II LA FAMILIA CHILENA: menos matrimonios, más convivencias La familia es una de las instituciones sociales que más cambios ha experimentado en estas últimas dos décadas. En 1970, por ejemplo, el 52% de las personas mayores de 15 años estaba casada, el 2% anulado y el 2% convivía. Tres décadas después (2009), solo el 39% se encuentra en un régimen matrimonial, el 6% esta anulado o divorciado y el 13% convive con su pareja. Una realidad que está totalmente aceptada en la actualidad. Según la encuesta de la Universidad Andrés Bello, a la hora de consultar si un hombre y una mujer conviviendo sin haberse casado son necesariamente familia, el 67% de los entrevistados responde que sí. El porcentaje afirmativo en los niveles socioeconómicos altos alcanza el 95%, el 93% en el estrato medio y 89% en los más bajos siempre que tengan hijos. Al mismo tiempo, el 31% de las personas dice estar de acuerdo con que una pareja conviva sin tener la intención de casarse, lo que en el Censo 2002 representaba solo el 15%. Los que señalan no estar de acuerdo son el 51% en 2010 versus el 55% del último Censo. Al ser consultados si es una buena idea que una pareja que desea casarse vivan juntos primero, el 31% está muy de acuerdo, el 47% de acuerdo versus el 2002 con el 15% y 51%, respectivamente de las opiniones. Otro dato relevante, en 1988 hubo más de 100 mil matrimonios en 2009, en cambio, se concretaron en el registro civil menos de 58 mil. Pero, además, los chilenos están retrasando cada vez más la edad en que se casan y las cifran lo avalan: En 1960 los chilenos se casaban en promedio a los 28 años los hombres y 25 las mujeres; en 2007 lo hacían a los 32 y ellas casi a los 30 años. Ahora bien, frente a la idea del matrimonio 58% de los solteros indica que no le gustaría casarse o volver a casarse, 83% de los
viudos, 59% de los anulados o divorciados y 84% de los separados de hecho. Sólo un 9% de los solteros desea casarse, un 8% de los viudos y anulados 15% de los anulados, sólo lo haría por el civil. Todos estos datos, indica Stephanie Alenda, dan cuenta de que en Chile se aprecian tendencias claras que van en el sentido de cambios en la estructura de la familia. Transformaciones que ya han experimentado otros países desde hace unas décadas, como por ejemplo, la modificación del Código Civil en España que permitió legalizar el matrimonio y adopciones para parejas homosexuales. “Estos cambios se pueden explicar por el trabajo femenino, la evolución de los regímenes matrimoniales y códigos civiles, todas modificaciones que entregan los mismos derechos a las mujeres que a los hombres en la pareja, lo que contribuye a una mayor igualdad entre sexos. Elementos que han impactado en la percepción de lo que es la pareja y lo que es vivir o no en una relación”, indica la experta. Este cambio en la forma de ver la pareja ha influido principalmente en el matrimonio. “Por lo tanto, el matrimonio no es la única opción o alternativa para constituirse en pareja. Por lo mismo, no extraña que el 79% de las personas opina que es aceptable que una pareja conviva sin tener la intención de casarse”, sostiene Stephanie Alenda. Además, agrega, la institución del matrimonio dejó de ser la única alternativa aceptable para ser padres. Se abre entonces la posibilidad de serlo sin estar casados, sin temer estigmatizaciones sociales y se le reconoce a la mujer la libertad de tener hijos sin estar en una relación estable. Pero aquello no puede ser interpretado en el sentido de un debilitamiento del compromiso, aclara Alenda: “No hay crisis del compromiso en sí, el matrimonio no está en crisis, una gran
mayoría sigue considerando que el matrimonio no es una institución pasada de moda, pero hay ciertos cambios que conducen las personas a optar por otras formas de unión”. Estos cambios se observan en la población más joven, favorable a legalizar las uniones de parejas del mismo sexo.
A pesar de una mayor fragilidad en el matrimonio por las tasas de divorcio, la pareja sigue siendo una institución, aunque dicha institución deje más espacio que en el pasado a las discusiones y decisiones entre los individuos. No hay una desafección hacia ella o la familia, incluso en los países que han sido los más audaces en el reconocimiento de las uniones entre parejas del mismo sexo, las parejas casadas hoy en día son mayoritarias. “No hay de parte de las parejas jóvenes un rechazo hacia la vida conyugal como tal, sólo una distancia con respecto al modelo de la pareja casada tradicional. No hay por lo tanto una institución en crisis sino una institución que se transforma bajo el efecto de cambios societales”, señala la socióloga. Para dar cuenta de estos cambios, complementa la experta, algunos autores hablaron de transformación de la intimidad (Giddens) o de individualización (Beck). Esta última no debe entenderse como un egoísmo en el individuo que busca su interés propio y fragiliza el vínculo social. “La individualización significa una mayor exigencia en la pareja, nuevas expectativas en torno a ella, un deseo de escoger la vida que se quiere, para lo cual se necesita contar con los mismos derechos que los demás”. En ese nuevo escenario, la pareja se transforma en un lugar central de la construcción de los individuos, así la pareja contemporánea se basa en la “co‐producción de las identidades” y no en la distribución de roles domésticos. ¿Familia Chilena?
Una familia para el 99% de los chilenos está conformada por un hombre y una mujer casados viviendo con sus hijos. Este
porcentaje es similar en todos los grupos de edad y nivel socioeconómico. Al preguntarles si una familia también la constituyen un hombre y una mujer casados viviendo sin hijos esa percepción baja un poco a un 74% y aumenta a 76% en la población más joven (15 a 29 años). Los datos obtenidos por las últimas cuatro encuestas Casen avalan estas múltiples formas de ser familia: Por ejemplo, los hogares con un solo padre o madre aumentaron desde un 22% en 1990 a un 28% en 2009, mientras que los hogares más tradicionales es decir padre y madre juntos disminuyeron desde un 67% a y un 59%, en ese misma tramo de años. Los hogares unipersonales, en tanto, aumentaron desde un 11% a 14% en los últimos 10 años. Lo mismo ocurre con los hogares con jefaturas de hogar que han aumentado sostenidamente en todos los estratos sociales desde 1990. En efecto, el 20% de la mujeres eran jefas de hogar en 1990, versus el 33% en 2009. En el quintil más pobre esa diferencia es aún más extrema: 22% y 40% respectivamente. Ahora bien, cuando se les pregunta a las personas sobre si una pareja del mismo sexo que convive sin hijos es familia, los chilenos muestran una evidente menor aceptación (32%). Las mujeres aprueban en mayor porcentaje esta definición de familia que los hombres, con un 34% a 29%, respectivamente. Concepto que es más aceptado entre quienes tienen 15 a 29 años (48%), lo que alcanza el 34% en aquellos entre 30 a 59 años y 17% en los de 60 y más. Esta menor aceptación aumenta (35%) cuando se les consulta por personas del mismo sexo conviviendo con los hijos. Un porcentaje se observa tanto en hombres como en mujeres. 48% de aprobación alcanza en las personas entre 15 a 29 años, 34% entre los de 30 a 59 años y 17% en los mayores de 60 años. 43%
de aprobación alcanza en los sectores más acomodados vs. Sólo
27% en los estratos bajos “Se observa un mayor conservadurismo al respecto en los estratos más bajos y en los que predominan los adultos mayores. Probablmente entre los sectores altos, veríamos diferencias importantes si se considerara la variable religión, por ejemplo,”, dice Alenda. Por otro lado, el 43% de los encuestados está de acuerdo con que dos personas del mismo sexo y que viven juntos, puedan legalizar su situación a través de una unión civil. Por tramo de edad, quienes están más de acuerdo son aquellos entre 15 y 29 años (56%), aquello entre 30 a 59 años dicen estar de acuerdo en un porcentaje de 43%, lo que tiene poca presencia en los mayores de 60, que dicen estar de acuerdo en un 23%. La idea de regular la unión civil entre personas del mismo sexo tiene mayor aceptación en el nivel socioeconómico alto (58%), en el nivel socioeconómico medio es de 44% y en el bajo de 32%. El argumento que esta implícito en estas opiniones, argumenta la Directora de la Escuela de Sociología de la U. Andrés Bello, Stephanie Alenda, es que los homosexuales no pueden tener hijos y que por ende no se justifica el matrimonio. Sin embargo, sostiene, uno de los logros del movimiento feminista, es permitir reconocer que el matrimonio no se confunde con la reproducción biológica o social (transmisión de un patrimonio de una generación a otra). “Todos estos resultados, agrega Alenda, muestran un Chile aún muy apegado a valores tradicionales con una visión convencional de la familia, el matrimonio, que lo diferencia de las sociedades como la argentina o la española. “Permanece la idea de que la familia es un conjunto de al menos dos personas –una pareja con o sin hijo‐ o uno de los dos padres viviendo con al menos un hijo”, concluye.