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EL PENSAMIENTO ECONÓMICO ECONÓMICO DE JOSÉ ANTO
MANUEL FUENTES IRUROZQUI
EL PENSAMIENTO ECONÓMICO DE JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA Prólogo de JOSÉ M.ª GUTIÉRREZ DEL CASTILLO Consejero Nacional MADRID, 1957
JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA ¡PRESENTE!
EL PENSAMIENTO ECONÓMICO ECONÓMICO DE JOSÉ AN
ÍNDICE Prólogo, por José Mª Gutiérrez del Castillo.....................................................................................4 I.—Preliminar ................................................................... ...................................................................................................................................5 ................................................................5 II.—José Antonio y su época...........................................................................................................6 III.—José Antonio estudia y trabaja...............................................................................................14 IV.—José Antonio actúa en política...............................................................................................18 V.—José Antonio y la economía nacional ......................................................................... ..................................................................................... ............ 23 VI.—José Antonio y el campo español..........................................................................................28 VII.—José Antonio ante otros temas económicos.........................................................................35 VIII.—José Antonio y la cuestión social.........................................................................................40 IX.—El sindicalismo de José Antonio .................................................................... ............................................................................................ ........................46 46 X.—José Antonio y la España actual.............................................................................................50
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PRÓLOGO DE JOSÉ Mª GUTIÉRREZ DEL CASTILLO Consejero Nacional. Una vieja amistad consigue esta vez que un libro de Economía esté prologado por quien es ajeno a estas materias, que requieren auténtica y difícil especialización. Pero también, quizá, la honda raíz política de esta obra sirva de justificación para que en su comienzo figuren estas líneas mías, porque me las pide un amigo, porque siento muy hondo la directriz que aquí se sigue para solución de nuestros problemas económicos y porque es tentador unirse a la ventura—un libro siempre lo es—que tan diestramente pilota Fuentes Irurozqui. Lo considero muy importante como estudio serio, concienzudo, de toda una doctrina que tiene una actualidad y una fuerza innegable. Fuentes Irurozqui nos demuestra que no fueron meras frases lo que venimos a seguir, sino todo el teorema del modo de hacer una Patria que caminase al compás de los otros pueblos con sus concepciones propias. El sigue la trayectoria del pensamiento de José Antonio, donde se busca la estructuración hacia un Estado Nacional-Sindicalista, recoge toda sugerencia y hasta toda intuición con sugestivo interés. No obstante, lo más importante de este libro, como en toda obra humana, es el hombre. Esta es la obra de un hombre fiel a sí mismo, fiel a su vocación y fiel a su generación; a esta generación obligada a dar todo y a servir como línea de conducta a una idea y un hombre—José Antonio—, que casi tan joven como ellos, mucho más generoso, constante y noble, enseñó a caminar y querer con altura a quienes hoy buscan formas que mantengan en permanente presencia a José Antonio en el alma y en la vida española con la fecundidad de su esfuerzo, por el camino difícil del servicio a esta Patria nuestra, tan hosca, tan escondida, tan soberbia y tan magníficamente posible. Lo mejor de su obra es que nos da cuerpo, peso específico, ayuda a demostrar que no somos una generación de soñadores. Nuestra realidad, nuestras realidades están sobre la vida de España todos estos años: el sentido social en la estructuración y la forma del Sindicalismo arraigado en la legislación estatal, lleva a la conciencia de nuestro pueblo la necesidad de resurgimiento, de dignidad y de fe en sus destinos, así como tantas cosas hermosas a las que dimos aliento y cauce. Leyendo el libro de Fuentes Irurozqui tenemos ante nosotros la obra concreta, necesaria y marcadora de una ruta realizada con todo tecnicismo y estilo de buen economista. Sobre todo es fruto del hombre fuerte que no vaciló, que soportó el desencanto sin claudicar y que mantiene su fe. Esta obra nos envía, además, su mensaje, un mensaje que nosotros entendemos claramente. Es el mensaje del esfuerzo, de la madurez y de la fidelidad. Bienvenido y bien entendido sea entre nosotros, los que estamos juntos, y para los que vendrán también en un futuro a pensar, a sentir, a servir, como nosotros, su destino de españoles. Yo le felicito y me felicito de poder encontrar, a través de tantos años transcurridos, la inmutable riqueza de un amigo y de un camarada. J. M.ª G. DEL C.
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I PRELIMINAR EL día 11 de junio de 1949 pronunció quien esto escribe una conferencia en el salón de actos de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Madrid. Al día siguiente dio a la imprenta las cuartillas, ampliadas con notas y varios capítulos que no cupieron en la limitación de tiempo que toda conferencia impone para no cansar en exceso al paciente auditorio y, pocos días después, vio luz un libro titulado "Trascendencia de lo económico en el presente de España". Se quiso, en aquella sazón, divulgar—nunca ha sido otro nuestro modesto propósito—las causas que conducían a nuestra Patria a la situación de dificultad que su economía estaba atravesando en la hora crucial del cerco económico a que la incomprensión mundial, azuzada por el odio y el rencor, nos había llevado. Entre los capítulos del libro sentimos especial cariño por el V, titulado "Lo Económico y Falange Española" y aún hubiéramos ampliado y desmenuzado sus principales extremos de no habérsenos interpuesto las obligaciones profesionales que nos llevaron a los pocos días a vivir, por varios años, en añoradas tierras americanas, donde pretendimos seguir sirviendo —como, a juzgar por las relaciones adquiridas y las ventajas conseguidas, hicimos—a España. Hoy, de regreso ya—ignoramos por cuánto tiempo—al hogar de los mayores—, y no sólo acalladas, sino destruidas, por la razón que el tiempo nos ha concedido, las airadas voces que discutían los puntos de vista de una política nacional, abierta a toda convivencia siempre que no le fueran impuestas claudicaciones inadmisibles, estimamos que ha quedado por hacer, dentro de nuestra ya amplia bibliografía (la española en general y la propia en particular), el libro que a la clarividencia de José Antonio Primo de Rivera le es debido como homenaje de nuestra generación que también fué, es y será—porque así lo quiso esa inexorable maestra que es la Historia—la suya, la de quien, con sacrificio de su propia y juvenil vida, dio savia y derramó simiente para conseguir transformar la España que nos dolía en la España que nos ha de enorgullecer. Escribimos por ello las páginas que siguen con humilde unción, con acendrado afecto hacia la figura que el decurso del tiempo agiganta, de aquel conductor de minorías selectas que intuyó, siquiera fuera sin profundizar en ello más que lo que unos pocos años —del 33 al 36— le permitieron, cuál tendría qué sen para redimirnos de supeditaciones inadmisibles y de miserias inaceptables, el verdadero cauce por donde tendría que discurrir la economía española del futuro, de un futuro que es ahora presente y, en ocasiones, incluso cuenta ya como recentísimo pretérito.
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II JOSÉ ANTONIO Y SU ÉPOCA EL mundo en que nos movemos fué siglo xix hasta la primera guerra mundial. Nada cambió al verificarse el tránsito de 1899 a 1900. Los gigantescos avances—los que entonces parecían gigantescos avances— de la técnica en la centuria de 1770 a 1870 definen toda una etapa de la vida de la Humanidad que se extiende hasta 1914. El maquinismo, iniciado con la máquina de vapor ideada por James Watt en 1769, cubre todo el período. En dicho año Cartwright inventa la hiladora hidráulica y en 1772 la perfecciona Hardgreaves, mejorándose luego, en 1825, por la Sel-factor de Robert. En 1776 Adam Smith publica su "Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones" y Norteamérica, reducida a 13 colonias, se proclama independiente. Dos años antes Arkwright, barbero y albeitar, organiza la industria textil y en 1789 se desata la tormenta de la Revolución francesa en un París que seis años antes contemplaba en los Campos Elíseos la elevación del primer globo Montgolfier. En 1794 Volta inventa la pila eléctrica. En 1815 se celebra el Congreso de Viena con la teoría del equilibrio en el que, más o menos, vivió Europa un siglo. En 1825 se inaugura en Inglaterra en primer ferrocarril, en 1839 en Alemania y diez años más tarde en España. De 1820 a 1870 evolucionan todas las Constituciones políticas hacia el parlamentarismo y el régimen constitucional con el decantado sufragio universal. En 1861 se constituye la unidad italiana y en 1870 se proclama el imperio alemán y ganan los prusianos la batalla de Sedan. Aparece el Capital como fuerza y adopta carácter social. En 1847 Marx lanza con Engels su "Manifiesto Socialista". Las concentraciones fabriles despueblan el agro, establecen clima adecuado para la abolición de la servidumbre y surge con pujanza una nueva clase social: la clase obrera, desapareciendo la artesanía y las Cofradías, Corporaciones y Gremios, surgiendo el "hombre máquina" o, aún peor, el "hombre-pieza de máquina", quien, paralelamente a su cada vez más concreta preparación laboral, aumenta su cultura general, crece en ambiciones, en comodidades y en convencimiento de su propia fuerza gracias a la ley del número que revalida con el sufragio universal amplio y con las nuevas teorías revolucionarias de ideas y derechos. El capital utiliza, y muchas veces explota, al obrero: los capitales se concentran y los capitanes de industrias, alejados del productor, que en la época artesana compartía con él esfuerzos e ilusiones—e incluso el hogar—, endurece sus sentimientos. El trabajador obrero, consciente de la fuerza de la unión, se coaliga y vienen las luchas de clases que incluso se superponen mil veces al sentimiento de solidaridad humana, nacional y política. Al mismo tiempo aparecen los países ricos y los países pobres. Clases de Estados, como clases sociales. Y la injusticia esta exacerba los nacionalismos, que se evidencian como las injusticias sociales al poderse más fácilmente contrastar por la rapidez de comunicaciones, la velocidad de los transportes, las ampliaciones de los intercambios y el mejor conocimiento de los hechos que la prensa, el teléfono y otros adelantos se apresuran a divulgar. España, por su parte, va desangrándose en pugnas exteriores y en luchas internas. El siglo xix presencia enormes cambios dinásticos y culmina con la pérdida de nuestros últimos vestigios del Imperio donde otrora no se ponía el sol. Absolutistas, liberales, dinásticos, monárquicos, carlistas, isabelinos, republicanos; alteraciones del orden público, gabinetes ministeriales de corta, de efímera duración. La liquidación de las colonias y el trastorno financiero de nuestra Hacienda se prolongan durante los últimos reinados y se recrudecen a partir de Fernando VII, pasando por Isabel II, Amadeo I, la República, la Restauración, Alfonso XII, la Regencia de Doña María Cristina y hasta el reinado del último monarca de nuestra Historia. En 17 de mayo de 1902 alcanzó Don Alfonso XIII la edad que le capacitaba para ejercer su reinado. Nacido ya rey, como hijo póstumo de Alfonso XII, fué educado en ambiente de monarca y desde niño reconocido por tal junto a la regencia de su augusta madre, severa y rígida, plena de buena voluntad más que de suerte, quien atendió, con celo singular, a la formación cultural y espiritual del futuro Jefe de Estado tanto como al robustecimiento de una salud que parecía precaria. Todo Madrid conocía día por día las actividades del niño-rey sometido a normas de higiene estrictas, vigilado celosamente en sus comidas y acompañado en sus paseos por la señora de Tacón, su aya, que lo llevaba a dar una vuelta por la Casa de Campo hasta que su edad le permitió variar esta EL PENSAMIENTO ECONÓMICO ECONÓMICO DE JOSÉ AN
distracción por más largos paseos en coche, generalmente tirados por muías, y acompañado de alguno de sus profesores, alargándose hasta las vecinas arboledas del próximo monte del Pardo. En 1902 Don Alfonso se encuentra con una España propicia y alegre. Las guerras de Cuba, Filipinas y Estados Unidos van siendo olvidadas, las finanzas han ido mejorando gracias a las reformas fiscales, especialmente de Bravo Murillo y Villaverde. Los partidos políticos se aglutinan en dos sectores—conservador y liberal—sometidos al turno, inaugurado por la Regente; el partido republicano, desaparecidos sus líderes, ha decaído y el socialista es tan sólo incipiente. Madrid era una capital—trasunto de amplia villa manchega—distinguida, fina, de ambiente reducido, jovial, trasnochadora e íntima. Pequeños sucesos, fiestas de toros, galanterías de teatro, hablillas sociales que se deslizaban sin daño y sin dolor. El pueblo de Madrid, el mismo aún del 2 de mayo, era en los barrios bajos manolo y chispero. Y la aristocracia, vengada de pasadas etapas de preterición, era tan castiza como el pueblo mismo. Por las verbenas desfilaban personajes célebres, como la ex princesa de Asturias, la Infanta Isabel en su milord, la marquesa de La Laguna—Concha Laguna— en su coche de ruedas verdes y la carretela de la duquesa de Nájera, que en las tardes de toros surcaban la calle de Alcalá arriba mezcladas—en respetuosa mezcla—con las mañuelas y los simones, las galeras y carretelas, en que se asomaban mantillas blancas y negras, en tanto en los primitivos tranvías de tracción animal se arracimaban los representantes del pueblo bajo, piropero y menestral. Las diversiones se limitaban a estas expansiones verbeneras y taurinas al aire libre, a la "parada" de la guardia y a las mascaradas de Carnaval, en tanto a lo largo del año los espectáculos teatrales convocaban a los madrileños ora en el Real, ora en los locales de comedia y zarzuela o finalmente, y como novedad de entonces, en los incipientes teatros de variedades, en "El Japonés", instalado donde hoy está el Banco de Bilbao, saliendo a escena las artistas por vez primera con mallas, moda iniciada a fin de siglo y tímidamente por la Geraldine y la bella Chiquita y seguida después, con piezas cortas, como aquella titulada "Al agua, patos", que ilusionó a nuestros abuelos, o con "El Pacha Bum-Bum y su harén", donde surge a la vida teatral la belleza incitante de "La Fornarina", For narina", El Madrid de principios de siglo, con "escándalos" como éstos, iniciaba, jaranero y jovial, sin mayores núcleos obreros que los "pobres" albañiles o los "honrados cajistas", su crisis de crecimiento a la luz del gas recientemente introducido como alumbrado público, vigilado en el día por los guardias vestidos de encarnado y llamados por ello "Guindillas" y de noche por los serenos que había de popularizar y consagrar la "Verbena de la Paloma" en años posteriores. La gente bien era toda ella conocida. Populares eran también algunos golfillos, las floristas, los camareros y desde luego toreros y artistas de todo género. Los estudiantes vivían su bohemia y en las aulas se pensaba más en diversiones que en estudios, y el orden, salvo algaradas sin más finalidad que anticipar las vacaciones o prolongarlas, reinaba en la calle Ancha de San Bernardo—la estrecha fué Peligros— o en la de Atocha, sede de los futuros galenos, desde donde Ramón y Cajal daba fama a España por el mundo. Madrid gozaba, Madrid era optimista y algo—quizá mucho—inconsciente—. Vivía en pleno siglo xix como el resto del mundo, y un rey mozo, espigado y galante le venía perfectamente adecuado. En el Madrid de la Coronación, durante la primavera—mayo—de 1902 la alegría se desbordaba. Llegaron a la villa y Corte multitud de príncipes y grandes señores extranjeros, como Wladimiro de Rusia, el archiduque Eugenio, el duque de Connaught, el príncipe de Prusia, el duque de Oporto, el príncipe Nicolás de Grecia, hasta el maharajá de Kapurtala, que en el "Kursaal", abierto aquellos días en el "Frontón Central", se enamoró de Anita Delgado—una de las dos "Hermanas Camelias"—y se casó con ella, convirtiendo a nuestra compatriota en maharajaní, en tanto su hermana se casaba también con un millonario. EL PENSAMIENTO ECONÓMICO ECONÓMICO DE JOSÉ AN
*** En este Madrid, a menos de un año de distancia, en la subsiguiente primavera, nació el 24 de abril de 1903 el primogénito de una ilustre y aristocrática familia española: José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, hijo de don Miguel Primo de Rivera y Orbaneja y de doña Casilda Sáenz de Heredia y Suárez de Argudín. Don Miguel Primo de Rivera, sobrino del Capitán General don Fernando Primo de Rivera y Sobremonte, primer marqués de Estella, título que luego heredaron don Miguel y José Antonio, sucesivamente, era militar y había servido en los territorios de Ultramar. En Filipinas fué ayudante de su ilustre tío y de vuelta a la Península casó, y destinado en Madrid, en el Madrid del que hemos dado una impresión sucinta, tuvo su primer hijo en el mes de abril de 1903. Por entonces, quien al correr de los años—veinte años después—iba a ser Jefe del Gobierno de una llamada "Dictadura", era un bizarro militar, apreciado y querido por sus jefes, compañeros y subordinados y a quien todos auguraban un brillante porvenir castrense y días de gloria, como en efecto dio a su Patria durante su vida de servicios al Ejército y a la Nación. Sucesivamente otros cuatro hijos alegraron al matrimonio Primo de Rivera: Miguel, Pilar, Carmen y Fernando. Al nacer este último falleció la madre, dejando huérfanos a los hijos cuando José Antonio contaba cinco años, en 1908. *** En la fecha del nacimiento de José Antonio estaba en el poder el Ministerio Silvela, que duró hasta el 20 de julio. Poco días antes de nacer—el 14 de abril (otro 14 de abril)—, en Valencia los republicanos, escindidos en dos grupos—de Blasco Ibáñez o blasquistas y de Rodrigo Soriano o sorianistas—, llegaron a las manos en una verdadera batalla callejera. Las preocupaciones sociales llegaron a culminar dando origen a pretender su canalización y encauzamiento a través de órganos del Gobierno que, al siguiente día de nacer el futuro Jefe de Falange, creó, como algo que pudiéramos hoy considerar coincidencia en forma de presagio, el "Instituto de Reformas Sociales", organismo del que se derivaron posteriormente ramas frondosas de la Administración (incluso el Ministerio de Trabajo). Por entonces Gasset, desairado en la formación del Gabinete, se dio a predicar por los pueblos su "política hidráulica", parte del programa de Costa. Se inició una violenta campaña de "Maura, no" y "Maura, sí", y en las elecciones generales del 23 de abril y 10 de mayo los republicanos sacaron íntegras sus candidaturas en Madrid, Barcelona y Valencia. Esto y la "ley de Escuadra" que molestó a los marinos, hizo caer al Gabinete Silvela sustituyéndolo otro presidido por Villaverde, con González Besada en Hacienda y Gasset en Agricultura. El 5 de diciembre juró otro Gabinete presidido por don Antonio Maura, con Osma Osm a en Hacienda y Allendesalazar en Agricultura. 1904 fué un año caracterizado por huelgas y atentados antirreligiosos. El 28 de abril se produjo una gran catástrofe en la mina "La Reunión", próxima a Córdoba, y fallecieron a consecuencia de la explosión de grisú 57 obreros. El 8 de abril Inglaterra ajustó con Francia un convenio sobre Marruecos, a consecuencia del cual se concertó otro el 7 de octubre en París entre nuestro Embajador León y Castillo y el Ministro de Negocios Extranjeros francés, M. Delcassé. A consecuencia de una reforma del Ejército creando el Estado Mayor y pretendiendo nombrar jefe al geral Loño, uña y carne del Ministro Linares, cayó el Gobierno en diciembre, designándose otro presidido por el general Azcárraga. De nuevo, en 1905, fué Villa-verde Presidente del Gobierno hasta junio, ocurriendo durante su mandato la catástrofe del hundimiento en Madrid del tercer depósito del Canal, muriendo 40 obreros y el atentado (en mayo) en París a Su Majestad el Rey, en viaje oficial, existiendo indicios de relación entre los autores del atentado y los grupos anarquistas de Barcelona, entre los que destaca Francisco Ferrer Guardia. EL PENSAMIENTO ECONÓMICO ECONÓMICO DE JOSÉ AN
El 21 de junio entró un Gabinete liberal presidido por don Eugenio Montero Ríos, con Weyler en Guerra, y poco después en Guerra y Marina, con agitaciones catalanistas extraordinarias, publicándose en el periódico catalán "Cut-Cut" caricaturas injuriosas para el Ejército, que dio origen a que un grupo de oficiales asaltara este periódico y el diario "La Veu" y temerse que en Madrid los militares de guarnición asaltaran el Congreso. Un cuarto Ministerio de 1905 fué presidido por Moret, y el general Luque entró en el Ministerio de la Guerra y Romanones en Gobernación. En 1906 se creó "Solidaridad Catalana" y tuvo como hecho culminante en Madrid el atentado en la boda del Rey, con la bomba de Mateo Morral y 23 muertos y cien heridos. A fines de año se produjo la crisis del "papelito" o de la carta, y después de un Gabinete transitorio presidido por el mismo Moret, en 3 de diciembre se constituyó otro presidido por el marqués de la Vega de Armijo. La Conferencia de Algeciras fué el más importante acto de carácter internacional de 1906. En enero de 1907 fué sustituido el marqués de la Vega de Armijo en la Presidencia del Gobierno por don Antonio Maura, con el general Loño, de nuevo, como Ministro de la Guerra. Guerr a. El 1.°de 1.°de julio fall eció este general y le sustituyó el Capitán general don Fernando Primo de Rivera, quien desempeñó la Cartera hasta 1.°de 1.°de marzo de 1909, en que renunció a ella por motivos de salud. Antes de seguir adelante hemos de señalar un hecho importantísimo en la Historia de España, en el que intervino, por su carácter de Ministro de la Guerra, directamente, el primer marqués de Estella. Nos referimos a la primera guerra de Marruecos. El campo fronterizo de nuestra plaza de Melilla había estado dominado hasta diciembre de 1908 por el pretendiente a Sultán de Marruecos, "el Roghi", quien fijó su residencia en la Alcazaba de Zeluán. Este "Roghi", ejerciendo la soberanía de hecho, concedió la explotación de las minas Beni-bu-Ifnir a dos compañías: la "Norte Africana", constituida en sus dos terceras partes por francesas, y la "Española de las Minas del Rif", española del todo, acudiendo el capital español no espontáneamente, sino a ruegos del Gobierno, que quería a todo trance que hubiese intereses españoles en la zona sometida a nuestra influencia, procurando que fuesen los capitales y el trabajo de España a fomentar la riqueza del Norte de África abriendo el hasta entonces cerrado territorio rifeño a la civilización y al comercio y encargando de mantener el orden en este empresa al general Marina, Gobernador de Melilla, con una guarnición de 5.700 hombres para cuidar de la plaza, cuatro fuertes y los cinco fortines de Alhucemas, Chafarinas, Peñón de Vélez de la Gomera, Cabo de Agua y la Restinga. Adiestrada esta corta guarnición y ganados los beniurriagueles para la causa de España, se desplazó por éstos a "el Roghi", dejando el campo de Melilla sin dueño y en poder de varios cabecillas, algunos de ellos subvencionados por España. De todas maneras, don Fernando Primo de Rivera organizó en Madrid una "división reforzada" pronta para entrar en campaña si fuese necesario y completó los batallones del Campo de Gibraltar, también en disposición de desplazarse a Marruecos en caso de emergencia. Sustituido Primo de Rivera por el hasta entonces Capitán General de Cataluña, Linares—que fué relevado en Barcelona por el general Santiago—, se envió una embajada a Marruecos, y creyéndose dominada la situación se procedió al licenciamiento de los reclutas, pese a que los graves sucesos estaban ya próximos. Reinaba excitación entre las kábilas, y el 9 de julio los cabileños agredieron a los obreros que trabajaban en el ferrocarril de las minas. Los rifeños atacaron en masa y hubieron de enviarse refuerzos desde la Península. En el mes de julio se ocasionó la llamada catástrofe del "Barranco del Lobo", donde nuestras bajas llegaron a 500, entre otros el coronel Alvarez Cabrera, distinguido africanista, y el teniente coronel Ibáñez Marín, uno de los mejores escritores militares de la época. Pocos días después nuestras bajas llegaron a 1.046, entre ellas el general Pintos. Hasta el 25 de noviembre duró la guerra, muriendo el 30 de septiembre el general Díaz Vicario y venciendo sólo gracias a la presencia de 50.000 hombres, más de 5.500 jinetes y casi un centenar de cañones.
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Del disgusto de la guerra intentaron sacar partido los catalanistas, y en julio (días 26, 27 y 28) se produjo la llamada "semana trágica", con ataques a la corta guarnición—mermada por las necesidades de Marruecos—, a los conventos y los principales edificios públicos. Consecuencia de esto fué la caída de Maura y la formación, en octubre, de un Gabinete liberal presidido por Moret, con el general Luque en Guerra. Todo parecía presagiar que Moret iba a presidir un Gobierno de larga duración, pero intrigas dentro del campo liberal a que pertenecía, dio lugar a otro Ministerio en febrero de 1910, presidido por Canalejas, con Aznar en Guerra, Cobián en Hacienda y don Fermín Calbetón en Fomento. Poco después se iniciaban en Madrid las obras de la Gran Vía, y tras la huelga general en las minas de Vizcaya en el mes de julio, en noviembre hubo motines estudiantiles como protesta por una zarzuela que se representaba en el desaparecido Teatro Novedades, que hizo dimitir al Jefe de Policía madrileño, señor Méndez Alanís. *** Por entonces, en aquel Madrid de La Gran Vía—con música del maestro Caballero—y de algaradas de los estudiantes de Medicina de San Carlos, José Antonio Primo de Rivera, al cuidado de su tía María y bajo la vigilancia del profesor particular don Álvaro Rodríguez, iniciaba sus estudios de preparación para el bachillerato, que había de cursar, coincidiendo con la primera guerra mundial, en el castizo Instituto de San Isidro, con notas brillantísimas y siendo considerado por los catedráticos como uno de sus alumnos más aventajados. Continuaron en años sucesivos los cambios de Gobierno, las huelgas obreras, los movimientos separatistas, las algaradas estudiantiles y la sangría de Marruecos—que en 1911 ocasionó, entre otras bajas, la muerte del general Ordóñez, del coronel García Gómez y del teniente coronel Bernárdez Dorado—y que culminó con el asesinato, en plena Puerta del Sol, del Presidente del Gobierno, Canalejas, caído a consecuencia de dos disparos que a quemarropa le hizo Manuel Paradinas ante la librería de San Martín el 12 de noviembre de 1912. Entretanto, la vida de Madrid en el turno pacífico de Gobiernos, basculantes e inestables, continuaba marcando el paso de una época próxima a su desaparición. Siguen los salones aristocráticos, a los que tienen acceso los políticos y la nobleza de nuevo cuño, desperezándose en la inconsciencia que culmina en la estulticia de los modos nuevos entre el juego y la danza con la savia nueva de elementos prácticamente de aluvión, en los que destacan no pocos forasteros que ocupan los huecos dejados por la tradición de los aristócratas a lo duque de Sesto y a los financieros a lo Salamanca, caracterizadores del siglo xix. Privan la marquesa de Squilache, granadina; la de Arguelles, cubana; la señora Lázaro Galdeano, argentina; la duquesa de Parcent, Piedad Iturbe, mejicana como la marquesa de Bermejillo, Berm ejillo, y la Casa Valenciana, peruana. Entra por la puerta grande el tango argentino, dado a conocer en el Café de París por el bailarín Maurice, paraíso artificial que se brinda a una Humanidad al borde de la catástrofe. La sociedad antigua era reducida, familiar. Seguía siendo la definida y brillantemente caricaturizada por el Padre Coloma en "Pequeñeces". Pepitos, Manolitos, Luisitos, todos en diminutivo, tuteándose entre ellos y conociéndose entre sí por apodos familiares o sobrenombres cariñosos. Aún Madrid es pueblo grande. Los acontecimientos de un barrio repercuten en otro. Se forman colas de papanatas ante el Real en día de Opera, en los desfiles militares o ante las puertas de los palacios en noches de recepción. ÓMICO DE JOSÉ
La sociedad elegante va relajándose. Van entrando en ella advenedizos, enriquecidos plebeyos que cuidan de dorar los blasones marchitados. Se inicia la afición por los deportes. El fútbol callejea y se adueña de la juventud. Nace el Club de Golf de Puerta de Hierro. Los automóviles van sustituyendo a los coches de caballos. El primer automóvil de allá por el año 1903—un coche eléctrico de los opulentos argentinos señores de Carabassa—se ha visto multiplicado y el estruendo de las bocinas de aire compite con los fustazos y el vocerío de los cocheros. Va trasnochándose menos. Pero aparecen bares y cabarets que antes no existían. Aún se pasea—y se paseará quince años más—por la Castellana, calle de Alcalá y, en coche, por el paseo central del Retiro. Las gentes enlutadas van al Pardo y los que tienen automóviles se desplazan a la Cuesta de las Perdices, para probar la potencia de sus vehículos. El último Salón—que se cerró al fallecer su dueña en 1915—, es el que en el Prado tiene la marquesa de Squilache—viuda de Larios—, al que asiste, entre otros, el Capitán General Primo de Rivera, tío abuelo de José Antonio y que tan cumplidamente reseñaba el cronista social Rene Halphen "Madrizzy", sustituido al correr del tiempo por "Montecristo". El paseo de Recoletos, frente a San Pascual y la acera de Buenavista—Ministerio de la Guerra—, llamado "El pinar de las de Gómez", del que aún queda un pino en pie, servían de reunión para la clase media que tanto fustigó Taboada en sus descripciones del "quiero y no puedo", una clase media de funcionarios, de covachuelistas y de menestrales ansiosos de imitar los vicios de la nobleza encubriendo unas virtudes merecedoras de los mayores respetos y consideraciones. Así llega la noticia de la primera guerra mundial, que estalló, a consecuencia próxima del magnicidio de Sarajevo, el 31 de julio de 1914 y como consecuencia directa de la evolución de las ideas y de las pugnas económicas a que las convulsiones nacionalistas e industrializadoras, colonialistas y mercantiles del siglo decimonono, a punto de expirar en la segunda década del veinte, dieron motivo. Don Eduardo Dato promulga la neutralidad de España. Campañas violentas de prensa se desatan entre germanófilos y aliadófilos, principalmente francófilos. Lá aristocracia y el pueblo están divididos en ideales ante la hecatombe europea. La guerra de Marruecos prosigue y la guerra mundial provoca la carestía de muchos artículos de primera necesidad. Es el tiempo de Mata-Hari, que en el Ritz alterna con el senador Junoy y con don Santiago Alba. La economía española sufre los coletazos de la contienda y la cuestión social se enzarza con la economía. José Antonio, hijo de un general, laureado por su valor en Marruecos al tomar por sí mismo un cañón a los moros, es un muchacho aprovechado, estudioso, serio, educado en el seno de una familia aristocrática, que en las horas que le dejan libres sus estudios de bachillerato compone ya obras dramáticas de argumento histórico y vena poética, en las que puso de manifiesto una extraordinaria precocidad literaria. *** Los acontecimientos internacionales y nacionales, el ambiente social distinguido en que José Antonio se formó, no son ajenos a su futuro. Forjan, por el contrario, su espíritu y lo preparan excepcionalmente para un porvenir que él—fino en el percibir—exige sea mejor que el triste presente de un siglo que agoniza con quince o veinte años de retraso. En 1917 inicia Primo de Rivera sus estudios universitarios y atraído por una decidida vocación jurídica se matricula en las aulas de Derecho de la Universidad Central. ÓMICO DE JOSÉ
Maura, Romanones, Sánchez Toca, Allendesalazar..., se suceden en las presidencias del Gobierno. El 8 de marzo de 1920 es asesinado en Madrid el Jefe del Gobierno, don Eduardo Dato, jefe del partido conservador. Para entonces José Antonio está en tercer curso de Leyes. Al año siguiente se produce la catástrofe de Annual (23 de julio de 1921), llegando los moros casi a las puertas de Melilla. En una semana España tuvo 8.000 bajas y entre ellas la del general Silvestre, jefe de la zona oriental de Marruecos. Un nuevo Ministerio Maura sube al poder, y proclamado en enero de 1922 Sánchez Guerra jefe de los conservadores, forma Gobierno en febrero. En junio concluye brillantemente su carrera de Leyes José Antonio, que ha mantenido dentro de la Universidad posición firme frente a los primeros brotes de pugnas estudiantiles haciendo honor a sus convicciones católicas y a su insobornable pasión profesional, mostrándose excelente dialéctico en orden a las controversias de palabra y en primera línea a la hora de las pugnas físicas, actuando tan contundentemente con su oratoria como con sus puños. Figura entre los organizadores de la F. U. E. (Federación Universitaria Escolar) antes de que ésta se incline por vertientes espinosas, y representa a la Universidad de Madrid, con otros compañeros, a dicha F. U. E. en el Congreso Nacional de Zaragoza. Como consecuencia de la guerra de Marruecos, el Gobierno creó los llamados "voluntarios por un año", reclutamiento que permitía anticipar el servicio militar a los dieciocho años. Y José Antonio, acogido a este sistema, hizo su prestación militar en 1921, ingresando en filas, primero en el regimiento de Caballería de Santiago, en Barcelona, y después en el de Húsares de la Princesa, de Madrid, en el que fué promovido a segundo teniente o alférez de complemento. En plena juventud, con una carrera brillante, hijo de familia prócer, aristócrata—don Miguel había ya heredado de su tío el marquesado de Estella—, de agradable aspecto y fuerte constitución física, disciplinado en el deporte y la sobriedad, José Antonio tenía un puesto de honor reservado en la sociedad española, en la vida de la Villa y Corte, que se le abría ampliamente ante su porvenir. Por entonces surgen las Juntas de Defensa, se produce la huelga de Correos, el atentado a Martínez Anido, Gobernador Civil de Barcelona, atracos constantes y malestar social profundo. Republicanos, anarquistas, marxistas y la eterna—parece eterna—cuestión de Marruecos. Sánchez Guerra abofetea al general Aguilera y disuelve las Juntas Militares de Defensa. Es sustituido por la llamada Concentración democrática que preside García Prieto, marqués de Alhucemas. Se inician los debates sobre responsabilidades por la guerra de África, es asesinado el Arzobispo de Zaragoza, se insubordinan en Málaga unos soldados que han de marchar para Marruecos al son de "Las Corsarias", y en Cataluña, con pretexto de un homenaje al conceller Rafael de Casanova, se manifiesta el separatismo catalán, aliado con el vasco y hasta con el gallego. En estas circunstancias, don Miguel Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, padre de José Antonio, haciéndose intérprete del sentimiento popular para concluir la inquietud social y el desbarajuste político, da un golpe de Estado y lanza un manifiesto el 13 de septiembre de 1923. El Rey Alfonso XIII, que estaba en San Sebastián, suspende y da por terminado su veraneo y regresa a Madrid el 14, llama a don Miguel y le encarga del Poder. Se constituye el Directorio Militar. José Antonio, hijo del Presidente, entre tanto se dedica, alejado de la política activa, a estudiar y prepararse para abrir un bufete de abogado en el mes de abril de 1925, a los veintitrés años justos de edad. Esta apertura tuvo lugar, por tanto, en plena Dictadura y José Antonio hubo de emplear gran parte de su entereza y energías en rodear a su profesión de honradez escrupulosa y mantenerla, firmemente, dentro de una independencia absoluta. Fué en esto tan intransigente, que a algunos clientes que acudieron a él buscando la influencia política los expulsó de su despacho con inolvidable gesto de severidad. Esta etapa—en tanto España se pacificaba dentro y fuera y se hacía el desembarco de Alhucemas, que dio fin a veinticinco años de cruenta guerra—sirvió a José Antonio para formarse como un perfecto abogado. Aceptaba los encargos de bufete tras depurada selección, entregándose a la ÓMICO DE JOSÉ
defensa de las causas justas sin diferenciarlas por su importancia, con todo entusiasmo y laboriosidad; las causas "de oficio" y otras gratuitas eran tan numerosas como concienzudamente atendidas. Esta labor de foro de José Antonio completó su formación y se preparó para su tarea de futuro. Entre los abogados se le respetaba por su talento, energía, tenacidad y buen sentido. Mientras tanto, el "Dictador" dedicaba sus actividades al logro de una España en orden y progresiva. Don Miguel Primo de Rivera era un hombre de claro instinto y de gran corazón. Pertenecía, por razones de edad, a la época liberal y concebía su gobierno como una etapa pasajera orientada hacia el retorno a lo que él llamaba "normalidad". En la primera etapa de su gobierno se dedicó a llevar a cabo renovaciones prácticas e inmediatas. Su obra es admirada aun por sus detractores. Purificó las costumbres políticas, cortó abusos, redujo gastos. El nombre de España volvió a ser respetado en el extranjero. Treinta y dos barcos españoles, los más, y algunos franceses—Francia se dio cuenta en propia sangre de la conveniencia de pacificar Marruecos—se presentaron ante la bahía de Alhucemas. Sanjurjo, que cuando el golpe de Estado era Capitán General de Zaragoza y se sumó al movimiento, mandaba las tropas del desembarco, dirigido por el propio Primo de Rivera. Los primeros soldados desembarcados fueron los legionarios al mando de un jefe intrépido, el coronel Franco. Tras este primer período de aciertos la situación empezó a hacerse más difícil para el dictador. Las intrigas de los políticos exilados, la fuerza de la masonería, las hojas clandestinas, empeñaron ruda batalla frente a los aciertos del Gobierno de hombres civiles de que, tras la campaña de Alhucemas, se rodeó don Miguel. España prosperaba y se llevaba a cabo la red de carreteras y grandes obras hidráulicas. En Madrid se inauguraba una nueva línea de "Metro" y se acaba de trazar la Gran Vía en sus tercero y cuarto trozo. Se inauguraron las Exposiciones Internacional de Barcelona e Iberoamericana de Sevilla. El hidroavión "Plus Ultra" cruzó el Atlántico con Ramón Franco, Julio Ruiz de Alda y Duran; se organiza la Economía Nacional en el Consejo de su nombre; se resolvían los problemas sociales en la armonía de los Comités paritarios; se daban estatutos a las Corporaciones y Haciendas provinciales y locales... Pero nada detenía ya la presión que rodeaba y ahogaba al Gobierno del general. Este dimitió, y el Rey encargó de formar Gobierno a su jefe de la Casa Militar, don Dámaso Berenguer. Este general, procesado tras suplicatorio concedido por el Senado en junio de 1923 como Alto Comisario que fuera en Marruecos al ocurrir el desastre de Annual y castigado por haber asistido en Pamplona con el coronel Sarabia a un banquete político en tiempos del Dictador, formó Gobierno con viejos políticos liberales, creyendo así salvar la situación. Era ya vano el deseo de querer montar de nuevo el artefacto de los partidos, el juego de las elecciones y el Parlamento. La revolución estaba en marcha y los revolucionarios perseguían cosas más hondas y definitivas. Aún otro Gobierno, tránsfuga, el del almirante Aznar, y la República. *** Entre tanto José Antonio, libre ya del atadijo a que la presencia de su padre—a quien tanto quiso—en el Gobierno le imponía, se lanzaba por el camino de la acción. Después de la caída del general, José Antonio, sin aquellas limitaciones que se había impuesto, realizó la etapa más brillante de su carrera. En estrados se erigió su figura relevante entre los abogados de España. A los veintiocho años, su preeminencia jurídica era ya reconocida aun por los más irreconciliables enemigos de su padre. Una tarde de marzo, por las afueras de Madrid y en medio de un enorme gentío que lloraba de dolor, desfiló un entierro. Presidiendo el duelo, José Antonio vela por dar cristiana sepultura al cuerpo de su padre, que ha muerto solo en París, al mes de su salida de España. El Gobierno ha ordenado que el entierro no cruce la capital. En ella de nuevo se agita la farsa política... Esta farsa, contra la que desde ahora—desde entonces—, libre ya de todo impedimento, luchará José Antonio, que quiere para sus conciudadanos una "Patria mejor", una España soñada, intuida, prevista, como una, grande y libre, como cobijo de una juventud, nacida en el siglo xx, pero, que, durante su infancia y adolescencia, aún pervivió en el rescoldo del universalista y antisocial siglo XIX. ÓMICO DE JOSÉ
III JOSÉ ANTONIO ESTUDIA Y TRABAJA Los mejores años de José Antonio fueron, indudablemente, los de estudiante de Derecho y durante el tiempo en que se dedicó a preparar su, poco más tarde, importante bufete. Fueron también años en que Madrid vivía inconsciente y confiado, en tanto el huracán del futuro se estaba preparando. Los conflictos sociales más graves tenían lugar en Cataluña, Vizcaya o Andalucía. La guerra de Marruecos, desgraciadamente, interesaba sólo a la opinión sensata y hería en propia carne a los familiares de los jefes, oficiales y soldados que allí forjaban su espíritu o inmolaban sus vidas. En Madrid se vivía con mayor facilidad que nunca. La vida era barata y la aglomeración, las escaseces, las dificultades insuperables se desconocían o apenas afloraban a la superficie. Vida de Corte, teatros y cines, bailes y saraos. Muchachada alegre con algaradas en las que aún no aparecía el morbo de lo social y se limitaban a la procura de más dilatada holganza. En los tranvías podía viajarse cómodamente. El "Metro" se utilizaba en pocas ocasiones y sus vagones ofrecían amplio y luminoso espacio a sus usuarios. Las calles podían recorrerse en los pocos automóviles que circulaban en cualquier dirección: no se conocían las direcciones prohibidas, los estacionamientos vigilados, los aparcamientos, ya que cualquiera podía dejar su vehículo a la puerta de la tienda o del domicilio que fuese a visitar. Empezaron por entonces a surgir los guardias de circulación y constituía espectáculo gratuito y alegre ver al policía del cruce de Alcalá-Puerta del Sol con sus erizados mostachos deteniendo el libre desbordarse de peatones y coches, alternando los de motor con los, todavía abundantes, de tracción animal. Circulaban por heterogéneas vías, unas amplias y animadas, otras señoriales y recoletas, los tranvías llamados "cangrejos", porque habían sido colorados, en tanto los demás eran amarillos y hoy son azules. Podía uno pasearse toda una tarde en tranvía cómodamente sentado frente a frente con los demás viajeros, desde el final de Lista hasta Rosales por Zurbano, Argensola, Conde de Xiquena, Alcalá, Mayor, etcétera. Aún no había surgido la Cinelandia de la Gran Vía. Los cines de moda eran los del Bulevard de Génova, Príncipe Alfonso y Royalty (hoy Colón), el Real Cinema—con sus lunes de moda—y el Goya. Más populares el Monumental, el Arguelles y las dos salas del antiguo Frontón, hoy Teatro, Madrid. En los teatros del centro las grandes figuras de la escena conservaban la tradición: María Guerrero, Mendoza, Emilio Thuiller, Vico, el matrimonio Díaz-Artigas, Catalina Barcena... Las revistas se consagraban en el Reina Victoria con Teresita Saavedra, en el Romea—hoy desaparecido—con las Pinillos (Laura y Victoria), Conchita Constanzo, Concha Rey, las hermanas Montenegro, Perlita Greco y la Gámez; en El Dorado—feudo de la Chelito—, hoy Cine Muñoz Seca, en el Pavón o en el Martín, con Tina de Jarque, Margarita Carvajal, Sara Fenor o Amparito Taberner, en la Latina o el incendiado Novedades, o el Rey Alfonso, que antes fuera Cabaret Lido y hoy es Cine Panorama. En variedades, la Yankee, la Seros, la Piquer, Estrellita Castro... Los cabarets eran lugar de tedio y no aptos para gente sensible, ya que las "tanguistas" contaban tristezas al cliente, especialmente al provinciano. El citado Lido, el Alcázar, el Ideal Room—hoy Cine Bena-vente—, el Ciro's—hoy Cine Cristina—sustituyeron al Maxim's y otros más antiguos. Para los "bailones" había el Forthing, el Stambul o el Kursaal Magdalena. Aparecieron los salones de té danzante, como "Spiedum", donde hoy hay unos grandes almacenes de la Gran Vía, y más tarde los sótanos del Palacio de la Música, soberbia sala inaugurada poco después del Cine Callao y antes del Palacio de la ÓMICO DE JOSÉ
Prensa o el Capitel en el llamado Edificio Carrión. Las máscaras desfilaban por la Castellana y después por Rosales. Y en primavera había batallas de flores en el Paseo de Coches del Retiro, donde los elegantes iban a "ralentí" de los motores a dar un paseo y saludarse de vehículo a vehículo. Todos se conocían, conocíanse los coches, las marcas y hasta las matrículas. Algunas marcas de estos coches casi han desaparecido hoy, como los Wembley, los Cord, los Salmsom, los De Dion Boutton, etc. En los cafés se hacía activa vida política y se constituían tertulias literarias y científicas de renombre. "Pombo", desaparecido, donde pontificaba Ramón Gómez de la Serna; "Negresco" y "La Granja del Henar"—hoy Bancos—, con Valle Inclán y otros literatos; "Acuarium"—que se inauguró por entonces—. Y los viejos cafés de la Puerta del Sol o de la calle de Alcalá, los bares como "Pidoux" y después "Chicote", "Sakuska" y "Bacanik", junto a los antiguos "Fornos", "Viena Capellanes" o "Tournie" y "Lardy", centros del buen comer. Se inaugura la primera "boite" en la Galera y poco después numerosos bailes taxi y academias de baile, entre las que caben citarse las de los bajos de los cines del centro, las de la calle del Carmen y la plaza del Carmen y la que Jorge Hay inaugura primero en la calle del Príncipe y más tarde en el entresuelo del nuevo "rascacielos" que en Alcala esquina Peligros edifica "La Unión y el Fénix" y que el pueblo de Madrid, por su forma arquitectónica, denomina "La Palmatoria". La sociedad—el "todo Madrid"—se movía en un ambiente reducido, casi encasillado. No quiere esto decir que la gente bien dejase de asomarse a los centros varios de distracción y entretenimiento madrileño. A ningún madrileño—de nacimiento o de adopción, que eran estos últimos los más, por contraste con hoy—le estaba vedado alternar su propio medio con escapatorias a los bailes de modistillas en la "Huerta" o "Casa Juan" o a los del servicio doméstico en los merenderos de Cuatro Caminos por los aledaños de la calle de Almansa. Pero el Madrid de los años veinte tenía su vida organizada moviéndose dentro de sus límites que marcaban la pauta de su propia sociedad. Cines de estreno en fechas fijas, galas en días determinados, lunes o viernes "de moda", jueves de té danzante, paseo en la mañana por la Castellana y Recoletos. Los domingos a la Castellana. En el atardecer a la acera ora de la izquierda, ora de la derecha de la calle de Alcalá. Si se disponía de coche—pocos, pese a ser incuestionablemente y aun jugando el cambio y el poder adquisitivo, mucho más baratos—, después de almorzar se aprovechaban las horas de sol para ir al Pardo, y los atardeceres de primavera y otoño, al Retiro. Madrid terminaba en María de Molina, Quevedo, Rosales, Torrijos (hoy Conde de Peñalver) y la Glorieta de Atocha. Los duelos de los entierros, en coches de caballos empenachados, se despedían en las afueras, que afueras era entonces la Glorieta de Manuel Becerra, llamada plaza de "la Alegría", por razón de los fúnebres cortejos que en ella concluían. Un Madrid ya no provinciano, pero aún reducido, limitado. Eso sí, con dos plazas de toros, la del principio de Narváez y la nueva que por entonces se inaugura en Las Ventas. El Hipódromo está frente a la Escuela de Ingenieros en los Altos de la Castellana. Los campos de fútbol pasan de Martínez Campos a Cha-martín o al "Stadium" de la avenida Reina Victoria, donde además se dan carreras de galgos, de bicicletas y de "dirtrack", violento deporte motorista motor ista en pista de ceniza. Se producen las primeras películas. A poco se inaugura el cine sonoro en el Palacio de la Música. Aún no ha llegado el cine hablado y casi todas las pantallas son altares en que se venera el cine mudo de Rodolfo Valentino, Norma Shearer, Mary Pickford o Douglas Fairbanks... En los entreactos cinematográficos o como fines de fiesta aún actúan atracciones y orquestas famosas: Canaro, IrustaFugazot-Demare y el ya madurito Spaventa. Al tango va sustituyendo el charlestón y en la moda masculina entra el extravismo del pantalón "chanchullo", más ancho por abajo que por la rodilla, muy en boga entre los decadentes e insensatos. Se inicia la construcción de la Ciudad Universitaria en la Moncloa, de donde desaparece el Campo de Tiro. ÓMICO DE JOSÉ
Unos grandes almacenes, "Madrid-París", desaparecidos hoy, dan tono de ciudad a la amplia y aún cortesana villa. Si se quiere ir más lejos ahí queda el Casino de la Ciudad Lineal—hoy Estudios CEA— o los baños de San Fernando del Jarama y la piscina primera del Canoe o el Niágara, en la cuesta de San Vicente. Las mañanas de los estudiantes de Derecho, una vez aprobado el preparatorio en la Escuela Industrial de la calle de San Mateo—hoy Colegio de Sordomudos—, se distribuyen entre las aulas y los paseos en Rosales o jugando a los barquillos en los aguaduchos de la Castellana, donde se consume la horchata y la desaparecida agua de cebada, consuelo en verano del pudiente que dispone de diez céntimos o un real, porque el menos distinguido se conforma con el botijo con o sin anís y la sillita en las aceras veraniegas, volcadas sobre la calle entorpeciendo a los peatones su tránsito y a los coches, limitados en los arroyos por los puestos veraniegos de melones y churros y los invernales de castañas calentitas. El estudiante de provincias vivía bohemiamente —malamente—, en pensiones y casas de huéspedes, con poca ventilación y escasa higiene. El madrileño se inclinaba hacia esta bohemia, la compartía con su colega provinciano y a veces la envidiaba. No había Colegios Mayores, Seminarios, cursillos ni deportes estudiantiles. Para los más asiduos, apenas la Biblioteca Nacional, y para los audaces, pedantes o de ideas avanzadas, el Ateneo. A veces se jugaba al billar en el café o en las Asociaciones de Estudiantes Universitarios y Católicos—ésta en el caserón de Mayor, 1, destartalado y polvoriento—. *** José Antonio vivió la vida universitaria. Y gozó de la vida de Madrid. Tal vez algo menos que otros a los que por su condición social no se les oponían las restricciones, las trabas y las obligaciones de un primogénito de Grande de España. Fué, como hemos dicho, directivo de la Federación Universitaria Escolar y representó a Madrid en un Congreso estudiantil de Zaragoza. Pero José Antonio estaba en el ambiente de este Madrid poblachón. Se encontraba en los cines y recreos, en los teatros y paseos con sus amigos, con sus camaradas, con los amigos de la familia. Saludaba a las Infantas en el Hipódromo o en su palco de los toros, o en el Cine Goya, o más tarde en el Callao. Crecía en conocimiento, en preparación, en vigor físico e intelectual. José Antonio, rodeado de todo este ambiente, pensaba, poetizaba, soñaba y sentía por una España mejor, con menos contrastes sociales, con un tenor de vida más adecuado y en mayor ritmo con el resto del mundo. Cumplía estricta y rigurosamente los deberes sociales que su rango y el de su familia le imponían. Aunque nunca fué cortesano en el sentido concreto de la palabra, actuó en la Corte. Tomó su hábito de Caballero de la Orden Militar de Santiago en 1928, y desde 1925—a los veintitrés años alcanzada su mayoría de edad—le fué entregada la llave de Gentilhombre. En los años de Barcelona toma amplio contacto con los diferentes campos de la sociedad catalana. Y llega, con aquella su maravillosa intuición que le caracteriza, a comprender como pocos el problema de Cataluña. Comprende también la lengua vernácula y la considera, como es de justicia, perfectamente compatible con el acendrado amor a España de los buenos catalanes. La peculiar psicología del trabajador, desde el obrero al campesino y del fabricante a la rancia nobleza del ÓMICO DE JOSÉ
Principado, tienen favorable eco en sus sentimientos. Sólo se considera incompatible con los enemigos de la Patria, con aquellos que explotan el regionalismo como escabel para su medro o sus egoístas miras. De nuevo en Madrid—y ya para siempre hasta su prisión y martirio—, José Antonio brilla, porque así lo marca su posición y lo exige su talento y cualidades físicas y morales, en la vida activa de Madrid. José Antonio no es "señorito" ni quiere serlo; es "señor". Exactamente así lo dijo él en sus escritos. Un artículo suyo publicado en "F. E." de 25 de enero de 1934 nos lo aclara terminantemente. "A Falange Española—dijo su Jefe—no le interesa nada como tipo social el "señorito", que no es sino la degeneración del "señor", del "hidalgo", que escribió las mejores páginas de nuestra Historia. El "señor"—sigue diciéndonos—era tal señor porque era capaz de renunciar, esto es, dimitir privilegios, comodidades y placeres, en homenaje a una alta idea de servicio: "Nobleza obliga", es decir, "exige". El "señoritismo" —aboga—debe desaparecer, extinguirse en bien de los humildes que en número de millares—decía— llevan una vida infrahumana y en beneficio de los propios "señoritos", quienes, al volver a encontrar digno empleo a sus dotes, recobrarán, rehabilitados, la verdadera jerarquía malgastada en demasiadas horas de holganza". No se crea, sin embargo, que José Antonio era un temperamento fuera de su tiempo, ni mucho menos retrógrado o reaccionario o simplemente mojigato. Por el contrario, deseaba, como una vez dijo, una "España alegre y faldicorta" y moderna. No rehuía conocerlo todo. No era juerguista, ni lo fué nunca. Pero cualquier ambiente era perfectamente conocido por él y a él se adaptaba con facilidad y naturalidad. Cuando tras largas horas de estudio o de trabajo, en los tiempos en que sus elevadas miras políticas aún se lo permitían, José Antonio acudía al filo de la tarde a "Bacanik". Y las miradas de hombres y mujeres se centraban en él. Aquéllas con respeto y éstas con admiración y no pocas con cariño. Amigo de sus amigos, disponía en forma tal de sus horas, que siempre hacía tiempo para compartirlo con sus íntimos y hablar con ellos de los temas más diversos de la actualidad. Deportes, fiestas, poesía, literatura, el problema social, todo era sometido a revisión en sus tertulias. Tuvimos el honor de hablar con él en varias ocasiones y su poder de asimilación y de captación era sencillamente singular. Durante la Dictadura se mantuvo, en cuanto no era sustantivo o afectase a sus profundos afectos familiares, al margen, lo más al margen posible de la política y sobre todo de la discusión. "No fui jamás, jamás pertenecí a la "Unión Patriótica"—especie de partido político creado por su padre—, dijo una vez en el Parlamento, contestando a una interrupción que un "jabalí" izquierdista hizo a una, como suya brillante, intervención en las Cortes. Pero cuando discutía convencía, cautivaba, señalaba los puntos fundamentales y sacaba conclusiones plenas de aquel buen sentido que lo definía como un espíritu selectísimo en la hora de la beocia y de la imbecilidad ambiente.
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IV JOSÉ ANTONIO ACTÚA EN POLÍTICA AL librarse de ataduras, José Antonio pudo contemplar, sin trabas por la actitud del Monarca hacia su padre que él estimaba le relevaba de todo compromiso de fidelidad, el panorama político, sin filias ni fobias. Con el solo prejuicio que su propia formación le ocasionase. Es decir, sin prejuicio alguno, al servicio exclusivo de sus ideales de patriota y de español, "una de las pocas cosas serias" que aún van quedando, como dijo más tarde. Muerto el padre, caído el Rey—después de votar el 12 de abril por la persistencia de la monarquía y acompañante hasta Galapagar, como cortesano, de la Reina y las Infantas—, su libertad de acción era ya total. Y al servicio de esta libertad puso su juventud, su vigor y su celo apasionado. Cuando el Gobierno del general Primo de Rivera cayó, José Antonio salió resuelta y decididamente a la vida pública cuantas veces hubo que deshacer algún ataque injusto o algún agravio contra el Dictador, sus colaboradores o la honradez de su política y administración. Fué defensor del ex ministro de su padre don Galo Ponte, preso y procesado en 1930 bajo el Gobierno Berenguer y después compareció por él ante la Comisión de Responsabilidades en noviembre de 1932. En ambos procesos los informes de José Antonio alcanzaron gran resonancia y revalidaron su prestigio forense. Con el exclusivo propósito de cumplir ese deber de rehabilitación y defensa de la obra de la Dictadura, formó parte José Antonio de la Unión Monárquica Nacional, fundada bajo la presidencia del conde de Guadalhorce—ex Ministro de Fomento de la Dictadura— en abril de 1930. Actuó también, en unión de Calvo Sotelo, en la campaña que llevó a cabo dicho partido por Galicia y en el gran mitin que al mismo efecto se celebró en Bilbao el 5 de octubre de dicho año. Con igual propósito, para que en el ámbito enfurecido y apasionado—o indiferente—del Parlamento se oyera al menos una voz justa y fiel, presentó su candidatura a diputado a Cortes por Madrid, cuando en octubre de 1931 se celebraron elecciones parciales para cubrir 24 vacantes en las Constituyentes de la República, promulgando un vibrante manifiesto electoral bajo el título de "Por una sagrada memoria, hay que oír a los acusados". La conjunción republicano-socialista hubo de oponerle para vencerlo a una de las figuras más representativas de la República: el viejo don Bartolomé Cossío, de la Institución Libre de Enseñanza, quien salió diputado, no sin que José Antonio consiguiera la lucida votación de 28.651 sufragios. A medida que la disgregación de la Patria se aceleraba, consintiéndose quemas de conventos, asaltos a las fuerzas mantenedoras del orden, escisiones y Estatutos regionalistas, la angustia de España y por España fué invadiendo a José Antonio, hasta que se decidió por la resuelta y plena actuación política, y en marzo de 1933 interviene en la fundación del semanario "El Fascio", en el que se lanzan las primeras directrices en pro de un régimen nacional en principio filofascista. Azaña, Presidente del Gobierno, recoge la edición y ordena la muerte del semanario. El número uno—único—de "El Fascio" publicó un artículo de José Antonio titulado "Los fundamentos del Estado liberal: Orientaciones hacia un nuevo Estado", en el que se inicia la expresión de las preocupaciones económicas del futuro Jefe Nacional de la Falange. En él pueden leerse las siguientes afirmaciones: "Mas todavía produce el Estado liberal una desigualdad más profunda: la económica. Puestos teóricamente el obrero y el capitalista en la misma situación de libertad para contratar el trabajo, el obrero acaba por ser esclavizado por el capitalismo. Claro que éste no obliga a aquél a aceptar por la fuerza unas condiciones de trabajo; pero le sitia por hambre; le brinda unas ofertas que en teoría el obrero es libre de rechazar; pero si las rechaza no come y al cabo tiene que aceptarlas." ÓMICO DE JOSÉ
Con motivo de la suspensión indefinida de "El Fascio", José Antonio entabló con Juan Ignacio Luca de Tena, director de "A B C", desde este periódico y desde "La Nación", dirigido por Delgado Barreto —periodista fino y fiel a la Dictadura—, una cordial polémica en la que expuso algunos fundamentos de su ideología política, atrayéndose elementos jóvenes anhelantes de una resurrección española. Continuó extendiendo su pensamiento y haciendo prosélitos, hasta que el 29 de octubre de 1933 pudo presentar a la expectación de España, en un acto celebrado en el Teatro de la Comedia, de Madrid, el Movimiento de Falange Española, que, en febrero de 1934, se fundió con el de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista para dar lugar a la Falange Española y de las J. O. N. S., de cuyo movimiento fué nombrado Jefe Nacional y único José Antonio en octubre de 1934. En el discurso fundacional José Antonio trata ampliamente del tema económico. El 29 de octubre de 1933, en el teatro de don Tirso Escudero—figura también popular como lo fué su pariente y asiduo "cliente" el marqués de Cabriñana, el del Código del Honor y de los duelos—, se celebró el primer mitin falangista. Hacía dos meses que había sido Azaña sustituido por Martínez Barrios y España estaba en pleno período de efervescencia electoral. Hablaron en aquel acto Valdecasas, Julio Ruiz de Alda, héroe del "Plus Ultra", y José Antonio. El discurso de éste fué calificado por algún periódico como acontecimiento del siglo, sólo comparable a la presencia de don Antonio Maura en la política o al golpe de Estado de septiembre de 1923. En dicho discurso José Antonio fué fiel a sí mismo. Su vena poética y su vocación literaria quedaron bien patentes. Muchos párrafos son de una belleza insuperada. No es éste el lugar de analizarlos. Baste saber que su crítica del liberalismo es aún hoy, a veinticinco años de distancia, perfectamente actual. El Movimiento que se inició el señalado día 29 de octubre no fué, no era ni es un movimiento de derechas ni de izquierdas, viejos conceptos superados por la realidad, es "una manera de ser por encima de constituir una manera de pensar". José Antonio exaltó la poesía que construye frente a la que destruye. Y con certera frase aclaró su postura de candidato a Cortes, diciendo: "Creo que soy candidato; pero lo soy sin fe y sin respeto." Lo más saliente fué el contenido constructivo del discurso—sobre el que habremos de recaer más de una vez—en sus pasajes de tipo económico, como ya hemos dicho. A los pocos días del mitin quedó fundada la Falange Española, difundiéndose en unos folletos su programa en los llamados "Puntos iniciales", que también se publicaron en el número 1 de la revista "F, E.", aparecida el 7 de diciembre de 1933. El 19 de noviembre anterior José Antonio salía diputado a Cortes por la provincia de Cádiz, encuadrándose su nombre en la lista de las llamadas "derechas". Aún era considerado como tal en dichos medios. Poco a poco se fué viendo que José Antonio y su programa eran otra cosa. El mismo Ramiro Ledesma, fundador de las J. O. N. S., tras la desviación política personal, hubo de confesar en su libro polémico "¿Fascismo en España?" que José Antonio se fué radicalizando insensiblemente hasta situarse en la línea ortodoxa de los más auténticos—él que era auténtico en todo—nacionalsindicalista. Porque la realidad es que José Antonio en política nunca fué de un bando ni de otro, sino creador, puesto que, bien dotado para la vida, entendía y sentía la justicia social como un trabajador y el fin económico como un fin común que no podía supeditarse a banderías ni a caprichos, sino ponerse al servicio del conjunto. Actuando con claro juicio y desde luego jamás como "señorito". A partir del momento en que José Antonio fué diputado, su actuación política toma un doble camino. En el Parlamento y en la organización de la Falange y divulgación de su ideario. La vida de José Antonio desde la constitución de Falange Española se convierte en un permanente acto de servicio que sólo concluye con su muerte gloriosa. Sirve a España y a la Falange en plena convicción política, como miembro de los triunviratos directivos tanto de F. E. como de la F. E. y de las J. O. N. S. primero, y desde octubre de 1934 como Jefe único de este Movimiento. La Falange es no ÓMICO DE JOSÉ
sólo una doctrina, sino también acción: "doctrina y acción" y José Antonio proclamó su doctrina con una oratoria original, renovadora, en mítines y conferencias, populares y selectos, por las ciudades, pueblos y aldeas de España, de esa "Unidad de destino en lo universal", como él llamó a la Patria. Ante numerosos y cada vez más amplios sectores de opinión, en el que formaban sobre todo estudiantes, obreros y campesinos, habló José Antonio en 1934 en Cáceres, Carpió de Tajo, Valladolid, Puebla de Almoradiel, Burriana, Callosa del Segura, Fuensalida y Luanco; en 1935, en Salamanca, Zaragoza, Toledo, Valladolid, Corrales de Zamora, Daimiel, Jaén, Tordesillas, Don Benito, Barcelona, Córdoba, Madrid, Oviedo, Mota de Cuervo, Campo de Criptana, Málaga, Madridejos, Puertollano, Santander, Tauste, Sevilla y Quintanar del Rey, y durante 1936, en Jerez de la Frontera, Alcañiz, Ávila, Valladolid, Cáceres, Oviedo, Santander, Zaragoza, Madrid, Sanlúcar de Barrameda, Logroño, Jaraíz de la Vera, Plasencia, Trujillo, Medina del Campo y Gijón. En los años 1933, 1934 y 1935 tuvo, asimismo, importantes intervenciones parlamentarias sobre el Estado totalitario, sobre la difamación de la Dictadura, sobre Cataluña, sobre la Falange y la F. U. E., sobre los vascos y España, sobre la Dictadura y la necesidad de una revolución nacional, sobre la amargura de España, en defensa propia, ironía del Parlamento, sobre el romanticismo, la revolución y la violencia, sobre la juventud y el 6 de octubre, sobre la guerra en el Parlamento, en defensa de la Falange, de nuevo sobre Cataluña y España, sobre el 6 de octubre, el estado de guerra y la Falange, sobre cómo se administra la justicia histórica, sobre la reforma agraria, sobre la política internacional y las sanciones a Italia, sobre el "straperlo", sobre los muertos de la Falange, sobre los profesionales extranjeros en España y sobre el "asunto Nombela". Entre los discursos, al aire libre y en locales cerrados fuera de las Cortes, más notables se consideran como más importantes por sus esencias doctrinales y formativas, además del mitin fundacional de la Comedia, los de Valladolid, celebrados en el Teatro Calderón de la capital castellana el 4 de marzo de 1934 y el 3 de enero de 1935, y los de Madrid de 9 de abril de 1935 en el Círculo de la Unión Mercantil e Industrial y los del Cinema Europa del 19 de mayo y 17 de noviembre de 1935 y del 2 de febrero de 1936. Además dio en Madrid, en 1935, dos conferencias de altura a los jóvenes universitarios, una en marzo, titulada ''Estado, individuo y libertad", y otra en noviembre, bajo el título de "Derecho y Política". La prensa y el folleto fueron armas propagandísticas utilizadas constantemente, también, por José Antonio Primo de Rivera. Del periódico "El Fascio", ya dijimos que apareció un solo número. De la revista "F. E." salieron quince y en todos los ejemplares vibra el tono literario, poético, concreto y contundente de José Antonio. En marzo de 1935 funda el periódico "Arriba", del que aparecen seis números en un año. Y es de la misma fecha la fundación de "Haz", que pervive hasta octubre de dicho año 35. En todos y cada uno de estos periódicos y en algunos de tipo general a veces o regional otras—en particular en "A B C" y "La Nación", de Madrid, en "El Adelanto", de Salamanca, y hasta en "La Vanguardia", de Barcelona—aparecen artículos firmados o sin firmar en los que José Antonio va concretando su manera de pensar, mientras paralelamente, el movimiento renovador sigue adelante, expresando con contundencia y presencia física su manera de actuar. También las páginas de la hoja clandestina "No importa", de la que salieron tres números, y la revista doctrinal de las J. O. N. S. al incorporarse a la Falange, recogen consignas y sugestiones del Jefe Jef e Nacional del Movimiento. Combinaba José Antonio estas tareas, esta gigantesca actuación, sin pausa ni descanso, con las de adiestramiento y dirección de la Falange y sus cuadros de mando, con las cartas, manifiestos, volantes y hojas clandestinas esparcidas a los cuatro vientos, con la convocatoria y organización de los dos Congresos Nacionales del Partido, que se celebraron en octubre de 1934 y en noviembre de 1935, y con la ejecución personal y directa de múltiples actividades, llegando a aparecer al frente de escaramuzas de vanguardia para enfrentarse con la opinión en pugna con el sindicalismo y el movimiento renovador, españolista y constructivo que por él se preconizó y al que ofrendó, primero, todas sus horas y, finalmente, su propia vida, inmolada en una fría madrugada de noviembre en la Prisión de Alicante, para donde salió el 5 de junio anterior, tras anularle el Parlamento sectarista del Frente Popular su acta de diputado a Cortes por Cuenca, que consiguiera en amplia votación tras los barrotes de la Cárcel Modelo en mayo de 1936, ya que desde el 14 de marzo de dicho año el calvario de José Antonio, encarcelado juntamente con los más destacados de sus leales, constituye una gesta única y un hecho insólito carente de todo precedente y de los más elementales fundamentos éticos y morales.
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Cinco años de vida política extraordinariamente prolífera. Un lustro de actividad sin parangón con ninguna otra da contenido a una doctrina, a un credo, a un programa en el que se definen con perfiles perfectamente dibujados todos los aspectos de una revolución de tipo social y político que no resiste comparación alguna. De octubre de 1931 a octubre de 1933 puede considerarse una etapa de tanteos y orientaciones. Y en los tres años restantes, desde octubre de 1933 a noviembre de 1936, una etapa de extraordinario trabajo, constante sacrificio, ingente peregrinar y dedicación absoluta en servicio de algo más que una idea, de algo más que una meta, de algo tan singular, tan único y tan grande como es una Patria, más aún si esta Patria es nada más y nada menos que la vieja, tradicional, señora de imperios y gestoras de pueblos que es España, aquella España soñada, presentida, adorada por José Antonio, precursor de una etapa nueva en la Historia de una nación que se venía abajo y que él transmutó en algo vivo y entrañado al conjuro de su consigna: ¡Arriba España! De José Antonio podía decirse, como dijo de Napoleón, Goethe, que se veía que era él, que era precisa y exactamente él. Nunca, por lo menos en sus horas políticas, José Antonio necesitó de presentación. Emanaba de sí un fluido especial, misterioso, soñador, auténtico. Una irresistible simpatía, aun en sus momentos de gravedad, que desde lo físico arrastraba a lo espiritual. Nadie—hasta ahora— como él—tan joven—logró un imperio tan decisivo sobre la juventud. Cualquier camarada de la vieja guardia era capaz de ofrendarle alegremente la libertad y la vida. Hasta en momentos de reprimenda era difícil sustraerse ni a su mirada ni a sus reproches justos en todo momento. Carecía de ambición de mando, pero era tal su ambición de España, que unánimemente fué designado por Jefe, sobresaliendo de todos los demás. La capacidad organizadora de José Antonio quedó bien patente en toda su obra. En los tres años que preceden a su muerte, segada por balas milicianas tras un simulacro de proceso en el que los jueces quedaron confundidos por la entereza y elocuencia del acusado que se autodefendió en estrados, atendió a todos los aspectos de una organización política sin antecedentes. Ideológicamente original, dando de lado los principios balbucientes de doctrinas no adaptables a nuestra idiosincracia y conveniencias, alejándose del "mimetismo perturbador" a que se refiriera Onésimo Redondo, José Antonio creó un motor político español, adecuado a España y a su exclusivo servicio. Si sintió alguna vez, como parece indicarlo su periódico "El Fascio", inclinación hacia alguna teoría ya existente en otras tierras, pronto la desechó, al punto de que pocos años después hizo pasar por alto el error y disculpar a un joven campesino que en tierras extremeñas interrumpiera su palabra en un mitin con el grito de "¡Viva el Fascio!" La Falange fué creación nacional y de tendencia particular y españolísima, con criterio propio, que rechazó, desde el primer instante, cuanto no era de aplicación o de conveniencia al modo de ser y de pensar de las más puras esencias de la tradición y a las necesidades de España. José Antonio eligió la camisa del trabajador —azul—y compuso, con los poetas más conspicuos y representativos de la "poesía que construye"—Ridruejo, Foxá, Alfaro...—las estrofas del Himno, que es una exaltación juvenil de amor y de guerra, por una Patria mejor, que a la manera de la vieja Roma, civilización cuna del mundo occidental, actualiza el secular adagio latino de "propium et decorum est pro Patria mori". Aunque una doctrina política para perfeccionarse— y decimos perfeccionarse como en Derecho cuando se habla del perfeccionamiento de un contrato—necesita madurez, puesta en práctica y sucesivas revisiones que aquélla y ésta le originan, la doctrina de Falange Española abarca desde su iniciación todos los aspectos de la vida pública. Los "Puntos iniciales" y las "normas programáticas" recogen las fundamentales actitudes de la Falange ante cualquier aspecto de la vida en común. José Antonio y su credo tienen también—¿cómo no?—y desde un principio un ideario económico. Un credo económico. Unos puntos de vista concretos y sagaces sobre la economía y en particular sobre lo que conviene y debe ser la economía española. En sus discursos, fundacional de la Comedia de Madrid, en los dos del Teatro Calderón de Valladolid, en la conferencia del Círculo de la Unión Mercantil e Industrial de España, en las clausuras de los Congresos del Partido y del S. E. U., en las conferencias a la juventud estudiante y en sus intervenciones parlamentarias sobre la reforma agraria y sobre los profesionales extranjeros en España, encontramos una clara doctrina económica que constituye el pensamiento económico del Jefe de la Falange en los diferentes aspectos de la vida del trabajo y del quehacer de España. ÓMICO DE JOSÉ
Su glosa ordenada es el objeto principal de este libro, que se desarrolla en los treinta y seis meses que van de octubre de 1933 a noviembre de 1936, en tanto España se deshacía en luchas internas, los odios se enconaban, las pasiones se exacerbaban y el timón político se perdía alternando en manos de un conglomerado republicano-socialista que, falto de brújula, estrellaba la nave del Estado contra los bajos escollos del desorden y del caos. Madrid se agriaba, su vida se enrarecía, la alegría pasada convertíase en inmoralidad, los espectáculos en brutalidades, las finas esencias del señorío desaparecían, los "pioneros" canturreaban por las calles y plazas y los viejos paseos del Pardo y la Casa de Campo se llenaban de restos de merendolas báquicas y ensuciaban con un lodo que salpicaba los aspectos todos de la vida pública y privada de la Nación.
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V JOSÉ ANTONIO Y LA ECONOMÍA NACIONAL JOSÉ Antonio Primo de Rivera jamás consideró a la economía como un fin, sino como un medio. Lo fundamental fué para él lo político, lo permanente, el sentido unitario de la Patria considerada como "unidad de destino en lo universal". La economía es lo accesorio y si la toma en consideración, si no sólo no la puede ignorar o desconocer, sino que en ella piensa en muchas ocasiones, y a veces muy extensamente, es porque el basamento económico es indispensable—así lo juzga él y lo juzgamos nosotros— para asegurar la justicia social y la independencia —la inalienable independencia—y soberanía nacionales. Las economías parciales, si alguna vez las tomó en consideración el fundador de la Falange, lo hizo sólo como agregaciones en un orden total de conjunto, para integrar—para integrarlas—en la economía nacional. "Concebimos a España en lo económico como un gigantesco Sindicato de productores... al servicio de la integridad económica nacional", dice el punto IX del Partido. Y en otro lugar de los puntos iniciales del Movimiento, añade: "Falange Española no puede considerar la vida como un mero juego de factores económicos", "no acepta la interpretación materialista de la Historia", porque "lo espiritual ha sido y es el resorte decisivo en la vida de los hombres y de los pueblos". Veía claro José Antonio al tratar de los temas generales de carácter económico. Y veía claro porque los pasajes—todos los pasajes—de su obra, en escritos y discursos, en conferencias, manifiestos y artículos periodísticos, centran el problema económico frente al liberalismo capitalista y al comunismo. Especial y reiteradamente se muestra José Antonio enfrentado con el liberalismo caduco y enfermizo, tan en boga a la sazón durante los años—los cortos y fecundos años—de su vida pública. Programática, normativamente, proclama que la Falange es antiliberal y anticomunista. Pero en sus escritos—sin duda porque lo último no es tan necesario justificarlo—razona con dialéctica enérgica y áspera, principalmente, frente al liberalismo, a la economía liberal, al capitalismo, en franca crisis y visible decadencia. El liberalismo, nos dice, "no aseguró al hombre un orden económico que fuera garantía de libertad", y estudiando, desmenuzando los orígenes y la evolución de las ideas liberales de la economía—de la escuela clásica de economía—, consigna el mérito inicial del liberalismo, no lo desconoce; pero, a seguido, y en numerosas ocasiones, destaca sus defectos, los defectos, los errores, derivados de un capitalismo desbordado, absorbente, cruel e insatisfecho. Arranca el liberalismo desde Adam Smith, quien "encarándose con el Estado soberano"—él también le llama soberano—le dice: "Lo mejor que puedes hacer es no meterte en nada", dejar las cosas como están. Estas cosas de economía son delicadísimas; "no las toque, que no tocándolas se harán solas ellas e irán bien". Y José Antonio, juzgando, como otros escritores lo hicieran ya, el enorme valor de oportunidad que la figura de Adam Smith representó para Inglaterra, al punto de enriquecerla y servir a su grandeza y prosperidad, señala cómo tras las teorías de Smith "Inglaterra estableció poco después la completa libertad económica y abrió las manos al libre juego de la oferta y la demanda", que debían producir, según la escuela clásica, sin presión de nadie más, el equilibrio económico, y "en efecto— reconoce José Antonio, como ya hemos dicho—, también el liberalismo económico vivió su época heroica, una magnífica época heroica"..., porque "a su ímpetu, a su iniciativa, se debieron el ensanche de riquezas enormes hasta entonces no explotadas", la llegada, aun a las capas inferiores, de grandes comodidades y hallazgos, "la competencia, la abundancia y la elevación, innegablemente, de las posibilidades de vida de muchos". Aunque después, seguidamente, añadió, así "vienen los resultados que hemos conocido: la crisis, la paralización, el cierre de las fábricas, el desfile inmenso de proletarios sin tarea".
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Pero, como es lógico, esto vino después, y José Antonio no deja de atribuir al liberalismo económico sus propios méritos y la importancia que como escuela y como práctica caben asignarle. Al hacerle justicia se la hace plenamente, ya que siguiéndola implacablemente debe de abominar de aquel liberalismo en cuanto que, "hijo suyo, iba a producirse el capitalismo" al que le es atribuible no sólo la culpa—la gran culpa—del malestar social, sino incluso de la guerra europea, los días de la trasguerra... y "el hombre que aspiró a vivir dentro de una economía y de un principio liberal que llenaba de optimismo y de sustancia a una política y a una economía, vino a encontrarse reducido a esta cualidad terrible: "Antes era artesano, pequeño productor, miembro de una Corporación acaso dotada de privilegios, vecino de un Municipio fuerte, ya no es nada de eso: al hombre se le ha ido liberando de todos sus atributos, se le ha ido dejando químicamente puro en su condición de individuo; ya no tiene nada; tiene el día y la noche; no tiene ni un pedazo de tierra donde poner los pies ni una casa donde cobijarse; la antigua ciudadanía completa, humana, íntegra, llena, se ha quedado reducida a estas dos cosas desoladas: un número en las listas electorales y un número en las colas a las puertas de las fábricas". Porque una de las fundamentales preocupaciones de José Antonio fué siempre el problema del paro obrero y en este pavoroso espectro, fruto del siglo xx, fundaba, en última y definitiva instancia, el Jefe Nacional de la Falange su mayor hostilidad hacia el liberalismo, dado que éste condujo a la tiranía del poderoso en forma tan claramente expuesta por José Antonio, como se deduce cuando dice: “Así concluye la libertad bajo el imperio de las mayorías y de la igualdad. Por de pronto no hay igualdad entre el partido dominante que legisla a su gusto y el resto de los ciudadanos que lo soportan. Mas todavía produce el Estado liberal una desigualdad más profunda: la económica", porque el capitalismo, claro está que no obliga al obrero a "aceptar por la fuerza unas condiciones de trabajo; pero él le sitia por el hambre; le brinda unas ofertas que en teoría el obrero es libre de rechazar; pero si las rechaza no come y al cabo tiene que aceptarlas". En esto recayó el capitalismo, el liberalismo convertido en capitalismo, tras una Era de progreso que aún sirve para mantener numerosos adeptos que cantan, sin cesar, en su alabanza, pese a que aquel "soñado progreso indefinido volvió un día inesperadamente la cabeza y mostró su rostro crispado por los horrores de la proletarización de las masas, del cierre de las fábricas, de las cosechas tiradas al mar, del paro forzoso, del hambre...", y sus cortejos: la enfermedad, el vicio, el odio y la guerra. Y no vale, no valió nunca paliativo alguno a esta situación. Aquello que se quiso, o se quiere, denominar armonización del capital con el trabajo, origen de frentes políticos de carácter social-cristiano, democristiano o populista, que con estos y otros nombres se han etiquetado tales actitudes, José Antonio lo consideró "un buñuelo", una inútil componenda, ineficaz cuando no nociva, porque "cuando se habla de armonizar el capital con el trabajo lo que se intenta es seguir nutriendo una insignificante minoría de privilegiados con el esfuerzo de todos, con el esfuerzo de patronos y de obreros, de obreros y patronos. ¡Vaya una manera de arreglar la cuestión social y de entender la justicia económica!", ya que en realidad estas pretendidas armonías no son sino paños calientes que no pueden soldar lo destruido por errores nefastos y vinculados a muchas generaciones, cuando, como decía José Antonio, "en lo económico y en lo político se ha roto la armonía del individuo con la colectividad", que es—esta última y aquélla— lo que importa, "se ha roto la armonía del hombre con su contorno, con su Patria, para dar al contorno una expresión que ni se estreche hasta el asiento físico ni se pierda en vaguedades inaprehensibles". En cuanto al marxismo, José Antonio lo fustigó también, pero más que como escuela económica en sí, por su sentido materialista, por su excesivo, e incluso dominante y absorbente, sentido materialista. Justificó, una y muchas veces, su existencia como reacción a los excesos del capitalismo, cuando, por ejemplo, dijo: "De esta situación injusta—la capitalista—y por un espíritu de legítima defensa en la clase trabajadora, surge el socialismo, al que bien pronto sus dirigentes hacen perder sus primitivas características para convertirlo en un medio de ventajas y medros personales" y se traduce en algo rencoroso, apasionado, disgustado, hostil, pleno de malestar y de odio: el socialismo así "no aspira a la justicia social; aspira a sustanciar una vieja deuda de rencor imponiendo a la tiranía del ayer—la burguesía—una dictadura del proletariado", desviándose de su primitiva finalidad en que quedaba justificado cuando, "para la defensa de los oprimidos por la tiranía económica de los poderosos, hubo de ponerse en movimiento algo tan antiliberal como es el socialismo".
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Aún va a veces José Antonio más allá que hasta la simple justificación inicial del socialismo. Llega, con absoluta lógica, a decir que "si la revolución socialista no fuera otra cosa que la implantación de un nuevo orden en lo económico, no nos asustaríamos". Lo que disgusta, lo que lo hace inaceptable, es su sentido materialista, el sentido materialista no sólo vacío, sino hostil a la espiritualidad, dado que en su doctrina "los socialistas han querido extirpar en vosotros lo espiritual; os han dicho que en la vida de los pueblos sólo influye lo económico. ¡No lo creáis! No hemos venido al mundo para comer y para trabajar sólo como los animales". Y entonces si el liberalismo, inicialmente útil, no sirve ya por su derivación, por su inclinación y abocamiento al capitalismo, y si el socialismo—y ni que decir tiene el comunismo, variante más feroz de aquél—aún justificado en su origen, no pueden aceptarse, ¿cuál es el ideario económico?, ¿qué propugna en el orden económico José Antonio?, ¿cuál era en conjunto y en líneas generales su pensamiento económico? Porque José Antonio, como político, como clarividente hombre político, no sólo no desconocía la importancia de la economía en la vida de los hombres y en la de los pueblos, sino que la definió, sabedor, como era, que más allá de las fronteras de la teoría pura, la economía pasa a ser política pura. Así afirmó que "hay que devolver a los hombres su contenido económico para que vuelva a llenar de sustancias sus unidades morales, su familia, su gremio, su Municipio; hay que hacer que la vida humana se haga otra vez apretada y segura"—solidaria diríamos nosotros—como fué en otros tiempos; y para esta gran tarea, económica y moral, para esta gran tarea, en España, se está en las mejores condiciones, añadiendo en otra ocasión: "Hay que proponerse positivamente una tarea; dar a España estas dos cosas perdidas: primero una base material de existencia que eleve a los españoles al nivel de los seres humanos; segundo, la fe en un destino nacional colectivo y la voluntad resuelta de resurgimiento." Pero ¿cómo conseguir esto, ya que el socialismo, que se propone parcialmente la primera parte de este programa, "no nos vale" porque "no ve en la Historia sino un juego de resortes económicos: lo espiritual lo suprime", y en el marxismo "la Historia ha de interpretarse materialísticamente"; es decir, que para explicar la historia de los hechos y de los países no cuentan más que los fenómenos económicos ? Pues, sencillamente: "limitando las acumulaciones de riquezas inútiles y perjudiciales para la nación que sólo sirven para satisfacer deseos de poder particular", luchando briosa y gallardamente "por que a muchos de nuestras clases se les impongan sacrificios duros y justos..., para que un Estado totalitario alcance con sus bienes lo mismo a los poderosos que a los humildes" mediante el nuevo orden, un orden nuevo, ya que "no existe libertad—y el hombre, "portador de valores eternos" ha de ser libre—sino dentro de un orden", a través de una revolución que transforme "esta absurda economía capitalista, donde el que no produce nada se lo lleva todo, y al obrero que trabaja y crea riqueza no le alcanza la más mínima participación", destruyendo "un sistema económico que reduce al hombre a una abstracción, a un útil, a un elemento estático", aboliendo, terminando con un "régimen que insidiosamente nos vuelve a una esclavitud inacabada", concluyendo, también definitivamente, "con una ideología que no tiene otro objeto que ofrecerles las más bajas formas del materialismo" y en su lugar— en lugar de todo esto, capitalista o marxista—"hace falta fundar un orden nuevo, establecido en función de bases verdaderas y deseos esenciales del hombre". He aquí cómo José Antonio ve la economía como elemento fundamental para resolver la cuestión social, los conflictos laborales, los rendimientos del esfuerzo y del trabajo, ya que lo demás o ha de precederle o seguirle o queda implícito en aquella resolución del problema fundamental, humano, sustantivo y principal. Los problemas económicos, como tales, son en sí y deshumanizados meras especulaciones teóricas que sólo cobran interés político al ponerlos al servicio de lo social, considerando que la "única manera de resolver, de arreglar, la cuestión social es alterando de arriba abajo la organización de la economía" por medio de la revolución, que en el pensamiento económico de José Antonio no "va a consistir en la absorción del individuo por el Estado, en el panteísmo estatal", porque no se concibe a un Estado-Saturno que devore a sus hijos, sino que "toda la organización, toda la revolución nueva, todo el fortalecimiento del Estado y toda la reorganización económica irán encaminadas a que se incorporen al disfrute las ventajas esas masas enormes desarraigadas por la economía liberal y el conato comunista". ÓMICO DE JOSÉ
Y la revolución, bien claro lo dijo, se hará, se habrá de hacer, desde arriba y de manera completa. Desde arriba para "pasar desde esta última orilla de un orden económico-social que se derrumba a la orilla fresca y prometedora del orden que se adivina ; pero saltar desde una orilla a otra por un esfuerzo de nuestra voluntad, de nuestro empuje y de nuestra clarividencia; saltar de una orilla a otra sin que nos arrastre el torrente de la invasión de los bárbaros", y así puede y debe tener efecto la revolución, sin convulsivos espasmos, ya que se preconizaba por el Jefe Nacional de la Falange que "sería social en lo profundo, sin demagogias, porque no harán falta; pero implacablemente anticapitalista, implacablemente anticomunista". De esta suerte y no olvidando que, además, desde arriba, la revolución ha de ser completa, "porque todas las revoluciones han sido hasta ahora incompletas en cuanto ninguna sirvió juntas a la idea nacional de la Patria y a la idea de la justicia social", en tanto "nosotros integramos estas dos cosas: la Patria y la justicia social, y resuelta, categóricamente, sobre estos dos principios inconmovibles queremos hacer nuestra revolución"; de esta forma, decíamos, se llegaba a la meta, bien que, gracias a un modo de ser especial y sutil que caracteriza la ideología falangista, porque la verdadera concepción del ideal de José Antonio es la adaptación a un orden español, a un modo de ser privativamente hispano, de lo bueno de fuera sin filias ni fobias, como él dijo, "porque lo que caracteriza este deseo nuestro, esta empresa nuestra, es la temperatura, es el espíritu", que nos ha de permitir y ayudar, llegar al fin ofrecido, arribar al punto de llegada previsto no como una prebenda, pero sí como un paraíso, el paraíso "erecto, implacable, un paraíso donde no se descansa nunca y que tenga junto a las jambas de las puertas ángeles con espadas". Pese a todo esto, tan claramente expuesto, aún añadió José Antonio pormenores y detalles, más o menos accesorios, que ayudan a mejor comprender su clara posición, su terminante postura, aunque otro principal y definitivo sea el fin que se deduce al decir tajantemente que todo ello no es posible sin una noble ambición, ya que "esta reforma económica no es posible sin una ambición histórica", porque "sólo con ella—con la histórica ambición—puede aceptarse un sistema económico que haga imponer muchos sacrificios", añadiendo, en fin, que "ésta es nuestra tarea: educar a una generación para el sacrificio con tal de que la siguiente reciba una Patria más grande", cumpliendo la misión fundamental que sólo se logra "devolviendo a los hombres los sabores antiguos de la norma y del pan". Insiste siempre José Antonio en el papel preponderante que, forzosamente, ha de caber en toda revolución realizada desde arriba al Estado, en su punto de vista de que el Estado, sujeto de dicha misión, "no ha de ser ni absorbente ni anulador de la individualidad" y el cauce para conseguirla es "desmontando el aparato económico de la propiedad capitalista que absorbe todos los beneficios para sustituirlo por la propiedad individual, por la propiedad familiar, por la propiedad comunal, por la propiedad sindical...", lejos de todo egoísmo que, como es natural, no lo entendía el Jefe de Falange como aquel egoísmo clásico de Adam Smith, motor activo de la Humanidad, incentivo de lucro legítimo y de bienestar compensador de un esfuerzo económico, sino como algo oponible a renunciación por el bien común, contrario a la abnegación, diciendo, al efecto, que "el egoísmo busca el logro directo de las satisfacciones sensuales: la abnegación renuncia a ellas en homenaje a un orden superior". Pasando del concepto abstracto de lo económico a la economía española en particular, José Antonio no desconocía, sino que, por el contrario, sabía bien de sus limitaciones, de sus escasas posibilidades de presente, como se confirma al escucharle decir que "nuestra economía estaba más depauperada que casi ninguna; nuestro pueblo vivía más miserablemente que casi ninguno", y además esto ocurría muchas veces por deseos del exterior, por imposiciones que llegaban desde fuera, lo que en más de una ocasión le forzó a decir: "Queremos una España entera... que no soporte mediatizaciones extranjeras ni trato colonial en lo económico." Sólo con sano y pleno espíritu de sacrificio y servicio, con renunciación, con aquella renunciación abnegada que le llevó a él a darlo todo, toda su actividad en los años de su vida pública, incluso la vida misma, libres de insano egoísmo que "quitan todo calor de humanidad a la economía", el ideario económico de José Antonio puede lograrse y puede cumplirse su pensamiento, permitiendo a los demás, al conjunto, un más amplio nivel de vida que dé menos ricos y menos pobres, que conceda altura y dignidad a esa "vida que es para vivirla y que sólo se vive cuando se realiza o se intenta realizar una obra grande", justa, generosa... ÓMICO DE JOSÉ
El, José Antonio falangista, por serlo, como fundador de un nuevo ideal social, estima que "por consecuencia, ni las ganancias del capital—hoy a menudo injustas—, ni las tareas del trabajo, estarán determinadas por el interés o por el poder de la clase que en cada momento prevalezca, sino por el interés conjunto de la producción nacional y por el poder del Estado". Y así lo preconiza a toda hora y se recoge en el punto 12 de la Falange al decir que: "La riqueza tiene como primer destino mejorar las condiciones de vida de cuantos integren al pueblo. No es tolerable que masas enormes vivan miserablemente mientras unos cuantos disfrutan de todos los lujos." Solidaridad, justicia—no limosnas—, derechos, norma, pan, anticapitalismo y anticomunismo, nacionalismo sin vasallajes ni colonialismos económicos; en suma, en lo económico como en lo político, José Antonio es virilidad, hidalguía, limpia mirada, alta frente, torso dilatado, gallardía, fiereza y bravura muy a la española, muy a la usanza de los españoles. En puntos concretos de lo económico, José Antonio profundizó con el escaso margen que su mártir vida y prematura muerte le dio posibilidad. Pasemos a examinar ahora algunos aspectos más concretos de su ideario o pensamiento sobre varios temas de diferentes problemas ya puntualizados de la Economía.
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VI JOSÉ ANTONIO Y EL CAMPO ESPAÑOL LA posición espiritual de José Antonio frente al problema económico del campo español es una de las más concretas, quizá, con la social, la más concreta, de todas las que integran su pensamiento económico. José Antonio nace en un Madrid cabeza de una amplia zona todavía agrícola. No olvidemos que hasta hace veinticinco años la única o casi única vida productiva de la capital—bajo la advocación de San Isidro Labrador—era la de la agricultura de las tierras próximas y de las huertas del Tajo y sus afluentes que por la provincia discurren. Pero, además, era oriundo de Jerez de la Frontera, del campo andaluz, el campo más campo de toda la Península, ya que Andalucía queda cumplidamente definida en los versos de Machado que dicen: Campo, campo, campo y entre los olivares un cortijo blanco. El estado de la agricultura nacional, cuando José Antonio lanzó su pujante personalidad por la senda política de la recuperación de España, no podía ser de mayor postración; España era una nación fundamental, esencialmente agrícola. En sus Municipios rurales, en su censo de trabajo, en sus exportaciones más cualificadas, en su manera de vivir y en su nivel social. Y sin embargo, el problema del campo era espantoso y su panorama, desolador. La importancia de lo agrícola en el pensamiento de José Antonio crece, aumenta, a medida que el tiempo pasa. Especialmente desde que Falange Española se fusiona con las castellanas J. O. N. S. muestra el Jefe Nacional del Movimiento, ya unificado desde el 4 de marzo de 1934, un especialísimo interés por las cuestiones agrarias. Es justamente en el discurso de fusión de la Falange y las Juntas de Ofensiva Nacionalsindicalista donde José Antonio empieza con claridad meridiana a exponer su criterio sobre el campo español. En el Teatro Calderón, de Valladolid—cabeza de una vasta zona agrícola, acaso la más extensa de España—, José Antonio definió la tierra española. Esa tierra que "no es ni mucho menos el agregado de unas cuantas fincas, ni el soporte de unos intereses agrarios para regatearlos en asambleas", sino que es la propia tierra, la tierra como depositaría de valores permanentes, eternos, la austeridad en la conducta y el sentido religioso de la vida... Generalmente José Antonio se refiere a las tierras castellanas, a esas zonas de terreno seco y duro, inhóspito. No suele, salvo excepciones, al tratar del agro español, referirse a las zonas ricas, exuberantes de vegetación, bien irrigadas, densamente pobladas, de huertos, de la costa o de las vegas de los anchos ríos. La obsesión campesina del Fundador de F. E. es que "no toda España es habitable", que "hay que devolver al desierto y sobre todo al bosque muchas tierras que sólo sirven para perpetuar la miseria de quienes las labran". Tierras, principalmente de Castilla, de esta "tierra esmaltada de nombres maravillosos—Tordesillas, Medina del Campo, Madrigal de las Altas Torres—, esta tierra de Chancillería, de ferias y castillos", y dotar a España de un criterio de unidad en lo social, en lo político y en lo económico. ¿Qué preconiza para ello José Antonio? Oigámosle: "Masas enteras habrán de ser trasladadas a tierras cultivables, que habrán de ser objeto de una profunda reforma económica y una profunda reforma social de la agricultura: enriquecimiento y racionalización de los cultivos, riegos, enseñanza agropecuaria, precios remuneradores, protección arancelaria a la agricultura, crédito barato; y de otra parte patrimonios familiares y cultivos sindicales"; y termina su párrafo como poeta, como visionario que poetiza incluso lo más rústico, lo menos poético, diciéndonos: "Esta será la verdadera vuelta a la Naturaleza, no en el sentido de la égloga que es el de Rousseau, sino en el de la geórgica, que es la manera profunda, severa y ritual de entender la tierra." Insiste José Antonio en la preocupación social-agraria, especialmente por las tierras áridas, ingratas, de la meseta, de las mesetas, por "gran parte de esta tierra española, ancha, triste, seca, destartalada, huesuda como sus pobladores", que "parece no tener otro destino que el de esperar a que esos huesos de sus habitantes se le entreguen definitivamente en la sepultura". ÓMICO DE JOSÉ
Sentía honda, profundamente José Antonio la presencia de un suelo y de un clima hostiles; comprendía que España había de padecer por la limitación económica que su propia tierra le imponía y de la que sólo puede salirse con redoblado esfuerzo organizador y planificador: con regadíos, abonos, concentración parcelaria, repoblación forestal, créditos a largo plazo y personal. Padecía por "este suelo nuestro, en que se pasa del verano al invierno sin otoño ni primavera; este suelo nuestro con los montes sin árboles, con los pueblos sin agua ni jardines; este suelo inmenso, donde hay tanto por hacer y sobre el que se mueren de hambre setecientos mil parados y sus familias" (más del 15 por 100 de la población de entonces) , "este suelo nuestro, en el que es un conflicto que haya una cosecha buena de trigo, cuando, con ser el pan el único alimento, comen las gentes menos pan que en todo el Occidente de Europa". De aquí que a José Antonio le interesase tanto, tantísimo, el problema de la reforma agraria. Entre sus preocupaciones políticas es ésta—junto a la teoría general de España y su destino—la principal. En el Parlamento, salvo la defensa de la Dictadura, los problemas del separatismo, la exaltación de la Falange y algunas interpelaciones sobre casos concretos—como el del "straperlo", el asunto Nombela, las sanciones económicas a Italia...—, lo más autorizado y completo, lo más hondamente constructivo y conmovedor que José Antonio planteó en el orden económico fueron el problema agrario y el paro como consecuencia de la concurrencia de extranjeros a cargos técnicos. La reforma agraria—la revisión de las condiciones jurídicas, fiscales, económicas de la tierra española que la República planteó sectaristamente y que al fin quedó en una serie de atropellos, de vejaciones y de errores—no era para José Antonio tan sólo "un problema técnico económico para ser estudiado en frío por las escuelas"; la reforma agraria—dijo en su discurso de clausura al Segundo Consejo Nacional de la Falange en 17 de noviembre de 1935—"es la reforma total de la vida española". Interesantísimo este discurso, uno de los en que José Antonio, después de dos años largos de intensísima actuación (desde octubre de 1933) se muestra plenamente cuajado, totalmente "hecho", formado y en plena posesión de ideas claras y palabra suelta, verbo elocuente, ampliadas sus dotes naturales por la constante práctica en la etapa de máxima actividad de su vida. En él, en este resonante mitin que proporcional o inversamente proporcional, en térmi-plaza del Carmen, las calles de San Alberto y Tetuán hasta Carmen, Montera y la Puerta del Sol, entre rugidos de los "jabalíes" y vítores de sus prosélitos, cada día en mayor número, José Antonio habló férvidamente y ampliamente sobre el campo español. Ese campo que, según dijo, "es España" y "el que en el campo español se impongan unas condiciones de vida intolerables a la humanidad labradora en su contorno español no es sólo un problema económico: es un problema entero, religioso y moral". "Por eso—siguió diciendo—es monstruoso acercarse a la reforma agraria con sólo un criterio económico; por eso es monstruoso poner en pugna interés material con interés material, como si sólo de eso se tratara; por eso es monstruoso que quienes se defienden contra la reforma agraria aleguen sólo títulos de derecho patrimonial, como si los de enfrente, los que reclaman desde su hambre de siglos, sólo aspirasen a una posesión patrimonial y no a la íntegra posibilidad de vivir como seres religiosos y humanos". De aquí que él viese en la reforma agraria dos aspectos : el económico y el social. Y en el económico—que es del que ahora tratamos—dice bien claramente que "una gran parte de España es inhabitable, es incultivable. Sujetar a las gentes que ahora viven adheridas a estos suelos es condenarlas a la miseria para siempre. Hay eriales que nunca debieron dejar de ser eriales; hay pedregales que no se debían haber labrado nunca". Se refería con toda justeza a las tierras marginales, a los cultivos marginales, de rendimiento ínfimo, menos que proporcional o inversamente proporcional, en términos tales que más que rendimiento por lo que producían, se podían llamar así sólo por lo que rendían en sentido de fatigar a sus cultivadores, a sus desgraciados explotados más que explotadores. Así, pues, con visión clarísima, José Antonio añadía que "lo primero que tiene que hacer una reforma agraria inteligente es delimitar las superficies cultivables de España, delimitar las actuales superficies cultivables y las superficies que pueden ponerse en cultivo con las obras de riego que inmediatamente hay que intensificar, y después de eso—repitiendo sus conceptos del discurso del ÓMICO DE JOSÉ
Calderón, de Valladolid, en 1935, marzo anterior—"tener el valor de dejar que las tierras incultivables vuelvan al bosque, a la nostalgia de bosque de nuestras tierras calvas, devolverlas a los pastos", para que —he aquí otro aspecto del pensamiento económico en lo agrario del Jefe Nacional de Falange— "renazca nuestra riqueza ganadera que nos hizo fuertes y robustos; devolver todo eso que no es el cultivo; no volver a meter un arado en su pobreza". Y luego, "una vez delimitadas las tierras cultivables de España, proceder, dentro aún de la operación económica, a reconstruir las unidades del cultivo". Descendió José Antonio al pormenor en sus consignas. Veía claro el problema del campo español. Aún mejor: el de los diferentes campos de España. Ya no se refiere aquí sólo al campo castellano, al campo extremeño, a amplias zonas del campo andaluz, sino a todo el conjunto agrícola de España, porque bien claramente dice que, "en líneas generales, pueden señalarse tres tipos de cultivo, puesto que desde este punto de vista los de las regiones del Norte y de Levante, en cierto modo, se pueden emparejar: hay tres clases de cultivo: los grandes cultivos de secano, que necesitan una industrialización y un empleo de todos los medios técnicos que sean necesarios para que produzcan económicamente y que han de someterse a un régimen sindical; los cultivos pequeños, en general los cultivos de regadío o los cultivos de tierras en zona húmeda: éstos han de parcelarse para constituir la unidad familiar; pero como ocurre que en muchas de esas tierras se ha exagerado la parcelación y se ha llegado al minifundio antieconómico, lo que en muchos casos sería parcelación, en otros sería agrupación"—concentración parcelaria o simplemente concentración, como ahora se dice—; "para que se formen las unidades familiares de cultivo, los cotos familiares de cultivo se regirán por un régimen familiar corporativo, para el suministro de aperos y para la colocación de los productos; y hay otras grandes áreas, como son, por ejemplo, las olivareras, de un interés excepcional para España, donde el cultivo deja períodos de largos meses de total desocupación de los hombres" (el paro estacional campesino). "Las tierras de esta clase necesitan complemento, bien por los pequeños regadíos, donde se trasladen los trabajadores durante las épocas de paro involuntario, bien por el montaje de pequeñas industrias, accesorias de la agricultura, para que puedan vivir los campesinos durante estas largas temporadas". Una vez hecha esta reforma de la economía agrícola, de la agricultura española en el orden económico, vendrá la reforma social. Así intuyó José Antonio programas transformadores de la amplitud del Plan Badajoz o el Plan de Jaén. Hay que hacer buenas las tierras que de ello sean susceptibles o instalar a los campesinos en tierras que no lo amiserien y aherrojen en la perpetuación de su pobreza. Hay que instalarlos como primera medida. ¿Pagando o no pagando estas tierras ? No le importa a José Antonio. Dice que ello dependerá de las circunstancias financieras de cada instante. Ve claro que de la revalorización del agro, de la mejora de los rendimientos, puede incluso, y tal vez con creces, salir la autofinanciación del agro, y si así no fuera, sería siempre preferible que la reforma de las condiciones de vida campesina se hiciera en todo caso "a riesgo de los capitalistas, que no a riesgo de los campesinos", porque lo que no puede su espíritu generoso concebir es, como dijo en el Cinema Europa en febrero de 1936, que el campesino carezca siquiera de una tierra suya, "un poco suya para regar con el sudor, y no en la situación desesperante y monstruosa de ser proletarios, es decir, hombres que ya vendieron su tierra y sus herramientas y su casa, que ya no tienen nada que vender" y, en vista de ello, "tienen que alquilar por unas horas las fuerzas de sus propios brazos" y "han de instalarse, como yo los he visto, en esas plazas de los pueblos de Andalucía, soportando el sol, a ver si pasa alguien que los tome por unas horas a cambio de un jornal, como se toman en los mercados de Abisinia a los esclavos y los camellos", o trabajando "de sol a sol por un plato de gazpacho"; hombres que cualquier español de los tiempos que precedieron a nuestra Cruzada habría descubierto en los confines de los páramos españoles; "gentes—como dijo en el Teatro Cervantes, de Málaga, y en el Frontón Betis, de Sevilla— con los ojos iluminados como en los mejores tiempos, capaces de toda empresa, viviendo una vida miserable y dolorosa" cuya existencia "pondría los pelos de punta si la viéramos aplicada a los animales domésticos". La reforma agraria de la República no evitó nada de esto. En realidad, sólo sirvió para "empobrecer a muchos sin que haya enriquecido más que—como dijo en su discurso de Cádiz en noviembre de 1933— a los que pertenecen a ese Instituto de Reforma Agraria, que pisan sobre mullidas alfombras y usan los mejores automóviles y dicen que se ha de favorecer a los campesinos", entre tanto "mientras vosotros —se dirige ahora a los campesinos de Carpió de Tajo—pasabais los rigores del frío y del calor doblados sobre una tierra que nunca iba a ser vuestra, soportando la enfermedad, la miseria y la ignorancia, las leyes escritas por gentes de la ciudad os escarnecían con la burla de deciros que erais libres y soberanos". Insiste José Antonio en la desigualdad de las castas en la agricultura española con reiteración machacona y sólo concibe su superación con una reforma de la economía agraria y de la vida rural "con ÓMICO DE JOSÉ
todo el sentido revolucionario que sea preciso y con la fertilización de grandes extensiones de tierra adonde hay que hacer llegar el agua". Las tierras de España—dijo en el Frontón Cinema, de Zaragoza— no pueden vivir decorosamente; hay tierras españolas donde cada semilla da tres o cuatro y de éstas hay que entregar una al usurero, y con las otras dos vive el labrador en una miseria que pasa de padres a hijos. No se puede vivir en muchos pueblos españoles—añadió—de tierra estéril, donde las gentes se tienen que refugiar en el interior de ella. Nosotros—la Falange, concluyó—haremos carreteras, conducciones y depósitos de agua para que estos españoles dejen su miseria y no tengan que meterse dentro de la tierra como las "sabandijas". Porque lo que hay que hacer—mitin del Teatro Bretón, de Salamanca—es "procurar que la tierra de España sostenga a todos sus hijos, cueste lo que cueste. Se respetarán las fincas extensas que son unidades de cultivo y se protegerá al pequeño labrador, procurando siempre que la economía agraria integre regularmente la riqueza nacional". Propugnó José Antonio el cooperativismo agrario y en su defensa salió cuantas veces hizo falta. Recordemos algún párrafo del discurso pronunciado en el Teatro Pereda, de Santander, en enero de 1936 cuando, entre ovación tan estruendosa como fué el eco de sus palabras en los oyentes, se refirió a la Cooperativa "Sam", negocio en el que aunaban sus esfuerzos miles de modestos campesinos que quisieron constituir una cooperativa para obtener directamente beneficios y "cuando comienzan a lograrse éstos, una gran empresa extranjera que tiene grandes negocios por medio mundo y a la que no le importa perder varios millones de pesetas, rebaja el precio de venta unos céntimos y arruina por entero a una provincia como ésta". Dos importantes discursos parlamentarios de José Antonio, los días 23 y 24 de julio de 1935, se dedicaron a hacer una crítica de la reforma agraria republicana. En ellos encontramos los conceptos repetidos en discursos y mítines, en escritos y manifiestos falangistas. Critica acerbamente la situación del campo y exalta el tesón y la nobleza del campesino español. Considera justificadísima la reforma, la cree indispensable, la exige en nombre de las más numerosas masas de españoles. En su intervención del día 23 cita casos curiosos de propietarios—una propietaria— dueños de pueblos enteros. En Narros del Puerto (Ávila) dice que una señora, dueña total y absoluta de la tierra de toda la aldea, entre otras cláusulas justificativas de desahucio a sus aparceros, o más bien siervos, establece en los contratos: "La dueña podrá desahuciar a los colonos que fueren mal hablados". Entiende por ello que la reforma agraria es algo más grande, "mucho más ambiciosa, mucho más completa" que la parcelación, que la división de los latifundios, que la agregación de los minifundios, que "es una empresa atrayente y magnífica que probablemente sólo se puede realizar en coyunturas revolucionarias y que fué una de las empresas que se perdieron". Con claridad meridiana hizo ver que si la propiedad ha de ser pagada a su precio justo de tasación y a esta indemnización se dedican cincuenta millones de pesetas al año, reinstalar la población española en los ocho millones de hectáreas a que debería alcanzar la reforma costaría—al precio medio de 1935—ocho mil millones, o sea, que contando sólo con cincuenta millones anuales se tardaría ciento sesenta años, y eso admitiendo, lo que no es poco, la inalterabilidad del precio en este largo decurso de tiempo. De aquí que, como quería José Antonio, la revolución en el campo, la reconstrucción de la agricultura española, hubiera de hacerse con un sentido nacional, económico y social que concretó en un escrito aparecido en "Arriba" del 7 de noviembre de 1935 titulado "Hojas de la Falange", "A los labradores", en el que se contiene el espíritu del pensamiento jurídico-económico y político de José Antonio frente al agro español, al problema del campo español, diciendo: "Labradores: Se os ha engañado tanto con palabras más o menos bellas, que ya casi da vergüenza acercarse a vosotros con nuevas palabras. Hay tantos "agrarios" por ahí vueltos de espaldas a vuestra angustia que tenéis razón para desconfiar de todo el que viene a recordárosla. Estáis hartos de política. Pero todo el asco que se os ha metido en el alma no impide que sigáis en vuestro puesto, callados y sufridos, bajo la helada y bajo el sol, siendo el soporte económico de España y la guarda duradera y profunda de sus esencias espirituales.
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"Mientras vosotros os extenuáis, acaso, para sacar tres o cuatro semillas por una, el prestamista descansa en la seguridad de que vuestro sudor le asegura los réditos; el especulador sabe que tendréis que venderle la cosecha a cualquier precio para que no se pudra en los trojes, el cacique cuenta con vuestra esclavitud para especular en política y el político os adormece con promesas para encaramarse sobre vuestras espaldas. Pero ninguno de esos quiere vuestra salvación, porque su medro depende de que sigáis, siglos y siglos, como ahora. Ninguno de ellos quiere la revolución agraria que España necesita. "Lo primero que hace falta es dotar al campo de mayores recursos económicos. El campo sostiene a la ciudad. Pero la ciudad en vez de devolver al campo la mayor parte de lo que éste produce lo absorbe en el sostenimiento de la vida urbana. La ciudad presta al campo ciertos servicios intelectuales y comerciales, pero se los cobra demasiado caros. Así resulta que lo que vuelve de dinero al campo, cuando se venden las cosechas, es apenas suficiente para dar de comer a quienes las recogieron y desde luego insuficiente para emprender nuevas labores. Así resulta que casi todo el campo español recibe un cultivo defectuoso, produce escaso y caro y coloca cada año a los labradores en la misma congoja cuando llega el instante de vender la cosecha. "Un Estado que se interesase de veras por el labrador, para algo más que para pedirle los votos, ya hubiera asegurado a los productos del campo un cultivo adecuado y un precio remunerador con medidas como las siguientes: "Organización de un verdadero crédito agrícola, que prestará al labrador dinero con facilidades y bajísimo interés sobre garantía de sus cosechas y le redimiera de este modo de la usura y el caciquismo. Si el Estado obligara a la Banca—que se enriquece con los millones ajenos—a dar dinero al contado sobre el valor de la cosecha, con un interés bajísimo, ni los labradores se quedarían con las cosechas sin vender, ni tendrían que venderlas a cualquier precio a los especuladores, ni los diputados y ministros tendrían que gastar más tiempo en palabras inútiles, convertidos en una nueva plaga del campo. "Difusión de la enseñanza agrícola y pecuaria, llevándola hasta el mismo campesino para orientar y aumentar su capacidad técnica. "Organización de las tierras para evitar que los labradores se arruinen dedicando sus tierras a cultivos absurdos cuando, quizá, bien dirigidos, podrían obtener, de estas mismas tierras, productos remunera-dores. "Política arancelaria enérgica de los productos del campo, sacrificados muchas veces a la defensa de industrias artificiales e inútiles. "Aceleración de las obras hidráulicas, llamadas a fertilizar tantas tierras sedientas. "Pero no basta con esas medidas. Hay que llevar a cabo, a fondo, la verdadera revolución nacional agraria. Todavía, pese a las "reformas agrarias" que se hicieron pasar ante vuestros ojos, hay muchísima gente en España que vive del campo sin trabajar, que vive de las rentas del campo sin contribuir en nada a que el campo produzca; cobrando la renta como quien cobra un impuesto. Hay, por otro lado, muchísima gente que se ve obligada a labrar durante años y años, a falta de otra cosa, un terruño seco que apenas le da para sostener su hambre. Y muchísimas tierras que por mala distribución, por mal cultivo o por avaricia de sus dueños sostienen a mucha menos gente de la que podrían sostener. "Hay que acabar con eso. Pese a quien pese, sobre la tierra de España, tiene que vivir el pueblo español. Y no sobre "toda" la tierra de España, porque una grandísima parte de ella es inhabitable e incultivable. "Es una burla" para el campesino elevarle a propietario de un trozo de tierra pedregosa y estéril. No; donde hay que instalar al pueblo labrador de España es sobre las que se pueden fertilizar con los riegos. España tiene tierras suficientes para mantener a todos los españoles y a quince millones más. ÓMICO DE JOSÉ
Sólo faltan hombres enérgicos que lleven a cabo la bella y magnífica revolución agraria: el traslado de masas enteras hambrientas de siglos, agotadas en arañar tierras míseras, a los anchos campos feraces. "Para esto habrá que sacrificar a unas cuantas familias. No de grandes labradores, sino de capitalistas del campo, de rentistas del campo; es decir, de gentes que sin riesgo ni esfuerzo sacan cantidades enormes por alquilar sus tierras al labrador. No importa. Se las sacrificará. El pueblo español tiene que vivir. Y no tiene dinero para comprar todas las tierras que necesite. El Estado no puede ni debe sacar de ningún sitio, si no es arruinándose, el dinero preciso para comprar las tierras en que instalar al pueblo. Hay que hacer la reforma agraria "revolucionariamente", es decir, imponiendo a los que tienen grandes tierras el sacrificio de entregar a los campesinos la parte que les haga falta. Las reformas agrarias como la que rige ahora, a base de pagar a los dueños el precio de sus tierras, son "una befa" para los labradores. Habrán pasado doscientos años y la reforma agraria estará por hacer. "Todo depende de vosotros, labradores..." Magnífica lección de política rural, de economía social agraria, la que nos da José Antonio en sus "Hojas de la Falange". Lo que, por otra parte, y ya desde un principio se contenía en las "Normas programáticas de la Falange" dictadas en noviembre de 1934 por el propio José Antonio, quien, en los puntos 17 a 22 del Programa del Movimiento, dijo lo siguiente: "17. Hay que elevar a todo trance el nivel de vida del campo, vivero permanente de España. Para ello adquirimos el compromiso de llevar a cabo sin contemplaciones la reforma social de la agricultura. "18. Enriqueceremos la producción agrícola (reforma económica) por los medios siguientes: "Asegurando a todos los productos de la tierra un precio mínimo remunerador. "Exigiendo que se devuelva al campo, para dotarlo suficientemente, gran parte, de lo que hoy absorbe la ciudad en pago de sus servicios intelectuales y comerciales. "Organizando un verdadero crédito agrícola racional que al prestar dinero al labrador, a bajo interés, con la garantía de sus bienes y sus cosechas, le redima de las usuras y el caciquismo. "Difundiendo la enseñanza agrícola y pecuaria, "Ordenando la dedicación de las tierras por razón de sus condiciones y de la posible colocación de los productos. "Acelerando las obras hidráulicas. "Racionalizando las unidades de cultivo para suprimir tanto los latifundios desperdiciados como los minifundios antieconómicos, por su exiguo rendimiento. "19. Organizaremos socialmente la agricultura por los medios siguientes: "Distribuyendo de nuevo la tierra cultivable para instituir la propiedad familiar y estimular enérgicamente la sindicación de labradores. ÓMICO DE JOSÉ
"Redimiendo de la miseria en que viven a las masas humanas que hoy se extenúan en arañar suelos estériles y que serán trasladadas a las nuevas tierras cultivables. "20. Emprenderemos una campaña infatigable de repoblación ganadera y forestal, sancionando con severas medidas a quienes la entorpezcan e incluso acudiendo a la forzosa movilización temporal de toda la juventud española para esta histórica tarea de reconstruir la riqueza patria. "21. El Estado podrá expropiar sin indemnización las tierras cuya propiedad haya sido adquirida o disfrutada ilegítimamente. "22. Será designio preferente del Estado Nacionalsindicalista la reconstrucción de los patrimonios conmunales de los pueblos." Clarísima, puntualizada doctrina, visión o intuición de una restauración del agro al servicio del bienestar de la Nación, del conjunto de los españoles. Si hay que imponer sacrificios caigan éstos sobre quienes indebidamente disfrutaron prebendas. Y el bien común, la mayor suma de satisfacciones alcancen a la mayor suma de españoles, de los campesinos españoles, base y soporte de la economía nacional de España.
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VII JOSÉ ANTONIO ANTE OTROS TEMAS T EMAS ECONÓMICOS ANALIZADO el pensamiento de José Antonio sobre la economía general y el más concreto que define su postura frente a las cuestiones del campo, de la agricultura y del medio rural, interesa espigar entre sus discursos, escritos y conferencias en orden a otras concreciones en materia industrial, dineraria y financiera principalmente. No es en estos aspectos José Antonio tan explícito como lo fuera al definir su actitud con relación a la agricultura y a los fines propios que la economía en general debía servir. Pero siempre es claro y contundente. Apenas si trata de la industria y sólo de pasada en su conferencia del 3 de marzo de 1935 celebrada en el Teatro Calderón, de Valladolid, en sus dos discursos del Cine Madrid, de la capital de España, en los días 19 de mayo de 1935 "sobre la revolución española" y del 17 de noviembre de 1935 en la clausura del Segundo Congreso Nacional de la Falange, en el Teatro Norba, de Cáceres, 19 de enero de 1936, en el Teatro Principal, de Sanlúcar de Barrameda, el 8 de febrero de 1936, y sobre todo en la conferencia pronunciada en el Círculo de la Unión Mercantil e Industrial de Madrid "Ante una encrucijada en la Historia política y económica del mundo", el día 9 de abril de 1935, y su discurso en el Parlamento "sobre los profesionales extranjeros en España" (días 21 de noviembre y 4 de diciembre de 1935). También en las normas programáticas y en alguna consigna o escrito se toca sólo de pasada el conjunto de los problemas industriales, mercantiles y financieros en apoyo más bien del planteamiento, éste sí que claro y contundente, de la posición que ante los problemas sociales, y aun políticos, mantenía el Fundador de Falange y su primer Jefe Nacional. Antagonista del comunismo, José Antonio es también enemigo del capitalismo, del capitalismo financiero, del capitalismo sin preocupación social, anónimo y carente de. entrañas, campo abonado a cualquier reacción de las masas, por su carácter inhumano y deshumanizador. Distingue perfectamente José Antonio entre capitalismo y capital, entre capitalismo y propiedad privada, y así, en su magnífica conferencia del Círculo de la Unión Mercantil e Industrial de Madrid nos dice: "cuando se habla de capitalismo no se hace alusión a la propiedad privada; estas dos cosas no sólo son distintas, sino que casi se podría decir que son contrapuestas", porque justamente—según opina el Fundador de Falange—uno de los efectos del capitalismo fué aniquilar casi por completo a la propiedad privada en sus formas tradicionales. Y define así al capitalismo: "el capitalismo es la transformación más o menos rápida de lo que es el vínculo directo del hombre con sus cosas en un instrumento técnico de ejercer el dominio. La propiedad antigua, la propiedad artesana, la propiedad del pequeño productor, del pequeño comerciante, es como una proyección del individuo sobre sus cosas". Encuentra legítima la propiedad si el propietario "puede tener esas cosas, usarlas, gozarlas, cambiarlas". No le parece tan bien cuando en vez de ser el capital un instrumento de uso se convierte en instrumento de dominio y así sigue diciendo "cómo a medida que el capitalismo se perfecciona y se complica, va alejándose la relación del hombre con sus cosas y van interponiéndose una serie de instrumentos técnicos difíciles de dominar, y lo que era esta proyección directa, humana, elemental, de relación entre un hombre y sus cosas se complica; empiezan a introducirse signos que envuelven la representación de una relación de capital, pero signos que cada vez van sustituyendo mejor a la presencia viva del hombre, y cuando llega el capitalismo a sus últimos perfeccionamientos, el verdadero titular de la propiedad antigua ya no es un hombre, ya no es un conjunto de hombres, sino que es una abstracción representada por trozos de papel". Con lo que José Antonio se refiere a la Sociedad Anónima, el más alto exponente del capitalismo. Sobre ésta dice: "La sociedad anónima es la verdadera titular de un acervo de derechos y hasta tal punto se ha deshumanizado, hasta tal punto le es ya indiferente el titular humano de esos derechos que el que se intercambien los titulares de las acciones no varía en nada la organización jurídica, el funcionamiento de la sociedad entera." De aquí que, como dijo en la conferencia del Teatro Calderón, de Valladolid, en marzo de 1935, "la propiedad tal como la concebíamos hasta ahora toca a su fin: van a acabar con ella por las buenas o por las malas unas masas que en gran parte tienen razón y que además tienen la fuerza". Y ante esta crisis ÓMICO DE JOSÉ
del capitalismo—verdadero becerro de oro de una época que ha tenido que ir cediendo posiciones para conservar algo de su presencia, especie de avería gruesa, intencionalmente producida para evitar el naufragio del navío—, José Antonio clamaba por los valores del espíritu reputándolos como los únicos fundamentales. "No hay quien salve lo material—añadía—: lo importante es que la catástrofe de lo material no arruine también valores esenciales del espíritu". Y para ello propugnaba junto al nuevo orden social, tantas veces por él proclamado, la exigencia de acudir a una reorganización económica en la que el capital dejase de ser capitalismo y se constituye en elemento de trabajo al servicio del bien común. "¿Qué es esto—decía— de armonizar el capital y el trabajo? El trabajo es una función humana, como es un atributo humano la propiedad. Pero la propiedad—insistía—no es el capital: el capital es un instrumento económico y como instrumento debe ponerse al servicio de la totalidad económica, no del bienestar personal de nadie. Los embalses de capital han de ser como los embalses de agua; no se hicieron para que unos cuantos organicen regatas en la superficie, sino para regularizar el curso de los ríos y mover las turbinas de los saltos de agua." ¡Bellísima frase en la que lo poético de la comparación no resta, sino que por el contrario aumenta, la exactitud de la metáfora! Insistamos en que José Antonio se refiere al capital financiero, al capitalismo, no a la propiedad, que exige sea respetada. En la conferencia del Círculo Mercantil e Industrial de Madrid lo puntualizó de manera contundente al referirse a ''ese capital financiero que es el que durante los últimos lustros está recorriendo la vía de su fracaso, y ved que fracasa de dos maneras: primero, desde el punto de vista social (esto debíamos casi esperarlo), y después desde el punto de vista técnico del propio capitalismo", como más adelante demostró al referirse a las crisis: "Por ejemplo, las crisis periódicas han sido un fenómeno producido por la gran industria y producido precisamente por esa razón que os decía antes cuando explicaba la aglomeración del capital. Los gastos irreductibles de primer establecimiento son gastos muertos que en ningún caso se pueden achicar cuando el mercado disminuye. La superproducción a ritmo violentísimo acaba por saturar los mercados. Se produce entonces el subconsumo y el mercado absorbe menos de lo que las fábricas entregan." Además de su criterio anticapitalista, José Antonio se muestra poco partidario del capitalismo industrial o quizá mejor diríamos de la industria a base de capitales financieros. La encuentra poco solidaria con el elemento personal, en cuanto, sobre todo, esté reñida con la existencia de pequeñas industrias, de actividades artesanas, a las que José Antonio estimaba extraordinariamente tanto en sí mismas como —ya lo hemos visto—a la manera de complemento necesario de la explotación agrícola, sobre todo como medio, el más eficaz, para paliar los desastrosos efectos del paro estacional campesino. Así, en el Teatro Cervantes, de Málaga, dijo José Antonio el 21 de julio de 1935: "El orden capitalista era una necesidad cuando creció la gran industria y se hizo necesaria la acumulación del capital. Pero la gran industria fué creciendo y absorbiendo al mismo tiempo a los pequeños capitales, a las industrias pequeñas. El capitalismo era, desde el principio, el gran enemigo del obrero, al que reclutaba en las filas anónimas de la fábrica, y era también enemigo del pequeño capital, porque absorbía y aniquilaba las fuentes de producción, sustituyendo al hombre, al industrial pequeño, por unas cuantas hojas de papel, sin nervio ni corazón. El capitalismo convertía a los hombres, los trabajadores, en proletarios, es decir, en individuos que, apartados de los medios productivos, esperaban al cabo de unos días un salario por la prestación de un trabajo abrumador." "El capital—siguió el Fundador diciendo—devoraba cuanto caía bajo su alcance. Por devorar todo ha empezado a devorarse a sí mismo." En su visión clara de los problemas económicos, relacionados con la industria y el capital, José Antonio abordó también el tema del dinero. En el acto del Teatro Madrid, en noviembre de 1935, dijo así: "El dinero nace en el instante en que la economía se complica hasta el punto de que no pueden realizarse las operaciones económicas elementales con el trueque directo de productos y servicios. Hace falta un signo común con que todos nos podamos entender y este signo es el dinero: pero el dinero en principio no es más que eso: un denominador común para facilitar las transacciones." El dinero así concebido le parece perfectamente admisible—¿cómo no?—a José Antonio. Pero cuando este símbolo se convierte en instrumento de esclavización, ya no está—lógicamente—tan de acuerdo con su mal uso. Y así nos dijo: "Hasta que llegan quienes convierten a ese signo en mercancía para su provecho, ÓMICO DE JOSÉ
quienes disponiendo de grandes reservas de este signo de crédito lo alquilan a los que compran y a los que venden. Pero hay otra cosa: como la cantidad de productos que pueden obtenerse, dadas ciertas medidas de primera materia y trabajo, no es susceptible de ampliación, como no es posible para alcanzar aquella cantidad de productos disminuir la primera materia, ¿ qué es lo que hace el capitalismo para cobrarse el alquiler de los signos de crédito? Esto: disminuir la retribución, cobrarse a cuenta de la parte que le corresponde a la retribución del trabajo en el valor del producto. Y como en cada vuelta de la corriente económica el capitalismo quita un bocado, la corriente económica va estando cada vez más anémica y los retribuidos por debajo de lo justo van descendiendo de la burguesía acomodada a la burguesía baja, y de la burguesía baja al proletariado, y por otra parte se acumula el capital en manos de los capitalistas." Con lo que, si no se pone remedio a este grave problema, mediante una justicia social, que justifica el anticapitalismo de José Antonio, la Humanidad buscaría la salvación de su hundimiento en otro gravísimo: en el marxismo, especie de templo bíblico en que se hundirían Sansón y los filisteos. Capitalismo financiero, capitalismo industrial, capitalismo rural. José Antonio distingue unos de otros, sobre todo los dos primeros entre sí y del último. Al capitalismo financiero le parece relativamente sencillo desmontarlo. En el mismo Cine Madrid dijo que había de procurar la desarticulación del capitalismo financiero. "Tal como está montada la complejidad de la máquina económica es necesario el crédito: primero, que alguien suministre los signos de créditos admitidos para las transacciones; segundo, que cubran los espacios de tiempo que corren desde que empieza el proceso de la producción hasta que termina. Pero cabe transformación en el sentido de que este manejo de los signos económicos de crédito en vez de ser negocio particular de unos cuantos privilegiados se convierta en misión de la comunidad económica entera, ejercida por su instrumento idóneo, que es el Estado. De modo que al capitalismo financiero se le puede desmontar sustituyéndole por la nacionalización del servicio de crédito." Diferente o más difícil es lo que se refiere al capitalismo industrial. Este es, de momento, el de desmontaje, más difícil porque la industria no cuenta sólo con el capital para fines de crédito, sino que el sistema capitalista se ha infiltrado en la estructura misma de la industria. "La industria, de momento, por su inmensa complejidad, por el gran cúmulo de instrumentos que necesita, requiere la existencia de diferentes patrimonios: la constitución de grandes acervos de disposibilidades económicas sobre la planta jurídica de la sociedad anónima. El capital anónimo viene a ser el titular del negocio, que sustituye a los titulares humanos de las antiguas Empresas. Si en este instante se desmontase de golpe el capitalismo industrial no se encontraría, por ahora, expediente eficaz para la constitución de industrias, y esto determinaría, de momento, un grave colapso." Todos estos capitalismos—con el rural a que ya nos referimos en su momento—tienen además, a juicio de José Antonio, un grave defecto, el de que, por el contrario de lo preconizado precisamente por la economía liberal, por el capitalismo liberal—que pronto busca la protección arancelaria—, en vez de estimular la competencia, tiende a eliminarla, ya que "el gran capitalismo ha eliminado automáticamente la concurrencia—dijo en el Círculo de la Unión Mercantil e Industrial de Madrid (9 de abril de 1935)—al poner la producción en manos de unas cuantas entidades poderosas", aunque, añadió, en España tanto el liberalismo político como el económico "apenas han existido nunca", insistiendo en ello en el discurso del Cine Madrid (17 de noviembre de 1935), cuando dijo: "Pero como Dios está de nuestra parte, resulta que en España apenas hay que desmontar capitalismo industrial porque existe muy poco, y en lo poco que hay, aligerando algunas cargas, constituidas por Consejos de Administración lujosos, por la pluralidad de Empresas para servicios parecidos y por la abusiva concesión de acciones liberadas, nuestra modesta industria recobraría toda su agilidad y podría aguardar relativamente bien durante esta época de paro. Quedarían, para una realización inmediata, la nacionalización del crédito y la reforma del campo. He aquí por qué España, que es casi toda agraria, rural, se encuentra con que en este período de liquidación del orden capitalista, está en las mejores condiciones para descapitalizarse sin catástrofes." La Banca sin entrañas; el capital sin canalizar justamente su empleo; los "trusts" financieros todopoderosos no le parecían bien—¿cómo se lo podían parecer?—a José Antonio. Tal como funcionaba la Banca, en su época política, el mecanismo capitalista era perjudicial y nocivo. Se precisaba someter el empleo de capitales a una ordenación, encauzándolo en servicio del interés general. Era para José Antonio incluso oportuno considerar conveniente la nacionalización del servicio de Banca (Cine Madrid, 17 de noviembre de 1935) y criticaba las medias tintas cuando se seguía un ÓMICO DE JOSÉ
criterio vacilante más perjudicial que cualquier otro, ya que "en vez de sustituir un sistema económico—el capitalista—por otro completo, se está conservando, arriscadamente, el capitalismo, pero metiéndole chinas en los engranajes". (Hoja escrita en los sótanos de la Dirección General de Seguridad el 14 de marzo de 1936.) Se oponía José Antonio, insistamos, no al capital, ni mucho menos a la propiedad privada—que consideraba patrimonio legítimo—, sino al parasitarismo financiero, a los lucros excesivos de los detentores de signos de riqueza, que convertían éstos en riqueza en sí misma. Luchaba—"Arriba", número 20—contra los desmedidos beneficios de la Banca, y en el "Arriba", número 28, puntualizó cómo "nuestra economía está recargada con el sostenimiento de una masa parasitaria insoportable: banqueros que se enriquecen prestando a interés caro el dinero de los demás; propietarios de grandes fincas que, sin amor ni esfuerzo, cobran rentas enormes por alquilarlas; consejeros de grandes compañías diez veces mejor retribuí-dos que quienes con su esfuerzo las sacan adelante; portadores de acciones liberadas a quienes las más de las veces se retribuye a perpetuidad por servicios de intriga; usureros, agiotistas y correveidiles". Propugnaba para desmontar este aparato, dos cosas: "una reforma crediticia, tránsito hacia la nacionalización del servicio de crédito, y una reforma agraria que delimite las áreas cultivables y las unidades económicas del cultivo". En muchas ocasiones reiteró estos puntos de vista. Lo que quiere decir que sobre el crédito y el capital, José Antonio tenía ideas meridianamente claras. Veía que en el mundo el problema se planteaba en toda su crudeza. Pero que en España era, como consecuencia de la mayor modestia de nuestra economía, menos grave, aunque no menos hiriente. En España, dijo en el Teatro Principal, de Sanlúcar de Barrameda (8 de febrero de 1936), lo que se padece "es la crisis del capitalismo, pero no de lo que vulgarmente se entiende por tal, sino el capitalismo de las grandes empresas, de las grandes compañías, de la alta Banca, que absorbe la economía nacional, arruinando al pequeño labrador, al pequeño industrial, al modesto negociante, con beneficio y lucro de los consejeros, de los accionistas, cuentacorrentistas y demás participantes, es decir, de los que no trabajan, pero se benefician con el trabajo de los demás", que no se refiere a los propietarios, porque, como siguió diciendo en el mismo acto de Sanlúcar, "el capitalismo no sólo no es la propiedad privada, sino todo lo contrario. Cuanto más adelanta el capitalismo, menos propietarios hay, porque ahoga a los pequeños. Los Bancos son meros depositarios del dinero de los demás, no producen. A los dueños del dinero les abonan el uno y medio por ciento y por ese mismo dinero, que no es suyo, cobran a los demás el siete o el ocho por ciento. Con sólo una sencilla manipulación de dos asientos en sus libros obtienen esa pingüe diferencia". "Es decir— en conclusión—, que el esfuerzo del trabajo lo absorbe la organización capitalista." Y en este sentido considera también a la industria —a la gran industria—como algo que debe ponerse al servicio del interés general, del interés nacional, del interés del pueblo, porque de lo contrario se empieza a "interpretar la historia por referencia a las nociones de mercancía, valor y cambio: surge la gran industria y con ella la transformación del artesanado—y del obrero—en proletariado..., aparece la competencia de las fábricas y se levantan las barreras aduaneras". (Conferencia del Teatro Calderón, de Valladolid, el 3 de marzo de 1935.) En las normas programáticas de la Falange quedan bien claramente concretados los puntos de vista de su Fundador en orden a propiedad, capitalismo y Banca. Especialmente se refieren a estos problemas los puntos 10, 12, 13 y 14, que dicen así: "10. Repudiamos el sistema capitalista que se desentiende de las necesidades populares, deshumaniza la propiedad privada y aglomera a los trabajadores en masas informes, propicias a la miseria y a la desesperación. Nuestro sentido espiritual y nacional repudia también el marxismo. Orientaremos el ímpetu de las clases laboriosas, hoy descarriadas por el marxismo, en el sentido de exigir su participación directa en la gran tarea del Estado nacional. "12. La riqueza tiene como primer destino—y así lo afirmará nuestro Estado—mejorar las condiciones de vida de cuantos integran el pueblo. No es tolerable que masas enormes vivan miserablemente mientras unos cuantos disfrutan de todos los lujos.
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"13. El Estado reconocerá la propiedad privada como medio lícito para el cumplimiento de los fines individuales, familiares y sociales y la protegerá contra los abusos del gran capital financiero, de los especuladores y de los prestamistas. "14. Defendemos la tendencia a la nacionalización del servicio de Banca y, mediante las corporaciones, la de los grandes servicios públicos". Revolución orgánica, ordenada, paulatina, significaron entonces y significan ahora estos puntos de vista del pensamiento económico de José Antonio. El tiempo hace que en su conjunto se vean reafirmados por las circunstancias. Los planes y programas económicos, la creación de empresas públicas, la sustitución de la inorgánica iniciativa particular—cuando ésta no se supedita al interés general—, o la suplencia de su defecto, no son otra cosa sino el cumplimiento revolucionario, desde arriba, de los conceptos vertidos por el Fundador de Falange en sus escritos y discursos. Un botón de muestra nos lo dan los Institutos Nacionales, tanto de Industria, como de Colonización, de la Vivienda o del Crédito para la Reconstrucción Nacional, el Servicio de Crédito Agrícola, el crédito sindical, las obras sociales de Vivienda, de Sanidad o de Previsión, o de Repoblación Forestal, la mejor ordenación fiscal y bancaria, los empréstitos para obras remuneradoras o de interés colectivo, y sobre todo la marcha ascensional de los presupuestos generales del Estado o de las Corporaciones en aplicación a tareas de tipo y carácter también general. Esto último también lo preveía claramente José Antonio, quien en el número 14 de "Arriba" decía el 24 de junio de 1935: "La preocupación de todos los economistas, al discutir y criticar los sucesivos presupuestos que se van presentando, es el déficit, cada vez mayor, que éstos tienen; pero en cambio a lo vital, o sea, a la eficacia del Estado, no se le presta mayor atención. Pero nosotros, en cambio, tenemos que mirar primero a la eficacia del Estado, a que cumpla éste con sus misiones. El déficit verdadero es mucho mayor que las cifras resultantes... Pero la transformación necesaria del Estado no puede ni quiere hacerla ningún partido político. Sólo la haremos nosotros con la revolución nacional." En cuanto a otros aspectos económicos, José Antonio los alude menos; sólo de pasada, como al comercio (discurso de Santander, Teatro Pereda, sobre la Cooperativa "Sam"), a los aranceles, a los impuestos... De ellos ya, generalizando, tratamos en los dos capítulos precedentes y en especial en el V.
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VIII JOSÉ ANTONIO Y LA CUESTIÓN SOCIAL LA preocupación primordial de la Falange y, por ende, de José Antonio, fué siempre el problema social. Cuando se refería a cuestiones económicas lo hacía porque él sabía bien que sin base económica no pueden plantearse y menos resolverse los problemas sociales. Su trascendental espiritualidad y el carácter eminentemente humano de la doctrina José Antonio exigían una constante referencia a los temas de defensa, protección y estímulo al trabajador. Hiere en la propia carne de Primo de Rivera el espectáculo de las masas condenadas por la actitud indiferente de los partidos políticos en juego. Sus nobles sentimientos, durante la corta vida política del Fundador, van dirigidos siempre hacia la redención y elevación del nivel material y espiritual de los agricultores, de los obreros, de los artesanos, del pequeño productor, industrial, comerciante o trabajador. El falangismo tiene un contenido tan profundo, tan extraordinario y eminentemente social, que en el examen del pensamiento económico de José Antonio, y para comprenderlo claramente, no es posible dejar de estudiar, siquiera sea en breve repaso, los puntos de vista de su ideario en relación con los fenómenos de la vida del trabajo. Aquí sí que es difícil espigar, porque toda la tarea de José Antonio está aromada, impregnada, bañada, en textos de alcance social. El hombre, "portador de valores eternos", es la constante que rige el pensamiento político y económico del Fundador. El concepto del hombre, su ordenación, la organización del trabajo, el encauzamiento de las masas, la subordinación de los intereses clasistas al interés general, la mejora del nivel de vida, la supresión del concepto trabajo-mercancía, la asistencia al trabajador..., son gritos que constantemente surgen del corazón y de los labios, del cerebro y de la pluma de José Antonio. Tres puntos fundamentales, sin embargo, pueden destacarse en el ideario económicosocial del primer Jefe Nacional de la Falange: la lucha de clases, la justicia social y el pavoroso problema del paro obrero. En cuanto al primer aspecto—lucha de clases—, abundan los textos de escritos y discursos en los que a ella se hace referencia. Podemos, sin temor a exageración, concretar que a José Antonio le preocupaba extraordinariamente la exaltación de las pasiones desatadas entre las clases patronales y obreras, que precisamente durante lo que iba de siglo se habían exacerbado a límites superiores a los de una pugna de ambiciones pasando de lo ideológico a vías de hecho, como hemos podido comprobar en nuestro breve repaso a los acontecimientos ocurridos en la Historia contemporánea con la de José Antonio. Cuando la Falange se fundó, estas pasiones estaban ventilándose en medio de la calle. El pistolerismo, el crimen, si no provocado, cuando menos visto con pasividad por el Poder público, eran moneda corriente en los tiempos de la segunda República española. Por ello, José Antonio habló constantemente y anatematizó de manera continuada la lucha de clases, fenómeno de enorme impacto en la vida del trabajo y en sus resultados en contra de los sagrados intereses de la economía nacional. En el discurso—trascendental—del Teatro Calderón (4 de marzo de 1934), en Valladolid, José Antonio dibujó con mano maestra este azote de la llamada cuestión obrera. Así, dijo: "Y por si nos faltara algo, ese siglo que nos legó el liberalismo y con él los partidos del Parlamento, nos dejó también esta herencia de la lucha de clases. Porque el liberalismo económico dijo que todos los hombres estaban en condiciones de trabajar como quisieran: se había terminado la esclavitud; ya a los obreros no se les manejaba a palos, pero como los obreros no tenían para comer sino lo que se les diera, como los obreros estaban desasistidos, inermes frente al poder del capitalismo, era el capitalismo el que señalaba las condiciones y los obreros tenían que aceptar estas condiciones o resignarse a morir de hambre. Así se vio cómo el liberalismo, mientras escribía maravillosas declaraciones de derechos en un papel que apenas leía nadie, entre otras causas porque al pueblo ni siquiera se le enseñaba a leer; mientras el liberalismo escribía esas declaraciones, nos hizo asistir al espectáculo más inhumano que se haya presenciado nunca; en las mejores ciudades de Europa, en las capitales de Estados con instituciones liberales más finas, se hacinaban seres humanos, hermanos nuestros, en casas infames, negras, rojas, ÓMICO DE JOSÉ
horripilantes, aprisionados entre la miseria y la tuberculosis y la anemia de los niños hambrientos, y recibiendo, de cuando en cuando, el sarcasmo de que se les dijera que eran libres y, además, soberanos. "Claro está que los obreros tuvieron que revolverse un día contra esa burla y tuvo que estallar la lucha de clases. La lucha de clases tuvo un móvil justo, y el socialismo tuvo, al principio, una razón justa, y nosotros no tenemos para qué negar esto. Lo que pasa es que el socialismo, en vez de seguir su primera ruta de aspiración a la justicia social entre los hombres, se ha convertido en una pura doctrina de escalofriante frialdad y no piensa, ni poco ni mucho, en la liberación de los obreros. Por ahí andan obreros orgullosos de sí mismos diciendo que son marxistas. A Carlos Marx le han dedicado ya muchas calles en muchos pueblos de España; pero Carlos Marx era un judío alemán que desde su gabinete observaba con impasibilidad terrible los más dramáticos acontecimientos de su época. Era un judío alemán que, frente a las factorías inglesas de Manchester, formulaba leyes implacables sobre la producción y los intereses de los patronos y de los obreros, mientras escribía cartas a su amigo Federico Engels diciéndole que los obreros eran una plebe y una canalla, de la que no había que ocuparse sino en cuanto sirviera para la comprobación de sus doctrinas." Y más adelante añadía: "El socialismo dejó de ser un movimiento de redención de los hombres y pasó a ser una doctrina implacable, y el socialismo, en vez de querer restablecer una justicia, quiso llegar en la injusticia, como represalia, adonde había llegado la injusticia burguesa en su organización. Pero además estableció que la lucha de clases no cesaría nunca..." Y en el Teatro Principal, de Jaén, dijo también José Antonio el 7 de abril de 1935: "Las derechas representan lo nacional; pero carecen de verdadero contenido social; los de izquierdas, al contrario, tienen un fondo social, pero antiespañol, olvidando unos y otros la necesidad de superar ambos elementos fundiéndose en una síntesis superior. Las luchas de clases, absurdas y estériles, no tienen, en definitiva, más que una finalidad: convertir a un proletariado oprimido en un proletariado opresor, lleno de odios y rencores." Aún más claro, más definido queda el pensamiento económicosocial del Fundador de la Falange a finales del año 1935, en noviembre, el 17 para ser exactos, en el gran mitin político del Cine Madrid de la capital de España, en el que concretó posturas, fustigó al capitalismo y al liberalismo, dando a la lucha de clases provocada como reacción contra las injusticias de un sistema caduco, de un capitalismo que, como él dijera, cumplió su papel en su tiempo; pero luego no supo evolucionar y se desentendió de lo importante que es el hombre, a fuerza de entenderse demasiado con la materia, con el medio en propio provecho, un matiz de lucha política, de batallar incesante no sólo en lo polémico, sino también y con harta virulencia en las emboscadas callejeras, en las revoluciones impías, en el exterminio, en lugar de la colaboración en sentido justo y racional. ¿Y qué oponía José Antonio a esta lucha de clases que tanto y tan justamente le preocupaba? Pues oponía el espíritu: el espíritu de unidad, la política de unidad, de solidaridad humana. En el primer número de "F. E.", en diciembre de 1933, decía José Antonio: "La lucha de clases ignora la unidad de la Patria, porque rompe la idea de la producción nacional como conjunto. Los patronos se proponen, en estado de lucha, ganar más. Los obreros también. Y, alternativamente, se tiranizan. En las épocas de crisis de trabajo los patronos abusan de los obreros. En las épocas de sobra de trabajo o cuando las organizaciones obreras son muy fuertes, los obreros abusan de los patronos. Ni los obreros ni los patronos se dan cuenta de esta verdad: Unos y otros son cooperadores en la obra conjunta de la producción nacional. No pensando en la producción nacional, sino en el interés y en la ambición de cada clase, acaban por destruir y aniquilarse patronos y obreros." Y poco más tarde dijo (Callosa de Segura, Alicante, 22 de julio de 1934): "Se nos tacha de que no somos obreros, y precisamente ese es nuestro mayor mérito: el de combatir un Estado como el actual, ÓMICO DE JOSÉ
en el que por nuestras condiciones sociales solamente hemos de disfrutar de beneficios, y defender la implantación de otro Estado, en el que la vida para nosotros habrá de ser mucho más dura. Nosotros no podemos consentir que los obreros continúen envenenados por odios y rencores, ni podemos resignarnos a vivir en una España sin fe, dividida en ideas, partidos y clases; por eso predicamos la creencia en España, en su inmortalidad y en su universal destino." Y además de la política de unidad, oponía con gran fuerza la justicia social, no la caridad al uso en las derechas, ni la equidad, fórmula de laboratorio, fría e inasequible, sino la justicia, a cada uno, a cada ser humano, a cada hombre como persona, como elemento real, portador de eternos valores, lo que corresponda, a cada sector lo suyo, a cada elemento o estamento de la producción su participación en el resultado de lo producido. Un nivel de vida justo y humano. Como lo definió en el discurso pleno de contenido económico y político, o "tanto monta" al fundar en el Teatro de la Comedia la Falange. "Queremos que no se canten derechos individuales de los que no pueden cumplirse nunca en la cara de los famélicos, sino que se dé a todo hombre, a todo miembro de la comunidad política, por el hecho de serlo, la manera de ganarse con su trabajo una vida humana, justa y digna." La justicia social comportaba para José Antonio un mejor nivel de vida, una mayor satisfacción de las naturales necesidades del hombre. En "Ahora" (febrero 1934) lo dijo terminantemente: "Para el que no sea asequible el gran ideal nacional, queda el motor del ideal social. Indudablemente el contenido próximo del movimiento está en la justicia social; en una elevación del tipo de vida." Y la elevación de este nivel, pensando con meridiana clarividencia, no la atribuía José Antonio a un grupo de productores o a una casta social de más reducido tenor, sino a la totalidad de los españoles, porque conociendo del concatenamiento de los fenómenos económicos, sabía que el mejor reparto de bienes, la mejor distribución de la renta se logra, primero por una más adecuada mecánica distributiva, pero también por un incremento general de los frutos o provechos a repartir. Cuando hay poco por distribuir es más difícil llegar a conseguir justicia que si hubiese mayor base sobre la que sustentarla. De aquí que en un discurso de Cáceres, año 1934 (febrero), puntualizase tajantemente: "Nosotros, la Falange Española quiere...": "Primero, una justicia social que no se nos conceda como regateo: una justicia social que alcance a todos, puesto que para nosotros no hay clases, ya que hasta la misma aspiración de los obreros no es aspiración de ellos únicamente, sino aspiración total de España..." En pro de esto predicaba José Antonio la doctrina nueva por las ciudades y pueblos de España. En Carpió de Tajo (Toledo) añadía, pocos días después de hablar en Cáceres: "Por una España así, libre y fuerte; por una España que haya encontrado la justicia social, vamos predicando por los campos... La vida no vale la pena si no es para quemarla en el servicio de una empresa grande. Si morimos y nos sepultan en esa tierra madre de España, ya queda en vosotros la semilla y pronto nuestros huesos resecos se sacudirán de alegría y harán nacer flores sobre nuestras tumbas." "Lo que queremos (discurso del Calderón, de Valladolid) es que España, otra vez, se vuelva a sí misma y con honor, justicia social." Justicia social, preocupación permanente a la que no importaba ofrendar la vida, y que debía ser el contenido primordial de la idea de la patria. Junto a ésta, aquélla. "Necesitamos dos cosas—escribió José Antonio—: una nación y una justicia social. Y no tendremos justicia social mientras cada una de las clases, en régimen de lucha—de la lucha que había que abolir tajante y radicalmente—quiera imponer a las otras su dominación." Y esta justicia social que el capitalismo como secuela del liberalismo olvidó, tampoco la encontraban los partidos llamados de izquierdas. Así lo evidenció José Antonio, constantemente, bastándonos para acreditarlo y confirmarlo releer el texto en su discurso de 21 de julio de 1935 en el ÓMICO DE JOSÉ
Teatro Cervantes, de Málaga, en el que, entre otras cosas, dijo: "Las izquierdas han venido proclamando a los cuatro vientos la necesidad de llegar a una verdadera justicia social, fuera como fuera, mas al mismo tiempo se esforzaban en arrancar del alma del obrero todo impulso espiritual, todo estímulo religioso. Llenaban de odios las masas obreras, no para mejorar a la Patria, ni para restablecer una más perfecta justicia social, sino para medrar, encaramándose sobre las espaldas de las masas hambrientas, como señor de horca y cuchillo... ¡Qué es eso de canciones y de gritos callejeros y nada de justicia social! ¡Qué es eso de engañar a los obreros y ocultarles que se puede ser libre, fuerte, dentro de una Patria grande, libre y justa!... Nosotros os llamamos a todos deseosos de devolver a España una justicia social firme e inquebrantable y nuevas glorias..." Y en el acto de constitución del S. E. U. en Valladolid dijo a los estudiantes la misma verdad: "... concebir de nuevo a España como unidad, como síntesis armoniosa colocada por encima de las pugnas entre las tierras, entre las clases, entre los partidos. Ni con la derecha, que por lograr una arquitectura política se olvida del hambre de las masas, ni con la izquierda, que por redimir las masas las desvía de su destino nacional. Queremos recobrar, inseparable, una unidad nacional de destino y una justicia social profunda. Y como para lograrlo tropezamos con resistencias, somos resueltamente revolucionarios para destruirlas." Entre la injusticia social y la lucha de clases, el más desolado espectáculo lo proporcionaba el paro obrero. Ese engendro monstruoso, la peor plaga del capitalismo, considerando al hombre como una mercancía que puede tomarse o dejarse sin tener en cuenta su condición de pieza primordial, de elemento básico, sustantivo, de la sociedad, que existe precisamente para favorecer en una vida en común a sus componentes los hombres. El espectro del paro, verdadero jinete de la Apocalipsis moderna, preocupaba honda, profunda, humanamente a José Antonio. Constante de su pensamiento la lucha contra el paro fué objeto de examen minucioso del Fundador de la Falange. En uno de sus discursos (25 de enero de 1935) se lee: "Tenemos 700.000 hombres parados y resulta que frente a la existencia de esos 700.000 hombres parados que constituyen con su sola presencia diatriba contra lo que pretendemos sea la civilización moderna y occidental de España; contra la acusación viviente de esos 700.000 famélicos nos nos encontramos con que se ha desplegado la siguiente política de anuncio: la CEDA redactó un proyecto, o una proposición de ley, porque no estaba en el Poder entonces, para que se destinaran 100 millones al paro obrero. El partido radical dijo: ¿Cien millones a nosotros? Nosotros elaboramos un proyecto para que se apliquen 1.000 millones. Pues ni los 100 millones ni los 1.000 millones se han destinado, hasta ahora, a remediar el paro obrero." Conocía José Antonio la importancia trascendental del paro obrero como catástrofe social, iniciada en pleno siglo xx. "Producto de la guerra europea es la creación de legiones de hombres sin ocupación; después de aquella catástrofe se desmovilizaron las fábricas y se convierten en enormes masas de hombres parados", dijo en el Teatro Calderón, de Valladolid, el día 3 de marzo de 1935. Y en la trascendental conferencia "Ante una encrucijada en la historia política y económica del mundo", pronunciada el 9 de abril de 1935 en el Círculo de la Unión Mercantil e Industrial de Madrid, trató José Antonio extensamente del paro como fenómeno de la economía capitalista, como hecho lamentable, pero extraordinariamente importante de la vida moderna: "Y vienen todos los resultados que hemos conocido: la crisis, la paralización, el cierre de las fábricas, el desfile inmenso de proletarios sin tarea, la guerra europea, los días de la trasguerra..., y el hombre que aspiró a vivir dentro de una economía y de una política liberal, dentro de un principio liberal que llenaba de sustancia y de optimismo a una política y a una economía, vino a encontrarse reducido a esta cualidad terrible. Antes era artesano, pequeño productor, miembro de una Corporación, acaso dotada de privilegios, vecino de un Municipio fuerte; ya no es nada de eso: al hombre se le ha ido librando de todos sus atributos, se le ha ido dejando químicamente puro en su condición de individuo; ya no tiene nada, tiene el día y la noche; no tiene ni un pedazo de tierra donde poner los pies, ni una casa donde cobijarse; la antigua ciudadanía completa, humana, íntegra, llena, se ha quedado reducida a estas cosas desoladas ; un número en las listas electorales y un número en las colas a las puertas de las fábricas." Analizando el problema en España, añadía en el mismo acto del Círculo Mercantil: "Pues ¿y el paro? Tenemos alrededor de 700.000 parados. ¡ Setecientos mil parados en una nación que no está convaleciente de la guerra, que ni siquiera ha tenido una gran industria, que no está, por lo tanto, liquidando la crisis del gran capitalismo ! Tenemos 700.000 parados cuya vida física es un puro milagro todas las mañanas. Pues bien; de estos 700.000 ÓMICO DE JOSÉ
parados venimos hablando no sé cuánto tiempo hace... Pero es que, además, se cogen las estadísticas del paro y resulta que más de 400.000 parados de los 700.000 que hay son obreros rurales a los que no va a llegar una peseta de los 75 millones" (para construcción de edificios públicos en las ciudades) . En "Arriba" añadió José Antonio (número 14 de 24 de junio de 1935): "Se ha aprobado una ley contra el paro, la cual es un balbuceo; desde luego se puede asegurar que el paro seguirá. Y sucede lo mismo que en todos los problemas fundamentales cuya resolución de los mismos es cuestión de decisión y de estilo. Para luchar contra el paro hay que tener bien a la vista lo siguiente: ¿En España hay cosas para hacer y reconstruir suficientes para dar trabajo y vida a todos los españoles? Sabemos todos que sí, que están casi todas las cosas por hacer; que el 80 por 100 de los españoles viven en casas de malas condiciones; que nuestras tierras están sedientas, nuestros montes pelados, etc., y que la única manera de remediarlo es por medio del trabajo. Pero todos los partidos españoles, desde el socialista hasta los monárquicos, adoran al mito del oro y sacrifican a este dios judío la suerte de los españoles y de España. Para terminar con el paro es preciso derribar este ídolo; tened la seguridad, camaradas, que el Estado Nacionalsindicalista se apoyará en el trabajo y a base del mismo crearemos la verdadera riqueza, el utillaje nacional, y que sólo entonces será España un pueblo de trabajadores, alegre y entusiasta." Por toda España fué José Antonio predicando la lucha contra el paro. Fué abriendo los ojos a las multitudes acerca del pavoroso fantasma, castigo divino del pecador siglo XX. En Ávila, en Cáceres, en Madrid... Dijo a propósito de este desequilibrio social en el Teatro Liceo, de Ávila (11 de enero de 1936): "El pueblo español no tiene pan. Hay muchedumbres de parados. En los suburbios y en los campos viven muchos hombres peor que las bestias. Hay multitudes condenadas a arañar tierras estériles que les dan cuatro semillas por una... Para hacer una España donde no acontezcan estas cosas queremos nuestra revolución nacional, no para perpetuar, contra la amenaza comunista, una vida mediocre." Y en el Teatro Norba, de Cáceres, días después (19 de enero de 1936) remachó el clavo diciendo: "Es una congoja—que no se sabe cómo deja dormir a nadie en paz—el paro forzoso. Entre los partidos triunfantes del 33 empezó un pugilato de promesas. Uno ofreció cien millones para el paro; otro, mil millones. A última hora, cuando apremiaba la proximidad electoral, se hizo una ley contra el paro. Por virtud de ella se está edificando en Madrid... (pero) para el mayor número de obreros parados, que son los campesinos, no ha habido remedio alguno." Y en el Cinema Europa, de Madrid, días antes de las elecciones en que triunfó el Frente Popular (2 de febrero de 1936), concretó: "El paro obrero, que es una angustia que debía quitar el sueño a todo político español, nos ofrece la triste situación de 700.000 hombres que pasan muchos días y muchas noches sin comer; 700.000 cabezas de familia para quienes el pan diario de sus hijos constituye una congoja sin remedio. Pues bien; ¿ qué se hizo contra el paro obrero ? Mala literatura parlamentaria. Un proyecto para remediarlo con cien millones de pesetas, al final, cuando la época electoral estaba cerca, se las arreglaron de modo que ahora se están haciendo al mismo tiempo no sé cuántas casas en Madrid. Dentro de unos meses, cuando esas casas se construyan, los obreros de la construcción de Madrid ya no tendrán nada que hacer... De los 400.000 y pico de obreros del campo, que constituyen el número más numeroso y angustioso del paro obrero, no se acordaron siquiera las Cortes de 1933." José Antonio se preocupaba mucho no sólo del paro obrero, del paro en las ciudades y en los campos, del paro estacional y no estacional campesino, sino también del paro de los intelectuales, del paro de las profesiones liberales, de los profesionales. Sobre este tema pronunció dos discursos ante el Parlamento, o mejor dicho, un discurso fraccionado en dos sesiones en noviembre de 1935 tratando del trabajo de los técnicos extranjeros en España en competencia con los españoles. De sus palabras certeras y atinadas, oportunísimas, recogidas en el "Diario de Sesiones", extractamos los siguientes párrafos: "Este aspecto del paro profesional de los ingenieros es muy considerable en España y ofrece una picante singularidad, porque acontece que mientras el paro en otros profesionales intelectuales y manuales está determinado, generalmente, por una falta de plazas en que el trabajo se puede emplear, es decir, por una reducción de las posibles plantillas en que la labor se aplique, en este caso de los ingenieros ocurre todo lo contrario. Resulta que, según mis informes, aproximadamente hay unos 500 o 600 ingenieros españoles en paro. ¿Y es porque no hay tarea para 500 o 600 ingenieros españoles ? Pues no; es principalmente porque trabajan en España en calidad de ingenieros o trabajan en tareas muy similares a las de los ingenieros hasta 5.000, o acaso algunos más, técnicos extranjeros, los cuales, en la mayoría de los casos, ejercen una suerte de intrusismo porque, naturalmente, no pueden ejercer como tales ingenieros, no pueden colocar su firma al pie de ningún documento, de ningún proyecto en que se exija en España la condición de ingeniero, sino que vienen con una graciosa hipótesis, con una ÓMICO DE JOSÉ
graciosa presunción de aptitud para colocarse en sitio que podrían ocupar las más de las veces, con toda autoridad y capacidad, ingenieros españoles... Todas estas protestas, todas estas objeciones al régimen de trabajo de los técnicos extranjeros no están guiadas, naturalmente, ni por un excesivo prurito nacionalista ni tampoco por una simple consideración, que sería en todo caso muy respetable, del perjuicio que se irroga a los profesionales españoles. En ninguna de las dos cosas se funda esta crítica, porque no estarán acometidas de furor nacionalista todas las naciones cuando han regulado con mucha preferencia, cuando han asegurado con muchas garantías el trabajo de los naturales del país. Lo que ocurre es que los países no son simplemente expresiones geográficas, sino que son unidades de convivencia y ha de aspirarse a que, en todo lo posible, sean los nacionales quienes soporten las distintas tareas y quienes concurran a la labor total del país con sus diferentes esfuerzos. Esto acontece en todos los países... Esto lo han padecido en gran parte los españoles en muchas naciones con las que nos ligan las relaciones más cordiales." Para evitar el paro, para dar cauce a la justicia social, para suprimir la lucha de clases, consideraba José Antonio a España como una unidad orgánica, la concibió como un frente único de quehacer nacional. Y en los puntos programáticos de la Falange se dice: "El Estado Nacionalsindicalista no se inhibirá cruelmente de las luchas económicas entre los hombres ni asistirá impasible a la dominación de la clase más débil por la más fuerte: nuestro régimen hará radicalmente imposible la lucha de clases, por cuanto todos los que cooperan a la producción constituyen en él una totalidad orgánica." "Todos los españoles tienen derecho al trabajo. Las entidades públicas sostendrán necesariamente a quienes se hallen en paro forzoso." "Mientras se llega a la nueva estructura social, mantendremos e intensificaremos todas las ventajas proporcionadas al obrero por las vigentes leyes sociales." "Todos los españoles no impedidos tienen el deber del trabajo. El Estado Nacionalsindicalista no tributará la menor consideración a los que no cumplen función alguna y aspiran a vivir, como convidados, a costa del esfuerzo de los demás." Para concluir, proclamemos, como lo hizo José Antonio en la conferencia del Círculo de la Unión Mercantil de Madrid, la base económica de lo social, la fórmula de resolución del problema social reorganizando plena y totalmente la economía. "La única manera—dijo—de resolver la cuestión social es alterando de arriba abajo la organización de la economía". ¿Cómo? Principalmente, valiéndose de la organización sindical, de la colaboración de todos los que trabajan y producen en el instrumento vivo del Sindicalismo vertical, no absorbido, no regido, sino en colaboración con el Estado. Con ese Estado que nunca, en el pensamiento de José Antonio, podía ser acogotador, exclusivista, jamás panteísta. Ello será objeto, no obstante, de otro capítulo antes de concluir este ya extenso examen.
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IX EL SINDICALISMO DE JOSÉ ANTONIO AL analizar José Antonio la estructura económica del mundo, al considerar perniciosa la lucha de clases, al estimar que la producción constituye instrumento que debe ponerse al servicio del interés general, del mayor bienestar de todos, de la consecución de aquella mayor renta y del más elevado nivel de vida que propugnaba, desechaba de continuo las soluciones presentes; la que, por un lado, brindaba la economía liberal, con su hijuela el capitalismo, y la ofrecida por el socialismo y los postulados marxistas. Encontraba la economía capitalista en franca crisis, inoperante, falseada en su base y en sus sistemas. Y denostaba del marxismo, materialista cien por cien, dictatorial, tiránico, carente de sentido nacional, por una parte, y de contenido espiritual, por otra. Su oposición al comunismo es palmaria; constante y reiteradamente significó su repulsa por el sistema. En numerosos textos, pero en especial en su conferencia del Círculo de la Unión Mercantil y en diversos escritos, en los diferentes periódicos del Movimiento, argumentó con brío y vigor frente al caos que significaba no una revolución, sino una subversión de valores y un empeoramiento general del modo y la manera de ser y de vivir. Al capitalismo también lo fustigó continuamente. Hemos citado ya bastante textos, y de aducirlos de nuevo sólo incurriríamos en reiteraciones inútiles e innecesarias. La solución gremial y corporativa tampoco acababa de gustar al Fundador. No le llenaba, no le complacía. Y José Antonio, además, no era espíritu fácil al mimetismo, a la copia... Pensaba en España y pensaba como español, enemigo de la adopción de doctrinas forasteras incompatibles con las costumbres y el temperamento de España. Salía al paso de quienes pensaron o, aun no pensándolo, maniobraron con el equívoco del plagio, aseverando, afirmando constantemente la originalidad de la Falange en su manera de pensar y .en su modo de actuar. En la fundamental conferencia del Círculo de la Unión Mercantil (9 de abril de 1935), al tratar de los problemas económicos del momento, con certero tino, se refirió a los sistemas y métodos conocidos del corporativismo, de los Jurados Mixtos... Oigámosle. Dijo así: "¿Y el Estado Corporativo? Esta es otra de las cosas. Ahora son todos partidarios del Estado Corporativo; les parece que si no son partidarios del Estado Corporativo les van a echar en cara que no se han afeitado aquella mañana, por ejemplo. "Esto del Estado Corporativo es otro buñuelo de viento. Mussolini, que tiene alguna idea de lo que es el Estado Corporativo, cuando instaló las veintidós Corporaciones hace unos meses, pronunció un discurso en el que dijo: "Esto no es más que un punto de partida, pero no es un punto de llegada." "La Organización corporativa hasta este instante no es otra cosa, aproximadamente en líneas generales, que esto: los obreros forman una gran Federación; los patronos forman otra gran Federación (los dadores de trabajo, como se les llama en Italia), y entre estas dos grandes Federaciones monta el Estado como una especie de pieza de enlace. A modo de solución provisional está bien; pero notad bien que esto es, agitando un recurso, muy semejante al de nuestros Jurados Mixtos. Este recurso mantiene hasta ahora intacta la relación del trabajo en los términos en que la configura la economía capitalista; subsiste la posición del que da el trabajo y la posición del que arrienda su propio trabajo para vivir. En un desenvolvimiento futuro que parece revolucionario y que es muy antiguo, que fué la hechura que tuvieron las viejas Corporaciones europeas, se llegará a no enajenar al trabajo como una mercancía, a no conservar esta relación bilateral del trabajo, sino que todos los que intervienen en la tarea; todos los que forman y completan la economía nacional estarán constituidos en sindicatos verticales, que no necesitarán ni de Comités paritarios ni de piezas de enlace, porque funcionarán orgánicamente, como funciona el Ejército, por ejemplo, sin que a nadie se le haya ocurrido formar Comités paritarios de soldados y jefes. "Pues con estas vaguedades de una organización corporativa del Estado y del Estado fuerte y de armonizar el capital y el trabajo, se creen los representantes de partidos de derecha que han resuelto la cuestión social y han adoptado la posición política más moderna y justa." ÓMICO DE JOSÉ
Poco antes ya José Antonio había tratado del mismo tema con palabras parecidas. Fué en el Teatro Calderón, de Valladolid, donde el 3 de marzo de 1935 dijo: "Otros bloques de esos se declaran, por ejemplo, corporativistas. Ello no es más que una frase; preguntemos si no al primero que nos hable sobre esto: ¿Qué entiende usted por corporativismo? ¿Cómo funciona? ¿Qué solución da, por ejemplo, a los problemas internacionales? Hasta ahora el mejor ensayo se ha hecho en Italia y allí no es más que una pieza adjunta a una perfecta maquinaria política. Existe, para procurar la armonía entre patronos y obreros, algo así como nuestros Jurados Mixtos agigantados; una Confederación de patronos y otra de obreros y encima una pieza de enlace. Hoy el Estado Corporativo ni existe ni se sabe si es bueno. La ley de Corporaciones en Italia, según ha dicho el propio Mussolini, es un punto de partida y no de llegada, como pretenden nuestros políticos que sea el corporativismo." No gustaba José Antonio o no tenía fe en una organización corporativa de este género, manteniendo dos ramas: una de empleadores y otra de empleados. Gustaba, en cambio, de la solución corporativa integral, desmontando el sistema dualista y convirtiendo a la Corporación gremial, laboral, del trabajo y la producción, en un organismo vivo, completo, totalista, al servicio del interés económico, del interés social, del interés nacional. En un discurso pronunciado en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) el 8 de febrero de 1936, dijo: "España está en mejores condiciones que el resto del mundo para desmontar ese vicioso sistema. Cuando todos nos unamos y nos constituyamos en nuestros propios banqueros y tengamos una organización corporativa propia, en unidad de intereses y de aspiraciones, tendremos una economía nacional fuerte y robusta y habrá desaparecido la miseria." Veía el porvenir social resuelto por el Sindicato, organización natural, unidad real de la vida en común, una de las tres unidades naturales, según definió en Quintanar del Rey (Cuenca) en 29 de diciembre de 1935 al decir: "Nosotros sabemos que ni en la derecha ni en la izquierda está el remedio, sino en el resurgimiento de la auténtica España desde abajo, estructurada en sus unidades reales: familia, municipio y sindicato"., aspirando, como puntualizó en el Frontón Cinema, de Zaragoza (26 de enero de 1936), "a una estructura orgánica de las labores españolas". La solución joseantoniana fué la solución sindical. Leemos esto en "Arriba" (número 20, de 21 de noviembre de 1935), cuando la pluma de Primo de Rivera decía: "El Movimiento nacionalsindicalista está seguro de haber encontrado una salida justa, ni capitalista ni comunista. Frente a la economía burguesa, individualista, se alzó la socialista, que atribuía los beneficios de la producción al Estado esclavizando al individuo. Ni una ni otra han resuelto la tragedia del productor. Contra ella levantamos la sindicalista, que ni absorbe en el Estado la personalidad individual ni convierte al trabajador en una pieza deshumanizada del mecanismo de la producción burguesa. Esta solución nacionalsindicalista ha de producir las consecuencias más fecundas. Acabará de una vez con los intermediarios políticos y los parásitos. Aliviará a la producción de las cargas con que la abruma el capital financiero. Superará su anarquía, ordenándola. Impedirá la especulación con los productos asegurando un precio remunerador. Y sobre todo asignará la plusvalía no al capitalista, no al Estado, sino al productor encuadrado en sus Sindicatos. Y esta organización económica hará imposible el espectáculo irritante del paro, de las casas infectas y de la miseria." Y así como el Estado Corporativo, el "buñuelo de viento", no complacía a José Antonio, el Sindicato quedó perfectamente definido por él. He aquí el concepto joseantoniano del Sindicato ("Arriba", número 3, de 4 de abril de 1935): "Los sindicatos son cofradías profesionales, hermandades de trabajadores, pero a la vez órganos verticales en la integridad del Estado. Y al cumplir el humilde quehacer cotidiano y particular se tiene la seguridad de que es órgano vivo e imprescindible en el cuerpo de la Patria, Se descarga en él el Estado de mil menesteres que ahora innecesariamente desempeña. Sólo se reserva los de su misión ante el mundo, ante la Historia." Y en el discurso pronunciado en el Cine Madrid el 17 de noviembre de 1935, consideró José Antonio al Sindicato como "fórmula madura y unidad natural" de convivencia al decir. "... a la larga se llegará a formas más maduras en que tampoco se resuelva la disformidad anulando al individuo, sino en que vuelva .a hermanarse el individuo con su contorno por la reconstrucción de esos valores orgánicos, ÓMICO DE JOSÉ
libres y eternos, que se llaman el individuo, portador de un alma, la ¡familia, el sindicato, el municipio, unidades naturales de convivencia". También son palabras de José Antonio aquellas que proclaman al sindicato como unidad de existencia profesional con autoridad suficiente para regir las diversas ramas de la producción. Su discurso del Frontón Betis, en Sevilla, (22 de diciembre de 1935), no deja lugar a dudas. Dijo así: "Sólo se es libre cuando se recobra la unidad entera: el individuo, como portador de un alma, titular de un patrimonio; la familia, como célula social; el Municipio, como unidad de vida restando otra vez en su riqueza comunal y en su tradición; los Sindicatos, como unidad de existencia profesional y depositarios de la autoridad económica que se necesita para cada una de las ramas de la producción. Cuando tengamos todo esto, cuando se nos integre otra vez en un Estado servidor del destino patrio, cuando nuestras familias y nuestros municipios y nuestros sindicatos y nosotros seamos no unidades estadísticas, sino enteras unidades humanas, entonces, aunque no formemos colas a las puertas de los colegios para echar los papelitos que acaso nos obligaron a echar nuestros usureros o nuestros amos, entonces sí podremos decir que somos hombres libres." José Antonio tenía un claro pensamiento social y político. Lo económico era para él base material de" menor cuantía. Pero en lo económico-social con claridad concibió el Sindicato, gigantesca unidad vertical de fuerzas de la producción, aunados intereses de empleadores y empleados, de empresarios y productores, al servicio del interés común, familiar, nacional, universal. La prematura muerte del Fundador, ofrendada en aras de sus ideales cuando alboreaba la puesta en práctica de sus principios, nos privó, no obstante, de mayor desarrollo de los conceptos de su pensamiento. Pese a ello, los Sindicatos responden a los principios siguientes: a) Unidad, Totalidad y Jerarquía. b) Verticalidad. c) Intolerancia de huelga. d) Disciplina y servicio en capital y trabajo. e) Resolución pacífica o arbitral (Magistratura del Trabajo) de los conflictos sociales. La Unidad social y económica se consigue suprimiendo oposición de intereses entre unas clases y otras. Las clases profesionales no deben tener intereses contrapuestos, sino distintos, armonizados por el interés superior del Estado. La Unidad, además, no es posible sin la Totalidad. Quiere decirse con ello que deben estar comprendidos en el Sindicato todos los que participan en una rama de la producción. Finalmente, la Jerarquía es necesaria, indispensable para convertirse en el principio fundamental para que en la organización exista orden. Sobre la base de estos principios el Sindicato, en la concepción del pensamiento económico-social de José Antonio, encuadra a todos los factores de la Economía por ramas de la producción o Servicios en Sindicatos verticales. Las profesiones liberales y técnicas e incluso los escolares se organizan de modo similar. El Sindicato es una "Corporación de derecho público que se constituye por la integración en un organismo unitario de todos los elementos que consagran sus actividades al cumplimiento del proceso económico dentro de un determinado servicio o rama de la producción". El Fuero del Trabajo español así lo define, añadiendo al final: "ordenado bajo la dirección del Estado".
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El Sindicato vertical es una concepción joseantoniana, española, diferente del Sindicato mixto y de la Corporación del régimen meramente corporativo. No hay en ello copia ni mimetismo al que se refería, para rechazarlo, Onésimo Redondo, sino originalidad. El Sindicato español, vertical, se caracteriza por su condición unitaria y jerárquica, fundiéndose sin escalones a los patronos, con los técnicos y los obreros, atendiendo exclusivamente al criterio económico del ciclo productivo, que estará limitado en grados, según las exigencias de la realidad económica. Las tareas del Sindicato son no sólo importantes, sino trascendentales en la vida económica nacional. En el pensamiento de José Antonio, preocupado por vitalizar los órganos naturales de la vida de relación, se confían al Sindicato una extensa delegación de funciones. Así el Sindicato se constituye y convierte en. el instrumento idóneo para la realización de la política social y económica de la Nación. Sin concretarla de una manera terminante, la idea se plasma en una serie de alusiones de las que se deduce atribuir a estas Corporaciones el conocimiento de los problemas de la producción y la propuesta de soluciones a los mismos, la reglamentación, vigilancia y cumplimiento de las condiciones laborales, la investigación de los métodos de trabajo, la educación física y moral, la previsión y el auxilio en favor del trabajador, la formación de censos y estadísticas y la prosecución, sin desmayo, en el camino de las conquistas que concedan un más fácil acceso al logro de la justicia social y distributiva. El Sindicato, en concepto de José Antonio, forma parte esencial de la vida nacional. El Sindicato, el Gremio, la Cooperativa, son "bases auténticas de la organización total del Estado". El punto inicial VI de las normas fundamentales de la Falange, redactadas por José Antonio y publicadas en el diario "F. E.", número 1, de 7 de diciembre de 1933, concreta: "Las clases no tendrán que organizarse en pie de guerra para su propia defensa, porque podrán estar seguras de que el Estado velará sin titubeos por todos sus intereses justos." "Pero sí, todos tendrán que organizarse en pie de paz en los sindicatos y en los gremios, porque los sindicatos y los gremios, hoy alejados de la vida pública por la interposición artificial del Parlamento y de los partido políticos, pasarán a ser órganos directos del Estado." "El nuevo punto de vista considera a cuantos contribuyen a la producción como interesados en una misma gran empresa común." De la importancia del Sindicato en la vida española moderna no es preciso hablar. El papel preponderante que José Antonio intuía para él se ha hecho hace ya años viva realidad. El resultado de su adopción como organismo natural de convivencia en lo económico, en lo laboral y en lo asistencial, está a la vista. Aquí, como en la frase evangélica, puede, hoy, ya bien decirse: "por sus hechos los conoceréis" y, añadimos nosotros, por su eficacia serán respetados, y en función de ésta quedan— ocurra lo que ocurra—consolidados ya, firmemente ligados a la vida nacional de España.
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X JOSÉ ANTONIO Y LA ESPAÑA ACTUAL ANALIZADO el pensamiento económico de José Antonio Primo de Rivera, conocida su postura ante los problemas económico-sociales de la Patria, fruto de una clarividente concepción del presente y de una definida intuición del futuro, presidida por la agitada evolución histórica en que desenvolvió su singular formación nuestro personaje, es momento de terminar este estudio con unas ligeras pinceladas sobre el desarrollo de las ideas joseantonianas y la puesta en práctica de sus principios a través de la Revolución Nacional que acompañó desde un comienzo al triunfo en la Guerra de Liberación Nacional por los principios que informaban los principales puntos del Credo del Partido falangista, El 18 de julio de 1938 modificó totalmente la faz de España. El desgobierno republicano, la subversión de principios y valores, el atentado tolerado, amparado e incluso provocado a veces por el que debiera haber sido el Poder público, dieron lugar al Alzamiento Nacional. En él colaboraron las fuerzas del Ejército, en general, y los partidos políticos opuestos al Frente Popular. Una influencia especial y singularísima tuvieron desde un principio el valor y la decisión de las fuerzas políticas menos contaminadas por el juego de la insana política al uso: Falange y Requetés, inmoladas sus vidas en la zona roja y ofrendadas en aras de la causa española en los frentes nacionales, con su sangre viril aportaron sus criterios y credos. Otras fuerzas, como las de Renovación Española, Juventudes de Acción Popular, Albiñanistas..., fueron absorbidas por el fuego y el ímpetu de las dos principales. Ello dio origen, a poco de constituirse la Junta de Gobierno de la España Nacional y de conferirse, por elección sobre el campo de batalla, el mando supremo y único del país al General Franco, al Decreto de Unificación de 19 de abril de 1937, en el que se dispuso: "Art. l.º Falange Española y Requetés, con sus actuales servicios y elementos, se integran bajo mi jefatura en una sola entidad política de carácter nacional, que se denominará Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N. S. "Esta organización, intermedia entre la Sociedad y el Estado, tiene la misión principal de comunicar al Estado el aliento del pueblo y llevar a éste el pensamiento de aquél a través de las virtudes político-morales del servicio jerárquico y de la hermandad. "Quedan disueltas las demás organizaciones or ganizaciones y partidos políticos." "Art. 3.°Quedan 3.°Quedan fundidas en una sola Milicia Nacio nal las de Falange Española y de Requetés con dos subjefes, etc." Al decretar el Generalísimo Franco esta unificación pronunció un discurso—pudiéramos mejor decir una arenga militar propia del momento—en el que señaló las directrices del Movimiento, estableciendo claramente—pese a la necesidad de dar a las normas la flexibilidad conveniente—que recogía las esencias de las directrices falangistas de José Antonio. Dijo así, al hablar de la tercera etapa histórica de España (la primera fué normativa desde los Reyes Católicos a los Felipes y la segunda, bastarda, afrancesada, liberal) : "La tercera etapa, aquella a que denominaremos presente o contemporánea, tiene a su vez diferentes esfuerzos sagrados y heroicos, al final de los cuales está el nuestro, integrador." "El segundo momento—fecundísimo porque arrancaba de una juventud que abría puramente los ojos a nuestro mejor pasado, apoyándose en la atmósfera espiritual del tiempo presente—fué la formación del grupo llamado de las J. O. N. S. El cual fué pronto ampliado e integrado por la gran figura de José Antonio Primo de Rivera, que continuaba así dándole vigor y dimensión contemporánea al noble esfuerzo de su padre e influyendo en otros grupos más o menos afines de católicos y de monárquicos que permanecieron hasta el 18 de julio y aún hasta hoy en agrupaciones también movidas por noble propósito patriótico." ÓMICO DE JOSÉ
He aquí, por boca del Jefe del Estado, confirmada la incorporación al Movimiento Nacional, a la Nueva España, del espíritu, del pensamiento y de la doctrina de José Antonio. José Antonio, preso en Madrid, trasladado el 5 de junio de 1936 a Alicante, acusado por el Gobierno frentepopulista como agitador, fué "juzgado" por un tribunal popular. Defensor de sí mismo y de su hermano Miguel, encarcelado con él, fué condenado a muerte y fusilado el 19 de noviembre de 1936. En el diario "El Día", de Alicante, se publicaron las reseñas de la vista de la causa, siendo de especial interés recoger las "Impresiones de una sesión histórica", que redactó un periodista rojo, en los siguientes términos: "Ajeno al hervidero de tanta gente heterogénea amontonada en la Sala, José Antonio Primo de Rivera lee, durante un paréntesis de descanso del tribunal, la copia de las conclusiones definitivas del fiscal. No parpadea. Lee como si se tratara en aquellos pliegos de una cosa banal que no le afectara. Ni el más ligero rictus, ni una mueca, ni el menor gesto alteran su rostro sereno. Lee, lee con avidez, con atención concentrada, sin que el zumbido incesante del local le distraiga un momento. "Aquellos papeles no son más que la solicitud terrible del fiscal de un castigo severísimo para el que los lee. Para él y para sus hermanos, sentados más allá, con las manos cogidas, bisbiseando un tierno diálogo inacabable, que fisgan los guardias que los cercan. "Luego, apenas reanudada la sesión, es ya el fiscal quien lee aquellos pliegos, monorrítmicamente, sin altibajos ni matices. "Primo de Rivera oye la cantinela como quien oye llover; no parece que aquello, todo aquello tan espeluznante, rece con él. Mientras lee el fiscal, él lee, escribe, ordena papeles, todo sin la menor afectación, sin nerviosismo. "Lee, lee el fiscal ante la emoción del público y la atención del jurado. "José Antonio sólo levanta la cabeza de sus papeles cuando, retirada la acusación contra los oficiales de Prisiones, los ve partir libremente, entre el clamor aprobatorio del público. "Pero sólo dura un leve momento esta actitud con la que no expresa sorpresa, sino quizá vaga esperanza. "Inmediatamente empieza a leer, reposada, tranquilamente, sus propias conclusiones definitivas, que el público escucha con intensa emoción. "Es el suyo un informe difícil, acumula cargos y más cargos, deduciéndolos de las pruebas aportadas. "Miguel escucha, pero no mira al fiscal, sus ojos están pendientes del rostro de su hermano, en el que escruta ávidamente un gesto alentador o un rasgo de derrumbamiento. Pero José Antonio sigue siendo una esfinge que sólo se anima cuando le toca el turno de hablar en su defensa y en la de los otros dos procesados. "Su informe es rectilíneo y claro. Gesto, voz y palabra se funden en una obra maestra de oratoria forense que el público escucha con recogimiento, atención y evidentes muestras de interés. ÓMICO DE JOSÉ
*** "Los periodistas se acercaron al defensor de sí mismo y de sus hermanos. Eran periodistas de izquierda y dialogaron brevemente del curso de los debates y de política. "Ya habrán visto—dijo—que no nos separan abismos ideológicos. Si los hombres nos conociéramos y nos habláramos, esos abismos que creemos ver, apreciaríamos que no son más que pequeños valles. *** "Luego ha venido la tortura para todos—público y procesados—de la deliberación del jurado, que ha durado horas de incertidumbre. "Al final, la sentencia, en la que el Jurado ha clasificado la responsabilidad según la jerarquía de los acusados." En la cárcel provincial de Alicante, José Antonio, a pesar del cerco policial de que se le rodeó, continuó no sólo enlazado con la Falange, sino también en comunicación con los jefes militares que preparaban el Alzamiento. Envió varias veces instrucciones escritas a las jefaturas provinciales; otra comunicación, del 29 de junio, a la Primera Línea de Madrid, y el 17 de julio redactó un manifiesto convocando a la defensa de la Patria, que entre otras cosas decía lo siguiente: "Un grupo de españoles, soldados unos y otros hombres civiles que no quieren asistir a la total disolución de la Patria, se alza hoy contra el Gobierno traidor, inepto, cruel e injusto que la conduce a la ruina. "Llevamos soportando cinco meses de oprobio. Una especie de banda facciosa se ha adueñado del Poder. Desde su advenimiento no hay hora tranquila, ni hogar respetado, ni trabajo seguro, ni vida resguardada. Mientras una colección de energúmenos vocifera —incapaz de trabajar—en el Congreso, las casas son profanadas por la Policía (cuando no son incendiadas por las turbas), las iglesias entregadas al saqueo, las gentes de bien encarceladas a capricho por tiempo ilimitado; la ley usa dos pesos desiguales: uno para los del Frente Popular; otro para los que no militan en él; el Ejército, la Armada, la Policía, son minados por agentes de Moscú, enemigos jurados de la civilización española; una prensa indigna envenena la conciencia popular y cultiva todas las peores pasiones desde el odio hasta el impudor; no hay pueblo ni casa que no se halle convertido en un infierno de rencores; se estimulan los movimientos separatistas; aumenta el hambre; y por si algo faltara para que el espectáculo alcanzase su última calidad tenebrosa, unos agentes del Gobierno han asesinado en Madrid a un ilustre español confiado al honor y a la función pública de quienes le conducían. La canallesca ferocidad de esta última hazaña no halla par en la Europa moderna y admite el cotejo con las más negras páginas de la checa rusa." Sigue José Antonio en su manifiesto exponiendo la postura en favor de una reacción contra el desgobierno y alentando a la santa rebelión expresando, puntualizando el programa del futuro, al decir: "Nuestro triunfo no será el de un grupo reaccionario ni representaría para el pueblo la pérdida de ninguna ventaja. Al contrario, nuestra obra será una obra nacional, que sabrá elevar las condiciones de ÓMICO DE JOSÉ
vida del pueblo—verdaderamente espantosas en algunas regiones—y le hará participar en el orgullo de un gran destino recobrado." El fracaso del Alzamiento en la provincia de Alicante aumentó el rigor del régimen carcelario hasta la absoluta incomunicación de José Antonio y su hermano, que los mantuvo casi en total ignorancia del rumbo de la guerra. Un puñado de Falangistas que desde Callosa de Segura se lanzó al asalto de la cárcel provincial para rescatar a José Antonio, cayó en una emboscada y fué aniquilado en el acceso de Alicante llamado "Los doce puentes". Con ello concluyeron las esperanzas cifradas en una posible liberación del ilustre preso. En adelante José Antonio pasó a ser reo político acusado por tribunales populares sedientos de sangre y rencorosos con el Movimiento Nacional, que iniciaba sus éxitos ascendiendo desde el Sur hasta Extremadura. José Antonio fué, por lo tanto, "juzgado" en el clima de revancha consiguiente al rencor que producían los triunfos bélicos de las armas nacionales. La vista de la causa comenzó el día 16 de noviembre de 1936 a las nueve de la mañana y prosiguió hasta la madrugada del 18. El informe de José Antonio, defensor de sí mismo y de sus hermanos, causó profunda impresión en el ánimo de sus oyentes y en aquellos instantes se valió de su defensa para sembrar una vez más sus principios falangistas. El tribunal conferenció con Madrid y conminó a los jurados, quienes, al cabo de cuatro horas de deliberación, dictaron el veredicto de cadena perpetua para Miguel, seis años para su esposa y pena de muerte para José Antonio. Este, sin perder su serenidad, sonrió a sus hermanos y solicitó para sí, tras dar lectura al artículo 238 del Código, la conmutación de la pena capital por la de cadena perpetua. El tribunal no accedió a esta solicitud. Separado de todos, José Antonio, que había ocupado hasta entonces la misma celda que Miguel, se retiró a la de los reos de muerte y esposado fué conducido al piso bajo de la prisión. En su nueva celda, hasta altas horas de la noche, redactó su testamento, en el que aboga por que el pueblo español encuentre, en la paz que le desea, la Patria, el Pan y la Justicia. Fusilado en el patio de la cárcel, en la madrugada del 19 de noviembre, con el brazo derecho en alto y en la mano izquierda el Crucifijo—que le entregó su hermana Carmen, la que lo había recibido del Papa Pío XI—, murió como había vivido: serena, alegre, limpiamente. Su sangre joven regó la semilla de su ideario que, recogido en los principios fundamentales del Movimiento Nacional español, informa con sus básicos postulados de justicia social y unidad política la actividad de la Nueva España en cuya paz interior, organización del trabajo y ferviente sentido patriótico cuenta primordialmente el pensamiento claro y la fe españolísima del primer Jefe Nacional de la Falange, José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, Palma de Oro del Partido a título póstumo por voluntad nacional recogida en el Decreto que Franco suscribió en 20 de noviembre de 1940. La muerte de José Antonio imprimió vida perenne a su ideario, del que está impregnada la España nuestra, aquella España suya, no ya "la que le dolía", sino la que se debe hacer día a día acreedora al sacrificio, hasta morir, de quien no pudiendo ya darle más, le ofrendó, en una fría madrugada de noviembre, su florida vida de treinta y tres años de madurez, virilidad y claro pensamiento. A todos, a cada uno en sus respectivos lugares—altos o modestos—de trabajo nos incumbe la responsabilidad de que no se esterilice el martirio de José Antonio ni se olviden sus puntualizadas palabras, fruto combinado de extraordinaria intuición, diáfano criterio y acendrado sentido patriótico, social y económico.
ÓMICO DE JOSÉ
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Viñetas Económicas. IV. —-(Artículos publicados en 1955 en el "Diario de Barcelona".)— Ediciones M. I. C. Madrid, 1956. La Unificación de la Nomenclatura Arancelaria y del Valor en Aduana. —Oficina de Estudios Económicos del Ministerio de Comercio. Madrid, 1956. Mercado Común y Área de Libre Cambio en Europa. —Instituto —Instituto de Estudios Políticos. Madrid, 1957. El pensamiento económico de José Antonio Primo de Rivera. — — Editorial J. Capel y Cía., S. R. C. Madrid, 1957.
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La Guerra y la Política Comercial del Mundo. —Servicios de Propaganda del Ministerio de Industria y Comercio. Madrid, 1941. El Comercio Exterior del Nuevo Estado. —Diana, —Diana, Artes Gráficas. Madrid, 1941. —Servicios de Propaganda del Ministerio de ¿Una Nueva Teoría del Valor? Precios y Salarios. —Servicios Industria y Comercio. Madrid, 1942. El Comercio Exterior y el fracaso de los "clearings". —Ediciones —Ediciones Nueva Economía Nacional. Madrid, 1943. El Comercio Exterior de España en 1942. —Servicios de Propaganda del Ministerio de Industria y Comercio. Madrid, 1943. El Comercio Exterior de España en 1943. —Servicios de Propaganda del Ministerio de Industria y Comercio. Madrid, 1944. —Servicios de Propaganda del Ministerio La Segunda Guerra Mundial y El Comercio Exterior. —Servicios de Industria y Comercio. Madrid, 1946. El Importador y la Legislación Española. —Servicios —Servicios de Propaganda del Ministerio de Industria y Comercio. Madrid, 1947. El Comercio Exterior de España (1939-45). —Servicios de Propaganda del Ministerio de Industria y Comercio. Madrid, 1947. La Inquietud Económica. —Frente —Frente de Juventudes de F. E. T. y de las J. O. N. S. Madrid, 1947. España en la Feria de Lima. —Lima, —Lima, 1950. Los fines del Estado en relación con el Comercio Exterior. — Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central. Madrid, 1952. España y La Organización Europea de Cooperación Económica. —Cámara Oficial de Comercio e Industria. Reus, 1956. Un bosquejo de la Economía Iberoamericana. —Ediciones Oficina de Estudios Económicos del Ministerio de Comercio. Madrid, 1957. Los países árabes y sus Economías. —Diana, —Diana, Artes Gráficas. Madrid, 1957.
TRADUCCIONES Y ADAPTACIONES •
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Teoría del Proteccionismo y del Comercio Internacional, del Profesor Mihail Manoilesco. — Biblioteca de Economía Comercial Teórica. I. Madrid, 1943. Los Aranceles de Aduanas de la Argentina. —Servicios de Propaganda del Ministerio de Industria y Comercio. Madrid, 1945. Los Acuerdos de Bretton Woods. —Servicios de Propaganda del Ministerio de Industria y Comercio. Madrid, 1945. Teoría y Política del Comercio Internacional del Profesor George de Leener.—Biblioteca de Economía Comercial Teórica. II. Madrid, 1946.
ÓMICO DE JOSÉ