ALL G UNAS A UNA S C U E S T IO IONE NESS DE METAFÍSICA
TEXTOS Y DOCUMENTOS Clásicos del Pensamiento y de las Ciencias Colección dirigida por Antonio Alegre Gorri
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Teofrasto
ALGUNAS CUESTIONES DE METAFÍSICA Edición bilingüe
In Introducción, traducción y notas de Miguel guel Candel
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Ί EDITORIAL EDITORIAL DEL DEL HO HOMBR MBRE E d e Educación Educación y Ciencia
Algun Al gunas as cuestio cuestionnes de metafísica etaf ísica / Teofrasto Teofrasto ; introducción, traducción y notas de Miguel Candel. — Edición bilingüe. — Barcelona : Anthropos ; Madrid : Ministerio de Educación y Ciencia, 1991. — XX X X X V + 50 p. ; 20 cm. — (T (Texto xtos y Docum cumen ento toss ; 10) ο^>ρασ7ο υ των μβτα τα φυσιχα. — Bibliografía Tit. or ig . : 0€ο^>ρασ7ου p. X X X I X X X V ISBN 84-7658-274-9
1. Candel, Miguel, Mig uel, ed ed.. II. Es paña. paña. Ministe Minis terr io de E ducaci duca ción ón y C ienc ie ncia ia III. II I. T ítulo IV. C ole ol e c ción ci ón 1. Met Me t af ísic ís icaa 2. Filosofía griega - S. III a. de C. I Teofrasto
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Primera edición: octubre 1991 © de la introducción, traducción y notas: Miguel Candel, 1991 © de la presente edición: Centro de Publicaciones del MEC, Ciudad universitaria, s.n., Madrid, y Editorial Anthropos. Promat. S. Coop. Ltda., V ía A ugusta, 6464- 66 66,, B arce ar celona lona Coeditan: Centro de Publicaciones del MEC y Editorial Anthropos Tirada: 3.000 ejemplares ISBN: 84-7658-274-9 ÑIPO: 176-91-081-2 Depósito legal: B. 30.576-1991 Fotocomposición: Marge. Barcelona Impresión: Novagráfík. Puigcerdá, 127. Barcelona Impreso en España - Prínted in Spain Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por un sistema de recupe ración de información en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.
ESTUDIO INTRODUCTORIO
TEOFRASTO: ¿DISCÍPULO O MAESTRO? Gracias a la excelente versión del pequeño tra tado o fragmento Sobre las sensaciones (Πegl αίσθήσβων), podemos dirigir al lector a las páginas introductorias de su traductor, José Solana Dueso, para todo lo referente a la vida y obra en general de Teofrasto de Ereso.1Únicamente queremos hacer alu sión aquí a la cuestión biográfica de su relación con Ar A r istó is tóte tele less dur dur ante ant e el período per íodo acadé ac adémico mico de éste, éste, cues cues tión que el mencionado traductor y editor de Sobre las sensaciones deja entre interrogantes (cf. p. 8 de la citada edición). No mucho más joven que Aristóteles (apenas unos doce o catorce años, los que median entre el nacimien to de Aristóteles en Estagira, en 384 a.N.E., y el de Teo frasto en Ereso, isla de Lesbos, en 372/370 a.N.E.), es perfectamente posible, a priori, que coincidiera con Ar A r istótel is tóteles es en la l a A cade ca demia mia poco antes a ntes de la muer mue r t e de Platón. Pero además hay datos que permiten, contra la hasta hace poco influyente opinión de Jaeger, creer en una estrecha relación del estagirita y el eresio ya en ese período. Estos hechos son: la propia amistad y c o nfia nf ianz nzaa mos mo s t r a da hac ha c ia él por A r istóte is tótele less desde el primer momento de su colaboración postacadémi1. Teofrasto, Sobre las sensaciones (ed. y trad. comentada por José Solana Dueso), Barcelona, Anthropos, 1989. VII
ca, cuya profundidad lleva a pensar en lazos anuda dos en un período tan propicio a la cristalización de amistades (o enemistades) duraderas como es la eta pa de formación, con el espíritu de camaradería que la convivencia en esa etapa de la vida genera; y el co nocimiento de primera mano que Teofrasto demues tra tener de las doctrinas de Platón, Espeusipo, Jenócrates, etc., como atestigua, entre otros textos, el que aquí presentamos. Por otra parte, puede considerarse ya superada la dicotomía radical jaegeriana entre un Aristóteles aca démico plenamente identificado con Platón y un Aris tóteles peripatético, profundamente crítico con su maestro: en cualquier caso, el tratado de juventud (Π€ql (,δβών), donde Aristóteles, según testimonio de Ale A leja jandr ndroo de A f r odis odi s ia (In Metaph., 79-81), organiza su ataque más profundo y sistemático a la teoría de las ideas subsistentes, corresponde ya, según una mayo ría de autores, al período académico. Así opinan, por ejemplo, H. Karpp y E. Berti (de este último, véase so bre todo: Ar A r istot is totel ele: e: da dall l a diale dia lett t ic icaa a l ia f ilos il osof ofía ía pr i ma, Padua, CEDAM, 1977). Incluso W. Jaeger, en Gno mon, 23 (1951), pp. 246-252, admite esa datación, aunque no piense —contra la evidencia de las prue bas aportadas por P. Wilpert en «Reste verlorener Ar A r ist is t ote ot e les le s s chrif chr ifte tenn bei A lex le x ander ande r v on A phrodi phr odiss ias ia s » , Hermes, 75 (1940), pp. 378-385— que contenga un ata que real a la teoría de las ideas. La teoría de las ideas, pues, sería en la Academia una quaestio disputata, so bre la que sus miembros debieron de adoptar diver sas y a veces cambiantes (como es el caso del propio Platón) tesituras. Eso explicaría, por otro lado, que Ar A r ist is t ót eles el es se r e f ier ie r a s iempr ie mpree a los v aledor al edores es i ne quí vocos de aquella concepción englobándolos no en el calificativo de «platónicos» o «académicos», sino en el de «partidarios de las ideas», entre los que, por lo visto y contra la creencia de Jaeger, él nunca se contó realmente. Pues bien, no parece desencaminado, a la V I I I
vista de todo lo anterior, conjeturar que en esa polé mica, al menos en los últimos años de su estancia en la Academia, Aristóteles tuvo a su lado a Teofrasto, in cansable propugnador, en toda su obra, de los estu dios cientí científicofico- natu naturales rales y no no meno menoss incansa incansable ble cr íti co de la «impotencia» explicativa de las ideas subsistentes. Pero, como veremos, ese apoyo mutuo, probable mente iniciado ya en el período académico, parece ha ber sido realmente tal, es decir, basado en un auténti co intercambio de conocimientos, en el que sin duda T eofrasto eofrasto apr apr endió lóg lóg ica y metaf ísica de A Aristó ristóteles, teles, pero le hizo a éste, a su vez, partícipe de sus vastos conocimientos de filosofía natural (ver nota 3 de esta introducción). Lejos, pues, de la idea tradicional —de la que se hace eco José Solana— según la cual Aristóteles, lle gado a la cumbre del saber especulativo, encomendó a su «discípulo» Teofrasto la labor de desarrollar los saberes «positivos», nos inclinamos a pensar que el gusto por estos últimos le fue transmitido al Estagiri'ta por su erudito (y gran coleccionador de libros) amigo de Ereso.
LA METAFÍSICA DE TEOFRASTO El texto que hemos titulado (en razón del tono apo r ético y la or g anizació anizac iónn temática que que lo caracterizan) car acterizan) A lg unas cu cues estiones tiones de metaf met afís ísica ica constituye, junto con los fragmentos de física (números 13-55 de la edición de Wimmer) la parte más especulativa llegada hasta nosotros de la inmensa producción atribuida a Teo frasto. Pero, a diferencia de los fragmentos de física, que se nos han transmitido en forma de citas, funda I X
mentalmente de los comentaristas de Aristóteles (Ale ja j a nd ndrr o y S impl im plic icii o, s obre todo), todo), l a met me t a f ísic ís icaa teofr teofrasastea se ha conse conserr v ado ado a modo de de escolio de de la obra o bra ar is totélica homónima, apéndice a la misma incluido en varios de los principales manuscritos de esa obra. Tal como explica un escolio que figura al final del texto (no incluido en nuestra edición): «Andrónico y Hermipo desconocen este libro, pues no han hecho mención alguna de él en la lista de obras de Teofras to. Nicolás [de Damasco] lo cita en su estudio de los libros metafísicos de Aristóteles, diciendo que es de Teofrasto. Contiene algo así como unas cuantas obje ciones previas al conjunto del tratado [de Aristóteles]». La noticia más antigua, pues, de la existencia de esta obra data del 25 a.N.E. Tanto sus paralelismos con otros fragmentos teofrasteos, como el lapso histórico en que se sitúan los autores allí citados (de los presocráticos a Aristóteles), confirman la verosimilitud de la atribución. Y, en efecto, puede decirse que, por su contenido, es un magnífico apéndice o apostilla a dis tintos puntos cruciales de la metafísica platónicoaristotélica. Destacamos el carácter platónico tanto como aristotélico de la problemática debatida por una doble razón: 1) L a filos filo s ofía of ía pr pr imer a del del fundador del Perípato Perípato no tiene sentido más que en confrontación con las di ferentes tendencias imperantes en la Academia en lo tocante al saber filosófico, de las que la aristotélica constituye de hecho una variante más, tal como he mos señalado en la sección anterior. 2) E n todo todo caso, aso, la reflex ref lex ión ión metaf met afísica ísica del más más fiel f iel colaborador de Aristóteles entronca directamente, por su cuenta, con los grandes debates académicos. Teofrasto es, de hecho, la fuente más fiable, por su proximidad a la par que por su menor afán polémico y dis di s t a ncia nc iami miee nto nt o may ma y or que el de A r istótel is tóteles es,, par pa r a X
el conocimiento de algunas de las tesis de Platón y de los dos primeros sucesores de éste al frente de la Aca demia (Espeusipo y Jenócrates) allí donde el testimo nio aristotélico presenta lagunas.2El menor afán po lémico es comprensible si se piensa que su posición de epígono aristotélico (con las salvedades hechas en la sección anterior) lo sitúa «en segunda línea» den tro de la confrontación de Aristóteles con las otras ten dencias académicas. La proximidad estriba en el he cho de su —para nosotros— casi segura pertenencia al círculo platónico antes de su incorporación al Li ceo (del (del qu que, por otr o traa parte parte,, fu f ue cof c ofundado undadorr y fin f inan an-ciador). En general, Teofrasto es una fuente comple mentaria clave para las teorías cosmológicas de los académicos3 académicos3 y para ar a alg unas de de las las opin opinion iones es no
2. Así, por por ejemplo, ejemplo, en la atr ibución ibuci ón a Platón Pla tón de una una jerar jer ar quía ontológica que, aparte de subordinar las cosas sensibles a las idéas, subordina éstas, consideradas innumerables, a los diez primeros números ideales, y éstos directamente a los primeros principios (el Uno y la diada indefinida), para luego, en orden inverso, expli car la generación de cada nivel inferior a partir del nivel superior (cfr. párr. 13 del texto aquí editado y penúltima sección de este es tudio hermenéutico introductorio). Otro tanto ocurre con la refe rencia a que Espeusipo no estudiaba desde un punto de vista pro piamente físico, sino meramente matemático, la envoltura celeste del universo y su contenido (cfr. párr. 12). O la alusión a que, tam bién Espeusipo, situaba las sustancias más dignas en el centro del universo (es decir, en la tierra, y por ello, presumiblemente, en las formas vivas [párr. 32]); referencia, esta última, que confirma los testimonios de Aristóteles {Met., XIV X IV , 4, 1.091 1.091 a 36 - 1.092 1.092 a 2) 2) y Yá Y ámblico {De communi mathematica scientia, IV) acerca del confina miento del bien por Espeusipo a la esfera de los seres dotados de alma. 3. Su obra Opiniones de los físicos, basada seguramente en la lectura directa de toda o casi toda la literatura filosófica conoci da en su tiempo, constituye la fuente doxográfica primera y fun damental sobre las doctrinas cosmológicas antiguas, desde los presocráticos hasta Platón. En este punto, Aristóteles es probablemente (como hemos señalado anteriormente) más influido que influyen te en la erudición de su compañero y discípulo. X I
escritas (άγραφα δόγματα) de Platon sobre esa misma temática. Pero el interés del f r ag mento metaf met af ísico sico, ap a parte ar te de su utilidad doxográfica (es, por ejemplo, una de las fuentes principales para la atribución a Platón de la teoría de la subordinación de las formas a los núme ros ideales),4radica sobre todo en que constituye, de hecho, el primer comentario crítico a la metafísica de Aristóteles, aspecto en el que centraremos el res to de esta nota introductoria.
LA NATURALEZA DE LOS PRINCIPIOS: PRINCIPIOS DE LA NATURALEZA
El hilo conductor del opúsculo es la determinación de los principios, entendidos a la vez como entes pri mordiales y como puntos de partida del conocimien to sobre el mundo (ambigüedad ésta que traspasa toda la r eflex ef lex ión ión plató platóniconico- arist ar istotélica otélica y qu que obed obedece ece a un un presupuesto previo: el de que el ser es la verdad de las cosas). La identificación de los principios ontológicos y los epistemológicos se hace explícita desde el comien zo mismo (párr. 1), cuando se asimilan las «cosas pri marias» —των πρώτων— a las «cosas inteligibles» — νοητοί οητοίs—. Pero el problema que se plantea inmediatamente es el del nexo que une a los principios con el resto,
4. V er nota 2, y cfr. L. Robin, La théorie platonicienne des idées et des nombres nombre s d ’après après A nstote, Paris, 1908 (reimpr. Hildesheim, Olms, 1968). X I I
sin el cual los principios no serían principios de nada y se a uton ut onee g a r ían ía n c omo tale ta less .5 Pues bien, lo cierto es que no se ve a primera vista cómo puede lo inteligible como tal, no sujeto a cam bio, tener conexión alguna con los entes naturales, mu dables y transitorios. La dificultad resultará insalva ble si se reduce lo inteligible a lo matemático, que, por definición, la escuela aristotélica entiende como pri vado de naturaleza propia y confinado a la esfera de la mera abstracción. La solución consiste en postular, a partir de los propios términos del problema (el o los principios han de dar razón de y existencia al movimiento constitu tivo de toda la naturaleza en su conjunto), la existen cia de un motor primero y universal cuya naturaleza como ente real, no abstracto, consiste precisamente en mover al resto de entidades del mundo real. Su na turaleza, por otra parte, ha de ser tal que, para mo ver, no haya de ser movido a su vez (aporía con la que se tropieza siempre si se parte de la experiencia del mundo fí f ísico, sico, donde donde la energ ía se manifie manif iess ta siempr siempr e como intercambio, sin que nada pueda recibirla sin darla ni viceversa): si se moviera, en efecto, nunca lle garíamos a un primer principio ontológico y, por ende, tampoco a ninguno epistemológico, con lo que, por de finición, el movimiento sería impensable y, en virtud del presupuesto señalado al comienzo de esta sección, imposible. Teofrasto, siguiendo a Aristóteles (Met., XII, 7), recurre a la ingeniosa metáfora del objeto desea do, que lo es y provoca el «movimiento» de atracción hacia él sin necesid neces idad ad de de hacer hacer nada por su parte. Por Por último, le atribuye la simplicidad de lo carente de par tes, pura entidad incuantificable, como garantía de unidad a la vez que de universalidad. 5. Este es el enfoque enf oque centra ce ntrall de la obra más innovador innova doraa sobre la física aristotélica: W. Wieland, Die añstotelische Physik, Gotin Gotin-ga, Vandenhoeck & Ruprecht, 19702. X I I I
Hasta aquí aquí lo los pá párr afos 1 al 6. Pero esto, que es básicamente una glosa de las te sis aristotélicas sobre el tema, dista de ser la última palabra de Teofrasto al respecto. En el párrafo 16 se pone en tela de juicio esta concepción del principio como «motor inmóvil», lo que constituye una crítica directa, por más que parcial, al núcleo central de la cosmología o filosofía primera del compañero y maes tro. En efecto, se apunta la objeción siguiente: ¿no será el reposo, más que perfección, una carencia? La res puesta, todavía hipotética en este párrafo, se hace ca tegórica al combinarla con lo expuesto en el párrafo 27 y la primera mitad del 28: si la explicación del uni verso ha de ser global y conectar, por tanto, lo inteli gible con lo sensible (exigencia que llevó a rechazar el model modeloo pitag pitag ór ico- plató lat ónico, en que que las entidad enti dades es lógicológico- matemá atemáticas, como abstraccion abstr acciones es descar es carnad nadas, as, resultan incapaces de dar razón de la vida, manifes tada en el cambio), entonces parece obvio que el prin cipio, sin perder su eminencia, ha de ser «connatural» a la naturaleza. Ahora bien, el movimiento es la esen cia de la naturaleza, es decir, su efectividad6 (ένέρ ye yeioc). Luego el principio, para no estar «vacío de na turaleza» como los números pitagóricos o las ideasnúmeros platónicas o jenocráticas, ha de poseer una cierta forma de movimiento (al igual que el principio de la v ida ha de de posee poseerr ésta de alg una maner manera, a, so pena de ser su pura negación, es decir, muerte). Por consi guiente, «el cielo se hallará en circunvolución también por su propia entidad y, en cambio, si se hallara sepa rado y en reposo, lo sería homónimamente. En efecto, la circunvolución del todo es una especie de vida» (párr. 27, final). Por supuesto, el cielo no es 6. Cfr. A ristó ris tóteles teles,, Física, I, 2, 185 a 12-14: «Por nuestra parte vamos a partir de la base de que los seres de la naturaleza, en su totalidad o en parte, están sujetos a movimiento, cosa evidente por simple comprobación». X I V
aún el ente primordial, principio de todo; pero la ana logía log ía más más elemental ele mental hace hace infer infe r ir que que la preem preemin inen encia cia-continuidad cont inuidad existen ex istente te en la relació r elaciónn entre entre cielo y mun m un do sublunar es la misma que existe en la relación en tre principio y universo (el cielo, al fin y al cabo, es en cierto modo el universo, pues lo engloba todo). Lue go el principio, «si se hallara separado y en reposo, sería principio sólo homónimamente». T eofrasto eofrasto,, pu pues, frente fr ente a una pos pos ible inter i nter pr etación et ación del motor inmóvil aristotélico como absolutamente in móvil, es decir, inmóvil por carencia de vida propia, pasivo asiv o e inerte, inerte, r eaf ea f irma ir ma el carácter activo activo de de eese se prin pr in cipio de todas las cosas (también en el orden episte mológico, como veremos) recuperando el sentido real, etimológico, de éveQyeta, «acto» o «efectividad», que es el de actuación, aunque sea autónoma y no desen cadenada por ningún principio o impulso ajeno. Esta idea, que en el fondo es fiel al espíritu de la tesis aris totélica, le parece más defendible con una formula ción infiel a la letra de aquélla: «es admisible que no siempre sean cosas distintas lo que mueve y aquello a lo que mueve en virtud del hacer y el padecer [...] si hace uno referencia a la mente y a Dios mismo» (párr. 16). (Dios es, según Aristóteles, νό νόησιs νο νοήσβωτ, «pensamiento de sí mismo» y, por ende, actividad in trovertida.) Por consiguiente, que sea «imposible que lo que mueve se mueva siempre»7es absurdo, como anota al margen del texto uno de los copistas del mismo, en variante recogida por los diversos editores modernos. Teofrasto, pues, y como quien no quiere la cosa, su pera dialécticamente en pocas líneas la oposición en tre las categorías aristotélicas del hacer y el padecer; r eaf irma el carácter carácter no mer meram amente ente inteligible, sino i n telectual y vital, del principio supremo, e inmanenti7. Teofrasto, Metafísica, párr. 16. X V
za definitivamente a Dios, que en estos párrafos y en todo el opúsculo aparece sólo a modo de imagen o me táfora del supremo principio ontológico, y no al revés, como todavía parece ocurrir en la filosofía primera de su maestro.
EL CONOCIMIENTO DE LOS PRINCIPIOS: PRINCIPIOS DEL CONOCIMIENTO En los párrafos 24 a 26 expone Teofrasto lo que po dríamos llamar su «epistemología». Empieza por constatar la dificultad de definir el saber, ya que se llama «saber» a actividades muy dis tintas, como puede ser el conocimiento por medio de causas y el conocimiento sin su mediación. A conti nuación, el Eresio excluye que el conocimiento pue da ser siempre mediado por la identificación de las causas, ya que ello entrañaría la suspensión del sa ber respecto de una serie infinita de condiciones pre vias (conocer A exigiría conocer B, su causa; conocer B exigiría conocer C, su causa; y así al infinito). Seguidamente reformula con ventaja 1^ teoría ex puesta por Aristóteles al comienzo de su Física, según la cual hay cosas más conocidas para nosotros y otras más más conocid conocidas as en sentido abs abs oluto oluto (f ór mula sin duda duda paradójica y confusa). La variante introducida por Teo frasto, tras afirmar que los principios del conocimien to se pueden tomar tanto a partir de las realidades inteligib intelig ibles les como de de las sensib sensibles, les, distingu disting ue en entre tre prin cipios en sentido «subjetivo» o «cronológico», que son las impresiones sensibles, y fines, que son las reali dades inteligibles, principios ontológicos, cuyo cono cimiento se obtiene al final del proceso iniciado con el conocimiento sensorial. X V I
El proceso completo sería, pues, tal como lo esque matiza Teofrasto en el párrafo 25, el siguiente: partien do de las sensaciones (cuyo conocimiento se presupo ne directo, ya que constituye precisamente el punto de partida), se inquieren las causas de las realidades que en aquéllas se revelan, y cuando este ascenso a lo largo de la cadena causal llega al principio expli cativo de toda la serie (coincidente, obviamente, con s u principio ontológico, objetivo, pero que subjetiva mente constituye el f i n de nuestra actividad científi ca) vuelve a producirse una aprehensión directa, que parece anticipar la «intuición intelectual» del racio nalismo de matriz cartesiana, aunque no sin cierto sentimiento de insatisfacción por la imposibilidad de proseguir el análisis o desdoblamiento ente-causa:8 «cuando pasamos a las cosas supremas y primarias mismas, ya no podemos [conocer a través de una cau sa], bien por no tenerla al alcance, bien por nuestra incapacidad,9como cuando miramos hacia las cosas muy brillantes». Pero, pese a todo, los conocimientos así obtenidos son los más seguros, «porque su contem plación tiene lugar como si la mente misma lo tocara y e s t uvie uv ierr a c omo a dher dhe r ida id a a ello, y por po r eso es o no es pos i ble el engaño al respecto». Ahor A horaa bien, bie n, que no quepa que pa el e ngañ ng añoo en la i ntui nt uicc i ón de las realidades primarias no significa eo ipso que dicha intuición sea fácil y pueda, por decirlo así, «autoabastecerse» sin mantener el cordón umbilical con la realidad sensible: «es necesario recuperar los estudios concretos», sin los cuales el conocimiento de los principios supremos es estéril, lo cual obliga al fi lósofo a aplicar esos conocimientos básicos a la cien8. No sería sería aberrante decir también, con v ocabulario moder no, «efecto «ef ecto-- causa», causa», ya que que la plena re alidad ali dad de los los entes entes es su efec tividad o acto, aquello que han llegado a ser como resultado de cau sas ontológica o incluso cronológicamente distintas de ellos. 9. Lo cual, obviamente, obv iamente, no es v irtud ir tud sino s ino necesidad neces idad.. X V I I
cia natural para dar sentido real a aquéllos (Teofrasto mismo lo hizo de la manera más consecuente, como es sabido). Y todo ello en el bien entendido de que no hay que pretender, como se ha dicho antes, buscar ex plicación causal a todo, pues esa pretensión anula la posibilidad de tener conocimiento alguno, comprome tida como queda cada etapa del saber al recorrido de una etapa ulterior, que es la elucidación de la causa. El saber, pues, constituye para Teofrasto una es pecie de arco que descarga la tensión de sus nexos cau sales en los contrafuertes simétricos y opuestos de la sensación y la intelección de los principios subjetivos y objeti obje tivv os, os , r espect es pectiv ivament amente. e. Esa necesidad y compenetración mutuas de intui ción sensible e intelectual, que aparece claramente en el último capítulo de los A nal na l ític ít icos os s eg undos undos de Aris tóteles, adquiere en Teofrasto, por esquemático que sea su tratamiento, una mayor interdependencia en tre sus sus elem el emento entoss y una mayor may or proble pr oblemat maticidad icidad (tod (toda vez que se trata de una relación de tipo dialéctico, es natural que lo uno lleve aparejado lo otro). De todos modos, si hacia algún lado se inclina el edificio epistemológico de Teofrasto, es hacia el «sen sualismo». En el párrafo 19 llega a decir: «los senti dos contemplan las diferencias e inquieren las cau sas». Por supuesto, la identificación de las causas es tarea del pensamiento discursivo, pero éste actúa, por decirlo así, a modo de simple juez que decide sobre los méritos de las diferentes impresiones (las «diferen cias») presentadas por los sentidos: no descubre pro piamente nada nuevo, sino que se limita a hilvanar en un determinado orden coherente los hechos sensorial mente constatados.
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EL TESTIMONIO DE TEOFRASTO SOBRE LA TEORÍA PLATÓNICA DE LOS NÚMEROS Como hemos anticipado en el segundo apartado de esta introducción, uno de los centros de interés del fragmento metafísico de Teofrasto es el testimonio o testimonios que aporta acerca de la teoría platónica de los números y su relación con las ideas. Dichos tes timonios se encuentran en los párrafos 8, 11, 12 y 13, especialmente este último. En el párrafo 8 se hace alusión a la explicación del universo, bien a partir de los números, bien a partir del Uno. Como recuerda Ross en su comentario (p. 45), esta contraposición entre dos tipos de explicaciones parece basarse, una vez más, en la realidad de las con troversias desarrolladas en el seno de la Academia plató plat ónica, nica , ya y a que que el Pseud Pseudo- A lejand lejandró, ró, comenta come ntando ndo un pasaje de Aristóteles (Met., X I I I , 9, 1.085 1.085 a 13- 14), afirma que ciertos platónicos proponían los números ideales como formas de los objetos geométricos, mien tras que otros atribuían ese papel al Uno (In Met., 777.17). La contraposición entre los números y el Uno Uno aparece aparece también ta mbién en Aristó Ar istóteles teles (Met., III, 4, 1.001 b 24-25), donde, sin embargo, se limita su papel al de principios de las magnitudes (μβγβάη). Pues bien, Ross atribuye la tesis de la primacía explicativa de los números ideales a Jenócrates, mientras que no encuentra titular para la teoría simétrica referida al Uno. Ahor A horaa bien, bie n, T eofr eof r asto as to hace esta es ta a l usión us ión e x clusi cl usivv a mente con el fin de buscarle un paralelismo a la pa radoja cosmológica que acaba de señalar tres renglo nes más arriba: que las esferas celestes, al imitar al motor inmóvil, no imiten su inmovilidad. Pues bien, no hay en ello menos lógica que en la afirmación de que los números imitan al Uno sin por ello identificarse con su absoluta simplicidad. Esta afirmación no es, según X I X
Ross, sino una reinterpretación de la tesis citada por Ar A r ist is t ót eles el es en cier ci erto toss pasaj pas ajee s de la Metafísica (como I, 6, 987 b 20 20- 21; I, 7, 988 b 1-3, -3, o X I I I , 6, 1.080 b 66- 8), según la cual los números constituyen la forma de los seres materiales de manera análoga a como el Uno constituye la forma de aquéllos. En realidad, no hay por qué seguir suponiendo que lo que dice Teofrasto sea una simple paráfrasis de lo ya y a dic di c ho por A r istótel is tóteles es.. Es per f e c tament ta mentee l ícit íc itoo leer le er en este pasaje de Teofrasto una interpretación perso nal de la tesis de ciertos platónicos (probablemente Espeusipo y sus seguidores) de que los números, sin identificarse con el Uno, son imitaciones de éste en la medida en que que está es tánn cons cons tituidos tituidos por una una « plur a li dad de unidades»; lo cual constituye una síntesis en tre unidad y multiplicidad superadora del dualismo pitagórico estricto (análoga a la síntesis entre movi miento y reposo adscribible al movimiento circular de las esferas celestes, cuya posición es, en cada mo mento dad dado, o, la mis mi s ma que que en alg ún otro otr o momento an terior o posterior). Coincide esta interpretación, en efecto (como ates tigua E. Berti en la obra citada anteriormente), con la de que Espeusipo reduce las ideas a números y des poja además a éstos de todo carácter que no sea es trictamente matemático, rompiendo así, tanto con la intuitividad o materialidad de los números pitagóri cos como con la idealidad de los números platónicos, concebidos unos y otros como entidades discernibles sólo cualitativamente, totalidades inanalizables e in combinables (o, como dice Aristóteles, άσύμβλτοή.10 .10 Espeusipo, en cambio, hace de los números meros ob jetos je tos de operac oper acione ioness , al cons co nside iderr a r los lo s c omo c o njun nj un tos de unidades homogéneas e intercambiables, todos relacionables entre sí mediante cómputo digital y no 10. Aristóteles, MeU, X III, II I, 6, 1.08 1.0800 a 29. 29. X X
sólo analógico" Dicho con otras palabras: el núme ro materializado de los pitagóricos y el número ideal de Platón (seguido en este punto, al parecer, más fiel mente por el segundo escolarca de la Academia, Jenócrates) era, por decirlo así, una entidad simple, con tenida en el Uno, del que recibía su forma inconcusa. En esta línea, y según lo sugerido antes a instancias de Ross Ross con el aval de de A Arr istó ist óteles tel es,1 ,12 J enócr enócrates ates pare ce haberse limitado a introducir la salvedad de que los principios de las diversas entidades reales son pro piamente los diversos números ideales, sin que se pue da poner a la realidad física en conexión directa con el Uno. Espeusipo, por el contrario, parece haber vis to en todo número una entidad múltiple, continente del Uno, que no le comunica ya su forma sino, en cier to sentido, su materia indestructible. En el primer caso, la matemática se reduce a geometría, pura com paración entre formas —ésa fue, a la postre, la tenden cia predominant pr edominantee en las ciencias ex actas actas g rieg rie g as— as —.13 En el segundo caso, en cambio, se sientan las bases de una matemática aritmética, centrada en el cálculo —pero su implantación en nuestra cultura «occiden tal» hubo de esperar al ocaso de la civilización helé nica—. Claro que, en todo caso, al buscar un parale lismo con la teoría cosmológica aristotélica de la imitación del primer motor por el cielo, tan lícito pa rece rece r e curr cur r ir al model modeloo pitagó pitagóricorico- platón latónicoico- jenoc jenocrá rá-tico como al modelo de Espeusipo: en el primero, los números imitan formalmente al Uno, cuya simplici 11. E n este este s entido entido estrictamente estr ictamente matemá mate mátic ticoo es es como interp inter pr e ta H. Cherniss la teoría de los números de Espeusipo en The Riddle of the Early Academy, Berkeley, University of California Press, 194 1945 (reimpr. (reimpr. Nueva YorkY ork- Lond Londres, Gar Ga r land, la nd, 1980 1980 [cf. [cf. bibliograf bibliografía] ía] ). 12. Met., V II, 2, 1.028 b 2121-227. 13. Como se sostiene, sostiene, por ejemp eje mplo, lo, en el estudio est udio probabl pro bablee men me n te más completo y riguroso sobre la matemática griega anterior al siglo II a.C: D.H. Fowler, The The Mathemat Mat hematics ics of P lato’ lat o’ss Academy Academy , Oxford, Clarendon Press, 1987. X X I
dad, de orden superior y naturaleza holística, los «en vuelve»; en el segundo, los números imitan material mente al Uno, cuya simplicidad, de orden y naturale za atomística elemental, los «compone». Tanto en un caso como en otro, la imitación es imperfecta, como la de la inmovilidad por el movimiento circular. El otro fragmento con referencias matemáticas es más enjundioso tanto en extensión (ocupa unos vein ticinco renglones seguidos, que abarcan parte de los párrafos 11 y 13 y la totalidad del 12) como en conte nido. La alusión a teorías matemáticas es instrumen tal: sirven sólo para ejemplificar diversos enfoques en la explicación del mundo a partir de unos principios. De un lado están las metafísicas «homogéneas» —que buscan engarzar todos los planos de la realidad en un único hilo causativo, sin solución de continuidad ontológica—; de otro, las «heterogéneas» —que se con tentan con integrar la totalidad de lo conocido en un único nic o es e s quema quema ex plicativo licativ o (ana (analó lógg ico), ico), r enunciando al monismo ontológico—. El primer ejemplo (caricaturesco, sin duda) de me tafísica homogénea lo suministra la teoría de un tal Eurito (véase nota al respecto en el texto), que, muy pitagóricamente, reducía todos los entes a números formados por tantas unidades como guijarros fueran necesarios para representar sus respectivas figuras. Independientemente de la sorna que el pasaje sin duda contiene, lo cierto es que los pitagóricos representa ban los números como configuraciones espaciales de puntos (v. g.: el cuatro, el nueve, el dieciséis, el veinti cinco y otros «cuadrados», con la figura homónima, de la que precisamente heredaron el nombre hasta nuestros días; la mayoría de los pares no cuadrados —«oblongos»—, con la figura de un cuadrilátero rec tángulo; el tres —tríada—, el diez —década— y algu nos otros, con la figura de un triángulo; etc.). A c ont on t i nuac nua c ión, e i ntr nt r o duci duc i da con una r efer ef erenci enciaa temporal muy significativa («Ahora»), viene una crí X X I I
tica de todos los sistemas metafísicos que hemos dado en llamar «heterogéneos», los cuales, en opinión de Teofrasto, son «la mayoría» y se caracterizan porque, lejo lejos de llevar hasta as ta el final f inal la aplicació aplica ciónn de de uno unoss prin pr in cipios explicativos, «llegados a un cierto punto se de tienen». Digo que la precisión temporal es muy significati va porque si, como queda demostrado unas líneas más abajo, los aludidos en primer lugar por esta crítica son Espeusipo y sus epígonos, la composición del tex to por Teofrasto no puede datarse mucho más tarde del 340 a.N.E., fecha de la muerte del primer sucesor de Platón, cuyas modificaciones de la doctrina del tío y mae ma e s tr o f uer on pron pr ontt a ment me ntee olv ol v idada ida dass bajo ba jo el escolarcado del segundo sucesor, Jenócrates. Y si hicié ramos caso a Ross, que ve en este pasaje una contra posición entre las teorías propias de Espeusipo y las genuinamente platónicas, que serían las aludidas con la indica indi cacc ión de de contempor conte mporane aneidad,1 idad,144 entonces entonces no ha bría duda alguna de que Teofrasto escribió este texto no más tarde del decenio comprendido entre el 350 y el 340 a.N.E a. N.E.. (rec (r ecu uérdes ér desee que P l a t ón m ur i ó el 347 a.N.E.). En cualquier caso, este dato contribuye a abo nar nues nuestr traa hipó hipóte tesis sis de un conocimiento directo directo,, por Teofrasto, de las polémicas vigentes en la Academia al final de la vida de su fundador. La exposición que Teofrasto hace de la doctrina de esos platónicos es la siguiente: Establecen como principios supremos el Uno y la diada indefinida. Esta Es ta últ última ima parece corr correspon espondder al par de opuestos το μέγα καί το μιχρ 'ον («lo grande y lo pequeño»), utilizado por Platón en sus obras tar días como principio de indefinición o imperfección 14. Cfr. p. 54 de la e dición dic ión de Ross. Ross. E n mi opinión, opin ión, sin si n e mbar mba r go, no hay contraposición sino ejemplificación cuando, después de señalar el predominio contemporáneo de metafísicas heterogéneas o «discontinuas», se menciona a Espeusipo y sus seguidores. X X I I I
frente al principio de definición o perfección consti tuido por el Uno.1 Uno.15 L a diada indef inde f inida no deb debee con fundirse con el número 2, sino que es una expresión genérica —quizá acuñada por el propio Platón en sus άγραφα δόγματα, o «doctrinas no escritas», pero más probablemente por Jenócrates o algún otro de sus dis cípulos cípulos directos—1 directos —166 de la cantidad, ca ntidad, consider c onsider ada aún aún sin límites precisos, como mera pluralidad que, a par tir de dos, comienza ya a considerarse como tal, por loque puede decirse que la dualidad es su componente esencial es encial mínim m ínim o.1 o. 17 La diada indefinida, a su vez, limitada o configu rada en forma definida por el Uno, da lugar a los nú meros determinados. Como dice Plutarco: «ex de τού των y í y vea veaOaL τον αρι αριθ μόν του evos evos ορί ορίξοντ ξοντοτ οτ το π\ π\ ήθος θος καϊ τη άπβιρία πέρα* έντιθέντος» («y a partir de éstos
se genera el númer númer o al delim de limita itarr el uno uno la multip multiplilidad y poner poner límite a la infini inf initud» tud» ).18 ).18
15. Por e jemplo, je mplo, en Filebo, 23 c - 25 d. De todos modos, Aristó teles (que explica el sentido de este concepto platónico en Física, III, 6, 206 b 27-29 y lo identifica con el de «lugar» — t ó t o s — en op. 2, 209 209 b 13 13- 15, 35) 35) no atr at r ibuye ibuy e ex e x plícitame plícit amente nte a Pla P latón tón su cit., IV, 2, identificación con la diada indefinida (expresión ésta, por otra par te, que nunca utilizó Platón en su obra escrita conservada). 16. Plutar co habla habla en plural plur al para par a referirs ref erirsee a los los introductor introductores es del término como un sinónimo de «infinitud»: « t t ¡ άττειρία [...] ην x a l δυάδα χαλοΰσιν αόριστον» (Sobre la generación del alma, 1.012 e). 17. Por ello Es peusipo parece haber pref erido er ido habla r de lo múl tiple como principio opuesto al Uno. Con todo, el recurso al térmi no diada podría deberse a que los números más «imperfectos» o menos simp s imples les desde desde el punto punto de de vista vis ta pitagó pitag óricoric o- platónico platónico (la (la ma y oría or ía de los pares pare s ) s on a quéll qué lloo s cuy a r e pre pr e s en enta taci ción ón e s pacia pac iall se genera mediante la adición de yvoiß yvoißo oves ves (series de «escuadras» o ángulos de puntos) a una diada inicial. V. g.:
18. Plutarco, op. cit. X X I V
De la diada indefinida entendida como «lo gran de y lo pequeño» se deriva, a modo de concreción suya, «lo largo y lo corto», que bajo la impronta definidora del Uno da lugar a las líneas. Análogamente, a partir de la diada modulada como «lo ancho y lo estrecho», genera el Uno las superficies y, a partir de «lo alto y lo profundo», los cuerpos. Frente a los números pro piamente piame nte dichos, dichos, estos tres nuev nuevos os ór ór denes ontoló ontológigicos constituyen lo que Aristóteles llama las «magni tudes» (μβΎ que a la noción no ción de de anteriorid anterior idadadμβΎβϋη), η), que poster poste r ioridad ior idad añaden añaden la de extensió ex tensiónn y ubicac ubicació ión. n. Ah A ho ra bien, estas dos nociones implican necesariamente la de lugar o espacio, que, según Teofrasto, derivan di rectamente los platónicos aquí aludidos de la propia diada dia da inde i ndeff inida sin la mediac me diació iónn ddel el Uno.19 En este punto es precisamente donde los platóni cos aludidos «se detienen» en su cadena de explica ciones, haciéndose reos del reproche de Teofrasto, a cuyos ojos (así como a los de Aristóteles) carecen de la pr incipal v irtud ir tud que que deb debe poseer poseer un filósofo: filósofo: ser ca paz de explicar los fenómenos naturales. En efecto, tras derivar el alma, el cielo y el tiempo a partir de los números (el alma, para Jenócrates, era «un núme ro en movim ov imiento»), iento»), ning una otra otr a conex ión ión se establ es tablee ce entre esas entidades naturales primarias, y en cier to modo perennes, y la ingente multitud de entidades perecederas que pueblan «el centro» del mundo (las regiones terrestres). Ello concierne especialmente a Espeusipo, que, una vez puesto el cielo en conexión (no material, sino meramente analógica) con los nú meros, de éste «y de todo lo demás no vuelve ya a ha 19. A ristó ris tóteles teles también tam bién pone pone en conex ión ión directa la diada in definida con el espacio en su interpretación de Platón, pero iden tificando sin más ambas nociones. Teofrasto es aquí una vez más —como en la distinción entre anterioridad ontológica y anteriori dad g nose ológ ológ ica— más más rigu rig uroso, pues pues habla del espacio como de de un derivado, no un sinónimo, de la diada indefinida. X X V
cer mención ninguna». Menos acreedor de crítica es Jenócrates, que por lo menos asigna a cada cosa un lugar en el mundo («άπαντά πως πβρι,τίάησιν πβρϊ τον κόσμον»), tanto a las entidades sensibles como a las inteligibles y a las matemáticas, e incluso a las divinas. En cuanto a Platón mismo (y éste es, según L. Ro bin en la obra antes mencionada, el texto clave para atribuirle semejante concepción de la relación ideasnúmeros), su rigor y coherencia metafísica son supe riores a los de todos sus epígonos, por cuanto enca dena perfectamente todos los planos ontológicos, de manera que las cosas sensibles remiten a las ideas como a sus formas (por mediación, aunque aquí Teo frasto no lo recoge, de los números matemáticos, plu rales como los seres sensibles, pero inmutables como las ideas); las ideas remiten a los números ideales que constituyen los géneros supremos de éstas (esencial mente los nueve primeros a continuación del Uno), y los números ideales remiten al Uno y a la diada inde finida de lo grande y lo pequeño como sus principios constituyentes. A partir de estos últimos, y «siguien do el orden de la generación, desciende hasta las co sas mencionadas». El orden ascendente del conoci miento es, pues, el opuesto simétricamente al orden descendente de la generación del mundo expuesta en el Timeo. Conviene insistir en que este testimonio de Teofras to es único en su género y contradice hasta cierto pun to las afirmaciones de Aristóteles en el sentido de que Platón identificaba (nosubordinaba) las ideas a los nú meros.2 mer os.200 Ross, par tie ti e ndo de de la base de que que T eofrasto sólo pudo conocer la άγραφα δόγματα a través de Aris tóteles, trata de restar fuerza a la afirmación teofrastea concillándola conci llándola con las ar istotél is totélicas icas .21 20. 20. Así, As í, por ejemplo, eje mplo, en Met., I, 9, 991 b 9, 9, 992 b 1515- 16; X I I , 8, 1.073 a 1818- 19; 19; X I I I , 8, 1.083 a 17 17- 18 y 1.084 a 7. 21. 21. Cfr. Cfr . pp. pp. 5858-59 59 de su e dición. dic ión. X X V I
Pero, en primer lugar, ya hemos visto cómo Teo fr asto era más más r iguroso que que Aristó A ristóteles teles en la interpre tación de ciertos conceptos platónicos que éste ten día a tratar reductivamente (por descuido o por mala voluntad polémica). Y, en segundo lugar, nada nos obli ga a suponer que Teofrasto sólo pudo tener conoci miento de las doctrinas platónicas no escritas a tra vés de Aristóteles: le cupo perfectamente, como hemos visto (y este testimonio puede considerarse precisa mente una prueba de ello), haber asistido en persona a aquellas exposiciones del que podríamos llamar «Platón «P latón esotérico».22 esotérico».22 En cuanto al may mayor or r igor ig or he hermenéutico, aparte de denotar un espíritu más genuinamente empírico (y, correlativamente, mucho menos creativ cre ativo) o) que que el de su colegacolega- maestro, difíci dif ícilme lment ntee po dría haberse preservado si su única fuente de infor mación la hubieran constituido los tantas veces ten denciosos y simplificadores testimonios aristotélicos.
DEL FINALISMO AL MECANICISMO Para concluir co ncluir el present presentee comentar come ntar io hermen hermenéu éutitico, diremos sucintamente que este breve fragmento metafísico metaf ísico del del gr g r an inve invest stig igad ador or cientí científicofico- natura aturall qu que fue Teofrasto de Ereso, bajo la apariencia de una exégesis levemente crítica y aporética de la filosofía pri mera de su maestro, muestra un desplazamiento epis temológico hacia la explicación materialista, es decir, la reducción —tendencial tan sólo, por supuesto— de lo «superior» a lo «inferior», del acto puro (cuasi es tático) al movimiento (autónomo), del movimiento ce 22. 22. V éase éase al respecto res pecto el tr abajo aba jo homónimo hom ónimo de M. Isnar Is nar di Pa rente, en la bibliografía. X X V I I
leste al movimiento vital de animales y plantas, etc.; con el corolario, simétrico, de atribuir vida —movimiento autónomo— al principio supremo. Es una concepción que abre, tímidamente, un nue vo camino a la filosofía: prepara la superación del dua lismo lis mo plató platónnico- aristotél aris totélico ico en un monismo monis mo natural natur alis is ta y la del fina lis mo a ntr opomórf ico23 ico23 en un mecanicismo mecanicismo v italista.2 italist a.24 A mbas apertura aperturass pr efigu ef igurr an, an, como es patente, el talante de la ciencia moderna. Así que nada tiene de extraño que, después de Teofrasto (y ya en vida de Teofrasto y hasta del Aristóteles de la obra zoológica), el Perípato evolucionara hacia el cltivo prácticamente exclusivo de los «estudios con cretos» («ταs χαϋ έχαστα πραγματεία*»). Lo cual, en úl timo término, y favorecido por la diáspora o pérdida temporal de las obras más especulativas de Aristóte les, se tradujo en el casi total eclipse de esa lumina ria en el firmamento de las escuelas filosóficas.
EL TEXTO DEL FRAGMENTO METAFÍSICO La edición de W.D. Ross y F.H. Fobes, en qme basa mos la nuestra, está compuesta a partir, fundamen talmente, de los dos primeros manuscritos enumera 23. No ins ins istimos is timos en este breve comentario comenta rio,, por obvias obvias,, en las fuertes correcciones que hace Teofrasto a la concepción finalista del mundo propia pr opia de su maestr maestro, o, especialme espec ialmente nte en los pá párrafoscapítulos 28-32. 24. E n modo asimilable, as imilable, por supu supuesto, al meca nicis mo moder no, cuyo concepto clave es el de inercia, es decir, la absoluta extrinsicidad del motor respecto al móvil, la imposibilidad, esto es, del movimiento autónomo, contemplado y propugnado, en cambio, por Teofrasto (cfr. párr. 16) como la forma más genuina y pura de movimiento. X X V I I I
dos en nuestra lista de siglas y símbolos (cf. p. X X X V ) , a saber, el Parisinus graecus 1853 (Bibliothèque Na tionale, París, pergamino, varias manos, del siglo X al XV , simbolizado por la letra P; el texto del fragmento aquí editado figura en los folios 306 r a 337 r) y, sobre todo, el V indobonens indobone nsis is phil. phil . gr. (Viena, pergamino, co X , simbolizado por la letra J), del mienzos del siglo X, que los editores lamentan el nulo uso hecho por H. Usener en su edición de la Metafísica. Otro manuscri Marc ianuss gr graec aecu us to aprec apr eciado iado por Ross- Fob Fobes es es el Marcianu 211 (C, siglo X I I I y, por po r tanto, ta nto, ter te r cero cer o en a ntig nt ig üe dad da d respecto a los anteriores). En menor medida se sirven de los simbolizados por las letras B, R, H y D, que for man una familia bastante homogénea, y del Laurentianus 28.45 (L, B para Brandis y Wimmer). A gran dis tancia en crédito siguen todos los demás de la lista mencionada. Del estudio comparativo de esos diversos manus critos, los editores británicos infieren el siguiente «ár bol genealógico»: a
La diferencia con la anterior edición, la ya men cionada de Hermann Usener, estriba en que éste ig norara o desdeñara el manuscrito más antiguo de los conservados, el V indobonensis indobonens is p h i l gr., siendo así que X X I X
es el más próximo a la fuente. La edición de Friedrich Wim W imme merr , una un a de las la s más c omple ompl e t a s de textos tex tos teofrasteos, adolece de una base crítica mucho más reduci da, aunque sólida: los códices V at atica icanu nuss 1302 (A), L a urentianus plut. 28.45 (B, L en nuestra lista), Marcianus 211 (C) y Parisinus 1853 (P), por este orden de prefe rencia. Con todo, hemos preferido a veces ciertas lec ciones de Usener o Wimmer que nos han parecido más respaldadas bibliográficamente, más coherentes o me nos aventuradas, según se desprende de las notas críticas. Como hemos explicado en la primera sección de este preámbulo introductorio, el texto en cuestión fi gura en esos manuscritos como apéndice a la Metafí sica de Aristóteles, pero su atribución a Teofrasto ha sido siempre unánime.
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BIBLIOGRAFÍA
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Us e n e r ,
Tradicionalmente, las ediciones de la Metafísica teofraste teofr asteaa han han venid v enidoo pr pr esentando es entando el texto sub subdividiividido en 34 minúsculos capítulos (más bien párrafos) que no siempre corresponden bien a unidades temáticas, razón por la cual, aun manteniéndolo en nuestra edi ción como referencia indispensable, no nos hemos ate nido siempre a ello en la subdivisión temática, apo yada y ada por epígraf epígr afes es int in t r oductor oduct orio ioss en cas ca s t ella el lano no (éstos, (éstos, obviamente, sin correspondencia en el original). X X X I
Usener, en su edición de 1890, distribuye el texto en nueve páginas a dos columnas, a y b, numeradas de la 4 a la 12, de unos veintisiete renglones cada una (excepto la primera, que tiene 23, y la última, con cin co, incluido el escolio): se trata de una paginación aná loga a la utilizada en la edición crítica canónica de Ar A r istóte is tótell es por I. Be Bekk kker er.. Una Una s ubdiv ubdivis isió iónn en IX capítu capítulos los,, con nume numerr ación romana, que ordena también algunas ediciones, sigue más fielmente la organización temática, si exceptua mos el comienzo del capítulo III. Todas estas numeraciones fueron recogidas por la edición de Ross-Fobes, que cita el texto con arreglo a la paginación de Usener.
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X X X I V
SIGLAS Y SÍMBOLOS UTILIZADOS
Ma n us us e ri r i tos/ t os/có códices dices P
= Parisinus graecus
1853 (antes (antes Mediceus ediceus Regiu Reg iuss
2105): siglo X
J c
L
= V indobone indobo nens nsis is phil. phil . gr. C: p r i n c i p i o s s i g l o X = Marcianus gr. 2 1 1 : s i g l o X I I I is , W i m m e r ) : = Laurentianus 2 8 - 4 5 ( B e n B r a n d is siglo xv
B R H D
V a 0 M V s
A u
z Σ
0 2 : s ig ig lo x v = Bernensis 4 02 = Palatinus gr. 1 6 2 : s i g l o X V V ossianu ianuss gr. 4? 2 5 : s i g l o x v = Voss ianus nus P. 80 sup.: siglo XV = A mbr os ia = Urbinas gr. 1 0 8 : s i g l o X V = Ottobonianus gr. 1 5 3 : s i g l o X V = Marcianus gr. 260: s i g l o X I V = V at atica icanu nuss gr. 1 3 0 5 : s i g l o X V 1 1 3: 3: s i g l o x v = Londiniensis Add. 5 11 = V at atica icanu nuss gr. 1302: siglo XIV = Reginensis gr. 1 2 4 : s i g l o X V I = Parisinus gr. 2 2 7 7 : s i g l o s X V - X V I = consenso entre BRHD
m s s . = m a n u s c r it it o s < > = inserción* [ ] = supresión * En la traducción traducción castellana, castellana, los los antilambdas antilambda s indican la inser inser ción de expresiones necesarias para completar el sentido de la frase, pero carentes de correspondencia en el texto griego. X X X V
Teofrasto
ΘΕΟΦΡΑΣΤΟΥ ΤΩΝ ΜΕΤΑ ΜΕΤΑ ΤΑ ΦΥΣ ΦΥΣΙΚΑ ΙΚΑ ALL G UNAS A UNA S C U E S T IO IONE NESS DE METAFISICA
ΘΕΟΦ ΘΕΟΦΡΑΣ ΡΑΣ ΤΟΥ ΤΩΝ ΜΕ ΜΕΤΑ ΤΑ ΦΥΣ ΦΥΣΙΚ ΙΚΑ* Α*
I. Πώς άφορίσαι άφορίσαι δει δει καί ποί οίοι οιςς τήν ύπέρ πέρ των των πρώτων πρώτων θεωρίαν; ή γάρ δή τής φύσεως πολυχουστέρα, καί ως γε δή τινές φασιν, άτακτοτέρα, μεταβολάς έχουσα παντοίας' ή ôè τών τών πρώ πρώττων ώρι ώρισμ σμέένη καί άεΐ κατά ταύ ταύτα διό διό δή κα και èv νοη οη-τοΐς, τοΐς, ούκ ααίίσθητ ητοΐ οΐς, ς, αύ αύτήν τήν τιθέασ τιθ έασιιν ώς άκ άκιινή νήτοι τοιςς καί άμ άμεταεταβλήτ βλήτοις, καί τό τό δλον δέ σεμ σεμνοτέ νοτέραν κα καί μεί μείζω ζω νομί νομίζουσιν ζουσιν 2 αύ αύτήν. τήν. Αρ Αρχχή δε, δε, πάτε πάτερα συ συναφή τις καί οΐον οΐον κοι οινω νωνία πρός άλληλα τοΐς τε νοητοΐς καί τοΐς τής φύσεως, ή ούδεμία άλλ’ 1
* Figuran Fig uran a pie pie de de pág pág ina del del or iginal ig inal griego, ordenadas ordenadas por pá rrafos, las variantes preferidas al texto de Ross-Fobes, abreviado RoFo, y las discrepancias más notables de éste con la mayoría de los códices. 1. Ποιοι*, lite r almente alme nte:: «cuá « cuále les» s».. El emple o aparente apar ente que que aquí hace Teofrasto de la categoría de cualidad no tiene por qué enten derse como rig urosament ros amentee artistotélico: a rtistotélico: puede puede ser el el pr imer ime r testi monio de una tendencia a considerar toda atribución como una cualificación, incluso las atribuciones esenciales o definiciones. Al A l f in y al cabo, en el pro pr o pio A r istóte is tótele less apar ece ec e ya un a tis ti s bo de este movimiento espontáneo del pensamiento en Categorías, 5, 3 b 13-23, cuando califica a la entidad secundaria (δβυτβρα ουσία) de ποών τι («un cierto cuál»). 2. Ύών x ρώ ρώτων των. Como veremos, Teofrasto se mueve tarrjbién en la ambigüedad de la metafísica aristotélica, que oscila entre una teoría fundamental que se ocuparía de los primeros principios y una teoría de lo fundamental que se ocuparía de los entes primor diales. Sobre esta dualidad de la metafísica aristotélica, cfr. P. Aubenqu A ubenque, e, Le pr probl oblème ème de l ’être chez chez Aristote, Aris tote, París, 19662(hay tra ducción española). 3. Discr epamos epamos aquí de de Wimmer Wimmer,, que que tradu tra duce: ce: «semper «s emper circa eadem versatur», como si la expresión griega χατά ταύτά designa2
TEOFRASTO. ALGUNAS CUESTIONES DE METAFÍSICA
Objeto de la ciencia teorética general o filosofía primera
I. ¿ Cómo Cómo hay que que definir def inir,, y con qué qué característi- 1 cas,1la contemplación que versa sobre las cosas pri marias?2Pues la < contemplación > de la naturaleza es más variada y, como dicen algunos, más desorde nada y sujeta a toda suerte de mutaciones; en cam bio, la de las cosas primarias es
definida y con con arreg lo siemp siempre a los los mism mismos os < crite r ios> .3 Por eso la ponen en4las cosas inteligibles, no en las sen sibles, como inmóviles e inmutables . Y la consideran consideran absolu abs olutamente tamente más más dig dig na y más importante. Conexión entre lo inteligible y lo natural
El pu punto cr ucial5 < de la cues cuestió tiónn es > si hay al al- 2 guna conexión y, por decirlo así, comunidad mutua entre las cosas inteligibles y las de la naturaleza, o ra el objeto de la contemplación. Opinamos, en cambio, que se re fiere, fiere, dada su constr ucción ucción con acusativ acusativ o (típica (típica de de los los complemen comple men tos de «limitación», a diferencia de los de «distribución», en los que κατά rige genitivo), al horizonte lógico sobre el que se dibuja el objeto contemplado. 4. Frente Frente a lo que que parece parece suge rir la litera lite ra lidad de de la cons truc tr uc ción sintáctica griega, ese «poner en» no puede entenderse, en ra zón del objeto que se «pone» (la contemplación de los principios), como «situar entre», sino como «aplicar a». 5. Αρχή: lit., «principio». 3
ΘΕΟΦΡΑΣΤΟΥ ΤΩΝ ΜΕΤΑ ΤΑ ΦΥΣΙΚΑ
ώσπερ έκάτερα κεχωρισμένα συνεργούντα δέ πως εις τήν πάσαν ούσί ούσίαν. αν. εύλογώτε γώτερον ρον δ’ ούν είν είναι τιν τινα σύ σύναψ ναψήν ήν κα καί μή έπεισοδι έπει σοδιώ ώδες δες τό πάν, άν, άλλ’ οΐ οΐον ον τά μέν πρότ πρότεερα τά δ ’ ϋστερα στερα,, καί άρχ άρχάς τά δ ’ ύπδ τάς άρχ άρχάς, ώσπερ σπερ καί τά άίδια δια των των 3 φθαρ φθαρτώ τών, ν, εί δ’ δ ’ ούν οϋτω οϋτω,, τίς ή φύσι φύσιςς αύ αύτών τών κα καί έν ποί οίοι οις; ς; εί μέν γάρ έν τοΐ τοΐςς μαθημ αθηματικ ατικοΐ οΐςς μόνον τά νοητά, νοητά, καθά αθά πέρ πέρ | τινές φα φασιν, ούτ’ άγαν άγαν εϋσημ εϋσημοος ή συ συναφή ναφή τοΐς τοΐς αίσθητο τοΐΐς, οϋθθ ’ άλως οϋ άλως άξιόχ άξιόχρρεα φα φαίνεται εται παντός παντός'' οΐον οΐ ον γάρ με μεμηχ ηχανημ ανημέένα δοκεΐ δοκεΐ δι’ δι’ ήμ ήμώ ών είν είναι σχήματά σχήματά τε καί μορφάς καί λόγ λόγου ουςς περι εριτιθέν τιθ έντω των, αύ αύτά τά δέ δέ δι’ δι’ αύ αύτώ τώνν ούδ ούδεμίαν έχει έχειν φύσι σιν' ν' εί δέ μή, ούχχ ού ού ούτως τως γε συνά συνάπ πτει τειν τοΐς τοΐς τή τήςς φύσε φύσεω ως ώστ’ στ’ έμπ έμποι οιήσ ήσαι αι καθά περ ζωήν καί κίνησιν αύτοΐς' ούδέ γάρ αύτός ό άριθμός, περ δή πρ πρώ ώτο τονν κα καί κυρ κυριώτατόν τι τιννες τιθέα τιθ έασσιν. εί δ’ δ’ έτέρα τέρα 4 öv περ τις ούσία προτέρα καί κρείττων έστίν, ταύτην πειρατέον λέγειν, λέγειν, πότερ πότερον μία μία τις κατ’ κατ’ άριθ μόν ή κατ’ είδος εί δος ή κατά γένος, γένος, εύλογώτε ογώτερον ρον δ’ δ’ ού ούνν άρ άρχής φύσιν έχο έχ ουσαν3έν σαν3 έν όλίγο όλίγοις ις είναι καί περιττοίς, εί μή άρα καί πρώτοις καί έν τφ πρώτψ. τίς δ ’ ού ούνν αϋτη αϋτη κα καί τίνες, εί πλε πλείίου ους, ς, πειρατέ ρατέον ον έμφ έμφαίνειν αίνειν άμώ άμώς 4. a έχούσ έχούσας RoFo.
6. Τό παρ. Se refiere, obviamente, al universo, pero utilizamos la versión literal para poner de manifiesto la etimología, que es filosóficamente significativa. 7. Έτασοδιώ τασοδιώδ* δ*** : lit., «epis «e pis ódico» ódic o».. 8. Léase: «de lo inteligible». 9. W imme r recoge recoge en su edición una una conjetura conje tura de de Usener Usener {Rhei nisches Museum, 1861): πίράραί t l en lugar de παντός. En caso de admitir esa modificación, la traducción sería: «ni parecen en ab soluto aptas para determinar nada». 10. W imme imm e r hace hace suya una una corr cor r ección ec ción de Usener dis tinta tint a de de la reseñada por Ross-Fobes e incorporada a la edición de estos úl timos: ola re. Su admisión no alteraría nuestra traducción. 11. Aéyei Aéyeiv: v: lit., «enunciar». 12. La edici edi ción ón de RossRoss- Fob Fobes mant mantie iene ne la lectur le cturaa de de los mss. mss. más antiguos, βχουσas (en P, J, C), frente a la corrección έχουσαρ ’έχουσαρ del grupo Σ. No vemos motivo serio para ello. 13. KarávaXoyíav, es decir, con arreglo a una propçrciôn o igual dad de relaciones entre dos parejas de realidades heterogéneas (v. g.: el general es al ejército lo que los principios son a la ciencia). 4
TEOFRASTO. ALGUNAS CUESTIONES DE METAFÍSICA
bien no hay ninguna, sino que unas y otras, estando separada separadas, s, actú ac túan an sin embarg o a la ve vez, de de alg al g una ma ma nera, sobre el conjunto de la entidad. Así pues, es más razonable que haya alguna conexión y que el todo6no sea discontinuo,7sino que unas cosas sean, por decir lo así, anteriores y otras posteriores, y unas sean prin cipios y otras estén subordinadas a los principios, igual que las cosas eternas < en relación con > las pe recederas. Naturaleza de lo inteligible
Si es así, ¿cuál es la naturaleza de estas cosas8y de qué características? Ya que si las cosas inteligibles 3 se dan sólo en las < realidades > matemáticas, como dicen algunos, < entonces > ni es demasiado patente su conexión con las cosas sensibles ni parecen en ab soluto a la me dida de de cada cosa,9 pues parece que que < las las realid r ealidad ades es matemáticas matemáticas > son artif ar tificios icios creados creados por nosotros, que atribuimos figuras, formas y razo nes , pero que ellas, por sí mismas, no tienen naturaleza alguna. Y, si no , tam poco puede pueden1 n100 tener conex ión ión con las < cosas cosas > de la naturaleza para infundirles, por ejemplo, vida y mo vimiento. Ni siquiera el propio nú mero, ero, que que alg unos ponen ponen como como < r ealidad ea lidad > primer prime r a y prin pr incc ipa ip a l. Si hay alguna otra entidad más primaria y exce- 4 len lente, te, hay hay que intentar intenta r de deff inir la1 la 11 < diciendo diciendo > si es es una en número o en especie o en género. Es, pues, más r azonable azonable que que < aquella aquell a entidad ent idad > , al tener t ener 12 la natu na tu raleza de principio, esté en cosas poco numerosas y singulares, si no sólo en las primarias y en lo prima rio. Así pues, hay que intentar poner en claro de la ma nera que que sea sea, bien bien por analo a nalogg ía,13 ía,13 bien bien por otra < clase clase de > s emejanza,1 emeja nza,14 cuál cuál es esa < entidad > , o 14. Κατάλλην ομοίωσιν. Queda claro que la analogía o propor ción es un caso particular de ομοίωοις o semejanza. 5
ΘΕΟΦΡΑΣΤΟΥ ΤΩΝ ΜΕΤΑ ΤΑ ΦΥΣΙΚΑ
γέ πως πως είτε είτε κατ’ κατ’άν άναλογί αλογίαν αν είτε είτε κατ’ κατ’ άλλην όμ όμοί οίω ωσιν. άνάγκ άνάγκη η δ ’ ίσως σως δυνάμε νάμει τιν ινίί κα και ύπεροχή ροχή των των άλ άλλων λων λαμβ λαμβάνει άνειν, ν, ώσπερ σπε ρ άν εί εί τάν θεόν' θεόν' θεία θεία γάρ ή πάντων άντων άρχή, άρχή, δι’ δι’ ής άπαντα κα καί έστιν καί διαμένει, τάχα μέν συν φφδιον τό οϋτως άποδούναι, 5 χαλεπ χαλεπόν δέ σαφεστέ σαφεστέρω ρωςς ή πειστι ει στικ κωτέρως τέρως. Τοιαύτης Τοιαύτης δ ’ οϋσης τής άρχής, έπεί περ συνάπτει τοΐς αίσθητοΐς, ή δέ φύσις ώς άπλλώς είπ άπ είπείν είν έν κι κινήσει καί το τού ύτ’ αύ αύτής τής τό ίδιον ίδιον,, δήλον δήλον ώς ώς αίτίαν ίτίαν θ ετέον ταύ ταύτην τή τήςς κινήσεως κινήσεως’ έπεί έπεί δ ’ άκίνητ ητος ος καθ ’ αύτήν, φανερόν ώς ούκ άν εϊη τφ κινεισθαι τοΐς τής φύσεως αιτία, άλλά λοιπόν άλλη τινί δυνάμει κρείττονι καί προτέρςΓ τοιαύ τοι αύτη τη δ’ δ ’ ή το τού ύ όρεκτο ρεκτού ύ φύσι φύσιςς, άφ άφ’ ής ή κυκλι λικ κή ή συ συνε νεχχής καί άπαυστ άπαυστοος. | ώστ ώστεε κατ’ έκεΐνο λύοι λύοιτο το άν τό μή μή είν είναι κιν κινή ήσεως άρχ άρχήν ή εί κινο κινού ύμενον κι κινή νήσσει. ει. Μέχρ έχρι μέν δή τού τούτων 6 σεω οΐον άρτιος ό λόγος, άρχήν τε ποιών μίαν πάντων καί τήν ένέργειαν καί τήν ούσίαν άποδιδούς, έτι δέ μή διαιρετόν μηδέ ποσόν τι τι λέγων λέγων άλλ άλλ’’ άπ άπλλώς έξαίρω ξαίρωνν είς είς κρείττω είττωτιν τινάά με ρίδα ρίδα κα καί θ ειο ειοτέραν' οϋ οϋτω τω γάρ μάλλο λλον άπ άποδοτέον οδοτέον ή τό διαιρ διαιρεε τόν καί μεριστόν άφαιρετέον. άμςι γάρ έν ύψηλοτέρψ τε καί άληθι ληθινωτέρω τέρω λόγω τοΐς λέγου λέγουσιν σιν ή άπ άπόφα όφασις σις.. 15. Αυ Αυνάμβι: entendida, no en el sentido pasivo opuesto a acto o efectividad, sino en .sentido activo, equivalente a poder. 16. Léase: «activa» (cfr. nota anterior). 17. Entre Entr e paréntesis paréntes is en el texto gr iego ieg o de de Wimme Wi mme r y de de Usen Usener. er. 18. Συνβχης βχης x a l αταυ αταυστο στο** : «continuo» debe entenderse en el sen tido, espacial, de no producirse a saltos, dejando «huecos» en su trayectoria; «incesante» tiene el obvio sentido temporal de no ad mitir pausas. 19. Es decir, si el el moto mo torr no es a su vez móvi móvil.l. Es éste, éste, como se sabe, sabe, el tema central de de la seg se g und ndaa parte del del libro l ibro X II de la Meta física de Aristóteles, que rechaza este presupuesto platónico. 20. 'EvéQyeiav: tr adicionalm adicionalmente, ente, «acto».T ambién ambién W imme r pre fiere una traducción menos estereotipada: efficaciam. 21. Ποσόν: lit., «cuánto»; expresión habitual en Aristóteles para la categoría de «cantidad», una de las cuatro formas de predica ción fundamentales según el Estagirita (completan el cuarteto la «entidad» o ουσία, la «cualidad» o la c ión» — «cuál» — y la « r e lac o πρός n —«respecto de algo»—). 22. No αττόφανσι s, sino απόφασή («negación»), como se lee tam bién en la versión de Wimmer, quien, sin embargo, traduce poco acertadamente por oratio (aunque también απόφασή puede enten derse como «declaración»). t t o l ó v
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TEOFRASTO. ALGUNAS CUESTIONES DE METAFÍSICA
cuáles, si son varias. Acaso sea necesario considerar la seg s egú ún una una cier cie r ta potencia pote ncia115 y eminencia eminenc ia respecto respecto a las demás cosas, como si Dios, pues es divino el principio de todas las cosas por el cual todas son y se mantienen. Quizá, pues, es fácil expre sar lo así, así, pero pero es es difícil dif ícil < hacerlo acer lo > de una manera maner a más clara y convincente. El primer principio como motor inmóvil
S iendo ie ndo tal ta l el el pr pr incipio, incipio , ya que que tiene real r ealmente mente co- 5 nexión con las coSas sensibles, mientras que la natu raleza raleza,, por por decirlo decir lo simplem simplemente, ente, < estriba es triba > en el mo vimiento y eso es lo propio de ella, está claro que hay que poner aquel < principio > como causa del movi miento; pero, como quiera que él es en sí mismo in móvil, es evidente que no será causa de las cosas de la naturale natur ale za por moverse, sino s ino que que sólo sólo queda queda < que que lo sea> se a> por alg una una otra potencia1 potencia 16 más más ex celen celente te y primaria; ahora bien, ésa es la naturaleza de lo desea do, a par pa r tir ti r de la cu c ual < surg surgee > el (mov (movimiento)1 imiento)177 cí clico, clico, cont c ontinuo inuo e incesante inces ante.1 .18 De modo que que se resolve res olve ría así aquella < dificultad > de que no hay principio del movimiento si no mueve lo que se mueve.19 El primer principio como entidad efectiva
Hasta aquí, entonces, el argumento parece bien 6 ajustado, al estab es tablecer lecer un único único pr incipio inc ipio de de todas todas las cosas cosas y atr at r ibuirle ibuir le la efectiv ef ectivid idad2 ad20 y la entidad, entidad, ade ade más más de no enunciar lo como algo divisi div isible ble ni cuan cuantifitificable,2 cable,21 sin si no incluir inc luir lo de entrada entr ada en una una clase más más ex celente y divina: pues se ha de expresar así, antes que retirarle ret irarle < lueg luegoo > el < rasgo de> divisible iv isible y rédu réduc tible a partes; en efecto, para los que lo enuncian, la neg ación2 ación22 < es tribar tr ibaráá así > en un enunciado enunciado más más su blime y verdadero.
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ΘΕΟΦΡΑΣΤΟΥ ΤΩΝ ΜΕΤΑ ΤΑ ΦΥΣΙΚΑ
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II. Τό δέ μετά ταύτ’ ταύτ’ή ήδη λόγου λόγου δεΐτα δεΐταιι πλεί λείονος περί τή τήςς έφέσεως, ποια καί τίνων, έπειδή πλείωτά κυκλικά και αΐ φοραί τρόπον τρόπον τι τινά νά ύπεναντίαι εναντίαι,, και τό τό άνήνυ άνήνυττον κα και ού ού χάρι άριν άψ άψα νές νές.. εϊτ ϊτεε γάρ έν τό τό κιν ινοούν, άτοπ οπον ον τό μή πάντα τήν αύτήν' είτε καθ’ έκαστον έκαστον έτε έτερον ρον αϊ αϊ τ’ά τ’ άρχαί πλε πλείίου ουςς, ώστε τό σύμφω σύμφω νο νον αύτών τών εις όρεξιν εξιν ιό ιόνντων τή τήν άρ άρίσ ίσττην ούθ ούθ αμώς φανερόν ερόν.. λήθ ος τών τών σφαιρώ σφαιρώνν τής αι αιτί τίαας μείζονα μείζονα ζητεί ζητεί 8 τό δέ κατά τό πλήθος λόγον’ où γάρ <άρκεΐ> <άρκεΐ > ö γε τών τών άστρολ άστρολόγω όγων. ν. άπορον άπορον δέ καί πώς ποτε φυσικήν όρεξιν έχόντων ού τήν ήρεμίαν διώκουσιν άλλά τήν κίνησιν. τί ούν άμςι τη μιμήσει φασίν έκεΐνο όμοίως όσοι τε τό έν κα καί όσοι το τού ύς άρι άριθ μού ούςς λέγου έγουσι σιν; ν; καί γάρ αύτοί αύτοί τού το ύς άρι άριθ μού ούςς φασι ασιν τό έν. έν. εί δ’ δ’ ή έφεσις φεσις άλλως άλλως τε καί τού άρίστου άρίστου με μετά ψυ ψυχής, χής, εί μή μή τις τις λέγοι λέγοι καθ’ αθ’ όμ όμοι οιότητα ότητα κα καί μετα φοράν, έμψυχ’ άν εϊη τά κι κινούμ νούμενα' ψυ ψυχή δ’ δ ’ άμςι δοκεΐ δοκεΐ καί κίνησ ίνησις ύπάρχειν χειν* ζωή ζωή γάρ τοΐ τοΐςς έχου έχου|| σιν, άφ’ άφ’ ής καί αί αί όρέξ όρέξεεις
23. 23. Se refiere al mov mov imiento de de las cosas atraídas por el el pr i mer motor. 24. 24. O sea, sea, las teorías as tr onómic onómicas as de la época, época, que que se lim li m ita it a ban a describir el cómo de los movimientos celestes. 25. En la tr adición mate mate mática mática g rieg a el el Uno Uno no no se se considera ba propiamente número, sino, en cierto modo, opuesto a todos los números, como la unidad a la pluralidad. Ello era debido a las con notaciones «cualitativas» que poseían dichas entidades matemá ticas (connotaciones (connotaciones que que aparecen apare cen en todas todas las cultu c ulturr as precien recientí tí-ficas, y que se manifiestan en la asignación, a las diferentes magnitudes, de símbolos no susceptibles de análisis ni reducción de unos a otros). 26. 26. Es decir, decir, seg s eg ún esos autore autoress (platónicos y pitag óricos), ric os), el Uno es, como principio formal, a los números lo que éstos son a 8
TEOFRASTO. ALGUNAS CUESTIONES DE METAFÍSICA
Apor A porta tass del mov mo v i mie mi e nto nt o nat na t ur a l : unic uni c ida id a d o multiplicidad
II. En cambio, lo < que v iene > después después de esto 7 necesita ya de más explicación acerca de su tenden cia:2 cia: 23 de qué tipo es y hacia hac ia qué qué cosas. cosas. Como quie quierr a que son múltiples los < movimientos > circulares y las traslaciones son de algún modo contrarias, no está cla ra la inf i nf initud ini tud < de eso esoss movimientos mov imientos > ni su s u meta; ya y a que si lo que muev muevee es uno, es a bsur bs urdo do que no t o das las cosas cosas < tengan > el mis mo < movimiento mov imiento > ; y, y, si c a da cosa cos a dist dis t into, int o, t a m bié bi é n los los pr incipios < s erá er án > múltiple múltipless , de modo qu que no < r esu es ultar á > en modo modo alg uno transpar transpar ente la con concor cor dancia por la que van en la dirección del deseo más noble. La multiplicidad de las esferas requiere mayor ex- 8 plicación de su causa, pues no la de los los astr as tró ólogos log os.2 .24 T ambién ambién pr esenta es enta dificul difi culta tadd có cómo, teniend teniendoo en en cualquier cualquier caso caso d a s esferas esferas > un dese deseoo natural, no persiguen el reposo, sino el movimiento. ¿ Por qué, pu pues, dicen que que eeso so < o cur r e > por imit im itaa ción ción tanto los qu que enuncian enuncia n < c o m o cau ca usa > el Uno Uno como los los que que eenun nuncia ciann los núme númerr os? os ? 25 Pues Pues en rea r ealili dad eso esos mismos mis mos dicen qu que los los númer números os < imita imi tann > al Uno.26 El movimiento hacia un fin implica un alma
Entonces, si es una tendencia sobre todo hacia lo más noble, se da junto con un alma; a no ser que al guien diga que las cosas que se mueven es tán animadas en el sentido de un símil y una metáfo ra. Pero en el alma parece darse también, a la vez, un movimiento, pues para los que la tienen, es la vida v ida de de la que que < brotan bro tan > también ta mbién los los deseo deseoss de los objfetos sensibles. Por eso se les plantea la misma dificultad que a la teoría aristotélica del deseo: la heterogeneidad entre cau sa y efecto. 9
ΘΕΟΦΡΑΣΤΟΥ ΤΩΝ ΜΕΤΑ ΤΑ ΦΥΣΙΚΑ
πρός έκαστον, ώσπερ καί τοΐς ζφοις, έπεί καί αί αισθήσεις καίπερ έν τφ πάσχε άσχειιν ού ούσαι σαι δι’ δι’ έτέρω τέρωνν όμως όμως ώς έμψ έμψύχοι οιςς* 9 γίνοντα ονταιι, εί δ’ δ’ ούν τής τής κυ κυκλι λικ κής αί αίτιον τό πρώ πρώτο τον, ν, ού τής άρίστης äv εϊη' κρείττον γάρ ή τής ψυχής, καί πρώτη δή καί μάλιστ άλισταα ή τή τήςς δι διανοί ανοίας, ας, άφ’ άφ’ ής κα καί ή άρε άρεξις ξις. Τάχα δέ καί ττοούτ’ άν τις έπιζητήσειεν, διά τί τά κυκλικά μόνον έφετικά, τών δέ περί τό μέσον ούθέν καίπερ κινητών δντων, πότερον ώς άδύνατα ή ώς ού διικνουμένου τού πρώτου' άλλά τούτό γ’ άτοπον, άτοπον, εί δι’ δι’ άσθ άσθ ένεια ένειαν' ίσχυρ σχυρότερ ότερον γάρ άν τις τις άξιώσει άξιώσειεν εν τού το ύ Ομήρου μήρου Διάς, 0ς 0ς φησ φησιιν αύτή αύ τή κεν γα γαίη έρύ έρύσα σαιι μ’ μ’αύ αύτη τη τε τεΓθ Γθαλάσσ αλάσση. η. λοιπόν ώσπερ σπερ άδεκ άδεκτό τόνν ττιι κ κααί άσύνε άσύνετο τονν είν είναι, τάχα δέ 10 άλλά λοιπ πρότερον ζητήσειεν άν τις πώς έχει, πότερα μέρη ταύτα ή ού μέρη τού ούρανού, καί εί μέρη, πώς μέρη' νύν γάρ οΐον άπεωσμένα τών έντιμοτάτων ού μόνον κατά τάς χώρας άλλά 8. a όμως όμως έν ψυχή RoF Ro F o; όμως όμως έμ έμψυχοι concor c oncord. d. mss. ss. excepto ex cepto Ρ y 2.a 2. a mano B; ομ ομω ως ώς ώς έμψ έμψύχοις conjet. conjet . Usener.
27. 27. Del contex contex to se desp des pr ende que el tér mino grie g riegg o οίίσϋησιτ hace referencia, en este caso, al «movimiento» del alma que cons tituye el acto de sentir, no a la facultad sensorial, que puede hallarse «en reposo». La idea de Teofrasto es que la sensación, pese a su as pecto pasivo de recepción de un influjo externo, consiste también, de por sí, en un acto, un movimiento, con el que se identifica, a su vez, la vida. 28. 28. Ross corr cor r ige ig e —inneces —innec esar ariame iamente, nte, en mi opini opi nión— ón— e/x^ x^ú úxois xois por hv ψυχή, contra la práctica unanimidad de los mss. 29. Διάνοια: pensamiento discursivo, o «movimiento de la men te», opuesto a la pura contemplación instantánea o intuición (en el griego de Platón y Aristóteles: p o v s). 30. El centro ce ntro del del mundo, es decir, decir, la l a Tierra: T ierra: se refiere ref iere a los los mo vimientos discontinuos e irregulares propios de los seres sub lunares. 31. Es decir, decir, los seres seres situados en la T ierra, ierr a, «cerca del del centro» centr o» (véase nota 30). 32. ¿ Pres Pr esup upone one Teofrasto un un estadio est adio ante ant e rior ri or en que que los seres seres terrestres se hallaran en regiones superiores, sujetos al movimiento 10