FUNDAMENTOS DEL MARXISMO
El pensamiento político del marxismo se apoya en elaboraciones de tipo filosófico, económico y sociológico filosofía de Carlos Marx tiene su fundamento principal en la tesis que sustenta del materialismo dialéctico. El materialismo dialéctico proviene del propósito de Marx de “poner de pie “o volver al revés la dialéctica idealista, o movimiento negando
la metafísica tradicional que estudia las cosas como hechos fijos. El motor de la historia son las relaciones materiales de la vida y fundamentalmente los procesos económicos que que constituye la infraestructura social, de ahí se derivan las superestructuras jurídicas, política, intelectual e ideológica que son sus consecuencia y que varían para transformarse transformarse la infraestructura. ASPECTOS POSITIVO DEL MARXISMO El marxismo tuvo un aspecto positivo de indudable valor humano y de gran alcance que transcendencia posterior: la denuncia de la grave situación aflictiva de la clase trabajadora, totalmente abandonada a su suerte por el liberalismo político y económico entregada en consecuencia , a las posibilidades de ser cruelmente explotada su fuerza de trabajo como simple mercancía. El marxismo provoco la lucha por parte de los trabajadores y el reconocimiento respecto de los gobernantes de la necesidad de buscar el remedio a esa situación de justicia social. Cuando se aplica correctamente la legislación social ya no existen jornadas inhumanitarias, ni salarios de hambre, ni explotación despiadada y sin protección de los trabajadores que encuentran en esas normas su medio de defensa. ASPECTO NEGATIVO DEL MARXISMO En el marxismo existen graves equivocaciones y peligros: a) El primer error de marxismo es el materialismo histórico y la lucha de clases resultante de las desigualdades económicas condicionaran la historia en forma total, esta no existiría, en vez de sociedad humana habría grupos zoológicos con características idénticas a través de los tiempos como sucede con los animales, el hombre prehistórico, cazador y recolector, su inteligencia es la que transforma el mundo. Existen factores, y entre estos factores la producción económica tiene un gran impacto en la evolución social, es decir el conjunto de dotes naturales como inteligencia, capacidad, estudio, fuerza de voluntad de las personas y el azar o hechos circunstanciales a cada ser humano. B) El segundo error del marxismo consiste en suponer que se pueda llegar a la desaparición de las clases sociales en consecuencia a la lucha entre diversos sectores de los grupos humanos.
Toda sociedad humana, mientras que exista el hombre sobre la tierra, forzosamente tendrá que encontrarse estratificada; siempre habrá diferencias biológicas y siempre existirá diferentes coeficientes intelectuales y culturales, habrá división del trabajo y distinción entre dirigentes y dirigidos.
BIOGRAFÍA DE KARL MARX
Pensador socialista y activista revolucionario de origen alemán (Tréveris, Prusia occidental, 1818 - Londres, 1883). Karl Marx procedía de una familia judía de clase media (su padre era un abogado convertido recientemente al luteranismo). Estudió en las universidades de Bonn, Berlín y Jena, doctorándose en Filosofía por esta última en 1841. Desde esa época, el pensamiento de Marx quedaría asentado sobre la dialéctica de Hegel, si bien sustituyó el idealismo de éste por una concepción materialista, según la cual las fuerzas económicas constituyen la infraestructura que determina en última instancia los fenómenos «superestructurales» del orden social, político y cultural. En 1843 se casó con Jenny von Westphalen, cuyo padre inició a Marx en el interés por las doctrinas racionalistas de la Revolución francesa y por los primeros pensadores socialistas. Convertido en un demócrata radical, Marx trabajó algún tiempo como profesor y periodista; pero sus ideas políticas le obligaron a dejar Alemania e instalarse en París (1843). Por entonces estableció una duradera amistad con Friedrich Engels, que se plasmaría en la estrecha colaboración intelectual y política de ambos. Fue expulsado de Francia en 1845 y se refugió en Bruselas; por fin, tras una breve estancia en Colonia para apoyar las tendencias radicales presentes en la Revolución alemana de 1848, pasó a llevar una vida más estable en Londres, en donde desarrolló desde 1849 la mayor parte de su obra escrita. Su dedicación a la causa del socialismo le hizo sufrir grandes dificultades materiales, superadas gracias a la ayuda económica de Engels. Marx partió de la crítica a los socialistas anteriores, a los que calificó de «utópicos», si bien tomó de ellos muchos elementos de su pensamiento (de autores como Saint-Simon, Owen o Fourier); tales pensadores se habían limitado a imaginar cómo podría ser la sociedad perfecta del futuro y a esperar que su implantación resultara del convencimiento general y del ejemplo de unas pocas comunidades modélicas. Por el contrario, Marx y Engels pretendían hacer un «socialismo científico», basado en la crítica sistemática del orden establecido y el descubrimiento de las leyes objetivas que conducirían a su superación; la fuerza de la Revolución (y no el convencimiento pacífico ni las reformas graduales) serían la forma de acabar con la civilización burguesa.
En 1848, a petición de una Liga revolucionaria clandestina formada por emigrantes alemanes, Marx y Engels plasmaron tales ideas en el Manifiesto Comunista, un panfleto de retórica incendiaria situado en el contexto de las revoluciones europeas de 1848. Posteriormente, durante su estancia en Inglaterra, Marx profundizó en el estudio de la economía política clásica y, apoyándose fundamentalmente en el modelo de David Ricardo, construyó su propia doctrina económica, que plasmó en El Capital; de esa obra monumental sólo llegó a publicar el primer volumen (1867), mientras que los dos restantes los editaría después de su muerte su amigo Engels, poniendo en orden los manuscritos preparados por Marx. Partiendo de la doctrina clásica, según la cual sólo el trabajo humano produce valor, Marx denunció la explotación patente en la extracción de la plusvalía, es decir, la parte del trabajo no pagada al obrero y apropiada por el capitalista, de donde surge la acumulación del capital. Criticó hasta el extremo la esencia injusta, ilegítima y violenta del sistema económico capitalista, en el que veía la base de la dominación de clase que ejercía la burguesía. Sin embargo, su análisis aseguraba que el capitalismo tenía carácter histórico, como cualquier otro sistema, y no respondía a un orden natural inmutable como habían pretendido los clásicos: igual que había surgido de un proceso histórico por el que sustituyó al feudalismo, el capitalismo estaba abocado a hundirse por sus propias contradicciones internas, dejando paso al socialismo. La tendencia inevitable al descenso de las tasas de ganancia se iría reflejando en crisis periódicas de intensidad creciente hasta llegar al virtual derrumbamiento de la sociedad burguesa; para entonces, la lógica del sistema habría polarizado a la sociedad en dos clases contrapuestas por intereses irreconciliables, de tal modo que las masas proletarizadas, conscientes de su explotación, acabarían protagonizando la Revolución que daría paso al socialismo. En otras obras suyas, Marx completó esta base económica de su razonamiento con otras reflexiones de carácter histórico y político: precisó la lógica de lucha de clases que, en su opinión, subyace en toda la historia de la humanidad y que hace que ésta avance a saltos dialécticos, resultado del choque revolucionario entre explotadores y explotados, como trasunto de la contradicción inevitable entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el encorsetamiento al que las someten las relaciones sociales de producción. También indicó Marx el sentido de la Revolución socialista que esperaba, como emancipación definitiva y global del hombre (al abolir la propiedad privada de los medios de producción, que era la causa de la alienación de los trabajadores), completando la emancipación meramente jurídica y política realizada por la Revolución burguesa (que identificaba con el modelo francés); sobre esa base, apuntaba hacia un futuro socialista entendido como realización plena de las ideas de libertad, igualdad y fraternidad, como fruto de una auténtica democracia; la «dictadura del proletariado» tendría un carácter meramente instrumental y transitorio, pues el objetivo no era el reforzamiento del poder
estatal con la nacionalización de los medios de producción, sino el paso -tan pronto como fuera posible- a la fase comunista en la que, desaparecidas las contradicciones de clase, ya no sería necesario el poder coercitivo del Estado. Marx fue, además, un incansable activista de la Revolución obrera. Tras su militancia en la diminuta Liga de los Comunistas (disuelta en 1852), se movió en los ambientes de los conspiradores revolucionarios exiliados, hasta que, en 1864, la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) le dio la oportunidad de impregnar al movimiento obrero mundial de sus ideas socialistas. Gran parte de sus energías las absorbió la lucha, en el seno de aquella primera Internacional, contra el moderado sindicalismo de los obreros británicos y contra las tendencias anarquistas continentales representadas por Proudhon y Bakunin. Marx triunfó e impuso su doctrina como línea oficial de la Internacional, si bien ésta acabaría por hundirse como efecto combinado de las divisiones internas y de la represión desatada por los gobiernos europeos a raíz de la revolución de la Comuna de París (1870). Retirado desde entonces de la actividad política, Marx siguió ejerciendo su influencia a través de sus discípulos alemanes (como Bebel o Liebknecht); éstos crearon en 1875 el Partido Socialdemócrata Alemán, grupo dominante de la segunda Internacional que, bajo inspiración decididamente marxista, se fundó en 1889. Pese a ese semirretiro y a la declinación de sus energías creativas, Marx recibió en esta etapa final visitas y correspondencia de líderes obreros y políticos. Nunca descuidó y siempre mantuvo un magnetismo personal sobre los círculos revolucionarios (incluso los que no compartían sus puntos de vista), que no podían sustraerse a lo que Engels denominaba su «peculiar influencia». Hacia 1877 con la salud muy quebrantada, se refugió definitivamente en la vida hogareña. Y fue precisamente en el círculo familiar donde se produjeron dos desgracias consecutivas que probablemente precipitaron su muerte. El 2 de diciembre de 1881 falleció su esposa, y apenas un año después, el 11 de enero de 1883, su hija mayor, Jenny Longuet. Solo, abatido, con la mente debilitada y los pulmones seriamente afectados, Karl Marx murió o se dejó morir el 14 de marzo de 1883. Su tumba en un cementerio londinense es hasta hoy meta de peregrinación de marxistas y no marxistas que veneran la importancia de su obra y la profunda apertura intelectual de su pensamiento. Muerto ya Marx, Engels asumió el liderazgo moral de aquel movimiento y la influencia ideológica de ambos siguió siendo determinante durante un siglo. Sin embargo, el empeño vital de Marx fue el de criticar el orden burgués y preparar su destrucción revolucionaria, evitando caer en las ensoñaciones idealistas de las que acusaba a los visionarios utópicos; por ello no dijo apenas nada sobre el modo en que debían organizarse el Estado y la economía socialistas una vez conquistado el poder, dando lugar a interpretaciones muy diversas entre sus seguidores.
Dichos seguidores se escindieron entre una rama socialdemócrata cada vez más orientada a la lucha parlamentaria y a la defensa de mejoras graduales salvaguardando las libertades políticas individuales (Kautsky, Bernstein, Ebert) y una rama comunista que dio lugar a la Revolución bolchevique en Rusia y al establecimiento de Estados socialistas con economía planificada y dictadura de partido único (Lenin, Stalin, Mao).
LA LUCHA DE CLASES SOCIALES
La lucha de clases es un concepto o una teoría que intenta explicar la existencia de conflictos sociales como debidos a un conflicto central de intereses entre diferentes clases sociales, conflicto que sería un antagonismo inherente a toda sociedad estratificada en clases sociales. El concepto fue introducido a la vida política moderna por el influyente sociólogo alemán considerado conservador Lorenz von Stein, para el cual se deriva de la división de la sociedad producida por la aparición de clases, lo que ocasiona que los individuos busquen acceder al poder político a fin de favorecer sus intereses tanto sociales como económicos y políticos. En su visión, esa lucha de clases da origen a los movimientos sociales, a través de los cuales -en sus palabras- las "clases bajas" buscan "ascender" socialmente. Según Karl Marx la lucha entre las clases sociales es el motor de la historia. Es decir, que el conflicto entre clases sociales ha sido la base sobre la que se produjeron los hechos que dan forma a las sociedades. Esta lucha se da entre dos clases sociales antagónicas características de cada modo de producción Según Marx, la lucha de clases produce una polarización social de los individuos solo por el hecho de pertenecer a una de las clases sociales que existen en cada momento de la historia. Esta polarización se debe -en su análisis- a una situación básica de explotación social: en las sociedades primitivas cuando la producción apenas alcanzaba para la subsistencia no existían clases sociales, no existiendo entonces la apropiación del producto del trabajo de un sector social por otro, pero a partir de las sociedades esclavistas nos encontramos con una situación en la cual esa apropiación no solo existe pero caracteriza a la sociedad: esclavos y esclavistas, en el paso por la sociedad feudal nos encontramos con siervos y señores feudales y por último en la sociedad capitalista nos encontramos con el proletariado y la burguesía. Marx escribe (con Engels) en el "Manifiesto del Partido Comunista": "La historia (escrita) de todas las sociedades existentes hasta ahora es la historia de la lucha de clases."
Sin embargo, esta lucha de clases se define no solo por las características inherentes a cada sector social (especialmente los antagonistas centrales) sino también a las relaciones que tales sectores tengan o establezcan entre si: por ejemplo: las características del sistema político o de gobierno que exista en un momento histórico dado, las características de la(s) clase(s) dominante(s) y la(s) dominada(s), junto a las de otros sectores sociales, el tipo de desarrollo económico social, etc. Esta lucha ha acabado con una transformación revolucionaria de toda la sociedad o con la ruina de las clases en lucha. De acuerdo a Marx, nuestra época no eliminó el antagonismo de las clases; lo ha vuelto más simple ya que la sociedad se va escindiendo cada vez más en dos grandes campos enemigos: la burguesía y el proletariado. La burguesía es la clase de los modernos capitalistas, son los propietarios de los medios de producción y los patrones de los asalariados. El proletariado es la clase moderna de los asalariados, no son propietarios de medios de producción, se ven obligados a vender su fuerza laboral para subsistir. El fin último de la lucha de clases se producirá, según Marx, solo cuando las clases dejen de existir. Ideologías como el fascismo y el nacionalsocialismo y otros tipos de nacionalismos se oponen a la idea marxista de la lucha de clases.
EL MATERIALISMO HISTÓRICO
La filosofía marxista es la elaboración más consciente de una filosofía materialista. Es imposible contemplar todas las influencias que sufre Marx, sobre todo de los filósofos ilustrados franceses, Helvetius y d’Holbach, ambos materialistas, grosso modo. El materialismo viene definido genéricamente como la teoría que considera que la conciencia de cada individuo viene configurada por su determinación social; por el contexto social de clase en el que se desarrolla su existencia. Su pensamiento, pues, depende de la clase social a la que pertenece. Lo que esta tesis niega es precisamente el idealismo tipo Hegel o Fichte. Según estos autores, la conciencia (definida como Yo, o como Espíritu) es la que determina el ser social. El marxismo parte de un principio fundamental: el materialismo histórico. El materialismo marxista es ante todo un método intelectual de interpretación de la historia, que no excluye la presencia de elementos ideales (concepciones jurídicas, ideológicas, etc.), pero que los reduce a los materiales. Lo que el materialismo histórico afirma es que todos los valores de orden espiritual se hallan siempre determinados por hechos de orden
material, ajenos a la naturaleza espiritual del hombre. Para Marx, la raíz creadora de todos los hechos sociales se halla en la producción, o, mejor dicho, en las relaciones de producción. El modo de producción es la infraestructura de todos los acontecimientos humanos: el molino a brazo hizo necesaria la esclavitud, el molino de agua dio origen a la organización feudal; la máquina de vapor es la base de la sociedad capitalista. El análisis de Marx incluye una consideración sociológica de las clases sociales. La cuestión será cuáles son y por qué son. Las clases son dos, dice Marx, y su causa es el sistema económico de producción. Los propietarios de los medios de producción, son los capitalistas, la burguesía, los trabajadores por cuenta ajena que venden la fuerza de su trabajo que es, en definitiva lo único que les pertenece, son los proletarios, el proletariado. Cada clase social tendrá su propia conciencia, determinada por las condiciones propias de existencia. Así, lo que para unos es legítimamente propio, para otros es más bien una explotación. Como el sistema capitalista está o tiende a imponerse en todo el mundo, la clase proletaria se da a nivel internacional, de ahí que Marx intentara organizar a los proletarios en una internacional. El Manifiesto Comunista terminaba con el siguiente llamamiento: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”. La clase burguesa considera legítima la explotación que ejerce sobre los obreros; Marx llama a esta suposición “falsa conciencia“; una conciencia confundida sobre la situación real de existencia, pero que no es producida por deseo explícito del sujeto, sino por el contexto social en el que vive y que no puede modificar a su antojo (en otras filosofías posteriores, esto será llamado el inconsciente objetivo). El proletariado, como clase, también sufre una deformación de la conciencia, al considerar que su situación es legítima; esta falsa conciencia está infundida por la propia burguesía, a la que le interesa perpetuar esta situación de injusticia. Sin embargo, la contradicción existente entre las condiciones de vida del burgués y el proletario es manifiesta y esta misma rompe la falsa conciencia del proletariado que empieza a considerar necesario y legítimo un cambio en las condiciones de vida que sufre. Esto alerta al burgués que comienza a desarrollar los medios para perpetuar la injusticia, la falsa conciencia deviene en el burgués “mala conciencia“, y en el proletario “conciencia revolucionaria“. Como decía Marx, “el arma de la lógica debe dar paso a veces a la lógica de las armas”. El cambio de las condiciones de vida no puede hacerse de modo pacífico porque los burgueses no quieren dejar lo que falsamente consideran suyo, y los proletarios para superar esa situación de explotación deben recurrir a la revolución. Sólo la revolución puede superar el antagonismo de clases y por tanto la falsa conciencia. Y sólo en esta nueva situación de igualdad el hombre vivirá verdaderamente como hombre. Este cambio revolucionario permitirá por fin un conocimiento verdadero de las cosas y la justicia social. La revolución, por lo tanto, viene a sustituir aquí al famoso método de conocimiento que debía seguirse individualmente. Porque si las condiciones sociales determinan la conciencia, la conciencia dejará de ser falsa cuando esas condiciones sociales no respondan a intereses particulares. Cosa solamente posible cuando se realice la revolución. Y este es el principio del materialismo histórico.
DIALÉCTICA POLÍTICA Y ECONÓMICA
En marx este término designa tanto el peculiar proceso con el que se desenvuelve la sociedad a lo largo de su propia historia como el modo en que se debe pensar para captar adecuadamente dicho proceso. Análisis político económico de Mark. Karl Marx se dedicó a analizar el capitalismo, la forma de producción de su época. Para Marx, el capitalismo se sustenta en la existencia de dos clases cuyos intereses son contradictorios: una es dueña de los medios de producción, los burgueses; y la otra clase es dueña únicamente de su fuerza de Trabajo, los proletarios. Burgueses y proletarios están enfrentados en lo que el autor define como "lucha de clases"; es decir, dos grupos antagónicos con intereses contrapuestos. Este conflicto no era algo nuevo. Según Marx, siempre había existido a través de la historia en las sociedades de clases. Antiguamente, se enfrentaron esclavos con hombres libres, luego siervos con señores. Por lo tanto, la pugna que se daba en el Capitalismo era la reproducción de relaciones económicas basadas en la explotación. Otro factor importante en la obra de Marx es la división del Trabajo. Para los autores clásicos era fuente de la Riqueza de una nación (aun cuando le reconocía algunos elementos negativos), Marx identifica el factor de alienación que ésta genera. A medida que la división del Trabajo se va consolidando -algo que se veía con fuerza en la épocaéste se hace cada vez más fragmentado, lo que genera conflictos de intereses que se agravan a causa de la institución de la Propiedad privada. Cada trabajador se convierte, según Marx, en un especialista en cierta materia determinada y no sabe hacer nada más. Si una máquina reemplaza esa tarea, el obrero pasaría a ser una "Mercancía de desecho". El fin del capitalismo Marx consideró al capitalismo no como un orden social inmutable, sino como un eslabón de una cadena. A su juicio, este sistema tenía contradicciones inherentes que generarían su propio fin. ¿Por qué el capitalismo necesariamente se iba a acabar? Marx estableció básicamente cinco razones o leyes. En primer lugar, lo que ocurría en el capitalismo era que la tasa de Beneficio de las empresas iba bajando cada vez más. Marx tomó este argumento de los economistas clásicos (especialmente de David Ricardo) y adquirió un rol clave en su análisis. En segundo lugar, la tasa decreciente de Ganancia permitía competir sólo a los más eficientes, por lo que las pequeñas empresas no tenían posibilidad alguna de hacerlo. Así,
su propietario o comerciante debía abandonar el negocio porque no era rentable y debía incorporarse como proletario a la gran fábrica. Es decir, la Propiedad se iría concentrando cada vez más en menos manos. En tercer lugar, la sustitución de trabajadores por maquinaria haría que el Desempleo se incrementara, generando lo que Marx llama un creciente ejército industrial de desempleados. De este modo, aumentaría progresivamente la miseria de la gente, ya que por una parte habría más desempleados y, por otra, los que estuvieran empleados serían cada vez más explotados para compensar la baja de los beneficios de los empresarios. Finalmente, y producto de todo lo ya señalado, Marx predijo que las crisis y depresiones serían cada vez mayores y que afectarían cada vez a más personas. La consecuencia lógica de estas leyes para Marx era la revolución del proletariado. En algún momento, la gran masa se iba a levantar, generando una revolución de la cual surgiría una nueva Sociedad: la Sociedad comunista, donde no existirían relaciones de explotación en lo económico, ni relaciones de dominación en lo político e ide ológico.
KARL MARX Y LA IGLESIA
Mark combatió los efectos de socialización y enajenante del trabajo fabril, por una parte, y el impacto de la deformación ideológica deliberada a través de los aparatos ideológicos del sistema, como la iglesia. Advirtiendo el carácter inhumano y ateo de la filosofía y el humanismo marxista, la Iglesia católica lo condenó desde su principio. Una condena formal aparece en la Enc. Rerum novarum (1891) de León XIII, ratificando otras anteriores. Pío XI, en la Enc. Quadragesimo anno (1931), insiste en este punto. La Enc. Divini Redemptoris (1937), del mismo pontífice, precisa que "el comunismo es intrínsecamente perverso". Más tarde unos famosos decretos del Santo Oficio, en 1949 y en 1959, prohíben a los católicos adherirse a un partido comunista o sostenerle en algún modo (favorem praestare). Pío XII habla del tema en la Enc. Ad Apostolorum principis (1958), Juan XXIII en la Mater et Magistra (1961), y Paulo VI en la EccIesiam suam (1964) y la Populorum progressio (1967). Marxismo y cristianismo son dos concepciones absolutamente antitéticas del hombre, del mundo y de la historia. No es posible, por tanto, ni una convergencia ni una aproximación sin alterar profundamente la sustancia de ambas concepciones. Podemos establecer: a) La Iglesia condena al marxismo como doctrina atea. b) Ese ateísmo no es algo yuxtapuesto al marxismo, sino elemento esencial de toda la doctrina, de modo que el marxismo es condenado incluyendo los presupuestos y desarrollos filosóficos en los que se estructura (materialismo, etc.).
c) La filosofía marxista, al negar a Dios, conduce a la negación de todos los valores, y funda, por tanto, una praxis negadora de los derechos naturales de la persona humana y destructora de la convivencia social; es, pues, condenada también por este aspecto (p. ej., lucha de clases, negación de la propiedad, de la libertad, etc.). Y eso, añadamos, no por incomprensión con las ideas de justicia social, sino para defenderlas: ya que el marxismo, al ser ateo, no sirve a la justicia sino que la adultera. Concorde con sus presupuestos, el marxismo, en los diversos países en que determinó la política, dio origen a una fuerte persecución a toda idea religiosa y, por tanto, también, y quizá especialmente, al catolicismo. Desde 1956, con la llamada desestalinización, el comunismo ruso y sus partidos satélites comenzaron a cambiar su táctica con respecto al catolicismo e incluso en cuanto al tono de la exposición de las doctrinas marxistas sobre la religión. Y, dentro de ciertos límites, ha buscado entablar relaciones con la Santa Sede ofreciendo a cambio un relativo aumento de la libertad para los católicos dentro del país; así ha sucedido en Yugoslavia y en menor grado en Hungría y Checoslovaquia. Sin embargo, es preciso aclarar que la postura doctrinal de la Iglesia respecto al marxismo no ha cambiado ni puede cambiar: es imposible la aceptación de un sistema anticristiano.