Nota: Todos Todos los textos textos del "Libro de las pregun preguntas", tas", incluidos incluidos aquí, corresp corresponden onden a la traducción traducción de los siguientes autores: "El libro de las preguntas" por Julia Escobar "El libro de Yukel" y "El regreso del libro" por J. Martín Arancibia Ediciones Ediciones Siruela, Siruela, 1990 1990 Plaza Manuel Manuel Becerr Becerra, a, 15, El Pabellón Pabellón 28028 Madrid Madrid
De "El libro de las preguntas":
(fragmentos)
Introducción Dedicatoria Dedicatoria 1 1. A ti, que crees que existo... 2. Y Yukel habla... 3. He dado la vuelta... 4. He aprendido a amar a los hombres... 5. El diálogo de las dos rosas
De "El libro de Yukel"
(fragmentos)
Dedicatoria 2 1. La parte del bien 2. Retrato de Sara y de Yukel Yukel en el grito 3. En ningún momento momento describí vuestro vuestro rostro 4. Diario de Yukel 5. Diario de Sara I 6. Índice de las estaciones del año 7. Canción de los siete cirios 8. Nosotros teníamos teníamos una una tierra y un libro... 9. La palabra profana 10. Y Mansur recordó esta canción atribuida a Reb Bertit...
De "El regreso al libro"
(fragmentos)
Dedicatoria 3 1. Canción 2. La soledad es la hierba del exilio... 3. Yo soy el aliento de mis libros... 4. Ningún libro está rematado... 5. Las cortinas corridas 6. Memorable eco 7. No me viste... 8. La rosa de Jericó 9. Las perlas de sudor
"El libro de las preguntas": Introducción El libro de las preguntas es el libro de la memoria. A los obsesivo obsesivoss interrogant interrogantes es sobre sobre la vida, vida, la palabra, la libertad, libertad, la elección, elección, la muerte, muerte, responden responden rabinos imaginarios cuya voz es la mía. Las respuestas que da esta obra, dos amantes perdidos vendrán a leerlas; por mi parte, he intentado, al margen de la tradición y a través través de los vocablos, vocablos, recobrar recobrar los caminos caminos de mis mis fuentes. fuentes. Para existir se necesita primero ser nombrado; pero para entrar en el universo de la escritura, es necesario asumir, con el propio nombre, la suerte de cada sonido, de cada signo que lo perpetúan. De un idilio simple y trágico surge un canto de amor que es, a pesar de todo, canto de esperanza. Este canto ambiciona hacernos asistir al nacimiento de la palabra y, en dimensión más que real, a un ensanche del umbral del sufrimiento que ilustra una colectividad perseguida, cuyo lamento es retomado, era tras era, por sus mártires. 1963 *****
Dedicatoria En el cementerio de Bagneux, departamento del Sena, descansa mi madre. En el viejo Cairo, en el cementerio de las arenas, descansa mi padre. En Milán, en la muerta ciudad de mármol, está sepultada mi hermana. En Roma, donde, para acogerle, la sombra cavó la tierra, está enterrado mi hermano. Cuatro tumbas. Tres países. ¿Conoces las fronteras de la muerte? Una familia. Dos continentes. Cuatro ciudades. Tres banderas. Una lengua, la de la nada. Un dolor. Cuatro miradas en una. Cuatro existencias. Un grito. Cuatro veces, cien veces, diez mil veces, un grito. -¿ Y los que no tienen sepultura? , preguntó Reb Azel. -Todas las sombras del universo, respondió Yukel, son gritos. (Madre, respondo a la primera llamada de la vida, a la primera palabra de amor pronunciada y el mundo tiene tu voz.) * * * * *
Dedicatoria 1 A las fuentes fuentes profundas profundas de la vida vida y de de la muerte muerte reveladas reveladas,, Al polvo de los pozos, A los rabinos-po rabinos-poetas etas a quienes quienes he prestado prestado mis palabras palabras y cuyo nombre, a través de los siglos, fue mi nombre, A Sara y a Yukel, Yukel, A todos todos aquellos, aquellos, por por último, último, cuyos cuyos caminos caminos de de tinta tinta y de sangre
pasan por los vocablos y por los hombres Y, más cerca, a ti, a nosotros, a ti. *****
1. A ti, que crees que existo... («A ti, que crees que existo, ¿cómo decir lo que sé con palabras cuyo significado es múltiple; palabras, como yo, que cambian cuando se las mira, cuya voz es ajena? ¿Cómo decir que no soy pero que, en cada palabra, me veo, me oigo, me comprendo, a ti, cuya realidad renovada es la de la luz a través de la cual el mundo cobra conciencia del mundo perdiéndote pero que respondes a un nombre prestado? ¿Cómo mostrar lo que he creado fuera de mí, hoja tras hoja, donde todo rastro de mi paso está borrado por la duda? ¿A quién se le han aparecido esas imágenes que ofrezco? Reivindico, en último extremo, lo que me es debido. Cómo demostrar mi inocencia cuando el águila ha volado de mis manos para conquistar el cielo que me atenaza? Muero de orgullo en el límite de mis fuerzas. Lo que espero está siempre más lejos.(...) *****
2. Y Yukel habla... Y Yukel habla: Te busco. El mundo donde te busco es un mundo sin árboles. Sólo calles vacías, calles desnudas,
el mundo donde te busco es un mundo abierto a otros mundos sin nombre, un mundo donde no estás, donde te busco. Están tus pasos, tus pasos que sigo, que espero. He seguido el lento caminar de tus pasos sin sombra, sin saber quién era yo, sin saber a dónde me dirigía. Un día estarás. Será aquí, en otro lugar, un día como todos los días en que estás. Será, tal vez, mañana. He seguido, para llegar hasta ti, otros caminos amargos donde la sal quebraba la sal. He seguido, para llegar hasta ti, otras horas, otras riberas. La noche es una mano para quien sigue la noche. De noche, todos los caminos caen. Era necesaria esa noche en que tomé tu mano, en que estábamos solos. Era necesaria esa noche como era necesario ese camino. En el mundo donde te busco eres la hierba y el deshielo. Eres el grito perdido en que me extravío. Pero también eres, ahí donde nada vela, el olvido hecho de cenizas de espejo. *****
3. He dado la vuelta... He dado la vuelta. He dado la vuelta sobre mí mismo sin encontrar descanso. Dirigiéndose a mí, mis hermanos de raza han dicho: «Tú no eres judío. No frecuentas la sinagoga». Dirigiéndome a mis hermanos de raza, he contestado: «Llevo la sinagoga en mi interior». Dirigiéndose a mí, mis hermanos de raza han dicho: «Tú no eres judío. Ya no rezas». Dirigiéndome a mis hermanos de raza, he contestado «La oración es mi columna vertebral y mi sangre». Dirigiéndose a mí, mis hermanos de raza han dicho: «Los rabinos cuyas palabras citas son unos charlatanes. ¿Han acaso existido? y tú te has alimentado con sus palabras impías». Dirigiéndome a mis hermanos de raza, he contestado: «Los rabinos cuyas palabras cito son los faros de mi memoria -uno sólo se acuerda de sí- y vosotros sabéis que el alma tiene por pétalo una palabra». (...) *****
4. He aprendido a amar a los hombres...
He aprendido a amar a los hombres en el momento en que aspiraba, con todas mis fuerzas, a ser amado. Así aman los judíos a los judíos . He aprendido a ser un hombre. He aprendido a hablar pomposamente del hombre. Así hablan los judíos de los judíos. Mis palabras, un día, se me hicieron extrañas, y me callé. (« La historia de mi alma es la de las letras del alfabeto cuya forma ha hecho sensible a mis sentidos el camino a través del espacio y el tiempo, hasta su unión en la palabra, a la hora y en el lugar previstos de mi nacimiento. Nunca estamos colocados, en relación con los demás , a igual distancia del lenguaje, porque nos movemos de forma diferente en esas regiones del corazón y del espíritu que abarcan los vocablos. Estamos cerca o lejos de la verdad de la palabra según la hayamos seguido al pasar o hayamos abandonado todo para sorprenderla. La palabra es virgen. He asistido a su despertar. La historia de mi alma es la historia apasionada de mi búsqueda del verbo, donde el universo es el premio de mi pensamiento.» Reb Gaon *****
5. El diálogo de las dos rosas -Así pues, audaz amiga, me desafías en el alma. -Soy fiel al amor -El amor sólo se ama a sí mismo. -Yo soy la vida. Él me pertenece. -No siempre. Los amantes me ofrecen su vida. -Los amantes desgraciados. No el amor. -El amor es la trampa que tiendes a los hombres para vestirte con sus escalofríos, para alimentarte con sus lágrimas. -Luz en los ojos, eso es el amor. -El amor devora los ojos que ven. -Fría amiga. -Mi cómplice. -Aquí, señala el discípulo de Reb Simoni, hubo un largo silencio, luego la voz se hizo suplicante. Entrégame a Sara y a Yukrl. -No puedo perderles. -Un día, acabarás cediendo.
-Quizás, una mañana en que esté contenta; en cuanto se me hayan hecho insoportables. -Aquí, creí oirla reír, observa el discípulo de Reb Simoni. -Tendrás algunas horas o algunas semanas, eso dependerá, para arrancármelos. -Cruel, sabes que sufren. -El amor es mi juventud, -Tú eres la vida. -El amor es el dueño de mi vida. -¿Por qué esas prisas? ¿Tanto te gustan? Te arrastras como una esclava. ¿Estás enamorada? -El amor no me interesa. -Entonces, ¿por qué quieres arrebatarme a mis amantes? -Porque está en el orden establecido y también porque es mi oficio. -Quemas etapas. ¿Ya no te importa mi placer? Me decepcionas. -A veces soy tierna con los humanos. -Por qué? -Un poco por piedad. Me gusta que me crean buena. -Estás celosa. Te mueres de amor. -Mato todo lo que toco. -Tu cuerpo está ebrio de caricias, tus pétalos están húmedos de besos esperados. Pero yo soy fuerte. Soy tozuda. Me divierte hacerte esperar. -Te obstinas en hacerme daño. Pero ten cuidado. Puedo vengarme. Aquí, me pareció, señala el discípulo de Reb Simoni, que se aproximaron la una a la otra y que su actitud era desafiante. -Confiesa que te gusto; que a través de las parejas que me exaltan, es a mí a quien deseas. Se daban la espalda para enfrentarse poco después con su odio desatado, señala el discípulo de Reb Simoni. -Hija. -Qué amable confesión. -No me faltan recursos. Me haces daño. Tú lo sabes. Mi deseo me desgarra por completo. Tanto peor. Tanto peor. Tanto peor. Eso sólo me importa a mí. -Te desprecio. -Te amo con un amor imposible. Elimino a los que me impiden abrazarte. Con sus ojos, hago dos
tragaluces, con su cuerpo, un navío perdido. Los más voluptuosos son los más vulnerables. Debieron transcurrir unos cuantos minutos, observa aquí el discípulo de Reb Simoni, de los que apenas me acuerdo. Hasta mí llegaban fragmentos de palabras cuyo sentido no alcanzaba a comprender; luego oí muy claramente: -Cállate. Me dejas helada. -Eres la nieve que se funde en abril. -Soy la fiebre. Soy el sol. Odio el agua, las mortajas. -Mueres por cada nacimiento. Preparas con talento a los seres, al mundo, para su fin anunciado. Loca que les hablas de mí. Eres la antecámara. Yo soy el lecho. Tus víctimas me piden socorro. Sus gritos forman un gran collar alrededor de mi cuello. Entonces, surjo entre ellos en mi esplendor inaccesible. Me apodero para siempre de su mirada. Con ella, hago un camino, hago un arco iris. -Déjame vivir. Déjame alimentarme con mi vida. -Déjame, mi rosa pródiga, saborear mi muerte. Cuando me acerqué a ellas para asegurarme de que eran reales, señala el discípulo de Reb Simoni, me encontré ante dos rosas abiertas a la avidez de una abeja que habían recuperado su existencia vegetal. «Yukel, escribía Sara, ¿es verdad que la muerte nos parece hoy preferible al mejor momento que hayamos conocido en nuestra corta vida?»
EL LIBRO DE YUKEL (fragmentos)
Dedicatoria 2 Tú no sabes si vives. Tú vives. El camino es corto en el tiempo, largo en el espacio que abarcan nuestros brazos. El corazón es bueno. Nuestro amor es una isla. El mar es el campo. El pan es bueno. El orden radica en la corteza. El árbol está ebrio de viento. El sol es bueno. Tus ojos, lejos del nido. La ola es fuerte en el silencio. ¿Estamos donde estaremos? Mañana es bueno. *****
1. La parte del bien Tú eres rico. La palabra te es dada.
REB ELAIM
(-¿En qué Piensas? -En la tierra. -Pero estás en la tierra. -Pienso en la tierra en que estaré. -Estamos uno frente a otro y tenemos los pies en la tierra. -No conozco más que las piedras del camino que lleva, dicen, a la tierra. Si el árbol careciese de inteligencia, se derrumbaría. Si el mar careciese de inteligencia, se devoraría. El agua obedece al agua y mantiene al pez. El aire obedece al aire y mantiene al pájaro. Si el hombre careciese de inteligencia, reinaría la oscuridad en todas partes. Tú darías alaridos por los caminos. Tú maldecirías a tu prójimo. Tú aplaudirías el incendio. Tú cortarías en lonchas delgadas los senos de tu mujer. Tú arrancarías la cabeza a los niños. No quedarían ya flores. Tú llevarías una corona de espinas. Tú estarías solo, solo, solo; pues, para ser dos, HAY QUE SABER.) Te dejé morir, Yukel. Estaba a tu lado cuando bebiste el veneno. Podía impedírtelo, pero tu mirada no toleraba que yo interviniese para modificar tu decisión. Asistí a tu agonía, en la sombra. Tú mirabas fijamente la pared. No besaste una sola vez la imagen de Sara. Bajé las escaleras de tu casa apoyándome en la barandilla. Estaba muy cansado. Temía al día, a la calle. Fui andando hasta mi morada y, en mi cama, dormí hasta el alba. Empezó para mí una nueva vida; una muerte malaventurada. ¿Era quizá mi destino denunciar el sufrimiento de que te liberaste suprimiéndote? Pero yo no tengo ni oídos ni boca. Y nada atrae ya a mis ojos. Tú eras mi respiración, y Sara el grito de mi verdad maltratada. La verdad es semejante a una adolescente. Se puede hacer todo con ella, pero también se puede hacer mucho por ella. Se puede morir o vivir bajo su ley. Estaba a tu lado, Yukel, cuando tus manos se aferraban a la sábana. Tus estertores -¿tan débiles eran?- no inquietaban a nadie en torno a nosotros. Entraste enseguida en coma y te quedaste rígido pocas horas después. No esperé a que viniesen a llamar a tu puerta. Huí. Tu amante se marchitó en el infierno de las flores. La demencia, más tarde, la sostuvo. Se diría que sus gritos, hoy, son más desesperados. Manan de su ser dolorido, de ese cuerpo indefenso que el alma vuelve tan transparente como luz. Se ven sus huesos como un paisaje desvelado por la carne. Se ven los dientes a través de la mejilla. ¿Adónde iré, desdoblado? Un escritor se evade con los vocablos y, de ellos, algunos, a veces uno o dos, le siguen a la muerte. Un vocablo es primero una colmena y después un nombre. Dos nombres se disputaban mi corazón y mi mente. Los encontré
en la hondo de mí mismo y su existencia era la que yo había, en las tinieblas, vivido. Como tú, ayer, estoy agotado. Mi pasado está lastrado de expolios, de persecuciones. Mi pasado inclina la cabeza hacia un respaldo ilusorio, un hombro compasivo o mi mesa. No tengo ya ambición. Soy el paso abierto de la luz adonde me arrojaste. «¿Qué es un escritor? , preguntaba a un narrador célebre Reb Hod. ¿Un hombre de letras? No, seguro, sino una sombra que lleva a un hombre.» Tú eras ese hombre, Yukel, ese hombre y ese mártir. Me eclipsaré, en breve. Volviste de los campos de concentración culpables para consagrarte a tu última hora y mis folios huelen a las cenizas de tu fe. El libro es un momento de la herida o la eternidad. El mundo se limita a nosotros. *****
2. Retrato de Sara y de Yukel en el grito Manos huidas, aferradas a vuestras antorchas. El cielo os ha confundido con pájaros. El nido ha destronado al arco y al árbol.
REB LEZER
Este trazo blanco en la página blanca es el trazo del grito. Ya no teme al obstáculo. No le estorba la tinta. ¿Deja el ave una huella de su vuelo? Tú sigues con la mirada al pájaro. Aquí, el oído es el orden. («El ojo hace ver lo que escucha, lo que cata, lo que palpa. Yo soy todo ojos en mi cuerpo.»
REB GAMRI)
Y Yukel dijo: ¿Quién sabrá beber en mis palabras? ¿Lo he sabido hacer yo acaso? En mi libro, en el seno de la soledad, tu soledad me es, para siempre, debida. *****
3. En ningún momento describí vuestro rostro El objeto aumenta el objeto.
REB SAFAB
Yo bailo -Dios es mi Idea.
REB KARAM
«¿Qué es una idea? Una bailarina.