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DEDICATORIA
Esta antología es dedicada a las personas que les gusta asustarse al igual a las personas que quieren saber sobre las leyendas que hay en su ciudad, republica y también en el mundo. Esta antología contiene las mejores leyendas que tras varios años han ido estando presentes en nuestro entorno, esto es porque nosotros mismos las hemos hecho famosas tal vez porque cuando las escuchamos nos asusta, nos gustan o simplemente por imaginarnos lo que paso hace años.
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PROLOGO
eyenda proviene del latín legenda, que significa Dzlo que debe ser oídodz. Originalmente, era una narración escrita que era leída en público en las celebraciones de las festividades de los santos. Desde el siglo XIX, la leyenda es considerada como un sinónimo de la llamada tradición popular. Una leyenda es un relato de hechos humanos que se transmite de generación en generación y que se percibe tanto por el emisor como por el receptor, como parte de la historia. Hay varios tipos de leyendas: etiológicas que aclaran el origen de los elementos inherentes a la naturaleza, como los ríos, lagos y montañas, eyendas históricas, eyendas míticas y eyendas religiosas. En esta antología se escogieron leyendas puesto que atraen a las personas porque las personas cuentan que fue o es real. En cualquier parte de la republica o del mundo siempre va a haber una leyenda que los identifica aparte de su cultura y tradiciones.
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Por los años de 1670 a 1680, vivía en esta ciudad de México y en la casa número 3 de la calle de la Puerta Falsa de Santo Domingo, ahora número 100, calle atravesada entonces de Oriente a Poniente por una acequia, vivía, digo, un clérigo eclesiástico; mas no honesta y honradamente como dios manda, sino en incontinencia con una mala mujer y como si fuera legítima esposa. No muy lejos de allí pero tampoco no muy cerca, en la calle de las Rejas de Balvanera, bajos de la ex-Universidad, había una casa que hoy está reedificada, la cual antiguamente se llamó Casa del Pujavante, porque tenía sobre la puerta "esculpido en la cantería un pujavante y tenazas cruzadas", que decían ser "memoria" del siguiente sobrenatural caso histórico que el incrédulo lector quizá tendrá sin duda por conseja popular. En esta casa habitaba y tenía su banco un antiguo herrador, grande amigo del clérigo amancebado, ítem más, compadre suyo, quien estaba al tanto de aquella mala vida, y como frecuentaba la casa y tenía con él mucha confianza, repetidas ocasiones exhortó a su compadre y le dio consejos sanos para que abandonase la senda torcida a que le había conducido su ceguedad Vanos fueron los consejos, estériles las exhortaciones del "buen herrador" para con su "errado compadre" que cuando el demonio tornase en travieso Amor, la amistad es impotente para vencer tan satánico enemigo. Cierta noche en que el buen herrador estaba ya dormido, oyó llamar a la puerta del taller
con
grandes
y
descomunales golpes, que le hicieron
despertar
y
levantarse más que de prisa. 5
Salió a ver quién era, perezoso por lo avanzado de la hora; pero a la vez alarmado por temor de que fuesen ladrones, y se halló con que los que llamaban eran dos negros que conducían una mula y un recado de su compadre el clérigo, suplicándole le herrase inmediatamente la bestia, pues muy temprano tenía que ir al Santuario de la Virgen de Guadalupe. Reconoció en efecto la cabalgadura que solía usar su compadre, y aunque de mal talante por la incomodidad de la hora, aprestó los chismes del oficio, y clavó cuatro sendas herraduras en las cuatro patas del animal. Concluida la tarea, los negros se llevaron la mula, pero dándole tan crueles y repetidos golpes, que el cristiano herrador les reprendió agriamente su poco caritativo proceder. Muy de mañana, al día siguiente, se presentó el herrador en casa de su compadre para informarse del por qué iría tan temprano a Guadalupe, como le habían informado los negros, y halló al clérigo aún recogido en la cama al lado de su manceba. - Lucidos estamos, señor compadre - le dijo -; despertarme tan de noche para herrar una mula, y todavía tiene vuestra merced tirantes las piernas debajo de las sábanas, ¿qué sucede con el viaje? - Ni he mandado herrar mi mula, ni pienso hacer viaje alguno - replicó el aludido. Claras y prontas explicaciones mediaron entre los dos amigos, y al fin de cuentas convinieron en que algún travieso había querido correr aquel chasco al bueno del herrador, y para celebrar toda la chanza, el clérigo comenzó a despertar a la mujer Con quien vivía
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. Una y dos veces la llamó por su nombre, y la mujer no respondió, una y dos veces movió su cuerpo, y estaba rígido. No se notaba en ella respiración, había muerto. Los dos compadres se contemplaron mudos de espanto; pero su asombro fue inmenso cuando vieron horrorizados, que en cada una de las manos y en cada uno de los pies de aquella desgraciada, se hallaban las mismas herraduras con los mismos clavos, que había puesto a la mula el buen herrador. Ambos se convencieron, repuestos de su asombro, que todo aquello era efecto de la Divina Justicia, y que los negros, habían sido los demonios salidos del infierno. Inmediatamente avisaron al cura de la Parroquia de Santa Catarina, Dr. D. Francisco Antonio Ortiz, y al volver con él a la casa, hallaron en ella la R. P. Don José Vidal y a un religioso carmelita, que también habían sido llamados, y mirando con atención a la difunta vieron que tenía un freno en la boca y las señales de los golpes que le dieron los demonios cuando la llevaron a herrar con aspecto de mula. Ante caso tan estupendo y por acuerdo de los tres respetables testigos, se resolvió hacer un hoyo en la misma casa para enterrar a la mujer, y una vez ejecutada la inhumación, guardar el más profundo secreto entre los presentes. Cuentan las crónicas que ese mismo día, temblando de miedo y protestando cambiar de vida, salió de la casa número 3 de la calle de la puerta Falsa de Santo Domingo, el clérigo protagonista de esta verídica historia, sin que nadie después volviera a tener noticia de su paradero. Que el cura de Santa Catarina, "andaba movido a entrar en religión, y con este caso, acabó de resolverse y entró a la Compañía de Jesús, donde vivió hasta la edad de 84 años, y fue muy estimado por sus virtudes, y refería este caso con asombro". Que el P. Don José Vidal murió en 1702, en el Colegio de San Pedro y San Pablo de México, a la edad de 72 años, después de asombrar con su ejemplar vida, y de haber introducido el culto de la Virgen, bajo la advocación de las Dolores, en todo el reino de la Nueva España. Solo callan las viejas crónicas el fin del R.P. carmelita, testigo ocular del suceso, y del bueno del herrador, que dios tenga en su santa Gloria. 7
Enrique de Verona logró gran prestigio y fortuna como escultor por las obras de arte realizadas en la catedral de Toledo, en España. Como era mucha su fama fue contratado por el virrey Don Francisco Hernández de la Cueva para realizar el altar de reyes en la catedral de México. También en la nueva España ganó honra y dinero; Verona que en su tierra había dejado esperando a una guapa gaditana, quien
todos
los
días
iba
a
ver
que
barcos
llegaban.
Se disponía a volver a España para enlazar su vida con la mujer que amaba, cuando he aquí que a la víspera de su viaje, a dar vuelta a una esquina tropezó con una dama a quien se le cayó el pañuelo. El joven Verona por su natural, cortesía se acercó a levantarlo y se lo entregó a la doncella, la cual se puso encendida como una amapola, fijó sus ojos castaños en los de Verona y con una voz que a éste le sonó como música le dijo con tono suave: í Gracias caballero. Fueron solo dos palabras, pero esas dos palabras, aquella mirada y la belleza de la dama, produjeron en Verona más efecto del que pudo de pronto comprender. Se quedó parado en la esquina viendo alejarse a la doncella y aquel caballero se lo repetía él mismo una y otra vez. Hasta entonces se acordó el olvidadizo artista de todas las cosas que le faltaban arreglar para su viaje del día siguiente. De pronto le pareció una falta imperdonable
no
despedirse de un amigo al que nunca le había hecho el menor caso; el no dejar recomendado a un gatito que que
no
comida.
tenía,
para
le
falta
hiciera
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Lo que Verona quería era disculparse y con mil pretextos, el cambio que acabara de experimentar en su corazón; quería a toda costa demorarse y dejar esperando a la gaditana. Pronto se conocieron Verona y Estela Fuensalida, que tal era el nombre de la doncella que también tuvo que dejar plantado a su prometido, un viejo platero llamado Don Tristán de Valladeres. La gaditana se quedó espera y espera, pero Valladeres, lleno de rabia, de celos y de despecho, juró vengarse en la primera oportunidad. Pasó un año, Estela tenía un hermoso niño y todo parecía estar en paz, hasta que una noche fría del mes de Diciembre de 1665 llegó Tristán de Valladeres sigilosamente a la casa de Estela y entró por la barda de atrás y prendió fuego a un pajar. Al momento se lanzaron llamaradas y cuando Estela y su
esposo
despertados aturdidos, se encontraron en medio de humo y llamas. Todo fue confusión en la casa, los criados corrían de un lado a otro, despavoridos tratando de salvar sus vidas. Estela cayó desmayada en la habitación y los vecinos que habían acudido, apagaban todo el fuego y salvaron a Estela. Cuando esta se repuso y ya en la calle libre de las llamas, reflexionó que se hallaba sin su esposo y sin su hijo, los dos seres más amados de su corazón, una angustia indescriptible se apoderó de ella y arrodillada en el suelo gritaba llamando a su marido. Al momento llegó el esposo, pero sin el pequeño, entonces el dolor de ambos no tuvo límite, Estela se arrojó entre las llamas para entrar por su hijo a la casa y Verona se lo iba a impedir cuando se escuchó el llanto de un niño y vieron a un hombre que trataba de esconderlo, entonces Verona y otros se precipitaron sobre él quitándole el niño que llevaba en brazos. El niño era el hijo de Estela y el hombre vengativo Tristán. La gente que había visto llorar a Estela por su hijo desde entonces se llamó la calle El Niño Perdido.
Sin lugar a dudas Guanajuato es la ciudad idónea para dejar atrás el automóvil y caminar por sus plazuelas escondidas, sus museos y sus callejones, donde hacen su aparición las estudiantinas que, como Orfeo o como el flautista de Hamelin, atraen a una gran cantidad de público, en la típica callejoneada. Lo anterior, claro está, lo podemos encontrar en algunas revistas de turismo, pero ¿qué es Guanajuato para los guanajuatenses? Para algunos es un lugar mágico lleno de tranquilidad, libertad y naturaleza, donde niños, jóvenes y adultos pueden salir a las calles a recrearse sin temor ni angustia de ningún tipo. Una canción nos dice que la ciudad se encuentra entre sierras y montañas, bajo un cielo azul. Para alguien es tierra de oportunidades. Un amigo me comentó que esta ciudad es un hoyo, cuya fuerza de gravedad es de tal grado que no deja salir a los guanajuatenses con posibilidad de destacar. Otro me dijo que Guanajuato es una casa vieja que siempre se debe estar arreglando... Desde mi punto de vista, Guanajuato es una ciudad sacada de un cuento de hadas donde no pasa el tiempo. Es una casa mágica rodeada de sierras y montañas, bajo un cielo azul, y cuyos inquilinos no pueden salir de ella pero viven con tranquilidad y se recrean libremente. Definitivamente es una ciudad con una arquitectura de lo más extraña, lo cual se debe a que está construida sobre una cañada. Pero hay otra razón de índole socio histórico. Como se sabe, las leyendas y tradiciones medievales hablaban de grifos, gorgones, amazonas y otros seres fantásticos, así como de tierras paradisiacas que contaban con alimentos exquisitos y desconocidos, de ciudades de oro y de extraños sitios donde se encontraba la fuente de la eterna juventud. Leyendas que entraban por los oídos de aventureros y exploradores del Viejo Mundo y les despertaban su imaginación y su codicia; de esta forma se lanzaron al mar, en busca de esas tierras, a sabiendas de que habrían que atravesar grandes peligros. 10
Motivados así por las leyendas y por la ciencia, los europeos arribaron a nuevos continentes, unos para conquistarlos y otros para instaurar la Utopía de Tomás Moro. De esta manera llegaron al orífero territorio llamado Guanajuato. Fue en 1542 cuando fray Sebastián de Aparicio consumó un camino que comunicaba a la ciudad de México con Zacatecas; los arrieros, al transitar por este camino, encontraron el mineral a flor de tierra, lo que trajo como consecuencia el establecimiento de grupos mineros, que empezaron a constituir el principio de la ciudad de Guanajuato. La ciudad no tuvo una planificación previa, sus edificios fueron construidos de acuerdo con la ubicación de las minas. Seguramente por ello los habitantes dicen que los cimientos de Guanajuato son de oro, pero soy del pensar que parte de esos cimientos son sus leyendas, una de las cuales hemos de tratar aquí. Antes de continuar diré que la leyenda como acto cultural es un mito histórico, pero no porque tenga sentido de ilusión o fantasía, como muchos piensan. El mito es algo más, algo que une y nos recuerda el origen del mundo, nuestra relación con las divinidades, y ningún hombre religioso puede negar la verdad que encierran esas narraciones, ya sean escritas o de tradición oral. Es en el mito donde se establece, a través de palabras, alegorías y símbolos, la realidad trascendente, donde se muestran los valores éticos y morales de un pueblo. Ahora bien, el mito es una narración sacra donde sus personajes son dioses o héroes civilizadores, pero la leyenda es el mito de lo profano porque en ella el narrador tiene la libertad de expresar acontecimientos pasionales, cómicos, épicos, etcétera, en los cuales se habla de personas y lugares especiales que se recuerdan de generación en generación. Esa es la razón por la que digo que la leyenda es el mito de la historia, porque nos muestra las pautas sociales e históricas de un pueblo, aunque en ocasiones tengan un tinte mágico y fantástico.
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La leyenda de la que he de hablarles es una de las de mayor tradición; tiene como escenario un callejón de sesenta y ocho centímetros de ancho, tamaño exacto para proporcionar una historia que perdura hasta nuestros días y que nos narra un encuentro de enamorados con trágico fin. Esta leyenda esconde parte del vivir y del sentir cultural de Guanajuato, y versa así: Se cuenta que doña Carmen era hija única de un hombre intransigente y violento, pero como suele suceder, el amor triunfa a pesar de todo. Doña Carmen era cortejada por don Luis, un pobre minero de un pueblo cercano. Al descubrir su amor, el padre de doña Carmen la encerró y la amenazó con internarla en un convento; según su padre, ella debía casarse en España con un viejo rico y noble, con lo cual el padre acrecentaría considerablemente sus riquezas. La bella y sumisa criatura y su dama de compañía, Brígida, lloraron e imploraron juntas y resolvieron que la dama de compañía le llevara una misiva a don Luis con las malas noticias. Ante ese hecho don Luis decidió irse a vivir a la casa frontera de la de su amada, que adquirió a precio de oro. Esta casa tenía un balcón que daba a un callejón tan angosto que se podía tocar con la mano la pared de enfrente. Un día se encontraban los enamorados platicando de balcón a balcón, y cuando más abstraídos estaban, del fondo de la pieza se escucharon frases violentas. Era el padre de doña Carmen increpando a Brígida, quien se jugaba la misma vida por impedir que el amo entrara a la alcoba de su señora. Por fin, el padre pudo introducirse, y con una daga que llevaba en la mano dio un solo golpe, clavándola en el pecho de su hija.
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Doña Carmen yacía muerta mientras una de sus manos seguía siendo posesión de la mano de don Luis, quien ante lo inevitable sólo dejó un tierno beso sobre aquella mano. A través de esta leyenda podemos darnos cuenta de que en el siglo XVI y XVII no se podía dar el casamiento de ciertas clases sociales con otras de inferior categoría, y que tener una hija significaba poder obtener un orden jerárquico mayor dentro de la escala social. También vemos que por aquellos tiempos no existía una división tan tajante en la disposición urbana, con esto quiero decir que las clases sociales no se distinguían por zonas habitacionales, sino en los espacios públicos. Los amores tendían a realizarse a escondidas, pues los padres no aceptaban la relación si el muchacho no llenaba los requisitos de abolengo y de riqueza. Cabe aclarar que estamos hablando tal vez de una clase media alta, entre la cual en cuestión de amor siempre era necesaria la participación de una chaperona para recibir cartas a escondidas. Aún en la época en que existía el casino en la ciudad de Guanajuato era de muy mal gusto que se viese a una doña Carmen con un don Luis. Si la dama asistía con sus padres al casino, el caballero buscaba la forma de internarse con los músicos al recinto de juego, en esos momentos con solo mirar a la dama bastaba, y después de una escapada furtiva se colmaba el espíritu de los enamorados. En la actualidad se ha acabado la fiebre del oro y el pobre convive, juega, estudia, entre otras actividades, con el rico. Hoy no existen clases sociales tan marcadas; muchos de los habitantes se conocen desde la infancia y podemos ver cómo un individuo con licenciatura o doctorado platica con el bolero, sin distinciones ni reverencia alguna. La zona urbana sigue siendo igual que antaño, lo único que se mantiene es el apellido: ³éste es el hijo de fulanito´, o ³tu padre es sutanito´. Ahí todos conocen las historias individuales de los sujetos, aunque sea de oídas, y entre los habitantes no hay nada que esconder. Quien quiere que su hija se case con una persona de valía 13
económica, la manda a buscar partido a León, Guadalajara, Ciudad de México o al extranjero. Aún el padre tiene dominio sobre estos aspectos del amor, y antes de aceptar una relación formal el joven debe ser presentado a la familia para averiguar sus intenciones, y después el padre y la madre buscarán entre sus conocidos las referencias del muchacho. Lo más seguro es que si la joven encuentra en su fuero interno un amor intenso, buscará la manera de escabullirse con la ayuda de sus chaperonas amigas y tal vez hasta con la de su madre. Los enamorados buscarán el lugar exacto, un sitio de poco tránsito para establecer su relación sin peligro alguno. Pobre de ese amor si el padre se da cuenta o se entera de esas salidas, porque Guanajuato retumbará con el grito de ³¡Ah, pérfida, con ese no!´ Con esa pequeña interpretación podemos decir que la leyenda del Callejón del Beso no nada más es histórica, sino también histórica, se mantiene en el tiempo del vivir de los guanajuatenses. Se recuerda esta leyenda porque refleja de manera simbólica la vida amorosa de los inquilinos de esa casa vieja. La leyenda se ha convertido en tradición, y los turistas, lo mismo que algunos oriundos, ritualizan ese encuentro en el tercer escalón del callejón, donde todo se sella con un beso, en el lugar indicado de dos casas que se yerguen como si estuvieran entre dos columnas, una femenina, la otra masculina, para elevar de esta forma al cielo ese amor. La forma del beso es lo de menos, el amor es lo que cuenta, de modo que usted no se asuste si un día visita esta ciudad y escucha el grito de ³¡Ah, pérfida, con ese no!´; al contrario, alégrese porque está en
el
momento
exacto
de
la
rememoración de aquel amor entre doña Carmen y don Luis. 14
c Corría el año de 1600 y a la capital de la Nueva España continuaban llegando mercaderes, aventureros y no pocos felones, gentes de rompe y rasgo que venían al Nuevo Mundo con el fin de enriquecerse como lo habían hecho los conquistadores. Uno de esos hombres que llegaba a la capital de la Nueva España con el fin de dedicarse al comercio, fue don Tristán de Alzúcer que tenía un negocio de víveres y géneros en las Islas Filipinas, pero ya por falta de buen negocio o por querer abrirle buen camino en la capital a su hijo del mismo nombre, arribó cierto día de aquél año a la ciudad. Después de recorrer algunos barrios de la antigua Tenochtitlán don Tristán de Alzúcer se fue a radicar en una casa de medianía allá por el rumbo de Tlatelolco y allí mismo instaló su comercio que atendía con la ayuda de su hijo, un recio mocetón de buen talante y alegre carácter. Tenía este don Tristán de Alzúcer a un buen amigo y consejero, en la persona de su ilustrísima, el Arzobispo don Fray García de Santa María Mendoza, quien solía visitarlo en su comercio para conversar de las cosas de Las Filipinas y la tierra hispana, pues eran nacidos en el mismo pueblo. Allí platicaban al sabor de un buen vino y de los relatos que de las islas del Pacífico contaba el comerciante. Todo iba viento en popa en el comercio que el tal don Tristán decidió ampliar y darle variedad, para lo cual envió a su joven hijo a la Villa Rica de la Vera Cruz y a las costas malsanas de la región de más al Sureste. Quiso la mala suerte que enfermara Tristán chico y llegara a tal grado su enfermedad que se temió por su vida. Así lo dijeron los mensajeros que informaron a don Tristán que era imposible trasladar al enfermo en el estado en que se hallaba y que sería cosa de medicinas adecuadas y de un milagro, para que el joven enfermo de salvara. Henchido de dolor por la enfermedad de su hijo y temiendo que muriese, don Tristán de Alzúcer se arrodilló ante la imagen de la Virgen y prometió ir caminando hasta el santuario del cerrito si su hijo se aliviaba y podía regresar a su lado. Semanas más tarde el muchacho entraba a la casa de su padre, pálido, convaleciente, pero vivo y su 15
padre feliz lo estrechó entre sus brazos. Vinieron tiempos de bonanza, el comercio caminaba con la atención esmerada de padre e hijo y con esto, don Tristán se olvidó de su promesa, aunque de cuando en cuando, sobre todo por las noches en que contaba y recontaba sus ganancias, una especie de remordimiento le invadía el alma al recordar la promesa hecha a la Virgen. Al fin un día envolvió cuidadosamente un par de botellas de buen vino y se fue a visitar a su amigo y consejero el Arzobispo García de Santa María Mendoza, para hablarle de sus remordimientos, de la falta de cumplimiento a la promesa hecha a la Virgen de lo que sería conveniente hacer, ya que de todos modos le había dado las gracias a la Virgen rezando por el alivio de su vástago. -Bastará con eso, -dijo el prelado-, si habéis rezado a la Virgen dándole las gracias, pienso que no hay necesidad de cumplir lo prometido. Don Tristán de Alzúcer salió de la casa arzobispal muy complacido, volvió a su casa, al trabajo y al olvido de aquella promesa de la cual lo había relevado el Arzobispo. Más he aquí que un día, apenas amanecida la mañana, el Arzobispo Fray García de Santana María Mendoza iba por la calle de La Misericordia, cuando se topó a su viejo amigo don Tristán de Alzúcer, que pálido, ojeroso, cadavérico y con una túnica blanca que lo envolvía, caminaba rezando con una vela encendida en la mano derecha, mientras su enflaquecida siniestra descansaba sobre su pecho. El Arzobispo le reconoció enseguida, y aunque estaba más pálido y delgado que la última vez que se habían visto, se acercó para preguntarle. - A dónde vais a estas horas, amigo Tristán Alzúcer? - A cumplir con la promesa de ir a darle gracias a la Virgen-, respondió con voz cascada, hueca y tenebrosa, el comerciante llegado de las Filipinas.
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No dijo más y el prelado lo miró extrañado de pagar la manda, aun cuando él lo había relevado de tal obligación. Esa noche el Arzobispo decidió ir a visitar a su amigo, para pedirle que le explicara el motivo por el cual había decidido ir a pagar la manda hasta el santuario de la Virgen en el lejano cerrito y lo encontró tendido, muerto, acostado entre cuatro cirios, mientras su joven hijo Tristán lloraba ante el cadáver con gran pena. Con mucho asombro el prelado vio que el sudario con que habían envuelto al muerto, era idéntico al que le viera vestir esa mañana y que la vela que sostenían sus agarrotados dedos, también era la misma. -Mi padre murió al amanecer -dijo el hijo entre lloros y gemidos dolorosos-, pero antes dijo que debía pagar no sé qué promesa a la Virgen. Esto acabó de comprobar al Arzobispo, que don Tristán Alzúcer estaba muerto ya cuando dijo haberlo encontrado por la calle de la Misericordia. En el ánimo del prelado se prendió la duda, la culpa de que aquella alma hubiese vuelto al mundo para pagar una promesa que él le había dicho que no era necesario cumplir. Pasaron los años... Tristán el hijo de aquel muerto llegado de las Filipinas se casó y se marchó de la Nueva España hacia la Nueva Galicia. Pero el alma de su padre continuó hasta terminado el siglo, deambulando con una vela encendida, cubierto con el sudario amarillento y carcomido. Desde aquél entonces, el vulgo llamó a la calleja de esta historia, El Callejón del Muerto, es la misma que andando el tiempo fuera bautizada como calle República Dominicana. 17
Esto sucedió hace muchos anos cuando en Guanajuato en un cerro había una capilla. Cuentan que en esa capilla había monjas y la gente subía a misa todos los domingos pero en un temblor que hubo la capilla se hundió con todas las monjas y la gente estaba sorprendida y asustada y así paso el tiempo y dice que a habido gente que han querido escavar para llegar a ella porque la capilla cuando se hundió se fue con bastante oro pero los que han querido escavar seles a derrumbado el hoyo y algunos han muerto enterrados pero lo curioso es que todos los años cuando se llega la fecha en que se hundió se oyen las campanadas.
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Siguen diciendo las viejas crónicas que se han convertido en asombrosas leyendas, que esos viejos sacerdotes hacían sonar el gran tambor del trueno y arrastraban cueros secos de los animales por todo el ámbito de la caverna y lanzaban flechas encendidas al cielo. Y poco después atronaban el espacio furiosos truenos y los relámpagos cegaban a los animales de la selva y a las especies acuáticas que moraban en los ríos. Llovía a torrentes y la tempestad rugía sobre la cueva durante muchos días y muchas noches y había veces en que los ríos Huitizilac y el de las mariposas, Papaloapan, se desbordaban cubriendo de agua y limo las riberas y causando inmensos desastres. Y cuanto mas arrastraban los cueros mayor era el ruido que producían los torrentes y cuanto más se golpeaba el gran tambor ceremonial, mayor era el ruido de los truenos cuanto más relámpagos significaba mayor número de flechas incendiarias. Pasaron los siglos... Y un día arribaron al lugar grupos de gentes ataviadas de un modo singular, trayendo
consigo
otras
costumbres, y otras leyes y otras religiones. Se decían venidos de otras tierras allende el gran mar de turquesas (Golfo de México) y tanto hombres, como mujeres y niños tenían la característica de estar siempre sonriendo como si fueran los seres más felices de la tierra y tal vez esa alegría se debía a que después 19
de haber sufrido mil penurias en las aguas borrascosas de un mar en convulsión habían por fin llegado a las costas tropicales, donde había de todo, así frutos como
animales
de
caza,
agua
y
clima
hermoso.
Se asentaron en ese lugar al que dieron por nombre, en su lengua Totonaca y ellos mismos se dijeron totonacos. Pero los sacerdotes, los siete sacerdotes de la caverna del trueno no estuvieron conformes con aquella invasión de los extranjeros que traían consigo una gran cultura y se fueron a la cueva A producir truenos, relámpagos, rayos y lluvias y torrenciales aguaceros con el fin de amendrantarlos. En los antiguos registros que los milenios han borrado, se dice que llovió mucho y durante varios días y sus noches, hasta que alguien se dio cuenta de que esas tempestades las provocaban los siete hechiceros, los siete sacerdotes de la caverna de los truenos. No siendo de la violencia, las totonacas los embarcaron en un pequeño bajel y dotándoles de provisiones y agua los lanzaron al mar de las turquesas en donde se perdieron para siempre. Pero ahora era preciso dominar a esos dioses del trueno y de las lluvias para evitar el desastre del pueblo totonaca recién asentado y para el efecto se reunieron los sabios y los sacerdotes y gentes principales y decidieron que nada podría hacerse contra esas fuerzas que hoy llamamos sencillamente naturales y que sería mejor rendirles culto y pleitesía, adorar a esos Dioses y rogarles fueran magnánimos con ese pueblo que acababa de escapar de un monstruoso desastre. Y en ese mismo lugar en donde había el templo y la caverna y se ejercía el culto al Dios del trueno, las totonacas u hombres sonrientes levantaron el asombroso templo del Tajín, que en su propia lengua quiere decir lugar de las tempestades. Y no sólo se rindió culto al Dios del Trueno sino que se le imploró durante 365 días, como número de nichos tiene este pasmoso monumento invocando el buen tiempo en cierta época del año y la lluvia, cuando es menester fertilizar las sementeras. Hoy se levanta este maravilloso templo
conocido en todo el mundo como pirámide o templó de El Tajín en donde curiosamente parecen generarse las tempestades y los truenos y las lluvias torrenciales. Así nació la pirámide de El Tajín, levantada con veneración y respeto al Dios del Trueno, adorado por aquellas gentes que vivieron mucho antes de la llegada de los extranjeros, mucho antes de la llegada de los totonacas, cuando el mundo
parecía
comenzar
a
existir.
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LA CONFESION DE UN MUERTO
Se dice que una noche a principios del siglo XVII el Abad de la antigua Basílica de Guadalupe vio que entraba un hombre de elegante apariencia que le solicitó la confesión, por lo que el Abad pidió a unos familiares que lo esperaban unos minutos. Después de un rato, el Abad salió con el rostro pálido, y cerró las puertas, por lo que sus familiares se extrañaron y le preguntaron por qué cerraba si el hombre elegante aún no había salido, sin embargo, el Abad se negó a contestar y los apresuró a dejar el lugar. Ya en casade los familiares, uno de sus sobrinos le preguntó al Abad qué le había pasado, sin embargo, el Abad llevó su mano derecha hacia su oído, haciendo notar que se le dificultaba escuchar. Después de que el sobrino le hiciera nuevamente la pregunta, el Abad le respondió que el hombre que había entrado a la Basílica horas antes era un muerto que había venido de ultratumba para confesarse, y que después de escuchar la confesión había tenido dificultad para escuchar por el oído derecho. El Abad nunca pudo contar lo que le había dicho el misterioso personaje, guardando el secreto de confesión, quedando la duda para siempre.
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FANTASMA DE LA MONJA Durante muchos años y según consta en las actas del muy antiguo convento de la Concepción, que hoy se localizaría en la esquina de Santa María la Redonda y Belisario Domínguez, las monjas enclaustradas en tan lóbrega institución, vinieron sufriendo la presencia de una blanca y espantable figura que en su hábito de monja de esa orden, veían colgada de uno de los arbolitos de durazno que en ese entonces existían. Cada vez que alguna de las novicias o profesas tenían que salir a alguna misión nocturna y cruzaban el patio y jardines de las celdas interiores, no resistían la tentación de mirarse en las cristalinas aguas de la fuente que en el centro había y entonces ocurría aquello. Tras ellas, balanceándose al soplo ligero de la brisa nocturnal, veían a aquella novicia pendiente de una soga, con sus ojos salidos de las órbitas y con su lengua como un palmo fuera de los labios retorcidos y resecos; sus manos juntas y sus pies con las puntas de las chinelas apuntando hacia abajo. Las monjas huían despavoridas clamando a Dios y a las superioras, y cuando llegaba ya la abadesa o la madre tornera que era la más vieja y la más osada, ya aquella horrible visión se había esfumado. Así, noche a noche y monja tras monja, el fantasma de la novicia colgando del durazno fue motivo de espanto durante muchos años y de nada valieron rezos ni misas ni duras penitencias ni golpes de cilicio para que la visión macabra se alejara de la santa casa, llegando a decir en ese entonces en que aún no se hablaba ni se estudiaban estas cosas, que todo era una visión colectiva, un caso típico de histerismo provocado por el obligado encierro de las religiosas.
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Más una cruel verdad se ocultaba en la fantasmal aparición de aquella monja ahorcada, colgada del durazno y se remontaba a muchos años antes, pues debe tenerse en cuenta que el Convento de la Concepción fue el primero en ser construido en la Capital de la Nueva España, (apenas 22 años después de consumada la Conquista y no debe confundirse convento de monjas-mujeres con monasterio de monjes-hombres), y por lo tanto el primero en recibir como novicias a hijas, familiares y conocidas de los conquistadores españoles. Vivían pues en ese entonces en la esquina que hoy serían las calles de Argentina y Guatemala, precisamente en donde se ubicaba muchos años después una cantina, los hermanos Ávila, que eran Gil, Alfonso y doña María a la que por oscuros motivos se inscribió en la historia como doña María de Alvarado. Pues bien esta doña María que era bonita y de gran prestancia, se enamoró de un tal Arrutia, mestizo de humilde cuna y de incierto origen, quien viendo el profundo enamoramiento que había provocado en doña María trató de convertirla en su esposa para así ganar mujer, fortuna y linaje. A tales amoríos se opusieron los hermanos Ávila, sobre todo el llamado Alonso de Avila, quien llamando una tarde al irrespetuoso y altanero mestizo, le prohibió que anduviese en amoríos con su hermana. -Nada podéis hacer si ella me ama -dijo cínicamente el tal Arrutia-, pues el corazón de vuestra hermana ha tiempo es mío; podéis oponeros cuanto queráis, que nada lograréis. Molesto don Alonso de Ávila se fue a su casa de la esquina antes dicha y que siglos después se llamara del Relox y Escalerillas respectivamente y habló con su hermano Gil a quien le contó lo sucedido. Gil pensó en matar en un duelo al bellaco que se enfrentaba a ellos, pero don Alonso pensando mejor las cosas, dijo que el tal sujeto era un mestizo despreciable que no podría medirse a espada contra ninguno de los dos y que mejor sería que le dieran un escarmiento. Pensando mejor las cosas decidieron reunir un buen monto de dinero y se lo 24
ofrecieron al mestizo para que se largara para siempre de la capital de la Nueva España, pues con los dineros ofrecidos podría instalarse en otro sitio y poner un negocio lucrativo. Cuéntese que el mestizó aceptó y sin decir adiós a la mujer que había llegado a amarlo tan intensamente, se fue a Veracruz y de allí a otros lugares, dejando transcurrir los meses y dos años, tiempo durante el cual, la desdichada doña María Alvarado sufría, padecía, lloraba y gemía como una sombra por la casa solariega de los hermanos Ávila, sus hermanos según dice la historia. Finalmente, viendo tanto sufrir y llorar a la querida hermana, Gil y Alonso decidieron convencer a doña María para que entrara de novicia a un convento. Escogieron al de la Concepción y tras de reunir otra fuerte suma como dote, la fueron a enclaustrar diciéndole que el mestizo motivo de su amor y de sus cuitas jamás regresaría a su lado, pues sabían de buena fuente que había muerto. Sin mucha voluntad doña María entró como novicia al citado convento, en donde comenzó a llevar la triste vida claustral, aunque sin dejar de llorar su pena de amor, recordando al mestizo Arrutia entre rezos, ángelus y maitines. Por las noches, en la soledad tremenda de su celda se olvidaba de su amor a Dios, de su fe y de todo y sólo pensaba en aquel mestizo que la había sorbido hasta los tuétanos y sembrado de deseos su corazón. Al fin, una noche, no pudiendo resistir más esa pasión que era mucho más fuerte que su fe, que opacaba del todo a su religión, decidió matarse ante el silencio del amado de cuyo regreso llegó a saber, pues el mestizo había vuelto a pedir más dinero a los hermanos Ávila. Cogió un cordón y lo trenzó con otro para hacerlo más fuerte, a pesar de que su cuerpo a causa de la pasión y los ayunos se había hecho frágil y pálido. Se hincó ante el crucificado a quien pidió perdón por no poder llegar a desposarse al profesar y se fue a la huerta del convento y a la fuente. Ató la cuerda a una de las ramas del durazno y volvió a rezar pidiendo perdón a Dios por lo que iba a hacer y al amado mestizo por abandonarlo en este mundo. 25
Se lanzó hacia abajo.... Sus pies golpearon el brocal de la fuente. Y allí quedó basculando, balanceándose como un péndulo blanco, frágil, movido por el viento. Al día siguiente la madre portera que fue a revisar los gruesos picaportes y herrajes de la puerta del convento, la vio colgando, muerta. El cuerpo ya tieso de María de Alvarado fue bajado y sepultado ese misma tarde en el cementerio interior del convento y allí pareció terminar aquél drama amoroso. Sin embargo, un mes después, una de las novicias vio la horrible aparición reflejada en las aguas de la fuente. A esta aparición siguieron otras, hasta que las superiores prohibieron la salida de las monjas a la huerta, después de puesto el sol.
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ISLA DE LAS MUÑECAS Murió el señor Julián Santana Barrera, nativo del Barrio de la Asunción falleció a la edad de 80 años, fue un personaje muy pintoresco. En los años 50 me tocó conocerlo y convivir con él, pues en esa época el señor asistía a la pulquería Los Cuates ubicada en la Plazuela de La Asunción. Yo era el hijo del jicarero y el señor Julián comenzó a hablarme porque yo lo atendía, entre la gente del barrio era conocido con el mote de La Coquita (pajarito abado que existe en la zona chinampera), debido a que ese pájaro era muy pequeñito. Él pasaba con su carretilla llena de verduras y hortalizas que él cultivaba, las llevaba a vender al tianguis de Xochimilco y siempre iba con su calzón blanco amarrado hacia las rodillas y con un jorongo. Al término de sus ventas se iba a Los Cuates a tomar su pulque, pero a nadie de los presentes en la pulquería les hablaba, ya que era muy retraído, aunque después le dio por andar en los Barrios pregonando la palabra de Jesús y en cada esquina se ponía a rezar y a hablar de Dios. En esa época hablar de Dios sin ser sacerdote significaba blasfemar, ya que se aplicaba a toda persona que no tenía autoridad sacerdotal para lo mismo y era mal visto en Xochimilco, por lo que más de tres veces fue agredido por el pueblo. Después le dio por recoger en todos los barrios las muñecas que estaban tiradas en la basura, más tarde se perdió, pues nadie preguntaba por él, por lo que no se sabía si aún vivía. Pero cuando se realizó el rescate ecológico de Xochimilco en los años noventa y el lago estaba totalmente cubierto de Lirio Acuático, llamó la atención que su chinampa estaba rodeada de muñecas y en esa zona nadie vivía. Era una choza hecha de chinami, carrizo, ramas de ahuejote y zacatón, y él a nadie recibía, vivía como un ermitaño. Con el tiempo comenzaron a llegar periodistas que lo querían entrevistar y yo fui la persona afortunada a quien aceptó con los mismos, porque él se acordaba de mi persona cuando lo atendía en la pulquería Los Cuates.
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Él
no
quería
hablar
sobre
las
muñecas que tenía en su chinampa, pero después él aceptó darnos su versión sobre las mismasEl decía que estaba allí para ahuyentar a los malos espíritus y para que se dieran mejor sus cosechas. Platicaba que las muñecas aparecían de repente y que ellas lo acompañaban por las noches. Tenía una muñeca preferida que era La Muñeca, de todas las chozas
que
tenía,
siempre
la
trasladaba de una a otra. Una de las chozas estaba llena de mulitas que él hacía con hojas de maíz y las tenía colgando, también tenía cruces que hacía con pedazos de madera de ahuejote, recortes y fotografías de personajes de la política, delegados de Xochimilco, artistas, estudiantes y gente que lo iba a visitar. Su cocina estaba al aire libre y tenía un tecuil hecho con lodo, un comal de fierro, tenía en su cocina alrededor, colgados carpas secas que pescaba frente a su chinampa, también tenía recortes de periódicos que los periodistas le regalaban de los reportajes que le hacían Las personas que se encargaban de cuidarlo estaba su hermana y su sobrino El Chope, quien era el encargado de llevarle diariamente su comida y su desayuno, también era el que bajaba a Xochimilco a vender sus cultivos de su tío Don Julián. Platicando con su sobrino, se le preguntó que cómo había sido el accidente y comentó que para él y su tío era un día común y corriente: 28
Temprano habían sacado agua lodo (lodo del fondo de l canal para hacer el chapín (composta de lirio acuático en donde encima se coloca el lodo, se deja reposar tres días y con un cuchillo hacen cuadros y en cada uno se depositan la semilla) para hacer sus siembras). Después fue a realizar otras cosas a la parte de atrás y se puso a pescar con anzuelo como siempre lo hacía y le comentó a su sobrino y le comentó que un pez se le había escapado dos veces. Después le llamó Don Julián a su sobrino mostrándole el pescado que agarró, grande de por lo menos 4 ó 5 kilos y dijo: -" ya lo tengo, él que se me había escapado" El sobrino le contestó que estaba bien. Don Julián entonces, le comentó que la sirena le había estado llamando por que se lo quería llevar y entonces le dijo que le iba a cantar para que no se lo llevara, porque al parecer anteriormente ya le había comentado su tío que cantándole a la sirena no se lo llevaba y le dijo su sobrino que tuviera cuidado. -Yo voy a ordeñar las vacas y ahorita regreso. Entonces cuando el sobrino regresó con la leche, buscó a su tío, y descubrió que se había ahogado, lo que sucedió muy rápido. Sus familiares, están muy dolidos de haber perdido a Don Julián, pero dentro de su tristeza ellos están conformes pues su tío murió donde él quería, junto con sus muñecas y la sirena del que tanto hablaba se lo había llevado. El señor Julián era el clásico nativo de Xochimilco, delgado, lampiño, de barbita y bigote ralo, su cuerpo está siendo velado en la casa de su hermana en el Barrio de Xaltocan, en la calle prolongación 16 de septiembre con el número 136. Su misa de cuerpo presente será a las 11:00 horas en la iglesia de Barrio de La Asunción y será sepultado en el Panteón municipal de Xochimilco Xilotepec.
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LEYENDA URBANA DE LA RUMOROSA
La Rumorosa Es una Carretera que hay que tomar a fuerzas para llegar entre las principales dos ciudades de baja california; la mas grande de este estado (Tijuana) y la capital del estado (Mexicali). Es una zona donde hay muchos tráileres que deben llevar cosas y transportar mercancías y de mas de una ciudad ala otra en los
trailers...
Entonces muchos de ellos deben manejar denoche y de madrugada pero cuando se trata de pasar por la rumorosa de noche se cuenta que una señora vestida de blanco a lo lejos pide raite.... Ella causa accidentes de autos y muertes en esto. Después de que la sube el tráiler se va al mismo carajo entre vueltas de carretera.
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LA LLORONA
Existió una mujer indígena que tenía un romance con un caballero español. Fruto de esta pasión, nacieron tres niños, que la madre atendía siempre en forma devota. Cuando la joven comienza a pedir que la relación sea formalizada, el caballero la esquivaba, quizás por temor a lo que dirán. Dicho y hecho, un tiempo después, el hombre dejó a la joven y se casó con una dama española de alta sociedad. Cuando la mujer se enteró, dolida y totalmente desesperada, asesinó a sus tres hijos ahogándolos en un río. Luego se suicida por que claro, no soporta la culpa. Desde ese día, se escucha el lamento lleno de dolor de la joven en el río donde esto ocurrió. Luego de que México fuera establecido, comenzó un toque de queda a las once de la noche y nadie podía salir. Es desde entonces que dicen escuchar un lamento cerca de la plaza de la Patria, y que al ver por las ventanas para ver quien llamaba a sus hijos de forma desesperada, veían una mujer vestida enteramente de blanco, delgada y que se esfumaba en la Presa Calles.
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LAS MOMIAS DE GUANAJUATO La momificación se debe, sin que sea esta una opinión científica, a la ventilación especial, es decir, a la altura más bien que al terreno pues lo mismo ocurre en las gavetas que en el suelo. Con toda seguridad que el fenómeno tiene lugar desde que fueron exhumados del Panteón Municipal, al termino del tiempo reglamentario, los primeros cadáveres. Ese término es de cinco años, pero la momificación debe consumarse antes. El dato de mayor importancia para nuestra población es la circunstancia de la gran mortandad que hubo y porque varios de los cuerpos, por temora que se propagara más la peste eran inhumados casi en seguida de que se declaraban muertos. Así sucedía que en algunos casos se les sepultaba cuando en realidad todavía no expiraban, de modo que al volver de aquel estado cataléptico, ya en la tumba, morían finalmente por desesperación, por angustia o por
asfixia.
De
ahí
esa
mueca
de
dolor
que
hay
en
algunas
momias.
Esto fue cuando la peste del cólera morbus que registró en nuestra población allá por 1833. Aun no existía el panteón actual (1861), que es donde se verificó la momificación. Tal era la cantidad de muertos, que fue necesario abrir panteones complementarios en las de la Compañía San Francisco, San Diego, Santa Belén, San Roque, San Sebastián. Esta es
una
de
las
más
antiguas.
A partir de 1861, fecha en que se inauguró el Panteón Municipal siendo Gobernador del Estado del General Francisco Pacheco, datan las primeras momificaciones. El primer cadáver momificado que se exhibió correspondió al doctor francés Remigio Leroy, en 1965, que aún existe. Desde hace muchos años las momias se exhiben al público en una cripta que se halla justamente debajo del lugar donde se registra este hecho curioso. En una galería que hay al fondo se ofrece el macabro espectáculo, formando las momias una doble fila como 15 metros de fondo y acertadamente detrás de una vidriera. Por todo lo anteriormente expuesto en forma tan llana, el público debe desechar, por inciertas, todas esas leyendas baratas
que
cuenta
la
gente.
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LA MUJER DE NEGRO EN EL PANTEON DE SANTA PAULA
Según las leyendas, en ese panteón había muchas apariciones y espantos que, según esto, mucha gente había tenido la mala fortuna de ver. Y también decían que se escuchaban llantos en las noches. Pero la leyenda que más nos asustaba era una que del panteón salía una muerta que andaba toda vestida de negro, así como de luto, pero era una muerta, y según esto que la veían a media noche que cruzaba las rejas del panteón que siempre estaban cerradas a esas horas, y se iba caminando hasta meterse en una casona muy grande que había por ahí. La verdad no sé cuál casa haya sido ni si todavía esté en pie porque ya ves que luego
tumbaron
muchísimas
construcciones
antiguas
por
todas
partes.
Yo no conozco a nadie que viva en la colonia Guerrero, por eso no sabría decirte si todavía
se
cuente
esa
leyenda que nos platicaba mi tío
Jacob,
o
si
todavía
algunas gentes de ese rumbo sigan viendo en la media noche
a
la
supuestamente
muerta
que
salía
del
panteón.
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LA MUJER DEL BARRANCO Dicen que iban los dos alegres compadres caminando como de costumbre después de salir de la cantina a las 2 o 3 de la mañana, y se iban tambaleando tanto como el resorte de su cuerpo se los permitía. El caso es que cuando iban a llegar a la vecindad en donde vivían, vieron a lo lejos a una mujer vestida de blanco o de novia, al verla el compadre de mi abuelo, quien era solterón, le dijo a mi abuelo: "ahora si compadre ya encontré comadre", para lo cual mi abuelo le respondió: "¡no inventes compadre! ¡Como una mujer como ella se va fijar en un hombre como tú! Vámonos ya para la casa compadre". Total que en necio, el compadre decidió ir tras aquella mujer, a lo cual mi abuelo no lo podía dejar sólo y lo fue siguiendo, al termino de caminar 5 o 6 calles, un vecino que era velador de una fabrica los vio a los 2 señores cantando y gritando, siguiendo por supuesto a esta hermosa mujer. Según de boca de mi abuelo así era, a lo cual el señor les grito que a donde iban y estos no le hicieron caso, así que éste los fue siguiendo. Ya que como todos saben en esa época eran pocos que entre ellos mismos se cuidaban, total que el velador les grito tan fuerte para que le hicieran caso, que mi abuelo y su compadre voltearon a verlo, pero al regresar la mirada hacia la mujer estaban justo a la orilla de un barranco, a lo que por lógica su borrachera se les bajo del miedo. Desde ese día y hasta la fecha han sido al rededor de 30 o 50 hombres
caídos en aquel barranco,
nadie sabe nada de aquella señora ni quien es ni de donde viene, lo único que les puedo decir es que en aquel barranco algo terrible pasó.
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LA NIÑA ATROPELLADA La leyenda que a continuación os voy a contar, ha circulado de boca en boca por los habitantes de las colonias del Valle, Narvarte y aledañas por igual. La ubicación exacta de ésta, toma forma exactamente en el cruce del Eje Vial Número 5, mejor conocido como Eugenia, y el Eje Vial Número 2, también conocido como Gabriel Mancera. Alrededor de las 2 a.m., se cuenta, una chiquilla se dirigía caminando hacia la farmacia para comprar las medicinas que su madre enferma requería, hecho por el que se vio forzada a salir a esas altas horas de la madrugada (o por lo que fuera, esta versión se practica para darle dramatismo a la historia y para justificar qué podría estar haciendo una escuincla en la calle a esa hora). La niña, consciente de la hora, prudentemente respetaba los semáforos y señalamientos antes de cruzar las calles hasta llegar a su destino, y así lo hizo también en el cruce de Eugenia con Gabriel Mancera. Al ponerse la luz roja para los vehículos que transitaban sobre Eje 5, la chica se dispuso a caminar, de esquina a esquina, para cruzar dicho Eje, pero, a diferencia de la gallina, nunca llegó al otro lado del camino, ya que un coche que iba a exceso de velocidad decidió ignorar la luz roja y cruzar, sin tomar precaución alguna sobre otros automóviles o transeúntes cruzando. Golpeó mortalmente a la niña, dejándola medio viva y medio muerta en el arroyo del tránsito.
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El automovilista responsable nunca se bajó del vehículo... es más, nunca se detuvo para saber si la niña vivía o moría y nunca fue para pedir asistencia médica a nadie ni por nada. Siguió su camino, sin más. Eventualmente, la niña falleció en agonía y sola, nadie la ayudó. Desde entonces, y es aquí donde uno debe espantarse, alrededor de las 2 a.m., en el cruce de Eugenia con Gabriel Mancera, el espíritu de la niña se aparece a los automóviles que circulan a esa hora a exceso de velocidad. Ella cruza la calle como aquella fatídica noche cuando perdió la vida, provocando así que los autos se vuelquen por tratar de esquivarla cuando la ven, quedando literalmente "patas arriba". Una vez que provocado el accidente, se va, dejando a los pasajeros sin asistencia de ningún tipo para morir solos, tal cual a ella le sucedió.
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LA NIÑA DE LAS IGLESIAS Siendo una noche como todas, pero en especial, ésta era una noche un poco más fría, más obscura, cerca de la 1 de la madrugada, un taxista regresaba a su casa después de todo un día de arduo trabajo, en la calle ya no había ni alma de gente, pero al pasar frente al cementeriogeneral de la ciudad se percató que una chica le hacía la parada, éste se siguió pensando que ya estaba muy cansado y que era muy tarde para hacer otra dejada. Sin embargo reflexionó y pensando en su sobrina de 17 años que fué violada y asesinada 3 años atrás, dijo, "ë ë ë . Retrocedió su taxi y llegó hasta ella, tenía aproximadamente entre 18 - 19 años. Al contemplar su rostro, el taxista sintió un frío intenso y cierto sobresalto, al que no le dio importancia, pues la niña era dueña de un rostro angelical, inspiraba pureza, de piel blanca, muy blanca, cabello sumamente largo, era delgada, facciones finas, con unos ojos grandes, azules, pero infinitamente tristes, tenía un vestido blanco, de encaje, y en su cuello colgaba un relicario bellísimo de oro, que se veía de época. El taxista acongojado le preguntó adónde la dejaba, y le dijo que quería que la llevara a visitar 7 iglesias de la ciudad, las que él quisiera, su voz era suave, muy triste, pero dejaba notar un timbre muy extraño, que le dejó una sensación de miedo y misterio. Para no hacerla larga, el taxista la llevó a cada una de las siete iglesias sin replicar, en cada una pasaba cerca de 3 minutos y salía con una expresión de serenidad, de tranquilidad, pero sin abandonar de sus ojos esa mirada de infinita tristeza.
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Al final del paseo, ella le pidió un favor. "ië
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&ë ." El taxista se sintió como en un trance, en donde actuaba automáticamente a la petición de la chica, y la dejó ahí, frente al cementerio. El hombre se fue a su casa, se sentía mareado, le dolía intensamente la cabeza, y su cuerpo le ardía por la fiebre que empezaba a tener, su esposa lo atendió de ese repentino mal, duró así casi 3 días. Cuando al fin pudo reaccionar y se sintió mejor, recordó su última noche en el taxi, recordó a la niña angelical de las iglesias, y recordó su última petición, que le hizo sentir un escalofrío intenso que hizo que se sembrara de pies a cabeza, aunque él no comprendía nada, pensó " ë ë 'ë '( ))* ++", sí ahí estaba, sobre su mesita de cama, el relicario de Alicia, que ahora tenía restos de tierra. Se paró como un resorte, tomó su taxi y fue a la dirección que le diera la chica, pero no con la intención de cobrar, sino de descubrir, conocer, aclarar la verdad detrás de ese misterio que le inquietaba, que le estremecía, que no quería ni pensar. Tocó, era una casa grande, estilo colonial, vieja, entonces abrió un hombre, de edad avanzada, alto, de aspecto extranjero, con unos ojos, si los ojos de Alicia, así de tristes. El taxista le dijo "i ë, ë & ë & & ë
ë ë". El hombre al ver la joya rompió en llanto incontrolable, hizo pasar al taxista y le mostró un retrato, el de Alicia, idéntica a la de hace 3 noches. 38
'*, le dijo el hombre, "- ". ". ë ë&/, & %%% ë &
...." El hombre lloró como un niño, lloró y lloró, el taxista estaba pálido, pasmado de la impresión, ³había convivido con una muerta" eso lo explicaba todo. Volviendo de su estupor, le dijo al padre de Alicia, ", & ". Se dice que el padre de Alicia recompensó al taxista, le regaló toda una flotilla de taxis para que iniciara un negocio, todo en agradecimiento por haber ayudado a su niña adorada a visitar las iglesias en su aniversario fúnebre.
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LA PLANCHADA Esta leyenda fue de las más populares del siglo XX, también es conocida como "La Enfermera Visitante", evoca muchas narraciones misteriosas ocurridos en el Hospital Juárez, el Centro Médico, además de clínicas y centros de salud de la Ciudad de México y sus alrededores. Una de las versiones de cómo ocurrieron los hechos que dieron origen a la leyenda narra que una enfermera de nombre Eulalia entró a formar parte del personal de un hospital civil, y en poco tiempo se ganó la simpatía y el afecto del personal médico y administrativo. La joven enfermera era de buena presencia, y vestía su ropa siempre con una blancura impecable, y muy bien almidonada y planchada. Era entregada a su vocación por atender a los pacientes, en una ocasión el Director del hospital llamó al personal porque iba a presentar a un médico de nuevo ingreso, pero sin embargo ella no acudió
al
encontraba
llamado
porque
atendiendo
a
se un
paciente. El médico recién llegado se llamaba Joaquín, era joven y recién egresado, y después de un corto tiempo en el hospital se rumoraba que era orgulloso y envanecido. Cierto día se le encomendó a la enfermera Eulalia que auxiliara al Doctor Joaquín, quien iba a extraer una bala a un paciente que llegaba de urgencia. Dicen que Eulalia quedó impactada al conocer al Doctor Joaquín, y que después de colaborar con el mencionado médico no dejaba de hablar de sus ojos y de lo bien parecido que era. A pesar de que muchas personas le recomendaron que no se enamorara del galeno, en poco tiempo se hicieron novios, aunque la relación no era equitativa: ella le entregaba todo su amor y él era fanfarrón, y coqueteaba con otras enfermeras. 40
Pasaron meses e incluso más de un año, y el Doctor Joaquín le dijo que se casarían. Ella se emocionó mucho y comenzó a ilusionarse con la boda. Un día, él le pidió que le guardara un traje de etiqueta porque iba a ir a una elegante recepción al día siguiente. Ella accedió, y así al otro día el la visitó en su casa, donde se cambió y al terminar conversaron un rato. Eulalia le comentó que había olvidado mencionarle que a la mañana siguiente iba a salir temprano de viaje pues tenía un seminario al norte del país que duraría 15 días. A la enfermera Eulalia le extrañó un poco que no le hubiera mencionado nada Joaquín acerca del viaje con anterioridad, pero le deseó buen viaje y se despidió del él. A la semana, ella ya lo extrañaba mucho, y un enfermero del hospital conversó con ella y le confesó que tenía interés de que ella lo acompañara a una fiesta, pero ella le dijo que no podía hacerlo, pues estaba comprometida con el Doctor Joaquín, a lo que él le respondió que cómo iban a estar comprometidos si él se acababa de casar y estaba en su viaje de bodas, además que había renunciado a su trabajo y se iba de la ciudad. La enfermera Eulalia no pudo evitar sumirse en una profunda depresión por el engaño en el que había sido víctima. Dicen que comenzó a llegar tarde al trabajo, descuidó a algunos enfermos, e incluso hay quienes mencionan que se le llegaron a morir por su desatención. Pasó el tiempo, y ella cayó en cama por una enfermedad que la llevó más tarde a la tumba, en el mismo hospital donde trabajaba. Después de un tiempo, comenzaron a suceder hechos extraños, como que una mañana un paciente que estaba grave amaneció muy bien, y le dijo a la enfermera:
- Gracias por sus cuidados, la medicina que me dio me mejoró mucho.
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LA QUEMADA En el siglo XVI, vivía en México un español llamado Gonzalo Espinosa de Guevara, llegado a estas tierras con fortuna y con una hija de cerca de 20 años de nombre Beatriz. Enorme fortuna, belleza y virtud le agenciaron a la muchacha innumerables suplicantes, que nunca lograron su amor. Hasta que llegó don Martín de Seópolli, noble italiano que se enamoró locamente de ella al punto de no permitir el paso de ningún caballero por la calle donde vivía Beatriz. Lo que evidentemente no les pareció justo a los demás pretendientes. Muchas veces se discutió al ritmo de las espadas, saliendo vencedor siempre el italiano. Todas las mañanas se encontraba el cuerpo herido o sin vida del osado que pretendió acercarse a la casa y ella, aunque amaba a Martín, sufría porque se derramaba tanta sangre por su culpa y también por los celos de
su
amado.
Una noche en ausencia de su padre e inspirada por el martirio de Santa Lucía -que entregó lo más
preciado
de
su
rostro,
sus
ojos,
al
pretendiente que con su insistencia trataba de alejarla de la virtud-, llevó a su recámara un brasero encendido, y mientras lloraba y pedía fuerza a la Santa, hundió su rostro en el fuego, pensando que no podía permitir que don Martín siguiera matando a más inocentes, hasta que cayó sin conocimiento. Un fraile al escuchar su grito de dolor entró a la casa, la auxilió con remedios caseros mientras le preguntaba qué había pasado. Beatriz le explicó y dijo que esperaba que cuando don Martín viera su rostro dejaría de celarla, amarla y de matar a tantos caballeros. La reacción de don Martín al retirar el velo con el que se había cubierto la cara y mirar el hermoso rostro desfigurado fue arrodillarse y declarar su amor. 42
Pidió su mano a Don Gonzalo y días más tarde se casó. Ella entró a la iglesia con la cara cubierta por un tupido velo blanco y después, las pocas veces que salía, siempre lo hizo con el rostro tapado. Nadie volvió a ver el hermoso rostro de Beatriz, que Don Martín, calmado en su amor propio, guardó en el pensamiento.
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EL SEÑOR QUE VIVIA CON UNA BRUJA EL SEÑOR QUE VIVIO CON UNA BRUJA Había una vez un señor que se enamoro de una muchacha muy bonita, pero cierto día el señor se fue a tomar cervezas con sus compadres y le dijeron que su novia era una bruja y que en la noche se convertía en cualquier animal. También le aconsejaron que en la noche la espiara para comprobar que era cierto. El señor la espió en la noche pero el sueño lo vencía y se quedaba dormido. Entonces el señor fue a ver a una señora que era bruja. Ella le dijo que para ver a su novia se pusiera un escapulario y que cuando la muchacha se quitara su cuero de mujer, que al cuero le echara sal. En la noche el señor se puso un escapulario y cuando la muchacha se levanto la siguió hasta un árbol de aguacate. Ahí la muchacha se quito el cuero de mujer y se convirtió en lechuza. El señor espero a que se fuera alejara. Y cuando se fue el animal, el señor le echo sal al cuero de mujer. Cuando la muchacha regreso y se puso el cuero de mujer la muchacha se revolcó y lloraba del dolor. SE CUENTA QUE CUANDO LA GENTE PASA POR ESE LUGAR SE APARECE LA MUCHACHA REVOLCANDOSE Y LLORANDO DEL DOLOR.
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TERROR EN LA CARRETERA Una de las historias populares más macabras entre las creadas en el siglo XX es la que hace referencia a un conductor que en el último momento decide no recoger a un viajante. Generalmente el narrador comienza diciendo: "¿Te conté lo que le ocurrió a mi amigo? Bueno, de hecho fue a su primo...". Y continúa así: Un automovilista va conduciendo por una carretera, cuando ve a un hombre joven con el pulgar levantado. Al disminuir la velocidad para recogerlo queda consternado al ver que detrás de los arbustos o árboles de la carretera asoman dos o tres compañeros suyos. Considerando quizá que están abusando de su generosidad, o tal vez alarmados ante la posibilidad de que se trate de una banda de ladrones, el conductor decide en el último momento no recogerlos. Los viajantes se encuentran ya bastante cerca del coche, pero el conductor pisa el acelerador a fondo y se aleja tan rápido como puede. Los viajantes parecen enojados: gritan y chillan mientras el automovilista se aleja. Feliz de haber logrado escapar a tiempo, el conductor sigue su camino unos kilómetros sin detenerse. Después, al comprobar que el indicador de la gasolina se acerca al cero, se para en una estación de servicio. Acto seguido observa que el operario de la estación de servicio, lívido como la cera, se aparta horrorizado del coche. El conductor baja para ver qué es lo que pasa, y queda paralizado de horror ante lo que ven sus ojos. Atrapados en una de las manijas de la puerta hay cuatro dedos humanos.
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