Las colectivizaciones en la «zona republicana», especialmente en Cataluña y Aragón, son, a mi entender, el fenómeno más importante dentro de la maraña de acontecimientos revolucionarios de este periodo [1936-1939]. [1936-1939]. Las colectivizaciones, que fueron violentamente calumniadas por sus adversarios, encabezados por los comunistas, que fueron prácticamente ignoradas durante mucho tiempo por los historiadores o que fueron idealizadas por la mayoría de los comentaristas anarquistas, constituyen una realidad contradictoria donde aparece más claramente que, en el ámbito «militar» o «político», el carácter de lo que se estaba ventilando en aquella lucha. Se atacó todo el orden social, con las transformaciones en las relaciones de producción, se trastocó toda la vida económica, se derrumbó toda la pirámide jerárquica de la sociedad. No sólo se hacía tabla rasa de los «sacrosantos» principios de la propiedad privada sino también de aquellos otros principios -también «sacrosantos» para los llamados partidos de «vanguardia»- que justificaban la división entre dirigentes y ejecutantes. Pero vamos a ver cómo, a lo largo de su experiencia, los trabajadores tuvieron que luchar -y cómo no supieron hacerlo eficazmente- no sólo contra las dificultades inherentes, por ejemplo, a la guerra, no sólo contra los adversarios declarados de las colectivizaciones, sino también contra los nuevos obstáculos surgidos de esa misma experiencia. “
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E D I C I O N E S
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Carlos Semprún-Maura