Apuntes, lecciones 7 - lo socio-sanitario desde una perspectiva de salud pública y trabajo social Salud Pública Dependencia y Trabajo Social (UNED)
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TEMA 7 LO SOCIO-SANITARIO DESDE UNA PERSPECTIVA DE SALUD PÚBLICA Y TRABAJO SOCIAL
7.1. TRABAJO INTER E INTRAINSTITUCIONAL: GRUPO Y EQUIPO (pg. 167) En el ámbito socio-sanitario, el trabajo en equipo constituye una herramienta básica. En este sentido, el grupo se convierte en la base fundamental del trabajo social, tanto hacia el interior, en relación a los propios dispositivos y a los servicios sociales, como hacia el exterior, en la relación con otras instituciones y la comunidad. Debido a la importancia que se le ha otorgado al grupo, como instrumento organizativo y de trabajo, es fundamental que los profesionales de los servicios sociales cuenten con una formación básica en técnicas grupales.
7.1.1. Integrantes básicos del concepto de grupo y funcionamiento de grupo (pg. 168) Dentro del concepto de grupo podemos encontrar tres elementos básicos: La coordinación grupal : se trata de una posición técnica y profesional
hacia el grupo y sus integrantes para poder analizar todo lo que sucede en el mismo. Está compuesta por al menos dos personas (al menos una de ellas debe tener formación en técnicas y desarrollos grupales), que realizarán tareas de coordinación y observación grupal, respectivamente. Su misión consiste en: o
coordinar y dirigir de forma participativa al grupo
o
estimular las intervenciones grupales
o
seleccionar los contenidos que favorecen el desarrollo grupal
o
señalar las resistencias y contenidos fundamentales
Los integrantes grupales : son los distintos componentes de los grupos
que van a participar de forma activa en sus trabajos. Su papel es fundamental y básico: exponen, debaten, trabajan… además de crear liderazgos en cada
fase del proceso grupal, que se constituyen en torno al portavoz grupal.
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La tarea grupal: cuál es el objetivo que justifica el trabajo que se
realiza en el grupo y cuáles son los procesos que se van desarrollando. En una primera fase, denominada como pre-tarea, pueden aparecer reticencias entre los miembros del grupo y dificultades para llegar a un acuerdo. Sin embargo, una vez superada esa fase, comienza la verdadera tarea, en la que le grupo se enfoca hacia la obtención de su objetivo y la rentabilización de su trabajo. En cualquier caso, la coordinación grupal debe saber evaluar la pertinencia de constituir ese grupo, pues los integrantes van querer conocer la razón o razones por la que el grupo se constituye. Así mismo, debe saber estimular la pertenencia al grupo de todos los integrantes, el vínculo entre ellos y con los componentes de la tarea. Una buena coordinación deben conseguir la transición del yo individual al nosotros grupal, para lo que el factor tiempo es fundamental, tanto a nivel transversal (lo que pasa en cada momento concreto de la tarea grupal) y diacrónico (el tiempo transcurrido desde que se constituyó el grupo unido a la experiencia de cada uno de los integrantes grupales).
7.1.2. Equipos de trabajo (pg. 169) En todos los equipos de trabajo existen dos conceptos que es importante clarificar. Se trata por un lado, de la constitución de los equipos, y por otro, de la coordinación del trabajo. En referencia a la constitución de los equipos, suele utilizarse como sinónimos equipo multidisplicinar
y equipo interdisciplinar. Sin embargo, existe un
matiz que los diferencia: equipo multidisciplinar hace referencia únicamente a la composición del grupo en cuanto a la formación y titulación de los integrantes (por ejemplo, trabajo social, psicología, pedagogía, medicina, enfermería…), mientras que el concepto interdisciplinar se refiere al tipo de
trabajo donde cada profesional aporta su visión desde el rol social, profesional o institucional al que está inscrito. Por otra parte, la coordinación o trabajo coordinado hace referencia al esfuerzo que hacen los diferentes recursos existentes en un área o distrito determinado para evitar solapamientos o duplicidades en las prestaciones asistenciales que realizan a los usuarios de dicha zona. Esto se consigue a través de la integración funcional, que implica una formulación conjunta de los programas
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a desarrollar por parte de todos y cada uno de los servicios asistenciales existentes, incluyendo la formación de los profesionales y los objetivos de los diferentes programas.
7.1.3. Trabajo interinstitucional (pg. 170) En muchas ocasiones, los equipos de diferentes instituciones tienen que converger en varios casos o intervenciones, o planificar en conjunto otras acciones y programas. A este trabajo se le denomina trabajo interinstitucional , porque involucra e incluye a varias instituciones de una misma zona. Cuando varias instituciones se ponen a trabajar en común, aparecen una serie de relaciones entre ellas, que pueden describirse como un proceso: Cuando un servicio comunitario básico o general tiene un problema, evalúa que no puede abordarlo en su integridad y que necesita recurrir a un servicio especializado. Para ello, se plantea la derivación al servicio especializado, generalmente a través de la elaboración de unos criterios conjuntos (p.e.: formulario de derivación). La llegada al servicio especializado pone en marcha otro proceso denominado devolución , en el que de nuevo se precisa de una información evaluada por
unos criterios conjuntos entre ambos niveles asistenciales. Dicha información, tanto en la derivación como en la devolución, la vehiculiza el usuario a través de su propia demanda de asistencia. Por otra parte, hay que señalar que en todo este proceso, interactúan una serie de factores asertivos y resistenciales que facilitan y dificultan, respectivamente, el trabajo entre instituciones. Dentro del grupo de factores asertivos se encuentran:
En el servicio general: o
Capacidad para detectar la necesidad de derivación y realizarla adecuadamente.
o
Realización del seguimiento y asegurar la continuidad asistencial tras la devolución.
En el servicio especializado : o
Establecimiento de un nivel de “escucha” de la demanda, tanto del usuario como del servicio general.
o
Sugerencias o recomendaciones de intervención.
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En cuanto a las resistencias, destacan:
En el servicio general: o
Signos de temor o inseguridad a la hora de realizar la derivación
o
Miedo y posiciones defensivas a la hora de realizar la intervención o sugerencia del servicio especializado
En el nivel especializado: o
Sobrevaloración de su posición
o
Desdeñar la coordinación con otros niveles asistenciales
o
Resistencias en el proceso de devolución de resultados tras la evaluación (jerga excesivamente especializada, tendencia a captar el caso, no aportar suficiente información al servicio general)
7.2. CALIDAD EN LA INTERVENCIÓN SOCIO-SANITARIA (pg. 171) El desarrollo actual de los servicios y dispositivos asistenciales ha puesto de manifiesto que se precisa, cada vez más, disminuir en lo posible la variabilidad de planteamientos y procedimientos, con el fin de mejorar la calidad asistencial y dirigirla hacia las necesidades reales de los usuarios. Aplicar metodologías de calidad supone un gran reto para los servicios sociales, ya que exige ofrecer recursos necesarios, factibles y eficaces, que al mismo tiempo satisfagan a los usuarios y sus familias. Sin embargo, no hay que olvidar que el contexto asistencial gira en torno a la dependencia administrativa de los servicios sociales, los cuales se siguen caracterizando por su excesiva dispersión, incluso dentro de una misma institución u organización de servicios.
7.2.1. Contexto conceptual de gestión por procesos en los servicios sociales: misión, visión y valores (pg. 172) Los Servicios Sociales pueden definirse sobre la base de estos tres conceptos: misión, visión y valores .
Por misión se entiende lo que son y deben ser los Servicios Sociales, es decir, “unos dispositivos asistenciales de financiación prioritariamente pública, que
están interconectados con otros servicios e instituciones (sanitarias, educativas y sociales) y cuyo fin es elevar el nivel bienestar y desarrollo potencial de las personas y las colectividades, satisfaciendo las necesidades y
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expectativas de sus clientes y familias, mediante la prestación de servicios especializados”. La visión hace referencia a aquello que los Servicios Sociales quieren llegar a ser, y que puede expresarse como “un servicio de excelente calidad, en
permanente crecimiento profesional y técnico, que logre un alto grado de satisfacción en la sociedad, las personas que la componen y especialmente en los usuarios”.
Por último, los valores , suponen una serie de cualidades necesarias para conseguir la misión y alcanzar la visión, entre las que destacan: Trabajar para las personas, sus familias y la comunidad en su conjunto
Fomentar el respeto mutuo
Trabajo en equipo
Comunicación abierta
Trabajo orientado hacia el resultado
Apuesta por la innovación
Desarrollo del sentido de pertenencia
Búsqueda del consenso en la toma de decisiones
7.2.2. La descripción de las herramientas de calidad (pg. 172) En el ámbito de los Servicios Sociales, resulta fundamental identificar las fortalezas y las debilidades en cada circunstancia concreta, siendo el análisis DAFO (Debilidades – Amenazas – Fortalezas – Oportunidades), la herramienta
de calidad más pertinente para ello. En este sentido, existen dos formas principales de agrupar las características de los servicios:
Factores que contribuyen desde fuera de los servicios: o
Ayudas en las que apoyarse
(p.e. estar integrado en una
organización estable, con funciones administrativas precisas) o
Barreras que deben superarse (p.e. identificar las dificultades
posibles, sobre todo en época de crisis económica y/o social)
Factores que contribuyen desde el interior de los propios servicios: o
Identificar los puntos fuertes (p.e. prestigio de la organización, pertenencia a la misma…)
o
Identificar las oportunidades de mejora (p.e. integración con otros dispositivos, definir protocolos de intervención concretos…)
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Un modelo de gestión de calidad contrastado es el Modelo de Excelencia Europeo, conocido con las siglas EFQM. Se trata de un modelo de autoevaluación formado por tres factores fundamentales: liderazgo, gestión por procesos e indicadores clave de resultados. Los dos primeros factores (liderazgo y gestión por procesos) son desarrollados por agentes del servicio. El liderazgo se define a partir de la política y estrategia del conjunto del servicio y por los socios y recursos con los que es posible coordinarse y trabajar. La gestión de procesos hace referencia a las características propias del servicio asistencial (p.e. infancia, mujeres, mayores, dependencia…)
Una vez que se ponen en marcha estos dos primeros factores, aparecen los resultados, que se dan tanto en los profesionales de los servicios (p.e. buen clima de trabajo), en los usuarios (p.e. resolución de las dificultades planteadas) y en la sociedad en su conjunto (p.e. impacto en los medios de comunicación del trabajo realizado en un determinado servicio). A partir de ahí se señalan los indicadores clave para evaluar y comunicar ese resultado, con el objetivo de identificar qué, dónde y cómo mejorar, a través de la formación e innovación permanente de los agentes de los servicios. Por otra parte, se utiliza el círculo de calidad (descrito por Demming y adaptado posteriormente a los Servicios Sociales) para describir la secuencia metodológica de la implementación de un servicio:
Saber qué hay que hacer (misión y visión del servicio)
Cómo lograrlo (por medio de planes y programas, valores, liderazgo…)
Cómo organizar y gestionar los servicios asistenciales (gestión de procesos, personas, recursos, establecimiento de prioridades…)
Cómo mejorar el trabajo realizado (evaluación de resultados, buscar puntos de mejora, formación continuada…)
Por último, es importante definir un mapa de procesos, para delimitar la línea estratégica de cada servicio, y de forma complementaria, establecer el desarrollo concreto de funcionamiento general, para lo que debe elaborarse el correspondiente diagrama de flujo de recorrido de la demanda. Este diagrama aborda el qué hacer. Del mismo modo, es necesario especificar quién está inmerso en este proceso (usuarios y profesionales) y cómo se hace esa tarea concreta para que sea catalogada como de calidad o de excelencia.
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7.2.3. Hacia un nuevo paradigma en la evaluación de la salud y la discapacidad en el trabajo socio-sanitario (pg. 177) En el ámbito socio-sanitario, y en concreto en materia de discapacidad y dependencia, encontrar un instrumento que posibilite un aumento en la calidad de la gestión de los servicios, que unifique lenguajes y conceptos, que pueda ser utilizado como herramienta de trabajo cotidiano, así como para la formación continuada de los profesionales y la investigación, resulta muy complicado. A pesar de la dificultad, la OMS ha sentado las bases para la modificación del paradigma existente sobre discapacidad y salud, elaborando un instrumento útil y con gran proyección de futuro, que aunque no está exento de dificultad, permite la formación de los profesionales y abre las puertas a la investigación. Se trata de la CIF-OMS 2001 (Clasificación Internacional del Funcionamiento de la Discapacidad y la Salud). Uno de los aspectos más destacables de esta clasificación, es que propone, de forma novedosa, la utilización de la palabra discapacidad como concepto que englobe la gran diversidad de terminológica que existe en esta materia, aunque matizando su significado. De este modo, discapacidad pasa a ser el término “global”, que a su vez incluye tres componentes:
Deficiencia : hace referencia a los problemas corporales
Limitación: se refiere a las actividades que se ven afectadas debido a la
deficiencia y cómo se afectan en la persona
Restricción : disminución de la capacidad de participación social y
grupal de la persona. Estos componentes pueden interactuar entre sí de múltiples formas, de modo que, por ejemplo, pueden darse todas en su conjunto, o bien, puede existir deficiencia sin limitación, restricción social sin deficiencia ni limitación, etc. Por todo ello, la CIF-OMS 2001 constituye una parte esencial del necesario cambio de paradigma de los “estados de salud” y se constituye como
instrumento y plataforma de transformación de conceptos, diseño de políticas y cambios legislativos, tanto en el ámbito sanitario como en el social, fomentando al mismo tiempo la promoción y el respeto de los derechos humanos. En cuanto a los objetivos que se proponen con esta clasificación, destacan:
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Proporcionar base científica para la comprensión y el estudio de la salud, los estados relacionados con ella y sus determinantes.
Establecer un lenguaje común para describir la salud y los estados relacionados con ella, para facilitar la comunicación entre los distintos sectores implicados (profesionales sanitarios, trabajadores sociales, investigadores, diseñadores de políticas sanitarias y sociales, personas con discapacidad…)
Permitir la comparación de datos entre países
Proporcionar un esquema de codificación sistematizado para poder ser utilizado en sistemas de información (herramientas estadísticas, clínicas, de investigación…)
Como conclusión, hay que señalar que la CIF-OMS 2001 consta de dos partes fundamentales: funcionamiento y discapacidad y factores contextuales, que pueden ser expresados en tanto en términos positivos (integridad funcional y estructural, participación, efectos facilitadores…) como negativos (deficiencia, limitación, restricción, barreras/obstáculos…)
El funcionamiento y la discapacidad tratan de englobar lo que le ocurre a la persona, en cuanto a sus estructuras y funciones corporales, áreas vitales, actividades y participación…
Por su parte, los factores contextuales hacen referencia a los factores ambientales y personales y a las influencias externas/internas sobre el funcionamiento y la discapacidad.
7.3. LA FILOSOFÍA DE LA ACCIÓN SOCIAL EN EL CONTEXTO SANITARIO (pg. 181) pregunta de examen en febrero 2014 (2ª semana) y reserva 2014 A finales del siglo XIX y principios del XX, tuvieron lugar varios acontecimientos que dieron lugar, años más tarde, a la implementación de servicios de acción social en contextos sanitarios. Entre dichos acontecimientos pueden destacarse la creación en Londres en 1880 de una sociedad que se ocupaba de atender a personas pobres que eran dadas de alta en centros psiquiátricos. Años más tarde, se creó el “Royal Free Hospital”, una coordinación entre enfermeros y la Sociedad de la Caridad,
para atender a personas enfermas o convalecientes que por razones económicas no podían seguir sufragando las curas.
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Sin embargo, el antecedente decisivo lo encontramos en Boston (EEUU) en 1905, cuando el Massachusetts General Hospital, creó un espacio denominado Servicio Social Médico y contrató la figura de un trabajador social en dicha institución. Como impulsor de esta iniciativa cabe destacar al DR. Cabot, que junto a otros autores, ha contribuido a la expansión del trabajo social en el contexto sanitario, ya que el opinaba que los médicos pueden conocer el estado físico y mental de sus pacientes, pero que es el experto en trabajo social el que conoce no solo estos dos aspectos, sino también su contexto social y espiritual. Por ello, fue el Dr. Cabot quien difundió la necesidad de atención social en el contexto sanitario. Él mismo impulsó en las programaciones de las universidades el estudio de los aspectos sociales en la práctica de la medicina. Por todo esto, con el paso de los años el ejercicio social en el contexto sanitario ha tenido cada vez más razón de ser. La gestión social es fundamental, ya que cualquier acción sanitaria va más allá del sistema sanitario. El sistema sociofamiliar que rodea al enfermo se va afectado, tanto durante el proceso de enfermedad como durante la recuperación. Por ello, la filosofía de acción social sanitaria parte del entendimiento de la salud como el resultado de la constante interacción de distintos factores biológicos, psicológicos, sociales, culturales y espirituales, centrándose no solo en las causas, sino también en las consecuencias. El objetivo del trabajo social en este contexto está dirigido a actuar a nivel personal, familiar y social, teniendo en cuenta las influencias socioculturales y proporcionando medios y recursos necesarios en cada caso. Por otra parte, la intervención se dará tanto a nivel directo como indirecto. A nivel directo, se incluyen las actuaciones que tienen que ver con la persona y sus familiares, y que se inician con la toma de contacto, la creación de la alianza de intervención y la puesta en marcha de los recursos profesionales y sanitarios. A nivel indirecto, se llevan a cabo actuaciones dirigidas a la recopilación de información en registros y a la planificación de futuras intervenciones. En el trabajo social sanitario, la metodología más utilizada es la del enfoque de riesgo, que ayuda a determinar las prioridades de salud y es una herramienta para definir las necesidades de reorganización de los servicios de salud,
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intentado mejorar la atención para todos, pero dando prioridad a aquellos que más lo requieran. En cuanto a las actuaciones del trabajador social en el contexto laboral sanitario, pueden destacarse:
Conocimiento de las necesidades e intervenciones desde una perspectiva de bio-psicosalud.
Conocimiento de los factores sociales y psicosociales que modulan la disposición-comportamiento
del
sujeto
y
sus
familiares
ante
la
enfermedad.
Desarrollo de un trabajo centrado en las fortalezas propias del sujeto y los familiares y fomento de actitudes acordes a su nueva realidad.
Coordinación con centros de atención primaria, servicios sociales, etc.
Conocimiento de recursos, prestaciones, apoyos sociales de grupos, ayudas técn icas…
Por todo ello, el trabajador social en el contexto sanitario, ejerce actuaciones de salud pública que le son propias de su ámbito competencial, y otras de la filosofía de acción social en general, con una perspectiva multidimensional e integradora.
7.4. TRABAJO SOCIAL Y VIOLENCIA DE GÉNERO EN SALUD (pg. 185) pregunta de examen en febrero 2014 (1ª semana) y septiembre 2014 Violencia de género en el ámbito de la salud
Los servicios sanitarios constituyen un contexto crucial para la detección de casos de violencia de género. Por ello, resulta fundamental la implicación y formación del personal de los servicios sanitarios para detectar este tipo de violencia. Posteriormente, se debe pasar a la acción, siempre en coordinación con otros profesionales e instituciones, con el fin de ofrecer respuestas eficaces e integrales a estas situaciones. En cuanto a las funciones a desarrollar por el sistema sanitario en materia de violencia de género, la OMS propone, entre otras, las siguientes:
Estar alerta a posibles signos y síntomas de maltrato
Ofrecer atención sanitaria y registrarla en la historia clínica
Informar y remitir a las víctimas a los recursos disponibles en la comunidad
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Mantener la privacidad y confidencialidad de la información obtenida
Apoyar a la mujer a lo largo de todo el proceso, evitando actitudes culpabilizadoras o insolidarias
Establecer una coordinación con otros profesionales e instituciones
Colaborar en la investigación del problema mediante el registro de casos
Sin embargo, los profesionales del ámbito de la salud, pueden encontrarse con dificultades a la hora de detectar y abordar el problema. Dichas dificultades se relacionan tanto con el contexto de la consulta (falta de privacidad e intimidad, dificultad en la comunicación, acudir acompañada de la pareja, sobrecarga asistencial …) como con la propia víctima (resistencia a reconocer los malos tratos o preferir ocultarlos por miedo o vergüenza, deseo de proteger a la pareja, falta de confianza en los profesionales …) Protocolo de actuación
Dentro del protocolo de actuación, el ámbito sanitario tiene un papel fundamental en el proceso de detección y valoración de casos. Por ello, es imprescindible conocer y mantener una actitud de alerta en cuanto a los indicadores de sospecha, es decir, aquellos signos y síntomas que pueden hacer pensar que una mujer sufre violencia de género. Entre dichos indicadores destacan los siguientes:
Antecedentes de haber sufrido y/o presenciado malos tratos en la infancia
Síntomas físicos frecuentes (contusiones, hematomas, fracturas, cefalea,
dolor crónico, molestias gastrointestinales, dificultades respiratorias …)
Síntomas psicológicos frecuentes (ansiedad, depresión, insomnio, baja
autoestima…)
Abuso de medicamentos (sobre todo psicofármacos)
Abuso de alcohol u otras drogas
Problemas gineco-obstréticos (lesiones en genitales o mamas, infecciones
ginecológicas de repetición, E.T.S, ausencia de planificación familiar, historia de abortos repetidos …)
Utilización
de
servicios
sanitarios
(hiperfrecuencia/abandono,
incumplimiento de citas o tratamientos, uso excesivo de los servicios de urgencias, frecuentes hospitalizaciones …)
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Situaciones de mayor vulnerabilidad y dependencia de la mujer
(embarazo, separación, aislamiento social y familiar, migración, enfermedad discapacitante, dependencia económica, exclusión social…)
Información procedente del círculo familiar o social de la víctima o de otros profesionales implicados.
Ciclo de la violencia
En las situaciones de violencia de género, se pueden describir tres fases diferenciadas que se repiten cíclicamente: 1. Fase de construcción de la tensión : son frecuentes los ataques verbales,
la hostilidad creciente y el mayor control/vigilancia hacia la víctima. El agresor adopta una conducta cada vez más absorbente que supone un progresivo aislamiento de la mujer a nivel familiar, social, económico y profesional… 2. Fase de la violencia : se produce el estallido de la violencia (maltrato o
agresión), el cual, aunque pueda parecer que sucede por un acontecimiento trivial o aislado o incluso sin previo aviso, está alimentado por la primera fase. 3. Fase de
luna de miel ”: posteriormente a la agresión, el maltratador se
“
deshace en disculpas, prometiendo que nunca más volverá a suceder. Puede adoptar una actitud halagadora y romántica, por lo que la mujer tiende a creerle, e incluso llega a convencerse de que ella es la responsable de mantener la armonía para que la situación de violencia no vuelva a repetirse. El impacto de la violencia en la salud de las mujeres
Las consecuencias de la violencia contra las mujeres son muy amplias e influyen en todos los aspectos de su vida. La violencia de género debe conceptualizarse como un factor de riesgo para una mala salud, no solamente física, sino en todas sus dimensiones. Por ello, los sistemas de salud a los cuales pueden acudir las mujeres que necesitan ayuda no deben limitarse a los servicios de urgencias y atención primaria, sino que deben incluir también, entre otros, consultas de salud mental y de ginecología, con el objetivo de abarcar todos los aspectos de la salud que pueden verse afectados como consecuencia de las situaciones de maltrato.
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