Historia reciente en Argentina AUTORAS
Cristina Mantegari Paula Luciani
DIRECCION EDITORIAL Benjamin Hamra
CORRECCION Vanesa Garcia
DISEÑO Y DIAGRAMACION Soledad Cacio
Novelibro S.A www.novelibro.com
Módulo introductorio Bienvenidos a la propuesta de Formación Continua para educadores de NOVELIBRO S.A.
Nuestra propuesta:
Nos complace integrarlo a nuestro proyecto de Educación a Distancia, estamos seguros que de este modo podremos contribuir a la demanda de perfeccionamiento y actualización profesional docente en el contexto de nuestra sociedad.
La capacitación a distancia facilita a los/as docentes la realización de un proceso de aprendizaje y de actualización acorde con las posibilidades de cada situación personal y profesional. Permite a los cursantes organizar sus tiempos y espacios, adecuar los horarios de estudio de acuerdo a sus posibilidades, sin la necesidad de concurrir a las aulas tradicionales. Esta modalidad propicia el aprendizaje autónomo en diálogo permanente con el tutor ya sea vía mail o por medio de las alternativas virtuales de capacitación; favorece también el continuo intercambio con los pares por medio de la participación en los foros de nuestro campus virtual. El/la tutor/a trabaja en la motivación, seguimiento y facilitación de los aprendizajes. Los contenidos son abordados a partir de actividades y propuestas de reflexión que dan lugar a la revisión de la propia práctica para construir estrategias superadoras de la misma en función de los grupos de alumnos de los/as docentes y de los diferentes contextos de su desempeño. Los contenidos se abordan de modo progresivo a partir de variadas propuestas que dan lugar a la deconstrucción – construcción continua por medio de las actividades de auto aprendizaje. Se proponen instancias de autoevaluación para orientar al cursante acerca de su proceso de aprendizaje.
Guía para el capacitando El objetivo de esta guía es acompañarlo en el recorrido de esta capacitación. Ofrecemos diferentes vías para la comunicación con el/la tutor/a y con sus pares. Podrá consultar y recibir la respuesta por medio del correo electrónico o ingresando al campus virtual mediante el chat y los foros de participación. Sus inquietudes y dudas, se responderán a la brevedad.
Al consultar vía e mail usted deberá colocar los siguientes datos:
Apellido y Nombre completo: DNI N°: Curso por el que consulta: Consultas al tutor: Correo electrónico para consultas: tutorí
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Modalidad de la cursada La misma se realizará por medio de la propuesta contenida en los módulos impresos, del acompañamiento del tutor y del acceso al campus virtual. El tutor lo acompañará en todo el proceso, por lo cual le sugerimos que no dude en enviar un e mail ante sus necesidades de consultas e inquietudes. Inmediatamente después de su inscripción por favor envíenos un correo a tutorí
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El campus virtual Se trata de un espacio virtual elaborado para instancias de capacitación. En él podrá realizar consultas por medio del chat y de los foros o enviando e mails ingresando al mismo. En el chat y en los foros podrá ampliar contenidos mediante el intercambio con los pares y los tutores. En el campus encontrará toda la información correspondiente al curso. Los módulos impresos: Los mismos contienen el desarrollo teórico que corresponde a la propuesta de capacitación , lecturas, actividades de autoaprendizaje que podrá realizar en el las líneas punteadas en el cuadernillo y las actividades de autoevaluación. También remiten a la bibliografía obligatoria y de consulta. Al final del cuadernillo encontrará las consignas para la realización del trabajo práctico obligatorio. Trabajo Práctico Integrador: Se trata de un trabajo de integración de todos los módulos que componen el trayecto de capacitación del curso.
Requisitos de aprobación del curso: Haber realizado la totalidad de actividades propuestas en el curso y de trabajos prácticos Entrega del trabajo práctico integrador y la realización de la evaluación final - presencial. ENTREGA DEL TRABAJO PRÁCTICO El plazo de entrega es hasta la fecha de la evaluación final presencial y obligatoria pudiéndolo entregar ese mismo día o con anterioridad. EVALUACION FINAL La asistencia es obligatoria. La evaluación es presencial, individual, escrita y obligatoria. Es requisito de aprobación del curso junto con la entrega del trabajo práctico. La evaluación se realizará en la fecha y lugar que le informaremos con anterioridad. Deberá presentarse al encuentro de evaluación con DNI para registrar los datos correctamente y poder emitir correctamente los certificados. Requisitos para la obtención de los certificados: Haber cumplimentado los requisitos de inscripción. Haber realizado la totalidad de actividades y trabajos prácticos propuestos en los módulos. Aprobación del trabajo práctico integrador Aprobación de la Evaluación Final.
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Presentación La comprensión de historia reciente del país implica adentrarse en el estudio del contexto político, social y económico acontecido entre las décadas del sesenta y setenta. Durante esos años, se produjeron muchos de los cambios más notables que configuran la Argentina actual. La sociedad pasó de estar integrada en términos de un bienestar general, con pleno empleo y un modelo productivo industrial inclusivo, a sufrir la desarticulación social y económica bajo un creciente autoritarismo. Por lo tanto, un cabal entendimiento de estas décadas habilita una doble finalidad: otorgar un sentido al presente y, al mismo tiempo, posibilitar una reflexión que permita al país superar la honda fractura social aún existente. Emprender la tarea de recorrer la historia argentina reciente demanda evaluar los escenarios sociales, económicos, políticos y culturales en los que los hechos se produjeron y el rol desplegado por distintos actores individuales y colectivos que actuaron en él. A lo largo de los Módulos, proponemos trazar un recorrido histórico que permita advertir cambios y continuidades entre los distintos temas abordados y las etapas establecidas. Asimismo, la propuesta intenta combinar múltiples aproximaciones: desde la historia política hasta la social, pasando por la economía, la cultura y las ideas. Si bien toda periodización puede ser puesta en discusión y verse así rectificada, lo cierto es que la aquí sugerida posibilita un manejo idóneo de la temporalidad histórica en el trabajo áulico. Las dimensiones políticas, sociales, culturales y económicas son convenientes para favorecer una comprensión y administración del conocimiento, todo lo cual no implica de ninguna manera generar compartimentos estancos entre tales aproximaciones. La interacción de estas variables y la dependencia de los acontecimientos son vitales para desarrollar una mirada compleja y, a la vez, precisa de la historia abordada. En la actualidad, la tarea del historiador se ha visto enriquecida con la posibilidad de estudiar aquellos actores y contextos más próximos a su tiempo. Frente a las visiones decimonónicas, pero todavía vigentes que enuncian la imposibilidad de abordar la historia próxima dada la cercanía y la influencia que generaría en la” objetividad” de la labor historiográfica, hoy la perspectiva de análisis parece ser otra. El historiador no solo puede aportar, tal como lo hacen la Sociología y la Antropología al saber de nuestras sociedades contemporáneas, sino también posee una forma de aproximación única e irremplazable. Un método de estudio sobre los documentos, una forma de organizar los materiales y de narrar, son los aspectos más significativos y los que fundamentan su particularidad al conocimiento de lo social. Pero también la cada vez más asidua visita del historiador al pasado reciente implica participar en la construcción colectiva en la memoria de su época y, de esta manera, desplegar una intervención en el espacio de la rememoración junto al resto de la sociedad. Los tres Módulos que presentamos se adentran en la política, la cultura y la sociedad argentina desde fines de la década del cincuenta hasta principios de la de la del ochenta. En el primero, se analiza la historia política nacional desde la caída del peronismo en el gobierno en 1955 hasta los últimos años de la dictadura iniciada en 1976. En el segundo, nos adentramos en el análisis de las ideas y la cultura. Finalmente, en el tercero, la mirada reposa en aquellos aspectos de la sociedad que caracterizaron los cambios más significativos que afectaron al país desde la mitad del siglo XX. Hemos incluido bibliografía clásica y actualizada sobre los distintos temas, que permita al capacitando advertir las particularidades de esta producción historiográfica, y propuesto varias actividades con el fin de que tomen contacto con diversos recursos, todos ellos aplicables al estudio del tema pero también al ejercicio profesional de la transposición didáctica.
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APÉRTURA DE MODULO 1
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Introducción La historia política argentina durante buena parte del siglo XX estuvo jalonada por una tensión irresoluble. La constitución de sistema político moderno caracterizado por elecciones periódicas, el voto secreto y la participación de partidos políticos se vio en más de una oportunidad traccionada por la dificultad que experimentaba la clase política nacional de otorgar estabilidad, previsión y garantías tanto a las decisiones de los ciudadanos votantes, como a los actos de aquellos que ejercían la autoridad de forma legítima. A partir del surgimiento del peronismo, en 1945, la ampliada y plena participación política no solo parecía volver a ser un rasgo central de la escena nacional sino también a redoblarse con la incorporación de vastos sectores subalternos a través de la adquisición de importantes derechos sociales. Sin embargo, en las décadas posteriores, la inestabilidad política, la violencia y el autoritarismo volvieron a emerger y a teñir la vida cívica nacional. Eran signos de una dificultad para la plena vigencia del sistema político, de los partidos y de la democracia republicana y representativa tal como había establecido la Ley Sanz Peña en 1912. La vida política argentina encontró sus puntos más altos de tensión y conflicto, pero también de esperanza de transformación en las décadas del sesenta y setenta. Fue durante esos años cuando se entremezclaron vientos de cambio impulsados por actores políticos junto a la acción conservadora y represiva representada por sectores como las Fuerzas Armadas, la Iglesia Católica, empresarios y distintos dirigentes partidarios de fuerzas como el peronismo, la Unión Cívica Radical y de la izquierda.
Objetivos • Identificar acontecimientos y problemas importantes que permitan trazar una mirada analítica de la política argentina durante las décadas del sesenta y setenta. • Desarrollar una mirada comprensiva sobre el pasado reciente, en sí mismo y en tanto proceso histórico a partir del cual nace el actual proceso democrático argentino. • Analizar el rol desplegado por el peronismo, los militares y los partidos políticos en torno a la vigencia del sistema democrático y la emergencia de un creciente autoritarismo. • Examinar y relacionar información procedente de fuentes escritas. • Diseñar actividades a partir del hallazgo de distintas fuentes para trabajar con sus alumnos/as en clase. Contenidos • La política y sus actores durante el posperonismo (1955-1958) • Democracia, autoritarismo y radicalización (1958-1973) • Peronismo, dictadura y represión (1973-1983) La política y sus actores durante el posperonismo (1955-1958) Según Juan Carlos Torre y Liliana de Ritz, los integrantes de la coalición que derrocaron al gobierno legítimamente electo de Juan Domingo Perón el 16 de septiembre de 1955 tenían como objetivo común desmantelar el sistema de controles autoritarios creado por Perón.1 Este proceso, llamado por Torre como la “peronización de las instituciones”, reposaba en la búsqueda por parte del peronismo de cooptar y lograr un apoyo definitivo de instituciones como las Fuerzas Armadas, la Iglesia Católica y las ligas empresariales, a través de un duro intervencionismo sobre sus reglas de funcionamiento y actividades. La reacción de estos actores frente al avance del peronismo fue de creciente oposición desde un comienzo hasta que, a mediados de 1955, entró en confluencia con la aversión que los partidos políticos tradicionales desplegaron frente al gobierno. El encuentro entre los antiguos aliados a Perón y las fuerzas políticas opositoras determinó, finalmente, el fin del peronismo en el gobierno, decretado por el golpe de estado de septiembre. Sin embargo, lo más significativo para a vida política argentina en las décadas siguientes es que esta victoria generó una enorme dificultad por parte de las fuerzas triunfantes para “definir el perfil del nuevo orden social y económico que habría de emerger de la urgente tarea de reconstrucción”. 2 1. TORRE, Juan Carlos y DE RITZ, Liliana (2002) “Argentina desde 1946”, en Leslie Bethell (Comp.), Historia de la Argentina, Buenos Aires, Editorial Crítica. 2. Ibídem, p. 238.
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Nacionalistas, radicales intransigentes y unionistas, conservadores y socialistas coincidían en la necesidad de poner fin al gobierno de Perón. A diferencia de los golpes militares de 1930 y 1943, esta vez el apoyo de las fuerzas políticas al golpe de 1955 fue total. La asunción del general (RE) Eduardo Leonardi implicó el liderazgo inicial del nacionalismo antiliberal y católico y el comienzo de una política hacia el movimiento obrero bajo la común idea, según Torre y De Ritz, de que sin Perón “el peronismo no sobreviviría como fuerza política después de la caída del régimen que lo había creado” y que a partir de allí se concretaría la vieja idea del nacionalismo popular de luchar contra las influencias izquierdistas, con apoyo obrero y partidario.3 El lema “Ni vencedores ni vencidos” que el nuevo presidente de facto enunciara a fines de septiembre de 1955 y el nombramiento de funcionarios nacionalistas en importantes puestos ministeriales —en donde se destacaba Luis Cerruti Costa en el Ministerio de Trabajo y Previsión quien había decidido no intervenir los sindicatos— fueron las expresiones tempranas de una política que lentamente comenzó a ser observada con recelo por parte de los otros integrantes del golpe de estado. El acercamiento al movimiento sindical y la participación en el gabinete de antiguos miembros del gobierno de Perón, generó una crisis política que llevó a la renuncia de toda la Junta Consultiva —creada por el almirante Isaac Rojas para controlar la distribución de los puestos ministeriales y de la administración pública— y a habilitar una fuerte presión para que Leonardi renunciara, tal como sucedió finalmente el 13 de noviembre de 1955. La asunción a la presidencia de Pedro Eugenio Aramburu con apoyo de los partidos tradicionales configuró un nuevo escenario político en el país. La derrota del proyecto nacionalista de Leonardi implicó por parte de las Fuerzas Armadas acentuar la búsqueda de una “regeneración democrática” de la vida política nacional con el fin de borrar la “pesadilla totalitaria” del peronismo y buscar el disciplinamiento de las masas peronistas. Esto implicaba, en palabras de César Tcach, “la disolución de su identidad política y su absorción gradual por las sedicentes fuerzas democráticas” bajo el supuesto de que “la viabilidad de esta tarea se alimentaba de una concepción del peronismo, concebido como mero fruto de un líder demagógico dotado de un eficaz aparato de propaganda”. 4 Esta idea de “regeneración” de las masas peronistas y la insistencia para que abandonaran su vieja lealtad y asumieran una identidad “democrática” asociada a los partidos democráticos tradicionales, se tradujo en una política amparada en la represión y la proscripción política. Entre las medidas más notorias, el gobierno de la autodenominada “Revolución Libertadora” impulsó la intervención por decreto de la Confederación General del Trabajo (CGT), la disolución del partido peronista, la inhabilitación de sus integrantes para obtener empleos en la administración pública y la proscripción de la representación gremial a quienes habían ocupado cargos sindicales a partir de 1952. 5 Junto a estas medidas políticas y sindicales, el gobierno de facto también afrontó una batalla simbólica contra el peronismo, a través de la prohibición de la utilización de sus símbolos e incluso de la mención del nombre de Perón en actos públicos. En un extremo del antiperonismo más cerril, la “Revolución Libertadora” implantó la ley marcial, situación que llevó al fusilamiento de varios militares y grupos de obreros acusados de “sublevación”, tal como Rodolfo Walsh retrató en su investigación Operación Masacre. Pero si, por un lado, el gobierno de Aramburu emprendía una dura política para atender a lo que en la época comenzaba a denominarse como la “cuestión peronista”; por el otro, lo que quedaba todavía sin resolver era la manera que emplearían los partidos políticos para ganar la adhesión y movilización de esas “masas” de cara a unas elecciones que los militares tardarían en convocar. El asunto del voto peronista y las disputas internas sobre qué posición tomar frente al gobierno envolvieron a varios partidos y figuras políticas de peso en la escena nacional. El caso más resonante fue el de la Unión Cívica Radical (UCR). Desde principios de la década del cincuenta, el partido había estado dividido internamente entre los seguidores del dirigente Amadeo Sabattini, quien apadrinaba una línea abstencionista y conspirativa en su lucha contra el peronismo, y el Movimiento de Intransigencia y Renovación que tenía a Arturo Frondizi como su más destacada figura y era el centro de las críticas de los sabattinistas por su supuesta “tibieza” en la lucha contra Perón. Frondizi, amparado en un discurso antiimperialista y nacionalista, era un ferviente opositor del gobierno de Perón, pero no de sus objetivos sino de sus dudas para encarar una política frente al capital extranjero y las relaciones internacionales con el fin de allanar un acelerado proceso industrial. Respecto de este punto, Frondizi señalaba en un pasaje de su libro Petróleo y política publicado en 1954 que: “una potente industrialización es la segunda base de todo cambio en la estructuración económico-nacional. Necesitamos una fuerte industria nacional independiente, es decir, que no sea un apéndice de los centros imperiales. Su desarrollo tiene que fundarse especialmente en el ahorro, en el trabajo, en la voluntad y en la inteligencia del pueblo argentino. Como necesitamos una industria que utilice las formas técnicas más ade3. Ibídem, p. 240. 4. TCACH, César (2003) “Golpes, proscripción y partidos políticos”, en Daniel James (Dir.), Violencia, proscripción y autoritarismo (19551976), Buenos Aires, Editoriales Sudamericana. 5. Ibídem, p. 24.
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lantadas será indispensable importar máquinas modernas para lo cual, las divisas que resulten del comercio exterior deberán ser usadas fundamentalmente para importar bienes de producción. A fin de ir liberando al país de la dependencia en materia de máquinas, deberá asegurarse la creación y el funcionamiento de una industria pesada ––que será clave de nuestro desarrollo económico— en base al esfuerzo del pueblo y del Estado argentinos o sea, sin ser entregada a las influencias imperialistas. Todo plan de industrialización está necesariamente ligado a un gran consumo de energía. Debemos, pues, alcanzar autonomía energética, para lo cual se aprovecharán las fuentes hidroeléctricas, se impulsará la búsqueda del carbón, y se entregarán en forma exclusiva a YPF el abastecimiento”. 6 La reelección de Frondizi como presidente del Comité Nacional del partido en marzo de 1956 profundizó la división interna. La creación en el verano de 1957 de la UCRI (Unión Cívica Radical Intransigente) liderada por Frondizi y de la UCRP (Unión Cívica Radical del Pueblo) bajo el mando del viejo dirigente Ricardo Balbín, decretó la fractura del radicalismo que pervivió por décadas y que tuvo en la “cuestión peronista” su principal foco. Pero el radicalismo no fue la única fuerza que sufrió rupturas a raíz de establecer posiciones frente al peronismo. El Partido Socialista fue otra fuerza política que ya había experimentado bajo el peronismo discusiones y líneas internas opositoras. Si durante los años de la “Revolución Libertadora”, como indica María Cristina Tortti, en el partido, se generó una nueva expectativa ante la posibilidad de volver a tomar contacto con los trabajadores, hacia fines de la década del cincuenta la juventud partidaria no solo encontró que la vieja dirigencia no tenía ninguna intención de entablar diálogo con el sindicalismo identificado irremediablemente con el peronismo sino que tampoco bregaba por tomar distancia del gobierno de facto y su política represiva.7 La convocatoria para elegir representantes en la Asamblea Constituyente de julio de 1957 fue el primer test que permitió observar en la práctica este reordenamiento del cuadro político y el alcance de la “desperonización” impulsada por el gobierno de facto. El resultado fue previsible. La fragmentación de las fuerzas antiperonistas se hizo evidente en la dispersión de los votos que cada fórmula obtuvo: 2.400.00 fueron votos en blanco; 2.100.000, votaron por la UCRP; 1.850.000 por la UCRI, mientras que el Partido Socialista obtuvo algo más de 500.000. La Asamblea se llevó a cabo pero prontamente las diferencias entre distintas fuerzas políticas e incluso entre aquellos que tenía una misma procedencia partidaria impidieron que las sesiones se realizaran con normalidad, al punto que, con el retiro de los conservadores, el cuerpo quedó sin quórum para sesionar. Si bien se derogó la Constitución de 1949 —fin de la reelección presidencial y ampliación de derechos sociales como el derecho a huelga y el reparto de ganancia en las empresas—, su fracaso puso en evidencia dos cuestiones claves de la política argentina de entonces. En primer lugar, los votos en blanco representaban la innegable supervivencia del movimiento proscripto y su importancia a la hora de proyectar erigir un gobierno democrático. En segundo lugar, la incapacidad de las fuerzas políticas antiperonistas “para ponerse de acuerdo en torno a las reglas que debían imperar en el período posperonista, como su impotencia para disolver la identidad peronista”.8 El llamado a elecciones para febrero de 1958 fue producto del cuadro político analizado pero también de los problemas que evidenciaba el gobierno en materia económica, incapaz de frenar la inflación heredada del peronismo y atraer capitales extranjeros. En este marco, el apoyo que recibió Ricardo Balbín de la UCRP por parte del oficialismo estableció un nuevo eje para el antiperonismo. Frente a esta situación, el otro candidato con posibilidades reales presidenciables, Arturo Frondizi, estaba atado a diagramar una respuesta a una difícil pregunta: si bien era cierto que el apoyo de Perón era determinante para aspirar a la presidencia, y lograrlo no era una empresa menor, ¿de qué manera podría al mismo tiempo diferenciarse del peronismo y marcar una diferencia con el “Líder”? A esta tarea, Frondizi y su equipo asesor liderado por el director de la revista Qué sucedió en siete días, Rogelio Frigerio, se lanzó desde mediados de 1957 hasta principios de 1958. Según evidencian varios autores, el líder de la UCRI tomó dos iniciativas. La primera se vinculó con abrir un diálogo directo con Perón y así ganar el favor del voto peronista. El acuerdo entre Frondizi y Perón contemplaba el compromiso por parte de la UCRI de poner en práctica una amnistía, reconocer legalmente al justicialismo y restaurar las leyes sindicales. En segundo lugar, el dirigente radical desplegó un discurso que intentaba asimilar las banderas históricas del movimiento nacional-popular y, al mismo tiempo, diferenciarse. En virtud de ello, se metió de lleno en el debate público “sosteniendo la tesis de que el dilema argentino no pasaba por escoger entre peronismo y antiperonismo (…); la verdadera disyuntiva nacional estaba entre la industrialización y el subdesarrollo”.9 Ahora bien, y como plantea César Tcach, “¿las promesas de Frondizi eran suficiente garantía para Perón? Seguramente no, dado que era difícil prever que el levantamiento de la 6. FRONDIZI, Arturo (1955) Petróleo y política, Buenos Aires, Editorial Raigal. Extracto de la introducción tomado de Carlos Altamirano (2001), Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Emecé, p. 170. 7. TORTTI, María Cristina (2009), El “viejo” partido socialista y los orígenes de la “nueva” izquierda, Buenos Aires, Editorial Prometeo, ver en especial cap. 2 y 3. 8.TCACH, César (2003) “Golpes, proscripción y partidos políticos”, op. cit., p. 28. 9. TORRE, Juan Carlos y DE RITZ, Lilliana (2002), op. cit., p. 244.
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proscripción afectase la estabilidad del gobierno electo”.10 Dos eran los objetivos que impulsaron al líder exiliado a establecer este acuerdo. Por un lado, el pacto colocaría al peronismo como el actor político principal en el escenario nacional, mientras que por el otro, le permitía a Perón reafirmar su posición de dominio en el interior del justicialismo, amenazado por algunos gobernadores y líderes sindicales. Las elecciones celebradas el 23 de febrero de 1958 dieron triunfadora a la fórmula de la UCRI encabezada por Arturo Frondizi y Alejandro Gómez, superando a su principal competidor Ricardo Balbín por más de un millón y medio de votos. Con ello, se inició una nueva etapa en la política argentina. Durante las décadas del sesenta y parte de la del setenta, los gobiernos democráticos, frágiles en sus bases de votantes y con volátiles apoyos partidarios, tuvieron que convivir con el autoritarismo militar y un creciente proceso de radicalización política abrigada por un sector de la izquierda y del peronismo juvenil.
Democracia, autoritarismo y radicalización (1958-1973) El gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) asumió con apoyo del peronismo, pero también de los nacionalistas, comunistas y católicos. Dada esta heterogénea base de sustentación, Frondizi tuvo casi inmediatamente que resolver los intereses contrapuestos que incluían el recelo de los militares por su pacto con Perón. Sus medidas durante los primeros años de gobierno reflejan las tensiones que marcaron a toda su gestión y la búsqueda por integrar políticamente a varios sectores pero principalmente al peronismo, como piedra fundamental para el despliegue de un plan económico condensado en la idea del desarrollismo. Respecto a su alianza con Perón, el gobierno electo revocó el decreto que prohibía las actividades peronistas, promulgó una ley de amnistía y derogó las inhibiciones gremiales. Además, concedió un aumento salarial del 60% y eliminó el decreto que prohibía el uso de símbolos peronistas, aunque no levantó el que pesaba sobre la figura de Perón y la posibilidad de que éste volviera al país. También, en su campaña presidencial había buscado en la Iglesia Católica un respaldo que, rápidamente, se tradujo en el envío al Congreso de un proyecto que estipulaba la posibilidad de legitimar y reglamentar el funcionamiento de universidades privadas, en contra de la tradición laica de la Reforma de 1918 que el mismo radicalismo había impulsado. Hacia mediados de 1959, sin embargo, esta alianza multipartidaria y social estaba frágilmente sostenida. La ley de inversiones extranjeras acorde con el objetivo de allanar el progreso económico —que impulsaba la radicación de capitales extranjeros con ventajas impositivas y gananciales— en conjunto con la aprobación de la ley educativa y la negación a levantar la proscripción que pesaba sobre Perón, implicó una crisis del gobierno que lo alejó del apoyo del peronismo y de fracciones de las izquierdas. Este viraje además contempló, gracias a su concesión a los intereses extranjeros, el lanzamiento de un plan de estabilización comandado por el reciente ministro de economía, el liberal Álvaro Alzogaray, y una política represiva bajo el nombre de plan Conintes (Conmoción Interna del Estado) ante un movimiento obrero que, lentamente, comenzaba a oponerse a la política económica gubernamental. El gobierno de Frondizi, ya sin apoyo del peronismo y con el creciente malestar militar, ahora también acicateado por el impacto de la Revolución Cubana, encontró una única salida en su objetivo de permanecer en el poder. Después del fracaso de la estrategia de integración, el llamado a elecciones para marzo de 1962 brindaba una excelente oportunidad para enfrentar al peronismo y derrotarlo a través del voto popular y, de esta manera, erigiría a la UCRI como el único partido con capacidad para vencerlo. Para ello, dispuso la autorización de su participación en los comicios a través de varios partidos “neoperonistas” que, reunidos todos, tomaron el nombre de Frente Justicialista. Su triunfo, en la provincia de Buenos Aires y en varios puntos del país, significó un revés profundo para la estrategia del gobierno y un debilitamiento aprovechado por los partidos políticos que exigieron en un primer momento su anulación para después reclamar su destitución. En este contexto, fue la Marina —el brazo más antiperonista de las Fuerzas Armadas— quien rápidamente tomó la decisión. El 29 de marzo de 1962 Frondizi fue depuesto y enviado a la isla Martín García como muchos otros presidentes argentinos.
10. TCACH, César (2003), op. cit., p. 29.
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Actividad de autoaprendizaje 1. Analice los fragmentos extraídos y caracterice las políticas emprendidas por la “Revolución Libertadora” y el gobierno de Arturo Frondizi frente a la “cuestión política” y el peronismo. Realice un breve texto al respecto según los conceptos utilizados en el Módulo. “Considerando: Que en su existencia política el Partido Peronista (…) se valió de una intensa propaganda destinada a engañar la conciencia ciudadana [y de] la difusión de una doctrina política que ofende el sentimiento democrático del pueblo Argentino (…) Queda prohibida en todo el territorio de la Nación (…) la utilización de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas [representativos del peronismo]. Se considerará especialmente violatoria de esta disposición la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronistas, el nombre propio del presidente depuesto”. Extracto del decreto-ley 4161 firmado por Pedro Eugenio Aramburu el 5 de marzo de 1956. Extraído de NOVARO, Marcos (2010), Historia de la Argentina (1955-2010), Buenos Aires, Siglo XXI Editores, p. 4. “He llegado a la Presidencia de la Nación como candidato de la Unión Cívica Radical Intransigente, pero he sido votado por vastos sectores del pueblo argentino que quieren bienestar, libertad, paz y progreso. A partir de hoy, gobernaré para todos los argentinos y reclamaré el concurso de cuantos comparten los anhelos del pueblo, cualquiera sea su militancia política y sin otra condiciones que su honestidad y su capacidad. Abandono toda tarea partidista y declaro solemnemente que desde la Casa de Gobierno no se hará política de partido. La Argentina necesita que se establezcan las condiciones de una profunda convivencia civilizada, comenzando por una efectiva convivencia política. Debemos termina con el sectarismo y la intolerancia, para emprender una tarea fecunda basada en el respeto hacia el adversario, el estudio en común de los grandes problemas nacionales y la participación de los más capaces en las tareas concretas. El Poder Ejecutivo contribuirá a estos propósitos promoviendo reuniones y consultas con los partidos políticas, con dirigentes gremiales del trabajo y de la producción, con hombres de ciencia, técnicos y profesionales, con instituciones regionales representativas y con las expresiones más destacadas de la vida espiritual y cultual argentina”. Fragmento del mensaje inaugural leído ante la Asamblea Legislativa reunida el 1° de mayo de 1958. Extraído de FRONDIZI, Arturo (2008), Su proyecto de integración y desarrollo nacional a través de sus principales discurso y declaraciones (1954-1995), Buenos Aires., Editorial Claridad, p. 53.
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La asunción del presidente del Senado, José María Guido en reemplazo de Frondizi, ofreció una nueva oportunidad para que el peronismo fuese integrado de manera subordinada. A diferencia de la política empleada por el expresidente, Guido intentó apelar a la opinión de Perón en la conformación de un frente electoral. De esta manera, se reconocía la imposibilidad de soslayar su presencia en el escenario político argentino y la necesidad imperiosa de contar con su apoyo para solucionar la crisis imperante. Sin embargo, esta estrategia prontamente reveló su fracaso. Si, por un lado, las Fuerzas Armadas no dejaban de señalar el lugar subordinado de las decisiones que Perón expresase, por el otro, la incorporación de la UCRP, tradicionalmente antiperonista, desbalanceaba la participación de los interesados —militares, peronistas, intransigentes y demócratas cristianos. La negativa del UCRP de participar y la imposibilidad de elegir un candidato presidencial de manera consensuada terminó de empantanar esta propuesta. A pesar de este cuadro crítico, las Fuerzas Armadas, devenidas “tutoras de la democracia”, siguieron apostando por encontrar una salida política a la crisis desatada a partir del golpe de 1955. En 1963, el triunfo de la UCRP liderada por Arturo Illia fue la apuesta por parte de los militares y de ciertas fuerzas políticas por encauzar el marasmo político. A meses de asumir, el nuevo gobierno desplegó una serie de acciones tendientes a recuperar la capacidad del estado en materia económica —fin de los contratos petroleros con empresas extranjeras firmados por Frondizi— y la prudencia con el ámbito militar al mantener al general Juan Carlos Onganía como comandante en jefe del Ejército. No obstante, el tema que garantizaría su continuidad en el gobierno era atender, lo antes posible, la cuestión peronista. Pese a no ser nunca explicitado, tal como afirma Catalina Smulovitz, el gobierno empleó una nueva estrategia para integrar al peronismo a la vida política nacional pero, a diferencia de las acciones de Frondizi y Guido, la apuesta radicaba en no apelar a Perón sino a los cada vez más influyentes y poderosos líderes sindicales y a varios políticos heterodoxos. El éxito de esta “estrategia de incorporación silenciosa” dependía de que “los políticos peronistas locales aceptaran acceder a cargos electivos secundarios a cambio de renunciar al liderazgo personal de Perón”.11 El objetivo de neutralizar la capacidad de gravitación política de Perón, sin embargo, no tuvo el resultado esperado. El enfrentamiento entre políticos neoperonistas y ortodoxos y entre sindicalistas vandoristas y leales se agudizó en torno al control de la estructura partidaria. Este enfrentamiento tuvo su punto más significativo en las elecciones a gobernador en Mendoza en abril de 1966. Allí, mientras Perón apoyaba a un candidato con pocas chances de triunfo como era Ernesto Corvalán Nanclares, Vandor había elegido a Alberto Serú García. Aunque el triunfador fue del Partido Demócrata, los 102.000 votos conseguidos por el primero contra los 62.000 del segundo no solo demostraban la autoridad y fortaleza electoral que el viejo líder todavía poseía, sino también que la vía de la integración silenciosa auspiciada por el gobierno había muerto. El golpe de estado de 1966 hundió su raíz en este cuadro. La idea de que la integración del peronismo no podía efectuarse por vía del sistema político sino a través de la cooptación administrativa había ganado consenso, en especial en el interior de la Fuerzas Armadas. Como afirma Tcach, ya no se trataba de reemplazar al peronismo por un sistema de partidos trunco como en 1955, sino de sustituir la política por la administración. Por consiguiente, el antiperonismo trocaba en un antipartidismo generalizado.12 Así las cosas, el gobierno de la autodenominada “Revolución Argentina” trazó como objetivo reemplazar a los partidos políticos por un sistema tecnocrático-corporativo en el que la búsqueda de eficiencia, racionalidad económica y administración aparecieron como las herramientas más idóneas para salir de una crisis política que parecía no tener fin. Las medidas empleadas por el nuevo gobierno de facto respondían a estas coordenadas sobre la política, la cultura y la sociedad. Se redujo personal en la administración, en los ferrocarriles y en varias empresas estatales. En el plano cultural y educativo, intervinieron universidades, reprimieron estudiantes y se impuso una reglamentación de la vida cotidiana a través de la censura de las minifaldas y el uso del pelo largo. Los sindicatos no estuvieron ajenos a esta política general. En marzo de 1967, la Unión Obrera Metalúrgica y la Unión Ferroviaria perdieron su personería jurídica y el ministro de Economía, Krieger Vasena, congeló los salarios y suspendió las negociaciones colectivas. Sin embargo, la principal oposición al onganiato no provino de los partidos políticos, sino de un polo social en donde el movimiento obrero tuvo un papel significativo junto con sectores de las clases medias en franco proceso de politización.13 En marzo de 1968, la CGT eligió como secretario general a Raimundo Ongaro, de una línea política combativa. Esto motivó el abandono de los vandoristas de la central obrera y la creación de otra CGT denominada “Azopardo”. También el Movimiento de Sacerdotes Para el Tercer Mundo, impulsado por el cura Miguel 11. SMULOVITZ, Catalina (1991), “En búsqueda de la fórmula perdida”, en Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, vol. 3, abril-junio de 1991, p. 120. 12. TCACH, César (2003), op. cit., p. 48. 13. SPINELLI, María Estela (2013) De antiperonistas a peronistas revolucionarios. Las clases medias en el centro de la crisis política argentina (1955.1973), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, p. 148.
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Ramondetti, con un claro compromiso con los pobres, fue un polo social opositor a la dictadura y con gran presencia militante en los sectores más débiles de la sociedad. Al mismo tiempo, durante el gobierno de Onganía, surgieron las guerrillas más fuertes de la historia del país: en 1968, las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), de origen marxista; en 1970, Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Pero el fin de esta política, autoritaria en lo político y modernizante en lo económico, estuvo vinculado con la explosión social que la historiografía ha denominado como el Cordobazo. El 29 de marzo de 1969 una movilización de trabajadores industriales acompañados por estudiantes universitarios y sectores medios derrotó a la policía y ocupó la ciudad, forzando la intervención federal. Después de tres días de combates y represión, finalmente el Ejército pudo tomar el control de la ciudad y realizar las detenciones necesarias para garantizar el mismo. No obstante, parecía que algo había cambiado en el panorama político argentino. El Cordobazo, y otros acontecimientos similares ocurridos en Rosario y en Corrientes, ponían en consideración que a la violencia reaccionaria de los explotadores y de la dictadura, la violencia popular o revolucionaria de los explotados podía ser contrapuesta como forma de lucha. De allí que la violencia pregonada por la guerrilla tuviese un grado de legitimidad considerable, en especial entre sectores de las clases medias. La renuncia de Onganía se vinculó con la dilapidación de su capital político vinculado con el orden y la eficiencia. Los acontecimientos sociales de 1969 y el asesinato del expresidente Aramburu, socavaron su legitimidad ante las clases dominantes. La “Revolución Argentina” continuaba con el nombramiento a la presidencia del general Roberto Marcelo Levingston en junio de 1970. La consecuencia más notable de esta crisis fue, al haber Onganía erosionado las bases mismas del sistema político y la convivencia, la liberación de fuerzas animadas por una estrategia de violencia hasta entonces desconocidas en el país. La cúpula militar, entre tanto, enfrentaba estos problemas a través de la puesta en marcha de una nueva estratégica, pero a diferencia de las otras analizadas en donde lo importante se vinculaba a la cuestión peronista, ahora lo urgente era canalizar las protestas populares y neutralizar el accionar de las guerrillas a través de la legalización de los partidos políticos, la firma de un acuerdo con distintas fuerzas políticas y el llamado a elecciones. La novedad de esta convocatoria es que incluía por primera vez desde 1955 al peronismo. Ahora el peronismo no era la principal amenaza al poder de las clases dominantes y los líderes políticos, sino las franjas juveniles de clases medias, o en otras palabras, la juventud radicalizada —alentada por Perón— que había adoptado al peronismo como medio de identificación con los intereses populares.
Peronismo, dictadura y represión (1973-1983) El gobierno de facto liderado por el general Agustín Lanusse desde 1971 auspició una nueva salida institucional a la crisis política, pero con varias condiciones: el peronismo podía presentarse a los comicios pero Perón no podía ser candidato a presidente. Asimismo, el viejo líder tenía que desautorizar públicamente a la guerrilla y apoyar a un candidato elegido en común con militares y partidos políticos. El manejo ambiguo del jefe del movimiento popular antes de las elecciones —a veces alentando a la guerrilla, a veces no aceptando lo acordado con otros jefes políticos— pareció poner en peligro esta estrategia. Finalmente, y ante la debilidad que cosechaba Lanusse entre los militares, Perón finalmente cedió y comenzó una serie de acuerdos con radicales, socialistas, frondizistas y el Partido Conservador Popular. El nombramiento de Héctor Cámpora como candidato le permitió una buena llegada a la juventud peronista, al mismo tiempo que colocaba a un hombre de suma confianza pero sin poder dentro del peronismo. El triunfo fue aplastante. El peronismo obtuvo el 49% de los votos contra los 21% de los radicales. Sin embargo, a poco de ascender Cámpora a la presidencia la crisis institucional se hizo manifiesta. Las movilizaciones de la juventud se repetían, el accionar de la guerrilla continuaba y las bases obreras se rebelaban contra los líderes bajo el signo de que la “liberación nacional”, finalmente, estaba en marcha. La preocupación entre la ortodoxia del peronismo se acrecentó y la presión para que Cámpora renunciara y habilitara así la vuelta de Perón a la presidencia también. Su triunfo en las elecciones de septiembre de 1973 le otorgó el dominio político que había esperado tanto. Con ello, además ponía fin a una dictadura de siete años. Para los militares, las clases dominantes y la jerarquía eclesiástica, Perón en el último dique de contención ante la marea de radicalización política y social. Sin embargo, las cosas siguieron su curso pero ahora el escenario político se definía al interior del peronismo: entre la ortodoxia y los heterodoxos, representados por la guerrilla y la juventud. El objetivo político de Perón, ya en la presidencia, fue desarrollar una “democracia integrada” a partir de acuerdos programáticos con los militares y otras fuerzas políticas.14 En lo social auspició un pacto entre empresas y sindicatos bajo el mando del ministro de Economía Juan Gelbard. Pero fue la crisis mundial de 1973 la que en parte puso en duda este proyecto político y social, al incrementarse los precios de bienes 14. TORRE, Juan Carlos y DE RITZ, Liliana (2002), op. cit., p. 280.
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importados y encarecer los costos de las empresas. El traslado de este aumento a los precios de los bienes de consumo erosionaba el salario por lo que los sindicatos demostraron su rechazo y amenazaron romper el pacto social de Gelbard. Las bases obreras, en tanto, lanzaban una serie de huelgas y ocupación de fábricas que amenazó con generar una rebelión general. Solo la presencia de Perón evitó llegar a esta situación. Sin embargo, su muerte en julio de 1974 selló el fin de los acuerdos políticos y del proyecto de “democracia integrada”.
Actividad de autoaprendizaje 1. Identifique cuáles fueron las políticas empleadas hacia el peronismo por parte de los distintos gobiernos, el resultado de dichas medidas y su impacto en el sistema político argentino. Escriba un breve texto explicativo y confeccione un cuadro comparativo, sintetizando la información.
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Los sucesores de Perón en el liderazgo del peronismo, encabezados por su esposa y vicepresidenta Isabel Perón, dieron marcha atrás con los lazos establecidos con otras fuerzas políticas pero sobre todo con los sostenidos con la juventud radicalizada y las bases obreras peronistas. La represión paraestatal hizo su aparición a través de la creación de la Alianza Argentina Anticomunista (Triple A), dirigida por el ministro de Bienestar Social José López Rega. El giro a la derecha del peronismo, su asociación con las Fuerzas Armadas y la casta empresarial, implicaron el incremento del accionar guerrillero y la movilización sindical. En este cuadro, la opción autoritaria volvió a aparecer en el horizonte político. El apoyo empresarial, político, religioso, de la prensa y de la sociedad a esta posibilidad era manifiesto. Un posible nuevo golpe de estado y su legitimidad social no era nuevo en el país. Como vimos, esta situación tuvo precedentes en años anteriores. El fin del gobierno peronista en marzo de 1976 y la asunción de las Fuerzas Armadas del control del gobierno y del estado reposaron en un consenso histórico que se actualizó en un momento de profunda crisis política y social. La salida institucional propuesta por el peronismo había fracasado. Las dudas en la capacidad del sistema político de canalizar los conflictos sociales se reinstalaron. También las ansias de los militares de reformar por vía autoritaria a la sociedad. La novedad del proceso que se inició en 1976 tuvo que ver con que el problema del orden en Argentina intentó resolverse con la aplicación inmediata de una drástica violencia estatal sobre los actores políticos y a través de un plan de reestructuración social a largo plazo. Las medidas iniciales de la Junta de Comandantes liderada por el general Jorge Rafael Videla apuntaron directamente a clausurar la vida política y sindical.15 Se decretó el estado de sitio, la suspensión de los partidos políticos, la creación de consejos de guerra y se reinstaló la pena de muerte. Se intervinieron los sindicatos y la prensa estuvo supeditada a un intenso control. La escalada represiva se centró en la liquidación de la guerrilla y en la persecución y exterminio de militantes políticos, sindicales y estudiantiles. La desaparición de personas, las torturas y las amenazas sobre un sector de la población se conjugó con un control laxo pero más molecular sobre la vida social y cultural de la población. En contraposición con las otras dictaduras observadas, ésta no tuvo ningún interés ni estrategia tendientes a trazar andamios con la sociedad política ni a integrar a ninguna fuerza política. La clausura de la política se confundió con la aniquilación del cuerpo del adversario político como forma de resolución de los conflictos sociales y políticos que, desde la “Revolución Libertadora” en adelante, habían configurado el escenario nacional. En el plano económico, el ministro José Alfredo Martínez de Hoz trazó una política económica cuyo objetivo era alejar al Estado de la esfera económica productiva a partir de una serie de medidas acordes con el paradigma neoliberal que, desde principios de los años setenta, comenzaba a ganar adeptos en los países centrales. Derogación de precios máximos, desnacionalización de depósitos bancarios, libre ingreso de capitales, endeudamiento internacional y un levantamiento a la restricción de las importaciones, fueron solo algunas de las acciones que mejor sintetizan la intención de los sectores económicos vinculados al mundo de los negocios, las finanzas, terratenientes e importadores. La reestructuración del papel del Estado estaba en sintonía con la búsqueda de un cambio del sistema industrial que con el tiempo cambiaría la economía nacional hacia una faz más competitiva y “abierta al mundo”, según se anunciaba constantemente desde ese ministerio. En el fondo, esto implicó el inicio de una reestructuración de las bases socioeconómicas del país que se inició con la dictadura de 1976 y continuó en la década del noventa. Una vez conseguidos los objetivos políticos, la represión de la dictadura a partir de 1979 se atenuó. El movimiento guerrillero había sido destruido, la mayoría de los militantes e intelectuales de izquierda y peronistas habían sido desaparecidos, detenidos o forzados a exiliarse. Con la asunción del general Videla al cargo de presidente, la Junta daba por finalizado el “período de excepcionalidad” con el cual había asumido y comenzaba una etapa de “mesura”. Este giro se explica en parte por el logro de sus máximos objetivos, pero también por el desgaste interno producido con el paso de los años y la presión que ejercieron organismos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y asociaciones como las Madres de Plaza de Mayo, fundada en abril de 1977. A partir de 1980, la caída del consenso interno en las Fuerzas Armadas, el resurgimiento de la actividad política y sindical, y finalmente, la desastrosa aventura de la guerra de Malvinas señalaron los momentos finales de la dictadura más sangrienta de la Argentina moderna. El triunfo posterior del radical Raúl Alfonsín selló la suerte de esta dictadura y el inicio de la recuperación democrática en el país.
15. SURIANO, Juan y LOBATO, Mirta (2000), Atlas Histórico, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, ver en especial p. 501 y ss.
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Actividades de autoevaluación del Módulo 1. Lea y compare los dos fragmentos que siguen y establezca los puntos de contacto que evidencian la postura de los Montoneros y Perón. Para una mejor comprensión de los discursos, tenga en cuenta el contexto político que el Módulo reconstruye. “Por ser conscientes de esta encrucijada histórica es que hemos elegido el camino de la resistencia armada para abrir paso al acceso de los trabajadores al poder. No nos guía ninguna intención de jugar a la guerra y si tomamos las armas es a pesar nuestro. No somos nosotros los que inventamos la violencia, sino que la violencia es cotidiana, propia del sistema. Violencia es el hambre, la pobreza, el analfabetismo, la mortalidad infantil, la explotación, la represión. Violencia es cerrar todas las vías pacíficas de cambio. Violencia es el fraude, los golpes palaciegos, la proscripción. Por eso nuestra decisión no es gratuita, sino profundamente responsable, honesta y coherente con nosotros mismos y con el pueblo. Es más, consideramos inmoral la conducta de quienes predican la violencia y son incapaces de cumplir con lo que dicen. Asimismo recordamos a los que hablan de lucha armada pero se horrorizan ante los hechos, que la violencia no es abstracta, que los hombres luchan y mueren tanto en 1970 como a través de toda nuestra historia. Y lo decimos con pleno conocimiento de causa, no en vano tenemos tres bajas y el pueblo llora cientos de mártires. Nuestra aspiración es la de constituirnos junto con las FAP y otras organizaciones fraternas en el brazo armado del pueblo. Esto significa ser la vanguardia político-militar de la más amplia base popular posible. Por eso la tarea militar no está divorciada en ningún momento de la tarea de organización del pueblo. Y ésta no se agota en la construcción de una infraestructura funcional eficaz, sino que se dirige a abrir canales de comunicación, a ganar lo favorable y neutralizar lo desfavorable, a extender la organización a todos los niveles de acción: el político, el sindical, el estudiantil y el militar. De esta manera nuestra lucha y la lucha de las masas deberán correr parejas, alimentándose y manteniéndose mutuamente. Detrás nuestro no hay ningún cerebro maquiavélico como pretende el gorilaje, ningún general oportunista, ninguna potencia extranjera, detrás nuestro solo puede estar el pueblo y el general Perón. No respondemos a ninguna de las tendencias en pugna dentro del Movimiento, solo acatamos un tipo de peronista, el que pelea sin cuartel y sin componendas por las banderas populares con todos los medios y posibilidades que su puesto de acción le ofrece. Es con estos compañeros y con todo argentino que lucha que nos identificamos, porque sentimos que en todos ellos alienta el espíritu montonero. Por eso nuestro peronismo es el peronismo de la Resistencia, del Conintes, de los planes de lucha, de Evita, de Vallese, de Bengochea. El que hoy se ha hecho sangre en Ferrari, Maza, Abal Medina y Ramus. Así el pueblo no se engaña, porque cuando decimos Perón, hablamos del líder, del Movimiento y de las luchas de liberación de los pueblos del Tercer Mundo, y cuando decimos Muerte afirmamos nuestra decisión de ser leales hasta el fin a la causa popular. Es por esta convicción de guerra o muerte y por tener conciencia de que igual convicción tuvo en anteriores oportunidades el pueblo argentino, que nos llamamos Montoneros y que nuestra lucha es la resistencia armada. Va en esto nuestro homenaje y reconocimiento a los que protagonizaron esas luchas por la patria, y va nuestra decisión de morir peleando, la asimilación del ejemplo que ellos nos dejaron. Sabemos que la lucha será larga, que no habrá paz ni unidad total para el pueblo argentino hasta el triunfo final. También sabemos que el régimen nos va a tender trampas, la trampa electoral para volvernos a estafar, o la trampa golpista para que vuelvan los gorilas a encaramarse en el poder. Pero no nos engañemos, del ejército solo esperamos que nos reprima, corrompido por los dólares yanquis y adoctrinado por los boinas verdes para hacer la guerra interna al pueblo, como ya lo ha demostrado la llamada ‘Revolución Argentina’. Por eso es que nos trazamos el objetivo de ir constituyendo con otras organizaciones el movimiento armado peronista, que junto a otros grupos armados desarrollará la guerra popular para la toma del poder y la puesta en marcha del socialismo nacional en el que se hagan realidad nuestras tres banderas: Independencia Económica, Justicia Social y Soberanía Política”. Fragmento del artículo publicado por la agrupación guerrillera Montoneros en la revista Cristianismo y Revolución a fines de 1970. Extraído de ALTAMIRANO, Carlos (2001), Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Editorial Emecé, pp. 402-403. “Deseo comenzar estas palabras con un saludo muy afectuoso al pueblo argentino, que ayer desgraciadamente no pude hacerlo en forma personal por las circunstancias conocidas. Llego del otro extremo del mundo con el corazón abierto a una sensibilidad patriótica que solo la larga ausen-
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cia y la distancia pueden avivar hasta su punto más álgido. Por eso al hablar a los argentinos lo hago con el alma a flor de labios y deseo que me escuchen también con el mismo estado de ánimo. Llego casi desencarnado; nada puede perturbar mi espíritu porque retorno sin rencores ni pasiones, como no sea la que animó toda mi vida: servir lealmente a la patria y solo pido a los argentinos que tengan fe en el gobierno justicialista. Porque ése ha de ser el punto de partida para la larga marcha que iniciamos. Tal vez la iniciación de nuestra acción pueda parecer indecisa o imprecisa. Pero hay que tener en cuenta las circunstancias en las que la iniciamos. La situación del país es de tal gravedad que nadie puede pensar en una reconstrucción en la que no deba participar y colaborar. Este problema, como ya lo he dicho muchas veces, o lo arreglamos entre todos los argentinos o no lo arregla nadie. Por eso deseo hacer un llamado a todos, al fin y al cabo hermanos, para que comencemos a ponernos de acuerdo. Una deuda externa que pasa los 6 mil millones de dólares y un déficit cercano a los 3 billones de pesos acumulados en estos años, no han de cubrirse en meses sino en años. Nadie ha de ser unilateralmente perjudicado, pero tampoco ninguno ha de pretender medrar con el perjuicio o la desgracia ajena. No son éstos días para enriquecerse desaprensivamente, sino para reconstruir la riqueza común, realizando a una comunidad en la que cada uno tenga la posibilidad de realizarse. El Movimiento Justicialista unido a todas las fuerzas políticas, sociales, económicas y militares que quieran acompañarnos en su cruzada de liberación y reconstrucción del país, jugará su destino dentro de la escala de valores establecida: primero la patria, después el movimiento y luego los hombres, en un gran movimiento nacional y popular que pueda respaldarlo. Tenemos una revolución que realizar. Pero para que ella sea válida ha de ser de reconstrucción pacífica y sin que cueste la vida de un solo argentino. No estamos en condiciones de seguir destruyendo frente a un destino preñado de acechanzas y peligros. Es preciso volver a lo que en su hora fue el apotegma de nuestra creación: “de casa al trabajo y del trabajo a casa”; porque solo el trabajo podrá redimirnos de los desatinos pasados. Ordenemos primero nuestras cabezas y nuestros espíritus, reorganicemos el país y dentro de él al Estado, que preconcebidamente se ha pretendido destruir, que debemos aspirar a que sea lo mejor que tengamos, para corresponder a un pueblo que ha demostrado ser maravilloso (…) “Los peronistas tenemos que retornar a la conducción de nuestro movimiento. Ponerlo en marcha y neutralizar a los que pretenden deformarlo de abajo o desde arriba. Nosotros somos justicialistas. Levantamos una bandera tan distante de uno como de otro de los imperialismos dominantes. No creo que haya un argentino que no sepa lo que ello significa. No hay nuevos rótulos que califiquen a nuestra doctrina, ni a nuestra ideología: somos lo que las veinte verdades peronistas dicen. No es gritando “la vida por Perón” que se hace patria, sino manteniendo el credo por el cual luchamos. Los viejos peronistas lo sabemos. Tampoco lo ignoran nuestros muchachos que levantan banderas revolucionarias. Los que pretextan lo inconfesable, aunque cubran sus falsos designios con gritos engañosos, o se empeñen en peleas descabelladas, no pueden engañar a nadie. Los que no comparten nuestras premisas, si se subordinan al veredicto de las urnas, tienen un camino honesto que seguir en la lucha que ha de ser para el bien y la grandeza de la Patria. No para su desgracia. Los que ingenuamente piensan que pueden copar nuestro movimiento o tomar el poder que el pueblo ha reconquistado, se equivocan. Ninguna simulación o encubrimiento por ingeniosos que sean, podrán engañar a un pueblo que ha sufrido lo que el nuestro, y que está animado por una firme voluntad de vencer. Por eso, deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos populares o estatales, que por ese camino van mal. Así aconsejo a todos ellos, tomar el único camino genuinamente nacional: cumplir con nuestro deber de argentinos, sin dobleces ni designios inconfesables. Nadie puede ya escapar a la tremenda experiencia que los años, el dolor y los sacrificios han grabado a fuego en nuestras almas para siempre. Tenemos un país que a pesar de todo no han podido destruir. Rico en hombres y rico en bienes. Vamos a ordenar al Estado y a todo lo que de él dependa, que pueda haber sufrido depredaciones u olvidos. Ésa será la principal tarea del gobierno. El resto lo hará el pueblo argentino, que en los años que corren ha demostrado una madurez y una capacidad superior a toda ponderación. En el final de este camino está la Argentina potencia, en plena prosperidad. Con habitantes que pueden gozar del más alto standard de vida. Que la tenemos en germen y que solo debemos realizar. Yo quiero ofrecer mis últimos años de vida a un logro que es toda mi ambición. Solo necesito que nos crean y nos ayuden a cumplirla”. Fragmento del mensaje de Perón publicado en por el diario Clarín el 22 de junio de 1973. Extraído de ALTAMIRANO, Carlos (2001), Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Editorial Emecé, pp. 415 y 418.
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2. Lea atentamente el discurso pronunciado por el presidente de facto Jorge Rafael Videla y detecte los conceptos fuerzas que posibilitan comprender su punto de vista ideológico y político. “Hace exactamente dos meses, las Fuerzas Armadas debieron asumir el poder. Una gravísima crisis política, moral y económica amenazaba la integridad nacional. El desorden, la corrupción y la ineptitud dominaban todos los ámbitos, y nos llevaban a la disgregación de la República. Frente a la falta de soluciones en el plano institucional y ante los riesgos de un mayor agravamiento de la situación, los hombres de armas dimos el paso inevitable y decisivo que las circunstancias y nuestra responsabilidad imponían (…) El día 24 de marzo último, las Fuerzas Armadas se hicieron cargo del poder. Lo hicieron con humildad, sin apetencias personales, sectoriales o de grupo, pero con la firmeza propia de quien asume un acto de servicio, y con el calor propio de quien se vuelca con vocación al servicio de la Nación. Asumido el poder, es nuestra responsabilidad ejercerlo a través del gobierno, y este ejercicio del gobierno está inspirado en dos circunstancias: crear las condiciones necesarias para que el hombre argentino pueda realizarse con plenitud como persona, con dignidad y en libertad, y además, encuadrar a este hombre argentino en un contexto social que apunte al bien común y al interés nacional. Estamos convencidos de que esas condiciones ideales a crear se dan en el sistema democrático de vida. Entendemos que la democracia es para los argentinos el canal idóneo a través del cual puede transitar, sin inconvenientes el estilo de vida nacional, inspirado en nuestra tradición histórica en nuestra concepción cristiana del mundo y del l1ombre. Por eso, decimos que el objetivo final de este proceso es reimplantar una democracia en la Argentina que sea seriamente republicana, auténticamente representativa v con verdadero sentido federalista. Lamentablemente, el sistema democrático de vida dentro de nuestro país estaba sensiblemente deteriorado. Era como si aquel canal se hubiera obstruido, y algún mal externo hubiese corroído sus bordes lo que provocaba que el estilo de vida nacional, lejos de circular libremente, se desbordara con frecuencia. Un factor había contribuido notablemente a este deterioro de nuestro estilo de vida democrático, y si hubiera que definirlo en una sola palabra, diría que es demagogia. La demagogia, agitada con fines puramente electorales a través de eslóganes, rótulos, frases hechas, no hizo más que enfrentarnos en antinomias estériles y confundirnos profundamente, a punto tal, que hoy es difícil distinguir dónde está el bien y dónde está el mal. Esa demagogia, además, por ser complaciente, dio origen a la corrupción, concebida ésta en la más amplia acepción de la palabra, que llegó a generalizarse en todos los estamentos del Estado. Esa corrupción justamente por ser generalizada motivó el trastrocamiento de los valores tradicionales; es decir, subversión. Porque subversión no es ni más ni menos que eso: subversión de los valores esenciales del ser nacional Pero no
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todo era negativo en este proceso. Había también aspectos positivos dignos de ser rescatados. Uno de ellos era un alto grado de madurez logrado en el Pueblo Argentino, a través de esta última frustración. El otro era que permanecía subyacente en todos los espíritus de los argentinos un profundo sentido de unidad nacional. Con ambos factores: madurez del sentido de unidad, es fácil pensar en la recomposición del ser argentino”. Extraído de Mensajes presidenciales. Proceso de Reorganización Nacional (1976), Presidencia de la Nación, pp. 31 y 43-45.
3. Lea atentamente la carta que el escritor Rodolfo Walsh escribió a la Junta Militar en 1977, antes de ser asesinado por ésta. Considere qué aspectos son centrales en su argumentación en torno a la caracterización que realiza de la dictadura, la represión emprendida y los sectores sociales beneficiados con el golpe de marzo de 1976. 1. La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años. El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades. El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron. Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese “ser nacional” que ustedes invocan tan a menudo. Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante solo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amorda-
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zando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentina. 2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror. Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio. (1) Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados. De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda una ley que fue respetada aun en las cumbres represivas de anteriores dictaduras. La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el “submarino”, el soplete de las actualizaciones contemporáneas. (2) Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerrilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido. 3. La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares descampados y en horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga. Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en vehículos que se incendian son los estereotipos de un libreto que no está hecho para ser creído sino para burlar la reacción internacional ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carácter de represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las acciones guerrilleras. Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a la voladura del Departamento de Policía de La Plata, 30 por el atentado en el Ministerio de Defensa, 40 en la Masacre del Año Nuevo que siguió a la muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosión que destruyó la comisaría de Ciudadela forman parte de 1.200 ejecuciones en 300 supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos. Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia, incapaces de influir en la política que dicta los hechos por los cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas según la doctrina extranjera de “cuenta-cadáveres” que usaron los SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam. El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un año atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y solo 10 o 15 heridos, proporción desconocida en los más encarnizados conflictos. Esta impresión es confirmada por un muestreo periodístico de circulación clandestina que revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la guerrilla 63 muertos. (3) Más de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco está destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y a los partidos de que aun los presos reconocidos son la reserva estratégica de las represalias de que disponen los Comandantes de Cuerpo según la marcha de los combates, la conveniencia didáctica o el humor del momento. Así ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en Córdoba, después con la muerte de Hugo Vaca Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de fuga ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor. (4) El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército que manda el general Suárez Masson, revela que estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma que ustedes planifican
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en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las 3 Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno. 4. Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas. (5) Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, “con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles” según su autopsia. Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el Lago San Roque de Córdoba, acudió a la comisaría donde no le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la publicaron. (6) Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Río Luján el 9 de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a 15 kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora. En esos enunciados se agota la ficción de bandas de derecha, presuntas herederas de las 3 A de López Rega, capaces de atravesar la mayor guarnición del país en camiones militares, de alfombrar de muertos el Río de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la Primera Brigada Aérea (7), sin que se enteren el general Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti. Las 3 A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre “violencias de distintos signos” ni el árbitro justo entre “dos terrorismos”, sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y solo puede balbucear el discurso de la muerte. (8) La misma continuidad histórica liga el asesinato del general Carlos Prats, durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan José Torres, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruíz y decenas de asilados en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democráticos en Chile, Bolivia y Uruguay. (9) La segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal, conducido por oficiales becados de la CIA a través de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station Chief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las que hoy sacuden a la comunidad internacional que no han de agotarse siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del Ejército, encabezados por el general Menéndez, en la creación de la Logia Libertadores de América, que reemplazó a las 3 A hasta que su papel global fue asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas. Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas como el asesinato del capitán Horacio Gándara, quien desde hace una década investigaba los negociados de altos jefes de la Marina, o del periodista de Prensa Libre Horacio Novillo apuñalado y calcinado, después que ese diario denunció las conexiones del ministro Martínez de Hoz con monopolios internacionales. A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: “La lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal”. (10) 5. Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no solo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada. En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar (11), resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales. Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9% (12) prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron. (13) Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como si esas fueran metas
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deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la “racionalización”. Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante política la convirtió en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua porque las industrias monopólicas saquean las napas subterráneas, millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes solo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo, el río más grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martínez de Hoz arrojan en él sus residuos industriales, y la única medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se bañe. Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar “el país”, han sido ustedes más afortunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza a 600 dólares por habitante, una inflación anual del 400%, un aumento del circulante que en solo una semana de diciembre llegó al 9%, una baja del 13% en la inversión externa constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda inepcia. Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal, doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120%, prueban que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y de la muerte, único campo de la actividad argentina donde el producto crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el dólar. 6. Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta solo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete. Un aumento del 722% en los precios de la producción animal en 1976 define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: “Llena de asombro que ciertos grupos pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos”. (14) El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su capital sin producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía a acabar con el “festín de los corruptos”. Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en la Argentina. Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideología que amenaza al ser nacional. Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aun si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas. Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles. Rodolfo Walsh. - C.I. 2845022 Buenos Aires, 24 de marzo de 1977.
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Referencias: 1. Desde enero de 1977 la Junta empezó a publicar nóminas incompletas de nuevos detenidos y de “liberados” que en su mayoría no son tales sino procesados que dejan de estar a su disposición pero siguen presos. Los nombres de millares de prisioneros son aún secreto militar y las condiciones para su tortura y posterior fusilamiento permanecen intactas. 2. El dirigente peronista Jorge Lizaso fue despellejado en vida, el ex diputado radical Mario Amaya muerto a palos, el ex diputado Muñiz Barreto desnucado de un golpe. Testimonio de una sobreviviente: “Picana en los brazos, las manos, los muslos, cerca de la boca cada vez que lloraba o rezaba... Cada veinte minutos abrían la puerta y me decían que me iban hacer fiambre con la máquina de sierra que se escuchaba”. 3. “Cadena Informativa”, mensaje Nro. 4, febrero de 1977. 4. Una versión exacta aparece en esta carta de los presos en la Cárcel de Encausados al obispo de Córdoba, monseñor Primatesta: “El 17 de mayo son retirados con el engaño de ir a la enfermería seis compañeros que luego son fusilados. Se trata de Miguel Ángel Mosse, José Svagusa, Diana Fidelman, Luis Verón, Ricardo Yung y Eduardo Hernández, de cuya muerte en un intento de fuga informó el Tercer Cuerpo de Ejército. El 29 de mayo son retirados José Pucheta y Carlos Sgadurra. Este último había sido castigado al punto de que no se podía mantener en pie sufriendo varias fracturas de miembros. Luego aparecen también fusilados en un intento de fuga”. 5. En los primeros 15 días de gobierno militar aparecieron 63 cadáveres, según los diarios. Una proyección anual da la cifra de 1500. La presunción de que puede ascender al doble se funda en que desde enero de 1976 la información periodística era incompleta y en el aumento global de la represión después del golpe. Una estimación global verosímil de las muertes producidas por la Junta es la siguiente. Muertos en combate: 600. Fusilados: 1.300. Ejecutados en secreto: 2.000. Varios. 100. Total: 4.000. 6. Carta de Isaías Zanotti, difundida por ANCLA, Agencia Clandestina de Noticias. 7. “Programa” dirigido entre julio y diciembre de 1976 por el brigadier Mariani, jefe de la Primera Brigada Aérea del Palomar. Se usaron transportes Fokker F-27. 8. El canciller vicealmirante Guzzeti en reportaje publicado por La Opinión el 3-10-76 admitió que “el terrorismo de derecha no es tal” sino “un anticuerpo”. 9. El general Prats, último ministro de Ejército del presidente Allende, muerto por una bomba en septiembre de 1974. Los ex parlamentarios uruguayos Michelini y Gutiérrez Ruiz aparecieron acribillados el 2-5-76. El cadáver del general Torres, ex presidente de Bolivia, apareció el 2-6-76, después que el ministro del Interior y ex jefe de Policía de Isabel Martínez, general Harguindeguy, lo acusó de “simular” su secuestro. 10. Teniente Coronel Hugo Ildebrando Pascarelli según La Razón del 12-6-76. Jefe del Grupo I de Artillería de Ciudadela. Pascarelli es el presunto responsable de 33 fusilamientos entre el 5 de enero y el 3 de febrero de 1977. 11. Unión de Bancos Suizos, dato correspondiente a junio de 1976. Después la situación se agravó aún más. 12. Diario Clarín. 13. Entre los dirigentes nacionales secuestrados se cuentan Mario Aguirre de ATE, Jorge Di Pasquale de Farmacia, Oscar Smith de Luz y Fuerza. Los secuestros y asesinatos de delegados han sido particularmente graves en metalúrgicos y navales. 14. Prensa Libre, 16-12-76. Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, por Rodolfo Walsh. Extraída de: http://conti.derhuman.jus. gov.ar/_pdf/serie_1_walsh.pdf
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4. A lo largo del Módulo, se ha trabajado sobre varias problemáticas asociadas con la situación política argentina de las décadas del sesenta y setenta. Teniendo en cuenta lo analizado, realice las siguientes actividades: a) Seleccionar una unidad didáctica dentro del período que trabajan comúnmente. Realizar una selección de los conceptos que ayudarían a los alumnos a identificar más claramente el proceso analizado. Explicar brevemente por qué.
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b) Precisar qué problemas aquí abordados pueden complementar o renovar su trabajo en el aula.
c) Indicar qué otras actividades y recursos trabajaría en el aula para afianzar la enseñanza de contenidos de este Módulo, adecuándolos a las características de su grupo de alumnos.
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Bibliografía obligatoria para los/as capacitandos/as • ALTAMIRANO, Carlos (2001), Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Editorial Emecé, cap. I a III. • FRONDIZI, Arturo (2008), Su proyecto de integración y desarrollo nacional a través de sus principales discursos y declaraciones (1954-1995), Buenos Aires., Editorial Claridad, pp. 5-240. • SMULOVITZ, Catalina (1991), “En búsqueda de la fórmula perdida”, en Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, vol. 3, abril-junio de 1991, pp. 113-134. • SPINELLI, María Estela (2013) De antiperonistas a peronistas revolucionarios. Las clases medias en el centro de la crisis política argentina (1955-1973), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, primera y segunda parte. • SURIANO, Juan y LOBATO, Mirta (2000), Atlas Histórico, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, capítulos IX a XI. • TCACH, César (2003) “Golpes, proscripción y partidos políticos”, en Daniel JAMES (Dir.), Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 17-62. • TORRE, Juan Carlos y DE RIZ, Liliana (2002), “Argentina desde 1946”, en Leslie BETHELL (Comp.), Historia de la Argentina, Buenos Aires, Editorial Crítica, pp. 238-299. • TORTTI, María Cristina (2009), El ‘viejo’ partido socialista y los orígenes de la ‘nueva’ izquierda, Buenos Aires, Editorial Prometeo, capítulos 1 a 4.
Documentos • Carta del escritor Rodolfo Walsh a la Junta Militar, 1977. • Diseño Curricular Jurisdiccional para la Formación del Docente de Grado. Res. 13.259. Profesorados en Geografía e Historia. • Diseño curricular para la Educación Secundaria. Ciclo Superior. D.G.C. y E., La Plata, Pcia. de Bs. As., 2010. • Extracto del decreto-ley 4161/1956. • Fragmento de mensaje del Gral. Perón, junio de 1973. • Fragmento del discurso del presidente de facto Jorge R. Videla, 1976. • Fragmento del mensaje presidencial ante la Asamblea Legislativa, 1 de mayo de 1958. • Ley N° 13.688 de Educación Provincial. • Ley N° 26.206 de Educación Nacional. • Marco general de política curricular. Niveles y Modalidades del Sistema Educativo Resolución Nº 3655/07° 1.D.G.C. y E. de la Pcia. de Bs. As., La Plata, 2007. • Selección de artículos de revista Cristianismo y Revolución.
Bibliografía de consulta para los/as capacitandos/as • CARNOVALE, Vera (2011) Los combatientes. Historia del PRT-ERP, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, capítulos 1 a 3. • CAVAROZZI, Marcelo (1983) Autoritarismo y democracia (1955-1983). Buenos Aires, Editorial Ariel, pp. 7-71. • DE RIZ, Liliana (2000) La política en suspenso 1966-1976, Buenos Aires, Editorial Paidós, primera y segunda parte. • _____ (1981) Retorno y derrumbe: el último gobierno peronista, México, Folio, pp. 1-151. • NOVARO, Marcos (2010) Historia de la Argentina 1955-2010, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, capítulos 1 a 6. • _____ y Palermo, Vicente (2003) La dictadura militar, 1976-1983. Del golpe de Estado a la restauración democrática, Buenos Aires, Editorial Paidós, capítulos I a VII. • QUIROGA, Horacio (2005), “El tiempo del ´proceso´”, en SURIANO, Juan (Dir.), Dictadura y democracia, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 33-142. • O’ DONNELL, Guillermo (1972), “Un ‘juego’ imposible: competición y coaliciones entre partidos políticos en Argentina, 1955-1966”, en Modernización y autoritarismo, Buenos Aires, Editorial Paidós, pp. 180-213. • _____ (1982), El estado burocrático autoritario, Buenos Aires, Editorial Belgrano, cap. VIII a X. • POTASH, Robert (1981) El Ejército y la política en la Argentina, 1945-1962, Buenos Aires, Editorial Suda-
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mericana, cap. III a V. • ROTH, Roberto (1981) Los años de Onganía. Relato de un testigo, Buenos Aires, Ediciones La Campana, pp. 5-100.
Bibliografía del capacitador • ALTAMIRANO, Carlos (1998) Frondizi, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. • _____ (2011) Peronismo y cultura de izquierda, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI. • CARASSAI, Sebastián (2010), “Antes de que anochezca. Derechos humanos y clases medias en la Argentina antes y en los inicios del golpe de Estado de 1976”. Disponible en: http://historiapolitica.com/datos/ biblioteca/carassai1.pdf. • CARRETERO, Mario et al (2006) Enseñanza de la historia y memoria colectiva, Buenos Aires, Editorial Paidós. • CRENZEL, Emilio (2008) La historia política del Nunca Más, Buenos Aires, Siglo XXI Editores. • DE AMÉZOLA, Gonzalo; DICROCE, Carlos y GARRIGA, M. Cristina (2009) “La enseñanza de la historia reciente y las relaciones pasado-presente en el aula. Una aproximación desde los discursos didácticos”. Clío y asociados. La historia enseñada, nº 13, pp. 104-131. • DEVOTO, Fernando (2009), “En torno a un problema: la enseñanza de la historia en el sistema escolar”, en TENTI FANFANI, Emilio (Comp.) Diversidad cultural, desigualdad social y estrategias de políticas educativas, Buenos Aires, UNESCO/IIPE, p. 159-173. • FRANCO, Marina (2012) Un enemigo para la nación. Orden interno, violencia y “subversión”, 1973-1976, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. • FRANCO, Marina y LEVIN, Florencia (2007) (comp.) Historia reciente: perspectivas y desafíos para un campo en construcción. Bs. As., Paidós. • GEOGHEGAN, Emilce (2008) “La enseñanza de la historia reciente en las escuela medias de la provincia de Buenos Aires. El partido de Morón”. Clío & Asociados. La Historia Enseñada, nº 12, pp.109-122. • GONZÁLEZ AMORENA, María Paula (2008) “Memoria, historia reciente y escuela. Notas sobre el caso argentino”. Revista IBER. Didáctica de las Ciencias Sociales, Geografía e Historia, nº 55. • _____ (2005) “La historia argentina reciente en la escuela media: un inventario de preguntas. Entrepasados. Revista de Historia, año XIV, nº 28, pp. 83-100. • HALPERÍN DONGHI, Tulio (1995) Argentina en el callejón, Buenos Aires, Editorial Ariel. • _____ (2001) Historia de América Latina contemporánea, Buenos Aires, Editorial Alianza. • JAMES, Daniel (Dir.) Violencia, proscripción y autoritarismo, 1955-1976, Buenos Aires, Editorial Sudamericana. • JELÍN, Elizabeth & LORENZ, Federico (comps.) (2004) Educación y memoria. La escuela elabora el pasado. Buenos Aires: Siglo Veintiuno. • KAUFMANN, Carolina (2008) El fuego, el agua y la Historia. La Dictadura en los escenarios educativos: memorias y desmemorias. Buenos Aires: Libros del Zorzal. • MAESTRO GONZÁLEZ, Pilar (1997), “Historiografía, didáctica y enseñanza de la Historia. La concepción de la Historia enseñada”, Clio & Asociados. La Historia Enseñada, Nº 2, p. 9-34. • MELÓN PIRRO, José César (2009) El peronismo después del peronismo, Buenos Aires, Siglo XXI Editores. • OLLIER, María Matilde (2009) De la revolución a la democracia. Cambios privados, públicos y políticos de la izquierda argentina, Buenos Aires, Siglo XXI Editores. • REVISTA CUADERNOS ARGENTINA RECIENTE. Dirigida por Miguel Talento, números varios. • ROMERO, Luis Alberto (1994) Breve historia contemporánea de la Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. • _____ (s/f) “La violencia en la historia argentina reciente: un estado de la cuestión”. Disponible en: http:// historiapolitica.com/datos/biblioteca/romero2.pdf • SERVETTO, Alicia (2010), 73/76, el gobierno peronista contra las “provincias montoneras”, Buenos Aires, Siglo XXI Editores.
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• Diseño curricular para la Educación Secundaria. Ciclo Superior. D.G.C. y E., La Plata, Pcia. de Bs. As., 2010. • Extracto del decreto-ley 4161/1956. • Fragmento de mensaje del Gral. Perón, junio de 1973. • Fragmento del discurso del presidente de facto Jorge R. Videla, 1976. • Fragmento del mensaje presidencial ante la Asamblea Legislativa, 1 de mayo de 1958. • Ley N° 13.688 de Educación Provincial. • Ley N° 26.206 de Educación Nacional. • Marco general de política curricular. Niveles y Modalidades del Sistema Educativo Resolución Nº 3655/07° 1.D.G.C. y E. de la Pcia. de Bs. As., La Plata, 2007. • Selección de artículos de revista Cristianismo y Revolución.
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APERTURA DE MODULO 2
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Introducción La vida cultural del país sufrió una serie de reordenamientos que se proyectaron a los años sesenta y setenta luego del derrocamiento del peronismo del gobierno en 1955. Las investigaciones actuales sobre la cultura y el mundo de las ideas ponen la mirada en los aspectos materiales que transformaron la fisonomía del campo cultural e intelectual –actores e instituciones más representativas– y, en las prácticas que generaron una contracultura y una radicalización, en el entorno del conservadurismo y de una creciente represión.
Objetivos • Comprender los aspectos materiales (instituciones, publicaciones, organismos y entidades culturales) que redefinieron la vida cultural argentina desde fines de la década del cincuenta hasta fines de la del setenta. • Identificar y analizar las acciones de los principales actores e instituciones que contribuyeron a la conformación de una cultura contestataria y radicalizada en el marco de una política conservadora y autoritaria. • Evaluar las consecuencias y cambios que la dictadura militar de 1976 tuvo sobre el campo cultural. • Examinar y relacionar información procedente de fuentes escritas e visuales. • Diseñar actividades a partir del hallazgo de distintas fuentes para trabajar con sus alumnos y alumnas en clase. Contenidos • Modernización, instituciones y actores del campo cultural argentino (1955-1966) a) La universidad b) Intelectuales y artistas c) Cultura popular • Tradicionalismo, radicalización y cultura juvenil (1966-1976) • Terrorismo estatal y cultura: libros, ideas y resistencia (1976-1983) Modernización, instituciones y actores del campo cultural argentino (1955-1966) Los años posteriores al derrocamiento del peronismo del gobierno, la vida cultural en el país sufrió una serie de reordenamientos que se proyectaron a las décadas del sesenta y setenta. Los actuales trabajos sobre la cultura y el mundo de las ideas ponen la mirada, en primer lugar, en los aspectos materiales que transformaron la fisonomía del campo cultural e intelectual –actores e instituciones más representativas– y, en segundo término, en las prácticas que dieron lugar al surgimiento de una contracultura y una radicalización, en el marco del conservadurismo y de una creciente represión. a) La universidad En este ámbito, la caída del gobierno peronista en 1955 marcó el inicio de un fuerte impulso a la modernización. El gobierno de la “Revolución Libertadora”, consideró entre sus prioridades, la reorganización del mundo universitario argentino, impulsando asimismo un proceso de “desperonización” de las altas casas de estudios, mediante cesantías y renuncias de docentes ingresados durante el peronismo. Esto se entrelazó con las demandas e intereses de investigadores, docentes y estudiantes que alentaban una política de renovación universitaria acorde a los cambios que estas instituciones atravesaban en las sociedades occidentales de posguerra.16 En los países centrales, las universidades estaban experimentando una cambio asociado a una elevación de la tasa de inversión en investigación en ciencias duras y aplicadas y en la creación de nuevas carreras como Sociología, Psicología, Ciencias Antropológicas y Educación, acompañado por un fuerte incremento de las matrículas estudiantiles y, en el caso de las nuevas carreras, por un nuevo componente de género: más cantidad de mujeres llegaban a la educación superior y se orientaban a esas nuevas disciplinas. En el caso argentino, la renovación tuvo sus epicentros en la Universidad de Buenos Aires, y más específica16. BUCHBINDER, Pablo (2005) Historia de las universidades argentinas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, p. 171.
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mente en las Facultades de Ciencias Exactas y de Filosofía y Letras, según afirma el investigador Alejandro Blanco.17 El proyecto modernizador contempló el aliento a la investigación a través de la expansión de la dedicación exclusiva de los docentes, el fortalecimiento del sistema de bibliotecas y laboratorios y el lanzamiento de la editorial Eudeba. La creación del Conicet en 1957 cimentó el desarrollo de la investigación como nunca antes. Hasta 1966, dicha institución otorgó más de 50 becas internas y externas y los cargos de investigador permanente se incrementaron, llegando a contarse con 300 investigadores. Los censos universitarios en Buenos Aires entre 1959 y 1964 demuestran un aumento de la matrícula universitaria, al amparo de este proceso de transformación institucional. No solo la UBA registraba el 50% de los estudiantes a nivel país, sino que el grueso de los aspirantes elegía las nuevas carreras. Éstas sumaron más alumnos que, en términos comparativos, las tradicionales carreras como Derecho e Ingeniería, en donde la matrícula permaneció estable. En este nuevo escenario, la Sociología aparecía como una de las disciplinas más dinámicas e innovadoras de la renovación. En Historia, en tanto, se registraba la actualización de programas, objetos de investigación —la Historia Social y Cultural— y la presencia de un staff de docentes con fuerte impronta renovadora como fueron los casos de Tulio Halperín Donghi y José Luis Romero. Por su parte, el movimiento estudiantil desempeño un rol importante en el proceso que experimentaba la Universidad de Buenos Aires en particular y en el sistema universitario en general. Ejemplo de ello, se detecta en un comunicado enunciado por la Federación Universitaria Argentina (FUA) en donde puede leerse que “los estudiantes argentinos han saludado la caída de un régimen opresor y falaz que intentó conculcar todo vestigio de democracia, sumiendo al país en un caos que corrompió la enseñanza primaria y secundaria y destruyó la Universidad (…) La sublevación ha triunfado en nombre de la democracia y la libertad (…) Comienza una nueva etapa en la lucha del estudiantado argentino por la Universidad autónoma, la enseñanza laica y verdaderamente gratuita y la libertad de cátedra”18. Una buena parte de los estudiantes no solo estuvieron a favor del golpe de estado sino que fueron protagonistas del proceso modernizador, al colaborar muchos de ellos en el desarrollo de institutos y labores vinculados con las nuevas carreras, como fue el caso del Instituto de Sociología fundado por Gino Germani. Sin embargo, la convivencia entre poder político y universidad, y en especial con los estudiantes no duró mucho. En 1957, Arturo Frondizi, en plena campaña electoral a presidente, anunciaba que no era partidario del monopolio oficial en la enseñanza, en un mensaje que intentaba concitar el apoyo de la Iglesia Católica. Ya durante su presidencia, decidió aplicar la ley que autorizaba la creación de universidades privadas, decididamente en contra de la tradición laica que portaban socialistas y liberales, incluida la Unión Cívica Radical. La oposición en el interior del mundo universitario no se hizo esperar. El rector de la UBA y hermano del presidente, Risieri Frondizi, fue quien se puso al frente de una movilización que explícitamente rechazaba la ley, mientras que siete rectores de las universidades nacionales declaraban una postura similar en varios medios de comunicación. Solo en Buenos Aires, el 19 de septiembre, las marchas de docentes, autoridades y estudiantes llegaron a concentrar casi 300.000 personas bajo la consigna, “Educación laica o libre”. Junto con esta movilización y despertar político que expresaban los estudiantes universitarios durante los primeros años sesenta, comenzaron desde el interior de las altas casas de estudio una serie de planteos que cuestionaban su lugar en la sociedad, en parte cimentados en el impacto que la Revolución Cubana estaba produciendo en América Latina. La consigna “la ciencia al servicio del pueblo” fue el motivo que congregó a un buena parte del cuerpo docente y estudiantil, en un proceso que decantaría en posturas más radicalizadas y que auspiciaba la “universidad al servicio del pueblo” a fines de los sesenta. De esta manera, a principios de esta década las impugnaciones al campo académico provenían desde adentro, de estratos que cuestionaban la investigación y el incremento del número de investigadores por considerar que el desarrollo científico no alentaba paralelamente el despegue de un país subordinado y subdesarrollado en términos económicos y culturales. Todo lo cual llevó a una politización del campo científico contra las políticas represivas y despolitizadoras que los sucesivos gobiernos dictatoriales impondrían en el país a partir de 1966. En efecto, las Fuerzas Armadas al asumir el poder político en junio de 1966 tuvieron como objetivo la reestructuración y actualización de la enseñanza universitaria con el fin de combatir la “infiltración marxista” y consagrar todas sus fuerzas a poner orden ante la creciente politización. Las universidades fueron intervenidas, la policía ingresó y detuvo a profesores y estudiantes —en la tristemente célebre “Noche de los Bastones Largos” ocurrida en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA—, y se prohibió toda actividad política. La reacción más inmediata del mundo universitario fue la renuncia de 8.600 docentes solo en Buenos Aires. Pero a mediano plazo, esta política represiva trajo consigo el inicio de una etapa de radicalización que erosionó la legitimidad de la acción cultural modernizadora en favor de la acción política por parte de los estudiantes. 17. BLANCO, Alejandro (2006) Razón y modernidad. Gino Germani y la sociología en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, ver en especial cap. 7. 18. Citado en CIRIA, A. y SANGUINETTI, H (1968) Los Reformistas, Buenos Aires, Jorge Álvarez (cita extraída del libro de Silvia Sigal (2002) Intelectuales y poder en Argentina. La década del sesenta, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, p. 42.
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b) Intelectuales y artistas La mayoría de los intelectuales y artistas durante el peronismo estuvieron en la oposición, desde posiciones marginales y poco audibles en el espacio cultural y público argentino. A partir de 1955, la proliferación sin precedente de libros, revistas, semanarios, diarios y diversos emprendimientos artísticos caracterizaron a un mundo cultural en expansión y múltiple desde el punto de vista de las posibilidades de expresión e intervención. Al mismo tiempo, el crecimiento de la matrícula educativa secundaria y universitaria auspiciaba un público consumidor, que ya desde el peronismo había incrementado su acceso y deseo de acceso y producción de bienes culturales. En las grandes urbes como Buenos Aires, Córdoba y Rosario, fueron las clases medias y los sectores de trabajadores acomodados quienes accedían a un circuito cultural caracterizado por la presencia de universidades, librerías, galerías de artes, cines y diversas organizaciones culturales como el Instituto Torcuato Di Tella, centro de la vanguardia artística y científica capitalina.19 El tema dominante entre buena parte del arco cultural y de las ideas era el peronismo. Varias publicaciones de distinto signo ideológico se ocuparon de reflexionar sobre la experiencia vivida hasta 1955 y de trazar una visión para el presente y el futuro de la sociedad. Desde el campo de los sectores dominantes de la cultura argentina, la revista Sur dirigida por Victoria Ocampo, a fines de 1955 publicó en el número 237 los trabajos de una serie de escritores, pedagogos, poetas y filósofos que se manifestaban por “la reconstrucción nacional”. De tono marcadamente antiperonista, la publicación se encargó de considerar el pasado reciente como “un estado de locura colectiva”, tal como rezaba un artículo de Norberto Rodríguez Bustamante, idea sostenida en la consideración de que durante esos años el fenómeno peronista no había sido más que una mezcla de fascismo y de rosismo, con características totalitarias.20 Una similar opinión enunciaban otros sectores liberales, socialistas y comunistas, entre los que se destacó el líder máximo del Partido Socialista, Américo Ghioldi. Estas opiniones en el interior de la cultura argentina, no fueron dominantes. Ernesto Sábato, integrante del grupo Sur y escritor reconocido en el mundo de las letras, tomaba distancia de las consideraciones que la revista evidenciaba en su número de fines de 1955, a través de un pequeño texto que llevó por título, El otro rostro del peronismo. Por su parte, el nacionalismo representado por Mario Amadeo — en su libro Ayer, hoy, mañana— y la revista católica Criterio entendían que había que comprender el pasado reciente asociado a los motivos que llevaron al triunfo de Perón pero también, a pesar del tinte claramente antiperonista, reflexionar de cara al futuro en una fórmula política que superara la marginación dictaminada por la “Revolución Libertadora” e integrara a esas masas obreras desprovistas de contención. Frente a estas visiones, y entre los estratos “bajos” de la cultura letrada, otros autores como Rodolfo Puiggrós, Jorge Abelardo Ramos, Ernesto Jauretche y Juan José Hernández Arregui tomaron la palabra a favor de la experiencia peronista, aunque para ello recurrieran a disímiles tradiciones. La llegada de Arturo Frondizi a la presidencia fue observada por simpatía por distintos sectores de la cultura. Durante la campaña presidencial y el primer año de gobierno de Frondizi, una franja importante de los intelectuales de izquierda apoyó al dirigente radical. Revistas como Contorno dirigida por David Viñas o Qué sucedió en siete días al mando de Rogelio Frigerio, acompañaron al líder de la Unión Cívica Radical Intransigente ya que, a sus ojos, Frondizi representaba un político asociado al mundo de las ideas, los libros y la discusión intelectual. Su figura, sus modos y el uso de un lenguaje específico evidenciaban a un hombre de ideas con el cual podían intercambiar reflexiones, en torno a la construcción de un movimiento nacional en donde las masas y los intelectuales, finalmente, pudiesen marchar juntos. Percibían, en definitiva, que el radicalismo de Frondizi podía ser un espacio donde tendrían un papel, sino protagónico, al menos muy distinto de aquél al que la política argentina los había habituado.21 Pero prontamente, a partir de sus políticas a favor de la educación libre y el capital extranjero, la desconfianza entre los intelectuales que habían apoyado su candidatura se implantó al amparo del influjo que producía la Revolución Cubana. La “traición” de Frondizi fue una herida que marcó a toda una generación y dejó huellas en los modos de organización de la intelectualidad de izquierda. La percepción de que podía ejercerse una influencia sobre la política había terminado con la experiencia frondizista. De allí en más, la preocupación de un sector de las jóvenes camadas de intelectuales de izquierda estuvo abocada a la búsqueda de anclajes políticos. Muchos se incorporaron a los nuevos partidos políticos de izquierda como El Partido Socialista de Vanguardia (1960), El Partido Socialista de la Izquierda Nacional (1962) o el Partido Comunista Revolucionario (1963), en franca ruptura con los tradicionales Partido Comunista y Socialista. También definieron al intelectual como aquel que asume un compromiso con su tiempo más allá de su incorporación o no a un 19. Una visión sintética, pero completa del clima cultural y de ideas en la argentina del período es la que brinda el libro de TERÁN, Oscar (2008) Historia de las ideas en la Argentina. Diez lecciones iniciales, 1810-1980, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, en especial capítulos 9 y 10. 20. SARLO, Beatriz (2001) La batalla de las ideas (1943-1973), Buenos Aires, Editorial Emecé, p. 25. 21. SIGAL, Silvia (2002), op., cit., p. 134.
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partido. Si bien se entendía que toda obra creativa era política, durante los primeros años de la década de 1960 el compromiso del intelectual con su sociedad fue sinónimo de una práctica vinculada principalmente con las batallas del lenguaje y la crítica, ante que con la toma de las armas o la militancia. El impacto de Cuba, sin embargo, potenció el proceso de politización de los intelectuales y artistas. Ms allá de haber aportado a una nueva forma de acción política a partir de la “teoría el foco” elucubrada por el filósofo francés Régis Debray, la revolución ayudó a redefinir proyectos intelectuales, establecer concordancias y una revaloración del significado de la lucha antiimperialista a partir de habilitar el empalme entre nacionalismo y marxismo. La solidaridad con Cuba y su pueblo implicó a lo largo de la década, un mayor compromiso de la cultura con la política. La dictadura del general Juan Carlos Onganía profundizó la politización del campo cultural al desplegar una fuerte represión, amparada en una noción tradicional y autoritaria, “incapaz de discriminar entre el modernismo experimentalista y las actitudes políticas expresamente orientadas al cambio revolucionario”.22 Campañas contra el pelo largo, los músicos de rock y la prohibición del uso de minifaldas se conjugaron con el secuestro de libros y revistas, cierre de editoriales, intervención en las universidades y censura de películas como sucedió con El Silencio de Ingmar Bergman y Blow-up de Michelangelo Antonioni. A partir de este “shock autoritario”, varios integrantes y grupos del campo intelectual argentino comenzaron a radicalizar sus posiciones, al amparo de una creciente difusión tanto del marxismo como del populismo, dos marcos de ideas que negaban, en lo fundamental, un rol significativo al intelectual y al artista en los procesos de cambio social ya que entendían eran las clases o el pueblo y su acción política, los que lograrían efectuar la transformación. En los años siguientes, artistas, cineastas, escritores, intelectuales y académicos, impulsados por vientos de cambio nacionales y extranjeros, pasaron a privilegiar a la política como único camino “real” en la consecución de la revolución social y la “liberación nacional”. c) Cultura popular Mientras la “alta cultura” se enfrentaba, desde diversas posiciones ideológicas y estéticas, a los avatares de la política y del debate público y experimentaba la modernización, la cultura popular atravesaba un período de transformaciones que tuvo al cine, la televisión, la radio y la música entre sus principales protagonistas. Si bien los intelectuales y las vanguardias tuvieron una percepción novedosa, moderna y cambiante respecto al nuevo marco nacional en los años inmediatamente posteriores a 1955, el resto de la vida cultural por un tiempo estuvo más bien estática y anclada en las costumbres, valores y aspiraciones sociocultulares de los años del peronismo. Como afirma Sergio Pujol, “la moda no reveló transformaciones importantes en materia de rasgos identitarios, roles o moral sexual. Los jóvenes de los cincuenta no se diferenciaban demasiado de sus mayores”.23 Los jóvenes, iconos de la cultura rebelde, desprejuiciada y moderna de la Argentina de las décadas de los sesenta y setenta, tuvieron que atravesar una serie de reacomodamientos sociales y culturales para emerger como actores en los centros urbanos. Todavía los jóvenes de fines de 1950 y principios de 1960, consumían el tango de las orquestas típicas de Osvaldo Pugliese y Juan D’Arienzo, las mujeres iban a bailar a los clubes acompañadas por sus madres o escuchaban el radioteatro y el “combinado” Wincofón en sus casas, junto a toda la familia. Las formas de entretenimiento de los públicos urbanos no se modificaron durante esos años, muy asociadas al paternalismo, el localismo y la severidad tradicional. La cultura joven rebelde y síndrome de una generación sensible y disconforme, surgió en contra de esas prácticas y visiones del mundo. Pero, como afirma Pujol, para tener una real aproximación a estos fenómenos de disconformismo y rebeldía conviene centrar la mirada no en el ámbito de la política cultural e institucional, sino mejor en el ámbito de la vida cotidiana. La crítica a la moral sexual y a los roles de género, motivada por ejemplo a partir de la recepción de la película de Jean-Luc Godar en 1966 Masculino-Femenino; la aparición en el espacio discursivo familiar y barrial del tema del divorcio, la mujer independiente y la libertad individual fueron temas que configuración el habla y las prácticas de los habitantes de las ciudades por ese entonces. En el despliegue de estos temas, tuvo mucho que ver el impacto que la modernización venía produciendo en la cultura popular, sus costumbres y usos. Entre sus principales agentes, habría que ponderar al semanario Primera Plana, una publicación atenta a los cambios que se sucedían en Europa y Estados Unidos; editoriales como Jorge Álvarez, De la Flor y Corregidor, revistas como El escarabajo de Oro y La Rosa Blindada, la influencia de la literatura latinoamericana y el surgimiento de la crítica literaria. Todos ellos impulsaron, en sus respectivos campos, la presencia de una cultura masiva, compuesta de novedades sociales y atentas a diferenciarse de anteriores representaciones, estéticas y valores para un público cada vez más interesado en noticias, informaciones y análisis sobre vida cotidiana, cultura y tendencias. 22. TERÁN, Oscar (2008), op. cit., p. 284. 23. PUJOL, Sergio (2003), “Rebeldes y modernos. Una cultura de los jóvenes”, en JAMES, Daniel (Dir.), Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, p. 289.
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La dictadura de Onganía y su política represiva amparada en un moralismo católico y derechista, junto a la expansión del mercado de bienes de entretenimiento que mercantilizaba a la juventud, colaboraron con el surgimiento de una contracultura joven en el país. La crítica al Club del Clan, un programa televisivo ligero y pasatista −donde participaba Palito Ortega− y distintas series como La Nena −con Marilina Ross en el papel de una joven complicada aunque concesiva− estuvieron en el centro de la mirada de aquellos que buscaban escapar tanto a las convenciones como a la represión. El cine fue otro sector de la cultura que también modificó su mirada sobre la sociedad desde una fuerte impronta crítica. Cineastas como Fernando Birri y su film Los inundados, Roberto Kuhn autor de Los jóvenes viejos y Leonardo Flavio con su Crónica de un niño solo, auspiciaban un cine de autor crítico de la situación social, de las costumbres y del malestar que expresaba la juventud con la sociedad. Por último, el rock comenzaba a mediados de la década del sesenta a destacarse entre la cultura joven de la mano de grupos como Los Gatos, Almendra y Manal aunque todavía englobados dentro del beat argentino: cabellos largo, guitarras eléctricas y canciones centradas en lo “generacional”.24
Tradicionalismo, radicalización y cultura juvenil (1966-1976) En el plano cultural y social, la política represiva y de censura de la “Revolución Argentina” encabezada por el general Juan Carlos Onganía tenía como objetivo terminar con las afrentas producidas por aquellos que ponían en tela de juicio la moral “occidental y cristiana”. El poder temía al vínculo entre jóvenes y política, a la liberalización del sexo expresada por grupos de las clases medias y a la “infiltración marxista”. Pero no solo el gobierno de facto enunciaba estas posturas conservadoras vigentes en un sector de la clase política y militar argentina. Organizaciones e individuos de la sociedad también enunciaban sus críticas y tomaban la palabra para denunciar lo que consideraban como “la crisis de nuestra época”. La Liga de Madres y Padres creada en 1951, por ejemplo, proponía defender la familia, el tradicional lugar de la mujer y la autoridad del padre en el ámbito del hogar. En el marco de la educación secundaria −a diferencia de la universitaria− la reglamentación autoritaria siguió imperando, por lo que el golpe de estado no significó un quiebre en las pautas de comportamiento y funcionamiento de ese nivel educativo. Por su parte, el Partido Comunista coincidía con un similar tono de crítica al considerar al rock como una “cultura decadente” y ser sinónimo de una “colonización cultural”. Pero el conservadurismo no fue privativo de sectores sociales opositores a estos cambios culturales. También habitaba las nuevas manifestaciones culturales. Siguiendo con el rock, si bien fue protagonista de la naciente contracultura y lucha frente a las convenciones, demostraba la persistencia de signo tradicionalista en el predominio que existía entre los músicos de una “cultura machista” opuesta de lo “femenino”, como lo expresaba en una entrevista el mánager de la banda Manal.25 Los cambios en las prácticas sociales y culturales que experimentaba en especial la juventud en Argentina, más allá de estos aspectos vigentes conservadores, fueron más visibles y se fueron multiplicando a fines del sesenta y principios del setenta. La contracultura en esos años logró consolidarse como un espacio de disidencia sobre la base de forjar sentidos de distinción y liberación en torno al gusto por ídolos musicales, prendas de vestir −a través del uso del jean− y una sociabilidad que auspiciaba, por ejemplo, la cada vez más la aceptada práctica sexual prematrimonial. La mayor presencia de la política en los asuntos culturales fue otro de los ejes de ese clima de disidencia. La explosión social del Cordobazo en 1969 fue catalítica. Las “canciones de protesta” que auspiciaba el rock de grupos como el de Pedro y Pablo, las denuncias al imperialismo y a las dictaduras en el país que ponía en evidencia el film La Hora de los Hornos de Fernando “Pino” Solanas y Osvaldo Getino, junto a la crítica punzante e irónica sobre el comportamiento de las clases medias, la política y el sexo que expresaba una revista como Satiricón, fueron los signos más representativos del fuerte componente politizador que experimentó la cultura a principios de los años setenta. En el caso de los artistas plásticos, como demuestran Mariano Mestman y Ana Longoni, a partir de 1968 existió una radicalización de la vanguardia, tanto de Buenos Aires como de Rosario, con respecto a las instituciones consagratorias del arte. Durante ese año, diversos artistas ponderaron una serie de obras y acciones que muestran la ruptura de los plásticos con los ámbitos artísticos −como el Instituto Di Tella− en los que venían interviniendo hasta entonces y afrontaron una “progresiva disolución de las fronteras entre acción artística y acción política”.26 Esta ruptura con el circuito tradicional del arte no solo tuvo que ver con el proceso de politización y compromiso con las luchas sociales sino también con el acelerado proceso de radicalización artística que los arrastraba a una postura antiinstitucional. 24. PUJOL, Sergio, op. cit., p. 310. 25. Respecto a estas tendencias conservadoras y tradicional en la sociedad civil, ver el artículo de MANZANO, Valeria (2010), “Juventud y modernización sociocultural en la Argentina de los sesenta”, en Desarrollo Económico, vol. 50, Nº 199 (octubre-diciembre). 26. MESTMAN, Mariano y LONGONI, Ana (2008), Del Di Tella a “Tucumán Arde”. Vanguardia artística y política en el 68 argentino, Buenos Aires, Eudeba, p. 99.
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Actividad de autoaprendizaje 1. Vincule el “antiafiche” publicado por el artista Roberto Jacoby y su proclama pronunciada en el Instituto Di Tella en 1968. Comente los aspectos que cada intervención en particular plantea −diferencias entre imagen y texto− y el sentido que en conjunto enuncian en el contexto cultural argentino de fines de la década del sesenta.
Proclama de Roberto Jacoby titulado “Mensaje en Di Tella” como parte de su obra expuesta en Experiencias 68, Instituto Di Tella, 1968. “Este mensaje está dirigido al reducido grupo de creadores, simuladores, críticos y promotores, es decir, a los que están comprometidos por su talento, su inteligencia, su interés económico o de prestigio, o su estupidez a lo que se llama ‘arte de vanguardia’”. A los que metódicamente buscan darse en Di Tella “el baño de cultura”, al público en general. Vanguardia es el movimiento de pensamiento que niega permanentemente al arte y afirma permanentemente la historia. En este recorrido de afirmación y negación simultánea, el arte y la vida se han ido confundiendo hasta hacerse inseparables. Todos los fenómenos de la vida social se han convertido en materia estética: la moda, la industria y la tecnología, los medios de comunicación de masa, etcétera. “Se acabó la contemplación estética porque la estética se disuelve en la vida social. Se acabó también la obra de arte porque la vida y el planeta mismo empiezan a serlo. Por eso, se esparce por todas partes una lucha necesaria, sangrienta y hermosa por la creación del mundo nuevo. Y la vanguardia no puede dejar de afirmar la historia, de afirmar la justa, heroica violencia de esta lucha. El futuro del arte se liga no a la creación de obras, sino a la definición de nuevos conceptos de vida; y el artista se convierte en el propagandista de esos conceptos. El ‘arte’ no tiene ninguna importancia: es la vida la que cuenta. Es la historia de estos años que vienen. Es la creación de la obra de arte colectiva más gigantesca de la historia: la conquista de la tierra, de la libertad por el hombre”. “Antiafiche” de Roberto Jacoby, que llevó por título “Un guerrillero no muere para que se lo cuelgue en la pared”, 1969.
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En el ámbito universitario, el gobierno aprobó en 1966 el Decreto Ley N° 16.912 que estipulaba la supresión del gobierno tripartito, los consejos superiores y obligaba a los rectores y decanos a transformarse en interventores sometidos a la autoridad del Ministerio de Educación. Algunas universidades como la de Cuyo, del Nordeste y del Sur aceptaron estas disposiciones, mientras que las de Buenos Aires, Tucumán, Córdoba, Litoral y La Plata las rechazaron al punto de tomar los establecimientos en señal de protesta. La resistencia al avance represivo estuvo a cargo del estudiantado y algunos profesores. El movimiento estudiantil recurrió a diversas formas de protesta, desde la movilización a pesar de las prohibiciones, la extensión de la militancia hasta el compromiso político con diferentes tendencias y organizaciones peronistas, marxistas y cristianas. En términos académicos, se crearon las “Cátedras Nacionales” sobre todo en el ámbito de las Ciencias Sociales. Los docentes que integraron esas cátedras cuestionaban el “cientificismo” expresado por los modernizadores y auspiciaban un cambio para la institución universitaria. Para estos profesores, la universidad y específicamente el conocimiento que se producía allí, debía promover una mejor comprensión de la realidad local e insertarse en un proyecto de liberación nacional. El proyecto pareció concretarse en 1974, cuando una nueva ley universitaria exhortó a las universidades a elaborar una cultura “de carácter autóctono, nacional y popular”.27 A pesar del triunfo peronista en 1973 y la vuelta de la democracia, la censura y la represión siguieron imperando. La espiral de violencia se incrementó. Algunos jóvenes que habían impulsado prácticas culturales modernas, abandonaron su labor en favor de la política y, en un extremo, ingresaron a diversas organizaciones guerrilleras. El caso de Rodolfo Walsh es quizás el ejemplo más representativo del paso de un hombre de las letras y la cultura a la guerrilla de los Montoneros. Pero también la violencia sobre la cultura contestataria o de vanguardia que era ejercida por la derecha y grupos paraestatales como la Triple A comenzaba a ser intensa. En mayo de 1973, bombas incendiarias de grupos ultramontanos obligaron a suspender la obra Jesucristo Superstar en el Teatro Argentino por considerarla parte de un movimiento anticristiano. En ese mismo año, un grupo comando quemó 25 ejemplares del libro de Henri Lebevre titulado El Marxismo y por orden judicial se secuestró el film El último tango en París de Bernardo Bertolucci mientras que en 1974 se prohibió la exhibición de La Patagonia rebelde de Héctor Olivera.28 La contracultura durante esos años de democracia y hasta el golpe de 1976 se definió en la doble lucha contra la industria cultural, desde una pretendida posición independiente, y en la búsqueda de traspasar los límites creativos a partir de nuevos sonidos −como el jazz de John Coltrane y la música latinoamericana de Violeta Parra o de Vinicius de Moraes. Revistas como Nuevos Aires auspiciaban debates sobre la relación entre literatura y política, en el cual participaban hombres como el peruano Mario Vargas Llosa, el pintor argentino Ricardo Carpani y el escritor uruguayo Ángel Rama. Otras, como Crisis y Envido expresaban no solo la adhesión cada vez mayor que el peronismo revolucionario gozaba entre amplias capas de intelectuales sino también el deseo de exaltar la figura del hombre de acción por sobre el escritor, el profesional universitario o el artista. La común asociación entre intelectual y política de los años sesenta, dejaba rápidamente paso a la asociación entre intelectual y revolución. La cuestión para los hombres de la cultura pasaba por interrogarse sobre cómo integrarse a un proceso revolucionario y cuál sería su rol en un próximo régimen socialista.29 Sin embargo, no habría que exagerar este modelo de “intelectual revolucionario”, desprendido de su saber y su labor en el campo cultural. Existían otras revistas, como Los Libros que auspiciaban un interés por la crítica literaria como práctica específica y la producción literaria.30 27. BUCHBINDER, Pablo, op. cit., p. 203. 28. PUJOL, Sergio, op. cit., 320. 29. DE DIEGO, José Luis (2007), ¿Quién de nosotros escribirá el Facundo? Intelectuales y escritores en Argentina (1970-1986), La Plata, Ediciones Al Margen, ver capítulo IV. 30. DE DIEGO, José Luis, op. cit., p. 87.
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Terrorismo estatal y cultura: libros, ideas y resistencia (1976-1983) La acción represiva de la dictadura de 1976 sobre la vida cultural, ideológica y las costumbres se enmarcó en una línea de continuidad respecto a las políticas emanadas de anteriores gobiernos de facto desde el Estado. Como hemos visto en el caso de la “Revolución Argentina”, el impulso represivo descansaba en un marco ideológico vinculado con el catolicismo, la preeminencia de la moral sobre la cultura y una marcada de la defensa de la “patria” ante las posibles “infiltraciones marxistas”. El autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” tuvo esos mismos objetivos, aunque su particularidad era el grado de aplicabilidad. Según José Luis De Diego, esta continuidad entre distintas dictaduras también puede observarse en el carácter caótico de las políticas culturales, en tanto nunca existió en la historia argentina una oficina que centralizase u organizase las prácticas establecidas. Además, esta pluralidad de lugares de enunciación del discurso oficial represivo, también incluía otras declaraciones públicas, artículos y libros producidos por personas o sociedades no ligadas al poder político-militar, como el autor nacionalista Marcelo Sánchez Sorondo, la escritora Alicia Jurado, diarios como Clarín y La Nación, y los grupos “La Legión Anticomunista Republicana” o la “Corporación de Abogados Católicos”, por nombrar solo a algunos.31 El efecto de estos discursos y políticas sobre el campo cultural fue calamitoso. El exilio de intelectuales, escritores y artistas fue moneda corriente como forma de evadir la cárcel, el secuestro, la tortura y la “desaparición”. Los ataques y hostigamientos a editoriales como Siglo XXI Editores, el Centro Editor de América Latina, Eudeba o De la Flor, detallan el nivel y el alcance de la censura impartida. Otro tanto puede observarse en las emisoras de televisión, en especial respecto del control ejercido sobre los noticieros y programas periodísticos por parte de interventores militares, y en el marco más amplio de la educación, el correspondiente Ministerio difundía, en los diferentes niveles, el opúsculo titulado Subversión en el ámbito educativo (conozcamos a nuestros enemigos).
Actividad de autoaprendizaje 1. Lea atentamente el siguiente fragmento del texto Subversión en el ámbito educativo (conozcamos a nuestros enemigos) entregado a las escuelas por parte del Ministerio de Cultura y Educación en 1977 y explique el sentido atribuido a conceptos tales como “subversión”; “patria” y “acción docente”. “Lo que se exprese en orden a la valoración y al enaltecimiento de la misión de educar, nunca será suficiente para sentar su verdadero significado e importancia. La grandeza y la proyección histórica de las naciones dependen fundamentalmente de la educación que se brinde a sus pueblos, en tanto ésta sea formativa y no solo una mera instrucción que traicionaría el sentido de lo que le es propio. (…) Bastaría la sola debilidad de una generación de argentinos para que el destino común que los enlaza, legado de sus mayores, se convierta en un desdichado fracaso. Bien saben estos los que quieren atentar contra la esencia misma de nuestra nacionalidad y los hechos de los últimos años y aun los que se viven, dan la prueba de que este aserto no es una mera hipótesis. Así es como en el país hemos de hablar de guerra, de enemigo, de subversión, de infiltración, términos éstos poco acostumbrados en la historia argentina contemporánea y sobre todo en ámbitos como el de la educación y la cultura; pero esa la cruda realidad y como tal se debe asumir y enfrentar: con crudeza y valentía Es una responsabilidad que toca a los argentinos y muy de cerca; un desafío en definitiva, que es lo es a sus más caras tradiciones y valores. El llamado de la patria es claro y se debe responder a él; los educadores, más que cualquier otro sector de la ciudadanía, no puede desoírlo, antes bien se impone como una misión a cumplir. Muchos argentinos han entregado sus vidas enfrentando a la subversión y ello no tendría sentido si no se hace realidad en la acción docente esta exigencia de nuestros días. Esa acción docente, por ser tal, debe comprender mucho más que la simple transmisión de conocimientos, como se dijera; ha de contribuir a la formación de quienes mañana, con solidez de principios tomarán la antorcha que recibimos de nuestros padres y para que ello sea posible es menester estar preparados. No es tiempo de vacilaciones (…) el texto que llega en esta publicación a los docentes, tiende pues a facilitar 31. Ibídem, p. 110.
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la comprensión del fenómeno de la subversión que vive la Argentina en estos días, en especial en el ámbito educativo (…) Si este folleto contribuye para que los docentes conozcan mejor a los enemigos de la Nación y para que las generaciones venideras puedan decir de los educadores de hoy que cumplieron con su deber, se habrá logrado con creces su propósito”.
La universidad quedó bajo el control del Poder Ejecutivo, sobre la base de la Ley 21.276. Como afirma Pablo Buchbinder, “se suprimieron los órganos de gobierno colegiados y se prohibieron las actividades gremiales y políticas”, dado que estos establecimientos educativos eran considerados los principales focos de “adoctrinamiento subversivo”.32 Solo en la Universidad Nacional del Litoral, por ejemplo, fueron separados de sus cargos cien docentes, trescientos en la de Córdoba y doscientos en la Universidad Nacional del Sur. Asimismo, se modificó el plan de estudios de carreras como Psicología, Sociología y Antropología, mientras que fueron suprimidas Cinematografía en la Universidad Nacional de La Plata y los profesorados de Humanidades, Matemática, Física y Química de la Universidad Nacional del Sur. Durante los años de sangre y horror, la producción y circulación cultural marginal, limitada y de duración efímera, no se extinguió a pesar de la fuerte censura y represión. Existió por aquellos años lo que algunos autores han denominado la “resistencia cultural”. Autores consagrados como Jorge Luis Borges, Manuel Mujica Lainez, Ernesto Sábato y Adolfo Bioy Casares no fueron molestados y pudieron continuar publicando. Incluso hombres de letras e intelectuales reconocidamente opositores y considerados “peligrosos” como José Pablo Feinmann, Ricardo Piglia, Rodolfo Fogwill y Andrés Rivera. También aparecieron una serie de revistas culturales como El Ornitorrinco, dirigida por Abelardo Castillo, Punto de Vista, al mando de Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, Literal y muchas otras como Pluma y Pincel, Puro Cuento, Diálogo, Escritura, Atenea, Contexto y Crítica y Utopía. Un caso destacado fue Humor que, aparecida en julio de 1978, alternaba la sátira política con notas críticas sobre las costumbres y modos del ser argentinos.33 La cultura popular también sufrió los embates de la dictadura, pero al igual que en la “alta cultura” muchos actores y grupos culturales pudieron continuar con sus labores. Grupos de estudio y talleres literarios funcionaran en los hogares de muchos escritores. El rock continuó produciendo discos y convocando público, como lo demuestran bandas como La Máquina de Hacer Pájaros, Almendra y Serú Giran, aunque debieron recurrir a expresiones metafóricas que ocultaban sus mensajes críticos. También sobrevivieron revistas vinculadas con el género como El expreso imaginario, donde escribía el periodista Alfredo Rosso y colaboraba Miguel Grinberg, y Pelo dirigida por Osvaldo Ripoll. Con la finalización del “Período de Excepcionalidad” a partir de 1979 y, con el inicio de la Guerra de Malvinas, 32. BUCHBINDER, Pablo, op. cit., p. 208. 33. El racconto y análisis de algunas de estas publicaciones lo hace José Luis De Diego en su libro citado, en especial en el capítulo IV.
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se incrementaron las manifestaciones de esta resistencia cultural. Las revistas mencionadas en sus editoriales sumaron sus críticas en franca rebelión contra las normas pautadas y lo que estaba permitido decir o silenciar. La entrega del Premio Nobel de la Paz a Alberto Pérez Esquivel en 1979 y las denuncias sobre desaparecidos que publicó el diario Buenos Aires Herald fueron quizás los hechos más resonantes, sobre todo a nivel internacional. El festival Teatro Abierto permitió la manifestación más evidente de la debilidad que experimentaba la censura por ese entonces. Concretado en 1981, dicha iniciativa contó con la participación de autores como Roberto Cossa, Osvaldo Dragún, Carlos Goroztiaga y Aída Botnik, con obras “donde los temas más recurrentes se relacionaban con la violación de los derechos humanos y la falta de libertades”.34 Por su parte, en las universidades se presenció el relanzamiento de una oposición interna a las autoridades nombradas por el Poder Ejecutivo y a la Ley Universitaria que pautaba el arancel al ingreso y legalizaba el nombramiento de decanos y rectores a cargo del presidente. Militantes radicales, peronistas, socialistas y comunistas iniciaron una campaña contra esta ley y, en diciembre de 1980, la Federación Universitaria Argentina publicó una solicitada en los diarios rechazando la aplicación del arancel. En 1981, las facultades comenzaron a reorganizarse de forma gremial, mientras los estudiantes publicaban petitorios y distinto tipo de publicaciones denunciando falta de comisiones para la cursada, restricciones horarias o deterioro en las bibliotecas. Finalmente, luego de la derrota de los militares en la Guerra de Malvinas y el inicio de la campaña electoral, la vida política renació en las universidades nacionales.35
Actividades de autoevaluación del Módulo 1. Lea atentamente los discursos referidos a la universidad argentina por parte de distintos actores vinculados al medio en distintos años. Analice y compare la función atribuida a las universidades en relación a la sociedad y el papel atribuido a los agentes universitarios, en los correspondientes procesos políticos en que se insertan. “Yo considero un rasgo de extraordinaria originalidad de la vida social y espiritual de nuestro país, la manera como ha respondido a un reto de la realidad resolviendo que sea la Universidad la responsable de trabajar en esta tarea que no le estaba específicamente asignada a nadie y que, sin embargo, la realidad requería de manera urgente. Había y hay que trabajar en la transformación de una sociedad que requiere homogeneidad, que requiere articulación de sus grupos, que requiere comunicación interna, que necesita finalmente adquirir su propio estilo de vida y de cultura. Este trabajo estaba a merced del que quisiera hacerse cargo de él y resultó que intempestivamente un grupo particularmente capacitado para ello asumió un día la responsabilidad de cumplirlo, movido acaso por cierto sentir ético que hay subyacente en el fondo de esta preocupación de la Universidad por los problemas sociales. Es bien sabido que nuestros universitarios se reclutan generalmente en las clases medias y solo muy escasamente en las clases proletarias, y suele llamarse “sentimiento ético” a esta especie de deseo de volverse hacia los grupos no-privilegiados, en un afán de incidir sobre ellos, en una tarea de interés nacional y colectivo, que comprende a toda la comunidad y que se ha de comenzar por cumplir en alguna parte. La universidad no tiene, naturalmente, la obligación de hacerlo; si se habla en términos estrictos de funciones sociales de la universidad, yo me atrevería a aceptar que la enseñanza y la investigación son funciones sociales indiscutibles y que, en cierto sentido abstracto, la universidad cumple con esa función social en la medida en que lleva a cabo estas labores; pero solo en un sentido abstracto, y la universidad, desgraciadamente, no puede conformarse con ser una abstracción. Casi todos sus males residen precisamente en haberse creído esto, pero la universidad es hija de su medio y de su tiempo, no existe una universidad tipo, no existe nada más que en cierta elite social e intelectual. Puede hablarse de ideas generales acerca de lo que es la universidad, pero es sabido que Bolonia se diferencia bastante de Harvard, y hay, por supuesto, una estructura diferente en cada universidad en relación con su contorno social”. ROMERO, José Luis, discurso enunciado en las Jornadas de Extensión Universitaria de la Universidad de Buenos Aires en 1958. Extraído de SARLO, Beatriz La batalla de las ideas 1943-1973, Buenos Aires, Editorial Emecé, p. 225.
34. SURIANO, Juan y LOBATO, Mirta, Atlas Histórico, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, p. 534. 35. BUCHBINDER, Pablo, op. cit. p. 212.
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“La Universidad fue y sigue siendo percibida por algunos sectores, como aquella institución que de alguna manera es rectora en la vida nacional y que por lo tanto debe dar respuestas. Sí, debe dar respuestas, pero la Universidad Argentina no es una institución del despotismo ilustrado. Debe dar respuestas y las dará solo cuando la Universidad y sus grupos portadores integren la realidad nacional. Antes, solo dará las respuestas que su paternalismo ––producto de criterios tradicionales, como la Universidad elítica, creadora de cultura–– le indiquen. Y ésas no son las respuestas que el país necesita. Esa percepción tradicional, interpretada buenamente por la vocación de justicia de los hombres del 18, implicó el postulado fundamental al que aludimos. Pero nosotros no queremos eso. No queremos llevar la Universidad a la calle; queremos que la Universidad esté construida con el país y en el país; no se quiere salvar la conciencia con cursos de extensión cultural nocturnos, no se quiere que el mito del Departamento de Extensión Universitaria subsista, porque se quiere que el estudiantado no encuentre en el reformismo una religión de salvación, ni que el reformismo sea paternalista, ni que otorgue parte del privilegio desde un ámbito de privilegio. Y no se quiere porque el reformismo es otra cosa y así debemos ser percibidos: como una fuerza que lucha por la liberación nacional. Y para luchar por ella desde la Universidad y con ella ––porque es el reformismo la única fuerza capaz de hacerla entrar en proceso–– es necesario desarticular y aclarar toda la ambigüedad sobre la cual se basa la Reforma.” PAYRÓ, Ana Lía, “La Reforma”, Correo de CEFYL, año 1, Nº 2, 1962, p. 8. Extraído de SARLO, Beatriz La batalla de las ideas 1943-1973, Buenos Aires, Editorial Emecé, p. 281. “Creer que la sociedad mejor del futuro va a surgir del trabajo meramente intelectual es una petulancia y una especie de platonismo. En Francia, sobre todo, hay una corriente filosófica que sostiene que la teoría también es práctica. Esto quiere decir, por ejemplo, que si damos una conferencia, también estamos haciendo una práctica. Para mí no es más que una forma cómoda de considerarse el revolucionario completo, salvando la distancia entre el intelectual y las masas. Creo que la Universidad debe ser un centro de irradiación de conocimientos, indispensable en la lucha revolucionaria, pero, de ahí a transformar la Universidad en vanguardia, en el sector hegemónico del proceso, hay una gran distancia. Yo considero que los grandes cambios se dan cuando se reúnen tres elementos: las masas, la fuerza de las armas y la teoría revolucionaria. Las masas solas van a la anarquía; las armas solas, sean del ejército regular o irregular, llevan al despotismo, y la teoría revolucionaria sola conduce a una torre de marfil. Los tres elementos deben combinarse, y cuando esto sucede se dan las condiciones revolucionarias, pero si alguno falla no pasa nada. Nosotros aspiramos a que la Universidad aporte los elementos ideológicos, y que éstos sean reconocidos y aceptados por las masas. Aquí encontramos que, así como hay una sobreestimación de algunos universitarios de su propia capacidad conductora, existe, por parte de ciertos sectores populares, una subestimación hacia el intelectual y la Universidad. Pero, ¿qué es un intelectual? Es lo mejor y lo peor que tiene el país, porque es el cerebro de las corrientes opuestas, de las contradicciones que se viven. Algunos intelectuales han dado su vida al servicio de la emancipación y elevación del nivel cultural y material de su pueblo; otros sirven a intereses e ideologías antinacionales. Pero, si pasamos revista a las grandes revoluciones de la historia concluimos que el intelectual es indispensable. Marx y Lenin eran abogados; Federico Engels, propietario de una fábrica en Manchester, y perteneciente a un círculo intelectual; Fidel Castro, abogado, y Mao, bibliotecario en Pekín. Al referirnos a los intelectuales no hablamos de cualquiera de ellos, sino de aquél reconocido, aceptado y elevado por los trabajadores. Nosotros tenemos el ejemplo de Perón, que para mí es más intelectual que un militar, aunque esto último lo ha ayudado también. Perón no es líder por propia determinación, como lo presentan algunos, sino porque los demás lo reconocen, y porque sirvió y sirve a las aspiraciones de los otros. Ésa es su fuerza”. Reportaje realizado por la revista Ciencia Nueva al rector de la Universidad de Buenos Aires, Rodolfo Puiggrós en 1973. Extraído de SARLO, Beatriz La batalla de las ideas 1943-1973, Buenos Aires, Editorial Emecé, p. 305-306.
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2, Lea atentamente las letras de las canciones que siguen y establezca el correspondiente contexto social y político de origen. Además, especifique qué marcas culturales evidencia el uso del lenguaje que cada letra enuncia y qué particularidades puede señalar respecto de la postura del rock frente a la cultura, la música y la vida. Sueña, sueña, sueña, sueña y nunca dejes de soñar. Sueña que algún día, tu sueño puede ser realidad. Sueña que es lo menos, que puede ser un tipo como tú. Quizás no puedas lograr, lo que quieres conseguir. Por eso hoy más que ayer, corre, sueña y corre sin mirar atrás. Sueña, corre, sueña, no pienses que es en vano soñar. Sueña que consigues, lo que dentro de tu mente está. Sueña que hoy comienza, algo diferente en tu existir. Quizás no puedas lograr, lo que quieres conseguir, por eso hoy más que ayer, corre, sueña y corre sin mirar atrás. Sueña, corre y sueña, sueña…....sueña...…sueña, sueña y corre…sueña y corre. Los Gatos, Sueña y corre, autor Lito Nebbia perteneciente al álbum Beat Nº 1 (1969). Bronca cuando ríen satisfechos al haber comprado sus derechos Bronca cuando se hacen moralistas y entran a correr a los artistas Bronca cuando a plena luz del día sacan a pasear su hipocresía
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Bronca de la brava, de la mía, bronca que se puede recitar Para los que toman lo que es nuestro con el guante de disimular Para el que maneja los piolines de la marioneta universal Para el que ha marcado las barajas y recibe siempre la mejor Con el as de espadas nos domina y con el de bastos entra a dar y dar y dar ¡Marcha! Un, dos... No puedo ver tanta mentira organizada sin responder con voz ronca mi bronca mi bronca Bronca porque matan con descaro pero nunca nada queda claro Bronca porque roba el asaltante pero también roba el comerciante Bronca porque está prohibido todo hasta lo que haré de cualquier modo Bronca porque no se paga fianza si nos encarcelan la esperanza Los que mandan tienen este mundo repodrido y dividido en dos Culpa de su afán de conquistarse por la fuerza o por la explotación Bronca pues entonces cuando quieren que me corte el pelo sin razón, es mejor tener el pelo libre que la libertad con fijador ¡Marcha! Un, dos... No puedo ver tanta mentira organizada sin responder con voz ronca Mi bronca mi bronca Bronca sin fusiles y sin bombas Bronca con los dos dedos en “V” Bronca que también es esperanza Marcha de la bronca y de la fe. Pedro y Pablo, Marcha de la bronca, autores Miguel Cantilo y Jorge Durietz perteneciente al álbum Yo vivo en esta ciudad (1970). Quién sabe Alicia este país,
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No estuvo hecho porque sí. Te vas a ir, vas a salir, pero te quedas ¿dónde más vas a ir? Y es que aquí sabes, El trabalenguas, trabalenguas; El asesino, te asesina; Y es mucho para ti Se acabó ese juego que te hacía feliz. No cuentes lo que viste en los jardines, El sueño acabó. Ya no hay morsas, ni tortugas. Un río de cabezas aplastadas por el mismo pie. Juegan cricket, bajo la luna. Estamos en la tierra de nadie, pero es mía Los inocentes son los culpables, dice su señoría; (el rey de espadas) No cuentes qué hay detrás de aquel espejo o no tendrás poder, ni abogados, ni testigos. Enciende los candiles que los brujos piensan en volver a nublarnos el camino. Estamos en la tierra de todos, en la vida. Sobre el pasado y sobre el futuro, ruina sobre ruina, (querida Alicia). Serú Giran, Canción de Alicia en el país, autor Charly García perteneciente al álbum Bicicleta (1980).
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3. Examine los siguientes dos artículos y extraiga los aspectos más salientes de este debate sobre la labor del escritor y su vínculo con la sociedad, teniendo en cuenta el contexto cultural en el que se enmarcan. Escriba un texto breve en el que plantee algunas opciones didácticas para trabajar este tema con sus alumnos en el aula. Y una vez más, los intelectuales americanos nos vemos reducidos a la mera formalidad de las declaraciones; al aparato gris de la retórica. Es fácil, en estos casos, hacer trampa; caer en la tentación de sentirse justificado por haber escrito el nombre al pie de un manifiesto. Es fácil, después de haber puesto un radiograma a Cuba o mientras le pedimos al lector que lo haga; después de haber adherido a la declaración de la Sociedad Argentina de Escritores o de “Hoy en la Cultura”, como lo hemos hecho; claro, es fácil sentirse mejor, más lúcido que Borges, más valiente que Bioy Casares. Lo que sí es difícil, es sacarse de encima la oprobiosa sensación de vergüenza, de responsabilidad culpable: la de estar aceptando, de algún modo, el juego de “sentirse limpio”. Los tiros son en otra parte, en Vietnam o en Las Antillas; se fusila por ahí. Uno firmó muy claramente que no está de acuerdo con eso; ¿qué más se espera de uno? Pero, entonces: ¿por qué esto, este subterráneo malestar que impide escribir un editorial sobre otra cosa? Y, ya que escribimos acerca de Santo Domingo, ¿por qué esta imposibilidad de acertar con el tono violento, acusatorio, de escritores lúcidos y fuera de la cuestión que ahora van a demostrarles al mismísimo Lyndon Johnson, y a ese otro carnicero, Imbert Barrera, qué es en la Argentina un hombre libre? Grotesco, es cierto. Porque, ¿qué es, en la Argentina ––qué, en América–– un hombre libre…? Y por eso hemos encabezado esta página con la única declaración que no ha de haber avergonzado a quienes la redactaron. Pues ya no se trata, en América, de pedirles a los norteamericanos que se vayan; sino de echarlos de donde estén. Y esto, solo Cuba lo ha hecho. Y ahora ya no va a ser sencillo repetirlo; va a costar, quizás, el mismo trabajo que costó expulsar a los alemanes de Europa: a éstos de ahora, solo les falta un Hitler. Ahí tienen sus teorías raciales, su gran miedo a todo, menos a la guerra ––y ésta es la ventaja que nos llevan, porque ellos son, ahora, los que no tienen nada que perder––, y tienen su petulancia de suicidas, y tienen, para sentirse fuertes, el odio que les tenemos. Pero echarlos va a ser difícil: y de ahí el malestar; la sensación pesada de no ser libres ––el ridículo de reclamar a nuestro gobierno que les exija el retiro de sus tropas; no solo mientras el gobierno delibera sobre si enviará o no nuestras propias tropas, sino cuando el mismo Johnson ha dicho que sería capaz de desembarcarlas en cualquier país de América: también en el nuestro, lo sabemos––; de ahí, pues, la sensación de no saber qué hacer con las palabras, con la firma, con el odio infinito que les tenemos, con la vergüenza que nos da ser argentinos: porque ¿qué derecho tiene un argentino a postular la libertad de autodeterminación, en Santo Domingo, cuando en el sentido estricto, él mismo es súbdito de una colonia yanqui?; si para un rebelde dominicano nosotros somos la misma cosa que los Estados Unidos, apenas un poco más cómicos. La comisión de la OEA estaba presidida por un argentino. El mayor escritor de nuestro país, Borges, infamándose e infamándonos, rechaza la declaración de la SADE porque “la intervención de las armas norteamericanas se realiza en defensa de la democracia y de la libertad”. Siguiendo la ridícula paranoia de los militantes brasileños, disfrazados ahora de potencia bélica (si no fuera insultante sería chistoso: los brasileños invadiendo el Uruguay), los generales argentinos pensando, quizá seriamente, ir a poner un poco de orden fuera del país. ¿De dónde sacar la indignación, entonces?; ¿cómo sentir, siendo argentinos, y habiendo vindicado tantas veces la responsabilidad intelectual, al “no querer avergonzarnos de escribir”, de Sartre; cómo no sentir que cada palabra condenatoria es una autoacusación? Y mañana o pasado, si finalmente alguien decide, por todos los argentinos, que nuestras tropas vayan a Santo Domingo; si finalmente nuestros conscriptos, pagados en dólares, son enviados como esos lamentables muchachos brasileños, a justificar con su presencia la presencia de los imbéciles marines comedores de chiclets, y a justificar (da miedo pensarlo) a los propios conscriptos dominicanos que, no sabemos si de cobardes o de inconscientes o de renegados, aceptan cumplir las órdenes de matar a su propio pueblo; si eso ocurre: ¿qué haremos nosotros, los intelectuales libres firmadores de manifiestos? Si un solo argentino tira, ¿qué haremos con nuestras revistas, y nuestros libros, y nuestras teorías? Sobre todo, con nuestras teorías. Porque, ¿quién le enseñó al hijo de un obrero, de veinte años, que no hay que tirar? (¿Qué hubiéramos hecho nosotros, hace diez años?; ¿qué hicimos en junio y en septiembre de 1955?) ¿Quién explicó antes o cuánto tiempo queda para explicar que un hombre con un fusil no siempre debe necesariamente apuntar adonde le ordenan? Que, en esta historia que estamos haciendo, tiene valor absoluto aquel poema de Guillén donde un guajiro pregunta a un conscripto de dónde ha sacado él que el pueblo, y el hijo de veinte años de ese pueblo, con un fusil en la mano, son dos cosas distintas. Y, si nadie explicó esto: ¿en dónde nos vamos a meter nuestros libros, nuestras revistas y nuestros manifiestos? CASTILLO, Abelardo, “El camino ya no tiene salida”, en revista El escarabajo de oro, Editorial, año VI, Nº 29, julio 1965. Extraído de SARLO, Beatriz (2001) La batalla de las ideas (1943-1973), Buenos Aires, Editorial Emecé, p. 386-387.
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“(…) Por ser Abelardo Castillo quien se presenta de este modo me parece menos disculpable. Porque ha sido precisamente él quien, a través de otros editoriales de El escarabajo…, ha defendido con legítima obstinación el valor de la literatura, ha manifestado y robustecido la confianza en la dignidad de nuestro oficio, y lo ha hecho, precisamente, frente y contra la concepción que subestima la literatura, frente y contra los que proponen dogmáticamente la opción: literatura o política. ¿Por qué entonces ese tono psicoanalítico de culpa, de autoacusación, de sarcasmo que recorre su editorial? ¿Por qué esa burla, esos escupitajos al cielo?: “… ¿qué haremos nosotros, los intelectuales libres firmadores de manifiestos […] Y, si nadie explicó esto: ¿en dónde nos vamos a meter nuestros libros, nuestras revistas y nuestros manifiestos?”, etcétera. Yo, personalmente, no estoy dispuesto a meterme nada de eso en ninguna parte, no solo por lo doloroso que pudiera resultarme, sino porque encuentro otro procedimiento más sencillo: dejar todo eso en donde está y dedicarme a lo que considero más eficaz, y si no hay nada más eficaz, dejar igualmente de hacer aquello de cuya eficacia dudo en tal alto grado. No quisiera que Castillo viese en esto un fastidio personal. En verdad, tengo fastidio, pero éste no nace por su editorial, aunque en él sea a mi juicio innegable la coquetería, sino porque esa actitud, con sus correspondientes variantes, se viene dando a mí alrededor con machacona frecuencia. Yo vengo, no por mi decisión, de un partido político en el cual la literatura y el escritor son, por decirlo de un modo fraternal, tolerados. Así es en la Argentina. Y fuera de él, vinculado más íntimamente a un sector de intelectuales con similares discrepancias antidogmáticas, me encuentro con un clima parecido en algunos de ellos, con un estado de ánimo semejante, si se me permite expresión tan amplia. A punta de labio está el latiguillo: “culturalista”, y, zas, uno debiera sentir que está liquidado porque no tiene en ese momento una granada de mano para responder. No quisiera ser superficial ni subjetivo. Comprendo que estas observaciones no adquieren solidez si no se las instala en el análisis de las motivaciones objetivas de aquella actitud. No se me escapa que en muchos están aún presentes los sedimentos de un antiintelectualismo mamado durante muchos años; es una influencia de la cual uno no se libera tan fácilmente. No se me escapa tampoco que en los momentos más difíciles de una sociedad, en sus períodos de estancamiento y pesadez, se producen los mayores embates contra esa confianza. No se me escapa a su vez que la conciencia de la ineficacia reformista, es decir, la impaciencia política que genera, acrecienta la impugnación de la eficacia literaria y artística, la traslada. En este sentido recuerdo aquel pensamiento de Joliot-Curie: “Nuestra libertad [la de los comunistas] proviene de ese jubiloso sentimiento de eficacia”. No tenemos júbilo. Pero el ahondamiento del análisis que podría hacerse en estas direcciones y en otras no agota la explicación. Porque, en definitiva, se trata de un condicionamiento, de un cuadro, de un contexto, en el que habría que ubicar un determinado fenómeno intelectual, una corriente de ideas, una actitud ––más o menos generalizada según lo descubra el análisis–– con respecto a la literatura; no se trata de un ciego determinismo. Sería muy cómodo echarle las culpas a las mamas, al país o a la revolución que no llega. Si exigimos autocrítica a otros tenemos que empezar por practicarla nosotros. Aunque se resienta el amiguismo que a veces cultivamos. Porque también en esta desconfianza del oficio literario, en esta impugnación de su eficacia, comenzamos a descubrir otro tipo de impotencia, que no tiene nada que ver con la política. Yo no me siento paradisíacamente seguro en mi oficio; y no hablo de mi talento sino de mi actitud humana. Ésta es una razón suficiente como para que no se me ocurra postular ninguna superioridad del escritor, ningún “estar de vuelta”, en estos trances que tanto repercuten en quienes nos hemos metido entre ceja y ceja “cambiar el mundo”. Habrá que seguir comiéndose los mocos tantas veces como la realidad lo exija y sea necesario hacerlo. Le pasa al escritor y a cualquier mortal con sus huesos. Puede ser que el escritor tenga mayor conciencia del peso de sus huesos; nada más. Pero lo otro me parece pura hazañería; o impotencia, pero literaria y no de otra índole. A otra cosa, entonces”. BROCATO, Carlos “La subestimación de la literatura y la coquetería de la subestimación”, en revista El escarabajo de oro, Nº 29 y medio, noviembre de 1965. Extraído de SARLO, Beatriz (2001) La batalla de las ideas (1943-1973), Buenos Aires, Editorial Emecé, p. 391-392.
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4. Ubique de manera secuencial las siguientes obras artísticas a partir de la información brindada en el Módulo. Además, escriba un breve texto describiendo sus impresiones en forma comparativa sobre las obras.
Afiche del artista Ricardo Carpani, 1973. Fuente: http://elblogdehelios.blogspot.com.ar/2013/02/ricardo-carpani.html
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Revuélquese y viva, obra de Marta Minujín expuesta en el Instituto Di Tella en 1964. Fuente: http://mg-textosyarte.blogspot.com.ar/2010/08/marta-minujin-en-su-atelier-de-paris.html
Cristo en el garage, cuadro de Antonio Berni de 1981. Fuente: http://www.chasque.net/umbrales/rev123/pag34.htm.
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Introducción La sociedad argentina posperonista sufrió una serie de transformaciones en lo económico, social y demográfico. Durante las décadas siguientes, la oscilaciones económicas y los cambios demográficos incidieron en un acelerado proceso de urbanización y concentración poblacional. Se produjeron así modificaciones importantes en la estructura social del país y especialmente, a partir de 1976, asistimos al nacimiento de una estructura social fragmentada, crecientemente despolitizada y profundamente inequitativa.
Objetivos • Comprender las particularidades de la sociedad argentina en las décadas del sesenta y setenta. • Ponderar los cambios y continuidades en la estructura económica, demográfica y social atravesados por el país durante el período. • Identificar las variables económicas y sociales que configuraron el paso de una sociedad integrada a una fragmentada. • Examinar y relacionar información procedente de fuentes escritas, visuales y gráficas. • Diseñar actividades a partir del hallazgo de distintas fuentes para trabajar con sus alumnos y alumnas en clase. Contenidos • La dinámica económica argentina • Población, urbanización y sociedad • El movimiento obrero y su lugar en la sociedad La dinámica económica argentina Durante los años siguientes al primer peronismo, la economía argentina experimentó crisis cíclicas que impactaron fuertemente en su andamiaje social. En general, las causas de estas crisis se vincularon con los problemas que afrontaba el sector externo de la economía nacional. La permanente disminución de divisas derivadas de las exportaciones agropecuarias, en razón del estancamiento productivo o de la baja de los precios internacionales, sumada al crecimiento del componente importado en una industria en desarrollo, implicaron un reiterado saldo negativo de la balanza de pagos y una mayor necesidad de endeudamiento externo para compensar la merma de las reservas. Es decir, la economía “agotaba sus reservas de moneda extranjera y (se) debían tomar medidas de emergencia para volver al equilibrio entre ingreso y egreso de divisas”.36 Entre 1956 y 1966, la economía nacional sobrellevó cuatro momentos críticos asociados a los problemas señalados. En todos los casos, la política económica de los gobiernos apuntó a devaluar el peso con vista a aumentar las exportaciones y bajar las importaciones, y al mismo tiempo, contraer la actividad económica a través de la caída de los salarios, el consumo, la inversión y el gasto público, con el objetivo puesto en que el sector industrial mermara su demanda de divisas y los asalariados no impulsaran la suba de precios. Desde el gobierno de la “Revolución Libertadora” hasta el de Juan Carlos Onganía, se auspiciaron distintos planes de estabilización y se aplicaron recetas acordes a los postulados enunciados por los organismos multilaterales de crédito. El gobierno del general Aramburu tuvo como objetivo modificar el esquema económico heredado del peronismo a partir de impulsar una menor participación del Estado en él. Suprimió el control sobre el comercio exterior — marcando el fin del IAPI— e intentó alentar las exportaciones agropecuarias a través de una fuerte devaluación de la moneda nacional y la creación del Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA), cuya finalidad era aumentar y mejorar la producción agraria. Asimismo, incluyó por primera vez al país en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial con el fin de obtener financiación para la negativa balanza comercial que generaba el constante drenaje de las reservas a favor de los importadores. En cuanto a la inflación y su efecto distorsivo sobre precios y salarios, no solo congeló los segundos sino que dispuso de una fuerte política represiva sobre el movimiento obrero organizado. Todo lo cual llevó a una desfavorable redistribución 36. AROSKIND, Ricardo (2003) “El país del desarrollo posible”, en JAMES, Daniel (Dir.), Violencia, proscripción y autoritarismo, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, p. 84.
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del ingreso para los trabajadores, ya que, si en 1955 su participación en el producto bruto interno era de un 47% en 1958 el mismo fue de un 40,5%. La continuidad de las medidas económicas desplegadas por el gobierno de la “Revolución Libertadora” chocó con los problemas políticos del momento y el cambio de estrategia del siguiente gobierno democrático. El llamado a elecciones implicó el triunfo de Arturo Frondizi y el inicio de lo que se ha denominado el “desarrollismo” en materia económica. Si bien las políticas emprendidas en torno al control de la inflación, a partir de impulsar la caída de salarios y gastos del Estado, fueron un signo de continuidad, lo diferencial del gobierno de Frondizi estribó en la importancia dada a la inversión extranjera. La llegada del capital multinacional fue considerada vital para un sector de la clase política y empresarial argentina, en la búsqueda de un desarrollo industrial centrado en grandes inversiones de capital en sectores prioritarios. Para ello, se apeló a diversas medidas, como las reducciones impositivas y arancelarias para la importación de bienes de capital, créditos a tasas preferenciales y un estricto control del sistema de cambio para evitar fuertes devaluaciones. Las empresas petroleras extranjeras fueron atraídas de manera exitosa —el país llegó en 1962 al autoabastecimiento— y también las automotrices, aunque fueron incapaces de producir a bajo costo y con un precio acorde a la protección del mercado y los incentivos otorgados. La idea rectora de todas estas medidas económicas fue poner el acento en un incremento de las “fuerzas productivas” como parte fundamental de los cambios sociales y políticos que la sociedad argentina necesitaba, no solo para retomar la senda de la industrialización acelerada, sino también como solución a los históricos conflictos políticos y sociales. La renuncia de Frondizi debido a los enfrentamientos con sindicatos, por una creciente inflación y contención salarial, y las tensiones con la corporación militar, fueron los límites del desarrollismo. Sin embargo, durante la presidencia de Arturo Illia se apeló a un conjunto de elementos reactivadores que estaba en conjunción con las nuevas producciones surgidas de la industrialización desarrollista. El impulso al consumo a través del crédito y la mejora de salarios, la moderación de la inflación, un contexto internacional que favoreció los precios de los bienes exportables, llevaron a que el país registrase un crecimiento de un 9% anual en 1965 y a una visible merma de los conflictos sociales. El gobierno de la autodenominada “Revolución Argentina” tomó una serie de medidas económicas diferentes al desarrollismo dominante en los últimos gobiernos. El ministro de Economía, Adalvert Krieger Vasena orientó las inversiones privadas provenientes del exterior a la compra de empresas ya instaladas −bancos, automotrices, cigarrillos− y destinó la estatal a la infraestructura, como revelan la construcción de la represa El Chocón, la Central Nuclear Atucha y el complejo Zárate-Brazo Largo. Esto implicó una suba de la producción de casi un 10% anual y también de las importaciones, dada la mayor apertura económica, pero ocasionó asimismo una mayor concentración industrial en detrimento de los sectores menos intensivos en capital. Aunque se inmovilizó el salario y se establecieron convenios sobre los precios para combatir la inflación recurrente, lo cierto es que la reducción del personal del Estado, el ajuste en los servicios públicos, los quebrantos de medianas y pequeñas empresas y la merma de inversiones en la educación y la salud −acompañada de una fuerte represión−, arrojaron como resultado un creciente malestar social que dio origen, en 1969, a la protesta social conocida como el Cordobazo. Los sucesivos gobiernos militares hasta 1973 internaron modificar este esquema, con un nuevo impulso desarrollista de la mano del ministro de economía Aldo Ferrer. Un mayor apoyo a la industria nacional y la creación de nuevos establecimientos industriales de capital local, fueron las medidas salientes en torno al vínculo entre Estado e industrias. Con la “Ley Compre Nacional”, Ferrer obligaba a todas las dependencias estatales a adquirir bienes y servicios a firmas del país. Además, aumentó el gasto público y la emisión de dinero, con el objetivo de estabilizar salarios y generar un mayor consumo, con lo cual la inflación y la puja redistributiva consecuente se convirtieron en los principales problemas que heredaría la futura presidencia. El gobierno peronista de 1973 entendía que su fortuna estaba atada a resolver la cuestión del vínculo entre salarios y precios, pero también a una política de estímulo a la inversión de las empresas nacionales. El plan del ministro de economía Jorge Gelbard figuraba en el Plan Trienal (1974-1977). Dicho proyecto estipulaba los propósitos de su política, atenta a la búsqueda de una concentración sectorial contenida en el Pacto Social. Para ello, instó a que las cámaras empresariales y los sindicatos firmasen el Acta de Compromiso Nacional para la Reconstrucción, Liberación Nacional y la Justicia Social. Allí aparecían una serie de medidas destinadas a: atenuar los conflictos entre capital y trabajo, establecer un aumento del 20% a los salarios a cambio de suspender las negociaciones colectivas por dos años y, finalmente, rígidos controles de precios. El logro de tal empresa apuntaba a que el Estado poseyera una mayor presencia en la economía a partir de direccionar la redistribución del ingreso. En esa misma línea, intentó intervenir en la comercialización de carnes y granos y aplicar un impuesto a la renta, pero finalmente estas medidas no pudieron aplicarse, a pesar de haber sido aprobadas sendas leyes. Los efectos inmediatos de la política económica del ministro Gelbard fueron positivos. El crecimiento produc-
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tivo del país fue del 5,8% y se duplicaron las reservas, en parte debido al aumento de los precios internacionales y la apertura de nuevos mercados como el la Unión Soviética. El desempleo se achicó de 6,1% a 4,5%. Sin embargo, esos signos favorables no duraron mucho tiempo. La crisis internacional de 1973 −producida por una suba del precio del petróleo− generó un aumento del costo de los insumos, que implicaba un futuro aumento de los precios. Mientras tanto, las tensiones entre trabajadores y sindicalistas por salarios y precios pudieron ser absorbidas por la mediación de Perón, que por ejemplo, en 1974 convocó a una “gran paritaria nacional” con el fin de determinar aumento de salarios, tarifas públicas y precios. La muerte del presidente Perón en julio de 1974 cambió el panorama, ya ensombrecido por el contexto internacional adverso. A la baja del precio de los bienes primarios −dado el cierre del mercado europeo de carnes−, se sumó la inestabilidad política que auspiciaba el ascenso de la nueva mandataria, Isabel Perón, y una inflación explicable por el aumento del consumo.37 La renuncia de Gelbard debido a problemas internos en el peronismo, llevó al fin del Pacto Social y al inicio de una política antisocial por parte del gobierno. El nuevo ministro de Economía, Celestino Rodríguez, expresó la ruptura de la dirigencia del peronismo con los sindicatos. La devaluación del 100%, el aumento de las tarifas públicas en valores similares y la liberación de los precios fueron signos claros de la puja interna del peronismo, cuya repercusión inmediata afectaba el ingreso de los trabajadores. Esta política económica conocida como el “Rodrigazo”, definitivamente era una declaración de guerra a los sindicatos y el eje a partir del cual comenzaron a organizarse movilizaciones y huelgas en todo el país. La renuncia de Celestino Rodríguez en 1975 y el sostenido aumento de precios −alcanzando un pico histórico en marzo de 1976−, sumado a un creciente déficit fiscal, condenaron, finalmente, al gobierno democrático. El golpe de estado realizado por la Junta de Comandantes el 24 de marzo de 1976, auspició un giro drástico en las políticas económicas emprendidas desde el Estado que, tanto gobiernos democráticos como dictatoriales, habían contribuido a delinear desde mediados del siglo XX. Frente a los problemas económicos y la lucha contra la “subversión”, los militares establecieron un nuevo paradigma: el Estado era en parte responsable de los conflictos sociales y de la inestabilidad económica al otorgar un peso desmedido a los sindicatos y a las empresas nacionales protegidas. Como afirman Pablo Gerchunoff y Lucas Llach, la marca distintiva de la Junta en materia económica fue que “había que evitar a toda costa la tentación corporativista y estatista, percibida como el verdadero nudo gordiano de los problemas nacionales”.38
Actividad de autoaprendizaje 1. Lea la siguiente adhesión de la Asociación de Bancos en Argentina y explique los motivos que llevaron a tal pronunciamiento y su vínculo con las políticas generales emprendidas por la dictadura desde marzo de 1976. “Un año después: El pronunciamiento militar del 24 de marzo de 1976 significó, ante todo, la inevitable asunción del poder por un gobierno con autoridad. Además, implicó una convocatoria a las fuerzas sanas del país para rescatarlo del caos en que se encontraba. ADEBA: Asociación de Bancos de capital y dirección argentinos, reitera hoy su adhesión a los principios de moralización, reconstrucción y recuperación de nuestros valores nacionales que inspiraron aquel movimiento. Sin prejuicio de que las empresas humanas son siempre perfectibles, nuestra convicción de que el país ha tomado el buen camino es inquebrantable. Algunas objeciones con carácter de autocrítica pueden ayudar a adecuar, rectificar o intensificar los programas trazados, según lo exija la evolución del proceso. Otros no quieren ver que existe siempre un costo para cualquier meta a la que se quiere llegar. Que todos los objetivos no pueden alcanzarse plena y simultáneamente. Que si se quieren los fines hay que querer los medios conducentes a ellos. Frente a la magnitud del daño que se había inferido a las instituciones, a la economía y, más grave aún, a la conciencia, pues se había llegado a confundir y corromper ideológicamente a nuestra juventud, la ruta emprendida ha de ser necesariamente larga y difícil. Sobre la marcha, surgen obstáculos impredecibles o atrasos inesperados. (…) Por otra parte, deben destacarse las realizaciones del Gobierno en el campo de los cambios estructu37. GERCHUNOFF, Pablo y LLACH, Lucas (2003) El ciclo de ilusión y desencanto. Un siglo de políticas económicas argentinas, Buenos Aires, Editorial Ariel, p. 349. 38. Ibídem, p. 350.
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rales. Nos incumben específicamente algunos que, a nuestro juicio, van construyendo el marco jurídico que hará posible e impulsará una gran transformación de nuestro sistema financiero que podrá así contribuir decisivamente al futuro progreso económico. Tal carácter tienen, por ejemplo, la descentralización de los depósitos y la ley de entidades financieras”. Extraído de Pensar la dictadura: terrorismo de Estado en Argentina, Ministerio de Educación. Disponible en: http://repositorio.educacion.gov.ar/dspace/bitstream/handle/123456789/55770/Pensar_La_Dictadura%20(2).pdf?sequence=1
La acción inicial del ministro de economía José Alfredo Martínez de Hoz estuvo dirigida a aplacar la hiperinflación. Se congelaron los salarios, los gastos estatales y se liberaron los precios. El resultado fue el esperado: caída real del salario y alza en bienes y servicios. En cuanto al papel del Estado, la acción tendió a terminar con su intervención y favorecer la autonomía del mercado en la asignación de bienes y servicios. La reforma financiera fue la estrella de esta política económica. Frente al anterior control que ejercía el Banco Central en la oferta de créditos, ahora cada banco tendría la libertad de darlos según sus propios depósitos y con tasas de interés acordes a sus expectativas. La apertura al comercio internacional fue el segundo eje de la política de los militares y del establishment liberal. Era central para ello una baja significativa de los aranceles de importación. Para no generar una fuerte desestructuración de la industria nacional, se procedió a una merma gradual, lo que significó su reducción entre un 30 y un 50 por ciento. En algunas ramas, como la confección, fue aún mayor la baja arancelaria. Similar situación se registró en la industria textil y en menor medida en la metalúrgica, produciéndose un marcado aumento del desempleo y una baja de la producción del 4% del PBI total. En este contexto, la crisis económica bajo la dictadura se decretó a través de la entrada en recesión de la economía, combinada con inflación - debido al aumento del costo de financiación para las empresas- y una deuda externa incrementada gracias a los manejos fraudulentos de militares y empresarios. Hasta su finalización en 1982, los distintos ministros de economía de la dictadura estuvieron supuestamente abocados a la resolución de estos problemas. Pero lo cierto es que el país, en los últimos años, había incrementado en forma histórica su deuda externa, avalado la concentración económica, anulado importantes servicios estatales —como el ferrocarril— y generado un creciente desempleo que atentaba contra la sociedad asalariada.
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Población, urbanización y sociedad A principios de la década de sesenta, la población en el país era de 20.013.793 habitantes. Respecto al último censo de 1947, esto implicó una significativa merma de la tasa de crecimiento que se mantendría hasta fines del siglo XX. Lo decreciente de esta tasa se explica, en parte, por el freno del flujo inmigratorio de ultramar. Si bien ingresaron unos 50.000 inmigrantes hasta 1960, el impacto en torno a la población nativa fue la más baja desde 1895. Esta tendencia se mantuvo hasta bien entrada la década del noventa, por lo que la inmigración, parte fundamental de la historia del poblamiento del país, dejó por varias décadas de ser un factor importante en conformación de la estructura social. Pero también, la baja de la tasa de crecimiento en Argentina desde mediados del siglo XX se explica por la escasa natalidad. En 1950, el registro se ubicaba en 24.000 nacimientos anuales, mientras que en 1970 apenas llegaba a los 21.000. Aunque la mortalidad en parte compensaba esa baja de los nacimientos, los datos señalaban una tendencia al envejecimiento de la población. Asimismo, la sociedad argentina a partir de 1950 experimentó una modificación en su composición según sexos. Mientras el predominio de los varones fue significativo a principios de 1960, hacia 1980 las mujeres constituyeron el factor dominante frente a una merma de un 6% en el índice de masculinidad, en parte entendible si atendemos a la baja de los contingentes inmigratorios del momento conformados en general por hombres. Una propensión notable en el período 1950-1980 fue la existencia de un marcado aumento de la población en las grandes ciudades. Una explicación la atribuye al importante movimiento migratorio interno que caracterizó al país desde 1950 en adelante. Hasta mediados de la década del setenta, el destino final de más del 70% de los migrantes internos que se desplazaban desde zonas rurales, fue el Gran Buenos Aires. Esta parte de la provincia de Buenos Aires creció a un ritmo muy superior al resto del país, alcanzando a concentrar casi el 30% de la población. También las ciudades de Córdoba, Rosario, Santa Fe y Mendoza fueron destinos de estos desplazamientos humanos y vieron incrementado sus índices poblacionales. Asimismo, los movimientos migratorios internos implicaron un cambio a nivel regional, ya que el 70% pasó a radicarse en la región pampeana-metropolitana, mientras el Noreste y Noroeste, quedaron con el 10% y el 8% respectivamente. El marcado descenso poblacional en estas dos últimas regiones tuvo signos dramáticos en provincias como Santiago del Estero y La Pampa. La Argentina desde mediados del siglo XX hasta mediados de 1970 afrontó un proceso acelerado de urbanización y concentración poblacional. En ello, el desarrollo industrial y la existencia de mayores servicios en las zonas urbanas tuvo mucho que ver, al brindar a sus habitantes mejores posibilidades de empleo y de atención. Si en 1947 de cada 100 personas ocupadas, 26 trabajaban en el campo, 24 en la industria y 50 en la construcción, comercio y servicios, hacia 1980 la tendencia se había acentuado significativamente: 13 de 100 trabajaban en el campo, 23 en la industria y 64 en construcción, comercio y servicios.39 En efecto, desde 1950 la actividad industrial, tanto la intensiva en fuerza de trabajo −como la textil, alimenticia, tabaco y mueble− como la compuesta por una mayor innovación tecnológica −química, automotriz, siderúrgica−, tuvo un pico de crecimiento productivo y una ampliación de sus establecimientos a nivel regional, aunque con rasgos moderados. Por ejemplo, solo durante el período 1955-1966, en Córdoba las fábricas aumentaron de 4% a 6% y en Santa Fe de 7% a 9%. Ahora bien, a pesar del peso de la industria en la transformación demográfica y económica de la Argentina entre 1950 y 1970, ésta no pudo absorber el total de la fuerza de trabajo. En gran medida, fue la construcción, el cuentrapropismo y, sobre todo, el sector terciario los que atrajeron a la mayoría de la población trabajadora. Según Javier Auyero y Rodrigo Hobert, entre los censos de 1947 y 1970, la ocupación en la rama industrial permaneció estable, mientras se sobrepasó el 50% en el sector terciario y se duplicó en la construcción, gracias a la ejecución de autopistas, edificios públicos y carreteras por parte del Estado.40 Durante 1960, el transporte público, los servicios y la administración fueron sinónimo de la expansión del empleo público, mientras en que en la década siguiente, hubo un giro hacia la rama privada, especialmente en el comercio, los servicios personales, restaurantes y hoteles. Por otra parte, el cuentapropismo creció y aunque era parte de un trabajo improductivo, significó el acceso a mayores servicios para un sector importante de la clase trabajadora. Los trabajos, en este rubro, giraron en torno a la afluencia de electricistas, comerciantes, albañiles, mecánicos, plomeros, peluqueros, transportistas, pintores, martilleros y tintoreros, por citar solo algunos. Estos trabajos, en varios casos, permitieron el 39. AUYERO, Javier y HOBERT, Rodrigo (2003), “¿Y esto es Buenos Aires? Los contrastes del proceso de urbanización”, en JAMES, Daniel (Dir.), Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Editorial Sudamericana. 40. Ibídem, p. 222.
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ascenso social por una vía que no se vinculaba con el mundo del trabajador bajo relación de dependencia. A mediados de 1970, el proceso de terciarización generó significativos cambios en la estructura social: crecieron los sectores medios y disminuyeron los sectores obreros. Los asalariados medios pasaron de ser el 32,1% de la población económicamente activa en 1947 a ser el 38% en 1970. Casi el 50% de los puestos de trabajo creados en ese mismo tiempo, correspondieron a los sectores medios, con lo cual se consolidaba un componente asalariado en este sector de la sociedad argentina, en lugar del vínculo con la propiedad de los medios de producción. Sin embargo, este incremento en su participación en el componente de la Población Económicamente Activa (PBA) no arrojó un aumento de su porcentaje en el ingreso nacional. Si, en 1955, su retribución era de un 44% del total de lo que el país generaba; en 1972, cayó a un 40%. Todo lo cual, llevaría a pensar en que no solamente la movilidad ascendente estaba marcada por una tendencia decreciente hacia la década del setenta sino también que, en comparación con los sectores dominantes y los superiores de la clase media, estos vieron descender su posición social.
Actividad de autoaprendizaje 1. Lea atentamente el siguiente gráfico e identifique las modificaciones que se registraron en las distintas áreas poblacionales. Además, elabore un breve cuestionario de lectura guiada para aplicar el recurso en su trabajo áulico.
Fuente: Juan Suriano y Mirta Lobato (2001) Atlas Histórico, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, p.565
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A fines de la década del setenta, el país experimentó otros reordenamientos poblacionales que señalaron modificaciones respecto de años anteriores. La inmigración volvió a ser significativa, no tanto en cuanto a su número sino a sus lugares de origen. Mientras que la afluencia de personas provenientes de ultramar había cesado a partir de la posguerra, comenzaba a aumentar la llegada de países limítrofes. Hacia 1980, los inmigrantes limítrofes representaron el 40% de la población extranjera en territorio nacional y sumaban algo más de 750.000 personas. Estaba compuesta por 263.000 paraguayos, 216.000 chilenos, 118.000 bolivianos, 114.000 uruguayos y 43.000 brasileños.41 El proceso de urbanización entre 1970 y 1980 se acentuó, al tiempo que los índices de poblamiento en las ciudades capitales del interior también creció. Este proceso de migración interprovincial implicó que capitales de provincias como La Pampa, San Juan, San Luis, Chaco, Salta, Misiones vieran incrementada su población entre un 15% y un 20%. La consecuencia más visible de este proceso fue la profundización del despoblamiento rural. En tanto, el Gran Buenos Aires por primera vez no estuvo por delante de la tasa de crecimiento a nivel país y su capacidad de absorción fue inferior a sus registros históricos. Al mismo tiempo, comenzó un crecimiento paulatino de ciudades intermedias de entre 50 a 40.000 habitantes, en distintas zonas del país. La población siguió desplazándose hacia los centros urbanos pero ya sin la receptividad en los términos antes observados. Se registró allí un incremento del cuentapropismo y, según algunos autores, como consecuencia de la apertura a la importación auspiciada por la dictadura de 1976 a un “lumpencuentapropismo”.42 Esto sumado al aumento del empleo terciario −que venía experimentándose desde 1960− conformó, a principios de la década del ochenta, una sociedad que expresaba ya las consecuencias de una “desindustrialización relativa”, con la merma de las industrias intensivas en fuerza de trabajo. El Gran Buenos Aires, El Gran Rosario y los alrededores de Córdoba capital fueron los centros urbanos donde más se visibilizaron estos cambios. Además del cuentapropismo, surgieron con fuerza la informalidad del empleo y la precarización laboral que, durante la década del noventa, siguió incrementándose al ritmo de un agotamiento de la sociedad asalariada. La consecuencia más notable, desde una perspectiva histórica, ha sido la conformación de un conjunto social fragmentado y más desprovisto de lazos de solidaridad, vecindad y movilización que habían sido las características más salientes en Argentina durante casi todo el siglo XX.
El movimiento obrero y su lugar en la sociedad Desde el nacimiento del peronismo hasta mediados de 1970, la clase obrera asalariada fue un actor clave en panorama social y político argentino. La conformación del sindicato por industria, el monopolio de la representación por parte de la Confederación General del Trabajo y, finalmente, la capacidad de movilización conformaron un movimiento obrero organizado con altísima capacidad de lucha, a pesar del estancamiento del empleo, los cambios ocurridos en su seno y el contexto político conflictivo. El gobierno de la “Revolución Libertadora” dispuso la intervención de los sindicatos, reglamentó el derecho de huelga, derogó la Ley de Asociaciones Profesionales y congeló los salarios. El poder de la central sindical parecía haber mermado considerablemente. Sin embargo, ante el desmembramiento de las estructuras sindicales y la represión gubernamental, los trabajadores apelaron a una serie de formas de lucha como el trabajo a desgano, el sabotaje y la huelga. De esta manera, y a pesar de la represión, la identificación del movimiento obrero con Perón y el peronismo no solo permaneció sino que se reforzó.43 Bajo la presidencia de Arturo Frondizi, los líderes sindicales peronistas habían salido fortalecidos del período anterior conocido como “la resistencia” y, a partir de la aceptación de Frondizi de otorgarles la totalidad de sus organizaciones −aunque socialistas y antiperonistas manejaban los de empleados de comercio, bancarios y empleados municipales−, decidieron darle su apoyo con el objetivo de consolidar posiciones en un contexto democrático. Frondizi, una vez asumido el gobierno, respetó el acuerdo con Perón y procedió a derogar los decretos establecidos por el presidente de facto Aramburu. Sancionó la Ley 14.455 de Asociaciones Profesionales que permitía el reconocimiento de una sola entidad por rama de la industria, abolió la presencia de minorías en los sindicatos y autorizó a los empleadores a retener la cuota gremial de sus trabajadores para beneficio de los sindicatos. Este vínculo pacífico entre el gobierno de Frondizi y los sindicatos peronistas, a pesar de los acuerdos establecidos, terminó rápidamente. Las medidas de estabilización emprendidas por la presidencia −que implicó una fuerte devaluación, reducción arancelaria, congelamiento de salarios y suba de precios− afectó la relación y fue el motivo que provocó una creciente ola de huelgas y movilizaciones en todo el país. Parte del acuerdo entre Frondizi y el FMI para el otorgamiento de créditos estableció la privatización de algunas empresas del 41. SURIANO, Juan y LOBATO, Mirta (2001), Atlas Histórico, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, p. 524. 42. GEJO, Omar Horacio y LIBERALI, Ana María (2004), “Urbanización, industrialización y regiones en la Argentina”, en revista Geografía y Gestión Territorial, Nº 5, Universidad de Guadalajara, México, p. 39-45. Disponible en: www.geografia.cucsh.udg.mx/Publicaciones/RevistaGeo/pdf/An2Vol2Num5/40-47.pdf 43. JAMES, Daniel (2003), “Sindicatos, burócratas y movilización”, en JAMES, Daniel (Dir.), Violencia, proscripción y autoritarismo (19551976), Buenos Aires, Editorial Sudamericana.
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Estado. Entre ellas, la más destacada fue la venta del Frigorífico Nacional Lisandro de la Torre. La reacción de sus trabajadores implicó la ocupación de las instalaciones y el apoyo por parte de la CGT a través de un paro general, llegando a participar unos 1.400.000 trabajadores a nivel país.44 La represión no se hizo esperar. La operación de desalojo del frigorífico estuvo a cargo del Ejército contando para ello con 2.000 soldados y cuatro tanques que dejó un saldo de varios detenidos y 5.000 cesantes. En los años inmediatamente posteriores, el resultado de esta política de represión −conocida como el Plan de Conmoción Interna del Estado (Conintes) − generó desmovilización y una actitud defensiva, visible en la menor cantidad de huelgas declaradas. Pero lo más importante fue que, por primera vez, comenzaron a establecerse divisiones nítidas en el interior del peronismo y en el sindicalismo. Por un lado, la “traición” de Frondizi era un signo de la poca creencia que muchos dirigentes peronistas expresaban en torno al sistema político y la democracia. La “línea dura” encarnada en el dirigente John William Cooke “creía que la participación en la negociación, el compromiso y la defensa de lo que vería como una apuesta por el sistema implicaría inevitablemente la postergación para algún vago futuro de aspiraciones fundamentales que habían sido la base de la lucha obrera desde 1955”.45 Por otro lado, un sector importante de la dirigencia sindical y del peronismo se inclinaba cada vez más a desarrollar una estrategia de inclusión entre aquellos “factores de poder” que determinaban la dinámica del proceso político. Esto llevó a priorizar la organización y el verticalismo sindical con el fin de poder negociar y obtener beneficios económicos y políticos para sus afiliados. Finalmente, la línea “burocrática” fue la vencedora y generó, durante la década del sesenta, que el movimiento obrero se convirtiera en un factor de poder, sobre la base de reforzar la disciplina sindical, frenar los movimientos de base y, de esta manera, poner fin a la etapa esponteneísta de los años de la “resistencia”. Augusto Timoteo Vandor, hombre clave de la CGT, simbolizó el proceso de integración del aparato sindical al sistema institucional argentino y su colorario de burocratización y uso del disciplinamiento intersindical. El despliegue de esta política de los sindicatos y su lema “golpear para negociar” se observó muy bien bajo el gobierno de Arturo Illia desde 1963. Con la mejora de la situación económica, la CGT optó por elaborar un plan de lucha que entrecruzaba reivindicaciones de tipo económicas −mayores salarios y pleno empleo− con objetivos políticos −levantamiento de la proscripción del peronismo, elecciones libres y derogación de la legislación represiva. Un signo del poder de los sindicatos se expresó a partir de mayo de 1964 cuando lanzó una oposición frontal al gobierno de Illia a través de la ocupación efectiva de 11.000 establecimientos industriales, contando con la participación de 3.900.000 de trabajadores. Además de la ocupación de fábricas, los sindicatos y los trabajadores dispusieron otras formas de movilización como caravanas, cabildos abiertos y actos conmemorativos. La casi ruptura de relaciones con Illia y las luchas internas del peronismo generaron diversas alternativas para la clase trabajadora y los sindicatos. Vandor auspiciaba la incorporación del movimiento obrero al sistema político a través de la creación de un partido, y con ello también intentaba alejarse de la influencia de Perón. Una segunda alternativa, aunque minoritaria, apoyaba una salida revolucionaria frente a la situación política que experimentaba el movimiento obrero. Más allá de estas dos líneas sindicales y las diferencias que suponían, el golpe de estado de 1966 al gobierno de Illia contó con el aval de gran parte de la cúpula de la CGT y de la disidencia representada por las 62 Organizaciones de José Alonso, enfrentada a Vandor. Cuando Onganía asumió el gobierno, los dirigentes sindicales estuvieron allí, como signo de expectativa y reconocimiento. La devolución de la personería jurídica a sindicatos del Vestido, Farmacia y Caucho, parecieron alimentar el inicio de una buena relación. Pero este momento tampoco duró mucho. Como parte de su política de racionalización, modernización y despolitización, la “Revolución Argentina” emprendió una suspensión de toda actividad y organización política, con lo cual quitaba posibilidad al sindicalismo vandorista de ejercer presión sobre los partidos. Además, el nuevo régimen, al impulsar duros controles a los incrementos salariales y las negociaciones colectivas, también logró minar dos fuentes de capacidad negociadora tradicional de los sindicatos en el período 1955-1966: sobre el sistema político y el empresariado. Frente a la agresiva política militar, los sindicatos iniciaron una huelga general el 1 de marzo de 1967. La respuesta gubernamental redobló la represión. Se siguieron interviniendo sindicatos y se dejó sin efecto las anteriores negociaciones colectivas. Ante tal situación, los vandoristas y alonsistas se unieron y decidieron lanzar un congreso normalizador de la CGT para marzo de 1968. Los resultados no fueron los esperados. El Congreso Normalizador no hizo otra cosa que exponer las diferencias acumuladas. La “línea dura”, finalmente, había ganado adeptos en el interior de los sindicatos al calor de la crítica realizada a las autoridades sindicales y al plantear una actitud de abierta resistencia a la dictadura. En el Congreso, fue elegido como secretario general el gráfico Raimundo Ongaro, mientras que los vandoristas, no conformes con el resultado, decidieron retirarse y fundaron la CGT Azopardo. Ongaro y su gente, por su parte, crearon la CGT de los Argentinos. 44. SURIANO y LOBATO (2001), op. cit., p. 443. 45. JAMES, Daniel (2003), op. cit., p. 131.
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El Cordobazo de 1969 implicó el comienzo del fin del gobierno de Onganía pero también el estallido de las tensiones internas que el sindicalismo y el movimiento obrero venían acumulando en los últimos años. Después de un paro general decretado por las dos CGT ante la agresiva política laboral del gobierno nacional, trabajadores junto a estudiantes y sectores de la clase media marcharon al centro de la ciudad de Córdoba. Frente a la represión policial −que produjo la muerte del obrero Máximo Mena de la empresa IKA-Renault−, la movilización se transformó en una revuelta urbana espontánea. Más de dos días duró la toma de la ciudad y los combates por las calles hasta que el Ejército pudo poner fin a la revuelta. El resultado fueron doce muertos, noventa y tres heridos y varias propiedades destruidas. El Cordobazo implicó el surgimiento con fuerza de una autonomía de los sindicatos frente a las cúpulas nacionales, nuevos líderes sindicales, como Agustín Tosco de Luz y Fuerza, y la emergencia de un movimiento de base obrera inédito en el país. El impacto del Cordobazo, en los años posteriores, fue significativo para la historia de los movimientos sociales, ya que generó la apertura de un nuevo ciclo de protesta en Argentina. Los sindicatos “clasistas” de Córdoba y Rosario, la emergencia de una juventud envuelta en un proceso de peronización y el poder de fuego de la guerrilla conformaron un movimiento social amplio, fuerte pero también heterogéneo que sacudió la estructura política y social nacional. En cuanto a los trabajadores, los hechos de Córdoba refrendaron la capacidad de movilización autónoma de las bases respecto a años anteriores, y sobre todo produjeron nuevas formas de acción. La ocupación de fábricas con rehenes bajo el mando de los trabajadores, la apropiación de herramientas de trabajo, las amenazas con explosivos se combinaron con medidas que tendían al fortalecimiento de los lazos con la comunidad a través de organizaciones vecinales, parroquias, unidades básicas y sociedades de fomento. Las consignas que ponderaban el protagonismo obrero se entremezclaban con la difusión de imágenes cristianas y adhesiones hacia las guerrillas peronistas y marxistas.46 La renuncia de Onganía en 1970 y la preocupación del siguiente máximo referente de las Fuerzas Armadas, el general Agustín Lanusse, por encontrar canales que encauzaran la protesta social y el accionar de la guerrilla, conformaron dos de los signos más importantes del debilitamiento de la dictadura. Los líderes sindicales, ahora dirigidos por el sucesor de Vandor, José Rucci, también compartían esta sensación de vulnerabilidad frente al “clasismo” y el repiqueteo de la guerrilla y su accionar frente a los sindicalistas considerados “burócratas”. Tal situación obligó a la cúpula sindical a tener nuevamente a Perón como líder máximo y dejar de lado las antiguas pretensiones de “autonomía” y distanciamiento. Su apoyo al Gran Acuerdo Nacional (1971) impulsado por las Fuerzas Armadas, contó con apoyo de los partidos y del mismo Perón. Era un hecho inevitable si querían seguir conservando sus posiciones en el interior del movimiento obrero primero y del peronismo después. El triunfo de Perón en las elecciones presidenciales de 1973 contó con el respaldo de la jerarquía sindical. El viejo líder era el único que podía equilibrar el lugar del sindicalismo entre los actores que conformaban al peronismo. Si bien su posición parecía asegurarse con el otorgamiento de las reivindicaciones solicitadas −control y represión del sindicalismo combativo y aprobación de una nueva Ley de Asociaciones Profesionales− prontamente las bases obreras cuestionaron la jerarquía sindical ante la suba de precios y la consecuente caída del salario real. La muerte de Perón, la llegada de su esposa a la presidencia y el triunfo de la derecha peronista, modificó definitivamente el panorama. La política del gobierno de Isabel Martínez de Perón apuntó a consolidar un proyecto ultramontano, “que preveía no solo el exterminio total del ala izquierdista (del peronismo) sino también la disolución del modelo nacional-popular, mediante la subordinación del histórico actor del modelo peronista, el poder sindical”.47 El objetivo fue disciplinar a los jefes sindicales, encarcelar a los dirigentes obreros de base, reprimir huelgas y tomas de fábricas, con el apoyo de la fuerza represiva paraestatal conocida como la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina). La complicidad empresarial en el proceso no fue menor. El caso de la empresa Acindar fue quizás uno de los más emblemáticos. Sus directivos permitieron la intervención de los militares en su planta siderúrgica y el encarcelamiento del secretario local de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), opositor al secretario nacional del gremio. La dictadura nacida el 24 de marzo de 1976 continuó y acentúo este marco represivo sobre el movimiento obrero y sus organizaciones. Se suspendieron indefinidamente la actividad sindical y la negociación colectiva, se intervinieron numerosos sindicatos, obras sociales y se fijó una nueva legislación. También el gobierno promovió el despido de trabajadores y representantes sindicales en las empresas y criminalizó cualquier acto de protesta con prisión inmediata para quienes participaran en ellos. No obstante, los intentos por parte de la dictadura de regulación sobre el trabajo y el salario fallaron en parte por el funcionamiento del mercado de trabajo envuelto todavía en un alto grado de empleo. La misma actividad empresarial y la mejora económica 46. GORDILLO, Mónica (2003), “Protesta, rebelión y movilización: de la resistencia a la lucha armada (1955-1973”, en JAMES, Daniel (Dir.), Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Editorial Sudamericana. 47. SVAMPA, Maristella (2003), “El populismo imposible y sus actores, 1973-1976”, en JAMES, Daniel (Dir.), Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, p. 421.
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momentánea que atravesó el país hasta 1978, permitieron, a pesar de todo, aumentos salariales anuales. Solo con la reforma financiera del último año, que favorecía las importaciones, el gobierno y un sector del empresariado pudieron tener un mayor control sobre los salarios al cerrar varias empresas afectadas por la apertura económica. De esta manera, la fractura en el mundo del trabajo se acentuaba de la mano de un creciente desempleo y el surgimiento del cuentapropismo. Por su parte, la cúpula sindical se dividió a partir de 1977. Por un lado, estuvieron los que auspiciaban un diálogo con la dictadura agrupados en la Comisión Nacional del Trabajo (CNT). Por el otro, existieron otros jefes sindicales opositores, no “participacionistas” que querían, no solo la devolución de los sindicatos, sino también el fin de la dictadura. Estos sindicatos fueron conocidos como la Comisión de los 25. A pesar de un primer momento de inmovilismo inicial de las bases ante el golpe −dado que muchos entendían que el gobierno de Isabel Perón no era “su” gobierno−, la Comisión de los 25 y un sector de los trabajadores argentinos impulsaron en 1979 la primera huelga general de 24 horas registrada durante la dictadura. La respuesta del gobierno de facto fue la Ley 22.105 que eliminaba la actividad política de las organizaciones sindicales y por ende en la CGT. Sin embargo, tal como afirma Héctor Palomino, esta medida posibilitó la unificación de las entidades sindicales como finalmente sucedió en 1980. Para el año siguiente, la CGT llamó a una marcha masiva a todos los sectores trabajadores y de otros extractos sociales y partidarios. Su éxito implicó el “renacimiento” combativo de los líderes sindicales bajo el mando de Saúl Ubaldini y el principio del fin de la dictadura.48
Actividades de autoevaluación del Módulo 1. Lea los discursos enunciados por el Poder Ejecutivo desde 1955 hasta 1980. Ubique cada uno en el marco político-social correspondiente y analice las políticas económicas en referencia la industria, los salarios y el mercado internacional. Elabore un cuadro comparativo. “El 23 de febrero de 1958 el pueblo argentino demostró, inequívocamente, su voluntad de progreso y realización nacional. En las urnas de ese comicio quedó sellado un compromiso ante la Historia: derribar las barreras que se oponen al desarrollo de la República y lanzar la Nación hacia el futuro. El principal obstáculo al avance del país es su estrecha dependencia de la importación de combustibles y de acero. Esa dependencia debilita nuestra capacidad de autodeterminación y pone en peligro nuestra soberanía, especialmente en caso de crisis bélica mundial. Actualmente, la Argentina importa alrededor del 65% de los combustibles líquidos que consume. Sobre unos 14 millones de metros cúbicos, consumidos en 1957, aproximadamente 10 millones provinieron del exterior. Es el petróleo el que mueve nuestras locomotoras, tractores y camiones, nuestros buques, aviones y equipos militares. Alimenta a nuestras fábricas, da electricidad a nuestras ciudades y “confort” a nuestros hogares. Es la savia de la vida nacional, y nos llega casi totalmente desde el exterior. Porque es vital, obliga a los más ingentes sacrificios. Para que no disminuya la provisión indispensable, la Argentina se ha visto obligada a ser simple exportadora de materias primas, que cambia por petróleo y por carbón. Es decir, que el país trabaja para pagar petróleo importado, petróleo que tenemos bajo nuestros pies y que hasta ahora no nos hemos decidido a extraer, en la cantidad que necesitamos. Esa dependencia de la importación ha deformado nuestra economía. Somos potencialmente uno de los países más ricos de la tierra y podríamos tener un pueblo con uno de los más altos niveles de vida del mundo. En cambio, vamos empobreciéndonos paulatinamente. La inflación no cede, nuestras máquinas se desgastan y el país está estancado. Cada argentino siente estas consecuencias en su propio hogar, en el creciente costo de la vida, en las dificultades cada vez mayores del transporte y en la imposibilidad de ampliar sus medios de trabajo. La Argentina no puede continuar por este camino, que se ha convertido en una peligrosa pendiente de declinación. En 1930, cuando éramos poco más de 12 millones, el petróleo y sus derivados insumían menos del 8% de nuestras importaciones, y el país producía el 45% del consumo. En 1957, con 20 millones de habitantes, el petróleo y sus derivados representaron más del 21% de las importaciones y el país produjo aproximadamente el 35% del consumo. Todo ello se traduce en estancamiento, paralización y crecientes dificultades para el país. La opción es clara y así lo debo advertir al país: o seguimos en esa situación, debiendo recurrir a una drástica 48. PALOMINO, Héctor (2003), “Los cambios en el mundo del trabajo y los dilemas sindicales”, en SURIANO, Juan (Dir.), Dictadura y democracia (1976-2001), Buenos Aires, Editorial Sudamericana.
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disminución del nivel de vida del pueblo, con sus secuelas de atraso, desocupación y miseria, o nos decidimos a explotar nuestra riqueza potencial para crear las condiciones de bienestar y seguridad de un futuro próximo y cierto. Conocemos la raíz del mal. Sabemos dónde debemos atacar y ahí atacaremos decididamente. Se ha de romper el cerco que ahoga nuestra economía y ensombrece nuestro futuro. Vamos a librar una lucha sin cuartel por la felicidad y la grandeza nacional. Hemos librado ya las primeras acciones en el campo de la siderurgia. Impulsaremos la puesta en marcha de los altos hornos de San Nicolás y daremos todo el apoyo necesario a las empresas siderúrgicas privadas y del Estado, para que la Argentina tenga, en el menor tiempo posible, el acero que le permitirá convertirse definitivamente en un gran país industrial”. Fragmento del mensaje enunciado por el presidente Arturo Frondizi el 24 de julio de 1958 con motivo de la inauguración de la Asamblea Legislativa. Extraído de FRONDIZI, Arturo (2008), Su proyecto de integración y desarrollo nacional a través de sus principales discurso y declaraciones (1954-1995), Buenos Aires, Editorial Claridad, p. 149. “A partir de ahora comenzamos los pasos impostergables para promover la gran transformación creativa de todo el funcionamiento económicos del país, con la finalidad esencial de construir una nación moderna, pujante, integrada y justa. Había varios caminos elegibles para lograr ese resultado. Uno podía haber sido un proceso brusco de saneamiento y estabilización con grandes sacrificios populares, pero ello hubiera significado un salto en al vacío, con graves tensiones y conflictos que podrían afectar la cohesión nacional. Otra solución habría sido avanzar lentamente en la eliminación de dificultades, con un comportamiento tímido y vacilante (…) El gobierno de la Revolución Argentina ha elegido, en cambio, el camino que considera más razonable, al adoptar un vasto conjunto de medidas interdependientes que, para ser eficaces, deben ser aplicadas en forma simultanea (…) La lucha contra las causas que han producido la inflación , mal que ha socavado los cimientos de nuestra capacidad dinámica, requiere este ataque global. No solo debe combatirse el déficit fiscal, sino, además, la ineficiencia de las empresas estatales, el despilfarro de recursos naturales, el insuficiente desarrollo de nuestra industria, las modalidades comerciales anacrónicas y, en fin, todo aquello que configura el mal uso de nuestro acervo nacional y de recursos humanos (…) “La mayor eficiencia de la actividad industrial argentina, unida a la fijación de un tipo de cambio adecuado, permitirán una fuerte expansión de las exportaciones de manufacturas. De este modo se procura corregir la anomalía de un país que ha llegado a producir una mayor proporción de productos industriales que agropecuarios y está exportando casi exclusivamente estos últimos. Nuestra meta final es un volumen creciente de exportaciones en el cual participen, significativamente, los productos industriales, tal como ocurre en países de conformación productiva similar a la nuestra”. Fragmento del discurso pronunciado por el ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena, el 13 de marzo de 1967. Extraído de AROSKIND, Ricardo (2003) “El país del desarrollo posible”, en JAMES, Daniel (Dir.), Violencia, proscripción y autoritarismo, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, p. 102. “El Plan para el período comprendido entre 1974 y 1977 refleja los objetivos de reconstrucción y liberación que persigue el Gobierno del Pueblo y que son parte de los fines permanentes de la comunidad. Constituye la expresión económica y social de un programa político que ya se está ejecutando y que es sostenido por la voluntad mayoritaria del pueblo y de sus organizaciones. Por ello el Plan es una etapa inicial de un proceso de más largo plazo que llevará a la construcción de una sociedad libre, justa y soberana, una sociedad donde el hombre se realice en una comunidad que se realiza. Ello solo puede ser la obra de un pueblo unido que persiga un claro proyecto de Nación”. En su esencia el Plan responde a una política que se propone: “a) La plena vigencia de la justicia social, que asegure una distribución equitativa de los esfuerzos y los frutos del desarrollo. Esto no significa solamente un proceso gradual pero acelerado de distribución del ingreso, que restituya a los asalariados una participación justa y creciente en el ingreso nacional. Significa fundamentalmente la modificación de las estructuras productivas y distributivas, a fin de conformar un nuevo modelo de producción, consumo, organización y desarrollo tecnológico que lleve a la plena realización de todos los habitantes de la Nación Argentina. Entre los objetivos prioritarios en esta etapa, cabe destacar la eliminación de la marginalidad total y la absorción de la desocupación y el subempleo. También se promoverá el rápido acceso de todos los argentinos a condiciones dignas de nutrición, educación, salud, vivienda, trabajo, seguridad social y recreación”. (…) g) La recuperación de la independencia económica, tanto en lo que se refiere al papel de la inversión y el
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financiamiento externo en el desarrollo nacional, como a las normas que han de regir nuestras relaciones comerciales con el resto del mundo. El objetivo a perseguir es romper definitivamente la dependencia financiera, tecnológica y comercial, asegurando para todos los argentinos el poder de decisión económica sobre loa resortes de su propio desarrollo que así se manifiesta plenamente autónomo. El Plan contempla a este respecto, no solo la regulación de las empresas e inversiones externas dentro de la Ley de Inversiones Extranjeras, adecuándolas a las necesidades nacionales sino también, siempre en el marco de la misma ley, una política de reargentinización de empresas desnacionalizadas en períodos anteriores”. Fragmento del Plan Trienal para la Reconstrucción y la Liberación Nacional, Poder Ejecutivo Nacional, diciembre de 1973, pp. 13-14. “A través de la acción de los dos principios rectores del programa económicos dirigidos a eliminar la excesiva e irracional intervención del Estado en la economía y a reemplazar el sistema de economía cerrada por otro abierto, se logró llevar a cabo un el período 1976/1980 una profunda transformación de las estructuras básicas de la economía (…) 1. Libertad de precios, habiéndose eliminado todo sistema de control de precios o concertaciones oficiales, desapareciendo el mercado negro y el desabastecimiento de productos. 2. Libertad del mercado cambiario, eliminándose el régimen de control de cambios, con la desaparición del mercado negro o paralelo de divisas, la apertura al libre flujo de capitales y el establecimiento de un mercado único de cambios (…) 5. Libertad de importación, eliminándose las prohibiciones, cuotas y licencias existentes y poniendo en ejecución un programa de reducción gradual de los aranceles de importación. 7. Libertad de alquileres urbanos y arrendamientos rurales, habiéndose eliminado el sistema de congelamiento y control de los mismos. 8. Eliminación de las tarifas políticas para los servicios públicos y de los precios subsidiados para los combustibles 9. Supresión de los subsidios y de la sobreprotección otorgada a ciertos sectores privilegiados de la economía con la consiguiente distorsión de la misma. 10. Libertad de concertación de los salarios por encima de un nivel básico fijado como mínimo por el Estado, en un contexto de eliminación del sistema de aumento masivos y tendiendo a que la elevación de los salarios se efectué en un marco de incremento de la producción y de la productividad, habiendo existido además una cuadro de plena ocupación y movilidad de la mano de obra. 11. Libertad para la inversión extranjera, bajo reglas justas y equitativas tanto para el inversor como para los interese nacionales”. Fragmento del libro publicado en 1981 por José Alfredo Martínez de Hoz, en donde realiza un balance de su gestión al frente del Ministerio de Economía desde marzo de 1976. Extraído de MARTÍNEZ DE HOZ, José A. (1981) Bases para una Argentina moderna 1976-1980, Buenos Aires, Compañía Impresora Argentina, p.7071.
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2. Observe los siguientes cuadros sobre la evolución de la población urbana, rural e inmigrante. Escriba un texto sintetizando comparativamente ambos series y puntualice las modificaciones que se registran, en especial, en las décadas del sesenta y setenta.
Fuente: SURIANO, Juan y LOBATO, Mirta (2001) Atlas Histórico, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, p. 568.
Fuente: SURIANO, Juan y LOBATO, Mirta (2001) Atlas Histórico, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, p 570.
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3. Ubique temporalmente los tres textos siguientes y analice el papel de los trabajadores y la postura de los sindicatos, poniéndolos en correlación con la información brindada por este Módulo. Elabore un breve texto explicativo.
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Fuente: Boletín de la CGT con motivo de la realización del Congreso Normalizador en marzo de 1968. Extraído de: http://www.ruinasdigitales.com/tag/cgtdelosargentinos/
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Boletín del Sindicato de Trabajadores Concord. Córdoba 13 de enero de 1971, Año 1 nº 1 SI. TRA. C. EN LUCHA Los trabajadores de Fiat impusieron con sus movilizaciones y tomas de fábricas, a partir de la Asamblea del 23 de marzo, que significó el primer repudio masivo a la burocracia sindical, a la cual estuvieron sometidos durante 15 años, una línea de conducción que es reconocida por todo el movimiento obrero cordobés, y nos atrevemos a afirmar por todo el movimiento obrero argentino que combate contra la opresión explotadora y el dominio de una dirección gremial ajena a los intereses de los trabajadores. (…) Hoy esta conducción, al recibir los ataques de la burocracia sindical, de la patronal y la dictadura, cree necesario difundir sus posiciones y luchas a partir de un periódico que los compañeros tienen ahora en sus manos, uno de cuyos objetivos es que los trabajadores de Fiat y de toda la industria automotriz puedan conocer e interpretar los problemas gremiales y políticos que enfrenta la clase trabajadora dentro y fuera de fábrica. (…) Estamos dispuestos a jugarnos hasta las últimas consecuencias en defensa de nuestros derechos hasta lograr soluciones efectivas a todos los problemas que tenemos planteados actualmente tales como despidos, Forja, premio a la producción, horarios, categorías y sanciones aplicadas injustamente a numerosos compañeros. Contra la dictadura: Porque trenzados con empresas monopolistas como Fiat crean un sistema de explotación mediante el cual los obreros pierden su capacidad de creación y el control de lo que producen, padeciendo así uno de los sometimientos más tremendos que puede padecer el hombre. Porque la dictadura emite leyes que entregan, atados de pies y manos, a los obreros a las patronales imperialistas, que llevan a cabo la doble aberración de explotarnos y embolsar las riquezas que nosotros elaboramos. Una conclusión se impone: la dictadura está al servicio de los capitales imperialistas. Y, precisamente por ello, este periódico se propone ser el fiel intérprete de la lucha de los trabajadores por la eliminación de la burocracia sindical, la explotación de los obreros por parte de los grandes capitales y la liberación social y nacional de la patria. Formulamos un fervoroso llamamiento todos los trabajadores para que participen con sus inquietudes y sus opiniones en la elaboración de este boletín, que es el suyo, y que será –lo es ya- vocero de una lucha, que solo concluirá con una Argentina libre de explotación. RESISTIR Y VENCER Boletín de SITRAC, Córdoba enero de 1971. Extraído de: http://www.ruinasdigitales.com/documentos-sindicales/sitrac-sitram/ “El país se encuentra en medio de una crisis que no registra antecedentes. Y no puede ponerse en el banquillo de los acusados ni a los trabajadores, ni a los dirigentes sindicales, ni a los políticos, ni al empresariado nacional como culpable de esta situación. Cinco largos años han transcurrido desde el momento en que las F.F.A.A. iniciaron el llamado “Proceso de Reorganización Nacional”, que ha fracasado tanto en su ideología como en su instrumentación y cuyas consecuencias sufre todo el pueblo argentino, salvo una minoría privilegiada que ahora y siempre se benefició sirviendo a intereses ajenos a los de la patria”. “El aparato productivo quebrado, salarios ínfimos (mucho menos que en países de notorio subdesarrollo), desocupación en incesante aumento, inflación galopante, tasas de interés usurarias, ausentismo escolar generalizado, ausencia de representatividad que importa un verdadero vacío de poder y quiebra total de la credibilidad pública constituyen algunos de los signos visibles que comprometen el presente y el futuro de la nacionalidad encerrando al pueblo argentino en un callejón sin salida aparente. Todo el mundo advierte entonces que hemos arribado a una situación límite”. “Durante el lustro transcurrido, nadie de buena fe puede señalar que los distintos sectores de la vida nacional no contribuyeron con su máximo esfuerzo, en particular los trabajadores, soportamos con estoicismo la intervención que pesa sobre un gran número de organizaciones sindicales, la modificación unilateral de las condiciones colectivas de trabajo, el despojo de las obras sociales, el envilecimiento de los salarios, etc. También muchos de sus dirigentes han sufrido y sufren injustos cautiverios y otros figuras en las listas de los desaparecidos o constreñidos en su actividad a través de Actas Institucionales que derogan las garantías y derechos consagrados por la Constitución Nacional”. “La Confederación General del Trabajo como expresión orgánica y representativa de todos los trabajadores del país no puede acallar su voz, porque de esa manera no contribuiría a la pacificación, sino que se convertiría en cómplice de una situación que día a día se torna cada vez más incontrolable. Estamos persuadidos los hombres que integramos las filas del movimiento obrero argentino que ha llegado la hora de deponer la soberbia y el empecinamiento irracional, para formalizar una verdadera convocatoria al pueblo sin exclusiones pero asumiendo a su vez, con sinceridad, la verdadera dimensión de los errores cometidos y emprendiendo un nuevo camino que rectifique el rumbo y fije plazos ciertos para alcanzar la normalización democrática que
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el país reclama”. “Mientras se adoptan las decisiones de fondo es menester cumplimentar una serie de medidas de emergencia que entendemos deben implementarse de manera perentoria: 1. Incrementar los salarios reales para que los mismos cubran necesidades elementales de los trabajadores y sus familias y a la vez sirva para promover la reactivación del consumo interno. 2. En lo referente a los productos que se fabrican en el país, decretar el cierre de la importación, hasta tanto se dinamice el aparato productivo nacional y así evitar el gravísimo problema social que plantea la desocupación. 3. Nacionalización de nuestro sistema financiero a efectos de conjurar la acción de los especuladores en el ese campo, estabilizar las tasas de interés y determinar paridades con monedas extranjeras que favorezcan la exportación de nuestros productos primarios o elaborados. 4. Nacionalizar los resortes básicos de nuestra economía: petróleo, siderurgia, minería, etc. 5. Desechar el modelo de una Argentina pastoril y colonial, fortaleciendo el perfil industrial de la Nación, recreando las condiciones esenciales que permitan el desarrollo armónico de los distintos factores productivos, para alcanzar de esta manera en plenitud nuestra independencia económica y el imperio de la justicia social. A los efectos de reclamar la vigencia de estas soluciones que resultan imprescindibles para rescatar a la Nación de la crisis en que se debate y que la destruyen moral y económicamente, la Confederación General del Trabajo en el Plenario realizado en el día de la fecha con sus delegaciones regionales resuelve: a) Convocar a los distintos sectores de la vida nacional a mancomunar esfuerzos con el fin de desarrollar acciones tendientes a culminar en una Jornada de Protesta Nacional con el propósito de revertir el actual estado de cosas, que de continuar, traerá como consecuencia un agravamiento de la crisis que destruirá las últimas reservas de la Nación y provocará una situación caótica de resultados imprevisibles. b) Concluir con el plan de movilización aprobado dentro de la primera quincena del mes de julio”. Ricardo Pérez, Secretario de Prensa, Saúl Ubaldini, Secretario General de la CGT, Buenos Aires, 22 de junio de 1981. Folleto perteneciente a la Confederación General del Trabajo con motivo del llamado a la segunda huelga general bajo la dictadura: CGT: la segunda huelga general (1981). Extraído de RAGGIO, Sandra (Coord.) La clase trabajadora durante la última dictadura militar argentina, 1976-1983, Memoria en las aulas, Comisión Provincial por la Memoria.
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4. Ubique de forma secuencial las siguientes imágenes sobre dirigentes y trabajadores. Observe las distintas formas de lucha que allí se evidencian y contextualice con la información brindada en este Módulo.
El secretario general de la CGT Brasil dirigiéndose a los manifestantes el 30 de marzo de 1982. Fuente: http://deshonestidadintelectual.blogspot.com.ar/2012/11/8n-sociedad-civil-un-ubaldini-por-el.html
El Frigorífico “Lisandro de La Torre” en manos de sus trabajadores en enero de 1959. Fuente: http://www.izquierdasocialista.org.ar/cgi-bin/elsocialista.cgi?es=124¬a=15.
El dirigente gremial cordobés Agustín Tosco durante el Cordobazo de 1969. Fuente: http://www.argenpress.info/2011/11/el-hombre-del-mameluco-tosco-por-tosco.html.
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Bibliografía obligatoria para los/as capacitandos/as • AROSKIND, Ricardo (2003), “El país del desarrollo posible”, en Daniel JAMES (Dir.), Violencia, proscripción y autoritarismo, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 63-116. • AUYERO, Javier y HOBERT, Rodrigo (2003), “¿Y esto es Buenos Aires? Los contrastes del proceso de urbanización”, en Daniel JAMES (Dir.), Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 213-244. • FRONDIZI, Arturo (2008), Su proyecto de integración y desarrollo nacional a través de sus principales discursos y declaraciones (1954-1995), Buenos Aires, Editorial Claridad, pp. 8-122. • GEJO, Omar Horacio y LIBERALI, Ana María (2004), “Urbanización, industrialización y regiones en la Argentina”, en revista Geografía y Gestión Territorial, Nº 5, Universidad de Guadalajara, México, pp. 39-45. Disponible en: www.geografia.cucsh.udg.mx/Publicaciones/RevistaGeo/pdf/An2Vol2Num5/40-47.pdf. • GERCHUNOFF, Pablo y LLACH, Lucas (2003) El ciclo de ilusión y desencanto. Un siglo de políticas económicas argentinas, Buenos Aires, Editorial Ariel, cap. V a VIII. • GORDILLO, Mónica (2003), “Protesta, rebelión y movilización: de la resistencia a la lucha armada (19551973)”, en Daniel JAMES (Dir.), Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 342-358. • JAMES, Daniel (2003), “Sindicatos, burócratas y movilización”, en Daniel JAMES (Dir.), Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 117-167. • MARTÍNEZ DE HOZ, José A. (1981) Bases para una argentina moderna 1976-1980, Buenos Aires, Compañía Impresora Argentina. • PALOMINO, Héctor (2003), “Los cambios en el mundo del trabajo y los dilemas sindicales”, en Juan SURIANO (Dir.), Dictadura y democracia (1976-2001), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 377-442. • PLAN TRIENAL PARA LA RECONSTRUCCIÓN Y LA LIBERACIÓN NACIONAL, Poder Ejecutivo Nacional, diciembre de 1973. • RAGGIO, Sandra (Coord.) La clase trabajadora durante la última dictadura militar argentina, 1976-1983, Memoria en las aulas, Comisión Provincial por la Memoria. • SURIANO, Juan y LOBATO, Mirta (2001), Atlas Histórico, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, capítulos IX a XI. • SVAMPA, Maristella (2003), “El populismo imposible y sus actores, 1973-1976”, en Daniel JAMES (Dir.), Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 381-438.
Documentos • Declaración de Adhesión de la Asociación de Bancos de la Argentina al gobierno de facto iniciado en 1976. • Diseño Curricular Jurisdiccional para la Formación del Docente de Grado. Res. 13.259. Profesorados en Geografía e Historia. • Diseño curricular para la Educación Secundaria. Ciclo Superior. D.G.C. y E., La Plata, Pcia. de Bs. As., 2010. • Ley N° 13.688 de Educación Provincial. • Ley N° 26.206 de Educación Nacional. • Marco general de política curricular. Niveles y Modalidades del Sistema Educativo Resolución Nº 3655/07° 1.D.G.C. y E. de la Pcia. de Bs. As., La Plata, 2007. • Selección Boletín de la CGT, marzo 1968; Boletín del Sindicato de Trabajadores Concord. Córdoba, enero 1971 y Folleto de la CGT, 1981. • Selección de discursos del Poder Ejecutivo, desde 1955 hasta 1980. (Frondizi, Krieger Vasena, Plan Trienal 1973, Martínez de Hoz).
Bibliografía de consulta para los/as capacitandos/as • CAVIGLIA, Mariana (2006) Dictadura, vida cotidiana y clases medias. Una sociedad fracturada, Buenos Aires, Editorial Prometeo, Introducción y cap. 1. • DE RIZ, Liliana (2007), “De la movilización popular al aniquilamiento (1973-1976)”, en Lidia CLARA, Horacio CRESPO y Pablo YANKELEVICH (Comp.) Argentina 1976. Estudios en torno al golpe de Estado, México, Fondo de Cultura Económica, pp. 35-84. • FALCÓN, Ricardo (1996), “La resistencia obrera a la dictadura militar”, en QUIROGA, Hugo y TCACH, César (Eds.) A veinte años del golpe. Con memoria democrática, Buenos Aires, Homo Sapiens Ediciones, pp. 123-142.
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• RAPAPORT, Mario (2000) Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2000), Buenos Aires, Ediciones Macchi, cap. V a VII. • SILVESTRI, Graciela y GORELIK, Adrián (2005), “Fin de siglo urbano. Ciudades, arquitecturas y cultura urbana en las transformaciones de la Argentina reciente”, en SURIANO, Juan (Dir.), Dictadura y Democracia (1976-2001), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 443-506. • SURIANO, Juan (2005), “Una Argentina diferente”, en SURIANO, Juan (Dir.), Dictadura y Democracia (19762001), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, Introducción. • TORRE, Juan Carlos y DE RIZ, Liliana (2002), “Argentina desde 1946”, en Leslie BETHELL (Comp.), Historia de la Argentina, Buenos Aires, Editorial Crítica, pp. 238-299. • VEZZETI, Hugo (2002), Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI Editorial, cap. I y II.
Bibliografía del capacitador • CARRETERO, Mario et al (2006) Enseñanza de la historia y memoria colectiva, Buenos Aires, Editorial Paidós. • DE AMÉZOLA, Gonzalo; DICROCE, Carlos y GARRIAGA, M. Cristina (2009) “La enseñanza de la historia reciente y las relaciones pasado-presente en el aula. Una aproximación desde los discursos didácticos”, Clío y asociados. La historia enseñada, nº 13, pp. 104-131. • DEVOTO, Fernando (2009), “En torno a un problema: la enseñanza de la historia en el sistema escolar”, en TENTI FANFANI, Emilio (Comp.) Diversidad cultural, desigualdad social y estrategias de políticas educativas, Buenos Aires, UNESCO/IIPE, p. 159-173. • _____ (2001) Historia de América Latina contemporánea, Buenos Aires, Editorial Alianza. • FRANCO, Marina y LEVIN, Florencia (2007) (Comps.) Historia reciente: perspectivas y desafíos para un campo en construcción. Buenos Aires, Editorial Paidós. • GEOGHEGAN, Emilce (2008) “La enseñanza de la historia reciente en las escuelas medias de la provincia de Buenos Aires. El partido de Morón”, Clío & Asociados. La Historia Enseñada, nº 12, pp.109-122. • GONZÁLEZ AMORENA, María Paula (2008) “Memoria, historia reciente y escuela. Notas sobre el caso argentino”, Revista IBER. Didáctica de las Ciencias Sociales, Geografía e Historia, nº 55. • _____ (2005) “La historia argentina reciente en la escuela media: un inventario de preguntas”, Entrepasados. Revista de Historia, año XIV, nº 28, pp. 83-100. • JAMES, Daniel (Dir.) Violencia, proscripción y autoritarismo, 1955-1976, Buenos Aires, Editorial Sudamericana. • JELÍN, Elizabeth y LORENZ, Federico (Comps.) (2004) Educación y memoria. La escuela elabora el pasado, Buenos Aires, Siglo XXI Editores. • MAESTRO GONZÁLEZ, Pilar (1997), “Historiografía, didáctica y enseñanza de la Historia. La concepción de la Historia enseñada”, Clio & Asociados. La Historia Enseñada, Nº 2, pp. 9-34. • REVISTA CUADERNOS ARGENTINA RECIENTE, dirigida por Miguel Talento, números varios. • ROMERO, Luis Alberto (s/f) “La violencia en la historia argentina reciente: un estado de la cuestión”. Disponible en: http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/romero2.pdf • _____ (1994) Breve historia contemporánea de la Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. • SIMONOFF, Alejandro (1997), “Los usos del Siglo XX en los manuales escolares de secundarios”, Clio & Asociados. La Historia Enseñada, Nº 2, pp. 87- 95.
Documentos • Declaración de Adhesión de la Asociación de Bancos de la Argentina al gobierno de facto iniciado en 1976. • Diseño Curricular Jurisdiccional para la Formación del Docente de Grado. Res. 13.259. Profesorados en Geografía e Historia. • Diseño curricular para la Educación Secundaria. Ciclo Superior. D.G.C. y E., La Plata, Pcia. de Bs. As., 2010. • Ley N° 13.688 de Educación Provincial. • Ley N° 26.206 de Educación Nacional. • Marco general de política curricular. Niveles y Modalidades del Sistema Educativo Resolución Nº 3655/07° 1.D.G.C. y E. de la Pcia. de Bs. As., La Plata, 2007. • Selección Boletín de la CGT, marzo 1968; Boletín del Sindicato de Trabajadores Concord. Córdoba, enero 1971 y Folleto de la CGT, 1981. • Selección de discursos del Poder Ejecutivo, desde 1955 hasta 1980. (Frondizi, Krieger Vasena, Plan Trienal 1973, Martínez de Hoz).
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Trabajo práctico N° 1 1. Elige, según tu interés, uno de los aspectos en que están organizados los Módulos 1 y 2. Según lo expuesto en el Módulo correspondiente a tu elección, selecciona al menos 5 aspectos y las ideas principales de cada uno de ellos para desarrollar en tu trabajo áulico. En función de estas ideas, selecciona y justifica qué tipo de recursos didácticos emplearías para su enseñanza.
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Trabajo práctico N° 2 final integrador 1. Sobre la base de los aspectos analizados en los tres Módulos, realice una comparación con la situación actual de la política, la cultura y la sociedad argentina. Destaque aquellos aspectos que permitirían hacer un balance entre distintos momentos históricos en donde se destaquen cambios y/o continuidades. Planifique actividades que incluyan estos recursos: •Textos (revistas, periódicos, literatura, etc.) •Imágenes Puede incluir y trabajar otros recursos que considere oportunos (redes conceptuales, entrevistas a personas que hayan vivido experiencias políticas, sociales y culturales en las décadas estudiadas, películas, cortos documentales, etc.) en atención, tanto a las cuestiones de aprendizaje, como a las particularidades de la población escolar y local en la que se desempeña profesionalmente.
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EVALUACIÓN FINAL Historia reciente en Argentina Nombre y Apellido: DNI:
Cargo:
tel:
e-mail:
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ÍNDICE • Modulo
introductorio
pág. 3
• Módulo
1 Dictaduras, partidos y radicalización política
pág. 7
• Módulo
2 Ideas y cultura
pág. 31
3 De la integración a la fractura social
pág. 55
• Módulo
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