MADAM PRESIDENT T.Novan y Advocate. Advoca te. Viernes, 6 de noviembre Su fuerte y sudoroso agarre al apoyabrazos del sillón se hizo aún más fuerte, lo que le produjo un intenso alivio. Si pudiera, se mordería el labio inferior. Pero no podía. En este momento todo lo que podía hacer era repetirse: Voy a estar bien. bi en. Estoy bien. bien. Puedo hacer esto. ¡Hasta ¡Hasta los niños niños pueden hacer hacer esto, por el amor de Dios! Ante el sonido de unos pasos, giró la cabeza repentinamente, arrugando el babero blanco de papel que tenía tenía atado alrededor al rededor del cuello. Sus Sus ojos grises se abrieron abrier on de par en par. ¡Oh no, alguien viene! ¡Será él! —¡Hola! —¡Hola! ¿Hay ¿Hay alguien alguien en casa?— bromeó una una voz alegre justo justo un segundo segundo antes antes de que que una una cabeza calva, rodeada de un poco de pelo blanco, se asomara por la puerta entornada. —¡Hola!— El hombre sonrió a la asustada mujer y entró felizmente en la habitación. —Soy el doctor Cardozo, y eso quiere decir, que usted debe de ser… — Discretamente, mientras se ponía un par de guantes, ojeó la ficha de su paciente, a que había olvidado su nombre. Agitando ruidosamente el segundo guante, escudriñó la información de su paciente que su asistente había resaltado con fluorescente rosa. Lauren Strayer Enfermedades sanguíneas: ninguna reportada Ultimo chequeo: 12/12/14 Evaluación del paciente: Quejas Quejas por dolor crónico c rónico en… Levantó la vista del expediente y miró a Lauren, —Señorita Strayer, cuando estuvo aquí la última vez, debió entender mal las instrucciones de mi colega. El tiempo entre chequeo y chequeo es de seis meses, no de seis años. Su frase era un intento de regañina y Lauren asintió, pero entornó los ojos. Imbécil, pensó enfadada. Sólo vengo aquí porque está cerca de mi casa. Un comentario estirado más, y me cambio de consulta. El doctor Cardozo observó un pequeño diagrama de una boca humana, donde una X marcaba la muela del uicio inferior izquierda. Frunció los labios durante un momento, y mientras dejaba el gráfico empujó un taburete hacia Lauren. —Bien, ahora vamos vamos a ver lo qu quee tenem tenemos.— os.— Cog Cogió ió de un unaa bandeja llena de instrum instrument ental al un pico plateado muy brillant brill antee y lo dirigió a la boca de Lauren, auren, la cual ya estaba completam completament entee abierta, sostenida por un extensor de mandíbula que había sido colocado por la enfermera que la había preparado. Con sólo una una mirada, mirada, la enf e nferm ermera era había sabido que esa mu muela iba a ir fuera. fuera. Unos ojos como platos y muy aprensivos, siguieron la herramienta mientras esta se acercaba hacia su objetivo. Cuando estaba a un par de centímetros de la boca de Lauren, ella sacudió la cabeza involuntariamente. El dentista exhaló cansado —Venga Srta. Strayer, esto es solo un chequeo.— Él mantuvo el pico para que ella lo viera vi era —Sé que le debe estar doliendo. doli endo. Su mejilla ejil la está e stá toda hinchada hinchada y enrojeci enrojecida.— da.— Un Un dedo frío
se posó en la zona en cuestión y Lauren hizo una mueca de dolor gruñendo afirmativamente. Ella miró al doctor enfurecida, pero, sabiendo que estaba en lo cierto, se volvió hacia él con la boca totalmente abierta. Tampoco es que tenga ninguna otra opción con esta cosa sujetándome la mandíbula y abriéndomela como si fuera un buzón de correos. Él, inmediatamente hizo un ruido siseante que ella interpretó correctamen corr ectamente te como que algo al go iba mal, muy mal. —Es necesario quitarla.— quitarla.— Le dijo sin rodeos. Y, aun aunque que no hacía lo que iba a hacer muy a menu enudo, do, pensó que con esta pacient paci entee haría una excepción. Por esa razón, razón, aún mant mantenía enía esa vieja máquina. áquina. —Esto ayudará.— Alcanzó una boquilla a la que puso una mascarilla momentos antes de situarla sobre la boca y la nariz de Lauren. —Respira normal. Ella pareció asustada durante un momento, entonces recordó que de pequeña le habían administrado también el gas de la risa. Bonito trato al paciente. Podrías, al menos, haber explicado primero lo que estabas haciendo. Pensó Lauren enfadada. ¿Necesitarían usar el… (Tragó saliva)… el láser para extraer una muela? Ella creyó que no era necesario, y con ese auto- convencimiento empezó a notar como su rígido y dolorido cuerpo se iba relajando. —Sostén esto.— El dentista dentista soltó los dedos de Lauren de un unoo de los apoyabrazos apoyabrazos y le colocó la mano sobre la mascarilla. — Estaré de vuelta en un minuto y solucionaremos tu problema. ¿Te gustaría ver la televisión mientras mientras esperas? espe ras? Lauren asintió agradecida. Haría lo que fuera para mantener su mente alejada de lo que estaba a punto de suceder. —Televis —Televisión ión encendida.— encendida.— ordenó el dent de ntista. ista. Tres cajas grises mu muy pequeñas pequeñas y planas, planas, cada una situada situada estratégicamente en diferentes paredes, soltaron rayos que, combinados, formaron una impresionante escena en tres dimensiones cuyos límites se fundían y dispersaban en la realidad. Ahora, ocupando la esquina de la consulta, había un guapo y atractivo presentador. Su mesa la rodeaba una gran pancarta en la que ponía en letras rojas, azules azules y blancas: elecciones el ecciones 2020. Lauren se quejó pero era demasiado tarde, el Dr. Cardozo ya había abandonado la habitación, presumiblemen presumiblemente te para atender atender a su nueva nueva víctima. víctima. Irritada, se quitó quitó la máscara e intent intentoo dar da r el comando comando de voz "cambiar de canal", pero el actual estado de su boca lo hizo imposible. Sus esfuerzos sirvieron solo para que la saliva se saliera de su boca y chorreara sobre su barbilla. Intentó maldecir la situación, pero tampoco tampoco funcion funcionó, ó, lo qu quee la hizo hizo intent intentarlo arlo aún más. Al final final se rindió y volvió a colocarse colocars e la mascarilla. Inhaló profundamente y rezó para que en un minuto estuviera tan colocada que echara de menos a ese presentador, presentador, imitador imitador de Ken Ken,, hablando sobre la l a President Pre sidentaa electa el ecta Marlowe. La sintonía de las elecciones finalizó y, en un abrir y cerrar de ojos, Devlyn Marlowe, situada en un podio en la puerta puerta de la Mansión Mansión del Gobernador Gobernador en Columbus, Columbus, Ohio, Ohio, estaba a los pies de Lauren. auren. Una brisa de final final de otoño otoño alborotó levemente levemente el pelo oscuro de la Presidenta electa, y sus ojos azules azules brillaban brill aban inten intensam sament entee mient mientras ras miraba miraba fijamente fijamente a la alegre mult multitu itud. d. —¡Oh —¡Oh, Dios!— ¡Ella otra vez no! Todos los l os días. dí as. Un día detrás de otro, y otro, y otro… otro… El murmullo rmullo de la gente aumentó, y Lauren sintió como su cuerpo se hundía en la silla a la vez que una agradable sensación de abandono se apoderó de ella. Lauren estaba frente al holograma de esa carismática mujer, que llevaba un largo impermeable negro y parecía ignorar la ligera llovizna que empapaba su cabeza y su ropa. —¿Cóm —¿Cómoo se encuent encuentra, ra, Srta. Strayer?— Strayer?— El Dr. Dr. Cardozo reapareció reapa reció a su lado la do y ella ell a le l e miró atontada. atontada. No le había escuchado entrar. Él la miró y sonrió sabiendo perfectamente que en ese momento ella no sentía
nada de dolor. —Creo que hemos terminado con esto ya.— El hombre le quitó la mascarilla a Lauren amablemente. —¿No la adoras?— dijo apuntando sobre su hombro con una de sus herramientas. Lauren frunció el ceño. ¿Adorarla? Nooooooo. Estoy harta de ella y de estas elecciones. Lauren dejó que el discurso de aceptación del cargo, la envolviera, haciendo que el tono tranquilo de la mujer de pelo negro la llevara lejos. Pero incluso en ese momento, no podía apartar los ojos de la imagen de Marlowe. Tiene una mirada tranquila. Bonito pelo, alta, su mente divagaba mientras el dentista empezó a trabajar en su boca. Al cabo de un rato, el dentista empezó a regar con agua la boca de Lauren para succionarla después. El ruido del aspirador le impidió impidió oír la televisión. —Subir volumen volumen dos rayas.— ordenó ausentem ausentement ente. e. Lauren se sobresaltó un poco, en el momento en que la voz de Marlowe subió demasiado como para poder ignorarla ignorarla.. Devlyn Marlowe se inclinó sobre el púlpito, sus manos apoyadas en los bordes. Aunque físicamente se le notaba cansada por lo que había sido una agotadora campaña, cuyos resultados finales fueron los más apretados desde el fiasco Gore/Bush 20 años atrás, se alimentó de la energía de la multitud, levantando aún más su excitación. —¡Lo conseguimos!— Levantó un puño en señal de victoria y la multitud rugió. La Presidenta electa sonrió cálidamente, acto seguido levantó sus manos para calmarlos de modo que ella pudiera continu continuar. ar. Devlyn Devlyn miró y dirigió a alguien alguien entre entre la multitu ultitud, d, un unaa sonrisa capaz de provocar un infarto. Lauren soltó un suspiro; su estado de estupor inducido le hizo sentir que Devlyn estaba sonriéndole directamente a ella. Wow. La mirada fija de Marlowe se apartó de la de Lauren. Metió sus manos mojadas en los bolsillos de su abrigo mientras bajaba varios escalones para poder hablar más directamente a la multitud. Una agitada actividad alrededor de ella le dejó claro que ese movimiento era inesperado para los agentes del Servicio Secreto que vigilaban todos sus pasos. Varios de ellos se pusieron sin ningún problema en una posición nueva nueva justo justo antes antes de volver a desaparecer. desapare cer. —Com —Comoo una una de mis mis autoras autoras favoritas escribió escribi ó cuando cuando nos enfrentemos ante lo que parece un reto inabarcable, solo tienes una elección… excavar dentro de ti más hondo de lo que nunca creíste posible… para cuestionar la dedicación y el esfuerzo de lo más profundo profundo de tu tu ser… entonces entonces arrojar la caut c autela ela al vient vi entoo y agarrar tu destino con tus tus propias manos. manos. Lauren empezó a ahogarse, jadeando en busca de aire, sus manos golpearon la bandeja del instrumental haciendo que varias herramientas cayeran sobre sus piernas. ¡Oh, Dios mío! La multitud, que se había quedado en silencio respetuosamente, explotó una vez más cuando Devlyn añadió —Eso es lo que hicimos, amigos… ¡Y hemos hecho historia al conseguirlo!— Su voz quedó camuflada por la vitoreante multitud. El presentador interrumpió para añadir su propio comentario. —¡Maldita —¡Maldita sea!— El Dr. Dr. Cardozo Cardozo patosament patosamentee sacó su mano mano de la boca de la convulsionada convulsionada mu mujer, cuyos cuyos dientes dientes estaban atrapados entre los ensangrent ensangrentados ados hierros de los forceps. Gracias a Dios que no se lo l o ha tragado. Mi seguro es una mierda. — ¿Qué le pasa? ¿Le duele? —¡Ci… —¡Ci… Ci… Ci…! —¿Qué? —¿Qué? ¿Q ¿Qué?— ué?— Pregunt Preguntóó desesperadam desesperada mente, ente, empezan empezando do a sentir sentir pánico debido al agitado agitado estado de Lauren. A lo mejor lo iba a demandar. El doctor, prácticamente, lanzó los forceps hacia la bandeja de al lado, haciendo que la muela del juicio de Lauren cayera brincando por la alfombra.
Sin avisar, la mujer se inclinó sobre la pequeña palangana de porcelana y escupió el sostenedor de mandíbula. Sus labios estaban dormidos y apenas podía formar las palabras. —Ci… Ci… — Tragó saliva y golpeó con sus manos sus mejillas y labios. —Señor —Señor ten piedad. Niña, ¿Qu ¿Quéé te pasa? Lauren apuntó con su dedo a la figura del presentador, el cual aún estaba hablando felizmente. Una foto de Devlyn apareció apareci ó sobre él cuando aparecieron los porcent por centajes. ajes. —Ella… Ella… me… me… El Dr. Cardozo la miraba expectante. —¡Ella —¡Ella me ha citado! ci tado!— — Lauren, auren, finalm finalment ente, e, fue fue capaz de soltarlo. Frunció Frunció el ceño y se secó un hilo hilo de saliva que colgaba de su barbilla. El dentista se rascó la cabeza, empezando a sospechar que la revelación de Lauren no tenía nada que ver con la odontología. — ¿Hu ¿Huhh hh?? Lauren parpadeó confundida, el gas de la risa estaba haciendo que sintiera la lengua gruesa y sus sentidos torpes. —Yo soy la… la autora.— Pasó su mano por su ondulado pelo rubio, el cual le llegaba por el hombro. —Dios mío,— dijo arrastrando las palabras y pudiendo hacerlas comprensibles finalmente. — ¡Si ni siquiera voté por esa Yankee! La apreciación de algo de color le llamó la atención, y Lauren de repente miró su babero de papel, el cual estaba lleno l leno de puntos puntos rojos y varias manchas anchas de color carmesí carmesí de considerable considerabl e tamaño. tamaño. Sus Sus ojos oj os se abrieron como platos y el color abandonó su cara. — ¿Eso es san… sang? —Sangre.— —Sangre.— El Dr. Cardozo Cardozo terminó terminó la frase, mirando a Lauren, Lauren, la cu c ual se había desm de smayado ayado en el sillón. si llón. —Mierda.— Paseaba alrededor de la l a mujer inconsciente. inconsciente. Se dirigió hacia la puerta puerta y le hizo hizo una una seña a la recepcionista. —Necesito un número de teléfono… La recepcionista se asomó a la habitación. —¿Tu abogado? —Mi abogado.— abogado.— confirm confirmóó fruncien frunciendo do el ceño. **** ** Lauren se acercó al aparcamien a parcamiento to designado designado para par a ella el la en el exterior del complejo complejo don donde de se encontraba encontraba su apartamento. Apagó el motor con el comando de voz "apagar motor" seguido de "4213" que no era otra cosa que los cuatro últimos dígitos de su número de la seguridad social. En un esfuerzo por hacer su vida más sencilla, usaba esos mismos cuatro números para cada código que necesitaba, sabiendo también que cualquier ladrón con un mínimo de actividad cerebral podría limpiarla económicamente en un abrir y cerrar de ojos. Pero de este modo, afirmaba Lauren, nunca se había quedado fuera de su apartamento o había mandado su lista de la verdulería a la compañía de teléfono. Lo simple era lo mejor, pensó. La mujer de pelo claro se quitó unas gafas de montura al aire pequeñas y plateadas y se inclinó, apoyando su cabeza contra el volante. Después de haberse despertando en la clínica del dentista, le había llevado casi treinta minutos convencer al hombre de que no lo iba a denunciar. Ella explicó que el desmayo era su típica reacción ante la visión de su propia sangre. Nada como hacer la tonta completamente para empezar el día dí a con buen pie.
Lauren gruñó levemente, sentía la mandíbula como si hubiera sido golpeada por un boxeador. Sacó de su bolsillo bolsil lo una pequeña pequeña botella de pastillas pas tillas que le había ordenado el dentista dentista y que ella había comprado comprado de vuelta a casa. Observó la etiqueta con los ojos entornados, después sacudió la cabeza y se volvió a colocar las gafas. ¡Tres horas más hasta que pueda tomarme otra. Perfecto! Se sintió como si fuera a explotar en cualquier momento. omento. Devolviendo el frasco a su bolsillo, salió del coche y despacio se dirigió hacia la puerta de la escalera donde estaba su apartamento. Vivía en un segundo piso. Con una mano cerró las solapas de su chaqueta de ante huyendo del frío. Noviembre en Nashville siempre era impredecible. La mayoría del tiempo llovía; a veces incluso había grandes tormentas. La semana pasada la temperatura había sido muy suave, 25 grados, y ella había salido con su ordenador al balcón ante el cálido sol de la tarde. En contraste hoy la temperatura era de 3 ºC, y nubes de lluvia cubrían el cielo. El aire frío parecía intensificar el dolor de mandíbula. Ella giro una esquina que la conducía hasta su apartamento, mientras buscaba en su bolso las llaves que. Cuando levantó la vista, se paró repentinamente. Tres hombres tiritando ligeramente, dos vestidos con trajes y otro de sport, parecían parecí an estar esperándola esperá ndola en la puerta puerta de su apartament apartamento. o. El más mayor de los tres, un hombre de complexión fuerte, en sus cincuenta y tantos, con un atisbo de barba grisácea, captó ca ptó la aten a tención ción de Lauren. Lauren. Esta se relajó rel ajó visiblem visibl ement ente. e. —¡Lauren —¡Lauren!! Me Me alegro al egro de que te hayamos pillado. Intenté llamarte, pero siempre me saltaba el contestador… Lauren cambió la cara a la vez que entornaba sus ojos. —¿Wayne?— ¿Mi agente de publicidad? ¿De ueva York? York? ¿Aqu ¿Aquí? í? Ellos se habían visto cient cie ntos os de veces por medio de video conferencias conferencias vía ví a satélite, satéli te, pero nunca, nunca, en siete años de trabajo jun j untos, tos, se habían encont encontrado rado cara car a a cara. ca ra. Era más bajo de lo l o que ella había imaginado, pero su imagen virtual había retratado con mucha precisión su gordinflona cara, sus arrugadas arrugadas mejillas mejilla s y su personalidad paternalista. paternalista. —¡Maldita —¡Maldita sea! Necesito ajustar el color col or de mi aparato. Tú eres más más tirando a rubia que pelirroja.— pelirroj a.— Sus ojos parpadearon felizmente. —Hola cariño, Oooo… — rozó con sus dedos su mejilla que se había tornado de un color negro azulado. Ella le sonrió tanto como su boca, llena de algodones, le permitió. Su manera de hablar rápida y nasal y su acento de Nu Nueva eva York, parecí par ecían an much muchoo más pronu pro nunciados nciados en persona. pers ona. Él le devolvió la sonrisa y de pronto se vio atrapado en un gran y sentido abrazo, deseando, como lo había hecho tantas veces a lo largo de los años, haber sido lo suficientemente joven para enamorar a esa guapa gu apa mujer. Lauren percibió un olorcillo a menta, y un ligero sonido cerca de su oreja le confirmó que Wayne estaba masticando un duro caramelo. —¿Qué haces aquí?— Le preguntó curiosamente. —Te mandé las revisiones de esos contratos hace tres días. No era necesario que vinieras para eso.—. Ella le golpeó en el brazo levemente. Recordando que había dos extraños plantados solo a unos metros de ella, la mirada de Lauren viajó hacia esos dos hombres, los cuales vestían un traje de tres piezas de color azul marino y una gabardina gris. Ella dejó de hablar, hablar, acercó acer có los labios contra contra la l a oreja orej a congelada congelada de Wayn Waynee y le susu s usurró, rró, —¡Te —¡Te dije di je que no iba a hacer la biografía de Vinnie Lagulia! No me importa si está encerrado en una cárcel federal sin nada
mejor que hacer. ¡No trabajo para la mafia! —Está bromeando.— bromeando.— Exclamó Exclamó Wayn Wayne, e, mirando a los hombres. ombres. —¡Por supuesto supuesto qu quee está bromeando! bromeando!— — Amablemente cogió del codo a Lauren y nerviosamente la guió hacia la puerta. —Si nos dejas entrar, haré las presentaciones. ¡Tengo unas noticias estupendas! **** ** —No… La mandíbula de Wayne cayó por completo. —¿No?— repitió incrédulo. Maldita sea, ¿Qué le pasa? ¡No va a haber nada mejor que esto! —¿Qué quieres decir con el "no"? Arqueando una ceja, Lauren se cruzó de brazos. —Es una palabra muy simple, Wayne. No me hagas traerte un diccionario.— Antes de que Wayne pudiera argumentar contra eso, ella se dio la vuelta, cogió los abrigos abr igos de los otros dos hombres hombres y se los dio. —Por favor, favor, hacer saber a la Presidenta electa e lecta Marlowe que me sient s ientoo muy halagada halagada por su int i nterés erés en que escriba su biografía. biografía. Pero me temo que voy a tener que declinar la oferta. Siento que hayáis venido a Nashville para nada. Os lo habría dicho por teléfono. teléfono. Michael Oaks, uno de los ayudantes en los que más confiaba Devlyn y pronto su Secretario Social para la nueva administración, estrechó de mala gana la mano de Lauren. Estaba bastante cabreado por haber tenido que volar desde Ohio hasta Nueva York y después hasta Tennesse, sólo para ver como esa ovencita declinaba su oferta en cinco minutos. Hasta donde él llegaba, Devlyn podía encontrar otra escritora… Tendría que haber una docena. Pero Michael sabía que su jefa esperaba de él que le diera a Strayer un gran motivo, no importaba como se sintiera él sobre eso. Sus ojos oscuros se volvieron más serios. —¿Por qué, Sra. Strayer? ¿Por qué no considerará la oferta de la Presidente electa Marlowe? Es un honor incomparable. Seguramente usted no tendrá ningun ningunaa oferta ofer ta mejor mejor pendiente… — Miró Mir ó a Wayn ayne, e, quien q uien movió movió la cabeza cabe za en gesto negativo. negativo. La escritora sonrió dulcemente y trató lo mejor que pudo sostener su lengua. Honor, una mierda. Este es uno de esos trabajos en los que ellos te dicen qué escribir, y luego imprimen tu nombre en la portada del libro. No, gracias… Ella podía encontrarse solita otra marioneta de propaganda. —Simplemente, no estoy interesada… — Su tono era educado, pero se enfriaba por momentos. —La —La oferta oferta de compensación compensación es más que gen generosa, erosa, pero aún es neg negociable ociable.. Nosotros Nosotros consultam consultamos os a varias de las mejores compañías de publicidad, las cuales indicaron que lo que ofrecíamos estaba bastante bastante por encim encimaa de lo que ellos pagaban a sus equipos equipos de historiadores y biógrafos… biógrafos… —Estoy segura segura que así es. Pero Pe ro la respuesta respuesta sigue sigue siendo "no" "no" —insistió. No respondo respondo bien cuando cuando se es agresivo, amigo. Y tú acabas de cruzar esa línea. El joven hombre negro lo intentó de nuevo. —Pero… Lauren levantó sus manos deteniéndolo. —Primero de todo, no estoy especializada en políticos. —Si no me me equivoco, su últim últimaa biografía biografía fue fue sobre el Cardenal James O'Roarke. O'Roarke. ¿V ¿Va usted usted a quedarse ahí
plantada plantada diciéndome diciéndome qu quee la Iglesia Iglesia Católica no es un unaa institu institución ción política?— pol ítica?— Su voz iba aument aumentando ando de volumen, volumen, y al final había tomado tomado un tono tono irónico. i rónico. Lauren sintió como su mal humor empezaba a despertar. ¿Quién se creía ese tipo que era? El hombre que estaba al lado de él, que debería haber llegado tatuado en su frente "Servicio secreto, se acercó a ella invadiendo su espacio personal y mirándola con ojos desaprobadores. Pero ella se negó a dejarse avasallar. ¿Se supone que debo sentirme intimidada por "el sin cuello'? Creo que no. ¡Ya veo como trabajas, Devlyn Marlowe! —Sólo he estado en casa unos cuantos meses, después de pasar casi dos años en Irlanda y el Vaticano, escribiendo la historia del Cardenal. Simplemente no estoy preparada de involucrarm involucrar me en e n un un trabajo que durará como mínim mínimoo cuatro años. —Es importan importante te para la nación que… — El Sr. Oaks continu continuó, ó, no deteniéndose deteniéndose cuando cuando Lauren intentó intentó tomar la palabra varias veces. Wayne notó que la cara de la mujer se estaba poniendo rosa, para, finalmente, volverse rojo fuerte. Masticó su nuevo caramelo nerviosamente. Oh, no. Aquí lo tenemos. ¡Hacienda va a auditar a Producciones Starlight y a mí personalmente, todos los años desde este momento hasta el fin de nuestros días! —Lauren, por favor. Sé que tenías tu corazón puesto en la historia de Maya Angelou. Pero esto es para la President Pre sidentaa de los Estados Unidos, Unidos, ¡por ¡por el amor de Dios! Dios! —No significa, significa, no.— Lauren contu contuvo todo lo que pudo su mal hu hum mor. Se dirigió hacia la puerta. puerta. Automáticamente la abrió y mientras con un brazo sujetaba a su Dogo, Gremnlin, añadió —Esta conversación ha terminado. Doming Domingo, o, 8 de noviembre El coche aminoró la marcha. De hecho, la mayoría de coches lo hicieron. Para un observador casual, podrían haber sido confun confundidos didos por un unaa procesión familia familiarr que llevaba lleva ba los l os restos r estos de alguien alguien querido. Y, si no hubiera sido por la identidad de una de las personas del tercer coche, podría haber sido verdad. Antes de que el coche se detuviera completamente, unos hombres con traje oscuro lo rodearon; los hombres estaban protegiendo la vida de la Presidenta electa. Con un rápido, pero efectivo chequeo, la zona parecía completamente segura, y dos largas piernas aparecieron por detrás de uno de los coches. Devlyn Marlowe bajó baj ó del coche. La Presidenta se inclinó, habló a uno de los otros ocupantes y cogió un ramo de rosas antes que de dirigirse despacio hacia una de las lápidas que estaban a unos metros de allí. Los hombres asignados a protegerla protegerla du dudaban, daban, pero fueron fueron extrem extremadam adament entee respetuosos de su privacidad, privaci dad, mantenién anteniéndose dose tan alejados como la seguridad les permitía. Devlyn se ajustó la bufanda y se levantó las solapas del abrigo. Dev se llevó l levó las l as rosas rosa s a la nariz, pero much uchoo de su dulce dulce aroma aroma fue fue borrado borr ado por el frío viento viento de otoño. otoño. Se sentó enfrente de la lápida. La húmeda hierba mojó los bajos de su ropa. Devlyn puso las flores en un arrón de barro que estaba pegado al mármol y quitó unas cuantas hojas que se habían depositado alrededor de la tumba. —Hola preciosa. Tenía que venir hoy porque la situación se va a poner difícil para mí muy pronto.— pronto.— Dev soltó so ltó una una ligera sonrisa a la vez que intentaba intentaba estu es tudiar diar un unaa hoja naranja que tenía en sus manos. manos. —¿A quién quién estoy es toy intentado intentado engañar? engañar? La situación s ituación ya se ha puesto difícil di fícil para mí. Dev soltó la hoja y miró como el viento se la llevaba. Se inclinó hacia delante de modo que sus dedos pudieran trazar las l as líneas que formaban formaban las l as letras grabadas en la lápida. —Te —Te echo de menos. A veces, por la noch noche, e, todavía me despierto despier to y te busco… — Sonrió Sonrió y dejó caer su mano. mano. —He estado pensando pensando mucho sobre ti últimamente. Yo no estaría donde estoy si no hubiera sido por ti. Ojalá pudiéramos estar
untas ahora. Su sonrisa se tornó melancólica. —Habrías sido una formidable Primera Dama.— Dev se desplomó sobre su trasero, descansando con las piernas cruzadas delante de ella. —Me pregunto cómo lo hubiera llevado la gente. Al menos pienso que te habrían llamado Primera Dama.— Sonrió, sacudiendo la cabeza. —No importa, tú fuiste, y siempre serás, mi primera dama, y eso es lo que importa. —No creo que vuelva, Samant Samantha, ha, Traeré Traeré a los niños, por supuesto. supuesto. Cuando Cuando ellos qu quieran.— ieran.— Añadió. — Pero creo… Que yo…necesito intentar centrarme en el futuro por un tiempo… — Permaneció en silencio durante un largo momento, escuchando el leve susurro del viento y el sonido de los coches en la distancia. —Sí.— sonrió y afirmó. —Sabía que lo entenderías. Dev se volvió hacia la comitiva e hizo una señal. Uno de los agentes abrió la puerta del coche de Dev, y tres niños pequeños bajaron. Ashley, una niña morena de siete años, esperó pacientemente a que sus hermanos pequeños bajaran del coche para cogerles de la mano. La alta mujer sonrió afectuosamente mientras los niños se acercaban a ella. Se volvió hacia la tumba. — Estarías orgullosa de ellos. Son muy especiales. Aaron tiene una foto tuya en su mesilla de noche. Te besa cada noch nochee antes antes de acostarse.— Su voz tembló tembló un poco mientras mientras hablaba. —He hecho lo posible para que te conozcan. conozcan. Ellos conocen a sus dos mamás.— amás.— Sonrió Sonrió — Ashley Ashley,, Dios la bendiga, bendiga, ha aprendido a entornarme los ojos como tu solías hacerme. Los niños se unieron a ella y Aaron, el más pequeño con cuatro años, se sentó en las piernas de Dev abrazándose a su cuello. Mientras, los dos mayores pusieron dos pequeños ramos de flores en el césped, usto delante de la tumba. —Hola mami.— ami.— Ashley Ashley saludó du dulcemen lcemente, te, sentándose sentándose al estilo indio. —Me —Me he sacado un 6 en Matemática Matemáticas. s. Mamá Mamá dice d ice que estoy mejo mejorando rando mucho mucho en las la s mates… En un impulso, Christopher, de 5 años, le dio al frío mármol un beso, después acompañó a su hermano sentándose en las piernas de Dev. Con 5 años, el niño rubio era con diferencia el más tranquilo de los tres. Ashley y Aaron se tomaban las visitas mensuales como algo normal. Pero Christopher, parecía pasarlo muy muy mal, como como Dev, Dev, pero nunca nunca se quejaba. quejaba. Ella Ell a se pregunt preguntaba aba si debía de dejar de traerlo. traerl o. Sin embargo, Devlyn sabía que era importante hacer que esos maravillosos niños comprendieran que tenían dos madres que los querían mucho. Incluso cuando una de ellas había sido apartada cruelmente de su lado por un conductor borracho unas semanas después de que Aaron naciera. A Devlyn le dolía en el alma que ninguno de ellos pudiera recordar mucho sobre Samantha. Solo Ashley parecía tener algunos leves recuerdos. Pero Dev no estaba segura de si esos recuerdos eran reales o eran producto de sus fotos familiares. La familia pasó unos cuantos minutos más juntos, después la Presidenta electa mandó a los niños de vuelta al coche. Se levantó inclinándose sobre la lápida para depositar un beso en ella, tal y como había hecho su hijo. —Te quiero Samantha. Siempre estarás en mis oraciones.— Respiró profundamente y se volvió al coche. c oche. No lloró mientras ientras se dirigía hacia el vehículo y supo que que eso era una buena buena señal. **** ** Devlyn se sentó en su silla acolchada en una de las puntas de la mesa, la acompañaban los niños y su niñera. Emma era un regalo de Dios. Samantha la había contratado justo después de que Devlyn tuviera a
Ashley. Y había estado ahí para echar una mano cuando Samantha tuvo a Christopher y a Aaron. La carrera de Dev la mantenía tan ocupada que nunca parecía tanto tiempo para pasar con los niños como a ella ell a le l e hubiera gu gustado. stado. Emm Emma había habí a ayu a yudado dado aún much muchoo más después de spués de la muerte de Samanth Samanthaa y Devlyn Devl yn no estaba segura de qué les habría pasado a los niños o a ella sin Emma. Emma Drysdale era exactamente lo que tú buscarías en una niñera. Dedicada y cariñosa. Su sonrisa generosa y su corazón eran apreciados por todos los que la conocían. Era una mujer delgada, con una gran personalidad, anchas caderas y pechos de matrona. Tenía una espesa cabellera de color gris plateado, y estaba más inclinada a dar abrazos que a regañar. regañar. Emma Emma era más un unaa abuela para los niños que una empleada. Eso le gustaba a Devlyn. Ella era una más de la familia, y sus enfados eran casi tan legendarios como sus galletas de chocolate. —Ni pienses que que te vas a levantar levantar de la mesa hasta hasta que que te haya haya comido comido todo lo que que hay en el plato. Dev miró a los niños preguntándose quién era el problema. Después miró su propio plato y supo quién estaba metida un lío. lí o. — Estoy comiendo, comiendo, Emma.— Emma.— Protestó P rotestó si s i ningú ningúnn resultado. —Estás demasiado demasiado delgada.— dijo Emm Emma mientras ientras tocaba un osudo hombro. hombro. —Y no estás comiendo. comiendo. Estás esparciendo la comida para que parezca que comes.— Emma levantó una ceja, mirando a Dev, para luego dirigir una mirada a los niños… — No querrás dar una mala impresión a tus hijos ¿verdad? —Sabes, —Dev pinchó pinchó un un trozo trozo de espárrago —odio cuando cuando haces haces eso. —Lo —Lo sé.— asintió asintió la niñera mient mientras ras rellenaba rell enaba de leche el vaso de Aaron. Aaron. —Por eso lo hago. hago. —Siéntate —Siéntate Emm Emma.— se quejó… — Los niños niños están bien. Come Come tú.— tú.— Dev sacudió su cabeza c abeza y se dejó caer sobre s obre la silla. sill a. Sabía qu quee su protesta sería ig i gnorada esta noche, noche, como como todas las dem de más. Ashley se rió y dirigió sus grandes ojos marrones hacia su madre… — Mama. —¿Sí, —¿Sí, cariño?— Dev decidió decidi ó hacer un esfuerzo esfuerzo y comerse comerse su cena, aun aunqu quee estaba tan cansada c ansada que lo único que le apetecía era irse a la cama. —¿Tiene —¿Tiene que que venir ella mañan mañanaa conmigo conmigo al Zoo? Zoo? —¿Huh —¿Huh?— ?— Dev intent intentóó estrujarse estrujarse la cabeza para saber quién era "ella". —Ah —Ah,, qu quieres ieres decir la Ag Agent entee Hamlin. Ashley frunció el ceño y Devlyn se sorprendió al verse reflejada tan claramente en ese gesto de su hija. —Tom —Tomaré aré eso por un sí. Me tem temoo que que sí cariñ cari ño. La niña, muy enfadada, estrujó con el tenedor el río de lava en que se habían convertido sus Mashed Potatoes. —Ninguno de los otros niños llevan. —Lo —Lo sé, cariño. Pero… Mira te diré un unaa cosa, le diremos que se pong pongaa un unos os vaqueros y una una sudadera ¿vale? Ashley lo pensó por un momento. Eso no estaría mal. —De acuerdo. Christopher y Aaron pararon de comer para escuchar atentamente esa conversación. Ellos también tenían guardaespaldas. —De todas formas, formas, debes acostúm acostúmbrate a la Ag Agent entee Hamilton Hamilton e intent intentar ar hacerte amiga amiga suya. suya. Probablemente va a estar contigo los próximos cuatro años.
—¿Y qué pasa con Amy? Amy? —Mira, Moppet. Moppet. Amy Amy era de la Policía Pol icía Estatal. Estatal. Ella Ell a te cuidaba antes de que yo fuera fuera elegida president presi dente. e. Ahora va a ser un agente del Servicio Secreto, y esa agente es Hamlin.— Golpeó la mano de la niña y notó que Chritopher y Aaron no parecían mucho más entusiasmados a ese respecto que Ashley. Su mirada se suavizó y sonrió. —Os llegará a gustar tanto como Amy. Estoy segura de eso. —Vale.— —Vale.— Murm Murmuró uró la niña. niña. —Mama —Mama ¿puedo ¿puedo ir al zoo también?— también?— Pregun Preguntó tó directament directamentee Christopher… Christopher… — Yo quiero quiero ir al zoo. —Estoy segura segura de eso, es o, colega, col ega, pero esto es un unaa excu e xcursión rsión de la clase de Moppet.— Ella le cogió de las manos. —Pero te diré una cosa. Intentaré programar una excursión para ti y para Aaron, ¿vale? —Síi.— Gritaron simu simultáneam ltáneament entee Aaron y Ch Chris. ris. Los hermanos hermanos chocaron los cinco. Desafortunadamente, Aaron era demasiado bajo y acabó chocando en la cara de Chris. Este inmediatamente se lo devolvió y a continuación comenzó una mini-guerra de golpes con los niños gritando y riendo. —Veng —Venga. a. Hora de irse a la cama.— cama.— Emm Emma se levantó de su sitió al final final de la mesa y empezó empezó a conducir conducir a los niños hacia las escaleras. Dev se levantó también pero se volvió a sentar cuando la mujer mayor la miró desaprobatoriamente. —Soy la President Presi dentaa electa ¿sabes?— protestó protestó la alta mu mujer con un un falso enfado. enfado. —Ohh —Ohh, sí, sí, sí. Estoy muy muy impresionada, impresionada, Señora Presidenta electa.— e lecta.— Emm Emma apun apuntó tó al a l plato. —Ah —Ahora ora comete tu cena. —¿Voy a hacer alguna alguna vez algo que que te impresione?— impresione?— Le Le pregunt preguntóó a la mujer mujer que que se retiraba. —Ya —Ya lo has hecho. hecho. Sus Sus nom nombres bres son Ashley Ashley,, Christopher Christopher y Aaron. Aaron. Ahora Ahora come. come. **** ** Quedaban aún cerca de tres horas para que Dev terminara el día y esta se dirigía a su habitación. Un ayudante la paró por el camino. —Gobernadora. —Gobernadora. Ella dejó caer su cabeza —¿Sí? —El Servicio Secreto Sec reto le acaba de traer un archivo. Dijeron que que usted usted lo quería inmediatam inmediatament ente. e. Es solo un archivo, ¡Dios! Podré irme a la cama esta noche. —Gracias.— Lo cogió y observó el índice rápidamente. —Strayer, Lauren Anna. Lauren no Loren, ehh. Me había figurado que "L. Strayer" tenía que ser un unaa mujer. mujer. La im i magen que ella ell a tenía en mi mi cabeza… cabe za… —¿Gobernadora? —¿Gobernadora? —Oh, —Oh, nada. nada. Lo Lo siento. siento. Buenas Buenas noches. noches. —Buenas —Buenas noches, noches, señora. señora.
Devlyn se dirigió hacia la habitación de Ashley primero. Era la típica habitación de niña. Llena de animales de peluche, casas de muñeca y todos los accesorios. Sólo la pequeña cama de dosel le servía a Dev para recordarl re cordarlee lo preciosa que era su hija hija mayor. ayor. —Hola Moppet.— Moppet.— susurró susurró en la oscuridad. —¿Estás —¿Estás dormida dormida ya? —No, señora.— señora.— La La niña niña se giró, sus sus ojos oscuros brillaban brill aban ante ante la tenu tenue luz proveniente proveniente del pasillo. pasill o. La mujer alta se sentó en la cama, manteniendo el archivo entre sus brazos. Observó a su hija, ordenando los alborotados mechones que caían sobre su cara. —Sé que no entiendes todo lo que está pasando, y te da un poco de miedo. Ashley asintió. —Pero necesito que que confíes confíes en mí, mí, ¿Vale? ¿Vale? Todo esto es algo bueno. bueno. —Mi profesora dice di ce que tú vas a ser la mujer más más poderosa po derosa del mundo. ¿Es ¿Es verdad? verd ad? Unos Unos ojos oj os claros c laros y asombrados parpadearon. —Bueno… —¿Inclu —¿Incluso so más más poderosa que Wonder Wonder woman?— woman?— Saltó Saltó la niña niña en la cama. cama. Dev miró los asombrados ojos marrones de su hija. —No. Ni hablar. Wonder Woman patearía mi trasero. Además ella tiene ese avión invisible tan grande.— le recordó Dev, a la vez que le daba un amistoso cachete en la barriga. barri ga. Ashley asintió. —Y el lazo de oro. —Es verdad.— verda d.— Suavement Suavementee recostó r ecostó de nuevo a su s u hija hija hasta hasta que sus hombros hombros se hun undieron dieron en la blanda almohada. Después se inclinó y frotaron la nariz. —Pero confías en mí… ¿Verdad, Moppet? —Siempre —Siempre y para siempre, siempre, mamá.— amá.— Unos pequeños pequeños brazos se cerraron cerrar on fuertem fuertement entee alrededor de su cuello. Sostuvieron el abrazo durante un largo rato. —¿Le deseaste buenas noches a mami? —Sí señora. Justo Justo después después de mis mis oraciones. oraci ones. —Buena —Buena chica. chica. —La —La hechas hechas much muchoo de menos menos ¿verdad? ¿verdad? Devlyn frunció el ceño. Hoy en el cementerio lo había pasado muy mal, y su astuta hija, obviamente, se había dado cuenta. Había estado intentando despedirse de Samantha durante tres años. Ella no era buena para las despedidas, de spedidas, especialmen espe cialmente te cuando cuando se trataba trataba de gente gente a la que que quería. —Por supuest supuesto. o. El gesto de Ashley se tornó pensativo. —Quizás —Quizás algún día nos encuentres encuentres una nueva nueva mami. ami. Un nudo se formó en la garganta de Dev. Le llevó varios segundos poder contestar a su hija. —Quizás, Moppet.— concluyó dudosa. —Pero tu mam mamii era e ra muy especia espe cial.l. Yo la l a quería q uería much ucho. o. —Y yo… creo. Arropó a su hija muy cariñosamente. —Por supuesto que la querías, y mami lo sabía. Te lo aseguro. Ashley bostezó —¿Crees que ella está sola, como tú?
Las in i nocentes ocentes palabras pal abras de la l a niña se clavaron cla varon en el corazón cor azón de Dev y sintió como como empezaban empezaban a salirle sal irle las lágrimas. lágrimas. —No, cariño. Ella es e s feliz en el cielo, con el abuelo y la abuela. Ella nu nunca nca está sola… —Vale.— —Vale.— sus ojos somnolien somnolientos tos se iban cerrando. cerrando. Dev besó a su hija en la frente. —Te quiero, Ash.— Dijo suavemente, viendo como la respiración de la niña se volvía más profunda. —Dulces sueños.—. De camino a la puerta de la habitación encendió la lamparilla de noche, que inundó la habitación de un leve resplandor azul. A continuación, Dev entró silenciosamente en la habitación que los chicos compartían y donde ellos acían dormidos en unas camas que imitaban la forma de unos coches de carreras. Se arrodilló entro las dos camas y sintió como las lágrimas le salían sin control. Estos niños, con el pelo rubio y los ojos azules, eran la viva imagen de la mujer que les dio la vida. Y ahora ninguno de ellos conocería a la madre que tanto los quiso. —Maldita sea, Samant Samantha.— ha.— murmuró. rmuró. Dev golpeó enfadada enfadada sus pies. —¿ —¿Cóm Cómoo pudiste pudiste dejarnos?— Cubrió su cara con unas temblorosas manos, avergonzada de su pérdida de control. Se secó las lágrimas. —Lo —Lo sient si ento, o, no quería decir dec ir eso.— La cansada mujer mujer controló las lágrimas, lágrimas, apartan apa rtando do la l a última última de ellas con el puño puño de la cam c amiseta. iseta. —Te quiero, quiero, no quería quería decir eso. Se levantó y besó a los niños en la mejilla. —Que tengáis muchas aventuras esta noche en vuestros sueños. Os quiero… Cerró la puerta suavemente y se dirigió a su habitación. Dejó el archivo en su escritorio, al lado de la chimenea. Allí la maternal niñera le había dejado un sándwich y un vaso de leche para que se lo tomara antes antes de acostarse. Sonrió y dio un sorbo al vaso de leche. Después mordió la tostada y añadió —Gracias Emma Drysdale, no superaría estos días y noches sin tu ayuda.— Se inclinó para abrir y ojear el archivo mientras degustaba su tentempié. —Bueno, —Bueno, bueno, bueno, Lauren Lauren Strayer. Strayer. ¡Qué ¡Qué guapa guapa eres!— Había varias fotos fotos de la joven mujer mujer.. Dev sostenía sostenía una tomada sin que la protagonista se diera cuenta. Lauren estaba en el parque paseando con su perro. La rubia llevaba una gorra de béisbol y el pelo recogido en una coleta. Vestía unos pantalones de chándal color gris y una sudadera naranja y blanca de la Universidad de Tennesse. Se estaba riendo. Tenía el brazo totalm totalment entee extendido extendido de modo modo que que parecía parecí a que la pequeña pequeña fiera fiera la estaba paseando a ella. Dev comprobó la fecha en el reverso de la foto y confirmó que fue sacada hacía un par de semanas. Pasó a la siguiente foto. En esta Lauren llevaba un traje de lino, con una falda que acababa un par de centímetros por encima de la rodilla. La ropa más sofisticada la hacía parecer más mayor. La chaqueta del traje estaba sobre los hombros de Lauren y debajo de ella aparecían unos brazos bastante morenos. Llevaba también una blusa rosa de seda. Bajaba las escaleras de un edificio de oficinas y hablaba con una mujer que iba a su lado. En los labios de Dev se dibujó una sonrisa. Se pasó un buen rato disfrutando de las imágenes de esa hermosa mujer de devastadores ojos grises y hermosa sonrisa, capaz de derretir un iceberg. La Presidenta electa cogió la última fotografía que, obviamente, era la del carnet de conducir de Lauren. Torció el gesto a la vez que apretaba un botón de su escritorio. El silencio de la habitación quedó truncado por un suave murmullo. Dev deslizó la foto por el corta-papeles que había situado en una de las
esquinas de su escritorio. Sonrió satisfecha cuando comprobó que la foto quedó reducida a confetti. Dejando el resto de las fotos cogió el reporte y empezó con los datos de su biografía. Las palabras empezaron a bailar por su cabeza. Cerró los ojos, sabiendo que aún le quedaban unas cuantas horas de trabajo por delante. Te dijeron que pasó la inspección de seguridad, Dev. El resto puede esperar hasta mañana. —Bueno, —Bueno, Lauren Lauren Strayer Strayer,, no necesito que ningún ningún archivo me diga que necesito tu ayuda. ayuda. Eso ya lo l o sabía sa bía o. Dev se terminó la leche, se comió el sándwich y se concentró en el reporte de las negociaciones con China. Finalmente, a eso de la medianoche se fue a dormir. Lunes, Lunes, 9 de noviembre —¿No? —¿No? ¿Q ¿Qué ué significa significa "no"?— "no"?— Dev firmó firmó un docum do cument entoo y se lo entregó entregó a un ayu ayudant dantee mientras ientras otra estaba alrededor alre dedor recordándole rec ordándole sus tres próximas próximas citas. Michael Oaks sacudió la cabeza, deseando poder decir a la Presidenta electa Marlowe lo que Lauren le había dicho el día anterior. —Ella no acepta la oferta, Dev. Es tan simple como eso. Dev lo miró fríamente. —Nada es nunca "tan simple como eso". Y tú lo sabes.— Dev asintió a su secretaria, la cual c ual estaba en el despacho de spacho anotando anotando las peticiones petici ones de café de los em e mpleados. —¿Por —¿Por qué no la acepta? No… — le dijo a la secretaria —Ese día no. ¿Podemos pasarlo al 21? Michael tomó asiento al lado de la alta mujer. —Strayer me dio unas razones poco convincentes, pero creo qu quee lo l o important importantee es que ella no está interesada interesada en escribir tu biografía. —Enton —Entonces ces tenem tenemos os que consegu conseguir ir que se interese. interese. —Dev, —Dev, ¿qu ¿quéé importa importa eso? e so? Podemos Podemos conseguir conseguir a otra. Alguien Alguien mejor. mejor. Sé que adoras su trabajo, pero esa mujer ni siquiera te votó, ¡por el amor de Dios! Eso llamó la atención de Dev y levantó la mirada de su agenda electrónica. Su sonrisa desapareció de la cara. —¿Qué quiere decir que no me votó? ¿Por qué no? Michael dio las gracias cuando le pusieron una taza de café delante. Hizo espacio en la mesa para depositar una pila de papeles. —¿No te has leído su reporte?— Preguntó mientras le acercaba a Dev su taza y él daba un sorbo de la suya. —Lo —Lo ojeé.— dijo Dev mient mientras ras fruncía fruncía el ceño. Vale, Vale, de acuerdo, sólo miré miré sus fotos. fotos. Mierda… Mierda… —¿Jane?— —¿Jane?— Unos Unos ojos azules azules escasearon la habitación. habitación. —Aquí, —Aquí, Dev.— Dev.— Jane, Jane, la secretaria secr etaria personal de Dev, Dev, le entregó entregó un una carpeta. Sus ojos se abrieron de par en par. —A veces me asustas, Jane. Lo sabes ¿verdad? La regordeta mujer sonrió y le guiñó un ojo. —Después de 15 años, te conozco mejor que tú misma, Devlyn Marlowe.— Su sonrisa aumentó —¡Y no puedo esperar más para ser la Presidenta de los Estados Unidos!
La habitación estalló en carcajadas. Dev se unió al chiste —Y serás una maravillosa Presidenta. Y por favor, dame un puñetazo si me interpongo en tu camino. Dev tomó un trago de café y cogió una tartaleta de mora de una bandeja. Abrió el archivo. ¿Quién eres, Lauren Strayer? ¿Y por qué me rechazaste? La habitación pareció desaparecer mientras ella se concentraba en las palabras del reporte. Sujeto: Lauren Anna Strayer Fecha de nacimiento: 4/7/1990 Altura: Altura: 1, 63 Peso: 55 kg Ojos: grises Pelo: Pel o: rubio Dev siguió empapándose la información. No hay nada importante en el historial médico, ningún historial criminal… criminal… Estado civil: civi l: Divorciada Divorc iada (duración ( duración del matrim matrimonio onio 24/1/2014 - 16/10/2017) Familia: ningún hijo, ningún hermano, nada significativo. Padres: viven. Sus pensamientos se detuvieron durante un momento. Parece muy sola. Estudios: Licenciada en Historia, Máster en Literatura Inglesa, Universidad de Tennesse. Magna Cum Laude. Fecha de graduación: 05/05/2011 Devlyn sonrió cuando leyó sobre sus 11 multas de aparcamiento sin pagar en la ciudad de Nashville. Su mirada volvió a la foto que le había llamado la atención la noche anterior y sonrió de nuevo. Me pregunto cuál será el nombre nombre de ese perro perr o feo. Cogió las Cogió l as últimas últimas hojas del reporte para observar la inf i nform ormación ación suplement suplementaria aria que ella sabía que estaba ahí. Rápidamente observó la foto del ex-marido de Lauren, Judd Radison. Un arquitecto que vivía en Chicago y se había vuelto a casar dos meses después de su divorcio. Ahora tenía un niño de dos años y medio. Dev sacó cuentas y soltó una maldición. Asquerosa rata, bastardo. Decidió que se desharía de la fotografía más tarde. Se extrañó cuando no encontró ninguna foto de los padres de Lauren, pero un detallado reporte indicaba que Howard Strayer era un fontanero retirado. Había sido miembro y fundador durante 45 años de la Union Steward. Procedencia demócrata. Nunca lo habría imaginado. Interesante. Anna Strayer era ama de casa. Había sido hospitalizada por depresión depr esión varias veces en los últimos últimos diez años. Cuando Dev apartó la vista de su lectura, diez minutos después, estaba sola en la sala de conferencias. Había tazas de café vacías por todos los sitios, platos de plástico por toda la habitación y, de pronto, notó un pitido intermitente que había sido programado para recordarle su primera cita. Su café se había quedado frío frío y apartó la taza taza con cara de asco. Devlyn volvió a la primera página del reporte y descolgó el teléfono mientras daba un gran bocado a su tartaleta. **** ** Lauren empezó a escarbar en su bolso hasta que finalmente encontró el pequeño espejo. —encender conducción automática. Destino número 12.4213.— Lauren apartó las manos del volante y empujó su asiento para atrás. Miró su reloj y vio que llegaba tarde. —Aumento de velocidad de 15 km/h. 4213.— Esperó el pitido de aviso —Aprobado el sobrepaso de velocidad obligatoria. 4213. Levantando un pequeño espejo, empezó a pintarse los labios de un color muy suave. De repente su teléfono sonó asustándola y haciendo que se pintara la mejilla con el pintalabios. —Uyy.— Cogió una
toallita y empezó a limpiarse la cara. Mientras el teléfono seguía sonando. Al quinto tono contestó — Hola. —Hola.— era una una voz fem femenin enina, a, fuerte fuerte y decidida decidi da —¿Es —¿Es usted usted Lauren Lauren Strayer? Strayer? Lauren sostuvo el teléfono un poco alejado de su cara y se quedó mirándolo como si fuera la primera vez que lo viera. vie ra. Conozco Conozco esa voz. —¿Hola? —¿Hola? ¿Srta Strayer? Strayer? Lauren volvió a pegarse el teléfono teléfono a la l a oreja, orej a, impresionada, impresionada, a pesar pe sar de que no no quería estarlo. —Sí… Soy Lauren Strayer. Strayer. Dev sonrió, se dio cuenta de la sorpresa que había causado en la joven mujer, y en un instante empezó a adorar su dulce acento sureño… — Me alegro de poder hablar con usted personalmente. Ah, disculpe. Soy… —La —La Presidenta de los Estados Unidos.— Unidos.— interrum interrumpió pió Lauren totalm totalment entee impresionada. impresionada. ¡Dios ¡Dios mío! ¿Me ¿Me está llamando para lo de su biografía? ¿Ella, personalmente? —Presidenta electa, todavía.— Devlyn puso los pies encima encima de la mesa, deseando que su hambriento ambriento equipo no se hubieran comido todas las tartaletas. En estos momentos le apetecía una. —Habló con mi ayudante, ayu dante, Michael Oaks, ayer. Lauren asintió, —Sí.— Su sorpresa empezó a disolverse al recordar su enfado del día anterior. —Y no me gusta mucho ser intimidada.— añadió en un tono que se tornó frío. Dev se incorporó sobre su asiento —¿Qué quiere decir con "intimidada"? ¡¿Qué hiciste Michael?! —Oh me refiero al Sr. Oaks Oaks y su compañero compañero Big Joe junior. junior. ¿Big Joe junior? Dev cerró los ojos. Oh, Dios, dime que no se llevó a Francis. —¿Se refiere a Francis Davies? ¿El ¿El serio y desafortun desafortunado ado agente agente del Servicio Servici o Secreto Secr eto cuya cuya cabeza ca beza parece nacer directam dire ctament entee de sus hombros? A Lauren se le escapó una carcajada, e inmediatamente intentó contenerla tapándose la boca con la mano. ¿Un político con sentido del humor? ¡Está nevando en el infierno! —Sí, ese nombre me es familiar.— contestó rápidamente sin intentar disimular la sonrisa de su cara. —Enton —Entonces ces por favor permítam permítamee que me disculpe inmediatam inmediatament ente. e. Estoy segura segura que la presencia de Francis no pretendía intimidarla.— Por favor no me preguntes que entonces para qué estaba allí. Lauren volvió a apartar el teléfono para mirarlo, deseando poder ver la cara de Marlowe. Sonaba muy sincera. —Quizás lo malinterpreté.— Se oyó a sí misma decir. —Srta Strayer Strayer,, su trabajo es a la vez inteligen inteligente te y profundo. profundo. Soy un unaa gran fan Lauren estaba sorprendida otra vez por el halago entusiasta de Dev y notó como sus mejillas empezaron a ponerse rojas. —Gra… Gracias.— Lo que no sabía es que Dev estaba intent intentando ando sofocar un sofoco similar similar al otro lado la do del teléfono. teléfono.
La Presidenta electa se sermoneó mentalmente por sonar como una quinceañera impresionada por su ídolo. —Necesito tu ayuda. Estoy en una posición única, Srta Strayer. Una que necesita ser habilidosa y, aún más importante, detalladamente registrada. —La alarma de Dev sonó y ella la apagó irritada. —No podría estar más más de acuerdo. Unas oscuras cejas se arquearon en señal de sorpresa. —¿Entonces lo hará?— La gente empezó a llenar la sala de conferencias. —Yo —Yo no he dicho dicho eso. Devlyn suspiró frustrada. —Por favor, Srta. Strayer, ayúdeme en esto. Tengo una reunión en dos minutos. Dígame que tengo que hacer para que acepte. El coche de Lauren paró delante de la biblioteca pública y esperó a que ella le diera el comando de "apagar motor". —No creo que tenga que hacer nada.— repitió sinceramente. —Me siento halagada, en serio… — E intrigada a más no poder. —Pero no quiero que me tengan copiando lo que escribe el Grupo de Emancipación del Presidente. Ese no es el tipo de trabajo que hago. Me encantaría poder recomendarle a alguien… —¿De —¿De qué está está usted usted hablando? hablando? Lauren notó el asombro en la voz de Devlyn. —Eso no no es lo que quiero.— quiero.— ¿Qué ¿Qué le dijo Michael? Michael? La escritora soltó un suspiro, queriendo creer a la otra mujer, pero sabiendo que no era verdad. —Usted dice eso ahora. Pero… —¡Pero nada!— nada!— Yo no quiero un "sí señora". El partido le va a pagar porque yo no quería que los contribuyentes pagaran esto, y si le pago yo de mi bolsillo, pondría su profesionalismo en cuestión. ¿no? Lauren Lauren se inclinó, incli nó, escuchando atentamente. atentamente. —Sí, tiene razón ra zón.. Yo necesito a alguien con honestidad, integridad y talento. La necesito a usted, Srta Strayer. Tiene mi permiso permiso para escribir escribi r lo que usted usted vea y piense… — Dev saludó a la mujer que quería que fuese fuese la próxima próxima Ministra Ministra de Salud y Asunt Asuntos os sociales. sociale s. Maldiciendo al tiempo, tiempo, añadió rápidamente. rápidamente. —Le estoy dando acceso total a todo y el completo control editorial del contenido. Su única atadura consistirá en trabajar dentro dentro de los márgenes márgenes de la Seguridad Seguridad Nacional. Lauren se quedó mirando el teléfono por tercera vez sin creerse lo que estaba escuchando. Dev levantó un dedo para indicarle a la gente de la sala que estaría con ellos en un minuto. Cuando la última persona entró en la habitación y se sentó, Jane cerró la puerta de la sala de conferencias. —¿Era eso lo que necesitaba escuchar, Srta. Strayer? Lauren asintió torpemente. ¿Total acceso? ¿Control editorial? ¿Y un "sujeto" que está haciendo historia con cada cosa que hace? —Sí.— Suspiró —Eso era lo l o que necesitaba necesitaba oír. oí r. Jueves, 21 de enero
Dev respiró hondo y miró a David McMillian, su amigo de toda la vida además de su hombre de confianza, y ahora el nuevo Jefe de Personal de la Casa Blanca. Ella lo conocía desde sus años de estudiante en Harvard. Estudiaron juntos, e incluso compartieron habitación durante un semestre, antes de que Dev conociera a Samantha. Todo el tiempo que habían pasado juntos había cimentado su amistad, la cual se había convertido en una constante en sus vidas. Mientras las aspiraciones políticas de Devlyn la situaban en el punto de mira, David era feliz de poder trabajar en e n las sombras, sombras, donde, como como él le l e recordaba recor daba a Dev bromeando, bromeando, se refugiaba refugiaba el verdadero ver dadero poder. Dev cogió y giró el frio pomo de metal. Una sonrisa tonta apareció en sus labios. —Lo —Lo conseguim conseguimos. os. —Si, lo conseguim conseguimos, os, Señora Señora President Preside nta. a. —Para con eso.— Se burló al oírle llamarla así. Ellos estaban más más allá de esos formalismos, formalismos, al menos en privado. Y David lo sabía. Pero aun así, era divertido picarla. —O te haré llamarme Wonder Woman. El hombre alto y pelirrojo se rascó la barbilla en gesto pensativo, y sus ojos color avellana se abrieron de par en par. — ¿Huh? —No importa. importa. Acababa de amanecer, las oficinas estaban vacías, un tranquilidad casi sobrecogedora los envolvía. Así era como Dev quería que ella y David entraran por primera vez en el Despacho Oval como Presidenta y Jefe de Personal. Había contado con mucha gente para llegar hasta ahí, pero sin el apoyo de su mejor amigo nunca lo habría conseguido. Era, pues, apropiado que ellos saborearan ese momento juntos y solos. Ella abrió la puerta pero no entró. Davis sonrió y le indicó. —Después de usted, Wonder Woman. —Chico —Chico listo. li sto. Entró en la oficina y respiró hondo, deteniéndose en el centro de la habitación y disfrutando cada sentimiento, abandonándose ante el placer que eso le producía. Una sonora carcajada le salió del pecho. Se giró y encont encontró ró a David de pie detrás de "el sillón sill ón". ". David le sonrió y dio un golpecito en el suave cuero. —Vamos, pruébalo. —Casi tengo tengo miedo de hacerlo.— admitió. admitió. —Es como como si al intent intentar ar sentarm sentarmee en esa silla, sill a, me fuera fuera a despertar del sueño, sueño, y todo esto vaya a desaparecer. desapar ecer. —No. Es real. Estás aquí y ya nada va a ser lo mismo ismo otra vez. Has hecho historia, Señora President Pre sidenta. a. Ahora vamos a darles cuatro años que no van a olvidar nunca. Devlyn respiró profundamente otra vez y se dirigió hacia el sillón. Se hundió en el suave cuero soltando un inaudible suspiro. Estiró las manos sobre el escritorio, sintiendo la fría y lisa superficie bajo sus manos. —Soy la Presidenta de los Estados Unidos.— susurró mirando a su Jefe de Personal. —Sí, lo eres.— le contestó contestó soltando un suspiro. David se mordía el borde de su pequeño pequeño bigote bigote pelirrojo, pelir rojo, totalment totalmentee consciente consciente de la trascendencia trascendencia del moment momentoo que que estaba viviendo.
Dev parpadeó y se quedó quieta recorriendo toda la habitación con unos ojos impacientes. —¡He perdido la cabeza! —Ya —Ya lo creo.— David se aclaró la gargant garganta. a. —Ahora te dejaré de jaré sola para que puedas colocar coloca r tus tus cosas. Están en esas dos cajas caj as blancas de la esquina.— señaló señaló mientras mientras se dirigía dir igía a la puerta. puerta. —Gracias, David.— Levant Levantóó la vista —Hey, —Hey, si no odias esto much muchoo ¿vamos ¿vamos a ir a por los ocho? o cho? —Pregúnt —Pregúntam amelo elo dentro dentro de dos años. Qu Que teng tengas un buen día, Señora Presidenta. Presidenta. —¡David!— —¡David!— le gritó. gritó. Este introdujo introdujo la cabeza por la l a ranura ranura de la puerta. —¿Sí? —Gracias por traerme traerme hasta hasta aquí. —Lo —Lo hicimos hicimos jun juntos, Dev.— Dev.— Su amigo amigo le sonrió sonrió y salió del despacho. despac ho. Lunes. 25 de enero Dev se había acostumbrado al grupo de gente que siempre parecía estar detrás de ella donde quiera que estuviera. Era como ser Gobernadora pero elevado a la décima potencia. Afortunadamente, hacía tiempo que había aprendido a escuchar a varias personas a la vez. Ahora, si alguien pudiera conseguirme un plato de ternera ternera con maíz maíz y centeno centeno sin tener tener que volver de Ohio Ohio después, sería una una mu mujer feliz. —Tienes —Tienes un unaa reunión reunión con c on la Secretaria de Energía Energía a las tres y media.— media.— le dijo Lizza izza Den Dennnis, su nueva nueva secretaria, mientras le daba otra carpeta. Lizza era joven y un poco más alta que Dev. Era delgada, tenía el pelo castaño y rizado y unas encías que dejaba ver demasiado cuando sonreía. Ella estaba salvando la vida de Dev llevándola al sitio donde tenía que estar con bastante puntualidad. Dev había aprendido a no llevar reloj al principio de su carrera política. La gente se sentía incomoda ante el gesto de mirar continuamente el reloj, lo que se solía hacer bastante a menudo cuando se llevaba uno. —¿Qué hora es?— Dev miró la puerta del Despacho Oval, la cual parecía hacerse más grande a cada paso. pa so. Esperaba poder llegar l legar dentro dentro antes de que alguien alguien declarara declar ara una una guerra. guerra. —La —La una una y cuarto, cuarto, Sra. Presidenta. —Recuérdam —Recuérdamee lo de la cita ci ta a las tres y cuarto. cuarto. —Sí, señora. Tiene Tiene un una cita ahora tam también. bién. Con Con Lauren Strayer. Strayer. La Presidenta se paró repentinamente girando sobre sus talones para ver a la joven muchacha que casi choca contra ella. —¿Es hoy? —Sí, señora. Fue Fue fijada para la una en pun punto. to. Dev hizo una mueca, y de pronto se interesó mucho por su aspecto. —Maldita sea.— Se observó rápidamente estirando la chaqueta y abrochándose unos bonitos botones de ébano. —¿Cómo estoy? ¿Estoy bien? La mente de la joven mujer se sorprendió ante el repentino cambio de tema. —Umm… por supuesto.— afirmó. afirmó. —Quiero decir… decir … Sí, señora. Está bien.
—De acuerdo.— Le devolvió las carpetas a Lizza izza y después se metió las manos en los bolsillos, bolsil los, reprendiéndose a sí misma por su nerviosismo. —¿Cuánto tiempo tengo aún para la reunión? —Media hora, hora, señora. Dev se mordió el labio. Eso no iba a ser suficiente. —Retrásalo todo un poco y dame una hora para esto. Voy a necesitarla. —Sí, señora.— Lizz Lizzaa abrió su cuaderno cuaderno de notas. notas. Este Este era sólo sól o su segun segundo do día, y ya ya se había dado cuenta cuenta que la Presidenta iba a necesitar en su agenda tiempo muerto para poder aplicarlo a lo que más falta hiciera… — Eso significa significa que no no volverá a la l a residencia hasta un un poco después después de las siete si ete y media. —Si tengo tengo suerte.— suerte.— añadió mientras ientras se paraba frente frente a la puerta puerta de su despacho y esperaba a que un hombre vestido inmaculadamente la dejara entrar. Ella se preguntó si alguna vez se acostumbraría a la gente cuyo único trabajo parecía ser abrirle las puertas. Muy bien, no hay nada por lo que estar nerviosa. Respetas su trabajo. Está bien… Te encanta su trabajo. ¿Y qué? Ya has conocido a gente triunfadora antes. Dev soltó un suspiro. Era experta en esconder cómo se sentía. —Estaré lista para irnos en una hora.— Se volvió y cogió a Lizza del brazo. —Hazme un favor y tráeme un sándwich de ternera ¿vale? La comida que nos han servido en esa comida formar no era ni siquiera comestible… —Ahora —Ahora mism mismo. o. ¿Y ¿Y qué hay hay sobre…?— Lizz Lizzaa señaló hacia hacia la l a puerta. puerta. —Oh, —Oh, sí.— ¿D ¿Dónde ónde están mis modales? —Espera un mom moment ento.— o.— Dev cuadró sus hombros hombros y entró entró al Despacho Oval, dejando de lado la inmediata emoción que sintió al entrar en la habitación. Eso sucedió cuando la mujer morena vio por primera vez a Lauren Strayer. Wow. Guapa es poco. Dev mentalmente corrigió su valoración de Lauren, basada en las fotos. Preciosa. Dev carraspeó y la escritora se giró, clavando unos hermosos ojos grises en la cara de Dev. Los labios de Dev enseguida dibujaron una sonrisa, y saludó a Lauren calurosamente. —Hola. He estado deseando conocerte durante mucho tiempo. Estaré enseguida contigo, te lo prometo. Sólo me estoy asegurando de tener el suficiente sustento para no desmayarme.— Paró de hablar y tomó aire. De acuerdo. Yo, normalmente, no hablo tan rápido. —¿Te apetece un sándwich? Lauren practically jumped to her feet. She hadn't even heard President Marlowe come in. It had taken her all of two seconds to commit her first breach of White House etiquette. "Hi. " God, television does not do her justice. Lauren, prácticamente, dio un salto. No había oído entrar a la Presidenta Marlowe. Sólo le llevó dos segundos segundos romper romper el e l protocolo de la Casa Blanca. —¡Hola!— —¡Hola!— Dios, la televisinó no le hace just j usticia. icia. Devlyn vestía unos modernos pantalones anchos de lana de color verde oscuro. Debajo de la chaqueta, que le hacía juego con el pantalón, llevaba un elegante jersey de cuello vuelto de color gris metálico que resaltaba la musculosa complexión de Dev y su brillante pelo negro. Tenía el cuerpo de una corredora, largo y delgado, con unas piernas interminables. Los ojos de Lauren se abrieron más cuando se dio cuenta de que no había escuchado nada después del "hola". Su mente no paraba ni un minuto. ¡Mierda! ¡Sé que sus labios se estaban moviendo! Devlyn se extrañó ante la repentina confusión que observó en la colorada cara de la joven mujer. —¿Un sándwich?— apuntó indecisa.
De acuerdo. Eso era. —No, gracias, Sra. Presidenta. Ya he comido.— Los pocos bocados que las mariposa ari posass del de l tamaño tamaño de murciélago urciél ago que habían había n en mi mi estómago estómago me me han permitido. Quee acento Qu a cento sureño más más dulce. —¿Le —¿Le im i mportaría portarí a si s i me doy do y el gu gusto?— sto?— La NRA ha ha fallado fal lado en su intento intento de envenenarme envenenarme en la comida, Y estoy… —Por supuesto, supuesto, Señora Presidenta.— Lauren Lauren sonrió sonrió y se colocó un mechón mechón rubio rubio detrás de d e la oreja. Se quitó las gafas y empezó a morderlas ausentemente cuando Dev se dio la vuelta. Igual que Christopher, pensó la Presidenta. EL chico siempre estaba jugueteando con sus gafas. Dev sonrió otra vez. Le gustaría saber que alguien más las llevaba. Las gafas eran inusuales en estos tiempos y sabía que Chris odiaba levarlas, a pesar del hecho de que estas corregirían su astigmatismo. Esta era la razón por la que tendría que llevarlas al menos unos años más. —Gracias.— Dijo Dev Dev,, suspirando suspirando aliviada. alivi ada. ¡Sí! No está enfada enfada porque haya llegado tarde. —Le —Le juro que volveré enseguida.— Con eso Dev salió del despacho y cerró la puerta tras ella. —Un sándwich y una hora.— le dijo a Liza, la cual estaba explicando algo del Protocolo de la Casa Blanca a Jane Shultz, la secretaria de Dev. La Presidenta saludó a Jane y recibió una simpática sonrisa como contestación. —Un —Un sándwich sándwich y 56 minu minutos.— tos.— Le Le sonrió Liza Liza mient mientras ras tapaba su cara con su reloj de pulsera. Dev arqueó una ceja, contenta, y un poco sorprendida de que la mujer estuviera más tranquila que ella. Todo el mundo había empezado esta nueva administración de un modo demasiado formal, y aunque era lo esperado y lo apropiado, apropi ado, no estaba haciendo que que se sintiera sintiera cómoda. cómoda. —De acuerdo. Gracias.— Graci as.— Dev volvió a entrar entrar en el despacho. Inclinó Inclinó los l os hombros ombros sobre la puerta puerta para cerrarla, sus ojos se cerraron y exhaló profundamente. El suspiro se convirtió en un alegre gruñido cuando la pesada puerta se cerró, aislándola del resto del mundo durante 55 minutos. Lauren, que estaba apoyada en el respaldo de uno de los sillones de cuero que había en el centro de la habitación, parecía divertida. Sus manos descansaban en el respaldo del sillón y parecía como si estuviera intentando aguantarse la risa. Dev permaneció de pie, intentando recobrar al menos un poco de su actitud presidencial. Pero una mirada a unos comprensivos e indulgentes ojos hizo que se rindiera en el instante, sonriendo mientras se apoyaba en la puerta. —Te propongo una cosa. Vamos a hacer un trato. Tú me dejas ser yo misma cuando estemos solas y podremos superar los próximos cuatro años sin volvernos locas.— Sonrió ante los interesados ojos de Lauren. —Además, si voy a ser la Presidenta de los Estados Unidos todo el tiempo, el libro va a ser un asco, y las dos lo sabem sa bemos. os. —Trato —Trato hecho.— hecho.— Lauren estaba sonriendo, sonriendo, pero su sonrisa se desvaneció enseguida. enseguida. —¿Es —¿Es lo mismo, ismo, "tú" siendo "tú" Que "off-the-record"?— Oh, Dios. Aquí viene. La biógrafa enseguida se reprendió por no haber hecho caso a sus primeros instintos y rechazar esta oferta. Dev se alejó de la puerta. Se dirigió al sofá de cuero que había al lado de Lauren y se dejó caer en él. — op.— respondió despreocupadamente, haciéndole un gesto a Lauren para que tomara asiento. —Lo bueno, bueno, lo l o malo, lo l o desagradable de mi vida es un libro abierto para ti, Srta. Strayer.— Strayer.— Inesperadamen Inesperadamente te la voz de la presidenta se volvió seria y dirigió una mirada a la escritora; una mirada que le hizo inclinarse mientras escuchaba. —Mis hijos, sin embargo…
—No tiene tiene que preocuparse sobre eso, Sra. Presidenta.— la interrum interrumpió pió Lauren urgentem rgentement ente. e. —Y —Yoo nunca invadiría su espacio. Dentro de lo que concierne a su biografía, ellos son sólo una pieza relevante en la medida en que ellos la afecten a usted. Dev la miró curiosamente y soltó una tímida carcajada. —Bueno, ellos me afectan en todo. Lauren estaba a punto de discrepar, pero se detuvo. Cállate Lauren. Tú no tienes niños. Bueno, al menos niños de los que no beben agua del váter. Nada de suposiciones ¿Recuerdas? La primera biografía de la escritora había sido la de Karina Jacobs, la estrella de los Juegos Olímpicos de 2016, la cual había nacido en Harlem y era adicta a la cocaína. Fue relanzada como la Wilma Rudolph del siglo XXI y terminó ganando siete medallas de oro, a pesar de las discapacidades físicas con las que había nacido. Karina era soltera y no tenía tenía hijos. La segunda biografía de Lauren había sido la de Meter Orlosky, el mega- idiota que había arruinado el imperio Microsoft con su nuevo sistema operativo. Podía manejarlo todo, desde un ordenador personal hasta la más amplia red global. No sólo era soltero y sin hijos, sino que además Lauren estaba completamente segura de que nunca había practicado sexo. Al menos con otro ser humano. Pero al fin y al cabo eso no lo incluyó en la biografía porque se dio cuenta que cualquier persona podía saber eso con sólo mirarlo o escucharlo. escucharlo. Y, finalmente, su más reciente biografía fue la del Cardenal O'Roarke. Aunque ella estaba segura de que su secretario personal, pe rsonal, Andre Andre Ricardo, Rica rdo, tenía una una muy muy cercana relación relaci ón personal con el cardenal… car denal… ellá no podía afirmar afirmar que éste tuviera tuviera ning ningún hijo. Por eso, ¿Cómo ¿Cómo podría podrí a ella el la saber la manera en que afectaban sus hijos hijos a la Presidenta? —Permítam —Permítamee explicarme explicarme mejor… — intent intentóó de nuevo Lauren. Lauren. Su tono tono era un poco más serio que el de Devlyn, pero inconscientemente su gesto se había suavizado. —Puede confiar en mí a la hora de decidir qué es privado en la vida de sus hijos… hijos… y qué podría hacerles daños. Se lo prometo. prometo. Dev asintió. —Si no estuviera segura de eso, no estarías aquí Srta. Strayer. No me arriesgo con el bienestar de mis mis pequeños. pequeños. Lauren sonrió agradablemente, ligeramente sorprendida por la elección de palabras de la Presidenta. "Mis pequeños"… tan personal. Maternal, Por algún motivo, no pensé que ella sería así. —Pero me encantaría que pudiera estar relajada y ser usted misma conmigo, a pesar de mi trabajo.— se dirigió a la mujer que estaba cómodamente sentada enfrente de ella, de una manera que bordeaba la sensualidad. — Sé lo difícil que eso será para usted.— añadió añadió am a mablemente. ablemente. Dev se rió, alegre de que su nerviosismo no se estuviera notando. —Bien, porque así,.— estiró la mano sobre su abdomen y, como si fuera el momento apropiado, bostezó ferozmente —soy yo… cansada, hambrienta.— apuntó a varios relojes colgados en la pared, mientras intentaba encontrar la correcta zona horaria —y un poco impuntual. Es habladora. ¡Gracias, Dios! —Realment —Realmentee quería causarte causarte una una buena buena primera impresión. impresión. Pero al lleg lle gar tarde se estropeó esa idea… idea … ¿Quería impresionarme a mí? Movió la cabeza ligeramente hacia un lado a la vez que pensaba sobre la líder del mundo libre con una creciente curiosidad. —Algunos pensarían eso.— Pero yo no sería una de
ellos. Me diste una maravillosa primera impresión, Presidenta Devlyn Marlowe. Pero seguro que ya lo sabías. —Enton —Entonces ces supongo supongo que lo único que puedo hacer es decir lo siento, siento, y esperar e sperar que puedas perdonarme. perdonarme. — La La imagen imagen de unos unos dientes dientes blancos devolvieron devolvier on la vida a la l a cara de Dev. La mente de la escritora no paraba, intentaba tejer un tapiz de palabras que describieran a Devlyn. Y no había ninguna que Lauren pudiera usar para referirse y retratar a la Presidenta Devlyn Marlowe. Carisma. —Creo que que bajo estas circunstancias circunstancias puedo puedo perdonarla, Sra. Presidenta… —Gracias.— la l a mujer mujer alta se revolvió revolvi ó un poco en el pequeño pequeño sofá y se inclinó hacia hacia delante. Sus Sus manos manos descansaban sobre sus muslos con los dedos entrelazados. Lo que quería hacer era preguntarle a la escritora por algo de su trabajo, especialmente por unas cuantas obras que había escrito bajo el pseudónim pseudónimoo de Lauren Lauren Gallager. Gallager. Pero no era la hora de comportarse como una fan loca. Había todavía un problema que solucionar y que Dev había dejado para su encuent encuentro ro cara car a a cara. c ara. Algo que ella esperaba es peraba que diera dier a a su biografía biografía un toque toque de intimidad y candor que echó en falta en muchas otras. Tan sólo tienes que preguntarle Dev. Lo peor que puede decir es que no. Bueno, eso no es del todo verdad. Se podría reír, acusarte de estar loca y querer empequeñecer su trabajo y después decirte que no. —¿Has llegado a la ciudad esta mañana?— terminó preguntando casualmente. Lauren negó con la cabeza. —Anoche. El Partido de Emancipación me ha puesto una habitación en el Hotel Hay- Adam Ada ms. —¿Y es bonita bonita tu habitación? ¿Qu ¿Quiero iero decir deci r que si te te gusta gusta estar allí? Una tímida sonrisa intentó dibujarse en los labios de Lauren, pero sintió un atisbo de preocupación en su estómago. ¿A dónde quiere llegar con esto? —Bueno, es de estilo renacentista italiano. No es un motel, pero creo que me me acostum acostumbraré. — bromeó. bromeó. —Bien… Bien Bie n.— Dev Dev,, no pilló el chiste. Estaba demasiado demasiado preocupada por lo que estaba a pu punt ntoo de proponer. proponer. —Y —Yo, o, um… um… buen bueno, o, de hecho hecho tenía tenía algo más cercano en mente. ente. Qu Quiero iero decir, qu quee si vas a seguirme en todo momento, deberías estar más cerca. Eso estuvo brillante. Duh. Unos ojos claros se abrieron como platos. —El Hay- Adams está a menos de tres manzanas de aquí. Un poco más más cerca y estaría viviendo en su bolsillo bolsil lo de atrás. —Hmm —Hmmm… es verdad… — Cállate Cáll ate Dev. Dev. Dios, no la asustes asustes ahora. —Bueno, —Bueno, quizás quizás no no en mi mi bolsillo bolsi llo de atrás, pero ¿Qué le parece en la residencia conmigo y mi familia? La boca de Lauren se abrió involuntariamente. —¿Dentro de la Casa Blanca? Dev sonrió. —He descubierto que dentro de la Casa Blanca se está mucho más cómodo que fuera. Los bancos del parque de ahí a hí afuera afuera apestan ape stan.— .— Cuando Cuando Lauren Lauren no contestó, contestó, Dev siguió siguió presionan pre sionando. do. —Mira, si de verdad quieres conocerme y entender lo que hago, vas a tener que acompañarme todo el tiempo. Y no puedes hacer eso muy bien desde el Hotel Hay-Adams. Yo no tengo un horario muy regular. Y, simplemente, no hay suficiente tiempo durante el día para muchas entrevistas personales… — Y, aunque eso era verdad, Dev sabía que si Lauren se lo pedía, ella haría tiempo para ella cuando quisiera.
—Yo, —Yo, mm mmmm. Sra. Presidenta, Pre sidenta, no no sé qué decir.— deci r.— admitió admitió sinceramente. sinceramente. Seguram Segurament entee eso haría las cosas más interesante, pero Lauren sabía que necesitaba privacidad. No estaba segura de que pudiera aguantar vivir en algo más más parecido par ecido a una una pecera pecer a de lo que estaba acostu ac ostum mbrada. —Vivir —Vivir aquí es el único modo de conocer realmente realmente lo que hag hago.— o.— dijo razonablem razonablement ente. e. —No es necesario que sea así durante los cuatro años. Sólo hasta que sientas que tienes suficiente conocimientos sobre mi vida en el día a día.— Vamos Lauren, di que sí. Lauren había empezado a mecerse suavemente, Dev sabía que lo estaba considerando. Continuó para rematar la faena —Quiero una precisa y sincera crónica de primera mano del trabajo de la primera mujer Presidenta de los Estados Unidos. No me tomo mi deber a la ligera, Srta. Strayer. La forma más sencilla para mí de darle completo acceso es tenerla al lado. No quiero correr riesgos. —¿De —¿De verdad desea eso?— Pregunt Preguntóó curiosament curiosamente. e. Darle el control control editorial del libro era un riesgo r iesgo enorme, enorme, y ella lo l o sabía. sabía . Unos ojos azul cielo se detuvieron en los de Lauren con una casi dolorosa honestidad. —Sí, lo deseo realmente. Lauren encontró difícil desconfiar de las palabras de la Presidenta. Maldita sea. Seguro que eso le viene por su profesión pr ofesión.. Pero un unaa pequeña pequeña parte de la escritora encontraba encontraba esta oportunidad oportunidad demasiado demasiado buen buenaa para ser verdad. ver dad. —¿Y nadie va a susurrarme susurrarme al oído lo que escribir? La Presidenta sonrió. No te metas en eso, Dev. Mantén tu boca cerrada. —Te prometo que no te censuraré nada de lo que escribas. Y una una vez el libro li bro esté es té acabado, siem si empre pre y cuando cuando nada concierna a la l a seguridad seguridad nacional, no te pediré pedi ré que hagas ningún ningún cambio. Puede que haya alguien que te haga peticiones… pero puedes hacer con ellas lo que quieras. —¿Me —¿Me garantiz garantizas as eso? —Al cien por cien.— ci en.— A Devlyn no se le había pasado que Lauren Lauren no no había aceptado todavía la oferta de mudarse a la residencia. Pero estaba pensando sobre ello. Y algo dentro de la Presidenta le decía que a esta mujer no le gustaba ser presionada. Tocaron ligeramente a la puerta y Dev apartó la mirada de su invitada. —Adelante. —Adelante. —Una —Una mesa de servicio servici o para dos fue fue introducida introducida y rápidamente rápidamente preparada. —¿A —¿Algo lgo más, Sra. Presidenta?— le preguntó un joven y rubio camarero. —No. Ya está todo.— Dev miró a Liza, la cual estaba sonriendo. sonriendo. Era obvio que la asistenta asistenta había ordenado comida para dos. La Presidenta le devolvió la sonrisa y le guiñó el ojo. Ella asintió y el pequeño pequeño comité comité abandonó abandonó la habitación dejándolas solas de nuevo. nuevo. —¿Estás —¿Estás segura segura de que no quieres acompañarm acompañarme? e? Por lo que veo que mi petición de un sándwich fue fue completamente ignorada.— Se rió. —Hay suficiente. Todo el mundo ha estado intentando hincharme estos días.
untas ahora. Su sonrisa se tornó melancólica. —Habrías sido una formidable Primera Dama.— Dev se desplomó sobre su trasero, descansando con las piernas cruzadas delante de ella. —Me pregunto cómo lo hubiera llevado la gente. Al menos pienso que te habrían llamado Primera Dama.— Sonrió, sacudiendo la cabeza. —No importa, tú fuiste, y siempre serás, mi primera dama, y eso es lo que importa. —No creo que vuelva, Samant Samantha, ha, Traeré Traeré a los niños, por supuesto. supuesto. Cuando Cuando ellos qu quieran.— ieran.— Añadió. — Pero creo… Que yo…necesito intentar centrarme en el futuro por un tiempo… — Permaneció en silencio durante un largo momento, escuchando el leve susurro del viento y el sonido de los coches en la distancia. —Sí.— sonrió y afirmó. —Sabía que lo entenderías. Dev se volvió hacia la comitiva e hizo una señal. Uno de los agentes abrió la puerta del coche de Dev, y tres niños pequeños bajaron. Ashley, una niña morena de siete años, esperó pacientemente a que sus hermanos pequeños bajaran del coche para cogerles de la mano. La alta mujer sonrió afectuosamente mientras los niños se acercaban a ella. Se volvió hacia la tumba. — Estarías orgullosa de ellos. Son muy especiales. Aaron tiene una foto tuya en su mesilla de noche. Te besa cada noch nochee antes antes de acostarse.— Su voz tembló tembló un poco mientras mientras hablaba. —He hecho lo posible para que te conozcan. conozcan. Ellos conocen a sus dos mamás.— amás.— Sonrió Sonrió — Ashley Ashley,, Dios la bendiga, bendiga, ha aprendido a entornarme los ojos como tu solías hacerme. Los niños se unieron a ella y Aaron, el más pequeño con cuatro años, se sentó en las piernas de Dev abrazándose a su cuello. Mientras, los dos mayores pusieron dos pequeños ramos de flores en el césped, usto delante de la tumba. —Hola mami.— ami.— Ashley Ashley saludó du dulcemen lcemente, te, sentándose sentándose al estilo indio. —Me —Me he sacado un 6 en Matemática Matemáticas. s. Mamá Mamá dice d ice que estoy mejo mejorando rando mucho mucho en las la s mates… En un impulso, Christopher, de 5 años, le dio al frío mármol un beso, después acompañó a su hermano sentándose en las piernas de Dev. Con 5 años, el niño rubio era con diferencia el más tranquilo de los tres. Ashley y Aaron se tomaban las visitas mensuales como algo normal. Pero Christopher, parecía pasarlo muy muy mal, como como Dev, Dev, pero nunca nunca se quejaba. quejaba. Ella Ell a se pregunt preguntaba aba si debía de dejar de traerlo. traerl o. Sin embargo, Devlyn sabía que era importante hacer que esos maravillosos niños comprendieran que tenían dos madres que los querían mucho. Incluso cuando una de ellas había sido apartada cruelmente de su lado por un conductor borracho unas semanas después de que Aaron naciera. A Devlyn le dolía en el alma que ninguno de ellos pudiera recordar mucho sobre Samantha. Solo Ashley parecía tener algunos leves recuerdos. Pero Dev no estaba segura de si esos recuerdos eran reales o eran producto de sus fotos familiares. La familia pasó unos cuantos minutos más juntos, después la Presidenta electa mandó a los niños de vuelta al coche. Se levantó inclinándose sobre la lápida para depositar un beso en ella, tal y como había hecho su hijo. —Te quiero Samantha. Siempre estarás en mis oraciones.— Respiró profundamente y se volvió al coche. c oche. No lloró mientras ientras se dirigía hacia el vehículo y supo que que eso era una buena buena señal. **** ** Devlyn se sentó en su silla acolchada en una de las puntas de la mesa, la acompañaban los niños y su niñera. Emma era un regalo de Dios. Samantha la había contratado justo después de que Devlyn tuviera a