HI MACCHI DISEÑO GRAFICO TP I
CAROLINA DE MARCO
PREHISTORIA
Pinturas rupestres dibujadas en la Cueva de Altamira. Situada en el municipio español de Santilla na del Mar, en Cantabria. Las pinturas y grabados de la cueva pertenecen a los períodos Magdaleniense y Solutrense principalmente y, algunos otros, al Gravetiense y al comienzo del Auriñaciense, esto último según pruebas utilizando series de uranio. De esta forma se puede asegurar que la cueva fue utilizada durante varios periodos, sumando 22 000 años de ocupación, desde hace unos 35 600 hasta hace 13 000 años , cuando la entrada principal de la cueva quedó sellada por un derr umbe, todos dentro del Paleolítico superior. En esta etapa de la historia, quisiera hacer incapie en las importancia de las pinturas r upestres en la vida del hombre prehistórico y de la cavernas. Como su nombre lo refiere, las sociedades prehistóricas, comprendidas en grupos de hombre y mujeres, vivían en el exterior y a menudo refugiados en cuevas. En todos aquellos ejemplares de cueva prehistóricas qu e subsisten hoy en dia, podemos encontrar dibujos similares, con los cuales los hombres podían identifica rse entre tribus y así mismo advertir de peligros a los demás grupos precedentes. Aunque no poseían un lenguaje ni una escritura, mediante dibujos, representaban aquello que querían comunicar anagógicamente. En el caso de las cuevas de Altamira, podemos identificar, a parte de la anagogía de sus dibujos, algo del magico/ritual del hombre prehistórico. Los salones en donde están dibujadas las imágenes arriba detalladas, no eran salones al azar. Eran salones separados de las viviendas, presuntamente usados únicamente por los chamanes de las tribus. Es decir lugares sacros en donde solo aquellos que manejaban lo mágico podían acceder. Salones donde se llevaban a cabo los sacrificios para la perdurabilidad de la caza, por ello los animales allí representados. Por su abundancia, para mantenerla. Animales que eran considerados sagrados de algún modo, y por eso dignos de ser representados en los salones sagrados de sus viviendas. De Marco, Carolina
ANTIGÜEDAD
nterior de la mastaba de Mereruka (Visir de la VI Dinastía 2345 - 2190 a. C ) en la necrópolis al norte de la pirámide de Teti, en el complejo funerario real de Saqqara, Egipto. I
Comenzare diciendo que he elegido tres imágenes que representan el mismo lugar, con el único fin de poseer mas perspectiva, y poder explicar mejor los conceptos de presencia/ausencia y mirada mágica que desarrollare. Como esta detallado arriba, las imágenes pertenecen al interior de la mastaba de Mereruka. Al observar los registros históricos antiguos, podemos entender como en el antiguo Egipto las figuras políticas eran veneradas y tratadas como superiores en todo nivel. Así mismo, cuando morían, se los seguía venerando. Pero la imagen corpórea comenzaba a tomar otra forma, en donde se evitaba el contacto con ese cuerpo que ya no era mas. Es por eso, que la imagen que se veneraba, una vez que el cuerpo fallecía, era la imagen o doble, en este caso, de Mereruka. Era la imagen la que recibía los regalos, la comida y las ofrendas, y así esta explicito en el interior de la tumba, ya que la imagen iba acompañada no solo de su familia, en forma de alto relieve, sino también de aquellos esclavos que servían a los mismo, con ofrendas en alto. También la imagen es enterrada con todo tipo de inscripciones que no solo hablan de la dinastía y la descendencia del difunto, sino que también son inscripciones que lo protegen para su futura vida, dibujos del muerto que representan su presencia en real en ese recinto. La imagen era la que guardaba el alma y la que trascendería al mas alla. En la mastaba de Mereruka, incluso podemos encontrar una falsa puerta que suponía llevar el alma del Visir a la Eternidad. Es así que la imagen representa al difunto, representando en lo visible, lo invisible, es decir aquel ser que ya no es, su alma. Y a la vez, su alma esta representada en la nada que es la imagen. Es la confección de ella la que vale como alumbramiento a la sombra del duelo. Es estadio del espejo propone que a la descomposición de la muerte se le oponga la recomposición de la imagen, tal como hacían los antiguos egipcios.
De Marco, Carolina
EDAD MEDIA
El encuentro de León Magno con Atila es un fresco del artista Rafael Sanzio, aunque se nota en esta obra la mano de sus ayudantes Panni y Giulio Romano. Fue pintado en 1513- 1514. El encuentro de Atila y León Magno se ubica en una de las paredes de la Estancia de Heliodoro, en los Palacios Vaticanos. Enfrente aparece la Expulsión de Heliodoro, escena que da nombre a la sala. Rafael nos ofrece el momento en que el papa León Magno se entrevista con Atila, el rey de los hunos, en las cercanías del río Milvio. El encuentro tuvo lugar en el año 452 . En este caso, quiero empezar haciendo referencia a la periodizacion de la imagen seleccionada. Data del año 1514, pero quisiera utilizarla como referencia al concepto de Mito y Realidad de Frankfort, y que hace referencia al año 452. La imagen arriba ilustrada muestra el enfrentamiento del Papa Leon Magno contra Atila y los Hunos. Creo que aquí se puede ver una representación que evoca a lo ambiguo de la realidad mezclada con el mito. Por un lado, podemos observar al Papa Leon con todo su séquito santo, vestidos de blanco, y a el mismo montando un caballo blanco, en antítesis con Atila, en su corcel negro y a sus tropas barbaras también vistiendo negro. Hay una clara diferenciación entre lo bueno y lo malo, la luz y la oscuridad. Y creo que es muy interesante las figuras de los santos en lo alto de la imagen, con sus espadas alzadas, listos para batallar. Podemos entender de este modo, como su santidad, es ayudado a conquistar la batalla en el nombre del bien por San Pedro y San Pablo. Quise usar esta imagen ya que es un hecho real histórico, en donde sabemos que el Papa Leon no fue ayudado milagrosamente por los santos Pedro y Pablo, pero en donde entre en juego lo mitico o milagroso, dandole al Papa un poder de tinte maravilloso, ensalzando el poder cristiano y su superioridad ante el mal, representado por Atila y. De Marco, Carolina