Émile Benveniste
La noción de «ritmo» en su 1 expresión lingüística Podría ser la tarea de una psicología de los movimientos y los gestos estudiar paralelamente los términos que los denotan y los psiquismos que los comandan, el sentido inherente a los términos y las representaciones a menudo muy diferentes que estos despiertan. La noción de «ritmo» es de aquellas que interesan a una gran porción de actividades humanas. Tal vez incluso serviría para caracterizar distintivamente los comportamientos humanos, individuales y colectivos, en la medida que tomamos consciencia de las duraciones y las sucesiones que los regulan, y también cuando, más allá del orden humano, proyectamos un ritmo en las cosas y en los acontecimientos. Esta vasta unificación del hombre y de la naturaleza bajo una consideración de «tiempos», de intervalos y de vueltas semejantes, ha tenido por condición el empleo de la palabra misma, la generalización, en el vocabulario del pensamiento occidental moderno, del término ritmo que, ritmo que, a través del latín, nos viene del griego. En el griego mismo, donde ῥπκόο designa en efecto el ritmo, ¿de dónde se deriva la noción y qué significa ella propiamente? La respuesta es dada idénticamente por todos los diccionarios: ῥπκόο es el abstracto de ῥεῖλ, «fluir», habiéndose extraído el sentido de esta palabra, dice Boisacq, de los movimientos regulares de las olas. Es esto lo que se enseñaba hace más de un siglo, en los principios de la gramática comparada, y es lo que se repite aún. Y ¿qué, en efecto, es más simple y más satisfactorio? El hombre ha tomado de la naturaleza los principios de las cosas, el movimiento de las olas ha hecho nacer en su espíritu la idea de ritmo, y este descubrimiento primordial está inscrito en el término mismo. No hay dificultad morfológica en relacionar ῥπκόο y ῥέω, por una derivación que habremos de considerar en detalle. Pero el lazo semántico que se establece entre «ritmo» y «fluir» por intermedio de «movimiento regular de las olas» se revela como imposible a un primer examen. Basta con observar que ῥέω y todos sus derivados nominales (ῥεῦκα, ῥνή, 1
Journal de Psychologie, Psychologie, 1951. [Incluido en el volumen Problèmes de Linguistique Générale, I, I , Paris: Gallimard, 1966, pp. 327-335. La traducción castellana de este libro ( Problemas de Lingüística General I, I, Madrid: Siglo XXI, 1971) no incluye este texto, junto a var ios otros más que permanecen inéditos en castellano. La traducción aquí presente es de Felipe Kong Aránguiz]
ῥόνο, ῥπάο, ῥπηόο, etc.) indican exclusivamente la noción de «fluir», pero el mar no «fluye». Jamás ῥεῖλ se dice del mar, y por otro lado jamás ῥπκόο se usa para el movimiento de las olas. Son términos muy distintos los que designan este movimiento: ἄκνηο, ῥαρία, ιεκπξίο, ζαιεύελ. Inversamente, lo que fluye (ῥεῖ ), es el río, la rivera; ahora bien, una corriente de agua no tiene «ritmo». Si ῥπκόο significa «flujo, derrame», no se ve cómo habría tomado el valor propio de la palabra «ritmo». Hay contradicción entre el sentido de ῥεῖλ y el de ῥπκόο, y no salimos de la dificultad al imaginar — esto que es pura invención — que ῥπκόο ha podido describir el movimiento de las olas. Más aún: ῥπκόο, en sus usos más antiguos, no se dice del agua que fluye, y no significa tampoco «ritmo». Toda esta interpretación reposa sobre datos inexactos. Es preciso, para restaurar una historia que ha sido menos sencilla, y que es también más instructiva, comenzar por fundar la significación auténtica de la palabra ῥπκόο, y describir el empleo en sus comienzos, que se remontan hace mucho tiempo. Está ausente de los poemas homéricos. Se lo encuentra sobre todo en los autores jonios y en la poesía lírica y 2 trágica, después en la prosa ática, sobre todo en los filósofos . Es en el vocabulario de la antigua filosofía jónica que captamos el valor específico de ῥπκόο, y muy particularmente en los creadores del atomismo, Leucipo y Demócrito. Estos 3 filósofos han hecho de ῥπκόο (ῥπζκόο) , un término técnico, una de las palabras claves de su doctrina, y Aristóteles, gracias a que nos ha provisto de algunas citas de Demócrito, nos ha transmitido la significación exacta. Según él, las relaciones fundamentales entre los cuerpos se establecen por sus diferencias mutuas, y estas diferencias se reducen a tres, ῥπζκόο, δαγή, ηξνή, que Aristóteles interpreta así: δαθέξελ γάξ θαζ ηὸ ὄλ ῥπζκῷ αὶ
δαγῇ αὶ ηξνῇ ˙ ηνύηωλ δ‘ὁ κὲλ ῥπζκὸο ζρῆκά ἐζηλ, ἡ δὲ δαγὴ ηάμο, ἡ δὲ ηξνὴ έζο. «Las cosas difieren por el ῥπζκόο, por la δαγή, por la ηξνή; el ῥπζκόο es el ζρῆκα ("forma"); la δαγή ("contacto") es la ηάμο ("orden"), y la ηξνή ("giro") es la έζο, "posición"» ( Metaf ., 985 b4). Se destaca de este importante texto que ῥπζκόο significa ζρῆκα «forma», lo que Aristóteles confirma, seguidamente a este pasaje, con un ejemplo que extrae de Leucipo. Ilustra estas tres nociones y las aplica respectivamente a la 4 «forma», al «orden» y a la «posición» de las letras del alfabeto : A difiere de N por el ζρῆκα (o ῥπζκόο), AN difiere de NA por la ηάμο, e I difiere de H por la έζο. Retenemos de esta cita que ῥπζκόο tiene por equivalente ζρῆκα. Entre A y N, la diferencia es en efecto de «forma» o de «configuración»: dos palos son idénticos, Λ, sólo el tercero 2
El Diccionario de Liddell-Scott-Jones, s.v. ρυθμός, proporciona la mayoría de las referencias que han sido utilizadas. Pero las diferentes acepciones de ρυθμός son ordenadas casi al azar, procediendo del sentido de «ritmo», y sin que se discierna el principio de la clasificación. 3 Entre ρυθμός y ῥυσμός, la diferencia es sólo dialectal; es ῥυσμός lo que predomina en jónico. Hay bastantes otros ejemplos de la coexistencia de - θμος y -σμος: cf. dor. τεθμός, hom. Θεσμός; βαθμός y βασμός, etc. 4 Estas observaciones valen para la forma de las letras de los alfabetos arcaicos, que no podemos reproducir aquí. Una I es en efecto una H vertical.
difiere, siendo interior en A y exterior en N. Y es justo en el sentido de «forma» que 5 Demócrito se sirve siempre de ῥπζκόο . Escribió un tratado εξὶ ηῶλ δαθεξόληωλ ῥπζκῶλ, que significa «sobre la variedad de forma (de los átomos)». Su doctrina enseñaba que el agua y el aire ῥπκῷ δαθέξελ, son diferentes por la forma que toman sus átomos constitutivos. Otra cita de Demócrito muestra que aplicaba también ῥπζκόο a la «forma» de las instituciones: νὐδεκία κραλὴ ηῷ λῦλ αεζηῶη ῥπκῷ κὴ νὐ ἀδεῖλ ηνὺο ἄξρνληαο, «no hay medio de impedir que, en la forma (de constitución) actual, los gobernantes cometan injusticia». Es en el mismo sentido que proceden los verbos ῥπζκῶ, κεηαξξπζκῶ, κεηαξξπζκίω, «formar» o «transformar» en lo físico o en lo moral: ἀλνήκνλεο ῥπζκνῦληα ηνῖο ηῆο ηύρεο έξδεζλ, νἱ δὲ ηῶλ ηνῶλδε δαήκνλεο ηνῖο ηῆο ζνθίο, «los tontos se forman por las ganancias del azar, pero los que saben [lo que valen] estas ganancias, [se forman] por las de la sabiduría»; ἡ δδαρὴ κεηαξπζκνῖ ηὸλ ἄλξωνλ, «La enseñanza transforma al hombre»; ἀλάγ... ηὰ ζρήκαηα κεηαξξπκίεζα , «es preciso que los ζρήκαηα cambien de forma (para pasar lo anguloso a lo redondo)». Demócrito emplea también el adjetivo εξξύζκνο, cuyo sentido puede ahora ser rectificado: ni «corriente, que se derrama» (Bailly) ni «adventicio» (Lidell-Scott), sino «dotado de una forma»: ἐηεῇ νπδὲλ ἴζκελ εξὶ νὐδελόο, ἀιι’ έξξπζκί ἑάζηνζλ ἡ δόμο, «no sabemos nada auténticamente sobre nada, sino que cada uno da una forma a su creencia» (= a falta de ciencia sobre algo, cada uno se fabrica una opinión sobre todo). No hay entonces ninguna variación, ninguna ambigü edad en la significación que Demócrito le asigna a ῥπκόο, y que es siempre «forma», entendiendo por ello la forma distintiva, el ordenamiento característico de las partes en un todo. Este punto establecido no cuesta nada confirmarlo por la totalidad de los ejemplos antiguos. Consideremos la palabra primeramente en la prosa jónica. Se la encuentra una vez en Heródoto (V, 58), al mismo tiempo que el verbo κεηαξξπκίω, en un pasaje particularmente interesante porque trata de la «forma» de las letras del alfabeto: (Los griegos han tomado de los fenicios las letras de su escritura) κεηὰ δὲ ρξόλνπ ξνβαίλνληνο ἄκα ηῇ θωλῇ κεηέβαινλ αὶ ηὸλ ῥπκὸλ ηῶλ γξακκάηωλ, «a medida que el tiempo pasó, al mismo tiempo que cambiaban de lengua, los cadmios cambiaban también la forma (ῥπκόο) de los caracteres»; νἴ αξαιαβόληεο (Ἴωλεο) δδαρῆ αξὰ ηῶλ θνλίωλ ηὰ γξάκκαηα, κεηαξξπκίζαληέο ζθεωλ ὀιίγα ἐρξέωλην, «los jonios tomaron, por medio de la enseñanza, las letras de los fenicios y las usaron después de haberlas transformado (κεηαξξπκίζαληεο) un poco». No es un azar si Heródoto emplea ῥπκόο para la «forma» de las letras casi en la misma época en que Leucipo, como hemos visto, definía esta palabra sirviéndose justamente del mismo ejemplo. Es la prueba de una tradición más antigua aún, que aplicaba ῥπκόο a la configuración de los signos de escritura. La palabra sigue en uso en los autores del Corpus Hipocrático, y en el mismo sentido. Uno de ellos prescribe, para el tratamiento de los patizambos, usar un pequeño zapato de plomo «de la forma de las antiguas sandalias de 5
Las citas de Demócrito que siguen pueden encontrarse fácilmente en Diels-Kranz, Vorsokratiker , II.
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Quíos» (νἷνλ αἱ ρῖα ξῖδεο ῥπκὸλ εἶρνλ) . De ῥπκόο provienen los compuestos ὁκόξξπζκνο, ὁκνόξξπζκνο, «de la misma forma», ὁκνξξπζκί, «semejanza» (Hpc., 915 h, 916 b), εὐξξπζκόο, «de bella forma, elegante», etc. Si nos dirigimos a los poetas líricos, es más temprano aún, en el siglo VII, que vemos aparecer ῥπζκόο. Se lo usa, como ζρῆκα o ηξόνο, para definir la «forma» individual y distintiva del carácter humano. «No te jactes de tus victorias en público, aconseja Arquíloco, y no te hundas en ti para llorar tus fracasos; alégrate de los sucesos alegres y no te irrites demasiado por los malos; γίγλωζε δ’ νἷνο ῥπζκὸο ἀλξώνπο ἔρε, aprende a conocer las disposiciones que tienen los hombres» (II, 400, Bergk). En Anacreonte, los ῥπζκνί son también las «formas» particulares del humor o del carácter: ἐγὼ δὲ κζέω άληαο ὅζν ζνινὺο ἔρνπζ ῥπζκνὺο αὶ ραιενὺο (fr. 74, 2), y Teognis cuenta el ῥπκόο entre los rasgos distintivos del hombre: κήνη’ ἐαλήζῃο ξὶλ ἂλ εἰδῇο ἄλδξα ζαθλῶο ὀξγὴλ αὶ ῥπκὸλ αὶ ηξόνλ ὅληλ’ ἔρε, «no elogies jamás a un hombre antes de conocer claramente sus sentimientos, sus disposiciones (ῥπζκόο), su carácter» (964). Encontramos aquí en Teócrito: Ἀπηνλόαο ῥπκὸο ωὑηνο, «la actitud de Autonoé fue la misma» (XXVI, 23). En los trágicos, ῥπκόο y los verbos derivados guardan constantemente el mismo sentido que en todos los textos citados: ἐλ ηξγώλνο ῥπκνῖο, «en forma triangular», en un fragmento de Esquilo (fr. 78 N2); λειεῶο ὧδ’ ἐξξύκζκα, «una suerte despiadada ha hecho mi forma (= condición) presente» ( Prom., 243); όξνλ κεηεξξύκε, «(Jerjes, en su demencia,) pretendía transformar un estrecho» ( Pers., 747); κνλνξξύκν δόκν, «una 7 residencia dispuesta para una sola persona» (Supl ., 961) . Muy instructivo es el empleo de ῥπκίω en Sófocles ( Antig ., 318): ante la defensa de quien él ordena callar porque su voz le hace sufrir y que le pregunta: «¿Es a tus orejas o a tu alma que mi voz hace sufrir?», Creonte responde: ηί δὲ ῥπκίεο ηὴλ ἐκήλ ιύλ ὅνπ; «¿por qué te figuras la localización de mi dolor?» Es exactamente el sentido de ῥπκίω, «dar una forma», y el escoliasta vuelve con razón ῥπκίελ por ζρεκαηίελ, δαηννῦλ, «figurar, localizar». Eurípides habla del ῥπκόο de un vestido, de su «forma» distintiva (ῥπκόο έιωλ, Herácl . 130); de la «modalidad» de un asesinato (ηξόνο αὶ ῥπκὸο θόλνπ, El ., 772); de la «marca distintiva» del duelo (ῥπκὸο αῶλ, Supl ., 94); usa εὐξύκωο, «de una manera conveniente», para el arreglo de un lecho (Cicl ., 563) y ἄξξπκνο para una pasión «desproporcionada» ( Hip., 529). Este sentido de ῥπκόο persiste en la prosa ática del siglo V. Jenofonte ( Mem., II, 10, 10) hace de ῥπκόο, de la «proporción», la cualidad de una bella coraza, que califica de εὔξπκνο, «de bella forma». En Platón, se recoge, entre otros, el ῥπκόο, la «disposición proporcionada», entre la opulencia y la miseria (Leyes, 728 e), y en expresiones como 6
De art ., IV, 226, Littré. Otro ejemplo de ῥυθμός en Esquilo, Coéf ., 797, en contexto muy alterado, es inutilizable.
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ῥπκίελ ηὰ αδά, « formar un joven favorito» ( Fedro, 253 b), κεηαξξπκίεζα, «reproducir la forma», al hablar de las imágenes que devuelven los espejos (Timeo, 46 a); este mismo verbo κεηαξξπκίελ significa en lo moral «reformar (el carácter)» en Jenofonte ( Econ., XI, 2, 3). Y Aristóteles mismo forja ἀξξύκζηνο, «no reducido a una forma, desorganizado» ( Metaf ., 1014b 27). Hay que limitar aquí esta lista casi exhaustiva de ejemplos. Las citas bastan ampliamente para establecer: 1. que ῥπκόο no significa jamás «ritmo» desde su origen hasta el período ático; 2. que no se aplica jamás al movimiento regular de las olas; 3. que el sentido constante es «forma distintiva, figura proporcionada; disposición», en condiciones de empleo por otra parte muy variadas. Ya sean las derivadas o las compuestas, nominales o verbales de ῥπκόο, no se refieren nunca más que a la noción de «forma». Tal ha sido la significación exclusiva de ῥπκόο en todos los géneros de escritos hasta la época donde hemos detenido nuestras citas. Este sentido establecido se puede y se debe precisar. Para «forma», hay en griego otras expresiones: ζρῆκα, κνξθή, εἶδνο, etc., de las que ῥπκόο debe de alguna manera distinguirse, mejor que lo que nuestra traducción puede indicar. La estructura misma de la palabra ῥπκόο debe ser interrogada. Podemos en el presente regresar útilmente a la etimología. El primer sentido, tal como ha sido desarrollado, nos parece alejarse definitivamente de ῥεῖλ, «fluir», desde donde se lo explica. Y sin embargo no abandonaremos a la ligera una comparación que es morfológicamente satisfactoria; la relación de ῥπκόο con ῥέω no se presta por sí misma a ninguna objeción. No es esta derivación misma la que hemos criticado, sino el sentido inexacto de ῥπκόο que ha sido de allí deducido. Al presente podemos, sobre la base del sentido rectificado, retomar el 8 análisis. La formación en -()κνο merece atención por el sentido especial que le confiere a las palabras «abstractas». Indica, no el cumplimiento de la noción, sino la modalidad particular de su cumplimiento, tal como se presenta a los ojos. Por ejemplo, ὄξρζο es el hecho de danzar, ὀξρκόο la danza particular vista en su desarrollo; ρξῆζο es el hecho de consultar un oráculo, ρξζκόο la respuesta particular obtenida del dios; έζο es el hecho de poner, εζκόο la disposición particular; ζηάζο es el hecho de estar, ζηακόο la manera de estar, de allí: equilibrio de una balanza, o: estación ocasional, etc. Esta función del sufijo ya subraya la originalidad de ῥπκόο. Pero es sobre todo el sentido del radical lo que hay que considerar. Cuando los autores griegos cambian ῥπκόο por ζρῆκα, cuando nosotros mismos lo traducimos por «forma», no es en ambos casos más que una aproximación. Entre ζρῆκα y ῥπκόο, hay una diferencia: ζρῆκα por relación a ἔρω, «yo (me) tengo» (cf. la relación latina habitus: habeo), se define como una «forma» fija, realizada, puesta de algún modo como un objeto. Al contrario ῥπκόο, a partir de los contextos donde aparece, designa la forma en el instante en que se asume por aquello que es moviente, móvil, fluido, la forma de lo que no tiene consistencia orgánica: conviene al patrón de un elemento fluido, 8
Para un análisis de las formaciones en - θμος, cf. Holt, Glotta, XXVII, p. 182 ss; pero no habla de ρυθμός.
a una letra arbitrariamente modelada, a un peplo que se ajusta a su gusto, a la disposición particular del carácter o del humor. Es la forma improvisada, momentánea, modificable. Ahora bien, ῥεῖλ es el predicado esencial de la naturaleza y de las cosas en la filosofía jónica desde Heráclito, y Demócrito pensaba que, al ser todo producido por los átomos, sólo su ordenamiento diferente produce la diferencia de las formas y los objetos. Se puede entonces comprender que ῥπκόο, significando literalmente «manera particular de fluir», haya sido el término más propio para describir «disposiciones» o «configuraciones» sin fijeza ni necesidad natural y resultando de un arreglo siempre sujeto a cambio. La elección de un derivado de ῥεῖλ para expresar esta modalidad específica de la «forma» de las cosas es característica de la filosofía que la inspira; es una representación del universo donde las configuraciones particulares de lo moviente se definen como «flujos». Hay un lazo profundo entre el sentido propio del término ῥπκόο y la doctrina en la que devela una de las nociones más originales.
¿Cómo entonces, en esta semántica coherente y constante de la «forma», se inserta la noción de «ritmo»? ¿Dónde está su vínculo con el concepto propio de ῥπκόο? El problema es captar las condiciones que han hecho de ῥπκόο la palabra apta para expresar lo que entendemos por «ritmo». Estas condiciones están ya parcialmente implicadas por la definición puesta anteriormente. El sentido moderno de «ritmo», que existe también en el mismo griego, resulta a priori de una especialización secundaria, la de forma que sólo fue tratada hasta la mitad del siglo V. Este desarrollo ha tenido en realidad una creación, a la cual podemos asignar sino una fecha, al menos una circunstancia. Es Platón quien precisó la noción de «ritmo», al delimitar en una acepción nueva el valor tradicional de ῥπκόο. Hemos de citar los principales textos donde se fija la noción. En el Filebo (17 d), Sócrates insiste en la importancia de los intervalos ( δαζηήκαηα), de los cuales es necesario conocer los caracteres, las distinciones y las combinaciones si se quiere estudiar seriamente la música. «Nuestros antecesores, dice, nos han enseñado a denominar a estas combinaciones «armonías» (ἁξκνλίαο); ἔλ ηε ηαῖο λήζεζλ αὖ ηνῦ ζώκαηνο ἔηεξα ηναῦηα ἐλόληα ά γγλόκελα, ἂ δὴ δ’ ἀξκῶλ κεηξέληα δεῖλ αὖ θαζὶ ῥπκνὺο αὶ κέηξα ἐνλνκάελ. «Nos han enseñado ellos también que se produce de otras cualidades análogas, inherentes esta vez a los movimientos del cuerpo, las cuales se someten a los números y que hay que llamar ritmos y medidas (ῥπκνὺο αὶ κέηξα).» En El Banquete (187 b): Ἡ γὰξ ἁξκνλία ζπκθνλία ἐζηλ, ζπκθωλία δὲ ὁκνινγία ηο... ώζεξ γε αὶ ὁ ῥπκὸο ἐ ηνῦ ηαρένο αὶ βξαδένο, ἐ δελλεγκέλωλ ξόηεξνλ, ὕζηεξνλ δὲ ὁκνινγζάληωλ, γέγνλε. «La armonía es una consonancia, la consonancia un acuerdo... Es de la misma manera que el ritmo resulta de lo rápido y lo lento, en un principio opuestos, después acordados». Finalmente, en las Leyes (665a), enseña que los jóvenes son bulliciosos y turbulentos, pero que un cierto orden (ηάμο), privilegio exclusivamente humano, aparece en sus movimientos: ηῆ δή ηῆο
λήζεωο ηάμε ῥπκὸο ὄλνκα εἴ, ηῆ δ’ αὖ ηῆο θωλῆο, ηνῦ η’ ὀμένο ἄκα αὶ βαξένο
ζπγεξαλλπκέλωλ, ἁξκνλία ὄλνκα ξνζαγνξεύνην ρνξεία δὲ ηὸ μπλακθόηεξνλ ιεί. «Este orden en el movimiento ha recibido precisamente el nombre de ritmo, mientras que se llama armonía al orden de la voz donde lo agudo y lo grave se funden, y la unión de los dos se llama arte coral ». Se ve cómo esta definición procede del sentido tradicional, como también lo modifica. Platón emplea aún ῥπκόο en el sentido de «forma distintiva, disposición, proporción». Innova al aplicarlo a la forma del movimiento que el cuerpo humano realiza en la danza, y a la disposición de las figuras en las cuales este movimiento se resuelve. La circunstancia decisiva está allí, en la noción de un ῥπκόο corporal asociado a un κἐηξνλ y sometido a la ley de los números: esta «forma» es en adelante determinada por una «medida» y sujeta a un orden. He ahí el sentido nuevo de ῥπκόο: la «disposición» (sentido propio de la palabra) está constituida en Platón por una secuencia ordenada de movimientos lentos y rápidos, lo mismo que la «armonía» resulta de la alternancia de lo agudo y lo grave. Y es el orden en el movimiento, el proceso entero del arreglo armónico de las actitudes corporales combinado con un metro, lo que se llama desde ahora ῥπκόο. Se podrá entonces hablar del «ritmo» de una danza, de una caminata, de un canto, de una dicción, de un trabajo, de todo lo que supone una actividad continua descompuesta por el metro en tiempos alternados. La noción de ritmo está fijada. A partir de ῥπκόο, configuración espacial definida por el arreglo y la proporción distintivos de los elementos, se llega al «ritmo», configuración de los movimientos ordenados en la duración: ᾶο ῥπκὸο ὠξζκέλ κεηξεῖηα λήζε, «todo ritmo se mide por un movimiento definido» (Aristóteles , Probl ., 882 b 2). La historia aquí esbozada ayudará a apreciar la complejidad de las condiciones lingüísticas de donde se desarrolla la noción de «ritmo». Se está bien lejos de las representaciones simplistas que una etimología superficial sugería, y no es contemplando el juego de las olas sobre la orilla que la Helena primitiva ha descubierto el «ritmo»; somos nosotros, al contrario, quienes metaforizamos al día de hoy cuando hablamos del ritmo de las olas. Ha hecho falta una larga reflexión sobre la estructura de las cosas, y después una teoría de la medida aplicada a las figuras de la danza y a las inflexiones del canto para reconocer y denominar el principio del movimiento cadenciado. Nada ha sido menos «natural» que esta elaboración lenta, por el esfuerzo de los pensadores, de una noción que nos parece tan necesariamente inherente a las formas articuladas de movimiento que nos cuesta trabajo creer que no se ha tomado consciencia de ella desde su origen.