Sonetos del amor amo r y de lo diario Fernando del Paso Sonetos del amor y de lo diario
Presentamos una selección de los poemas que Fernando del Paso publicó en la colección Cuadernos del Unicornio de Juan José Arreola en 1958, y que ahora vuelve a circular bajo el título Sonetos del Amor y de lo Diario (El Colegio Nacional). Tomamos también de esta reedición dos dibujos de la serie Destrucción del orden, realizados por el propio autor. Sonetos para un cuerpo ajeno y propio
I Cuando a tu sangre nombres, no mbres, cuerpo, invoca una sola palabra: sangre llama a lo que sólo sangre se reclama desde tus pies al filo de tu boca. Cuando a tu carne nombres, cuerpo, evoca la sola carne que a la carne llama, la que se mira y besa y hiere y ama, que se penetra y lame, huele y toca. Llámate cuerpo a secas, no te esmeres en ser de otras palabras reflejo, la oscura huella, su inasible sombra. Quédate cuerpo a solas y no esperes ser otra cosa que el desnudo espejo de la sola palabra que te nombra. II Cuerpo de lento, tardo entendimiento: tarde te has descubierto, cuerpo amado; largo tu sueño ha sido desdichado, breve tu amor, amor, tu aprendizaje aprendizaje lento. Solo en tu desolado pensamiento y al rencor de ti mismo abandonado tarde aprendiste a amarte, tarde has dado muerte a tu olvido y a tu vida aliento. Lento cuerpo sin nombre y sin edades, cuerpo de lentitud impronunciable: deja que larga, dulce, lentamente, y cuerpo a cuerpo, acariciadamente, acariciadamente, en una soledad inacabable se junten nuestras lentas soledades.
Dos adivinanzas
Para Carmen Balcells I Un silencio y pálido lamento que cuando bebe el aire se agiganta. Sin piernas danza y sin palabras canta, Espejo de sí mismo y alimento. Oro voraz y diáfano es su aliento. su vida, sueño que la luz canta, y su infinita languidez es tanta que pesa menos que el color del viento. Amante, a más, de insólita avaricia, mago del artificio y de la espuma y señor de los humos y del juego, Lo que relame y mira y acaricia Transforma en polvo y ceniza y bruma, Aun siendo manco y deslenguado y ciego: el fuego. II Lluvia de flores limpias y sedientas, algo tiene de plata y rito alado, algo del estertor alambicado de blandas mariposas macientas. Algo, también, de amar la vida a tientas. algo de anochecer inmaculado, de albeante alba y de fulgor callado, de ángeles muertos y de niñas lentas. Esquiva, deleznable y traicionera, y novia predilecta del invierno, por ser tan bella, atolondrada y leve esta fugaz criatura mereciera que fuera menos cruel su helado infierno, su amor más dulce, su rencor más breve: la nieve.
Sonetos de la rosa enamorada de sí misma
Para Xavier Villaurrutia In memoriam
I De luz su tallo, de agua su corola, su alma de vidrio, su rubor de nada, es una sola rosa aprisionada en una azul y tibia caracola. Es una rosa transparente y sola, de sal sus hojas y de frente alada; una rosa de sol, abandonada en las saladas alas de una ola. Encandilada rosa de un reflejo, danzante rosa que se vuelve encaje de espumas claras y de brillos lentos, la rosa está prendada de su espejo, apasionada rosa del oleaje, enamorada rosa de los vientos. II Dice la rosa que el celeste manto azul de la mañana, la verbena, la flor de la pasión, la hierbabuena, la magnolia y la flor de palo santo,
que el clavel, la violeta y el canto, el girasol, la flor de nochebuena, el lirio, la amapola, la azucena, el pensamiento, el loto, el amaranto, y otras mil flores que la rosa nombra, en majestad, belleza, proporciones, en aroma, en color, dice la rosa que no le llegan ni a la sola sombra, e incluye al alhelí, los dandeliones, las lilas, la gardenia y la mimosa. III Aplicada la rosa a su elegancia, se dedicó a estudiar rosicultura, aprendió la ecuación de su estatura, y elaboró un teorema de su infancia.
Y aún hizo más, la rosa, en su arrogancia: se doctoró en su propia arquitectura, se aprendió de memoria su hermosura e hizo una tesis sobre su fragancia. Así quedó la rosa cultivada tonta de tanta alambicada ciencia, de tanto teorizar sobre sí misma. Sola quedó la rosa, enajenada en el prisma de turbia transparencia de un perfumado y pálido sofisma. IV Nacida ayer, la rosa escurridiza en su reino del aire, los rosales, en ráfagas redondas, en raudales de relámpagos rosas se desliza. Muerta de risa que acaricia y riza y enreda su corola de espirales, ahogada en laberintos de corales la rosa no se muere: se eterniza. Rosa, rencor en flor de carne viva que perpetúa el color, de estirpe roja, del sortilegio alado de su historia; rosa más alta que la vida, altiva rosa que cuando, rota, se deshoja, se hace de nuevo rosa en la memoria. V Es natural que el solo pensamiento sea de la rosa, vana y ambiciosa, unirse al esplendor: esplendorosa queda la rosa de este casamiento. Se entiende así por qué su atrevimiento, por qué insiste la rosa jactanciosa en amar al primor, pues primorosa la rosa queda de su ayuntamiento. Candorosa, amorosa, cuánta henchida reunión de nombres, y qué bien le vienen; bien hace sólo al preferir lo bello y mejor todavía, cuando olvida que el rencor y el dolor también la tienen agarrada, a la rosa, por el cuello.
VI ¿A dónde fue la rosa, la más fina entre todas, la rosa invertebrada? se fue la rosa tras la rosa amada, la rosa elemental, rosa de harina. La rosa cenital, rosa marina, ¿a dónde fue la rosa inmaculada? Tras su sombra fue, tras de la nada, la prodigiosa rosa cristalina. ¿Se deslumbró la rosa con su estrella? No más hondo dolor, pena más honda, Que a la rosa, por rosa, la consuma. ¿Se fue la rosa tras su propia huella? Se fue, sedienta de su amargura fronda, Ciega, la rosa, con su propia espuma. JOSÉ TRIGO (1966) Primera novela de Fernando del Paso escrita en 1966. El autor nos cuenta la vida de José Trigo y con ella la de los trenes que salían y llegaban a la estación Nonoalco-Tlatelolco. Con esta obra construye una evocación total de la historia de México, desde sus orígenes hasta el tiempo presente como muy pocas obras de la literatura universal. Está concebida dentro de una ambición de expresar en forma absoluta, con todas sus ramificaciones, con toda la fecundidad expresiva del mito milenario, un instante del tiempo sobre la tierra. Título: J osé Trigo Editorial: Fondo de Cultura Económica
PALINURO DE MÉXICO (1982) Es su segunda novela, en donde mantiene una relación ambivalente con la historia reciente de México. Se trata, como muchos críticos han señalado, de una novela política, invadida por el espíritu revolucionario juvenil que floreció en México en los años sesenta. De una gran expresión narrativa, parece alejarse de la historia para encerrarse en un deslumbrante ejercicio verbal. Sin embargo, esta ambivalencia es tan sólo aparente, puesto que un examen de la extravagante creatividad verbal que reina en el texto, revela que existen intersecciones entre la trama histórico-política y el tejido verbal-artístico. En la realidad, Palinuro es un joven estudiante de medicina, que fue asesinado la noche del 2 de octubre de 1968; ahí empieza la trama. Título: Palinuro de Méxi co Editorial: Fondo de Cultura Económica
NOTICIAS DEL IMPERIO (1987) Esta novela traza un amplio cuadro histórico: la trágica aventura mexicana a través del monólogo de la emperatriz Carlota, esposa de Maximiliano I. La figura central de esta obra es la emperatriz Carlota, que se encuentra encerrada en el Castillo de Bouchout en Bélgica, 60 años después de la muerte de su esposo Maximilano I, fusilado en México en el Cerro de las Campanas, el 19 de junio de 1867, pues cayó en la locura tras su muerte. En este monólogo Carlota explica la historia de su amor por Maximilano, además de los
momentos del Segundo Imperio Mexicano y de la realeza europea. Título: Noticias del I mperio Editorial: Fondo de Cultura Económica
LINDA 67. HISTORIA DE UN CRIMEN (1995) Fernando del Paso decidió incursionar en la novela policiaca con excelentes resultados y Linda 67. Hi storia de un crimen vio la luz en 1995. La obra se construye a base de flash-backs unos más cercanos y otros no tanto. Narra la vida de David Sorensen, el hijo de un diplomático acostumbrado a vivir como un rico sin serlo, que decide asesinar a su esposa y fingir un secuestro para cobrar un rescate y desaparecer con su amante mexicana. San Francisco es el escenario en el que se desarrolla la novela. "Necesitaba exactamente una ciudad de esas características", afirmó en su momento Del Paso. "Muerte en Venecia no sería lo mismo si hubiera sido en Tasco o en Atlanta", abundó. Título: Linda 67. H istoria de un cri men Editorial: Fondo de Cultura Económica
BAJO LA SOMBRA DE LA HISTORIA. ENSAYOS SOBRE EL ISLAM Y EL JUDAÍSMO, VOLUMEN I (2011) El autor mexicano decidió emprender hace algunos años otra obra monumental. Tres volúmenes sobre el islam y el judaísmo, toda una osadía. El primer volumen nos habla sobre los orígenes de ambas religiones en un grueso libro de 931 páginas, sin embargo su lectura es fluida y sumamente interesante. El libro está dividido en cuatro: “Las mil y una noches de la BBC”, “Mahoma y el nacimiento del Islam, “Historia antigua de un pueblo deicida” y la cuarta y última parte se titula “El Corán”. Aún están por publicarse los siguientes
dos tomos. Una obra titánica. Título: Bajo la sombra de la historia. E nsayos sobre el I slam y el J udaísmo Editorial: Fondo de Cultura Económica
El escritor Fernando del Paso, uno de los narradores y ensayistas más significativos y originales en la literatura latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX, falleció hoy a los 83 años de edad, informó la Universidad de Guadalajara. Autor de obras paradigmáticas dentro de las letras mex icanas, Fernando del Paso Morante nació en la ciudad de México, en 1935. Cursó los bachilleratos de ciencias biológicas y económicas, así como dos años de la licenciatura en Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde realizó estudios asimismo de literatura, no sin antes pensar en hacerse médico, pero la sangre y los olores lo hicieron desistir. José Trigo fue su primera novela, publicada en 1966, año en el que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia. Diez años después, apareció Palinuro de México, que recibió el Premio de Novela México a la mejor novela inédita y, posteriormente, los premios Internacional Rómulo Gallegos, en 1982, y a la Mejor Novela publicada en Francia, en 1985, según consigna una biografía publicada por El Colegio Nacional.
Noticias del Imperio, su tercera novela, apareció en 1986. De ésta existen traducciones al inglés, francés, portugués, alemán, holandés y chino. En 1995 se publicó su cuarta novela, Linda 67 ; en 1998 La muerte se va a Granada, obra de teatro en verso sobre Federico García Lorca, y en 1999 Cuentos dispersos, libro editado por la UNAM. Fernando del Paso incursionó también en el ensayo y la poesía, además de una serie de sonetos bajo el título Sonetos del amor y de lo diario, además de publicar dos pequeños libros en verso para niños: De la A a la Z por un poeta y Paleta de diez colores. Una pequeña muestra de su sonetos puede oirse en el material En Voz de sus autores producido por la UNAM. Desde niño, alrededor de los 11 o 12 años, ejerció lo que sería su otra vocación: el dibujo, que no la pintura, porque “una cosa es ser dibujante y otra pintor, y yo soy lo primero, como José Luis Cuevas que, a mi parecer, es excelente dibujante, pero no pintor”, comentó el autor en una entrevista sostenida con La Jornada en mayo de 2011. Incluso, gustaba sostener en plan de broma que ser dibujante era una venganza de su mano izquierda contra la derecha, pues él era zurdo natural pero en la escuela lo obligaron a comer y escribir con la diestra. Y así fue como lo hizo durante toda su vida: con la mano derecha escribía y comía mientras que con la izquierda dibujaba. “Quiero dejar muy claro que para mí la pintura, el dibujo no es un pasatiempo; es algo que me tomo muy a pecho. Pero escribir es más mi oficio: a veces he dejado de dibujar o pintar para escribir, pero nunca he dejado de escribir para di bujar”, según precisó en esa misma charla. La obra plástica de Fernando del Paso ha sido exhibida en diversos recintos de México y varias capitales del mundo, como París, Madrid y Londres. Entre los primeros, se encuentran el Palacio de Bellas Artes y los museo de Arte Moderno y Carrillo Gil, además de que en Colima existe desde 2011 un recinto museístico con su nombre , que cuenta con una amplia y variada colección de su trabajo. Otra ocupaciones ejercidas por el versatil creador a lo largo de su existencia fue en el mundo de la publicidad, donde trabajó para varias agencias, e incursionó asimismo en el periodismo cultural y la locución. Vivió dos años en Estados Unidos, como participante del International Writing Program de la Universidad de Iowa City; 14 en Londres, como colaborador de la British Broadcasting Corporation (BBC); y ocho en París, donde se desempeñó como consejero cultural y después como cónsul general de México. Fernando del Paso se distinguió siempre por su posición política progresista y ser “un hombre de izquierda confeso”. Frecuentes eran sus expresiones de simpatía y apoyo con las causas y movimientos sociales.
En una entrevista sostenida con este diario en 2011, compartió su visión sobre el país y sostuvo que mientras en éste no exista más igualdad, seguirá existiendo crimen violento. “México es un desastre, económica y socialmente, para qué hablar de lo que todo el mundo conoce, una violencia extrema; pero hay muchas clases de violencia: el robo de los políticos, la violencia es otra clase de violencia. Si hubiera unos paralímpicos de políticos intelectualmente discapacitados nos llevaríamos muchas medallas”, señaló. “No tengo las fórmulas, no puedo presumir de tener una. Sigo creyendo firmemente qu e, aunque muchos expertos lo niegan, es resultado de una discriminación económica y social muy añeja, que arranca desde los tiempos de la Colonia y la Independencia. “ Es decir, la mala distribución de la riqueza, la pobreza, es lo que hace surgir a la delincuencia, muchachos que no tienen futuro, los ninis que no estudian, no pueden estudiar y no consiguen buenos trabajos”. Del Paso fue miembro de El Colegio Nacional desde 1996, de la Academia Mexicana de la Lengua a partir de 2009, miembro honorario del Seminario de Cultura Mexicana; en 1993 fue nombrado Creador Emérito y, en 1998, Miembro honorario de The American Association of Teachers of Spanish and Portuguese. Entre los varios reconocimientos que recibió, destacan el P remio Nacional de Ciencias y Artes en 1991, el FIL de Literatura en 2007, el Mazatlán de Literatura en 1988, el Premio Novela México 1975, el Premio Cervantes en 2015. A propósito de este premio, La Jornada publicó el 23 de abril de 2016 un suplemento especial, que puede consultarse aquí .
Carta a Juan Rulfo: Fernando del Paso en la Revista de la Universidad Viernes, 19 de mayo de 2017. - Noticias sobre: Juan Rulfo Fernando del Paso Foto: 20minutos.es Para Fernando del Paso la muerte de Rulfo no fue la muerte de un escritor sino, ante todo, la de un amigo; estas líneas — concebidas para un programa radiofónico — son una declaración de amistad y camaradería que Rulfo no recibió en vida. A que no sabes con qué me salieron el otro día Juan. Ni te imaginas. No sabes las cosas que dice la gente cuando no tiene nada que decir. Pues fíjate que andaba yo por París, porque te dije que venía a París, ¿no es cierto? Bueno, te lo estoy diciendo. Andaba yo por aquí. No te diré que muy quitado de la pena porque ahorita tengo varios problemas que no viene al caso contar, cuando de sopetón, así, de sopetón, me dicen que nos habías dejado; que te habías ido.
Mira, tengo que confesarte que cuando me lo dijeron, estaba tan hundido en mis preocupaciones, como te decía, que casi no me di cuenta cabal de lo que me estaban contando. Y después, fíjate lo que son las cosas, esa misma noche, yo di la noticia por la radio. Yo, imagínate Juan, diciéndole a todos lo que yo mismo no había entendido. Porque lo que me dijeron no fue que se había ido el escritor Juan Rulfo, no; lo que me dijeron fue que se me había ido un amigo. Y yo no lo supe sino poco a poquito, poco a poquito y de repente también, sí, de repente cuando escuché tu voz, cuando puse el disco de Voz viva de México de la Universidad donde leíste “Luvina” y “¡Diles que no me maten!”. Y esa voz me caló muy hondo. Porque esa
voz,
esa
voz,
yo
la
conozco
muy
bien.
Perdóname Juan, perdóname si no te escribí nunca, pero como me habían dicho que tú jamás contestabas una carta, pues yo dije: Entonces para qué le escribo. Y ahora me arrepiento; me arrepiento, Juan. Ahora quisiera que tú hubieras tenido varias cartas mías aunque yo no tuviera ninguna tuya. En serio. Me arrepiento porque yo tuve la culpa. Yo fui el que me fui de México, ¿no? Y no te escribí. Me duele porque no se pueden pasar tantos años, creo que 16 desde que salí, sin escribirle a los amigos, ¿no es cierto? No es cuestión nada más de decir, como Fray Luis, “como decíamos ayer”, porque no, no fue ayer, sino hace muchos años de cuando nos
reuníamos una y hasta dos veces por semana, ¿te acuerdas?, en el café del sanatorio Dalinde. Allí se nos iban las horas. ¡Qué las horas! Ahí nos pasábamos años y felices días platicando y fumando como chacuacos. Quien nos hubiera visto, a veces tan serios, habría pensado que nomás hablábamos de literatura. Y sí, claro, platicábamos de Knut Hamsun, y de Faulkner y de Camus y de Melville, todo revuelto. De Conrad, de Thomas Wolfe, de André Gide. Nunca conocí a nadie que hubiera leído tantas novelas. ¿A qué horas las leías, Juan? Se me hace que a veces hacías trampa. Pero también te decía, ¿te acuerdas?, nos dedicábamos al chisme como dos comadres, ni más ni menos. Y a veces, de pronto, tú te ponías a hacer literatura sin darte cuenta. Te ponías a contarme historias que yo no sabía si eran ciertas o eran puras invenciones, o si se iban volviendo ciertas cuando las estabas inventando. Me acuerdo muy bien, Juan, muy bien, como si te estuviera oyendo. ¿Tú crees que yo también estoy inventando, Juan? ¿Tú crees que estoy haciendo literatura? Pues a lo mejor sí. Perdóname. Cabrera Infante, ¿te acuerdas de él?, decía en un libro: “Le soy fiel a mi memoria,aunqu e mi memoria me sea infiel”.
Sí, también uno inventa a los amigos y a los seres queridos, y creo que sobre todo aquellos que ya no pueden defenderse y decirnos: ¡Óyeme, si yo nunca dije esto, o aquello o lo otro! Y por otra parte, ¿tú crees que te estoy faltando al respeto por hablarte así? No, yo sé que no Juan, porque somos amigos, porque siempre lo fuimos.
Lo que es más Juan, te voy a confesar que yo siempre te vi como mi mayor, y no porque me llevaras un montón de años. A veces, sí, te veía medio viejón, y sobre todo cuando llegaste a la cincuentena. Pero ya ves lo que son las cosas, yo ya tengo esos mismos años y de hoy en adelante cada vez me vas a llevar menos. En un descuido, si vivo lo suficiente, te alcanzo, Juan. No, lo que yo quería decir es que siempre te vi como mi mayor por la admiración que te tenía y que tampoco nunca te dije porque no te dejabas. ¿O sí te lo dije? Creo que sí, cuando menos una vez, y tuviste que aguantarte. ¿Te acuerdas, Juan, el trabajo que me costó hablarte de tú? Tuve que hacer un gran esfuerzo, y cuando lo logré, es como si te hubiera hablado de tú desde siempre. Ya le podía decir a mi mujer: “¡Oye, voy a llegar tarde porque voy a tomar un café con Juan!”. Y ella sabía que ese
Juan era Juan Rulfo, el mismísimo Juan Rulfo. Toqué el disco de Voz viva de México, Juan, para seleccionar unos trozos y hacer un programa. Un programa para la radio sobre Juan Rulfo, el escritor mexicano. Pero cuando me di cuenta que esa voz, no sólo era la de Juan Rulfo sino la de Juan, el amigo al que yo le hablaba de tú, en ese momento supe que lo que yo tenía que hacer era esto: decirte simplemente lo que te estoy diciendo. Que esto me sirve para adornarme con tu amistad… pues sí, tu amistad siempre me
adornó. La estrené hace más de veinte años y cuando te vi en las Canarias la última vez, ¿te acuerdas?, me di cuenta de que estaba como nueva. Que todo esto lo estoy escribiendo con un estilo tan cuidado que parezca descuidado, pues también, ya ves, hasta medio rulfiano me estoy poniendo. Y que quizás esto lo estoy leyendo como si fuera más mexicano de lo que soy, o seré nunca. Quizá sí, pero quizá no. Quizás hace falta no sólo un temblor de tierra sino un buen remezón de alma para acordarse de lo que uno es, de lo que uno quiere seguir siendo. Oye Juan, ¿sabes qué?, para escribir esto me puse ayer a releer Pedro Páramo y El Llano en llamas . Tus libros son flacos como tú, Juan, que siempre fuiste medio encanijado. Pero una vez más, me di cuenta de que uno no acaba nunca de leerlos. Ayer me llené la boca con la tierra de Comala, ese pueblo todo untado de desdicha como dices tú, Juan. Ayer, Juan, vi al caballo de Miguel Páramo galopando enloquecido por el camino de la Media Luna. Escuché la voz de Eduviges Dyada, descolorida por la distancia, y ese silencio de Luvina que hay en todas las soledades, como tú dices, Juan. Y contemplé el hervidero de moscas azules que zumbaban como si fuera un gran ronquido que saliera de la boca de Danilo muerto. Ayer, Juan, volví a ser Juan Preciado y me perdí en la nublazón de esas nubes espumosas que hacían remolinos sobre mi cabeza, como tú dices, Juan. Ayer fui Pedro Páramo y supliqué por dentro, y di un golpe seco contra la tierra, y me fui desmoronando como si fuera un montón de piedras. Ayer vi cómo el mar mojaba los tobillos y las rodillas y los muslos de Susana San Juan. Vi su
cuerpo desnudo hundiéndose en el agua entero, mientras el mar rodeaba su cintura con su brazo suave y le daba vuelta a sus senos, como tú dices, Juan. Ayer, Juan, me bebí con los ojos a Susana San Juan; me bebí su boca abullonada, humedecida, irisada de estrellas; me bebí su cuerpo transparentándose en el agua de la noche, como tú dices, Juan. El cuerpo de Susana, de Susana San Juan. Ayer, sí, de nuevo, Juan, me llené el alma con tu voz. Mi querido Juan, perdóname por no haberte escrito antes. La verdad es que nunca me constó que tú no contestaras cartas, porque nunca te mandé una. Se me hace que lo quise creer por flojo, porque no eres el único amigo al que nunca le escribí. Pero bueno, te decía que estoy aquí en París donde voy a vivir un tiempo y a terminar, eso espero, otro libro. Pronto me alcanzarán Socorro, mi mujer, y mi hijita, Paulina. Los otros tres hijos que tenemos ya están grandes y viven solos. Me dicen que aquí vive uno de tus hijos y que pinta, pero no lo he visto. Yo los conocí a todos de chicos, aunque ya no me acuerdo de ellos. Seguro que si los encuentro en la calle no los reconozco. De quien sí me acuerdo muy bien es de Clara. Y bueno, aquí estamos ya en pleno invierno y el frío está arreciando. Perdóname también por todas estas trivialidades, y más que nada, por lo que no te dije. Porque me queda la sensación de que hay muchas otras cosas que debería decirte, pero no sé exactamente qué. Lo único que sé, es que te tenía que hablar como te estoy hablando, Juan. Mañana, quizás, u otro día, a lo mejor me invitan a hablar sobre tus libros y entonces quizá me atreva a opinar que si esto, que si lo otro, que si lo de más allá; o quizá no me atreva porque a veces pienso que de tus libros tú ya lo dijiste todo en ellos. En fin. Antes de despedirme, Juan, déjame terminar con un lugar común, con lo que ya han dicho otros, con lo que van a decir siempre, porque es la pura verdad: tú estás vivo, Juan, porque tu voz está viva, porque tu voz no sólo llenó 30 años de silencio sino que llenará muchos años más. Tu voz, Juan, que cuando la escuchamos, no lo vas a creer, y aunque te hayas ido, nos da una alegría; una alegría, sí, Juan, aunque nos hables de qué sé yo cuántas cosas tristes, de risas viejas como cansadas de reír y voces desgastadas por el tiempo, de lugares donde hasta los perros mueren y ya no hay quien le ladre al silencio; de pueblos que destilan olores amarillos y acedos, de ahorcados a los que los zopilotes se los comen por dentro hasta dejar la pura cáscara, como tú dices. Sí, Juan, volver a leerte, volver a escuchar tu voz será siempre una alegría aunque nos hables y nos sigas hablando tanto, ¡ay, Juan!, de la tristeza.