5. Cómo se establecen relaciones entre significados María Paula Bonorino y Mariana Cuñarro (Adapt. de Lengua. Léxico, gramática y texto. Un enfoque para su enseñanza basado en estrategias múltiples, Giammatteo, M y Albano, H. (coord.) Bs. As., Biblos, 2009, pp. 133-156)
1. ¿Qué son las relaciones léxicas? Las relaciones léxicas, tales como la sinonimia, antonimia, hiperonimia, polisemia, homonimia homonimia y campo léxico, establecen conexiones semánticas paradigmáticas entre las palabras y, además, sintagmáticamente, permiten identificar vínculos entre distintas palabras del texto, con lo cual brindan información acerca de aspectos esenciales de su estructuración. En este capítulo nos centramos en mostrar en qué consisten estas relaciones y cómo inciden en los procesos de lectura y escritura. Nuestro objetivo es plantear de qué manera su inclusión en el entrenamiento puede contribuir a facilitar el abordaje de los tipos textuales que circulan con con mayor frecuencia en el ámbito escolar y académico. Nos referimos a los textos expositivo-explicativos y argumentativos. Según consideramos, utilizar el valor cognitivo del léxico puede favorecer en los estudiantes no solo el incremento de la capacidad de explicar o argumentar sino que también incide positivamente en la reflexión y, en consecuencia, en el desarrollo del pensamiento crítico. Respecto de las relaciones de sentido o relaciones léxicas, John Lyons (1997) sostiene: Desde un punto de vista semántico, la estructura léxica de una lengua la estructura de su vocabulario- se puede considerar como una red de relaciones de sentido: es como una tela en la que cada hilo es una relación y cada nudo de la tela es un lexema diferente (129).
En cuanto al aspecto cognitivo, Jean Aitchinson (1990) afirma que estas relaciones revelan cómo están organizadas las palabras en el diccionario o lexicón mental (Introducción, § 4) y, por lo tanto, inciden en cómo las reconocemos para la comprensión y cómo las seleccionamos cuando tenemos que utilizarlas en la producción. Según esta autora, existe evidencia de que
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en el léxico mental las palabras constituyen redes que se organizan en campos semánticos. Frente a una palabra, la mente comienza por seleccionar términos de su mismo dominio semántico: así, ante una palabra como martillo seleccionará clavo, golpear, etc.; cuando se trate de parejas de palabras, escogerá el término faltante -hombre /mujer- o el opuesto -grande /chico-. Por último, también observa que, en general, los adultos responden con palabras de la misma clase: sustantivo por sustantivo, adjetivo por adjetivo, etcétera. Para D. Alan Cruse (1990), el sentido de una palabra se revela a través de las relaciones de significación que esta contrae con las otras palabras del lenguaje. En consecuencia, distingue dos tipos de relaciones: las que están bien definidas y son sistemáticas -sinonimia, antonimia, hiponimia, etc.- y aquellas en las cuales el sentido de la palabra se manifiesta a través de sus relaciones contextuales, es decir, del patrón total de afinidades e incompatibilidades con otras palabras de la lengua. En el armado de nuestra propuesta para el entrenamiento, nos hemos concentrado solo en las relaciones del primer tipo, que son las que a continuación describimos. a) Sinonimia. Desde una perspectiva teórica, la sinonimia representa la existencia de más de una palabra para un mismo significado; por ejemplo, abecedario y alfabeto. Sin embargo, en el lenguaje, cualquier diferencia, por mínima que sea, siempre comunica algo: así, en el ejemplo dado, la primera palabra remite a un origen latino y la segunda, al mundo griego. Cruse (1990) distingue entre sinónimos absolutos, sinónimos descriptivos y sinónimos cercanos (near synonyms). Los sinónimos absolutos, aquellos que podrían intercambiarse siempre en cualquier contexto, sin cambio alguno de la normalidad semántica, prácticamente no existen. La mayoría son sinónimos descriptivos, es decir, palabras que pueden ser sustituidas una por la otra en cualquier oración declarativa, sin afectar su condición de verdad. Las diferencias, en estos casos, se relacionan, no con el significado conceptual o denotativo, sino con los asociados o connotativos: así por ejemplo, en el español de la Argentina podemos elegir entre progenitor, padre, papá y viejo, a cada uno de los cuales le corresponde una esfera de aplicación diferente, que debe ser respetada para producir un texto adecuado. Los sinónimos cercanos son los que comparten la parte central de su significado, pero difieren en aspectos periféricos; por ejemplo, las palabras matar y asesinar, ambas asociadas con la idea de “causar la muerte”, pero, mientras la primera resulta una palabra más neutra y general, que puede usarse en cualquier contexto, la segunda, dado que contiene las características de ‘ilegalidad’ e ‘intención’, resulta más específica. Raffaelle Simone (2001) denomina “efecto zoom” esta posibilidad que la lengua nos
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ofrece para explotar estratégicamente diferencias de este tipo. En su uso textual, como todos sabemos, la sinonimia es la relación léxica que nos evita la fastidiosa repetición de un mismo lexema a lo largo de un párrafo. Así, más allá de los ejemplos canónicos que brindan los manuales, en el entramado textual se van gestando sinónimos específicos que van generando cadenas léxicas que permiten el avance del tema. b) Hiperonimia. Se trata de una relación entre un término más general, el hiperónimo o superordinado -árbol- y otros más específicos, que son los hipónimos o subordinados -sauce /tilo /algarrobo/ pino-. Por un lado, existe una relación de inclusión, ya que el significado del hiperónimo está incluido en el de los hipónimos; así, sauce /tilo/algarrobo /pino incluyen como parte de su significado el concepto de ‘árbol’; de modo que una expresión como s un pino, pero no es un árbol sería contradictoria. Por otro, entre los hipónimos se establece una relación de exclusión denominada incompatibilidad. En el caso de dos hipónimos de pez, como besugo y trucha, puede darse uno u otro, pero no ambos a la vez con referencia al mismo animal; por lo tanto una oración como *Ese besugo es una trucha resultaría contradictoria. 1 La relación entre el hipónimo y su hiperónimo también nos ofrece la posibilidad de aplicar el “efecto zoom”, es decir, de ser más o menos específicos al referirnos a las cosas. Por ejemplo: ¿Qué es eso? Un animal /un vertebrado / un pez /una trucha. Cada una de estas denominaciones alude a un distinto grado de especificidad, no se trata aquí de sinonimia aunque, contextualmente, pueden emplearse con ese valor, si bien una vez más deberemos tener en cuenta que todos esos términos no serían igualmente aplicables en cualquier contexto. La hiponimia y las relaciones de inclusión y exclusión que genera son esenciales para la construcción de esquemas clasificatorios de objetos y fenómenos del mundo, por eso están en la base de todo el edificio de la ciencia y de los textos que se ocupan de comunicarla. c) Antonimia. Tiene que ver con la presentación de realidades antitéticas y, en cierto sentido, complementarias, lo que se refleja en los distintos tipos de opuestos que presenta el lenguaje: • complementarios, en que la afirmación de uno implica la negación del otro (par/impar, verdadero/ falso), • antónimos u opuestos graduales, que suponen un término medio entre los extremos (por ejemplo, caliente/ tibio/ frío; grande/mediano/chico),
1. Excepto en sentido irónico, como en Ese (que creías) besugo, (en realidad) es una trucha.
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además, como se trata de escalas, se pueden seguir expandiendo en uno u otro sentido (...ardiente/ caliente /tibio /frío/helado...); • reversos, que indican una acción y su inversión (atar / desatar, entrar / salir); • conversos, que implican la consideración de una relación (padre / hijo, maestro /alumno) o de una acción (comprar / vender, ganar /perder) desde dos perspectivas. La opción elegida siempre supone la mirada particular, o el modelo, desde el que el emisor considera el objeto o suceso descripto. La antonimia es una relación basada en el binarismo y la confrontación, que desencadena dos efectos: el de la polaridad -uno de los términos se carga de valoración positiva y el otro se considera negativo (bueno /malo, gordo /flaco)- y el de marcación —un antónimo se toma como neutro y el otro se considera marcado-, así, por ejemplo, podemos preguntar: ¿Qué largo tiene? un objeto, pero *¿Qué corto tiene? no es posible. Nuestra expresión, entonces, se vale de uno de ambos términos, que convencionalmente resulta neutral, mientras que el otro, el marcado, queda limitado a contextos más restringidos. d) Polisemia y homonimia. Cuando una palabra puede ser interpretada de formas distintas en diferentes contextos (o en el mismo) hay que diferenciar entre variación contextual, polisemia y homonimia. La variación contextual, que no genera ambigüedad, consiste en “la variación dentro de un significado particular, como en estas dos lecturas de víctima en La víctima trabajaba como contador en una financiera y La víctima estaba embarazada de dos meses” (Cruse, 1990: 17). En cambio, cuando se puede producir ambigüedad, nos encontramos ante un caso de homonimia o de polisemia. Numerosos debates se han originado tratando de distinguir ambos conceptos. Siguiendo a Cruse, adoptamos el criterio de “cercanía semántica”, según el cual las variantes polisémicas de un lexema están relacionadas y derivan, por extensión o reducción, unas de otras; por ejemplo, en la oración María es una adolescente, la palabra adolescente puede significar inmadura o bien, tiene catorce o quince años. En cambio, los significados de los homónimos no lo están, ya que se trata de palabras diferentes, que comparten su pronunciación (homófonos), su escritura (homógrafos) 2 o ambas, pero poseen distinto origen etimológico. Ejemplos
2. En español, por ejemplo, palabras como cayado (bastón) y callado (del verbo callar) son homófonas en la variante dialectal yeísta (ambas se pronuncian /kazáSo/), pero no son homó- grafas.
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homonimia pueden ser: llama (del verbo llamar), llama (animal) y llama (del fuego); o bien, vela (del verbo velar), vela (de parafina) y vela barco).3 Campo léxico. En este caso hay que puntualizar que no se trata de una relación léxica diferente, sino de una vinculación más general en la que se articulan las demás. Para Eugene Coseriu (1977), un campo semántico es un continuum de contenido. Cuando se reparte en diferentes unidades de la lengua manifestadas como palabras y que están recíprocamente en oposición mediante sus rasgos distintivos, se utiliza la denominación campo léxico. Los campos léxicos se organizan a partir de oposiciones subordinadas a “dimensiones”, que representan el punto de vista o criterio sobre el que se asienta una oposición por ejemplo, la dimensión ‘temperatura’ organiza el campo semántico de adjetivos como caliente, tibio, frío, etc., y ‘color’, el de rojo, verde, azul, amarillo, etcétera.
2. La contribución de las relaciones léxicas a procesos de lectura y escritura Como dijimos anteriormente, el reconocimiento y el uso de las relaciones léxicas favorecen los procesos de comprensión y producción que los alumnos deben llevar a cabo durante la lectura y la escritura. Así, las relaciones que las palabras establecen en el texto pueden colaborar para identificar, por ejemplo, el tema que se está tratando y los elementos que lo manifiestan. Cada una de las relaciones efectúa un aporte específico, así: 1) la sinonimia ayuda a establecer la continuidad temática y a evitar repeticiones; 2) la hiponimia / hiperonimia permite reconocer clasificaciones y todo tipo de relaciones jerárquicas dentro del texto, por lo que su uso y reconocimiento facilitan la formulación de esquemas y la jerarquización de la información; 3) la antonimia permite establecer oposiciones entre diversos temas, items o posturas que el texto manifiesta y sirve para manifestar contrastes;
3. Sin embargo, muchas palabras que los hablantes interpretarían como homónimas o con significados no relacionados, en un rastreo histórico pueden tener vinculación; tal es el caso de banco (institución financiera) y banco (asiento): el primer significado, en realidad, deriva del segundo, ya que en la Edad Media las primeras transacciones comerciales se efectuaban en los bancos de las plazas.
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4) la polisemia y la homonimia obligan a profundizar en la lectura para no incurrir en errores de interpretación, ya que, de todos sus significados posibles, la palabra actualiza el que corresponde al contexto y al dominio específico al que pertenece el texto, y 5) el campo léxico ayuda a determinar el tema del texto asociando cada palabra con todas aquellas con las que comparte algún rasgo semántico o que pertenecen al mismo ámbito. De esta manera, cada tipo de relación contribuye de modo particular en las distintas etapas del proceso de lectura y escritura. Durante la prelectura, por ejemplo, las relaciones de sinonimia y campo semántico cumplen un papel significativo en la comprensión, puesto que entre el paratexto y el cuerpo textual se encuentran términos equivalentes, así como también lexemas pertenecientes a un mismo dominio o a varios, de cuya intersección surge la trama textual. Estos elementos ayudan a realizar hipótesis previas a la lectura. Luego, ya en la lectura, la identificación de una palabra como polisémica obliga a profundizar la “mirada” inicial al texto. Como consecuencia, según los casos, debe detenerse la lectura y consultar con un diccionario o con el docente, o bien reflexionar y realizar una inferencia contextual que permita “descubrir” el significado con el que opera esa palabra dentro de ese texto. Finalmente, en la etapa posterior a la lectura, en la cual generalmente se indican actividades de producción, el reconocimiento previo de hiperónimos y sus correspondientes hipónimos facilita la esquematización del texto leído y permite una mejor elaboración de cuadros sinópticos y mapas o redes conceptuales. Por su parte, la relaciones antonímicas facilitan la confección de cuadros comparativos y contrastivos. 4
4. En María Paula Bonorino y Mariana Cuñarro (2006) se muestra cómo funcionan las relaciones léxicas en los textos y se ejemplifica con un texto periodístico argumentativo. Lo que allí se propone es que el análisis de las relaciones léxicas presentes en el texto ayuda a los estudiantes a entender el juego de fuerzas que constituye el centro de una argumentación, es decir, ver cómo se posiciona el enunciador en el debate y con qué o quién no acuerda o confronta; por lo tanto, este acercamiento puede constituir la vía preparatoria para un tratamiento retórico-textual posterior de la argumentación
Lecturas recomendadas Bonorino, P. y M. Cuñarro (2006), “Las relaciones léxicas en los procesos de lectura y escritura. Diagnóstico y propuesta pedagógica”, ilología. Revista del Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas, vol. xxxvil (e/p). Coseriu, E. (1977), Principios de semántica estructural, Madrid, Gredos, caps. 4 y 6. Cruse, D. (1990), “Language, Meaning and Sense: Semantics”, cap. 5 en N. Collinge (ed.), An Encyclopedia of Language, Londres, Routledge (traducción al español de P. Bonorino y R. Schmidt, “Lenguaje, significado y sentido: semántica”, Buenos Aires, Oficina de Publicaciones de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2001). Lyons, J. (1997), Semántica lingüística. Una introducción, Barcelona-Buenos Aires, Paidós. Simone, R. (2001), Fundamentos de lingüística, Barcelona, Ariel, cap. 13: “Semántica”.