Volumen 5 - Nº30
Revista de Divulgación Científica y Tecnológica de la Asociación Ciencia Hoy ARTICULO PROCESOS ELECTORALES Y CULTURA POLÍTICA:BUENOS AIRES 1810-1850 http://www.cienciahoy.org.ar/hoy30/electoral.htm JOSÉ CARLOS CHIARAMONTE1 y MARCELA TERNAVASIO2 1 Instituto Emilio Ravignani (FFYL, UBA)2Consejo de Investigaciones (UNR) ¿Qué interés tienen, para el historiador las elecciones anteriores a la ley Sáenz Peña? ¿Pueden considerarse legitimadoras del poder político, dados los mecanismos de fraude, que las alejaban de los comportamientos políticos ideales?
Analizar las elecciones que tenían lugar durante los primeros años de vida independiente del país requiere, ante todo, librarse de ciertos prejuicios, a los cuales quizás adhiera el lector, igual que lo hacia, hasta no hace muchos m uchos años, una historiografía empeñada en construir un estereotipo del sufragio. Para tal concepción, esas elecciones constituían un asunto poco digno de estudio, pues no respondían al modelo ideal de comportamiento de una ciudadanía y estaban viciadas por el fraude y la corrupción; habrían sido una simple escenificación, mediante la cual las elites criollas intentaron legitimar el poder que asumieron luego de la Revolución de Mayo. La idea más generalizada acerca de las elecciones presenta su evolución mediante un esquema cronológico simple. Tomando como punto de partida el régimen representativo actual - fundado en un sistema de partidos políticos modernos -, busca en el pasado el itinerario seguido por sus distintas formas, así como las tergiversaciones que habría sufrido la práctica electoral. La ley Sáenz Peña, de 1912, que tuvo el propósito de garantizar la pureza del sufragio, representó un punto de inflexión. Las elecciones anteriores a esa fecha suelen ser menospreciadas como tema de estudio porque no pueden consíderarse legitimadoras del poder; dados los mecanismos de fraude implantados, que las alejaban de los modelos m odelos ideales de comportamiento político.
PERDURACIÓN DE CRITERIOS ESTAMENTALES EN LA PRÁCTICA ELECTORAL En los comicios para electores de diputados al congreso de Tucumán, la mesa electoral de Arrecifes alteró el resultado de las elecciones por entender que ciertos votos, por la calidad social de sus emisores, valían más que los de otros sufragantes. Los integrantes de la mesa se preguntaban ...cuál pluralidad, si la de número o la de Calidad y otras circunstancias debía decidirnos para el nombramiento de Electores acordamos anteponer entre los de mayar número que tuviese a su favor; la mejor calidad de sufragantes o la notoriedad de pureza y Iibertad... Por tal razón, considerando que veinte de esos sufragios de mejor calidad representarían en realidad cerca de doscientos, habida cuenta de las personas de los hijos, dependientes y asalariados de esos votantes, resolvieron dar por electos a dos candidatos que, en las actas, act as, no aparecían con el mayor número de votos. Pues los votos que ellos recibieron forman la más juiciosa mayoría y verdadera pluralidad de todos las votos reconocidos... Facultad de Filosofía y Letras, 1917, "Sesiones de la Junta Eledoral de Buenos Aires (1815-1820) - Arrecifes, Areco, Pergamino y Salto", acta del lº de agosto de 1815:14, Documentos para la Historia Argentina, VIII, Buenos Aires.
Hace algunos años, sin embargo, nuevas visiones hístoriográficas comenzaron a poner en duda esta concepción, que juzgaba a los procedimientos electorales según su distancia del modelo ideal. Se plantearon interrogantes sobre otras dimensiones del proceso y se intentó descifrar el significado del sufragio en sociedades muy diversas. Corruptas o no, las elecciones de la primera mitad del siglo pasado requieren ser vistas a la luz de esos nuevos interrogantes, atendiendo a su funcionalídad para con las transformaciones generales que trajo el abandono del régimen colonial. Para apreciar el cambio que tuvo lugar con la ruptura de los l os lazos coloniales y la instauración de un régimen representatívo, basta imaginar al hombre común de entonces - para quien la potestad del rey o del virrey había sido tan forza como un hecho de la naturaleza- convocado a elegir nuevas autoridades y sometído a ser espectador de un debate que parecía borrar todas las certezas sobre las que habia basado su existencia. Las nuevas ideas y experiencias que, por entonces, comenzaron a manífestarse - entre las que se destaca la novedosa práctica del voto - acompañaron las transformaciones sociales y políticas que se produjeron en el Rio de la Plata. Es el momento en que comenzó a construirse un espacio político, pues la política como actividad diferenciada de la sociedad era, hasta entonces, inexistente. El proceso, en la visión tradicional señalada, respondía a una imagen estereotipada: en la primera mitad del siglo XIX, la presencia de fuertes caudillos provincíales habría impedido la organización nacional, que se supone haber estado en germen. Esas fuerzas centrífugas no habrían basado su autoridad en la institucionalización del poder, sino, simplemente, en su capacidad de movilizar huestes e imponerse por la fuerza de las armas. La anterior argumentación a rgumentación se mantuvo vigente por mucho tiempo y dificultó comprender por qué no existió un Estado nacional hasta 1853; también contribuyó a oscurecer las características de otras entidades soberanas, como las ciudades o - en el lenguaje de la época - los pueblos, congregadas en la Primera Junta de gobierno y protagonistas,
por intermedio de sus cabildos, de la mayor parte de lo ocurrido en la primera década revolucionaria("Origenes de la nacionalidad argentina", CIENCIA HOY, 2:8-10). Estas soberanías de ciudad se conformarian luego como provincias, que en realidad no serian otra cosa que Estados soberanos, sujetos de derecho internacional, como proclamaron hacia 1830. En el Estado de Buenos Aires, que nos ocupa en este artículo, les cupo a la representación y al sufragio una función crucial. El análisis de los procesos electorales que tuvieron lugar entre 1810 y 1850 demuestra hasta qué punto la institucionalización de la autoridad acompañó al caudillismo. La búsqueda de una legitimación del poder por el ordenamiento legal del voto estuvo en la base de la experiencia posterior a 1810 e, incluso, en el periodo de J.M. de Rosas.
PUEBLOS DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES QUE VOTARON EN L AS ELECCIONES DE DIPUTADOS AL CONGRESO DE TUCUMÁN, 1815
En realidad, los procesos electorales hispanoamericanos datan de antes de la Independencia. Por disposición de las autoridades peninsulares, se comenzaron a realizar elecciones en 1809, fecha en que se convocaron las de diputados a las Cortes españolas, luego de la invasión napoleónica de 1808; a partir de entonces, una vez desatado el proceso de la Independencia, no se interrumpió la serie de votaciones periódicas- para designar juntas gubernativas, diputados constituyentes, gobernadores, intendentes, miembros de cabildos, etc.-; es por demás significativo constatar que el sufragio conservó la mayor parte de los rasgos del sistema electoral hispano. Durante los primeros diez años de vida independiente, la guerra contra la metrópoli y la imposibilidad de constituir una autoridad central que impusiera orden en los territorios del ex virreinato ocasionaron una rápida y desordenada sucesión de autoridades municipales, provinciales y centrales, y la rápida convocatoria a congresos, de los cuales, los que llegaron a reunirse, como el de Tucumán en 1816 o la Asamblea del año XIII, dictaron normas y estatutos de efímera vida. Las elecciones tenían determinadas características comunes, fijadas por los decretos convocantes.
Una de estas era la representación de ciudad, quizás el rasgo clave del régimen imperante hasta 1820, que prolongaba una de las modalidades de la sociedad colonial. Los representantes no eran individuos sino sujetos corporativos; por ejemplo, en la Primera Junta de gobierno, en 1810, eran las ciudades con ayuntamiento - cabildos -, o los pueblos del virreinato, expresión en la que el vocablo pueblo no tenía el alcance que le dio la democracia moderna sino otro, propio de las sociedades del antiguo régimen, que abarcaba al conjunto orgánico de vecinos privilegiados. El derecho al voto estaba Iimitado a los vecinos, no sólo para elegir las autoridades municipales sino, también, las provinciales y centrales, lo que implicaba una doble exclusión: la de los habitantes de la campaña y la de quienes no tuvieran la condición de vecino. En 1815, el Estatuto Provisional otorgó una efímera representación a la campaña, que en poco tiempo dejó de ponerse en práctica. Vecinos, según el concepto colonial, eran los habitantes de ciudad casados, afincados y arraigados, esto es, los residentes del lugar; cabezas de familia y propíetarios. La categoría reflejaba la inexistencia del principio de igualdad ante la ley, al que se iría tendiendo luego de la Independencia, sin lograrlo realmente hasta mucho más tarde. El vecino gozaba del estado de ciudad, un status de privilegio, dado que en el derecho de Castilla y de Indias se entendía por estado una calidad o circunstancia por la cual los hombres usan de distinto derecho. En otras palabras, estaban sometidos a normas legales distintas según su calidad social. comprobamos, pues, que el sistema representativo inaugurado por la Revolución de Mayo, pese a frustrados intentos en otro sentido, se estableció sobre la base del antiguo a ntiguo concepto de representación corporativa y territorial, que era una categoría de la sociedad colonial. El sujeto de la representación era el vecino y no el ciudadano, en el sentido de la ciudadanía moderna, pese a que este término ya comenzaba a circular; consiguientemente, la representación se limítaba a la ciudad. Otro rasgo común a los regímenes electorales del temprano siglo XIX rioplatense era el mandato imperativo, figura tomada del derecho privado, vigente en Castilla desde fines de la Edad Media, en virtud de la cual los representantes eran apoderados de sus electores y debían ceñir su actuación a las instrucciones que estos les daban. Tal forma de representación sólo se abandonará definítívamente en el acuerdo de San Nicolás, en 1852. Una tercera característica electoral era la elección indirecta, de segundo o tercer grado según las ocasiones. A partir de 1820, cuando fracasa el intento unificador iniciado en el congreso de Tucumán -al ser rechazada por las provincias la constitución centralista de 1819- y se conforman Estados provinciales autónomos, la representación que empieza a definirse en el Estado de Buenos Aires abandona muchos de los rasgos tradicionales e incorpora otros de características novedosas. EL TRÁNSITO DEL RÉGIMEN ELECTORAL INDIRECTO I NDIRECTO AL DIRECTO VISTO POR LA PRENSA Editorial del 22 de enero de 1823 del Argos Argo s de Buenos Aires, periódico publicado por la Sociedad Literaria entre 1821 y 1825: ...acordémonos de lo que sucedía entre nosotros cuando las elecciones para estos empIeos se hacían por los Colegios o Cuerpos Electorales. ¿Quién vio jamás que su opinión fuese conforme con la mayoría de los votos públicos? Nada era más frecuente
como el que los elegidos llevasen al seno de los cuerpos c uerpos legislativos sus intereses personales, que siempre iban identificados con las miras de los gobiernos, perdiendo así de vista los del pueblo [.... ] Recobrado el pueblo en sus derechos, ha disfrutado de estas elecciones de toda su libertad. Es un engaño el persuadirse de que ella ha carecido por las listas de elegibles que en él han circulado. ¿Cuál era el objeto de estas listas sino el de presentar públicamente al examen y discusión del pueblo el mérito de unos sujetos que se creían recomendables? ¿Quién ha calificado de seducción o violencia, el que en Inglaterra los mismos candidatos arengasen a aquellos mismos en quienes reside el derecho de elegir? Aún menos participan partic ipan de ese carácter las simples listas de elegibles, porque no se ven animados de la vehemencia de un orador que mueve y arrebata. Si para interesar la natural apatía del bajo pueblo es necesario que sienta la acción y reacción de los partidos, no ha faltado aquí este resorte. Después de 1820, el gobierno de Buenos Aires, con el liderazgo del ministro Rivadavia, buscó poner en práctica un conjunto de reformas, entre otras las del régimen representativo. La ley electoral de agosto de 1821 estableció el voto directo para elegir los miembros de la Sala de Representantes, el órgano legislativo creado en 1820, encargado encar gado de elegir el gobernador; amplió muy sensiblemente la participación electoral al bajar de veinticinco años a veinte la edad mínima para ejercer el derecho de votar; estableció la representación de la campaña y, de hecho, abandonó el mandato imperativo, pues los representantes electos bajo esta ley dejaron de ser apoderados para pasar a la calidad de representantes del pueblo de Buenos Aires, con libertad de acción con respecto a sus electores - esto es, una condición equivalente a la categoría de diputados de la nación -. No resultaban designados por reducidas asambleas electorales, en las que sólo se convocaba a los vecinos de la ciudad, sino por todos los hombres libres de esta y de la campáña, sin otra restricción que la de pertenecer, como nativos o naturalizados, al Estado de Buenos Aires. Ai res. Aunque esta ley pasó a la historia como la de "Sufragio universal", porque eliminó exclusiones del tipo de las que solían afectar a jornaleros y dependientes, en realidad estaba aún lejos de tal calidad, pues contenía resabios de los antiguos sistemas: excluía a los no libres - los esclavos y sirvientes -, y no definía una representación uniforme, pues discriminaba las elecciones de ciudad y de campaña al conceder mayor representación a la ciudad de Buenos Aires (doce diputados contra once del sector rural) y al determinar distintos procedimientos electorales para cada ámbito. Es decir, estaba todavía ausente la noción de una ciudadanía. Sin embargo, la ampliación de la participación electoral fue notable. Los cambios se manifestaron no sólo en la norma sino, también, en las prácticas electorales. Mientras que antes de la ley de 1821 los sufragantes no superaban, por lo general, al centenar, a partir de su sanción llegaron a votar - en algunas elecciones - más de 4.000 personas en la ciudad y hasta 10.000 en la campaña, en circunstancias en que, según se ha calculado, había en la ciudad, hacia 1830, alrededor de 11.000 personas en condiciones de votar, sobre una población urbana de unos 55.000 habitantes. Calcular cuántos votantes potenciales había en la campaña resulta más difícil, por el mayor cambio demográfico y la constante expansión de la frontera; no obstante, el empadronamiento de 1836 sumó alrededor de 80.000 habitantes. Estas tasas de concurrencia a votar superaron, muchas veces, las verificadas en Buenos Aires entre 1860 y
1912. Aun admitiendo que las cifras puedan no ser muy confiables, no cabe duda del éxito de la explícita voluntad política de extender el voto. AVANCES DE LA FRONTERA ELECTORAL ENTRE 1821-40 PRIMER AVANCE: SECCIONES ELECTORALES DE LA CAMPAÑA BONAERENSE EN 1821. 1a,MAGDALENA Y ENSENADA; 2a,SAUCE Y QUILMES; 3a,ARRECIFES, ROJAS Y SALTO; 4a,PERGAMINO, ARECO Y FORTÍN; 5 a, PILAR; 6a, SAN FERNANDO, CONCHAS Y MATANZA; 7a,SAN VICENTE; 8a, LUJÁN, SU GUARDIA Y LOBOS; 9a, SAN JOSÉ DE FLORES, 10a, SAN ISIDRO; 11a, SAN NICOLAS. SEGUNDO AVANCE: AVANCE: SECCIONES ELECTORALES DE LA CAMPAÑA BONAERENSE EN 1832. 1a,SAN JOSE DE FLORES, MORON Y MATANZA; 2a,SAN ISIDRO, SAN FERNANDO Y CONCHAS; 3a,QUILMES, SAN VICENTE Y CAÑUELAS; 4a,ENSENADA Y MAGDALENA; 5 a,VILLA DE LUJÁN Y SU GUARDIA, 6 a,PILAR Y CAPILLA DEL SEÑOR; 7a,SAN ANTONIO DE ARECO, FORTÍN DE ARECO Y SAN ANDRÉS DE GILES; 8a,CHASCOMÚS Y RANCHOS; 9a,LOBOS, MONTE Y NAVARRO; 10a,BARADERO, SAN PEDRO Y SAN NICOLAS; 11a,ARRECIFES, SALTO, PERGAMINO Y ROJAS; 12a,DOLORES Y MONSALVO, 13a,PATAGONES. TERCER AVANCE: AVANCE: 1840. SE AGREGA A LA SECCION 14a,BAHIA BLANCA. LAS TRECE RESTANTES QUEDAN IGUAL QUE EN 1832, EXCEPTO LA 12a,QUE PASA A ESTAR FORMADA POR: TORDILLO, CHAPELEUFÚ, REAL VIEJO DE AJÓ, TAPALQUÉN, AZUL, FLORES, DEL TUYÚ, MAR CHIQUITA, DOLORES Y LOBERÍA. Archivo de la asesoría histórica, dirección de Geodesía, ministerio de Obras Públicas, provincia de Buenos Aires. Elaborado por Fernando Aliatta, UBA/CONICET. A esta interpretación, sugerida por el análisis de registros, actas y escrutinios -cuidadosamente confeccionados por quienes conformaron las mesas electorales-, se puede agregar el coincidente testimonio que dejó la prensa en órganos como el Centinela, el Argos de Buenos
Aires, el Argentino, el Nacional, el Tiempo, el Lucera y la Gaceta Mercantil, por citar sólo los periódicos más importantes. Se puede afirmar que hasta 1820, en el marco de la caótica situación imperante -caracterizada por las guerras de independencia, la sucesión de estatutos, reglamentos y constituciones, la lucha entre facciones y la imposibilidad de instituir un orden estable- las convocatorias a elecciones para designar diputados, cabildantes o miembros de alguna junta gubernativa habían sido recibidas -según insiste la prensa y demuestran los registros- con inquietante i nquietante indiferencia. Antes de los comicios no había debate público, el que se producía luego de la elección, en los colegios electorales y en los congresos. Pese a todo, las elecciones no dejaban de realizarse (los habitantes de Buenos Aires eran convocados a votar hasta dos do s veces por año), porque constituían el fundamento de la nueva legitimidad que reemplazaba a la del monarca español. Pero la convicción de que la soberanía y la libertad se dirimían en otros terrenos, como las guerras de independencia i ndependencia o las negociaciones en las asambleas del régimen de elección indirecta, resentía la participación electoral y alejaba el acto de votar de las formas ideales y estilizadas que poseía en el modelo político liberal. Además, las elecciones de primer grado no aparecían como definitorias de la sucesión de las autoridades, pues les seguían las negociaciones en las asambleas o colegios colegio s electorales y, en muchas oportunidades, las asonadas y revueltas.
BOLETA ELECTORAL CON ANOTACIONES DE ÉPOCA, C.A., 1823 COLECCIÓN FARINÍ, BIBLOTECA DE LA UNLP
DENUNCIA PERIDÍSTICA DE LA PREPARACIÓN DE FRAUDE ELECTORAL POR EL GOBIERNO. COLECCIÓN FARINÍ , BIBLOTECA DE LA UNLP
Luego de 1821, los lo s cambios fueron importantes y además de manifestarse en el aumento del número de votantes, se expresaron en el debate público porteño. La prensa discutía la
legitimidad y la representatividad de las autoridades electas y los nombres de los candidatos; hacia conocer artículos anónimos comentando las elecciones y describía en todo detalle cada acto electoral. La mayor transformación, en realidad, provino del pasaje de un régimen de sufragio indirecto al de elección directa, que trasladó la negociación de candidatos del seno de las asambleas de electores a las instancias previas a la elección. Mientras, hasta 1821, la disputa por los cargos generalmente se dirimía en las asambleas de segundo grado, a partir de ese año había que hacerlo antes de los comicios, porque, bajo las l as nuevas reglas, después de ellos no había posibilidades de negociar nada. Los forcejeos periódicos por la confección de listas de candidatos para las l as elecciones anuales de la Sala de Representantes se convirtieron en ocupación habitual de los dirigentes porteños, y la prensa divulgaba -a falta de procedimientos formales de oficialización de listas- las combinaciones de nombres que salían de los cabildeos. Pero es de observar que estas listas no solían responder, estrictamente, a divisiones partidarias o facciosas, como la de unitarios y federales, sino más bien al ascendiente que cada candidato podía tener sobre la sociedad, al punto de que era común que listas opuestas se conformaran en parte con las mismas personas. Se repetían los nombres de un elenco estable, que luego era votado según configuraciones co nfiguraciones que respondían más al señalado ascendiente que a la simple lógica de la lucha facciosa. Los rasgos rasgo s que asumía la pugna por las candidaturas revela la presencia de un régimen de notables -y no uno de partidos-, afianzado por la nueva representación y la práctica del sufragio. Antes de cada elección, los notables debían ganar su lugar en el mayor número posible de listas, negociando con sus pares en un medio intensamente fraccionado; pero también necesitaban el apoyo de personas ajenas a los círculos dirigentes, pues la obtención de votos y el control de las mesas electorales quedaba en manos de un amplio y heterogéneo grupo que hacia de intermediario entre la elite y los sufragantes. y que dominaba el arte del clientelismo electoral, una de las novedades que trajo el cambio de sistema. Empleados de policía, oficiales del ejército regular, jefes de milicia, mi licia, jueces de paz y alcaldes, todos bajo dependencia gubernamental, constituían los integrantes más obvios de ese nuevo conjunto de agentes políticos, a los que se sumaba otro colorido conjunto de personajes capaces de influir sobre el voto de la gente: los religiosos sobre sus feligreses, los capataces de obras públicas sobre sus dependientes, los capitanes de barco sobre sus marineros, los l os maestros de oficios sobre sus jornaleros, los caudillos barriales sobre los concurrentes concurrentes a las pulperías o las riñas de gallos: toda una trama de relaciones, actualizadas en cada elección, según el ámbito público o privado en el que cada dirigente o caudillo ejercía su ascendencia.
ACUARELA DE EMERIC ESSEX VIDAL, 211 MM X 209MM, 1818. REPRESENTA, SEGÚN REZA EN SU DORSO: A GAUCHO (HERDSMAN OR COUNTRYMAN). A SOLDIER OF THE CHIEF DIRECTORS BODY GUARD, A SOLDIER OF A HORSE REGIMENT OF BUENOS AIRES
LA PLAZA DE LA VICTORIA, CON LA RECOVA VIEJA Y LA PIRÁMIDE, MIRANDO AL NORESTE. N ORESTE. ACUARELA DE C.H. PELLEGRINI 316 MM X 420 MM, 1829.
Es preciso destacar el papel central que pasaron a ocupar las mesas electorales en un sistema de voto directo, verdaderas llaves de control de todo el proceso, que reemplazaron al filtro de los colegios electorales del régimen indirecto. Dichas mesas se constituían -tanto en la ciudad como en la campaña- con cuatro escrutadores electos por los sufragantes presentes en el momento de abrirse los comicios, a simple pluralidad de sufragios. Los presidentes de las mesas de la ciudad eran electos del mismo modo, mientras que en la campaña la presidencia quedaba en manos del juez de paz. Controlar la constitución de las mesas era el primer paso de un triunfo casi seguro, como afirmaba en 1833 el diputado Anchorena en la Sala de Representantes: ...ya es un axioma gano la mesa, gano las elecciones; algo más: en el día se ha llegado a tal punto, que ganada la mesa de madera, ya se tiene ganada la electoral, y ganada esta, las elecciones... Las mesas electorales tenían la facultad de decidir quiénes votaban y quiénes no; dada la laxitud de la norma sobre el derecho de voto (otorgado a todos los hombres libres) y la ausencia de padrones electorales, esa facultad era muy amplia. También les competía realizar los escrutinios, proclamar los ganadores -actos que la Sala de Representantes sólo podía revisar de comprobarse errores formales, cosa que sucedió en muy contadas ocasiones- y, en caso extremo, anular la elección. Por lo general, la Sala respetaba la soberanía de las mesas, aun cuando los resultados electorales no fueran favorables al oficialismo. EL GOBIERNO ELECTOR El régimen unanimista impuesto por Rosas en 1835, 18 35, basado en el mecanismo de lista única, es confesado sin escrúpulos por el mismo gobernador en ocasión de su mensaje de 1837 a la Legislatura. Mucho se ha escrito y hablado entre nosotros acerca del sistema constitucional: pera en materia de elecciones, como en otras, la práctica ha estado bien distante de las doctrinas más ponderadas. A todos los gobiernos anteriores se ha reprochado como un crimen, y a sus
amigos como un signo de servilidad, mezclarse en las elecciones de representantes dentro de los términos de la ley. Esto ha dado lugar a mil refugios y a la misma corrupción. El Gobernador actual deseando alejar de entre nosotros esas teorías engañosas que ha inventado la hipocresía, y dejar establecida una garantía legal permanente para la autoridad, ha dirigido, por toda la extensión de la provincia, a muchos vecinos y magistrados respetables, listas que contenían los nombres de los ciudadanos, que en su concepto merecían representar los derechos de su Patria, con el objeto de que propendiesen a su elección, si tal era su voluntad. "Mensaje del gobernador a la decimocuarta Legislatura", 1° de enero de 1837, reproducido en Benito Díaz, 1952, Juzgados de Paz de Campaña de la provincia de Buenos Aires (1821-1854), FHyCE, UNLP, pp. 173-174, La Plata. Con respecto a los sufragantes, la condición de hombre libre no constituía una categoría con sentido unívoco que permitiera delimitar taxativamente quiénes estaban facultados a emitir voto, e indicaba la persistencia de formas de esclavitud y servidumbre. Los pueblos rioplatenses conservarían, hasta bien entrado el siglo XIX, rasgos sociales poco congruentes con la modernidad de algunas de las iniciativas adoptadas luego de la Revolución de Mayo. Pese al célebre decreto de libertad de vientres, dado por la asamblea del año XIII, y a otro posterior que disponía la libertad inmediata de todo esclavo que ingresara en el territorio de las Provincias Unidas, aprobados en un fugaz contagio de entusiasmo por la Revolución Francesa, la esclavitud y el comercio de esclavos persistieron hasta mucho después. En una sociedad en la que subsistía la esclavitud y en la que no se acertaba a definir si jornaleros y dependientes formaban formaban parte de los hombres libres, no no sorprende que el concepto de ciudadano resultara poco preciso. La ley electoral no definía las condiciones de la ciudadanía, ni se dictó una ley especial a tal efecto. Es por ello comprensible que, durante décadas, se utilizara una mezcla de conceptos viejos y nuevos, tanto para definir al votante como para interpretar el mecanismo de la representación; y no sorprende que los lo s conflictos se resolvieran aplicando criterios cambiantes: mientras en algunas mesas se autorizaba a sufragar a jornaleros, extranjeros no naturalizados y hasta esclavos, en otras se apelaba al tradicional concepto de vecino y se permitía votar sólo a quienes pudiesen ser considerados tales. Lo más novedoso, a partir de 1821, fue la formalización del ritual electoral y la constitución de una esfera política diferenciada, en la que el sufragio ocupaba un sitio por cierto no menor. El afianzamiento de esta nueva esfera tuvo lugar durante la década de los años veinte, con la llamada feliz experiencia rivadaviana, y, aunque resulte sorprendente, se consolidó en la década de los treinta con Rosas. Este no sólo no suprimió la realización de elecciones ni las formas de representación impuestas en 1821, sino que llevó los índices de votantes a valores llamativamente altos, en la ciudad y la campaña. En el plebiscito de 1835, para ratificarlo con facultades extraordinarias y la suma del poder público, hubo en la ciudad más de 9000 votantes, según cifras cuidadosamente registradas en actas y escrutinios, que demuestran una fuerte voluntad política del gobernador de basar su legitimidad en el sistema represen-tativo creado en 1821.
FIESTAS MAYAS EN LA PLAZA DE LA L A VICTORIA, MIRANDO AL NORESTE. ACUARELA DE C.H. PELLEGRINI, 214 MM X 306 MM,1841
Durante la gobernación de Rosas, así como se expandió la frontera económica al incorporarse al área explotada tierras ubicadas al sur del Salado, antes ocupadas por los indios, podría decirse que también se expandió la frontera política, porque a la formación de nuevos poblados en las tierras conquistadas siguió su rápida inclusión en el mecanismo de la representación política. Estos pueblos de campaña, muy débiles aún en su asentamiento, fueron aceleradamente sumados a la práctica electoral por medio del otorgamiento del derecho de sufragio. La rápida expansión de la frontera electoral a partir de 1835, por extensión de su espacio geográfico y del número de participantes en el juego político, tuvo lugar en el marco de un régimen que excluyó la competencia y se basó en la unanimidad, producto de la acción del propio gobierno. En el campo, esa unanimidad había precedido al ascenso de Rosas al poder, pues se instauró en el momento mismo en que se dictó la ley electoral de 1821; pero en la ciudad, la práctica de las candidaturas, tan característica de la década del veinte, fue reemplazada por el sistema de lista única, con el fin de afirmar por la vía plebiscitaria una legitimidad resentida desde 1827. Es así como los años de los gobiernos de Rosas muestran esta paradójica conjunción del recurso a la vía electoral como forma de legitimación, con la supresión del disenso político, dada la unanimidad producida por el gobierno. Pero, podría preguntarse, ¿qué calidad legitimadora l egitimadora podían tener unas elecciones así amañadas? Lo cierto es que, por una parte, en el escenario rioplatense, permitían a Rosas actuar públicamente al amparo del veredicto electoral, ante un público que, o lo aceptaba porque adhería al gobierno, o no se atrevía a disentir -y si no expresaba el disenso en el momento de la votación, menos lo podía hacer públicamente luego-. Por otra parte, servían de argumento a la diplomacia extranjera, cuando no deseaba alterar sus buenas relaciones con Buenos Aires. Ello se comprueba en un informe al Foreign Office, enviado por el ministro inglés Mandeville, acerca de una propuesta de su colega francés Martigny de combatir a Rosas, a la que Mandeville respondió que le parecía más un deber particular del pueblo que lo había colocado a la cabeza del gobierno, que asunto de algún otra país.
De tal manera, se pasó de un régimen de competencia internotabiliar, en la década de 1820, a otro de unanimidad, luego de 1835. Lo que caracterizó al primero no fue una competencia de tipo moderno entre partidos, sino una que se entablaba entre un elenco estable de notables. Los nombres de los candidatos provenían de un grupo no mayor de cien personas, las que rotaron en los cargos cargo s más importantes de gobierno (miembro de la Sala de Representantes o del poder Ejecutivo) durante toda la década. Con Rosas esta alternancia llegó a su fin, pues se enquistó en la Sala un núcleo de personajes que, en su conjunto y con alguna excepción, expresan el reemplazo del tradicional elenco por otro aún más estable, subordinado al gobernador de la provincia. Lo expuesto hasta aquí deja de lado innumerables matices, con el objetivo de presentar un cuadro esquemático de la cultura política que se fue decantando antes de 1850, y de destacar el papel desempeñado por los procesos electorales. Nos ha interesado menos el estudio del resultado de estos procesos que el de sus características y el de cómo la sociedad se reorganizó en función del voto. Por eso nos detuvimos en las prácticas electorales y no en la habitual antinomia entre el modelo ideal y la práctica corrupta. La corrupción es un dato característico de la implantación im plantación de los nuevos regímenes representativos -por lo demás, igualmente presente en esos años en las prácticas electorales europeas y norteamericanas-, pero no puede agotar el análisis. Hay un campo de estudio muy provechoso, acerca de los procedimientos electorales, que considera su función en la vida política y social. En este sentido, es central atender a la articulación entre prácticas formales e informales -porque las últimas tendían a suplir lo que la ley callaba- y a la interacción entre lógicas sociales y políticas. Los puntos de contacto entre la historia social y la historia política son innumerables, en especial en un período en el que la política recién comenzaba a diferenciarse como una esfera separada de lo social. En este proceso, el sufragio cumplió con un cometido fundamental, porque, en primer lugar, se convirtió en la principal fuente de legitimidad de la autoridad política. El ritual de las elecciones y su importancia en el debate público porteño revelan que el voto no era algo trivial en esa sociedad. En segundo lugar, porque contribuyó crucialmente a la formación del Estado provincial. La expansión de la frontera política, que incorporó al ámbito provincial nuevos pueblos de campaña, trajo consigo la necesidad de integrarlos efectivamente al Estado, tarea que tenía abiertas diversas vías, una de ellas, la electoral. Esta fue eficaz para el propósito de extender la nueva presencia del Estado en ámbitos aún muy alejados del centro del poder, y para crear -en los sectores antes excluidos de la representación política- un imaginario, en el que se cruzaron concepciones antiguas y modernas en torno a la idea de representación.
MOVILIDAD EN LA INTEGRACIÓN DE LA SALA DE REPRESENTANTES
REPRESENTANTE
VECES QUE AÑOS EN LOS QUE OCUPO EL LO EJERCIO CARGO
PERSONAS QUE SE REPITEN MAS DE TRES VECES, ENTRE 1820 y1835, EN EL CARGO DE REPRESENTANTE.
Juan Pedro Aguirre Juan Alagón Pedro Capdevila Juan José Cernadas Félix Alzaga Vicente Arraga Francisco Cascallares Manuel Pinto
Juan Argerich Manuel Arrotea Francisco Belaustegui Martin Boneo Cayetano Campana Manuel Corbalán Felipe Elortondo y Palacio Inocencio Escalada Felipe Ezcurra José Ma. Ezcurra José Fuentes y Argivel Romualdo Gaete PERSONAS QUE Agustín Pinedo SE REPITEN MAS Antonio Ramírez DE TRES VECES Mariano Rolón ENTRE 1835 Y Miguel Soler 1850 EN EL Saturnino Unzué CARGO DE Pedro Vela REPRESENTANTE. Julián Vivar Baldomero García Miguel García Paulino Gan Agustín Garrigós Pablo Hernández Lucio Mansilla Angel Pacheco Bernardo Pereda Francisco Piñero Prudencio Rosas Roque Sáenz Peña Justo Villegas
5 5 4 4 5 4 4 5
1820-21-23-24-25 1820-21-23-24-25 1821-23-24-25 1828-30-32-33 1820-21-27-30-33 1821-27-30-33 1821-23-24-30 1820-21-23-24-30
6 6 6 6 5 6 7 6 4 6 7 5 6 4 6 4 4 4 6 5 7 7 6 7 5 7 7 6 7 7 6
1836-38-40-42-4446 1837-39-41-43-4547 1836-38-41-42-4446 1836-38-40-42-4446 1838-40-42-44-46 1837-39-41-43-4749 1835-37-38-40-4244-46 1837-39-41-43-4547 1840-42-44-46 1836-38-40-42-4446 1835-37-39-41-4345-47 1839-41-43-45 1836-39-41-43-4547 1837-39-41-43 1836-38-40-42-4446 1841-43-45-47 1841-43-45-47 1837-40-42-44 1836-40-41-43-4547 1836-39-41-43-47 1832-36-38-40-4244-46 1833-36-38-40-42-
44-46 1834-36-39-41-4345 1834-36-38-40-4244-46 1833-36-39-41-4345-47 1833-37-39-41-4345-47 1836-38-39-41-4345-47 1836-39-41-43-4547 1834-36-39-41-4345-47 1834-36-39-41-4345-47 1836-39-41-43-4547
Juan AIsina Nicolás Anchorena PERSONAS QUE Manuel Yrigoyen SE REPITEN MAS Vicente López DE CINCO VECES Eusebio Medrano ENTRE 1820 Y Pedro Medrano 1850 EN EL Manuel Obligado CARGO DE Miguel Riglos REPRESENTANTE. Juan N. Terrero
9 10 8 6 9 7 6 13 11
1823-24-31-36-3840-42-44-46 1827-28-30-32-3639-41-42-44-46 1821-24-36-38-4042-44-46 1820-21-25-27-3047 1821-27-32-36-3840-42-44-46 1821-27-28-34-3638-40 1820-27-30-32-3639 1820-21-23-25-2728-33-36-3840-42-44-46 1824-27-30-32-3336-38-40-42-44-46
Puede observarse que, entre 1820 y 1835, hubo mayor alternancia en el cargo de representante, que en 1835-50, 1835 -50, en que gobernaba Rosas con la suma del poder público. Este hecho se vincula con el régimen de unanimidad impuesto en 1835. La lucha por las candidaturas permitió,
en la primera etapa señalada, un recambio -siempre dentro del grupo de notables- mucho mayor que en la l a etapa rosista. El sistema de lista única ocasionó el enquistamiento en la Sala de un reducido grupo de personajes adictos al gobernador. No obstante, el tercer cuadro refleja que, en la elite, existía un grupo, también reducido, que se mantuvo en el cargo desde 1820 en adelante, sin sufrir las exclusiones que causó el ascenso de Rosas al poder.
LECTURAS SUGERIDAS BOTANA, N., 1984, La tradición republicana, Sudamericana, Buenos Aires. BOTANA N., 1991, La libertad política y su historia Sudamericana, Buenos Aires. CHIARAMONTE J.C., 1989, "Formas de identidad en el Río de la Plata luego de 1810", Boletin del Instituto de Historia Argentino y Americana Dr. Emilio Ravignani, FFyL, UBA, 1, 3 a serie. CHIARAMONTE, J.C., "El Federalismo argentino en la primera mitad del siglo XIX", en CARMAGNANI, M. (coord.), 1993, Federalismos F ederalismos latinoamericanos: México, Brasil, Argentina, F.C.E., México. COUFFIGNAL, G., "Introducción", y GUERRA, FX., "Las metamorfosis de la representación en el siglo XIX", en COUFFIGNAL, G. (comp.), 1992, Democracias posibles. El desafío latinoamericano, FC.E, Buenos Aires. HALPERIN DONGHI, T, 1972, Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla, Siglo Veintiuno, Buenos Aires. "Notabili, Elettori, Elezioni", 1988, Quaderni Storici, nuova serie, XXIII, 69, fasc. 3. ROSANVALLON, P, 1992, Le sacré du citoyen. Histoire du suffrage universel en France, Gallimard, París. SABATO, H., 1992, "Citizenship, political participation and the formation of the public sphere in Buenos Aires, 1850s -1880s", Post and Present, 136 (hay versión castellana: c astellana: "Ciudadanía, participación política y la formación de la esfera pública en Buenos Aires, 1850-1880", Entrepasados, lV 6,1994). SABATO, H. y PALTI, E., 1990, "¿Quién votaba en Buenos Aires? Práctica y tearía del sufragio, 1850-1880", Desarrollo Económico, 119