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Mª Teresa Ortega Monasterio José Manuel Sánchez Caro Guadalupe Seijas de los Ríos-Zarzosa •
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EXPOSICIÓN
A TRAVÉS DE LOS SIGLOS:
HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO Patrocina , Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y de Oriente Próximo Centro de Ciencias Humanas y Sociales Consejo Superior de Investigaciones Científicas Fundación Abadía de Montserrat 2025 Biblioteca de la Universidad de Salamanca Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos Moleiro Editor Organiza Asociación Bíblica Española Comisarias Mª Teresa Ortega Monasterio Guadalupe Seijas de los Ríos-Zarzosa Textos Mª Teresa Ortega Monasterio José Manuel Sánchez Caro Guadalupe Seijas de los Ríos-Zarzosa Fotografías © Abadía de Montserrat © Biblioteca General Histórica, Universidad de Salamanca © Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid © Biblioteca Pública del Estado, Burgos © Biblioteca Tomás Navarro Tomás, CSIC © Biblioteca Vaticana © Bodleian Library, University of Oxford © Patrimonio Nacional
© Editorial Verbo Divino, 2012 © Asociación Bíblica Española © Ma Teresa Ortega Monasterio, José Manuel Sánchez Caro y Guadalupe Seijas de los Ríos-Zarzosa Diseño de cubierta: Francesc Sala Maquetación y diseño de interior: NovaText. Mutilva (Navarra) Impresión: Gráficas Lizarra. Villatuerta (Navarra) ISBN: 978-84-9945-308-8 Depósito legal: NA 1.329-2012 Actividad subvencionada con el proyecto de investigación del Ministerio de Economía y Competitividad (FFI201 l-15696-E).
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Indice
7
PRESENTACIÓN
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Los PRIMEROS TESTIMONIOS, por
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El texto del Antiguo Testamento . . . .. . .. .. .. . . . . .. . .. .. . . . . .. . .. .. .. . . .. . . . . . .. . .. .. .. . . . . .. . . . . . . . . .
14
El texto del Nuevo Testamento
16
Papiros
2.
Guadalupe Seijas de los Ríos-Zarzosa
y
códices . . . . . . . .. . . . . . . . .. .. . . .. .. . . .. . .. .. . . . . .. . . . .. . . . . . . .. . .. . . . . . . .. . . . . . . . . . . .. .. . . .. . . .. . . .. . .
22 25
EL TEXTO HEBREO El texto hebreo en la Edad Media, por El texto como artificio, por
Guadalupe Seijas de los Ríos-Zarzosa . .. .
Mª Teresa Ortega Monasterio
Manuscritos hebreos sefardíes, por
29
Mª Teresa Ortega Monasterio
3.
LA BIBLIA EN LATÍN, por
4.
BIBLIAS RABÍNICAS Y BIBLIAS POLÍGLOTAS, por
5.
TRADUCCIONES ROMANCEADAS, por
6.
LA ILUMINACIÓN DE LOS MANUSCRITOS, por
7.
EDICIONES MODERNAS DE LOS TEXTOS, por
8.
TRADUCCIONES MODERNAS DE LA BIBLIA, por José Manuel
25
José Manuel Sánchez Caro
34 43
Mª Teresa Ortega Monasterio
José Manuel Sánchez Caro Mª Teresa Ortega Monasterio
Guadalupe Seijas de los Ríos-Zarzosa Sánchez Caro
51
59 67
73 77
BIBLIOGRAFÍA ·······································································································
85
RECURSOS EN INTERNET . . .. . . . . . . .. ... . .. .. . . . .. . . .. . . .. .. . .. . . .. .. .. . .. . . . . .. . . . .. .. . . . . . . .. . . . . . . . . .. . . . . .. .
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ÍNDICE DE IMÁGENES . . . .. . .. .. .. . . .. .. . . . . .. . . ... .. . . .. . . .. . .. . . . . .. .. . .. . . . . . . .. . .. .. . . . . .. .. .. .. . . . . .. .. . ... ..
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ÍNDICE DE BIBLIAS CITADAS . . .. . . .. . .. . . . .. .. . .. . . . . .. .. . . . . . . . .. .. .. . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . .. .. .. . . . . . . .. . . .. . . .
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Presentación ,.
Las ediciones de la Biblia se han multiplicado en los últimos años y han hecho fácilmente accesible al gran público unos textos que en otro tiempo estuvieron reservados a unos pocos. Ahora bien, detrás de estas ediciones que a nosotros nos llegan generalmente en forma de traducción, se encuentran los textos originales: antiguos libros escritos en lenguas semíticas, el hebreo y el arameo; y otros más recientes, escritos en griego. Estos textos, que fueron conservados y transmitidos a lo largo de los siglos en diversos formatos y soportes, han ido dejando vestigios que podemos rastrear para reconstruir la historia de su transmisión. Este es el objetivo de la exposición organizada por la Asociación Bíblica Española (ABE) con motivo del III Congreso Bíblico Internacional, que bajo el título «Los rostros de Dios en la Biblia» se ha celebrado en Sevilla a comienzos del mes de septiembre. Junto a los debates y discusiones de los expertos, hemos querido ofrecer a sus ciudadanos y visitantes una exposición de carácter divulgativo centrada en el texto bíblico y en la historia de su difusión. De manera didáctica y amena la muestra se detiene en los soportes empleados a lo largo del tiempo (papiros, manuscritos, códices, biblias impresas, ediciones informáticas), el modo de escribir los rollos o los scríptoria toledanos cuyos manuscritos gozaron de gran fama por su belleza y calidad. Presenta también diversos tipos de biblias: las Biblias iluminadas, las Políglotas, las Rabínicas que surgen en el Renacimiento -auténticos compendios del texto bíblico en distintas lenguas- y las Biblias romanceadas como la Biblia de Alba o la Biblia del Oso. También habrá un espacio para las ediciones impresas de los siglos XIX y XX, así como para los proyectos de edición actuales y los avances informáticos aplicados a la edición del texto bíblico.
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A TRAVÉS DE LOS SIGLOS: HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO
Es una exposición sobre el texto de la Biblia y su evolución en la historia, sus manuscritos y sus ediciones, en la que se muestran algunas piezas representativas, generalmente facsímiles de muy buena calidad, procedentes de diversas bibliotecas y fondos bibliográficqs antiguos. La exposición ha sido ideada y organizada por dos expertas conocedoras del texto bíblico: María Teresa Ortega Monasterio y Guadalupe Seijas de los Ríos-Zarzosa. María Teresa Ortega, profesora de investigación del CCHS-CSIC, es especialista en manuscritos bíblicos hebreos y ha participado en la elaboración del catálogo de los manuscritos hebreos de la comunidad de Madrid y en la organización de la exposición Las Biblias de Sefarad: las vidas cruzadas del texto y sus lectores, de la Biblioteca Nacional de Madrid (febrero-mayo de 2012). Por su parte, Guadalupe Seijas, profesora titular de Departamento de Estudios Hebreos y Arameos de la Universidad Complutense de Madrid, ha centrado su actividad investigadora en la sintaxis del texto hebreo de la Biblia y en el estudio de las masoras (anotaciones marginales) de los manuscritos bíblicos. Para escribir el presente catálogo se ha unido a ellas José Manuel Sánchez Caro, profesor emérito de la Universidad Pontificia de Salamanca, conocido por sus escritos sobre la hermenéutica y el canon bíblico, y por sus trabajos sobre la historia de la Biblia en España. Juntos han preparado un texto de amena lectura, que introduce al lector o lectora interesados en el fascinante mundo de los manuscritos bíblicos y su transmisión hasta llegar a las traducciones actuales de la Biblia. Es más una introducción que un catálogo, aunque también puede considerarse como tal, pues no solo sigue el itinerario de la exposición, sino que se va deteniendo a explicar algunos de los textos mostrados en ella. No es fácil organizar un evento cultural como este en nuestros tiempos; quizás por ello sea más necesario expresar nuestra gratitud a las instituciones que lo han hecho posible con su colaboración y apoyo. A la Biblioteca Tomás Navarro Tomás del CCHS-CSIC (Madrid), a la Abadía de Montserrat, a la biblioteca de la Universidad de Deusto, al Centro de Estudios Teológicos de Sevilla y a Moleiro Editor, que prestaron los fondos exhibidos. A la Delegación del CSIC en Sevilla, que proporcionó el espacio físico para la
PRESENTACIÓN
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exposición y su apoyo para la organización de las actividades. Al Museo Oriental del Real Colegio PP. Agustinos de Valladolid, que cedió las vitrinas. A las bibliotecas que han cedido gratuitamente los derechos de reproducción de las imágenes de sus manuscritos: Biblioteca de la Universidad de • Salamanca, Abadía de Montserrat, Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid, Biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford y Biblioteca de la Universidad de Cambridge. Al Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo del CCHS del CSIC, al Departamento de Estudios Hebreos y Arameos de la UCM, a la Asociación Española de Estudios Hebreos y Judíos y al Ministerio de Economía y Competitividad, que han patrocinado o apoyado económicamente este evento. Todos los que de una forma u otra hemos participado en la organización de este evento cultural albergamos el deseo de que la visita a la exposición y la lectura de este libro cumplan la misión de introducir a quien esté interesado en esta fascinante historia, gracias a la cual el texto de la Biblia es hoy fácilmente accesible para todos. Santiago Guijarro Oporto, Presidente de la ABE
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a Biblia es una de las obras que más han influido en la cultura europea, pero cuando el lector abre este libro no se pregunta por el texto original ni por su proceso de transmisión. El propósito de esta exposición es, precisamente, guiar al visitante en un periplo de siglos que comprende desde los primeros testimonios del texto, pasando por el Medievo y el Renacimiento, hasta nuestros días.
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Los primeros testimonios
La Biblia nace como un conjunto de libros escritos en hebreo en el seno del judaísmo; es lo que se conoce como Biblia hebrea. En la ciudad de Alejandría se llevó a cabo la traducción del texto hebreo de la Biblia al griego helenístico, la Septuaginta. Primero se tradujo el Pentateuco (siglo III a.C.), más tarde los profetas (siglo II a.C.) y, por último, los demás libros de la Biblia (siglo I a.C.). Por aquel entonces aún no se había determinado qué libros de la última sección (Ketubim en las biblias hebreas; Hagiógrafos en las biblias cristianas) formaban parte del canon bíblico; por ello la Septuaginta -también denominada LXX- incluyó el texto griego de algunos libros que, finalmente, quedaron excluidos del canon de la Biblia hebrea como Tobías, Judit, Susana, Bel y el Dragón, Macabeos, Sabiduría de Salomón, Eclesiástico, Baruc, carta de Jeremías y las adiciones griegas al libro de Ester, pero que sí fueron admitidos más tarde en el canon cristiano. Estos libros reciben el nombre de deuterocanónicos. Los seguidores de Jesús de Nazaret utilizaron la versión griega de las Escrituras, que era la utilizada en el judaísmo de la Diáspora, a la que incorporaron textos propios: hechos y dichos de Jesús (Evangelios), las cartas y el Apocalipsis. Surge así la Biblia cristiana como la unión de las Escrituras sagradas de Israel (Antiguo Testamento) y los escritos propios (Nuevo Testamento). En tanto que este grupo se fue distanciando del judaísmo hasta su separación definitiva, los judíos dejaron de considerar la Septuaginta un texto propio y abandonaron su uso. En el siglo III d.C., Orígenes constató el estado de corrupción en el que se encontraba el texto griego de la Biblia debido al descuido y la desidia de los escribas que lo copiaban, que modificaban el texto con añadidos y omisiones. Consciente de esta situación, se propuso restaurar el texto
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A TRAVÉS DE LOS SIGLOS: HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO
griego y para ello emprendió una obra sin precedentes: la Hexapla. En ella, Orígenes compara el texto de la Septuaginta con otras versiones para detectar las coincidencias y variantes e indicó mediante signos las omisiones y añadidos encontrados. La obra consta de 6 columnas , dispuestas en paralelo para facilitar el análisis comparativo: texto hebreo (1 ª col.), transcripción griega (2ª col.), las revisiones del texto de la Septuaginta llevadas a cabo por judíos: Aquila (3ª col.), Simmaco (4ª col.) y Teodoción (6ª col.) y el texto de la Septuaginta (5ª col.). La obra nació con una finalidad apologética. Orígenes quería disponer de un texto bíblico que no fuera rechazado por los judíos al aducir los cristianos pasajes que no estaban incluidos en sus Escrituras. La primera copia de la Hexapla fue encontrada en 1896, fecha en que el cardenal Mercati descubrió restos de un ejemplar en un palimpsesto de la Biblioteca Ambrosiana de Milán que contenía fragmentos del libro de los Salmos.
El texto del Antiguo Testamento
Hasta el descubrimiento de los manuscritos del mar Muerto, el texto hebreo bíblico más antiguo era el Papiro Nash del siglo II a.C., que contenía una combinación de los preceptos de Ex 20 y Dt 5, y la Shemd (Dt 6,4-5), la principal confesión de la fe en Yahvé en el judaísmo. Se conservaban, además, algunos fragmentos datados entre los siglos VI-VIII d.C., encontrados en la guenizá de El Cairo, una especie de trastero en la sinagoga Ben Ezra de dicha ciudad, y algunos códices bíblicos incompletos procedentes de Egipto y Palestina (datados entre los años 900 y 1100) de la colección Firkovich, perteneciente a la Biblioteca Nacional de Rusia en San Petersburgo. Habrá que esperar a principios del siglo XI para disponer de las primeras biblias hebreas completas como los códices de Alepo o Leningrado. El descubrimiento accidental en 1947 de los manuscritos bíblicos del mar Muerto (Qumrán y otras cuevas próximas) dio un vuelco a la investigación. Las excepcionales condiciones climatológicas de la zona y el hecho de que se depositaran protegidos para ser recuperados más tarde, per-
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LOS PRIMEROS TESTIMONIOS
mitieron que los manuscritos se conservaran en muy buenas condiciones. Se hallaron copias de todos los libros -con la excepción de Ester y Nehemías- datados entre los siglos III a.C. y I d.C. Estos rollos permitieron demostrar la existencia.de un cierto pluralismo textual en toda Palestina, ya que muchas de las copias encontradas procedían de fuera de la comunidad. La diversidad textual atestiguada en Qumrán ( el Pentateuco Samaritano, el texto hebreo que subyace a la traducción de la Septuaginta, el texto protomasorético y textos propios de Qumrán) es un fiel
l. 11Q5, Sal 121,1-123,2
16
A TRAVÉS DE LOS SIGLOS: HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO
reflejo del judaísmo de aquella época, cuyos rasgos distintivos eran el dinamismo y la pluralidad (fariseos, celotas, saduceos, esenios, etc.). Los acontecimientos políticos, sociales y religiosos del cambio de era contribuyeron a que el texto protomasorético fuera la única tradición textual que pervivió y, ~ por consiguiente, se puede sostener que entre los años 70 y 150 d.C. (época romana) se impuso un determinado tipo textual. Aunque la importancia de Qumrán para establecer la historia del texto se circunscribe a los textos bíblicos allí encontrados, estas cuevas aportaron testimonios fundamentales para conocer el proceso de formación del canon bíblico (literatura apócrifa) y cómo era la comunidad que se estableció allí (textos propios).
El texto del Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento fue escrito en griego y se han conservado numerosas copias, cantidad que supera los 5.800 ejemplares, muchos de los cuales están incompletos. El texto se ha transmitido en dos formatos distintos, rollos y códices de papiro o pergamino. El número de papiros asciende a más de un centenar, la mayoría de ellos muy fragmentarios, que proceden principalmente de Egipto. Se suelen identificar por un número precedido de una P, a medida que se van publicando. Su antigüedad los hace muy valiosos al estar muy próximos a los originales. Es el caso, por ejemplo del papiro P52, un fragmento muy pequeño que contiene tres versículos del cap. 18 de Juan, datado hacia la mitad del siglo II d.C. Dos son las colecciones más importantes de papiros, conocidas por los nombres de los mecenas que las adquirieron: Chester Beatty y Martín Bodmer. En la primera (Chester Beatty) destacan tres manuscritos del Nuevo Testamento que se remontan al sigló III o a finales del siglo II y a comienzos del siglo III. El P45 era un códice que contenía los cuatro evangelios y los Hechos; del que solo se nos quedan unas 30 páginas; el P46 conserva 86 hojas originales con las Epístolas paulinas; y el P47 está formado por 1 O hojas que contienen los capítulos 9-17 del Apocalipsis. En la segunda colección (Martín Bodmer) sobresalen el P66 (ca. 200), que conserva 75 hojas con el evangelio de Juan casi completo; el P75 (175-
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LOS PRIMEROS TESTIMONIOS
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225) con restos de 72 hojas que testimonian parte de los evangelios de Lucas -la copia más antigua- y de Juan, y el P72 (siglos III-IV), que contiene, en un códice de alrededor de 190 páginas, las dos cartas de Pedro, así como la carta de Judas, además de otras obras cristianas. Sin embargo, el descubrimiento de los papiros de Oxirrinco (Egipto) en 1895-1896 enriqueció de forma notable el conocimiento del texto del Nuevo Testamento. Se trata del corpus de papiros más numeroso y más antiguo del Nuevo Testamento y comprende testimonios de 18 libros del total de 27 que lo componen, si bien se encuentran en un estado bastante fragmentario. Junto a estos también se descubrieron gran cantidad de papiros bíblicos y miles de fragmentos de papiros literarios y documentales de época grecorromana. Además de varias copias de la Septuaginta, aparecieron apócrifos y otros textos como himnos, sermones y oraciones en número significativo que han sido determinantes a la hora de esclare-
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A TRAVÉS DE LOS SIGLOS: HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO
cer el contexto sociocultural e intelectual de la comunidad cristiana donde se copiaban los textos. En el mundo cristiano pronto se impuso el códice sobre el rollo. Paulatinamente, el papiro con el que al principio se confeccionaban los códices fue sustituido por el pergamino, elaborado a partir de la piel de animales como el ternero o el cabrito. Era un material caro, por lo que con frecuencia se borraban y reutilizaban. Es el caso de algunos códices que se llaman palimpsestos por conservar las huellas de un escrito borrado con anterioridad. Los manuscritos unciales o mayúsculos están escritos solo con letras mayúsculas. Se trata de un texto seguido, sin separación de palabras y con escasos signos de puntuación. Se conservan más de 300. Los cuatro más importantes son el Sinaítico, el Vaticano, el Alejandrino y el Efrén rescripto. En todos ellos el texto del Antiguo Testamento corresponde a la LXX. El Códice Sinaítico (01 = ~) recibe su nombre del lugar donde permaneció hasta el siglo XIX, el monasterio de Santa Catalina en el monte Sinaí. Posteriormente el códice se dividió y sus páginas se repartieron entre la biblioteca de la Universidad de Leipzig, la Biblioteca Nacional de Rusia en San Petersburgo y la Biblioteca Británica. Un proyecto reciente ha unificado las páginas del códice que ahora puede ser consultado completo. Datado en la primera mitad del siglo IV y escrito en Egipto o Cesarea, es el único que contiene la Biblia en su totalidad excepto 2 Macabeos, además de 4 Macabeos, la Carta de Bernabé y el Pastor de Hermas. El texto del Nuevo Testamento es la copia más antigua que se conserva. El códice incluye numerosas correcciones y anotaciones que son de gran utilidad para averiguar la historia de la fijación del texto. También de la primera mitad del siglo IV, es el Códice Vaticano (03 = B), que se encuentra en la biblioteca de la que toma su nombre. Su origen es incierto, aunque la mayoría de los investigadores se inclinan por situarlo en Egipto, o quizá en Alejandría. Contiene el texto íntegro de la Biblia griega excepto la Oración de Manasés y los libros de los Macabeos, aunque, en la actualidad, faltan pasajes de Génesis, Salmos, una parte de las Epístolas paulinas y el Apocalipsis. Es el de mejor calidad tanto por su manufactura como por la calidad del texto que trasmite.
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LOS PRIMEROS TESTIMONIOS
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El Códice Alejandrino (02 = A) es del siglo V d.C. Copiado en Egipto, fue trasladado Londres en 1628 y actualmente se encuentra en el Museo Británico. El Antiguo Testamento contiene los libros deuterocanónicos, incluyendo 3-4 Macabeos y Salmos de Salomón, así como La Epístola a Marcelino y el sumario de los Salmos de Eusebio de Cesarea. El Nuevo Testamento añade 1 y 2 Clemente, si bien en este códice faltan folios en varios libros. También del siglo V es el Códice Efrén Rescripto (04 = C). Se trata de un palimpsesto que se conserva en la Biblioteca Nacional de París. La Biblia que se había copiado inicialmente en el códice se borró para escribir sobre él los tratados de san Efrén Sirio. Solo han sobrevivido partes de algunos libros del Antiguo Testamento y de todos los del Nuevo, menos de 2 Tesalonicenses y 2 Juan. Además de los cuatro grandes códices unciales, se puede destacar también por su antigüedad el Códice Beza (05 = D). Lleva por nombre el apellido de su descubridor, el humanista francés Teodoro de Beza, quien en
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A TRAVÉS DE LOS SIGLOS: HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO
1581 lo donó a la Universidad de Cambridge, donde se ha conservado hasta nuestros días. Se trata de un texto bilingüe griego y latino fechado en el siglo V, que contiene los Evangelios y Hechos de los Apóstoles, parte de las cartas de Juan (aunque no completos) y una parte , de 3 Juan. Algunos especialistas creen que se trata de la copia de un documento mucho más antiguo; lo que -de ser cierto-, ofrecería una versión anterior de los Evangelios. El pergamino P. Monts. Roca 11-17 es la pieza más destacada de la exposición. Se data entre los siglos VIII y IX. Se trata de un fragmento que contiene el texto de Le 9,29-50 en lengua copta y escritura uncial, Las dimensiones del pergamino son de 19,2 x 18,1 cm y corresponde a la parte
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LOS PRIMEROS TESTIMONIOS
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superior externa de un códice escrito a dos columnas, de las que se conservan una y parte de la segunda, y que pudo haber sido un tetraevangelio. El margen inferior se ha perdido por completo. El número de caracteres por línea oscila entre 9 y 18 y se calcula que~ cada columna tendría aproximadamente unas 33 líneas. Pertenece a la colección Roca-Puig de la Abadía de Montserrat. Esta colección forma parte, junto con otras colecciones orientales, de la Abadía de Montserrat desde el fallecimiento de Ramón Roca-Puig en 2001, quien la legó a dicha Abadía. Cuenta con aproximadamente 1.500 fragmentos de papiro, pergamino y papel, lamayoría en lengua griega y copta, aunque también hay algunos en latín, árabe y demótico. Esta colección, de extraordinario valor, conserva algunas piezas excepcionales, como son una página de códice en papiro con unos 80 versos de la Ilíada de Homero, un códice del siglo IV misceláneo en papiro y otro códice del siglo VII que contiene el comentario a Génesis y a Zacarías de Dídimo el Ciego. La colección está siendo restaurada y estudiada desde 2004 por un grupo de investigadores del CSIC, la Universidad Pompeu Fabra y la Universidad de Leiden.
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Junto a estos testimonios hay que mencionar también los códices minúsculos (desde el siglo IX) escritos con caracteres cursivos o minúsculos, de los que nos han llegado casi 3.000, los leccionarios (selección de pasajes del Nuevo Testamento, con excepción del Apocalipsis, que eran leídos en las celebraciones litúrgicas) de los que se conservan más de 2.400, y las citas del Nuevo Testamento que aparecen en los sermones y comentarios de los Padres de la Iglesia. De la misma forma que el texto hebreo del Antiguo Testamento experimentó una evolución desde una etapa de pluralidad textual a otra en la que se estabilizó el texto y triunfó una tradición sobre las demás, también el texto griego del Nuevo Testamento experimentó un proceso similar, aunque no hay acuerdo sobre cómo evolucionó dada la gran cantidad de testigos. Relacionando unos manuscritos con otros tradicionalmente se habla de que ya en una primera fase (desde el siglo II al siglo IV) coexistían cuatro tipos textuales: alejandrino, occidental, bizantino y cesariense. Sin embargo, en la actualidad hay una tendencia a evitar esta clasificación por considerarla artificial y no ser adecuada para todos los libros del Nuevo
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A TRAVÉS DE LOS SIGLOS: HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO
Testamento. De todas formas, está bastante extendida la opinión de que el texto representado por el tipo alejandrino (P66, P75, Sinaítico y Vaticano) es generalmente el más antiguo y el de mejor calidad, aunque no faltan quienes piensan que el occidental, o incluso el bizantino, son mejores.
Papiros y códices Como ya se ha mencionado, en la antigüedad los textos se escribían en rollos (en latín, volumína), que se fabricaban uniendo diversas hojas de papiro y, con menos frecuencia, de pergamino. El papiro es un soporte de escritura elaborado con fibras de un tipo de junco acuático de tallo largo, que crecía en Egipto. Para su fabricación, primero se formaba una capa de fibras en paralelo sobre la cual se disponía una segunda capa perpendicular a la primera. A continuación se golpeaba con un martillo de madera para que la savia de las fibras actuase como adhesivo natural y quedasen pegadas. Una vez secadas y pulidas, se conseguía un material apto para la escritura. Las hojas de un mismo tamaño se unían por los extremos para formar un rollo. Su longitud era considerable, pudiendo llegar hasta los 40 metros; la altura, en cambio, era variable, dependiendo del uso y la época. El rollo fue paulatinamente sustituido -excepto para los libros sagrados del pueblo judío- por el códice, un conjunto de hojas encuadernadas, escritas por ambas caras. Al principio eran de papiro y luego de pergamino. Este formato empezó a utilizarse en el siglo I de nuestra era y se consolidó con la expansión del cristianismo, hasta llegar a ser el formato estándar de los libros canónicos cristianos. De hecho, los testimonios más antiguos del Nuevo Testamento corresponden a códices. El códice presenta claras ventajas con respecto al rollo. Es más barato, manejable y fácil de llevar, los textos se pueden localizar fácilmente y, sobre todo, el espacio del que se dispone es significativamente mayor, al utilizarse ambas caras. De todas formas, es posible que su adopción sistemática para los libros del Nuevo Testamento se deba no solo a factores de tipo
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LOS PRIMEROS TESTIMONIOS
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renciarse del pueblo judío. El códice podía estar formado por una sola hoja, pero era más frecuente que estuviera compuesto por varias hojas dobles (bifolio), lo que suponía cuatro páginas de escritura. Lo habitual era que el códice constara de varios cuadernos cosidos entre sí y protegido por una cubierta de tapas duras. Por regla general, cada cuaderno comprendía cuatro folios doblados por la mitad y escritos por ambas caras, que corresponde a ocho hojas o dieciséis páginas. Se han encontrado códices cristianos de tamaño variable. Los más grandes parecen responder a las necesidades de lectura pública y de la liturgia; mientras que los de dimensiones más reducidas -algunos pueden considerarse auténticas miniaturas- muestran el interés de los cristianos por disponer de copias para la lectura personal. Al igual que en otros libros de la época, los primeros textos reflejan una escritura seguida (scriptura continua), sin separación entre palabras y con una puntuación inexistente o muy escasa. Progresivamente se fueron introduciendo signos gráficos para facilitar la lectura. Mediante recursos diversos se indicaban las principales unidades de sentido o el comienzo de párrafo o sección, por mencionar algunos de ellos. Con respecto a la disposición del texto, los testimonios más antiguos reproducen el texto en una sola columna que ocupa toda la página. Sin embargo, se han conservado algunos del siglo II y III escritos a doble columna y desde el siglo N se escribían a veces en tres y cuatro columnas. Esta nueva disposición no solo estaba orientada a facilitar la lectura; también refleja el interés por la belleza de la caligrafía, a medida que crecía la veneración por los libros sagrados y su uso solemne en las celebraciones litúrgicas. Un rasgo característico de los códices cristianos es el uso de los llamados nomina sacra. Se denominan así algunas palabras de denso contenido teológico que se escriben en forma abreviada y que se distinguen fácilmente por llevar encima una línea horizontal. Las primeras en abreviarse fueron Dios, Señor, Cristo y Jesús y aparecen en los textos más antiguos que se conservan. Más tarde se añadieron algunas más. Aunque no se sabe el cómo ni el porqué de su uso, es posible que reflejen un respeto hacia Dios y hacia Jesús semejante al que los escribas judíos mostraban con respecto al nombre divino, si bien la práctica cristiana es distinta y más uniforme.
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El texto hebreo
El texto hebreo en la Edad Media Como todas las lenguas semíticas, el hebreo establece el significado de las palabras a partir de raíces consonánticas. Por su propia naturaleza la escritura consonántica puede dar lugar a lecturas incorrectas, confusas o ambiguas, ya que un mismo esquema consonántico puede leerse de maneras distintas. Así, la palabra formada por las consonantes qtl 'matar' puede leerse como qatal 'mató' (perfecto), qetol 'mata' (imperativo), qotel 'mata' (presente) o qatol 'matar' (infinitivo). Dudar entre una lectura u otra tiene implicaciones en la exégesis e interpretación del texto, dado que la Biblia es un texto revelado y, por tanto, sagrado. Surge así la necesidad de fijar la pronunciación correcta para evitar cualquier posible distorsión y para ello se crean sistemas de signos especiales que, al principio solo indicaban las vocales, pero que, progresivamente, irán adquiriendo mayor complejidad. Con el tiempo se añadirán otros signos (acentos) para marcar la sílaba tónica de la palabra, las pausas -que establecen los límites de las unidades de sentido-, y la cantilación. Todos estos signos, que reciben el nombre de puntuación, tenían por objeto transmitir fielmente una tradición de lectura atestiguada desde muy antiguo. Al mismo tiempo en los manuscritos -no así en los rollos destinados a la liturgia sinagoga!, en los que no se podía incluir ningún elemento ajeno al texto- se fueron añadiendo notas en los márgenes laterales (masora parva) y superior e inferior (masora magna) o al final de los libros o partes de la Biblia (masora finalis). Estas anotaciones consignaban datos sobre el número de secciones, versículos, expresiones, palabras o letras, así como observaciones relativas al texto. Su objetivo era preservar las anomalías y ex-
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cepciones y advertir a los copistas de posibles errores para lograr que el texto fuera copiado con rigor y exactitud. También se incluyeron indicaciones relativas a la disposición del texto, de acuerdo con el tipo de espacio en blanco que debía separar dos secciones. El térmip.o petuhá 'abierta' indica que la nueva sección se inicia a comienzo de línea. La sección anterior puede terminar sin concluir la línea previa, o en el caso de que apenas quede espacio al final de la línea precedente, se deja una línea completa en blanco. Setumá 'cerrada' indica que la sección no empieza al comienzo de una nueva línea, sino que se deja un espacio en blanco, que al menos debe ser el equivalente a tres letras, para separar las perícopas. También puede suceder que el nuevo parágrafo se inicie en una nueva línea, pero indentada. Asimismo se marcan las secciones litúrgicas o pasajes que se debían leer en el servicio sinagoga! del sábado. Su extensión difiere según se siga la tradición babilónica (parashiyyot), que lee todo el Pentateuco en un ciclo anual, o la tradición palestinense (sedarim), que lo divide en un periodo trianual. Junto a la lectura de la Torá en la liturgia sinagoga! también se incluía la lectura de algunos pasajes seleccionados de los Profetas, que reciben el nombre de haftarot. Al principio solo se indicaban las vocales añadiendo algunas consonantes, llamadas matres lectiones, en pasajes difíciles para evitar errores de lectura, hecho que ya está atestiguado en los manuscritos del mar Muerto. Con la fijación del texto consonántico en el siglo II d.C. y, por consiguiente, la imposibilidad de incorporar nuevas matres lectiones, fue necesario inventar otros signos para indicar las vocales. A partir del siglo VI los masoretas empezaron a utilizar signos diacríticos (puntos y rayas colocados encima y debajo del texto consonántico) para consignar las vocales y acentos. Los manuscritos encontrados en la guenizá de El Cairo han sido determinantes para conocer los distintos sistemas de puntuación: babilónico, palestinense y tiberiense. Cada uno de estos sistemas no refleja, en lo esencial, pronunciaciones diversas del texto bíblico, sino que son maneras distintas de representar la pronunciación de las palabras. El sistema babilónico (siglos VII-IX) nos ha llegado a través de manuscritos yemeníes. Los signos se escriben encima de las consonantes (supra-
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EL TEXTO HEBREO
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El sistema palestinense (siglos VIII-IX en Siria y IX-X en Tiberias) es el menos conocido y documentado de los tres. Al igual que la puntuación babilónica también es supralineal y utiliza una serie de ocho signos gráficos para indicar las vocales, que consiste en la letra álef acompañada de puntos y rayas encima. Se trata de un sistema menos adecuado y perfeccionado que el babilónico, por lo que no llegó a cristalizar.
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La puntuación tiberiense es más tardía y su desarrollo tuvo lugar entre el 780 y el 930. A diferencia de los dos sistemas anteriores es infralineal (con excepción del holem) y utiliza siete signos para las vocales y tres más para las semivocales. Es el sistema más completo porque refleja de forma precisa y detallada la pronunciación del texto hebreo. Dentro del sistema tiberiense hubo varias escuelas como la de Ben Naftalí y la de Ben Asher, conocida familia de masoretas, cuyos miembros más destacados fueron Moshé y su hijo Aarón. Nos han llegado cuatro manuscritos de esta escuela: El manuscrito Or 4445 (British Library) contiene gran parte del Pentateuco (Gn 39,20 a Dt 1-33). No está fechado, pero se data entre los años 820 y 850. El Códice de Profetas de El Cairo (896?) fue escrito en Jerusalén, pero tras la primera cruzada terminó en la sinagoga caraíta de El Cairo. Solo contiene los libros correspondientes a la sección de Profetas de la Biblia hebrea (desde Josué a Malaquías). Según indica el colofón del manuscrito fue vocalizado y dotado de masoras por Moshé ben Asher, aunque hoy en día hay autores, como M. Beit-Arié, C. Sirat o M. Glatzer, que dudan de su autenticidad y lo consideran más tardío. El Códice de Alepo se data en la primera mitad del siglo X. Se conservó durante siglos en la sinagoga de Alepo (Siria), pero tras la revuelta judía de 1947 desapareció. Cuando se pudo recuperar, una parte del manuscrito se había perdido: Gn 1,1 a Dt 28,26 y desde Cant 3,12 hasta el final (Eclesiastés, Lamentaciones, Ester, Daniel, Esdras y Nehemías). En la actualidad está
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A TRAVÉS DE LOS SIGLOS: HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO
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EL TEXTO HEBREO
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to más antiguo que se conserva, y según consta en su colofón es de 10081009. Su puntuación fue copiada de códices corregidos según Ben Asher. El sistema tibieriense se fue imponiendo sobre los demás hasta el siglo XlV, época en que los demás sistemas dejaron
El texto
como artificio
Un manuscrito es un objeto vivo. El manuscrito nos habla, solamente hay que entender su lenguaje. Partimos de esta base para enfrentarnos a la historia de una serie de códices y documentos que contienen el texto bíblico en hebreo. Su vida ha sido larga, ha pasado por muchas etapas en su composición y varios artesanos han prestado sus conocimientos y su trabajo para conseguir un resultado de calidad que ha llegado, en muchos casos, a nuestros días.
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El manuscrito se presenta de varias formas: puede consistir en un volumen completo o en unos pocos folios o fragmentos. Tanto se puede aplicar el término manuscrito a una carta, a un contrato, a varios folios o a un códice. En el caso de los manuscritos hebreos, se conservan pocos que daten de periodos tempranos, sobre todo si hablamos de materiales extensos como ya se ha mencionado. A partir del siglo X, se conservan ejemplares de textos hebreos, pero la mayor parte de la producción que ha llegado a nuestros días se fecha entre los siglos XlI a XVI. Con la invención de la imprenta, la producción manuscrita -en cuanto a biblias se refiere- desaparece y es sustituida por el nuevo material impreso que, en sus primeros tiempos, intenta imitar a los manuscritos. La historia de los manuscritos hebreos forma parte de otra historia mucho más amplia: dada la dispersión del pueblo judío, su historia coincide en gran medida con la de los manuscritos árabes, bizantinos o latinos y su estudio debe ser comparativo entre todos ellos. La ciencia de la codicología y la paleografía nos lleva a conocer cómo fueron concebidos estos documentos, cómo se realizaron y cómo se utilizaron; también el entorno
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cultural en el que se producen, el papel que desempeñan en la vida religiosa y en la educación de sus lectores o propietarios y la finalidad para la que fueron hechos. La Biblia adopta en el judaísmo dos formas de presentación: el rollo y el códice. Ambas conviven durante siglos ya que su finalidad es distinta. El rollo se utiliza para la lectura sinagoga! en el marco de la liturgia de las festividades. En él se copia el texto consonántico del Pentateuco o del libro de Ester y, por lo tanto, no está vocalizado, aunque algunas letras se adornan con tagim 'coronas'. El códice se copia bien por encargo o bien por iniciativa propia del copista, como objeto suntuoso regalado a personajes ilustres o como un bien preciado en las familias, que pasa con frecuencia como herencia de padres a hijos. Las biblias hebreas siempre siguen una serie de normas propias del judaísmo a la hora de copiarse. Se deben escribir con letra hebrea cuadrada. Precisamente la letra cuadrada sefardí era conocida por su belleza y aspecto regular y fue alabada en numerosos escritos, comparándola con escrituras procedentes de otras regiones, como puede ser la asquenazí o la oriental. Un elemento de gran importancia a la hora de escribir una Biblia eran los materiales que se debían utilizar. Ya en el Talmud se dice cómo se debe escribir la Torá, y Maimónides en su obra Mishné Torá explica muy claramente qué materiales deben utilizarse. Para los mejores códices bíblicos se utilizaba el pergamino, al tratarse de un material más noble y que se conserva mejor. Ello requería una selección y preparación de la piel muy cuidada y siguiendo unas normas determinadas. La preparación del pergamino se hacía de forma distinta dependiendo de las zonas de escritura, es decir, adoptando las costumbres del entorno geográfico donde se realizaba la copia. En la zona sefardí la preparación consistía en adobar la piel del animal con una mezcla de yeso, para hacerla más resistente. Si la cantidad de yeso era excesiva, la piel se volvía más rígida, como ocurre con los manuscritos del norte de Italia. En España, sin embargo, resultaban más suaves, distinguiéndose bien una cara de la otra. La piel debía afeitarse y pulirse en la cara externa, la del pelo del animal. A veces, en etapas más tardías y sobre todo en Asquenaz -término que designa las comunidades judías del centro y este
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de Europa-, también se teñía la parte interna de la piel, con lo que aparece pulida y áspera a la vez. Generalmente, la parte que estaba en contacto con la carne tiene un aspecto más brillante y lisa que la parte del pelo, que suele ser más áspera y rugosa. El texto se escribe 2or los dos lados. En caso • de dejarse libre una cara para ser utilizada para iluminaciones u otros fines, se debe dejar libre la parte externa de la piel, la del pelo. Maimónides en la obra citada, especifica la forma en que debe tratarse el pergamino. La vitela es el mejor tipo de pergamino. Se obtiene de la piel de cabrito nonato y se utiliza en manuscritos especialmente cuidados. Generalmente se utilizaba piel de cría de ternera a la que se añade una mezcla de yeso, dando excelentes resultados. Las tintas también eran importantes. Debían tener la mínima cantidad de óxido -para que con el tiempo no se corroyeran los materiales-, ser indelebles y de color intenso. La palabra tinta ya aparece en la Biblia, en J r 36, 18. En este caso, parece referirse a una tinta hecha a base de carbón, como ocurre en Oriente Próximo, de tipo sólido diluida en agua. También Maimónides da una receta de tinta en su obra, basada en la nux vómica, con una mezcla de resina y miel. En Europa, los judíos adoptan la costumbre cristiana y utilizan tintas líquidas, aunque en ocasiones les añaden demasiadas sales metálicas, lo que las hace más corrosivas. Otro elemento importante es el formato del códice. Existen biblias de gran formato (con más de 44 cm de alto por 33 cm de ancho), o de pequeño formato, aunque hay que tener en cuenta que las dimensiones originales han sido modificadas por la encuadernación. También varía la forma: cuadradas, oblongas y rectangulares, que son las más usuales. La composición de los cuadernos resultantes es muy variable. Se pueden encontrar cuaterniones, quiniones, seniones, etc. También aquí es importante el entorno geocultural y se siguen las tradiciones de cada lugar. Los quiniones eran muy utilizados en Oriente e Italia y los cuaterniones en la zona asquenazí, Bizancio y la Península Ibérica, siguiendo las pautas de los manuscritos latinos. Para facilitar la escritura en los cuadernos y no dar lugar a equivocaciones del escriba en el orden de las páginas se utilizan los reclamos, que pueden ser de página o de cuaderno. Consiste en copiar la primera palabra de la página o cuaderno siguiente en el margen inferior izquierdo de la página o cuaderno anterior, de forma que se pueda corn-
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EL TEXTO HEBREO
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probar que el texto que sigue es el correcto. En otras ocasiones se recurre simplemente a numerar el cuaderno, lo que generalmente se hace por medio del alfabeto hebreo, utilizando el valor numérico de las letras. Estas numeraciones ya se encuentran en los códices orientales más antiguos. Si aparecen en números arábigos, muchas veces en orden inverso al de la escritura hebrea, en general son producto de poseedores tardíos del manuscrito, que eran cristianos y numeran según su costumbre. El escriba es anónimo en muchos casos, a no ser que exista colofón. Por eso, en ocasiones, los escribas señalan estos reclamos de forma particular, dando con ello una pequeña seña de identidad propia que permite identificarlos en cada caso. A veces, aparecen ornamentaciones en dichos reclamos. Se trata de decoraciones muy simples que reflejan un origen geocultural determinado, si bien cada escriba adopta variantes que le son específicas a su persona. Este hecho es muy útil a la hora de identificar varias manos en un mismo manuscrito. Otras veces aparecen distintos elementos en la escritura que permiten también identificar al autor, como es la forma de rellenar las líneas del texto, ya que no deben separarse las palabras. Finalmente, hay manuscritos en los que puede encontrarse un acróstico con las letras o iniciales de su nombre. La página requiere un preparado especial antes de ser escrita. Se hace un pautado, para conseguir que la distribución del texto sea correcta y que cada elemento del texto tenga su lugar correspondiente. Para ello se utilizan distintas técnicas, siendo las más usuales el pautado con mina de plomo o el pautado a punta seca. En los países islámicos se utiliza la mastara o tablero con las líneas señaladas que permitía marcar varias páginas al mismo tiempo por el sistema de presionar los folios sobre el tablero. También se hace en ocasiones un picado en la parte lateral de la página para señalar la distancia entre las líneas del texto. Los esquemas de pautado varían de unas zonas a otras y ofrecen muchas posibilidades de combinación de los textos. Al escribirse el texto bíblico en columnas, dos o tres generalmente, y al incorporarse las masoras parva y magna a cada página, los espacios de cada elemento deben estar fijados previamente. Dependiendo de la procedencia, los códices se diferencian no solamente en el material utilizado y en el modo de prepararlo, sino también en el tipo de escritura y en las iluminaciones. Para identificar paleográficamente
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un manuscrito se deben tener en cuenta varios factores: si ha sido copiado por diferentes manos, los tipos de escritura, la localización, la datación y los materiales. El colofón, si lo hay, sirve de gran ayuda, ya que puede aportar datos sobre el escriba, fecha, lugar, etc. Los tipo\ de escritura hebrea suelen clasificarse en cinco grandes tipos dependiendo de la zona geográfica donde se producen: área islámica oriental (Yemen, Egipto, Palestina, Siria, Irak, este de Turquía y Persia), área islámica occidental (Magreb, España, Portugal y Provenza), occidente europeo (norte de Francia, Alemania e Inglaterra), Italia y, finalmente, Asia Menor y Grecia. Cada una de estas escrituras, dependiendo del trazo, puede ser, a su vez, cuadrada, cursiva o semicursiva y todas ellas pueden integrar varias subclases, pero coinciden en una serie de características que las agrupan. Las biblias, como ya se ha indicado, deben escribirse siempre en letra cuadrada, tanto su texto como sus masoras, dejándose los otros tipos de letra para escritos de géneros distintos, como pueden ser los comentarios, la liturgia, la filosofía, la ciencia, la literatura, etc.
Manuscritos hebreos sefardíes
La producción manuscrita hebrea durante la Edad Media es muy amplia, tanto en los centros dedicados a la copia de obras de toda índole como por los escribas y copistas particulares. Pero, desgraciadamente, la mayor parte de estas obras se han perdido. Sin duda, la expulsión de los judíos de territorios hispánicos tuvo mucho que ver: aunque una gran parte de ellos se llevaron algunas de las obras que tenían en su poder, sobre todo biblias suntuosas que eran orgullo de muchas familias sefardíes, quedaron atrás la mayor parte de los manuscritos que no podían llevarse o no estaban autorizados a ello. Más tarde, la Inquisición también tuvo un papel destacado, destruyendo una parte importante de lo que había quedado, como puede comprobarse en los archivos españoles, al encontrar una inmensa cantidad de fragmentos de códices hebreos reutilizados para reforzar encuadernaciones de todo tipo de libros. Pero a pesar de estos obstáculos, muchos manuscritos hebreos consiguieron sobrevivir, y actualmente se conservan en las mejores bibliotecas del mundo. En España no
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EL TEXTO HEBREO
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quedan grandes colecciones, pero todavía se pueden encontrar colecciones importantes en la biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid, la Biblioteca Nacional, la biblioteca de la Abadía de Montserrat y la de El Escorial, además de obras sueltas en otras (Real Academia de la Historia, , Universidad de Salamanca, Universidad de Valladolid, Biblioteca Capitular de Sevilla, Palacio Real, Museo Lázaro Galdiano, etc.). De ellas, la que custodia el fondo antiguo de la Universidad Complutense es una de las pocas colecciones en España que presentan una notable unidad, gracias a la mentalidad de los redactores de la Políglota Complutense. La tradición textual española, en cuanto a manuscritos hebreos se refiere, era excelente y los redactores de la Políglota decidieron basarse en algunos de ellos para establecer los textos. En su conjunto, esta colección es de procedencia española, toledana la mayoría y de contenido bíblico, que es lo que más interesaba para el fin primordial de la composición de la Políglota y a sus fines didácticos, pero también hay muchos manuscritos de contenido gramatical y exegético. Casi todos los documentos proceden de la colección de Alfonso de Zamora, excepto el BH ms. 617, que procede del Colegio Imperial de la Compañía de Jesús y que tuvo una azarosa historia al servir de parapeto en las trincheras de la Guerra Civil en Madrid. Finalmente, ha podido restaurarse en gran parte, gracias a la labor del equipo de restauración de la propia biblioteca de la Universidad Complutense.
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En los manuscritos hebreos medievales sefardíes se aprecia un alto grado de similitud con los manuscritos orientales y sus continuadores, los manuscritos de la España islámica, sobre todo en lo referente al trabajo de los escribas. Hay que tener en cuenta que las copias de las biblias suponen un trabajo extremadamente cuidadoso, ya que se trata de copiar el texto sagrado. Así como en las decoraciones se permitían mayores innovaciones, la copia del texto debía ser fidedigna, exactamente copiada de manuscritos de muy buena calidad textual o corregidos según códices modelo. Los escribas, al copiar el texto, imitaban a menudo otros elementos, como el estilo, las masoras y el tipo de decoraciones textuales o micrografías de otros códices. De ahí que por medio del estudio del texto, puedan identificarse escuelas o tratados masoréticos de renombre que han podido servir como modelo para copias posteriores.
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A TRAVÉS DE LOS SIGLOS: HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO
El manuscrito M1 de la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense de Madrid es una de las mejores biblias hebreas que se conservan en las bibliotecas españolas. Consta de 340 folios en pergamino de excelente calidad, de gran formato y escrita a tres co, lumnas con una bella letra cuadrada sefardí. La masora parva se escribe en los márgenes y entre las columnas y la masora magna en tres líneas en el margen superior y cuatro en el inferior. Esta última es en muchos casos ornamental, sobre todo en los márgenes
7. Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid, BH MSS 1, fol. 158r, 2 Re 25,17-30
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externos de los primeros libros del Pentateuco, formando micrografías con motivos vegetales y geométricos, que en algunas ocasiones recuerdan a grandes candelabros. Su vocalización guarda gran similitud con la de los mejores códices orientales representantes la tradicjón más depurada. Las parashiyyot se indican en los márgenes por medio de la abreviatura tD7El o de la letra El decoradas. El orden de los libros bíblicos coincide con el prescrito en el Talmud de Babilonia.
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El manuscrito reproduce una nota de compra que hasta época muy reciente se tomó por el colofón, donde se afirma que lo adquirieron los hermanos Isaac y Abraham ben Maimón en Toledo en 1280. Una producción toledana parece plausible y estaría corroborada por la indicación de sedarim, característica propia de las biblias del Reino de Toledo; no obstante, las micrografías en forma de candelabros no aparecen en ningún otro manuscrito toledano del que se tenga constancia. Al final de las secciones de la Biblia hebrea (Pentateuco, Profetas Anteriores, Profetas Posteriores y Crónicas) se incluyen amplias notas masoréticas con informaciones diversas. El manuscrito formó parte de la colección del converso Alfonso de Zamora (1476-1531) profesor de hebreo en Salamanca y Alcalá de Henares, por quien fue utilizado y anotado. Así se aprecia, por ejemplo, en su característica forma de numerar los capítulos o de poner el nombre de los libros bíblicos. Está aceptado que fue el manuscrito utilizado de forma mayoritaria para la composición del texto hebreo de la Políglota de Cisneros. Conserva la encuadernación original en piel del siglo XVI, con el correspondiente escudo en dorado de la universidad a la que perteneció; de allí pasó a la colección de la biblioteca de la Universidad Central, en el siglo XIX. El manuscrito G-11-8 de la Real Biblioteca de El Escorial presenta anotaciones, indicaciones de capítulos, raspaduras de los nombres latinos de los libros para sustituirlos por los nombres hebreos y líneas serpenteantes en tinta roja. Estos añadidos fueron hechos por Alfonso de Zamora, quien utilizó esta biblia para la corrección del texto hebreo de la Políglota Complutense. De la colección de Zamora pasó a manos de Arias Montano, quien también la utilizó para la composición de la Biblia Regia. Al morir, dejó
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8. Ms. G-II-8 fol. 264r, Jon 4,4-Miq 1,11. Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial
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todos sus manuscritos en legado a la Biblioteca de El Escorial, pero este códice permaneció durante un tiempo retenido en el convento de Santiago de la Espada en Sevilla, hasta que fue reclamado expresamente por el rey Felipe III, pudiendo llegar por fin a la Biblioteca del Escorial en 1602.
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Debido a la excelente tradición textual de los manuscritos sefardíes, muchas de sus biblias fueron utilizadas en más de una ocasión como modelo de texto correcto y preciso. Este es el caso de esta biblia completa, datada en el siglo )(V de 386 folios en pergamino y escrita a dos columnas, con puntuación tiberiense, en letra cuadrada sefardí muy cuidada. El texto se dispone según las prescripciones religiosas judías en las secciones correspondientes de Pentateuco, Profetas, Salmos, Proverbios y Job, y está dotado de masora solamente en el Pentateuco, aunque también con algunas lagunas (folios 14 a 18). La masora magna se escribe en dos líneas en el margen superior y tres en el inferior, mientras que la parva ocupa los espacios entre las columnas, como es habitual. Se señalan las haftaroten Profetas, pero no las parashiyyot ni los sedarim, aunque se respetan los espacios en blanco prescritos para las secciones abiertas o cerradas. El orden de los libros presenta escasas variaciones al propuesto por el Talmud, ya que antepone Proverbios a Job y Cantar de los Cantares a Eclesiastés. Como es frecuente en estos manuscritos, aparecen algunas correcciones al texto de una mano distinta, generalmente muy similar a la que presenta la masora, aunque en ocasiones no coincide, y más tardía. Al carecer de colofón, desconocemos quién copió el manuscrito y donde fue escrito, pero guarda grandes similitudes con otros códices sefardíes. Presenta numerosas y bellas iluminaciones, como la del folio 1 v, que está ricamente decorado en su totalidad, formando dibujos geométricos en dorados, plateados, rojo y verde. Al comienzo de los libros bíblicos, se inscribe la primera palabra en viñetas ornamentales con motivos florales o vegetales y geométricos; otras veces, estas viñetas decoradas aparecen en espacios en blanco. Su encuadernación, que comienza a deteriorarse, es original de estilo mudéjar, con broches y cortes dorados. Uno de los manuscritos medievales hebreos escritos en España y más importantes en la historia textual de la Biblia es la Biblia de Kennicott. Se trata de la Biblia más decorada de la producción sefardí del siglo )(V, aun-
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9. Ms. Kenn 1, fol. 119r, Dt 33,1-29. Biblioteca Bodleiana, Universidad de Oxford
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EL TEXTO HEBREO
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que su masora es de estilo más sencillo, con escasas micrografías. Según el colofón de su escriba fue copiada en La Coruña en 1476 para Don Isaac ben don Salomón de Braga, solo 16 años antes de la expulsión y es la más tardía que se conserva de las biblias escritas en Esp~ña. Poco se conoce del autor del encargo. Isaac de Braga era el hijo menor de Don Salomón de Braga. La familia debía provenir de Portugal, de la ciudad del mismo nombre, donde había muchos comerciantes en lanas y tejidos y con los que La Coruña mantenía relaciones comerciales. En el colofón, Moisés de Zabara se refiere a él como «muchacho encantador». Algunos autores, como Cecil Roth, encuentran una plasmación de su entusiasmo y juventud en la exuberancia del trabajo, lleno de iluminaciones y dibujos. Sin embargo, no se encuentra constancia de ninguno de los dos, ni el padre ni el hijo, en los documentos publicados sobre los judíos de España o Portugal de esta época. Solamente ha aparecido en La Coruña una lápida, sin fecha, en la que consta que se entierra a la «mujer de Don Isaac». Dado que esta lápida parece tardía, podría coincidir con la esposa del muchacho. Isaac de Braga debió salir de España en fechas cercanas a la expulsión, probablemente llevándose su Biblia. Queda en el ámbito de lo desconocido las peripecias que debieron suceder al manuscrito hasta que Benjamín Kennicott lo adquirió.
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Está comúnmente aceptado que el escriba tomó como modelo la Biblia de Cervera, escrita en 1300 y conservada en la Biblioteca Nacional de Lisboa. Esta suposición se basa en que en la de Cervera hay una nota de poseedores que afirma que uno de ellos, Don David Mordechai, vivía en Coruña, por lo que se cree que su biblia estuvo al alcance del copista de la Biblia de Kennicott. Entre otras similitudes, sus dimensiones son muy parecidas, el texto bíblico se escribe en dos columnas por página y ambas incluyen una copia del Sefer Miklol de David Kimhi, uno de los más importantes tratados gramaticales medievales. La copia de esta obra junto a una Biblia significaba una importante ayuda para el estudioso del texto hebreo y su escritura, ya que proporcionaba reglas de escritura, vocalización y acentuación. Sin embargo, en cuanto al texto bíblico, Moisés de Zabara sigue una recensión distinta de la que sigue la Biblia de Cervera.
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La Biblia de Kennicott se conserva actualmente en la Biblioteca Bodleiana de Oxford, de cuya colección forma parte desde 1872. Había pertenecido desde 1771 a la colección privada de los mecenas Radcliffe, al ser comprada por indicación de su bibliotecario, Benjamin Kennicott y del , que recibe el nombre. Está escrita sobre pergamino, de magnífica calidad, en letra cuadrada sefardí, muy bella, con tinta marrón oscuro. La disposición del texto bíblico es en dos columnas por página de 30 líneas cada una, respetándose los libros o fragmentos poéticos según la disposición acostumbrada, numerándose los Salmos con letras hebreas decoradas. A partir del siglo XIII cada vez es más común escribir dos columnas en cada página en lugar de las tres que presentan con frecuencia los manuscritos más tempranos. La justificación de las líneas se hace por los métodos más usuales, de ensanchar algunas letras susceptibles de serlo o de comprimir el texto para poder terminar la palabra. El texto tiene puntuación tiberiense con vocales y acentos, y se indican al margen las secciones abiertas {petuhot) o cerradas (setumot) por medio de la letra ::i o las tres consonantes de lapalabra iD7::l, generalmente con iluminaciones o dentro de un panel rectangular decorado. La Biblia de Kennicott es uno de los manuscritos más significativos del siglo XV español. No se trata de una copia más de la Biblia hebrea hecha por los judíos españoles, sino que representa el máximo nivel en la calidad de dichos manuscritos, tanto por la exactitud de su copia como por las decoraciones que la acompañan.
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Una de las características de la Biblia cristiana es precisamente su constante traducción. No debemos olvidar que los primeros cristianos, repartidos a lo largo y ancho de los países que formaban el Imperio romano, comienzan ya desde sus mismos inicios a leer la Escritura Sagrada (la Biblia judía) en la versión griega llamada de los Setenta, la Septuaginta. Fueron muy pocos los que leyeron la Biblia judía en el original hebreo y en las versiones parafrásticas arameas, salvo los cristianos de lengua siríaca, que pronto tuvieron sus propias traducciones. Pero, aunque la lengua griega continuó siendo durante mucho tiempo lengua de comunicación en todos los países que se asoman al Mediterráneo, pronto comenzaron a hacerse versiones a la lengua del imperio, es decir, al latín. El primer autor que tiene citas bíblicas en latín es Tertuliano (160220), que escribe en el norte del África cristiana a finales del siglo II. Y el primer testigo indiscutible de una versión latina es el gran obispo de Cartago san Cipriano (m. 258), que refleja una versión hecha del griego en el siglo II, ciertamente anterior a las correcciones que introdujo en los manuscritos griegos Orígenes (m. hacia 254), el mayor estudioso del texto bíblico en su tiempo. El problema era que el texto bíblico latino se adaptaba en cada lugar a la liturgia o, simplemente, era corregido por todo el que se sentía con suficientes conocimientos del griego. Así, esta primera versión latina, que suele conocerse como antigua versión latina africana (Vetus latina africana) fue pasando a los países cristianos de Europa, especialmente a la Península Italiana (Italica), a algunas regiones de la Galia y a las provincias romanas de Hispania, sufriendo constantes modificaciones y cambios. Aún hoy se discute si se trata de distintas versiones o, más bien, de una versión que iba cambiando a partir de un doble proceso: la adaptación a los ma-
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nuscritos griegos autorizados que se iban conociendo y el ajuste del vocabulario a la liturgia y a los modos de hablar de cada región. Ya san Agustín, a finales del siglo IV, se queja de las muchas divergencias que encuentra en el texto latino de la Biblia, lo que producía no p9cas confusiones textuales, lo que él primero y luego san Jerónimo (m. 420) llaman vitiosis sima uarietas. Y precisamente esta variedad es lo que lleva a san Jerónimo, en un primer momento, a revisar el texto latino de referencia a partir de manuscritos griegos; luego, a traducir algunos libros bíblicos a partir de lo que él llama la verdad hebrea, es decir, del texto hebreo masorético, dando origen así a lo que, andando el tiempo, será la versión comúnmente usada en la Iglesia latina, la versión Vulgata. En España el texto latino más antiguo nos llega con bastante probabilidad a través de África, aunque adquiere en la Península Ibérica su propia configuración. Si los manuscritos reflejan solo variantes de la versión africana, o si puede hablarse de una ¼tus latina Hispana, como defendía Teófilo Ayuso, el mayor investigador del texto bíblico latino en nuestras tierras, es cuestión discutida. Sea como fuere, los manuscritos de origen español pueden contener el texto antiguo latino o la Vulgata, o esta última con variantes del texto antiguo. Entre unos y otros hay catalogados unos 200 manuscritos, que cubren el tiempo que va del siglo V al siglo XIII. Por lo demás, conviene recordar que los primeros manuscritos con el texto de la Vulgata llegan a España todavía en vida de su autor, antes incluso de que hubiese completado su versión latina de la Biblia hebrea. Ello se debe al interés del mecenas cristiano Lucinio Bético, que vivía en algún lugar de la Bética, la Andalucía actual, y quería tener las obras de san Jerónimo y el mejor texto de la Biblia. Para ello no duda en organizar una expedición desde Hispania, quizá desde el puerto de Almería, hasta Belén, pasando probablemente por Cesarea Marítima o alguna otra ciudad costera de Tierra Santa. En la expedición iban seis amanuenses con sus respectivos criados con el fin de hacer posible la copia directa de los manuscritos jeronimianos. Esta singular historia puede leerse en las cartas 71 y 75 del santo Padre, la primera dirigida a Lucinio Bético el año 398, la segunda algún tiempo después a su viuda hispana Teodora. De entre los códices hispanos de origen español y conservados en la península, puede verse en la exposición una edición facsímil de la Biblia
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Visigótica de León, actualmente en la Colegiata de San Isidoro en León. Conocida también como Biblia de Florencio y Sancho, nombres de los copistas, es un bello códice en pergamino, de 517 folios, que mide 47 x 34 cm. Está escrito a dos columnas de 51 líneas cada , una. Contiene la Biblia entera en su versión Vulgata, pero con lecciones añadidas de la Vetus latina, además de bellas ilustraciones románicas. Se terminó de escribir el año 960 en el escritorio del monasterio de Valeránica (Burgos). El texto latino de la Vulgata es también el contenido del principal libro editado en la imprenta de tipos móviles de Gutenberg, que la había inventado y desarrollado. La Biblia de Gutenberg (ca. 1398-1468) o Biblia de cuarenta y dos líneas se publica en Maguncia (Alemania) el año 1456. Aún es deudora, en cuanto a su forma externa, de los grandes códices manuscritos, pero inaugura una época nueva, el tiempo de la imprenta, que hará posible, sobre todo mediante el impulso de la reforma protestante, una gran difusión del texto bíblico en latín y en lenguas vulgares o autóctonas. Comprende en total 1.282 páginas y parece que se editaron unos 180 ejemplares, la mayoría de los cuales fueron iluminados y adornados posteriormente a mano. Existe un número significativo de biblias publicadas antes de 1500, es decir, incunables, como la Biblia latina, editada en Basilea por el conocido editor Johannes Amerbach en 1482, de 572 folios, como consta en el colofón, que alaba la bella impresión del ejemplar, adornado a veces con alguna miniatura a mano y letras capitales sobriamente dibujadas. Ya se ha mencionado que Gutenberg inaugura una época de esplendor bíblico. Nunca hasta entonces se había multiplicado el número de ejemplares de la Biblia como lo hizo la imprenta. En concreto, la Biblia latina se editaría infinidad de veces, en general con el texto -más o menos cuidadode la Vulgata. Los aires del Renacimiento fomentan el deseo de leer la Biblia en sus lenguas originales y en una versión latina sin errores. Por otra parte, se multiplican los esfuerzos por acomodar la versión latina al texto bíblico original, hebreo y griego, del Antiguo y Nuevo Testamento. Lorenzo Valla, Erasmo, Castiglione, Sanctes Pagnino y otros muchos llevan a cabo interesantes iniciativas. Pero, sin duda, una de las epopeyas más importantes en este campo es la edición de la Biblia Políglota Complutense,
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11. Biblia hebraica. Eorundem latina interpretatio Xantis Pagnini. Amberes, 1584, Gn 1,1-18. Biblioteca Tomás Navarro Tomás, CSIC
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publicada entre 1515 en Alcalá de Henares. Aunque las políglotas aparecen tratadas con más detalle más adelante, aludiré sin embargo al ejemplar de la Biblia Regia o Políglota de Amberes en atención a su texto latino. Se trata de un volumen de esta Políglota, que tendrá especial demanda y éxito. ~ Es el volumen VI (a veces el VIII), que suele encontrarse en solitario en algunas bibliotecas. Contiene, por una parte, el texto hebreo del Antiguo Testamento con la versión latina interlineal del humanista Sanctes Pagnino, por considerarse más literal y cercana al texto hebreo que la Vulgata. Por la otra parte del volumen se ofrece el texto griego del Nuevo Testamento con una versión latina interlineal, que es básicamente la Vulgata. De este volumen se hicieron varias reimpresiones o tiradas aparte, probablemente porque resultaba útil para el estudio y práctico para el bolsillo tener toda la Biblia en un solo tomo, en sus lenguas originales y con una versión latina interlineal muy ajustada a los textos originales. Pero la historia continúa. El concilio de Trento (1545-1563) pone las bases para elaborar una edición cuidada de la Vulgata, sin los numerosos errores con que circulaba. Tras una primera edición insatisfactoria, llevada a cabo bajo la autoridad del papa Sixto V en 1590, su sucesor Clemente VIII lleva a cabo en 1592 y en ediciones subsiguientes lo que desde entonces sería la Vulgata Sixto-Clementina, el texto oficial y auténtico de la Biblia para la Iglesia católica durante siglos. Este es, en consecuencia, el texto que se editará en lo sucesivo en la Iglesia católica. La exposición recoge una edición en dos volúmenes (Madrid 1790) que tiene especial interés. La llevó a cabo jean-Baptiste Duhamel ( 1624-1706) en el año 1705. Duhamel, hombre de saber enciclopédico y primer secretario de la Academia de Ciencias en Francia, había publicado poco antes unas Institutiones Biblicae (París 1698). Todos los conocimientos e instrumentos que allí había estudiado pasaron a esta edición (y a otras ediciones diferentes de la suya), convirtiéndose así en uno de los instrumentos bíblicos más usados por los estudiosos en el siglo XVIII. De hecho, en España sus añadidos serán texto de cabecera para todos los lectores ilustrados de la Biblia latina. Ese mismo año verá a luz la primera traducción completa católica de la Biblia castellana, hecha precisamente a partir de la Vulgata. Y es que también en este terreno la Vulgata tuvo su protagonismo. Es en 1783
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cuando el Tribunal de la Inquisición española permite las versiones de la Biblia a las lenguas vulgares. Desde 1559, fecha de la publicación del índice de libros prohibidos del inquisidor general Fernando de Valdés, estaban prohibidas las traducciones de la Biblia. A partir de la supresión de ~ esta prohibición y hasta el primer tercio del siglo XIX se llevarán a cabo en España más de medio centenar de versiones bíblicas. Ninguna debía hacerse a partir de las lenguas originales, sino desde el latín de la Vulgata. Así nace la edición llevada a cabo por el Felipe Scío de San Miguel (Valencia 1790-1793). Diez grandes volúmenes, preciosamente editados, pero carísimos. La segunda edición (Madrid 1794), revisada para ajustarse más literalmente a la Vulgata, se edita en 19 volúmenes más manejables. Esta versión es también la que usará el agente británico de la Sociedad Bíblica de Londres, George Borrow, conocido por su obra La Biblia en España, para hacer su edición del Nuevo Testamento en un volumen (Madrid 1837). Cuarenta años escasos después, Félix Torres Amat lleva a cabo, también del latín, una versión más fluida, que tendría enorme éxito y que se sigue reeditando en nuestros días (Madrid 1823-1825). Ambas son el eco del texto latino de la Vulgata en nuestra propia lengua. Un texto latino que durante la segunda mitad del siglo XX ha sido admirablemente revisado por los benedictinos de la Abadía de San Jerónimo en Roma, autores de la edición crítica más perfecta de la Vulgata (1926-1994). Finalmente, recordemos que el texto de la Vulgata, ajustado en nuestros días al original hebreo para el uso litúrgico, es la llamada Neovulgata, cuya segunda edición, la actualmente oficial, fue declarada typica el año 1979 por el papa Juan Pablo II.
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Biblias rabínicas y biblias políglotas
En el siglo XVI comienzan a surgir ediciones de la Biblia que son de gran importancia tanto para cristianos (biblias políglotas), como para judíos (biblias rabínicas). Estas ediciones, elaboradas en diferentes círculos culturales por distintos protagonistas y con distintos métodos de composición, desempeñan un papel primordial en la literatura bíblica. Las biblias rabínicas ofrecen el texto hebreo bíblico más correcto así como los más importantes comentarios medievales hechos a estos textos, acompañados de la traducción aramea del texto bíblico o Targum. La imprenta de Bomberg se establece en Venecia en la primera mitad del siglo. Daniel Bomberg, que había nacido en Amberes en el seno de una familia cristiana, se dedica a imprimir obras en hebreo desde 1517, siendo una de las más destacadas la Biblia Rabínica. Se hacen tres ediciones, la primera ( 1517) fue dirigida por Felix Pratensis, de origen judío y convertido al cristianismo en 1506, que ya había publicado dos años antes una traducción latina de los Salmos. La segunda edición (1524-1525) es la más conocida. Se encargó de ella Jacob ben Hayyim, quien, al ser judío y no converso como Pratensis, tiene mucho más predicamento entre sus correligionarios. Con estas ediciones se recupera el texto original de la Biblia hebrea, así como todo el conjunto de obras que van a ayudar a su comprensión y su estudio, como son el Targum, los comentarios medievales (Rashi, Abraham ibn Ezra, Kimhi, Leví ben Gershon), y obras gramaticales diversas. Por primera vez y de forma conjunta se imprimen una serie de obras en hebreo que ilustran la interpretación de la Biblia. El texto de esta biblia se convirtió en el texto estándar en el judaísmo. La obra comprende cuatro volúmenes e intenta imitar la apariencia de los manuscritos bíblicos: el texto hebreo aparece en la columna central, el Tar-
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12. Biblia Rabínica de Jacob ben Hayyim, comienzo del libro de Números. Biblioteca Tomás Navarro Tomás, CSIC
gum en una columna paralela y las masoras parva y magna en los márgenes superior, inferior e intercolumnales. Los comentarios se añaden en los márgenes externos de cada página y al final de la obra aparece la masora finalis, así como listas y tratados masoréticos. Uno de los valores añadidos de esta edición es el de incluir discusiones que no habían tenido lugar en las anteriores ediciones bíblicas, como son el conflicto entre la literatura de los Sabios y la masora en lo que se refiere al texto bíblico hebreo, y el valor que adquiere la masora como elemento primordial en los comentarios bíblicos. Este hecho representa un estadio muy avanzado respecto al estudio de la gramática hebrea y a la exégesis comparada. Con el surgimiento del humanismo en Europa durante el siglo XVI se constata la necesidad de contar con obras que consigan defender la fe cristiana basándose en la propia Biblia, que representaba el eje teológico en el cristianismo. Así surgen las biblias políglotas, realizadas por especialistas
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BIBLIAS RABÍNICAS Y BIBLIAS POLÍGLOTAS
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en las distintas lenguas de la Biblia, de carácter aglutinante, que reúnen al mismo tiempo tanto los textos originales de la Biblia como versiones a otras lenguas y distintas obras complementarias que ayuden a su interpretación y comprensión. Las políglotas surgen, no sqlamente para defender la fe cristiana desde los textos originales de la Biblia -hecho ya sobradamente original y avanzado para la época-, sino también para servir de ataque a las herejías que pudieran darse en medio de los amplios debates producidos en el seno de las corrientes humanista en general y erasmista en particular. La enorme influencia de Erasmo en los intelectuales españoles de la época hace que estos concedan mayor importancia a las lenguas originales y al estudio de su gramática. La formación especializada en estudios bíblicos y rabínicos de los expertos elegidos para realizar estas obras proporcionaría mejores y más sólidos argumentos para rebatir las posibles herejías. El interés de los promotores por las lenguas hace que por primera vez los trabajos se basen en las lenguas originales en las que se escribieron las Escrituras: griego, latín, hebreo, arameo, etc. Está comúnmente aceptado que el origen de estas biblias se encuentra en la Hexapla de Orígenes, aunque no falta quien rebata esta idea a favor de algunas ediciones aisladas anteriores, como el Salterio de Agostino Giustiniani, publicado en Génova en 1516 por Pietro Porro y editado en ocho columnas, entre las gelos ora Ios en de va1os tur se ns1 el .tas
que incluye una traducción al árabe. La Biblia Políglota Complutense representa la mayor empresa cultural del Cardenal Cisneros (1436-1517). Sabemos de la importancia que este concedía a las lenguas originales; pensaba que su conocimiento era crucial a la hora de interpretar las escrituras y por eso decide rodearse de expertos en lenguas dándole a la filología un protagonismo muy destacado. Bajo el amparo de la universidad de Alcalá de Henares un amplio equipo de expertos, entre los que se encontraba Antonio de Nebrija, realiza esta obra. Aunque no se hace una nueva traducción latina -se editó el texto de la Vulgata por consejo de Diego López de Zúñiga y del propio Cisneros-, la labor hecha por Alfonso de Zamora, Alfonso de Alcalá y Pablo Coronel sobre el texto hebreo es inmensa. El primero de ellos ostenta la cátedra de hebreo en dicha universidad desde 1512 y consigue reunir una serie de manuscritos bíblicos y comentarios de gran importancia. Dada su excelente for-
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mación en escuela rabínica, él mismo realiza copias manuscritas de textos bíblicos en hebreo incluyendo traducciones interlineales al latín y al castellano, que probablemente las utilizaba en sus clases para la enseñanza del hebreo. Tanto Coronel como Alfonso de Zamo~a contribuyeron notablemente para formar la colección de manuscritos hebreos utilizados para la edición de la Políglota. Además, Alfonso de Zamora, deja siempre su huella en los manuscritos, incluida su faceta de copista. Obra suya son varios de los ejemplares que hoy se conservan en nuestras bibliotecas. En Alcalá se habían afincado varias imprentas, pero la de más renombre es sin duda la de Arnao Guillén de Brocar. Este famoso impresor fue llamado a Alcalá en 1511 especialmente para instalarse allí y dedicarse a la impresión de la Políglota, trabajo que le haría famoso y que se prolongó
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BIBLIAS RABÍNICAS Y BIBLIAS PO LÍGLOTAS
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hasta 1517. Anteriormente había estado trabajando en Alemania, Pamplona y Logroño, y los tipos que confeccionó para esta ocasión resultaron tan logrados que se utilizaron posteriormente por muchos otros impresores, como Plantino en la Biblia Regia. También tuvo , que procurarse tipos griegos. Llegaron a imprimirse más de 600 ejemplares en papel y una cantidad pequeña en vitela, destinados a poseedores de especial relevancia. Actualmente solo se conservan tres en vitela, uno de ellos en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid. En otros casos, se conservan incompletos, a falta de algún volumen.
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La tarea de la Políglota Complutense encuentra su continuación unos cincuenta años más tarde, con la edición de la Biblia Regia o Políglota de Amberes (1568-72), realizada por Benito Arias Montano en la imprenta de Plantino y bajo el mandato de Felipe II, con el encargo especial de dar importancia al texto hebreo, como se refleja en alguna de las cartas que el monarca envió a Montano. Continúan con ello los estudios sobre el texto hebreo del Antiguo Testamento, basándose también en manuscritos originales, muchos de ellos procedentes de la colección de Alfonso de Zamora. La edición de esta políglota consta de ocho volúmenes y conserva el orden de libros bíblicos de la Vulgata. El Antiguo Testamento ocupa los cuatro primeros tomos, siendo su texto hebreo el resultado de colacionar el texto impreso en las biblias rabínicas de Venecia con el texto de la Políglota Complutense. Tanto para el texto del Targum como para la traducción latina que le acompaña, se utilizan las traducciones que hicieron Alfonso de Zamora y Pablo Coronel para la Complutense, una vez revisadas por Arias Montano, y el texto griego que corresponde al de la Septuaginta. El Nuevo Testamento ocupa el quinto volumen, incluyendo el texto griego, el de la Vulgata y la versión siríaca con su traducción latina. Se completa la obra con el llamado Apparatus, obra de Arias Montano, consistente en tres volúmenes; en el VI incluye el Nuevo Testamento griego con traducción interlineal latina que mezcla el texto de la Vulgata con su propia traducción, el texto del Antiguo Testamento hebreo acompañado de la traducción de Sanctes Pagnino y una pequeña obra suya de carácter gramatical sobre ciertas características del hebreo, lo que hace patente su enorme preocupación por esta lengua. En los volúmenes restantes se in-
A TRAVÉS DE LOS SIGLOS: HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO
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BIBLIAS RABÍNICAS Y BIBLIAS POLÍGLOTAS
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cluye una gramática y vocabulario siríaco de Andreas Masius, un diccionario sirio-arameo de Guy Le Fevre de la Boderie y un diccionario hebreo de Sanctes Pagnino. El sistema que siguió Montano para desarrollar esta labor es, en general, el sistema exegético de Erasmo, que da la máxima importancia al sentido gramatical, y por ello fue dur~mente criticado, sobre todo por León de Castro. En el Praejatio expone ya sus ideas sobre la importancia de la fiel transmisión del texto hebreo. Arias Montano se encontró con múltiples dificultades para realizar esta obra, tanto desde el punto de vista económico como para conseguir los permisos papales necesarios para su impresión. Finalmente, vió la luz en 1572, representando un excelente trabajo filológico y de crítica textual, al mismo tiempo que servía para los fines religiosos del rey Felipe II. En Europa surgen a partir del siglo XVII otras biblias políglotas. Una de las más famosas es la de Políglota de Brian Walton (I 600-1661), edita-
15. Biblia Políglota de Walton, Job 1,1-11. Biblioteca Tomás Navarro Tomás, CSIC
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A TRAVÉS DE LOS SIGLOS: HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO
da por Thomas Roycroft en 1657 en Londres. Walton estaba especialmente interesado en ofrecer los textos hebreo y siriaco del Antiguo Testamento, cuyo estudio le había tenido ocupado durante varios años, como explica en el prólogo. La obra consta de seis volúmenes y los distintos tex, tos se editan también en columnas, como en las políglotas anteriores. El Antiguo Testamento ocupa los cuatro primeros volúmenes. El Nuevo Testamento se imprime en el quinto volumen, acompañado de los textos de versiones antiguas, como la Peshitta (siríaco), la Vulgata, y versiones etiópica, árabe y persa, y ofrece las lecturas del Códice Alejandrino al lado del texto griego. El volumen sexto incluye varias listas de colaciones con diversos manuscritos y variantes textuales.
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Traducciones romanceadas
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,_ Es una paradoja constatar que las más antiguas biblias castellanas, romanceadas como se acostumbra a llamarlas entre los especialistas, son hoy accesibles en portales electrónicos, lejos de sus originales y en general espléndidos manuscritos. Algunas de ellas, incluso, han pasado del manuscrito original a la edición digital, sin el estadio intermedio de la obra impresa. Tanto el portal electrónico dedicado a la Fazienda de Ultramar, uno de los más complejos y antiguos códices con textos bíblicos, como el conjunto de las biblias medievales romanceadas, pueden hoy consultarse cómodamente en la red, rodeadas de información suficiente para saber bien de qué se trata. Se entiende por biblias romanceadas todas aquellas traducciones hechas en las distintas lenguas utilizadas en la Península Ibérica. La versión de la Biblia al castellano nace cuando esa lengua está todavía, si no en sus primeros balbuceos, ciertamente antes de constituirse en lengua bien desarrollada. Es probable que los dos textos más antiguos de nuestra Biblia castellana hayan nacido por iniciativas de extranjeros afincados en tierras hispanas. La Fazienda de Ultramar es el relato del viaje a Tierra Santa, real o supuesto, de Aymerich de Malafaida, arcediano de Antioquía, como él mismo se describe en una carta que precede a su escrito, donde aparece como amigo personal del obispo de Toledo Don Raymundo (m. 1151). Es posible que su relato, real o ficticio, no lo sabemos con certeza, se hiciera en latín. Al traducir el texto al castellano (entre 1220 y 1230), el escriba (o escribas, pues parece que hay varios) ha adjuntado determinados textos bíblicos relativos al lugar que se describe. Todos en lengua castellana, unos traducidos del hebreo y otros de la Vulgata. El manuscrito, de 86 folios, fue editado por Moshé Lazar en 1965, y se conserva en la
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A TRAVÉS DE LOS SIGLOS: HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO
16. Fazienda de Ultramar. S. XIII, fol. 22v, Nm 13,16ss. Universidad de Salamanca, Biblioteca General Histórica, Ms. 1997
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TRADUCCIONES ROMANCEADAS
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Universidad de Salamanca, proveniente del Colegio de San Bartolomé. Está disponible en una página web dirigida por David Arbesú. El otro texto es una versión parcial de los Salmos, que se encuentra en el manuscrito ES de El Escorial. Aunque la copia es antigua, el ,romanceamiento parece de mediados del siglo XIII, al igual que sucede con el manuscrito E6 y el resto de los libros bíblicos del ES. El conjunto contiene una Biblia prácticamente completa. El autor de la versión de los Salmos es Hermann el Alemán, un universitario que había estudiado en París, donde conoció al papa que le haría obispo de Astorga hacia 1266. Pertenecía a la orden teutónica y fue traductor prestigioso de Aristóteles y de Averroes, además de miembro del grupo de traductores de Toledo. Don Hermano, como se le llamaba en Astorga, traduce el salterio hacia 1270, quizá para la General Estoria de Alfonso X el Sabio. Lo traduce «segund cuerno está en el ebraygo», a tenor de sus propias palabras, si bien no es fácil decir si la versión se hace directamente del hebreo o, como era costumbre en muchos casos, de la Vulgata latina. No es este el lugar para presentar una detallada exposición de la rica colección de biblias romanceadas en castellano. De nuevo, una magnífica página web, dirigida por Andrés Enrique-Arias y patrocinada por la Universidad de las Islas Baleares, pone los textos a disposición de curiosos e investigadores, ofreciendo una bibliografía casi exhaustiva sobre cada manuscrito. Sobresale sin duda la obra promovida por Alfonso X el Sabio en la escuela de traductores de Toledo. Me refiero a la General Estoria, obra con la que emprende la gigantesca tarea de hacer una completísima historia del mundo desde sus orígenes hasta la actualidad que él vive. ¿Qué fuente más fiable para ello que la Biblia, libro santo que habla de los orígenes del universo y narra la historia santa conocida y venerada por el pueblo cristiano? Esta es la razón por la cual se proyecta una traducción completa de toda la Biblia, en su mayor parte, a partir de la Vulgata latina. Luego se entrelaza con otros textos autorizados en una especie de centón de textos y datos, con los que se construye esta peculiar visión medieval de la historia. La obra nunca fue terminada, pues el rey murió antes de que se le diera culminación, y los traductores y escribientes se dispersaron después. Por eso, no pudo ser leída en su tiempo, aunque se encuentra repar-
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A TRAVÉS DE LOS SIGLOS: HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO
tida en varios códices del último tercio del siglo mente, está a nuestra disposición en la red.
XIII.
Hoy, afortunada-
Pero el gran depósito de manuscritos con biblias romanceadas sigue siendo la Biblioteca Real del Monasterio de El Escorial, promovida por Felipe II con el asesoramiento, entre otros, de Arias Montano. Por otro lado, una de las características de estas versiones romanceadas castellanas es que no solamente se hacen del latín de la Vulgata -como sucede en casi toda Europa-, sino que varias de ellas se traducen directamente del hebreo. Es una clara huella de la presencia larga y fecunda de tantos judíos en España hasta finales del siglo XV. Así, por ejemplo, la Biblia del manuscrito E3 de El Escorial (entre 1425-1450) traduce todos los libros bíblicos del hebreo, salvo naturalmente aquellos acogidos en la Biblia católica, que no fueron escritos en esa lengua, como es el caso de los libros de los Macabeos, cuya versión procede de fuentes latinas. Con este texto prácticamente coincide la llamada Biblia de Ajuda, en Portugal, copiada entre 1420 y 1430, que contiene el Pentateuco, Josué y Jueces, más la versión castellana de la Meguillat Antiochos o el Rollo de Antíoco, escrito judío que cuenta la historia de la Hanukkd o fiesta instituida cuando los Macabeos derrotaron al rey sirio Antioco en el siglo II y purificaron el templo reconsagrándolo para el culto judío. La Biblia de los manuscritos escurialenses E7 y E5 ( entre 1400 y 1445), así como el manuscrito E4, cuyo ejemplar parece haber sido copiado a principios del siglo XV, son un claro ejemplo de ello. Algo parecido puede decirse de la llamada Biblia de Évora (1429), por conservarse en la biblioteca pública de esa ciudad portuguesa. Los libros bíblicos son aquí traducidos del hebreo (no es una Biblia completa). Lo mismo sucede con algunos ejemplares manuscritos de la Biblioteca Nacional y de la Real Academia de la Historia. Pero sobre todas ellas se eleva por su trabajo académico, por sus comentarios y por la belleza de sus ilustraciones la llamada Biblia de Guzmán o Biblia de Alba -patrimonio de esta familia-, encargada por Luis de Guzmán, gran maestre de la orden de Calatrava, al rabino Moisés Arragel de Guadalajara, quien concluyó la traducción del hebreo el año 1430. Se trata de un interesante modelo de colaboración entre judíos y cristianos ilustrados (la versión era revisada por un experto franciscano y otro
ÜBLICO
TRADUCCIONES ROMANCEADAS
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A TRAVÉS DE LOS SIGLOS: HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO
dominico) y una muestra, tanto del interés de un cristiano viejo por la Biblia hebrea, como del conocimiento por parte de un judío del texto y de la tradición latinas. Textos, comentarios -en los que el rabino introdujo mucha de la sabiduría tradicional judía- e imágenes, en gran parte tam, bién de tradición judía, forman un conjunto armónico lleno de sapiencia y belleza, como pocas veces se ha logrado a la hora de confeccionar una biblia manuscrita o impresa. Es llamativo que la primera noticia que tengamos de las versiones romanceadas al catalán o valenciano -no es este el lugar adecuado para tratar la distinción de ambas lenguas- sea una prohibición, la de traducir la Biblia «en rornancio», como afirma el concilio de Tarragona del año 1233, en tiempos de Jaime I de Aragón. Aunque puede dudarse de que existieran en ese momento versiones catalanas de la Biblia, ya que esta prohibición se hizo probablemente por seguir las indicaciones del concilio de Tolosa (1229) contra los albigenses, más que por necesidades de su reino. Todas las versiones se tradujeron a partir del latín, a diferencia de lo que ocurría con el castellano, donde muchas tomaron como punto de partida el hebreo. La Biblia más antigua de la que tenemos noticia parece ser la llamada Biblia de Alfonso 11, traducida a partir de 1287 por Jaume de Montjuich. También es interesante la Biblia rimada de Romeu Sa Bruguera, cuyo salterio parece ser del siglo XIII. Pero, sin duda, la más conocida de todas es la Biblia «arrornancada de lengua latina en la nostra valenciana, por lo molt reverent Micer Bonifaci Ferrer» (m. 1417), prior de la cartuja de Porta Caeli y hermano de Vicente Ferrer, impresa en Valencia tras cuidadosa revisión del inquisidor Jaume Borrell, el año 1478; la persecución posterior de todas las biblias romanceadas y otras circunstancias hicieron que de ella conozcamos hoy solo una hoja, precisamente la que contiene el colofón. Existe un proyecto de edición de todos estos textos, tanto publicados como inéditos. Actualmente está en marcha una magna empresa en Cataluña. Se trata del Corpus Biblicum Catalaunicum, una edición crítica completa de las traducciones bíblicas catalanas y de textos en catalán directamente relacionados con la Biblia desde sus inicios en el siglo XIII hasta comienzos del siglo XIX, promovido por la Asociación Bíblica Catalana. La serie comprenderá 35 volúmenes, de los que ya se han publicado tres.
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TRADUCCIONES ROMANCEADAS
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Pero a las versiones les llegó también la hora de la imprenta. Nos hallamos ante una historia que es al mismo tiempo admirable, por el esfuerzo de quienes hicieron posible la traducción e impresión de textos bíblicos,
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y triste, porque se lleva a cabo en medio de disputas, religiosas o de exilios obligados como el de los judíos expulsados de España en 1492. Ellos, junto a la llave de la puerta de sus casas, inútil esperanza de un retorno, llevaron consigo el amor a la lengua castellana. Dos obras, entre otras, merecen recordarse aquí. La más temprana es el llamado Pentateuco de Constantinopla, impreso por Soncino el año 1547 en Constantinopla y escrito en ladino, la lengua de los judíos sefardíes, que se convirtió en el dialecto de los judíos españoles de Oriente, tras su expulsión de los reinos hispanos; en este caso además el texto está escrito en caracteres hebreos. La segunda es una obra magna y de gran influencia en posteriores traducciones. Me refiero a la Biblia de Ferrara, «Biblia en lengua española, traducida palabra por palabra de la verdad hebraica por muy excelentes letrados, vista y examinada por el officio de la Inquisición», como reza la portada de la edición impresa en esa ciudad italiana, allá por 1553, que fue traducida o patrocinada por los ilustres judíos Abraham Usque y Yom Tob Atías. Se trata de una versión muy literal, con muchos hebraísmos, lo que hizo que pronto fuese difícil de entender y tuviera que ser constantemente revisada. Pero esa misma literalidad la hizo utilísima a la hora de traducir del hebreo los textos bíblicos. Nada tiene por eso de particular, que fuera usada por traductores posteriores, entre otros, por Casiodoro de Reina, exmonje del monasterio jerónimo de San Isidro del Campo en Sevilla, desde donde parece que huyó al extranjero con una veintena de monjes, para evitar el auto de fe que el Santo Oficio celebró allí en 1559. Dedicó doce años de su vida a la traducción de la Biblia, que publicó en Basilea el año de 1569. Es la conocida como Biblia del Oso, así llamada por el ex libris de su primera página, característico de la casa editorial. Se trata de un castellano castizo y agradable, con cierto sabor arcaico. Entre sus fuentes, además del texto hebreo y la Vulgata, cuenta con la versión literal del Antiguo Testamento hebreo de Sanctes Pagnino y la Biblia de Ferrara, «por darnos la natural y primera significación de los vocablos hebreos, y las differencias de los tiempos de los verbos, como están en el mismo texto, en lo qual es obra digna
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de mayor estima». Por razones diversas, algunos ejemplares se encuadernaron y publicaron con portadas diferentes, quizá para despistar a la Inquisición o por puro afán de negocio. En 1569, Cipriano de Valera, otro monje de San Isidro de Sevilla, edita el Nuevo Testamento de Reina en Londres , con pocas modificaciones y un prólogo notable. Tres años después, en 1602, imprime en Ámsterdam la llamada Biblia del Cántaro, también en razón del ex libris editorial. Se trata de una revisión de la de Casiodoro de Reina, aunque no lo cita, que consiste en correcciones de algunas palabras y frases de Reina, eliminación de los textos no hebreos que existían entre corchetes, supresión de algunos paralelismos y colocación de los deuterocanónicos al final. Esta Biblia, que cayó en desuso relativamente pronto, fue recuperada en la segunda mitad del siglo XVIII. Con la actualización de su lengua y tras diversas revisiones se ha erigido en la Biblia de la tradición protestante de lengua española, la Biblia Reina-Valera, que sigue editándose hoy día en multitud de formatos. Finalmente, por mor de justicia, digamos que esta no fue la única versión bíblica hecha por españoles protestantes, aunque sí la única completa. El humanista Juan de Valdés (m. 1541) tradujo magníficamente al castellano los Salmos, el evangelio según Mateo y casi todas las cartas paulinas. El helenista Francisco de Enzinas (m. 1552) tradujo completo el Nuevo Testamento al castellano, publicado en Amberes el año 1543. Y, finalmente, Juan Pérez de Pineda publicó en Ginebra el año 1556 un Nuevo Testamento y una traducción de los Salmos al año siguiente, ambas en bello castellano. Claro que, como también decía Menéndez y Pelayo a este propósito, no debemos admirarnos mucho de los primores de la lengua, porque «¿quién no escribía bien en aquel glorioso siglo?». No podemos dejar de mencionar las versiones de Fray Luis de León a algunos salmos, Cantar de los Cantares y el libro de Job. Desgraciadamente, no pudieron leerse impresas en su tiempo, por la prohibición de traducir y leer textos bíblicos en lenguas romances, vigente en España con gran rigurosidad desde 15 5 9.
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La decoración e iluminación de los manuscritos hebreos ocupa un lugar especialmente destacado dentro de las manifestaciones artísticas en la cultura judía medieval. Se combina la faceta artística con la religiosa, las decoraciones con los ritos. Con ello, el artista se plantea el reto de conseguir creaciones originales sin dejar de cumplir las leyes del judaísmo que le son impuestas. Generalmente se admite que los judíos no aceptan el arte figurativo y que, según la ley judía, están prohibidas las iluminaciones en los rollos de la ley que se leen en la sinagoga, así como la representación de figuras humanas. Estas prohibiciones están tomadas del Talmud, ya que en la Biblia solamente se especifica hacer ídolos en el pasaje de Ex 20,4, donde se dice: «No te fabricarás escultura ni imagen alguna de los que existe en los cielos por arriba o de lo que existe en la tierra por abajo, o de lo que hay en las aguas bajo la tierra». Pero más adelante, en el pasaje que describe la fabricación del arca de la alianza, dice: « ... harás dos querubines de oro ... y los rostros de ellos estarán vueltos el uno hacia el otro» (Ex 25,18-20). Es decir, todo depende de las interpretaciones que se le den a estos pasajes y a otros del texto sagrado, dentro del contexto histórico de cada momento. Por lo tanto, en la Edad Media y en territorios cristianos, se hacían todo tipo de decoraciones, sobre todo en los códices y no tanto en los rollos sagrados. La iluminación de los manuscritos se incrementa con el paso de los años y las influencias del arte cristiano hasta llegar a su culmen en los siglos XIV y XV. El arte en estos manuscritos debe encuadrarse en el contexto histórico circundante. Los judíos, al estar dispersos y convivir con otros pueblos, se dejan influenciar por el entorno y así van surgiendo las distintas formas de manifestaciones artísticas. Si nos centramos concretamente en la Península Ibérica, tanto el arte mudéjar como el gótico influyen notablemente en las decoraciones de los manuscritos hebreos y surgen las famosas biblias sefardíes, reconocidas tanto por la calidad de sus tex-
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tos, que siguen la depurada tradición oriental, como por sus iluminaciones, bellísimas y extremadamente cuidadas. En las iluminaciones se utilizan varios recursos. Uno de ellos, ya señalado, es el de la micrografía: se trata de adornos hechos a base de letras del alfabeto hebreo, reproduciendo anotaciones masoréticas, fragmentos de texto bíblico, y cualquier tipo de información que se considerase relevante para el manuscrito. En ocasiones, incluso el colofón aparece escrito en esta forma. El texto forma dibujos con motivos florales o geométricos generalmente, pero a veces también representan animales o formas humanas. Los objetos litúrgicos del Templo también se representan con cierta frecuencia. Las micrografías que se reproducen en los manuscritos sefardíes son, en cierto modo, similares en los motivos y las formas, aunque cada escuela tiene sus diseños más característicos. Así, tenemos los típicos candelabros de tres o de siete brazos que encontramos en las biblias catalanas, o los motivos florales de las biblias toledanas o castellanas. Es decir, las diferencias se deben más a estilos locales que a tradiciones distintas aunque, indudablemente, los manuscritos catalanes están más influenciados por el arte gótico que los toledanos. El entorno cultural de los centros de producción influye notablemente en el resultado final y los judíos que vivían en la península entre los siglos XIII a XV conviven con los cristianos y el arte gótico. Por otra parte, la cultura islámica les influía en gran medida a través del arte mudéjar, sobre todo en Castilla y Aragón, pero no tanto en las regiones del norte de la península, donde la influencia del gótico era más acusada. Todo ello se plasma en las formas utilizadas para las micrografías y las decoraciones de los manuscritos. Existen varias teorías acerca de si los autores de las iluminaciones eran judíos o no. La mayoría de los estudiosos, como B. Narkiss, C. Roth y J. Gutmann, así lo afirman, basándose generalmente en que se cita el nombre del artista en el manuscrito. Este es el caso de los sefardíes Yosef ha-Serfatí, el mismo que decoró la Biblia de Cervera, o de Yosef ibn Hayyim, el iluminador de la Biblia de Kennicott. Entre los asquenazíes existen numerosos artífices de magníficas decoraciones, como, por ejemplo, Joel ibn Simeón. Pero aún en el caso de que su nombre permaneciera en el anonimato, el conocimiento de la tradición judía, del Talmud y del Midrás que se refleja en las decoraciones supone una autoría judía. Curiosamente, en ocasiones las
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iluminaciones se dibujan de derecha a izquierda, no en sentido contrario, tal y como se hace en los manuscritos cristianos. Sin embargo, hay ocasiones en los que se ha demostrado que el iluminador participaba tanto en manuscritos judíos como cristianos. ~ En el ámbito cristiano, la iluminación de los manuscritos adquiere tanta o más importancia que en el ámbito judío. Aquí no nos encontramos con las limitaciones propias del judaísmo, por lo que el arte adquiere su más amplio desarrollo. Las técnicas utilizadas son, como ya hemos apuntado, las mismas para todos, no habiendo en muchos casos distinción entre unos y otros, aunque cada zona geográfica y cada iluminador imprima su propio carácter. En la Edad Media, el gótico encuentra una de sus vías de desarrollo en los códices, que incluyen decoraciones que nos llegan a hablar tanto o más que los propios textos. El texto bíblico adquiere una especial importancia ya que, al tratarse de textos religiosos de vital importancia, es motivo de trabajos destacados que han llegado a nuestros días en la forma de códices iluminados con comentarios bíblicos (beatos) o de libros de horas, que contenían la liturgia para las distintas horas del día. Cada libro de horas es único, ya que se componía exclusivamente para aquellas personas de la nobleza que deseaban incorporar los elementos de la vida monástica a su vida cotidiana. Los textos incluidos se centran tanto en la recitación como en el canto de un número de salmos y letanías, siempre haciendo referencia a la devoción cristiana y, debido a sus iluminaciones, representan una fuente de iconográfica de primer orden en el cristianismo medieval. Originalmente los libros de horas constaban de un texto especial para cada hora litúrgica del día, de ahí su nombre. Uno de los más conocidos es el del Duque de Berry, realizado en Francia entre 1412 y 1416, por los hermanos Van Limburg, miniaturistas del propio Duque. También el Libro de Horas de Juana I de Castilla se realiza hacia 1500, con miniaturas de Gerard Horenbout, el mejor miniaturista flamenco del siglo XVI. Se conserva en la British Library de Londres. En la misma biblioteca se guarda el Breviario de Isabel la Católica. El Maestro del Libro de Oración de Dresde es su iluminador principal y pone un énfasis especial en las representaciones de la destrucción y posterior reconstrucción del Templo de Jerusalén, así como en escenas del rey David con sus músicos. Está realizado en
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Flandes a fines del siglo XV y presenta, además, una profusa decoración en los márgenes del manuscrito que lo hace único en su género. El libro de horas de Carlos V se realiza en París y se atribuye al taller del iluminador Jean Poyer entre los siglos XV y XVI. En la segunda página del , manuscrito hay una inscripción del siglo XVII: «His liber fuit Magni Imperatoris Caroli Quinti». Parece ser que fue un regalo que recibió de un donante anónimo, siendo muy joven; de ahí su especial carácter moralizante. El manuscrito estuvo en poder de la casa de Austria hasta que el rey Felipe III se lo regaló al cardenal Francois de Joyeuse. En el siglo XVIII pasó a manos del cardenal Francisco Ja-
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19. Libro de Horas de Carlos V, edición facsímil 1999, p. 89, Jn 6,1-15
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vier de Zelada, quien lo incluyó en el legado que hizo a la Catedral de Toledo tras su muerte. En 1869 pasó a la Biblioteca Nacional de España, donde actualmente se conserva. El códice está escrito en vitela, con unas medidas de 230 x 153 mm en letra gótica y en latín, profusamente ilustrado en 320 páginas completas y en 3 a doble página, de sus 333 páginas. Contiene escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, alegorías, imágenes de santos, etc. Por otra parte, los beatos, género específicamente hispánico, son los distintos manuscritos que copian el comentario al Apocalipsis de san Juan que se realizan en la alta Edad Media. Los más famosos son los del Beato de Liébana, abad del monasterio de Santo Toribio escritos entre los siglos X y XI. Contienen excelentes miniaturas, y representa un avance importante en los campos de la teología, geografía y política. Se trata de una obra en XII libros, todos ellos con la misma estructura: a cada texto le acompaña una ilustración y el comentario, es decir una explicación con alegorías y analogías. Quedan unos treinta manuscritos iluminados del Comentario del Apocalipsis redactado por Beato en Abadía de Santo Toribio de Liébana entre 776 y 786, de los que veinticinco están completos. Por último, mencionar la Biblia Pauperum o Biblia de los Pobres, un género que surge a finales de la Edad Media. Su nombre fue aceptado a partir de 1769, cuando K. H. Heinecken lo utilizó por primera vez para designar estos manuscritos. Consisten en una colección de imágenes que enfrentan escenas de la vida de Jesús con sus episodios paralelos de la historia antigua de Israel, que, según la tradición cristiana, preparan la venida del Mesías. Se realizan con la intención de representar visualmente la Biblia, aunque de forma diferente a una simple ilustración de la misma. En este caso, las imágenes son las protagonistas, mientras que el relato escrito queda en un segundo plano, llegando en ocasiones a desaparecer o quedar en un breve texto. Estas biblias, como las moralizantes, se escriben generalmente en lengua vernácula. En la página aparecen los textos explicativos en las cuatro esquinas, mientras que la imagen central representa las escenas de la vida de Jesús, en orden cronológico. Todo ello va rodeado de más escenas del Antiguo Testamento, generalmente de profetas. Existen actualmente pocos manuscritos de estas biblias, todos atribuidos a la escuela de Jan Van Eyck y procedentes de tres zonas geográficas: Austria, Baviera y Weimar.
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El estudio del texto bíblico continúa suscitando enorme interés entre los investigadores y sigue latente la necesidad de contar con ediciones del texto fiables y precisas. Las ediciones modernas del texto hebreo han pasado de reproducir un texto ecléctico, considerado más correcto, pero sin atestiguar en ningún manuscrito, a reflejar fielmente el texto de un determinado códice. Así sucede en la 3ª edición de la Biblia Hebraica (BHK) en la que Kittel ya no edita el texto de la Segunda Biblia Rabínica, sino que opta por reproducir el códice de Leningrado. K. Elliger y W Rudolph hicieron una nueva edición en 1977, la Biblia Hebraica Stuttgartensia, cuyo aparato crítico se adecua a los principios modernos de la crítica textual, y se muestran mucho más prudentes a la hora de aceptar conjeturas o proponer correcciones del texto. En la actualidad la Biblia Hebraica Quinta (BHQ), a cargo de The United Bible Societies Hebrew Old Testament Text Critical, se propone hacer una edición diplomática que reproduzca fielmente no solo el texto consonántico vocalizado y acentuado, sino también las masoras del manuscrito, a diferencia de la BHS donde la masora aparecía normalizada y sistematizada en un volumen aparte. Hasta el momento solo se han publicado cinco fascículos, el último de ellos, Jueces (2011). El equipo de Filología Bíblica Biblia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) formado por C. Muñoz Abad, E. Fernández Tejero, Mª T. Ortega Monasterio y Mª J. de Azcárraga Servert y dirigido por F. Pérez Castro editó el texto y las masoras de El Códice de Profetas de El Cairo y, al mismo tiempo, realizó distintos estudios sobre este manuscrito (1979-1997).
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Dos son las ediciones en curso del códice de Alepo. La Universidad Hebrea de Jerusalén encargó a M. H. Goshen-Gottstein la edición de este manuscrito, cuyo aparato crítico, además de las versiones antiguas, también tiene en cuenta las citas del texto bíblico qu~ aparecen en la literatura rabínica. Hasta el momento solo se han publicado los libros de Isaías, Jeremías y Ezequiel. La segunda, a cargo de la Universidad de Bar-Ilán (Israel), lleva por nombre Miqraot Gedolot ha-Keter. Sigue el modelo de las biblias rabínicas y junto al texto bíblico y sus masoras reproduce el Targum y algunos de los comentarios medievales judíos más importantes como los de Rashi, David Kimhi o Abraham ibn Ezra, entre otros. Las ediciones del texto griego de la Septuaginta también se hacen eco de posturas distintas con respecto a la edición del texto. La de la Universidad de Cambridge, The Old Testament in Greek according to the Text of Codex Vaticanus (1906-1940, aunque quedó incompleta) a cargo de A. E. Brooke, N. McLean y H. St. J. Thackeray optó por hacer una edición diplomática y reproducir fielmente el texto de un solo manuscrito, en este caso, el del códice Vaticano, indicando en el aparto crítico las variantes. En cambio, la edición de Gotinga prefirió establecer y editar el posible texto griego original. En esta línea se sitúa la edición crítica de A. Rahlfs et al., y realizada por los miembros del proyecto Septuaginta Unternehmen de Gotinga, Septuaginta. Vetus Testamentum Graecum auctoritate Societatis Litteratum Gottingen editum, aún en curso cuyo primer volumen fue el de Salmos (1931) y la edición crítica manual de A. Rahlfs Septuaginta, id es Vetus Testamentum graece iuxta LXX interpretes (1935). En relación con el texto de la Vetus latina, desde 1949 está en marcha una edición crítica desde el monasterio benedictino de Beuron (Alemania) y Teófilo Ayuso publicó los volúmenes de Salmos y Octateuco (1953, 1962 y 1967) dentro del proyecto Biblia Políglota Matritense. Muchas ediciones modernas del texto del Nuevo Testamento han editado el texto tal cual se ha transmitido, sin intervenir en él para establecer el texto más correcto. L. F. K. von Tischendorf publicó hasta 24 ediciones pero la más importante de todas fue Novum Testamentum Graece. Editio Octava Critica Maior (1869-1872) basada en el texto del códice Sinaítico,
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mientras que B. F. Wescott y F. J. A. de Hort editaron The New Testament in the Original Greek a partir del códice Vaticano. Las ediciones manuales más conocidas son The Greek New Testament, dirigida por un comité formado inicialmente poP' K. Aland, M. Black, B. M. Metzger y A. Wikgren y editada por la United Bible Societies, que va por su 4a ed., y la Novum Testamentum Graece, editada por E. Nestle en 1898 y de la que a partir de la 25ª ed. se hizo cargo revisándola a fondo K. Aland. En la actualidad la Nestle-Aland alcanza la 27ª ed. (desde la 26ª ed. el texto griego es el mismo que el de la 3ª ed. de la UBS). Se trata de un texto ecléctico, a partir de las mejores lecturas de los distintos manuscritos, aunque concede al códice Vaticano cierta superioridad sobre los demás. En ámbito español cabe mencionar la edición de J. M. Bover y P. J. O'Callaghan, Nuevo Testamento trilingüe (1977), que recoge el texto griego preparado por Bover en 1943. Este también es un texto ecléctico con preferencia por lecturas alejandrinas. En la 5ª ed., O'Callaghan sustituyó el texto de la Vulgata por la edición de la Neovulgata y añadió con otras mejoras una traducción castellana que había realizado Bover. Finalmente cabe señalar que los avances aportados por la aplicación de la informática a la edición y tratamiento de textos también han llegado a la Biblia. Se han creado programas específicos (Bible Works, Accordance Bible Software, Classical Text Editor) que permiten al usuario escoger el texto bíblico sobre el que desea trabajar, al tiempo que ofrece el texto de otras versiones (lenguas antiguas) y numerosas traducciones a lenguas modernas. Se trata de herramientas que facilitan en gran medida el análisis comparativo. Junto a los textos en sus lenguas originales, ofrecen acceso directo a materiales de estudio como gramáticas o diccionarios y actúan como concordancias, capaces de localizar los pasajes en que aparece una misma palabra o expresión. Las posibilidades que dejan entrever -muchas de ellas aún por desarrollar- nos sitúan ante un horizonte prometedor para la historia de la transmisión y estudio del texto bíblico.
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Desde el punto de vista de la historia de las versiones bíblicas, desde 1559 no se vuelve a publicar en España ninguna traducción de la Biblia, total o parcial, hasta que en 1783 se concede permiso para hacerlo, siempre que la traducción se haga a partir de la Vulgata. Ya hemos aludido, al tratar de las versiones latinas, a las importantes traducciones de Scío (1790) y Torres Amat (1823). A ellos hay que añadir en tiempos de la Ilustración un grupo numeroso de traductores de libros bíblicos. Entre los más ilustres, recordemos a fray Anselmo Petite OSB, monje de San Millán de la Cogolla, que tradujo los evangelios, con una importante repercusión; al jesuita Ángel Sánchez, que elaboró una notable versión en verso de los Salmos y los libros sapienciales con amplios comentarios; al laico ilustrado Tomás González Carvajal, que publicó en 12 magníficos volúmenes la versión y comentario de los Salmos, Cantar de los Cantares, los libros sapienciales e Isaías; y al canónigo Juan Manuel Bedoya, cuyas versiones en verso de casi los mismos libros quedaron en manuscrito. A comienzos del siglo XX se inicia un movimiento de recuperación de los estudios bíblicos. Quizá lo más importante fue la fundación en Madrid el año 1925 de la Asociación para el Fomento de los Estudios Bíblicos en España (AFEBE). Los nombres de algunos de aquellos fundadores son ya un inicio esperanzado del renacer de los estudios bíblicos y de las versiones de la Biblia en España. Recordemos, entre otros, a los canónigos Eloíno Nácar y Teófilo Ayuso, a los dominicos Alberto Colunga y Francisco Barbado Viejo y al jesuita José María Bover. En este círculo precisamente nace la idea de una nueva traducción de la Biblia al castellano, que sin embargo no podrá llevarse a cabo hasta la década de los cuarenta. En efecto, fruto de este impulso y del floreciente movimiento bíblico europeo,
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fortalecido con la gran encíclica bíblica Divino A.ffiante Spiritu de Pío XII de 1943, nace un año después la primera versión católica completa de la Biblia hecha directamente de los textos originales, que inaugura lo que será una magna colección de libros católicos, la BAC. Sus autores fueron ~ Alberto Colunga y Eloíno Nácar, ambos estrechamente vinculados a la ciudad de Salamanca. Es la que comúnmente se conoce como Biblia Ndcar-Colunga. Hecha en un correcto castellano y con amplias notas, aunque hoy requeriría una cierta revisión para adecuarse mejor a los avances de la ciencia bíblica, ha tenido numerosas y diversas ediciones, con más de ocho millones de ejemplares impresos. Tres años después, en 1947, y en la misma editorial José María Bover y el hebraísta Francisco Cantera publicaban la Sagrada Biblia, una nueva traducción de la Biblia en dos volúmenes. De factura más literal que la anterior, con un lenguaje menos fluido, pero con notas más eruditas, fue revisada en 1975 por el propio Francisco Cantera y el jesuita Manuel Iglesias y, más recientemente en 2009 con notables mejoras. Es una Biblia con buenas notas técnicas e introducciones actualizadas. La traducción, al querer ser muy fiel a los originales, es algo áspera, pero sigue la tradición de las versiones literales, iniciada tan brillantemente por la Biblia de Ferrara. Entre las traducciones populares, recordemos la Biblia de La Casa de la Biblia. Publicada por La Casa de la Biblia (Madrid 1966), ha tenido también muchísimas ediciones. Ha dado origen a dos biblias diferentes en la actualidad. La publicada con el título La Biblia (Madrid 1992) por la misma institución en las editoriales Sígueme, Atenas, PPC y Verbo Divino. Es aceptable, aunque irregular según los libros y los traductores. El castellano es claro y las notas son útiles para el lector medio, sin tecnicismos y tratando de introducir globalmente a las distintas secciones del texto bíblico, con una atención preferente a las aplicaciones pastorales. Existe una adaptación de esta traducción para la América hispana, con el título La Biblia de América (Madrid 1994). Por otra parte está La Biblia de las Ediciones Paulinas (Madrid 196 5). Tiene un origen parecido al anterior. Se publica en el mismo tiempo y fue objeto de una profunda revisión. Esta edición revisada (Madrid 1988), dirigida por Evaristo Martín Nieto, tiene un lenguaje claro y unas introducciones y notas suficientes y orientadas a
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facilitar la comprensión del texto en una perspectiva pastoral. En la actualidad está siendo objeto de una nueva revisión. No faltan tampoco importantes versiones recientes de la Biblia. Recordemos, en primer lugar, la Nueva Biblia de jerusalén (Bilbao, Desclée 1967, 1975, 1998, 2009). Se trata de la adaptación de la prestigiosa Bible de jérusalem, elaborada por la Escuela Bíblica Francesa en esa ciudad después de muchos años de trabajo. Se aceptaron las introducciones, las notas y los paralelos bíblicos, y se hizo una nueva traducción al castellano en equipo, dirigida por J. A. Ubieta, cuyo resultado es magnífico. La traducción, al principio algo dura e irregular, fue perfeccionándose en las sucesivas revisiones, especialmente en la última de 2009, que incorpora los últimos avances de la investigación y mejora el castellano, especialmente en los libros poéticos. Existe una versión en CDRom, útil y de fácil manejo, aunque en ocasiones plantea problemas con los nuevos sistemas operativos.
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Especialmente interesante desde el punto de vista de la lengua es la Nueva Biblia Española (Madrid, Cristiandad 1975). Se trata de una traducción completa de la Biblia al castellano, hecha por un equipo dirigido por los jesuitas L. Alonso Schokel (AT) y J. Mateas (NT), en la que se recoge el trabajo llevado a cabo en la traducción de algunos leccionarios para el uso litúrgico, con ocasión de la entrada de las lenguas propias en la liturgia romana. Se buscó y, por tanto, esta es una de sus características, que los textos pudieran ser proclamados y cantados en nuestra lengua con gusto y facilidad. El resultado es un bello castellano que, si bien alcanza cotas altísimas en los Salmos, Job, Cantar de los Cantares, Ezequiel y Proverbios, en el Nuevo Testamento algunas traducciones desmerecen del conjunto. Tiene sobrias introducciones y un vocabulario final bien hecho, aunque carece de notas. Es la Biblia de más agradable lectura castellana. Posteriormente se hizo una edición del NT con abundantísimas notas, dirigida por J. Mateas y publicada en la editorial Cristiandad (Madrid 1982), aunque las notas resultan de difícil comprensión para el lector ordinario y no se libran en algunos casos de cierta parcialidad en la interpretación del texto. Esta Biblia, debido a circunstancias de su casa editorial, fue publicada con una amplia revisión en la llamada Biblia del Peregrino (Bilbao, EGA-Mensajero 1993). Realizada también por L. Alon-
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so Schokel, recoge para el AT la traducción de la Nueva Biblia Española con las muchas variantes que el autor ha ido introduciendo en la traducción de los libros bíblicos sobre todo a partir de los amplios comentarios que ha ido publicando solo o en colaboración durante los últimos años. En cuanto al NT, se trata de una nueva traducción• hecha directamente por Alonso Schokel con la ayuda de algunos colaboradores. La del AT es una traducción buena, que matiza muchos pasajes de la elaborada para la edición anterior. La traducción del NT es aceptable, aunque contiene algunos pasajes demasiado literales. En su primera edición no lleva notas al texto, aunque sí introducciones a los libros y secciones de libros. Se compensó publicando un segundo volumen más pequeño con amplias notas al AT y NT que, en sucesivas ediciones se ha integrado en el texto. Junto a ella se ofrece una «edición de estudio» en tres grandes volúmenes con amplias introducciones a los libros y un breve comentario seguido a cada uno de ellos. Ha sido publicada conjuntamente por las editoriales Sal Terrae, EGA y Verbo Divino. Como es natural, no pueden citarse aquí todas las biblias en lenguas españolas que existen en el mercado. Nos limitaremos a mencionar algunas de ellas. Deberíamos recordar el esfuerzo de la editorial Herder para poner al día su traducción de la Biblia, preparada por Serafín de Ausejo. En su versión actual, La Biblia (Barcelona 2005), revisada por Marciano Villanueva, se ha querido hacer un texto claro, que pudiera leerse en voz alta sin obstáculos, con introducciones y notas actualizadas. Merece señalarse también la edición llevada a cabo por las Sociedades Bíblicas bajo el título Santa Biblia. Dios habla hoy (Sociedades BíblicasClaret, Madrid 1992). Tiene el carácter de edición interconfesional, al haber sido aprobada por la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM). Su característica especial es el lenguaje sencillo y popular, que evita los términos difíciles y técnicos. Aunque el mayor acontecimiento editorial en el campo del ecumenismo bíblico ha sido la publicación de La Biblia. BTI Biblia Traducción Interconfesional, primera versión completa de la Biblia en castellano elaborada conjuntamente por católicos y protestantes. Este proyecto bíblico se
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iniciaba en 1973 con la traducción del Nuevo Testamento, cuya primera edición se presentaba en 1978, y culminaba en 2008 con la aparición de La Biblia. BTI Biblia Traducción Interconfesional, editada conjuntamente por la BAC, Verbo Divino y Sociedades Bíblicas Unidas (Madrid 2008). Se trata de una edición avalada por la Conferencia 'Episcopal Española y las Sociedades Bíblicas Unidas de España. La traducción está hecha a partir de las lenguas originales por un equipo interconfesional, coordinado por representantes de las Iglesias protestantes en España y de la Conferencia Episcopal Española. Una versión en buen castellano, que cierra un largo proceso comenzado en 1973, con varias etapas: Nuevo Testamento (1978), traducción catalana (1993), vasca (1994) y bable del Nuevo Tes-
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tamento y los Salmos (1997).
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Es también de justicia recordar la versión realizada por profesores de la Universidad de Navarra, Sagrada Biblia, y que se conoce como Biblia de Navarra. La edición principal comprende 5 volúmenes, editados definitivamente entre los años 1983 y 2004. Esta edición integra también la versión neovulgata. A lo largo de los años se ha ido revisando la traducción de algunos textos bíblicos y, sobre todo, se han ajustado los criterios de las introducciones y las notas. El resultado es muy positivo. Se trata de un trabajo en equipo, hecho con criterios acertados y cuyo responsable es la Facultad de Teología de Navarra. Hay una edición popular en un solo volu-
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men, coeditada por Eunsa y MTF (2008). No podemos aquí entrar en detalles de versiones de la Biblia a otras lenguas españolas. Digamos, solamente, que en Cataluña el movimiento bíblico dio sus frutos especialmente en el trabajo de los benedictinos de Montserrat, La Biblia de Montserrat, bajo la dirección de Dom Buenaventura Ubach. Ya en 1928 habían iniciado una magna traducción de toda la Biblia con comentarios, que al final constará de 32 volúmenes. También en Cataluña, la Fundación Bíblica Catalana inicia en 1929 una traducción de la Biblia que concluirá el año 1948 y constará de 15 volúmenes. Más actual y más popular, hay que mencionar la versión llevada a cabo por la Asociació Bíblica de Catalunya, La Bíblia. Biblia Catalana. Traducció interconfessional (Claret-Soc. Bibliques Unides, Barcelona 1993), con su edición para las Islas Baleares, editada por los obispos de las Islas. En vasco,
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la versión más popular es la Biblia Elkarte Batuak/Elizen Arteko Biblia Elkartea (Bilbao 1994, 2006). Finalmente, en lengua gallega, la versión más importante y actual es A Biblia. Traducción ó galego das linguas orixinais (Vigo, 1989), cuya 2ª edición ha sido revisada por X. Fernández Lago (1992). Una importancia especial reviste la culminación, después de más de veinte años de trabajo, de la Sagrada Biblia (Madrid, 2010). Es la versión de la Biblia hecha a partir del texto de los leccionarios oficiales -es decir, de los textos bíblicos seleccionados para ser proclamados en las celebraciones de la liturgia de la Iglesia católica-, después de una revisión a fondo llevada a cabo por un amplio y competente equipo de expertos dirigido por Domingo Muñoz y Juan Miguel Díaz Rodelas. Se han revisado los textos que se habían traducido antes para los leccionarios (casi todos del equipo de Alonso Schokel) y se han traducido los textos que faltaban, respetando el mismo estilo. Está concebida para proclamarse en alto, tiene un buen castellano, y cuenta con introducciones y notas claras y suficientes, sin ser una Biblia de estudio. Está llamada a convertirse en la «Vulgata española», pues es la Biblia que desde ahora figurará en la liturgia y, sobre todo, en la catequesis y la escuela. Supone un acontecimiento de primera magnitud y está llamada a crear lenguaje religioso, pues el hecho de oírla en estos tres ámbitos hará que muchos pasajes suyos se aprendan de memoria, como de hecho ya ha ocurrido con no pocos salmos que se cantan en las celebraciones litúrgicas. Ha sido promovida por la Conferencia Episcopal Española y se edita en su editorial, la BAC. La edición mayor tiene letra cómoda y es particularmente bella. Finalmente, demos noticia de un proyecto singular que aún está en marcha. Se trata de la versión de los Setenta o Septuaginta al castellano. Dirigida por el jesuita Natalio Fernández Marcos, de reconocido prestigio internacional, y por la filóloga bíblica trilingüe Mª Victoria Spottorno, ambos investigadores del CSIC, se ha emprendido esta versión singular, que tiene un especial interés. En efecto, tras el estudio de los documentos bíblicos hebreos de Qumrán, se tiene hoy la convicción de que la versión griega de los Setenta traduce en no pocas ocasiones un texto hebreo tan antiguo o más que el texto masorético, habitualmente editado. Esto y el
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TRADUCCIONES MODERNAS DE LA BIBLIA
LA BIBLIA GRIEGA
SEPTUAGINTA l. PENTATEUCO
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21. Traducciones modernas de la Biblia
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A TRAVÉS DE LOS SIGLOS: HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO
hecho de que, nacida en el judaísmo alejandrino, haya sido la Biblia cristiana por excelencia desde los primeros días del cristianismo hasta hoy, han hecho evidente la importancia de un texto injustamente preterido. La versión castellana, que se lleva a cabo por un equipo de especialistas, está sien~ do bellamente editada por la editorial salmantina Sígueme con el título La Biblia griega. Septuaginta. Hasta ahora han aparecido dos volúmenes: Pentateuco (2005) y libros históricos (2011). Hasta aquí una breve recensión de la numerosa producción hispana en los últimos setenta años. Habría que añadir otras muchas, sin olvidar las versiones específicas aparecidas en América Latina, en particular, la versión argentina pionera de Straubinger, y la Biblia Latinoamericana (1970), elaborada en Chile por el misionero francés Bernard Hirault y por el padre R. Ricciardi, después de muchos trabajos. Prescindiendo de su valor académico, no debe olvidarse que ha sido una de las biblias más editadas y populares en Latinoamérica, hoy publicada por Verbo Divino. En la actualidad se está llevando a cabo la primera traducción de la Biblia hecha en América Latina, con traductores latinoamericanos y destinada a los hispanohablantes de América. Se trata de la Biblia de la Iglesia en América, conocida como BIA. El Consejo episcopal Latinoamericano (CELAM) se ha hecho cargo del proyecto que tiene como objetivo lograr una versión que aúne la fidelidad al texto original con un texto comprensible y apropiado al lector contemporáneo. Se sitúa, por tanto, a medio camino entre una traducción popular y una traducción científica. Su finalización está prevista para el año 2014 y hasta el momento se ha publicado el volumen correspondiente al Nuevo Testamento (2011). Pero es imposible decirlo todo en un espacio inevitablemente limitado. Valgan los datos aquí consignados, para atestiguar la primavera bíblica hispana, paralela sin duda al florecimiento del viejo siglo XVI y superior a él en cuanto al número y la calidad de las versiones de ese libro eternamente actual que es la Biblia.
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~
Indice de imágenes
l. 11Q5, Sal 121,1-123,2
15
2. Ms. P fol. 73r, 2 Cor 11,33-12,9
17
3. Códice Vaticano B fol. 594v 595r, 2 Esdras 1
19
4. Ms. P Monts. Roca Il-17r, Le 9,29-50
20
5. Códice de Profetas de El Cairo, Jos 12,7-13,2
28
6. Mishné Torá de Maimónides. Venecia, 1574-1575. Biblioteca Tomás Navarro Tomás, CSIC
31
7. Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid, BH MSS 1, fol. 158r, 2Re25,17-30
36
8. Ms. G-II-8 fol. 264r, Jon 4,4-Miq 1,11. Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial
38
9. Ms. Kenn 1, fol. 119r, Dt 33,1-29. Biblioteca Bodleiana, Universidad de Oxford
40
46
10. Biblia de Gutenberg, ed. facsímil del ejemplar conservado en la Biblioteca Pública del Estado en Burgos; vol. II, fol. lr. Prólogo de san Jerónimo al libro de los Proverbios
45
11. Biblia hebraica. Eorundem latina interpretatio Xantis Pagnini. Amberes, 1584, Gn 1,1-18. Biblioteca Tomás Navarro Tomás, CSIC
47
12. Biblia Rabínica de Jacob ben Hayyim, comienzo del libro de Números. Biblioteca Tomás Navarro Tomás, CSIC
52
13. Biblia Políglota Complutense, edición facsímil, Gn 27,45-28,9
54
14. Biblia Políglota de Amberes, 1572, Ex 14,26-15,11
56
15. Biblia Políglota de Walton, Job 1,1-11. Biblioteca Tomás Navarro Tomás, CSIC
57
16. Fazienda de Ultramar. S. XIII, fol. 22v, Nm 13,16ss. Universidad de Salamanca, Biblioteca General Histórica, Ms. 1997
60
17. Biblia de Alba. Edición de 1920, Gn 3,24-4,12
63
18. Ms. Kenn 1, fol. 318r. Biblioteca Bodleiana, Universidad de Oxford
69
19. Libro de Horas de Carlos V, edición facsímil 1999, p. 89, Jn 6,1-15
71
20. Ediciones modernas de la Biblia
75
21. Traducciones modernas de la Biblia . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . .. . . .. . . . .. . . . . . . . . . .. . . . . . .. . . . . . . .. . . . . . . .. . . . . . .
83
T
Índice de biblias citadas
A Biblia (gallego), 82
Biblia Nácar-Colunga, 78
Beato de Liébana, 72
Biblia Pauperum, 72
BH MSS 1 de la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid, 36-37
Biblia Políglota de Amberes, 48, 55
Biblia arrornancada de Micer Bonifaci Ferrer, 64
Biblia Rabínica de Ben Hayyim, 51-52
Biblia de Ajuda, 62
Biblia Políglota Complutense, 46-48 Biblia Políglota de Brian Walton, 57-58 Biblia Regia (cf Biblia Políglota de Amberes)
Biblia de Alba, 62-64
Biblia Reina-Valera, 66
Biblia de Alfonso 11, 64
Biblia rimada de Romeu Sa Bruguera, 64
Biblia de América, 78
Biblia visigótica de León, 46
Biblia de Cervera, 41, 68
Códice Alejandrino, 19
Biblia de Évora, 62
Códice Beza, 19-20
Biblia de Femara, 65
Códice de Alepo, 27-28, 74
Biblia de Florencia y Sancho (cf. Biblia visigótica de León)
Códice de Leningrado, 28-29
Biblia de Gutenberg, 45-46
Códice Efrén Rescripto, 19
Biblia de Guzmán (cf. Biblia de Alba)
Códice Sinaítico, 18
Biblia de Kennicott, 39-42
Códice Vaticano, 18
Biblia de Navarra, 81 Biblia del Cántaro, 66
Elizen Arteko Biblia Elkartea (cf. Biblia Elkarte Batuak)
Biblia del Oso, 65-66
Fazienda de Ultramar, 59-61
Biblia del Peregrino, 79
General Estoria, 61
Biblia de la Iglesia en América, 84
Hexapla, 14
Biblia Elkarte Batuak, 81
La Biblia, 78, 80
Biblia Hebraica (BHK), 73
La Bíblia. Biblia Catalana. Traducció interconfessional, 80
Biblia Hebraica Quinta, 73 Biblia Hebraica Stuttgartensia, 73 Biblia latina de
J. Amerbach, 46
Biblia Latinoamericana, 84
Códice de Profetas de El Cairo, 27, 73
La Biblia. BTI. Biblia Traducción Interconfesional, 80 La Biblia de Montserrat, 81
94
A TRAVÉS DE LOS SIGLOS: HISTORIA DEL TEXTO BÍBLICO
Manuscrito E3 de El Escorial, 62
Nueva Biblia Española, 79
Manuscrito E4 de El Escorial, 62
Nuevo Testamento Trilingüe, 76
Manuscrito ES de El Escorial, 62
Pentateuco de Constantinopla, 65
Manuscrito E7 de El Escorial, 62
Sagrada Biblia, 78
Manuscrito G-II-8 de la Real Biblioteca de El Escorial, 37-39
Septuaginta, 13-14, 82
Manuscrito Or 4445, 27
Verus latina, 43
Santa Bibliae Dios habla hoy, 80
Neovulgata, 49
Vulgata, 44, 49
Nueva Biblia de Jerusalén, 79
Vulgata Sixto-Clementina, 48