Serie Filosofía de la Educación Escolar Cristiana Fascículo número cuatro: “Hacia una Educación Auténticamente Cristiana” ©2005 por Sugel Michelén Diseño de portada y diagramación: Alejandro Alvarez 1a. Edición, 2008 odos los derechos reservados Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida o transmitida en forma alguna sea electrónico o mecánico, incluyendo fotocopiado, grabación o cualquier tipo de almacenamiento de información o sistema de extracción informática, sin el permiso previo del propietario de los derechos reservados. extos bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.
ÍNDICE Introducción ........... ........................ .......................... ......................... ......................... .......................... .......................... ......................5 .........5 1. El Fundamento Fundamento de la Filosofía de la Educación Escolar Cristiana.............9 Cristiana.............9 Una definición de cosmovisión .......................... ....................................... .......................... ......................10 .........10 Dos cosmovisiones en pugna ............ ......................... .......................... ......................... ......................... ..............12 .12 El secularismo o naturalismo ............ ......................... .......................... ......................... ......................... ..............12 .12 El teísmo bíblico ......................... ..................................... ......................... .......................... .......................... ....................17 .......17 2. La Naturaleza del Alumno ............. .......................... ......................... ......................... .......................... ..................23 .....23 El paradigma platónico ......................... ...................................... .......................... .......................... ......................23 .........23 El paradigma aristotélico............. ......................... ......................... .......................... .......................... ....................25 .......25 El paradigma bíblico ......................... ...................................... .......................... ......................... ......................... ..............27 .27 El hombre fue creado a la imagen de Dios .................. .............................. ......................... ..............28 .28 El hombre posee una conciencia .................... ................................. ......................... ......................... ..............33 .33 El hombre es un ser caído ................. .............................. .......................... ......................... ......................... ..............34 .34 3. Metas y Objetivos de la Educación Escolar Cristiana ............. .......................... ................39 ...39 La importancia de establecer metas y objetivos............ ........................ ......................... ..............39 .39 Algunas concepciones históricas históricas y filosóficas ............ ......................... .......................... ................40 ...40 La perspectiva cristiana ............. ......................... ......................... .......................... .......................... ......................41 .........41 4. El Proceso Proceso de Enseñanza Enseñanza – Aprendizaje Aprendizaje ................ ............................. .......................... ....................49 .......49 El currículo........... ........................ .......................... .......................... ......................... ......................... .......................... ................49 ...49 La metodología ............ ......................... ......................... ......................... .......................... .......................... ......................54 .........54 La vida y la persona del maestro............ ......................... .......................... .......................... ......................56 .........56 Las relaciones interpersonales en la escuela ........... ........................ .......................... ....................58 .......58 La disciplina ............ ........................ ......................... .......................... .......................... ......................... ......................... ..............60 .60 Conclusión............ ......................... .......................... ......................... ......................... .......................... .......................... ......................63 .........63 Preguntas Pregu ntas para Reflexionar ........... ........................ .......................... .......................... ......................... ........................65 ............65 Bibliografía............ ......................... .......................... ......................... ......................... .......................... .......................... ......................68 .........68
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Introducción En la conclusión de su libro Te Consecuences of Ideas [Las Consecuencias de las Ideas], el Dr. Sproul narra un incidente que le ocurrió en la década de los 60s, cuando su hija comenzó a cursar el primer grado de primaria en una escuela progresista de Boston.1 En la primera reunión que se hizo con los padres para explicarles la filosofía de educación de la escuela, el director hizo la siguiente observación: “Si sus niños llegan a casa y les cuentan que han estado haciendo rompecabezas en clase, no se alarmen. Ellos no están ‘jugando’ simplemente. De 9:00 AM a 9:17 horas están armando estos rompecabezas, los cuales han sido diseñados por pediatras neurocirujanos para el desarrollo motor de los músculos de los dedos de la mano izquierda.” Y así continuó el director, explicando el propósito de cada porción de un día escolar y de cada una de las actividades en las que los niños estarían involucrados; todo había sido cuidadosamente planificado para alcanzar algún objetivo. Al final de la exposición, los padres estaban tan maravillados que cuando el director preguntó si alguien tenía alguna pregunta, todos se rieron espontáneamente… Pero Sproul tenía una inquietud. “Señor” – le dijo – “estoy profundamente impresionado por su análisis tan cuidadoso. Usted nos hizo ver claramente que todo lo hacen con un propósito. Pero debido a que hay una cantidad limitada de minutos en un día, entonces deben ser selectivos al escoger los propósitos específicos qué desean alcanzar; mi pregunta es: ¿Por qué seleccionaron esos propósitos? ¿Cuál es el propósito final que están usando para escoger los propósitos particulares que han seleccionado? En otras palabras, ¿qué tipo de niños están tratando de producir y por qué?” El rostro del director primero empalideció y luego se sonrojó como una remolacha; pero, sin enojo alguno y con mucha humildad, respondió: “Yo no sé. Serie losofía de la educación escolar cristiana • Fascículo No. 4
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Nunca me habían hecho esa pregunta.” A lo que Sproul replicó—“Señor, aprecio profundamente su candor… pero francamente, su respuesta me aterra.” He ahí el gran reto que los educadores tienen delante de sí: establecer EL PROPÓSIO que da sentido a LOS PROPÓSIOS; esa VERDAD que da coherencia y unidad al conjunto de VERDADES que se imparten en la escuela. En el campo secular esto es un verdadero dolor de cabeza. El Dr. Scott Buchanan admite francamente: “No hemos sido capaces de discernir el patrón en nuestros conocimientos que los hará un sólo conocimiento.” 2 Y los autores del Reporte Harvard, en General Education in a Free Society [Educación General para una Sociedad Libre], dicen: “La búsqueda continúa y debe continuar hasta hallar un marco lógico que lo abrace todo… dentro del cual tanto la universidad como la escuela puedan desempeñar su tarea, al mismo tiempo diversificadora y unificadora”.3 Lo que estos autores señalan es la necesidad de una filosofía de educación que le de coherencia a los datos impartidos en la escuela de modo que vengan a ser verdadero conocimiento. La filosofía, “es a la estructura del pensamiento lo que la mezcla es a la construcción de un edificio – le da cohesión a las cosas. Un montón de ladrillos no es un edificio, así como un conjunto de hechos no es conocimiento. Los ladrillos necesitan la mezcla, y los hechos necesitan una filosofía.”4 En el caso particular de las escuelas cristianas, su filosofía de educación debe estar enraizada en su teología. Con esto queremos decir, en palabras de David L. Hocking, que “el punto de partida de los cristianos empieza con Dios como Creador y fuente de una verdadera educación.”5 Como veremos a continuación, el cristianismo es mucho más que un mensaje sobre la salvación de las almas o un conjunto de ideas sobre Dios; es un sistema coherente de pensamiento acerca de toda la realidad. Y ninguna escuela puede denominarse a sí misma “cristiana” a menos que su filosofía de educación sea coherente con esa visión o perspectiva distintiva del cristianismo. Esta pequeña obra tiene como objetivo establecer en qué consiste la educación cristiana y por qué es la única clase de educación que puede llamarse “educación” en el más elevado y completo sentido de ese término. Es una introducción a la filosofía cristiana de educación destinada, no sólo a los administraSerie losofía de la educación escolar cristiana • Fascículo No. 4
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dores, a miembros de la junta directiva y profesores de escuelas cristianas, sino también a los padres de familia quienes, para la gloria de Dios y en dependencia de Él, desean criar a sus hijos en la disciplina y amonestación del Señor (Efesios 6: 4).
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Sproul, R. C.; Te Consequences of Ideas (Wheaton, Illinois; Crossay Books, 2000); pg. 200-201). Cit. por Gaebelein, Frank E.; El Patrón de la Verdad de Dios (ACSI Latinoamérica, 1998); pg. 22. Ibid. Kienel, Paul A (Ed.); Te Philosophy of Christian School Education (ACSI, 1983); pg. 44. Hocking, David L.; Bases eológicas para la Filosofía de la Educación Escolar Cristiana (ACSI Latinoamérica, 2005); pg. 7. Serie losofía de la educación escolar cristiana • Fascículo No. 4
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Capítulo 1 EL FUNDAMENTO DE LA FILOSOFÍA CRISTIANA DE LA EDUCACIÓN Al tratar de elaborar una filosofía de educación hay varias preguntas que debemos responder, tales como: ¿Cuáles son las metas y objetivos que perseguimos con nuestra educación? ¿ De esos objetivos, cuáles son primarios y cuáles son secundarios? ¿Cuál es el resultado que deseamos tener al final del proceso? Y, ¿cuál es la metodología más efectiva para alcanzar las metas y objetivos que nos hemos propuesto? O bien, ¿qué instrumentos y materiales debemos utilizar en nuestra búsqueda de esas metas y ob jetivos? Por otro lado, ¿cuál es la naturaleza de los estudiantes con quienes trabajamos? ¿Vienen los niños al mundo como un papel en blanco, con una naturaleza completamente neutral, o vienen de fábrica con algún problema con el que tendremos que lidiar en el
proceso de educación? Y si es así, ¿hay alguna esperanza de que podamos trabajar exitosamente con ellos? En cierto modo, responder estas preguntas es comenzar a elaborar nuestra filosofía de educación. Pero entonces surge la pregunta de las preguntas: ¿Sobre la autoridad de quién descansaremos para responder estas interrogantes? odos nosotros, consciente o inconscientemente, descansamos en alguna autoridad fuera de nosotros mismos; ya sea en la sociedad, la tradición, el individuo, el estado o la Biblia. Por consiguiente, el primer paso para la formulación de nuestra filosofía de educación es establecer nuestra base de autoridad. ¿En qué autoridad nos basamos para distinguir la verdad del error, lo bueno de lo malo? ¿En qué autoridad descansamos para definir al hombre y su
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naturaleza? ¿Con qué autoridad determinamos las metas y objetivos de la enseñanza que impartimos? ¿Con qué autoridad establecemos el currículo o el tipo de disciplina que vamos a aplicar en la escuela? Las respuestas que demos a estas preguntas dependerán enteramente de nuestra cosmovisión; y nuestra cosmovisión determinará si nuestra educación ha de ser o no una educación cristiana, como veremos a continuación.
Una definición de “cosmovisión” al como lo indica su etimología, la palabra “cosmovisión” evidencia la visión que tenemos del mundo y nuestra relación con él. David Noebel, en su obra Understanding the imes [Entendiendo los iempos] define “cosmovisión” como “cualquier ideología, filosofía, teología, movimiento o religión que provea un marco de referencia para acercarnos a un entendimiento acerca de Dios, del mundo, y las relaciones de los hombres con Dios y con el mundo.” 1 Es un marco de referencia que abarca las convicciones más básicas del hombre: lo que presuponemos acerca de
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Dios, de la realidad, del conocimiento, de los valores éticos y estéticos, del fin último de nuestra existencia, etc. “Las cosmovisiones funcionan en una forma muy parecida a los lentes. Los lentes correctos pueden enfocar el mundo claramente, y la cosmovisión correcta puede hacer algo similar. La realidad no tiene sentido para las personas que miran el mundo a través de una cosmovisión incorrecta.”2 Es importante resaltar que todos los seres humanos poseemos una cosmovisión. Esto es algo que vamos for jando a través de las presuposiciones que absorbamos a lo largo de nuestra vida; es decir, aquellas creencias que damos por sentado, pero que no están sustentadas por otras creencias, argumentos o evidencias. Las presuposiciones son inevitables; ellas forman la base del conocimiento humano. De ahí el famoso aforismo de Agustín de Hipona: Credo ut intelligam, “creo para entender”. Antes de que un ser humano pueda conocer algo debe creer algo. En el nivel más elemental, todos damos por sentado algunas cosas; nadie parte de lo que podríamos llamar “hechos ob jetivos comprobados empíricamente.” De modo “que en la disputa entre cosmovisiones nunca se trata del caso
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de una cosmovisión basada en presuposiciones versus otra basada únicamente en hechos. Cada una comienza con presuposiciones.”3 Por ejemplo, todo científico debe presuponer que es posible alcanzar el conocimiento, que el universo es regular, que puede ser comprendido racionalmente y que los científicos deben ser honestos al manejar los datos observados a través de la experimentación. Estas presuposiciones deben ser aceptadas por fe antes que el científico pueda hacer ciencia. El problema es que muchas personas no están críticamente conscientes del hecho de que poseen una cosmovisión y, por esa misma razón, no pueden evaluar objetivamente lo que creen. Una de las cosas que fácilmente pasamos por alto al mirar el mundo a través del lente de nuestra cosmovisión es el lente mismo. Pero el hecho de que pasemos por alto el lente a través del cual interpretamos la realidad, no eliminará el efecto de verlo todo a través del prisma de nuestra cosmovisión. Por eso, si queremos educar como cristianos, tenemos que ser capaces de examinar críticamente nuestras presuposiciones a la luz de la verdad de Dios revelada en su Palabra. Sólo así podremos establecer una filosofía, políticas y prácticas educativas que sean coherentes con lo que creemos acerca de la realidad, del hombre, del conocimiento, de los valores morales, de la vida en sociedad y, sobre todas las cosas, acerca de Dios.
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Las cosmovisiones funcionan en una forma muy parecida a los lentes. Los lentes correctos pueden enfocar el mundo claramente, y la cosmovisión correcta puede hacer algo similar. La realidad no tiene sentido para las personas que miran el mundo a través de una cosmovisión incorrecta Ronald Nash
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El naturalismo es una hipótesis y nada más, una postura losóca que el naturalista tiene que aceptar por fe como cualquier otra creencia religiosa.
Dos cosmovisiones en pugna EL SECULARISMO O NATURALISMO
La palabra “secular” proviene del latín seculum que significa “mundo”, no en el sentido físico, sino más bien temporal. Al añadirle el sufijo “ismo”, que señala un sistema de pensamiento y de valores, lo que tenemos es una cosmovisión que ignora la realidad más allá del mundo presente. Alguien ha definido el secularismo como “un sistema que ve al mundo como fundamentalmente físico y limitado, controlado por la operación ciega o mecánica de leyes naturales impersonales, el tiempo y el azar. El secularismo renuncia a la realidad espiritual o trascendente…ambién se conoce como… naturalismo, y es cada vez más la cosmovisión que prevalece en el mundo occidental.”4 Según el naturalismo, todo lo que ocurre en el universo puede ser explicado en términos puramente físicos y materiales, sin tomar en cuenta ninguna realidad más allá de la materia. En el naturalismo no hay lugar para la intervención de Dios ni de ningún otro agente sobrenatural. La materia —según afirman— es la única realidad. El famoso (y fenecido) astrónomo norteamericano Carl Sagan, lo explica con estas palabras: “El cosmos es todo lo que ha habido, todo lo que hay y todo lo que habrá.” Ahora, noten que ésta no es una declaración científica, por más que los naturalistas se empeñen en decir lo contrario. Es imposible pro-
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bar científicamente que el universo es todo lo que ha habido, todo lo que hay y todo lo que habrá. Esta es una hipótesis y nada más, una postura filosófica que el naturalista tiene que aceptar por fe como cualquier otra creencia religiosa. Pero tan pronto asumimos ese punto de partida, necesariamente tenemos que llegar a otras conclusiones que se derivan de ella. Por ejemplo, si la naturaleza es la única realidad, entonces tendríamos que concluir que el universo es un afortunado accidente, el resultado de un proceso que ningún ser inteligente inició ni guió con propósito. Consecuentemente, la tendencia manifestada por el hombre a través de los siglos de buscarle un significado a su propia existencia habría sido una labor inútil, porque no habría ningún significado que buscar. Si un niño tropieza con un bote de pintura y ésta se derrama indiscriminadamente sobre el tapiz, sería muy tonto tratar de encontrarle un significado oculto a la mancha. Puede que sea estéticamente hermosa, pero sigue siendo algo accidental, no planificado. Pues, del mismo modo, según el naturalista, este universo maravilloso que manifiesta orden, diseño y propósito en todas sus partes,
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no posee en realidad ningún diseño inteligente detrás: es la mancha hermosa que quedó en el espacio infinito luego que la materia, el tiempo y la casualidad tropezaran con el bote de pintura. Por tal razón, el naturalista no tiene otra opción que concluir que no existe ningún significado ni propósito ulterior que buscar fuera del que nosotros mismos decidamos establecer para nuestra vida aquí y ahora. De igual modo, tampoco existiría ninguna norma moral preestablecida que sea válida para todos. El naturalista Jeremy Rifkin lo expresó claramente con estas palabras: “Nosotros ya no nos sentimos como invitados en la casa de alguien y, por consiguiente, obligados a conformar nuestra conducta a una serie de reglas preexistentes. Ahora esta es nuestra creación. Nosotros dictamos las reglas… ya no tenemos que justificar nuestra conducta, porque somos los arquitectos del universo. No tenemos que dar cuenta a nadie fuera de nosotros mismos, porque nosotros somos el reino, el poder y la gloria por los siglos de los siglos.”5 En el campo del conocimiento esto plantea un problema formidable. El que asume una causa accidental e impersonal para el origen del univer-
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so, también debe asumir que no tiene algo que decir con respecto a las preguntas más relevantes de la existencia humana. Como bien señaló el filósofo existencialista Jean Paul Sartre, ningún punto finito tiene significado a menos que tenga algún punto infinito de referencia. La frase “me estoy acercando”, no tiene sentido a menos que especifique el punto hacia el cual me dirijo. Aquel que parte de la premisa de que no existe Dios, sino que somos el resultado de causas fortuitas, no posee ningún punto de referencia para saber si se acerca o se aleja en su interpretación de la realidad. Fiedrich Nietzsche, el profeta de la muerte de Dios, se dio cuenta del problema: No se puede negar la existencia de Dios y al mismo tiempo afirmar que existe la moral, la razón y la lógica; como alguien ha dicho, los que tal hacen están viviendo de capital prestado (el de los teístas, por supuesto). Sin Dios no hay absolutos: “¿Cómo pudimos vaciar el mar? —se pregunta Nietzsche— ¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho después de desprender la tierra de la cadena de su sol? ¿Dónde la conducen ahora sus movimientos? ¿A dónde la llevan los nuestros? ¿Es que caemos sin cesar? ¿Vamos hacia delante, hacia atrás,
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hacia algún lado? ¿Erramos en todas direcciones? ¿Hay todavía un arriba y un abajo?”6 Nietzsche vio el punto, aunque no tan claro como para cerrar sus labios o dejar de escribir. El que no sabe si avanza o retrocede, si sube o cae, ¿cómo puede dar sus opiniones tan categóricamente? “El acto más consistente de los filósofos irracionales sería simplemente callarse la boca. Si ellos no pueden decir algo significativo (ya que no hay algo significativo que decir) ¿por qué continuar balbuceando? Sin embargo, ellos insisten en hablar y escribir.” 7 El naturalista tampoco puede explicar cómo es que el hombre, un ser puramente material y accidental, es capaz de pensar y razonar, y cómo esos pensamientos y razonamientos encajan con la realidad, también accidental, fuera de nosotros. El filósofo norteamericano Richard aylor ilustra la naturaleza de este problema con el siguiente ejemplo8. Supongamos que al llegar a cierto lugar, los pasajeros de un tren visualizan al pie de una colina un conjunto de piedras, ordenadas de tal manera que forman las siguientes palabras: La compañía Británica de trenes le da la bienvenida a Gales.
Esa formación rocosa tiene dos explicaciones posibles: o se trata de
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un arreglo casual, producido por el viento, la lluvia y otros elementos naturales, que arrastraron estas piedras hasta alinearse de ese modo, o se trata de un arreglo intencional llevado a cabo con el propósito de transmitir información verdadera. Ahora, supongamos que, basados en esa formación rocosa, los pasajeros infieren que ciertamente han llegado a Gales; en tal caso sería inconsecuente asumir que el arreglo de las piedras fue accidental; deberían concluir, necesariamente, que fueron posicionadas por alguien para transmitir un mensaje inteligible, porque hay una correspondencia verdadera entre las ideas que las palabras comunican y la realidad externa a ellas. Si algún pasajero supusiera que esas piedras cayeron de la colina accidentalmente, como producto de un terremoto por ejemplo, entonces esas piedras no constituirían ninguna evidencia de que realmente están entrando a Gales. El problema del naturalista es que, aunque él presupone que sus sentidos y la realidad fuera de nosotros son el producto accidental de fuerzas naturales no inteligentes, al mismo tiempo depende de sus sentidos para la información que él tiene
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del mundo y que asume como verdadera. “Los naturalistas parecen estar atrapados en una trampa. Si son consistentes con sus presuposiciones naturalistas, deben asumir que nuestras facultades cognoscitivas son el producto de la casualidad, de fuerzas sin propósitos. Pero si esto es así, los naturalistas se muestran inconsistentes cuando colocan tanta confianza en esas facultades.”9 Es revelador saber que el mismo Darwin luchó con este dilema que él denominó “la duda horrible”: “En lo que a mí respecta, la duda horrible siempre se levanta en cuanto a si las convicciones del hombre, las cuales han sido desarrolladas desde la mente de un animal inferior, son de algún valor o en manera alguna confiables. ¿Confiaría alguien en la mente de un mono, si es que hay alguna convicción en esa mente?”10 Si nuestra mente es el producto de una fuerza ciega de la naturaleza, es inútil preguntarnos si el hombre es capaz de conocer la realidad fuera de sí mismo. Como bien hace notar Richard Purtill, el naturalismo “destruye nuestra confianza en la validez de cualquier razonamiento – incluyendo el razonamiento que pudiera llevarnos a adoptar las teorías [naturalistas].”11 Es
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a esto que C. S. Lewis llama “la ironía naturalista”: “Si el naturalismo es realmente cierto, entonces la creencia de que es cierto no puede ser sostenida racionalmente.” 12 Por eso se ha dicho que el naturalista es un hombre que corta la rama en la que está sentado. Por supuesto, el impacto de esta cosmovisión en la educación ha sido sencillamente devastador. Si partimos de la premisa de que el hombre es el producto de una evolución accidental, y que toda la realidad fuera de él es también accidental, no tiene caso tratar de “descubrir” la verdad objetiva fuera de nosotros; en un escenario como el que plantean los naturalistas sólo hay lugar para el pragmatismo. Como dice el filósofo británico Roger rigg, para la evolución, “no importa si una creencia es falsa o verdadera, mientras ésta sea útil desde un punto de vista genético.”13 En otras palabras, lo que tratamos de establecer no es la coherencia entre nuestros pensamientos y la realidad, sino más bien la funcionalidad y viabilidad de nuestras ideas en el mundo en que vivimos. De ahí el eslogan de Richard Rorty, uno de los filósofos norteamericanos más influyentes en la actualidad: “La verdad se hace, no se descubre.”14
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No debería extrañarnos que en una sociedad que ha sido arropada por una cosmovisión secular-naturalista, el constructivismo haya venido a ser una fuerza dominante en educación. Para los constructivistas radicales, el conocimiento no se adquiere o se descubre, sino que “es creado en la mente de cada individuo en su propio contexto cultural.”15 De manera que “la meta de la educación debería ser enseñar a los estudiantes cómo construir su propio conocimiento.” 16 En palabras de uno de sus proponentes: “El constructivismo no asume la presencia de una realidad objetiva fuera de nosotros que es revelada al estudiante, sino más bien que los estudiantes construyen su propia realidad.” 17
Esto no es nuevo. Ya Protágoras (490 – 420 a.C.) había dicho que “el hombre es la medida de las cosas”, frase que Platón interpreta como queriendo decir que cada persona es quien determina lo que es verdad y lo que es bueno. En la siguiente paráfrasis del eeteto de Platón, vemos el problema que el relativismo de Protágoras plantea al conocimiento y a la educación: Sócrates: “Entonces tú crees que la opinión de cada hombre es tan buena como la de cualquier otro”.
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Protágoras: “Eso es correcto”. Sócrates: “¿Cómo tú te ganas la vida?” Protágoras: “Yo soy maestro”. Sócrates: “Encuentro esto muy extraño. ú admites que ganas dinero enseñando, pero yo no puedo imaginar qué es lo que podrías enseñar a alguien. Después de todo admites que la opinión de cada persona es tan buena como la de cualquier otro. Esto significa que lo que tus estudiantes creen, es tan bueno como cualquier cosa que tú puedas enseñarles. Una vez ellos aprenden que cada persona es la medida de todas las cosas, ¿qué posible razón pudieran tener para pagarte por lecciones adicionales? ¿Qué posible razón puedes tener tú para enseñarles algo una vez ellos aprenden que sus opiniones son tan buenas como las tuyas?”18 Creo que aquí sobran los comentarios. EL TEÍSMO BÍBLICO
En el extremo opuesto del naturalismo se encuentra el teísmo bíblico o cosmovisión cristiana. Como bien señala el ministro y profesor escocés James Orr, aunque el cristianismo no es un sistema filosófico, sino “una religión, histórica en cuanto a su ori-
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gen, y que pretende reposar en la Revelación divina”, aún así posee “una cosmovisión propia, a la cual se mantiene adherido firmemente, tanto por lo que se refiere a su postulado fundamental de un Dios personal, santo y que se revela a sí mismo, como por su contenido como una religión de la Redención.”18 Por eso decíamos en la introducción, que el cristianismo es mucho más que un mensaje sobre la salvación del alma. “El que de todo corazón cree en Jesús como el Hijo de Dios, por este mismo hecho se ve obligado a creer muchas otras cosas. Se ve obligado a una idea de Dios, a una idea del hombre, a una idea del pecado, a una idea de la redención, a una idea del propósito de Dios en la creación y en la historia, y a una idea del destino humano… Esto forma una cosmovisión, o idea cristiana del mundo, que se encuentra en un contraste destacado con las teorías extraídas de un punto de vista exclusivamente filosófico o científico.”19 Más adelante, Orr destaca los siguientes aspectos de la concepción cristiana del mundo: 20 1. La concepción cristiana afirma la existencia de un Dios personal, ético, que se revela a sí mismo. 2. Afirma la creación del mundo por
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Dios, su presencia inmanente en él, su trascendencia sobre el mismo, y su gobierno santo y sabio… para fines morales.
expiación es apropiada por medio de la fe y está disponible a todos los que no resisten [ni] rechazan voluntariamente su gracia.
3. Afirma la naturaleza espiritual y la dignidad del hombre: su creación a la imagen divina, y su destino a llevar la semejanza de Dios en una relación plena de filiación.
8. Afirma que el objetivo histórico de la obra de Cristo fue la fundación de un Reino de Dios sobre la tierra, que incluye no sólo la salvación espiritual de los individuos, sino un nuevo orden en la sociedad, el resultado de la acción de las fuerzas espirituales puestas en movimiento a través de Cristo.
4. La concepción cristiana afirma el hecho del pecado y el desorden en el mundo, no como algo que pertenezca a la idea divina del mundo, e inherente en él por necesidad... [sino que] implica una Caída como presuposición de su doctrina de la redención. 5. La concepción cristiana afirma la auto revelación histórica de Dios. 6. Afirma que Jesucristo no era un mero hombre, sino el eterno Hijo de Dios – una Persona verdaderamente divina –, que en la plenitud de los tiempos tomó sobre sí mismo nuestra humanidad, y… [por lo tanto] ha de ser honrado, adorado, y se ha de confiar en él, como Dios que es. 7. La concepción cristiana afirma la Redención del mundo por medio del gran acto de la Expiación. Esta
9. Finalmente, la concepción cristiana afirma que la historia tiene una meta, y que el orden de cosas presente terminará con la aparición del Hijo del Hombre para juicio, resurrección de los muertos y la separación final de los justos y los impíos. Es a través de esa perspectiva distintivamente cristiana que debemos ver e interpretar la realidad, una perspectiva que nos llevará necesariamente por un sendero muy distinto del que transitan aquellos que tienen una cosmovisión secular humanista. “Estas dos cosmovisiones o perspectivas del universo son una total antítesis… No es solamente el hecho de que estas dos cosmovisiones difieren en la
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manera en que interpretan la naturaleza de la realidad y la naturaleza de la existencia misma, sino que también producen de manera inevitable resultados diferentes.”21 Y es de suprema importancia que los educadores cristianos conozcan dónde radica la diferencia entre ambas cosmovisiones, porque podemos caer en el error de pretender educar a nuestros estudiantes “cristianamente” mientras usamos al mismo tiempo un currículo y una metodología secular y humanista.
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…podemos caer en el error de pretender educar a nuestros estudiantes “cristianamente” mientras usamos al mismo tiempo un currículo y una metodología secular y humanista.
odo creyente viene al evangelio con un conjunto de presuposiciones erróneas que deben ser corregidas por la luz de la Palabra de Dios. Eso es parte del proceso de transformación en que nos encontramos como cristianos. Ese proceso de transformación se inicia en la conversión, cuando nuestros ojos son abiertos por primera vez para ver nuestra pecaminosidad y la gloria de nuestro Salvador (compare 2Corintios 4:3-6). Pero ahora debe continuar a lo largo de toda nuestra vida. De ahí la exhortación de Pablo a los creyentes en Roma: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). J. B. Philips sugiere una traducción muy sugestiva de este texto: “No permitan que el mundo que los rodea se las arregle para meterlos a la fuerza en su propio molde.”22 La conversión es apenas el comienzo; a partir de ese momento el Espíritu Santo comenzará en nosoSerie losofía de la educación escolar cristiana • Fascículo No. 4
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tros un proceso de transformación en nuestro entendimiento, usando la Palabra de Dios como instrumento de cambio (compare Salmo 19:7; Juan 17:17; Hechos 20:32). Pero la obra de Dios no elimina nuestra responsabilidad de pensar “en todo lo verdadero”. Y ¿qué es la verdad? odo aquello que corresponde con la realidad. Si queremos ser un poco más precisos podemos decir que la verdad es toda proposición (creencia, pensamiento, declaración, representación) que corresponde con la realidad, tal como ésta es percibida por Dios. “Sólo Dios ve la realidad en toda su complejidad. Lo que nosotros entendemos es parcial y limitado. No obstante, la verdad parcial puede ser verdad real siempre que no la tomemos como toda la verdad. Por cuanto fuimos hechos a la imagen de Dios, nosotros tenemos la capacidad de entender lo que necesitamos conocer acerca de la creación y acerca de Dios.”23 Es nuestra responsabilidad, por tanto, identificar toda perspectiva que sea contraria a la realidad tal como Dios la percibe y, en dependencia de Él, llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2Corintios 10:5). Comentando acerca de este
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texto, dice Kistemaker: “Pablo describe el conflicto usando terminología de guerra espiritual, es decir, no se lucha contra gente sino contra formas de pensar, filosofías, teorías, perspectivas y tácticas.”24 Y más adelante añade: “Cuando la gente se arrepiente, experimenta un cambio radical en su forma de pensar, lo cual dirige sus actos para que obedezcan a Cristo. Sus antiguas creencias sufren un cambio de forma para que puedan servir no al maligno sino a Cristo... todo pensamiento cautivo muestra obediencia a Cristo como una manera de reconocer su autoridad suprema.”25 Jesucristo es la Verdad encarnada y, por lo tanto, pensar como Él piensa acerca de cualquier aspecto de la realidad es pensar conforme a la verdad. Es Su criterio, y no el nuestro, el que debe guiarnos en todos los aspectos de nuestra vida. Y ese criterio nos ha sido revelado en Su Palabra (compare Colosenses 3:16). Es por eso que no puede haber parentesco alguno entre nuestra cosmovisión y las demás. “Esto significa que en el asunto de la cosmovisión hay un abismo significativo entre los que aceptan la Escritura como la Palabra de Dios y los que no. Esto también significa que los cristianos deben chequear constantemente las creencias de su cosmovisión a la luz de las
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Escrituras, porque si no lo hacen tendrán una fuerte inclinación a apropiar muchas de nuestras creencias, incluso las más básicas, de una cultura que se ha estado secularizando a un paso acelerado por generaciones.”26 La Biblia debe reinar supremamente, y no sólo en lo que respecta a aquellos asuntos que solemos colocar en el compartimento de “lo espiritual.” Pablo dice a los Colosenses que en Cristo están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento (Colosenses 2:3). Por lo tanto, nuestra filosofía de educación no puede descansar en ninguna otra autoridad aparte de Cristo y Su Palabra. Ése es el distintivo de la Educación Cristiana. “La educación es distintivamente cristiana cuando la autoridad de Cristo y el cumplimiento de Su autoridad en nuestras vidas es la justificación para todas las actividades educativas.”27 Los cristianos no tenemos que esforzarnos por descubrir cuál es nuestra base de autoridad porque partimos de las siguientes premisas: •
Dios es real, la fuente de toda verdad. “oda verdad es verdad de Dios; por lo tanto, debemos concluir que la educación cristiana tiene la sagrada obligación de
defender y honrar la verdad dondequiera que se encuentre. Junto con Justino Mártir debemos declarar: ‘odo lo que ha sido bien dicho pertenece a nosotros los cristianos’.”28 (Salmo 25:10; 57:10; Romanos 1:25) •
Dios se ha revelado en Su Palabra, en la creación y en Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo (Salmos 19:1-6; Romanos 1:18ss; Hebreos 1:1-2).
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Lo que Dios nos ha revelado a través de Su Palabra (escrita y encarnada) no contradice lo que revela en Su creación (el Salmo 19 nos muestra al único Dios vivo y verdadero como la fuente de ambas revelaciones, la general – versículos 1 al 6 – y la especial – versículos 7 al 11).
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La revelación especial de Dios, las Sagradas Escrituras, es el marco de referencia autoritativo sobre el cual debemos evaluar todo conocimiento (2imoteo 3:16-17).
Mientras los educadores seculares tienen problemas para encontrar un principio unificador que dé coherencia y significado a las partes en el campo del conocimiento, los cristianos proclamamos tener ese principio
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Si nuestra losofía de educación no descansa en una cosmovisión bíblica no podemos decir que estamos impartiendo educación cristiana, aunque los profesores de la escuela sean cristianos e impartan clase de una Biblia o de religión.
unificador en Cristo y Su Palabra. La tarea de los educadores cristianos no consiste en descubrir cuál es su factor de integración, sino en saber aplicar el que tienen. Si nuestra filosofía de educación no descansa en una cosmovisión bíblica no podemos decir que estamos impartiendo educación cristiana, aunque los profesores de la escuela sean cristianos e impartan clase de una Biblia o de religión. No es un barniz de cristianismo el que necesitan nuestras escuelas, sino una filosofía basada en la autoridad de Dios y Su revelación. Una vez esa base haya sido establecida, entonces podremos comenzar a construir el edificio.
1. Noebel, David A.; Understanding the imes (Eugene, Oregon; Harvest House Publishers, 1991); pg. 8. 2. Nash, Ronald H.; Life’s Ultimate Questions (Grand Rapids, Michigan; Zondervan Publishing House, 1999); pg. 14). 3. Byl, John; Te Divine Challenge (Carlisle, PA, 2004); pg. 16. 4. Miller, Darrow L.; Discipulando las Naciones (Fundación Contra el Hambre Internacional, 2001); pg. 283. 5. Cit. por Blanchard, John; Does God Believe in Atheist (Auburn, MA; Evangelical Press, 2000); pg. 121. 6. Cit. por Dellutri, Salvador; La Aventura del Pensamiento (Logoi; Miami, Fl., 2002); pg. 206. 7. Sproul, R. C.; Te Consequences of Ideas (Wheaton, Illinois; Crossay Books, 2000); pg. 169. 8. Cit. por Nash; op. cit.; pg. 54-55. 9. Cit. por Nash; op. cit.; pg. 56-57. 10. Cit. por Moreland, J. P.; Craig, William Lane; Philosophical Foundations for a Christian Worldview (Downers Grove, Illinois; InterVarsity Press, 2003); pg. 103. 11. Cit. por Nash; op. cit.; pg. 57. 12. Cit. por Peterson, Michael L.; With All Your Mind, A Christian Philosophy of Education (University of Notre Dame, Notre Dame, Indiana, USA, 2001); pg. 37. 13. Cit. por Pearcey, Nancy; otal ruth (Crossway Books a division of Good News Publishers Wheaton, Illinois, USA; 2004); pg. 244. 14. Ibid.; pg. 242. 15. Van Brummelen, Harro; Steppingstones to Curriculum (Purposeful Design Publications, Colorado Springs, CO, USA; 2002); pg. 32. 16. Cit. por Pearcey; pg. 241 (el énfasis es suyo). 17. Ibid (el énfasis es suyo). 18. Cit. por Nash; op. cit.; pg. 231. 19. Ibid.; pg. 8-9. 20. Ibid.; pg. 43-45. 21. Miller; op. cit.; pg. 29. 22. Cit. por MacArthur, John; Romanos 9-16; (Grand Rapids, Michigan, Editorial Portavoz, 2001); pg. 158. 23. Lindsley, Art; rue ruth (Downers Grove, Illinois, InterVarsity Press, 2004); pg. 19. 24. Kistemaker, Simon J.; 2 Corintios (Grand Rapids, Michigan, Libros Desafío, 2004); pg. 370. 25. Ibid.; pg. 372. 26. Wolters, Albert; Creation Regained (Grand Rapids, Michigan, Eerdmans, 1985); pg. 6. 27. Byrne, H. W., Ed.D; A Christian Approach to Education (Milford, MI, Mott Media, 1981); pg. 157. 28. Gaebelein, Frank E.; El Patrón de la Verdad de Dios (ACSI Latinoamérica, 1998); pg. 31-32. Serie losofía de la educación escolar cristiana • Fascículo No. 4
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Capítulo 2 LA NATURALEZA DEL ALUMNO Dado que las escuelas imparten conocimiento, es imperativo que la filosofía de educación defina su epistemología; y en el caso de las escuelas cristianas, que ésta sea coherente con las presuposiciones de su cosmovisión. Como nos recuerda Lockerbie, “toda escuela cristiana necesita la estructura de un proceso de pensamiento o epistemología.”1 El Webster’s New Collegiate Dictionary Dictionary,, en su Undécima Edición, define epistemología como “el estudio o teoría de la naturaleza y el fundamento del conocimiento, especialmente con referencia a su límite y validez.” La epistemología responde dos preguntas básicas sobre el conocimiento: ¿Cómo conocemos lo que conocemos? Y: ¿Cómo sabemos que lo que conocemos es verdad? A lo largo de los siglos los filósofos se han alineado, a grandes rasgos, a uno de estos dos paradigmas epistemológicos: el paradigma platónico y el aristotélico.
El paradigma platónico Con la excepción de Aristóteles, pocas personas en la historia del pensamiento occidental han tenido un impacto tan perdurable y amplio como Platón. Y en el campo de la educación, las teorías del conocimiento que tanto él como Aristóteles formularon produjeron un impacto enorme en los siglos posteriores. Platón trató de resolver la tensión existente entre el pensamiento de dos grandes filósofos presocráticos: Heráclito y Parménides. Mientras Heráclito decía que todas las cosas se encuentran en un constante proceso de cambio, en el proceso de venir a ser, Parménides aseveraba que nada cambia realmente; de ahí su famoso aforismo: “odo lo que es, es”. En otras palabras, si algo existe en realidad, debe poseer una esencia fija no sujeta a cambio, ya que si las cosas se encuentran en un proceso de llegar a
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ser, todavía no son; y lo que no es, nada es. Ahora bien, todos todos nosotros percipercibimos cambios constantes en la naturaleza. Pero Parménides Parménides diría que esos cambios son percibidos por medio de nuestros sentidos, los cuales no son confiables; si tenemos que elegir entre guiarnos por nuestros sentidos o guiarnos por la razón, debemos fiarnos de la razón y no de los sentidos. Esa postura filosófica es llamada “racionalismo”, por cuanto manifiesta una confianza plena en la razón humana. Platón concordaba con Heráclito en que todas las cosas que pertenecen a este mundo físico cambian constantemente. odos los objetos físicos vienen a la existencia en un momento dado y cualquiera de ellos puede ser destruido. Por eso, al reino de las cosas que son percibidas por los sentidos Platón lo llamó el mundo de llegar a ser. Pero Platón afirmaba que existe otro reino que contiene realidades que son inmutables y perfectas y que están fuera del alcance de nuestros sentidos. Ese es el reino de el mundo metafísico. Platón está de acuerdo con Parménides en que todo aquello que podemos percibir por medio de
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los sentidos se encuentra en un proceso de cambio constante. odo lo que pertenece al mundo de los sentidos se desgasta, se transforma; pero hay algo que permanece igual con el paso del tiempo y es el concepto o idea que tenemos de las cosas. Por ejemplo, cuando vemos un caballo de inmediato distinguimos que se trata de un caballo, por la idea que todos tenemos del animal. No todos los caballos individuales que existen en el mundo son iguales, pero la idea que tenemos del caballo está fija en nuestras mentes, no fluye. En otras palabras, aunque los caballos individuales son distintos, el “molde” del cual están hechos todos los caballos, no cambia, es eterno e inmutable. Detrás de todas las cosas que existen hay un molde perfecto. Hay una realidad detrás del “mundo de los sentidos”, una realidad que Platón llamó “el mundo de las ideas.” Las ideas son eternas, inmutables y perfectas. Las cosas que percibimos por los sentidos son temporales, cambiantes e imperfectas. Por otra parte, Platón decía que el ser humano está dividido en dos partes. enemos un cuerpo que fluye y que está ligado al mundo de los sentidos, pero tenemos también un
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alma inmortal donde mora la razón. Esta alma, según Platón, existía en el mundo de las ideas antes de tener un cuerpo. Al despertar en un cuerpo el alma olvida las ideas perfectas, pero al entrar en contacto con el mundo, comienza a recordarlas. Por lo tanto, según Platón, “el aprendizaje es el descubrimiento de verdades que están en nosotros como ideas latentes pero que deben ser traídas a nivel consciente. La educación no consiste en adquirir nuevas ideas sino en recordar las que ya conocemos.” conocemos.”2 En ese proceso, nos dice Platón, los sentidos no ayudan al alma, sino que la estorban. El conocimiento más puro es aquel que se obtiene sólo por el intelecto sin la intromisión de los sentidos.
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Platón armaba que existe otro reino que contiene realidades que son inmutables y perfectas y que están fuera del alcance de nuestros sentidos. Ese es el reino de el mundo metafísico.
El paradigma aristotélico Aristóteles fue alumno de Platón y, a pesar de que le admiraba y respetaba, se propuso examinar objetivamente las enseñanzas de su maestro, a quien encontraba confuso y contradictorio en ocasiones. Aristóteles, al igual que Platón, afirmaba que las cosas individuales se encuentran en un constante proceso de cambio y que las ideas son inmutables; pero tales ideas no pueden desasociarse del mundo real. omando como ejemplo la “idea de caballo” que mencionamos hace un momento, ésta no existe en un mundo ideal, desconectada de la realidad que palpamos con nuestros sentidos; se trata más bien de un concepto que los seres Serie losofía de la educación escolar cristiana • Fascículo No. No. 4
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En el paradigma aristotélico el niño es como un recipiente que nace vacío y debe ser llenado de conocimiento a través de sus experiencias sensoriales.
humanos forjamos en nuestras mentes luego de haber visto cientos de caballos. Así que el niño no nace con ideas innatas, sino con el potencial de adquirirlas por medio del uso de sus sentidos. En el paradigma aristotélico el niño es como un recipiente que nace vacío y debe ser llenado de conocimiento a través de sus experiencias sensoriales. Uno de los pensadores de la era moderna que dio impulso al paradigma aristotélico fue John Locke, médico y filósofo inglés del siglo XVII. Locke trató de resolver dos cuestiones fundamentales respecto al conocimiento: En primer lugar: ¿De dónde recibe el ser humano sus ideas y conceptos? Y en segundo lugar: ¿Podemos fiarnos de lo que conocemos por medio de nuestros sentidos? Al igual que Aristóteles, Locke rechazó completamente la idea de que la mente trae consigo ideas innatas; él pensaba que el niño es concebido en el vientre de su madre como un pizarrón en blanco, como una “tabula rasa”. ¿Cómo adquiere la mente, entonces, su repertorio de ideas? Locke responde: “De la experiencia. odo nuestro conocimiento descansa en ella, y deriva, en última instancia, de la misma.”3 Cuando el niño nace – nos explica Locke – comienza un proceso de adquisición gradual de conocimiento a través de lo que experimenta en su entorno inmediato por medio de los sentidos. Así el niño se va forjando ideas simples que recibe pasivamente. Pero luego el niño co-
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mienza a elaborar esas ideas a través del pensamiento, el razonamiento, la fe y la duda. Y así surgen, lo que él llama las “ideas de reflexión de los sentidos”. Estas son ideas complejas que el sujeto construye mediante la asociación de varias ideas simples. Así que todas nuestras ideas provienen de una de estas dos fuentes: de nuestras sensaciones o de nuestras percepciones. Por eso se ha dicho que, así como Descartes es el padre del racionalismo moderno, Locke es el padre del empirismo moderno. La palabra “empírico” proviene del griego y significa “basado en ensayos o experimentos”. A pesar de que Locke no era un escéptico (el conocimiento de Dios era para él más cierto que cualquier otra cosa que sus sentidos le pudieran revelar inmediatamente), aún así contribuyó al desarrollo de un empirismo radical que vería en la ciencia el único paradigma de verdad y racionalidad.
El paradigma bíblico Ni el modelo de Platón ni el de Aristóteles encajan con lo que la Escritura enseña acerca de la naturaleza humana y el conocimiento. Como bien señala Michael Peterson: “Por
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cuanto la perspectiva cristiana afirma que la realidad es heterogénea y multiforme, ésta también reconoce que el conocimiento será complejo. No existe simplemente una sola manera de descubrir todas las verdades distintas que existen. Cada dominio de la verdad debe ser considerado en sus propios términos: por ejemplo, debemos descubrir las verdades científicas a través de la observación y experimentación, las verdades históricas a través de registros y artefactos, las verdades lógicas y matemáticas a través del razonamiento abstracto. Cualquier teoría del conocimiento que niegue o distorsione los diversos tipos de verdad que ocurren en un universo teístico debe ser rechazada como demasiado estrecha. El total empirismo, por ejemplo, que sostiene que el conocimiento viene exclusivamente a través de los sentidos debe ser rechazado porque niega la posibilidad del conocimiento teológico y moral. Por contraste, muchas formas de racionalismo e idealismo, sostienen que el conocimiento es innato y así denigran el empírico. Pero no hay razón para adoptar cualquiera de estos extremos.”4 El paradigma bíblico debe ser colocado en el marco de tres enseñanzas fundamentales sobre el hombre: El hombre fue creado a ima-
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gen de Dios, posee una conciencia y es un ser caído.
El hombre fue creado a la imagen de Dios Al leer el relato de la creación en el capítulo 1 del Génesis, salta a la vista la intención del autor de mostrar el carácter único de la creación del hombre. Se nos dice del resto de los seres vivos, que fueron hechos “según su género”, “según su naturaleza”, “según su especie” (versículos 11, 12, 21, 24 y 25). Pero al llegar el versículo 26, leemos: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:26-28). Los términos “imagen” y “seme janza” no se refieren a dos aspectos distintos de la identidad humana. Se
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trata más bien de una hendíadis, figura del lenguaje que “expresa un solo concepto con dos nombres coordinados.” La palabra hebrea que se traduce como “imagen” es tselem que significa “tallar” o “cortar”, y puede utilizarse para describir una imagen tallada; en este caso puede estar indicando el hecho de que el hombre es, en ciertos aspectos, una representación de Dios. La palabra “semejanza”, del hebreo demut , se deriva de una raíz que significa “ser como alguien”. En cuanto a la relación de estos dos términos, John Murray señala: “No sería razonable extraer una distinción antropológica entre imagen y semejanza. En Génesis 1:26 las palabras ‘conforme a nuestra semejanza’ están tan coordinadas con las palabras ‘a nuestra imagen’ que deberíamos tomarlas como explicatorias... antes que suplementarias.”5 (Compare el uso de “imagen” y “semejanza”, en pasajes como Génesis 1:26, 27; 5:1, 3; 9:6). Estos dos términos definen la identidad del hombre como un ser creado a imagen de Dios. No se trata simplemente del hecho de que el hombre lleva impresa en su ser la imagen de Dios, sino que él es la imagen de Dios.
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El relato de la creación no nos muestra explícitamente cuáles son los aspectos en que el hombre se asemeja a Dios, pero la información bíblica nos permite hacer algunas inferencias. En el pasaje de Génesis 1:26-28 vemos que el hombre tenía la tarea de ejercer dominio sobre la creación (versículo 26); que Dios los bendijo y les dio un mandato que ellos debían obedecer: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread…” (versículo 28). Claramente se infiere que el hombre posee la capacidad de entender información y que es moralmente responsable de responder en obediencia ante Dios como Creador. En otras palabras, Dios trata al hombre como una persona y, por lo tanto, como “un agente auto consciente, racional, libre, moral y religioso.”6 Y aunque esta imagen divina fue mancillada por el pecado en la caída de nuestros primeros padres, ésta sigue siendo la identidad distintiva de los seres humanos (compare Génesis 5:1-3; 9:6; 1Corintios 11:7; Santiago 3:9). Esta doctrina bíblica sobre la identidad del hombre resuelve el dilema que considerábamos hace un momento entre los racionalistas y los empiristas. Los empiristas, como Aristóteles y Locke, nos dicen que el
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hombre nace como una “tabula rasa”, como una pizarra en blanco; según los empiristas, el conocimiento se obtiene a través de las experiencias sensoriales; de ahí la frase latina: Nihil est in intellectu nisi prius fuerit in sensu (“No hay nada en el intelecto
que no haya estado primero en los sentidos”). Los racionalistas añadirían a esta proposición: “Excepto el intelecto mismo”. Si el intelecto viene de fábrica completamente vacío, como dicen los empiristas, no podría procesar racionalmente las percepciones sensoriales. Para ilustrar este punto, Platón usa el siguiente ejemplo. Digamos que la línea a es idéntica a la línea b. ¿Cómo nos apercibimos de esto? Obviamente, a través de nuestras percepciones sensoriales, de manera particular, a través del sentido de la vista. Pero ¿es la percepción visual lo único que se requiere para llegar a la conclusión de que a es igual a b? Platón responde: “No; también necesitamos el conocimiento de la Igualdad misma.” Nash lo explica de este modo: “En adición a las cosas particulares como… las líneas en un papel que nosotros percibimos con nuestros sentidos, existe algo más, a saber, el estándar o idea o forma de la Igualdad, la cual debe
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La razón que provee orden al universo y que hace posible el entendimiento humano y el conocimiento no es una abstracción metafísica sino la persona del Hijo de Dios.
existir y ser conocida antes de que podamos juzgar que… las líneas son iguales.”7 Pero surge, entonces, una interrogante: “¿De donde proviene nuestro conocimiento de ese estándar o forma de Igualdad? ¿Cómo es adquirido este conocimiento?”8 La respuesta de Platón es que el alma humana preexistía, antes de tener un cuerpo humano, en el mundo de las ideas. La respuesta de la Biblia es que, por el hecho de haber sido creados a imagen de Dios, el hombre posee una estructura racional seme jante a la racionalidad de Dios que hace posible el conocimiento de Dios y del mundo racional que Él creó. “Dios creó a los seres humanos con una estructura de racionalidad que sigue el modelo de las formas divinas [en la mente de Dios]. Este conocimiento innato es parte de lo que significa ser creados a imagen de Dios.”9 Los filósofos griegos percibieron el orden racional del universo y trataron de explicarlo. Es así como surge el concepto del Logos en la filosofía griega. anto para Heráclito, como para los estoicos que vinieron luego, el Logos era una ley cósmica de racionalidad que controla el universo y que es inmanente en la razón humana. Pero el Logos de los griegos no era un ser personal, sino más bien una abstracción metafísica y, por lo tanto, era un concepto insuficiente para explicar el orden racional de las cosas creadas y la capacidad que el hombre posee para llegar a adquirir conocimiento verdadero de tales cosas. En otras palabras, los filósofos griegos no pudieron explicar cómo una abstracción impersonal
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puede ser al mismo tiempo racional y proveer racionalidad al universo. Cinco siglos después de Heráclito, el apóstol Juan escribiría en la introducción de su evangelio: “En el principio era el Verbo (del griego Logos), y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. oda las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho. En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres” (Juan 1:1-4). Y más adelante añade: “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo” (Juan 1:9). La razón que provee orden al universo y que hace posible el entendimiento humano y el conocimiento no es una abstracción metafísica sino la persona del Hijo de Dios. El apóstol Pablo complementa esta idea en su carta a los Colosenses: “El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:15-17). El comentarista Guillermo Hendriksen dice lo siguiente respecto al versícu-
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lo 17: “odas las cosas encuentran su cohesión [en Cristo]; es decir, continúan y se mantienen juntas. Por consiguiente, hay unidad y propósito de la naturaleza y en la historia. El mundo no es un caos sino un cosmos, es decir, un todo armoniosamente organizado. Es un universo ordenado, un sistema.”10 Como bien señala Carl F. H. Henry: “El cristianismo afirma que este mundo es un universo racional, que este es el mundo de Dios; la comprensibilidad del universo está basada en que Dios creó al hombre como una criatura racional cuyas formas de pensamiento corresponden a las leyes de la lógica que subsisten en la mente de Dios, así como en el carácter racional del mundo como creación de Dios.” 11 Y más adelante añade: “Ya que es el mismo Logos eterno quien estructura el universo creado y las condiciones de comunicación, las conexiones lógicas están eternamente fundamentadas en la mente y voluntad de Dios, y atan al hombre en vista de la imago Dei”12 (es decir, la imagen de Dios). Esta enseñanza está latente en la argumentación de Pablo en Romanos 1:18-21: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres
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que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.” La carta de Pablo a los Romanos es una presentación del evangelio que toma como punto de partida la necesidad que el hombre tiene de la salvación que el evangelio anuncia. El evangelio es la buena noticia de que Dios ha provisto salvación a los hombres a través de la Persona y la obra de Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Pero para que ese mensaje tenga sentido y sea relevante, lo primero que debemos conocer es el peligro del cual el hombre necesita ser salvado. Y eso es precisamente lo que Pablo nos explica en los primeros tres capítulos de Romanos. ¿Cuál es el problema humano que ameritó un plan de salvación tan costoso como el que Dios diseñó a través de la encarnación y muerte de la Segunda Persona de la rinidad, nuestro Señor Jesucristo?
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Pablo responde en el versículo 18: La ira de Dios. oda la humanidad necesita ser salvada porque todos los hombres tienen serios problemas con la justicia de Dios. Hay una verdad que Dios ha dado a conocer a todos los hombres por igual, pero a la que el hombre se opone con todas las fuerzas de su corazón. Y obviamente Pablo no está hablando aquí de la verdad que ha sido revelada a través de Cristo y de Su Palabra, sino más bien de una revelación general de Dios que está disponible para todos, aún para aquellos que nunca han tenido en Sus manos la Palabra de Dios, ni han escuchado el evangelio. Pablo dice en el versículo 20 que el mundo está hecho de tal manera que hace visible al Dios invisible. Como un artista que desea ser conocido, Dios ha puesto Su firma en todo el universo que creó y le dio al hombre la capacidad de entender esa evidencia. Eso no quiere decir que la creación nos revela todo lo que necesitamos conocer acerca de Dios, pero sí lo suficiente como para saber que Él existe, que Él es poderoso y que posee las propiedades que normalmente asociaríamos con la Deidad. La expresión “claramente visible” significa “contemplar comple-
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tamente”, “captar distintivamente”. Mientras que la frase “siendo entendidas”señala aquello que captamos por el uso de la mente, a través de un proceso lógico de razonamiento. Así que lo que Pablo está diciendo en este texto es que la revelación que Dios ha dado de Sí mismo al hombre a través de la creación, se capta distintivamente por medio de los sentidos y se entiende lógicamente a través de la reflexión mental, dejando al hombre sin excusa delante de Dios. Consecuentemente, es un atentado contra la racionalidad, y una manifestación de rebeldía, estudiar el universo de Dios, haciendo uso de las capacidades que reflejan Su imagen en nosotros, divorciados de la Palabra de Dios escrita y Encarnada. El conocimiento de verdades acerca de la realidad creada será incompleto y distorsionado si no nos lleva de la mano a conocer la Verdad; y, como decíamos hace un momento, la Verdad (así con “V” mayúscula) no es una abstracción metafísica, sino una Persona: el Verbo de Dios, el Dios encarnado. Por eso, declaramos junto con D. Bruce Lockerbie, que “el propósito primario, y el único legítimo, para la existencia de nuestras escuelas… es ser un lugar de enseñan-
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za y aprendizaje académico donde Jesucristo sea honrado como Señor.” 13
El hombre posee una conciencia Otro aspecto de la imagen divina en el hombre es la conciencia. La palabra “conciencia” significa “con conocimiento.” Dios ha dotado a los hombres de un conocimiento innato de lo bueno y lo malo, una especie de tribunal moral que pasa juicio sobre nuestras acciones. Hablando de los gentiles que no tenían acceso a las Sagradas Escrituras, Pablo dice en Romanos 1:31: “Quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que la practican.” La frase “el juicio de Dios” también puede ser traducida como “las ordenanzas de Dios”, o “el decreto de Dios”. Pablo dice que estos hombres poseen un claro entendimiento (del griego epignosis ) de que hay cosas que están mal y que son dignas de castigo. Pero ese conocimiento no los frena para dejar de pecar; mas bien “se complacen con los que… practican”
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esas mismas cosas que sus conciencias condena. Y ¿cómo saben estos hombres que esas acciones son pecaminosas y condenables? Pablo responde un poco más adelante: “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, estos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (Romanos 2:14-15). Estos gentiles, dice Pablo, no tienen ley, no tienen acceso a los Diez Mandamientos tal como fueron entregados al pueblo de Israel en el Sinaí. Y sin embargo “hacen por naturaleza lo que es de la ley.” Hay ciertas cosas que nosotros hacemos porque hemos aprendido a hacerlas. Nadie nace sabiendo leer y escribir o sumar y restar. Pero hay algunas cosas que hacemos por naturaleza. No es necesario explicarle al niño recién nacido como hacer uso de sus pulmones para sacar aire a través de las cuerdas vocales y así producir ese sonido estridente que llamamos “grito”. Eso es algo que el niño hace “por naturaleza.” Y de igual modo, cuando el niño recién nacido es colocado en el pecho de la madre
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comienza a succionar de inmediato; las enfermeras no tienen que darle un entrenamiento para que aprenda a hacer esto. Luego ese mismo niño aprenderá a leer y a escribir, a sumar y a restar; aprenderá a decir “gracias”, “por favor”, “con permiso” y muchas otras cosas más; pero cosas como gritar o succionar leche del pecho de su madre, las hace “por naturaleza.” Pues, de la misma manera, los hombres entienden naturalmente que hay ciertas cosas que deben hacer, como también entienden que hacer lo contrario es condenable. Ellos no pueden escapar al hecho de que poseen una naturaleza moral que les permite distinguir (aunque no infaliblemente) lo justo de lo injusto, lo bueno de lo malo. Esa es “la obra de la ley” que, según Pablo en el versículo 15, opera en sus corazones.
El hombre es un ser caído al como nos muestra el libro del Génesis en el capítulo tres, el hombre no se encuentra en el estado original en que fue creado. Cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios toda su personalidad quedó profundamente afectada. El hombre es
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un ser defectuoso. odavía refleja la imagen de Dios, pero distorsionada. Como bien ha dicho alguien: “Su voluntad es imperfecta. Su razonamiento es imperfecto. [Lo mismo que] Su memoria… Su habilidad de discernir… de amar al prójimo… de obedecer a Dios y a aquellos que han sido puestos en autoridad. Cada parte de su ser está defectuosa, pero todavía esas partes funcionan.”14 A partir de entonces, el hombre como un ser caído se encuentra en una tensión constante entre las demandas justas de Dios reveladas en Su Palabra y el engaño seductor del mundo. Y ante esta tensión, nos dice Norman de Jong, 15 cada hombre tiene tres opciones: •
Puede someterse tranquilamente a los patrones del mundo.
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Puede hacer el intento de rebajar los estándares de Dios, ya sea reinterpretando algunas de sus partes, o simplemente eliminándolas del todo.
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Puede dejar de pelear contra Dios, someterse a Su voluntad y ser transformado por medio de la renovación de su entendimiento (Romanos 12:1-2)
Hay ciertas cosas que nosotros hacemos porque hemos aprendido a hacerlas. Nadie nace sabiendo leer y escribir o sumar y restar. Pero hay algunas cosas que hacemos por naturaleza.
La razón por la cual la educación es una tarea tan demandante y difícil es que en todos nosotros, incluyendo los profesores, hay una resistencia natural al cambio. Como seres caídos tendemos a revelarnos contra todos aquellos que intenten reformar nuestras perspectivas, nuesSerie losofía de la educación escolar cristiana • Fascículo No. 4
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La razón por la cual la educación es una tarea tan demandante y difícil es que en todos nosotros, incluyendo los profesores, hay una resistencia natural al cambio.
tros valores, nuestros patrones de conducta; ya sean los padres, los profesores o los pastores en la iglesia. Cada día, en el aula de clases nos enfrascamos en una guerra espiritual de enormes proporciones y consecuencias. Estamos tratando de proveer al estudiante una perspectiva bíblica de las cosas para ayudarlo en su proceso de transformación, mientras el pecado, el mundo y el diablo están tratando de mantener la distorsión que hay en él y hacerla aún más profunda. Pero no debemos olvidar que esos estudiantes siguen siendo seres creados a la imagen de Dios que pueden ser redimidos y transformados, y que nosotros contamos con instrumentos poderosos para realizar la labor: la verdad de Dios revelada en Su Palabra y la asistencia del Espíritu de Dios que mora en nosotros, si somos sus hijos. Ambas realidades deben moderar nuestra perspectiva de los estudiantes con quienes trabajamos. No son ángeles encarnados, pero tampoco son demonios o animales. Son personas caídas, pero creadas a la imagen de Dios. Eso nos permite tener una visión realista, pero no pesimista, de nuestra labor como educadores. Concluyo esta sección citando una vez más a Norman de Jong: “La educación cristiana no es fácil. No es todo gozo y paz. Nunca lo ha sido y nunca lo será… Reformar a una persona de lo que él es a lo que debe ser, requiere sufrimiento, paciencia y perseverancia. Pero ser colaboradores con Dios en el gran proceso de santificación por medio del cual, por el poder
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del Espíritu Santo, somos lenta y gradualmente restaurados a ese estado de perfección, es también experimentar algunas de las más grandes recompensas y gozos que hayamos podido imaginar. Influenciar la vida de otros para bien es lo que hace la enseñanza digna de todas las frustraciones que a menudo parecen empañarla.”16
1. Lockerbie, D. Bruce; A Christian Paideia ; pg. 11. 2. De Jong; op. cit.; pg. 55. 3. Copleston, Frederick; Historia de la Filosofía; Vol. 5; pg. 79. 4. Peterson, Michael; With All Your Mind (University of Notre Dame, 2001); pg. 100. 5. Murray, John; Colleted Writings ; vol. 2; pg. 34. 6. Ibid.; pg. 38. 7. Nash, Ronald; Te Word of God and the Mind of Man ; pg. 74-75. 8. Ibid.; pg. 75. 9. Ibid.; pg. 90. 10. Hendriksen, Guillermo; Colosenses – Filemón (Grand Rapids, Michigan, Subcomisión Literatura Cristiana de la Iglesia Cristiana Reformada 1982); pg. 91. 11. Ibid.; pg. 68 12. Lockerbie; op. cit.; pg. 7. 13. Nash; op. cit.; pg. 68-69. 14. De Jong; op. cit.; pg. 70. 15. Ibid.; pg. 60. 16. Ibid.; pg. 62 Serie losofía de la educación escolar cristiana • Fascículo No. 4
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Capítulo 3 METAS Y OBJETIVOS DE LA EDUCACION ESCOLAR CRISTIANA Una vez hemos establecido cuál es nuestra autoridad y la naturaleza del alumno con el que vamos a trabajar, ahora debemos definir los propósitos y objetivos de nuestra labor. Este punto es crucial, porque si salimos hacia ningún sitio, no importa que tan rápido nos movamos, al final llegaremos a ningún sitio.
propósito; él sabe hacia donde va y por qué, y eso lo motiva a seguir adelante. Más aún, las metas y objetivos le servirán de guía para la selección de materiales y métodos por medio de los cuales sus estudiantes serán llevados a alcanzarlos. Por último, son éstos los que le permitirán evaluar su trabajo. Si él no sabe hacia donde va, nunca sabrá si llegó o no.
La importancia de establecer metas y objetivos
En lo que respecta a los estudiantes, una perspectiva clara de lo que se quiere lograr incentiva el interés, la concentración y el esfuerzo. Cuando los estudiantes tienen una idea clara de por qué hacen las cosas y hacia dónde van, es más probable que cooperen y que aumente la efectividad del proceso de aprendizaje.
Las metas y objetivos proveen dirección a todo el proceso educativo, a la vez que ejercen una influencia poderosa y beneficiosa en los profesores y estudiantes. En lo que respecta a los profesores, éstos son constantemente motivados por un sentido de destino y de
Por otra parte, las metas y objetivos son los que proveerán los medios que harán posible la integración e interrelación del currículo. Como
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decíamos al principio, la escuela no está supuesta a transmitir un cúmulo inconexo de datos. Ésta necesita una estructura interna que provea coherencia y unidad al conocimiento que se imparte. Las metas y objetivos son los que establecen el resultado final que se quiere lograr en la vida de los estudiantes.
Algunas concepciones históricas y filosóficas Para los griegos, como lo sería luego para los romanos, el factor importante para determinar metas y objetivos en la educación era la ciudadanía y la lealtad al estado. Se educaba al individuo para que llegara a ser un ciudadano bueno y leal. Y la mejor manera para alcanzar esa meta era el desarrollo personal a través de una educación liberal. Los griegos llamaban “artes liberales” a aquel conocimiento que era digno de un hombre libre: leer, escribir, calcular y pensar. Para los humanistas la educación consiste en el dominio cabal de un cuerpo limitado de conocimiento, el cual contiene en sí mismo el poder de hacer salir, entrenar y desarrollar los más altos dones del cuerpo y la mente que ennoblecen al hombre.
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En el campo opuesto tenemos el naturalismo. Los naturalistas, como Rousseau, nos dicen que el hombre nace bueno e inclinado por naturaleza a ciertas cosas; ya que la naturaleza no puede ser cambiada, la educación debe conformarse a ella. Por eso algunos insisten en seguir el instinto del niño y así motivarlo en el proceso de aprendizaje. Son las actividades propias del niño las que proveen la base que les permitirá desarrollar sus poderes y capacidades inherentes. Como un engendro del naturalismo tenemos el pragmatismo de John Dewey. El pragmatismo es la doctrina que enseña que lo que está bien, a final de cuentas, es lo que funciona. En este paradigma, el hombre viene a ser el fundamento de la educación. Dewey decía que el hombre comienza en sí mismo, se gobierna a sí mismo y se dirige a sí mismo; él es quien labra sus propias interpretaciones, sus propios valores y sus propias decisiones basado en sus propias experiencias. El propósito de la educación, según Dewey, es producir ciudadanos democráticos que puedan adaptarse a su cultura siempre cambiante. En la década de 1930 John Dewey y Robert Hutchins, presidente de la Universidad de Chicago, pro-
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tagonizaron un debate respecto a la filosofía adecuada para la educación. Hutchins sostenía la posición clásica, que el propósito de la educación era “preparar gente para la vida.” Dewey insistía en que el propósito de la educación era “preparar gente para un trabajo.” El impacto que esta postura de Dewey ha tenido desde entonces es imposible de cuantificar. En las últimas décadas esta ha sido una de las tendencias dominantes de la educación.
La perspectiva cristiana Si partimos de la premisa de que Dios es el Creador del universo y que Él se ha dado a conocer a través de la creación y Su Palabra (escrita y Encarnada), debemos deducir entonces que el propósito de la educación es ayudar a los estudiantes a ver la realidad como Dios la ve e interpretarla como Él la interpreta. Consecuentemente, “el propósito primario de la educación es mostrar al Dios que se ha revelado. Lo que sigue después es traer a los estudiantes a conformarse a la voluntad revelada de Dios, capacitándolos así para revelar la naturaleza de Dios a través de sus personalidades redimidas.”1
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John A. Hughes lo dice de esta manera: “La educación alcanza su propósito e importancia en la medida que sea consecuente con, y contribuya hacia el logro de los altos objetivos de Dios para el hombre”. Resumiendo sucintamente la enseñanza en pasajes de las Escrituras como el Salmo 73:24-26, Juan 17:2224, Romanos 11:36 y 1 Corintios 10:31, el Catecismo Menor de Westminster dice que ‘el fin principal del hombre es glorificar a Dios, y gozar de Él siempre’. La más alta meta de la educación debe ser entonces, ayudar al individuo a desarrollarse en conocimiento, habilidades y actitudes que lo capaciten para glorificar y disfrutar mejor a Dios.”2 Sea que estemos hablando de la deidad de Cristo, de la justificación por la fe o de la rinidad de Dios, o sea que estemos hablando de aritmética, biología o música, todo conocimiento, si es verdadero, proviene de Dios y revela a Dios. Es aquí donde nuestra filosofía de educación difiere radicalmente de todas las demás. La escuela cristiana debe ser concebida como un lugar donde los estudiantes entren en contacto con Dios en la medida en que estudian las cosas creadas por Él.
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Cornelius Van il dice al respecto: “Para considerar el currículo en su bosquejo más amplio y no perdernos en los detalles, podemos decir que trata con la naturaleza y con la historia. rata con los ‘hechos’ del espacio, y con los ‘hechos’ del tiempo. No importa qué materia enseñes, ya sea matemáticas, coser, cocinar, o música, estás tratando con hechos espacio-tiempo... odos los ‘hechos’ están inextricablemente entrelazados con espacio y con tiempo. No podemos pensar claramente en ‘hechos’ sin pensar en ellos en términos de espacio y tiempo.”3 Ahora bien, “ya que Dios hizo los hechos espacio–tiempo, la relación de tales hechos con Dios es, naturalmente, lo más importante que se debe saber acerca de ellos. Pero más aún, realmente no es suficiente decir que lo más importante a conocer de un ‘hecho’ es su relación con respecto a Dios, porque esa misma relación con Dios comprende el significado de ese hecho. Cuando has visto los ‘hechos de espacio–tiempo’ en su relación con Dios, por primera vez has visto el ‘hecho’ en contraste a meros hechos. De esa misma manera, todo el que no ve los hechos de espacio-tiempo frente al trasfondo o patrón de la absoluta personalidad de Dios no ve ningún
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hecho. Sólo piensa que los ve. No es cierto decir que todo el mundo tiene los hechos para empezar. Al contrario, sólo un cristiano teísta tiene los hechos porque no existen datos que no sean teístas. En un sentido, claro está, podríamos decir que todos los hombres ‘tienen’ los datos, ya que todos viven en el orden creado por Dios y todos se mueven en la revelación general de Dios. Pero el no-teísta rehúsa reconocer al Creador, el único que puede ser el contexto apropiado para interpretar cualquier dato. De modo que los no-teístas tratan sólo con meros ‘datos’, es decir con abstracciones que no tienen sentido.”4 Más adelante añade: “¿De qué vale gastar dinero para enseñar aritmética en una escuela Cristiana en vez de hacerlo en una escuela supuestamente neutral a menos que estés realmente convencido que ningún dato espaciotiempo puede ser enseñado excepto cuanto se contempla en su relación con Dios?”5 Van il reconoce luego que resulta relativamente fácil plantear en teoría que todo lo que se enseña en la escuela debe ser enseñado para la gloria de Dios, pero que es difícil llevarlo a la práctica, para entonces añadir: “Cuando decimos que la arit-
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mética debe ser enseñada para la gloria de Dios no queremos decir que el niño debe entender inmediatamente la implicación completa de todo lo que significa que dos más dos es igual a cuatro, porque Dios ha hecho el mundo de espacio-tiempo de acuerdo a ciertas leyes y que éstas expresan algo del mismo ser de Dios.”6 Eso es algo que los niños irán comprendiendo poco a poco a través de todo el currículo de la escuela. Pero el propósito, a final de cuentas, es que el estudiante llegue a entender el significado de la creación en relación con el Creador.
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Lo que distingue a una escuela cristiana de una que no lo es, es precisamente el hecho de que en la escuela cristiana los maestros restauran el signicado de las cosas que enseñan.
Por eso insistimos en que la neutralidad en educación es imposible. “Una educación que pretenda ser religiosamente neutral es un fraude.”7 Cuando un maestro intenta enseñar su materia desde un punto de vista “neutral”, desconectado de toda creencia religiosa, en realidad no está siendo neutral. Más bien está diciendo en silencio que Dios no existe o que creó un mundo sin sentido, y ninguna de estas aseveraciones son neutrales. Esto es una conspiración contra Dios y un verdadero sacrilegio. Lo que distingue a una escuela cristiana de una que no lo es, es precisamente el hecho de que en la escuela cristiana los maestros restauran el significado de las cosas que enseñan. La escuela cristiana no tiene un nuevo con junto de información que brindar acerca de la realidad creada. Existe un solo mundo y Dios ha dado al hombre, sea cristiano o no, la capacidad de descubrir algunos de sus secretos. Por eso los cristianos no debemos despreciar Serie losofía de la educación escolar cristiana • Fascículo No. 4
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La educación cristiana es educación impartida por cristianos y bajo parámetros cristianos, pero sigue siendo educación… La escuela cristiana no es una iglesia ni una escuela dominical. Es una institución que existe para entrenar académicamente a sus estudiantes.
el quehacer científico de los no cristianos. Lo que hace la escuela cristiana, como bien señala Green, es revelar “el significado de nuestro conocimiento de la creación, y los privilegios y obligaciones que ese conocimiento conlleva.”8 Pero eso no elimina, sino que más bien enfatiza, la necesidad de que las escuelas cristianas se embarquen real y efectivamente en la tarea de impartir conocimiento. La educación cristiana es educación impartida por cristianos y bajo parámetros cristianos, pero sigue siendo educación. La carga académica de una escuela cristiana no puede ser menor que la de una escuela secular. No se supone que un profesor de matemática o física, o de cualquier otra materia, use su hora de clase para “tratar con el alma de sus estudiantes”, o “evangelizarlos” o “aconsejarlos”. Él está allí para enseñar su materia y para enseñarla bien. Lamentablemente, como señala Lockerbie, “algunos lectores descuidados asumen que en Génesis capítulo tres el pecado de Adán y Eva fue comer del fruto del árbol del conocimiento, como si Dios hubiese preferido guardarlos en inocencia y en ignorancia. Pero no es así. El árbol del que ellos comieron su fruto era el árbol del conocimiento del bien y del mal.” 9 Y luego añade: “Dios alienta el conocimiento humano. De hecho, el mandato cultural bajo el cual todo ser humano vive como guarda de la creación de Dios... demanda que vengamos a conocer y entender la creación y la naturaleza humana.”10
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El mandato cultural al que Lockerbie se refiere aquí es el que encontramos en Génesis 1:26-28 que citamos anteriormente: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” Como una criatura hecha a imagen de Dios, el hombre tiene la responsabilidad de cultivar la creación, extraer de ella su potencial para la gloria de Dios y el beneficio propio. Es al producto de esa actividad que llamamos “cultura”. “Podríamos decir que la cultura es la actividad de la mente humana aplicada a las fuerzas de la naturaleza, y la elevación de la creación, por el uso de estos poderes humanos, a una meta más alta y noble. La cultura, en una palabra, es el cumplimiento de aquel mandato dado al hombre, el rey de la creación, por su Hacedor en el jardín del Edén... (Gn. 1:28). El hombre fue
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hecho a la imagen de Dios. Así como Dios es soberano sobre el universo, y ha obrado muchas y grandes maravillas en su creación, así también el hombre ha recibido potestad de ejercer control sobre la naturaleza... En la tarea cultural el hombre ha de explotar y servirse de las materias primas de este universo, ha de desarrollar a un plano más noble y elevado las posibilidades de las mismas.”11 El maestro cristiano está llamado a equipar a sus estudiantes con el conocimiento necesario para llevar a cabo este mandamiento que Dios ha dado a todo hombre. Al decir esto, no queremos desalentar a los maestros cristianos a que muestren preocupación por el bienestar espiritual, emocional, social y físico de sus estudiantes, así como se preocupan por el aspecto intelectual y mental. Pero la escuela cristiana no es una iglesia ni una escuela dominical. Es una institución que existe para entrenar académicamente a sus estudiantes. Richard Riesen dice al respecto: “Requerir a un profesor de inglés que predique el evangelio en vez de enseñar Literatura Americana, sobre la base de que es más importante que los estudiantes conozcan a Cristo a que conozcan literatura es… venir a
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ser culpables de una publicidad falsa; pero lo que es aún más importante… es confundir los roles de la iglesia y la escuela y, de manera implícita, es confundir los roles de la iglesia y la escuela e implícitamente, es fallar en el entendimiento de la relación que existe entre la fe y el intelecto.”12 Cuando la educación es impartida sobre la base de una cosmovisión cristiana, los estudiantes son guiados al conocimiento de Cristo, en la medida en que estudian Su creación: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y toda la cosas en él subsisten” (Colosenses 1:16-17). Cuando un maestro enseña a sus estudiantes acerca de las leyes que rigen el universo, obviando al mismo tiempo a Aquel en quien todas las cosas subsisten, o encuentran su cohesión, está perdiendo de vista el aspecto más importante de la realidad creada. A riesgo de parecer reiterativo, vamos a repetir una vez más: Lo que distingue una escuela cristiana de una que no lo es, no es únicamente que los profesores sean cristianos, o que oren
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antes de cada clase, o que impartan clase de Biblia y tengan un tiempo de capilla; y mucho menos que tomen el tiempo de clase para predicar y dar consejos espirituales. Lo que hace que la educación cristiana sea cristiana es que ésta reconozca el hecho de que tenemos una cosmovisión que el maestro debe poder articular con precisión y saber cómo esta perspectiva del mundo y de la vida opera en las diversas disciplinas del conocimiento. Como alguien ha dicho, “la forma más efectiva de integrar cada materia de estudio con el cristianismo es a través de maestros con una concepción genuinamente cristiana del mundo.”13 El Dr. Gaebelein lo puso de esta manera: “La cosmovisión que tiene el maestro, siempre que él sea efectivo, gradualmente condiciona la cosmovisión del alumno. Ningún hombre enseña en un vacío. De una forma u otra, cada maestro expresa las convicciones por las cuales vive, sean éstas espiritualmente positivas o negativas.”14 Es por eso que contratar maestros cristianos debe ser un aspecto no negociable de toda escuela cristiana, ya que no puede haber educación cristiana sin maestros cristianos. Esto, como diría Frank Gaebelein, es el
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sine qua non de la escolaridad cristia-
na: “No hay educación cristiana sin maestros cristianos.” Pero esto no es suficiente; a esto debemos añadir que no puede haber educación cristiana si los maestros cristianos no han aprendido a pensar bíblicamente. Sus pensamientos deben estar teñidos de las Escrituras, como el agua cuando pasa a través del polvo del café en la cafetera. Este hombre debe aprender a filtrarlo todo a través de las doctrinas bíblicas de la soberanía de Dios, la creación, la naturaleza del hombre, el pecado, la redención, el juicio, la eternidad. Cuando ese maestro enseñe en el aula, sus ideas estarán informadas por las verdades cristianas y habrán pasado por el escrutinio de las verdades cristianas. El Dr. Roy Zuck lo explica de esta manera: “En ciencias naturales, el maestro cristiano se refiere al Creador de la creación. En literatura, los maestros cristianos evalúan los escritos de los hombres por los estándares bíblicos. En la música y el arte, los maestros cristianos mantienen una expresión sana que esté en armonía con la Escritura. En salud e higiene, contemplan que el hombre es creación de Dios, ‘temerosa y maravillosamente hecho’. En ciencias sociales, ayudan a los estudiantes a entender el
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punto de vista de Dios de las culturas, los gobiernos y los problemas.”15 ¿No fue esto, acaso, lo que hizo Dios con Job? En los capítulos 38-41 del libro de Job, vemos cómo Dios usa su creación para mostrarle a este hombre turbado y confundido, su gran poder y sabiduría; y todos conocemos el efecto que produjo en este santo del pasado: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos ten ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:5-6). En resumen, ¿cuáles son las metas que la educación cristiana pretende alcanzar? Van Brummelen16 propone las siguientes, y con esto concluimos este capítulo: •
“Nutrir en los estudiantes un sentido de admiración por el Creador y desarrollar un sentido de asombro y maravilla por la creación de Dios.
•
Guiar a los estudiantes a reconocer y entender la interdependencia y la interrelación de todo lo que Dios ha creado.
•
Ayudar a los estudiantes a reconocer que el pecado ha distorsionado totalmente la realidad, nuestra
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experiencia en ella, y nuestro entendimiento de ella. •
Guiar a los estudiantes a explorar lo que significa ser mayordomos de todo lo que Dios ha hecho y así llegar a ser agentes de Cristo para la sanidad de un mundo quebrantado, siendo capacitados por el Espíritu.
•
Asistir a los estudiantes en descubrir y desarrollar sus dones y habilidades dados por Dios.”
1. Byrne; op. cit.; pg. 65. 2. MacArthur, John (General Editor); Tink Biblically! (Wheaton Illinois, Crossway Books, 2003); pg. 245. 3. Berkhof, Louis & Van il, Cornelius; Foundations of Christian Education (Phillipsburg, New Jersey, Presbiterian and Reformed Publishing Company); pg. 15. 4. Ibid.; pg. 16. 5. Ibid.; pg. 17. 6. Ibid.; pg. 19. 7. Nash, Ronald; Te Closing of the American Heart (Probe Books, 1990); pg. 39. 8. Greene, Albert E.; Reclamando el Futuro de la Educación Cristiana (ACSI Latinoamérica, 1998); pg. 254. 9. Lockerbie, D. Bruce; op. cit.; pg. 26. 10. Ibid. 11. Meeter, Henry H.; La Iglesia y el Estado (Grand Rapids, Michigan, 1968); pg. 77. 12. Riesen, Richard A.; Piety and Philosophy (Phoenix, Arizona; ACW Press, 2002); pg. 111. 13. Barth, K.; cit. por Gaebelein; op. cit.; pg. 41. 14. Ibid.; pg. 41-42. 15. Cit. por Schindler & Pachecho; op. cit. pg. 35-36. 16. Van Brummelen; op. cit.; pg. 143-144. Serie losofía de la educación escolar cristiana • Fascículo No. 4
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Capítulo 4 EL PROCESO DE ENSEÑANZA APRENDIZAJE Espero que hasta aquí hayamos captado la enorme importancia que tiene la filosofía de educación si queremos hacer eficazmente nuestra labor. Pero no basta con que podamos articular nuestra filosofía de educación; ésta debe ser llevada a la práctica en el proceso de enseñanza – aprendizaje, en todo lo que respecta al currículo, la metodología, el maestro, las relaciones interpersonales y la disciplina en la escuela.
En su acepción más amplia abarca todo el proceso educativo de la escuela, incluyendo todas las actividades y experiencias usadas para alcanzar las metas educativas que nos hemos propuesto. En un sentido más estrecho, se refiere a los diversos campos de materias organizadas en áreas de enseñanza. En el sentido que le estamos dando a la palabra aquí se refiere a: ¿Qué debemos enseñar, cómo debemos enseñarlo y cuándo debemos enseñarlo?
El currículo
Al trabajar con el currículo en el marco de una filosofía cristiana de educación, debemos estar conscientes que la materia prima con la que trabajamos es la revelación de Dios: la general (la creación), la escrita (las Sagradas Escrituras) y la Encarnada (nuestro Señor Jesucristo). Lamentablemente, esto es fácilmente pasado por alto, aún en aquellas escuelas que pretenden impartir educación cristia-
La palabra “currículo” se deriva del latín currículum que significa “un lugar para correr”, “la ruta de una carrera.” Durante la Edad Media el término comenzó a ser usado para referirse a la extensión del tiempo necesario para completar un programa de estudio. Gradualmente, la palabra vino a señalar el contenido de lo que habría de ser enseñado.
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na. Albert Green dice al respecto: “Al ocuparnos del lado práctico de la escolaridad cristiana y comenzar a formular preguntas acerca de su currículo, inmediatamente somos confrontados por una realidad sorprendente, pero generalmente inadvertida: el currículo escolar está compuesto en su totalidad por la creación.”1 Y más adelante añade: “La escolaridad cristiana se esfuerza en restaurar las realidades de la creación a su significado proyectado por Dios y de esa forma usarla como medio para poner a los estudiantes en contacto con el Dios vivo.” 2 De ahí, la centralidad de la Biblia como factor de integración en el currículo de una escuela cristiana. Con esto no queremos decir únicamente que en una escuela cristiana la Biblia debe ser enseñada. Más bien nos referimos al hecho de que ésta es “el catalizador divino que sostiene y unifica la verdad y le da su significado.” 3 Sin la revelación bíblica no tendríamos la información que necesitamos para percibir la cohesión de las cosas creadas y su significado. Noten lo que Pablo dice a los Corintios: “Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabi-
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duría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1Cor. 2:6-9). Como vimos en el capítulo dos, a lo largo de los siglos los filósofos se han alineado, a grandes rasgos, a uno de estos dos paradigmas epistemológicos: el paradigma platónico o racionalismo, y el paradigma aristotélico o empirismo. Pero Pablo nos dice en este pasaje que hay ciertas cosas que nunca han sido percibidas por nuestros sentidos (cosas que ojo no vio, ni oído oyó), ni pueden ser deducidas a través de un proceso de racionalización o introspección (ni han subido en corazón de hombre); cosas tales como: la naturaleza y el carácter de Dios, Su voluntad para con el hombre, el propósito de Su creación, el propósito y significado de nuestra existencia, lo que nos espera después de la muerte, etc. Pero si estas cosas no pueden ser percibidas por los cinco sentidos, ni
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pueden ser descubiertas a través de un proceso de razonamiento, meditación o reflexión, ¿cómo podemos conocerlas, entonces? Pablo responde esta pregunta en el siguiente versículo: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aún lo profundo de Dios” (1Corintios 2:10). La revelación divina es la respuesta; y en la Escritura del Antiguo y el Nuevo estamento tenemos un registro escrito inspirado de lo que Dios quería que quedase disponible de esa revelación a través de los siglos (2 imoteo 3:16; 2 Pedro 1:19-21). Sin esa revelación nos faltarían piezas clave para conocer el significado y propósito de las cosas creadas y para integrar las materias del currículo en un todo coherente. “Esto significa que todos los demás asuntos y verdades tienen su primer punto de referencia en la Palabra de Dios, extrayendo sus materiales de la Biblia siempre que sea posible, y retornando a la Biblia con su acumulación de hechos para su interpretación y aplicación práctica.”4 Al decir esto, no estamos abogando porque convirtamos la Biblia en nuestro libro de texto para enseñar Matemáticas, Biología, o cualquier otra materia del currículo; la Biblia no fue escrita con ese propó-
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sito. No obstante, como bien señala Robert Martin: “La Biblia… enseña los principios básicos que deben ser abrazados para hacer ciencia, en una manera acorde con la naturaleza del fenómeno que realmente existe. Esto es, sin el entendimiento de que vivimos en un mundo maldito por pecado, no vas a ser muy buen biólogo, pues habrá muchas cosas de la biología que no vas a ver; no vas a ser todo lo buen abogado que pudieras llegar a ser, si no entiendes que vivimos en un mundo donde el hombre fue hecho a la imagen de Dios, pero que ha caído en pecado.”5 Y luego añade: “En cualquier campo de estudio que puedas pensar, hay enseñanzas básicas, hay principios básicos revelados en la Biblia, que proveen el fundamento para la buena ciencia... Así que al decir que la Doctrina de la Suficiencia no significa que la Biblia sea suficiente para enseñarnos sobre temas como matemáticas, biología, etc., no negamos que haya una estructura de cosmovisión que podemos encontrar en la Biblia, sin la cual no podemos ser capaces de perseguir apropiadamente estas ciencias particulares.” 6 Un maestro de matemáticas, por ejemplo, no ha llenado su cometido si
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se limita a impartir información a sus estudiantes sobre el aspecto cuantitativo y espacial de la realidad creada. El estudio de las matemáticas debe tener la intención de producir un sentido de reverencia y asombro en el estudiante por el diseño y orden que revela la creación de Dios, así como un entendimiento del uso que puede hacer de esa información en el desempeño de su vocación. Esa es una de las razones por la que los cristianos no debemos hacer una dicotomía entre la erudición y la piedad. Los cristianos deben ser amantes de la verdad; y la verdad, revelada por Dios en Su creación y en Su Palabra, es un todo coherente. La educación cristiana es educación, pero una educación que parte de la premisa de que toda verdad procede de Dios y revela a Dios. Por lo tanto, no podemos dejar de prestar atención a las cosas que Él ha hecho, ni dejar de contemplarlas a la luz de Su revelación proposicional, la Biblia. Como bien señala Richard Riesen: “Prestar atención a las cosas creadas y estar interesado en ellas, es simplemente una forma de gratitud hacia lo que Dios es y hace. No mostrar interés es una forma de sacrilegio.”7 Es como decirle a Dios: “Entiendo que la vida y el universo son obras de tus manos, la
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expresión de tu poder, sabiduría, ingenio y amor, pero realmente nada de eso me importa.”8 Si no mostramos interés en las cosas que Dios ha hecho y hace, estamos menospreciando y descuidando aquello en lo que Dios se interesa. Y ese es precisamente el negocio de la educación: mostrar interés y atención en aquello que Dios ha creado para revelarse a Sí mismo. “El asombro y la maravilla, el entusiasmo y la curiosidad, que acompaña toda investigación científica genuina son virtudes cristianas. Estas pertenecen a la adoración. Una de las razones por la que los cristianos deben ser los más apasionados matemáticos y científicos es que el universo es obra de Dios y nosotros debemos estar interesados en él. Es una mala educación, por no decir algo peor, el no estarlo.”9 Y lo mismo podemos decir de la filosofía, la literatura, la música y el arte. El interés que mostramos por estas cosas no es más que tomar en serio los dones intelectuales y artísticos que Dios ha dado al hombre en Su gracia común, sean estos cristianos o no. Una vez más cito a Riesen: “La filosofía… en el sentido de amor a la verdad, lo cual incluye disciplina intelectual y académica, es una obliga-
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ción cristiana. ú no puedes pretender amar la Verdad y al mismo tiempo desentenderte de las verdades; no puedes pretender amar al Creador y no preocuparte por Su creación; no puedes estar agradecido por sus benditos dones del intelecto y la curiosidad y no usarlos diligente y entusiastamente.” 10 El maestro cristiano debe estar imbuido del sentimiento que el salmista expresa en el Salmo 111: “Alabaré a Jehová con todo el corazón en la compañía y congregación de los rectos. Grandes son las obras de Jehová, buscadas de todos los que las quieren. Gloria y hermosura es su obra, Y su justicia permanece para siempre. Ha hecho memorables sus maravillas.” Él debe reflejar esa admiración y entusiasmo por la persona de Dios en la medida en que presenta las maravillas de Su creación a sus estudiantes. A menudo escuchamos decir en las iglesias que no debemos abusar del alcohol o las drogas o el cigarrillo o la glotonería, porque el cuerpo es templo del Espíritu Santo. Pues por eso mismo no debemos abusar de las capacidades intelectuales y manuales que Él dio a cada uno de nosotros descuidando esos dones (compare Éxodo 31:3-6; Proverbios 8:15-16; Isaías 28:23-29; Isaías 54:16). No todos los cristianos han sido llamados a ser intelectuales o genios, así como no todos serán ricos ni tendrán una buena salud. Pero es deber de cada cristiano desarrollar los talentos y habilidades que Dios le ha dado con miras a conocerle a Él y servirle eficazmente; y la escuela cristiana debe proveer
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Una de las razones por la que los cristianos deben ser los más apasionados matemáticos y cientícos es que el universo es obra de Dios y nosotros debemos estar interesados en él. Es una mala educación, por no decir algo peor, el no estarlo. Richard Riesen
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las herramientas necesarias para que eso sea posible. Debemos enseñar a nuestros estudiantes a pensar y razonar lógica, profunda y, sobre todo, bíblicamente. Debemos ayudarles a desarrollarse como seres creados a la imagen de Dios, física, mental y espiritualmente (compare Lucas 2:52). Debemos introducirlos en lo que Robert Hutchins ha llamado “La Gran Conversación”, el diálogo acerca de las cosas importantes que la humanidad ha venido llevando a cabo a través de los siglos. El propósito no es que sean ricos y prósperos o que alcancen el éxito como el mundo lo define. El propósito es que desarrollen al máximo de sus posibilidades su humanidad creada a imagen de Dios y sean capaces de derribar “argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios… llevando todo pensamiento cautivo a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5).
La metodología En los últimos dos siglos, dos perspectivas han predominado en el campo de la educación respecto a los métodos de instrucción. El primero contempla la educación como un
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proceso a través del cual vertemos en los estudiantes el conocimiento que necesitan, mientras el segundo lo contempla como un proceso a través del cual extraemos del estudiante el potencial que posee. El primero se puso en boga durante la era de la revolución industrial. Los que abogaban por esta filosofía contemplaban la educación como una fuerza mesiánica que habría de tomar a los jóvenes y prepararlos para el éxito en la vida (definiendo el éxito primordialmente en términos económicos). Estos reconocían que hay algo que anda mal en el ser humano, pero pretendían usar la educación como un medio de redención. Para ellos, mientras más datos adquiriera el estudiante, más educado y mejor equipado llegaría a ser para alcanzar el éxito. Muchos de los valores y patrones de comportamiento que estos educadores se esforzaban por inculcar en los estudiantes, emanaban de las Sagradas Escrituras: honestidad, laboriosidad, diligencia (compare Proverbios 11:1; 6:6-11; 12:27); pero muy a menudo la motivación que estaba detrás era totalmente materialista. Y el currículo, en esta perspectiva, era básicamente un conjunto de datos
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aprendidos en las diferentes áreas del conocimiento. Al mismo tiempo se proveía al estudiante muy poca interpretación o explicación de los hechos. Este método incluía adoctrinamiento, memorización, cátedras, lecturas y estudios, exámenes que evalúen los datos aprendidos y disciplina. En este proceso el maestro jugaba un papel de suprema importancia como figura autoritativa que controlaba la clase y el proceso de aprendizaje, y que disciplinaba la mente y el espíritu de los estudiantes. Pero, como ocurre a menudo en el campo de las ideas, así como esta filosofía creció y floreció, en un momento dado el péndulo se movió hacia el otro extremo. Con la doctrina de la evolución de Darwin y las enseñanzas de John Dewey, comenzó la era de la educación progresiva. Mientras los primeros trataban de moralizar mesiánicamente a los estudiantes, los otros decían que eso no era necesario porque el alumno era inherentemente bueno. Solo hay que proveerle un ambiente educacional estimulante para sacar hacia fuera la bondad y capacidad que el alumno posee. El estudiante es contemplado aquí como una planta tierna en el proce-
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so evolutivo que debe ser ayudado a florecer. El currículo en esta filosofía no enfatiza la recolección de datos ya descubiertos, sino más bien la creatividad y el propio descubrimiento. A menudo se deja también al estudiante controlar la selección de tópicos que desea estudiar. Así que el énfasis de este método está en el descubrimiento, las habilidades creativas, un ambiente positivo en el aula, entendimiento de cada individuo y en dejar que cada cual se mueva a su propio ritmo y velocidad. El maestro es visto cada vez menos en su papel de figura autoritativa como guía e instructor, para convertirse más bien en un organizador y “facilitador” de proyectos y actividades diseñadas para suplir las necesidades de los estudiantes. Este método también propone una disciplina más relajada llegando al punto en el que, en ocasiones, el alumno tiene el control. Al evaluar estas dos perspectivas de la educación debemos tener presente que, aunque ambas parten de premisas que no son bíblicas, no por eso todos los métodos que proponen son incorrectos en sí mismos. anto nuestro Señor Jesucristo como los apóstoles, utilizaron una variedad enorme de métodos tales
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Debemos ser balanceados y hacer uso de la metodología que nos ayude más ecazmente a alcanzar la meta que nos hemos propuesto a la luz de nuestra losofía de educación.
como: analogía, demostración, contraste, descubrimiento, exhortaciones, cátedras, ilustraciones familiares, instrucción individualizada, adoctrinamiento, memorización, preguntas y respuestas, actividades en grupos pequeños, preguntas retóricas, repetición, pruebas, ayudas visuales, por sólo citar algunas. Debemos ser balanceados y hacer uso de la metodología que nos ayude más eficazmente a alcanzar la meta que nos hemos propuesto a la luz de nuestra filosofía de educación. Algunos maestros no saben hacer otra cosa que dictar cátedra, otros prefieren los juegos y las actividades en grupo. El buen maestro sabrá usar el método más apropiado y conveniente; no necesariamente el más atractivo, sino el que le permita presentar mejor su material y el que supla mejor a las necesidades de los estudiantes.
La vida y la persona del maestro Por todo lo que hemos dicho hasta ahora, es obvio que el maestro juega un papel vital en el proceso enseñanza – aprendizaje. Como bien ha señalado David L. Hocking: “Desde una perspectiva bíblica y teológica, el maestro es ‘el corazón y el alma’ de la filosofía cristiana de la educación.”11 Y en Te Big Umbrella , Jay Adams nos dice sin ambages, que “el colegio cristiano no es mejor que, y por tanto, no diferente de, sus maestros, porque en el fondo el colegio cristiano es sus maestros.”12 Recordemos las paSerie losofía de la educación escolar cristiana • Fascículo No. 4
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labras del Señor, en Lucas 6:40: “El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro”. El maestro es el currículum viviente de la escuela, no sólo cuando está en el aula, sino también cuando está fuera de ella; no sólo cuando enseña, sino también cuando disciplina o juega en el patio de la escuela; no sólo cuando corrige a otros, sino cuando él mismo se equivoca y se ve en la necesidad de pedir perdón. En 2 imoteo 3:14 Pablo le recuerda a su hijo en la fe, no sólo el contenido de la educación que había recibido, sino también el ejemplo de los instrumentos humanos que Dios usó para su entrenamiento: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y que persuadirse, sabiendo de quién has aprendido.” El maestro de una escuela cristiana: 1. Debe ser regenerado, es decir, un verdadero cristiano. 2. Debe poseer un carácter maduro 3. Debe ser bíblicamente instruido y estar entrenado para pensar bíblicamente 4. Debe conocer profundamente su materia y mostrar un entusiasmo piadoso por ella.
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Respecto a este último punto, me voy a permitir usar esta cita de Riesen que bien vale la pena leerla en toda su extensión: “El deseo de ayudar a los estudiantes, de ministrar a sus problemas personales, surge de un instinto propiamente humano y especialmente cristiano. Algo estaría terriblemente mal si los profesores y administradores de colegios cristianos no sintieran la obligación de ayudar a los jóvenes, o a cualquier otra persona, en tiempo de necesidad. “Pero ayudar a los estudiantes en tiempo de necesidad especial es una cosa muy diferente a tener una convicción asentada de que ayudar es más importante que enseñar – porque eso es, de hecho, negar la seriedad del aprendizaje académico. Eso es olvidar, por la urgencia del momento, lo que son nuestras prioridades como escuela… Irónicamente, al dar prioridad a ‘ayudar’ a los estudiantes por encima de la enseñanza, estamos olvidando que enseñar a los estudiantes es una de las maneras como les ayudamos más. La yuxtaposición de ayudar y enseñar es una farsa: enseñar es ayudar… “Me preocupo cuando algunos profesores me dicen que enseñan por-
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Me preocupo cuando algunos profesores me dicen que enseñan porque ellos desean ayudar a los jóvenes, o porque les gusta estar con jóvenes, o porque ‘los jóvenes tienen tantos problemas en estos días’ – pero no me dicen algo sobre aquello para lo que se les contrató, enseñar una materia. Richard Riesen
que ellos desean ayudar a los jóvenes, o porque les gusta estar con jóvenes, o porque ‘los jóvenes tienen tantos problemas en estos días’ – pero no me dicen algo sobre aquello para lo que se les contrató, enseñar una materia. No deseo que los profesores estén aconsejando cuando les estoy pagando para enseñar una materia. Yo quiero profesores de matemática, química, y drama que piensen que su materia es la más importante en el currículum… ¿Por cuál otra razón enseñaría una materia si no la cree importante, si no cree que fue llamado por Dios a enseñarla? Si su meta es ayudar a los jóvenes en una forma sicológica o espiritual, debe involucrarse en un trabajo juvenil o en consejería juvenil, no en la enseñanza. Y si es profesor debe creer que entrenar las mentes de los jóvenes no es algo menos o secundario que ayudarles, sino que ésta es una de las maneras más importantes de ayudarles que existe. Siempre tengo la sospecha de que una de las razones por la que los profesores prefieren ayudar a los estudiantes en vez de enseñarles es que hablar de sus problemas personales – discutir ‘temas de adolescencia’ – durante las horas de clase es fácil, mientras que la enseñanza honesta y real es difícil. Enseñar toma preparación; ‘ayudar a los estudiantes’ no lo requiere.”13
Las relaciones interpersonales en la escuela Si las materias revelan a Dios y nuestro ob jetivo es que se transformen en canales de coSerie losofía de la educación escolar cristiana • Fascículo No. 4
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munión con Dios y de servicio a Él, entonces las relaciones en la escuela adquieren una importancia vital en la educación cristiana, porque nuestro Dios es trino y entre las tres personas de la rinidad “hay una entrega total e irrestricta de cada miembro hacia los demás, un amor mutuo sin paralelo, sin reserva alguna.”14 En la oración intercesora en Juan 17:20-23 vemos el deseo explícito de nuestro Señor Jesucristo de que Sus discípulos reproduzcan aquí en la tierra un compañerismo o comunión similar a esta unidad que existe dentro de la rinidad: “Mas no ruego solamente por estos, sino también por lo que han de creer en mí por la Palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, oh Padre en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” Comentando acerca de estas palabras dice Green: “Jesús quiere ver este nivel de amorosa entrega en la
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comunidad de su pueblo en la tierra, porque esta es la forma en que ellos deberán portar la imagen de Dios y dar testimonio a un mundo que está severamente fracturado por la ausencia del amor.”15 Y luego añade: “odo esto nos dice que el desarrollo de una verdadera comunidad es una parte extremadamente importante del programa en una escuela cristiana.”16 Este sentido de comunidad comienza en el aula, en la relación del maestro con lo estudiantes y la relación de los estudiantes entre sí. En ese sentido, debemos evaluar seriamente la competitividad que suele caracterizar a muchas escuelas, así como también la ausencia de intercambio profesor-alumno / alumno-profesor en la enseñanza. Los estudiantes tienen una contribución que hacer con el don y la capacidad que Dios le dio a cada uno, y sin ella el proceso de enseñanza estaría incompleto. Eso debe llevarnos a reevaluar las cosas que exaltamos y apreciamos en nuestros estudiantes. Estamos muy acostumbrados a honrar únicamente a los intelectuales o a los dotados atléticamente. Pero hay estudiantes que no tienen estos talentos y aún así tienen algo que aportar.
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Por otro lado debemos enseñar a los estudiantes a usar sus capacidades dadas por Dios para el bien común; que ayuden y guíen a los demás con lo que Dios les ha dado, en vez de usar esos dones para engrandecerse a sí mismos: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por nosotros” (Filipenses 2:3-4). Pero ese sentido de comunidad no sólo debe darse en el aula, sino también entre los maestros, entre los maestros y la dirección, entre los directores en su relación unos con otros, entre la dirección y la junta directiva, entre el personal de la escuela y los padres. “El cuerpo docente y el resto del personal necesitan unidad en la visión, comprensión y amor. Sólo en la comunidad, echará raíces y crecerá una verdadera visión de la escolaridad cristiana. Y sin esa visión, sería mejor no desperdiciar el dinero y la energía necesarios para establecer y sostener una escuela cristiana. El amor mutuo es el ingrediente clave en una verdadera comunidad.”17
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La disciplina La palabra “disciplina” no es sinónimo de castigo. Se deriva más bien de la misma raíz que la palabra “discípulo”, la cual es a su vez un sinónimo de estudiante o aprendiz. La palabra latina es discipulus , que significa “uno que recibe instrucción.” Las palabras que se usan en la Biblia, tanto en hebreo como en griego, significan “educación, entrenamiento o corrección.” La palabra “disciplina” está tan relacionada con la enseñanza que podemos decir que la buena enseñanza es buena disciplina. Como veíamos anteriormente, todos nos resistimos naturalmente al cambio, y por eso será necesario aplicar disciplina en el proceso de instrucción, aunque en un principio esta no produzca gozo, sino tristeza (Hebreos 12:11). El que no desee tener este tipo de confrontación, entonces no debería ser maestro. Pero al aplicar la disciplina en la escuela no debemos echar por la borda la autoridad de la Escritura sobre la cual construimos nuestra filosofía de educación. ambién en el proceso de disciplina debe ser evidente la integración bíblica. Aunque debemos reconocer que eso es fácil de decir, pero no fácil de
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aplicar. Por eso es que Gaebelein afirma que el manejo de la disciplina es la prueba de fuego de la integración bíblica: “Pocas cosas pueden causar más daño a los estudiantes y al cuerpo docente que una brecha entre los principios profesados y las prácticas reales de aquellos que tienen autoridad sobre ellos.”18 Y luego añade: “La manera en la que se trata a un estudiante que yerra, habla mucho sobre la persona que trata con él. Aquí, el centro de la integración cambia a fundamentos tales como el amor, la justicia y la responsabilidad – ‘pero el mayor de ellos es el amor’. Queda claro, por tanto, que la persona que ejerce la autoridad disciplinaria debe ella misma estar muy familiarizada con el amor de Cristo.”19
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…al aplicar la disciplina en la escuela no debemos echar por la borda la autoridad de la Escritura sobre la cual construimos nuestra losofía de educación. También en el proceso de disciplina debe ser evidente la integración bíblica.
La ley y la gracia siempre deben caminar juntas. El estudiante debe ser guiado al arrepentimiento, al ser confrontado con su pecado. Pero debe ser guiado también Aquel que encarna la gracia y la verdad, nuestro Señor Jesucristo (compare Juan 1:16-17). De modo que aún en el proceso disciplinario, Jesucristo y el evangelio deben ser el centro. La meta de la disciplina en una escuela cristiana no debe ser meramente el buen comportamiento de los estudiantes; la meta siempre será mostrar al Rey de gloria que “vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
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1. Green; op. cit.; pg. 139. 2. Ibid.; pg.144. 3. Byrne; op. cit.; 62. 4. Ibid.; pg. 67-68. 5. Martin, Robert; Doctrine of the Word ; pg. 47-48; usado con permiso. 6. Ibid. 7. Riesen; op. cit.; pg. 160. 8. Ibid. 9. Ibid. 10. Ibid. pg. 161. 11. Hocking; op. cit; pg. 35. 12. Cit. por Schindler & Pacheco; op. cit.; pg. 36-37. 13. Riesen; op. cit.; pg. 116-117. 14. Green; op. cit.; pg. 243. 15. Ibid.; pg. 244. 16. Ibid.; pg. 245. 17. Ibid.; pg. 249. 18. Gaebelein; op. cit.; pg. 82. 19. Ibid. Serie losofía de la educación escolar cristiana • Fascículo No. 4
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Conclusión En su segunda carta a los Corintios, el apóstol Pablo nos provee una clara perspectiva del ministerio cristiano: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:4-5). Estamos inmersos en una guerra. Y nosotros los cristianos no estamos llamados a ser simples espectadores, sino a derribar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios donde quiera que la incredulidad haya levantado su baluarte. Esta es una guerra de ideas, una guerra por el control de la mente. El enemigo usa la mentira para destruir, ya sea distorsionando los hechos o dándoles un nuevo significado que no es conforme a la verdad de Dios. ¿Cuál es el papel que nos toca a los padres y a las escuelas cristianas que nos sirven de brazo de apoyo en esta batalla de ideas? Norman de Jong responde muy acertadamente: “Debemos recapturar las ideas y pensamientos que han sido pirateadas por el mundo y traerlas de nuevo a la cautividad de Cristo. Esta es la tarea de los padres cristianos, de los profesores cristianos y de los administradores y miembros de la junta de las escuelas cristianas. Nunca debemos conceder ni una pulgada cuadrada del mundo de Dios a las garras de Satanás, sino que debemos derribar argumentos y toda declaración falsa que se levante contra el conocimiento de Dios, tomar esos pensamientos cautivos, y traerlos a la sumisión de Jesucristo, el Rey del universo.”1 Las escuelas cristianas están llamadas a hacer una enorme contribución para el avance del reino de Dios, pero eso sólo será posible en la misma medida en que podamos articular una filosofía de educación distintivamente cristiana que gobierne real y efectivamente todos los aspectos del proceso de educación.
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Como nos recuerda John Piper, y con estas palabras concluyo: “El negocio de la educación es el negocio de Dios. El nos dio mentes para pensar. Él creó el mundo acerca del cual debemos pensar. Él escribió el libro de la naturaleza. Él hizo las reglas de la lógica. Él es el estándar de lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo hermoso y lo feo. Ignorarlo a Él es estar profundamente sub-educados.” 2
1. De Jong; op. cit.; pg. 143. 2. Piper, John; A Godward Life (Sisters, Oregon; Multnomah Publishers, 1997); pg. 150. Serie losofía de la educación escolar cristiana • Fascículo No. 4
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Preguntas para Reflexionar Introducción 1. ¿Qué aprendemos de la experiencia del Dr. Sproul relatada en la introducción sobre la educación secular? 2. ¿Cuál es el reto que los educadores tienen delante de sí? 3. ¿Por qué es importante que la escuela tenga una filosofía de educación? 4. ¿Cuál es el punto de partida de las escuelas cristianas al elaborar su filosofía de educación? 5. ¿Qué necesita una escuela cristiana para que pueda denominarse una escuela cristiana?
Capítulo 1 1. ¿Cuál es la primera pregunta que debemos formular al elaborar nuestra filosofía de educación? 2. ¿Qué es Cosmovisión? 3. ¿Cuál es el postulado esencial del secularismo? 4. Defina “eísmo Bíblico”. Serie losofía de la educación escolar cristiana • Fascículo No. 4
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5. ¿Qué papel juega la Palabra de Dios en el eísmo Bíblico?
Capítulo 2 1. ¿Cuál era la enseñanza central de Heráclito? 2. ¿Cuál era la enseñanza central de Parménides? 3. Defina el paradigma platónico sobre el conocimiento. 4. Defina el paradigma aristotélico sobre el conocimiento. 5. ¿Cuál es la enseñanza bíblica sobre la naturaleza humana y cómo afecta nuestra perspectiva de la enseñanza?
Capítulo 3 1. ¿Por qué es importante establecer metas y objetivos en la educación? 2. ¿Qué enseña el pragmatismo? 3. Según Dewey, ¿cuál es la meta de la educación? 4. ¿Cuál es la premisa básica de la educación cristiana? 5. ¿Cuál ha de ser la meta de la educación cristiana?
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Capítulo 4 1. ¿Qué manifiesta la falta de interés por las cosas creadas? 2. ¿Cuál es la metodología que debemos usar en el proceso enseñanza – aprendizaje? 3. ¿Qué características debe tener el maestro de una escuela cristiana? 4. ¿Por qué son importantes las relaciones interpersonales en la escuela cristiana? 5. ¿Por qué dice Gaebelein que la disciplina es la prueba de fuego de la integración bíblica?
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Otros fascículos de la Serie filosofía de la educación escolar cristiana:
Bases Teológicas para la Filosofía de la Educación Escolar Cristiana David L. Hocking
Las tendencias alarmantes de la educación secular moderna llegan al desprecio hacia la única revelación concreta y personal de Dios en la persona de Jesucristo. El modelo educativo que puede transformar generaciones está en una educación Cristocéntrica. 40 páginas.
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La integración de la fe y el aprendizaje en el desarrollo curricular sigue siendo motivo de discusión. En estas páginas encontrará las respuestas a las interrogantes que siempre ha tenido para asegurar un aprendizaje bajo el modelo cristocéntrico de la educación. 28 páginas.
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¿Porqué los padres de familia cristianos no envían a sus hijos a las escuelas cristianas? La neutralidad religiosa en la educación es un mito humanista de grandes proporciones. Ignorado por muchos pervive en las aulas de manera latente y sus efectos se dejan sentir después de un tiempo en las generaciones que por descuido o ignorancia son enviadas a ese entorno. 28 páginas.
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