Reflexiones sobre un trabajo de campo en Marruecos
11 de abril de 2014
· Reseña: Reflexiones sobre un trabajo de campo en Marruecos
En este trabajo intentaré, a modo de resumen y comentario personal, realizar un exhaustivo trabajo de síntesis para poder exponer y explicar todas las ideas destacadas desarrolladas a lo largo de la monografía. Antes de todo, también me gustaría resaltar la figura del autor y etnógrafo. Paul Rabinow es un antropólogo estadounidense muy conocido en el seno de la disciplina, sobre todo en la corriente norteamericana. Sus aportaciones han sido muy diversas, entre ellas encontramos por ejemplo este trabajo, que es una gran contribución a la reflexión sobre el trabajo de campo, y por otra parte, también son muy recurrentes sus trabajos referentes a la figura de Michel Foucault. Es decir, la conceptualización que lleva a cabo sobre el trabajo e investigación de Foucault ha adquirido relativa importancia. De algún modo ha intentado acercar el material del pensador francés a las ciencias sociales, y especialmente a la materia antropológica. Más recientemente, ha realizado trabajos en los cuales el tema central giraba alrededor de la invención de nuevas prácticas que permitan aplicar nuevas formas morales, éticas y de escritura en las ciencias humanas y sociales en general. Para situar correctamente este trabajo hemos de contextualizarlo en un marco en el cual el trabajo de campo transcurría por un intenso debate de resituación. De alguna manera era necesario replantear los conceptos, ideas y prácticas efectuados con anterioridad en dicha conducta metodológica. Dicho de otra forma y más específicamente, hasta el momento la mayoría de trabajos de este tipo trataban la etnografía como un mero acopio o recolección de datos y estadísticas, y de lo que se trataba era de no separar y dicotomizar la producción teórica de la misma praxis etnográfica. Es decir, el objetivo principal marcado por el autor en este libro es dejar claro que no puede desligarse el trabajo de campo de las diferentes teorías y concepciones. Por otro lado y a modo de apunte, también es necesario recalcar como la fecha de publicación de esta monografía coincide con el gran debate posmoderno entorno al trabajo de campo. Después de una teoría clásica hegemónica respecto al modus operandi, aparecieron toda una seria de autores, la mayoría autodenominados
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posmodernos, que propugnaban el (re)pensamiento y rediseño de esta cuestión. Podríamos decir que a partir de estas contribuciones, las narraciones más personales y reflexivas ganaron peso e importancia en la antropología, y no solo eso, sino que empezaron a ser estimadas como innovadoras. En otras palabras, este trabajo del autor ha permitido exponer y situar un momento y situación del trabajo de campo en las ciencias sociales. Entrando más concretamente en el contenido del libro, Rabinow nos explica sucesivamente todos los encuentros que tendrá desde que llega a Marruecos, más concretamente a la llanura de Sais. A partir de la totalidad de experiencias, positivas y negativas, reflexiona sobre el papel del antropólogo y también sobre los informantes. Intenta, mientras se desarrollan las distintas experiencias, cartografiar una forma más o menos clara sobre cómo afrontar un trabajo de campo. La reflexión general que aplica Rabinow consta de dos caras; por un lado, es una (re)consideración sobre el objeto estudiado, y por otro lado, sobre el método y prácticas por las cuales se investiga e indaga en dicho objeto de estudio. Por tanto, la reflexión es doble. Dicho de otro modo, durante la mayor parte de la lectura, observamos como constantemente se remite a la construcción que se produce entre el método establecido y el objeto de estudio escogido, al fin y al cabo dos de los patrones básicos y centrales que constituyen la asignatura. De alguna forma el trabajo de campo es la primera toma de contacto con lo que se piensa sobre el objeto elegido. Es decir, el antropólogo siempre tiene construido un sistema de categorías y conceptualizaciones antropológicas, que casi siempre indica unas ideas concretas sobre la cosmología y naturaleza del objeto de investigación. Rabinow cree, como demuestra a lo largo de las múltiples reflexiones, que este hecho es totalmente necesario. Es el hecho constatable el que demuestra la relación que ha de existir entre teoría y método. Es decir, en clave antropológica es la llave que abre todos los paños. En otras palabras, cuando el etnógrafo comienza un trabajo de este calibre, ha de adquirir el rol de alguien que ve y observa a través de la visión y perspectiva antropológica. Más concretamente, ha de mirar, distinguir, definir y construir el objeto de estudio, pero también, y más importante si cabe, la manera por la cual se acerca a él y también a su propia persona y experiencia. Esto nos conduce a pensar, como bien
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se apunta, que la propia elaboración de conocimiento modifica y cambia el objeto sobre el cual se ha puesto y dirigido la atención. Para sintetizar todo este cúmulo y revuelo de ideas podemos recurrir a una frase que utiliza Rabinow, eso sí, recogida del filósofo y antropólogo Paul Ricoeur. Dice así: “la comprensión del yo pasando por el desvío de la comprensión del otro”. El estudio y
comprensión del otro siempre nos explica algo de nosotros mismos, sobre todo como sociedad y conjunto. Es decir, el estudio siempre del “yo” realizado desde una
perspectiva del yo cultural, en relación a todas las personas que nos rodean. Otro factor que se pueda atisbar analizando el conjunto de reflexiones que se hacen es, según también Robert Bellah, la falta de pretensiones morales por parte del autor. Siempre muestra consciencia respecto a los problemas que existen en la comprensión de los “otros”, y sobretodo también la violencia simbólica inherente e imbricada en la
idea misma de acercamiento y apropiación de una cultura distinta. Rabinow aterriza exactamente en Marruecos en una época en la cual el colonialismo estaba muriendo y el neocolonialismo lo estaba substituyendo. Su posición “antropológica”, como dice él, fue adecuada en todo momento. Es decir, dominaba el
francés (el árabe le costó mucho aprenderlo), la cultura le era cercana, le interesaba el contexto, etc. Aun así, su posición allí era la de un extraño, y por tanto era cuestionado socialmente a cada instante. A lo largo de la monografía la utilización de informantes es constante, entre ellos están por ejemplo Ibrahim, Richard, Alí y Malik, los cuales adquieren un papel central en las reconceptaulziaciones que efectúa y desarrolla el etnógrafo. Al tratar con ellos durante tanto tiempo, Rabinow contempla como existe una diferencia substancial entre las ideas preconcebidas con las que se llega al terreno y la realidad con la que luego te encuentras. Por ejemplo, a través del trato con Ibrahim, percibió claramente como las grandes distinciones se establecen sobre todo en la cotidianidad del día a día, y también en la lengua. Dicho de otro modo, el análisis que se puede elaborar sobre un rito o ceremonia exótica de alguna manera es más sencillo que, en cambio, establecer un examen sobre las prácticas cotidianas y los valores que se desprenden de las mismas. De alguna forma lo que aquí llamaríamos sentido
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común. Seguramente podríamos resumirlo en que cuando encontramos que la experiencia del otro nos resulta más comprensible es justamente en los casos en que está presente una forma cultural exitosa que proporciona una estructura para la interpretación y generación de experiencias. Como dice textualmente el autor, “existe una dialéctica acelerada entre el reconocimiento de las experiencias nuevas y su consiguiente normalización”. (Rabinow 1992:52)
De todos estos procesos Rabinow extrae una idea que es básica para entender su obra. El trabajo de campo genera y crea una tensión entre, por una parte, el concepto del objeto y, por otra parte, el objeto en sí. Pero existe otro factor fundamental en todo este embrollo, que es la reflexión sobre el propio trabajo de campo (antes, durante y después), la cual engendra y concibe la unidad que hace realizable el conocimiento antropológico. En otras palabras, el trabajo de campo pasa a ocupar el rol de objeto y las reflexiones sobre el trabajo realizado pasan a ser la producción y construcción teórica en sí misma. Otra de las reflexiones que nos proporciona la monografía es respecto a las consecuencias de todo trabajo de campo. Podemos afirmar, según Rabinow, que este tipo de investigación tiene consecuencias por ejemplo políticas, culturales, sociales y económicas. Más claramente, estas consecuencias abarcan un gran abanico de espectros. Es decir, permean desde el objeto estudiado a la propia comunidad científica, pasando también por el cambio que se ejerce en el propio “yo”, ya sea el “yo” cultural, moral, social, etc.
En uno de los momentos clave en la relación etnógrafo/informante con Alí, una boda a la cual le había invitado, Rabinow pudo extraer distintas consideraciones que le servirían para próximas experiencias. Éste le había invitado pero el autor no creía conveniente su asistencia, sobre todo debido a su débil estado de salud en aquel momento. Allí es donde surgen las primeras discrepancias, y según el autor, donde cometió un grave error profesional. Como correctamente apunta, el informante no ha dejado de seguir con su propia vida, y por tanto no se ha desprendido de todas sus consideraciones y asunciones habituales. De algún modo Rabinow creía que había incurrido en un error de debido al
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hecho de no dar la razón al informante. Rabinow afirma “si el informante siempre tenía la razón, entonces, por implicación, el antropólogo tenía que convertirse en algo así como una no persona, o más exactamente en un personaje, de arriba abajo. El antropólogo tenía que estar dispuesto a entrar en cualquier situación como un observador y anotar cuidadosamente todos los detalles” (Rabinow 1992:58). Al fin y al cabo el informante se supone que ha de “ser él mismo”.
Como apunta el autor en el relato, y a partir de la relación establecida con Malik, “el antropólogo da lugar a una duplicación de la conciencia” . Es decir, el análisis
antropológico debe incluir dos cuestiones de gran relevancia. Por una parte, que el etnógrafo se sitúa a si mismo a través de las preguntas que realiza y también a partir de la forma en que probamos comprender y relacionarnos con el mundo, y por otra parte, que siempre hay que tener en cuenta que el material recibido de los informantes son interpretaciones delimitadas, como de costumbre, por la cultura y la historia. En Malik el antropólogo encontró un muy buen informante, metódico y riguroso en todas las situaciones, aparte de abrirle otros campos de investigación, como pudo ser el referente al parentesco. Aparte de todas estas capacidades tenía una virtud que le facilitó en gran medida el trabajo a Rabinow, su elevado status y su posición social permitieron que todos los coetáneos de pueblos cercanos respetaran su presencia. Es decir, la situación social, cultural y económica de Malik permitió legitimar la comparecencia de Rabinow como investigador social. Para acabar, y a modo de conclusión, creo que uno de los legados y reflexiones que nos deja este libro, es replantear el papel del otro, para por tanto dejar al otro con un estatus de sujeto, es decir, poner a su disposición el conocimiento antropológico para así ofrecer la posibilidad de su propia afirmación respecto al otro, es decir, al propio etnógrafo. Como todo trabajo, hay que ponerlo en el contexto de su época y teniendo en cuenta esta situación recuperar pensamientos y prácticas que puedan sernos útiles en la actualidad.
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