Benveniste, Benveniste, E. (1989) Pr obl emas de li ngüística general I I . México, Siglo XXI.
18. LA BLASFEMIA Y LA EUFEMIA
Blasfemia y eufemia: adelantamos estos neologismos2 para asociar asociar en la unidad de su manifest ación dos concept os que no se acostumbra estudiar juntos, y para establecerlos como actividades simétricas. Vemos en la blasfemia y la eufemia las dos fuerzas opuestas cuya acción conjunta produce el reniego ["blasfemia contra Dios, la Virgen o los santos": Acad. fr. jurón ]. Consideramos aquí el reniego como la expresión blasfém blas fémica ica por excelencia, enteramente distinta de la blasfemia [blasphéme] como aserto difamante con respecto a la religión o la divinidad (así la "blasfemia" [blasphéme] de Jesús proclamándo se hijo de Dios, Marcos 14, 64).3 El reniego pertenece perten ece por cierto al lenguaje, pero constituye por sí solo una clase de expresiones típicas con la que el lingüista no sabe qué hacer y que en general remite al léxico o a la fraseología. Con ello sólo se conservan del reniego los aspectos pintorescos, anecdóticos, sin fijarse en la motivación profunda ni en las formas esp ecíficas de la expresión. expresión. En las lenguas occidentales, el léxico del reniego o, si se prefiere , el e l repertor re pertorio io de las locucione lo cucioness blasfémica blas fémicas, s, tiene t iene su origen y su unidad en una característica singular: procede de la necesidad de violar la interdicción bíblica de pronunciar el nombre de Dios. La blasfemia es, de punta a cabo, un proceso proc eso de palabra pa labra;; consist e, en cierto cie rto modo, mo do, en remplaz re mplazar ar el nombre de Dios por su ultraje. 1 Archivio di Filosofía ("L'analyse du langage théologique. Le Le nom de Dieu", Actes du colloque organisé par le Centre International International d'Études humanistes et par l'Institut d'Études philosophiques de Rome, Roma, 5-11 de enero de 1966), diretto da Enrico Castelli, Roma, 1969, pp. pp. 71-73. 2 En español no son neologismos; la segunda palabra existe al menos como nombre propio. En francés sí: b/asphémie, b/asphémie, euphém/e. La "blasfemia" de siempre en español es en francés blasphéme. En este capítulo "blasfemia" traduce bíasphémie, neologismo francés, salvo indicación en contra. Con el distingo que establece el autor a continuación, los sentidos quedan claros. [T.] 3
Al parecer, los diccionarios no suelen atender a esta esta distinció n: "blasfemia: palab ra inj urios a cont ra Dios , l a Virg en y l os sa ntos" (Aca d.) ; "blas phéme : par ole
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Hay que prestar atención a la naturaleza de esta interdicción que cae no sobre el "decir alguna cosa'", que sería una opinión, sino sobre el "pronunciar un nombre", que es pura articulación vocal. Es propiamente el tabú lingüístico: cierta palabra o nombre no debe pasar por la boca. Simplemente se retira del registro de la lengua, se borra del uso, no debe existir más. Sin embargo, y es condición paradójica del tabú, tabú, este nombre debe al mismo t iempo continuar existiendo como prohibido. Es así, como existente-prohibido, como hay que plantear igualmente el nombre divino, pero además la prohibición va acompañada de las más severas sanciones, y es acogida por pueblos que desconocen la práctica del tabú aplicado al nombre de los difuntos. Esto subraya aún más intensamente el carácter singular de esta interdicción del nombre divino. Para comprenderla, y así para ver mejor los resortes de la blasfemia, hay que q ue remitirse r emitirse al análisis que Freud dio del d el tabú. "El tabú — dice dice — es una prohibición muy antigua, impuesta desde afuera (por una autoridad) y dirigida contra los deseos más intensos del hombre. La tendencia a transgredirla persiste en su inconsciente; los hombres que obedecen el tabú son am bivalent biva lent es con resp ecto ect o al tabú." tabú ." Pare cidamente cida mente , la inter dic ción del nombre de Dios refrena uno de los deseos más intensos del hombre: el de profanar lo sagrado. Por sí mismo, lo sagrado inspira conductas ambivalentes, como se sabe. La tradición religiosa no ha querido quedarse más que con lo sagrado divino y ha excluido lo sagrado maldito. La blasfemia, a su manera, quiere restablecer esta totalidad profanando el nombre mismo de Dios. Se blasfema el nombre de Dios, pues todo lo que se posee de Dios es su nombre. Sólo por ahí se puede alcanzarlo, para conmoverl conmo verloo o para p ara herirlo: herir lo: pronu p ronuncia nciando ndo su nombre. nombre . Fuera del culto, la sociedad exige que el nombre de Dios sea invocado en una circunstancia solemne, que es el juramento. Pues el juramento es un sacramentum, un llamado al dios, testigo supremo de verdad, y una devoción al castigo divino e n caso de mentira o de perjurio. Es el más grave compromiso que pueda contraer el hombre y el más grave quebrantamiento que pueda cometer, pues el perjurio no atañe a la justicia de los hombres hombres sino a la sanción divina. De modo que el nombre del dios debe figurar en la fórmula del juramento.
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En la blasfemia también debe aparecer el nombre de Dios pues la blasfemia, com o el juramento, toma a Dios por testigo' El reniego es un juramento, sí, pero un juramento de ultraje Lo que lo caracteriza propiamente concierne a cierto número de condiciones que tenemos que deslindar sucesivamente. La principal consiste en la forma misma de la expresión blasfémica. Abordamos aquí el dominio de la expresión emocional, tan poco explorado todavía, que tiene sus reglas, su sintaxis, su elocución. La blasfemia se manifiesta como exclamación, tiene la sintaxis de las interjecciones, de las cuales constituye la variedad más típica; no utiliza sino formas significantes, a diferencia de las interjecciones-onomatopeyas, que son gritos ("¡oh! ¡ay! ¡eh!"), y se manifiesta en circunstanc ias específicas. Hay que devolver su fuerza plena al término "exclamación" cuando se estudia el fenómeno lingüístico de la blasfemia. El Dictionnaire general define así la exclamación: "grito, palabras bruscas que se dejan escapar para expresar un sentimiento vivo y súbito". El reniego es en efecto una palabra que se "deja esca par" bajo la presión de un sentimiento brusco y violento, im pacienc ia, furor, percance. Pero esta palabra no es comunicativa, sólo es expresiva, por mucho que tenga un sentido. La fórmula pronunciada en blas femia no se refiere a ninguna situación objetiva en particular; el mismo reniego es proferido en circunstancias bien diferentes. No expresa más que la intensidad de una reacción a esas circunstancias. Tampoco se refiere a aquel con quien se habla, ni a una tercera persona. No trasmite ningún mensaje, no abre diálogo, no suscita respuesta; ni siquiera es necesaria la presencia de un interlocutor. Tampoco describe a quien lo emite. Éste más se traiciona que se revela. Se le ha escapado el reniego, fue una descarga emotiva. Con todo, esta descarga se realiza en fórmulas fijas, inteligibles y descriptibles. La forma básica es la exclamación "¡nombre de Dios!", es decir la expresión misma de la interdicción, y se refuerza con el epíteto que subrayará la trasgresión: "¡santo nombre de Dios!" 4 Adjuración inversa donde Dios puede ser remplazado por una de sus paredras, "Madona, Virgen", etc. 4
que
es en francés mucho nombre de Oíos" en espanto). [T.]
Sacré nom
"santo
de Díeu
más
"fuerte"
Es el "feo juramento" que mencionan los cronistas de la Edad Media. Se acentúa la intención ultrajante adhiriendo al nombre divino una invectiva, sustituyendo el "nombre" por el "cuerpo" 3 o tal o cual de sus órganos, o por su "muerte", redoblando la expresión (tipo: "bon Dieu de bon Dieu!"). Cada una de estas variedades genera numerosas variantes y permite invenciones insultantes o burlescas, pero siempre dentro del m ismo modelo sintáctico. Otro procedimiento consiste en invocar por su nombre al anti-Dios, al Diablo, con la exclamación "¡Diablo!" La necesidad de violar la interdicción, profundamente replegada en el inconsciente, halla salida en un proferimiento brutal, arrancado por la intensidad del sentimiento, y que se consuma vejando lo divino. Pero esta exclamación suscita en el acto una censura. La blasfemia suscita la eufemia. Se ve ahora cómo se sustentan los dos movimientos. La eufemia no refrena la blasfemia, la corrige en su expresión de palabra y la desarma como juramento. Conserva el marco de locución de la blasfemia, pero introduce en él tres modos de cambio: I] Remplazar el nombre "Dios" por cualquier término inocente: ¡nom d'uné pipe!, ¡nom d'un petit bonhomme!, o ¡bon sang! [o nada: ¡por vida de. . .!"]. 2] Mutilar el vocablo "Dios" por aféresis de la final: par o sustituirlo por una misma asonancia:
Dieu! > pard i!, par-bleu!
3] Crear una forma sin sentido en lugar de la expresión blasfémica: par le sang de Dieu! se vuelve palsambleu!, je renie Dieu! pasa a ser jarnibleu! [en español, p. ej., "pardiez"].
La blasfemia subsiste, pues, pero es enmascarada por la eufemia que le quita su realidad fémica, y así su eficacia sémica, volviéndola literalmente despojada de sentido. Así anulada, la blasfemia a lude a una profanación por el hab la, sin consumarla, y desempeña su función psíquica, pero invirtiéndola y disfrazándola. 5
Dejamos los ejempl os franceses, agregando apenas alguno en español. Quizá al lector le agrade multiplicar los ejemplos por su cuenta. [T.]
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Guía de lectura: 1. Explique en qué sentido los fenómenos de basfemia y eufemia trascienden la realidad lingüística. ¿Por qué razón no forman parte de un estudio gramatical tradicional? 2. Relacione la blasfemia y la Eufemia con el tratamiento que R. Penny realiza de las causas psicológicas en “Causas del Cambio semántico”, Cap 5. pp. 272 -287.
3. Investigue qué estudios lexicográficos se ocupan de estas categorías. Realice un inventario. 4. ¿Qué relación encuentra entre mala palabra, grosería, insulto, voz malsonante y los fenómenos descriptos en este texto? 5. Realice lo que sugiere la nota 5 del texto. 6. ¿Qué fenómenos ocurren en las siguientes expresiones? Piense en formas de atenuación, pretericiones, inversiones, metaplasmos, etc. a. b. c. d. e. f. g. h. i. j.
Se fue a vivir a la c de la lora No me rompas más las tarlipes. Esto es un bolonqui. Le dieron una patada en el lugar donde no le pega el sol. Es un verdadero son of a bitch. ¡Qué hdp! No quiero decir lo que es, pero la palabra empieza con pelo y termina con tudo. ¡Lo re cachó! Me cacho en diez. Pican pican los mosquitos pican con gran disimulo unos pican en la cara y otros pican en el... …
Cuando fui a la colina me dijeron cuerpo a tierra como no les hice caso me mandaron a la...
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Mi hermanita toca el piano con el profesor Pirulo cada vez que se agachaba le tocaba todo el... Culpa de un malentendido a la prima de ese buta que tenía siete novios la trataban de una... k. Como le gusta el baile al hijo de cuca no le gusta el trabajo al hijo de cuca el vive de la calle el hijo de cuca no le importa un comino al hijo de cuca. l. Es un hijo de perra.
7. Explique lo que sucede, desde el punto de vista semántico y pragmático, en este fragmento de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Capítulo XIII. Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque, con el discreto, nuevo y suave coloquio que pasó entre los dos escuderos Quince años, dos más a menos respondió Sancho , pero es tan grande como una lanza, y tan fresca como una mañana de abril, y tiene una fuerza de un ganapán. Partes son ésas respondió el del Bosque no sólo para ser condesa, sino para ser ninfa del verde bosque. ¡Oh hideputa, puta, y qué rejo debe de tener la bellaca! A lo que respondió Sancho, algo mohíno: –
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Ni ella es puta, ni lo fue su madre, ni lo será ninguna de las dos, Dios quiriendo, mientras yo viviere. Y háblese más comedidamente, que, para haberse criado vuesa merced entre caballeros andantes, que son la mesma cortesía, no me parecen muy concertadas esas palabras. ¡Oh, qué mal se le entiende a vuesa merced replicó el del Bosque de achaque de alabanzas, señor escudero! ¿Cómo y no sabe que cuando algún caballero da una buena lanzada al toro en la plaza, o cuando alguna persona hace alguna cosabien hecha, suele decir el vulgo: "¡Oh hideputa, puto, y qué bien que lo ha hecho!?" Y aquello que parece vituperio, en aquel término, es alabanza notable; y renegad vos, señor, de los hijos o hijas que no hacen obras que merezcan se les den a sus padres loores semejantes. –
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