Dar, dar y dar ¿Hasta los ojos? Ensayo de la película “Te doy mis ojos”
Por: Laura Esthefany Amador Ledezma “Te doy mis ojos” es una producción cinematográfica de Icíar Bollaín que aborda como temática central la
violencia de género, reflejada en la historia de una pareja, conformada por Antonio y Pilar, donde vemos a Pilar atemorizada ante la presencia y el agresivo contacto físico que en varias ocasiones tiene su marido con ella. Mientras que en Antonio veremos un hombre con una necesidad de control excesivo, una dificultad para canalizar su agresividad que termina estallándole en la cara a su esposa, pero frente a estas situaciones no veremos la dualidad del bueno y el malo o la víctima y el victimario, si no que veremos una dinámica establecida por ambos ya que si hay “victimarios” que agreden, veremos “victimas” que permiten. Para el desarrollo del
presente ensayo se trabajaran tres puntos centrales: el ciclo de la violencia, la dinámica que se establece en la pareja y finalmente el ¿porqué del título de la película?, con un enfoque teórico psicoanalítico psicoanalítico que responda a las inquietudes de la psicología forense. Donde veremos la delgada línea entre lo simbólico y lo real y sobre todo como ciertas mujeres, representadas en el caso de la película por Pilar son capaces de darlo todo por sus matrimonios, sus maridos y sus familias, incluso capaces de dar sus ojos. Ciclo de la violencia. I.
Fase de acumulación de tensión.
Consiste en la acumulación de distintos sucesos que van aumentando la hostilidad en la pareja, sucesos que pueden incluso no estar relacionados a los conflictos de la pareja pero que al provocar el malestar en uno de los cónyuges llega a producir un conflicto significativo. Una escena ejemplificadora de esta situación es aquella en la que Antonio es víctima de la burla de su hermano al expresar una idea para mejorar la construcción de la casa y ser menospreciado, esta tensión se va acrecentando mientras en el auto habla con Pilar y cualquier comentario emitido por ella es puesto en duda y atacado por Antonio hasta que llega un punto explosivo en el que él empieza a gritar tanto a Pilar como a Juan (su hijo). Sucesos como este son reiterativos reiterativos en la pareja con el tiempo, la tensión entre la pareja aumenta y también la frecuencia de los incidentes violentos físicos y psíquicos, cualquier circunstancia o evento externo puede romper el delicado equilibrio de la pareja tal como vemos en el ejemplo y desembocar en una contienda protagonizada por dos, pero sufrida solo por uno. Esta fase es constante durante el inicio y el nudo de la película, donde se esclarece la tensión evidente que existe en la pareja, Pilar se resiste a regresar con su marido, luego del inevitable escape de ella con su hijo. Aunque luego vuelve con él y el ciclo reinicia. A pesar de haber abandonado a su marido por los constantes maltratos que ella recibía vuelve a la misma situación, posiblemente se trataba de un vaivén entre las fade la violencia, es ahí donde se hacen cíclicas estas situaciones. II.
Fase de explosión de violencia, o fase aguda.
Se refiere al momento en que finaliza la acumulación de tensiones y el proceso ya no responde a ningún control. Los componentes de la relación, es decir los cónyuges, llegan a un nivel en el que su rabia no tiene mayor cabida y emerge una explosión de la misma, en esta fase se produce la agresión psíquica y/o física sin límites.
La información que se tiene de esta segunda fase es la proporcionada por las mujeres (en la mayoría de casos “victimas” de la violencia de género, aunque hay registros de hombres que también se ha llan en esta posición). Finalizada esta fase caracterizada por la turbulencia tanto física como afectiva y psicológica, se produce una situación de calma, de shock, negación e incredulidad de que el episodio haya realmente sucedido. Pese a los esfuerzos de Antonio por seguir los consejos del psicólogo, su personalidad violenta, inseguridades e incluso el componente machista de la sociedad occidental prevalecen y continua con los ataques tanto físicos como psíquicos a su mujer, aunque en ocasiones abortados, intentando hacer lo que dice su psicólogo y empleando el “Tiempo fuera”, pero sin resultados ya que acaba desnudando y humillando públicamente en un balcón a Pilar, su esposa en una verdadera explosión de violencia, finalizando este episodio abrupto sobreviene una situación de calma, en la que el personaje de Pilar tiene un punto de giro dramático y ya no le quedan dudas respecto al que hacer con su vida y decide marcharse, poniéndole fin a su rol como víctima. III.
Fase de arrepentimiento o “luna de miel”.
Esta fase se compone por el arrepentimiento y las demostraciones de afecto del agresor, quien después de lo acontecido intenta recuperar la confianza y el amor de su pareja. Con respecto a la ficción que presenta Bollaín vemos un claro ejemplo que ilustra esta fase: Manteniéndonos en la línea del ejemplo usado anteriormente para la Fase I, en el auto, posterior a los gritos y los insultos desde la posición de espectadores vemos como Antonio intenta reparar lo sucedido con Pilar y Juan llevándoles obsequios, en un intento de enmendar lo que ha hecho, y demostrando afecto no sólo a su esposa, también a su hijo. Otro ilustre ejemplo es todo el período de reconquista que ejecuta Antonio para convencer a Pilar de volver a su casa. Flores, aretes, mensajes, promesas de cambio y una actitud aparentemente “distinta” son los componentes para que Pilar tras esta “luna de miel” decida volver a su casa junto a su “renovado” marido.
El fin de la segunda fase y la entrada en la tercera es algo muy deseado por ambos miembros de la pareja. El agresor(a) se disculpa por el comportamiento agresivo manifestado, expresando su arrepentimiento y su deseo de cambiar de actitud, así como la promesa de no volver a repetirlo en el futuro. La esperanza y el deseo del agredido(a) de que realmente sea cierto lo que promete su pareja, hace que perdone lo ocurrido y prosiga con la relación. Sin embargo, a lo largo del tiempo que dure la relación de pareja, estos episodios se repiten con una frecuencia mayor en un lapso más corto de tiempo y generalmente van aumentando en intensidad. En cuanto a la aparición de la violencia, Walker (1984), señala que los primeros indicios de violencia se pueden presentar ya durante el noviazgo, y en actitudes y conductas que inician como pequeñas y se van acrecentando.. No hay que olvidar, que en la mayoría de ocasiones, la violencia física va precedida por la psicológica, con menosprecios, insultos, un control excesivo y humillaciones. Progresivamente, las agresiones psicológicas van aumentando hasta llegar a la agresión física, momento en el que hay un pasaje al acto o donde ya no es suficiente el registro simbólico, y se necesita pasar al registro de lo real para sentir que se tiene el poder o el control. Dinámica establecida.
Desde un enfoque teórico psicoanalítico podemos identificar la dinámica establecida en la triada Antonio- PilarJuan, se torna cíclica pues se hacen constantes y reiterativas las fases, tanto la acumulación de tensión, las agresiones y los arrepentimientos. Se puede pensar en un apego al síntoma, esclareciendo esto se trata de una dinámica donde la mujer se aleja y vuelve al lado de su esposo, vemos el goce por parte de Pilar, y una pulsión
de muerte que cada vez se acerca más a lo literal que a lo figurativo. Se denota el desencuentro de los sexos donde Lacan va a señalar la no relación sexual. La imposibilidad de este encuentro, entre hombre y mujer debido a que ambos gozan de diferente manera y no es posible un entendimiento si no es tapado por el velo de lo imaginario. En la película es claro que Pilar tiene su deseo puesto algo más: el arte, específicamente el arte pictórico de El Greco, aquello no puede compartir de forma simbólica con Antonio debido a que este no muestra interés en lo mismo y es afín a un estilo de más rutinario, propio de la obsesión, aquí es donde se suscita el desencuentro de los sexos, cuando un cambio amenaza la continuidad de un modo de goce, el del agresor, por supuesto. En la historia la posibilidad de un cambio en la vida de la pareja amenaza el estilo de vida de Antonio, Freud llama a esta situación “desmezcla pulsional” propia del obsesivo que se trata de la imposibilidad de tramitación de la economizacion de las mociones pulsionales debido a la falta de recursos simbólicos para tramitar la misma. Dando como resultado un abrupto relacionamiento con el medio o el otro, en este caso Pilar. Finalmente podemos pensar la posición de Pilar desde la histeria, ya que a pesar de ser violentada constantemente por su marido y esto llegar a producirle displacer, le da un beneficio secundario al mantener la posición dada por la madre, y la necesidad de significarse en el otro, manteniendo su lugar como madre y esposa. ¿Por qué del título de la película?
El título de la película personalmente viene del acto de coqueteo que sostienen Pilar y Antonio donde ella entrega varias partes de sí misma a Antonio en un acto simbólico de seducción durante el noviazgo, es decir, se entrega a él pero no se entrega completa, lo hace en partes. Este juego simbólico llega a lo real el momento en el que ella se “ciega” ante la situación de violencia, negándola ante su madre y su hermana y no enfrentándola, por otro lado sólo escapando “a ciegas” y volviendo a su hogar guiada –puesto que no ve por si misma- por
Antonio, pero no recupera sus ojos, ya que quien mira, delimita y señala el camino por los dos, es Antonio. Él es quien ve por la pareja, por él y por Pilar. Es el momento del final cuando frente a un verdadero tyche, a un encuentro crudo con lo real Pilar recupera sus ojos y al hacerlo deja de ser de Antonio y recupera no sólo sus ojos, también su dignidad y su vida. Ella “ve” al fin su verdadero camino, se libra de la idea instaurada por su madre de que una mujer necesita un hombre a lado y comienza su travesía sola. Finalmente y a modo de concluir el presente ensayo, además de la calidad interpretativa de los actores, y la impecable dirección de Bollaín, el film “Te doy mis ojos” presenta una temática sumamente conflictiva: La violencia de género que de ser tan resonada ya ha caído en el cliché y no causa actualmente el mismo impacto que antes, situación que debería ser repudiada puesto que el infringir cualquiera de los derechos humanos debería llamarnos a la reflexión no como psicólogos, como seres humanos. A pesar de poder teorizar desde cualquier enfoque teórico el por qué y el cómo de estos acontecimientos, no debe quedarse en una simple teorización, se deben buscar acciones preventivas (esto si nos compete como psicólogos) no para juzgar ni castigar, sino para llamar a la reflexión y hacernos cargo, respondiendo la cuestionante en este tipo de situaciones: Dar,dar y dar ¿Hasta los ojos?.
