B abel, no. 1, noviembre 2013.
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Fronteras imaginarias1
N
Víctor Hugo Ramírez García2
os han enseñado a distinguir entre ciencias naturales y ciencias sociales, a diferenciarlas según lo que estudian y cómo lo estudian, al grado de que nos sea
obvio, de que suene lógico. División inherente a la realidad misma que establece líneas de percepción en una realidad clara y distinta (René Descartes, El Discurso del método). Lo cierto es que en el mundo académico vivimos aún, o intentamos vivir, una lógica positivista que construye las fronteras de las ciencias porque anhelamos en realidad una lógica de la certidumbre. La civilización occidental padece, como mal congénito, una manía a la distinción dicotómica entre el ser y el no ser, entre el conocimiento y la opinión, entre el bien y el mal. Y es a través de 24 siglos que se ha intentado justificar cada una de estas dualidades, aunando a esta tríada fundante de Occidente las distinciones derivadas: hombre-mujer, civilización-barbarie, centro-periferia. Por siglos esto pareció claro y distinto desde muchas perspectivas, resultaba inútil y hasta absurdo justificar lo “obvio”. Siento informarle, señor Descartes, que al menos desde el ámbito de la Academia, no hemos podido demostrar por completo que la realidad sea clara y distinta, aun más, que exista una realidad; hemos violentado incluso realidades a fuerza de probarlo, porque la monumental construcción teórica que simboliza la tradición occidental no deja de revelar intersticios de “quizás”, vocablo en plural incierto que asfixia a las ciencias “duras”, porque si quizás esto fuera energía, y si quizás esto fuera radioactivo, entonces la derivación del silogismo no sería categórica, como muchos científicos aun aspiran serlo. La incertidumbre se declaró hace mucho como la enemiga acérrima de las ciencias positivas, de las “verdaderas” ciencias. Se me dirá, y es cierto, que el desarrollo de cada ramo del conocimiento científico ha ameritado una especialización cada vez mayor de las ciencias; pero por especialización hoy se entiende más un aislamiento y no una profundización. Las universidades han devenido en reinos orgánicos donde cada facultad o escuela es un feudo hermético que más que producir conocimiento resguarda financiamientos públicos y cotos de poder académico, ambos heredables entre un círculo estrecho de privilegiados. La universidad es una
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Publicado en Babel, no. 1, noviembre de 2013 < http://babel.org.mx/articulo-3/ > Víctor Hugo Ramírez García es egresado de la licenciatura en Ciencia Política de la UNAM
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estructura aristocrática, lo sé, pero el problema que advierto no es la estructura sino la lógica de la misma que somete a los actores a formas particulares de poder. Ante realidades complejas necesitamos miradas complejizadas, oídos sagaces, pensamientos críticos, incisivos. Ante retos nuevos los métodos deben renovarse, las fronteras cuestionarse y derribarse algunas, reconstruirse otras, pero sobre todo, crear puentes entre ellas. Necesitamos investigadores y docentes abiertos a nuevas realidades, necesitamos un sistema de producción de conocimiento que no sea copia del sistema de producción capitalista, donde no sea necesario publicar a granel textos que son “refritos” de otros “refritos” y a la vez garantía de un subsidio académico. El conocimiento no surge de las arcas del capital. Cuántos libros nacen al mes, al año, sólo para esperar la agónica compasión del abrasador desdén del reciclaje. Y
sin embargo debemos producir, la
máquina debe seguir consumiendo y escupiendo tinta, billetes, títulos profesionales, estamos sometidos a lo que Foucault denominaba el sistema de producción de la verdad, “estamos sometidos a la producción de la verdad desde el poder y no podemos ejercer el poder mas que a través de la producción de la verdad”3. Cruzar las fronteras implica no pocos riesgos, implica aventurarse en nuevas lógicas que son nuevas miradas, significa descubrir que las fronteras son más imaginarias que reales. Lo afirmo a base de la experiencia propia, pues el que escribe este artículo está convencido, desde que decidió estudiar ciencia política, que lo político no es únicamente lo institucional, que el poder no sólo se ejerce desde las esferas de representación del Estado sino en la vida diaria de los sujetos. La ciencia de la que soy estudiante y practicante, ha disputado por décadas el título de “ciencia”, disputa que desde mi perspectiva sólo le ha hecho perder tiempo y esfuerzo inútiles en tanto han corrido caudales de tinta justificando a la ciencia política como “científica”, como ciencia “dura” y “exacta”. Producto de esa disputa: la formación de los profesionales de la ciencia política en especialistas de la aritmética política, ya sean contadores de votos o exégetas de cuadros estadísticos, no es que éstos no sean necesarios, es su culto al número lo que les impide ver más allá. Hemos caído en lo que Habermas denominó la política simbólica, donde “los partidos, las instituciones legislativas y las burocracias tienen que tomar en consideración la presión no declarada de los imperativos funcionales y hacerlos coincidir con la opinión pública”4. 3 4
Michel Foucault, Microfísica del poder, Madrid, piqueta,1979, p.140. Jürgen Habermas, Ensayos políticos, Barcelona, Península 2002, p.183.
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Mientras que durante la Modernidad cada ser humano era una máquina en potencia, en la posmodernidad todos somos signos estadísticos, enigmas en acto; paradoja ontológica, pues no dejamos de ser lo que los medios de comunicación nos sugieren desear ser. Semióticas entrecruzadas entre lo que alguna vez se anheló llegar a ser (progreso encarnado en la medicina y la robótica), frente a lo que no dejamos de ser: coito interrumpido entre los movimientos sociales del siglo XX y el utópico comunismo que se afirmaba posible. La edad moderna enarboló el liberalismo porque el sujeto debía constituirse como consciente, libre y racional, pero ello condujo a la inevitable dispersión de las conciencias, al solipsismo total, la fraternidad se vio condenada a título histórico. No obstante, la muerte de las utopías y la agonía de la modernidad nos han dejado al menos la certeza del presente, o como afirma Octavio Paz “la política ha cesado de ser la construcción del futuro: su misión es hacer habitable el presente”5. Un presente que ya no puede articular utopías no significa un presente que no pueda imaginar soluciones a los problemas que enfrentamos en nuestras sociedades. Boaventura de Sousa Santos en su obra Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipación social (2006), aporta una gran pieza metodológica para comprender la crisis de las ciencias sociales (y las ciencias en general) y ayudarnos a deconstruir lo que fue alguna vez “La Realidad”. De Sousa advierte los epistemicidios perpetrados por las ciencias, esto es, los intersticios ontológicos que han configurado nuestros esquemas de percepción y análisis, las fronteras mismas. El sistema de división de las ciencias es parte de la lógica que hace funcionar la civilización occidental, por ello cuesta tanto cruzar las fronteras. No obstante soy de los que piensan que debemos apostar por la reformulación de los métodos, por la renovación de los presupuestos epistemológicos, porque la lucha epistémica en la academia es la lucha política en las sociedades, cambiar nuestras formas de ver el mundo nos haría percibir otras realidades, otros poderes, otras formas de libertad, de igualdad y de soluciones a esa dispersión de las conciencias que llamamos posmodernidad. Al final, la lógica en la que nos desarrollamos, tanto teórica como prácticamente, estructura fronteras que nos colocan en un dédalo de espejos, advertir las fronteras del laberinto es el primer paso para cruzarlas, y descubrir que sus muros son muchas veces sólo un reflejo de nuestros miedo.
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Octavio Paz, Los hijos del limo, en La casa de la presencia. Poesía e historia, Obras Completas, México, FCE 1995, p. 469.
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Referencias bibliográficas: §
FOUCAULT, Michel, Microfísica del poder, Madrid, Piqueta, 1979.
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HABERMAS, Jürgen, Ensayos políticos, Barcelona, Península, 2002.
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PAZ, Octavio, Los hijos del limo, en La casa de la presencia. Poesía e historia, Obras Completas, México, FCE, 1995.
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de SOUSA, Santos, Boaventura, Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipación social, Buenos Aires, CLACSO, 2006.