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RANQUIL, 1934: ¿SOVIET ARAUCANO O ÚLTIMA GUERRA FRONTERIZA?1 Leonardo León, Instituto de Historia, Universidad de Valparaíso.
Ranquil aparece en los mapas rodeado de los cordones cordilleranos que configuran la meseta andina de Lonquimay. Entre los cerros de Malalpotro y Los Pinos, corren hacia abajo los pequeños ríos de Ranquil y Llanquen para alimentar el caudal del naciente río Biobío que, como una fina serpiente de color verdoso, va buscando su camino hacia su cauce en la cordillera de Pemehue. Es un valle perdido, distante de los principales centros urbanos, que permanece la mayor parte de la temporada invernal totalmente aislado. Sus habitantes se desplazan entre Ranquil, Troyo, Nitrito y Boquimallin, quebradas y valles estrechos que apuntan hacia el sur, en dirección a Lonquimay. Pero Ranquil no es solamente un punto agreste. Históricamente, es un relicto de antiguos sucesos, de identidades que unen un pasado tumultuoso y de resistencia con nuevos cantos de agitación y libertad. Para muchos, el vocablo Ranquil –de origen mapuche: “es el nombre de una hierba gramínea llamada “carrizo” que crece en terrenos aguachentos, húmedos; son de la familia del “canutillo”, de la totora y del cañaveral”2 - les sonará extraño, pero quienes conocen la historia de las luchas populares recordarán el sangriento episodio que marcó con fuerza la historia del campesinado sureño de la primera mitad del siglo XX. En este trabajo, basado en los datos que entregaron los periódicos de la época y en aquellos que aporta la bibliografía, intentaremos remontarnos a esa geografía hosca y a ese tiempo distante para pensar –desde una nueva mirada- una historia antigua pero poco conocida. Es cierto que la distancia física contribuyó a crear esa opacidad que posteriormente adquirió el relato de los sucesos, y que la memoria mítica terminó fundiendo diversas tradiciones en un solo evento, pero creemos que aún es posible adelantar una interpretación que se ajuste 1
Este trababjo se ha realizado en el marco del Proyecto Fondecyt 1120060:
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Sergio Rivas Sandoval, Historia de la Comuna: Ranquil (Sitio Web Oficial).
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a la realidad. Lo que nos interesa es destacar que en las raíces de estos episodios convergieron historias y procesos sociales muy distintos. ¿Soviet araucano o última guerra fronteriza? Con este título convocamos las dos fuerzas sociales –una de muy larga duración, la otra apenas un roce con mala modernidad- que explotaron con ira a mediados de junio de 1934 quebrando el sobrecogedor silencio cordillerano. I “Hay pequeños vallecitos que sirven para algunos plantíos”, señaló Ismael Carter, cuando tenía 71 años, a la Revista Ramona en abril de 1972, “los lugares tienen nombres bonitos: Quillayme, Trollo, Ranquil. Hay algunos fundos que han pertenecido siempre a ricos del lugar, que acaparan las mejores tierras: Nitrito, Huallaly, Los Guindos….aquí ocurrieron, hace 38 años, los sucesos de Ranquil. Yo también anduve metido. Y soy el único sobreviviente”3. Como se ha dicho, el clima y la orografía fueron elementos importantes del drama que tuvo lugar en la meseta de Lonquimay a comienzos de la década de 1930, cuando la imaginación de los chilenos fue sacudida por las noticias que llegaron desde el sur que había estallado una feroz revuelta. En esa época, Chile no estaba exento de motines, asonadas militares y movilizaciones populares que, de tiempo en tiempo, sacudían a la capital, pero las noticias que llegaron desde Biobío adquirieron muy pronto un cariz insospechado toda vez que las noticias de los sucesos se fundieron con los antiguos relatos de guerras fronterizas. La distancia física de los sucesos y el aislamiento en que se debatían sus protagonistas, hicieron el resto. “Numerosas personas conocedoras de la región”, escribió el diario La Opinión, “nos manifestaron anoche que la zona en que se encuentra el fundo Ranquil, permanece casi totalmente aislada, en plena Cordillera, durante cuatro o cinco meses del año, precisamente los meses del Otoño e Invierno”4. En efecto, las montañas de Ranquil y sus distritos aledaños son rudas e inhóspitas. Mucho más cuando los medios de transporte eran principalmente los caballos, las carretas de bueyes y la voluntad de caminar. La nieve, el granizo, la lluvia, transforma los esteros en ríos y la tierra en humedales. Rigurosas e implacables, las fuerzas de la 3
Entrevista a Ismael Carter, Revista Ramona, Santiago, 4 de abril de 1972.
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La Opinión, 30 de Junio de 1934.
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naturaleza desencadenaron toda su furia tanto contra los insurgentes como contra las fuerzas policiales que entraron a los cajones cordilleranos con el propósito de someterlos. El foco de los sucesos, informó La Nación el 29 de junio, “están a un día medio de jornada a caballo, por caminos intransitables, cubiertos de nieve y obstruidos por los rodados, del puesto de carabineros más cercano” 5. Desde un primer momento, cuando se tuvieron noticias de la revuelta, las autoridades estuvieron al tanto de las dificultades que presentaba la topografía y el paisaje para restablecer la vigencia de la ley estatal. “Supo, además, que el avance que el avance por esa región se presentaba dificultoso”, señaló en una entrevista el 28 de junio el Director General de Carabineros Humberto Arriagada, “a causa de la nieve que en muchas partes alcanza a más de un metro de altura” 6. Así, junto con las noticias de la cadena de eventos que daban cuenta de una revuelta popular, también se recibía información sobre los bruscos cambios meteorológicos que experimentaba la región. “Se desencadenó esta mañana en la región un temporal de viento y nieve, que ha dificultado las operaciones”7. Como haciendo valer su presencia, las nevazones, comunes en esa época del año en la región, se hicieron aún más intensas y frecuentes. “Dificultades para perseguir a los amotinados”, subtituló El Mercurio en su edición del 6 de julio, “comunican de Lonquimay que en las últimas horas de la tarde ha empezado a nevar copiosamente en esa región, lo cual hará más difícil la persecución de los revoltosos”8. Incluso los recursos tecnológicos, que podían ayudar a las fuerzas estatales en sus tareas de represión, fallaron con motivo de las nevazones que cayeron en esos días. “El Telégrafo del Estado no ha podido funcionar en Lonquimay, a causa del gran frío, que llegó a congelar el líquido de las pilas eléctricas, aislando completamente el valle de los puntos más cercanos, por cuyo motivo no ha podido obtener detalles del resultado del combate de hoy”9. La modernidad era derrotada por la fuerza de la naturaleza, como si los eventos humanos hubiesen despertado fuerzas más profundas que esperaban su llamado para desatarse. El choque de ambas fuerzas – pu newen, dirían los mapuche pehuenches del lugar- ofrecía un espectáculo singular. Incluso el envío de aviones –de auxilio y bombarderos- fue obstaculizado por las desastrosas condiciones climáticas que azotaron a 5
La Nación, 29 de junio de 1934.
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El Diario Ilustrado, 29 de junio de 1934.
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La Prensa, (Osorno), 1º. de julio de 1934.
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El Mercurio (Santiago), 6 de julio de 1934.
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La Prensa, (Osorno), 1º. de julio de 1934.
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la meseta en esos días. “Aviones auxilian heridos”, tituló El Mercurio de Santiago, para luego agregar: “El Intendente señor Rodríguez Mac – Iver dispuso que el subdelegado ordene hacer fogata a fin de indicar a los aviones el lugar donde deben recibirse los auxilios sanitarios”10. El desplazamiento de las tropas enviadas para sofocar la revuelta también encontró serios escollos naturales. “En Lonquimay hay dos metros de nieve, lo que dificulta la movilización de los carabineros que han partido a reforzar la defensa del Teniente Cabrera” 11. Y luego agregaba: “Las condiciones en que actúan los carabineros en Ranquil y otras regiones son verdaderamente infernales. En río Negro, que se encuentra en el mismo valle, se ha registrado una temperatura de veinte grados bajo cero. Los valles y esteros están cubiertos de una gruesa capa de nieve, donde los caballos se hunden. Las laderas de la montaña se encuentran prácticamente convertidas en trampas, en las cuales las cabalgaduras pueden resbalar. Las distancias que los carabineros han debido recorrer a caballo en dichas condiciones son enormes”12. El aplastamiento de las revueltas obreras que llevaron a cabo las fuerzas de carabineros, de la Armada o del ejército desde comienzos de siglo en los principales recintos urbanos del país, dejó en evidencia que en Chile existían dispositivos eficaces para ejercer la represión. En ese sentido, la opinión pública – ese eufemismo con que se oculta la presión de los poderes fácticos- podía descansar tranquila a sabiendas que las fuerzas encargadas de mantener la seguridad y el orden –especialmente durante las asonadas populares- podían actuar con rapidez. Pero en el caso de Ranquil la situación evolucionó de una manera diferente. Pasaban los días y no solo se carecía de noticias que confirmaran el término de la rebelión sino que, por el contrario, aumentaban los rumores de una inminente revolución social que amenazaba al sur y al resto del país. Frente a los dilemas que encontraban las fuerzas gubernamentales, los diarios de derecha se encargaron de informar sobre las dificultades operacionales que presentaba el escenario bélico del sur. “Se recuerda que estos defensores del orden han cumplido su divisa sin importarles los sacrificios, las tempestades reinantes en esa región, ni aun la muerte misma….Desde ayer arrecia en esta región un fuerte temporal, fenómeno que no obstante su violencia, ha permitido a los carabineros actuar en defensa del orden tratando de reducir a los 10
El Mercurio (Santiago), 30 de junio de 1934.
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La Prensa, (Osorno), 2 de julio de 1934.
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La Prensa, (Osorno), 1º. de julio de 1934.
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revoltosos de Ranquil”13. Dos días más tarde, el periódico retornó al tema con frases aún más dramáticas. “Se sabe en efecto, que largos kilómetros de camino hacia la cordillera los carabineros han debido avanzar con la nieve hasta la cintura, muchas veces a pie, ya que en otra forma era imposible toda marcha. Se ha tenido noticias de que oficiales y tropa han debido afrontar la jornada en estas penosas circunstancias, careciendo muchas veces de alimentos, y debiendo soportar bajísimas temperaturas”14. Las condiciones geográficas extremas en que se se desenvolvió la revuelta de Ranquil también atentaron contra los propósitos de los rebeldes. Una vez que concluyó la primera fase –de asalto a los fundos y pulperías y asesinato de los administradores- los colonos iniciaron una estrategia de resistencia y fuga que tuvo que ser continuamente cambiada por los obstáculos que les oponía el medio. “Se ha establecido”, informó El Mercurio el 3 de julio, “que, no estuvo ajeno a los facciosos intentar atravesar la cordillera huyendo de la justicia. Este plan fracasó también por que la cordillera se encuentra completamente nevada, haciéndose imposible toda jornada por esa región. En esta situación los facciosos han resuelto seguir su obra destructora caminando hacia la costa.”15. De acuerdo a otras versiones, no quedaba a los fugitivos más puerta de escape que esa, pues los pasos cordilleranos estaban bloqueados por las malas condiciones climáticas. “Los revoltosos no podrían emprender la retirada sino en dirección a Argentina”, informó El Mercurio el 6 de julio, “hecho que resulta materialmente imposible por encontrarse la cordillera cubierta de gran cantidad de nieve y borrados todos los caminos”. Lonquimay y los lugarejos aledaños que sirvieron de escenario a los sucesos de Ranquil pueden haber sido desconocido para la mayoría de los chilenos de la época. Incluso hoy, muchos desconocen su ubicación. Solamente la referencia a la ‘revuelta campesina de Ranquil’, tantas veces mencionada en la crónica, la poesía, la literatura e incluso el teatro, permiten evocar ese remoto lugar sureño y su trágica historia. Muchos pensarán, incluso, que en ese momento, la región de los Altos de Bio-Bio entró a la historia. Pero los legos están equivocados. Lonquimay, Ranquil. Villucura, Lolco, Rucachoroy, Icalma, Galletué, Santa Bárbara, Antuco y Los Ángeles, por mencionar algunos de los lugares que figuran en este trabajo, fueron por varios siglos los anfiteatros de extraordinarios eventos que sacudieron al país. No nos referimos solamente a las campañas que realizó el general Drouilly en 13
El Mercurio (Santiago), 1º. de julio de 1934.
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El Mercurio (Santiago), 3 de julio de 1934.
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El Mercurio (Santiago), 3 de julio de 1934.
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lo que se denominaba la Alta Frontera durante los años de la ‘Pacificación’, ni tampoco a las hazañas de los toquis pehuenches Pincen, Epumer y Purrán durante la segunda mitad del siglo XIX. Ni siquiera deseamos mencionar las campañas militares llevadas a cabo por el general Manuel Bulnes en la década de 1830 ni los avatares de las montoneras lideradas por Benavides y los Pincheira sobre esas tierras montañosas. Nos referimos a eventos de más larga duración que funden en la memoria las acciones del pilme Leviant y sus hijos Caullant e Ynalican, además de las huellas que dejó en esa geografía las hazañas de Manquel, Ancanamun, Pichintur y Raiguan, los más genuinos señores de la montaña16. 2. LA HISTORIOGRAFÍA DE LOS SUCESOS DE RANQUIL. Desde la infausta mañana del 23 de junio de 1934, los acontecimientos de Ranquil fueron conservados en la memoria –oral y escrita- como un hito en la historia regional. También llamaron la atención de escritores, publicitas e historiadores quienes, rastreando la evidencia disponible, intentaron explicar lo que allí sucedió. Germán palacios Ríos situó los acontecimientos de Ranquil en el proceso de expansión de la propiedad agrícola en el Gulu Mapu, fenómeno que eclosiona en la región de los altos del río Bío-Bío a fines de la década de 18120 17. “Estamos ante la presencia de un problema de permanente conflicto social en el campo”, escribe, “por la posesión de la tierra y la constitución de la gran propiedad agrícola” 18. Sin embargo, la mera conformación del latifundio no es suficiente para explicar los sucesos de Ranquil. También se hacía necesaria la activa resistencia que los grupos desposeídos y excluidos levantaban contra ese fenómeno social. “Podemos observar una lucha de carácter espontánea, explosiva y fragmentada por la defensa de la tierra que hacen los indígenas, los colonos pobres (que iniciaron una colonización espontánea desde los inicios del siglo XIX) y los inquilinos (que abandonaban las haciendas con la esperanza de poseer una franja de tierra)”19. En ese contexto, el autor cita alrededor de 20 huelgas que tuvieron lugar entre 1911 y 1925, las cuales demuestran el proceso de 16
Leonardo León, Los señores de la Cordillera y las Pampas (1780-1800) (DIBAM, Centro de Investigaciones Históricas Diego Barros Arana, Santiago, 1999). 17
Germán Palacios Ríos, Ranquil. (Ediciones ICAL, Santiago, 1992): 3. 18
Id.: 8.
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Id.: 8.
La violencia en la expansión de la propiedad agrícola
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agitación que se vivía en el campo chileno. De acuerdo al autor, el hecho primordial que sobresale en los ‘sucesos de Ranquil. Es “el uso de la violencia como algo intrínseco a un sistema político, económico y social que domina la sociedad mediante el Estado y sus instituciones” 20. Esta aproximación, que intenta teorizar sobre el desarrollo de la violencia en Chile durante el siglo XX, se enmarca también en un proceso revisionista de la forma como se ha desarrollado el tema. Desde ese punto de vista se critica la aproximación liberal, que guarda silencio frente a la génesis de la propiedad agraria, y la visión izquierdista que idealiza los acontecimientos dejándolos atrapados en el contexto de la masacre. Globalmente, propone el autor, se tratar de alejarse “de la mistificación que de Ranquil se hace desde la derecha o desde la izquierda”. Con respecto a los sucesos específicos de Ranquil, el autor señala que el Estado chileno avaló a los primeros desatando su represión contra los desposeídos. “El desalojo de las tierras que afectó a los colonos, indígenas y campesinos en Ranquil, fue utilizado para terminar de constituir la gran propiedad agrícola en el valle de Lonquimay”. En cuanto a la naturaleza del levantamiento protagonizado por los desposeídos, el autor señala: “La defensa de las hijuelas hechas por los colonos, inquilinos y campesinos en el alto BíoBío, tienen un carácter espontáneo no preparado….no son parte de una insurrección política organizada existente en el país, argumentación del gobierno para enviar tropas a la zona” 21. Para Palacios Ríos, en Ranquil se enfrentaron dos identidades: aquella representada por los latifundistas y la de los desposeídos. Mientras la primera se remonta a los primeros días de la conquista española y se ve reforzada por el desarrollo de la gran propiedad territorial, la segunda se ve disgregada “en la medida que pierde la posesión de la tierra” 22. Indígenas, colonos pobres, campesinos e inquilinos, son las diversas categorías con que el autor se refiere a los protagonistas populares de los sucesos que se van narrando. En su conjunto son definidos como “cultivadores rurales….que producen para la subsistencia y que comparativamente con otros sectores sociales poseen una posición inferior en lo económico, político y social”23. En ese marco, el autor concluye definiendo los acontecimientos de Ranquil como un “conflicto campesino, o sea, el enfrentamiento colectivo o de un sector con otro sector social más favorecido….”24. 20
Id.:11.
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I)d. 12.
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Id. : 13
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Id. 12.
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Gabriel Salazar, en el Prólogo a la obra de Palacios Ríos, se hizo una pregunta fundamental: “¿Quién puede decir ’soy el verdadero propietario’? ¿El hombre de la tierra, que en tiempos inmemoriales nació en ella, vivió sobre ella y la amó compartiéndola, comunitariamente, con todos y entre todos….o el capitalista de la gran ciudad que, requerido por el mercado y la dinámica de su propia acumulación, se apropia de las tierras vírgenes y comunitarias para construir sobre ellas –y sobre sus primeros poseedores- una gran empresa moderna, una gran explotación económica?”25. René Peri Fagestrom, “Sucesos del Alto Bío-Bío”, Historia (PUC) El historiador Ricardo Donoso, desde su particular visión política, dice de ello en su libro ‘Alessandri, Agitador y Demoledor’: "Un grupo de inquilinos del Fundo Ranquil, levantados en armas, abandonaron sus tierras y en una semana se desparramaron en una extensión de 150 kilómetros, pasando a cuchillo a pulperos, mayordomos y propietarios que intentaron oponérseles". Patricio Manns, uno de los autores más reconocido por su compromiso con las luchas populares en Chile, ha prestado su atención a los sucesos de Ranquil en más de una ocasión. "Yo he venido a buscar la espantosa verdad de 1934, entre otras cosas, para que los chilenos sepamos de una vez por todas quienes somos los chilenos, que hicimos y que es lo que se nos oculta de nuestra propia historia. Porque los acontecimientos de 1934 jamás entraron en la historia oficial"26.. , Renato Reyes escribió un corto artículo sobre el tema en el diario mapuche Azkintuwe27. Bajo el título “Levantamiento campesino en Ranquil, Lonquimay”, el autor hace un relato corto en el cual se detallan los principales hitos de la rebelión. En general no aporta datos nuevos pero insiste en la dimensión ‘indígena’ de los sucesos. “Un episodio que unió, tal vez por única vez, a mapuche-pewenche y campesinos chilenos pobres. Se trata de la más olvidada y no por ello la menos terrible de las matanzas gestadas desde el Estado chileno contra aquellos que se oponen a los designios del poder”. Fundamenta su posición en por lo menos tres aspectos de la revuelta: que esta tuvo lugar en territorios que ocuparon, hasta la llegada del estado chileno, por los pehuenches; que se hizo referencia en la prensa a la 25
Gabriel Salazar, Prólogo a Germán Palacios Ríos, Ranquil. La violencia en la expansión de la propiedad agrícola (Ediciones ICAL, Santiago, 1992): 3. 26 27
Patricio Manns, "El Memorial de la Noche"
Renato reyes, “Levantamiento campesino en Ranquil, Lonquimay”, Periódico Mapuche Azkintuwe, Julio de 2004: 7
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participación de ‘cien indígenas’ en los combates y, finalmente, que se consignan los nombres de por lo menos diez pehuenches en la lista de detenidos que fueron presentados al juez sumariante cuando se sofocó la rebelión. “En Nitrito, Ranquil, Quilleime, Lolco y Trubul, los campesinos se unieron en defensa de los expulsados, recibiendo el apoyo de los mapuche de la reducción Maripe, cuyo lonko Ignacio Maripe, quince años antes había perdido sus tierras en el mismo Fundo Ralko. Según se consigna en documentos de la época, este lonko pewenche fue salvajemente torturado en vida, sacándosele los ojos, cortándosele la lengua y las orejas hasta dejarlo exánime”. Como veremos más tarde, la participación de los pehuenche en el movimiento fue bastante marginal y más bien inventada por la prensa sensacionalista y de derecha. Por el momento, sin embargo, corresponde preguntarnos: ¿por qué se habla en este artículo de chilenos pobres y no de mestizos fronterizos? En otras palabras, ¿por qué se elimina el elemento étnico de la crisis que se vivió en los Altos de Bio-Bio? Más recientemente Reinaldo Morales, “Indígenas y campesinos, el 5 de julio de 1934. La Matanza de Ranquil”, se refirió al tema proporcionando algunos valiosos detalles proporcionados por testigos de la fuga de los colonos hacia la localidad argentina de Rucachoroy 28. “Samuel Reyes Huinca es un mestizo que puebla una reducida hijuela en las cercanías del bosque Reigolil, hasta donde hemos llegado. El conoció y ayudó a los perseguidos que cruzaron por ese paso hacia Rucachoroy, caserío argentino encalvado en plena cordillera. Nos dijo que casi todos venían heridos o contusos, enancados en bestias cortadas de tanto correr. “Se detuvieron en este lugar, agregó Reyes Huinca, porque lo hallaron seguro”. Morales, al igual que los demás autores que asumen una posición pro-indígenista y reivindicativa, reitera los elementos generales que se conocen de estos sucesos, subrayando los aspectos represivos y de solidaridad que se gestaron, en su opinión, entre los diversos protagonistas populares de la gesta. “La falta de medios, la imposibilidad de trabajar, la inclemencia del tiempo, el hambre, la desolación y el temor constante de caer en manos de las fuerzas que les perseguían, convirtió a los labriegos, generalmente mapuches, en seres errantes y resentidos, en una suerte de animales trashumantes. Se les fueron plegando los que sintieron que se les aproximaban las horas parecidas, los que se condolieron de sus penalidades y aquellos que confraternizaron sin hacer preguntas, conociendo estas luchas en otras esferas. Entre éstos, se hallaban trabajadores de los lavaderos de oro, jornaleros del túnel Las Raíces y 28
Reinaldo Morales, “Indígenas y campesinos, el 5 de julio de 1934. La Matanza de Ranquil”, Revista Portal Ser Indígena, Febrero 16, 2006.
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también algunos ferroviarios y camioneros que se sumaron a la protesta”. Si bien la evidencia disponible no avala la extensa alianza socio-política que describe el autor, queda en evidencia su deseo de perpetuar un mito. Confundiendo la cronología de los hechos, se produce en su relato una transposición de situaciones y eventos que, eventualmente, le coadyuvan en su deseo de crear una épica guerrillera y popular allí donde nunca existió. “En esporádicos combates, la aguerrida comunidad de mapuches, obreros y campesinos depuestos, hizo retroceder a las fuerzas policiales, escaramuzas en que ganaron armas y municiones, que quedaron dispersas o enredadas en la montaña. Durante las noches, los amotinados preparaban sus planes para burlar a los atacantes y adiestrar a los que saldrían a la vanguardia. Al dilatarse la campaña de defensa, aumentaba la rebeldía, pero a la vez que se sublevaban las conciencias se agotaban los víveres, sin que hubiera medios para reponerlos. Los campamentos levantados en los lavaderos de oro, hasta donde llegaron numerosísimas familias de campesinos desplazados, fueron quedando desiertos. Cientos de trabajadores del túnel se plegaron con entusiasmo, sin medir las consecuencias. Sin dinero y sin medios de subsistencia, nadie les fiaba. El odio crecía. Las primeras embestidas nocturnas se dirigieron a las pulperías. El saqueo fue total, sin misericordia. Los pulperos que opusieron trabas o resistencia pagaron con sus vidas el forcejeo. Igual suerte corrieron algunos hacendados. A raíz de esta arremetida sangrienta, algunos de los amotinados desertaron confundidos por el terror. Acaso de entre ellos surgió el delator que llevó la alarma hasta Curacautín, centro de operaciones de las fuerzas de orden. Bien comidos y abrigados con sus nuevos ponchos de castilla, poseedores de gran cantidad de aguardiente y vino, con tabaco, yerba y harina para todos, y con muchos tiros y escopetas flamantes, se sintieron seguros e invencibles”. El interés por conocer los sucesos de Ranquil no languidece. Por el contrario, pareciera que por fin la gente misma- vale decir, los sobrevivientes y parientes de aquellos que fueron asesinados en esos infaustos días de junio de 1934- desea contar su historia y dar su versión de los eventos. Con este propósito, el Instituto de Estudios del Patrimonio de la universidad Arturo Prat, (Sede Victoria) organizó un evento público a fines de enero de 2008 que tituló: “La “Jornada de Diálogo: Memoria de Ránquil”. La sesión, de acuerdo a la declaración hecha por el Instituto, contaría con la participación de “una decena de testigos, directos e indirectos, de los sangrientos hechos del año 1934
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(“revuelta”; “matanza”; “revolución campesina”, son algunas de las denominaciones), quienes han llevado el “peso” de haber sido actores o parientes o cercanos a aquellos, de uno u otro bando, los que serán acompañados en calidad de público- testigo de este memorable acontecimiento, por familiares, amigos, vecinos, relaciones, autoridades, dirigentes sociales, políticos, académicos, profesionales de las ciencias sociales, historiadores y personas sensibles al tema” 29. Y luego prosigue: “El encuentro de varias generaciones de habitantes de Ránquil, Troyo y sus alrededores en la Jornada de Diálogo, todos lugares donde se escribió con sangre parte de la historia del campo chileno en general y de la comuna de Lonquimay en particular, constituirá un nuevo aporte del Instituto de Estudios del Patrimonio en su tarea de posesionarse como instancia científica líder en investigación sobre el patrimonio cultural y natural, tendiente a promover su puesta en valor para la generación presente y su legado a las generaciones futuras, para lo cual registrará todos los pormenores, lo que constituirá la base de un próximo proyecto de elaboración de un documental que dará cuenta de la memoria y de los resultados de las últimas investigaciones históricas”. El trabajo historiográfico consiste en una incesante e interminable búsqueda de nuevos significados de los sucesos del pasado. En el proceso de elaboración de las nuevas hipótesis sobre las que se funda la interpretación se conjugan, por lo menos, tres elementos: el descubrimiento de nuevos registros, lo que permite analizar datos hasta aquí desconocidos. En segundo lugar, se debe tener presente la evolución de la propia disciplina, la que desde diferentes ángulos hace aporte metodológicos, establece nuevos horizontes epistemológicos y genera miradas renovadas sobre viejos problemas. El historiador especializado –nos referimos a aquel que ha dedicado varios años o décadas al estudio de un fenómeno particular- también va madurando conceptos y categorías que, en un momento dado de su vida intelectual, le permiten interpretar los hechos de modo novedoso e innovador. En fin, todo libro de historia intenta hacer un aporte sobre un suceso que se creía conocido, sumando los avances y progresos que hace la disciplina en su conjunto, reflejando los cambios en el tiempo y dando cuenta de la maduración intelectual de algunas ideas. Como señaló uno de los autores mejor documentado sobre estos sucesos: “El estudio de Ranquil no está concluido, queda aún abierto a la investigación”30. 29
Iván Agüero Coronado, Director Instituto de Estudios del Patrimonio, Universidad Arturo Prat Sede Victoria. 30
Palacios Ríos: 17.
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Este artículo se corresponde con esas condiciones básicas que enmarcan el trabajo historiográfico. Se han fundido, en las páginas que siguen, los aportes provenientes de los archivos judiciales, los registros periodísticos y los relatos oficiales; se han agregado testimonios orales de sobrevivientes y testigos y se ha coronado el ejercicio incorporando los aportes bibliográficos hechos por historiadores, sociólogos, escritores y poetas. El marco teórico lo proporcionan una mezcla de categorías, métodos e interpretaciones provenientes de los estudios fronterizos, la historiografía de la subalternidad y el conjunto de trabajos que versan sobre el bandolerismo rural y las luchas del campesinado en América Latina. No se pretende establecer aquí la verdad absoluta y trascendente de los hechos. Esa fue una pretensión del positivismo que vivió bajo la ilusión de que el pasado se presentaba a los ojos del historiador como un fenómeno objetivo, distante, inalterable; ignorando la naturaleza histórica no solo de nuestra disciplina, sino también de lo que denominaron la ‘verdad histórica’. Nuestra pretensión se limita solamente a proporcionar una interpretación documentada de los sucesos de Ranquil, procurando reflejar las visiones y ‘verdades’ de nuestra época. Una versión que quizás servirá en el futuro para escribir nuevas versiones de un acontecimiento simbólico, sangriento y conmovedor de lo que fue el inicio del siglo XX en el antiguo territorio del Gulu Mapu. 3. LOS ORÍGENES DE LA REVUELTA. Como se ha dicho en las páginas previas, los sucesos de Ranquil no fueron protagonizados por un grupo organizado de militantes o activistas cuya intención fue instalar una ‘república comunista autónoma’ en la meseta cordillerana de Lonquimay. Tampoco fue una sublevación mapuche –pehuenche, para ser más precisos- dirigida a echar abajo el edificio institucional levantado por el Estado chileno y que resultó en la expoliación de sus tierras, la pérdida de su autonomía territorial y política y la completa transformación de sus modos de vida. En dos palabras, la revuelta no era ni una revolución proletaria ni una guerra étnica o nacionalista. Fue mucho menos que eso pero, al mismo tiempo, también estuvo mucho más arraigada en la historia reciente del Gulumapu. Fue, en síntesis, el fruto del choque entre la modernidad y el arcaísmo en su perfil más crudo y contrastante: aquel que representaba el Estado y sus ordenamientos jurídico-constitucionales – en el cual la propiedad de la tierra es consagrada por los títulos notariales- y los colonos comunes y corrientes que, de tanto estar asentados en sus terruños, pensaron que por vía de lo consuetudinario
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se reconocería a morir sobre los campos en que nacieron y murieron sus antepasados. “Se confirma que los asaltantes son ex ocupantes de tierras del fundo Ranquil”, escribió El Diario Austral, “quienes en número de varios centenares se han entregado a depredaciones”. Una visión similar desplegó La Prensa de Osorno. “El alzamiento de inquilinos se habría originado por dificultades en un antiguo litigio, que habrían aprovechado ciertos elementos revoltosos, entre los cuales figuraría el conocido agitador comunista Juan Segundo Leiva Tapia, que, tiempo atrás, acompañó como secretario a Elías Lafferte, al Congreso Comunista de Montevideo. Últimamente residía en Ranquil, donde actuaba como uno de los dirigentes del Sindicato de Obreros y Campesinos de Lonquimay”31. Los titulares, sin embargo, no se condecían con el texto que acompañaba la sensacional noticia. Allí, de un modo más mesurado se reiteraban algunos de los conceptos alarmistas, pero también se hacía referencia a los protagonistas de la revuelta como campesinos despojados de sus posesiones. “Algunos antiguos ocupantes, que fueron lanzados de esos terrenos hace dos meses, se apoderaron por violencia de los fundos Ranquil. Nitrito y Rahue, saquearon las pulperías, y habrían cometido algunas otras depredaciones, incluso hubo algunos homicidios”. Sobre el estallido mismo de la revuelta, La Prensa informaba: “Se sabe que hace dos meses fueron desalojados los ocupantes del fundo Ranquil, en el Alto Bio-Bío y estos aprovechando la ausencia de los carabineros asaltaron ayer las casas del fundo y las pulperías y allanaron las instalaciones de las demás reparticiones del fundo. Noticias inconfirmadas dicen que se produjo con ese motivo un tiroteo, entre los asaltantes y cuidadores, en el cual resultaron varios muertos y numerosos heridos. Conseguido su objeto, asaltaron también los fundos Rahue y Nitrito, encabezados por los elementos comunistas”32. A pesar del tono alarmista y anti-popular que desde un comienzo asumieron los órganos de prensa, en ninguno de los periódicos consultados se hizo omisión de las causas reales que llevaron a los habitantes de la meseta cordillerana a levantarse contra el orden sociopolítico local. “Es un antiguo litigio de tierras”, subtituló El Diario Austral en su edición del 29 de junio, “El origen de los graves sucesos que se están desarrollando en el lejano valle de Lonquimay, que en esta época se encuentra cubierto por una espesa capa de nieve, se remonta a varios años atrás, pero su causa inmediata no tiene más de dos meses de data. En efecto, 31 32
La Prensa, (Osorno), 29 de Junio de 1934. La Prensa, (Osorno), 29 de Junio de 1934.
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por orden judicial y gubernativa, en el mes de abril se procedió con fuerza de Carabineros a lanzar del fundo Ranquil a sesenta familias de ocupantes, que sin derecho de ninguna especie y oyendo a agitadores de profesión que les prometían el reparto de las tierras, se habían posesionado de grandes extensiones de terreno. En aquella oportunidad fue necesario enviar un fuerte destacamento de Carabineros a imponer a la ley y el derecho. Los ocupantes no hicieron resistencia, y se retiraron tranquilamente a una reserva de cuatro mil hectáreas, que en esa misma zona se les dio a título gratuito, para sus afanes de colonización”33. En apariencia, el traslado de los colonos hacia tierras concedidas por el Estado terminaba con el problema que presentaba su desalojo desde sus terruños ancestrales. También se pensó que la acción, paliativa de una injusticia, lograría disipar cualquier huella de crítica respecto de los atropellos y abusos que cometían los grandes empresarios contra miserables colonos. Pero no fue así. No todos guardaron el silencio cómplice que habitualmente acompaña a las tropelías que se cometen desde las altas esferas del poder. “Los terratenientes y acaparadores de tierra, en sus ansias de lucro y soberbia de poderío, se apoderan de terrenos que colonos con grandes sufrimientos y sacrificios, consumiendo su vida y la de sus hijos han hecho productivo, de la noche a la mañana se ven despojados de sus bienes y arrojados a lugares inhabilitados; en el hambre, la desesperación y la miseria, han vuelto a sus antiguas posesiones, para ellos su verdadera PATRIA”34. Se podría que todo esto era pura retórica, inspirada por la ‘ideología comunista’ de los alzados. Pero no era tan fácil. Era la voz más profunda de quienes se alzaron reivindicando una historia y clamando por justicia. Sin duda, a pesar de su larga incubación, la revuelta cogió por sorpresa a las autoridades. Nadie estaba preparado para contener la rabia de los insurgentes. Los dos carabineros de Rahue, informó El Diario Austral, debieron abandonar su posición, “impotentes para hacer frente a la numerosa poblada, que según esas mismas informaciones sumaría seiscientos individuos”, acudiendo a dar aviso de la situación a la Subcomisaría de Lonquimay. Desde allí, proseguía el periódico, se envió un destacamento de 16 hombres para resguardar los fundos afectados, pero no pudieron cruzar los ríos Bio Bio y Llanquen porque los facciosos se habían apoderado de las lanchas. No obstante, el desplazamiento de la fuerza policial habría dejado indefensa la villa de Lonquimay hacia la cual parecían marchar los ‘revoltosos’ con el objeto, 33
El Diario Austral, 29 de junio de 1934.
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Vida Nueva (Osorno), 30 de Junio de 1934
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“probablemente, de saquear el pueblo, que se encuentra ahora sin guarnición”. El enfrentamiento clasista, debido en gran parte a la debilidad del aparato estatal, adquirió un perfil aún más nítido con la organización de una fuerza paramilitar dirigida a proteger los intereses de los grandes terratenientes. Al igual que durante las huelgas y movilizaciones populares que remecieron al norte de Chile durante la década de1900, los patrones y sus empleados se armaron y reaccionaron en conjunto para enfrentar lo que veían como violencia popular. “Los vecinos se han aprestado para la defensa”, informó El Diario Austral al comentar el posible asalto de la turba contra Lonquimay, “La Milicia Republicana, que cuenta con numerosos elementos en aquella lejana población, ha tomado la dirección de este movimiento de seguridad y, por otra parte, se ha organizado una Guardia Blanca, que opera bajo el mando directo del Subdelegado”. Con palabras mucho más dramáticas, La Nación publicó en sus páginas centrales el siguiente titular: “Armadas de picotas, hachas, palos y piedras las mujeres se aprestan a la defensa” 35. Y luego agregaba basado en el reporte de su corresponsal, un tipo de apellido Arellano: “El pueblo de Lonquimay se compone de ochocientos habitantes. Gran mayoría de mujeres han formado una Guardia Blanca y se han armado de palos, hachas, piedras y algunas con armas de fuego, con el objeto de defenderse hasta donde sea posible del asalto que se espera de un momento a otro”. Sin duda, para los protagonistas de los sucesos, no había duda que allí se debatían elementos sustanciales y de profunda naturaleza política y social. Lo que estaba en juego, según los patrones, era la gobernabilidad de la región y, no menos importante, la legitimidad misma de sus títulos que les acreditaban como dueños de las tierras que por siglos pertenecieron a la gente común y corriente. Por esa doble razón, los mayores potentados se apresuraron en acudir en auxilio de las fuerzas policiales, último bastión entre ellos y los ‘insurgentes’. Al fin de cuentas, con la experiencia que se tenía de los primeros muertos, lo que estaba en juego era su propia vida. “Señor Gonzalo Bunster dueño fundo Guayali”, escribió el intendente de Cautín al comandante a cargo de la fuerza de carabineros instalado en la boca norte del Túnel de Las Raíces, “ofrece todos los elementos que hay en ese fundo incluso caballos para ayudar acción de Carabineros” 36. Diez días más tarde, cuando el levantamiento ya estaba sofocado, los empresarios Gonzalo Bunster y Francisco Vial, “propietarios del fundo 35 36
La Nación, 29 de junio de 1934.
Intendente Rodríguez al Comandante de carabineros, Boca Norte, sin fecha. Probablemente, 2 de junio de 1934.
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Guayalí, se dirigieron en la madrugada de hoy a ese lugar con varios acompañantes, con el objeto de secundar la labor de los carabineros y van dispuestos a hacer respetar sus propiedades”37. En Collipulli, se informaba, de un modo alarmante y con un tono similar. “Patrullas de miembros de la Milicia Republicana cooperan al resguardo del orden, en vista de que casi la totalidad de los carabineros de la ciudad han sido enviados a cooperar a la lucha contra los revoltosos”38. También en Victoria, un poco más al sur, se creó una ‘guardia blanca’ con el propósito de defender la ciudad. “Se había que los revoltosos se aproximaban a Victoria, lo cual obligó a los vecinos a reunirse en un club social para organizar la defensa de la ciudad.”, reportó La Prensa el 5 de julio, desmintiendo los rumores que hablaban de un asalto de la turba contra la ciudad. “Se estimó que las tropas del Regimiento Eleuterio Ramírez, desde Temuco, habían podido en caso necesario en dos horas trasladarse a Victoria para defender la ciudad. Pero los rumores carecían de fundamento”39. Algunos connotados latifundistas de la zona incluso se sumaron a las tropas para acudir en defensa de sus intereses. Ese fue el caso de Carlos Altamirano Rodríguez y Francisco Vidal Freire. “La tropa del general Arriagada”, informó El Mercurio el 6 de julio, “con caballos de montaña proporcionados por el señor Carlos Altamirano, haciendo grandes cortadas con guías conocedores de la región, llegó a las 17 del día a casa del Amargo”. Y luego proseguía: “Allí se cambiaron algunos caballos proporcionados por el señor Alfonso Rengifo, para continuar inmediatamente hacia la cordillera de Pemehue”. Don Sergio Zañartu, al imponerse del asesinato de su hermano don Alfonso Zañartu, se dirigió al sur, cooperar con las tropas expedicionarias que han ido a reducir a los revoltosos”40. Toda la región sureña parecía estar en pie de guerra contra los subversivos. El ‘fantasma del comunismo’ había hecho su sombría y siniestra aparición en los otrora distantes distritos fronterizos, despertando temores y prejuicios, alentando rumores y abriendo las puertas para que la ‘guerra del hombre contra el hombre’ recobrara su antigua vigencia. El Estado parecía colapsar ante la arremetida de las guardias blancas patronales que se mostraban dispuestas marchar en defensa del orden y del capital. “La Milicia Republicana de Lonquimay (pesar de sus últimas declaraciones de que no irían contra los proletarios)”, informó el diario Vida Nueva de 37
El Diario Austral, 6 de julio de 1934.
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La Prensa, (Osorno), 5 de julio de 1934.
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La Prensa, (Osorno), 5 de julio de 1934.
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La Prensa, (Osorno), 5 de julio de 1934.
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Osorno, “movilizaba sus fuerzas para aplastar este movimiento e imponer el orden...”41. En Temuco, el jefe de la milicia republicana de la ciudad, Dr. Wiederhold, “ofreció al Intendente de la provincia los servicios de esta institución, disponiendo, además el acuartelamiento de todos los milicianos de la provincia”42. La misma milicia, informó El Mercurio el 4 de julio, “inició en esta ciudad una colecta para las familias de los carabineros muertos en la refriega con los revoltosos y que ha sido encabezada con quinientos pesos por el Estado Mayor de esa institución”. Mientras tenían lugar estos preparativos, la policía intensificó su vigilancia sobre los dirigentes obreros y populares, instaló un cuartel permanente en el campamento carrilano de Las Raíces y procedió a clausurar los medios de prensa no adictos al gobierno. “En previsión de cualquier hecho”, informó El Mercurio, “se ha dispuesto la requisición de los armamentos existentes en las poblaciones de esas regiones” 43. La lucha de clases, de un modo crudo y descarnado, se desataba sin hipocresías en el escenario de la última guerra fronteriza del Gulumapu. “Alarma de los agricultores”, tituló El Mercurio, “los agricultores de la región se encuentran muy alarmados ante la situación existente pues estiman que si el movimiento persiste algunos días más, es muy posible que se plieguen a él sus inquilinos, los cual agravaría aun más sus posiciones”. Pero los revoltosos no debían luchar tan solo con el poder material de los terratenientes. También, desde un primer momento, debieron enfrentar la propaganda adversa y la campaña de desinformación que montó la prensa regional. El Diario Austral, principal instrumento en la orquestada estrategia de criminalización de los colonos ranquilinos, no perdió oportunidad para calumniarlos. “En estos momentos se encuentran en aquella zona en donde están actuando las desordenadas hordas de los forajidos, 38 carabineros”, escribió el 2 de julio, “que deben hacer frente a fuerzas muy superiores, pero que tienen a su favor el convencimiento de que están defendiendo la causa del orden y la tranquilidad y la vida de todas las personas que habitan en esos valles, y también la tranquilidad nacional…” 44. Los episodios que aparecían relatados en las páginas del principal órgano de prensa de la región constituían un verdadero rosario de calamidades, hecatombes y asesinatos. La furia popular que aparecía 41
Vida Nueva (Osorno), 30 de Junio de 1934.
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El Mercurio (Santiago), 1º. de julio de 1934.
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El Mercurio (Santiago), 30 de junio de 1934.
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El Diario Austral, 2 de julio de 1934.
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allí desplegada era suficiente para amilanar los espíritus más acendrados y despertar un sentimiento de rabia y de venganza en los más pusilánimes. “Larga huella de desolación y llanto dejan a su paso los ilusos rebeldes. Incendiaron y saquearon las casas de los pequeños colonos e inquilinos”, tituló El Diario Austral su crónica del 3 de julio. “Por allí por donde pasan las ensoberbecidas huestes inspiradas por las prédicas malsanas de tres o cuatro agitadores sin conciencia y sin escrúpulos, queda una larga huella de desolación. Según informaciones, los revoltosos no sólo habrían asaltado las pulperías, sino que también las humildes viviendas de los inquilinos y pequeños propietarios que no se quisieron plegar al descabellado movimiento que habían iniciado. A estos últimos los han dejado en la mayor miseria y a la intemperie en medio del clima más crudo de Chile, que sólo muy contados hombres pueden soportar”. Incluso algunos propietarios de los fundos tuvieron la oportunidad de usar las páginas de los periódicos para ventear sus opiniones afiebradas y adversas al movimiento. “Predica comunista sería la causa de la sublevación”, declaró al corresponsal de El Mercurio el propietario del fundo Lolco, “en la tarde de hoy el corresponsal tuvo oportunidad de conversar con el señor Gonzalo Bulnes, uno de los dueños del fundo Ralco y Lolco. El señor Bulnes nos ha manifestado que las noticias transmitidas por los corresponsales, en lo que se refiere a la situación económica de los colonos, como causa de la sublevación, son falsas, como también la que se refiere a los desalojamientos de que se ha hablado; ya que el Gobierno para impedir que se produjera una situación especial, aparceló [sic] el fundo de propiedad de los señores Bulnes y Puelma, entregando a los colonos suelos propios, en los cuales se encuentran desde algún tiempo a esta parte. La impresión del señor Bulnes, es que el movimiento se debe a la prédica comunista, y principalmente al hecho de que a aquellos lugares han llegado individuos de pésimos antecedentes, que han hecho del pillaje un postulado. Herrera Reyes, corresponsal”45. Quizás de toda la información que publicó la prensa durante esos días de crisis, muy poco correspondió a la verdad. Los rumores y cuchicheos se transformaban en noticias y esas noticias se constituían en la base de las decisiones oficiales. Un enjambre de palabras y decisiones que se iba entretejiendo hasta crear un mito que tendría escasos parangones en la historia del país. Muy pocos se detuvieron, sin embargo, a leer lo que en pequeñas columnas se anunciaba de
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El Mercurio (Santiago), 2. de julio de 1934.
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continuo: “Noticias desmentidas”, como tituló El Mercurio una de sus secciones el 4 de julio. Desde Santiago, donde las noticias provenientes de Ranquil remecieron al espectro político, prontamente se publicó una declaración gubernamental negando las raíces litigiosas del conflicto. “No ha habido orden alguna de desalojo de los obreros sublevados en Lonquimay”, tituló El Diario Austral el 1º. de julio, “No se sublevaron por desalojo.- Se entrevistaron con el Presidente de la República, señor Alessandri el Ministro de Tierras y Colonización, señor Luis Mandujano Tobar y el Director del Departamento de Tierras señor Alberto Veloso. El señor Veloso dio a S. E. amplia cuenta de la situación existente en Ranquil, y le desmintió que la sublevación fuera provocada por desalojamiento de los ocupantes de los terrenos de dicho fundo, por cuanto no existe orden alguna al respecto. Se sabe que las causas principales de la sublevación se debían a las prédicas comunistas que en esas regiones se han desarrollado en el último tiempo…”46. Las afirmaciones que se hicieron desde las oficinas ministeriales bajo cuya jurisdicción caía la responsabilidad de los sucesos que estaban teniendo lugar en Lonquimay solamente exacerbaron la escena política. “Los funcionarios de la Dirección General de Tierras, únicos culpables de los lanzamientos de los colonos”, denunció el diputado Huenchullán, según fue reportado por los diarios. “Manifestó que aún después de cerciorarse de la alevosía con que habrían procedido los asaltantes, -actos que él reprueba enérgicamente, - considera que los colonos son trabajadores y honrados “porque en la apartada región andina no han hecho otra cosa que trabajar la tierra sede que han nacido hasta que han muerto.” Censuró la prédica malsana de los elementos extraños que guiaron esos hombres y aseguró que el origen de estos sucesos era motivado por los lanzamientos de colonos, no de Ránquil, sino del fundo Nitrito que está al lado. Culpó a los funcionarios de la Dirección General de Tierras especialmente a su jefe, señor Alberto Veloso, de proceder en contra de los colonos para cooperar al interés de los que pretenden adueñarse de terrenos que no les pertenecen, y aseguró que esos jefes engañaban al propio Ministro y al propio Presidente de la República, pues en el expediente que se guarda en el Ministerio de Tierras, no dice en ninguna parte que ha habido 46
El Diario Austral, 1º de julio de 1934. Ver también La Prensa (Osorno), 1º. de julio de 1934.
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lanzamientos; sino que las personas han salido por su propio gusto”47. Aplaudiendo la valiente intervención del diputado Huenchullán, los redactores de El Horizonte de Mulchén escribieron: “Era tiempo ya que una voz prestigiosa como la del Diputado Huenchullán, se alzara valientemente en contra de funcionarios inescrupulosos que trafican con el hambre y el llanto de esos infelices que no saben más que de miserias y sufrimientos”48. Estas palabras, escritas cuando aún no desaparecía de la atmósfera el olor de la sangre derramada y tan cerca de los sucesos debiera causar alguna sorpresa, especialmente cuando los órganos de prensa junto con los aparatos del Estado se dedicaron de un modo unánime a condenar a los colonos ‘sublevados’. Con similar energía, los redactores de La Opinión, enterados de las declaraciones gubernamentales, denunciaron al gobierno por incompetencia, negligencia y falta de voluntad para terminar con el conflicto que se incubaba por ya varios meses. “No se desea eliminar las causas”, tituló el diario, “Ha llamado la atención el hecho de que aún cuando se anuncien los acontecimientos que ahora se desarrollan, con cerca de dos meses de anticipación, el Gobierno no haya tomado una sola medida para evitar en el futuro los dolorosos sucesos que están ocurriendo. En esa oportunidad representantes de los colonos del Alto Bio-Bío, y aún algunos parlamentarios de la región hicieron saber claramente al Gobierno, que ante la amenaza que se cernía sobre ellos, y sus familias, estaban resueltos a resistir violentamente los lanzamientos. No obstante todas las informaciones proporcionadas al Gobierno, se autorizaron esos lanzamientos, y las instrucciones se cumplieron sin contemplaciones de ninguna especie. Así fueron desposeídos de sus tierras, hace un mes, los colonos de Nitrito, y pocos días atrás, corrieron igual suerte los colonos del Alto BioBío”49. Y luego señaló en su edición dominical: “Los sucesos de Lonquimay derivan de una vieja cuestión de tierras. El problema de la radicación estaba resuelto por decretos gubernativos dictados el año 1930. Durante los gobiernos posteriores a esa fecha no sólo no se continuó la radicación definitiva de los ocupantes del Alto Bio-Bío, sino que se pretende derogar esos decretos. En el mes de abril hubo lanzamientos.47
El Horizonte (Mulchén) 24 de Julio de 1934
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El Horizonte (Mulchén) 24 de Julio de 1934.
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La Opinión (Santiago), 30 de Junio de 1934.
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Los sangrientos sucesos que se desarrollan, fueron previstos, y de ello se informó al Gobierno. No se hizo nada por prevenir, y ahora se dan terminantes instrucciones para perseguir a los ocupantes de esas tierras”50. Las autoridades ministeriales, enfrentadas a las acusaciones que circulaban en su contra por la responsabilidad que les cabía en el desarrollo de los sucesos, estimaron necesario publicar una declaración en el cual se aclaraba la situación legal en que se encontraba, en esos momentos, el fundo de Ranquil. 1.o No se ha autorizado ni ordenado ningún lanzamiento menos en el fundo Ranquil donde, desde que fueran radicados colonos por los organismos correspondientes, no se ha producido hasta hoy ninguna dificultad que hiciera necesaria la intervención del Ministerio. 2.o Consultado don Ramón Zañartu en su calidad de representante de doña Rosa Puelma y de Rodríguez, sobre si había iniciado gestiones de carácter judicial para obtener la entrega de terrenos en el fundo Ranquil declaró terminantemente que no había hecho tal petición y en consecuencia no ha podido existir orden judicial alguna en que se solicite el auxilio de la fuerza pública para el lanzamiento de colonos del fundo citado”51. El Mercurio, en su condición de vocero de los intereses de los más poderosos, editorializó sobre el tema. De modo directo y abierto corroboraba la versión difundida por el ministro, al mismo tiempo que dejaba en mano de los ‘sediciosos’ toda la responsabilidad de los hechos. No había en su página editorial el reconocimiento necesario de los errores cometidos ni tampoco se otorgaba algún grado justificación moral a las justas demandas de los colonos insurrectos. “El Caso de Ranquil El público tiene noticia de los sucesos de Ranquil. Los telegramas de nuestro corresponsal en Temuco dan cuenta de ellos, sin ocultar la gravedad, pero como la prensa alarmista – que tienta hacer arma de oposición de todo hecho acaecido en el país – interpreta esos sucesos de manera antojadiza, hablando de “despojos a los colonos”, de “persecución a ocupantes”, etc., es oportuno conocer los términos exactos de lo acontecido. En 1929 se concedieron títulos de propiedad por la comisión Ad Hoc a los propietarios del Fundo “Ranquil” que comprobaron 50
La Opinión (Santiago), 1º. de julio de 1934.
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La Prensa, (Osorno), 1º. de julio de 1934.
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una posesión ininterrumpida [sic] de esas tierras durante cincuenta años. Los títulos enmarcaron 37.000 hectáreas. Posteriormente el Ministro de Colonización de aquella época derogó el decreto y expidió otro, otorgando a los propietarios de Ranquil 7.000 hectáreas y reservando las 30.000 restantes para efectos de radicación de colonos. La sucesión heredera de ese fundo interpuso reclamación contra la derogación ilegal del primer decreto de radicación. Se instauró inmediatamente un pleito que se tramita en la actualidad. Los colonos que se radicaron en los terrenos reservados para el Fisco en Ranquil entraron al trabajo en sus tierras. No han prosperado por falta de organización y medios y comenzaron a experimentar todos los inconvenientes de una labor sin resultados. En estas condiciones y necesitados de medios de trabajo los radicados fiscales de Ranquil se unieron y, capitaneados por agentes comunistas, asaltaron las casas de los fundos vecinos y las pulperías, matando a sus guardadores. No ha existido medida coercitiva alguna en contra ellos ni se ha producido actuación judicial ninguna que pudiera estimarse como tentativa de desalojo”52. Las opiniones vertidas por El Mercurio coincidían de plano con las expresiones usadas por las máximas autoridades del país. Durante el debate que se dio en el Congreso en torno a estos sucesos, el ministro del Interior declaró que el movimiento de los colonos era solamente un asalto bandoleril contra la propiedad y el orden público. “Se trata de un grupo de sujetos que fueron radicados en calidad de colonos en una propiedad particular; se encuentran de hecho en ella, sin que se les haya molestado en forma alguna. No existe ninguna orden ni en contra ni a favor de ellos y por dificultades de carácter económico, seguramente y movidos por la agitación y propaganda hecha dentro y fuera del recinto del senado, resolvieron esos hombres salir de sus parcelas e irse en contra de las pulperías y almacenes que habían en los alrededores. Los asaltaron y en virtud de la resistencia hecha por lo propietarios, han sido muertos algunos. Se trata, en consecuencia, de un salteo, de un asalto a mano armada y el Gobierno tiene la obligación de someter a estos delincuentes y entregarlos a la autoridad correspondiente para que sean juzgados”53. El Ministro de Tierras, manifestó en el mismo sentido: 52
El Mercurio (Santiago), 1º. de julio de 1934.
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El Mercurio (Santiago), 3 de julio de 1934.
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“que en el fundo Ranquil la gente ha estado y está en continua posesión del suelo; que no se han hecho gestiones para desalojarlos y que el Ministerio no ha dado orden de desalojar a ningún obrero[…]. Similares expresiones usó el general Arriagada, a cargo de las tropas que reprimieron a los colonos, manifestó durante la entrevista que sostuvo con el Presidente de la República “que, a su juicio, el origen de los sucesos de Lonquimay no se debía a la falta de alimentos, pues toda la gente de dicha zona ganó bastante dinero en los lavaderos, sino que a la prédica de los elementos disolventes, como Leiva, Sagrado y otros”54. La inocencia social de los ‘sublevados’ quedó en evidencia tan pronto como fueron presentados a los tribunales. Ya el 7 de julio, cuando los primeros prisioneros comenzaron a atochar la cárcel de Victoria, y una vez que se realizaron las primeras indagaciones policiales, comenzaron a surgir las justificaciones para dejar a un importante número de ‘insurgentes’ en libertad. “Muchos de los detenidos han declarado que ellos fueron obligados a plegarse al movimiento bajo pena de muerte, por la horda de facciosos que encabezaban Leiva y los hermanos Sagredo. Es posible que, comprobada esta circunstancia y atendida la fuerza mayor que ha actuado en este caso, esos individuos sean puestos en libertad y reintegrados a las labores de la tierra”55. De modo pragmático se podría decir que los señores de la tierra – los propietarios legales de los terrenos arrebatados a sus dueños ancestrales- requerían peones para que trabajaran sus campos, no campesinos encarcelados. 4. LA ORGANIZACIÓN INTERPRETACIONES.
DE
LA
REVUELTA.
PROLEGOMENOS
E
Cuando estalló la revuelta de Ranquil no se desconocía, por lo menos a nivel de las autoridades, que allí se incubaba un movimiento social de proporciones debido a la intensa campaña de organización y movilización que realizaban los colonos para defender su derecho a poseer las tierras que poseían por varias décadas y que la Sociedad Puelma Tupper pretendía arrebatarles con el apoyo de la fuerza legal y 54
El Diario Austral, 13 de julio de 1934.
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El Diario Austral, 7 de julio de 1934.
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armada del Estado. Desde luego, desde el primer momento, se hizo memoria de las actividades que realizaba Leiva Tapia en la región y del protagonismo que tuvo en un levantamiento en el mismo predio. “Juan Leiva ya había capitaneado otro asalto en Ranquil, Lonquimay”, tituló La Nación el 29 de junio, citando fuentes de la Policía de Investigaciones, “ los sublevados de hoy, en tiempos de la Dictadura, iniciaron también un movimiento sedicioso en el fundo Ranquil, de doña Rosa Puelma de Zañartu…..los títulos del predio agrícola fueron reconocidos durante la dictadura, por el entonces Ministro de Fomento, y posteriormente, cuando se creó el Ministerio de la Propiedad Austral, se derogó un decreto anterior y se autorizó la colonización del fundo por obreros agrícolas pertenecientes al Sindicato Agrícola del Sur. Entre estos obreros, según los voceros policiales, se encontraba también Juan Leiva Tapia, que ya en esa época desarrollaba una activa labor de propaganda comunista, y que entonces encontró entre los obreros del Sindicato Agrícola un elemento fácil, maleable, para hacer germinar rápidamente las ideas subversivas. Leiva se erigió solo, de la noche a la mañana, en cabecilla de un grupo de revoltosos que asedó las casas del fundo, apoderándose de grandes extensiones de terrenos, de maquinarias y de útiles de labranza, que los obreros tomaron como suyos, ya que Leiva les había asegurado que el Fisco tenía la promesa de comprarles el fundo, y de repartir entre los colonos las 33 mil hectáreas. Según los informes policiales, la mayoría de los que entonces acompañaron a Leiva en el anterior asalto, son, también, los que hoy han colaborado junto a él en el perpetrado a las pulperías de los fundos y de los lavaderos de oro de Lonquimay”56. ¿Por qué estalló la revuelta durante los días más crudos del Invierno del Gulumapu? De acuerdo a algunos observadores, la revuelta habría estallado como parte de un complot comunista dirigido a realizar la tan anunciada ‘Revolución Social’ en Chile; los ranquilinos habrían aprovechado lo remoto de la localidad y la debilidad evidente de las fuerzas policiales –único instrumento del Estado que podría ser usado para reprimirlos de inmediato- para consolidar la ‘Revolución’ a nivel regional. Otros, sin embargo se inclinaron por aceptar parte de esta teoría –la que decía relación con el complot comunista- pero achacaron el comienzo mismo de la revuelta a un quiebre del liderazgo local. “Un disgusto entre Leiva y Alarcón aceleró el estallido del movimiento en Lonquimay”, tituló El Diario Austral su crónica del día 56
La Nación, 29 de junio de 1934.
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11 de julio, “según las órdenes de la directiva comunista, la revolución campesina debía estallar el día 9 del presente en todo el territorio” 57. Máximo Alarcón, proseguía la crónica, era un minero comunista de Lota que continuamente viajaba a la localidad minera al mismo tiempo que mantenía una estrecha colaboración con Juan Segundo Leiva Tapia. Sin embargo, el día 27 de junio, “por causas que se ignoran, ambos jefes tuvieron un serio disgusto que casi terminó a bala limpia, en que ambos hombres se separaron, acordando obrar independientemente, aunque con el mismo fin anárquico. Entonces Leiva, enfurecido porque parece que su colega Alarcón había invadido sus atribuciones dando órdenes que no le correspondían, ordenó iniciar la revuelta a sangre y fuego. Y entonces estalló el movimiento sangriento, con su cortejo de horrores y muertes. Esto era el día 27. Con esta decisión, el movimiento explotó antes de lo que habían ordenado los dirigentes comunistas de Santiago, que según se supo más tarde, habían dispuesto que el movimiento irrumpiera el 9 de julio….Dada la orden por Leiva para iniciar la revuelta, éste afirmó a los colonos que había estallado el movimiento en todo Chile, y que ya los obreros y campesinos eran dueños de todo el país y del Gobierno, y que Lonquimay ya se había entregado…”58. Por supuesto, esta suerte de noticias tendenciosa, sin mayores fundamentos –porque estaban muertos los principales protagonistas y nadie podía negarlas- fueron parte de la ‘desinteligencia’ sembrada por los funcionarios policiales desde las más altas esfera. Desde todo punto de vista se debía desprestigiar la extraordinaria acción, coordinada y estrategica, que llevaron a cabo los jefes de la última montonera fronteriza. El corresponsal de La Nación, apostado en Victoria desde los primeros días, resumió casi de modo magistral la coyuntura en que explotó la revuelta: Según las informaciones obtenidas por este corresponsal, el origen de este movimiento sería un viejo conflicto de tierras, ya que hace más o menos dos mese se ordenó a los ocupantes del gran fundo Ranquil que desalojaran los terrenos. La gente expulsada, aprovechando la completa ausencia de fuerza pública, ha saqueado las pulperías y cometido toda clase de desmanes”59.
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El Diario Austral, 11 de julio de 1934.
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El Diario Austral, 11 de julio de 1934.
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La Nación, 29 de junio de 1934.
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Los observadores que llegaron al Gulumapu en busca de una explicación de los acontecimientos pusieron atención sobre un hecho material innegable. La existencia de un sistema de propaganda popular-seguramente afiches y rayados callejeros- llamó su atención y les hizo pensar que la revuelta se gestaba de tiempo atrás. “Los periodistas santiaguinos que se trasladaron a dicha zona con las fuerzas de carabineros de la capital, han recogido la impresión de que el movimiento venía preparándose tiempo atrás, bajo la dirección de ciertos elementos de Santiago. La propaganda revolucionaria en toda esa región venía identificándose diariamente….Leiva tenía organizada en la región de Lonquimay una asociación de colonos en la cual cada miembro entregaba mensualmente cinco pesos y estas cuotas se habrían destinado a la compra clandestina de armamentos, la que venía realizando desde tiempo atrás”60. La ‘asociación de colonos’ fue el núcleo duro de la rebelión ranquilina. No se trataba de mapuches pehuenches ni de proletarios provenientes del llano, sino de gente de vieja raigambre cuyos orígenes, seguramente, se remontaban a los días en que las montoneras populares de Vicente Benavides, los hermanos Pincheiras, Bocardo y Picó, asolaron esas tierras durante las guerras de la Independencia. Después de un largo periplo histórico, los ‘sublevados’ provenían de aquella masa humana que habitó en las pueblas y rancherías de la frontera, lejos de la mirada del Estado y de la Iglesia. Se trataba de los mestizos fronterizos, aquellos que durante siglos impresionaron a cronistas y viajeros por su extraordinaria capacidad para improvisar movimientos rebeldes de magnitud, quienes buscaron su último abrigo – la última frontera- en los cajones cordilleranos y serranos de Lonquimay. Allí, instalados precariamente, fueron una vez más visitados por el Estado que acudía a cumplir su función histórica más tradicional: defender los derechos escriturados de la oligarquía. Sin embargo, en tanto que esa era la última tierra que podía ampararles y sostener su soberanía residual, los mestizos sorprendieron a quienes llegaron a sus tierras a la zaga de los sucesos de Ranquil. “Hasta ese momento ha sido imposible explicar las causas precisas de la sublevación de estos colonos”, escribió con mucha intuición el corresponsal de El Mercurio que viajó a principios de julio con el general Arriagada hacia el foco de los sucesos, “se asegura que Leiva preparaba desde hace tiempo este movimiento, obedeciendo órdenes recibidas. Ya en el mes de abril último, ante los rumores que circulaban afirmando que los 60
La Prensa, (Osorno), 5 de julio de 1934.
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colonos de Ranquil estaban en posesión de grandes cantidades de armamento, que mantenían ocultos, se efectuaron varios allanamientos que no dieron resultado. Hasta el momento en que estalló la revuelta que causó tanta alarma en esta región, todo parecía tranquilo. Se teme que los elementos extremistas, tan abundantes en esta región, se plieguen al movimiento”61. Sin embargo, volviendo al tema del momento preciso en que estalló la rebelión, se puede pensar en una explicación mucho más inmediata y pragmática y, al mismo tiempo, más arraigada en la mentalidad popular fronteriza. Más de algún vocero gubernamental se refirió al hecho pero se le dio poca importancia: nos referimos a lo crudo del Invierno de 1934 y al hambre generalizada que afectó a los colonos de las mesetas cordilleranas, recién instalados en sus nuevas tierras y sin suficientes recursos para sobrevivir. La gente se moría de hambre mientras los pulperos y hacendados mantenían en sus bodegas el pan y el alimento que podría salvar sus vidas y la de sus familias. Un detalle, incluido en una noticia casual, da cuenta de la magnitud que adquirió la fisura social en esa región. Nos referimos a la noticia publicada por El Mercurio el día 4 de julio, dando cuenta del viaje que realizarían algunos personeros hacia Lolco, uno de los fundos amagados por la revuelta. “Anoche llegó a ésta don Juan Bautista Olhagaray, hermano de don Martín Olhagaray, asesinado en el fundo Lolco. Junto con él llegaron en un autocarril los señores José María Gainza, Marcial Charo y Andrés Espina. Siguieron inmediatamente viaje a Lonquimay, con salvo – conducto y acompañados por carabineros. Se dirigen sin pérdida de tiempo al fundo Lolco. El señor Juan Olhagaray quien vivió durante muchos años en esta hacienda, ha expresado que a pesar del hondo dolor que le ha causado el asesinato de su hermano y de su cuñada ha querido sin pérdida de tiempo llegar hasta el lugar de los sucesos y ver si es efectivo que los cadáveres han sido lanzados al río y cerciorarse de los destrozos que han causado los subversivos en esta hacienda que tenía toda clase de comodidades y que en la actualidad los grandes almacenes y bodegas de que constaba, estaban repletos de cereales. Sufre especialmente por la incertidumbre en que se encuentra, pues deberá caminar cuatro días hasta llegar a Lolco, que queda a 18 leguas de Lonquimay y a 36 de Curacautín”62.[subrayad nuestro]
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El Mercurio (Santiago), 4 de julio de 1934.
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El Mercurio (Santiago), 4 de julio de 1934.
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¿Fue la revuelta de Ranquil un motín inspirado por la economía moral, ese bien ideológico tan propio de las clases populares a través de todo el Mundo? Dicho de otra manera, ¿fue la explosión de inusitada violencia de los colonos una reacción frente al acaparamiento y el alza artificial de los precios en las pulperías, en un momento en que era moralmente inaceptable lucrar con el hambre de la comunidad? Edward P. Thompson, que estudió estos fenómenos en la historia social de Inglaterra durante los siglos de inicios del capitalismo, cita un proverbio bíblico que, quizá, los ranquilinos también conocían: “Al que acapare el trigo el pueblo lo maldecirá; más la bendición recaerá sobre quien lo venda”. (Proverbios XI, 26)63. Matar por comida no era un crimen. Matar a los acaparadores, tampoco. Menos cuando el hambre acecha y la muerte se alza como una sombra ominosa sobre cada individuo. No todos desconocían este hecho. Así por lo menos lo hizo entrever La Nación en su edición del 29 de junio: “En un escenario de nieve ocurrieron los sangrientos sucesos de Lonquimay. Obreros desesperados por los destrozos causados por los temporales y la falta absoluta de recursos debida a la nieve, habrían cometido desmanes”64. Pero no todos estaban dispuestos a aceptar el fundamento ético de la revuelta ni a permitir que, en base a justas demandas, se procediera a asesinar a gente inocente, robar, incendiar, destruir y sembrar el terror sobre el resto de la población. Los afuerinos podrían tener sus propios códigos para resolver sus crisis domésticas, políticas y sociales al margen de la autoridad, pero para los habitantes de las ciudades y para todos aquellos que habían aceptado la imposición del estado de derecho que trajo consigo la ‘Pacificación’, las acciones de los inquilinos caían en el mero plano de la anarquía, la prepotencia y la criminalidad. En una palabra, para quienes se sumaron para condenar la revuelta, los hechos no tenían nada de heroico ni eran parte de una epopeya: solamente eran manifestaciones de esa brutal ignorancia que se asoció con la barbarie apenas unas décadas atrás. La prensa asumió una perspectiva similar. Para El Diario Austral, la movilización violenta de los colonos ranquilinos fue lo que denominó una “rebelión agraria” 65. No obstante, el mismo periódico, al informar sobre los sucesos, dio diferentes connotaciones al movimiento. Así, en su edición del 2 de julio, se refirió al “descabellado movimiento de Lonquimay, que hasta ahora sólo ha revestido caracteres de bandolerismo, sin que en ningún momento pueda creerse que los individuos han estado luchando por 63
Edward P. Thompson, “La economía moral de la multitud en la Inglaterra del siglo XVIII”, en Tradición, revuelta y cosnciencia de clase. Estudios sobre la crisis la sociedad pre industrial (Editorial Crítica, Barcelona, 1979), pp. 62-134. 64
La Nación, 29 de junio de 1934.
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El Diario Austral, 30 de junio de 1930.
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ideales, sino únicamente guiados por el afán de saqueo y matanza….”. El título de “descabellado movimiento” fue nuevamente usado por los redactores del periódico en su edición del 4 de julio, cuando la revuelta se acercaba ya a su fin. Ese mismo día, el periódico titulaba la rebelión como “el levantamiento de los campesinos de Ranquil”. Apenas un día después, El Diario Austral se refería al “condenable movimiento iniciado en la región de Lonquimay, y cuyo desarrollo ha mantenido en constante expectación a la opinión pública, y que se ha traducido en los actos vandálicos a que se han entregado los campesinos, azuzados por los elementos subversivos…”66. Refiriéndose al rastro de despojos, saqueos y muertes que dejaban los ‘facciosos’ mientras huían de las fuerzas policiales, El Diario Austral sintetizó: “Eran las hordas de Atila en Chile”67. El 6 de julio, cuando ya se restauraba la calma, el diario se refirió a “la revuelta de los campesinos de Lonquimay y de los valles del Alto Bío-Bío, que había sido hábilmente azuzada y provocada por agitadores de profesión”68. “Levantamiento de carácter sedicioso”, fue la descripción que usó el mismo periódico el día 14 de julio. Los diarios capitalinos fueron también implacables en su opinión anti comunista y anti subversiva cuando se refirieron a estos hechos. El Mercurio, a pesar de reconocer que no tenía informaciones seguras sobre lo que sucedía en Ranquil, informaba: “Durante el día de ayer circularon en esta capital algunos rumores que hablaban de movimientos sediciosos iniciado por los comunistas en el sur del país” 69. Dando cuenta de las noticias que llegaban desde Temuco, el mismo periódico informó en otra sección: “Temuco, 28. – En la tarde de hoy circuló en esta ciudad la noticia de un levantamiento de obreros agrícolas de Lonquimay, comentándose que probablemente habría muertos y heridos. Esta noticia fue esclarecida más tarde cuando los carabineros de Lonquimay avisaron que se trataba de un asalto perpetrado por los inquilinos del fundo Ranquil de Alto Bío-Bío, los cuales habían sido expulsados de sus tierras hace dos meses, y que ahora tomaron la pulpería saqueándola y cometiendo otros desmanes”. Otros, también basados en rumores fueron aún más lejos. “Los sangrientos sucesos del Alto Bío Bío”, los denominó La Nación, el diario gubernamental de la época70; previamente, en sus primeros informes sobre los sucesos, el periódico fue mucho menos cauto en su descripción: “En la mañana de ayer circularon numerosos rumores 66
El Diario Austral, 5 de julio de 1934.
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El Diario Austral, 5 de julio de 1934.
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El Diario Austral, 6 de julio de 1934.
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El Mercurio (Santiago), 29 de junio de 1934.
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La Nación (Santiago), 4 de julio de 1934.
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sobre un sangriento levantamiento de obreros y de colonos agrícolas y que, dirigidos por un caudillo comunista, habría tenido lugar en los alrededores de Lonquimay”71. El Diario Ilustrado, de profunda tradición conservadora, se refirió a los protagonistas de los sucesos con los epítetos de “sediciosos”, “revoltosos”, rebeldes” y “amotinados”, reservando para el movimiento el concepto de “revuelta”. La Prensa, de Osorno, también se refirió a la revuelta como “un movimiento de carácter sedicioso de inquilinos”72. En otra edición, del 1º. de julio, se refirió a “la revuelta del valle de Lonquimay”. Los sucesos de Ranquil dividieron a la opinión ilustrada, la que reflejó en el mundo de la palabra impresa las profundas brechas que dividían en dos partes al país. El diario Vida Nueva, de Osorno, de tendencia izquierdista, se refirió a “este sonado movimiento”, justificando lo que llamó el retorno de los ranquilinos a su Patria, cuando describió los asaltos cometidos contra los fundos amagados 73. En una página editorial escrita pocos días después de haber sido sofocada la revuelta, el lenguaje utilizado por los redactores fue más destemplado y comprometido: “No es primera vez que se balean campesinos en nuestro país, ni creemos que será la última porque desde tiempos inmemoriales los colonos ocupantes de tierras fiscales vienen siendo despojados violentamente de sus posesiones, desde muchos años que los campesinos golpean las puertas de los gobiernos reclamando justicia cuando se les arrebatan sus tierras violentamente, recibiendo como respuesta la más absoluta indiferencia; a través de la constitución de la propiedad austral ordenada por el gobierno, se han lanzado colonos que por espacio de 20 y más años estaban en posesión de terrenos fiscales, después que estos campesinos se habían sacrificado largos años limpiando los terrenos, abriendo caminos en regiones intransitables por donde antes viajaban únicamente los pájaros; sin embargo no ha habido gobernante alguno capaz de reparar estas injusticias; estas injusticias y despojos llevadas a cabo por las fuerzas públicas han sido para entregar las tierras a particulares íntimamente vinculados con agentes del gobierno y con acuerdos de intendentes y gobernadores. ……………
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La Nación, 29 de junio de 1934.
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La Prensa, (Osorno), 29 de Junio de 1934.
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Vida Nueva (Osorno), 30 de Junio de 1934
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Son, pues, millares los que han caído asesinados por los bandoleros legalizados. ¡Defendamos nuestras tierras! Ha sido el grito lanzado por los colonos e indígenas asesinados por el plomo de los usurpadores de tierras; ese grito de desesperación retumba hoy día en los valles y campiñas de nuestro país. Los sucesos de los altos del Bio-Bío, (Lonquimay), que culminaron con la masacre salvaje de campesinos, no de la razón y confirma lo que afirmo; la propia prensa capitalista informo que meses anteriores a los sucesos habrían habido lanzamientos de colonos ocupantes de tierras en esa rejión (sic), los cuales habían estado reclamando ante el gobierno inútilmente su reposición. He aquí, las causas del levantamiento: los campesinos cansados de implorar justicia y no encontrándola, resolvieron entrar violentamente a ocupar las tierras que ellos por los largos años habían poseído y cultivado. Que asesinaron algunos administradores y empleados que pusieron resistencia, lo lamentamos, pero es necesario tomar en cuenta que estos son los amparadores y ejecutores de las tropelías cometidas por los hacendados, por ese solo hecho, tienen muchas cuentas con los inquilinos y colonos. Los administradores de fundos engreídos por los halagos de los patrones, se prestan para cometer muchas injusticias con los anónimos inquilinos; no es de extrañarse entonces, que los sublevados de Lonquimay en un arranque de venganza, se hayan dispuesto liquidar sus verdugos. La prensa capitalista se demuestra alarmada por estos hechos y por los asesinatos de tierras y sus lacayos, pero, cuando se despoja y se asesina colonos, esta prensa servil se calla y nada dice a los gobernantes que comparan estos crímenes. Lo que lamentamos nosotros como obreros revolucionarios es que los carabineros que ahogaron en sangre el grito de Tierra y Libertad de los campesinos son también hijos de Trabajadores y en su mayoría hijos de campesinos pobres; lamentamos verdaderamente que sean los pobres uniformados los que asesinan a sus hermanos de clase y no se den cuenta que son carne de cañón y juguete de los ricos holgazanes”74. El diario La Opinión, varias veces allanado en esos días por las fuerzas policiales que buscaban documentos que permitieran establecer una conexión material entre el Partido Comunista y los ‘revoltosos’ de Ranquil, describió el movimiento como una “Reacción lógica”. 74
Vida Nueva (Osorno), 15 de Julio de 1934
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Justificando las acciones emprendidas por los colonos que fueron despojados de sus terruños en los fundos de Nitrito y Ranquil, observó: “Los centenares de víctimas de las medidas tomadas por las autoridades, que no pudieron oponer una resistencia eficaz a los lanzamientos se prepararon, en medio de las inclemencias cordilleranas, para intentar la recuperación de sus posesiones, ya que no era posible vegetar en los caminos, y en medio de la nieve”75. Las autoridades también caracterizaron el movimiento con términos gruesos y, en algunas oportunidades, incongruentes. En ellos, por sobre todo, sobresalió su desprecio hacia el mundo popular y su profundo anti comunismo. El general Arriagada, que viajó desde Santiago para dirigir las operaciones de las tropas de carabineros que salieron en persecución de los colonos, en una entrevista que sostuvo con el presidente de la República Arturo Alessandri afirmó que los campesinos movilizados subían de 1500 –la cifra más alta citada por las fuentes- quienes “devastaron la zona en que actuaron. Dice que era una verdadera horda de bandidos, más bien chacales, los que fueron dueños de la situación durante algunos días”76. Las variaciones semánticas de los términos con que se denominó la última guerra fronteriza apuntan hacia un hecho fundamental de los sucesos que remecieron al Gulumapu: su naturaleza ambigua, su falta de perfil ideológico y su espontaneidad. Todos estos elementos, sumados a los distante y remoto del paisaje en que tuvieron lugar y el monopolio casi total que ejerció la prensa sobre el flujo de las informaciones, distorsionaron desde el primer momento la percepción pública del conflicto. Mientras unos creyeron ver la mano de Stalin agitando el calderón pluriétnico de la revuelta, otros vieron levantarse al campesino como el adalid de la gesta proletaria y revolucionaria; muy pocos tuvieron la sensibilidad de ver a un puñado de hombres que en la desesperación que les produjo la perdida de sus tierras ancestrales por una orden gubernamental, recurrieron a los dispositivos de violencia y resistencia que forjaron sus antepasados para dar una lucha que sería la última en una región que aún vivía atrapado en el arcaísmo y la tradición, más allá de los límites del Estado. Tampoco vieron el fantasma del hambre que se alzó sobre la gente durante ese invierno particularmente crudo y hostil. En ambos lados del espectro que se constituyó como opinión, primaron las doctrinas, los prejuicios y los proyectos políticos. No hubo tiempo para observar la vida real de gente sometida a los rigores y que, en esos instantes, necesitaba más del socorro que de la represión. 75
La Opinión (Santiago), 30 de Junio de 1934.
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El Diario Austral, 13 de julio de 1934.
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Ranquil fue, por cierto, una revuelta sangrienta. Pero no tuvo los rasgos que atribuyen los historiadores a los movimientos políticos modernos ni tampoco fue la ‘revolución bolchevique’ que pretendieron ver sus detractores. Más bien fue una expresión retrograda, conservadora y tradicionalista que reflejó fielmente el mundo arcaico, remoto y aislado, en que vivieron por décadas, si no siglos, los cientos de mestizos que poblaron los valles perdidos y las lejanas mesetas de Lonquimay. Refiriéndose a la violencia popular, Igor Goicovich escribió que las clases populares, acosadas por el Estado y las elites empresariales, “especialmente la peonada de origen colonial, tiende a resistir….continúa practicando la huida como forma de evadir la proletarización forzosa, reinciden en sus prácticas transgresoras y libertinas al interior de sus ámbitos de sociabilización y si bien no rechazan explícitamente el discurso moralizador, prácticamente en ningún caso se hacen cargo del mismo. Pero además y en no pocas ocasiones, los sectores populares reaccionan violentamente contra las compulsiones elitarias”77. Eso fue lo que sucedió en Ranquil, con la sola diferencia que no fueron tan solo la rabia o el resentimiento los que actuaron como motores de los asesinatos cometidos por los colonos, sino también varios siglos de violencia, extrañamientos y marginación que, en tanto constituían ya un modo de vida, no iban a ser abandonados ante la primera presión de los patrones o de el Estado. Para muchos de los que se levantaron en Ranquil agitando la bandera de la tradición y el arcaísmo, más valía morir como afuerino que terminar los días sometidos al inquilinaje, a la proletarización o a la humillación del peonaje itinerante. Fue el peso de una historia propia que se cruzó en el camino de la mentada modernidad. También fue el último momento de protagonismo histórico nacional llevado a cabo por un grupo social heterogéneo, rebelde y altivo, que no tendría una segunda oportunidad en la Tierra. Sin saberlo quizás, los colonos de Ranquil fueron los actores sin guión de la última guerra fronteriza, esa guerra que tuvo al Gulumapu como telón de fondo de su sino inevitable e infausto.
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Igor Goicovic, “Consideraciones teóricas sobre la violencia social en Chile, Ultima Década 21, Viña del Mar, 2004: 123-145.
1850-1930”,