una hora más hasta que la atendieron. Cuando salió del consultorio, le pregunté donde iba y me dijo que iba a pasar por lo de Doña Mirta, una de “las chicas del fútbol” de quienes ya me había hablado en otra oportunidad. La acompañé. Doña Mirta es la arquera del equipo de fútbol: el equipo se había formado a partir del grupo de mujeres que trabajaban en el comedor comunitario “El Galponcito”, del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) Aníbal Verón (AV)79, ubicado a cinco cuadras del centro de salud, en una zona que la gente del barrio solía llamar “el asentamiento”, ya que la instalación de las viviendas era muy reciente y mucha de la gente que allí vivía no pertenecía al barrio original, surgido a partir de la autoconstrucción de viviendas de la comunidad toba. En el “potrero” que quedaba a un costado del asentamiento, las mujeres del comedor jugaban algunos fines de semana contra equipos de otros barrios, en una liga improvisada de mujeres que participaban en emprendimientos sociales del MTD. Las “chicas del fútbol” no tenían relación con las que habían sido “promotoras”: del equipo, Coni era la única que lo había sido. Y esto, según ella, hacía que sus compañeras de equipo la respetaran y le hicieran algunas preguntas: “Y después de los partidos nos quedamos hablando entre nosotras y ellas me preguntan y hablamos del derecho de la mujer, por ejemplo si no querés tener relaciones, aunque sea tu marido, es una violación y muchas se me quedan escuchando así, con la boca abierta, como que todavía no se despertaron. Yo un montón de cosas las sé de la época de cuando estábamos con Estrella80 y por eso yo les digo y ellas me preguntan, aprovechamos ese rato. A los maridos de algunas no les gusta mucho que hablemos de esas cosas, pero nosotras hablamos igual, después del fútbol ¿qué vamos a estar haciendo de malo? no estamos haciendo nada malo, cualquier cosa les decimos: estamos jugando al fútbol”.
Esas cosas que hablan después de jugar al fútbol o cuando están en el comedor preparando la comida, mientras los hijos juegan entre sí, no son las cosas que probablemente hablarían las mismas mujeres si se encontraran en la sala de espera de la 79
Si bien Coni tenía su plan JHD por la FTV, como sus hermanas y hermanos estaban en el MTD AV, ella participaba del comedor de esta agrupación y me había comentado que le gustaba más el MTD porque “se hacían más cosas” y la gente podía “opinar más”. Nunca tuvo problemas con los planes en ninguno de los dos movimientos. Para entender este tipo de fenómenos sobre el cotidiano de los planes y la pertenencia o no a los movimientos, es clave el análisis de Julieta Quirós (Quirós, 2006). 80 Dirigente de la Unión de Mujeres Argentinas (UMA), se la menciona en el capítulo 1.
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[Escribir texto] “salita”. Allí se habla de enfermedades, de lo que tiene cada nene, de cuánto creció o qué vacuna le toca. Además, es importante señalar que según los dichos de Coni, las mujeres del asentamiento “casi no van a la salita, por ahí llevan a los nenes, pero por ellas, nunca, parece que nunca se enfermaran”. Camino a lo de Doña Mirta, los hijos de Coni se quedaron con sus primos jugando en la calle: la casa de Doña Mirta está en el barrio toba, frente al asentamiento, detrás del centro de salud. En el barrio toba viven también muchos familiares de Coni: ella y su familia pertenecen a la comunidad y si bien vienen del Chaco, hace años que están todos instalados en Península y “allá” sólo quedaron “los abuelos”. Doña Mirta es una mujer de cuarenta años, menuda, que ya no tiene casi dientes. Además de ser la arquera del equipo, Coni tiene una relación particular con ella, de mucho afecto. Coni estuvo muy cerca de Doña Mirta cuando murió una de sus hijas más grandes, que tenía justamente la edad de Coni: a la chica la había dejado el marido y como no tenía trabajo y tenía dos hijos, salía a “cartonear”: en una transitada avenida a pocas cuadras del asentamiento, un auto la había atropellado y la había matado. La pena de Doña Mirta era aún mayor porque luego del accidente se enteró que su hija estaba embarazada. Si ella lo hubiera sabido, se lamentaba, no la hubiera dejado salir a “cartonear”. Ahora es Doña Mirta quien está embarazada nuevamente, esperando su hijo número 22, “todos con el mismo marido”, me aclara Coni. Por eso, por un tiempo, no va a poder ser la arquera del equipo; una nueva baja, ya que debido a su operación, Coni hacía más de un mes que no jugaba. Me presentó a Doña Mirta diciéndole que yo era “la chica” que trabajaba con ellas cuando eran “promotoras”, “se acuerda que yo le había comentado, Doña Mirta, que había una chica que nos estudiaba…”. Entonces Doña Mirta me dice que es muy bueno que Coni haya sido “promotora”, que habría que volver a hacer cosas “por la salud”, porque en el barrio hay muchos problemas de “drogación” de los chicos y “mucha violencia”. Luego de mencionar esta última palabra, ambas se miran como sobreentendiendo a qué se refieren: hablan de Delia, otras de las “chicas del fútbol”, quien después de los partidos o en el comedor, les cuenta cómo su marido la maltrata y le pega a pesar de que ella “le tiene siempre la casa limpia, los chicos limpios, la comida lista”.
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[Escribir texto]
Esas preocupaciones presentes entre “las chicas del fútbol”, sumado al hecho de que Coni se había recuperado de su convalecencia con más ganas que antes de “volver a hacer algo”81, hicieron que retomara los contactos con las otras ex “promotoras”, para reactivar de algún modo, aquella experiencia. Aquí cabe mencionar que sabiendo de estas “preocupaciones”, Lorenzo, el referente del MTD AV en el barrio, instaba a Coni a “armar un proyecto de salud para llevar a la salita nuestros reclamos”. De algún modo, en estas preocupaciones de las mujeres se denota una incipiente demanda hacia el centro de salud, y al mismo tiempo, se manifiesta, tal como veíamos en el capítulo 1, una disputa en torno al sentido y los alcances de lo que la “salud” es o debe ser para los distintos actores. En la perspectiva de las “chicas del fútbol”, de Doña Mirta, de Coni, hay muchas cuestiones que tienen que ver con “la salud”, pero que no entran en las problemáticas de “salud” que la “salita” contempla. Esto último, en varios sentidos: porque los agentes estatales que allí se desempeñan –y que implementan los programas- no los trabajan, porque no hay programas específicos82 que apunten a resolver dichos problemas, y porque los destinatarios, en sus consultas cotidianas, no demandan efectivamente ante el centro de salud la resolución de los mismos. Las mujeres hablan entre ellas de los problemas de violencia, de “sus cosas”, en un espacio autogenerado, entre pares y “casi no consultan” al centro de salud, como “si nunca se enfermaran” o, podemos agregar nosotros, como si no tuvieran problemas que allí se podrían resolver. De alguna manera, esta contraposición entre lo percibido como problema por las mujeres de esta comunidad y los problemas sociales que sí atienden los programas que brinda el centro de salud, nos muestra cómo el diagnóstico de una cuestión como problema y la consecuente entrada en la agenda pública de su solución, son construcciones políticas 81
Esto sucede en 2006, a casi dos años de que el grupo de “promotoras” dejara de funcionar. En el próximo apartado trabajaremos sobre los significados de “volver a hacer algo”. 82 No había en aquel momento programas sobre violencia y respecto a los problemas por consumo de drogas, el CPA (Centro Prevención de las Adicciones, programa de la provincia), que atendía en el centro de salud de nuestro estudio entre 2004 y 2005, había sido trasladado a un centro de salud más lejano. Además de la ausencia de programas específicos, los agentes estatales del centro de salud planteaban que ellos no estaban preparados para atender algunas de estas cuestiones, no tenían recursos y además, no “daban abasto” siquiera con los problemas que sí atendían.
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[Escribir texto] (Frederic y Soprano, 2005). Podemos afirmar que las demandas de “las chicas del fútbol” no tienen el sustento político como para convertirse en problemas a ser visualizados y resueltos por la acción estatal. Ahora bien, los actores sociales, en nuestro caso, algunos “vecinos” del barrio, colaboradores y militantes del MTD, son concientes de la necesaria labor de construcción política de la demanda para que la misma sea visualizada y respondida con acciones estatales concretas. En este marco es que buscaremos entender los esfuerzos de Coni en reactivar el grupo de “promotoras” “para hacer algo”. Para ello, es importante que volvamos sobre esa experiencia y las historias de las otras mujeres que componían el grupo.
2- Un “estar entre mujeres”: La historia de las “promotoras” de salud. El grupo de “promotoras” se había formado entre 1999 y 2002, a partir de un proyecto comunitario presentado por militantes de la Unión de Mujeres Argentinas (UMA) 83 como contraprestación de los programas Trabajar 84: el proyecto trataba sobre “promoción de la salud” y las actividades consistían en capacitaciones y participación en talleres y actividades comunitarias sobre salud sexual y reproductiva, planificación familiar y salud materno infantil. A partir de una convocatoria abierta en el barrio Península, se constituyó un primer grupo de cerca de veinte mujeres, que realizaron junto con las militantes de la UMA, una “radio abierta”, “pintadas de murales” y “talleres basados en educación popular”. Luego de estas actividades coordinadas por las militantes de la UMA, comenzaron a ser las mismas mujeres de Península las que realizaban talleres y charlas con sus “vecinos”, en clubes e instituciones del barrio y barrios “vecinos”. Esa primera etapa era recordada con mucho cariño y nostalgia por las mujeres que luego formaron el grupo de “promotoras”. Se lo recordaba como el momento fundante del grupo y por ello, consideraban a Estrella Doria, una de las militantes de la UMA más activa en la consolidación del proyecto, como la inspiradora del mismo. 83 84
En ese entonces, la UMA conformaba la CTA (Central de Trabajadores Argentinos). Los planes Trabajar son unos de los antecedentes de los JHD en la provincia de Buenos Aires.
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[Escribir texto]
Un día, mientras realizaban unos afiches para una jornada de “promotoras” de la municipalidad, Marcela, una de las mujeres, recordaba la pintada de un mural que habían realizado en aquella época. A raíz de eso, buscaron una foto, que una de ellas conservaba, donde estaban junto con las militantes de la UMA todas las que habían participado de la pintada. En la foto, posaban junto al paredón donde habían pintado un preservativo tamaño gigante con una leyenda que decía “Usame”. Marcela recordaba: “la gente pasaba por la avenida y nos tocaba bocina y nosotras los saludábamos y nos reíamos”. Marcela reía al recordar el tamaño de ese “forro” y la “carita sonriente” que le habían pintado: “cuando yo pasaba con el colectivo y lo miraba al forro, parecía que el forro movía las manitos así y me saludaba”. En esos primeros tiempos, se pusieron en contacto con los médicos del centro de salud del barrio de Santa Inés, vecino de Península -donde todavía no se había construido el centro de salud-. Fue allí que conocieron a la “doctora” Giorgi85, de quien recibieron algunas capacitaciones y con quien trabajarían más tarde en el proyecto de “Familias a Cargo” una vez inaugurada la “salita” de Península. Del grupo original formado por la UMA, sólo 8 de las mujeres continuaron trabajando como “promotoras” en el centro de salud de Península, dirigido por la “doctora” Giorgi e ingresaron de ese modo, en 2004, en el programa “Redes” de la Municipalidad.
Ese grupo de 8 mujeres estaba compuesto por Coni, Gabriela, Vanina, Clara, Marcela, Nori, Poli y Lali. Coni, Nori, Poli, Marcela y Lali, pertenecen a la comunidad toba86. Sin embargo, dentro del grupo quienes más afinidad tenían entre sí eran Coni, Gabriela, Vanina y Marcela. Nori era la más grande, la única que no tenía hijos y su presencia en el grupo se limitaba a las actividades programadas por el centro de salud: la 85
Se la menciona en el capítulo 1. La cuestión étnica no se tuvo en cuenta en este trabajo ya que, en ocasiones excepcionales, se hacía referencia a ella. Para estas mujeres, parecía no ser un elemento que explicara clivajes, afinidades ni ninguna otra cuestión importante, de modo que, siguiendo el punto de vista de los actores, no profundizamos en el tema. Para el interesado en la cuestión de la comunidad toba, véase Liliana Tamagno (2001) Nam qom hueta’a na doqshi lma’. Los tobas en la casa del hombre blanco. Identidad, memoria y utopía . La Plata. Editorial Al Margen. 86
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[Escribir texto] mayor parte del tiempo la dedicaba a la iglesia evangélica que funcionaba en su propia casa. Vanina era la única que se había casado legalmente, a los 17 años, para poder irse de su casa. Su marido, Daniel, trabajaba en el Servicio Penitenciario y según contaban las otras mujeres, era un hombre agresivo, muy posesivo, que solía maltratarla. Marcela, junto con Gabriela, era de las más desenvueltas: tenía un tatuaje en su hombro, usaba campera de jean y pantalones ajustados y tenía un “look recio”. Una vez Marcela me contó que hacía muy poco tiempo que había conocido a su padre, y se había dado cuenta que tenía más hermanos y sobrinos que no conocía; su padre no era toba y según me dijo ella, había sido muy difícil su infancia sin él, por más que la nueva pareja de su madre las había ayudado mucho. Clara tenía siempre un gesto serio y un poco triste, lo que opacaba un poco su belleza. Era la única del grupo que antes de recibir planes había trabajado, como empleada de limpieza en una clínica. Aunque menos hablado que el caso de Vanina, Clara también tenía algunos problemas con su pareja. Poli era la más tímida, casi nunca se la escuchaba hablar y cuando lo hacía, su voz era apenas audible. En aquel entonces, tenía 24 años y cuatro hijos y estaba muy acomplejada por su gordura. Por ahora, nos resta hablar de Lali, también en pareja desde muy joven, con tres hijos, un carácter fuerte y el pelo teñido de colorado. Una vez Lali me confesó que le hubiera gustado mucho ser policía. De Coni ya hemos dicho algunas cosas: en pareja, con dos hijos varones, muy unida a sus diez hermanos, Coni siempre estaba intentando terminar la escuela secundaria, aunque le costaba mucho hacerse el tiempo para cursar y estudiar. De Gabriela, hablaremos luego; baste decir que ambas, Gabriela y Coni, eran las portavoces del grupo, las que no faltaban casi nunca a las reuniones y quienes mayor afinidad habían logrado entre sí y con el personal del centro de salud.
2.1-Las relaciones de las “promotoras” con los agentes estatales del centro de salud. Una cuestión muy importante, dentro de nuestra perspectiva, para generar un conocimiento del Estado en su heterogeneidad y especificidad, es poner de relieve las interacciones entre agentes estatales y destinatarios. ¿Qué elementos sociológicos podemos percibir en estas relaciones que son, en última instancia, relaciones interpersonales? ¿qué
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[Escribir texto] instituciones y relaciones informales87 se superponen a las interacciones formales entre agentes estatales y destinatarios? (Wolf, 1980) ¿qué formas adquieren esas interacciones? Si la mayoría de las relaciones humanas se pueden considerar como un intercambio (Simmel, 2002) ¿qué se intercambia? Estas son algunas de las preguntas que orientan las descripciones que siguen a continuación. Cuando eran “promotoras”, las relaciones entre los profesionales del centro de salud y las mujeres se daban en dos aspectos: por un lado, ellas iban a hacerse sus controles y llevaban a sus hijos a las consultas; por el otro, en el marco del trabajo del “Familias a Cargo” , y luego, en el “Redes”, de la Municipalidad 88. En este último aspecto, que es el que nos interesa, analizaremos las relaciones que se daban grupalmente, entre el grupo de “promotoras” en su totalidad y el grupo de profesionales del centro de salud –médicos municipales, médicos residentes, enfermeros, trabajadores sociales89-. Se juntaban todos cuando se hacían reuniones donde los grupos de trabajo presentaban los avances de lo hecho “en terreno” o los profesionales del centro de salud preparaban una capacitación. Quincenalmente se realizaba una reunión o “salida” al barrio de los grupos de trabajo, conformados éstos por: una promotora, dos médicos residentes, y una enfermera o trabajador social. En dichas “salidas” al barrio, se encuestaba a la población (una encuesta que relevaba información socio sanitaria) o se charlaba con las familias: se controlaban las libretas sanitarias de los niños, se consultaba por ausencia en algún turno programado, se visitaba para control a los niños con desnutrición. Acompañé varias de esas “salidas” y allí se notaban diferencias en la dinámica de los grupos: mientras que en las actividades en la “salita”, los médicos residentes eran los protagonistas, en las “salidas” al barrio lo eran las mujeres; porque estaban en terreno propio -su barrio-, porque conocían a mucha de la gente que encuestaban y también, porque muchos de los médicos parecían algo incómodos durante esas “salidas”.
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“El antropólogo está profesionalmente capacitado para estudiar esas estructuras intersticiales, suplementarias y paralelas de las sociedades complejas y explicar su relación con las instituciones estratégicas fundamentales en las que se inscriben” sostiene Wolf (1980:20) y señala al parentesco, la amistad y el patronazgo como las más importantes de estas estructuras intersticiales. 88 Sobre el funcionamiento y características de estos dos programas, ver capítulo 1. 89 Los trabajadores sociales eran pasantes y no pertenecían al staff permanente del centro de salud.
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[Escribir texto] Quisiéramos resaltar la cuestión de la pertenencia barrial como un eje importante a la hora de comprender las relaciones entre quienes viven y “pertenecen” al barrio –las “promotoras”, sus “vecinos”- y los de afuera-para el caso, los profesionales del centro de salud-. Vivir en el barrio implica pertenecer a una comunidad, representada como un universo de relaciones sociales que marcan un "nosotros" y "aquí" que se distingue de varios "otros" que no son de "aquí" (Foster, 1974). No olvidemos que en un principio, quienes fueron convocadas para el proyecto de promoción de salud, lo fueron básicamente por pertenecer al barrio. Así, siguiendo con la idea que plantea Foster para quienes viven en la aldea de Tzintzuntzan, es esperable que las relaciones entre quienes viven y pertenecen a la comunidad sean relaciones simétricas, sin grandes diferencias de estatus entre los actores; mientras que las relaciones entre ellos y los de “afuera”, en nuestro caso, los profesionales del centro de salud, sí pueden ser consideradas como relaciones asimétricas. Sin embargo, esa asimetría se resignifica una y otra vez de acuerdo a los contextos en que las relaciones se manifiestan. Un contexto específico es el de las “salidas” al barrio. En términos generales las relaciones entre los médicos y las “promotoras” eran de cooperación, generándose una verdadera ida y vuelta entre la información que las “promotoras” brindaban y la actuación de los médicos. Sin embargo, hay que decir que estas relaciones variaban de acuerdo a los grupos de trabajo. Algunos de los médicos residentes colaboraban a regañadientes con las “promotoras”90, realizaban sólo por obligación las “salidas” al barrio y no manifestaban interés alguno por las opiniones que las mujeres podían brindarles sobre la población a la que asistían. Una explicación posible para estas diferencias de actitudes de los médicos puede deberse al hecho de que los médicos residentes en Medicina General eligen dicha especialidad, pero no siempre eligen el tipo de trabajo orientado a la “comunidad” que la residencia a cargo de Giorgi proponía91. En los dichos de la “doctora” Giorgi -que además de ser en aquel entonces la directora del centro de salud era la instructora de los residentes- lo que sucedía era que los médicos residentes no tenían experiencia de trabajar en grupo y muchas veces, la presencia o los comentarios 90
Eran frecuentes en ese sentido las quejas de Clara y de Lali sobre los médicos de sus grupos. En ese momento, había en la ciudad 2 Residencias en Medicina General. La única que sostenía un trabajo sistemático en terreno era la dirigida por Giorgi. En la otra, la formación se desarrollaba a partir de la rotación de los residentes por distintos servicios hospitalarios: Pediatría, Clínica, Ginecología y Dermatología. 91
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[Escribir texto] de las “promotoras”, señalando las carencias de su trabajo, contribuía a la emergencia de los prejuicios a la hora de trabajar con “gente que no sabe, pero es de la “comunidad”” – esta última palabra, dicha en boca de algunos residentes con tono burlón, según Giorgi-. Pero este no era el punto de vista de todos, sino lo contrario: una de las enfermeras nos decía que justamente el “ser de la comunidad”, era lo bueno de las “promotoras” y lo que enriquecía el trabajo de los profesionales del centro de salud. En general, se supone que lo esencial de un promotor de salud, sea hombre o mujer, es que pertenezca “a la comunidad”, para garantizar con esa pertenencia el acercamiento de la misma con los profesionales (Ministerio de Salud y Ambiente de la Nación, 2006) 92. A pesar de que esta idea de lo que debe ser un promotor es, en apariencia “asexuada”93, en la experiencia de Península94, los agentes estatales del centro de salud no sólo rescataban que lo positivo de la labor de las “promotoras” venía por ser ellas de la “comunidad”, sino también porque tenían más llegada a “las mamás” por ser ellas también “mamás”, y las “madres”, como ya vimos en el capítulo 1, son consideradas las interlocutoras principales de las políticas de salud . Por ejemplo, los médicos de la salita insistían en realizar un taller para fomentar la “lactancia materna” y creían que una buena manera de realizarlo era “contando experiencias”, para lo cual se insistió con que fueran las “promotoras” las que “contaran” sus propias experiencias. Quisiera detenerme por un momento en analizar esta estrategia de los médicos residentes en Medicina General. En la insistencia de esta rama de la medicina y de la salud pública en el fomento de las bondades de la “lactancia materna”95; y por ende, en el recurso 92
“La promoción de la salud radica en la participación efectiva y concreta de la comunidad en la fijación de prioridades, la toma de decisiones y la elaboración y puesta en marcha de estrategias de planificación para alcanzar un mejor nivel de salud”. (Ministerio de Salud y Ambiente de la Nación, 2006: 58) 93 No se especificaba que para ser promotor había que ser hombre o mujer. Sin embargo, lo “asexuado” en este caso, manifiesta una ceguera al género, que provoca, entre otras cosas, que no sea tenido en cuenta el impacto que la actividad de promotores tienen en la vida privada de las personas, impacto que sabemos es muy diferente sean los promotores hombres o mujeres. 94 Y podemos suponer de todo el municipio, ya que de los 160 promotores formados en 2004 por el programa “Redes”, salvo dos casos, eran todas mujeres. 95 “Tanto la maternidad como la lactancia han sido fuertemente influenciadas por los discursos de la salud, produciéndose de esta manera un proceso de medicalización que vino a hacer énfasis en la función de
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[Escribir texto] de apelar a “experiencias” de mujeres que han amamantado para dicho fomento, encontramos una forma más del discurso biomédico que reduce a las mujeres a su función maternal, en su aspecto más fisiológico. Esto es interesante porque estos actores que critican al “Modelo Médico Hegemónico” por “biologicista” 96 -ante el cual se presentan como teniendo una mirada mucho más “social”- parecieran no poder construir un discurso alternativo acerca de la maternidad. Al momento de realizarse un relevamiento sobre el estado nutricional de los niños del barrio, Gabriela, una de las “promotoras”, comentaba con sus compañeras que era mejor no salir con los médicos residentes, porque para entrar en las viviendas y medir el brazo a los chicos “mejor entramos nosotras, así no parece una invasión y las mamás no se ponen nerviosas”. Cuando el programa “Redes” dejó de funcionar, le pregunté a Gabriela que era lo mejor que le había quedado de aquella experiencia y me respondió: “Y… la alegría que me dan las mamás cuando me dicen, por ejemplo, el otro día una me decía, “menos mal que en la salita nos dieron las pastillas”, porque es así, así como se acostumbran a tener la basura en la puerta, se acostumbran a tener un pibe cada año, bueno, yo misma tuve cuatro al hilo o cualquiera de las chicas –las otras “promotoras”- te lo pueden decir, ninguna volvió a quedar embarazada desde que nos hicimos “promotoras””.
Así, vemos que Gabriela, en su rol de “promotora”, se presenta ante otras mujeres como “promotora” pero también como “mamá”, y su labor como “promotora” es efectiva en la medida que ella es al mismo tiempo ambas cosas: una madre, pero no una madre cualquiera, es una madre de la “comunidad”, es decir, con las mismas limitaciones y el mismo contexto de vida que las otras “mamás”, lo que hace que pueda transmitir a las otras su propia experiencia y hacer un verdadero “enlace” entre ellas y los agentes estatales del centro de salud. Su relato nos muestra cómo los actores presentan y articulan las diversas facetas de su identidad de acuerdo al contexto (Grynzpan, 1990): Gabriela, situada en su rol de “promotora”, apela a su identidad de madre para optimizar la empatía con sus vecinas y así, reforzar la eficacia de su tarea de vincular al centro de salud con la “comunidad”.
reproducción asignada a las mujeres y otorgándole una justificación científica de aparente carácter irrefutable” (Castilla, 2005). 96 Usamos aquí “biologicista” entre comillas ya que hacemos referencia al modo en que algunos médicos generalistas utilizan para criticar el MMH.
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[Escribir texto] Para comprender mejor las relaciones, muchas veces cordiales, otras veces más tensas, entre las “promotoras” y los agentes estatales del centro de salud, es necesario pensar también las relaciones entre las “promotoras” y sus “vecinos”, sus pares, esa gente de la comunidad con la que se identifican pero al mismo tiempo se distinguen. Ya que las tareas de promoción de salud, se desarrollan en el marco de las relaciones entre agentes estatales, “promotoras” y “vecinos”. Las “promotoras” viven en el barrio y comparten muchos problemas con sus “vecinos”. Como dijimos más arriba, no hay diferencias significativas de status entre ellos y, a primera vista, podríamos decir que las interacciones entre unos y otros en el marco de la labor de promoción de salud pueden ser vistas como de un intercambio entre iguales. Pero si es un intercambio ¿qué se intercambia? Las “promotoras” dan atención, escucha, un servicio difuso de cuidado que se encarna en un bien concreto, por ejemplo, cuando después de las mediciones de los chicos de “bajo peso”, se les hacía entrega de una caja de alimentos a las familias con un menor en “riesgo nutricional”. Esa caja era llevada a la familia por la “promotora”: es decir, el ciclo abierto en la primera visita, cuando se medía a los chicos, se cierra en esta entrega. Los “vecinos”, a cambio, les dan confianza y reconocimiento. Tal como señala Mauss (1979), el intercambio no es recíproco ya que los bienes y servicios que se intercambian no son valorados igualmente ni tampoco está la posibilidad de que sean entregados por una u otra parte de manera indistinta. La confianza de los “vecinos” que hace posible el trabajo de las “promotoras” se debe a que ellas son reconocidas, en alguna instancia, como pares: son vecinas, viven en Península, sus hijos van a la misma escuela. Pero, la acción concreta desempeñada por las “promotoras” hace que sean reconocidas por los “vecinos” como algo más: son referentes del barrio, las vecinas se acercan y les hacen preguntas, ellas traen las cajas y hablan con los médicos. Es decir, son como el resto y no. Pensar estas acciones desde los intercambios y la reciprocidad también nos sirve para comprender las relaciones entre las “promotoras” y los agentes estatales del centro de salud, ya que, en la idea de promotor como enlace, está implícito que estas mujeres median entre los “vecinos” y el centro de salud, por lo que resulta útil analizar esas relaciones
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[Escribir texto] desde el concepto de broker o mediador . Si consideramos que las “promotoras” enlazan, articulan, hacen de bisagra entre el nivel local, que sería el barrio, y el nivel estatal 97 podemos pensar su tarea como la de “un conjunto de intermediarios culturales o administrativos que constituyen un lazo entre la vida local de una localidad campesina y el Estado del cual es parte” 98. Auyero (2001), inspirado en Bourdieu, plantea que lo que distingue a los mediadores y les posibilita realizar dicha articulación es la cantidad acumulada de capital social. Si éste está dado por la cantidad de recursos que se obtienen de las conexiones sociales y la vinculación con determinados grupos, entonces – comparadas con sus “vecinos”- las “promotoras” disponen de dicho capital y podrían ser consideradas en estos términos como mediadoras. Por eso, ahora sí en nuestros propios términos, las “promotoras” median entre el equipo de salud y la población: ésa es su tarea. Ellas resuelven los problemas de la población por medio de su intervención personalizada y por lo tanto, discreta. Es decir, por más que formal e institucionalmente las “promotoras” sean las vías de comunicación entre la “salita” y la población, esa comunicación queda sujeta en algún momento a la arbitrariedad, posibilidad, punto de vista y voluntad de cada “promotora” 99. Así como son reconocidas por sus “vecinos” por ese papel de mediación, cargan con responsabilidades que muchas veces pueden ser difíciles de sobrellevar. La idea del reconocimiento de los “vecinos” puede convertirse en un arma de doble filo, lo que se acerca a la idea del gift germánico que Mauss (1979) describía como don y veneno a la vez. Es decir, un reconocimiento que implica una responsabilidad; un compromiso que obliga porque se da la palabra de honor, pero a la vez, como no se dispone de las herramientas para cumplir siempre y totalmente con ese compromiso – ya que los recursos provienen del Estado-, aquel reconocimiento dado en una principio, implica de por sí el riesgo, el temor y la amenaza de no cumplir, de no estar a la altura, y por lo tanto, de que el reconocimiento se vuelva condena. 97
Como vimos, en el centro de salud lo estatal puede hacer referencia tanto a recursos municipales, como provinciales y nacionales. 98 Redfield Pensant Society and culture citado por Javier Auyero (2001 :104) 99 como también señala Auyero (2001) en la relación de mediación hay que tener en cuenta además de qué se da el cómo se da
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[Escribir texto]
2.2- La promoción de salud: entre el cuidado y el “compromiso”. Por
este doble carácter de “ser de la comunidad” y al mismo tiempo “ser
“promotoras”, es decir, “estar con los de la salita”, estas mujeres cargaban algunas cuestiones que les acarreaban ciertos malestares y problemas, como vimos con la idea de gift , don y veneno. Además de la posibilidad de no poder cumplir, el veneno puede significar, por ejemplo, justificar en sus casas el tiempo que le dedican a las tareas de promoción, tiempo que no era comprendido como “trabajo” por sus familias, ya que, explicaban, muchas personas que tenían planes no debían dar una contraprestación laboral, o el tiempo que ésta les insumía era mucho menor 100. Para las “promotoras”, y justamente por el tipo de actividad que llevaban a cabo (ellas decían que “ponían la cara” por el centro de salud) el trabajo en el “Familias a cargo” era un “compromiso”. Aquí vemos que si bien algunas se referían a la actividad como un “trabajo”, dado que era una labor que desarrollaban fuera de su casa, la mayoría prefería referirse al mismo como un “compromiso”, en el sentido que era algo que sentían, por distintos motivos, que “tenían” que hacer. Lo cual no quita que les gustara la actividad, sino más bien como si “compromiso” indicara algo que uno “hace porque quiere” pero también porque “debe hacer”. Esta cuestión quedó más claramente expuesta cuando las “promotoras” decidieron renunciar al programa “Redes” por sus problemas con el Municipio (ver capítulo 1) pero al mismo tiempo, sin estar obligadas, continuaron entregando las cajas de alimentos a las familias con niños desnutridos, porque ése era su “compromiso” ante esas familias. Esta idea de la labor de “promotoras” como “compromiso”, refuerza la idea del cuidado101 : así como la madre cuida a su familia, la promotora cuida de la salud de la 100
Este planteo puede hacernos pensar que los planes de desempleo no son considerados como “trabajo”. Para iluminar la relación entre lo doméstico, los cuidados y los roles asignados a las mujeres es interesante mostrar que, tanto en las sociedades anglo-parlantes como en las hispano-parlantes se da una asociación entre “mujer” y “rol doméstico”; pero, mientras que a la labor en el seno del hogar en el idioma español se la denomina “trabajo doméstico”, en inglés, el mismo trabajo suele denominarse carework , cuya traducción literal al español sería “trabajo de cuidado”. La leve modulación que implica esta traducción diferente es para algunos traductores (Magdalena Holguín e Isabel Jaramillo, traductoras de Siglo del Hombre editores) un 101
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[Escribir texto] comunidad. La idea de cuidado está íntimamente vinculada al rol doméstico, siendo los cuidados de salud de la familia, el cuidado de los niños, ancianos y enfermos, parte esencial del rol doméstico, asignado tradicionalmente a las mujeres. De algún modo, la asignación de las tareas de cuidado a las mujeres –cómo se produce tal asignación, que significaciones y consecuencias implica- es una de las cuestiones que el análisis de género se ha preocupado por develar (Benhabib, 1987; Garrido, 2003; Ruano, 2004). Como señala Nancy Fraser (1997), las políticas del Estado tienen mucho que ver con el modo en que se configuran las dos ideas asociadas de Proveedor y Cuidador , como responsabilidades masculinas y femeninas respectivamente. Lo que nos interesa rescatar del planteo de Fraser es el señalamiento de que las políticas sociales conllevan casi siempre una asignación de los roles del cuidado. Como vimos, esta dimensión, subyacente en el programa “Redes”, se vio explicitada por ejemplo en los planes “Jefe de hogar” (recordemos que las “promotoras” eran beneficiarias del mismo) cuando se fomentó el traspaso al Plan Familias102 . Éste plan, no obliga a realizar contraprestación laboral alguna, ya que como bien apunta Zibecchi (2007) basándose en la feminización de los Planes Jefes, el Familias está dirigido a aquellas mujeres consideradas como “no empleables”, proponiendo una vuelta al hogar de la beneficiaria a fin de garantizar su labor de cuidadora, por lo que su obligación, a fin de recibir el subsidio, se limita a garantizar el acceso a la salud y la educación de los hijos menores a su cargo. Como ya dijimos, la idea de la promoción de salud como “compromiso” tiene su contratara: el “compromiso” significaba también asumir ciertas “cargas” que comenzaron a ser tratadas grupalmente. Una psicóloga y una trabajadora social del Centro de Prevención de las Adicciones -CPA103-
realizaban una reunión semanal –los viernes- con las
intento por evitar, con la idea de cuidado presente en carework , el sesgo despectivo que conlleva para muchos la idea de lo doméstico. 102 El programa de Jefe de Hogar desocupado implementado desde 2002 se rearticuló en dos nuevos programas en 2005: un Seguro de capacitación y empleo, que continuaba bajo la órbita del Ministerio de Trabajo, destinado a aquellos desocupados con posibilidades de insertarse en el mercado laboral; y el Plan Familias por la inclusión social, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social, destinado a promover el desarrollo, la salud y la permanencia en el sistema educativo de los niños menores pertenecientes a familias pobres. 103 CPA, Centro para la Prevención de las Adicciones, es un programa de la Provincia que consiste en el asesoramiento de profesionales sobre adicciones en algunos centros de salud. Las dos profesionales de CPA
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[Escribir texto] “promotoras” y en esas reuniones, se charlaban todas las cuestiones que a estas mujeres les resultaban difíciles de manejar. En dichos encuentros, se trabajaron varios temas: la psicóloga nos decía que “se dan cuenta lo que es escucharse, qué es tener compañeras, tener un grupo, que se puedan hablar las cosas que nunca hablaron con nadie” y sobre qué temas hablaban, planteó que “marcan mucho las diferencias con sus propias madres, ellas lo dicen todo el tiempo, tienen otros referentes, “nosotras somos mujeres” y te lo marcan con mucha fuerza” “todas hablan de lo difícil que fue para ellas quedar embarazadas y ser madres tan jóvenes, y muchas sienten que por eso ya no van a cumplir sus sueños, que ya no hay tiempo”. Según las coordinadoras del grupo, la experiencia de haber trabajado con otra gente, los residentes por ejemplo, les había dado la posibilidad de conocer otras cosas, de tener otros espacios, otras personas con quien identificarse. Y en ese sentido, la experiencia en la “salita” había marcado un antes y un después en sus vidas. Para mostrar la importancia que la reunión de los viernes tenía para ellas, diré que las mismas “promotoras” me habían insistido con que yo hablara con “las chicas de CPA”. Siguiendo sus instrucciones, fui y era un viernes que había llovido mucho; esos días la gente en el barrio no suele salir ya que el barro dificulta realmente la circulación por las calles. Sin embargo, para mi sorpresa, todas habían ido a la reunión (que yo no presencié) y salían de la sala (dentro del centro de salud, una habitación que funcionaba como depósito de medicamentos) alguna con los ojos enrojecidos, como si hubieran llorado. Aquí es importante destacar que si bien este espacio se daba “dentro” del centro de salud, no era un espacio previsto ni reconocido formalmente por el mismo. Es decir, ni el programa “Redes”, ni por lo general, ningún programa basado en la participación comunitaria, se plantea la contención del promotor o del participante. En este caso, este espacio surgió por la demanda concreta de estas mujeres ante la oportunidad que las
que estaban entonces en el centro de salud, aprovechando la presencia de las “promotoras”, armaron una serie de capacitaciones sobre el tema de las drogas para darles a las “promotoras” y que éstas, a su vez, dieran en talleres en el barrio. Sin embargo, se encontraron con que las “promotoras” ya habían recibido información sobre el tema. Por eso, gracias a la flexibilidad de estas dos profesionales –una trabajadora social y una psicóloga- se decidió trabajar sobre cuestiones internas al grupo, tal como les habían planteado las mujeres. “Nos dimos cuenta que ellas llevaban cargas muy fuertes, cosas que las afectaban, que tienen que absorber y les faltan elementos, y por eso surgió la necesidad de trabajar sobre esas cosas” nos planteaba la psicóloga sobre la modalidad que había adquirido su trabajo en este centro de salud.
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[Escribir texto] profesionales del CPA les abrieron, dejando que su espacio de trabajo se ajustara a las necesidades de la población con las que se encontraron y no al revés. Todo esto nos muestra la importancia que había adquirido en las vidas de estas mujeres, su experiencia como “promotoras” de salud; una importancia que no se relacionaba tanto con los saberes adquiridos sino más bien, con los espacios encontrados, otras relaciones personales y más que nada, el encuentro entre pares desde un lugar al que no estaban acostumbradas. Es en ese encuentro entre pares donde va surgiendo el reconocimiento de una identidad compartida, ese “nosotras somos mujeres” que las profesionales de CPA también remarcan, y que podemos arriesgar, comienza a significar algo personal, que se contrapone a las categorías y modos de ser reconocidas por los otros. La importancia dada a este “somos mujeres” manifiesta en la trascendencia que el lugar de encuentro entre pares adquiere, explica en parte que cuando el programa “Redes” y el “Familias a cargo” se desarmaron, y el grupo comenzó a desarticularse, las mujeres hayan sufrido tanto. Hicieron esfuerzos por continuar con sus encuentros, pero ya no estaban dadas las condiciones que lo habían hecho posible. Sin embargo, algunas de ellas, a su modo, siguieron intentando recuperar algo de lo perdido. Es importante tener presente esto cuando analicemos el intento de Coni por “volver a hacer algo” y reconectarse con sus viejas compañeras. De algún modo, estas “ganas de volver a hacer algo” es lo que guiará las acciones futuras de Coni en el marco de su actividad comunitaria. Esas “ganas” pueden ser pensadas como una de las consecuencias de las políticas, consecuencias que se dan a nivel de la experiencia subjetiva, cotidiana, identitaria, de los destinatarios. Como señala Soldano (2009) “En un barrio bajo planes es posible advertir la potencia con la que el Estado influye en los proyectos diarios de las persona y de las familias, condicionando los desplazamientos, las prácticas y los vínculos” (Soldano, 2009: 243). Así, el “nuevo proyecto de salud” que impulsa Coni en el barrio, será entendido en parte como fruto de esa influencia estatal en las trayectorias y biografías de los destinatarios de programas y planes. Claro que hay que remarcar que esa influencia estatal no es ni automática ni unidireccional. Así, como veremos a continuación, la actividad que despliega Coni puede ser vista
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[Escribir texto] claramente como una resignificación de los contenidos de los programas de los que había participado.
3- Otro estar “entre mujeres”: el nuevo “proyecto de salud” y la resignificación de de problemas sociales y categorías estatales. A la luz de la experiencia de las “promotoras”, podemos comprender mejor el interés y motivación de Coni por retomar algunas actividades vinculadas a aquella experiencia pero con su nuevo grupo de compañeras, “las chicas del fútbol”. Después de algunas charlas con la nueva médica del centro de salud, la “doctora” Gálvez, y habiendo convocado a algunas de sus viejas compañeras –Lali y Clara se sumaron- se organizó a principios de 2007, en el comedor “El Galponcito”, un grupo que llamaron “proyecto de salud”. Los objetivos de este grupo eran un poco difusos. Coni quería “volver a hacer algo, como hacíamos con las chicas, cuando estábamos en la salita” y ese hacer algo involucraba muchas cosas. Coni oscilaba entre la idea de autogenerar actividades desde el grupo, convocando a charlas y talleres; y en buscar el apoyo del centro de salud para volver a realizar una tarea conjunta. En la primera opción, Coni estaba motivada por algunas jóvenes simpatizantes del Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón (MTD AV) que colaboraban en algunas actividades del comedor “El Galponcito” pero que no querían saber nada con el centro de salud -en parte porque el director del mismo se había negado a sus propuestas-. Por medio del movimiento, planteaban, podían conectarse con gente que viniera a darles talleres y realizar actividades de capacitación en salud para que la gente del barrio tuviera “más herramientas de autocuidado”. La segunda opción era la apoyada por Lorenzo, referente barrial del MTD AV. Inspirado en varios microemprendimientos del movimiento, Lorenzo aspiraba a que el “proyecto de salud” se convirtiera en una cooperativa de promotores que realizara actividades en conjunto con el centro de salud, lo que posibilitaría que los planes (JHD) de
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[Escribir texto] los que participaban, se vieran jerarquizados económicamente por la Municipalidad (dicha jerarquización aumentaba a casi el doble la suma recibida por el Plan). Lorenzo conocía a un funcionario municipal y conocía también la lógica del municipio, que fomentaba la formación de cooperativas de los beneficiarios del Plan Jefes. Sin embargo, esta opción chocaba con la negativa del director del centro de salud, que “estaba cansado de seguir formando promotores” y con los vaivenes políticos de un año electoral, donde la política municipal estaba sujeta a la posibilidad de cambios. El funcionario le prometía a Lorenzo la posibilidad del “pase a cooperativa”, pero para ello había que esperar “lo que pase en octubre”104. Esto implicaba que para que el “proyecto de salud” que Coni se proponía activar viera la luz, debían esperar –y contribuir a- la reelección del intendente, cuestión que los simpatizantes y militantes del MTD AV en general rechazaban. Dada esta situación, la opción más viable era la de “autogenerar” actividades, pero Coni no se sentía capaz de gestionar un grupo por sí misma, y en este sentido, sentí a mucho la ausencia de Gabriela, que no había accedido a su convocatoria por estar trabajando con el Federación de Tierra y Vivienda (FTV) en la subsecretaría de Tierra y Vivienda105. Gabriela le había prometido a Coni ayudarla, pero la realidad es que no tenía tiempo para sumarse a las actividades del grupo, y como dijimos, Coni se lamentaba de su ausencia. De todas formas, en el grupo de mujeres de “El Galponcito” había muchas ganas de trabajar sobre la “salud”, por lo que siguieron reuniéndose para “hacer algo” y recurrieron a la ayuda de algunos de los agentes estatales del centro de salud con los que tenían llegada para hacer realidad alguna de las actividades propuestas.
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En octubre de 2007 había elecciones generales. En el municipio se sospechaba la posibilidad de que el intendente no fuera reelegido; dicha posibilidad se concretó y hubo cambio de gestión municipal. 105 La negativa de Gabriela no tenía que ver con que el proyecto de Coni fuera del MTD y ella participara en la FTV, dos movimientos que disputaban espacios en el barrio. De alguna manera, ellas eran ajenas a estas cuestiones, en parte debido a su amistad, y en parte porque la relación de cada una con los movimientos no eran relaciones de lealtad absoluta, sino más bien de simpatías y conveniencias transitorias. Gabriela me comentó que tenía ganas de “hacerle el aguante a Coni”, pero justo el grupo “proyecto de salud” se reunía los días que ella viajaba a Buenos Aires, por su trabajo con la FTV.
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3.1- Una charla, dos puntos de vista: cuando la dimensión de género no alcanza. Entre las mujeres del comedor se había hablado bastante sobre los diversos problemas de “salud” sobre los que les interesaba hacer una charla o taller y había surgido el tema de la “sarna” en los chicos y la cuestión de las enfermedades que podía haber en el agua106. Cuando le fueron a plantear estos temas a la “doctora” Gálvez, ella les respondió que estaba “encantada” de hacer una charla pero que sobre “enfermedades” no les podía hablar, porque ella era generalista y debía trabajar sobre “la salud” y no sobre “la enfermedad”; de modo que se negoció hacer una charla sobre cómo “prevenir enfermedades del agua”. En esta insistencia de la médica por no hablar de las enfermedades podemos ver una reafirmación identitaria, donde el ser generalista se define, más que nada, por una visión de la medicina en oposición a lo que los mismos actores del campo denominan “Modelo Médico Hegemónico” (MMH). Como dijimos antes, esta idea, basada en la conceptualización realizada por Menéndez (2005), es abordada aquí como un término nativo, una apropiación que los actores realizan del concepto elaborado por el antropólogo y que, reducido en sus implicancias teóricas, sirve para identificarse con una visión crítica de la “medicina positivista”, que la señala como el adversario político a vencer dentro del campo de la salud pública. En una conversación previa en el centro de salud entre Coni y la “doctora” Gálvez, ésta última había planteado acordar claramente cuál iba a ser el temario de la charla en el comedor, ya que dijo “si hacemos una charla sobre “escabiosis” (sarna), es obvio que estamos todos de acuerdo, pero si es sobre otra cosa, qué se yo, salud sexual y reproductiva, aborto, es mejor ver hasta dónde acordamos”. Estos pruritos de la médica eran interpretados como “excusas” por la gente del comedor, que pensaba que los médicos de la “salita” en realidad “no quieren venir a embarrarse”. También fue difícil establecer la hora y el día de la mentada charla, ya que Gálvez planteaba que al no ser ahora la tarea de promoción algo 106
El comedor “El Galponcito” estaba en el asentamiento, cuya conexión de agua era muy precaria: de una sola manguera debían abastecerse las casi cien personas que vivían entonces allí. Una de las vecinas nos contaba cómo temprano en la mañana, cuando había un poco más de presión, se hacían colas de “vecinos” con botellas de plástico y baldes para cargar agua y tener para el resto del día. Además de la escasez, nadie confiaba demasiado en que esa agua fuera “buena”, debido a que la manguera, que venía de una conexión distante a dos cuadras, estaba pinchada en varios sitios.
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[Escribir texto] vinculado a la Municipalidad (como lo era cuando estaba Giorgi, con el “Redes”) ella no podía hacerlo en su horario de trabajo –“salir” del centro de salud e ir al asentamiento-. La insistencia de las mujeres, de Sara, una de las enfermeras que había estado en la época del “Familias a Cargo” y la retórica del “compromiso del médico generalista” que Gálvez esgrimía cada vez que podía, ayudaron a que la charla se concretara, en un rato en el cual la médica “se escapó” del centro de salud. “El Galponcito”, como su nombre lo indica, es un galpón rectangular dividido en dos ambientes, en uno funciona la cocina y en el otro está ubicado el comedor: allí se habían colocado en todo el perímetro sillas y bancos. Había alrededor de 20 mujeres, gran parte de las mismas eran las que trabajaban o mandaban a sus chicos al comedor, y algunas otras habían ido producto de la convocatoria que había hecho Coni con algunas de sus hermanas a comedores y copas de leche vecinas. Estaban todas sentadas esperando la llegada de la médica, que venía escoltada por una estudiante de trabajo social que militaba en el MTD AV y ayudaba en alguna de las actividades que se desarrollaban en el comedor. La médica llegó, miró el lugar y la cantidad de gente con un gesto que podía ser tanto de asombro como de dificultad de ver a la sombra luego de venir encandilada por sol del mediodía. Se sentó junto a mí – yo la había entrevistado algunas veces- y después de que Coni hiciera una breve presentación, empezó a plantear los diversos “bichitos microscópicos” que se encuentran en el agua y los modos de evitar que produzcan enfermedades -como hervir el agua o ponerle lavandina-. Las mujeres la escuchaban atentamente y cada tanto se hacía algún comentario, sobre la calidad de la toma de agua o sobre el modo en que habían puesto ya en práctica los consejos que la médica les daba. Pero como el interés de las mujeres estaba puesto en el tema de la sarna, fueron llevando a la médica, con sus preguntas, a hablar de eso. Gálvez no tuvo más remedio que ponerse a hablar de la “escabiosis”, de cómo es el “bichito”, de cómo se contagia. Sin dejar su tono serio y pedagógico, la “doctora” planteó que “nosotros decimos que la sarna es como una venérea, porque se contagian los que duermen juntos, así que es un buen modo de saber quién duerme con quién”. El comentario generó unas cuantas risas y levantó una serie de
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[Escribir texto] cuchicheos risueños que continuaron un rato, a pesar de que la médica siguió su explicación y parecía un poco sorprendida del eco que habían tenido sus palabras. En un momento, un chiquito que daba vueltas por ahí se puso a lloriquear, molestando a la madre que escuchaba lo que la médica decía. “No, no, ahora, no!... después”, lo retó la madre, llamando la atención de todos y de la médica, que detuvo su parlamento: “quiere teta?” le preguntó, “nooo, qué teta- le respondió la mujer-quiere una moneda!”. La respuesta también generó algunas risas que parecieron dejar en un lugar un poco ridículo a la “doctora”, que estaba finalizando sus explicaciones. Así, mirando el reloj y comenzando a ponerse de pie, Gálvez dijo que le gustaría tener más tiempo y que en otra ocasión podrían continuar. Pensando en posibles temas para esa próxima charla, Coni agregó “aprovechando que somos todas mujeres, la próxima podríamos hablar…” Antes de que terminara la frase una voz la interrumpió con picardía diciendo “…de hombres” –no identifiqué quién fue-. Las risas fueron generalizadas, así como el gesto un poco confuso y sonriente de la “doctora”, que se sonrió por el remate pero se quedó sin saber bien qué hacer cuando las risas continuaban. Su gesto era el de quien piensa que hay que reírse pero no ha entendido bien el chiste. Sobre lo descripto, caben varias reflexiones. En primer término, la presencia del humor y la picardía como dimensiones que pueden revelar relaciones y representaciones que, de otro modo, quedan opacadas. Como plantea Claudia Fonseca (2004) el humor puede ser una entrada a los discursos alternativos: si bien en el humor aparecen imágenes estereotipadas, en nuestro caso, sobre el género, esos estereotipos son diferentes a los presentes en el discurso hegemónico. Así, frente al estereotipo de la “madre que da la teta” de la médica, la risa de las asistentes a la charla de algún modo impugna esa representación normativa, revelando otras: por ejemplo, las mujeres que estando solas sólo pueden llegar a hablar de… hombres. En segundo término, lo sucedido en esta charla nos muestra la importancia de nuestra decisión inicial, de haber salido del centro de salud para comprender, en todas sus dimensiones, las relaciones de estas mujeres con los agentes estatales. Las mismas mujeres
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[Escribir texto] silenciosas que esperan en la “salita” a ser atendidas y que “acatan” cada palabra de la médica en la consulta, se permitieron chistes y risas en un ámbito que sienten como más propio. La misma médica, que en la “salita” “caga a pedos a las madres” y apenas las mira cuando sale del consultorio y pasa rauda por la sala de espera, se muestra incómoda ante los chistes de las mujeres y habla de enfermedades a pedido de ellas (cuando se había negado a hacerlo previamente). Sin embargo, lo que sigue presente en su actitud y palabras es el uso de diminutivos, el tono pedagógico, que en algún sentido, pueden ser pensados como los rasgos característicos del discurso de la salud pública, que como muchos autores señalan, piensa al otro, y sobre todo a “la mujer”107 , desde el lugar del tutelaje y no de los derechos. Así, por ejemplo, María Silvia Di Liscia (2002) describe las preocupaciones de los médicos sanitaristas a cargo de la asistencia social en las décadas de 1930 y 1940, quienes sostenían que a favor del niño –considerado un bien supremo de la comunidad- y en pos de la baja de la mortalidad infantil, era menester que el Estado adoptara medidas impositivas como la de “obligar a la mujer grávida a realizar una asistencia correcta de su embarazo y de su parto” llegando en esa intervención a interceder en el estado civil de las mujeres (Di Liscia, 2002: 216), ya que establecían una relación directa entre mujeres de sectores populares-hijos ilegítimos-aumento de la morbimortalidad infantil. Volviendo a la charla en el comedor “El Galponcito”, es necesario decir que si bien éste es un espacio generado “entre mujeres”, deben diferenciarse las relaciones entre agentes estatales y destinatarias – también relaciones “entre mujeres”- y las relaciones “entre mujeres” pares, mujeres del barrio. Se trata de espacios y relaciones bien diferentes, y como en el caso de la charla descrita, en el encuentro entre unas y otras, no se manifiesta una solidaridad intragénero108. En este sentido, es importante considerar la pluralidad de experiencias del “ser mujer” para evitar caer en esencialismos. Así, lo que proponemos para el análisis no es descartar la dimensión de género, sino partir de ella desde la idea de la pluralidad; es decir, evitar pensar la categoría mujer como un universal (Moore, 1999) y 107
Aquí “la mujer” hace referencia al modelo de mujer que, para la salud pública, es la “interlocutora” de su discurso. 108 Creemos necesario insistir en distinguir el espacio “entre mujeres pares” que se da en las asistentes al comedor “El Galponcito”, donde además de reconocerse como “mujeres” se reconocen como iguales; y el espacio del centro de salud, ocupado por “mujeres”, agentes estatales y destinatarias, que no se reconocen como iguales.
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[Escribir texto] subrayar el modo concreto en que “las mujeres” se constituyen como sujetos. Este razonamiento implica pensar el género constituyéndose junto con la etnia, la nacionalidad, la clase y la generación, entre otras dimensiones posibles. En la charla que describimos, no estamos en el espacio del centro de salud, que cristaliza en un lugar de mayor poder a la autoridad médica. Estamos en otro espacio, que re contextualiza las diferencias y las rearticula con otras dimensiones. Lo que desde nuestro punto de vista se subraya en esta charla en “El Galponcito”, son las distintas pertenencias de clase de estas mujeres, la médica y las destinatarias de la política de salud, pertenencias de clase que marcan una alteridad que si bien está presente en el contexto de la “salita”, en dicho espacio puede quedar subsumida bajo otras, por ejemplo, la relación médico paciente. En la charla del comedor, en el tono usado por la médica, en su incomodidad, en la ausencia de un código de humor compartido, se manifiesta esta alteridad, que como señala Fonseca (2005b), ha sido muchas veces olvidada por la antropología, en pos de privilegiar otras. Es necesario, propone la autora, en sociedades como las nuestras, con una gran desigualdad social, pensar las alteridades inscriptas en el juego de la estratificación social. No queremos decir con esto que esta diferenciación sea más importante que otras, pero sí apuntar que si lo que quisimos fue comprender las relaciones entre las agentes estatales de un centro de salud y las destinatarias de las políticas, hay que pensar en las diversas formaciones de los agentes, en las trayectorias de los destinatarios, en los contextos y situaciones en los que se dan las interacciones entre ambos, los recursos que se intercambian, la identidad de género de unos y otros y también, en las posiciones desiguales que cada uno ocupa en el sistema de estratificación de nuestra sociedad.
4- Reflexiones Finales: En este capítulo intentamos mostrar las relaciones de los agentes estatales y de los destinatarios de las políticas, enfocándonos en el punto de vista de éstos últimos, para lo cual, decidimos salir de la “salita”. Abonaron esta opción considerar el modo en que el espacio –la “salita”- y la autoridad médica podían influir en las respuestas de las destinatarias; y al mismo tiempo, el hecho de que las políticas influyen en las rutinas y la territorialidad de las personas que viven en barrios “bajo planes” (Soldano, 2009), por lo
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[Escribir texto] cual, situarnos en sus perspectivas requería seguir sus puntos de vista fuera del centro de salud. Fue así que nos sumergimos en el punto de vista de algunas de esas destinatarias, y a la luz de sus experiencias previas, en particular, de su pasado como “promotoras”, analizamos las relaciones con los agentes estatales del centro de salud. Así, en principio, ver a las destinatarias dentro y fuera del centro de salud nos permitió salirnos de una visión puramente estatalista, y hacer pie en la vida cotidiana de estas personas. En este plano pudimos dar cuenta de algunas ideas sobre lo que es “la salud” y los problemas que el centro de salud debiera atender, que se confrontan con lo que efectivamente dichas políticas atienden. Con esto, intentamos mostrar cómo, algunos problemas y sus soluciones, entran en la agenda pública y cómo otros no lo logran (Frederic y Soprano, 2005), poniendo de manifiesto con ello la construcción política y cultural de diferentes actores sociales que sustentan así la entrada de problemas en la agenda del Estado. Centrándonos en el grupo de ex “promotoras”, vimos la trascendencia de esta experiencia para comprender las relaciones con los agentes estatales del centro de salud. Estas relaciones fueron pensadas en el marco más amplio de las relaciones entre “promotoras”, “vecinos” y agentes estatales, por lo que intentamos, en el marco de esta red, identificar relaciones simétricas y asimétricas (Foster, 1974), dadas por la pertenencia al barrio, por diferencias de status y por los intercambios generados entre unos y otros. Esta perspectiva nos permitió pensar la actividad de las “promotoras” como una mediación (Auyero, 2001) entre lo estatal –dado por el centro de salud- y la “comunidad”. Las contradicciones que esta actividad de mediación generó nos llevaron a pensar la promoción de salud, tal como era vivida por las mujeres, como un gift germánico (Mauss, 1979), don y veneno a la vez. Este análisis puso de relieve la categoría nativa del “compromiso”, que es la expresión usada por las “promotoras” para significar su actividad. Al mismo tiempo que subrayábamos su punto de vista, nos permitimos pensar esa actividad como una tarea que pone en el centro de la escena el rol de madres y cuidadoras de las mujeres, apelando de
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[Escribir texto] esta forma a ideas tradicionales sobre lo femenino, que muchas veces son incentivadas desde las políticas estatales (Fraser, 1997; Ruano, 2004). Así, vimos cómo las promotoras eran valoradas por los agentes estatales por pertenecer a la “comunidad”, pero también por ser “mamás”, pero madres que precisan ser enseñadas y tuteladas. La opción por seguir el punto de vista de estas mujeres nos mostró cómo ellas actualizan ese rol de madres ante los agentes estatales al mismo tiempo que problematizan la idea de “salud” del centro de salud, desde otras actividades y facetas de sus vidas cotidianas de las que pudimos dar cuenta dejando de lado la perspectiva estatal. Por fin, siguiendo la trayectoria de una de las “promotoras”, nos insertamos en un “nuevo proyecto de salud”, que nos develó nuevas facetas en las relaciones con los agentes estatales del centro de salud. A partir de una charla realizada con la médica en un comedor comunitario pudimos recontextualizar esas relaciones: así, los pruritos, el tipo de discurso y la incomodidad de la “doctora” Gálvez nos mostraron ciertas aristas del modo en que los agentes estatales visualizan a las destinatarias y los modos diferentes en que se constituyen los espacios de sociabilidad “entre mujeres”. Al mismo tiempo, el humor, la picardía (Fonseca, 2004) y las “ganas de hacer algo”, nos permitieron acercarnos a aquellas facetas de la vida de las destinatarias que, en principio, las sacan del lugar previsto por las políticas de salud, permitiéndonos comenzar a asomarnos al modo particular en que ellas articulan sus diversos roles. Si bien habíamos planteado al centro de salud como un espacio femenino, las cuestiones que acabamos de señalar nos mostraron la necesidad de pensar en los diferentes modos de ser y estar “entre mujeres”, sumándole a la dimensión de género otras dimensiones claves, entre ellas, la de clase (Moore, 1999; Fonseca, 2005b) En el próximo capítulo, nos sumergiremos en la trayectoria de otra ex “promotora”, Gabriela, para profundizar algunas de estas reflexiones.
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[Escribir texto]
Capítulo 3. Los Amores de Gabriela.
Participación en políticas de salud, intimidad y
empoderamiento. El amor no se demuestra, ni se mide. Es como Gabriela. Existe, y con eso basta –dijo João Fulgencio-. El hecho de que no se comprenda o se explique una cosa no acaba con ella. Nada sé de las estrellas, pero las veo en el cielo, son la belleza de la noche. Gabriela, clavo y canela. Jorge Amado.
Introducción:
En el capítulo 1 describimos el cotidiano de la implementación de las políticas de salud y analizamos en especial el modo en que los agentes estatales que trabajan en la “salita” del barrio Península consideran a las mujeres destinatarias de las mismas. En el capítulo 2, salimos del centro de salud, para analizar las relaciones entre los agentes estatales y las mujeres destinatarias, desde el punto de vista de estas últimas. A partir de Coni, una ex “promotora”, pudimos acceder a los múltiples problemas de salud que preocupan a las mujeres del barrio y que no son tratados por el centro de salud. Estas preocupaciones emergen muchas veces en espacios que se dan “entre mujeres” y que comenzaron a mostrarnos ciertas dimensiones de sus vidas cotidianas, que de habernos quedado en una mirada puramente estatalista, centrada en el centro de salud, no hubiéramos podido captar. Hacemos referencia al humor, la picardía, la complicidad de ese estar “entre mujeres”, cuestiones que hemos considerado como indicios que nos permitirían acceder a los modos que las destinatarias, consideradas sólo como madres por las políticas, articulan éste y otros roles, en sus propias vivencias de “ser mujer”. Así, comenzamos a asomarnos a lo que ellas hacen y sienten como “mujeres”. En este capítulo, nos centraremos en estas vivencias para dar cuenta, a través de la trayectoria de Gabriela, otra de las “promotoras”, cómo se articulan esos roles. Reconstruyendo las vivencias, relaciones y significaciones a las que su participación en políticas públicas dio lugar, hemos dado con tres categorías –“madre”, “mujer” y “puta”-
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[Escribir texto] que nos permiten acercarnos al modo problemático con el que esta mujer se reconoce y es reconocida por los distintos actores sociales con los que interactúa.
1- La experiencia de promoción de salud a la luz de una trayectoria individual: el “cambio interno” en boca de Gabriela. Era diciembre y se acercaba el final del primer año del trabajo del grupo de “promotoras” de la “salita” de Península y a modo de cierre, se había decidido organizar un almuerzo al que me invitaron. Coni y Gabriela habían organizado la comida: unas pizzas en casa de Vanina. La casa de Vanina era una casa de material, de las mejores del barrio, con un comedor amplio y sillas como para albergarnos a todas. A pesar del calor del mediodía, usaron el horno para cocinar las pizzas. Una cortina colocada en la puerta de entrada, atenuaba el brillo del sol y dejaba penetrar una suave brisa, pero adentro el calor era insoportable. Estaban Vanina, Coni, Poli, Clara, Gabriela y algunos de los hijos de ellas, que luego de comer, se fueron a jugar al patio, donde Vanina había colocado una “pelopincho”. La elección del mediodía para realizar la comida no fue casual, ya que era durante el día cuando los hombres “no estaban” y las mujeres podían “hacer sus vidas”. Sin embargo, el que pasó un rato por la casa fue Daniel, el marido de Vanina. Daniel trabajaba en el Servicio Penitenciario y según me habían contado, su relación con Vanina era bastante conflictiva. Ella, cansada de sus maltratos, había querido separarse más de una vez, pero él no se lo permitía. Daniel era un tipo celoso y como estaba al tanto de mi trabajo con las “promotoras”, quiso ir a conocerme y también quiso que yo le realizara una entrevista, ya que él podía “decirme algunas cosas de Vanina”. Su llegada tensionó un poco el ambiente relajado que había hasta el momento. Se sentó junto a mí y me dijo “yo no sé qué hablan de mí cuando no estoy, pero estoy seguro que hablan de mí, vos debés saber, qué te dice ella de mí?”. Yo le respondí que todas hablaban un poco de sus familias, pero que yo estaba
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[Escribir texto] más bien interesada en su trabajo como “promotoras” entonces hablábamos principalmente de eso. Me sugirió que le hiciera la entrevista. Accedí un poco para darle el gusto y otro poco para no generarle problemas a Vanina. Le pregunté cómo evaluaba el trabajo de Vanina como “promotora”, a lo que respondió: “yo la veo como que creció, ella no es de pensar las cosas que dice, pero ahora como que piensa más antes de hablar, habla mejor, está cambiada, creció, pero está cambiada, eso sí”. Mientras respondía me miraba fijo y al mismo tiempo, miraba más allá de mí, como buscando a Vanina, como queriéndole hacer llegar sus palabras. Terminó diciéndome “yo la amo, es la mujer de mi vida, y quiero lo que le haga bien, lo mejor para ella, si esto es lo mejor, bueno”. Mientras nuestra charla se desarrollaba, yo pensaba en los comentarios que tanto Coni como Gabriela me habían hecho acerca de Daniel: que era violento, que “estaba loco”, que “no la dejaba en paz” a Vanina, pero sobre todo, que “estaba loco”. Fue un alivio para todas cuando se fue y pudimos, más tranquilas, sentarnos a comer la pizza. Después de comer y con los chicos afuera, las mujeres, un poco en alusión a la visita de Daniel –que había puesto muy nerviosa a Vanina- empezaron a hablar de sus maridos. Hasta ese momento, mi trabajo de campo estaba principalmente basado en su trabajo de “promotoras” y no le había prestado demasiada atención a las cuestiones más privadas de las vidas de estas mujeres. Quizá por eso me parecía que era la primera vez que las escuchaba hablar de sus maridos y se los dije. Me respondieron que no siempre hablaban de ellos y cuando lo hacían, se quejaban. O se quejaban más bien de su situación, decían que “ni locas” se volvería a “juntar” y que de haber podido, no habrían tenido chicos tan jóvenes. Del grupo, casi todas seguían en pareja con los padres de sus hijos. Esas parejas las habían formado a raíz de sus embarazos, siendo muy jóvenes. Por eso, decían con pesar, que no habían tenido adolescencia: “nada de bailes ni de quedarse a dormir en lo de una amiga” y esperaban que sus hijas no repitieran la historia. Sin embargo, cuando les pregunté qué era lo bueno de ser mujer, todas refirieron la maternidad como lo mejor. Y Clara, aclaró “lo mejor y lo peor a la vez”. Como yo sabía
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[Escribir texto] que algunas de ellas tenían problemas con sus parejas y se querían separar (además de Vanina, era el caso de Clara) les pregunté si a pesar de las quejas, estaban “enamoradas”. “Mirá lo que nos preguntás” me dijo Coni riéndose, “lo único que nos faltaba a nosotras es hablar del amor” agregó Clara con su habitual resignación y tristeza. Gabriela, esperando que las otras cerraran sus comentarios, se tomó un tiempo y luego dijo “no sé si se trata de amor, yo lo que sé, es que si vuelvo a estar con otro tipo, ni en pedo lo meto en mi casa” “novios sí, pero adentro de la casa, nooo…” asintieron las otras como en un coro. Cuando pregunté los motivos, Gabriela me explicó que lo hacía por sus hijas mujeres, para no meter un extraño en su casa y Clara, asintiendo, dijo “además, yo por lo menos, ya lavé y le planché a uno, con eso basta”. De las risas iniciales, la charla se había vuelto seria y muchas se quedaron ensimismadas. Gabriela, como para romper un poco ese silencio y retomando la palabra con la certeza de que las demás la escuchaban atentamente, elaboró una especie de discurso editorial, diciendo: “Como que nosotras nos dimos cuenta que ellos (los maridos) no son imprescindibles en la vida. Vemos todos los cambios en la mujer, pero el hombre sigue siendo exactamente igual… Si vemos bien, todo esto que te hablamos es fruto de nuestro cambio, que antes, nosotras, viviendo en esta sociedad patriarcal, teníamos que cocinarles, lavarle, todo y ellos llegan del trabajo y se tiran y nosotras seguimos. Es nuestro cambio, todo lo que nosotras trabajamos en el grupo, que se laburó mucho lo interno y esto es algo cotidiano, que no se dio por el centro de salud ni el gobierno ni nada. Lo mejor que podés hacer es juntarte con otras personas, escuchar sus experiencias de vida, aprender a respetar lo que piensa el otro y eso te abre un camino: no hay que encerrarse. Hay que encontrar un espacio… y tener una cabeza más feminista”.
Este relato de Gabriela, finaliza haciendo alusión a “una cabeza más feminista” como un elemento importante del “cambio interno” producido en ella y sus compañeras por la experiencia que comenzó con los talleres de la UMA. Es interesante hacer un paralelismo entre esta narrativa y la que describe Laura Masson (2007) en su trabajo sobre las feministas en Argentina. La autora propone que estas mujeres, para describir qué es ser feminista y cómo se produjo el cambio en sus vidas, hacen alusión a un ejercicio reflexivo interno, realizado en talleres de “concienciación” donde, en el encuentro y la escucha entre pares, se da una recuperación del deseo personal, del “propio yo” y del “propio cuerpo” que provoca un cambio en su identidad: así llegan al “descubrimiento” en carne propia, de la afirmación feminista por excelencia de que “lo personal es político”. Si bien, como bien aclara Masson, el feminismo en nuestro país es un fenómeno de mujeres de clase media y 110
[Escribir texto] media alta, mayormente universitarias, es interesante resaltar cómo, al menos en lo referente al dispositivo de escucha y conversión, hay similitudes con la experiencia que, vía la UMA, Gabriela vivió con sus compañeras. En su relato, Gabriela sintetizó algo que las “promotoras”, de distintos modos, ya habían empezado a mostrarme: que lo más importante de su experiencia era haberse encontrado entre sí, haber logrado entre pares un espacio propio. Desde el principio de mi trabajo de campo, Gabriela había sido mi interlocutora más importante: además que era reconocida por sus compañeras como “la líder” del grupo, ella sabía que lograba comunicar muchas ideas que sus compañeras compartían. Además de su vocación de “líder” y su capacidad para expresar los sentimientos propios y ajenos, Gabriela fue durante mucho tiempo quien más empeño puso en mantener la unidad del grupo, la continuidad de ese espacio propio que habían conquistado y que, una vez terminado las actividades de promoción de salud, corría el riesgo de desarticularse. En este capítulo nos centraremos en su trayectoria, analizando los sucesivos intentos de Gabriela por mantener los espacios conquistados; viendo especialmente cómo la suma de estas experiencias generó nuevos cambios en su vida, cambios que nos permiten problematizar de un modo particular, la participación de mujeres en políticas públicas de salud. En síntesis, vemos en la trayectoria de Gabriela algunas cuestiones que la hacen sobresalir por sobre su grupo de pares: su liderazgo en el grupo de “promotoras” de salud, su capacidad para realizar múltiples tareas. Pero si elegimos analizar su caso no es por su excepcionalidad, sino porque de alguna manera, sus vivencias, similares a las de algunas de sus compañeras y vecinas, nos permiten analizar lo que la distingue de ellas y también, lo que las identifica –por ejemplo, vivir en el mismo contexto social de pobreza-. Lo que nos interesa es ver el modo en que el análisis de una trayectoria se convierte en una estrategia fructífera a la hora de problematizar y ponerle preguntas a algunos fenómenos. En este caso, las preguntas apuntan a ver el modo en que esta mujer comenzó a negociar y articular
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[Escribir texto] sus distintos roles e identidades, roles e identidades múltiples que como veremos, su experiencia como “promotora” de salud le permitió vivenciar
1.2- Conociendo a Gabriela En la primera etapa de mi trabajo de campo, cuando me acerqué al grupo de “promotoras” de salud, mi interés principal estaba puesto en el concepto de empoderamiento y la idea de mi trabajo era analizar la posibilidad que este grupo de mujeres, que participaban en políticas de salud como “promotoras”, fueran mujeres “empoderadas”. Si bien discutimos este concepto más adelante (punto 3 de este capítulo), no queríamos dejar de plantear que si bien esta categoría analítica no fue descartada, al ser puesta a dialogar con lo relevado durante el trabajo de campo, sufrió modificaciones importantes que enriquecieron nuestra mirada tanto sobre el concepto teórico como sobre los fenómenos empíricos que intentábamos comprender a través de él. Baste decir por ahora que una de las primeras impresiones que proporcionó el campo fue que yo estaba en lo correcto, ya que una de las primeras “promotoras” que conocí fue Gabriela y ella daba con el tipo de mujer que uno puede considerar “empoderada”. Grandota, chicata, divertida, fumadora empedernida, enseguida entramos en confianza en gran medida por su modo extrovertido de ser. Ahora es tiempo de ver cómo estas primeras ideas e impresiones se fueron complejizando y transformando. En aquella época, las “promotoras” se reunían una vez por semana con la médica de la “salita” en un cuarto sin terminar al costado del centro de salud. Antes de entrar ya se escuchaba la voz de Gabriela charlando con sus compañeras: ella era la encargada de preparar y cebar el mate y muchas veces, le “soplaba” a la doctora Giorgi el temario de la reunión –sus cuadernos siempre estaban completos y repletos de información, sobre el barrio, sobre las actividades-. Por ser la más desenvuelta, sus compañeras solían elegirla como la voz cantante del grupo. Por ejemplo, en unas jornadas sobre promoción de salud en un centro cultural de la ciudad, Gabriela presentó el trabajo de su grupo ante un auditorio de cien personas: tomó el micrófono y habló sin que le temblara la voz. Para las otras mujeres, sus compañeras, Gabriela era la más capaz. Dentro del grupo, ella y Coni eran las
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[Escribir texto] que sobresalían más a menudo: por hablar más, por iniciativa, por sus relaciones más fluidas con los médicos y la gente que no era del barrio. Gabriela estaba en el grupo original de mujeres convocado por la UMA y desde el principio, había sido una de las más comprometidas con el proyecto de promoción de salud llevado a cabo desde la “salita”. Al mismo tiempo que desarrollaba esta tarea, cocinaba en un comedor de la FTV, el comedor “Umita”, donde además de cocinar era la encargada ante el Fopar 109 de recibir las mercaderías para la elaboración de las comidas. Por ese entonces, el grupo todavía tenía estrechos vínculos con Estrella Doria (ver capítulos 1 y 2); Gabriela era la única que tenía teléfono en su casa (luego casi todas tenían celular), de modo que Estrella se comunicaba con Gabriela y Gabriela con el resto de las mujeres en caso de haber una reunión o actividad. Cuando a principios de 2005 el proyecto de las “promotoras” se desarticuló (ver capítulo 1), Gabriela siguió a cargo del comedor y fue quien motorizó un proyecto de micro-emprendimientos para la producción de pastas. Los subsidios de Fopar estaban cambiando: ya no se percibirían más subsidios para mercaderías y debían fomentarse la reconversión productiva de los comedores. La FTV, a través de Estrella Doria, sugirió al grupo del comedor “Umita” “reconvertir el comedor en un proyecto productivo” que pudiera ser subsidiado por Fopar. Gabriela convocó a sus viejas compañeras del grupo y a otras de las mujeres que colaboraban con el comedor. Decidieron que podían hacer una pequeña fábrica de pastas. Después de muchas reuniones calculando los costos de fabricación, los roles que ocuparía cada una en la producción, de soñar con los modos de distribución de las mercaderías y demás, me llamaron para que las ayudara como “asistente técnica” en la elaboración del proyecto escrito que debían presentar al Fopar. Cuando el proyecto estaba en vías de ser presentado, la comisión directiva del club donde funcionaba el comedor –y donde funcionaría el micro-emprendimiento- dejó de brindarles el espacio. Fue necesario, entonces, conseguir un lugar para que el proyecto funcionara. Acompañé a Gabriela en sucesivas gestiones para conseguir dicho lugar: ante la delegada comunal de la 109
Fopar es el Fondo Participativo de Inversión Social, coordinado por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, cuyo objetivo era en aquel momento financiar comedores comunitarios.
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[Escribir texto] localidad a la que Península pertenecía, ante un concejal del PJ, ante distintos dirigentes de la FTV. Las cosas se complicaban y el grupo de mujeres del comedor ya no participaba de las reuniones, sólo acompañaban a Gabriela algunas de sus viejas compañeras del grupo de “promotoras”110. Pero ella insistía. Con la idea fija de conseguir un lugar, donde además de ubicar la fábrica de pasta se pudieran realizar otras actividades, me pidió ayuda para comenzar los trámites de formación de una asociación civil con personería jurídica, lo cual facilitaría, según ella creía, la obtención de algún predio del barrio donde construir “un lugar”. La posibilidad de conseguir “un lugar” había entusiasmado a algunas de las mujeres, después del “bajón” que les había provocado la conclusión un poco abrupta del proyecto de promoción pro moción de salud. Cuando este est e nuevo proyecto de “reconversión productiva” product iva” del comedor fracasó, ya había pasado un año, pero Gabriela no se desanimó. Según ella, porque ese tipo de actividades le gustaban y porque “hay que hacer algo”: cada vez que soñaba con tener “un lugar” imaginaba las posibles actividades a desarrollar allí: apoyo escolar para los chicos, cursos para los adultos, clases de salsa, de gimnasia, charlas sobre “temas de mujeres” y demás actividades de ese tipo. A la vez, Gabriela decía que conseguir “un lugar” era una buena forma de mantener el espacio de encuentro con las otras mujeres, un espacio de contención en el que ellas charlaban de sus cosas: se “escapaban” de sus casas, de sus rutinas y “chusmeaban”, se divertían. Pensando en esta posibilidad y ante la falta de alternativas, se ilusionó con armar una lista para pelear en las elecciones de comisión directiva del club “Las Lomas” 111, donde había funcionado el comedor “Umita”. Gabriela se lamentaba del poco uso que los “vecinos” daban al club -“sólo usan el club para jugar a las bochas”-, en oposición a todo lo que ella pensaba, podían llegar llegar a hacer con sus compañeras de contar con ese espacio. Al
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Casi todas las “promotoras” colaboraban o asistían al comedor “Umita”. Las que siguieron en el proyecto de la fábrica de pastas, fueron Clara, Lali, y en menor medida, Coni y Marcela. 111 El club Las Lomas, quedaba en el barrio del mismo nombre, a cuatro cuadras de Península. Cuando describimos el barrio en el capítulo 1, decíamos que la calle sobre la que se encuentra el centro de salud, es la calle que divide estos dos barrios. A pesar de la cercanía, Las Lomas es un barrio menos humilde que Península y la gente que vive allí suele diferenciarse de los que viven al otro lado de la calle divisoria.
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[Escribir texto] final de ese segundo año de mi trabajo de campo, todas estas posibilidades se habían desechado.
1.2.1- La relación de Gabriela con la FTV. Gabriela y el grupo de mujeres del comedor “Umita” -entre ellas, las ex “promotoras”- seguían recibiendo sus planes Jefes por la Federación de Tierra y Vivienda (FTV, entonces en la CTA). Estrella Doria, quien siempre había sido el enlace entre este movimiento y las mujeres del barrio Península, se había alejado del mismo. Dada la performance de Gabriela como “líder comunitaria” y la ausencia de Estrella Doria como enlace, el movimiento empezó a considerar a Gabriela como “referente barrial”. Fue así como participó de otros proyectos de “promotores territoriales”112, iba a algunas reuniones del movimiento y se convirtió en la “referente” de la FTV en el barrio Península, en lo relativo al manejo de la información para los proyectos de cooperativas de vivienda. Debía mantener actualizada la información sobre los aspirantes a obtener las viviendas y elevar dicha información a la FTV, que organizaba las listas de las personas que se beneficiarían con la construcción o ampliación de sus casas. Gabriela creía que ella misma podría llegar a tener su propia casa de material, ya que por tener cuatro hijos y el título de propiedad de la tierra en orden, estaba en condiciones de ser una de las beneficiarias. Sin embargo, a pesar de estar en una posición privilegiada en la FTV, hasta el momento de la la finalización de mi trabajo de campo, todavía no había accedido al tope de la lista de prioridades para la construcción de su vivienda. Los dirigentes dirigentes locales
de la FTV, que por entonces estaban a cargo de la la
Subsecretaría de Tierra y Vivienda de la Nación, le ofrecieron un contrato laboral. Así fue como en 2007 consiguió un contrato municipal para trabajar en “los barrios” los proyectos que “bajaba” la Subsecretaría de “Nación “Nación al Municipio”. Municipio”. Su trabajo consistía en agilizar los trámites de regularización de la tierra para acceder a la construcción financiada de las 112
Fue “promotora territorial” en un proyecto de erradicación de basurales en dos barrios “vecinos” a Península Asistió a estos proyectos como delegada de la FTV.
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[Escribir texto] viviendas, en su barrio y en otros. Gabriela estaba encantada con el trabajo, ya que la valoraban por su “manejo”113 en los barrios a la vez que aprendía rápidamente todo lo relativo al aspecto administrativo de los documentos. Además, tenía por primera vez obra social y un sueldo. De todos modos, ella sabía que a pesar de sus capacidades, tenía ese trabajo, porque “estaba”114 con la FTV: concurría a reuniones, movilizaba gente para actos y marchas, todas actividades que le gustaban y le permitían salir de su casa, ir ir a la capital y conocer otra gente. Al mismo tiempo que realizaba todas estas actividades, Gabriela retomó sus estudios secundarios en un programa de finalización de estudios para adultos, que tiene una modalidad semipresencial y se dicta en una ONG del barrio Península. Con el resto del tiempo que le quedaba, vendía productos por catálogo (sábanas y toallas) y realizaba algunas manualidades (souvenires para comuniones y bautismo) que solía vender entre su red de “amigos” y “vecinos”.
1.2.2- Puertas adentro: Gabriela y las relaciones con su familia. Esta hiperactividad de Gabriela, desarrollada básicamente fuera de su casa, contrasta con lo reducido de ésta, como si su casilla fuera demasiado pequeña para contenerla. La casilla de madera115, ubicada a un costado del terreno donde viven los padres y el hermano de Gabriela, tiene un ambiente, donde viven ella, su marido Emir y los cuatro hijos de la pareja. Gabriela quedó embarazada del primero de sus hijos cuando tenía 16 años, por lo que abandonó el secundario y se juntó con Emir. La madre de Gabriela, Rosa, que es quien cuida de los hijos cuando ella no está en casa, es “manzanera” y afiliada al PJ “de toda la vida”. El padre de Gabriela, su hermano y Emir, trabajan juntos realizando
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“manejo” es un modo de referirse a la aptitud para desenvolverse entre la gente de los barrios populares y los dirigentes, una versatilidad de su carácter carácter que puede ser considerado como un recurso. 114 Uso el verbo “estar” y no “ser”, respecto a los movimientos sociales, siguiendo lo planteado por Julieta Quirós (2006) en su crítica a la idea de identidad piquetera, cuando plantea que apelar a identidad es un modo de esencializar lo que los sujetos viven como algo relacional y contextual, por lo que es mejor plantear el “estar con” un movimiento, que “ser” de un movimiento. 115 Sobre su casilla, un día me comentó una discusión discusión con su suegra, s uegra, donde esta criticaba a una familia vecina y decía de estos que “viven en un rancho”, Gabriela le replicó “y nosotros? Nosotros también vivimos en un rancho”.
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[Escribir texto] pinturas de obra. Los tíos y primos de Gabriela también viven en el barrio y forman parte de la comisión directiva del club “Las Lomas”, donde funcionaba el comedor “Umita”. Rosa, la madre, a veces se quejaba de que Gabriela “no hiciera fuerza” para que le saliera “lo de la vivienda”. Estaba contenta con que su hija tuviera un trabajo, pero al mismo tiempo refunfuñaba “sigue viviendo acá y yo le tengo a los chicos, que ya son grandes, no pueden dormir todos juntos, yo me traigo a los varones para acá, pero yo también estoy cansada, yo ya crié a mis hijos”. Gabriela se apoyaba en su madre, ya que dejar a los chicos con ella le permitía salir y poder tener sus propias actividades. “Yo no los descuido, sé que no andan en la calle”, solía decirme. Para las mujeres del barrio, siempre era importante el tema de los hijos, ya que eran muy criticadas las que los dejaban solos o no los cuidaban. Contar con una madre, una vecina, o una hermana para el cuidado de los hijos era fundamental, por ejemplo, a la hora de decidir tener o no tener un trabajo. Como señala Fonseca (2004) para el caso de las barriadas populares en Porto Alegre, la honra femenina se vincula con ser una madre devota y ama de casa eficiente. De modo que para criticar a alguna mujer, se focaliza en alguna de estas dos cuestiones; en el caso del barrio Península, la cuestión del cuidado de los hijos era la más notable. El orgullo de una mujer, o al menos, el modo de evitar ser criticada por las otras, está en gran medida relacionada con sus capacidades respecto al cuidado de los hijos: que “no anden en la calle”, que no se droguen, y en el caso de las hijas mujeres, que estén en la casa y que ayuden a sus madres en las tareas del hogar y el cuidado de los hijos más pequeños. Los maridos/hombres, por más que estuvieran desocupados, nunca se encargaban del cuidado de los niños. Tal era el caso de Emir. Gabriela decía que su marido, comparado con otros, era “piola”, porque “la dejaba hacer” su vida. Pero nada más: nunca se encargaba de cuidar a los chicos y esta responsabilidad era compartida por Gabriela y Rosa. Rosa le daba la tranquilidad de que sus hijos estaban bien cuidados y “no andaban en la calle”, algo que a Gabriela la preocupaba especialmente, ya que los dos mayores estaban entrando en la adolescencia –que es percibida como una edad de riesgo-.
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1.2.3- ¿Mundo público-mundo privado?: Una reflexión sobre los espacios sociales. Con lo narrado hasta aquí estamos en condiciones de hacer una breve reflexión sobre los espacios sociales donde transcurre la vida de Gabriela. Por un lado, vemos su actividad en el espacio público, básicamente en sus tareas para la FTV y la subsecretaría de Tierra y Vivienda. También, sus actividades en el barrio, para el centro de salud, para el comedor, con sus ex compañeras y vecinas. Y por otro lado, su vida en el seno de la familia: su casa, sus padres, sus hijos. Como bien señala Roberto Da Matta (1979) para Brasil, estamos en presencia de dos dominios sociales básicos: la casa- la rúa (la calle). El primero es el dominio de las relaciones jerárquicas, el universo controlado de las relaciones familiares y del parentesco; el segundo, dice Da Matta, es el mundo público donde se da el movimiento, la novedad, donde no se conocen de antemano las reglas y códigos, el dominio de la elección y la voluntad. Si bien es habitual relacionar la rúa con lo público y la casa con lo privado -pensando la primera como el espacio de los hombres y la segunda como el espacio de las mujeres- consideramos que la oposición casa-rúa es menos dicotómica y permite mostrar las interrelaciones y espacios intermedios, que la mera oposición público privado muchas veces ensombrece116. En este sentido, Da Matta señala que ambos dominios – casa y rúa- deben ser contemplados como extremos de un continuum. Siguiendo con esta idea, podemos pensar que el “barrio” en la vida de Gabriela – es decir, las actividades por ella desplegadas en este espacio que no es la casa pero no es tampoco plenamente la rúa- se sitúa en medio de ese continuum.
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En las definiciones más clásicas la primera distinción entre público y privado se basa en la visión aristotélica de política y economía. Así, lo político es el ámbito de la polis, de los ciudadanos libres, el lugar de la acción (praxis) y el discurso (lexis). En oposición a este mundo se encuentra la asociación natural de la vida familiar, la economía (oikos) que remite a lo doméstico. Como plantea Hanna Arendt (1993), la división propuesta por Aristóteles remite a lo público como lo político, el ámbito de la libertad y lo privado como lo familiar, el ámbito de las necesidades. Estas visiones sobre lo público se transmiten a la idea de esfera pública, que es todo aquello que no es lo doméstico y familiar. Como bien señala Fraser (1997), la confusión principal derivada de esta idea es que lo público así considerado remite a tres órdenes bien distintos: el Estado, la economía formal –el mercado-, y los espacios del discurso público – aquí en el sentido más habermasiano de esfera pública-. Algo similar se produce respecto a lo privado, donde se remite tanto a la propiedad privada, los intereses privados -distintos del interés común que desde un punto de vista republicano son la quintaesencia de lo público-, y por otro lado, lo privado como aquello relativo a la vida doméstica, íntima y familiar, incluyendo aquí la vida sexual.
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[Escribir texto] Lo importante de señalar estos dos dominios es que, como señala Da Matta, son distintos los papeles sociales que los individuos desarrollan en cada uno de ellos. Afirmar esto implica no considerar a priori un dominio como femenino –la casa- y otro como masculino –la rúa-, sino diferenciar analíticamente los papeles sociales que los mismos individuos desarrollan en cada uno de estos espacios y cómo, unos y otros, no pueden ser considerados aisladamente. Ahora bien, volviendo a nuestro trabajo, es clave subrayar que los papeles que Gabriela desempeña en la rúa y en el “barrio”, son posibles por lo que sucede puertas adentro de su casa. Como dijimos más arriba, si ella no tuviera quien le cuida a los hijos, no podría desarrollar con toda la libertad con que lo hace, sus múltiples actividades en el mundo público. Como ya lo señalaran las palabras de Gabriela durante el almuerzo de fin de año, la participación en las políticas de salud, en actividades comunitarias, produce “cambios” en la vida de estas mujeres (lo que ella llama “cambios internos”); ahora bien, también es cierto que esos “cambios internos” fueron posibles gracias a ciertas condiciones en la vida familiar que habían propiciado la participación en actividades comunitarias -por ejemplo, la presencia de Rosa, la madre de Gabriela, en la casa, cuidando de sus hijos-. Es decir, los papeles que Gabriela desarrolla en cada uno de los espacios sociales por los que su vida transcurre, no pueden ser pensados aisladamente, ya que esos espacios son permeables, se influyen unos a otros, y sobre todo, son espacios físicos y simbólicos cuyos significados se transforman a medida que ella los vive y dota de sentido. Como en este capítulo nos hemos propuesto analizar la trayectoria de Gabriela, creímos necesario mostrar cómo ella misma, en los diversos espacios sociales en los que transcurre su vida, articula sus diferentes roles y papeles. Su mundo, su vida no son solamente su casa, ni tampoco solamente la rúa sino la mutua interrelación e influencia de ambas. Por eso creemos que la idea del continuum entre la casa y la rúa es más apropiada que la mera esquematización entre lo público y lo privado, que a su vez contiene otras serie de categorizaciones –como lo íntimo- sobre las que trabajaremos a continuación.
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2- La confidencia: trabajo de campo y emergencia de la intimidad como dimensión de análisis. Un día, tomando mate bajo la sombra de un frondoso árbol en el patio de su casa, Gabriela me empezó a contar que quería separarse de su marido, Emir, pero él no quería. Durante todo aquel verano – el verano después del intento fallido de poner en marcha la fábrica de pastas y antes de entrar a trabajar a la “subse” tal como llamaba a la subsecretaría de Tierra y Vivienda- Gabriela había intentado convencerlo, pero él se resistía: “me dice que se va a matar si lo dejo, pero qué se va a matar” me decía entre risueña y angustiada. Al final, siguieron viviendo juntos, “ya somos como hermanos” me decía ella, resignada. Durante ese tiempo, Gabriela había adelgazado bastante y había gestionado por medio del “Club de Leones” unos lentes de contacto por lo que pudo dejar de usar los lentes comunes: “ahora sí veo” me dijo emocionada. Al poco tiempo de que me contara que había intentado separarse, íbamos caminando hacia la “salita” y ella iba al lado mío, mandando “mensajitos” con su celular ahora que usaba lentes de contacto, leía sin problemas las palabras escritas en la pantallita del aparato-. Como el aparatito no dejaba de sonar, un poco intrigada, le pregunté con quién se mandaba tantos mensajes. Como respuesta, con un gesto un poco pícaro en su mirada, me mostró un mensaje del teléfono, que decía “te quiero ver”. Entonces, asombrada, le pregunté: María: ¿quién te quiere ver? Gabriela: Mi “chico de humo”117…-
Con picardía, empezó a contarme que había entrado en un “Chat” telefónico118 y que por ese medio había comenzado a conocer “tipos”. En ese momento, uno de ellos le 117
Después supe que “Mi chica de humo” es una canción del cantante melódico español Emmanuel, que dice en una parte “Yo ya dejé atrás los veinte y ella probablemente, no estamos para jugar no me va a transformar en crucigrama viviente. Ah, ah me entiende me tantea ah, ah me enciende coquetea se evapora. Y yo qué sé ,dónde va, dónde vive y todo está mal y siempre es igual y yo qué sé que no soy detective la paso fatal mi chica de humo mi chica de humo ” (el remarcado es nuestro) 118 Este “Chat” consiste en enviar un mensaje a un número, con lo que uno ingresa en un foro, donde pueden comunicarse con otras personas, recibir llamados y mensajes. Por lo general, se usan seudónimos. Sólo basta para participar tener un teléfono celular con servicio de mensaje de texto.
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[Escribir texto] mandaba un mensaje. Yo, un poco confundida, le pregunté si sólo se mandaba mensajes y ella, muy resuelta, me respondió que no, que se había visto con algunos y que el que le escribía en ese momento, era su “amante”. Ya se había encontrado varias veces con él: era un hombre de unos cuarenta años, que trabajaba de camionero y era de la localidad de San Miguel. Por lo que Gabriela me contaba, el hombre era muy gentil con ella y parecía muy enamorado. “¿Y vos?” le pregunté, a lo que respondió que no, que “para qué”, que cómo se me ocurría. Lo que a Gabriela le interesaba era divertirse, olvidarse de su rutina, sentirse halagada. Veía a su “chico de humo” una o dos veces al mes y el resto de tiempo, se escribía mensajitos de texto con él. Pero “chico de humo” no era el único “amante” de Gabriela. A partir de su confidencia, y dada la confianza que me había brindado, comenzamos a hablar de sus “amantes” y sus “salidas”. Gabriela me contaba cómo había conocido al primero, cómo se “enganchaba” con ellos, cómo eran los encuentros: “con uno, el de San Miguel, nos encontramos en Once y caminamos y me invitó un café, con el otro, el de Florencio Varela, directamente en el telo”. Yo no salía de mi asombro. Gabriela me contaba que ella siempre les decía que era casada y tenía 4 hijos, pero que la mayoría no le creía. Me contaba que algunos eran muy jóvenes –uno de ellos era un soldado de apenas 22 años-, otros más grandes, que ella aprovechaba los jueves, que era el día que había reuniones en la FTV 119, para salir a sus encuentros, “siempre hay una excusa”. En su casa, ni Emir, ni su madre sospechaban nada. Pero por las dudas, ella había conseguido otro celular: tenía el celular “oficial” y otro exclusivo para “el Chat”. Me contaba estas cosas cuando no estábamos en su casa o, si allí estábamos, cuando sus hijos estaban en la escuela. Si estábamos hablando de otra cosa, ella me decía “te tengo que contar algo” y en un aparte, en tono más confidencial, me narraba sus “andanzas”. Una de esas veces, yo le dije “parecemos adolescentes” y ella me dijo “y bueno, está bien, yo no tuve adolescencia”. 119
Es importante relacionar con el capítulo2, ya que esto sucede al mismo tiempo que Coni está intentando sumar a Gabriela para su “proyecto de salud”; y Gabriela le dice que le gustaría pero que no puede por el trabajo y porque justo las reuniones en el comedor el Galponcito son los días jueves, día en el que ella viaja a Buenos Aires por la FTV, día en que también se ve con sus amantes.
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[Escribir texto]
Desde su confidencia120, Gabriela no dejó de contarme las “novedades” de sus amoríos y lo que hacía en sus “salidas”, ya que además de encontrarse con los hombres del “Chat”, se había re encontrado con una “vieja amiga”, Paula, que estaba separada, y con quien iba al bingo o a bailar. Muchas de las cosas que ella me contaba en un principio a mí me parecían un poco “íntimas”. ¿Cuáles eran estas cosas que yo consideraba “íntimas”? Por ejemplo, que me dijera que siempre que se daba cita con algún hombre del “Chat” llevaba preservativos en la cartera; que solía poner la Plaza Once, en la capital, como lugar de encuentro, porque tenía “calado un telo”121 en la calle La Rioja; que con su “vieja amiga” Paula había ido a ver un show de strippers a partir del cual me contó en detalle cómo era el mecanismo por el cual los strippers se ataban el pene para que “parezca que tienen más bulto”. ¿Por qué las consideraba “íntimas”? ¿Qué había de “íntimo” en todo esto? En principio, estas anécdotas de Gabriela me obligaban a reflexionar sobre una esfera que yo, como investigadora, había denominado como “íntima”. A primera vista, cabían dos posibilidades: para Gabriela lo que me contaba no era íntimo y para mí sí -por lo cual se hacía necesario pensar como se va configurando para cada persona el dominio de la intimidad-; o, lo que Gabriela me contaba sí era “íntimo” para ella y que lo compartiera conmigo tenía ciertos significados que era necesario dilucidar. Siguiendo con esta línea, de ser esas cuestiones “íntimas” que ella compartía conmigo significativas para mi análisis, también obligaba a reflexionar sobre lo que Herzfeld (1997) ha denominado la Intimidad cultural. Ahora bien, vayamos por partes. El dominio de la intimidad puede ser pensado como un espacio interno, individual o familiar, un espacio reservado de la mirada pública, secreto o sujeto a discreción. En este sentido, la sexualidad en nuestras sociedades, por su vinculación con la identidad personal –aspecto que desde Freud se considera constitutivo de ésta- pertenece o se manifiesta en el 120
Según el diccionario de la Real Academia Española “confidencia” es una revelación secreta, una noticia reservada, que implica confianza estrecha e íntima. Mendes de Miranda ( 2005) distingue entre la “confidencia” voluntaria que espera el antropólogo -que supone confianza, discreción y lealtad del oyente- y la “confesión” que espera el inquisidor –que supone la declaración de un error, culpa o arrepentimiento-. 121 “Tener calado un telo” expresión que significa tener conocimiento de un hotel alojamiento o albergue transitorio.
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[Escribir texto] dominio de lo “íntimo” (Giddens, 1992). Ahora bien, esta definición contiene un elemento normativo, que establece de algún modo, una serie de actividades que deben ubicarse en ese dominio, como sería el caso de la sexualidad. Si Gabriela me contaba algo que ella no consideraba “íntimo” y yo sí, quedaba de manifiesto cierta alteridad entre ella y yo; y al mismo tiempo, quedaban en evidencia las limitaciones de una definición normativa que no puede dar cuenta de la diversidad de connotaciones dadas a la intimidad ; definición que no considera la variación de las representaciones colectivas en torno de lo “íntimo”, que tal como el caso lo muestra, no podría ser considerado a priori como un dominio social donde se desarrollan determinadas actividades –por ejemplo, las sexuales-, sino como un espacio que se configura de manera diferente para cada quién. Ahora bien, es necesario mencionar que antes de que Gabriela me contara de sus “amantes”, ella me había dicho que me consideraba su “amiga”122. Un tiempo después de declararme su amistad, me hizo la confidencia. Como dijimos más arriba, ella me contaba de sus “andanzas”, en determinadas situaciones, podríamos decir, de privacidad entre ella y yo. Justamente esas situaciones son las que le daban a lo que ella me contaba el carácter de confidencia, de secreto; por lo que podemos pensar que tanto ella como yo, considerábamos esa información como “íntima”. Esto me obligaba a indagar sobre el significado que tenía que, como informante, me contara algo “íntimo” y por qué esto resultaba interesante para mi análisis. En primer lugar, lo que la confidencia pone de relieve es la relación de confianza que la hace posible. En este sentido, como señala Herzfeld (1997), acceder a lo “íntimo” es el fruto de la perspectiva antropológica, holista por excelencia, que gracias a su trabajo basado en la proximidad, nos permiten acercarnos y obtener este tipo de datos que, si bien pueden ser considerados a primera vista como meramente anecdóticos, se vuelven centrales a la hora de entender determinados aspectos de las identidades de las personas con las que el antropólogo trabaja. Al rescatar la importancia de la Intimidad cultural, Herzfeld (1997) plantea que los cambios que ocurren en esta esfera de lo social pueden producir transformaciones sugestivas en las formas culturales de un pueblo-nación. Volviendo a 122
Al hablarme de sus amigas, dijo, “salvo Paula y vos, todas mis amigas viven acá cerca, en el barrio”.
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[Escribir texto] nuestro caso, lo que Gabriela me contaba de su vida, iluminaba de modo distinto todas las otras cosas que yo sabía de ella: las relaciones con sus pares, con su familia, su experiencia en la FTV, su pasado de “promotora”, su participación en las políticas públicas de salud. Por último, una reflexión sobre las condiciones de posibilidad de la intimidad . Cabe preguntarse cómo Gabriela, a partir de su experiencia comunitaria, de su participación en políticas públicas y de los “cambios internos” producidos de algún modo gracias a estas vivencias, comienza a gozar de una esfera “íntima”. Esto es, pensar que este conjunto de experiencias contribuyen, subjetiva pero también prácticamente, a la emergencia de ese espacio de intimidad y autonomía, donde Gabriela despliega su sexualidad. Siguiendo con esta idea, es posible plantear a la intimidad como una especie de privilegio; y en este sentido es interesante el planteo de Giddens, quien sostiene que “en la actualidad, la intimidad no debe ser entendida como un espacio interaccional sino como un conjunto de prerrogativas y responsabilidades que establecen agendas de actividad práctica” (1992: 172). Así, el autor va mostrar la importancia de los derechos (y la lucha de las mujeres por éstos) como medios de lograr la intimidad . Lo cual le hará decir que es posible pensar a la intimidad como una promesa de democracia, donde la democracia estaría dada por la posibilidad de establecer relaciones libres e iguales, basadas en la idea de la autonomía.
2.1- “La salud reproductiva por un lado y salud sexual por el otro”: el camino hacia una sexualidad plástica. Como veníamos diciendo, lo que Gabriela me contaba, eso que a mí me resultaba “íntimo”, tenía que ver con el ejercicio de su sexualidad. Por lo tanto, me parece importante resaltar cómo este término empieza a aparecer en los discursos de mis informantes como un término específico, ligado a un campo de prácticas pero también asociado a un campo de saber. Así, cuando Gabriela y sus compañeras me contaban de los “talleres” en los que habían participado en la época en que se formaban como “promotoras” con las militantes de la UMA, hacían referencia a un “taller sobre sexualidad” que habían realizado con una médica sexóloga -y militante feminista- y gracias a quien habían aprendido qué era el orgasmo. En ése y sucesivos talleres, las “promotoras” habían trabajado sobre la distinción
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[Escribir texto] entre “salud reproductiva” y “salud sexual”, por lo que cada vez que se hacía referencia a la “salud sexual y reproductiva” como un todo, Gabriela aclaraba, como repitiendo una lección: “salud reproductiva por un lado y salud sexual por el otro. La salud reproductiva es más que nada embarazo y contracepción… nosotras de eso sabíamos algunas cosas, aunque no las poníamos mucho en práctica –risas- … si no, no tendríamos tantos chicos, por lo menos yo. Pero eso era antes. Y la salud sexual, ahí sí, nos dábamos cuenta que la mayoría no sabía nada, siempre el sexo era algo malo, traumático, que no se disfrutaba, algo que había que dar, aunque no quisieras.”
En esta distinción que marca Gabriela, comenzamos a ver cómo la sexualidad, empieza a aparecer como algo autónomo, diferente de la reproducción. En este sentido es interesante transcribir una nota de campo, realizada en los comienzos de mi investigación, donde apunto una charla que mantuvimos con algunas de las entonces “promotoras”, momentos antes de comenzar en el centro de salud, la reunión semanal del grupo: “Vanina, Gabriela y Clara, me cuentan de los talleres que hacían en la época en que Estrella organizaba las capacitaciones. Vanina dice: “a base de eso aprendimos muchas cosas que antes no sabíamos”. Y Clara, agrega “por ejemplo, a quedar embarazadas cuando una quiere” Yo les pregunto entonces si eso no lo sabían y Clara, tímida como siempre, me responde: “No, o si lo sabés, es de tu casa, y no lo hablás. No tenés un consejo de saber si está bien o está mal. Cuando empezás a saber de esas cosas, querés saber cada vez más y más” Ahí la interrumpe Gabriela, que con un tonito ambiguo, me dice: “como que empezás a tomarle el gustito, querés saber más y más” Esto último dicho haciéndose la gata. Clara añade con una media sonrisa –nunca sonríe del todo- “Además, imaginate, nos dieron a elegir entre esto o criar gallinas ponedoras, obvio que íbamos a preferir saber de esto” Vanina, que todavía se reía de lo que había dicho Gabriela, dice: “yo pienso que la mujer tiene que ser libre con lo sexual, como el hombre puede ser libre y hace y deshace, por que claro, como no se embaraza… pero la mujer tampoco se tiene que embarazar sí o sí” Como casi siempre, Vanina se enreda un poco con sus palabras. “Bueno, ahí tenés -agrega Gabriela- eso es algo que nosotras no sabíamos, yo por lo menos, si no, no tendría 4 pibes. Ahora lo sé”
Desde los inicios del trabajo de campo, vemos el impacto de las capacitaciones recibidas en las vidas de estas mujeres. En esa instancia temprana, ya podíamos observar un importante nivel de reflexividad sobre la relación entre los contenidos de las capacitaciones y sus propias vivencias. La distinción entre “lo sexual” y “lo reproductivo”, no sólo aparece como algo que han aprendido, sino como una dimensión que empieza a tener influencia en sus vidas, sus conductas reproductivas, sus deseos, como el que expresa Vanina al decir que
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[Escribir texto] “la mujer tiene que ser libre con lo sexual” o “la mujer tampoco se tiene que embarazar sí o sí”. Es interesante ver que, en el desarrollo mismo de la antropología, las prácticas sexuales, al principio, se analizaban por su vinculación con la reproducción biológica y el parentesco. Con el tiempo, fue configurándose como un campo de prácticas y representaciones que debía ser comprendido autónomamente (Heilborn y Brandão, 1999). De algún modo, la autonomía de lo sexual respecto a lo biológico se reproduce todavía hoy en algunos debates dentro de las ciencias sociales. Así, Heilborn y Brandão (op. Cit) sistematizan estos debates en dos grandes corrientes: la esencialista, que concibe a la sexualidad como un mecanismo fisiológico para la reproducción de la especie, basado en la idea del instinto sexual -o en su versión más psicologista, de pulsión psíquica-; y la visión constructivista, que refuta la universalidad de la idea de instinto sexual, buscando indagar en las formas culturalmente específicas en que la sexualidad se manifiesta. Como bien ha señalado Héritier (2007) la posibilidad de pensar en la sexualidad como algo específico, culturalmente modulado, pero sobre todo, autónomo de la reproducción, está estrechamente vinculado con la aparición de la anticoncepción. Así, podemos hacer un paralelismo, considerando que en Gabriela y sus compañeras, la aparición de una idea de sexualidad autónoma de la reproducción, comienza a emerger con la posibilidad efectiva de saber, optar y utilizar los métodos anticonceptivos. Entonces, partiendo de un punto de vista constructivista, lo que nos interesa es resaltar qué significados va adquiriendo “la salud sexual” para estas mujeres –en especial, en Gabriela- y cómo se vinculan dichos significados con su identidad. Lo más importante aquí es ver cómo se empieza a pensar la sexualidad como algo ligado al placer, o por lo menos, que debiera vincularse al placer y la autonomía. En ese sentido, podemos plantear que a partir de las capacitaciones recibidas y la posibilidad efectiva de usar anticonceptivos, Gabriela comienza a percibir la posibilidad de vivir una sexualidad plástica, un concepto pensado por Giddens (1992) quien afirma que “está separada de su integración ancestral con la reproducción, el parentesco y las generaciones…” (1992: 35).
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[Escribir texto] Así, gracias a la anticoncepción, la sexualidad se hace maleable. En el caso de las mujeres -donde el rol que les cabe en la reproducción está indudablemente relacionado con su condición desigual-123 la anticoncepción es un avance más que significativo, íntimamente relacionado con la posibilidad de la liberación y la autonomía. “Yo pienso que la mujer tiene que ser libre” dice Vanina en mi nota de campo y más de una vez, tanto Gabriela como sus compañeras señalaban que ellas, a partir de ser “promotoras”, no habían vuelto a quedar embarazadas; es decir, habían conseguido un espacio de libertad, por lo menos en lo relativo al control de su propio cuerpo. Podemos decir que este espacio es el que genera algunas de las condiciones para el ejercicio efectivo de una sexualidad que sea deseada y placentera. Sobre estas condiciones se inscriben las otras –espacios, tiempo, “excusas”- que tal como veíamos en el caso de Gabriela, posibilitan la emergencia de un espacio de intimidad donde ejercer dicha sexualidad plástica. Ahora es el momento de ver cómo estos cambios en la vivencia de la sexualidad de Gabriela, que como vimos, pueden ser relacionados con su participación en políticas de salud, nos permiten acercarnos también a una comprensión crítica de las políticas de participación social destinadas a mujeres.
3-Intimidad y Políticas Públicas: otra mirada al empoderamiento. Decíamos más arriba que con la idea de intimidad cultural, Herzfeld (1997) muestra cómo esas cosas que “sólo deben ser habladas al interior de la casa”124, justamente por ser consideradas el reverso de lo oficial, de lo público, también nos permiten comprenderlo. Siguiendo con esta idea, podemos pensar que conocer la intimidad de Gabriela, no sólo tornaba relevantes ciertas cuestiones que habíamos comenzado a plantear en el capítulo 2 – la complicidad del estar “entre mujeres”, la picardía de ciertos comentarios- sino que iluminaba de modo muy distinto las otras esferas de su vida, y sobre todo, su experiencia 123
Héritier (2007) plantea en este sentido que la apropiación de la fecundidad de las mujeres pasa por la apropiación de su sexualidad. 124 “Ta en iko mi en dhimo” es la expresión nativa en griego que quiere decir, según Herzfeld, los asuntos domésticos que no deben exponerse en la esfera pública.
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[Escribir texto] como “promotora” de salud. Lo que quiero plantear aquí entonces es que, luego de que el campo me llevara a saber sobre su intimidad , podía volver sobre mi interés originario -que era la participación en políticas y el empoderamiento- pero con una información que me obligaba a repensar estas mismas ideas.
Hay una retórica de las políticas públicas que establece una relación casi automática entre participación comunitaria y empoderamiento y que yo, a priori, compartía. Con estas ideas en la cabeza, me acerqué al grupo de mujeres de Península, que por participar en proyectos comunitarios, es decir, por ser “promotoras”, “debían ser” mujeres “empoderadas”. Esta visión se asocia al paradigma de políticas denominado “la mujer en el desarrollo” (León, 1997) según el cual, un modo de alcanzar el desarrollo es hacer que las mujeres “pobres” adquieran un mayor control de los recursos, tanto a nivel individual como colectivo. Sin embargo, como bien señalan algunas autoras feministas (Moser, 1993; Molyneux, 2001), tener mayor control de los recursos no siempre implica verdadero empoderamiento, por lo que es necesario analizar detenidamente los resultados a largo plazo que produce la apropiación de esos recursos. Esta es la idea que subyace a la distinción entre necesidades prácticas y estratégicas de género125. Siguiendo este último planteo, el empoderamiento es la satisfacción de las necesidades estratégicas, lo cual
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Caroline Moser (1993) define como Necesidades Prácticas de Género a aquellas necesidades que las mujeres identifican en sus roles socialmente aceptados –estos son: rol reproductivo como aquel que comprende las tareas y responsabilidades domésticas de cuidado y crianza de niños y el rol de gestión comunal comprende actividades emprendidas sobre todo por las mujeres en el nivel comunitario, como una extensión de su rol reproductivo, esto es, asegurar la provisión y mantenimiento de recursos escasos de consumo colectivo, tales como agua, cuidado de la salud y educación. Es un trabajo voluntario, no pago, realizado en el tiempo libre-. Estas necesidades no desafían ni ponen en cuestión la división sexual del trabajo ni la subordinación de las mujeres, aunque surgen de esta situación. Son una respuesta a necesidades percibidas de manera inmediata, identificadas dentro de un contexto específico. Por otro lado, define Necesidades Estratégicas de Género a aquellas que las mujeres tienen debido a su posición subordinada en la sociedad. Varían de acuerdo a contextos particulares. Se relacionan con la abolición de la división sexual del trabajo, el alivio de la carga doméstica y cuidado de niños, la remoción de formas institucionalizadas de discriminación tales como derechos a la propiedad y la tierra, acceso al crédito, establecimiento de igualdad política, libertad de tomar decisiones sobre el propio cuerpo y la adopción de medidas adecuadas contra la violencia masculina y el control sobre las mujeres.
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[Escribir texto] implica “una transformación de las estructuras de la subordinación de las mujeres” (Moser, 1993). Ahora bien, si las políticas públicas que fomentan la participación social -como era el caso del programa “Redes” en el que Gabriela había participado- aspiran a “empoderar” a los sujetos, Gabriela puede ser pensada como una mujer “empoderada”. Aunque si ello implica “una transformación de las estructuras de la subordinación de las mujeres” la misma afirmación debe ser puesta en suspenso. Antes de arribar a conclusiones apresuradas –y quizá, innecesarias- es prioritario indagar en las condiciones concretas y particulares en que el empoderamiento se produce, por lo que considero importante para nuestro caso pensarlo como un proceso. Esto es, pensar que cuando la mujer “cruza el umbral de hogar” (Batliwala, 1997) comienza, conflictivamente, este proceso de desafío a las estructuras de subordinación, proceso que no significa siempre, ni de modo acabado, un cambio en las relaciones de poder existentes en el sistema de género. En el caso concreto que nos toca analizar, es claro que Gabriela vive un proceso de reafirmación del control de su cuerpo y su sexualidad, íntimamente vinculado con haber “cruzado el umbral del hogar”. Pero, al mismo tiempo, cuando intenta separarse de Emir -el marido- choca con su negativa y termina resignándose a convivir con él “porque ya somos como hermanos”. ¿Es una mujer menos “empoderada” por esto? Pensar el empoderamiento como un proceso, implica tener en cuenta los conflictos a los que da lugar, conflictos que no siempre se resuelven, y que son parte constitutiva del mismo. A pesar de “no poder separarse”, o decidiendo no hacerlo, lo cierto es que Gabriela puede vivir una sexualidad por fuera del espacio doméstico, por fuera de lo reproductivo, una sexualidad, como ya dijimos más arriba, plástica, que transforma el modo en que ella se reconoce a sí misma. Al mismo tiempo, tener “amantes” puede ser pensado como un desafío a esas estructuras de subordinación, o por lo menos, al rol exclusivamente doméstico y maternal con el que es visualizada en tanto destinataria y “promotora” de salud, pero ¿cómo lo significa ella misma? ¿se siente una mujer “empoderada”?
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Lo que el análisis de la trayectoria de Gabriela por ahora nos permite afirmar es que ella sentía que algo había ganado en este proceso: su experiencia –en las políticas de salud, en las actividades de la FTV- le habían brindado acceso a otros espacios y relaciones; y éstos habían provocado “cambios” en su vida que ella valoraba positivamente. En este sentido, al principio de este capítulo la escuchamos decir “Lo mejor que podés hacer es juntarte con otras personas, escuchar sus experiencias de vida, aprender a respetar lo que piensa el otro y eso te abre un camino: no hay que encerrarse. Hay que encontrar un espacio… y tener una cabeza más feminista” Y en el capítulo 2, afirmar de modo contundente “Ninguna volvió a quedar embarazada desde que nos hicimos “promotoras”. Nada de esto debe hacernos pensar que el hecho de que Gabriela tuviera “amantes” sólo se explica por haber sido “promotora” –por eso volveremos a analizar su trayectoria en comparación con la de sus compañeras-; pero sí evidentemente, tiene algo que ver. Lo que nos parece importante es la posibilidad de relacionar su participación en políticas públicas, en su caso puntual, como “promotora” de salud, con la vivencia de su sexualidad, viendo cómo una destinataria de las políticas de salud, logra articular ese rol con otros. Y así mostrar cómo es posible pensar que mujeres como Gabriela, interpeladas sólo como “madres”, que participan en políticas públicas de salud, resignifican esa participación, dando lugar a vivencias que pueden ser consideradas como resultados “inesperados” de la misma 126. “Inesperados” porque si Gabriela es una mujer “empoderada”, no lo es en los términos estrictos en que se lo proponen las políticas, como puede ser el caso del Programa “Redes”.127 126
Esta resignificación no implica necesariamente tener amantes. Pero sin duda, tenerlos, es una manera muy singular de resignificar esa participación, singularidad que vuelve más inesperados aún, esos “resultados inesperados”. 127 Como vimos en el capítulo 1, el objetivo del “Redes” era la formación de promotores, con la finalidad de lograr un enlace entre los centros de salud y la comunidad, como una forma de “ganarle a la enfermedad, en el campo de batalla, que es la comunidad, las casas de las familias” Palabras del doctor Prieto en el lanzamiento del programa. Además de estos objetivos, es importante considerar que toda la política de salud del Municipio, ya desde antes del “Redes”, tenía muchos pruritos respecto al componente de “salud sexual”. En este sentido, es ilustrativo lo que nos contaba Estrella Doria: “cuando empezamos con la idea de formar grupos de “promotoras”, vimos que podíamos enganchar con el ítem de salud sexual y reproductiva que tenía el programa de servicios comunitarios del Trabajar; pero necesitábamos el aval de la secretaría de salud y ellos nos dijeron que bajo ningún punto de vista (el resaltado es nuestro) nos iban a aprobar el de salud sexual, así que tuvimos que cambiarlo y hacerlo bajo el ítem de salud materno infantil y prevención de VIH”.
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Es decir, es necesario no sólo ver las condiciones concretas en que el empoderamiento se manifiesta, sino también considerar que la persona que vive ese proceso articula, negocia, presenta y representa situacionalmente, los recursos ganados en el mismo. Y, más importante aún, resignifica el “componente empoderamiento” de la política, actualizando de ese modo, de manera específica, el rol de madre con el que es clasificada. Por eso, ahora intentaremos ver cómo se manifiesta este proceso en la vida cotidiana de Gabriela, en la vivencia de sus múltiples roles, de las relaciones familiares y sociales que entretejen dicho cotidiano. Así, intentaremos analizar los alcances del proceso por ella vivido, a través del modo en que es reconocida por los otros significativos de su medio, reinsertando su trayectoria en la red de relaciones sociales que conforman su vida.
3.1- Los límites del empoderamiento: diversidad de trayectorias individuales dentro del grupo de “promotoras”. Decíamos más arriba que no es posible pensar que, por el sólo hecho de haber sido “promotora”, se explique que Gabriela tuviera amantes y desarrollara una sexualidad plástica que resignifica sus diversos roles, entre ellos, el de madre. Para comprender la singularidad de su experiencia, en este capítulo nos detuvimos especialmente en su trayectoria. Ahora es el momento de comparar la misma con la de sus otras compañeras del grupo de “promotoras”, para volver a insertar a Gabriela en su red de relaciones y ver cómo ella se reconoce y es reconocida por sus pares. Como mostramos en el capítulo 2, el grupo de “promotoras” estaba formado además de Gabriela- por Coni, Vanina, Clara, Marcela, Nori, Poli y Lali. Cuando el proyecto de “promotoras” se desarticuló, algunas de ellas siguieron desarrollando actividades en la “comunidad”. Así, Nori y Poli, se dedicaron a las actividades de la iglesia evangélica de la comunidad toba del barrio Península; Nori más dedicada a la iglesia en sí – que funcionaba en su propia casa- y Poli, colaborando en un comedor comunitario sostenido por los feligreses. Marcela trabajó un tiempo como empleada doméstica, pero
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[Escribir texto] luego, quedó embarazada de su segundo hijo y como no tenía quién se lo cuidara, dejó el trabajo. Siguió percibiendo un Plan Jefes y debido a eso, y a su amistad con Gabriela, participaba a veces de reuniones convocadas por ella, sobre todo, en las de las viviendas, ya que Marcela necesitaba ampliaciones en su casa. Lali también siguió percibiendo el Plan y no se puso a buscar trabajo. A instancias de Gabriela, asistió a algunas reuniones y se sumó, en un primer momento, al nuevo “proyecto de salud” organizado por Coni en el marco del comedor “El Galponcito” (capítulo 2), pero seguió básicamente dedicada al cuidado de sus tres hijos. Sobre Coni ya nos detuvimos en el capítulo 2. Ahora nos enfocaremos en los casos de Vanina y Clara, ya que ambas demostraron mucho “compromiso” durante la experiencia de promoción de salud, intentaron seguir colaborando con los sucesivos proyectos de Gabriela y Coni, pero dadas sus situaciones familiares, debieron limitar su participación. Así, sus casos también pueden ayudarnos a comprender los límites y conflictos a los que un proceso de empoderamiento –en este caso, el del grupo de mujeres “promotoras”- da lugar. Al momento en que Vanesa empezó a participar del proyecto de “promotoras”, tenía tres hijas y estaba casada con Daniel. Como mencionamos en otro apartado, Daniel era una persona violenta y las otras mujeres siempre comentaban que “maltrataba” a su esposa. Lo cierto es que, como ella mismo lo expresa, se había acostumbrado a estar un poco vigilada y no salir más que “a lo de la suegra”, hasta que se encontró “con las chicas” y algunas cosas empezaron a cambiar. Y una de las cosas que cambiaron fue que ella comenzó a plantear que si no quería “tener relaciones”, o si quería tener un “trabajo afuera”, Daniel debía respetar su decisión. Un poco por los talleres y capacitaciones, otro poco por el espacio ganado con sus compañeras, Vanina empezó a cuestionar algunas aristas de su relación con Daniel, pero eso no hizo más que aumentar el conflicto en la pareja. Para su esposo “esas ideas” que tenía en la cabeza Vanina eran producto de la influencia de sus “nuevas amigas” –entre ellas, Gabriela-. Vanina oscilaba en sus intentos de separase y volver con su marido, que al mismo tiempo que la “maltrataba”, le hacía grandes escenas de amor –un día me contaron que le mandó un tema “de amor” en la radio, por ejemplo-. Y esas oscilaciones se manifestaban en su comportamiento: Vanina era la que más alusiones sexuales hacía en sus comentarios, era pícara y hablaba y se reía mucho, pero -según me
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[Escribir texto] habían dicho sus compañeras- también se deprimía mucho y cuando estaba sola, comía en abundancia y estaba teniendo importantes problemas de salud debido a su sobrepeso. Mientras tanto, Daniel, insistió tanto en culpabilizar a las compañeras de su mujer por “las ideas que tiene en la cabeza” que luego de un tiempo, decidió que su familia se mudase a otra localidad, bastante lejana del barrio. Así, en los hechos, Vanina, volvió a quedar aislada, sin sus compañeras, sin su actividad, encerrada virtualmente en la casa con sus hijas, en un sitio donde no conocía a nadie y ni siquiera tenía con quién “tomar unos mates”. Algunas de las chicas, entre ellas Coni, fueron a visitarla algunas veces, pero el viaje en tren demandaba mucho tiempo y esas visitas se fueron espaciando. Fue en ese momento de aislamiento que Vanina volvió a quedar embarazada por cuarta vez. Según me comentó Coni, ella no estaba contenta por su nuevo embarazo, debido principalmente a que le habían dicho que era una nena y ella ya tenía tres nenas y deseaba un varón. De alguna manera, el caso de Vanina nos muestra con mayor dramatismo los conflictos familiares e íntimos a los que la participación en políticas da lugar; aunque en este caso, en oposición al de Gabriela, los resultados a largo plazo no beneficiaron a Vanina, sino todo lo contrario. Podemos arriesgar que su incipiente empoderamiento quedó bruscamente truncado y que la mudanza a otra localidad, significó una especie de disciplinamiento de parte de su marido, Daniel. A Clara dejé de verla bastante tiempo ya que, según me habían contado, uno de sus hijos tuvo un problema de salud y debió ser operado, por lo que ella le dedicaba todo su tiempo. Sin embargo, cuando Coni quiso reactivar el grupo desde el comedor de “El Galponcito”, Clara reapareció y si bien era habitual en ella cierto pesimismo, parecía motivada con la nueva propuesta. Pudimos hablar después de una charla organizada en el comedor. En esa oportunidad, me contó que en el tiempo en que yo había dejado de verla había tenido una nena, su cuarta hija, que se llamaba Bárbara. “Me dijeron que tenía un problema en un ovario, porque no me venía, no me venía y me mandan a hacer una ecografía y ahí me entero que estaba embarazada” me cuenta en voz baja. “Parece que no hubiera sido promotora” me dice con un suspiro, que interpreté como de resignación, ya que Coni me había dicho que al quedar embarazada, Clara estaba intentando separarse y
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[Escribir texto] que, por eso, el marido “dudaba” de la paternidad de su bebé. Este comentario me hizo recordar algunos dichos de Gabriela sobre casos similares, por ejemplo, la hermana de su cuñada: su pareja no quería “reconocerle” a uno de los hijos. Ese comentario no había sido el único, por lo que, sumado al dato de las infidelidades de Gabriela, comencé a preguntarme si la existencia de esta “sospecha” algo generalizada tendría que ver con que Gabriela no era la única que tenía “amantes”. Si bien no me animaba a preguntar, sí pude saber qué opinaba ella al respecto. En concreto, le pregunté si las dudas sobre la paternidad –de la hija de Clara, del hijo de la hermana de la cuñada- se debían a que estas mujeres habían sido infieles y me dijo que no sabía, pero “que los tipos siempre sospechan”. Esta “sospecha instalada”, en palabras de Gabriela, era bastante frecuente, y en ese sentido me dijo que “si el ADN fuera gratis, todos lo harían” 128, “es como si para ellos, todas las mujeres fuéramos unas putas”. Este comentario tomó mayor relevancia cuando, en una entrevista con la psicóloga del centro de salud, la profesional expresó que: “a mí me da la sensación que las familias están formadas por las mujeres, que los hombres van y vienen, y ellas dicen mucho esto de que cuando están fuera de la casa o ante cualquier motivo de bronca o enojo, las acusan de putas”. Fue así que la idea de ser una “puta” comenzó a parecerme sugerente para entender cierta dimensión de la moralidad entre la gente de este barrio. Esto no significa presuponer la existencia en el barrio una comunidad moral, aunque sí implica pensar cierta idea de comunidad asociada a “un fondo común de conocimiento compartido sobre todos sus miembros, hecho de reputaciones […]” (Frederic, 2005: 318)129 . Así, pensando sobre ese “fondo de conocimiento compartido hecho de reputaciones”, es que me interesaba, más que nada, indagar sobre lo que podían pensar las otras mujeres sobre Gabriela, si la consideraban una “puta” o no. Pero me enfrentaba a la cuestión de no poder andar 128
Para la cuestión de la prueba de ADN y su impacto en las relaciones de género y los modos de asunción de la paternidad, es interesante el artículo de Claudia Fonseca (2005a). 129 En ese mismo artículo, la autora propone que “es necesario pensar a la comunidad más como una superposición de imágenes que refieren a estereotipos que los actores esgrimen en su cotidianeidad, y que en la medida en que coinciden entre sí producen el efecto de hacerlos sentir parte de una comunidad […]” (Frederic, 2005: 319). Si bien, en la mayor parte de la tesis, se hizo referencia a “comunidad” como categoría nativa, cuando nos referimos al barrio como una comunidad hacemos referencia a la conceptualización que hace Sabina Frederic en el párrafo citado.
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[Escribir texto] preguntando, porque no sabía quiénes estaban al tanto de sus aventuras y porque “estas cosas” no son las que la gente acostumbra a preguntar. Quienes sabían de los “amores” de Gabriela eran Coni, que no lo reprobaba – sino que se reía mucho de “las andanzas de la Gabi”- y una “vecina”, Pamela, que había formado parte del comedor “Umita” y que era la gran “compinche” de Gabriela. Pamela, había seguido los pasos de Gabriela, saliendo con “tipos del Chat” y junto con Paula, era del grupo de amigas con las que salían a bailar. Y Gabriela, ¿se consideraba a sí misma una “puta”? Ella me explicaba que a veces su marido, Emir, le decía que tal o cual “era una puta”, y que a veces, le había llegado a sugerir que Paula era “medio puta”, pero como Paula hacía un tiempo se había ido del barrio, no tenía muchos elementos para juzgarla. Para Emir, “putas” eran las que no tenían una pareja estable y se vestían muy “provocativas”, “como gatos”, demostrando por su apariencia que estaban “de levante”. Cuando me explicaba todo esto, hizo referencia a una mujer del barrio que yo no conocía y que, según se decía, “era gato” (queriendo decir con esto que se prostituía). Y como era su costumbre, terminó diciéndome con humor “como decimos con Pame, nosotras no somos putas, somos mujeres de hogar… o garcha aquí o garcha allá”.
3.2- Los límites del empoderamiento: “ser una puta o ser una señora” : Al mismo tiempo que se encuentra con sus “amantes”, Gabriela continúa con sus actividades, participando de la FTV y ocupándose de sus hijos. Desde su punto de vista, resuelve satisfactoriamente la situación ya que no tiene los problemas que, señala, tienen otras de las mujeres que conoce: puede, a diferencia de Vanina, de Marcela y de otras, desarrollar sus tareas fuera del hogar porque cuenta con la ayuda de su madre, que le cuida a los hijos; no sufre, a diferencia de otras mujeres del barrio, de los “celos”, la vigilancia de su marido ni de la “sospecha”. A los ojos de los demás, Gabriela no es una “puta”. Sin embargo, esta preocupación por ser o no ser una “puta”, o más bien, por ser o no ser acusada de tal, Gabriela me la manifiesta como preocupación acerca de una de sus hijas que estaba entrando en la adolescencia-.
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[Escribir texto]
Un día, viajábamos a la Capital para un acto que se organizaba en homenaje a los 55 años de la muerte de Eva Perón. Gabriela iba por la FTV –que organizaba el acto- y lucía muy orgullosa el chaleco amarillo que la identificaba con dicho movimiento. Íbamos sentadas juntas en el colectivo, viajando por la autopista; en el colectivo sonaba muy fuerte desde la radio una cumbia que relataba el caso de una joven que había sido violada: el cantante contaba que la chica víctima de la violación “usaba polleritas muy cortas, la pobrecita”. A raíz de esto, Gabriela empezó a contarme que conocía la canción, porque sus hijas escuchaban este tipo de cumbias, aunque a ella no le gustara que lo hicieran. Los temas de este tipo de canciones le parecían poco apropiadas para sus hijas, porque “son unas nenas”, pero al mismo tiempo, me confió con preocupación que ella sabía que iba a “tener que tener mucho cuidado” con Sofía, la más chica, de once años. “Yo ya la veo, los pantalones le quedan bárbaros, no tiene cuerpo de nena y cómo se mueve… me parece que me salió medio putita, todavía es chica, pero en unos años más…” No pude evitar preguntarle a qué se refería con “medio putita” y me dijo que ella veía que, si bien era chica y todavía muy inocente “es muy sensual” y que por eso mismo, trataba de explicarle lo mejor que podía “las cosas”. Gabriela, que había tenido su primer hijo a los 16 años, y ahora, con 32, tenía diversos “amantes” con los que mantenía relaciones ocasionales, me contaba todo esto con una preocupación sincera, como sabiendo que una cosa era “su experiencia” y otra muy distinta, lo que debía transmitirle a su hija, lo que deseaba para ella. Sin que yo se lo dijera, esta idea estaba presente en su razonamiento porque luego me aclaró que “yo no quiero que se apure, que haga cada cosa a su tiempo, no como yo”. Ella, como mujer, tenía sus “amantes”, sus salidas, su espacio propio, donde mezclaba las actividades laborales con las amorosas. Pero lo que organizaba su vida era el bienestar de sus cuatro hijos, ellos eran lo prioritario. Como su mundo doméstico estaba en orden, ella podía disfrutar de las otras cosas para las que antes, en su adolescencia, “en el momento adecuado”, no había tenido tiempo. Si alguno de sus hijos la necesitaba, la “madre” se imponía sobre la “mujer” 130: el 130
En estos casos, usamos las comillas para diferenciar los sentidos divergentes que tienen para Gabriela estas dos facetas de su identidad: la “mujer” Gabriela es la que trabaja para la FTV, viaja a la capital, sale con
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[Escribir texto] mismo día del acto que narramos, estábamos paradas en el barrio, esperando a unas vecinas a las que Gabriela había convocado para ir; al verlas llegar con unos nenes pequeños y un bebé, les dijo “mirá, hace frío y esto va a terminar un poco tarde, quedate, no te hagas problema” para luego decirme a mí “vienen porque como tiene el plan, se siente en la obligación, pero yo no las voy a obligar a ir con los nenes, con el frío que hace… ayer por ejemplo, Fabiancito estuvo con una tos, si seguía así yo hoy no venía”. Como decíamos en otro apartado de este capítulo, estos comentarios de Gabriela abonan la idea de que la honra femenina está vinculada en un nivel importante con la aptitud de ser una “buena madre” y cuidar bien a los hijos. Unas semanas después, Gabriela me mostraba orgullosa el “DVD” que sus hijos le habían regalado para el cumpleaños; estaba orgullosa de que tuvieran un “DVD” y como era invierno, me decía “ahora los tengo a todos acá –señalando la cama- los cuatro tiraditos viendo películas”. Un rato antes, esa madre orgullosa de los cuatro hijos, me había contado una de sus últimas conquistas amorosas. Por eso, sonriente y aludiendo a mi complicidad, dijo “tengo una tía que dice, la mujer en la cama tiene que ser una puta y para afuera, una señora…yo soy más o menos al revés, afuera soy medio puta, pero acá adentro, soy una señora.” Luego, reflexionando sobre su frase, agregó “bah, qué se yo, lo que pasa que es así: o te ven en tu casa, toda una señora, o te ven como una puta, no tienen término medio”. De algún modo, su noción sobre qué es ser una “puta”, manifiesto sobre todo en el temor a que su hija lo sea, deja entrever los límites de ese proceso de desafío a los modelos vigentes de género que planteábamos más arriba al reflexionar sobre los alcances de su propio proceso de empoderamiento. Es decir, con el control de su cuerpo y su sexualidad, en las relaciones con sus “amantes”, Gabriela desafía ciertas relaciones del orden patriarcal; pero, al mismo tiempo, conciente de lo conflictivo que esto puede ser -en el caso extremo de la canción que escuchábamos, puede implicar una violación131-, limita ese “tipos del chat”, mientras que la “madre” Gabriela es la que se preocupa por sus hijas y que deja a su prole al cuidado de su propia madre, Rosa. 131 En la canción se asocia la idea de violación con disciplinamiento. Rita Segato (2003) a partir de entrevistas realizadas a hombres condenados por agresiones sexuales a mujeres, plantea que, desde el punto de vista de los “violadores”, la “violación” puede ser vista como un disciplinamiento dado a algunas mujeres por salirse de su lugar subordinado; y como un mandato que expresa el precepto social de demostrar la virilidad, siendo
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[Escribir texto] desafío a ciertas esferas de su vida, reproduciendo en otras los modelos vigentes de género –siendo una madre preocupada por sus hijos y que quiere que sus hijas “hagan cada cosa a su tiempo” -. Así, hemos visto que, reconstruir la trayectoria de Gabriela inserta en su red de relaciones cotidianas, permite acercarnos al modo particular en que una mujer que, en algún sentido podemos considerar “empoderada”, busca y articula entre el “ser madre”, “ser una señora” y “ser una puta”, su propio “término medio”.
4- Reflexiones Finales: A lo largo de este capítulo nos hemos centrado en la trayectoria de Gabriela, una mujer que participó en políticas de salud como “promotora”. Enfocarnos en su trayectoria nos permitió mostrar la utilidad del estudio de trayectorias, una estrategia fructífera a la hora de pensar ciertos problemas de forma singular, haciendo hincapié en el modo en que una persona maneja recursos, se presenta situacionalmente y cuyas acciones se hacen inteligibles en el marco de la red de relaciones que constituyen su vida. El estudio de la trayectoria de Gabriela nos permitió mostrar que los espacios sociales por los que transcurre su vida deben ser contemplados como un contínuo donde la casa, el barrio y la rúa –la calle- (Da Matta, 1979) no son lugares que implican roles fijos, sino más bien dominios fluidos y porosos de lo social que permiten comprender mejor los múltiples roles de la vida de esta mujer, que la mera dicotomización público-privado. Esta idea nos ayudó a entender la necesaria relación entre la honra femenina dada por el cuidado de los hijos (Fonseca, 2004) y la posibilidad de llevar adelante actividades fuera del hogar Seguir el punto de vista de Gabriela también nos permitió ver la importancia del espacio generado entre pares y comprender que aquella experiencia de promoción que a priori, habíamos catalogado como una experiencia de empoderamiento, debe ser pensada que “la entrega de la dádiva de lo femenino es la condición que hace posible el surgimiento de lo masculino” (2003:40); así, el sujeto viola porque tiene que demostrar que tiene poder, que “es hombre” y domina a la “mujer”.
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[Escribir texto] desde el diálogo entre las categorías nativas y las categorías analíticas (Abélès, 1995; Soprano 2006). Sin este diálogo, no hubiéramos podido comprender el proceso conflictivo que se abre en la vida de Gabriela a partir de su participación en políticas públicas de salud, proceso que la iguala, y al mismo tiempo, la diferencia de sus compañeras de ruta. Al mismo tiempo, fue el enfoque basado en una trayectoria y fundamentado en una mirada etnográfica, lo que nos mostró que lo que a primera vista puede ser considerado como “íntimo”, y por lo tanto, no vinculado con una investigación que busca analizar las relaciones entre agentes estatales y destinatarios en políticas de salud, es clave para darle otra mirada a esas mismas relaciones. De la mano del concepto de intimidad cultural (Herzfeld, 1997) reflexionamos sobre esta esfera de relaciones y pudimos abrirnos a dimensiones de la vida de Gabriela que enriquecieron nuestro análisis y que, basados en una mirada puramente estatalista, no hubiéramos podido detectar Fue así que la intimidad y la vida sexual de Gabriela fueron la puerta de entrada para discutir y relativizar, desde una experiencia singular, lo que las políticas públicas han denominado como empoderamiento. Analizando su intimidad como un dato propio del trabajo de campo etnográfico, llegamos a reflexionar sobre su sexualidad como una sexualidad plástica (Giddens, 1992), ligada a una idea de la “salud sexual” despegada de la “salud reproductiva”, fruto del aprendizaje y de la posibilidad efectiva de la anticoncepción (Héritier, 2007), lo cual permite una reapropiación del cuerpo vivida como un aumento de la libertad y la autonomía. Todo esto, a su vez, nos permitió volver a pensar sobre las políticas de salud desde una óptica bien distinta, lo cual nos llevó a plantear la idea de que en el impacto esperado que tienen -en la identidad y la biografía de las personas- algunas políticas públicas (Soldano, 2009) pueden ser considerados como “resultados inesperados” de esas mismas políticas. En síntesis, los amores132 de Gabriela nos permitieron ver el modo problemático en que una mujer articula sus diversos roles; así, “madre”, “mujer” y “puta” son las categorías que ponen en acto dicha articulación, categorías que deben ser entendidas desde el modo en 132
¿quiénes son los amores de Gabriela? Sus amantes, pero también sus hijos, sus actividades…
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[Escribir texto] que los actores las significan. A partir de Gabriela pudimos empezar a pensar que las mujeres, interpeladas básicamente como madres por las políticas de salud, performan y actualizan ese rol ante los agentes estatales, al mismo tiempo que desarrollan en sus vidas cotidianas, otros roles, relaciones e identidades. La posibilidad de empezar a pensar estas cuestiones, fue posible por el enfoque de esta investigación, que optó por un punto de vista etnográfico, basado en la mirada holística (Herzfeld, 1997; Guber, 2004; Frederic y Soprano, 2005) con lo que pudimos acceder a la cotidianeidad de las destinatarias, plano desde el cuál construimos nuestro planteo.
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Reflexiones Finales: “Often those who -in defiance of the vast indeterminacies of social life –claim that their ethnography is comprehensive are the most hostile to the inclusion of lengthy passages of narrative, informant exegesis, and that they contemptuously dismiss as folklore in ethnographic accounts. It is easy to be holistic when one has predetermined the parameters of the “whole”. Mich ael Herzfeld (1997: 23).
Como bien señala Herzfeld en el epígrafe, es muy sencillo ser holista cuando se determinó de antemano los parámetros del “todo”. Si algo intentamos a lo largo de esta tesis fue no predeterminar ese “todo”; lo que hicimos, más bien, fue circunscribirnos a un problema de investigación pero sin descartar el modo en que otras esferas de la vida de las personas que conformaban nuestro campo de investigación, lo influían y condicionaban. Así, si la tesis trata sobre las relaciones entre destinatarios y agentes estatales en la implementación de políticas de salud, la perspectiva holista nos permitió ver en concreto cómo la vida “íntima”, privada, personal de una de esas destinatarias, nos permitía una comprensión más rica de los modos en que las políticas se encarnan en la vida cotidiana de los sujetos. Es decir, sin dejar de lado la intención de dar cuenta del fenómeno y la dinámica estatal, trabajamos sobre la sexualidad, la familia y las relaciones personales de los sujetos. Y esto, consideramos, es uno de los principales aportes que el holismo etnográfico puede brindarle a un saber sobre el Estado, la administración y las políticas: una comprensión más acabada sobre el funcionamiento de la maquinaria estatal generado desde la mirada de los actores que viven, padecen, hacen, estiman, manipulan, aprovechan y ponderan, a diario, el quehacer de ese Estado. Para ello, en el capítulo 1 nos situamos en la gestión cotidiana de un centro de salud, para resaltar de esta forma el punto de vista de los agentes estatales que implementan las políticas de salud. Dado que dichas políticas, mayormente, están destinadas a reducir la “morbimortalidad” de “madres y niños” y a fomentar la “APS”, a lo largo del capítulo nos enfocamos en ver cómo los actores significan las categorías definidas por la política, al mismo tiempo que los diversos sentidos dados a “salud” nos permitieron pensarlo como un término cuyo verdadero sentido se construye en la práctica misma de los agentes. 141
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En el capítulo 2 y en el capítulo 3, intentamos comprender las relaciones de los agentes estatales que implementan las políticas con los destinatarios de las mismas, pero situados en el punto de vista de estos últimos. Así, a través de los modos en que algunas mujeres destinatarias -que fueron promotoras de salud- actualizan y re interpretan las categorías con las que son interpeladas por las políticas, pudimos acceder a los sentidos que ellas dan a ser “mujer” y estar “entre mujeres”. Luego de este brevísimo resumen, lo que más nos interesa es rescatar las dimensiones analíticas y los aportes surgidos de este desarrollo.
1-Aportes a un campo en construcción: 1.1-Etnografía y Holismo: el aporte metodológico. Comenzamos planteando que el enfoque etnográfico implica una mirada “desnaturalizadora”, que pone entre paréntesis nuestras certezas sobre el conocimiento de un problema y objeto social,
partiendo para ello del reconocimiento de múltiples
perspectivas nativas en sus propios términos y contextos de uso (Guber, 2004). Así, dar con esas perspectivas nativas implica no delimitar a priori categorías, puntos de vista, fenómenos o ámbitos de interés, sino permitir que la lógica del campo se vaya imponiendo a medida que el trabajo prospera. Al respecto, Herzfeld (1997) se pregunta dónde y cuándo se establece el límite entre el dato importante y el dato desechable, pregunta que nosotros mismos nos formulamos en el trabajo de campo a la hora de intentar ubicar en el análisis de la implementación de políticas de salud, cuestiones que provenían de la intimidad de nuestros informantes. Así fue, justamente, que guiados por el holismo y reflexionando de la mano del concepto de Intimidad cultural que el mismo Herzfeld propone, pudimos revelar las relaciones entre ámbitos que a primera vista, no tenían nada que ver. Así, las vivencias sexuales por fuera del ámbito doméstico de Gabriela –una de nuestra informantes, ex “promotora”-, fueron un lugar clave para comprender la singularidad de su participación en políticas públicas de
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[Escribir texto] salud; al mismo tiempo, estos hechos, iluminaban de modo bien distinto otra serie de sucesos, vinculados a la picardía, el humor y la confianza del estar “entre mujeres” de las destinatarias de políticas -que son interpeladas sólo como “madres” por los agentes estatales-. Establecer estas relaciones entre intimidad y participación en políticas, nos mostró la necesidad de analizar las trayectorias de los agentes desde la movilidad, la dependencia, la interconexión entre espacios sociales. Así, por ejemplo, vimos que para comprender la circulación de Gabriela por su casa, su barrio, la rua –calle- (Da Matta, 1979) así como la articulación de sus múltiples roles, la mera dicotomización público privado y los roles socialmente asignados a los mismos, no alcanzaban. Pensamos, entonces, que no sólo es necesario ver la fluidez y porosidad entre estos espacios, sino resaltar cómo, por ejemplo, a través de los contenidos dados a la honra femenina (Fonseca, 2004), es posible comprender la cuidadosa articulación entre la actividad fuera del hogar y el cuidado de los hijos – en la perspectiva de Gabriela, el delicado equilibrio logrado entre ser una “puta” y ser una “señora”-. Al mismo tiempo, sin comprender los significados de su participación y las transformaciones a las que dio lugar – los “cambios internos”- hubiera sido muy difícil llegar a comprender, desde un punto de vista constructivista de la sexualidad, sus “salidas”, sus relacionales extramaritales, el ejercicio de una sexualidad plástica (Giddens, 1992), como
dimensiones claves de su peculiar proceso de
empoderamiento (León, 1997). En resumidas cuentas, esta tesis, basada en el holismo, nos muestra que una confidencia (Mendes de Miranda, 2005) puede cambiar la dirección de un análisis; y también que, de haber establecido a priori las categorías, no habríamos podido sorprendernos al constatar que el ejercicio de la sexualidad de una persona ayuda a comprender su participación en políticas de salud. Así, en primer término, podemos decir que es el holismo entendido de este modo, uno de los principales aportes que una perspectiva etnográfica le brinda, desde lo metodológico, al conocimiento sobre el Estado y las políticas públicas.
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1.2-¿Qué podemos aportar al saber sobre el Estado? 1.2.1- Distinción de tres niveles: La investigación realizada buscó mostrar los aportes que un estudio etnográfico de políticas estatales -en nuestro caso, de salud- es capaz de realizar. Si bien la antropología de la política ya había planteado en los años cuarenta -con la obra de Evans Pritchard y Meyer Fortes- cuáles podían ser los aportes de la disciplina al estudio de la política y el poder, el estudio etnográfico de políticas, de la administración pública, de un Estado como el argentino, es un campo reciente y podemos decir, todavía en construcción. Haciendo un balance de los trabajos que conforman este campo de estudios, vimos que la antropología social, y en especial, la etnografía, nos mostraban un saber sobre el Estado que, haciendo eje en su diversidad y pluralidad (Soprano, 2007), evitaba miradas reificadoras que oscurecen su comprensión. Al situarse en el plano de las múltiples agencias estatales, en el plano concreto del quehacer de los agentes que las componen, en sus lógicas y puntos de vista, la mirada de la antropología evita miradas normativas. Optando, entonces, por este punto de vista, accedimos a comprender las políticas de salud tal como son consideradas por los agentes estatales que las implementan en un centro de salud. Analizamos su implementación en el marco de las prácticas de los agentes, de los conflictos y mediaciones por ellos operadas, sus diversos intereses; intentando no evaluar ni las prácticas ni los resultados de las políticas como “éxito” o “fracaso”, según lo establecía la letra de los programas. Por ello, en nuestra tesis llegamos a una distinción que consideramos, es central para comprender las políticas estatales. Dicha distinción obliga a mirar tres niveles: lo que dicen los programas – que manifiesta ya ideologías, saberes, acuerdos de los planificadores y funcionarios políticos-; lo que dicen y hacen los agentes estatales encargados de gestionar cotidianamente esos programas -lo que implica de por sí una mediación que modifica la “letra” de los mismos-; y por último, a la luz de las interacciones con esos agentes, los modos en que los destinatarios de esos programas y políticas, las interpretan y actualizan.
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[Escribir texto] Así, por ejemplo en el capítulo 1 mostrábamos las acciones de los agentes del centro de salud de forma simultánea a que el Plan Federal de Salud (PFS) se ponía en práctica a nivel nacional; subrayando que a medida que la política “bajaba” al nivel de lo local, nuestros actores, contextualmente situados, dirimían conflictos de sentido que deben ser entendidos considerando entre otras cuestiones, sus diversos puntos de vista y trayectorias. Al plantear que las políticas de salud interpelan a sus destinatarias básicamente como “madres”, nos colocamos claramente en el punto de vista de los agentes estatales del nivel local; ya que son ellos, más allá de lo que digan y definan las políticas, los que construyen de ese modo la identidad de las destinatarias. El plano de lo cotidiano fue central para acceder a estos puntos de vista -de los agentes estatales y los destinatarios- accediendo con ello a los sentidos que hacen sus acciones inteligibles. Al mismo tiempo, la observación cotidiana de una agencia estatal –en nuestro caso, el centro de salud- permitió poner en el centro del análisis las relaciones, interacciones e intercambios entre ambos, dando cuenta de las mutuas influencias que se despliegan en las subjetividades tanto de unos como de otros. Manipulación de categorías (Borges, 2005), performance de roles, transformaciones en las biografías y rutinas de los destinatarios (Soldano, 2009), son algunas de las cuestiones que cruzaron el análisis a la hora de considerar cómo las destinatarias, interpeladas como “madres”, representan ese rol ante los agentes estatales. Viendo la manera en que articulan ese rol con otros roles analizamos cómo, mujeres que fueron “promotoras” de salud pueden considerar su labor como un “compromiso” y a la vez, sentirse “espías”, mientras funcionarios y agentes estatales alaban su tarea llamándolas “soldados” de la lucha contra la enfermedad, subrayando con esto el papel positivo desarrollado en la tarea del centro de salud gracias a su pertenencia a la “comunidad”. Situarnos en el cotidiano, con una perspectiva holística, intentando rescatar el punto de vista de los agentes, nos llevó a ver el lugar destacado que tienen las relaciones personalizadas en la implementación de las políticas y en la gestión diaria de un centro de salud. Así como Marx, al hablar del fetichismo de la mercancía quería revelarnos las relaciones sociales que se daban tras la apariencia de relaciones entre cosas; así, esta
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[Escribir texto] perspectiva busca mostrar que en los intercambios burocráticos y las relaciones que tiene el Estado a diario con sus ciudadanos, pueden ser entendidas siguiendo una lógica racionallegal-burocrática (Weber, 1978), pero no pueden ser entendidas por completo sin apelar al componente personal, vis a vis, de relaciones entre personas, que están a uno y otro lado del mostrador. Fue así que subrayamos la importancia del componente personal en las relaciones y conflictos entre los agentes estatales, y entre éstos y los destinatarios. Partiendo de la premisa de que dichas relaciones no son ni enteramente burocráticas ni enteramente personalizadas (Borges, 2005), propusimos no sólo analizar los intercambios entre unos y otros (Mauss, 1979) sino las formas que adquieren esos intercambios, sosteniendo con Simmel (2002) que esas formas hacen a los contenidos de las relaciones. Detenernos en el análisis de los eventos que terminaron con la renuncia de la directora del centro de salud y con la desarticulación progresiva de su propuesta de trabajo –el proyecto “Familias a Cargo”-, pudimos ver que tanto adscripciones políticas, tradiciones disciplinares, como disputas personales, fueron claves para entender lo sucedido. A su vez, al observar las relaciones de los distintos profesionales con quienes se desempeñaron como “promotoras” de salud y con las personas que se atienden en las consultas, entendimos que la subjetividad y los modos en que esas relaciones se ponen en acto para sus participantes, son centrales para entender el funcionamiento o no de programas y rutinas de las agencias estatales.
1.2.2- Mujeres destinatarias: entre la focalización y la ciudadanía. Como bien señalan quienes han estudiado la dinámica de las reformas en el sector de la salud, desde la década de 1990 se viene implementando la gestión por programas (Belmartino, 1999; Villalba, 2006). Este tipo de dispositivo se sustenta en la focalización de poblaciones, promoviendo el paso de un modelo universal a un modelo descentralizado, orientado a los que no tiene ningún tipo de seguro ni cobertura médica. Inspirados en la idea de equidad, estos programas están orientados a: una población que tiene algún tipo de
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[Escribir texto] enfermedad o es considerada como una población en riesgo de contraerla –por ejemplo, diabetes, hipertensión, VIH-; o a una población considerada por algún motivo “vulnerable”, cuya salud “debe ser” atendida por el Estado. Las políticas estatales de salud a las que nos hemos referido en esta tesis pertenecen a este segundo grupo de políticas. Como vimos, son programas en su mayoría destinados a: “madres”, “embarazadas”, “puérperas”, “niños menos de 6 años”. En este marco, y viendo lo que sucedía con la implementación de estos programas en un centro de salud, es que comenzamos a pensar la maternidad como un requisito para acceder a las políticas. No preguntábamos si las mujeres demandan atención en tanto madres porque así se han acostumbrado a ser interpeladas; o el Estado las interpela así porque es el modo en que ellas, tradicionalmente, demandan atención. Este dilema sobre la manera en que el Estado construye con sus categorías a las mujeres como destinatarias nos obligó a comenzar a pensar sobre lo que algunas autoras han denominado la politización de la maternidad . Por politización de la maternidad entendemos el proceso por el cual la maternidad se construye como “asunto público”, como un problema del Estado y no del mundo privado. “La consideración de la maternidad como un asunto público se basó en (y reforzaba a) diferentes posiciones frente a las relaciones de poder entre los sexos” (Nari, 2004: 173). Así, consideradas inferiores a los hombres, o complementarias de sus roles, la función “natural” de las mujeres, a lo que debían dedicarse, era a tener hijos, proveyendo a la nación de futuros ciudadanos. Ahora bien, considerando que el cuerpo de la mujeres, la reproducción y la fecundidad son aún hoy cuestiones reguladas por la esfera pública y las políticas de salud tienen mucho que ver con ello, luego de investigar los modos en que el Estado interpela a las mujeres destinatarias, nos preguntamos por la posibilidad de que la maternidad –hoy por hoy, con la consolidación del modelo de políticas focalizadas- sea un requisito para acceder a los beneficios. Si la maternidad es un requisito para ser visualizadas por las políticas
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[Escribir texto] estatales de salud, entonces es posible pensar que estas mujeres, más que como individuos o ciudadanas, son construidas e interpeladas por el Estado como “madres”. Sin embargo, es necesario resituar esta afirmación en lo que veníamos planteando más arriba, sobre la necesidad de distinguir entre niveles. Así, la tesis sustenta la afirmación en el plano de lo que dicen los agentes estatales en el marco de las relaciones con los destinatarios en un centro de salud.
A nivel de los programas, si bien existe una
preocupación por definir y delimitar las poblaciones, también existe un discurso sobre la ciudadanía que, bajo el criterio de la equidad, apunta a determinadas poblaciones en pos de garantizar su ejercicio del derecho a la salud. Ahora bien, construidas e interpeladas sólo como “madres” -o también como ciudadanas- la cuestión más relevante quizá sea que, dada la focalización de las políticas, quienes deben esgrimir la maternidad como un requisito son aquellas madres “sin cobertura social de ningún tipo”. Esto es, esa franja de la población que sólo puede acceder a un servicio de salud estatal, que se ha convertido así, sobre todo desde los noventa, en una salud “para los pobres” (Rico y De Marco, 2006). En este marco ¿a quienes se alude principalmente como “madres”? ¿Quiénes son las que deben esgrimir esa condición para ser visualizadas? Se trata, sin dudas, d las “madres pobres”, las “más vulnerables”, las que “no tienen ningún tipo de cobertura de salud”. Esto significa que no todas las mujeres son “maternalizadas” por las políticas estatales: ni todas, ni de la misma forma. Por lo cual, para comprender cómo se da este proceso, tanto a nivel de la planificación, como en el cotidiano de la implementación, es crucial recuperar -en un análisis antropológico del Estado- la dimensión de clase (Fonseca, 2005b) tal como es aludida, reforzada, ignorada, resistida, reinterpretada por las políticas, los agentes que las ejecutan y sus destinatarios.
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2- Antropología y Feminismo. 2.1-Sobre la categoría “mujer”: Así como acabamos de rescatar la dimensión de género a la hora de comprender los diversos modos en que las políticas interpelan a las mujeres, es bueno volver a subrayar la idea de la pluralidad: hablamos de “las mujeres”. Cuando introducíamos los desarrollos de la antropología feminista, veíamos cómo H. Moore (1999) planteaba que un verdadero punto de vista feminista en la antropología social debía incluir una reflexión en torno de la categoría “mujer”: “al ser remitida a un dato biológico, la categoría mujer pareciera explicarse por sí misma” (Masson, 2007: 85). Sin embargo, como planteará la misma autora, la construcción del colectivo “mujeres” no tiene nada de obvio ni evidente. Pues bien, a lo largo de esta tesis, nos hemos sumergido en la tarea de reflexionar sobre la construcción de categorías, y los significados que éstas adquieren para los actores involucrados. Al enfocarnos en el centro de salud, vimos que se trata de un espacio predominantemente femenino: no sólo son mayoría las mujeres destinatarias, sino también las agentes estatales que allí se desempeñan. En medio de esta presencia femenina, vimos la centralidad de la categoría “madre” tanto en los programas como en la gestión cotidiana de los mismos. Es decir, en referencia a las destinatarias, existe de parte del personal del centro de salud una identificación mujer-madre, que podría pensarse incluso como algo más que una identificación, donde el ser “madre” sería la condición para ser considerada “mujer”. Situados en el plano de las relaciones entre agentes estatales y destinatarias, vemos que el género como dimensión de análisis no alcanza para comprenderlas. Lejos de una solidaridad intragenérica, vemos como la “mujer” como categoría universal no existe, sino que existen “mujeres” en plural y que para comprender su experiencia como tales, es necesario abordar otros principios de identificación en íntima articulación con éste. Así, es claro que no es lo mismo “ser mujer” para Maricel, una joven obstétrica universitaria que
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[Escribir texto] trabaja en el centro de salud, que para Coni, una mujer más joven que Maricel, pero de origen toba, madre de dos hijos, desempleada y de condición humilde. En las relaciones entre ambas no sólo se manifiestan las alteridades debidas a los lugares que cada una ocupa en el seno de esa relación-agente estatal-destinatario; médico-paciente- sino también, y con mucha fuerza, la clase social como principio organizador de la diferencia en torno a la identidad de género. Al mismo tiempo, en la experiencia de las “promotoras” de salud y los “cambios internos” por ella ocasionados, comenzamos a asomarnos a un sentido de “ser mujer”, que emerge como una vivencia diferente a los roles con que son reconocidas por los otros, una vivencia producto de esos “cambios internos” y que es posible en el encuentro entre pares, en el particular espacio de complicidad e identificación que se da “entre mujeres”. Ese espacio “entre mujeres” debe distinguirse de los espacios compartidos con las agentes estatales, donde las diferencias entre unas y otras también se ponen de manifiesto en lo tocante a la maternidad. Veíamos a la “doctora” Galvez, madre de dos hijos, hablar de cómo retaba a sus pacientes cuando traían a un chico con “bajo peso”; veíamos también el tono pedagógico con que le hablaba a las mujeres sobre la “sarna” en una charla en el comedor; la insistencia de todas las profesionales en la “lactancia materna”, manifiesta a través de carteles y charlas llevadas a cabo en el centro de salud una y otra vez. Es posible imaginar que ninguna de las profesionales que se desempeñan en el centro de salud concibe del mismo modo el propio ejercicio de la maternidad. Así, herederas de la puericultura133 y del sanitarismo, las médicas y enfermeras son madres diferentes. Como planteábamos con la idea de la politización de la maternidad , mientras las agentes estatales, sean madres o no, son sujetos de derecho - es decir, no se definen para el Estado principalmente por la maternidad sino por ser ciudadanas- las mujeres destinatarias de las políticas de salud son vistas exclusivamente como “madres” que, además, precisan ser aconsejadas, retadas,
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La puericultura es la disciplina que se ocupa de la crianza y cuidado de los niños durante los primeros años de la infancia.
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[Escribir texto] supervisadas, vigiladas. Estas últimas, más que como sujetos de derechos, son vistas a través de la vieja idea estatal del “tutelaje”. Introducir estas diferencias entre mujeres -diferencias de clase, diferencias sobre la idea y el ejercicio de la maternidad- es un modo de resaltar la diversidad como forma de abonar la idea de que el “ser mujer” se construye. Y esa construcción varía sociohistóricamente, variando con ello los valores y símbolos adjudicados a lo femenino (Héritier, 2007). Por ello es necesario indagar en cada sociedad qué lo constituye como unidad y qué diferencias pueden identificarse al interior del colectivo definido como “femenino”, así como cuáles de esas diferencias son sustanciales a la hora de entender los distintos modos en que los sistemas de género subordinan a las mujeres.
2.2-El diálogo entre categorías nativas y analíticas: el caso del empoderamiento. Cuando planteábamos que uno de los aportes principales del enfoque propuesto era generar conocimiento sobre el Estado pero alejados de una mirada estadocéntrica, subrayábamos la importancia de establecer un diálogo entre las categorías analíticas y las nativas. Así, desde el análisis de las relaciones entre agentes estatales y destinatarios, recuperamos el punto de vista de estos últimos para poner a dialogar las categorías estatales con las suyas propias. En este sentido analizamos ese espacio autogenerado “entre mujeres” al que accedimos desde el estudio del cotidiano de las “promotoras” de salud; espacio que puede ser visto como el lugar desde donde se constituye una sociabilidad femenina que si bien en nuestro caso, se debe en parte a la acción estatal, muchas veces la impugna, contesta o simplemente, sobrepasa. En esta tensión es que abordamos la categoría empoderamiento, viendo cómo el concepto, tan frecuente en la retórica de las políticas públicas, debe ser comprendido desde la óptica de quienes se supone son “mujeres empoderadas”. Proceso conflictivo, contextualmente situado, si algo mostraba el campo es que no es lo mismo el concepto tal como lo considera la teoría que inspira las políticas públicas, que el proceso que -con avances y retrocesos, paulatino e incierto- las mujeres “promotoras” vivieron a
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[Escribir texto] raíz de su participación en políticas de salud. Al mismo tiempo, la diversidad de experiencias y trayectorias al interior de un grupo de mujeres que habían vivido de forma conjunta dicho proceso –el caso de Vanina era el polo opuesto al caso de Gabriela, y entre ambos podían ubicarse a Coni y Clara, por ejemplo-, puso en evidencia la necesidad de analizar las condiciones específicas en que el empoderamiento se da en la vida de las personas. Al analizar estas condiciones específicas en el caso de Gabriela, vimos que si había un proceso de empoderamiento en su vida, éste era algo bien distinto a lo que la política pública podía esperar al respecto; y que si nuestro análisis aportaba algo, ese algo debía buscarse en el diálogo entre una y otra categorización.
2.3- Esencialismo Como bien decíamos más arriba, las destinatarias de las políticas son definidas por éstas a partir de su condición de madres. Por eso, a través de la idea de mujer “bajo programa” nos preguntábamos si la maternidad podía ser vista como requisito para acceder a las políticas. Al mismo tiempo -por lo menos en lo relativo a las políticas de salud que se implementan en el centro de salud de nuestro trabajo-, si sostenemos que “la mujer” es vista sólo como “madre”, es necesario interrogarse: ¿qué visiones legítimas se construyen desde las políticas acerca de lo que debe ser y hacer una “madre”? ¿Sobre qué bases se construyen dichas visiones? Para responder a esta pregunta, pensamos que nuestra investigación brindó algunos indicios. Así, vimos que interpelar a las mujeres como “madres” hace referencia a una idea de género tradicional, donde “la mujer” está ligada a lo doméstico y es por lo tanto su condición femenina la que le impone el rol de cuidadora del hogar; esta idea, a su vez, se articula con una mirada de la biomedicina –presente en la idea de salud de las políticas pero sobre todo, en la formación de los agentes estatales- que naturaliza la categoría “mujer”. Esta naturalización implica una percepción absolutamente esencialista y biologicista del cuerpo humano -sobre todo de determinados cuerpos, en este caso, de las mujeres-, que “En
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[Escribir texto] el caso concreto de las mujeres supone teorizar, por ejemplo, que la responsabilización de las mujeres respecto al cuidado de las criaturas y los enfermos […] son cuestiones que se explican por una biología y una psicología diferencial que, en último extremo, se relaciona siempre con la capacidad reproductiva femenina” (Esteban, 2006: 11). Si bien matizada y entrecruzada con otras ideas y perspectivas, esta esencialización del cuerpo de la mujer y de la maternidad puede ser reconocida en los programas que interpelan a las mujeres; pero de modo mucho más contundente, se percibe en la práctica diaria de quienes ejecutan esos programas.
3- Salud: un término polisémico. A lo largo de esta tesis pudimos dar cuenta de los diversos modos en que los actores conciben a la salud. Solidario de los aportes de la antropología médica, nuestro esfuerzo estuvo centrado en ver cómo la salud no es un estado empírico o normativo, sino que sus significados son múltiples y se constituyen en el seno de disputas, que son disputas de sentido, pero también de intereses. Concibiendo a los actores del campo de la salud pública como constituyendo un entramado de relaciones pero también como portadores de un conjunto de saberes (Martínez Navarro, 2000), nos centramos en ver los distintos sentidos que ellos dan a la “salud”, poniendo de relieve así, los clivajes e identidades en que se sustentan. Con nuestro análisis, pudimos comprender que la “salud” y la “APS” -términos de los que todos hablan- lejos están de significar lo mismo para los diferentes actores, sobre todo, en un contexto de políticas focalizadas, producto de las reformas llevadas a cabo en el sistema de salud desde la década de 1990 (Belmartino, 2005). Antes bien, considerando “salud” y “APS” como categorías nativas, intentamos dar cuenta de los diversos significados que los mismos adquieren y que necesitan ser comprendidos en su contexto de uso, a la vez que, puestos en relación con las trayectorias y formaciones académicas y políticas de los agentes que los esgrimen. Por lo cual, pudimos constatar que no es lo mismo la “APS” en su versión “ginesista” que la “APS” como forma de “compromiso”
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[Escribir texto] para los médicos generalistas; que no es igual la posibilidad de establecer un sentido de lo que es la “salud” y por lo tanto, las políticas que buscan darle respuesta, para un funcionario dotado de un saber experto, que para la médica de una “salita” o las mujeres preocupadas por la “sarna”, que viven en un humilde asentamiento. Como señalábamos más arriba, en el proceso de maternizar a las mujeres es central tener en cuenta las nociones que el saber biomédico genera –así como el modo en que esos saberes inspiran, influyen y se legitiman en la acción estatal-(Schmukler, 1989; Nari, 2004). Por ello es importante señalar que el discurso biomédico que realiza esta tarea, esencializando el cuerpo de las mujeres y naturalizando sus roles sociales, se da incluso entre quienes sostienen una crítica de dicho saber. Por ejemplo, entre quienes desde el fomento de la APS sostiene la necesidad de criticar los rasgos “biologicistas” del discurso médico –lo cual se manifiesta en una particular apropiación de la idea de Modelo Médico Hegemónico, que también ha sido analizada como una categoría de los actores (Neiburg y Plotkin, 2004; Menéndez, 2005)-. Consideramos que esto se debe a algo que trasciende el discurso biomédico: la concepción “biologicista” y naturalista de la mujer y la maternidad no sólo forman parte de saberes y prácticas específicas, sino que están arraigada en las nociones de género de nuestra cultura hegemónica (Lamas, 1986). Por todo ello, preguntarse por el modo en que las distintas políticas y agentes estatales construyen, nominan, interpelan y encasillan a las mujeres como “madres” es un modo de problematizar el ejercicio diferencial y sexuado de la ciudadanía (Fraser, 1997; Moore, 1999).
4- Últimas palabras: Como en toda investigación, el material empírico producido en el trabajo de campo etnográfico ayudó a guiar algunas reflexiones que, sin pretender ser generalizadas, contribuyeron a orientar nuevos debates y preguntas. Al mismo tiempo, toda investigación abre nuevas interrogaciones, posibles caminos de indagación, datos que merecen ser revisitados, cuestionados, puestos a dialogar con otros interlocutores y trabajos.
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[Escribir texto]
En esta línea, consideramos que la tesis nos mostró un área del dominio estatal, el de las políticas públicas de salud del primer nivel de atención, que es un área con presencia predominantemente femenina y éste es un dato que merece ser investigado. Por un lado, es factible preguntarse sobre los motivos de tal feminización de la salud pública, indagar qué es lo que sucede en la etapa de formación -donde existen trabajos estadísticos que apoyan la idea de la feminización de las carreras universitarias y en especial, de las dedicadas a la salud-, cómo y por qué son reclutadas las mujeres profesionales, así como conocer las razones y el impacto que esta feminización tiene en la atención de la salud de las personas, en la implementación de las políticas, en la propia dinámica estatal. En lo relativo a cuestiones que la tesis aborda pero que merecen ser trabajadas con mayor profundidad, está lo relativo a la ciudadanía de las mujeres, los modos en que ésta se construye, el impacto diferencial de las políticas en la vida de hombres y mujeres, y la relación entre maternidad, mujeres y Estado. Para ello, existen algunos planteos que, basados en nuevo material empírico, debieran ser puestos a prueba. Así, desde la amplia noción foucaultiana de biopolítica – tan en boga últimamente- hasta las ideas de politización de la maternidad y maternalismo político, servirían para seguir reflexionando sobre esta cuestión que debiera aportar tanto a los debates de la teoría política, como a la antropología de la política y el Estado, ayudando a dar cuenta desde su particular punto de vista, del lugar igual pero diferente, de hombres y mujeres en las distintas agencias estatales (Lamas, 1986; Fraser, 1997; Moore, 1999; Molyneux, 2001; Nari, 2004; Zaremberg, 2007) Quisiera agregar que -más allá de las posibles generalizaciones y los aportes sustantivos demasiado singulares- si algo ha sido dicho y con ello, contribuido al campo del conocimiento etnográfico de la realidad, es que ninguna palabra ni idea puede ser comprendida fuera de flujo contextual y relacional que la dota de sentido. Si la antropología nos mostró, desde su origen, que los sistemas de clasificación son culturales, la labor antropológica de esta tesis ha sido poner de manifiesto la red de relaciones y significados que sustentan, en nuestro caso, clasificaciones tan amplias y palabras tan generales y obvias
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[Escribir texto] como “salud”, “mujer”, “madre” y “amantes”. Si las palabras son sólo formas, diremos con Simmel que las formas importan y que revelarlas y explicitarlas es un modo de darles cierto anclaje, sin olvidar que el flujo de la realidad y las relaciones humanas debe ser considerada como una poética social cuyos diversos sentidos no pueden obviarse ni suprimirse. Como comentario final, nos parece importante decir que más allá de los significados y los modos en que el Estado y las políticas construyen la ciudadanía de las mujeres, existen espacios que contestan dichas construcciones estatales. Es decir, si existe un esencialismo en el modo en que las políticas interpelan a las mujeres como madres – esencialismo que en este y otros casos es casi inevitable-se pueden ver en las acciones, relaciones y sobre todo, en los espacios de sociabilidad de las mujeres, el reverso de aquel esencialismo que lo desarma, lo impugna y lo deja en evidencia como construcción social.
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Documentos: Posgrado en Salud Social y Comunitaria-Programa Médicos Comunitarios. Módulo 1: Salud y Sociedad . Autores: Abraam Sonis, Julio Bello, Martín De Lellis. Ministerio de Salud y Ambiente de la Nación. Buenos Aires, 2005. Posgrado en Salud Social y Comunitaria-Programa Médicos Comunitarios. Módulo 5: Políticas de Salud. Autores: Ginés Gonzalez García. Rubén Torres. Ministerio de Salud y Ambiente de la Nación. Buenos Aires, 2006.
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[Escribir texto] Posgrado en Salud Social y Comunitaria-Programa Médicos Comunitarios. Módulo 7: Salud y Participación Comunitaria. Autores: Carlos Gatti, Rosa Villalba, Gabriela Molina, Hernán Alegría. Ministerio de Salud y Ambiente de la Nación. Buenos Aires, 2006. Posgrado en Metodología de la Investigación- Programa Médicos Comunitarios. Módulo 1: Introducción a la Producción de Conocimientos en Salud social y comunitaria. Autores: Marina Khoury, Margarita Robertazzi, María Fernanda Bonet. Ministerio de Salud y Ambiente de la Nación. Buenos Aires, 2006. Memoria Anual 2006-2007 . Dirección de Atención Primaria de la Salud. Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires. La Plata, 2007. Buenos Aires 30-15. De Alma Ata a la Declaración del Milenio. Política Sanitaria Argentina. 2003-2007. Ministerio de Salud-Presidencia de la Nación. Buenos Aires, 2007. Plan Nacer: Guía para el agente inscriptor. Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires. Ministerio de Salud y Ambiente de la Nación. La Plata, 2007. Convenio de Adhesión para la Implementación del Seguro Materno Infantil provincial Plan NACER, en el territorio de la provincia de Buenos Aires. Documento Interno. Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires. La Plata, 2006. Informe sobre el Desarrollo Mundial 2000-2001: Lucha contra la pobreza, Panorama General. Banco Mundial, Washington DC, 2000. Renovación de la atención primaria de salud en las Américas. OPS/OMS-Documento de posición. Washington DC, Agosto de 2005. Acta de Constitución de la Federación de Medicina Familiar y General. Octubre de 2000.
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[Escribir texto]
Anexo: Personajes: Centro de Salud del Barrio Península: Directora entre 2004 y 2005: Dra. Giorgi. (capítulo 1 y 2) Director 2005-2007: Dr. Thomas. (capítulo 1) Médica Generalista: Dra. Gálvez. (capítulo 1 y 2) Pediatra del Plan Nacer: Dra. Mónica Abba. (capítulo 1) Obtétrica: Maricel (capítulo 1 y 2) Enfermera turno mañana: Blanca. (capítulo 1) Enfermera turno tarde: Sara. (capítulo 1) Administrativa turno mañana: Mabel. (capítulo 1 y 2) Administrativo turno tarde: Raúl. (capítulo 1) Médico residente: Dr. Salvador. (capítulo 1) Secretario de Salud municipal: Dr. Prieto. (capítulo 1) Coordinadora Programa Redes: Dra. Roy. (capítulo ). Dirigente de la UMA: Estrella Doria. (capítulos 1-2-3) Promotoras de Salud: Coni (capítulos 1-2-3) Gabriela (capítulos 1-2-3) casada con Emir, su madre es Rosa, su hijo menor Fabiancito y su hija menor Sofía. Pamela es su vecina y Paula su amiga (todos ellos con citados en el capítulo 3). Vanina (capítulos 2 y 3) casada con Daniel (capítulo 3). Clara (capítulos 2 y 3) su cuarta hija es Bárbara (capítulo 3). Marcela (capítulo 2) Nori (capítulo 2) Poli (capítulo 2) Lali (capítulo 2) Doña Mirtha: arquera, pertenece el grupo de “las chicas del fútbol” (capítulo 2). Delia: pertenece el grupo de “las chicas del fútbol” (capítulo 2). Lorenzo: referente barrial del MTD-AV en Península (capítulo 2).
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