Los silencios de la transición. Resignificación del pasado y memoria social en la construcción de la historia (oficial) reciente. Pedro Rosas Aravena1
Resumen: El proceso de transición pactada garantizó en Chile un proceso de dobl doblee signo signo:: recup recuper eraci ación ón del del siste sistema ma polí políti tico co demo democrá cráti tico co form formal al y cont contin inui uida dad d del del mode modelo lo inst instau aura rado do por por la dict dictad adur ura. a. Cond Condic icio ione ness soci socioc ocul ultu tural rales es y polí polític ticas as desp desple lega gada dass a part partir ir de una una demo democra cracia cia de acuerdos y el desalojo de los movimientos sociales posibilitaron, la perdida de una de las características del movimiento popular chileno en las ltimas tres d!cadas. El componente !tico"político encarnado en la defensa de los derech derechos os humano humanoss fue desplaz desplazado ado como como proble problema ma de la socied sociedad ad para para convertirse en tema jurídico de los afectados. Este fenómeno remite a la e#ist e#isten enci ciaa de un meca mecani nism smo o de admi adminis nistr traci ación ón de la memo memori riaa soci social al,, regulación del conflicto y des"subjetivación $ue $ue desembocó en dinámicas de impugnación y criminalización a la contestación social y política en pos de la estabilidad del proceso. Palabras clave: tran transi sició ción n polí políti tica ca,, derec derecho hoss huma humano nos, s, memo memori ria, a, transmisión transmisión,, subjetivid subjetividad, ad, resistencia, resistencia, criminalizació criminalización, n, resignificaci resignificación ón del pasado reciente. . !ransición pol"tica# dispositivos y lógica transicional. Nos encontramos ante una paradójica analogía analogía entre la victima y el opresor, necesitamos aclarar dos cosas: los dos están est án en la misma trampa, pero es el opresor, y solo el es quien la ha preparado, quien la ha hecho dispararse, y si sufre, es justo que sufra; pero es inicuo que sufra su victima, que es quien sufre, aun a decenios de distancia. Deemos constatar una ve! más que el ultraje es incurale. %rimo &evi. Los hundidos y los salvados.
'a sido un llamado y una convocatoria bastante in$uietante al trabajar una presentación para este evento. En principio y dada la significación de la temática te mática había pensado en establecer una especie de dialogo y refle#ión compartida, una ponencia $ue sin ser improvisada $uiere ser menos formalizada por remitir a una problemática $ue personalmente me ha convocado durante mucho tiempo, no solamente en t!rminos historiográficos sino $ue además en t!rminos muy íntimos y personales amen de sus dimensiones políticas y sociales. (ratándose entonces de cruces tan hondos, es necesario para mí instalarme en un lugar mas subjetivo. E#pongo entonces un te#to, unos trazos $ue intentan ser fieles con este sentimiento y con las ideas fuerza $ue la convocatoria me ha generado. 'abl 'ablar ar ento entonc nces es respe respect cto o de la hist histor oria ia,, la memo memoria ria y los los silen silencio cioss de la transición y hacerlo pensando en el telón de fondo de las coyunturas, en los procesos )
*ocente +niversidad -C/. *octor 0 en Estudios mericanos *E1+/C'. 2ecario C34C5(. %onenc %onencia ia presen presentada tada en el Colo$u Colo$uio io 6 "as formas de transmisión del pasado reciente en #hile. $istoriografía memoria y derechos humanos 7 +niversidad *iego %ortales 4oviembre 899. %ublicada en %ra#is 4; )< a=o)), 899> pp. ?<"@?.
históricos de largo plazo en los cuales el tejido social y $uizás nuestras propias biografías Apor lo menos las de muchos de los $ue yo ubico acá" han estado insertas, obliga a referenciar no solamente desde lugares conceptuales o categoriales sino tambi!n obliga a referenciar desde el lugar antropológico $ue la e#periencia histórica imprime no solamente en la racionalidad, en el registro de los mecanismos de transmisión formal, o 6en el cerebro7, pues la e#periencia histórica, y permítanme $ue e#treme e#plicativamente esta diferenciación, nos imprime sus huellas en el cuerpo y lo configura como un soporte tambi!n de la transmisión y la memoria. %ara situar el campo e#plicativo $ue contiene al período de transición, habría $ue hacer entonces una definición de ese lugar, primero un tanto magra para luego adentrarnos en otros tópicos. Corresponde en primer lugar dar rápida cuenta de la e#istencia de diversos !nfasis y posicionamientos respecto de su definición y significado. /e=alo ahora $ue, en adelante, la voz historia indicara alternativamente tanto el acontecimiento como su conocimiento disciplinarB historia como conocimiento e historia como suceder en tanto la noción de memoria, mas $ue facultad psí$uica, será mentada unas veces como recurso teórico metodológico y otras como categoría social8 articuladora de palabras, luchas e identidades colectivas enraizadas en la estructura de nuestras identidades personales. &a invocación al silencio por su parte remite al marco de lo $ue ichael %ollaD e . . llanes en Chile han llamado atallas por la memoria. e instalo en las escrituras y reinscripciones del acontecimiento y sus sentidos en pugna. El olvido y la amnesia como voluntad de poder disciplinario y la memoria como un contrapoder edificante de identidad y proyecto colectivo en mi mismo y en mi ser con los otros un nosotros soterrado y alzado. Como coordenada clave, la transición remite siempre a una articulación, a un $uiebre, obviamente un tránsito o pasaje de rito propio, en $ue los más amplios sectores recuerdan, reivindican o censuran de manera crítica su relación y a si mismos en su relación con en el pasado reciente. Es decir, la transición no es Aen mi proposición" un concepto $ue pudiera abordarse de manera puramente abstracta en el caso chileno, y acaso en ningn caso. Ella no es un concepto $ue pudiera abordarse en t!rminos definitorios o normativos como una categoría fija e inocua al interior de la ciencia política o la historiografía sin remitir de paso a los conte#tos históricos concretos en los cuales el devenir de esa histórica y real transición en particular, de la $ue se habla, $ue se siente y se evidencia y en la $ue frecuentemente, el enunciado transicional, vaciado de significado histórico, se instalaF.
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/obre estas dos nociones y sus implicancias teóricas y sociales ver Elizabeth Gelin, "os traajos de la memoria, /iglo HH Ed. adrid, 899). pags. )@ a 8F. /obre los otros silencios, el mal del pasado y la 6función de lo no dicho7 ver ichael %ollaD, emoria, olvido, silencio. &a producción social de las identidades frente a situaciones limites, Ed. l argen, &a %lata, rgentina, 899?, %ágs. )@"). F Estaríamos en presencia no de la disputa por la memoria frente al silencio y el ocultamiento en sentido la#o, sino de lo $ue Elizabeth Gelin llama la lucha por los marcos interpretativos . Ier Elizabeth Gelin, 6&a conflictiva y nunca acabada mirada sobre el pasado7 en arina Jranco y Jlorencia &evín $istoria %eciente. &erspectivas y desafíos de un campo en construcción . Editorial %aidós, 2uenos ires, 899@.
"a transición ha sido un concepto articulador de realidad sobre el cual se ha establecido, publica y pomposamente, una manera de vivir, recordar y de evaluar las e#periencias sociales y personales de nuestro pasado reciente desconstruyendo el tiempo social. El ncleo de sus límites sociales y políticos arrancan del miedo al retorno de un pasado doloroso y por tanto la imposibilidad de futuro es la nica garantía de la tran$uilidad pblica y privada <. En la interpretación de autores como 'enri -ousso, aurice 'albKachs y lessandro %ortelli, la disputa entre memorias confrontadas re$uiere de marcos interpretativos y grupos $ue recuerden. En este sentido el dispositivo transicional encuadra la memoria social activando un proceso de identificación supra" conflictual, supra"político y blindado al conflicto y el juicio social al desplazar los puntos de referencia de la esfera social a la institucional? desde donde la transición opera como un dispositivo de encuadramiento nemot!cnico"identitario. &a palabra sobrevuela y se menta bajo el paradigma del inter!s, nunca gen!rico, de una facción $ue se apropia de la asignación de sentidos y pretende, en este como en otros casos, fijarse como objeto factual de nuestras representaciones. Este encuadramiento sobre la palabra y el silencio, sobre lo sagrado a proteger y lo profano a castigar para impedir el eterno retorno del castigo configura una identidad necesaria y políticamente empobrecida LdurDheimianamente cosificadaM $ue se justifica en la e#cepción del episodio histórico traumático. /i hay algo de comn, $ue permita desarrollar y e#plicar el sentido la transición y $ue configura un campo donde se converge desde todas las coordenadas sociales y políticas es $ue ella se refiere siempre a un momento de lapsus histórico $ue deriva a su ves de un estado $ue "aun$ue prolongado" se considera se siente o se referencia como de e#cepción histórica y $ue se relaciona hoy, analíticamente a la reacción conservadora a diversos proyectos de sociedad $ue sometían a fuerte tensión la relación entre continuidad y cambio social. &a transición entonces sella, intenta una clausura y perpetuación sacralizada de un proceso de restauración conservadora y no abre Acomo podría aparecer en una retrospectiva ingenua" un proceso de restauración democrática. 'ago esta afirmación $ue voy a profundizar posteriormente, ejercitando una lectura del sentido $ue los distintos actoresB cientistas políticos, historiadores, políticos, individuos con algn tipo de relevancia social dan conte#to y sentido de la transiciónB como si la transición operara como un corpus teórico, intelectual, tambi!n !tico y moral sobre un lugar o con una especie de identidad de juicio sobre el pasado o respecto de los proyectos $ue un momento tensionaron la sociedad chilena. Consecuentemente con su finalidad, la transición no se e#pone, no se levanta en tanto $ue constructo, ella se alza en tanto un lugar $ue es capaz Apor la fuerza de su validación autogestionada, blindada y dadora de sentidos", de enjuiciar los procesos históricos. &a pregunta $ue hay $ue hacer entonces es N$uien levanta ese lugarO
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Ier de %edro E. Puell 6&a memoria y el futuro: las dificultades de la construcción social del tiempo7 en Et. l. , 'emoria para un nuevo siglo. #hile, miradas a la segunda mitad del siglo (( , ed. &3 ? aurice 'albKachs, 6emoria individual y memoria colectiva7 en Estudios 4Q )?, Centro de Estudios vanzados +niversidad 4acional de Córdoba, rgentina, 899<. y lessandro %ortelli, 6emoria e identidad. +na refle#ión desde la talia postfacista7 en onumentos, memoriales y marcas territoriales, E. Gelin y I. &angland LcompsM /iglo HH ed. rgentina, 899.
El concepto actualizante Ly $ue fundamenta mi afirmación sobre la operación de un dispositivo de clave conservadoraM para esos proyectos pasados $ue se enjuician desde la transición, funda la actual, ambigua y no menos cargada categoría de &royecto &aís $ue, en teoría, contendría homog!neamente al conjunto homog!neo de aspiraciones sociales y políticas y $ue antes habían estado instaladas en lógicas de enfrentamiento político. Con el simbolismo analítico transicional en clave conservadora, se deja atrás, la noción de proyecto histórico, el ethos y el o los sujetos $ue les encarnaban largamente, bajo la forma de tradiciones, organizaciones, prácticas y saberes sociales y políticos desde los cuales los sectores populares y sociales al margen de las decisiones del Estado y del poder, habían dialogado y corporalizado largamente su demanda y construcción identitaria. *e este modo con esta construcción analítica $ue tempranamente empieza a comportar una cierta vivencialidad política lo $ue deviene es no solamente un traslado de las definiciones y de ciertas categorías $ue eran claves para la comprensión de los fenómenos históricos en Chile sino $ue además se instala como un tópico de verdad, un lugar de juicio como dije, donde va a imperar un r!gimen de verdad $ue establece cuales son los parámetros deseables desde donde hacer política, desde donde pensar la política y desde donde además representar el tiempo histórico y finalmente $uienes son los actores legítimos de esa temporalidad. &a construcción simbólico política del proyecto histórico social popular Lsuperado en esta lógica por el %royecto %aísM de base estructural y larga data histórica, y sobre lo cual no e#iste divergencia historiográfica, fue sometida a la más dura prueba de la historia de Chile. /uperadas las coordenadas del juego político tradicional $ue alternaba tensión política legal y semilegal con reiteradas discontinuidades institucionales restauradoras del orden, arribó la hora de la larga duración para lo $ue hasta entonces había sido considerado como situaciones de e#cepción. Evidentemente me refiero al Polpe de Estado de )>@. /e abrió entonces, como advertía la profesora 2eatriz reyuna, la puerta del &eviatán del orden y como ella se=ala, de la pedagogía de la sangre. &a acción de los movimientos sociales democráticos y fundamentalmente populares abandonó Apor sugestión culposa, presión o criminalización" su sentido teleológico aminorando la intensidad y direccionalidad de su sentido histórico de construcción de sociedad. &os movimientos se avocaron entonces, ya no a impulsar la variedad de proyectos y aspiraciones sociales y culturales democratizantes y participativas, sino, a poner fin a una de las dictaduras más sangrientas $ue el país había conocido. /in duda el rostro del país $ue se configuró a partir de la reposición del orden dominante, $ue había sido brevemente perturbado por la irrupción popular y de copamiento institucional del periodo previo a )>@, evidencia un nuevo tipo de proceso restaurador y de refundación del orden social. Este orden coe#iste con un estado de cambio y transformación permanente $ue en adelante redefinirá periódica y cíclicamente a incorporados y e#cluidos, ciudadanos y parias, salvados y condenados. El resultado de la imposición del nuevo orden y su modelo Lheroica y dramáticamente resistido por los sectores populares y sus e#presiones políticas e#terminadas y posteriormente desmoralizadas por la represión y el desencantoM no tuvo nicamente consecuencias políticas formales e institucionales. &a dictadura no agotó su
tarea en la reposición de una forma de dominio y e#plotación en el sentido teórico y político tradicional, además la sofisticó y proyectándola históricamente en el largo plazo encargando a sus sucesores el cumplimiento de la misión futurista de aceitar y ampliar los engranajes políticos, sociales y culturales de su blindado engendro. la luz de ese proceso, la identificación e invocación pblica res pecto de una semblanza portaliana del r!gimen, contenía una analogía histórica llevada al clíma# de las posibilidades si su continuidad $uedaba garantizada. @ -ealizadas las formas rituales del transito, los traspasos de mando televisados, las leyes de 6amarre7 y garantizada una democracia de acuerdos, se iniciaba el parto del nuevo orden. *efinido por muchos autores como un totalitarismo suave, sería el gestor inconsulto encargado de administrar lo $ue Joucault llamó los dispositivos del biopoder $ue van a materializar todas las políticas de 6nuevo trato7 del periodo. Estos dispositivos encontraron en adelante, en el eterno e inacabado periodo transicional, una materialización histórica solo comparable con el modelo de disciplinamiento biopolítico de la obra portaliana y $ue ha sido ampliamente descrito en sus formas Lcarta constitucional y código penal para el disciplinamiento social, trabajo forzado, pena de azote, presidio ambulante, claustro domestico de las mujeres amancebadas, control del transito de los cuerpos por el territorio, uso de papeletas, etc.M por la historiografía chilena>. diferencia del disciplinamiento social oligár$uico, el iopoder neoliberal produjo una transición estratificada altamente compleja: una política formal y por arria, encarnada en pactos y acuerdos de estabilidad y gobernabilidad y otra, asociada al control político por aajo, $ue operó licenciando movimientos sociales, mutando sinergia social en capital electoral y $ue aisló, reprimió y castigó a los rebeldes del periodo. diferencia de los carros"jaula, del pblico presidio ambulante del siglo HH, el disciplinamiento neoliberal buscó vigilar, castigar y normalizar los cuerpos y almas de los jóvenes rebeldes en sendos tratamientos de shocDB primero bajo ani$uilamientos, desapariciones y tormentos L)>@ a )>>M y luego con &eyes Especiales, Cárceles de lta /eguridad y 3ficinas de /eguridad virtualmente secretas Lentre )>>9 y 8999M sobre las $ue nadie dijo nada. En el movimiento de este engranaje político L$ue inició de manera inadvertida y progresiva los dispositivos del paso de una sociedad disciplinaria a una sociedad de controlM los campos de acción se reconfiguraron en base a dos espacios de subjetivación @
El tipo de sociedad $ue se buscó instalar con el modelo no solo remite a la cara gris de la obra disciplinante y modernizadora"privatizadora del r!gimen en sentido jerár$uico "como ma$uina dura" además y sobre todo reconfigura en adelante Acomo ma$uina blanda" el lazo de pertenencia social y de subjetivación. /obre este aspecto ver de /ygmunt 2auman, Iida de consumo, J.C.E., pags. @@")<@. Joucault define el iopoder como un conjunto de mecanismos mediante los cuales, lo constitutivo de la especie humana, puede ser parte de una política y de estrategias políticas y generales del poder tomando en cuenta el hecho biológico $ue el hombre constituye una especie humana y por tanto objeto de una iopolítica entendida como el modo en $ue, desde el siglo HI, la práctica gubernamental ha intentado racionalizar a$uellos fenómenos planteados por un conjunto de seres vivos constituidos en población: problemas relativos a educación, salud, higiene, natalidad, longevidad, las razas y otros. > l respecto ver de /ergio Prez, De la )%egeneración del puelo* a la huelga general. +nesis y evolución histórica del movimiento popular en #hile -/01/203 , /antiago, Ed. *ibam"C*2"-&, )>>@. (ambi!n de Gulio C!sar Gobet, 4nsayo crítico del desarrollo económico1social de #hile , /antiago, Ed. +niversitaria, )>><. *e /ergio Iillalobos, &ortales una falsificación histórica, /antiago, Ed. +niversitaria, )>>> y de Gorge 4=ez, Estado, crisis de hegemonía y guerra en Chile. )9")F), en ndes, 4Q, /antiago, )>@.
imposibles de concebir fuera del dispositivo transicional. El primero es a$uel $ue desplazó el campo de acción de los ciudadanos de la es$uina a la vitrina )9 y el segundo $ue configuró el deterioro de lo pblico transmutado en lugar ajeno y vedado a la baja ciudadanía $ue históricamente lo había e#pandido )). El binomio de control arria5aajo pudo operar de jure y de facto a mano suelta. Claramente el cambio no pasó de largo por el tejido social tornando an!mica la vitalidad robusta de la ltima d!cada insurgente y proyectiva. *el utopismo militante de masas populares convocadas a repletar o recuperar las lamedas de los a=os @9 y 9, se transitó a los patios interiores del fin de siglo. %aso marcado al son de la conformista constatación $ue ya había comenzado a primar irremediablemente el individualismo y la atomización social, por sobre la emergencia y desarrollo de las bulliciosas organizaciones políticas, sociales y comunitarias integradas mayoritariamente por jóvenes, mujeres y pobladores $ue recreaban una forma de espacio pblico construido por la comunidad)8 en la cotidianidad subversiva del compartir la vida como apropiación del si mismo colectivo. /e daba por muerto casi un siglo de historia, enterrándose bajo la loza de una modernidad vilipendiada, un movimiento social y político $ue se había abierto camino, hasta ese momento, subterráneamente bajo los intereses de las clases y cpulas dominantes mediante las más variadas formas de lucha: legales, semilegales y de acción directa para efectos reivindicativos o directamente vinculados a la realización de proyectos alternativos de sociedad. l margen del construido por la elite desde los albores de la invención de la patria. &a reingeniería del cuerpo social, operada en el dispositivo transicional, pareciera producir dos fenómenos de difícil reversiónB por un lado la modificación y edificación de un nuevo habitar desde la perspectiva del espacio pblico y por otro, la aparición de un individuo Asujeto en retirada" en constante y obligada transformación. Este 6nuevo sujeto7 marcado por la atemporalidad, el presentismo, una episódica cone#ión con el pasado y por tanto desarraigado de su memoria social, convive y habita nuevas e impuestas formas de organización social dentro de un nuevo 6ethos cultural7. -ichard /ennett lo ha caracterizado tempranamente como la estructura de la sociedad íntima, donde el narcisismo es movilizado en toda su e#presión en las relaciones sociales y la e#periencia de los individuos compelidos a revelar sus sentimientos a los demás, se vuelve destructiva deviniendo en crisis de cooperación y ausencia de solidaridad, $ue sin ser universales, son una tendencia dominante a la individualización y por tanto un proceso progresivo de des"subjetivación. ) En el escenario típicamente político, el llamado 6proceso de transición7 pactada segn las más variadas perspectivas, garantizó en la práctica la eficaz continuidad del sistema y fijó los mecanismos para su desarrollo. &a demanda de participación social y política de fines de la d!cada de los 9 fue hábilmente cooptada para devenir en participación meramente electoral y la amplia gama de formas de asociatividad social, sectorial y territorial, dejo lugar entonces a la desagregación ciudadana y a su )9
(omás oulian en #hile actual: 6natomía de un 'ito , Ed. -C/"&om, /antiago, )>>@ y /ygmun 2auman op. Cit. )) Pabriel /alazar, 6&as avenidas del espacio pblico y el avance de la educación ciudadana7, Documento de traajo N7/ , C/"+niversidad -C/, /antiago, )>>?. )8 -oberto Esposito, #omunitas: origen y destino de la comunidad , Ed. morrortu, 2uenos ires, 899. ) -ichard /ennett, 4l declive del homre p8lico , Ediciones %enínsula, 2arcelona, )>@.
atomización como s!$uitos de individuos consumidores y competidores entre sí, introduciendo, segn muestran muchas investigaciones, una lógica relacional $ue hoy filtra incluso las interacciones personales. Esta lógica parece haber permeado tambi!n al mundo social, el mismo $ue fuera capaz de reivindicar y ejercer su condición humana y solidaria en las más duras jornadas Lpor cierto en coyunturas históricas distintas a la transicionalM de resistencia y recomposición. &as condiciones socioculturales estaban plenamente dadas para el abandono de una de las banderas de lucha !tica $ue más identidad dio al movimiento popular chileno en las ltimas tres d!cadas. &os *erechos 'umanos pasaron de ser una cuestión de amplias mayorías a un tema relegado a un pu=ado de profesionales y a grupos cada vez más debilitados de familiares y amigos de las víctimas. +n problema camino a la privatización y conciliable por la vía de la reparación individual de grupos específicos de $uerellantes. Entonces, en este escenario transicional se establece intencionada y conscientemente un lugar de enunciación $ue valida !tica y moralmente la capacidad de juicio respecto de los fenómenos históricos. &a transición o como dirá (omás oulian los comandos de control del 4stado y los actores civico1militares $ue la operan, establecen institucionalmente los límites respecto de los cuales las conductas y los análisis mismos pueden desarrollarse. Comienza a operar una lógica transicional , $ue instalada desde las dinámicas del mercado, comienzan a tener una replica y resonancia social y política $ue va a reproducirse en distintas esferas. Entre ellas, el campo de los derechos humanos Lcomo condición necesaria de estabilidadM $ue pasa de ser un problema de carácter político, social, amplio, general y convocante en lo moral y !tico a ser "como hemos dicho" un asunto e#clusivamente centrado y sitiado en la esfera judicial, localizado en los tribunales, encarnado en grupos de abogados $ue asisten a familiares de las victimas de las violaciones a los **.'' terminando, finalmente, como testimoniantes aislados y desallegados de los lugares sociales $ue los sentían antes como propios. /in duda esta primera mirada interroga sobre el carácter de la transición chilena por aajo, sobre los circuitos de producción de subjetividad $ue la institucionalidad postdictatorial implementa para afianzar su posición y regular la demanda social de participación, mejoras en la calidad de vida y en gran medida de justicia ante las violaciones de derechos humanos ocurridas en el período anterior. %aradojalmente y aun$ue de forma menos dramática y masiva, la administración democrática, no solamente dejó sin respuesta en el ámbito de la justicia, tal cual se esperaba por parte de algunos sectores esc!pticos y otros rebeldes, sino además, fue precaria en el despliegue de sus propias estrategias de control social, forzosas a una transición pactada, lo $ue ocasionó un problema político $ue derivó en el ámbito de la seguridad. ientras se desplegaba paralelamente un sistemático encuadramiento de la casuística de **.''. en el terreno puramente judicial. Ioy a profundizar y enfatizar el tema de este giro, de cómo la transición comienza a operar en un momento desde el ámbito del análisis, de la movilización y la desmovilización posterior, pero an dentro de un campo de naturaleza política para luego trasladar todo fenómeno, toda materialidad del cuerpo social contestarario, rebelde y de resistencia al mismo proceso de transición pactada al ámbito de la criminalidad . Este es un fenómeno muy interesante por los dispositivos $ue se ponen en
juego y por$ue es paralelo con el encuadramiento judicial de los **.'' al $ue me he referido. Esta doble banda va a tener un efecto e#pansivo de criminalizacion)F e implosivo sobre el discernimiento de los asuntos pblicos relegados en adelante a las cuestiones de gobierno y policía. Gunto a la despolitización de la problemática se constata en el período, la elaboración de una política pblica y reservada, $ue orientada a la seguridad ciudadana y al antiterrorismo, comportó entre otros componentes la criminalización de la contestación política al nuevo modelo, vivenciado por muchos actores especialmente los actores jóvenes como continuismo. e detengo un poco y rememoro Ay les pido sin esfuerzo $ue recuerden" $ue esta era una cuestión $ue estaba en la piel de muchos jóvenes cercanos a la política e incluso en muchas personas luego integradas a la institucionalidad concertacionista $ue se=alaban con naturalidad $ue se vivía a partir del )) de marzo de )>>9 un continuismo bastante insoportable. partir de la criminalizacion de la contestación política al nuevo modelo se estableció una de las características centrales de la transiciónB la capacidad de sus operadores para agiornar los mecanismos heredados del r!gimen anterior. &os mecanismos represivos y preventivos de su resguardo gravitaron en torno a la utilización de la justicia militar contra civiles y la promulgación de las llamadas RR&eyes EspecialesSS L&ey de Control de rmas, sociación lícita, &ey ntiterrorista y de &ey de /eguridad nterior del EstadoM. Esto se tradujo en nuevas violaciones de **.''., transgrediendo la norma internacional y local de protección en la materia. )< Este es un elemento muy paradójico pero tambi!n típico de la transición chilena en $ue por un lado el proceso tansicional instala la necesidad de la justicia respecto de las violaciones de los **'' y cuando lo hace inmediatamente dice 9en la medida de lo posile. nstala entonces la necesidad del juzgamiento, del procesamiento, de la denuncia publica respecto de los hechos del pasado reciente e inmediatamente se=ala $ue los violadores de **'' irán a lugares especiales, $ue son personas viejas, enfermas, victimas de ma$uinarias institucionales, muchos de ellos obligados o atrapados en el principio de oediencia de vida y por estar adscritos a r!gimen militar y en esa condición subordinada, habían participado en tales actos.
)F
Entre los sujetos predilectos de la compulsiva tendencia a la criminalizacion iniciada en la transición han estado los jóvenes. /e ha tornado habitual, y se asume como un conductismo político normal de parte de las administraciones políticas post"dictatoriales, el uso de un lenguaje criminalizador cada vez $ue estos ocupan multitudinariamente los espacios pblicos. Estas e#presiones han sido caratuladas de 6violencia marginal7, 6simples delincuentes7, 6desalmados7, etc. +na muestra de medios seguidos durante tres meses con un e$uipo de la +niversidad de &os &agos en el CE& solo durante el a=o 899?, mostró $ue la información difundida en el @?T de los espacios noticiosos, vinculaba a los jóvenes preferentemente con hechos de criminalidad, violencia callejera y agresiones con armas y objetos al interior de las escuelas y otros espacios pblicos, así como da=os a la propiedad. /obre este tema ver Jredy +rbano, %edro -osas y -odrigo ondaca, "os jóvenes la política y el espacio p8lico. "a transición y la emergencia del sujeto perifrico , nstituto &atinoamericano de ltos Estudios /ociales, Ed. Escaparate, Concepción, 899?. )< %ara una comprensión del período, las conductas, planteamientos y motivaciones de los grupos criminalizados y 6pacificados7 así como el carácter y magnitud de la política de control por parte del Estado verB %edro -osas ravena, %eeldía, suversión y prisión política. #rímen y castigo en la transición chilena . )>>9"899F, ed. &om, /antiago, 899F.
En el mismo momento en $ue esa dinámica contradictoria se disponía de forma publica y operaba institucionalmente denunciando, buscando justicia, anunciando un nunca mas espurio en el marco de su declamada limitación, de la esmirriada voluntad de su 6justicia posible7, en ese mismo instante en $ue en apariencia los **.''. son una de las banderas de la transición, se promulgaban y se aplicaban las llamadas 6&eyes Especiales7. nstrumentos $ue en el presente, hoy, están siendo aplicadas y permiten operar sobre la movilización y contra la denuncia y la resistencia en el conflicto entre el Estado chileno y el pueblo mapuche. *igamos de paso $ue estas 6&eyes Especiales7 violaban los mismos acuerdos $ue en derecho internacional y establecidos en distintos pactos, el gobierno chileno había sucrito luego del retorno a la democracia. El desarrollo histórico, político y jurídico del periodo, da cuenta de eventos $ue sin duda nos han impactado institucional, social y subjetivamente. Estos hechos o hitos paradigmáticos van desde los llamados presidenciales a hacer justicia en la medida de lo posile, hasta los desesperados esfuerzos y razones de Estado, para impedir el enjuiciamiento de %inochet en &ondres, apelando tanto a la peculiaridad de la transición chilena como a la soberanía nacional, pasando por alto los tratados internacionales sobre la represión de crímenes contra la humanidad consignados entre otros en el (ribunal de 4Uremberg, en los cuatro Convenios de Pinebra de )>F>, en el Convenio contra la (ortura de )>F y en el %acto de 4ueva 5orD de )>??, además de la *eclaración de 4aciones +nidas de )>>8 sobre la desaparición forzada de personas. Es decir, en el mismo instante $ue el gobierno chileno y yo diría $ue en definitiva casi todos los gobiernos de la concertación Lel actual esta haciendo lo propio con el conflicto mapucheM cada vez $ue han podido violar algunos de estos acuerdos internacionales: lo han hecho. /ea por$ue los violan, los pasan por alto o por$ue no toman medidas de restitución de justicia y reparación eficaz. NComo se comprenden y e#plican entonces, desde una perspectiva psicológica, jurídica, histórica y sociopolítica, los posteriores informes de erdad y %econciliación y $ue lugar juegan en este escenario de tiempo largo las políticas de reparaciónO Evidentemente acá hay una contradicción. 'ay una pregunta $ue debiera ser respondida por las autoridades $ue han operado estas políticas y seguramente es una pregunta $ue los familiares de las victimas Lre"victimizados por la negación de justiciaM, las victimas sobrevivientes, las organizaciones de **.''. deben formular internamente y seguramente deben hacer permanentemente a sus interlocutores institucionales. Es de perogrullo pero la pregunta $ue me hago es NCómo entiendo $ue mientras usted me da la mano iz$uierda, me apalea con la mano derechaO %or lo menos históricamente aparece como e#traordinariamente contradictorio y muy relevante para efectos del análisis histórico de este periodo. %or otro lado, Ncomo son percibidas, desde el sentimiento intimo a lo pblico, y en otro plano, e#plicadas desde la autoridad, a las víctimas y los actores sociales preocupados y an activos en el tema **.''. estas políticasO NCual es el valor y el costo social de estas estrategias de reconciliación para la memoria histórica de nuestro paísO Jinalmente NCómo perciben, las nuevas generaciones esta problemática y si la asumen como propia, de $u! manera y en $u! registro práctico y discursivo la sitan y
e#presanO Evidentemente esa es una pregunta relevante para $uienes somos profesores y debiera ser una pregunta imprescindible para $uienes son historiadores. %or cierto $ue es e#traordinariamente relevante para todos $uienes trabajan con la memoria en sus mltiples implicaciones teórico"practicas y para $uienes trabajan socialmente no solo con la administración del pasado sino con el desafió de tener $ue dar sentido al futuro. *eseo refle#ionar sobre si N/e trata de una representación histórica de retaguardia Len el caso de la lucha y refle#ión en torno a los derechos humanosM, de resistencia, de memorialización de tipo patrimonial o constituye una matriz de historicidad $ue se pronuncie o signifi$ue e#plícitamente en relación al presente y al futuro como construcción social de la e#istenciaO Esta diría yo es de otra forma mi pregunta inicial, la pregunta $ue retorna y $ue ampara toda esta refle#ión $ue hago y $ue evidentemente no puedo responder a$uí y ahora. e parece $ue en esta materia es e#traordinariamente relevante y obligatorio el hacerse preguntas y una pregunta como esta $ue repone lo político como actualización de la e#periencia. . Los silencios y $l silencio de la transición.
&eer la transición y remitir a sus silencios obliga a levantar el silencio, ese mismo silencio $ue hoy habla como una memoria fuerte como un lugar de enunciación. %or lo pronto y para efectos de esta discusión abierta no correspondería entonces hablar de los silencios de la transición, $ue entiendo es el titulo $ue convoca a la mesa, para no caer en el peligro de enclaustrarnos en una casuística determinada sino prefigurar y configurar la imagen de 4l silencio como parte de la ma$uinaria transicional $ue hemos delineado. +n tipo peculiar y particular de silencio. El lugar: 4l silencio L$ue como dijimos dispone objetos y sujetosM se declara en primer momento de manera inter o transdisciplinaria y con una dimensionalidad temporal $ue fractura y fragmenta los parámetros de la temporalidad. En el lugar del silencio se cruzan memoria Asiempre rebelde a los ejes secu!nciales del tiempo positivo" con historia"disciplina, casi siempre sumisa a los calabozos de la temporalidad, la cronología y la periodización $ue el m!todo impone a la palabra del recordador profesional $ue oficia de amauta, vocero o profeta de la causa redentora o de la vocería ingenieril socio"histórica y política del poder. El historiador evidentemente puede ser convocado desde cual$uiera de esos lugares y va a tomar su lugar en cual$uiera de a$uellos. &os historiadores han tenido y tienen, en consecuencia, un lugar en la palabra $ue ha oficiado como reclamo, esclarecimiento y denuncia, o por el contrario, como silencio ante la factura mnemot!cnica y discursiva $ue el poder ha impuesto como relato. &os silencios y peor an 4l silencio de la transición tiene a los historiadores en la lista de sus padres y padres adoptivos. *igo esto por$ue llama la atención el por$ue la transición política en Chile, la transición cultural en Chile, la transición de los movimientos sociales y su conversión a actores electorales casi pasivos o ine#istentes, no se ha configurado como un lugar de in$uietud para los historiadores.
4l silencio impone, como una suerte de reacción neurótico"política o biopolítica si se $uiere, un diálogo sordo, un dialogo con lugares aparentes, sin lugares fuera del canon de la institucionalidad y la esfera jurídica, fuera de los parámetros de la convivencia deseada y teledirigida por la lógica de la reconciliación. %ara $ue los silencios y 4l silencio Acomo cría monstruosa del poder" pueda ser abortado por la palabra este debe ser desarraigado de su cuna de temporalidad o periodicidad construida y destruir el calendario $ue nos somete a el simbólicamente. 4l silencio y no los silencios no comenzaron el )) de septiembre de )>@ y no terminaron el )) de marzo de )>>9. %ara romper estos anclajes de la historia y la memoria, teledirigida por la ingeniería transicional de la concertación y su neolengua, no basta con conocer y enunciar los eventos y los casos en los $ue el poder ha desplegado su zarpazo. 5a no resulta suficiente apuntar con %untas %eucos a sus verdugos o gritar a viva voz Aahora" $ue además de asesinos eran ladrones y $ue no merecen tener memoriales $ue reivindi$uen su potestad de legislar el cuerpo y la vida de generaciones. Eso lo sabemos todos y especialmente $uienes mamaron la leche agria de la cesantía estructural, la represión masiva, la perdida de referencias culturales y estructurales $ue tejían la identidad y la subjetividad con sentido de futuro. NVu! pasa entoncesO En el epicentro del silencio hay tanto ruido $ue la palabra no se escucha. Es la paradoja del e#ceso de memoria transmutada en espectáculo. 'oy en 4l silencio todos fuimos 6resistentes7, todos fuimos de los /0, todos fuimos cristianos comprometidos, todos fuimos rebeldes, todos estuvimos contra %inochet, todos tuvimos juventudes embriagadas de proyectos, todos fuimos hablantes y vivientes, testigos y autores, todos fuimos. 'oy sin embargo, en 4l silencio, todos somos nada. &a historia pasa, nuevamente y a la vieja usanza, por los h!roes. 'oy resucitados por los facsímiles de periódicos, por programaciones de televisión, por la moda retro, por las reparaciones espurias y en los pró#imos días por el primer -eality con semblanza pseudo"histórica a propósito del bicentenario en el canal de (.I. católico. &a historia y la memoria dan para todo siempre $ue no se muestre nada. 4l silencio recuerda lo $ue aría ng!lica llanes ha llamado la palabra historiadora y en este nuevo momento de la batalla de la memoria, el combate no se libra en el acontecimiento. &os fuegos se concentran Acomo fuegos de artificio" en imponer 4l silencio sobre los proyectos y las posibilidades históricas del $ue las almas de los muertos han sido despojadas. 4o bastó con la desaparición y el flagelo, con la fragmentación del cuerpo. &os artefactos e#plosivos $ue la dictadura coloco en el corazón del movimiento popular chileno, con )99 a=os de e#istencia, e#plotaron más allá del nuevo siglo. 4l silencio se enreda hoy entre las sábanas con las bombas de tiempo $ue e#terminan la administración social de la memoria y no solo la e#istencia de los hechos, $ue operan desde la historia"disciplinar para inducir el pragmatismo teledirigido del cual el simbolismo transicional es una dinámica de afectación y no un mero constructo. %ero los silencios, 4l silencio como palacio de gobierno del espacio político y los sujetos $ue lo habitan y de $uienes lo disputan como corolario de su desplazamiento,
tiene grietas y fisuras. Vuienes hemos sido interrogados conocemos la fragilidad de la desnudez y hoy, los actores y las instituciones más significativas de una transición por arria, no pueden esconder su desnudez sensible y controvertida. 4o lo esperaban, apreciaban nuestra vocación de comunidad memoriante, nuestro respeto por las luchas pasadas y las derrotas ancestrales, nuestro miedo al retorno de las botas marchantes y las descargas el!ctricas de corriente castigadora. En suma, nos convenció 4l silencio de $ue levantar la dignidad y recuperar o rehacer proyectos de cambio era una enfermedad $ue había $ue superarB había $ue madurar, había $ue dejar la juventud atrás, había $ue entender $ue los errores y los horrores eran de todos. 3 como se=aló una editorial de El ercurio: 6 todos matamos a íctor
El editorial se=ala 6El conscripto %aredes no mató a Iíctor Gara: se mató a sí mismo, víctima de una historia "la del Chile de los @9" en la $ue se conjugaron errores y odios de iz$uierda y derecha. %or$ue tan causantes de la tragedia $ue vivimos fueron los mandos militares de entoncesW7 6como tambi!n una iz$uierda vociferante y muchas veces irresponsable, sobree#cedida en sus incendiarios discursos7, 65o mate a Iictor Gara7, 4l 'ercurio, 8 de mayo, 899>.
ilusionista de la alegría sin felicidad, los nuevos tratos para mujeres, indios y jóvenes )@ y la criminalización. Es el tiempo de "a oficina de seguridad pblica, la seguridad ciudadana y la invención del nuevo enemigo interno, la conversión del pobre en delincuente, la transfiguración del militante rebelde en terrorista, el silencio de los defensores de derechos humanos convertidos a funcionarios pblicos, la conversión de la fuerza social revolucionaria o progresista en fuerza electoral y capital variable para el emprendimiento de las pymes, las leyes especiales para castigar rebeldes chilenos y mapuches, la ley de responsabilidad juvenil penal, la Cárcel de lta seguridad con F99 presos entre )>>9 y )>> XXen solo tres a=osYY. 4o puede 4l silencio velar $ue el resultado de la política de ZpacificaciónZ de los grupos rebeldes y la Z/eguridad CiudadanaZ, para combatir la Zdelincuencia subversivaZ, arrojó un balance $ue segn cifras del Codepu ascendió entre )>>9 y )>>F a )F9 casos de tortura y a >? muertes en procedimientos policiales. 'ay $ue preguntar Nefectos residuales de una dictaduraO o transición a una nueva forma de dominación estructural más sofisticada y con basamento institucional. El sujeto histórico ha muerto grita 4l silencio. Iiva el ciudadano silencioso $ue recuerda frente a la iconografía del pasado lo $ue fue y lo $ue ya no debe ser. &os silencios de la transición operan, ma$uinan esa conversión. &a palara historiadora invocada en $umerstone por aria ng!lica llanes), la atalla de la memoria hoy es develar ese largo momento y resignificar el sentido una transición $ue no termina, $ue nos cruza y nos habita, $ue nos instala una subjetividad sin sujeto posible. Dejemos las confusiones, los freudismos me!quinos, la morosidad, la indulgencia: 4l opresor sigue sindolo, y lo mismo ocurre con la victima: no son intercamiales, el primero dee ser castigado y e=ecrado; la segunda dee ser comprendida y ayudada. %rimo &evi. Los hundidos y los salvados.
)@
comienzos del a=o 8999 una crónica del diario "a >ercera daba cuenta de cómo las municipalidades y la fuerza pblica incentivaban a los pobladores a colocar rejas en sus ventanas, puertas y pasajes pblicos con el fin de protegerse de los delincuentes, principalmente jóvenes, $ue rondaban día y noche las calles mientras en paralelo se impulsaba el programa #hile raajo N7, inisterio del nterior, abril de 899F. ) &a invocación refiere al discurso de la historiadora aría ng!lica llanes 3liva pronunciado en la e# oficina salitrera de 'umberstone la ma=ana del 89 de *iciembre de 899@ con ocasión del cierre del Encuentro de 'istoriadores96 00 a@os de la 'atan!a de la 4scuela Aanta 'aría de Bquique. &a historiadora refirió al periodo transicional entre )>>9 y ese momento como la dictadura de la urguesía desmilitari!ada.