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G a r
l eternos
LOS BASKOS EN LA NACIÓN ARGENTINA
AS corrientes de simpatía que existen entre la colectividad baskongada y la República Argentina, algún día debían manifestarse ostensiblemente y no podía esperarse oportunidad más propicia que la de asociarse con una demostración culta á la gloriosa efeméride de su epopeya cívica, á la solemne fecha centenaria de su emancipación, haciendo al propio tiempo extensivos estos sentimientos a las hermanas repúblicas sudamericanas. Nada más acertado entonces que la edición de una obra dignamente presentada que sea el reflejo histórico-geográfico del país basko a la vez que se exteriorice en sus páginas la acción portentosa que los euskaldunas han desarrollado en esta generosa tierra que tiene abiertas sus puertas para todas las ideas y para todos los elementos de progreso. Era preferible, pues, ese pensamiento, a la erección del más grande monumento, porque nada con tanta amplitud y veracidad puede demostrar la influencia que los hijos de las montañas euskaras ejercen en los más altos destinos de la actividad y la inteligencia de este continente, en número asombroso, circunstancia que debe tenerse presente si se compara el porcentaje de la población de Euskal Erría con las demás naciones. En este medio de cosmopolitismo, el argentino se encuentra en condiciones especiales p a r a establecer su juicio respecto de todas las castas que aquí se desenvuelven, y cuando de la raza baskongada tiene un concepto para nosotros tan honroso, un deber de cortesía y un amor solidario, indújonos a asociarnos a la gran conmemoración nacional. Y confiando en que todos los baskos, nativos o descendientes, acogerían con simpatía la iniciativa que contribuiría a fortalecer aún más los vínculos espirituales con nuestra segunda patria, emprendimos la obra en horas vacilantes, en los momentos que estalló la estupenda tragedia que durante cuatro años ha tenido horrorizado al mundo. P o r tal circunstancia, fué menester allanar grandes e imprevistos inconvenientes de la perturbación que en tales instantes causó en las esferas fabriles, originando la escasez de l a producción y la suba exhorbitante de precios que la ambición de los especuladores fijó a los artículos gráficos, ocasionando serios quebrantos a muchas hojas de publicidad que tuvieron que dejar de aparecer. Estos inconvenientes nos obligaron a limitar el tiraje, que por for-
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tuna llegó a agotarse a los pocos meses, y tan pronto como la P a z ha traído la tranquilidad abriendo esperanzas en el porvenir, nos hemos sentido estimulados p a r a hacer una segunda edición, animados también por las grandes satisfacciones de orden moral que recogimos del público y. de la prensa nacional y e x t r a n j e r a por sus juicios altamente conceptuosos. Abrigamos pues la certidumbre, que este volumen vendrá a constituir un documento precioso cuando al escribirse la verdadera historia argentina, se estudie el aporte de las distintas razas a la formación y desarrollo de la vida americana, aparte de que pretendemos sea el libro del hogar basko, la ejecutoria de la familia que amorosamente recuerde al solar nativo y encuentre reunido en él todo lo que de más palpitante encierran sus tradiciones y su encantadora naturaleza, que como decía Víctor Hugo: " e l que lo visite una vez, siente deseo de volver". Es entonces natural, que si atrae a los e x t r a ñ o s , sus hijos le adoren con idolatría. L a colaboración se ha seleccionado teniendo en cuenta los asuntos m á s interesantes y en armonía con el c a r á c t e r de la o b r a . Y declaramos complacidos, que cuantos han tenido la deferencia de honrar estas páginas con su concurso literario, lo han hecho muy gentilmente, expresando votos cariñosos por su éxito, que por suerte ha alcanzado. Sobre algunos trabajos, en obsequio a la natural curiosidad del lector, vamos a consignar breves notas: S e inicia la o b r a con una nutrida galería de jefes de estado de tres repúblicas hermanas: Argentina-Uruguay-Chile, que ella sola b a s t a ría p a r a justificar lo que se quiere hacer resaltar en sus páginas: el poder de la raza euskara en las más altas cumbres del s a b e r y del progreso. En Los Baskos en el Descubrimiento de América, se demuestra que fué un piloto b a s k o quien reveló a Colón la existencia del Nuevo Mundo. No se t r a t a de una fantástica o caprichosa afirmación, sino que tras largos años de estudio ha venido a esclarecer su autor, por deducciones y documentos, puntos que hasta el presente estaban ignorados. Y tanto ha llamado la atención la insistencia del señor Segundo de Ispizua en sus meritorios t r a b a j o s a c e r c a de esta tesis, que las corporaciones provinciales y personalidades del país b a s k o , le secundaron en la misión de continuar sus investigaciones en los archivos de S i m a n c a s y otras fuentes, de las que ha salido airoso. De Mitología Euskara solo se han escrito ligeros ensayos, y es éste un asunto al que los hombres estudiosos deberían prestar atención, sobre todo ahora que el baskongadismo renace vigorosamente. El trabajo del señor Manuel de Gorostegui y los sensatos comentarios del ilustrado cronista de las provincias baskongadas, D. Carmelo de Echegaray, pueden servir de orientación p a r a abordar con la amplitud requerida la misteriosa leyenda de los fabulosos dioses y héroes de la gentilidad. L a Antropología de los baskos, nadie la ha tratado h a s t a ahora con l a erudición y profundidad del notable naturalista Dr. Telesforo de Aranzadi, catedrático de Barcelona, y autor de interesantísimos t r a b a j o s que han sido traducidos a varios idiomas. Prehistoria Baska. El ilustrado profesor don Enrique de Eguren y Bengoa, autor de este t r a b a j o , ha publicado en un volumen serios estudios sobre nuestra prehistoria, que le han dado gran autoridad en la materia. El idioma Basko, está encarado con el aplomo del maestro. El señor Luís de
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Eleizalde, que traducido al baskuenze es Eleizaldetarr Koldobika, se ha significado mucho en estos últimos años por sus vastos conocimientos respecto del preclaro idioma basko; ha escrito infinidad de artículos y opúsculos lingüísticos realizando con ellos una obra de difusión de gran trascendencia. Su consagración y su entusiasmo son muy admirados por cuantos siguen con afán el movimiento renacentista euskaro. Del sabio filólogo Julio Cejador y Frauca publicamos también un trabajo acerca de El idioma basko y el castellano. Este famoso políglota, sin ser basko, es uno de los más fervientes admiradores de las bellezas de nuestra incomparable lengua, ensalzada por los más eminentes gramáticos del mundo. Gernika y los Fueros. He aquí un tema ante el cual no puede ser indiferente ninguno que por sus venas corra sangre euskara, aunque sea de varias generaciones. E s un estudio notable, doblemente valioso por haber salido de una pluma como la del S r . Zabala eta Otzamiz-Tremoya (Ángel de Zabala y Ozamiz), uno de nuestros historiadores más preparados. De la sabia legislación que encarnaban los Fueros B a s k o s , solo nos queda el recuerdo; en ella basaron también sus códigos los países que hoy se consideran más adelantados; grandes juristas y pensadores la han enaltecido, y el pueblo euskaro antes feliz con su genuino régimen, sigue ahora privado de aquél por un inicuo despojo. Este pleito se halla pendiente y no se apartará su ofensa de los pechos euskaldunas, mientras no sea restituido. Roncesvalles. El mayor elogio que puede hacerse del mérito de este canto, que esboza en forma épica un cuadro de nuestra historia, es consignar el nombre de su autor: el ilustre poeta Hermilio de Oloriz. El Genio de Nabarra.—La Raza. Al más insigne de los escritores baskófilos, D. Arturo Campión, pertenece este trabajo, desarrollado con su estilo persuasivo y con el aplomo de quien conoce á fondo lo que escribe. Altobiskarko Kantua. E s un documento histórico de valer, antiquísima poesía que fué encontrada el año 1794. Apuntamientos basko-histórico navales. El conocido escritor bilbaíno D. Emiliano de Arriaga, desarrolla este asunto con amena sencillez, diseñando hábilmente en pocas páginas la prominente actuación que han tenido los grandes hombres de mar de Baskonia, y estudia de paso la metomórfosis que han sufrido nuestros barcos. La Poesía. B a j o todas sus faces analiza el S r . A. A. Salazar la poesía baskongada, revelando gran erudición y perfecto dominio del asunto. Las ilustraciones que acompañan son realmente poéticas. Pintores y escultores baskos. De pocos años á esta parte ha surgido en el país b a s k o una pléyade de artistas, consolidando su fama rápidamente. Muchos de ellos han llevado y a á sus lienzos las bellezas de la naturaleza del suelo nativo, sus costumbres y sus tipos. A la galantería del culto crítico de arte D . Fernando de la Quadra Salcedo, debemos el estudio que se verá más adelante. La Música. El renombrado musicólogo D. Resurrección M. de Azkue, inspirado autor de notables composiciones baskas y uno de los cultores y propagandistas de nuestra música á la vez que notable crítico, trata este asunto con la autoridad y maestría que se desprende de su lectura. a
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Danzas euskaras. Son la característica más saliente del pueblo b a s k o n g a d o . En ellas se revela la ágil virilidad de l a raza. Y no h a b r á uno sólo que al leer sus páginas no sienta retoñar en su mente los mejores años de su juventud. «El cronista Z», pseudónimo que respetamos á pedido de su autor, describe los bailes euskaros, basándose en sus conocimientos técnicos, cuya competencia ha probado en frecuentes ocasiones. .Los Juegos. Otro capítulo evocador, que ha de t r a e r á muchos que el destino ó las circunstancias de la vida han alejado de sus montañas nativas, recuerdos de la patria ausente. ¿Quién no ha presenciado partidos de pelota en las pequeñas canchas de su pueblo, en los grandes frontones de las ciudades y ha jugado en el pórtico de la iglesia? ¿Quién no ha visto los concursos de barrenadores, las pruebas de bueyes, los «pulsolaris», los «aizkolaris», los juegos de bolos, las regatas y las peleas de carneros? El S r . Pedro de Eizmendi, relata todas las c a r a c t e r í s t i c a s de los juegos b a s k o s h a s t a en sus más pequeños detalles, reconstruyendo las pintorescas escenas de cada uno. El Hierro en Baskonia. No podía faltar en esta o b r a el estudio de nuestra riqueza clásica: el hierro. Solo una autoridad como la del ingeniero gipuzkoano S r . Francisco Gaskue, podía encarar un t r a b a j o de esta índole con criterio profesional. Estudia tres épocas: ayer, hoy y mañana y como digno complemento le acompañan interesantes notas gráficas de minas y centros fabriles en distintos aspectos. Divagaciones sobre Historia. das, accedió inmediatamente á histórico del m a y o r interés.
E l erudito cronista de las provincias baskonganuestra solicitud con un t r a b a j o de c a r á c t e r
Ángelus. E s un cuadro de color vigoroso, sentimental y bello, netamente b a s k o , que al leerlo se siente uno transportado al K a n t á b r i k o , á aquel mar imponente que ha sumergido en sus profundidades á millares de b r a v o s marinos que han luchado con sus olas, c a r a á cara, sin miedo, con serenidad estoica. La mujer baska. P a r a este esbozo ha tenido su autor un hermoso modelo, de cuyo lado no pudo separarse j a m á s : ¿la madre! ¡la madre baskaí ¡Ese ser sublime que con nada puede c o m p a r a r s e ! Por
qué fracasan las democracias de filiación aristotélica y no la baskongada. S e t r a t a de una síntesis demostrativa de que el pueblo b a s k o ha conservado como enseña de su consistencia moral, todos los caracteres b á s i c o s de la pureza democrática. En este género de análisis deductivos se ha destacado el S r . J u a n S . J a c a en sus obras y multitud de artículos que viene escribiendo desde años a t r á s con una constancia que dice mucho en favor de su acendrado baskongadismo. Blasones baskos. De cuantas obras heráldicas hemos hojeado y consultado, podemos confesar que ninguna se parece á la forma en que presentamos esta sección, compuesta exclusivamente de escudos correspondientes á los apellidos de abolengo euskaro conocidos en América. Etimología de apellidos. E r a indispensable un capítulo complementario con la definición de los apellidos b a s k o s , y esta t a r e a tomó á su cargo con su llaneza habitual el ilustrado filólogo P . Soloeta, autor de meritorios t r a b a j o s que han sido muy celebrados por los m á s autorizados cultores del idioma b a s k o n g a d o . Arquitectura
baska.
Materia es esta que en los actuales momentos
despierta
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vivísimo interés entre los arquitectos baskos. Es un Hasta el presente, la arquitectura baska, se limitaba de estilo caserío; pero este asunto no hay duda que proyecciones. Así opina también el culto vitoriano mente Catedrático de la Universidad de Salamanca.
13 filón que no se ha explotado. a construir chalets veraniegos está llamado a ser de grandes Dr. Ángel de Apraiz, actual-
Mi raza. E s un sincero y meditado estudio psicológico racial. Miguel de Unamuno es su autor. Nere bi lurr maiteak. Hermosa página, llena de filosofía y de sentimiento que el exquisito intelectual Dr. Daniel Lizarralde ha concebido. Es una síntesis de la evolución de la vida del basko que vino a América abandonando su risueña aldea y vuelve a la misma después de largos años de ausencia a lanzar el último suspiro que sella el epílogo de su larga jornada. L a ilustración responde al pensamiento: en el fondo, una lejana silueta de los Andes, que simboliza a la América, y en primer término el hermoso rincón nativo, envuelto en un ambiente de dulce poesía; y entre ambos, el euskaldún que serenamente se despide de un ángel que se divisa entre nubes. El País Basko. Descripción histórico-geográfica en toda la amplitud del Norte y Sur de los Pirineos. Cadaprovincia va encabezada con su respectivo preámbulo que comprende l a geografía, aspecto del terreno, geología, hidrografía, clima, producciones, plano, y una reseña minuciosa, hasta de los lugares más insignificantes, acompañada de multitud de grabados ilustrativos que tienen la virtud de evocar gratísimos recuerdos al lector. Hasta el presente no se ha publicado nada más completo que pueda dar una idea general de la Baskonia de ambas vertientes del Pirineo: Alaba, Bizkaia, Gipúzkoa, Nabarra, Zuberoa, Lapurdi y Benabarre. Damos á esta parte capitalísima importancia y débese esta labor al S r . Pedro de Echeberría p a r a cuya realización consultó prolijamente cuanto libro se ha publicado a c e r c a del país, con toda clase de estadísticas y datos á la vista. Seguramente que esta reseña han de verla con cariño nuestros compatriotas, aunque se les acuse á veces de apáticos é indiferentes. No obstante, difícil sería encontrar quien les supere en amar á su solar nativo. Y debido sin duda al sentir patriótico de sus hijos, hoy Baskonia, no sólo progresa espiritualmente, sino que desarrolla sus actividades mercantiles de manera asombrosa, dentro y fuera de sus fronteras, creando industrias con grandes capitales; por ejemplo, en la explotación minera, los b a s k o s han monopolizado casi la totalidad de las minas de la península, y B i l b a o cuenta hoy con fundiciones estupendas y astilleros que construyen b a r c o s mercantes que compiten con los extranjeros. En cuanto á la faz espiritual, diversos factores han contribuido á avivar el sentimiento baskongado, sentimiento que ha germinado con vigor en todas las manifestaciones, en las artes, en la política, en las costumbres, etcétera, y que está repercutiendo grandemente en América. Comienza l a segunda parte del libro con Los Baskos en la Argentina, estudio retrospectivo de indudable interés, á partir del año 1536 al presente. Admirable demostración del poderío de la raza euskara en este país bajo todos los aspectos, por provincias y territorios. Estas curiosas investigaciones se deben al Dr. Rómulo D. Carbia, Director de la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Let r a s . Siguen después colaboraciones de distinguidos escritores argentinos, en su mayoría descendientes de euskaros, de cuyas líneas parece brotar la voz de l a
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sangre. E s t o s dignos retoños de nuestras seculares montañas, con su cultura y su posición social, se encargarán de reverdecer en esta libre y generosa tierra los laureles de l a raza originaria. Como final, van algunas manifestaciones de la Labor basko-argentina desarrollada p o r los euskaldunas en las actividades de l a vida agro-pecuaria, comercial, é industrial en l a República Argentina. Algunos de esos grandes pioneers, de esos héroes anónimos han desaparecido, y n a d a m á s justo entonces, que estampemos unas líneas en homenaje á su memoria, formando á l a vez una galería de los que continúan la noble tradición del t r a b a j o y sirva de ejemplo á los que vengan. * * *
Y como una o b r a de estas proporciones, ofrece exigencias económicas de una magnitud que no puede apreciarse á primera vista, tuvimos que vencer muy serias dificultades, solucionadas con un empréstito patrocinado gentilmente por algunos caballeros argentinos y b a s k o s que comprendieron el alcance patriótico de l a empresa. Se han empleado además, todos los elementos á nuestro alcance p a r a h a c e r algo que respondiese á l a trascendencia del propósito enunciado, y si no se ha hecho más, no es á buen seguro p o r habernos faltado voluntad ni entusiasmos. Interpretando, pues, los m á s elevados anhelos de confraternidad euskaro-americana, y como adhesión de la colectividad b a s k o n g a d a hacia su noble p a t r i a adoptiva la República Argentina, LA B A S K O N I A , en el c a r á c t e r de antiguo órgano representativo, le ofrece L o s B A S K O S E N L A N A C I Ó N A R G E N T I N A como el m á s sincero y afectuoso homenaje. ¡ A u r r e r á í
EL EDITOR Buenos Aires, Octubre de 1919,
N deber justiciero nos lleva de la mano á iniciar el presente tomo, con una brevísima reseña de aquella actuación que en el más alto escenario político de una parte principal de Sud América, correspondió por placer del destino á una no escasa representación de nuestra sangre y de nuestro cerebro. Lisonjero es su número, brillantísimo el prestigio que aureola las salientes figuras, perenne es su obra. Podemos pues, sin pizca de vanagloria, ufanarnos de pertenecer á e s e pequeño país, que dentro de sus exiguas fronteras geográficas y étnicas ha sabido extender su intensidad racial por el Viejo Mundo y aún le quedaron meritísimos hijos p a r a prodigarlos profusamente en las altas esferas gubernativas del Nuevo. ¿Puede p a r t e del globo alguna presentar haber semejante en la relatividad de población que nuestro pueblo.? Perdónesenos la efusivarotundidez de nuestro: no. Comenzando por l a p a t r i a adoptiva en que vivimos, la serie de dirigentes de nuestra raza se inicia en los albores de la nueva personería histórica de la Nación Argentina. L a primera j u n t a de gobierno, encuéntrase y a integrada por los apellidos
L a r r e a y Azcuénaga y en el primer Triunvirato figura Manuel de S a r r a tea. No fueron ellos solos, porque la o b r a memorable del 25 de Mayo no fué de ningún modo l a b o r individual, sino l a estagnación de un estado de c o s a s y de fuerzas inmanentes que rumb e a b a n vagabundas en un ambiente todo rebeldía y todo reconstrucción; pero bien pudiera ser que la poderosa fib r a euskaldún de los significados no dejara de constituirse en p a r t e principalísima del turbión revolucionario primero y de la serena y discreta l a b o r de consolidación después. De nuevo surge, andando el tiempo, o t r a figura de briosos perfiles en la historia dirigente argentina: la del vencedor de la t i r a n í a de R o s a s : don J u s t o J o s é de Urquiza. ¿ S u o b r a ? Lo hemos dicho ya, derrocar u n estado de c o s a s que no c o n t e m p l a b a la modalidad d e m o c r á t i c a c a r a c terística en el país, en los campos de Caseros c o m o guerrero, en las
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alturas del poder como gobernante. Sigúele el Dr. Luis Sáenz Peña, austero y digno caballero. A continuación el Dr. J . Evaristo de Uriburu; actuación reconstructiva interna silenciosa. Dr. Manuel Quintana y el Dr. J o s é Figueroa Alcorta: hombres de energía y progresistas, en cuyos períodos se abren al arado y al riel enormes extensiones de tierra virgen. Dr. Roque Saenz Peña, cuya labor trascendental exclusivamente política discierne vastas prerrogativas a la ley del sufragio; nombre que que permanecerá unido a la reivindicación del atrio, al prestigio doctrinal del estado soy yo, popular, democrático, consciente. Y surge en nuestros dias el S r . Hipólito de Irigoyen, en cuyo período presidencial le han tocado los problemas mas complejos que pueden presentársele a un gobernante. L a república Oriental del Uruguay no ha sido menos feliz que su hermana en la prodigalidad de apellidos de pura cepa euskara, encumbrados en las alturas del mando. Entre los jefes de estado y presidentes del Senado en ejercicio de la presidencia de la República, cuéntanse: Anaya, Oribe, Aguirre, Chucarro, Gomensoro, Ellauri, Berro é Idiarte Borda.
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En Chile, no ha sido menor el número de dirigentes de apellido b a s k o . Díganlo Izaguirre, Vicuña, O v a l l e , Federico Errazuriz, B a l m a c e d a y el segundo Errazuriz, perteneciente a l a misma familia del anterior, y el actual presidente don J u a n Luís Sanfuentes, que desciende de Abanto y Ciérvana de l a provincia de B i z k a y a . Hemos querido referirnos principalmente a estos países por orden de tangencia con la República Argentina, pero si nos separáramos geográficamente más, habíamos de recordar en Méjico las figuras de Iturbide, don J o s é Maríano de Michelena, don Manuel de B a r c e n a , don Guadalupe V i c t o r i c a , D. Pedro de Velez, el general Muzquiz, el general B a r r a g á n , D. J a v i e r E c h e b a r r í a , el general Mariano P. Arfillaga, el general Pedro María Anaya, el general F é l i x Zuluaga, D. Nepomuceno Almonte, D. B a u t i s t a O r m a c h e a y modernamente otros muchos. En Perú, Simón Bolívar, el general Agustín G a m a r r a , Dr. Luis J o s é de O r b e gozo, el general Felipe Santiago S a l a b e r r i , D. J o s é Rufino Echenique, el general Nicolás Piérola, etc., y el presidente del Consejo de Ministros D. Eugenio L a r r a buru y Unánue. En Colombia Rafael Urdaneta, D. J o s é María de O b a n d o , D. J u a n de Dios Aranzazu, etc., etc. Y no hemos de seguir refiriéndonos a otros países de este continente. S o l o queremos definir que en un momento histórico memorable, los cuatro presidentes de las más importantes naciones sudamericanas eran de apellido b a s k o : en la Argentina Uriburu, en el Uruguay Idiarte B o r d a , en Chile Errazuriz y en el P a r a g u a y Eguzquiza.
EoslaskasínriBíscuhrimiíntoíiíAméPíca I abrimos cualquier libro que de este asunto trate, cualesquiera de las infinitas historias que se ocupan del descubrimiento de América, no hallaremos gran c o s a respecto á si los b a s k o s contribuímos ó no al primer descubrimiento del Nuevo Mundo. Bastante se ha escrito acerca de si nuestros compatriotas llegaban á los bancos de Terranova. De esto no hay ningún documento que constate el hecho, puesto que aquellos héroes anónimos, los intrépidos arranFaroi de i s „ta m r ¡ ízales de b a c a l a o s y de ballenas, no se cuidaban de averiguar qué costas eran aquellas á las que arribaban á recoger el producto de su pesca, ni t r a t a b a n de fijar la situación geográfica de los territorios en que ejercitaban sus penosas labores. Mas lo cierto es que Juan Caboto, el primer navegante que dio á conocer oficialmente la existencia de Terranova, afirma que encontró allí pescadores europeos entregados á la pesca del sabroso pez que en gran abundancia se cría en aquellas aguas; y que desde tiempo inmemorial, parajes y lugares de aquella isla, llevan nombres geográficos idénticos á los que tenemos en el País B a s k o , en especial en la región ultrapirenaica. Estos dos hechos, el haber hallado Caboto pescadores europeos en aguas de Terranova, y el poseer ciertas partes ó lugares de aquella isla nombres idénticos á los que existen en nuestra tierra, son los argumentos que se alegan p a r a sostener que los b a s k o s visitaban aquella isla antes que la diera á conocer en Europa el marino italiano Juan Caboto, que navegaba al servicio de Inglaterra. L a expedición Caboto se realizó en 1494, dos años después que fué descubierta la América insular, cinco años antes de que se conociera el continente americano. a
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P e r o dejando esto de Terranova, concretémonos al memorable hecho realizado por Cristóbal Colón, de llegar en tres pequeños navios desde Europa á América. Como decíamos, nada ó muy pocas cosas se contienen en las historias respecto á si los b a s k o s tuvimos ó no participación en este celebérrimo viaje. Decimos mal; hay un historiador bizkaino, el P b r o . Labayru, que trae los nombres de varios b a s k o s que tomaron parte en la expedición colombina. Pero Labayru trastrueca los hechos. Incurre en el lamentable error de confundir el primer viaje del navegante italiano con el segundo. Este segundo viaje fué realizado en 1494, aquél en 1492; y como en este segundo viaje creyese Colón que Cuba era continente y no isla, hizo levantar
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un a c t a p a r a hacerlo constar así, como si las a c t a s y documentos de escribanos tuviesen la virtud de convertir las islas en continentes; y como entre los firmantes de esta a c t a figuran algunos b a s k o s , a n o t a equivocadamente L a b a y r u los nombres de ellos como si le hubiesen acompañado en su primera famosa navegación. ¡En verdad que los b a s k o s nos hallamos huérfanos de historia e s c r i t a ! Hemos leído detenidamente todos los escritos de Colón; y no podríamos decir cuál es, en definitiva, la opinión que tenía respecto á la figura de nuestro g l o b o . S i unas veces parece afirmar l a esferidad de l a Tierra, otras lo pone en duda, ó, cuando menos, confiesa de un modo terminante que esta verdad no constituía en él una convicción, no poseía la certeza del hecho. ¿Qué le movió á Colón al descubrimiento de A m é r i c a ? L o s escritores modernos, la m a y o r í a de ellos sin haber suficientemente estudiado la materia, afirman que fué la convicción que Colón poseía a c e r c a de l a redondez de la Tierra, y que navegando al Occidente, llegaría al Asia. P e r o hemos visto ya, y es cuando menos dudoso, lo que á este respecto opinaba Colón. L o s contemporáneos al descubridor creen, por el contrario, que fueron otras razones m á s p r á c t i c a s las que le resolvieron á emprender el viaje. Entre esos motivos existe uno, que tiene interés p a r a nosotros, los b a s k o s . S e cuenta que Colón recogió en su c a s a al piloto ó capitán de una nave, á la que los temporales l a a r r a s t r a r o n á lejanas tierras, que se supone fuesen las de América. El hecho no tiene nada de e x t r a ñ o ni imposible, pues ocho años después, en 1500, el navegante portugués Alvarez Cabral, descubrió el B r a s i l de esta manera, por haber sido su buque llevado, por la fuerza de los temporales, á las costas americanas, desde el golfo de Guinea, haciendo viaje al Asia Oriental. Dos puntos deben ser considerados en esta m a t e r i a : el primero, la efectividad del hecho, es decir, la efectividad de si Colón recogió en su c a s a al piloto que le reveló la existencia de tierras desconocidas al Occidente de Europa; el segundo y principal, la nacionalidad de dicho piloto ó capitán. El hecho de que Colón recogió al piloto de que hablamos, se conserva por tradición escrita. Y esta tradición va a c o m p a ñ a d a por todos los requisitos de credibilidad. L a tradición es recogida por todos los historiadores coetáneos, como cierta y segura, entre otros por L a s Casas, quien afirma que esta revelación le movió á Colón «eficazmente», tal es el vocablo que emplea el ilustre p r o t e c t o r de los indios, que le movió á Colón «eficazmente y como c o s a no dudosa», á emprender en el descubrimiento. Ni el hijo del propio Colón, en l a vida de su padre, niega el hecho, si bien se esfuerza en demostrar que fueron de m á s eficacia en el ánimo de su progenitor las razones científicas que las de o t r a especie, p a r a impulsarle á acometer l a aventurada empresa. P a r a mí tiene mucho v a l o r la tradición de que os hablo, por más que Oviedo, por prurito de crítica, la considere como novela que c o r r í a entre la vulgar gente. P e r o y a veremos que en eso, como en muchas otras cosas, no está en lo cierto este historiador. Viene ahora otro punto de m a y o r interés p a r a n o s o t r o s . ¿De dónde era el piloto que reveló á Colón la existencia del Nuevo Mundo? El que en e s t a m a t e r i a discurre con m a y o r acierto es el historiador Gomara, quien al relatar el hecho hace depender la nacionalidad del piloto, de la ruta ó navegación que llevaba su b a r c o . Y esto es lógico y natural. «Unos hacen andaluz á este piloto, escribe el citado autor, y dicen que t r a t a b a en Canarias y Madera; otros, bizkaino-basko, que cont r a t a b a en Inglaterra y F r a n c i a ; otros portugués, que i b a ó venía de la Mina ó India.» Vemos que este criterio anda a c e r t a d o . E s natural que, según los m a r e s por los que navegase aquel buque, dependiese su nacionalidad. A lo menos es m á s verosímil y fundado el deducir la procedencia del b a r c o , de la ruta que de ordinario llevaba. Y si se admite este criterio, la m a y o r í a de los historiadores, y entre éstos los de m a y o r autoridad y los que mejor pudieron informarse del hecho, están á f a v o r
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de que el desconocido navegante viajaba por los mares septentrionales, y que por tanto debió ser b a s k o . S e a la primera de estas autoridades la de Hernando Colón, hijo del descubridor de América. Afirma éste que estando su padre en el Puerto de S a n t a María, le refirió un piloto «que haciendo viaje á Irlanda» avistó unas tierras que le parecieron ser de Tartaria, y eran de Terranova, agrega Hernando Colón, de su cosecha. Este historiador poseía los papeles de su padre, y de algunos de ellos debió t o m a r esta especie. E s t o s papeles, en gran parte, se han perdido, y con ellos el esclarecimiento de este hecho, y sin duda, la gloria de un b a s k o llamado á perdurar en la inmortalidad de la fama. De que se han perdido muchos papeles de Colón, conservados por su hijo, tenemos la prueba en que desapareció hasta la historia que de su padre escribió Hernando Colón en castellano, pues la que poseemos es traducida de una versión italiana. El ilustre L a s Casas es otro historiador que merece gran fe en las cosas de América; admite lo de la existencia del ignorado piloto, pues escribe que este asunto, «en aquel tiempo y por aquellos días, se comentaba, se platicaba y se tenía p o r cierto». Y dice al igual que Hernando Colón, que el b a r c o navegaba «para Irlanda» y los mares de Terranova, tierras que el piloto creyó que fuesen las de T a r t a r i a . Los dos historiadores que acabo de mencionar gozan de gran autoridad en lo relativo al descubrimiento del Nuevo Mundo. Ambos son además coetáneos á los hechos que narran. Hernando Colón navegó con su padre en el cuarto viaje y recogió, como tenemos dicho, todos los papeles del descubridor de América, pues era persona muy aficionada á las letras y llegó á formar una copiosa bibliot e c a propia. P a r a el esclarecido L a s Casas fueron toda su vida una constante preocupación la historia americana y los asuntos americanos, y llegó también á poseer numerosos escritos de Colón. L a autoridad de estos dos historiadores tiene p a r a nosotros, por las razones expues- C u b i e r t a d e l l i b r o d e á b o r c i o u s a d o por Colón durante su p r i m e r viaje. t a s , más valor que la de todos los demás historiadores j u n t o s , en el asunto que nos ocupa. L a nave que fué llevada á América por los temporales antes que Colón descubriese este continente, navegaba en los mares del Norte, pues afirman ambos autores que llegó á unas tierras que al piloto le parecieron ser de T a r t a r i a y eran de Terranova, agregan, aclarando la materia, Hernando Colón y L a s C a s a s . Debemos advertir que ninguno de los historiadores primitivos de América dice una sola p a l a b r a respecto á la nacionalidad de este piloto. L a s conjeturas que tenemos p a r a barruntar esta nacionalidad es la ruta ordinaria de navegación de l a misteriosa nave. Porque en los años que nos ocupan, durante todo el siglo X V , las naves de nuestras costas dominaban, sobre todas las de cualesquiera o t r a nacionalidad, en los mares septentrionales europeos. Y esta nave, según el testimonio de Hernando Colón y Las Casas, viajaba por las costas del Norte. Y continuemos escudriñando la tradición escrita. Sigue á los dos historiadores citados, Gomara, quien, según queda dicho, hace depender la nacionalidad del b a r c o de la ruta que llevaba, sin afirmar nada por su parte respecto á dicha ruta, lo que no hicieron Las Casas y Colón. Viene luego Oviedo, el mismo que rechaza la tradición, la cual, no obstante, es relatada por él con toda escrupulosidad. Este historiador asegura que se decía que la carabela navegaba «para Inglaterra, llevando bastimentos». Notad que tenemos con ésta otra autoridad m á s á favor de la opinión de que fuese b a s k a l a ignorada nave, partiendo de l a hipótesis de hacer depender la nacionalidad de l a
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misma de l a dirección ó ruta del desconocido navio. Oviedo conoció y trató á algunos contemporáneos de Colón, aun cuando no hace siempre buen uso de los informes que recogía. El I n c a Garcilaso escribió su historia en Lima, en 1560, y al dar el nombre del oscuro piloto, no cita ninguna fuente ni presenta autoridad ninguna. También h a y un escritor que al asegurar que fué b a s k o el piloto de quien nos ocupamos, trae su nombre. Este escritor es el célebre P a d r e Feijóo, en su Teatro Crítico. He aquí sus p a l a b r a s : « S a b i d o es que el primer origen del descub r i m i e n t o de las Indias Occidentales, hecho á fines del siglo décimo quinto, es »debido á una tempestad, que arrojó hacia aquellas p a r t e s al piloto bizkaino »Andalouza, el cual, muriendo después en los brazos del famoso Colón, le pagó »la caridad del hospedaje con la noticia bien reglada de aquel hallazgo.» Feijóo es aún posterior á Garcilaso y se le pueden aplicar todos los reparos que hemos hecho al último, respecto á la credulidad que merezcan sus p a l a b r a s . P e r o comparando escritor con escritor y autoridad con autoridad, se podía sostener que merece m á s fe lo que afirma Feijóo que lo que asegura Garcilaso. P o r q u e el último vivía en el P e r ú cuando escribió su historia, y no era probable que lograse allí documentos, ni pudiese ver á gente contemporánea á l a conquista. E l benedictino F e i j ó o e r a hombre de vastísima cultura, residía en E s p a ñ a , fué varón muy estudioso é investigador y no es imposible que llegara á conocer algún documento ó testimonio de donde s a c a r a el nombre del b a s k o Andalouza, como el del célebre navegante que fué a r r a s t r a d o á América por las tempestades. P e r o b a s t a de comentarios, y creemos que lo dicho será suficiente p a r a que pueda formarse juicio de lo que se s a b e respecto á este punto histórico. Mas no hemos de terminar sin presentar dos autoridades m á s que favorecen la opinión que exponem o s . E s l a primera l a del autor de un manuscrito existente en la Academia de la Historia, citado por Fernández Duro, donde se asegura que fué el piloto de una nave bizkaína el que á Colón reveló l a existencia del Nuevo Mundo; y la segunda es la de un moderno escritor norteamericano, P o t l e w a y t , que ha residido durante años en el Canadá y Terranova, quien asegura rotundamente, apoyado en el testimonio de muchos cosmógrafos, que un b a s k o que h a b i t a b a en T e r r a n o v a comunicó á Colón l a existencia de un ignorado continente en el confín occidental del m a r Atlántico. * * *
Tenemos los b a s k o s un hermoso nimbo de gloria, pues c o l a b o r a m o s eficacísimamente en l a magna empresa de Colón, de un modo práctico, tomando p a r t e principalísima en ella. ¿ E r a sabida h a s t a hoy esa verdad? ¿ H a b í a alguien de nuestros historiadores, alguien de los cronistas oficiales que nos damos el lujo de poseer, valga la palabra, barruntado estos hechos y t a n t o s otros que permanecen ignorados en los rincones de nuestro pasado histórico? Dejemos l a vida y los hechos de Colón, anteriores al tiempo en que se prepar a b a á zarpar del Puerto de P a l o s p a r a una de las expediciones más f a m o s a s en los anales del mundo. P o s e í a y a Colón el nombramiento de Almirante, Virrey y Gobernador General de todas las islas y tierras firmes que por su mano é industria ganase en el m a r O c é a n o . L l e v a b a asimismo una cédula por l a que se les compelía á los vecinos de P a l o s á facilitarle navios. E s decir, Colón tenía orden de embargar navios, c o s a que con lamentable frecuencia p r a c t i c a b a n los reyes de Castilla en nuestras c o s t a s una vez que llegaron á llamarse reyes de Gipúzkoa y señores del erróneamente llamado Condado de Bizkaia. P e r o los vecinos de P a l o s no le quisieron facilitar navios á Colón. ¿ P o r qué? ¿ E r a que no tenían confianza en su pericia n á u t i c a ? ¿ E r a que los navieros de la pequeña y famosa villa exigían el pago del servicio que de ellos r e c l a m a b a el novel
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Almirante? Ocurrían ambas c o s a s . Colón no debió llegar á infundir confianza en la factibilidad de la empresa que a c a b a b a de acometer, ni tampoco c o n t a b a con medios pecuniarios p a r a arrendar los navios. Aquí se impone una breve reflexión. Mil veces se ha dicho que el descubrimiento de América se debió á los reyes de Castilla. No negaremos en absoluto este aserto. P e r o y a se vé á qué modestas proporciones queda reducida la tan sonada ayuda que prestaron á Colón. Es que contra la historia conspira constantemente la leyenda. Colón e s t a b a en el Puerto de P a l o s y no tenía ni hombres ni b a r c o s con que dar principio á su atrevido viaje. No se crea que sea esto una suposición; es cosa fuera de duda, pues así lo declara el propio Almirante en su diario: «Pero los de la villa de P a l o s , son sus palabras, no cumplieron con el rey y la reina lo que le habían prometido, dar navios convenientes para aquella j o r n a d a » . En esta situación permaneció Colón dos meses. Pero era el Almirante hombre de un tesón inquebrantable y estaba íntimamente poseído de que debía cumplir con una alta misión en la tierra. Han florecido en la historia varones dotados de r a r a s energías; son los genios de la voluntad, como los que reúnen en sí el sentir de una época, son los genios intelectuales. Colón era uno de aquellos genios. Residía en P a l o s una familia de marinos de apellido Pinzón, que gozaba de gran prestigio entre la gente de mar. El descubridor de América persuadió á estos Pinzones á que tomaran parte en el viaje. P a r a ello les interesó en la expedición, haciéndoles partícipes de las ganancias, caso de tener la empresa buen resultado, lo que prueba que Colón no debía andar muy sobrado de recursos. Estos Pinzones sirvieron de intermediarios á fin de conseguir dos buquecillos, la Pinta y la Niña, que no pasaban de cien toneladas. Decimos que sirvieron de intermediarios p a r a conseguir estos buques, pues no eran ellos los propietarios. P e r o también tomó parte en la histórica navegación otro navio, la capitana, llamada comúnmente la Santa María, que alcanzaba escasamente á unas ciento treinta toneladas. ¿De dónde era este navio? ¿Cómo e s t a b a compuesta su tripulación? ¿Cómo y de qué manera entró á formar parte de la celebérrima escuadrilla? Creemos no equivocarnos al afirmar que ese buque era basko, que su capitán fué b a s k o y que eran de nuestra tierra la mayoría de los marineros que lo tripulaban. Hemos hecho todo lo que de nosotros ha dependido p a r a esclarecer estos pttntos históricos. * * *
Colón fletó los tres navios, según afirma nn testigo ocular. Declara, por otra parte, el hijo de Martín Alonso Pinzón, comandante de la Pinta, «que vio ir á su padre y á ciertos parientes y hermanos suyos y amigos suyos con el dicho Crist ó b a l Colón»; que lo demás de la pregunta no lo sabe, «antes eran los navios de otras personas, que ni eran de Martín Alonso Pinzón ni de dicho Cristóbal Colón». Vemos por este testimonio que los navios descubridores no eran ni de los Pinzones ni de Colón, y que éste los fletó. ¿Quiénes eran, pues, sus dueños? Ignoramos quiénes pudieran ser los propietarios de la Pinta y la Niña; pero se sabe positivamente que la Santa María era propiedad de un b a s k o , del célebre nauta J u a n Vizcaíno. Consta ello en una cédula real dirigida al famoso navegante: «Fuisteis por maestre — se llamaban así los capitanes ó patronos — de una nao vuestra á los mares de Occidente, donde en aquel viaje fueron descubiertas las tierras é islas de las Indias, é vos perdiste la nao.» Sabido es que la Santa María naufragó en este viaje estando en América. P e r o es menester que retrotraigamos los hechos. ¿ E s conocida la historia de esta, desde entonces, famosa nave? ¿ E x i s t e n indicios ó antecedentes que nos hagan conocer la dotación de la c a p i t a n a de Colón? Se sabe algo, pues asegura Fernández Duro que este navio, según documentos que se guardan en el archivo de
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S i m a n c a s , antes de t o m a r parte en el inmortal viaje, navegaba entre las c o s t a s de Gipúzkoa, las de B i z k a i a y las andaluzas. Y estas circunstancias, las de ser b a s k o el capitán ó maestre y la de navegar entre nuestras c o s t a s y las andaluzas, ¿no nos autorizan á suponer, no son antecedentes que encierran una enorme fuerza p a r a creer que la tripulación de la Santa María, debía ser b a s k a , cuando menos en su m a y o r p a r t e ? ¿ P o d í a tener tripulación e x t r a ñ a dado caso de que en nuestras b r a v a s c o s t a s residían los marinos m á s intrépidos y famosos del mundo? P e r o no es esta una suposición; es un hecho positivo. Antes de p a s a r más adelante, queremos h a c e r presente que no era tal vez Santa María el nombre primitivo de nuestra nave capitana. Cristóbal Colón l a l l a m a Mari-Galante, denominación que emplea asimismo un testigo ocular. ¿No hay en este nombre algo de s a b o r euzkérico? L a nave capitana llevaba tripulantes b a s k o s . E s t e es un hecho que no se puede poner en duda. Queda dicho que la Santa María naufragó, por cuyo motivo resolvió el descubridor de América establecer una colonia en l a isla S a n t o Domingo, llamado fuerte Navidad. *
Cuando Colón volvió, en el segundo viaje, á aquella parte de l a isla donde h a b í a establecido el fuerte Navidad, halló que todos sus moradores eran muertos. No quedó ni un sobreviviente que pudiera r e l a t a r l a h e c a t o m b e . Fué ello una lástima, pues con este motivo se perdieron todos los medios que nos pudieran hacer s a b e r la parte que tuvimos los b a s k o s en el hecho del primer descubrimiento, cuáles de nuestros compatriotas fueron los que con fe en los vaticinios de Colón, se arriesgaron en l a t e m e r a r i a empresa de llegar al Asia á t r a v é s del O c é a n o Atlánt i c o . . . Porque ha ocurrido, que á falta de noticias seguras respecto de aquéllos que Colón dejó en América en su primer viaje, se ha publicado una lista apócrifa á todas luces, cuando menos en p a r t e , c u y a lista ha servido p a r a despojarnos de l a gloria que legítimamente nos corresponde en la empresa colombina. Sucumbieron los colonos del fuerte Navidad á c a u s a de las divisiones ocurridas entre ellos. L a a v a r i c i a y l a lujuria fueron el origen de que aquellos pobladores olvidaran los vínculos del deber que entre sí los unían, cuando menos en guarda de su propia seguridad, en medio de tribus e x t r a ñ a s y b á r b a r a s . Y la división, según testimonios irrefutables, fué motivada por los b a s k o s . Aceptemos l a acusación, siquiera por el haz de gloria que de ella se deriva p a r a nuestro pueblo. S e a el primer testimonio que asegura que los b a s k o s tomaron parte en el primer descubrimiento de América, lo que refiere Hernando Colón, en l a vida de su padre: «Luego que el Almirante partió p a r a Castilla, empezaron á nacer discordias, porque c a d a uno quería r e s c a t a r el oro p a r a sí, y t o m a r las mujeres que le parecía, no contentos con l a s que el mismo Guanagari — el caciqtie — les daba, antes se dividieron en muchas cuadrillas á varias partes, y habiéndose j u n t a d o algunos vizcaínos — b a s k o s — , llegaron á un lugar, donde todos fueron muertos: que ésta era l a verdad de lo que h a b í a ocurrido, y lo que podían c o n t a r los naturales de l a tierra al Almirante.»
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El ilustre Las Casas dice lo propio en estas palabras: «Luego que el Almirante se fué, comenzaron á rifar y á tener discordias entre sí, tomaban las mujeres á sus maridos é iban á rescatar oro cada uno para sí. Juntáronse ciertos vizcaínos contra los otros, y así se dividieron por la tierra, donde los mataron por sus culpas y malas obras.» Herrera en sus Décadas: «De lo sobredicho y de diversas relaciones que por otras vías se tuvieron, se entendió que fué verdad que hubo división entre aquellos cristianos y que la causaron los vizcaínos» (baskos). Citamos los tres historiadores mejores de América, de los cuales, los dos primeros, escribieron los hechos de la conquista enterándose mediante personas oculares ó sirviéndose de los papeles del Almirante; y el último se funda en documentos oficiales, muchos de ellos desaparecidos hoy. En la primera expedición de Colón hubo b a s k o s . ¿En qué número? Se ignora. ¿A la dotación de qué buque pertenecían? A la de la nave b a s k a Santa María ó Mari-Galante, que llevaba capitán b a s k o . P e r o se posee otro testimonio de excepcional importancia ignorado ó no utilizado hasta hoy, que declara que fueron muchos los baskos que le acompañaron á Colón; y este testimonio es del propio Almirante. Hemos dicho varias veces que la Santa María encalló en las costas de Santo Domingo. Ved cómo acaeció el accidente. Una noche en que hacía buen tiempo y la mar se asemejaba, por la tranquilidad de su superficie, al agua contenida en una escudilla, según comparación del mismo Colón en su diario, de donde tomamos el relato, encalló el navio sobre un b a n c o . L a sacudida despertó á Colón, que se había retirado á descansar; y despertó también al maestre del navio, á quien le t o c a b a la guardia, porque éste, visto el buen tiempo, tuvo el mal acuerdo de confiar el timón á un grumete y retirarse á descansar. Al encontrarse Colón en cubierta, vio al maestre y marineros, que también habían abandonado sus lechos á causa del choque, á quienes ordenó que echasen el ancla por la popa y que bajasen al agua la chalupa ó esquife del navio. El maestre y marineros bajaron la chalupa; y una vez en el agua se marcharon á l a otra carabela, que estaba media legua distante. Esto lo conceptuó Colón como una felonía, pues de haber obedecido el maestre y la gente marinera, QUE E R A N T O D O S , O L O S MAS, DE SU T I E R R A , fijarse bien en estas p a l a b r a s : QUE E R A N T O D O S , O L O S MAS, DE SU T I E R R A , de la tierra del maestre J u a n Vizcaíno, la nave se salvara.» Aquí tenemos comprobado por las p a l a b r a s del mismo Colón, escritas en su diario, de dónde era la dotación de la nave b a s k a Santa María. L a gente marinera de este navio eran todos ó eran los más de donde era su maestre ó patrón Juan Vizcaíno; y como J u a n Vizcaíno era b a s k o , tenían que ser b a s k o s la mayor parte de los que componían su navio. ¿Tiene esto algo de extraño cuando está comprobado que la nave capitana navegaba entre nuestras costas y las andaluzas, antes de comprometerse su propietario y tripulantes en la audaz aventura de Colón? P e r o s e equivoca el lector, si después de haberse enterado de las pruebas concluyentes que militan a c e r c a de la gran participación que los baskos tuvimos en el descubrimiento de América, piensa que debe ser este hecho cosa admitida por los historiadores modernos. No: la historia es obra humana, y, como tal, falible. L a historia no refleja siempre la verdad; la historia conspira, con mayor frecuencia de lo que se supone, contra los santos fueros de la verdad. Es fácil incurrir en equivocaciones, y l a historia, todas las historias modernas, niegan el hecho que t r a t a m o s aquí de demostrar. Si se lee cualquiera historia, las modernas, no las primitivas que hemos citado, la conceptuada de más autoridad y respeto, esa historia niega estos hechos; y sólo mencionará á dos baskos, á Pedro de B i l b a o , de Larrabezúa, y á Domingo de Bermeo, como los únicos euskaldunes que tomaron parte en la memorable hazaña del descubrimiento de un Nuevo Mundo. P e r o esas historias, yerran. No hay que asombrarse de lo audaz de esta afirmación,
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A principios del siglo pasado era casi enteramente desconocida la historia americana. L o s que primero comenzaron á estudiarla fueron los extranjeros, en especial Robertson, que se valió del ministro inglés en Madrid p a r a obtener algunos documentos. E s t a ocultación de papeles era contraproducente, como resulta siempre que se t r a t a de encubrir la verdad. En vista de las patrañas y atrocidades que fuera de la Península se publicaban respecto á l a colonización española en América, resolvió el gobierno de Madrid franquear los archivos é inició l a publicación de documentos. L a colección más importante y célebre de estos documentos fué la reunida por encargo oficial por Martín Fernández de Navarrete. Todas las historias de América, posteriores á l a publicación de los sobredichos documentos, no han podido menos de utilizar esta interesante colección de piezas que forma un riquísimo arsenal de noticias. Entre estos documentos h a y uno que, poco más ó menos, se titula así: Relación de los que en servicio de S. M. murieron en el descubrimiento de América, publicada por l a Casa de Contratación de Sevilla, si no nos equivocamos, en 1511. E s t a lista es la de los supuestos muertos que sucumbieron en l a colonia Navidad; y los historiadores modernos, todos los historiadores modernos, al ocuparse de los compañeros de Colón en su primer viaje, reproducen cómodamente esta lista, en la cual no figura más que un b a s k o , Domingo de B e r m e o . ¿ P e r o no es evidente, que esta lista, copiada servilmente y sin examen, por todos los historiadores, se halla en pugna con el testimonio de Hernando Colón, con el de L a s Casas, con el de Herrera y aún con las p a l a b r a s del propio Colón al n a r r a r el naufragio de l a Santa Maria? Y en este caso, en vista de una contradicción tan palmaria entre las respetables autoridades mencionadas, que aseguran que l a división en el fuerte navidad fué originada por los b a s k o s , y las p a l a b r a s de Colón que todos ó los m á s de los marineros á quienes ordenó echaran el ancla y b a j a s e n al agua el esquife, p a r a poner á flote el buqué náufrago; en vista de esta contradicción, repetimos, entre los irrecusables testimonios citados, y el silencio y la omisión de nombres b a s k o s en dicha lista ¿ á qué nos debemos atener? P e r o aún hay más: hemos hallado pruebas concluyentes que hacen sospechar que la lista de los muertos de l a colonia Navidad es apócrifa en todo ó en parte. E s t a s pruebas las exponemos en nuestro libro de los b a s k o s en América, y son, entre otras muchas, el que no conste en dicha lista el nombre de J á c o m e ó J a c o b o , que según los historiadores primitivos pereció en la colonia; el que se omita el nombre de otro, llamado Gonzalo F r a n c o , que murió también, según se comprueba por otro documento que aparece en la Colección Navarrete; el que no pudo llegar á cuarenta y t r e s el número de los colonos, pues la dotación de la Santa Maria y la Niña e s t a b a compuesta sólo de sesenta personas y andaba aquellos días ausente y medio sublevada la Pinta, mandada por Martín Alonso Pinzón. Nada tiene de particular que en una colección en que constan varios centenares de documentos, se inserte alguno cuya autenticidad no esté debidamente comprobada. P e r o la publicación de aquella lista contribuye á que no h a y a llegado á ser una verdad generalmente conocida esta de la gran participación que tuvimos los b a s k o s en el descubrimiento de América, como se desprende, sin lugar á dudas, de los testimonios de escritores tan autorizados como Hernando Colón, L a s Casas y aún del propio Cristóbal Colón en las memorables p a l a b r a s al ocuparse del naufragio de la nave capitana, y como hace sospechar el hecho de que l a Santa Maria ó Mari-Galante, mandada por un capitán b a s k o , navegase con anterioridad á su encuentro con Colón, entre nuestras costas y las de Andalucía. Pero algo se ha hecho con s e m b r a r siquiera dudas, dudas por cierto bien fundadas, como en nuestro libro t r a t a m o s de demostrar, a c e r c a de la validez del tantas veces mencionado documento. Porque fueron sin duda unos héroes aquellos osados b a s k o s , de los cuales ni los nombres se conservan, al pretender llegar nada menos que al Asia, en b a r c o s
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de un tonelaje irrisorio. Alguien ha dicho, que de no existir la América, para premiar la profunda fe de aquellos atrevidos navegantes, debiera Dios de haberla sacado del fondo de los mares.
Hemos puesto como último punto de este estudio el titulado: «Los B a s k o s en América». Nos contentaremos con tina simple mención de nombres: Juan Vizcaíno es el primer navegante, que si no fué el descubridor de la América Continental, por estar prohibidos los viajes de descubrimiento, fué el primer marino que supo y tuvo conciencia de que aquellas tierras occidentales formaban un continente, pues visitó antes que nadie las costas de las Guayanas, Venezuela y parte de Colombia y descubrió más tarde, en otro viaje, el resto de Colombia, P a n a m á y parte de América Central. Compuso, además, el primer mapa de América. Francisco de Garay descubrió las primeras minas de oro; colonizó J a m a i c a y sus buques descubrieron casi todo el golfo mexicano, desde la península de la Florida hasta Veracruz y surcaron los primeros las aguas del caudaloso Misisipí. Lope de Olano y Juan Vizcaíno condujeron los primeros colonos al continente. Brillaron en P a namá, Martín Sánchez de Zamudio y Pedro de Arbolancha. Correspondía á aquél ser el descubridor del Océano Pacífico y llevó el último á España las primeras noticias del descubrimiento. En la expedición de Magallanes figuraron numerosísimos baskos, formando parte de la oficialidad Juan Sebastián de Elkano y Juan de Elorriaga, gipuzkoanos, y Juan de Akurio, de Bermeo. Elkano, Akurio y seis b a s k o s más, de los dieciocho tripulantes del Victoria, fueron los primeros hombres que dieron la vuelta al mundo. En la expedición de Loaiza se hallaron Andrés de Urdaneta, que fué marino, soldado, cosmógrafo y fraile; Martín de Uriarte, el primer piloto que estudió el estrello de Magallanes; Martín García de Carquizano; el encartado Alonso de Salazar; Santiago de Guevara, el Presbítero Areizaga y el portugalujo Ortuño de Alango, capitán, capellán
L l e g a d a de Colón á A m é r i c a .
( C u a d r o d e D . P u e b l a , e x i s t e n t e en el M u s e o Nacional d e M a d r i d . )
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y piloto respectivamente del patache Santiago, de cincuenta toneles bizkaínos, que zarpó de España, atravesó el estrecho de Magallanes y viéndose separado del resto de la flota y sin víveres en medio del Pacífico, logró a r r i b a r á Teuantepec, c o s t a occidental de México, después de una fabulosa navegación.
En México figuran: Martín López, que construyó trece bergantines, que fueron llevados á hombros de indios, en piezas, hasta la laguna de México, sin cuyo auxilio no hubiera podido Cortés recuperar la capital; el inmenso F r a y J u a n de Zumarraga, una de las figuras más eminentes de la historia americana de todos los tiempos, superior á su época; Cristóbal de Oñate y Miguel de I b a r r a , que no mancharon con crímenes la conquista, conquistadores de Nueva Galicia; F r a n c i s c o de I b a r r a , gran minero, explotador de los yacimientos argentíferos de Zacatecas, conquistador de Nueva Bizkaia; J u a n Zaldíbar de Oñate, conquistador de Nuevo México, cuyos límites jurisdicionales h a s t a lo que es hoy el Canadá, y cuyo territorio recorrió en gran parte; un piloto Ortuño, el primer descubridor de la península de California, Miguel López de Legazpi, que residía en México, escogido p a r a la conquista de Filipinas por el célebre Urdaneta, de quien se sospecha si atravesó el estrecho de Bering; Guido de Labezarri, que exploró la Florida y fué el primer europeo que comerció con China; Sebastián Vizcaíno, que exploró la costa occidental de México h a s t a los mares glaciales y más tarde hizo una expedición al Japón, donde el Mikado le recibió con honores propios de un soberano; el insigne historiador y escritor eminente, superior á muchos de los llamados clásicos castellanos, Jerónimo de Mendieta; el pintor B a l t a s a r de Echabe, autor de una monografía interesantísima p a r a n o s o t r o s los b a s k o s , y muchos m á s . Descollaron en l a América del S u r : P a s c u a l de Andagoya, el primero que exploró la c o s t a meridional, partiendo del P a n a m á , h a s t a más allá de la línea equinoccial, fundador de varias ciudades, entre ellas Buenaventura. Los b a s k o s en el Perú, en el primer siglo de la conquista, fueron innumerables. Imposible citar á todos ellos. E x p l o t a b a n nuestros compatriotas, casi exclusivamente, las fomosas minas de Potosí ó Cerro de P a s c o . Tenemos en Chile á F r a n c i s c o de Aguirre, que reedificó la Serena y conquistó parte de B o l i v i a . Siguen á éste, Ercilla, el inmortal autor de la Araucana, el mejor poema épico escrito en lengua castellana; Pedro de Velasco y Abendaño; Miguel de Velasco y Abendaño, los Irrarazábal, los Arana, los Gamboa y Martín Oñez de Loyola, pariente de S a n I g n a c i o . Sarmiento de Gamboa es el primer navegante que atraviesa el estrecho de Magallanes desde el Pacífico al Atlántico. * #
Y por último, en la historia del llamado Río de la P l a t a , hoy Argentina, Uruguay y P a r a g u a y , el genial conquistador y creador de pueblos, Domingo Martínez de Irala, el primero que pasa, desde aquellas regiones, por tierra, h a s t a la del Perú, enviando un comisionado á Lima; J u a n Ortíz de Zarate, el que colocó l o s cimientos de l a actual prosperidad agrícola de aquellos, países; J u a n de G a r a y , fundador de Buenos Aires y Bruno Mauricio de Zabala, fundador de Montevideo. ¡Y dirán que los b a s k o s no tenemos historial Nada se nos ocurre. El homenaje mejor que podemos rendir á la memoria de estos esclarecidos compatriotas,, quienes, por sus condiciones de raza, secreto único de sus grandes éxitos, colocaron tan alto el nombre de nuestra querida B a s k o n i a , sería el de que sus hechos no fuesen ignorados, que no yazgan en las tumbas del olvido, que no seamos ingratos con ellos.
Segundo de I S P I Z U ñ . Bilbao.
^IITOLO^IA IMARA muchos parecerá, tal vez, cosa baladí y de poca importancia el estudio de la mitología de un pueblo; y sin embargo, su examen y conocimiento se hallan íntimamente relacionados con el carácter y particular estructura del idioma que en él se habla. Hasta hace pocos años, ha sido mirada la mitología como una especie de ciencia de interpretación, que no servía más que para revelar la idea encerrada en esas narraciones maravillosas, consideradas demasiado extravagantes para no envolver una significación oculta. Pero, una vez adivinado el sentido íntimo de un mito, nadie creía que fuese posible penetrar más adentro y determinar por qué esa idea había tomado tal forma con preferencia á tal otra. Un sabio mitólogo, Mr. Brcal, ha probado que es posible sorprender los mitos en el instante mismo de su aparición, y comprender la causa determinante de los c a r a c t e r e s que ostentan. No nos es lícito, porque lo veda lo angustioso de un artículo como este, el descender á las profundidades de una materia, que no hacemos más que rozar, limitándonos á una rápida revista de los mitos más interesantes de la Euskal erria, y no y a de toda ella, sino tan sólo de una parte de la Heptarquía euskara, esto es, de las antiguas provincias de Labourd, Soule y Baja-Nabarra, por ser las en que más arraigo conservan estas supersticiones. Una de las que más antiguo abolengo ostentan es la conocida con el nombre de Tártaro. Este viene á ser una especie de cíclope, que los montañeses represent a n en forma de un ogro ó gigante de aspecto monstruoso, dotado de un inmenso ojo situado en mitad de la frente, el cual es la única parte vulnerable por medio de un asador incandescente que manejan los que quieren librarse de sus ataques. Tártaro tiene grandes analogías con el Lubbar Friend de Milton, pero las tiene aún mayores con el Cíclope de la antigüedad. ¿Qué relación puede existir entre el Tártaro de los baskos y el Cíclope de la O d i s e a y de los clásicos griegos y romanos?
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Ante todo, conviene dejar sentado que la fábula ó mito del Cíclope no es exclusiva de los escritores griegos y romanos, ni siquiera de los pueblos de origen ario. En efecto cuenta d'Abbadie, que, en uno de sus viajes, encontrándose en l a c o s t a occidental de África, á los 9 de latitud N . , oyó referirla á un indígena que nunca se h a b í a separado de su tribu. E s de notar también que p a r a griegos y romanos, el mito de los cíclopes se localiza hasta la parte del Poniente de sus respectivas comarcas, como que en las o b r a s de Teócrito y de Ovidio se señala como mansión de aquellos gigantes l a isla de Sicilia. Contemplando el e x t r a ñ o aspecto de un enorme ojo, que el disco solar ofrecía á su a b s o r t a mirada, allá en los últimos confines del horizonte, al terminarse el día, y acostumbrados á ver destacarse sobre aquel enrojecido fondo las siluetas de los elevados puntiagudos montes en que se reflejaban las últimas reverberaciones del gran luminar, crearon, quizás, este mito, como producto del genio poético y antropomórfico que les h a c í a personificar todos los fenómenos de la naturaleza. Ahora bien, según Humboldt, la isla de Sicilia era el límite de l a región habit a d a por los b a s k o s dentro del periodo de los tiempos históricos, y es p r o b a b l e que los griegos de la Magna Grecia recibiesen de los mismos, y a que no la idea, al menos, la forma especial de l a leyenda. Tal es l a opinión de mi respetable amigo, el Reverendo W e n t w o r t h W e b s t e r , expuesta en su o b r a Basque legends, collected chiefly in the Labourd, en la que se inspira el presente artículo. Heren-suge, ó sea l a serpiente de siete cabezas, era un monstruo colosal, que a p o y a b a su cabeza en el P i c o del Mediodía de Bigorre, con el cuello extendido hacia Baréges, teniendo el cuerpo en el valle de Luz, Saint-Sauveur y Gédres, y la cola enroscada en una hondonada cerca de Gavarnie. Comía cada tres meses, y con solo la fuerza del aliento t r a g a b a rebaños enteros h a s t a quedar aletargada. P a r a destruirla, j u n t a r o n los hombres todo el hierro de las montañas, tundiéndolo con el fuego preparado con la madera de todos los bosques, aguardaron á que despertara, disponiendo l a m a s a derretida de modo que la sorbiera en el momento de abrir sus inmensas fauces. o
A no dudarlo, Heren-suge representa el mito de la tempestad que va asolando l a tierra, y la acción fecundante del sol que devuelve á ésta su perdida fertilidad. L a fábula es la misma que encontramos entre los indios, egipcios y demás pueblos de l a antigüedad. Probablemente, es un trasunto de la Hidra de Lerna, cuya muerte atribuida á Hércules, se explica por los t r a b a j o s de los habitantes de Argos, poniendo fuego á los juncales de los pantanos, foco perenne de emanaciones nocivas p a r a l a salud pública. El Baso-jaun se nos aparece, á veces, como un sátiro ó fauno, y otras, en forma de trasgo ó duende que se familiariza con los pastores, inspirándoles, al propio tiempo, un secreto terror. Tiene gran semejanza con el Korigan de los bretones, que vive en los sombríos peñascales de K a r n a k . L a baso-andre la pintan algunos como una bruja, cuyos maleficios causan la muerte; mientras que otros la consideran como una especie de sirena terrestre, que h a b i t a en la espesura de los bosques. Lamiñak. Vienen á s e r unos seres sobrenaturales, que existen puramente en l a imaginación del vulgo, careciendo de toda forma real, á la manera de las divinidades del Olimpo. E s t a creencia se halla difundida entre los habitantes de la costa, del mismo modo que acontece en Irlanda, E s c o c i a y el Cornwall, según puede verse consultando á Campbell. W a l t e r S c o t t y las Croker's Irish Legends. L a demonolatria ó brujería se halla aún bastante arraigada, llamándose sor-
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giñak, á ciertas mujeres que, mediante un pacto con el demonio, adquieren la facultad de acarrear toda clase de males sobre las personas y los animales. En el país labortano se persiguió con inaudita crueldad esta falsa creencia, como lo demuestran los numerosos procesos formados por el Canciller Pierre de l'Ancre, el cual, delegado por el Parlamento de Burdeos, condenó al suplicio de la hoguera á tantos infelices, víctimas de una alucinación que contribuían á difundir los mismos medios que para su desaparición empleaban. Además de las brujas, sorgiñak, se conocen las aztiyak, adivinas, que son unas pobres mujeres dedicadas á explotar la credulidad de la gente sencilla, ofreciendo descubrir los arcanos del porvenir, por unas miserables monedas que se hacen entregar en remuneración de su servicio. Además de las supersticiones hasta aquí enumeradas, existen narraciones de c a r á c t e r fantástico, dignas de mención, porque presentan un sentido más humano que los demás; y por otra particularidad que merece fijar la atención. Tal es la identidad ó paralelismo que se advierte en las formas de expresión de varios fenómenos celestes, en pueblos tan separados, por razón de su situación geográfica, y tan distintos, por su origen, como son el pueblo baskongado y el pueblo inglés. Efectivamente, en la interesante obra de Miss Frere Oíd Deccan Days, se llama a la constelación de las Pléyades the lien and chickens, y en las leyendas baskongadas la oímos denominar olloa chituakin, la gallina y los polluelos. Otra constelación, cuyo nombre es una versión del que nosotros usamos es la de Orion: the three thieves, en baskuenze iru lapurrak, los tres ladrones. También es notable la analogía de la donominación que en ambos pueblos se da á la vía láctea ó camino de Santiago: en inglés The great pathivay of light on which He ivent up, la gran vía de la luz por la cual El subió á los cielos: en baskuenze Erromako zubia, el puente de Roma (locución cristianizada). Auque aparentemente inútiles, no dejan de prestar estas analogías de elocución un verdadero interés al hombre estudioso, qne busca en las formas del lenguaje y en los idiotismos, la clave de problemas de etnografía y de filología que están aún por recibir solución. Ojalá que este ensayo sirva de ocasión para que los hombres doctos aporten al acervo común de la ciencia los preclaros frutos de su saber y de sus profundas vigilias.
Manuel de GOROSTIDI
El ilustrado Cronista de las Provincias Baskongadas D. Carmelo de garay, dirigió la siguiente carta al Sr. Emiliano de Arriaga, Presidente Circulo de Bellas Artes y Ateneo de Bilbao, á propósito de la colaboración sobre «Mitología B a s k a » le solicitara dicho señor para esta obra.
Echedel que
Señor D. Emiliano de Arriaga.—Gernika,-28 de Junio de 1916.—Mi querido amigo: Realmente, creo muy difícil que pueda hoy escribirse cosa alguna definitiva acerca de mitología baska. Lo que antes de ahora se ha publicado respecto de esta materia por diferentes autores, tiene que ser previamente pasado por el tamiz de la crítica, y sometido a un escrupuloso trabajo de depuración. Algunas .especies vertidas por autores mas ricos de fantasía que de probidad histórica han tenido singular fortuna; dígalo Aitor, convertido por arte de magia en patriarca del pueblo euskaldún, en espíritu protector de la gente baska, como le llamó don Juan Venancio Arakistain, y que sin embargo de esto, ni siquiera se le encuentra mencionado por ninguno de los escritores que, antes de Agustín Chaho, consagraron su inteligencia y su pluma al estudio y a la descripción de cuanto encierra de singular y característico la tierra de nuestros mayores y la raza que la ha habitado a través de los siglos. De aquí deduzco yo que ese personaje de Aitor, hoy casi simbólico, es parto de la fecunda imaginación de aquel brillante escritor suletino, es un mito que se ha ido formando casi a nuestra vista, no ya en los tiempos históricos, sino en plena Edad moderna, cuando la crítica se muestra más exigente e inexorable en la apreciación y el desenti-añamiento de todas las leyendas. Este caso verdadera-
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mente significativo debe inspirarnos una extraordinaria cautela, y hacernos prudentes hasta el exceso, antes de dar por antigua y por legítima y genuinamente nuestra una leyenda que sólo aparece narrada en los libros recientes y por escritores modernos. Con la mayor parte de lo que se ha llamado mitología baska, nos sucede algo de eso, y de aquí mi temor de incurrir en excesiva credulidad, o en desconfianza y escepticismo, también exagerados, al tratar de este asunto, sobre el cual se necesita realizar previamente minuciosas y sendas labores de investigación, emprendiéndolas, no con ánimo preconcebido y con designio firme y resuelto de demostrar tal o cual cosa que instintivamente nos halaga, sino con el anhelo de descubrir la verdad, o de acercarnos a ella todo lo posible. Mr. Julien Saeaze, en un interesante opúsculo, estudió los antiguos dioses de los Pirineos. De algunos de los mitos de que él trata se ha creído y se ha escrito que son evidentes importaciones de la religión de los baskos, y esa es la opinión autorizada de Don Pedro de Madrazo. Hay reproducción gráfica de esas supuestas divinidades, y dos de ellas, de ejecución extremadamente bárbara, ofrecen indudables puntos de semejanza con canecillos y relieves de la Edad Media que he examinado en las vecinas iglesias de San Vicente de Mújiea y de Cortézubi, y cuya antigüedad no es posible remontar más allá del siglo X I . ¿Será que los mitos esculpidos citados por Saeaze son también muy posteriores a la época a que se les atribuye, y obra de un artista muy poco diestro que acentuaba, por deficiencias de medios de ejecución, el carácter arcaico de su labor? ¿Será que ciertos tipos primitivos se han perpetuado a través de los siglos, y que los artífices medioevales prosiguieron la tradición de los que en tiempos ante-históricos labraron las imágenes que Saeaze ha calificado de divinidades ibero-aquitanas ? Yo no me atrevo a contestar a estas preguntas; pero formulo la segunda, porque recuerdo que los autores de la espléndida Ilistoire de l'Art, que se publica en París, con la colaboración de especialistas tan eminentes como Eulart, Bertaux y otros no menos doctos y autorizados, hacen notar que la reina de Castilla esculpida en el claustro de la Catedral de Burgos, lleva un tocado constituido por una especie de tiara parecida a a que corona la cabeza de las estatuas ibéricas, y advierten que esa misma tiara se encuentra frecuentemente representada en las miniaturas del códice escurialense de las Cantigas de Alfonso el Sabio. El más popular de los mitos baskos es el Baso-jaun o señor de los bosques. De él dijo Francisco Miehel en su obra Le Pays Basque que es una especie de monstruo con rostro humano, que el basko coloca en el fondo de sus negros abismos, o en la profundidad de sus bosques vírgenes. La estatura del Baso-jaun es alta, prodigiosa su fuerza. Todo su cuerpo se halla revestido de un vello liso, que semeja la cabellera. Anda derecho como el hombre con un palo en la mano, y supera en agilidad a los ciervos. Si el viajero que apresura su deseenso al valle, o el pastor que recoge al aprisco su rebaño a la aproximación del nublado, sienten llamarse por su nombre que repiten una y otra colina, es el Baso-jaun. Si se mezclan fantásticos aullidos al murmullo del viento, a los sordos gemidos del bosque, a los primeros estallidos de t r u e n o . . . es también el Baso-jaun. ¿Se ve un negro fantasma que iluminado por el rápido rayo se levanta entre los abetos, o bien se acurruca sobre el tronco carcomido de un árbol, apartando las largas crines, que dejan brillar al través sus ojos chispeantes? Pues es el Baso-jaun. ¿Dejan percibir a vuestras espaldas la marcha de un ser invisible, acompañando con paso igual y cadencioso el ruido de vuestras pisadas? Siempre el Baso-jaun. Este mito ha dado motivo a algunos escritores para suponer que recuerda la impresión que a los antepasados de los baskos de hoy produjo la visión del orangután cuando tropezaron con él en los bosques africanos. Pero es muy posible que en esta aserción influyan más de lo justo, prejuicios acaso no totalmente concordes con las deducciones de la crítica. El propio Wentworth Webster, que tan cariñosamente estudió las cosas que nos son peculiarees, y dio a luz un libro justamente celebrado de leyendas baskas, nos decía en los últimos años de su vida, que si tuviera que hacer una segunda edición del expresado libro, introduciría en él modificaciones muy profundas, pues cuando lo compuso se dejaba inspirar más de lo debido por las teorías solares de Max Muller. Webster comparaba la leyenda del tártaro con la del cíclope. No ha faltado tampoco quien haya relacionado el Leheren-sugue con el alfa y omega de los griegos. La leyenda del tártaro se ha confundido más de una vez con la del Baso-jaun, y alguna de las formas en que esta última se manifiesta no deja de relacionarse con la de los perros de Martín abade o Mateo Chistu, que todavía hoy se eseueha de boca de nuestros labradores en Gipúzkoa, como yo la oí en Ásteasu en el último o penúltimo año del siglo X I X de labios de quien creía sincera y profundamente en la realidad y en la existencia de ese personaje fantástico. Las lamiñak son de sobra parecidas a las hadas álticas para que quepa negar el parentesco existente entre unas y otras. ¿Procederán unas y otras de una fuente común y más remota? ¿Asistiremos a un caso de adaptación de una leyenda extraña que se ha ido asimilando paulatinamente y ha acabado por convertirse en propia, después que se la ha despojado de ciertos detalles que se pudieran tener por reveladores de su procedencia exótica? Como V. ve, todo lo que se relaciona con esta materia, tan nebulosa y poco definida, sugiere una no interrumpida serie de interrogaciones, a las cuales no me atrevo a dar contestación. Cierto es que muchas veces una pregunta, al despertar nuestra curiosidad, o al avivarla, facilita el esclarecimiento de un problema que se habrá tenido por insoluble o poco menos. E n nuestro folk-lore he encontrado yo indudables reminiscencias de cuentos de Bocaccio, a pesar de haber recogido la tradición del gipuzkoano de boca de quien no tuvo trato ni relación alguna con la literatura italiana, ni, probablemente, con ninguna otra clase de literatura. Desde entonces se afianzó en mí y se acentuó extraordinariamente el deseo de estudiar detenida y serenamente nuestras leyendas y nuestros mitos, y de indagar sus orígenes. Claro está que cuanto más vaga sea la tradición, y arranque de fecha más lejana, se hace más difícil esta labor de investigación y de análisis de las fuentes. Pero porque sea difícil, no debemos desistir de ella, impulsados por nuestro amor a la verdad y a la tierra en que abrimos los ojos a la luz de la existencia, y con la cual nos sentimos íntimamente ligados, porque ella, no sólo nos alimentó en lo que respecta a nuestra vida material, sino que tuvo mucha parte en la formación de nuestro espíritu. Por el mismo amor, cada día más vivo, y más ferviente, que profeso al pueblo basko, no me decido a escribir, hoy por hoy, acerca de su mitología; pero he querido expresar a V. los motivos que me lo impiden, para que el señor don José R. de Uriarte, benemérito director de L A BASKONIA de Buenos Aires, vea que Vd. ha cumplido su encargo, y que a mí no me han faltado tampoco anhelos de complacerle. ¿Quiere V. mandar estas líneas al señor Uriarte, para que se convenza del empeño que V. y yo teníamos en satisfacer el deseo de basko tan excelente y tan culto? Mucho se lo agradecería su afectísimo y sincero amigo q. b. 1. m. — Carmelo de Echegaray.
^mmm de
Euskaldun jatorra
izaleko
b e a r d i r á n sei g a n z a : pelolan j a k i n , s a g a r d o zalia. ¡biliaria izan, anka aundia, bizkar
zabala,
los
BñSKOS
ela s u d u r luzea.
TELESFORODEARANZADI
or
EA tradicional, ó sea inventada por un antropólogo de aldea esta sentencia, seis cosas señala necesarias en un basko de casta: saber jugar á la pelota, ser aficionado á la sidra, ser andarín, de piernas largas, espaldas anchas y nariz larga. De las tres primeras no me atrevo á asegurar que nazcamos predispuestos á ellas, aunque de la tercera soy testigo de mayor excepción, apesar de faltar á la cuarta por un lado más que por otro. Las tres últimas son ciertamente hereditarias, pero también se dejan influir por la vida durante el desarrollo, y no bastan para distinguir al basko. Estos y los demás distintivos de casta ó rasgos típicos, se nos presentan además con la cualidad de todo lo que es vivo; la variedad en la unidad, el más ó menos. De aquí que, siendo distintivos de cantidad, falle alguno al comparar un basko con otro que no lo sea; por lo que un individuo, para justificar su filiación no necesita ser típico. Donde con más evidencia se revela esta variedad en la unidad es en la estatura. L a de los soldados del cantón de Ustaritz varía, según Collignon, entre 1'"24 y 1'"85 y las estaturas de l 70 ó más se cuentan en 35 % de ellos, en 24 % en Hasparren, en general 27 % en el Labourd y Soule, 28 °/ en Basse Nabarra (Mém. de la Soc. d'Anthr. de P a r í s 1895). Estas estaturas se cuentan en 26 % de los soldados bizkainos después de excluidos los cortos, en 22 % de los gipuzkoanos, 14 % de los alabeses y 12 °/ de los nabarros (Sánchez: Asoc. española por el progreso de las Ciencias 1913). Nada tiene por tanto de extraño que el término medio varíe de una provincia á otra; ni hay que olvidar que, si no están todos los que son, tampoco son todos los que están. Las diferencias provinciales más notables son las de Alaba y Nabarra, aquella en su mayor parte y ésta también en gran parte erdaldún ó sin baskuenze en la actualidad; como son igualmente de la cuenca del Ebro, de territorios con flora mediterránea, de poblados concentrados en calles, mientras que las demás provincias baskas llevan sus aguas al golfo de Bizkaya, tienen sus territorios flora atlántica y gran parte de sus habitantes viven en caserías dispersas. Cabría quizás relacionar la menor estatura con la influencia antropológica castellana, pero también cabe admitir la influencia del modo de habitación. El basko es buen andarín y sus mujeres é hijos lo ponen en práctica en sus idas y venidas al mercado y á la escuela, á cambio de lo cual tiene su heredad á la puerta de su casa. L a mayor ó m
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menor pobreza del suelo no puede influir tanto en el desarrollo físico, como la situación económica de las clases populares. Dado que la prosperidad no hace r e b a s a r l a estatura hereditaria y la miseria sí que la achica, podemos sostener que es típica la estatura, no tan alta como la del Norte de E u r o p a y los Balkanes, pero superior á la de landeses, gallegos, castellanos, aragoneses, etc. Dax 1-644
Saint Sever 1'627
Bearn 1'638
Labourd 1'657
Nabarra 1'659
Soule
Asturias
Santander
Bizkaya
Gipuzkoa
1'638
1'643
1'659
1'656
León 1'624
Palencia 1'632
Yalladolid 1'622
Segovia 1'627
Burgos 1'632
Zaragoza
Alaba 1'634 Soria 1'628
Nabarra T635
Logroño 1'630
1'656
Bigorre 1'640 1'650
Huesca
Lérida
1'643
1'650
1*631
L a amplitud de pecho es por término medio bastante grande en los b a s k o s , mayor de 85 centímetros de cerco, aunque Alaba en ésto no supera más que á 29 de las provincias españolas; los casos de cerco pectoral m a y o r de 90 centímetros pasan de 21 °¡ , aventajando A l a b a á 37 provincias españolas. En cambio la relación de pecho á estatura, muy ventajosa en N a b a r r a por término medio, está desfavorecida en Gipuzkoa y Bizkaya, no pasando de 52; si ello se debe principalmente al denominador de la relación, ó si influye la industrialización del país, es problema p a r a estudiado directamente. El peso del varón joven es, según la estadística española de Sánchez, por término medio de 64 j<¡ k. en Gipuzkoa, 63 en Bizkaya, 61 ¡ en N a b a r r a y 59 / en Alaba, detrás de la cual quedan 15 provincias, mientras que no compite con las dos primeras más que Canarias. Aunque parezca extraño, es compatible esta buena nutrición con la mala conservación de la dentadura; tan mala, que en la edad del soldado faltan ó están careadas más de.6 piezas en un 20 % de alabeses, 19 °/ de n a b a r r o s , 12 % de bizkainos y 11 % gipuzkoanos y sólo la conservan con menos de 3 piezas en tal estado ó en falta 52 °/ de los n a b a r r o s , 53 °j de los alabeses, 66 °/ de los gipuzkoanos y bizkainos; triste privilegio en que no compiten con los b a s k o s más que 6 provincias de la cuenca del Duero. No es posible relacionar la mala dentadura con la frialdad ó delgadez de las aguas, pues no habría con ello motivo p a r a que los b a s k o s fuesen más desdentados que aragoneses y catalanes del P i r i n e o : ni con el clima húmedo, pues no se explicaría que los castellanos viej o s y leoneses lo fuesen más que gallegos, asturianos y santanderinos; ni con el régimen alimenticio, tan parecido en toda la zona cantábrica y tan diferente del castellano. Ni tampoco con la sidra, pues en Asturias no llegan á 9 % las malas dentaduras y alcanzan á 80 % las b u e n a s ; además es de notar que Morbihan tiene 0.05 por mil de exentos por mala dentadura, Finisterre 0.04, Eure 0.58 y Calvados 0.77, mientras que en la Gironda llegan á 8.6, en Armagnac á 6.25 y en las Landas á 4.28, no habiendo más que otros seis departamentos que pasen de la cifra 1.45 de los B a j o s Pirineos (M. du C a z a l : Bull. de la S o c . d'Anthr. de P a r í s 1896). Ni cabe relacionar este c a r á c t e r con las causas que el profesor Martín lo atribuye, mal desarrollo corporal, lactancia artificial, clase de alimentación, género de v i d a ; por lo que hace á la l a c t a n c i a artificial, b a s t a r á comparar la distribución española de malas dentaduras con la distribución de la mortalidad del primer año de vida. En 1900-1902 fueron por orden de conservación de niños Gipuzkoa la 5 . 0
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provincia, Bizkaya la 8\, Alaba la 11 . y Nabarra la 17 .; luego la mala dentadura no depende de las malas condiciones del primer año de vida. Si evidente es la variedad en la estatura, no lo es menos en el color y en éste se agrava la dificultad de la definición por la falta de medida cuantitativa e x a c t a . Fácil es hablar de rubios y morenos como de dos razas contrapuestas, pero ¿qué matiz es el que distingue al rubio del castaño claro y castaño obscuro del negro, cuando nos referimos al pelo? ¿á qué nos atendremos para calificar de moreno á un individuo, al pelo, al cutis ó á los ojos? Donde existen todas las combinaciones y todos los grados de intensidad, por lo menos en cuanto al pelo y los ojos, es forzoso estudiarlos por separado. P o r lo que se refiere á la piel no tenemos datos del Norte de los Pirineos y orilla derecha del B i d a s o a ; en las cuatro provincias peninsulares el número de morenos ( y no se lo entienda en el sentido c u b a n o ) es, según la estadística de Sánchez de 32 % en Alaba, 34 en Nabarra, 36 en Bizkaya y 43 en Gipúzkoa, superando á ésta 28 provincias españolas, y no poco las de Logroño, Zaragoza y Huesca. Sin embargo de la relativa abundancia de morenos en Gipúzkoa, según esta estadística fundada en 1005 casos de esta provincia, hemos de advertir qué de los 218 gipuzkoanos, determinados quince años antes por mí, no señalé con el N°. 26 de la escala de B r o c a más que 5 (2 % ) é intermedios de 26 y 25 no más de 20 (9 °/„), siendo todos los demás del 25, intermedios éste y el 24 y de éste último número; así pues la estadística de Sánchez, recopilada de diversos observadores, sin escala objetiva de colores y sin más instrumento distintivo para éstos que tres adjetivos, tiene un valor muy relativo. En todo caso es evidente que los baskos no son morenos por el cutis, si se les compara con el resto de la Península. a
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Bizkaya
Gipúzkoa
Alaba
Nabarra
j rubios — 10* — 17 — 10 — 14 Cabellos castaños — 54 — 52 — 53 — 65 i obscuros — 36 — 31 — 37 — 21 En esta variedad se muestran más extremados, indicio de mayor heterogeneidad, los santanderinos con 28, 46 y 26 y los zaragozanos con 30, 48 y 22 respectivamente. Mi estadística de 1888 señala en los gipuzkoanos 35, 42 y 23 pero fácilmente podríamos llegar á otras cifras, si ciertos matices castaños claros no los agrupásemos con los rubios y en cambio llevásemos á la calificación de negros los castaños algo obscuros. Collignon señaló en el Norte del Bidasoa 6 °¡ rubios, 10 °/„ intermedios, 77 % oscuros y 7 °/ negros; en Normandía 2 °/ rojos, 22 °/ rubios 47 °/ intermedios, 24 °/ oscuros y 5 ° ¡ negros. Así pues, lo predominante en los b a s k o s no es el rubio, pero tampoco el negro azulado, si no más bien el castaño algo obscuro. 0
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í garzos — 14 — 22 — 1 9 - 2 4 Ojos castaños — 67 — 56 — 59 — 71 ( negros — 19 — 22 — 22 — 5 Mi estadística de 1888 señala en los gipuzkoanos 20 % azules, 19 % verdes, 3 % grises, 16 % verde - castaños y 42 % c a s t a ñ o s ; pero de éstos últimos 10 % de matiz medio, 19 % claro y 12 % muy claro. Collignon señaló al Norte del Bidasoa 22 % azules, 44 °/ intermedios y 34 % o b s c u r o s ; en Bretaña 41, 26 y 33, en Normandía 43, 40 y 17 respectivamente. Teniendo en cuenta la dificultad de adjetivar igualmente los casos, los distintos observadores, no hay gran discrepancia entre unas y otras estadísticas y en términos generales se puede decir que, ni el tipo rubio ni el moreno intenso son los más propios del basko, pero que aquél queda incluido en la población n a b a r r a y gipuzkoana en más proporción que en 43 provincias españolas por los ojos y más que en 25 por el cabello. Hay una cierta probabilidad en favor de la combinación de los ojos garzos con 0
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el cabello rubio, pero se dan bastantes casos de independencia entre estos dos rasgos fisonómicos; no es pues de e x t r a ñ a r que tanto m á s se muestren independientes de los demás rasgos del tipo escandinavo y que sean en consecuencia frecuentes los c a s o s de rubios con fisonomía m á s b a s k a que otros de ojos castaños y cabello oscuro. Tan inseguro como el color es el perfil de l a nariz, si se han de distinguir sólo tres grupos y sólo se han de diferenciar mediante un adjetivo. Collignon señaló en l o s b a s k o s 49 % de narices aguileñas, 39 rectas y 12 r e m a n g a d a s ; en los bretones 48, 32 y 2 0 ; en los perigurdinos 45, 38 y 17. Aranzadi D e las c e r c a n í a s en los b a s k o s 63, 23 y 14 y Aragón en los mad e 5. S e b a s t i a n , gatos 22, 31 y 47. En cambio á l a estadística de Sánchez le b a s t a p a r a poder dar l a primal o s merovincía de aguilenos en E s p a ñ a á Gipúzkoa el que gios parisiencita los presenta en l a proporción de 26 % , á ses, mientras N a b a r r a y Alaba no les asigna m á s que 17 y á que los femeB i z k a y a 1 4 ; es verdad que de narices remanninos se cologadas no les asigna m á s que 7 á Gipúzkoa, 15 can, como los á N a b a r r a y 12 á B i z k a y a y Alaba, mientras bizkainos, que Zaragoza, S a n t a n d e r y a l a b e s e s y naotras 19 provincias tienen m á s barros a l r e De Tolosa narices remangadas que aguidedor del ínleñas. dice 47. Regla general es que las narices femeninas no sean L a forma y la largura de tan largas y estrechas como la nariz no son completamente las masculinas, por correlacorrelativas en l a s razas hución con la mayor largura de manas; pero la mayor probacara y mayor estatura varobilidad está en que l a remanniles; no es pues signo de gada s e a corta y l a aguileña menor baskismo de l a s mularga. P o r nariz larga y estrejeres que de los hombres y cha destacan D i m a (junto á Víllahay otros tipos hermanos que los cráneos ro) ojos o s uros compiten con el b a s k o en esgipuzkoanos te signo. E s de notar sin embargo que, aparmasculinos te su largura, l a nariz del b a s k o parece m á s con índice saliente que otras, porque el resto de l a c a r a medio de 43'8 lo es mucho m e n o s ; l a andaluza hace parte y caso individe un perfil todo él saliente y l a francesa v a dual extremo acompañada á derecha é izquierda de pómulos de anchura no más abultados. E s decir, los dientes, labios y m a y o r que el barbilla, quedan en el b a s k o m á s retirados, á m e d i a n o de la vez que los lados de la c a r a abultan menos, ZamucUo (Bizkaya) síntomas todos del m á s puro europeismo. ojos azules A c a b a de caracterizar la fisonomía la notable estrechez de la quijada, que no suele ser m á s ancha que l a frente y eso que esta lo es bastante menos que l a s sienes.
De
Tolosa
M. de Quatrefages había hecho notar y a en 1868 l a existencia en el país b a s k o de la c a r a larga y afilada y de l a s sienes abultadas, pero como si fueran dos tipos diferentes. V í c t o r J a q u e s veinte años después señala el tipo de cráneo b a s k o con sienes abultadas, ovalado, largo y b a j o . Aranzadi casi al mismo tiempo caracteriza al basko como de trente estrecha con relación á l a cabeza y ancha con relación á la cara, occipucio
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abultado, la frente además b a j a y vertical y postura recogida, además de otros muchísimos detalles. Collignon en 1895 pasa por alto esta caracterización de J a c ques y Aranzadi, á pesar de citar .á estos autores, y caracteriza el tipo bajo-nab a r r o como de cara afilada, sienes abultadas y cabeza ancha y alta. P o r último Aranzadi niega la exclusiva que este autor francés creía poder otorgar al bajonabarro como basko típico (Euskalerria 1896, Geografía General del País B a s k o Nabárro 1911, Anthropos 1912), explica la aparente altura de la cabeza en las mediciones de Collignon, por la postura recogida de aquella ( R . S o c . Española de Hist. Nat. 1913), caracteriza el cráneo gipuzkoano como bajo, largo y ancho á la vez, de sienes abultadas y cara reducida (Asoc. Española por el Progreso de las Ciencias 1914) y relaciona las sienes abultadas y la poca altura del cráneo con el hundimiento hacia dentro del borde anterior del agujero occipital, que también es causa de l a postura recogida ( S o c . d'Anthr. de París 1914). Caracterizados en general los cráneos de Euskalerria por su poca altura relativa, á contar desde el borde anterior del agujero occipital, que ciertamente no es el punto más bajo, y en dirección á la juntura del frontal con los parietales, que ciertamente no es el punto más alto en la postura para ellos natural; pero evidenciado también aquel carácter por la forma de la frente; contrasta con la unidad en todos estos y otros rasgos fisonómicos la dualidad en el índice cefálico, es decir, en l a relación de anchura á largura de cabeza, evidenciado principalmente en el mayor ó menor saliente del occipucio. El término medio del índice cefálico difiere de un lado al otro de los Pirineos y el Bidasoa en 4 unidades; lo suficiente para que destaque bien el contraste, pero sin permitir incorporar la parte regida por F r a n c i a á la gran masa braquicéfala de cogote aplastado, que todavía en el Armagnac alcanza por término medio al índice 87'5, mayor que el de la parte baska en 5 unidades; ni l a parte regida por España á la gran masa dolicocéfala de sienes hundidas, que en Soria tiene índice medio de 75'9, menor que el del país basko en 2 unidades. Tampoco podemos dar valor significativo al hecho de que sea intermedio entre los dos grupos b a s k o s el índice cefálico de Gironde, Dordogne y Charente, Santander, Asturias y Galicia; pues los demás índices y rasgos acentúan la unidad b a s k a y l a destacan. El verdadero tipo basko es mesocéfalo; con mayor índice que los dolicocéfalos, no por convivencia con braquicéfalos como los asturianos, sino por tener las sienes abultadas; con menor índice que los braquicéfalos, no por convivencia con dolicocéfalos como los girondinos, sino porque él es de occipucio abultado originariamente. Pero no podemos negar que en la masa de la población b a s k a influyen, más ó menos, de una parte los castellanos y aragoneses dolicocéfalos de sienes hundidas, de otra los bearneses y otros franceses braquicéfalos de cogote aplastado; y al cabo de siglos de influencia parcial nada tiene de extraño que muchos bajo-nabarros puedan presentar fisonomía b a s k a á la vez que cogote francés, con anchura de 16 centímetros y largura de cabeza escasamente de 19; como muchos baskongados y nabarros también fisonomía b a s k a á la vez que cabeza apenas de 15 / centímetros de ancho y casi 20 centímetros de larga. En todo caso, apesar de que sus índices se hallan más concentrados en cada grupo basko que los de Santander, Logroño, Soria, Zaragoza, Béarn y Dordogne, no hay necesidad de salir de la mitad central de casos en el número total en cada grupo de b a s k o s p a r a llegar en los dos grupos, en uno por descenso del índice y en el otro por ascenso, al índice intermedio de 80, ó de cabeza cuya anchura en los Vs de su largura. Y ésto, apoyándonos en l a estadística de Sánchez para las 4 provincias peninsulares; la aproximación sería mayor en la estadística de Olóriz y más todavía p a r a Gipuzkoa en la de Aranzadi. J
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No sólo en mi estudio de los Cráneos de Gipuzkoa (1913), sino también en nuestra Exploración de cinco dólmenes del Aralar, efectuada en colaboración con el Señor Ansoleaga en ese mismo año, se establece la semejanza, del tipo actual
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(llamado por J a c q u e s pirenaico occidental) y del cráneo de la edad del cobre extraído del enterramiento dolménico en el país, con el de esa misma época en Suiza y Sur de Alemania, llamado por Schliz palafítico; sin olvidar la salvedad de que la dentadura en aquella época era mucho mejor que hoy, sea porque los alimentos de entonces eran apropósito p a r a desgastar mucho las muelas y por igual toda la dentadura por la mezcla involuntaria de aquellos con granos de arena, pero no p a r a cariarlas, sea porque la mala calidad de la dentadura sea un carácer adquirido después. E s curioso hacer notar la compatibilidad de esta mala dentadura con el desarrollo en peso del cuerpo del varón joven en Gipuzkoa y Nabarra, 6. y 12. provincia por el último carácter relacionado con la estatura, 10. y 2. por la mala dentadura. a
a
Sánchez K;C6 índice llK'dio
Bizkaya Gipuzkoa Alaba N abarra
78.4 77.9 78.4 77.8
N. d e individuos
—1124 —1005 — 858 — 2207
a
a
Olóriz i8¡)4 N. de orden
— XI — XVIII — XI — XIX
Índice medio
N. d e casos
N. d e oi'den
78.9 — 112 — X I 78.8 110 — X I I 79.1 — 115 — V I 78.4 — 117 — X I X
índice medio
....
79.3 Aranzadi 218 77.8 Eguren 15 78.3 Landa 63
Y a indiqué en varias ocasiones la abundancia del país con leña y agua, la afición á comer cocido mejor que crudo ó asado gran parte del contingente alimenticio, la manera tradicional de cocer la leche con piedras candentes dentro de vasijas de madera y la posibilidad de que esta alimentación enternecida afinase la quijada. Al establecer la correlación entre la dirección y forma del agujero occipital, las sienes abultadas y la relativa platicefalia ( P a r í s 1914) he indicado la posibilidad de que al menos en parte sea ello debido á la costumbre de llevar las cargas sobre la cabeza y supuesto que el cráneo se puede clasificar entre los llamados blandos. L a conservación y difusión de ambas características, la de la c a r a y la de la cabeza, tendría como factor importante la preferencia sexual, y a indicada por Ripley p a r a aquella. Si fuera positivo que al través de los siglos la cocina influyó en la quijada, el cargueo en las sienes y postura, y el amor en ambas cosas, sería de observar si la persistencia de estos rasgos resiste á la translación del tipo b a s k o á las nuevas tierras de América, ó si hay modificación dentro de las familias b a s k a s que lo sean por los dos ó los cuatro costados, á la manera estudiada por B o a s en familias de inmigrantes europeos en los Estados Unidos. He aquí por dónde y cómo los b a s k o s en la Argentina pueden ser objeto especial de estudio p a r a los antropólogos. Barcelona.
Telegforo de Aranzadi
EflISTORIA BASKA I ha sido y es el pueblo basko motivo constante de estudio con respecto á su Etnología, no es menor la atracción que despierta en lo que á Prehistoria se refiere. Los conocimientos .que de esta última se tienen hasta la fecha son tan escasos que precisa seguir la ímproba tarea de una detenida y experta exploración del país, para que reunido un considerable é importante acopio de materiales, se pueda aclarar, con base cierta y positiva, la por el momento indescifrable época prehistórica. Señalados desde hace muchos años los primeros islotes prehistóricos, se debe á nuestros días el mayor caudal de descubrimientos que, aunque lentamente, van proporcionando valiosos elementos, sobre los cuales ha de descansar la Prehistoria baska. Comprendidos entre los monumentos megalíticos aparece el menhir de Los Arcos (Nabarra), así reconocido por Tubino y para cuya determinación se valió de la descripción que Assas hiciera en el Semanario Pintoresco (1857); sin embargo, á juicio del doctor Landa, se trata de una piedra hita natural. Participa este último de la misma opinión para los tres enormes bloques que se admiran en " S a n Miguel de Arrechinaga" muy cerca de Markina (Bizkaya), y cuya detallada descripción se debe á Velasco, que con Navarro Villoslada, y Trueba en su tiempo, coinciden en considerarlos como naturales. El mismo concepto le merecen los que califica de " ciclópeos p e ñ a s c o s " al malogrado Iturralde y Suit, pero no obstante el común sentir de los autores citados, un ligero ensayo de exploración llevado á cabo por el P. Lorenzo Sierra, le ha permitido suponer se trata de un colosal monumento^megalítico. Es el apuntado con los dudosos menhires que Darío de Areitio señala en Biscargi, cerca de Oca y Gorocika, los únicos testimonios que en Bizkaya, hasta la fecha, parecen indicar su remota procedencia.
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Una carencia casi absoluta de tales manifestaciones se observa en Gipuzkoa: " D e al gún dolmen—escribe Iturralde,—se ha hablado recientemente como de c o s a extraordinaria en Gipuzkoa; pero de ese único ejemplar, quizá por su insignificancia ó por constituir un caso aislado, no se h a ocupado casi n a d i e . " Posterior al interesantísimo estudio sobre la Prehistoria en Nabarra, aparece señalado por don Pedro María de Soraluce, el dolmen del Aralar en Gipuzkoa, pero son tan cortas sus referencias que si, por un lado, parece se t r a t a de un monumento distinto, aunque íntimamente relacionado con los descubiertos por Iturralde, en la misma Sierra, y a en territorio Nabarro, induce, por otro, á pensar podría corresponder á alguno de los de la serie que este último daba cuenta el año anterior á la Academia de la Historia, y más, si se tiene en cuenta la región limí' ] trofe de ambas provincias, en las que se hallan implantados. Pero en Nabarra, hasta la época, se notaba una mayor ausencia de tan preciosos vestigios, con el valioso t r a b a j o emprendido por Iturralde, adquiere verdadero impulso, en aquella región, el conocimiento de la Prehistoria b a s k a . r
A once asciende el número de dólmenes que el llorado Vicepresidente de la Comisión de Monumentos de N a b a r r a descubrier a y describiera en la Sierra de Aralar ( N a b a r r a ) . sirviéndose p a r a su nomencla-
Dolmen de
Arrízala
tura del nombre genérico " v o cablo genuinamente euskaro de tregoarria: piedra tu mular ó piedra del descanso, al cual agrega el nombre del monte ó terreno- en que están enclavados", denominación aquélla sobre la cual el erudito Campión inicia en el prólogo nuevas etimologías que, con los hallazgos de la exhumaDolmen de E£uílaz ción, serán el testimonio con que la Prehistoria nos dé cuenta de los primitivos pobladores del suelo euskaro. Hé aquí la serie: Pamplonagañeko trego-arria; Arantzadiko trego-arria; Otsopasojeko tregoarria; Zubeintako trego-arria; Arzabalko trego-arria; Urdenasko trego-arria; Seakoainko trego-arria; Olabertako trego-arria; Luperlako trego-arria; Armendiako trego-arria; Churichoberriko trego-arria. Al vasto plan que el infatigable explorador se proponía desarrollar en éstos como en otro monumento no menos interesante, que denomina Erro Idan-arria, y que con aquéllos se relaciona, siguió la inesperada muerte del estudioso baskófilo. Justo tributo rinde la ciencia al designar con el nombre de " I t u r r a l d e " la estación prehistórica por el descubierta.
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5.
Miguel d e A r r e c h i n á j a — p i a r k í n a
• "tu
(Bizkaya)
í¡.
Dolmen de
Painploiia-áañe
Dolmen de
Aranzadie
Dolnien de
Otsopasaje
Dolmen,
Zubeíqta
de
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Quedaba por someter á concienzudo y detenido examen los monumentos arriba indicados. Ha sido don Telesforo de Aranzadi quien, de la Comisión de Monumentos de Nabarra, recibiera el honroso encargo de realizar los trabajos de excavación. Del probado entusiasmo y reconocida competencia del sabio naturalista, podemos esperar v a l i o s í s i m o trabajo, como todos los suyos, que sirva á esclarecer el problema de la Prehistoria del país basko. Pero no sólo abarca el trabajo del explorador del Aralar el estudio anotado; en su intrépida y a f a n o s a excursión por la Sierra, se ocupa de las cavernas próximas á los d ó l m e n e s , cuya mera inspección y ligeras excavaciones le inducen á relacionarlas con la existencia de aquellos monumentos. La E s p e l e o l o g í a del país basko, tocante á la Prehistoria, ha dado resultados más positivos que la exhumación de los dólmenes, y en diversas ocasiones y l u g a r e s han aparecido restos h u m a n o s de escasa importancia por su reducido tamaño, y varios objetos, hoy en posesión de cada uno de sus descubridores, a i s l a m i e n t o que no permite un estudio fácil, y sobre los que
Dolmen de
Dolmen de
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Arzafoal
Urdenasko
Seakoaín
Olaberta
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todavía no pueden sentarse conclusiones definitivas, pero sí se harán en el futuro. Descuellan por su importancia, si en Gipuzkoa nos fijamos, los restos de los productos de la industria humana, representados por hachas; cuchillos, y raspadores de pedernal, punzones, etc., que entremezclados con huesos de animales como la hiena y oso de las cavernas, han aparecido en la cueva de L a n d a b a s o . Si pasamos á Bizkaya, nos encontramos con el valioso hallazgo de la llamada hacha neolítica de Dima, procedente de Lamindano, lugar de aquel término, que no ha sido única, pues en la misma época y lugar ha aparecido otra en dos fragmentos. L a roca en que aparece labrada, según los ensayos, se reconoce como serpentina. No cabe duda que los citados restos se hallan en íntima relación con las cavernas p r ó x i m a s al lugar del hallazgo, que son en buen número, y de cuya exploración detenida pueden esperarse valiosos elementos de estudio. En territorio alabes, donde primeramente y con mayor certeza se reconocen los monumentos megalíticos, y si es á lo largo de sus valles donde aparecen implantados los descubiertos años atrás, tienen su asiento en las cumbres de sus montañas los hallados recientemente. Del dolmen de Eguilaz se tiene conocimiento desde el año 1831, y su hallazgo se debe al reconocimiento que se hizo del montículo que lo protegía, con objeto de hallar piedra p a r a la cantera que, p r ó x i m a á él se construía á la sazón entre Vitoria y Pamplona. Reeonocido y descripto por el erudito D. Ladislao de Velasco, en Los Euskaros, limítase á escribir sobre su contenido: " e l número de esqueletos era considerable, y estaban todos vueltos hacia la entrada del sepulcro, que miraba á Oriente. E s t o s esqueletos, á los que no se dio importancia alguna, se quebrantaron y dispersaron." Al competente arqueólogo D. Federico de B a r a i b a r se debe el descubrimiento del dolmen de Arrízala. Infructuosas resultaron las excavaciones en él practicadas con el deseo de hallar los restos indicadores de aquellas remotas civilizaciones. Los dólmenes del valle de Cuartango, se deben á reconocimientos de los señores Ricardo Becerro y Sotero Manteli, practicados en 1870. Del primero son c u a t r o : " u n o . admirablemente construido de mármol negro de Anda, rodeado aún de su montículo, excepto por la parte superior, en la que se vé la t a p a desprendida, y los otros tres más pequeños, situados en las tierras inmediatas." A siete kilómetros de Salvatierra y dos de Onraita, fué reconocido el dolmen del Puerto de San Juan. El dolmen de Igorita, se encuentra en la Sierra de Encía, en el término conocido con la denominación vulgar de " E l Chaparral de Igorita", á unos quince kilómetros de Salvatierra y diez de Contrasta. No ha sido el hallazgo de los dólmenes el único descubrimiento que ha permitido demostrar la existencia de una población prehistórica en Alaba. Nuevas investigaciones en las cuevas imperfectamente exploradas en todo el país b a s k o hasta el momento presente, han de proporcionar, sin duda alguna, elementos preciosos con que poder aumentar, con exactitud y precisión, las dudosas estaciones prehistóricas que hoy se reconocen, y que por su conocimiento incompleto no nos detenemos á exponer. L o s interesantes estudios que el P. Lorenzo Sierra, ha llevado á cabo en las cuevas de Monteano y O j e b a r en l a provincia de Santander, y de cuyos t r a b a j o s ha obtenido positivos resultados, denotan bien á las claras, por su posición limítrofe con Bizkaya, la probable existencia en las numerosas grutas del actual territorio b a s k o , de restos no menos interesantes y valiosos.
C Viloriq)
Enrique de Egureq y Ben,goa.
IENTRAS un pueblo conserve su idioma, posee el martillo que quebrantará sus cadenas, la llave de su libertad, — h a dicho un poeta contemporáneo. Y, en verdad, nosotros los baskos hemos perdido •— más por propios errores que por otra cualquier causa — nuestra legislación, nuestras instituciones, nuestra personalidad política; el territorio mismo de nuestra nacionalidad se nos ha mermado considerablemente ; nuestro carácter racial ha sufrido menoscabo y cierta bastardía. Pero conservamos el idioma de nuestra raza, existiendo además un vivo rescoldo de amor hacia él en el fondo de todas las almas b a s k a s : con la mezquina excepción de los auténticamente renegados, cuyo número no es por fortuna largo. Y con el idioma conservamos el palladium de nuestra nacionalidad. Aunque el nombre de los b a s k o s está y a borrado de la lista de los pueblos independientes, seguimos sin embargo, merced al idioma, siendo alguien entre las nacionalidades; y esta vida actual de nuestro idioma equivale en suma á una posibilidad de renacimiento, es una base firme p a r a la reocupación de nuestra integral personalidad. Si el grado de personalidad de un idioma y de la nacionalidad que lo posee se ha de medir por el grado de diferenciación que ese idioma presenta con relación á todas las lenguas vecinas, bien podemos afirmar que no hay en toda Europa una nacionalidad tan claramente definida como la nacionalidad baska. Porque, en efecto, el Euzkera, ó idioma basko, presenta la circunstancia verdaderamente extraordinaria de hallarse totalmente fuera del tronco lingüístico indo-europeo, así como del semita, formando más bien parte del grupo de las lenguas denominadas polisintéticas, en cuyo grupo se introducen también hipotéticamente algunos de los idiomas americanos. Ahora bien : recordemos que casi toda la extensión de Europa está dominada por idiomas que, sean cuales fueren sus divergencias actuales, no dejan de rononocerse por ramas de un mismo tronco lingüístico, el «indo-europeo». Y a desde Leibniz se habían encontrado diversas analogías, lexicológicas y gramaticales, entre los idiomas europeos al parecer más distantes. El término adecuado de comparación, el lazo de unión desconocido é inesperado surgió con el conocimiento de los libros sagrados de la India, por cuyo medio se hicieron patentes las analogías y el parentesco de la lengua sanskrita con el griego, el latín, el alemán, el celta y el eslavo. No se considera y a hoy, según se hacía en un tiempo, al sanskrito como la lengua-madre de todas las indo-europeas, sino como á una hermana m a y o r ; pero está sólidamente establecido en la lingüística el tronco indo-europeo, con las rami-
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íicaciones siguientes: rama céltica, situada en el extremo Occidente de E u r o p a (Norte de Escocia, Irlanda, Gales, Isla de Man, B r e t a ñ a f r a n c e s a ) ; r a m a germánica (tudescos, anglo-sajones, holandeses, e s c a n d i n a v o s ) ; r a m a eslava (polacos, rusos, txeques, eslovacos, serbo-.cróatas, y eslovenos, b ú l g a r o s ) ; r a m a latina (italianos, franceses, españoles, portugueses, r u m a n o s ) ; r a m a báltica (letones y l i t u a n i o s ) ; rama helénica (griegos); rama irania (persas, zendas, pehlvis); rama indú (sankrito, indostaní, bengalí, m a h r a t a ) . Superficialmente, y sin contar los anejos modernos ( a m b a s Américas y Australia) la extensión del tronco indo-europeo es e n o r m e : comprende desde la desembocadura del Ganges hasta Islandia, desde el cabo Norte hasta la isla de Creta. E s decir, gran parte del Asia y toda la Europa, con la excepción de Euzkadi, de Hungría y de la nacionalidad finesa. Ni el Euzkera, en efecto, ni el magyar, ni el finés son lenguas del tronco indo-europeo. El magyar y el finés se clasifican hoy en la familia uralo-altáica y en el grupo ugro-finés, de los cinco en que aquella familia se subdivide. L a s lenguas de este grupo se caracterizan en parte por incorporar en la flexión verbal algunos regímenes d i r e c t o s ; todas ellas incorporan el régimen directo de tercera persona, diciendo en una misma flexión: « Y o lo v e o » , « Y o lo t r a i g o » . El magyar llega a incorporar el régimen directo de segunda p e r s o n a ; el mordvin, otra lengua del mismo grupo, avanza hasta la incorporación del régimen de primera persona. P e r o el Euzkera incorpora, no sólo todos los regímenes directos, sino aun los indirectos, si há lugar a ello, y también ciertas partículas incidentales, como las pluralizantes por ejemplo. Así, en la flexión b a s k a (bizkaina) dakusketzudaz (yo se los veré á usted), se distinguen perfectamente, y en orden sucesivo, los siete elementos siguientes: da, régimen directo de tercera p e r s o n a ; kus, radical v e r b a l ; ke, partícula designativa de potenciales y futuros ; tzu, régimen indirecto de segunda persona ( á usted) : d, partícula designativa de sujeto ( y o ) ; a, vocal fonetizante; z, partícula pluralizante del régimen directo. No sólo estriban aquí las diferencias entre el Euzkera y los idiomas del grupo ugro-finés. Entre otras varias é importantes, cuya mención nos es impedida por la falta de espacio, señalaremos únicamente la relativa a la « a r m o n í a v o c á l i c a » , fenómeno muy característico no solo de las lenguas del grupo ugro-finés, sino también de todas las de la familia uralo-altáica, con la excepción del samoyedo. Consiste este fenómeno en la constante subordinación de la vocal del sufijo a la vocal de la raíz. P e r o los sufijos euzkéricos j a m á s aparecen supeditados á esta ley, sino que obedecen, sencillamente, á las de la fonética general del idioma. De ningún modo se puede, pues, incluir el idioma b a s k o entre los de la familia uralo-altáica, y si la lingüística se pronuncia decididamente en este sentido de exclusión, tampoco nos ofrece la historia razón ninguna que nos incline a atenuarla, porque si el finés y el magyar han sido acarreados á Europa, desde el fondo de las estepas asiáticas, por invasiones cuya fecha es perfectamente conocida, nadie sabe en cambio, ni siquiera por burda aproximación, cuándo fué traído el Euzkera á las montañas del Pirineo occidental, ni cuándo, ni cómo se estableció, entre la cordillera ibérica y el río Adur, la nacionalidad b a s k a . He ahí, pues, el problema que á la antropología, á la etnografía y á la lingüística propone esta inmemorial nacionalidad que resistió a los romanos, y probablemente antes que á éstos á los indígenas españoles, y á los visigodos, y á los árabes, y destrozó en O r r e a g a la retaguardia del poderoso Carlomagno, y ha sabido mantener durante innumerable serie de siglos su fiera y altiva independencia. Y en verdad, el problema parece cada vez más difícil de resolver. Desechadas y a las pueriles leyendas del iberismo — puesto que se desconocen totalmente la lengua á lenguas que hablaron los iberos, y hasta se duda de la existencia de éstos como r a z a ; — descontadas también las supuestas relaciones de los b a s k o s , y a por la raza, y a por el idioma, con fenicios y fineses, con magyares y berberiscos ;
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obtenida la confesión de que las semejanzas entre las lenguas aglutinantes no indican parentesco entre ellas —perdura, en medio de una extensísima área indoeuropea, cercado y acosado por compactas masas de dialectos latinoides, este islote lingüístico y etnográfico basko, cuyos bordes parecen que más y más se escarpan y acantilan á medida que los nuevos instrumentos de la ciencia prometen más fácil acceso. Diríase, en efecto, que hay algo de retráctil en esta cuestión de los orígenes de la lengua y la nacionalidad b a s k a s : parece que retrocede cuando se intenta avanzar sobre ella, y que se cierra más cuando con más ahinco se procura resolverla. L a s condiciones sociales y políticas de nuestra nacionalidad durante la Edad media, su estado de disgregación interior y de fraccionamiento en una muchedumbre de minúsculos Estados que j a m á s llegaron á congregarse en una confederación nacional, que hubiera sido la salvación de nuestra independencia; el continuo guerrear de banderías y de clases que durante tres ó cuatro siglos — ¡precisamente los mismos que se necesitaban para echar los firmes cimientos del edificio políticosocial que nos pusiera al abrigo de las contingencias que luego sobrevinieron! — consumió malamente las energías de nuestro pueblo, han sido eficaces concausas del retraso que, en cuanto al renacimiento literario, gravita aun sobre el idioma basko. Abatida la fiereza de nuestros altivos Nagosis y andikis, calmados los belicosos furores de nuestros banderizos y hombres de armas, pudiera haberse esperado un provechoso retorno de la nacionalidad baska sobre sí misma, hubiérase producido, por ende, una transformación radical de la vida nacional baska, si el descubrimiento del Nuevo Mundo no hubiera venido á servir de excitante de la sed de aventuras que ha solido acosar á veces el alma de nuestra raza, para quien lo desconocido y lo peligroso han tenido en ocasiones un atractivo irresistible. Y hé aquí que se retarda en dos siglos más la tan necesaria obra del renacimiento euzkerista; mientras, se van erderizando rápidamente las tierras fronterizas del País, y la lengua nacional retrocede desde las orillas del Ebro hasta el pie de las cordilleras donde comenzamos á encontrarla hoy. Iniciase, con todo, durante el siglo X V I I I , el renacimiento, y son tres jesuítas gipuzkoanos — los P P . Larramendi, Kardaberatz y Mendiburu—los encargados de comenzar esta obra, tanto más difícil cuanto más retrasada. El comienzo fué digno de la magnitud de la empresa, porque si bien los tratados gramaticales y lexicográficos de Larramendi ofrecen más de un punto vulnerable, es lo cierto que en lo esencial no se equivocó, que vio perfectamente la importancia que para la nacionalidad «euzkeldun» tiene la conservación de su idioma, y que empleó todas sus fuerzas, con generoso y ejemplar sacrificio, en levantar el idioma basko hasta la altura en que su ardiente patriotismo hubiera querido verlo colocado. En cuanto al P . Mendiburu, baste decir que sus obras euzkéricas, y muy particularmente sus Otaitz-Gayak, son consideradas aún hoy como modelos clásicos á donde los literatos de nuestra lengua van á buscar las más castizas locuciones euzkéricas. Trájonos el siglo X I X las repetidas desgracias de invasiones y guerras — más detestables aún por imbéciles y vanas que por guerras — y perdimos los baskos nuestra nacionalidad política; pero, en cambio, desde el últinfo tercio del siglo comenzaron á dibujarse vigorosamente las grandes líneas del renacimiento patrio. Diversas publicaciones periódicas y numerosas asociaciones se dedicaron, con afán creciente, á proseguir la obra de rebasquización un siglo antes iniciada; la revista « E u s k a l - E r r i a » y el Consistorio de Juegos florales baskos, de Donosti, la «Asociación E u s k a r a » de Nabarra, y los nombres de J o s é Manterola, Antonio Arzak, Arrese t a Beitia, Juan Iturralde, Arturo Campion, Estanislao Arantzadi, Patricio A. de Orkaiztegi y otros no menos conocidos, caracterizan perfectamente la época de renovación que preparó el terreno á la acción netamente nacionalista iniciada hacia 1915 por Arana-Goiri'tarr Sabin. Actualmente los baskos, duramente aleccionados por la experiencia propia y
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estimulados también por el ejemplo de otras nacionalidades renacientes, t r a b a j a n con ardor por el renacimiento de su idioma. L a labor es evidentemente larga y penosa; pocas veces pudo decirse con más verdad que la mies es mucha y pocos los labradores. ¡ T o d o , ó casi todo, está por h a c e r í . . . P e r o se vá haciendo. S e fundan periódicos y revistas, se publican libros, se organizan asociaciones, se abren concursos, se establecen editoriales, se instauran cátedras, se piensa en la instrucción primaria, se forman escuelas literarias, se cultivan todos los géneros aún b a j o sus más modernos aspectos, se recogen leyendas y consejas populares, y, p a r a aunar en apretado haz estos meritísimos esfuerzos aislados, se acaricia el proyecto de una especie de Instituto superior de Estudios B a s k o s que sería un foco intensísimo y permanente de l a b o r basquizadora, una garantía de la continuidad en la acción renacentista y la representación de la intelectualidad de nuestra raza ante el concurso de los pueblos cultos. i Y los b a s k o s de A m é r i c a — á quienes con fraternal cariño dedico estas pobres l í n e a s — n o dejarían de prestar su valioso concurso á esta o b r a suprema de nuestra cultura r a c i a l !
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EL IDIOflA BASKO Y EL CflSTEILñflO L a lengua primitiva de los españoles que los griegos llamaron iberos, de los ribereños del E b r o , fué la euskara ó baskongada, por la cual se declaran la mayor parte de los nombres geográficos y algunos otros citados por los autores griegos y romanos. Veintidós siglos de lucha del latín y de su sucesor el castellano, de la literatura, de la cultura y de la política, no han bastado p a r a hacer desaparecer del suelo español su primitivo lenguaje, que, acorralado, fuese retirando poco á poco, hasta reducirse á las provincias b a s k a s . Todo en torno de ellas, en Alaba, Nabarra, Huesca, hay una zona de tierras donde los euskarismos muestran haber pasado por allí el baskuenze al retirarse, y fuera de esa zona, en el castellano de toda España, vulgar y literario, no solo han quedado huellas del idioma primitivo, sino que en varios puntos vence al latín. El fonetismo del castellano es contrario al latino y es puramente euskérico, porque el fonetismo y pronunciación, como dijo Hervás, es lo último que se pierde, si llega del todo á perderse alguna vez en la raza que habló un idioma. Solo el castellano, entre todas las románicas, tiene las cinco vocales puras, que ni el mismo latín t e n í a ; pero que es c a r á c t e r distinto del baskuenze. Solos los españoles y los aquitanos, que rodean el país b a s k o , convirtieron la f latina en la aspiración h y confundieron la b y la v. Solos los españoles pronunciaron tan recia la rr y tan suaves las explosivas b, d, g, como los baskongados, y hasta el siglo X V I no conocieron la pronunciación moderna de la f, y propio de unos y de otros es el uso de las palatizadas 11, ñ, ch. De los grupos de consonantes, que el latín admitía y siguen admitiendo las demás románicas, sólo sufrió el eastellano los que permite el baskuenze, desechando todos los demás. De aquí que el fonetismo castellano, sea el que más se a c e r c a al baskongado, y por lo mismo es el más armónico, y á la vez brioso de las lenguas de E u r o p a . L o s feos sonidos f, j . z, nacieron en el siglo X V I , perdiéndose en cambio, los sonidos de la j y ch francesas, que h a s t a entonces el castellano tuvo y se conservan en todo el litoral de la Península, así como la aspiración de la h; pero este mismo cambio de sonidos venía preparado por el fonetismo euskérico de la raza.
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CASTELLANO
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P o r años que vivan en España un inglés, un francés, un catalán, siempre los distinguiréis en la pronunciación; el baskongado con ser su idioma á la románica é indo-europea, en aprendiendo el castellano no se distingue en la pronunciación del resto de los españoles, hecho que demuestra, sin género de apelación, que el fonctismo castellano proviene del fonetismo del euskaro ó primitiva lengua de España. Muchedumbre de sufijos, los más vulgares, son baskongados, así como el matiz de las vocales en los llamados diminutivos y despectivos, como acó, ico, neo, acho, ucho, etc. Fuera de algunos fenómenos morfológicos baskongados, queda sobre todo en castellano el inmenso caudal léxico, que sobrepuja al caudal latino traído por los eruditos y no debido á la primitiva evolución del latín en romance. Acerca del cuando y cómo nacieron el romance castellano, parece que fué al primer choque entre el euskera con el latín vulgar que traían los romanos, esto es en cuanto las gentes vulgares de España, que carecían de la instrucción romana de algunos españoles romanizados en las Colonias y Conventos jurídicos, quisieron darse á entender en latín puesto que pronunciándolo según el fonetismo euskaro, mezclando á medio latinizar muchas voces y radicales euskaras, añadiendo sufijos latinos á éstos y sufijos baskongados á radicales del latín y perdiendo más de lo que lo estaban las desinencias flexionales, verbales y nominales, hubo de resultar en sus labios una habla, que sin ser euskaro ni latín, con gramática más latina, pero con fonetismo y léxico más baskongado, era el verdadero romance castellano. Este chapurreo y transformación hubo de verificarse durante bastantes años, pasando de región á región, desde los centros romanos hasta las partes más alejadas de su trato. Así se hallan todavía huellas de baskuenze en gran parte de España hasta la época de los árabes, y hoy en día aún no ha sido del todo vencido en España, conservándose en las provincias b a s k a s . Lo está diciendo el fonetismo castellano, tan opuesto al fonetismo latino y tan semejante al fonetismo del euskera. Lo está diciendo el cúmulo de sufijos derivativos y gran parte del vocabulario euskérico, que forman parte importantísima de nuestra lengua. Y esa lengua es el euskera: si el latín fué el padre, el euskera fué la madre del castellano. Lo más íntimo del organismo de un idioma es su fonetismo, pues, no sólo le dá todo su aspecto exterior, que pende del elemento sonoro, sino que él es el que más influye en todo su desenvolvimiento. Proceden igualmente del euskera ciertas tendencias morfológicas del castellano, un gran número de sufijos derivativos, que lo separan enteramente de las demás neolatinas, y casi la mitad del vocabulario, esfinge de la lingüistica. Hace, por lo menos, diez y seis á diez y ocho siglos que el castellano fué destetado de los pechos del euskera, y sin embargo, es asombrosa la enorme cantidad de raíces que de él conserva nuestra lengua, y no vocablos como quiera, sino raíces fecundísimas, más fecundas que las raíces latinas, y de un empleo el más vulgar y cuotidiano. Madrid.
Julio (ejador y Frauca
&
CONSIDERACIONES
ORTOGRÁFICAS
De mucho tiempo atrás, ha habido en el país b a s k o y fuera de él, sabios eminentes que han preconizado con indiscutible fundamento la reforma de la ortografía baskongada, cuya adopción se está generalizando grandemente. P o r ejemplo, hay quien dice, que Vasconia es de origen latino. Indudablemente, Baskonia, como baskongado, baskuenze y otros derivados de basko, son de desinencia castellana; pero no son de origen castellano. Comparado un idioma con un cuerpo organizado y viviente, puede decirse que el castellano ha formado, con elementos anatómicos ó morfológicos de distintas extracciones, por esa ley de vida representada por la evolución y la adaptación, una fisiología sui generis, que no se parece á ninguna otra. ¡Pero que el castellano ha formado por etimologías propias la voz vasco y sus derivados! Esto es lo qtie no se comprende. ¿Qué significa en castellano basko? ¿Con qué raíces ha formado esta p a l a b r a ? Basko, por la radical y la desinencia, por su fonología, por su todo, en una palabra, entra más en el genio del idioma euskaro que en el del castellano. Ahora, lo que ha hecho el castellano es agregar á la radical euskera terminaciones castellanas como en baskongado, baskuenze y . . . Baskonia, que es de terminación latina, más bien dicho, romana, más que castellana. Entre los filólogos reina la más perfecta unanimidad de opiniones sobre el origen y significación de la p a l a b r a basko, que hacen derivar de basoko, el de la selva, montañés. Véase una opinión de valor extraordinario, la del ilustre filólogo D. Joaquín de Tragia, que al mérito intrínseco de ser la de un sabio umversalmente reconocido, une, en este caso, el de ser insospechable, porque Tragia era aragonés, y estaba, de consiguiente, libre de pasión localista. "Basconia (así escribe: con b) E S U N A V O Z D E O R I G E N B A S K O N G A D O compuesta de la palabra Basso, que significa monte, y el caso del nombre co, pospuesto á usanza del idioma. P o r manera, que Basco vale tanto como si dixera del monte ó montañés." En este sentido, han hecho muchos autores, deducciones convincentes. L a letra C, hace mucho tiempo fué también eliminada de la ortografía b a s k a , siendo reemplazada por la K, y dice al respecto el señor Arturo Campión en su monumental g r a m á t i c a : " L a K sustituye á dos letras castellanas, que son la c y la k, empleadas p a r a e x p r e s a r un sólo sonido, gutural fuerte de la muda, por ejemplo: en querida, caramba. No se necesita discurrir mucho p a r a comprender las ventajas de la letra k, que con un sonido invariable se une á todas las vocales, ka, ke, ki, ko, ku. L a q, no se emplea sino en que, qui. P a r a tener valor fonético necesita la adición de la u muda. El notable filólogo Abate Rezzi, de la Biblioteca del príncipe Barberini publicó un admirable estudio a c e r c a de las ventajas de la k sobre la c y la q. El citado D. Arturo Campión en su Gramática Baskongada, que es p a r a los b a s k o s , algo así como una Academia de la lengua, refiriéndose á l a g, dice: S e usará p a r a m a r c a r los sonidos palatal y gutural de la muda suave, reservando l a j p a r a la aspirada gutural continua. Este signo dará lugar á las combinaciones ga, ge, gi, go, gu, sin que sea necesaria la u muda que en castellano se introduce p a r a ablandar el sonido de la g delante de l a e y de la i. Origina confusiones entre el uso de la g y de la j , lo cual no ocurría dejando á cada letra una sola función fonética. P o r eso, atendiendo á los dictados de la razón y de la naturaleza de nuestro idioma, debe escribirse Gipúzkoa, en vez de Guipúzcoa que escriben los castellanos.
F I R M A S E que el territorio que ocupa Bizkaya fué poblado en los tiempos más remotos de la historia del hombre; y no faltan quienes con la posible seriedad y el mas decidido ahinco aseveren y traten de convencernos (cuales son Andrés de Poza, Colón de Larreategui, el P. José Moret, el P. Gabriel de Henao, Juan Ramón de Iturriza, José Hipólito de Ozaeta y Gallaiztegui y Pedro José de Aldazabal y Murguía, este último autor de la Historia de la Aparición de la Virgen de Iciar) de que la ocupación de Bizkaya data de Tubal, quinto hijo de Jafct y nieto del Patriarca Noé, el cual Tubal, hacia el año 1900 de la formación del hombre, vino á Bizkaya desde los campos de Scnaar, que luego se intitularon Caldea, y la pobló; extremo que respecto de dos poblaciones de Nabarra (Tudela y Tafalla) lo sostiene 1). Carlos, Principe de Viana, en su Crónica de los Reges de Nabarra. Tampoco escasean escritores que con ardimiento y copia de datos ¡allá ellos con la calidad de los mismos!, sostengan que Bizkaya fué la antigua Cantabria y que, como componente suyo que era, intervino como principal interesada en las famosas guerras que sus naturales libraron contra las poderosas é irresistibles falanges romanas de la época del. Emperador César Augusto, siglo I antes del nacimiento de Nuestro Señor. Dato que por muy arraigada que la especie del cantabrismo basko puede estas entre los actuales moradores de los Pirineos occidentales ¡y cuidado que lo está! no puede admitirse como histórico, á lo que nos persuaden Plinio, J u -
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venal y el español Séneca, según cuyos informes, verídicos en lo posible, como procedentes de sabios poco menos que coetáneos á los hechos á que nos venimos refiriendo, la Cantabria estuvo enclavada ( á partir de Asturias,) hacia la actual provincia española de Logroño ó la Rioja (antiguamente nombrada Ruconia), no confundible con Bizkaya, como distante de ella unos cien kilómetros buenos. P o r lo menos Séneca, que á fin de que su testimonio pueda apreciarse en lo que vale, repetimos que fué español, está bien terminante y explícito *al aducir en el Libro de las Consolaciones, que las naciones c á n t a b r a s usaban idioma suyo propio, y afirmar que eran comarcanas al rio E b r o y que una de sus Ciudades era Varia, que fundadamente se supone estuvo levantada á una media legua más abajo de la actual Ciudad de Logroño; pudiendo añadir á este testimonio el de Juvenal, según quien Calahorra era ciudad de Cantabria. Otro despropósito histórico es el del Principe de Viana; quién opinó que de los alanos salió el baskuenze y que ellos poblaron Alaba y toda la tierra b a s k a , excluida, p a r a el Príncipe, Nabarra. Pero cuanto llevamos dicho, y otro mucho de su misma jaez y tamaño que no le decimos, más defendido y difundido por ciertos tratadistas, á pesar de carecer de barruntos p a r a el género de ensueños literarios á que se han entregado y gustaban de entregarse con fruición, son fantasías de espíritus desocupados que estudian, t r a t a n y manosean los asuntos pretéritos con una desaprensión que nos resistimos á calificar, pues lo cierto es que de la etnología, b a s k a casi no poseemos noticias e x a c t a s , y que de sus nebulosos orígenes ni siquiera se tienen, si algunos se tienen, pequeños vislumbres, y ellos sumamente borrosos é imprecisos. Del propio Gernika, Villa lindísima cuya historia (concediéndoseme señalado é inmerecido favor) líaseme encargado esquematizar en este cxpléndido monumento que de la cultura b a s k a erige uno de sus más laboriosos hijos en homenaje al Centenario de la Independencia Argentina, en cuyo hospitalario suelo vive y prospera para bien de la literatura y de las artes gráficas; y una de las veinte bizkainas, no faltan historiadores (y esos son Bernardo de Valbuena, Rodrigo Méndez Silva y el orduñés Andrés de Poza, y a citado) que aseguran que es del tiempo de los griegos hérnicos, por otro nombre pelasgos. Repugnó esta afirmación á Iturriza, quien en su apreciable Historia General de Bizkaya, la impugnó, basándose en que Gernika debe su fundación á don Tello y año de 1366; pero omitió Iturriza el aducir que entonces, ni bastantes siglos posteriores, B i z k a y a no estuvo fundada; particular en que indudablemente no hubieran asentido el autor ni ninguno de los demás historiadores que se han ocupado de los principios baskos, sin embargo de constarles que el nombre de B i z k a y a no comenzó a sonar hasta el siglo V I I I de la era cristiana y ser de todos conocidos los indicios significativos de que no pudo haber sido poblada mucho antes de aquel siglo V I I I . Iturriza, el P. Henao y otros como ellos enamoráronse de la venida de Tubal, del l á b a r o cántabro y de varias otras consejas y simplezas por el estilo, y así hubieran tenido visión clara y precisa de la despoblación del territorio bizkaino h a s t a la edad media y de su abandono en perfecto estado selvático y de incultura, no lo hubieran creído, y menos confesado; que no en vano en el ánimo humano los prejuicios ejercen insólita tiranía, máxime cuando se interpone el amor patrio. L a misma gravedad é importancia de la afirmación obliga á introducir en el particular el escalpelo de la crítica histórica, p a r a hacer alguna luz en lo que tan embrollado se halla. Si B i z k a y a hubiera estado poblada en la época romántica, B i z k a y a sucumbiera bajo el poderío romano. Porque una de dos: Ó Bizkaya, por la densidad é importancia de su población, llamaba la atención romana, ó no. Si lo primero no se hace creíble que los romanos no se propusieran someterla y que, tomado este propósito, no la conquistaran; no constando, aparte de esto, que dentro de la península ibérica quedara á los romanos un solo punto por conquistar. Con la dominación, además hubiera perdido el idioma el b a s k o , y lo conserva, y conserva
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la legislación y modalidad típica. Y si lo segundo, no pudo ocurrir ello sino poi la falta de población de Bizkaya, que es lo que debe suponerse, dada la conservación étnica del basko. P o r eso faltan restos de edificaciones permanentes y otros monumentos arquitectónicos, cuyas huellas no han sido descubiertas realmente ni lo serán nunca probablemente. Si Bizkaya no fué dominada por los romanos, lúe por que no estuvo poblada á la sazón, y sí llena de sombríos bosques y de malezas. Y si en Bizkaya se conserva el euskera, es porque se acogió allí, huyendo de otros parages de donde los que lo hablaban eran hostigados y empujados. Pues nuevas gentes que importaran el euskera no se han introducido en la península después de los romanos. En comprobación de esta nuestra doctrina de la desocupación de Bizkaya hasta los últimos siglos de la dominación visigótica ó principios de la arábiga en la península ibérica, ésnos muy satisfactorio aducir los testimonios del Proemio de los Fueros de Ayala, formados en la Junta General de Saraube el año 1373, interviniendo el sabio historiador y famoso caballero don Fernán Pérez de Ayala, Señor de Ayala, y el del tilla (parte 3", capíPríncipe de Viana, tulo 4"), y según la historiador de hacia cual, su antecesor en mediados del siglo el Solio el Rey don X V . Dice el proeAlfonso el Católico mio de los Fueros ganó de los sarracede Ayala que « l a nos, entre otros lutierra y señorío de ga re s, G a r n i c a, e n Ayala l a pobló el Bizkaya, que muS e ñ o r » ; y el Príncichos (claro está eme pe de Viana, como con palmaria confuqueda dicho, que los s i ó n ) , han tomado alanos poblaron Alapor Gernika, en Bizb a y toda la tierra kaya. Ha combatido b a s k a . Afirmaciones este dislate el P . que unidas á la casi Henao, vallisoletano inconclusa de que no de nacimiento, bahubo señor en Ayasándose para ello la, ni en otra tierra primeramente en lo b a s k a hasta el siglo mismo que Iturriza V I I I del cristianispara combatir á lo mo, en el sentido de de los pelasgos, á que dicha palabra saber que Gernika tenía á la sazón, teno fué eregida hasta nemos la clave que el año 1366, y adenos descifre en parte más, en que si los el enigma de la époagarenos se hubieca de la primera haran apoderado del bitación de Euzkadi. Gernika, digámoslo así, nuestro, BizkaOtra noticia falya no se hubiera zasa referente á Gerfado de correr el nika, ha distraído á mismo triste albur las gentes, tomada que G e r n i k a , q u e de una equivocada por otra parte es sainteligencia de l a bido que no sufrió Crónica General de el z a r p a z o m o r o . España, escrita en EI Árbol de Gerqika En la inconquista de tiempo de D. Alfon( T r o n c o del viejo símbolo que se guarda d e n t r o d e un fanal) Bizkaya por los aras o el Sabio de Cas-
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bes están contestes el Obispo don Sebastian de S a l a m a n c a , escritor del siglo I X y cronista del Rey don Alfonso el Católico; el Arzobispo don Rodrigo de R a d a ; la Crónica de don Alfonso el S a b i o ; Morales; el P. Maestro Flores, en las Memorias de las Reinas Católicas'; el P. Juan de Mariana; Pedro de Salazar y Mendoza; Luis de S a l a z a r y Castro y la Real Academia de Historia, todos nueve citados por el vitoriano Mateo de Moraza en el discurso que en Julio de 1876 pronunció en defensa de la llamada cuestión foral en el Congreso de los Diputados españoles, y lo están el propio Moraza y demás historiadores b a s k o s que han tratado del particular, á quienes dejaremos de citarlos en gracia a los que sabiendo que son b a s k o s pudieran su dictamen estimar recusable é interesado. O t r a razón más, por si las apuntadas no bastaran, tuvo, á nuestro juicio, el P. Henao para negar de plano la reconquista de Gernika del poderío musulmán, y no de las más débiles, pero que no la adujo, sin duda por descuido. Y es la de que el Garnica de la Crónica General evidentemente difiere del Gernika bizkaino. En efecto, aparte de lo aducido por el P . Henao, la población rescatada del morisco por don Alfonso el Católico, fué á lo que del orden mismo de enumer a r las poblaciones reconquistadas guardó el cronista, una población de situación intermedia entre Sopuerta (que tampoco pudo ser el Sopuerta Consejo de las Encartaciones) y Vardulia (que el cronista y a lo dice en su tiempo llamaban Castilla la vieja), y de todos modos fuera del P a i s B a s k o . Porque la enumeración háccla la Crónica General en la siguiente forma: Tomó á Ledesma, Zamora y costa de Galicia, dice; vino p a r a Castilla, añade, y conquistó á Simancas, Dueñas, Saldaña, Amaya, Miranda, Segovia, Avila, Osma, Sepúlveda, Arganza, Maya, O c a , Reverendeca, Carbonera, Alvegia, Cenicero, Alesanco, Trasmiera, Sopuerta, Garnica, Vardulia (ya llamada Castilla la V i e j a ) , Alaba, Orduña, Bizkaya, Aizón, Pamplona, B e s e r a , Nabarra, Ruconia, P a n c o r b o , Carrancio, y hasta los montes Pirineos, con otros varios pueblos.» El mismo orden observado en la copiada relación de los lugares tomados á los moros por don Alfonso, denota, repetimos, que el Garnica de la Crónica tuvo un desplazamiento intermedio entre Sopuerta (que es el Consejo de Sopuerta de la Encartaciones de Bizkaya, sino, según Pellicer, Zaporta) y Vardulia ( y a llamada Castilla la Vieja), y como quiera, á lo que igualmente lo dejamos indicado, colocado fuera de la región á que correspondían Alaba, Orduña, Pamplona y N a b a r r a . Advertir debemos de paso, además, que el Carrancio no es, como algunos han pretendido, el Carranza encartado, más que, según Ambrosio Morales, una Villa de las montañas de León á seis leguas de esta capital.
II Gernika, población entronizada á la orilla izquierda de la sinuosa ría que surgiendo en los manantiales de los montes de Oiz, Gastiburu y Bizkargi desagua en la b a r r a de Mundaka (circunstancia que le ha valido la designación de ría de Mundaka, aunque no falta quien entienda convenirle mejor Urdaibai) y desde cuya bella posición, en el airoso recuesto de la falda oriental del picudo monte de Kosnoaga, preside, digámoslo así, con la apacible sonrisa en los labios, la abierta, bellamente prolongada y feracísima vega que desde el pueblo de Muxika se desparrama hasta el mar, el benéfico y perfumado ambiente que desde el levante inúndale las flores silvestres y los copudos castañares de cerrado y murmurante follagc plantados á la vera de la iglesia parroquial del Consejo de Ajangiz en el deleitoso regazo del monte de B u r g o a ; Gernika no brotó á la vida municipal antes del 28 de Abril de 1366, en que, como Iturriza y el P. Henao afirman, y por el privilegio de fundación consta, con placer de todos los bizhainos, erigióla en Villa (conce-
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diendo á su población el monasterio de San Pedro de Luno—léase iglesia de San Pedro de Luno—y los solares de Dondiz, Gernika/Iturbe, Uretxo, Ziloniz, é Irazabal) el versátil conde don Tollo, ~ "~~~~~ Señor de Bizkaya, en ocasión de hallarse en Orduña, única Ciudad de Bizkaya. Los lugares que en el documento fundacional de Gernika cítanse como derramados en el perímetro de la Villa, son los cuatro de Gernika, Saraspe, Urretxua y Bideguren, y fuera del perímetro, dispersos por decirlo así por el subursano ó los arrabales, Ueskitza, Lemandoro, Uriberri, G o r r i t i z , I t u r r a l d e " , Mengotza é Ibenarriaga. Estos finales dando asilo á los solares de Itxaraspe, Oar, Muxika, Garai, Beltza, Gorguena, Arribalzaga, Idokiriz y Goyena. Casa de «Juntas La forma de la redacción de la carta puebla expedida por don Tello dio margen á que se entendiera que á Gernika le había sido concedida por su fundador una circunferencia dilatadísima: tan dilatada que se estimó alcanzaba cuatro leguas contadas desde Busturia hasta Arteaga, después de recorrer la línea que sucesivamente pasa por el monte de Apratiz (Apraiz), los caminos de Bizkarra, Mechika, Santa María de Iduibalzaga, Gerekiz, la ferrería de Morga, Arechabalaga, Ochetabaldana, Ucha, Baldian, la rueda de Unda (el molino de Unda), Ayona, Albiz, Kuberorta, Astorka, las cavas de Gastiburo y la ferrería de Orna. Pero en virtud de enconados y ruidosos pleitos qixe sobre jurisdicción de términos le procuraron y ganaron en el siglo X V los Pueblos colindantes perjudicados con la supuesta delimitación de lindes, los municipales de Gernika quedaron circunscritos á poco más de su escasísimo casco, levantado á la parte que y a desde antes intitulaban el Puerto de Gernika, en jurisdicción del pueblo de Luno y, así, en tierra denominada, según los principios del á la sazón en boga feudalismo, infanzonazga, franca ó alodial. Tan limitada y escueta quedó Gernika cumplidas las ejecutorias expedidas en su virtud, que su territorio llegó á ceñirse á cuatro calles de no gran extensión (las cuatro de Artekale, Barrenkale, Azokekale y Goyenkale), quedando fuera del casco y de los términos y jurisdicción Sa!^n de S e s i o - e s de la Casa de J u n t a s de la Villa, el paseo de Ibarra, la Rentería, la misma iglesia parroquial de Santa María la Mayor y, lo que es más, la clásica campa de las Juntas Generales (frondada por el Árbol venerando), em-
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blema inmaculado de la libertad bizkaina, que han estado en territorio alodial de Luno, festoneando y encerrando como un dije á la Villa. Antes de pasar adelante debemos hacer constar la anomalía de que Gernika, y tal como Gernika las restantes Villas y Ciudad bizkaina, rigiérase, y se rige aún ahora, en lo civil, por el derecho de Castilla, y no por el de Bizkaya, no obstante su calidad de población bizkaina. Anomalía que sube de punto en algunas Villas que en determinadas materias civiles estuvieron y están sometidas á las leyes del fuero indígena, y á la exótica en todo lo demás. Más si se observa bien, estas anomalías y otras de más monta registraránse también en Castilla y demás Países medioevales sumisos al singular régimen feudal, que al reconocer en un mismo S o l a r dos Autoridades diversas, una suprema y feudal y otra subordinada y feudataria de la suprema y soberana, una absolutamente independiente y otra relativamente independiente ó seudo independiente, tenían dos legislaciones civiles e x t r a ñ a s entre sí;- á sabor y satisfacción de cada uno de los Señores directos que los gobernaban y mandaban, aunque una única legislación política, una única ejecutiva, una única militar, una única administrativa y una única económica general ó común. En la Tierra llana de Bizkaya, en el S o l a r franco, en fin en el Infanzonazgo, dominaban directa y capitalmente, con exclusión de toda otra potestad, las J u n t a s Generales (feudales del Señor y S o b e r a n a s del Señor y de los Pueblos infanzonazgos y de las Villas y Ciudad de Orduña), en tanto que los Señores (feudatarios de las Juntas Generales, aunque feudales de las Villas y Ciudad de Orduña) y de los señores constituidos en subfeudatarios ó valvasiores suyos, en las Villas y Ciudad de Orduña y en los señores de Muxika, Butrón, Urkiza, Arteaga, Billela y restantes valvasiores imperaban directamente, pero no soberanamente y sin superior en lo humano, sino solo á guisa de Señores feudales que dependen de la Soberanía nacional (resida ésta donde quiera), con derecho en ellos, en los Señores, á llamar vasallos á los que las poblaban y moraban en todo el tiempo en calidad de vecinos, á lo que en este mismo privilegio de fundación de Gernika se advierte allí donde expresamente califica don Tello de vasallos suyos á los gernikeses, calificativo que por mucho que lo deseara no se atreviera á aplicar, y que verdaderamente se abstuvo de aplicar, al conjunto de los bizkainos, á la colectividad bizkaina, á la masa nacional que congregados en J u n t a General legislaban p a r a sí y para el Señor á pesar de haberla citado y vuelto á citar mil veces en los miles de documentos que por mil causas tuvo necesidad de expedir como Señor de Bizkaya. Las Villas veníanse desplazando por los Señores (ya lo hemos expuesto que con placer de todos los bizkainos—sic—) en los términos, montes y pastos de Bizkaya que B i z k a y a cediera en feudo á los Señores al tiempo de su primera nominación ocurrida hacia el siglo I X . Y decimos en feudo, porque términos y seles había que los Señores los tenían solamente en guarda, en mero usufructo, como usuario de ellos, con sólo el disfrute, con sólo el gozamen, con sólo el aprovechamiento; y en estos no fundó Villa ninguna. P a r a la Tierra Llana ó S o l a r Infanzonazgo, compuesto de los Pueblos sin ías Villas, ó sea, de las luego llamadas Anteiglesias por que ante ellas ó en su pórtico y cementerio celebraban las Repúblicas municipales sus reuniones ; las J u n t a s Generales de B i z k a y a promulgaron una legislación civil común, y p a r a las Villas y Ciudad los Señores, con el carácter de feudales suyos que ostentaban, si bien feudales sin el derecho de vida y muerte que á sus congéneres de Alemania, Lombardía, Francia y otras Naciones níenos afortunadas que B i z k a y a asistía sobre sus vasallos, una legislación aforada, usualmente tomada ó adaptada casi á la letra de las que gozaban las poblaciones señoriales de Castilla, con esta ó la otra alteración, cuando no acaecía en toda su integridad. De todo lo cual se derivará lógicamente la consecuencia de la independencia
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histórica de Bizkaya y el sentido verdadero de estas siguientes y nada enigmáticas palabras del capítulo I.° del Fuero de Ayala de 1373: « S o b r e el Señor de Ayala el Rey de Castilla há Señorío sobre todo lo que há en sus Reinos, más el (mismo) Señorío de Ayala es así como el Señorío de Bizkaya, ca fueron hermanos; y Bizk a y a era Señorío á su parte, y Ayala al s u y o . » E s de prevenir que por entonces los Señores de Bizkaya, que á causa de que debilitado el Estado con luchas intestinas entre los banderizos de Oñaz y Gamboa y figurar los mismos en guerras extranjeras que maldito lo que importaban á Bizkaya, y ganar prez y estimación entre los magnates del Estado basko de Nabarra y de los Reinos españoles de Aragón y Castilla, en donde sé enlazan conyugalmente, desempeñando por ello una figura muy saliente en la resolución de sus asuntos que en la Constitución bizkaina les estaba negada, hacían presión sobre B i z k a y a y parecían, sin serlo, majestadas. No obstante lo cual, Bizkaya, como el Fuero de Ayala lo esclarece, era Señorío á su parte, es decir, independiente, y el Rey de Castilla tenía señorío, sí, sobre todos los heredamientos y tierras ó bienes feudales que el Señor de Bizkaya poseía como vasallo suyo que se hizo en los Reinos de Castilla, pero no sobre Bizkaya, á donde no alcanzaba la soberanía castellana. El fuero que por elección de don Tello le cupo á Gernika fué el de Logroño, con la exención y franqueza de pechos, veros, fonsaderas, enmiendas, oturas, mañerías, y demás tributos de semejante ó parecida índole peculiar y propias del sistema feudal, como hasta aquel preciso instante habían venido siéndolo sus actuales escasos habitantes, y lo eran el resto de los bizkainos, fueran ó no aforados.
III Pero Gernika ha venido á ser un símbolo, y ese símbolo granítico, ese trofeo, esa oriflama gloriosísima y noble, al sintetizar la facultad legislativa de un Pueblo de conciencia la más democrática, de espíritu el más libre y de instintos los más individualistas Archivo de la Casa de J u n t a s de cuantos hasta hoy se han dado á conocer en la historia de los Pueblos, constituye precisamente el mejor blasón que en el homenaje que los b a s k o s residentes en la opulenta y hospitalaria Argentina tratan de rendir á la Patria de su adopción en el centenario de la independencia, puede figurar con orgullo. Porque Gernika, ó el Árbol legislativo que al invocar Gernika queremos significar, denota la independencia de un Pueblo republicano como el Argentino, de un Pueblo antiguo que al hecho de perder su libertad ha preferido, el 12 de Mayo de 1601, «ver quemada y asolada esta Señoría, y muertos mujeres, é hijos y familia, y buscar quien nos ampare y trate bien.» Y en el límite de Gernika, en una campa poblada de seculares árboles, intitulada también Gernika, del término jurisdiccional del Pueblo de Luno, limítrofe de la Villa de Gernika, bajo un Roble bendecido por el filósofo ginebrino Rousseau, saludado
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por el convencional francés Tallien, y tiempo andando timbre de la libertad casi individualista bizkaina, «á cuya sombra, entre infanzones ñeros, Reyes juraban populares fueros, »
se celebraban bienalmente las J u n t a s Generales, los B a t z a r bizkainos, después de ser convocados por las bocinas de los cinco Merinos de B i z k a y a ; y allí que la naturaleza forma un pequeño remanso sombreado de robles y tapizado de yerbas silvestres, reuníase el Pueblo de virtudes patriarcales, reuníanse todos los bizkainos, en la nubilidad de su existencia, revestidos del poder legislativo del solar que integraban, asumido exclusiva y mayestáticamente por las J u n t a s Generales, y corriendo los tiempos, la genuina representación de todos los Municipios bizkainos, Pueblos y Villas y Ciudad, unas veces, y, otras, solamente los Pueblos infanzonazgos, sin la concurrencia de las Villas y Ciudad. Allí fueron incubadas y dadas á luz las leyes b i z k a i n a s ; y allí, por lo mismo, en el año de 1342, presentes don Juan Núñez de L a r a y doña María, Señores, y presentes con ellos los cinco Alcaldes y los caballeros, escuderos é hidalgos de Bizkaya, llamados á J u n t a General y tañidas las cinco bocinas, se formó el llamado Fuero antiguo de Bizkaya, de autenticidad que no importa haya sido negada por el historiador don Estanislao Jaime de Labairu (Historia General de Bizkaya) p a r a tenerla por efectiva, y comprensiva de materia penal, tanto sustantiva como adjetiva, en su mayoría, pero no exclusivamente. Un capítulo del mismo (pues conviene que juzguemos personalmente de las leyes que tuvieron su cuna en Gernika de Luno), el 27, dispone que todo hidalgo ó peón que hiciere homenaje á otro, que lo o b s e r v e ; otro, el 29, establece la libertad mercantil á favor de los n a t u r a l e s ; los capítulos 30, 32, 33, 34, 35 y 36 tratan de los derechos de los Señores en los montes, clasificados en cuatro grandes grupos: unos como propios de los hidalgos, en que el Señor no había p a r t e ; otros como propios del Señor, en que á su vez los hidalgos no tenían p a r t e ; los llamados usas, en que la guarda correspondía á los Pueblos y al Señor, y unos finales dados á las Villas por privilegios, y aprovechados por las m i s m a s ; y el 28 veda citar á bizkaino ante el Obispo ó sus Vicarios, y solo permite citarlos en las demandas eclesiásticas, siguiendo uso constante de Bizkaya, p a r a ante el Arcipreste, residente en el País, á la inversa del Obispo y de sus Vicarios. Otros cuidan de los castigos que deben imponerse á los acotados ó encartados, á los ladrones, á los homicidas, á los violadores de treguas, á los difamadores y á sus cómplices y encubridores; varias se ocupan del reto ó riepto; y algunos estatuyen que en estos casos de reto el Señor y los bizkainos constituyendo J u n t a de Gernika, administren justicia. El asunto de que se ocupa el primero de los capítulos citados, el concerniente al homenaje que unos á otros se hicieren, claramente indica la vigencia en B i z k a y a del sistema de los homenajes, la vigencia de los principios y de la famosa caballería, la vigencia, digámoslo de una vez, del régimen feudal. Y por si esta ley no lo indicara, hácelo el Fuero de Ayala de 1373 (tan semejante al bizkaino en todo lo sustancial), en los capítulos 7, 8, 19, 20, 25, 29, 30, 31, 33, 34, 42, 68, 69, 70, 71, 72, 73 y 74, distinguiendo y separando al labrador ó peón del hidalgo, y sometiendo al primero á condiciones de que exime al hidalgo, y negándole derechos concedidos al otro. Más explícito que estos expresados es aún el 43 al decir que la hidalga casada con peón pierde los derechos de la hidalguía, salvo si enviudada protestare de que quiere ser hidalga. Y no lo es menos el 44 al disponer que l a peona que casare con hidalgo hácese hidalga, aunque él muera, mientras permanezca en su honra. El 51 prefine que el que de padre en padre viene de solar labradoriego, es peón aunque viva en quito t , y por razón da, que al comienzo
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que se pobló Ayala los peones podían haber solar sobre si, á causa de ser la Tierra infanzonazgo, por lo que entraron en voz de los hidalgos por sus labradores. E l 52 declara que el que fuere hallado que él, ó su padre, ó su abuelo, era hidalgo y compró solar para él, ó le alzó casa en su voz, y él no hizo esfuerzo de alzarla en su voz, es peón. Y , finalmente, el 53 remite al dudoso de si es hidalgo ó no, á la prueba de su hidalguía, con que sea cormano de padre en padre y muestre solar do partió con él. P o r lo tanto no tenía razón el P. Manuel de Larramendi (Corografía de Gipuzkoa) al zumbarse de la nobleza, de los indikis gipuzkoanos; ni la tiene Ramón Ortíz de Zarate (Compendio foral de la Provincia de Alaba) al afirmar que el señorío, vasallaje y feudalismo, si se ha intentado ejercer en Alaba por algunos magnates, ha sido ilegalmente y contra fuero. No. El Señorío, el vasallaje, el feudalismo y la nobleza como secuela necesaria del feudalismo, ha existido en Ayala, y existió en Alaba, y en Gipuzkoa y en Bizkaya, casi desde su primera manifestación en la historia. E s t a es la verdad en plinto histórico, siquiera en el sociológico y en el filosófico sea otra bien contraria la nuestra. Mejor acierto tuvo Fidel de Sagarminaga al negar la universal nobleza en Bizkaya y establecer antítesis entre labradores é hidalgos. L a libertad mercantil reconocida en el capitulo 29 del Fuero de Bizkaya que analizamos, ha persistido con pocas é insignificantes restricciones que algunas á su tiempo anotaremos, hasta el postrer período foral. Y lo de los montes se explica teniendo en cuenta el tantas veces citado y repetido régimen feudal, con la única advertencia de que las Villas y Ciudad de Orduña quedaron implantadas en los del Señor, y que en el corto transcurso de un siglo más quedaron agotados los montes del Señor en términos de no A l t a r portátil de A r m a s quedarle donde poder levantar otras t o m a d a s á l o s m o r o s e n la g u e r r a . nuevas. Contigua al Árbol de los Congresos bizkainos había una ermita, por demás humilde como monumento artístico, pero de sólidas bases políticas, bajo la advocación de S a n t a María de Gernika, donde se guarecían los congresistas en los días de tiempo inclemente; ermita que fué reedificada y ampliada por el año de 1410 por el doctor Gonzalo Moro, Corregidor y Veedor en tiempo de Enrique III de Castilla, Señor de Bizkaya, cuyo Consejero era casado con doña María Ortíz de Ibarguen, y cuyas postreras reliquias mortales guarda la ermita de su reedificación y ampliación. Y allí, en l a ermita juradera de S a n t a María, el 2 de Junio de 1452 reuniéronse los cinco Alcaldes del Fuero y los 22 individuos comisionados en J u n t a General de Idoibalzaga por todos los bizkainos (así se explica el documento) para codificar
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• el Fuero, mediante la recogida de los de albedrío y no escritos. Ordenado y declarado el Fuero, lo aprobó la J u n t a General de Gernika de 21 de Julio del mismo año todos á una voz y de un acuerdo y consejo, mandando á los Alcaldes, P r e s tamero, Merino y otras personas, que de aquel día en adelante, y aún hasta confirmar por el Señor las dichas leyes, fueros y derechos, usen, juzguen y determinen por los mismos. Y en el capítulo I.° de él se deja traslucir la electividad del cargo de S e ñ o r de B i z k a y a ; por cuanto admite estas dos suertes de sucesión del S e ñ o r ; o r a por muerte de su antecesor, ora por otro título cualquiera que el s e a ; alternativa de que se infiere la electividad del Señor y electividad que disipa toda idea de posibilidad de que Bizkaya se uniera á Castilla, como lo vienen sosteniendo todos los autores (si bien difiriendo entre sí en cuanto á la naturaleza del a c t o ) , con todo de no ser factible la unión de dos Estados allí donde en el uno el Rey que le rige es hereditario, cual en Castilla, y en el otro el Señor es electivo (y por el momento prescindimos de discutir la naturaleza del cargo del S e ñ o r ) , cual en Bizkaya, á lo que declara esta ley y se confirmará por el suceso de elegir S e ñ o r a de B i z k a y a á doña Isabel la Católica cuando ésta, viviendo Enrique IV, no había sido proclamada todavía Reina de Castilla. En casos como éste no cabe refutar la unión de Estados, ni siquiera personal, ni de otra clase cualquiera que quiera fingirse. Y menos cabe admitir l a personal ó singular que se pretende de igual y principal, y de no accesoria y extintiva la califican los últimos autores b a s k o s , cuando como en B i z k a y a la función del Señor no es soberana, por residir en las Juntas Generales la potestad legislativa, que es la potestad que reasume en sí toda la soberanía del pueblo á quien legisla. P o r eso, en tiempo en que Enrique I I I era Señor de Bizkaya, en tiempo en que por Príncipe era casi Monarca de Castilla, dice el Fuero de Ayala que el Rey de Castilla sobre B i z k a y a no tenía poderío. Y tampoco cabe decir con Fidel de Sagarminaga (Memorias históricas de Bizkaya) que el Monarca de Castilla fuera por derecho propio Señor de Bizkaya. No. En el mismo capítulo I.° se eleva á ley el fuero y costumbre de que el nuevo Señor, por muerte de su antecesor, ó por otro título, si es de edad de 14 años, venga en persona á B i z k a y a y confirme sus privilegios, usos, costumbres, franquezas, libertades, fueros, tierras y mercedes. No hay pues necesidad de decirlo: no competía al Señor, exclusiva ni compartivamente, la formación y ordenación de las leyes, ni reasumía en sí el poder supremo de la tierra, que sabido es que es el legislativo, cuyas disposiciones, antes por el contrario, j u r a b a no violar ni consentir fueran violadas por los encargados que administraban justicia á su subordinación, y sí cumplirlas y hacerlas cumplir estrictamente. El capítulo 3." señala como lugares para que el Señor cause los juramentos : las puertas de Bilbao, Arechabalaga, San Emeterio y Celedonio, so el Árbol de Gernika (las cinco bocinas tañidas) y S a n t a Eufemia de Bermeo. Dispone el propio capítulo, que si los fueros han de alterarse, sea con acuerdo de los bizkainos; principio constitucional de un sentido democrático asombroso y distinto de la manera guardada en Castilla, pretérita, presente y futuramente, p a r a la formación de las leyes y sancionado para Ayala en el proemio del Fuero de 1373 al establecer que si el Señor de Ayala entendiera que en algunas c o s a s no hay buen fuero, el Señor, ayuntada la Tierra toda (es así como lo dice) y los cinco Alcaldes, pueden mandar los dichos fueros y tirar un fuero y poner otro mejor. De donde debe inferirse que ni en B i z k a y a ni en Ayala era el Señor el legislador, más que la Tierra toda, ayuntada en J u n t a ó Congreso, con consejo y conformidad de todos los bizkainos, y en su caso, de todos los ayaleses. Y como el Señor no tenía en las J u n t a s de bizkainos y ayaleses voz ni voto. De ahí que el S e ñ o r no participara del poder legislativo en una ni en otra Tierra. El 4." asigna al Señor de B i z k a y a como únicas las siguientes rentas, añadiendo que todos los bizkainos hidalgos é hidalgas de la Encartaciones de B i z k a y a y du-
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rángueses, siempre fueron franqueados, libres y quitos de todo pedido, servicios, monedas, alcabalas y otros tributos: á saber, el pedido de los l a b r a d o r e s ; los pedidos de las Villas á tenor de los respectivos privilegios ; 16 dineros viejos por quintal de hierro que las ferrerias labraren por lo seco de los m o n t e s ; sus monasterios, y las prebestades de las Villas. Preceptúa el 6." que los caballeros, escuderos é hidalgos, así de las Villas como de la Tierra llana de Bizkaya, sirvan al Señor cuando por su servicio los llamare, sin sueldo hasta el Árbol Malato, que es un Lujaondo, y con sueldo allende de allí. Disposición que seguramente se limita á los subfeudatarios de los Señores, y en modo á los infanzones; pues toda la Historia de Bizkaya atestigua que en vez del Señor eran las J u n t a s quienes disponían de la milicia. El artículo 7.° prohibe sacar vitualla que antes haya sido descargada en Bizkaya, salvo consintiéndolo la Hermandad donde estuviere la tal vitualla. Ese mismo
artículo permite al Señor extraer trigo, pan, cebada y legumbres para sus castillos fronteros y p a r a sus armadas, pero no para vender. El 11. veda al Señor hacer Villa no estando en Gernika, tañidas las cinco bocinas y consintiendo en ello todos los bizkainos (sic); y dando la razón de la prohibición añade, por no ser posible hacer Villa, ni darle término alguno, que no se haga en los montes, usas y egidos de los hidalgos y Pueblos. El 15.° ordena que cualquier carta que el Señor diere contra el Fuero de Bizkaya sea obedecida y no cumplida. El 17.° y siguientes se ocupan de los Oficiales de Justicia, y mandan que sean puestos por el Señor. El 36, el 50, el 53 y el 78 imponen que los delincuentes deben ser llamados so el Árbol de Gernika, donde se hace la Junta, para ser oídos y juzgados allí. El 57 divide el Condado de Bizkaya (llamado más comunmente señorío) en lassiete Merindades de Busturia, Uribe, Arratia, Bedia, Zornoza, Markina y Durango (las Encartaciones y Orozko no se hallaban todavía confederadas á B i z k a y a ) . En varios otros se estatuye el derecho de troncalidad admitido en el capítulo 91 a
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del Fuero de Ai]ala de 1373, y la libertad de desheredar por testamento, apartando con un tanto de tierra. El 77 proclama la inviolabilidad del domicilio del hidalgo. El 177 estatuye la comunicación de bienes entre el marido y mujer. El 135 faculta á salir de curadores al menor llegando á los dieciocho años de edad, siendo persona de entendimiento. El 144 prohibe introducir p a r a vender ganado de fuera, por padecer de plumena (mal de pulmón), dice, la preveniente de Asturias y otros puntos. Otro capítulo, el 146, permite hacer lobas y sembraduras en tierras de e j i d o ; semejantemente que el 61 del Fuero de Auala, el cual, empero, agrega que lo que el peón ganare así en ejido es del Señor. El 191 sienta el principio general de que los clérigos no puedan procurar en las demandas extrañas. El 195 establece el nobilísimo fuero de que el perdón de la parte extingue la pena en los delitos de muerte. El 208, á fin de no perjudicar al Señor en sus rentas, se opone á que sean desamparados los solares labradoriegos que rentan al Señor, é irse á morar lugares infanzonazgos. Distinguiendo el 209 á los labradores de los hidalgos, veda á los primeros, y lo mismo á sus hijos, y nietos (así moren en infanzonazgo), marchar á treguas de señor alguno y desafiar al hidalgo; y veda al hidalgo desafiar al labrador, pero no á otro, así habite en labradoriego. Alude el 215 á las muchas y escandalosas discordias habidas con motivo de entradas en B i z k a y a de Obispos y Vicarios eclesiásticos (que es conocido que residían en Castilla, por tener allí la sede episcopal) y prohibe penetren y que se presenten cartas suyas, hasta el punto de consentir el matar á los infractores, por quebrantadores del Fuero. El último capítulo, que es el 219, partiendo del hecho de que los Concejos ó Villas poderosamente hacen prendas y otras sinrazones á los hidalgos y moradores desde la Tierra Llana, por manera que reciben muchos daños é injurias, dispone que si el ofendido apellidase la Hermandad, la Tierra Llana debe tomar su voz. Aprobado y revisado fué este Código en J u n t a General, de so el Árbol de Gernika de 26 de Agosto de 1463, estando ayuntados el Corregidor Lope de Mendoza, Capitán General de las Artillerías y Pertrechos de Guerra del Rey castellano, tres representantes del mismo Rey como Señor de Bizkaya, los Alcaldes de la Hermandad, los Diputados elegidos y dados por el Infanzonado, el Prestamero Mayor, los Procuradores de las Villas de Bermeo, Bilbao, Tabira, Orduña, Lekeitio, Castro Urdíales, Ondarroa, Markina, Ermua, Plencia, (llamada entonces P l a s e n c i a ) , Portugalete, Elorrio y Rigoitia, y los escuderos, hidalgos, hombres buenos de las Villas y Tierra Llana. En igual J u n t a de Gernika de 11 de Febrero de 1506, se acordó reformar el Fuero precedente, aprobándose en la de Regimiento de B i z k a y a habida en B i l b a o á 28 de Febrero del mismo año, la reforma introducida en solo once puntos, que por afectar á materia adjetiva ó procesal, no nos detenemos á examinar. A la forma de celebrar las Juntas asistiendo todos los bizkainos (forma eminentemente democrática), sucedió en breve la de concurrir á ellas los P r o c u r a d o r e s de los Concejos y Anteiglesias y los caballeros, escuderos, hidalgos que gustaren de hacerlo (forma no y a tan popular). De este modo comenzó á trasladarse al Municipio la importancia que se daba hasta entonces al individuo, y se metamorfoseó el, por decirlo así, Estado-individuo en Estado-Municipio, hasta el grado (hablamos de B i z k a y a ; no de Gipúzkoa) de no considerarse la respectiva población municipal p a r a conceder una igual participación á los Pueblos. Veinte años después de la reforma, en J u n t a General de Gernika de 5 de Abril de 1526 ( á la que dejaron de asistir las Villas) quedó acordada otra que la Comisión
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codificadora la practicó en 21 de Agosto siguiente en la casa de Martin Saez de la Naja, extramuros de B i l b a o ; y que es el propio que en la parte no abolida pollas leyes españolas dictadas con posterioridad al 2o de Octubre de 1839, rige. La ordenación de las leyes se encomendó por la Comisión al Bachiller Martín Pérez de Burgoa, Letrado de Bizkaya, y á Iñigo Urtiz de Ibargüen, Síndico de la misma. L a ley 6." del título 1." preceptúa que las tierras, mercedes y Oficios los dé Su Alteza á naturales, y que las mercedes de lanzas y ballesteros mareantes y de tierra se otorguen al vacar, á los hijos mayores legítimos de los que los gozaron. L a 11, que las cartas dadas ó mandadas dar por el Señor, contra las leyes y fueros, sean obedecidas, y no cumplidas. La 12, que tormento ni amenaza de tormento no y e dé á bizkaino. La 13, que en Bizkaya no se avecinden los de linaje de judíos y moros. La ltí afirma ser notorios hidalgos los bizkainos. L a 17 impide sacar vena y metal p a r a labrar hierro ó acero. La 3." del título 2." reconoce cinco Alcaldes del fuero en las Merindadesde Busturia, Zornoza, Uribe, Arratia y Bedia. La 4. del título 34 prohibe cerrar, salvo con seto, los sembrados que se lucieren en usas y ejidos comunes, y dispone que cosechado el pan se deje abierto en portillos, á fin de que se introduzcan los ganados y pazan libremente hasta que vuelvan á sembrar. a
IV En la parte zaguera de la ermita de l a Antigua de Gernika construyóse en 1(586 una sacristía p a r a que valiese de Archivo, y en 1700 pusiéronse bancos con respaldos para los asistentes en representación de los P u e b l o s ; convirtiendo á la ermita en Congreso bizkaino, humilde todavía, pero dotado de la coLa J u r a de los F u e r o s de Bizkaya modidad de que antes se carecía, y en por Isabel I de Castilla Archivo General de los documentos geiilríil) (i'.nntiru tlf M. MIIIT nerales. A pesar de esto la apertura de los Congresos siempre se ha venido haciendo so el Árbol blasónico. Decretada en 1826 la demolición de la ermita, sustituyóla el suntuoso edificio que se alzó sobre sus vetustos cimientos. L a fachada principal, en el actual estado •del Congreso, es la de Poniente, y forma en su centro un martillo de dos columnas, descollando un ático en forma de rotonda, cuya planta es una elipse á cuyo circuito hay cuatro hileras de bancos en anfiteatro, sobre ellas una galería para el público, y en la testera un altar con la imagen de la Purísima Concepción, donde se decía Misa todos los días de sesiones. La fachada de Oriente contiene el Archivo «General del Señorío, de no gran riqueza. Al lado meridional del Congreso y Casa de Juntas, bajo el simbólico Árbol y
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sobre un estrado circunvalado de una reja de hierro, elévase un reducido solio d e piedra, á cuyo frente hay dos tribunas p a r a que el Secretario de la Diputación recoja los poderes de los Apoderados. Al frente del solio se mantiene lozano el Roble joven, y su padre, exangüe, momificado y encerrado en prisión vitrea, da un triste espectáculo á su e s p a l d a . V Instaurado en B i z k a y a el homenaje, ó sea el feudalismo, no dejó de mirarse y respetarse el rango y lustre, no y a de la familia del Señor, sino también de las de los apodados aide-nagusiak (parientes m a y o r e s ) y de sus dependientes y s u bordinados, aceptando la mayor nobleza de las unas sobre las otras. En Gernika fué nombrada y esclarecida la casa de Mezeta, adquirente del patronato de la iglesia de San Pedro de Limo, cuyo tributo de maravedís impuesto á la Villa de Gernika por don Tello al tiempo de la cesión de dicho monasterio ó iglesia por la carta puebla que en 1366 la diera, fué transferido á los poderosos dueños y señores de la c a s a y fortaleza de Arteaga (en Gautegiz de Arteaga), cuna preclara de los ilustres antepasados de la e x - Emperatriz de los franceses, doña María Eugenia de Guzmán y P o r t o c a r r e r o , esposa de Napoleón I I I , nacida, en Granada. El cual templo de Luno, situado en lugar eminente del Kosnoaga, vista la incomodidad que p a r a los vecinos de la Villa suponía el haber de ir á él al cumplimiento de los actos del culto cristiano y demás de devoción, se pensó en reemplazarlo con otro más cercano, construyéndose la matriz de Nuestra Señora en punto sobrepuesto de la población, dando comienzo á los t r a b a j o s el año 1418, b a j o la dirección del Arquitecto Sancho de Emparan. E s capaz y bien formada, sobresaliendo por su valor artístico el pórtico, labrado de piedra arenisca con varias efigies de santos y dos puertas majestuosas de estilo ojival, á las que se asciende desde la calle inferior de Goyenkale por veinte escalones de l o s a . El pórtico s u s tentado por seis pilares, no existe en la actualidad, pero lo conoció en su tiempo e l P . Henao. En el interior de la iglesia hay sepulcro antiguo de la c a s a de Urdaibai, y capillas de las casas de Alegría y Luno. Terminóse el conjunto en 1625, y l a espadaña, en 1776. En 1422, fundóse extramuros de la Villa y en jurisdicción de Luno, por dos hijas de la c a s a de Arteaga, hermanas del P. F r a y Martín de Arteaga, p r i m e r guardián del convento de S a n t a María Magdalena de la isla de Izaro, el convento de monjas que linda con la Casa de J u n t a s . En su primera fundación perteneció al hábito de la tercera orden de San F r a n c i s c o ; pero en 1618, otra Arteaga, la s e ñ o r a doña María de Arteaga, religiosa profesa y de muchas prendas de virtud en el convento de S a n t a Clara de Medina de Pomar, lo convirtió en la orden de S a n t a Clara. Otra iglesia, aneja á la anterior de S a n t a María, fué fundada en 1463 bajo l a advocación de San Juan Bautista, j u n t o al actual paseo de I b a r r a , y, así, en p a r a j e susero de la Villa y jurisdicción de Luno, por los vecinos de Artekale y B a r r e n kale, de la parcialidad de Arteaga, por evitar pendencias y el mezclarse con loa de Goyenkale y Azokekale, que intitulándose del bando de Muxika, c o n s a g r a b a n implacable enemiga á los arteaganos. Fué reedificada y ampliada hacia el año 1550. Tuvo tres capillas. L a actual totalmente reedificada ha seis años merced á la m u nificencia del Presbítero gernikés don Ramón de Goiría, es muy linda y e s b e l t a . Hay memoria de que en la noble c a s a del solar de Ibargüen, enclavada en e l portal vecino al ferial, hospedóse el Rey Fernando I de Castilla cuando en Julio, de 1476 llegó á Gernika á j u r a r los fueros como Señor de Bizkaya, jura que s e
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realizó en 30 de dicho mes, con la concurrencia del Corregidor, de los Alcaldes de Ja Hermandad, del Prestamero Mayor, de los Alcaldes del Fuero, de los Procuradores y Diputados emanes, y de los caballeros, hidalgos, hombres buenos de las Villas y Tierra Llana y Ciudad de Orduña, especialmente estando presentes Pedro de Abendaño, Ballestero Mayor del Señor Rey, Fortún García de Arteaga, vasallo 4 e l mismo, y Pedro de Salazar, también vasallo suyo. Así mismo, la Villa de Castro Urdíales tuvo su apoderado en el solemne a c t o : Diego Pérez de Castro. Posteriormente, á fines del siglo X V I , fué reedificada dicha casa por don Rodrigo Ortiz de Zarate. Entre los solares que como ilustre florecieron en Gernika, además de las precedentes, cuéntase el de Gernika - zarra, donde nacieron Iñigo y Aparicio de Gernika - z a r r a ; aquél Comandante de un tercio naval que consiguió no escasa celebridad: en la armada que de Bizkaya envió Isabel la Católica en 1483 'para evitar toda comunicación entre los moros granadinos y los de África, destruyendo con las seis naves que comandaba una armada de Boabdil el chico, y el otro Capitán de ginetes en la campaña que precedió á la conquista de Granada. Otro de los gernikeses ilustres llamóse el Dr. Esteban de Zabala, JMédico de Cámara del Rey Carlos I de Castilla, •señor de la casa y torre de su apellido en Gernika, y fundador del Colegio de San Esteban de Oñate para los hijos de su patria. Varón tan dadivoso s o c o r r i ó á las doncellas huérfanas con 40.000 maravedís cada año, para dote de dos. Estuvo enterrado en la capilla de la iglesia de J u r a de los F u e r o s , por J a u n Zuría San J u a n B a u t i s t a de (Cilindro
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Otro de los gernikeses nombrados fué F r a y Martín de Murga, autor de la Historia de los Incas del Perú. A instancia de Bizkaya se redujo Gernika á pueblo de infanzonazgo en 1625 ; pero en mérito del pleito que en las demás Villas y Ciudad incoaron y al haberse unido éstas al Señorío el 11 de Setiembre de 1630, tornó Gernika á adquirir su prístino estado de Villa. P o r este tiempo lució Domingo de Bernaola, natural de Gernika, caballero del hábito de Santiago y Almirante en 1683, y se distinguió también Juan de Olaeta, Maestre de Campo. Un hospicio dedicado á la Virgen de la Soledad fué fundado en 10 de F e b r e r o de 1648 por Juan de Busturia Ibargüen Ercilla y Alegría é Isabel de B u s t u r i a Ibargüen y Arbolancha,. sobre las ruinas reducidas á pavesas en el incendio de la carlistada en 5 de Mayo de 1835. Húbolo también desde 1783, y hoy ostenta Gernika el Asilo llamado de la Kalzada, en memoria de su fundador. Aún no hace mucho que los barquichuelos que cargados de mercancías llegaban al puerto de Gernika, eran amarrados en Artekale. Más retiradas las aguas en toda la vega á consecuencia del acarreo de tierras por las aguas fluviales, proyectóse en 1821 el canalizar la ría, y hoy, finalmente, viénense practicando las obras de canalización de las marismas, que partiendo del puente que en Rentería divide los términos de la Villa con Ajangiz se hallan en Forua, Cortezubi, Gautegiz - Arteaga, Murueta y Busturia, con esperanzas de concluir en la misma b a r r a . Además de la subvención del Estado, tiene otra de 18.000 pesetas anuales de la Diputación provincial. Es Presidente de la J u n t a de O b r a s del Puerto y Ría, el Diputado á Cortes por el Distrito, don Juan T. de Gandarias. Gernika suena más de la cuenta en las dos carlistadas, principalmente en la primera emprendida en 1833 y terminada en Agosto de 1839 con el abrazo ó convenio de los Campos de B e r g a r a y la abusiva y púnica Le} española de 25 de Octubre del mismo año, que acabó con la independencia política del solar b a s k o intrapirenáico. P o r otra ley, también española, de 8 de Febrero, de 1882, dispúsose que la Villa de Gernika, y la Anteiglesia de Luno formaran un sólo Municipio bajo la denominación de Villa de Geniika y Luno, pero sin introducir modificación alguna en el derecho civil vigente en ambos pueblos ; el bizkaino ó toral en Luno, y el español ó común en- Gernika. Es cabeza de partido judicial, con Registro de la propiedad, Archiprestazgo eclesiástico, administración de correos, estaciones ferroviaria y telegráfica, cuarteles de la Guardia Civil y Miñones, matadero y lavadero modernos, teatro, f á b r i c a s de producción eléctrica p a r a el alumbrado público, una más de natas y otras dos de fundición de armas, talleres de sierra mecánica, frontón público descubierto y abierto, ó juego de p e l o t a ; magníficas fuentes públicas y servicio perfectamente organizado de aguas á domicilio, dos excelentes fondas, sociedades recreativas intituladas Batzoki, Sociedad Gernikesa, y Círculo jaimista, sucursales de los establecimientos bancarios de Bilbao, bonitísimos chalets de particulares, sobresaliendo entre todos el del Conde de Arana, abundante pesca de angula y buenas cosechas de cereales, legumbres y hortalizas recolectadas en la fértil vega que desde el pueblo de Muxica se extiende hasta la desembocadura de la ría que la b a ñ a . Celebra feria de ganados los lunes de cada semana, que en los de Octubre son más concurridas y notables, dejando opimos rendimientos al comercio al pormenor que en importante escala ejerce como centro y cabeza que se hace de la m a y o r í a de los pueblos que constituyen el partido judicial del distrito cuya capital es. Aparte de los paseos que las carreteras que le cruzan le proporcionan, cuenta en el radio de la población con los de I b a r r a y del frontón, los deliciosos de los jardines de la Casa de J u n t a s y el cubierto de los soportales de las escuelas elementales. r
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Los caminos reales que le atraviesan son de Bermeo á Durango, de Gernika á Elanchobe y E a , de Gernika á Luno y de Gernika á B i l b a o pasando p o r Rigoitia. Cerca comienzan los de Ajangiz á Nabarniz, de Ajangiz á Markina y de Ajanguiz á Mendata. La plaza, llamada de los Fueros, es cuasi cuadrada, y su frente Oeste lo ocupa la Casa Consistorial, edificio sólido de piedra arenisca, con un espacioso soportal en la fachada principal. La parte docente tiénela Gernika á envidiable a l t u r a : Escuelas públicas de primera enseñanza de ambos sexos, Escuela de párvulos, Escuela de Artes y Oficios, todas municipales; y las particulares de los P . P . Agustinos y de las M. M. Carmelitas, consagradas, l a primera á la enseñanza del Bachillerato, y la segunda á la educación é instrucción de señoritas. Sus calles son de perfecta alineación, esmerada limpieza y expléndida iluminación eléctrica. Albergue fresco en verano, queda entumecido en invierno p o r l a s fuertes heladas que se forman á causa de l a humedad del terreno y de l a frigidez de la vega, aumentada con frecuencia p o r el furioso cierzo que encajonado entre los montes que la bordean se interna desde l a marina. Tuvo en 1864 mil quinientos ochenta y tres habitantes, que en l a actualidad llegan á tres mil quinientos setenta, principalmente por l a fusión con Luno. Sostiene una B a n d a de música. Las armas de la Villa son un roble en campo de plata, á lo que últimamente han agregado un lobo andante.
Zabala eta
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AL Á R B O L DE GERNIKA
Yo te saludo, emblema de las glorias que ilustran de Bizkaya el Señorío. En tu tronco esculpidas quedaron del olvido redimidas las hazañosas ínclitas victorias, que honor y prez, nobleza y poderío grangearou al basko, santos fueros que respetaron cesares guerreros. No le criaron árbol tan glorioso de fugitiva rápida corriente los líquidos cristales ; no benéficas lluvias celestiales, ni sacudiendo del cabello ondoso la aurora al levantar su rubia frente en tus hojas cual perlas el rocío pudo jamás formarte tan bravio. No, no ; ríos de sangre te engendrara que intrépidos leales corazones por salvar sus derechos vertieron de las fuentes de sus pechos y la tierra que gozas empaparon. ¡ Loor á los indómitos leones (pie al romano y al moro en cruentas lides Arrojaron del límite de Alcides !
ü Urja hoja d e l v i e j o Á r b o l d e G e r n i k a , q u e s e c o n s e r v a en la r e d a c c i ó n d e " L a B a s k o n i a "
Sí, s í ; de libertad aun hoy resuena el dulce nombre en tu verdor' sombrío, y en vago sentimiento lus hojas oreando el manso viento repite libertad, y en torno suena libertad la montaña, el valle, el río, y el eco ronco *le mi losca lira ¡ oh libertad foral, por tí suspira !
o
Francisco Lateja.
BASKUENZE
H I M N O
CASTELLANO
B A S K O
I Gernikako arbcla da bedeinkatuba euskaldunen artean guztiz maitatuba. I\man ta zabaltzazu mundubau frutuba. Adoratzen zaitugu arbola santuba.
Canto de paz y de amor á las sabias instituciones baskongadas, que hicieron la felicidad de los euskaldurjas.
(MÚSICA
Y
P O E S Í A DE
IPARRAGUIRRK).
II
Kl árbol de Gernika es símbolo bendito nuc ama todo euskaMuna con entrañable amor. Árbol santo, propaga tu fruto por el mundo mientras te tributamos ferviente adoración. II
Milla urte inguru da esaten dutela, Jainkoak jarrizubcla Cenikako arbola. Zaude bada zutíkan, orain da denbora, eroritzen bazera arras galdugeta.
Según la historia dice, t\ árbol de Gernika hace más, de mil años ñor Dios plantado fué. Árbol santo, no caigas, que sin tu dulce sombra, completa, irremisible nuestra perdición es.
III
III
Ittzera eroriko arbola maítea, bal clin portatzen bada Bizkaiko juntia, Laurok artuko degu zurekin partia, pakian bizi dedin euskaldun jentia.
Ümr - tii - ka - ko - nr - bo
-
m
l>n be-deiii-eu - tu • ba _
Eus-kal -du-nen ar-
IV
N o caerás, roble amado, si cumple sus deberes Bizkaya reunida en Junta General, porque las cuatro hermanas te prestarán su apoyo, para que el cuskakluua \ iva libre y en paz. IV
Betiko bizi dedin Jaunari eskatzeko jarri gaitezen danok laster belauniko, t-ta biotzctikan eskatu eskero, arbola bizíko da orain eta gero.
Para que nunca caiga ese sagrado símbolo doblemos la rodilla c invoquemos á Dios, que el Árbol sacrosanto vivirá eternamente si á Dios se lo pedimos de todo corazón.
V
V
Arbola botatzia dutela pentsatu euskal erri guztiynn denok bada kigu: ea bada jendia denbora orain degu, erori gabetanik iouki biagu.
Como todos sabemos, en la tierra euzkalduna derribar se ha intentado nuestro Árbol secular. Aunemos nuestras fuerzas para prestarle apoyo, y en pie seguirá el símbolo de nuestra libertad.
VI
VI
Beti egongozera uda berrikua lore ainziñetako mancha gabekua. Errukí zaitez bada biotz gurekua, denbora galdu gabe emanik fruttia. Ar-ho - la San - tu - ba _
VII Arbolak erantzun du kontuz bizitzeko, eta biotzetikan Jaunari eskatzeko. Gerrarik nai ez degu, pakea betiko gure lege zuzenak emen maítatzeko. VIII
B-nmn
I¡I zn - bal - tzo -
- zu
Mun-du - bnnfru - t u .
VII Kl árbol nos responde: Vivid apercibidos, y que yo nunca caiga No deseamos guerra, Í'I Dios siempre pedid, que en paz con nuestras leyes síbias, libres y amadas, deseamos vivir. VIII
Erregutu diogun Jaungoiko jaunari pakea emateko orain eta beti; bai eta indarrare zedorren lurrarí, eta bendiziyoa euskal erriari. J . M.
Roble antiguo y sin mancha, permanece lozano y en primavera eterna, como en tiempo mejor, 'i en piedad de nosotros -j préstanos tu sombra porque todos te amamos de todo corazón.
Pidamos a. Dios todos que con la paz fecunde m tierra que sustenta el Árbol secular, V su bendición santa derrame generoso sobre el pueblo euskalduna c;ue apoyo á este árbol da. Il'AKHAGlUllK
Opiniones de hombres de estado y altas intelectualidades acerca de los Fueros Baskongados ' En 1810, William Wordsworth, ilustre filósofo y poeta inglés, cantaba al Árbol de Gernika, diciendo: —"i Qué suceso tan 'grande, tan útil, tan beneficioso para el mundo, sería ver tus ramas extendidas sobre la Tierra, para que volvieran á congregarse bajo tu sombra augusta aquellos Legisladores de espíritu elevado, señores y menestrales entremezclados, ocupando sus escaños como fieles guardadores de las Libertades de Bizkaya"!! En 1810, en la "Revista de Madrid", decía Alberto Lista: "Los baskongados aman sus Fueros como se ama lo que por mucho tiempo nos ha mecho bien, y á lo cual hemos sacrificado grandes intereses,—"Dios y el Fuero"—he aq.uí los objetos del culto religioso y civil de los baskongados". Tirso de Molina, en la primera escena de "La Prudencia -en la mujer", decía: El árbol de Gernika ha conservado La antigüedad que ilustra á sus mayores, •Sin que tiranos le hayan deshojado, Ni haga sombra á confesos ni á 'traidores." El ilustre tribuno don Emilio Costelar, ern carta dirigida á los republicanos de América, decía: "Prefiero la República Federal, porque tememos hermoso ejemplo de sus bondades en regiones como Nabarra y Provincias Baskongadas, germen un día de la Patria, germen aún de la Libertad." Y el mismo Castelar, en los discursos que pronunció, en el Parlamento español, los días 23 de Agosto y 12 de Septiembre de 1873, ratificaba sus opiniones, diciendo : •Son las Basko-Nabarras las cuatro provincias más antiguas, más ihistóricas, de carácter más independiente, de Libertad más tradicional." "Las Provincias Baskongadas son las provincias más libres, y las provincias más felices!" (Víctor Hugo.—L'llomme tomo I , pág. 87.)
qui
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Quien ha estado en el país euskaro, quiere volver; es una tierra bendita. (Abdón de Paz, en su libro de filosofía, titulado "Luz en la Tierra".) España presenta un ejemplo, siquiera deficiente, de esta democracia cristiana, en un país cuyos fueros admiró Rousseau, cuyo clima ensalzó Bismark, cuyas costumbres cantaron los poetas, desde Tirso á Víctor Hugo; país libre por sus instituciones, y religioso por sus sentimientos; pobre por la naturaleza, y rico por el trabajo; cuyas sendas se ven cubiertas de fuentes y de cruces, el progreso material junto ai moral; cuyas romerías conservan la alegría de los tiempos patriarcales; y cuyos moradores acuden espontáneamente, al son de la campana, á enterrar al vecino difunto, como acuden gratuitamente, á la voz del sacerdote, á labrar la heredad de la viuda y del huérfano.
Envidiado país, el cobijado por las ramas del sacrosanto árbol de Gernika.
todos, y si no, no es verdad. La verdad es asequible, y los profanos é iniciados pueden acercarse al arca santa y si van con buena intención, la verdad se revelará. Esos fueros que nosotros .acatamos y cuya memoria se pierde en la .nube de los siglos, merecen mucho a-espeto: nosotros queremos conservar á esas (provincias esas instituciones á que con razón están tan apegadas. Los que deseen, señores, la intervención popular en todos los negocios del Estado; los que deseen establecer y ensanchar los derechos de los ciudadanos; dos que deseen que Jos negocios del país se administren por el país, esos dirán: "ahí tenemos .nosotros una prueba dentro de nuestra misma casa de que la libertad es más antigua que el despotismo; de que la libertad de los pueblos es más fuerte que la dominación de todos los déspotas". En fin, señores, unos y otros encuentran que respetar aquí
Cánovas del Castillo, de triste memoria para los euslcaros, estampó en la página 12 de la introducción de la obra de don Carlos Ferrer "Los Baskongados": "Lejos de 'desear que desaparezcan del país ¡basko instituciones itan sabias como sus Fueros, quémalas yo comunicar si fuere posible á las demás ¡provincias de España. Las Libertades de los Baskongados, como todas las que engendra y cría la Historia, aprovechan á los que las disfrutan y á nadie dañan, como no sea que se tome por daño la envidia que en otros excita." (J. Roca y Roca.—Euskal-erña, mo 29, pág. 257.)
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La administración provincial y municipal se distingue en toda la región euskara por su diafanidad y su pureza. E s una virtud .tradicional que se ha imantenido incólume á trayes de los siglos por la idiosincrasia especial del pueblo baskongado en primer término, y quizás también por no haber tenido, hasta ahora, el menor contacto con los resortes y engranajes de la corruptora administración general del Estado.
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El profundo pensador Pí y Margall, decía en el Congreso español, en la sesión I del 15 de Mayo de 1869, lo siguiente: "Cuando los diversos pueblos cristianos •se fueron incorporando á la corona de Castilla, lo hicieron conservando su antigua autonomía; conservando lo que llaman sus Fueros, es decir sus antiguas Leyes civiles, sus instituciones políticas, sus costumbres, su manera de vivir, su manera de ser especial." "Nótese, además, que cuando, á fuerza de querer conquistar esa unidad, tan ponderada, se quiso aeaba.r con sus Fueros no se pudo alcanzar sino por medio de la violencia!" Para acabar con .los Fueros ¡políticos de Aragón, hubo necesidad de ahogarlos en la sangre de Lanuza. Cuando se ¡quiso concluir con los Fueros de Cataluña, hubo necesidad de ahogarla en la sangre que derramó en Barcelona el rey Felipe V . " "Nótese más; nótese que cuando se ha encontrado un ¡pueblo que por su situación topográfica, por la indomable energía de sus hijos, por el fuerte sentimiento que tiene de su Libertad y de su autonomía, ha .podido oponer una giran resistencia ¡al quebrantamiento de esos Fueros, ese pueblo ha resistido y aun continúa .conservándolos contra nuestra voluntad. Ahí tenéis sino á Baskonia, que vive aún con sus Fueros ¡políticos y civiles, enteramente distintos de los del resto de España." !
En 1839, en el discurso pronunciado en el Senado español, el día 6 de Octubre, decía el Conde de las Navas: "Bendito el pueblo que da Leyes á la sombra de un árbol como el de Gernika! E s .necesario, es conveniente conservar esas tradiciones tan libres, ¡ tan verdaderamente libres V {Be Olózaga.—Sesión tubre de 1839.)
del 7 de Oc-
Los fueros son un hecho que ha llegado hasta nosotros. La posesión vale algo en buenos principios de legislación, y vale mucho, según las máximas de la filosofía política. Los fueros son la regla tradicional de aquel país, que se ha transmitido de padres á hijos, forman su ley doméstica, con la cual todos están connaturalizados: ¿y es prudente, y es político, querer romper bruscamente con violencia los actos de un .pueblo, cuya tenacidad será proverbial en España, y de la cual acaban de darnos un ejemplo tan enérgico como firme? No, señores; de este modo la prudencia se junta con la justicia para recomendar la ejecución fiel, en el sentido más lato posible, del artículo I del convenio de Bergara. También, señores, ¡nos recomienda la prudencia que nos armemos contra el charlatanismo, que ha llegado á su colmo en este asunto, de tal modo que en este sitio, en las calles, en las plazas, en paseos, en todas partes le asedian á uno con esos fueros; cada uno tiene formado su proyecto, y es menester decir con Tácito "non est rumori obsequendum", no hagamos caso de ese ruido. E s muy antiguo el querer monopolizar la verdad. Los filósofos tenían su ciencia oculta; aimbieiosos de todos los partidos tienen el embeleso de las sociedades tenebrosas, esto es muy viejo: y la verdad tiene un privilegio, que es ser clara, asequible á o
Monsieur F. Le Play, notable francés, dice:
jurista
"Después de haberlos estudiado detenidamente, creo que los Fueros Baskongados, por la ¡admirable sabiduría que los inspira, son muy superiores á las Leyes Suizas, ¡cuya 'bondad está bien probada por una duración secular." (José Selgas y Carrasco.—Párrafo de una carta fechada en 12 de Enero de 1862.) Sólo me resta manifestar mis particulares simpatías hacia ese país, cuyas instituciones admiro, y de cuya nobleza de carácter y honradez de costumbres tengo seguros testimonios y muy elevada idea.
RQNCESVALLES
(FRAGMENTO) Radiante luz al campo daba el cielo, Alegría y verdor la primavera, Dulce música el ave, sueño el río Y embriagador aroma la violeta. Reinaba del Pirene gigantesco En la cúspide altísima la niebla, L a silenciosa calma en la espesura, En el hondo barranco la tristeza; Todo era luto en el hogar, los bronces Tañían á rebato en las iglesias Y los mancebos á la lid marchaban, Alzando alegres cánticos de guerra. Corred, subid al alto Pirineo Y al descender de sus nevadas crestas, Catarata seréis que hirviente ruge Y arrasa el monte y la campiña asuela. Corred... cuando se lucha por la patria, Se transforma en castillo la aspereza, El peñasco es alud, es lanza el roble, F o s o el barranco, valladar l a selva. Corred... Que vuestro grito de venganza En el fragor retumbe de la sierra, Luchad!... y Sumo Puerto y Roncesvalles Tumba y oprobio de los francos sean. Y a hacia la áspera cumbre de Altobiskar Desde el selvoso cerro de Ibañeta, Vigorosos arrastran los euskaros Inmensos robles y gigantes peñas; Y a de Orreaga las llanuras hierven En soldados, en armas y banderas; Y a del Emperador la grey avanza, Y a de Roldan los escuadrones llegan; Entre nubes de polvo se aproximan; Como regio huracán, su voz semeja El estampido ronco de la nube, El sol en sus corazas centellea. Mirad, mirad... Rubíes y zafiros En las monturas y en las armas llevan. ¡Qué de rayos de luz! ¡Qué de oriflamas De encendidos colores! ¡Qué floresta De lanzas y de picas! Euskaldunas, Hora es ya de lanzar desde la sierra Del Altobiskar las gigantes rocas...
¡Oh! ¡Qué horrible espectáculo! L a s peñas, Arrancadas de cuajo, se derrumban Desde la cumbre altísima violentas Y en recios tumbos la pendiente barren, Hacia el abismo fragorosas ruedan. Nada se opone á su veloz caída; Saltan, rebotan, su ímpetu se aumenta Y al despeñarse en el abismo enorme De losa sirven á la armada entera! ¿Dónde vas Carlo-Magno? ¿No percibes Cómo el barranco hondísimo se llena De destrozados cuerpos?... Cómo huyendo Tus más b r a v a s legiones se atropellan?... Soberbio Emperador j a m á s vencido, ¿No adviertes que descienden de I b a ñ e t a Los baskones? Aguija tu caballo, Huye... ó despojo de cruel tormenta A l a p a r de tus fieros adalides Tumba hallarás bajo las rudas peñasí Rey te nombras, ¿en dónde está tu cetro? Denodado invasor ¿dónde tu fuerza? ¿Quieres que todavía las naciones Se prosternen al pie de tu bandera? Al formidable golpe de l a aizkora E x á n i m e s caerán los que aún alientan, Y como árbol bendito por el rayo, Su propia herida^marcará su mengua. P o r qué aguardas aún? ¿ P o r qué en el valle Sus haces j u n t a y combatir espera El soberbio Roldan? ¿por qué Gaiferos V i b r a aún su espada en la nervuda diestra? Sus, euskalduna... ¡Contra el franco avanza! Abruma, postra, b a r r e sus hileras; Y si mallas de hierro le defienden, Hierro es tu voluntad, hierro es tu guecia. ¡Lo vesí... Atropellando las escuadras, Entre los francos el baskón penetra, Y rompiendo en furioso griterío, Tal el rayo al b r i l l a r l a nitbe truena. Roldan, Gaiferos, vuestro afán es vano; Todo al empuje del baskón flaquea, Todo cae, todo cede, los medrosos Piden amparo á l a vecina selva, Luchan desesperados los valientes, Ríos de sangre inundan l a pradera, Con la atroz pesadumbre de los muertos P a l p i t a el suelo; la florida vega Y a es monte de cadáveres... ¡Oh Francial ¿ P o r qué has venido á b a s k o n a tierra? Y a no existe Roldan, y a de Gaiferos El hierro matador no centellea; Y a no m á s sobre cuerpos destrozados Cierne su vuelo el águila francesa. Solo tú, Carlo-Magno, tu derrota P o d r á s contar, pero si á tal empresa Sobrevives; si vuelves á tu imperio Y luego una vez más por la soberbia Decides retornar con tus legiones Al euskaro país en son de guerra, ¡Contra el fuerte león no mandes lobos.. . O será un Roncesvalles cada selvaT v
Pamplona .
Hermilio de OLORIZ.
EL Q E N l O P E LA
E
"
NABARRA
RAZA
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9 (] L brillante escritor suletino Chaho pone en boca de Aitor las siguien| 1 tes palabras: «Mi pueblo, en su origen, fué semejante á un gran río U ^^=y |j=.¿> U que hace brotar bajo el cielo los tesoros de la fecundidad terrestre, ^ooonoouooooopoooe^ Hoy, mis tribus, no son ya sino unas gotas límpidas que se filtran , _. _ en el hueco de una r o c a y que el primer soplo de la tempestad, aca^ • = j so, secará.» Pues bien, los Nabarros son una de las siete gotas que aún quedan del río de Aitor, una de las siete tribus euskaras conservadas por las fragosidades de los Pirineos, como la perla por las conchas de la ostra. Dentro de un siglo, de seguir las cosas el camino que traen, los Nabarros, destetados de su idioma nativo y transformados en sus costumbres, habrán perdido su naturaleza euskara y serán otros tantos miles de aragoneses ó castellanos. Y si á pesar de su decadencia y apostasía continúan ostentando cualidades y dones dignos de admiración, se deb e r á á que las heces de un licor generoso no son heces como todas las demás. L a Academia Española compartió durante mucho tiempo la ojeriza que en las regiones cortesanas no podía menos de profesarse á estas provincias Baskongadas y N a b a r r a que supieron sustraerse siempre al absolutismo de los señores Reyes de Castilla; así es que fué muy dada á patrocinar las opiniones que más aminoran las glorias y derechos de esta región, por tantos conceptos nobilísima. A tal categoría de opiniones pertenece la que en su Diccionario geográfico tiene cabida, de ser los Nabarros un pueblo gótico que conquistó parte del país ocupado por los B a s k o s y le dio nombre. L a unidad étnica de Nabarros y B a s k o s es afirmación puesta fuera de toda duda. Ochocientos sesenta y cuatro pueblos, villas y ciudades constituyen la actual provincia de Nabarra; setecientos treinta y uno de ellos llevan nombres puramente euskaros; treinta y uno son de filiación dudosa, aunque fácilmente reducible al euskara en su mayoría; y de los ciento dos restantes, varios poseen dos nombres: uno románico ó neo-latino y otro baskongado; por ejemplo, Pamplona Iruña, Estella Lizarra, Olite Erriberri, Espinal Auritz-perri, Monreal Elo, Puente la Reina Garés, Roncesvalles Orreaga, Salinas de Oro Gatzaga, Torrano Dorrau, Valcarlos Luzaide, Burguete Auritz, etc. No hay parcela de la tierra nabarra que se halle huérfana de denominaciones formadas con raíces euskaras, y cuanto ,más remontemos la sucesión de los tiempos, más abundantes pruebas nos suministrarán los nombres locales. Tomemos un pueblo desprovisto de todo sabor basko; tomémosle con nombre debido al castellano y tan apartado de la zona del baskuenze actual cuanto sea posible; si examinamos sus escrituras de ventas, donaciones, testamentos, etc., á un par de siglos de antigüedad que alcancen, veremos que casi toda la toponimia es euskara. Pero no hay que tomarse esa molestia; b a s t a desdoblar el mapa; en plena Ribera, en las proximidades, en las orillas mismas del E b r o , encontraremos nombres tan genuinamente baskongados como pudiér a m o s hallarlos entre las asperezas de la B a r r a n c a ó de Aezkoa: por ejemplo, Larraga, Lazagurria, Mendabia. 0
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E l baskuenze, lo han hablado únicamente los B a s k o s , y los nombres geográficos esparcidos por toda N a b a r r a son euskaros; de aquí se deduce que los pobla-
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dores de esta tierra fueron baskongados, sin que las numerosas invasiones de pueblos muy poderosos hayan conseguido dejar sino p o c a s huellas de su p a s o . Otra prueba nos la suministran los apellidos; éstos se sustraen por tiempo indefinido á los cambios acaecidos en el lenguaje, á no ser que la civilización sea muy rudimentaria; podrán deformarse más ó menos, según sea l a fuerza expansiva del nuevo idioma, pero siempre permanecerá reconocible su filiación. L o s apellidos de un pueblo mudan radicalmente si la raza es totalmente absorbida por otra, ó si acaece un cataclismo que rompa todos los eslabones de la continuidad y tradición social. Los apellidos de la Ribera de Nabarra, estudiados en el último padrón electoral, me han suministrado los siguientes datos: el setenta por ciento es euskaro; el diez y siete provenzal (gascón, catalán, Valenciano, alto-aragonés,) el diez castellano y el tres de muy diversa composición: (francés, árabe, gótico, portugués, etc.) En los apellidos castellanos hay muchos tomados de adjetivos; como Zapatero, Blanco, Rubio, Cortés, Izquierdo, Bueno, etc., etc., y nada prueban contra la oriundez de los que los llevan, pues pudieron aplicárseles como apodo ó calificativo en época en que se h a b l a b a el castellano, aunque fuesen los calificados, euskaros de raza h a s t a la médula. E s t o s números demuestran que l a masa de la población riberana no ha sufrido alteración desde los tiempos primitivos. L a identidad de raza de b a s k o s y n a b a r r o s ha podido convertirse en problema cuando las pasiones políticas, prevaliéndose de la acción de las fuerzas diferenciadoras que están obrando sobre nuestro país, tuvieron interés en negarla ó ponerla en duda. El t e x t o más antiguo que se refiere á la etnografía basko-nabarra se encuentra en un codex de Santiago de Compostela, sacado á luz por el ilustre R. P . Fidel F i t a . El autor es un peregrino francés, llamado Aymeric Picaud, el cual estuvo en el célebre santuario á mediados del siglo X I I . El t e x t o mencionado es una descomunal diatriba contra los n a b a r r o s . El peregrino francés ó cualquiera que sea el autor del fragmento etnográfico, no hace diferencia esencial de b a s k o s y n a b a r r o s . Citaremos el t e x t o que es interesante por lo antiguo y paladino: «Navarri et Bascli, unius similitudinis et qualitatis. in cibis scilicet et vestibus et lingua utuntur; sed B a s c l i facie candidiores Navarris aprobantur;» (1) es decir, «los n a b a r r o s y los b a s k o s , siendo del mismo carácter y condición, usan iguales alimentos, vestidos y lengua; pero los b a s k o s tienen el rostro más blanco que los n a b a r r o s . » Así es que el bizkaíno Astarloa tenía mil razones contra todos los Académicos del mundo al decir de los Nabarros: «Nos son íntimamente unidos estos hér o e s de nuestra nación. Son nuestros legítimos hermanos. Todos somos hijos de »los antiquísimos B a s k o s y gloriosos descendientes de los primeros pobladores de »España.» El nombre nacional de los Baskongados es Euskaldun, Euskeldiin, Eskualdun, Eskaldun, Uskaldun, según l a variedad de los dialectos; es vocablo formado, por composición, de las p a l a b r a s euskara, euskera, eskuara, eskara ó uskara, «lengua baskongada» y de la forma relativa de la tercera persona singular del indicativo del verbo transitivo, dun «que tiene» con permutación fonética ordinaria de r en l: así es que Euskalduna, Euskelduna, etc., con el artículo a, vale tanto como en romance «el que tiene la lengua baskongada.» Nombre significativo y propio de un pueblo cuyas virtudes parecen vinculadas en su idioma, h a s t a el punto de que extirpado éste de una región, quedan los habitantes de ella como huérfanos y desamparados de una madre que siempre miró mucho por las buenas prendas de sus hijos. Este pueblo no ha sido conocido en la historia ni en la literatura con su nom-
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Lo anotado encuéntrase en el curioso artículo de Mr. Julien Vinson, titulado Les Basques da XII siecle.
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bre indígena hasta hace relativamente poco. El nombre genérico que le daban era el de Baskongado; los específicos, muchos: cántabros, alabeses, nabarros, bizkainos, suletinos, gipuzkoanos, labortanos. Excepcionalmente suena durante la Edad Media el nombre nativo; el poeta provenzal Girart de Rossilion dice: Mentre Girarz paraide des Escharrans. Euscharrans es, ciertamente, nuestro moderno «euskaro». (1) Los mismos baskongados, como que escribían en francés^ castellano, bearnés ó provenzal, tomaban del uso vulgar, para designarse, la palab r a corriente. Challo nota que el abate Darrigol, autor de una Disertación acerca de la lengua baskongada, que en 1827 coronó el Instituto de Francia con el premio Volney, no menta una sola vez la palabra Euskara. L a palabra Basko aparece en los libros de los antiguos romanos y griegos. De dónde procede esta denominación? Es un nombre euskaro? E s la corrupción de un nombre euskaro? E s una invención romana ó griega? Hay que desechar la última hipótesis; casi siempre los pueblos p a r a designar á otros, adoptan el nombre propio de éstos, desfigurándolo menos ó más; y cuando no, se fijan en algún rasgo del pueblo nuevamente conocido y lo designan con un apodo ó denominación descriptiva: Basko no significa nada, ni en griego ni en latín. El nombre nacional usado en todas las tribus euskaras, cualquiera que sea la nacionalidad á que pertenezcan, es el que he dicho. Ningún nabarro, ni bizkaino, ni gipuzkoano, ni alabes, ni suletino, ni labortano que hable en baskuenze dará el nombre de la provincia ó territorio de su naturaleza; dirá siempre Euskalduna náiz «soy euskaro». P e r o esto no impide la existencia de otras apelaciones que marquen las diferencias existentes dentro de la unidad. En Gipuzkoa hay la costumbre de distinguir la parte alta y la baja; á la primera la llaman Goyerri «país de arriba», la segunda Beterri «país de abajo»; de aquí goyerritar «habitante del país alto» y beterritar «habitante del país bajo». De una distinción semejante puede proceder la palabra vasco (ortografía románica) ó basko (ortografía euskara etimológica). Baso significa «bosque, selva»; es sinónimo de oihan y por extensión se aplica á los montes, donde naturalmente es más abundante el árbol que en el llano; ko es un sufijo que indica procedencia; basoko aplicado á un ser ó cosa, aún en el lenguaje de hoy, indica «que es de monte ó selva»: basoko, por lo tanto, equivale á selvático ó montañés. L a elisión ó supresión de o no es de las más frecuentes en euskara; aquí puede proceder de la adaptación latina. Vascus ó bascus es más conforme á la desinencia de las palabras latinas que basokus ó vasokus. Los romanos dominaron la tierra llana de la Euskal-Erria; los habitantes de dicha región, acaso, distinguirían antes de perder su lengua indígena, con el nombre de basokóak «los del bosque ó monte», á los habitantes de la región montañosa. Hoy mismo, en Pamplona, montañés equivale á baskongado de Nabarra; á los gipuzkoanos les llamamos provincianos todavía, como cuando era N a b a r r a un reino. Los romanos recogieron el específico de basoko y sin ocuparse del genérico, lo latinizaron en vascus: del latín pasó á las otras lenguas de Europa. E s t a es la opinión «clásica»; mi respetable amigo Mr. Duvoisin adoptó la opinión sustentada por Mr. d'Avezac que es curiosa; Humboldt calificó de extraordinaria la persistencia de los autores antiguos en escribir las palabras Vasconia, Vascones con V ó Ua en lugar de B. Ua, dicen los modernos etimologistas, indica que en Vasco la V empleada representa á la u vocal y no á la v consonante. Los copistas y tipógrafos no tuvieron en cuenta la diferencia entre ambas y escribieron indiferentemente vasco y uasco; así indudablemente la pronunciaban los romanos. En el siglo I X Eginhart y Angilbert escribían ese nombre con w, que se pronunciaba u gutural entre los
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V i n s o n . Les Basques du XII siecle,pág.
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F r a n c o s ; de Wasconia, Wascones surgieron las p a l a b r a s Guascuigne, Guascuin, Guascainz, al formarse la lengua francesa, antecesoras de las modernas Gascogne ( G a s c u ñ a ) y Gascons (Gascones), de igual suerte que Wilelmus ha producido Guilelmus, Wulphilas Gulphilas, wichet gichet etc., etc. Uascones es una contracción de Uaskaldones y ésta, una imitación de la p a l a b r a indígena euskaldun, euskeldun, etc. Los hechos lingüísticos no desautorizan esta opinión. L a confusión de la v con la b es conocida por el latín, sobre todo desde principios del siglo I V . En las inscripciones se encuentran, bendidit, berna, berum, bixit, jubenis, serbies, vibies, boces, en vez de vendidit, verna, etc. Este cambio de letras pasó á los dialectos neo latinos; berbice, italiano, de vervex; barrer, castellano, de verrere; bexiga, portugués, de vesica, etc. L a sustitución del signo alto-alemán w, v gótico, cuya pronunciación en iva, por ejemplo, era ua, por el grupo gu, es también un hecho probado; los ejemplos abundan. En italiano tenemos Gualando de «Wielant», guariré de «warjan»; en castellano guerra de «werra», guisa de «wisa»; en portugués tragoa de «triwa»; en francés garnier de «warnem», etc., etc. En algunos documentos antiguos, además del copex compostelano, la forma latina de b a s k o es Básele, Basclus, sin la metátesis que se observa en Aymeric Picaud. E s t a ortografía no impide que pueda reducirse á la etimología propuesta, la p a l a b r a en litigio. Mr. Vinson encuentra muy admisible la derivación de Bascli, Basclenses, de la p a l a b r a original euskara, uskara, mediante próstesis de un espíritu suave, de una w, v, b, traida por la u del diptongo inicial y la permutación de r radical en /, que es seguir el mismo camino abierto por Mr. d'Avezac. L a s p a l a b r a s vascón y vasco, y a las consideremos como corrupción del nombre indígena, y a como adaptación latina del mismo, corren por todas las lenguas europeas con el mismo significado que el Euskaldun en baskuenze: indica la raza. Pero esta raza, se ha constituido en diversos organismos políticos, y los ha diferenciado con un nombre propio que viene á m a r c a r la diferencia entre el género y la especie. Uno de estos nombres específicos es el de N a b a r r o s . Según Moret, la primera vez que suena el nombre de nabarros es en la relación que hace Eginhardo de la rota de Roncesvalles. (1) El año 1050 el Obispo D. J u a n se titulaba Rector Nabarrensium. L o s primeros Reyes solían titularse Reyes de P a m p l o n a y alguna vez Reyes de N a b a r r a . Desde D. Alonso el B a t a l l a d o r esa denominación se hizo más frecuente; entre los títulos de D. García Ramírez y D. Sancho el Sabio, figura el de Rey de N a b a r r a y de todas las Montañas. (2) El espíritu humano en sus creaciones marcha de lo concreto á lo a b s t r a c t o , de lo particular á lo general, de lo simple á lo complejo, de lo relativo á lo absoluto. E s t a ley del desarrollo intelectual está demostrada por el análisis del lenguaje: las palabras de significación más espiritual comenzaron por aplicarse á objetos materiales. Con arreglo á esta ley es temerario creer que los nombres nacionales se aplicaron de golpe á una gran extensión de terreno ó á una gran multitud de personas: por el contrario, principiaron siendo nombres individuales, ó poco menos. E s lo acontecido con el de nabarros. Tocante á su etimología, hay una opinión «clásica» entre los historiadores del país; me parece superior á las demás. De ella ha dado, á mi juicio, el ilustre Oihenart, la fórmula más a c a b a d a . Si naba significa en baskuenze «llanura rodeada de montañas», la etimología de nabarro no ofrece duda. Nabarro es la traducción ro-
(1) laDiil. históricas, p á g , 22$.—He a q u í l a s p a l a b r a s d e l a c r ó n i c a a u s t r a s i a n a : Supérate-, in regionem Vasconurn, Pyrenci jugo, Pampeloncm Navarroram oppidum aggressus in deditionem decepit. (2) Y a n g u a s . Diccionario de Antigüedades, t o m o 2.° p á g . 462. (3) Nominis ratio á Vasconurn Ungaa petenda est, quee voce N a v a planitie aliguam alienan morüibus proximé succedentem, solet denotare. Inde el vola sea concava pars apud eamdem Gentem. E s c u - n a v a nomim habet: A N a v a Jit denominatieumNavar, et adicto artículo Navarra, quo Íncola planw regionis designatur. O i h e n a r t , Notitia utriasque Vasconice, p á g . j 4 -
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mánica de una palabra euskara formada por composición, de naba-\-ar, que es un vocablo-sufijo que significa varón, macho, y sirve p a r a indicar la relación étnica; por ejemplo menditar «montañés», de mendi «monte» y ar con t eufónica; donostiar «habitante de San Sebastián», de Donostia «San Sebastián» y ar. Unidos á nabar el artículo singular a ó el plural ak, hacen nabarra, nabarrak «el habitante» ó «los habitantes de la llanura». L a significación de naba hoy perdida en los dialectos del euskara, acredítala el nombre de eskunaba, que en tiempo de Oihenart recibía de los baskongados la palma de la mano, cuando se le da la forma cóncava. (3) De Nabar se formó Nabaerri, «país de los nabarros» y de esta palabra Nabarra, la cual poco á poco salió de la región á que primitivamente se aplicaba y se enseñoreó de mucha tierra. L a etimología anda de acuerdo con la historia; los títulos de nuestros reyes distinguen Nabarra de las montañas; prueba que Nabarra no era montaña y que hubo dos Nabarras, la una más antigua que la otra. Cuál sea aquélla, cuestión es interesante, pero no de las que han de levantar vallas á nuestra marcha. Según el malogrado y mártir Príncipe de Viana «llámase la antigua Nabarra estas tierras; «son á saber: las cinco villas de Goñi, de Yerri, de Valdelana, de Amezkua, de Val«degabal ( V a l de Guesalaz ? ) , de Campezo, la Berrueza, é Ocharan (Echarren de Ma«ñeru ó Echabarri de Allin ? ) : en este día, una grant peina que está tajada entre «Amezkoa, Eulate, é Valdelana, se clama la corona de Nabarra; é una aldea, que «está al pié se llama Navarin.» Yanguas indica el asiento de la primitiva Nabarra en el valle de Yerri, de donde se comunicara el nombre á los pueblos y valles de Allín, Mañeru, Goñi, Amezkoa, Guesalaz y Pamplona. Mas, adóptese uno de estos dos pareceres ú otro cualquiera de los que corren el mundo y no se hayan desatendido de los datos señalados, queda por firme y valedero que el apellido de nab a r r o s creció en el valle y aluego se subió á las montañas. El manuscrito de Aymeric Picaud nos pasa el sello con que podemos cerrar solemnemente la opinión propuesta. Recordemos los rasgos físicos que presta á los nabarros; «colore atra... sed Bascli facie candidiores, Navarris aprobantur.» L a observación de hace siete siglos continúa siendo e x a c t a hoy: nuestros riberanos tienen la tez más morena, el color del rostro m á s atezado que nuestros montañeses, protegidos del sol por los bosques del Pirineo.
Pamplona.
Arturo CflNPION.
ALTOBI5KARKO (EN BASKUENZE
KArITUA
BAJO-NABARRO) I.
Oiliu l>at adiUia izan da Eskualdunen mendicn artetik, E t a etchcko jam'iak, bere atoaren aitzinean chutik Ideki tu bebarriak, eta erran du: «Ñor da o r ? Zer nai daudel?» E l a chakurra, berc nausieren oinelan lo zegüena, AHCHATU da, eta karrasiz Allobiskarren inguruak bete dilu. II. Ibañetaren lepoan arabolz bat agertzen da, Urbiltken da, arróbale ezker eta ezkuin jotzen dituelarik; Orí da urrundik eklu den armada baten burrumba. Mendicn kopetetarik guriek errespuesta eman diotc; Beren tu ten soinua adiarazi dute, E t a e.tcheko-jaunak bere dardak zorrozlen tu. III.
Eldu dirá! eldu dirá! zer lantzazko sasia! ¡Ñola zer nahi kolorezko banderak eien erdian aghertzen diren! ¡Zer simistak atheratzen diren eien armetarik! Zembat dirá? Aurra, kondatziz ongi! Bat, biga, iru, lau, bortz, sei, zazpi, zorl/.i, bcdcralzi, amar, hameka, amabi, Amairu, amalau, amaI)ortz, amasei, amazazpi, emezortzi, ogoi. IV. Ogoi eta milaka oraino! Eien kondatzea demboraren galtzea lileke. Urbilditzagun gure beso zailak errotik alera ditzagun arroka horiek, Botha ditzagun mendiaren patarra bcera Ein buruen gaineraino; Leher ditzagun, erioz jo ditzagun. V. ¿Zer nai zuten gure mendietarik Norteko gizon oriek? ¿Zertako jin dirá gure bakearen n a a s t e r a ? .Taungoikoak mendiak egin dituenean nai izan du ek gizonek ez pasatzea. Bainan arrokak biribilkolika erorlzen dirá, tropak leertzen dituzte. Odola churrutan badoa, haraghi puskak dardaran daude. O h ! ¡zembat hezur karraskatuak! zer odolezko itsasoa! VI. E s k a p a ! eskapa! indar ela zaldi dituzuenak! Eskapa hadi, Carlomano errege, iré luma beltzekin eta hire kapa gorriarekin; Iré iloba maitea, Errolan zangarra, antchet ila d a g o : Bere zangartasuna berelako ez tu izan. E t a orai, Eskualdunak, utz ditzagun arroka horiek, .Tauts giten ñte, igor ditzagun gure dardak eskapalzen direnen kontra. VII. Badoazi! badoazi! non da bada lantzazko sasi hura? Non dirá eien erdian ageri ziren zer nai kolorezko bandera hek? Ez da geiago simiztarik aleratzen eien arma odolez belhetarik. ¿Zembat dirá? Haurra, kondalzak ongi. Ogoi, emeretzi, emezorlzi, amazazpi, amasei, amabortz, amalaur, amairu, Amabi, ameka, amar, bederatzi, zortzi, zazpi, sei, bortz, lau, iru, biga, bat. VIII. B a t ! ez da bihirik agertzen geiago. Akabo d a ! Htcheko jauna, joailen^ahal zira zure chakurrarekin, Zure emaztearen ela zure aurren besarkatzera, Zure darden garbitzera ela alchatzera zure tutekin.Jetajjgero cien gainean etzatera ela lo gitera. Gabaz, arranoak, joanen dirá haragi puska lehertu horien jatera, E t a ezur oriek oro churituko dirá eternitatean.
E l Canlo de Altobiskar es un m o n u m e n t o h i s t ó r i c o e u s k a r o q u e n o p u e d e f a l t a r e n esta obra. S u o r i g i n a l s a c ó l o d e l l a r g o o l v i d o e n q u e s e h a l l a b a el f a m o s o l a T o u r d ' 4 . u v e r g n e , q u e lo halló copiado e n u n a n t i g u o m a n u s c r i t o e n c o n t r a d o e n t r e o t r o s c u r i o s o s pap e l e s e n u n c o n v e n t o d e F u e n t e r r a b í a el 5 d e A g o s t o d e 1794.
APUNTAMIENTOS BASKO - HISTÓRICOS - NAVALES
I E S D E la época remota en que la historia comienza á esbozar las más rudimentarias manifestaciones que á la navegación atañen, los hombres que habitaron el litoral de la antigua B a s k o n i a comprendida entre Bizkaya y Laburdi, es decir, en ambas vertientes pirenaicas, habían llegado á adquirir la fama universal de diestros y arrojados nautas de que hoy gozan nuestros pilotos hasta en los más apartados continentes y más recónditos mares de la esfera en que rodamos. Y a por el siglo X I I I salían de los pequeños puertos bizkainos, gipuzkoanos y laburdinos, flotillas de embarcaciones construidas y tripuladas por esforzados baskos p a r a correr aventuras y temporales, dedicándose con preferencia á la pesca del atún y de la sardina. Alejáronse á veces hasta la altura de Islandia en perseguimiento del bacalao y algunos mareantes laburdinos hubieron de forzar el rumbo, dando eventualmente en una de aquellas desviaciones, con los bancos de Terranova, donde también ejercitaran la bacalladística industria. Más tarde llegaron en sus excursiones, hasta los hielos de Spitzberg, y allí explotaron con fortuna la arriesgada cuanto lucrativa pesca de la ballena, marineros de San Juan de Luz, hábilmente secundados por los de B i z k a y a y Gipuzkoa, maestros consumados en el manejo del arpón. Tal respeto infundían por entonces nuestros bravos marinos, que el británico Soberano, comisionó á los diputados de B a y o n a y otros puertos de Laburdi á la sazón en poder de los ingleses, p a r a celebrar á nombre de su Gobierno un Tratado de federación y comercio con los de Bizkaya y Gipuzkoa, cuyo pacto fué solemnemente firmado por ambas potencias el 29 de Octubre de 1353, en la histórica iglesia de Fuenterrabía. Y naves gipuzkoanas y bizkainas fueron también las que en 1393 se lanzaron al descubrimiento de las islas Canarias, á cuya conquista puso término el bizkaino Alonso de Muxica.
Según las más autorizadas opiniones, el primer origen del desc u b r i m i e n t o de l a s Américas hecho en las postrimerías del siglo X V debióse á una tempestad que arrojó hacia aquellas latitudes al piloto bizkaino Andiolaza, el cual muriendo á poco en los brazos de C r i s t ó b a l Colón en la isla de la Madera, le pagó la caridad del hospedaje con la noticia bien reglada de aquel hallazgo. En el primer viaje explorador del ínclito Colón, llevó éste consigo al ingenioso Juan Bizkaino ó Juan de la Cosa, á quien se debe el primer mapa levantado de las regiones a m e r i c a n a s y cuya personalidad tanto hab í a de figurar en las p r i m e r a s etapas de aquellos magnos descubrimientos. El que primero dio á conocer las costumbres de la América Central y especialmente de Costa Rica, fué el marino alabes P a s cual de Andagoya, que tomó parte muy activa en la famosa expedición naval que en 1515 partió de P a n a m á recorriendo la costa del Pacífico hasta Nicaragua. En 1518 salió Francisco de Garay al frente de cuatro naves p a r a el descubrimiento de las Guyanas, llevado felizmente á cabo.
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En las andanzas marítimas realizadas por los baskos en el siglo X V I , hízose notar el clérigo - navegante Juan de Areizaga, natural de Zumarraga, por sus b r i l l a n t e s campañas hacia 1525; y Domingo de Soraluce, compañero de Pizarro en la conquista del Perú (1527) ; y en 1538 el célebre Machín de Rentería, que opuso tenaz resistencia con una sola nave, a l a poderosa armada del pirata Barbarroja; como más tarde Ibañez de Aulestia—de Murélaga —apresó al corsario Alí-Hamet que con su numerosa flota había saqueado á Gibraltar y regresaba ahito de preciado botín. De R e n t e r í a fué también el heroico navegante D. Martín de Zamalbide, general de la Armada del mar del Sur. D. Jacinto A. de Echeberri, que se destacó como general de la Armada de Indias. Los insignes marinos gipuzkoanos Juan Sebastian de E l c a n o — de Getaría—que fué el primero que dio la vuelta al mundo, en cuyo viaje de circunnavegación empleó 3 años (1519-1522); Miguel López de Legazpi — de Zumarraga — que conquistó las islas Filipinas y fundó Manila (1564) ; el donostiarra Don Miguel de Oquendo, vencedor de la escuadra francesa
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NUESTROS
HOMBRES
DE MAR
Y NUESTROS
BARCOS
en el terrible combate de Los Terceros, apoderándose de su estandarte, mereció en todo el mundo el título de LA I N V E N C I B L E . Murió como se sabe en l a voladura de la Capitana, á su entrada en la bahía de Pasages; y su hijo Antonio Oquendo—de Donostía también —que peleó contra las escuadras de los P a í s e s B a j o s (1631-1639) colocaron á gran altura el nombre de nuestra gente de mar, como el eibarrés Carlos de I b a r r a Almirante de la Escuadra de Cantabria, que en 1638, había b a tido con éxito la fllota holandesa en aguas americanas.
Al mando de J u a n de Lizarza, acudió la escuadra bizkaina al sitio de Blaye, sostenido por el Príncipe de Bearn, á quien protegía el Gobierno inglés, en socorro de los sitiados, venciendo á los británicos bajeles y obligándolos á retirarse y levantar el asedio (1593). Como segundo jefe de l a misma escuadra se hallaba Pedro de Zubiaur, el cual en una de las batallas embistió con su nave á la Capitana inglesa, entrando en ella al abordaje, cuando P o r t a d a d e l libro d e las " O r d e n a n z a s d e la I l u s t r e U n i v e r s i d a d y sus tripulantes poseídos de pánico y C a s a d e C o n t r a t a c i ó n d e l a M. N. y M. I_. V i l l a " B i l b a o " , í r n p r e s o en Madrid, p o r Miguel de B u r d o s . desesperación, pegaron fuego al depósito de pólvora, cuya terrible explosión hizo sucumbir á todos. S e hizo notable Domingo de Zabala que se halló en la batalla de Lepanto, salvando la vida al Lugarteniente de D. Juan de Austria. En las luchas contra la pérfida Albion, del tiempo de Luis X I I I , se distinguió Joannot de Hareneder hacia 1623; y en 1694 otro Hareneder (Jean P e r i t s ) como el anterior, hijo de San J u a n de Luz, se halló comandando 19 naves de guerra c o n t r a Holanda, á l a sazón que el Capitán S a r r i a — de G e c h o — se b a t í a con los ingleses á quienes capturó cuatro naves. Bizkaino fué también el intrépido navegante Domingo de Buenechea, que ingresó en la escuadra como guardia - marina y merced á sus heroicas campañas en varios combates con los ingleses, ascendió rápidamente á Capitán de fragata. En 1772 realizó U N A expedición atrevidí" L i b e ' - Tipo de velero m i x t o con motor supletorio
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NUESTROS HOMBRES DE MAR Y N U E S T R O S
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sima descubriendo la isla de Otchiti y otras á las que impúsoles los nombres respectivos. Y p a r a abreviar estos ligeros apuntamientos, habremos de señalar como de p a s a d a á hombres tan eminentes como al ínclito marino bilbaíno Pedro de Arbolancha, elegido por Vasco Núñez de B a l b o a para el descubrimiento del mar del S u r ; al intrépido Andrés de Urdaneta—de Villafranca—hábil explorador de la navegación por el Pacífico, que se hizo fraile en México; á Martín de Bertendona, General de la Real Armada y como el primero, bilbaíno, cual lo fueB a n d e r a d e la r e g l ó n Bandera ron también el Almirante Juan Martínez b a s k a , q u e u s a r o n log d e la m a t r i c u l a d e B i l b a o p e s q u e r o s en sus viade Recalde, Martín de Zurbarán, el Gejes á Terratiova. neral Mazarredo y Mariano Ichasbiribil, célebres todos ellos en los fastos de la n a v e g a c i ó n . . . A Guido Labezarri, el primer etiropeo que penetró en la China con su n a v e ; á Francisco Ibarra—de Elgeta— que conquistó á Nueva Bizkaya, fundando en México la puebla de Durango; y á Sebastián Vizcaíno, que navegó por las costas septentrionales de América y se hizo más tarde recibir por el Emperador del Japón con honores de Soberano de Estado. . . personalidades todas, cuyos nombres son dignos de eterna recordación. L a celebridad de B l a s de Lezo, data principalmente de las famosas defensas contra el Almirante inglés Vernón en el sitio de Cartagena de Indias, en los años 1740 al 41. El estupendo esfuerzo de su acción victoriosa y las muchas heridas que recibió le causaron la muerte el 7 de Setiembre de 1741. Llegados al siglo X V I I I no dejaremos de nombrar al estimable laburdino M. de Etcheberry, que en 1770 hizo una fructuosa expedición á las Molucas; ni al bilbaíno J o s é de Gardoki, que tomó activa parte en sangriento combate naval peleando en el Estrecho de Gibraltar contra el almirante inglés H o w e ; al nabarro F r a n c i s c o Aguirre—de Pamplona—que fué quien adaptó el método de las distancias lunares p a r a determinar la longitud del m a r ; á J o s é Manuel de Goikoa—de San Sebastian—que peleó contra el Almirante Melson, en aguas de Cádiz; á Antonio de Gaztañeta—de Motriko—que compuso el Norte de navegación hallado por el cuadrante de reducciones, y le fué conferido por el Consulado de Bilbao el nombramiento de Director de los Astilleros de Cantabria; á Vicente de Ezeta—de Bilbao—encargado de la persecución á los corsarios argelinos y piratas del Océano, llegando en sus correrías p a r a darlos caza hasta el Callao de Lima; y á Ignacio María de Alaba—de Vitoria—que peleó denodadamente en el luctuoso combate de Trafalgar. En este combate murió también Ramón de Echagüe, experto marino, de cuyo valor y serenidad, dan cuenta las crónicas de aquella época. Y al alborear el siglo X I X , citaremos á Juan de Javat, nacido en Ochagabía— Nabarra—quien al mando de l a fragata Soledad fué enviado á Constantinopla en 1808, siendo después nombrado Ministro Plenipotenciario de España cerca de la Sublime Puerta; debiendo además hacer especial y honrosa mención del ilustre hijo de Motriko Cosme Damián de Churruca, autor del Método geométrico para determinar las inflexiones de la guilla de un buque quebrantado; que fué á la vez políglota, astrónomo, cartógrafo, nauta, guerrero, escritor, etc., y uno de los principales héroes de la j o r n a d a de Trafalgar, donde sucumbió con gloria al frente, de su nave San Juan Nepomuceiw.. . Finalmente, en orden al personal marítimo mercantil de la región baska, que ha prestado al país meritísimos servicios en su arriesgada profesión, hemos alcanzado y conocido capitanes tan prestigiosos como los Araño, los Mandaluniz, los Larrinaga, los Arrotegui, los Ojinaga, los Gorordo, los Ugarte, etc. etc., alguno de los cuales aun vive, si retirado de la navegación activa, fomentándola en grande escala con sus cuantiosas riquezas.
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HOMBRES
DE MAR Y NUESTROS
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s i m a d e s c u b r i e n d o l a i s l a de Otchiti y otras á las que impúsoles los nombres respectivos. Y p a r a a b r e v i a r e s t o s l i g e r o s a p u n t a m i e n t o s , h a b r e m o s de s e ñ a l a r c o m o de p a s a d a á h o m b r e s t a n e m i n e n t e s c o m o a l í n c l i t o m a r i n o b i l b a í n o P e d r o de A r b o l a n c h a , elegido p o r V a s c o N ú ñ e z de B a l b o a p a r a el d e s c u b r i m i e n t o del m a r del S u r ; a l i n t r é p i d o A n d r é s de U r d a n e t a — d e V i l l a f r a n c a — h á b i l e x p l o r a d o r de l a n a v e g a c i ó n p o r el P a c í f i c o , q u e s e hizo fraile en M é x i c o ; á M a r t í n de B e r t e n d o n a , G e n e r a l de l a R e a l A r m a d a y c o m o el p r i m e r o , b i l b a í n o , c u a l lo fueB a n d e r a d e l a REGIÓN Bandera r o n t a m b i é n el A l m i r a n t e J u a n M a r t í n e z b a s k a , q u e u s a r o n LOS d e la m a t r í c u l a d e B i l b a o p e s q u e r o s en sus viade R e c a l d e , M a r t í n de Z u r b a r á n , el G e jes á Terranova, neral Mazarredo y Mariano Ichasbiribil, c é l e b r e s t o d o s e l l o s en l o s f a s t o s de l a n a v e g a c i ó n . . . A G u i d o L a b e z a r r i , el p r i m e r e u r o p e o q u e p e n e t r ó en l a C h i n a c o n su n a v e ; á F r a n c i s c o I b a r r a — d e E l g e t a — q u e c o n q u i s t ó á N u e v a B i z k a y a , f u n d a n d o en M é x i c o l a p u e b l a de D u r a n g o ; y á S e b a s t i á n V i z c a í n o , q u e n a v e g ó p o r l a s c o s t a s s e p t e n t r i o n a l e s de A m é r i c a y s e hizo m á s t a r d e r e c i b i r p o r el E m p e r a d o r del J a p ó n c o n h o n o r e s de S o b e r a n o de E s t a d o , p e r s o n a l i d a d e s t o d a s , c u y o s n o m b r e s s o n d i g n o s de e t e r n a r e c o r d a c i ó n . L a c e l e b r i d a d de B l a s de L e z o , d a t a p r i n c i p a l m e n t e de l a s f a m o s a s d e f e n s a s c o n t r a el A l m i r a n t e i n g l é s V e r n ó n en el sitio de C a r t a g e n a de I n d i a s , en l o s a ñ o s 1740 a l 4 1 . E l e s t u p e n d o esfuerzo de su a c c i ó n v i c t o r i o s a y l a s m u c h a s h e r i d a s q u e r e c i b i ó le c a u s a r o n l a m u e r t e el 7 de S e t i e m b r e de 1741. L l e g a d o s a l s i g l o X V I I I n o d e j a r e m o s de n o m b r a r a l e s t i m a b l e l a b u r d i n o M. de E t c h e b e r r y , q u e en 1770 hizo u n a f r u c t u o s a e x p e d i c i ó n á l a s M o l u c a s ; ni a l b i l b a í n o J o s é de G a r d o k i , que t o m ó a c t i v a p a r t e en s a n g r i e n t o c o m b a t e n a v a l p e l e a n d o en el E s t r e c h o de G i b r a l t a r c o n t r a el a l m i r a n t e i n g l é s H o w e ; al n a b a r r o F r a n c i s c o A g u i r r e — d e P a m p l o n a — q u e fué q u i e n a d a p t ó el m é t o d o de l a s d i s t a n c i a s l u n a r e s p a r a d e t e r m i n a r l a l o n g i t u d del m a r ; á J o s é M a n u e l de G o i k o a — d e S a n S e b a s t i a n — q u e p e l e ó c o n t r a el A l m i r a n t e N e l s o n , en a g u a s de C á d i z ; á A n t o n i o de G a z t a ñ e t a — d e M o t r i k o — q u e c o m p u s o el Norte de navegación hallado por el cuadrante de reducciones, y le fué c o n f e r i d o p o r el C o n s u l a d o de B i l b a o el n o m b r a m i e n t o de D i r e c t o r de l o s A s t i l l e r o s de C a n t a b r i a ; á V i c e n t e de E z e t a — d e B i l b a o — e n c a r g a d o de l a p e r s e c u c i ó n á l o s c o r s a r i o s a r g e l i n o s y p i r a t a s del O c é a n o , l l e g a n d o en s u s c o r r e r í a s p a r a d a r l o s c a z a h a s t a el Callao de Lima; y á Ignacio M a r í a de A l a b a — d e V i t o r i a — q u e p e l e ó d e n o d a d a m e n t e en el l u c t u o s o c o m b a t e de T r a f a l g a r . E n e s t e c o m b a t e m u r i ó t a m b i é n R a m ó n de E c h a g t i e , e x p e r t o m a r i n o , de c u y o v a l o r y s e r e n i d a d , dan c u e n t a l a s c r ó n i c a s de a q u e l l a é p o c a . Y a l a l b o r e a r el siglo X I X , c i t a r e m o s á J u a n de J a v a t , n a c i d o en O c h a g a b í a — N a b a r r a — q u i e n al m a n d o de l a f r a g a t a Soledad fué e n v i a d o á C o n s t a n t i n o p l a en 1808, s i e n d o d e s p u é s n o m b r a d o M i n i s t r o P l e n i p o t e n c i a r i o de E s p a ñ a c e r c a de l a S u b l i m e P u e r t a ; d e b i e n d o a d e m á s h a c e r e s p e c i a l y h o n r o s a m e n c i ó n del i l u s t r e hijo de M o t r i k o C o s m e D a m i á n de C h u r r u c a , a u t o r del Método geométrico para determinar las inflexiones de la quilla de un buque quebrantado; q u e fué á l a vez p o l í g l o t a , a s t r ó n o m o , c a r t ó g r a f o , n a u t a , g u e r r e r o , e s c r i t o r , e t c . , y u n o de l o s p r i n c i p a l e s h é r o e s de l a j o r n a d a de T r a f a l g a r , d o n d e s u c u m b i ó c o n g l o r i a a l f r e n t e de s u n a v e San Juan Nepomuceno. .. F i n a l m e n t e , en o r d e n a l p e r s o n a l m a r í t i m o m e r c a n t i l de l a r e g i ó n b a s k a , q u e h a p r e s t a d o al p a í s m e r i t í s i m o s s e r v i c i o s en su a r r i e s g a d a p r o f e s i ó n , h e m o s a l c a n zado y conocido capitanes tan prestigiosos como los Araño, los Mandaluniz, los L a r r i n a g a , l o s A r r o t e g u i , l o s O j i n a g a , l o s G o r o r d o , l o s U g a r t e , e t c . e t c . , a l g u n o de l o s c u a l e s a u n v i v e , si r e t i r a d o de l a n a v e g a c i ó n a c t i v a , f o m e n t á n d o l a en g r a n d e escala con sus cuantiosas riquezas.
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N U E S T R O S HOMBRES DE MAR Y N U E S T R O S
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II Retrotrayendo nuestras disquisiciones náuticas á los tiempos primitivos en que los Lidios y los Sidonios se apartaban muy poco de la orilla sobre unas b a l s a s que construían juntando unas vigas con otras, y franqueaban más tarde la mar, en unas canoillas de mimbres, cueros, cañas y betún, usando después unas pira-
R e m o l c a d o r tipo holandés " A i t o r "
guas fabricadas de un sólo tronco de árbol cada una, en las que y a se aventuraron á navegar internándose á mayores distancias y más respetables a l t u r a s . . . siguiendo con las galeras, cuyo primer constructor fué Theseo el fundador de Atenas, y á las que Demóstenes el tebano parece que aplicó el uso del remo y la manera de bogar, poco antes del incendio de T r o y a . . . y pasando por los perfeccionamientos á que el célebre Epaminondas sometió el arte de la navegación; trancurrido el tiempo y t r a s de incontables gradaciones de formas en los cascos y de sistema en sus m o t o r e s . . . hemos llegado h a s t a las formidables moles y complicadas máquinas que en estos momentos pueblan nuestros m a r e s . . . En pos de las galeras y galeones fueron conociéndose las urcas, naos y carabelas que corresponden á los siglos X I I I y X I V ; después los bajeles y navios, aparejados sucesivamente en pataches, goletas, bergantines, corbetas y fragatas de alto bordo, que en gran número construyeron los afamados astilleros b a s k o s de B i l b a o , Portugalete, Plencia, Ondarroa, P a s a g e s , Donosti, San J u a n de Luz, etc., y dieron al viento las alas de sus blancas velas y al mar el surco de su estela r u t i l a n t e . . . A fines del siglo X V I J o a n e s de Echaide, nabarro, se trasladó á las c o s t a s de Terranova, fitndó allí Echaide-Portu y estableció un verdadero centro de pesquería de la ballena y b a c a l a o . Y en 1632 se fundó en el Havre la sociedad de Armadores b a s k o s p a r a l a pesca de la ballena, que tomó gran incremento en el siglo X V I I con multitud de veleras embarcaciones, creándose en aquella época por el país, puestos de Capitanes p a r a
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l a protección á los pesqueros con barcos expresamente artillados, siendo entonces elegidos p a r a llenar tal misión los marinos baskos también, Francisco Lobiaga, Juan Arrese, Martín Irigoyen y Joaquín Aristégui. L a s célebres Ordenanzas de la Ilustre Universidad y Casa de Contratación déla M.N.j M.L.V. de Bilbao—llamadas por apócope las Ordenanzas de Bilbao— fueron promulgadas en tiempo de Felipe V (1737) viniendo á reglamentar y encauzar por sanos derroteros los vicios y corruptelas de que adolecía nuestra marina mercante ayuna de legislación. Aquel sabio Código, cuya compilación fué encomendada á los integérrimos bilbaínos don Juan Bautista de Gendika, don Luis de Ibarra, don J o s e f Manuel de Gorordo, don Antonio de Alzaga, don J o s e f de Zangroniz y don Emeterio de Thellitu, está basado en el doble y moralizador lema siguiente: "Verdad sabida-Bueña fe guardada" y considerado como un monumento de Ü r e V Í S Í Ó l l V fidelidad P a r a el V a p o r " A S T A R L O A " t i p o d e v a p o r d e c a r j a d e la r n a t r í c u l a d e B i l b a o , *•
*
d e s c a r g a n d o e n el p u e r t o d e
Genova.
ejercicio del Comercio marítimo, pronto sirvió de norma y modelo para su aplicación práctica en la mayor parte de los puertos mercantiles europeos y muchos americanos, entre ellos el de la Capital de la Nación Argentina. Bien mediado el siglo X I X , los Astilleros de Abando—hoy Bilbao—dirigidos por los hermanos A r a n a ; * de Indauchu—también hoy Bilbao—á cargo del perito don Marcelino B a r e ñ o ; y de Deusto, regentado por don Julián Unzueta ** dieron ubérrimo y lucido contingente de buques de madera, veleros, finos y esbeltos, que generalmente eran destinados á casas armadoras de Bilbao que los dedicaban para viajes á Ultramar. Continuaron en actividad febril nuestros laboriosos astilleros, hasta que el vapor vino á destronar á la vela, apesar de lo cual, aún subsisten varios en otros puntos y sigue construyéndose en Ondarroa por Arrióla y Urresti; y en Olabeaga y Urazurrutia—Bilbao—por los maestros Mendiguren y Uresandi respectivamente, pequeños b a r c o s de vela p a r a la navegación costera ó de cabotaje, algunos de los cuales emplean un motor supletorio, como el que tuvo el del tipo velero mixto llamado Libe. Pero la gran sorpresa, la maravillosa estupefacción fué la producida entre las buenas gentes de la metamorfoseada Villa de Don Diego, por la aparición en sus aguas fluviales, de un b a r c o que andaba solo, sin velas, ni remos, ni s i r g a . . . resultándoles aquel fenómeno algo así como trasunto del legendario Buque fantasma. E r a el primer vapor de ruedas que aquí entraba y en un principio llamóse Ibaizabal, trocando después su nombre por el de Manusar. Fué traído por el famoso Chachin Mazarredo, descendiente del General de Marina del mismo apellido, con objeto de dedicarlo al trayecto con pasageros de Bilbao á Portugalete, en sustitución á las vetustas carrozas, cuyo último ejemplar fué el que mandaba el popular Ignacio el carrocero. *
H i j o d e u n o d e e l l o s , d o n S a n t i a g o , fué el m a l o g r a d o p a t r i o t a S a b i n o d e A r a n a .
"
E l p r i m e r b u q u e del t i p o i n g l é s clipper, q u e s e c o n o c i ó e n la p e n í n s u l a fue c o n s t r u i d o p o r e s l e d i s t i n g u i d o m a e s t r o .
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Más tarde vino otro barco que ni siquiera tenía ruedas y también andaba solo. E r a el vapor á hélice que se llamó Primero de España y hacía l a c a r r e r a de Santander. . . Pero éste y a no causó estupefacción en el vecindario. Fueron después llegando vapores de todo linage procedentes de los astilleros ingleses, en su mayor parte, sobre todo cuando l a exportación del mineral de hierro alcanzó su mayor apogeo á l a terminación de l a segunda guerra civil (1876) habiéndose en tanto formado numerosas Compañías navieras, que han experimentado alternativas y fluctuaciones muy sensibles, pero que en l a actualidad disfrutan de una vida próspera y exhuberante, merced al forzoso retraimiento y escasez de t o nelaje extrangero, que trae aparejada l a subida extraordinaria de los fletes, p o r lo menos durante las críticas circunstancias p o r que atraviesa Europa. El Gobierno español encomendó l a construcción de tres cruceros p a r a l a Armada á la factoría de los Astilleros del Nervión, de donde surgieron los hermosos vapores: Infanta María Teresa, botado el día de S a n Ignacio—31 de Julio de 1893— el Bizkaya, lanzado el día de Nuestra S e ñ o r a de los Angeles—2 de Agosto de 1894 —y el Oquendo, que besó l a s aguas el día de Nuestra Señora de l a Asunción— 15 de Agosto de 1895—fechas memorables en que las solemnidades del culto religioso, hermanaron con l a grandiosidad de l o s públicos regocijos. Aquellas tres magníficas construcciones fueron destruidas por l a E s c u a d r a de los E s t a d o s Unidos en l a b a t a l l a que en aguas de Santiago de Cuba, se libró el 3 de Julio de 1898. El primer remolcador á hélice de tipo holandés, que aun perdura en su l a b o r activa y al que su armador que e r a un ferviente basko, llamóle Aitor, fué construido en Rotterdam el año 1901, viniendo á sustituir á los anticuados vapores de tambor, que en el puerto á l a sazón existían. Desde entonces se han multiplicado prodigiosamente en esta r í a los hijos de Aitor. . . Andando el tiempo, l a Compañía Euskalduna comenzó la construcción de vapores de hierro p a r a empresas marítimo - mercantiles y continúa prestando con éxito creciente, muy relevantes servicios en el ramo. En el día de hoy cuenta el puerto de B i l b a o con ochenta y tres Compañías de Navegación, cuyos buques ostentan l a bandera b l a n c a con cuadrícula roja al extremo superior izquierdo, que representa nuestra matrícula * y el número de nuestros b a r c o s responde á 17 veleros y 207 de vapor, que desplazan 2476 y 401.243 toneladas respectivamente, ó s e a un total de doscientos veinticuatro unidades con cuatrocientas tres mil setecientas diez y nueve toneladas, constituyendo una inmensa riqueza p a r a este país esencialmente mercantil é indiscutiblemente marítimo. i Quiera el cielo colmar de dicha á nuestros hombres de mar, con la bienandanza de nuestros b a r c o s y la prosperidad del puerto, cuyas patentes y ventajosas condiciones técnicas p a r a l a navegación, las h a conquistado en lucha á brazo partido con los elementos, el veterano y "eximio ingeniero don Evaristo de Churruca, digno descendiente de aquel heroico marino que luchó también con gloria en aguas El buque " S a n Juan plepomuceqo",
que
m a n d a b a O q u e q d o e q la batalla d e T r a f a g a r
Bilbao, i i6. 9
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En}iiiar]o de ARRIAGA
A n t i g u a m e n t e r e p r e s e n t a b a l a d e t o d o el l i t o r a l b a s k o , l a b a n d e r a b l a n c a ó a z u l c o n l a c r u z r o j a d e S a n A n d r é s , q u e e s l a q u e l l e v a r o n n u e s -
tros pesqueros á Terranova.
OTADO el pueblo euskaro de una gran afición á la música, con condiciones especiales para el canto, la poesía lírica ha de ser la que venga á manifestar los rasgos característicos de esta raza original y á expresar sus sentimientos y sus tendencias. A tres, por tanto, podrán reducirse los géneros que dentro del lírico abarcan las manifestaciones todas de la musa euskara: el religioso, el patriótico y el erótico. LÍRICO-RELIGIOSA
L a poesía lírico-religiosa ha encontrado en el solar basko representantes muy caracterizados. Uno de los más importantes por todos los conceptos es Bernardo de Echepare (Dechepare ó de Etchepare, según otros), cura de San Miguel el Viejo de Burdeos, y autor del libro titulado «Linguse Vasconum Primitias», que fué impresa en Burdeos en 1545, y es por tanto el primero en baskuenze que alcanzó los honores de la impresión. E s t a obra, hoy y a bastante conocida, y que ha alcanzado diferentes reproducciones, consta de dos partes bien distintas y de un carácter completamente opuesto: la primera versa sobre asuntos piadosos, la segunda const a de composiciones amorosas. L a parte titulada Doctrina christiana es una serie de fragmentos traducidos de los salmos y de las oraciones de la Iglesia; la moral es pura y elevada, pero no es notable bajo su aspecto poético. Llaman la atención unos versos que recuerdan el Stabat Mater y otros que tienen puntos de contacto con el «Dies irae». La composición titulada Judizio generala (el Juicio general) está llena de entusiasmo y de notables imágenes, y se inspira realmente en el Evangelio y en el Antiguo Testamento. Si Echepare, el primero de los poetas euskaros, se dedicó a la poesía religiosa en el siglo X V I , Arnaldo Oihenart, el famoso autor de la «Notitia utriusque V a s conias», de una co'ección de refranes baskongados, y de otras obras que demuest r a n su afición á las cosas euskaras, queriendo cultivar la poesía en la lengua de
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su país natal, también dio á luz en el siglo X V I I varias composiciones que le colocan á la cabeza de los bersolaris e u s k a r o s . L a mayor parte de ellas son elegías a m o r o s a s , p e r o después de haber cantado La juventud de O. en versos baskongados (O Gastaroa neurthizetan), y á continuación de su invectiva contra las Musas sobre la pérdida de su idolatrada esposa, composición que, según Michel, es la perla de sus poesías. Algunos otros escritores han cultivado la poes í a lírico-religiosa, p e r o ninguno de ellos alcanzó la reputación que lograron Echepare y Oihenart, que, con el p r o s i s t a A x u l a r , formaban la trinidad de l a literatura euskara. Entre otros merece citarse J e a n d' Etcheberry que también en el siglo X V I I publicó una buena colección de Villancicos de Navidad y otros cánticos espirituales, en B a y o n a , así como un Manual de devoción en versos baskongados, en Burdeos. P o s t e riormente se publicaron diversas ediciones de kantika izpiritualak que en 1815 sufrieron grandes modificaciones, y en 1826 se vertieron al dialecto suletino, siendo desde entonces muy comunes todos estos cánticos en las diversas provincias de la Euskalerria. t e n
LÍRICO-PATRIÓTICA
El amor á la patria, tan vivo en todo pecho euskaro, trascendiendo como n o podía menos, á la poesía lírica, ha inspirado composiciones sumamente apreciables. Hemos dicho y a que el elemento subjetivo campeaba en gran parte, y casi venía á oscurecer el elemento objetivo en las composiciones que hemos citado como pertenecientes a la poesía épica baskongada, y que nos revelan sobre todo en el Canto de los Cántabros y en el de Altabiskar la fuerza del patriotismo euskaro. P e r o en donde mejor se manifiesta esta idolatría del euskaro hacia la tierra que le vio nacer es en esa serie de monumentos poéticos que cada día brotan de los l a b i o s del b a s k o que gime en la emigración, y que son y a conocidos con el nombre de Cantos de Montevideo, verdaderos lamentos de la nostalgia, enfermedad moral y hasta material que aqueja, quizá más que á ningún otro emigrado, al hijo del noble suelo baskongado á quien el e x c e s o de población, el espíritu aventurero, un ambicioso deseo ú otra causa cualquiera obligaban á abandonar su país natal p a r a correr aventuras en tierras á veces inhospitalarias, de donde desea volver un día, convertido y a en indiano, p a r a legar alguna benéfica obra á su querido país, y p a r a
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morir en medio de aquellas montañas y á la sombra de aquellos árboles, cuyos contornos nunca se desdibujan por completo de su ardiente fantasía y de su entrañable amor patrio. Cierto tinte melancólico, pero de un afecto intensísimo, caracterizan esos suspiros con que el basko se lamenta de la felicidad tranquila que un día dejó y que una decepción hace todavía mucho más apetecible. Entre los Cantos de Montevideo que mejor expresan el carácter baskongado citaremos dos composiciones premiadas en el concurso de Urrugne, las dos en dialecto nabarro-labortano, y una de ellas escrita por Martín de Eguiategui, en Montevideo, en Junio de 1853. Al dialect o bajo-nabarro pertenece Poiilounpa (El Naufragio), composición que no puede menos de conmover á todos los que la leen. jAmerikaM es el titulo de otro canto que obtuvo el segundo premio en las fiestas de S a r a . Iparraguirre también escribió desde el continente americano una preciosa poesía: Á los jóvenes de su pueblo natal Villarreal de Urrechu, exhortándoles á que no abandonen su querida patria p a r a buscar penas y trabajos, que muy pocos pueden soportar. Otro de los esclarecidos vates euskaros fué el bizkaino Felipe de Arresc y B e i t i a ; sus bellísimas producciones las han reproducido nuestros periódicos y r e v i s t a s ; pero lo más hondo y s e n t i d o fué la composición titulada Ama Euskeriari azken agurrak. L a nota dominante de este inspirado poeta ha sido siempre la subjetiva, la lírica. Mas no es sólo fuera del territorio nacional donde los b a s k o s cantan las delicias de su idolatrada madre: también en las ásperas cumbres de la tier r a euskara los trovadores, los koblakaris, entonan preciosos cantos p a r a ensalzar el país en que viven, su lengua, su libertad, todo lo que constituye ese organismo especial y característico de la Euskalerria. El mismo Bernardo de Echepare termina la cit a d a o b r a "Linguse V a s c o nurn Primitiae" p r i m e r a impresa en baskuenze, con un Contrapás, en elogio de la lengua euskara, escrito en dialecto bajo-nab a r r o de mediados del siglo X V I . En este Contrapás y en la Sautrela con que da cumplido fin á su o b r a el buen rector de San
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Miguel el V i e j o , n o s d e m u e s t r a el e n t u s i a s m o c o n q u e a c o g í a l a i d e a de q u e el baskuenze ocupase un merecido rango entre l a s lenguas vivas, y l a g r a t a esper a n z a de q u e l l e g a r a á s u a p o g e o y r e c o r r i e r a el m u n d o e n t e r o , p u e s s u p o n í a q u e « n o h a b í a o t r o i d i o m a a l g u n o q u e p u d i e r a i g u a l a r l e » . E l z o r t z i k o Gernikako arbola de I p a r r a g u i r r e y el c a n t o de M u ñ a g o r r i , c u y o o b j e t o es p o n d e r a r l a s e x c e l e n c i a s de l a p a z , s o n e n t r e o t r o s m u c h o s , e l o c u e n t e s t e s t i m o n i o s del a r d i e n t e p a t r i o t i s m o y del i n c o n t r a s t a b l e a m o r á s u s i n s t i t u c i o n e s q u e c a r a c t e r i z a a l l i b r e p u e b l o e u s k a r o , t a n a m a n t e de s u i n d e p e n d e n c i a c o m o l o i n d i c a el b e l l í s i m o f r a g m e n t o r e c o g i d o p o r el g e n e r a l S a i n t - Y o n : Choi'iñoak kaiolan Tristcrik du kanlalzen Duclarikan zer jan,
Zer cdan; Kanpoa tlu tlesiralzcn, Zeren, /.eren Libertatia
hain
eder
den.
( E l p a j a r i t o en l a j a u l a c a n t a t r i s t e m e n t e , a u n q u e t e n g a de c o m e r , de b e b e r , p e r o q u i s i e r a e s t a r f u e r a , p o r q u e , p o r q u e no hay nada más hermoso que la
libertad). LIRICO-ERÓTIC-fí
E l a m o r á D i o s y el e n t u s i a s m o p a t r i o n o s o n l a s ú n i c a s l i m i t a c i o n e s q u e el i n s t i n t i v o e s p í r i t u de l i b e r t a d y de i n d e p e n d e n c i a del e u s k a l d u n e n c u e n t r a en l a e s f e r a de s u a c t i v i d a d : el b a s k o a d o r a á D i o s , i d o l a t r a á su p a t r i a , p e r o t a m b i é n a m a y v e n e r a á s u m a d r e , y á l a q u e l o e s ó h a de s e r l o de s u s h i j o s . L a p o e s í a e r ó t i c a q u i z á s n o h a y a s i d o c u l t i v a d a , ni en l a m i s m a G r e c i a , c o n t a n t a a f i c i ó n c o m o l o h a s i d o p o r el p u e b l o e u s k a r o , ni t a l v e z r a z a a l g u n a h a y a e s t a d o d o t a d a de m á s e x q u i s i t a s e n s i b i l i d a d q u e l a e u s k a r a . E n t r e l a s c o m p o s i c i o n e s e n q u e s e
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v e m e j o r p a l p i t a r el e n t u s i a s m o a m o r o s o del c o r a z ó n e u s k a r o p o d e m o s c i t a r Atharratzeko ezkongaia ( L a n o v i a de T a r d e t s ) y l a Amorosa konbentuan (La a m a d a en el c o n v e n t o ) , p r e c i o s a s p o e s í a s en d i a l e c t o s u l c t i n o , a s í c o m o Maitenena ( L a m u y q u e r i d a ) , Erresiñola ( E l r u i s e ñ o r ) . Lehen Floria ( L a p r i m e r a flor), Anwdiozko solasa ( C o l o q u i o a m o r o s o ) , Errefusa ( L a n e g a t i v a ) , Amoros baten auhena ( L a m e n t o a m o r o s o ) , Amorosa othoitzile eta gibelatua ( E l enamorado suplicante y r e c h a z a d o ) , Amodio kontraristatia ( A m o r c o n t r a r i a d o ) , Ihiziko partida urosa ( L a feliz c a z a ) , p o e s í a e p i t a l á m i c a . A l d i a l e c t o b a j o - n a b a r r o p e r t e n e c e n Tronpatzia ( R e y e r t a ) , Gabazko kantua ( S e r e n a t a , p o r el V i z c o n d e de B e l s u n c e ) . Amodiozko solasa ( C o l o q u i o a m o r o s o ) , Berezkuna ( L a s e p a r a c i ó n ) , Amoros baten gaizkiak ( R e c r i m i n a c i o n e s a m o r o s a s ) , Amoros kontsolatia (El amante consolado). Xezkata gaztia tronpatia ( L a j o v e n e n g a ñ a d a ) . L a b o r t a n a es l a c o m p o s i c i ó n t i t u l a d a Amodio eta deboirra ( E l a m o r y el d e b e r ) . P e r o l a s p r o d u c c i o n e s m á s i m p o r t a n t e s de l a p o e s í a o r ó t i c a b a s k o n g a d a s o n , s i n d u d a a l g u n a l a s de l o s d o s e s c r i t o r e s q u e t a n t a s v e c e s h e m o s c i t a d o , B e r n a r d o de E c h e p a r e y A r n a l d o O i h e n a r t . E c h e p a r e d e d i c a l a s e g u n d a p a r t e de su l i b r o «Linguse V a s c o n u r n P r i m i t i a ; » a l a m o r p r o f a n o , a s í c o m o h a b í a d e d i c a d o l a p r i m e r a a l a m o r d i v i n o . L a c o m p o s i c i ó n Amorosen Gaztiguija ( E l a n t í d o t o de l o s e n a m o r a d o s ) . Emazten Fabore, ( E l elogio de l a s m u j e r e s ) , Amoros sekretugidona (El a m a n t e s e c r e t o ) , Amoros gelozia ( E l a m a n t e c e l o s o ) , Potaren Galdazia ( L a petic i ó n d e l b e s o ) , y o t r a s v a r i a s p o e s í a s n o s d e m u e s t r a n q u e l a m u s a de E c h e p a r e lo mismo que se p r e s t a b a á escribir composiciones religiosas, hasta lúgubres y ter r i b l e s c o m o l a q u e n o s r e c u e r d a el « D i e s ira;», q u e a m o r o s a s y t e r r e n a l e s , q u e le h a n v a l i d o el t í t u l o de T e ó c r i t o b a s k o n g a d o , c o n q u e es d e s i g n a d o p o r diferentes escritores
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También Oihenart dedicó la primera parte de sus Poesías, á cantar el amor profano, y entre otras varias la intitulada Argia darizanari, en dialecto suletino, es quizás con la labortana Andre geya, de Edmond Guibert, lo mejor que en este género se ha escrito en la Euskalerría francesa, mientras que en la española, si bien no son tan abundantes las compoposiciones e r ó t i c a s , podemos c i t a r las gipuzkoanas Nere maitiarentzat, de J o s é María de Iparraguirre, Kontzeziri, de Juan Ignacio de Iztueta y Juramentiiba, de Indalecio Bizkarrondo, distin g u i d o poeta donostiarra conocido generalmente con el nombre de Bilinch y arrebatado á las letras euskaras por un traidor proyectil que vino á poner término á una existencia consagrada siempre á enaltecer la literatura y la ciencia de su querida p a t r i a . CAMTOS
FÚNEBRES. —ELEGÍAS
Los cantos fúnebres son necesariamente uno de los aspectos del fuerte sentimiento de cariño y de amor que caracterizan al euskaro, el cual no por ser entusiasta y de viva imaginación había de tener como carácter distintivo la inconstancia y la mutabilidad. P o c o s pueblos, quizás ninguno, lamentará con mayor energía la pérdida de los seres queridos que el baskongado y los eresiak, compuestos á veces por mujeres, como Doña Sancha Ochoa de Ozaeta, viuda de Gómez González de Buytrón, muerto en el año 1448 en la batalla de Mondragón, y la hermana de Doña Emilia de Lastur, son de los gritos más penetrantes con que el lacerado corazón ha sabido expresar su dolor. Entre las elegías, entre esas composiciones que con más poderoso relieve hacen aparecer la desgarradora idea de la fatalidad, es imposible pasar en silencio, dice acertadamente el señor Campión, la poesía de don Serafín B a r o j a Ay cin dolorea, tan original, que según el señor Manterola parece por el asunto como por su corte especial, una balada alemana, mientras que su música, compuesta por el señor Zuaznabar, semeja por su ritmo y su cadencia un canto á r a b e . No menos debe llamar nuestra atención una elegía labortana Ene goguetak (Mis meditaciones), debida á un sacerdote de Ziboure llamado Camoussary, que la compuso en los últimos momentos de una enfermedad del pecho, que le arrancó, en la flor de su edad, del lado de su madre, viuda, y de la cual era él el único sostén. Compárala
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Michel con las elegías de Tibulo, con las de Millevoye, Malfilátre, Gilbert y otros poetas de las escuelas melancólicas del siglo X I X , y hace notar en ella caracteres particulares de la poesía materialista, preocupado su autor más de la enfermedad que le aqueja que de la próxima liberación de los lazos de la materia. L a poesía lírica es por tanto, como acabamos de ver, la que mejor expresa la idealidad del pueblo baskongado, la que mejor responde á sus sentimientos amorosos, la que en lo divino, en lo nacional y en lo erótico mejor caracteriza las aspiraciones del euskaro. ÉPICA
L a poesía épica debía ser indudablemente la primera y más importante manifestación de la raza enérgica, valerosa, indómita, que y a en épocas antiquísimas se hizo notar por su valor y por la invencible resistencia que supo oponer á los ejércitos más formidables que á sus infranqueables montañas se dirigieron. Los b a s k o s , como todos los españoles, según dijo D. Carlos Coloma en el prólogo á sus «Guerras á los Estados Unidos», no han tenido tanto cuidado de escribir sus historias como de hacerlas; y, en efecto, de lamentar es que el pueblo euskaro, pueblo de cantores, como le ha llamado Borrow, no nos haya conservado los monumentos épicos de sus luchas con los celtas, los romanos y demás pueblos que invadieron nuestra patria en los largos siglos de la Edad Antigua. « C A N T O D E L E L O » — P o r fortuna ha llegado hasta nosotros un fragmento del antiguo canto nacional baskongado, que es el único monumento poético que de la literatura euskara anterior á la Edad Media se nos ha transmitido. Consta de quince estrofas de cuatro versos, de las cuales l a primera es completamente extrañ a al asunto de ese canto, y de la antepenúltima s ó l o c o n o c e m o s el primer verso, pues los otros tres se han perdido, así como varias estrofas, siendo ilegible lo que había escrito entre la 1 4 y la última. Se da generalmente á esta composición el nombre de Canto de los cántabros, suponiéndose que en ést a s estrofas, que no brillan ciertamente por su claridad, se alude á los acontecimientos v e r d a d e r o s ó falsos de la guerra cantábrica. El Canto de Altabiskar, el de La batalla de Beotibary Domenjón de Andia, son también de carácter épico. En nuestros días, la musa b a s k a no se ha prestado á cantar miserables luchas de partidos y de partidas y apartándose horrorizada del triste espectáculo de criminales discordias, sólo en el recuerdo de su nobilísimo pasado ha podido su numen poético hallar fuente de inspiA
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ración para demostrar la vitalidad y el vigor de la raza euskara. Le pas de Roland de M. Sasconaguerre, publicado hace años (y con un fin benéfico) del otro lado del Pirineo, y Orreaga (Roncesvalles), balada escrita en baskuenze, nos demuestra que el mismo espíritu que animaba á los b a s k o s del siglo V I I I se ha perpetuado hasta nuestros días, lo mismo al norte que al sur del Pirineo. DRAMÁTICA— TEATRO
L a poesía dramática, por el contrario, más compleja, exigiendo un gran desarrollo de la poesía épica y de la lírica, suponiendo un estado de civilización superior, sólo puede aparecer fragmentaria en los países que más resistencia oponen á las ideas nuevas y que han sabido guardar con más fidelidad el depósito de vivas creencias y de ardiente religión, fuente de los primeros misterios. L a Bretagne, le Artoix, la parte alemana del Tyrol, la Euskalerria, son todavía el escenario donde se representan esos dramas piadosos, costeados únicamente por el pueblo, y que ejercen una gran influencia sobre su espíritu y sobre su lengua. El teatro de la región pirenaica no ha alcanzado todo el desarrollo requerido aunque en éstos últimos años, se han hecho tentativas muy apreciables, sobre todo en la parte española, pero Duvoisin, Badél, Michel y algunos otros baskófilos hacen sin embargo un análisis detenido de las representaciones dramáticas de los baskongados, de esas pastorales, que también nos revelan el genio, el carácter, los sentimientos de l a raza euskara. De todas las provincias b a s k a s , la Soule, cuya capital es Mauleón, es la que mayor afición ha demostrado hacia la poesía dramát i c a : el Labourd y la Baja-Nabarra no tienen pastorales propias. SATÍRICA
L a sátira, uno de los genios poéticos llamados mixtos, compuestos ó de transición, es la expresión ó manifestación artística de la oposición entre la realidad objetiva y la conciencia del poeta, oposición traducida por éste en censura ó mofa de dicha realidad. El pueblo baskongado, que ama entrañablemente sus nobles ideales, ha de cultivar forzosamente la sátira siempre que vea oposición entre el ideal y la realidad; y cuando ésta es odiosa y ridicula se revuelve contra ella, condenándola airado á nombre de un sentimiento herido, de su conciencia indignada, de su razón sublevada contra la objetividad que estima impropia de la raza euskara. BUCÓLICA
L a poesía bucólica, otro de los géneros de transición, compuestos ó mixtos, que consiste en la expresión y representación de la belleza de la vida humana desarrollada en íntimo y amoroso contacto con la naturaleza, se presta perfectamente para la manifestación de los efectos exóticos de la raza euskara, y además de los dramas pastoriles, que en rigor pertenecen á la poesía dramática, hay églogas é idilios que nos manifiestan la ternura de los sentimientos de los hijos de Euskalerria.
ñ. A. Salazar.
A pintura y escultura en el país b a s k o son dos bellas artes, que hay que tratarlas por separado, aunque las épocas de su florecimiento coincidan. Asunto es este de las bellas artes en el país basko, que como todos los relacionados con la floración artística nuestra, han sido poco estudiados; por eso nosotros caminamos sobre nuestras propias investigaciones y guiándonos por estudios especiales que hemos dedicado al asunto importantísimo, de señalar en la historia, l a misión del pueblo de los baskos.
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L a s primeras manifestaciones pictóricas, de los baskos son de carácter prehistórico y podemos considerar como tales las pinturas halladas en la cueva de Altamira sobre las cuales existe una abundante bibliografía, siendo la obra á nuestro parecer más notable, la editada bajo la protección del Príncipe de Monaco; el tipo principal de animales que aparece en la cueva de Altamira sita en la vieja C a n t a b r i a es el de el bisonte y el del caballo en estado salvaje; la coloración es o c r e y negro y algunas veces verdoso; derivaciones de las tribus cantábricas de Altamira son las cuevas enclavadas en l a actual B i z k a y a que como la de Ramales, l a de Carranza y la de Gtieñes, presentan evidentes señales de haber sido habitadas singularmente la de Ramales, que muestra la cabeza de un reno en las paredes de l a cueva. Después de las pinturas prehistóricas de Altamira tenemos que pasar por toda la primera época de las dominaciones romana y visigótica sin encontrar nada pictórico hasta la reconquista. En l a época de l a reconquista española se inician algunas pinturas en tablas, principalmente en los monasterios de las Encartaciones de Bizkaya y el valle de Mena que como el de Taranco y Siones fueron centro de cristiandades en aquella época. P a r a encontrar un franco período de pintura, tenemos que llegar al siglo X I V en que las relaciones entre b a s k o s y flamencos dieron ocasión á la venida á Bizk a y a y sobre todo á Gipuzkoa, de tablas flamencas, de las cuales nos habla Júsepe Martínez en su obra sobre la pintura. E s probable la estancia en Bilbao de Juan de Flandes, Frandesco, que trazó varios trípticos en el monasterio de Oña. En B i z k a y a se conservan actualmente varias tablas de aquella época, siendo las más notables las que pertenecen á las colecciones de los señores Gorostiza, J a d o y Museo de Bilbao. Al mismo tiempo que por un lado la relación comercial entre baskos y flamencos a p o r t a b a á nuestro país la pintura de los hoy llamados Países Bajos, se formaba en A l a b a un núcleo de restauración ó iniciación pictórica fomentado por la familia de los Ayala. El famoso Canciller Ayala reconstruyó el convento de las dominicas de Quejana y lo dotó con importantes tablas flamencas. El Canciller Ayala en sus
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frecuentes viajes á F r a n c i a había adquirido grandes relaciones; por eso al fundar su palacio de Quejana lo ornó igualmente con valiosas pinturas. P o r otra parte, el arte italiano se introdujo en Alaba antes que en ninguna otra parte de E s p a ñ a por relación de el hijo del Canciller Fernán que estuvo en el Concilio de Constanza de embajador del rey don Juan I I , con cuyo motivo trajo á Alaba pinturas de inestimable valor. ¿ Q u é queda de toda aquella g r a n d e z a ? Nosotros hemos estado en el monasterio de Alaba y hemos podido comprobar la existencia de 25 t a b l a s flamencas. En este punto hemos de reprochar á aquella comunidad, que vendió el retablo flamenco de la capilla denominada de Nuestra S e ñ o r a del Cabello á un título de Castilla, Si nos fijamos en B i z k a y a tenemos por esta misma época en la Abadía de Cenarruza las tablas vaneyckianas de indiscutible valor, aunque se ignore cómo pudieron venir á Quejana y quién sea el autor.
T e c h o del Salón del T r o n o en la Diputación de B i z k a y a (Alcalá
Galiano)
Llegamos y a al comienzo del siglo X V I y en él nos encontramos con el fundador de la escuela b a s k a , que es el caballero alabes Felipe de Guevara. Este c a b a llero escribió su o b r a «Comentarios de la pintura» editados por P o n s en el siglo X V I I I . En esta o b r a se formulan los caracteres de la escuela b a s k a ; Guevara reduce su argumentación á varios puntos ó axiomas siendo estos los principales : 1.°—No es distinta la facultad crítica de la facultad pictórica. 2.°—El artista debe frecuentar la visión del clima. 3.°—Debe conocer la historia del país. 4."—Debe de estudiar la arqueología y costumbres. Guevara es un formidable realista y su lema es el de vencer á la naturaleza copiándola. Hoy sería un antifuturista terrible. De Guevara además de su o b r a filosófica que debe de ser la pauta p a r a todo pintor basko tenemos varias obras, siendo las más notables, la t a b l a de la Anunciación que se conserva en L o y o l a y y que lleva sus armas; las de Guevara escudo cuartelado: 1.° y 3.° cinco p a n e l a s ; 2.° y 4.° flechas y el famoso tríptico de B e r g a r a que representa en estilo flamencob a s k o , la pacificación de los bandos del país concretándose á las luchas entre l o s Ozaeta y Aramayona. Felipe de Guevara conoció a Tiziano en Italia, pero se desentendió de su manera, dando en esto el primer paso hacia la formación de la pintura b a s k a . Guevara vivió á principios del siglo X V I y está enterrado en Madrid. P o c o
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tiempo después, un pintor bergarés, el célebre poeta Juan de Xauregui, traductor de l a Aminta del Tasso, pintaba con aplauso de todos. De Xauregui como pintor se guardan varias obras, siendo l a más notable el retrato que hizo de Cervantes c o m o l o confiesa el mismo Manco de Lepanto en el prólogo de su obra Pérsües ij Segismunda. Este retrato se conserva hoy en la Real Academia de l a Historia. Además ilustró Xauregui l a obra mística del P . Alcaraz titulada Interpretación de la Biblia; en ella hay más de 60 dibujos de mano de Xauregui. No habían pasado muchos años desde la muerte de Xauregui, cuando apareció en el mundo pictórico un célebre basko cuya fama ha llegado hasta nosotros y cuyas o b r a s enseñan los principales museos de Europa.
3 -.^LiSlAIVtt- .Z Paisaje
de Ignacio de t r i a r t e
(1655)
Nos referimos á Ignacio de Iriarte, de Azkoitia. Algunos le han llamado discípulo de Murillo, pero esto es una enormidad, porque en nada se parece al autor de l a s Concepciones; en todo caso, Murillo parece que se ayudó de él sobre todo en el pintar de l o s fondos de sus cuadros, en lo cual Iriarte e r a maravilloso. Conozco de Iriarte varios cuadros de paisajes á l a grande maniere; se parece algo á Lorena y sus obras se señalan por l a exuberancia de vegetación, por l a grandeza de los árboles; por la diafanidad de la atmósfera, por la amenidad del lugar. En el museo del Prado de Madrid, se guardan tres que representan paisajes encantadores. L a s obras de Iriarte guardan las reglas que formuló sobre l a pintura el b a s k o Guevara. También en los Museos del Louvre y en varias colecciones inglesas se conservan obras de. Iriarte. Casi contemporáneo de Iriarte es el pintor basko que más se acerca á Guevara, F r a n c i s c o de Mendieta, que vivía hacia fines del X V I y principios del X V I I . Este F r a n c i s c o de Mendieta e r a de Elorrio, en Bizkaya, y entre sus obras maestras están, el cuadro histórico titulado; «La jura de los fueros, p o r Fernando el Católico» que se guarda en el Museo de Bilbao. ( 1 ) Podemos considerar á esta obra c o m o l a obra-jefe de l a escuela bizkaina guevarista. En ella se refleja como en un (i)
E n l a r e l a c i ó n l i i s l ó i i c a d e Gernika y tos fueros,
q u e a p a r e c e en e s l e v o l u m e n , s e r e p r o d u c e e s l e n o t a b l e c u a d r o .
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BASKOS
poema épico toda la grandeza del pueblo b a s k o al terminar el siglo X V . Aparecen los caballeros de más alcurnia de B i z k a y a que son jefes de las siete grandes c a s a s á saber: el Señor de Butrón y Mugica, el de Arteaga, el de Urquizu, el de Salazar de Muñatones, el de Zamudio, el de S a l a z a r de Portugalete y el de Ayala (ausente). ( 2 ) En el fondo vénse las Señoras asistentes, con tocados y regias vestiduras. Este cuadro está firmado el año 1605 y fué traído de Londres, á donde sin duda lo llevó algún marino b a s k o . Tiene además F r a n c i s c o de Mendieta, o t r a s obras entre ellas un via-crucis de gran mérito según lo que afirma el E x m o . S r . Conde de la Vinaza en su o b r a continuación de la de Zea, sobre los pintores y escultores. Al finalizar el siglo X V I I resplandecen dos pintores b a s k o s el uno nabarro, Urcance y el otro bizkaino E z k e r r a . Urcance mereció aplausos de Jusepe Martínez, y Ezkerra nos dejó interesantes cuadros de asunto mitológico en el Museo del P r a d o . En el siglo X V I I debemos de registrar los nombres de el pintor bizkaino Agustín de la Quadra, que trazó 28 lienzos, retratos de prelados que se hallan en la catedral de Burgos y un célebre cuadro de asunto religioso, del cual habla con gran elogio Zea en su diccionario diciendo, que es la Quadra autor de unción y suavidad grande. En Gipuzkoa se conocen los retratos de Camio, entre ellos, el de la Condesa de Alacha, que sigue la escuela velazqueña. En el siglo X V I I I se señalaba en B i l b a o el pintor de origen franco, Luis P a r e t , cuyas obras tienen un mérito relativo. Más importancia que los pintores del siglo X V I I I , tienen los del siglo X I X , entre los cuales se señala en B i l b a o un nieto de Mengs, de quien se guardan algunas miniaturas. Sin duda fué este el profesor de la célebre miniaturista Donata Loridón de quien conocemos unas 200 miniaturas en posesión de la aristocrática dama bilbaína doña Emilia A r a n a . P o r ese tiempo se distinguieron el Bilbao los B a l a c a y empezó B a r r o e t a á trazar algunos retratos interesantes. Pero el que m á s sobresalió fué sin duda el pintor bizkaino Zamacois á quien pensionó el gobierno el Gobierno del Señorío de Bizkaya, p a r a que estudiase en P a r í s , como consta de los decretos y acuerdos de las J u n t a s soberanas. De Zamafcois se guardan interesantes cuadros llenos de delicadeza, arte y realidad en el Museo de B i l b a o . No es un artista goyesco en la técnica, aunque los asuntos de época son parecidos á los de Goya. E r a Zamacois un pintor sentimental y elegantísimo; alma de niño y de poeta, causan sus obras la impresión de un genio que pudo haber hecho mucho más, con mejores medios de los que tuvo. L a influencia de Goya de quien es j u s t o recordemos su apellido b a s k o , está representado en B i z k a y a por Francisco Bringas pincel de facilidad asombrosa y gran fecundidad. Pintó como Goya, majas, toreros y petimetres, y nos dejó una abundante colección de aguas fuertes menos imitadas de lo que debieran; porque representando á verdaderos tipos de la raza b a s k a , justo era que los actuales pintores del país, no hubiesen olvidado aquel ejemplo de sinceridad en vez de trazar en sus cuadros al que llaman jebo, con escarnio de la raza y con vergüenza de sus pinceles que se debieran de emplear en obras m á s altas. Velazquez pintó al Bobo de Coria, pero antes había pintado el retrato del Conde Duque. E s t a m o s en el siglo X I X y en el año 1880 el país ha sufrido una hondísima transformación; ha perdido su libertad y el gobierno de la nación española ha quitado á su Señor la hegemonía sobre Bizkaya; de tal manera que ha quedado menguado el patrimonio señorial radicante en la c a s a de Borbón, pasando los tributos, que en concepto de renta á su Señor pagaba Bizkaya, á manos de la administración del Estado.
(2) A c t u a l m e n t e e i l o s linajes r a d i c a n : el d e B u t r ó n y M u g i c a s e g ú n u n o s en el E x m o . Sr. M a r q u é s de la T o r r e c i l l a y s e g ú n o t r o s e n la r a m a d e A s l o b i z a r e p r e s e n l a d a p o r D o ñ a C o n c e p c i ó n d e S a l a z a r ; el d e A r t e a g a e n l a e x - E m p e r a t r i z E u g e n i a : el de U r q u i z u e n el p o s e e d o r d e B u t r ó n y M u g i c n ; el d e S a l a z a r d e P o r t u g a l e t e , e n d o n L u i s d e S a l a z a r d e B i l b a o : el d e S a l a z a r d e M u ñ a t o n e s e n d o n Rafael d e M a z a r r e d o ( C o n d e d e M o n l e b l a n c o ) ; el d e Z a i n u d i o , en d o n T o m á s d e la Q u a d r a S a l c e d o ; el d e A y a l a , h o y d u q u e d e A l b a e n el C o n d e d e A y a l a .
PINTORES Y E S C U L T O R E S
BASKOS
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Como Zamacois fué á París, Losada y Guiard fueron al extrangcro y nos traj e r o n de allí lo que vieron. Guiard de estirpe francesa empezó á ser impresionista y L o s a d a por su estancia en Roma, se sostuvo más en lo clásico, aunque no dejó sobre todo después de volver al suelo patrio, de cultivar la misma tendencia impresionista que Guiard. A estos siguió Guinea, más amplio y abundante, cuyas obras de varias tendencias han sido objeto de acertadas críticas. Anselmo Guinea ha influido como pocos en el país; él ha formado á todos los posteriores impresionist a s y de él arrancan los pintores de cuadros de historia, que como Marcoartu, Echena, Salazar, y otros nos han dejado obras estimables. El pintor Regoyos debe estudiarse aparte y su carácter esencialmente impresionista y mejor luminista ha dado lugar á comentadores acertados. Muerto Guinea prematuramente, dio lugar á una reacción en favor de la pintura y se celebraron en Bilbao varias exposiciones con amparo de la Diputación de Bizkaya, que creó pensiones para jóvenes bien dispuestos; entre los muchos pensionados pocos nombres merecen mención y solamente son dignos herederos de las escuelas clásicas baskas y pueden entroncar con Bringas y Zamakois, Larroque, Arteta y algún otro. Larroque en sus retratos sigue la escuela inglesa de Gainsborough. Arteta ha trazado algún cuadro de marinos vigoroso. Aparte de estos pintores, no debemos omitir algunos nombres que bastan por sí solos para demostrar que el país basko ha dado y continúa dando artistas excelentes. L a s obras de Alvaro Alcalá Galiano y El ídolo de Míkeldi, en Y u r r e t a (Durando) Bildosola han llamado la atención en diversas exposiciones de París y Madrid. Sigue en sus obras la escuela clásica española; pero lo más interesante de su obra, que es la dirección más sólida que hoy vemos en el país basko, está en sus cuadros sobre países que como el bretón y, algunos pueblos de la costa de Galicia, tienen semejanza grande con l a raza y costumbres de los baskos. E s t a preparación de Alcalá Galiano para disponerse á trazar en sus futuros lienzos la ética de nuestro pueblo, merece toda alabanza de la c r í t i c a ; por otra parte la obra de Alcalá Galiano es amplia y v a r i a ; de él son los frescos del Palacio de la Diputación de Bizkaya y varios que ornan señoriales mansiones de Madrid. Es un aristócrata de raza que ha sabido unir la delicadeza de estirpe con el genio del artista. Podemos decir que la floración actual en el país basko es abundante. En Alaba se señalan Uranga, Urbina, Díaz Olano y Amarica; en Gipuzkoa, Cabanas Oteiza, Aguirre, y el insuperable Salaberría; en Nabarra, Cia. En el país b a s k o - f r a n c é s , Gignoux, Etcheverry y Mme. Garay. En B i z k a y a además de los dichos no debemos olvidar á Arrue (José), á I. Asarta, á S a l a z a r que cultiva con acierto la escuela histórica, á Urbina y á los hermanos Zubiaurre, de fama europea. P a r a t e r m i n a r : L a florescencia pictórica del país basko se debe en estos últimos años á los esfuerzos é iniciativas del Círculo de Bellas Artes y Ateneo de Bilbao, que ha organizado muchas exposiciones, dando á conocer en el país y con
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PINTORES Y ESCULTORES
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su verdadero valor á artistas locales y extranjeros. El Círculo y Ateneo ha combatido al futurismo que en Bilbao presentaba un aspecto lastimoso y ha procurado que se dé valor al verdadero artista, P o r otra parte, su labor ha sido netamente baska, porque ha puesto de manifiesto el error en que están ciertos jóvenes pintores que siguen en sus asuntos un camino inexacto, haciendo continua sátira del pueblo basko, del cual hacen chacota al pintar al que ellos llaman jebo; y haciendo caso omiso del estudio clásico é histórico de nuestro país que les conduciría á una mayor discreción y á una alta concepción de asuntos con los cuales ni siquiera contamos en la actualidad. L a pintura en nuestro país está cohartada por estos antiguos pensionados de la Diputación que, lanzados sin preparación á P a r í s , han dado por resultado una clase de pintura bastante á ridiculizar el noble arte. Nuestro deseo sería hacer aquí una mención de l a obra del pintor Zuloaga, cuya influencia y fama es mundial. Pero sólo consideraremos su carácter de basko, que se reconoce en el vigor de su técnica y en su cara y en la disposición de los asuntos que representan su carácter sombrío y elegiaco. E s t a m o s conformes con la técnica de Zuloaga, nos parece maravillosa, es el basko pintando ; pero reprochamos su ética y el mercantilismo que ha dominado á Zuloaga durante su estancia en P a r í s . Ahora que permanece en el país b a s k o , es posible que la raza encuentre á su pintor. El gran b a s k o - c r i o llo Larreta p a r a quien todas las alabanzas son pocas, puede influir y de hecho influirá p a r a que Zuloaga no se separe de la dirección que puede conducirle á ser el pintor de la raza. Larreta, que es un hombre sutil lleno de refinamientos de civilización y de humanidades clásicas, ha comprendido la grandeza moral é histórica de B a s k o n i a á la que pertenece por entero y. no dejará de conducir á Zuloaga al ensayo y creación de la epopeya pictórica del pueblo que hirió á Carlomagno y que asentado en el Pirineo, ha sido el lazo de unión entre España y Francia, produciendo los genios más variados y profundos del renacimiento en L o y o l a y en Enrique de Borbón y Albret IV del nombre y Rey de Francia.
LA
ESCULTURA
Los primeros monumentos que revelan iniciación escultórica en el país b a s k o , son el ídolo de Mikeldi, especie de toro prehistórico y los Dólmenes de Nabarra y A l a b a . Al comenzar l a época medioeval deben notarse las cruces como las de Durango, Elorrio y Somorrostro. En el siglo X V y X V I brillan notables arquitectos y escultores, entre e l l o s ; los Morlanes, padre é hijo, los Cruz de Durango Anchieta, Olotzaga é Iriarte. En el X V I I se anota Echabe, que hizo el retablo de Zumaya. En el X V I I I trabajan algunos con tendencias b a r r o c a s como Ibero en Azpeitia. Actualmente sobresalen Anasagasti, Basterra, Salazar, Dueñas y el clásico Moisés Huertas; todos ellos precedidos por el genio eminente de Nemesio de Mogrovejo. L a escultura no alcanza en B a s k o n i a la amplitud de la pintura, pero podemos decir que los actuales escultores b a s k o s son más sobrios y están mejor orientados que los de las demás provincias. Bilbao.
Fernando de la Quadra Salcedo.
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ONOZCAMOS nuestra verdadera música popular, no la fingida, y sabremos amar á nuestro pueblo, no y a sólo por su aspecto físico, sino principalmente por su aspecto estético; como sabríamos amarlo por su aspecto moral, si conociéramos sus genuinas costumbres, haciendo lo posible por restaurar las que se han perdido, y vivificar las amenazadas de muerte y desterrar las que le son dañinas. L a música popular baskongada, tal como ha llegado hasta nosotros, está dividida en religiosa y profana, y ésta última en música de canto y de baile, encerrándose en cada uno de estos dos géneros, varias especies que iremos analizando. Hace algún tiempo me asaltó la idea de que la buena música religiosa y la buena música profana no se distinguen más que en el ritmo: idea que aparece en relieve á poco que se examine nuestra música popular. Abrigaba yo, sin embargo, ciertos temores para empezar mi estudio planteando una idea, por lo menos chocante, entre gente cuyo gusto artístico está por lo general más depurado que el mío, y de cuya ilustración mucho pudiera yo aprender. Y sabiendo, aunque muy vagamente, que el maestro Eslava, gloria de nuestro país, desenvolvía este asunto en uno de sus muchos tratados, quise leerle para escudarme en él, si así él opinase, ó en caso contrario para deponer mi juicio ó por lo menos suspenderlo, pasando por alto el asunto. Asienta él, además, como diferencia característica, que la música religiosa «debe expresar con verdad los sentimientos de la letra». Claro está que, aunque no lo dice el maestro, quien escribe música profana de canto también debe procurar esto mismo con ahínco. Las otras diferencias que establece se refieren al acompañamiento, no á la melodía. Según he venido rebuscando y recogiendo melodías de diversos géneros he notado que allende el B i d a s o a abundan más las religiosas y las profanas de canto, sobre todo las a m o r o s a s ; al paso que á este otro lado hay más profusión de música de baile. Allí además hay más poesía, como que aquí generalmente no había ni idea de ella entre los autores de las letrillas, no siendo la letra (excepción hecha del género satírico) más que un pretexto para cantar. La gente culta, que bien pudo inculcar al pueblo la idea de la poesía, harto que hacer tenía con vivir mirando hacia el Sur. P a r a conocer la fisonomía de los individuos es preciso verlos y verlos con más ó menos frecuencia y fijeza, según sea más ó menos hábil fisonomista el observador. De igual manera p a r a distinguir el carácter de nuestra música, el mejor y acaso el único medio adecuado es oiría y oiría también con relativa frecuencia.
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BASKONGADA
Y de la misma manera que en algunas razas (no ciertamente en la amarilla y negra) hay individuos no bien definidos, sino que parece que participan de algunos caracteres de otra raza, así también hay melodías que con cierta amplitud de lenguaje podríamos llamarlas híbridas en su musical etnografía, y es probable que sean de este linaje algunas melodías populares nuestras. Hoy que en los templos se canta con frecuencia letra no litúrgica, en idioma vulgar, no hay razón de que no resuene en ellos la música popular religiosa. Si no se oye, no es porque haya t r a b a s en el templo, sino sencillamente porque el gusto artístico por punto general está estragado y el conocimiento de nuestras cosas es nulo. Y vaya otra verdad amarga. F u e r a de las poblaciones mayores, el pueblo no recibe otro alimento musical, que el que le da el organista de la iglesia y en la calle los murguistas. De estos últimos, ¿ q u é se ha de d e c i r ? Algunos por ahí opinan que destrozan el arte. Nada de eso. El arte huye por lo general de los kioscos de los pueblos; no da lugar á que lo sacrifiquen. Y así como en pasadas edades eran degolladas en efigie personas que no eran habidas por la justicia ó la tiranía, así hoy en los pintorreados patíbulos, que el vulgo sin duda cree que son templos del arte, lo públicamente ejecutado no es el arte, sino su caricatura. De los organistas voy á permitirme decir en voz clara (por supuesto, con intención sanísima) lo que todos los músicos profesores ó aficionados, expresan en la intimidad, c a d a vez que la oportunidad les brinda á ello. Tenemos en nuestro país muchísimos más órganos que organistas. No se puede a c h a c a r esto á que les falte aptitud p a r a el a r t e : son baskongdos y b a s t a . ¿ P o d r á achacarse á que no es suficiente la educación artística que reciben en sus c a s a s ó en los centros á que acuden, por ejemplo Madrid, en cuyo Conservatorio todo el mundo sobresale y lo verdaderamente notable puede contarse con los dedos de una mano? Y o bien sé que de los centros de enseñanza, llámense estos Seminarios ó Universidades, Academias ó Conservatorios, no salen s a b i o s ; como en los viveros no brotan gigantescos á r b o l e s ; crecen en ellos vastagos más ó menos lozanos que trasplantados y bien nutridos llegan por asimilación propia á su completo desarrollo. Y á nuestros organistas (claro es que hay excepciones) les falta este ambiente, estos medios de desenvolvimiento y perfección. Se exije de ellos que sean artistas y se les t r a t a peor que á artesanos.
L a s melodías populares del género profano, se especifican en canciones cuneras, elegiacas, satíricas, épicas, festivas, marciales y amorosas. No tengo necesidad de hablar del Lolo bizkaino, por ser de todos conocido. Con el Lolo gipuzkoano ocurre lo p r o p i o : el orfeón Euskeria de B i l b a o lo ha vulgarizado en el poutpourri b a s k o del maestro Arín. El Chalopin chalo es otra dulce melodía euskara que la hemos oído desde los primeros a ñ o s . Hay otras menos conocidas, entre ellas quizá la más bella, «Ishasoa», sencillísima, candorosa y tierna como b r o t a d a de angélicos labios. L a aprendí hace pocos años, de un anciano de San Sebastián, el cual recordaba haberla oído cantar al mecer á niños de su f a m i l i a ; y la creía procedente de Fuenterrabía ó Hendaya. L a letra misma da algún indicio de esta procedencia. (Véase la reproducción en la página del frente.) De melodías del género satírico, de que se valen nuestros bertsolaris en sus improvisaciones, he oído muchas, indecisas, poco precisadas como rúbrica de anciano temblón. Como modelo, verdadero modelo, de canción épica merece consignarse una
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h e r m o s a melodía que llegó á mis manos S HAS O A a l leer l a s poesías presentadas en el MELODÍA CUNERA G I P U Z K O A N A Ó L A B O RT A N A certamen abierto p o r l a señora Viuda Larqh.tto. de Abbadie en las fiestas euskaras de A r a m a i o n a . E s popular allende el B i - Mozzo soorano. 21' " ' d a s o a . L a llamo épica más bien por su Urghetto. c a r á c t e r que p o r l a letra. L a original debió de ser religiosa litúrgica, el alleVi luia de un gradual. L o s suletinos le —— aplican la poética l e t r a s h o r i khanta zale tí eierra. O t r a curiosísima melodía es la que rH i—k—¡ K 1 " — i d^-hd'n Vi—¡r-?-¡K INJi . divertía á nuestros antepasados en sus g ^ J i p 7 £ é = * i jPJ 1 1 - i s a . sfo - at • a i- ño da-go Ba _ io _ná _ k o ba_rra.rai.iio reuniones dominicales. Mientras uno de "ir—n—r l " ellos movía sobre l a mesa sus dedos al- h—^ I L I ; ~ ternativamente, los demás cantaban en \r¡ J coro l a s propiedades del dedo agitado. TTVr-tf Sjsq— P o r ejemplo al agitar el dedo meñique decían los circunstantes: :
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¿bfe Lcnenjfol.su ori punta-bealz ori besl.e gu/lien arican sliikarra dok ori.
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Ese primcrilo ese dedo extremo entre lodos los demás es pequeño
nik/.iizai.tnt
L a letra variaba poco al agitar los demás dedos: del anular decían que era perezoso, largo el del corazón, fuerte el índice, grueso el pulgar. Digo que decían, porque no sé si l a actual generación se reúne en l a taberna para divertirse moviendo los dedos. L o s ancianos c a s i todos recuerdan esta canción. Conozco una muy distinta, inferior en calidad á l a popularísima en la parte baja de Gipuzkoa. L a que me refiero es popular en B i z k a y a y en l a parte alta de Gipuzkoa L a música es de l a especie vulgarmente conocida con el nombre de arin arin, acerca de l a cual espero ocuparme más tarde. L a s melodías marciales medidas en seis p o r ocho, tiempo vivo, están muy ffi en boga entre los dulzaineros, siendo este sin duda el ritmo de que m á s se valen. De las canciones populares de este género, l a más vulgarizada entre nosotros y quizás la más trivial es Artola J tauko (Artolak dauko). En Lekuine, aldehuela de Lapurdi, oí de una mujer, y a entrada en años, una sentida canción amatoria. Hay en aquel l a región misma una canción Tsoriñoa, {el pajarito), con dos ó tres versiones á c u a l m á s linda. S e dice de este pajarito
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LA MÚSICA P O P U L A R
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que á pesar de su buena alimentación canta tristemente en la j a u l a ¡ t a n hermosa es la libertad! L a melodía es un puro lamento
Si la melodía es el lenguaje del sentimiento, dejad que brote libre también, sin obligarla á que vaya haciendo cadencias, precisamente al c a b o de tantos ó cuantos compases; y luego de constituida la melodía fluida, natural y espontánea, venga el arte á adornarla con las galas de l a armonía que son espléndidas. E s t a expresión natural del sentimiento, no amoldada á preceptos de un mal fundado rigorismo, se advierte en algunas melodías de nuestra música popular. Otra curiosidad notoria en esta nuestra música es la amalgama de compases distintos dentro de una misma melodía; alternando, por ejemplo, uno de tres tiempos con otro de dos ó de cuatro y siguiendo esta alternativa más ó menos periódicamente. L a amalgama en b o c a de nuestro pueblo es ordinariamente melodía á ratos contraída, á ratos dilatada. De esta clase de melodías son la primera de nuestro aurresku (que un tiempo fué zortziko tan determinado como cualquiera otro), una de las piezas de los ezpatadantzaris de Bérriz (1), la popularísima y muy linda melodía Ai ori begi ederra y o t r a s . No puedo resistir á la tentación de citar el alma candorosa de un gipuzkoano muy ilustre, aunque poco ilustrado, como hombre verdaderamente del p u e b l o : Iztueta. L a lengua le debe mucho por su Guipuzcoaco provinciaren condecirá edo historia, más recomendable ciertamente como o b r a literaria que histórica. L a arqueología le debe más que á ningún otro por lo que trabajó p a r a que no desaparecieran los bailes típicos de l a noble Gipúzkoa, publicando su Gipuzcoaco dantza gogoangarrien condaira edo historia. L a música le debe gratitud suma por la colección de cantos populares que recogió y publicó en San Sebastian el año 1826. Algunas melodías de esta colección las ha hecho oir el Orfeón Bilbaíno.
Aparte de la preciosa colección de Iztueta hay otras como la de Santesteban, Echeberría y Guimón, S a l l a b e r r y de Mauleon y Mr. Charles Bordes, (2) el cual sólo ha dado á conocer algunas de la s u y a . Música de baile. Hay también varias especies dentro de este género, á s a b e r : el muthiko, el inguriitshu, el gimnástico, el contrapás, el arin arin y el zortziko. E l aurresku, la ezpatadantza y otras de nuestras comparsas están musicalmente comprendidas en algunas de las sobredichas. El muthiko es un baile suletino: su a i r e e s muy marcado y vivo; recuerda algún tanto nuestra ezpatadantza. Conozco una sola melodía de esta especie, puramente instrumental y popularísima allende el B i d a s o a . El inguriitshu apenas lo conozco más que de nombre: sé que se b a i l a en la Alta N a b a r r a y por grandes grupos. L a melodía, de la cual no supieron darme más que el comienzo, me recuerda nuestro contrapás. El gimnástico (no acierto á llamarle de otra manera más propia) es un baile cuyo único objeto parece el de mostrar la agilidad de las piernas del que lo ejecuta. Conozco tres melodías de esta especie. Una lleva el nombre de Tsakolin y es conocidísima por haberla repetido nuestros orfeones. De contrapás, que es música propia de tamboril, hay varios lindísimos ejemplares. R e c o r d a r é solamente la melodía que se oye en todos los bailes de aurresku, cuando el principal bailarín saluda danzando á la mujer que le presentan; y otra melodía que nos dio á conocer la c o m p a r s a de bailarines de Durango. (1)
C r e o q u e la a m a l g a m a d e o s l a m e l o d í a no p r o c e d e ni d e c o n t r a c c i ó n ni d e d i l a t a c i ó n , s i n o q u e es n a t u r a l
(2)
N o t a del e d i t o r . — H a y o t r a c o l e c c i ó n s e l e c c i o n a d a , e n d o s v o l ú m e n e s , i m p r e s a en B u e n o s A i r e s , c o n el t í t u l o d e « \ i r c s B a s k o s » .
LA MÚSICA POPULAR
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E r a yo jovenzuelo cuando aprendí la primera versión y la más incorrecta de la canción mai-ganeko; leí la segunda más tarde en la sinfonía de la ópera Pudente de Santesteban. ( 1 ) L a tercera se canta entre otros muchos pueblos bizkainos, en las cercanías de Markina; y es á mi juicio la más genuina. Llámase maiganeko esta melodía: porque se baila individualmente sobre una mesa y pertenece á la especie fecundísima de música de baile, vulgarmente conocida con el nombre de arin arin, que quiere decir ligerísimo. Es ritmo que resuena mucho aún en casi todas las músicas populares. L a melodía es hasta elegante, siendo muy de notar la delicadeza y verdad de la expresión musical de Orra or goiko. Quizá su segunda parte contenga algún remiendo, apesar de su conclusión, que es una especie de epifonema musical ó estribillo con que terminan gran parte de nuestros aires de baile. EL
ZORTZIKO
E s una medida musical de amalgama periódica y continua en que alternan tiempos de dos y de tres corcheas. Eslava y su buen discípulo el malogrado músico elorriano Ambrosio Arrióla, fundados en que fácilmente se mide así, lo escribieron á ' % ; más la casi totalidad de los mil y un zortziqueros que ha producido el gran siglo diez y nueve han medido á dos tiempos en &/. (2) Es compás exclusivo del país baskongado, especialmente de allende el Bidasoa; por lo cual es muy natural que se le mire con cariño. En mi concepto ha habido dos errores en su apreciación; el primero en confundir la medida con lo medido. El zortziko, estrictamente hablando, no es música como no lo es el compasillo, sino medida musical. Y esta verdad que parece trivialísima é indigna de citarse en un artículo, sin embargo no ha sido generalmente comprendida, por lo menos en la práctica; hasta el punto de que se le tiene como especie de lámpara maravillosa que con solo una leve fricción de sus cinco corcheas produce todo elevado sentimiento capaz de cautivar el a l m a : energía y dulzura, entusiasmo y melancolía. . . . y todo cuanto se ha dicho en almibarados artículos de nuestras hojas literarias. ¿ Q u é se diría de uno que con ansia buscase un trozo de pan y más aprecio que del pan mismo hiciese de solo ver el cuchillo de acero, hierro, plata ú oro con que se lo c o r t a s e n ? El zortziko será, no lo dudo, precioso como el o r o ; pero más precioso y sobre todo más provechoso es el pan, l a melodía, pártase como se parta. E s ciertamente su ritmo curiosísimo, original, airoso, agreste; pero difícil, absorbente, avasallador. Esto h a b r á influido (y no solo el atraso grande en que por lo general vivimos en materia de arte) p a r a que entre cien zortzikos sea difícil escoger cinco verdaderamente aceptables, de meollo sabroso y tierno, digerible y sustancioso. El segundo error ha sido el de creer que las melodías así medidas constituyen ellas por sí solas la música b a s k o n g a d a ; y en este error han incurrido preceptistas p o r otra parte respetabilísimos. No merece el zortziko (hablando aún en sentido lato) esta clasificación de música no sólo única ni siquieramente antonomásticamente baskongada, ni por su cantidad (pues zortzikos verdaderamente populares no son tantos como se cree) ni por su calidad. El fraseo más ó menos libre, los diseños y las cadencias que constituyen la esencia de la melodía ordinariamente aparecen más en relieve en los contrapases, en los arin arin y en los aires elegiacos, marciales, amatorios y aún 8
^azierako z o r l z i k o a k ) , relativos a los s e g u n d e s (sallo k a k o a k ) .
LA MÚSICA P O P U L A R
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BASKONGADA
satíricos, que no en los zortzikos. Hay sí la notable circunstancia de que si l a s melodías mismas, por lo menos los aires que he citado se encuentran en otros p a í s e s : el aire del zortziko es, como todos lo sabéis y he d i c h o y a , exclusivamente nuestro. Entre los zortzikos populares verdaderamente notables, conozco el magnífico ezpata-dantza, el bordon-dantza, á mi gusto más notable todavía. Debo advertir, que es preciso no confundir la música popular con la popularizada. No porque una melodía sea de memoria sabida por todo el pueblo, merece desde luego llamarse popular. Popularizadas quedan cada año canciones e x t r a ñ a s de alguna zarzuela de moda, pero que tampoco pueden aspirar á ser incluidas entre las páginas de la música popular. Popularizados corren por ahí muchos zortzikos que si por su metro piden acentos de la dulcísima y de nadie como se debe apreciada lengua baskongada, por su melodía reclaman letra del idioma de Dante; y por lo mismo nunca alcanzarán en justicia el dictado de música popular baskongada. Porque p a r a alcanzar este dictado es preciso que una melodía esté sellada con el sello que puso nuestro pueblo á sus melodías, cuando allá, en su relativo aislamiento, se o r e a b a libremente su espíritu en estas montañas, L a importancia de la música popular no está en hacer p a s a r ratos más ó menos entretenidos y agradables. Tampoco está solo en e x c i t a r el amor á un pueblo que tal alma tenía como p a r a h a b l a r el sublime lenguaje de estas melodías.
Cultivemos nosotros nuestra música, vístanse de sus colores las composiciones de nuestros artistas, sus diseños y cadencias resuenen siempre en nuestros oídos y estad seguros de que si bien hoy en l a longeva ancianidad de nuestro pueblo no hemos llegado á la infancia de nuestra nacionalidad musical (pues aún no hemos llegado á ella), no e x p i r a r á quizás el siglo X X sin haberla visto crecer y formarse entre las que ha amantado el siglo X I X . P a r a esto recopílense y difúndanse las melodías populares y aliéntese á los jóvenes en cuyas inteligencias ha encendido Dios la llama de la inspiración. Pero como he dicho, lo primero importa recopilar y difundir las melodías populares. Entre nuestros artistas, han surgido en estos últimos años, compositores de valía que han colaborado en el desarrollo de la ópera baskongada, cuyas tentativas han resultado brillantes. Aboguemos por fundar asociaciones con ramificaciones por todas partes, encargadas de enseñar y fomentar nuestra magnífica lengua y bellísima música. Que nuestro queridísimo país, cual un día Grecia, dentro de su pequeño territorio, llegue á llenar el mundo con la fama de su cultura. Sembrad arte y veréis cuantos artistas y de qué calibre produce el siempre fértil y fecundo suelo baskongado.
Resurrección f l . de flzkue.
(De. una
conferencia
dada
en tos salones de la Sociedad ((Centro IJjsko de
Bilbao»). r r a - z u
ALTABAN pocos momentos para que el reloj de la vieja torre p a r r o q u i a l , dejara e s c u c h a r cuatro acompasados sones. esperada, en la que dariasc
Y era ésta la hora precisa, tan ansiosamente comienzo al soberbio espectáculo. A los habitantes todos de aquella villa euskadiana, uniéronse otros muchísimos de los lugares limítrofes, siendo sumamente grato observar el goce íntimo, hijo de un cariño mutuo, recíproco, entre hermanos de raza congregados en la contemplación de una de las características de su ser. Pues que así lo plugo ordenar la autoridad regidora (y fué recibido con alabanzas éste su mandato), íbase á rendir pleito homenaje á las siempre altamente calificadas «Danzas euskaras», las cuales eran menester fueran presentadas, según aquellas reglas exactas, fijas, recibidas y severamente mantenidas de generación en generación y ejecutadas por quienes á sus condiciones y aptitudes para unos, no tan fáciles ejercicios, poseyeran el conocimiento perfecto del espíritu que encerraban los mismos. Eligióse para la celebración de tal acontecimiento, el día del Santo Patrono tutelar de la villa y verificados que fueron con antelación todos los detalles necesarios para el mayor esplendor y lucidez del acto, fué ocupada por la multitud la gran plaza principal. Lugar espacioso, de forma perfectamente cuadrada, en uno de cuyos lados alzábase el vetusto caserón del Consistorio y en el paralelo á él un corpulento roble secular. Viejas casas solares en los lados perpendiculares á aquellos, mostraban á la sazón en sus ventanas ojivales á moradores y sus deudos apiñadamente agrupados.
Tamborilero del norte del Pirineo
Una emoción general entre los circunstantes r e v e l a b a la proximidad del solemne instante. Y, en efecto, varios ser-
Tamborilero del s u r del
Pirineo
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DANZAS
EUSKARAS
vidorcs de la villa condujeron á lugar conveniente los diversos objetos que requerían la ejecución de los bailes, y fueron á c o n t i n u a c i ó n á ocupar puntos estratégicos, desde donde garantizar pudieran la debida compostura y corrección de la entusiasta muchedumbre, durante la fiesta. L o s «dantzaris» viriles mocetones como de veinte años de edad, en cuy a s expresiones, fieles reflejos de nobleza y sencillez, no ocultaban una como íntima preocupación, se ordeEzpal a-dantza naban ya, en sus formaciones, bajo los amplios soportales de la C a s a - C o n s e j o . A tiempo que arriba, en lugar preferente de la casa izábase la enseña de la P a t r i a , inmediatamente custodiada por la representación del p u e b l o : el B a t z a r . Confiriósenos la misión de recojer detalladamente las características de los bailes y la descripción fundamental de sus movimientos, pasos, e v o l u c i o n e s , etc., lo que ofrecemos á continuación con toda sinceridad y exactitud. En número de veinticuatro, bajo la dirección de un buruzari (capitán) apareció el grupo de dantzaris pulcramente a t a v i a d o s , ezpata en mano, á excepción de dicho jefe, que ostentaba una bandera nacional. Y acompañado por la banda juglar fué á presentarse ante el Batzar, con cuyo consentimiento iniciaron l a : EZPATA-DAMTZA
De tres evoluciones d i s t i n t a s Puente de honor constó este baile. Formaron en la primera el puente de honor; bailaron en la segunda la danza propiamente dicha; é hicieron en la tercera el puente de saludo. P a r a formar el puente de honor colocáronse uno tras otro, á distancia equidistante, los veinticuatro dantzaris; teniendo cada cual su ezpata en la mano derecha y asiendo con la izquierda el extremo de la del predecesor. Avisados que fueron por un toque especial del chistu, formaron el zubi ó puente, girando todos rápidamente media vuelta izquierda sobre los talones de los pies, y lijo únicamente el primer bailarín, pasó ante él el segundo, cruzando la cabeza por debajo de su espada propia. El tercero fué á ocupar el lugar que dejara el segundo y el cuarto ante aquél como lo hizo el segundo B o r d ó n "Dan,tza". Baile clásico de T o l o s a . antigua capital foral de oipüzkoa
,
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ante el primero. El quinto al puesto
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del cuarto y el sexto ante el quinto, como lo hizo el segundo ante el primero. Sucesivamente todos los demás, los nones en una fila y ante ellos en otra los pares, quedaron entrelazados de este modo con los brazos bien extendidos hacia arriba, formando el zubi. Visto el movimiento y mientras se dejara escuchar la melodía propia de la ocasión, descendió l a Autoridad á pasar bajo el zubi antes de ocupar el punto definitivo de l a presidencia, bajo el árbol secular. Soltaron entonces los extremos de las espadas ajenas y se deshizo el puente, quedando cada uno con la propia, listos para la segunda parte: l a danza. El capitán en primer término y tras él emparejadas las dos filas, era la disposición. Llamó á baile el chistu y todos, menos el buruzari, lanzáronse ágiles en cuatro iguales y exactas kabriolas, rectas las dos primeras y de vuelta derecha é izquierda las otras dos. Inmediatamente uno de la última pareja pasó al primer término, centro, ante todos sus compañeros, mientras los de su fila retrocedían un lugar para atrás, quedando por lo tanto vacante el puesto delantero, que fué ocupado por aquél bailarín una vez que hubo ejecutado el zortziko llamado banakoa. Repitieron el mismo movimiento el compañero-pareja de aquél y los de la fila correspondiente. Y del mismo modo por cada uno de los demás, hasta que todos ocuparan sus posiciones primitivas. Cerraron esta evolución con un cruce de espadas, breve y enérgico, chocando números nones de cada fila por dentro, pares por fuera, todos hacia abajo y cambiando cada vez el lugar correspondiente con quienes se hubieran cruzado. T r a s un brevísimo descanso bailaron el biñakoa, saliendo la última pareja ante l a primera, á tiempo que ambas filas saltaban un puesto atrás, dejando libres los primeros lugares á disposición de aquellos dos, que los ocuparon al final del zortziko. Imitaron el motivo las demás parejas, como lo hicieron uno á uno en el banakoa, diferenciándose de éste en la melodía musical y en la variedad de los pasos y figuras, pues que siendo dos á realizarlos simultáneamente, prestábanse á más combinaciones. Terminaron el número con el correspondiente cruzar de espadas, en tiempo
"Baldera - daqtza".—Una
v a r i e d a d d e los bailes
euskaros.
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más lijero que el anterior, también de distinta melodía, y chocando hacia arriba en vez de hacia abajo, como lo hicieron en aquél. Después de otra breve pausa, dieron c o m i e n z o al launakoa (cuatro á cuatro). Evolución esta que sobrepujó á l a s anteriores en combinaciones interesantes. En efecto, cambiáronse de lugar, I números nones de cada fila en su línea, un puesto; 2 , los p a r e s ; 3 , nones de una fila con los de la o t r a ; 4 , los p a r e s ; 5 , ' A u r r e s k u " . — P r e s e n t a c i ó n d e la p r i m e r a p a r e j a al b a i l e nones y pares un puesto á la v e z ; 6 , dos puestos e t c . , e t c . Coronaron l a gimnástica l a b o r con un cruce, grave y reposado, dirigiendo l a s espadas frente á frente, hacia a r r i b a y hacia abajo alternativamente, los de toda una fila á l a otra. Al llegar á este momento, tenido el descanso preciso, entró en acción el buruzari (jefe), á finalizar dignamente la ejecución de la hermosísima danza. En paso s e n c i l o , al compás de la melodía que califica la danza, dirigióse el grupo todo él ante el B a t z a r y rodilla en tierra, descubiertas las cabezas y humilladas l a s « e z p a t a s » los dantzaris, desplegó la bandera nacional el capi' Aurresku".—Desafio. tán, girándola r e p e t i d a s veces con b r a v a gallardía, p a r a entregársela, depositario, al regidor. Irguiéronse al momento todos y entre l a s aclamaciones de l a multitud, realizaron l a tercera y última parte de tan celebrado baile; el «zubi» de saludo. Movimiento quizás el m á s difícil de este baile, si se quiere realizar con la agilidad y limpieza debidas, particularmente y a r a el buruzari, dada la posición violenta de su colocación. Dispusiéronse en esta cuatro filas, teniendo l a s «ezpatas» cada una de ellas en l a misma disposición que en el anteriormente descripto «zubi» de honor. E l capitán, vuelto hacia sus compañeros, asió en c a d a mano dos extremos de los cuatro primeros de cada fila y evolucionando en sentido contrario al puente de honor, se dispusieron en solas dos filas, soltando entonces los extremos de unión. L a entrega de l a s armas manifestó el fin de l a « E z p a t a - d a n t z a » , y fué unánime la alabanza p o r "Ariñ-Ariñ".—Baile supuesto exótico, según varios autores. la adlllíl a b l t CJeCUCÍOn. o
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DANZAS E U S K A R A S
m á s l i j e r o q u e el a n t e r i o r , t a m b i é n de d i s t i n t a m e l o d í a , y c h o c a n d o h a c i a a r r i b a en v e z de h a c i a a b a j o , c o m o l o h i c i e r o n en a q u é l . D e s p u é s de o t r a b r e v e p a u s a , dieron c o m i e n z o al launakoa (cuatro á cuatro). Evolución esta q u e s o b r e p u j ó á l a s a n t e r i o r e s en combinaciones interesantes. E n e f e c t o , c a m b i á r o n s e de lug a r , I n ú m e r o s n o n e s de c a d a fila en s u l í n e a , un p u e s t o ; 2 , l o s p a r e s ; 3 , n o n e s de u n a fila c o n l o s de l a o t r a ; 4 , l o s p a r e s ; 5 , ' A u r r e s k u " . — P r e s e n t a c i ó n d e ía p r i m e r a p a r e j a al b a i l e nones y p a r e s un puesto á la vez; 6 , dos puestos e t c . , e t c . C o r o n a r o n l a g i m n á s t i c a l a b o r c o n un c r u c e , grave y reposado, dirigiendo las espadas frente á frente, hacia a r r i b a y hacia abaj o a l t e r n a t i v a m e n t e , l o s de t o d a u n a fila á l a o t r a . A l l l e g a r á e s t e m o m e n t o , t e n i d o el d e s c a n s o p r e c i s o , e n t r ó en a c c i ó n el buruzari ( j e f e ) , á finalizar dign a m e n t e l a e j e c u c i ó n de l a hermosísima danza. E n p a s o s e n c i l o , al c o m p á s de l a m e l o d í a q u e califica la danza, dirigióse el g r u p o t o d o él a n t e el B a t z a r y r o d i l l a en t i e r r a , descubiertas las cabezas y humilladas las «ezpatas» los dantzaris, desplegó la b a n d e r a n a c i o n a l el c a p i 'Aurresku".—Desafío. tán, girándola r e p e t i d a s v e c e s con b r a v a gallardía, p a r a entregársela, depositario, al regidor. Irguiéronse al m o m e n t o t o d o s y e n t r e l a s a c l a m a c i o n e s de l a m u l t i t u d , r e a l i z a r o n l a t e r c e r a y ú l t i m a p a r t e de t a n c e l e b r a d o b a i l e ; el « z u b i » de s a l u d o . M o v i m i e n t o q u i z á s el m á s dificil de e s t e b a i l e , si s e q u i e r e r e a l i z a r c o n l a a g i l i d a d y l i m p i e z a d e b i d a s , p a r t i c u l a r m e n t e p a r a el buruzari, d a d a l a p o s i c i ó n v i o l e n t a de s u c o l o c a c i ó n . D i s p u s i é r o n s e en e s t a c u a t r o f i l a s , t e n i e n d o l a s « e z p a t a s » c a d a u n a de e l l a s en l a m i s m a d i s p o s i c i ó n q u e en el a n t e r i o r m e n t e d e s c r i p t o « z u b i » de h o n o r . E l c a p i t á n , vuelto hacia sus compañ e r o s , a s i ó en c a d a m a n o d o s e x t r e m o s de l o s c u a t r o p r i m e r o s de c a d a fila y e v o l u c i o n a n d o en s e n t i do c o n t r a r i o a l p u e n t e de h o n o r , s e d i s p u s i e r o n en solas dos filas, soltando e n t o n c e s l o s e x t r e m o s de unión. L a e n t r e g a de l a s a r m a s m a n i f e s t ó el fin de l a « E z p a t a - d a n t z a » , y fué unánime la alabanza por " A r i ñ - A r i ñ ' ' . — B a i l e s u p u e s t o e x ó t i c o , según, v a r i o s a u t o r e s . 1*1 adlllíl a b l e C J C C U C Í O n . o
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DANZAS E U S K A R A S ^AKILL-TXIKI-DAhTZA
ARKU-DAMTZA —ZIMTA-DANTZA
E s t o s números, que constituyeron la segunda parte del programa, pueden considerarse como danzas-hermanas, diferenciándose unas de o t r a s " según los objetos ' , con que son ejecutados y de los cuales toman su denominación. Constó cada baile de dos p a r t e s : primera, el zortziko y segunda la danza propiamente dicha. Cada zortziko fué bailado primeramente por el «buruzari» ó jefe, repitiendo el grupo con toda exactitud los mismos pasos mostrados por aquél. Cada danza ejecutaba el grupo, bajo la vigilancia ó d i r e c c i ó n del jefe. Se diferenc i ar o n un P l a k H l - D a n t z a
Así bien, fué en extremo vistosa la trenza l a b r a d a en la Zinta-dantza. L a iniciación de cada una de las dos partes y final de baile, fueron avisados por la llamada 6 deya á guisa de vo> preventiva-ejecutiva. Creemos no incurrir en error afirmando que todos los ejercí cios verificados en las cuatro danzas, constituyeron una verdadera labor gimnástica
110 GIZÓM
DANZAS DAMTZA
EUSKARAS
(AURRESKU)
Una emoción especial embargó á la concurrencia á la llegada de este baile. Así como con la «Ezpata-dantza» se rinde honor á los S a n t o s P a t r o n o s , á las Autoridades y en general á aquellos á quienes se hicieron acreedores á una distinción, del mismo modo el «Gizon-dantza» tiene el c a r á c t e r propio, exclusivo, de rendir homenaje á un solo s e r : la mujer. Examinemos uno por uno los momentos de esta danza y deduciremos el por qué de la expectativa. Colocáronse los «dantzaris» en una sola fila y el «buruzari» entre los doce de cada lado, asidos todos con sus manos respectivas y quedando libre la derecha del primero «aurresku» y la izquierda del último (atzesku). E r a por esta circunstancia aquél el aurrendari y este el azkendari. Al iniciarse el baile descubriéronse ambos, dando comienzo á un paseo lento de la cadena formada por los veinticinco compañeros. En este paseo alrededor de la plaza se ejecutó todo el baile. Desprendióse el «aurrendari» del resto del grupo y saltó su cuerpo á lo alto recta y virilmente en difíciles kabriolas, ejercitando á continuación otros varios movimientos. Tras ellos se retiró á su puesto, siguiendo el grupo su curso giratorio hasta que á poco andar correspondió el «azkendari» con otros distintos ejercicios á los ejecutados por el primero. O t r a vez éste, combinó sus movimientos de modo diferente al anterior, dando fin á esta primera presentación. L a segunda parte fué la únic a en la cual bailaron todos, si ¡ bien uno á uno, como lo indica el título de la melodía bana-banaka. Descubriéndose todos al llegarles el turno correspondiente, rivalizaron en agilidad, variedad de pasos y exactitud rítmica, constituyendo un como torneo ó concurso, muy difícil, por cierto, de hallar vencedor. Terminado el «azkendari», separáronse de la cadena los dos compañeros contiguos á él y los dos también contiguos al «aurrendari», Iban á llenar la parte más ceremoniosa, la más cumplida de todo el baile, en la cual se ofrenda al «aurrendari» la dama con quien ha de bailar. Mientras los restantes seguían su andar, al compás del «contrapás», estos cuatro dirígense al «Batzar» al objeto de s a b e r quien pudiera ser la elejida. P o r una gracia especial, dado el motivo de la fiesta sin duda, confirió esta autoridad al mismo «aurrendari» la facultad de que designara su compañera. Así se interpretó viéndoseles á los «cumplidores» acercarse al interesado, quien á su vez ofreció tal honor á su compañero «azkendari». Más éste, quedando agradecido á tan señalada distinción, suplicó á su colega cumpliera con tal formalidad. Considerábase descifrado el enigma, á juzgar por la unánime mirada hacia un punto de la plaza, en donde ruborosa é intranquila destacábase una mujer. Empero, una vez más sufrió equivocación el atrevido juicio, pues que en más cercano lugar fué vista la que iba á recibir los honores del «aurrendari» y era ella, la misma, la prometida del «azkendari. Mientras se celebraba la galante acción, dirigíanla soberana, escoltada por los cuatro cumplidores, ante quien le rendiría tributo de gratitud. Salió al encuentro él, anticipando bienvenida, y detenidos con oportunidad todos los demás, bailó finalmente ante ella sus mejores y más predilectas kabriolas, trenzas, etc., etc., terminando con un saludo grave á cuatro tiempos, el primero á
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EUSKARAS
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la Autoridad, á los cumplidores de ambos lados de la dama el segundo y el tercero, y á ésta con reverencia el cuarto. Enlazáronse ambos por medio del blanco pañuelo desdoblado por él, ella por el suyo con el primer joven del grupo y levantando sus brazos pasaron por bajo el primer pañuelo, todos, excepto el primero, y dando media vuelta al final, consiguieron invertir los puestos, quedando en primer lugar el «azkendari» y en último el «aurrendari». E l " F a n d a n j u i l l o " (CUADRO DE RIBERA) Observando todas las reglas del baile, pidieron los cumplidores á la dama designara una amiga para el «azkendari» y correspondiendo a l a gracia recibida, señaló á la prometida de su pareja para quien ella amaba. Y se repitieron los detalles que hemos apuntado. F u é bailado aún el contrapás, alternativamente por uno y otro extremo, durante el tiempo preciso para que fueran servidas las restantes jóvenes á cada «dantzari». Llegado el momento, se detuvo el grupo dividiéndose en dos mitades: «aurrendari» y «azkendari» salieron el uno frente al otro, ejecutando la última parte del baile, llamado ilesa fío. Unos mismos fueron los pasos y movimientos de los dos, más por hallarse c a r a á c a r a resultaban en lados opuestos á un circunstante, D a n z a r i n e s del N o r t e del P i r i n e o proporcionando sumo interés al observador. No se hizo esperar la sanción pública al magnífico trabajo presenciado, pues que al desfilar ante el «Batzar» la cadena formada por los cincuenta jóvenes se hicieron manifestaciones tan sólo en rarísimos casos empleados. "MUCHIKOAK." Y
"ZANKODANTZAR1S"
L a última parte de este torneo estuvo á cargo de los cuskaldunas de allende el Pirineo, denominados vulgarmente basko-franceses. Hicieron su presentación con el baile "Muchikoak". Vestidos con la corta chaqueta de la Sonle, un simpático grupo de mocetones formó un gran círculo, h a c i e n d o ágiles y caprichosas evoluciones, moviéndose á saltos y vueltas al compás de un aire peculiar. Seguidamente aparecieron los zanko-dantzaris, bailando como se desprende por su denominación, sobre zanMuchikoak
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DANZAS
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kos muy elevados, y á saltos acompasados que respondían a u n a t o c a t a de carácter montañés, muy antiguo. Es un baile raro, de origen muy remoto y poco conocido en estos tiempos, pero que en el actual resurgimiento euskaro vuelve á usarse especialmente en las Fiestas de la Tradición B a s k a que se c e l e b r a n aquende el Pirineo. Los laburdinos bailaron una especie de «jota», de m o v i m i e n t o s graciosos, al son de un aire alegre. Y los bailarines de San J u a n de "Zanko - dantzaris" Luz el «fandanguillo» que es idéntico al arin-arin, pero ya hemos consignado que esa danza está conceptuada como exótica por varios autores. Se prescindió de «Las Pastorales» por considerarlas exentas de sello euskaldún; pues tal como hoy se dan en los pueblos de la Soule, son más que bailes, restos de los grandes dramas populares de la Edad Media. Son descendientes directos de los misterios, de las moralidades, de los milagros que hacían las delicias de nuestros antecesores. Se representaban en las iglesias, en los conventos y en las plazas públicas los días de las grandes fiestas cristianas, y r e c u e r d a n la tradición popular de las leyendas y canciones de gesta. Y después de esta digresión, y volviendo al magnífico concurso de las danzas euskaras que hemos preBaües laburdínos senciado, conmovidos y entusiasmados, debemos declarar, que por fortuna tenemos notables cultores p a r a la propagación y práctica de los siempre altamente calificados bailes b a s k o s . De lo que dá fé.
El Cronista Z. HÍLENOS AIRES.
L motivo de olvidar de tiempo en tiempo la c o n s t a n t e preocupación de vivir, que r o b a ordinariamente su a c t i v i d a d á los baskos, hace que sus juegos se preparen con larga anticipación, tengan la trascendencia de acontecimientos, la gravedad de un rito, y que todos ellos sean ejercicios de fuerza y destreza, en que sólo la primera manejada con habilidad ó inteligencia obtiene la ganancia. Los juegos b a s k o s tienen mucha analogía con los de la antigüedad griega y romana, persiguiendo el mismo fin: el desarrollo de sus fuerzas, la soltura y agilidad del cuerpo; enardecer á la juventud en el noble deseo de adiestrarse en ejercicios viriles y hacerla adquirir condiciones de resistencia á la fatiga. P o r esta razón quedan naturalmente excluidas las mujeres. S i se juegan grandes cantidades de dinero no es por el vicio de hacer suyo el ajeno, sino una manifestación de amor propio regional, que les hace tener como invencible el aizkolari, korrikalari ó pelotari, ó el carnero ó yunta de bueyes de su nación, provincia ó pueblo. Y es de ver el delirante entusiasmo con que en el momento decisivo de la prueba, tanto tiempo esperada, se alzan t o d o s ; aclamando los unos al victorioso y animando los otros al que está á punto de ser vencido, acallando con sus gritos el clamoroso entusiasmo de los que se tienen y a por gananciosos. Cualquiera, al verlos así durante el j u e g o , — y como decimos, todos los juegos son pruebas,—diría que tanto ardor y parcialidad no puede terminar más que en riña ó sangrienta p e l e a ; y sin embargo, al poco rato los bandos desaparecen y la m á s cordial amistad los une, haciendo proyectos p a r a una nueva prueba que dé satisfacción á los vencidos. Si en los demás pueblos de la antigüedad, incluso Grecia, fué necesaria la institución de los martigóforos p a r a castigar los fraudes y los alardes de vanidad de los que se presentaban en los concursos vestidos con extraordinario lujo y cubiertos de oro y pedrería, los b a s k o s se han visto libres de ambas plagas. Demasiado altivos p a r a valerse de supercherías, juegan noble y lealmente, y siempre modestos, ni han exhibido su fornida musculatura con vanidosas desnudeces, ni se han distinguido por prendas de más valor que los de uso corriente, ni en el vestido, ni en los útiles del juego, ni en los arneses para uncir el ganado. Alpargatas azules ó blancas, pantalón holgado, laja y boina, de colores obsc u r o s y una camisa de deslumbrante blancura, he aquí toda la indumentaria de los que durante mucho tiempo serán objeto de los comentarios de una muchedumTbre apasionada y cuya fama perdurará tal vez cientos de años.
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LOS
JUEGOS
Tienen también su parte en los juegos la música y l a poesía, pues á l o s vencedores se les cantan panegíricos, los poetas celebran sus victorias y si tenemos noticia de algunos hechos sobresalientes que preocuparon á l a s generaciones pasadas, es porque l a Musa popular los ha conservado en sencillas composiciones poéticas, no exentas de graciosa crítica. Pasemos á hacer una brevísima relación de los principales juegos. LA
PELOTA
Juego antiquísimo, conocido y usado por griegos y romanos y cuyo origen s e desconoce. Iztueta dice que muchos sabios confiesan claramente que los b a s k o s inventaron la pelota y su j u e g o . Sin embargo no hay testimonio fehaciente que lo pruebe. Herodoto atribuye su invención á los lidios. En La Odisea se hace mención del juego de pelota. Plinio habla de él como habitual entre los romanos. Virgilio, Horacio, Mecenas y algunos otros personajes de la corte de Augusto eran grandes jugadores de pelota. Consta que en Francia se había desarrollado de tal suerte hacia el siglo X V que hasta las mujeres tomaban parte en el juego. Pasquier h a b l a de una joven llamada Margot, que, por el año 1424, competía públicamente con l o s más hábiles jugadores. Jugábase en esta época á mano limpia, usándose algo m á s tarde un guante de cuero endurecido. Sobresalen como aficionados F r a n c i s c o I, el prisionero de Urbieta y Enrique IV de Francia, prohibiéndose en las Ordenanzas del Louvre y en los mandatos del Parlamento, el ejercicio de la pelota á los villanos. En España, y como prueba de lo aristocrático del juego, puede citarse lo ocurrido á Felipe el Hermoso. Habiendo dado el gobierno del castillo de Burgos á su privado D. Juan Manuel, y dispuesto éste un magnífico festín en aquella ciudad, p a r a agasajar á su soberano el día de la posesión, el rey hizo mucho ejercicio á caballo, jugó después largo rato á la pelota, acalorado, bebió un gran vaso de agua fría, y esto le produjo una g r a n fiebre, que, mal tratada, á l o que se sabe, p o r los m é d i c o s flamencos, le a c a b ó en el breve plazo de seis días, ( 2 5 de Noviembre de 1506.) Sea cual fuere el origen y desarrollo de este j u e go, es lo cierto que e s t á considerado como propio y c a r a c t e r í s t i c o de los b a s k o s . Julien Vinson afirma que el juego verdaderamente p r e f e r i d o por los b a s k o s e s el juego de pelota. UN P A R T I D O D E P E L O T A E N F U E N T E R R A B Í A Mr. Ardoitill-DUCuailro ih; flimlaco Colín mazet refiriéndose Q u e s e e x h i b e en. e l S a l ó n d e l a S o c i e d a d N a c i o n a l d e B e l l a s A r t e s d e P a r í s al frOlltÓll de C a l i l a
LOS J U E G O S
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bo dice, con verdad, que es el edificio principal de todo centro b a s k o , más «nacional» todavía que la iglesia. Jovellanos refiere: «También en esto (los juegos) se distingue el país baskongado. No hay pueblo considerable que no tenga su juego de pelota, grande, cómodo, gratuito y bien establecido y frecuentado; y así como juzgamos que los bailes públicos influyen en el carácter moral, hallamos también en ellos, y en estos juegos la razón de la robustez, fuerza y agilidad de que están dotados aquellos naturales.» Juégase á mano, á pala, á guante y á cesta; los niños juegan también á red (share) que es una raqueta sin mango, de confección casera. Antiguamente y hasta hace 25 ó 30 años no había más que un local cerrado y cubierto llamado trinquete. Hoy que el pelotarismo ha constituido una profesión, convirtiéndose en espectáculo lucrativo y poco edificante, con la principal finalidad de jugar dinero, se construyen frontones y canchas de pelota cerrados y cubiertos, con asientos de silla, gradas y palcos, en dos lados de un rectángulo, ocupando los otros dos el Diversos modeíos de " c h i s t e r a s " y pelotas frontón propiamente dicho y la pared de la izquierda. Se juega de cuatro modos; á largo, á rebote, á trinquete, á remonte y á ble, L o s dos primeros, juegos de fuerza principalmente, han dejado de usarse, y casi puede decirse lo mismo del tercero, derrotados por el ble á cesta. El largo y el rebote han sido los juegos clásicos por excelencia en Gipuzkoa, Nabarra y la región francesa de los B a j o s Pirineos, donde se verificaban los grandes desafios de pueblo c o n t r a pueblo y nación contra nación, adquiriendo extraordinarias proporciones de grandeza, porque se interesaba en ellos al mismo tiempo que el amor propio de los jugadores, el de las comarcas que representaban. Estos partidos no se jugaban cuando la casualidad los reunía, sino con toda rectitud; citándose anticipadamente unos á otros y disponiéndose con la mayor amistad cuanto dinero se juega, en qué día, en qué plaza, con qué pelotas, á cuántos juegos y todas las circunstancias concernientes al c a s o . Refiere Iztueta que en partidos de pelota organizados de este modo se han visto j u g a r por millares las onzas de oro; y añade que en un partido jugado por cuatro gipuzkoanos contra cuatro nabarros, en la plaza de Hernani, se vieron camas comp l e t a s con su ropa y hasta con sólo colcha y colchón, que los del pueblo habían jugado en favor de sus provincianos, tendidas en los prados que rodeaban la plaza del frontón, hasta tanto que se terminó el partido, y ocurrió que ganaron l o s gipuzkoanos, pero tan justamente que y a lo daban por perdido, pues tenían é s t o s seis juegos por diez los nabarros, p a r a once; habían mandado y a á sus pueb l o s mensajeros con la buena noticia de la ganancia, cuando un joven de Oiarzun, llamado Erribera empezó á s a c a r con la pelota grande y en un momento les ganó el partido á los n a b a r r o s . De este memorable suceso ocurrido hacia el año 1720. se cantan aún berso berriak. El coronel Amoros, en su Nouveau manuel complet d'education phisique, gymnastique, et morale, hace una minuciosa descripción del juego á largo, e x -
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tractada con notable acierto por don Antonio Peña y Goñi en su curioso libro La pelota y los pelotaris. En el juego á largo no hay pared alguna; los partidos se verifican en una plaza rectangular cualquiera, en un paseo, en medio del campo, con tal que el piso sea conveniente, y mediando del saque al resto una distancia de 100 metros, aproximadamente. Se s a c a de un extremo á otro de la plaza dividida al efecto en tres proporciones, designadas m e d i a n t e dos líneas ó cuerdas transversales llamadas escases; el escás del saque, de donde parte la pelota, y el escás del resto, cuya línea deben todos los saques r e b a s a r . Se cuenta por quinces en vez de tantos, y cada juego consta de cuatro Barrenadores quinces, que se llaman quince el primero, treinta el segundo y cuarenta el tercero. Cuando se gana éste se alcanza un juego. Hay además las rayas que haciendo cambiar radicalmente de puesto á los bandos enemigos, dan margen á numerosos incidentes y comunican al partido el grado máximo de interés, El rebote es una degeneración del juego á largo, pero tiene con él grandísimas conexiones. En el rebote en vez de sacarse del extremo de la plaza, se s a c a desde la mitad, donde se coloca el botillo (columna de piedra, madera ó hierro, fija ó móvil, de 60 á 80 ó más centímetros de altura), y se arroja contra el rebote, pared vertical adosada á un espacio cuadrado, cubierta de losa, que la pelota no debe rebasar. En vez de cuerda hay una línea que se extiende á ambos lados del botillo, y desde la cual hasta el principio de la losa del resto, pared que cierra l a plaza por el otro lado, se hacen las rayas. El colmo de la destreza de un s a c a d o r de rebote, es el pique, que consiste en que dé la pelota en el ángulo que forma la losa y la pared, donde no b o t a y produce una raya. El partido se compone ordinariamente de trece juegos y cada juego comprende cuatro puntos llamados quince, treinta, cuarenta y el juego, lo mismo que en el largo. Se s a c a á mano limpia y se juega á guante (esku-larruz), corto ó largo, ó á cesta pero á remonte. Cuanto al trinquete ó cancha cerrada como se le llama en la América del Sur, e s un local cubierto, dividido en dos mitades por una red transversal, por encima de l a cual pasa la pelota. S e saca á mano con la izquierda á un tejadillo de madera frontero á. la red, y que sigue en
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* misma forma á izquierda del trinquete. En la pared opuesta á la del saque h a y , a
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JUEGOS
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á derecha é izquierda, dos salientes de forma cónica llamados frailes, tocando los cuales sale l a pelota irregularmente y hace muy difíciles los restos. No hay rayas; al llegar á cuarenta los contendientes, como en el largo y en el rebote, cambian de colocación y el tanteo es también el mismo. Tales son los juegos que hoy pueden llamarse antiguos, de más fuerza pero menos agilidad y destreza que el ble á cesta. Se juegan todavía en Cambo, Ustaritz, Saint Palais y otros pueblos de la región pirenaica que han sido la cuna de famosos remontistas. P o c o hemos de decir del moderno juego á ble, á cesta ó chistera, inventado en l a misma región é importado á Gipuzkoa hacia el año 1858 p a r a el juego de rebote, y trasladado inmediatamente al ble. El frontón donde se juega, consta de dos paredes; la una el frontón propiamente dicho, de buena construcción de sillería ó cemento lleva una cinta metálica á un metro del suelo y otra á 12 m., entre las cuales debe dar siempre la pelota p a r a ser buena. Desde el ángulo de la izquierda y perpendicularmente va otro muro más largo llamado pared, en la que se marcan, á partir del frontón, unas rayas verticales, á 4 metros una de otra, espacios que se llaman cuadros, y el número de éstos varía entre 15 y 18, comprendiendo todo el largo de la pared. L a s pelotas se construyen con 84 gramos de goma y una capa de hilo comprendida entre dos cueros de mucha tersura y dureza, en la cantidad necesaria p a r a completar el peso de 120 gramos. Su hechura es sumamente delicada para que el bote sea franco y recto, y se clasifican en vivas ó muertas, según la rapidez con que salen despedidas del frontón y desarrollan el bote. El intendente de la plaza es el que guarda las pelotas hasta el momento del partido, en que las trae á la plaza en número de 12, y se colocan en una bandeja ó estuche. Es también el intendente quien lanza al aire una moneda y pide cara ó cruz á los dos jugadores delanteros, que son los que sacan. Contesta uno de ellos y si acierta t o m a el saque, que, en caso contrario, corresponde á su contendiente. Se juega generalmente dos á dos, y corresponde al delantero el espacio comprendido entre el frontón y el cuadro 7 ó sea la pasa. El zaguero debe, por lo tanto, encargarse de todo el resto, desde la pasa hasta la pared de atrás, si la hay, ó hasta donde pueda alcanzar la pelota. Los jueces son uno por cada bando y un tercero, arbitro en caso de discordia. Los jueces deben ser todo ojos y discutir con muchísima concisión. Cuanto al tercero en discordia, no debe hacer más que levantarse de su asiento, pronunciar una palabra—buena, falta, pasa, pierde, vuelta, etc.—y volverse á sentar. Y los pelotaris deben a c a t a r incondicionalmente el fallo de los jueces. EL
PALO Ó "MAKILLA"
Juego de esgrima, muy usado, á lo que parece, antiguamente, y hoy en completo desuso. Cuando las cuestiones se ventilaban á palos, se comprende la importancia que tendría su manejo p a r a descalabrar al contrario y p a r a r sus golpes. Hacer sonar el palo con las piedras á lo ancho de un camino, era señal de desafío, y aquella r a y a era testigo mudo y tal vez único de una contienda que acabaría en un hueso roto y en una amistad renovada. L a policía de B a i o n a llegó á prohibir en absoluto el uso del makilla, que ocasionaba frecuentemente graves incidentes en los conflictos que estallaban los días de feria ó fiesta entre los b a s k o s , gascones, bearneses y españoles. Es verdad que el makilla usado en aquella región es un bastón ferrado en punta en la parte inferior p a r a aguijonear los bueyes y guarnecido en la parte superior, de menor diámetro, de un puño pesado adornado de cobre y cuero, y con un lazo que se puede sujetar en l a muñeca, viniendo á constituir una arma formidable.
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LOS
JUEGOS
LOS " P U L 5 0 L A R I S " E s éste un juego que tiene muchas simpatías en algunos lugares del país b a s k o . Se reduce á levantar peso á pulso. Y es cosa de ver á los luchadores en la plaza pública, rodeados de un círculo de gente que charla y comenta; ir de un lado á otro, erguidos y satisfechos, tocando las piedras que han de levantar, cambiándolas de sitio, y dando importancia á detalles nimios que en nada alteran el resultado de la apuesta. P o r fin, después de muchos preliminares para ponerse de acuerdo, los contrincantes alzan á pulso enormes piedras entre las voces de ánimo y de pro"Pulsolarig" testa del público. El que gana se retira ufano y el que pierde, masculla generalmente frases de protesta acompañadas de gesticulaciones. HACHA ( A I Z K O L - J O K U ) Así como el barreno es del minero y la regata del pescador, el hacha es del baso-gizón, del leñador. E s juego fatigoso, pues en brevísimo tiempo, tiene que desarrollar una cantidad enorme de energía. Consiste en cortar varios troncos de h a y a colocados horizontalmente en la plaza. L o s dos aizkolariak empiezan su labor a l mismo tiempo y el que a c a b a antes gana el premio. Cada uno tiene su ayudante, hombre práctico que al mismo tiempo que quita las astillas que estorban, le va señalando con el palo el lugar donde conviene dar el hachazo. Los cortes deben tener una anchur a m á x i m a señalada y es cosa que admira ver, terminada la prueba, la perfección con que están hechos y el trabajo realizado en tan poco tiempo. LA BARRA Ó PALANCA Consiste este juego en tirar una b a r r a de hierro, de longitud y peso variables, desde un sitio determinado, ganando el que l a arroja á mayor distancia, cuando cae aquella de punta. Se puede tirar á brazo suelto y á cuerpo erguido, como es más general, ó por entre piernas; á pie suelto ó encadenado, "Aizkolariak
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con linea o sin ella, etc. Es como el discóbolo de los juegos olímpicos, ejercicio de atletas, que requiere mucha fuerza y bastante destreza.
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Los jugadores ó balenkalariak, no son profesionales, ni para la apuesta, aunque siempre interesante, se congregan las multitudes más que p a r a otros juegos. { E l grabado que adorna la cabecera de este capítulo reproduce una actitud correcta.) EL
BARRENO
Juego propio de los que se dedican á los trabajos de minas y canteras; entra también en él la fuerza y la agilidad. Consiste en quien horada más profundamente, en igual tiempo, una gran piedra ó peñasco. (Véase el grabado de la pag. 116.). LOS
BOLOS
E s el gran atractivo de los chakolintegis, sagardotegis y demás templos de B a c o . Consiste en poner de pié en el suelo, nueve bolos (brillak) formando tres hileras equidistantes, y en derribar los que pueda cada jugador, tirando con una b o l a desde una r a y a señalada. No exento de fuerza, porque la bola es como los bolos, de madera, pero maciza y pesada, y la distancia larga, sin embargo es más bien juego de habilidad y requiere un conocimiento perfectísimo de los más insignificantes desniveles del terreno y del efecto que producen en la bola. Es increíble
«luego de bolog
l a destreza que adquieren algunos jugadores p a r a tirar á voluntad pares ó nones, l a s dos brillas de adelante, la fila de la derecha, ó hacer la real, que consiste en t i r a r todos los bolos menos el del centro. Se tira asiendo la bola por un hueco que tiene p a r a meter los dedos ó poniéndola en la palma de la mano. No hay para qué decir que con tantas combinaciones como admite, cada tirador tiene su especialidad, y las traviesas son numerosas, habiendo la costumbre de tirar al suelo el dinero que se juega, y que el ganancioso recoje. APUESTA
DE
BUEYES
Llamada Dema 6 Idi-tema; consiste en el arrastre de una gran piedra froga-arria, por una pareja de bueyes ó vacas, durante el tiempo convenido. La yunta que mayor número de veces recorra el trayecto señalado es la que gana el premio y la cantidad jugada. Se juegan con bastante frecuencia y contribuye al fomento del ganado vacuno, pues es orgullo del baserritar acomodado tener una buena yunta de bueyes. Iztueta refiere que en una apuesta jugada en Azkoitia es atravesaron más de
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JUEGOS
160.000 reales, y terminada ésta se concertó otra, jugada en Bergara, en la que nueve hombres gipuzkoanos, mejoraron en tres cuartos de hora la m a r c a hecha en dos horas y media por la mejor yunta de bueyes. P e s a b a la piedra más de 300 a r r o b a s . SALTO
Y
CARRERAS
El primero se reduce á salvar de un salto el mayor espacio ó distancia, sea á pié quieto, sea tomando carrera. Si la carrera á pié, fué siempre considerado por los griegos como el primero y el más honroso entre todos los ejercicios de la palestra, porque su premio era el primero que se había fundado en la primera Olimpiada, se comprende que entre los baskos, cuyo principal y único medio de locomoción por las montañas es á pié, haya tenido numerosos partidarios, mejor dicho, que todo b a s k o tenga algo de andarín (lasterkari). El entusiasmo que produce es grande. Lo corredores contendientes, generalmente dos, parten al mismo tiempo, acompañados de sus respectivos amigos á caballo, en coches, en bicicletas y automóviles; por lo común visten de blanco, alpargatas, pantalón y camisa, y llevan en las manos un palito como de tres palmos. REGATAS
Espectáculo agradable en extremo y que constituye una fiesta obligada en los pueblos de la costa, ver cómo las lanchas se disputan un premio remando á las órdenes del patrón que desde la popa va palando p a r a marcar el golpe de los remos, dirigir las maniobras y excitando á los marineros. Diversión inocente y beneficiosa para desarrollar la fuerza y la destreza en los luchadores, pero pugilato en que el amor propio de los pueblos llega al paroxismo cuando se corren regatas entre pueblos. L a regata se corre con saña y encono, pues representa la ruina de la clase más necesitada y sufrida de cada pueblo. PELEA
DE CARMERQ5—(AR1-JQKU)
Aunque parece un espectáculo bárbaro, no lo es, ni con mucho, comparable al de la riña de gallos, pues r a r a vez se maltratan los animales. Se ponen frente á frente dos carneros, criados regaladamente, á los que sus dueños hacen dar el primer topetazo, y luego se retiran dejándolos que sigan la pelea. Cuando uno de los dos huye, es conducido nuevamente al centro de la plaza, operación que se repite por dos ó tres veces, según lo convenido, pero á la última disparada se le dá por perdido sin m á s apelación. Se atraviesa b a s tante dinero, sobre todo si se interpone la pasión de la provincia ó pueblo. "AKI-JOKU" (Pelea de
carneros)
De otros juegos tendríamos que hablar, pero omitimos, porque no tienen l a preferencia ni la importancia de los señalados.
Pedro de Eizmendi.
r
IZCAYA, como se escribía en mi tiempo, ó Bizkaya como ahora se escribe, que p a r a el caso resulta lo mismo, es en la Península Ibérica el país clásico del hierro. El ingeniero de Minas que recorre el Sur de España, se asomb r a de las labores múltiples que encuentra en todos los criaderos de plomo, ó en l o s indicios de tales criaderos. De análoga manera, al visitar las montañas de Baskonia, no anotará un sólo afloramiento con mineral de hierro, ó con señales del mismo, donde no haya labores irregulares en todos sentidos, unas de investigación y otras de disfrute, prueba palmaria de la importancia grande que aquí tuvo desde tiempo inmemorial la fabricación del hierro y del acero. Al hablar de Bizkaya, hablo de todo el país basko situado al Sur del Pirineo. Bizkainos nos llamaban en otros tiempos á los gipuzkoanos, alabeses y nabarros. y bizkaino sigue siendo aún hoy para muchos el vocablo que á todos nos comprende. En el tránsito de la prehistoria á la historia de la leyenda y á la historia escrita, el descubrimiento del metal hierro señala una etapa importantísima, ó mejor dicho, un punto singular de la curva representativa del progreso evolutivo humano. L a humanidad podría hoy pasarse sin el oro, que en fin de cuentas no es más que un símbolo de cambio de productos ó servicios, pero le sería prácticamente imposible prescindir del hierro, que desde su descubrimiento proporcionó y sigue proporcionando el elemento de defensa de las naciones y la principal materia de todo artefacto, y de toda construcción un poco importante. Hasta ayer, como quien dice, los magnates rusos tenían sus destilerías de alcohol, producto importante de renta p a r a ellos, con el cual envenenaban é idiotizaban á sus siervos y vasallos. En cambio, no había jauncho ó mayorazgo euskaro que al lado de su noble c a s a solar ó de uno de sus palacios, si poseía varios, no tuviere á gala construir la famosa tradicional ferrería, la ola que aparece en sin fin de nombres toponímicos y de familia, como Olalde, Olaberría, Olazabal, Eskolamendi, etc., etc. El noble basko, producía el metal necesario para fabricar l a s armas con las cuales había de defender la santa independencia de su suelo y atender á las mil exigencias de la construcción, de la agricultura y de la indust r i a . El noble ruso embrutecía á su gente; el noble basko la dignificaba. En las armas de Gipuzkoa y de Bizkaya, debía figurar algún emblema de la ferrería como el martinete y el yunque, por ejemplo. País el nuestro de pobre
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EL HIERRO EN BASKONIA
agricultura, no hubiera j a más probablemente llegad o al grado actual de florecimiento y bienestar, si la naturaleza no le hubiere dotado, generosa, del metal fuerte entre los fuertes, vigorizador por excelencia de la r a z a que sabe tratarlo, emplearlo y amarlo. ¿Cuándo comenzó en Baskonia el empleo del hierro? Aparte de que la cuestión es probablemente irresoluble, no es éste el momento de tratarla. Remito á los lectores deseosos de empaparse d e cuanto concierne á la industria siderúrgica baskongada en
épocas anteriores, á la excelente conferencia dada p o r el Inspector general de Minas, hoy jubilado, D. Mariano Zuaznabar, con motivo de l a s Fiestas de la tradición del Pueblo basko, celebradas en San Sebastián durante el verano de 1904. (°) El procedimiento metalúrgico típico antes del siglo X I X era aquí el de la forja á la catalana. ¿ P o r qué se llama á aquel sencillísimo horno de ese modo? Dicen a l gunos autores que las tales forjas llegaron de Oriente á España, p e n e trando por Cataluña. No tengo razones p a r a afirmar, ni p a r a ne-
I . — A r a y a ( A l a b a ) . L a feí-rei-ia y e l m o n t e A r a z , e n d o n d e h a y c r i a d e r o s d e h i e r r o . I I . — N i n a s d e h i e r r o erj B e r a s t e £ i , (Cípuzkoa). III.—Monte T r í a n o (SoiTjorrostro). IV.—Coto m i n e r o d e " A d i ¡turrí", al p i é d e l m o n t e A y a . V.—Mineros b i z k a i n o s .
gar que l a s forjas viniesen aquí desde Cataluña, pero tiendo á creer que, en todo caso, lo que pudo importarse de aquella región es la forma, acaso m á s perfeccionada del aparato metalúrgico. E n todos los países del mundo, el hierro empezó á obtenerse por el mismo elemental procedimiento. En un recipiente cualquiera de (a)
Monografía acerca de las Perrerías
baskongados,
p o r el I n g e n i e r o de M i n a s D. M a r i a n o Z n a z n a b a r . — S S I m p r e n t a
d e la P r o v i n c i a - •IflO.).
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EL H I E R R O EN BASKONIA
p o c a superficie y escasa altura, que en un principio fué una sencilla excavación abierta en el suelo, se coloca el mineral mezclado con carbón vegetal; se da fuego á éste y se sopla de una ú otra manera p a r a activar la combustión. El mineral se reduce á hierro metálico, esponjoso, que después se forja; es decir, se martilla. Según se lleve la operación de una ú otra manera, se obtiene ó hierro dulce ó acero. Pues bien, es para mí indudable que el procedimiento elemental indicado, debió nacer simultáneamente en varios países, sin relaciones entre sí. L a s invenciones sencillas no suelen ser patrimonio de un solo pueblo, sino que germinan en varios á la vez. Así, por ejemplo, la idea de pescar con cestones ó con redes, la idea de tirar piedras con honda, nacieron seguramente en comarcas alejadas unas de otras, sin contacto entre ellas. P o r eso, es de buen sentido el afirmar que nuestros antepasados fabricaban el
M i n a s d e I j i e r r o d e l a O r c o n e r a ; I r o n , O r e , C. - L u c h a n a
hierro, antes de conocer la forma especial del aparato llamado forja, hogar bajo, (bas foyer). De todas maneras, con muchísimo más motivo deberían llamarse esos hornitos bajos, forjas bizkainas, que no catalanas, porque aquí constituían una industria especial de fama reconocida y de importancia grande, si se tiene en cuenta la época, mientras tanto que en Cataluña sus aplicaciones fueron siempre muy restringidas. L a plaza de una forja v a r i a b a de forma. Unas eran redondas ú ovales y otras rectangulares. L a facilidad m a y o r de construcción de éstas últimas con placas de hierro, hizo que se generalizasen. El tipo más frecuente tenía 0 ,60 x 0 ,60 y 0 ,35 de alto. E s t a pequeña altura motiva el nombre de horno bajo, m
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Aparato tan pequeño no podía ser de gran producción. Así una forja de l a s mayores daba por día, alrededor de los 500 kgs. de hierro ó de acero. En aquellos tiempos se hablaba por arrobas y por reales. Las primeras ferrerías se soplaban por medio de fuelles movidos á m a n o ; de ahí el nombre de Eskolamendi, en jurisdicción de Lesaka-Esku-ola-mendi, monte de ferrerías á mano. Más tarde vinieron los saltos de agua p a r a accionar no solamente el fuelle, sino el martinete que machacaba y forjaba la zamarra, ó bloque de hierro p o r o s o y escoriáceo, que salía de la forja. Aquellos pequeños saltos de agua de 8 y 10 caballos de fuerza, eran los precursores del admirable aprovechamiento hidráulico presente en el país basko, modelo en su género. Según el finado Inspector de Minas, Don Ignacio de Goenaga. entre mediados del siglo X V I I y el año 1814, funcionaban en Gipuzkoa, como término medio, u n a s
Vista Jeneral de las fábricas y talleres
d e la g o c í e d a d E s p a ñ o l a d e C o n s t r u c c i o n e s
Metálicas, en
Beasaiq
70 ferrerías, que producían al año 28.000 quintales métricos de hierro, cantidad que hoy nos parece exigua, pero que p a r a entonces resultaba excesiva con relación k las necesidades del país. Tanto es así, que una parte de esa producción se e x p o r t a b a á Inglaterra ( ¡ c ó m o han variado las circunstancias!), á pesar de los derechoscasi prohibitivos de la salida. Desde poco después de 1814, empieza el decrecimiento de las ferrerías. En 1860, no funcionaban en Gipuzkoa más de 31 ferrerías, y en 1867, no había más que 14 en acción. En el primer tercio del siglo último existían en Alaba unas 14 ferrerías y en Bizkaya, la cifra, enorme p a r a la época, de 140 edificios en que se fabricaba hierro. Según la Estadística Minera Oficial, las ferrerías desaparecen, en Alaba el año 1865; en Gipuzkoa, en 1880 y en B i z k a y a , en 1867. El causante de su muerte fué el llamado horno alto, que hoy impera en la siderurgia del mundo entero. Con e l l a s pasa á la historia uno de los aspectos más característicos de este solar euzkaro, el
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trucciones, maquinarias, etc., etc., no llegarían acaso al 5 °/ de las actuales. Si aceptamos la cifra de 300 terrerías, p a r a el país b a s k o de la vertiente sur pirenaica, que el P. Henao da como existente en 1550, y establecemos la proporción entre los 28.000 quintales métricos anuales que asigna Goenaga como producto de 70 terrerías gipuzkoanas por un lado y las 300 olas por el otro, puede calcularse que en la época de esplendor de las forjas, se obtenían en B a s k o n i a unas 12.000 toneladas anuales de hierros y aceros, cantidad realmente fabulosa para la época y muy superior de fijo al consumo del país. Como no todas las 300 terrerías funcionarían á la vez, sino que habría siempre algunas temporalmente paradas, la cifra apuntada es susceptible de una reb aj a y c u y a cuantía no me es posible precisar. Contando á razón de 5 obreros por forja, deducimos que la po0
de sus ferrones, alimentándose principalmente con habas y tocino, vestidos p a r a el trabajo con largos obscuros camisones; enj u t o s , recios y duros c o m o el m e t a l q u e arrancan de la mena y forjan en sus yunques. He conocido todavía en marcha una ferrería y, j a más olvidaré el espectáculo fantástico aquél. L a sala, ó pieza inmensa, desproporcionada p a r a el objeto, con sus bóvedas y alta techumbre, alumbrada con los resplandores de la forja, y en la cual se movían silenciosos, como negros fantasmas los obreros clásicos de aquella industria que recordaba algo muy antiguo, primitivo, ciclópeo y legendario. Aquellos hombres serios y callados, eran, j u n t a tamente con el labrador, el nervio de hierro de la raza; sin ellos, hoy no existiría Baskonia, con personalidad propia y legítima. Como me han advertido que debo comprimirme, renuncio á citar las múltiples disposiciones forales, relativas á la prohibición de e x p o r t a r carbones vegetales y minerales; á las dificultades puestas por Juntas y Diputaciones p a r a la exportación de hierros; á la institución del Alcalde de s a c a s de Gipuzkoa, que velaba por el cumplimiento de lo ordenado y no dejaba sacar lo vedado, etc., etc. Todas las disposiciones legislativ a s forales, reflejan la enorme importancia de las ferrerías hasta entrado el siglo X I X . Téngase presente que á fines del X V I I I , la población euzkara era menos de la mitad de la actual seguramente y que las necesidades del hierro para cons-
I.—Minas d e P u c h e t a . II.— H o r n o d e c a l c i n a c i ó n d e m i n e ral, en S a n S a l v a d o r del Valle. III.—Hornos de las m i n a s de Ardíturrí, en Gipuzkoa. IV.—piinas d e A r t i k u t z a ( N a b a r r a ) , funicular p a r a el t r a n s p o r t e d e c a r b ó n vegetal.
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blación obrera metalúrgica, era. de unas 1500 personas. L a s cifras apuntadas harán sonreir por lo modestas, á los actuales accionistas y directores de f á b r i c a s ; pero consideradas con relación á la población, riqueza é industria de la época, tienen según he dicho, enorme importancia.
h o y L a s forjas empleaban minerales puros, ricos y de cierta porosidad, El procedimiento usado en ellas, no permitía apart a r las impurezas que la mena pudiera contener. De ahí, la multitud de excavaciones irre^"^5, guiares antiguas que el ingeniero B^BlWfr ^ ^ ^ ^ ^ ve en todos los criaderos de y^^^^i S f e H É E H l l . hierro del país. Nuestros antepasados buscaban, seguían y arrancaban el mineral adecuado p a r a l a s forjas, deb a n en jando lo restante sin t o c a r . hornitos E s t a era la regla genede 1.50 á ral, pero cuando los ferrodos ms. de nes, ni tenían material adealto, con ob cuado á mano, j e t o de expulni lo podían s a r el á c i d o traer de otro carbónico y hacer lado económiporosos los óxidos resulc a m e n t e , satantes de l a operación. bían usar tamL a s forjas y esos horbién menas conos de calcinación crecienmo los carbodo en altura, fueron los natos de hierro antecesores directos de los que c a l c i n a hornos altos. P o c o a p o c o se vino á caer en l a cuenta de que los minerales de segunda clase, y por de contado, también los de primera, podrían fundirse mezclados con el mismo carbón vegetal empleado en las forjas, agregando como prudente el carbonato de cal, llamado castina en la siderurgía. El
producto no era y a hierro dulce, sino fundición; es decir hierro con algo de c a r b o n o ; pero, expulsando éste en otras forjas, se venía al resultado mismo final, de un modo mucho más barato, por el mejor aprovechamiento del carbón y por la reducción de gastos fijos p o r unidad, consecuencia inmediata de las fuertes cantidades de producción. E l horno se fué elevando, el número de t o b e r a s de viento subió de 1 á I.—Hornos a l t o s d e B i z k a y a , n ú m e r o s 3 y 4 (Bilbao). II.—Plataforma d e los convertidores. 3, y así nacieron repito, los primeros hornos altos, cuIII.—Vista ¿enei-al d e h o r n o s a l t o s . IV.—Tren m e d í a l o d e laminación. y a producción diaria e r a de 3 á 4 toneladas de fundición. ¿Cuál fué el primer horno alto construido en el país b a s k o ? Hace y a muchos años que l a «Revista Minera», abrió información pública con respecto al particular. E s t i m a b a n los señores Urigoitias, propietarios de l a
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127 to de Guriezo, que supongo no funciona hace ya tiempo. Los primeros hornos altos eran como he dicho al carbón vegetal. A los de 3 y 4 toneladas diarias de fundición, siguieron los de 6 toneladas y después, los de 9 y 11. De esta cifra, creo que no se haya pasado. Todavía el horno al carbón vegetal daba productos de primer orden; todavía l a calidad era preocupación y finalidad diferentes del amo de la ferrería. Al carbón de
fábrica de Araya ( A l a b a ) que el primer horno alto fué construido en ella, pero, si mal no recuerdo, se probó que e r a todavía anterior el de Guriezo, localidad al Oeste de Castro Urdíales, comprendida en un tiempo en las Encartaciones de Bizkaya. De todos modos, el aparato metalúrgico que mató las clásicas ferrerías, no se implant ó en B a s k o n i a hast a entrado el siglo X I X . L a familia de abolengo industrial de los Ibar r a s , era la propietaria del horni-
I- — V i s t a p a r c i a l d e l a f á b r i c a d e S e s t a o ( B i z k a y a ) . II. — F á b r i c a d e B a r a k a l d o ( B i z k a y a ) , V i s t a d e s d e l a g b a t e r í a s d e III.— AIto§ h o r n o s de B i z k a y a , E s t u f a s d e los Altos r | " ' - — Altos Hornos de Bizkaya, Mezclador de lindóles. 0 l
1 0 s
cok.
1 V
leña, reemplaza más tarde el cok y y a la noción dominante no es la calidad, sino en cierto modo, la cantidad. El cok no dá los productos excepcionales del carbón vegetal, no dá lo superior, sino lo bueno corriente. En cambio permite enormes producciones y b a r a t a s . Los hornos con cok alcanzan sucesivamente en el mundo alturas de 18, 20 y 23 metros; pasan de 3 toberas de viento á 4, 5 y 7 y sus producciones llegan á cifras de 200, 400 y más toneladas de fundición en 24 horas. Producir mucho, muchísimo es el desiderátum de las fábricas. Un solo alto horno de los de Bilbao, produce el triple de lo que daban las ferrerías todas del país b a s k o en la época floreciente de las ferrerías clásicas. Tengo á la vista la última Estadística Minera Oficial publicada, que es la de
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EL HIERRO EN BASKONIA
1913. Existían en Baskonia 13 hornos altos, y de ellos dos al carbón vegetal, en A r a y a ; 2 en Gipúzkoa, ( E l g o i b a r ) ; 2 al carbón vegetal en B e r a ( N a b a r r a ) y 7 en Bizkaya, al cok. Produjeron en conjunto 655.772 toneladas de lingotes de fundición. Al lado de 5 convertidores Bessemer y de 12 hornos de acero Martín- Siemens que representan el adelanto en la siderurgia, se sostienen todavía, aunque supongo que no todos simultáneamente en marcha, 42 hornos de los llamados de bolas (puddlcr). Una buena parte de la fundición se transformó en hierros dulces y en aceros, produciendo 233.545 toneladas de estos productos. P o r último, t r a b a j a r o n en las fáb r i c a s siderúrgicas 7373 obreros. ¡Qué lejos estamos de las 10 ú 11.000 toneladas anuales de hierros y aceros y de las 1.500 personas á las que daban trabajo las ferreríasí L a actual riqueza es muy grande. Los capitales empleados en las fábricas de hierros y aceros resultan considerables. El valor de los productos y el tanto de las utilidades es elevado. Esparciéndose los beneficios p o r el país en mil direcciones y formas diAltos hornoscle Bizkaya. ferentes, alimenta y Recalentador de lingotes sostiene una poblaes evidente y digno ción triple de la de admiración verde hace un siglo, dadera, á pesar de creando á la vez lo cual, yo no puenuevas fuentes de do menos que deriqueza. Todo ello dicar un cariñoso y melancólico recuerdo á las o las aquellas, tan simpiinas de T r í a n o p á t i c a s para el verdadero euzkalduna, individualista hasta el extremo. Mi ideal no es el de las inmensas fábricas al estilo modernísimo, en las que el hombre se convierte en diente de engrane y pierde la conciencia de su individualidad. Mi ideal es el de la pequeña industria, del taller en que trabajan 6, 7, 10 obreros, de tal modo que de la multiI»I¡na " T a i - d i a - e n G a l d a m e s plicidad de talleres resulte la grandeza total. Y a sé que este ideal no es realizable, dada la lucha moderna que exije grandes capitales y grandes producciones concentradas en el menor número posible de fábricas y dentro de éstas, de hornos. L a lucha exije producir b a r a t o y p a r a ello resulta indispensable producir mucho en poco espacio y tiempo. ¡ L o sé y me resigno, pero no sin protestar de cuanto tienda á falansterio, á aglomeraciones densas de obreros, á tiranía en una p a l a b r a . El ideal del hombre libre no es ciertamente el taller inmenso, ni se encuentra en las grandes aglomeraciones de gentes; el ideal es completamente distinto; está en la casa, en el taller pequeño, mejor en el campo. Sin su poderosa industria, E u s k a r i a no podría alimentar ni el tercio de sus hijos. Ante ello, bajo la cabeza y me someto. Tampoco me queda otro remedio.
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EL H I E R R O EN B A S K O N I A
—
-
MAñAriA
= = = = =
Si las fábricas que consumen minerales de Bilbao, no hubieran podido fundir más que las clases llamadas campanil y rubio superior, la cuenca minera de Somorrostro y los hornos altos del Nervión, estarían ahora en completa decadencia, próximos á la muerte definitiva, por falta de tales minerales superiores. Un distinguido compañero mío, basándose en cubicaciones minuciosas no daba de vida intensa al monte, como allí llaman á las minas, más que (ya no recuerdo exactamente la cifra) unos 25 años. P a s a r o n los 25 ó 30 años y apenas decrece todavía la producción, porque no sólo se utilizan las grandes reservas de carbonatos, sino que se ponen además en explotación cada día menos criaderos que no serán tan importantes como los célebres de Somorrostro, pero que al fin y á la postre, tienen serias cantidades de menas beneficiables. Fuera de Bizkaia se han hecho t r a b a j o s de reconocimiento, en algunas comarcas como en B e r a ( N a b a r r a ) , los cuales han puesto de manifiesto cantidades importantes de carbonatos. ¿Qué vida tienen las minas de hierro en B a s k o n i a y con ellas la poderosa industria del hierro? No lo sé; no tengo datos p a r a formar opinión. Únicamente, á juzgar por las predicciones anteriores que resultaron felizmente, pesimistas, tiendo á creer que todavía la generación que me sigue, acaso no vea apagarse las luces de hornos altos y convertidores, ni deje de oir el martilleo de los pilones y el zumbido del viento en las retortas Bessemer. De todos modos, el capital y la energía empleados en las fábricas de hierros del país, han creado y desarrollado otras industrias, han dado fortísimo impulso al comercio y á la navegación, han enseñado á obrar y á luchar. Cuando la siderurgia v a y a á menos, si es que no se sostiene con minerales importados, lo cual bien pudiera suceder, quedarán las otras ramas de la actividad que ella como consecuencia de sus productos y beneficios, contribuyó grandemente á crear. L a energía de la raza, irá orientándose en otro ú otros sentidos, pero no desaparecerá; se transformará. Así lo desea vivamente este modesto donostiarra.
F. GASCUE. D u i í o s l i u , ipií>.
DIVAGACIONES
SOBRE
HISTORIA
BASKA
UCHAS veces, al enfrascarnos en investigaciones históricas relacionadas con nuestra tierra, se nos ha ocurrido que los anales del pueblo euskaldún quedarán incompletos mientras se circunscriban á la relación de lo que ese pueblo ha hecho á través de los siglos dentro de los límites en que hoy se asienta. Ni con la historia de Nabarra, ni con la historia de Bizkaia, ni con la historia de Gipuzkoa, ni con la historia de Alaba, ni con la historia de Laburdi, ni con la historia de Suberoa, se completa la historia del pueblo euskaldún, por muy hondamente que se estudie cada una de esas historias parciales y por más que se llegue hasta el último ápice en la indagación de sus detalles y pormenores. Fuera de Bizkaia han hecho muchas c o s a s dignas de mención los bizkainos y fuera de Gipuzkoa los gipuzkoanos, y fuera de N a b a r r a los nabarros, y fuera de Alaba los alabeses, y fuera de Laburdi los labortanos, y fuera de Suberoa los suletinos. L a vitalidad y el empuje de nuestra gente fueron siempre tales que tendieron á derramarse fuera de su hogar y fuera del reducido solar que podían llamar suyo, sin que nadie pudiera razonadamente desmentir esa afirmación. Antepasados de los que desde el descubrimiento del Nuevo Mundo fueron á dejar, en toda la extensión del continente americano, huella del nombre b a s k o , y prueba solemne de las grandes cualidades que á este nombre van unidas, eran los que en los días nebulosos de de Edad Media, en gran parte desconocidos p a r a nosotros, recorrían audaces, no solamente los mares del Norte abiertos á su intrepidez, sino también las riberas más apartadas del Mediterráneo. Hasta los últimos senos del Mar Negro habían llegado en las postrimerías del siglo X I V , pues cuando Azof, cuya importancia comercial en aquella época era extraordinaria, se vio amenazada por las huestes feroces y arrolladuras de Timur-Bek, entre las representaciones que salieron de la ciudad para solicitar del temible caudillo que evitase los horrores del saqueo que se temía, figuraba una de mercaderes bizkainos allí establecidos. Con ellos iban genoveses, catalanes y venecianos, lo cual parece demostrar la pujanza que á la sazón alcanzaba allí el tráfico de los b a s k o s , y a que es de suponer que no fueran solamente bizkainos los que bajo esta denominación designan los historiadores que tratan de la materia, entre ellos Karamsin. P o r aquel mismo tiempo, la nueva de la toma de Livadia en Grecia por Bertranet Mota llegó á la isla de Cerdeña en la primavera del año de 1393, por una nave de bizkainos que volvía del Ducado de Atenas. Quiere decirse que no contentos con disputar á los hielos el dominio del Mar Ártico, y perseguir á las ballenas hasta las lejanas costa de la Islandia y de la Groenlandia, atravesaban el Estrecho de Gibraltar, y en competencia con catalanes genoveses y venecianos, penetraban hasta las zonas m á s orientales y apartadas del Mediterráneo. Su valor y
DIVAGACIONES S O B R E H I S T O R I A
BASKA
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su audacia no se achicaban ante obstáculos que hubiesen intimidado á gentes menos pusilánimes. No parecía sino que tenían pacto hecho con l a intrepidez y el arrojo. No menos valientes que los marinos b a s k o s fueron los n a b a r r o s que constituyeron l a famosa expedición que se lanzó á l a conquista de parte del territorio griego en aquel mismo siglo X I V en que el Oriente hubo de asombrarse ante el denuedo singular, rayano en inverosímil con que gentes que iban de Occidente asentaban allí su dominación y se apoderaban de castillos y fortalezas cuyo nombre evoca los recuerdos más indelebles de la antigüedad clásica. En aquella época, como ha dicho un ilustre historiador moderno que ha estudiado con más tenacidad y acierto estas cuestiones, «los nabarros tuvieron existencia propia é independiente en la Morea, poseyeron numerosos feudos, se repartieron los restos territoriales de los señores francos, y fueron los verdaderos y únicos arbitros de los destinos de aquella península durante medio siglo...; ellos retardaron por algunos años la caída del poder occidental en Oriente é hicieron bambolear el de los catalanes en los ducados griegos de Atenas y de Neopatria; á ellos les cupo en fin, la triste suerte de recoger los últimos despojos de la conquista y hegemonía francas, y de presenciar sus postreras convulsiones de agonía.» (1) E s t a página histórica que trazaron los nabarros en Grecia debe ser recordada siempre que se quiera poner de relieve el empuje emprendedor y resuelto de los hijos de nuestra raza. Retardad dos siglos el nacimiento de aquellos hombres; colocadlos entre los sublimes aventureros que irrumpieron á través de las selvas del Nuevo Mundo y recorrieron las misteriosas márgenes de sus ríos, anchos y caudalosos como mares, ¿para qué proezas no se hubieran sentido aptos? ¿qué hazañas inauditas no hubiesen llevado á término? P o r eso, así como hoy se estudia—¡y ojalá se estudiara más!—la influencia de los b a s k o s en l a colonización del continente americano, debe examinarse también la acción que ejercieron nuestros mayores fuera de los linderos de su tierra; y no solamente en empresas heroicas en que la vida corría constante peligro, y a por tener que luchar á cada hora con los elementos desencadenados ya por haber de contender con gentes que no se mostraban propicias á dejar paso libre al primero que á sus puertas se presentara, sino en obras pacificas y civilizadoras de construcción de caminos y de edificación de templos en que la tenacidad y laboriosidad de l a raza b a s k a puso una vez más de manifiesto que es más amiga de hacer las cosas que de proclamarlas. Lo decimos, porque de los nombres de muchos de los maestros b a s k o s que ejecutaron esas labores que han sobrevivido á los siglos apenas si queda su recuerdo, y éste tan borroso, que ni siquiera se han cuidado nuestros investigadores de reivindicar p a r a su tierra la gloria que le corresponde como madre de aquellos artífices, tan poco anhelosos de conquistar la fama á que tenían plenísimo derecho. J u a n de Olotzaga en Huesca, J u a n de Arandia en Valladolid, Juan de Alaba en S a l a m a n c a y en Plazenzia, Martín de Gainza en Sevilla, Ortuño de Bollar en Yeste, nada menos que en l a provincia de Albacete, y con ellos otros muchos cuyos nombres no enumeramos por evitar prolijidad, son buena prueba de lo que venimos afirmando. Historia del puejblo euskaldún que prescinda de l a actuación de estos hombres que honraron á su tierra con su probidad, con su laboriosidad y con su talento, dejará en sombras una parte no despreciable de la vida de la gente cuyos anales pretende r e l a t a r . P o r eso no puede decirse de ella que es una historia completa. Como no lo es, por ejemplo, la historia de Bizkaia que pase por alto las relaciones que los habitantes de esta costa sostuvieron con Flandes y singularmente con B r u j a s , en las postrimerías de l a Edad Media y en los comienzos de l a Edad Moderna, y no estudie la significación y la importancia que logró el (i)
D. ANTONIO RUBIO Y LLUCH, i o s Nabarros en Grecia-,
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DIVAGACIONES S O B R E H I S T O R I A
BASKA
Consulado de B i z k a i a establecido en la memorable ciudad flamenca, en donde llegó á tener c a s a propia, denominada Prcetorium Cantabricum, y descripta por Sanderus en su Flandria Ilustrata. Donde quiera que un b a s k o notable ó un núcleo de b a s k o s h a y a dejado huella de su paso, allá debe ir á b u s c a r l a el historiador p a r a consignarla en su historia, si se quiere que ésta sea un reflejo fiel de la vida de nuestro pueblo á lo largo de las edades. El hecho que á primera vista parece más insignificante, tiene á veces no pocas ramificaciones, y su influencia llega muy lejos. El mismo descubrimiento de América determinó una no pequeña mudanza en l a manera de ser de nuestro país, y a con los caudales que se aportaron del Nuevo Mundo, y a con la transformación que se operó en la rotación de las labores agrícolas, merced al cultivo del maíz que antes era totalmente desconocido en la Euskal-erria. Si no fuese porque los propulsores de las empresas pacíficas difícilmente gozaron del renombre estruendoso que acompaña á los guerreros, á estas fechas y a se hubiere t r a t a d o de glorificar, sino por una estatua ó por un busto, siquiera por una lápida conmemorativa, el nombre de Gonzalo Perkaiztegui, natural de Hernani, á quien, si no hemos de poner en tela de juicio la rotunda y autorizada aserción del Padre L a r r a mendi, debe el país basko el conocimiento del maíz como planta cultivable. L o s beneficios que de entonces a c á se han obtenido por virtud del cultivo de esa plant a en los valles regados por nuestros ríos, son de tal monta que justifican el enaltecimiento de l a memoria de Perkaiztegui, y h a s t a lo imponen como deber de gratitud, y a que siempre fué condición de pechos nobles la de ser agradecidos.
Carmelo de E C H E G A R ñ Y . Gernika.
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RAN trece los hombres, trece valientes curtidos en el peligro y avezados á las luchas del mar. Entre ellos iba una mujer, la del patrón. Los trece hombres de la c o s t a tenían el sello característico de la raza b a s k a , cabeza ancha, perfil aguileno, la pupila muerta por la constante contemplación del mar. El Kantábriko les conocía, ellos conocían á las olas y el viento. L a trainera larga y estrecha, pintada de negro, se llam a b a «Arantza», que en baskuenze significa espina. Tenía un palo corto, plantado junto á la proa con una vela pequeña. L a tarde era de otoño, el viento flojo, las olas redondas, mansas, tranquilas. L a vela apenas se hinchaba por la brisa y la trainera se deslizaba suavemente dejando una estela de plata en el mar verdoso. Habían salido de Motriko y marchaban á la pesca con las redes preparadas, á reunirse con las otras lanchas para el día de S a n t a Catalina. En aquel momento pasaban por delante de Deba. El cielo e s t a b a lleno de nubes algodonosas y plomizas. P o r entre sus girones, asomaban algunos trozos de azul pálido. El sol salía en rayos brillantes por la abertura de una nube, cuya boca enrojecida se reflejaba temblando sobre el mar. Los trece hombres serios é impasibles hablaban poco, la mujer vieja, hacía media con gruesas agujas y un ovillo de lana azul. El patrón grave y triste, con la boina hasta los ojos, l a mano derecha en el remo que hacía de timón, miraba impasible el mar. Un perro de agua sucio, sentado
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ÁNGELUS
en un banco de popa junto al patrón, miraba también el mar, tan indiferente como los h o m b r e s . El sol iba poniéndose. . .; arriba, rojos de llama, rojos cobrizos, colores cenicientos, nubes de plomo, gigantescas ballenas; abajo, la piel verde del mar con tonos rojizos, escarlatas y morados. De cuando en cuando, el estremecimiento rítmico de las olas... La trainera se encontraba frente á Iziar. El viento era de tierra, húmedo, tibio, lleno de olores á monte; la costa se dibujaba con todos sus riscos y sus peñas. De repente, en la agonía de la tarde, sonaron las horas del reloj de la iglesia de Iziar, y luego las campanadas del Ángelus se extendieron por el mar como voces lejanas, majestuosas y sublimes.
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El patrón se quitó la boina y los demás hicieron lo mismo. L a mujer abandonó su t r a b a j o y todos rezaron graves, sombríos, mirando el mar tranquilo y de redondas olas. Cuando empezó á hacerse de noche, el viento sopló ya con íuerza, la vela se redondeó con las ráfagas de aire y j t hundió en la sombra, dejando una estela J e plata sobre la negra superficie del agua. a
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° «La mujer euskara ex u n a ° i /¡gura de lineas seeerax, R L Í//M Í/Í' /fl.*¡ mujeres más morales de Europa.» EMILIA
PAIIDO
BA/.ÁN
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A mujer baska, no ha sido seriamente estudiada en la antigüedad, y algunos escritores modernos, la han tratado muy superficialmente. Jorge Braunio al describir la indumentaria de las mujeres de Baskonia, dice que las solteras andaban con la cabeza descubierta y el cabello cortado al raso; pero que apenas se casaban, velaban su cabeza y cubrían su cabellera en forma de casco formado con lienzo de color de oro, de suerte que en la frente, á manera de cuerr o , se levantase un poco. Andrés P o z a afirma lo propio y F r . Miguel de Alonsotegui, mercedario de Burceña, escribió á fines del siglo X V acerca del mismo asunto narrando los tocados que se parecían á unos morteros redondos, con cuernos puntiagudos á modo de pirámides, encuadrados hacia a r r i b a y en otras partes estrechando. En Gipúzkoa se dieron casos de entablar pleitos, porque los maridos se opusieron al uso de semejantes t o c a d o s . Tales gustos, que hoy resultarían ridículos, pertenecen á una época bien distinta á la que corremos, en que las modas fugaces y caprichosas confunden las c a s t a s y las nacionalidades. P e r o estos detalles de indumentaria, sólo merecen consignarse por mera curiosidad; porque l a s modas se transforman; pero el alma y la idiosincrasia de una raza perdura por siglos y siglos. L a c a r a c t e r í s t i c a más definida de la mujer euskara, es su acendrado amor al hogar. De la c a s a hace su templo y es en ella la diosa, la sacerdotisa que todos respetan. Generalmente es bella, expresiva y afable; religiosa convencida que ejerce sus prácticas con la regularidad de quien se ha impuesto un deber de conciencia, haciendo de la religión un elemento de moral que inculca á sus hijos, á cuya crianza se consagra en absoluto, alejándose de las reuniones sociales, fiestas y romerías que antes frecuentara. Su gracia femenina, aún en los rostros menos perfectos, sus exhuberantes formas, su dulce expresión de timidez y su fortaleza despiertan inmediata simpatía. Cría á sus hijitos con cierta rigidez, consiguiendo imprimirles de ese modo una disciplina respetuosa que les hace correctos y obedientes. En cambio en l a
136
LA
Toca§ de antaño
MUJER
BASKA
que u s a b a n lag njujeres
euskarag
adolescencia, y aún cuando peinen canas, les t r a t a como á niños, porque para l a s madres b a s k a s , no envejecen sus hijos. E s p o s a modelo, hacendosa y abnegada, tiene cierto estoicismo p a r a las sorpresas que muchas veces ofrecen los azares de la vida, soportándolas con aplomo y serenidad ejemplares. Conocemos damas que han recibido una cultura exquisita y vivido en la opulencia, que al encontrarse p o r l a s adversidades de l a suerte privadas de comodidades y reducidas á l a mayor estrechez, han tenido un gesto gallardo, y resignadamente, sin desesperarse, han alentado á sus esposos, secundándoles con su ánimo á sobrellevar con entereza l a reparación del derrumbe. E s t á dotada de un sentido de las cosas muy práctico, desmintiendo la opinión generalizada de que en l a mujer supera la sensibilidad al sentimiento; pero aún aceptando que así sea, su extraordinaria facultad intuitiva la coloca en alto grado, p a r a resolver con acierto muchos problemas que á veces ofusca á los hombres dejándoles perplejos. Las de clase humilde, llevan la abnegación hasta el sacrificio. No sólo crían á sus vastagos, sino que amamantan á extraños para alcanzar medios de subsisten-
Trajes antiguos de mujeres
euskalduna^
(l)c
un dibujo
anticuo).
LA MUJER
137
BASKA
cia, y t r a b a j a n en el campo, en el puerto, en l a fábrica ó dónde sea, en las faenas más rudas, á la par de los hombres. Aunque haya ido joven y frescota al matrimonio, t o m a tan en serio sus obligaciones caseras, que la extremada labor desarrollada, la desgasta, envejeciéndose prematuramente. Su carácter estoico, se retrata con este ejemplo: Nuestro bardo Iparraguirre. siendo muchacho, se lanzó por el mundo despidiéndose de su madre con el pretexto de que iba á la escuela de Villarreal. Después de doce años de silencio, al abrazar emocionado á su anciana madre, llena de asombro y dirigiéndole una mirada severa, exclamó: —Joshe Marií ¿au alda eskolatik etorzeko orduba? (José Maríaí ¿es hora ésta de venir de la escuela?) Todos, absolutamente todos los que han escrito acerca de la mujer b a s k a , la juzgan Indumentaria de una señora baska (Año 1559) como un dechado de virtud. Moldeado su carácter en un ambiente algo severo, pero de extremada rectitud, se rebela ante una injusticia, y no tendría reparos, en defensa de la verdad, de firmar una sentencia condenatoria contra un hermano. . Tiene una rápida percepción, y su espíritu analítico le impide exteriorizar su entusiasmo fogosamente por lo que no siente. Una ilustre escritora la conceptuó por esta modalidad, de "temperamento frío''. Nada más injusto. L a baskongada posee especiales cualidades para las B e llas Artes, y cuando se dedica á estudiarlas descuella en primera línea. Al magisterio ha aportado también un contingente respetable, destacándose las que ejercen tan noble sacerdocio, al punto que hay educacionistas euskaras que sus reformas pedagógicas han repercutido grandemente en el mundo escolar. Con extremada ligereza se ha dicho que sus instintos son belicosos, y que impulsa á sus hijos á ir á la guerra. . Semejante achaque m e r e c e aclararse. L a mujer b a s k a alberga en su pecho sentimientos muy elevados de la patria, y nada tendría de extraño que en alguna ocasión, haya sacrificado el amor materno por el cumplimiento de lo que ha creído un alto deber. Sin embargo, ¿no hay en ese gesto una entereza de alma? ITURRIYAN
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LA
MUJER
BASKA
a r r a i g a d í s i m a s en l a m u j e r b a s k a . E n l a s i n i c i a t i v a s de c a r á c t e r b e n é f i c o q u e p a t r o c i n a n l a s A s o c i a c i o n e s de c a r i d a d es difícil q u e n o i n t e r v e n g a un a p e l l i d o e u s k a r o . S u n o b l e t e n d e n c i a en f a v o r del d e s v a l i d o l a e j e r c e c o n l a u n c i ó n del m á s s a g r a d o c u l t o . A s í se e x p l i c a , que h a y a t a n t a s H e r m a n a s de l a C a r i d a d de nuestro país, y tan numerosos establecimientos benéficos, entre los que merece r e c o r d a r el de l a s H e r m a n a s S i e r v a s
V-,r5
de J e s ú s , que tiene su a s i e n t o en B i l b a o , e n c a r g a d a s ú n i c a m e n t e de p r a c t i c a r l a l o a b l e m i s i ó n de c u i d a r e n f e r m o s , sin d i s t i n c i ó n de r i c o s ni p o b r e s , c o n u n a e j e m p l a r i d a d a d m i rable. E s t a comunidad la fundó una religiosa b a s k o n g a d a , á raíz de l a l l a m a d a g u e r r a carlista y sus caritativos servicios los ha e x t e n d i d o á Chile y l a R e p ú b l i c a A r g e n t i n a . A l a m u j e r b a s k a se d e b e t a m b i é n q u e en n u e s t r o p a í s s e h a y a n i m p l a n t a d o « L a G o t a de L e c h e » y el « R o p e r o B a s k o » , i n s
LA MUJER
139
BASKA
tituciones ambas del más elevado fin humanitario, que lleva sus socorros á muchos desventurados. A este respecto es también notoria en la Argentina la generosa y eficaz labor que ha desarrollado la mujer b a s k a . Buen ejemplo es el de la benemérita «EuskalEchea», la que al calor de sus entusiasmos ha surgido llena de prestigios, encontrándose hoy á la altura de las más notables en su c a r á c t e r benéfico-instructivo. Y no ha estribado solo su influencia en lo que se refiere á la materialidad de los edificios, sino á proporcionar albergue á huerfanitos y ancianos, al criterio especial, previsor, que ha establecido en lo relativo á los colegios de niñas, p a r a preparar la mentalidad de las alumnas dentro del afecto y los conocimientos inherentes á la raza de que son originarias. Idénticas tendencias van surgiendo en la bella capital uruguaya, pues las damas euskaras de allí han iniciado t r a b a j o s para secundar la patriótica obra de euskarización en el continente sudamericano. El patriótico empeño de nuestras damas, será de inmensa trascendencia para el futuro, porque las niñas que se culturen en tales institutos, mañana serán madres é instintivamente trasmitirán á sus hijos el cariño é ilustración adquiridos en el ambiente de las aulas euskaras.
Fiel guardadora de nuestras tradiciones; ella se erguirá como bravo centinela p a r a oponerse á las mixtificaciones que desnaturalicen las características del abolengo euskaro, y ha de velar sobre todo por la conservación de nuestro singular y preclaro idioma.
¿ Y qué decir de la adorable amona, arrugadita y de t o c a blanca, de ese dechado de bondad y ternura, que con soberano estoicismo gira y gira la rueca para torcer el hilo que ha de tejer su mortaja, mientras amorosamente mece la cuna de su nietecito vertiendo cantos de ternura? E s nuestro viviente emblema y la más evocadora y sublime remembranza, madre de nuestra madre, que encarna el amor de los amores, el más hermoso blasón que podemos ostentar los euskaldunas.
José R. de U R I A R T E . Huellos A i r e s . — A ñ o del Centenario Argentino : :
(Fotografías
de linriqne de Guinea).
P o r qué f r a c a s a n
Ia§ d e m o c r a c i a s de
filiación aristotélica y qo la b a g k o n g a d a
SÍNTESIS
RAZONADA
DE
LA
DEMOCRACIA
P U R A
A única r a m a de los conocimientos humanos codificados ó consagrados, como enseña de l a cultura intelectual, que no ha podido romper la influencia empírica del hecho tradicional, es la política. Puede decirse, que desde Aristóteles, hasta la fecha, no ha adelantado un paso esta ciencia. Fuerza es reconocer, que Aristóteles al describir y analizar los diversos sistemas políticos que se conocían en su tiempo, se anticipó á todos sus sucesores en la fundamentación racional de aquellos sistemas,—así como también respecto á los que desde su tiempo han regido el gobierno de los pueblos de la propia modalidad colectiva de los que le sirvieron de estudio; dado que no se han modificado estos métodos en su fundamentalidad b á s i c a , y, á que por o t r a parte, ningún otro filósofo ni estadista ha determinado con más precisión que él, la naturaleza y el alcance político-social de cada uno de estos sistemas. Cierto que se han creado desde entonces muchos lemas y definiciones p a r a encuadrar estos métodos en doctrinas más ó menos abstractas, y revestirlos de un carácter, cuando no dogmático, metafísico; pero, partiendo siempre, como Aristóteles, de la falencia de los mismos principios abstrusos ó materiales de la prevalencia del hecho accidental, consumado, y no del hecho natural inconcuso, ó sea, del derecho moral humano; salvo al menos de no llamarse así á métodos disgresivos ó anárquicos, que, sin embargo de llamarse naturales, tienen por su materialidad mucho más de artificiales ó accidentales que de naturales. De esto nace, el que todos los sistemas políticos basados en el hecho, así sean éstos monárquicos, oligarcas, republicanos ó democráticos—unitarios ó federales— hayan carecido de la necesaria consistencia moral p a r a perpetuarse y aún, p a r a desarrollarse en el concierto armónico de sus propios principios, debido á vicios de conformación y régimen, consustanciales del hecho; ó sea, del origen, que el mismo Aristóteles señaló en cada sistema. Y el que por la misma gravitación de estos vicios de conformación constitutiva, declinaran y declinen siempre en corrientes regresivas que arrastran á los pueblos de un régimen á otro; hasta que por desgaste ó aniquilamiento moral — que es el epílogo obligado de estas transiciones de formación y de descomposición—desaparecen absorbidos por otros factores—por pueblos ó razas menos enervados ó evolucionados. En prueba de ello, inútilmente buscaría hoy el filósofo de Estagira, no sólo los pueblos ó naciones cuya cultura conoció y cuyo régimen político y social estudió —ni aún siquiera á los que absorbieron á aquéllos y á é s t o s ; — p o r q u e , todos desaparecieron corrompidos por los mismos vicios genéricos de su régimen. Pero, en cambio, encontraría aquellos sistemas que en su tiempo solo florecían en el mundo mitológico greco-oriental, además de íntegros unlversalizados en todo el Occidente cristiano, inclusive en América, con los mismos vicios de fundamentación y desarrollo, haciendo y deshaciendo pueblos, razas y civilizaciones; mintiendo siempre, por esa su falencia político-social originaria, virtudes y promesas que carecen de toda consistencia posible; y esto, lo mismo en la escuela como en la cátedra y en
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el foro; entre los católicos como entre los protestantes, y finalmente, hometanos, como entre los brahmanes y budistas. De aquí también el que uno se pregunte con cierto azoramiento ble uniformidad que lapida en su sintaxis moral los derechos capacidad genérica moral del hombre que proclamó J e s ú s , como tancial de su credo,—si Aristóteles, el filósofo m á s respetado de la h a b r á sido, sin soñar en ello, el Antecristo de la redención político pueblos cristianos.
141 entre los maante esa terrihumanos — la dogna consusantigüedad, no y social de los
Se explica que Aristóteles fundara el principio de los derechos políticos del gobierno, en los hechos consumados ó consagrados por la tradición; dado que tanto en las naciones griegas de su tiempo, como en las circunvecinas, a r r a n c a b a n los ciudadanos el privilegio de sus derechos políticos y sociales, del derecho consuetudinario de la conquista, ó sea, de la fuerza, que posesionó á las razas que la realizaron á la par que de la propiedad del suelo, de la de los naturales que lo poblaban; esto es, de las razas indígenas, que por el hecho de ser vencidas quedaban reducidas á esclavas de sus conquistadores. También se comprende que el núcleo genérico de estos derechos político-sociales cimentara Aristóteles, en la tradición del Estado atributivo ú omnímodo; por cuanto este E s t a d o , cualquiera que fuese la naturaleza de su régimen, encarnó de hecho, en el origen de aquellas naciones, con l a suma representativa de los conquistadores, la suma de sus atribuciones gubernativas; y por ende, la misión suprema de velar por el régimen, el progreso y el bienestar de sus representados. Y todavía, el que de concierto con las doctrinas panteistas que informaban la moral de la religión griega, que sobre clasificar los hombres en castas, reconocía, como ley natural, con la animalidad del esclavo, la servidumbre de los artesanos, comerciantes y agricultores discerniera, como en efecto discernía en la tesis de su preferencia, el hecho de gobernar solamente á los hombres virtuosos ó sabios; así como la dignidad de clase, á los que se consagraban al servicio de las armas; porque, en l a metodología griega, la conquista y las hegemonías eran fuentes pródigas y legítimas de gloria y riqueza p a r a las naciones. Hay que confesar, que este criterio era lógico en Aristóteles; desde que en la cultura griega, la refleja de l a oriental y egipcia—de pueblos confundidos y corroídos en el predominio idolátrico de la fuerza, que á más de b o r r a r la filiación de su origen, habían desnaturalizado con el concepto del Creador, el sintético moral del hombre—su ética (la de esta cultura) era militar, por lo mismo que, como se ha dicho, la fuente de sus derechos se involucraba en la conquista. P o r eso mismo el concepto del E s t a d o e n c a r n a b a en la ética de aquellos pueblos, todos los atributos de la divinidad. * **
¿ S o n conciliables aquellos principios con la religión cristiana? ¿Puede concebirse bajo pretexto alguno, que los pueblos que confiesan el credo cristiano, que reconoce con el común origen humano y la igualdad de los derechos congénitos á su naturaleza, la capacidad ingénita moral del hombre, puedan admitir en pueblos afines y cultos, la legalidad de principios tan brutalmente antinaturales y por tal antihumanos, sin caer en la cuenta de la sarcástica befa que importa esta apostasía al signo de la credencial cristiana? Y sin embargo de este contraste ¿son acaso otros que los reseñados, los principios políticos que rigen el gobierno de los pueblos cristianos?
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¿No son por ventura aquellas mismas morbosidades viciosas de la moral pagana—del Estado divinizado—las que originan esas eternas hecatombes, inclusive las presentes? ¿Cuál puede ser la causa que en una moral pura como la cristiana, y en una civilización que se tiene por científica, persistan ó mas bien prevalezcan principios tan inconsistentes como inconsecuentes é irracionales? Posiblemente la razón estriba, en que los b á r b a r o s (los pueblos que invadieron el imperio r o m a n o ) que fueron los protectores de la difusión del cristianismo en Europa, estaban al ejercer este protectorado demasiado impregnados de los vicios de guerra y conquista, p a r a comprender las humanitarias enseñanzas de l a moral religiosa de J e s ú s , y encarrilar su vida y su gobierno en la equidad j u s t i c i e r a de su moral. Y á qué cuando los pueblos cristianizados, inclusive los b á r b a r o s que se convirtieron en a m o s de los vencidos, alcanzaron la ilustración requerida p a r a compenetrarse de la razón, j u s t i c i a y santidad de esas enseñanzas, les faltó la necesaria virtud, ó más bien la heroicidad requerida, p a r a renunciar á la posesión de las prebendas y privilegios legitimados por el paganismo, y ajusfar su régimen público y privado á los dictados de la moral cristiana; por más que confesaran esta religión. P e r o , como en materia de doctrina política y social es difícil sostenerse en la divergencia de principios opuestos entre sí, y más todavía, cuando median en la divergencia principios morales de la religión confesada, se generalizó á favor del clasicismo greco-romano, con todos los prestigios de una verdad inconcusa, que los pueblos necesitaban, como habían necesitado siempre, por su ignorancia y tendencias anárquicas, de la tutela de un gobierno de orden ó de fuerza. Con lo que quedó justificada y sancionada á cargo de una supuesta necesidad ineludible, la perpetuación del Estado pagano, descripto por Aristóteles; esto es, del E s t a d o omnímodo (que Hegel llamó divino) con todas las creaciones protocolares y todas las facultades atributivas de su génesis panteista; — pero, también, con todos los vicios y efectos morbosos que le son connaturales, y que como prueba de ello, fulguran siniestramente en la c a ó t i c a conflagración que está enlutando el mundo. *
Y sin embargo, el único pueblo autóctono ó de sintaxis genésica moral propia que se conoce—el único pueblo que h a b l a una lengua madre, y conserva por consiguiente su filiación filológica, etnográfica, y etogénica, es el pueblo que j a m á s identificó el hecho con el derecho; que nunca transigió con el Estado omnímodo atributivo—que siempre repudió la conquista, el dominio, la esclavitud y la servidumbre de las clases t r a b a j a d o r a s ; así como también el privilegio de las armas, de las j e r a r q u í a s nobiliarias y de todas las arrogaciones y monopolios que en cualquier forma ó concepto pudieran afectar los derechos individuales, inclusive el peculio y la libertad de las iniciativas públicas y privadas. E s e pueblo es el b a s k o . ¿Cómo ha podido realizar el pueblo b a s k o lo que Aristóteles y demás filósofos de la docta Grecia, y aún, de la docta Cristiandad, creían un ensueño imposible? Sencillamente. Dignificando lo que ellos descalificaban. Reconociendo en el hombre los atributos que le son congénitos á su naturaleza, por habérselos discernido su Creador; y estimulando en el trato de las reciprocidades con el cultivo de las facultades morales, el sentimiento de la propia individualidad, p a r a que de concierto respondan todos y cada uno de la consecuencia de sus actos, ante Dios — principio y fin de toda j u s t i c i a y s a b i d u r í a — y ante sus semejantes, partes integrantes de su todo político y social.
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En una palabra, reconociendo en Dios con el supremo señorío de todo lo creado, el principio de toda vida, sabiduría, j u s t i c i a y equidad; y en el hombre, por ser su hechura, capacidad ingénita — connatural — p a r a ser consciente, y por tal, arbitro responsable de su propio gobierno. Y excusando, en virtud de estos principios sintéticos de su credo moral, esa suicida involucración panteista que confunde á Dios con la materia, á la vez que vulnera en su misma esencia todos los conceptos m o r a l e s — t o d a s las fuentes de ideología pura — p a r a equiparar la ciega y caduca arbitrariedad pasional de la fuerza, con los eternos é inmanentes principios del derecho natural y de la justicia; y p a r a legitimar como consecuencia de esta confusión, la supremacía del hombre sobre el hombre, divinizando de reflejo la conquista, el conquistador y las usurpaciones de todo orden con la infinita y variada secuela de sus insanias y vanalidades — que es la doctrina de l a insalvable falencia b á s i c a de las leyes políticas codificadas por Aristóteles—de las leyes que mataron las civilizaciones del pasado y destruyen las del presente. * * *
E s t o explica que el pueblo b a s k o h a y a conservado (ó mejor dicho, sea el único que conserva) en su integridad, como enseña de su consistencia moral, todos los caracteres básicos de la pureza democrática — del gobierno del pueblo p a r a el pueblo—en la gama federada de Estados representativos; esto es, del Estado ó de los E s t a d o s que cimentan su existencia en la exclusividad representativa de los ciudadanos, así en el orden particular de la comuna, como en el general de los pueblos, de las provincias ó de la nación, sin otra atribución que la de ser ejecut o r de la voluntad e x p r e s a de sus representados. Y el que bajo la salvaguardia de estos principios de equidad y justicia, que son los informantes de sus costumbres públicas — cuyo enunciado son sus leyes — h a y a persistido en ese pueblo el hondo sentimiento genérico de su c a r á c t e r institucional, formando la conciencia pública de los deberes y atribuciones que á todos y á cada uno impone todo régimen fundamentalmente democrático; así en lo que concierne al orden religioso, civil, penal, económico y social, como en lo que respecta al orden distributivo ó usufructuario de los bienes naturales: de los bienes que ha creado la naturaleza—en lo que estos son, ó deben ser, comunes ó particulares; y finalmente, en todo lo pertinente al concepto del gobierno y soberanía de los núcleos político-sociales, como ser: el municipio, el departamento ó merindad, la provincia y la nación; y esto en su tesis inicial de pueblo ó aldea, y en la difusiva gradual ó general federativa; esto es, de la aldea al pueblo, del pueblo al departamento, provincia, nación, etc., e t c . De la precisión de este equilibrio concertivo de los derechos individuales con los generales, tanto en su acepción política como religiosa, económica y social proviene la singularidad de que el pueblo b a s k o , no obstante su remota antigüedad, no registre en sus anales (en anales del régimen propio) el nombre de ningún legislador, héroe, benefactor ni sabio; como tampoco la memoria de partidos polític o s de divergencia doctrinaria; y menos, la de disensión alguna en el orden institucional, salvo en las cuestiones políticas de influencia extraña ó extra-territorial. Singularidad inconcebible en los sistemas políticos que reconocen como genérica la supremacía potestativa del Estado — pero fácil de explicarse en un régimen como el baskongado, de síntesis individual y base comunal, en el que las leyes se informan en el sentimiento de estricta equidad y son el trasunto de las costumbres públicas, solo modificables por la acción plebiscitaria. Porque derivándose, como derivan en él, los derechos políticos de la naturaleza moral y arraigo social del hombre, la acción pública ó social de estos derechos,
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se ejercita y compulsa tanto en lo que concierne al orden local ó comunal, como en lo que concierne al extensivo federativo de pueblos (provincia, nación, etc., etc.) en el lugar mismo de la vecindad y actuación, sea éste aldea, pueblo ó ciudad, dentro de un mecanismo tan equilibrado y preciso, que, conforme lo c o r r o b o r a la historia foral del pueblo b a s k o , no admite la posibilidad de imposiciones ni fraudes. P o r lo cual no caben en el sistema baskongado supremacías j e r á r q u i c a s ó potestativas de origen humano que puedan m e n o s c a b a r la regularidad virtual de la representación popular; y menos aún, las que puedan alterar la estricta paralelidad genérica de los derechos y la emulativa individual de criterio, virtud y responsabilidad—así como no caben en una plantación ordenada de árboles de igual especie, la mezcla indistintiva de grandes y chicos; por la sencilla razón, de que los árboles grandes por exigencias de su mismo desarrollo y mayores necesidades, mermarían en grado creciente la zona de influencia nutritiva de los chicos, y condenarían inflexiblemente á éstos, á deformar y desnaturalizarse por decrepitud ó falta de nutrición. *
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Como puede colegirse de lo expuesto, l a democracia b a s k o n g a d a se diferencia de la general, que llamaremos aristotélica, en que aquella tiene b a s e s naturales é inmutables, y ésta accidentales;—en que la primera funda los derechos en la naturaleza moral del hombre, y por antonomasia, en la de los ciudadanos que constituyen la comunidad del pueblo; y en que p o r ello excluye la conquista, el dominio y las subordinaciones; y la segunda, en el éxito de las armas ó de l a conquista; y en que también por ello conceptúa la conquista, el dominio y las subordinaciones como fuentes naturales y legítimas del derecho, de las riquezas y de la gloria. En que la b a s k o n g a d a conceptúa por igual en derechos á todos los que componen la comunidad del pueblo, en tanto que la aristotélica divide á éstos en derechos y autoridad, desde la más alta supremacía h a s t a la más b a j a depresión;—el que en la primera, el E s t a d o carece como tal, de atribuciones genéricas propias (de atribuciones que no le han sido delegadas) teniendo que ser aún éstas (las delegadas) acordes con los derechos naturales; mientras que en la segunda, al Estado le reviste su naturaleza de todos los atributos potestativos, con prescindencia de toda exclusión de orden natural:—y finalmente, que en aquella democracia (la b a s k o n g a d a ) rige el Decálogo con absoluto rigor moral, p a r a el E s t a d o como p a r a el pueblo; en tanto que en la segunda (la aristotélica) el E s t a d o está exento por su misma constitución atributiva de los dictados del Decálogo; y el pueblo puede modificar los alcances de estos dictados, segúu las circunstancias ó las exigencias del Estado; por lo mismo que éste es supremo p a r a el pueblo. *
Y si todo enunciado necesita de un corolorio que corrobore su consistencia, ahí está el pueblo b a s k o en su milenaria existencia, siendo fiel exponente de los atributos étnicos y morales señalados, que han unlversalizado los prestigios de su raza; mientras que los pueblos de síntesis moral aristotélica, siguen por la morbosidad viciosa del régimen, en eterna trasmutación, inmolándose estérilmente unos pueblos sobre otros, en harás de libertades y derechos que lejos de conseguirse se alejan más y m á s !
Juan S. JACA. B u e n o s A i r e s i l()ifi.
A h e r á l d i c a de l a n o b l e z a b a s k o n g a d a , n o p o d í a f a l t a r en e s t e v o l u m e n . C o m p r e n d i e n d o su i n t e r é s é i m p o r t a n c i a , e m p r e n d i m o s d e s d e el p r i m e r m o m e n t o q u e c o n c e b i m o s l a i d e a de e d i t a r e s t e l i b r o , l a t a r e a de i n v e s t i g a r y r e u n i r el m a y o r n ú m e r o p o s i b l e de e s c u d o s p e r t e n e c i e n t e s á l o s a p e l l i d o s e u s k a r o s dif u n d i d o s en A m é r i c a , m u c h o s de l o s c u a l e s t u v o l a g e n t i l e z a de e n v i a r n o s el n o t a b l e h e r a l d i s t a g i p u z k o a n o , d o n J u a n C a r l o s de G u e r r a , c u y a a u t o r i d a d y c o m p e t e n c i a en el a r t e del b l a s ó n h a p r o b a d o a m p l i a m e n t e en s u s e s t u d i o s y en s u s o b r a s . Del S r . Guerra, son las siguientes líneas: « E l e s p í r i t u de f a m i l i a , b a s e i n d e s t r u c t i b l e del p u e b l o b a s k o , en su c o n s t i t u c i ó n s o c i a l , h a l l ó d u r a n t e l o s s i g l o s m e d i o s , su e x p r e s i ó n g r á f i c a en el e s c u d o de a r m a s . I n t e r e s a h o y el e s t u d i o de e s t a s r e l i q u i a s de l a s e d a d e s p r e t é r i t a s á m u chas personas por diversos conceptos. « A l b l a s o n a r de n u e s t r a n o b l e z a o r i g i n a r i a , q u e r e m o s c o n s i g n a r n o h a b e r c o n o c i d o j a m á s el v a s a l l a j e del s e ñ o r í o c o n s t i t u c i o n a l ; ni t a m p o c o s e g u i m o s l a r i d i c u l a p r e o c u p a c i ó n de l o s q u e c i f r a n su n o b l e z a en q u e d e s d e l a m á s r e m o t a a n t i g ü e d a d s u s a b u e l o s n o h a n t r a b a j a d o p a r a c o m e r , p u e s t a n t o en l a a g r i c u l t u r a c o m o en l a n a v e g a c i ó n , en l o s o f i c i o s m e c á n i c o s c o m o en l a s c a r r e r a s l i t e r a r i a s , n u e s t r o s m a y o r e s v i v i e r o n h o n r a d a m e n t e en c o n t i n u a l a b o r , sin d e s d o r o de su n o b l e z a y sin p e r j u i c i o de e m p u ñ a r s u s a r m a s , en t i e m p o de g u e r r a , p a r a a c u d i r a l l l a m a m i e n t o f o r a l en d e f e n s a de l a P a t r i a . N o es u n a p u e r i l v a n i d a d l a q u e n o s m u e v e á h a c e r e s t i m a c i ó n de n u e s t r a n o b l e z a , s i n o un l e g í t i m o o r g u l l o ; p o r q u e n a d a h a y m á s j u s t o y r a z o n a b l e p a r a el h o m b r e q u e el e n a l t e c i m i e n t o de s u p r o p i a d i g n i d a d , n i m á s g r a t o el v e r q u e , d u r a n t e l o s p a s a d o s s i g l o s , h a s i d o i g u a l m e n t e r e s p e t a d a en s u s p r o g e n i t o r e s . » C o n s u l t a m o s a d e m á s del A r m o r i a l del S r . G u e r r a , l a s o b r a s de D . F r a n c i s c o P i f e r r e r , D . J . A r g a m a s i l l a de l a C e r d a y de o t r a s a u t o r i d a d e s r e c o n o c i d a s en l o s e s t u d i o s h e r á l d i c o s , y s ó l o d e b e m o s a g r e g a r q u e n u e s t r a s i n v e s t i g a c i o n e s e s t á n de p e r f e c t o a c u e r d o c o n l a s d e s c r i p c i o n e s h i s t ó r i c a s q u e de l o s B l a s o n e s B a s k o s han hecho los referidos autores. P a r a i m p r i m i r un c a r á c t e r g r á f i c o de p i e d r a á l o s e s c u d o s , h e m o s e m p l e a d o el c o l o r m á s a p r o p i a d o .
DESCRIPCIÓN
1.—ABERASTURI, rojo, tres barras ó bandas al revés, de oro. 2.—ACHABAL, en Ispaster — escudo partido: 1» un árbol con un lobo pasante atravesado al tronco; 2* un águila explayada. 3.—AGUERRE, de plata con cruz roja ancorada y cuatro conchas ó veneras azules. 4.—AGUINAGA, dividido en pal: en el 1' en campo sable castillo de plata con puertas y ventanas de gules; en el 2 en campo de oro una encina verde con lobo sable andante, lamparado de gules. Es solar de las Encartaciones. 9
5.—AGUIRRE, en campo rojo un roble verde, con fruto de oro, y una loba de su color natural, con lengua sangrienta, andante al pie del árbol, mirando hacia la derecha del escudo. 6.—AGUIRREZABALA, en campo de plata una loba negra rampante con dos lobeznos que le maman, al pie de un roble frondoso, de su natural color. 7.—AJURIA, en Mekoleta de Ochandiano — lleva escudo en faja; en la parte superior, en rojo, torre de plata sobre ondas de río azules y plata; y en la parte inferior, en campo azul, cuatro fajas de oro y en cada una tres estrellas azules. 8.—ALBERRO, en Nabarra, con un árbol y atravesado al tronco del mismo un jabalí pasante. 9.—ALBIZU, en Gipuzkoa, partido en cuatro cuarteles: en el l sobre campo azul una caldera de plata, pendiente de una cadena de oro, y á cada lado de la caldera unas letras que dicen STJ.; en el 2' en campo verde una banda de oro con dragantes del mismo metal, y con este letrero en medio de la banda: ALBIZU; 3' en campo de oro, una cuba negra, y en el 4« en campo azul, un brazo armado con un hacha de armas en la mano; orla roja con ocho panelas de plata. 9
10.—ALCAIN, en Gabiria — campo rojo dos bandas endentadas de plata; orla de plata con cuatro cruces flordelisadas rojas y cuatro aspas verdes. 11.—ALCIBAR, en Oñate — partido en cuatro cuarteles: el 1? y el 4*; de plata con una banda de revés azul, en cada uno y los otros dos azules, con sendas calderas de oro. 12.—ALDABE, en campo de oro una peña morada con una fuente de aguas azules y blancas que manan á su pie, y al otro lado de la peña, un árbol verde con una culebra de su color natural enroscada al tronco entre sus ramas. 13.—ALDAPE, en Orio — cuartelado: 1* y 4»; de oro con un árbol verde y, á
DE
LOS
su tronco, un jabalí atravesado; 2? y 3', verdes con un castillo en cada uno. 14.—ALDASORO, partido en faja; el cuartel alto azul con dos flores de lis de oro, el bajo de plata con un lobo pasante negro con lengua y uñas rojas. 15.—ALDAY, en el Duranguesado y Encartaciones — escudo aspado. La parte superior é inferior de bleu y en cada una de ellas una espada de oro y en los cuarteles de los costados un león en cada uno, de púrpura, rampante en campo de argento. 16.—ALDAZABAL, en campo de oro, un árbol verde; á su diestra un buey andante mirando hacia el árbol; á su siniestra un jabalí, perseguido por dos perros que le asen del pescuezo y andante hacia el árbol, afrontado al buey. Una faja roja brochante sobre el árbol y un asta de lanza que cruza diagonalmente el cantón más alto á la izquierda del escudo. 17.—ALDECOA, en Elgueta — cuartelado: 1» partido en pal con tres bandas en el primer cuartel y un león rampante en el segundo; 2? con una torre; 3» con tres panelas puestas en banda, y 4' con un árbol cargado de un escudete que pende de sus ramas al tronco. 18.—ALDUNCIN, de plata y el águila doble y explayada de sable, armada, picada y membrada de lo mismo. 19.—ALDUNATE, en Barisoain, (Nabarra), — cortado: 1» un estandarte con dos palos rodeado de otros ocho escudetes cargados de dos fajas, partido de otro cuartel rojo con cruz llena de oro; segundo rojo, con escudete central de oro, con cinco fajas azules. 20.—ALEGRÍA, en Oñate — partido en mantel: 1» de plata con una cruz flordelisada roja; 2« de oro con dos lobos puestos en pal; 3' azul con dos calderas de oro puestas en faja, y en medio una flor de lis de oro. 21.—ALTOLAGU1RRE, en Gabiria y Lazkano, en campo de plata una loba negra con un cachorrillo mamando á uno de sus pechos. 22.—ALTUBE, en Elgueta, en campo de oro un árbol verde con un jabalí al tronco.
E S C U D O S
con un lobo negro andante, detrás de una reja, de su color natural; orla roja con ocho aspas de oro. 27.—ALZUA, en Eibar, partido en pal: 1' de oro con tres lobos negros andantes puestos en triángulo; 2' escaqueado de plata y rojo. 28.—AMATR1AIN, de oro, con tres escudetes rojos, cargados de una banda de plata cada uno. 29.—AMEZAGA, en el concejo de Güeñes (Encartación de Bizkaia) — en campo de sinople una peña natural y sobre ella un brazo armado, cuya mano empuña una bandera blanca con cruz de gules, el hierro y asta son de plata; orla de gules con ocho sautores de oro. 30.—AMEZUA, azul, con flor de lis de plata. 31.—AMILIBIA, en Aizarnazábal, en campo de oro, un grifo rampante rojo, y en torno del escudo dentellones azules. 32.—AMIANO, en Zegama, en campo de oro, un lobo andante de su color natural al pie de un árbol y sobre la capa de éste en el campo, una estrella azul. 33.—AMOROZ, de oro, con tres rosas coloradas en triángulo. 34.—ANCHORENA, en Berastegi, y en Garayoa (Nabarra), en campo de plata, una encina verde, con un jabalí negro corriente al pie; orla engolada de gules. 35.—ANDIA, en Tolosa, partido de pal: 1? rojo con un castillo de oro; 2? de plata con un león coronado de oro. 36.—ANDONAEGUI, en el valle de Mendaro, en campo de oro, un árbol verde con un jabalí negro, pasante al tronco. 37.—ANDUEZA, cuartelado 1» y 4'». árbol verde con jabalí negro pasante; 2? y 3? de oro y en cada uno, dos potes ó macones negros puestos en faja. 38.—ANITUA, de Bermeo, cortado; en lo alto una media luna acompañada de un roel á la izquierda; en lo bajo una banda con cruz llana en jefe y flor de lis en punta.
23.—ALTUNA, en Azpeitia — en campo de plata, tres leones rojos rampantes puestos en triángulo.
39.—ANTUfiANO, Encartación de Bizkaia, escudo en argento y en su campo árbol verde con lobo sable andante, al tronco.
24.—ALURRALDE, — en Andoain, — de oro, un sendo castillo y sobre la torre central un aguilucho que tiende el vuelo.
40.'—ANSALDO, azul, un león rampante de oro, coronado de oro.
25.—ALZAGA, en Azpeitia — partido en cuatro cuarteles; 1« y 4' de oro con sendos leones rojos; 2' y 3' rojos con sendas aspas de oro. 26.—ALZÓLA, en Elgoibar, partido en faja; alto de oro con tres panelas verdes puestas en triángulo, bajo de plata,
41—ANSOATEGUI, en San Andrés de Echebarría, escudo en campo de plata y en él dos lobos gules andantes, uno en alto y otro en bajo. 42.—APALATEGU1, en Lazkano, en campo de oro, una aspa roja cruzada; y atravesando en medio, un jabalí de color natural.
Aguirrezabala 12
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D E S C R I P C I Ó N D E LOS E S C U D O S
148 43.—APAOLAZA, una bandera empuñada, tres cabezas, un jabalí herido y una ballesta con flechas. 44.—APARICIO, en las Encartaciones; sus armas son: Escudo cuartelado; el 1 de oro y castillo de gules, adornado de azur; el 2« de azur y un lucero de oro de ocho rayos; el 3 de plata, una cruz de gules como la de Calatrava; y el 4' de oro y un león de púrpura colocado sobre una roca parda; sobre todo el escudo partido; 1» azur y banda de oro acompañada de dos dijes de plata; 2» de sinople y una caldera de plata; bordura general cortada, la mitad superior de plata y ocho armiños de sable; la mitad inferior de gules y ocho conchas 6 veneras de plata. ?
9
45.—APRAIZ, de oro, con un árbol verde. 46.—APEZTEGUIA, azul, con pal de plata, acompañado de dos veneras de plata. 47.—ARAIZTEGUI, en campo rojo, un losange de oro con un león rampante rojo en su centro y en los cuatro rincones cuatro torrecillas de plata con puertas y ventanas azules. 48.—ARAMBURU, en campo de plata, un árbol verde y al pie un sabueso de su color natural. 49.—ARAMEND1A, de plata, con cruz roja, cargada de un sol de oro y cantonada de cuatro estrellas. 50.—ARANA, en Irún, en campo de oro, un pino verde con pinas de oro y por orla ocho aspas de oro en campo rojo. 51.—ARANAZ, cuartelado; 1« y 4 , de oro y un cuerno de ciervo de sable; 2? de oro y dos lobos pasantes de sable, 3» de oro y tres palos de azur; sobre el todo el escusón de plata y el león rampante de gules, surmantado de una media luna rambersada de gules por brisura. 9
52.—ARANCETA, en Elgeta, partido en cuatro cuarteles; V> y 4 de oro, con sendos grifos negros rampantes; 2? y 3 azules, con tres bandas de plata en cada uno. 9
9
53.—ARANZADI, en Ezkioga, en campo de oro, un espino (arantza), verde, con sus majuelas rojas. 54.—ARANCIBIA, en Urnieta, en campo de oro, una encina verde y un jabalí de su color natural, erizadas las puntas al tronco del árbol.
partido en cuatro cuarteles: el l y el 4'-' de plata con un lobo negro andante en cada uno; el 2* azul con un castillo de oro; el 3'-' escaqueado de oro y rojo. 9
57.—ARAÑO, en Elduayen, partido en pal: 1* de oro con un árbol verde; 2« verde con una torre de plata, y más arriba de la torre, una flor de lis, de oro. 58.—ARAOZ, en Oñate, partido en faja, alto, rojo, con un ciervo de su color natural, que salta un cercado, y un águila negra con el pico de oro haciendo sangre el ciervo sobre el lomo; bajo, verde, con cuatro espigas de trigo de oro encadenadas con una atadura del mismo metal. 59.—ARBE, en Mondragón, en campo de oro, una banda roja con tres rosas de plata; en lo alto del escudo un lobo andante negro con cabos rojos, y en lo bajo, otro igual. 60.—ARBELAIZ, en Irún, en un losange rojo, un castillo de plata sobre ondas de agua azules y blancas y en las cuatro esquinas del escudo dos aguiletas negras, rampantes por arriba y dos lobos negros andantes por abajo. 61.—ARB!LLAGA ó ARBILAGA, partido en pal: V> azul con un ciervo de plata, y un águila negra puesta encima de los lomos, picándoles y sacándole sangre; 2? rojo con un castillo de oro, con puertas y ventanas azules. 62.—ARBIZU, de oro y dos lobos de sable pasante el uno sobre el otro, la bordura de gules cargada de ocho aspas de oro. 63.—ARCE, en plata, siete lises de azur retocados de oro, una lis en punta las demás en palo de tres en tres á los dos lados del campo. 64.—ARDAIZ, de oro, tres palos rojos y el jefe azul, cargado de dos estrellas de plata. 65.—ARDANAZ, cuartelado, 1' y 4? de plata y dos lobos negros andantes en cada uno; 2? y 3 de oro con dos panelas rojas, puestas una sobre otra en cada uno. 9
66.—ARECHAGA, en Plazenzia, partido en cuatro cuarteles: el l y 4?, de plata con un águila rampante roja en cada uno; los otros dos, azules, y en cada uno de ellos una banda de oro con dragantes del mismo metal linguados de rojo. 9
67.—ARECHABALA, — en Sopuerta, (Bizkaia), — partido: l de oro con cinco paneles rojos puestos en aspa; esto es: dos, uno y dos; el segundo de plata con una cruz roja flordelisada; orla roja con ocho besantes de plata. 9
55.—ARANDA, en el Duranguesado y otros lugares del Señorío: procede de los Arandias, escudo partido en pal. En el de la derecha, en campo de plata, león de gules, rampante: el de la izuierda, castillo de plata sobre un puente de arcos en campo rojo, y por debajo corren aguas de río, de azul y plata, y en torno, orla de oro con ocho arandelas ó róeles azules. 56.—ARANGUREN,
en
Abalzisketa,
6 8 —ARECHABALETA, verde, una espada puesta en banda en medio de dos calderas negras. 69.—AREIZAGA, en Zumarraga, partido en cuatro cuarteles: 1» y 4» de oro, con una banda verde en bocas de dra-
gantes, cada uno; 2? y 3 losangeados de oro y rojo. 9
70.—ARENAZA, en campo de oro, una banda roja con dragantes verdes linguados de oro, en lo alto del campo una cruz roja floreteada y en lo bajo una concha azul. 71. — ARGAÑARAS, en Amezketa, cuartelado: 1? de plata con un árbol y un jabalí frente al tronco de su natural color; 2» azul con una vaca de oro con su cría; 3 el blasón de Berastegui, y el 4 de Ortubia. 9
9
T¿.—ARGUINDEGUI, en campo azul tres fajas de oro y entre ellas repartidas en el campo diez estrellas de oro, nueve puestas de tres en tres y la décima en la punta del escur'c. 73.—ARIZMENDI, en Irún, partido en cuatro cuarteles: el 1' y 4» de plata con tres barras rojas en cada uno, y los otros dos, rojos con sendos grifos rampantes de oro. 74.—ARISTIZABAL, en Hernani, partido en pal: l rojo con torre de plata; 2? azul con seis veneras de oro puestas en dos país. 9
75.—ARIZA, ajedrezado de diez puntos de oro y diez de plata. 76.—ARIZÁBALO, en Pasajes y Oyarzun, en campo rojo con banda de oro con dragantes del mismo metal entre dos torres de plata, puestas sobre ondas de agua. 77.—ARIZCUN, de plata con cruz roja y cuatro avecitas negras. 78.—AROSTEGUI, partido en cuatro cuarteles: 1? y 4' rojos con una flor de lis en cada uno; 2 y 3" de oro, con sendos árboles verdes. ?
79.—ARSUAGA, en Urrestilla, partido en cuatro cuarteles; el 1' y 4' rojos con sendos grifos de oro rampantes; el 2 y el 3' de plata con dos lobos andantes, puestos en pal, en cada uno. 9
80.—ARPIDE, en Oyarzun, partido en pal: V> rojo con una copa de oro; 2' de oro con seis fajas verdes. 81.—ARMENDARIZ, partido en faja: el cuartel alto sembrado de jaqueles de oro y verde, y el bajo de plata con un árbol verde y dos lobos negros empinados al tronco, uno por cada lado, entre seis estrellas rojas, puestas en pal, tres á un lado y tres á otro. 82.—ARTAZA, (valle de Aiala), azul, la torre de oro, y, naciente de sus almenas, un águila de plata con alas desplegadas. 83. — ARTEAGA, partido en cuatro cuarteles: en el l y en el 4 sobre campo de oro una banda roja con una torre azul en lo alto, y una encina verde en lo bajo del campo en cada una; 2' y 3 de plata, con sendas calderas negras. 9
9
9
84.—ARZA, en Lazkano, en campo de oro, dos jabalíes negros, empinantes a un roble verde y comiendo la hoja del mismo.
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Arle agí
150
D E S C R I P C I Ó N DE LOS
85.—ARZAC, en A l z a , en campo de oro u n árbol verde, sobre la copa un gallo negro con cresta roja, y empinado al tronco un oso de su color natural. 86.—ARRAMBIDE, en Rentería, partido en pal: 1' de oro con un roble verde y un lobo de su color; 2? de plata con tres billetes azules puestos en triángulo. 87.—AR RAZO LA, en Oñate, en campo de plata, u n árbol verde y dos lobos negros linguados de rojo pasante á su tronco. 88.-^ARREGUI, partido en p a l : 1" de oro con u n castillo pardo de piedra con puertas y ventanas rojas; 2? dé plata con u n árbol verde y á su pie un lobo negro pasante. 89.—ARRESE, en Bergara, partido en pal: 1» rojo con una torre de plata, delante de ella u n árbol verde con dos lobos pasantes, y u n oso empinado por el lado izquierdo; 2' de oro con una banda roja y en ella una estrella de oro. 90.—ARRIAGA, partido en p a l : 1' de plata con u n jabalí negro empinado; 2? azul con cinco flores de lis y cuatro estrellas de oro. 91.—ARRIARAN, en campo azul una banda de plata con dragantes de oro y una ave del mismo color que v a subiendo sobre la banda; debajo de ella dos llaves de color pardo puestas en cruz con u n cordón que pasa por las llaves de un ojo al otro y sobre el cordón dos aves pequeñas de oro que se m i r a n la una á la o t r a . 92.—ARRIBILLAGA, en I r ú n , en campo azul una banda de oro en boca de dragantes del mismo metal y entre dos flores de lis, también de oro. 93.—ARRIETA, rojo con cruz ílordelisada de oro.
ESCUDOS
sangrentado. A l pie de todo tres lanzas ensangrentadas también. 100.—ASIA1N, de oro y dos lobos de sable armados y linguados de gules, pasantes el uno sobre el otro. L a bordura de gules cargada de cuatro sotueres de oro. 101.—AST1GUETA, partido: 1? tres cruces flordelisadas, puestas una sobre otra y bordura con quince aspas; 2? nueve panelas, puestas de tres en tres y bordura con doce aspas. 102.—ATONDO, cuartelado: primero y cuarto, de Nabarra, segundo y tercero de gules y u n grifo de oro coronado, armado y alado de azur. 103.—ATORRASAGASTI, en Gipuzkoa, en campo de plata u n manzano verde con fruto de oro y, en la punta del escudo, u n jabalí negro en campo de verde. 104]—ATUCHA, en L e m o n a ( B i z k a i a ) , partido: 1 u n pescador sacando un pez del río con v a r a , cedal y anzuelo; 2 una espada ensangrentada, puesta en medio de dos cabezas de moro degolladas y sangrientas, la una sobre la otra. ?
9
105.—AUZMENDI, cuartelado: 1? árbol atravesado de u n jabalí pasante hacia la izquierda; 2' cinco estrellas en aspa; 3? luna mirando á la izquierda con una estrella de seis rayos en medio, cercada ésta por aquéllas; 4 u n a t o r r e soportada por dos lobos empinados y afrontados que la sostienen con sus manos en alto. 9
106.—AVELLANEDA, en Bizkaia, en campo de plata dos lobos negros con los cabos rojos andantes el uno sobre el otro. 107.—AVENDAÑO, escudo de azur y una camisa morisca, clavadas en ella tres flechas manchadas de sangre.
94.—£RRILLAGA, en Usúrbil, en campo rojo una banda de o r o ; orla de oro con ocho aspas rojas.
108.—AYALA, escudo de argento y en él dos lobos negros con notas de oro y lenguas rojas; orla roja y en ella ocho aspas de oro.
95.—ARRIÓLA, en Gipuzkoa, en campo rojo, tres panelas de plata, dos arriba y una abajo, y u n brazo que tiene en la mano una espada desnuda, en medio de ellas, con la punta de la espada en la . panela de abajo.
109.—AYANZ, primero de gules y medias cadenas de Nabarra, cortado de azur y dos leones afrontados, de plata; partido de oro y tres calderas de sable en palo.
96.—ARRIZABALAGA, en Segura, en campo rojo una banda de oro entre siete flores de lis de plata, de las cuales tres caen en la parte inferior del campo y cuatro en la superior. 97.—ARROLA, en Legazpia, en campo rojo una onza andante de oro puesta sobre unas rocas y debajo unas aguas azules. 98.—ARRUE, on campo de oro, u n Jabalí al pie de u n roble al cual están arrimadas dos lanzas con dos aspas rojas á los lados. 99.—ARRUZA, en M a r u r i , trae por mas una encina verde y á su pie lobo sable pasante ante el tronco vando en la boca u n cordero blanco
arun lleen-
110.—AYARRAGARAY, sobre campo azur u n león rampante rojo empuñando una pica que sostiene un estandarte en su
es t r e m o ;
orla
de
gules
con
ocho
con-
chas marinas. 1 1 1 —AYESTARAN, en Zaldibia, en campo de plata una cruz verde de todo trance y en cuatro huecos cuatro lobos negros con lenguas y miembros colorados, mirándose el uno al otro; orla roja con ocho aspas de oro. 112.—AZARÓLA, en ¿Ibistur: en campo de oro u n árbol v e r d e y u n jabalí andante, orla azul con ocho róeles de plata. 113.—AZCARATE, en Anzuola, partido en cuatro cuarteles: 1 azul con tres ?
lirios de oro puestos en triángulo men o r ; 2' de plata con una cotiza roja, en lo alto del campo una media luna azul con las puntas hacia la izquierda del escudo y en lo bajo una estrella azul con ocho puntas; 3' de oro con una cruz flordelisada r o j a ; 4'-' verde con u n castillo de plata, y sobre la torre del homenaje, u n hombre con una espada en la mano, puesta la punta de la hoja hacia adelante. 114.—ASCACIBAR, en Angiozar, escudo con u n árbol cargado de u n escudete que pende de sus ramas sobre el trdnco. 115.—AZCUENAGA, en Bermeo, escudo en cuatro cuarteles; en el primero y cuarto en azul sendos castillos de plata; en el segundo y tercero u n a palmera v e r d e ; orla roja con catorce aspas. A n tiguamente se escribía este apellido Axcunaga y Arescunaga. 116.—AZPARREN, azul, la cruz de oro, ofrece la variante de ser ancorada, esto es, remata sus extremos como áncoras y no como flores de lis, cargada de una panela roja. 117.—AZPEITIA, en la v i l l a del mismo nombre, partido en f a j a ; alto azul con u n león rampante de oro, bajo de oro con dos calderas negras. 118—AZPILCUETA, en I r ú n , partido en cuatro cuarteles; 1' y 4' azules con u n grifo rampante en cada u n o ; 2' y 3" de plata con sendos árboles verdes. 119.—ASTOBIZA, en rojo banda verde de través esquinado de dragantes, y á los lados ó espacios de la banda escudete de tres bandas azules atravesadas, en campo de plata. 120.—AZTIRIA, en Gipuzkoa, en campo rojo una banda de oro con dragantes verdes y en la parte baja del escudo un caballo blanco. 121.—BALERDI, en plata, u n islote verde entre aguas marinas y arriba, remontándose, u n águila sable. 122.—BALMASEDA, en las E n c a r t a ciones, en azul grifo de oro, rampante, lamparado de gules. 123.—BALPARDA, en Santurze, escudo cuartelado: primero y cuarto en gules cinco veneras en sautor en cada uno; segundo y tercero en azul tres bandas de argento y tres coquinas de oro en ellas. 124.—BÁÑALES, en la E n c a r t a c i ó n , escudo en p a l ; en la p r i m e r a mitad, en plata, diez hojas de h i e d r a ; en la segunda u n peñascal. 125.—BAQUEDANO, de plata y burelado de seis piezas. 126.—BARANDIARÁN, en A t a ú n , en campo azul u n árbol con u n lobo empinado a l tronco, de su color natural, y , brochante sobre todo, una banda de plata cargada de tres estrellas, de ocho rayos azules; orla de plata con ocho aspas rojas.
8 8
8 9
t Arrambide 92,
Arrihillana
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9 8
100
Arrióla
Arrizabalaga
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Asiain 106
Alorrasagasti
AsfigueTa 107
Alando 108
Avellaneda
109
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112.
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K¿b> Ayarragaray 116
118
Azpeiria 12.3
Palardi
BalmasEda
Balparda
Azpilcueta
Aztiria
12A
12.6
Banuedann
Barandiaran
D E S C R I P C I Ó N DE LOS
152 127.—BARCAIZTEGUI, en Urnieta, en campo de plata, un árbol verde. 128.—BARCO, en San Pedro de Abando (Somorrostro), trae escudos en campo de oro y diez paneles sinoples en tres país, de alto á bajo. 129.—BARRENA, en Bergara y Oñate, en campo de oro un eheurrón azul y tres rosas coloradas, una en cada hueco. 130.—BARRENECHEA, en V i l l a í r a n ca, en campo de oro u n castillo con u n león á cada lado. 131.—BARRUTI, en Mondragón, en campo de oro, una banda roja con dos dragantes verdes lamparados de plata; en lo alto del escudo una flor de lis azul y en lo bajo una panela roja, orla roja con ocho aspas de oro. 132.—BARTHE, de gules, y u n sol de oro cortado de este metal y tres rosas de su color. 133.—BASABE, en Deusto, escudo cuartelado: el 1' en azul, castillo de oro con dos árboles verdes á izquierda y derecha, y en frente del castillo, león y jabalí luchando; 2'-' en bleu, cinco panelas gules en u n arbusto ó tallo; 3? en f a j a ; la mitad primera en azul, montaña de plata con árboles; en la mitad segunda o inferior una fragata con velas desplegadas sobre ondas marinas v campo de gules; 4? partido en p a l ; en el de la derecha ondas de agua azul y plata y al pie tres panelas de oro en f a j a ; en el de la izquierda en gules tres fajas de oro.
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ESCUDOS
de oro tres bandas gules y encima de ellas dos leones: orla roja y cadena de oro en ella con este mote: " L U Z V A N DANDO." 142.—BEITIA, en azul banda diagonal de derecha á izquierda, de oro, con tres rosas gules en los espacios de arriba, y abajo una estrella de oro de ocho puntas. 143.—BELDERRAIN, escudo partido en pal: l u n árbol y, al pie de él sobre unos zarzales un ciervo con una águila picándole en el cuello; 2? un castillo, que en los tres baluartes de arriba trae tres lises y en medio del castillo una puerta y en ella atado, u n lebrel, como ansioso de llegar al ciervo. 9
144.—BELSUNCE, cuartelado 1' y 4?, de oro, con dos vacas rojas andantes, en pal en cada u n o ; 2' azul con u n árbol de plata; 3'. azul con una hidra de tres cabezas de plata. 145.—BENGOA, en sinople dos lobos negros andantes. 146.—BENGOECHEA, en campo de oro dos toros negros atravesando al pie de u n árbol verde.
alto del escudo dos flores de lis azules, una á cada lado. 156.—BERRO, en I r ú n , partido en cuatro cuarteles: 1" y i" de oro con sendos robles verdes con fruto de oro, y al pie de cada árbol u n lobo negro pasante, linguado y armado de rojo sobre ondas de agua; 2* azul con una torre de. plata, y, sobre el homenaje, u n brazo con una espada desnuda en la mano, la hoja de plata y la guarnición de oro en f o r m a de dar golpe con ella; .3* rojo con una banda de oro en bocas de dragones verdes grietados de o r o ; orla r o j a con nueve aspas de oro. 157.—BERROSPE, de oro y león de sable rampante y armado de gules. 158.—BERRI, en Nabarra, escudo de azur y una faja de plata, cargada de tres aspas de sable. 159.—BERRIZ, cortado: 1» de- plata con cruz roja hueca y flordelisada; 2'-> jaquelado de azul y rojo con cuatro flores de lis de oro puestas en c r u z ; esto es, una al centro de cada lado.
147.—BENGOLEA, de oro, con u n león rojo rampante y u n lucero azul de ocho rayos puesto en jefe, ó sea sobre su cabeza.
160.—BIDART, en tres cuarteles: el 1? en oro, banda azul diagonal; en el 2? en azul, estrella de oro de ocho puntas; en el 3', en gules, cordero blanco andante, orla de gules y diez y. seis aspas de oro en ella.
148.—BEORLEGUI, rojo con cinco flores de lis, de plata puestas en aspa.
161.—BIDAURRE, en Orduña, en campo de oro una banda en faja.
134.—BASABILBASO, de oro, un castaño verde con fruto y dos lobos negros empinados al tronco, y en el jefe una estrella r o j a .
149.—BE RASA LUCE, partido en p a l : 1' dos lobos andantes, uno sobre o t r o ; 2? una banda engolada de dragantes acompañada de flor de lis en el cantón superior y venera en el inferior del campo; orla general cargada de ocho aspas.
162.—BIEDMA, en Bilbao, en oro ocho calderas sobre sables de dos en dos, y entre ambas líneas de calderas una faja de gules en palo por el centro.
135.—BASALDUA, escudo en pal: en el de la izquierda caballo ensillado, claveteada la silla de plata: el de la derecha, en rojo, cruz de oro como la de Cal a t r a v a . Orla azul con seis estrellas de oro.
150.—BERASTEGUI, partido en p a l : 1» azul con una banda de oro en dragantes del mismo m e t a l ; 2' partido en f a j a : alto de oro con u n jabalí entre dos sabuesos de su color n a t u r a l ; bajo rojo con una torre de plata.
136.—BASANEZ, en Morga, ostenta árbol sinople y entre su follaje una panela, y á la izquierda y derecha del roble dos aspas de plata, bajo la copa y junto al tronco.
151.—BERETERBIDE, escudo con una banda engolada en bocas de dos dragantes.
137.—BASOZABAL, en Galdákano, en argento, cinco robles :en sautor y orla de gules.
138.—BAZÁN.—, ajedrezado de quince puntos de plata y n e g r o ; bordura roja con ocho aspas de oro. ' 139.—BAZTÁN, jaquelado puntos de negro y plata.
de
cinco
140.—BAZTERRICA, en Gipúzkoa, en campo de plata, una encina verde con dos jabalíes empinados al tronco y tres aspas rojas alrededor de la copa. " 141.—BE DI A, en Usansolo, en campo
152.—BERESIARTU, en Beasain, una banda con dos dragantes, u n árbol y una torre que atraviesan por medio, y asidos al árbol dos animales. 153.—BERGARA, en Anzuola, en campo de oro u n roble verde con u n lobo de su color natural, atado al tronco; orla roja con ocho aspas de oro. 154.—BERRA, en A l z a , partido en pal: 1* azul con una torre de plata y á su puerta atravesando u n jabalí negro andante; 2'-' rojo con una cruz flordelisada de oro. 155.—BERRAONDO, en Gipúzkoa, en campo de oro u n roble verde con dos jabalíes negros empinados á él y en lo
163.—BILDOSOLA, en Z e a n u r i , eii campo de sangre u n cordero blanco a r r i mado á u n tronco seco y sobre el tronco una flor de lis de oro. 164.-^B1LBA0, en la villa de su nombre, escudo en cuatro cuarteles: l'-' y 4'-' u n roble; 2? y 3' lobo empinado; él del cuartel 2? mirando á la derecha; el del 3" á la izquierda. 165.—BOLIBAR, en Bizkaia, escudo en f a j a : el de arriba partido- en p a l ; el de la derecha, en campo de oro, cuatro panelas verdes; perfilada de plata, y sobre la banda una estrella de oro en campo de gules; el bajo, en campo de plata árbol sinople. • 166.—BORDA, en Lezo, en campo r o j o u n grifo de o r o . 167.—BUSTINZA, en E r m ú a , escudo en campo de oro con roble sinople, á su pie tres lobos andantes, bordura de gules con f?is estrellas. \ 168.—BUSTAMANTE, en las Encara taciones, escudo partido: el 1* en oro,; trece róeles azules y el 2' en gules, bañada de oro engolada en cabezas de dragón nes con lengua v e r d e . O r l a azul con tres lises de oro.
127
12.6.
129
130
152
151 ^
^
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138
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X
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166
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154
D E S C R I P C I Ó N DE LOS
169.—CAMPO, de O y ó n , escudo con un aspa acompañada en jefe y punta de dos flores de lis puestas en f a j a ; al flanco derecho u n árbol soportado, de dos lobos, y, al izquierdo, un castillo sobre ondas de agua. 170.—CAMPOS, mantelado: 1? y 2'-' de oro, sendas lunas azules, con las puntas hacia el interior del escudo (ó sea afrontadas) ; manteladura roja con un león rampante de oro. 171.—CANO ó ELCANO, en A y a , tres fajas azules en campo de plata y alrededor del escudo una orla de ocho piezas, cuatro rojas y cuatro de oro, con una estrella y un lobo negro andante en cada una de las doradas. 172.—CAPIAIN, en la parroquia de A l za, Universidad de Astigarraga y jurisdicción de San Sebastián, fué el antiguo palacio de Capiain, cuna y origen de este nob'e linaje; sus armas son: escudo de gules y u n castillo de plata aclarado de azur, sostenido por dos lebreles; debajo del castillo u n mundo de azur con cruz llana de oro sobre ondas de plata y azur. 173.—CAREAGA, en Bolueta, en campo de plata un jabalí y u n lebrel, mordiendo la oreja de aquél, arrimados á u n encino, orla de oro con diez aspas de San Andrés, gules.
ESCUDOS
po azul dos flores de lis de oro puestas en pal.
y orla jaquelada de oro y sinople, que es verde.
181.—CENDOYA, en Azpeitia, partido en cuatro cuarteles: l y 4 de oro con sendos leones rojos rampantes; 2 y 3 azules con sendas torres de plata y á cada lado de cada torre una estrella de oro y otra igual encima de cada torre.
197.—ECHAGÜE, en San Sebastián, en campo de oro una cruz negra cargada de cinco conchas de plata y cantonada de cuatro róeles rojos, uno en cada cantón; en lo alto dos lámbeles azules de tres resaltos, uno encima de cada uno de los róeles de los cantones superiores.
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182.—CHACÓN, cuartelado l y 4 de plata y un lobo pasante n e g r o ; 2 y 3 azul y una flor de lis de oro. 9
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183.—CHAVARRI, de oro bandado de gules; partido de oro y dos lobos de sable pasantes el uno sobre el otro.
175.—CASARES, en San Sebastián, partido en cuatro cuarteles: 1» y 4? de plata con u n jabalí negro andante en cada u n o ; 2» y 3'-' rojos con sendas torres de oro. 176.—CASTAÑEDA, rojo con tres bandas de plata cargadas de siete armiños negros, tres en la del medio y dos en cada una de las restantes. 177.—CASTAÑOS, en Galdames, Bizkaia, de plata con el castaño verde pintado de oro y acompañado al pie de u n león andante a z u l ; bordura de o r o . 178.—CASTILLO, en A r r a t i a , en oro cuatro bandas azules con perfiles de sable. 1 7 9 — CASTRO, en Bilbao y en la E n cartación, escudo acuartelado: l y 4 en argento, roble v e r d e ; 2' y 3' en azul, un lobo sable y debajo cruz de Calatrav a de oro, 9
9
180.—CE LAYA, en Gipúzkoa, en cam-
199.—ECHALECU, 1" y 4 azules, la cruz trebolada de o r o ; 2 y 3 de oro, tres palos rojos en cada uno. 9
9
184.—CHURRUCA, en Plazenzia, en campo de azul tres fajas de plata manchadas de r o j o ; orla de oro con una cadena azul. 185.—CÓRDOBA, en Sorabilla, Gipúzkoa, en campo de plata una higuera verde y dos lobos negros encontrados andantes al pie de ella.
9
200.—ECHANIZ, en Gipúzkoa, en campo de plata, orlado de rojo u n lobo andante. 201.—ECHEBERRI, de oro y cinco paneles de gules. 202.—ECHEBERRIA, cuartelado l losangeado de plata y n e g r o ; 2 de oro con dos calderas negras, una sobre o t r a ; 3 rojo con cinco paneles de oro en c r u z ; 4 pertido, derecha de oro con cinco fajas rojas; izquierda, de plata, con tres bandas azules. 9
186.—CORRAL, de plata y luna creciente ajedrezada de negro y oro puntas abajo; bordura azul con ocho castillos de oro. 187.—CORTABARRIA, en Oñate, partido en p a l : l de oro con u n jabalí negro andante; 2 azul con tres estrellas de oro puestas en triángulo.
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174.—CARRANZA, en el valle de su nombre, en Bizkaia; en palo el primer cuartel torre de oro, y del homenaje sale u n brazo armado con una espada desnuda que tiene en la punta una cabeza de hombre cortada, en campo sinople ensangrentado; en el segundo ó izquierdo, en campo de oro, roble verde y al pie lobo andante cebado.
198.—ECHAIDE, de plata, con cruz roja y cuatro E negras adoradas, esto es, dándose las espaldas.
188.—CORTEJAR EN A, una cruz grande puesta sobre su peana.
203.—ECHEBESTE, en Asteasu, en campo de oro, cuatro lobos negros andantes; orla azul con ocho aspas de oro. 204.—ECHEGARAY, en Zestona, partido en p a l : l de plata, con u n lobo negro pasante; 2 losangeado de oro y rojo. 9
189.—CUETO, en T r u c í o s , Bizkaia, rojo con un castillo de oro; bordura de plata con cuatro calderas negras. 190.—CURUCHET, azul con tres luces pometadas de oro puestas en triángulo. 191.—DAGUERRE, de plata con cheur r ó n rojo cargado de tres estrellas de oro y acompañado de tres panelas azules.
9
205.—ECHENAGUSÍA, en Azpeitia, en campo de oro, dos árboles verdes y entre ellos u n lobo negro andante con u n cordero rojo en la boca. 206.—ECHEPARE, de oro con faja roja cargada de tres conchas de plata, 207.—ECHEZARRETA, partido en p a l : l cuartelado con u n caldero en los cuarteles 1' y 4 y u n pájaro andante en el 2 y 3 ; 2 u n árbol con dos jabalíes empinados al tronco y otro jabalí atravesado al mismo sobre las. cabezas de los dos anteriores. 9
192.—DEL RIO, traen de plata y dos medias lunas de gules; el jefe palado de sable y oro. 193.—DIEZ, casa solariega en Bizkaia, en campo de oro tres bandas de gules; la orla sembrada de ocho aspas. 194.—DOMINGO R EN A, en Urnieta, en campo verde una casa fuerte de piedra y en su puerta un hombre arrimado con una lanza en la mano. 195.—ECAY, rojo, tres cruces treboladas de oro, puestas dos y una. 196.—ECHEBARRIA, en el Duranguesado y Bilbao, en campo de gules, que es rojo, tres veneras ó conchas de plata
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208.—EGAÑA, en Zestona, partido jen aspa por una cadena a z u l ; los cuarteles alto y bajo de oro con sendas águilas negras; los laterales de plata con u n jabalí negro andante al pie de u n roble verde en cada u n o . 209.—EGOZCUE, de oro, con dos jabalíes negros andantes uno sobre otro. 210.—EGUíA. en A y a , partido en cuatro cuarteles: l y 4 de plata con u n a vaca roja andante en cada u n o ; 2 y 3' azules con sendas calderas de oro. 9
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Cana ó L l c a n o 175
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Churruca 190
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DomingDrena 200
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E c h a g iU E 203
EchEDEst"E 205
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D E S C R I P C I Ó N DE LOS ESCUDOS
156 211.—EGUINO, en Bizkaia, partido en mantel: 1'-' de oro con un brazo armado con una espada desnuda en la mano; 2" de plata con una caldera n e g r a ; 3'-' ó manteladura, verde con cuatro cabezas de moros; orla de plata con un letrero con letras negras que dice: "Fide nunquam polluta." 212.—EGU IZABAL, escudo de plata y u n árbol acompañado de dos flores de lis de azur, y un león pasante al pie del árbol. 213. EGUREN, en Eibar, en campo de oro, dos lobos negros empinados á u n roble verde y en lo alto del escudo tres estrellas azules de ocho rayos. 214.—EGUSQUIZA, en Gainza, en campo de oro, una cadena roja puesta en banda, y, en lo alto del campo, una flor de lis azul. 215.—EIZAGUIRRE, en Azpeitia, partido en pal: i ' de oro con u n árbol verde, dos lobos y una loba; 2? rojo con un brazo armado con una espada en la mano con la cabeza de u n m o r o ; orla azul con cuatro castillos de oro y •cuatro paneles del mismo metal.
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216.—EIZMENDI, en Asteasu, partido en cuatro cuarteles: 1» y 4'-' de plata con sendas encinas verdes y u n jabalí negro andante al pie de cada u n a ; 2? y 3» verdes con uña cabria ó cheur r ó n de plata entre tres flores de lis de oro en cada uno.
en mantel: los dos cuarteles altos rojos con una caldera jaquelada de oro y negro en cada uno; bajo de plata con un lobo andante negro grietado de oro.
en medio del hombre y del lobo, una llave de oro. 240.—EZPELETA, de plata, con león rojo rampante. . ;
226.—EMPARAN, partido en f a j a : alto azul con una torre de oro; bajo jaquelado de plata y r o j o ; orla roja con ocho róeles de oro. 227.—ERASO, en Urnieta, en campo de plata, dos osos negros andantes armados de rojo y u n lucero rojo de seis rayos. 228.—ERB1TI, de oro con cuatro liebres (erbi) puestas en pal. 229.—ERCILLA, en Bermeo, en campo rojo, banda y dragante de oro; por orla ocho aspas de oro en campo verde. . • 230.—ERDOZAIN, de oro, fajado de dos gules. 231.—ERRASTI, en Azpeitia y en Bedoña, partido en p a l : en cuartel 1? sobre campo de plata una banda roja entre dos árboles verdes, con u n lobo negro herido empinado á cada u n o ; en el 2« sobre campo de oro u n hombre armado con una espada desnuda en una mano y en la otra una cabeza de moro con su turbante, y en lo alto una cruz llana roja. 232.—ERREA, de oro y u n árbol de sinople con u n jabalí arrimado al tronco.
241.—FRANCO, de oro y con cruz roja llana, cantonada de cuatro flores de lis azules y la bprdadura roja con cuatro aspas de oro é interpoladas con ellas estas palabras: " P R A N T I A : V E G T I G Á L I A : SON CONSENTIUM." 242.—GAINZA, en Tolosa, en p a l : . 1» verde con u n castillo de o r o ; 29 de oró con u n árbol verde y u n lobo negro andante al pie. 243/—G A LAR RAGA, en Gipuzkoa, cuartelado: I 9 y 4* verdes con una banda de oro cargada de tres estrellas azu,les; 2 ' y 3' de oro con tres ánades de su natural color, puestos en triángulo. • 244.—GALARRETA, en campo de oro!, dos osos negros andantes; orla roja con ocho estrellas. 245.—GALARZA, en Bilbao, en campo verde, roble seco y á los lados dos conchas de peregrino, una de cada lado. 246.—GALDóS, en chu y Legazpia, en árbol verde, con u n natural, al pie sobre les y blancas.
V i l l a r r e a l de U r r e campo de oro u n cisne de su color ondas de agua azu-
247.—GALINDO, rojo y dos canes dé plata, puestos el uno sobre e l otro. ;
217.—ELEJALDE, en Elduayen, partido en cuatro cuarteles: 1' y 4« de plata con sendos lobos negros andantes; 2' y 3 azules con dos estrellas de oro puestas en faja en cada uno. 218—ELICEGUI, de plata, árbol verde y sobre él u n cuervo negro. 219.—ELIO, de oro, con cruz roja, vacía y recruceteada, esto es, hueca y dejando v e r el fondo del campo en su cuerpo y formando sus cuatro brazos otras tantas cruces. 220.—ELIZALDE, en Asteasu, en campo de plata una torre con dos puertas. 221.^—ELIZAGARAY, en Mondragón, en campo de plata, un jabalí negro.
233.—ESOIN, de plata, con la cruz flordelisada azul y la bordura roja con ocho calderas de oro. 234.—ESCUDERO, rojo, una cabeza humana de su color natural coronada con corona antigua de cinco puntas de oro, asentada sobre ondas de agua de plata y azul. 235.—ESLAVA, de oro y tres lobos de sable pasantes, dos y uno, cortada de azur y cinco róeles de oro, cuatro y uno. 236.—ESQUIVEL, este escudo figura partido en p a l ; el 1» de oro y una águila cebada de u n conejo, el 29 de azur y tres fajas de oro.
222.—ELIZONDO, en O y a r z ú n , escudo jaquelado de 18 jaqueles de plata y negro.
237.—ETULAIN, cortado: 1? de plata, con dos lobos negros andantes en pal: 2* de oro con tres jabalíes negros tam.bién andantes en pal.
223.—ELOLA, en Bidania, partido en cuatro cuarteles: li y 49 azules con una banda de oro en cada u n o ; 2" y 3 de plata, con sendos lobos negros andantes.
238.—EZCURRA, azul con una águila explayada de plata.
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224.—ELORMENDI, en Elgoibar, partido en cuatro cuarteles: 1» y 4' de plata con u n jabalí n e g r o andante en cada uno; 2? y 3? azules con sendas flores de lis, de oro. 225.—ELORZA, en Legazpia, partido
239.—EZEIZA, en Tolosa, en campo azul, una torre de plata con puertas y ventanas rojas asentada sobre unas peñas; á su lado derecho u n lobo andante de oro, mirando á la parte izquierda del escudo, en la que está u n hombre armado de armas blancas, con una espada en la mano, y debajo de la torre,
248.—GALVEZ, la p r i m i t i v a casa solar de este linaje encontrábase en Gernika, en señorío de Bizkaia. T e n í a por armas: Escudo de gules y una águila de plata picada de oro. 249.—GAMARRA, en oro, trece paneles de gules en palo: el d e l medio lleva cinco paneles, los otros dos, cuatro. 250.—GAMBOA, de oro, con tres panelas azules, puestas en triángulo mayor. 251—GANDARÍAS, de plata, dos lobos negros, uno sobre otro, y orla roja con cuatro estrellas de oro, una en cada ángulo. 252.—GAONA: Este apellido es originario de Alaba. Sus armas son: escudo cortado y medio partido; el 1» de azur y dos calderas de oro con dos cabezas de sierpe, de lo mismo en las asas; bordadura de gules y ocho aspas de oro, que es de Gaona; el 2' flanqueado el jefe de oro y u n árbol copado, la punta del mismo metal y u n castillo de gules los flancos losongeados de plata y azur, que es de Olabarria; el 3 de oro y una encina verde con bellotas de oro, y u n lobo empinante al tronco; partido en azur y banda de oro con dragantes de lo m i s m o ; bordadura de dos órdenes de jaqueles de plata y gules que es de Á l zate. 9
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313
214-
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Eq/Lúnn
217
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158 253.—GARA ICO ECHE A, en Elduayen, en campo de oro, u n árbol verde, en medio de dos lobos encontrados y sobre su copa u n aspa roja en lo alto del escudo. 254.—GARAT, de oro con dos cheurrones verdes acompañados de tres estrellas azules. 255.—GARATE, en Elgoibar, en campo de oro u n roble y u n lobo pardo con lengua roja, atravesado al tronco del árbol» 256.—GARAY, en Galarza ( L e n i z ) , en campo verde un ciervo de oro, que está en medio de un trigo espigado de oro, corriendo; orla roja con ocho aspas de oro. 257.—GARAY—ZUBIAUR, azul, la cruz de plata puesta sobre ondas de agua de plata y azul. 258.—GARIBAY, en Mondragón, cuartelado: 1» y 4' rojo con u n ciervo andante, sobre campo trigal y vuelta la cara á las espaldas, porque le está picando un águila; 2? de plata con u n brazo armado con espada desnuda en la mano; 3" rojo con una banda de plata. 259.—GARMENDIA, en O y a r z u n , en campo de plata, u n monte verde con u n árbol en la cumbre y al pie de su tronco un jabalí negro perseguido por u n cazador, que le hiere con una lanza de asta negra y hierro azul. 260.—GARDOQUI, de plata, dos lobos negros cebados de sendos corderos y andantes el uno sobre el otro. 261.—GARR1Z, de oro con tres jabalies negros en triángulo mayor. 262.—GARRO, en Legazpia, en campo de plata una cruz roja, llana, entre cuatro lobos negros. 263.—GAZTELU, ajedrezado de plata y negro. 264.—GAUNA, azul con dos calderos de oro puestos en pal. 265.—GIL, rojo y castillo de oro sobre ondas de azul y plata. 266.—GOENAGA, en Plazenzia, en campo azul un grifo rampante de oro; orla de dos órdenes de jaqueles de oro y rojo. 267.—GO ICO ECHE A, en campo de azur, tres barras de oro horizontales. 268.—GOICOLEA, cuartelado en aspa; jefe y punta de plata con una concha azul en cada uno, flancos azules con sendas liras de o r o ; bordura roja con ; trece estrellas de oro.
D E S C R I P C I Ó N DE LOS
ESCUDOS
269.—GOITIA, en campo de oro una torre canteada y á cada lado de ella u n árbol verde. 270.—GOMENSORO, en A t a ú n , en campo de oro, u n árbol verde con u n oso empinado al tronco; orla roja con cuatro veneras de plata. 271.—GONGORA, de plata, la cruz roja con cinco leones de oro. 272.—GOÑI, de oro, la cruz r o j a con cinco panelas de oro. 273.—GORDOA, en Alaba, en campo de oro, una aspa roja en medio de cuatro cabezas de sierpes verdes y orla roja con cadena de oro. 274.—GOROSTIAGA, en Z u m a y a , partido en f a j a : alto rojo con una torre parda; bajo partido en p a l : 1» de plata con u n árbol v e r d e ; 2? rojo con dos armiños de plata. 275.—GORRITEPE, de Alzabehety, de oro, u n oso negro furioso y pasante. 276.—GORR1TI, en Elduayen, partido en cuatro cuarteles: l y 4 de plata con sendas encinas verdes; 2 y 3? azules y en cada uno una banda de oro. 9
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277.—GORROCHATEGUI, en Zegama, en campo de plata u n árbol verde y predominando al árbol una flor de lis azul. 278.—GOYENA, merindad de Busturia, escudo con campo de oro; faja azul y cuatro panelas de argento, una tras otra, y en los vacíos ó espacios de arriba y abajo dos lobos sables: orla azul y ocho aspas de oro. 279. — GOYENECHE, ajedrezado de treinta piezas de oro y plata; bordura de plata. 280.—GU ARDIÓ LA, en Aulestia, en campo de gules torre de oro, y en la cabeza del escudo y entre el homenaje una caldera de sable, en los lados de la torre dos panelas de sinople, y en punta aguas marinas. 281.—GUERRA, en Larrabezúa, en argento, seis róeles ó besantes de azur, en palo, en lineas de tres en tres, con este lema escrito por orla: " T R A I G A L A PAZ Q U I E N QUISIERE." . 282.—GUERRICO, en Mutiloa, en campo de oro u n árbol verde con u n jabalí negro andante de su color natural al pie; orla r o j a con seis cruces como la de Jerusalén.
284.—GÜEMES, partido l de oro con una cruz de v e r o s ; 2? azul con u n castillo de o r o ; bordura roja con ocho aspas de oro. 9
285.—GUISASOLA, en Eibar, en campo verde, una torre de plata sobre ondas de agua de azul y plata. 286.—GURAYA, azul con dos llaves de oro puestas en f a j a ; en medio de ellas tres panelas y á los lados seis rosas de oro; tres á cada costado. Puestas en jefe tres flores de lis de oro é interpolados con ellas dos anillos de oro: bordura de oro con u n letrero que dice: " G A R A Y A N A L T V A N NAGO. E R R I A G O R D E A G O . " ( E n lo alto estoy y la patria más guardada.) 287.—GURÍ DI, de oro con un árbol verde con una cabra corza trepante y al pie u n carro ("gurdi") con dos ruedas. 288.—GUTIÉRREZ, en Bilbao, procede de Castilla, escudo en cuatro cuarteles: en el l en campo de plata, cruz roja ancla con castillos de o r o . E n el 2 en campo azul, torre de plata y águila sable con alas extendidas sobre el homenaje en actitud de v o l a r ; 3 en campo de oro, torre de plata, y en el 4 cruz r o j a floreteada conteniendo otra sencilla y delgada de plata sobre la roja. 9
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289.—HAEDO, en K a r r a n z a y las E n cartaciones, escudo en pal: en el derecho, árbol sinople y lebrel de argento atado al pie: en el 2 en oro, cadena sable diagonal, y en punta al rincón izquierdo, lis, sable. 9
290—HAITZE, de azur y el árbol de plata, terrazado de sinople y u n carnero de oro, atravesando al pie. 291.—HERED1A, en campo rojo, cinco torres de oro, puestas en aspa. 292.—HERRAN, procede de Mena, escudo en cuatro cuarteles: 1? y 4 en cada uno, en campo de oro, tres herraduras azules y en los otros dos, en cada uno, on gules, cuatro jaqueles de o r o . 9
293.—HORMAECHEA, partido en faj a : alto, rojo con u n castillo y por dos ventanas de sus dos costados, dos lobos empinados en actitud de entrar; orla de ocho aspas; bajo, u n roble y u n lobo pasante. 294.—HUALDE, contra acuartelado en c r u z : I 9 y 4 de plata y la cruz recortada de gules, 2 y 3 de plata y el escusón de gules, cargado de una banda de oro. 9
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283.—GUEBARA, rojo con cinco panelas azules puestas en triángulo mayor.
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255
255
256
^
GaraicoEchea 2.59
^
257
2.5e
£S|
Garal"E
Garaij
GarayZuhiauf
261
262
265
*
1
G o E F l age
GumensDro
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276
Gemí
Gnrdna
Gcjrritepe
278
279
281
LA
Garrüchafegui
P A Z
Cuardi-nla
285
286
Guebara 289
Hairz
híeredia
Herrán
Hormaecheá
Hiialde
160
D E S C R I P C I Ó N DE LOS
295.—HURTADO DE MENDOZA, cuartelado en aspa; los cuarteles alto y bajo verdes con banda roja fileteada de oro, por Mendoza; los laterales rojos con diez panelas de plata, puestas en tres palos (cuatro en el central y tres en los dos laterales) en cada cuartel. Bordura de oro con cadena azul. 296.—IBAÑEZ, de Uribe, en campo azul cadena de oro de siete eslabones con dragantes de lo mismo y en los espacios dos coquillas de oro, una arriba y otra abajo. 297.—IBARBIA, en Regil, partido en cuatro cuarteles: 1' y 4 de plata con un árbol verde y u n lobo negro pasan te al pie en cada uno; 2? y 3'-' de oro con una banda roja en bocas de dragantes verdes en cada uno. 9
298.—IBARRA, en campo de gules, faj f diagonal de plata. 299.—IBARROLA, de oro flanqueado, en el jefe y en la punta tres fajas de gules; en los flancos el l e m a : " A V E MARIA". 300.—IDO YAGA, partido en plata: 1? de plata con ana torre a z u l ; 2'-' azul con un león rampante de o r o . 301—ILLARREGU1, en Rentería, partido en f a j a : alto azul con una luna menguante de plata ("Illargia"); bajo de oro con un león rojo rampante; cercados los dos cuarteles con orla roja y en ella cuatro flores de lis de oro. 302.—IMAZ, en Lazkano, en campo rojo un árbol verde y dos lobos andantes de su natural color, encontrados y atravesados á su tronco. 303.—INSAURRAGA, azul banda de plata, engolada de dragantes de oro, grietados de negro con lenguas rojas; bordura roja con ocho aspas de oro. 3 0 4 . — I N S A U S T I , en Azkoita, en campo de plata u n nogal y dos lobos, atravesados, uno más abajo que otro, y por orla catorce aspas doradas. 305.—IÑURRIGARRO, en Anzuola, en campo de oro, u n árbol v e r d e ; orla azul con ocho estrellas de oro. 306,—IPARRAGUIRRE, en Gipuzkoa, en campo de oro, una banda llena de ondas de agua, y dos sauces v e r d e s ; uno en la parte alta del escudo y otro en !a baja, u n jabalí negro empinado al sauce de arriba y otro atravesado al de la parte baja, y atado á él con una cadena roja. 307.—IRAETA, en A i z a r n a , en campo de plata u n roble con u n jabalí atravesado al pie y una caldera. 308.—IRIARTE, en campo de plata u n
ESCUDOS
roble verde y dos lobos negros andantes al pie del árbol; orla roja con ocho aspas de oro. 309.—IRIBARREN, en campo verde u n castillo de plata y una cadena que sale de la puerta del castillo. 310.—IRIBERRI, de plata, bordura roja, cargada de doce billetes de oro.
322.—ITURRIAGA, de plata, árbol verde soportado por dos jabalíes empinados al tronco, sobre ondas de agua de azul y plata; orla roja con ocho veneras de oro. 323.—ITURRIOZ, azul, u n león r a m pante, coronado de oro. 324.—ITURRIZA, partido en cuarteles: l y 4 de oro, con dos lobos negros andantes en cada uno; 2 y 3 azules con sendas torres de plata. 9
311.—IRIGOYEN, en campo rojo u n león rampante de oro; orla azul con besantes de oro. 312.—IRISARRI, de gules y tres tones en palo de plata, enlazados una S y quince besantes de oro en el de la punta acompañado de dos ces de plata.
bascon orla, cru-
313.—IRIZAR, u n águila y una bandera que simbolizan, la famosa guerra que hizo el capitán M a r t í n Pérez de Irizar, el año 1527. 314.—IRUSTA, en Zenarruza, escudo en pal: en la primera división campo azul, sin ningún signo; en la segunda, en plata, tres bandas con estrellas en esta f o r m a : en la p r i m e r a y tercera una estrella de oro, en la segunda, dos. 315.—1ZAGUIRRE, en Bizkaia, trae en campo de oro u n jabalí hembra amamantando dos cachorros. 316.—ISASI, en Bedia, escudo en p a l : en el primero, en plata, cruz floreada, g u l ; en el cuartel izquierdo ó segundo, en gul, cruz de oro igualmente floreada, orla cadena de oro. 317.—ISTUETA, partido en cuatro cuarteles: 1? y 4' de oro con u n roble verde con fruto de oro y u n lobo de su color natural pasante en cada u n o ; 2» rojo con tres trozos de cadena de oro puestos en banda y á cada lado de ellos una venera de plata; 3? rojo con peñas sobre ondas de agua y sobre las peñas un castillo de oro con puerta y ventanas azules; por orla ocho aspas de oro en campo azul. 318.—ITURBE, en E l o r r i o , en oro, tres fajas de azur. 319.—ITURBIDE, cuartelado, 1" azul, tres bandas de plata; 2'' rojo, palo de plata en medio de dos leones rampantes y afrontados de oro; 3? rojo y dos leones pasantes de oro, uno sobre otro; 4' azul con tres fajas de plata. 320—ITURBURU, en campo de oro árbol sinople y dos jabalíes sables empinados al tronco, orla de gules, ocho aspas de oro entreveradas con fajas ondulantes de azul y plata. 321.—ITURRALDE, tres bandas de oro.
en
campo
rojo
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325.—1TURRASPE, en el Duranguesado, en campo de oro, árbol sinople y dos jabalíes sables atravesados al tronco, andantes. 326—JAUREGUI, de oro con u n árbol verde y u n jabalí pasante al pie del tronco; orla roja con ocho aspas de oro. 327.—JAUREGUIZAR, de roble y plata en cuadros, como tabla 'de ajedrez; orla verde. 328.—JIMÉNEZ, en Bilbao, en oro tres bandas gules. 329.—LAMARIANO, en Bergara, en campo de plata, dos jabalíes negros y cuatro torrecillas en los cuatro ángulos; orla roja con ocho aspas de oro. 330.—LA MARQUE DE NOVOA, de oro, la cruz roja con una espada de plata. 331.—LAN DA, en Azpeitia, en campo de oro dos lobos rojos andantes; orla roja con diez aspas de oro. 332.—LANDABURU, en Barakaldo, partido en p a l : en el de la derecha, en plata, árbcl verde con dos lobos andantes delante del tronco; en el de la izquierda, también en plata, sauce de sinople. 333.—LA PLAZA, en Balmaseda y en el suelo encartado: sobre campo de sinople roble con bellotas de oro, y a l pie del árbol un lebrel atado "barzino" y manchado con collar de oro y cadena sable y delante del roble una flor de lis de oro. 334.—LARDIZABAL, en Idiazábal, e n campo de oro un árbol verde con dos lobos desollados pasantes, uno por delante y otro por detrás del tronco. 335.—LARRAIN, rojo, la faja de oro entre dos calderos de oro y, alrededor del escudo veinte aspas de oro orlándolo, diez en jefe y diez en punta. 336.—LARRAINZAR, rojo con u n ave marina de plata, andante sobre ondas de azul y plata y cebada con u n pez azul en el pico.
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Hurtado deMendoza
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LamarquE deNovoa 356
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D E S C R I P C I Ó N DE LOS
337.—LARRAÑAGA, en Villabona, en campo de oro y u n roble verde con bellotas de oro y u n jabalí negro empinado; orla azul con cuatro estrellas de oro. | 338.—LARREA, en campo de sinople cruz de oro y cuatro estrellas en sus esquinas. 339.—LARRETA, en Gipuzkoa, partido en cuatro cuarteles: 1« y 4 de plata con una torre ó castillo azul en cada uno, y sobre cada torre una estrella azul; 2» y 3« rojos con sendos grifos rampantes de plata. 9
340.—LARRONDO, Nabarra, de oro chebronado de tres clieurrones azules, acompaañdos de tres ramitos verdes, uno en cada ángulo superior y el tercero en punta. 341.—LAR RON DOB UNO, en Z i z u r k i l , en campo de plata u n castillo r o j o ; orla azul con cuatro estrellas y cuatro aspas de oro interpoladas. 342.—LARUMBE, en Ikaztegieta. campo de plata una torre de piedra tre dos pinos verdes con fruto de sobre ondas de agua de su natural lor; y entre las ondas una cabeza moro con su turbante.
en enoro code
343.—LASA, en Astigarreta, escudo partido en aspa: alto y bajo de oro con sendos lobos negros; laterales azules con sendas torres de oro. 344.—LASAGA, de oro con el león rojo. 345.—LA TORRE, en el valle de K a rranza, en azul cinco torres de oro adornadas de gules, puestas en sotuer. 346.—LAURENCENA,: negro, cheurrón de oro entre tres estrellas de plata. 347.—LASAGUE, de Láguingue, de oro, u n corazón rojo atravesado de tres flechas negras, con hierro y plumas azules; la una en pal y las otras dos en aspa, todas puntas abajo. 348.—LAVALLE, en Pucheta, L e k e i tio y otras localidades; de Bizkaia, en oro dos leones azules afrontados y cinco estrellas rojas: tres! colocadas sobre los leones y las otras ¡en los cantones ó esquinas inferiores del escudo: en jefe media águila negra ; explayada. 349.—LAZARTE, este'noble linaje tuv o casa solariega en Cicuya, cerca de V i t o r i a , y son sus armas escudo partido: el primero de sinople y tres lobos de plata; el segundo de oro y tres céspedes de sinople. 350.—LEZCANO, partido en p a l : primero de oro y cinco panelas de nople, y dos calderos de sable en punta; el segundo de azur y banda oro con dragantes de sinople.
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ESCUDOS
351.—LECUE, u n castillo en llamas por la parte superior y orla con esta inscripción: "Ave-María gratia plena". 352.—LECUONA, en campo azul, u n águila volante de plata. 353.—LEGARRA, en campo de oro, u n árbol verde y color del mismo, tres panelas rojas. 354.—LEGUiA, en I r ú n , en campo plata cuatro jaqueles azules y sobre da uno de ellos una estrella de oro seis r a y o s ; orla roja con ocho aspas oro.
367.—LLANO, en Gordejuela, en campo verde, torre de plata, sobre ondas de agua; orla roja con ocho aspas de oro. 368.—LLONA, cuartelado: 1" y 4" rojos, un grifo de o r o ; 2? y 3" de plata, dos lobos negros andantes uno sobre otro en cada cuartel.
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369.—LLÓRENTE, de oro, y castillo sobre un prado en medio de dos árboles verdes, con dos lebreles atados á l a puerta y una bandera azul y roja sobre las almenas del homenaje.
355.—LEGUINA, de plata, un lobo negro andante, acompañado de una venera de su natural color, puesta en jefe.
370.—LOITEGUY, de Zaro, escudo antiguo partido: 1 de plata con cinco fajas rojas; 2» azul con espada de plata, punta abajo, y, á su izquierda, una estrella sobre u n creciente, ambos de plata.
356.—LEGUIZAMON, de oro con tres fajas azules. 357.—LEIVA, en Zamudio, en azul, torre almenada de plata con piedras escajeadas de oro y gules; orla roja y trece estrellas de oro. 358.—LEJARZA, en Güeñes, en palo: en la mitad derecha en sinople castillo de o r o ; en la izquierda en azul una f r a n j a de plata. 359.—LERSUND1, en Azkoitia, partido en p a l : 1« de oro con u n sauce verde y dos estrellas azules á los lados; 2' de plata con u n lobo negro pasante y á lo alto una cruz flordelisada r o j a ; por orla, ocho aspas de oro en campo rojo. 360.—LETE, en Gipuzkoa, en campo azul, u n grifo rampante de oro; orla de dos órdenes de jaqueles de rojo y oro. 361.-—LEZAMA, en Bilbao, escudo con campo de sinople y dos lises de oro. 362.—LIZARAZU, partido: el 1? de azur y tres veneras de plata en p a l ; el 2» de oro y dos fajas de gules. 363.—LIZARDI, en campo rojo, u n león de oro, que tiene en las manos u n asta de plata; orla de oro con seis arbolitos verdes, que deben ser fresnos (lizar). 364.—LIZARRAGA, partido: 1» de oro el árbol, fresno (lizar) verde, y al pie dos lobos negros andantes con lenguas rojas, uno por delante y el otro por detrás del tronco; orla roja con ocho aspas de o r o ; 2' cortado:; lo alto azul con tres'" estrellas de oro en faja, lo bajo ajedrezado de rojo y oro.
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371.—LOIZAGA, en las Encartaciones, escudo cuartelado: primero, de azur y tres fajas de o r o ; segundo en id., cinco estrellas de plata; tercero, en gules, cinco estrellas de plata; cuarto, en plata, cinco panelas Verdes; bordura de gules y doce aspas de oro. 372.—LO YO LA, en Azpeitia, en campo de plata, dos lobos asidos á una caldera pendiente de llares. 373.—MACHAIN, en Z u m a r r a g a , en campo de plata, u n árbol v e r d e con dos lobos negros y ocho aspas de oro en cada orla roja. 374.—MADARIAGA, en L e z a m a , en campo azul, cinco róeles jaquelados de oro y rojo en aspa y cuatro luceros de oro, .de seis rayos interpuestos. C r í a de oro con una cadena azul de ocho eslabones. 375.—MADINABEITIA, en Oñate, cuartelado 1? y 4' azules con una banda de ' oro engolada de dragantes v e r d e s ; 2» y 3 de plata, con u n lobo negro cebado de cordero r o j o en la boca. Sobre él todo u n escudete azul con u n caballero armado y triunfante llevando en la mano derecha su espada desnuda, la punta hacia abajo, sobre la cabeza de u n mor o ; rodeado este escudete de orla roja con ocho aspas de oro. ?
376.—MAEZTU, de azur y banda de oro con dragantes de lo m i s m o acompañada de una flor de lis en el triángulo 'superior una T en el inferior, todo de oro.
365.—LIZARRALDE, en campo de plata, u n fresno verde y dos lobos pasantes á su tronco, uno por delante y otro por detrás; orla roja con ocho aspas de oro.
377.—M ANTE ROLA, en A y a , en campo de oro una casa fuerte entre dos encinas verdes.
366.—LIZASO, rojo con faja de oro, vibrada con cortes hechos en ambos bordes de ángulos entrantes y salientes.
378.—MARAÑóN, en N a b a r r a , azul, con castillo de plata, acompañado de tres lises de oro, una en cada flanco y la tercera en punta.
M a c h a n i
M a d a r i a g a
M a d n ia b E t a i
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Mantarala
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D E S C R I P C I Ó N DE LOS
164
ESCUDOS
3 7 9 . — M A R Í N , en Léniz, (Eskoriaza) en campo de plata, tres ondas marinas azules.
394.—MEND1BIL, en N a b a r r a , de azur y dos bastones de oro, bordura de gules y ocho aspas de oro.
3 8 0 . — M Á R Q U E Z , en el Señorío de Bizkaia, azur y u n castillo de plata, acompañado de dos llaves de oro.
3 9 5 . — M E N D 1 Z A B A L , partido en f a j a : alto azul, con una cruz flordelisada de oro; bajo de plata con u n árbol verde.
3 8 1 . — M A T I E N Z O , en campo de oro, un castillo de piedra fabricado de negro al natural, con u n hombre armado á su puerta y u n árbol verde al frente de su costado izquierdo.
3 9 6 . — M E N D O Z A , en Bermeo, escudo en p a l : en el primero en sinople, banda diagonal azul ribeteada de oro en form a de orla, en el segundo, en rojo, diez panelas de argento.
382.—MAYA, en Motriko, en campo rojo un castillo de oro, y naciente de su homenaje, u n guerrero armado, que sostiene en la mano izquierda una bander a y en la derecha una espada de plata; pendiente de las almenas una toca blanca, al costado derecho del castillo una escala de plata y, al pie del mismo, dos moros muertos.
3 9 7 . — M I C H E L E N A , en campo rojo, una banda de plata entre dos estrellas de pro,
3 8 3 . — M E D R A N O , antiguo, rojo con la cruz de oro hueca y flordelisada, y la bordura de plata con letras negras que dicen « A v e María gratia plena». 384.—MELÓ, de gules y seis panelas de plata. 385.—MENA, en Bilbao, partido en pal: en el de la derecha, en oro, seis bandas ondulantes azules y orla de plata; en el de la izquierda, en azul- cinco estrellas de oro en sautor. 3 8 6 . — M E N C H A C A , en Gatika (Bizkaia) azul con cinco panelas de plata en sautor, y en punta aguas marinas. :
3 9 8 . — M I C H E O ó M I Q U E O , de plata el campo, y en él, u n árbol arrancado verde, cortado de otro cuartel, que está ajediezado.de plata y negro. 3 9 9 . — M I R A N D A , en Nabarra, dos calderas doradas con cada dos barras negras con sus asas doradas y unas bocas de sierpe doradas á los cabos de dichas asas, en campo azul con tres flores de lis en los tres cantones de la orladura de oro y entre cada flor u n tau de San Antonio, de oro sobre azul. 4 0 0 . — M O N T E S D E O C A , en Bizkaia, de oro, un árbol copudo, acompañado de cuatro estrellas de plata; encima del árbol u n sol de gules y en la copa ó follaje una oca blanca; al pie del tronco u n oso, empinante atado por medio del cuerpo con cuerda ó soga de gules. 401.— MUGICA, en campo verde, una banda de oro en boca de dragantes entre dos escuditos de plata fajados de azul. ;
387.—MENDI, en O y a r z ú n , en campo de plata, u n rosal con sus floras y alrededor cinco estrellas azules. 3 8 8 . — M E N D I A , en Mondragón, partido en p a l : primero de oro con u n árbol ver; de y empinante á él una cabra de su :color n a t u r a l ; segundo de plata con dos 'lobos andantes negros con lenguas rojas puestos en pal. • 3 8 9 . — M E N D I E T A , en las Encartaciones, escudo en palo: el de l a derecha lleva en campo azul dos veneras de plat a ; el de la siniestra, en oro, encina verde con bellotas de oro y jabalí empinado a l , tronco. 3 9 0 . — M E N D I G U R E N , cortado: alto azul, con u n castillo de plata fabricado de n e g r o ; bajo de oro con u n árbol verde, acompañado de u n lobo andante de su color natural, bordura de oro, con ocho armiños negros. 3 9 1 . — M E N D I O L A , en Zeberio, escudo en plata con tres panelas coloradas y orla azul con ocho armiños de plata. 3 9 2 . — M E N D I O N D O , en campo de plata, u n árbol v e r d e ; orla roja con ocho aspas de oro. 3 9 3 . — M E N D I O R O Z , rojo, con cruz de plata vacía y trebolada rematando sus extremos en hojas de trébol.
4 0 2 . — M U G U E R Z A , en campo de oro, diez panelas verdes. 4 0 3 . — M U N A R R I Z , cuartelado en aspa: los cuarteles; alto y bajo subdivididos en p a l . E l primero del alto y segundo del bajo llevan sobre campo azul una cruz de oro trebolada, y el segundo del alto y primero de bajo en campo de plata, tres palos rojos cada uno. E l cuerpo lateral derecho del escudo negro con u n castillo de plata y el izquierdo de plata con u n árbol verde acompañado de u n jabalí negro andante al pie. , 4 0 4 . — M U N I T A , en campo de azul, un rumbo de oro con u n árbol verde y u n lobo de su color natural andante al pie, y, en las cuatro esquinas del escudo cuatro flores de lis de oro. 405.—MUÑOZ, en Bilbao y en las E n cartaciones, escudo cuartelado: primero y cuarto, en oro, cruz vana floreteada como la de Calatrava; segundo y tercero igualmente de oro, tres' fajas de gules con orla roja y cadena de oro. 406. M U R G A , en las Encartaciones, escudo con campo de plata y cinco panelas de bleu en f o r m a de aspa; debajo ondas de agua azul y plata.
4 0 7 . — M U R I L L O , negro con tres castillos de oro, puestos uno sobre el otro. 4 0 8 . — M U R U A , en campo de plata, cinco panelas azules, puestas en aspa; orla roja con tres estrellas de oro. 4 0 9 . — N A B A R L A Z , de oro, u n cheur r ó n verde, entre tres armiños. 410.—1MÁJERA, de tres arcos con dos torres, una á cada extremo. 4 1 1 . — N A R B A I Z A , de gules, cinco l i ses de oro en aspa; orla de oro con trece róeles azules. 412.—NARD1Z, en Bermeo, escudo en azur y castillo de plata, con tres torrecillas de ídem, puerta de gules y por ella asomando u n león pasante, de oro, cop la mano derecha puesta sobre unai rueda de oro. 4 1 3 . — N A R V A E Z , el p r i m i t i v o solar de este linaje fué en San J u a n de Pie de Puerto, población baskofrancesa: sus ar-, mas son: escudo de gules v cinco flores ¡ de lis de plata. ' 4 1 4 . — N A V A R R O , escudo de plata y media águila de sable, partido de lo mismo y tres flores de lis de a z u r ; cortado de oro y cadena de iazur en bordura, sobrepuesta una banda de gules. 4 1 5 . — N O E L D E I Z A R R A , en O y a r z ú n , en campo de azur y en alto, el lucero del alba iluminando tres coronas reales. E n la p r i m e r a guerra carlista, le fué con- ; cedida la cuarta corona á San Carlos ' N o e l de I z a r r a por méritos de guerra, y por el mismo don Carlos de B o r b ó n , siendo coronel el anterior. 416.—OCARIZ, en campo de oro, u n •' castillo de su natural color, con u n hom- • '. bre asomado á la ventana, con dos llaves de oro en la m a n o derecha; dos | aves que vienen volando hacia él desde lo alto del escudo, con sendas espigas de trigo en la boca; á la puerta del castillo dos lebreles de su color natural encontrados atraillados y con las cabezas vueltas hacia atrás, y en lo alto sobre la torre del homenaje, u n a bandera roja de dos picos. 417.—OCHOA, en campo de plata, dos lobos negros con lenguas rojas, puestos en p a l ; orla azul con ocho estrellas de oro. 4 1 8 . — O D R I O Z O L A , en Azpeitia, partido en cuatro cuarteles: primero y cuarto, de plata, con u n madroño verde, con fruto rojo en cada u n o ; segundo y tercero, verdes con sendas torres de plata. 4 1 9 . — O L A B A R R 1 E T A , en campo r o j o , u n grifo rampante de oró, coronado del mismo metal en medio de tres estrellas de ocho puntas de oro, dos puestas en los cantones altos y la tercera en punta. 420.—O L A B E , en campo de plata, dos ojos negros.
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166 421.—OLACIREGUI, en O y a r z ú n , partido en pal: el cuartel primero á su vez partido en f a j a ; la parte alta de oro con un castillo sobre peñas y la baja azul con u n hierro de lanza de plata; el segundo cuartel de oro con un árbol verde. 422.—O LA ETA, en campo de oro, cinco lobos negros puestos en aspa. 423.—OLA1Z, en O y a r z ú n , campo de oro, una cadena de su color natural puesta en faja, y una cruz flordelisada, roja, en lo alto del campo. 424.—OLALDE, en campo rojo, orlado de oro una cruz de este metal con dos gauchos, fija en una peana blanca de dos gradas y al pie u n león rampante de su color natural, coronado de oro. 425.—O LAÑO, en campo rojo, una cruz flordelisada, de oro, en medio de cuatro flores de lis de oro, puestas una lis en cada cantón. 426.—OLAR1AGA, en campo de oro, un roble verde, con u n jabalí pasante al pie y un águila negra con las alas abiertas en actitud de lanzarse desde la copa del árbol, á hacer presa en el jabalí. 427.—OLARTE, en Orozko, diseminado en varios lugares, escudo en p a l : en el de la derecha encina verde en campo de oro y á cada lado lobo sable empinante al tronco. E n el segundo pal ó en el de la izquierda, sobre colorado, dos cruces de plata floreadas y tres lises debajo. 428.—OLASCOAGA, cuartelado: primero y cuarto de plata con el árbol verde y u n jabalí pasante al tronco; segundo y tercero verdes con tres panelas en cada uno. 429.—O LASO, en campo rojo, partido en faja, un lobo de su color natural, encerrado por gruesas rejas de plata, en lo alto tres panelas. r 430.—O LAZABA L, en campo de oro, una encina verde con u n jabalí negro andante atravesado al pie y tres panelas rojas alrededor de la copa. 431.—OLEA, en campo de oro, u n sol rojo sobre ondas' de azul y plata y una banda de oro enpolada de dragantes. 432;—OLIDEN, |en campo de oro una torre y delante de ella u n ciprés con nueces; orla con'cinco aspas de oro. 433.—OLLO, en Gipúzkoa, en campo de oro u n roble v e r d e con tres jabalíes negros empinados uno por delante y los otros dos Dor los; costados. ¡434.—OLOZAGA, cuartelado: primero rojo con un árbol y jabalí pasante al tronco de su- natural color; segundo, y tercero, de oro con u n castillo p a r d o ; cuarto, azul con una banda de oro engolada de dragantes.
D E S C R I P C I Ó N DE LOS
ESCUDOS
435.—OÑATE, en campo azul, tres estrellas de oro, puestas una y dos; orla roja con cinco aspas de plata. 436.—OÑATIBIA, en campo verde un castillo con puerta y ventanas azules puesto sobre ondas de agua azul y plata, y sobre la torre del homenaje u n brazo armado; orla de oro con una cadena de su color natural. 437.—OQUENDO, en Salinas, partido en f a j a : en el cuartel alto dos cabezas de dragones encontradas y más arriba una cifra formada de una Q entre dos O, como símbolo del nombre Oquendo, en el cuartel bajo dos lobos andantes puestos en pal. 438.—ORBAIZ, de oro, u n corazón rojo, de cuyo borde superior nacen tres azucenas, el tallo verde y la flor blanca; bordura azul anglesada. 439.—ORBE, de oro y u n pino con dos . lobos empinados al m i s m o ; - orla r o j a con trece besantes de oro. 440.—ORBEA, en Eibar,. en campo de oro, u n castillo pardo sobre ondas de agua azules y blancas. 441.—ORBEGOZO, en Bilbao, escudo cuartelado: primero y cuarto, en plata, encina verde y al pie lobo sable andante con lengua y v e r g a ; segundo y tercero, águila de su color volante y rampante. Bordura de gules con ocho aspas de oro. 442.—ORIBE, azul con tres estrellas de ocho rayos de oro, puestas dos y una. 443.—ORMAECHEA, partido en cuatro cuarteles: primero y cuarto, azules con cinco estrellas de ocho rayos puestas en aspa en cada u n o ; segundo y tercero de oro con sendas encinas verdes con fruto de oro y u n lobo negro con lengua roja, andante al pie de cada á r b o l ; orla roja con ocho panelas de plata. 444.—ORO, en Mondragón, en campo azul siete balas de artillería, de oro'. 445.—ORONOZ, rojo con cruz de oro flordelisada hueca é hincada y cuatro billetes de oro. 446.—OROZCO, de plata con cruz roja llana cargada de cinco aspas de oro y cantonada de cuatro lobos negros afrontados, y la bordadura roja con ocho aspas de oro. 447.—ORTIZ, azul, estrella de ocho rayos de oro y bordura de plata con ocho rosas coloradas. 448. — ORUEZABALETA, partido en cuatro cuarteles: primero y cuarto, de plata con u n madroño verde con su fruto rojo en cada uno; segundo y tercero verdes con sendas torres de plata. 449.—OSTABAT, de oro con u n cheur r ó n a z u l ; bordura roja con ocho conchas de plata.
450.—OSTOLAZA, en campo de oro, una banda azul, con un lobo negro perfilado de oro en ella, que sube de la parte baja á la alta de la banda, y en la parte inferior del escudo sobre el campo un árbol con un león rampante, rojo. 451.—OTADUY, en Oñate, en campo de oro una' encina verde con bellotas de oro y dos jabalíes negros empinados. 452.—OTAOLA, en Markina, escudo de gules con banda rayada de plata y en los espacios de arriba y abajo sendas flores de lis de oro. 453.—OTAMEND1, en campo de oro un árbol verde y sobre la copa una aspa roja. 454.—OTAZU, escudo rojo y punta de plata separados por una faja jaquelada de negro y o r o ; en lo alto una luna de plata con el contorno jaquelado de negro y oro, puesta puntas abajo. 455.—OTAZUA, de oro con tres montecitos de piedra, y tres arbustos de aliaga ó argoma, sobre ondas de agua de azul y plata. 456.—OTE IZA, de oro con dos fajas rojas contrabretesadas. 457.—OYARBIDE, en campo de plata, dos lobos andantes negros con lenguas rojas y en lo a n o del escudo dos flores de lis azules puestas en f a j a ; orla roja con ocho aspas de oro. 458. — OYARZÚN, en Gipúzkoa, en campo de oro una torre de piedra almenada con su homenaje y capitel a z u l ; sobre ondas de agua; sobre su puerta u n escudete azul con una flor de lis de oro y asomando por detrás de l a t o r r e dos cabezas de lobos. 459.—PACHECO, de A r r o n i z , (Nabar r a ) , en p a l ; el primero de oro, banda de azur y dragantes de sinople; bordadura de plata y ocho calderas de sable que es de A r r o n i z ; el 2? de plata y dos calderas de oro gironadas de gules con cabezas de sierpes en las asas que es de Pacheco. 460.—PADILLA, por enlace con distintas casas del Señorío, en azul tres padillas de plata y en cada una tres medias lunas de lo mismo. 461.—PAGALDAY, en Bolíbar (valle de L é n i z ) , con siete estrellas de la osa m a y o r puestas en dos p a l : tres en el primero y cuatro en el segundo, acompañadas de una muralla almenada á su diestra y media luna á su siniestra, con las puntas hacia las estrellas. 462.—PAGOAGA, (en E i b a r ) , en campo azul un cheurrón de oro entre tres conchas de plata; orla de oro con ocho flores de lis azulen.
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168
D E S C R I P C I Ó N DE LOS ESCUDOS
463.—PALACIOS, (en Oñate y A z k o i tia), en campo rojo un aspa de oro, ajedrezada de rojo.
475.—RECALDE, en Isasondo, en campo azul, un manzano verde coii seis manzanas de oro y dos jabalíes.
464.—PANDO, una espada de plata con puño de oro y trece panes de este metal, seis á cada lado y uno en la punta de la espada.
476.—RECART, de oro con diez billetes azules puestos en pal.
465.—PEÑA, en las Encartaciones, ( B i z k a i a ) , de plata, un' peñasco verde de cinco puntas, y encima de cada uno de ellos sin tocarlos una estrella de oro. 466.—PERALTA, la casa de Peralta, fué de las más antiguas de N a b a r r a . Su noble linaje se compone: Escudo de gules y u n grifo de oro; bordura del mismo color y ocho aspas del mismo metal. 467.—PEREA, procede de Aiala, en oro cinco panelas verdes y bordura roja con ocho coronas de oro. 468.—PEREDA, en Bizkaia, el campo de oro y peral frutado de lo mismo con lobo sable linguado de gules pasante al pie del tronco. 469.—PLAZA, (en A s t i g a r r a g a y Oñate), cuartelado: primero azul con u n castillo de oro, acompañado de una puerta de oro en el cantón inferior siniestro, orla roja con cuatro conchas de plata en los ángulos, cuatro bordones de oro en los centros y tres aspas de oro interpoladas, la una arriba junto á la concha del cantón derecho y las otras dos sobre las conchas de los cantones inferiores; segundo, cuartelado de plata y oro una cruz flordelisada roja y una lis azul sobre cada uno de los dorados; tercero, de oro con la mitad inferior de un castillo al natural asentado sobre peñas verdes y con una puerta negra entre el edificio y las peñas al cantón izquierdo del castillo; cuarto, azul con tres árboles al natural, sobre palo verde y bajo éste ondas de agua de plata azul. Rodea estos tres cuarteles una orla roja prolongación üe la del prim e r cuartel cargado de seis bordones de oro, cinco conchas de plata y seis aspas 'de oro interpoladas.entre los bordones y las conchas. 470.—PICABEA, verde con una vaca andante de plata. 471.—PORTU, en I r ú n y O y a r z ú n , partido en p a l : primero, de oro con u n roble verde con bellotas de oro y u n lobo negro, lengua y uñas rojas, empinado al pie del á r b o l ; segundo, azul con una torre de plata con puertas y ventanas rojas;"orla roja con ocho aspas de oro. 472.—PUENTE, en Sestao, primero y cuarto, en plata, león de gules rampante coronado de oro, segundo y tercero, sobre plata,- tres bandas jaqueladas del mismo metal y r p j o ; bordura de plata y en ella cadena sable. 473.—QUINTANA, en las Encartaciones, en azul u n castillo de oro. 474.—RECABARREN, en M o t r i k o y Getaria, en campo de plata, u n árbol verde y u n lobo andante.
477.—RECONDO, en Régil, partido en pal: primero, de oro con una banda verde en bocas de dragantes del mismo color salpicados de oro; segundo, con cinco panelas. 478.—RENTERÍA, en campo de oro, faja diagonal sable con dragantes gules; en la parte alta, en la esquina izquierda u n roble con jabalí al pie, seguido por jauría de perros; en el espacio de abajo dos calderas de gules. 479.—REQUENA, escudo de plata dos calderas de sable.
y
480.—RETA, en campo de gules banda de oro ancha en el centro, horizontal: el apellido Reta se escribió antiguamente " E r r e t a " . 481.—RETANA, preclaros caballeros de este apellido enaltecieron la antigua provincia de A l a b a ; sus armas son: Escudo cuartelado: el primero y el cuarto, de oro y u n jabalí; el segundo y tercero, de gules y una banda de oro. 482.—REZÓLA, (en A l z a g a ) , en campo de oro u n roble verde con fruto de oro, á su pie u n jabalí negro corriendo, y cada largo del árbol, debajo de la copa una flor de lis a z u l ; orla roja con ocho aspas de oro. 483.—RIPA, en Bilbao y Orduña, en negro cinco panelas de gules en sautor. 484.—RIPALDA, de oro con tres fajas rojas y tres flores de lis azules puestas en triángulo; dos en jefe y la tercera en el centro del escudo, en medio ésta del escudo que queda entre las dos primeras fajas. 485.—R1VAS ó RIBAS, uno de los principales solares, tal v e z el más antiguo de este noble linaje, fué en Valdeorozko, en el Señorío de B i z k a i a . L a s armas de Rivas, son: Escudo de oro y la cruz de azur; bordura de este color y siete flores de lis de oro. 486.—ROJAS, en Bizkaia, por enlace con Avendaño y otros linajes, en campo de oro cinco estrellas azules de ocho puntas en sautor. 487.—ROS, (Villafranea de N a b a r r a ) , cuartelado: primero y cuarto, de oro con una rosa colorada; segundo y tercero, azules con u n pájaro de plata en cada uno. 488.—ROSA, de Délica, ( O r d u ñ a ) , con una rosa de oro en jefe y tres res de lis del mismo metal debajo, mando triángulo menor; bordura de
azul flofororo.
489.—ROTAECHE, en campo azul, una torre de. oro sobre ondas de agua. 490.—RUiZ, una noble familia de apellido R u i z , se entroncó con la de Bergara. Su escudo es de plata, cuartelado, en primero y cuarto, una águila esplayada; en segundo y tercero, una encina y-;al pie del tronco u n lobo pasante. .
491.—SAENZ, este nombre patronímico lo usaron varios reyes de N a b a r r a y A r a g ó n . Su escudo es: primero, de oro y un árbol de sinople, acompañado de dos panelas de gules; el segundo, de plata y dos lobos de sable empinantes afrontados, en ademán de embestirse. 492.—SAGASTA, en Angiozar, en campo de oro u n manzano verde con dos lobos negros empinados uno por cada lado. 493.—SAGASTI, partido en pal: primero, verde con u n castillo blanco; segundo, de oro con tres fajas azules; orla ropa con ocho besantes de plata. 494.—SAGASTIZABAL, en campo de oro dos castillos de plata, en línea v e r t i cal, uno sobre otro. 495.—SALABERRI, de plata con cinco panelas rojas. 496.—SALAZAR, fondo rojo, con doce estrellas de oro, puestas de á tres y una en la punta. 497.—SALINAS, (en M o n d r a g ó n ) , en campo de oro u n árbol encina verde soportado por dos lobos trepantes y debajo dos jabalíes negros, comiendo las bellotas en el suelo, mirándose el uno al otro. 498.—SAMANIEGO, azul y una mano empuñando una espada alzada y "rota; todo al natural, y siete estrellas de oro, puestas tres á cada lado y una en punta. 499.—SAN MARTIN, en las E n c a r t a ciones, en plata, faja ancha de gules central y tres conchas azules, dos arriba y una abajo de la faja. 500.—SANTA COLOMA, de oro y u n roble verde con un oso negro empinado y apoyado al árbol; bordura de plata con cadena de azul y oro. 501.—SANZ, tiene su origen en Nabarra,. procediendo de u n infante llamado F o r t u n Sanz de V e r a , de donde algunos de sus ilustres descendientes pasaron al reino de A r a g ó n en tiempo del r e y D. J a i m e I. Sus armas, escudo cortado: p r i m e r o , de oro y los cuatro palos ó barras de A r a g ó n ; el segundo, del mismo m e t a l y medio vuelo de gules. 502,—SARACHAGA, en las E n c a r t a ciones y Bilbao, cuartelado: p r i m e r o y cuarto, sinople, seis panelas de argento, en dos líneas de tres panelas cada u n a ; segundo y tercero, lobo sable íampíante en campo de plata. :
503.—SARALEGUI, en ¡Sainea,, (Nabar r a ) , en dos cuarteles: el primero partido en pal: primero u n r e y sentado empuñando una espada; segundo, doce cañones puestos de dos en dos; cuartel se-, gundo, tres árboles frondosos. 504. — SARASO LA, (en A l z a g a ) , en campo azul una torre de oro con puerta y ventanas rojas, y dos lebreles de plata remendados- de negro andantes y afrailados á las aldabas de la puerta con trallas rojas.
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4 6 5
468
Pereda 4 7
474
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Recabarran 4 8 0
486
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Rivasó Ribas 491
4 9 5
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501
Santa Culüma
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Salinas 5 0 5
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5arasala
170
D E S C R I P C I Ó N DE LOS
505.—SARRIA, en Larrabezúa, en otro tres barras de sable y encima de ellas una S de gules. ; 506.—SASIAIN BARRENA, en Abalzisketa, partido en faja: alto de oro con una cruz roja flordelisada: bajo de oro con una encina verde con fruto de oro y dos jabalíes negros empinados. 507.—SASOAIN, de plata, con u n caldero negro, cargado de una faja de plata. 50S. —SEGURA, en Bilbao, en campo azul castillo de oro con dos estrellas arriba, en cada lado; al pie ondas de agua de azul y plata.
ESCUDOS
518.—SORABURU, de plata, una flor de lis r o j a - y bordura roja lisa.
bordura de plata con letras negras que dicen: " M á s vale paz".
519.—SORAIZ, en Zumarraga, en f a j a : alto rojo con una torre de plata; bajo azul con cuatro fajas de oro.
5 3 3 . — U B I L L O S , en Y i l l a f r a n c a , partido en pal: primero, rojo con u n castillo de oro en medio de dos fajas onduladas de o r o ; segundo, de oro con u n árbol verde y u n lobo andante atravesando al tronco.
520.—SORALUGE, en Idiazábal, en campo de oro una encina verde, y, empinado á ella mi oso de su color natural. 521.—SOROM EN DI, de plata, la cruz roja con cinco besantes de oro.
534.—UCELAY, en Zumarraga, partido en punta; alto de oro con un fresno v e r d e ; punta azul con dos fajas ondeadas de plata; orla roja con cuatro conchas de plata y cuatro aspas de oro.
522.—SUBIZA, de plata, con el jefe negro.
535.—UGALDE, en campo azul, cinco panelas de plata.
523.—SUESCUN, cuartelado: primero y cuarto, azules con las veneras de plata en cada u n o ; segundo y tercero, de plata con dos vacas rojas, puestas la una sobre la otra en cada uno.
536.—UGARTE, en campo de oro una higuera verde con u n jabalí negro al pie.
:
509.—SEGURÓLA, en A y a , partido en cuatro cuarteles: primero y cuarto, azules con un castillo de oro con puerta y ventanas rojas en cada u n o ; segundo y tercero, de plata con sendos leones rojos rampantes. 510.—SEIN, en O y a r z ú n , en campo azul una torre de oro con puerta y ventanas negras y asomado á la puerta principal u n niño descubierto; sobre la torre, en lo altó del escudo, dos estrellas de oro de seis rayos á cada lado; orla roja dividida del campo con u n perfil de oro y en ella ocho veneras de este metal. 511".—SIERRA"; en las Encartaciones, en campo de oro u n castillo y sobre las almenas el instrumento de carpinteros, sierra; orla roja y ocho aspas de oro. 512.^SOJO, de oro y dos lobos negros atravesados; bordura roja con ocho aspas de 'oro. 513.-—-SOLANO, azul, el sol de o r o ; bordura roja- con ocho cabezas de sierpes verdes perfiladas de oro. 514.—SOLCHAGA, de oro, la cruz v a cía flordelisada verde. ¡
524.—TAPIA, en- Anoeta, en campo de oro tres tapias azules puestas en triángulo mayor. 525.—TELLER1A, en campo de plata, un roble verde con u n lobo negro atravesado al pie. 526.—TOLOSA, de orp 'con. cruz flordelisada de sangre. 527.—TOMAS EN A, en campo rojo una cruz relevada de plata y cuatro róeles de oro, uno en cada ángulo. 528.—TORRE, en Bilbao y en las E n cartaciones, azul, torre de plata sobre tres gradas con cinco almenas, mazonada de sable; la media puerta de ella cerrada y la otra media abierta, y sobre la primera y segunda grada dos leones apoyados, empinados, como queriendo subir por ella. 529.—TORRES, de Nabarra, rojo con cinco torres de plata puestas en aspa.
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515.—SOLOGOITI, en Durangó y A r r a tia, en campo sinople torre de oro. 516.—SOLORZANO, en la Encartación, blasón cuartelado: p r i m e r o y cuarto,-en azul dos flores de lis de o r o ; segundo y tercero, en verde dos hoces de segar de plata con mango de oro. 517.—SO MOZA, en Bilbao, partido en pal: en el p r i m e r cuartel, en campo azul, á la cabeza una corona y debajo una faja sable; á seguida tres lises de oro en triángulo y al pie aguas de azul y plata; en el segundo, en fondo de gules; seis piezas de dominó y una mano de guerrero qué sostiene u n mai-tillo. *
530—TOR REZA BAL, rojo con aspa de oro, un palo de plata brochante sobre el aspa y tres fajas azules brochantes sobre todo ello. 531.—UBARRI, de plata, cruz roja con u n pajarillo encima. 532.—UBILLA, en Bi"kaia, de oro; una barra ó banda al revés roja, engolada de dragantes verdes acompañada en el p r i m e r cantón de una cruz roja de Montesa, puesta sobre ondas de agua, y en el último, ó hueco inferior, un árbol terrazado al natural, con un oso pasante, atado al tronco con cadena al cuello;
537.—ULZURRUN, de oro, la cruz ío-' ja, con cinco estrellas de plata. 538.—UMEREZ, en Oñate, azul, una banda de oro. 539.—UNAMUNSAGA, de oro con tres lobos negros andantes, puestos en pal. 540.—UÑAN 13E, en campo de oro u n árbol verde -con una estrella de plata en la copa, y empinado á él, u n lobo negro sobre ondas de aguas azules y plateadas; orla roja con ocho aspas de oro. 541.—UN DA, en Durangó! en campo de argento, banda roja diagonal; arriba castillo de piedra y abajo león gul r a m pante. 542.—UNDIANO, en Nabarra, de gules y un menguante jaquelado de plata y sable; bordura de gules y ocho aspas de oro. 543.—UNZUÉ, tres palos ó bastones de gules sobrepuesta en la punta una cruz de plata. E l palacio solariego Hállase en el valle de Valdorba. 544.—UNZUETA, en campo de oro cruz de gules vana y floreteada y cuatro panelas rojas en medio de los brazos. 545.—URALDE, azul cbn tres fajas de oro, bordura roja fileteada de oro y cargada de ocho aspas de oro. 546.—URBINA,de sinople y una rueda de aceña con dos pilares de plata sobre, ondas de azur.' . . .
505
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510
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172
D E S C R I P C I Ó N DE LOS
ESCUDOS
5 4 7 . — U R C O L A , en campo de oro, castillo de gules con un segundo cuerpo y lobo empinante al lado izquierdo del castillo.
560.—URIBIA, en plata, faja de gules con tres lises de oro en ella y u n lobo de su color natural andante en la parte superior y otro en la inferior.
577.—URTUB1A, de plata con tres fajas rojas acompañadas de nueve lobos negros puestos de tres en tres sobre el campo.
5 4 8 . — U R D A N E T A , en L e g o r r e t a , partido en cuatro cuarteles: primero y cuarto con un árbol verde y un jabalí empinado en cada uno en campo de oro; segundo y tercero, azules con sendos castillos de plata, y encima de cada castillo una estrella de plata.
5 6 1 . — U R I Z A R , en Oñate, partido en f a j a : alto azul con cinco estrellas de oro puestas en aspa, bajo de plata con u n jabalí negro pasante.
578.—URZÁIZ, de plata con el águila negra volante; bordura roja con 18 rosas de plata.
5 6 2 . — U R Q U I A , en campo de oro u n avellano con su fruto y al pie u n perro manchado de negro y plata; orla roja con ocho conchas de plata.
5 7 9 . — U S A T E G U I , en campo de plata u n peral verde plantado sobre u n prado y un jabalí empinante al árbol.
5 6 3 . — U R Q U I J O , dividido en pal: á-la derecha, en plata, cinco panelas verdes y orla verde con trece estrellas de oro, y á la izquierda sobre verde cruz de oro vana floreteada.
5 8 0 . — U S T A R I Z , cuartelado en c r u z : primero de gules, el árbol sinople, el jabalí atravesado; segundo, de gules y la estrella de oro; tercero, ajedrezado de plata y o r o ; cuarto, de gules y u n lobo sable con un cordero en la boca.
549. — U R D A N G A R I N , en A t a ú n , en campo de plata u n roble verde salpicado de oro y idos lobos negros atravesados, uno por delante de otro y otro por detrás del tronco; orla roja con aspas de oro. > ' 5 5 0 . — U R D A N 1Z, de plata, la cruz neg r a tubolada y acanalada, esto es, con su contorno dentellado y las puntas.de los dientes vueltas al exterior, como u n perfil acanalado; en cada cantón dos lobos negros andantes, y, al par de cada uno de los cuatro brazos de la cruz, u n billete rojo cargado de u n aspa de plata y tangente al borde del escudo. 5 5 1 ^ — U R D A P I L L E T A , de oro dos robles y entre ellos dos lobos uno tras : otro. 5 5 2 . — U R D I A I N , de oro con seis lobos negros andantes de dos en dos. . 553.—URDÍ N O L A , en O y a r z ú n , en campo de plata" u n losange a z u l ; sobre él u n águila volante de oro con las alas desplegadas, y en cada uno de' los cuatro ángulos del escudo un armiño negro. 554.-— U R E T A , rojo con cruz flordelisada de pro y cuatro conchas de plata. 5 5 5 — U R I A , de oro, una t o r r e 4é piedra, de su natural color: 5 5 6 . — U R I A R T E , escudo partido en faj a : en el de arriba dos cuarteles; á la derecha u n grifo empinado, á la izquierda león también empinado; león y grifo en actitud : de riña, encarándose en sus respectivos cuarteles y casi tocándose con las manos ó patas delanteras. E n fel cuartel de abajo ban•da diagonal y tres luceros ~con media luna debajo de uno de ellos; en el espacio de la punta del escudó dos llaves en sautor. 557.—URIGOIT1A, de plata, con águila roja rampante rodeada de dentellones azules. 5 5 8 . — U R I G Ü E N , en Morga, rojo con una población ó grupo de casas con su iglesia de plata. 559.-^URIBÉ, en Orduña, en campo de sinople dos castillos de oro, uno sobre otro y trece estrellas en orla.
5 6 4 . — U R Q U I O L A , en campo de plata u n abedul í ' U r q u i a " y al pie u n jabalí negro pasante. 5 6 5 . — U R Q U I Z A , en campo de plata, u n árbol verde y un lobo sable atravesado andante, orla azul con ocho estrellas de oro. 5 6 6 . — U R Q U I Z U , de oro con banda roja engolada en dragantes verdes. 567.—UROZ, rojo tronchado de plata. 5 6 8 — U R R E S T I , u n avellano, y do de él u n escudo cuartelado: primero y . cuarto u n castillo de en el segundo y tercero, cruz de nidad..; ••
colgaen el plata: la T r i -
5 6 9 . — U R R U E L A , rojo con banda de oro engolada en dragantes azules y acompañada de seis conchas de plata, puestas tres á cada lado sobre el camipo.
5 8 1 . — U S T A R R O Z , de plata, siete armiños negros, y el jefe rojo, cargado de tres aspas de oro. 5 8 2 . — V A L D A , al pie del roble u n jabalí negro acosado por cuatro perros de su color natural, que f o r m a n orla en torno del escudete, puestos dos á cada lado. 5 8 3 . — V A L L E , partido: primero, azul con luna menguante de plata y cinco estrellas de oro en aspa; segundo de plata con un castillo rojo. 584.^-VEDIA, en el Duranguesado, de gules y un castillo partido, de plata y cinco armiños; bordadura de azur y ocho estrellas.
5 7 2 . — U R R U T Y , de plata, una encina verde con bellotas de oro al flanco derecho, y, al izquierdo, un oso pasante, todo sobre terraza verde.
.585. — V É L A Z , cuartelado: primero., cuartelado con u n lobo andante en el p r i m e r a y. cuarto y una caldera en los otros dos; segundo un árbol atravesado de lobo pasante al tronco y acompañado á su diestra de un ave volante; tercero; cuartelado;' con cruz flordelisada en primero y cuarto, y estrella de ocho puntas en cada uno de los otros dos; cuarto, una cadena puesta en barra ó banda, al revés, en medio de dos lunas afrontadas, todo sobre una muralla que ocupa el tercio inferior y bordura particular con ocho veneras. •
5 7 3 . — U R R U Z U N O , en campo de oro dos lobos negros y una panela verde encima de cada hueco; orla roja con ocho aspas de oro.
5 8 6 . — V E L A S C O , ajedrezado de ochp puntas de oro, equipolados á siete de veros.
5 7 0 . — U R R E T A , en gules cruz de oro floreteada, y en los espacios que forma la qruz, sendas coquillas de plata. ' 5 7 1 . — U R R U T I A , cruz roja floreteada como la de Calatrava y entre los brazos cuatro panelas rojas también.
5 7 4 . — U R S U A , de oro con dentellones azules en torno y cinco palomas (ursuak) negras con pintas de plata puestas en aspa. 5 7 5 . — U R T A S U N , de plata con dos palos negros. 5 7 6 . — U R T E A G A , en campo de oro, un árbol verde con dos lobos de su color natural, linguados y armados de rojo, empinantes al tronco y una caldera neg r a pendiente de una cadena de hierro, desde una rama del árbol.
5 8 7 . — V É L E Z , en cuatro cuarteles: primero y cuarto,- de oro con tres bandas de plata sembradas de armiños negros en cada uno; segundo y tercero rojos con cinco panelas de plata puestas en aspa en cada uno. 5 8 8 . — V E R G A R A , cuartelado: p r i m e r o y cuarto, de oro y un cuervo de sable; segundo de oro y dos lobos pasantes de sable, el uno sobre el o t r o ; tercero, de oro y tres palos de azur, el escusón jaquelado de plata y sable.
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174
D E S C R I P C I Ó N DE LOS
ESCUDOS
589.—VIANA, originario de N a b a r r a , de oro y águila de sable.
un árbol verde con u n jabalí negro empinado.
590.—VICUÑA, en Legazpia, en campo azul una cadena de oro puesta en banda, en bocas de dos lunas crecientes de plata que hacen de dragantes, entre dos estrellas de oro, una en lo alto del campo y otra en lo bajo.
604—ZALDARRIAGA, cuartelado: primero y cuarto, rojos, la cruz flordelisada de oro en medio de cuatro eslabones de oro; segundo y tercero, ajedrezados de oro y negro.
591.—VIDARTE, de Nabarra, en tres cuarteles: p r i m e r o una panela r o j a sobre campo de oro en el cuartel alto; segundo una venera de plata sobre dos estrellas y tercero de oro con tres palos rojos. (Este escudo está aliado al de "Ardaiz"). 592.—VILLABASO, en campo de plata banda de gules en bocas de dos dragantes de sinople manchados de o r o . E n la parte superior de la banda u n roel de azur y en la inferior una piedra berroqueña. 593.—VILLANUEVA, cuartelado: primero y cuarto, rojos, un galgo de plat a ; segundo y tercero, de oro, u n pájaro negro. 594.—VILLAR, en Lemona, banda engolada, con tres lises en lo alto y una venera en lo bajo del campo. 595—VILLARRÉAL, en Bilbao, de plata y una cruz de gules hueca y floreada, como la de Calatrava, acompañada de cuatro flores de lis del mismo color.
605.—ZALDUA, en campo de oro una torre de su natural color y u n letrero cortado por la torre del homenaje en esta f o r m a : Z A L (aquí la torre) D V A . 606. — ZAMALLOA, partido en aspa, los cuarteles alto y bajo rojos, con una flor de lis de oro en cada u n o ; los laterales de plata con armiños negros. 607.—ZAMORA, en O y a r z ú n y Puenterrabía, en campo rojo u n castillo de plata con puerta y ventanas azules.
618.—ZUBIAUR, de plata con u n puente puesto sobre ondas de agua, y en el puente un árbol verde con dos lobos negros empinados al tronco. 619.—ZUBIAURRE, en campo de oro un castillo frente á u n puente (zubia u r r e ) , puente delante, y sobre el castillo tres panelas verdes. 620.—ZUBIETA, en campo de plata u n árbol verde y dos lobos negros empinados á él. 621.—ZUBILLAGA, en campo verde u n puente de oro de tres arcos sobre ondas de agua; orla de plata con ocho jabalíes negros.
608.—ZAMUDIO, cortado: alto de oro con cinco panelas azules puestas en aspa; bajo chebronado en fajas de azul y plata, á manera de ondas.
622.—ZUBIZARRETA, cuartelado: primero, verde con u n castillo de o r o ; segundo, de plata con u n árbol verde y sobre él, u n águila cebada con u n conejo en la boca; tercero, azul con cinco hojas de trébol; cuarto, azul con dos aspas de oro.
609.—ZANGRONIZ, en oro, cinco panelas, gules.
623.—ZUFIRIA, en campo rojo dos galgos de plata.
610.—ZARATE, rojo con nueve panelas, puestas de tres en tres.
624,—ZUGASTI, sobre u n prado y en campo de gules tres sauces verdes.
611.—ZARAUZ, en faja alto rojo con el águila imperial de plata con sus alas abiertas, bajo de plata con tres róeles rojos.
625.—ZU LAICA, en campo de plata, una encina verde con fruto de oro y u n jabalí negro corriendo por delante del tronco; orla de diez piezas, cinco rojas y cinco de oro, con un aspa de oro sobre cada una de las rojas, y una concha azul sobre cada una de las doradas.
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596.—VILLELA, rojo y la cruz de plata cargada de cinco lobos engros andantes y en cada cantón dos llaves de oro puestas en aspa. 597.—VIVANCO, azul con u n castillo de oro, y naciente de las almenas, el busto de u n g u e r r e r o ; bordura de plata con letras que dicen: <03.—ZABALETA, en campo de o r o ;
612.—ZELAYA, en campo rojo, banda de oro en boca de dos dragantes de sinople, salpicados de o r o ; en la parte baja de aquella u n menguante de luna, de plata. L a orla de oro de ocho aspas de gules. 613.—ZEMBORA1N, en Nabarra, de plata, con tres fajas rojas. 614.—ZORRILLA, de plata y una encina de sinople con los dos lobos rojos pasantes afrontados al pie del tronco. 615.—ZUBELZU, en Deba, con cruz flordelisada.
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616.—ZUBIA, partido en mantel, en cada uno de los dos cuarteles altos sobre campo de oro un árbol verde con dos cabras, rojas manchadas de negro, trepantes al t r o n c o ; el cuartel bajo verde con un puente de madera, de oro; orla roja con ocho aspas de oro. 617.'—ZUBIAGA, verde, torre de piedra y, delante de su puerta ü n puente (zubia), también de piedra, al natural, asentado sobre ondas de agua de plata y azul.
626.—ZULOAGA, partido en p a l : p r i mero, de plata con una encina v e r d e con su fruto de oro y raíces descubiertas; segundo, escaqueado de rojo y oro. 627.—ZULÚ ETA, azul con luna de plata puntas abajo. 628.—ZUMALÁCARREGUI, partido en pal: primero, de rocón, u n pino verde con pinas de su color natural y atra-, vesado al tronco un jabalí n e g r o ; segundo, rojo con una torre de oro perfilada de azul y dos lebreles encontrados de plata con manchas negras atraillados á la puerta con trailla v e r d e ; orla de plata con una zarza verde con zarzamoras negras. 629.—ZUMELZU, de plata, con la m i m brera verde cargada de u n escudete pendiente que ofrece en campo de oro cuatro fajas azules. 630.—ZÚÑIGA, en plata, banda negra, orlada de las cadenas de Nabarra.
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