Resumen Este libro es un clásico de la l a antropología económica. Se compone de seis ensayos en los que el autor aborda diversos aspectos de las economías primitivas desde el punto de vista sustantivista. Según Polanyi, hay dos formas de contemplar el hecho económico en las sociedades. En primer lugar, el enfoque formalista, que trata el hecho económico como una estricta relación entre medios y fines, siendo los medios insuficientes, por lo que debe darse una elección. Por otra parte, el enfoque sustantivista varía del enfoque formalista en que se basa en la realidad y en la satisfacción de necesidades (Polanyi, pág. 275). El enfoque sustantivista surgió como un análisis que hacía frente a las valoraciones formalistas de las economías primitivas, que impedían entender el verdadero alc ance y significado de las prácticas económicas de esas sociedades. Los tres primeros ensayos del libro están dedicados a la producción en las sociedades primitivas. En el primer capítulo, La capítulo, La sociedad opulenta primitiva primitiva,, el autor presenta diversos estudios acerca de sociedades primitivas, que le permiten sostener varias tesis abanderadas del enfoque sustantivista, como aquella que califica de opulentas a las sociedades primitivas, desmontando uno de tantos tópicos y mitos acerca de las sociedades de cazadores-recolecores del Paleolítico. El segundo capítulo, El capítulo, El modo de producción doméstico: la estructura de la subproducción subproducción,, se presenta la subproducción como una característica socioeconómica de las sociedades del Paleolítico y no como una conclusión estrictamente económica, vista a través de la estrechez de miras de las teorías económicas formalistas. A continuación, La continuación, La modalidad de producción producción doméstica: Intensificación de la producción introduce producción introduce estudios que permiten evaluar la influencia de las superestructuras sociales, como el parentesco o el sistema político, sobre las modalidades domésticas de producción y en el conjunto de la producción económica de una comunidad. Los tres últimos ensayos están dedicados a la distribución y el intercambio. El ensayo el espíritu del don trata don trata sobre la reciprocidad entre los maoríes. Para ello hace referencia al clásico estudio de Mauss acerca del hau o “espíritu del dador del don” (pág. 187), una teoría animista acerca de las raíces de la redistribución en sociedades primitivas. A continuación, Sobre la sociología del intercambio primitivo es un estudio detallado sobre los tipos de reciprocidad que se dan en las sociedades primitivas. El autor se basa en los estudios de Malinowski en las islas Trobriand para establecer tres tipos de reciprocidad. Los apéndices A y B muestran estudios acerca de la reciprocidad en una gran variedad de tribus y comunidades primitivas. Para acabar, El acabar, El valor de intercambio y la diplomacia del comercio primitivo constituye un esfuerzo por detallar el funcionamiento del sistema de intercambio en tres sociedades diferentes. Este último ensayo se diferencia de los demás por ser más técnico y detallado, ahondando en el análisis microeconómico. La lectura de los capítulos referidos tanto a la producción como a la distribución e intercambio contienen la idea de fondo de que los tres procesos no pueden ser estudiados, al referirnos a las economías primitivas, de forma separada, sino si no como relacionadas íntimamente con el proceso social.
Entre los puntos que trata el libro, he seleccionado aquellos que he encontrado más significativos:
Las sociedades primitivas no eran subdesarrolladas En el primer ensayo se trata con especial énfasis el tema de la subsistencia en las comunidades de cazadores-recolectores del Paleolítico. Un enfoque simplista y claramente etnocentrista debería concluir inmediatamente que aquellas comunidades estaban inmersas en la más absoluta pobreza como consecuencia de la angustiosa l ucha por la supervivencia, un mito proveniente de nuestra sociedad industrial. Sahlins desmonta uno a uno todos los mitos vigentes y concluye que las sociedades primitivas vivían con una cierta solvencia y despreocupación respecto a su subsistencia, si tenemos en cuenta que aquel hombre trabajaba únicamente para sobrevivir (pág 17). 1.-Abundancia materi al . Las necesidades del hombre no han sido siempre infinitas, como nos hacen creer hoy día y como enunciaba Galbraith (Sahlins, pág. 13). Este principio es acaso aplicable a las sociedades de mercado, debido a las particularidades del sistema capitalista, pero no más allá. Estudios como el del formalista Herskovits (págs. 14-15), que estudian aquellas economías del Paleolítico según baremos formalistas, concluyen prematuramente que las socie dades primitivas eran pobres. Sahlins aporta numerosos estudios que apuntan a la abundancia material y alimenticia en las antiguas comunidades de cazadores-recolectores, a destacar los de la señora Marshall acerca de los Bosquimanos del Kalahari.
2.-Necesidades limi tadas. Frente a las necesidades infinitas del hombre moderno, Sahlins apunta que “no desear es no carecer”, una cita con reminiscencias epicúreas. Ello le sirve como introducción a la explicación de por qué los c azadores-recolectores son poco dados a la acumulación de materiales y bienes: debido a que les incomoda en sus numerosos desplazamientos. Por tanto, por regla general se prefieren las cosas pequeñas y fácilmente transportables (pág 25). 3.-Equi li bri o trabajo-ocio. Los estudios de McCarthy y McArthur (pág 28 y ss.) en varias comunidades aborígenes de Australia, permiten s uponer que el hombre no trabajaba más de 5 horas diarias, en todo caso no más de dos días y medio a la s emana. Para ello, los autores realizaron un seguimiento individual a varios nativos de Arnhem Land y elaboraron una agenda individual (ver gráficas págs. 28 y 29). Los datos obtenidos permiten suponer una gran cantidad de tiempo para el ocio. Así pues, nos encontramos con que el hombre primitivo no sólo no dedica su existencia a trabajar de sol a sol por un mísero sustento, sino que además se permite un horario laboral que ya querría un funcionario en nuestras sociedades. Y, lo más importante: el hombre trabaja a su ritmo, descansando cuando lo necesita y dedicando una jornada intensiva de vez en cuando.
4.-Al imentación equil ibr ada. Además, los estudios anteriores también refieren una ingesta calórica similar a los estándares de hoy día, tanto en los estudios de McCarthy y McCarthur de los aborígenes australianos (pág 31) como en el de Lee acerca de los
Bosquimanos Dobe (pág. 37). Estos estudios desmonta el mito de la desnutrición del hombre en el Paleolítico.
5.-Pr odigali dad y buen áni mo. Para complementar lo dicho con anterioridad, se comentan los hábitos de consumo de los cazadores-recolectores, destacando su prodigalidad (pág 44) o propensión a consumir todos los alimentos de una vez, sin pensar en acumular reservas para el caso de necesidad. Ello parece relacionado con el nomadismo de los cazadores, que los llevaría a cambiar de zona al detectar un posible agotamiento de recursos. Esta aparente falta de pragmatismo choca con la despreocupación y buen ánimo con el que el cazador es capaz de sobrevenir los días en los que no puede proveerse tan fácilmente de alimentos. Todo ello (recapitulemos: abundancia material, necesidades limitadas, equilibrio trabajo-ocio y una alimentación equilibrada y prodigalidad) apunta a una dirección imprevista: nos encontramos con una paradoja, con el hombre anti-económico (pág 26) que desmonta todos los mitos modernos de la producción en la era capitali sta. El autor se atreve a postular incluso, en algún lugar en el libro, que la pobreza es una invención de la modernidad.
Acerca de la subproducción doméstica en las sociedades primitivas El hecho de que en las sociedades del Paleolítico no se aprovecharan los recursos o los medios de producción al máximo, según el enfoque formalista de la economía, no significa que nos encontremos con un consecuente e implacable empobrecimiento. Más bien, dice Sahlins que debemos contemplar la subproducción como un atraso, si “todas las necesidades materiales de la gente pueden verse satisfechas con facilidad, aun cuando la economía se desarrolle por debajo de su capacidad” (Sahlins, pág. 55). Sahlins trata varios ejemplos de subproducción. Por ejemplo, los análisis del aprovechamiento del sistema de rozas (págs. 56 y ss.) practicado por los Chimbu y los Kuikuru y los dispares resultados obtenidos. Los análisis mostrados muestran una relación entre la población real y la población potencial que podría albergarse con ese sistema de producción (pág 59), y en el caso de los Kuikuru se aprecia una gran disparidad. Ello concuerda con las tesis de Spencer (pág 62). También existe subaprovechamiento de los medios de producción. Huyendo de generalidades, se estudian diversos casos de distribución de la fuerza de trabajo entre la población. En cualquier caso, hay que huir de los presupuestos “imperialistas” que tienden en ver al nativo como un “perezoso congénito” y hay que intentar adivinar los flujos económicos y sociales que determinan por qué la fuerza de trabajo se aprovecha de una forma u otra. En cualquier caso, repetimos lo dicho con anterioridad y no llegamos a ninguna conclusión nueva: se trata de “economías de producción para el consumo, para la supervivencia de los productores” (pág. 84). Sahlins aporta las agendas individuales de Nadel acerca del seguimiento de las familias de los Nope (págs. 74-76), en las que se recogen las actividades realizadas durante dos semanas en períodos diferentes del ciclo anual, con el objeto de obtener un resultado
global más aproximado a la realidad. También merece la pena mencionar la detallada gráfica anual de distribución de actividades por grupos (pág. 80). La tercera dimensión de la subproducción es la referida a los grupos domésticos, como por ejemplo la familia. Según insiste el autor, es un error considerar una familia como una unidad autosuficiente de producción ya que “un porcentaje regular de grupos domésticos no alcanza a producir lo necesario par a su propia subsistencia aunque estén organizados para hacerlo” (pág 85). Por tanto, es normal que haya familias que produzcan por debajo del nivel de subsistencia, como en el caso estudiado por Freeman en Rumah Nyala (pág. 87). Para explicar la existencia de estas unidades domésticas subproductivas, el autor recurre al estudio del modelo llamado la Modalidad Doméstica de la Producción (MDP), referido, por ejemplo, a una familia, cuyas caract erísticas básicas serían: objetos finitos de producción, escasa capacidad laboral y uso por parte de sus miembros de herramientas simples.
Regla de Chayanov. La producción de la MDP queda definida por la llamada regla de Chayanov, según la cual esta producción debe limitarse “dentro de ciertos límites que sean inferiores a la capacidad global de la sociedad” (pág. 104). El corolario de los estudios de Chayanov viene a ser que “la intensidad productiva está inversamente relacionada con la capacidad productiva” (pág. 107). Resumiendo: el todo determina las partes, la supervivencia de la unidad doméstica viene regulada por la sociedad como un todo. El derecho a la propiedad y las caracterís ticas de la propiedad en las sociedades primitivas (Sahlins, pág. 109) respaldarían estas afirmaciones. Sin embargo, no se trata de una sociedad de grupos domésticos, sino más bien de una anarquía organizada de grupos autónomos a través de los cuales circulan l os bienes (pág. 110) mediante una solidaridad mecánica (pág. 111). El autor finaliza con el establecimiento de la hipótesis de unidad doméstica como una forma propia de la naturaleza. I nf luenci a del sistema pol itico y el par entesco en l a pr oducción domé sti ca. El sistema político y el parentesco influyen de forma similar sobre la producción doméstica, por las similitudes que tienen la autoridad del parentesco con la del líder político (pág. 150). El parentesco influye en el aumento de la producción doméstica dependiendo de la distancia entre parientes (pág 145). Este aumento de la producción está a su vez relacionado con el concepto de reciprocidad generalizada o equilibrada, los dos tipos básicos de intercambio que pueden darse entre parientes y que detallamos en el epígrafe siguiente. Por otra parte, la producción doméstica pasa a depender más de la política cuanto más se institucionaliza la autoridad política en la comunidad. La falta de autoridad puede tener efectos muy graves en la producción, como indican los estudios de Mar y Douglas sobre los Lele de Kasai (pág. 148). También la generosidad del líder, d eterminada ya sea por la necesidad de obtención de un prestigio o bien porque la riqueza obliga, influye en un aumento de producción. Una forma de conseguir ese aumento de producción apuntado por Sahlins es recurrir a la poligamia (p.151).
Reflexiones acerca de la reciprocidad
El Hau y el don de M arcel M auss.El concepto de Hau, viene a ser aquella noción sobre la que se asentarían las bases de la reciprocidad en la sociedad maorí, un “principio de derecho y interés que exige que el don recibido deba retribuirse” (pág. 167). Sintetizando en palabras de una canción del compositor uruguayo Jorge Drexler: “Cada uno da/ lo que recibe”. Mauss tomó la definición de un texto de Eldson Best obtenido del sabio maorí Tamati Ramapiri (pág. 168). El verdadero significado de hau, traducciones, lingüistas y comentarios de Levi-Strauss y Firth (pág 172) por medio, intenta ser establecido por Mauss (pág. 175) como lo que entendemos por reciprocidad, aunque esta esté referida a la devolución debida a los sacerdotes thounga por ser los que con su intervención y poderes permiten que haya abundancia de pájaros para capturar en la selva, por ejemplo (pág. 177). . Tomando como base los estudios de Clases de reciprocidad en l a sociedad prim iti va Malinowski en las islas Trobriand (pág. 211), el autor clasi fica la reciprocidad en las sociedades primitivas en varias clases, con pretensión de utilizar esta clasificación como algo general aplicable a otras sociedades. La reciprocidad es denominada también “movimientos viceversa”. La primera categoría es la reciprocidad generalizada, que implica a parientes cercanos. Por ejemplo, la transacción de alimentos entre parientes, que implicaría una retribución implícita más que material (pág. 212). La segunda clase es la reciprocidad equilibrada, referida a un intercambio directo de un equivalente a la cosa recibida sin que haya retraso ni una confianza derivada de los lazos familiares directos. La tercera clase es la reciprocidad negativa, que se define de forma clara como “el intento de obtener algo a cambio de nada gozando de impunidad” (pág. 213), es decir, apropiarse de lo ajeno. . Entre las variables más Var iabl es que afectan a l a r ecipr ocidad general izada importantes cabe destacar, primero de todo el parentesco (pág. 214). Las tres categorías indicadas en al párrafo anterior forman un continuum cuya variable determinante es el grado de parentesco entre las persones que intervienen en el intercambio. El autor establece unos sectores residenciales de parentesco según los tres tipos de reciprocidad (pág. 217). También la moralidad, considerada como subvariable del parentesco, puede ser determinante, según Firth (pág. 218). Por ejemplo, entre los cazadores -recolectores la reciprocidad generalizada consiste generalmente en una obligación social (pág. 253). La distancia de parentesco no es decisiva, influyen otras variables como la jerarquías de parentesco, que suponen también una relación económica y por tanto una influencia clara en la reciprocidad (pág. 224), como es el caso de la pokala de las islas Trobriand (pág. 225), regla que especifica que los más jóvenes miembros de un subclan deben entregar dádivas y ofrecer servicios a los más mayores, que a su vez les brindarán ayuda y beneficios materiales (pág. 225). También la fortuna de unos pocos puede obligar de una u otra forma a la reciprocidad generalizada. Por ejemplo, una persona rica puede verse obligada a s er generosa con los demás, como en el caso de los jefes tribales Big Man de las zonas del Pacífico Sur (Kottak, pág. 151), para obtener prestigio, o para, simplemente, evitar las e nvidias de los demás, como en el caso de los Bosquimanos del Kalahari (Sahlins, pág. 231). En cualquier caso, como en todos los conceptos referentes a las economías primitivas, las diferentes variables que influyen en el grado de reciprocidad entre habitantes o grupos de una misma comunidad no son independientes y se encuentran implicadas en
un todo difícilmente desmenuzable, como la economía se encuentra sumergida en la vorágine vital de la sociedad. . Hay diversas situaciones que pueden dar lugar Contratos por recipr ocidad equil ibr ada a un intercambio equilibrado entre comunidades (pág. 241). La amistad o parentesco formales implican un intercambio de bienes iguales para s ellar una relación. Una celebración colectiva puede dar lugar a una ofrenda de bienes por parte de una de las comunidades participantes. También los tratados de paz o las alianzas matrimoniales, con implicaciones de entrega de dote o compensación por la novia (Kottak, pág. 201) entran dentro de este apartado. Recordemos que el matrimonio es una forma de establecer alianzas entre grupos en las sociedades preindustriales.
Valoración personal Este libro me ha permitido comprender, con material de primera mano, los principales argumentos del enfoque económico sustantivista. En especial, el primer ensayo, La sociedad opulenta primitiva muestra una visión más objetiva de las sociedades primitivas, una vez nos permite deshacernos de la lente distorsionada con que la modernidad nos obliga a contemplar cualquier hecho pasado como poco menos que tiempos de escasez, barbarie y sometimiento a una naturaleza déspota e intransigente. Sin embargo, a pesar de esa pretendida objetividad, es dif ícil no tomar partido por alguno de los dos polos: la visión etnocentrista o la idealización de la cultura remota, como un paraíso perdido de la Humanidad, visto desde la perspectiva del hombre moderno. A pesar de su considerable extensión y de abordar de forma muy técnica y altamente elaborada algunos conceptos vistos de forma somera en la asignatura, es de lectura amena y entretenida. Es de agradecer el estilo, cercano siempre al lector y al objeto de la obra, que no es otro que propugnar un enfoque sustantivista de las economías de la Edad de Piedra, supeditando siempre el análisis económico a las características sociales, políticas y estructurales de las comunidades. Por otra parte, un estudio de este tipo permite ahondar en las características particulares de la cienci a antropológica. Por ejemplo, los estudios detallados referentes al subaprovechamiento de recursos (Sahlins, págs. 74 y ss.) permiten disponer de una gran información objetiva respecto a cómo vivían los antiguos cazadores-recolectores. Para acabar, diré que he elegido esta lectura entre todas las otras opciones debido a que me ha permitido resolver algunas dudas y deconstruir muchos mitos modernos acerca de la sociedades primitivas, mitos y dudas que nos urge cuestionar, a tenor de los acontecimientos sociales, políticos y económicos a l os que se encuentra abocada nuestra época.