Teórica N.9 Paradigmas en Geografía urbana
A-Los paradigmas, los conceptos, las escuelas geográficas y las Teorías en la Geografía urbana El estudio de las ciudades, o más concretamente, de la urbanización del territorio, es objeto de estudio de los geógrafos desde finales del siglo XIX. La Geografía urbana es una subdisciplina dinámica que comprende una combinación de ideas pasadas y de nuevas aproximaciones aproximaciones de los conceptos y temas que todavía se están trabajando y aclarando en la actualidad. Curiosamente Curiosamente .su estudio podría ser representado con la siguiente metáfora: una ciudad con distritos de diferentes edades y vitalidades. vitalidades. Existen algunos distritos antiguos y bien establecidos, que pueden remontarse a más de un siglo, a veces con la obvia necesidad de reparaciones, reparaciones, y otros más actuales o rehabilitados. Muchos distritos se han expandido en forma reciente y lo han hecho con gran rapidez. De igual manera, no cabe duda que los geógrafos urbanos se han acercado al estudio de la ciudad desde un cierto número de perspectivas filosóficas, algunas tradicionales tradicionales y otras novedosas. Como punto de partida, hay que señalar que la evolución del pensamiento geográfico debe inscribirse dentro de la evolución del pensamiento científico en general. El empleo del término « paradigma» (T.S.Kuhn, 1975), puede resultar de utilidad para comprender las perspectivas filosóficas que corresponden a las diferentes etapas atravesadas por la Geografía a lo largo de su historia, sobre todo, desde el siglo pasado, momento en que las diversas Ciencias sociales comenzaron a afirmar su propia identidad. Por otra parte, y de acuerdo con P. James, uno de los principales cronistas cronistas de la ciencia geográfica, habrían existido tres períodos diferentes que dominaron el acontecer del conocimiento geográfico. En primer lugar, el período «preinstitucional», se halla caracterizado por ser la época en que la investigación geográfica estuvo «en manos de aficionados o de científicos procedentes de otros campos. Posteriormente, Posteriormente, siguió el período «moderno» que correspondería al intervalo entre 1874, donde comienza la institucionalización institucionalización de la Geografía en Alemania, y la época posterior a la Segunda guerra mundial. Por último, se destaca el período «contemporáneo», que se abriría con el momento del nacimiento de las nuevas geografías y la desintegración desintegración de la corriente tradicional regional. En cada uno de estos periodos, surgieron paradigmas, paradigmas, donde los diversos conceptos, leyes, teorías o simples puntos de vista adquierieron adquierieron una coherencia integradora integradora con cada momento histórico concreto. Mientras que el significado de cada perspectiva y paradigma para la práctica de la Geografía urbana ha cambiado con el tiempo, aunque ninguna de las aproximaciones principales principales ha sido abandonada abandonada por completo, y de hecho, la investigación investigación informada en todas las perspectivas continúa siendo desarrollada desarrollada bajo el paraguas de la Geografía urbana moderna. A partir de la década década de 1970, el objeto de estudio estudio de la Geografía Geografía urbana se ha expandido con gran rapidez.Para algunos comentaristas, esta diversidad en aumento de las fuentes puede constuir una debilidad potencial que finalmente podría llevar a su desintegración desintegración como subdisciplnia subdisciplnia.. Para otros, en cambio, esta multidimensionalidad multidimensionalidad enfatiza la posición de la Geografía urbana como foco integrador para la investigación de las ciudades. El avance de la Geografía urbana a su posición central dentro de la Geografía tuvo lugar recién en la última mitad del siglo XX. Como advierten Herbert y Johnston (1978) hacia la década de 1950 era raro encontrar una cátedra dedicada a esta materia, mientras que en 1980 ya no quedaban institutos de Geografía en que faltara tal subdisciplina. •
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A continuación continuación se presentan las las diferentes perspectivas perspectivas de los estudios estudios urbanos urbanos y se plantean interrogantes que serán respondidos en el desarrollo de la asignatura.
B. Ambientalismo, regionalismo, posibilismo, positivismo positivismo y Teorías morfológico-funcionales morfológico-funcionales del espacio concreto Durante los últimos años del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, las aproximaciones aproximaciones más importantes de la Geografía urbana reflejaron el interés más general de la Geografía en la relación entre la gente y el ambiente, o en la descripción regional. El trabajo inicial sobre el sitio y la posición de las ciudades, asi como de los orígenes y el crecimiento urbanos, era mayormente descriptivo. Uno de los primeros tratados de Geografía urbana realizaba una clasificación clasificación y análisis de unas 200 ciudades en términos de sitio, situación, relieve y clima. A pesar de su simplicidad, simplicidad, estas investigaciones investigaciones suministraron la fundación de de una práctica conceptualmente conceptualmente más refinada del análisis morfológico urbano que continúa iluminando los patrones de crecimiento y cambio urbano en la actualidad. Dentro de esta tradición, los modelos morfológicos, hay que resaltar dos escuelas: la francesa, o posibilista, representada por la figura de Paul Blanchard, quien estudió especialmente especialmente las ciudades de Grenoble y Montreal entre 1911 y 1947, y la anglosajona liderada por M. Conzen, sustentada en el historicismo que procura definir más concretamente los espacios y los agentes urbanos. En estos modelos predomina el método inductivo. En el primer caso, el modelo francés, se advierte una clara referencia a los estudios ambientalistas ambientalistas del siglo XIX y los regionalistas de comienzos del siglo XX. Así el emplazamiento precisa la relación determinada con el ambiente físico y la adaptación humana a éste, mientras que la situación remite a las posibildades de la actuación humana, con sus ritmos históricos y las relaciones con otras ciudades, es decir, la organización regional. Estas mismas temáticas se reflejan en el model conzeniano a través del análisis de la ocupación parcelaria o de las actuaciones de las instituciones instituciones públicas y empresas privadas en las zonas periféricas de las ciudades, con el objeto de crear un nuevo suelo urbano. Como corolario de estas teorías, en la escala interurbana, los estudios de los patrones regionales de asentamiento focalizaban su atención en la importancia de los sistemas de transporte. Por otra parte, los análisis económicos de las ciudades como puntos en el espacio fomentaron el estudio de la Ecología urbana. La crítica común a todos estos modelos de racionalidad lógica iba a dar cabida a los nuevos enfoques comportamentales subjetivos y radicales sociales.
C. Neopositivismo y espacio abstracto El positivismo es una corriente filosófica caracterizada por su adhesión al método científico de investigación basado en el testeo de hipótesis, inferencia estadística y construcción teórica. Las suposiciones del positivismo incluyen las siguientes: 1. Los acontecimientos que tienen lugar en una sociedad o involucran decisiones decisiones humanas tienen causas identificables y verificables. 2. La decisión o elección es el resultado de las leyes a las que se conforman los individuos. 3. Existe un mundo objetivo comprensible comprensible a partir del comportamiento individual individual y el resultado de tal comportamiento puede ser observado y registro de un modo objetivo y con criterios aceptados universalmente. universalmente. 4. El investigador investigador es un observador desinteresado. 5. Como en el estudio de la materia inanimada, existe una estructura en la sociedad humana (de naturaleza orgánica) que cambia de determinadas maneras de acuerdo con leyes observables. observables.
6. La aplicación de las leyes y teorías del positivismo en las Ciencias sociales pueden se usadas para alterar el comportamiento de las sociedades de una manera determinada (ingeniería social). La diferencia del neopositivismo ligado a la Geografía urbana con el positivismo del siglo anterior se manifiesta en el abandono del determinismo causal. La búsqueda de un cuerpo de doctrina coherente y válido, tanto para las ciencias de la naturaleza como para las ciencias sociales, centró los esfuerzos neopositivistas en la elaboración de lenguajes neutrales, capaces de expresar de forma adecuada la correspondencia existente entre el mundo teórico y el real. Se trataba, como señala H. Capel, al respecto, «de captar la estructura del objeto y no su esencia» (Capel, 1981). El lenguaje lógico-matemático iba a servir, operacionalmente, al logro de éste objetivo y daría lugar a la creciente utilización de las técnicas cuantitativas en las ciencias sociales. El modelo epistemológico más acorde con esta nueva forma de concebir la ciencia era, sin duda, el hipotético-deductivo, relegando a un segundo plano el método inductivo, aquel que accede al conocimiento general a partir de ordenar las experiencias perceptuales externas. Para la ciencia neopositivista, la posibilidad de aprehender la realidad de esta forma concreta obliga a seleccionar, dentro del campo de su episteme, el conjunto de aquellos hechos y problemas particulares que puedan ser integrados en un lenguaje determinado. Esta limitación de la ciencia, únicamente a aquellos campos que presentan la ductilidad sufiente para poder ser manejados por lenguajes lógicos y matemáticos, ha relegado fuera de esta orientación epistemológica a aspectos fundamentales de la vida humana, que deben así ser silenciados. El espacio de la Geografía teorética y explicativa se convierte en el eje del discurso y de la práctica geográfica, “no se trata de fenómenos naturales ni de fenómenos culturales, sino de fenómenos espaciales” (Muñoz, 1989). Esta identificación de las ciencias naturales y sociales, por los métodos de análisis, condujo inevitablemente, al reduccionismo naturalista. La existencia de un orden natural y su transposición al mundo social obligaba a descubrir regularidades, utilizando los métodos cuantitativos. Las disciplinas sociales debían cosificarse para facilitar la medición. El empleo de modelos teóricos de referencia se producía paralelamente al desarrollo de los enfoques estructural y sistémico. El neopositivismo resulta evidente para comenzar en el trabajo de Christaller (1933) y en el de Losch (1954) acerca del modelo de distribución espacial de los asentamientos, La teoría de Christaller, centrada en la importancia de la ciudad en la distribución de los bienes terciarios, se alejaba, ya en la temprana fecha de 1933, de explicaciones ambientalistas. La utilización de dos términos de carácter exclusivamente económico: alcance y umbral, traducía al espacio la consideración jerárquica en la organización de los núcleos urbanos. «La teoría de los lugares centrales supone, pues, que existen umbrales, por debajo de los cuales los intercambiadores prefieren escoger una localización ya existente, antes que crear una nueva red de lugares de intercambio» (Claval P., 1966). La solución adoptada, según unos principios de comportamiento racional del Homo economicus, deberla conducir a un modelo, en donde la distribución de bienes se organiza en una red hexagonal de centros jerarquizados, donde cada centro tiene todos los servicios correspondientes al estatus inferior, así como los de su nuevo rango, y sirve de punto de referencia para atracción de toda el área hexagonal tributaria. A pesar de que la teoría del lugar central no sería objeto de referencia obligada en la ciencia geográfica hasta los años sesenta, ya al poco tiempo de su publicación, por caminos paralelos, otros autores llegaron a plantear modelos similares. «Y ello constituye uno de los rasgos curiosos de la teoría de los lugares éntrales, a saber; que han sido muchos los autores, que pocos años antes de la guerra habían llegado aproximadamente a los mismos resultados, lo que pone de manifiesto que se trata de una teoría cuya necesidad se imponía, sin paliativos, a cualquiera que estudiase sistemáticamente las condiciones de ordenación de las redes urbanas» (Claval, 1966). Sin duda, la aportación más fructífera fue
la de A. Lösch, que amplió las funciones terciarias del modelo de Christaller a las productivas, suponiendo, además, las funciones independientes (un centro no tiene porqué poseer todas las funciones de rango inferior). Losch rompió, además, la rigidez del esquema de Christaller sobre la regla de orden K = 3, suponiendo la posible existencia de varias redes superpuestas en torno a una gran ciudad. Más allá de estos trabajos pioneros, el neopositivismo floreció en Geografía urbana a partir de la década de 1950 con la primera obra crítica del posibilismo geográfico, de F. K. Schaeffer (1953), Excepcionalismo en Geografía. En este artículo, Schaeffer señaló el punto crítico de un nuevo cambio en la dirección del paradigma dominante, en el rumbo de integración de la Geografía con las nuevas ideas neopositivistas. El autor rechazaba la concepción excepcionalista de la Geografía, caracterizada, según él, por su adscripción al estudio de lo único y singular, pretendiendo la convergencia de nuestra disciplina con la nueva corriente dominante del pensamiento. La ciencia debería, en adelante, tratar de encontrar leyes y precisamente, la habilidad del científico residiría en la capacidad de separar lo particular de lo general, restringiendo el análisis a éste último campo en la búsqueda de la regularidad del mundo real. Con el auge de la Geografía teorética y explicativa y estimulados por los trabajos de Christaller, surgen los modelos funcionalistas o funcionales especialmente los de la Escuela de Análisis espacial (de Chicago). En este contexto, los conceptos clave son los de zonificación y la localización, consistentes en las clasificaciones mutlivariadas de los tipos de asentamientos y las variaciones espaciales en las densidades de población, con predominio del método deductivo para crear leyes de comportamiento universal. En estos modelos, la actuación humana no está focalizada en las condiciones ambientales o en la posioción regional e histórica, sino en las leyes del mercado (umbrales de demanda, límites de accesibilidad) y los determinantes de la Psicología social (segregación social, invasiónsucesión en la ocupación de los barrios). Posiblemente, uno de los temas que más contribuyó al despegue de la nueva tendencia geográfica fue el de la Teoría de lugar central. Destaca, en este sentido, el grupo de trabajo liderado por W. L. Garrison, integrado por personalidades, como B. J. L. Berry, W. Bunge, M. F. Dacey, D. F. Marbie, R. L. Morrill y J. D. Nystuen, entre otros. Su principal labor consistió en relacionar el campo de análisis geográfico con otras disciplinas, principalmente la Economía, contribuyendo a plantear los problemas de la localización espacial de las actividades económicas, buscando soluciones prácticas en el planeamiento urbano. Se trataba de adaptar los principios de la economía neoclásica a los nuevos problemas clave, intentando, desde esta perspectiva, minimizar los costos o aumentar los beneficios, mediante la construcción de modelos que maximizaran la eficacia económica. Estos problemas abarcarían una temática variada, como la construcción de una red de transporte eficaz, la localización óptima de la industria o la construcción de modelos de equilibrio estático para la ciudad. La ciencia espacial positivista también resultó central en los modelos de la estructura urbana introducidos en la Geografía del modelo de la economía neoclásica. Se basaba en la suposición de la existencia del Homo economicus o la racionalidad económica del comportamiento humano. Afirmaba esta teoría que las decisiones individuales se basaban en la meta de maximización de las utilidades, es decir, minimización de los costos involucrados (en términos de tiempo y dinero) y por supuesto en la maximización de los beneficios. Como vemos, esta primera etapa del desarrollo cuantitativo y teorético se caracterizó, salvo excepciones, más por la utilización de nuevas técnicas de trabajo (Estadística clásica), aplicadas al campo geográfico, que por la elaboración de un marco teórico preciso, en la línea de la Nueva Geografía. El intento de dotar a la nueva corriente geográfica de un estatus propio condujo a la delimitación de algunos centros de interés, teóríco- prácticos, de lo que debía ser la Geografía. El primer impulso provino de «la Teoría de la localización, que puede considerarse, como una extensión teórica de la escuela ecológica de Chicago, a la que se han añadido elementos de la teoría de los lugares
centrales, desarrollada por Christaller, Losch y otros. La utilidad de la teoría de la localización ha sido importante en el estudio de la localización de industrias, de servicios, de transportes y en el análisis regional. La teoría de los lugares centrales ha conducido, por su parte, al análisis de redes urbanas, clasificación de ciudades, y al estudio de la jerarquía urbana, por ejemplo» (Mattson, 1978). En este sentido, pudo constituir un importante estímulo la Asociación de la Ciencia Regional con W. Isard al frente, y su intento de introducir el espacio en la ciencia económica a través de la modelización y el empleo de la Matemática. Estos estudios de referencia están representados los estudios de zonificación de L. Wirth o así como los estudios de localización de P. Haggart. En estos estudios hay un predominio del regionalismo (estudio de la ciudad en el contexto regional) sobre el ambientalismo (estudio interno de las ciudades) en la interpretación de los fenómenos urbanos. Los nuevos métodos de esta Geografía teorética fueron aplicados al análisis de la estructura interna de las ciudades. Las nuevas corrientes neopositivistas iban a tener pronto repercusiones importantes en el campo de la Geografía Urbana. La primera iba a ser el cambio de los problemas-clave. Dos líneas fundamentales de investigación se desarrollaron. A nivel intraurbano, aparecería la Ecología Social, que aprovechando la creciente disponibilidad de datos estadísticos- censales intentaría descubrir, mediante su manipulación por procedimientos estadísticos sofisticados, la existencia de un orden en la ciudad. Por otro lado, la aplicación de los principios básicos de la economía neoclásica permitiría la construcción de modelos, «cuyas bases partían del concepto económico de hombre-racional, capaz de tomar decisiones con un perfecto conocimiento de la realidad y cuya elección de localización está basada en una minimización del costo de movimiento» (Herbert y Colin, 1982). Los modelos construidos en un primer momento, tanto a nivel intraurbano como interurbano, se caracterizaron por su estaticidad, por lo que la introducción de la Dinámica de Sistemas proveyó de una nueva metodología, que resulta más acorde con el planteamiento de una ciudad en proceso de transformación. Los modelos de uso del suelo implementados por la escuela de Chicago de Ecología social reflejaron la filosofía positivista al confirmar que el comportamiento humano estaba determinado por principios ecológicos o leyes naturales que estaban establecidos y que explicaban que los más poderosos obtendrían su posición más ventajosa (localización residencial) en un espacio dado en desmedro de los menos favorecidos. El abandono de la orientación de la «morfología urbana» por esta nueva tendencia de investigación se vio favorecido por el desarrollo experimentado por el tratamiento masivo de la información geográfica. En consecuencia, siendo las características censales de la población las más fácilmente obtenibles, la ciudad pasó a convertirse en un conjunto de submundos sociales diferentes y el análisis de los modelos representantes de su estructura espacial en uno de los objetivos básicos de la Geografía urbana. La primera contribución, en este sentido, fue la elaborada por E. Shevsky y W. Bell, mediante el Análisis de las Áreas Sociales (AAS). El fundamento teórico y las técnicas utilizadas en el mismo se desarrollaron, básicamente, en los Estados Unidos, durante la década de los años cincuenta y sesenta. Aparentemente, el análisis se concreta en una técnica que permite realizar la diferenciación residencial de la ciudad, de acuerdo a tres índices (rango social, urbanización y segregación), que se deducen de alguna de las variables que ofrecen los censos de población. No obstante, los defensores y divulgadores de este nuevo modelo de análisis se encargaron de intentar establecer un nexo de unión entre el método y una teoría social general de la ciudad. Según propias palabras, Shevsky y Bell conciben la ciudad como «un producto del conjunto global de la sociedad moderna; de modo que las formas sociales de vida urbana deben entenderse dentro del contexto del cambio a que están sometidas los más amplios contenidos de la sociedad» (Shevsky y Bell, 1955).
Los analistas de las áreas sociales reconocen que la diferenciación social de las ciudades es el resultado de varios procesos que actúan simultáneamente en las sociedades industriales desarrolladas, aunque metodológicamente resuelven el problema de forma taxonómica más que fenomenológica. Las críticas hacia el modelo del AAS se ha realizado desde distintas perspectivas. Una de las más importantes hace referencia a la debilidad de la construcción teórica que lo sustenta. En primer lugar, la acusación de determinismo económico pone el acento en una relación demasiado simple, de causa a efecto, que se establecería entre la sociedad urbanoindustrial y las características contenidas en las tres dimensiones básicas del modelo. Otra critica señala la ausencia de referencia a los procesos por los que se derivan históricamente la diferente implantación del rango social, urbanización y segregación en la ciudad. En este sentido, se manifiesta D. Timms al afirmar que en el modelo del AAS «se hacen escasas referencias a las diferencias en la orientación de los valores y los con flictos de poder, asi como a cuestiones organizativas, distintas de las consideradas como corolario necesario de las transformaciones de las características de la actividad productiva» (Timms, 1976). Durante la década de 1970, el desarrollo de un amplio espectro de técnicas estadísticas multivariadas extendieron el área social de aproximación de los ecologistas en la forma de Ecología factorial diseñada para revelar las bases de la diferenciación residencial de la ciudad. Mientras que el modelo de AAS se presentaba como deductivo, en el sentido de que presuponía, de antemano, las dimensiones básicas de la diferenciación residencial, la aparición de un modelo inductivo, como el análisis factorial, facilitaba la comprobación empírica del modelo de áreas sociales. Este modelo matemático multivariado consiste en deducir, a partir de un conjunto de variables iniciales, unas nuevas variables, denominadas factores, en número más reducido que las anteriores y capaces de explicar un elevado porcentaje de la varianza de los datos. La aplicación del método factorial al estudio de la diferenciación residencial urbana, mediante la utilización de variables fundamentalmente demográficas, constituye la denominada Ecológica Factorial. El término fue acuñado por Sweester (Sweester, 1965), aunque varios autores le hablan.procedido en su empleo. La aplicación de la técnica del análisis factorial al estudio urbano permitió comprobar, en muchos casos, la validez del modelo de AAS, aunque caminando en un proceso inverso. Así, «mientras la t écnica utilizada por Shevsky seleccionaba sus variables sobre la base de una teoría dudosa, el análisis multivariado lo realizó con sus factores, únicamente sobre la base de la correlación de los datos, y utilizando, además, un extenso número de variables de partida. El otro camino seguido por la Geografía Urbana entorno a las ideas neopositivistas, fue el del desarrollo de la modelística. Ello supuso más la elaboración y depuración de algunos de los modelos sobre la organización interna de la ciudad o su distribución en el espacio, que la construcción de una teoría general de lo urbano. De todos los modelos construidos, el del lugar central ha sido, sin duda, el más fructífero y el que pasamos a comentar en primer lugar. Tendrían que transcurrir más de treinta años, para que la primitiva obra de W. Chrístaller fuera conocida por los geógrafos americanos, al ser traducida directamente al inglés por C. W. Baskin. En realidad, el gran interés que el trabajo de Christaller despertó en el autor americano se tradujo en la preparación de su tesis doctoral, como un amplio estudio sobre los métodos utilizados y las nuevas posibilidades que abría al estudio de lo urbano. En síntesis, la sustitución de un empirismo resultado de la observación directa de la Geografía regional por otro más abstracto que ofreció una excesiva geometrización del espacio con avances teóricos y demostró que estos modelos eran estáticos y que no prestaban atención a la dinámica espacial. El nuevo despliegue de la teoría de Christaller, a partir de los años cincuenta, se orientó en dos direcciones diferentes, bien en una formulación más detallada y acertada del modelo del lugar central, bien en la verificación empírica del mismo. Entre las primeras aportaciones debemos destacar la de Beckman que formuló matemáticamente la relación
existente entre la población de una ciudad y su nivel de jerarquía, o la de M. F. Dacey, cuyo planteamiento consistía en analizar las jerarquías urbanas, de forma más rigurosa. En el segundo campo, las aportaciones más interesantes fueron las de B. J. Berry y W. L. Garrison, cuyo esquema teórico se mostraba más flexible, al no exigir, ni una distribución uniforme de la población, ni un sistema hexagonal de áreas de mercado. Además, en vez de partir de un modelo, perfectamente definido y rígido, Berry utilizó diversas técnicas estadísticas, como el análisis factorial, para deducir, en cada caso, de forma inductiva, las relaciones existentes entre los diferentes niveles de la jerarquía. Otro tipo de modelos fueron empleados, por aquellos años, en América del Norte, para facilitar el planeamiento de las ciudades. El problema del tráfico, acelerado por el incremento del parque automovilístico, se convirtió en campo propicio para el ensayo de la modelística. Los primeros modelos rudimentarios utilizaban el análisis de regresión múltiple y el modelo de gravedad de Newton, para resolver la problemática de los flujos de tráfico en la gran ciudad. El éxito de esto primitivos modelos alentó la construcción de otros nuevos, centrados, ahora, en el mercado del suelo urbano. El mecanismo, utilizado para poner en relación el centro urbano, como área de mayor accesibilidad y precio, con el resto de las funciones urbanas, fue la renta urbana. «Los aspectos más destacados de este mecanismo, en relación con su capacidad de determinación de las estructuras de uso de suelo, pueden resumirse en los siguientes: cada actividad posee una cierta habilidad para derivar utilidad de los terrenos de una zona urbana; la utilidad de un terreno se mide por la renta que la actividad está dispuesta a pagar por el uso del terreno. Cuanto mayor sea la utilidad que se pueda derivar, mayor será la renta que la actividad está dispuesta a pagar. Y a la larga, la competencia en el mercado del suelo urbano por los terrenos disponibles, tiende a una situación en la que cada terreno es ocupado por el uso del mejor y más fuerte, que es el uso capaz de derivar del terreno la máxima utilidad, y que, por tanto, es el que está dispuesto a pagar más por la ocupación». En este sentido, los modelos más acabados han sido los elaborados por L. Wingo y W. Alonso. La búsqueda de modelos de uso del suelo, más formalizados, condujo, inevitablemente, a ciertas simplificaciones. Por este motivo, los modelos construidos en la década de los sesenta llevaban implícitos muchos de los mecanismos contenidos en las teorías clásicas o neoclásicas de la ciencia económica, tales como el crecimiento espacial de la ciudad de Hurd o los costos del transporte de Haig. La diferencia, con estos se centraría en un mayor nivel de formalización, mediante el empleo de ecuaciones matemáticas. Con la introducción de la Teoría de los Sistemas de Bertalanffy (1968), la Geografía teorética dio paso a la Geografía sistémica que intenta definir en términos lógicos y matemáticos el espacio geográfico. El relativo fracaso de los primeros modelos procedía, tanto de su carácter estático, característico de los modelos de equilibrio, como de su excesiva pretenciosidad. «Muchos de los modelos eran tan ambiciosos en el nivel de escala planteada y tan grande el volumen de datos y la memoria del ordenador necesitada, que fueron abandonados o drásticamente limitados» (Batty, 1976). Sin embargo, dos factores iban a impulsar el desarrollo de la modelística sobre bases mas reales. Por un lado, la utilización de la informática y las inmensas posibilidades abiertas al tratamiento masivo de datos, y, por otro, el planteamiento de la problemática urbana en el marco teórico ofrecido por la T.G.S. Así, se manifestaba el propio M. Batty al señalar, que «la teoría y la práctica de la modelística han sido estimuladas por el desarrollo y aplicación al planeamiento de la T.G.S. y la presencia cada vez más activa de un sistema institucional dedicado al planeamiento de la ciudad». El concepto de sistema, como conjunto de elementos estructuralmente relacionados entre sí, con posibles alternativas o estados derivados de esta interrelación, se ajustaba bien a la delimitación de un modelo simplificado y operativo de la ciudad. Uno de los conceptos, deducido del campo de la termodinámica y utilizado con éxito para definir el estado de un sistema, fue el de entropía. Introducido por A.G. Wilson (1970), fue empleado también para medir el grado de indeterminación de un sistema (modelo), comparando la situación teórica de máxima probabilidad con la realidad.
Sin embargo, la contribución más importante de Wilson fue publicada en 1974, donde el autor nos expone, de forma detallada, el arte de construir modelos, analógicos con el funcionamiento de la ciudad. Su trabajo fue completado por M. Batty, contribuyendo, entre ambos, al desarrollo de la dinámica de sistemas en el campo urbano. Esta acotación del mundo real, mediante modelos, ha dado sus mayores frutos en el campo del planeamiento. Se trataría, fundamentalmente, de simplificar los elementos básicos del sistema urbano y de establecer o definir las relaciones entre ellos, con la finalidad de resolver problemas concretos. El interés principal de este tipo de modelos se mueve en el campo de lo económico, ya que como reconoce el propio Wilson, sin esta restricción se entraría de lleno en el campo de la Sociología, lo que se deseaba evitar de forma premeditada. Durante dos décadas, la ciencia espacial fue el paradigma dominante en la Geografía urbana. Sin embargo, a partir de la década de 1970, un consenso creciente entre los geógrafos nacidos dentro de la misma escuela tendió claramente a criticar el neopositivismo en varios niveles: 1. La adecuación de una aproximación focalizada en lo espacial impide comprender los procesos causales subyacentes. Se argumentó que la ciencia espacial es el resultado de las fuerzas sociales prevalecientes, y que el foco de la investigación urbana debería girar hacia el estudio d las relaciones sociales. 2. La crítica particular de la visión mecanicista en el rol de la humanidad y su falla para reconocer y comprender los valores idiosincráticos y subjetivos que motivan gran parte del comportamiento humano. 3. El hecho de qu la ciencia espacial no logra introducir el significado de los sitios urbanos a partir de sus habitantes. Para explorar el sentido del lugar se requiere una aproximación basada en las actividades cotidianas y en las percepciones de los residentes urbanos. En síntesis, la abstracción de la realidad, inherente a la utilización de los modelos neopositivistas, asi como su pretendida objetividad, fueron pronto puestas en entredicho. A pesar estas críticas de las escuelas radicales y subjetivas, en especial a partir de los estudios de Bunge y Harvey, el concepto de caída de la distancia (atenuación del patrón de los procesos urbanos con la distancia) es todavía utilizado en el estudio del comportamiento de consumo y los patrones de viajes. La subsiguiente expansión de la herramienta informática ha asegurado que el modelado y la simulación resulten todavía temáticas vibrantes, aunque minoritarias, de la Geografía urbana. En este ambiente de rechazo a paradigmas de tipo neopositivista, la consideración de lo subjetivo y lo personal primó, en un primer momento, por encima de las abstracciones formalistas de la ciencia positivista. Sin embargo, no debe considerarse como nuevo a un movimiento que hunde sus raíces en la reacción historicista de finales del siglo pasado y comienzos del presente. Su origen puede situarse, tanto en la corriente fenomenológica, como en un conjunto de movimientos de signo vitalista, entre los que el existencialismo destaca de manera singular. Mientras que los geógrafos físicos continúan apoyándose en la certeza de ciencia empírico-analítica, bajo el falaz enfoque del método científico, los geógrafos humanos han presentado sus credenciales a una Ciencia social dominada por las concepciones históricohermenéuticas y estructuralistas de la ciencia.
D. Behaviorismo, percepción, humanismo y espacio subjetivo vivido y percibido Una primera respuesta a la insatisfacción por la ciencia positivista partió del conductismo o behaviorismo, el método psicológico desarrollado por Watson que surgió como un intento de salvar el positivismo al analizar el comportamiento del hombre y su conducta. Esta primera aproximación se plasmó en la Geografía del comportamiento analítica todavía vinculada con el positivismo (a pesar de repudiarlo, porque mantenía sus propios modelos matemáticos, así como la comprobación de hipótesis y el lenguaje
analítico) que intentó enfrentar los resultados del análisis espacial subrayando el papel de los procesos cognitivos y las decisiones en la mediación de las relaciones entre el ambiente urbano y el comportamiento espacial de las personas. Mediatne la utilización de técnicas de mapeo cognitivas los geógrafos urbanos se dedicaron a examinar una gran cantidad de elementos como la movilidad residencial, las preferencias residenciales, los trayectos y distancias interurbanos, la vecindad o barrio percibidos y las imágenes de la ciudad. No cabe duda que la aproximación espacial introdujo más realismo en los estudios urbanos, ya que el énfasis de la investigación empírica del comportamiento humano contrarrestaba la teoría espacial de naturaleza abstracta. No obstante el behaviorismo rompió completamente con esta tradición positivista y todavía estaba ligada a las generalizaciones. Como consecuencia, esta corriente atrajo gran parte de las críticas que habían etiquetado al positivismo, en particular la falla para reconocer y comprender la ambigüedad y el dinamismo de la vida cotidiana. Como contracara del behaviorismo, se impuso la visión del humanismo, respuesta que surge de planteamientos filosóficos existencialistas y fenomenológicos, a la vez que recoge la herencia de los postulados de la singularidad de las ciencias del espíritu frente a las ciencias físicas. Esta aproximación se materializa en la Geografía de la percepción. La aproximación humanista contempla al individuo como un agente fundamental en el cambio de la ciudad más que alguien que responde pasivamente a los estímulos externos. Las preocupaciones subjetivas y experenciales se traducen en una explicación urbana desde las imágenes de los ciudadanos. Es decir, la ordenación de la realidad urbana presupone un análisis de comportamientos y emociones de la experiencia personal. Aunque se reconoce que las personas no actúan libres de presiones, la filosofía humanista otorga importancia central a la conciencia y creatividad del hombre. El motivo de la aproximación humanista es la comprensión del comportamiento social humano utilizando metodologías que exploren las experiencias subjetivas del mundo. En la práctica, esto se traduce en un cambio de los principios positivistas de la inferencia estadística basada en las muestras aleatorias de la población por el principio de la inferencia local basada en los estudios de caso únicos y particulares utilizando los métodos como la etnografía y el análisis de textos literarios para demostrarlo, como los que abordan la construcción social del espacio urbano. La percepción morfológica de la ciudad revela el predominio de sendas e hitos, en algunos casos, y de nodos y barrios en otros. Es decir, el ciudadano posee una imagen individual de las diversas partes de la ciudad que han sido tipificadas como hitos o lugares de referencia, itinerarios y sendas de desplazamiento. La introducción de la perspectiva subjetivista en el campo de la Geografía se relaciona con los trabajos desarrollados por H. A. Simón, así como con el análisis urbanístico de la Escuela de Chicago de K. Lynch. Esta lectura de la ciudad, procedente de las investigaciones de Kevin Lynch (1960), se popularizó con el objetivo de tener una visión colectiva de las diferentes imágenes mentales de la ciudad. Lynch logró deducir los elementos estructurales básicos que componen las imágenes de los ciudadanos, tales como los caminos o canales de relación, barreras que rompen la continuidad del espacio, los barrios o distritos, los nudos o centros de interacción, etc. El resultado final era la elaboración de un mapa mental, de gran utilidad en el estudio de las estructuras espaciales de la ciudad, tal como son captadas por el observador. No ha sido ésta la única vía empleada en la delimitación de mapas mentales. R. M. Downs (1970) sugirió tres aproximaciones diferentes que denominó, estructural, valorativa y preferencial. La primera se correspondería con el trabajo realizado por K. Lynch, mientras que la segunda, pretendería identificar la precisión con que los individuos reconocen las cualidades de un espacio concreto, y, la tercera, trataría de definir los niveles de deseabilidad o preferencia diferenciales en el espacio, para a partir de aquí construir imágenes mentales. P, Gould y R. Withe (1974) elaboraron, apoyándose en la Metodología cuantitativa, un procedimiento para obtener los mapas mentales con las respuestas individuales obtenidas acerca de las preferencias sobre diferentes lugares en donde vivir.
Estas concepciones, aunque alejadas de los modelos analíticos propios de la economía neoclásica, no han abandonado, en muchos casos, un sustrato ligado al paradigma neopositivista, como se ha puesto de manifiesto, al utilizar alguno de los métodos procedentes de la revolución cuantitativa. El mismo P. Gould ha empleado en sus investigaciones una técnica similar a la Ecología Factorial. En 1961, Gilbert White, un exponente de la escuela de Chicago, estudió la respuesta ante los riesgos naturales basándose en la idea de que el comportamiento humano está directamente influido por la percepción. Y en esta misma línea, Julian Wolpert (1964), en Suecia, adoptó el modelo de comportamiento humano al conductismo ambiental. A mediado de la década de 1970, Gould y White comenzaron a trabajar en los mapas mentales. En síntesis, la ciudad es analizada como un lugar en tanto que territorio organizado por las vivencias del ser humano. De tal forma que en la ciudad podemos identificar emociones e imágenes que se van acumulando en nuestra experiencia vital. En tal sentido juega un papel relevante el de las imágenes de la ciudad ideadas por los propios vecinos (Boira, 1992) o la que se difunde a través de las guías urbanas (Serrano 1992), folletos turísticos y libros de viajeros. La otra línea, la comportamental, ha dado amplios frutos en la investigación urbana, analizando la toma de decisiones de los diversos grupos. que integran la ciudad, lejos de los modelos positivistas de la maximización de la eficacia económica. Una de las áreas de actuación más tradicionales viene siendo el estudio de la localización residencial y de la movilidad resultante. Mientras los modelos más formalizados centran la clave de la explicación en la accesibilidad de transporte entre los lugares de vivienda y trabajo, el nuevo enfoque behaviorista «sugiere que las familias no son unidades de decisión autónomas y que su comportamiento, en cuanto a movilidad residencial se refiere, debe ser explicado en función de la adaptación al sistema de la oferta de vivienda existente en el mercado, que es lógicamente dependiente de la estructura global de la sociedad» (Short, 1978). En un estudio sistemático del problema, P. Knox diferencia dos momentos en el cambio de residencia: el relativo a la toma de decisión de moverse y el correspondiente a la búsqueda y selección de una nueva vivienda (Knox, 1982). Un estudio detallado de las necesidades, aspiraciones y expectativas de los grupos familiares de una ciudad determinada, mostraría la complejidad del problema, y la existencia de una gran variedad de opciones, derivadas de la capacidad de renta, edad, clase social, religión, grupo étnico y cultural, etc., de cada unidad familiar. Asimismo, la segunda fase, estaría igualmente influenciada por los valores del grupo social al que pertenece el grupo familiar y por las limitaciones de los canales de información a los que el mismo puede tener acceso. Hasta aquí, queda reconocida la importancia del elemento subjetivo en el conocimiento. La pregunta clave es si, a partir de ello, es posible un conocimiento más objetivo e intercomunicable, que permita construir una ciencia del comportamiento humano con criterios de verificación empírica, de carácter general. La solución ofrecida por M. Weber sobre la construcción de tipos ideales iría en la línea de la edificación de una Sociología del comportamiento que superara la existencia de una casuística más o menos compleja. Más allá de la Geografía de la Percepción surgió en primer lugar la Cronogeografía o Geografía del tiempo que tuvo lugar su ague en Suecia en las décadas de 1960 y 1970 de la mano de Hägerstrand. Este autor ideó un modelo que combinaba las variables espacio y tiempo cronológico como limitadoras de la acción humana, propuesta que luego se utilizaría para constatar la necesidad de planificar las actividades humanas en el tiempo y en el espacio. Se ha afirmado que la preocupación por el estudio del espacio subjetivo no fue tenido en cuenta hasta que, de una forma expresa, esta corriente no puso su énfasis en la dimensión subjetiva de los espacios personales y particulares (Arroyo y Pérez, 1997). Su aportación se vio favorecida por la influencia fenomenológica (Husserl y Schuzt), existencia (Sartre y De Beauvoir) e idealista (Collingwood) lo que posibilitó que se pudieran iniciar tres corrientes de actuación de la Geografía humanística o humanista desde comienzos de los setenta:
en primer lugar, la Geografía humanística fenomenológica, centrada en el interés por el sujeto, en el individuo ante el medio material o mundo vivido; retoma el concepto de lugar (vivido o percibido) para estudiarlo a partir de la experiencia y de la intuición, como es el caso de los geógrafos urbanos Tuan, Relp y Buttimer; en segundo lugar, se diferencia la Geografía humanística existencial que encierra un interés básico por las realidades de la condición humana y con influencia marxista por la alienación, como se observa en los estudios de Entrikin y Samuels; en tercer lugar, la Geografía humanística idealista recupera para el humanismo el enfoque histórico a la vez que se centra en el estudio del paisaje aunque como resultado de la acción del hombre, como observa Guelke. Junto con la recuperación del lugar y del paisaje, esta Geografía permitió una renovada concepción integradora, al centrar la región como espacio vivido y la experiencia cotidiana e histórica y la identificación cultural como espacio percibido. Las escuelas de la percepción y humanística nos ayudaron a comprender las diferentes valoraciones que hacemos de las partes o del conjunto de la ciudad: hacinamiento, pobreza, marginación, ocio, insalubridad o altos estándares en la evaluación de los espacios urbanos. Aparece así un nuevo parámetro urbano que consiste en medir el bienestar social a partir de las imágenes evaluativas de las imágenes subjetivasClaro que estas perspectivas humanistas han sido criticadas por poner demasiado énfasis en el poder de los individuos para determinar su propio comportamiento en la ciudad, y por otorgar insuficiente atención a las exigencias de las decisiones humanas. Igualmente, se objetó su excesiva atención en las interpretaciones simbólicas, en el mundo de los significados y en el supuesto soslayamiento de los mecanismos del cambio social y político. En especial, estas críticas fueron avanzadas más notoriamente por las corrientes estructuralistas que se estudiarán a continuación. No obstante, la comprensión de la escena urbana, la percepción del significado de los lugares tanto para el observador como para el vecino, se convierten en t emas de estudio fundamentales para el estudio del medio urbano. Y resulta ser de enorme trascendencia en el campo de la didáctica, pues el alumno puede reconstruir la realidad a partir de “su realidad”. •
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E. Estructuralismo, Geografía radical, teorías de la construcción social de la ciudad y espacio social De la misma manera que sucedía con la fenomenología y su influjo en la corriente subjetivista, las corrientes de pensamiento científico que alimentaron los movimientos radicales de los años sesenta tienen su origen en la reacción antipositivista de finales del siglo pasado y comienzo del actual. Estructuralismo es un término genérico para un conjunto de principios y procedimientos creados para exponer las causas subyacentes de los patrones revelados del comportamiento humano. En la práctica, esto significa que las explicaciones de los fenómenos observados no pueden estar fundados en el estudio empírico de los fenómenos solamente sino en el examen cuidadoso de las estructuras políticas, económicas y sociales prevalecientes. El análisis estructural en Geografía urbana se basó primariamente en los trabajos de Karl Marx. De acuerdo con la aproximación de la economía política o marxismo, cada sociedad está construida sobre la base de un modo de producción – un conjunto de prácticas institucionales mediante las cuales la sociedad organiza sus actividades productivas, provee sus necesidades materiales y reproduce la estructura socioeconómica – . El capitalismo es un modo específico de producción (al igual que la esclavitud, el feudalismo, el socialismo y el comunismo). Las ciudades son vistas como parte integral del modo de producción capitalista con su meta fundamental de acumulación, proceso por el cual el valor del capital se incrementa mediante la reinversión continua de los beneficios de las inversiones iniciales. El efecto de
la dinámica expansiva resulta más visible en el cambio del mercado urbano del suelo, así como en los procesos de desarrollo urbano, gentrificación y suburbanización. Una de las plataformas de lanzamiento del pensamiento radical seria, sin duda, la Escuela de Frankfurt, creada en 1923, como un movimiento «cuyo objetivo era el de establecer una base Investigadora para el conjunto de las ciencias sociales, utilizando rigurosamente la teoría marxista y procurando ligar la teoría y la praxis... De esta manera, el Instituto realizó una importante tarea de profundización y desarrollo crítico de la teoría marxista, que luego sería esencial en la revitalización del marxismo después de la segunda guerra mundial. Uno de los puntos claves del movimiento —integrado por personas de tanto prestigio intelectual como H. Marcuse, M. Horkheimer, L. Lowental, T. W. Adorn y E. Fromm— sería su rechazo frontal de las concepciones del positivismo lógico, acusándolas de metafísicas. La oposición al empirismo y a la vana ilusión objetivista de la ciencia positiva se realizaría desde presupuestos ideológicos de ruptura con el orden social establecido. La eficacia tecnocrática de la ciencia burguesa habría fragmentado el conocimiento científico en disciplinas cada vez más especializadas, imposibilitando una comprensión global de la realidad, y, sobre todo, dificultando la consecuión de un orden social más justo. Las circunstancias sociales y políticas que hicieron posible el triunfo de las ideas radicales fueron múltiples. En primer lugar, la aparición de una conciencia de crisis generalizada en el mundo capitalista desarrollado, provocada por la crisis de la propia ideología liberal, en un mundo donde el crecimiento de la riqueza creada por una sociedad altamente tecnificada se correspondía con un injusto incremento de la desigualdad social y de la pobreza. Esta situación de dificultad era patente, tanto en el interior de los propios países desarrollados, como en los países del Tercer Mundo, que recien salidos de la etapa colonial venían tomando conciencia de las graves dificultades existentes para liberarse del subdesarrollo. Las particulares circunstancias políticas de la sociedad norteamericana hicieron converger, además, una doble oposición al sistema, tanto desde dentro, como desde el exterior. El gran impulso de los movimientos revolucionarios, en los países del Tercer Mundo, alcanzaron su cénit en la derrota norteamericana en Vietman, que hizo conmocionar las raices de todo el edificio social. Al mismo tiempo, grandes movimientos de protesta interna —estudiantiles y ciudadanos— crecieron al amparo de la guerra, poniendo en entredicho el «American way of life» y planteándose la necesidad de un cambio radical en la sociedad. No fué, por tanto, fruto de la casualidad, que fuera en Estados Unidos, donde el movimiento radical alcanzara una mayor profundidad. La aproximación de la política económica se centra en la Geograía urbana a partir de la década de 1970, en los Estados Unidos, de la mano de los movimientos por los derechos civiles. Tuvo su punto inicial en la reunión del a Asociación de Geógrafos Norteamericanos (1969) con la presentación en la revista Antipode, que se convertiría en el principal órgano de expresión de lo que vendría en llamarse la Geografía radical. Esta escuela ofreció distintas líneas de actuación: la primera de ellas, fue la liberal o Geografía del bienestar de W. Smith (1971) y a ella siguieron los planteamientos acerca de la idoneidad de la teoría marxista para comprender el espacio por parte de Quaini (1974), Lacoste (1977), Peet (1977) y Claval (1977). Desde un planteamiento libertario en la revista francesa Hérodote, Yves Lacoste recuperaba la influencia de los clásicos griegos (Heródoto y Estrabón) al afirmar que la Geografía sirve para hacer la guerra y para organizar los territorios con el objeto de controlar mejor a los hombres. La línea que se consolidó como mayoritaria a partir de 1974 es la que combinaría los métodos marxistas y estructuralistas. Desde la Geografía radical, al buscar las causas que subyacen en los problemas sociales observados localizados en la dinámica de los sistemas capitalistas, se argumentó que:
1. La sociedad capitalista está caracterizada por el conflicto entre los grupos socioeconómicos sobre la distribución de los recursos. Un recurso clave es el poder, la mayor parte del cual es ostentado por la élite que es capaz de manipular a la mayoría. 2. Como el análisis espacial cuantitativo describe los patrones pero falla en revelar las causas subyacentes, cualquier propuesta o política basada en este análisis apoyará el statu quo y resultará incapaz para conducir el cambio social progresivo. El marxismo estructual de Althusser y las variantes del estructuralismo ofrecidas por Gurvitch, Lefebre, Levi-Strauss y Piaget) venían a defender un método donde los fenómenos son considerados en forma integrada con los elementos de una estructura. Y esta aportación permitió el surgimiento del estructuralismo geográfico en conexión con los sociólogos (como Castells y el mismo Lefebre). Una gran atención se dirigió al análisis de la propiedad urbana y de los mercados de viviendas, así como en los estudios de los patrones residenciales y más tarde en los movimientos populares de protesta, a partir de los estudios de W. Harvey, Milton Santos así como los del sociólogo M. Castells. De estos estudios surgió que, más allá del ejercicio de elección de los individuos, la aproximación de la economía política y la sociología interpretó la segregación residencial urbana primariamente como resultado de decisiones relacionadas con el poder en el mercado de propiedades, incluidos los propietarios de sociedades de construcción, los agentes estatales y los constructores de viviendas dirigidos por las autoridades locales, como expresa Harvey (1976). En su obra Urbanismo y desigualdad social comenzó con el análisis exhaustivo de las desigualdades sociales. Harvey, al comienzo neopositivista, pero luego volcado de lleno al estructuralismo y marxismo, ofreció una exposición incisiva de las relaciones entre los patrones residenciales urbanos y la política económica dominante del capitalismo monopólico. Expuso su teoría del espacio geográfico estableciendo la teoría de la utilización y de la renta del suelo (diferencial, monopólica y absoluta) y de su valor de uso y cambio. En su análisis del espacio como producto social, intentó comprender su significado simbólico y sus complejas influencias sobre el comportamiento humano. Desde su concepción de la Geografía como ciencia pero también como compromiso e ideología llamó la atención en la interpretación del paso del capitalismo fordista al capitalismo global de la acumulación flexible o posfordista, como una nueva mirada de la comprensión del tiempo y espacio en la organización del capitalismo (Harvey, 1989): En su última obra, Espacios de Esperanza, publicada en 2000, abordó las temáticas d ela globalización y las condiciones de producción del cuerpo proletario insistiendo en la combinación conjunta del espacio y del tiempo para analizar la globalización económica y el nexo global-local (la glocalización). El materialismo geográfico e histórico de este autor se basa en un proceso de producción desigual en el tiempo y en el espacio. Harvey rechazaba la concepción intrínseca a la revolución comportamental en Geografía, ya que «los enfoques fenomenológicos pueden conducir a un idealismo » (Harvey, 1976). El debate, entorno al camino a seguir para la Geografía Humana, alcanzó, por estos años, el tono elevado que no tuvo la llegada del paradigma cuantitativo. Mientras que los presupuestos behavioristas fueron fácilmente asimilados dentro de nuestra disciplina, no ocurrió lo mismo con los radicales, que atacaban de raíz la concepción geográfica, tal como se había manifestado hasta entonces. Entre estos debates merece la pena destacar, por su virulencia, el que tuvo lugar entre D. Harvey y B. Berry. Este último, a propósito de la publicación de D. Harvey de un trabajo de investigación sobre el ghetto, señalaba que las desigualdades existentes entre los blancos y los negros habían disminuido gracias a la política liberal norteamericana. Además, B. Berry, adoptando un planteamiento weberiano, replicaba el contenido de «Social Justice and the city », de Harvey, poniendo el acento en la independencia de lo económico respecto a lo político, así como en la preeminencia de este último aspecto en el control de la sociedad, lejos de la opción marxista adoptada por D. Harvey, que hacia depender, en última instancia, de la infraestructura económica, las superestructuras política e ideológica.
En Europa, el movimiento radical en Geografía despegó con un cierto desfase respecto al americano. En primer lugar, la débil presencia de las ideas procedentes de la filosofía analítica hizo, casi coincidir en el t iempo, la llegada de las tendencias cuantitativa y radical. De esta manera, la última no surgía como respuesta enfrentada a la primera, y ambas suponían un planteamiento novedoso respecto a la Geografía tradicional. Además, la larga implantación del pensamiento marxista en las universidades europeas permitió romper más fácilmente con un marxismo excesivamente ortodoxo y anclado en el dogmatismo. Esta mayor tradición de la corriente marxista se reflejarla en figuras intelectuales tan importantes como H. Lefevbre, L. Althusser y M. Castelis, por citar a algunos de los más importantes). En el campo de la Geografía Urbana, la nueva orientación radical rompió con los presupuestos de la economía neoclásica, sobre la existencia de un mercado coordinador de la libre decisión adoptada por los individuos que lo componen. Frente a ella, se ha ido imponiendo una nueva línea que tiene en cuenta la presencia de grupos de presión, con capacidad de decisión muy superior a la de las unidades familiares. Las orientaciones, también, han sido muy variadas y en buena parte de los casos han centrado su atención en el mercado de la vivienda y en los modelos resultantes de la diferenciación residencial. Desde las aportaciones de D. Harvey, más centradas en el terreno de la Economía Política, donde el papel de la acumulación capitalista seria el factor clave para comprender la lógica de funcionamiento del sistema urbano, hasta la realizada por J. Rex y R. Pahl, siguiendo las orientaciones metodológicas de M. Weber, sobre los «managers». En general, podemos señalar, que además de la postura marxista, más extrema en sus planteamientos, las nuevas orientaciones admiten la existencia de conflictos sociales entre los diversos grupos que componen la sociedad, sin pretender acomodar el análisis a un marco global como el materialismo histórico. Desde esta perspectiva, se hace mayor hincapié en los procesos sociales subyacentes que en las estructuras espaciales resultantes. El espacio es concebido más como un «producto social» fruto del conflicto de intereses que enfrenta a los grupos sociales, que como un espacio neutro, de consenso, donde la racionalidad económica impondría un orden determinado. Otros trabajos pretenderían analizar la estructura urbana de ciudades concretas, poniendo de manifiesto el papel desempeñado por los diferentes actores sociales que participan. En este sentido, destacaría el trabajo de G. Gordon (1982), sobre las ciudades escocesas, que trata de comprender la morfología urbana de las mismas, a partir de los diversos agentes sociales que participan en la construcción de la ciudad: propietarios del suelo, instituciones financieras, inmobiliarias, instituciones del gobierno, así como otros factores como la localización geográfica y el precio del suelo. En otros casos, son la diferencias culturales las que se aducen como causa principal de la existencia de diversos modelos sobre la estructura interna de la ciudad (Griffin y Ford, 1980), el impacto del marco institucional y las regulaciones gubernamentales sobre la estructura urbana de una ciudad (Bourne, 1981), o el papel del Estado respecto al suministro de viviendas y su localización (Clarck, 1982). La discusión sobre el papel de los «managers» continuaba ocupando buena parte de la temática urbana. Por fin, una serie de temas menores, como los relativos a la forma urbana (Stapleton, 1980), o la reconversión de los centros urbanos (Short y Basset, 1981) completan, entre otros, una extensa temática, de gran disparidad, donde sólo el acento puesto en el análisis de los factores sociales, económicos y políticos le da una cierta coherencia. La conclusión obtenida por R. Palm es que aunque existe una cierta convergencia en temas particulares «hay poco consenso sobre cómo abordar las cuestiones de fondo y la metodología apropiada para la explicación» (R. Palm, 1981). También en la Geografía Urbana francesa, la gran variedad de los temas tratados constituye una de las características principales de esta corriente metodológica. Una novedad, dentro del tratamiento monográfico del modelo francés, lo constituiría la obra de J. Beaujeu Garnier sobre París (Beujeu Garnier, J . 1976). La novedad consistiría precisamente en la atención dispensada a las grandes ciudades y en el acento puesto sobre el análisis de los procesos y mecanismos del crecimiento urbano. En el estudio del espacio
intraurbano, tres temas destacan sobre los demás: la delimitación y renovación de los centros urbanos, el espacio suburbano y el espacio urbano pericentral. En el espacio suburbano, destaca la obra de M. Bonneville sobre Villeurbane, un municipio obrero, cuyo crecimien to urbano encuentra su lógica en el desarrollo de la metrópoli lionesa. En general, podemos destacar, en gran parte de las obras de Geografía urbana, dentro de esta tendencia, «un interés grande por todo aquello que se refiere al poder urbano y a las estrategias de los grupos de presión que tienen su contrapartida en las estructuras financieras de las ciudades (Dalmasso,. 1980). La dispersión y ausencia de liomogeneidad de los estudios urbanos, en esta línea de investigación, es recalcada por el propio Palm al señalar, que «la Geografía Urbana debe centrarse en dos niveles diferentes para la búsqueda de una explicación: el estudio de las distribuciones espaciales y las interacciones ambientales en lugares y condiciones históricas específicas y el análisis de los procesos generales en los que estas distribuciones tienen lugar Por su parte, Milton Santos en su obra Por una Geografía Nueva (1978) no solo hacía un análisis crítico de la evolución de la Geografía y de su discurso narcisista por haberse más preocupado de su propio objeto de estudio y de su historia que del espacio que le interesaba investigar, lo que la convertía en “viuda del espacio” y confirmaba que el espacio que investigaba era el banal de la periferia en vez del espacio de toda la gente y el verdaderamente humano. Y también advirtió ya en la década de 1980 acerca del peligro de la globalización perversa basada en el capitalismo mundial o neoliberalismo. Para Santos, el nuevo orden mundial que viene a sustituir la revolución industrial, trata de imponer en todos los lugares una nueva racionalidad. En su última obra Por otra globalización (2000) vuelve a defender un proyecto de sociedad utópica donde la centralidad de todas las acciones se localiza en el hombre y no en el dinero. Claro que el dominio asignado a la estructura social sobre las agencias humanas en la perspectiva estructuralista experimentó el rechazo de los geógrafos humanos. Otros críticos enfatizaron que la división de clases en la sociedad niega otras líneas de abordaje tales como las de género, etnicidad y sexualidad, todas las cuales atraviesan los límites de las clases y ejercen una influencia significativa en los estilos de vida urbana. Pero contra estas críticas, las obras fundamentales de Milton Santos (Metamorfosis del espacio habitado) y de Manuel Castells (La ciudad y las masas), respondieron concluyentemente al focalizar en todos estos factores en relación con la división de clases y los movimientos sociales.
Además, no cabe duda que la política económica ha tenido un impacto fundamental en la Geografía urbana al suministrar una explicación clave en la interacción de las fuerzas económicas y políticas que subyacen en el cambio urbano.
F. Geografía realista, managerismo, geografía posmoderna, filosofía moral y espacio concebido Los fracasos en los primeros planteos teóricos de la Geografía radical se debieron al comienzo en el énfasis de los aspectos teóricos sobre la práctica, y t ambién por haber pasado de la política económica al estructuralismo sin tener en cuenta las acciones del ser humano. Esta ausencia llevó al surgimiento del realismo geográfico o Geografía realista, que combina el estructuralismo social y espacial con la perspectiva humanista, basada en la Teoría de la estructuración social del sociólogo A. Giddens (1979 y 1981) que integraba elementos de la hermenéutica y del estructuralismo., aspirando a comprender las interacciones de la acción humana, como base de una teoría social del espacio y del tiempo, este último basado en la mencionada Cronogeografía de Hägerstrand. De acuerdo con Peet y Thrit (1989), el realismo es una filosofía de la ciencia basada en la abstracción como medio de identificación de las estructuras sociales particulares, que admite la explicación estructural junto con una fuerte carga de escepticismo de la propia teoría.
En cuanto a la revalorización del contexto espacial, Thrift hizo hincapié en la necesidad de una Geografía regional reconstruida donde la región se interpretaba como elemento imprescindible en la teorización social de la estructura espacial, y como proceso histórico de formación, reproducción y transformación de las estructuras espaciales. Para Massey (1989), la región se entiende como articulación de relaciones de producción en el espacio y en un lugar determinado, y como organización espacial de los procesos sociales, teniendo en cuenta el modo de producción y la división social del espacio, a la vez que evidencia los procesos de acumulación del capital. Por su parte, Gregory (1985) consideraba las regiones como espacios únicos e interdependientes, como estructuras homogéneas y distinguibles entre sí. Finalmente Sayer (1984) interpretaba los procesos geográficos en toda su heterogeneidad y complejidad combinando aspectos descriptivos y abstractos, ideográficos y nomotéticos, como un sistema abierto integrador de la Geografía física y humana. Independientemente de los esfuerzos del realismo, se ha criticado a esta corriente geográfica por la desvalorización del territorio y por su preeminencia del tiempo sobre el espacio. Desde otro contexto, las dudas establecidas sobre el valor analítico de la clase en las sociedades modernas llevó a algunos escritores a abandonar el análisis de clases de Marx en favor del concepto de Weber de “cierre social” – un proceso mediante el cual los grupos sociales buscan maximizar sus beneficios al restringir el acceso a los recursos y oportunidades a un círculo limitado de “elegibles” (la práctica de zonación de exclusión realizada en las ciudades norteamericanas es un buen ejemplo al respe to). Este perspectiva del poder y el conflicto en la sociedad se relaciona estrechamente con el concepto de managerismo, que centra su atención en el poder de los representantes urbanos, profesionales y burócratas, que influyen sobre la estructura socioespacial de las ciudades mediante el control, por ejemplo, del acceso a la construcción de viviendas públicas o a la derivación de las finanzas de amortización. Los estructuralistas rechazan el managerismo al encontrarlo focalizado en el nivel intermedio de los aquellos que tienen las tomas de decisiones en la formación social. No obstante, en la interfase entre consumidores y asignadores de escasos recursos, el managerismo introduce una perspectiva humanista que expone la operación y la racionalidad del proceso distributivo en las ciudades. Si la modernidad supone la concepción lineal del progreso, la sistematicidad, la objetividad, la racionalidad y la verdad en la ciencia, la posmodernidad se caracteriza por su incredulidad a cualquier teoría y su rechazo a la filosofía, siendo sus principales defensores Foucault, Lyotard y Braudillard. Desde los planteamientos posfenomenológicos y posestructualistas, el posmodernismo hace una defensa de la diferencia, la flexibilidad, la subjetividad, la discontinuidad, la indeterminación y la fragmentación. La Teoría posmoderna comenzó a ejercer su influencia sobre la Geografía urbana entre las décadas de 1980 y 1990. La perspectiva posmoderna está caracterizada por la trialéctica del espacio (percibido, vivido y, especialmente, concebido) y el énfasis en las diferencias humanas. Las distancia que toma el posmodernismo tanto del positivismo, con su búsqueda de las leyes generales y modelos, y con el estructuralismo, con su base en la gran teoría que relaciona el modo capitalista de producción. Los dos exponentes más importantes del posmodernismo geográfico son Edward Soja en Estados Unidos y Olsson en Suecia. Este último interpretaba la Geografía como la interpretación de líneas: la cartografía del pensamiento, es decir, una cartografía basada en mapas invisibles. Por su parte Soja, por un lado, sobre la base de los análisis de Giddens, mostraba su preocupación por una ontología del espacio y una reconceptualización de la epistemología geográfica, y tomando de Lefebre la lucha por el derecho a la diferencia, defiende una política cultural de la diferencia y desarrolla desde una perspectiva marxista la concepción de una política cultural donde el espacio, el poder y el conocimiento se entrecruzan.
Desde esta perspectiva, la Geografía radical y la Geografía posmoderna no deberían tomarse como líneas antagónicas, sino que ambas se complementan al abrir nuevas líneas de investigación en la tensa relación entre espacio y cultura. No obstante, las críticas a la Geografía posmoderna vinieron justamente y principalmente de Harvey y Santos. El primero repudiaba su anarquismo, su aceptación de lo efímero, de lo fragmentario, de lo discontinuo y de lo caótico (Harvey, 1989), y el segundo junto con Silveira consideraban el posmodernismo como desterritorialización, como geografía metafórica y propuesta deconstructiva hacia el vacío y la nada como nihilismo metodológico y como glorificación de la fragmentación (Santos y Silveira, 1998). El impacto más visible del pensamiento posmoderno sobre la ciudad se halla en la arquitectura, donde “el funcionalismo concreto” de la era moderna es reemplazado por una diversidad de estilos. En términos de la Geografía social de la ciudad, la contribución más importante de la perspectiva posmoderna es el modo en que se focalizan las diferencias, características únicas y sensibilidad de identidades para las necesidades y situaciones de los miembros de una sociedad. Este énfasis en los fenómenos del estudio urbano a partir de múltiples puntos de vista de los diversos individuos y grupos constituyó una parte integral del “ cambio cultural” en la Geografía urbano. La cultura, en este contexto, se considera como “modos de vida”, es decir, valores, ideales y aspiraciones como la libertad personal, y resulta así un proceso de significación social en que los significados fluyen y cambian a medida que emergen en el discurso compartido de los diferentes grupos humanos, y como normas, es decir, reglas y principios que gobiernan la vida de la gente, como las restricciones de estacionamiento; y como objetos, por ejemplo, bienes materiales que usa la gente, por ejemplo, los automóviles. Estos valores culturales de la sociedad pueden ser “leídos” como los “textos” del espacio urbano, por ejemplo, la expresión urbana de los suburbios de baja densidad en comparación con las formas altamente reguladas y compactas del desarrollo urbano. Los sistemas de valor dominante de una ciudad son las administraciones mnicipales desafiadas, por ejemplo, por las construcciones de oficinas múltiples que representan tanto el icono del poder financiero como un símbolo de la opresión capitalista. Un impacto clave de este cambio cultural en Geografía urbana es el creciente reconocimiento de las voces de la diversidad y la incorporación de los asuntos de los excluidos en el estudio geográfico urbano. Igualmente, el cambio cultural en la Geografía posmoderna ha reflejado los estudios de diferencias de género en los mercados del trabajo urbano así como los espacios de exclusión ocupados por los grupos de minorías definidas por clases. Además de las divisiones sociales fundamentales basadas en la clase y la etnicidad, el posmodernismo ha ayudado a focalizar la atención particular sobre la fragmentación social basada en género y sexualidad presentada por una geografía feminista, así como lo concerniente a las problemáticas de las minorías de gays y lesbianas, que sólo parcialmente habían abordado los estructuralistas. En síntesis, para la concepción posmodernista, los varones y las mueres no sólo utilizan los espacios urbanos en diferentes maneras sino que los experimentan y perciben en forma diferencial. Los ambientes ciudadanos crean y reflejan los papeles de géneros en la sociedad. Mc Dowall (1995) describe, por ejemplo, el modo en que las banqueras mujeres en la ciudad de Londres debieron sortear las prácticas agresivas de un ambiente dominado por los hombres. Claramente, los juegos de género en la ciudad reflejan no sólo las diferencias sexuales sino también el sistema de las relaciones de poder. Bajo un sistema de patriarcado, las estructuras sociales e institucionales promueven el dominio de los varones sobre las mujeres y de la masculinidad sobre la femineidad. Las ciudades también pueden suministrar ambientes que apoyen a las asociaciones feministas para oponerse a los sistemas sociales patriarcales, con representación evidente en las esferas políticas y de negocios.
En fin, la perspectiva posmodernista, enfatiza el carácter de construcción social de las identidades sexuales y de género. Las ciudades pueden ser lugares de represesión y también sitios de liberación para aquellos que sexualmente transgreden los límites convencionales. Los espacios de gays y lesbianas – en relació con clubs, tiendas de ropa y áreas de gentrificación residencial – han conribuido al establecimiento de las identidades sexuales alternativas, así como la creación de una “economía rosa” y comunidades en diversas ciudades. Igualmente, las perspectivas posmodernas sobre el género y la sexualidad ilustran los planes de división que se entrecruzan y solapan. Por ejemplo, aquellos que no califican en clase, grupo étnico, edad o género serán probablemente excluidos de un enclave gay así como de otras vecindades y barrios donde su identidad los marca como diferentes a los “otros”. Además de las críticas de Harvey y Santos, otros críticos del posmodernismo y del cambio cultural señalan el énfasis excesivo enla representación, la ideología y el significado de las extensiones en teoría literaria y psicoanalítica en el juego clave de los asuntos de poder, desigualdad y bienestar material. Igualmente, una crítica muy importante está dirigida a que la visión de la ciudad se basa en un relativismo ilimitado. Debido a los privilegios de visiones de todos los individuos parecieran no existir límites al espectro de posibles interpretaciones, es decir, en definitiva, no existiría un mundo real. Esto ha despertado la fuerte crítica de los geógrafos ocupados de los aspectos sociales en la Geografía radical que decretan la incapacidad del posmodernismo para reconocer problemas reales de desventajas de los residentes urbanos. Una perspectiva emergente en Geografía urbana es la que se basa en la filosofía moral y la ética, la cual busca examinar críticamente las bases morales de la sociedad. Centrada el concepto de juicio normativo de la perspectiva ética se focaliza en el modo en lo que debería ser más que en lo que realmente es. Esto involucra una evaluación crítica de las situaciones reales contra las condiciones normativas que quedan definidas en los principios éticos. En Geografía urbana, los investigadores son confrontados constantemente con estos asuntos éticos. Las cuestiones abordadas incluyen desde la distribución de los servicios de bienestar, las oportunidades de empleo y la disponibilidad de viviendas decentes para los grupos sociales diferentes en la ciudad a la interpretación de las causas de la pobreza de la ciudad interior (el casco urbano) incluido el peso relativamente mayor que se da a las deficiencias personales de la población, o las restricciones inducidas estructuralmente sobre el comportamiento, por ejemplo, el nivel aceptable de polución aérea o la mortalidad infantil. Aunque la perspectiva moral en la ciudad forma un importante asunto de las Ciencias sociales del siglo XIX, las fundaciones de esta perspectiva en Geografía urbana se encuentran en la Geografía humanística aunque también en la Geografía radical, al considerar los asuntos de la justicia social en el contexto de la perspectiva política y económica y en las críticas recientes del individualismo orientado por el mercado. Pero también existe cierto grado de concordancia con el énfasis posmoderno en la importancia de las diferencias (por ejemplo, en lo que concierne a las críticas feministas de las interpretaciones centradas en la masculinidad de lo que constituye el ambiente urbano habitable). Sin embargo, y de un modo fundamental, la perspectiva ética rechaza la negación posmoderna de la existencia posible de bases morales de aplicación general en el comportamiento social. Por otra parte, una perspectiva ética insiste en que en una sociedad no todas las manifestaciones “de lo otro” deberían ser contempladas, y algunas como la prostitución infantil o la discriminación racial, deberían ser fuertemente restringidas y rechazadas. Como señala Smith (1994) a pesar de reconocer la importancia de las “diferencias” y de “las particularidades del otro”, no deberíamos permitir que estas diferencias no críticas
hacia las visiones y culturas de otras personas abran la posibilidad de comportamientos, modos de vida y códigos morales erróneos.
G. Hacia el espacio globalizado y el eclecticismo y transnacionalismo La rápida evolución del pensamiento geográfico de las últimas décadas abrió un escepticismo y eclecticismo conceptual que han venido a unirse al pragmatismo del posmodernismo. Analizar el espacio local globalizado o la conexión global local, conectando el análisis del espacio subjetivo con el social, despierta el interés y la crítica y obliga a mantener una dialéctica de capacitación para desempeñar una tarea apasionante en una sociedad de la globalización, que está originando en su perversidad desequilibrios profundos. El análisis de al nueva realidad, de la dimensión territorial como contrapuntos y complementos del propio proceso de globalización, implica la renovación de la Geografía, que reconduce sus procesos en la necesidad de la reconciliación y complementariedad de las diferentes ramas. En este marco renovado, hicieron sus aportes a la dinámica de la globalización nuevas corrientes geográficas. El urbanismo transnacional o transnacionalismo se refiere a las formas contemporáneas de urbanismo que resultan de las fuerzas de la globalización. La atención particular está dirigida al flujo transnacional de la migración, la movilidad y las prácticas culturales que ligan a los residentes en las localidades de envío y recepción, en la formación social transnacional. De acuerdo con Smith (2001), las redes sociales de migrantes transnacionales comprenden uno de los circuitos clave de la acción comunicacional que conecta las localidades más allá de los bordes y que constituyen uniones translocalizadas a través del planeta. Los ejemplos van desde las uniones económicas y culturales entre villas rurales pequeñas en México y grandes centros urbanos receptores de los Estados Unidos (flujo de comunicación entre sitios) hasta las actividades políticas de las redes transnacionales en los grupos de presión urbanos, tales como los asentamientos de residentes extranjeros en viviendas marginales. La perspectiva del urbanismo transnacional ayuda a iluminar los aspectos comunes en la diversidad de nuestro mundo urbano, y en cierta medida, complementan la comprensión de las problemáticas sociales abordadas por el estructuralismo. Por su parte, el poscolonialismo se basa en el hecho de la persistencia de representaciones coloniales en las sociedades occidentales y no occidentales a pesar de que la era colonial ya ha transcurrido. Esta visión poscolonialista intenta exponer el etnocentrismo de la cultura dominante. En el contexto urbano, la teoría poscolonial contribuye a la comprensión de las ciudades tanto en los estados colonizados como colonizadores. Esto resulta evidente, por ejemplo, en la huella del colonialismo en las ciudades de antiguas potencias coloniales, como se ve en la hibridización étnica y cultural observada en Argelia a partir de las migraciones a París, de los portorriquenos en New York, y de los jamaiquinos en Londres. Igualmente, en esta perspectiva poscolonial se puede enfatizar la construcción y reconstrucción de ciudades de las antiguas colonias en prácticas que varían desde la promoción de la conservación de la herencia cultural en Singapur hasta la creación de una nueva capital (Lilongwe) en Malawi como ruptura consciente del pasado colonial, o en las cuestiones étnicas y de clase que perduran en la injusta sociedad boliviana dividida entre los sectores blancos de las provincias ricas y la amplia población aborigen de gran parte del territorio.
El valor particular de una aproximación poscolonial en los estudios urbanos es la sensibilidad para la diversidad de la experiencia urbana y la defensa de una perspectiva global que analice las diferentes formas de urbanismo y urbanización como partes integrales de la comprensión del mundo contemporáneo.
H. La búsqueda de un terreno común Cada una de las perspectivas filosóficas principales presentadas hasta aquí pueden iluminar algunas partes de la estructura y dinámica complejas de la ciudad. A pesar del mayor mérito del estructuralismo y la Geografía radical para explicar las problemáticas sociales de la vida urbana, existen algunos elementos importantes que aportan otros paradigmas y complementan o amplían las visiones del espacio urbano. No obstante, la aceptación o rechazo de las diferencias o puntos comunes entre las perspectivas varía entre la visión plural que busca acordar en las diferencias aceptando que no existe un único camino del conocimiento, hasta los que insisten en la necesidad de encontrar un marco teórico unitario. . Tal vez la aproximación más favorecida actualmente es un terreno medio entre la generalización del positivismo y el excepcionalismo de la teoría posmoderna, pero con mayor énfasis en los actores y procesos sociales como expresa la Geografía radical. El valor analítico de emplear diferentes perspectivas teóricas se ilustra en la siguiente tabla: Perspectiva teórica
Visión interpretativa
Ambientalismo y regionalismo (teorías morfológico funcionales)
La influencia de los factores ambientales y regionales con las nociones de sitio y emplazamiento pueden ser vistos como problemas en la construcción en zonas geomorfológicamente no adecuadas y que pueden efectos en el comportamiento social y los diseños arquitectónicos.
Positivismo
El uso del análisis estadístico de datos demográficos, económicos y sociales (a través de la Ecología factorial) todavía puede revelar las áreas con características residenciales similares y definidas en la ciudad.
Behaviourismo
Involucra la cuestión clave acerca del modo en que las personas y las viviendas se relocalizan al examinar los motivos y estrategias que subyacen en la migración intraurbana de diferentes grupos sociales.
Humanismo
Explica la forma en que los individuos y los grupos sociales interactúan con los ambientes percibidos, así como el uso diferencial de los espacios públicos y privados dentro de una ciudad o barrio residencial.
Managerismo
Explica el modo en que la estructura residencial urbana resulta afectada por la capacidad de los responsables profesionales y burócratas que controlan el acceso a los recursos, tales como la construcción de viviendas sociales como la amortización de las tasas financieras.
Posmodernismo
Explora la localización de diferentes grupos
sociales en el mosaico residencial urbano al focalizar sobre los modos de vida y las experiencias residenciales particulares de las diversas poblaciones, en relación con las minorías étnicas, gays y lesbianas, ancianos, pobres y excluidos.
Transnacionalismo y poscolonialismo
Filosofía moral
Estructuralismo y Geografía radical
En primer lugar, se enfatiza las interrelaciones entre los ambientes culturales y residenciales a través del planeta como consecuencia de la globalización tal como se evidencia en la conexión entre las comunidades étnicas minoritarias y las villas rurales en los países del Tercer Mundo. En segundo lugar, ilumina los efectos de la era colonial sobre los ambientes contemporáneos urbanos tanto en los ambientes de los estados coloniales como colonizados, por ejemplo, en la regulación de la planificación del desarrollo de la forma urbana en el Tercer Mundo. Evalúa críticamente los fundamentos éticos de la falta de vivienda o la incidencia de las villas miseria y de los asentamientos marginales en la existencia urbana. Examina las múltiples formas en que las fuerzas y los actores políticos y económicas (las instituciones financieras, loes especuladores inmobiliarios y los agentes estatales) influyen an la estructura residencial de una ciudad a través de las actividades relacionadas con el suelo urbano y los mercados de viviendas. En un nivel más general, expresa las problemáticas de la fragmentación y exclusión social y los movimientos sociales que surgen para contrarrestar el uso fragmentado y la exclusión social en los espacios urbanos
Como conclusión de lo hasta aquí expresado surge la necesidad de comprender multidimensionalmente los fenómenos urbanos en el mundo contemporáneo para lo cual se requiere la consideración tanto de los procesos estructurales generales relacionados con el modo de producción como la información empírica surgida de las formaciones sociales particulares emergentes de la interacción particular entre ellas. La importancia de emplear esta perspectiva ecléctica en múltiples capas combinadas que abarquen las escalas global y local, la estructura social y la agencia humama, así como los métodos de investigación empíricos y teóricos permite una interpretación más ajustada de la información y organización del espacio urbano. El actual eclecticismo geográfico nos permite elaborar un corpus epistemológico de la Geografía urbana con las principales aportaciones de todos los paradigmas, aunque con un centro y profundización de las perspectivas de la Geografía radical con conceptos centrales del humanismo y del posmodernismo.
Actividades 1. Responder el siguiente interrogante: ¿Qué se entiende por urbano desde la concepción de las teorías morfológicas y funcionales? ¿Cuál es el aporte concreto del ambientalismo y del regionalismo?
2. Considerar el valor de las diferentes perspectivas de la Geografía urbana para entender desde diferentes enfoques los espacios urbanos y la sociedad contemporánea de las ciudades. 3. Asociar sobre la base del cuadro comparativo los diferentes paradigmas con las concepciones cambiantes sobre el espacio urbano. 4. Con la ayuda de ejemplos relevantes, tratar de identificar las aproximaciones de los geógrafos urbanos en los diferentes niveles del espectro global-local. 5. Analizar la siguiente frase del Dr Johnson (1709–1784) quien afirmó que: ‘Cuando un hombre está cansado de Londres, realmente puede decirse que está cansado de la vida, ya que Londres es la vida misma y en toda la amplitud que se puede alcanzar”. No obstante, Shelley (1792–1822) afirmaba por su parte que ‘El infierno se parece mucho a una ciudad como Londres.’ A partir de estas afirmaciones tan contrapuestas hagan un resumen de las características positivas y negativas de la vida urbana y relacionen su análisis con algunos de los paradigmas analizados en esta sección. 6. Dar ejemplos en la realidad de Buenos Aires acerca de las diferentes temáticas que analizan los espacios percibidos, concebidos y vividos y las problemáticas de la fragmentación y la exclusión social. 7. Seleccionar uno de los paradigmas (con la excepción de la Geografía radical) y escribir una crítica razonada de su valor en el estudio de la Geografía urbana. Comparar estas críticas con la visión sustentadora e integral de la Geografía radical. 8. Explicar en qué consiste la integración de los paradigmas y el eclecticismo geográfico.
Proyecto Seleccionar una revista académica (de acuerdo con la Bibliografía del programa) que trate con las problemáticas del espacio urbano y desarrollar un análisis de contenido durante un período de tiempo para ilustrar el cambio de enfoque del tema. Paralelamente puede realizarse una línea de tiempo de los paradigmas geográficos analizados. Tabular la información o graficar el porcentaje de cobertura de diferentes temas y el énfasis cambiante otorgado a la Geografía urbana con el tiempo. Tratar de encontrar finalmente algunos asuntos que persisten en los análisis de la Geogra´fia urbana y que no cambian con el tiempo, así como nuevas problemáticas y tendencias.