CONTRA EL MÉTODO Vida y pensamiento de Feyerabend Jorge E. Senior M.1 La ciencia es esencialmente una empresa anarquista. El método científico no existe. El único principio que no inhibe el progreso de la ciencia es... ¡todo vale! La ciencia está más cerca del mito de lo que un filósofo de la ciencia estaría dispuesto a admitir. La ciencia es una ideología más, entre tantas, es una tradición entre muchas y no hay razones para preferirla. En el arte no existe ningún progreso y ninguna decadencia; algo totalmente análogo sucede con la ciencia. Hay que defender a la sociedad contra la ciencia. Como sucedió con la Iglesia, la ciencia debe ser separada del Estado. La filosofía echa a perder el pensamiento, el cine lo estimula. La mejor educación consiste en inmunizar a la gente contra los intentos sistemáticos de educación. -¿Qué tienes que decir contra el racionalismo crítico, la filosofía de Popper? -(PKF) No sabía que Popper tuviese una filosofía. Me han otorgado la misión de presentar al público barranquillero al más polémico, provocador y heterodoxo de los filósofos de la ciencia en el siglo que termina, autor de las audaces afirmaciones que acaban de escuchar hace algunos segundos. Se trata del físico y filósofo vienés Paul Karl Feyerabend, quien si no hubiera fallecido hace 5 años estaría llegando a los 752. El título de la conferencia de hoy evoca su obra más famosa, el Tratado contra el Método, que inicialmente se publicó como un 1 2
Conferencia en el marco de los Conversatorios filosóficos en el Teatro Amira De la Rosa, 1999. PKF (1924-1994)
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ensayo en los Minnesota studies for the philosophy of science (Vol. 4) en 1970 y luego, en una versión definitiva y más completa, salió a la luz en 1975 en la editorial londinense de la Nueva Izquierda (Tecnos, 1981 con traducción de Ribes). Cuando nace Feyerabend, en su ciudad natal ya ha surgido el Círculo de Viena, sin duda el más importante colectivo filosófico de esta centuria y no tenía aún 10 años cuando Popper publica en Viena su obra fundadora
La lógica de la investigación científica. En su autobiografía, que se titula Matando el Tiempo3, Feyerabend rememora entre brumas sus primeros años, la escuela, donde más o menos logró destacarse, sus primeros amores platónicos.... y narra también como la filosofía llegó por puro accidente. Desde su niñez hasta su muerte Feyerabend fue un apasionado de la literatura y un insaciable devorador de libros, los compraba por docenas en ediciones rústicas de segunda mano y en ventas especiales previas a las subastas donde -dice él- “se podían comprar toneladas de libros por unas monedas” (ojo! Que no será esta la única exageración que escucharán esta noche). Los compraba por lotes y allí en esa pesca milagrosa quedaban atrapados textos de Descartes, Platón o Büchner que luego leía, quizás por curiosidad, quizás simplemente para recortar las pérdidas. De esas primeras experiencias de contacto íntimo con la filosofía cuenta Feyerabend: Pronto me
di cuenta de las posibilidades
dramáticas del
pensamiento y me fascinó el poder que los argumentos parecen tener sobre la gente. Una vez, digeridas unas cuantas páginas de las Meditaciones de Descartes, le expliqué a mamá que ella existía únicamente porque yo existía, y que sin mi ella no tenía ninguna posibilidad. (p 31)
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A este texto (MET) pertenecen las citas del presente artículo, salvo que se indique otra fuente
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Como veremos en el curso de esta charla, esa frase muestra mucho más que una anécdota y permite entender las actitudes y planteamientos de Feyerabend a lo largo de su densa y fecunda vida intelectual.
En otra ocasión dirá: “Incluso hasta el más estúpido e inhumano punto de vista tiene mérito y merece una buena defensa” (p XXVII) El profesor de física de la escuela era Oswald Thomas un personaje muy conocido en la educación para adultos vienesa. Una vez al mes Thomas congregaba unas 2.000 personas en las afueras de Viena, apagaba las farolas y explicaba las constelaciones. Sería él quien despertaría el interés de Feyerabend por la física y la astronomía. Paul asistía incluso a las clases que Thomas dictaba en la Universidad y pronto se convirtió en su ayudante. Cuando tenía 13 años, Thomas le permitió dar una clase; “Dos minutos” dijo el profesor Thomas; “tuvieron que sacarme de allí después de diez!”, cuenta Feyerabend. Y, en efecto, la locuacidad será una de las características que lo llevará a la fama y gracias a su labia, reconocerá más adelante, consiguió algunos puestos y labrarse una carrera profesional en las décadas subsiguientes. Con su padre construyó un telescopio rústico, reciclando desechos y materiales viejos y utilizando ese instrumento se convirtió en colaborador del Instituto Suizo de Investigación Solar. “Proyectaba el Sol en una pantalla, hacía un dibujo de la distribución de las manchas, contaba las manchas y los grupos, calculaba el denominado número de
manchas solares equivalente al número de las individuales más 10 veces el número de grupos, y enviaba el resultado por correo periódicamente” (p 32). Además daba clases de latín y matemáticas a domicilio para ganar algún dinero con el cual comprar libros. También contaba en un coro mixto e incluso cantaba solos pues poseía una potente voz de contratenor 3
y por esa época empezó a estudiar violín. Sin embargo, no sabía leer música, aprendía de puro oído. Esta relación profunda y personal con la música lo marcaría toda la vida y su autobiografía tiene tantas referencias a la ópera y el teatro como las que tiene respecto a la filosofía. El curso de mi vida estaba claro -narra Feyerabend- astronomía teórica de día, después ensayos y ejercicios vocales, al atardecer asistir a la ópera y en la noche observación astronómica (p 37). Esta descripción puede parecer un menú muy variado para un jovenzuelo que apenas había salido de la pubertad, sin embargo, es el reflejo de una pequeña ciudad que poseía una esplendorosa vida cultural y explica por qué Austria, en menos de 50 años, digamos desde las últimas dos décadas del siglo XIX produjo más de 100 gigantes intelectuales de talla universal en las artes, las ciencias y la filosofía. Una característica del intelectual centroeuropeo es su integralidad, en su entorno no hay divorcio entre la ciencia y las artes y humanidades, sino un matrimonio feliz. ...Pero una sombra que Feyerabend no fue capaz de divisar se vislumbraba ya en el horizonte..... Paul es aún adolescente cuando esa cantera de genios llamada Austria es invadida por tropas extranjeras dirigidas por un austríaco que pocos años atrás había ganado las elecciones en Alemania. En marzo de 1938 Austria pasa a ser parte de Alemania. Para algunos -una pequeña minoríaaquello era el fin de la vida civilizada –dice Feyerabend- Para otros significaba la liberación de la tiranía del totalitarismo católico que gobernaba Austria desde hacía años y otros más se alegraron de la unificación con el Gran Hermano, incluyendo algunos socialistas”. 4
El
joven
Feyerabend
es
más
o
menos
indiferente
a
estos
acontecimientos. “Gran parte de lo que sucedió sólo lo conocí después de la guerra, por artículos, libros y programas de televisión, y los acontecimientos de los que fui consciente, o no me impresionaron en lo absoluto o me afectaron de una manera aleatoria. Me acuerdo de ellos, puedo describirlos, pero entonces no existía ningún contexto que les diera significado y ningún propósito por el que juzgarlos. Para mí, la ocupación alemana y la guerra que siguió fueron un inconveniente no un problema moral, y mis reacciones tenían su origen en estados de ánimo y circunstancias accidentales, no en una actitud bien definida” (p 40-41) Feyerabend recuerda la excelente coreografía que enmarcaba las intervenciones de Hitler, su inteligente estrategia retórica y su gran capacidad histriónica pero también anota que nunca cayó rendido ante el carisma del Führer. A diferencia de tantos intelectuales que debieron huir, Feyerabend que no tenía parientes judíos y era aún muy joven, permanece en Austria con su familia. Al terminar la secundaria es convocado al servicio militar y se convierte en soldado del ejército alemán. “Entre el espíritu de contradicción y el conformismo”, resume Feyerabend sus actitudes durante el régimen nazi. En la vida militar aprovechaba cualquier oportunidad para dedicarse a la lectura, pero cuando no era posible prefería ir de voluntario al frente de combate. Y cuando los reclutas iban a las casas de citas él prefería quedarse leyendo. A esas alturas todavía era virgen. Además de Austria y Alemania la segunda guerra mundial lo lleva a Francia, Yugoslavia, Polonia y Rusia. En 1943 la madre de Paul se 5
suicida, pero él recibe la noticia impasible. La relación con su madre fue un tanto extraña. Su actitud en el funeral y en los combates de la guerra, anuncian lo que vendrá en su futura gesta intelectual: Feyerabend se siente un actor en un escenario, un héroe operístico. Así a pesar de su escaso compromiso militar y gracias a las numerosas bajas alemanas, Paul asciende y hasta alcanza a ser comandante de un batallón que se encuentra en Rusia prácticamente en desbandada. La retirada los lleva a Polonia y en una ocasión, en medio de un tiroteo, el héroe operístico se puso estúpidamente a dirigir el tráfico en un cruce de caminos; de pronto un calor en la mejilla... ¡sangre! Otro disparo da en la mano y lo que es más grave, perfora su guante de fino cuero, finalmente cae al piso sin poderse levantar. La tercera bala ha impactado su columna vertebral. Feyerabend queda paralítico... y se siente feliz, ahora podrá dedicarse a leer a sus anchas, se imagina a sí mismo en una silla de ruedas circulando en medio de estanterías llenas de libros.... Aquí no termina el asunto. Paul queda también impotente. De la parálisis se irá recuperando en los años siguientes aunque hasta el final de sus días se vio obligado a usar bastón o muleta. Sin embargo, aunque tendrá varias esposas en las décadas posteriores no conocerá por experiencia propia lo que es un orgasmo y en el sexo como en la discusión filosófica deberá ser un estratega de métodos heterodoxas para satisfacer a sus compañeras, sin poder llegar a entender ese extraño y peculiar paroxismo que atacaba a sus esposas en medio de fantásticas contorsiones. El imagina que debe ser semejante a la sensación que siente un cantante de ópera cuando logra dominar su instrumento vocal a su antojo y efectúa una ejecución magistral. Cuando lo dan de alta le entregan un papel que certifica: “inútil total para el trabajo”. Después de la guerra, Feyerabend permanece en Alemania, trabaja en teatro y vuelve a sus estudios de música. Luego regresa a 6
Viena, piensa estudiar física, matemáticas y astronomía y continuar el canto pero en vez de eso elige historia y sociología. Feyerabend quería comprender lo que acababa de suceder, estudiar algo sobre la vida real. Pero las ciencias sociales no resultaron como él creía, sin embargo, le interesó bastante la historia del arte y muchos años después incluso daría clases sobre el tema. Se trasladó pues a Física pero al mismo tiempo participaba de la vida artística de la ciudad y en los seminarios de filosofía. De estos últimos surgiría el denominado Círculo de Kraft, dirigido por Víctor Kraft que había sido miembro del Círculo de Viena, el cual ahora vivía la diáspora. Fundamentalmente debatían sobre teorías científicas específicas. Y es que, como bien lo entendía y lo sentía Feyerabend, hacer filosofía de la ciencia exige conocimiento científico, para estudiar metaciencia o epistemología, como se quiera llamar, hay que estudiar también las ciencias especiales, sus principales teorías y su historia. Esto sigue siendo válido aún hoy e incluso en Barranquilla. De estos debates del Círculo surgirían algunas de las ideas que Feyerabend enarbolaría en las arenas internacionales del debate filosófico. Las teorías heterodoxas del carismático físico Ehrenhaft, por ejemplo, tuvieron gran impacto en él. Intentamos explicar los fenómenos de Ehrenhaft mediante la teoría
ortodoxa.
No
lo
conseguimos,
aunque
tampoco
nos
convertimos: sencillamente creímos que un enfoque mejor y más sofisticado resolvería el problema. Al mismo tiempo seguíamos siendo empiristas incondicionales. Ni uno solo de nosotros dudó nunca de que la ciencia debía adaptarse a los hechos. Más tarde esta actitud, que compartía, me hizo ver con claridad que las tareas cotidianas de la investigación científica, la 'ciencia normal' como Kuhn llamaría al proceso, no podía existir sin una escisión de este tipo en la conciencia. (p 67) [convivir con anomalías] 7
En el Círculo de Kraft también traían conferencistas invitados, entre los cuales estuvo Wittgenstein. Entre 1949 y 1952 viajó a los países escandinavos, donde conoció a Klein y a Bohr. Por esa época también se casó por primera vez pero su vida amorosa resultaba ser bastante inestable y movida. En 1951 obtuvo su doctorado; había querido hacer su tesis sobre electrodinámica clásica pero no había llegado a ninguna parte, pero luego, resolvió hacer una tesis de filosofía a partir de sus apuntes en el Círculo de Kraft. Pasó los exámenes y consiguió una beca con los británicos. Quería estudiar con Wittgenstein pero éste murió, entonces escogió a Popper a quien ya conocía de un seminario que dictó en Austria. Aquí se inicia la etapa postgermánica de Feyerabend, quien durante los siguientes 40 años viviría casi toda el tiempo en países de habla inglesa, como Inglaterra, EEUU y Nueva Zelanda. Se inicia también la conflictiva relación con Popper que marcaría un hito en la historia de la filosofía. En un principio fueron buenos amigos pero, como se sabe, al cabo de los años serían grandes contrincantes intelectuales. Refiriéndose a las ideas popperianas dice Feyerabend: “Hay montones de filosofías peligrosas por ahí. ¿Por qué son peligrosas? Porque contienen elementos que paralizan nuestro juicio. El racionalismo por muy dogmático o crítico que sea, no es una excepción. Peor aún: la coherencia interna de sus productos, la aparente razonabilidad de sus principios, la promesa de un método que permite a los individuos liberarse de prejuicios, y el éxito de las ciencias, que parecen ser el principal logro del racionalismo, le confieren una autoridad casi sobrehumana. Popper no sólo utilizaba estos elementos, sino que añadía un ingrediente paralizador de su propia cosecha: la simplicidad. Ahora bien, ¿qué tiene de malo una filosofía coherente que explica sus principios de modo sencillo y 8
directo? Que puede haber perdido el contacto con la realidad, es decir, en el caso de una filosofía de la ciencia, con la práctica científica. Al fin y al cabo una filosofía no es como una pieza musical, que puede disfrutarse por sí misma: se supone que nos orienta a través de la confusión y quizás nos proporciona un programa para el cambio. Popper sabía que una guía, o un mapa, podían ser sencillos, coherentes, 'racionales', y sin embargo, no significar nada”. (p 89) Sin embargo, Feyerabend reconoce que durante un tiempo asumió con entusiasmo el falsacionismo popperiano y lo utilizó en clases que dictaba y en estudios. Aunque desde luego, prefiere dejar en claro que nunca fue devoto de la iglesia popperiano. Y fue con Popper que comprendió que la inducción era una impostura, aunque el argumento que lo convenció, según Feyerabend, no era de Popper sino de Duhem, y añade que Popper nunca mencionó a Duhem, como sugiriendo deshonestidad intelectual en Karl Popper, el gran abanderado de la honestidad convertida en método. Digámoslo de la siguiente manera en lenguaje coloquial y a riesgo de esquematizar: Feyerabend, un vienés como el positivismo lógico, ha iniciado un largo viaje, intelectual y geográfico, alejándose de ese empirismo logicista y de esa concepción restringida de la racionalidad. En ese sentido acompaña a Popper en su antipositivismo, pero él va más allá. Igual que después acompañará a Kuhn pero también va más allá. Feyerabend no descansará hasta llegar al otro extremo. Como él reconoce en la autobiografía que hemos venido citando, al referirse a algo que había hecho: “Supongo que fue la tendencia (que aún conservo) a recoger opiniones extrañas y llevarlas al extremo” (p 41)
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Hasta 1958 Feyerabend permanece principalmente en Inglaterra, en Londres y Bristol, y además de la filosofía sigue muy cercano al teatro, la ópera y el canto. Para esta etapa ya Feyerabend ha publicado interesantes trabajos sobre historia y filosofía de la ciencia y ha descubierto las dificultades que se presentan al comparar diferentes teorías científicas, incluso aquellas que aparentemente comparten su dominio. Estas dificultades de las relaciones
interteóricas
recibirán
posteriormente
el
nombre
de
inconmensurabilidad. En 1958, estando en Bristol y habiéndose separado de su segunda esposa, Feyerabend recibe una invitación para una pasantía de un año en la Universidad de California, en Berkeley. La estadía de un año se multiplicaría por 30. Dice Feyerabend que los EEUU fue el primer país que le dio una vaga idea de lo que podría ser una cultura, pero no se refería a los intelectuales sino a Hollywood, la lucha libre, el vodevil, la comedia, en fin, el mundo del espectáculo y la literatura de masas. En esos años ya ha pasado la era McCarthy y se aproximan velozmente los años 60, Vietnam, el movimiento hippie, las luchas de las negritudes, las grandes oleadas de
inmigración
latinoamericana,
los movimientos
estudiantiles. Berkeley será epicentro de esos acontecimientos, pues es la más agitada, pluriétnica y efervescente universidad norteamericana, antítesis de la universidad europea, territorio fértil para las ideas más descabelladas y un nicho ideal para un personaje en busca de escenario como Paul Karl Feyerabend. En la siguiente década, sus ideas se irán volviendo cada vez más heterodoxas y audaces, cada vez más lejanas de la tradicional filosofía de la ciencia. O dicho de otra forma, cada vez será menor su compromiso con las ideas y mayor su compromiso con la gente de carne y hueso.
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Pero volvamos al hilo cronológico que nos guía. 1962 es un año especial en la historia de la metaciencia. En este período Kuhn publica su obra magna, quizás el texto de mayor impacto en filosofía de la ciencia en el presente siglo, Lakatos publica Pruebas y refutaciones, Popper edita
Conjeturas y refutaciones y Feyerabend saca su libro Realismo, racionalismo y método científico, que en español está publicado como Límites de la ciencia en Paidós y con traducción de Ribes. Allí analiza en detalle el problema de la inconmensurabilidad, que ya aparece con este nombre, y que veremos más adelante como uno de los principales aportes de nuestro filósofo. José Manuel Sánchez Ron (el mismo que citó el sábado pasado Reyes Maté con una tesis absurda), autor de la introducción de Amazzando il
tempo en su versión en español, propone un Feyerabend con dos etapas que tienen su punto crucial en la publicación de Contra el Método (CEM). Como ya dijimos esta obra aparece en dos versiones, primero en 1970 y luego en 1975 y generaría intensos debates en los años 70. Si el título es diciente, el subtítulo lo es aún más: teoría anarquista del conocimiento. A estas alturas Feyerabend es ya un relativista histórico consumado y el libro ofrece una sustentación rigurosa de lo que serán las más connotadas y controversiales ideas de Feyerabend, incluyendo la consigna del todo vale y su defensa del oportunismo epistemológico, mientras ataca agudamente el monismo metodológico y con ello empieza a demoler el pedestal de la Razón. Pero es también, quizás, su último libro riguroso. O digámoslo de otra forma: sus obras posteriores4 tendrán cada vez más componentes mayores de opinión que de análisis y argumentación. Después de mostrar en el Tratado contra el método las argucias propagandísticas de Galileo, y basado en la legitimidad que eso supone, Feyerabend se dedica a su propia estrategia propagandística y a regodearse en la retórica efectista. 4
Adiós a la razón; ¿por qué no Platón?: Diálogo sobre el método; etc.
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Veamos lo que él opina y evalúa retrospectivamente sobre su obra cumbre: “Estos eran, pues, algunos de los hechos que me habían impresionado y algunas de las opiniones que mantenía cuando empecé a componer mi collage (CEM). Los organicé en un orden adecuado, añadí transiciones, sustituí pasajes moderados por otros más agresivos y llamé 'anarquismo' al resultado. Me encantaba escandalizar a la gente y, además, Imre (se refiere a Lakatos) quería un conflicto claro, no sólo otro tono de gris”. (p 135) Evité los métodos académicos de exposición de ideas y utilicé expresiones
corrientes
y
el
lenguaje
del
mundo
del
espectáculo y de la prensa sensacionalista (esto ha causado problemas a los traductores) (p 138) Como había olvidado los detalles de mi collage y soy demasiado perezoso para verificarlos, a menudo tomaba literalmente las críticas. Así, cuando alguien escribía 'Feyerabend dice X', y después atacaba X, yo daba por supuesto que había dicho efectivamente X e intentaba defenderlo. Pero en muchos casos no había dicho X, sino lo contrario. ¿No me importaba lo que había escrito? Sí y no. Es cierto que no sentía el fervor religioso que algunos autores aplican a sus productos; en lo que a mí respecta, Tratado
contra el método era sólo un libro, no la Sagrada Escritura. Por otra parte podía ser convencido fácilmente de los méritos de casi cualquier opinión. Los textos escritos, mi propio texto incluido, me parecían a menudo ambiguos: 12
significaban una cosa, significaban otra; parecían plausibles, parecían absurdos. No es de extrañar que mi defensa de
Tratado contra el método haya confundido a muchos lectores. (p 138) A propósitos de la andanada de críticas que recibió el libro, escribió: “A menudo deseaba no haber escrito nunca aquel maldito libro” (p 141). Y ese no sería el único arrepentimiento, lo cual no es de extrañar si consideramos que Feyerabend siempre fue contradictorio y cambiante, y sus tesis intentan justificar precisamente esa actitud. Así, dice sobre el relativismo lo siguiente: Otras opiniones para andar por casa no han tenido tan buenos resultados. Me refiero a mi relativismo, es decir, a la idea de que las culturas son entidades más o menos cerradas, con sus propios criterios y procedimientos, que son intrínsecamente valiosas y que no se debe interferir en ellas. (p 144) Considerando cuánto han aprendido unas culturas de otras y con qué ingenio han transformado los materiales reunidos de ese modo, he llegado a la conclusión de que cada cultura es en potencia todas las culturas, y que las características culturales especiales son manifestaciones intercambiables de una sola naturaleza humana (p 144). En cualquier caso, el objetivismo y el relativismo no son sólo insostenibles como filosofías, sino que también son malas guías para una colaboración cultural fructífera. En alguno de mis escritos anteriores se sostenía precisamente esta opinión, pero tardé 13
mucho en darme cuenta. Así pues, no sólo estaba por delante de los demás, sino que incluso estaba por delante de mí mismo (p 145). Hablando de su libro final que nunca pudo terminar y que se habría titulado La conquista de la abundancia plantea: Uno de los motivos que me impulsaron a escribir Tratado contra el
método fue liberar a la gente de la tiranía de los mistificadores filosóficos
y
de
conceptos
abstractos
como
'verdad'
u
'objetividad', que estrechan la visión de la gente y su manera de estar en el mundo. Formulando lo que pensaba que eran mi actitud y mis
convicciones,
terminé
lamentablemente
introduciendo
conceptos de parecida rigidez, como 'democracia', 'tradición' o 'verdad relativa’. Ahora que soy consciente de ello, me pregunto cómo sucedió. El impulso de explicar las ideas propias, no de manera sencilla, no en una historia, sino mediante una 'exposición sistemática' es ciertamente poderoso (p 173). …No es una dificultad inherente a la materia que se trata. Es el deseo de ser grande, profundo, filosófico. Pero, ¿qué es más importante? ¿Ser comprendido o ser considerado un 'pensador profundo’? Escribir de manera sencilla, para que las personas no iniciadas puedan comprender, no significa ser superficial. Insto a todas los escritores que deseen informar a sus conciudadanos, a que se alejen de la filosofía, o al menos dejen de ser intimidados e influidos por mistificadores como Derrida y a que lean en su lugar los ensayos populares de Schopenhauer o Kant (p 173-4). Desde los años 60 y paralelo a su estable puesto de Berkeley, Feyerabend se las arregla para ser catedrático en varias universidades de diferentes países, siempre por corto tiempo. Con la fama y popularidad catapultada por el Tratado contra el método, Feyerabend 14
aprovecha para nuevas pasantías y cátedras efímeras en múltiples universidades del mundo. Hay que decir que en muchas ocasiones enseñó cosas alejadas de la filosofía de la ciencia, especialmente arte, literatura y durante todos estos años, como durante toda su vida, mantuvo su actividad musical y su íntima cercanía con el teatro, la ópera y los espectáculos. En algunas ocasiones estuvo bordeando la posibilidad de dedicarse profesionalmente al canto o la dramaturgia. A comienzos de los 80 escribe Farewell to reason, Adiós a la Razón, donde explora las semejanzas de la ciencia y el arte, es nombrado en el Politécnico de Zurich, en Suiza, y conoce a Grazia, su última esposa, una física italiana ahora dedicada a la ecología, quien lo acompañará hasta su muerte. Su deserción de la filosofía de la ciencia se consuma en estos años, aunque su despedida de la razón es matizada así en otro lugar: “Yo nunca 'denigré de la razón', sea esta lo que sea, sino solamente de algunas versiones tiránicas y petrificadas de ella” (MET) Cuando chico, su madre, original como todas las mamás, le preguntó qué quería ser cuando grande. “¡Jubilado!”, respondió al instante, imaginando a los señores que veía reposar en las bancas del parque observando pasar a los apresurados transeúntes rumbo a sus trabajos. En 1990 y 91 Feyerabend se jubila tanto en Berkeley como en Zurich. Su sueño y ambición se ha hecho realidad. Tres años después un cáncer lo condena a muerte. Mi preocupación es que después de mi partida quede algo de mí, no ensayos, no declaraciones finales, sino amor. Así es como me gustaría que sucediera, que no sobreviviera lo intelectual sino el amor (MET).
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Era el 11 de febrero de 1994 -narra Grazia en un postscriptum de Matando el Tiempo- y Paul llevaba más de una semana en una especie de coma inducido. En el correo llegó una carta de la editorial italiana, diciendo que les había entusiasmado la autobiografía y estaban dispuestos a publicarla enseguida. Yo estaba angustiada y agotada, pero me alegré por la buena noticia y se lo dije a Paul con alegría en la voz. Su respiración era lenta y en cierto modo tranquila. Unos segundos después, ya no estaba. Estábamos solos, con las manos enlazadas y era mediodía. SEGUNDA PARTE LAS IDEAS CLAVES DE FEYERABEND A continuación veremos de manera un tanto esquemática tres ideas claves de Paul Feyerabend, que he escogido como síntesis de su pensamiento, haciendo la salvedad de que se trata de un pensamiento muy cambiante y a veces contradictorio, como vimos antes. Esas tres ideas son: 1. La inconmensurabilidad 2. Contra el método, la crítica lógico-histórica a la ciencia y a la metaciencia estándar 3. La crítica político-social a la ciencia 1. LA INCONMENSURABILIDAD. Este es un planteamiento que aparece en la filosofía de la ciencia en los años 50 y se debe fundamentalmente a Hanson, Kuhn y Feyerabend. Es un concepto importante porque va a introducir claramente el imperativo de una visión discontinua del devenir de la ciencia, rompiendo con la visión acumulativa y lineal propia del sentido común y del positivismo.
16
Dos
teorías
semántica,
es
son
inconmensurables
decir,
los
conceptos
cuando que
presentan utilizan,
disyunción
aunque
sean
representados por la misma palabra, son cualitativamente diferentes en su significación, debido precisamente a que su significado proviene de la propia teoría en que dicho concepto se encuentra inscrito. Por ejemplo, el concepto aristotélico de “movimiento” es completamente distinto al concepto de “movimiento” en Galileo y Newton, el concepto de “temperatura” definido en la termodinámica fenomenológica difiere del mismo término en la teoría cinética o el concepto de “masa” en la mecánica newtoniana se distingue radicalmente de la “masa” einsteiniana. Criticando la invarianza del significado se muestra la imposibilidad de establecer relaciones de deducción y reducción entre ciertas teorías científicas, por ejemplo entre la teoría del ímpetu y la física newtoniana, entre ésta y la relativista o entre la termodinámica fenomenológica y la teoría cinética. Es decir, una teoría sustituye a la otra, no hay ni incorporación ni derivación de la una a la otra. Es lo que Kuhn denominará
revolución científica que implica un cambio completo de paradigma, de lenguaje (aunque las palabras permanezcan por una especie de inercia idiomática) y eventualmente de concepción del mundo. La ciencia es entonces de naturaleza discontinua, concepción epistemológica que va a coincidir con los estudios de la percepción y de la psicogénesis realizados por la corriente de la Gestalt, Piaget y otros. De esta manera cada teoría se concibe como una totalidad. De esta idea, que es bastante plausible como la planteara Feyerabend en 1962, él tomará impulso para avanzar a posiciones relativistas mucho más radicales. Kuhn, en contraste, moderaría su posición inicial de 1962, restringiendo la pertinencia de la inconmensurabilidad.
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El
estructuralismo
sneediano,
también
llamado
estructuralismo
anglosajón, y que nada tiene que ver con el homónimo francés, mostrará en los años 80 y 90 que la comparación entre teorías si es posible y que incluso, las relaciones interteóricas son variadas y no se reducen a la deducción o a la reducción. De hecho ninguna teoría es una isla. Esta última tesis es llevada a su extremo en el holismo de Quine. En toda caso, la tesis de la inconmensurabilidad, o mejor, de la disyunción semántica, sigue vigente como problema y tiene su mérito histórico al traslucir
todas
las
dificultades
filosóficas,
lingüísticas,
lógicas,
históricas, que entraña el estudio de los procesos de cambio del conocimiento científica, mostrando lo que el positivismo y sus herederos nunca vieron. 2. CONTRA EL METODO. La crítica al método no es exclusividad de Feyerabend ni mucho menos. Popper, por ejemplo, comenzaba su curso diciendo: “Soy profesor de método científico, pero tengo un problema: el método científico no existe”. Popper se refería por supuesto a que no existe una lógica inductiva, esto es equivalente a lo que hoy se conoce como la subdeterminación de la teoría por los datos (o hechos o base empírica). Esto quiere decir que no existe un algoritmo, una receta, que lleve al científico por el camino del descubrimiento y del premio Nobel. La crítica de Popper data de 1934, en Viena, y va dirigida contra las tesis del Círculo de Viena, es decir, contra las tesis de quienes le ayudaron a publicar su libro. El Círculo se dispersó durante el nazismo y la guerra. En la posguerra Carnap y empiristas de otros países como Ayer y 18
Reichenbach continúan su producción pero ya sin la influencia de antes. Aparecen otros autores que algunos denominan la “concepción heredada”, entre ellos Hempel, Nagel, Quine, etc. Esta es la situación en los años 50 cuando Hanson escribe Patrones del
Descubrimiento donde se establece enfáticamente la carga teórica de toda observación dando un golpe mortal al empirismo puro. Luego vendrá Kuhn quien mostrará todas las limitaciones de lo que se denomina la lógica de la ciencia, manifestando la necesidad de reemplazar el enfoque lógico por el enfoque histórico, el punto de vista normativo por el descriptivo, es decir, hacer una filosofía de la ciencia real, no una filosofía de la ciencia ficción. La historia de las ciencias se convierte así en toda una disciplina de trascendental importancia. Podemos decir que el falibilismo se ha impuesto y el fundacionalismo ha muerto. Feyerabend es parte activa de esta rebelión antilogicista y propiciador del historicismo desde una posición radical de relativismo histórico. Posteriormente surgirán nuevas corrientes, hijas de esta ruptura, como el estructuralismo sneediano por una parte y el programa fuerte de sociología de la ciencia por la otra, hasta llegar a lo que hoy se constituye en todo un gran campo interdisciplinario conocido como CTS, CIENCIA, TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD. A esta etapa reciente, incubada en los años 50, surgida en los 60, que despega en los 70 y se vuelve predominante en los 80, se le llama en ocasiones la nueva filosofía de la
ciencia. El ataque de Feyerabend no es sólo contra el método o mejor contra el monismo metodológico, es decir, la idea de que hay un solo método científico para todo tiempo y objeto de estudio; es también un ataque contra la razón, por lo menos en su versión restringida, logicista, contra la objetividad y contra el concepto de realidad que la idea de objetividad entraña. Todas estas críticas están basadas en estudios de caso de la 19
historia de la ciencia y aunque debatibles, son muy interesantes y en buena parte fundamentadas. Pero Feyerabend no se queda ahí sino que extrae una conclusión generalizante en el sentido de que el científico es un oportunista epistemológico que se vale de cualquier cosa en la investigación científica. Y además plantea su propuesta de anarquismo epistemológico (aunque posteriormente preferirá el referente del dadaísmo): Anarquista epistemológico es alguien que “no tiene reparos en defender la más trivial o la más desaforada afirmación”. Pero mientras
que
“el
anarquista
político
quiere
destruir
una
determinada forma de vida, el anarquista epistemológico puede querer defenderla, porque no guarda lealtad perpetua ni tampoco siente aversión perpetua respecto de institución o ideología alguna”. Una vez que el anarquista epistemológico ha “establecido su doctrina.... puede tratar de venderla” Recurriendo
a
las
tretas
propagandísticas
que
con
mayor
probabilidad puedan tener éxito con este tipo de auditorios, es decir, mediante el uso de argumentos, demostrará apoyándose en la historia, que no hay una sola regla metodológica que no cause ocasionalmente inhibición a la ciencia, y que no hay una sola propuesta 'irracional' que no pueda fomentarla, dándose las circunstancias adecuadas... Haciendo uso, hasta provocar el máximo efecto, de todos estos elementos y piezas de propaganda, el anarquista epistemológico tratará de convencer a su auditorio de que la única regla universal de la que puede decirse honestamente que está en concordancia con los movimientos que ha de realizar un científico para hacer que su ciencia avance es “todo vale”.
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En sus últimos años, después de publicar Contra el método, Feyerabend sacará
consecuencias
políticas
y
sociales
de
sus
posiciones
epistemológicas, planteará la separación de la ciencia respecto al Estado pues no siendo ésta un forma privilegiada de conocer no debe tener privilegios sociales o políticos. El libertario Feyerabend se colocará del lado de Reagan y de los fundamentalistas protestantes en los duros debates de los años 80 sobre la enseñanza en las escuelas, de tú a tú con el evolucionismo darwiniano, de lo que llaman el creacionismo científico, cualquier cosa que sea eso. Apoyará en consecuencia las medicinas alternativas y atacará la medicina ortodoxa, elogiará la astrología y otros artes esotéricas, coqueteará con las filosofías orientales, y en Berkeley conocerá a Carlos Castañeda. Podríamos decir que se convierte en algo muy parecido a un profeta o gurú de la nueva era. Pero este último giro feyerabendiano no es ni mucho menos un grito del llanero solitario, sino todo un movimiento intelectual del cual Feyerabend es sólo una pequeña parte, y en la que va acompañado en los círculos académicos por la moda de los llamados estudios culturales con un enfoque profundamente relativista que se ha vuelto predominante en campos como la antropología, en el constructivismo pedagógico, en la sociología de la ciencia y en general en las ciencias sociales de EEUU y Europa. Entre los que se ven arrastrados por esta vorágine están los huérfanos del marxismo y, desde luego, toda la moda posmodernista europea. TERCERA PARTE CRITICANDO AL CRITICADOR Y CONCLUSIONES BARRANQUILLERAS
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1. Sostener el monismo metodológico parece ser una misión imposible y desde el punto de vista descriptivo parece viable un pluralismo metodológico que reconozca la variedad y complejidad de los procesos investigativos en los diversos campos de la ciencia, y más aún si incluimos las ciencias sociales y humanas. Pero de ahí a plantear que todo vale y diluir completamente toda exigencia, hay un salto, no cuántico sino mortal. Ojalá Feyerabend hubiese estudiado Economía, así habría aprendido que los recursos son siempre limitados y que hay que distribuirlos de determinada manera si se quiere optimizar resultados. Esta analogía se aplica también al conocimiento, la proliferación de teorías que él propone no significaría ni más avance de la ciencia ni un mejor estar para la población. Y el otro aspecto económico que Feyerabend nunca analiza es el mercado, pues por fuera del Estado no está simplemente la democracia, la libertad y la autonomía de la gente, sino sobre todo el mercado, y la tesis antiestatista, más que proponer un anarquismo trasnochado, propone en la práctica un neoliberalismo donde serán las fuerzas personales o impersonales del mercado, las que decidan el futura de la ciencia y el futuro de la humanidad. 2. Para Feyerabend la ciencia era revolucionaria cuando estaba en manos de una élite, hoy cuando está integrada por centenares de miles de científicos y es accesible a vastos públicos, es conservadora. Resulta paradójico, por decir lo menos, semejante planteamiento. Otra cosa es el contexto en que la actividad científica se desenvuelve, las multinacionales, el complejo militarindustrial, etc, son un problema de la sociedad, no de la estructura interna de la ciencia.
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3. Es cierto que la realidad, la objetividad, el método y la racionalidad son conceptos profundamente problemáticos, pero no por ello pueden ser eliminados como han hecho los relativistas y como pretenden los posmodernos. A pesar de todas las mediaciones que condicionan al animal humano que conoce o que hace ciencia, el mundo no es una construcción meramente subjetiva, ni en lo perceptual, ni en los objetos de estudio de la ciencia. En la construcción del consenso, sea en toda la sociedad o en las comunidades científicas, la racionalidad y el principio de realidad no
se
puedan
descartar
y
tienen
un
importante
valor
argumentativo, más aún cuando nuestro entorno social está imbricado de ciencia y tecnología por todas partes, porque sin ellas la estructura social que somos no podría existir y esto lo reconoce Feyerabend. 4. Feyerabend es tremendamente contradictorio como han podido ver en algunas de las citas, un día es un relativista radical y al otro amanece siendo moderado, un día dice que no hay progreso en ciencia y al otro prescribe como avanzar la ciencia, crítica lo normativo y luego da consejos (normativos evidentemente), se enfrenta al poder y parece subversivo y luego termina aliado con la típica extrema derecha en el poder (Reagan), en fin, para comprender a Feyerabend sin confundirse hay que leer su autobiografía y entender que él es como un actor en un escenario, capaz de interpretar cualquier papel que le pongan o que se ponga él mismo. 5. Desde los años 20 hasta los años 50 el gran referente de la reflexión sobre la ciencia era el positivismo lógico y sus derivados. Para los críticos éste era el enemigo a enfrentar. Quiero proponer para la discusión, vital y urgente, la siguiente afirmación: hoy por 23
hoy el positivismo ya no es predominante y el gran peligro, el enemigo intelectual a enfrentar, el desafío de la filosofía no es el positivismo sino el relativismo a ultranza entronizado en las ciencias
sociales,
en
ciertas
versiones
del
constructivismo
pedagógico y en la propia filosofía, especialmente en las corrientes metidas en la moda de la posmodernidad. En especial, el relativismo domina ese campo interdisciplinar de primera importancia que es la CTS (Ciencia, Tecnología y Sociedad). Yo he propuesto para el sistema educativo del Atlántico, para la Universidad del Atlántico y otras universidades un proyecto de CTS, pero replanteando el enfoque que está de moda en España y otros países, convirtiendo la CTS en un escenario pluralista donde se enfrentan diversos enfoques. 6. En Colombia el problema no es el de los excesos de la ciencia y la tecnología sino su ausencia y debilidad. En Colombia el problema no es la injerencia del Estado en la actividad científica, sino lo contrario, se necesita que el Estado asuma con mayor vigor, decisión y visión su rol en la política de C y T. Desde luego, en Colombia como en todo el mundo, hay que propiciar la participación pública en la política de C y T, y debatir las implicaciones, los peligros, los riesgos, la relación de costo-beneficio que los desarrollos de la C y T conllevan. Para esto son los programas de CTS, porque en últimas de lo que se trata es de construir una sociedad mejor con la participación de todos, pero antes tenemos que ganar consenso sobre qué es mejor en términos de razones y de valores. Supervivencia de la especie y calidad de vida generalizada son los dos conceptos claves para desarrollar ese proceso, en el cual la filosofía, o mejor, los filósofos, tenemos un importante papel que jugar. Pero esto pertenece ya a otra conferencia. Muchas gracias por su atención. 24
Post-scriptum Hay una anécdota cibernética alrededor de la preparación de esta conferencia. Puesto que ya sabía que el público sería de jóvenes estudiantes, me pareció que el texto que permitía una aproximación más afable con un autor complejo como PKF sería su simpática autobiografía
Matando el tiempo (MET). Incluso la conferencia mantiene el tono humorístico que Feyerabend imprime a su obra vital. Creo que fue un acierto, pues como se manifiesta en la charla, para comprender las contradicciones
y
enredijos
del
pensamiento
feyerabendiano
es
conveniente e iluminante leer su biografía y la profusión de citas de dicho texto pretende aportar en ese sentido a quienes no han leído
Amazzando il tempo. Pues bien, dado lo anterior quise sorprender al público joven aprovechando el recurso de internet y logré conseguir la dirección electrónica de Grazia, la última esposa de PKF, con el objeto de que enviara un saludo al público barranquillero y quizás una semblanza del filósofo. Desafortunadamente ella estaba en misión por fuera del país donde vive y sólo respondió el email cuando ya había pasado la conferencia y en ese correo mostró no haber comprendido la propuesta, ya que lo que me sugería era.... ¡que me leyera la autobiografía! MET = Matando el tiempo CEM = Contra el método Jorge E. Senior M. 1999 Publicado en Destellos sobre el abismo, 2000.
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