ÁNGELA RÍOS FERNÁNDEZ 2ºN
La reina de la belleza de Leenane Martin McDonagh Análisis de las escenas de la obra
2014
E SCUELA
S UPERIOR DE
A RTE D RAMÁTICO DE
MÁLAGA
Ángela Ríos Fernández 2ºN 2 La reina de la belleza de Leenane
ANÁLISIS DE LAS ESCENAS ÍNDICE: ESCENA UNO..........................................................................................................pág.3 ESCENA DOS........................................................................................................pág. 12 ESCENA TRES......................................................................................................pág. 27 ESCENA CUATRO...............................................................................................pág. 35 ESCENA CINCO...................................................................................................pág. 46 ESCENA SEIS........................................................................................................pág. 49 ESCENA SIETE....................................................................................................pág. 57 ESCENA OCHO....................................................................................................pág. 66 ESCENA NUEVE..................................................................................................pág. 69
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TÍTULO DE LA ESCENA: La cruel incomprensión 1. SITUACIÓN INICIAL:
PUNTOS DE LA INTRIGA:
1. Maureen llega de la compra. Su madre se queja porque se ha hecho el Maureen, como cada día, cuida a su Complan sola.
madre careciendo de ayuda, siendo Mag capaz de valerse por sí misma.
2. Maureen se queja de que hace todo sola sin ayuda de nadie y está harta. 3. Mag pide su papilla, y pide que le ponga la radio para ver si emiten la dedicatoria de sus otras dos hijas. 4. Maureen percibe el mal olor del fregadero.
2. INCIDENTE:
Mag no tiene comunicación con su hija 5. Maureen apaga la radio porque su madre se queja. Cuestión de Irlanda más allá de lo que ella necesita. frente Inglaterra y América.
6. Mag, tras recibir su papilla, pide su té. 7. Conversación sobre el asesino: da pié a Maureen a expresar todo el rencor y odio que acumula hacia su madre, y Maureen reacciona tirando la comida cuanto desea que esta muera.
3. SITUACIÓN FINAL
de su madre y se va, dejándola sola.
8. Mag interrumpe pidiendo azúcar: no escuchaba a su hija. 9. Maureen le quita la comida a su madre y la deja sola en la sala.
ESCENA UNO (El salón/cocina de una casa en un pueblo al oeste de Irlanda. La puerta de entrada a la izquierda del escenario, un fogón alargado y negro en la pared del fondo, con una caja de turba al lado y una mecedora a su derecha. En la zona de la cocina, hay una puerta en la pared del fondo del escenario que conduce a un vestíbulo que no se ve, y un horno más moderno, un fregadero y varias alacenas haciendo esquina en la pared derecha. Hay una ventana con una repisa interior sobre el fregadero, con vistas a los prados, en la pared derecha; una mesa con dos sillas justo en el centro, una tele pequeña al frente a la izquierda, una tetera eléctrica y una radio en una de las alacenas de la cocina; un
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crucifijo y un cuadro enmarcado de John y Robert Kennedy en la pared, encima del fogón; un atizador negro y pesado al lado del fogón, y un paño de cocina bordado, con aspecto de souvenir, colgado más arriba en la pared del fondo, con la inscripción: «Ojalá pases media hora en el Cielo antes de que el Diablo sepa que has muerto». Cuando la obra empieza está lloviendo mucho. MAG FOLAN, una mujer corpulenta y de algo más de setenta años, con el pelo gris, corto y con una permanente fuerte, y la boca ligeramente entreabierta, está sentada en la mecedora, con la mirada perdida. Su mano izquierda está algo más arrugada y roja que la derecha. Se abre la puerta de entrada y su hija, MAUREEN, una mujer vulgar y delgada de unos cuarenta años, entra llevando la compra y cruza hasta la cocina.)
MAG.- ¿Te has mojado, Maureen? MAUREEN.- Claro que me he mojado. MAG.-Ah.
(MAUREEN se quita el abrigo, suspirando, y empieza a guardar la compra.)
MAG.- Me he tomado el Complan. MAUREEN.- Así que puede preparárselo sola. MAG.- Puedo. (Pausa.) Pero estaba lleno de grumos, Maureen. MADREEN.- Bueno, ¿y tengo yo la culpa de los grumos? MAG.-No. MAUREEN.- Escriba a la gente de Complan, si tiene tantos grumos. MAG.- (Pausa.) Tú me preparas el Complan rico y diluido. (Pausa.) Sin un solo grumo, ni sombra de grumos. MAUREEN.- No lo mueve bien, eso es lo que pasa.
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MAG.- Lo moví muy bien y seguían quedando grumos. MAUREEN.- Seguro que echa el agua muy rápido. Lo que dice en la caja es que se tiene que añadir poco a poco. MAG.-Um. MAUREEN.- Eso es lo que hace mal. Inténtelo de nuevo esta noche y verá. MAG.- Um. (Pausa.) Y el agua caliente también me da miedo. Tengo miedo de escaldarme. (MAUREEN la mira con desprecio.) MAG.- Me da mucho miedo, Maureen. Me da miedo que mi mano empiece a temblar y me la tire en la otra mano. Y contigo en casa de Mary Pender, ¿dónde acabaría yo? MAUREEN.- Es usted una hipocondríaca, eso es lo que pasa. MAG.- Acabaría tirada en el suelo, y no soy hipocondríaca. MAUREEN.- Lo es, y todo el mundo sabe que lo es. Demasiado bien. MAG.- ¿No tengo infección de orina, tan hipocondríaca que soy? MAUREEN. - No veo cómo una infección de orina le impide hacerse una taza de Complan o arreglar la casa un poco cuando yo no estoy. No va a morirse. MAG.- (Pausa.) Tengo mal la espalda. MAUREEN.- Tiene mal espalda. MAG.- Y tengo mal la mano. (MAG levanta la mano arrugada un instante.) MAUREEN.- (En voz baja.) Joder... (Irritada.) ¡Le haré su Complan, si tanto le cuesta! ¡Desde hoy hasta el Día del Juicio! Para una cosa que le pido que haga. ¿Ve que Annette o Margo vengan a prepararle el Complan o a comprarle el maldito bacalao en salsa de mantequilla para toda la semana? MAG.-No. MAUREEN.- No, claro que no. Ni se lo suben montaña arriba. Y aun así no se me agradece.
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MAG.- Sí se te agradece, Maureen. MAUREEN.- No se me agradece. MAG.- Intentaré prepararme el Complan otra vez, y moverlo muy bien yo sola. MAUREEN.- Ah, olvide lo del Complan. Ya me toca hacer todo lo demás, supongo que una cosa más no va a matarme. ¡Solo una... una maldita fregona es lo que se cree que soy! MAG.- No lo eres, Maureen. (MAUREEN cierra de golpe un par de puertas de las alacenas cuando termina de guardar la compra, y se sienta a la mesa, después de arrastrar ruidosamente su silla hacia atrás. Pausa.)
MAG.- Mi papilla, Maureen, no me la he tomado, ¿me la preparas? No, en un minuto, Maureen, date un respiro...
(Pero MAUREEN ya se ha levantado de un salto, ha vuelto a la cocina con fuertes pisadas de enfado, y ha comenzado a preparar la papilla, haciendo tanto ruido como le resulta posible. Pausa.)
MAG.- ¿Nos ponemos la radio?
(Enojada, MAUREEN golpea con el dedo el botón para encender la radio. Tiene que dar un par de golpes hasta que suena -alto y con muchas interferencias- una voz nasal masculina cantando en gaélico. Pausa.)
MAG.- Todavía no hemos oído la dedicatoria que Annette y Margo han mandado. No sé por qué no la echan.
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MAUREEN.- Si es que han llegado a mandar una dedicatoria. Solo dijeron que lo habían hecho. (MAUREEN huele un poco el fregadero, después se gira hacia MAG.) ¿No huele mal este fregadero? MAG.- (A la defensiva.) No. MAUREEN.- Más vale que no, eh. MAG.- No huele a nada, Maureen. Lo prometo, eh. (MAUREEN sigue con la papilla. Pausa.) MAG.- ¿No está la radio un poco alta, Maureen? MAUREEN.- Un poco alta, ¿no?
(MAUREEN golpea la radio de nuevo con rabia y la apaga. Pausa.)
MAG.- De todas formas, no echaban nada. Un tipejo cantando tonterías. MAUREEN.- ¿No quería usted ponerla por esa maldita emisora? MAG.- Solo por Ceilidh Time y por como se llame. MADREEN.- Ya es tarde para andar quejándose. MAG.- No quería ponerla para escuchar tonterías. MAUREEN.- (Pausa.) No son tonterías; después de todo, ¿no es irlandés? MAG.- A mí me suena a tonterías. ¿Por qué no pueden hablar en inglés como todo el mundo? MAUREEN.- ¿Por qué deberían hablar en inglés? MAG.- Para saber lo que están diciendo. MAUREEN.- ¿En qué país vive usted? MAG.- ¿Eh?
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MAUREEN.- ¿En qué país vive? MAG.- Galway. MAUREEN.- ¡No en qué condado! MAG.-Ah... MAUREEN.- ¡En Irlanda vive! MAG.- Irlanda. MAUREEN.- ¿Así que, por qué tiene que hablarse inglés en Irlanda? MAG.- No sé por qué. MAUREEN.- Irlandés es lo que se debería hablar en Irlanda. MAG.- Sí que lo es. MAUREEN.- ¿Eh? MAG.- ¿Eh? MAUREEN.- «Hablar inglés en Irlanda». MAG.- (Pausa.) Solo que, ¿adónde te llevaría hablar irlandés si buscases trabajo en Irlanda? A ninguna parte. MAUREEN.- Y bien, ¿no es ese el quid de la cuestión? MAG.- ¿Lo es, Maureen? MAUREEN.- Si no fuera porque los ingleses nos han robado nuestra lengua y nuestra tierra, y nuestro Dios sabe qué, ¿verdad que no tendríamos que ir allí a pedirles trabajo y ayuda? MAG.- Supongo que ese es el quid de la cuestión. MAUREEN.- Ese es el quid de la cuestión. MAG.- (Pausa.) Y a América tampoco. MAUREEN.- ¿A América tampoco qué?
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MAG.- Si fuese a América donde tuvieras que pedir ayuda, el irlandés no te serviría de nada. ¡Sería el inglés! MAUREEN.- ¿No es ese el mismo quid de la misma cuestión? MAG.-No sé si lo es o no lo es. MAUREEN.- Educamos a los hijos haciéndoles creer que no serán nunca buenos para nada que no sea pedir ayuda a los ingleses y a los yanquis. Ese es el mismísimo quid. MAG.- Supongo. MAUREEN.- Claro que lo supone, porque es la verdad. MAG.- (Pausa.) Si tuviese que pedir limosna en algún sitio, preferiría hacerlo en América antes que en Inglaterra, porque en América, al menos, hace más sol. (Pausa.) ¿O es solo algo que dicen, que el tiempo allí es más soleado, Maureen? ¿Es mentira, eh? (MAUREEN sirve la papilla y se la da a MAG, hablando mientras lo hace.) MAUREEN.-Es usted vieja y estúpida y no sabe de lo que habla. Ahora cállese y cómase su maldita papilla.
(MAUREEN vuelve al fregadero para lavar la cacerola. MAG echa un vistazo a la papilla, luego se gira hacia ella.)
MAG.- ¡Mi taza de té, te has olvidado!
(MAUREEN se agarra a los bordes del fregadero y baja la cabeza, exasperada; luego sosegadamente, con manifiesto autocontrol, llena la tetera eléctrica para preparar el té de su madre. Pausa. MAG habla mientras come lentamente.)
MAG.- ¿Te has encontrado con alguien por el camino, Maureen? (No hay respuesta.) Ah, no, no con el día que hace. (Pausa.) Aunque eso de no saludar a la gente es un
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problema que tú tienes, Maureen. (Pausa.) Aunque hay gente a la que más vale no saludar. El tipo ese que asesinó a una pobre anciana en Dublín a la que ni siquiera conocía. Echaron esa historia en las noticias, ¿la oíste? (Pausa.) La estranguló, y ni siquiera la conocía. A un tipo así más vale no dirigirle la palabra. A un tipo así más vale evitarlo por completo.
(MAUREEN le lleva el té a MAG, después se sienta a la mesa.)
MAUREEN.- Claro, creo que esa es exactamente la clase de tipo que me gustaría conocer, para después traerlo a casa y que la conozca a usted, si tanto le gusta matar ancianas. MAG.- Eso que has dicho es muy feo, Maureen. MAUREEN.- ¿Sí que lo es, eh? MAG.- (Pausa.) Y, ¿para qué iba a recorrer tanta distancia desde Dublín? Tendría que desviarse de su camino. MAUREEN.-Vendría por el placer de mi compañía. Matarla a usted solo sería un extra para él. MAG.- Seguro que te mataría a ti primero. MAUREEN.-Me daría igual, siempre que tuviera la certeza de que iba a zurrarla a usted justo después. Si la golpease con un hacha bien grande o algo así, y le cortase la cabeza para escupirle en la garganta, no me importaría, en absoluto, ser la primera. Ah, no, lo disfrutaría muchísimo. Nunca más tendría que prepararle su maldito Complan, y nunca más tendría que hacerle esa papilla de mierda, y nunca más... MAG.- (Interrumpiéndola, ofreciendo su té.) No tiene azúcar, Maureen, te has olvidado; ve y échame un poco.
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(MAUREEN la observa un instante, luego coge el té, lo lleva al fregadero y lo vacía en él; vuelve junto a MAG, coge su papilla a medio terminar, regresa a la cocina, la raspa del bol y la tira a la papelera; deja el bol en el fregadero y sale hacia el vestíbulo, lanzándole a MAG una mirada terrible a su paso y cerrando la puerta tras de sí. MAG, de mal humor, se queda con la mirada perdida en el vacío. Oscuro.)
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TÍTULO DE LA ESCENA: La invitación incómoda 1. SITUACIÓN INICIAL:
PUNTOS DE LA INTRIGA:
1. Ray llega con un recado de su hermano, y es recibido por Mag, que no Ray trae el recado de Pato de la fiesta de parece decidida a atenderlo.
despedida de su tío.
2. Ray, que tiene prisa, informa de que están invitadas ambas por su hermano Pato a la fiesta de despedida de su tío, que vuelve a Boston. 3. Mag queda de encargada de trasmitir el mensaje escrito a Maureen y Ray se va.
2. INCIDENTE: -
Maureen personalmente. -
4. Mag quema la carta para evitar que su
Ray comunica el recado a hija la lea. Mag trata de ocultarlo.
5. Maureen pregunta quien ha venidoo e intenta sonsacarle información a su madre sirviéndole un Complan con grumos, ya que sabe que miente. 6. Mag confiesa que no quiere que vaya a la fiesta para encontrarse con hombres.
3. SITUACIÓN FINAL:
7. Maureen, que a su edad sigue soltera,
Maureen se decide a ir a la fiesta para dce soñar con la muerte de su madre a la vez que encuentra a un hombre. ver a Pato y fastidiar a su madre. 8. Mag no piensa dejarla libre, siempre estará ahí. 9. Maureen irá a la fiesta quiera su madre o no, pero sin ella. 10. Maureen invita a su madre a acompañarla a por un vestido para la fiesta.
ESCENA DOS (MAG está sentada a la mesa, observándose en un espejo de mano. Se atusa el pelo un par de veces. La tele está encendida; están echando un viejo episodio de Los Sullivan. Llaman a la puerta de entrada y se sobresalta un poco.)
MAG.- ¿Quién...? Maureen. Ah. La puerta, Maureen.
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(MAG se levanta y anda arrastrando los pies hasta la ventana de la cocina. Llaman de nuevo. Vuelve hacia la puerta arrastrando los pies.)
¿Quién llama a la puerta? RAY.- (En off) Soy Ray Dooley, señora. Del otro lado del camino. MAG.- ¿Dooley? RAY. - Ray Dooley, sí. Ya me conoce. MAG.- ¿Así que eres uno de los Dooley? RAY.- Pues sí. Soy Ray. MAG.- Ah. RAY.- (Pausa. Indignado.) Bueno, ¿me va a dejar pasar o voy a tener que hablar con la puerta? MAG.- Está dando de comer a los pollos . ( Pausa.) ¿Te has ido? RAY.- (Enfadado.) ¡Abra la maldita puerta, señora! ¿No sabe que he tenido que desviarme una milla de mi camino para venir a aquí? MAG.- ¿En serio? RAY.- En serio. «¿En serio?», dice. (MAG abre el cerrojo de la puerta con algo de dificultad y RAY DOOLEY, un muchacho de unos diecinueve, entra.)
RAY.- ¡Gracias! Ya creía que me iba a tener esperando una hora. MAG.-Ah, eres tú, es verdad. RAY.- Claro que soy yo. ¿Quién iba a ser? MAG.- Eres el Dooley ese que tiene un tío.
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RAY.-Como solo me ha visto pasar un millón de veces en veinte años. Sí, soy el Dooley ese que tiene un tío, y es de mi tío de quien le traigo un recado.
(RAY se para y mira la tele un instante.)
MAG.- Maureen está donde los pollos. RAY.- Ya ha dicho que Maureen está donde los pollos. ¿Qué echan en la tele? MAG.- Estaba esperando a las noticias. RAY .- Va a tener que esperar mucho. MAG.- Estaba peinándome. RAY.- Creo que son Los Sullivan. MAG.- No sé lo que es. RAY.- Tiene una sintonización muy buena. MAG.- Una sintonización normal. RAY.- Todo es australiano hoy en día. MAG.- No sé si lo es o no lo es.
(MAG se sienta en la mecedora.)
Está donde los pollos, Maureen. RAY.- Ya me ha dicho tres veces que Maureen está donde los pollos. ¿Intenta batir el record mundial diciendo que «Maureen está donde los pollos»? MAG.- (Pausa. Confusa.) Les está dando de comer.
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(La observa un instante, después suspira y mira por la ventana de la cocina.)
RAY.- Pues no voy a andar resbalándome en toda esa mierda solo para decírselo. Ya me he resbalado bastante subiendo esta maldita montaña. MAG.- Es grande la maldita montaña. RAY.- Es enorme la maldita montaña. MAG.- Empinada. RAY.- Empinada, exacto; y no solo es empinada, también está llena de barro. MAG.- Llena de barro y de rocas. RAY.- Llena de barro y de rocas, exacto, sí. ¿Cómo se las arreglan ustedes dos para subirla todos los días? MAG.- Conduciendo. RAY.- Claro. (Pausa.) Eso es lo que quiero hacer yo, conducir. Necesito clases de conducir. Y un coche. (Pausa.) No uno bueno, vale. Uno de segunda mano, ¿sabe, no? MAG.- Uno usado. RAY.- Uno usado, sí. MAG.- Cómpraselo a alguien. RAY.- El maldito Padre Welsh -Walsh- vende un coche, pero voy a parecer un maricón comprándole un coche a un cura. MAG.- No me gusta nada el Padre Walsh -Welsh-. RAY.- Una vez pegó a Mairtin Hanlon en la cabeza, y sin motivo . MAG.- ¡Por el amor de Dios!
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RAY.- Sí. Aunque, eh, eso no es propio del Padre Welsh. El Padre Welsh, como la mayoría de los curas jóvenes, casi nunca usa la violencia. Normalmente, solo los curas viejos dan golpes en la cabeza. No sé por qué. Supongo que así es como les educaron a ellos. MAG.- ¡Salió un cura en las noticias el miércoles que había tenido un niño con una yanqui! RAY.- Eso no es ninguna noticia. Pasa todos los días. Es difícil encontrar un cura que no haya tenido un crío con una yanqui. Si hubiese golpeado al niño en la cabeza, eso sería noticia. Sí. Seguro que sí. ¿Qué estaba yo diciendo? Ah, sí, si le dejo un recado, señora, ¿se lo dirá a Maureen? ¿Lo hará o se lo dejo escrito? MAG.- Se lo diré. RAY.- Bieeen. Mi hermano Pato dice que las invita a la fiesta de despedida de mi tío. La sala Riordan en Carraroe. MAG.- ¿Así que tu hermano ha vuelto? RAY.- Sí. MAG.- ¿De Inglaterra? RAY.- De Inglaterra, sí. Si estaba en Inglaterra, será de allí de donde tenía que volver. Nuestro tío yanqui regresa a su casa de Boston después de las vacaciones, y se lleva a sus dos hijas esas, feas como patos, y a la tal Dolores como se llame, Healey o Hooley, así que va a haber una pequeña fiesta de despedida en el Riordan, o una gran fiesta, conociendo lo presumidos que son esos gilipollas, y comida gratis, en cualquier caso; así que mi hermano dice que están invitadas o por lo menos Maureen, él sabe que a usted no le gusta mucho salir. ¿Usted no es la que tenía la cadera mal? MAG.-No. RAY.- Ah. ¿Entonces quién es la de la cadera mal? MAG.- No lo sé. Yo tengo infección de orina. RAY.- Igual me refería a eso. Gracias por decírmelo.
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MAG.-Yo, orina. RAY.- Ya sé lo de su orina. MAG.- Y la espalda mal. Y la mano quemada. RAY.- Sí, sí, sí. Bueno, le da el recado. MAG.- ¿Eh? RAY.- ¿Se va a acordar de darle el recado? MAG.-Sí. RAY.- Repítamelo, a ver. MAG .- ¿Repetírtelo? RAY.- Sí. MAG.- (Pausa larga.) ¿Lo de mi cadera ...? RAY.- (Enfadado.) Coño, sabía que tenía que haberlo escrito desde el puto principio. ¡Me habría ahorrado todo este tiempo, joder!
(RAY coge un bolígrafo y una hoja de papel, se sienta a la mesa y escribe el mensaje.)
¡Hablar con una loca! MAG.- (Pausa.) Hazme una taza de té ya que estás aquí, Pato. Em, Ray. RAY.- ¡Me llamo Ray, joder! ¡Pato es mi hermano, coño! MAG.- Se me olvida. RAY.- Es como hablar con una ... como hablar con... MAG.- La pared. RAY.- Con la pared, sí.
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MAG.- (Pausa.) O hazme un poco de sopa.
(RAY termina de escribir y se levanta.)
RAY.- Ya está. Se puede ir olvidando de la sopa. Ahí le dejo la nota. Se la enseña a ésa cuando vuelva. La sala Riordan en Carraroe . A las siete mañana por la tarde. Comida gratis. ¿Vale? MAG.- Todo claro ahora, Ray. ¿Todavía sigues en el coro, Ray? RAY.- Ya no sigo en el coro. ¿Pues no han pasado diez años desde que estuve en el coro? MAG.- ¿No pasa el tiempo volando? RAY.- No voy al coro desde que empezaron a gustarme las chicas porque las chicas no van al coro, solo las gordas y, ¿a ésas para qué las quieres? No . Yo voy a las discotecas. MAG.- Bien por ti. RAY.- ¿Qué hago aquí hablando con usted? Ya he dejado el recado, me marcho. MAG.- Adiós, Ray. RAY.- Adiós, señora. MAG.- Y cierra la puerta. RAY.- Pensaba cerrarla de todas formas...
(RAY cierra la puerta tras de sí al salir.)
(En off) ¡No hace falta que me lo diga!
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(Cuando las pisadas de RAY se desvanecen, MAG se levanta, lee la nota que él ha dejado en la mesa, se dirige a la ventana de la cocina y mira por ella; después coge una caja de cerillas, vuelve a la mesa, enciende una cerilla, prende la nota, va hacia el fogón con ella ardiendo y la arroja dentro. Sonido de pasos acercándose a la puerta de entrada. MAG camina de vuelta a su mecedora arrastrando los pies y se sienta en ella justo en el momento en que MAUREEN entra.)
MAG.- (Nerviosa.) ¿Hace frío, Maureen? MAUREEN.- Claro que hace frío. MAG.- Ah.
(MAG mira la tele como si estuviera absorta. MAUREEN olfatea un poco el aire, d después se sienta a la mesa, y observa a MAG.)
MAUREEN.- ¿Qué está viendo? MAG.- No sé qué estoy viendo. Estoy esperando a las noticias. MAUREEN.- Ah, sí. (Pausa.) ¿Nadie ha llamado mientras estaba fuera, supongo? Ah, no. MAG.- Ah, no, Maureen. No ha llamado nadie. MAUREEN.- Ah, no. MAG.- No. ¿Quién iba a llamar? MAUREEN.- No, nadie, supongo. No. (Pausa.) ¿Y tampoco ha venido nadie? Ah, no. MAG.-Ah, no, Maureen. ¿Quién iba a visitarnos? MAUREEN.- Nadie, supongo. Ah, no.
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(MAG lanza una mirada rápida a MAUREEN, después mira de nuevo la tele. Pausa. MAUREEN se levanta, camina despacio hasta la tele, la apaga con desgana usando la punta del zapato, vuelve a la cocina despacio, clavando la mirada en MAG según pasa; enciende la tetera eléctrica, y se apoya contra las alacenas, observando a MAG.)
MAG.- (Nerviosa.) Em, aparte del mocoso de Ray Dooley, que pasó por aquí. MAUREEN.- (Maliciosa.) Ah, Ray Dooley pasó por aquí, ¿eh?. MAG.- Pasó por aquí, sí, pasó para saludar. MAUREEN.- Creí que acababa de decir que no habíamos tenido ninguna visita. MAG.- No hemos tenido ninguna visita, no, solo Ray Dooley, que pasó por aquí. MAUREEN.- Ah, sí, sí, sí. Solo asomó la cabeza para saludar. MAG.- Solo para saludar y para preguntar cómo va todo. Sí. Es un mocoso muy majo. MAUREEN.- Sí. (Pausa.) ¿Ninguna noticia? MAG.- Ninguna noticia. Claro, ¿qué noticia iba a traer un chiquillo? MAUREEN.- Ninguna, supongo. Ah, no. MAG.-Ah, no. (Pausa.) Pensando en comprarse un coche, creo que ha dicho que estaba. MAUREEN.- ¿Ah, sí? MAG.- Uno de segunda mano. MAUREEN.- ¿Sí? MAG.- Para conducir, ¿sabes? MAUREEN.- Para conducir, sí. MAG.- Del Padre Welsh -Walsh- Welsh. MADREEN.- Welsh. MAG.- Welsh.
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(MAUREEN apaga la tetera, vierte un paquetito de Complan en una taza y la llena de agua.)
MAUREEN. -Le voy a preparar un poquito de Complan. MAG.- ¿No me he tomado ya mi Complan, Maureen? Ya me lo he tomado. MAUREEN.- Bueno, pero uno más no le va a hacer daño. MAG.- (Cauta.) No, supongo.
(MAUREEN termina de llenar la taza con agua del grifo para enfriar la bebida, la remueve solo un par de veces para que queden grumos, saca la cuchara, le da la bebida a MAG, después se apoya en la mesa para ver cómo se la bebe. MAG mira la bebida con asco.)
MAG.- Queda algún grumo, Maureen. MAUREEN. - No importa que queden grumos, mamá. Los grumos le van a sentar bien. Lo mejor del Complan son los grumos. Bébaselo todo. MAG.- ¿Una cucharilla no tendrás? MAUREEN.- No, no tengo una cucharilla. No hay cucharillas en esta casa para las mentirosas. Ni una sola cucharilla. Bébaselo todo.
(MAG bebe un sorbito con mucho asco.)
MAUREEN.- ¡De golpe todo, ahora mismo! MAG.-Ando con el estómago revuelto, Maureen, y no me queda sitio.
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MAUREEN. - ¡De golpe, he dicho! ¡Le quedaba sitio de sobra para andar soltando mentiras sobre que Ray Dooley no traía ningún recado! ¿Pues no me lo he topado ahí en el camino cuando se marchaba? Usted y sus mentiras. Ahora se va a beber todo el Complan, y se va a tragar los grumos también, y lo que no se beba, se lo echo por la cabeza, ¡y sabe muy bien que lo hago!
(MAG se bebe muy despacio el resto de la asquerosa bebida.)
MAUREEN. -¿Dando por culo, eh? ¿Metiéndose otra vez en mi vida? ¿No le basta con haberme tenido como una esclava todo el día durante los últimos veinte años? ¿También me va a prohibir que salga una tarde? MAG.- ¡Las chicas jóvenes no deben andar por ahí con jovenzuelos...! MAUREEN.- ¡Las chicas jóvenes! ¡Tengo cuarenta años, me cago en la puta! ¡Termíneselo!
(MAG bebe de nuevo.)
MAUREEN.- ¡«Las chicas jóvenes»! Esa sí que es buena. ¿Y cómo se habrían casado Annette y Margo si antes no hubiesen andado por ahí con jovenzuelos? MAG.- No lo sé. MAUREEN.- ¡Beba! MAG.- No me gusta, Maureen. MAUREEN.- ¿Le gustaría más que se lo echase por la cabeza?
(MAG bebe de nuevo.)
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MAUREEN.- Se lo advierto, ¿eh? «Las chicas jóvenes que andan por ahí con jovenzuelos ». Ya he oído bastante. ¿Qué habré hecho yo, que solo he besado a dos hombres en cuarenta años? MAG.- ¡Dos hombres son demasiados! MAUREEN. - ¡Termíneselo! MAG.- ¡Ya me lo he terminado!
(MAG le da la taza. MAUREEN la lava.)
¡Dos hombres son dos hombres más de la cuenta! MAUREEN.- Para usted, quizás. Para usted. No para mí. MAG.- ¡Dos hombres más de la cuenta! MAUREEN.- ¿Cree que me gusta quedarme aquí pegada a usted? ¿Eh? Marchita como una maldita... MAG.-¡Puta!
(MAUREEN se ríe.)
MAUREEN.- ¿«Puta»? (Pausa.) Qué más quisiera yo, ¿eh? ¡Qué más quisiera! (Pausa.) A veces sueño ... MAG.- ¿Con ser una ...? MAUREEN.- ¡Cualquier cosa! (Pausa. En voz baja.) Cualquier cosa. Menos esto. MAG.- ¡Vaya sueño más raro!
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MAUREEN.- En absoluto. No es un sueño raro en absoluto. (Pausa.) Y si lo es, no es el único sueño raro que tengo. ¿Quiere escuchar otro? MAG.- No. MAUREEN.- A veces sueño con usted, lindamente vestida toda de blanco, ahí en su ataúd, y yo, vestida enteramente de negro, la observo, con un hombre al lado consolándome, con ese olor a loción para después de afeitar, y sus brazos rodeando mi cintura. Y entonces el hombre me pregunta si después me voy a tomar algo con él a su casa. MAG.- ¿Y qué dices? MAUREEN.- Digo: «Sí, ¿qué me lo impide ya?». MAG.- ¡No lo haces! MAUREEN.- ¡Vaya si lo hago! MAG.- ¿En mi funeral? MAUREEN.- ¡En su puto velatorio, claro! ¡Eso es incluso antes! MAG.- ¡Vaya cosa más poco agradable que sueñas! MAUREEN.- Claro, ya lo sé; y no es para nada un sueño que haya soñado. Es más bien una ensoñación. Ya sabe, algo alegre en lo que pensar mientras raspo la mierda de las gallinas. MAG.- Ese no es un sueño nada agradable. Es un sueño mezquino. MAUREEN. - No sé si lo es o no lo es.
(Pausa. MAUREEN se sienta a la mesa con un paquete de galletas Kimberley. ) Ya imagino yo que usted no se va a morir nunca. Estará siempre presente, solo para fastidiarme. MAG.- ¡Siempre estaré presente!
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MAUREEN.- ¡Bien sé que estará! MAG.- Tendrás setenta en mi velatorio, y entonces, ¿cuántos hombres rodearán tu cintura con su loción para después de afeitar? MAUREEN.- Ni uno solo, supongo. MAG.- ¡Ni uno solo, exacto! MAUREEN.-Ah, sí. (Pausa.) ¿Quiere una Kimberley? MAG.- (Pausa.) ¿No tenemos bizcochos? MAUREEN.- No, ya se ha comido todos los bizcochos. Como una cerda. MAG.- Entonces, me comeré una Kimberley, aunque no me gustan las Kimberleys. No sé ni para que compras Kimberleys. Las Kimberleys son horribles. MAUREEN.- Mi mundo no gira en torno a sus gustos por las galletas.
(MAUREEN le da una galleta a MAG. MAG come.)
MAG.- ¿Así que mañana vas a ir a esa fiesta? MAUREEN.- Voy a ir, sí. (Pausa.) Además, va a estar bien ver a Pato otra vez. Ni siquiera sabía que estaba en casa. MAG.- Pero todos esos malditos yanquis estarán también allí mañana. MAUREEN.- ¿Y? MAG.-Ayer decías que no aguantabas a los yanquis. Que era el quid de la cuestión decías ayer. MAUREEN.- Bueno, madre, supongo que ahora tendré que cambiar de opinión; aunque, claro, ¿no es una prerrogativa que tenemos las mujeres? MAG.- (En voz baja.) Todo son prerrogativas cuando te conviene.
Ángela Ríos Fernández 2ºN 26 La reina de la belleza de Leenane
MAUREEN.-No se ponga a usar palabras que no entiende, eh, mamá . MAG.-(Con desdén. Pausa.) La invitación también era para mí, que lo sepas. MAUREEN.- (Medio riéndose.) ¿Y se cree que va a venir? MAG.- No iré, supongo. MAUREEN. - Supone usted bastante bien. Es usted más mentirosa que el hijo de un feriante. MAG.- Solo lo decía por decir. MAUREEN. - Pues no diga cosas solo por decirlas. ( Pausa.) Igual podríamos dar una vuelta en coche más tarde hasta Westport, si no llueve. MAG.- (Más animada.) ¿Vamos a dar una vuelta? MAUREEN.- Podríamos dar una vueltecita las dos. MAG.- Claro que podemos. Hace tiempo que no nos damos un buen paseo. Podríamos comprar bizcochos. MAUREEN. - Más tarde, le estoy diciendo. MAG.- Más tarde. No ahora mismo. MAUREEN. - Ahora mismo no. Claro, si justo acaba de tomarse el Complan.
(MAG le clava una mirada asesina. Pausa.)
MAUREEN.- Sí, Westport. Sí. Igual podría comprarme un vestidito mono allí. Para la fiesta de mañana, ¿sabe?
(MAUREEN mira a MAG, que le sostiene la mirada, enfadada.) (Oscuro.)
Ángela Ríos Fernández 2ºN 27 La reina de la belleza de Leenane
TÍTULO DE LA ESCENA: Sentirse querido después de tanto 1. SITUACIÓN INICIAL:
PUNTOS DE LA INTRIGA:
1. Maureen ha llegado de la fiesta acompañada de Pato, y lo invita a Llega a casa Maureen acompañada de quedarse un rato a tomar el té.
Pato.
2. Pato y Maureen se besan. 3. Hablan de lo molesta que es Mag y de la crueldad del señor Coleman. 4. Pato dice sentirse a gusto con Maureen y quiere tocarla, pero ella le pregunta quién era la chica con la que estaba antes.
2. INCIDENTE:
Ambos se preguntan porque tardaron 5. Pato le confiesa que nunca supo como acercarse a ella. tanto tiempo en intimar. 6. Pato dice no querer establecerse del todo en Irlanda porque no ofrece trabajo ni permite libertad.
3. SITUACIÓN FINAL: 7. Maureen se cela de Dolores Hooley, Pato se queda a pasar la noche con pero Pato deja entrever que no ha estado con muchas mujeres.
Maureen
8. Comienza a sonar la canción favorita de Mag, que ambos odian. 9. Para que Maureen deje de insistir en el tema de Dolores. 10. Pato se decide a lanzarse y Maureen le insta a que se quede a dormir.
ESCENA TRES (Noche. La escena solo está iluminada por la luz naranja de la hulla, que se filtra a través de las barras del fogón. La radio se ha quedado encendida muy baja en la cocina. Fuera se escuchan los pasos y las voces de MAUREEN y PATO, ambos un poco borrachos.) PATO.- (Fuera, cantando.) «El Cadillac se paró ante la casa...». MAUREEN.- (Fuera.) Chisss, Pato ...
Ángela Ríos Fernández 2ºN 28 La reina de la belleza de Leenane
PATO.- (Fuera, cantando en voz baja.) «Y los yanquis estaban dentro». (Hablando.) ¿Qué era lo que solía decir ese condenado, eh? MAUREEN.- ¿Qué condenado, eh? (MAUREEN abre la puerta y los dos entran y encienden las luces. MAUREEN lleva un vestido negro nuevo, bastante corto. PATO es un hombre guapo de la misma edad que ella, más o menos.) PATO.- El condenado ese que perseguía al maldito “como se llame”. Al maldito Bugs Bunny. MAUREEN.- ¿Quieres una taza de té, Pato? PATO.- Quiero, sí. (MAUREEN enciende la tetera eléctrica.) MAUREEN.- Pero baja la voz, eh. PATO.- (En voz baja.) Lo haré, lo haré. (Pausa.) No recuerdo qué solía decir. El condenado ese que perseguía a Bugs Bunny. Algo decía, eh. MAUREEN.- Fíjate. La radio encendida también, esa puta chiflada. PATO.- Bueno, ¿qué importa? No, déjala encendida, anda. Así tapará el ruido. MAUREEN.- ¿Qué ruido? PATO.- El ruido de los besos. (La acerca hacia sí con delicadeza y se besan durante largo rato, después paran y se observan mutuamente. La tetera ya está hirviendo. MAUREEN se separa con dulzura, sonriendo, y comienza a preparar el té.) MAUREEN.- ¿Quieres una galleta con el té? PATO.- Quiero. ¿Qué galletas tienes, eh? MAUREEN.- Em, solo Kimberleys. PATO.- Déjalo entonces, Maureen. Odio las Kimberleys. De hecho, creo que las Kimberleys son las peores galletas del mundo.
Ángela Ríos Fernández 2ºN 29 La reina de la belleza de Leenane
MAUREEN.- Lo mismo, odio las Kimberleys. Solo las compro para fastidiar a mi madre. PATO.- No sé por qué los de Kimberley las siguen haciendo. Coleman Connor una vez se comió un paquete entero de Kimberleys y estuvo enfermo durante una semana. (Pausa.) ¿O fueron Mikados? Era alguna clase de galleta horrible. MAUREEN.- ¿Es verdad que Coleman le cortó las orejas al perro de Valen y que las tiene guardadas en una bolsa en su habitación? PATO.- Un día me enseñó las orejas. MAUREEN.- Eso es terriblemente malicioso, cortarle las orejas a un perro. PATO.- Es terriblemente malicioso. MAUREEN.- Ya es bastante malicioso cortarle las orejas al perro de cualquiera, ni que decir tiene al perro de tu propio hermano. PATO.- Y parecía un buen perro. MADREEN.- Sí. (Pausa.) Sí. (Pausa incómoda. PATO la abraza por detrás.) PATO.- Es agradable darte un achuchón. MAUREEN.- ¿Lo es? PATO.- Muy agradable. (MAUREEN continúa preparando el té mientras PATO la abraza. Algo violento e incómodo, se separa de ella al cabo de un instante y se aleja unos pasos.) MAUREEN.- Siéntate, anda, Pato. PATO.- Lo haré. (Se sienta a la mesa.) Siempre hago lo que se me ordena. MAUREEN.-Ya, ¿con que sí? Pues es la primera vez en toda la noche que lo veo. Con esas manazas tan inquietas que tienes.
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Ángela Ríos Fernández 2ºN 30 La reina de la belleza de Leenane
PATO.- Cierto, no tengo ningún control sobre mis manos. Tienen vida propia. (Pausa.) Pero tampoco he visto que tú te hayas quejado demasiado, con estas manazas tan inquietas que tengo. ¡Ni una sola queja! MAUREEN.- Tenía quejas cuando estaban inquietas sobre esa yanqui a primera hora de la tarde. PATO.- Bueno, en ese momento no me había dado cuenta de que estabas allí, Maureen. ¿Cómo iba yo a saber que la reina de la belleza de Leenane estaba aun por llegar? MAURE EN.- «La reina de la belleza de Leenane ». ¡Venga ya! PATO.- ¡Es cierto! MAUREEN.- ¿Entonces por qué no hemos intercambiado más que un par de palabras en los últimos veinte años? PATO.- Cierto, todo ese tiempo me ha llevado armarme de valor. MAUREEN.- (sonriendo) Ah, ¡y unos cojones! (Pato sonríe. Maureen lleva el té a la mesa y se sienta). PATO.- No lo sé, Maureen, no lo sé. MAUREEN.- ¿No sabes qué? PATO.- Por qué nunca me atreví a hablar seriamente contigo o a pedirte salir o algo. No lo sé. Claro que marcharme a ese puto lugar cada dos meses tampoco ayudaba mucho. MAUREEN.- ¿Inglaterra? Sí. ¿Así que no te gusta estar allí? PATO.- (Pausa.) Es por dinero. (Pausa.) Y el martes tendré que volver. UREEN.- ¿El martes? ¿Este martes? PATO.- Sí. (Pausa.) Solo he venido para despedirme de los yanquis. Para decir hola y adiós. Sin tiempo para más. MAUREEN.-En fin, así es Irlanda. Siempre hay alguien que se marcha. PATO.- Siempre es así.
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MAUREEN.- Eso también es malo. PATO.- ¿Qué más puedes hacer? MAUREEN.- ¿Quedarte? PATO.- (Pausa.) Me pregunto a mí mismo, si hubiera un buen trabajo en Leenane, ¿me quedaría en Leenane? Quiero decir, nunca va a haber un trabajo bueno, pero hablo hipotéticamente. O incluso un trabajo malo. Cualquier trabajo. Y cuando estoy allí en Londres, trabajando bajo la lluvia, y soy algo así como ganado, con esos jovenzuelos insultándose mientras juegan a las cartas, bebidos y enfermos, en esos malditos agujeros, repletos de colchones meados, y sin poder hacer nada más que mirar el reloj... cuando estoy allí, es aquí donde me gustaría estar, por supuesto. ¿A quién no? Pero cuando estoy aquí…no es allí donde querría estar, claro que no. Pero
sé que no es aquí
donde quiero estar. MAUREEN.- ¿Y por qué, Pato? PATO.-No sé decirte por qué. (Pausa.) Claro que esto esto es hermoso, hasta un tonto lo ve. Las montañas y la hierba y hablar con la gente. Pero cuando todo el mundo sabe la vida de los demás... No sé. (Pausa.) No puedes patear una vaca en Leenane sin que algún gilipollas te guarde rencor durante veinte años. MADREEN.- Eso es muy cierto. PATO.-Y tanto. En Inglaterra no les importa si sigues vivo o te mueres, y es raro, pero eso no es del todo malo. Ah, a veces lo es... ah, no sé. MADREEN. - (Pausa.) ¿Crees que algún día te asentarás en un lugar, Pato? Cuando te cases, supongo. PATO.- (Medio riendo.) “Cuando me case”… MAUREEN.- Algún día te casarás. ¿Qué te juegas? ¿No te gustaría? PATO.- No puedo decir que eso sea algo a lo que le esté dando vueltas. MAUREEN.- Por supuesto, con el montón de mujeres que has conquistado por todas partes, no debe de hacerte falta.
Ángela Ríos Fernández 2ºN 32 La reina de la belleza de Leenane
PATO.- (Sonriendo.) No he conquistado a un montón de mujeres. MAUREEN.- Una o dos tienes, seguro. PATO.- Igual tengo una o dos. A las que saludo, eh. MAUREEN.- A las que saludas... unos cojones. PATO.- Es verdad. (Pausa.) Está claro que no soy un ... MADREEN.- (Pausa.) ¿Un qué? (Pausa. PATO se encoge de hombros y niega con la cabeza, un poco triste. Pausa. La canción The Spinning Wheel, interpretada por Delia Murphy, acaba de empezar a sonar en la radio.) MADREEN.- (Continuando.) Mi madre adora esta maldita canción. Condenada Delia Murphy. PATO.- Es horrible la maldita canción. MAUREEN.- Es horripilante la maldita canción. PATO.- Tiene una voz horripilante. De pequeño siempre me asustaba esta canción. Canta como un demonio. (Pausa.) ¿Se muere la abuela al final, eh, o solo está dormida? MAUREEN.- Solo está dormida, creo. PATO.- Sí... MAUREEN. - (Pausa.) Mientras los dos atraviesan los prados cogidos de la mano. PATO.- Sí. MAUREEN.- Bajo la luz de la luna. PATO.- (Asiente.) Ya no se escriben canciones como esta. Gracias a Dios. (MAUREEN ríe. Más animado.) ¿No ha sido una gran noche, eh, Maureen? MAUREEN. - Sí. PATO.- ¿No les hemos mandado a su casa como es debido?
Ángela Ríos Fernández 2ºN 33 La reina de la belleza de Leenane
MAUREEN.- Vaya si lo hemos hecho, vaya si lo hemos hecho. PATO.- Todos llorando. MAUREEN. - Efectivamente. PATO.- ¿Eh? MAUREEN. - Efectivamente. PATO.- Sí. Vaya si lo hemos hecho. Vaya si lo hemos hecho. MAUREEN. - (Pausa.) ¿Y quién era la yanqui sobre la que ponías tus manazas? PATO.- (Riendo.) ¡Ah, ¿quieres parar con lo de “sobre la que ponías tus manazas” ? ! Apenas la he tocado, en serio. MAUREEN.- ¡Oh-jo! PATO.-Creo que es prima segunda de mi tío. Dolores algo. Healey o Hooley. Healey. También vive en Boston. MAUREEN.- Entonces es ilegal, si ella es tu prima segunda. PATO.- Y una mierda es ilegal; y, de todas formas, ella no es mi prima segunda; y, ¿qué tiene de ilegal? Las tetas de tu prima segunda no están fuera de la ley, ¿no? MAUREEN.- ¡Sí están! PATO.- Pues, no sé. Tendré que consultarlo con mi abogado. Podrían arrestarme la próxima vez. Y, de todas formas, puedo alegar algo en mi defensa. Se le habían caído patatas fritas en la blusa, ya ves, solo la estaba ayudando a sacudírselas. MAUREEN. - ¡Y unos cojones patatas, Pato Dooley! PATO.- ¡Es verdad! (Pausa llena de deseo. Nervioso.) Fue algo así... (Muy despacio, PATO alarga la mano y sacude con delicadeza los pechos de MAUREEN. Después los acaricia suavemente. Ella le frota la mano con dulzura mientras lo hace; después, se levanta despacio y se sienta sobre su regazo, y acaricia la cabeza mientras él sigue tocándola.)
Ángela Ríos Fernández 2ºN 34 La reina de la belleza de Leenane
MAUREEN. - Ella era más guapa que yo. PATO.- Eres guapa. MAUREEN. - Ella era más guapa. PATO.- Me gustas tú. MAUREEN. - Tienes los ojos azules. PATO.- Sí. MAUREEN.- Quédate conmigo esta noche. PATO.- No sé, eh, Maureen. MAUREEN. - Quédate. Solo esta noche. PATO.- (Pausa.) ¿Tu madre está dormida? MAUREEN.- No me importa si lo está o no lo está. (Pausa.) Ve más abajo. (PATO recorre con las manos la parte delantera de su cuerpo.) MAUREEN. - Ve más abajo. Más abajo. (Sus manos llegan a la entrepierna. Ella echa la cabeza ligeramente hacia atrás. La canción de la radio termina. Oscuro.)
Ángela Ríos Fernández 2ºN 35 La reina de la belleza de Leenane
TÍTULO DE LA ESCENA: PUNTOS DE LA INTRIGA: La mano escaldada de Mag: Difford Hall. 1. Mag, recién levantada, vacía su orinal 1. SITUACIÓN INICIAL: en el fregadero y se queja de que su
Mañana siguiente, Mag se levanta hija ha salido y tiene que prepararse el desayuno sola teniendo miedo de dispuesta a crear conflicto. quemarse.
2. Pato sale de la habitación y se ofrece a hacerle la papilla y el Complan. 3. Pato pregunta a Mag por su mano escaldada. 4. Aparece Maureen para provocar a su madre haciéndole zalamerías a Pato y Salen a la luz los defectos de madre e dejando entrever que se han acostado hija ante Pato (Difford Hall, el para enfadarla. Pato se siente avergonzado.
2. INCIDENTE:
fregadero).
5. Mag reacciona diciendo que fue ella quien le escaldó la mano con aceite y, a pesar de los intentos de ignorarla de Maureen, cuenta a Pato lo del manicomio de Difford Hall. 6. Maureen se siente avergonzada y le relata la historia completa, añadiendo Pato se va y Mag consigue ganar el que su madre la usa para culparla de todo lo que a ella le sucede. Pato la enfrentamiento con su hija. comprende y la insta a superarlo.
3. SITUACIÓN FINAL:
7. Pato pide a Maureen que se abrigue. 8. Maureen interpreta que a Pato le da asco y lo hecha de casa. 9. Pato se va prometiendo escribir. 10. Maureen se queda hundida escuchando los reproches de su madre.
ESCENA CUATRO (Mañana. El vestido negro de MAUREEN está tirado sobre la mesa. MAG entra del vestíbulo con un orinal lleno, que vacía en el fregadero. Sale por el vestíbulo para dejar el orinal y regresa al cabo de un instante, limpiándose las manos, ya vacías, en los laterales de su camisón. Repara en el vestido negro y lo coge con desdén.)
Ángela Ríos Fernández 2ºN 36 La reina de la belleza de Leenane
MAG.- ¿Cuarenta libras por este vestido tan raquítico? Este vestido es bien raquítico. ¿Y luego lo deja tirado por ahí? (Arroja el vestido a alguna esquina bien lejos, regresa a la cocina y enciende la tetera eléctrica, hablando en voz alta para despertar a MAUREEN.) Supongo que también voy a tener que prepararme el Complan yo sola, a las horas que llegaste ayer a rastras, que a saber qué hora sería, con tu maldito vestido. (En voz baja.) Bien ridículo que es el vestido. (En alto.) ¡Andar como una completa cerda, sin vestido, sería más apropiado! (En voz baja.) Te pasas la noche roncando. Y ahora haces que una pobre anciana tenga que prepararse el Complan, por no hablar de la papilla. Pues no voy a prepararme la papilla, mira lo que te digo. Me da miedo. No me verás haciéndome la papilla. Ah, no. No me vas a pillar tan fácilmente. (PATO acaba de entrar desde el vestíbulo, en pantalones y poniéndose una camisa.) PATO.- Buenos días, eh, señora. (MAG se sobresalta, y se queda mirando a PATO estupefacta.) MAG.- Buenos días, eh. PATO.- ¿Es papilla lo que quiere? MAG.- Sí. PATO.- Puedo prepararle la papilla, si le parece. MAG.-Ah. PATO.- Vamos, descanse usted. (MAG se sienta en la mecedora, con los ojos puestos en PATO todo el tiempo mientras él prepara su papilla.) PATO.- Muchas veces he tenido que prepararle la papilla a mi hermano por las mañanas antes del colegio, así que estoy más que acostumbrado. (Pausa.) ¿No pudo ir a la fiesta de los malditos yanquis ayer? MAG.- No.
Ángela Ríos Fernández 2ºN 37 La reina de la belleza de Leenane
PATO.- Tiene mal la cadera, me comentó Maureen. MAG.- (Aún sorprendida.) Sí, tengo mal la cadera. (Pausa.) ¿Dónde está Maureen, eh? PATO.- Em, haciéndose la remolona uno o dos minutos más. (Pausa.) Si le digo la verdad, iba a... iba a escaquearme antes de que usted se levantara, pero Maureen ha dicho: « ¿No somos personas adultas todos,eh? ¿Qué importa? » Supongo que lo somos, pero, no sé. Aun así resulta embarazoso, y eso. ¿Sabe a qué me refiero? No sé. (Pausa.) En fin, los yanquis deben de estar aterrizando en Boston justo ahora. Si Dios quiere, al menos. Sí. (Pausa.) Les dimos una buena fiesta de despedida, después de todo; vaya si lo hicimos. Sí. (Pausa.) Todos llorando. (Pausa.) Sí. (Pausa) ¿También quería una taza de Complan? MAG.- También. (PATO le prepara el Complan y se lo acerca.) PATO.- Así que le gusta el Complan. MAG.- No. PATO.- ¿No le gusta, eh? MAG.- Ella me hace beberlo aunque no me guste, me obliga. PATO.- Pero tomar Complan es bueno para usted, es mayor. MAG.- Igual sí que es bueno para mí. PATO.- Lo es. ¿No sabe a pollo? MAG.- No sé a qué sabe. ATO.- (Mirándolo en la caja.) Sí, sabe a pollo. Es el mejor sabor. (PATO continúa con la papilla.) MAG.- (En voz baja.) Lo dejas con esos malditos grumos, sea del sabor que sea. Y sin cuchara. (PATO le da a MAG su papilla y se sienta a la mesa.)
Ángela Ríos Fernández 2ºN 38 La reina de la belleza de Leenane
PATO.- Aquí tiene, eh. (Pausa.) ¿Qué le ha pasado en la mano, señora? Está al rojo vivo. MAG.- ¿Mi mano? PATO.- ¿Se ha escaldado? MAG.- Se ha escaldado. PATO.- Tiene que tener cuidado con las escaldaduras a su edad. MAG.- ¿Cuidado, eh? Sí... (MAUREEN entra desde el vestíbulo, en sujetador y bragas únicamente, y va hacia PATO.) MAUREEN.- ¿Cuidado de qué? Nosotros hemos tenido cuidado, ¿verdad, Pato? (MAUREEN se sienta sobre el regazo de PATO.) PATO.- (Avergonzado.) Maureen, anda... MAUREEN.-Mucho cuidado, porque no queremos tener niños, ¿verdad? Ya tenemos bastantes bebés en esta casa a los que atender. MAUREEN le besa largamente. MAG observa con asco.) PATO.- Maureen, anda... MAUREEN.- Solo te estoy dando las gracias por una noche maravillosa, de verdad, Pato. Valió la pena esperar. Bien valió la pena. PATO.- (Avergonzado.) Bueno-oh. MAG.- ¡Estábamos hablando de mi mano escaldada antes de que tú entrases sin ropa! MADREEN.- Ach, que le jodan a su mano escaldada. (A PATO.) Tendrás que meterme esa cosa tuya otra vez no tardando mucho, Pato. Ahora le he cogido gusto, sí... PATO.- Maureen... (Ella le besa, se levanta, y mira fijamente a MAG mientras entra en la cocina.)
Ángela Ríos Fernández 2ºN 39 La reina de la belleza de Leenane
MAUREEN.-Un gusto enorme. Sí. (PATO se levanta y se pasea avergonzado.) PATO.- Em, en fin, voy a tener que marcharme en un minuto. Tengo que hacer el equipaje, y el comosellame... MAG.- (Señalando a MAUREEN. En voz alta.) ¡Ella es quien me escaldó la mano! ¡Cómo te lo cuento! ¡Y además anda sentándose encima de hombres descarriados! ¡La puso en el fogón! ¡Echó aceite hirviendo sobre ella! ¡Sí, y le dijo al doctor que había sido yo! MAUREEN.- (Pausa. Desconcertada, a PATO.) Tómate una taza de té antes de marcharte, Pato, anda. PATO.- (Pausa.) Igual una rápida. (MAUREEN echa el té. MAG observa alternativamente a uno y a otro.) MAG.- ¡¿No has oído lo que he dicho?! MAUREEN.- ¿Se cree usted que Pato presta atención a las insolencias de una maldita vieja chocha? MAG.- ¿Chocha, eh? (Alza su mano izquierda.) ¿No tengo la prueba? MAUREEN.- Acércate un segundo, Pato. Quiero que huelas el fregadero. MAG.- ¡Los fregaderos no tienen nada que ver con esto! MAUREEN.-Acércate, Pato. PATO.- ¿Eh? (PATO va a la cocina.) MAUREEN.- Huele ese fregadero. (PATO se inclina sobre el fregadero, lo olfatea, luego aparta la cabeza con asco.) MAG.- ¡No tienen nada que ver con esto los fregaderos!
Ángela Ríos Fernández 2ºN 40 La reina de la belleza de Leenane
MAUREEN.- No tienen nada que ver con esto, ¿eh? Tienen todo que ver, me parece a mí. Ponen en evidencia qué clase de persona me acusa, sí. PATO.- ¿Por qué pasa eso, eh? ¿Por las cañerías? MAUREEN.- Nada que ver con las cañerías. Nada que ver con las cañerías. Pues no echa ella un orinal lleno de pis todas las mañanas ahí, aunque le he dicho setecientas veces que use el váter, pero oh no. MAG.- ¡La conversación era sobre mi mano escaldada, nada que ver con el pis! MAUREEN.- Y ni siquiera lo enjuaga. ¿Te parece higiénico? Y además tiene infección de orina, lo que es todavía menos higiénico. Yo lavo las patatas ahí. Aquí tienes el té, Pato. (PATO coge el té y da sorbitos con asco.) MAG.- ¡Ponte algo de ropa encima, en vez de pasearte medio desnuda por toda la casa! ¡Sería más propio de ti! MAUREEN.- Me encanta pasearme medio desnuda por toda la casa. Me excita mucho, mucho. MAG.- Supongo que te excita mucho, sí. MAUREEN.- Mucho. MAG-Y también que te recuerda a Difford Hall en Inglaterra, seguro que sí. MAUREEN.- (Con ira.) Cierre ahora mismo esa jodida... MAG.-Allí tampoco te dejaban ponerte tu ropa, ¿verdad? MAUREEN.- ¡Cierre su maldita bocaza, le digo...! MAG.- Solo batas largas y camisas con hebillas. (MAUREEN se acerca a MAG, apretando los puños. PATO la agarra del brazo y se interpone entre las dos.) PATO.- ¿Qué demonios os pasa a las dos, eh...?
Ángela Ríos Fernández 2ºN 41 La reina de la belleza de Leenane
MAG.- ¡Difford Hall! ¡Difford Hall! ¡Difford Hall...! MAUREEN.- Difford Hall, sí. Y supongo... MAG.- ¡Difford Hall! ¡Difford Hall...! MAUREEN.- ¿Y supongo que ese orinal lleno de pis era solo producto de mi imaginación? MAG.- ¡Déjate de pises! ¡Déjate de pises! ¿Quieres saber lo que es Difford Hall, muchacho? MAUREEN.- ¡Cállese, eh! MAG.- ¡Es un manicomio! Un maldito manicomio en Inglaterra en el que tuve que firmar para sacarla y prometer que iba a tenerla a mi cargo. ¿Quieres ver los papeles ahora mismo? (MAG sale al vestíbulo arrastrando los pies.) Como prueba, o algo. O para demostrar, digamos, si yo soy una maldita vieja chocha, ¿o quién es la chiflada? ¡Eh! Echándome el pis en cara, ah, sí... (Pausa en silencio. MAUREEN va con desgana hasta la mesa y se sienta. PATO tira su té por el fregadero, enjuaga la taza y se lava las manos.) MAUREEN.- (Con calma.) Es cierto que estuve en una residencia allí durante un tiempo, bueno, después de una pequeña crisis que tuve. Hace años de esto. PATO.- ¿Qué importa una crisis, eh? Un montón de gente tiene crisis. MAUREEN.- Un montón de pirados, sí. PATO.- No están pirados en absoluto. Hay un montón de gente culta que también tiene crisis. De hecho, si eres culto es incluso más probable. El pobre Spike Milligan, ¿no tiene crisis constantemente? Si casi no para. Yo también tengo problemas con los nervios de vez en cuando, no me importa reconocerlo. No es algo de lo que avergonzarse. Solo quiere decir que piensas en las cosas, y te las tomas en serio. MAUREEN.- ¿No tengo que avergonzarme de haber estado un mes en un manicomio? Ah, no.
Ángela Ríos Fernández 2ºN 42 La reina de la belleza de Leenane
PATO.- No tienes que avergonzarte de pensar en las cosas y de preocuparte por las cosas, a eso me refiero; y <
>. Era la primera vez que salía de Connemara. <>. No entendía ni la mitad de los insultos. Me los tuvo que explicar una mujer negra. Era de Trinidad. También se metían con ella, pero ella se reía. Con esa cara enorme que tenía, y esa sonrisa inmensa. Solía enseñarme fotos de Trinidad y, « ¿Por qué demonios te has marchado de allí?», le decía yo. « ¿Para venir a este sitio a limpiar mierda?» Y un día le enseñé un calendario con una foto de Connemara y, « ¿Por qué demonios te has marchado de allí?», me dijo ella. «Para venir a este sitio...». (Pausa.) Pero se mudó a Londres, su marido se estaba muriendo. Y entonces la tomaron conmigo. PATO.- (Pausa.) Pero todo eso ya ha quedado bien atrás, Maureen. (Pausa. MAUREEN le mira durante un instante.)
MAUREEN.- ¿Estás diciendo que todavía estoy loca, o te lo estás preguntando? PATO.- En absoluto, vamos... MADREEN. - ¿Ah, no...? (MAUREEN se levanta y camina de nuevo lentamente hasta la cocina.) PATO.- En absoluto. Lo que digo es que eso ocurrió hace mucho tiempo. Y no es algo de lo que avergonzarse. Superarlo es lo deberías hacer.
Ángela Ríos Fernández 2ºN 43 La reina de la belleza de Leenane
MAUREEN.- Superarlo, sí, con ésa rondando y observándome todo el tiempo, como si yo fuera una especie de... una especie de... (Pausa.) Y, no, yo no le escaldé la maldita mano, por muy pirada que haya estado. Estaba intentando hacerse unas patatas fritas ella sola. Habíamos discutido, y la había dejado una hora sola, y va y decide que quiere patatas fritas. Debe de haberse echado la sartén encima. Dios sabe cómo, la muy imbécil. Me la encontré ahí tirada. Solo que, con lo de Difford Hall, ella se cree que puede acusarme de cualquier cosa y que no voy a saber defenderme. Que no voy a ser capaz de distinguir lo que es cierto de lo que no lo es. Pues bien, soy capaz de distinguirlo. Muy capaz, la muy zorra apestosa. PATO.- No deberías dejar que te moleste, Maureen. MAUREEN.- ¿Y qué quieres que haga, Pato? Ella sola podría volver loco a cualquiera, si es que no estuviesen ya todos locos. PATO.- (Sonriendo.) Igual es que ya está en ello. MAUREEN.- (Sonriendo.) Vaya si lo está. ¡Hasta yo me maravillo de lo cuerda que he salido! (Ambos sonríen. Pausa.) PATO.-Ahora sí que voy a tener que marcharme enseguida, Maureen. MADREEN.- Vale, Pato. ¿Ya te has acabado el té, eh? PATO.- No. La charla sobre el pis de tu madre me ha quitado las ganas. MAUREEN.- Te las ha quitado. A cualquiera. ¿No me toca a mí vivir con ello? (Con tristeza.) ¿No me toca a mí vivir con ello? (Mirándolo fijamente.) Supongo que sí, eh. PATO.- Ponte algo de ropa, Maureen. Te vas a helar sin el fuego encendido. (Pausa. El humor de MAUREEN de nuevo se ha vuelto sombrío. Se mira a sí misma desde arriba.) MAUREEN.- (Con calma.) ¿«Ponte algo de ropa »? ¿Fea te parezco ahora, eh? «Ponte algo de ropa...».
Ángela Ríos Fernández 2ºN 44 La reina de la belleza de Leenane
PATO.- No, Maureen, por el frío, me refiero. No puedes andar paseándote... Te vas a helar, seguro. MADREEN.- No te parecía fea anoche, o igual sí te lo parecía, eh. PATO.- No, Maureen, anda. ¿Por qué...? MAUREEN.- Una reina de la belleza pensabas que era anoche, o eso decías que era. Y ahora en cambio, «Tápate», eh, «Me das asco»... PATO.- (Acercándose a ella.) Maureen, no, anda, ¿por qué dices eso...? MAUREEN.- Igual ha sido este el motivo. PATO.- (Se detiene.) ¿El motivo de qué? MAUREEN.- Pues lárgate, si tanto asco te doy. PATO.- No me das asco. MAUREEN.- (Casi llorando.) Que te largues, he dicho. PATO.- (Acercándose de nuevo.) Maureen... (MAG entra, blandiendo unos papeles, e impidiendo que PATO se acerque.) MAG.- ¿Eh? Aquí están los papeles, Difford Halt tan vieja chocha que soy. ¿Eh? ¿Quién quiere leerlos, vamos? ¿Eh? ¡Esta es la prueba, y no los fregaderos que tanto me echas en cara! (Pausa.) ¿Eh? PATO.- Maureen... MAUREEN.- (Sosegada. Amablemente.) Márchate, Pato. PATO.- (Pausa.) Te escribiré desde Inglaterra. (Pausa. Con severidad.) ¡Mírame! (Pausa. Dulcemente.) Te escribiré desde Inglaterra. (PATO se pone la chaqueta, se gira para mirar por última vez a MAUREEN; sale después, cerrando la puerta tras de sí... Pasos alejándose. Pausa.) MAG.- No te escribirá jamás. (Pausa.) ¡Y además he tirado tu maldito vestido a esa esquina bien sucia!
Ángela Ríos Fernández 2ºN 45 La reina de la belleza de Leenane
(Pausa. MAUREEN la mira un momento, triste, desesperada aunque sin enojo.) MAUREEN.- ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué usted...? (Pausa. MAUREEN se acerca hasta donde está tirado su vestido, se agacha a su lado, lo coge y lo abraza contra su pecho. Permanece así un momento, después se levanta y pasa por delante de su madre.) Mírese. (MAUREEN sale hacia el vestíbulo.) MAG.- Mírate tú también, sería... sería... (MAUREEN cierra la puerta del vestíbulo tras de sí.)... más propio de ti. (MAG sostiene aún en lo alto los papeles de forma bastante tonta. Pausa. Deja los papeles, se rasca, se percata de que no se ha comido la papilla y mete el dedo dentro. En voz baja.) Ahora se me ha quedado fría la papilla. (En alto.) ¡Ahora se me ha quedado fría la papilla! (MAG mira al frente, incapaz de comprender. Oscuro.) (Descanso.)
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TÍTULO DE LA ESCENA: La carta decisiva 1. SITUACIÓN INICIAL:
PUNTOS DE LA INTRIGA:
1. Pato escribe una carta a Maureen donde le pide perdón por lo que ha Pato le escribe, tal y como prometió, pasado, desde Inglaterra.
una carta a Maureen, desde Inglaterra.
2. Confiesa haber estado muy a gusto aquel día que pasaron juntos la noche. 3. Le explica que ese día no funcionó en la cama porque estaba bebido y ya le había ocurrido en ocasiones anteriores, pero le encantaría ser el primer hombre de su vida porque le parece hermosa.
2. INCIDENTE: (carece)
5. Si le ha perdonado, quiere que se mude con él a Boston, a donde va a emigrar en busca de una vida mejor. Ya encontrarán un sitio donde dejar a buen recaudo a su madre. 7. Si ella no contesta, Pato lo tomará como una negativa.
3. SITUACIÓN FINAL: (carece)
8. Pato escribe otra carta a Ray donde le indica que la carta de Maureen debe serle entregada personalmente y con urgencia.
ESCENA CINCO ( El escenario está prácticamente a oscuras, excepto por un foco, o similar, que ilumina a PATO, sentado a la mesa, como si estuviese en una habitación alquilada, en Inglaterra, mientras refiere una carta que ha escrito a MAUREEN.)
PATO.- Querida Maureen: soy Pato Dooley y te escribo desde Londres, y siento que me haya llevado tanto tiempo escribirte, pero si te soy sincero, no sabía si tú querías que lo hiciera o que no lo hiciera, así que me he atrevido a intentarlo y ver qué pasa. Hay mu chas cosas que quiero decirte, aunque no soy bueno escribiendo cartas, pero trataré de decirlas, si puedo. Bueno, Maureen, no hay gran novedad por aquí, salvo un hombre de Wexford, al que hace un día, en la obra, le cayeron encima un montón de ladrillos desde el andamio y le dieron cuarenta puntos en la cabeza y tuvo suerte de seguir con vida,
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que era un tipo mayor, o de unos cincuenta y tantos por lo menos; pero, aparte de eso, no hay gran novedad. Salgo a tomarme una pinta de cerveza el sábado o el viernes, pero no conozco a nadie y no hablo con nadie. No hay nadie con quien hablar. El capataz asoma la cabeza por allí de vez en cuando. No sé si lo he escrito bien, «capataz», ¿es con «Z» o con «d»? No es una palabra de las que te enseñan en el colegio. Bueno, Maureen, estoy <>, como suele decirse, porque somos tú y yo de lo que quiero hablar en realidad, si es que existe algo así como <>, que no sé cómo anda el tema. Lo que yo pensaba es que creía que nos lo habíamos pasado de maravilla, en la despedida de los yanquis y el rato de después, cuando hablamos y fuimos a tu casa. Y yo creía de verdad que eras una reina de la belleza y lo creo de verdad, y no tuvo nada que ver con eso, o contigo en absoluto, y me parece que piensas que sí. Lo que ocurrió, me ha pasado antes un par de veces que había bebido y no tuvo nada que ver con que si quería o no. Me habría sentido honrado de ser el primero al que eliges, y halagado, y quiero decir que me sentí honrado entonces y que aún me siento honrado y, ¿acaso que no pasase esa noche, quiere decir que no vaya a pasar nunca? No veo por qué debería ser así, y no entiendo por qué te enfadaste tanto si cuando pasó habías sido tan amable conmigo. Creo que pensaste que yo te veía de forma distinta cuando salió el tema de tu crisis, pero yo no te veía distinta en absoluto, o lo que dije, <>, aunque tú parecías creer que yo no quería verte en bragas y sujetador, cuando nada estaría más lejos de la realidad; porque, a decir verdad, podría haberme quedado viéndote en bragas y sujetador hasta el día que las vacas se ordeñen solas. Nunca me cansaría de verte en bragas y sujetador, y algún día, si Dios quiere, te veré de nuevo en bragas y sujetador. Lo que me lleva a la otra cosa que quería decirte, a no ser que todavía no me hayas perdonado, en cuyo caso deberíamos olvidarnos de todo y separarnos como amigos, pero si me has perdonado, resulta que eso me lleva a la otra cosa sobre la que te estaba mintiendo antes, cuando te dije que no había novedades, porque sí que hay novedades. La novedad es que he seguido en contacto con mi tío de Boston y el incidente del hombre de Wexford con los ladrillos ha sido el colmo. Tienes suerte si sales con vida de la construcción de edificios en Inglaterra, por no hablar de los sueldos de pena y del <>, y he seguido en contacto con mi tío de Boston y me ha ofrecido un trabajo allí, y voy a aceptar su oferta. Volveré a Leenane en dos semanas, contando a partir de mañana, para recoger mis cosas y supongo que me harán una pequeña fiesta, y la cosa que te quería decir es, ¿quieres
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venir conmigo? No enseguida, por supuesto, lo sé, porque tendrás cosas que resolver, sino pasado un mes o dos, quiero decir; pero igual no me has perdonado y lo que estoy haciendo es quedar como un idiota. Bueno, si no me has perdonado, supongo que lo mejor será que nos evitemos durante los pocos días que estaré de vuelta y si no tengo noticias tuyas, lo entenderé, pero si me has perdonado, ¿qué te retiene en Irlanda? Tus hermanas podrían cuidar de tu madre, ¿no has llevado tú ya la carga todos estos años, no mereces tener vida propia? Y si dicen que no, ¿no hay una residencia en Oughterard, no es que sea una maravilla pero cuidan muy bien de ellos, que estuvo allí mi madre antes de morirse, y no tienen hasta bingo, además, qué bien le hace a tu madre esa enorme montaña? Ninguno. (Pausa.) De cualquier forma, Maureen, lo dejo en tus manos. Mi dirección está aquí arriba y el número del teléfono del hall, solo que deja que suene bastante rato si me llamas, y tendrás que marcar el prefijo, y sería estupendo tener noticias tuyas. Si no tengo noticias tuyas, lo entenderé. Cuídate mucho, Maureen . Y esa noche que compartimos, incluso si no pasó nada, todavía me hace feliz solo pensar en ella, junto a ti, e incluso si nunca vuelvo a tener noticias tuyas, siempre tendré un grato recuerdo de aquella noche, y eso es todo lo que quería decirte. Piénsalo. Atentamente, Pato Dooley.
(El foco se apaga pero, mientras el escenario está a oscuras, PATO sigue con una carta para su hermano.)
Querido Raymond: ¿cómo estás? Te envío un montón de cartas que no quiero que algunas personas fisgoneen. Entrégalas por mí y no las leas, aunque ya sé que no lo harás. La de Mick Dowd, puedes esperar a que él salga del hospital. Dime cómo está y si han arrestado a la chica que le pegó con el cinturón. La de la pobre Girleen, se la puedes dar cuando te la encuentres, solo es para decirle que deje de enamorarse de los curas. Pero la de Maureen Folan, quiero que vayas allí en cuanto recibas esto y que se la des en mano. Esto es importante, eh, se la das en mano. No hay muchas más novedades por aquí. Te daré más detalles sobre lo de América más adelante. Sí, es fabuloso. Buena suerte, Raymond, y P.D.: Recuerda, eh, se la das en mano a Maureen. Adiós.
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TÍTULO DE LA ESCENA: Evitar el reencuentro 1. SITUACIÓN INICIAL:
PUNTOS DE LA INTRIGA:
1. Ray está esperando a Maureen para entregarle la carta en el salón con Mag, Ray espera incómodamente la llegada viendo la televisión.
de Maureen, acompañado de Mag.
2. INCIDENTE:
2. A Ray no le cae bien Maureen y le guarda rencor por fastidiarle el juego de su juventud. 3. Mag insiste en que le deje a ella la
Ray cede a dejar la carta para irse de carta. esa casa.
4. Ray quiere llevarse el atizador o comprarlo, pero Mag se niega.
5. Mag confesa no saber cuándo llegará Maureen y hace lo posible para hacer 3. SITUACIÓN FINAL: que se sienta incómodo para que se Mag lee la carta y la quema para evitar vaya.
que llegue a manos de Maureen.
6. Ray cede a dejar la carta para irse. 8. Mag lee la carta. 9. Mag quema la carta para ocultársela a Maureen.
ESCENA SEIS (Por la tarde. RAY está junto al fogón encendido, viendo la tele, bastante absorto, dándose, de vez en cuando, golpecitos en la rodilla con un sobre cerrado. MAG les mira a él y a la carta desde la mecedora. Pausa larga antes de que RAY hable.) RAY.-Ese Wayne es un hijo de puta. MAG.- ¿Ah sí? RAY.-Sí. No para. MAG.-Ah.
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RAY.- (Pausa.) ¿Vea Patricia, la rubia? Patricia es bastante mala, pero Wayne es el mismísimo demonio. (Pausa.) Me gusta Hijos e hijas, un montón. MAG.- ¿Un montón? RAY.- Siempre se están matando unos a otros y salen muchas chicas en bañador. Los programas así son los mejores. MAG.-Solo estoy esperando a que empiecen las noticias. RAY.- (Pausa.) Va a tener que esperar mucho.
(El programa termina. RAY se estira.)
Se acabó. MAG.- ¿Ahora no vienen las noticias? Ah, no. RAY.-No, por Dios, El puto consultorio del país viene ahora. ¿No es jueves? MAG.-Apágala, entonces, si no están las noticias. Es lo único que estaba esperando.
(RAY apaga la tele y se pasea.)
RAY.-Hasta las seis en punto no empiezan las noticias.
(Mira su reloj. En voz baja, enojado.)
Joder, joder, joder, joder, joder, joder, joder, joder, joder. (Pausa.) Usted me dijo que estaría en casa sobre esta hora, ¿verdad?
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MAG.-Verdad. (Pausa.) Igual se ha quedado hablando con alguien, aunque casi nunca habla con nadie. Se lo guarda todo para sí. RAY.-Bien sé yo que se lo guarda todo para sí. (Pausa.) Está muy loca esa mujer, si quiere usted que se lo diga. ¿No se guardó la pelota de tenis que se nos escapó a mí ya Mairtin Hanlon jugando a las palas" y que fue a caer en sus prados, y no quiso devolvérnosla, por mucho que le suplicamos, hace diez años fue eso y yo todavía no lo he olvidado? MAG.- Sin comentarios, como suele decirse. RAY.- ¡Todavía no lo he olvidado y nunca lo olvidaré! MAG.- ¿Pero lo que pasó no fue que tú y Martin estabais tirando vuestra pelota de tenis a nuestros pollos y que matasteis a uno a golpes y es por eso que la pelota estaba en nuestros prados...? RAY.- ¡Estábamos jugando a la palas, señora! MAG.-Ah. RAY.-No tirando la pelota. A las palas. Y no pudimos jugar a las palas nunca más. En toda nuestra juventud, eh. Porque, ¿de qué te sirve un juego de palas sin pelota? MAG.- De nada. RAY.- ¡De nada, exacto! De nada en absoluto. (Pausa.) ¡Puta! MAG.- (Pausa.) Vete y déjame a mí tu carta, Ray, anda, que yo me encargaré de que la reciba, y no te tengo aquí esperando a la jovenzuela que echó a perder tu juego de palas.
(RAY se lo piensa, tentado; pero, de mala gana, decide no hacerla.)
RAY.-Sigo órdenes estrictas, señora. MAG.- (Chasquea la lengua en desaprobación.) Entonces, prepárame una taza de té.
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RAY.-No vaya prepararle ninguna taza de té. He venido a la fuerza. No vaya hacerle de chacha encima. MAG.- (Pausa.) O echa un poco de turba al fuego. Tengo frío. RAY.- ¿No acabo de decírselo? MAG.- Ah, vamos, Ray. Eres un buen chico, gracias a Dios.
(Suspirando, RAY deja la carta -que MAG observa fijamente todo el tiempo en la mesa, y usa el pesado atizador negro que está al lado del fogón para coger un poco de turba y echarla dentro, y la atiza después.)
RAY.-Aparte de lo de las palas, la semana pasada la vi ahí en el camino y la saludé y, ¿qué es lo que hizo ella? Me ignoró completamente. Ni siquiera me miró. MAG.- ¿Ni miró? RAY.- Y entonces lo que pensé decirle, pensé decirle, «Que le den por culo, señorita», pero no lo dije, solo pensé decírselo, ¡pero ahora que pienso otra vez en ello, debería haberme atrevido y habérselo dicho y haberme cagado en esa puta! MAG.- No le habría venido nada mal que se lo hubieras dicho, ignorarte así en el camino, con lo buen chico que eres, Ray, avivando el fuego. Ah, ha estado con un humor de perros últimamente. RAY.- Lleva una ropa horrible. Y todo el mundo está de acuerdo.
(Cuando acaba con el fogón, con el atizador aún en la mano, RAY observa el paño de cocina en la pared del fondo.)
«Ojalá pases media hora en el Cielo antes de que el Demonio sepa que has muerto». MAG.-Sí.
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RAY.- (Con voz graciosa.) «Ojalá pases media hora en el Cielo antes de que el Demonio sepa que has muerto». MAG.- (Risa incómoda.) Sí.
(RAY se pasea un poco, esgrimiendo el atizador.)
RAY.- Es un atizador cojonudo este. MAG.- ¿Lo es? RAY.-Bueno y pesado. MAG.- Pesado y largo. RAY.- Bueno y pesado y largo. Podrías cargarte a media docena de polis con este atizador casi sin darte cuenta y no hacerle ni un rasguño y luego zurrarlos otra vez solo para divertirte viendo cómo se desangran. (Pausa.) ¿Me lo vende? MAG.- No. ¿Para andar atizando a los polis? RAY.- Por un billete de cinco. MAG.-Nos hace falta para el fuego, la verdad.
(RAY chasquea la lengua en desaprobación y deja otra vez el atizador aliado del fogón.)
RAY.-La verdad, ese atizador se va a malgastar en esta casa
(RAY se pasea hasta la cocina. Con los ojos puestos en la carta, MAG se levanta de la mecedora lentamente.)
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Ah, podría conseguir una docena de atizadores en la ciudad igual de buenos si quisiera, y por la mitad de ese precio.
(Justo cuando MAG empieza a aproximarse a la carta, RAY se vuelve, sin percatarse de ella, cruza a su lado y recoge la carta a su paso. MAG pone mala cara y se sienta de nuevo. RAY abre la puerta de entrada, mira fuera para ver si MAUREEN está llegando; luego la cierra otra vez con un suspiro.) La tarde entera estoy perdiendo aquí. (Pausa.) Cuando podría estar en casa viendo la tele.
(RAY se sienta a la mesa.)
MAG.- Nunca se sabe, igual anochece antes de que vuelva a casa. RAY.- (Enfadado.) ¡Cuando entré me dijo que llegaría a las tres seguro! MAG.-Sí, a las tres en punto suele llegar, sí. (Pausa.) Solo a veces cuando anochece. Alguna vez, vamos. (Pausa.) A veces es tarde por la tarde. (Pausa.) A veces es de noche. (Pausa.) De día se hizo una vez antes de que ella... RAY.- (Interrumpiéndola enojado.) ¡Ya está bien, ya está bien! ¡Voy a acabar dándole un puñetazo! MAG.- (Pausa.) Yo solo lo digo, eh. RAY.- Bueno, ¡deje ya de decirlo! (Suspira. Pausa larga.) Esta casa huele a pis, vaya si huele. MAG.- (Pausa. Incómoda.) Em, los gatos se cuelan. RAY.- ¿Los gatos se cuelan? MAG.-Se cuelan. (Pausa.) Van al fregadero. RAY.- (Pausa.) ¿Y para qué van al fregadero?
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MAG.-Para hacer pis. RAY.- ¿Para hacer pis? ¿Van al fregadero a hacer pis? (Burlándose.) Claro, así da gusto. Tienen ustedes por aquí una raza de gatos muy considerados. MAG.- (Pausa.) No sé de qué raza son. (Pausa. RAY deja cae la cabeza sobre la mesa de un porrazo, y empieza a golpear al lado con el puño, lenta y rítmicamente.) RAY.- (Como una retahíla.) No quiero estar aquí, no quiero estar aquí, no quiero estar aquí, no quiero estar aquí...
(RAY vuelve a levantar la cabeza, observa la carta, después empieza a darle vueltas lentamente, de una punta a otra, tentado seriamente.)
MAG.- (Pausa.) Hazme una taza de té, Ray. (Pausa.) O una taza de Complan hazme, incluso. (Pausa.) Y muévelo todo bien para deshacer esos malditos grumos. RAY.- Si tuviera que deshacerme de algún puto grumo, no empezaría por los del Complan. Por otro que tengo más cerca, vaya. Ah, sí, mucho más cerca. Por un grumo enorme sentado en una maldita mecedora empezaría yo. ¡Como se lo cuento! MAG.- (Pausa.) O una sopa de sobre hazme.
(RAY hace rechinar los dientes y empieza inhalar y exhalar a través de ellos, a punto de echarse a llorar.)
RAY.- (Dándose tristemente por vencido.) Pato, Pato, Pato. (Pausa.) Ah, ¿de qué noticia puede tratarse? (Pausa. Con severidad.) Si dejara la carta aquí con usted, señora, lo que haría sería dársela a ella inmediatamente, ¿no es así? MAG.- Así es. Ah, inmediatamente se la daría a Maureen, RAY.- (Pausa.) ¿Y no sería abrirla inmediatamente lo que usted haría?
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MAG.- No sería. Claro, una carta es una cosa privada. No está mi nombre escrito en ella, ¿qué me va a importar a mí? RAY.- ¿Y qué Dios la mate de golpe si la abre? MAG.- Y que Dios me mate de golpe si la abro, aun no tendrá por qué matarme porque no voy a abrirla. RAY.- (Pausa.) La dejo entonces.
(RAY se levanta, deja la carta apoyada contra un salero, se lo piensa de nuevo un momento, mira a MAG un segundo, mira otra vez la carta, se lo piensa nuevamente, luego agita la mano en un gesto de cansada resignación, optando por dejarla.)
Ya nos veremos, señora. MAG.- Ya nos veremos, Pato. Ray, quiero decir.
(RAY le pone mala cara otra vez y sale por la puerta de entrada, pero la deja un poco entreabierta, y se queda esperando fuera. MAG apoya las manos sobre los brazos de la mecedora, dispuesta a darse impulso para levantarse, pero recuerda prudentemente que no ha escuchado los pasos de RAY alejándose. Vuelve a poner las manos sobre su regazo y se reclina de nuevo serenamente. Pausa. La puerta de entrada se abre de repente y RAY asoma la cabeza para observarla. Ella le sonríe inocentemente.) RAY.- Bueno, eh.
(RAY sale de nuevo, esta vez cerrando la puerta del todo tras él. MAG escucha sus pasos alejándose; luego, se levanta; coge el sobre y lo abre; vuelve al fogón y abre la tapa, de forma que pueden verse las llamas; y permanece allí leyendo la carta. Arroja la primera cuartilla a las llamas tan pronto la termina; después, comienza a leer la segunda. Oscuro lentamente. )
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TÍTULO DE LA ESCENA: La tortura que desvela la verdad 1. SITUACIÓN INICIAL:
PUNTOS DE LA INTRIGA: 1. Mag escucha la radio esperando la
Mag inicia el día más contenta de lo dedicatoria de sus otras dos hijas. normal y esto extraña a Maureen.
2. Maureen expresa su deseo de librarse de su madre y encerrarla en una residencia. 3. Mag comienza a intentar molestar a Maureen con el tema de Pato, con contestaciones irónicas.
2. INCIDENTE: -
4. Maureen empieza a provocar para
Maureen intenta fastidiar a su defenderse y esto hace que Mag a dar señales de que sabe madre diciendo querer comience algo que Maureen ignora. encerrarla a su madre en una residencia.
-
Mag, por intentar fastidiar a su hija, habla más de la cuenta.
3. SITUACIÓN FINAL:
5. Maureen enciende el aceite como amenaza a su madre para que hable. 6. Mag confiesa la existencia de la carta. 7. Maureen escalda repetidas veces las manos de su madre para conseguir toda la verdad.
Maureen se venga de su madre 8. Maureen, alegre, quema otra vez a su escaldándola y la abandona para ir a madre y se decide a ir a buscar a Pato. buscar a Pato.
9. Amenaza a su madre con severas consecuencias si no llega a tiempo. 10. Se va dejando a su madre tirada.
ESCENA SIETE (Noche. MAG está en su mecedora, MAUREEN sentada a la mesa, leyendo. La radio suena muy bajo, emitiendo un programa de peticiones. La recepción es bastante mala, con interferencias y crepitaciones por la energía estática. Pausa antes de que hable MAG.)
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MAG.- Qué recepción tan mala. MAUREEN.- ¿Y qué quiere que haga, si la recepción es mala? MAG.- (Pausa.) Hay interferencias. (Pausa.) Casi no podemos oír las canciones. (Pausa.) Casi no podemos oír las dedicatorias o de qué parte del país son. MAUREEN.- Yo lo oigo bastante bien. MAG.- ¿De verdad? MAUREEN. - Sorda se está quedando usted. MAG.- No me estoy quedando sorda. Ni nada parecido a sorda. MAUREEN.- En una residencia para gente sorda es donde voy a tener que meterla pronto. (Pausa.) Y no va a ser bacalao en salsa de mantequilla lo que le van a dar. No. Ni mucho menos. Unas malditas judías con una tostada o algo así, es lo único que le van a dar. Si tiene suerte. Y, además, si no se lo come, le van a dar un buen puntapié; o, a lo mejor, un puñetazo. MAG.- (Pausa.) Me moriré antes de dejar que me metan en una residencia. MAUREEN.- Con suerte, sí. MAG.- (Pausa.) Estaba bueno ese bacalao en salsa de mantequilla, Maureen. MAUREEN.- Supongo que lo estaba. MAG.- Sabroso. MAUREEN.- Lo único que hago es hervirlo con la bolsa y abrirlo con unas tijeras. No me hacen falta sus cumplidos. MAG.- (Pausa.) Últimamente me tratas fatal. MADREEN.- Si lo hago como si no lo hago. (Pausa.) ¿No le compré un paquete de gominolas la semana pasada, tan mal que la trato? MAG.- (Pausa.) Y todo por ese Pato Dooley, supongo.
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(Pausa.) Porque no te ha invitado a su maldita fiesta de despedida esta noche. MAUREEN.- Pato Dooley hace lo que quiere con su vida. MAG.- Solo iba tras una cosa ese hombre. MAUREEN.- Igual sí, eh. O igual era yo la que solo iba tras una cosa. Existe la igualdad hoy en día. No como en su época. MAG.- No tenía nada de malo mi época. MAUREEN.- Hoy en día podemos estar por encima de un hombre. Lo único que tenemos que hacer es preguntar. Y se está tan bien encima de un hombre, además. MAG.- ¿Se está bien, eh, Maureen? MAUREEN.- (Desconcertada porque MAG no parece ofendida). Sí que se está. MAG.- Suena muy bien. Ah, bastante bien para ti, eh. (MAUREEN, aún confusa, coge unos bizcochos de la cocina y se come un par de ellos.) MAG.- ¿Y no estás preocupada por si vas camino de tener familia, verdad? MAUREEN.- No. Fuimos precavidos. MAG.- ¿Fuisteis precavidos? MAUREEN.- Sí, fuimos buenos y precavidos. Fuimos cariñosos y precavidos, para su información. MAG.- Seguro que fuisteis dulces y precavidos, sí. Ah, sí. Cariñosos y precavidos, seguro que fuisteis. MAUREEN.- (Pausa.) ¿Usted no habrá estado esnifando las lámparas de queroseno otra vez? MAG.- (Pausa.) Siempre estás echándome en cara lo de las lámparas de queroseno. MAUREEN.- Tiene usted un humor muy raro hoy. MAG.- ¿Un humor muy raro? No, tengo un humor corriente, eh.
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MAUREEN.- Muy raro. (Pausa.) Sí, lo pasamos en grande yo y Pato. Igual hicimos demasiado ruido; pero, ah, un hombre deber tener algo más aparte de ser bueno en la cama. Hay que tener cosas en común también, ya sabe; como los libros que lees, o lo que piensas sobre política y esas cosas; así que tuve que decirle que no, por bueno que fuese en la cama. MAG.- ¿Cuándo se lo dijiste? MAUREEN.- Hace ya tiempo que se lo dije. Hace... MAG.- (Interrumpiéndola.) E imagino que se disgustaría. MAUREEN.-Estaba muy disgustado, pero le dije que era lo mejor y entonces pareció aceptarlo. MAG.- Seguro que sí. MAUREEN.- (Pausa.) Por eso he pensado que sería injusto por mi parte ir a su fiesta a desearle buen viaje. Me pareció que le resultaría violento. MAG.- Le resultaría violento, sí, seguro. Ah, sí. (Pausa.) ¿Así que lo que pasó fue que no teníais suficientes cosas en común, eso fue lo que os separó? MAUREEN.- Fue justo eso. Y nos separamos de forma amistosa, y sin rencores por parte de ninguno. (Pausa.) No. Ningún rencor en absoluto. Yo conseguí lo que quería de Pato Dooley esa noche, y a él le pareció muy bien, y a mí me pareció muy bien. MAG.- Ah, sí, eh. Seguro. Os pareció muy bien a los dos. Ah, sí. (MAG sonríe y asiente con la cabeza.) MAUREEN.- (Riéndose.) ¡Tiene usted un humor muy tonto esta noche! Porque está contenta de que esta noche sea la despedida de Pato yno vaya a andar manoseándome más, supongo. MAG.- Igual sí es eso. Que me alegro de que Pato se marche. MAUREEN.- (Sonriendo.) Una puta vieja entrometida es lo que es usted. (Pausa.) ¿Quiere un bizcocho? MAG.- Quiero un bizcocho.
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MAUREEN.- Por favor. MAG.- Por favor. (MAUREEN le da a MAG un bizcocho, después de moverlo un rato en el aire como si fuese un falo.) MAUREE N.- No sé a qué me recuerdan los bizcochos. MAG.- Sí, ya me imagino, sí. MAUREEN.- Seguro que hace tanto tiempo que no ve uno de esos a los que me recuerdan, que se ha olvidado de cómo son. MAG.- Seguro que me he olvidado. Y seguro que tú eres la experta. MAUREEN.- Yo soy la experta. MAG.- Ah, Si. MAUREEN.-Soy la reina de los expertos. MAG.- Seguro que lo eres, sí. Ah, claro. Seguro que eres la reina de los expertos. MAUREEN.- (Pausa. Desconfiada.) ¿Por qué no iba usted a estar segura de eso? MAG.- Venga con tu Pato Dooley y venga a restregarme todo por la cara como una maldita pava real, ¿eh? Cuando en realidad... (MAG se calla antes de que se le escape algo más .) MAUREEN.- (Pausa. Sonriendo.) ¿Cuando en realidad qué? MAG.- No voy a decir ni una palabra más del tema. No tengo ningún comentario más, como suele decirse. Está bueno el bizcocho. MAUREEN.- (Con crispación.) ¿Cuando qué, eh? MAG.- (Con miedo.) Cuando nada, Maureen. MAUREEN.- (Contundente.) No, ¿cuándo qué, eh? (Pausa.) ¿Ha estado usted hablando con alguien? MAG.- ¿Con quién iba a haber hablado yo, Maureen?
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MAUREEN.- (Intentando adivinarlo.) Ha estado usted hablando con alguien. Ha... MAG.- No he estado hablando con nadie, Maureen. Sabes muy bien que no hablo con nadie. Y, además, ¿a quién iba a contarle Pato qué...? (De repente MAG se da cuenta de lo que ha dicho. MAUREEN la observa muda del susto y llena de odio; después, camina hasta la cocina, aturdida, pone una sartén en el fuego, lo sube al máximo y vierte en ella media botella de aceite; coge unos guantes de goma que están colgados en la pared del fondo y se los pone. MAG apoya las manos en los brazos de la mecedora dispuesta a darse impulso para levantarse, pero MAUREEN le da un empujón con el pie sobre el estómago y la ingle, echándola hacia atrás. MAG se reclina en la silla, asustada, mirando fijamente a MAUREEN, que se sienta a la mesa, a esperar a que hierva el aceite. Habla quedamente, mirando al frente.) MAUREEN.- ¿Cómo lo sabe? MAG.- Yo no sé nada, Maureen. MAUREEN. - ¿Sí? MAG.- (Pausa.) ¿O igual Ray mencionó algo? Sí, creo que Ray... MAUREEN.- Pato no le diría nada a Ray sobre ese tema. MAG.- (Con lágrimas en los ojos.) Solo lo he dicho para que dejases de presumir como una pava real, Maureen. Claro, ¿qué puede saber una anciana como yo? Solo lo he adivinado. MAUREE N.- Lo sabe perfectamente, y una mierda lo ha adivinado, ni que lo llevase escrito en la cara. Por segunda y última vez se lo pregunto, eh. ¿Cómo lo sabe? MAG.- Lo llevas escrito en la cara, Maureen. Te aseguro que solo lo he sabido por eso. Aún conservas el aspecto de una virgen, siempre lo has tenido. (Sin maldad.) Siempre lo tendrás. (Pausa. El aceite ha empezado a hervir. MAUREEN se levanta, sube el volumen de la radio, observa a MAG mientras pasa por su lado, quita la sartén del fuego y apaga el gas; y regresa con ella junto a MAG.) (Aterrada.) ¡Leí una carta que te mandó!
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(MAUREEN lenta y deliberadamente coge la mano arrugada de su madre, la sujeta encima del fogón encendido, y comienza a verter lentamente parte del aceite hirviendo sobre ella, mientras MAG grita de dolor y de miedo.) MAUREEN. - ¿Dónde está la carta? MAG.- (Entre gritos.) ¡La quemé! ¡Lo siento, Maureen! MADREEN.- ¿Qué decía la carta? (MAG está gritando tanto que no puede responder. MAUREEN deja de verter el aceite y suelta la mano, que MAG se estrecha contra sí misma, doblada de dolor, gritando aún, llorando y gimiendo.) MAUREEN.- ¿Qué decía la carta? MAG.- Decía que había bebido demasiado, ¡lo decía! Fue por eso, y no fue culpa tuya. MADREEN.- ¿Y qué más decía? MAG.- ¡Él no me va a meter en una residencia! MAUREEN.- ¿Qué está hablando de una residencia? ¡¿Qué más decía?! MAG.- No puedo acordarme, eh, Maureen. ¡No puedo...! (MAUREEN agarra la mano de MAG, la sujeta como antes y repite la tortura.) MAG.-¡No ...! MAUREEN.- ¡¿Qué más decía?! ¡¿Eh?! MAG.- (Entre gritos.) ¡Te pedía que te fueses a América con él, eso decía! (Atónita, MAUREEN suelta la mano de MAG y deja de verter el aceite. De nuevo, MAG la estrecha contra sí, gimiendo.) MAUREEN.- ¿Qué? MAG.- Pero, ¿cómo ibas a irte con él? Aún tienes que cuidar de mí. MAUREEN.- (Aturdida de felicidad.) ¿Me pedía que me fuera a América con él? ¿Pato me ha pedido que me vaya a América con él?
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MAG.- (Alzando la mirada hacia ella.) ¿Y yo qué, Maureen? (Una ligera pausa antes de que MAUREEN, con un solo movimiento, casi descuidado, arroje el considerable resto de aceite sobre el abdomen de MAG, parte del cual le salpica en la cara. MAG se dobla sobre sí, gritando, cae al suelo, intenta quitarse el aceite del cuerpo sacudiéndolo con las manos; y yace allí, estremeciéndose, gritando y gimiendo. MAUREEN la esquiva para evitar caerse, aún aturdida, casi sin percatarse de ella.) MAUREEN.- (Ensimismada, para sí.) ¿Me ha pedido que vaya a América con él...? (Volviendo en sí.) ¿Qué hora es? ¡Ah, joder, estará a punto de marcharse! Tengo que verle. Ah, Dios... ¿Qué me pongo? Ah... ¡Mi vestido negro! ¡Mi vestidito negro! Le hará acordarse de... (MADREEN sale corriendo por el vestíbulo.) MAG.- (Quedamente, sollozando.) Maureen... ayúdame... (MAUREEN regresa poco después, poniéndose el vestido negro.) MAUREEN.- (Para sí.) ¿Cómo estoy? Ah, tendré que conformarme. ¿Qué hora es? Ah, Dios... MAG.-Ayúdame, Maureen... MAUREEN.- (Cepillándose el pelo.) ¿Qué la ayude, no? ¿Después de lo que ha hecho? Que la ayude, dice. No, no voy a ayudarla, y otra cosa le diré: si por su culpa no veo a Pato antes de que se marche, entonces sí que se la habrá ganado, se lo aseguro, y no es ninguna broma esta vez. Joder, quítese de en medio, eh... (MAUREEN pasa por encima de MAG, que aún está temblando en el suelo, y sale por la puerta de entrada. Pausa. MAG se arrastra un poco. La puerta de entrada se abre de golpe y MAG levanta la mirada hacia MAUREEN , que irrumpe de nuevo en la casa.) Se me han olvidado las llaves del coche... (MAUREEN coge sus llaves de la mesa, se dirige a la puerta, regresa a la mesa y apaga la radio.) La electricidad.
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(MAUREEN sale nuevamente, dando un portazo. Pausa. Ruido de su coche arrancando y poniéndose en marcha. Pausa.) MAG.- (En voz baja.) ¿Y quién va a cuidar de mí, eh? (MAG, temblando aún, mira su mano escaldada. Oscuro.)
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TÍTULO DE LA ESCENA: Deshacerse de la carga. 1. SITUACIÓN INICIAL:
PUNTOS DE LA INTRIGA:
Elipsis entre la escena anterior y esta.
1. Maureen, con el atizador en la mano, cuenta que se va a Boston para estar con Pato.
2. Ha logrado despedirse de él en la estación de tren, donde él le pidió que Maureen ,misteriosamente, cumple su tomara una decisión en el tiempo que necesitase. amenaza de las escena anterior.
2. INCIDENTE:
3. Mag cae muerta al suelo. 4. Maureen decide que dirá a la gente.
3. SITUACIÓN FINAL: Mag cae muerta, satisfactoriamente para Maureen.
ESCENA 8
(Esa misma noche. La única luz de la habitación emana de las brasas anaranjadas y se filtra a través de las rendijas del fogón, iluminando solamente la figura sombría de MAG, que está sentada en su mecedora, la cual oscila hacia delante y hacia atrás por inercia propia. El cuerpo de MAG no se mueve, mientras MAUREEN, que aún lleva puesto su traje negro, se pasea muy lentamente por la habitación, con el atizador en la mano.)
MAUREEN.- A Boston. Me voy a Boston. ¿No es de allí de donde eran los dos, los Kennedy, o eran de otro sitio, eh? Me gustaba más Robert Kennedy que Jack Kennedy. Parecía más agradable con las mujeres. Aunque no he leído nada sobre el tema. (Pausa.) Boston. Suena bien. Mejor que Inglaterra será, estoy segura. Aunque, ¿qué sitio no va a ser mejor que Inglaterra? Allí no estaré limpiando mierda, por lo menos, y no me insultarán. Y, en cualquier caso, Pato estará allí para defenderme si me insultan, aunque estoy segura de que no lo harán. Los yanquis adoran a los irlandeses. (Pausa) Prácticamente me suplicó, Pato. Casi estaba a gatas, a punto de echarse a llorar. Le alcancé en la estación, ni cinco minutos tuvimos, por su culpa. Por su maldita
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intromisión. Pero ya es demasiado tarde para que usted se entrometa. Ah sí. Ya es muy tarde, aunque bien que lo ha intentado, eso tengo que reconocerlo. Cinco minutos más y lo habría conseguido. Pobre usted. Pobre puta egoísta, maldita sea. (Pausa)Me comió la cara a besos, en cuanto me vio allí. Con esos ojazos azules que tiene. Esos músculos. Envolviéndome en sus brazos. <<¿Por qué no respondiste a mi carta?>> Y estuvo a punto de venir aquí a darle una buena patada cuando se lo conté; pero, <>, le dije, <<¿no ves que solo es una jodida imbécil, que no se merece que te ensucies las botas?>> Ahí la defendí. (Pausa) Entonces vendrás conmigo a Boston, amor mío, cuando consigas el dinero>>. <> (Pausa.) <>, dijo. <<¿Una residencia para viejos sería muy cruel?>>. <>. <<¿Y con tus hermanas, entonces?>>. <>. Me preguntan. A sus espaldas, claro. (Pausa) << Lo dejo en tus manos>>, dice Pato. Él ya había subido al tren, nos besamos por la ventana, como hacen en las películas. <>. <>, grité entonces, con el tren en marcha. <>.
(Cesa el movimiento de a mecedora. Mag comienza a inclinarse lentamente hacia delante, doblada por la cintura, hasta que finalmente se viene abajo y cae al suelo pesadamente, muerta. Un trozo de cráneo rojo le cuelga de un hilo de piel a un lado de la cabeza. Maureen la observa, algo aburrida, la toca un costado con la punta de su zapato, luego le pone un pie en la espalda y permanece allí en profunda meditación.)
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Se calló al otro lado de la cerca. Sí. Y rodó colina abajo. Sí. (Pausa.) Sí.
(Pausa. Oscuro.)
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TÍTULO DE LA ESCENA: Liberarse de Leenane 1. SITUACIÓN INICIAL:
PUNTOS DE LA INTRIGA:
1. Maureen llega feliz del entierro de su madre para preparar su equipaje y Maureen, feliz por la muerte de su quemar las cosas de su madre.
madre, llega a preparar el equipaje y a quemar lo que de ella quede.
2. Ray aparece y pregunta por el entierro: deja entrever que sabe que ha matado a su Mag. 3. Ha venido a traer las condolencias de Pato por la muerte de la anciana, nada más.
2. INCIDENTE: Ray le desvela su verdad.
4. Ray echa en cara que no se haya despedido de su hermano, que se fue triste por su culpa. 5. Le comunica que Pato se ha comprometido con Dolores Hooley. 6. Maureen, en shock ante la realidad, es llamada loca por Ray, y esta intenta matarlo.
3. SITUACIÓN FINAL:
7. Ray encuentra su pelota y se enfrenta a ella reiterando que está loca y es Maureen se va por fin, cuando todos los destructiva.
seres de los que podía depender han desaparecido de su vida.
8. Ray vuelve a intentar comprar mi atizador. 9. Ray va a irse, Maureen envía un último adiós a Pato. 10. Ray le advierte de que es igua l que su madre y se va: comienza a sonar en la radio la dedicatoria de sus hermanas a su madre.
ESCENA NUEVE (Una tarde lluviosa. Se abre la puerta de entrada y MAUREEN entra vestida para un funeral, se quita la chaqueta y se pasea tranquilamente, con la mente en otra parte. Enciende un fuego en el fogón, pone la radio baja y se sienta en la mecedora. Después de un momento comienza a reírse, coge las cajas del Complan y de la papilla del estante de la cocina, vuelve hacia el fogón y vacía el contenido de ambas en el fuego. Sale hacia
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el vestíbulo y regresa un instante después con una maleta vieja, que deja sobre la mesa, y le quita con la mano una gruesa capa de polvo. La abre, piensa un instante en lo que necesita meter, vuelve luego al vestíbulo. Llaman a la puerta. MAUREEN regresa, piensa un momento, quita la maleta de la mesa y la deja a un lado, se arregla un poco el pelo, después contesta a la puerta.) MAUREEN.- Ah, hola, Ray. RAY.- (Desdefuera.) Hola, señora... MAUREEN.- Adelante, entra. RAY.- La he visto subiendo por el camino.
(RAY entra y cierra la puerta. MAUREEN va lentamente ha¬cia la cocina y se prepara un té.)
No creía que iba a estar usted tan pronto de vuelta. ¿No ha querido ir a la recepción o la como quiera que se llame lo que han preparado en casa de Rory, eh? MAUREEN.- No, tengo cosas mejores que hacer con mi tiempo. RAY.- Sí, sí. ¿Sus hermanas sí han ido? MAUREEN.- Han ido, sí. RAY.- Claro. Y después volverán aquí, ¿verdad? MAUREEN.- Se iban directamente a casa, creo que dijeron. RAY.- Ah, sí. Claro, es un viaje jodidamente largo el que tienen. O bastante largo. (Pausa.) ¿Así que todo ha ido bien? MADREEN.- Sí. RAY.- Incluso con la lluvia. MAUREEN.- Incluso con la lluvia.
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RAY.- Un día de puta pena para un funeral. MAUREEN.- Pues sí. Podríamos haberla enterrado el mes pasado, con los últimos días de sol, si no hubiera sido por esa jodida investigación, que no ha demostrado nada. RAY.- De todas formas, estará contenta de que todo haya acabado ya. MADREEN.- Muy contenta. RAY.- Supongo que solo han estado haciendo su trabajo. (Pausa.) Y no es que yo sea fan de esos putos polis. Dos deditos del pie van y me rompen sin motivo, un día que estaba hasta el culo de alcohol y armando escándalo. MAUREEN.- Así que los polis te rompieron los dedos, ¿no? RAY.-Sí. MADREEN. - Ah. Tom Hanlon dijo que lo que pasó es que habías dado una patada a la puerta y solo llevabas los calcetines. RAY.- ¿Eso dijo, eh? Y supongo que usted cree más en la palabra de un policía que en la mía. Ah, sí. ¿No fue así como cayeron los Seis de Birmingham? MAUREEN.- Claro; no vayas a comparar los dedos de tus pies con los Seis de Birmingham, eh, Ray. RAY.- Es exactamente lo mismo. (Pausa.) ¿Qué estaba diciendo, eh? MAURREEN.- Alguna tontería. RAY.-Alguna tontería, ¿eh? No. Preguntándola por el funeral de su madre que estaba. MADREEN.- A eso me refería. RAY.- (Pausa.) ¿Ha ido mucha gente? MAUREEN.- Mis hermanas y el marido de una de ellas y nadie más, aparte de Mary, Johnny, Rafferty y del maldito Padre Walsh -Welsh- soltando el rollo. RAY.- Una vez el Padre Welsh pegó a Mairtin Hanlon en la cabeza, y sin motivo. (Pausa.) ¿Usted no va a ver la tele, no?
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MAUREEN. - No. Solo ponen mierda australiana en esa cosa. RAY.- (Algo desconcertado.) Claro, por eso me gusta. ¿Quién quiere ver Irlanda en la tele? UADREEN.- Yo quiero. RAY.- Lo único que tiene que hacer es mirar por la ventana para ver Irlanda. Y se va a aburrir bien pronto. «Ahí va un ternero». (Pausa.) Al menos a mí me aburre. Yo siempre me aburro. (Pausa.) Estoy pensando marcharme a Londres. Sí. Lo estoy pensando. A trabajar, ya sabe. Cualquier día de estos. O, si no, a Manchester. Hay muchas más drogas en Manchester. Se supone, al menos. MAUREEN.- No te metas en líos de drogas, eh, Ray, haz el favor. Las drogas son muy peligrosas. RAY.- Muy peligrosas, ¿no? Las drogas, ¿eh? MAUREEN.- Sabes muy bien que sí. RAY.- Igual lo son, igual lo son. Pero hay un montón de cosas igual de peligrosas, que te matarían con la misma facilidad. Y hasta con más facilidad. MAUREEN.- (Cauta.) ¿Cosas como qué, eh? RAY.- (Pausa. Encogiéndose de hombros.) Este puto pueblo, por ejemplo. MAUREEN.- (Pausa. Tristemente.) Eso es bien cierto. RAY.- Solo que le lleva setenta años. Bueno, a mí no me va a llevar setenta años. Se lo aseguro. Ni mucho menos, vamos. (Pausa.) ¿Cuántos años tenía su madre, eh, cuando murió? MAUREEN.- Setenta, sí. Exactos. RAY.- Pues ya ha vivido sus buenos años. (Pausa.) O, por lo menos, ha vivido. (Olfatea el aire.) ¿Qué es lo que ha estado quemando? MAUREEN. -La papilla y el Complan he estado quemando. RAY.- ¿Por qué?
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MAUREEN.- Porque yo no tomo papilla ni Complan. Era lo que quedaba de los de mi madre. Estaba haciendo una buena limpieza. RAY.- Pues los ha malgastado. MAUREEN.- ¿Acaso necesito tu aprobación? RAY.- Lo que le digo es que yo me los habría quedado encantado. MAUREEN.- (Con calma.) No necesito tu aprobación. RAY.- Al menos la papilla. Me gusta tomar papilla. Habría dejado el Complan. No bebo Complan. Nunca me ha llamado. MAUREEN.- Quedan algunas Kimberleys en el paquete que también iba a quemar, puedes quedártelas, si te vas a poner así. RAY.- Me quedaré con las Kimberleys. Me encantan las Kimberleys. MAUREEN.- Claro que sí.
(RAY se come un par de Kimberleys.)
RAY.- ¿Están algo rancias, no? (Mastica.) Cuesta saberlo con las Kimberleys. (Pausa.) Creo que las Kimberleys son mis galletas favoritas de todas las galletas. Ésas o las Jaffa Cakes. (Pausa.) O las Wagon Wheels (Pausa.) Aunque, ¿usted clasificaría a las Wagon Wheels como galletas, eh? ¿No son más bien una especie de barrita...? MAUREEN.- (Interrumpiéndole.) Tengo cosas que hacer, Ray. ¿Has venido por alguna razón o solo para hablar de las Wagon Wheels? RAY.- Ah, sí, eh. No, me llegó una carta de Pato el otro día, y me pedía que viniera.
(MAUREEN se sienta en la mecedora y escucha con mucho interés.)
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MAUREEN.- ¿En serio? ¿Y qué decía? RAY.- Decía que sentía enterarse de lo de su madre y eso, y que mandaba sus condolencias. MAUREEN. - Sí, sí, sí, ¿y algo más, eh? RAY.- Eso era lo más importante, decía que la hiciera llegar el mensaje. MAUREEN. - ¿No daba fechas ni detalles, eh? RAY.- ¿Fechas o detalles? No... MAUREEN.- Supongo... RAY.- ¿Eh? MAUREEN.- ¿Eh? RAY.- ¿Eh? Ah, también decía que sentía no haber llegado a verla la noche que se marchó, vamos, que le habría gustado decirle adiós. Pero que si usted prefirió que fuese así, pues así fue. Aunque también fue bastante grosero, me parece a mí. MAUREEN.- (Levantándose, confundida.) Pero si le vi la noche que se marchó. En la estación, vamos. RAY.- ¿Qué estación? Pato se marchó en taxi. ¿Qué está pensando? MAUREEN .- (Sentándose.) No lo sé ahora. RAY.- Pato se marchó en taxi, y estaba triste porque usted no le había dicho adiós, lo que no sé es por qué quería que usted le dijera adiós. (Pausa.) Le voy a decir una cosa, Maureen, no quiero ser grosero, pero su casa huele muchísimo mejor ahora que su madre está muerta. Muchísimo mejor, eh. MAUREEN.- Vaya, ¿no te parece gracioso? Si yo creía haberle visto la noche que se marchó, vamos. Con el tren echando a andar.
(Él la mira como si estuviese loca.)
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RAY.- Sí, sí. (Murmurando, sarcástico.) Váyase a descansar. (Pausa.) Ah, ¿Conoce a una chica que se llama, em.... Dolores Hooley, o Healey, eh? Se marchó con los yanquis cuando se fueron. MAUREE N.- Me suena el nombre, sí. RAY.- Estuvo en la fiesta de despedida que le hicieron a mi tío, bailando con mi hermano al principio. ¿Se acuerda? MAUREEN.-Así que bailando con él, ¿no? Echándosele encima sería más exacto. Como una puta barata. RAY.- Eso sí que no lo sé, eh. MAUREEN.- Como una maldita puta barata. ¿Y de qué le sirvió? RAY.- A mí me pareció bastante maja, vamos, eh. Con esos ojazos marrones que tenía. Y a mí me encantan los ojos marrones, mucho. Ah, sí. Como los de la chica que salía en Basca. O a mí me parece que la chica que salía en Basca tenía los ojos marrones. Que teníamos entonces una tele en blanco y negro. (Pausa.) ¿De qué estaba hablando, eh? MAUREEN .- Algo sobre esa jodida Dolores Hooley o como quiera que se llame. RAY.-Ah, sí. Ella y Pato se comprometieron hace una semana, eh, me escribió y me lo dijo. MAUREE N.- (Conmocionada.) ¿A qué se comprometieron? RAY.- Se comprometieron a casarse. ¿A que se compro¬ mete uno normalmente? «¿A qué se comprometieron?» . ¡Se comprometieron a comerse un bollo!
(MAUREEN se ha quedado estupefacta.)
RAY.-Algo joven para él, me parece a mí, pero que le vaya bien. Un puto flechazo o como se diga. En julio del año que viene están pensando en hacerlo, pero voy a tener
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que escribirle para decirle que lo mueva antes o después, que si no va a coincidir con la Copa de Europa. Y yo no sé si allí echarán la Copa de Europa en la tele, ¿no? Seguramente no, eh, esos putos yanquis. No les importa nada el futbol. Ah, en fin. (Pausa.) Para ella no va a ser un gran cambio, en todo caso, de Hooley a Dooley. Solo una letra. La <
(RAY se burla, se vuelve a mirar por la ventana. Cautelosamente, MAREEN coge el atizador, que está al lado del fogón y, sujetándolo por lo bajo junto a su costado, se aproxima a él lentamente por detrás.)
MAUREEN.- (Furiosa.) ¡¿Quién está loca?!
(De repente, RAY, ve algo escondido tras un par de cajas, sobre la repisa interior de la ventana.)
RAY.- (Furioso.) Coño, ¡joder, esta sí que es buena!
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(RAY coge de la repisa una pelota de tenis descolorida con una cuerda enganchada y la hace girar, desafiando a MAUREEN con ella; tan furioso, que ni siquiera se percata del atizador. MAUREEN se detiene bruscamente.)
¡La has tenido tirada en esa jodida repisa todos estos putos años, ¿y de qué te ha servido?! Un billete de diez les costó a mi pobre mamá y a mi papá ese juego palas con la pelota y eso fue en 1979, cuando un billete de diez era un montón de dinero. El jodido mejor regalo que me han hecho nunca, y solo pude jugar con él dos putos meses antes de que tú fueses y me lo confiscaras. ¿Qué derecho tenías? ¿Qué derecho? Ningún derecho. Y encima la dejas ahí tirada sin que sirva para una puta mierda. No me habría importad o si la hubieras usado para algo, si le hubieses arrancado la cuerda para jugar a botarla o a lanzarla contra la pared, pero no. Solo te la quedaste por puro rencor, y delante de mis mismísimas narices. ¿Y luego andas preguntándote quién es una puta loca? Quién es una puta loca, dice. Le diré quién es una puta loca, señorita. ¡Usted es una puta loca!
(MAUREEN deja caer el atizador al suelo con estrépito, y se sienta en la mecedora, aturdida.)
MAUREEN.- No sé por qué me quedé con tu pelota del juego de palas, Raymond. No me acuerdo, eh. Creo que mi cabeza no andaba del todo bien en aquellos días. RAY.- «En aquellos días», dice, la que tira al suelo un atizador buenísimo y habla sobre trenes.
(RAY recoge el atizador y lo devuelve a su sitio.)
Es un buen atizador este, vaya si lo es. No vaya golpeándolo contra todo con tanta fuerza, eh.
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MAUREEN.- No lo haré. RAY.- Es un atizador cojonudo. (Pausa.) Para demostrarle que no le guardo rencor por lo de mi pelota, ¿me vende el atizador, señora? Un billete de cinco le doy. MAUREEN.- Ah, no quiero vender mi atizador, eh, Ray. RAY.- Vamos. ¡Seis! MAUREEN. - No. Tiene mucho valor sentimental para mí. RAY.- ¡No la perdono, entonces! MAUREEN.- Ah, no seas así, eh, Ray... RAY.- No, no la perdono en absoluto ...
(RAY va hacia la puerta de entrada y la abre.)
MAREEN.- ¡Ray! ¿Entonces vas a escribir a tu hermano? RAY.- (Suspirando.) Sí. ¿Por qué? MADREEN. - ¿Le darás un mensaje de mi parte? RAY.- (Suspira.) ¡Mensajes, mensajes, mensajes, mensajes! ¿Cuál es el mensaje, a ver? Y que sea corto. MAUREEN.- Solo di...
(MAUREEN lo piensa un instante.) RAY.- ¡Esta semana, si puede ser! MAUREEN.- Solo di... Solo di: «La reina de la belleza de Leenane dice hola». Solo eso. RAY.- «La reina de la belleza de Leenane dice hola». MADREEN.- Sí. ¡No!
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(RAY suspira de nuevo.) MAUREEN.- Adiós. Adiós. «La reina de la belleza de Lee¬nane dice adiós». RAY.- «La reina de la belleza de Leenane dice adiós». No sé que cojones quiere decir, pero se lo diré. «La reina de la belleza de Leenane dice adiós», aunque, después del puto asunto este de la pelota, no veo por qué cojones tendría que hacerlo. Adiós a usted también, señora... MADREEN.- ¿Te importaría también subir la radio un poco, antes de marcharte, Pato, eh? Ray, quiero decir... RAY.- (Exasperado.) Joder...
(RAY sube la radio.)
¡Es usted la viva imagen de su madre, ahí sentada dando órdenes y olvidándose de mi nombre! ¡Adiós! MAUREEN.- Y cierra la puerta al salir... RAY.- (Gritando malhumorado.) ¡¡Ya iba a cerrar la puta puerta al salir!!
(RAY cierra la puerta de golpe cuando sale. Pausa. MAUREEN empieza a mecerse lentamente en la mecedora, mientras escucha una canción de Los Chieftains en la radio. Después, se oye la voz pausada y afectuosa del presentador.) PRESENTADOR.- Era una preciosa canción de Los Chieftains. La que viene ahora, se la dedican Annette y Margo Folan a su madre Maggie, que vive en las montañas de Leenane, un precioso rincón del mundo, con motivo de su setenta y un cumpleaños, que fue el mes pasado. Bueno, esperamos que tuvieses un día muy feliz, Maggie, y te deseamos que cumplas muchos más. Seguro que así será. Esta canción es para ti.
Ángela Ríos Fernández 2ºN 80 La reina de la belleza de Leenane
(Suena The Spinning Wheel de Delia Murphy. MAUREEN se balancea ligeramente en la mecedora hasta aproximadamente la mitad de la cuarta estrofa, en la que se levanta con calma, coge la maleta polvorienta , la acaricia con delicadeza, se dirige lentamente a la puerta del vestíbulo y vuelve un instante la mirada hacia la mecedora vacía. Esta continúa meciéndose ligeramente. Pausa breve; después, MAUREEN va al vestíbulo, cerrando la puerta al salir. Se escucha la canción en la radio hasta que se termina, mientras la silla poco a poco deja de balancearse y las luces, muy lentamente, se apagan.)