FRIEDRICH NIETZSCHE EN SUS OBRAS
Con vuelta de hoja, hoja, 1
Lou Andreas-Salomé
Friedrich Nietzsche en sus obras Traducción e introducción de Luis Fernando Moreno Claros Prólogo de Ernst Pfeiffer
editori editorial al ® minúscula minúscula BARCELONA
Títul o original: original: Friedrich Nutzsche in seinen Werken Con anotaciones deThomas Pfeiffer. Edición a cargo de Ernst Pfeiffer. Nuev Nu evaa edició edi ciónn aum au m enta en tada da de 1994 © Insel Verlag, Frankíurt am Main und Leipzig 1994 © de la traducción, la introducció n y los los anexo anexos: s: 2005 Luis Fernando Moren o Claros Revisión: Revisión: Tomás C aballero © 2005 Editorial Minúscula, S. L. Sociedad unipersonal Portolá, 26 - 08023 Barcelona
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Primera edición: enero de 2005 Diseño gráfico: Pepe Par Fotografía de la cubierta: Lou Aiulreas-Salomé, Paul Ree y Friedrich Nietzsche retratados por Julcs Julcs Bonnct en 1882. 1882.
Qu eda rigurosamen te prohibida, sin la autorización autorización escrita escrita de los titulares titulares del copyright , bajo ba jo las sanc s ancion ion es estab est ableci lecidas das po r las leyes, la rep r epro rodu du cció cc iónn tota to tall o parci pa rcial al d e esta es ta o br a po r cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.
Preimpresión: Addenda, Pau Claris, 92, 08010 Barcelona Impresión: W inihard Gráfics, Gráfics, si. si. ISBN: 84-95587-22-X Depósito lega legal: l: B.3 .42 1-2005
Printed in Spain
Pr ó l o g o
Lou von Salomé tenía veintiún años de edad cuando conoi ió a Friedrich Nietzsche, un amigo de Paul Rée, en abril de 1882, en Roma. Nietzsche era diecisiete años mayor que ella; Rée, cin co años menor que Nietzsche. El libro Friedrich Nietzsche en sus obras lo escribió como Lou Andreas-Salomé, en Berlín, con treinta y tres años, poco antes de iniciar su primer viaje a París como escrit escritora ora independiente. independ iente. El título Friedrich Nietzsche en sus obras pretende dejar cla ro que no cabe considerar el libro como una mera explicación de las obras, y que la relación personal de la autora con Nietzsche y la aportación de documentos de varias clases, así como de frag mentos unitarios de cartas de Nietzsche dirigidas a ella y a Paul Rée, solo debían servir al propósito de revelar el desarrollo evo lutivo del pensamiento de Nietzsche, que, por decirlo así, se ocul ta en sus obras. Estos Estos deta detalle lless no permiten perm iten sospecha sospecharr que el encuent enc uentro ro entre en tre Nietz Ni etzsch schee y L ou von vo n Salo Sa lomé mé,, que qu e c o nstit ns tituy uyee u n a con co n d ició ic iónn p re re via del libro, pueda ser entendido únicamente como el cruce de dos vidas vidas y de dos líne líneas as de pensamiento pensam iento en un m omen om ento to concre to enteramente determinado; ni tampoco que la redacci redacción ón del lib libro ro solo fue posible en una época determinada en la vida de Lou Andreas-Salomé. Aun así, el rechazo de Nietzsche a un mero cruce de las trayectorias vitales y el convencimiento de Lou von Salomé 7
de que su convivencia en régimen de amistad con Paul Rée dura ría toda la vida, condujo tanto a Nietzsche como a ella hacia una carencia carencia vital vital que habría hab ría de posibilitar p osibilitar la conclusión de las las tareas tareas que a ambos les estaban destinadas: la de Nietzsche como filóso fo y la de Lou Andreas-Salomé en su estudio de los seres humanos. En efecto, sin el tránsito a través de la soledad de todas las soledades, Nietzsche no habría arribado a sus demoledoras ideas; y sin el el fraca fracaso so del del intento inten to de Lou Lo u von Salomé de fundar fun dar su matri m atri monio con E C. Andreas confiando en poder mantener el víncu lo con Paul Rée, y en poder seguir fortaleciendo su temprana hermandad divina, no habría llegado a ser la Lou Andreas-Salomé que conocemos. Estas Estas reflex reflexione ioness debían de bían preceder a nuestra nue stra ocupación doc d ocu u mental con la relación de Lou von Salomé tanto con Nietzsche como con Paul Rée. Nietz Ni etzsc sche he,, q uien ui en,, en vez de ir a Rom Ro m a, h a b ía viajad via jadoo des de s de Génova hasta Messina como un nuevo Colón, recibió de for ma indirecta una profunda impresión de Lou von Salomé a través de las las palabras palabras que siguen, s iguen, pertenecientes p ertenecientes a una un a carta ca rta de Paul Paul Rée, que también dejan entrever su propia admiración hacia la joven muchacha (20 de abril de 1882): «Con este paso de usted, sobre todo, ha sorprendido y ape nado a la joven rusa. Esta, ciertamente, tiene tantas ganas de cono cerlo, de hablar con usted, que con ese objeto quería pasar por Génova Gé nova en su viaje viaje de regreso regreso [hacia [hacia Suiz Suiza] a] y se enfadó m ucho uch o po p o r habe ha bers rsee visto vi sto desi de silu lusi sion onad adaa de esta est a m aner an era. a. Es u n a c ria ri a tura tu ra enérgica, que posee una inteligencia increíble a la vez que las cua lidades de una muchacha, y hasta de una niña.» Ahora Aho ra bien, el final de la relación relación de Lou von Salomé Salomé con Nie N ietz tzsc schh e y la pers pe rsis iste tenn cia ci a de su rela re laci ción ón con co n Paul Pa ul Rée q u e d a n
ai hitados en una carta de Lou von Salomé escrita la noche de Año i iuc-vo de 1883 desde Berlín. La carta, dirigida a Paul Rée, quien « H i t a b a entonces entonces treinta tre inta y cuatro años y estaba estaba pasando pasando una tem| ' " t . i d a en su tierra, en Prusia occidental, consideraba de manera ¡' tmspectiva el pasado año 1882: «Fue «Fue en los primeros prim eros días de ene ro cuando, enferma y cansada, llegué al sol de Italia a fin de abas t a crine de calor y de vida vida para pa ra el año entero. entero.»» Paul Rée sabe que estas palabras lo incluyen a él, desde que ■n el mes de marzo, en Roma, Lou von Salomé se lo había gana do para el proyecto conjunto de una aventura vital. «Cuánto de c.vc sol hubo en nuestras caminatas y conversaciones romanas | . 1 1 1 tes tes de la llegada llegada de Nietzsche], cuánto cuá nto en el idilio de O rta con ‘■us paseos en barca y su Montesacro con sus ruiseñores [lo recuerd . i como si Paul Rée también hubiera compartido todo esto], • uánto en aquel viaje suizo a través del San Gotardo, en los días d e Lucerna.» «Y después, cuando me separé de mamá [la cual aún per maneció en Zúrich] y quise organizar la vida que acababa de recu perar, nos no s c o m p rom ro m e tim ti m o s con co n esa sing si ngul ular ar rela re laci ción ón de amis am ista tadd de la que, hasta hoy, depende toda la organización de nuestra vida. I Ina relación tal que, acaso en esta intimidad y en este respeto, no volverá a darse nunca...» Llama la la atención que en esta carta no se mencione el nom no m bre de N ietzs iet zsch che. e. C o n tod to d o , o b ten te n d rem re m o s u n a persp pe rspec ectiv tivaa genegene i.il de su relación con Lou von Salomé al revivir o completar lo i|ue falta falta con datos auténticos. au ténticos. En lo que respecta al «idilio de Orta»: «Por aquel entonces, t u Orta [lago de Orta, al este del lago Maggiore], me propuse en pri p rim m er luga lu garr que qu e entra en trase se en c onta on tact ctoo con co n el co c o n jun ju n to de m i filofil osolía.» (Esbozo de una carta [de Nietzsche] que bien pudiera datar 9
de principios de diciembre de 1882.) Con más rotundidad: «Por aquel entonces, en O rta, concebí la idea idea de guiarla guiarla paso paso a paso paso a través de mi filosofía, hasta las últimas consecuencias; a usted, la pri p rim m era er a perso pe rsona na que qu e cons co nsid ider eréé apta ap ta para pa ra tal ta l come co metido tido.» .» «Entretanto, hicimos juntos alguna excursión; por ejem plo, plo , a O rta rt a , en los lagos altos italia ita liano nos, s, d o n d e el cerc ce rcan anoo M o n tete sacro pareció habernos encadenado; cuando menos, se dio el caso de provocarle a mi madre una molestia inesperada porque Nie N ietz tzsc schh e y yo nos no s d e tuv tu v im o s d e m a siad si adoo en M o n tesa te sa c ro y no pasa pa sam m os a reco re coge gerla rla a tie ti e m p o , algo que qu e Paul Pa ul Rée, Rée , q u e se que qu e dó haciéndole compañía, también tamb ién observó mu y enfada enfadado. do.»» (Mirada retrospectiva). Según el diario de Lou von Salomé, Nietzsche habría dicho en Tautenburg en «recuerdo de nuestros días en Italia», al descender por la pequeña pendiente y «en voz baja: “Montesa cro... el sueño más embriagador de mi vida se lo debo a usted.”» Sobre «los días de Lucerna»: en mayo de 1882, Nietzsche se declaró «personalmente» a Lou von Salomé en el «jardín del León» de Lucerna, «dado que posteriormente la mediación romana de Paul Rée [entrega de una petición de matrimonio] le pareció insuficiente». «Pero, a la vez, Nietzsche organizó la fotografía de nosotros tres, a pesar de la severa resistencia de Paul Rée, quien durante toda su vida conservó una reticencia morbosa a la reproducción de su rostro.» (Mirada retrospectiva). Desde Lucerna, Nietzsche visitó Triebschen con Lou von Salomé, «el lugar donde vivió con Wagner épocas inolvidables» (Véase la página 144). El nombre Tautenburg (Turingia), que designa la cima, el pu p u n to cruc cr ucia iall del de l inte in terc rcaa m b io inte in tele lect ctuu al entre en tre N ietz ie tzsc sche he y Lo Louu von Salomé, no aparece en la carta a Paul Rée. Pero en el diario que escribía para Rée, ella expresa su afinidad con Nietzsche con 10
i a as palabras: «El rasgo religioso fundamental de nuestra naturalc/a es algo común a ambos; y que este, precisamente, aflore mu tanta fuerza en los dos se debe a que somos espíritus libres en t ido extremo.» En cuanto a Nietzsche, hacia mediados de septiembre escri bió a Franz Fra nz O v erb er b e ck desd de sdee Leipzig: «Desd «D esdee luego lu ego,, lo más p roro vn lioso que he hecho este verano han sido mis conversaciones ion Lou. Nuestras inteligencias y nuestros gustos están profun damente emparentados... Y, por otra parte, es tanto lo que entra ban b an las las con c ontra tradic diccio cione nes, s, que qu e cada u n o se conv co nvier ierte te para pa ra el otr o troo en el más instructivo objeto-sujeto de observación. Todavía no he i o nocido a nadie que sepa extraer tal cantidad de ideas objetivas de sus experiencias, nadie que sepa sacar tanto jugo de todo lo aprendido.» aprendido.» «Tautenburg dio a Lou una un a meta.» meta.» Al leer esta carta no podemos sospechar lo que en aquella ¿poca Nietzsche intuía de cuanto le quedaba todavía por superar. los acontecimientos acon tecimientos e incidentes — premeditados prem editados Y, menos aún, los 0 accidentales— que le aguardaban y que habrían de conducirlo de reacción en reacción, hasta el límite de lo soportable. El 25 de diciembre, pocos días antes de la citada carta de 1ou von Salomé a Paul Rée, Nietzsche escribía a Overbeck: «Ayer, por fin, interrumpí también la correspondencia con mi madre, pues la situación era ya insoportable; y cuánto mejor habría sido que ya desde hace tiempo me hubiera parecido inso portable. porta ble.»» «Mi relación con Lou agoniza de forma harto dolorosa: al menos, eso es es lo que creo hoy. hoy. Más tarde t arde — si es que hay ha y un más tarde— tarde— , quiero decir tam bién una un a palabra al al respect respecto. o. La com pasión, pasión, mi querido amigo, es una especie de infierno... algo que también podrían afirmar los discípulos de Schopenhauer.» 11
• i mi lian«« »■. |iini |iini««i . 1 f'.ic testimonio de Nietzsche la carta I mi vm vmii 'uliii 'ul iiiin in ,i l'.ml l'.ml K á \ que qu e data casi casi de la mism mi smaa época, époc a, queque <1-• ■< ■<•1 1 1 1 ■1. i unie un ient ntee i I.iio el el cru c ruce ce de los cam ca m inos in os vitales vita les e n tre tr e I ln t/M t/M 1ir y I mi vi vi>ii Salomé; Salom é; tal t al cruc cr ucee hab ha b ría rí a existid exis tidoo incl in clus usoo sin i I i mu ni ni .o d ( l’.m l’.mll Kée en este acon ac onte teci cim m ient ie ntoo , y ello quizá quiz á de ni.un i.i iii.i . inadvertida, quizá de otra forma acaso más dura para Nici/m ln- y tam ta m bién bié n para pa ra Lo Louu von vo n Salomé. Salo mé. Ahora Ahora bien, cuando cuan do nos preguntamos pregun tamos bajo bajo qué condiciones niiu as piulo nacer el libro sobre Nietzsche de Lou Andreas-Salomé, tal tomo lo conocemos, responderemos que el efecto espiritual de Nicr/ Ni cr/sch schee debió de bió de parecerle parece rle a la aut a utor oraa algo defin de finiti itiva vam m ente en te con co n cluido y que, en segundo lugar, la «relación de amistad» entre Lou von Salomé y Paul Rée era algo que pertenecía perte necía ya al al pasado. (Que (Q ue lo estrechamente personal se transformara en pura mercancía me morable es comprensible dada la naturaleza del trabajo.) Con Co n todo, la trágica trágica circunstancia que oculta en su interior esta segunda condición del nacimiento del libro se revela por ente ro si pensamos que para Lou von Salomé el cambio de nombre significó algo más que un consabido acontecimiento social que, posi po sibl blem emen ente te,, no h ubie ub iera ra sido necesa nec esario rio para pa ra rom ro m per pe r la amis am ista tadd con Rée. De cualquier forma, tanto para Lou von Salomé como para Paul Paul Rée Rée hubo hu bo algo algo distinto — totalm ente distinto— de eso eso que Lou Ajidreas-Salomé aduce para explicar el misterio de su matri monio en su su Mir M irad ada a retrosp retrospecti ectiva. va. Realmente certera resulta esta frase: «(...) la presión bajo la cual di aquel paso del que ya no podía retractarme no me separó de él [Rée], sino de mí misma.» Es significativo que el documento biográfico más impor tante tan te del legado legado de Lou L ou Andreas-Salomé, algunas hojas sueltas sueltas del 31 de octub o ctubre re de 1888 — esto esto es, es, escrit escritas as en el el segundo segun do año a ño de 12
i om unidad un idad— — , deje deje ver ver claramente que no solo He nd rik Gil G illot, lot, el "hombre santo», portaba consigo la marca del linaje de la cria( 1 1 1 a del perdido reino de Dios, y que por eso debía ser evitado tom o hombre, hom bre, sino sino que tam bién Friedri Friedrich ch Cari Andreas Andreas,, aunque aun que de otra forma, portaba consigo la marca de ese mismo linaje: por ello, «casada» con él, eran «dos... que se arrodillan juntos». La boda, oficiada por Gillot (!), tuvo lugar en junio de I888. En las dolorosas luchas de los siguientes años se perdió el '..iber plasmado en la anotación del diario sobre el retorno de la icntación; tan solo queda (cuando es más fuerte, la simpatía físii .i por Andreas inclusive) la experiencia de lo imposible. El final tic la lucha, una especie de triste empate, lo caracterizó Lou Andreas-Salomé con la siguiente frase: «Exteriormente no cam bió nada na da;; en el inter int erio ior, r, todo. tod o.»» (Mirada retrospectiva). Así pues, nos es lícito afirmar que el espacio sin destino, por p or así decir de cirlo, lo, en el q ue L o u v o n Salom Sa loméé se sintió sin tió cobi co bija jada da des de s pués de la exp e xperien eriencia cia con co n G ill illot ot en v irtu ir tudd de la pur p uraa amist am istad ad con co n Paul Rée, perdió sus límites protectores mediante la acción coni inua de la misma fuerza a la que Lou von Salomé creyó haber escapado. Ella no sabía cuán profundamente enraizado se hallaba en su interior el deseo de tener a Paul Rée (de nuevo) a su lado, y este no pudo vislumbrar en un principio quién se le oponía en la figu ra de F. C. Andreas. Rée se refugió en la soledad. Pero nos hemos anticipado. El plan de una vida en común con Paul Rée, que, como il¡señado para que durase siempre, Lou von Salomé le describió a aquel en la noche de Año Nuevo de 1883, parece que llegó a cumplirse: ambos convivieron durante casi cuatro años, en Ber lín, rodeados de un círculo de jóvenes intelectuales; para L. A. 13
Salomé, estos fueron los anos más felices de su vida, años de calla do destino y de la recuperación de su juventud. «Todavía todos los de nuestro círculo no conocían de cer ca a aquel cuyas “colecciones de aforismos”, de orientación psi cológica, habrían de depararle fama mundial: Friedrich Nietzsche. Sin embargo, por decirlo así, él se hallaba en medio de nosotros como un trazo oculto o como una figura invisible.» Kn la época del profundo duelo por el desenlace de la rela ción con Paul Rée («lo irreparable», como lo denominaba todavía en su vejez), así como de la arriesgada lucha por el esclarecimien to del problema de su matrimonio, no pudo comenzar el trabajo. Su hora llegó una vez hallado aquel empate conciliador. Ahora bien, L. A. Salomé recordó antaño con claridad que poco po co desp de spué uéss de su b o d a escr es cribi ibióó u n ensay en sayoo que qu e c o n ten te n ía algu al gu nas opiniones sobre la filosofía de Nietzsche. El ensayo, un estudio titulado «En memoria de un filóso fo», se ocupa del metafísico Ludwig Flaller, quien fuera uno de los primeros en pertenecer al círculo de amigos de Paul Rée y Lou von Salomé, y que en la primavera de 1885 les había expuesto sus polif po lifac acét étic icas as ideas filos fil osóf ófic icas as.. Este Es te term te rm inó in ó «M «Meta etalóg lógica ica,, m e ta ta física, metapsíquica», primera parte de Todo en todo, una obra concebida en dos tomos, y «en la noche del primero de octubre de 1887 dio un salto de muerte [“de trasfondo místico”] desde la bo b o rda rd a de u n barc ba rcoo en el M ar del de l N orte or te.» .» (Mirada retrospectiva, «Experiencia de la amistad»). Este trabajo, que permaneció inédito durante años, lo reti ró L. A. Salomé el primero de marzo de 1891 de la redacción de la Deutsche Rundschau Rundsch au «para introducir un par de pequeñas mejoras en la parte final, a las que me había conducido recientemente mi reiterada y profun pr ofunda da ocupación ocupa ción con la filos filosofía ofía de Nietzs Nietzsch che». e». 14
Las «pequeñas mejoras» se ampliaron tanto que L. A. Salomé desarrolló las ideas esenciales de la filosofía de Nietzsche en contraposición a las teorías de Haller. (El estudio quedó sin publ pu blica icarse rse incl in clus usoo con co n estas ampl am plia iaci cion ones es;; solo con co n tam ta m o s con co n él desde hace poco tiempo.) Las contraposiciones más características se encuentran en el tercer capítulo (final): «Sí... Haller cree que puede acceder a la verdad mediante la espiritualización espiritualización y disolución disolu ción de todas las cosa cosass hasta alcanzar la la abstracción más absoluta, ab soluta, jS jSíi íieetzse tzsehe he busca la verdad precisam precis amen en te.en el alumbramiento de las cosas a través de su completa profundización e interiorización; si Haller aspira a visualizare 1 todo, Nietzs Nie tzsch chee desea exam ex amin inar ar lo individual. Mientras que Haller ce lebra el triunfo del pensamiento por el hecho de que este se ele va sobre la la tierra y sus sus misteri m isterios os hum h um anos ano s — cuanto cua nto más alto, alto, cuanto cua nto más lejo lejos, s, más poderoso y más dom do m in inan ante te será— será— , Nietzs che libera el instinto de poder y el afán de dominio de quien co noce precisamente por medio de su internamiento en esta tierra y en sus misterios humanos, mediante el hecho de que excave y mine sin que jamás se fatigue ni se dé por satisfecho, hasta que llegue a sus profundidades, sus tesoros y sus simas, hasta alcanzar todo lo más secreto y lo más oculto.» Esta oposición, aplicada una y otra vez, termina de este modo: «La constante contradicción entre ambos filósofos se ma nifiesta del modo más notable en la doctrina de Nietzsche del Eterno retorno, en la repetición de todas las cosas en el círculo eterno del del ser; ser; o — como com o él lo expres expresaa de manera maner a más drástica— en que el filósofo no solo dice “¡Sí!” a todos los acontecimientos, sino capo! ” Mientras que para Haller la que también exclama “D a capo!” 15
introspección intelectual en la determinación universal del ser con duce directamente a la disolución de lo individual en lo ilimitado, de lo real en lo abstracto-absoluto, vemos aquí la misma intros pecci pe cción ón p e n e tran tr andd o en algo que qu e podr po dría íam m o s d e n o m ina in a r “u n a ili mitación de lo limitado, una eternización de lo real”. »La idea del eterno retorno, en la que finalmente quedará absolutamente absolutam ente dem ostrada la completa fusión del filósof filósofoo con la quintaesencia de la vida, fue transformándose, cada vez más y más en los últimos años, en el centro místico en torno al cual el pen samiento de Nietzsche giraba estrechándose de manera constan te, como si se tratara de un centro mágico. Después, enmudeció al respect respecto. o. Le sobrevino sobrevino com c omoo si se se tratara de d e la pura pur a venganza de la tierra sobre el espíritu del fuego, que pretende penetrar hasta esas profundidades que nadie se atreve a desvelar. Lo apresó como si lo hubiera sepultado s epultado vivo en su interior inter ior y como si bajo bajo su pesan tez terrenal hubiera asfixiado y aplastado violentamente su voz. »Nadie »Nadie podrá pod rá decir nunc n uncaa si alguna vez vez,, o en virtud v irtud de qué forma, el pensamiento ele Nietzsche habría llegado a alcanzar definitivam ente la estabilidad. estabilidad. Hay Ha y algo algo de errático y cambiante cam biante en la naturaleza intelectual de Nietzsche, algo que era lo más opuesto posible a la estricta y sistemática unidad del modo de pen sar de Haller. La (ilosoíía de Haller configura un inmaculado círculo cerrado que, sin principio ni final, se repliega por doquier sobre sí mismo; en la filosofía de Nietzsche, en cambio, hay corre dores escondidos, sendas que se cruzan y líneas ocultas en las que la única orientación consiste en esa permanencia constante de sus prop pr opia iass huellas hue llas,, pue pu e sto st o que qu e noso no sotro tross segu se guim imos os siem sie m pre pr e a la m is is ma personalidad.» «Desde esta postura de Nietzsche respecto del conoci miento, desde esta personal fusión de sí mismo con este y, a la 16
ve/, desde esta particular afirmación de su propia personalidad m aquel, queda claro que identifica su yo intelectual con el con tenido del conocimiento hasta el punto casi de confundirlos consi go mismo.» A continuación, con tinuación, repetimos repetimos una manifestación manifestación de L. A. A. Salom Saloméé ton motivo de su escrito sobre Nietzsche. Dejaremos aparte el juicio acerca de si solo la motivó escri!>ir sobre Nietzsche el hecho de que «buscando su propia fama, muchos jóvenes literatos se apoderaron de él erróneamente»; lo cierto es que escribió el libro «con absoluta libertad» y que «solo después de nuestro trato personal se tornó comprensible la ima gen espiritual de Nietzsche en sus obras.» (Mirada retrospectiva). En interesante relación con esto se halla el hecho de que Lou Andreas-Salomé incluyera en la cuarta página de su libro el «Esbozo de una caracterización de Nietzsche, la cual leí y comen té con él en octubre de 1882 [así pues, en Leipzig]». Y añade a continuación: «El trabajo contenía a grandes trazos la primera par te del presente libro y algunos fragmentos de la segunda parte; el contenido de la tercera parte, “El sistema de Nietzsche”, propia mente dicho, no había nacido todavía.» En esta «Caracterización» pode po dem m os ver el núcl nú cleo eo (esto es, en e n otro ot ro sen se n tido, tid o, el moti m otivo vo)) de su luturo libro. Así pues, la joven Lou se mostró muy libre y, de modo con vincente, tan exenta de recelo hacia Nietzsche que este, como si se tratase de un trabajo impersonal de ella, lo acogió favorable mente; era tan excepcional que con el tiempo esta «Caracteriza ción» ción» acabó mostránd most rándose ose verdadera. (También (Tamb ién las las línea líneass que siguen a esta anotación expresan la dependencia espiritual de Lou von Salomé respecto a los erráticos pensamientos de Nietzsche hasta la redacción de su libro.) 17
I I lil>tn l'vit'dvich Nietzsche en sus obras está «dedicado al Ik I icnirrdi)" de l'.iul Róc como «a quien no nombro». Su som111.1 ,ncimp.iiió el el trabajo. trab ajo. Un torm tor m entos en tosaa creación, creac ión, com co m o un u n paso m.i', li.it i.i m misma, Lou Andreas-Salomé escribió el relato Uutli' poi o ames del viaje viaje a París, en marzo m arzo de d e 1895. La autoau to1.1 necesitó aquel aq uel «piadoso «p iadoso precede prec edente» nte»,, «los «los restos secretos de identidad de la relaci relación ón con Dios D ios y del del amor amo r reprimido» ( Mira M irada da retrospectiva).
I alian detalles más cercanos sobre el desarrollo del trabajo. Según los los apuntes conservados, conservados, Lou Andreas-Salomé leyó «prue Nie tzsche che » en noviembre de 1893 y en febre bas de impr im pren enta ta del Nietzs ro de 1894. La tarde del día 20 de febrero su marido «depositó en la oficina de Correos de la estación» las últimas pruebas. El libro Friedrich Nietzsche en sus obras apareció en 1894, en Viena. Puesto que Lou Andreas-Salomé, tal como anota en su Mirad Mi rada a retr retros ospe pect ctiv iva, a, ni se dejó llevar «por las animadversiones que par p artítían an de la familia fa milia de Nietz Ni etzsc sche he [tras la apa a paric rició iónn del libro] lib ro],, ni, en general, por las de la literatura que se generó en torno a Nietz Ni etzsc sche he despué des puéss de su m uerte ue rte», », sobre sobr e tod to d o ello se gua g uard rdaa silen sile n cio. (El (ilósofo berlinés Georg Simmel trató en vano de provo carla para que se aviniera a tina confrontación rectificadora.) Ahora bien, litera del ámbito de la investigación nietzscheana, debe mencionarse lo que Karl Eówith escribe sobre el libro de Lou Andreas-Salomé en un apéndice de su obra La L a filo fi lo so fía fí a de Nietzsche Nietz sche del d el eterno eterno retorno retorno de lo mism mismo' o'.. «Esta «Esta exposición apareció en 1894, ello sucedió todavía antes de la publicación de la expo sición del propio Nietzsche sobre sí mismo en Ecce Ecce homo. homo. He aquí la razón de que resulte más sorprendente aún la profundidad y la madurez de la caracterización. En los cincuenta años siguientes no se ha publicado ninguna exposición importante que se le ase18
■Mjr, pero tampoco hay ninguna que actualmente se tenga en tan (seasa consideración.» La presente edición del libro significa, por lo tanto, una Ulicva publicación. Pero no quisiera insertarlo en el contexto de j¡ j¡4 Investigaci Inves tigación ón nietz ni etzsc sche hean anaa ni tam ta m poco po co hay ha y que qu e comp co mpar arar arlo lo con co n obl as posteriores sobre Nietzsche. El libro debe leerse como lo que que es es: la única exposición inspirada inspirad a directam direc tamente ente por la preseni t i personal y espiritual de Nietzsche, el testimonio vivo de una mujer que con su trabajo demuestra ser lo que Nietzsche ya había descubierto en ella ella.. D a igual que leamos el libro a causa causa del inte in te rés por Nietzsche o por la magia de las ideas que la propia Lou Andreas-Salomé aporta. Lo que se añadirá a continu con tinuació aciónn quizá q uizá suscit suscitee el el interés de los lectores, mas no afecta a lo especial de este libro. Añadido a un diálogo sobre el capítulo «Experiencia de la amistad», Lou Andreas-Salomé afirmó en cierta ocasión, pensa tiva, que bien podía prescindir de Nietzsche en su vida. Estas palabras se comprenderán si reflexionamos sobre el peso que qu e en com co m para pa raci ción ón con co n Nietzs Nie tzsch chee adq ad q u irie ir iero ronn p ara ar a su des des uno los nombres de Hendrik Gillot, Paul Rée, F. C. Andreas (con lespecto lespecto al al problem prob lemaa de Dios como trasfondo) trasfond o) y, después después — libe lándola— lándola— , Rainer Maria Rilke Rilke y Sigmund Sigm und Freud. Freud. La importancia importan cia intelectual que Nietzsche tuvo para Lou von Salomé únicamente la documenta el libro que escribió sobre él. Quizá pueda apre•iarse en la siguiente nota el nivel tan elevado de exposición que alcan alcanzó zó en su libro. libro. En una un a hoja suelta del diario, como c omo respuesrespuesta a una carta del sociólogo Ferdinand Tónnies, con quien en la época de Rée tenía estrecha amistad, anotó: «Tónnies sobre Nietzsche: qué era más grande, su amor por la verdad, la avidez avidez de fama fa ma o el placer de destruirse. Pues nada na da de 19
eso, sino una confusión de índole demoníaca respecto de sí mis mo con la que constantemente se atropellaba. Esto es lo que siem pre, tambié tam biénn en las las tendenc ten dencias ias destructivas hacia la verdad, disponí disp oníaa po p o r encim en cimaa de él; él; y tam ta m bién bi én lo que qu e abría abr ía el inq in q u ieta ie tann te abismo abis mo en su naturaleza. Esta mezcla de impulso hacia la verdad y avidez de fama, exaltación y vanidad, se dirige con cólera destructiva con tra todo lo que se halla fuera de ese círculo demoníaco. »Nietzsche es, con seguridad, uno de los hombres más ricos, inquietantes y misteriosos que jamás han existido. De modo ines per p erad adoo sigue sigu e o b ran ra n d o desd de sdee la oscu os curi rida dad, d, de form fo rmaa que qu e casi sen s en timos que incluso desde la oscuridad de la misteriosa celda del manicomio, su espíritu nos observa de nuevo a través de sus libros, aunqu aun quee sea con una m ueca gigan gigantes tesca ca.» .» (Será lícito fechar esta anotación en la época en que Niet Ni etzs zsch chee estuvo est uvo ingre in gresa sado do en la clínica clín ica de Jen J ena, a, en 1890.) 1890 .) Todas las manifestaciones posteriores de Lou AndreasSalomé sobre Nietzsche han sido añadidas a las notas de nuestro libro.* Er n st
Pf e if f e r
* El pro p ro lo g u is ta se re fie fi e re a la e d ic ió n a lem le m a n a d e l 9 9 4 e n l a q u e b asam as am os la presente versión en castellano.
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In t r o d u c c i ó n
Un am or de Nietzsche Nietzsche
Louise von Salomé, la joven que despertó las ilusiones del I ¡lóso lósofo fo Friedrich Nietzsche duran du rante te un breve breve pero intenso período períod o de tiempo, nació en San Petersburgo el 12 de febrero de 1861. Era 1.1 pequeña pequ eña y la única niñ n iñaa entre en tre cinco hermano herm anoss varones; varones; su padre, rl severo general ruso Gustav von Salomé, de ascendencia alemana, 1.1 adoraba, adora ba, y pro p ronn to se conv co nvertiría ertiría en el mejor mejo r amigo de d e su hi|ita: la colmaba de atenciones y cedía a todos sus caprichos, contra viniendo incluso las normas impuestas por su mujer, Louise. La acomodada familia del general, en cuyo seno se hablaba indistin tamente el ruso, el alemán y el francés, residía en el Palacio de Invierno, en el corazón mismo de la corte de los Romanov, pero semeja semejante nte ambiente ambien te no n o intimidaba intimid aba a la pequeña pequ eña Louis Louise, e, quien bien |>or capricho o bien por imponer su carácter, aborreció desde su más temprana edad las convenciones sociales, y siempre que podía solía mostrarse rebelde y original haciendo caso omiso de lo que se consideraba correcto y adecuado para cada ocasión. En vez de consagrar su adolescencia y primera juventud a la caz caza y captura cap tura de un u n esposo esposo y a prepararse prepararse para fundar fun dar una un a fami lia, como era la norma entre las hijas de la gran burguesía, la voluntariosa Louise se interesó muy pronto por la literatura y el conocimiento; el ambiente que reinaba en la Rusia de su época, donde los jóvenes discutían sin rebozo sobre la emancipación de los siervos, la tiranía del zar y el nihilismo, contribuyó a desper21
tai
BKt tina cura cu ra de reposo. Fina F inalm lmen ente, te, en enero e nero de 1882, 1882 , mad m adre re e hija se trasladaron a Roma para descansar. lín la ciudad eterna, ambas mujeres trabaron relación con el gírt ulo de intelectuales que se reunía en torno a Malwida von píe p íeyy sen se n b u g , u n a rica ric a a rist ri stóó crat cr ataa d efen ef enso sora ra de los dere de rech chos os de la M emor orias ias H lw jiT , y conocida en toda Europa como la autora de Mem ne una idealista (1876). Precisamente, fue en casa de la celebrada señora donde Lou i n noció noció a Paul Rée, por p or entonces enton ces amigo de Nietzsche. Rée se preIctitó Ictitó de improviso en el salón de la arist aristócrata, ócrata, m uy sofocado por po r que había perdido en el juego y un camarero lo perseguía con la *-ij’encia de que saldase su deuda de inmediato. Malwida le entre jló jló el d iner in eroo , y a L o u le parec pa reció ió sim si m p átic át icaa la a c titu ti tudd desa de sang ngela elada da ile i|tiien, además, le fue presentado como un filósofo de actitudes V pens pe nsam amien iento toss n ada ad a conv co nvenc encion ionale ales. s. Al fin fi n a l de la velada, velada , Rée se <>11 oció para acompañar a la joven; la conversación que mantuvieron fue tan viva que, absortos, deambularon durante horas por las calles de Roma. Lo mismo sucedería durante varias noches más, ti hien en absoluto secreto, pues ni la madre de Lou ni Malwida vcí.i cí.inn con buenos bue nos ojos que su bella protegid pro tegidaa se pas pasea ease se por po r la peli grosa ciudad con semejante acompañante, incapaz de defenderla en caso de ser «ofendida» por algún trasnochador desvergonzado. Rée se entusiasmó con la inteligencia de su nueva amiga msa y así se lo debió de contar a Nietzsche en una exaltada misi va que no se ha conservado y en la que, al parecer, elogiaba a Lou hasta el extremo de pintársela con los más vistosos colores y has ta ile asegurarle que en ella habría de encontrar un «alma gemelit" a la que debía conocer de inmediato. Niet Ni etzs zsch chee se halla ha llaba ba p o r aque aq uell ento en tonc nces es en Géno Gé nova va.. I m p o sibilitado para la docencia como consecuencia de su precario 23
e'stado ele salud, vivía con estrechez gracias a una exigua pensión otorgada por po r la Universidad de Basil asileea. A causa causa de la bond bo ndad ad del del clima, solía residir largas temporadas en ciudades del sur de Ita lia, en las que se consagraba por entero a su trabajo intelectual cuando cua ndo sus sus padecimientos padecim ientos físi físico coss — terri terribles bles ataques de m igra ña— se lo permitían. Estaba a punto de concluir La L a gaya ga ya ciencia. Los dos libros anteriores, Hu H u m ano, an o, demasi dem asiado ado hum hu m a no y El E l camina nte y su sombra sombra — en realidad, colecciones colecciones de aforismos aforismos de corte positivista, irreverentes para con las creencias morales tradicionales y de gran agudeza psicológica— psicológica— , le había ha bíann granje g ranje ado el aprecio de cierto público minoritario pero fiel. Sin embar go, su soledad era inmensa: contaba treinta y ocho años de edad y hacía tiempo que había desistido de buscar esposa (lo intentó dos veces en su juventud, sin éxito), pero además había roto su amistad con el compositor Richard Wagner y su círculo, con lo que gran parte del mundillo intelectual que lo acogía le había hecho el vacío. El opio y el veronal eran sus compañeros habitua les e insustituibles. Es probable que, en la mencionada misiva, Rée bromease también sobre Lou como la mejor solución para acabar con la soledad tic Nietzsche: este podía convertirla primero en alumna, y luego, quién sabe si hasta en su esposa. El caso es que Nietzsche respondió bastante alborozado y seguro de sí mismo: «Salude usted ;i esa rusa de mi parte, si es que ello tiene algún sentido. Particu larmente, estoy ávido de ese tipo de almas. Así que hasta es muy posib po sible le que qu e lo p rim ri m e ro q u e haga ha ga sea salir sali r a cazarla caz arla,, pues pu es,, cons co nsi i derando todo lo que deseo deseo hacer durant du rantee los diez diez próximos años, la necesito.» Con respecto al asunto del matrimonio, también se mostraba complaciente; se casaría con la joven, ahora bien, afirma ba que q ue solo p o d ría rí a avenirse aven irse a u n a u n ión ió n «que duras du rasee com co m o máximáx i24
ino dos años, y ello únicamente en consideración a lo que tengo <]ue hacer hace r dur d uran ante te la próxima pró xima década». década». Al final, gracias al intercambio epistolar, tanto Paul Rée como Malwida von Meysenbug consiguieron despertar en Nietzsche la ilusión de que Lou podía ser una buena alumna, pero también una ayudante ayud ante idónea, una un a secret secretari ariaa eficaz eficaz a la que podría po dría confiar co nfiar incluso la corrección y redacción definitiva de sus manuscritos; como a Nietzsche le costaba mucho trabajo leer, ella leería para él en voz alta; como cadá vez tenía más dificultades para redactar sus sus pensam ientos — de ahí su preferencia preferencia po r la forma aforíst aforístic ica, a, espontánea espo ntánea y breve— breve— , a Lou pod p odría ría dictarle dictarle párrafos tan largos largos como quisiera. Ahora bien, ofuscado e ilusionado por las especulaciones de sus amigos, Nietzsche desconocía por completo la verdadera pers pe rson onal alid idad ad de Lo Louu von vo n Salomé. Salo mé. E n p rim ri m e r lugar, esta abor ab orrec recía ía la idea del matrimonio, y, en segundo lugar, estaba empeñada en realizar un sueño harto particular: quería convivir con hombres inteligentes tal como de niña había convivido con sus hermanos, esto es, tratándolos como a compañeros ideales de juegos y fati gas de los que podía aprender mucho; y es lícito aventurar que también tam bién deseaba deseaba poder manejarl m anejarlos os a su su capricho, tal como debió de ser habitual en su niñez en el trato con sus hermanos, según el testimonio de los biógrafos. Así pues, Lou concibió un plan: en vez de volver a Zúrich después de su período de descanso o de regresar a Rusia definitivamente, como pretendía su madre, se pro po p o n ía residi res idirr en Vien Vi enaa o en París en régi ré gim m en de amis am ista tadd y c o m u nidad intelectual con Paul Rée y quizá también con otra persona de gran talla intelectual cuyos intereses vitales se centraran única mente en el conocimiento. Si una mujer mayor les acompañaba a fin de guardar las apariencias, el trazado sería perfecto; Malwi25
da von Meysenbug debía ser la la encargada de desemp dese mpeña eñarr este este últi mo papel, actuando como madre protectora de los amigos. Otra cosa i|ue ignoraba Nietzsche era que también Paul Rée, a semejanza del predicador Gillot, había hecho a Lou una prop pr opue uest staa de m a trim tr im o n io a las pocas poc as sema se mana nass de cono co noce cerla rla.. Ella mantuvo man tuvo el asunto en secreto secreto y rechazó rechazó la proposición proposic ión con co n el mejor argumento posible: que no se entregaría jamás físicamente a nin gún hombre, hom bre, aunque aunqu e sí espiritualmente al mejor me jor amigo de todos, todos, se mejante amigo era precisamente él, él, el admirado admira do filósofo filósofo y que semejante materialista y positivista. Así que lo convenció para que fuera valiente y se atreviera a quererla como a una hermana. Lou le con tó su plan, que debía realizarse cuanto antes, y le propuso que aceptase el reto de convivir con ella consagrándose ambos al estu dio de los más diversos problemas de la naturaleza humana y de la existencia en general. Rée aceptó, y los dos pensaron en incor por p orar ar a N ietzs ie tzsch chee a la tría tr íadd a frater fra terna na.. De inmediato, Rée le comunicó a su amigo la idea en una carta (abril, (abril, 1882) — Nietzsche se hallaba entonces en Messina, en busca del agradable clima, y tan t an aislado como co mo siempre— siem pre— . Le confi co nfióó que la muchacha rusa quería pasar al menos un año entero en agradable convivencia monacal con los dos bajo la supervisión de una dama mayor, como la Meysenbug, pero que esta, al parecer, no se hallaba especialmente dispuesta a ello. Nietzsche aceptó par ticipar en el plan, y en cuanto a lo de «la dama mayor» le traía sin cuidado, y hasta aseguró que había que prescindir de ella. Hacia el 23 o el 24 de abril Nietzsche se presentó en Roma. Corrió a casa de Malwida y esta le indicó que en aquellos momen tos Lou y Rée se hallaban «trabajando» en la Basílica de San Pedro. El excéntrico Rée había elegido como escritorio un confesionario apartado de una de las capillas laterales del templo, en cuyo inte26
i ior se entregaba cóm c ómod odam amente ente a elaborar su obra ob ra acerca acerca de la in in existencia de Dios; Lou solía acompañarlo y ambos mantenían .mimadas .mimadas conversaciones. conversaciones. N ada ad a más verla, verla, Nietzsche N ietzsche la saludó d ¡riéndole con solemnidad: «¿Desde qué estrella hemos caído para veni venirr a encontrarno encon trarnoss aquí aquí?» ?» Lou repuso entre pasmada y diverti da que, al menos ella, había llegado de Zárich. Desde el principio, Nietzsche le pareció a la joven dema.¡ado serio y formal y, a veces, incluso hasta ciertamente patético. Su trato con Rée, Rée, en cambio, gozaba de una un a mayor desenvoltura desenvo ltura y espontaneidad. Con todo, Lou se mostró muy amable con el recién llegado, y, enseguida, ella y Rée compartieron con él sus paseos y con c onver versac sacion iones. es. Así que qu e el bu b u e n o de Nietz Ni etzsc sche he,, el solit so lita a rio emped em pedernid ernidoo desconocedor desconoce dor de costumbres costum bres socia sociale less tales tales como el cortejo cortejo amoroso a moroso y la paciencia, paciencia, entusiasma en tusiasmado do con su imagina imag ina ria discípula rusa, y tan solo unos días más tarde de haberla cono cido, cido, encargó a Paul Paul Rée que le confiara conf iara a Lou su firme firm e intención inten ción de casarse con ella. El autor de H u m a n o , demasiado humano le confió a su amigo que, casado con Lou, podrían convencer mejor a la generala Von Salomé para que se aviniese a retornar a Rusia sin su hija; pero, además, la proyectada vida en común, en régi men de trinidad amistosa, no tenía por qué disiparse, sino que el matrimo ma trimonio nio serí seríaa una un a coartada perfecta para gua rdar las las formas formas de cara a la sociedad. Lou se indignó al conocer semejantes intenciones por boca de Rée y quiso responder con contundencia, pero Rée le pidió que le permitiese suavizar su rechazo al transmitírselo al amigo. Este le contó a Nietzsche que aunque Lou estaba en contra de la insti tución del matrimonio por principio, tampoco podía casarse con él debido a que, si lo hacía, perdería la pensión mensual que le tenía asignada su familia, con lo cual quedaría a merced de los 27
ingresos de su marido. Como Nietzsche era más bien «pobre», le sería imposible correr con los gastos necesarios para el sosteni m iento de una u na vida vida en com ún como es debido. debido. Rée Rée y Lou pensa ron que semejante objeción desarmaría a Nietzsche definitivamente y que con ello abandonaría sus intenciones matrimoniales, pero se equivocaron. Pues aunque Nietzsche pareció conformarse con la respuesta al advertir que no era rechazado propiamente por su persona, pers ona, sino a causa de las circuns circ unstancia tancias, s, y aun au n que qu e se mostr mo stróó ilu sionado con el plan de convivencia en trinidad ideal, continuó albergando en su interior la intención de casarse con Lou. A finales del mes de abril de 1882 hubo que dejar Roma. La madre de Lou quería regresar a Rusia con su hija, vía Zúrich y Alemania. Alemania. Pero Pero Lou con c ontinu tinuaba aba empeñada emp eñada en reali realiza zarr su plan, y par p araa ello debí de bíaa conseg con seguir, uir, antes an tes,, que qu e su m adre ad re le p erm er m itie it iera ra p er er manecer en Europa. De ello se encargó Rée, quien escribió a su familia para que invitase a la madre y a la hija a pasar una tem po p o rad ra d a en su here he redd ad de Stib St ibbi bi,, en Prus Pr usia ia occi oc cide dent ntal. al. Pensó Pen só que Lou podría quedarse allí, bajo el auspicio de los suyos, mientras la generala regresaba a San Petersburgo, y que luego ya se las inge niaría él para que viajasen a donde les apeteciera. De camino a Zúrich desde Roma, Nietzsche, Rée y las Salomé se encontraron en la pequeña ciudad de Orta, cuyo lago es uno de los más hermosos de Italia. Allí, Nietzsche consiguió hacer una pequeña excursión con Lou al santuario de Montesacro. Estuvieron juntos algunas horas y regresaron más tarde de lo acor dado, lo que provocó el enf-ado de la generala y de Rée, quien a todas luces se había puesto celoso de su amigo. Loss estudiosos Lo estudiosos han especulado especulado con lo que p udo ud o pasar entre entre Niet Ni etzs zsch chee y L ou en aque aq uell idíli id ílico co y piad pi ados osoo lugar: lug ar: ¿otra ¿o tra decla de clara ra ción de Nietzsche seguida de ciertas manifestaciones de ternura e 28
intimidad entre ambos? Ernst Pfeiffer, albacea del legado de Lou Andreas-Salomé, en conversación con esta hacia 1936 (Lou murió en febrero de 1937, a los setenta y seis años de edad), le pregun tó por po r lo sucedido con c on Nietzsche N ietzsche en el Montesacro, Mon tesacro, y ella ella le le con testó con una evasiva que se ha hecho famosa: «Si besé o no a Nietzs Nie tzsch chee en M o ntes nt esac acro ro,, ya no lo recuerd rec uerdo.» o.» Lo cierto es que el filósofo debió de quedar muy agradeci do a la joven por las horas pasadas con ella en el santuario, ya que, recordando la excursión días después, habría de confesarle, según testimonio de Lou: «Montesacro... El sueño más hermoso de mi vida se lo debo únicamente a usted.» Biógrafos y comentaristas coinciden en afirmar que Lou debió de alentar en Nietzsche algún tipo de esperanza; pero también que, debido a su manera de ser, abierta y espontánea, se habría mostrado tan animada y tierna que su comportamiento fácilmente inflamaría la imaginación del per pe p e tuo tu o solita so litario rio,, poco po co d u c h o en el frívolo f rívolo arte ar te de la coq c oque uete tería ría y la seducción. Tras Tras la excursión a O rta, rta , lo loss amigos se se separaron. Lou y su madre, acompañados por Rée, se dirigieron a Lucerna, mientras que Nietzsche viajaba a Basilea para pasar unos días en compañía del matrimonio Overbeck. Al parecer, el filósofo se mostraba exul tante y daba por hecho que desposaría a Lou. Mientras tanto, en Lucerna, la joven tenía que aguantar una especie de ataque de celos de Rée a causa de aquella escapada a solas con Nietzsche. Aquel acusaba a Lou de ligereza al alimentar falsas esperanzas en el amigo común, y la apremió para que reparase su error. Esta pro p rom m e tió ti ó a Rée que qu e dese de seng ngañ añar aría ía a Niet Ni etzs zsch chee en c u a n to volviese a verlo, y de este modo reinó la armonía entre ellos. La ocasión pa p a ra h a b lar la r clar cl aroo la b r in d ó el p ro p io N ietz ie tzsc schh e , p o c o d e spu sp u és, és , cuando desde Basilea llegó a Lucerna con la intención de visitar 29
a Lou. Nietzsche la citó en el centro de la ciudad, ¡unto al «León herido herido»» del escultor escultor Thorwaldsen. Thorw aldsen. Había Ha bíann acordado que poco des des pués pu és se en e n c o n trar tr aría íann allí m ism is m o con co n Rée. Tras u n breve bre ve salu sa ludo do y prá p rácc tic ti c a m e n te al pie pi e de la f igu ig u ra del de l leó le ó n agon ag oniz izan ante te,, N ietz ie tzsc sche he le dijo a su amada que quería casarse con ella, y Lou le repuso de inmediato que aquello era imposible, esta vez ya sin el edulcora do de las las excus excusas as pecuniarias. Ella quería ser libre, pero al mism o tiempo insistía en realizar su plan de convivencia amistosa: tanto él como Rée debían compartir y satisfacer junto a ella esa ilusión. El desengañado se mantuvo en calma y, cuando poco des pu p u é s e n c o n tra tr a r o n a Paul Pa ul R ée, ée , se e m p e ñ ó e n que qu e p a ra sell se llar ar el compromiso de futura convivencia ideal debían acudir al estu dio de un fotógrafo y hacerse retratar los tres juntos. Rée acep tó a disgusto y Lou se mostró perpleja cuando Nietzsche arregló el escenario para la pose. Este le pidió a ella que se encaramase a un carrito rústico que el fotógrafo usaba para ambientar esce nas campestres, le puso en la mano una varita de la que pendía un cordel, a modo de látigo, y tanto él como Rée se situaron delante del vehículo, tomando la pértiga del carro con las manos en simbólica actitud de tirar de ella. Lou era la que llevaba las riendas y empuñaba el látigo mientras que los dos hombres —a guisa de bueyes bueyes o perchero perc herones— nes— se sometían som etían a la la volun vo luntad tad de la conductora. Esta fotografía es hoy una de las más difundidas del filó sofo pese a que tanto Lou como Rée trataron de olvidarla de in mediato y solo a Nietzsche le gustó, pues se hallaba cargada de maliciosa ironía. Observándola, es fácil caer en la tentación de en sayar alguna variación a posteriori sobre el significado de la céle bre sentencia sente ncia misógina misó gina que qu e tan ta n to critican critic an las las enemigas de Nietzsche Nietzsch e — y que qu e este, este, u n dato da to a tene te nerr m u y en cuen cu enta, ta, puso pu so en boca boc a de una un a 30
m ujer— uje r— : «¿Vas con co n mujeres? mu jeres? ¡No olvides el látigo! látigo!»» (Así (As í habló habló Zaratustra, Zaratustra, I, «Mujercillas»). Al menos en aquella época, Nietzsche busc bu scóó el láti lá tigg o p a ra entr en treg egár árse selo lo a su bella be lla d o m ina in a d o ra; ra ; con co n lo cual, la mencionada frasecita puede ser interpretada como una inversión negativa —y acaso harto consciente— de lo sucedido en el estudio fotográfico de Lucerna. Conforme pues, en apariencia, con la dirección de los acon tecimientos, después de una corta estancia en Lucerna, Nietzsche regresó a Naumburg, a casa de su madre, mientras que Lou, Rée y la la generala generala Von Salomé partían partía n hacia Berlín. Berlín. Nietzsche ocultó o cultó a su.madre y a su hermana la existencia de Lou a fin de que lo dejasen en paz y no lo atormentasen con preguntas y acaso tam bién bi én h asta as ta con co n algu al gunn a clase de celos, pues pu es amba am bass m ujer uj eres es sobresob re prot pr oteg egían ían con co n sus desvelos al filósofo. filó sofo. En Entr tret etan anto to,, aprovec apro vechó hó aquel perí pe ríoo d o de tra tr a n q u ilid il idad ad h o g areñ ar eñaa para pa ra pasar pa sar a lim li m p io el m a n u s crito definitivo de La gaya ciencia, que debía enviar a la impren imp ren ta. Pero su trabajo en modo alguno le quitaba de la cabeza a la jove jo venn rusa. rus a. «Los «Los ruise ru iseño ñores res c anta an tann las noch no ches es enter en teras as fren fr ente te a mi mi ventana. Rée es, de todos modos, mejor amigo de lo que yo soy y puedo llegar a ser. ¡Tenga usted bien en cuenta esta diferencia! ¡Cuando estoy completamente solo, a menudo, muy a menudo, pro p ronn u n cio ci o su n o m b re y sie s ient ntoo u n gozo inmenso!» inme nso!»,, le escri e scribió. bió. La mención de Rée no es inocente, pues Nietzsche albergaba tam bién bi én el plan pl an de presc pre scin indi dirr de él y ser el úni ú nico co que qu e ocupas ocu pasee el cora c ora zón de la amada. La aceptación del futuro trazado por Lou había sido solo aparente, pues lo cierto era que la presencia constante de Rée Rée le le resultaba resultaba cargante, cargante, máxime máxim e cuando cuand o notaba not aba que qu e la ami ga común demostraba sentir más inclinación por aquel, con quien parec pa recía ía com co m p a rtir rt ir más cosas y conv co nvers ersar ar con co n m ayor ay or libe li berta rtad. d. Por ello, Nietzsche acarició la idea de pasar a solas una temporada con 31
Lou; se imaginaba que entonces esta podría cono:erlo mejor, aprendería a valorarlo y, finalmente, acabaría por anarlo. Mientras Nietzsche soñaba con sus planes ds conquista, ignoraba ignorab a que la confianz con fianzaa entre Lou L ou y Rée Rée aumentaba cada cada día. día. La relación entre ambos se había tornado aún más confiada y jug ju g u eto et o n a ; al f in se tu t u tea te a b a n — u n signo sig no de ínti ín tim m a conf co nfia ianz nzaa en aquella época— , y en las las cartas que se cruzaron cruza ron durante d urante el bre ve período en que tuvieron que permanecer separados aparecían pala pa labr bras as tier ti erna nass y sin s ingu gula lare ress d imin im inuu tiv ti v o s cariñ ca riñoso osos, s, semejan sem ejantes tes a los los que suelen suelen emplear los enamorados. enam orados. De manera man era que que cada vez vez era más obvio que la amistad entre Lou y Rée comenzaba a excluir a Nietzsche. Finalmente, el 16 de junio, Lou comunicó a Nietzsche des de Berlín que se marchaba a pasar una temporada a la heredad de la familia de Rée. El filósofo se sintió despechado: Lou elegía a Rée y lo demostraba yéndose a pasar el verano junto a él y su fami lia. A vuelta de correo le contestó a Lou: «Mi querida amiga, des de hace media hora estoy melancólico, y desde hace media hora me pregunto por qué. Y no encuentro otra razón que esa apreciable carta de usted en la que me comunica que no nos veremos en Berlín. Pero ahora verá quién soy yo: mañana por la mañana, a las 11.40 estaré en Berlín, estación de Anhalt. Mi intención ocul ta es 1) ... y 2) conseguir que en unas semanas me sea lícito acom pañ p añaa rla rl a a Bayr Ba yreu euth th,, sie si e m pre, pr e, claro cla ro está, que qu e no e n cuen cu entr tree uste us tedd mejor compañía. ¡A esto se le llama decidirse de inmediato!» El resultado de semejante semeja nte decisión repentina repe ntina fue que, efec efec tivamente, Nietzsche llegó a Berlín la mañana anunciada pero sin encontrar ya a Lou, quien había partido poco antes para Stibbi. Nie N ietz tzsc sche he deam de ambu buló ló p o r las calles de la gran gr an c iuda iu dadd deso de sorie rient ntad adoo y perplej perplejo: o: «Como un u n céntim c éntim o que yo mismo hubiera perdido y 32
que, debido a la mala condición de mi vista, fuera incapaz de ver aunque se hallase a mis pies, causando la hilaridad de todos los transeúntes.» Así le describió a Rée su confusión; también se lamentó frente a este de la irracionalidad y la precipitación de las que había hecho gala, pues con ellas solo había conseguido regre sar a Naumburg al día siguiente «medio muerto». Ahora bien, el desesperado intento no desalentó al filóso fo; el 18 de junio, dos días después del malhadado viaje, Nietzsche informó a Lou de cuáles eran sus deseos para un futuro próximo: «Me gustaría tanto que pronto pudiera trabajar y estudiar un poco con usted, he preparado prepara do cosa cosass hermosas... hermosas... regiones regiones en la las que aún aú n sus ojos quieran des hay fuentes por descubri descubrir, r, a condición condició n de d e que sus cubrir justo ahí dichas fuentes. (...) Usted sabe que deseo ser su maestro, su guía en el camino de la producc pro ducción ión científica.» Rée ya no contaba para Nietzsche: la relación con la alumna debería proseguir a solas, aunque guardando las correspon dientes apariencias para no escandalizar a la estrecha sociedad que les rodeaba. Nietzsche decidió invitar a Lou a pasar una tempo rada con él en la pequeña localidad de Tautenburg, donde Elisa be b e th le h a b ía p r e p a rad ra d o u n «idí «i dílic licoo n idit id itoo » p ara ar a q u e pasas pa sasee el verano dedicado a sus estudios y reflexiones. La joven se hospe daría con Elisabeth en la casa del párroco, mientras que él lo haría en otro alojamiento aparte. Lou respondió enseguida aceptando la propuesta de Nietzsche Nietz sche:: estaba estab a dispue dis puesta sta a pasar p asar cuatr cu atroo semanas sem anas en Taut Ta uten enbu burg rg,, e incluso a alojar alojarse se con la convenciona conv encionall herm h erm ana del filósofo. filósofo. Nie N ietz tzsc sche he se m o stró st ró exul ex ulta tant ntee y le escrib esc ribió ió enseg en seguid uida: a: «¡Ahora el cielo está claro por encima de mí! Ayer al mediodía me parecía que fuera mi cumpleaños: usted envió su consentimiento, el mayor regalo que alguien hubiese podido hacerme ahora... Mi hermana 33
mandó cerezas, Taubner envió los primeros tres pliegos de ga leradas de La gaya ciencia; y, por si fuera poco, la ultimísima par te del manuscrito está terminada definitivamente y, con ella, la obra de seis años (...) Cada vez que pienso en todo eso me con muevo y enternezco e ignoro cómo pude conseguirlo: compasión po p o r m í m ism is m o y u n s e n tim ti m ien ie n to de v icto ic torr ia m e e m b a r g a n por po r entero. Pues se trata de una victoria, y absoluta; e incluso he recu pera pe rado do la salu sa ludd de m i cuer cu erpo po,, n o sé de d e d ó n d e , y tod to d o el m und un d o me dice que parezco más joven que nunca. ¡El Cielo me guarde de necedades! Pero, a partir de ahora, en lo que usted me aconseje, estaré bien aconsejado y no tengo ya nada que temer.» Apenas unos días antes de que llegase Lou, Nietzsche escri bía b ía a M alw al w ida id a v o n M eyse ey senn b u g tam ta m b ién ié n c o n m u c h a segu se gurid ridad: ad: «Ahora esta muchacha se halla unida a mí por una firme amis tad, tan firm f irmee como co mo puede pued e conseguirse conseguirse sobre sobre este este planeta; desd desdee hace mucho tiempo no había hecho una conquista tan buer.a. Quiero que sea mi discípula, y que cuando yo sea ya incapaz de seguir con vida, que qu e ella ella sea sea mi hereder he rederaa y la continu con tinuad adora ora de mi pen p ensa sam m ient ie nto. o.»» Lou von Salomé pasó prácticamente todo el mes de agos to de 1882 en Tautenburg. Nietzsche calificaría estas vacaciones de idílicas, si bien solo desde el punto de vista del trabajo, el estu dio y la conversación, que tanto amaba el filósofo, pues nada cam bió b ió en el aspe as pect ctoo s e n tim ti m e n tal. ta l. El ( ilóso iló sofo fo y su a lum lu m n a pasab pa saban an todo el día juntos y a menudo continuaban sus coloquios o sus discusiones hasta altas horas de la noche, en la habitación de Nie N ietz tzsc schh e, con co n el c o n sig si g u ien ie n te escá es cánd ndal aloo de E lisa li sabe beth th,, a quien qu ien le disgustaban sobremanera las costumbres «demasiado frivolas» de Lou, pero también su encanto y su desenvoltura tanto como la ascendencia que tenía sobre su idolatrado hermano. 34
Convencida por Nietzsche y a regañadientes, Elisabeth había tenido que adoptar el papel de «carabina» y hasta de ami ga de Lou, pero desde que conociera a esta pocos días antes de acompañarla a Tautenburg, en Bayreuth, donde la rusa se había comportado con cierta frivolidad en el círculo de wagnerianos con el que había roto Nietzsche, comenzó a odiarla en silencio. Natu ralmente, el hermano y su alumna la apartaron enseguida y le hicieron el vacío, vacío, con lo cual solo solo consiguieron que aum entara enta ra su animadversión, y esta vez hacia ambos. Su ascético y ordenado hermano no parecía el mismo en compañía de la muchacha, que adolecía adolecía de una un a absoluta falta de decoro. decoro. Nietzsc N ietzsche he y Lou daban larg largas as caminatas por po r los magníficos bosques que rodeaban la alde aldea, a, no cesaban de charlar y a veces hasta escribían juntos: al parecer, él corregía el estilo de los aforismos que ella componía con gran dedicación. Mientras se hallaba en Tautenburg, Lou llevaba un diario pa p a ra R ée, ée , a q u i e n en n i n g ú n m o d o h a b ía « a b a n d o n a d o » p o r Nie N ietz tzsc sche he.. Allí All í le ren re n d ía c u e n ta de sus activ ac tivid idad ades es y de sus co n versaciones con el común amigo, a fin de acallar los celos que lo hostigaban desde que Lou aceptó la invitación del rival. En definitiva, la joven admitía que la confianza entre Nietzsche y ella había crecido, y que aquel se mostraba en todo momento como un compañero lleno de entusiasmo, animoso y de exce lente humor. Sin embargo, mientras que en los primeros días de camaradería anotó que seguramente acabarían por encontrarse en el fondo de sus naturalezas «profundamente afines», confor me pasaban las semanas expresó sus dudas acerca de la posibili dad de que llegasen a comprenderse plenamente el uno al otro: «En algún remoto lugar de nuestro ser nos hallamos a mundos de distancia. El ser de Nietzsche se asemeja a un viejo castillo, 35
en cuyo interior hay sótanos sellados y ocultos que pasan inad vertidos cuando se le trata superficialmente, y que también son m uy particula particulares.» res.» Ahora bien, en opinión de algunos comentaristas, lo que abrió un abismo infranqueable entre Lou y su bierintencionado maestro fue la clara tendencia de este hacia argumentaciones de tipo místico-poético místico-po ético o metafí tafíis isic ico. o. Lou Lo u se sentía sent ía más ífín íf ín a los los argu mentos de Paul Rée, de carácter analítico y positivista. En un apun te de su diario de Tautenburg (fechado el 21 de agosto), le escribía a Rée: «N. todavía se comporta con la meta de su conocimiento tal como el creyente con su dios o el metafísico c3n su esencia metafísica, y pone tanto su cabeza como la fuerza de su carácter a su servicio...» Sin embargo, proseguía Lou, en claro contraste con lo anterior, Rée se comportaba con el objeto de su conocimiento considerándolo desde un punto de vista puramente objetivo y dis tante, tal como debe hacerlo el conocedor por antonomasia: con suma indiferencia. Esa pasión con la que Nietzsche; acometía los pro p robb lem le m as, as , en los q u e se imp im p lic li c aba ab a con co n to d o su s^r, s^r, y a los que qu e vencía o abandonaba según le dictase la fuerza que durante una temporada le insuflara su estado de ánimo, en mc>do alguno la consideraba Lou un síntoma de firmeza intelectual, sino todo lo contrario. En su opinión, Nietzsche era caprichoso y voluble, pues pu es dem de m asiad as iadoo a m enu en u d o su m ente en te se dejab de jabaa inf h ir p or pulsi pu lsio o nes íntimas, ni frías ni objetivas ni intelectuales. Esc> es lo que vio Lou entonces, pero también lo que de una forma u otra sostendría unos años más tarde en su libro sobre el filósofo. Encontraba en el proceder intelectual del amigo demasiada implicación personal; consideraba que su impulso a la producción estaba limitado por esa excesiva tendencia suya hacia lo subjetivo que tan a menudo lo hacía vacilar entre posiciones completamente opuestas. 36
Finalmente, el 26 de agosto, Lou regresó a la finca de la familia Rée. Como regalo de despedida obsequió a Nietzsche con el poema Oración a la vida (véase nota 3 en el texto). Unos ver sos vigorosos que emocionaron a Nietzsche y que, en su exalta ción, consideró una ofrenda amorosa. El, por su parte, regresó a Na N a u m b u rg sin su h erm er m ana, an a, pues pu es esta est a se hab h abía ía enfa en fadd ado ad o a causa cau sa de Lou. En casa de su madre, el filósofo enamorado se sintió acometido acom etido por «el demonio demo nio de la mús músic ica» a» y compuso comp uso la partitura partitu ra pa p a ra c a n tar ta r y a c o m p a ñ a r al p ian ia n o el p o e m a de L ou. ou . N ietz ie tzsc schh e soñaba aún con el recuerdo de la muchacha, en modo alguno decepcionado por las vacaciones en común, sino albergando la esperanza de haber causado muy buena impresión en ella... Lou había escrito en su diario que si alguien hubiese espiado a Nietzsche y a ella mientras charlaban le habría parecido ver a dos diablos, pues pu es tal era su pasi pa sión ón y tan ta n a b rup ru p tos to s y hast ha staa escabro esca broso soss eran er an los temas que solían tratar hasta el amanecer. Quizá era esto lo que más le llamara la atención al filósofo en aquella mujer: con ella se po p o d ía h abla ab larr sin descan des canso, so, era com co m pañe pa ñera ra,, disc di scíp ípul ulaa y amiga. amig a. Inmerso en la delicia de su recuerdo, a Nietzsche le pare ció menos dolorosa la terrible disputa que se originó en cuanto Elisabeth regr regres esóó al al hogar materno. matern o. Madre Mad re y herm ana arremetie arrem etie ron contra con tra el filósofo filósofo y hasta lo acusaron acusaron de haber hab er mancillado m ancillado de vergüenza vergüenza la la tumba tum ba de su difunto difu nto padre. padre. Nietzsche, Nietzsche, muy m uy ofendi do, abandonó Naumburg y se trasladó a Leipzig, donde esperaba calmar su desazón desazón en com c ompañ pañía ía de Lou y Rée, Rée, con los los que espe espe raba reunirse allí a los pocos días. Y llegaron, pero la sorpresa de Nie N ietz tzsc sche he fue m ayúscu ayú scula: la: ense en segu guid idaa advi ad virt rtió ió que qu e tan ta n to el amig am igoo como la amada se mostraban distantes. De modo que los planes de formar la trinidad ideal y convivir juntos en París durante el invierno que se avecinaba parecían tambalearse. 37
En poco tiempo todo quedó claro: Lou y Rée estaban tan unidos que prescindían abiertamente de Nietzsche, máxime cuan do este, celoso de Rée, trató en varias ocasiones de ridiculizarlo y ningunearlo en presencia de Lou. Esta no le perdonó esos gestos ir a da retrosretrosy varios años más tarde, en su libro de memorias M ira pect pe ctiv iva a, recordaba todavía aquel proceder como la gota que col mó el vaso de su paciencia: «Lo que comenzó a transformar mi po p o s tura tu ra h acia ac ia N ietz ie tzsc sche he fue el incr in cree m e n to de aquell aqu ellas as alusio alu sione ness suyas que solo perseguían ridiculizar delante de mí a Paul Rée.» Finalmente, en el mes de noviembre, Lou y Rée terminaron por marcharse juntos a Berlín, sin Nietzsche. Este sufrió intensamente a causa del rechazo de Lou; en último término, se sintió engañado por sus ideas de fraternidad intelectual, y hasta llegó a sospechar de que aquella castidad que tanto predicaba Lou fuera solo un engaño para disimular caren cias personales de carácter íntimo. El filósofo pidió explicaciones a la muchacha: «Y ahora, Lou, querido corazón, acláreme el cielo; en todas las cosas solo deseo eso, u n cielo cielo bien claro claro.» .» Al Al parecer — pues la respuesta epistolar no se ha conservado— conservad o— , ella ella lo rechazaba de plano y sin tapujos tapujo s diciéndicién dole abiertamente que no contaban con él para el proyecto de vida en común. Nietzsche envió varias cartas más, plagadas de lamen tos y reproches e incluso de palabras muy duras para Lou; pero la mayor parte de las misivas ni siquiera llegaban a sus manos, pues Rée se encargaba de interceptarlas para que nada empañase la feli cidad en la que qu e vivía vivía con su amiga. Al Al no obten ob tener er respue respuesta stass y orgu lloso como era, Nietzsche acabó aceptando las circunstancias. Con todo, los meses que siguieron al abandono fueron desas trosos: el insomnio, la soledad, los terribles dolores físicos y hasta la idea idea del del suicidio suicidio tort t ortura uraba bann al filósofo. filósofo. Elisabeth, por p or su parte, 38
al enterarse enterarse de lo sucedido, comenzó com enzó a urdir planes de venganza con con tra Lou: pretendía denunciarla a las autoridades berlinesas por convivencia inmoral con Rée. Su inquina contagió al círculo inte lectual de la liberal Malwida von Meysenbug, cuyos miembros se escandalizaron y se quejaron públicamente de la conducta de la jove jo venn rusa, a la que qu e vol v olvie viero ronn la espalda. esp alda. Niet Ni etzs zsch chee no quiso qu iso tene te ner r nada que ver con semejante asunto, aunque se reconcilió con su madre y su hermana, que exclamaban ante él sin tapujos que Lou era una auténtica serpiente venenosa a la que se debía destruir. Finalmente, en la metrópoli germana, Lou y Rée cumpli rían el sueño de realizar aquella comunidad ideal de amistad y sabiduría con la que soñara Lou. Ambos convivieron de manera «ideal» o «platónica» durante casi cinco años, rodeados por un amplio amp lio círculo círculo de amistades am istades intelectuales, intelectuales, de la talla talla de Hermán He rmán n Ebbinghaus, Ferdinand Tónnies o Georg Brandes. Pero aquella dualidad ideal y su pequeña corte de acólitos acabaría por quebrar se sin remedio al aparecer en la vida de Lou un oscuro personaje: el orientalista Friedrich Cari Andreas, quien se enamoró perdida mente de ella y, mediante un burdo chantaje —se abrió el vientre con una navaja navaja en su presen presencia— cia— , logró logró que contrajese contrajese matrim m atrimo o nio con él. Se casaron en 1887, pero Lou siempre se negó a man tener relaciones sexuales con Andreas: en eso consistió su venganza. A partir de entonces, casada a disgusto, separada de Rée a la fuerza — este este aborrecía a Andreas— , la voluntario volu ntariosa sa mujer m ujer se entregó con fervor a sus estudios y a sus publicaciones, aunque también a algunos amantes con los que descubrió el poder de la pa p a s ión ió n física. físic a. E n 1 897 89 7 c o n o c ió al p o e ta R a ine in e r M a ria ri a Rilk Ri lke, e, mucho más joven que ella, y se convirtió durante un largo perío do de tiempo en su amante y musa. Años más tarde, en 1912, Lou trabó trab ó amistad am istad con Sigm und Freud y con ello ello se se acrecentó acrecentó su 39
interés por el estudio de la psicología y la nueva terapia desarro llada por aquel. Lou Andreas-Salomé, nombre que adoptó una vez casada, llegó a ser una reputada autora cuyos artículos apare cían en prestigiosas revistas y cuyos libros alcanzaban un consi derable éxito de ventas. Cuando murió, su casa de Gotinga se había convertido co nvertido ya en lugar de peregrinaje peregrinaje para sus sus admiradores y discípulos; su fallecimiento dejó a los nazis sin una codiciada presa, pres a, pues pue s ya la ten te n ían ía n insc in scrit ritaa en su lista list a negr ne graa com co m o u n a de las más prestigiosas profesionales alemanas de la «ciencia judía» que tanto aborrecían: el psicoanálisis. La suerte de Paul Rée fue bien distinta. Después de sepa rarse de Lou, estudió medicina y llegó a ejercer como médico, dedi cándose sobre todo a socorrer a personas menesterosas. Murió en el año 1901 en los Alpes suizos, al despeñarse por un precipicio.
Lou von Salomé, la muchacha surgida del vasto país del frío, fue para Nietzsche una hermosa quimera que estuvo a pun to de hacerse realidad. Parece que el filósofo solitario hubiese imaginado a alguien como ella cuando escribió un certero apun H u m a n o dema de masia siado do h u te acerca del matrimonio incluido en Hu mano, I (1878): «El matrimonio como largo diálogo. Antes de contraer matrimonio deberíamos plantearnos la siguiente pre gunta: ¿crees que podrás conversar animadamente con esta mujer hasta bien entrada la vejez? Todo lo demás es transitorio en el matrimonio, mientras que la mayor parte del tiempo de convi vencia pertenece a la conversación.» En aquel tiempo en que la distancia entre los sexos era inmensa inmen sa — mediatizada por p or la educación y las las convencione convencioness socia socia les les— , hallar una un a verdadera «compañer «compañera», a», sobre sobre todo tod o para pa ra alguien 40
como Nietzsche, inmerso en su obra y en el mundo privado de los libros, era algo tan precioso como un oasis en el desierto. Nie N ietz tzsc sche he sup su p eró er ó el dese de seng ngañ añoo y el disg di sgus usto to com co m o suele su elenn hacerlo las personas inteligentes: transformando la rabia que lo embargaba en algo positivo; y, en su caso, de las cenizas de aque llos avatares amorosos nació ese extraño libro que es As A s í habló habl ó Zaratustra, Zarat ustra, cuya primera parte compuso en los meses de invierno de 1883, nada más separarse de los amigos que lo despreciaron. Algunos comentaristas afirman que hay mucho de Lou en esta obra y que, por ello, tampoco es desdeñable su estudio a la luz del desengaño amoroso. Lo cierto es que la entrega a la creación artís tica volvió a otorgar a Nietzsche cierta estabilidad. Eccee homo, homo, obra publicada después de la muerte del filó E n Ecc sofo, sofo, compuesta compu esta en 1888 — poco antes antes de su derrumbe derrum be psíqui co— , a m odo de autobiografía intelectual, intelectual, Nietzsche tuvo aún unas palabras de recuerdo para Lou. Aquellos versos que la joven le regalara y a los que él había puesto música se habían publica H imno no a la vida vid a (partitura para coro do entretanto con el título de Him mixto y orquesta); el público creyó que el texto era un poema del propio Nietzsche, y este, galante, se sintió obligado a aclarar el m alenten alen tendid dido: o: «E «Ell texto (...) (...) no es m ío — decía—-, decía—-, sino de la asombrosa inspiración de una u na joven rusa (...), (...), la señorita Lou von Salomé.» Salomé.» Y añadía: «Alguna «Alguna vez vez,, en el futuro, futuro , se cantará can tará este h im no en memoria mía. Quien sepa extraer un sentido a las últimas palabr pal abras as del texto tex to adiv ad ivin inar aráá po p o r qué qu é prefe pr eferí rí y adm ad m iré ir é este poem po ema: a: tales palabras poseen grandeza. El dolor no sirve ya como obje Bien, ción contra la vida: “¿Ya no tienes más dicha que ofrecerme? / Bien, ¡aún tienes tu sufrimiento / ”» Luis F e r n a n d o M o r e n o C l a r o s
Friedrich Nietzsche en sus obras
de Lou Andreas-Salomé Lema: Divisa de Nietzsche «Increscunt Increscu nt a n im i, virescit virescit volnere volnere virtus»
(Furio Antias en Aulo Gelio)
A
br e v ia t u r a s
u t il iz a d a s
Auro ra AU: AU : Aurora GA: La gaya ciencia H uman ano, o, demasiado hum hu m ano an o , I y II H H I y H H II: Hum M ás allá del de l bien y del de l mal m al M M : Más A s í habló habl ó Zaratust Zara tustra ra ZA: As m oral G M : La genealogía de la moral C I: Crepúsculo de los ídolos KSA: Sämtliche Werke [Obras completas]. Kritische Studien ausgabe in 15 Einzelbände. Herausgegeben von Giorgio Colli und Mazzino Montinari. Munich, Berlín, Nueva York York,, D eutsch eu tscher er Taschen Tasc henbu buch ch Verl Verlag ag y Walter Wa lter de Gruyter, G ruyter, 2a ed. 1988. KGB: Briefe [Correspondencia]. Kritische Kritische Gesamtausgabe in 22 Bände. Herausgegeben von Giorgio Colli und Mazzino Montinari. Berlín, Nueva York, Walter de Gruyter, 1967.
N
o t a s
Cuando no se indica expresamente que son de la autora, las notas que acom a compañan pañan al texto texto corresponden correspond en al al traductor trad uctor y en su mayoría son una adaptación de las elaboradas por Tho'mas Pfeiffer para la edición alemana alem ana en la que se basa la presente versión en castella castellano. no. Los anexos anexos «Cronolo «Cro nología gía de la vida y la obra de Friedrich Nietzsche» Nietzsche» y «Selección de obras de Friedrich Nietzsche en castellano» son del traductor.
Dedicado Dedica do u l f i e l recuer recuerdo do de dlguien ct quien qu ien vio nombro
U n a c a r t a d e f r i e d r i c h n ie t z s c h e X
A MO DO d e p r ó l o g o 1
Mi querida Lou: Su idea de una reducción de los sistemas filosóficos a las actas personales de sus creadores es precisamente una idea que proc pr oced edee de u n «cerebro herm he rman ano» o»;2 ;2 yo m ism is m o en Basilea explic e xplica a ba histo his toria ria de la filos f ilosofía ofía antig an tigua ua en este sentido, y con gusto decía a mis oyentes: «Este sistema está refutado y muerto, pero la pe p e rsona que se halla detrás es irrefutable, a la persona es imposible matarla...» Por ejemplo, Platón. Entretanto, aquí, el profesor Riedel, el presidente de la Aso ciación Musical Alemana, arde de entusiasmo por mi «música heroica» (me refiero a su Oración a la vida );3 quiere tenerla a cual
1. El facsímil facsímil de la carta se repro duc ía en la la edición edic ión de 1894. 2. Geschwistergehirn. Nietzsche consideraba a Lou Andreas-Salomé un «cere bro b ro he rm an o » , incl in cluu so an tes te s de h a b erla er la c o n o c id o p e rso rs o n alm al m en te, te , en R om a, en el verano de 1882. 3. LebensGebet. La célebre Oración a la vida, que L. A. Salomé había com pue p uest stoo en sep se p tie ti e m b re d e 1880 18 80,, an tes te s d e c o n o cer ce r a N ietz ie tzsc sche he,, reza rez a así: «Sin d u d a el amigo am a al al amigo / Tanto com o yo te amo a Ti, enigmática Vida, / Sea Sea que haya haya en Ti gozado o llorado, / Sea Sea qu e me hayas hayas dado felicidad o pesa pesar. r. //T e am o con toda tu aflicción; / Y si tuvieras que aniquilarme, / Me apartaría de tus brazos / Como el amigo se aparta del pecho amigo. // ¡Te abrazo con todas mis fuerzas! / Deja que me in flam en tus llamas llamas,, / Deja que en el ardor de la la lucha / Yo mismo ahonde en tu enigma. // ¡Milenios para ser! ¡Para pensar! / Enciérrame entre tus
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quier precio, y no es imposible que la arregle para su magnífico coro (uno de los primeros de Alemania, conocido como la «Aso ciación de Riedel»), Sería un pequeño caminito por el que nos j u n to s llegaríamos a la posteridad... sin excluir otros otros dos ju caminos. En lo que concierne a Su «Caracterización de mí mismo», que responde a la verdad, como usted escribe, se me ocurren mis ciencia ia,, página 10, rubricados como «Ruego».4 versitos de La gaya cienc ¿Adivina usted, mi querida Lou, cuál es mi ruego? Ayer tarde fui feliz; el cielo era azul, el aire, templado y puro; estuve estuve en Rosenthal, adon ad onde de me m e atrajo la música de Carmen.5Per-
brazos bra zos:: / ¿Ya ¿Ya no n o tiene tie ness más má s d ich ic h a qu e ofrec of recerm erme? e? / Bien, Bi en, ¡aún ¡aú n tiene tie ness tu sufri su frimi mien ento! to!»» (Traducción de Elisabet Planesas). Nietzsche puso música al texto y lo tituló Him no a la vida; la partitura se publicó en 1887. 4 . Bitte. «¡Conozco «¡Conozco el el alma de m uchas personas personas / m as ignoro qu ién soy yo mismo! / M is ojos los los tengo dem asiado ce rca ... / N o soy lo que vi y veo. veo. / Saldría Saldría ganando / si pudiera sentarme un poco más lejos de mí. / ¡Aunque no tan lejos com o m i enemigo! / Ya Ya se sienta dem asiado alejado el el amigo más cercano, / ah ora bie b ienn , e n tre tr e él y yo, y o, el té rm in o m edio ed io.. / ¿Adi ¿A divin vinái áiss cuál cu ál es mi ruego?» rue go?» l.agaya ciencia, n.° 25 (KSA, 3, p. 358). 5. Nietzsch e escuchó po r prime ra vez vez la célebre célebre ópera del del com pos itor francés francés Georges Bizet (1838-1875) en Génova, en 188 1. 1)esde entonces volvía a escu charla siempre que tenía ocasión. El arte lírico de Bizet, «luminoso y mediterrá neo», neo», lo con trapo nía N ietzsche a la la plúm bea artif iciosidad iciosidad wagneriana: wagneriana: «Esta «Esta música me parece perfecta. Se acerca ligera, dócil, con cortesía. Es encantadora, no suda. "Lo bueno es ligero, ligero, todo lo divino divino corre con pies pies delicados" delicados":: p rim er prin cipio de mi estética. Esta música es maligna, refinada, fatídica: por ello es popular; posee el refina m iento de un a raza, raza, no de un individuo. Es rica, rica, preci precisa. sa. Co nstruye , orga niza, culmina: con ello se erige en antítesis del pólipo musical, de la "melodía infini ta" [Wagner] ¿Alguna vez se han oído acentos más dolorosamente trágicos sobre un escenario? ¡Y cómo se alcanzan! ¡Sin estridencias! ¡Sin falsificaciones! ¡Sin la m entira del gran estilo!... E n definitiva: esa música tom a al espectador po r inteliinteli-
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manecí allí sentado durante tres horas, bebí el segundo coñac de este año como recuerdo del primero (¡Ay! ¡Qué mal sabía!), y pen sé con tod a inocencia y malicia malicia en si si no tendría tend ría yo algún tipo de pred pr edis ispo posi sicc ión ió n para pa ra la locu lo cura ra.. F ina in a lm ente en te m e dije di je ¡No! Después comenzó la música de Carmen y durante una media hora me sumí sumí en lágrimas y palpitaciones del corazón. Cuando usted lea esto exclamará: ¡Sí!, y tomará una nota para «Caracterización de mí mismo». ¡Vuelva pronto, pero que muy pronto pronto a Leipzig! ¿Y po p o r qué qu é solo el 2 de octubre? ¡Adiós, mi querida Lou! Su F. N.6
gente, incluso por músico; con ello es también la antítesis de Wagner, quien, en todo caso, caso, fue el genio más descort descortés és del mu nd o (Wagner nos tom a por [...] repi te tan to un a cosa que uno se desesp desespera era,, ha sta que acaba por creerl creerla). a).»» Véase Véase KSA, KSA, 6: E l cas caso o Wagne Wagner, r, 1, pp. 13-14. 6. Es probab pro bable le que Nietzsche Nietzsch e escribiera esta carta el 16 de septiem bre de 1882, desde Leipzig. Lou se hallaba de vacaciones en Stibbe, heredad situada en Tüzt, en Prusia oriental, invitada por la familia de Paul Rée.
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PRIME R APARTADO APARTADO
SU NATURALEZA Lema: «Por mucho que el hombre se extienda con su conocimiento, p or m uy objet objetiv ivoo que le parézca que es él mismo, al final, lo único que obtiene de ello es su propia biografía.» {Humano, demasiado humano, I, § 513)
M i h i ipsi scrip scripsi si!, !,7 7 exclamaba
Friedrich Nietzsche de mane ra reiterada en sus cartas, después de terminar una obra. Y, cier tamente, ello posee algún significado cuando el primer estilista vivo lo dice de sí mismo; él, ¡que como ningún otro logra hallar la expresión más consumada para cada uno de sus pensamientos y su más fino matiz! Para quien sepa leer los escritos de Nietzsche, se trata también de una expresión traicionera, pues alude al reco gimiento gim iento en el que se hallan todos sus sus pensamientos, a la la envol tura viva que los cubre de formas diversas; alude a que, en el fondo, fond o, él solo solo pensó para sí, sí, escribía para sí, sí, puesto pue sto que él única úni ca mente se describía a sí mismo, solo describía su propio yo trans formado en pensamientos. Si la tarea del biógrafo consiste principalmente en interpre tar al pensador a través del hombre, ello es aplicable en enorme e inusual proporción a Nietzsche, pues en ningún otro caso coinci den tan completamente en uno solo el espíritu externo de la obra y el retrato interior de la vida. A él se aplica en especial lo que dice de los filósofos en la carta precedente: que deben examinarse sus sistemas sobre la base de las «actas personales de sus creadores».
7. «¡He escrito para m í mismo!» D e un a carta a Paul Rée fechad a el 10 de ju n io d e 1882 18 82..
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Más tarde expresó la misma idea con estas palabras: «Poco a poco se me ha ido revelando lo que hasta ahora fue toda gran filosofía: a saber, la confesión de su autor y una especie de mémoires invo luntarias e inadvertidas.» (MM, § 6).8 Este Este fue fue también tam bién el pensamiento guía de mi esbo esbozo zo de una caracterización de Nietzsche, mencionado en la carta precedente, que leí leí y comenté con él en octubre de 1882.9 El trabajo contie ne en esquema la primera parte del presente libro y algunos apar tados de la segunda; el contenido de la tercera parte, el «Sistema de Nietzsche» propiamente dicho, no había nacido todavía en aquel entonces. Con el paso de los años, aquella caracterización fue ampliándose cada vez más en combinación con las obras que rápi damente dam ente aparecían aparecían una un a tras tras otra, y algunos algunos fragmentos han ha n sido ya ya publ pu blic icad ados os com co m o artícu art ículo loss suel su elto tos. s.110 Para m í, se trat tr atab abaa en d e fin fi n i tiva de exponer ex poner lo loss rasgos rasgos principales de la singularidad singu laridad espiritual de Nietzsche, aquellos a partir de los cuales solo se podrá com pre p rend nder er su filosofí filo sofíaa y la evolu ev olució ciónn de esta. C o n este pro p ropó pósit sitoo y de
8. KSA, 5, 5, p. 19. 9. A comienzos de octub re de 1882, L ou y Paul Paul Rée visitaron visitaron a Nietzsche Nietzsche en Leipzig. Allí permanecieron hasta el 5 de noviembre. Este sería el último encuen tro conjunto. 10. 10. Un a caracterización caracterización sintetizada de N ietzsche ietzsche en la la que p or prim era vez vez se diferencian y se determinan las particularidades de los tres períodos de su evolu ción espiritual apareció en el suplemento dominical del Vossischen Zeitung (1891, núms. 2, 3 y 4) [Concretam ente los los días días 11, 1 8 y 2 5 d e enero. enero. El artícul artículo, o, dividi dividi do en tres partes, se titulaba: «Friedrich Nietzsche»]. Además, la Freie Biihne pu p u b li li có explicaciones detalladas de puntos concretos bajo el título «Para un retrato de Friedrich Nietzsche», año II (1891), cuadernos 3, 4 y 5; año III (1892), cuadernos M agaz azin in fi ir LiteraturA.it LiteraturA.it octubre de 1892, «Un apocalíptico»; y De r Z e it 3 y 5; el Mag geist, 1893, n.° 20, «Ideal y ascetismo». (N. de la A .)
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manera voluntaria me impuse unos límites tanto en lo que con cierne cierne a la la forma de reflexionar reflexionar puram ente teórica teórica como en lo que respecta a la descripción de la vida puramente personal. No era líci to conducir demasiado lejos uno u otro aspecto si es que debían destacarse con claridad los trazos fundamentales de la naturaleza nietzschea nietzscheana. na. Quien Qu ien quisiera quisiera examinar a Nietzsche desde desde su impor imp or tancia como teórico del pensamiento, desde eso que quizá la filo sofía futura pudiera aprender de él, se apartaría desilusionado sin haber habe r penetrado pene trado en el núcleo de su significado. significado. Porque el valor valor de sus pensamientos no radica en su originalidad teórica, no en eso que puede fundamentarse o refutarse de forma dialéctica, sino abso lutam ente en la violenci violenciaa íntima íntim a con co n la que, que, en sus sus obras, obras, una per p er sonalidad habla en cuanto personalidad; en eso que, según su propia expresión, bien podrá refutarse, pero que será «imposible de matar». Quien, por lo demás, quisiera partir de las vivencias exteriores de Nietzs Nie tzsche che a fin f in de com co m pren pr ende derr su s u interior inte rior,, tan ta n solo reten ret endr dría ía en su mano una cáscara vacía de la que se ha esfumado el espíritu. Por que de Nietzsche puede decirse que, en lo referente a lo externo, no vivió11nada: todo su vivir consistió en algo tan profundo e inte riorizado que solo se revela en el diálogo, de persona a persona, y en los pensamientos de sus obras. La suma de monólogos en que en esencia consisten sus numerosos tomos de colecciones de afo rismos rismos configura configu ra una u na única y gran obra de m emorias basada basada en el
11. «Y en lo referente a la vida, a las den om ina das “vivencias”, vivencias”, ¿quién de nos no s otros posee siquiera la suficiente seriedad para ellas? ¿O el tiempo suficiente? En tales asuntos, me temo, jamás nos hallamos como es debido “en el asunto”: no tene mos precisamente allí nuestro corazón, ¡y ni tan siquiera nuestro oído!» {La genealogía de la moral, Prólogo, I). KSA, 5, p. 247. (N. de la A.)
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retrato de su espíritu. Este retrato es lo que aquí trato de plasmar: la experi experienc encia ia del pensamiento pensamien to en su significado para el espíritu de Nietz Ni etzsch sche, e, la confesió confesión n de sí s í mismo m ismo en su filosofía. Aunque desde hace algunos años se menciona a Nietzsche con más frecuencia frecuencia que a cualquier cualquier otro pensador, pensador, aunqu au nquee muchas plum pl umas as se ocu o cupa pann en p arte ar te de recl re clut utar ar adep ad epto toss y en part pa rtee de pole po le mizar contra con tra él, en los rasgos rasgos principales de su individu ind ividualidad alidad espi ritual contin co ntinúa úa siendo prácticamente desconocido. desconocido. En E n efect efecto, o, desde desde que el reducido y disperso grupo de lectores que siempre tuvo y que de verdad sabía cómo leerlo ha crecido hasta convertirse en un gran círculo de adeptos, desde que amplios círculos se han apo derado de él, ha sufrido el destino que amenaza a todo escritor de aforismos; algunas de sus ideas, aisladas del conjunto y con ello sujetas a interpretaciones arbitrarias, se han convertido en lemas y consignas de todas las tendencias, que resuenan en la lucha de opi niones, en la disputa dispu ta de los los partidos, partido s, de los que él mismo se m an an tuvo alejado por completo. Cierto es que ha de agradecer a esta circunstancia su rápida fama, el ruido repentino alrededor de su callado nombre; ahora bien, lo mejor, lo absolutamente original e incomparable que tiene para ofrecer, a pesar de todo, quizá no se ha visto y haya pasado desapercibido; y hasta es posible que se haya recluido en una oscuridad más profunda que antes. Muchos lo celebran todavía con un estrépito mayor, con toda la inocencia y la ausencia de crítica de los los creyentes; creyentes; pero, precisamente, precisam ente, es a estos estos a quienes reclaman las amargas palabras de Nietzsche: «Habla el desilusionado. Esperaba hallar eco y solo oí elogios.» (MM, § 99).12
12. Véase KSA, 5, § 99, p. 91.
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Ni N i siqu si quie iera ra u n o de ellos h a segu se guid idoo de verd ve rdad ad sus huella hu ellas, s, alejado aleja do de los otros y de sus sus luchas cotidianas, a sola solass en la conmoci conm oción ón de su propio interior; ni uno siquiera ha acompañado a este solitario, difícil de sondear, a este espíritu apacible pero también inquietan te que, ilusionado con poder soportar lo monstruoso, sucumbió a una monstruosa mo nstruosa locura locura.. Nie N ietz tzsc sche he parece par ece halla ha llarse rse en m edio ed io de aque aq uello lloss que qu e más lo elogian como un extraño y un ermitaño cuyo pie solo se equi voca en su círculo y de cuya encubierta figura ninguno alza el manto; e incluso como si se hallase entre ellos con la queja de Zaratustra en los labios: «Todos hablan de mí cuando por las noches se sientan junto al fuego, ¡pero nadie piensa en mí! Este es el nuevo silencio que he aprendido: el ruido que hacen a mi alrededor alrededo r cubre con un m anto an to mis pensam pen samientos.» ientos.»113 Friedrich Wilhelm Nietzsche nació el 15 de octubre de 1844 en Rocken, junto a Lützen, como único hijo de un predi cador cad or al al que destin d estinaron aron más tarde a Nau N aum m b urg ur g .14 .14 Su educación
13. Véase KSA, 4: ZA III, «De la la vir tud em pequeñeced pequ eñecedora», ora», p. 212. 14. 14. Nietzsche fue fue el hijo prim og énito del pastor prote stan te Karl Karl Ludwig Nie N ietz tzsc sche he y Franz Fr anzisc iscaa O hler hl er,, desc de scen endi dien ente te tam ta m b ién ié n de pred pr edica icado dore res. s. E n 1846 18 46 nació na ció además un a niña: E lisabet lisabeth; h; y en 1848, el el tercer tercer hijo del matrim onio : Joseph. Joseph. E n 1848 comenzaron a manifestársele al padre los primeros síntomas de la enferme dad que le atacó; al parecer, un «reblandecimiento cerebral» que sería la causa de su muerte, acaecida el 27 de julio de 1849. Apenas unos meses más tarde, a fina les de enero de 1850, moría también el pequeño Joseph. Nietzsche había tenido un sueño prem onitorio de esta esta m uerte: soñó que su padre salía salía de la tum ba para para regresar a ella llevando en sus brazos al hermano pequeño. La familia Nietzsche no se trasladó a Naumburg hasta después de la muerte del padre, que nunca fue destinado allí como párroco, según refiere Lou. Para más información sobre los primeros años de vida de Nietzsche pueden leerse sus apun-
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escolar la recibió en el cercano internado de Pforta y, más tarde, como com o estudiante estudian te de filología clási clásica ca,, en la Universidad de Bonn, donde don de p or aquel entonces enseñaba el el famoso filólogo R itschl.15 itschl.15 Estudió Estud ió casi casi en exclu exclusi siva va con Rits R itschl, chl, tam bién tuvo m ucho uch o trato per p erso sona nall con co n él y en el o toñ to ñ o de 1865 lo sigui sig uióó a Leipzi Le ipzig. g. D e su época de estudios en Leipzig data su primer contacto personal con Richard Wagner, a quien conoció en casa de la hermana de este, la esposa del profesor Brockhaus, después de estar previamente familiarizado ya con sus sus obras obr as.1 .16A 6Antes ntes incluso de su doctorado, doctora do,
tes tes autobiográficos de ju ven tud recogido recogidoss en el volum en De D e m i vida. Escri Escrito toss autobiog biográ ráfi fico coss dejuv en tud tu d (18561869). Prólogo, traducción y notas de Luis Fernando Moreno Claros. Madrid, Valdemar, 1997. 15. 15. Friedrich Friedrich W ilhelm Ritschl Ritschl (180 6-187 6), catedrático de filología clá clási sica ca en Bonn y más tarde en Leipzig, fue el verdadero «maestro vivo» del joven Nietzsche. El motivó en gran m edid a que el futuro filósofo decidiera consagr consagrarse arse a la la filosofía. Asimismo, gracias a la mediación de Ritschl, Nietzsche consiguió una cátedra de filología en Basil Basilea ea,, cuando cua ndo apenas con taba tan solo veinticinco años de edad. Ritschl Ritschl sintió sintió una profunda simpatía por su aveza avezado do alumno, que con tribuía a que que le im pu siera tareas cada vez más arriesgadas y le animara a realizar numerosos trabajos. Aun E l nacimiento nacimiento que tam bién Ritschl se se separó separó de N ietzsche a raíz raíz de la publicación de El de la tragedia, el el filósofo le guardó gran consideración y cariño d ura nte toda su vida. vida. E n Ecce estass palabra palabras: s: «Ritschl «Ritschl — lo digo digo con veneración— , Ecce homo lo recordaría con esta el único docto genial con el que me he tropezado hasta hoy.» KSA, 6, p. 295. 16. 16. Nietzsche acababa de ser ser nom brad o profesor asociado asociado en la Universidad de Leipzig cuando conoció a Wagner, el 8 de noviembre de 1868, en casa del orien talista Flermann Brockhaus, casado con una hermana del compositor. Anterior mente, el 27 de octubre, había asistido a una representación de Tristán e Isolda y de Los maestros cantores. cantores. La impresión que le produjo la música de Wagner fue mem orable: «Me resulta imposible ser ser crítico crítico ante el contacto con esta esta música; música; toda fibra, todo nervio vibra en mí.» En su primer contacto, Nietzsche Nietzsche y Wagner hablaron largamente largamente de SchoScho penh pe nh auer au er,, filó fi lóso sofo fo del de l q u e tam ta m b ién ié n W agn ag n er era er a u n apas ap asio iona na do adm ad m irad ir ad or. or . Al fin fi n al, al ,
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y a los veinticuatro años de edad, la Universidad de Basilea lo lla mó para ocupar la cátedra del filólogo Kiessling, que se trasladó al Johanneum de Hamburgo. Nietzsche obtuvo primero una cátedra extraordinaria y poco después una ordinaria de filología clásica; además, la Universidad de Leipzig le concedió el grado de doctor sin necesidad del examen previo ni presentación de la tesis docto ral. Junto a sus lecciones universitarias se encargó también de la clase de griego en el tercer curso (el más alto) del Pädagogium, un centro de enseñanza entre instituto institu to de secundaria y universidad en en el que también enseñaban otros profesores universitarios, como el historiador de la cultura Jacob Burckhardt o el filólogo Mähly. Aquí ejerció una gran influencia sobre sus alumnos; su singular talento para pa ra cauti ca utiva varr y form fo rmar ar a los jóvenes jóv enes espíritu esp íritus, s, estim es timul ulán ándo dolo loss para pa ra trabajar, se desarrolló al máximo. Burckhardt dijo entonces de él que Basilea jamás poseyó un maestro semejante. Burckhardt per tenecía al más estrecho círculo de amigos de Nietzsche, en el que también se contaban el especialista en historia de la Iglesia Franz Overbeck y el filósofo kantiano Heinrich Romundt. Nietzsche compartía con los dos últimos una casa a la que, tras la publica ción de las Consideraciones intempestivas, 17 la sociedad socieda d de Basilea Basilea le
el compositor invitó al joven docente a que lo visitase en su casa de Lucerna, «a fin de interpre tar algo de m úsica jun tos y pa ra hablar de filos filosofí ofía». a». 17. 17. En tre 1873 y 1875, Nietzsc he fue alejándose cada vez más del estrecho círculo de los filólogos e interesándose por cuestiones tanto filosóficas como con cernientes al estado cultural de la sociedad en la que vivía. Influido por Wagner y su espíritu crítico con la «actualidad», el futuro filósofo publicó cuatro escritos Consideraciones nes intempestivas, cuyos títulos son: mu y polémicos polémicos a los los que que den om inó Consideracio D a v id Straus Strauss, s, el conf confeso esorr y el escrit escritor or (1873), De la u tilida tili dad d y el inconveniente inconvenie nte de la Historia para la vida (1874); Schopenhauer como educador (1874) y Richard Rich ard Wag ner en Bayreuth (1876).
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puso pu so el sobr so bren enom ombr bree de «L «Laa cab c abañ añaa ven v enen enos osaa».18 Hacia el final de su estancia en Basilea, Nietzsche vivió una larga temporada con su única hermana, Elisabeth, casi de su misma edad y casada más tarde con el amigo de juventud de Nietzsche Bernhard Förster , 19 con quien q uien emigró a Par Parag agua uay. y. En 1870, Nietzsche participó en la guerra franco-alemana como enfermero voluntario; no mucho des pués aparec apa reciero ieronn los prime pr imeros ros síntom sín tomas as amenaz ame nazado adores res de u n pade pa de cimiento de la cabeza que se manifestaba con violentos dolores y náuseas que se repetían con periodicidad. Si se quiere conceder credibilidad a las manifestaciones del propio Nietzsche, hechas de viva voz, este mal sería de naturaleza hereditaria, puesto que su padr pa dree hab ha b ía m u e r to de lo m ismo. ism o. A com co m ienz ie nzos os del año añ o 1876 18 76 se sintió tan enfermo de la cabeza y los ojos que tuvieron que susti tuirlo en el Pädagogium; a partir de entonces su estado estado empeoró de tal modo que varias veces estuvo al borde de la muerte.
D ie Gifthütte. Gifthütte. «La cabaña del veneno» o «de la ponzoña». 18. Die 19. 19. Elisabeth Elisabeth Nietzsche (1846-1935) con trajo m atrim onio con Bernhard Förs ter (1843-1 889) el 22 de mayo de 1885, día del del cum pleaños de Wagner. Wagner. El doc tor Förster, Förster, maestro de profesión, n un ca gozó de la simp atía de Nietzsche, quien solo lo conocía superficialm ente a través de amigos com unes relacionados relacionados con Wagner. Como Elisabeth, también B. Förster era un wagneriano furibundo además de nacio nalista nalista y antisemita fanático. fanático. U na vez en Paragu Paraguay, ay, fund ó una co lonia denom inada Nue N ue v a G e rm a n ia, ia , c o m p u e sta st a de alem ale m anes an es y en la q u e se velab ve labaa p o r la p ro p ag ac ión ió n de la raza aria. Nietzsche, que no asistió a la boda por hallarse en Venecia, envió caballe llero ro,, a la pareja como regalo una valiosa lámina con el grabado de Durero E l caba la muerte y el diablo, diablo, deseándoles, sin embargo, que su futuro no fuese «tan negro» como el que auguraba la litografía. Pero B. Förster se suicidó cuatro años después de su boda, el 3 de junio. Elisabeth Elisabeth regre regresó só poco después a Na um bu rg y, y, a partir de entonces, cuidó de su mad re y de su herma no, ya enferm o po r esas esas fechas fechas.. En 1893, daría el primer paso pa ra crear el célebre célebre Nietzsche-Archiv y convertirse así en apo derada de las obras obras y los los manuscritos de su h erm ano.
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«Dos «Dos vece vecess escapé escapé hallánd hall ándom omee ya a las las puertas pue rtas de la mue m uer r te, pero mi tortura es terrible y así vivo día tras día; cada jornada tiene su historia clínica.» Con estas palabras, Nietzsche descri bía en u n a carta ca rta a u n amig am igoo 20 los sufrimientos que padecía desde hacía cerca de quince años. En vano pasó el invierno de 1876-1877 en el suave clima de Sorrento, donde estuvo en compañía de algunos amigos: desde Roma fue a visitarlo su vieja amiga Malwida von Meysenbug 21 M em oria or iass de un a idealist idea lista, a, además de (autora de las conocidas Mem seguidora de Wagner); desde Prusia oriental, el doctor Paul Rée ,22 ,22 20. D e una carta a Paul Rée; Rée; Nassau, St. M oritz, finale s de julio de 1879. KGB, II, 5, p. 430. 21. Malwida von M eysenbug (1816-1903). A pesar de su origen origen aristocr aristocráti áti co y de su acaudalada familia, fue toda su vida una idealista revolucionaria, femi nista y fiel seguidora de Wagner, Wagner, escritora de cierto c ierto éxito éxito y profun prof un dam ente en te interesada interesada en todo lo intelectual. Tras haber leído con admiración E l nacimiento nacim iento de la tragetrageNietzschee por m ediación ediación de Cósim a Wagner y m antuvo una firm e dia, conoció a Nietzsch amistad — enteram ente maternal— con el filósofo. filósofo. Lou Andreas-Salomé Andreas-Salomé afirma que Ma lwida fue a visitar visitar a Nietzsche Nietzsche en So rrento. En realidad, realidad, hab ía sido sido Ma lwi da la que propuso a Nietzsche y Brenner, a quienes luego se añadió Rée, que vivie sen todo s juntos en la sorrentina Villa Villa Rubinacci dura nte unos meses meses (desde octubre de 1876 hasta abril de 1877); se se trataba de crear y de disfrutar del amb iente de u na absoluta « comu nidad artístic artísticaa y espiri espiritual tual», », com o así fue. fue. Ca da cual pud o trabajar trabajar en lo que quiso además de dedicar tiempo a leer y a comentar en grupo las más variadas variadas obras de la gran gran literatura. Malwida hab ría querido que N ietzsche se se hubie se puesto bajo su protección de por vida, pero el filósofo clamaba una y otra vez po p o r su in d ep e n d e n c ia. ia . La escr es crititoo ra fue fu e tam ta m b ién ié n la c o n f id e n te de N ietz ie tzsc sche he c u a n do este se enam oró de Lou. La amistad entre ambos termin ó de finitivam finitivam ente en 1884, con una Malwida desilusionada cuando el propio Nietzsche le aclaró que jam ja m á s h a b ía c o m p a rtid rt id o sus su s idea id eass e stét st étic icoo-id idea ealis lista tas: s: « C a d a frase fra se d e m is escr es crititos os encierra el desprecio del idealismo», le escribirá en octubre de 1888. 22. Paul Rée (Bartelsha (Bartelshagen, gen, Pomerania, 18 49-Eng adina, 1901). Estudió dere dere cho y más adelante filosofía, y se doctoró en 1875 en la Universidad de Leipzig.
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con quien ya entonces lo ligaban ligaban la amistad y la similitud de sus sus afanes. A la pequeña comunidad se había unido, además, un jove jo venn de Basilea, enfe en ferm rm o del pech pe choo , llam ll am a d o B ren re n n er ,23 ,23 el cual, a pesar de todo, murió poco después. Puesto que tampoco la estancia en el sur sirvió para aliviar aliviar sus sus dolores, en 1878 Nietzsche renunció definitivamente a su actividad docente en el Pädago gium, y, en 1879, a su cátedra en la universidad. Desde enton ces ces su vida fue ya ya solo solo la de un ermitaño erm itaño,, parte en Italia — sobre todo tod o en Genova— , parte en la las m ontañas on tañas suiz suizas as,, concretam con cretam en te en Sils-Maria, pequeña aldea de la Engadina, en las inmedia ciones del Puerto de Maloja. Con ello, su curriculum vitae externo parece cerrado y, por decirlo decirlo así así,, acabado, mientras m ientras que es justo ahora cuando cua ndo com ien za propiamente su vida de pensador: de modo que el pensador Niet N ietzs zsch che, e, del q u e hab ha b rem re m os de ocu oc u p arn ar n o s en estas pági pá gina nas, s, solo aparece con absoluta claridad al final de estos acontecimientos. No N o o b sta st a n te, te , c o n ocas oc asió iónn de los dive di verso rsoss p e río rí o d o s de su evo ev o lu lu ción espiritual, tendremos que volver con más detalle a todos estos reveses del destino y a todas estas experiencias que aquí hemos es-
Cuando su amigo Heinrich Romundt obtuvo un puesto de profesor ordinario en Basilea, para impartir clases de filosofía, Rée lo siguió allí y ambos trabaron gran amistad con Nietzsche. En 1875 apareció su primer libro: Observaciones Observacionespsicológip sicológicas',;en 1877 publicó El E l orige origen n de los los sentimientos moralesy, m oralesy, en 1885, El E l orige origen n de la los años 80 estudió y se se doctoró en m edicina. D uran te diez conciencia. A finales de los años trabajó trabajó com o m édico rural atend iendo especialmente especialmente a pacientes pacientes pobres. pobres. El 28 de octubre de 1901 murió al despeñarse por un precipicio alpino. Fue confiden te intelectual y gran amigo de Nietzsc Nietzsche. he. C on Lou AndreasAndreas-Salo Salomé mé m antuvo tam bié b iénn u n a in te n s a rela re laci ción ón f ra te rn o -s e n tim ti m e n tal. ta l. 23. Se trata de Albert Brenner (1856-187 8). Fue alum no de Nietzsche Nietzsche en el Pädagogium y, después, después, su oyente en la universidad, universidad, d ond e se matriculó e n derecho.
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hozado con tanta brevedad. Su vida y su obra se dividen funda mentalmente en tres períodos entrelazados, cada uno de los cuales comprende una década. Diez años, de 1869 a 1879, duró la actividad docente de Nietzsche en Basilea; esta actividad filológica coincide casi po p o r com co m plet pl etoo con co n el dec d ecen enio io en que qu e fue pros pr osél élito ito de Wagner, Wag ner, así como con la publicación de aquellas obras influidas por la meta física de Schopenhauer; esta fase duró desde 1868 hasta 1878, año en que, como signo de su cambio de sentido filosófico, envió a Wagner su primera obra positivista: Hum H um a no , demasiado humano.
Desde el el comienzo de la década de 1870 había ha bía perdurado perdurad o su relación con Paul Rée, que finalizó en el otoño de 1882, al mis mo tiempo que acababa la redacción de La L a gaya ciencia ciencia, la última de aquellas obras de Nietzsche que aún descansan en fundamen tos positivistas. En el otoño de 1882, Nietzsche tomó la determinación de abstenerse abstenerse de cualquier actividad literaria literaria duran du rante te diez diez años. años. En este tiempo de profundo silencio quería comprobar la exactitud de su nueva filosofía, que había virado hacia la mística, y luego, en 1892, aparecer como su pregonero. Este propósito no llegó a realizarlo; antes bien, en la década de 1880 desarrolló una pro ductividad casi ininterrumpida que, no obstante, enmudecería poco po co ante an tess de c o n c luir lu ir el dec de c enio en io que qu e él h a b ía fija fi jado do;; en 1889 18 89,, un violento recrudecimiento de sus dolores de cabeza puso fin a cualquier trabajo intelectual. El lapso de tiempo existente entre la renuncia a su cátedra de Basilea y el cese de toda actividad intelectual comprende otra vez un decenio, de 1879 a 1889. Desde entonces, Nietzsche vive como un enfermo en casa de su madre, en Naumburg, después 63
de una estancia ocasional en el instituto del profesor Binswanger, en Jena. Los dos retratos que acompañan a este libro 24 muestran a Nietzsc Nie tzsche he en estos últim úl timos os diez años a ños de sufrim suf rimien iento. to. Y cierta cie rtame ment ntee esta fue la época en que su fisonomía, todo su exterior, parece hallars hallarsee más impregn imp regnada ada de carácte carácter: r: la época en que toda to da la expre expre sión de su ser se hallaba transfigurada por una agitada e intensa vida interior que acentuaba aquello que él trataba de reservar y mantener oculto. Debo decir que ese misterio, la sospecha de una callada callada soledad soledad,, era la primera prim era y poderosa im presión merced merce d a la la cual atraía la figura de Nietzsche. Al observador ocasional no se le ofrecía nada extraño; aquel hombre de mediana estatura, ves tido de manera muy sencilla pero también extremadamente pul cra, con sus rasgos suaves y el liso cabello castaño peinado hacia atrás, podía pasar fácilmente desapercibido. Las finas y harto expresivas líneas de la boca quedaban cubiertas casi por entero po p o r u n gran gr an bigo bi gote te p e ina in a d o haci ha ciaa bajo; ba jo; ten te n ía u n a form fo rmaa de s o n reír apenas perceptible, una manera de hablar queda y un modo de andar cauteloso y ensimismado, con el que se inclinaba un poco po co de h ombr om bros os;; difíc di fícilm ilmen ente te imag im agin inar aría íam m os a aqu a quell ellaa fig fi g u ra en medio de una multitud: llevaba el estigma de aquel que vive apar te, de quien vive a solas. Incomparablemente hermosas y de noble formación, hasta atraer de manera involuntaria hacia ellas la mira
24. Se refiere a dos fotografías fotografías que datan da tan de 1882 y que ilustraban la edición original de Friedrich Nietzsche en sus obras. Una de ellas es la célebre fotografía de estudio que muestra un carro tirado por Nietzsche y Rée, mientras que Lou se sitúa tras ambos empuñando un látigo. Esta fotografía aparece reproducida en la cubierta de la presente edición.
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da, eran las manos de Nietzsche, de las que él mismo creía que revelaban su espíritu. En Más M ás allá del d el bien y del de l mal m al (§ 288) halla mos una observación muy acertada al respecto: «Hay hombres que inevitablemente tienen espíritu, por mucho que quieran andarse con rodeos y pretextos pretextos y pretend an cubrir cub rir con las las manos sus ojos delatores... (¡Como si la mano no fuese delatora !)»25 Verdaderamente revelador era también el lenguaje de los ojos. Medio ciegos y, sin embargo, no poseían nada de ese atis bar, de ese bizqu biz quear ear,, de esa indese ind eseab able le im p erti er tinn enc en c ia de m uch uc h os miopes; antes bien, eran semejantes a pastores y guardianes de tesoros propios, de mudos secretos, que ninguna mirada intrusa debía rayar. Su escasa vista otorgaba a sus rasgos un raro encanto muy especial, puesto que en vez de reflejar impresiones externas y variables solo devolvían aquello que acontecía en su interior. Esos ojos penetraban en la intimidad y, a la vez, mucho más allá de los objetos cercanos, en la lejanía, o mejor: tanto en lo más próx pr óxim imoo com co m o en lo más má s lejano. leja no. Y es que q ue,, en d efin ef inititiv iva, a, tod to d o su trabajo como pensador no era sino una exploración del alma humana en busca de mundos aún por descubrir; de «sus posibi lidades aún no apuradas» (MM, § 45) que nacen y perecen sin cesar. Cuando en ocasiones se mostraba tal como era, durante el curso de un excitante diálogo, entonces podía aparecer y desapa recer en sus ojos una enternecedora luminosidad; pero cuando su estado de ánimo era sombrío, la soledad hablaba melancólica, casi amenazadora a través de ellos, como surgida de honduras inquie
25. Similar im portan cia concedía a sus sus orejas orejas,, poco comu nes, pequeñas y I inam ente mo deladas, de las que solía decir que eran los «verdader «verdaderos os oídos para lo inaudito» (ZA, I, p. 25). (N. de la A.)
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tantes, de esas profundidades en las que se hallaba siempre solo, que no podía compartir con nadie, frente a las que él mismo se sentía a m enudo enu do sobrecogido sobrecogido de terror y en las las que fina lmente lm ente naufragó su espíritu. Una Un a impresión similar similar de misterio y secr secreto eto suscitaban suscitaban tam ta m bién bi én los mod m odale aless de Nietz Ni etzsch sche. e. E n la vid v idaa n o rmal rm al era de u n a gran gr an cortesí cortesíaa y de u na suavidad suavidad cas casi femenina, de una constante y bené vola ecuanimidad; le agradaban las formas elegantes en el trato soci social al y les les concedía gran estima. estima. N o obstante, obsta nte, siempre residía en ello cierto goce en el disfraz, abrigo y máscara de una u na vida inte in te rior que casi nunca descubría. Recuerdo que cuando hablé con Nietz Ni etzsc sche he p o r p rim ri m era er a vez — fue u n día dí a de prim pr imav aver era, a, en la Basí lica de San Pedro, en Roma—, durante los primeros minutos me chocó y me confundió en él esa rebuscada formalidad. Pero poco duraba el engaño en ese solitario que portaba su máscara con tan ta torpeza, semejante a quien llega del desierto y la montaña y se viste con el traje del hombre de mundo; enseguida afloró la pre gunta que él mismo ha formulado con estas palabras: «De todo lo que que un hom bre deja traslucir podemos preguntar: “¿Qué ocultará? ¿De qué pretenderá desviar la mirada? ¿Qué prejuicio le ani mará?” Y aún más: “¿Plasta dónde llegará la sutileza de este disimulo? ¿Qué equívoco desea provocar con ello ?”»26 Este rasgo revela únicamente el reverso de la soledad des de la que debe comprenderse toda la vida interior de Nietzsche, de un perpetuo aislamiento y un ensimismamiento excesivo. En la medida med ida en que aumen au menta, ta, todo tod o ser ser que se se vuelve vuelve hacia
26. Véase KSA, 3, p. 301 . Aurora, § 523: «Hinterfragen» («Sospechas», o «Pre guntas soterradas»).
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fuera se transforma en apariencia, en el simple velo de ilusión que la profunda soledad teje a su alrededor a fin de convertirse oca sionalmente frente a los ojos humanos en superficie cognoscible. «Los hombres de pensar profundo se asemejan a comediantes en el trato con los demás, ya que para ser entendidos siempre tienen que simular antes antes una superfici superficie.» e.» (H ( H H II, § 232). Y hasta podría podr ía mos sumar también los pensamientos de Nietzsche, en cuanto expresados teóricamente, a esa superficie tras la cual, muda y abis mal, descansa en lo profundo la experiencia íntima de la que sur gieron. Se asemejan a la «piel que delata algunas cosas pero que oculta muchas más más»» (MM, (M M, § 32), «pues «pues — dice— dice— o bien uno ocul ta sus opiniones, o se oculta detrás de ellas» (HH II, § 338). Halló una hermosa caracterización para sí mismo al referirse en este sen tido a quienes «se ocultan bajo el manto de la luz» (MM, § 44), de aquellos que se ocultan en la claridad de sus pensamientos. Así pues, en cada período de su desarrollo espiritual halla mos a Nietzsche bajo alguna clas clasee o forma de enmascaramiento, enmascaram iento, y siempre es esta esta la que mejor mejo r representa el correspondiente correspon diente estadio estadio evolutivo. «Todo lo que es profundo ama la máscara (...). Todo espí ritu profundo necesita una máscara: aún más, en torno a todo espíri tu profundo crece constantemente una máscara.» (MM, § 40). «— C am inante ina nte,, ¿quién eres eres tú? tú? (...). (...). Descansa De scansa aquí, (... (...)) ¡recupérate! (...). ¿Qué necesitas para reconfortarte? (...). »— ¿Para ¿Para reconfortarm reconfo rtarme? e? ¿Para ¿Para reconfortarm reco nfortarm e? ¡Oh, tú, curioso!, ¡qué andas diciendo! Bueno, dame, te lo ruego (...). »— ¡Qué, ¡Qu é, qué! ¡Dímelo! ¡Dímelo! »— ¡Una máscara más más!! ¡Una segund se gundaa másc máscara ara!» !» (MM (M M , § 278). Y, ciertamente, debemos aceptar que, en la medida en que el aislamiento y la relación consigo mismo se tornan más exclu sivos, también en cada ocasión el significado del enmascaramiento 67
se hace más profundo mientras que la esencia real que se halla tras su forma externa, el ser verdadero que se oculta detrás de la ca mina nant ntee y su apariencia, retrocede retroce de y es es menos men os visible. visible. Ya Ya en E l cami sombra (HH II, § 175) se refirió a la «mediocridad como másca ra» ra». «La «La m ediocrida edio cridadd es la máscara máscara más afortun afo rtunada ada que puede pue de lle var el espíritu superior, porque no hace pensar a la gran masa, esto es, a los mediocres, en enmascaramiento alguno; en efecto, prec pr ecis isam amen ente te se la p o n e p o r ellos, para pa ra no irrita irr itarlo rlos, s, y n o rara rar a vez po p o r c o m p a sió si ó n y b o n d a d .»27 De esta máscara del cándido ino fensivo, pasa a esa otra del horror que todavía oculta detrás más horror: «A veces es la necedad misma la máscara de un saber des dichado demasiado cierto» (MM, § 270); y, finalmente, hasta lle gar a una ilusori ilusoriaa imagen luminosa lum inosa de la divinidad que ríe ríe y aspir aspiraa a transfigurar el dolor en belleza. Así, dentro de su última filo sofía mística, Nietzsche se hundió poco a poco en aquella pos trera soledad en cuyo silencio ya no podemos seguirlo más, y de la que únicamente nos quedan, como símbolos y marcas carac terísticas, sus sonrientes máscaras de pensamientos y su interpre tación; mientras, ha llegado a ser para nosotros ese que él mismo se denominó cuando en cierta ocasión rubricó de esta manera una carta: «El eternamente extraviado.» (Carta del 8 de julio de 1881, desde Sils-Maria.) Esta soledad íntima, este aislamiento, constituye en todas
27. Cfr. KSA, 2: H H II, E l c am inan in an te y su sombra, § 175, «Mediocridad como máscara», p. 627. Lou Andreas-Salomé cita siempre E l camina cami nante nte y su sombra por la primera edición. El libro se incluiría más adelante en la segunda par te de H H , de ahí que actualm ente se se conozca conozca como una parte más de esta esta obra en dos tomos.
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las transformaciones de Nietzsche el marco invariable desde el que su imagen nos observa. Se halle disfrazado de un modo u otro, siempre lleva consigo «dondequiera que vaya, el desierto y la sagra da e inaccesible región fronteriza». (HH II, Caminante , § 337 ).28 De ahí que hasta exprese el deseo de que también la existencia externa se corresponda con su solitaria intimidad cuando le escri be a u n amig am igoo (el 31 de octu oc tubr bree de 1880 188 0 desd de sdee Italia Ita lia ):29 «En cuanto receta y pasión natural aparece en mí, siempre con mayor claridad, la soledad; y, ciertamente, la más absoluta... El estado en el cual podemos realizar lo mejor de nosotros debe uno confeccionárselo y poderle sacrificar muchas cosas.» Ahora bien, el motivo obligatorio de transformar ese aisla miento interno en una soledad exterior tan completa como fue ra posible se lo ofreció en principio su sufrimiento corporal, que lo alejó de las personas e incluso solo con grandes interrupciones hacía posible posible la relació relaciónn con co n sus amigos amigos — que se trataba tratab a siempre de una rara relación entre dos. Así Así pues, sufrim s ufrimiento iento y soledad son los los dos grandes rasg rasgos os fatales en la historia de la evolución de Nietzsche, más marca dos cuanto más cerca nos hallamos del final; y, hasta ahí, ostentan ambos un extraño doble aspecto, un exterior dado, exento de vida, q uerida,, condi y a la vez, algo así como una necesidad interior querida cionada de manera man era purame pu ramente nte psico psicológ lógic ica. a. También Tam bién su sufrimiento
28. Véase Véase KSA, 2: H H II, El E l caminante cam inante y su sombra, sombra, § 337, «Lo heroico». El texto completo del aforismo es como sigue: «Lo heroico consiste en que alguien haga algo algo grande (o en no hacer algo algo de m anera grande) sin que se sienta en co m pe p e te n ci a con lleva consigo don deq uiera q ue con otros, por delante de otros. El héroe lleva vaya el desierto y la sagrada e inaccesible inaccesible regió n fron teriza.» P. P. 699. 29. C arta dirigida a Paul Rée, Rée, desde la localidad italiana de Stres Stresa. a.
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físico, en modo alguno menor que su retiro y su soledad, refleja ba b a y simbo sim boliz lizab abaa algo al go p r o fun fu n d a m e n te ínti ín tim m o ; y ello de m o d o tan ta n directo que lo incorporó a su destino exterior como si se tratase de un amigo y un compañero de camino pensado para él. En cier ta ocasión escribió esto con motivo de un pésame (a finales de agosto de 1881, desde Sils-Maria): «Siempre me aflige saber que sufre usted, que le falta esto y lo otro, que ha perdido a alguien, mientras que, para mí, sufrimiento y renuncia pertenecen a lo esencial y no, como en usted, a algo innecesario e irracional de la existencia.»30 A ello se refieren ciertos aforismos, dispersos en sus obras, sufrim iento para par a el conoc conocimie imiento. nto. que tratan sobre el valor del sufrimiento En estos, Nietzsche describe la influencia de los estados de ánimo del enfermo y del convaleciente sobre el pensamiento; sigue con sutileza los meandros de tales estados anímicos hasta que lle gan a la más más elevada elevada esf esfer eraa de lo lo intelectual. U na enferm en fermeda edadd que retorna periódicamente, como era la suya, divide de manera cons tante un período de la vida y, con ello, también un período de pen p ensa sam m ien ie n to con co n respe res pecto cto a otro ot ross que qu e lo prec pr eced eden en.. Prop Pr opor orci cion ona, a, mediante esa doble presencia, las experiencias y la conciencia de dos modos de ser. Deja que las cosas y también el espíritu sean nuevas cada vez, «que tengan un sabor nuevo»,31 según dijo Nie N ietz tzsc sche he en cier ci erta ta ocasi oc asión ón con co n g ran ra n acie ac ierto rto,, y tam ta m b ién ié n p ro p o r ciona ojos completamente nuevos con que observar lo más acos tum brado bra do y cotidiano. Alguien así así obtiene ob tiene algo de la frescur frescuraa y la la
30. C arta dirigida a Paul Rée. Rée. 31. Véase Crepúsculo de los ídolos, «L «Laa moral com o contranaturaleza», 3. KSA, 6, p. 85.
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claridad del rocío de una bella mañana, pues una noche lo man tenía separado de los días precedentes. De este modo, cada cura ción habría de ser para él como una palingenesia de sí mismo y, con ello, a la vez, también de la vida en torno: pues una y otra vez el dolor «queda absorbido en la victoria .»32 El propio pro pio Nietzsche Nietzsche ya indicó que la naturaleza de su dolor físico se reflejaba en cierta medida en su pensamiento y en sus obras, de modo que la estrecha dependencia entre pensamiento y sufrimiento resalta de forma más evidente cuando contempla mos su trabajo y la evolución de este como totalidad. No nos hallamos frente a esas mutaciones progresivas de la vida espiritual que acontecen a todo aquel que crece hasta alcanzar su medida natural, no se trata de las mutaciones del crecimiento, sino de una brus br usca ca m u d a n z a y cam ca m bio, bi o, de u n vaivé va ivénn casi rítm rí tmic icoo de estado est adoss anímicos cuyo último fundamento no parece sino nacer de un enfermar de pensamiento pensamien to y un sanar de pensamiento.
Solo de la más profunda indigencia de su naturaleza ente ra, solo del más lacerante deseo de salud, surgen nuevos conoci mientos. Pero apenas ha penetrado en ellos por completo, apenas se ha detenido allí y los ha asimilado como fuerza propia, lo ata ca otra vez una fiebre nueva, algo como un inquieto y opresivo excedente de energía interior que, finalmente, torna su aguijón hacia sí mismo y deja que este lo haga sufrir. «El exceso de fuerza es la prueba de la fuerza», dice Nietzsche en el prólogo a Crepúsculo de los ídolos;33 ;33 en semejante sem ejante exce exceso so,, su fuerza atenta contra con tra sí mis
32. C orintios , I, 15 (54-56): (54-56): «La «La m uerte qu edó abso rbida en la victoria. / ¿Dónde está, muerte, tu victoria? / ¿Dónde, muerte, tu aguijón?» 33. KSA, 6, p. 57.
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ma provocándose dolor, se desfoga en luchas plenas de sufri miento, se excita con las torturas y tormentos en los que su inte lecto quiere fructificar .34 .34 Con la orgullosa afirmación: «Lo que ídolos, «Sen no me mata me hace más fuerte» ( Crepúsculo de los ídolos, tencias y flechas», § 8),35 logra flagelarse a sí mismo, no hasta el suicidio, suicidio, no n o hasta la muerte, mue rte, sino justo hasta alcanzar alcanzar aquella fiebre y aquellas heridas que tanto necesita. Esta exigencia de dolor se pro p rolo lonn g a a través tra vés de tod to d a la his h isto tori riaa evolut evo lutiva iva de N ietz ie tzsc sche he com co m o si se tratase de su más genuino manantial espiritual; él mismo lo expresó expresó de la mane m anera ra más certera con co n las siguientes siguientes palabras: palabras: «Espí «Espí ritu es la vida que se saja a sí misma en vida: con el propio tor mento aumenta su saber, ¿ya lo sabíais? Y la dicha del espíritu es esta: ser ungido y consagrado con lágrimas como víctima del sacrificio, ¿ya lo sabíais? (...) Vosotros conocéis únicamente chis pas del de l espí es píri ritu tu:: ¡pero n o veis el y u n q u e q u e aque aq uell es, es, ni t a m p o co la crueldad de su martillo !»36 «Esa tensión del alma en la desdicha, (...) su estremecimiento frente a la visión de la gran catás trofe, su ingenio y valentía en el soportar, perseverar, interpretar, aprovechar aprovechar la la desgra desgraci ciaa y todo cuanto cuan to de profun p rofundidad didad,, misterio, misterio, máscara máscara,, espíritu, agudeza agudeza,, grandeza le han sido otorgados oto rgados al alma alma::
34. «¿Ex «¿Exis iste te,, acaso, acaso, un anhelo de lo duro , lo espantoso, lo malvado y lo pro ble b lem m á tic ti c o d e la ex iste is tenn c ia s u rg id o de l p lac la c er, er , d e la fue fu e rza, rz a, d e u n a sa lu d d e s b o r dan te, del exces excesoo mism o de plenitud? (... (...)) ¿Existen, ¿Existen, acaso acaso — un a preg un ta para médicos locos— neurosis de la salud?» [Solo la última frase es citada textualmen te. Véase: KSA, 1, p. 16. Ensayo Ensayo de autocrítica, 4, en: E l nacimient nacim iento o de d e la tragedia.] (N. de la A .)
35. KSA, KSA, 6, p. 6 0. El aforismo se titula «De la escuel escuelaa de guerra de la vida». vida». 36. KSA, KSA, 4: Z A II, II , «De los sabios sabios famosos», famosos», p. 134.
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¿Acaso no le fueron otorgados bajo sufrimientos, bajo la discipli na del gran sufrimiento?» (MM, § 225). Una Un a y otra vez vez aflora en los los párrafos precedentes un a dico tomía que llama especialmente la atención: en primer lugar, el estrecho vínculo existente en el carácter de Nietzsche entre la vida intelectual y la vida psíquica, la dependencia de su espíritu de las exigencias y agitaciones de su interior. Y después, una peculiari dad: que de tal dependencia tan estrecha tendrán que surgir siem pre pr e nuev nu evos os sufr su frim imien iento tos; s; en cada cad a ocasi oc asión ón se nece n ecesit sitaa u n a enor en orm me incandescencia del alma, allí donde ha de alcanzarse la más excel sa claridad, la pura luz del conocimiento; pero jamás le será líci to a dicha incandescencia desbordarse en calor bienhechor, sino que deberá herir con fuego abrasador y ardientes llamas: también a ello ello pertenece — como com o ya se expresó expresó en la carta incluid a más arriba— arriba — «el dolor do lor com c omoo lo esenc esencial ial». ». Así como los sufrimientos físicos de Nietzsche fueron la causa de su aislamiento externo, también ha de buscarse en sus sufrimientos psíquicos uno de los fundamentos más profundos de su severo y agudizado individualismo, para esa estricta acen tuación del «único» como el «solitario» en el sentido especial de Nietzs Nie tzsche che.. La his h isto toria ria del «único» es, po p o r anto an tono nom m asia as ia,, una un a historia de dolor que carece de comparación con cualquier otro tipo de individualismo; su contenido reza mucho menos «autosuficien cia» que «autoaguante». Observando el apasionado ascenso y des censo de su andadura espiritual, leemos la historia de todas las lesiones que se infligió a sí mismo; además, Nietzsche oculta una larga y dolorosa lucha heroica con su interior cuando aplica a su filosofía las osadas palabras: «Este pensador no necesita a nadie que lo refute: ¡para ello se basta a sí mismo!» (HH II, Caminante, § 249 24 9 ). 73
Su extraordinaria capacidad de poder acostumbrarse una y otra vez a la más dura superación de sí mismo, de poder familia rizarse una y otra vez con todo nuevo conocimiento, parece exis tir solo para par a forjar la disgregación disgregación de lo recién alcanzado cada cad a ve vez de manera más catastrófica. «¡Ya llego! ¡Destruye tu cobijo y cami na hacia mí!», tal es la exhortación del espíritu, y con gesto alta nero se convierte a sí sí mismo en vagabun vag abundo do y busca de nuevo nu evo la oscuridad, la aventura y el desierto con la queja en los labios: «Debo seguir avanzando con mis pies, estos pies cansados y heri dos; y, porque debo, he tenido a menudo para lo bello, que no pu p u d o d ete et e n e rme, rm e, u n a m ira ir a d a con co n tra tr a ria ri a d a, \porque no pudo dete nerm nerme! e!»» (GA, (GA, § 309). 30 9). En cuan cu anto to se halla verdaderame verdad eramente nte afinca afin ca do en una de sus concepciones, se cumple en él mismo su palabra: ). 37 «Quien alcanza su ideal, ya con eso lo sobrepasa.» (MM, § 7 3 ).3 El cambio de opinión y el impulso de transformación se hallan halla n clavados profundamente en el corazón de la filosofía de Nietzsche; determinan determ inan por antonomasia antonom asia la la forma forma de ser ser de su su conocimien con ocimien Má s to. No N o en vano se considera a sí mismo mism o en la canción final de Más allá allá del bien bien y del ma l un «luchador que demasiadas veces se ha domeñado a sí mismo, que demasiado a menudo se opuso a su pro p ropp ia fuerza fue rza,, h erid er idoo e im p e d ido id o p o r su p rop ro p ia v icto ic tori riaa».38
gaya cien ciencia cia,, § 253: «Un día alcanzamos nues 37. Compárese también con La gaya tra meta y desde ese momento nos referimos con orgullo a los largos viajes que emprendimos para alcanzarla. (En realidad, ni siquiera notábamos que viajábamos.) De este modo llegamos tan lejos que en todas las etapas nos figurábamos estar en aforismo c itado p or Lou Andreas-Salomé — salv salvoo la fras frasee casa. asa.» » (N. de la A .) [El aforismo entre p aréntesis— se titula «Siempre en casa casa». ». Véase Véase KSA, 3, p. 5 16.] 38. KSA, KSA, 5, p. 241 ; se se trata de los versos 25 -27 de la canc ión fina l: «Desde altas altas montañas» .
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En el heroísmo de la disponibilidad para renunciar a la pro p ropp ia conv co nvic icci ción ón,, este impu im puls lsoo c onti on tien ene, e, en su inte in teri rior or,, prec pr eci i samente el lugar de la fi f i d e l i d a d de la convicción convic ción,39 ,39 «No dejaría mos que nos quemasen por nuestras opiniones», se dice en E l caminante camina nte y su sombra sombra (§ 333), «pues no estamos tan seguros de ellas. Pero tal vez sí porque nos sea lícito tener opiniones y por que podamos cambiarlas .»40 Y en e n Aur A uror ora a (§ 370), esta idea es expresada con hermosas palabras: «¡Jamás reprimas o silencies an te ti mismo algo que pueda ser pensado contra tu pensamiento! ¡Júralo! Es algo que pertenece a la pureza esencial del pen samiento. Tienes Tienes tam bién cada día que liderar la la batalla batalla contra ti mismo. Una victoria o una plaza tomada no son algo que te incumba a ti, sino a la verdad, ¡pero tampoco tu derrota es algo que te incumba!» Lleva por título: «En qué medida el pensador ama a su enemigo.» Pero este amor al enemigo procede del oscu ro presentimiento de que en el enemigo podría hallarse oculto un futuro compañero, y que solo al derrotado le aguardan nue vas victorias; resulta del presentimiento de que para él ese dolo roso y siempre idéntico proceso psíquico de la transformación de uno mismo es la condición indispensable de toda fuerza creadora. «El espíritu es lo que nos salva de que nos incendiemos y nos carbonicemos por entero. (...) Purificados por el fuego, sal tamos después de opinión en opinión impulsados por el espíri
39. D e ahí qu e él él consid ere a las las conv icciones enemigas de la verdad. «Las convicciones convicciones son enemigos más peligrosos peligrosos de la la verdad q ue las las mentiras. mentiras.»» (H H I, § 4 8 3 ) (N. de la A.) E l cam inante inan te y su sombra, § 333: «Morir por la 40. KSA, KSA, 2: H H II, p. 698, El verdad».
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tu (...) cual nobles traidores de todas las cosas.» (HH I, § 637). «Debemos convertirnos en traidores, ejercitarnos en la deslealtad, constantemente desechar nuestros ideales.» (HH I, § 629). En la medida en que se encerró en sí mismo, este solitario tuvo —por decirlo decirlo así así— — que escindir escindirse, se, descomponerse en cantidad can tidad de pen pen sadores... Solo de esta manera podía vivir espiritualmente. El impulso de herirse a sí mismo fue únicamente una forma de su impulso de conservarse a sí mismo: solo arrojándose una y otra vez al sufrimiento sufrim iento evitaba evitaba su sufrimiento. sufrimie nto. «Invulnerable «Invulnerable soy soy únicamente en mi talón. (...) Y solo donde hay sepulcros acon tecen tece n resurreccione resur recciones. s. Así cantó ca ntó Zaratu Za ratustra. stra.»» (ZA II, p. 46 ).4 ). 41 A él, la vida le confió un secreto: «¡Mira, le dijo, yo soy lo que tie .42 ne que superarse siempre a sí mismo.» (ZA II, p. 49 ) .42 Sobre nada reflexionó Nietzsche con tanta frecuencia y con tanta profundidad como sobre este misterio de su propia naturalez naturaleza, a, y precisamente sobre nad a podemo po demoss aclararnos aclararnos mejor
41. KSA, 4: ibídem , p. 145, 145 , líneas líneas 6, 13 y 14. «La can ción ció n del sepulcro». 42 . [KSA, [KSA, 4: ZA, p. 148 , líneas líneas 16-18 . «De la sup eració n de sí mismo».] M ediante este impulso, impulso, N ietzsche ietzsche se convirtió, en m ayor grado del que él mismo Aurora, § 327) quiso alcanzar, en aquel «Don Juan del conocimiento» que caracterizó ( Aurora, como sigue: «Posee el espíritu, la voluptuosidad y el placer de la caza y las intrigas del con ocim iento — ¡hasta ¡hasta las las estre estrella llass más altas altas y lejan lejanas as del cono cim iento!— , hasta que, que, fina lm ente, no le queda ya nada más por cazar cazar que lo absolutam absolutam ente al bebedor que term ina bebiendo a bsenta y lacerante del cono cim iento, semejante al aguardiente. Tan codicioso es que al final anhela el infierno; es el único cono cimiento que lo seduce. ¡Acaso también lo desilusione, como todo lo conocido! Y entonces tendría que perman ecer quieto d uran te toda la eternidad, eternidad, clavado clavado al al desengaño y transformado él mismo en convidado de piedra, ¡con el deseo de una cena del conocimiento que nunca más le será concedida! Pues el mundo entero de las las cosas cosas ya no tiene nin gú n b ocado oca do que qu e ofrecer a ese ese ham brien to.» (TV. de la A .)
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desde sus obras que sobre ello; en el fondo, para él, todos los enig mas del conocimiento no fueron otra cosa. Cuanto más profun damente se. conoció a sí mismo, menos reservado se mostró para convertir toda su filosofía en un gigantesco reflejo de su propia imagen, y más ingenuamente interpretó desde aquella la imagen de la totalidad en cuanto tal. Así como, entre los filósofos, los sistemáticos abstractos generalizaron sus propios conceptos has ta convertirlos en leyes universales, también Nietzsche generali zó su alma hasta convertirla en el alma del mundo. Pero, para trazar su retrato, no habrá necesidad de conducir otra vez todas sus teorías hacia él mismo, como se hará en los apartados que siguen siguen a continuación. continua ción. Una cierta comprensión de ello es posible ya aquí, donde se observará a Nietzsche únicamente en relación con su índole espiritual. La riqueza de esta es tan diversa que no podría haber la obtenido obten ido sometiéndose sometiéndose a un orden determinado; la vivacid vivacidad ad y la voluntad de poder de todo talento singular e impulso espiri tual conducen con ducen necesariament necesariamentee hacia una concurrencia co ncurrencia nunca nu nca sose sose gada de todos los talentos. En Nietzsche vivían en constante discordia, juntos y tiranizándose uno a otro, un músico de gran talento, un pensador de espíritu libre, un genio religioso y un po p o e ta nato na to.. El p rop ro p io N ietz ie tzsc sche he in ten te n tó aclar ac larar ar desde de sde ahí ah í la rar r are e za de su individualidad intelectual, y muy a menudo se explayaba sobre ello en detalladas conversaciones. Distinguió dos grandes grupos generales de caracteres: aquellos cuyas diversas emociones e impulsos armonizan entre sí, que conforman una sana unidad, y aquellos otros cuyos impulsos y emociones se estorban y hostigan mutuamente. El pr p r im e r g r u p o lo c o m p a ra — d e n tro tr o del de l i n d iv id u o c o n c r e to — con el estado de la humanidad tribal, anterior a cualquier divi 77
sión en Estados; a semejanza de aquel entonces, cada cual po seía seía su individualidad y su sentimiento sentimien to de pod p oder er solo solo dentro de ntro del del círculo cerrado de la tribu, igual que cada instinto lo posee en el conjunto de la personalidad cerrada, síntesis constituida por todos ellos. Las naturalezas del segundo grupo, en cambio, viven en su interior como vivirían los hombres en tiempos de una gue rra de todos contra todos; la personalidad misma se diluye en cierto modo en una cantidad enorme de personalidades impul sivas, unitarias y poderosas, en una multiplicidad subjetiva. Este estado solo será superado cuando desde fuera se implante un po p o d e r m ás alto al to,, u n a a u to r i d a d m ás fuer fu erte te q u e sepa se pa g ober ob ernn arlo ar loss a todos a semejanza de una ley estatal distributiva a la que se subordinen las demás fuerzas. Y es que aquello que en las natu rale raleza zass del primer prime r grupo gru po descrito descrito era era instintivo — la adecuada disposición dispo sición de lo indiv idual idu al en el tod todo— o— , aquí, en en el el segundo segundo grupo, tendrá primero que ser ser conquistado a fin de obligar a lo loss tiránicos antojos particulares a que se sometan a una inflexible y rigurosa jerarquía de unos instintos sobre otros .43 .43 Como podemos observar, en esto se halla el punto desde el que Nietzsche abordó la posibilidad de una afirmación de sí mismo como como to talida d a travé travéss del sufrimiento, sufrimiento, p or parte pa rte de todo todo individuo. Aquí radica in nuce el significado originario de su
po p o s ter te r io r teo te o ría rí a de la d ecad ec aden enci cia, a, q u e él exp ex p lica li cará rá a c o n t i n u a ción con el pensamiento fundamental según el cual existe la
43. « Tener que com co m batir los instintos, esta es es la fórmu la de la décadence', mien tras la vida asciende, es felicidad igual a instinto» , dice N ietzsche ( Crepúsculo Crepúsculo de los los «El prob lem a de Sócrat Sócrates» es»), ), y de este m odo diferencia diferencia al decaden te de aquel ídolos, «El que es señor señor po r naturaleza. naturaleza. (N. de la A .)
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po p o s ib i l i d a d d e u n a f o r t u n a m a y o r y u n g rad ra d o m ás elev el evad adoo de creación merced a un constante soportar y sufrir heridas. En una pala pa labb ra: ra : a q u í se le reveló reve ló el s ign ig n ific if icad adoo del de l heroísmo como ideal. La propia y penosa imperfección lo arrancó del ideal y de su tira nía: «Nuestras carencias son los ojos con que vemos el ideal.» ).44 (HH II, § 8 6 ).44 «¿Qué nos hace heroicos? Enfrentarnos a la vez a nuestro mayor mayo r sufrimien su frimiento to y a nuestra n uestra más m ás alta esper esperan anza za», », dice Nietzsche (GA, § 268). Y yo le añado además otros tres aforismos que él me transcribió en cierta ocasión 45 y que creo que expresan con extraord ex traordinaria inaria precisión p recisión sus idea ideas: s: «La antítesis del ideal heroico es el ideal del desarrollo armónico de la totalidad; ¡una hermosa antítesis y muy digna de ser deseada! Pero solo un ideal para hombres esencialmente buenos (Goethe, por ejemplo ).»46 Además: «Heroísmo: esto es, la concepción de una perso na que aspira a una meta respecto de la cual ella misma no entra ya en consideración para nada. Heroísmo es la buena voluntad para pa ra la abso ab solu luta ta auto au tode dest stru rucc cció ión. n.»»
q ué vemos vemos el ideal. Toda persona capaz está 44. KSA, KSA, 2, pp. 41 0-4 11 .« Con qué está aferrada a su capacidad y no puede m irar con libertad más allá de esta. esta. Si no poseye ra además su bue na parte de imperfección, su virtud le impediría arribar a algún tipo de libertad ético-espiritual. Nuestras carencias son los ojos con que vemos el ideal.» 45. Ca rta fechada fechada en agosto agosto de 1882, en Tautenb urg, (KGB, III, I, p. 243). 46. Cabe de paso señala señalarr que Nietzsche Nietzsche considera considera aquí a G oethe de manera m uy distin ta a como lo hará algunos años más tarde (en el el Crepúsculo de los ídolos). Aq uí ve aún en él al antípo da de su prop ia naturaleza naturaleza inarm ónica; m ás tarde, tarde, en cambio, lo considerará un espíritu profundamente afín, que no era armónico, sino q ue logró la arm onía m ediante form ación y afán para consigo consigo mism o. (N. de la la A .)
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Y en tercer lugar: lugar: «Las personas person as que qu e aspiran a la grandeza son, por lo general, malas personas; es su única manera de sopor tarse.» La palabra «malo», tal como anteriormente la palabra «bue no», no quiere ser entendida ni en el sentido corriente del juicio ni, desde luego, en el sentido de un juicio cualquiera, sino sim plem pl emen ente te com co m o la exp e xpresi resión ón de u n hecho hec ho;; como co mo tal, expresa siem s iem pre pr e en N ietz ie tzsc schh e la «gue «g uerra rra inte in teri rioo r» en u n alm al m a h u m a n a , es lo mismo que más tarde denominaría «anarquía en los instintos». En su último período creativo, de camino hacia una determina da evolución de su pensamiento, extendió la imagen de este esta do anímico hasta una imagen cultural de la humanidad; las palab pa labras ras clave se de d e n o m ina in a n allí: allí: «guerra «gu erra inter in terio ior» r» = décadence, y «victoria» = «autodestrucción de la humanidad a fin de conseguir u n a superhumanidad». Pero, originariamente, sobre todo, en él se trataba de su propia pro pia imagen anímica. anímica. Nietz Ni etzsch schee diferen dife renciab ciaba, a, en efecto, entre en tre la natur na turale aleza za arm ar m ó nica u homogénea y la heroica o heterogénea, como dos tipos humanos: hum anos: el hom bre de acción acción y el el pensador; con otras pala palabra bras: s: el tipo de naturaleza opuesta a la suya y el de su propia naturaleza. Hombre de acción lo será el individuo indiviso, el incon movible, el hombre de instinto, el señor por naturaleza. Si este sigue sigue su su propia pro pia evolución natural, afirmará afirm ará y templará temp lará su ser ser cada cada vez con mayor agudeza, mientras que descargará su fuerza arro lladora en sanas acciones. Los impedimentos que posiblemente le pon p onga ga el mu m u n d o exterior exte rior cont co ntie iene nenn a la vez un estím es tímul uloo y un u n reto, pues pu es n ada ad a le res r esul ulta ta más adec ad ecua uado do a su natu na tura rale leza za que qu e la valie va lient ntee lucha con el exterior; en nada muestra tanto su inquebrantable salud como en su habilidad para la guerra. Ya sea su inteligencia grande o pequeña, en cualquier caso, siempre se sitúa al servicio de esta fresca fuerza vital, así como de aquello que la favorece o le 80
hace daño; no se opone a sus metas, no la quebranta, no sigue sus pro pr o pios pi os cami ca mino nos. s. Algo muy distinto sucede con el hombre de conocimien to. En vez de buscar una asociación firme de sus instintos que los prot pr otej ejaa y los m ante an teng nga, a, deja que qu e se dispersen disper sen tod to d o lo que qu e sea posi po si ble; cua cu a n to más extensa exte nsa sea el área á rea que qu e apre ap renn d an a abarcar, ab arcar, tan ta n to mejor; cuanto más numerosas sean las cosas hasta las que lleguen sus antenas, cuantas más sean las que toquen, vean, oigan, olfa teen, más adecuadas le parecerán a aquel para sus propósitos: para el propósito del conocimiento. Pues, para él, «la vida es un medio del conocimiento» (GA, § 324), y así es como conmina a sus camaradas (GA, § 319): «¡Nosotros mismos queremos ser nues tros experimentos y conejillos de indias!» De este modo, él mis mo renuncia voluntariamente a la la unidad; cuanto cuan to más polifónico polifónico es su sujeto, más le gusta: Agudo y tierno, vasto y fino, familiar familiar y raro, sucio y limpio, cita de los necios y los cuerdos: todo esto soy yo, quiero serlo, ¡paloma, serpiente y puerco a la vez!47 Pues Pues nosotros, conocedores — dice— dice— , debemos debem os estar estar agra agra decidos «a Dios, al diablo, al cordero y al gusano que hay en nos otros (...), dotados de almas manifiestas y de almas ocultas en
47. 47 . GA, GA , «Picardí «Picardía», a», § 11. A los versos precede u na entradilla: entrad illa: «H abla el refrán». refrán».
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cuyas últimas intenciones nadie penetra fácilmente, cargados de razonamientos manifiestos y ocultos que a nadie le será lícito reco rrer con sus pies hasta el final (...). Nosotros somos los amigos natos, jurado ju radoss y celoso celososs de la soledad» (MM, § 44). El conocedor tiene el alma que «posee la escala más larga y que más profunda alm a más vasta vasta, la que puede correr mente puede descender (...), el alma más lejos, errar y vagar dentro de sí; (...) la que huye de sí misma, la que a sí sí misma mism a alcanza en los los círculos círculos más amplios; el alma más sabia, a la que habla la necedad con mayor dulzura; (...) la que más se ama a sí misma, en la que todas las cosas tienen su corrien te y su contracorriente, su flujo y su reflujo ».48 Con un alma así, uno se transforma en un «miriápodo con mil antenas» (MM, § 205), siempre a punto de escaparse de sí mismo, a fin de expandirse en un ser ser ajeno: ajeno: «Si uno se ha encon enc on trado a sí mismo, tiene que aprender a olvidarse de cuando en cuando cuan do de sí sí, y lueg luego, o, a encontrarse otra o tra ve vez: supon su poniend iendoo que uno u no sea sea un pensador. Ciertam Cie rtamente ente,, a este este le le perjudica perju dica hallarse hallarse siempre ligado a una sola persona.» (HH II, Caminante, § 306). Lo mis mo dicen los versos (GA, «Picardía», § 33): ¡Ya me resulta odioso tener que guiarme a mí mismo! Me encanta, a semejanza de las bestias del bosque y del mar, poder olvidarme olvidarme de mí por un u n momentito, momentit o, y acurrucado, cavilar en dorado sinsentido. Desde la distancia, finalmente, atraerme a mí mismo, seducirme para mí.
48. KSA, 4: ZA III, III , «De las las tablas viejas y nuevas», p. 261.
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Estos versitos se titulan «El solitario», esto es, aquel que, en lo posible, se halla apartado de los requerimientos y las luchas del mundo; y es que una vida interior de esta clase será cada vez menos apta para la guerra librada con el exterior en la medida en que mayormente la arrebaten y la conmuevan las guerras, victorias, derrotas y conquistas en el interior de sus propios instintos. En la soledad de su inmersión espiritual en sí mismo y en la extensión de sus propios límites espirituales busca, ante todo, una envoltu ra que lo proteja cuidadosamente de los ruidosos y complicados acontecimientos vitales del exterior, pues él se encuentra aún, sin ellos, también en plena batalla; de modo que, para este tipo de co nocedor noce dor valdrá la la siguiente descripció descripción: n: «Es un hom bre que cons con s tantemente experimenta, ve, oye, sospecha, espera, sueña cosas propioss pensa p ensamien mien extraordinarias; que se siente golpeado por sus propio tos como si s i estos estos llegasen llegasen de d e fu e r a (...), como por una especie de acontecimientos y de rayos.» (MM, § 292). Ahora Aho ra bien, con ello, ello, la disposición disposición hostil de unos un os instintos contra otros en su interior no desaparece, sino que, más bien, aumenta: «Aunque quien examine los instintos fundamentales del homb ho mb re con la intención intenc ión de sabe saberr hasta hasta qué pun to precis precisamente amente ello elloss han desempeñado, desempeñad o, aquí sobre todo, su papel de genio genioss inspi radores (o demonios o duendes) encontrará (...) que el mayor deseo de cada uno de tales instintos sería el de presentarse de muy bue na gana a sí mismo como el último propósito de la existencia y como único señor de todos los instintos restantes. Pues todo instinto está ávido de dominio, y como tal, intenta filosofar.» (MM, § 6). De ahí que el conocimiento conocim iento del del conocedor proporcione «un «un testimonio determinante acerca de quién es él, esto es, en qué orden jerárq jer árqui uico co se dispo dis pone nenn los insti in stint ntos os más ínti ín timo moss de su naturaleza». (MM, § 6). 83
Con todo, gracias al conocimiento, esa guerra interior sufri rá una transformación que le proporcionará prop orcionará un nuevo significa significado, do, un significado salvador y liberador. El conocimiento proporcio nó un propósito común para todos los instintos, una dirección a la que cada uno de ellos aspira en la medida en que todos los demás desean apropiarse apropiarse de lo mismo. C on ello ello se quiebra la ato mización de lo arbitrario, la tiranía del azar. Los instintos se aferran firmemente a esa «multiplicidad de su sujeto», pero la someten a un poder más elevado que les imparte órdenes como a sirvientes o instrumentos; siguen siendo salvajes y belicosos, pero, en lo que respecta al propósito de su guerra, se convertirán de manera ma nera inadvertida inadve rtida en e n héroes abocados a la lucha luch a y a la la sangre sangre;; el ideal heroico se alza en medio de su egoísmo y muestra el que, para pa ra aque aq uello llos, s, es el únic ún icoo cam ca m ino in o posib po sible le hacia ha cia la grand gra ndez eza. a. Así, el peligro peligro de la anarquía anarq uía es vencido en pro de una u na segura «estruc «estruc tura u organización social de los instintos y los afectos». Me acuerdo de un pensamiento que Nietzsche expresó de viva voz y que caracteriza muy bien esa dicha del conocedor fren te a la inabarcable vastedad y profun pro fundid didad ad de su naturaleza; naturaleza; el pla cer que le provoca el hecho de que le sea lícito considerar su vida como un «experimento de quien conoce» (GA, § 324):49 «Me ase
49. El texto com pleto del aforismo 324 de GA, uno de los los más imp ortantes pa p a ra c o n o c e r el in te ri o r y el v ita it a lism li sm o d e N ietz ie tzsc sc he , dice di ce así:
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mejo a una u na vetusta fortaleza fortaleza,, a prueba pru eba de tempestades, en la que hay muchos mucho s sótanos y subterráneos ocul ocultos; tos; no he descendido aún aú n a mis propios pasadizos más profundos, ni tampoco he llegado todavía a mis cámaras más secretas. ¿Acaso no son estas las que cimentan todo? ¿No debería yo, desde mis profundidades, ser capaz de ascender a todas las superficies de la tierra? ¿Acaso no podría mos regresar a nosotros mismos desde cualquier lóbrego pasadizo?» El mismo sentimiento sentimien to lo transmite transm ite también tam bién el aforis aforismo mo de La gaya ciencia (249) titulado «El suspiro del conocedor»: «¡Oh, sobre mi m i codic codicia ia!! En E n esta alma no hab h abita ita el desinterés, desinterés, sino un u n yo que anhela todo, que querría ver a través de muchos individuos como con sus sus ojos, agarrarlo todo como con sus sus manos; un yo vol cado aún en el rescate de todo el pasado, ¡que no desea perder nada de lo que podría haberle pertenecido! ¡Oh, sobre esta llama, mi codicia! ¡Oh, si yo pudiese volver a nacer en cien seres más!» D e esta manera, el carácter carácter inabarcable y voraz voraz de esa esa na turaleza inarmónica e «inquieta» se convierte en una poderosa ventaja: «Si quisiéramos y osásemos una arquitectura que corres po p o n dies di esee a la natu na tura rale leza za de nuestra alma (...) en ese caso, ¡el labe rinto sería nuestro modelo!» (AU, § 169); pero no un laberinto en el que el alma se pierda, sino más bien uno cuyas tortuosida des la impulsen hacia el conocimiento. «Aún debemos albergar el caos en nuestro interior antes de que podamos parir una estrella
de peligros y victorias en el que también los sentimientos heroicos tienen sus tari vida , un medio med io para pa ra el conocimas para el baile y sus palestras para la lucha. La vida, miento. ¡Con ese ese principio en el corazón no solo solo pod em os ser valientes, valientes, sino incluso vi vir vi r joviales jovi ales y reírjovi jovial ales es}. }. ¿Y quién entenderá de reír bien y de vivir bien si antes no enten dió bien de guerra y de vic victo tori ria? a?»»
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danzarina»; danzarina»; estas estas palabras palabras de Zara Z aratus tustra tra 50 se aplican a aquella alma que ha nacido para transformarse en estrella, para transformarse en luz, en cuanto esta es la esencia de su genio, de su propia transfiguración. transfigu ración. Nietzsche expuso expuso esto esto bajo el título «Una espe especi ciee camin ante y su sombra sombra, § 258): «Muy cercana de som so m bra clar claraa» {El caminante a esos grandes hombres nocturnos se halla casi con regularidad, como si estuviera ligada a ellos, un alma luminosa. Es como si fuera la sombra negativa que aquellos arrojan.» Esa alma luminosa será mucho más brillante cuanto más pode po dero rosa sa y n o c turn tu rnaa , esto es, cuan cu anto to más tirán tir ánic icaa y pelig pe ligros rosaa sea la naturaleza que qu e arda en ella ella,, que arroja todas sus pasiones pasiones como com o combustible comb ustible en esa esa sagrada sagrada hoguera. La manera man era en que q ue esto sucede sucede cambiará dep endiendo end iendo de cuál cuál sea sea la la perspecti perspectiva va del conoced or sobre qué es el conocimiento. La concepción de Nietzsche a este respecto, respecto, lo que q ue pensaba pens aba sobre qué es el el «conocimiento», es diferen te en cada uno de sus períodos intelectuales y, en correspondencia con ello, eso que él denominó «el orden jerárquico interior de los instintos» también se desplazará sucesivamente en el marco de la agitada lucha librada en el interior de esa rica naturaleza de genio. Puede decirse que la historia de la evolución espiritual de Nietzsche se ensambla en esencia con las imágenes cambiantes de tales des plaz pl azam amie ient ntos os,, hast ha staa que, qu e, en el ú ltim lt im o de sus p eríod erí odos os creado crea dores, res, toda su vida interior se refleje en teorías filosóficas: hasta que el alma oscura y el alma alma luminosa lumin osa se conviertan finalm fina lmente ente en repre sentantes sentantes de lo hum ano y lo lo sobrehumano. Ahora Ah ora bien, a trav través és de todas esta estass transformaciones, el pro pro ceso psíquico mismo aquí expuesto permanece idéntico en sus
50. KSA, 4: ZA III, Prólog o, 4-5 , p. 19. 19.
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rasgos esenciales. «Si uno tiene carácter, tiene también su propia vivencia típica que siempre se repite», dice Nietzsche (MM, § 70). Esa es, pues, su vivencia típica siempre repetida, a la que él se impuso en todo m omen om ento to alzándose alzándose sobr sobree sí mismo, y la la que, que, en definitiva, terminó llenándolo de orgullo y lo destruyó. Y tuvo que destruirse. Pues en el mismo proceso que cons tantemente le aportaba curación y exaltación se ocultaba también el momento patológico de esa forma de evolución intelectual. A prime pr imera ra vist vistaa no llama la atención. Al Al contrario, podríamos podríam os cre er que en una fuerza que sabe sanarse a sí misma de esta forma tendría que haber tanta salud como en la tranquila paz de un armónico despliegue de energía. En efecto, e incluso hasta una salud aún mayor, puesto que dicha fuerza se halla en situación de fortalecerse y probarse incluso en aquello que causa heridas y pro duce fiebre; está en situación de transformar la enfermedad y la lucha en un estimulante para la vida y el el conocim cono cim iento, en estí mulo y clarividencia para sus propósitos; abarca pues, sin daño, lucha y enfermedad. De esta esta manera, y especialmente especialmente al final, sobre todo cuando más enfermo se encontraba, es como Nietzsche quiso interpretar la historia de su sufrimiento, a saber: como la historia de una curación. Por lo demás, en medio de dolores y con tratiempos, esa poderosa naturaleza fue capaz de sanarse y reor ganizarse merced a su ideal de conocimiento. Ahora bien, tras obtener la curación, necesitaba otra vez con la misma necesidad los los sufrimiento sufrim ientoss y las las luchas, la fiebre y las heridas. Aquella Aq uella fuer fuer za, que se curó a sí misma, llamaba de nuevo; se revolvía contra sí misma, es como si de pronto rebosase a fin de derramarse des pués pué s en nuevos nuev os estados patológ pato lógico icos. s. Por enci en cim m a de d e cualq cu alqui uier er m eta et a intelectual alcanzada, de toda dicha que pudiera haber suscitado la curación, se hallan cons c onstante tanteme mente nte estas estas palabras palabras:: «Quien «Qu ien alcan 87
za su ideal, precisamente por eso lo sobrepasa »,51 pues «su exceso de dicha se le tornó insoportable» (GA, «Picardía», § 47) y se sin tió «enfermo de su dicha ».52 «Provocarse dolor. La falta de consi deración del pensamiento es a menudo el signo de una conciencia interior hostil que ansia aturdirse.» (HH I, § 581). Así pues, la salud no es aquí la instancia superior ni domi nante que transforma al elemento patológi patológico, co, en tanto ente secun secu n dario, en una herramienta para uso propio, sino que ambos, salud y enfermedad, se condicionan y hasta se contienen mutuamente; los dos juntos presentan de hecho una singular autoescisión en el interior de una y la misma vida intelectual. intelectual. Una Un a escisió escisiónn interior interio r semejante se halla en el el fundam funda m ento de todo el proceso psicológico descrito. Por cierto que, en apa riencia, esa divisibilidad, ese sujeto múltiple, la naturaleza de índo le inarmónica, debería disolverse en una unidad más elevada, en una meta que orientase hacia una dirección. Ahora bien, ese acon tecimiento se consuma dentro del alma escindida de tal modo que un único instinto domina sobre todos los demás; con otras pala bras: la mul m ultip tiplic licid idaa d se reduce red uce a u na dupl du plic icid idad ad inclus inc lusoo aún aú n más má s prof pr ofun unda da.. Tan Ta n poco po co com co m o la salu s alud, d, aquí aq uí supe su perio riorr (com (c ompr pren ende de en sí a lo enfermo), del mismo m odo com prende pren de y gobierna de de ver ver dad el impulso dom inante inan te la totalidad interior cuando se pone al servicio del conocimiento: ciertamente, el conocedor mira hacia sí mismo con los ojos ojos de su espíritu espíritu como com o a una segunda s egunda entidad,
51. 51. M M, §7 3. 52. [KSA [KSA,, 4: ibídem II, «El «El m uch ach o con el espejo» espejo»,, p. 105.] 105.] C om páre se d el bien y del mal, § 224: «Nosotros (...) encontramos nuestambién con Má s allá del tra dicha allí allí don de más en peligro nos hallamos.» (TV. de la A .)
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y a pesar de ello sigue prisionero de su propio ser; tan solo se halla en disposición de dividirlo, pero no de ir más allá de él. La fuer za del conocimiento, pues, lejos de ser unificadora, es una fuerza que disoc disocia ia;; pero la profundid profu ndidad ad de la la rup tura engendra la ilusión de que la meta de todas las excitaciones se halla fuer fu era a de es estas. Com Co m o consecuencia de semejante semejante autoengañ autoe ngaño, o, todas las las fue fuerz rzas as concurren emocionadas hacia el conocimiento, como si con ello tuvieran la facultad de evadirse de sí mismas y de su división. Se creería, por lo demás, que al menos se habría alcanzado alguna clas clasee de fusión de la totalidad de la vida (que, (que, por p or una un a par p ar te, la vida instintiva bajo la mirada que el conocimiento le dirige habría alcanzado un grado monstruoso de lucidez, y que, por otra par p arte te,, m erce er cedd al m u n d o de emoc em ocio ione ness y estím es tímul ulos os,, obti ob tien enee u n a vitalidad extraordinaria). Pero el resultado es precisamente el con trario, trario, puesto que el pensamiento anula la inmediatez de todas las las excitacion excitaciones es internas, in ternas, y esta estas, s, en cambio, camb io, relajan una un a y otra o tra vez vez la dureza dom inante ina nte del pensamiento. Así, Así, la división división de la la totalidad pen p enet etra ra de hech he choo en tod to d o lo indiv in divid idual ual cada cad a vez con co n m ayor ay or exten ex ten sión y profundidad. ¿Cómo puede ser que, a pesar de todo, de un autoengaño tan evidente brote una satisfacción tan elevada y de efecto tan libe rador? ¿Cómo es posible que una ilusión posea la capacidad de bea b eatitifi fica carr y tran tr ansf sfig iguu rar ra r al ser ente en tero ro,, a u n q u e sea med m edia iann te cons co ns tantes enfermedades y heridas? Con esta pregunta nos hallamos just ju stoo fren fr ente te al verda ver dade dero ro «prob «p roblem lemaa Nietzs N ietzsche» che»;; en p rinc ri ncip ipio io,, este nos remite a la secreta dependencia existente entre salud y pato logía que se halla en semejante problema. Dado que la multiplicidad de instintos individuales y ais lados se divide en dos entidades que, por así decirlo, se hallan una frente a otra, siendo una de ella ellass la la que ordena ord ena y otra la que obe ob e 89
dece, el ser humano será capaz no solo de sentirse a sí mismo como u n otro, sino también de sentirse como un ser superior. En cuan to sacrifica sacrifica una un a parte pa rte de sí sí mismo a la la otra, puede p uede llegar llegar a alcan alcan zar una exaltación religiosa. En las conmociones de su espíritu, en las que cree realizar el ideal heroico de su propia renuncia y entre mism o de una u na pasión pas ión reli religi gios osa. a. ga, provoca la erupción en sí mismo De todas las grandes dotes espirituales de Nietzsche, nin guna está ligada de modo tan profundo e inflexible con el con ju n to inte in tele lect ctua uall de su orga or gani nism smoo com co m o su genio ge nio religioso. religio so. ¡Otra ¡O tra época cualquiera, otro período cultural, seguro que no habrían pe p e rmit rm itid idoo que qu e ese hijo hi jo de párr pá rroc ocoo se con c onvi virt rtie iera ra en pensa pe nsador dor!! Sin embargo, bajo las las influencias de nuestro nue stro tiempo, su espíritu reli reli gios giosoo adoptó ado ptó la dirección dirección del del conocim co nocimiento iento y satisfizo aquello que instintivamente anhelaba con más apremio —como la expresión más natural de su salud— solo de forma patológica; esto es, lo logró únicamente por medio de un replegarse hacia sí mismo en vez de acudir a un poder vital incomprensible y existente en el exterior. Así, alcanzó precisamente lo contrario de aquello a lo que aspiraba: no una unidad superior de su ser, sino su más íntima división; no la fusión de todas las emociones e instintos en un individuo unitario, sino su partición en un «dividuo». Alcanzó, desde luego, una salud, pero con los medios de la enfermedad; una adoración a doración real real,, pero con los los medios de la ilus ilusión; ión; una u na afirm a firma a ción de sí mismo y una elevación de sí mismo reales, pero por medio de un constante herirse a sí mismo. Por eso eso residen en el el poderoso pode roso instin in stinto to religioso religioso — fuente de la que en Nietzsche Nietzsche nace todo el conocim cono cimiento— iento— , inso insolubl lubles, es, prop io sacrificio sacrific io y la prop pr opia ia apot apoteo eosi sis, s, la amarrados en un nudo, el propio crueldad de la propia destrucción y la plenitu ple nitudd de la propia deificación, lacerante padecimiento y victoriosa curación, ardiente 90
embriaguez y gélida lucidez. Aquí sentimos la estrecha ligazón de los opuestos que perpetuamente se determinan; sentimos la exu be b e ran ra n te y v o lun lu n tari ta riaa caíd ca ídaa de las fuerz fue rzas as exci ex cita tada dass y tens te nsad adas as al máximo en el caos, lo oscuro y lo espantoso; y después, surgir de todo ello un impulso hacia lo luminoso y sensible, el impulso de una voluntad que «se libera de la opresión de la plenitud y de la sobreabu sobreabundancia ndancia,, del sufrimiento sufrim iento de los los opuestos que se hallan en su interior »...53 »...53 un caos que quisiera engendrar un dios, que debe engendrarlo. «En el hombre se reúnen criatura y creador, en el hombre hay materia, fragmento, exuberancia, barro, desechos, estupidez, caos; pero en el hombre se halla también el creador, el escultor, la dureza del del martillo, la divinidad contem co ntemplado pladora ra y el el séptimo día... día...»» (MM, § 225). Y aquí se muestra que el sufrimiento constante y la constante deificación de sí mismo se determinan recíproca mente, puesto que cada uno de ellos engendra una y otra vez a su contrario. Así lo interpretó Nietzsche en la historia del rey Vi 9vamitra , 54 «quien, después de mil años de martirizarse a sí mis mo, adquirió tal sentimiento de poder y tal tal confianza en su propia perso pe rsona na que qu e se propu pro puso so cons co nstr trui uir r un nuevo Cielo: (...). Todo aquel que alguna vez construyó un “nuevo Cielo”, antes halló la fuerza pro pio infier inf ierno no...» ...» (GM III, § 10). Otro necesaria necesaria para ello ello en su propio pasaje don do n d e evoca otra ot ra vez la leye l eyenda nda se halla hal la en Aurora Aur ora (§ 113), y sucede directamente a la descripción de aquellos sufridores sedientos de poder que, como el objeto más digno de su ansia vio
53. En la nueva edición edición de El E l nacimiento de la tragedia tragedia del espírit espíritu u de la músimú sica, «Ensayo de autocrítica», XI. (N. de la A ,) 54. Filósofo asceta del Veda.
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lentadora lenta dora,, se eligieron a sí sí mismos: «El triunfo triu nfo del asceta asceta sobre sí mismo, su mirada dirigida hacia el interior, que ve al hombre divi dido en sufridor y espectad espectador, or, y que a partir de ahí solo solo mira m ira hacia el mundo exterior para recoger la leña con que alimentar la pro pia p ia pira; esta es la ú ltim lt im a trag tr aged edia ia del instinto de distinción en el que no queda ya más que una persona que se carboniza a sí mis ma.» ma.» Este apartado, apartado , que contiene c ontiene la descripción descripción de todos to dos los asc asce e tas que ha habido hasta la fecha y sus motivos, termina con una observación: observación: «¿De «¿De verdad el el movim m ovimiento iento circular hacia la distin distin ción habrá llegado realmente a su fin y se ha cerrado con el asce ta? ¿No podría ese círculo ser recorrido por segunda vez desde el pri p rinn c ipio ip io m a n ten te n ien ie n d o el férreo f érreo á n im o f u n d a m e n tal ta l del de l asceta asc eta y a la vez el del dios compasivo?» H uman ano, o, demasiado hum hu m ano an o (I, § 137), Nietzsche dice E n Hum obstinación en contra de sí mismo a cuyas al respecto: «Existe una obstinación manifestaciones más sublimes pertenecen algunas formas de la ascé ascéti tica. ca. Ciertos hombres hom bres tienen, tienen , desde luego, luego, una u na necesidad tan grande de ejercitar su violencia y ansia de dominio que (...) final ciertas partes par tes de su propio prop io ser ser (...). Esta mente acaban por tiranizar ciertas destrucción de su ser, esta burla hacia su propia naturaleza, este spernere se sperni 53 del que tanto uso han hecho las religiones es pro p ropp iam ia m e n te un grado muy elevado de la vanidad. (...) El hombre siente un verdadero placer en violentarse a sí mismo mediante aspiraciones desmesuradas y en deificar después en su alma a este algo algo exigente y tiránico .» Y en el aforismo 138: «En definitiva, lo que al hombre le importa es la descarga de su emoción; entonces,
55. 55 . Spernere se sperni: «desprecio a ser despreciado» (Bernhard von Clairvaux). Go ethe lo cita en su su Viaje a Italia , posible fuente de donde lo tomó Nietzsche.
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a fin de aliviar su tensión, junta todas las lanzas del enemigo y las hunde en su pecho.» Y en el 142: «Flagela la deificación de sí mis mo con desprecio de sí y crueldad, le regocija la salvaje tumultuosidad de sus deseos, (...) sabe tender una trampa a sus pasiones; po p o r ejem ej em p lo, lo , ese e x trem tr em o dese de seoo de d o m in i o , de m o d o q u e, de pro pr o n to, to , se torn to rnaa sum su m am ente en te h u m ild il d e y, m edia ed iant ntee la violen vio lencia cia del contraste, su alma acosada se exaspera; (...) se trata, en definiti va, de una especie rara de goce, ese al que aspira, pero tal vez solo sea ese placer en el que se anudan todos los demás. Novalis, una gran autoridad en cuestiones de santidad por experiencia e ins tinto, tinto , expresó expresó en cierta ocasión todo este este misterio con suma sum a inge nuidad: “Sorprende bastante que los hombres no se hayan dado cuenta hace ya mucho tiempo de la asociación y el parentesco ínti mo existente entre voluptuosidad, religión y crueldad.”» De hecho, un estudio profundo de Nietzsche será, en sus psico coló lógi gico cor reeligi ligios oso o, y solo en la medi rasgos principales, un estudio psi da en que se aclare este ámbito de la psicología de la religión arro jará ja rá tam ta m b ién ié n deste de stello lloss de clar cl arid idad ad sobr so bree el sig si g nifi ni fica cadd o de su ser, ser, de sus sufrimientos y de su modo de beatificarse a sí mismo. En cierto modo, toda la evolución de Nietzsche proviene de su pér dida de la fe religiosa, esto es, de la «emoción por la muerte de Dios»; esta tremenda emoción que resuena hasta en la última obra que Nietzsche escribió ya en el umbral de la locura, en la cuarta par p arte te de su A s í habló Zarat posibilid ad de hallar un sus Zaratus ustra tra. . «La posibilidad tituto 56 para “el Dios perdido” en las diversas formas de la deifica
56. Véase en La gaya ciencia («Picardía, argucia y venganza», § 38) este tex to sobre el destino del hombre, consumado en la creación de Dios por parte de la criatura criatura human a.
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ción de sí mismo», tal es la historia de su espíritu, de d e sus obras, de su enfermedad. enferme dad. Es la la historia de la «inclinación «inclinación religios religiosaa en el pen pen sador sador», », que qu e sigue siendo siendo poderoso po deroso incluso después después de que el Dios al que se dirigía fuera destruido y al que pueden aplicarse las pa labras de Nietzsche (HH I, § 223): «El sol se ha puesto, pero el cielo cielo de nue n uestra stra vida todavía arde y refulge gracia graciass a él, aunqu aun quee ya no podamos verlo.» Léase además, sobre este tema, el conmo vedor arrebato de «El loco» en la Gaya ciencia (§ 125).57 «“¿Dón-
«Habla el piadoso: “¡Dios nos ama, puesto que nos creó!” “¡El “¡El ho m bre creó a Dios!” — aña de vuestro enemigo. ¿Y acaso no ha de am ar lo q ue creó? creó? ¿Tendrá que negarlo porque porq ue lo creó? Esto cojea, esto trae la pez uña del diablo.» diablo.» (N. de la A .) 57. El texto citado po r L. A. Salomé difiere un tant o del original y está frag m entado. Transcribimos el apartado entero pu esto que, además, pasa por ser uno de los más relevantes de la obra de Nietzsche: «El loco. habéis oído hablar de loco. ¿No habéis aquel loco que, en la claridad del mediodía, encendió un farol, corrió al mercado y no n o cesaba de gritar: “¡Busc “¡Buscoo a Dios! ¡Busco ¡Busco a Dios!”? Co m o precisame nte allí para ban b an m u ch o s qu e n o creí cr eían an en D ios, io s, prov pr ov oc ó en tre tr e ellos ell os u n a carc ca rcaj ajad ada. a. “¿Acaso “¿Aca so se ha perdido? perdido? — preguntó u no— . ¿S ¿Se ha extravi extraviado ado como un niño? niño? — dijo dijo otro— . ¿O es que se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha echado a la mar? ¿Ha emigrado?”, así gritaban y reían. El loco loco saltó en tre ellos ellos y los los taladró c on su mira da. “¿Adonde ha ido? ido? — exclamó— exclamó— . O s lo diré. diré. Nosotr Nosotros os lo lo hemos hemos matado, ¡vosotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos! Pero, ¿cómo pudimos hacerlo? ¿Cómo pu p u d im o s de se ca r el mar? ma r? ¿ Q u ié n nos no s p ro p o rc io n ó la e sp on ja p a ra b o rr a r to d o el horizonte? ¿Qué hicimos después de desprender la tierra de las cadenas del sol? ¿Hacia dó nd e se dirige esta esta ahora? ahora? ¿Hacia d ónd e nos dirigimos dirigimos no sotros? ¿Lejo ¿Lejoss de cualq uier sol? sol? ¿Aca ¿Acaso so no caemos sin cesar? cesar? ¿Hacia atrás, hacia u n lado, hacia ad e lante y hacia todas partes? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿Acaso no erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos engulle el espacio vacío? ¿Acaso no hace más frío? frío? ¿No viene la noche c onsta ntem ente y siempre solo solo la noche? noche? ¿H abrá que encender faroles a mediodía? ¿No oímos ya el rumor de los enterradores que
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de está Dios? — exclamó— . ¡Y ¡Yo os lo diré! diré! ¡Nosotros Lo hemos matado!, ¡vosotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos! (...) ¿No oímos ya el rumor de los enterradores que han enterrado a Dios? ¿No percibimos ya el olor de la corrosión divina? ¡También los dioses se corrompen! ¡Dios ha muerto! ¡Dios está muerto y nos otros lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos, los más asesi nos de entre los asesinos? Lo más sagrado y lo más poderoso que jamás jam ás poseyó pos eyó el m u n d o se ha h a desa de sang ngra rado do bajo baj o nues nu estro tross cuchillo cuc hillos; s; ¿quién nos limpiará esta sangre? ¿Con qué aguas podríamos pu p u rifi ri ficc a rno rn o s ? (...) (... ) ¿Acaso ¿Acaso la g ran ra n d eza ez a de este est e acto ac to es d em asia as iadd o
han enterrado a Dios? ¿No percibimos ya el olor de la corrosión divina? ¡También los dioses se corrompen! ¡Dios ha muerto! ¡Dios está muerto y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos, los más asesinos de entre los asesinos? Lo más sagrado sagrado y lo más poderoso q ue jamás poseyó poseyó el el m un do se ha desangrado bajo nu es tros cuchill cuchillos; os; ¿quién n os limpiará esta sangr sangre? e? ¿Con qué aguas aguas pod ríamos ríamo s pu rifica r nos? ¿Qué fiestas expiatorias, qué juegos sagrados tendríamos que inventar? ¿Acaso la grandeza de este acto acto es dema siado grand e para nosotros? ¿No tendríam os n oso tros tros mismo s que transformarnos en dioses, dioses, a fin de parecer parecer dignos de el ello? lo? N un ca hubo hecho tan grande, y todo aquel que nazca después de nosotros pertenecerá, en virtud de dicho acto, a una Historia más grande que la Historia que hubo has ta aho ra.” Aqu í enm udeció el loco loco y miró a quienes lo lo escuchaban; escuchaban; tam bién ello elloss guardaron silencio y lo miraron extrañados. Finalmente, el loco arrojó el farol al suelo, de modo que se partió en pedazos y se apagó. “Llego demasiado pronto — dijo entonces— , aún aú n n o es es tiempo. tiempo . Este gigantesco gigantesco acontecim acon tecim iento está ya de cami cam i no y continúa avanzando; todavía no ha llegado a los oídos humanos. El relámpago y el true no requ ieren tiemp o, la luz de las las est estre rell llas as requiere tiem tiem po, los hechos requieren tiem po incluso después de hab er acaecido acaecido pa ra ser ser vistos vistos y oídos. oídos. Este acontecimiento se halla tan alejado de ellos como lo están las estrellas más lejanas, y, sin embargo, ¡es algo que han hecho ellos?' Cuentan, además, que ese mismo día el loco entró en varias iglesias y entonó en ellas su Requiem, Requie m, aeternam aeterna m deo. eo. Y que, expulsado e interrogado, siempre replicaba lo mismo: “¡Qué otra cosa son estas iglesias sino las criptas y los mausoleos de Dios!”» (GA, § 125).
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grande para nosotros? ¿No tendríamos nosotros mismos que trans formarnos en dioses, a fin de parecer dignos de ello? Nunca hubo hecho tan grande, y todo aquel que nazca después de nosotros perte pe rtene nece cerá rá,, en v irtu ir tudd de dich di choo acto, ac to, a u n a H isto is tori riaa más má s gran gr ande de que la Historia que hubo hasta ahora.”» Nie N ietzs tzsch chee resp re spon ondi dióó a esta e rupc ru pció iónn de torm to rm e n to y nost no stal al gia en su último período creativo con estas palabras de Zaratustra (I, final): «Muertos están todos los dioses, ¡ahora queremos que viva el superhombre!» Con ellas expresó asimismo el funda mento más íntimo del alma de su filosofía. La nostalgia de Dios engendrará, en su tormento, un apre miante mia nte anhelo de una creación-de-Dios, y esta esta se se manifestará nece nece sariamente en la deificación de sí mismo. Al observar el fenómeno religioso, Nietzsche descubrió con mirada certera el más indivi dual de los anhelos: la voluntad de la más elevada apoteosis de sí mismo, el deseo del mayor éxtasis espiritual alcanzable. Este indi vidualismo, que constituye el núcleo del fenómeno religioso, este «sublime egoísmo» que rebosa libre e ingenuamente de todo lo religioso en tanto cree remitirse a una vida o poder divino otor gado desde fuera, fue devuelto en él, el «conocedor», hacia sí mis mo. Y de este modo logró apropiarse también en su interior de la ausencia de Dios a la que la razón lo obliga, extrayendo una con clusión apropiada: «Si existieran los dioses, ¡cómo iba a soportar yo no ser un Dios! Luego no existen los dioses.» Estas palabras se ,58 y guardan hallan en la segunda parte de Así guarda n rela rela A sí habló Zaratustra,58 ción con estas otras: «¡Y habrá adoración incluso en tu vanidad !»59
58. KSA, 4, Z A I, «En las las isl islas as afortun adas», adas », p. 110. 59. Ibíde m, II, «De los sublimes», p. 152.
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En ellas se expresa todo el peligro que se cierne sobre el «único» y «solitario» que tiene que dividirse y multiplicarse. «Uno solo a mi lado es siempre demasiado para mí. (...). Uno y uno cada vez, ¡a la larga hacen dos !»60 Su comportamiento frente a esta dualidad, cómo se defen día contra ella o cómo se le entregaba, y a la que buscaba siempre condiciona las las transformaciones transformaciones de su conocimiento tanto como la singularidad de sus diversos períodos espirituales, hasta que, finalmente, su dualidad acabó siendo para él una alucinación y una un a visión, visión, una un a presencia corpórea que devastó devastó su espíritu y asfixió asfixió su inteligencia. Pronto dejó de defenderse contra sí mismo: este fue el drama dionisíaco del «destino del alma» (GM, Prólogo, XIII )61 )61 en el propio Nietzsche. La soledad de la vida interior en la que el espíritu quiere evadirse de sí mismo en ninguna parte es más profunda y dolorosa que al final. Podría decirse que el m uro más recio recio en ese ese funesto alzar alzar muros contra con tra sí mismo mism o sería sería una ilusión divina, luminosa y sutil que revolotea a su alrede dor, un espejismo que le difumina y oculta los propios límites. Cada salida hacia el exterior volverá a conducirlo una y otra vez a la profu pr ofund ndida idadd de es ese yo suyo suyo que, finalm f inalmente ente,, se transformará transform ará en dios y mundo, en cielo e infierno. Cada salida, pues, le induce a dar un paso más en su profundidad postrera y en su ocaso.
60. Ibíde m , I, «Del amigo», amigo», p. p. 71. 6 1 . La genealogía de la mora oral', l', en KSA, 5, Prólogo § 7-8, p. 255. El contex to de la expresión es este: «Pero el día en que digamos de todo corazón: “¡Ade lante! También nuestra vieja moral pertenece a la comedid ’, ’ , habremos descubierto una nueva tram a y una nueva posibilidad posibilidad p ara el el drama dionisíaco dionisíaco del “destino “destino del alma”.»
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Estos rasg rasgos os fundam entales del carácter de Nietzsche con co n tienen las causas de esa mezcolanza de exaltación y refinamiento que hallamos en lo más grande y significativo de su filosofía, a semejanza de un aderezo elaborado con alguna especia picante. Y, desde luego, picante en extremo parecerá al paladar aún inco rrupto de espíritus jóvenes y sanos, o también a quienes, cobija dos en la apacible quietud de sus creencias, plenas de fe, jamás sintieron en sus propias carnes el terrible combate y el fuego de un espíritu libre con inquietudes religiosas. Pero ello es también lo que en tan gran medida ha convertido a Nietzsche en el filó sofo de nuestro tiempo, ya que en su persona adquirió una for ma arquetípica de lo que conmueve el fondo de nuestra época: esa esa «anarquía en los los instinto in stintoss »62 de las fuerzas creadoras y religiosas que de manera ma nera tan violenta ansian saci saciar arse se y que no puede pu edenn con co n tentarse con las migajas que caen para ellas desde la mesa del cono cimiento moderno. Que no se contenten con aquellas, pero que tampoco tampo co renu ncien a su su posición posición frente frente al al conocimiento cono cimiento — tan insatisfechas en su deseo apasionado como infatigables en la indi gencia y la la renuncia— renun cia— , tal es es el el rasgo rasgo más grande y conmo con moved vedor or en el cuadro de la filosofía de Nietzsche. Ello es también lo que se manifiesta man ifiesta siempre en nuevas nuevas vers version iones: es: en una hilera de pode pod e rosos intentos de resolver este problema de la tragedia moderna, el enigma de la Esfinge Esfinge m odern od ernaa y de la caída caída al al abismo. Por eso, será al hombre y no al teórico al que debemos diri gir nuestra mirada si es que queremos conducirnos con acierto en
62. Véase KSA, 6: CI, CI , «E «Ell pro blem ble m a de Sócrates», Sócrates», p. 69. Nie tzsche atrib uía a Sócrates Sócrates — en su op inión, paradigm a de tipo decaden te por excelenc excelencia— ia— esa esa «anarquía de los instintos».
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la obra de Nietzsche; de ahí que el beneficio, el resultado de nues tras consideraciones, no consista en la adquisición de una nueva imagen teórica del mundo en su verdad, sino del cuadro de un alma humana representada en su combinación de grandeza y enfermedad. En principio, parecería que el significado filosófico en las transformaciones de Nietzsche se debilitase, puesto que siempre se trata de la representación del mismo proceso interior. Pero este adquiere cada vez más hondura y sutilidad porque el cambio de perspectivas afecta constantemente a lo esencial. No solo cambian así los trazos externos de una teoría, también todo el ambiente,, el aire aire,, la iluminació ilum inación, n, se transfor tran sform m an con aquellos. aquellos. Mientras oímos cómo los pensamientos se refutan entre sí, con templamos mundos que se hunden y otros nuevos que nacen. Es preci pr ecisam samen ente te aquí aq uí don do n de reside la verda ve rdade dera ra origi ori gina nalilida dadd del p e n samiento samien to de Nietzsc Nietzsche: he: a trav través és del méd ium de su naturaleza, naturaleza, que todo lo invierte hacia sí misma y hacia sus necesidades más ínti mas, pero que también se pierde en todo abandonándose con entrega, se abren en él aquellas experiencias y resultados de mun dos intelectuales que nosotros solo acariciamos con la razón, sin que jamás extraigamos nada de sus profundidades, y sin que, aun poseyéndo pose yéndolos, los, nos sintamo sint amoss creadores. Cons Co nsid idera erado do desde desd e u n p u n to de vista teórico, Nietzsche se sustenta con frecuencia en mode los y maestros extranjeros; si bien eso que a estos les otorgó su madurez, su grado de produ cción, solo solo supondrá supon drá en aquel la la oca oca sión para alcanzar la propia productividad .63 .63 El mínimo contac
63. Incluso si prescindimos de aquellos pensadores que dete rm inaro n direc tamente las distintas fases de la evolución de Nietzsche, podemos encontrar ya muchas de sus ideas en pensadores anteriores. Sobre este hecho, insustancial en lo
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to que recibía su espíritu bastaba para encender en él un derro che de vida interior, de pensamientos y vivencias. Él dijo en una ocasión: «Hay dos especies de genio: una que, ante todo, fecun da y quiere fecundar, y otra que de buena gana se deja fecundar.» (MM (M M , § 248). Sin duda dud a alguna Nietzs Nietzsche che pertenecía a esta esta última especi especie. e. En E n su naturaleza natura leza intelectual in telectual yacía yacía — elevado elevado a su máxi ma grandeza— algo femenino ;64 ;64 pero él es genio en tal medida que casi parece indiferente de dónde recibe el primer estímulo. Cuando leemos en conjunto lo que ha fertilizado su tierra, obte nemos algunas semillas insignificantes; pero si nos adentramos en su filosofía, susurra a nuestro alrededor un bosque de árboles espléndidos de sombra, sombr a, nos envuelve envuelve la pródiga pród iga vegetación vegetación de una u na gran naturaleza salvaje. La superioridad de Nietzsche reside en que toda semilla que cae en su interior recibe a cambio lo que él mismo consideraba el rasgo distintivo del verdadero genio: «Un nuevo suelo fecundo y feraz con una fuerza virgen aún por apro vechar.» (HH II, Caminante, § 118).
que respecta respecta al verdadero verdadero significado de Nietzsche, Nietzsche, ha n armad o m uch o ruido recien recien tem ente gentes en cuyas man os cayó nada m ás que por casualidad este este o aquel libro libro filosófico. En el presente escrito prescindimos de forma deliberada de la referen cia al puesto de Nietzsche en la historia de la filosofía, ya que ello exigiría previa m ente un estudio sistemático del valor objetivo d e cada una de sus teorías, teorías, algo algo que debe reservar reservarse se para u n trabajo m ás específico. específico. ( N de la A.) 64. A vece veces, s, cuan do Nietzsche percibía esto esto de m anera especi especial, al, se m ostraba pro p ro p e n so a co n sid si d erar er ar al geni ge nioo f e m e n in o c o m o el ú nico ni co a u tén té n tic ti c o . «Los anim an im ales al es pie p ienn san sa n sobr so bree las he m b ras ra s de o tr a fo rm a q u e los h u m a n o s; p a ra aque aq uellllos os,, la h e m bra b ra es el ser se r p ro d u c tiv ti v o . (...) (.. .) El em b araz ar azoo hace ha ce a la l a h e m b r a m ás dó cil, ci l, m ás p a cien ci en te, más temerosa, más dispuesta a someterse; y, de la misma forma, el embarazo espiritual engendra el carácter de los contemplativos, que se halla emparentado con el carácter femenino: son las madres masculinas.»(GA, § 72). (N. de la A.)
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SEGUNDO APARTADO
SUS TRANSFORMACIONES Lema: «Laa serpient «L serpientee q ue no pued e cam biar de piel piel sucumbe. Lo mismo sucede con los espíritus a los que se les impide que cambien de opinión: dejan de ser espíritus.» A u rora ro ra , § 573) ( Au
La primera transformación con la que Nietzsche tuvo que luchar en su vida intelectual queda muy atrás, en el crepúsculo de su niñez, o mejor dicho, en sus años de adolescencia. Se trata de la ruptura con la fe eclesiástica cristiana. Esa separación rara vez se menciona en sus obras. A pesar de ello, pue de considerarse como el punto de partida de sus transformacio nes porque vierte una luz característica sobre la singularidad de su evolución. Sus comentarios sobre este asunto, del que pude hablar con él de manera especialmente detallada, incidían prin cipalmente en los motivos que provocaron la ruptura con la fe. Suele ser algo bastante común que, en principio, la mayoría de las personas con inquietudes religiosas se vean obligadas a rene gar de su fe solo por razones de índole intelectual, lo que suele acontecer en medio de una dolorosa agonía. Pero, en los casos más raros, donde el primer distanciamiento brota de la sensibilidad misma, el proceso acaece sin lucha y sin dolor: el intelecto disec ciona únicamente aquello que ya había muerto anteriormente, que era cadáver. En el caso de Nietzsche, hallamos un singular cruce de ambas posibilidades: ni fueron solo motivos intelectua les los que inicialmente lo liberaron de las creencias recibidas, ni tampoco la antigua fe dejó de corresponder a las necesidades de su sensibil sensibilidad. idad. Antes bien, Nietzsche acentuab acen tuabaa una un a y otra vez vez que el cristianismo cristianismo de la la cas casaa parroquial patern p aternaa había hab ía dotado do tado su 103 103
carácter más íntimo de «suavidad y blandura, a semejanza de una piel pi el sana»; sana»; y que qu e cum cu m p lir li r con co n todo to doss sus m and an d am ien ie n tos to s le parec pa reció ió tan fácil como seguir la propia inclinación. Nietzsche considera ba este «talento» suyo para pa ra tod to d a religió rel igión, n, p o r así dec d ecirlo irlo,, inn in n a to e inalienable, una de las causas de la simpatía que todavía le inspi raban los auténticos cristianos incluso en la época en que ya lo separaba de ellos un profundo abismo espiritual. El oscuro instinto que por primera vez anegó el ámbito de aquellas creencias tan queridas y preciosas despertó precisamente en el seno de ese sentimiento de familiaridad, en ese cálido «hogar» del que el ser de Nietzsche se sentía rodeado. En el portentoso proce pro ceso so de llegar lleg ar a ser él m ism is m o, su espí es píri ritu tu a nhel nh elab abaa los c om b a tes psicológicos, los sufrimientos y las conmociones; necesitaba eso que seducía a su alma con la disolución de aquel estado de paz y tranquilidad, tranqu ilidad, pues su fuerza creadora dependía depend ía de la emoción y de la exaltación de su interior: es aquí cuando aparece por primera vez en la vida de Nietzsche la figura del alientadolore& en la «natu raleza decadente». «En períodos de paz, el hombre belicoso se abalanza sobre sí mismo» (MM, § 76), y se destierra a sí mismo a una región de pen p ensa sam m ient ie ntos os extra ex traños ños en la que q ue su único ún ico dest de stin inoo es erra e rrarr eter et erna na mente sin tregua ni descanso. Pero en ese desasosiego tiende a vivir desde entonces en Nietzsche un anhelo insaciable que ansia el paraíso perd pe rdid ido, o, m ientra ien trass que qu e el desarrollo desar rollo de su espír es píritu itu lo em e m pu pu ja a alejarse de él cad c adaa vez más má s en línea lín ea recta. rect a.
65.
ser una traducción adecuada del del término Schmerz Alientadolores podría ser
heiscbendem en referencia a quien busca con pasión el dolor. Otro sentido muy
aproximado sería «masoquista».
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En una conversación sobre las transformaciones que ya había dejado tras de sí, Nietzsche dijo medio en broma: «Pues sí, de este modo comienza la carrera y así prosigue... ¿hasta dónde? Cuando se ha recorrido todo el camino, ¿hacia dónde correremos? Si se agotasen todas las combinaciones posibles, ¿qué sucedería entonces? ¿Acaso no tendríamos que volver a la fe? ¿Quizá a la fe católica?» Y el pensamiento de fondo que se oculta detrás de esta observación abandona su escondite en las siguientes palabras, esta vez expresadas ya con seriedad: «En todo caso, el círculo po p o d ría rí a ser más veros ve rosím ímilil que qu e el estad es tadoo de inm in m ovili ov ilida dad. d.»» U n movimiento movim iento que jamás jamás se detie detiene, ne, que constantem ente refluye en sí mismo, mism o, tal es es en verdad verd ad la característica característica específica del pens pe nsam amie ient ntoo de Nietzsche. Nie tzsche. Las posibilida posibi lidades des comb co mbin inato atoria riass no son infinitas; por el contrario, son muy limitadas, pues el impulso m oto r que qu e siempre empuja em puja hacia delante, que se lacer laceraa a sí sí mismo mismo sin sin dar tregua a los los pensamientos, concuerda de manera man era absoluta con la idiosinc idiosincrasi rasiaa íntima íntim a de su personalidad: personalidad: de modo m odo que inclu so cuando los pensamientos parecen divagar, permanecen firme mente vinculados al mismo proceso psicológico que una y otra vez los obliga a someterse a las necesidades dominantes. Veremos en qué m edida la filosofía filosofía de Nietzs N ietzsche che describe describe efectivamente un círculo y cómo, a modo de conclusión, en algunas de sus más íntimas y secretas experiencias intelectuales, el hombre adulto se acerca de nuevo al muchacho que fue, de manera que las siguientes palabras po p o d rían rí an servir par p araa caracte ca racterizar rizar la and a ndad adur uraa de su filosofía: filosofía : «¡Mira, «¡Mira, un río que tras muchos meandros fluye de nuevo hacia la fuente!»66
66. KSA, KSA, 4; ZA III, «De la la virtu d empequeñecedora», p. 211.
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N o es n in g u n a c asu as u a lid li d a d que, qu e, en su ú ltim lt im o p e río rí o d o crea cr eado dor, r, Nie N ietz tzsc sche he fuera fu era a par p araa r a su d o c trin tr inaa m ístic ís ticaa del eter et erno no reto re torn rno: o: la imagen del círculo, de un cambio eterno en una repetición eterna, pende como un símbolo mágico y un signo esotérico sobre el portal de entrada a sus obras. De «primer juego literario infantil» (GM, Prólogo, VI) califica califica Nietzsche a un ensayo ensayo suyo de adolescencia: adolescencia: Sobre el origen de l mal,67 mal,67 en el que, «como es justo», convirtió a Dios en «padre del mal ».68 También de palabra mencionó aquel ensayo como prueba de que ya se entregaba a cavilaciones filosóficas en
67. Tal escri escrito to no se ha conservado. Nietzsche lo lo hab ría compu esto, si si aten demo s a la la edad edad m encionada, en el año 1857, época de la que d ata un ensayo ensayo auto bio b iogg ráfi rá fico co al q u e el fu tu ro filó fi lóso so fo co ns ider id erar aría ía su «p rim ri m er libro lib ro»; »; se tra t ra ta del tex to titulado: De m i vida. En este, el muchacho de trece años repasa su corta biografía así así como tod a su obra escrita escrita hasta entonces: poemas, sobre todo, todo, pero no m en cion a el el escrito sobre el origen del mal. Véase al respecto el siguiente volum en: FrieFrie D e m i vida. Escritos autobi aut obiog ográf ráfico icoss de d e ju v e n tu d (1 85 6 18 6 9) . drich Nietzsche, De Ed ición citada. A. A. Sánchez Pascual, Pascual, en su edición de La genealogía gene alogía de la moral mor al Alianza Editorial, p. 187, llama llama la atención sobre un fragm ento pos tum o de 1878 que dice así así: «De niñ o vi a Dios en su gloria — prim er escrito escrito filosó fico sobre la la génesis del demonio (Dios se piensa a sí mismo, pero solo puede hacerlo mediante la representación de su antítesis). antítesis). Tarde melancólica. melancólica. Fun ción religios religiosaa en la capilla capilla de Pfo rta, lejanos sones sones de órgano.» órgano.» Según ello, el el escrito escrito dataría del prim er añ o de Nie N ietz tzsc schh e c o m o e stu st u d ian ia n te en P fo rta, rt a, esto es to es, q u izá iz á del de l p r im e r sem se m estr es tree de 1858 18 58.. 68. Para todo el pasaje pasaje véase véase:: KSA, 5: 5: GM , Prólogo, 3, p. 24 9. El fragm fragm en to com pleto dice así así:: «De hecho, siendo yo un mu chach o de trece años, años, ya me inte resaba el problema del origen del mal: a este le dediqué, en una edad en que “tenem os el corazón d ividido, m itad y mitad, entre los juegos infantiles infantiles y Dios”, mi primer juego literario infantil, mi primer ejercicio de caligrafía filosófico. Y en lo que respecta respecta a mi “solución”, “solución”, que p or aquel entonces apor té al problem a, c on cedí a Dios el honor y, como es justo, lo convertí en padr pa dree del mal.» «Tenemos el corazón... corazón...»» Versos Versos 3.78 1-3.7 82 de Fausto.
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una época en la que aún se encontraba bajo el yugo de las obli gaciones filológica filológicass que q ue le exig exigía ía el el internado intern ado de Pfo P forta rta .69 .69 Si seguimos a Nietzsche desde su infancia a través de los años escolares, y luego continuamos a lo largo de su extenso perío do de actividad filológica, advertiremos con claridad también en este este caso caso cómo desde el principio princip io su evolución — concebida conceb ida des de un punto de vista meramente externo-— se desarrolló bajo el influjo de una cierta coacción impuesta por voluntad propia. Ya la estricta estricta formación form ación filológica debió de ejercer ejercer aquella coacción coacción sobre el fogoso espíritu del joven, cuyas abundantes fuerzas crea doras se dilapidaban con semejante actividad. De manera espe cial, esto vale para la orientación adoptada por su maestro Ritschl. Precisamente con este, tanto por parte del método como por par te de los problemas, se dirigía el punto de mira hacia relaciones formales formales y correspondencias externas, externas, mientras m ientras que se dejaba a un lado el significado interno de la obra escrita. Ahora bien, dada la singularidad del del carácter de Nietzsche, Nietzsche, fue sintom ático que más tarde extrajera sus problemas exclusivamente del mundo interior y que propendiera a someter lo lógico a lo psicológico. Y, sin embargo, fue justo aquí, en esa severa disciplina y en ese suelo pedregoso, donde su espíritu trajo con precocidad fru tos maduros y donde rindió de manera extraordinaria. Una hile ra de magníficos trabajos filológicos 70 jalona el camino desde sus
69. Nietzsche fue fue alum no del prestigi prestigioso oso internad o du ran te sei seiss años: años: entre octubre de 1858 y septiembre de 1864. 70. Los trabajos trabajos filológicos de Nietzsche son: «Sobre la historia de la colec Muse um, vol. 22; «Aportaciones ción de sentencias deTeógnides», en: Rheinischen Museum, Rbein. a la crítica de los líricos griegos I. “El lamento de Dánae”, de Simónides», en: Rbein. M., M ., t. 23; «Las fuentes de Diógenes Laercio», en: Rhein. M ., t. 23 y 24; «Analecta
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años de estudiante hasta la cátedra en Basilea. No es improbable que un u n desencadenamiento demasiado demasiado prematuro prema turo de toda la rique za del espíritu de Nietzsche mediante el estudio de la filosofía o de las artes lo hubiese inclinado, ya desde un principio, a aquel desenfreno al que se acercan algunas de sus últimas obras. Pero así, así, la fría y seve severa ra filología se se ocupó de sujetar la rienda riend a que m an an tenía unidos y concentrados conce ntrados sus sus «desordenados «desordenados instintos instintos»» durante dur ante una larga temporada, de modo que actuó como un cepo para todo lo que aún permanecía dormido. Hasta qué grado, sin embargo, esos fuertes talentos que dejaba sin atender lo torturaban y molestaban mientras se entre gaba a sus estudios profesionales era algo que, cuando menos, Nie N ietzs tzsch chee sent se ntía ía com co m o u n p rofu ro funn d o dolor. dol or. Sobre So bre todo to do,, lo d o m i naba la obsesión por la música, obsesión de la que no podía des hacerse; así, a menudo tenía que escuchar notas cuando en realidad hubiera querido escuchar pensamientos. Su intensa inclinación lo acompañó a través de los años cual un sordo lamento hasta que sus dolores de cabeza le impidieron todo ejercicio musical. Por lo demás, a pesar de lo grande que fuera el contraste existente entre la labor filológica de Nietzsche y su posterior labor
Laertiana», en: Rhein. M ., t. 25; «Aportaciones a las fuentes y a la crítica de Diógenes Laercio». Escrito de congratulación del Instituto Pedagógico de Basilea. Basi lea, lea, 1870. — «Certamen qu od dicitur dicitur H om eri et Hesiodi e códice códice Florentino post H. Sthepanum denuo ed. F.N.», en: Acta Ac ta Societa Soc ietatis tisphi philol lolog ogae ae Lipsiensis, ed. Fr. Ritschl, vol. I; además, el tratado florentino sobre Homero y Hesíodo Hesíodo,, su estirpe y su combate, en: Rhein. M ., t. 25 y 28. También se debe a Nietzsche el «Registro» Museu m, que comp iló según las de los primeros 24 tomos del Rheinischen Museum, las disposi ciones de Ritschl. (N de la A.) [La relación de trabajos filológicos de Nietzsche es D e m i vida.} vida.} incompleta: véase al respecto el volumen De
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filosófica, no faltan numerosos rasgos conciliadores que se transfirieron de un período a otro. Precisamente la orientación de Ritschl, que parece agudizar ese contraste, llegó incluso a favorecer una determinada particula ridad del espíritu de Nietzsche, pues estimuló y adiestró aún más su propensión a producir. Algo esencial en dicha orientación era el esfuerzo por lograr un cierto redondeo artístico y formal, así como un tratamiento virtuoso de las cuestiones científicas, posibilitado mediante su estricta limitación y la concentración extrema en un único punto dado. Ahora bien, en Nietzsche, la necesidad de ter minar una tarea de manera puramente artística mediante la limi tación voluntaria y concentrada conce ntrada se vinculaba estrechamente con un impulso fundamental innato: separarse una y otra vez de aquello que había hecho él mismo como si se tratara de algo definitiva mente terminado, que pertenecía al pasado y de lo que había que deshacerse. Para el filólogo, semejante cambio de tareas y proble mas es evidente; esta sentencia tan característica de Nietzsche: «Una cosa que se ha aclarado deja de interesarnos» (MM, § 80), pudo haberla concebido un filólogo, puesto que, para la filología, algo oscuro que se aclara se transforma en una cosa zanjada a la que ya no es necesario dedicar más tiempo. Aun así, existen profundos y diversos motivos que determinan el profuso cambio de pensamiento en Nietzsche, de ahí que sea interesante en sumo grado observar cómo, no obstante, aquí parecen rozarse rozarse lo los contrastes entre la labor filológica filológica y la la labor filosófica, filosófica, y cómo cóm o también tam bién Nietzsche, Nietzsche, atavia do con co n un u n disfraz que le era tan ajeno — el de sobrio filólogo— , y en esa subordinación espiritual de sí mismo tan extrema a la que se hallaba sometido, logró al final imponer su personalidad. El filólogo no aborda en absoluto los problemas con su conciencia, con su humanidad interior; tampoco los asimila en 109
modo alguno; de ahí que solo se vincule a ellos y los retenga durante el tiempo que precise para solucionar su tarea. Para Nietzsc Nie tzsche, he, en cambio cam bio,, ocupar ocu parse se de u n prob pr oble lem m a signifi sig nificab caba, a, antes que ning una otra cosa cosa,, conocer, dejarse conmocionar; y conven cerse de una verdad significaba para él ser subyugado por una vivencia: «El desmoronamiento de toda previsión», como él decía. Asumía un pensamiento del mismo modo en que se asume un destino que se abate sobre el ser entero y lo domina: vivía el pen samiento incluso mucho más que lo pensaba, pero lo hacía con un ardor tan apasionado, con una entrega tan desmesurada, que terminab term inabaa por po r agotarse agotarse en ella ella,, y, y, a semejanza semejanza de un destino que q ue ya hubiera sido vivido, el pensamiento acababa por abandonarlo. Solo durante la resaca que, como es natural, sucede a tal exalta ción, Nietzsche dejaba que aquel pensamiento superado operase en su interior de manera puramente intelectual; era entonces cuan do su entendim iento lo afrontaba afrontaba m etódicamente, etódicamente, con calma y claridad. Su sorprendente impulso de transformación, en medio de la región región del conocim iento filosófico, filosófico, se hallaba determ inado po p o r el ansia an sia gigan gig ante tesc scaa de nuevas nue vas emoc em ocio ione ness espirit esp iritua uales les;; de ahí ah í que para Nietzsche Nietzsche la claridad claridad absoluta fuera fuera siempre únicam únic amen en te ese ese fenómeno fenómen o que acompa aco mpañaba ñaba al hastío hastío y al al agotamiento. Pero incluso en semejante agotamiento, sus problemas no lo abandonaban; el hastío se aplicaba solo a sus soluciones, que cega ban b an de m o m e n to la fue fu e n te de la c o n m o c ión ió n . Por Po r eso, p ara ar a Nietz Ni etzsch sche, e, la soluc so lución ión halla ha llada da era en cada cad a ocasión oca sión una un a señal ind in d i perspectiva, pues solo de ese modo podía cadora de un cambio de perspectiva, retener el problema e intentar una nueva solución. Perseguía con verdadero odio todo lo que le impulsaba impu lsaba hacia la la soluci solución, ón, todo tod o lo que le hubiera hub iera ayudado ayudad o a encontrarla. D ado que «una cosa cosa que se ha aclarado deja de intere interesarn sarnos», os», tam t ampoc pocoo Nietzsche, en el fondo, fond o, 110
quería saber nada de la aclaración definitiva de un problema; y ese vocablo que en apariencia expresa la satisfacción completa del pen sar triunfante designaba para él la tragedia de su vida: no quería que los problemas que investigaba dejasen de interesarle, quería que continuasen socavando lo más profundo de su alma, y, por ello, en cierto modo, le disgustaba la solución que le robaba su proble ma; tal es la razón de que constantemente se arrojase sobre aque lla lla con la más absoluta hostilidad ho stilidad y el el mayor ensañamiento ensañam iento de su escepticismo, escepticismo, y la obligara, disfrutand disfru tandoo del mal m al ajeno — ¡dicho ¡dichoso so de su propio sufrimiento y de las pérdidas que pudiera ocasionar se a sí sí mismo!— , a devolverle sus sus problemas. problem as. Por ello cabría decirse de Nietzsche, desde un principio y con cierto derecho, que eso que en el marco de la orientación de pensamiento, de la manera de reflexionar reflexionar de este este espíritu apasionado, se afianzaba de forma dura d ura dera, lo que debía impedir un nuevo giro y un cambio, solo podía ser, en última instancia, lo insoluble, lo que resistía la energía de todos los los intentos inten tos de solución y arrastraba arrastraba a su entendimi entend imiento ento hacia enigmas let letale aless — por po r decirlo así— así— , crucificán cruc ificándol doloo con enigmas. Cuando finalmente, y de hecho por ese camino, la conmoción interior se tornó más poderosa que la fuerza del entendimiento, espoleada esta violentamente por aquella, entonces no cupo ya par p araa él n i n g u n a h u i d a ni n ing in g ú n escape esc ape m ás. ás . Así, Así , tam ta m b ién ié n de manera necesaria, el final se perdió en tinieblas, dolor y y misterio; en una enajenación de los pensamientos que, por medio de tanto sentimiento exaltado, fueron abatidos sin piedad por un mar tem pestuo pes tuoso so que qu e dire di rect ctam am ente en te arre ar rem m etía et ía c o ntra nt ra ellos. ellos. Quien siga hasta el final las sendas en zigzag de Nietzsche llegará a ese punto en que aquel, amedrentado por una aclaración y una solución últimas de los problemas, se arrojó finalmente al enigma eterno de la mística. 111
Por lo demás, el talento espiritual de Nietzsche se distin gue también por dos características que de la misma manera be b e n e fic fi c iaro ia ronn ta n t o al filó fi lólo logg o com co m o , m ás tard ta rdee , al filó fi lóso sofo fo.. La pri p rim m e ra era su tale ta lenn to p a ra las sutile su tileza zas, s, esa g enia en ialilidd a d suya su ya en el trato de las cosas más finas, que esperan que se las coja con mano suave y segura a fin de que no se las destruya o desfigu re. Es lo mismo que, en mi opinión, haría de él más tarde un psic ps icól ólog ogoo m u c h o más má s fi f i n o que qu e grande, o mejor dicho: el mayor de todos en captar y modelar los matices. A este respecto, es har to significativa la expresión que usó en cierta ocasión {El caso Wagner, § 3) para indicar la manera en que las cosas se presen tan ante la mirada del hombre de conocimiento: «La filigrana de las cosas.»71 Con este rasgo se relaciona la inclinación de seguirle el ras tro a lo escondido y secreto, de exponer lo oculto a la luz; tam bién bi én,, la vista para pa ra lo oscur os curoo así com co m o la int i ntuu ició ic iónn y la sensib se nsibilid ilidad ad instintivas que completan las lagunas del conocimiento. Aquí radi ca una gran parte del genio de Nietzsche. Su genialidad se vincula muy mu y estrechamente con su enorme fuerza fuerza artí artísti stica, ca, donde do nde la mira da para lo sutil y singular se extiende de manera maravillosa en una perspectiva amplia y liberada del contexto general, del con ju n to del de l cuad cu adro ro.. Este Est e tale ta lenn to lo ejer ej ercit citóó p o n ién ié n d o lo al serv s ervicio icio de la crítica filológica, al extraer de los textos con infinita meticu
EL caso Wag Wagne ner, r, 1, p. 14: «¿No se ha notado que la música libera 71. 71 . KSA, 6: EL el espíritu, que proporciona alas a los pensamientos, que se es más filósofo cuanto más músico se es? El cielo gris de la abstracción surcado por los rayos; la luz, suficien te para toda la filigrana de las cosas; la solución a los grandes problemas un poco más cercan cercana; a; el mundo mu ndo,, como visto desde la cima de una un a gran montaña.»
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losidad lo que se había desvanecido o permanecía olvidado;72 ;72 y, a la vez, en este afán acabó llegando también más allá del ámbito de sus estudios puramente eruditos. El camino donde ello suce dió nos conduce a su trabajo filológico más significativo, al tra bajo ba jo sobre sob re Las fuen fu ente tess de Diógenes Laerc Laercio io.. En efecto, la elaboración de este escrito dio ocasión a Nie N ietz tzss c h e de e n tre tr e g a r se al e s tud tu d io de la v ida id a de los lo s f iló il ó s o fos fo s griegos antiguos, así como a la relación de estos con la vida de los griegos en su totalidad. En sus obras posteriores vuelve a hablar de ello alguna vez ( Hum H um a n o , demasiado humano, I, § 261). Pode mos ver cómo se instaló sobre las ruinas de la tradición y se las ingenió para transformar en poesía las figuras perdidas, recreán dolas e insertándolas en las lagunas y sustituyendo las partes frag mentarias; asistimos también a su caminar embelesado «entre imágenes de los tipos más poderosos y más puros ».73 Su mirada pene pe netra tra prof pr ofun unda dam m ente en te en la pen pe n u m b ra de aquellos tiemp tie mpos os como co mo en «el taller de un escultor de tales tipos». Y lo sobrecoge tre mendamente imaginarse que allí pudieron iniciarse las primeras prue pr ueba bass p ara ar a u n tipo tip o de filós fil ósof ofoo a ú n más má s gran gr ande de,, acaso com co m o lo hubiera hub iera sido sido Platón «de haber permanecido inmun inm unee al hechiz hechizoo de Sócrates». Pero todo ello es algo más que un simple tránsito del filólogo al filósofo. Lo que se revela en la nostalgia creadora de sus pensamientos mientras se vio obligado a ejercer la árida críti
72. Nietzsche Nietzs che leía tal com o él mismo mism o describió describ ió ese ese «leer «leer bien»: «(...) «(...) ello ello sig sig nifica hacerlo despacio, con profundidad, consideración y cuidado, con perspica cia, con las puertas abiertas, con dedos y ojos delicados.» (Prefacio a la nueva edición de Aurora. KSA, 3, p. 17). (N. de la A.) A. ) 73. KSA, KSA, 2: 2: HH H H , I, § 261, 26 1, p. 217. Los siguientes fragmentos fragme ntos citados perte pe rte necen al mismo apartado. 113
ca descubre descubre ya el el último ú ltimo y más más elevado elevado pun pu n to de su ambición; no fue en vano que Nietzsche dejase de acceder a la filosofía por la vía de los estudios filosóficos profesionales y abstractos, y que lo hiciera a través de una profunda comprensión de la vida filosófica en su significado más íntimo. Y si quisiéramos indicar la meta a la que, a través de todas las transformaciones, se dirigían las luchas de ese espíritu insaciable, no hallaríamos palabras más esclarecedoras para expresarlo que las referentes al añorado descubrimien to de «una nueva posibilidad de vida filosófica, que hasta ahora había permanecido ignorada». (HH I, § 261). Este escrito puramente filosófico supone el primer paso de la serie de obras posteriores, a semejanza de una pequeña puerta semioculta en el muro, que condujera a un amplio edificio. Si abrimos esa puerta, pue rta, nuestra mirad m iradaa abarca la extens extensaa fuga de espa cios interiores, hasta el último, el más oscuro. Quien se quede en el umbral y dirija su mirada al interior no dejará de asombrarse al pensar en la poderosa fuerza que colocó piedra sobre piedra has ta construir la mole del conjunto; una fuerza que adornó cada parte pa rte singular sing ular con co n pród pr ódig igaa riqu r iqueza eza y que, qu e, como co mo en u n juego, jueg o, cons con s truyó innumerables pasillos y escondites secretos tal como si hubie se tenido la intención de construir un laberinto, a pesar de que, con férrea coherencia, siempre alentó la progresión fundamental en línea recta de su obra. Loss estudios sobre los Lo los griego griegoss propo pro porcio rcionar naron on a Nietzsche Nietzsche el presagio de sus deseos más íntimos, y supusieron la primera ojeada a la meta de su anhelo secreto; pero también le indicaron el camino por el que podía acercarse a aquella. Asimismo, tales estudios le mostraron el cuadro completo de la antigua cultura helenística, y desplegaron ante él las imágenes de un arte y una religión religión ya desaparec desaparecidos idos en cuya contem con templac plación ión bebía ávidos ávidos tra 114 114
gos de «vida plena y fresca». Así pues, Nietzsche puso su erudi ción filológica al servicio de investigaciones sobre la historia de la cultura, la estética y la filosofía de la historia, superando el mero formalismo. Con ello, se transformó y se hizo más profundo para él el significado de la filología, la cual «ciertamente no es ni una musa ni una gracia, pero sí una mensajera de los dioses; y así como las musas descendieron a los tristes y desolados campesinos de Beocia, del mismo modo llega aquella a un mundo poblado de sombríos colores e imágenes, plagado de los más profundos e incurables dolores, y describe, consoladora, las figuras luminosas de los dio ses de un país encantado, lejano, azul y feliz». Estas palabras son un extracto de la lección inaugural que Nie N ietzs tzsch chee p ron ro n u n c ió en la Uni U nive vers rsid idad ad de Basilea, «Hom «H omer eroo y la filología clásica» (p. 24), impresa únicamente en edición privada pa p a ra los amig am igos os (Basilea, (Basile a, 1 8 6 9 ).7 ). 74 D os años añ os más má s tard ta rdee (Basilea, 1871), apareció otro breve escrito que participaba de idéntica orientación espiritual: «Sócrates y la tragedia griega»; este aca baba ba ba de ser reco re cogi gido do en su tota to talilidd a d , solo c o n algun alg unas as vari va riac acio io nes marginales en la exposición de los pensamientos, en la E l nacim na cim iento ien to de la pri p rim m e ra gran gr an o b ra filo fi loss ó fic fi c a de N ietz ie tzsc sche he:: El tragedia del espíritu de la música (Leipzig, E. W. Fritsch, ahora
74. «Hom «H om er un d die Klassisc Klassische he Philologie» no se halla en KSA; KSA; sí en el vol. 5 de los escritos de juventud de Nietzsche, editados por Cari Koch y Karl Schlechta: Munich, DTV, 1994, pp. 283-305; el texto citado por L. A. Salomé comienza en la p. 305. Contamos con una digna versión española de este texto, acompañada de un indispensable estudio introductorio en el libro de Rafael Gu Niet zsche y la filo log ía clás clásic ica. a. Anejo XV de Analecta Anale cta Malacita Mala citana, na, tiérrez tiérrez Girardot: G irardot: Nietzsche Universidad de Málaga, 1997. 1997.
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G. G. Naumann ).75 En estos dos trabajos, Nietzsche construyó sus tesi tesiss de filosofía filosofía de la cultura cu ltura todavía sobre cimientos estrictamen e strictamente te filológicos; y todos sus trabajos de filología contribuyeron a exten der su nombre entre los colegas de profesión. Por lo demás, seña laron ya el camino que, partiendo de sus primeros estudios profesionales, a través del de l arte y la histo h istoria, ria, aquel aque l había h abía dejad de jadoo atrás para, para , fin fi n a lme lm e n te, te , ir a par p arar ar a la cerra ce rrada da conc co ncep epci ción ón del m u n d o de un sistema filosófico determinado. Se trataba de la idea del mundo
75- La aparición aparic ión de este libro suscitó la más viva viva desaprobación desaprobac ión del gremio de los los filólogos; filólogos; y es que el autor au tor no n o solo solo había osado fund f undar ar sus afirmaciones en las en señanzas del ridiculizado filósofo Arthur Schopenhauer, sino también sobre las intuiciones artísticas del entonces vilipendiado «músico del futuro», Richard Wagner. Un joven y exaltado filólogo, Ulrich von Wilamowitz-Mollendorf, que actual mente ment e se considera uno un o de los los más influyentes influye ntes representantes de la filología clásic clásicaa en Alemania, se erigió de forma bastante infeliz y poco elegante en portavoz de la posic po sició iónn unilat uni latera erall del gremio grem io profes pro fesiona ionall entero ent ero.. Sin ni siquiera siquie ra hacer hac er justicia justi cia de alguna manera a la originalidad del libro de Nietzsche, lo atacó violentamente des de una postura filológica harto limitada con un opúsculo: ¡Filología ¡Filología del de l futu fu turo ro!! Una respuesta al «Nacimiento de la tragedia» de F. N., Berlín, 1872. A favor del atacado saltaron a la palestra aquellos a los que, sobre todo, iba dirigido el libro: Richard Wagner, el artista, con una carta abierta a Nietzsche aparecida en el Norddeutsche Norddeu tsche Allgemeine Ze itun it un g á A 23 de junio de 1872, y Erwin E rwin Rhode, que ya en en aquella épo ca había aportado numerosas pruebas de sus profundos conocimientos acerca de la Antigüedad griega. En el escrito polémico, magníficamente redactado, Filología caduca caduca.. Carta de un filólog filó logo o a Richard Rich ard Wagner Wagner , Leipzig, 1872, se plantó en el terre no elegido por el adversario y refutó las objeciones y las acusaciones proferidas por ¡Filolo logía gía del d el futu fu tu ro ! aquel; a ello respondió aún Von Wilamowitz con una réplica: ¡Filo Segundo acto. cto. Una respue respuesta sta a l intento de salvamento salvament o del de l «Nacim «Na cimimto imto de la traged tragedia» ia» de F. N . , Berlín, 1873. (N. de la A.) [Los documentos de esta singular polémica
han sido traducidos al castellano en el volumen: E. Rohde, U. von Wilamowitzpolémic a sobre sobre «El nacimiento de la tragedia», Móllendorf, R. Wagner, Nietzsche y la polémica edición e introducción de Luis Santiago Guervós, col. Hybris, Málaga, 1994.]
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de Richard R ichard Wagner, la vinculación vincu lación de sus aspiraciones aspiraciones artísticas artísticas con la metafísica de Schopenhauer. Si hojeamos la obra, nos encon tramos en medio de la órbita del maestro de Bayreuth. A través de este, se materializó por primera vez para Nie N ietz tzsc sche he la com co m p leta le ta fusi fu sión ón entr en tree filo fi lolo logg ía y filosof filo sofía; ía; p o r p ri ri mera vez se hicieron verdad aquellas palabras con las que concluyó su «Homero y la filología clásica» al invertir una sentencia de Séneca Philosop Philosophia hia facta fa cta est est quaephilolo quaep hilolo gia fu it: «Con ello ha de expre sarse que toda y cualquier actividad filosófica debe hallarse cer cada y vallada por una concepción filosófica del mundo en la que todo to do lo singular y aislado aislado se desvane desvanezca zca y solo permanezca perm anezca la tota to ta lidad y lo unitario.» unitario.» El hechizo que durante varios años provocó que Nietzsche se convirtiera en discípulo de Wagner Wa gner se explica explica,, en efecto, efecto, porqu por quee Wagner quiso realizar dentro de la vida germana el mismo ideal de una cultura del arte que Nietzsche había encontrado como ideal dentro de la vida griega. En el fondo, con la metafísica de Scho pen p enhh auer au er no aparece apa rece o tra tr a cosa que qu e u n a subl su blim imac ació iónn de este ideal en la mística, en la insondable plenitud de sentido; por decirlo así, será un acento que toda vida artística y todo conocimiento artís metafísica. Dicho acento se tico reciben merced a la interpretación metafísica. experimenta con mayor claridad si comparamos el escrito «Sócra tes y la tragedia griega» con el suplemento y la prolongación de E l nacimien naci miento to de la tragedia tragedia del este este que contiene contien e la obra principal El espíritu de la música. En este libro, Nietzsche intenta reducir toda la evolución del arte a la acción de dos «instintos artísticos de la naturaleza», opuestos entre sí, que caracteriza, según las dos divi nidades griegas del arte, como lo dionisíaco y lo apolíneo. Con el prim pr imer ero, o, enti en tien ende de el ele e lem m ento en to orgiásti org iástico, co, tal com co m o se expe ex peri rim m en en ta en los arrebatos de éxtasis, en la mezcla de dolor y placer, de 117
dicha y temor, en el olvido de sí mismo que provoca la ebriedad de las fiestas dionisíacas. En tales estados, se quiebran las barreras y los límites habituales de la existencia, y parece como si el indivi duo pudiera volver a fundirse con la totalidad de la Naturaleza; el prin pr inci cipi pium um individ ind ividua uatio tionis nis 76 se destruye; «queda abierto el camino hacia las madres del ser, hacia el núcleo más íntimo de las cosas» (p. 86).77 El fenómeno fisiológico de la ebriedad nos acercará a la esencia de este impulso. El arte que le corresponde es la música. El opuesto lo representa el impulso que modela la forma, encar nado en Apolo, el dios de todas las potencias figurativas. En este se reúnen la limitación mesurada, la liberación de toda excitación desaforada, y la serenidad plena de sabiduría. Debe considerárse p r in lo como la sublime expresión, como «la imagen divinizada del pr cipium individuationis» (p. 16), «de cuya ley, el individuo, es decir, la inhibición de los límites de este, es la medida en sentido hele no» (p. 17). El poder del impulso que él simboliza se revela de manera man era fisiológica fisiológica en la bel bella la apariencia del mu ndo nd o onírico. Su arte es la plástica del escultor. En la conciliación y ligazón de esos dos impulsos que inicial mente se hallaban en conflicto, Nietzsche reconoce el origen y la esencia de la tragedia ática, la cual, como fruto de la conciliación
76. Conce Co ncepto pto clave clave de la metafísica metafísica de de Schopenhauer, en vir tud del cual cual los los individuos —y los elementos particulares de la naturaleza— son entes individua lizado lizadoss y distintos. Las citas citas que Lou Andreas-Salomé Andreas-Salomé añade a continuac contin uación ión remi ten al primer capítulo El E l nacimie nac imiento nto de la tragedia, según la edición original del texto que ella usaba. Véase KSA, 1: El E l nacimient nacim iento o de la tragedi tragedia, a, p. 24 y ss. naci miento o de la tragedia, tragedia, p. 103: «Con el místico grito jubi 77. KSA, 1: E l nacimient loso de Dioniso se destruye el sortilegio de la individuación y queda abierto el cami no hacia las madres del ser, hacia el núcleo más íntimo de las cosas.»
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de las dos divinidades artísticas opuestas, es tanto una obra de arte dionisiaca como apolínea. Nacida del coro ditiràmbico, que cele brab br abaa los sufri su frim m ient ie ntos os del dios, dio s, ella es tam t am b ién ié n en su orige or igenn ú n i camente coro, cuyos cantores se hallaban tan hechizados y transfigurados por la excitación dionisiaca que se sentían a sí mis mos como siervos del dios, como sátiros; en cuanto tales veían a Dioniso, su señor y maestro. Con esta visión, que el coro extraía de sí mismo, mism o, su estado alcanzaba la perfección apolínea. El drama, como com o «manifestación «manifestación apolínea sensible sensible de conocimie conoc imientos ntos y efecto efectoss dionisíacos», es perfecto. «Aquellas partes corales entretejidas en la tragedia tragedia son, son, en cierta cierta manera, el seno materno m aterno del drama propia pro pia mente men te dich dicho» o» (p. (p. 4 l );78 constituyen constituy en el elemento dionisiaco dionisiaco de aquel, aquel, mientras que el diálogo representa el componente apolíneo. En este, los héroes de la tragedia se expresan en la escena como apariciones apolíneas en las que se objetiva al héroe trágico originario Dioni so, como simples máscaras tras las que se esconde la divinidad. Al final de nuestro libro veremos de qué manera tan sin gular — ya en en sus últimos años— Nietzsche recurre recurre de nuevo a este pensamiento cuando intenta presentar sus diversos períodos evolutivos evolutivos y sus sus transformaciones intelectuales intelectuales como si no hubie hu bie ran sido expresiones directas de su espíritu, sino más bien, en cier to modo, solo máscaras sostenidas de forma arbitraria, «ilusiones apolíneas», tras las cuales su yo apolíneo, en su divina superiori dad, habría continuado siendo eternamente igual a sí mismo. Las causa causass de semejante sem ejante autoenga au toengaño ño las las conoceremos al final del libro. El significado que Nietzsche Nietzs che asigna a lo dionisiaco es carac carac terístico de la naturaleza de su espíritu: como filólogo, con su inter 78. 78 . KSA, KSA, 1: 1: ibidem ibid em,, p. p. 62.
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pret pr etac ació iónn de la cul c ultu tura ra de D ioni io niso so,, buscó bus có u n a nuev nu evaa vía de acceso al mundo de los antiguos; como filósofo, se apoyó en esa interpre tación a fin de fundamentar su primera visión unitaria del mundo; y, más allá de todas sus transformaciones posteriores, posteriores, tambié tam biénn emer e mer gerá de nuevo en su último período creador; cambiada, desde luego, al haberse quebrado su vinculación con la metafísica de Schopenhauer y Wagner, aunque permaneciendo idéntica a sí misma en aquello que ya entonces intentaron expresar sus propios impulsos espirituales; metamorfoseada, pues, aparece otra vez en las imáge nes y los símbolos de su experiencia postrera, que fue la más soli taria y la más íntima. Y el motivo de ello es que Nietzsche advirtió en la la embriaguez dionisíaca dionisíaca cierta cierta hom ogeneidad con su propia prop ia naturaleza: aquella misteriosa locura de pesar y dicha, de martirio de sí sí mismo y de autodeificación, autodeificación , aquella aquella desmesura enervante de la vida afectiva en la que todas las antítesis se condicionan y se devo ran, y a la la que nosotros tendremo tendre moss que volver volver una y otra o tra ve vez. El contraste más agudo con lo dionisíaco y con la cultura artística nacida de ello lo conforma la dirección intelectual repre sentada por el teórico del conocimiento, el hombre más ajeno a toda intuición, bautizado con el nombre de Sócrates. En E l nacimiento de la tragedia , Nietzsche intenta describir a grandes tra zos la evolución de esta corriente espiritual partiendo de Sócrates, a través de la filosofía y la ciencia de los siglos posteriores, hasta la actualidad. Con Sócrates, cuya doctrina de la razón arremete contra los instintos originarios helenos a fin de sujetarlos, «el gus to griego da un vuelco a favor de la dialéctica »,79 y comienza aque-
79. 79 . KSA, KSA, 6: CI, «El «El problem prob lemaa de Sócra Sócrates» tes» 5, p. 69. 120
lia procesión triunfal de lo teórico que, por medio de la razón y la reflexión, pretende indagar en los fundamentos últimos del ser con ánimo de corregirlos. Solo la crítica de Kant terminó con este optimismo al establecer los límites del conocimiento teóri co y, como Nietzsche anota más tarde, burlón, redujo la filoso fía a una «doctrina de la abstinencia que no llega más que hasta el umbral um bral y que se prohíbe, melindrosa, el derecho a traspasarlo» (MM, § 204).80 De suerte que, según Nietzsche, tal crítica dio lugar a la regeneración de la filosofía por medio de Schopenhauer, quien finalmente habría abierto una vía de llegada hacia el ser inexplorado y la variedad de sus formas por el camino del cono cimiento intuitivo. Entre 1873 y 1876, continuan con tinuando do con el el espíritu espíritu de su obra Considera eracion ciones es inte in temmanterior, Nietzsche publicó bajo el título de Consid pesti pe stiva vass cuatro escritos breves destinados a «obrar contra y por encima de nuestro tiempo, a favor, cabría esperar, de un tiempo futuro ».81 El primero de ellos, titulado D a v id Strau Strauss, ss, el confes confesor or y el esc escri rito tor, r, consiste consiste en una u na crítica demoledo dem oledora ra del libro libro La vieja y la nueva fe, tan celebrado en aquella época; además, es un enér gico desafío al intelectualismo unilateral de nuestra cultura moder na. De interés más duradero y de enorme valor es el segundo escrito: Sobre Sobre la utilid ut ilid ad y el perjuicio de la Historia para par a la vida,
80. En el fragmento al que se se refiere refiere L. A. Salomé no se se mencio me nciona na directa mente a Kant, sino a la filosofía de la época, dominada por el positivismo y por las ciencia cienciass de la naturalez naturaleza, a, concretamen c oncretamente te por po r las las teorí teorías as de Eugen Dührin Dü hrin g y Eduard von Hartmann. Ahora bien, la abstinencia teórica de la filosofía sí es, realmente, consecuencia de las reflexiones kantianas. Sobre la la utilida util idad d y el perjuicio de la Historia Historia para la vida (II «Intem 81. KSA, 1: Sobre pestiva»), pestiva» ), palabra pala brass finale fin aless del Prefacio, Prefacio , p. 247. 24 7. 121 121
cuya tesis fundamental reaparece en las últimas obras de Nietzsche de forma modificada, aunque no por ello menos reconocible, lo mismo que su concepción de lo dionisíaco. El término «Historia» significa aquí el concepto de vida intelectual entendido en su sen tido más amplio, y opuesto al de vida instintiva; el conocimien to del pasado y la ciencia de lo que fue se oponen a la fuerza plena del presente y del avenir. El escrito se ocupa de una pregunta: «¿Cómo es posible subordinar el conocimiento a la vida?» Y pre cisa el punto de vista del autor en la afirmación: «Solo si la His toria sirve a la vida, querremos nosotros servir a la Historia.» Pero únicamente la sirve mientras la función psicológica más impor tante del hombre permanezca del todo íntegra frente a las influen cias cias disolventes, disolventes, molestas molestas y omnipresen omn ipresentes tes del pensamiento pensam iento.. «(... (...)) La f u e r z a plásti plá stica ca de un hombre, de un pueblo, de una cultura; me refiero a esa fuerza de la que se extrae la posibilidad de ser sin gular, gular, ese ese pode po derr de transfo tran sform rmar ar y asimilar asimilar lo lo pasado y extraño, de curar las heridas, de reemplazar lo perdido, de regenerar las for mas destruidas.» (p. 10 ) 82 De lo contrario, nace en nosotros un caos de riquezas extrañas que fluye como un torrente que no pode mos controlar, que somos incapaces de asimilar, y cuya diversi dad amenaza seriamente lo unitario y orgánico de nuestra per p erso sonn a lid li d a d . E n ton to n c es nos no s con co n v e rtir rt iree m o s en el pasiv pa sivoo esce es cena na rio de confusas batallas en las que los diversos pensamientos, es tados de ánimo, prejuicios, se hostigan sin cesar. Sufriremos tanto con la victoria de unos como con la derrota de otros, incapaces de imponerles a todos ellos el señorío de nuestro yo.
82. Ibídem, p. 251.
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Aquí hallamos por po r primera prime ra vez vez una alusión alusión a ese ese prom pro m ete dor concepto nietzscheano de decadencia, que desempeña un papel papel tan im portan po rtante te en sus sus obras obras poster posteriore iores. s. N o en vano, vano, esta prime prim e ra descripción del peligro de la decadencia nos recuerda la des cripción que aportamos sobre el propio estado psicológico de Nietz Ni etzsch sche; e; aquí aq uí p odem od emos os reco re cono noce cerr ya con co n sufi su fici cien ente te clar cl arid idad ad el origen psíquico de dicho estado: se trata del tormento secreto que a este espíritu apasionado le ocasionaba la constante obligación de soportar el incesante embate del torrente abrumador de cono cimientos e ideas; era tal la violencia con la que todo su pensa miento y su saber actuaban sobre su vida interior, que la profusión de vivencias contrapuestas amenazaba con reventar las fronteras cerradas de su personalidad. Él mismo dice en el prefacio de aquel escrito: «Tampoco (...) deberá silenciarse que las experiencias que me aportaron estas lacerantes sensaciones proceden de mí mismo, y que solo las he tomado a fin de compararlas con las de otros .»83 Eso que él halló en sí mismo le pareció el peligro que se cernía, en general, sobre toda la época; y más tarde aumentó hasta con vertirse incluso en un peligro de muerte para toda la Humanidad, que lo invocaba a él como liberador y salvador. Ahora bien, la con secuencia de esta circunstancia es una singular ambigüedad que
83. [Ibídem, p. 246-247 246 -247.. La cita es inexacta: inexacta: «(... «(...)) proceden proc eden de mí mismo, y que solo mediante la comparación con otros tiempos, en concreto solo en cuan to discípulo de la Antigüedad, sobre todo de los griegos, he llegado a tener tales experiencias intempestivas como hijo de la actualidad.»] Compárese con el Pró logo a la nueva edición del segundo volumen de Hum H uman ano, o, demasiado dem asiado humano hum ano,, donde (en IV) se afirma: «Lo que he dicho en contra de la “enfermedad his tórica" lo dije como uno que aprendió a curarse de ella lenta y fatigosamente.» (N. de la A.)
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inerva todo el escr escrit itoo y que un buen bue n lector de Nietzsche adviert adviertee enseguida: en efecto, precisamente lo que suscitaba su perpleji dad en la confrontación con el espíritu imperante de la época era en esencia algo diferente de su propio problema psicológico, de modo que Nietzsche arremete sin distinción contra dos cosas bien difere diferentes ntes:: por po r una un a parte, contra co ntra la atrofia atrof ia de un a vida espiritual espiritual rica y plena provocada por la influencia helada y paralizante de un cultivo unilateral del intelecto: «En suma, el hombre moderno carga con una inmensa cantidad de indigestos pedruscos de co nocimiento que, en ocasiones, también sacuden el estómago, como se dice en el cuento.» (p. 36).84 «En el interior cabe entonces esa esa sensación sensación semejante sem ejante a la de la serpiente que, después de ha ha berse bers e h a rtad rt adoo de traga tra garr conej co nejos os enter en teros os,, d o rm ita it a tran tr anqq u ilam il am ente en te al sol sol y evita evita cualquier tipo de movim m ovimiento iento que no sea sea absoluta m ente necesari necesario. o. (... (...)) Todo el que pasa por allí allí desea desea únicamente únicam ente que semejante “cultura” no vaya a perecer de indigestión.» (p. 37 ).85 Por otra o tra parte, arremete justo contra con tra la influencia influenc ia excesiv excesivamen amente te violenta, violenta, excitante y perturbado perturb adora ra del pensam iento sobre la vida psíquica, psíq uica, con co n tra la luch lu chaa que q ue ello provo p rovoca ca entre ent re fuerzas pulsionales pulsio nales e inconexas. Se trata de una diferencia similar a la existente entre tor peza pe za psíq ps íqui uica ca y locura loc ura.. E n el pro p ropp io Nietz Ni etzsc sche he,, los pen p ensa sam m ient ie ntos os más abstractos solían transformarse en poderosas fuerzas emo cionales que lo arrebataban de manera inmediata e imprevisible.
Sobre la la utilida uti lidad d y el perjuicio perjuicio de la Historia para la vida (II «Intem 84. KSA, 1: Sobre pestiva»), § 4, p. 272. 27 2. El cuen cu ento to al que q ue se alud al udee es «Los siete cabritillo cab ritilloss y el lobo», de Jakob Jakob G rimm. 85. Ibidem, p. 273.
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En el cuadro que pinta de nuestra época, las dos acciones contra pues pu esta tass de lo inte in tele lecc tual tu al se c o n f u n d e n nec ne c esar es aria iam m e nte, nt e, y, en lo que respecta r especta a una u na de ella ellass — a ese ese cao caoss que qu e carga de cadenas a la la vida psíquica— , también tam bién se fund fu nden en en esta dos caus causas as distintas entre sí sí. En efecto, efecto, no se trata trata solo solo de influencias puram pura m ente en te inte inte lectuales, no solo del peligro que entraña lo racional para lo ins tintivo, sino también de las influencias de épocas harto remotas heredadas y encarnadas en nosotros, y que, que, nacidas en un u n princi pr inci pio pi o de u n a fuen fu ente te inte in tele lect ctua ual,l, a h o ra perv pe rviv iven en en noso no sotr tros os únic ún icaa m ente en form a de instintos y valora valoracione cioness emocionales. emocionales. A la personalidad encerrada en sí misma, por lo tanto, no solo la amenaza el peligro que proviene de fuera, sino también ese otro que ella ella porta port a consigo, consigo, que qu e nació con ella — ese ese «instinto de contradicción» que es la herencia de todos los epígonos, de esos retoños tardíos de sangre mixta. La superación de los inconvenientes que, en este sentido — apre ap renn d ido id o o viv v ivido ido— — , pu p u e d e arro ar rost stra rarr «lo histór his tórico ico»» radi ra dica ca en dirigirse a lo «ahistórico». Nietzsche entiende como «ahistórico» el retorno a lo inconsciente, a la voluntad de no saber, a ese ho rizonte limitado sin el cual no hay vida. «Solo dentro de un hori zonte, zonte , los sere seress vivo vivoss pue p uede denn crecer sanos, sanos, fuertes y ser fructíferos.» fructíferos.» (p. 11).86 «Lo ahistórico se asemeja a una atmósfera envolvente en la que solo se genera vida. (...) Es verdad: mientras que, pensan do, reflexionando, comparando, sintetizando y dirimiendo, el hombre limita ese elemento ahistórico, y en tanto forma dentro de esa esa nube envolvente envolvente un poco po co de claridad luminosa lumin osa y resplande resplande ciente, es decir, mediante esa fuerza con la que utiliza el pasado 86. Ibíd em , § 1, 1, p. 251.
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para pa ra la vida vi da y tran tr ansf sfoo rm a lo acon ac onte teci cido do nue nu e v a m ente en te en H isto is tori ria, a, el hombre llega a ser hombre. Ahora bien, en un exceso de His toria, el hombre se esfuma, deja de ser hombre otra vez.» (p. 12 y ss.).87 Su fuerza se mide según la cantidad de Historia que sopor ta y supera, según la fuerza fuerza de lo ahistórico ahistórico que hay en él: él: «Cuan « Cuan to más poderosas sean las raíces de la naturaleza interior de un hombre, tanto mayor cantidad de pasado logrará apropiarse y asimilar; y si imaginásemos una naturaleza muy poderosa e inmensa, la reconoceríamos en que para ella no cabría ningún tipo de limitación limitación en sentido histórico que pudiera pu diera condicionarla de manera agobiante o perjudici perjudicial; al; todo lo acontecido, acontecido, propio p ropio o ajeno, lo atraería hacia sí, se lo tragaría y lo transformaría en san gre. Lo que tal naturaleza no pudiera asimilar sabría olvidarlo; dejaría dejaría de exist existir ir,, el horizonte horizont e quedaría q uedaría cerrado, completo, com pleto, y nada le recordaría que más allá de aquel existen también otras per sonas, sonas, pasiones, pasiones, doctrinas y propósitos.» propósitos.» (p. I I ).88 Un espíritu así profesa la Historia de las tres maneras en que, en general, debe profes pro fesars arsee sin q u e d a r atra at rapp ado ad o en algu al gunn a de dich di chas as tres o rie ri e n ta ta H isto tori ria a m o n u m en tal, ta l, en tanto su ciones: la contempla como His mirada reposa en las grandes figuras del pasado y se adentra en sus obras y en su voluntad, aunque sin perderse en aquellas; tie ne que considerarlas como entusiasmados precursores y compa Hi stor oria ia anti an ticu cuar aría ía mientras ñeros de camino. Se adentra en la Hist pereg pe regrin rinaa po p o r el pasad pa sadoo com co m o p o r los san s antua tuario rioss de su pro pr o pia pi a vida v ida anterior, a semejanza de alguien que penetrase en los santuarios de su propia infancia en los que también el más mínimo detalle
87. Ibidem , § 1, 1, pp. 252-2 53. 88. Ibidem Ibid em,, § 1, 1, p. 251. 251 .
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le parece parece valios valiosoo y significat significativo: ivo: «Com «C omprend prendee el muro m uro,, la puerta pu erta del torreón, el Consejo Municipal, la fiesta popular, como un dietario ilustrado de su propia juventud, y en todo ello se encuen tra a sí mismo de nuevo; otra vez su fuerza, su aplicación, su pla cer, su juicio, su necedad e inexperiencia. Aquí se pudo vivir, se dice para sí; y, ya que se pudo vivir, se podrá vivir, puesto que nosotros somos duros y no se nos puede quebrar de la noche a la mañana. Así, con este “nosotros”, mira él más allá de la efímera y caprichosa vida individual, sintiéndose a sí mismo como el espí ritu de la casa, de la especie, de la ciudad.» (p. 28).89 Finalmente, y en tercer luga lugar, r, tam bién considerará la Historia Histor ia de manera crítica, a fin de construir un futuro descomponiendo un pasado, objeto para el cual requiere la mayor fuerza vital, pues más gran de que el peligro de transformarse en un lunático o un coleccio nista es el peligro de convertirse en un negador. «Se trata siempre de un proceso muy peligroso, en realidad peligroso para la vida misma. (...) Y es que, como somos el resultado de generaciones anteriores, (...) no es posible liberarnos de esa cadena. (...) En el mejor de los casos, llegamos a un conflicto entre la naturaleza heredada y precedente y nuestro conocimiento, (...) implanta mos entonces una nueva costumbre, un nuevo instinto, una segunda naturaleza, de modo que la primera termina atrofián dose. Es un intento, por decirlo así, de darse a posteriorí un pasa do del que nos gustaría provenir en oposición a ese otro del que pro p rovv enim en im o s (...) (. ..).. Pese a tod to d o , a q u í o allá, se logr lo graa la v icto ic tori riaa y cabe (...) un consuelo singular, a saber: que esa primera natura
89. Ibídem, § 3, p. 265. 127 127
leza alguna vez fue una segunda naturaleza, y que toda segunda naturaleza triunfan te se transform ará en primera.» primera.» (p. (p. 33 y ss ss.).90 En cierto sentido, podemos relacionar estas tres formas de observar la Historia con tres períodos de la propia evolución de Nietzsche; comenzamos con el del anticuario, que corresponde ría al del filólogo, y seguimos con este otro de la concepción m onum onu m ental en correspondencia correspondencia con la época en que, como com o dis cípulo de los grandes maestros, se sentaba a sus pies, para finali zar con su período positivista posterior, que correspondería al de la observación crítica. Ahora bien, después de que Nietzsche tam bién bi én hubies hub iesee supe su pera rado do este últi úl tim m o, los tres p u n tos to s de vista vist a se fu f un dieron en uno solo al que, como se verá, los pensamientos que contenía este escrito retornaron de forma misteriosa y sorpren dente den te en la extrema extrema y paradójica agudeza del del principio princ ipio según el el cual lo histórico se subordina a la vida individual, cuya determi nación constante con stante es lo lo ahistórico. La naturaleza fuerte que q ue Nietzsche describe como co mo a la la vez vez histórica y ahistórica ahistórica es es, por po r tanto ta nto,, una heredera de todo t odo pasado y, y, po p o r eso, m o n str st r u o sa en su abu ab u n d a n c ia de vivencias; viven cias; pero pe ro es un u na heredera que sabe sabe cómo conseguir conseguir que su herencia fructifique por por que la posee de verdad, la abarca por entero y en modo alguno se deja dominar o poseer por ella. Un heredero o un epígono seme jan ja n te será siemp sie mpre, re, a la vez, el iniciador de una un a nueva cultura, y, y, en cuanto portador del pasado, será un creador del futuro, pues la riqueza que él dispensa porta consigo los frutos de tiempos futu ros. Él es, asimismo, uno de los grandes «intempestivos» que, inmersos en un pasado remoto, apuntan sus miras hacia un futuro 90. Ibidem, § 3 , p. 270. 128
lejano mientras en su época permanecen como extraños, a pesar de que el presente concentra y prodiga en ellos su mayor fuerza. Aquí radica el primer indicio de los pensamientos del úl timo período creador de Nietzsche: un único91 genio de la Huma nidad entera que será capaz él solo de interpretar, desde el pre p rese sent nte, e, el pas p asad adoo com co m o u n tod to d o , y, con co n ello, ello , tam ta m b ién ié n el futu fu turo ro como totalidad lejana, determinando su sentido y su propósito po p o r tod to d a la eter et ernn idad id ad.. Considerándolo desde un punto de vista puramente exte rior, las raíces de esta perspectiva se extienden hasta la labor filo lógica lógica de Nietzsche, Nietzsche, que qu e lo condu co ndujo jo a dom do m inar ina r las las antiguas antiguas culturas a través del conocimiento. Saber y ser fueron siempre uno e idén ticos para su espíritu singular: de modo que, para Nietzsche, ser filólogo clásico significaba tanto como ser griego. Ciertamente, esto debió de fortalecer aquella contradicción instintiva que lo tortu tor turab rabaa y cuya cima constituía constitu ía para p ara él él la antítesis antítesis existente existente entre lo antiguo y lo moderno; aunque, a la vez, contenía también los medios para combatirla, a saber: a través del pasado, superar el pres pr esen ente te y c o n stru st ruir ir el futu fu turo ro;; a p a rti rt i r del h o m b re del pres pr esen ente, te, transformarse en epígono de antiguas culturas y, a su vez, en ini .92 ciador de una nueva cultura.92 A dos semeja semejantes ntes «intempestivos» — esto es es, «adecuados para pa ra el pasad pa sadoo y adecu ad ecuad ados os para pa ra el fut f utur uro» o»— — , está e stánn dedi de dica cada dass las las Consideraciones ciones intempestiv intem pestivas as de Nietzsche: Schopen dos últimas Considera
91. 91 . Ein E in Einzelner. Einze lner. «Un individuo singular.» 92. Prefacio: Prefacio: «Tampoco (...) debería silenciarse silenciarse que, que , solo solo en cuanto cua nto discípu disc ípu lo de la Antigüedad, sobre todo de los griegos, he llegado a tener tales experiencias la A. ) intempestivas como hijo de esta época actual.» KSA, 1, p. 247. (N. de la
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En ambos monumentos, erigidos con torrencial entusiasmo en honor del genio, se se muestra mue stra con espe especia ciall claridad hasta qué grado la puja n te cultura del «intempestivo» culmina en un culto al genio. En el genio, la Humanidad no solo posee su educador, su guía, su pro feta, sino también su meta final, la más auténtica y exclusiva. La idea del «individuo sublime», y la de que solo en virtud de este existe el resto, los seres «fabricados en cadena por la Naturaleza »,93 es uno de eso esos pensamientos fundam entales de Schop S chopenhauer enhauer del que Nietzsche jamás se deshizo. Algo en su espíritu más íntimo ansiaba, insaciable, tanto la descomunal elevación del egoísmo al rango de ese ideal de sí que en él reside, como la parte oscura de ese destino humano superior, la «soledad» y el «heroísmo». En su pe p e río rí o d o crea cr eativ tivoo inte in terr m e d io se sepa se para ra v isib is ible lem m e n te de esta est a p r i mera concepción del genio, porque le desmerecía el trasfondo metafísico del que solo el gran «único» podía sobresalir en su sobrehumano significado, cual una imagen surgida del mundo más excelso y verdadero. Pero la idea del culto al genio albergaba un inicio de lo que Nietzsche, en un ramalazo de locura genial, volverá a elaborar al final de su evolución intelectual. En efecto, como sustituto de una explicación metafísica, para aquel cobró gran importancia la concepción del valor valor vital vit al positivo del genio, hauer como educador y Richar Ric hard d Wagner Wagner en en Bayreuth.
Werke (Obras 93. Véase Véase A rthur rthu r Schopenhauer, por ejemplo: ejemplo: Sämtliche Werke (Obras com (E l mundo como como volun pletas), F. H . Brockhaus, Brockha us, M annh an nheim eim , 1988, tom o 2, p. 220 22 0 (El tad ta d y repres represent entaci ación ón,, libro III). Schopenhauer denomina a las personas «normales» — (der gewöhnliche Mensch) Mensch) material «fabricado «fabricado en serie por la Naturaleza» (Fabrik waare der der Natur Natu r )— )— , con con un símil adecuado adecuado a los los tiempos de la Revolución Revolución Indus trial; lo fabricado en serie tendría menor calidad que lo hecho artesanalmente o de manera artística: el genio, la obra de arte natural singular.
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que superó con creces la visión que de este asunto tenía Scho pe p e n h a u er: er : la de este tan ta n solo sol o ofrec ofr ecía ía u n d ébil éb il c o ntra nt rast stee en c o m para pa racc ión ió n con co n la suya. Mientras que, efectivamente, el culto al genio continúe sien phys is humana, se do un culto a lo metafísico en el marco de la physis extenderá a una incesante hilera, a una cadena de tales «únicos» que poseen idéntico valor y dignidad, ya sea desde el punto de vista de su sentido o desde el de su naturaleza. No se los conside rará como piezas de una línea evolutiva del ser humano; estos «no continúan ningún proceso, sino que viven en algo parecido a un constante presente atemporal»; además, «construyen una especie de puente sobre la desértica corriente del devenir». «Un gigante llama a otro a través de las vacías oquedades del tiempo e, inmutables, sin que los incordie la multitud de enanos preten ciosos que pululan por debajo de ellos, prosiguen el excelso diá Sobre la utilid uti lidad ad y el perjuicio de la Historia logo de los espíritus.» ( Sobre para par a la vida, vida, 91).94 Puesto que estos «enanos» son quienes determi nan la evolu evolución ción entera de la Historia, Historia, tanto en sus sus acontecimientos como en sus leyes, una cosa es segura: «La meta de la Humani dad no puede ubicarse en el final, sino solo en sus más excelsos ejemplares.» (Ibídem). Ahora bien, puesto que los ejemplares más excelsos solo expresan, asimismo, lo que descansa en el fondo de lo humano como su fundamento metafísico, se diferencian de la masa de los constitutiva como por p or demás hombres no tanto por una diferencia constitutiva una un a capacidad constitutiva constitutiva de desvelamiento , por una desnudez
94. KSA, 1: Sobre la utilidad y elperjuicio perjuicio de la Historia para la vida (II «Intem pestiva»), pestiv a»), § 9, p. 317. 317 .
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divina; en cambio, el hombre-masa extiende mil velos sobre su verdadera natural naturaleza, eza, velo veloss que pertenecen p ertenecen todos al mun m undo do y a la la superficie de la vida y que aquí y allá se endurecen hasta tornar se impenetrables. «Cuando el gran pensador desprecia a los hom bres, desprecia despre cia su pereza, porq po rquu e p o r esta se asemeja asem ejann a pro p rodu duct ctos os fabricados en serie. (...) El hombre que no quiera pertenecer a la masa sol soloo necesita necesita dejar de mostrarse mo strarse acom odaticio consigo consigo mis mo.» (Schopenhauer como educador, p. 4 ).95 De ahí que la educa ción solícita y el afán por agradar a todos sean la consecuencia de esta forma de ver las cosas que, en su sentido más profundo, colo ca a todo el mundo en el mismo plano, ya que honra al núcleo metafíisico que se oculta tras cada corteza; con ello, de nada se sitúa esto más lejos que de esas manifestaciones del Nietzsche pos terior a favor de la esclavitud y la tiranía. Pero, si se destruye este trasfondo metafísico, como en la filosofía posterior de Nietzsche, el ser suprasensible se diluye en el infinito devenir de lo real; entonces, el único solo podrá elevarse sobre la masa en virtud de una diferencia esencial equivalente a una diferencia de grado; en tanto representa la quintaesencia de este proceso evolutivo, en lo posible lo abarca y lo comprende en su totalidad, mientras que el hombre-masa solo puede vivirlo y representárselo de forma ciega y fragmentaria. Este ser singular sería, en cierta medida, también el único capaz de dar sentido a esa larga evolución que se llama Historia; él mismo no estaría hecho como el hombre de Schopenhauer, de tejido suprasensible, per p eroo a cam ca m bio bi o sería ser ía u n crea cr eado dorr p o r a n ton to n o m a s ia y, com co m o tal, tal , se
95. KSA, 1: 132
Schopenhauer como educador (III
«Intempestiva»), § 1, p. 338.
hallaría hallaría en condiciones condiciones de aportar apo rtar al mundo mu ndo aquel signifi significado cado de las cosas en que cree el metafísico. En vez de muchos únicos naci dos al mismo tiempo y que, unidos y a la misma altura se alzan como una un a cadena montaños mon tañosaa sobre sobre los los afan afanes es humanos, human os, en la últi ma filosofía de Nietzsche hallamos solamente la figura de «el últi mo de los solitarios», el cual se presenta como cima absoluta de todo. Hacia lo alto, este está mucho más solo que los otros, pues, como broche final de la evolución, es el ejemplar más excelso de la espe especi cie; e; hacia abajo, abajo, en cambio, cam bio, él es es mucho muc ho más duro dur o y dom do m i nado na dorr que q ue los los otros, ya que la masa y la la vida, consideradas en sí mismas o desde el punto de vista metafísico, no significan nada. Así pues, este debe conferir a todos los demás, de manera ascen dente hasta su cumbre, un determinado orden jerárquico. Se com pre p rend nder eráá con co n facilidad facili dad p o r qué qu é solo con co n tal figur fig uraa el culto cu lto al genio gen io crece de manera tan monstruosa; y es que, a falta del significado metafísi metafísico co en virtud v irtud del cual el el hombre hom bre de Schop S chopenha enhauer uer era alza alza do hasta alcanzar un orden de cosas superior, el otro solo podrá convencer si recurre al medio de lo monstruoso. Estas son las cuatro ideas del primer período filosófico de Nietzsc Nie tzsche, he, de las que se ocupó ocu pó hasta ha sta el final, fin al, si bien bi en siempre siem pre de va va riadas maneras: lo dionisíaco, la decadencia, lo intempestivo y el culto al genio. Del mismo modo que siempre nos encontramos al propio Nietzsche, así nos topamos constantemente con estas cuatro ideas; además, en la misma medida en que aquel se ma nifiesta de manera cada vez más personal, así también las va modelando de modo cada vez más característico. Considerando sus ideas desde el punto de vista de sus mutaciones y de su diver sidad, parecen casi inescrutables y demasiado complicadas; aho ra bien, si intentamos desentrañar qué es eso que a pesar del cambio permanece inmutable, nos sorprendemos de la sencillez 133
y de la constancia de sus problemas. «¡Siempre otro y siempre el mismo! mismo!», », podría po dría haber ha ber dicho Nietzsche de sí mismo. Que Qu e la visió visiónn del mund m undoo de Wagner y Schopenhauer adqui riese para Nietzsche un significado tan profundo como para que más tarde, después de tantas luchas y de tantas orientaciones opuestas de su vida espiritual, se acercase de nuevo a sus pensa mientos fundamentales, muestra en qué medida esta le convenía a su propia pro pia naturaleza natura leza y cómo se expresaba en ella aquello que en él dormitaba. Desde su filología, elevado a esta filosofía, Nietzsche debió de sentirse, sin duda alguna, como un prisionero al que se le retiran las cadenas. Y es que, anteriormente, sus mejores fuer zas se hallaban cautivas; ahora le era lícito respirar, ahora todo en él era libre. Sus instintos artísticos se abandonaban al goce de las revelaciones de la música de Wagner; su robusta disposición para las exaltaciones religiosas y morales disfrutó de una constante posi bili b ilidd ad de eleva ele vació ciónn en el sign si gnif ific icad adoo m etafís eta físic icoo de ese arte. art e. Sus amplios y sólidos conocimientos servían a la nueva concepción del mundo, que se reflejaba en la interpretación que él hacía de los los griego griegos. s. Puesto Pu esto que qu e el genio genio artístico se había hab ía encarnado encar nado en la per p erso sona na de W agner ag ner,, pues pu esto to que qu e en este c o n flu fl u ía, ía , p o r así deci de cirlo rlo,, el «Salvador Redentor», Nietzsche adoptó la función de hombre de conocimiento, de mediador del saber; con ello se mantuvo en la tarea del filósofo. Pero el conocimiento así adquirido aportó tan solo la ocasión para desarrollar por entero la naturaleza artís tica y reli religio giosa sa de Nietzsche, y, y, precisamente, este este hecho demues dem ues tra el valor que ello tenía para su espíritu. Aquello que él ya anhelaba durante el período de sus estudios filológicos, mientras investigaba la vida de los filósofos antiguos, se transformaba aho ra en realidad: el pensamiento, en una vivencia; el conocimiento, en un trabajar y un crear con vistas hacia una nueva cultura. En 134 134
los pensamientos les era lícito a todas las fuerzas del alma actuar unidas: se trataba de una exigencia dirigida al hombre en su tota lidad. Nietzsche expresa tan solo el embeleso liberador del que disfrutó cuando, al final de su «Sócrates y la filología clásica »,96 exclamó: «¡Ay! ¡El encanto de estas luchas consiste en que quien las contempla también siente el impulso de luchar!» Y puesto pu esto que ahora aho ra les les era lícito a sus sus singulares aptitud apti tudes es intelectuales desarrollarse y manifestarse con libertad, este período en la vida de Nietzsche Nietzsche satisfi satisfizo zo por po r completo com pleto aquella aquella profund profu ndaa y casi femenina necesidad de veneración personal, de admiración y respeto, eso que más tarde se vería obligado a satisfacer en sí mismo de manera tan dolorosa dolorosa.. Ahora bien, bien, por p or m uy profundo que fuese el goce que le ofreció la filosofía de Wagner y Scho pe p e n h a u er y tod to d a su visi vi sión ón de las cosas, lo más má s valioso vali oso para pa ra él fue la relación relación personal con Wagner, esa veneración sin condiciones cond iciones hacia él él. Su entusiasmo se inflam aba con una u na personalidad p ersonalidad exter exter na a la suya y en la que, en cierto modo, creía ver encarnado el ideal de su propia naturaleza. La dicha nacida de tal convicción esparce sobre los pensamientos de los primeros escritos filosóficos de Nietzsche algo sano, casi ingenuo y bien distinto de aquello otro que caracteriza las obras posteriores. Es como si lo viésemos comprenderse y descifrarse a sí mismo a través de la imagen de su
96. Sin duda, duda , Lou Andreas-Salomé se equivoca al mencio me ncionar nar el supuesto escri escri to «Sócrates y la filología clásica», que no existe, confundiéndolo con «Homero y la filología clásica» o con «Sócrates y la tragedia griega». Las palabras citadas per E l nacimiento de la tragedia tragedia, obra en tenecen en realidad rea lidad al final fin al del capítulo 15 de El la que Nietzsche incluyó una reelaboración del ensayo sobre Sócrates y la tragedia griega. Véase KSA , 1, p. 102.
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maestro Wagner y de su filósofo filósofo Schopenhauer. Scho penhauer. Y es es que por po r aquel entonces rechazaba aún con temor instintivo el arte de convertir de manera consciente su propio yo en objeto y «experimento de quien conoce »,97 ese arte en el que tan grande habría de mostrar se-más tarde y del que enfermó. «¿Cómo puede el hombre cono cerse a sí mismo? Este es un asunto oscuro y misterioso; y si la liebre tiene siete pieles, bien podría el hombre despellejarse siete veces setenta, que ni aun así podría exclamar: “¡Ah! ¡Por fin! ¡Este eres tú realmente! ¡Ya no hay más envolturas!” Por lo demás, es una empresa tortuosa y arriesgada excavar en sí mismo de forma semejante y descender violentamente por el camino más inme diato en el pozo del propio ser. Corremos el riesgo de dañarnos de modo que ningún médico pueda ya curarnos.» (Schopenhauer dedic a estas palabras a los jóvenes como educador, p. 7 ).98 Por eso dedica que anhelan escrutar Su propio interior: «¿Qué es lo que ha atra ído a tu espíritu? ¿Qué lo ha dominado y, al mismo tiempo, embriagado de felicidad? Despliega ante tu mirada la serie de esos objetos venerados y, tal vez, te revelen (...) una ley, la ley funda mental de tu ser más íntimo. Compara estos objetos, observa (...) cómo forman una escalera por la que tú mismo has estado ascen diendo para llegar hasta lo que ahora eres; pues tu verdadera
97. Véase KSA, 3: GA, § 324, p. 552: « /« media vita. ¡No! La vida no me ha decepcionado! Antes bien, de año en año la encuentro más verdadera, desea ble y m iste is terio riosa sa,, desd de sdee aque aq ue l día dí a en qu e me visit vi sitóó el gran gr an liber lib erad ador or:: ¡el ¡el pe n sa sa miento de que la vida podría ser un experimento de quien conoce y no un deber, d el conocimiento, ¡con ni una fatalidad, ni una superchería! (...) La vida, un medio del este principio en el corazón no solo podemos ser valientes, sino incluso vivir joviale jov ialess y reír joviales'. joviales'.» » 98. KSA, 1: Schopenhauer como educador (III
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«Intempestiva»), § 1, p. 340.
esencia no se halla oculta en lo más profundo de tu ser, sino a una altura inmensa por encima de.ti...» (Ibídem ).99 Con una franqueza de la que carecerá más tarde, en la épo ca de los dolorosos autoanálisis, Nietzsche expone los motivos por los que en un principio añoró tal condición de discípulo, alguien superior que fuese «un guía y un severo maestro» (Schopenhauer como educador, p. 14):100 «Tendré que detenerme un tanto en una idea de mi juventud que fue más apremiante que ninguna otra. Cuando en otro tiempo me abandonaba a mis deseos según el dic tado de mi capricho, pensaba en que el destino podría aliviarme del terrible esfuerzo y la responsabilidad de tener que educarme a mí mismo si, llegado el momento propicio, me enviaba un filó sofo como educador, un verdadero filósofo al que yo pudie;ra obe decer sin vacilación alguna porque tuviera más confianza en él que en mí mismo.» (Ibídem, p. 8 y ss.).101 Es interesante observar cómo, con este propósito, detrás del pensador Schopenhauer intentó hallar al hombre ideal Schopenhauer , 102 y cómo frente a Wagner partía del profundo parentesco que unía a sus dos na turalezas. De hecho, sorprende la concordancia de las aptitudes
99. Ibídem, pp. 340-341. 340-34 1. 100. 100. Ibídem, Ibídem , p. 341. 101. Ibídem, pp. 341-342. 102. Véase Schopenhauer como educador ; p. 19: 19: «Tuve «Tuve el presentimiento presentimie nto de haber hab er hallado hallado en él al al educador educad or y al al filósofo filósofo que buscaba b uscaba desde desde hacía tan tanto to tiempo. tiem po. Cierta mente solo en forma de libro, y esto era una gran carencia. Pero tanto más me esfor cé por ver a través del libro e imaginarme al hombre vivo cuyo inmenso testamento poseía yo para pa ra leer, y que q ue prom pr om etía et ía nom no m brar br ar sus hered he redero eross a todo to doss cuanto cua ntoss quisiéra quis iéra mos y pudiésemos pudiés emos ser algo algo más má s que q ue sus simples lectore lectores: s: esto es, es, sus vástagos vástagos y discí discí pulos.» [KSA, [KSA, 1: Schopenhauer como educador, final del § 2, p. 350.] (N de la A.)
naturales y espirituales de Wagner descritas por Nietzsche con la «polifonía» de sus propias aptitudes, tal como se ha señalado en la primera parte de este libro. Así, lo expresa en Ric R icha hard rd Wagner (p. 13): 13): «Cada uno un o de sus sus instintos tendía tend ía hacia lo ili ili en Bayreuth (p. mitado, todas sus cualidades para gozar de la existencia querían liberarse y satisfacerse de forma individual; cuanto mayor era su cantidad, mayor el tumulto, y mucho más hostil su cruce .»103 Después, cuand cu andoo aparece aparece la virilidad «intelectual «intelectual y mor moral» al» de Wagner, esa «multiplicidad» termina por hallar su fusión y, a la vez, una «escisión dentro de sí». «Su naturaleza parece sim plific pli ficars arsee de u n a m ane an e ra terrib ter rible, le, di divv id idid idaa en e n dos in inst stin into toss o esfe ras. Por debajo, en impetuoso torrente, bulle una voluntad ardiente que, a través de todas las vías, huecos y angosturas, ansia salir a la luz y anhela poder.» (p. 10).104 «El torrente entero se precipita tan pronto en un valle como en otro, penetrando en los más oscuros barrancos: en la noche de este horadar casi subterráneo apareció una estrella, allá en lo alto, sobre él...» (p. 12 ) . 105 Vertemos una mirada en la otra esfera de Wagner. «Se trata de la vivencia más singular y origi naria que Wagner experimentó en sí mismo y que venera como un misterio mister io religios religioso: o: (... (...)) esa esa maravillosa maravillosa experiencia y conciencia conc iencia de que una de las esferas de su ser se mantiene fiel a la otra, (...) la esfe esfera ra creativa creativa,, inocen ino cente te y luminosa, lumino sa, a la oscura, oscura, desabrida, ti ránica.» (p. 13).106
103. 103 . 104. 105. 106.
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Véase KSA, 1: 1: Richard Wagn Wagner er en Bayreu Bayreuth th (IV «Intempestiva»), § 3, p. 439. Ibídem, p. 437. Ibídem , p. 438. Ibídem , p. 439.
«En el comportamiento recíproco de estas dos fuerzas tan pro p rofu funn d a s, en la entr en tree g a de u n a a la o tra tr a rad ra d ica ic a la g ran ra n nece ne cesi si dad mediante med iante la cual cual sol soloo él podía continu con tinuar ar siendo él mismo por entero.» (p. 13). Hacia el final del escri escrito, to, Nietzsche Nietzsche inte nta comprend com prender er la música de Wagner desde esta esta peculiaridad que q ue tan t an afín afín le resulta resulta también a él mismo, y concibe el genio musical de Wagner como una especie de reflejo de sus estados anímicos: «Cómo su música, con una cierta crueldad de decisión, se subordina al desarrollo del drama, que es inexorable cual el des tino, mientras el alma ardiente de este arte se muestra ansiosa de vagar de una vez por todas sin ningún impedimento, en la liber tad y el desenfreno.» (p. 82).107 «Por encima de todos estos individuos vociferantes y de la lucha de sus pasiones, por encima del vórtice entero de contra dicciones, se cierne (...) una poderosísima inteligencia sinfónica que, desde el seno de la guerra, constantemente genera la con cordia.» (p. 79 ) . 108 «Nunca es Wagner más Wagner que cuando las dificulta des se multiplican y él las domina en circunstancias verdadera mente grandiosas, con la complacencia de quien dicta la ley. Domeñar masas desbocadas y contrapuestas, convirtiéndolas en ritmos sencillos; conducir una voluntad a través de una descon certan cer tante te m ultip ult iplic licid idad ad de exigencias y deseos...» deseos...» (p. (p. 8 0 ).1 ). 1(19
107. Ibídem , p. 496. 108. Ibídem, p. p. 493-494. 109. Ibídem , p. 494. 139
Pero justo ese parentesco de estas dos naturalezas bipolares tuvo que conducir finalmente a Nietzsche hacia el desarrollo de su espíritu por trayectorias solitarias; fue la razón de que alguna vez tuviera que separarse de Wagner. Apenas hubo alcanzado Nie N ietz tzsc sche he el p u n t o más má s elevad elev adoo de este p e río rí o d o , ya esta es taba ba d a n do el paso que inevitablemente tendría que conducirlo hacia abajo. Por lo demás, me parece que trastoca completamente la realidad E l ca caso Wag Wag de los hechos cuando, más tarde, en su injusto librito El ner, afirma: «Mi experiencia más grande fue una curación. Wag ner pertenece, sencillamente, a mis enfermedades.» (Prólogo ) . 110 Y es que su desarrollo se dirigía ya hacia la enfermedad mucho antes antes de su rup tura con Wagner Wagner,, y hasta podríamos a firmar firma r con respecto a su período wagneriano que, en cierto sentido, perte nece a una de sus épocas pasadas de mayor salud. Sin embargo, no debe desestimarse aquello que hay de verdadero en su afirma ción: ción: que, ciertamente, Nietzsche Nietzsche aún no había alcanza alcanzado do en ton to n ces el punto más alto de su evolución, y ello a pesar de todo lo feliz que pudiera haber sido y lo sano que pudiera haber estado en aquellos años. Solo podría haber conservado semejante salud a costa de la grandeza. A fin de poder transformarse de discípulo en maes tro, primero tuvo que retornar a su interior; interior; pero pero como com o su natu na tu raleza anhelaba esa profesión de discípulo en sentido religioso, solo le quedó la posibilidad de asociar en sí mismo al discípulo y al maestro, ya fuera para sufrir con ello, ya fuera para perecer a consecuencia de la fusión patológica de ambos. Para este cami
E l cas caso o Wagn Wagner, er, Prólogo, p. 12. n o . Véase KSA, 6: El
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no suyo hacia la grandeza son adecuadas las palabras de Zaratustra: «Cumbre y abismo, ahora ahor a eso eso se se funde fun de en una u na sola cosa .»111 Este distanciamiento distanciam iento de Nietzsche respecto respecto de Wagner se se ha interpretado de las maneras más diversas; se ha intentado aclarar desde desde fundam fu ndamentos entos puramente puram ente idea ideale less — irres irresist istibl iblee instinto de ver ver dad— , y también tamb ién desde desde motivos motivos humanos humano s demasiado demasiado humanos. hum anos. En realidad, ambas direcciones se cruzan de manera análoga, como ya sucediera en el caso caso de la prim era de las transformacione transform acioness de Nietz Ni etzsch sche, e, la de su dist di stan anci ciam amie ient ntoo de la fe. Preci Pr ecisam samen ente, te, la cir ci r cunstancia de haber habe r hallado plena satisf satisfacció acción, n, paz del alma y una un a patr pa tria ia espir es piritu itual, al, que qu e la visión vis ión del m u n d o de W agne ag nerr le pare p arecie ciera ra tan tersa y suave como una «piel sana», lo irritaba hasta tener que despe despellej llejars arse; e; tal circunstancia circu nstancia provocaba que esa «do «dosi siss suprema supre ma de felicidad» le pareciese «una desgracia», que se sintiese «herido por su feli felicid cidad» ad».. Así, Así, al nacim iento de esta libertad en la orientación orientac ión de su espíritu puede aplicarse en general lo expuesto en su «Conje tura sobre sobre la génes génesis is de la libertad del espírit espíritu» u» (H H I, § 232), 232 ), sur su r gido a partir de un exceso de sentimientos de felicidad en el contexto de una concepción del del mun m undo do ya dada: dada: «Del «Del mismo modo mo do que los glaciares aumentan cuando en las zonas ecuatoriales el sol brilla sobre los mares con mayor ma yor incandes inca ndescenc cencia ia que q ue antes, así tam ta m bién, bié n, sin d uda, ud a, u n a liber lib erta tadd de espí es pírit rituu m uy fuer fu erte te y que q ue tien ti ende de a expandirse a su alrededor puede atestiguar que, en alguna parte, el ardor del sentimiento ha aumentad aum entadoo de forma extraor extraordina dinaria ria.» .» Solo en la mortificación deseada y buscada de manera voluntaria volu ntaria creció en su espíritu la dura coraza coraza dispuesta para la
111. Véase KSA, 4: ZA, ZA , «El «El camina cam inante» nte»,, p. 194.
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lucha con la que luego luego se se armaría con objeto de entablar entab lar comb co mba a te contra sus antiguos ideales. Ciertamente experimentó un sen timiento de liberación con la renuncia a lo bello y lo edificante, liberándose liberándose así así de una última ú ltima dependencia; no obstante, obstante , esta cla cla se de autoliberación supuso también un acto de renuncia; Nie N ietz tzsc sche he lo pade pa deci cióó tal ta l c o m o se pade pa dece ce a causa ca usa de las heri he rida das, s, aunque haya sido uno mismo quien se las haya infligido. La ruptura rup tura fue completa — y, para Wagner, Wagner, inesperada— cuando este, con su poema sinfónico Parsifal, abrazó tendencias catolizantes, mientras que el desarrollo espiritual de Nietzsche, en virtud de un giro repentino, se había inclinado hacia la filosofía posit po sitivi ivista sta de los ingleses y franceses fran ceses.. La sepa se para raci ción ón de Nietz Ni etzsc sche he con respecto respecto a Wagner no solo solo significó significó una u na rup r uptur turaa de los espíri espíri tus, sino que, a la vez, quebró una relación en la que ambos habían estado tan cercanos como solo pueden estarlo un padre y un hijo o dos hermanos. Olvidarlo del todo, resignarse por entero, ningu no de los dos p udo ud o hacerlo. hacerlo. Todavía en el otoño oto ño de 1882 18 82,1 ,1112 medio med io año antes de la muerte de Wagner, durante los festivales de Bay reuth, se intentó mencionar menc ionar el el nombre nom bre de Nietzsche en presen presenci ciaa del maestro. Por entonces, aquel se hospedaba en las cercanías, en el pueblecito turingio de Tautenburg, en Dornburg, y su vieja ami ga, ga, la señorita Von Meysenbug, opinab a — aunq au nque ue sin sin razón— que, en caso de salir bien, sería posible convencer a Nietzsche de que se acercase a Bayreuth a fin de reconciliarse con Wagner. Pero Pero el intento inten to fraca fracasó só;; Wagner abando aba ndonó nó la habitaci hab itación ón encolerizad encolerizadoo y prohibió que jamás jamás volv volvier ieraa a mencionarse mencionarse aquel nom bre en su
Parsifal se estrenó el 26 de julio de 1882. Elisabeth Nietzsche y Lo 112. Louu Andreas-Salomé asistieron asistieron a la segunda representación, el día 28 2 8 de julio.
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pres pr esen enci cia. a. D e la m ism is m a époc ép ocaa m ás o m e n o s p roce ro cede de la c arta ar ta de Nie N ietz tzsc sche he que qu e rep re p rod ro d u c im o s a c o n tin ti n u a c ió n 113 y en la que deja bien bi en clara clar a su posi po sici ción ón con co n respec res pecto to a la r u p tur tu r a con co n Wagner Wa gner:: Pues bien, querida amiga, hasta ahora todo va bien, y nos nos veremos otra vez del sábado en ocho días. ¿Acaso no ha llegado a sus manos mi última carta? Le escribí a usted el domingo, hace catorce días. Me apenaría; en ella le describía un momento muy feliz: me llegaron muchas cosas buenas a la vez vez,, y la «mej «mejor or»» de todas esas esas cos cosas as fue su carta de asentimiento. ' He pensado mucho en usted y, mentalmente, he compar tido con usted muchas cosas sublimes, tranquilizadoras y serenas, de manera que es como si hubiese estado viviendo estrechamen te con mi venerada amiga. ¡Si supiera qué nuevo y extraño le pare ce todo esto a un viejo ermitaño como yo! ¡Con cuánta frecuencia he tenido que reírme de mí mismo! En lo que respecta a Bayreuth, estoy satisfecho de no haber tenido que estar allí; y, sin embargo, si hubiera podido estar como un espíritu en compañía de usted, musitando esto o aque llo en su oído, hasta la música de Parsifal me habría parecido soportable (en cualquier otro caso me resulta insoportable). Me gustaría que antes de nada leyese usted mi pequeño escrito Rich Richar ard d Wagner en Bayreu reuth, th, seguro que el amigo Rée lo tie ne. He vivido tanto en relación con ese hombre y su arte... fue sobre todo una larga pa pasió sión, no encuentro otra palabra mejor para expre sarlo. La renuncia necesaria, aquel necesario reencuentro conmi
113. Se trata tra ta de una un a carta de Nietzsche Nietzs che dirigida a Lou Salomé, que se halla halla ba en Stib St ibbe be,, fech fe chad adaa el 16 de juli ju lioo de 1882 18 82 en T a u ten te n b u rg . Véase Véa se F rie ri e d ik li Nietzsche Nietz sche:: KGB, KGB , III, III , I, p. 228. 228 .
14.5
go mismo, se cuenta entre los más duros y más melancólicos de mi destino. Las últimas palabras que me escribió Wagner se hallan en un bello ejemplar dedicado de Parsifak «A mi caro caro amigo Friedrich Nie Nietz tzsc sche he.. Richard Richard Wagner, Consejer jero ec ecles lesiás iástic tico superior ior.» Justo al mismo tiempo recibió él, enviado por mí, mi libro Huma Humano no,, dem demasiado humano... y, con ello, ¡todo quedó claro, y a la vez fue el final! Con cuánta frecuencia he experimentado ya en tantas cosas precisamente esto. «¡Todo claro y, a la vez, el final!» Pero qué feliz soy, mi querida amiga Lou, de que ahora me sea lícito pensar en nosotros dos: «¡Todo al comienzo y, sin embargo, todo clard » ¡Confíe en mí! ¡Confiemos en nosotros! Con mis mejores deseos para su viaje. Su amigo, Friedrich Nietzsche. Tautenburg, en Dornburg (Turingia). Cuando leo este breve relato, veo al propio Nietzsche delan te de mí; y recuerdo cómo después de un viaje en común desde Italia,114 al llegar a Suiza, visitamos juntos la heredad de Triebschen, en Lucerna, el lugar donde vivió con Wagner épocas inol vidab vidables les.. M ucho, m ucho uch o tiempo tiem po permaneció perman eció sentado en silen silenci cio, o, a la orilla del lago, absorto en graves recuerdos; luego, garaba teando teand o con el bastón en la arena, arena, habló con voz queda de aquellos aquellos tiempos pasados y, al alzar la mirada, lloraba. Los sufrimientos físicos más intensos de Nietzsche coinci dieron precisamente con su desligamiento desligamiento interior y exterior exterior tanto
114. Nietzsche visitó a Lou Andreas-Salomé y Paul Rée del 13 al 16 de mayo de 1882, en Lucerna. De aquellas fechas data la excursión aTriebschen. El viaje en común desde Italia se refiere al regreso a Suiza, poco después de que Nietzsche y L. A. Salomé se hubieran hub ieran conocido.
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del wagnerismo como de la filosofía de Schopenhauer. Por aque lla lla época vi viví víaa acosad acosadoo de manera man era perm p ermanen anente te por ataques ataques y dolo res, tanto físicos como psíquicos, que lo acercaban al borde mismo «de la muerte del cuerpo y del alma». Su enfermedad se manifestó en los los años años de mayor productividad, produ ctividad, de ocupación extenuante y excesiva con investigaciones científicas, problemas filosóficos, con los los movimientos movimien tos intelectuale intelectualess contemporáneos, contempo ráneos, con el arte de Wagner y con la música propiamente dicha. Sin duda, no es casual que también el último y fatídico ataque de su enfermedad encefálica, al final de los años ochenta, sucediese a un período de increíble pro p rodd ucti uc tivi vida dadd y excitac ex citación ión intele int electu ctual. al. C u a n d o se sentía sen tía más sano y más fuerte, dueño de todas sus energías vitales, es que estaba a pun pu n to de caer enfermo; mientras mientra s que los los períodos período s en que, de mane m anera ra involuntaria, se veía obligado al ocio y a la tranquilidad, le aporta ban ba n de nuev nu evoo descanso desca nso y retra ret rasa saba bann la catástro catá strofe fe u n poco po co más. Este escenario refleja de manera puramente física algo de esos rasgos patológicos tan singulares del «exceso de felicidad» carac terísticos de su vida intelectual, la cual acostumbraba a desembocar torrencialmente torrencialm ente en la enfermedad enferme dad una u na vez vez que alcanzaba alcanzaba su punto pun to más alto. De dichos rasgos provenía, por lo demás, que luchase con toda la tenacidad de sus fuerzas para volver a alcanzar la salud. Mientras aún podía dominar los dolores y sentirse en plena po p o sesi se sióó n de su c a p acid ac idad ad de tra tr a b a jo, jo , ni siq si q uie ui e ra el s u frim fr im ien ie n to pu p u d o adue ad ueña ñarse rse de su resistencia resiste ncia vital v ital ni de su afán p o r afirm afi rmars arse. e. Todavía el 1 2 de mayo de 1878, escribía en un tono animado y tranquilo, en una carta desde Basilea: «La salud, vacilante y peli grosa, pero... casi he estado a punto de decir “¡Qué me importa a mí la salud!”» Pero después, el 23 de abril de 1879, siguió la alusión a su predecib pred ecible le y necesaria neces aria retir re tirad adaa de la cátedra cá tedra:: «M i estado es un tor 145 145
mentó animal y la antesala del infierno; no lo puedo negar. Probablemente acabará con mi actividad académica, quizá con cual posib lement entee con... etcétera.» Y luego, el quier tipo de actividad, actividad, posiblem amargo lamento: «AI parecer, ya no hay nada que ayude, los dolo res son extraordinarios. (...) Y siempre la misma consigna: “¡Sopor ta! ¡Renuncia!” ¡Ay! ¡Ya estoy harto de paciencia! ¡Necesito paci pa cien enci ciaa par p araa tan ta n ta paciencia!» Finalmente, en un tono de callada resignación, una carta desde Ginebra, fechada el 15 de mayo de 1879: «No me encuentro bien, pero yo soy un viejo y rutinario soportadolores y aún seguiré cargando con mi fardo durante algún tiempo (aunque no por mucho más, ¡eso espero!).» Poco Poco después abando aban donó nó su cátedra y la soledad lo cercó para siempre. siempre. La renuncia renun cia a su actividad docente docen te le resultó resultó m uy dura; du ra; en el fondo, se trataba también de la renuncia a toda actividad cient cie ntífic íficaa seve severa. ra. La cabeza cabeza y los los ojos — se conside con sideraba raba a sí m is mo «un enfermo que ahora es, además, siete octavos ciego, que ya no puede leer si no es con grandes dolores y apenas solo durante un cuarto de hora» (carta a Rée )— 115 le impedían dedicarse a la construcción cuantitativa de sus pensamientos mediante estudios más extensos. La cantidad de lecciones impartidas en la Univer sidad y el Pädagogium de Basilea testimonia la diversidad y la amplitud de sus investigaciones . 116
115. En una carta remitida desde Saint Mo Moritz ritz y fechada a mediados d e sep sep tiembre de 1879. KGB, II, 5, p. 440. 116. Algunas de estas lecciones lecciones de la época de Basil Basilea ea han sido traducid trad ucidas as al castellano: E l culto griego a los los dios dioses es.. Edición y traducción de Diego Sánchez Meca. Madrid, Aldebarán, 1999. Lafilos La filosofia ofia en la épo época ca trágic trágica a de lo los grie grieg gos. Traduc ción, prólogo y notas de Luis Fernando Moreno Claros. Madrid, Valdemar, 1999.
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Por lo demás, en aquella época, Nietzsche se circunscribía todavía al estudio del mundo helénico mientras que, filosófica mente, permanecía cautivo por las ligaduras de un determinado sistema filosófico. Su liberación posterior del peso de aquel sis tema habría influido muy favorablemente en su actividad de no haber existido aquel nefasto estado de salud. El cuadro cultural de la vida griega, del que entonces, con los ojos del metafísico, él creía desentrañar los rasgos fundamentales de la imagen del mundo y de la vida humana, hubiera podido ampliarse gradualmente con el proseguir de la actividad científica hasta obtener un cuadro completo de la comprensión del mundo. Teniendo en cuenta la genialidad de su sutil sensibilidad, así como su capacidad artísti ca para recrear recrear imágenes imágenes,, podríam pod ríamos os decir que Nietzsche se halla ba p red re d esti es tinn a d o para pa ra realiz rea lizar ar gran gr ande dess apo ap o rtac rt acio ionn es en el cam ca m po de la historia de la filosofía. Con ello, su impulso de producción habría quedado a salvo de la excesiva tendencia a perderse en lo subjetivo; ¿acaso no había experimentado él mismo en varias oca siones que, cuanto más alada, impetuosa y apasionada es la espe cie de los pensamientos más vasta y severa debe ser la materia a la que se vinculan, la que debe dominarlos? Esta es la razón de que hasta el final encontremos encontrem os una un a y otra vez en sus obras obras renovados renovados e infructuosos esfuerzos de expandirse hacia fuera, así como de fundamentar de manera científica su pensamiento; hay en ello algo de ese aletear en vano de un águila cautiva. Se vio obligado po p o r su esta es tadd o de salud sal ud a tom to m a rse rs e a sí mismo como la materia de sus sus pensamientos, pensamientos, a poner su propio yo como fun dam ento de su su imagen del mundo y a tejer esta desde su propia interioridad. Quizá, en otro caso, no hubiera producido algo tan par ticular y, por eso, tan único. Y, sin embargo, no podemos dirigir la mirada hacia ese punto de inflexión en el destino de Nietzsche, 147
hacia esa inquietante coacción a la soledad y al enclaustramiento enclaustram iento sin sentir el más profundo pesar; tampoco podemos sustraernos al senti miento de que que dejó dejó pasar pasa r una grandeza que le estaba destinada. Llegado este punto, a Nietzsche lo asediará la noche. Los ideales que tuvo, su salud, su capacidad de trabajo, su círculo de influencia... todo lo que había conferido a su vida luz, brillo y calor fue desvaneciéndose para él. Quedó como sepultado bajo las las ruinas de de un inmenso desmoronam desm oronamiento. iento. Entonces comenza E l cam ca m inan in ante te y su sombra , § 191). ron sus «tiempos oscuros» ( E Los escritos que siguieron no brotaron ya, como los ante riore riores, s, de un a abunda ab undancia ncia acumulada acum ulada y dispuesta dispuesta en su interior interior,, ni fueron elaborados con vistas a una meta que él se creyó capaz de alcanzar; más bien narran cómo tantea, inmerso en su noche, y cómo a duras penas prosigue hacia delante; son los pasos ator mentados, luchadores y, finalmente, victoriosos en dirección a una un a meta me ta oscur oscura. a. «Al proseguir mi camin c aminoo a sol solas as — confesará confesará mucho m uchoss años más tarde (Prefacio a HH II ),117 refiriéndos refiriéndosee a esta esta época época— — tem blaba; bla ba; no m u c h o despu des pués és caí enfe en ferm rmoo , m u c h o más má s q u e enfe en ferm rmo, o, cansado de la insoportable desilusión que a nosotros, hombres modernos, nos quedaba con respecto a todo...» Pero no lo vemos lamentarse mientras lucha por abrirse paso entre las ruinas; y con razón consideró a esto el encanto de aquellos escritos: «Que aquí habla un sufridor y un renunciador como si no fuera fuera un sufridor sufridor y un renunciador.» (Ibídem ) . 118
117. Véase Véase KSA KSA,, 2: H H , I y II, II, § 3 del Prefac Prefacio io a la segunda segu nda parte, p. 372. 37 2. 118. Ibídem, Ibídem , § 5, p. 374.
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Una Un a y otra vez se transform a en alguien que crea crea de nuevo, en alguien que descubre de nuevo. Se interna aún más profunda mente bajo el mundo de ruinas, excava y mina incluso sus últimos fundamentos mientras con sus ojos, acostumbrados a la oscuridad, escruta en busca de tesoros y demás secretos del subsuelo. Un segundo segundo Trofonio Tro fonio119 que, con astucia, entra y sale escurriéndose y que, además, sabe extraer desde las profundidades conclusiones sobre el mundo de arriba e interpretar sus enigmas. Así es como lo vemos: como «un subterráneo en acción, alguien que perfora, excava y mina (...) que avanza lentamente, con serenidad, con sua ve inflexibilidad, sin que traicione demasiado la carencia que toda priva pr ivació ciónn prol pr olon ongg ada ad a de aire y de luz lleva consigo». (Prefacio a la nueva edición de Aurora) . 120 A este respect respectoo viene aquella preg un un ta confiada con la que él mismo tornó la mirada hacia esos años y que hemos de responder observando su lejana historia evolutiva: «¿Acaso no parece que (...) quizá él mismo desee poseer su propia y prolongada prolong ada oscuridad, su incomprensibilidad, inco mprensibilidad, su secre secreto, to, su enig
119. Trofonio: en la mitología mitolo gía griega, griega, el el hijo de Epicaste Epicaste y Apolo; jun to con Cerción y Agamedes, fue un arquitecto famoso de oráculos y subterráneos en la época arcaica de Grecia. Así, destacan entre sus obras: la cámara nupcial de Alemena, el templo de Apolo Apolo en Delfos, Delfos, el templo temp lo de Poseidón Po seidón en Arcadia Arcadia y una cáma ra del tesoro para el rey Hirieo, en Beocia. Con respecto a esta última obra, cuenta la leyenda que Agamedes y Trofonio habían dispuesto con habilidad una de sus piedras pied ras para pa ra pod po d er entr en trar ar y salir de la cám c ámara ara sin ser vistos. Por allí ent e ntra raba bann todas toda s las noches a robar. El rey lo notó y encargó a Dédalo que construyese una trampa para pa ra cazar caz ar a los ladro lad rone nes. s. Trofo Tro foni nioo le cortó co rtó la cabeza ca beza a Agame Ag amedes des a f i n de que qu e no lo delatase. Por su crimen, se abrió la tierra bajo sus pies y esta se lo tragó. De ahí que habite en el subsuelo. Trofonio acabó por tener también su propio oráculo en el bosque de Lebadea. 120. Véase KSA, 3, Prólogo, p. 11.
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ma, porque sabe lo que también tendrá: su propia mafiaina, su pro pia p ia rede re denc nció ión, n, su p ropi ro piaa aurora?» (Ibíde (Ib ídem m ). Mi querida amiga: ¡Ahora el cielo está claro por encima de mí! Ayer a medio día me parecía que fuera mi cumpleaños: usted envió su consen timiento, el mayor regalo que alguien hubiese podido hacerme ahora... Mi hermana mandó cerezas, Taubner envió los primeros tres pliegos de galeradas de La gaya gaya ciencia, y, por si fuera poco, la ultimísima parte del manuscrito está terminada definitivamente y, con ella, la obra de seis años (1876-1882), ¡todo mi «espíritu libre»! ¡Oh, qué años! ¡Qué torturas de todo tipo! ¡Qué soledades y qué hastío vital! Y, contra todo eso, como si dijéramos, contra vida y muerte, me procuré yo esta medicina mía, estos pensa mientos míos con sus pequeñas, pequeñas franjas de cielo despe jado encima; ¡oh, querida amiga! Cada vez que pienso en todo eso me conmuevo y enternezco e ignoro cómo pude conseguirlo: com pasión pasión por mí mismo y un sentimiento de victori victoriaa me embargan embargan por entero. Pues Pues se trata de una victoria, y absoluta; e incluso he recuperado la salud de mi cuerpo, no sé de dónde, y todo el mun do me dice que parezco más joven que nunca. ¡El cielo me guar de de necedades! Pero, a partir de ahora, en lo que usted me aconseje, estaré bien aconsejado aconsejado y no tengo t engo ya nada que temer. En lo que al invierno se refiere, he pensado seriamente y de manera definitiva en Viena. Los planes para el invierno de mi hermana son por completo independientes de los míos, por lo que no hay en ello pensamiento oculto alguno. El sur de Euro pa me me lo he quitado de de la cab cabeza. za. No deseo eseo estar estar más más a solas las, sino sino que otra vez quiero aprender a ser persona. ¡Ay, en lo que a esta materia se refiere, debo aprenderlo aún casi todo! ¡Acepte mi agradecimiento, querida amiga! Todo saldrá bien, como usted misma ha dicho. 150 150
Salude de todo corazón a nuestro amigo Rée. Enteramente suyo, E N. Tautenburg, en Dornburg. Turingia.121 Con semejantes sentimientos de compasión y de admira ción hacia sí sí mismo, Nietzsche volvía volvía la mirada mirad a hacia el período de su vida que ahora nos ocupa. Vemos de entrada que lo más característico son las luchas y las heridas que tuvo que sufrir has ta apropiarse de una nueva concepción del mundo; de la pro funda enfermedad que ello le produjo es de donde extrajo su nueva salud. Su originalidad tuvo que expresarse mucho menos en las ideas y teorías que por aquel entonces estaban gestándose que en la energía necesaria para desembarazarse del viejo viejo ideal, a fin de poder concebirlas. No llegó, pues, como la mayoría, a la conciencia conciencia de una un a au tonom ía mayor y a una actividad actividad anímica anímica tan original a través de una evolución espiritual que nos parece fría e indiferente con respecto a los pensamientos inmaduros ya lejanos. Sino todo lo contrario, solo llegó merced a una rebelión violenta contra lo pasado, en la que los motivos intelectuales cons tituyeron más un elemento secundario que decisivo. He aquí por qué vemos siempre que, al principio, Nietzsche acepta los nue vos vos pensamientos pensam ientos tal como los los encuentra, con cierta falta falta de de auto au to nomía; al comienzo los acoge de manera acrítica. Y es que, entreta en tretanto nto,, toda su fuerza fuerza es es reclamada reclamada por p or las vive vivenci ncias as más ínti ín ti mas, y las nuevas teorías, en cuanto tales, construyen tan solo una ocasional «filosofía de fachada »122 — por utili utilizar zar una u na expresi expresión ón
121. Nietzsche Nietzsc he escribió escribió la misiva a Lou el 3 de julio de 1882. KGB, III, I, 216. 122. Hintergrundphilosophie. Hintergrundphil osophie. Véase KSA, 5: MM, § 289 (final), p. 234.
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m uy querida por po r Nietzsche— Nietzsche— ; mientras en el trasfondo oculto es es donde acontece el proceso verdaderamente decisivo. Cuanto con más firmeza va creciendo junto a los antiguos, mayor y más violenta se torna la exigencia de un desarraigo del pro p ropi pioo suelo espir es piritu itual al y más má s p r o fun fu n d o es, es, asim as imism ismo, o, el signi sig nific fica a do de la transformación. De manera mane ra que podríamos podríam os deci decir, en cier cier to sentido, que justo en la aparente falta de autonomía interna con la que Nietzsche se entrega ocasionalmente a una manera extraña de pensar se oculta una fuerza de heroica autonomía. Mientras que las ideas más queridas lo seducen, se entrega sin resistencia a círculos de pensamiento frente a los que se siente to davía un extraño, y hasta secretamente, un enemigo, si bien alber gando gand o esta estass bellas bellas palabras en el corazón: corazón: «Una victoria o una u na plaza tomada no son algo que te incumba a ti, sino a la verdad, ¡pero tampoco tu derrota es algo que te incumba!» (AU, § 370, «En qué medida el pensador ama a su enemigo»). No N o hay ha y que qu e perd pe rder er esto de vista vis ta si que q uere rem m os ser justo ju stoss con co n el brusco cambio de opinión de Nietzsche y comprender el origen de su primera obra positivista, esa obra que brotó de su espíritu de forma tan sorprendente e inesperada. Precisamente, en 1876’23 aparecía la última de las Considera Consideracione cioness intempestivas, intempestivas , el pequeño libro, escrito con desbordante entusiasmo, Richard Rich ard Wagne Wagnerr en Bay reuth; y, ya en el invierno de 1876-1877, surgía la primera de sus colecciones de aforismos: Hum Hu m ano, an o, demasiado humano. huma no. «Un libro para pa ra espír es píritu ituss libres.» (Con (C onsa sagr grad adaa a la m em o ria ri a de Voltair Vo ltairee para pa ra conmemorar el centenario de su muerte, el 30 de mayo de 1778.)
123. La obra ob ra apareció el 10 de julio de 1876.
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La obra incluía un apéndice: «Opiniones y sentencias varias.»124 (Editorial (Editorial de Ernst Schmeitzner, Schmeitzner, Chem Ch emnitz, nitz, 1878.) 1878.) Acerca Acerca de nin nin gún otro libro cabría decir con mayor justicia lo que el propio Nie N ietz tzsc sche he escri es cribió bió sobre so bre las obra ob rass de este perí pe ríoo do: do : «Mis escritos escr itos hablan únicamente de mis superaciones, yo estoy en ellos con todo lo que me ha sido hostil. (...) Solitario a partir de entonces (...), fa vo r de todo lo que me afligía y ape tomé partido contra mí y a favo naba.» (Prefacio a la nueva edición de HH II, VIII ).125 Esta obra vuelve vuelve a reflejar reflejar con tanta claridad el el estado estado de su espíritu en aque lla época que es como si contuviera dos partes o dos perspectivas bie b ienn dife di fere renc ncia iadd as la u n a de la otra ot ra:: p o r u n lad la d o, h alla al lam m o s al Nietz Ni etzsc sche he positivis pos itivista, ta, que qu e a ú n n o m uest ue stra ra su a u ton to n o m ía y que qu e en sus nuevas teorías recién adoptadas todavía no nos ofrece casi nada pro p ropp io, io , sino sin o que qu e tan ta n solo nos no s o rie ri e n ta sobre sob re cuál cu ál es el luga lu garr en el que ahora se halla, de qué nueva «piel» se ha dejado cubrir casi con pasividad; por po r otro o tro lado, hallamos hallam os al Nietzsche que soport sop ortaa y lucha, que se deshace decidido de los viejos ideales y que, en tal lu cha, nos muestra m uestra la plenitu ple nitudd de la más original original de las las vidas vidas espiri espiri tuales a través del ardor con que ataca a su viejo yo y se hiere a sí mismo. Desde aquí aq uí se se aclaran aclaran también tam bién la pasión y el el ensañamiento ensañam iento de los ataques con que arremete contra con tra Wagner y las idea ideass wagneriawagnerianas. Nadie es menos capaz de aplicar la justicia con tranquilidad
124. El apéndice «Opiniones y sentencias sentencias var varia ias» s» fue publicado publicad o en 1879. En la nueva edición de 1886, el mencionado apéndice constituía junto a «El cami nante y su sombr sombra» a» — citado citado por po r L. A. Salomé a menudo menud o de manera independiente, como si de un único libro se tratara— el segundo tomo de Hum H um an o, dem asia do humano.
125. Véase KSA, KSA, 2: H H , I y II, § 1 y § 3 del del Prefacio Prefacio a la segunda segun da parte, pp. 369 36 9 y 373. 373 .
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y ponderación ponderac ión que qu e quien acaba acaba de mudar mud ar las las propias propias opiniones; y ello, no en virtud de puros motivos intelectuales, sino desde la pro fundidad del elemento «humano, demasiado humano» que se halla en su propia naturaleza. Ningún pensamiento arrojamos más lejos de nosotros ni con más rabia que aquel del que acabamos de sepa rarnos después de un doloroso conflicto, y frente al que nos encon tramos, todavía malheridos y temblando, cubiertos de heridas secretas que nuestro orgullo esconde: hay en todo ello un odio que es como el eco de un amor inolvidable. Harto característico de la rapidez y la profundidad de la transformación de Nietzsche fue que, también esta vez, tuvo aque lla su punto de partida en una relación relación personal. personal . Lo mismo que en la lucha contra el viejo ideal de conocimiento, el aguijón más amargo fue la ruptura de una amistad; también en esta ocasión, Nie N ietz tzsc sche he e ncar nc arnó nó en u n a pers pe rsoo nali na lidd ad el nuev nu evoo tipo ti po de con co n o c i miento. C uanto ua nto más dolorosa era era la soledad soledad a la que lo remitía la la rupt ru ptur uraa de la la amistad, más se se estrechaba estrechaba la la relación de Nietzsche con Paul Rée, pues «para un solitario como yo es “el amigo” un pe p e n sam sa m ien ie n to m u c h o más prec pr ecio ioso so que qu e p a ra estos esto s o tros tr os que qu e son so n tan múltiples»;126 así le escribió a Rée en una ocasión (31 de octu bre br e de 1880 18 80,, desde de sde Italia). Ital ia). Si la relación con Richard Wagner se caracterizaba por la exclusividad con que Nietzsche se dedicaba a aquel y lo admira ba, esto es, es, por po r su discipulato, su relación de amistad con Rée con formaba más bien una camaradería espiritua espiritual; l; ni siquiera impedida imped ida po p o r el hech he choo de que qu e los amig am igos os residi res idiese esenn lejos el u n o del o tro tr o y
126. 126. Nietzsche juega aquí con los los térm inos alemanes «solitario» y «múltiple» o de «muchos».
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einsam y vielsam:
que Rée solo pudiese abandonar ocasionalmente su morada en Prusia occidental para encontrarse con Nietzsche en diversos luga res. Ya el 19 de noviembre de 1877 Nietzsche se quejaba desde Basilea, donde aún vivía entre compañeros de ideas, de esa dis tancia que, a consecuencia de una enfermedad de Rée, lo mante nía alejado del amigo desde hacía mucho tiempo: «Ojalá que pronto pueda oír, mi querido amigo, que los malignos espíritus de la enfermedad le han abandonado por ente ro: ahora, no me queda nada más que desear para su nuevo año de vida sino que siga siendo usted como es y que sea para m í el mismo que fue este último año. (...) Debo decirle, además, que nunca en mi vida disfruté tanto de la amistad como con usted en este año, y eso sin hablar siquiera de la cantidad de cosas que de usted he aprendido. Cuando oigo algo acerca de sus estudios, se me hace la boca agua, por el deseo de su compañía; nosotros dos estamos estamos hechos para entendernos bien; bien; creo que constantem ente nos encontram os a medio camino, como dos buenos vecin vecinos os a los los que siempre se les ocurriera en el mismo momento la idea de visi tarse y que se encontrasen uno con el otro justo en los límites de sus respectivas propiedades. Quizá dependa un poco más de usted que de mí m í la superación de la gran distancia espacia espaciall que nos sepa ra... ¿Me permite que en lo que a esto se refiere albergue espe ranzas para el próximo año? Yo mismo me siento bastante miserable miserable y debilitado como co mo para no atreverme a rogarle rogarle al al mejor amigo que existe existe — incluso cuan do el ruego sea sea un poco indis ind is creto— que tengamos una buena conversación entre nosotros sobre asuntos humanos, una conversación personal y no epistolar, par p araa la que qu e cada ca da vez me m e sient sie ntoo más inepto.» inep to.» Cuanto más lo obligaban sus sufrimientos a recluirse en la soledad, cuanto más ermitaño y más alejado de todas las perso155 155
ñas tenía que vivir a fin de que su enfermedad se le hiciera sopor table, más anhelaba Nietzsche al amigo que debería convertir su soledad en una «dualidad »:127 «Una decena de veces al día deseo estar a su lado, con usted.» (Carta desde Basilea, 14 de diciembre de 1878.) «En espíritu, anudo siempre mi futuro al suyo.» (Desde Ginebra, mayo de 1879.) «He tenido que renunciar a muchos deseos ju n to a usted... ¡mi “jardín de Epicuro”!» pero pe ro n u n c a a ese de vivir ju (Desde (Desde Naum burg, burg , el último día de de octubre de 1879 1879.) .) Loss violentos dolores y ataques Lo ataques que padecía Nietzsche des pert pe rtar aroo n en él pen p ensam samie ient ntos os de m u erte er te que qu e confe co nfería ríann a cada cad a reen ree n cuentro con el amigo un profundo significado. «¡Cuánta felicidad me ha deparado usted, mi querido, mi muy queridísimo ami go!», exclamó Nietzsche después de uno de esos encuentros. «Así pues, pue s, he vuel vu elto to a verlo o tra tr a vez y lo he enco en conn trad tr adoo igual al recu r ecuer er do que guardaba de usted en mi corazón; esos seis días fueron como un delicioso delirio continuo. Le confesaré que no confío ya en que q ue podam po damos os volver volver a vernos, vernos, la conm co nmoció ociónn de mi salud es es demasiado profunda, el tormento, demasiado persistente; ¡de qué me sirven tanta superación y tanta paciencia! Sí, en los tiempos de Sorrento cabía aún la esperanza, pero eso ya pasó. De ahí que me sienta tan afortunado de haberle tenido, ¡mi querido amigo del alma!» En estos años, los dos amigos llegaron a compartir opinio nes muy similares, puesto que también sus estudios tenían cada vez más cosas en común. Muy a menudo, Rée le conseguía a Nietz Ni etzsch schee los libr l ibros os que qu e este necesita nec esitaba, ba, leía en e n voz v oz alta a lta al enfer en fermo mo
Eins amkeit, eit, «soledad» de «uno», y Zw Z w ei ei 127. O tro juego de palabras palabras entre Einsamk «dualidad», «soledad «soledad comp co mpartid artidaa por p or dos». dos». samkeit , «dualidad»,
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que padecía de la vista vista y vivía con él en constante co nstante trato e intercam intercam bio bi o de pens pe nsam amie ienn tos, to s, ya fuer fu eraa de m aner an eraa epis ep isto tola larr o perso pe rsona nal.l. «Mi querido amigo —escribía Nietzsche después de una separación separación bastante bastante prolongada— prolong ada— , me he preparado mucho mu cho para cuando cuan do podam p odam os estar estar jun tos — en cas casoo de que aún pueda pued a yo vivir tal dicha— . También Tam bién hay dispuesta un a caja caja de libros libros para ese instante, \Réealia se titula! Contiene cosas muy buenas, que le alegrarán. ¿Podría enviarme un libro instructivo? Si es posible, que provenga de Inglaterra , 128 pero traducido al alemán e impre so con letra bien grande. Vivo sin un solo libro, dada mi condi ción de “ciego.en siete octavos'’, pero con gusto tomaré de su mano el fruto prohibido. ¡Viva la conciencia, puesto que ha de tener su historia y mi amigo se convertirá en historiador gracias a ella! ¡Suerte y salud en su camino! De todo corazón, su Friedrich Niet N ietzsc zsche. he.»» Así escribía al amigo una y otra vez en distintas variacio nes: «Para todo lo bueno que usted hace o que piense hacer, tam bié b iénn para pa ra m í estará esta rá servi ser vida da la mesa, mesa , pues pu es m i apet ap etititoo de Réealismo Réealismo es muy vivo, ya lo sabe .»129
128. Por aquel aquel entonces, Nietzsche vivía vivía embelesado de admiración adm iración por p or los los eruditos erudito s y filósofos filósofos ingles ingleses es;; andand and andoo el tiemp tiempo, o, dicha d icha admiración adm iración se transformaría en su opuesto; en Humano, Hum ano, demasiado humano hum ano , II, § 184, los denomina aún «natu ralezas íntegras, plenas y enriquecedoras», y en una carta a Rée se refiere a los filó sofos ingleses contemporáneos con las siguientes palabras: «La única y mejor compañía filosófica que existe en la actualidad.» En coherencia con esto, lo único que Nietzsche estimaba todavía en este este período de su antiguo antig uo maestro Schopen Sch openhauer hauer era «su «su seve seve ro sentido para los hechos concretos, su buena voluntad para la claridad y la razón, que tan a menudo hacen que parezca tan inglés» (GA, § 99). (N. de la la A .) 129. C arta a Paul Paul Rée, que se se encontrab encon trabaa en Stibbe, Stibbe, fechada en Basil Basilea ea a fin a les de julio de 1878. KGB, II, 5, p. 342.
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El Réealis fue, así, sí, la forma form a originaria que para Nietzsche Réealismo mo fue, adoptó el realismo filosófico, sepultando al viejo idealismo. Nie N ietzs tzsch chee n o solo a d m iró ir ó la pri p rim m e ra y breve bre ve o b ra de Rée, p u b li li cada de manera anónima (Berlín, Cari Duncker, 1875), Consideraciones psicológicas — sentencias según el espíritu y el el estilo estilo de La Rochefoucauld— Rochefou cauld— , sino que la la sobrevaloró, sobrevaloró, tal tal como d ocu oc u menta una carta dirigida al autor que también ahora se conser va. Los autores favoritos de Rée se convirtieron también en los suyos; los aforistas franceses, La Rochefoucauld, La Bruyère, Vauvernagues, Chamfort, influyeron de manera extraordinaria en aquella época sobre el estilo y el pensamiento de Nietzsche. De los escritores filosóficos de Francia prefería, con Rée, a Pascal y a Voltaire; de los novelistas, a Stendhal y a Mérimée. Pero de importancia aún más desmedida fue para él la segunda obra de Rée: E l origen orige n de los sent se ntim imie ien n tos to s morales morale s (Chemnitz, Ernst Schmeitzner, 1877),130 que, en cierta medida, determinó durante el período siguiente la profesión de fe positivista de Nietzsche. Esta obra lo condujo hacia los positivistas ingleses, a los que Rée admiraba y a los que también Nietzsche pronto preferiría antes que a obras alemanas del mismo género. La principal fuerza de atracción que el positivismo ejercía sobre Nietzsche residía, ante todo, en la respuesta a aquella pregunta que Rée estudiaba en su libro: la cuestión acerca del origen del fenómeno moral. Para Rée da mento ntoss dicha pregu nta coincidía con aquella aquella otra sobre losfun dame de la sanción sanción de los sentimientos altruistas; sus investigaciones se dirigían principalmente contra los sistemas éticos de la metafísica
130. 130. Nietzsche Nietzsche la menciona mencio na en H H I, § 37. 158
(N. de la la A .)
tradicional. tradicional. Puesto que la ética ética de Wagner y Schope Sc hopenhau nhauer er se sus sus tentaba en el altruismo y en su valor como sentimiento metafíi sico, Nietzsche halló precisamente en el libro de Rée las armas más adecuadas para su lucha contra la visión del mundo que aca ba b a b a d e a b a n d o n ar. ar . «E «Ell orig or igee n de los s e n tim ti m ien ie n tos to s moral mo rales» es» se convirtió en el verdadero objeto de su investigación, y podríamos caracterizar brevemente su nueva obra como un intento de alcan zar plena conciencia de la nulidad de sus ideales anteriores mediante el examen de la historia de sus orígenes. Por este cami no, todo su filosofar se convierte en el análisis y la historia de los prej pr ejui uici cios os y los error err ores es hum hu m ano an o s; con co n ello, el meta me tafís físico ico se tra t rann s forma en psicólogo e historiador, afianzándose sobre el terreno de un positivismo lúcido y consecuente. Nietzsche se adhirió de manera harto rigurosa a la escuela positivista inglesa y a su cono cido m étodo étod o que reduce los los juicios juicios de valor moral y los los fenóme fenó me nos a la utilidad, la costumbre y el olvido de las motivaciones utilitaristas originarias; de ahí que sus teorías no necesiten nin guna explicación especial; bastará simplemente con indicar el lugar de donde las tomó. Compárense pasajes como este de Hum H um ano, an o, demasiado demasia do hum hu m ano an o : «La historia de (...) los sentimien tos morales se desarrolla en las siguientes fases fundamentales. En pri p rim m e r lugar, se de d e n o m ina in a buen bu enas as o malas mal as a accio ac ciones nes aisladas sin reparar para nada en sus motivos, sino únicamente en virtud de las consecuencias útiles o nocivas que arrastran consigo. Pronto, sin embargo, se olvida el origen de semejantes denominaciones y se tiende a imaginar que las acciones en sí, independientes de sus consecuencias, poseen como algo intrínseco la propiedad de ser “buenas” o “malas”.» (I, § 39). «¡Qué aspecto tan poco moral tendría el mundo sin el olvido! Un poeta podría decir que Dios ha apostado ap ostado al olvid olvidoo como com o cancerbero en el umbra l del templo 159 159
de la dignidad humana.» (I, § 92). El camino del que proviene la denominada moralidad de las acciones puede caracterizarse con estas estas palabras: «Ahora, [se aceptan] aceptan] por p or costumbre, costum bre, herencia o edu ed u cación; en su origen, porque era más útil y honroso [hacer el bien que el mal].» (II, § 26). Más aún, en E l cam c am inan in ante te y su sombra s ombra (§ 40): «“El significado del olvido en el sentimiento moral.” Las mismas acciones que la intención de la utilidad común dictó, en pri p rinn c ipio ip io,, en el seno sen o de la soci so cied edad ad orig or igin inar aria ia,, las h a n realiz re alizad adoo más tarde las generaciones posteriores por otros motivos: por temor o respeto hacia quienes las exigían y recomendaban; por costumbre, porq po rque ue se veía cóm có m o las ejecu eje cutab taban an en torn to rnoo a u no m ism is m o desde des de la niñez; por benevolencia, porque su práctica procuraba en todas part pa rtes es alegría aleg ría y rostr ro stros os de apro ap roba baci ción ón;; o p o r v anid an idad ad,, pues pu es eran era n elogiadas. Tales acciones, de las que se olvidó el motivo fundamen tal, el de la utilidad, se llaman después morales.» «El contenido de nuestra conciencia es todo lo que en los años de la infancia se exigió regularmente de nosotros sin fundamento» (§ 5 2 ), de modo que todo lo que surgió surgió en la historia historia de la Hum Hu m anida an idadd de la manera des des crita se transmite a cada individuo particular como una suma de conceptos de deber rigurosamente sancionados y condicionados po p o r la l a religión. reli gión. «L «Laa cost co stum umbr bree repres rep resent entaa las experiencias experienc ias de h o m bres anter an terio iore ress acerca acerc a de lo que, qu e, de m aner an eraa supu su pues esta ta,, sería ú til o nocivo; pero el sentimiento por po r la costumb costumbre re (moralidad) no se refiere a aquellas experiencias como tales, sino a la antigüedad, la santi dad, la indiscutibilidad de la costumbre.» (AU, § 19). De modo que la obra entera se halla impregnada de aque llo a lo que el título alude ya de manera característica: el trabajo intelectual de destrucción, la disección sin concesiones de esa «demasiada humanidad» de todo cuanto hasta el momento se denominó sagrado, eterno, sobrehumano. Para ver con qué rígi 160
da unilateralidad y exageración se vuelve aquí contra sí mismo, merece merece la pena pen a examinar exam inar la nueva posición de Nietzsche con c on res res pe p e c to a aque aq uello lloss c u a tro tr o p u n to s q u e fue fu e ron ro n o b jeto je to de u n a i n ter te r preta pr etació ciónn opue op uesta sta en su perí p eríod odoo filosófic filos óficoo precede prec edente nte:: con co n relación al significado de lo «dionisíaco», del «concepto de decadencia», de lo «intempestivo» y del «culto al genio». En lugar de Dioniso, en cuanto custodio y protector del nuevo templo de la verdad, hallamos ahora a Sócrates, tan denigrado anteriormente. «Si todo marcha bien, llegará la época en que para formarse ética y racio nalmente se preferirá recurrir a los dichos memorables de Sócra tes que a la Biblia, en la que Montaigne y Horacio serán usados como precursores y guías para comprender al sencillo genio media dor, a Sócrates. A él se remontan los caminos de los más diversos modos modo s de vida'filosófica, que en el fondo fondo son los los modos modo s de vida de los diversos temperamentos, firmemente establecidos por la razón y la costumbre, pero que, en conjunto, apuntan hacia la ale gría de vivir vivir y a la dicha dich a de sí sí mismo.» mismo.» (H H II, Caminante, § 8 6 ). Esta victoria de lo socrático, de la razón y de la sabia ausencia de pasion pa siones es sobre sob re lo dionis dio nisíac íaco, o, sobre sob re la exc e xcita itació ciónn de los afectos afecto s y la embriaguez que provoca el olvido de sí, culmina en la sentencia «El hombre científico es el desarrollo ulterior del hombre artísti co» (HH I, § 222), así como de todo aquello que descansa sobre la razón en lugar de descansar sobre la embriaguez, pues «en sí mismo (...) el artista es ya un ser retrógrado» (HH I, § 159). Por eso, el advenimiento del espíritu socrático significó para Grecia u n descomun desco munal al paso hacia adelante. adelante. «Tomar prestadas las formas de lo extranjero, no crearlas sino transformarlas en la más bella de las apariencias... eso es griego; imitar no para el uso, sino para la ilusión artística, artística, (...) (...) ordenar, orde nar, embellecer, embellecer, pulir... así sucede constan con stan temente desde Homero hasta los sofistas de los siglos III y IV d. C., 161 161
quienes son por entero fachada, palabra pomposa, ademanes entusiásticos, y se dirigen a almas totalmente vanas, ávidas de apariencias, resonancias resonanc ias y efectos. efectos. Y, Y, ahora, aho ra, ¡apréc ¡aprécies iesee la grandeza grandez a de aquellos griegos excepcionales que crearon la ciencia! ¿Quién de ello elloss narra la heroica historia del espíritu humano!» (H H II, § 221. Véase también Aurora, § 544, «Sobre el júbilo de antaño acerca del nuevo pensar razonable») ,131 La tesis según la cual de losj u i cios ciosy de las cadenas de deducciones conceptuales procede procede todo lo que que tiene que ver con con el sentimiento senti miento se opondrá a la de aquellos que sos
tienen tien en que la vida instintiva es la forma form a más alta de vida: vida: «Los senti mientos mien tos no n o son so n algo algo último, últim o, originario; detrás de ellos ellos hay juici juicios os y valoraciones apreciativas que nos han sido legados en forma de inspirac ración ión,, que procede procede del sentimiento, sentimiento, es la niesentimientos. La inspi ta de un juicio; y, a menudo, ¡de uno erróneo! En cualquier caso, ¡nunca ¡nun ca del d el tuyo propio! prop io! Confi Co nfiar ar en “su sentim sen timien iento to” ”, ello ello significa signi fica obedec obedecer er a su abuelo abuel o y a su abuela, y a los los abuelos de esto estoss más que a los los dios dioses es que hab h abita itan n en nuestro interior: nuestra razón y nuestra experiencia.» (AU, § 35). Los «nobles ilusos» que intentan im
pe p e d ir la s u b o rdin rd inaa c ión ió n del s e n tim ti m ien ie n to bajo ba jo el p e n s a m ien ie n to ra ra «vicio del de l intelecto intelecto» (AU, § 543). zonable inducen con ello a un «vicio «A estos borrachínes ilusos debe la Humanidad muchos males: (...) Por si fuera poco, esos ilusos propalan con todas sus fuerzas la creencia en la embriaguez como en la vida dentro de la vida : ¡una
131. 131. «Quien no escuch escuchee el constante júbilo que impregna cada argumento argum ento y contraargumento de un diálogo platónico, el júbilo sobre el nuevo pensar razona ble, ¿qué sabe de Plat Pl atón ón,, y de la filosofía antigua? En aquel tiempo las almas se embriagaban cuando practicaban el riguroso riguroso y sobrio juego de d e los conceptos», conceptos», etcé Auro ra , § 544. tera. Véase Aurora
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creencia terrible! terrible! Tal como ahora se corrompe rápidamente a los salvajes con con el e l “agua de fue fu ego” y sucum sucumbe ben, n, también la Human Hum anid idad ad ha ha sido sido corrompida corrompida lentament lent amentee y a concien conciencia cia p o r las las aguas aguas defuego fue go de los sentimientos que embriagan » (AU, § 50). «No piensan en que también el conocimiento de la realidad más odiosa es hermoso (...).
La dicha de quien qu ien conoce aume au menta nta la bel bellez lezaa del mu ndo nd o (... (...)): dos hombres esencialmente tan distintos como Platón y Aristóteles coincidieron en afirmar que aquello que constituye la máxima feli fe lici cida dad d (...) lo habían hallado en el conocer, en la actividad de u n a inteligencia bien entrenada que encuentra en cuentra e inventa {no {no en la “intuición” [...], no en la visión [...], y, desde luego, no en el sim ple p le hace ha cer. r...! ..!)» )» (AU (A U , § 5 5 0 ) . C o n ello ell o cae ca e el a n te r i o r «cu «c u lto lt o al genio ».132 «¡Ah ¡Ah, la fama tan ta n barata bara ta del genio! genio! ¡Con ¡ Con qué rapidez se erige erige su trono tron o y se convierte su adoración en costumbre! Todavía Todavía nos postram p ostram os ante an te la fuerza fuerza •— según un a antigua costumbre de em barg rgo, o, cuan cu andd o h a de dete de term rmin inar arse se el gra g rado do de esclavos — y, sin emba solo decide y cuenta cue nta el grado de la razón dignidad en la veneración solo en la fuerza.» fuer za.» (AU, § 548). Ha llegado el tiempo de los espíritus severos y sobrios; a la veneración desproporcionada de la genia lidad artística se opone ahora la «progresiva virilización de la Humanidad.» (HH I, § 147). De manera aparente, el genio lucha por p or «la «la más excelsa dig d ignn ida id a d y sign si gnif ific icad adoo del ser hum h uman ano» o»,, pero, pe ro, en realidad, el genio «en absoluto desea que se le arrebaten las bri llantes llantes y profundas profunda s interpretaciones interpretaciones de la vida, vida, y se se defiende defiend e con c on tra métodos y resultados más sobrios y parcos»; todo ello en lugar
Hum ano, demasiado demasiado humano, I, los aforismos: 132. Véase tam bién bié n al respecto Humano, «Culto al genio por vanidad» (§ 162) y «Peligro y ventaja en el culto al genio» (§ 164). (N. de la A .)
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de retroceder frente a «la «la entrega científica a lo lo verdadero en cual quier forma, por sobria que esta aparezca» (HH I, § 146). Si exa minamos la así denominada «inspiración», se mostrará cómo la obra de arte no es tanto el producto del milagro de una fantasía creativa como del «juicio» que observa, ordena y elige, «tal como ahora puede observarse en los cuadernos de apuntes de Beethoven; este componía sus obras poco a poco y elegía sus más bellas melodías, en cierta medida, de entre múltiples esbozos. (...) La improvisación artística se sitúa a un nivel más bajo en relación con el pensamiento del arte elevado, serio y esforzado» (HH I, § 155). 155). De D e ahí, que el el genio sea sea en cierto cierto mod m odoo much m uchoo más aprendido de lo que se piensa en general: «¡No habléis de don natural, de talento innato! Podríamos mencionar a grandes hombres de toda especie que poseían pocos dones. Y, sin embargo, adquirieron ron grandeza, fueron “genios” (...): todos ellos poseyeron esa seria habilidad del artesano que primero aprende a confeccionar cada par p arte te de m aner an eraa p erfe er fect ctaa h asta as ta q u e se atrev a trevee a c o n stru st ruir ir u n gran gr an todo; se toman su tiempo para ello, pues hallan más placer en hacer bien lo pequeño y accesorio que en el efecto de una totali dad deslumbrante.» (HH I, § 163). Es aquí, en el impulso de ex plica pli carr el mila m ilagr groo de la geni ge niali alida dadd y min m inim imiz izar arlo lo,, d o n d e Nietz Ni etzsc sche he tiene en mente el milagro Wagner, tan violento como más tarde, en su último período espiritual, habrá de serlo el impulso de acla m ar al genio verdadero — esta esta vez vez a su propio genio— genio— y glorific glorificar ar lo en exce exceso so.. Aquí, incluso toda to da verdadera v erdadera grandeza le parece parece una un a fatalidad porque esta trata de «sofocar las fuerzas y los brotes más débiles», mientras que es justo y deseable que no solo vivan los individuos únicos y grandes, sino que qu e tam ta m bién «a las las naturalezas naturalezas más tiernas y frágil frágiles es les les sean concedidas conced idas el aire aire y la la luz» luz» (H H I, § 158). «El prejuicio a favor de lo grande. Los hombres sobre 164
estiman de manera m anifiesta anif iesta todo tod o lo grande y eminente. (... (...)) Las Las naturalezas naturalezas extremas extremas despiertan desp iertan en exces excesoo la atención, pero tam bién bié n es necesaria nece saria una un a c u ltu lt u r a h a rto rt o escasa para pa ra dejarse dejar se atra at rapa parr por po r aquellas.» (HH I, § 26>0). Nietzsc Nie tzsche he no encu en cuen entr traa palabras pa labras suficie suf icientes ntes con co n las que qu e hos h os tigar el el orgullo de quienes qu ienes se creen una un a excepción a la generalidad generalidad:: «Es una fantochada creer de sí mismo que se está a una milla de ventaja ventaja y que el rest restoo de la Hum anidad anid ad sigu siguee nuestro camino. (...) No N o debe de be aclamarse acla marse tan a la ligera el aisla ai slami mien ento to soberbio.» soberb io.» ( H H I, § 3 7 5 ). En efecto, efecto, semejante fantochada fantocha da descansa descansa en general general sobre sobre un fatuo autoengaño sobre los motivos de nuestras acciones u omi siones; el verdadero pensador sabe que tan severa acentuación de las las diferencias diferencias de rango entre e ntre los los hombres hom bres es injusta, y que lo hum hu m a no, incluso en sus sentimientos más nobles y elevados, siempre con tinúa siendo «demasiado humano». Fortalecido con esta idea, es capaz de situarse con todos to dos los los demás en un mismo mism o escalafón escalafón y, pre cisamente por ello, merced al pensamiento, elevarse más allá de la imperfección imperfe cción de su propia pro pia naturaleza. «¿Aca ¿Acaso so podrá po drá existir existir alguna vez vez un futuro en el que esta esta audacia del pensar crezc crezcaa tanto que se sienta como el orgullo extremo por po r encima de los hombres y las cosas, donde el sabio, como el más osado, sea el que más vea por debajo de él tanto su persona como toda la existencia?» (AU, § 551). Por eso, el sabio tiende a valorar las acciones de los hombres en vir tud de su carácter demasiado humano: «Difícilmente nos equivo caremos si reducimos las acciones extremas a la vanidad, las mediocres mediocres a la costumbre costum bre y las las mezquinas al al temor.» temor.» (H ( H H I, § 74 7 4 ) . 133
133. Nietzsche tituló el aforismo aforismo «Patrón de me dida para todos todo s los los días» días»..
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Nietz Ni etzsch schee acen ac entu tuar aráá y sopesará sope sará con co n stan st ante tem m ente en te la imp im p o rtan rt anci ciaa de la vanidad como uno de los motivos principales de las acciones humanas; también en el libro de Rée se le dedicaba un capítulo entero. «Quien niega la vanidad en sí mismo, suele poseerla en forma tan brutal bru tal que instintivam in stintivamente ente cierra cierra los los ojo ojoss ante ella ella para no tener que despreciarse.» (HH II, § 38). «¡Qué pobre sería el espíritu humano sin la vanidad!» (HH I, § 79). La vanidad, la «cosa en sí humana» (HH II, § 46). «La peor de las pestes no per judi ju dica carí ríaa tan ta n to al géne gé nero ro h u m a n o com co m o si un u n b u e n día dí a desa de sapa pare re ciese de él la vanidad.» (HH II, Caminante, § 285). En efecto, pues pue s tam ta m b ién ié n eso que qu e estam est amos os aco ac o stu st u m b rado ra doss a con co n sid si d erar er ar «sen timiento de fuerza y conciencia de poder», por lo general, es una manifestación de la vanidad de darse darse tono. tono . El hombre hom bre quiere valer valer más de lo que es justo que valga en virtud de su verdadera fuer za: «Advierte enseguida que aquello que lo sostiene o abate no es prec pr ecis isam amen ente te lo que qu e él es, sino lo que él vale, he aquí el origen de la vanidad ’.» .» ( H H II, II , Caminante, § 181). «La vanidad como la podero roso so con el vani gran utilidad», donde Nietzsche equipara al pode doso, astuto, listo, el que esconde su propio temor y vacuidad al acrecentar la consideración en que lo tienen los demás. Tales afirmaciones se hallan en flagrante contradicción con las poste riores ideas acerca de las naturalezas esclavas y el señorío natural, así como con aquellas otras sobre el común de las naturalezas vul gares. (Véase también el aforismo «Vanidad en cuanto supervi vencia del estado natural no social», en HH II, Caminante, § 31). La vanidad desaparece en la medida en que el hombre situado en un plano superior toma conciencia de la igualdad o, al menos, de la similitud de los motivos humanos, y se reconoce en el carácter «demasiado humano» de sus impulsos, que lo sitúan en el mismo nivel que a todos los demás hombres. 166 166
La única diferencia que de verdad determina la valía de los seres humanos radica tan solo en el grado y la especie de sus facul tades intelectuales; ennoblecer a los los hombres no significa otra cosa cosa que consolidar la inteligencia entre ellos. Incluso eso que desde un punto de vista moral calificamos como malo, por lo general, se muestra condicionado por la atrofia y el embrutecimiento espi rituales. «A muchas acciones se las considera malas mientras que simplemente son necias, ya que el grado de inteligencia que las determinó fue mínimo.» (HH I, § 107). La incapacidad de tasar en su justo valor el daño o el dolor que inflige a los otros hace que el denom inado criminal criminal — atrofiado en su evolu evolución ción espiri espiritual tual— — parez pa rezca ca espe es peci cial alm m ente en te crue cr uell y desp de spia iada dado do.. «Si «Si el ind in d ivid iv iduu o libra lib ra su lucha por la vida de manera que los demás hombres lo califiquen de bueno o de malo, sobre ello decide la medida y la naturaleza de su intelecto.» (HH I, § 104). «A los hombres que ahora son crueles debemos considerarlos como seres que se han quedado retrasados en estadios anteriores de culturas pasadas (...). Son hombres retrasados, cuyo cerebro, en virtud de todos los aza res posibles en el curso de la herencia, no se ha desarrollado de manera delicada ni multilateral.» (HH I, § 43). Son los hombres del ocaso. En efecto, cuanto más adelantado sea un hombre, más se refina, más se ablanda e, incluso, en cierto modo, más débil se torna la ruda fuerza de los instintos de las pasiones originarias de los que aún brotan las acciones de los hombres atrasados. «Las bu b u enas en as accio ac cione ness son so n malas ma las acci ac cion ones es sub su b lim li m ada ad a s. Las m alas al as son so n acciones buenas en su estado más grosero y necio. (...) Los grados de la capacidad de juzgar deciden hacia dónde dón de deja arrast arrastrars rarsee cada cual. (...) Es más, en cierto sentido, hoy todas las acciones son ne cias, pues el grado supremo de inteligencia humana, (...) con toda seguridad, acabará por ser superado: y entonces (...) se hará el 167
la Humanidad Human idad puede tran transf sfor orm marse arse de momo prim pr imer er ensayo para par a ver si la ral en sabia.» (HH I, § 107). Pero su marca distintiva habrá de ser que, entre los hombres, «el instinto de violencia se debilitará», «la justicia será mayor en todos», cesarán «la violencia y la escla vitud» (HH I, § 452). Dignos de envidia son quienes, merced a una larga costumbre que se rem onta on ta a genera generacio ciones, nes, han ha n hereda do un temple de ánimo suave, piadoso y caritativo: «La descen dencia de buenos antepasados constituye la verdadera nobleza de nacimiento; una sola interrupción en la cadena, esto es, un ante pasa pa sado do m alvad alv ado, o, anul an ulaa la nobl no blez ezaa de naci na cim m ient ie nto. o. D ebem eb em o s p re re guntar a todo aquel que hable de su nobleza: ¿No tienes entre tus antepasados ninguno violento, codicioso, disoluto, perverso o cruel? Si puede responder que no con la conciencia tranquila, soli cítese su amistad.» (HH I, § 456). «El mejor medio para empezar bien bi en cada ca da día dí a es el sigu s iguien iente: te: pens pe nsar ar al desp de spert ertars arsee si n o pode po dem m os ese día deparar una alegría por lo menos a una persona. Si fuera lícito que tal proceder se convirtiera en sustituto de la acostum brad br adaa plegaria plegar ia religiosa, nues nu estro tross semejant sem ejantes es saldrían sald rían gana ga nand ndoo con el cambio .»134 Y esta entronización de los sentimientos tiernos y piad pi ados osos os a costa co sta no solo de la b ruta ru tall crudez cru deza, a, sino sin o tam ta m b ién ié n de la pasió pa siónn entu en tusi siás ástic ticaa provo pro vocad cadaa p o r la embr em briag iague uezz religios reli giosaa o artís ar tís tica, resuena en esta bella justificación de la irreligiosidad: «En el m undo un do no hay amor amo r ni bondad bon dad suficientes suficientes como para que sea sea líci líci to prodigarlas a seres imaginarios.» (HH I, § 129).135
134. Véase Véase KSA, KSA, 2, H H I, IX, § 589, el aforismo se titula titul a «E «Ell prime pri merr pensa miento del día», p. 338. 135135- Esta posesión de «amor y bondad» bonda d» como co mo la más salud saludable able de las las hierbas hierbas y las fuerzas en el trato humano (HH I, § 48) tiene aún más valor que el sacrificio
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Veremos más adelante con cuánta violencia la última filosofí filosofíaa de Nietzsche arremete arremete contra con tra esta esta manera man era de entend ente nder er la moral de la compasión y contra este debilitamiento de la vida ins tintiva, tintiva, y cómo cóm o denom den om inará «hom bre superi superior» or» sol solo a aquel que alberga en su interior toda la plenitud de las pasiones y los instin tos, esto es, el hombre «malo». Pero entonces no concebía ningún otro valor humano aparte de la bondad y el desinterés porque estos dos eran los únicos que representaban la superación de nuestro pasa pa sado do anim an imal. al. Es únicamente al sabio a quien debería llamarse «bueno», no porque su. naturaleza sea distinta de la del no sabio, sino por que en el primero la condición humana originaria se ha espiri tualizado y, con ello, se ha «amansado la ferocidad de su constitución» (HH I, § 56). «La plena resolución del pensar y el investigar, es decir, la libertad de espíritu transformada en propie dad del carácter, vuelve mesurada en la acción, pues debilita la con cupiscencia» (Ibídem, § 464). «De modo que cada vez se diluye más (...) la desbordante excitabilidad del ánimo. Él (el sabio) se mueve entre los hombres como un naturalista entre plantas, y se percibe perci be a sí mismo mism o como co mo u n fenó fe nóm m eno en o que qu e excita de mane ma nera ra pode po de rosa su instinto cognoscitivo.» (Ibídem, § 254). Toda grandeza humana descansa sobre un refinamiento de lo instintivo; el hom bre sup su p e rior rio r surge surg e de la anul an ulac ació iónn del elem el emen ento to anim an imal al com co m o u n «no-más «no-más-ani -animal» mal»,, pensado puram pur amen ente te de manera mane ra negat negativa iva;; en tanto ta nto «el ser más dialéctico y racional» es el «supra-animal» (HH I, § 40),
singular, tan grande y elogiado; todavía contribuye «más poderosamente a la cons trucción de la cultura» esa amigable benevolencia que proporciona los «momentos placente plac enteros» ros» de la vida. vid a. (H H I, § 49). 49 ). (N. de la A.)
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que poco a poco puede arraigarse en «un nuevo hábito, el de com pren pr ende der, r, el non o-am amor or,, el no n o -odi -o dio, o, el háb h ábititoo de con co n tem te m p lar la r desde de sde lo alto» (Ibídem, § 107). Un «superhombre», en cambio, en cuanto ser dotado de cualidades positi positiva vas, s, nuevas y elevadas, era en aquella época para Nie N ietz tzsc sche he p u ra fan fa n toch to chad ada, a, y su m era er a inv in v enci en cióó n, la p rue ru e b a más fuerte de la vanidad humana. «Deberían existir criaturas más espi rituales que el hombre, solo para saborear a gusto el humor que suscita el hecho de que aquel se considere el fin último de todo el universo, y la Humanidad solo se muestre plenamente satisfe cha con la perspectiva de una misión universal.» (HH II, Caminante, § 14). «Antiguamente se intentaba llegar al sentimiento de la grandeza humana refiriéndose a su ascendencia divina; este se ha convertido ahora en un camino prohibido, pues a sus puertas, ju n to a otra ot rass bestias besti as horr ho rrib ible les, s, se hal h alla la el m o n o q ue m u estr es traa sus dientes harto solícito como para decirnos “¡Nada de seguir en esta di rección!” Así, se intenta ahora la dirección contraria: el camino hacia el que va va la la Hum H um anidad anid ad debe aportar la prueba prueb a de su gran deza (...). Pero, ¡Ay! ¡Tampoco por aquí se llega lejos! (...) Por muy alto que haya llegado llegado la Hum Hu m anida an idadd en su desarrol desarrollo lo — ¡y quizá al al final acabe más abajo que al principio!— no hay para ella un paso hacia un orden superior, tal como tampoco la hormiga o la tije reta , 136 al final de su “vida terrenal”, ascienden a la proximidad de Dios o a la vida eterna. El devenir arrastra tras de sí el dejar de ser ser: ¡por ¡por qué tendría ten dría que qu e haber hab er una u na excepción en este este eterno espec espec
Ohrwumr. literalmente, «gusano auricular»: forfíc for fícula ula auricularia. Deno 136. minado comúnmente «tijereta» o «cortapicos» por terminar su abdomen en una especie de pinzas cortantes.
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táculo! (...) ¡Fuera con tales sentimentalismos!» (AU, § 49). Si un ser humano quisiera conocer a fondo la vida tendría que «deses pera pe rarr del valor va lor de la vida; si logras lo grasee capt ca ptar ar y sent se ntir ir en su inte in teri rioo r el conjunto entero de la conciencia de la Humanidad, prorrum pir p iría ía e n m ald al d icio ic ionn e s c o n tra tr a la exis ex iste tenn cia, ci a, p ues, ue s, en g e n e ral, ra l, la Hum anidad no tiene tiene ninguna meta; y, en consecuencia, el hom bre (...) n o p u ede ed e halla ha llarr en ella n i cons co nsue uelo lo ni arraigo arra igo,, sino si no solo su desesperación» (HH I, § 33). De ahí que «el primer principio fundamental de la nueva vida» rece: «Hay que asentar la vida en lo más seguro, en lo más demostrable; y no como hasta ahora, en lo más lejano, en lo más indeterminado, en un horizonte pla gado de nubes.» (HH II, Caminante, § 310). Hay que volver a ser de nuevo «buenos vecinos de las cosas más próximas» (Ibídem, § 16), y, y, en vez vez de flotar flo tar en la «intempestividad» «intempestividad» de un u n pasado y un futuro lejanos, encarnar los más elevados pensamientos de la pro pr o p ia época. époc a. Y es es que q ue la Hu H u m a n ida id a d pued pu edee pone po nerse rse a h o ra como co mo objetivo, en lugar de todas aquellas metas fantásticas, «el conoci miento de la verdad como única e inmensa meta» (AU, § 45). «Hacia la luz, tu último movimiento; un ¡hurra! por el conoci miento, tu último suspiro.» (HH I, § 292). Es posible que tal intelectualismo, desarrollado en exceso, perjudique a la felicidad y a la capacidad vital de la Humanidad, que, en cierto modo, dicho intelectualismo sea un «síntoma de decadencia»; pero aquí el con cepto de decadencia se cubre con el de la más noble grandeza: «¡Qui «¡Quizá zá hasta hasta la la Hu m anidad anid ad sucumba por esta sta pasión del cono cimiento! (...) ¿Acaso no son hermanos el amor y la muerte? (...) Todos nosotros preferimos antes el hundimiento de la Huma nidad que el retroceso del conocimiento.» (AU, § 429). Tal «de senlace trágico del conocimiento» (AU, § 45) sería justificable, pues pu es p ara ar a él nin n ingg ú n sacrif sac rifici icioo es dema de masia siado do grand gra nde: e: «Fiat veritas, 171
Esta sentencia resumía en aquella época todo el ide pereat vita ita!»1 !»137 Esta al de conocimiento cono cimiento de Nietzsche Nietzsche;; la misma mism a sentencia contra la que arremetería poco después con inusitada violencia, y contra la que combatiría arduamente asimismo pocos años más tarde; de modo que la inversión de esta sentencia podría ser considerada como la quintaesencia quintaesencia tanto de su primera primera doctrina d octrina como com o de la última. última. La voluntad vol untad de vida a toda costa, aun a costa del conocimiento, tal será será la la «nueva «nueva doctrina» que Nietzsche opon op ondrá drá más tarde a aquel aquel cansancio vital vital,, cuya idea principal culm c ulmina ina en el reconocimiento reconocim iento de la carencia carencia de valor de todo tod o lo creado: creado: «En la madurez mad urez de d e la vida y de la inteligencia, al hombre le sobreviene el sentimiento de que su padre se equivocó al engendrarlo» (HH I, § 386); pues «toda fe en el valor y la dignidad dignid ad de la vida descansa descansa sobre un pensam pen samien ien to impuro» (Ibídem, § 33). Siguiendo el pensar de Nietzsche, en este grupo de obras pu p u ede ed e desc de scub ubrir rirse se con co n clar cl arid idad ad bajo baj o qué qu é pres pr esió iónn in tern te rn a extra ex traía ía consecuencias cada vez más severas, así como el grado de au tocontrol con el que ello ocurría en cada ocasión. Pero, precisa mente men te como com o consecuencia consecuencia de la la oposición existente entre esta idea de conocimiento y sus deseos y apetencias más íntimas, el conoci m iento de la verdad se se convirtió convirtió para él en un u n ideal ideal,, adquiriend ad quiriendoo a sus ojos el significado de un poder muy elevado, harto distinto y superior. superior. La presión a la que con ello ello se se sometió som etió lo capacitó para adoptar frente a tal ideal un comportamiento entusiástico, casi relirelig igio iosa sa— —, gioso,, que posibilitó esa escisión — motivada de forma rel que él tanto anhelaba; aquella escisión merced a la cual el hombre
137.
«¡Que triunfe triu nfe la verdad verda d aunq au nque ue perezca la vida!» vida!» Véase KSA, KSA, 1: Sobre la utilidad y el perjuicio de la Historia Hist oria para la vida (II «Intempestiva»), § 4, p. 272.
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de conocimiento puede observar desde un plano superior sus pro pios deseos e insti i nstinto ntoss com c omoo si de d e una un a segunda segu nda naturaleza natu raleza se tratase. tratase. Sacrificándose —por decirlo así— por la verdad en cuanto poder ideal, logró una descarga afectiva de tipo religioso que engendraría en él un fuego como jamás podría haberlo encendido una satis facción cálida y pacífica de sus deseos e inclinaciones más íntimas. De manera que, en este período y por paradójico que parezca, se diría que toda tod a su lucha contra la embriaguez, toda su entronización de la carencia de pasiones, será únicamente otro intento de embria garse con esta violencia perpetrada contra sí mismo. De ahí que su transformación se realizase de manera extre ma; y hasta cabría añadir que la energía con que proclamó con un «¡sí!» incondicional su adhesión al nuevo pensamiento representa tan solo el acto de violencia de un «¡no!» con el que pretende sub yugar tanto su propia naturaleza como sus más profundos deseos. Esa «frialdad carente de prejuicios y esa tranquilidad del hombre de conocimiento», su ideal en este período de evolución intelec tual, representaba para él una especie de suplicio sublime de sí mismo, mism o, que soportab sop ortabaa con resolución resolución solo solo grac gracia iass a que conside raba los sufrimientos de su vida psíquica como una enfermedad, como una de esas «enfermedades que requieren cataplasmas de hielo» hielo» (H ( H H I, § 38) — y que, además, favorecen— , pues «e «el frío frío cortante es un estimulante tan bueno como un grado de calor muy mu y elevado elevado».138 Por esto mismo, en ninguna otra obra aparece con tanta evidencia la concordancia con la vía especulativa de Rée como
138. Véase Véase KSA, KSA, 2: H H I, § 195 final, fin al, p. 166.
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Hu mano, o, demasia demasiado do pre p recc isam is am ente en te aquí aq uí,, en esta es ta o b ra p rim ri m eriz er iza, a, Human humano, por lo demás, data de una época en que Nietzsche sufría intensamente a causa de la ruptura con Wagner y su metafísica. De ahí que, en general, se dejase conducir en su desbordante intelectualismo por el carácter de Rée. Sobre la base de este, Nietzsche se formó una un a determ d eterminad inadaa imagen ideal ideal que habría hab ría de serv servir irle le de hilo conductor: la superioridad del pensador sobre los demás hom bres, la indi in dife fere renc ncia ia hacia ha cia tod to d a valo va lora raci ción ón p rove ro veni nien ente te de la vid v idaa afectiva; la entrega incondicional e implacable a la investigación elevado do del homcientífica brotó frente a él como un tipo nuevo y eleva bre de conocimiento, a la vez vez que prestaba a su filosofía esa esa impr im pron on ta suya tan peculiar. Imbuido del deseo de ver encarnados en forma humana los pensamientos puramente científicos que extraía del positi vismo, Nietzsche se enredó en la imagen de una personalidad única y harto determinada, determinad a, que era absolutam ente contraria a la la suya, atormentándose por acentuar aún más los rasgos de dicha imagen. Que una y otra vez necesitase para su desarrollo negar se a sí mismo, y, para elevar su espíritu, también los sufrimien tos voluntarios, aclara aquí la aparente contradicción que entraña el hecho de que por rescatar la propia autonomía de la influen cia de Wagner y de la metafísica, se pusiera de nuevo a merced de una esfera extraña buscando renunciar a su propio yo. Y es que ni en el carácter de la dirección filosófica elegida, ni tam po p o c o en el d e la rela re laci cióó n p e rso rs o n a l, resi re sidd ía m o tiv ti v o a lgu lg u n o p a ra ello; las razones yacen más bien en el interior de su propia natu raleza. Solo estas lo inducen a vincularse estrechamente a otra perso pe rsona na y a su carácte ca rácter; r; lo incl in clin inan an,, p o r decir de cirlo lo así, a crear cre ar y p e n sar desde un «espíritu colectivo» (HH I, § 180). En este sentido, y con ocasión del envío de Hum H umano ano,, demasiado huma h umano, no, pudo
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escribirle al amigo: «A usted le per les regala,»m perte tene nece ce,, a los otros se. les Y poco después, además: « Todos mis amigos coinciden en afirmar que qu e usted es el autor de mi libro y que solo de usted proviene: por Réea a ello he de congratularle por esta su nueva autoría... ¡Viva el Rée lismo...]»140
Entre los dos amigos se manifiesta una peculiar manera de relacionarse, enteramente opuesta a la que en su día existió entre Nietzsche y Wagner. Para Wagner, como genio artístico, Nie N ietz tzsc sche he tuvo tu vo que qu e ser el p e n sad sa d o r y el cono co noce cedo dor, r, el m edia ed iadd o r científico de la nueva cultura del arte. Ahora, en cambio, Rée era el el teórico y Nietzsche lo com plementab plem entabaa extrayendo las las con secuencias prácticas de la teoría y tratando de establecer su sig nificado interno para la la cultura y la vida vida.. En E n este este punto, pun to, en torno torn o a la pregunta por el valor, la singular personalidad espiritual de los los dos amigos se se dividía. dividía. De manera man era que uno un o concluía co ncluía allí allí don don de el otro comenzaba. Rée, como pensador de unilateralidad más acusada, no se dejaba influir por semejantes cuestiones: le traía sin cuidado la riqueza espiritual, artística, filosófica y religiosa de Nietzsche; en cambio, de las dos, la suya era la mente más aguda. Con admiración e interés veía cómo los hilos de sus pen samientos, firme y limpiamente entretejidos, se transformaban merced a las manos mágicas de Nietzsche en pámpanos vivos y florecientes. Es característico de las obras de Nietzsche que inclu so sus errores y deficiencias contengan también un cúmulo de
139. Carta Ca rta de Nietzsche a Paul Paul Rée fechada en Naum Na um burg bu rg el 24 de ahril ahril de de 1878. KGB, II, 5, p. 324. 140. C arta de Nietzsche a Paul Rée fechada en Grinden Grin denwa wald ld el 10 10 de agosto de 1878. KGB, II, 5, p. 346. 175
estímulos que aumenten su significado general incluso allí don de disminuyen su valor científico. Por el contrario, la caracte rística de los escritos de Rée es que contengan más carencias que errores; esto lo expresa con mucha claridad la última frase del breve prólo pr ólogo go a El ori orige gen n de lo los sentim sentimien ientos tos mo morales. «En este escri to hay lagunas, ¡pero las lagunas son mejores que los parches de relleno!» El genial polifacetismo de Nietzsche, en cambio, abre nuevas nuevas perspectivas perspectivas justo en el ámbito ám bito para el que la lógica lógica care ce de claves de acceso, con respecto al que se ve obligada a dejar sus lagunas a la sabiduría. Mientras que en Nietzsche era característica la fusión apa sionada de la vida especulativa con la totalidad de su vida inte rior, un rasgo fundamental del espíritu de Rée era la acusada y extrema escisión entre pensamiento y sentimiento. A la genialidad de Nietzsche le correspondía el fuego que ardía con viveza detrás de sus pensamientos, y que los hacía brillar con una luz tan magnífica m agnífica como la que jamás jamás hubieran obtenido por el cami cami no de la lógica; la fuerza intelectual de Rée se sustentaba en la fría imperturbabilidad de la lógica frente a lo psicológico, en el agudo y claro rigor de su pensamiento científico. Su peligro re sidía en la unilateralidad y la cerrazón de semejante pensar, en la carencia de ese olfato amplio y refinado que requiere más comprensión que entendimiento; el peligro de Nietzsche yace, pre p reci cisa sam m ente en te,, en su ilim il imititaa d a capa ca paci cida dadd sim si m p átic át icaa de sen se n tir ti r y en la dependencia de los productos de su mente con respecto de cualquier sentimiento, de las sensaciones y excitaciones de su ánimo. Incluso ahí donde su propia manera de pensar parece caer en contradicción con ocultos deseos y con secretos anhelos de su corazón, es de donde él extrae su más elevada potencia cognoscitiva, de ese feroz combate y confrontación con tales 176
deseos y anhelos. La índole espiritual de Rée, por el contrario, par p arec ecee excl ex cluu ir t o d a p a r t i c i p a c i ó n de la v id a a n ím ica ic a en cues cu es tiones de conocimiento, incluso cuando en alguna ocasión los resultados de tal conocimiento se correspondían con sus sen timientos individuales. Pues el pensador que había en él mi r aba a ba desde las alturas con superioridad y extrañeza al hombre que también había en él, situado en un plano inferior, robán dole además, en cierta medida, una parte de su energía, y ello con la energía del egoísmo. En su lugar, había en este carácter una profunda, evidente e ilimitada bondad natural cuyas mani festaciones se hallaban en conmovedora e interesante contra dicción con la fría sobriedad y rudeza de su pensamiento. Nie N ietz tzsc schh e poseí po seía, a, en c am bio, bi o, ese alado ala do am o r p rop ro p io que qu e se ex travía tanto en sus ideales gnoseológicos que hasta casi se confun de con ellos, y que se enfrenta al mundo con el entusiasmo del apóstol y el misionero. Así, detrás de toda la armonía teórica de los dos amigos yacía oculta, bajo el velo del pensamiento, una profunda diver sidad de sentimientos. Aquello que para uno constituía cons tituía la expre expre sión más natural de su propia manera de ser, era para el otro la completa antítesis de la suya; pero, también por esta razón, ambos tenían los mismos ideales. Nietzsche estimaba y sobreestimaba en Rée lo que para su propia persona le resultaba más difícil, pues pu esto to que qu e preci pr ecisam sament entee para pa ra él el sign si gnific ificado ado ínti ín tim m o de su trans tra ns formación consistía de nuevo en una coacción de sí mismo: «¡Mi querido amigo y perfeccionador! —así lo llama, por eso, en una carta— , ¿cómo ¿cómo podría pod ría soportarlo sin pod er ver de cuando cuand o en cuando mi propia naturaleza, por así decirlo, forjada en un metal más puro y en una forma más elevada? Yo, que a mi vez solo soy un fragmento (...), soy, y merced a esos escasos y raros “buenos 177 177
minutos”, me asomo a la tierra mejor donde habitan las natura leza lezass com pletas y perfectas p erfectas .»141 Pero esta entrega que prescinde de sí mismo es solo el camino po p o r el q u e , en el seno se no de u n a n ueva ue va c o n c epci ep cióó n del de l m u n d o , Niet N ietzs zsch chee se afana afa na p o r conseg con seguir uir u n nuev nu evoo ser pro p ropi pio; o; esta est a es ún ú n i camente cam ente la condición con dición dolorosa en la que él crea crea y modela m odela la semil semilla la extraña que ha recogido en su interior a fin de vivificar su propio espíritu esp íritu original. original. C om o siempre, se trata de los dolore doloress del parto que acom a compañ pañan an el nacimiento de la nueva criatur criatura, a, y que le garanti zan que q ue vivirá y se renovará en ella con todo tod o su ser y todas sus fuerza fuerzas. s. Así pues, la historia de cómo Nietzsche se enreda en esta transformación y de cómo la abandona después, es esencialmente una historia de su experiencia interior, de sus luchas psíquicas. En las obras pertenecientes a este período —desde su primogé Hu mano no,, demasiado humano hum ano,, hasta aden nito, hijo del dolor, Huma trarse profundamente en el conmovedor y alegre estado anímico de La gaya cienc ciencia ia,, que en cierta medida pertenece ya al siguien te períod per íod o espiritual— espiritual— , se despl desplieg iegaa ante nosotros dicha evolu ción. En todas ellas, mediante series de colecciones de aforismos, quiso ensalzar la «imagen y el ideal del espíritu libre», del espíri tu libre en sus pensamientos acerca de todas las regiones del saber y de la vida, y aún más en la profusión de sus propias experien cias intelectuales. El tono emotivo fundamental del que brotó cada uno de estos libros se imprime en ellos como algo caracte rístico y a desde el mismo título. Jamás los títulos de Nietzsche son casuales, indiferentes o extraídos de una materia abstracta;
14 1. Carta Ca rta de Nietzsche a Paul Rée fechada fechada en Sils-Maria Sils-Maria a finales de agos agos to de 1878. KGB, III, I, p. 124.
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sino todo lo contrario, son cuadros de procesos interiores, pero además, y por supuesto, son símbolos. De manera que, a finales de la década de 1870, resumió en pocas palabras el contenido fundamental de sus años de pensador solitario al escribir el títu lo de su segunda obra en la hoja de portada: El E l caminan cam inante te y su sombra (Chemnitz, 1880, Ernst Schmeitzner). Del calor de las prim pr imer eras as y apasio apa siona nadas das lucha lu chass reto re torn rnaa aquí aq uí a la l a soled so ledad ad de sí mis m is mo; el guerrero se transformó en un caminante que, en vez de ataques hostiles hostiles a la patria patr ia espiritual espiritual abando aba ndonada nada,, examina aho aho ra la tierra de su exilio voluntario a fin de observar si el terreno pedr pe dreg egos osoo p u d iera ie ra cultiv cu ltivars arse, e, p a ra ver si acaso acas o tam ta m b ién ié n él mis m ism mo pu p u d i e ra pose po seer er en alg al g u n a p a rte rt e su m inú in ú s c u la p a rtíc rt ícuu la de tie ti e rra rr a fecunda. El ruidoso encontronazo con el adversario se ha disuel to en el tranquilo diálogo consigo mismo: el solitario escucha sus pr p r o p io s p e n s a m ien ie n t o s c o m o si de u n a c o n v e rsa rs a c ión ió n de vari va rias as voces se tratara, vive en su compañía como si fuesen sombras que lo rodearan en todo momento. Todavía le parecen oscuras, infor mes y fantas fantasmales, males, y hasta tan ta n grandes y amenazadoras como c omo solo solo pu p u e d e n serlo serl o las som so m bra br a s q u e p roy ro y ecta ec ta el sol cam ca m ino in o del de l ocaso. ocas o. Pero no por mucho tiempo, pues su proximidad les priva poco a poco de su condición de sombras: lo que era pensamiento y teoría sin color adquiere sonido y vista, forma y vida. Y es que en esto consiste el proceso interior mediante el cual Nietzsche se apropia de lo que es novedoso y desacostumbrado y le otorga nueva forma: le infunde vi vida, da, lo ayuda a obtener obten er su plenitu ple nitudd vital. vital. Se podría afirmar que Nietzsche escoge para sí las más melan cólicas sombras de los pensamientos con la intención de ali mentarlas con su propia sangre, y, en definitiva y aunque sea a costa de heridas y pérdidas, para verlas convertidas en su propio yo, en su propio doble. 179
En la medida en que los pensamientos de los que se rodea acogen en su interior toda la riqueza de su ser, en la medida en que estos se sacian de toda su magnífica fuerza y de su ardor, el estado de ánimo de Nietzsche se eleva cada vez más y se torna más confiado. Sentimos que aquí Nietzsche transita paso a paso el camino hacia sí mismo, empieza a familiarizarse con su nueva «piel», comienza a vivir plenamente su singularidad; le sucede como a un caminante que después de muchas fatigas regresa final mente a su hogar. Ya no quiere alcanzar la misma meta de pen samiento que su camarada Paul Rée, ahora quiere la suya. Esto pod po d e m o s extra ex traer erlo lo de carta ca rtass en las q u e tod to d a v ía elog el ogia ia al teóric teó rico: o: «Cada vez admiro más lo bien acorazada que está su exposición desde el punto de vista lógico. Desde luego, yo no podría hacer algo así; como mucho, puedo cantar y suspirar un poco... Pero demostrar, de manera que uno goce con la cabeza, eso solo puede hacerlo usted, y es cien veces más importante .»142 En tal «cantar y suspirar», la propia genialidad era, preci samente, la que se imponía imp onía a la la conciencia con su talento talen to para el el más bello canto de lamentación y para el más bello himno de vic toria toria que jamás jamás acompañaron acompañ aron a una batalla batalla de pensamientos, pe nsamientos, con el talento talento creador para para transformar transformar en m úsica in terior también los pensamientos más sobrios y desagradables. Si el músico que había en él hubiera dejado de agotarse a sus expensas, también lo habría acompañado cual una única nota en la nueva y gran m elodía de la totalidad. totalidad. Y, de hecho, lo que todavía proporciona a las obras y los
142. 142. Carta Ca rta de Nietzsche a Paul Rée Rée fechada en Rosenlaui Rosen laui en la segunda mitad de junio de 1877. KGB, II, 5, p. 246.
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pe p e n sam sa m ien ie n tos to s de esta es ta époc ép ocaa u n s ign ig n ific if icad adoo espec es pecial ial es la n ueva ue va unidad que su ser ha ganado con ellos, gracias a que todos sus ins tintos y talentos fueron poniéndose poco a poco al servicio de la gran meta m eta del conocimiento. conoc imiento. El Nietzsche Nietzsche artista, artista, el poeta, poeta, el músi co, al principio violentamente retraído y coaccionado, comienza de nuevo a hacerse sentir, aunque todavía esté sometido al pen sador que hay en él y a sus metas; esto es lo que lo ha capacitado para pa ra «suspirar «suspi rar y cantar» c antar» sus nuevas n uevas verdades verdad es de m aner an eraa que qu e lo ele va al rango de mayor estilista de nuestro tiempo . 143 Examinar su
143. Véanse los los siguientes siguientes aforismos aforismos que Nietzsche anotó anot ó para p ara mí en cierta ocasión: ocasión: Doctrina Doctr ina del estil estilo o
1. Lo primero que hace falta es vida: el estilo debe vivir. 2. El estilo debe adecuarse a ti en función de una persona bien determinada con la que pretendas co municarte. (Ley (Ley de la doble relación.) 3. Antes de ponerse a escribir hay que saber algo con exactitud: «Yo diría o expondría esto de tal o cual manera.» Escribir debe ser ante todo una imitación. 4. Puesto que a quien escribe le falta fa lta n muchos de los medios del que expone de viva voz, en general debe adoptar como modelo un tipo de exposición muy expresiva: la copia de esta, lo escrito, será necesariamente mucho más pálida. 5. La riqueza de vida se manifiesta en la riqueza de los gestos. Hay que apren der a sentir todo —largura o brevedad de las frases, la puntuación, la elección de las palabras, las pausas, la sucesión de los argumentos— como gestos. 6. ¡Cuidado con el período! Solo tienen derecho al período largo aquellas per sonas que también cuando hablan poseen una respiración larga. Para la mayoría, el período es una afectación. 7. El estilo debe demostrar que uno cree en sus pensamientos y que no solo piens a, sino que los siente. los piensa 8. Cuanto más abstracta sea la verdad que se quiera enseñar, tanto más habrá que qu e seducir a los sentidos para ella. 9. El tacto del buen prosista en la elección de sus medios consiste en acercarse ,i la poesía sin llega llegarrjam ás a sobrepasarla. 10. No es correcto ni inteligente anticiparse y privar al lector de las objecio-
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estilo desde sus causas y condiciones es algo más que la mera in vestigación vestigación de la forma form a en que se expresan expresan sus pensamientos: pensam ientos: sig sig nifica espiar a Nietzsche en su ser más íntimo. No en vano el estilo de esas esas obras surge mediante med iante el sacrificio voluntario y la disipación entusiasta de sus sus talentos artísticos artísticos a favor favor del conocimie conoc imiento nto rigu roso, mediante el propósito de expresar solo este este conocim iento riguroso y nada más que este; si bien no a través de generalidades abstractas, sino atendiendo a detalles individuales, tal como se reflejar reflejaría ía en los los sentimientos sentimientos de un alma conmocionada conm ocionada e inquie ta. Ya en las obras de su primer período intelectual, Nietzsche había sabido sabido fun f undir dir de manera man era perfecta la interioridad más viv vivaa y rica, rica, pero solo solo ahora aprendió apre ndió a vincularla con la agudeza y la frial frial dad de un pensamiento más riguroso. Como un anillo de oro, ciñe aquel la plenitud de la vida en cada uno de sus aforismos, otorgándoles precisamente por ello su particular encanto. Así, Nie N ietz tzsc sche he creó cre ó en cier ci erta ta m e d ida id a u n nuevo estilo en la filosofía, la cual hasta entonces solo se había expresado recurriendo al tono del científico o al discurso poético del entusiasta. Nietzsche creó el estilo de lo característico, que expresa no solo los pensamientos como tale tales, s, sino también tamb ién toda la riqueza de tonalidad ton alidad emotiva em otiva de de lo que resuena en su alma, todas las sutiles y secretas relaciones sentimentales que un pensamiento o una palabra pueden desper tar. Con esta particularidad suya, Nietzsche no solo domina el lenguaje, sino que, a la vez, se eleva más allá de los límites de la
nes más fáciles. Es muy correcto y harto inteligente dejar al lector que él mismo pronuncie la últim a quintaesen quin taesencia cia de nuestr n uestraa sabiduría. (TV. de la A .) [Estos aforismos datan de la época de vacaciones en común en Tautenburg, en agosto de 1882. Véase KGB, III, I, p. 243.] 182
insuficiencia lingüística, pues mediante el ambiente emotivo logra que resuene en las palabras aquello que de otro modo permanece en ellas sin voz. En ningún otro espíritu como en el de Nietzsche podría transformarse lo que simplemente había sido pensado en algo tan plename plen amente nte vivo vivo y re real; al; y es es que a ningu nin guna na otra o tra vida le le impor imp or tó tanto crear en el ámbito del pensamiento, y ello desde su pro pia p ia inti in tim m ida id a d h u m ana an a . Sus pen pe n sam sa m ien ie n tos to s n o se dis d ista tann cian ci an de la vida real y sus acontecimientos, tal como suele ocurrir en estos casos: en realidad, ellos constituían el verdadero y único aconte cimiento vital de este solitario. Y frente a este hecho, incluso la expresión más viva que podía encontrar al respecto le parecía aún pál p álid idaa y sin si n vida: vid a: «¡Ay ¡Ay! ¡Pero q ué sois voso vo sotr troo s, m is p e n s am ien ie n tos escritos escritos y pintados! — de esta manera mane ra se lamenta lam enta en el el bello bello m a l (§ 296)— . Aún no aforismo final de Más allá del bien y del ma hace mucho tiempo que todavía erais tan llamativos, jóvenes y maliciosos, llenos de espinas y de secretas esencias tal que me hacíais estornudar y reír, ¿y ahora? (...) Pues ¿qué cosas escribi mos nosotros, nosotros los mandarines con pincel chino, nos otros los eternizadores de las cosas que se dejan escribir?, ¿qué es lo único que somos capaces de pintar? ¡Ay, siempre tan solo aque llo que comienza a marchitarse y que está a punto de perder su perfu pe rfum m e! ¡Ay ¡Ay, siem si empr pree ú n ica ic a m ente en te torm to rm e n tas ta s que qu e se alejan ale jan y se disipan y postreros sentimientos amarillos! ¡Ay, siempre solo pája ros cansados de volar y que cayeron del aire para dejarse atrapar con la mano, con nuestra mano! (...) Y solo para pintar vuestra tarde, oh, pensam ientos míos escrit escritos os y pintados, me quedan q uedan ya colores, quizá muchos colores, muchas llamativas ternuras y cin cuenta amarillos y verdes y rojos; pero nadie me adivina con ello que aspecto tenéis en vuestras mañanas, vosotros, chispazos repen 183 183
tinos y maravillas maravillas de m i soledad, ¡vosotr ¡vosotros, os, mis viejos viejos y queridos... queridos ... malos pensamientos!» Es esencial para comprender esto imaginarse a Nietzsche en sus tranquilas y solitarias caminatas portando un par de aforismos como resultado de sus mudas conversaciones consigo mismo, y no inclinado sobre el escritorio, no con la pluma en la mano: Yo no escribo solo con la mano: también se empeña en escribir el pie.144 gaya cien ciencia cia («Picardía, argucia y Tal es lo que canta en La gaya venganza», § 52). Mares y montañas lo rodeaban en sus camina tas tas de pensador pensad or como com o el escen escenari arioo más impresionante para la figu ra de ese ese solitario. solitario. En E n el puerto pue rto de Génova Gén ova soñaba soña ba sus sueños, veía veía un nuevo mundo despuntar en el velado horizonte, en la aurora, y halló las palabras de Zaratustra (II, p. 5): «Bello es desde la sobreabundancia mirar a mares lejanos .»145 En las montañas de la Engadina se reconoció a sí mismo como en un reflejo de hie lo y fuego de cuya mezcla brotaban todas sus luchas y transfor maciones. «En muchos parajes naturales nos descubrimos a nosotros mismos con agradable crueldad; se trata del más hermo so sosias», dice al respecto (HH II, Caminante, § 338). «En el carácter entero de (...) esta meseta que sin temor se tiende junto a los terrores terrores de la nieve nieve eterna, aquí, dond do ndee Italia Italia y Finlandia Finlan dia se
144. «Yo no escribo escribo solo con la mano: mano : / también tam bién se empeña empeñ a en escribir el pie. pie. / Firme, libre y osado se me escapa, / a veces por el campo, a veces por el papel.» KSA, 3, p. 365. 145. Véase KSA, KSA, 4: ZA Z A II , «En las las isla islass afortunada afortunadas», s», p. 109.
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han unido en alianza y la Naturaleza parece ser la patria de todos los tonos plateados.» De este lugar, con sus «pequeños lagos apar tados» desde los que «la soledad misma parece observarlo con sus ojos», dice también en una carta: «Su naturaleza se halla emparen tada con la mía, no nos resultamos extraños, sino que nos tenemos plen pl enaa c o n fia fi a n za .»146 Considerándolo desde un punto de vista externo, sus pade cimientos de los ojos y de la cabeza lo obligaron a tener que tra baja ba jarr de m aner an eraa p u ram ra m e n te aforísti afo rística; ca; p ero tam ta m b ién ié n a su s u p rop ro p ia singularidad espiritual le correspondía cada vez más no tener que ver sus pensamientos en una cadena continua delante de sí, tal como se los fija en el papel cuando se trabaja de manera sistemá tica, sino escucharlos como en un diálogo entre dos, en un diá logo logo constantem ente interrum pido y vuelto vuelto a reto retomar, mar, que surge surge de menudencias y que es percibido por sus «oídos para lo inau dito» (ZA I, p. 25)147 igual que si se tratara de palabras que habían sido pronunciadas. «No puedo pu edo escr escrib ibir ir,, y eso eso que gustosamente gustosam ente lo haría de todo to do corazón», decía en una tarjeta postal (noviembre, 1881, desde Ita lia ) . 148 «¡Ay, los ojos\ Ya no sé qué hacer para ayudarme; literal mente, me obligan obligan a alejarme de la ciencia ciencia,, ¿y qué me qued q uedaa aparte de estos? ¡Ya, los oídos!, cabría decirse.» Con toda seriedad se afa nó, pues, en aguzar el oído y estirar las orejas; sin que haya una sola frase en sus libros a la que no pueda atribuirse lo que en cier
146. Carta Ca rta de Nietzsche a Paul Paul Rée fechada en St. St. Moritz Mo ritz a finales finale s de julio de 1879. KGB, II, 5, p. 430. 147. Véase KSA: KSA: ZA, ZA , Prólogo, § 9, final fin al p. 27. 148. Véase KGB, III, I, p. 142. 185
ta ocasión escribió en una de sus cartas: «Ahora estoy siempre ocu pado pa do con co n cuest cu estion iones es lingü lin güíst ística icass de lo más má s sutiles; la ú lti ltim m a deci de ci sión sobre el texto me obliga a un escrupuloso “oír” palabra y frase. un guem em.» .»u u<) Los escultores denominan a este último trabajo a d ungu Cuand Cu ando, o, en el el año 1881, Nietzsche Nietzsche terminó termin ó su terce tercera ra obra positi po sitivis vista, ta, Aurora (Chemnitz, 1881, Ernst Schmeitzner), el pro ceso interior de vitalización e individualización de las teorías incor po p o rad ra d as h a b ía c o n c luid lu idoo p len le n a m ente en te.. E sta st a o b ra y, en la m ism is m a medida, la siguiente me parecen las más significativas y de más rico contenido de este período intermedio de su evolución espiri tual. Y es que en estas logró prácticamente superar el desmesu Hu mano no,, rado intelectualismo al que se entregó sin más en Huma u na tortu to rtura ra voluntaria se se trat tratara; ara; demasiado humano como si de una logró logró integrarl integrarloo individual e interiorm ente así como p rofu ndi nd i zarl zarloo de manera m anera humana, hum ana, sin por ello ello perder pie en el el fundamento fundam ento científico sobre el que se había situado, sin distender el rigor del método científico con el que abordaba sus problemas. La propia naturaleza de Nietzsche le había ayudado a refutar las rigideces y aspe aspere reza zass de su pro pia filosofía práctica práctica y a compo com poner ner un nuevo tipo ideal ideal de hombre hom bre de conocim con ocimiento iento surgido de la las bata batall llas as inte lectuales de los. últimos años. En efecto, la subordinación de la vida afect afectiva iva al pensam iento se había consum cons umado ado en Nietzsche, Nietzsche, como ya vimos, en virtud de una entrega interior al ideal de la verdad tan apasionada y violenta que, precisamente por eso eso, tuvo que reve revelá lárs rsel elee la importanci importancia a de la vida vida afectiva para para elpensamiento.
De manera imperceptible, el acento fundamental fue desplazán
149. Véase la carta de Nietzsche a Lou von Salomé desde Tautenburg; Taute nburg; proba prob a unguem: «a la grasa».) blem bl emen ente te date da te del 27 juni ju nioo de 1882. 188 2. KGB, KG B, III, III , I, p. 213. 21 3. (A d unguem:
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dose desde el procedimiento puramente intelectual al poder del sentimiento que posee la capacidad de ponerse al servicio de las verdades incluso más crudas y desagradables, sencillamente por el mero hecho de que son verdades. De modo que, otra vez, en lugar de la la fuerza fuerza del del entend ente ndim im iento, ien to, la poten cia del alma será será ahora la que determine el rango del pensador como hombre. Y resulta fácil ver cómo por este camino, poco a poco tenía que aumentar a los ojos de Nietzsche el valor de una manera nueva de pensar: la de una un a filosofía cada vez vez más indispuesta ind ispuesta con la esf esfe e ra del entendimiento. En ninguno de sus libros se acreditan tan bien como en Aurora los sutiles pasajes y los nexos conceptuales que condu cen desde desde su período positivi positivista sta al que lo lo sucede inmediatam inmed iatamente, ente, el de una un a filosofía mística de de la voluntad volu ntad.. El paso paso de lo viejo a lo nuevo constituye el elemento más atractivo y más valioso del libro, Hum ano,, demasiado demasiado human humano o,, a semejanza de lo que sucedía en Humano pero pe ro suced su cedee de m ane an e ra e n tera te ram m ente en te con co n tra tr a ria ri a a la de allí, d o n d e fo rma a teóri teórica ca frente al hecho consumado nos encontrábamos de form de un cambio de opinión en la que el sentimiento doliente trataba poc p ocoo a poco po co de reen re enco cont ntra rars rse. e. A quí, qu í, en cam ca m bio, bi o, toda toda posibilidad posibilid ad será rechazada con co n de una un a transmutación del d el punt pu nto o de vista teóri teórico co será violencia como «la tentación del hombre científico», mientras el alma, ahora anhelante y tanteando con sus antenas, se afana en busca de lo proh pr ohib ibid idoo por po r much mu choo que qu e el intele i ntelecto cto trate trat e de impe im pedír dír selo. Son manifestaciones ligeramente vacilantes, explosiones úni cas cas surgidas surgidas de una u na vida psíquica pro funda fun dam m ente ent e excitada y de las las que nosotros, imbuidos de presagios, podemos augurar el futuro, ya que, en semejante estado psíquico, poseen una ingenuidad invo luntaria y una inmediatez a la que Nietzsche renunciaba en otras ocasiones. En estas páginas se traiciona de manera constante sin 187
saberlo, pues mientras examina o censura el motivo de toda «ten tación» revela lo secreto y oculto de su vida interior; de modo que creemos ver cómo su yo pasado y su yo futuro se intercambian confesiones acerca de esperanzas y anhelos secretos a espaldas de la filosofí filosofíaa del entendimie entend imiento, nto, en aparienci ap arienciaa intacta. intacta. En rebelión rebelión contra ese secreto esperar y desear se recrimina a sí mismo en el aforismo «¡No hacer de la pasión un argumento de la verdad!» (Aurora, § 543) con estas palabras: «Oh, vosotros, (...) nobles ilu sos, ¡os conozco bien! (...) ¡Llegáis hasta el odio a la crítica, la cien cia y la razón! (...) ¡Imágenes de colores allí donde harían falta razonamientos! ¡Ardor y poder de las expresiones! (...) ¡Bien sabéis iluminar y oscurecer, pero oscurecer con luz! (...) ¡Cómo ansiáis después encontrar (...) hombres en este estado —es el estado del en cend nder er vuestra vue strass llamas llama s en su fuego!» fuego!» Solo vicio del intelecto — y ence en la última filosofía de Nietzsche se comprende enteramente has ta qué pu nto es a él mismo a quien dirige dirige su admonición: admo nición: «Nada «Nada sería más erróneo que esperar hasta que la ciencia disponga defini tivamente algún día acerca de las cosas primeras y últimas (...). El impulso a obtener en este terreno únicamente seguridades es un atavismo religioso, nada mejor.» (HH II, Caminante, § 16). Ahora Aho ra bien, en medio m edio de numerosas rebelion rebeliones es de este este tenor contra sí mismo, brota por igual el hastío de la severa moderación impuesta por el conocimiento intelectual, así como por la «tira nía de lo verdadero»: «No comprendo por qué habría de desear se el poder completo y absoluto de la verdad; (...) de vez en cuando debemos tener la oportunidad de descansar de ella; de lo contra rio, acabará por aburrirnos.» (AU, § 507). Y así, melancólico, invoca de nuevo incluso a los artistas, tan denostados por él ante riormente: «¡Oh, si los poetas volvieran a ser lo que dicen que fue \visionario arioss que nos contasen algo de lo posible\ posible\ (...) ron antaño: \vision 188
¡Ojalá pudiesen adelantarnos algo de las virtudes venideras! ¡O de las virtudes que nunca existirán sobre la Tierra a pesar de que pu p u d iera ie rann exist ex istir ir en algu al guna na p arte ar te del de l m u n d o ! ¡De cons co nste tela laci cion ones es de brillo purpúreo y de vías lácteas enteras de lo bello! ¡Dónde estáis vosotros, oh, astrónomos del ideal!» (AU, § 551). De modo que en Aurora no solo vemos cómo Nietzsche lucha contra las apetencias secretas que crecen en su interior, sino también cómo cede a ellas abandonándose al anhelo de algo nue vo, a la intuición de una meta que se va perfilando ante sus ojos. Ambos momentos se mezclan de manera característica, puesto que incluso el mayor ardor del alma, que Nietzsche vincula a un ideal de conocimiento, indica siempre el incipiente ocaso de dicho ideal, al que solo se había entregado con reticencia en la época en que se hallaba firmemente convencido de su verdad y de su necesidad. He aquí «la trayectoria solar de la idea» tal como él mismo la ha descrito a tenor de su propia experiencia: «Justo cuando una idea asoma en el horizonte, la temperatura del alma suele ser muy fría. Solo poco a poco la idea va desarrollando su calor, y este llega al máximo (...) cuando la fe en dicha idea vuel ve otra vez a decaer.» (HH II, Caminante, § 207). Todavía en este escrito (§331) se caracteriza a sí mismo con estas palabras: «Esas per p erso sonn as q u e com co m ien ie n z a n len le n t a m e n te y que con mucha dificul tad se familiarizan con una cosa, a menudo poseen luego la cua lidad de la aceleración; de manera que al final nadie sabe adonde pued pu edee a ú n arras arr astra trarle rle la corr c orrien iente. te.»» Se trata, pues, del poder de una interioridad que se inflama con lentitud y pesadez y que, precisamente por ello, resulta más ineluctable e irresistible; esta riqueza desbordante tuvo que ale jarlo jarl o fin fi n a lm e n te del posit po sitiv ivism ismoo y con co n d u cirl ci rloo hacia ha cia nuev nu evos os h o r i zontes zontes de pensamiento. En abierto contraste con aquella aquella temprana tempr ana 189 189
entronización de la «falta de afectos», ve ahora su ideal: que el hombre de conocimiento «es el hombre de un gran sentimiento, la encarnación de un estado de ánimo único y elevado»; esto debe ser para él precisamente «su condición normal», la que «hasta aho ra se ha prod pr oduci ucido do acá o allá allá en nuestras almas como una un a excep excep ción experimentada con temor; un movimiento oscilante de arriba abajo y la sensación de estar arriba y hallarse abajo, un constante comoestarsubiendoescaleras y a la vez comodescansarsobrenubes » (GA, § 288). Frente a tal «conocedor» se presenta ahora como tentación lo que en su día pasara por ser un terrible peligro: «¡Per der el suelo alguna vez! ¡Flotar! ¡Errar! ¡Estar loco!» (GA, § 46). Y en e n Aurora (§ 271), con el título «Estado de ánimo festivo», se dice: «¡Justo a esos hombres que más ardientemente anhelan el po p o d er es a quie qu iene ness más má s les agr a grad adaa senti se ntirse rse anonadadoí! ¡Hundirse de pronto y profundamente profundamen te en un sentimient sentimientoo como en un remo lino! ¡Dejarse arrebatar las riendas de la mano y ser espectadores de un movimiento mov imiento que nadie sabe sabe hacia dónde dón de condu conduce ce!» !» En tal estado de ánimo festivo de la sobreabundancia y la plé p léto tora ra acum ac um ulad ul adas as y extra ex traíd ídas as len le n tam ta m en te de los con co n o cim ci m ien ie n tos to s más sobrios, sobrios, en semejante encan tamiento tam iento de distensión y reposo, reposo, después de un largo día de trabajo, Nietzsche se desliza en el mun do de la mística. En semejante anonadamiento de sí mismo, el fel icida dad d del con contr tras aste te es la vencedor vence a su prop ia victoria. victoria. La felici que busca; el contraste con lo frío, lo rígido, con el intelectualismo de la manera de pensar positivista: fundar de nuevo el cono cimiento sobre las sugestiones entusiastas de la vida afectiva, y subordinarla al impulso creativo de la voluntad. Esta «aurora» no es ya una luz pálida, fría, que ilumina hacia atrás; a sus espaldas se eleva ya un sol cálido, generador de vida; y mientras que el propio prop io Nietzsche se se halla aún en la penum pen um bra del 190
crepúsculo, sus ojos se dirigen anhelantes hacia el horizonte, hacia aquella aparición clara clara y prometedora. «¡Hay tantas auroras que Rigveda a aún no han resplandecido!», escribe con las palabras del Rigved como lema en la hoja del título, sin osar todavía él mismo a creer se llamado a encender una luminaria semejante en el cielo del cono cimiento. El libro contiene «Reflexiones sobre los prejuicios morales», tal como indica el subtítulo, y con ello parece que quie re participar todavía del espíritu e spíritu disolvente y negador de las las obras prece pre cede dente ntes; s; pero pe ro sobre sob re sus página pá ginass se cier c ierne ne ya u n espír es píritu itu soña so ña dor y esperanzado que, ciertamente, solo aquí o allá es capaz de expres expresars arsee plenam plen amente ente,, pero que en e n silencio silencio idea cómo có mo le sería sería posi ble llegar lleg ar a alcanz alc anzar, ar, desde de sde todo to doss los prejuicio prejuicioss, nuevos juicios juicio s de valor, si le sería posible convertirse en creador de nuevos valores. «Cuando «Cuan do por p or fin f in sean sean destruidos todos los los usos usos y costumbres sobre sobre los que reposa el poder de los dioses, de los sacerdotes y los salva dores, dores, cuando la moral en sentido tradicional haya fall fallec ecido ido,, ento e nton n ces vendrá... ¿Qué vendrá entonces?» (AU, § 96). La caída, la quiebra de lo viejo no es, ciertamente, ningún final; más bien se trata de una perspectiva, un comienzo y una llamada llam ada a las las mejores fuerzas fuerzas espirituales. espirituales. «Desde luego luego que ven v en drá algo todavía, ¡lo más importante está por llegar!» Esto es lo que promete la aurora, tornándose cada vez más clara y rojiza. Auro ra , Nietzsche Un año después de la publicación de Aurora vuelve a escribir por primera vez sobre nuevas esperanzas filo sóficas y nuevos planes a largo plazo: «Y bien, querida amiga, amiga, siempre tiene usted preparada prepa rada para mí una buena palabra; me produce mucha alegría gustarle. La terrible existencia de renuncia que debo llevar, y que es tan dura como jamás lo fuera disciplina ascética alguna, tiene algunos con suelo sueloss que todavía consiguen co nsiguen que aprecie aprecie la vida más que qu e el dejar dejar 191 191
de ser. Algunas grandes perspectivas del horizonte espiritual y moral son mis más poderosas fuentes de vida. Estoy muy con tento de que precisamente nuestra amistad afiance sus raíces y sus esperanzas sobre este terreno. ¡Nadie puede alegrarse tan de cora zón de todo to do lo que usted ha hecho y de todo lo que planea hace hacer! r! Su fiel amigo E N .»150 Y, poco después, exclamaba al final de otra carta: «También yo yo tengo ahora aho ra auroras a mi alrededor, ¡y ningu nin gu na impresa! Lo que ya no creía (...) me parece ahora posible, como la dorada posibilidad posibilidad en el horizonte de toda mi m i vida futura .»151 Este estado de ánimo que con la violencia del anhelo evo ca la promesa de un nuevo mundo espiritual allá en el lejano hori zonte, a fin de que aporte una compensación por todo lo que la crítica y la duda hubieran destruido, resuena muy claramente a través de las palabras finales de Aurora, aquellas en las que Nietz Ni etzsc sche he trat tr ataa de ente en tend ndee r su vía ví a de d e pens pe nsam amie ient nto, o, negativ neg ativaa y crí crí tica, como una señal que indica el camino hacia nuevos ideales: «¿Por qué precisamente en esa dirección, hacia allí, donde hasta h o y se han puesto todos los soles de la Humanidad? ¿Acaso se dirá de nosotros que navegando hacia el oeste esperábamos alcanzar las Indias, Indias, pero que nuestro destino fue estrellarnos en la eternidad? ¿O no, hermanos míos? ¿O no?» (AU, final ) . 152
150. Véase la carta de Nietzsche a Lou Andreas-Salomé Andreas-Salom é desde Naum Na umburg burg;; pro p roba babl blem emen ente te date da te del 12 de juni ju nioo de 1882. 1882 . KGB, III, III , I, p. 204. 20 4. 151. Véase la carta de Nietzsche a Lou Andreas-Salomé desde Nau m burg , si bien fechada antes que la anterior: 7 de junio de 1882. KGB, III, I, p. 201. 152. El fragm ento citado po r Lou Andreas-Salomé pertenece al aforismo aforismo Aurora , el 575. Lo transcribimos completo, pues en él se manifiesta en final de Aurora,
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Cuando Nietzsche terminó su Gaya ciencia, en el año 1882, esa esa India Ind ia suya interior se había convertido co nvertido en una un a certe certeza za:: creyó haber arribado a las costas de un mundo extranjero, aún sin nombre y magnífico, del que ninguna otra cosa se conocía aparte de que debía hallarse más allá de todo aquello contra lo que el pensamiento podía arremeter, de todo aquello que el pen samiento podía destruir. Un ancho mar, aparentemente sin ori llas, entre él y toda posibilidad de una nueva crítica mediante conceptos: más allá de toda crítica, allí pensaba que había hollado tierra firme.
forma de metáfora esta renovación o transformación espiritual de la que trata la autora en estas páginas: «¡Nos «¡Nosotr otros os,, los los argonautas argonauta s de l espíritu! espíritu ! Todos esos pájaros audaces que vuelan hacia la lejanía, hacia la más lejana, ¡ciertamente! Llegará un momento en que ya no puedan continuar y tengan que descansar en un mástil o en un farallón des nudo, ¡y agradecidos, además, por este mísero refugio! Pero, ¡a quién le será líci to concluir de esto que frente a ellos no sigue abriéndose un inmenso campo libre, libre, que han volado tan to como era posible pos ible volar! Todos nuestros grandes maes tros y precursores se detuvieron finalmente, y el gesto con que el cansancio se detiene no es el más noble ni el más agraciado: ¡también a mí y a ti nos ocurrirá algo semejante! ¡Pero qué ha de importarnos a ti y a mí! ¡Otrospájaros seguirán volando! Esta lucidez y esta fe nuestras vuelan con ellos apostando por el avance y la altura, se alzan alzan sobre nuestras cabezas cabezas y sobre n uestra impo im potencia tencia hacia h acia lo alto y desde desde allí allí contem plan la lejaní lejanía, a, colum colu m bran las las bandadas de pájaros muc ho más poderosos que nosotros ¡que ¡que se se afanan afanan por llegar llegar hacia dond e una un a vez vez qui qui simos llegar y donde todo aún es mar, mar, mar! Pero, entonces, ¿adonde quere mos ir? ¿Acaso más allá del mar? ¿Hacia dónde nos arrastra ese anhelo poderoso que nos importa más que cualquier goce? ¿Por qué precisamente en esa direc puest o todos los soles de la Humanidad? ¿Acaso ción, allí, donde hasta hoy se han puesto se dirá de nosotros un día que navegando hacia el oeste esperábamos alcanzar las Indias, pero que nuestro destino fue estrellarnos en la eternidad? ¿O no, hermanos míos? ¿O no?»
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El júbilo exultante de esta certeza resuena nuevamente en los versos que escribió (a comienzos de noviembre de 1882) en el ejemplar dedicado de su Gaya ciencia. Amiga — dijo Colón— Col ón— , ¡no ¡no confíes confíes jamás en un genovés! Siempre mirando al azur le atrae en demasía lo lejano. A quien él ama, bien lo cautiva muy lejos, más allá del espacio y el tiempo (...) Sobre nosotros refulgen astros y estrellas, a nuestro alrededor, brama la eternidad . 153 Pero se equivocaba con respecto a la absoluta novedad y leja nía de aquella tierra; se trata del error inverso al de Colón, que, busc bu scan ando do lo antig an tiguo uo,, enc en c o n tró tr ó lo nuevo. nue vo. Y es que, qu e, d e hech he cho, o, sin saberlo y después de haber navegado dando la vuelta al mundo, Nietzs Nie tzsche che regresó p or el lado lad o opue op uest stoo preci pr ecisam samen ente te a la costa c osta de la misma mism a tierra de la que había h abía partido partid o y que q ue creía creía haber dejado atrá atráss para pa ra siemp sie mpre re cuan cu ando do se dista d istanc nció ió de la metafísica. metafí sica. Veremos Verem os en qué qu é medida med ida todas la las obras obras de su último período espiritual espiritual brotaron bro taron de aquel viejo suelo, aunque también estén influidas en su crecimiento y su singularidad por las experiencias de los últimos años. Es indis cutible que qu e el principal valor valor del pensamien pen samiento to positivista positivista consistía consistía 153. Se ha conservado este poema poe ma con co n el título títul o «En alta mar.» mar.» Nietzsche se lo envió a Lou Andreas-Salomé prescindiendo del título y con la rúbrica: «A mi querida qu erida Lou.» Hay dos poemas más dedicados a C olón en los que se repite la primera estrofa estrofa de «En alta mar» y se añaden nuevas estrofa estrofas; s; véase véase Friedrich Nietzsche, Poesía completa. Edición y traducción de Laureano Pérez Pérez Latorre, Latorre, Madrid, Trotta, 1998.
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para pa ra N ietz ie tzsc sche he en que, qu e, al m enos en os d e n tro tr o de u nos no s límite lím itess d e term te rmi i nados, tal orientación ofrecía realmente espacio de tolerancia suficiente para todos esos cambios de ánimo y oscilaciones de sen timientos: eso explica por qué lo mantuvo sujeto durante algún tiempo. No lo cargó de cadenas, como necesariamente habría hecho la metafísica, sino que le indicó otras direcciones; no le imponía un sistema sistema de conocimiento, conocim iento, sino que le puso en la m ano un nue nue vo método de conocimiento. Por eso su emancipación del positi vismo tampoco fue tan violenta ni repentina como su ruptura con Wagner; en vez de una liberación de las cadenas fue un paulatino irse volando y perdiéndose: «Todo mi caminar y subir montañas era tan solo una necesidad y un recurso del desvalido: ¡volar, solo eso es lo que quiere mi voluntad entera!» (ZA III, p. 19).154 «He aprendido a andar: ¡desde entonces me dedico a correr!» (I, p. 54 ).155 Pero Pero también esta esta transformación transformación se se consumó de manera man era tan impa rable rable e irrevocable irrevocable como co mo la anterior. Y es es que alguna algu na vez vez Nietzsche tenía que saltar más allá de la manera puramente empírica de con siderar sus problemas, más allá de la limitación de principio ceñi do al ámbito ámb ito de la experie experienci ncia; a; según la manera man era de ser ser de su espíritu, espíritu, no podía renunciar por mucho much o tiempo, en una u otra o tra forma forma,, a una «filosofía de las cosas últimas y supremas». En el fondo, solo se tra taba de ver por qué camino secundario habría de deslizarse de nue vo al lugar donde moran los dioses y los superhombres. Nie N ietz tzsc schh e escrib escr ibió ió a Rée en cier ci erta ta ocasi oc asión ón:: «Ay, mi querido y buen amigo, con el más doloroso senti m iento ien to leo (... (...)) la noticia de su enfermedad. ¿Qué será será de nosotros
154. Véase KSA, KSA, 4: ZA III, «Antes «Antes de la salida del sol», sol», p. 208. 20 8. 155. Ibídem Ibí dem , I, «Del leer y escribir», escribir», p. 49.
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si ya en nuestros mejores años nos marchitamos de esta manera? ¿Acaso so el destino desea desea reservarno reservarnoss una una vejez hermosa porq po rque ue (...) (...) ¿Aca nuestra nuestraform fo rma a de pensar se adapta a esa edad eda d prec precis isam amen ente te de la manemanera más más natura natu rall com como una un a p iel ie l sana?¡Si al menos no tuviéramos que esperar tanto! El peligro sería que qu e perdiésemos la paciencia .»156
La perdió por completo. «Ya se me arruga y se me quie bra b ra la piel», can ca n tarí ta ríaa just ju stoo desp de spué uéss en u n m al versi ve rsito to de la Gaya ciencia,157 y bajo la «piel de viejo» del «desapasionado hombre de conocimiento» despertó, henchido de poder, aquel impulso rejuvenecedor del que Nietzsche escribió, todavía en su ocaso, una apoteosis de la vida, de la vida eterna. El destino no necesitó reservarle vejez alguna. Ahora bien, como base de la nueva doctrina que él quería anunciar, como el único fundamento de confianza sobre el que po p o d ía sust su sten enta tars rse, e, N ietz ie tzsc sche he p ensó en só tod to d avía av ía en aque aq uello lloss años añ os en una justificación científica. Precisamente en esta fase de transi ción vemos cómo, asaltado por los más vivos deseos, se permite embarcarse en investigaciones de amplio vuelo a las que había renunciado desde hacía años. Con interés y participación incan sable sabless siguió siguió los los estudios estudios que qu e Rée había emprend emp rendido ido en 1878 a fin de consolidar y ampliar con ellos los pensamientos fundamenta les de su primer libro de filosofía moral. Cuando, en 1881, aquel comunicó a Nietzsche que esperaba terminar su nueva obra a lo largo del año, recibió esta alegre respuesta: «Y este mismo año (...)
156. Véase KGB, II, 5, p. 356 . Car C arta ta de Nietzsche a Rée fechada fechad a en Basilea Basilea el 20 de octubre de 1878. 157. Véase KSA, KSA, 3: GA, «Picardía, « Picardía, astucia as tucia y venganza», venganza» , § 8: «En el el tercer cambio de piel».
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dará a luz, además, la nueva obra en la que yo, en su imagen de continuid con tinuidad ad y en su encadenamiento encadenamien to dorado, do rado, ¡me ¡me permitiré permitiré olvi olvi dar mi pobre y fragmentaria filosofía! ¡Qué año más grandioso !»158 Sin embargo, el escrito en cuestión, EL EL orige rigen n de La conc concie ienncia cia (Berlín, 1885), no quedaría terminado hasta cuatro años más tarde, después de que, entretanto, Nietzsche se hubiera sacudido de encima su último resto de «espíritu libre» y de que ya hubiese quemado con su acostumbrada energía la piel de la que se había despojado. Pero el vivo interés con que participó durante tanto tiempo en los estudios de Rée para aquel libro proporcionó asi mismo un determinado significa significado do también tam bién a su propia vida vida inte lectual. Con todo, esta vez no se apoyó en El E l orig rigen de la con concien iencia Human o, demade la la misma manera en que anteriormente, anteriormen te, para Humano, siado humano, se apoyara en El E l ori orige gen n de los los sentimientos sentimientos mo morales les. La diferencia diferencia entre el el último úl timo período períod o espiritual de Nietzsche Nietzsche y el el perí pe ríod odoo positivis posit ivista ta ant a nter erio iorr consiste cons iste en que qu e ya n o se limit lim itaa a expre sar el significado interno de teorías concretas y dadas, sino en que se entrega con suma osadía al desarrollo de un sistema propio con el que aspira a aband ab andon onar ar lo aforístico aforístico y fragmentario. fragmenta rio. Si la la orien orien tación «Iibre-espiritual» lo había inducido a interiorizar sus cono cimientos en profundas vivencias y sentimientos, en esta ocasión era la fuerza fuerza apasionada de d e esta experiencia experiencia interior interio r la que lo obli gaba a desahogarse en determinados pensamientos y teorías, la que lo obligaba a establecer visiones del mundo nuevas y conclusas. En el verano de 1882, Nietzsche tomó la determinación de dedicarse durante una serie de años a aquellos estudios que le pare
158. Véase KGB, III, I, p. 124. C arta ar ta de Nietzsche Nietzs che a Rée desde Sils-Maria, a finales de agosto de 1881. 1881.
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cían imprescindibles para la construcción de su «filosofía del futu ro»: en particular, el estudio de las ciencias naturales. Con esta intención, intenció n, se propo pro ponía nía renunciar renunc iar a su su vida vida en el el sur para poder pod er oír lecciones en París, Viena o Múnich. Durante diez años debía interrumpir toda actividad literaria hasta que lo nuevo no solo hubiera madurado en él sino que también pudiera constatarse como correcto por la vía de la ciencia. Algo más tarde que Nietzsche, también Rée sintió la nece sidad de encararse con las ciencias de la naturaleza que, hasta entonces, habían sido ajenas para ambos. Pero aquel no preten día utilizarlas como material para construir sus propias hipótesis filosóficas, sino que, después de haber terminado su libro, de seaba dejar que nuevos pensamientos influyesen libremente en su espíritu y salir por completo de su estrecho ámbito de conoci miento especializado. Así, se dedicó a la medicina, estudió de nue vo e hizo el examen de Estado que le permitía trabajar como médico, con el propósito de ejercer durante varios años la psi quiatría, para, dando ese rodeo, retornar finalmente a las ciencias del espíritu. espíritu. Jamás Jamás ambos amigos se se habían hab ían hallado tan distantes espiritualmente espiritualmente como entonces, entonces, cuando cuand o parecía parecía que otra vez aspi aspi raban a lo mismo: hab ían term inado inad o por p or llegar llegar a los los polos opues tos de sus sus respecti respectivas vas naturalezas y espíritus espírit us. 159 Esto se expresa de manera significativa en el hecho de que esos diez años de silen cio planeados por Nietzsche fueron, precisamente, los de su mayor pro pr o d u ctiv ct ivid idad ad,, m ien ie n tras tr as q ue Rée n i siqui siq uier eraa alca al canz nzóó el p u n t o en
159. Véase en La gaya ciencia (§ 279), bajo el título «Amistad estelar», las hermosas palabras con las que en aquel entonces Nietzsche se despidió despidió de esta cama radería espiritual. (N. de la la A .)
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que sus antiguas creaciones y sus nuevos conocimientos se fundie ran juntos jun tos y lo lo impulsaran im pulsaran a una nueva y ele elevad vadaa activida actividad. d. Los dolores de cabeza impedirían a Nietzsche realizar sus planes; plan es; y la l a irr i rruu p ció ci ó n del de l inv i nvier ierno no de 1882 18 82 lo enco en conn trar tr aráá de n u e vo en su celda de eremita en Genova. Pero aunque su salud hubiera sido más favorable, tampoco habría realizado el proyecto. Pues Nietz Ni etzsch schee ya y a no n o se enco en conn traba tra ba en aquel aqu el estado esta do de espera esper a en que qu e el espíritu todavía puede pued e acoger estímulos extraños y aceptar de de for ma voluntaria ideas que pueden molestarle; se hallaba ya dema siado inclinad in clinadoo a producir, produ cir, como com o para p ara que qu e a esa esas alturas le afect afectase ase algo que hubiera podido detenerlo en su impulso creador. Si bien para pa ra el des d esen enca cade dena nam m ient ie ntoo de su fuerza fuer za creativ cre ativaa necesi nec esitó tó una un a p ri ri m era fecundación fecundació n externa — todo tod o ello ello entre dolores y victori victorias as sobre sí mismo— mism o— , del del mismo m odo que frente a tal conocimiento conocim iento extraño se compo com portó rtó con absoluta entrega entrega y, en la ilusión de fundir fund ir se con aquel, aquel, había h abía renunciad ren unciadoo a sí mismo, mism o, parecía parecía ahora, una u na vez vez fecundado, mucho menos accesible e influenciable que nunca. Se hallaba obsesionado obsesionado por po r entero con su propio estado estado y por po r aquell aquelloo que la vida deseaba obtener de él. Y cuando dirigía su atención hacia fuera, fuera, solo era para propo pro porcion rcionar ar espacio espacio a cualquier cua lquier precio precio a la criatura que había de nacer de él, pero en modo alguno para examinar otra vez o cuestionarse cuestionarse sus condiciones de vida. vida. La renuncia a estudios científicos de grandes dimensiones a la que por segunda vez lo obligó su estado de salud lo condujo en esta ocasión ocasión a un resultado resultado opuesto opu esto al de la época de la ruptura ruptu ra con Wagner Wagn er y de su período positiv positivist ista. a. Entonces, En tonces, en vez vez de fundar fund ar nuevas teorías, Nietzsche trataba de exprimir para su propia inte rioridad aquellas teorías expresadas por otros, así como de constatar los efectos sobre su alma. Ahora, en cambio, se verá obligado, en cierta manera, a inventar y poetizar los fundamentos teóricos de 199 199
los que carece. Aquí radica, precisamente, un rasgo fundamental de la última últim a filosofía de Nietzsche: Nietzsche: la necesidad de ampliarse de maner ma neraa sistemática, sistemática, como co mo si se tratase de extraer de los los más variados variados ámbitos del saber la prueba de la exactitud de su pensamiento crea dor; en realidad, se trata de un intento violento de conformar un espacio para ello: una soberana vivencia tan plena de la propia dimensión interior que haga que su imagen imagen del mun m undo do se transfor transfor me de manera involuntaria en una cuna para la propia obra. A ello ello corresponde corresponde el el hecho de que, a partir de este este mom en en to, por p or paradójico que qu e pueda pu eda parecer, parecer, todas sus sus teorías teorías adquieran adqu ieran un carácter tanto más personal cuanto más universal es el modo en que parecen concebirse, cuanto más general es el valor al que aspiran. Por último, su núcleo fundamental se oculta bajo tantas capas, su último sentido secreto, bajo tantas máscaras, que las teo rías rías en las las que se expresa expresa son casi casi únicam únic amente ente cuadros y símbolos de vivencias interiores. Por último, carece de toda voluntad de concordancia y entendimiento con los demás: «Mi juicio es mi juici ju icio: o: n o es fácil q u e o tro tr o teng te ngaa dere de rech choo sobr so bree él» él» ( M M , § 43); 43 ); y, sin embargo, a la vez, decretará ese juicio ley universal, una orden dictada d ictada a la H um anida an idadd entera. Pues, Pues, en conclusión, conclusión, para Nie N ietz tzsc sche he se f u n d e n de m a n e ra tan ta n c o m p leta le ta la insp in spir irac ació iónn y la revelac revelación ión externa que se imagina que con su vida interior inte rior puede pue de abarcar la totalidad del universo mientras cree que su espíritu con tiene en sí, en forma mística, la quintaesencia del ser, la cual ha de traer al mundo. «Para mí... ¿cómo podría haber un fuera-demí? ¡No existe ningún afuera !»160
160. Véase KSA, KSA, 4: ZA III, III , «El convaleciente», convalecie nte», p. 272. 200 20 0
En correspondencia con el hecho de que el último perío do creativo de Nietzsche consiste de manera absoluta y total en la interpretación filosófica de su vida psíquica, considerará a La gaya ciencia — la obra que inaugura este este período— período— , en una de su sus cartas, «el más personal de todos mis libros»; y, poco antes de su pub pu b lic li c a ció ci ó n , se lam la m e n tará ta rá en o tra tr a carta: ca rta: «E «Ell m a n u scri sc rito to resul re sulta, ta, cosa bastante rara, “impublicable”. ¡Ello proviene del principio ih i ipsi ipsi ser ser i bol»161 del m ihi De hecho, nunca nunc a escri escribió bió tan plenam plen amente ente para sí sí mismo mismo como en este período en el que pretendía atribuir a su propio yo su concepción entera del del mun m undo do,, aclara aclararr todo todo extrayéndolo extrayéndolo de aquel. Así, aquí encontramos ya la mística de la nueva doctrina fundamental de Nietzsche, aunque todavía oculta en el elemento pura pu ram m e n te perso pe rsona nall de la que qu e surge. C o m o cons co nsec ecue uenc ncia ia de ello, los aforismos constituyen monólogos —pensados de forma más monológica mon ológica que n inguna ingu na otra o tra cosa cosa en la las obras obras de Nietzsche— Nietzsche— ; po p o r así deci de cirlo rlo,, son so n «inter «in terlud ludios ios»» a m edia ed ia voz, e inc i nclu luso so,, a veces, tan solo pensados como una muda pantomima espiritual que oculta m ucho uc ho más de lo que deja traslu traslucir cir.. Lo Loss pensamientos pensam ientos de la «filo «filo sofía del futuro» nos hablan ya desde estos aforismos, si bien rodeán donos aún como figuras veladas cuya mirada oscura y misteriosa Aurora a — solo se posa sobre nosotros; y ello no porque —como en Auror expresen intuiciones y presagios hallándose aún privados de trazos firmes y de contornos sólidos, sino porque de manera intencio nada nad a se se los los ha cubierto cu bierto con un velo velo y se le les ordenó orden ó que guardasen
161. El prim pri m er fragmento fragm ento epistolar: véase véase KGB, III, I, p. 247. 247 . Carta Ca rta a Paul Rée desde Naum burg, burg , hacia mediados de agosto de 1882. El segundo fragmento: fragmento: KGB, III, I, p. 199. 199. Carta C arta a Rée Rée desde desde Naum burg, burg , fechada el el 29 de mayo de 1882. 201
silencio. Nietzsche parece presentarse aquí, ante nosotros, con el dedo sobre los labios, y precisamente de eso extraemos que desea decirnos muchas cosas, que quiere confesárnoslo todo. Pero le será difícil hablar de ello sin reservas, puesto que tam bién bi én en este caso su confes con fesión ión es, es, asimi asi mism smoo y otr o traa vez, u n a conf co nfe e sión sión doloros dolorosa. a. Y en un u n sentido m ucho más profundo, mucho much o más más doloroso que hasta ahora, la filosofía de Nietzsche nos introduce en los pesares y los suplicios más ocultos de su experiencia, pero de manera que incluso las duras luchas y las renuncias de su período positivista positi vista nos n os parece par ecenn pobres pobr es e inocuas. A prim pr imer eraa vista, esto pare par e ce una contradicción, puesto que la última filosofía de Nietzsche ha brotado, precisamente, del anhelo de construir una visión del m un do que sustituya su stituya a la las teorías teorías positivis positivistas tas que suscitaron suscitaron su rechazo y que se corresponda plenamente con sus deseos más pro fundos. Ahora bien, es un hecho que Nietzsche comenzó su últi ma transformación entre júbilos y alegrías. Pero no nos es lícito olvidar que esta esta forma extrema ex trema de recogimiento recogim iento en sí mismo, esta esta tentativa de construir una visión del mundo a su imagen y seme dolor de sí mismo característico de Nietzsche, janza, jan za, saca a la luz lu z el dolor la esencia profunda de su ser. Hasta ahora, en sus transformacio nes intelectuales intentó sustraerse a este dolor de sí mismo, tira nizando y torturand tortura ndoo una parte pa rte de su su propio yo mediante la otra; otra; no obstante, en todas las transformaciones del hombre teórico per manece inmutable y eternamente idéntico a sí mismo el hom bre br e p ráct rá ctic icoo con co n sus nece ne cesi sida dade dess inte in teri rioo res. re s. Solo Sol o ahor ah ora, a, c u and an d o Nietzsche Nietzs che ya no n o se aprem apr emia ia y no n o se m ortif or tific icaa más, m ás, solo ahora, cuan cua n do otorga otorg a plena voz a su su melancolía, comprendem comp rendem os por po r entero el tormento en que vivió, oímos finalmente el grito de liberación de def ini sí mismo, pidiendo un seropuesto, una metamorfosis plena y defini tiva, un cambio no solo de conocimientos particulares, sino de la 202
totalidad del hom bre y de su interioridad. interioridad. Podemos observar observar muy mu y bien bi en c ó m o aquí aq uí,, dese de sesp sper erad ado, o, tra tr a ta de salir sali r d e sí m ism is m o y se afea ferra a lo exterior, a un ideal liberador buscado en forma de una naturaleza antitética a la suya. De ahí podemos prever que, ape nas Nietzsche transform transform ó libremente el contenid con tenidoo de su alma en conten con tenido ido del mund mu ndo, o, apenas extrajo extrajo las las leye leyess de este este de sus expe expe riencias más íntimas, su filosofía tuvo que trazar una visión trá gica de la existencia: tuvo que concebir a la Humanidad como una especie híbrida, doliente en sí misma, enferma sin esperanza en su propia evolución, y que de ninguna manera halla en sí su just ju stif ific icaa c ió iónn existen exis tencia cial,l, ya que qu e esta es ta reside resid e e n o tra tr a especie espec ie diversa dive rsa po p o r anto an tono nom m asia as ia,, superio sup erior, r, supe su perr-hu hum m ana, an a, con co n respec res pecto to de la cual cua l aquella tan solo constituiría un puente. La meta final de la Hu manidad será, pues, su ocaso y sacrificio en nombre de ese ideal opuesto a ella. Justo en el umbral de la última filosofía de Nietzsche se muestra mu estra ya con absoluta claridad claridad en qué medida me dida el impulso fun fu n damenta dam entall que dom do m ina constan co nstantem temente ente su ser ser y su su naturaleza es el el impulso religioso. Sus diversas filosofías son para él sustitutivos de Dios, que deben ayudarle a soportar la carencia de una divi nidad mística ideal y exterior, fuera de sí mismo. Pero sus últimas doctrinas contienen la confesión de que no lo consigue. Y justo po p o r ello ell o n o s to topp a m o s de n u e v o en sus o b ras ra s p o s tre tr e ras ra s c o n u n a lucha tan apasionada contra la religión, la creencia en Dios y el deseo de salvación; porque él mismo se acercaba peligrosamente a todo tod o ello ello.. En E n sus palabras se se expresa expresa un odio od io hacia ha cia el el temor tem or y el amor con el que desea convencerse de su fuerza divina y deslía cers cersee de su impoten imp otencia cia hum ana. ana . Así, Así, habremos habrem os de ver por (uc (uci /a en virtud de qué autoengaño y subterfugio secreto Nietzsche snlu ciona finalmente el conflicto trágico de su vida, conl lu m que
consiste en la necesidad de Dios y, sin embargo, también en ese tener que negar a Dios. En primer lugar, con fantasía ebria de nos talgia, en sueños y éxtasis semejantes a visiones, forja el místico ideal del superhombre y, después, a fin de salvarse de sí mismo y merced a un monstruoso salto, trata de identificarse con dicho ideal. De manera que, al final, acaba por transformarse en una doble figura: mitad hombre enfermo, que sufre, y mitad super hombre salvador, que sonríe. Lo uno lo es en cuanto criatura; lo otro, en cuanto creador; lo uno, como realidad; lo otro, en cuan to irrealidad mística pensada. Pero, a menudo, mientras escucha mos sus discursos, sentimos con horror que erige en objeto de veneración lo que en realidad ni siquiera para él es real ni existe, y recordamos sus palabr palabras: as: «Quié « Quiénn sabe si si hasta ahora no h a ocu ocu rrido en todos los grandes casos precisamente lo mismo: que la muchedumbre adoraba a un dios, ¡y que el “dios” no era más que un pobre animal para el sacrificio!» (MM, § 269). «Dios como animal para el sacrificio» es en verdad un títu lo que podría ponerse a la última filosofía de Nietzsche, y que reve revela la con la máxima claridad claridad la contradicción interna in terna que aque lla contiene: esa exaltación de dolor y dicha, coincidentes uno y otra de manera indistinta. Ya vimos anteriormente hasta qué pun to fue un estado festivo el que animó a Nietzsche en su última transformación, un estado estado festiv festivoo de ebriedad soñadora soñ adora y de sobre sobre abundancia: ahora observamos el punto en el que la violencia de la exaltación interior se vuelca en dolor. En todo aquel período, incluso en su vida cotidiana, su ánimo se vio embargado por un sentimiento extremo de esfuerzo psíquico en el que se es capaz incluso de mostrar alborozo, pero solo porque todos los nervios tiemblan; en él se llega fácilmente a bromear y reír, pero con labios temblorosos. Y es que Nietzsche necesitaba en todo momento tal 204
imbricación de dolor y dicha, de exaltación y sufrimiento, para enfrentarse a un nuevo renacimiento espiritual. Su felicidad tenía pri p rim m e ro q ue tran tr ansf sfoo rm arse ar se en «ultr «u ltrafe afelic licida idad» d» y, en este exceso, convertirse en su propia pro pia enemiga y su contraria; la paz paz y la fami liaridad conquistadas fatigosamente dentro de un ámbito del cono cimiento tenían primero que incitarlo a herirse a sí mismo y a alejarse de sí, a fin de que su espíritu pudiera disiparse y descar garse en nuevas creaciones. Es significativo significativo que, en su júbilo cordial, cordial, denom de nominase inase a su obra «la alegre nueva», La gay gaya a cien cienci cia a, pero que al mismo tiem po p o p u sie si e ra sobre so bre el afor af oris ism m o f ina in a l de aque aq uella lla las oscur osc uras as y enig en ig máticas palabras: Incip In cipit it trag tragoe oedi dia! a! Esta Esta unión un ión de profunda profund a inquietud inq uietud y de jugueton a osad osadíía, de tragedia traged ia y serenidad, característica característica de las las obras del últim o gru gru po p o , c o n c u erd er d a tam ta m b ién ié n con co n que qu e La gaya ciencia ciencia, en agudo con traste con el oscuro misterio de las palabras finales, posea un pre p relu ludi dioo en verso: «Picardía, «Pic ardía, astuc ast ucia ia y venganz ven ganza.» a.» H alla al lam m os aquí, aqu í, po p o r p rim ri m e ra vez, verso ve rsoss en los escr es crito itoss de N ietz ie tzsc schh e; p e ro estos esto s aparecen con mayor frecuencia a medida que cree más cercano su ocaso. En las canciones resuena su espíritu. Sorprende lo diferen tes en valor que son los versos, en parte, fragmentarios: pensa mientos que, en su propia belleza y plenitud, se transformaron en poesía; poe sía; unos un os versos que qu e tam ta m b ién ié n , en part pa rte, e, están es tán dota do tadd os de u n a maravillosa imperfección como la que solo puede nacer de un áni mo picaresco. Mas sobre todos ellos planea algo singularmente conmovedor: acaso son flores que un solitario esparce por la vía dolorosa a fin de suscitar la sensación de que se trata de un cami no de felicidad. Se asemejan a rosas recién cortadas que aplasta su pie m ien ie n tra tr a s él se afan af anaa en con co n fecc fe ccio iona narr con co n sus c o n o c im ien ie n tos to s más dolorosos la corona de espinas que ceñirá su cabeza. 205
Suenan como un preludio al espectáculo impresionante de su máxima máx ima elevación elevación y caída. caída. Pero tampoco tamp oco la filosofía filosofía de Nietzsche alza del todo el telón. Lo que nos muestra es tan solo, a semejan za de una imagen sobre dicho telón, una variopinta guirnalda de flores de entre la que, medio escondidas, refulgen grandes y tris In cipit it trag tragoe oedi dia! a! tes las palabras: Incip
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TERC ER APART APARTADO ADO
EL «SISTEMA» DE NIETZSCHE Lema: «Aún queréis crear el mundo ante el que podáis postraros.» (Así habló Zaratustra, «De la superación de sí mismo»)
«¿Espíritu? ¡Qué es para mí el espíritu! ¡Qué es para mí el conocimiento! Nada hay que aprecie tanto como los impulsos, y jura ju rarí ríaa que qu e esto es lo que qu e noso no sotro tross tene te nem m os en com co m ú n. M ire si no a través de esta fase en la que llevo viviendo desde hace algunos años, ¡mire usted detrás! No se deje engañar con respecto a mí. ¿No irá a creer que el “espíritu libre” es m i ideal? Yo soy... Disculpe, Discu lpe, querid qu eridaa Lou... F. N.» Nietzs Ni etzsche che inte in terr rruu m p ió de esta man m aner eraa tan ta n misterio mis teriosa sa la car c ar ta precedente, que escribió en el período comprendido entre la publ pu blic icac ació iónn de La gaya gaya cie cienc ncia ia y Así As í hab habló ló Zara Zaratus tustra tra.. En tan esca sas líneas se esbozan ya los rasgos esenciales de la última filosofía de Nietzsche: en referencia al campo de la lógica, el alejamiento po p o r p rin ri n c ipio ip io del ideal ide al p u ram ra m e n te lógico lóg ico profe pr ofesa sado do hasta ha sta e n to n ces ces, así como el distanc dista nciam iamien iento to de la severidad severidad teórica del «espí «espí ritu libre» vinculado al entendimiento. En cuanto al campo de la ética, en vez de la crítica negativa profesada hasta ese momento, domina el desplazamiento del fundamento de la verdad hacia el mundo de los impulsos psíquico psíquicoss como com o fuente fuen te de una un a nueva valo valo ración y estimación estim ación de todas toda s las las cosa cosas. s. Además, se da una u na especie especie de retorno a la la primera prim era fase fase de la evolución espiritual de Nietzsche, aquella que precedía a la de su liberación espiritual positivista; esto es, a la fase metafísica de la estética de Wagner y S chopen209
hauer y su doctrina del genio genio sobrehu man o. En esta esta última, última, en cuanto núcleo de la nueva filosofía del futuro, se fundamenta el misterio de una monstruosa apoteosis de sí mismo expresada todavía con temor en ese vacilante «yo soy». El último período espiritual de Nietzsche comprende cin A sí habló habló Zaratustra Zaratustra (I y II, co obras: el poema 162 en cuatro tomos Así 1883; III, 1884, Chemnitz, Ernst Schmeitzner; y IV, 1891, Leip bien y del mal mal.. Prelud Preludio io de una una zig, C. G. Naumann); Más allá del bien filoso fil osofía fía del futu fu turo ro (1886, Leipzig, C. G. Naumann; 2a edición, escrito polé polémi mico co (1887, 1891); Sobre la genealogía de la moral. Un escrito E l caso Wa Wagner, un problema problema para meló meló Leipzig, C. G. Naumann); El manos (1888, Leipzig, C. G. Naumann); y, finalmente, la peque E l crepú crepúsc scul ulo o de los los ídolos ídolos o Cómo se ña colección de aforismos: El filosofa con el martillo (1889, Leipzig, C. G. Naumann). Pero en esta ocasión no podemos seguir paso a paso el curso de su ideario filosófico de la mano de est estas as obras, obras, puesto que en m odo od o alguno representan los respectivos grados de evolución de su pensamiento, tal como sucedía con las del período anterior, sino que por pri mera vez todas ellas están destinadas al servicio de la exposición aun que solo solo se se trata de un u n sistema que más bien se se de un sistema, aunque sustenta sobre una tonalidad emotiva general que sobre la clara homogeneidad de una deducción conceptual. Por ello, el carác ter aforístico que también estos libros conservan parece en este caso una innegable carencia formal de su exposición, y no, como hasta ahora, un privilegio propio de aquella. Lo que Nietzsche logra mediante su consumada maestría en la forma aforística, la capacidad de agotar plenam pl enamente ente el significado significado psicológi psicológico co de cada 162. 162. Según el el sentido más amplio del término alemán Dichtung Dich tung.. 210 21 0
pen p ensa sam m ient ie ntoo y de d e resti re stitui tuirlo rlo acom ac ompa paña ñado do de todas toda s sus sutiles s utiles vin vi n culaciones secundarias internas, ya no es suficiente para una fundamentación sistemática de sus teorías, sino que las difumina aquí y allá en el juego ingenioso de hipótesis deslumbrantes. Tanto su enfermedad ocular como el hábito de un pensamiento que pro cede a saltos obligaron a Nietzsche, en general, a mantenerse afe rrado a su viej viejaa manera ma nera de escri escribi bir, r, pero un a y otra vez — tanto tan to en Más allá allá del bien bien y del malco mal com m o en La gene enealog logía de la moral-— intentó ir más allá de lo puramente aforístico y ordenar sus pen samientos de forma sistemática, pues lo que pasaba por su men te adquiría la forma de un todo unitario. De ahí que también encontremos en estas obras por prime ra vez una especie de teoría un a tentativa de en teoría del conocimiento conocimiento, una frentarse con los problemas gnoseológico-teóricos después de haberlos eludido hasta entonces de la misma forma que, en gene ral, eludía todo problema al que solo pudiera aproximarse de for ma puramente teórica. Por primera vez, pues, no se limita sin más a quedarse plantado en la filosofía práctica, sino que considera necesario referirse a los medios con los que ha forzado la peque ña puerta de la teoría del conocimiento a través de la que pene tra con sus hipótesis. Numerosas observaciones al respecto se hallan esparcidas por los más diversos pasajes de sus obras. Harto característico parece el hecho de que se encuentren precisamen te cuando Nietzsche declara su principio de hostilidad al mundo de la lógica abstracta y está firmemente decidido a cortar de un mandoble mand oble todos lo loss nudos conceptu conceptuales ales con los los que pueda to par par se: sencillamente, solo se ocupa de la teoría del conocimiento para arrojarla por la borda. En tiempos de su wagnerismo, y como discípulo de Scho penhauer penh auer,, Nietzsche Nietz sche habí ha bíaa seguido al maestr ma estroo en su conoc co nocida ida ínter211
pret pr etac ació iónn y m odif od ific icac ació iónn de K ant, an t, según seg ún la cual las cuest cu estion iones es en tomo a las cosas últimas y supremas no encuentran respuesta mediante el entendimiento, sino a través de los más altos estros e iluminaciones de la voluntad. Más tarde, y protestando viva mente contra esta asunción de la metafísica de Schopenhauer, Nie N ietz tzsc sche he se adh a dhie iere re a la estri es trict ctaa d e lim li m itac it ació iónn de la cien ci encia cia e m p í rica que se satisface con el conocimiento intelectual incluido dentro de la esfera que le es accesible. Ahora bien, Nietzsche man tuvo su adhesión solo hasta que, con la ayuda de un intelectualismo fanático, pudo crear desde aquel humilde conocimiento intelectual un ideal de verdad capaz de entusiasmarlo, y al que sometió ciegamente tanto su voluntad como su vida psíquica. Apenas agotado su fanatismo, apenas su entusiasmo dejó de ver los propósitos y los valores intelectuales a la luz de un idealismo tan desesperado, se hastió por entero de este último y exigió nue vos ideales. Imbuido de semejante necesidad, acabó dando con una idea del ámbito del positivismo a la que hasta entonces no había prestado atención: la idea de la relatividad de todo pensa miento, la reducción de todo conocimiento intelectual a los fun damentos dame ntos puram p uram ente práctico prácticoss de la vida vida instintiva instintiva de la que surge surge y de de la que depende dep ende constantemente. con stantemente. Este camino, que ya le fuera indicado previamente por sus propi pro pios os com co m pañe pa ñero ross filósofo filó sofos, s, solo tuvo tuv o que qu e seguirlo segui rlo con co n su acos acos tumbrad tum bradaa exaltaci exaltación ón para retornar finalmente finalm ente a su originari originariaa valo valo ración de los afectos. Y es que lo que para los demás era una consecuencia consecuencia natural extraída extraída de la la teoría teoría m odern a del conoci conoc i miento, que ni afectaba al método ni a los resultados de las ciencias empíricas como tales, supuso para Nietzsche el impulso que lo indujo a un cambio completo comp leto de pun to de vi vist sta. a. Con C on la misma misma exageración extrema y el mismo fanatismo con el que había adora 212
do el pensamiento conceptual estricto en cuanto supremo ideal de verdad, verdad, se mofa ahora ah ora de este, este, considerándolo algo algo mezquino mezquin o y vul gar en comparación con los instintos que en verdad lo rigen. Lo que ha cambiado entretanto es justo solo su estado de ánimo, únicamente su comprensión sentimental de la situación; per p ero, o, p reci re cisa sam m ente en te,, esto est o sig si g n ific if icaa tod to d o p ara ar a Niet Ni etzs zsch che; e; y ello le induce poco a poco a aventurar consecuencias cada vez más amplias hasta que, finalmente, constituya el punto de partida para una nueva visión visión del m undo. und o. Este modo de proceder es típico de la concepción de todos los pensamientos fundamentales de la «filosofía del futuro» de Nietz Ni etzsch sche; e; volve vo lverem remos os a en e n con co n trar tr arlo lo tan ta n to en su teor te oría ía del c o n o cimiento como en su doctrina moral, tanto en su estética como en su mística postrera; y siempre habremos de constatar en él la pres pr esen enci ciaa de estos esto s tres escalon esca lones es evolut evo lutivo ivos: s: p rim ri m ero er o , la vin v incu cula la ción con singulares y extremas consecuencias de la ciencia empí rica moderna; luego, una convulsión en su estado de ánimo con respecto a la manera de concebir dichos resultados, su exaspera ción y exageración hasta el grado más extremo y, finalmente, deri vadas de todo ello, sus nuevas teorías. A este respecto hay que distinguir, no obstante, dos face tas: por una parte, el contenido filosófico efectivo de estas teorías, y, por otra, el puro reflejo psicológico de Nietzsche en ellas, en la medida med ida en que sus sus pensamientos pensam ientos son la expres expresión ión de su más pro funda naturaleza. Este reflejo de sí mismo nos remite otra vez al retrato de Nietzsche tal como lo esbozamos en la primera parte de este trabajo. Pero el contenido teórico de las nuevas doctrinas resulta ser una conjunción enteramente artificial de las dos fases filosóficas en la evolución espiritual de Nietzsche, como una muestra de dos tejidos distintos entrelazados por la mano de un 213
genio: genio: la doctrina doctrin a de la voluntad, volu ntad, de Schopenhauer, Schopen hauer, y la la doctrina posit po sitiv ivis ista ta de la evo e voluc lución ión.. Para la teoría nietzscheana del conocimiento, con su lucha contra la importancia del elemento lógico y la reducción de este a lo ilógico por antonomasia, hay que tener en cuenta, antes que cualquier otro, su libro Más allá del bien bien y del mal, mal, que en algu nos capítulos lo mismo podría titularse: «Más allá de lo verdade justifica ción de ro y lo fals falso. o.»» Aquí explica cum plidam plid am ente la nojustificación la contraposición de valor en tre «verdadero y n o verdadero», que, considerada en su origen, parece tan falible como la antítesis valorativa «bueno y malo». «El problema del valor de la verdad se pla p lann tó fre fr e n te a n o sotr so troo s (...) (... ) ¿Qu ¿Q u é es rea re a lmen lm ente te lo que qu e en n o s otros aspira a “la verdad”? (...) Suponiendo que nosotros quera mos la verdad, ¿por qué no más bien la no verdad?» (§ 1). «Sí, ¿qué es lo que nos obliga a admitir que existe una antítesis esencial entre “verdadero” y “falso”? ¿No bastaría con que simplemente supusiéramos diversos grados de apariencia...?» (§ 34). «¡En qué simplificación y falseamiento singulares vive el hombre! (...) Solo sobre este fundamento de ignorancia, ahora ya firme y graníti co, le ha sido lícito erigirse a la ciencia; a la voluntad de saber úni camente le fue lícito erigirse sobre una voluntad mucho más fuerte, ¡la voluntad de no saber, de incertidumbre, de no verdad! ¡No como su fundamento, sino como su refinamiento!» (§ 24). La «conciencia» no es «en ningún sentido decisivo antitética de lo instintivo; la mayor parte del pensamiento consciente de un filósofo está está guiada secretamente por po r sus sus instintos in stintos y estos estos lo fuer zan a que discurra por determinados carriles» (§ 3). Toda lógica no es más, en último extremo, que simple «convención simbóli ca» (CI, III, § 3), y todo pensamiento, una especie de «lenguaje simbólico de los afectos», puesto que «nosotros no podemos ascen 214 21 4
der o descender a ningun ning unaa otra o tra realidad que lo sea a la realidad realidad de nuestros instintos; pues pensar es solo la relación de esos instin tos entre sí» (MM, § 36). De ello se deduce que «cuanto mayor sea el número de afectos a los que permitamos decir palabra sobre una cosa, cuanto mayor sea el número de ojos, de ojos distintos que podamos emplear para ver una cosa, tanto más completo será nuestro “concepto” de ella, mucho más completa será nuestra “objetividad”. Pero eliminar por completo la voluntad, dejar en suspenso suspenso la totalidad de los los afect afectos, os, supon sup oniend iendoo que dispusié ramos de la facultad de hacerlo, ¿cómo? ¿Acaso no sería castrar al intelecto?» (GM, III, § 12). He aquí el punto en que repentinamente la posición de Nie N ietzs tzsch chee se dis d ista tanc ncia ia de aque aq uella lla o tra tr a prec pr eced eden ente te y lo con co n duce du ce a la postura opuesta. Si anteriorm anter iormente ente advertía del peligro peligro que entra en tra ñaba conf co nfiar iar en e n cualquier afecto, afecto, ya que este este era tan solo el «sobr «sobri i no» no» de antiguos antiguo s juicios juicios olvidados olvidados y probableme probabl emente nte erróneos, erróneos, ahora apela al fundamento originario y ancestral del sentimiento del que prov pr ovien ienen en todo to doss los juicios, juicios , degra de grada dand ndoo a estos últim últ imos os hasta has ta con co n vertirlos en «sobrinos» carentes de autonomía y dependientes del sentimiento. Todavía Todavía halló halló el fundamento fundam ento que buscaba para ambas ambas post po stur uras as en la con c once cepc pció iónn posit po sitiv ivist istaa del m u n d o , pero lo que qu e allí convivía pacíficamente —la relatividad del pensamiento junto a esa otra de la vida afectiva—- se escinde para él en dos opuestos irreconciliables: por una parte, el intelectualismo llevado a su extre' mo, al que se había hab ía consagrado hasta entonces enton ces y mediante median te el cual pre p rete tenn d ía som so m eter et er tod to d a la vida vid a al pen p ensa sam m ien ie n to y tod t odoo sen se n tim ti m iem ie m to al intelecto; por otra, una exaltación del sentimiento llevada po p o r com c ompl plet etoo al extre ex tremo mo que qu e tom to m a veng ve ngan anza za de d e su larga la rga repr r epresi esión ón y que, en su entusiasmo vital, solo encuentra satisfacción en un fanático: Fiat vita, pereat veritas! 2 15
Y prosigue: «L «Laa falsedad de un juicio no es ya para nos no s otros ningún impedimento contra ese juicio; (...) La cuestión es saber en qué qu é medid m edidaa dicho dich o juicio favorec favorecee la vida, conserva la vida (...). Renunciar a los juicios falsos sería renunciar a la vida, una negación de la vida.» (MM, § 4). «Pese a todo el valor que quie ra otorgarse a lo verdadero, a lo veraz (...), sería posible que a la apariencia, a la voluntad de ilusión (...) y al deseo hubiera que atribuirles un valor mayor o más fundamental para toda vida. E incluso sería posible que eso que constituye el valor de aquellas cosas buenas y veneradas consistiera precisamente en hallarse emparentado emp arentado,, vinculado, entreverado de form a insidios insidiosa, a, con esas otras cosas malas, en apariencia antagónicas, y quizá también en que su ser sea idéntico esencialmente al de todas ellas.» (MM, § 2). «(...) En esencia, por la edad, estamos acostumbrados a la mentira. O, para expresarlo de manera más virtuosa e hipócrita, en suma, para que resulte más agradable: somos más artistas de lo que creemos.» (Ibídem, § 192). Y la manera que tiene la menti ra de conservar la vida es que sitúa al artista por encima del hombre de ciencia y de todas sus investigaciones sobre la verdad. «El arte, en el que precisamente la mentira se santifica, y en el que la voluntad ta d de ilusión ilusión tiene como aliada a la buena conciencia» (GM, III, § 25), es también el motivo de que, de repente, los metafísicos, anteriormente tan denigrados, parezcan ahora mucho más ennoble cidos y más dignos de estima que los «filosofastros de la realidad», con su suficiencia y su «aspec «aspecto to harapiento» (MM (M M , § 10). 10). En esta nueva entronización del arte y hasta de la metafí sica reconocemos en qué medida triunfó en Nietzsche la idea de un tipo de hombre de conocimiento nuevo y opuesto al anterior, así como en qué medida se ha alejado ya de los «filosofastros de la realidad» positivistas. Y es que lo considerado por estos como 216 21 6
un inevitable inevitable añadido al pensamiento que conoce, y que procu ran ra n reducir todo tod o lo posible posible — esto es es, la la depend dep endenc encia ia del pensa pensa m iento de los los instintos humano huma nos— s— es, precisamente, precisamente, lo que, según Niet Ni etzs zsch che, e, debe de be ser ahor ah oraa incrementado. La idea de la relatividad del pensamiento, de los estrechos límites a los que se reduce el conocimiento de la verdad, le sirve, en definitiva, para proclamar una novedosa ausencia ausencia de límites límites en el ámbito ámb ito del conocimiento, cono cimiento, la cual debe restituirle a este último su carácter absoluto. Dado que Nietzsche necesita el ideal absoluto para poder adorarlo y con sagrarse a él por entero —puesto que su ideal lógico de verdad quedaba reducido a dimensiones demasiado humildes— , buscó buscó ayuda en el ideal opuesto: la ausencia de medida de la vida afec tiva exasperada. Si anteriormente su intención había sido liberar el anhelo de verdad de sus últimas ilusiones al concebirlo como algo relativo, ahora, en cambio, abre una nueva vía hacia nuevas ilusiones mediante la transferencia de la región del conocimien to a aquella otra de la excitación emotiva y las inspiraciones de la voluntad. Con ello, se abaten todo tipo de objeciones restrictivas y limitadoras y, así, a la vida afectiva le es lícito explayarse con toda libertad. O en ningú n ingúnn sitio sitio hay certez certezaa o en todas partes partes hay certeza, ello depende más o menos de lo mismo; allí donde el pen samiento pierde todo derecho de independencia con respecto al conocimiento, allí comienza a vagar como juguete e instrumen to de los instintos ocultos que lo rigen, hasta la lejanía más leja na, hasta la profundidad más profunda. Si en un principio Nie N ietz tzsc schh e pasó pa só de los m iste is teri rioo sos so s y resp re spla lann d e c ien ie n tes te s jard ja rdin inee s encantados de la metafísica al sobrio mundo intelectual de la inves tigación empírica, ahora se pierde en el laberinto de una jungla que, carente de luz e impenetrable, rodea a este mundo del inte lecto lecto.. Precisamente, la circunstancia de que aún a ún no se hayan tra 217 21 7
zado caminos en dicha jungla, que no se hayan asignado vías al pen pe n sam sa m ient ie ntoo — que qu e toda to daví víaa tod to d o en ella cam ca m pe sin ley y sin s in d u e ño, y que la poderosa autoridad de la voluntad tenga espacio para todo tipo de creacio creaciones nes— — , precisamente lo aventurado y peligro peligro so es para él la mejor confirmación de la senda adecuada, de ese camino que parece conducir conduc ir al núcleo mismo de la vida, vida, al núcleo de sus fuerzas originarias. «Ebrios de enigmas, que gozáis con la luz crepuscular — así así se se dirige dirige Zaratu Za ratustra stra a sus sus discípulos— , cuya cuya alma es atraída con flautas a todo abismo laberíntico, pues no queréis, con mano cobarde, seguir a tientas un hilo, y, allí donde podé po déis is adivinar, allí odiáis deducir.:» (ZA, III, p. 6 y ss.).163 «Tam bién bi én en el con c onoc ocim imie ient ntoo siento sie nto únic ún icam amen ente te el placer pla cer de m i vol v olun un tad al engendrar y devenir.» (Ibídem, II, p. 8).164 «¡Instrumentos y juguetes son el sentido y el espíritu!» (Ibídem, I, p. 43),lí,s pues la vida dic dice: e: «También tú, hom h ombre bre de conocim iento, eres eres tan solo solo un sendero y huella de mi voluntad: ¡en verdad, mi voluntad de po p o d e r c a m ina in a tam ta m b ién ié n c o n los pies pie s de tu v o lu n tad ta d de verdad!» verda d!» (Ibídem, II, 50).166 Nie N ietz tzsc schh e, que qu e d u r a n t e ta n t o tie ti e m p o p rofe ro fesó só u n p e n s a miento frío y sobrio con el que dominar y contrarrestar su agita da vida interior y la vivacidad de sus afectos, experimentó ahora en su propia persona aquello que en cierta ocasión pronosticara Humano, demas emasia iad do humano humano (II, § 275): «Si emplea y advirtiera en Humano, mos nuestro espíritu en dominar la desmesura de nuestros afec
163. 164. 165. 166.
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KSA, 4: ZA III, «D e la la visión y el enigm a», p. 197. Ibídem Ibí dem , ZA II, II, «En las las isla islass afortu nad as», p. 111. Ibídem , ZA I, «De los despreciadores del cuerpo», p. 39. Ibíd em , ZA II, «De la supe ración de sí sí mismo», p. 148.
tos, tal vez lo logremos, pero con el penoso resultado de trasladar la desmesura al espíritu y, de ahí en adelante, que sea este el que se exceda en el pensar y el conocer.»167 Inflamado de tal deseo de
167. Co m páres e con las las siguientes manifestaciones man ifestaciones de Nietzsch e extraídas de las obras de su período precedente: «Entre las verdades que han sido cuidadosamente desentrañadas y aquellas otras que han sido “intuidas” media el abismo infranqueable de que aquellas son pro p ro d u c to del de l inte in tele lecc to m ien ie n tras tr as q u e estas est as o tras tr as las p ro d u c e la nece ne cesi sidd ad. ad . (...) (.. .) Solo Sol o pudier a se ser, esto es, que sea también lo verdadero aque se tiene el deseo de que algo pudiera llo que proporciona la felicidad. Este deseo nos conduce a tomar por buenos funda Hu mano no,, demasiado hum h um ano an o, I, § 131). Dejarse conducir po r ello mentos malos.» ( Huma o no permitirlo, esto es lo que constituía entonces para Nietzsche el rango jerár quico humano. «¿Qué me importan (...) la elegancia y el genio si el hombre (...) certeza no tolera sentim ientos evanescentes evanescentes al creer creer y al juzgar, juzgar, cu and o el ansia de certeza constituye su más íntimo deseo ni su más profunda necesidad, eso en suma que dis Auro ra (§ 497) tingue a los hombres superiores de los inferiores?» (GA, § 2). Y en Aurora verdadera grandeza grandez a del pensamiento, en opo elogia aún como signo distintivo de la verdadera ojo puro y purifica dor que no parece sición a la temperamentalidad del genio, «el ojo surgir de su tem pera m ento y carácter carácter»» sino que, sin dejars dejarsee inf luir lui r po r estos estos,, refleja las cosas. «Si no hubiese existido en todas las épocas un número considerable de hom bres que sintieron sintieron la disci discipli plina na de sus mentes — su “racionalidad” “racionalidad”— — com o si se tratara de su orgullo, su responsabilidad, su virtud, que podían ser ofendidas mediante todo fantasear o vaguedad del pensamiento (...), el género humano habría pe p e re c id o ya h a c e m u c h o tie ti e m p o . S o b re este es te se c ie rn e c o n s ta n te m e n te c o m o su mayor peligro la irrupción de la demencia , esto es, la irrupción de la arbitrariedad en el sentir, ver y oír, el placer en la indisciplina de la conciencia, la alegría en la carencia de sen tido co m ún. La verdad y la la certeza certeza no son la antítesis antítesis del m un do del de l demente, sino la generalidad y obligación de una creencia, en suma, de lo no arbitrario e n el juzgar juzgar.. Y la gran tarea de los hom bres h a sido hasta el m om en to la de co nco rdar entre sí acerc acercaa de much ísimas cosas cosas,, tal como la de prop orciona rse a sí mismos una ley de la concordancia (...). Ya el ritmo lento que (...) (tal fe) exige transforma a los artistas y escritores en desertores; es en estos espíritus inquietos do nde irrum pe un placer placer formal formal en la demencia; demencia; ¡y es que la demencia tiene u n rit m o ta n aleg alegre re!» !» (GA, § 76). Y cabe cabe pensar q ue N ietzsche se se cond uce en co ntra de
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perderse perde rse en esa jung ju ngla la salvaje, salvaje, Niet N ietzs zsche che proc pr ocla lam m a un u n a nueva nu eva divi divi sa: «¡Nada es verdad, todo está permitido!» (GM, III, § 24) y cele bra b ra el v alor al or de la ilu il u sió si ó n , de la fic fi c c ió n a rbit rb itra rari riaa , d e lo ilóg il ógico ico y lo inverosímil como poderes que en el fondo fomentan la vida y acrecientan la voluntad. Nietzsche se regala con la idea de que somos nosotros mismos, como creadores, los que nos introducimos dentro de la imagen del mundo que hemos construido en torno — c o n t o d a la s in g u lari la ridd a d d e n u e s tra tr a a lm a — , y q u e n u e s tro tr o conocimiento no es en último extremo más que una «humaniza ción de las cosas», y ello hasta el grado de que el mundo entero se diluye en una especie de imagen onírica que cualquiera puede idear de manera arbitraria. «¿Por qué no habría de ser lícito que fuese una un a ficción?» ficción?» Se pregu pre gun n el mundo que en algo nos concierne fuese ta (MM, § 34), con el oculto pensamiento: ¿y por po r qué no podría pod ría ser creado de nuevo con un acto violento?
A esto se refiere un breve e interesante capítulo del Cre(IV) cuya intención intenci ón solo solo se se comprende comp renderá rá plena púsc púscul ulo o de de los ído ídolos los (IV) mente si se relaciona con el resto de las observaciones sueltas de
su propio yo futuro al reprochar a los artistas y a las mujeres esa falta de sabiduría espiritual que se deja fanatizar por todo tipo de hipótesis, las cuales «producen la impresión de la plen pl en itu d de fuerza fue rza,, de lo vivo, vivo, de lo lleno de espíritu, de lo tonificador». Como ellos, también las personas en general «quieren ser fuertemente arras tradas a fin de conseguir ellas mismas un aumento de energía»; solo muy pocas «poseen ese interés objetivo que renuncia a ventajas personales incluso de esta del mencion ado au men to de energía energía.. Co n ese grupo que es es el el más predominan te se con tará allí donde el pensador se comporta y define como genio, esto es, donde se ve como ser superior al que le compete autoridad. En tanto el genio de esa especie mantenga el ardor de las convicciones y despierte la desconfianza hacia el sentido cauto y modesto de la ciencia, es un enemigo de la verdad, y ello por mucho que se crea crea su su pretendiente» pretendiente» (H H I, § 635). (N. de la A.)
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Nietz Ni etzsc sche he sobre sob re este asun as unto. to. Se titu ti tula la «Cóm «C ómoo el “m “m u n d o verd ve rdad ade e ro” acabó convirtiéndose en una fábula. Historia de un error.» Con tiene el esbozo de la trayectoria filosófica desde el tiempo de los antiguos hasta nosotros. La vieja filosofía concibió ya, aunque solo de forma muy ingenua, al hombre de conocimiento y su ima gen del mundo, a la persona y la verdad como idénticas; llegó a su cima en la circunscripción de la frase: «Yo, Platón, soy la verdad.» «El mundo verdadero», en oposición al falso, al aparente, en el que viven los hombres que no son sabios, es «alcanzable para el sabio, este vive en aquel, es éb>. En el cristianismo cristianismo la idea del «mundo «mu ndo ver dadero» dadero» se separa de de manera m anera progresiva de la la personalidad en tan ta n to esta última se deshumaniza y se hace más sutil, se cierne sobre los hombres como un anuncio del porvenir, como una promesa. Finalmente, a través de una serie de sistemas metafísicos, empali dece con Kant hasta convertirse en una sombra «inalcanzable, inde mostrable, inexpresable», hasta que con el rechazo definitivo a la metafísica se disuelve disuelve en la nada: «Mañ « Mañana ana gris gris.. Primer Prim er bostezo de la razón. Canto del gallo del positivismo.» Con ello se incremen ta el precio del mundo que hasta ahora había sido tachado de fal so y aparente porque es el único que queda: «Día claro; desayuno; retorno del bon sens y de la serenidad; Platón, rojo de vergüenza; estruendo del demonio de todos los espíritus libres.» Pero con el examen del origen de la fábula del «mundo verdadero» hemos vis to de forma form a simultánea la manera en que surge surge la la imagen del del mun m un do de d e nuestro conocimiento conocim iento en general general.. Ahora, cuando cua ndo la creenci creenciaa mística en un mundo «verdadero» detrás de ese otro aparente que brota br ota de la ilusión ilusió n y del error err or ya no n o nos consuela, ¿qué es lo que nos queda? «Con el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente», ya que solo era posible como su antítesis. De nuevo es arrojado el hombre a sí mismo en cuanto creador de todas las 221
cosas. O tra tr a vez la vieja proposi pro posición ción:: «Yo, Platón Pla tón,, soy el mundo», se
hace posible y se planta como verdad última al principio de toda filosofía, pero en esta ocasión ya no en la inquebrantable iden tificación de persona y verdad, de sujeto y objeto, sino como cla ro acto creador, racional y querido de aquel que se reconoce a sí mismo como el artífice del mundo. «Yo, Nietzsche-Zaratustra soy el mundo; este es porque yo soy, es porque yo quiero.» A este resul tado apuntan las misteriosas palabras finales: « Mediodía; instante instante de la sombra sombra más cort corta; a; f i n a l del de l lar largo go err erro or. Punto Pun to más alto de la la Humanida Huma nidad; d; Incipit Inci pit Zarathust Zarathustra ra.»
Aquí puede observarse ya con claridad cómo el nuevo pen samiento de Nietzsche, envuelto en una aureola mística, se mez cla cla y vincula con elementos que q ue extrae ahora de la teoría modern mod ernaa del conocimiento. Y con ello se alcanza el punto en que se forma su nueva doctrina, que no se trata ya esta vez de una simple exa geración sentimental de algunas ideas e intuiciones de validez gene ral. Pues, de la limitación y la relatividad del conocimiento hum hu m ano, an o, así como de la prioridad prior idad de la vida instintiva con respec respecto to al conocimiento, conoc imiento, se forma form a de manera m anera imprevista el el nuevo tipo de filósof filósofo: o: es el retrato — a tamaño tamañ o mayor m ayor que el natural— natura l— de un individuo cuya voluntad volu ntad poderosa decide decide sobre lo verdadero y lo lo falso y en cuya mano el conocimiento intelectual es un simple jugu ju guet ete. e. P odrí od ríaa decir de cirse se que qu e tod to d o aque aq uello llo q u e oblig ob ligaa al esp es p írit ír ituu a una rigurosa rigurosa moderación mod eración — lo que por todas partes partes lo condiciona condiciona e influye— influye— , Nietzsche lo personifica bajo el signo de una un a desen frenada omnipotencia que atribuye a un individuo sobrehumano. Es más, más, cabría pensarse que en semejante individ in dividuo uo todos los los ins tintos y fuerzas se liberan y acrecientan de tal modo que la quin taesencia taesencia de la vida, el concentrad conce ntradoo de energía de toda to da la realidad, realidad, po p o r decirlo dec irlo así, se to t o rna rn a perso pe rsona na enca en carn rnán ándo dose se en aque aq uel,l, de m odo od o 222 22 2
que también es capaz de remover y marcar con su propia impron ta la las normas del conocimien con ocimiento. to. Ahora Ahor a bien, esto esto no sucede sucede en un un acto de contemplación, sino en uno de creación, a la manera de «Los auténticos auténticosfilósofos filósofos una acción y una orden impuestas al mundo. «Los son hombres que impa imparte rten n órdene órdeness y legisla legislan. n. Dicen: “¡Así debe ser!”, son ellos los que determinan el “adonde” y el “para qué” del ser hum hu m ano an o (...) (...),, ellos ellos extienden su mano m ano creadora hacia el el futuro futu ro (... (...). ). Su “conocer” es crear, su crear es un legislar, su voluntad de verdad volu ntad d de pod poder. er.» » (MM, § 211). Su filosofía «crea siempre el es volunta m undo un do a su su imagen, no puede p uede actuar de de otra manera; la filos filosofía ofía es ese ese instinto inst into tiránico mismo, mismo , la más espiritual volun vo luntad tad de poder, poder, causa prima pri ma.» .» (Ibídem, § 9). Los de “crear el mundo”, de ser causa «ces «cesár áreo eoss disciplinadores y hom h ombres bres violentos de la cultura» (Ibí(Ibídem, dem , § 207); 20 7); es de estos estos,, de su interpretació interp retaciónn y descripción, descripción, de d e lo lo que se ocupa la filosofía del futuro de Nietzsche; es más, el conte nido de esta consiste enteramente en este retrato. En su teoría del conocimiento se les prepara únicamente el terreno, en su ética y su estética crecen desde ese terreno hacia arriba, en una mística reli giosa giosa en la que Dios, hom ho m bre y mun m undo do se funden fund en en un único ser ser superior de proporciones monstruosas. Puede observarse con facilidad en qué medida se aproxima Nie N ietz tzsc sche he a sus anter an terior iores es conc co ncep epcio cione ness metafísicas metafí sicas con co n esta fig fi g u ra del filósofo creador, pero también cómo intenta modificarla mediante sus teorías científicas posteriores. No retorna a las ver dades «ideales» de la metafísica, ni a sus edificantes y consolado ras explicaciones del misterio del mundo, pero desde que clausura la posibilid posi bilidad ad de la existencia existencia de una u na «verda «verdad» d» absoluta, desde que introduce el escepticismo en la esfera del conocimiento y se afian za en la perspectiva de que «todo es no-verdad», crea el espacio para pa ra la imp im p lant la ntac ació iónn de u n sustitutivo de aquella verdad ideal per 223 22 3
dida y de aquellos motivos de consuelo. Mediante un gesto de fuerza, por medio de un acto de voluntad, se introducirá en las cosas el significado del que carecen en sí mismas; de descubridor de la verdad, como se lo consideró hasta ahora, el filósofo pasará a ser inventor de la verdad, alguien a quien «le sobra voluntad» (MM, § 212) y que pronuncia no verdades y engaños, pero cuya voluntad creadora sabe transformarlas en verdades, en realida des convincentes. «Quien no sabe poner su voluntad dentro de las cosas, pone en ellas al menos un sentido.» (CI, «Sentencias y flechas», § 18). Con ello arremete contra los metafísicos, pero igual que ellos se toma el derecho de interpretar de nuevo y vol ver a crear las cosas sobre el fundamento de los cambios de áni mo que van más allá de la mera potencia del entendimiento. En esta superioridad, pensada de manera personal, de la vida afectiva sobre la vida del intelecto, según la cual finalmente el contenido de verdad de un conocimiento se considera insus tancial tancial con respect respectoo de su contenido contenid o de voluntad y de sentimiento, se ntimiento, se refleja sin reserva la índole espiritual de Nietzsche, su natura leza y sus deseos más profundos. Después de la excesiva presión a la que estuvo sometido al servicio del riguroso conocimiento de la verdad, esta era era una reacción reacción cuya beatitud bea titud lo transpo tran sportó rtó al vér vér tigo de la mística. Otorgó su propia alma a ese filósofo creador cuyo tamaño es sobrehumano, en el que apremia la abundancia y sobreabundancia de vida, y que, como creador, anhela descar garse en pensamientos; es el hombre «tropical» al que pueden apli carse las palabras que ya utilizamos en la primera parte de este libro: «(posee) el alma más vasta, la que puede correr más lejos, errar y vagar dentro de sí; (...) la que huye de sí misma, la que a sí misma alcanza en los círculos más amplios; el alma más sabia, a la que habla la necedad con mayor dulzura; (...) la que más se 224 22 4
ama a sí misma, en la que todas las cosas tienen su corriente y su contra co ntracor corrien riente, te, su flujo flu jo y su su reflujo.» (ZA, III, I II, p. 8 2 ).1 ). 168 Pero esta reacción arbitraria y violenta en contra del perío do espiritual anterior llega todavía más lejos, y el propio reflejo inconsciente en la teoría teoría alcanz alcanzaa a penetrar m uy hon h ondo do en el sen timiento más personal de Nietzsche. Y es que en tales teorías encontramos también aquel rasgo inquietante de la vida psíquica de Nietzsche en virtud del cual solo quedaba satisfecha su exalta ción sacrificándose sacrificándose y violentándose a sí sí mismo. Del De l mismo mism o m odo que anteriormente se halló sometido a las exigencias de un rígi do intelectualismo, así obliga ahora, en cambio, al entendimiento y al impulso hacia el conocimiento intelectual puro a someterse a la voluntad de poder de los afectos. Si con anterioridad violentó al hombre anímico, ahora violenta al hombre de conocimiento que hay en su interior. interior. N o descansa descansa hasta que el triunfo triun fo de la vida desencadenada se traduzca traduzca en un intelecto intelecto que se burla de sí mis mis mo: de manera inquietante, al final, resulta que el conocimiento más elevado nace de la renuncia a todo conocimiento lógico; el pe p e n sad sa d o r «es atra a traíd ídoo en secret sec retoo y empu em puja jado do haci ha ciaa adel ad elan ante te p o r su crueldad, por aquellos peligrosos estremecimientos de la crueldad vuelta contra nosotros mismos». ». . Ejercitará su propio poder en tan to que «artista y glorificador de la crueldad» (MM, § 229). El espí ritu humano se sumerge de manera voluntaria en su destrucción, pues pue s solo de este m odo od o alcanza alca nza su m ayor ay or apoteos apo teosis; is; se sumerg sum ergee en lo más profundo, en lo ilimitado, lo desmesurado, lo que se aba te por encima de él, porque solo así alcanzará su meta.
168. KSA, 4: ZA Z A III, «De «D e las las tablas viejas viejas y nuevas», nuevas», p. 261. 225
- En toda tod a la filosofía filosofía del del último último período de Nietzsche vol veremos veremos a encontrar, tanto tan to en la ética ética como en la esté estéti tica, ca, el pen samiento fundamental que la anima, esto es, que la decadencia por po r medio medio del ex exceso es la condición de una nueva creación supe rior; de ahí que la teoría del conocimiento de Nietzsche desem boqu bo quee tam ta m bién bi én en u n a especie de m ístic íst icaa pers pe rson onal al y tétric tét ricaa en la que los conceptos ilusión y verdad están encadenados de modo indisoluble, y lo «sobrehumano» llega como un rayo que alcanza al espíritu y lo mata, como una locura con que su sentido de la verdad tiene que ser inmunizado: inmuniz ado: «¡Pu ¡Pues yo quisiera que tuvieran una demencia de la cual perecieran! (...) ¡En verdad quisiera que su demencia se llamase “verdad”! (...) Y la dicha del espíritu es esta: ser ungido y consagrado con lágrimas como víctima del sacrificio. ¿Acaso ya lo sabíais? Y la ceguera del ciego y su buscar y tantear tantea r deben de ben seguir testificando testificand o acerca acerca del del poder pod er del sol sol al al que miró, ¿acaso ya lo sabíais?» (ZA II, p. 33).169 Ahora bien, este último misterio, lo mismo que la imagen del filósofo-creador, solo será enteramente comprensible de mane ra progresiva en la ética y la estética de Nietzsche, puesto que sur giendo de los trazos abstractos fundamentales de fondo adquirirá líneas cada vez más concretas, hasta que al final, como si de una transfiguración mística de Nietzsche mismo se tratara, concluye por p or m ostra os trars rsee a nues nu estro tross ojos en su imag im agen en más má s perso pe rsonal nal.. Que, en principio, solo la ética proporcione a la teoría del conocimien conoc imiento to su verdadera explic explicaci ación ón y fundam entación enta ción se acla acla
169. Se trat tr ataa de una un a mezcla de citas. citas. Hasta Ha sta «Y la dicha dic ha del espíritu...» las excla excla maciones pertenecen a Z A I, «Del «Del pálido delincuente», p. 47; el resto resto pertenece a ZA II, «De los los sabios famosos», p. 134. 226 22 6
ra enseguida si consideramos al hombre de conocimiento el ver dadero portador de la voluntad de vivir, al conocedor como aquel que actúa y crea. De ahí que sea tan acertado afirmar de la fi losofía de Nietzsche lo mismo que él afirmaba de los sistemas filo sóficos en general, «que las intenciones morales (...) constituyeron el germen vital del que brotó la planta entera» (MM, § 6). Esta es trecha dependencia del filósofo con la vida en cuanto tal, así como con sus propósitos más humanos y personales, lo separa con de cisión de todos aquellos que miran la vida con hostilidad o con pesim pe simis ism m o. Él debe de be ser u n apol ap olog oget etaa inn in n a to de la vid v idaa y, eo ipso, su filosofía tiene que ser una apoteosis de la vida, puesto que esta última solo puede decirse a sí misma siempre y sin cesar un «sí» absoluto. En realidad, sin embargo, suele prevalecer el caso con trario (CI, II, § 1): «Los más sabios han juzgado en todas las épo cas lo mismo acerca de la vida: que no vale nada... Siempre y en todas partes ha podido oírse de sus bocas el mismo tono, un tono lleno de duda, lleno de melancolía, lleno de fatiga de la vida, lle no de rechazo a la vida.» Con todo, esta menguada voluntad de vida serí seríaa una u na consecuencia del refina m iento y la la sublimación de la condición humanoanimal de tales sabios, de la índole intelec tual y contemplativa de su naturaleza; pero, además, según la con cepción anterior de Nietzsche, sería en cierta medida el signo de nobleza que los distinguía de los hombres de espíritu pobre, de la pleb plebee, y el que legitimaría su función de guías respecto de los demás hombres. Ahora, en cambio, se ha transformado la concepción y ya no se cargan las tintas sobre la espiritualización de la vida, sino sobre su debilitamiento. Los hombres del espíritu aparecen aho ra sin más como los enfermos y los enervados, como los tipos de la decadencia de toda época. El filósofo a quien Nietzsche tanto quería y admiraba, el representante entre los griegos de la doctri 227 22 7
na que postulaba po stulaba el el dominio dom inio de la razón sobre sobre los los instintos n atu rales, Sócrates, se metamorfosea ahora otra vez en aquella figura pelig pe ligros rosaa y rastr ra strer eraa del de l em b auca au cadd or que qu e ya fuera fue ra para pa ra Niet Ni etzs zsch chee en el período schopenhaueriano. Sócrates el feo, el deformado en tre los nobles e ilustrados griegos, aparece en medio de ellos como el primer gran decadente que corrompió y castró el instinto hele no al someterlo a la doctrina de la razón (véase Crepúsculo de los ídolos, II, «El problema de Sócrates»). Él es el arquetipo de todos los pensadores que desean gobernar la vida mediante el pensa miento, pero que, como todos ell ellos os,, no demuestra demu estra nada contra con tra la vida, sino únicamente algo contra el pensamiento. Y es que, si hasta ahora todos los los filósofos filósofos contribu con tribuyer yeron on a despreciar despreciar la exi exis s tencia, al adormecimiento de los instintos que sostienen la vida, no se revela revela en ello ello una un a verdad intrínseca in trínseca acerca de dicha vida des prec pr ecia iada da,, sino sin o tan ta n solo sol o la c o n tra tr a d icc ic c ión ió n en la que qu e caen ca en cons co nsig igoo mismos como el síntoma más característico de un estado pato lógico. Esto simplemente enseña que los hombres de intelecto superior han dado la espalda a ese manantial de vida que pro porc po rcio iona na alime ali ment ntoo a su intelect inte lecto; o; que qu e les falta vida, que qu e están está n can ca n sados, que son los últimos retoños de una cultura en decadencia; que ya no poseen aquella fuerza victoriosa que cura y modela y que triunfa sobre los daños y las vicisitudes de la existencia a fin de conducirla al estado más elevado de su evolución. A todos ellos ellos se dirige la suspicaz pregunta: pregu nta: «¿A «¿Acaso caso es es que ning ni ngun unoo era ca paz ya de sostenerse firm fi rmem emen ente te sobre sus pies pies?? ¿Eran seres seres tardíos? tardíos? ¿Tambaleantes? ¿Décadents? ¿Acaso Acaso es que la sabidu sab iduría ría aparece aparec e en la tierra tierra como un cuervo cuervo al que entusiasma cualquier cualquier mínim o olor a carroña?» (CI, II, § 1). Pero esta pregunta no se dirige únicamente a aquellos, pues pu esto to que tan ta n solo repres rep resent entan an el extrem ext remoo de la cima ci ma en que con co n 228
cluye la evolución entera de la Humanidad. Desgajado de la uni dad muda y opaca de su entendimiento animal originario, mediante el desarrollo formativo de las capacidades de su espíri tu, el ser humano se halla en conflicto con el fondo natural en el que se enraíza su fuerza. Con ello, se divide, se transforma en un ser híbrido e incompleto que de manera evidente no puede extra er de sí mismo ni la aclaración ni la justificación de su existencia; es la encarnación de un puente hacia otra cosa que está todavía sin descubrir, que aún está por hacer; como puente, el hombre es el animal más enfermo, «el «el anim an imal al que aún está por po r determideterm inarse y establec establecerse erse» (MM, § 62). De este modo, el carácter deca dente es algo intrínseco a la naturaleza del ser humano en cuanto tal y no solo a una de sus formas particulares o a una de sus re giones concretas. Los primeros indicios de la decadencia, del ocaso de la vida inquebrantable, los hallamos ya en el origen de toda cultura, ahí dond do ndee la bestia bestia salv salvaj ajee hombre, hombre , el «depredador humano», human o», comien com ien za a sentir limitada su libertad desenfrenada mediante la primera coacción social. «Aquellos terribles bastiones con los que la orga nización estatal se protegía contra los viejos instintos de la liber tad (... (...)) trajeron consigo que todos aquellos instintos del hom bre salvaje, libre y vagabundo retrocediesen y se volvieran contra el hombre mismo.» «Todos los instintos que no se descargan hacia fuera se vuelven hacia dentro; esto es lo que yo llamo la interiori zación zación del hombre: con ello se desarrolla en él lo que más tarde se denomina su “alma”. El conjunto del mundo interior, en su ori gen tan delgado como si estuviese incrustado entre dos pieles (...), fue adquiriendo profundidad, anchura, altura, en la medida en que la descarga del hombre hacia afuera fue inhibiéndose.» «El hombre que, careciendo de enemigos y resistencias exteriores, 229
embutido en una opresora estrechez y en una monotonía de las costumbres, se desgarraba a sí mismo, se perseguía, se mordía, se roía, se maltrataba impaciente; este animal que se golpea furioso contra los barrotes de su jaula (...). Con él penetró la enfermedad más grande e incurable, de la la cual cual la la Hum Hu m anida an idadd no n o ha h a sido capa capazz de sanar todavía: el sufrimiento del hombre por su propio propio ser, como consecuencia de una ruptura violenta con su pasado de animal (...), una declaración de guerra contra los viejos instintos sobre los que hasta ese momento reposaban su fuerza, su placer y su fecundidad.» (GM, II, § 16). Si, según según esto, la enfermed ad es más o menos meno s la condición condició n natural del ser humano, su estado normal, su naturaleza humana específica, y los conceptos de enfermedad y evolución terminan po p o r ser prác p ráctic ticam amen ente te sinón sin ónim imos, os, en este caso será de lo más n a tu tu ral que también a la salida de un largo proceso de evolución cul tural nos topemos otra vez con la misma decadencia como resultado. resultado. Tan solo solo habrá h abrá cambiado camb iado su apariencia. apariencia. En las las épocas épocas en que reinan largos períodos de costumbres pacíficas es cuando la mencionada decadencia aparece otra vez en su nueva forma, épocas en las que la severa resistencia conjunta, la dura disci pli p linn a y el s o m e tim ti m ien ie n to dél ind in d ivid iv iduu o no pare pa rece cenn ya neces ne cesari arios os po p o rq u e los m edio ed ioss ind in d isp is p e n sab sa b les le s p a ra v ivir iv ir sin si n sob so b resa re saltltoo s n i necesidades se hallan en abundancia al alcance de la mano. Aque lla rígida uniformidad conseguida merced a una vieja educación de sigl siglos os que enseñó disciplina a todo el mun m undo do comienza a des vanecerse vanecerse para dejar sitio sitio al juego de la individualidad individu alidad.. «L «Laa varia ción, ya sea como desviación de la especie (hacia lo superior, lo más fino o lo más raro), ya sea como degeneración y monstruo sidad, sidad, sal sale de súbito a escena escena con toda su plenitud plenitu d y m agnificen agn ificen cia máximas; el individuo se atreve a ser único y a separarse de 230 23 0
los demás.» «Fines y medios nuevos, nada de fórmulas comunes, el malen ma lentend tendido ido y el el desprecio desprecio aparecen unid u nidos os entre sí sí; la deca deca dencia, la corrupción y los deseos más elevados, horriblemente anudados; el genio de la raza desborda todos los cuernos de la abundancia de lo bueno y de lo malo, prevalece una infausta simultaneidad de primavera y otoño.» (MM, § 262). Si en las formas originarias de decadencia anteriormente descrit descritas as las las pasiones pasiones del ser ser hum hu m ano an o se rebelan contra él, él, amena am ena zándolo zándo lo y despedazándolo porq p orque ue no las descarg descargaa hacia hacia el exteri exterior or y no puede defenderse, según el fundamento contrario caen en una guerra interior de unas contra otras porque ya no existen cir cunstancias contra las que el hombre tenga que defenderse; por que no hay nada que sea capaz de atraer sus fuerzas hacia afuera. En la mansa paz de la la vida ordenada, el hombre, hom bre, que entretanto en tretanto se halla fuertemente interiorizado, solo se tiene a sí mismo como campo cam po de batalla de sus sal salvvajes ajes instintos. En cuan cu anto to estos estos comienzan a excitarse, empieza él a sufrir «gracias a los egoísmos que se opo nen ne n salvajemente unos uno s a otros o tros y que, qu e, por po r así decirlo, explotan»;1 explotan» ;1770 unos egoísmos que su naturaleza —harto complicada— com pre p renn d e d e n tro tr o de sí y a través travé s de los cuales p ierd ie rdee de nuev nu evoo poco po co a poco toda la cerrazón de la personalidad. En este estadio, el hombre representa el último eslabón de una única cadena evo lutiva de enorme longitud, cuyos anillos particulares incorpora en sí mismo, en cuanto summa de toda aquella «humanidad» moral y social adquirida de manera progresiva junto a todos los recuerdos legados legados al al instinto inst into,, y ahora aho ra demasiado dema siado vivos vivos,, de su pasa da animalidad. 170. Véase Véase M M , § 262. 231
Pero cuando estas dos formas de decadencia brotan nece sariamente de la naturaleza humana constituyendo fases de tran sición hacia algo más elevado que no se puede soslayar, aparece entonces una tercera forma de decadencia que vuelve incurables los estados patológicos mencionados y amenaza con impedir la po sibilidad de adquirir nuevamente la salud. Se trata de la falsa in terpretación del mundo, la inadecuada concepción de la vida que se muestra a través de aquel sufrimiento y de aquella enfer medad. Es la invitación al ascetismo en cualquiera de sus formas, a la renuncia a la vida y a sus sufrimientos, a entregarse a la fati ga que aparece como consecuencia de la eterna «guerra que se es». Tal ideal ascético no solo lo predican todas las religiones y mora les, sino también todo intelectualismo que mantenga el pensa miento a costa de la vida y contraponga el ideal de la «verdad» al ideal de un incremento de la vida. El auténtico remedio para esta corrupción que se aferra a sí misma consistiría, precisamente, en el abandono por entero a la vida para que de la caótica riqueza de elementos opuestos que luchan entre sí pudiera brotar una forma nueva y superior de salud. fecund o al precio de ser rico en contradicciones» «Solo se es fecundo (CI, V, § 3), suponiendo que aún queden fuerzas suficientes para port po rtar arla las, s, p a ra soportarlas. Entonces, la aparente disolución y la la decadenc decadencia, ia, toda la denom deno m inada corrupción, co rrupción, será será meram ente un «apelativo malsonante para la estación otoñal», esto es, para la época de la caída de las hojas, pero también de los frutos madu ros. ros. Por lo lo demás, decadencia y evolución evolución puede pu edenn significar u na y la misma cosa: el progreso acaba por llegar necesariamente al paso o final, «no hay remedio: hay que ir hacia delante, quiero decir, pas a paso hacia la décadence. (...) Puede obstaculizarse dicha evolu ción y, mediante obstáculos, embalsar la degeneración misma, 232
repent ntin ina, a, no podemos hacer conjuntarla, hacerla más vehemente y repe más» (CI, IX, § 43). Un final así, una vinculación semejante de avance y retroceso, se aclarará porque el hombre no encuentra en sí mismo su satisfacción, sino que aspira a alcanzar algo superior que está más allá de él. «Con el hecho de un alma animal que se volvía contra sí misma, (...) apareció en la tierra algo tan nuevo, lleno de futuro» fut uro» que con ello pudo pro p rofu funn d o (...), (...) , con co n trad tr adic icto tori rioo y lleno nacer la la confianza en una u na nueva espe especi ciee superior de Hum Hu m anidad. anid ad. Es como si «se anunciase algo, se preparase algo, como si el ser humano no fuera una meta sino solo un camino, un interludio, un puente, una gran promesa» (GM, II, § 16). «El hombre es una cuerda anudada anuda da entre el animal animal y el el superhombre, una un a cuerda ten dida sobre un abismo. (...) La grandeza del hombre consiste en que es un puente puen te y no una u na meta; lo que puede pued e amarse amarse en el ho m bre radica radic a en que qu e es un u n tránsito y un u n ocaso.» (ZA, «Prólogo «Prólogo de Zaratustra»). En los tiempos del ocaso incipiente y del nuevo nacimiento nacimien to anunciado, anu nciado, a la Hum anidad anid ad se le pueden pued en ahorrar lo los fenómenos de la decadencia tan poco como «a una mujer encin ta las aversiones y las rarezas del embarazo, de las que tendrá que olvidarse olv idarse para pa ra alegrarse aleg rarse po p o r el hijo hi jo».1 ».1771 La idea del carácter «demasiado humano» y común de los instintos, instintos, que Nietzsche Nietzsche tanto acentuó con anterioridad, tam ta m po co se abandona aquí, sino que incluso aparece más agudizada mientras la toma como punto de partida de su nueva teoría de la pasión Humanidad. De una idea fría del intelecto se elevó en él a pasión del alma, y como tal adquirió tan enorme importancia que con movió todas sus energías psíquicas e intelectuales hasta que en su
171. Véase Véase G M , III, § 4.
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ira, desesperación y terror le crecieron nuevas «alas y presagios de manantiales»172 con las que se elevaba sobre aquella. Del acento que pone p one sobre esta vieja vieja idea suya suya,, de la consecuencia extrema que qu e obtiene de ella, brota una nostalgia sobrepoderosa de su nueva teo ría, del pensamiento de una inmolación de lo demasiado humano en beneficio de lo sobrehumano. Del mismo modo que en la parte gnoseológica de la nueva doctrina de Nietzsche se refleja aquella dependencia del elemento lógico con respecto del psíquico, de la vida del pensamiento con respect respectoo de aquella aquella otra del sentimiento, sentim iento, también tam bién se nos muestra m uestra en la imagen imagen del hombre hom bre de plenitud plenitu d doliente cuya cuya meta es es un nue vo nacimiento la explicación del propio ser de Nietzsche: el sacrificio de sus impulsos en conflicto para desatar la mayor fuerza creado ra. ra. Su doctrina d octrina de la decadencia decadencia brota del profund pro fundoo y constante constan te sen timiento de su propia enfermedad, de su propio sufrimiento. También es válido para aquella lo que vale para todas las teorías del último período de su filosofía: los dolorosos procesos psíquicos que causass y los losfenóme fe nómenos nos concomihasta ahora habían sido para él las causa tantes de los diversos procesos de conocimiento se transforman aho ra en el contenido cognoscitivo propiamente dicho. El pensamiento de una Humanidad muy rica que se inmo la a sí misma es aquel a partir del cual Nietzsche, mirando en retrospectiva, comprende el curso entero de la evolución huma na. Solo en virtud de ello fue necesario el largo y penoso aman samiento del salvajismo animal originario, si bien aquel obligó al hombre a transformarse en un decadente, aunque al final fuera ya demasiado adulto como para ser domesticado. El sentido de 172. KSA, KSA, 4: ZA Z A III, II I, «De las las tablas viejas y nuevas», nuevas», p. 257. 234
semejante proceso fue enriquecer al hombre con el contenido ente ro de su interioridad a fin de convertirlo después en señor de esa riqueza y de sí mismo. Esto solo podía acontecer merced a una prol pr olon onga gada da coacció coa cciónn m edia ed iant ntee la cual se educa edu caba ba su volu vo lunt ntad ad,, por po r así decirlo, como la de un individuo que aún no ha alcanzado el uso de su razón, por medio de golpes y castigos. El hombre apren dió de este modo a tener una voluntad más duradera e inquebrantable que la del animal desmemoriado, dominado por el instante y sometido a los impulsos inmediatos. Aprendió a res po p o n d e r de su v o lun lu n tad ta d ; llegó lle gó a ser «el «el a n ima im a l al q u e le es líc l ícititoo hacer promesas». Toda educación de la Humanidad es una espe cie de mnemotécnica. soluciona el problema de cómo puede incor pora porars rsee u n a memoria en una voluntad impredecible. «Que le sea lícito lícito responde resp onderr de sí sí mismo y hacerlo hacerlo con orgullo, que le sea lícito decirse sí también a sí mismo. Esto es (...) un fruto tardío: ¡cuán to tiempo tuvo este fruto, agrio y amargo, que pender del árbol!173 (...) Situémonos al final del ingente proceso, allí donde el árbol hace madurar al cabo sus frutos, donde la sociedad y su eticidad de la las costumbres dan d an a luz por fin f in aquello aquello para lo cual cual ellas eran un simple medio: así, hallamos como el fruto más maduro (...) al individuo soberano, solo comparable a sí mismo, (...) en suma, al hom bre de la voluntad volun tad duradera e independien indep endiente te al al que le es lícito hacer promesas.» (GM, II, § 1 y ss.).174 A esta autoconciencia del individuo que se ha hecho libre y ha llegado a ser dueño de sí
173. Hasta aquí, la cita pertenece pertenec e al comienzo de GM , II, párrafo 3. L. L. A. Salomé no la diferencia del párrafo siguiente, que pertenece también al apartado II, pero al párrafo 2. 174. En realidad: realidad: G M , II, § 2. 235
mismo corresponde una nueva especie de conciencia en virtud de la cual el hombre se hace adulto para las concepciones morales y los concepto con ceptoss ideales ideales de la trad ición ició n — sus sever severos os educadores, educado res, ahora ya ya superfluo s— , mientras que la vieja vieja conciencia moral pier pi erde de sus raíces y sus just ju stif ific icac acio ione nes. s. También la teoría de la voluntad de Nietzsche acusa una mezcla de sus anteriores concepciones metafísicas con un determinismo científico. En cuanto discípulo de Schopenhauer, Nietzs Nie tzsch chee distin dis tingu guee entre en tre la miste m isterio riosa sa vol v olun unta tadd «en sí», sí», que q ue cons co ns tituye el fundamento de la metafísica schopenhaueriana, y la voluntad como fenómeno, tal como apar aparec ecee a la la percepción percepción hum hu m a na. Así pues, la denominó «libre» por cuanto los últimos funda mentos de su ser y de su naturaleza se hallan más allá de la totalidad de nuestro mundo de la experiencia, más allá de las leyes de causalidad causalidad que lo rigen; rigen; pero la denom den om inó «no libre libre»» en tanto ta nto las manifestaciones particulares de la voluntad solo son percep tibles para nosotros en el marco de la red indestructible de rela ciones causales generales. Después de que Nietzsche hubiese profes pro fesad adoo d u r a n te varios vari os años año s u n d e term te rm inis in ism m o cohe co here rent nte, e, a h o ra se atiene con firmeza a la idea de que la «voluntad», por así decir decirlo, lo, adquiere su su nom bre únicam ú nicamente ente en virtud de la las andade andade ras que le proporcionan los instintos que la determinan. Pero lo que él niega como determinista con respecto al origen y la ascendencia de la voluntad, intenta, en cambio, situarlo en el propósi propósito y el fi f i n a l del desarrollo de la voluntad. En efecto, debido al prol pr oloo ngad ng adoo proces pro cesoo de am ansa an sam m ien ie n to p o r él des d escri crito to es com c omoo ha llegado a crearse poco a poco, por medio de la coacción y la influencia externa, una voluntad madura, consciente de sí mis ma, superior al impulso dictado por el instante presente y domi nadora de la vida; dicha voluntad resulta ahora «libre» en un 236 23 6
sentido al que los deterministas son incapaces de hacer justicia, pues pu es sus actos n o pue pu e d en derivarse ya de la infl in flue uenc ncia ia de u n a épo é po ca o de un ambiente concretos; ahora se determinará nada más fu erza za acre acrece cent ntad ada a y vioque por sí misma, es decir, mediante su fuer lenta capaz de explotar por po r propia prop ia volu vo lunt ntad ad y sin concesion iones', se tra ta de una un a conciencia pura, liberada liberada del tiempo. Por lo lo demás, este este carácter suyo ya no es de naturaleza metafísica, pues es algo que h a devenido, el resultado de una cadena evolutiva, y esa libertad de la volun vol untad tad alcanzada es hija de la necesidad n ecesidad y de la seve severa ra deter minación minac ión de la voluntad. Ahora A hora bien, en torno a est estaa libertad libertad hay algo místico, puesto que ella misma arremete ahora, como un pode po der r incondicionado conform confo rmado adorr y recr recread eador, or, precisamente contra las condiciones naturales de las que proviene. El mundo de lo real en su desarrollo solo accesible y comprensible para nosotros es lo que, en su período positivista, Nietzsche aprendió a consi derar como lo más apreciable; de ahí que atacase a los metafísicos que pensaban de otra manera con estas palabras: «Se admira todo lo terminado y finito mientras que se infravalora lo que deviene y está en proceso» (HH I, § 162); y ello, simplemente, porque no pu p u e d e n exam ex amina inars rsee ni obser ob servar varse se las causas del orig or igen en de lo p ri ri mero. Pero Pero ahora termina term ina por llegar llegar a la misma mism a admiración adm iración de lo terminado y en apariencia perfecto; de ahí que todo lo que se halla en proceso le parezca digno de aprecio solo en tanto es meramente el camino por po r el que se lleg llegaa a lo que term ter m ina y alcanza su su perfec ción. También admitirá ahora que todas las cosas son condicio nadas, pero solo porque, partiendo de estas, alguna vez habrá de revelarse un significado místico que trascenderá todo condicio namiento nam iento y toda experi experien enci cia. a. Dicho condicionamiento depende rá de la fuerza fuerza poderosa de la voluntad volu ntad que se ha hecho libre, libre, pues esta es la que lo introducirá en todas las cosas; por eso, en vez de 237 23 7
los términos «libre» y «no libre» de los deterministas, Nietzsche empleará la expresión «voluntad fu e r t e y voluntad débil» (MM, § 21). Y habrá que concebir la psicología entera como «morfología y teorí teoría a evolutiva de la volunta vo luntad d de pode po den n (Ibídem, § 23). Aquel que posee una voluntad más poderosa es, también, en toda época y en mayor medida, «intempestivo»; en él se ha hecho genio lo que durante tanto tiempo ha ido gestándose en la Humanidad. En el genio fluye libremente aquello que la Huma nidad nida d aprendió apren dió sin libertad y bajo sometimiento. sometim iento. Lo Loss genios genios son «materia explosiva en la que se acumula una fuerza enorme; su condición previa es siempre, desde el punto de vista histórico y psicológic psico lógico, o, que qu e d u rant ra ntee m ucho uc ho tiem ti empo po se haya estado est ado junt ju ntan andd o , acumulando, ahorrando y guardando para ellos, (...) si bien la época en que aparecen es casual; el hecho de que casi siempre lle guen a adueñarse de ella se debe simplemente a que son más fuer tes, a que son mayores en edad, a que durante mucho tiempo se ha acaparado para ellos; (...) la época es siempre relativamente más joven, débil, débil , meno me noss adulta adu lta,, más insegura, inseg ura, más infantil infa ntil.. (...) El gran gr an hombre es un final, (...) El genio — en obra, en hechos— es necesa necesa fin al, (...) riamente un dilapidador: en el hecho de que es capaz de entregarse por comp completo leto consiste su grandeza... El instinto de conservación queda en suspenso, por decirlo así; la avasalladora presión de las fuerzas que se desbordan le prohibe toda salvaguarda y todo cui dado» (CI, IX, § 44). Así Así pues, en el genio sale sale a la luz — al menos en una u na direc d irec ción determinada—, en grado extraordinario, lo que debe capacitar al hom bre para que qu e ascienda desde su especi especiee a otra especi especiee supe sup e rior, una dilapidación de sí mismo en favor de una nueva creación, una riqueza pródiga en cuyos dones se ha acumulado el pasado entero que ha fructificado para el futuro. Piénsese ahora en un 238
genio que, a diferencia de otros genios, su genialidad no solo concierna a una o varias especialidades, sino que se refiera a la conciencia entera de la Humanidad, de modo que fluya en su interior, interior, vivo vivo y activo, activo, lo que q ue hasta ha sta ahora a hora había h abía actuado ac tuado y vivi vivi do en el género humano: un genio así sería la imagen del hombre que engendraría al superhombre. Divisaría y resumiría en su inte rior todo el pasado, y hasta incluiría en sí mismo «la línea entera del hombre hasta llegar a él mismo»;175 y por eso debería rebelar se en él de improviso el camino y la meta del futuro de la Huma nidad. Por primera vez, gracias al poder de la voluntad de aquel que anuncia, esta revelación, la evolución del hombre adquiere dirección, propósito y futuro; todas las cosas alcanzan una sig nificación intern in ternaa y definitiva definitiva;; en una u na palabra, palabra, por primera vez vez el filósofo desempeñaría el papel de creador, tal como Nietzsche lo pien pi ensa sa:: pose po seee la v o lun lu n tad ta d más má s fuer fu erte te,, es el geni ge nioo de la H u m a n i dad que comprende en sí mismo la vida, en el que se revela aquello que Nietzsche afirma en general del pensamiento, que sería «de hecho, menos un descubrir que un reconocer, un recordar de nue vo, un regresar y un repatriarse a aquella lejana y ancestral econo mía doméstica del alma de la que en otro tiempo brotaron aquellos conceptos; filosofar es, en este aspecto, una suerte de atavismo del más alto rango» (MM, § 20). Todo ello, en suma, será una espe cie de atavismo; ahí radica el sorprendente carácter reaccionario de toda la última filosofía de Nietzsche, lo que la distingue de la forma más radical de aquella otra filosofía de sus períodos precedentes. Es un intento de sustituir la veneración metafísica de determinadas cosa cosass y conceptos concepto s por p or la veneración veneración de su antigüe an tigüedad dad y de sus sus oríge 175. Véase Véase CI, «Incursiones «Incursiones de un intempestivo», § 33. 239 23 9
nes remotos. Nietzsche no toma el «recordar» y «reconocer» en el sentido de Platón, puesto que cree poder concebirlos de manera tan significativa y sobrehumana en virtud del período de tiempo enormemente largo de la permanencia del pensamiento. De ahí que para él sea válido el principio de que de todas las entidades de especie elevada sea únicamente la más antigua la que está llama da a determinar el futuro;176 que, en definitiva, tanto el valor como la nobleza de las las cosa cosass se vinculan vinc ulan a la edad: solo solo cua c uand ndoo alcanzan su final muestran sus tesoros, los muestran como poder, libertad
Hu mano, no, demasiado humano, human o, I, § 147, la protesta 176. Véase, en cambio, camb io, en Huma de Nietzsche contra con tra «El «El arte como nigromante»; con ella pretende prete nde in fluir flu ir en el pre sente mediante las representaciones circulares del pasado: «Teje un lazo en tomo a diferentes épocas y hace que retornen sus espíritus. Ciertamente, no se trata más que de una vida aparente, como sobre tumbas, la que por este medio nace...»; sin embar go, sus efectos efectos son nocivos y deformadores. Nietzsche consideraba consi deraba a las «nigromantes «nigromantes»» y «médiums» de esta especie «personas vanidosas», puesto que «valoran más un frag mento del pasado desde el momento en que son capaces de revivirlo en el senti miento» (AU, § 159). Deberíamos, pensaba, oponernos en lo posible a la conmoción sentimental que poco a poco nos invade de diversas maneras cuando pensamos en las culturas de la Antigüedad: dejarse llevar por aquella sería como aproximarse a la locura o a la enfermedad: «(...) «(...) la carga carga entera de nuestra c ultura se ha hecho tan grande que existe el peligro generalizado de una sobreexcitación de las energías ner viosas viosas y mentales, más aún, aún , que qu e las clas clases es cultivadas cultivadas de los paíse paísess europeos europ eos son abso lutamente neuróticas y que todas sus grandes familias se acercan a la demencia en alguna de sus ramas. (...) De ahí que se imponga una atenuación de esa tensión del sentimiento, de esa agobiante carga cultural (...). Debemos conjurar el espíritu de la ciencia, el cual nos tornará fríos y escépticos.» (HH, I, § 244). «Si no se satisface esta exigenci exigenciaa de la cultura superior, po dremos drem os predecir p redecir casi casi con seguridad qué q ué cur cu r so habrá de seguir la evolución humana: cesará el interés por lo verdadero confor me cese de procurar placer; la ilusión, el error, lo fantástico, lucharán y (...) reconquistarán paso a paso el terreno perdido: la consecuencia inmediata será la rui na de las ciencias, la recaída en la barbarie.» (I, § 251). (N. de la A .)
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y fuerza fuerza que se ha hecho independ ind ependiente. iente. «Quien las las tiene (las cosas buena bu enas) s) es dist di stin into to de q uien ui en las adquiere. Todo lo bueno es heren cia: lo que no es heredado es imperfecto, es comienzo...» (Cl, IX, § 47). Noble es «lo que no se puede improvisar». Por lo tanto, nada es más plebeyo, menos noble, que lo cambiante y lo que trae el cambio y la la novedad: novedad: el hombre hom bre modern mo dernoo y el el espíritu espíritu moderno, m oderno, el completamente dominado por su tiempo, el que posee un com ple p leto to esp es p írit ír ituu de esclavo. Solo p o d r á alcanz alca nzar ar el esp e spír íritituu de seño se ñor r después de haber incorporado en sí mismo siglos y milenios, y tras haberse transformado también él mismo, merced a ello, en un «intempestivo», en «genialidad atemporal». «El democratismo fue en todo tiempo la forma de deca dencia de la fuerza organizadora organ izadora (...). (...). Para que haya instituciones institucio nes tiene que haber (...) voluntad, instinto, imperativo; hay que ser antiliberal hasta la maldad: voluntad de tradición, de autoridad, de responsabilidad para con los siglos futuros, de solidaridad entre entre cadenas generacionales futuras y pasadas ad infinitum .» (Cl, IX, § 39). Es interesante observar mediante la comparación de los pasajes corresp corr espon ondie diente ntess en las las obras ob ras preceden prec edentes tes de Nietzsc Niet zsche he qué transformación en la concepción de una teoría puede haber pro vocado en él un cambio de sentimiento, y de qué manera tan irre conciliable se agudizan de inmediato los contrarios.177 Ahora,
177. Véase, Véase, por po r ejemplo, en E l camina cami nante nte y su sombra (HH II): «Las institu ciones ciones democráticas son centros de cuarentena cu arentena contra la antigua peste de los los ape titos tiránicos (...)» (§ 289) «(...) ¡Imposibilidad de aquí en adelante de que los fértil fértiles es campos de la cultura vuelvan a ser ser destruidos durante dura nte la noche por p or los torren tes salvajes y sin sentido de las montañas! ¡Diques pétreos y muros de contención contra bárbaros, contra epidemias, contra la esclavitu esc lavitudfisica dfisicayy espiritu espiritual. al.» » (§ 275). Y también en Humano, Huma no, demasia demasiado do humano, I: «Las fuerzas más salvajes van abriendo 241
Nietzs Nie tzsche che fustiga fusti ga «el plebeyo plebey o igualitarism igualit arismo» o» de todo to doss los hom ho m bres, bre s, así como ese manso estado de paz en el que ya no podrán brotar más fuerzas bárbaras capaces de transmitir al pálido y enfermo pre sente la sana energía de los tiempos antiguos. Bárbaros son «los hombres más enteros (lo que en cualquier escala significa también que eran “bestias más enteras”)» (MM, § 257). Estos hombres más enteros y estas bestias más enteras aparecen en semejante circuns tancia social como malvados y peligrosos, se los denomina «cri minales» y se los trata como a tales; y es que, en virtud de sus instintos naturales más violentos, son son los criminales innatos y los destructores del orden establecido. «El tipo criminal es el tipo de
camino cami no (...) (...) a fin fi n de que más tarde alce aquí su casa casa una civilización civilización más apacible. apacible. Las energías horrendas, eso que se denomina “el mal”, son los ciclópeos arquitec tos y los ingenieros de caminos de la Humanidad.» (I, § 246). Hasta que «los impul sos buenos y útiles, los hábitos del alma más noble han llegado a ser tan seguros y generales generales que no necesitan ya de (...) rudezas y violencias violencias como com o medios poderosos de unión entre los hombres y entre los pueblos.» (I, § 245). Justo como más tarde lo será, también ahora el hombre violento es para Nietzsche un superviviente, un atavismo, pero, precisamente por ello, también un resto que debe ser destruido, ningún guía para el futuro. «El carácter desagradable (...) que se muestra colérico y violento frente a opiniones disidentes muestra que pertenece a un estadio ante rior de la cultura, que es un residuo superviviente: y es que la manera en que trata con sus congénere congéneress era la correcta y adecuada para un a época en que regía regía la ley ley del del más fuerte, la ley de los puños; es un hombre hom bre atrasado atrasado.. Otro carácter, rico en ale gría compartida, q ue por doquier d oquier cosecha amistade amistades, s, que siente amoroso amoroso afecto por po r todo lo que qu e está en crecimiento y desarro desarrollo llo, (...) que no aspira al privilegio de ser el único que conoce la verdad, sino que hace gala de una modesta desconfianza, es un hombre avanzado que aspira a encontrarse con una cultura superior de los hom bres. El carácter cará cter desagrada de sagradable ble provien pro vienee de d e los tiem t iempos pos en que aún aú n estaban esta ban por po r cons co ns truirse los toscos fundamentos del trato humano; el otro vive en los pisos más altos del de l edificio, lo más alejado alejado posible de la bestia bestia salvaje salvaje que, encerrada en los sótanos, bajo baj o los fund fu ndam am ento en toss de la cult c ultura ura,, ruge rug e y aúlla.» (I, § 614) 61 4).. (N. de la la A.) 242 24 2
hombre fuerte bajo condiciones desfavorables (...). Lo que le fal ta es la sel selva va virgen, cierta naturalez natu ralezaa y cierta form fo rmaa de existir más libre y peligrosa en la que sea legal todo lo que en el instinto del hombre fuerte es arma de ataque y de defensa. Sus virtudes h a n sido proscritas por la sociedad.» (CI, IX, § 45). El ideal de liber tad según el cual a cada uno le corresponde corresponde una u na parte p arte proporcio nal de esta, y que también concede libertad de movimientos a quienes son más débiles y míseros, se opone al ideal de tales hom bres fuertes: f uertes: su m odo od o de vida vi da sin s in reparos repar os exige exige siem si empre pre que qu e se vio lente a los otros, su poder se expresa de manera espontánea y necesaria mediante el aplastamiento de cualquier forma de debi lidad que los rodee. Ahora bien, el fundamento de esta fuerza expansiva de los instintos reside en el hecho, por así decirlo, de que tal hombre fuerte proviene de un estadio antiguo de cultura y de que representa un pedazo muy antiguo de humanidad: que él, en suma, lo mismo que el hombre hom bre de voluntad volu ntad poderosa pod erosa y el el genio, posee en máximo grado dotes atávicas. Por Por innoble que pue p ue da ser la naturaleza de esta esta fuerza instintiva que q ue alberga en su inte i nte rior desde la antigüedad, ya es noble por el hecho de que representa la irrupción de una plenitud acumulada desde hace tiempo, un po p o ten te n te m ateri at erial al explosivo con co n que qu e el pasad pa sadoo fecu fe cund ndaa el presen pre sente. te. Donde el criminal es muy fuerte, donde es a la vez un genio en su especie y un «hombre de voluntad libre», allí logra a menudo diri gir el curso del tiempo dominante según su peculiar atavismo y, bajo ba jo su v o lu lunn tad ta d tirán tir ánic ica, a, dob do b leg le g a r la époc ép ocaa que qu e le o p o n e resis resis tencia. Un ejemplo de ello es Napoleón, que Nietzsche interpre ta de la misma manera que Taine. También a él le parece harto significativo el hecho de que Napoleón sea un descendiente de los genios-tiranos del Renacimiento que, transplantado a Córcega, en el salvajismo y primitivismo de las costumbres de allí, pudo con 24.Í
servar intacta en su interior la herencia de sus precursores, para acabar sometiendo con su violencia a la Europa moderna, que le ofrecía ofrecía un escenari escenarioo enteram en teramente ente distinto para descargar descargar su sus ener gías del que en su tiempo había ofrecido Italia a sus ancestros. La admiración de Nietzsche por el Gran Corso pertenece a su último período espiritual, del mismo modo que también con anterioridad fue esencialmente distinta su interpretación del Rena Re nacim cim iento ient o italian ita liano.1 o.1778
Hu mano, no, demasiado humano hum ano (I, § 257): «El Renacimiento 178. Así, dice en Huma italiano albergaba en sí todas las fuerzas positivas a las que debemos agradecer la cultura moderna , esto es: liberación del de l pensamien pensa miento, to, desprecio desprecio po r las autoridades, triunfo triu nfo de la instrucción adquir adq uirida ida sobr sobree la arroganc arrogancia ia de la cuna, entusiasmo por po r las ciencias.» Así de opuesta era también tam bién su interpretación interp retación del genio y el el ansia de acción acción
de Napoleón, Napoleón , como c omo lo demuestra demues tra un pasaje pasaje de la misma obra (I, § 164): 164): «En cual cual quier caso, es un síntoma peligroso eso de que al hombre le asalte ese espanto de sí mismo, mismo , ya sea ese ese famoso espanto esp anto de los césar césares es o ese ese otro (...) espanto esp anto del genio (...), de mod o que q ue empieza a vacilar vacilar y a tenerse tenerse por algo sobrehumano. sobrehuma no. (...) (...) En E n casos casos particu par ticulare laress y aislados pudo pu do ser tam ta m bién bi én esta porc po rció iónn de locur loc uraa sin d ud a el medio me dio por po r el que qu e una un a natural natu raleza eza tan ta n excesiva desde desd e todos tod os los pu p u ntos nt os de vista se man m ante tení níaa firmemente unida: también en la vida de los individuos las representaciones locas e ilusorias poseen muy a menudo la calidad de remedios curativos que son vene nos en sí mismos; sin embargo, al final, en cada genio que cree en su divinidad acaba mostrándose el veneno a medida que envejece “el genio”: recuérdese, por ejemplo, a Napoleón, cuya esencia, precisamente por su fe en sí mismo y en su estrella y por su consiguiente desprecio a los hombres, creció en la poderosa uni dad que lo hace sobresalir de entre los hombres modernos hasta que, al cabo, esta misma fe franqueó el paso a un fatalismo casi demente, le robó su rapidez y agu deza de visión y se transformó en la causa de su caída.» En Aurora (§ 549) reduce el egoísmo sin reparos del impulso emprendedor de Nap N apole oleón ón a su con c ondic dición ión de epiléptico epilé ptico en vez de, como com o hará har á más tarde, a la explo e xplo sión de «salud «salud rebosan rebosante» te» que incorpor in corporan an todos tod os los instintos violentos violentos de una cultura cult ura pasada. (N. de la A .) 244 24 4
En la salud primord prim ordial ial de sus violentas fuerzas fuerzas instintivas instintivas y de su egoísmo sin concesiones, Napoleón se convirtió para Nietz Ni etzsc sche he en la ima i mage genn ideal idea l de d e lo que qu e sería un u n a natur na turale aleza za d o m i nante innata por antonomasia, tal como aún hoy la necesitamos para pa ra erradic er radicar ar todas to das aquellas delicadezas morales y sent s entim imien ientos tos afe minados que pudieron prosperar gracias a la naturaleza de escla vos característica de los hombres modernos. Con ello, llegamos a la distinción de Nietzsche tan discutida y tantas tan tas vece vecess sobreva sobrevalolorada entre la moral de los señores y la moral de los esclavos. Al pri p rinn c ipio ip io,, tam ta m b ién ié n a q u í N ietz ie tzsc schh e p a rtió rt ió de estí es tím m u los lo s que qu e p ro venían del positivismo. Como ya mencionamos, fue la obra de E l origen origen de la conRée Rée — entonces todavía todavía en preparación— preparación— , El ciencia, la que dio ocasión de discutir a fondo con el amigo todo el material del que este disponía para sus propios propósitos; en parti pa rticu cula lar, r, tam ta m b ién ié n el nexo ne xo etim eti m ológ ol ógic icoo e his h istó tóri rico co e n tre tr e los co c on ceptos «noble-fuerte-bueno» y «humilde-débil-malo» en la anti gua moral o, por así decirlo, en los estadios premorales de la cultura. La manera en que los dos amigos acogieron de nuevo estos diálogos y estudios en común fue característica de la relación que Nietzsche sigue manteniendo incluso ahora con las concep ciones positivistas: escuchó otra vez con paciencia los pensamientos del otro, extrajo de aquí y de allá estímulos o material para el pro pio p io p e n s a m ien ie n to , p e ro, ro , en d e fin fi n itiv it ivaa , tam ta m b ién ié n a cab ca b ó p o r a rre rr e m eter con hostili h ostilidad dad contra c ontra el antiguo camarada. camarada. En la obra de Rée se entendía el desplazamiento histórico del juicio a favor de todas las emociones bienintencionadas e igua litarias como un paso paulatino y natural hacia formas de socie dad más elevadas: la glorificación inicial de las fuerzas depredadoras y el egoísmo egoísmo ceden cada vez vez más ante la introducció introdu cciónn de costum bres y leyes leyes más má s tibias tibi as h asta as ta que, qu e, fin fi n a lme lm e n te, te , en la m oral or al cristia cri stia
na, la compasión y el amor am or al prójimo aparecen aparecen legitimados legitimados como com o el mayor de los manda man dam m ientos iento s religi religios osos. os. En su valoración perso nal de los los fenómenos fenóm enos morales, Rée se se hallaba mu y lejo lejoss de situar se al lado de los utilitaristas ingleses a los que tanto se aproximaba en sus concepciones científicas. Para Nietzsche, al contrario, y como consecuencia consecuencia de su nueva concepción p ersonal del del fenó m eno moral, la diferenc diferencia ia dada históricamente históricam ente entre las las dos diver sas valoraciones de lo que se denomina «bueno» se agudizaba hasta el punto de alcanzar sendas antítesis irreconciliables: hasta el conflicto entre la moral de los señores y la moral de los esclavos, aún sin resolver en nuestros días. La extraordinaria importancia que para él adquirió toda tod a forma de poder p oder de la voluntad vo luntad y fuerza fuerza de los instintos lo condujo a divisar en ello la única fuente posi ble de toda to da moral mo ral sana; en la legitim legi timació aciónn de los senti se ntimi mien entos tos b o n dadosos, en cambio, advirtió una enfermedad mortal que hasta hoy padecería toda la humanidad. Su idea anterior, la reducción de todos tod os los juicios juicios morales a la utilidad, utilidad , a la la costum bre y al olvi olvi do de los motivos de interés originarios le parece ahora errónea: semejante origen podría adecuarse como máximo a la moral de los esclavos, mientras que para la otra deberá encontrarse un ori gen más noble. Pues noble es denominar a una cosa «buena» o «mala» sin tener en cuenta su utilidad, y de este modo se com po p o rta rt a la natu na tura rale leza za del señor: señ or: se perc p ercib ibee a sí m ism is m a en su ser y en todas sus sensaciones como buena, y mira con superioridad, superioridad, con desprecio involuntario y casi inconsciente, en cuanto «malo», todo lo que no corresponde a sus instintos, esto es, todo lo débil, depen diente, temeroso. De forma harto distinta surge la moral de los esclavos, la de estos despreciadores, de estos «malos»: no brota de manera espontánea ni con autonomía, sino sobre el terreno del resentimiento y como forma que adopta un acto de venganza: 246 24 6
denomina «malo», digno de odio, a todo lo que pertenece a los estamentos dominantes y solo a partir de ello percibe como algo derivado su propio concepto de «bueno», aplicado a todas las carac terísticas opuestas, es decir, a lo débil, sumiso, sufridor. Por una part pa rtee , se hal h alla lará rá así la «con «c onci cien enci ciaa inoc in ocee n te del de l anim an imal al d e p red re d a dor», el poderoso «monstruo retozón» que incluso culmina las peo res acciones, cuando es él quien las efectúa, con una «petulancia y una tranquilidad de espíritu» como si se tratara de una «trave sura estudiantil» (GM, 1, § 11); por otra tenemos al sometido, el experto odiador, cuya alma desmayada está sedienta de venganza mientras aparenta predicar la moral de la compasión y del con movedor amor al prójimo. Este último tipo alcanza su imagen completa e ideal en el cristianismo, explicado por Nietzsche tajan temente como un monstruoso acto de venganza del judaismo con tra el el mund mu ndoo de la la Antigüedad, en el que imperaba el dominio dom inio de uno mismo. Que los judíos crucificaran al fundador del cristia nismo y que renegasen de su religión habría constituido la ver dadera sutileza de este plan de venganza, con la intención de que los demás pueblos pudieran «morder ese cebo»179 sin recelos.180
179. Véase G M , I, § 8. 8. 180. Respecto al al desprecio por el carácter jud ío que N ietzsche sentiría sentiría pos teriormente, léase en Aurora (§ 205) su aforismo «Del pueblo de Israel»: «(...) ¿Dón de debe desembocar esa rica corriente de grandes impresiones acumuladas (...) esa corriente de pasiones, virtudes, decisiones, renuncias, luchas, victorias de todo tipo? ¡Dónde, pues, sino en grandes espíritus y grandes obras! Entonces, cuando los judíos pu p u e d a n m o s tra tr a r c o m o ob ra suya su ya p iedr ie dras as prec pr ecio iosa sass y vasos vas os de o ro de esa clase q ue los pueblos europeos de menor y menos profunda experiencia ni han sabido ni han po p o d id o p r o d u c ir (... (. ..), ), e n to n c e s v e n d rá d e n u e vo ese sé p tim ti m o d ía en q u e al viejo vie jo dios de los judíos le será lícito solazarse en sí mismo, en su creación y en su pueblo elegido... ¡Y nosotro s tod os, tod os nos alegraremos con él!» (N. de la A .)
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No N o es nec ne c esa es a rio ri o segu se guir ir a N ietz ie tzss c h e en tod to d as sus expl ex plic ica a ciones y en sus interpretaciones de la Historia, a menudo tan osadas, ya que el verdadero significado que esta concepción tie ne para su filosofía se halla en un lugar distinto de ese en el que comúnmente se le busca. Con el afán de generalizar todo lo posi ble bl e y de f u n d a m e n ta r de m a n e r a c ien ie n tíf tí f ica ic a , N ietz ie tzss c h e in ten te n tó extraer algo de la historia del género humano y de introducir en ella algo cuya importancia residía para él en un oculto proble ma psicológ psicológic ico. o. De ahí que tengamos que lam entar el hecho de que se confund con fundaa lo singular singular del del pensamiento pens amiento de Nietzsche Nietzsche cuando cuand o se acentúa con exagera exagerada da importanc impo rtancia ia su parte errónea: errónea: la de su rigor científico. También respecto de estas hipótesis de Nietzsche, y especialmente para ellas, será válido afirmar que es ilícito tomarlas de manera teórica si se quiere extraer el núcleo origi nal. Para él, la cuestión fundamental no era explicar la historia psico ps icoló lógi gica ca del de l géne gé nero ro h u m a n o , sino si no c óm o p u e d e e n ten te n d erse er se la historia historia de su propia prop ia alma alma en cuanto cu anto historia de la la Hum H um anidad anida d entera. En agudísima contradicción con la minuciosidad filoló gica con la que esencialmente interpretó la historia y la filosofía en los primeros tiempos de su evolución y también en los pe ríodos filosóficos precedentes, precedentes, ahora la investigación investigación científica exacta no desempeña ya ningún papel junto a sus geniales ocu rrencias e ideas; y es que tampoco podía desempeñar ninguno, po p o rqu rq u e N ietz ie tzsc schh e se h alla al labb a im p e d ido id o p a ra tra tr a b a jar ja r de m ane an e r a científica. Con respecto a todos los estudios que todavía en esta épo ca le gustaría haber iniciado, valdría la pena emplear sus propias palabra pala brass de La gaya gaya cie cienc ncia ia (§ 166), según las cuales nosotros per manecemos «siempre en nuestra compañía», también cuando pre sumimos de estar incorporando lo ajeno: «Todo lo que se aviene 248
a mi modo de ser, en naturaleza e historia, me habla, me halaga, me impulsa hacia delante, me consuela; lo demás no lo escucho «L ímite ite de nuestro nuestro sentido del d el oíd oído. Oímos o lo olvido enseguida.» «Lím solo las preguntas para las que somos capaces de encontrar una respuesta.» (Ibídem, § 196). «Cuán grande es también la avaricia de mi conocimiento: no puedo extraer de las cosas nada más que eso que ya me pertenece; lo que es propiedad de otros se queda en ellas.» (Ibídem, § 242). Con esta manera tan arbitraria de manejar el material a favor de sus sus hipótesis filosóficas, Nietzsche Nietzsch e se alejaba alejaba demasiado de la observación y la fundamentación objetivas, se volvió mucho más subjetivo en sus conclusiones y deducciones que en los años en los que todavía de manera consciente se limitaba a la propia experiencia vivi vivida. da. Ahora, Ahora , la experiencia experiencia íntim ínti m a y significativa se se transformó en la que determina e impone sus leyes al mundo exte rior, y él mismo pasó a ser el «gran déspota», el «diablo ingenio so que con su benevolencia o malevolencia malevolencia fuerza y violenta todo tod o lo pasado: pasado: hasta que se convierta en pue p uente nte para él y en presagio, presagio, y hera h eraldo ldo,, y can c anto to del gallo».1 g allo».1881 En lo que respecta al problema psicológico que estudia Niet Ni etzs zsch che, e, desd de sdee el com co m ienz ie nzoo im p o r ta m enos en os fija fi jarr corr co rrec ecta tam m en en te desde el punto de vista histórico la antítesis entre la moral de los señores y la moral de los esclavos que la constatación del hecho de que el ser humano, tal como ha llegado a ser hoy desde aba jo hast ha staa arrib ar riba, a, p o r ta en sí m ism is m o ambos opuestos, que este es el resultado doliente de una contradicción de los instintos, la mate-
181. KSA, 4: ZA III, «De las tablas viejas y nuevas», § 11, p. 254. 254 . 249
rializació ción de estos dos modos de establ stable ecer cer val valore ores. Si recor cordam damos la descr descriipción pción de la deca decade denc nciia esboza sbozada por por N ietzsche tzsche,, hallamos en ella al hombre en su condición de señor natural por naci nacim miento nto, esto es es, en en su su fue fuerrza y sa salvaj vajismo smo ori origina ginarios eindo ndomable bles, aunque unque someti sometido do y convert convertiido en escla esclavo vo por por medi medio o de la coacción social y a través del hecho mismo del nacimiento de la cultura. Toda cultu culturra, como como ta tal, se sustenta sustenta par para Nietzsche en es eseconvert convertiir al hom hombre bre en un ser enfe enfermo, en un escla sclavo; también afi afirma expre xpresam samente nte que, que, sin sin ta tal proce procede derr, sin sin es ese volve volverse rse violentamente contra sí misma, el alma humana permanecería «superficial» y «escuálida». Tal naturaleza dominante originaria no es es toda todavía vía más que que un magní magníffico ejempla plar de anima nimall que solo olo es capa capazz de desa desarrrollarse através de las heridas que se le infligen a su fue fuerrza; y es es que, que, en el dol dolor de de estas stas her heridas, das, debe debe apre prende nder a despe despeda dazzarse a sí mism mismo o, avenga vengarrse de sí mism mismo o, a desf desfo ogar su prop propiia impotenci mpotencia a en pasi pasiones inte nternas que se vuel vuelven ven cont contrra él esto, de mane maner a ex ex cl usi usi va, va, sobre br e el t er r eno d el r esent i - mismo: t odo es esenci ncia al (...), seg según par parece, ce, repitá pitám mosmi ent o de de los escl avos avos. «Lo ese lo, es obedecer durante mucho tiempo y en una única dirección: con el ello se se obti btiene (.. (...) a la larga algo por por lo lo que merece la pena pena vivi vivirr en en la tie tierra.» (MM (M M, § 188). Ahor Ahora a bie bien, este estado tado dedeca deca-dencia dencia, seg según Ni Nietzsche tzsche,, no solo solo es super superable ble, sino sino pr precisa cisam mente también el presupuesto necesario del hombre de voluntad dura duradera dera, de afectos ctos fue fuerrtes, seg seguro uro de de sí mism mismo o, que debe debe generarse a part partir de aquel quel. Pero, ro, obsér obsérvese vese bie bien: este hom hombre bre comcomple pleto, to, con su natur natura aleza prof profunda e indivi ndividua duallizada de señor, en modo alg alguno debe debe vivi vivirr par para su ingenuo ngenuo egoísmo, smo, ni tam tampoco poco elimin minar los los pre prejuici uicio os y las cade cadena nass de escl sclavo para converti convertirse en meta meta de sí mismo smo, sino sino que tie tiene que ser el el pri primogéni mogénito to de una especie humana superior e inmolarse en sacrificio para el 250
nuevo nuevo naci nacim miento nto de aquel quella; pues, pues, como como ya vim vimos, la cúspide cúspide de la evolució volución n coinci coincide de para para Ni Nietzsche tzsche con el el ocaso de de la H umani umani-dad; dad; ya que esta const constiituye únicam únicamente ente el el trá tránsito nsito hacia hacia algo má más elevado, vado, setrata solo solo de un pue puent nte e, de un medi medio o. Por eso, eso, cua cuanto más gr grande es un hom hombre bre, cuanto más grande es su ge genio, nio, tanto nto más se se encarnará en él él un fi fin, una disi disipaci pación ón de sí mismo, smo, un tor torrente de las últi última mass fue fuerrzas, zas, «¡pre prepar parado para destr destrui uirr en la victo ctoria!»182Debe llegar aser ta tan solo solo «a «algo perfe perfecto, cto, logrado ha hasta el final, feliz, poderoso, triunfante» con objeto de que esté «dispue dispuesto sto a conqui conquistar star al algo nuevo, nuevo, algo má más dif difícil cil, más lejano toda todaví vía a», tal com como «un ar arco al al que las pri privaci vacion one es sol solo o te tensan nsan aún aún más» (GM (G M, I , § 12), 12), un arco arco cuya cuya flecha apunta punta al super superhombre bre. De maner manera a que el hom hombre bre se tra transfo nsforma, de este modo, odo, en campo de batalla de instintos encontrados que luchan entre sí, de cuya dolor dolorosa osa abunda bundanci ncia a brot brota a toda toda evoluci volución ón;; en el ellos se se muestr uestra a otra otra vez vez aque aquellla confus confusiión entre ntre vol voluntad de de domini dominio oy obl obligaci gación ón de servir, rvir, esaviol viole encia ncia que ejerce rcen unos sobre otros, otros, de donde en pri principi ncipio o surge toda toda cultur cultura a y de donde, donde, en últi últim ma instanci nstancia a, tambi tambié én te tendrá ndrá que brota brotarr una cultur cultura a supe superirior or como como defi definiti nitiva va y suprema suprema creaci creación. ón. No es es al alguie uien que ame la paz paz ni que goce de sí mism mismo, o, sino sino un gue guerrrero y un ocaso. ocaso. Repite pite en sí motiivo de su per personal sonalidad dad per perfectam ctamente indi indivi vidua duallizaday y con mot de espíritu libre justamente lo mismo que cuando actuó sobre el género nero huma humano no de dessde el el ex t er i or y mediante sometimiento como un instr instrum ume ento nto peda pedag gógico ógico im impuesto puesto por coacci coacción; ón; de nuevo nuevo encont contrramos en en él él «este secreto secreto eje ejercer cer vio violencia encia sobre sí mismo, smo,
182. 182. I bíde bídem m, § 30, p. 269. 251
esta cruel crueldad dad de artista sta, este pla placer de dar darse forma como a una mater materiia dur dura que se resiste siste y se se muestr muestra a pacie ciente nte, de mar marcar car a fueg uego en en el ella una vol voluntad, untad, una crí crítica tica,, una cont contrradicci dicción ón,, un desp desprrecio, cio, un “no”, este este tra trabaj bajo sini siniestro y ter terrible blemente nte vol voluptuoso tuoso de un alma alma que se ha esci escind ndiido a sí misma misma de maner manera a voluntaria y que se inflige sufrimiento por el placer de provocar dolor dolor» » (GM (G M, II, § 18). Pues justo el el alma más perf perfe ectay de de mayor ampli mplitud debe debe expre xpresar sar en en sí misma misma del del modo más cla claro e irrevocabl vocable e la ley funda undame ment nta al de la la vida vida,, que reza reza:: «Yo soy eso que sie si empr e debe supe perr ars ar se a sími missmo. »183 No se se puede deja dejar de reconocer conocer en en qué me medida dida Nietzsche tzsche estableció su propio estado anímico como fundamento de esta teor teoríía, con cuánta fuer uerza refleja en el ella su prop propiia natur natura aleza y cómo, cómo, finalme nalment nte e, extra xtrajo de su des deseo más prof profundo de aquel quella tam tambié bién la la ley fundam undamental ntal de la vida vida.. Su dolor dolorosa osa «multi multipl pliicicidad dad de alma», su vio violenta enta «escisi scisión ón» » en un una parte parte que sesacri sacrifica y que que ado adora ra y en en otr otra a que domi domina na y es es divi divini nizzada se hall hallan en la la base de su ima image gen n ente ntera de la evol volució ución huma humana. na. En todos todos los los luga ugares dond donde e habla habla denatura naturalezas de señor señore es y escl escla avos ha hay que hace hacerrse a la idea de que habla habla de sí mism mismo o anima nimado do por por la nostal talgiade una natur natura aleza doli doliente einar narmóni ónica, ca, por por la antíte ntítesi siss de su ser y por el dese deseo de pode poderr admir dmirarla como como a su dio dios. Su propropio pio yo es es lo que descr descriibe cuando dice dice de los escl escla avos que «su espíspíritu amalos escondri escondrijjos, los cam caminos nos tor tortuosos y las puer puertas tas fa falsas; todo lo encubierto le atrae como su mundo, su seguridad, su alivio» vio» (GM (G M, I, § 10). Y desc descriribe be su imagen contr contraria en el el hom hombre bre
183. 183. I bídem bídem I I , «D «De la superació superación n de de sí mi mismo» smo»,, p. 148. 148. 252
de acción originario, activo, alegre y seg seguro de sus instint nstinto os, de natura naturaleza domi dominant nante e y despr despre eocupa ocupada da.. Pero, haci hacie endo de uno el pre presupuesto supuesto del del otr otro, hacie haciendo de la natura naturaleza huma human na en cuanto tal el escenario donde combaten entre sí estos dos elemento ntos opue opuestos stos a fin de supe superrarse respect spectiivam vamente nte, los concibe concibe adi os de l a evol evoluuci ón en el i n t er i or del mis mi smo ser como ciertos est adio que, que, conside considerad rados os des desde el punto punto de vista vista histó histórrico, sig siguen uen sie siendo opuestos, opuestos, per pero que, que, en el el ente singul singula ar y desde desde el punto punto devisvista psi psicológic cológico, o, se revel velan como como el resulta sultado de una esci si ón esen senci al dennt r o de de del ser hu huma manno ssusc usceepti pt i ble bl e de evolu voluci ón. De ahí que su concepción de la lucha histórica entre la naturaleza del señor y la natura naturaleza del del escla sclavo, vo, en en todo todo su signi signifficado, cado, no se sea nada más que una vasta vasta ilustra ustració ción de aquel quello que aconte contece ce en la la mayor mayoríía de los indi indivi viduo duoss supe superirior ore es, del del crue cruell proce proceso so psíqui psíquico co atra través del del cual cual un ser sem semejante nte debe debe escindi scindirrse en dios dios del del sacr sacriificio cio y en en víctima sacrificial. Solo ahora podrá establecerse de modo definitivo qué significa propiamente la nietzscheana «transvaloración de todos los val valores» en tod toda as la las conce concepci pcio ones mora morales e ideal deales, y cómo cómo se t i co en el que comporta respecto del i deal ascé que ah ahora se resumen para para Nietzsc tzsche he todos los los ide idea ales re religiosos y mora orales. Por lo lo de demás, esta «transvaloración de todos los valores» comienza con la declaració ción de guer guerra a toda toda forma de asceti scetism smo o; se inicia cia con una una «canonización» del elemento «demasiado humano» en el ser humano humano,, algo que hasta hasta la fecha fue deni denigrado grado y some sometido tido por porque lo na natura tural y se sensibl nsible obstruí bstruía a el cam camino de lo suprase suprasensi nsibl ble e, de eso en en lo lo que se se cre creía como en en un hecho hecho irrefuta utable ble. Pero el filósofo ósofo del del futuro uturo de Nietzsch tzsche e no cre creepor por má más tie tiempo queveng venga a dado algo así como como una una superhumanidad, es preciso que primero sea creada porrel prop propiio ser ser huma humano. no. Para ello, este no dispone dispone 253
de otro otro materi materia al disti distint nto o de la esenci sencia a vital vital de la natur natura aleza, tal tal como como es es. Así Así pues, pues, ya no val vale disol disolve verr, en lo lo posi posibl ble e de manera manera absoluta bsoluta,, el mundo del del aquí en un más más al allá supr supre emo, sino sino extra xtraer desde el corazón del aquí toda la plenitud de un más allá rico, impre previsto visto y magní magníffico. co.184
184. Para esta situa situaci ción ón del del goce libre bre de la indi ndividual vidualiidad, N ietzsche ha encontr encontrado las má más her hermosas palabra palabras en en su obr obra poéti poética caZ aratustr , a la que poratustra a drí dríamos considerar considerar como como el el canto canto supremo supremo del del indivi ndividuali dualism smo o moderno moderno.. Los L os fragmentos ntos siguientes siguientes son especial especialme mente nte car característi cterísticos: cos: «Cuando solo tenéis una sola voluntad de querer, y este este re revés de to toda car carencia cia se denomina denomina par para vosotros necesi necesida dad, d, he ahí ahí el ori origen gen de vuestra vuestra vir virtud. tud. »¡E n ver verdad, dad, ella ella es un nue nuevo vo bi bien y un nue nuevo vo mal! ¡E ¡En ver verdad, dad, un nue nuevo vo y prof profundo susu susurr rro o y la la voz de un nuevo nuevo mananti manantia al! (... (...)) »Permaneced neced para mí fieles eles a la tierr tierra a, herma hermano noss mí míos, con el poder poder de vuesvuestra virtud! virtud! (...) (...) »¡No dejéi dejéiss que vuestr vuestra a virtud huya de las cosas ter terrenas nas y bata sus alas concontra tra muros etern eternos! os! ¡A ¡Ay, sie siempre pre hubo tanta vir virtud tud que se se perdió perdió vol volando! »Conduci onducid, d, como como hago hago yo, yo, otr otra vez vez la la virt virtud ud a la tie tierra rra; sí, de vuelta vuelta al cuercuerpo y a la vida vida:: que le dé senti sentido do a la la tierr tierra a, un senti sentido do huma humano! no! »M il senderos nderos exi existen sten que toda todaví vía a no han han sido recor recorriridos; dos; mil mil formas de salud y mil ocultas islas islas de la vida vida.. I nag nagotados otados y si sin descubri descubrirr conti continúan núan sie siendo siempre para para mí mí el hombre y la tierr tierra a del del hombre.» (ZA (ZA I , «De la vir virtud que rega regala», § 12) «(... (...)) ¿Quieres ¿Quieres buscar buscar el el cam camino que lleva a ti mismo? smo? (.. (...) .) ¡Muéstr uéstra ameentonentonces ces tu derecho derecho y tu fuerz uerza a para ello! (.. (...) .) »¿Te llamas mas “li “libre bre” a ti mismo? smo? Qui Q uie ero oír oír tu tu pensa pensam miento domin domina ante nte y no que has has escapado scapado de un yugo. (.. (...) »¿L ibre bre de qué qué?? ¿Q ¿Qué signi signiffica eso pa para Za Zaratustr ratustra a? Tus ojos ojos deben deben anun anunci cia arme con claridad: ¿librepar a quP. quP. »¿Puedes prescribirte a ti mismo tu bien y tu mal y suspender tu voluntad sobre obre ti mismo smo como como una una ley? (... (...)» )» (ZA (ZA I , «E «El cami camino de del creador» dor», § 1) «(...) Que vuestro sí mismo mismo esté en en la la acci acción ón como como la ma madre dre está está en el hij hijo: ¡que esta seapara ara mí vuestra pal palabra sobre la virtud! virtud! (Z (ZA I I , «D «D e los virtuos virtuosos» os») «Vuestro uestro sí mismo má más quer querido es es vuestra vuestra vir virtud.» tud.» (ZA (ZA I I , «D e los virt virtuosos» uosos») 254
Este es el el moti otivo de que Nietzsche tzschede nuevo nuevo oto otorgue der derecho a la existenci xistencia a a los insti instint nto os despre despreci cia ados, temi temidos y mal maltratados, así como a las pasi pasio ones nes del del hom hombre bre «n «natura ural» aún no coacci coaccion ona adas das por mora oral alguna. Con Con la la convi convicción cción de que que ello no conduce conduce a una divi divisi sió ón entre ntre bue buenas nas y ma malas fue fuerrzas, zas, sino sino a un forta ortallecim cimiento y acr acre ecentam centamiiento dela fuer uerza vital vital en ge gener neral, a fin de que la vida vida pueda extra xtraer de sí sí mism misma a su propó propósi sito to supremo, sostie sostiene que «al hom hombre bre le result sulta necesa necesarria su ma maldad par para lo bueno bueno que hay en él él, que todo todo lo peor en él es es su me mejor fuer- za y la la pie piedra dra más dura dura para el el supremo supremo cre creador; dor; y que el homhombre bre debe debe hacer hacerse má más bueno bueno y más más mal malv vado ado».185 Como un porta portavoz voz de la vida vida,, el hombr hombre debe debe prodi prodig garse en su su vir virtud, tud, sacr sacriificar carse y aba abandon ndona arse en el ella; pero, al bauti bautizzar
«E senci sencia almente se se amasolo al propio propio hij hijo y a la propi propia a obra obra; y allí donde hay gran amor amor hacia hacia sí mismo, smo, hay tambi también én señal señal de preñez: preñez: esto es es lo que he enconencontrado.» (ZA (ZA I I I , «D «De la bie bienave naventuranza nturanza no que querida rida» ») «H ermano mano mío, mío, si ti tienes nes una vir virtud y esta esta es tu vir virtud, tud, entonces no la la tie tienes nes en común común con nadi nadie. e. (... (...)) »H abla bla y bal balbucea bucea así: “(.. “(...) .) No lo quie quiero como como ley ley de un dios, no lo lo quiero como como ley ley y for forzam zamiiento de los hombres hombres (... (...)) »Pero ese ese páj pájaro constr construyó en mí mí su nido: nido: por eso lo lo amo y lo lo estr estre echo concontra tra mi mi pecho; pecho; ahora hora incu incuba ba en en mí sus sus áureos áureos huevos. huevos. »En otro otro ti tiempo empo tuvi tuviste pasi pasiones ones y las llamaste maste ma malvadas. Pero ahora ahora solo solo ti tienes nes tus vir virtudes: cre crecen de tus pasi pasiones. ones. »Pusiste usiste tu meta suprem suprema a en el cora corazón zón de aquel aquelllas pasi pasiones: ones: entonces ntonces se se conconvirtieron en tus virtudes y alegrías. »Y aunque fue fueses de la esti estirp rpe e de colé coléricos ricos o de la de de los lujuri lujuriosos, osos, o de los fanático náticoss de su fe, o de los venga vengatitivos. vos. »Al final, nal, todas tus pasiones siones setra transfor nsforma maron ron en en vir virtude tudes y todos tus dem demonios, nios, en ánge ángelles.» (ZA (ZA I , «De las al alegría grías y delas pasi pasiones» ones»). (N. de la A .) 185. K SA, 4: ZA I I I , «El convalec convalecien iente te» », p. 274. 274. 255
a su propi propio o yo como «su «su virtud» ud», tie tiene entonce ntoncess que dej dejar cre crecer cer a estaen el el inte nterior desí mismo smo con tal tal ple plenitud nitud de fuerza que que, finalment mente e, lo hag haga estal stallar como si si se tra tratara de un cont contiinente dem demasia siado estre strecho: cho: tan solo solo debe pose posee erla para para ser ser pose poseíído por ella. Crecie ciendo ndo hasta hasta alcanz canza ar seme semejante nte acceso cceso de fuer uerza, esta esta engul ngullle al hombr hombre e y a su vol volunta untad indi indivi vidua duall en la la llamay el el sentimiento de la totalidad, se transforma para aquel en el puente sobre sobre el cual cual cruz cruza a hacia hacia el ocaso: ocaso: «El hom hombre bre es algo que tie tiene que ser superado: y por por ello debe deberrás amar mar tus vir virtudes, pue puess per perecer cerás a causa causa de ell ellas.» as.»186«Yo amo amo a aquel quel cuya cuya alma alma est está á tan llena que se olvi olvida da de sí mismo smo, y to todas das la las cosa cosas están están dentro dentro de él: todas das la las cosas cosas setransfo sforman así en su ocaso ocaso..»187 A pesa pesar de que que en un pr primer mer instant nstante e pudie pudiera par parecer cer que la vi ven ven ci a egoíst a de l a fu er z a y la vi r tud poseen aquí la misma impor mportancia tancia, en re realidad dad permanece permanecen n pro profundame undamente nte sepa separradas das una de de otr otra. La dif diferencia ncia deval valor entre entre la fuer uerzay la las cual cualidade dadess humana humanass que, que, en el el fondo, ondo, toda toda mora oral comprende comprende solo olo como didiferencia cualitativa, se transforma ahora en algo cuantitativo; aunque unque la entr ntregavol volunta untariay ent entusi usia asta aeste incre ncremento nto de fuerza que destr destruye uye el prop propiio ser ser cont contiiene en en sí, sí, tambi tambié én y no en menor medi medida da,, un jui juici cio o de val valor del del entendimiento ntendimiento.. Se acencentuará la mezquindad del proceder humano afirmando que no es la mal maldad dad la la peor peor enemi nemiga de la grandeza ndeza del del hom hombre bre; sino sino todo todo lo cont contrrario, habr habrá á que excla xclamar: «¡Qué ¡Qué peque pequeña ñass son son incl incluso uso sus sus peore peores cosas! cosas! ¡A ¡Ay, qué pequeñas son incl ncluso sus mejores cosa cosas!» s!»188
186. 186. I bíde bídem m: ZA ZA I «De las alegrías y de las pasiones», final, p. 44. 187. I bíde bídem: m: ZA, Prólogo, Prólogo, 4, p. 18. 18. 188. I bíde bídem m: ZA II I I I , «El convalecie convaleciente nte» », p. p. 274. 274. 256
El ex ceso es el el cami camino ha hacci a lloo sobre br ehu humano, mano, y por ello lo anticipa el grito: «¿Pero dóndeit stá stá el el rayo que os lama ama con su lengua lengua?? la demencia c¿n la que deberíais ser inoculados? Mirad, ¿D ¿D ónd nde e la yo os enseño enseño al super superh hombre: ¡él es eserayo ayo, él es esademen emencia!»189 Ahora bie bien, no es lícito cito confund confundiir el el cam camino que Nietzsche tzsche elige para la conse consecuci cució ón de su meta con la la meta meta pro propia piament mente e dich dicha a; consi conside derra el Peinado de1 de1los «temi temible bles inst instiinto ntos»solo solo como como un medio que le esjnecesariq para alcanzar su propósito final supr supre emo. Se le ha reprochado reprochado con absol absoluta uta inj injusti ustici cia a y grose grosero ro mal malentendi entendido do que su su «superhombr superhombre» e» llevase vase en vez vez de los ra rasgos sgos de un Je Jesús, sús, los de de un Cé César sar Borg orgia o los los de de cualqui cualquier er ser ser depradepravado vado e inhuma humano no.. En verdad, no es es el ser ser «i «inhuma nhumano no» » mode odelo del del «super superhom hombre bre», sino sino senci sencilllamente nte su pede pedesta stall; repre presenta nta, por así deci decirrlo, el blo bloque de granit nito en bruto bruto que debe debe ser desba desbasta sta-do pa para extra xtraer de él la estatua de un dios. dios. Y esta estatua estatua div divina del ideal del superhombre no solo es distinta del pedestal en forma y susta sustanci ncia a, sino sino justo justo su opue opuesto. Tal anti ntinomi nomia a es expli xplicada cada con ta tanta nta prof profundi undida dad d y ag agudeza udeza como como ni siqui siquie era suce sucede de en la la mora oral ascética tica. Toda Toda mora oral aspir spiraala mejora oray el el embell bellecim cimiento nto de lo huma humano no,, mientra entras que Nietzsche tzsche parte parte de que es nece necesa sarrio cre crear una una especi specie e ente enterament mente e nueva, nueva, una una supra supraespecie specie. Lo que hasta ahor hora sir sirvió vió como como un trá tránsito nsito desde desde lo má más baj bajo a lo má más alto, to, conser conservando vando los ras rasgos espe especí cífficos de lo humano humano en la la imamagen ide idea al, N ietzsche tzsche lo entie entiende como como una ruptur uptura a comple completa, ta, como como la la lucha ucha entr ntre dos opuestos opuestos hosti hostiles; lo lo que hasta hasta ahora horasolo solo fue una dif diferencia ncia de grado entre ntre el hom hombre bre «natura natural» y el el homhom-
189. I bíde bídem;Z m;ZA A , Prólog Prólogo, o, 3, p. p. 16. 16. 257
bre br e «moral», «moral », en el sen s enoo de u n a h u m a n ida id a d c o m ú n a ambo am bos, s, será para pa ra N ietz ie tzsc sche he u n a abso ab solu luta ta antít an títes esis is susta sus tanc ncia iall entr en tree el ho h o m b re natural y el el superhom superhom bre. De ahí que pued a afirmarse, si si con templamos el caminomoral propuesto por Nietzsche, que, antes de cualquier otro trazo, este destaca por el de su antiascetismo, puest pu estoo que qu e n o se asemeja al sender sen deroo empi em pina nado do y semb se mbra rado do de gui gu i jarro jar ross de la ren r enun unci ciaa de sí mism m ism o, sino que qu e cond co nduc ucee al coraz co razón ón de una selva tropical donde es posible gozar sin ninguna renuncia. Si, en cambio, observamos atentamente el propósit prop ósitom omora orall de Nie N ietz tzsc sche he,, se revelará rev elará com co m o de n atu at u rale ra leza za e n tera te ram m e n te ascética, ascét ica, desde el momento en que no solo pretende elevar al hombre, sino sobrepasarlo por entero; no solo purificarlo, sino superarlo del todo. Así, por una parte, Nietzsche combate la moral común por su profundo carácter ascético, por su desprecio y condena de los bajos bajo s deseos deseo s h u m ano an o s a los que, qu e, en c u a n to fuen fu ente tess de la energ en ergía ía humana, hum ana, asigna asigna tanto tan to valor valor;; pero, por po r otra parte, parte, combate comb ate la moral moral dominante con la misma violencia, puesto que no le parece lo suficientemente ascética. Arremete a fondo contra su doctrina optimista, según la cual el hombre podrá alcanzar su ideal por medio de determinadas purificaciones; y es que, en opinión de Nie N ietz tzsc schh e, el h o m b re es inca in capp az de ello, ello , de ahí ah í q u e tod to d o d e n o minado «ennoblecimiento» descanse sobre un debilitamiento de la fuerza vital elemental. «Desnudos vi a ambos en otro tiempo, al hombre más grande y al hombre más pequeño: demasiado semejantes uno al otro, ¡demasiado humano todavía incluso el más grande!»190 El intento de toda moral de asemejar el ser huma-
190. Ibídem : ZA III, «El «El convaleciente», convaleciente», p. 274. 258
no a la la imagen imagen de un ser ser idea ideall se se muestra, por po r lo tanto, tanto , como una imitación irreal a costa de la fuerza real; y toda transformación moral es m eramente eram ente una suerte de velo velo estéti estético co de una u na naturale za humana debilitada, pero de ningún modo transformada. «¿Cóm «¿Cómo? o? ¿Un gran hombre? homb re? Tan solo veo veo siempre al comedia com ediante nte de su propio ideal.» (MM, § 97). «Busqué hombres grandes, solo encontré a los monos de su ideal.» (CI, I, § 39). A esta esta concepción pesimista pesimista de lo hum ano corresponde el el rasgo fundamental, radicalmente ascético, que contiene la meta ideal ideal de la filosofía filosofía de Nietzsche; esta solo solo es alcanza alcanzable ble por p or medio med io del ocaso del hombre. Y este rasgo fundamental emerge de mane ra tanto más extrema cuanto más se esfuerza Nietzsche por negar y repudiar toda forma de ascetismo. Cuanto con más exclusivi dad se fomenta en un principio el crecimiento de la fuerza egoís ta, más descomunal parece al final del desarrollo la exigencia de sacrificar el propio ser a fin de crear espacio para el superhom bre. Si al p rin ri n cip ci p io se con c onsid sider erab abaa al ho h o m b re com co m o algo que qu e debe de be hacerse malvado, salvaje y cruel, finalmente se dirá: «El hombre es algo que debe ser superado»; toda forma de crueldad y salva jis ji s m o exis ex istir tirá, á, e n ú ltim lt im a inst in staa n c ia, ia , ú n ica ic a m e n te p a ra a rre rr e m e ter te r contra el hombre mismo y para destruirlo. Así de irreconciliables parecen las dos facetas de la ética de Nie N ietz tzsc sche he que qu e él un u n ific if icóó en u n o y el m ism is m o m a n d a m ien ie n to, to , en la pri p rim m e ra y ú n ica ic a ley m o ral ra l q ue d e b e ser grab gr abad adaa en la nuev nu evaa tabl ta blaa de valores: «¡Sed duros!» (ZA III, «De las tablas viejas y nuevas», § 29; y CI, final). En el mandato «¡Sed duros!» asoma claramen te, de hecho, el doble rostro de la moral de Nietzsche con sus ras gos gos de crueldad cru eldad tiránica tirán ica y de renu ncia nc ia ascéti ascética. ca. Pues endurecerse significa, por una parte, fuerza de resistencia contra todos los ins tintos tinto s débiles débiles y bieninten bien intencion cionado ados, s, petrificarse en el goce goce egoísta egoísta 259
de sí sí mismo, en suma: dureza contra los los otros, otros, buen b uenaa voluntad volun tad en el ejercicio del poder dominador; pero, por otra parte, también significa dureza contra sí mismo en cuanto ocaso que debe ser destruido; ello significa que la dureza os ennoblece de la misma manera en que tam t ambién bién aquella aquella ennoblece a la la piedra que el artis artis ta trabaja para crear una gran obra de arte. Todo os es lícito menos un a cosa cosa:: ceder, ceder, socavar su trabajo; de ser ser así así,, tod t od a vuestra hu m a nidad, por muy elevada que esté a los ojos de la vieja moral, solo servirá para ir a parar al montón de desechos que todos rehuyen; será basura y material inútil. Frente a una determinación seme jan ja n te, te , lo más má s despr de sprec eciab iable le parec pa recee la tim ti m o rata ra ta d ebil eb ilid idaa d del sent se nti i miento, la vacilante reflexión ante lo terrible y decisivo. En efecto, así así canta Zaratustra, Zaratus tra, el creador del del futuro: «Hacia el hom ho m bre vuel ve siempre mi m i constante con stante vo luntad lun tad de crear crear;; así así se se siente impulsa imp ulsa do el martillo hacia la piedra. ¡Ay, hombres, en la piedra duerme para par a m í u n a imagen ima gen,, la imag im agen en de mis imágenes! ¡Ay, que qu e esta ten te n ga que dormir en la piedra más dura, en la piedra más fea! Aho ra, mi martillo brama cruelmente contra su prisión. De la piedra saltan pedazos: ¿qué me im p o rta a mí m í eso?»1 eso?»191 No N o s h alla al lam m o s a q u í a n te el e n igm ig m a y el secr se cret etoo en la d o c trina de Nietzsche, frente a una pregunta: «¿Cómo será posible en general general que nazca nazca el el superhom bre de aquello que es inh um a no, si hay que considerar a ambos como antítesis irreconcilia ble bles?» s?» La respuesta respu esta a esta es ta cues c uestió tiónn recuerd recu erdaa de m aner an eraa invo in volu lunt ntari ariaa una vieja receta curativa moral que reza más o menos así: «Para liberarse de un error, entreguémonos a él y exagerémoslo duran-
194. Ibídem: Ibíd em: ZA Z A II, «En las las islas islas afortunada afortu nadas», s», p.l p .l 11. 11. 260
te el tie tiempo que sea sea necesar sario para para que medi media ante nte su exa exag geració ción y su su desm desme edida dida nos llllene de hor horror.» El remedio dio moral que Nietzsche tzsche pre prescribe scribe a la huma humani nida dad, d, por la razón zón de que par para sí mismo smo ta tampoco poco cono conocí cía a otro otro má más apro propia piado, do, pose posee cie cierta simi simi-litud con aquel aquellla receta ceta.. De hecho hecho,, medi media ante nte el dese desenca ncade dena na-miento nto de los insti instint nto os más sal salvaj vajes, qui quiso llllevar var al al hom hombre bre a un estado stado en que el el goce eg egoísta oísta de sí mismo, smo, por por medio dio de la desdesmesura suray la la exageració ción, se tra transfo nsformara en sufr i mi ent o ddee símis mi s- mo. Del tor tormento nto de sem semejante nte dol dolor or debe deberría cre crecer cer ent enton once cess un pr opiaa an antt ít esi s anhelo poderoso e ilimitado de lapropi , el el anhelo nhelo de lo poder poderoso, desm desmesur surado y colé colérico rico por por lo lo ti tierno, no, mesur surado y duldulce; ce; el anhelo nhelo de la fealdad dad y los los des deseos oscuros por por la bel belleza y la la pure pureza lumino uminosa sa;; el anhelo nhelo de dio dios que embar barga al hom hombre bre poseí seído y tortur tortura ado por sus salvaj vajes insti instinto ntos. s. Nietzsche cree cree posi posi-ble ble que de tal estado stado de ánim nimo, efecti ctivam vamente nte, pueda irrumpir umpir su opue opuesto sto a tra través vés de la vio violenci ncia desm desme esura surada de un af afecto. cto. Así Así,, en cie cierta oca ocasió sión, el ho hombre bre magnáni gnánim mo le le par parece «un ho hombre bre cuya sed sed de venganz venganza a es ext extrrema, al que se se le acerca cerca una sa satisf tisfa acci cción y queya en pura con tal avide videz, z, tan a fondo y en la l a imag imagii na nacci ón la apura hasta la últ última gota gota, que a ese rápido pido exceso xceso le le sigue sigue ensegui nseguida da una una enor norme y súbit súbita repugnanci pugnancia a; a part partir de ese momento nto, él se “el “eleva sobre sobre sí mismo” mismo”,, como como suel suele deci decirrse, se, y perdo perdona na a su eneenemigo, y hasta hastalo bendi bendice ce y lo honra honra. Con esta estaviol viola ación ción desí mismo, con esta esta bur burla de su hasta hasta entonce ntoncess poder poderoso instint stinto o de veng venga anza nza, tan sol solo o está estácedi cedie endo a este otro otro nuevo nuevo insti instint nto o» ((¡A, ¡A , § 49). 49). Pero la condi condici ció ón funda fundam menta ntal par parapoder poder hace hacerrseuna ¡dea dea a tra través vés del del prop propiio ser ser de lo que que en apari parienci ncia es sobr sobrehumano humano consi consiste ste en en que aqu aque el mant mantenga enga la fuer uerza sal salvaj vaje de su su dol dolorosa desm desmesur sura; que no se se debi debillite, vaci vacille, mida mida,, «pur purifique», que», para pri pri var a sus opuestos opuestos de su dol dolorosa orosa tensión tensión.. Cuant uanto o más al alto desee 261
ascende scenderr hacia hacia las más tie tiernas nas fl flores de lo bel bello y lo lo divi divino no,, má más profundamente tendrán que hundirse las raíces de su fuerza en el neg negro reino subterrá subterráneo, neo, en su inhuma nhumani nida dad, d, en su su inf infrrahu manida nidad. d. Con el ello, lo sob sobrehum rehuma ano enge ngendra ndrado por por el el hombre hombre se convert convertiirá en la la repre present senta ació ción de la mera aparie parienci ncia divi divina na,, por por de decir cirlo así, sí, en una una image magen n moment momentá ánea y no en la la de su natura turaleza verdader verdadera y pro propia pia; per pero solo olo de este este modo, odo, en gene generral, es realizabl zable e algo así. así. Puesto que ninguna ninguna evoluci volución ón gra gradual dual, ninninguna tra transici nsició ón, acer cerca a los opuestos opuestos ent entrre sí, sí, y dado dado que, que, más bie bien, en vir virtud tud de su oposi oposici ción ón,, se condi condici cio onan nan y se se enge ngendra ndran, entr ntre ellos exi existi stirráeterna ternamente nte un abi abism smo inf infrranqueable ble: por una par parte, te, la realidad dad vita vitall de los im impulsos huma humanos, ter terrible blemente incre ncrement menta ada, da, agitada gitada caó caótica ticame ment nte e; por por otr otra a, una me mera imamascar a divina gen ililusor usoriia, un leve reflejo, en en cie cierto rto modo, modo, una máscar en cuy cuyo int inte erior no exi exisste ninguna ninguna realidad dad autó autóno nom ma. Y, Y, por lo lo tanto, tanto, cont contrraesta teorí teoría de Nietzsche tzschepuede elevar varse en sumo sumo grado la la misma sma obje objeción ción que él hace hace ala concepción concepción mora oral corr corriente, nte, esto es: que se se cont content enta a con con aseme asemejjar al hom hombre bre a una una ima image gen n ideal deal que le pone ant ante e los ojos; ojos; la la obj objeción ción,, adem demás, de que que solo solo se persigue persigue un enma enmascar scaramiento nto estéti estético co y no una una tra transfo nsformamación radical, hundir al ser humano hasta convertirlo en un simple ple «come comedi dia ante nte de su ideal deal». H allamos aquí exactame xactament nte e el mismo smo cas caso que nos sorpr sorpre endió ndió cuando cuando exam xaminam namos la la posi posici ción ón de Nietzsche tzsche respecto specto del fe fenómeno nómeno estéti stético co:: aquel quello que aquel quel par parececom combati batirr hasta hasta su fundam undamento nto lo asum asume e al final como como funfundam damento nto mismo smo de sus teorí teorías; si bie bien solo solo en sus sus últi última mass conconll o que en secuenci secuencia as y en en su sentido sentido más ext extrremo. A quello en su cami camino dese desecha cha con re resoluci solución ón como como medio dio pa para alcanz canza ar el punt punto o de llegada es justo lo que utiliza finalmente para incorporarlo a su propósito definitivo, a su meta. Es más, podemos asumir con 262
I
absoluta seguridad que allí donde Nietzsche persiga y desprecie cualquier cosa con espec especia iall ensañamiento ensañam iento y odio, de alguna manera m anera eso mismo se oculta profunda, muy profundamente en el corazón de su propia filosofía o en el de su propia vida. Esto vale tanto par p araa la p erso er sona na com co m o para pa ra las teorías. teor ías. Por lo general, el mismo Nietzsche admite en tales casos que el objeto que combate poseyó cierto valor como momento del desarrollo hacia su nueva concepción. En el caso precedente, admite adm ite que el hombre hom bre adquirió solo solo de manera man era progre progresi siva va su su capacidad de representar representar al al superhom superh ombre bre m ediante edian te su evoluci evolución ón en el el marco de la moral, el arte y la religión dominantes. Solo mientras estas le hacían creer en la posibilidad del ennoblecim enno blecim iento de su naturaleza le enseñaron «a ser ser de tal modo mo do arte, superficie, juego de colores (...) que su aspecto ya no haga sufrir» (MM, § 59); ellas nos han enseñado «la estimación del héroe que se oculta en cada uno de esto estoss hombres hom bres normales, a la vez también del arte de cómo cada cual puede verse a sí mismo como héroe desde la lejanía y, por así decirlo, simplificado y transfigurado; el arte de “salir a escena” ante uno mismo. ¡Solo de este modo podemos soslayar algunos bajos detalles que hay en nosotros!» (GA, § 78). La diferencia entre el hombre existente hasta ahora aho ra y este este otro al que qu e Nietzsche aspira consistiría consistiría en que el último no se abandona a la fe, su ser se ha transformado y cam bia b iadd o desd de sdee que qu e desa de sarr rrol olló ló en su inte in terr ior io r rasgos artí ar tíst stic icos os y ivli ivli giosos; es consciente de que, por así decirlo, cuando conf ieit visibilidad al al ideal ideal únicam ún icamente ente crea en cuanto cua nto poeta po eta o actor. actor. IVm solo le es lícito tener esta idea una vez haya alcanzado la mnlitU de fuerza prescrita por Nietzsche, cuando sea «lo bastanie fin r te, lo bastan te duro, du ro, lo bastan te artis artista» ta».. De lo lo contrario, con trario, ■im incapaz de soportar la verdad de que su naturaleza hum.iiM
inmutabl mutable, e, que su ideal deal sobr sobrehum ehuma ano es mer merament mente e una imagen entre ntrevista vista,, que su elevada vada obr obra mora oral es sol solo o una una obra Así br a de d e art art e. Así debe debe entender ntenderse la afirmaci mació ón de Nietzsc tzsche he:: «Podrí odríamos conta contarr a los homin homi nes r el i gi osi entre los artistas, como su categoría suprema.» (MM (M M, 59). 59). Pues del del pri principi ncipio o ar artísti tístico co es es de donde fluyen uyen las ma mayores y má más viva vivass dif diferencia ncias de valo valor ética ticass y re religiosas; osas; y el «más al allá del del bie bien y del del mal» de N ietzsche, como como tambié mbién su «más all allá de lo verda verdade derro y de lo lo falso», sedetiene detienen n frente nte al «más allá de lo bel bello y lo fe feo» sin sin penetr penetra ar en él él. El super superhom hombre bre solo olo es posible y concebible en cuanto obra br a de ar t e d el ser humano. Y si queremos hacernos una imagen de aquel, quiz izá á no haya nininguna mejor que que la util utilizada por N ietzsc tzsche he en su su obra obra E l naci naci - cuando habla habla de la mie mi ent o de l a tr t r ag ageedia di a de d el espír i t u de l a m mú úsi ca cuando relación entre lo dionisíaco y lo apolíneo en la creación artística. En el ella com compar para las visi vision one es apo apollíneas, que brot brota an de las fue fuerzas zas vita vitalles org orgiástica ticass de lo dion dioniisía síaco, con es ese conoci conocido do fenóme nómeno ópti óptico en el el que, que, si mante ntenem nemos la la mirada fija en la la esfe sfera incanincandescente del sol, se producen delante de nuestros ojos deslumbra brados dos unas unas manchas nchas de col color ne negruzco uzco,, acaso a modo de remedio dio prote protector; ctor; Nietzsche tzsche util utiliza el fenóme nómeno trocá trocándol ndolo: o: media diante la inmer nmersió sión en en la la dolor doloro osa oscuri scuridad dad del del exce xceso encade encadena nador dor,, en las fue fuerzas zas pri primige migeni nia as que se devo devorran a sí misma smas, surgi surgirrá ante nte nosotros, nosotros, con idé idénti ntico co ef efecto curati curativo, vo, la imagen lum lumiinosa nosa,, tenue tenue y bri brillante nte del del supe superrhombre. hombre. Y lo mi mismo smo que en la la tra tragedia dia grie griega, a la que Nietzsche tzsche apli plica su sími símill, las im imágenes nes lum lumiinosa nosass de lo apol apolííneo, neo, esto es es, las fi figuras her heroica oicass de de la escenahelé helénica nica,, solo eran en en el el fondo máscaras del del dios dios único único D ioni oniso, así tam tambié bién esta imagen del del super superhombre, pr producto oducto del impulso pulso cre creativo, tivo, será tambi tambié én la la encar ncarnaci nación ón de una aparie pariencia ncia divi divina, na, un sí símbolo bolo en se sentido ntido ar artísti tístico co.. Detrá trás de este, ste, pr profunda ofundam mente nte abism bisma ado y 264
en «pur purpúr púrea tiniebl niebla a», desca descansa nsael s
sup su perh er hé r oe » (supe (superhombr hombre e).192En ese sue sueño dicho dichoso, so, murm urmura ura:
«Una sombra sombra ha llegado hasta hasta mí, ¡la más liliger gera y má más sil silenciosa nciosa de toda todass la las cosa cosas llllegó a mí una unavez! vez! La La bell belleza del del super superhom hombre bre llegó ha hasta mí com como sombr sombra a.»1 .»193No en en vano vano «¡todo todo lo divi divino no camina camina con con pie pies del deliicados!» cados!»194«¿Pues ues qué serí sería a bel bello ento ntonces si si previamente la contradicción no hubiese cobrado conciencia de sí mism misma a, si lo lo fe feo no sehubi hubiera dicho dicho antes a sí mismo: smo: “Yo “Yo soy soy feo”?» o”?»(GM (G M, I I, § 18). En la fealdad dad de de este exce xceso caóti caótico, co, hasta hasta el que el hom hombre bre debe debe desenc desenca adenar denar sus fuer uerzas más sal salvaj vajes, emi emite final nalmente nte un un jui juici cio o condena condenator toriio sobre sobre sí mismo, smo, como como contra tra eso que es feo por por na natura turaleza. «Un odio irrumpe aquí: (...) El odi odia aquí desd desde e el instint nstinto o más prof profundo undo de la espe specie cie; en es ese odio odio hay temor, cuidado, profundidad, visión de lejanía; se trata del odio odio más prof profundo undo que existe xiste.. En vir virtud tud de este es profundo el arte...» te...» (CI (CI , I X, § 20) 20). El arte rte es prof profundo undo porqu porque e, a travé travéss de de este odio, odio, le enseñaal hombre hombre el anhel nhelo ilimitado de lo bel bello y posibi posibi-lita el naci nacim miento de la bel bella ilusión usión des desde la ple plenitud nitud dese desenca ncade de-nada del del ver verdade daderro ser ser; es prof profundo por porque despi despie erta un enor enorm me impulso pulso de idea dealización zación y, y, a tra través vés de de la visi visión ón de la bel belleza, za, estistimula mula la vol volunta untad huma humana na de «procr procre ear» a fin de que esta esta,, en el el entusi ntusia asmo smo de la pasi pasión ón,, se una una a lo que pro propia piamente nte se le opone opone.. Así, sí, la fuer uerza desa desatada tadatermi terminará nará por incre ncrementa ntarse hasta hasta alcanzar canzar su má máxima xima prof profusi usión ón par para de desborda sbordarrse en un estado stado de embri mbriaguez uez que es la condici condición ón par para la procr procre eación ción creati creativa va de lo bel bello. «Lo esencial en la embriaguez es el sentimiento de la intensifi-
192. 192. I bíde bídem m: ZA II I I , «De los subli sublimes», p. 152 152. 193. 193. I bíde bídem m: ZA ZA II I I , «E n las isla islas afortunada ortunadas» s», p. 112. 112. caso Wagt Wagtier, 1, p. 13. 194. 194. K SA, 6: E l caso 266
caci cación ón de la fuer uerza y la la ple plenitu nitud. d. De este sent sentiimiento nto hace hacem mos part participar cipar alas cosa cosas, selas obliga atomar algo de de nosot nosotrros, se las violenta... A ese acto se lo denomina idealización .» .»(CI, (CI , IX IX, § 8). 8). «En sem semeja ejante nte estado, enri nriquecem quecemos todas las cosas con nue nuestr stra prop propiia ple plenit nitud: lo que vem vemos, lo que que queremos, lo vem vemos henhenchido chido,, compa compacto cto,, fuer uerte, re rebosante bosante de de ener nergía. El hom hombre bre en tal tal estado stado tra transfo nsformalas cosa cosas hasta hasta que que estas stas re refleja ejan el pode poderr que nerr qu que e transfo emana deél (...) ..) Este t ene nsformar las cosas hast hastaalcanz canza ar la perf perfe ección cción es es... arte.» te.» (Ibí (I bíde dem m, IX I X, § 9). Si bie bien la la ética de N ietzsche tzsche posee posee un ma marcado cado car carácte cter estetizante, ya que de la transformación en lo perfecto tan solo surge una apa aparriencia ncia, su esté estéttica, ca, sí seacer cerca en cambi cambio o con fi firmemeza a lo sim simból bólicor coreligioso, oso, puesto que que nace nace del del impulso pulso de divi- nizar izar z\ os hombr hombre es y a las cosa cosas, de disol disolve verrlos en en lo lo divi divino no par para soporta soportarrlos. Sobre este proceso proceso psí psíquico, quico, N ietzsc tzsche he no sol solo o pre present sentó ó una una teorí teoría, adem demás de las dive diverrsas obser observaci vaciones ones en en af afori orismos disp dispe ersos, sos, sino sino que tambi tambié én int inte entó ntó cre crear la la obra obra fundaci undacion ona al y pri primer mera en la la que ese sumo sumo acto cre creador del del hom hombre bre, la pro procre creación ción de lo sobr sobre ehuma humano, se consum consuma ara por por pri primer meravez. Esta habl ó Z aratust aratustr a. La figura de Zaratustra obra bra es su poem poema a A síhabló como una transfiguración del propio Nietzsche, como un reflejo y una metam tamorf orfosis osis de la ple plenit nitud de su natur natura aleza en una lumiuminosa imag magen divi divina, na, debe debe represe representar ntar una una anal analo ogía gía per perfecta con el sueño sueño nie nietzschea zscheano del naci nacim miento nto de lo sobre sobrehuma humano a par partir de lo huma humano. no. Zaratustra tustra es, por as así deci decirlrlo, o, el N ietzs tzsche chesuper uper hom hombre bre, es el «Super Supernie nietzsche tzsche» ». En consecue consecuenci ncia a, la obr obra pose posee un equí equívoco voco car carácte cter dobl doble: por por una par parte, se trata de un poe poema en el el más puro puro sent sentiido estético stético y, y, como como ta tal, puede juzga uzgarse y en tender tenderse desde desde un punto punto de vista vista estéti stético; co; per pero, por por otr otra a, quie quiere ser solo solo poe poema en un sent sentiido estri stricta ctamente nte místico stico,, en el el senti senti ¿67
do de un acto cre creador religioso en en el el que la máxi máxima ma exig xigencia ncia de la ética tica de N ietzsc tzsche he hall halla su rea realizaci zación por por pri primer mera vez. vez. Esto ratustra a sig acla clara que el Z aratustr siga sie siendo la obra obra peor peor inte nterpre pretada de toda todass la las de N ietzsche, y má más aún aún cuando suel suele asumir sumirse como unapopularización en forma poética de todo aquello que el resto de sus es escritos critos ofre ofrece ce en for form ma estri strictam ctamente nte filosófi sófica. ca. Sin embargo, bargo, en verda verdad, d, de toda odas sus sus obra obras, esta es la la que fue fue conceconcebida bida con me menor inte ntención nción popul popula ar; si alguna vez vez hubo hubo en Nietzsche tzsche una filosofí sofía «esoté sotérica» ca», que no debía debía ser acce accesi sibl ble e del del todo todo para nadi nadie, e, es es aquí donde donde se encuent ncuentrra, y, y, en compa comparració ción, el resto de sus sus escr escriitos pert pertene enecer ceríía a la parte parte más exot xotérica de su doctr doctrina. na. He aquí por qué la comprensió comprensión n má más prof profunda del del Zaratustra acaecerá menos siguiendo por la senda de la filosofía de Nietzsche tzsche que sig siguie uiendo la desu psi psicologí cología a, acer cercándose cándose a los ocultos ocultos im impulsos pulsos aní aním micos del del alma que deter determ minan nan la las ide idea as re religiosas osas y éti ética cass de Nietzsche tzschey que subya subyacen cen en el el fondo de su su mí mística sing singul ula ar. Entonce ntoncess se senos mostr ostraráque las teor teoríías deNietzsche tzsche brot brota an toda todass del del deseo de la propi propia a redenci dención ón,, del del anhel nhelo de otor otor-garle rle a su int inte erioridad dad dol doliente y prof profunda undam mente inqui inquie eta aquel quel apoyo que el el cre creyent yente e posee posee en su dio dios. Este pode poderroso dese deseo oy esta nece necesi sida dad d aca acaba ban n por por obte obtener ner, a la fuer uerza, za, la prop propiia satisfa sfacción: ción: se crea crea al dios dios o, si no, un se ser supe superrior divi divini nizzado en en el el que que se proye proyecta cta y se se transfi nsfigura gura la im imagen inver nversa de la prop propiia imamagen. La dobl doble image magen n que de esta forma Nietzsche tzsche se otor otorg gó a sí mismo, mismo, y en en la la que se con contemp emplaba com como un «segundo segundo yo» yo», se encar ncarna en su su Zaratustr tustra, cami camina con él él, por así deci decirrlo, sobr sobre sus propios propios pie pies. Al Alguna vez vez bri brilla en cie ciertos rtos párr párra afos del del poem poema la secr secre eta conf confe esió sión de que el ser ser de Zaratustr ustra no pose posee e real ealidad propi propia a, sino sino que solo olo es una cri criatura ura poética poética,, y que él mismo smo es un poeta poetay un fabula bulador: dor: «¿Qué ¿Qué te dij dijo Zaratustr tustra en una una ocasión? sión? 268
¿Que los poeta poetass ment mentíían mucho mucho?... Pero ta tambié mbién Za Zaratustr tustra es un poe poeta.» ta.»195Con todo todo,, en la la conce concepci pción ón del del ideal deal supremo supremo de N ietzsche se hall halla implí mplícito cito que que la aparie pariencia ncia tie tiene dere derecho cho a mostra mostrarse como ser y com como esenci sencia a, es más, más, que toda toda verda verdad supre suprema consi consiste ste en un efect o apar apareent e, en el efecto que causa sobre obre los dem demás. El ser ser humano humano,, en la la mística stica tra transfo nsformació ción de su se ser, busca en todo todo y sobre sobre todo todo tra transfo nsformarse en un una seduc seduc-tor tora ilusió usión apar aparente, modéli modélica ca y que que despi despie erte anhel nhelos, a la que nada super superior pueda resistí sistírrsele. Para este valdr valdríían las siguie siguientes pala palabra bras: «Q uie uien en ese esenc nciia es maestro stro, solo solo toma toma en ser serio la las cosa cosas que que se relacion cione en con sus discí discípul pulo os, incluso ncluso a sí mismo. smo.» » (MM, § 63). Con ell ello se se ofr ofrece de maner nera conscie consciente una justif ustificació cación de la «santa santa ililusió usión», n», y no en vano vano Ni N ietzsche tzsche dir dirá en var varias ocaocasiones que el problema de la piafraus ha sido el que le ocupó dura durante nte más tie tiempo y con mayor inte ntensida nsidad. d. Tambié bién la la honeshonestida tidad, d, una vir virtud relativa tivam mente tar tardía día del del hombre mode moderrno de la ver verdad, dad, tie tiene que superarl superarla el gra gran «i «inte ntempest pestivo» vo», que dispon dispone e libre bremente nte de las vir virtudes detoda todass la las cultur cultura as, y debe debe hace hacerrlo por vol voluntad de de sus fines, nes, que no tole toleran ran una conci concie encia ncia débi débill. De manera significativa se halla esto en L a gaya ci en ci a (159): «A quie quien hoy hoy es infl nflexibl xible e, su hone honesti stida dad d le le provoca provocaamenudo remorordim dimientos ntos deconcie conciencia ncia; pue pues la infl nflexibi xibillidad dad es es lavir virtud de una época poca disti distint nta a de esta otra tra de la hones honesttidad.» Pero a Zaratustra ustra, el inte nteligent gente ejorob oroba ado que le le escucha scuchay le lee sus sus pensa pensam mientos ntos le le dice dice:: «¿Por qué Za Zaratustr tustra habl habla a asus discí discípul pulo os de otra otra manera manera que a
195. 195. K SA, 4: 4: ZA ZA, «D e los poetas» poetas», p. 161. 161. 269
sí mismo?» mismo?»1 196Pero el pr propi opio Za Zaratustra ustra le responde sponde: «En verdad, yo os acon aconse sejjo: ¡alejaos de mí y guar guardaos daos de Zaratustr tustra a! Y mejor aún: ún: ¡aver vergonzaos onzaos de él! ¡Q ui z áos enga gañ ñ a! (. ( ...) Vosotros me veneráis, pero pero ¿qué ¿quésucede sucederrácuando cuando algún dí díavuest vuestravener veneració ción decli decline? ne? ¡Guard ¡Guarda aos de que no os ap aplaste ste la estat estatu ua!»197 Pero cuanto más completamente desaparecieron por esta par parte toda toda realidad y ver verdad, dad, cuant cuanto o con más conc conciiencia ncia pensó pensó el el ideal deal como como ima image gen n ililusor usoria, mayor mayor fue fue el des deseo de Nietzsche tzsche de asig signar narle una verdad religiosa, de transformarlo en una deificación místi mística ca de sí mism mismo. o. Y aquí quí obser observam vamos cóm cómo su pensam pensamiento nto tra traza un sor sorpre prendente ndente cír círculo culo a su alrededor dedor:: a fin de sustr sustra aersea la autode utodestr strucci ucció ón de toda toda moral ascéti scética ca,, resuelve el fenómeno nómeno moral en uno estéti stético, co, en el el que la natu naturraleza funda fundam menta ntal del del ser huma humano perma permanece nece inm inmutable utable junto unto a su lumi uminosa nosa figura gura estéti stéti-ca; ahora hora bie bien, par para dotar dotar a esta figura gura de un sig signif nificado cado posi posititi-vo, la eleva a la esfe sfera de lo místi místico co y lo lo religioso, vié viéndose lueg uego obl obligado, con obj obje eto de dar dar relieve a esta cla clara antí ntítesi tesis, a pint pinta ar en lo posible con los tintes más oscuros y dolorosos la realidad del tra trasfondo sfondo natura natural del del hom hombre bre. Para que ese ser ser supremo supremo y lilibera berador fuesecre creíble ble, tuvie tuvieron que afinar narse al máxim ximo los contr contrastes, stes, tuvo que dif diferenciá nciársel selo al al máxim ximo del del ser huma humano natur natura al. Toda Toda transición intermedia habría destruido la ilusión mística y arro-
196. «W arum r ede dett Z arathus arat hustr tr a ande an derr s z u sei sei ne nenn Schüle Schülerr n als al s zu si ch sel sel be berr ?» Tal Tal es la cita ita de Salom lomé, mien ientras que el te texto que supuestamente pretende cita itar (KSA, (K SA, 4: ZA ZA II I I , «D «De la redenci dención» ón»,, p. 182) 82) pre presenta senta un peque pequeño ño cambio cambio:: «Warum («¿Por qué Zaratustra nos r ede dett Z arathus arat hustr traa ande a nderr s zu uns als als zu sei ne nenn Jün Jün ger n ?» habla habla a nosotros nosotros de otra otra ma manera nera que a sus sus discí discípul pulos?» os?») 197. 197. K SA, 4: 4: ZA ZA I, «D «De la vir virtud que rega regala», p. 101. 270
jar jaría al hombre haciasí mismo; el ser superior sería entonces algo par parecido cido a una una mera especi specie e de desa desarroll ollo poste posterior de sí mismo. smo. Por una una par parte — lahuma humana—, na—, la las som sombra brass tie tienen nen que que ser tan proprofundas undas como como en la la mism misma a medida dida;; por otr otra par parte — la del del super superhom hombre bre— , lumi lumino nosa sa ha de ser la la luz, que que debe debe inci ncitar a cre creer que su especi specie e es de de otra tra cla clase compl completa etame ment nte e dif diferente nte. Así Así nace nace la teorí teoría de que par para la concepci concepció ón del del super superhom hombre bre es nece necesa sarrio el ser inhuman umano, y que sol solo o del exceso de los dese deseos má más salvaj vajes sursurge el anhel nhelo del del propi propio o opuesto. opuesto. Contr ntra esta form orma mística stica de la cre creación ción del del dios dios cabe cabe elevar var la la misma sma obje bjeción ción queNietzs tzsche ha hecho contrala cr eaci : en en esta, esta, la la volun aci ón di vin vi na ascé ascé t i cocr ocr i st i an ana a t a d huma human na quiso quiso «e «establ stable ecer cer un idea deal (... ...) par para, en pre presenci sencia a de aquel, quel, estar star bie bien seg segura ura de su absol bsoluta uta indigni dignidad» dad».. Y despué después: s: «Todo esto es es interesant sante e en sumo sumo grado, do, pero tambi tambié én de una una neg negra, pesa pesada day ener nervant vante e tri tristeza steza,, (... (...). ). Aquí hay enfermedad, no cabe cabe duda, duda, la más te terrible ble enf enfe ermedad dad que hast hasta ahor hora seha ceba ceba-do en en el el hombr hombre e: (... (...)) y quie quien sea sea aún capa capazz de oír oír (.. (...) cómo cómo en esta noche noche de tor tormento nto y deme demenci ncia ha resonado sonado el grito deA mor, el grito del del más anh anhe elante nte arrebato bato,, la redenci denció ón en en el el amor, ese se dar dará la vuel vuelta, ta, sobrecog sobrecogiido por por un terror terror imbati mbatibl ble e... ... ¡En el el hombr hombre e hay hay tanta tantass cos cosas hor horrible bles!.. s!...» .» (GM (G M, II I I , § 22). 22). Estatendencia ndencia haci hacia a lo asc ascé ético tico y mí místico stico que que, en me medio dio de la lucha ucha pre precisa cisam mente nte cont contrra lo asc ascé ético tico y lo lo místi místico co,, se revel velacon fuer uerza como como el ras rasgo secre secreto to dela filosofí sofía de Nietzsche, tzsche, muestr uestra a con suma claridad el retorno a su primera concepción filosófica del del mundo, mundo, la de Schopenha Schopenhaue uerr y Wag Wagner ner. Y como como rechaza chaza por pri principi ncipio o toda toda la místi mística y toda la ascé scética tica tra tradici dicio onal nal, se abanbandona dona tambi tambié én en en no meno menorr gr grado a la influenci uencia que las cie ciencia ncias exper xperimentale ntales y la la teorí teoría posi posititivi vista sta habí había an obr obra ado ya en él él; de modo que también aquí aparecen de manera inconfundible las 271
dos línea neas principa principalles de de su últi últim ma filosofí osofía. El sig signif nificado cado místico tico y ascé ascétitico co del del fenóm nómeno estéti stético co en mod modo o alguno uno es me menor nor en su sistem sistema a que en el el de Schopenh Schopenha auer; en am ambos bos autor utores coi coincide cide con la la más prof profunda unda exper xperiencia ncia ética tica y relig religiosa, osa, y no en vano, vano, a fin de aclarar dicho significado, Nietzsche recurre a pensamientos e imágen genes de E l naci naci mie mi ento nt o de la tr t r ag ageedia. dia. Pero Schopenhauer compre comprende la contem contempl pla ación ción estéti stética ca como como una una penetr penetra ante nte mir mirada místi stica en el el tra trasunto sunto metafí tafísico sico de las cosa cosas, en la la esenci sencia a de la «cosaen sí» sí», por por lo lo que pre presupone el el apaci pacigua guam miento nto de toda la vida vida psíqui psíquica cao, en cie ciertamedida dida,, lasuspe suspensión nsión de todo todo lo lo te terrenal nal. En N ietzsche, tzsche, en en cam cambio bio, donde donde falta el tra trasfon sfondo do me metaf tafísico sico y donde donde se se trata de crear un susti sustitut tutiivo en me medio dio de la exuber xuberancia ncia de lavida vida ter terrena, na, el pre presupue supuesto sto psíqui psíquico co es justo el contrario', lo bel bello debe debe excita xcitarr prof profunda undam mente nte lavol volunta untad devivi vivirr, debe debe dese desencade cadenar nar to todas das la las fue fuerzas, zas, «exal xaltarlas y ani anim marlas a la proc procrreación ción» », pues pues no setrata dela revel velación ción metafí tafísica sica de algo eterno, terno, sino sino de la cre creación ción míst místiica de algo que no está está pre present sente e; lo «mí «míst stiico» co» en Nietzsche tzsche es, así, algo pareci parecido do a una una fuer uerza vit vital incre ncrement menta ada de manera nera descom descomuna unal y, en en consecue consecuenc nciia, hasta lo sobr sobrehuma ehuma-no. Pero así así como como en Schope Schopenh nha auer uer lo lo ultr ultra aterre terreno es el resulta sulta-do de la destr destrucci ucción ón asc ascé ética ticade lo te terrenal nal, en Ni Nietzs tzsche la mística stica exuber xuberancia nciavital vital solo olo es posi posibl ble e como como una una conse consecue cuenci ncia a del del ocaocaso de todo todo lo huma humano no,, y vie viene dada dada por el exce xceso. Y aquí reside el pri princi ncipal punto punto de conta contacto entre ntre ambas bas concepci concepcione ones: s: la las dos dos penetra penetran a tra través vés de lo t r ágico la beati beatittud de su místi mística ca.. «El gi co en la nacim nacimiento nto dela tra tragedi gedia a del del espír spíritu de la música» música»198seha tra trans198. 198. Música, úsica, seg según el senti sentido do en que la entendía entendía Schopenhaue Schopenhauer, r, como el tra trasunto sonoro de la voluntad de vivir. (N. de la A .) 272
form ormado en un naci nacim miento de la tra tragedia dia del del espír spíritu de la vida vida.. La vida com como o «la que con onst staant ement e debe supe perr ars ar se a sími sma » exig xige una unay ot otravez vez el el ocaso ocaso como como condi condici ción ón funda undament menta al de esas cre creacion cione es suya suyas, que aspi aspirran aser mayore yores cada vez. vez. Lo que par parece trá trágico gico desde desde la perspe perspecti ctiva de de aquell quello que está está desti destinado nado a per perecer cer será será,, en cam cambio, bio, visto visto como como la la dicha dicha de la ple plenit nitud de la vida vida inago nagotable table desde desde la per perspecti spectiva va de la existenci xistencia a misma sma, o de lo que se identif dentifica con con el ella, eso que que tri triunfa unfa sobre sí mi mismo, smo, incrementa ntando lavida vida hasta hasta el exce xceso. Estanueva nueva concepci concepció ón de lo trá trágico se muestra de manera característica en la obra C r epús púscul o d e los los ídolos olos,, donde Nietzsche tzsche discu discute te otra otra vez vez su vie viejo probl proble ema de E l na nacci mie mi ento nt o de l a tr tragedi a, la importancia de los misterios de Dionis oniso y de del senti sentim miento trá trágico delos grie riegos. O riginar nariamente, te, la org orgía dio dionisí nisía aca era par para Nietzsch tzsche e el medio dio de desca descarrgar la las pasi pasion one es, gracia cias a la cua cual se instauraba la quietud quietud del del alma, nece nece-sar sariapara para cont conte empla plar las im imágenes apol polínea neas; ahor hora, es el acto cre creador de la vida vida mi misma sma que requie quiere de la furi uria y del del dolor dolor par para extra xtraer de ellos y dar dar form orma a lo lum lumiinoso noso y lo di divino vino.1 .199O rigiginar nariamente, lo dio dionisí nisía aco era par para él un testi testim moni onio de la natura naturaleza prof profunda undam mente nte pesi pesim mista— en el el senti sentido do de Schopenhaue Schopenhauerr— de los gr griegos, ya que el aspecto specto más ínt íntiimo de la vida vida se se revela velaba en lo lo org orgiástico stico como como oscurida oscuridad, d, dolor dolor y caos; ahor ahora a, lo dio dionis nisíaco le le pare parece ce el instint nstinto o hel helénico nico sedi sedie ento de vida vida,, algo que que cienci a (§ 84), cuando Nietzsche 199. 199. Un pensa pensamiento nto afín resuena suenaen L agaya cie ve el efecto del del culto culto orgiásti orgiástico co en que los hom hombres se apla placan y se se liberan beran de sus sus pasi pasiones «llevando evando al extre xtremo el arrebato rebato y el el dese desenf nfreno reno de sus pasi pasione ones, esto esto es, actuando como un loco loco furi furioso, oso, el venga vengador ebrio brio de venga venganza: nza: todos los cultos cultos orgiásticos quieren descargar de golpe la ferocia de una divinidad y convertirla en orgí orgía, a, pa para que despué después sesienta sienta má más lilibre bre y tranqui tranquilla». (N. de l a A .)
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solo puede satisfacerse en el exceso, y que también hallaría feli cidad en la triunfal e inagotable capacidad de la vida expresada en el dolor, la muerte y el caos: «En los misterios dionisíacos (...) se expresa el hecho funda fun dam m enta en tall del instinto helénico, su “volun tad de vida”. ¿Qué se se garantizaba a sí mismo el heleno con estos misterios? La vida eterna, el eterno retorno de la vida; el futuro pr p r o m e tid ti d o y cons co nsag agra rado do en el pasa pa sado do;; el sí t r iu n f a n te a la vida, vid a, po p o r enci en cim m a de la m u e rte rt e y la m uta ut a b ilid il idad ad;; (...) E n la do d o c trin tr inaa de los misterios, el dolor se declara santificado: los “dolores de la pa p a r tur tu r ien ie n ta” ta ” san sa n tifi ti ficc a n el d o lor lo r c omo om o tal (...). (.. .). Para Pa ra que qu e exista exis ta el goce de crear, para que la voluntad de vida se afirme eternamente a sí misma, tiene que existir también eternamente “el dolor de la pa p a rtu rt u rie ri e n ta”... ta ”... T odo od o esto sign si gnif ific icaa la pa p a labr la braa “Dio “D ionn iso is o ”.» (C ( C I, X, § 4). «Que toda bel'leza incita a la procreación» (IX, § 22) es lo religioso en el arte, pues esta enseña a crear lo perfecto. El arte más grande, esto es, el más religioso, es el trágico, pues en este el artista engendra desde desde lo espan espantoso toso lo bello bello.. «¿Qué comuni comunica ca el artista trágico de sí mismo? ¿Acaso lo que muestra no es, precisamen te, el estado sin miedo ante lo temible y problemático? (...) La valentía y libertad del sentimiento frente a un enemigo podero so, ante una sublime desdicha, ante un problema que provoca espanto; ese estado victorioso es el que el artista elige, el que este glorifica. Frente a la tragedia, lo que hay de guerrero en nuestra alma festeja sus saturnales; quien está acostumbrado al sufri miento, quien lo busca, el hombre heroico, ensalza con la trage dia su existencia; solo a él le ofrece el artista trágico el trago de esa dulcísima crueldad.» (IX, § 24). «La psicología de lo orgiástico entendido como un desbor dante sentimiento de vida y fortaleza, dentro del que incluso el dolor actúa como un estimulante, me dio la clave para el concepto 274 27 4
del sentimiento trágico (...). La afirmación de la vida incluso en sus sus prob probllemas má más extr extra años y duros; duros; la la vol voluntad untad de vida vida,, regocigoci já jándose de su propia ina inagotabilid ilida ad en el sacrificio de sus tipos más excel excelso sos, s, a eso es alo quedeno denom miné “di “dion oniisía síaco”, co”, eso es lo que que yo adi adivi viné né como como puente que conduce conduce a la psicol psicolo ogía del del poeta trágico. N o para para dese desem mbar barazarse del espanto spanto y la la com compasi pasión (...) sino sino par para, más al allá del del espant spanto o y de la compa compasi sión ón,, ser noso nosotr os mis mi smos el eterno terno goce del del deve deveni nirr, ese goce que tambi tambié én incluye cluye en en su interior el pl ace acer de de desst r uir ui r ...» (X, § 5). Esta concepci concepción ón de lo trá trágico, y del del senti sentim miento de vida vida condici condiciona onado do por por aque aquell, hizo hizo posibl posible e queNietzsche, tzsche, pre precisa cisamente en su re retorno torno a la filosof osofía pesi pesim mista de Schope Schopenhaue nhauerr y a la ascé scética tica,, conci concibi bie ese su teorí teoría más vital vitaliista y gozo gozossa: la doctr doctriina del del smo modo que el siste sistem ma et er no re r et orn orno de todas l as cosas. as. Del mismo de N ietzsche tzsche,, ya fuer uera en lo lo fi filosófi osófico o en en lo lo psi psicológ cológiico, exig xigía un ra rasgo fun funda dame ment nta al ascéti scético co,, tambi tambié én exigí xigía a su rasg rasgo o opue opuesto, sto, la apoteosi poteosiss de la vida; vida; pues pues en en ause ausenci ncia a de una una cre creencia ncia metaf metafíísica no quedaba otra cosa más que pudiera ser glorificada y divinizada nizadaque la vida vida mi misma sma, la que suf sufrey se sehalla pla plagada gada de dolor dolor.. La doctrina del eterno retorno de Nietzsche no ha cobrado nunca el relieve sufi suficie ciente nte ni tam tampoco poco ha ha sido sido apr apre ecia ciada en lo lo que se merece, ce, y el ello a pesa pesar de que, que, en cie cierta me medida, dida, const constiituye tant tanto o el fundamento como la coronación de su edificio conceptual, adem demás de ser la ideade la que par partió tió en la la concepción concepción de su fi filosofí sofía del del futuro, uturo, así como como aquel aquella con que la concluy concluye e. Si solo olo aquí halla su luga lugarr, se debe debe a que únicam únicame ente nte ser será com compre prensibl nsible e en relaci relación ón con el el conj conjunto, unto, y porque, porque, de hecho, hecho, la la lógica ógica,, la étitica y la la estéti stética ca de de N ietzsche tzsche debe deben n consi conside derrarse cim cimientos ntos de la doctrina del eterno retorno. La idea de un posible retorno de toda todass la las cosa cosas en en un cír círculo culo eterno del del ser ser la había había expre xpresado ya 275
N ietzsc tzsche he como como un pre present sentiimiento en L a gaya ci en ci a, en el penúlti penúltim mo afori orismo smo del del libro bro, «La car cargamás pesa pesada da» »: «Si un día día o una noche, noche, en tu pro profunda unda sole soledad, dad, se te acer cercase case un demo demonio nio y te dij dijera: “¡Estavida vida,, tal tal como como ahor hora la vive vivess y tal tal como como la has has vivi vivido do,, tendrás que quevivi vivirrla otra travez vez e inconta ncontabl ble es ve veces ces más; y no habr habrá á nada nuevo nuevo en en ella ella, sino que todo todo dol dolor y todo todo pl placer cer y todo pensa pensam miento y todo lo indecibl ndecible emente nte peque pequeño ño y gr grande de tu vi vida tie tiene quevolve volverr a repeti petirrsepara ti, ti, y en en la la misma sma suce suce-sión sión y el mismo smo orde orden; n; y ta tambié bién esa araña y es ese cla claro de luna una entre ntre los los ár árbol boles, y de la mism misma a ma manera nera este insta nstante nte y yo yo mismismo. Sele dará dará la vuelt vuelta otr otravez vez al al eterno terno reloj de arena de la exisxistencia tencia, y a ti con él él, par partícul tícula a de pol polvo! vo!” ¿A ¿Acaso no te te postra postrarías y con re rechina chinarr de di dientes no ma maldeci decirrías al dem demoni onio que así habla hablase? O quiz quizá has has vivi vivido do alguna vez vez un inst insta ante nte gigant gante esco en el el que pudie pudieras contesta contestarrle: “¡E “¡Eres res un dios dios y jamás oí algo tan tan di divivino!” no!” Si aquel pensam pensamiento nto llegase a apode poderrarse de ti, ti, tal como como tú eres, res, te tra transfo nsformar maría y tal vez vez llllegase gase a apla plastarte starte; la pre pregunta gunta defi definit nitiva: “¿Qui “¿Quie eres esto otr otra avez vez e incontabl ncontable es vece veces? s?”” se seríapar para ti la carga más pesa pesada que tuvi tuvie eran que sopo soportar tus tus ma manos. nos. ¿Cóm ¿Cómo tendrí tendrías ent enton once cess que ser ser de bueno bueno par para ti mismo smo y par para aspi r ar a nad n adaa más que a esta confirmación y lavida vida,, a fin de no aspir victo victorria, últi última may ete eterna rna??» El pensamiento fundamental aparece aquí con claridad, casi casi con mayor mayor cla claridad y má más dir directame ctamente nte delo que en ni ninguna otr otra par parte lo lo ha hará des después, pués, puesto puesto que Nietzsche tzsche no sopor soportaba cal callar del del todo todo sobre aque aquelllo que col colmabay exci excitaba tabasu espír spíritu. Sin Sin embar bargo, toda todaví vía a lo in inquie quietaba tanto habla hablar de ese nuevo nuevo coconoci nocim miento nto que, que, a fin de que pasa pasase se desa desaperci percibi bida da,, inser nsertó su concepci concepción ón de del eterno terno retor torno com como si se tra tratase tase de una una idea sin sin impor mportanci ncia entre ntre las dem demás ocurr ocurrencia ncias, de modo que quien quien la la 276
lea no advie advierta su cor corrrespondencia spondencia con la la sole solemne consi conside derración ción final, I nci nci pit pi t tr t r ag agooedia, «tan en en secr secre eto que a todo todo el mundo pase pase inadverti nadvertida, da, ¡que a todo el mundo pasemos inadvertidos!» (AU, Pról rólogo, ogo, § 5). Así Así pues, pues, ahí se halla halla, en me medio dio de los dem demás penpensam samientos, ntos, pre precisa cisam mente nte com como el más vela velado de de todos todos los los vela velados; y el el espír spíritu de Ni Nietzsche, tzsche, tan tan ri rico en en se secretos cretos y tan tan feliz en en el ellos, hal halló su dive diverrsión, sión, a pes pesar de la prof profunda unda inqui nquietud de su alma, con esarefinada broma bromadecar carnava navall queconsiste consiste en esconde esconderr mejor una cosamostr ostrándol ndola desnud desnuda a y abi abie ertamente. nte. De hecho, hecho, ya en épo época cass pasa pasada das, s, llevó consi consig go ese pensaensamiento como una fatalidad ineludible que pretendía «cambiarlo y tri tritura turarlo»; luchaba uchaba por obtene obtenerr el cora coraje nece necesa sario pa para confe confesár sársel selo a sí mismo smo y a los dem demás hom hombr bre es, en to toda su tra trascendenscendencia cia, como como una ver verdad dad ir irrefutabl utable e. I nolvi nolvida dabl ble es son par para mí las hora horas en la las que me lo conf confiió, pri primero como como un secreto, secreto, como como algo cuya dem demostra stración ción y compr comprobaci obación ón lo embar bargaba de un indeindecibl cible e pa pavor: vor: solo olo habla hablaba de ello con con voz queda queday mostr mostra ando todos los sig signos del del más prof profundo undo espa espant nto. o. Y, Y, de hecho, hecho, él sufr sufría tanto tanto en la lavida vida quela certeza teza del del eterno retor torno de esamisma smavida vida tenía tenía que par parecer cerle algo suma sumament mente e cruel. cruel. La quint quinta aesenc senciia de la docdoctri trina del del eterno terno retorno, retorno, la bri brillante nte apoteosis poteosis de la vida vida que que Nietzsche tzsche establ stable eció ció más tar tarde, de, confor conform ma una antí antítes tesiis tan tan proprofunda con su propia manera atormentada de sentir la vida que nos provo provoca ca la misma sma impre presió sión que una máscar scara sini sinie estra stra. Conver onvertir tirseen el el heral heraldo do de una doctr doctrina quesolo olo es es soportable table en en la la me medida dida en que el el amor a la vida so sobre brepasa pasa todo todo lo dem demás, que que solo olo podr podrá áproduci producirr un ef efecto de exal xaltaci tación ón allí donde el pensamiento humano se alza hasta la deificación de la vida, tuvo que constitui constituirr, en ver verdad, dad, una enorm norme contr contra adicci dicción ón respe specto a sus sus más ínti íntim mos senti sentim mientos ntos, una contra contradicci dicción ón que que fi final277
mente lo aniquiló. Todo lo que Nietzsche pensó, sintió y vivió desd desde e el nacim nacimiento nto de su ide idea a del del eterno retor torno pr provie oviene de de esta esci scisión sión de su inte nterioridad, dad, oscil oscila entre ntre ese «maldeci decirr con re rechichinar dedie dientes ntes al demonio nio de lavida vida et eterna»y la laesper sperade ese«instante gi gigant gante esco» sco» que conce concede de la la fuer uerza para pronunc nunciiar esta estass pal palabra bras: «¡Eres un dios dios y jamás oí oí algo tan divi divino!» no!» Cuant uanto o más al alto se elevó como fi filósofo ósofo en la la máxim xima exal xaltaci tación ón de la glori orificaci cación ón de la vida vida,, más profunda profundam mente suf sufririó, ó, como como hom hombre bre, a caus causa a de su prop propiia doctr doctriina vita vitallista. sta. Estalucha psíquica, la verdadera fuente de toda su filosofía postrera, que sus libros y sus palabras solo dejan entrever de manera harto incom ncomple pleta, acaso re resuene del modo odo más conm conmove ovedor en la la músiúsivi da ca que N ietzsche tzsche compuso compuso para mi H imno a la vi 200en el verano verano de 188 1882. 2. En me medio dio del tra trabaj bajo en en esa esa com composi posici ción ón,, lo lo inte nterrumpió umpió uno de los ataq ataque uess de su enf enfe ermedad, dad, y una y otra otra vez vez el el «dio dios» se le me metamo tamorfoseó en «dem «demo onio nio», el entusi ntusia asmo por la lavida vida en la la tor tortura tura devivi vivirr. «En cam cama. Te Terribl rible e ataque taque.. Despre precio cio la vida.»2 da.»201Así rezaba rezaba uno de los bil billetes que me envió nvió mientr ntras se se hall hallaba encadena encadenado do a su le lecho. Y el mismo smo estado stado de ánim nimo se desprende desprende de una car carta que escribi scribió ó justo justo al termi terminar nar aquella composición: «M i quer querida Lou:202 »Todo lo lo que usted usted me me anunci uncia a me hace hace mucho bie bien. Por sit ado de al lo demá demás, ¡estoy necesit algo que que me me haga haga bien! bien!
aci ón a la l a vi vi da. Véase la nota 3. 200. Se tra trata del poema O raci 201. El bi billete está fechado chado en en T autenbur utenburg, g, el el 25 de agosto de 1882. Véase KGB, III, I, p. 245. 202. 202. Véase K GB, II I I I , I , p. 251. 251.
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»M i crí crítico de arte veneci venecia ano2 no203me ha escrito scrito una car carta sobre sobre mi música música para para el poe poema de usted; se la adjun djuntto, pues pues le le dar dará quepensa pensar. Sig Sigo nece necesi sitando tando aún una una enor norme resoluci solución ón para vida.. Te Tengo ngo dem demasia siadas das cosas por del delante nte de mí, poder aceptar lavida sobre obre mí, mí, detr detrá ás de mí. mí... »¡Adelante!... y ¡arriba!» En aqu aquel ellla época, poca, como como ya he dicho dicho,, la idea dea del del eterno retor torno no er era par para Nietzs tzsche aún una una convicci convicción, ón, sino sino tan tan sol solo o un tem temor. or. Te Tenía nía la inte ntención nción de anunci nuncia arla depe dependi ndie endo de si era posi posibl ble e, y en en ta tal caso dehasta hasta qué punto punto lo er era, funda undament menta arla de manera cie cientí ntífica. ca. I nte ntercam cambia biamos un puña puñado do de car cartas sobre sobre este asunto, sunto, y de de las af afirmacio ciones nes deNietzsc tzsche he surgía surgía sie siempre pre la errónea opinión de que existía la posibilidad de obtener una sólida base cie cientí ntífica par para su doctr doctrina apoyándose poyándose en estudi estudios os fí físicos y en la la teorí teoría de los áto átom mos. Entonce ntoncess er era la época en que deci decidi dió ó consag consagrarse dura durante nte di diez años años al al estudio studio exclus xclusiivo de las cie ciencia ncias natur natura ales, en la la Unive niverrsida sidad d de V iena o Pa París. Solo olo des después pués de de años de absoluto bsoluto sil silencio, ncio, y en en cas caso de que que se se hubie hubiese prod produci ucido do el temi temido éxito xito,, querí quería lueg uego apar aparecer cer entre entre los hom hombre bres como como el el maestro stro del del eterno retorno. torno. Tod Todo resultó de otro modo bien dist istinto, como sabemos.
203. Con la expresi xpresión «mi críti crítico co de arte vene veneci cia ano», no», Nietzsche se refiere a su amigo He H einri nrich K óselitz (18541918), (18541918), conocido por el apodo apodo de Peter ter Ga Gast (Pe (Pedro el huéspe huésped), d), que le puso puso él mismo. smo. Estudi studió música en en Le L eipzig pzig (1872 (18721874) 1874) y, com como wagner wagneriiano, no, le entusia ntusiasmó smó ta tanto nto E l naci naci mie mi ento nt o de l a tr tr ag ageedia di a que, en 1875, setra trasladó a Ba Basile silea par para oír oír las lecci lecciones ones deNietzsche tzschey conoce conocerlrlo. o. Peter ter Ga G ast ayuayudó mucho mucho a N ietzsche copia copiando o corr corrigiendo sus escri scritos, tos, y una viva viva amista mistad lo lo mantuvo unido al filósofo ósofo hasta hasta el der derrumbam rumbamiento final de este ste últi último. Despué spués, s, ejerció rció tambi también én de recopil copilador y edito editorr de sus sus fragme gmentos ntos y car cartas. tas. 279
Razone Razoness int inte ernas nas y exte exterrnas nas impi impidi die eron que Nietzsc tzsche he rea realizas zase el tra trabaj bajo que había había pla planea neado y lo empuj empuja aron de nuevo nuevo ha hacia cia el sur sur y devuel vuelta a la sole soledad. dad. Con todo, todo, el dece deceni nio o de sil silencio ncio se convir virtió tió en el el más el elocuente ocuente y fr fructíf uctífero de su vida vida.. Apena penass un estuestudio superficial le mostró enseguida que la fundamentación cie cientí ntífica dela teor teoríía del del eter terno retorno torno suste sustenta ntada da en la la teor teoríía atomista mista no era suscept susceptiible ble de desa desarrollarse; se; así así pue pues, s, no se se conf confiirmó su temor temor de que pudi pudiera tene tenerse rse por ver verdade daderra la val validez dez de aquel pe pensam nsamiento nto fa fatal de manera manera irrefutable utable; por por ello, N ietzsche se sinti sintió ó liber berado de la tar tarea de procl procla amarlo al mundo, de aque aquell desti destino no esper perado con horro horror. r. Ahora hora bie bien, en es esto, suce sucedi dió ó al algo extra xtraño. Lejos de de sentir ntirseliber berado con la la convicci convicción ón recié cién adquir adquirida, N ietzsche tzsche se comportó comportó justo al revé revéss; desd desde e el momento nto en que la temi temida fatalidad par parecía cía alejarsede él, la tom tomó sobre sí con con deci decisión sión y llllevó su doct doctrrina entr entre e los hombres; hombres; en en el el instante en que su medrosa conjetura se reveló indemostrable e insosteni nsostenibl ble e, como como por por ar arte de magi magia a adquir dquirió en él él la soli solidez dez de una convi convicci cción ón irrefutabl utable e. Lo que debí debía aser una verdad verdad dem demostra ostrada por la cie ciencia ncia asumi sumió el car carácter cter de una revel velación ción mística stica;; de ahí en ade adellante, Ni N ietzs tzscheasignó a su filosofí osofía, como como fundam undamento def definiti nitivo, vo, en ve vez de una bas base cie científ ntífica, ca, la inspi nspira raci ción ón persona personal, su inspiración personal. ¿Qué fue lo que, que, a pesa pesarr del del repugnant pugnante e horr horror, or, por una par parte, y la la ausenci usencia a de prue prueba bas, s, por por otr otra a, infl nfluyó en él él para que que cam cambia biase de opini pinió ón? Solo Solo la soluci solución ón de este enigm nigma a nos proproporcionará una mirada en la oculta vida espiritual de Nietzsche, nueva va y pr ofund fu ndaa si g- en la la causa causa originar ginariia de sus teor teoríías. Una U na nue n i f i caci ón d e l as cosas, as, un nuevo nuevo buscar buscar y pre preguntar acer cerca de los últi últim mos y má más el elevados vados probl proble emas; todo todo esto que Nietzs tzsche conoconocía cía como como metaf metafíísico sico,, per pero que como como em empír pírico ha había bía echado chado de 280
menos dolor doloro osamente nte, fue lo que le pre precipi cipittó en la místi mística ca de su doctr doctrina del del eter terno re retorno. torno. Aunque Aunque estadoctr doctriina sehal hallase ligagada par para él a nuevos nuevos tor tormentos ntos del del alma, incluso ncluso aunque aunque lo ani aniquilase, prefería cargar con el sufrimiento de vivir antes que ofus ofusca carse rse insisti nsistie endo en la la car carencia ncia de divi divini nida dad d o de de espir spiritualidad de la vida. Aparte de este sufrimiento, a todos los demás podí podía a sobre sobreponer ponerse; y es es que no solo olo los los sopor soportaba, sino sino que ade ade-más sabí sabía a excitar xcitar y espol espole ear su espír spíritu con ellos, pues pues le le enseña nseña-ban ban a indagar dagar y a buscar sin sin cesa cesarr un sentido , el el misteri misterio o más porr qué prof profundo undo de la existe xistenci ncia a. «Si uno tie tiene su po de la vida vida,, se ómo», dice púsci do de de l os avie viene con. con. casi casi todo todo cómo dice N ietzs tzsche en C r epús ídolos ol os (I, (I , § 12) 12). Pero su «por qué» qué», en cuant cuanto o anhel anhelo o fund funda amental de su vida, vida, exig exigía una una respuesta spuesta sustancia sustancial y no sopor soportaba ninguna limitación autoimpuesta. De modo que tam tampoco aquí el filósofo ósofo quehabía había en él él dedesea seaba salvar varse del del tor tormento nto de una una doct doctrrina que temía, sino sino solamente nte que que ella lo fe fecundase cundase,, converti convertirse en sabi sabio o y en en adi adivi vino no;; y lo anhelaba con tal pasión que incluso con el fracaso de la dem demostra ostración ción cie cientí ntífica, ca, aque quel fundam undamento ínti ntimo poseí poseía el poder poder sufi suficie ciente nte com como o pa para elevar var una suposi suposici ción ón va vacil cilante a una convicción entusiasta. En realidad, lo que constituye propiamente el perfil teórico del del pensam pensamiento nto del del eterno retor torno nunc nunca a se tra trazó con rasg rasgos cla claros; se se mantuvo ntuvo pál pálido y dif difuso, uso, retroce trocedi die endo por com comple pleto tra tras la las concl conclusion usione es prá prácti cticas, cas, tra tras la las consecue consecuenci ncia as éti ética cass y reí reí i giosas osas que Nietzsche tzsche der deriva apa aparrente ntemente nte de aquel quel; aunque unque,, en el fondo, ondo, estas stas cont contiienen sus sus pre presupuesto supuestos. s. En una una de desus sus pri primeras obra obras, en la laseg segunda «Consi onside derración ción Sobre l a ut utii l i dad y el pe perr j ui ci o de la his hi st or i a ¡tara l a intempestiva» (Sobre vida), Nietzsche tzschese refiere una vez, depas paso, a la filosofí osofía del rei reioi 281
no de los pita pitagór góriicos cos como como medi medio o adecua decuado do pa para asigna signarr un sig significado imperecedero «a cadafactum en su singularidad y propie piedad dad característi cterística cas, s, just justa amente nte form ormadas» das»,204per pero acont contiinuació nuación añade ñade que tal tal doct doctrrina no po podrá drá aspir spirar a ocupar cupar un espa espaci cio o en nuestr nuestro o pe pensami nsamiento nto, al menos nos hasta que la astro stronomí nomía a se haya conve convertido tido otr otra vez vez en en astr astrol ologí ogía a. Cierta ertamente nte, años des después, pués, la las dif dificulta cultades des teór teóriicas deuna una moderna odernaresur surrección cción deesavie vieja idea dea no le par parecie cieron menore nores que en en la la época poca desu fe fe en la la metaf metafíísisica de Schopenha Schopenhaue uerr. Pero pr precisa cisam mente nte estamet metafísica sica le acla claraba entonces ntonces las cosa cosas de lavida de maner manera a subli sublime, con lo que hacía hacía super superflua toda toda sofi sofistica sticaci ción ón mística stica.. El ser ete eterrno detr detrá ás de de ese inme nmenso proce proceso so del del deve deveni nirr del mundo fenom noménico, nico, que seobj objetiva tiva en cada cada fase de su confor conform mación ción y que, que, en cie cierta medida dida,, bri brilla a tra través vés de cada una una de ellas como su mayor mayor sen sentido, do, no se ple plegabaal deseo de adscri dscribir bir a todo esteproce proceso un sig signif nificado cado que supe superrase lo efímero media diante nte su etern eterna a repeti petici ció ón en el el cicl ciclo o del del ser. Solo Solo má más tar tarde, de, cuando cuando Nietzsche tzsche desi desisti stió ó de una una inte nterpre pretación metafísica del mundo e instintivamente exigía un sustitutivo deaquel quella, volvi volvió ó aasaltarlo aque aquell pensa pensam miento. nto. En apar pariencia ncia, este no debi debillitó el pesim pesimiismo de la concepci concepción ón positi positivista vista de la vida vida e incluso ncluso lo lo ag agudizó udizó;; pues el sinse sinsent ntiido de un deve devenir nir que sedesa desarrolla en lílínea recta hasta hasta el infinito par parece menos depr depriimente nte merced a sus incontables posibilidades de futuro que una incesante repeti petici ción ón de de lo que en sí mismo smo car carecede sent sentiido. Pero, de form orma car caracter cterística stica,, surgir surgirá deaquí la nueva nueva filosofí osofía de la redenci dención ón de Nietzsche tzsche. Precisa cisamente nte, medi media ante nte laagudiza udizaci ció ón de lo depr depriimente nte
204. 204. Véase K SA, I, I, p. 261 261.. 282
y desconsolador que reside en ese modo lúcido y frío de contení piar pi ar la vida, vi da, p o r m edio ed io de la du d u ra coacc co acció iónn de tene te nerr q ue reto re torn rnar ar una un a y otra vez vez a una vida de este géner género, o, el espíritu espíritu hum hu m ano debe debe rá sentirse sentirse espoleado espoleado hacia hac ia su su acto supremo: sup remo: deberá, arreado por p or el el látigo látigo del hastío y el espanto — po r decirlo decirlo así— así— , con poderosa voluntad, volun tad, otojga o tojgarr un sentido a la vida carente carente de él, él, un propósito al devenir contin co ntingen gente te de la totalidad, totalidad , a fin de crear desde est estee los los valores vitales que, de hecho, no se hallan disponibles. Así Así pues, pues, podem po demos os afirm af irmar ar que qu e Nietzsche, en vez de apar tarse del pesimismo de su «libertad de espíritu» para retornar a la metafísica consoladora, incrementó al máximo ese pesimismo; pero pe ro,, tam ta m b ién ié n , q u e lo hizo hi zo solo so lo p ara ar a u tili ti liza zarr el hast ha stío ío y el sufr su fri i miento extremos extremos de la la vida como un trampolín desde el que lan zarse a las profundidades de su mística. Es evidente que el pensamiento del eterno retorno parece especialmente adecuado para procurar un efecto semejante, pues to que se refiere a la vida real de cada uno de los seres humanos singulares y no solo se dirige al pensamiento filosófico, sino más bie b ienn a la vo v o lun lu n tad ta d cread cre ador ora. a. Plan Pl anta tars rsee con co n el p ensa en sam m ien ie n to frent fre ntee a la totalidad de la vida, como un todo carente de sentido y con tingente, es alg algoo distinto d istinto a tener que repetir la propia prop ia vida vida indi vidual absurdam absurd amente ente una un a y otra vez vez,, sin poder po der liberarse liberarse jamás de ella ella;; con co n ello, ello, la pura contemplac contem plación ión abstracta adquiere adquiere una u na direc ción hacia h acia lo lo personal, y la teoría filosófica penetra pen etra en la carne carne viva y sensible como un doloroso aguijón que debe incitar a la creación a cualquier precio de una nueva esperanza, de un nuevo sentido y un nuevo propósito de la vida. En relación con este optimismo, la filosofía postrera de Niet N ietzs zsch chee es justo jus to la imag im agen en inversa inv ersa de su p rim era er a conc co ncep epció ciónn I i losófica, losófica, la metafísic metafísicaa de Schop Sc hopenhau enhauer er con su entronización del
ideal deal budi budista de la vida vida ascéti scética ca,, la neg negación ción de la vol volunta untad y el el recha rechazo a la vida vida.. Lavie vieja doctr doctriina hind hindú ú que postul postula aba un ete eterrno volve volverr a nace nacerr en la la transmigraci nsmigració ón de las al almas, como como la la ma maldici dició ón que ca cae sobre sobre todo todo aquel aquel que no llllega a la nega negació ción de sí mismo, smo, es inv inve ertida tida por por Ni N ietzsche. tzsche. La meta de la suprema suprema aspispiración ción ética tica no es es la liberación del opresivo volver a nacer, sino la onve verr sió si ón a este, no es el feliz con el nirvana, sino el sansara, el nombre para el más gr grande ide idea al. Estaconver conversión sión del pesi pesim mismo smo en opt optiimismo smo es la ver verdade daderra dif diferencia ncia entre ntre el pensam pensamiento nto de la pri primera época pocade Nietzsche tzsche y el de su últ últimaépoca, poca, y re repre present senta a una hero heroiica victo victorria de la supe superac raciión de sí mi mismo smo en la la evoluci volución ón de este doli doliente solita solitari rio. o. Pero, Pero, des desde un punto de vista vista filosófi osófico, había sido ya preparada por el período positivista e intermedio de Nietzsche tzsche, en el el que, que, cie ciertamente nte, consi conside derrabalaexistenci xistencia adesd desde e una per perspecti spectiva va pesi pesim mista, sta, per pero a la vez vez se se cir circunscr cunscriibía bía tambi tambié én a la realidad dad de lavida vida,, pre prescindi scindie endo de todas todas su sus interp interprretaci tacioones nes metafí tafísica sicass secundari secundaria as. Pues su opti ptimismo smo der deriva, en cuanto doctr doctriina filosóf osófica de la vida vida,, de la acentua centuaci ción ón y la la eter ternida nidad d del hecho vital mismo como principio supremo; a través del poderoso acento, extre xtremado ha hasta el mistici sticism smo, o, que N ietzsch tzsche e le otor otorg ga a la vida vida,, termina termina por deif deificar carla. Atra trapados pados de modo inexor nexora able ble en el el tej tejido del del cicl ciclo o de la vida vida,, unido unidoss a él eterna ternamen mente, de debemo bemos apr aprender ender a decir decir «sí» sí» a toda todass sus sus fo formas, para para poder poderlas sopo soport rta ar; solo olo media diante la la fue fuerzay la lajovia vialidad dad de sem seme ja jante «sí» nos reconcilia liamos con lavida ida al identifi ificarnos con ella. Entonce ntoncess nos sent sentiimos com como una una par parte creati creativa va de su se ser, e inclucluso como como este ser ser mism mismo o por por ente ntero, en su su potenc potenciia insacia nsaciable ble y amor si si n r eser va p or l a vi da da,, con f u n - su desbordante plenitud. E l amor dament damentoo en en l a pot poteen ci a vi t al, es, pues, pues, la la úni única ley mora moral sagrasagraex alt al t aci aci ón de l a vida, vi da, de dessencad adeenad ada a da del nuevo legislador; l a ex 284
hast hasta llaa ebr ebrii edad, ocupa el lugar de la el evac vaci ón re r el i gi osa y hast asta el
de un culto divino. Sobre esta transformación del pesimismo en optimismo y sobre el nuevo nuevo idea ideall de la afirmaci mació ón del mundo mundo,, Ni N ietzs tzsche se expresa expresa en M ás al alll ádel bie bi en y del mal (§ 56) 56) en estos térm términos: nos: «Q uie uien, como como yo, con cie cierto afán eni enig gmáti mático co,, se ha esforza orzado do dura durante la largo tie tiempo por pensa pensarr a fondo el el pesi pesim mismo smo y liliberar berarlo de la estre trechez chez y sim simple pleza, za, mitad cri cristia stiana, na, mit mitad al alemana, na, con que ha termin erminado pre present sentá ándose ndose en este este sig siglo, esto es es, en la la fororma de la filosofí sofía de Schope Schopenh nha auer uer; qui quie en re realmente nte alguna vez vez (... (...)) haya haya escrutado scrutado el el inte nterior y la la prof profundi undida dad d de estamanera de pensa pensarr, que es la más nega negativa de cuanta cuantas exi existen, sten, (...) quiz quizá este, ste, pre precisa cisam mente por ello, ello, sin que él lo quisi quisie era de modo espe especí cíffico, haya haya abie bierto los ojos ojos par para ver ver el ideal deal opuesto: opuesto: par para el ideal deal del del hombre sobe soberrbio bio en extr extre emo, el más vivo vivo y el el mayor afirmado madorr del del mundo, undo, el cual cual no solo ha apre prendido ndido a resig signarse narse y a soporta soportarr todo todo aquel quello que fuey es es, sino sino que quie quiere volve volverr atener tenerlo t al como f u ey es por por toda toda la eternida ternidad, d, cla clamando i nsac nsacii able abl e da capo! no solo así mismo smo sino sino a la obr obraentera y a todo todo el espectá spectácul culo, o, y no úni únicam camente nte a un espectá espectácul culo, o, sino sino,, en el el fondo, ondo, a aquel que tie tiene nece necesi sida dad d de tal espectá spectácul culo o y lo lo hace hace nece necesa sario; por porque una unay ot otra vez vez tie tiene nece necesi sida dad d de sí mismo, smo, y lo lo hace nece necesa sarrio... o... ¿Cóm ¿Cómo? ¿Y ¿Y esto no sería ci r cul us vit vi t i osus de deusb> En esta estass pala palabra bras no solo solo serevel velaen qué gr gran medida medida para para Nietzsche tzsche el opti optim mismo smo sur surge de la agudizaci gudizació ón y exa exag geración ción del del pesi pesim mismo, smo, sino sino tambi tambié én en qué medi medida da le es intr ntrínseco nseco a su nuenueva filosofía un carácter de exaltación religiosa. El hombre se se sie siente, nte, por una par parte, abie bierto mística sticam mente nte a la totali totalida dad d del del mundo, a la totali totalida dad d de la vida vida,, de modo que que su propi propio o ocaso y su propi propia atra tragedia diavit vital no sehall hallan ya pr presentes ntes par para 285
él; y, y, por otra otrapar parte, te, persona personallizay espi espirritual tualizala totali totalida dad d delavida vida, en sí conti continge ngente y car carente de sentido, ntido, elevándol vándola a hasta hasta la divi divini ni-dad. dad. «Mundo undo» », «dios» dios» y «yo» se funden en en un conce concept pto o unit unitario del cual ahora, como de cualquier tipo de metafísica, ética o religión, cada cada indivi ndividuo duo parti particula cular podrá podrá der derivar var una una norm norma del del obrar obrar y una supr supre ema vener veneració ción. Pero el tra trasfon sfondo do de toda toda esta repre presentaci ntación ón lo conf confor orm mael pensa pensam miento nto de que que la total totaliidad dad del del mundo es es meramente nte una ficci cción del del hom hombre bre que lo cre creay que, que, en su su divi divini nida dad, d, esto es es, en su su unidad unidad es esencia ncial con la laple plenit nitud de lavida vida, lo sabe dependi dependie ente nte de sí y de la pro propia piavol volunta untad cre creadora doray acuacuñador ñadora de val valore ores. De esta maner manera a se acla claran la las mi misteri steriosas sas pala palabra bras de M ás all al l ádel bie bi en y del ma mal l (§ 150): 150): «E «En tor torno al al hér héroe todo sevuelve vuelve tragedi gedia a» (es (es deci decirr, que el ser huma humano no com como tal es, pre precisa cisamente nte, llegado el el punto punto desu ma mayor desa desarroll ollo, el que decli declinay se se inmol nmola); «En tor torno al al sem semidió diós, dra drama satí satírrico» co» (en (en su su entr entre ega incondici ncondicional onal a la totali totalida dad d de la vida vida,, el hombr hombre e se ríe, como como un superior rior,, desu propi propio o desti destino) no);; «Y «Y en torno torno a Dios, ¿cóm ¿cómo? ¿Q ¿Quiuizá un mundo?» mundo?» (media diante la la ple plena identi dentifficaci cació ón del del hombr hombre e con la vida vida no solo será él mismo smo reconcil conciliado y acepta ceptado do en la la totali totali-dad, dad, sino sino que que estatambién bién ent entrraráabsol bsoluta utamente nte en aquel aquel de modo odo que se tra transfo nsforme en un dio dios que extra xtrae de sí el mundo mundo e incesanncesanteme emente expr expre esasu se ser en su cre creació ción). n). Y aquí topamos de nuevo con el pensamien iento fun fundamental tal de la filosof osofía de Nietzsche, tzsche, aquel quel que que per permitió tió nace nacerr ta tanto a la doctr doctriina del del eterno retor torno como como a todas todas la las dem demás: la la enorm norme dei deificaci cación ón del del filósof ósofo ocre crea ador. En este des descans cansa an el el pri principi ncipio oy el fin de esta filosofía, y podemos afirmar que también el rasgo más abstr abstra acto cto del del sistem sistema a es un inte ntento nto de esboza sbozar sus pode poderrosos tra trazos sobre sobrehuma humanos. nos. Hemos visto visto que, ta tanto nto en el seno de la lógica como en el de la ética, el filósofocreador fue elevado a la 286
figura de una u na encarnación e ncarnación suprem a de la totalidad de la vida, vida, con c on siderado el super-genio que porta consigo todo lo demás. Vimos también cómo en la estética de Nietzsche se afiló su significado hasta convertirlo en miembro de una especie mística y religiosa que lo difer diferenci enciaa de lo lo meram ente hum h um ano an o y, y, en cuanto entidad divina, comprende en sí todo el ser del hombre. Pero solo en vir tud de la doctrina del eterno retorno crece todo esto hasta alcan zar la proporción propo rción de una un a única ú nica figura gigant gigantes esca ca,, pues únicamente únicam ente la circunstancia de que el curso del mundo no sea infinito sino q u e se repita sin cesar dentro de sus límites hace posible la cons trucción de un ser superior en cuyo interior el curso entero del mundo descansa y concluye. Solo gracias a un ser de esta especie, el curso del mundo adquiere definitivamente un sentido y un pro pósito pó sito,, así com co m o la dirección hacia la creación liberadora del super hombre: solo así será este algo más que una hipótesis, terminará siendo un hecho. He aquí también, pues, cómo Nietzsche no pre senta la más fundamental y a la vez más mística de todas sus doc trinas, por así decirlo, en su propio nombre, sino en el de su .Zaratustra; no son ni el pensador ni el hombre quienes deben impartirla, sino aquel a quien se le ha otorgado el poder de trans formarla en una redención jubilosa.205 Por ello, si alguna vez en
205. Como Co mo complem com plemento ento a estas estas ideas ideas léase léase la descripción del pensam pen samirm irmnn del eterno retorno en Así en igm a-. a- . ' A sí habló Zaratustra Zaratu stra , III, «De la visión y el enigm «¡Mira «¡Mira ese ese portón! port ón! (...) (...) tiene tie ne dos caras. caras. Aquí Aq uí convergen dos do s camino camino-, -, iiadlt iiadlt ltM ha recorrido aún hasta el final. »Esa »E sa larga calle calle hacia atrás: atrás: dur d uraa una un a eternidad. eternid ad. Y esa esa larga larga calle calle hit hi t k 1*1*Un te es otra eternidad. »Se contraponen estos caminos: chocan directos con la cabeza: u m b i A i « j l j í s « i este este portón, portó n, es donde dond e convergen. convergen. El nombre nomb re del del portón port ón está está escrito escrito etu m u ........ •->• Jfi7
sus afori orismos Ni Nietzsche tzsche roza roza la ideadel del eter terno re retor torno, enmudece con un gesto de temor y re respeto speto:: «Pero ¿qué esto stoy dici diciendo endo?? ¡B ¡Basta! sta! ¡Ba ¡Basta! sta! Ll Llega egado a este punto, punto, solo solo una una cosa cosa me convie conviene, ne, cal callar, o at atenta ntaría contr contra a lo que »Pero si alguien alguien recorr recorriiese uno de ellos, ellos, más y más le lejos cadavez, ¿creerí ¿creería as que estos camin caminos os se se cont contrradicen dicen etern eterna ament mente? e? (...) (...) »Todas la las cosa cosas que que pueden correr , ¿acaso caso no habrán te tenido nido que recor recorrer rer ya algun alguna avez esa esacall calle? ¿A ¿Acaso caso cada una una dela cosas que pueden ocurrir no habrá tenido que ocurri ocurrir, r, habe haberr sido sido he hecha, cha, haber haber tra transcurri nscurrido ya al alguna vez? »Y si todo ha existi xistido do ya, ¿qué pie piensas nsas tú de este instante? ¿Acaso ¿Acaso este portó portón n no tendrá también que haber existido ya? »¿Y no están stán anuda nudadas toda todass la las cosas ent entrre sí de manera neraque este insta nstante nte ar arrastre tre haci hacia a él todas todas las cosa cosas futur futura as? ¿Po ¿Porr lo tan tanto to... ... incluso a sí mismo? »Pues ues todas todas la las cosas que que puedan correr por por esa esa largacal calle hacia hacia adela delante, ¡otr otra vez t endr án que volver a recorrerla de nuevo! »Y esa araña que se arrastra rastra con con lenti entitud tud a la la luz de la luna, luna, y ese ese mismo cl claro de luna, y yo y tú charla charlando quedo quedo bajo este este portó portón, n, ¿no ¿no tendrí tendríamos todos que haber estado ya aquí? »Y venir venir otr otra a vez, vez, y correr correr otr otra a vez vez por por aquella quella otra cal calle, ha hacia cia adela adelante, nte, delante de nosotros, nosotros, por por esa esa largay hor horrenda call calle... ¿Acaso no debem debemos os re retorn torna ar eternamente? »D e este modo modo hablé, hablé, con con voz voz ca cada vez vez más más queda: pue puess tuve tuve miedo miedo de mi mis propi propios os pensa pensam mientos ntos y de sus sus trasf trasfondos (.. (...) .)» » A quí seañade ñade el re relato del del perr perro o que aúll úlla pidi pidie endo socorro socorro pa para un homb hombrre. A l hombre hombre, un joven joven pastor, pastor, sele había había desli desliza zado do una una ser serpie piente hasta hasta su ga gargant ganta a y se aferraba a ella mordiéndole. «M i mano mano tiró tiró y tiró tiró de la serp serpiiente: ¡e ¡en vano! No No conse conseg guí arrancar rancarla de la gar garganta. ganta. Entonce ntoncess se seme escapó un grito grito:: “¡Mue “¡Muerrde! de! ¡M ¡Muerde!” uerde!” ¡Arráncale la la cabecabeza! za! ¡M ¡Muer uerde! de! Tal fue el grito grito que se me escapó, mi horror horror,, mi odi odio, mi asco, toda todass mis cosa cosas buena buenass y malas gr gritaron taron en mí con un solo solo gri grito to.. (...) (...) »Y el pastor pastor mordió, mordió, tal tal como como le le aconsejó mi mi grito; to; ¡mordi ordió ó con un buen buen mormordisco! disco! Le Lejos de sí escupi escupió ó la la cabeza beza de la ser serpiente: piente: y se se puso en en pie pie de un sal salto. to. »N o más pastor pastor,, no más más hombre, ¡un tr transfi ansfigurado gurado era quien quien reíd. ¡N unca unca antes en la tierra había reído ningún hombre como él rió! 288
única únicame ment nte e le está permit permitido a otr otro má más jove oven, a uno más “fut “futuuro”, ro”, a uno má más fuer uerte queyo.. yo... lo que solo solo le le estápermit permitido aZara (GM, (GM, II, § 25). tustra, a Z aratust aratust r a el ate ateoo...» Y la importanciaanímic ímica a de la fig figura de Zar Zaratustra para el propi propio o ser de Nietzsc tzsche heterm terminar nará por acl acla ararsetambié bién aquí aquí,, dondonde aquella aparece como la portadora de la doctrina del eterno retorno. Nietzs tzsche crey creyó cont conte enerl nerla a en su su int inte erior como como si de un ser místico stico setra tratara, per pero sepa separradadesu for form made exi existenci stencia ahum humana y natu naturral en cuanto cuanto indi ndividuo viduo concreto. Con re respe specto a su ser tem tempora poral y conting continge ente, condici condiciona onado do de maner nera física y espi espirritual por las circunstancias y los avatares de su vida transitoria, Nietzsche tzsche se consi conside derraba a sí mismo smo un «decade decadent nte e», simi simillar a los dem demás hom hombre bres, cuyo úni único mérito es hall hallarse condena condenado doss a desdesapar parecer cer. Pero, por por otr otrapar parte, setenía nía así mismo smo por por un médium dium,, dispue dispuesto sto de ma manera nera nece necesa sarriapara la la enfe nfermedad, dad, a tra través vés del del cual la eternida nidad d de toda todass la las época épocass tom tomaría conscie consciencia ncia de sí mism misma ay de su sent sentiido; setenía nía tambi tambié én por por el genio nio de la huma humani nidad dad pro
»Oh, herma hermanos nos mí míos, oí una una risa risaque no era era risa risadehombre hombre... ... y aho ahora ra me me devodevora una una se sed, un anhelo nhelo que nunca nunca se apla placa.» La serp serpiiente del del eterno terno retorno torno que rue rueda da en círcul círculos os es es de lo que Zaratustra ratustra libera al al hombre al corta cortarle rle a aquella quella la cabeza beza:: suprim suprimiendo lo que en ella hay de de absurdo y cruel y transf transfor orma mando al hombre hombre en señor, ñor, en un tra transfor nsforma mado, en un ilumina uminado, do, en un superho superhom mbre que ríe ríe. «¡Resolvedm ¡Resolvedme e, pue pues, s, el enigma enigma que yo cont contem empl plé é entonces, ntonces, int interpr erpreta etadme dme la visión del más solitario! ¿qué vi yo ento n »Pues ues fue fue unavisió visión n y una previsión: previsión: ¿qué entonce ncess en símbolo? símbolo? Y qui é es el el que aún aún tiene tiene que llegar?» Véase también: también: ZA ZA I I I , «E «El conva convallecie ciente». «¡Cómo aquel aquel monstruo se desli desli-zó ha hasta mi gar gargant ganta ay me aho ahog gaba! Pero yo le mor mordí dí la cabeza cabeza hasta hasta ar arrancársel rancársela ay la escupí escupí le lejos de mí.» mí.» (N. de la A .)
pía p íam m e n te d ich ic h o y h e c h o carn ca rne, e, en cuyo cu yo seno se no el pasa pa sado do resuel res uelve ve pa p a ra el p rese re sent ntee el m iste is teri rioo de tod to d o futu fu turo ro.. C reía re ía e n c arn ar n a r en sí mismo lo que había descrito como el significado supremo de la forma de decadencia humana: se sentía enfermo de dolores de par to, propios de un ser sobrehumano, se sentía como un ser que decli na y se quiebra en favor de una nueva creación superior que redimirá el mundo: «Para ser el hijo que nacerá, el creador debe ser también tambié n la partur pa rturien ienta ta y el el dolor do lor de la parturienta.» partu rienta.»2206 Zaratustra es, pues, tanto el hijo como, al mismo tiempo, el dios de Nietzsche; tanto el acto o la creación artística de un úni co individuo como la unión de este individuo con toda la línea de la evolución humana, con el sentido de la humanidad propia mente dicho. Es «criatura y creador», es «el más fuerte, el más futuro», aquel que eclipsa a la figura doliente del Nietzsche huma no; es el «Supernietzsche». Por eso, tampoco se expresa a través de él lo que fuera vivido y comprendido por un único individuo, sino la conciencia de la Humanidad misma desde sus más lejanos orígenes; de ahí sus palabras: «Yo no pertenezco a esos a los que es lícito preguntarles por su por qué. ¿Acaso mi experiencia vital es de ayer? Hace ya mucho tiempo que viví las razones de mis opi niones. ¿No tendría yo que ser un tonel de memoria si también quisiera tener conmigo mis razones?»207 Surge Surge así así un fascinante fascinante juego intelectual en el que qu e Nietzsche y su Zaratustra parecen confundirse sin cesar uno con otro, para disociarse de nuevo cada vez. Esto quedará muy claro para quien sepa en cuántos pequeños rasgos personales se ha introducido
206. KSA, KSA, 4: ZA II, «En las las islas islas afortunadas», afortun adas», p. 111. 207. 207 . Ibídem: Ibíde m: ZA II, «De los poetas», poetas», p. 163. 290 29 0
secr secre etame tamente nte a sí mismo N ietzsche tzsche en su Za Z aratustr tustra a, y qué éxtasis visionario llegaba a alcanzar en él todo este misterio. Ello aclarará también la inaudita conciencia con la que habla de su libro, que en en ci cierta ocasió casión n lo lo co conduj ndujo o a expre xpresar sarse de este modo: modo: «U n libro tan profundo, tan extraño, que comprender seis frases de él, esto es, haberlas vivido, ¡eleva a los los mortal mortale es a un nivel nivel superi superior!»208 Si su poema Zaratustra fue par para N ietzsche la obra obra medi media ante la cual de un hombre nació un superhombre, bien pudo haber pensado en cierta medida que su obra capital inédita y cuya primera parte es la única que está terminada, L a vol vol un untt ad depo pode der r ,209
208. L as palabras palabras citadas citadas por L. L . A . Salo Salomé mé provi provie enen de E ccehomo, cuya primera mera edici dición ón no apareció apareció hasta hasta 1.9 1.90 08, preparado preparado por Raoul Richter. A nterior nteriorme mennte, te, Pe Peter ter Ga G ast habí había a citado citado párrafos párrafos del del manuscri manuscrito de de N ietzsche en diversos pról prólogos a las obra obras del del amigo. Según Según Tho T homa mass Pf P feiff if fer, es es prob proba able ble que L . A. A . Salo Salomé mé toma toma-sela cita cita de al alguna de es estas tas edi edicio ciones nes.. E l texto texto liliteral teral que apa aparece rece en la edició dición n defi def initiva de E ccehomo («P («P or qué escribo scribo ta tan buenos buenos libr libros» os»,, 1) es es el siguiente: siguiente: «Cuando «Cuando una vez vez el el docto doctorr H einri inrich ch von von Stein Stein se quejó quejó hones honesta tame mente nte de no entender ntender una palabra de mi Zaratustra, le dije que me parecía lo normal: haber comprendido seis frases de él, esto es, haberlas vivido, eleva a los mortales a un nivel superior que los odrr ía yo, con mi sentimiento de hombres “modernos” podrían alcanzar. ¿Cómo pod dista distanc ncia, ia, querer querer que me leye leyeran los los “moderno “modernos” s” que conozco? M i triunf tri unfo o consiste consiste justa justame mente nte en el el cont contra rario rio al al de Schope hopenha nhauer; yo digo: digo: non le l egor, non le l egar. ar.» vol un untt ad depod podeer o E l int i nteento nt o de una tr t ransvalor ansvalorac acii ón de to todo doss los valo val o- 209. L a vol res res fue el proye proyecto cto que N ietzsche ietzsche nunca nunca termi terminó nó.. E n 1906, 1906, la hermana del filó fi lósosofo y Peter ter G ast publicaron publicaron bajo bajo este título título un volume volumen n que con conte tení nía a escritos iné inéditos ditos de N ietzsche perteneciente pertenecientess a los los años años 1883 1883 y 1888 1888.. E n 1911 1911 volvi vol vie eron ro n a editarlo ditarlo añadie ñadiendo ndo más más fra fragme gmentos inédito inéditos. s. La edici dición ón,, sin embargo, embargo, está está hoy ho y compl comple etamente desprestigiada al haberse publicado la totalidad de los escritos inéditos del lega legado de N ietzsche ietzsche por estricto orde orden n crono cronoló lógico gico y sin las las mani manipul pula acion cione es a que E lisa lisabe beth th N ietzsche ietzsche sometió sometió a algunos de los fra fragme gmentos. C on todo, todo , ha hasta bien entrado el siglo XX, se consideró L a vol vol un untt ad de poder poder una obra completa de N ietzs ietzsche che y aca acasso la l a má más importante impo rtante de su último úl timo perío período do filo il osófico sófico.. 291
fue cre creada por por la la f igur gura de Z aratustra tustra; esto esto es es, cre creada por por un un ser ser eterno y libre, el único que puede lograr una «transvaloración de todos los valores» porque está más allá de todo tiempo y de toda clase de influencia, ya que es lo independiente por antonomasia que compr comprende nde y abr abra aza en sí toda todass las cosas. cosas. Solo Solo así po podrá drá entender ntenderse la afirmaci mació ón de N ietzsche en el C repúsc púscuul o de de los ídolos ol os (IX (I X , § 51): 51): «H e dado dado a la H umani umanida dad d el el lib libro ro más prof profundo de aratusttra. dent r o de depoco l e dar é el más i n de- cuantos posee, mi Z aratus pendiente.» En el primer caso, lo sobrehumano se habría alzado desde desde los abi abism smo os de la huma umanidad de N ietzsche tzsche;; en el el segund segundo o, se cerniría ya, creador y libre, por encima de aquella. Si bie bien la la f igura gura de Z aratustra tustra está concebi concebida da de manera manera har harto mística mística y misteri misteriosa osa,, inclus ncluso o en el el senti sentido do de su si signif nificado cado para el mundo, tanto más rigurosa es, en cambio, la lógica con que se adhi dhiere en su fi f igura gur a a las ar argument gumenta acio ciones de N ietzsche tzsche sobre la esencia del genio, la libertad de la voluntad y lo atávico como condicionantes del futuro. El examen de estas teorías ha demostrado que todas aspiran a la posibilidad de concebir un ser superior; y es interesante observar cómo ya bien temprano surgiero gieron en en N ietzsche tzsche pensamie nsamiento ntos que, que, más más tarde, despué despuéss de haber atravesado su primer período filosófico y haberlos elaborado con mayor profundidad bajo el influjo de su concepción positivista del mundo, despiertan de nuevo a la vida en su última fase filosófi sóf ica. ca. El geni genio o de la ética tica y la esté estéti tica ca,, seg según Schopenhaue Schopenhauer, r, contenía ya el sentido y el fundamento esencial de la totalidad del mundo y la la H umani umanidad, dad, y lo real realiza en cada cada uno uno de estos ge genios nios cada vez con idéntico valor; pero sentido y fundamento significan para aquel el ser supremo que todo lo ilumina, la «cosa en sí» metafísica, sica, ente nterament mente e desl desligada gada de la histo historria real de la evol volución ución de del mundo y de la humani humanida dad. d. Aho A horra bie bien, N ietzsche, tzsche, en en cambio cambio,, que que 292
pre prescinde scinde de estas ide idea as meta metaffísica sicas, s, necesit necesita a la aparici parició ón del geni genio o en un ser superior único y aislado que incluye una gran cantidad de seres similares y que comprende en sí las manifestaciones efectivas tivas del del mundo y de la Huma H umani nida dad. d. E n H umano, umano, demas demasii ado (I I , § 185), 185), a propósit propósito o del del pe pensam nsamiento de Schopenha Schopenhaue uer, r, humano (II pero pero modi modifficado en en se sentido ntido positi positivista vista,, N ietzsche ietzsche afirma: ma: «Si «Si la la genialidad, según la observación de Schopenhauer, consiste en el recuerdo coherente y vivificado de lo que uno mismo experimentó, entonces en la aspiración hacia el conocimiento de todo el devenir histórico (...) habrá que reconocer una aspiración hacia la geni genia alidad dad de la humanida humanidad en en su conjunto. conjunto. L a histor historiia pensa pensada da hasta el final sería algo parecido a una conciencia de sí cósmica.» A ñáda ñádanse nse a ello las si siguie uientes af afirmaci macio ones de L a gaya ci enci nci a, el abscondit ndi t a. Todo gran hombre posee una aforismo 34: «H i stor i a absc fuerz uerza a retroactiva: troactiva: merced merced a su vol volunta untad, toda toda la histo historria vuel vuelve a ponerse ponerse otra tra vez vez en la la bala balanza nza y mil mil secretos secretos del pasa pasado do se desl desliizan desde sus escondrijos hacia afuera para que les dé su sol.» sol.»T ambién el aforismo orismo 337: «Q «Q uie uien sabe sabe sent sentiir la la histo historria humana como como su pro pr opia pi a hhii stor tor i a, sie siente nte, en una una enorme enorme general generaliización zación,, todo todo ese ese pesa pesarr del del enfe nfermo que que pie piensa en la la sal salud, del del ancia nciano que pie piensa en el el sueño sueño de la juvent uventud ud,, del enamo enamorrado al que se se le roba oba la amada mada,, del del márti mártirr al que se se le hund hunde e su idea ideall, del del hér héroe en en el el ocaso ocaso de esa batalla que nada ha decidido y que, en cambio, le produjo heridas y la pérdida del amigo; soportar esta enorme suma de males de toda especie, poder soportarla y, a pesar de ello, seguir siendo el héroe que al romper el alba de un segundo día de batalla saluda a la aurora y a su fortuna como el hombre que tiene un horizonte de milenios ante sí y tras de sí, como el heredero de toda nobleza, de todo espíritu pretérito, y el heredero forzoso del más noble de todos los viejos nobles y, al mismo tiempo, el primogénito de una 293
nueva nueva noble nobleza como como la la que ningun ninguna a época havisto visto ni ni soñado soñado nununca: ca: asumir todo todo esto en la la pro propia pia alma, ma, lo más más vie viejo, lo más más nuenuevo, pérdidas, esperanzas, conquistas, victorias del género humano; tener todo esto comprimido finalmente en una sola alma y en un solo sentimiento, debería procurar una felicidad hasta ahora nunca conocida por el hombre: la felicidad de un dios pleno de fuerza y am amor, or, ple pleno de lágrima grimass y de ris risas, una una felicida cidad d que, seme semejjante nte al sol del crepúsculo, sin cesar regale y vierta en el mar parte de su riquez queza inago nagotable table, y que, que, como él, solo olo se sienta la más más rica rica cuando también el más pobre de los pescadores reme con remos de oro. Este sent sentiimiento divi divino no se llamar maría entonces ntonces ¡H ¡H umani umanidad! dad!» » Pero la gen genialidad huma human na, según según Ni N ietzsche tzsche,, se desa desata ta cada vez en menor grado mediante el conocimiento o la comprensión de los acontecimientos históricos, pues la riqueza de lo acontecido está ya contenida en el interior del hombre y puede ser evocada y extraída a la conciencia por medio de una profunda inmersión umaano demas masii ado hu human mano o en el el inte nterior de uno mismo. Ya Y a en H um , de (I, (I , § 14) 14) se refiere a esa propiedad edad de los af afectos, ctos, capaz capaz de desdespertar en nosotros de manera retroactiva lo adormecido y que pertenece a estado stadoss pasa pasados: dos: «Todos odos los los esta estado doss de ánimo ánimo másfu er t es compo comporrtan tan una una resonancia sonancia de de sensa sensaci cione oness y humore humores afi afines, nes, revorevolucionan, por así decirlo, la memoria.» Pero esto no solo es válido en lo que se refiere al pasado individual con sus afectos, sino de modo simultáneo también para pensamientos y sensaciones deposita sitadas das a lo la largo del del curso de la evol volución ución de la H uman umanidad; y es es que el individuo es un producto de esta última y contiene sus diferentes rentes esta estadi dios os aún aún de forma orma per perdura durable ble en su inte interrior. or. A esto mismismo se refiere el aforismo 54 de L a gaya ci en ci a titulado «La conci concie encia ncia de la aparie pariencia ncia»: «¡Q ué ma maravil villoso y nuevo, nuevo, y, a la vez, vez, qué terrible e irónico me siento al situarme con mi conocimiento 294
frente a la existe xistenci ncia a entera! H e descubierto para mí que los viejos género neross humano humano y ani anima mall, e incl incluso uso la la pre prehistor historiiay el el pasa pasado do enteros de todo ser sensible continúan creando, amando, odiando, infiriendo en mí... Yo he despertado de repente en mitad de ese sueño, sueño, pero pero solo he despe despert rta ado la conci concie encia ncia de que, que, efectiva ctivam mente, es un sueño y de que tengo que seguir soñando para no hundirme, a semejanza del sonámbulo que debe seguir soñando para no desploma plomarrse. se. ¿Qué ¿Qué es ahor hora para mí “apar pariencia ncia”? E n ver verdad, dad, no es es lo contrapuesto a algún ser, pues ¿qué puedo decir yo de cualquier ser ser apart aparte e de los pre predica dicado doss de su aparie parienci ncia? En E n verda verdad, ¡tampoco poco es una má máscar scara que se se pudi pudiera era poner poner y pro probable bablement mente e tambié bién quitar quitar a un desc descono onocido cido!! La L a aparie pariencia ncia es, a mi entende ntender, r, lo activo y viviente mismo, que llega tan lejos en su reír sobre sí mismo que me hace sentir cjiie aquí hay apariencia, y fuego fatuo, y danza de los espíritus, y nada más; y que entre todos estos soñadores también yo, “el que conoce”, danzo mi danza; que el que conoce es un instrumento para alargar por más tiempo la danza terrena y que por ello se cuenta entre los que establecen el orden de la existencia; y que la sublime consecuencia y ligazón de todo el conocimiento es quizá, y seguirá siendo, el mayor medio para que la universalidad de la ensoñación, tanto como la universal inteligibilidad mutua de todos esos soñadores, siga manteniéndose, y, precisamente por ello, l a per per du durr ació aci ón d el sueñ o p er m a- .» nezc ne zcaa i nalt nal t er able abl e A quí, quí, N ietzsche ietzsche ha dado dado ya el giro que constituy constituye e el inicio del tránsito a su mística tardía. En esta el mundo se transforma para él en una ficción del hombre que conoce, quien cuando despierta a la conciencia de la ficción, como si lo hiciera desde un sueño de sonámbulo, bien puede sentirse como el señor y el creador que decide de manera imperiosa el sentido de 295
esta aparie pari enci ncia y de este sueño sueño.. Tr T ransfo nsformado rmado por por la la idea místi místi-ca de que el el despertar del sueño de la la vida vi da sea sea a la vez vez como como un acto creador que redime el mundo, el mismo pensamiento reaparece posteriormente revestido de un maravilloso manto poético en la la canció canción n de la «vie vieja campa campana na retumba retumbante nte» » (ZA (Z A I I I , «L a otra canción del baile», final), que en lo profundo de la medianoche anuncia mediante doce tañidos el nuevo día al que se ha de despertar: ¡U no! ¡Oh, hombre! hombre! ¡Presta resta atención tención!! ¡D os! os! ¿Qué dice la profunda medianoche? ¡T res! «Yo dormía, yo dormía, ¡Cuatro! »De un prof profundo undo sue sueño he despe desperrtado: tado: ¡Cinco! »El mundo es profundo, ¡Sei s! »Y más prof profundo undo de lo pensa pensado do en el el día día. ¡Sie Si ete! »Profundo es su dolor, ¡O cho! »El pla placer, cer, más prof profundo aún que el sufri sufrimiento: nto: ¡N ueve! ve! »El dolor dolor dice dice:: ¡pasa! ¡D iez! »Mas todo placer quiere eternidad, ¡O nce! »¡Quie uiere prof profunda, unda, prof profunda unda eter ternida nidad! d! » ¡D oce oce! 296
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L a elabor boració ción defi efinitiv tiva de estas tas ide idea as pre presenta senta de nue nuevo fuerte uertess re reminisce niscenci ncia as del del perí período odo schopenhaue schopenhaueri ria ano de N ietzsche tzsche y de la filosof ilosofíía de la I ndia ndia, si bie bien con la la modif modi ficaci cación ón cara caracte cte-rística según la cual tanto la meta final como el camino que conduce a aquella hay que buscarlos, en vez de en la dis di sol uci uci ón de de la vida, en su incremento. Pero en qué medida, a pesar de ello, estas dos manera manerass de sent sentiir el pro proble blema de la exi existe stenc nciia se acer cercan can una una a la otra, depende en último lugar del hecho de que, según las interpretaciones más recientes, incluso este rechazo del mundo de la f ilosofí sof ía de la I ndia ndia, esta expres xpresión ión extre extrema ma de una filosof osofía negadora del mundo, no aspira propiamente a alcanzar la liberación de la vida, sino más bien a la redención de ese debermorir siempredenuevo que es consecuencia de la transmigración de las almas. En definitiva, no es sino otra forma más de las que adopta el temor a la muerte, el cual en el resto de las religiones halla su expresión en el motivo de la creencia en la inmortalidad; se trata de un temor cuyo apaciguamiento también puede ser alcanzado mediante una elevación a la eternidad de la vida a través de una plena identificación del individuo con la fuerza y la plenitud de la existenci xistencia a ente ntera, como tambié también a tra través vés de la supre supresió sión y la condena de todos los instintos vitales a los que la muerte, la extinción y el cambio se ligan de manera indisoluble.210
210. L a casua casualilidad dad quiso quiso que una de las las últi últimas mas obra obras cientí científf icas icas de las las que N ietzsche se ocupó intensa intensamente mente fue fuese se precisame precisamente nte la la de un schope schopenhaueri nhaueria ano de estrecha observancia sobre filosofía hindú, y que esta lo acercase otra vez al ámbi to conceptual de su visión precedente del mundo. Se trata del magnífico libro de P aul D eusse ussen: E l si si stema de d el V edA nta se según el Bramasü amasütra de d el Bádardyana dar dyanay el comen omen- ipzig, Bro B rockha ckhaus, us, 1883), en en que el autor tari ar i o del del Qank Qank ara sobre br e l os ant anteer i or es (L eipzig, pres presenta enta e interp in terpreta reta el tema de manera manera ciertamente ciertamente objetiva, obj etiva, aunque aunque tambi también én lo
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Ahora bien, el encanto que para Nietzsche poseía una inter pret pr etac ació iónn de los estad e stados os oníri on írico coss y la conc co ncep epci ción ón de la con c onci cien enci ciaa cósmica como conciencia onírica, tenía también una razón per sonal. De hecho, se trataba para él de algo más que de un símil o una analogía, pues estaba convencido de que especialmente en los estados estados de embriaguez em briaguez o de ensueño podía po día volver volver a despertarse despertarse al pre p rese senn te la g ran ra n c a n tid ti d a d de pasa pa sadd o c o n te n id a en el h o m b re . Constantemente, los sueños desempeñaron un gran papel en su vida y su pensamiento, y, en sus últimos años, a menudo extraía de ellos, como si se tratase de la solución de un enigma, el conte nido de sus doctrinas. De esta forma utiliza, por ejemplo, el sue ño narrado en Así A sí habló habló Zaratustra Zaratustra (II, «El adivino»), que habría tenido en el otoño de 1882, en Leipzig, y que nunca se cansó de recordar recordar e interpret interpretar. ar. Una Un a interpretación interpretac ión aguda o que se adapta ada pta ba feliz fe lizm m ente en te al sen s entitim m ien ie n to del soñ so ñ a dor do r p odía od ía desp de spués ués c o n ten te n tarlo y hasta redimirlo redim irlo formalmente form almente.. Así se se aclara aclara que ya en épocas épocas anteriores se ocupase con esta materia, si bien refutan ref utando do aquellas aquellas interpretaciones aventuradas con tanta intensidad como más tar de habría de preferirlas. Ha hablado del sueño en diversos pasa jes de Hum H um ano an o , demasiado humano (véanse, por ejemplo, los
juzga juzg a desde des de su prop pr opio io p u n to de vista. Es impo im posib sible le no recon rec onoc ocer er la infl in flue uenc ncia ia de este este libro libro en e n los escri escritos tos de Nietzsche posteriores posteriores a 1883, principalm prin cipalmente ente en lo que qu e se refiere a la la deificación deificació n del filósofo-creador y su asimilación asimilación con el principio vital su prem pr emoo y om nisci ni scien ente, te, como co mo tam bién bi én en lo que qu e conc co ncier ierne ne a la idea según seg ún la cual cua l la sucesión de los acontecimientos del pasado se halla reunida en aquel en una especie de simultaneidad que transforma la migración migración temporal de su alma en un a migra ción espacial. A menudo, al recopilar las afirmaciones dispersas de Nietzsche acerca de algunos estados particulares particulares del alma, en su significado semimístico, nos senti mos tentados tentado s de escribir al margen «Atman» «Atman» y «Brahman». «Brahman». (N. de la A .)
afori orismos smos I, I , 12, «Sueño Sueño y cultur cultura a» y I , 13, «L ógica del del sueño sueño» »). A llí, N ietzsche sostie sostiene aún que la conf confusión usión y el desorde desorden n de las repre presentaci sentacion one es en en el sueño sueño,, la ausenci usencia a de cla claridad y lógi lógica ca,, así como de una correcta correspondencia casual, típicas de nuestra manera manera de deducir deducir y de val valorar mie mientr ntras dormi dormimos, mos, recuerdan cuerdan la condici condición ón carac caracte terí rística stica de la Huma H umani nida dad d pri primitiva mitiva,, que que, a seme ncl uso uso durant dur antee h jan janza de lo que aún hoy sucede con los salva lvajes jes, i ncl vig vi gi l i a se se. comportaba igual que nosotros lo hacemos ahora dur.in rora,, por el contrario, ya no habla de semeja ñu te el sueño. En A urora analogía, sino exactamente de la posible reproducción de una |> <> i nci a, el sueño se cid* ció ción de pasa pasado do en el sueño. sueño. Y en L a gaya ci enci va aquí y al allá como repre presentació sentación n posi posititiva va de la vida vida y del del pasa pasado do del del mundo en en ca cada indivi ndividuo duo humano humano.. L legado a este punió, punió, ..I.. ..I .. faltaba un paso hasta dar con un tercer pensamiento que n su miese los dos anteriores: aquel según el cual en el sueño se i
nes nes desa desatada tadass y de esta estados dos dio dionisí nisía acos cos y or orgiásti giástico cos; s; es es má más, l a lo locu- ra mis mi sma como un volver a profundizar con mayor intensidad en el mar maremagno magno de sent sentiimie mientos ntos e ide idea as le le parece parece a N ietzsc tzsche he la últi últi-ma vía vía que conduce conduce al al substrato de es esa H umani umanidad dad pri primige migeni nia a que subyace en nosotros. N ietzsche come comenzó muy pronto pronto a cavi cavillar sobre sobre el signi signifficado de la locura como una posible fuente del conocimiento, así como sobre el sentido que podía otorgarse al hecho de que los antiguos la vieran como un signo de elección. En L a gaya ci enci a dice dice al al respe respecto cto:: «Solo Solo quie quien pro provoca voca temor temor,, gu guía»;211y en en A uro- ro- ra (§ 312) se hallan estas extrañas palabras que siguen, y que recuerdan a su idea posterior de un genio futuro que encarna en sí todo el pasa pasado do de la H umanidad: umanidad: «E n las las expl explosio osione ness de la pasión y en el fantasear del sueño y de la locura, el hombre descubre otra otra vez vez su su prehi prehistor storiia y la de la H umani umanidad dad (... (...); ); su me memo- r i a r et r ocedey alc al canza anz a lloo su f i ci en t e en el t i empo , mientras que su estado civilizado se desarrolla a partir del olvido de esas experie riencia ncias pri primige migeni nia as, esto es, del del debil debilitamiento tamiento de esa memor memoriia. Q uie uien, como un olvi olvida dadi dizo zo de la mayor mayor espe especie, cie, se se ha man mantenitenien t i en de a lo l os hombr es do siempre alejado de todo esto no en .» .» En aquell quella a época poca tambié también N ietzsche tzsche dese desea aba ser ser él él mismo un «olvividadi dadizzo» seme semejjante nte, puesto puesto que todaví todavía a busca buscaba ba la grandez grandeza humaumana en «el hombre de conocimiento liberado de las pasiones», así como en en aque aquelllo que hubi hubiera «naci nacido do de la razón» razón».. E ntonce ntoncess consideraba aún un terrible equívoco de tiempos pasados el hecho de que se entendiese tan a menudo la locura como algo inseparable
211. G A , «P icardía icardía, astucia y venga venganza» nza»,, § 33: «E l solita solitari rio» o».. U no de los versos reza así: «Solo quien provoca temor podrá guiar.»
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de nuevos y grandiosos conocimientos: «Si (...) a pesar de todo eso, sin sin cesa cesarr bro brotaban taban nueva nuevass y var variadas das ide idea as, va valoracio ciones e instintos, ello ocurría con un séquito terrible: casi por doquier es la locura la que abre camino a la idea nueva, la que rompe el hechizo de una vene venerrable ble costumbr costumbre e y super superstici stición ón.. ¿Compr ¿Compre endéis por por qué tení tenía que ser ser la la locura ocura? ¿A ¿Algo ta tan aterr aterra ador dor e impre mprevisib visiblle, en su voz voz y en en sus ma manera neras (... (...))? ¿Al ¿Algo que que ostenta stentaba de man manera tan evide vident nte e el signo de la más más absol absoluta uta invol nvolunt unta ariedad dad (.. (...) .),, que par parecía caracterizar así al loco como máscara y caja de resonancia de una una divi divini nida dad? d? (.. (...) .) D emos toda todaví vía a un paso paso má más: a todos todos esos hombres superiores, que se sentían impulsados de manera irresistible a romper el yugo de cualquier costumbre moral y otorgar nuevas leyes, no les quedaba otra opción, si es que no es est ab aban an l ocos ocos de ver ver - dad, que volve volverse rse locos o pre presentarse sentarse como tal tales (.. (...) .).. ¿Cómo ¿Cómo se vuelve uno loco cuando no lo es? Este espantoso pensamiento lo tuvieron casi todos los hombres importantes de la civilización antigua (... (...)). ¿Qui ¿Q uié én se atre treve a verter verter una una mir mirada en en la la sel selva de las mayor mayore es y má más ama amarrgas gas penali penalidades del alma alma,, de las más más in inúti útiles que, con seguridad, padecieron los hombres más fructíferos de todos los tie tiempos? mpos? Oí O íd es esos soll ollozos de los sol soliitari tarios os y tra trastorna storna-dos: dos: “¡ “¡O h, diose dioses, s, dadme dadme la locura cura! ¡L ¡L a locura cura par para que por f in pueda cree creer en mí mismo! mismo! ¡Da ¡D adme del delirios y convulsio convulsione nes, s, súbisúbitas tas luce lucess y tini tinie ebla blas, aterra terradme con hi hielo y fue fueg go como ja jamás más un mortal los sintió, con estruendo y correr de fantasmas, dejadme aull ullar y arra arrastra strarme como un animal mal: ¡solo olo pa para que acabe cabe hallando fe fe en mí mismo! mismo! La L a duda duda me me devo devorra, he matado matado la ley, la ley me asusta como como un cadá cadáver ver a un vivo vivo;; si no soy soy más que que la la ley, entonces tonces soy el más más abyecto byecto de todo todos.”» s.”» ( A U , § 14). 14). rora son aclarados o refutados a menudo, Así como en A urora precisamente, pensamientos que ya habían comenzado a obrar .501
de maner manera a secr secre eta en Ni N ietzsche tzsche,, tambi también én esta esta descripci descripció ón muestra en qué medida su autor consideraría más tarde los estados de ebri briedad como como prue prueba bass de la cond condiició ción de elegido. do. Toma Toma como punto de partida la desolación y el horror de todo lo existente, una caricatura de la realidad nacida en él de la caricaturización del positivismo, y quiere crear en su lugar algo nuevo y magnífico. Pero como esta esta cre creació ción desca descansa nsaba ba por por entero entero en N ietzsche, tzsche, también aquella se alzaba o caía según lo hiciera la propia seguridad de este, ste, pue puess en en sí misma misma car carecía cía de sustanci sustancia a. M iles tuvi tuvieron que ser las dudas que lo torturaban en cuanto decaía un poco el ánimo; implacable debió de ser el deseo, en esta humanidad vacilante e indecisa, de distinguirse de una criatura que estuviera segura de sí misma por toda la eternidad, de distinguir a N ietzsche de Z aratustr ratustra a. Aunque A unque al al pri primero mero le tocase tocasen n en en suer suerte los avatares más temibles durante el período de su ocaso personal, para el segundo solo constituían un signo de elección y elevación; aunque el primero, en un estado de terror y caos, descendiese hasta la más pura animalización, para el segundo ello era únicamente la expresión de la facultad de poder contener en sí mismo la totalidad de las cosas, que también comprende lo más degrada degradado do y lo lo más más prof profundo. undo. E n este este sent sentiido, do, en Crepúsculo (I , § 3),2 3),212 se dice dice sobre el fi f ilósof ósofo de mayor mayor rang rango o de los los ídolos ol os (I, que habrá de ser algo así como una especie de combinación entre animal y dios; y un pensamiento afín existe también en la afirmación sobre el hombre de conocimiento como filósofocreador (M M , § 101): 101): «H «H oy, oy, un hombre de conocimiento conocimiento se se senti sentirría fá-
212. «P ara vivi vivirr solo, hay que ser ser un animal ni mal o un dios, dios, dice A ristóte ristóteles les.. F alta el el tercer caso: caso: hay que ser ser ambos... ambos... filósofo .»
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cil cilment mente e a sí mis mismo como ani anima mallizació ción de D ios.» E n ef efecto, esta máscara de lo ínfimo podría ser, de cara a los hombres, la forma idónea adaptada por lo excelso para exhibirse, pues tras ella no se avergüenz vergüenza a y, a la vez, vez, oculta culta de man manera eficaz su espl esple ent i co el disfraz más adedor: dor: «¿Acaso caso no ser sería pre precisa cisame ment nte e lo ant i t é cuado cuado con el el que cami caminarí naría a el pudor de un dios dios??» (M M , § 40). H e aquí el últi último mo intento de oculta ocultarse rse de N ietzsche; tzsche; su postrer postrer dese deseo o de de la másca máscarra. E n aparie apari encia cia, esta debe escond sconde er al al dios dios bajo un manto demasiado humano, mientras que en realidad se sustenta en el convulso deseo de interpretar de otra manera el ter terrible ble destino destino que amena menazza el espír spíritu huma humano no de N ietzsche, tzsche, de interpretarlo desde una perspectiva divina para poder soportarl tarlo. o. E n el el af aforis orismo «A «A quí la la perspe perspectiva ctiva es libre ibre» » (CI (CI , I X, § 46), dice que no tener miedo de enfrentarse a l as cosas osas más i ndi gn gnaas puede repre represent senta ar la grandeza del del alma: ma: «U na muj mujer que ama ama,, sacrifica su honor; un hombre de conocimiento que “ama” el conocimiento, sacrifica quizá su humanidad; un dios que amaba se hizo judío...» Así pues, vemos el sacrificio de sí mismo y la violencia contra sí mismo, la anhelada tortura de la discordia, no solo incrementada hasta elevarse a lo espiritual, sino también penetrando en el fondo de lo más íntimo y personal. El transcurso entero de los pensami pensamie ento ntos de N ietzsche tzsche se agudiz gudizará cada vez vez con con mayo mayor claridad hasta culminar en un acto de autodestrucción a través del cual, en el obrar y el soportar personales, se consumará la redenci redenció ón. Si cabe cabe la posi posibi billidad de seguir seguir con con cla claridad el el ras rastro de expres xpresión ión fi f ilosófi sóf ica dej dejado por por la vida vida interio nterior de N ietzsc ietzsche he en su doctrina del futuro, habremos llegado ahora al punto donde su filosofía se retrotrae hasta transformarse en una vivencia completamente personal, en correspondencia con estas palabras: 303
«Me bebo otra vez todas las llamas que de mí salen.»213 Y si los ras gos gos fundamentales fundam entales de su pensamiento pensam iento eran solo solo líneas líneas que, en vez vez de en un sistema abstracto, coincidían en formar los trazos colosa les de una figura divina, en una apoteosis mística de sí mismo, la felicidad de la deificación personal se reviste ahora con la tragedia de una vida puramente puramen te humana. El acto acto con el que Zaratustr Zar atustraa redi me el mundo es, a la vez, el ocaso de Nietzsche; el derecho divino de Zaratustra a la interpretación de la vida y a la transvaloración de todos los valores solo se adquiere al precio de penetrar en ese fon do primord p rimordial ial de la vida que en la existe existencia ncia hum hu m ana de Nietzsche Nietzsche se presenta como la profunda oscuridad de la locura. «Pero quien es de mi especie especie — dice Zaratu Za ratu stra— no se libra de semejante hora; de la hora que le dice: “¡Solo ahora andas por tu camino de grandeza! ¡Cumbre y abismo se funden ahora en uno!”»214 El horror de Zaratustra frente a este hundirse insondable, ante este «pensamiento abismal» es, a la vez, el horror de Nietzsche frente a su destino personal; sin posibilidad de distinguirlos, se funden ambos en el poema, que no es otra cosa que la descripción de la vida transfigurada de Nietzsche, del supernietzscheanismo. «De este modo me apostrofaron todas las cosas por signos: “¡Ya es tiempo!” Pero yo no oía; hasta que finalmente mi abismo se movió y mi pensamiento me mordió. ¡Ay, pensamiento abis mal, que eres mi pensamiento! ¿Cuándo hallaré la fortaleza para oírte cavar y para que yo no tiemble más? ¡Garganta arriba me late el corazón cuando te oigo cavar! ¡E incluso tu silencio quiere estrangularme; tú, silencioso abismal! Todavía no me he atrevido
213. 213 . KSA, KSA, 4: ZA II, «La canción can ción de la noche», p. 136. 214. 214 . Ibídem : ZA III «E «El caminante», caminan te», p. 194.
haci a arri arr i ba haya lll l eva- nunca a llamarte haci : ¡ya ¡ya es sufi suf icient ciente e que te haya do con conmigo migo!!»215 D eber eberán te tenerse nerse en mente mente esta estass conmov conmove edor doras pal palabra bras al al leer en el el poe poema nie nietzsche tzschea ano la descr descriipció pción de «L a hor hora más sile silenci nciosa» sa», en la que la vida vida misma misma ordena a Z aratus tra que viva sus pensamientos y que los anuncie; la vida que sonríe y se siente dichosa de sí misma, que se mofa del sufrimiento que padece el individuo singular porque en su propia plenitud también el sufrimiento es dicha: «E l temblo mblor le le llega (a quie quien co comie mienza nza a adorm dormecer cerse) se) hasta hasta las puntas puntas de los pies, pies, puesto puesto que el el suel suelo le le fallay comie comienza nza el sueño. sueño. Esto os lo digo a modo de símil. Ayer, en la hora más silenciosa, me falló el suel suelo y comenzó comenzó el sueño. sueño. L a aguja guja avanzó vanzó,, el rel reloj de mi vida tomó aliento; jamás había oído un silencio semejante a mi alrededor, dedor, de modo que mi corazón corazón sinti sintió ó pavor. pavor. E ntonces, ntonces, al algo me sabes , Z aratust aratustr a?” Y yo grité grité de de terr terror or ante tal tal habló sin voz: a¿L o sabe susurro susurro y la sangre sangre se me heló en el el rostro. rostro. (... (...)) L ueg uego estal stalló una una carcaj carcaja ada a mi alrededo dedorr. ¡Ay, cómo cómo me desg desga arró la las ent entrrañas esa esacar carcaj cajada y me me par partió tió el cora corazón! (...) (...) Y de nuevo nuevo algo rió rió y huyó; huyó; desdespués se hizo el silencio en torno a mí, como con un doble silencio. Pero yo yacía en el suelo y el sudor manaba de mis miembros.»216 A esto ha ha de añadi ñadirrse el capí capítul tulo o titul titula ado «El conval convalecie ciente»: «U na mañ mañana (...) Z aratustra tustra sal saltó de su lecho lecho como un poseso, gritó con voz temible y se comportó como si también en ya ci ese otr otr o másl v que no quisiera levantarse de allí. aquel lecho yac (...) (...) Y Z aratustra tustra dij dijo estas tas pal palabra bras:
215. I bíde bídem: m: ZA , II I I I «D e la bienave bienaventura nturanza nza no queri querida da» », p. 205. 205. 216. I bíde bídem: m: ZA Z A I I «L a hora hora más más sile silenciosa ncio sa» », p. 187 187 y ss. 217. N i etzs tz sche Zaratus Z aratustr tra. a. (N. (N . de d e l a A .)
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»“¡Alzate, pensamiento abismal, desde mi profundidad! Yo soy tu ga gallo y tu auro aurora ra mati matinal, nal, gusa usano dormido dormido:: ¡arriba riba!!, ¡arriba! ba! ¡M ¡M i voz voz te despert desperta ará como el canto canto del del gallo! »“¡De “¡D esata sata las liligadur gadura as de tus oído oídos: s: escucha escucha!! ¡P ¡Pues ues yo qui quieero oírt oírte e a ti! ti! ¡A ¡A rriba rriba!! ¡A ¡A rriba rriba!! ¡A ¡A quí ha hay truenos truenos suf suficie cientes com como o para que también l os sepu pull cr os ap aprr enda dann a es escuchar !218 »“¡Y elimina el sueño así como todo lo necio y ciego de tus ojos! ojos! ¡E scúcha scúchame me también también con tus ojos: ojos: mi voz es es un re remedi medio o incluso para ciegos de nacimiento! »“Y una una vez vez que te hayas hayas desperta despertado, do, deberá deberáss mantener mantenerte te despi despie erto rto para siempr siempre e. ¡N o t eng despertar del suengoo por cost umbre umbr e despertar ño a tatarabuelas para tan solo decirles que sigan durmiendo!219 »“¿Te “¿Te agitas, gitas, te estir stiras, re resuel suellas? ¡Arriba! ba! ¡Arriba! ba! ¡N ¡N o re resuesuelles, habla hablarme es es lo que debe debes! s! ¡Z ¡Z aratustr tustra a te lla llama, ma, el ateo! teo! »“Yo, “Y o, Za Z aratustra, el el portavoz portavoz de la vida vida,, el por porta tavo vozz del del dolor, dolor, el porta portavoz voz del del cír círculo culo... ¡A ti ti te llamo, el más más abi abism sma al de mis pensamientos! »“¡Sal “¡Salud a mí! mí! V ienes, enes, ¡te escucho scucho!! ¡M ¡M i abismo bismo habla , he logrado que mi última profundidad se gire hacia la luz! »“¡Sal ¡Salud a mí! mí! ¡V ¡Ven! ¡D ame la mano mano!! (... (...)) ¡Ay! ¡B ¡Basta! sta! ¡A ¡Ay, ay! (.. (...) ¡Náuse ¡N áusea, a, náusea, náusea, ná náusea! usea! ¡Ay ¡Ay de mí!”»2 !”»220 La imagen de la locura se encuentra al final de la filosofía de de N ietzsche ietzsche como como una chil chillona y temib temible le ilustra ilustraci ción ón de las las argumentaciones gnoseológicas de las que parte su filosofía del
218. Los sepul sepulcro cross del del pasado, pasado, de todo lo lo acon acontecid tecido. o. (TV. de la A.) A .) 219. 219. En opos oposición ición a la simple inve investiga stigació ción n y el el conocimie conocimiento nto medi medita tado do del del pasa pasado a tra través de la cienci ciencia, a, que que es inc incapa apazz de aclarar aclarar na nada. (N. (N . de l a A .) 220. 220. K SA, 4: ZA I I I , «E l convalec convalecient iente e», pp. pp. 270271 270271..
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futuro. En efecto, el punto de partida representaba la disolución de todo lo intelectual por mediación del predominio de lo caótico e instintivo que constituyen su base y su sentido; pero la conse consecue cuenci ncia a de la teo teoría del del cono conoci cimiento miento de N ietzsche tzsche se extra trae de ese ocas ocaso del del hombr hombre e de cono conoci cimi mie ento nto a f in de que resulte comprensible la suprema revelación de la vida, a fin de que es ese «debes debes ser ser inocu nocullado con con la la locu locurra»221 penetre penetre en en toda toda forma de conocimiento intelectual. En las palabras de Zara tustra se mezclan de manera conmovedora el presentimiento del destino personal que le atañe a él mismo con la concepción místi mística ca de la vida vida espir spiritual tual y su signif signif icado cado en ge general: neral: «E spípíritu es la vida que se saja a sí misma en vida: con el propio tormento mento aumenta umenta su su sa saber, ber, ¿ya ¿ya lo sabí sabía ais? Y la dich dicha a del del espír spíritu es esta: ser ungido y consagrado con lágrimas com omoo víct i ma de d el sacrificio la ceguer a d el ci ego y su buscar buscar y t an an- - , ¿ya ¿ya lo sabía sabíais? Y la t ear de debe benn segu i r dan dando do t est i monio moni o de d el pod odeer d el sol a l qu quee mi r ó, ¿ya lo sabí sabíais?»2 ais?»222 D el mismo mismo modo, modo, la la locura cura debe deberí ría a dar dar testimo testimoni nio o del del poder de la verdad de la vida cuyo brillo cegó al espíritu humano. Pues ningún intelecto conduce a las profundidades mismas de la plenitu nitud d vita vitall, imposibl mposible e descolga descolgarrse hasta hasta esa ple plenitud nitud,, pas paso a paso, paso, pensami pensamie ento nto a pensami pensamie ento nto: «Y si de aqu aquíí en adelante adelante te parr a tu t u pro pr opia pi a faltan todas las escaleras, tienes que aprender a t r epa cabeza, ¿cómo, si no, querrías continuar subiendo? (...) Pero tú, oh, Z aratustra tustra, quisiste quisiste ver ver el el fondo y el el tr trasfon sfondo do de toda todass las cosas: cosas: por por ello ello tie tienes que ascend scende er ha hasta por por enci encima de ti mismo, mismo,
221. I bídem bídem:: «P «Pról rólogo de Z aratustra», § 3', p. 16. 16. 222. I bídem bídem:: ZA ZA II I I , «D e los sabio sabioss famosos», p. p. 134. 134.
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¡arriba, cada vez más arriba, hasta que incluso tus estrellas queden debajo de ti.»223 Con esto parece alcanzado un final y clausurada de manera nece necesa sarria la evolució volución n del conj conjunto unto:: el impulso insaci nsacia able ble y apa apa-sionado que animaba y elevaba a este espíritu ha terminado finalmente por consumirlo y devorarlo. Para nosotros, los que estamos stamos fue fuerra, lo cubr cubre de ahor hora en adelante adelante la más más compl completa eta oscuridad; se adentra en un mundo de experiencias internas totalmente individuales, frente al que los pensamientos que hasta aquí lo acompañaron tienen que detenerse: únicamente un silencio profundo y estr estre emecedor cedor se extie xtiende ante ante nosotros. nosotros. Pero no solo sucesucede que no podam poda m os seguir a su espíritu en la última de sus transformaciones, alcanzada merced al sacrificio de sí mismo; es que tampoco debemos seguirlo: en ello, precisamente, yace para él la prueba de su verdad, que ha llegado a unificarse por entero con todos los secretos y misterios de su interior. En su postrera soledad, dad, N ietzsche nos abandona bandona cerr cerra ando la puerta puerta tra tras de sí. Aun A un-que sob sobrre la en entra trada respla resplande ndecen esta estass pal palabra bras: «¡A hor hora se ha convertido en tu último refugio lo que hasta hoy se llamaba tu últi último mo pel peligro! ro! (.. (...) .),, ¡ahora hora tu mej mejor osa osadí día a consistir consistirá á en que detrás detrás de ti no que quede ya ningún cami camino! no! (... (...), ), ¡nadie nadie debe debe desli deslizarse zarse aquí a escondidas! Tu propio pie borró detrás de ti el camino, y sobre él está está escrito scrito:: “I mposi mposibi billidad”.» dad”.»2 224 Y como únic única a señal de de que tam tambié bién de detrás rás de esa pue puerta rta existe un mundo de transformaciones espirituales inaccesibles para nosotros, nosotros, desde desde su interi interio or resuena suena un tenue lame lamento: nto: «¡Ay, he he de
223. I bídem: Z A II I I I «E l camin camina ante», nte», p. 194. 194. 224. 224. I bídem. bídem.
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ascender mi camino más duro! ¡Ay, he comenzado mi caminata más soli solitar taria! (.. (...) .) ¡Precisa cisame mente nte comi comie enza nza mi últi última ma sole soledad! dad! ¡A ¡Ay, ese mar negro y tri triste a mis mis pie pies! ¡A ¡Ay, esa embar mbarazosa desa desazzón nocnocturna! turna! ¡A ¡Ay, de destino stino y mar mar! ¡H ¡H acia cia vosotros vosotros tengo tengo ahor ahora que desdescender! cender! (...) (...) ¡D escender scender al al dol dolor má más pro profundame undament nte e de lo que nun nunca desce descend ndíí, ha hasta alcanzar su oleaje más neg negro! ro! A sí lo lo quie quiere mi desti destino no:: ¡bie bien, estoy dispue dispuesto! sto! »¿D ¿De e dónd dónde e pro provie vienen la las montañas montañas más al altas? tas?,, pr pregunté gunté en cie cierta ocasi ocasión. E ntonce ntoncess apr apre endí ndí que vie vienen nen del del mar. Esta prueprueba está inscrita en sus rocas y en las paredes de sus cumbres. D es- ,»225 de l o má spr ofu ofundo ti t i ene l o más alt al t o qu que alc al can anzz ar su al al t ura ur a Así que profundidad y altura, abismo de la demencia y cumbre del sentido de la verdad se hallan estrechamente enlazados: «E stoy frente a mi montaña montaña más al alta (.. (...) .):: por eso primero debo descender cender más más pro profunda undament mente e de lo que nunca nunca desce descend ndíí.»2 .»226Con ello, la suprema deificación de sí mismo festeja su completa victoria mística en la más honda destrucción, en la derrota y el ocaso del hombre hombre de cono conoci cimiento. miento. D e los dos anima nimalles simbóli simbólicos que rorodean a Zaratustra, la serpiente del conocimiento y de la inteligencia y el águila del ambicioso orgullo real, solo esta última le es fiel: «¡O jalá fuer uera yo más int inte eligente! gente! ¡O ¡O jalá fuer uera yo inte nteligent gente e de ververdad, dad, igual gual que mi ser serpie piente! Pero des deseo algo impo imposi sibl ble e: ¡por ello pido a mi orgullo que siempre camine al lado de mi inteligencia! Y si si alg algu una vez mi in intelige ligencia me abandona: (. (...) ¡q ¡que mi org orgu ullo llo vuele vuele junto unto a mi neceda necedad! d! A sí come comenz nzó ó el ocaso ocaso de Z aratustr tustra a.»2 .»227
225. I bide bidem, m, pp. 193195. 193195. 226. I bidem, bidem, p. 194. 194. 227. I bide bidem, m, «P «P rólo rólog go de Z aratustra» ratustra»,, § 10, 10, p. 27. 27.
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D e modo que el espír spíritu de N ietzsche tzsche se dil diluye para nosotros otros en en un miste misterrio de de ocas ocaso y el elevaci vación ón:: en una una oscuri scuridad surcada de águilas. Yac Yace en todo esto algo lgo que conmocion iona y estremece, al ig igual que en el retorno de un niño exhausto a la patria originaria de su fe, en la la que toda todaví vía a no necesit necesita aba al intelecto par para parti participar cipar de las má más el elevada vadass bendi bendicio ciones y re revelacio velaciones. nes. D espués spués de que el el espíritu haya recorrido todos los círculos y agotado todas las posibilidades sin hallar satisfacción, finalmente se aplaca a sí mismo con el mayor de los sacrificios: el autosacrificio. Recordaremos aquí quí las pal palabra bras de N ietzsche tzsche que menc menciionamos en en el el segundo segundo apartado: «Cuando se ha recorrido todo el camino, ¿hacia dónde debe debemos mos corre correr? ¿Acas caso no tendrí tendríamos que volve volverr a la fe? ¿¿Q Q uizá uizá todo cas caso o ci do pod odrr ía ser ser más ve ver osími l que a la fe católica? E n todo , el cír cid el est ado de i nmovil movi l i dad '.» D e hecho, hecho, en su su repeti petici ción ón de sí mismismo, N ietzsche tzsche descri describe be un cír círculo. culo. Y es interesa nteresante nte señalar señalar que, que, en la medida en que se aproxima al punto del que partió originar nariamente mente — cuando cuando el ente ntendimi ndimie ento nto prop propiiamente mente dicho pareparece insignificante en comparación con un místico ser superior que — , su filosofí sof ía adquie dquiere ras rasgos cada cada vez vez más más absol absolutos utos ex i ge la f e y reaccionarios, puesto que opone a su antiguo individualismo la restauración de una tradición de validez absoluta y permite que la deificación de sí mismo desemboque en absolutismo religioso. Resulta sulta tan tan inte nteresant sante e por porque este este recor corrido, do, a pesa pesarr de sus sus ant ante ecedentes patológicos, posee francamente algo típico desde un punto de vista vista psi psicológico: cológico: cuando cuando el el impul mpulso re relig ligioso — hal hallándose obligado por el pensamiento libre a desfogarse de modo estrictamente mente indi indivi vidual— dual— , al al fi f inal, como como es es el cas caso de N ietzsche, tzsche, acaacaba por hacer del propio yo algo divino, se adjudica de inmediato los poder poderes má más absol absolutos utos y re reaccion cciona arios que que jamás más se se atri tribuyeron buyeron 310
a un dios concebido de manera objetiva; llega hasta la destitución del entendimiento mismo, cuyo impulso cognitivo le indicó en principio la dirección, impidiéndole cualquier atisbo de protesta. D el hombre hombre debe debe nace nacerr el el dios, dios, incl incluso uso cuando cuando ello úni únicame cament nte e le sea posible al hombre mediante su regreso a la infancia y a la inmadur nmadure ez. Solo Solo en en esta esta escisión scisión,, que realiza en sí sí mismo a cualcualquier precio, celebra el hombre la fiesta de su propia redención y de la unión mística consigo mismo en la fe: Fue hacia hacia el mediod diodíía cuando cuando uno se se convi convirtió tió en en dos... Ahora, seguros de una victoria conjunta, cel celebra bramos la la fifiesta de las fifiestas: stas: ¡Ll ¡Llegó el amigo Za Zaratustr tustra, el huéspe huésped d de los huéspe huéspede des! s! Yaríe el mundo, ya se rasga el grisáceo telón, llegó el moment omento o de los espons esponsa ales ent entrre la luz y las tinieblas... tal como se dice al final de M ás all al l ádel bie bi en y del mal, al, en el el esplé spléndido ndido epodo «Desde altas monta ntañas». E l destin destino o person persona al de N ietzsche se inser nserta como una una pie piedra clave en este edificio conceptual, de modo que no podemos dudar de la influencia que sus negros presentimientos ejercieron en la formación de su filosofía del futuro. Con mano firme, N ietzsche incluyó ncluyó a la fuerz uerza a en el el pl plan gene generral del del conj conjunto unto lo que le esperaba, y lo puso al servicio del último sentido secreto de su fi filosofí osofía. D esde aquí, mira mirando haci hacia a atrás trás, conte contempló pló por por pri primera vez su vida y su pensamiento en la alternancia de sus transformaciones como un todo, y atribuyó a po posst er i or i una coherencia de significado místico a la evolución de su propio yo, emulando lo que hace el filósofocreador en referencia a la vida entera de la 311
H umanidad. umanidad. Se tra transfor nsformó mó a sí mismo en en el el dios dios que presag presagia y explica, así como, si bien de manera un tanto violenta, en el que torna todas las cosas pasadas hacia el mejor y más excelso de los propó propósit sitos. os. H acer cer de «el pasa pasado un pre presag sagio del fut futur uro o», tal tal es su lema; justo lo contrario de aquello a lo que había aspirado anteriorment mente e, en la la ple plenitud tud de sus sus tra transfor nsforma maci cion one es, a sabe saberr: desemdesembarazarse una y otra vez del pasado a fin de alejarlo en lo posible de un futuro constantemente renovado. A quí tambié también n ha halla su funda fundame mento nto la podero poderossa inf luenuencia de sus puntos de vista precedentes sobre las ideas de su filosofía del del futuro. E n otro tie tiempo, N ietzsche tzsche veía veía la prue prueba ba de la independencia espiritual en la capacidad que uno mismo posee para poder liberarse siempre de las verdades más arraigadas, y ello sin que le pareciera esencial hallarse apoyado en otras al atacarlas. Pero, ahora, su absoluta independencia requiere que su propio yo y el sentido de este se hallen bien afianzados en todo pensamiento pasado y superado; ahora bien, a fin de que esto sea posible, solo olo le les ser será lícito cito haber haber sido sido engend ngendrrados dos por es ese «yo», yo», no por por otro. otro. D e ahí que, que, frente a las últi última mass obras obras de N ietzsche tzsche — aquellas en las que, aparentemente, este erige un sistema propio con la máxi máxima ma inde ndepende pendenci ncia— , tenga tengamos mos ta tan a menu menudo do la sensa sensa-ción de verle allí plantado con la mirada y el rostro vueltos hacia atrás, como si deseara acercarse otra vez a los santuarios abandonados de sus viejas transformaciones; y, sin embargo, en la independencia de las hipótesis enteramente individuales que ha ido adquir dquiriendo, ndo, se hall halla por por completo completo al alejado de aquel quellas. L a clave clave de esta cont contrradicci dicció ón reside en en que N ietzsche tzsche extra xtrae de sus conconvicciones precedentes solo cuanto es expresión de su naturaleza individual, de su voluntad más oculta, aquello que, entresacado de las teorías de otros pensadores, y en el fondo únicamente como 312
un pretexto inconsciente, como ocasión involuntaria, tenía que servir a este espíritu apasionado para su evolución interna. Llegado al final de tal evolución, se concentra en la unidad del conjunto de su vida interior; interior; la escudriña y observ observa, a, si bien bien acentu a centuando ando aho aho ra meramente la unidad y coherencia que reside en el fondo de todas sus transformaciones, y lo hace con el mismo énfasis con que en otras épocas resaltó su propia capacidad para transformarse. Como alguien que está a punto de iniciar un viaje sin posibilidad de regreso, como alguien que se despide y antes de partir desea recuperar todo aquello que alguna vez le perteneció, así vemos ahora a Nietzsche recoger de las diversas fases espirituales que atra vesó aquello que fue de su propiedad. Efectúa, pues, «una tasa ción real de lo conseguido y querido, una suma de la vida» (CI, IX, § 36), concienciado de que, «finalmente, tan solo retorna y vuelve al hogar mi propio yo y todo cuanto estuvo con él duran te mucho tiempo en tierras extrañas, disperso entre todas las cosas y los acontecimientos casuales».228 Esto lo volvió injusto con sus anteriores camaradas y sus convicciones; Nietzsche quería olvidar cuán frecuentemente habían determinado desde el exterior la dirección de su pensamiento: «Hay que retirar los andamios cuando se ha construido la casa.» or al para pa ra los los constructo(HH II, Caminante, § 335). Tal es la «Moral res de casas», así pensaba, e ignoraba que para su obra siempre nece sitó el andamiaje. Semejante injusticia es, precisamente, la opuesta a aquella aquella otra precedente, provocada por p or la apasionada alternan altern an cia de las ideas: la energía con que en cada ocasión destrozaba la
228. 228 . Ibídem: Ibíde m: ZA III, «E «Ell caminante», caminan te», p. 193. 313
vieja piel intelectual una vez mudada. Ahora, Nietzsche se niega a creer que en alguna ocasión hubiese podido crecerle una piel extraña. En lo que respecta al positivismo, esta injusticia se mues tra muy especialmente en el prólogo de su libro La gene geneal alog ogía ía de de la moral, así como en diferentes pasajes del resto de la obra. Con respecto respecto a Wagner, Wagner, se aprecia aprecia en el pequ eño escrito escrito titulado titulad o El E l caso Wagner. Este último invita a una interesante comparación entre la manera maner a como com o se combate a Wagner en este este escri escrito to y cómo lo combatió en Human Hu mano, o, demasiado demasiado huma hu mano no; entre el odio con que antaño se sacudió de encima el wagnerismo y el odio con que ahora torna a acercársele a fin de recuperar de aquel su propiedad intelectual intelectual sin sacrificar su su independen inde pendencia. cia. Finalmente, su deseo de quedar desde un principio como un ser ser independiente independien te y unitario lo condujo tan lejos lejos que en el pró logo logo (septiembre (septiembre de 1886) 1886) al segundo volume volu menn de la segunda edi ción de Humano, demasi demasiado ado humano (§1) declara que todos sus escritos anteriores «han de ser datados con antelación», que siem pre pr e habl ha blan an solo de aquello que ya en la época de concebirlos concebirlos había sido superado, de lo que ya quedaba detrás de él; el autor, victo rioso sobre sus obras, se mostraba en ellas bajo un disfraz volun tario. Así, la cuarta consideración intempestiva, Richard Wag Wagne ner r en Bayreuth, en su exaltación de Wagner, habría sido únicamen te «el homenaje y el agradecimiento hacia una porción de pasa do», y también los escritos positivistas, con la aceptación de las concepciones de Rée, ofrecerían tan solo la presentación postu ma de una experiencia ya superada. A este intento de Nietzsche de acuñar otra vez el sentido de sus obras, de estamparles, por así decirlo, una nueva fecha, pueden aplicarse sus propias palabras (en el Prólogo de la primavera de 1886 al primer volumen de la segunda edición de Human Hu mano, o, demasiado demasiado humano, human o, § 1): «Quizá >14
pudiera reprochárseme a este respecto bastante artificiosidad, bastante tante fi f inura en en la la acuña acuñaci ció ón de mo moneda falsa.» sa.» T ambié mbién per pertetenecía a los muchos disfraces de este ermitaño atribuirse finalmente una máscara que jamás se había puesto; pero ello es comprensible ble y excusa excusabl ble e si tambi tambié én aquí quí N ietzsche tzsche se refería, en su cor corazón, zón, úni únicamen camente a sí mismo, mismo, esto esto es es, al al hombr hombre e N ietzsche tzsche en oposici oposición ón a Z aratustra ratustra,, el místico Supern Superniietzsche. tzsche. E n ef efecto, dura durante nte cada cada una una de sus var variadas das tra transfo nsformaci macio ones, nes, el el N ietzsche tzsche humano podía no saber nada sobre su propio carácter de máscara; de esto solo era capaz el Supernietzsche, aquel al que, posteriorme ormente, nte, N ietzsche prete pretendi ndió ó habe haberr presa presagiado y adve adverrtido tido en su interior ya desde un principio. Por lo tanto, el Supernietzsche no sería más que una interpretación mística de la índole y el deseo más ínt íntiimos de N ietzsche, tzsche, aquel aquella «vol voluntad fundam fundame enta ntal» oculculta que, com como ya vimos, vimos, de maner manera a compl comple etame tamente nte inconsci nconscie ente nte para él sajaba limpiamente las teorías de otros para, finalmente, imponerse mponerse a ellas y apr apro opiá piársel selas con toda toda su fue fuerrza. E n el el oto otoño ño de 1888 1888,, despu despué és de terminar terminar el el pri primer mer lilibro bro ansvall or aci aci ón de t odo doss l os val valoor es (L a volu vol u n t ad de poder poder ) , de la T r ansva aún sin sin publ publicar car, N ietzsche crey creyó — al menos de manera manera provi provi-scul o ddee l os ídolos dol os,, siona ionall— habe haberr conclui concluido do su obra. obra. As A sí, el C r epúscu cuyo Prólogo ólogo está está fechado chado el 30 de sept septiiembre de 1888, fue f ue escriscrito aparentemente bajo ese estado de ánimo propio de cuando se ha llegado al final y simplemente se espera escribir lo definitivo. En este sentido, es representativo que el título originario de esta obra bra reza rezasse «O cio ciosidad sidad de de un psi psicól cólogo» ogo»,, y que en el el menc menciionado Pró P róllogo Ni N ietzsche lo deno denomin mine e, pre precisa cisame mente, nte, «un «un espa esparc rciimiento». Se trata, en efecto, de un esparcimiento harto interesante, al ser ser uno uno de los los libr libros os de N ietzsche tzsche en que es este se tra traicio ciona y div divulga ulga los secr secre etos tos de su al alma má más abi abie ertament tamente e. A este respe respecc315
to se asemeja a H umano umano,, de demas masii ado hu human manoo y a A urora rora,, aunque sea menos menos si signif gnificati cativo vo atendie tendiendo a su contenido. contenido. Si en en la la pri primer mera de estas stas dos dos obra obras Ni N ietzsche tzsche intr ntroduce duce al algo de su vida vida inteinterior, sencillamente, a través del modo en que se resigna a una transformación repentina pero consumada de forma definitiva, y si en la segunda consiente que vertamos una mirada a su intimidad cuando analiza y combate nuevos anhelos y pensamientos incipientes antes de que se deje arrastrar por ellos hacia su nueva filosofía del futuro, en el C repúscul o de de los ídolos ol os lo traicionará un estado stado de ánimo nimo bi bien disti distint nto: o: la pasió pasión n tr tremula mulante nte de una una empresa giga gigant nte esca, sca, un agota gotamient miento o en el que que se mez mezcla cla la expe xpecta ctativa tiva de lo que ha de venir.229En esta conmoción lo vemos deslizarse, por por así así decirl decirlo, desde desde el C repúsc púscuul o de de los ídolos ol os hasta el propio crepúsculo de su espíritu. El mismo estado de ánimo caracteriza la cuarta y última parte del poético Zaratustra, que dat databa ya de 1885, pero que solo solo en 1891 1891 se hizo hizo accesi ccesible ble para todos. todos. En sus sus pági páginas nas resue resuena na la risa risa
229. E ste estado stado anímico nímico se refleja ref leja aún con mayor mayor cla claridad ridad en los «D itiramtirambos de D ioni ioniso» so»,, que provi provie enen de la misma misma época (otoño (otoño de 1888) 1888) y que se se impr mpriaratustra. tr a. Significativos son, en mieron detrás de la cuarta parte de A síhabl ó Z aratus dessdoblado doblado en en el propi pr opio o particular, los siguientes versos: «A hora / a sola solass contigo, contigo, / de saber, / ent r e ci en espe pejjos / fal so fr en t e a t i mi smo uerr dos I i nseguro, ur o, I , / ent r e ci en r ecue cansado de todas las heridas, / aterido por todas las heladas, / ahogado en tus propios lazos, / ¡conoce enfermo o ahoahoonocedor de ti mis mismo mo!,!, I ¡ver ver du duggo de t i mis mi smo!I I (...) U n enferm ra, / que enfermó del veneno de la serpiente; / un preso ahora, / cargando con el más duro de los destinos: / en el propio pozo / trabajando encorvado,/ r ecl ui do en t i mismo mismo,, / ente nt er r ándot dotee a ti t i mis mismo mo,, / si n qu quee se t epu pueeda ayudar ayudar,, / r ígid gi do, / un cad cadá- ver, (...) (...) // A cecha cechando ndo,, / ovill ovillá ándose, / ¡uno que ya es incapaz incapaz de mantene mantenerse rse de pie pie! defor formas mas con tu t u tumba, tú, tú, / espír i tu de defforme orme!!» / ¡M e de [KS [K SA , 6: 6: «D «D itirambos itirambos de de D ioniso» niso»,, «E ntre ave avess de rapiña» rapiña»,, pp. 389 389390 390]. ]. (N. de la A .)
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del superhombre, aquí y allá, si bien a veces lo hace con estridencia y siniestras disonancias. Estos discursos postreros de Zaratus tra, contemplados desde un punto de vista estrictamente personal, son quiz quizá lo más más sob sobrecog recoge edor que que N ietzsche tzsche escribi scribió, ó, puesto puesto que lo muestr muestra an como alguie guien que se se enca ncamina mina hacia hacia su ocas ocaso y enmasnmascara su caída caída tras una car carcaja cajada. Solo Solo una una vez vez llllegado gadoss a este pununto comprenderemos por fin en toda su grandeza la irreconciliable cont contradi radicci cció ón que resi residía día en el el hecho hecho de que N ietzsche intr ntrodu jera jera su filosofía filosofía del futu futuro con con una G aya cici en ci a , definiéndola como una una «buena nueva nueva» », deter determinado minado a justi ustificar para siempr siempre e la vida en toda su plenitud, su fuerza y su eternidad; así como que formulase, considerándolo el más elevado de todos sus pensar et or no de la vida. Ahora reconocemos mientos, la idea del et er no re plenamente el victorioso optimismo que planea sobre sus últimas obras, si bien a la manera de la conmovedora sonrisa de un niño, pero que muestra en su reverso la faz de un héroe que oculta sus rasgos deformados por el terror. «¿Acaso no es todo llanto un lamento? ¿Y todo todo la lament mento o, una una acusaci cusació ón? De este modo ha habla blas cont contiigo misma misma,, y por ello ello, ¡oh, alma mía!, mía!, pre prefieres reí reír que desdesahogar tu sufrimiento.»230Así canta Zaratustra, de ahí que camine como «el prí prínci ncipe esca escarrlata de toda toda ar arrogan gancia cia».231 «E sta cor corona ona de quien ríe, esta corona de rosas: yo mismo me pongo esta corona, yo mismo declaro sagrada mi risa.»232 L o gra grande nde es que el el pro propio pio N ietzsche tzsche sabí sabía a que se acer cercacaba su ocaso ocaso y, sin sin embar embargo, se despi despidi dió ó con con la la sonr sonrisa en los labios labios
230. 230. K SA , 4: Z Z I I I , «D «D el gra gran n anhe anhelo» lo»,, p. p. 280 280.. 231. K SA, 6: «D «D itirambos iti rambos de D ioniso» ioniso»,, «E «E ntre aves ves de rapiña rapiña», p. 3l)2. 3l)2. 232. K SA , 4: 4: ZZ ZZ I V : « «D D el hombre superior uperior» », p. p. 366 366..
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— c o ro n a d o de rosa ro sas— s— , d isc is c u lp a n d o a la v ida, id a, j u s t ific if ic á n d o la , transfigurándola. transfigur ándola. En los los «Ditirambos de Dioniso» Dioniso» resuena la vida de su espíritu, pero lo que tales cantos debían encubrir con su júbi jú bilo lo era u n grito gr ito de dolor. dolo r. Son la últi úl tim m a viol v iolac ación ión de Nietz Ni etzsc sche he por po r part pa rtee de Z arat ar atus ustr tra. a. Nietz Ni etzsch schee p ronu ro nunn ció ci ó u na vez la par p arad adój ójica ica senten sen tencia cia:: «Reír significa ser malicioso, pero con buena conciencia.» (GA, § 200). Una Un a malignidad m alignidad superior, superior, que se aleg alegra ra del propio perjuicio y que incluso tiene el poder de infligírselo, recorre toda la vida y el sufri miento de Nietzsche como una autocontradicción. Ahora bien, en la poderosa fuerza fuerza de ánimo con la que era capaz capaz de sobrepo nerse, residía para aquel —considerado desde un punto de vista psic ps icol ológ ógic ico— o— u n a jus ju s tif ti f ica ic a c ió n ín tim ti m a de ese cons co nsid idee rars ra rsee a sí mismo como una dualidad mística: en ello radica para nosotros el sentido y el valor más profundo de sus obras. Y es que también tam bién hasta nosotros lleg llegaa un doble tono ton o conm co nmo o vedor de su risa: la carcajada de un loco y la sonrisa del vencedor.
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C
r o n o l o g ía
d e
l a v i d a y l a o b r a
DE FRIEDRICH NIETZSCHE (1844-1900)
1844 Friedrich Wilhelm Nietzsche nace el 15 de octubre en Rócken, pequeña aldea de la Sajonia prusiana. Es hijo de un pas p asto torr prot pr otes esta tant nte, e, Karl 1Aidwig Nietz Ni etzsch sche, e, y de Franzis Fra nziska ka Ohle Oh ler, r, también descendiente de predicadores luteranos. 1846 Nace Elisabeth, hermana del filósofo. 1848-1849 Nace el tercer hijo del matrimonio Nietzsche: Joseph. A finales de agosto de 1848 comienza a manifestarse la grave enfermedad de Karl Ludwig; al parecer sufrió una caída en la escalera de la iglesia, causa del «reblandecimiento cerebral» que lo llevó a la tumba un año más tarde. El pequeño Friedrich se sien te profundam profund amente ente afect afectad ado. o. 1850 185 0 Muere Joseph. Joseph. Nietzsc Nietzsche he había tenido un sueño sueño pre m onito on itorio rio de la desg desgraci racia. a. Franziska Franziska se se ve obligada a aband aba ndon onar ar la casa parroquial de Rócken y se traslada junto con sus hijos, dos tías y la abuela paterna a Naumburg (Turingia). El «pequeño Fritz» cre ce entre ent re los mimos mim os de las las mujeres de la cas casa. a. El chico es muy mu y inteli in teli gente y posee una gran confianza en sí mismo. Por Pascua, Nietzsche ingresa ingresa en la escue escuela la pública públi ca municipal. m unicipal. Traba amistad ami stad con sus sus gran des amigos de la infancia: Wilhelm Pinder y Gustav Krug. 1851 Nietzsche ingresa en un instituto privado de prime ra enseñanza. Además de instrucción religiosa, aprende algunos rudimentos de griego y latín. En casa de los Krug comienza .i inte resa resars rsee por la músic música. a. Su madre le compra compr a un u n piano pian o y rápidamenic rápid amenic
comienza a interpretar y a componer piezas fáciles y pequeñas cancioncillas. 1854 Ing I ngrresa en el el insti nstituto tuto de secundari secundaria a. Es un buen estuestudia diante nte. Comie mienza nza a padece padecerr fue fuerrtes tes dolor dolore es de cabe cabeza za y se serios proproble blemas mas ocul ocula ares. E scri scribe be var varios poe poemas mas y compone compone canci cancion one es y hasta un par de sonatas. 1858 Obt O btiiene una beca beca par para ingre ngresar sar en en el el inte nternado de Pforta, célebre escuela secundaria de gran tradición humanística, donde se ponía especial cuidado en la enseñanza de las lenguas clásicas. De esta época data un ejercicio literario autobiográfico titulado D e mi vi da, donde donde N ietzsche tzsche se despi despide de de su inf infanci ncia narrando los acontecimientos más importantes de esta; consigna también su gusto inveterado por la música y la poesía. 18601863 1860 1863 P forta orta se halla a una hora hora de de N aumburg umburg y N ietzsche tzsche per permane manece ce allí inte nterno; no; sie siente nte una una inte ntensa nosta nostallgia de su casa casa. Su madr madre e y su he hermana mana van a visi visitarl tarlo o todos todos los los fi fines de se semamana y le le llevan van comi comida da y lilibros. bros. Se enfr nfrasca en el estudi estudio o de los auautores tores clás clásicos: H omero omero,, L ivio, ivio, Tá T ácito cito,, César... sar... pero pero tambi tambié én le lee T ris ri stra tr am Sha Shand ndyy, D on Q uij ui j ot ey las obras obras deJ ean Paul o Em E merson; desc descubre ubre a H ölderli derlin, poe poeta poco apr apre ecia ciado por aquel quel entonce ntoncess en en A lemani mania a dado dado su car carácter cter «anti ntialemán» mán».. Con sus amigos Pi P inder y Krug K rug,, Ni N ietzsche tzsche funda una asocia ociación ción lite literari rario omus musiical cal: Ge G ermarmania nia. D e esta época data data otro otro ensay nsayo juv juve enil nil titul titula ado F atum e H i s- toria, donde se aprecian indicios de los grandes temas que el futuro filósofo tratará posteriormente. Muestra inclinaciones filosóficas. 18641865 18641865 Ú ltimo timo año año en en Pf Pforta orta.. El 7 de septie ptiembre de 1864, 1864, una una vez vez super superado el exame xamen n de bach bachiillerato, to, abandona bandona la instituci titución ón.. N ietzsche domi domina na el latín tín y el el griego a la per perfección cción y pose posee ampli plios conoci conocim mientos ntos humaní humanísti sticos. cos. Su inte ntenció nción es es estudia studiar teoteología en Bonn. Compone doce L ieder. Lleva una vida típica de estu320
diante e ingresa en la asociación estudiantil Franconia. Pero se sien te profundamente disgustado por su actitud; tras severas dudas, decide abandonar Bonn y la teología; se traslada a Leipzig siguien do al gran filólogo Ritschl y decide estudiar filología clásica. A fina les de octubre de 1865 descubre en una librería de viejo la obra inundo como como volu vo lunt ntad ad y repre represen sentac tación ión.. capital de Schopenhattei / / inundo La lectura lectu ra de este libro le impresiona sobreman sobre manera era y se vuelve vuelve «scho «scho- penh pe nhau auer eria iano no». ». Prime Pri meros ros atisbos atisb os de una un a infec in fecció ciónn de sífilis, c o n traída tra ída proba pro babl blem emen ente te cu una un a visita visita a ( ’.olonia .olonia el el año anterior. 1866 Forma parte de una asociación I ilológica fundada por Ritschl. Allí pronuncia conferencias y presenta varios trabajos. Historia del de l mateTraba amistad con Erwin Rohdc. I cctura de Historia rialismo, de F. A. Lange, obra que, junto a las de Si hopenhauer, influirá vigorosamente en su cdiu ai ión I ilosól ii a. 1867 En octubre, comienza en Naumburg un año de ser vicio militar como artillero a caballo. <'uando tiene problemas o se siente desalentado, invoca el nombre de Si liopenhauer para recuperar fuerzas. En marzo sulre un an ¡dente cuyas secuelas lo obligan a guardar cama durante varios meses. 1868 Exento del servicio militar por enfermedad, regresa a Leipzig. Allí tiene ocasión de asistir a las representaciones de Tristdn e Isolda y Los maestros maestros canto cantores res,, y es presentado a Richard Wagner, con quien se siente hermanado espiritualmente e inicia una intensa amistad. 1869 Con tan solo veinticuatro años de edad, gracias al aus picio pi cio de Ritsch Rit schl,l, o b tien ti enee u n a cáte cá tedr draa de leng le ngua ua griega grie ga en la IJni versidad de Basilea. La Universidad de Leipzig le otorga el título de doctor sin necesidad de que presente tesis doctoral. Se na cionaliza como ciudadano suizo. Pronuncia la lección inaugural el 27 de mayo, «Homero y la filología clásica». Su amistad con
el matrimonio Wagner se torna más intensa y entra en el círculo de los «wagnerianos». Realiza abundantes visitas a la casa de la pareja pareja en T ribsc ribsche hen, n, jun junto to a L ucern ucerna a, donde donde interpre nterpretan tan músi música y mantienen apasionadas charlas sobre arte, música y filosofía. E ntabl ntabla a amistad mistad con el el histori historia ador Ja J akob Burckhardt. urckhardt. 1870 1870 P artici rticipa pa como como enfe nf ermero rmero vol voluntario untario en la guerr uerra a francoalemana. Conoce a quien será su gran amigo, el teólogo F. Overbeck. naci mi ent ntoo de l a tr t r ag ageedia di a , la pri1872 Publicación de E l naci mer mera obr obra de gran env enve ergadu gadurra de N ietzsche tzsche y con la que pro propiamente puede decirse que da comienzo su andadura filosófica. En ella expone su concepción de lo apolíneo y lo dionisíaco. La obra está muy influida por las ideas estéticomusicales de Wagner y Schopenhauer. El libro no es aceptado entre la comunidad de filólogos ólogos prof profe esiona sionalles y le le granje granjea muchos muchos enem enemiigos; su mae maestro Ritschl le vuelve la espalda. Solo el círculo de los Wagner saluda la obra con gran alborozo. 18731875 1873 1875 E l prof profe esor Ni N ietzsche tzsche va sepa separándose rándose cada cada vez vez más del ambiente estrecho de los filólogos e interesándose por cuestiones que atañen al tiempo presente. Con afán polémico y de crítica social nacen los cuatro escritos intempestivos: D avid Strau trauss, el conf nfeesor y el escri tor, D e l a ut u t i l i dady el pre pr ej ui ci o de d e l a H is- t or i a pa parr a l a vida, Schope Schopenh nhau aueer como edu educcad ador or y R i chard har d Wa W agne ner r en Bayr ayr euth, ut h, que se se publ ublicará ya en 1876. 1876 El sueño de Richard Wagner, el teatro de Bayreuth, se inaugur ugura con gra gran po pompa. mpa. N ietzsche tzsche asiste apesadumb pesadumbrrado a las cel celebra bracion cione es, pues pues observa observa cómo todos todos los «f «filisteo steos» de A lemania mania se se citan citan para acl acla amar mar a Wagner; este, ste, con su Parsifal, se ha inclinado hacia el catolicismo, y con ello traiciona los ideales estéticos ticos que ambos ha había bían prof profe esado. sado. L a sal salud de N ietzsche empe empeor ora a 322
considerablemente: la debilidad de su vista apenas le permite soporta soportarr la la luz y los los dolor dolore es de cabe cabeza za son muy muy ag agudos. D ebe sol soliicitar citar a la uni universida versidad d una una excede xcedenci ncia a de vari varios os mese meses. s. Conoc onoce ea Paul Rée y con él pa parte a desca descansa nsarr a I talia talia, a Sorr Sorrento, nto, G énova nova y N ápol poles; los los dos amigos amigos vive viven n una una larga tempor temporada hospeda hospedados dos en casa casa de M alwi wida da von M eyse ysenbug, wa wagneria gneriana ent entusiasta usiasta,, gran amiga miga tambié también de E lizabe zabeth. th. 1877 18771878 Le L ee con pas pasión ión aT aT ucídi ucídide des, s, V olta oltair ire e, Mi M iche che let, D iderot.. derot.... Regresa resa a Ba Basile silea y comie comienza nza a tra trabajar en en H uma- no,, de no demasi masi ado hu huma mano no , obra que dedica a Voltaire y con la que se despide despide de cualqui cualquie er atisbo tisbo de misti mistici cism smo o y apuesta apuesta por la las cie ciencias positivas. La obra definitiva se publicará en 1879. Comprendía extensas recopilaciones de aforismos agrupados bajo los epíg pígrafe rafes de «O pini pinio ones y sent sente encia ncias» o «E «E l camina caminante nte y su su so sombra bra». Se pro produce la ruptu upturra con Wa Wagner. ner. 1879 Los L os intensos ntensos dolor dolore es fí físicos llegan gan a tal extrem extremo o que N ietzsche tie tiene que soli solicita citarr la la baja como profe profesor. La L a unive universi rsida dad d le concede una pequeña pensión ec>n la que el filósofo deberá mantener tenerse el resto resto de sus sus día días. A partir tir de su cese cese prof profe esiona sionall y hasta hasta 1889, año en que pierd pierde e las facultades cultades ment menta ales, es, co comienza mienza par para él una vida errante, siempre en buscai de mejores climas donde podrí alivia viar sus sus dolor dolore es que cada cada vez vez se itorna tornan n más más ag agudos. udos. Los comba te con grandes dosis de doral, elernento decisivo en el estallido de la crisis nervi nerviosa osa final que arruinar uinará á su me mente. nte. Los vera veranos nos miel< |u sarlos rlos en la la A lta E ngadi ngadina na,, en en SiL« SiL «M aria ria, en Suiz Suiza a, m im ua. qu. los invie inviernos rnos via viaja a Sai Saint Mor M oriitz, N iza, za, V enecia necia,, Gé G énova nova. I uii uiiu 1881 Publica A urora prime* ati atisbo sbo de la idea dea del del pern pernm min ¡i¡i rora,, pri to del «eter etern no reto etorno», una de de la las claves claves de de lo lo que se <<>ti<> >• ■■ mió mió la «metaf metafíísica sica de N ietzsche» tzsche»; con con elllo, seadivi divina na ya la I .1 ,u > tustr tustra. D e este mismo mismo año año su (entusi (entusia asmo smo .i|i .i| i i .ion. .ion.1.1. ■pin ( ,v d a t a
SIS
men, la ópe ópera de G eorg orge Bizet zet que par para N ietzsche tzsche simbo simbolizaba el
triunfo triunfo de la vida vida— con con su me mezcla de place placerr y dolor— olor— y lo lo instintivo frente a lo fa falso y lo lo decadente, decadente, encar encarnado en el el wagneri wagnerismo. smo. 1882 T raba una inte ntensa amistad mistad dur durante nte var varios meses con L ou von Sal Salomé, omé, a la que N ietzsche se siente siente unido unido espir spiritualtualmente; se enamora de ella y le hace propuestas de matrimonio, nci a. pero la joven rehúsa. Se publica L a gaya ci enci 18831887 18831887 Tras ras ser recha rechaza zado do por por L ou, N ietzsc tzsche he se enfra nfrasc sca a completamente en la escritura de sus libros, padeciendo constantes tes estados stados al alternos ternos de eufor uforiia y depr depre esión. sión. D ura urante nte una estanci stancia a en Sil Si lsM sM aria, en sol solo o diez día días esc escri ribe be la pri primer mera parte parte de A sí habló habl ó Z aratust aratustr a, cuyas cuatro partes restantes irán apareciendo aya ci enci nci a, M ás hasta hasta 1886. 1886. Se publ ublica la segund segunda a edici dició ón de L a gaya all al l ádel bie bi en y del mal y L a genealog al ogí ía de l a mo morral. al. casoo Wa W ag- 1888 En su último período de lucidez, escribe E l cas nerr , C r epúsculo ne ul o de l os ído doll os, E l anti ant i cr i st o, N i etzsche cont ontrr a W ag agne ner r multitud tud de escritos iné inédi ditos tos para una obra que y E ccehomo. D eja multi pla planea escribi scribirr; El E lisabe sabeth th För F örste ster rN N ietzsche los reunir reunirá años desdesvol untt ad depo pode derr . pués con el nombre genérico de L a volun 1889 En E n ene enero ro comi comie enza nzan a mostrarse en Ni N ietzsche tzsche graves raves síntomas de desequilibrio mental. Se produce su derrumbe psicológico cológico en una una cal calle de T urin urin.. Se le trasl traslada al mani manico comi mio o de Je J ena, ad adond onde acude su madre para cuida idarlo. rlo. 18901900 18901900 N ietzsche vive vive en N aumbur umburg en compl comple eta ena jen jenación ión me mental, ca casi ina inane, al al cu cuida idado de de su madre y de su hermana mana.. E n 1897, 1897, fa fallece Franzi nziska y El E lizabe zabeth th se se lo lllleva a Weimar mar, a V illa Silbe Silberbl rbliick, donde ubica la sede del del N ietzsche tzscheA rchiv funfundado por ella misma para preservar y popularizar la obra de su hermano hermano.. N ietzsche tzsche muer muere en Weimar mar, el 25 de agosto de 1900.
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Se l e c c ió n
d e o br a s d e f r ie d r ic h
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l'.N CASTELLANO
Obras
ntroducció ión, n, tradu traducc ccj,,,, j,,,, y E l naci naci mi ent o de l a tr t r ag ageedia, di a, I ntroducc notas de A ndré ndrés Sá Sánchez Pa Pascual cual. M adri drid, A lianza nza, 1973. C onside nsi derr aci aci one ness int inteempes mpesti vas, vas, I: D avid avi d Strau tr ausss, el conf onfeewr ,, ntroducci ducció ón, tra traducci ducció ón y nota notass de A ndrés Sá,1( |)r/ el escr i t or . I ntr Pascua cual. M adri drid, Al A lianza, nza, 198 1988. Sobre Sobre l a ut ut i l i dad y el per per j ui ci o de la his hi stor i a para par a la vic vichhi Traducció ducción n de D ionisio ionisio Ga G arzón. M adrid, drid, l.da l.daff, 200 2000. 0. ducción, pról prólog ogo o y,1()| r Schope opennhau aueer cor no edu educcador. ador . T raducció de L uis Fe Fernando rnando Mor M ore eno ( lia liaros. ros. M adri drid, Va V aldem ldemar, 19lJy ols.) Intro I ntroduce ducen n H umano, umano, de demas masii ado humano humano, I y I I (2 vols.) de M anue nuel Barrio rrioss Ca Casares sares.. Traducció T raducción n de A lfre lf redo do Br Broton, ton, M uñoz. M adrid, drid, A ka kal,l, 1996. ducción de G enoveva noveva D ieter terich. Barc Barce elona lona, A llu A urora urora.. T raducción E ditori ditorial, 19 1999. rólogo o de A gustí gustín n I zquierdo zquierdo.. TradiiCc iiCciA* iA* L a gaya ci enci nci a. Prólog de J osé osé M ardomingo. rdomingo. M adri drid, Eda E daff, 2002. 2002. ntroducci ducción, tra traducció ducción y notas ,1« ,1« A síhabló habl ó Z aratust aratustr a. I ntr A ndré ndrés Sánche Sánchezz Pascual cual. Ma M adri drid, Al A lianza nza, 1972 1972.. ntroducción, ón, tradu traducc cciión ynot4 ot4s M ás all al l ádel bie bi en y del mal. I ntroducci de A ndrés Sánche Sánchezz Pa Pascual cual. M adri drid, Al A lianza nza, 1983 1983..
L a geneal og ogí ía de d e la moral moral.. I ntroducción, traducc traducció ión n y notas notas
de A ndrés ndrés Sá Sánchez nchez Pa P ascua cual. M adri drid, Al A lianza nza, 1972 1972.. C r epúscu scul o de de los los ídolos dol os.. I ntroducc ntroducció ión, n, tra traducción y nota notass de A ndrés Sánche Sánchezz Pa Pascual cual. M adri drid, Al A lianza nza, 1973 1973.. N i etzschecont ontrr a Wagner. (Contiene E l cas casoo Wag W agne ner y N i etzsche contr nt r a W ag agne nerr ) Prólogo de Begoña Lolo. Traducción de José Luis A ránte ránteg gui. M adri drid, Edicione E dicioness Sirue Siruella, 2002. 2002. E l anti cr i sto to.. I ntroduc ntroducció ción, n, traducc traducció ión n y notas notas de de A ndrés ndrés Sánche Sánchezz Pa Pascua scuall. Ma M adri drid, A lianza nza, 1974 1974.. E ccehomo. I ntroducció ntroducción, n, tra traducción ducción y notas notas deAndrés ndrés Sá Sánchez chez Pa Pascua cual. M adri drid, Al A lianza, nza, 197 1971. Esc r
i t o s d e j u v e n t u d
D e mi vi da da,, escri tos au autt obio bi ogr áfi cos dej u ven ven t u d (18 (1856 561 186 869) 9)..
Prólog rólogo, o, tra traducción ducción y notas notas de L uis F ernando rnando Mor M ore eno Cla C laro ross. M adri drid, Va V aldem demar, 199 1997. L e c c io
n e s y c o n f e r e n c i a s
H ome merr o y l afi l ologí ol ogía cl ási ca. En: Rafael Gutiérrez Girardot: N i etzschey l af i l ologí ol ogía cl ási ca. A nejo nall ecta M alaci alaci t ana ana,, nejo XV X V de A na
M álaga, ga, Uni U nive verrsidad de M álaga, ga, 1997 1997.. L afi l osof osof ía en l a é poca oca t r ági ca de l osgri gr i egos (L ecci one ness sobr sobre e losfi l ósofospre pr eplat pl ató ónic ni cos). T raducc raducciión, prólog prólogo o y notas notas de L uis Fe Fernando nando Mor M ore eno Cl Claros ros. Ma M adri drid, V aldem ldemar, 1998 1998.. E l cu cul t o gr i ego a los dio dioses. E studio tudio preliminar, preliminar, traducc traducció ión ny notas notas de D iego Sánche Sánchezz M eca. ca. M adri drid, Al A ldeba debarrán, 1999 1999.. Sobre Sobre el por veni veni r de nues nuestr as escue uell as. as. Traducción de Carlos M anza nzano. no. Barcelona rcelona, T usque usquets, ts, 2000. 2000. 326
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tín tí n I zquierdo zqui erdo M i'li i' lii* i*l. l. I ilitu li tuii i.il i.il li l i ' cnos, cnos, I*) I *)* *)'). ').
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ación de F ern ernando ando C or r espo pond ndeenci nci a S■I■. . mu ¡.¡. .. litació Savate vater. r. I ntroducc ntroducció ión, n, ii nl n lu........i , urna urnass de F elipe elipe G onzá nzález V iceu. iceu. M adrid, drid, A guil.u il.u,, I *)íí‘ íí ‘* E pisto pistoll ario ari o. (Selci (Selci t ion.) I <11
Indier
Prólogo, 7 I ntroducción, ntroducción, 21 F r i edri ch N i rt ’H ’ Hh? t u tus tus tih ti hhi s U na cart; cart;ii ilc ilc l'i in¡i I¡ I Ii i •li* li* * m»l>■
Primer mer apartado. Su n.i n.iun.i un.illt . i '■I Segundo Segundo aparta artado. do. Sus :i m i. •....... ........ iniu 101 ¿07 Te T ercer apartado. KI ••Msirina .1. i liri/ liri/ v hr, ¿07 Cronología dr l.i vida y Li nln j <1. 1 n. i l i i i li Nietzs Nietz s che, 31 9 S elec el ección ción clt clt‘‘ ohi.ii.i- , i Ir 1¡i ir i(i i< l» 1l 1 l i n /Ml i r t-n t-n cas tellano, te llano, 32 5