Descripción: Segundaa parte del libro Espacios y sociedades, Introduccion a la geogradia regional del mundo, primera edicion, 1984 de Mendez y Molinero. Introduccion y Capitulos 5 a 9
Descripción: Primera parte del libro Espacios y sociedades, Introduccion a la geogradia regional del mundo, primera edicion, 1984 de Mendez y Molinero. Introduccion y Capitulos 1 a 4
Descripción: libro de geografía
Descripción: El Molinero y Los Ratones
Partituras de música argentina compuestas por Ernesto Méndez y Héctor Farías Folclore argentino para guitarra Obras de nivel fácil a intermedioDescripción completa
Este en una monografia que habla sobre la historia y evolución del Estado actual.En la cual se detalla diferentes procesos como:las ordas,tribus,clanes . y un una paralelo entre lasciviliza…Descripción completa
Méndez y Molinero - Geografía y Estado
Santillana, Geografia 2 - America. Sociedades y Espacios. Serie en Linea. Manual de secundaria para segundo año de secundaria en la Pcia. de Buenos Aires
Introducción a PROBABILIDADESDescripción completa
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Santillana, Geografia 2 - America. Sociedades y Espacios. Serie en Linea. Manual de secundaria para segundo año de secundaria en la Pcia. de Buenos AiresDescripción completa
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DURAND-Mitos y SociedadesDescripción completa
Descripción: Espacios Rurales y Urbanos Diferencias y Semejanzas
Descrição: « Estamos ante una espacialidad permanentemente amenazada de secuestro y cooptación por un tipo de uso –el mercantil– que nada tiene que ver con su soporte técnico, con su materialidad; y necesi...
Derechos exclusivos de edición en castellano reservados para todo e l mundo: c I9S4: Editorial A riel, S. A. Córcega, 270 - 08008 Barcelona ISBN: M-3M-344I-5
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Depósito legal: B. 35.053 -1984 Impreso en España
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La antigua colección *Elcano», dedicada a ¡a Geografía, ha sufri do una notable transformación desde hace dos años. Nos parece plausible expre sarlo precisamente ahora, cuando han aparecido ya varias obras que res* ponden, en distin tos aspectos, a los nuevo s obje tivos de la colección. Entr e ellas, la que tengo en esta ocasión el honor de presentar, Con lo dicho, que remos señalar que el cambio de título —actualmente «Ariel Geografía va acompañado de unas modificaciones en la concepción de la coteccióñ. »— Aun cuando seguim os manteni endo obras que han adqu irido un buen prestig io entre el público interesado por la Geografía, en dos sentid os se ha orientado la modificación que hemos apuntado: por una parte diversi ficar las traducciones, en un inten to de incorporar a la bibliografía espa ñola la producción de unas escuelas, o grupos geográficos en la actualidad muy desarrollados, como es el caso de los anglosajones, o bien publica ciones relevantes de otros geógrafos poco conocidos en nuestro país ; por otra parte, potenciar la producción srcinal española, teniendo en cuenta la positiva evolución que la Geografía ha presentado, en este caso, en los últimos quinquenios. De acuerdo con el prim er sentido señalado, hace unos pocos meses he mos publicado la traducción de tos geógrafos polacos M. Potrykowski y Z. Taylor Geografía Uel transporte. Se trata de un trabajo poco conocido en España —e incluso nos atreveríamo s a decir en numer osos países de Europa occidental—, en razón de su idioma, y que, sin embargo, consti tuye una destacada novedad , por sus enfoq ues y conten idos; por otra parte , el libro se refiere a una rama geográfica insuficientemente cultivada hasta el momento presente, a pesar de la trascendencia, dentro del mundo actual, del tema tratado . Creemos que el esfuerzo que la Editorial ha efec tuado —y a pesar de ciertas dificultades de traducción y adaptación que hemos procurado resolver en la forma que nos ha parecido más correcta, sin pretender haber acertado en todos los casos — se verá compensado por el servicio que la obra prestara al público español e iberoamericano . Dentro de la segunda línea —la de potencia r la produ cción de obras ori ginales de geógrafos españoles— se publicó , el pasado año, el volumen I de la Introducción a la misma Teoríalínea de la. Ocurra Geografía. Ahora, el presen te libro continúa dentro de esta que la Geografía española ha present ado un notab le desarrollo en varios senti dos ^pr ofe sor ad o, grupos de trabajo, publicaciones —, desde mediados del séptimo decenio , hará unos veinte años. También se ha acrecentado notablemente la diversidad infor mativa y metodológica y la de los temas estudiados . Parece que elto debía haberse reflejado en un aumento de tratados y manuales srcinalmente españoles, hecho que ciertamente no se ha producido * El mercado sigue ofreciendo , por compl eto o casi por compl eto, tradu cciones de obras extran jeras , en particular de autores franceses.
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PRÓLOGO
ESPACIOS Y SOCIEDADES
A pesa r de la calid ad de un bue n nú me ro de las obra s úl tim am en te alu didas —cl aridad expo sitiva , escogi do ma teri al gráfi co y bibl iográ fico— estas pub licaci ones su de n pre sent ar, par a el lecto r españ ol e hisp ano amer ican o, varios defectos inherentes a su srcen . Este hecho está claro si tenemos en cuenta, tos ejemplos que ellas aducen, nunca o casi nunca correspondien tes a nuestras áreas, ¡a bibliografía citada e incluso la misma terminología, todo ello de gran importancia respecto a la correcta formación del estu diante o simplemente en lo que respecta a una conveniente orientación del lector interesado. Por otra pane, ciertos hechos subrayados por los autores foráneos apenas tienen representación, o carecen de ella por com plet of en nu est ros países. La fa lta de refer encia s a las realidad es pro pia s, tas carencias de análisis de nuestros entornos, el vacío estadístico y car tográfico, el silencio respecto a la producción española e iberoamericana pued en llegar a co nstitu ir grav es déf icit s. En ocasiones, con curio sas repercusiones, como ocurre en ciertas obras propias , en ¡as que se cita a lejanos autores > a veces de difícil, e incluso prácticamente imposible, consulta y se silencia en absoluto, o casi , los más cercanos .
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Una excepción a la carencia de manuales o tratados geográficos srci nales de autores españoles lo constituye la Geografía universal o regional , la que pretende mostrar la diversidad de la superficie terrestre a través de parcelas singulares, de países o estados políticos. Es la que se llamó significativamente Geografía «descriptiva», en el sentido de que intentaba mostrar las características de dichas áreas a través de unas descripciones, así corno la Historia lo hacía a través de unas narraciones. Las necesidad es de la ense ñan za esp ecia lme nte han mo tiva do la apa ri ción , en nuestro país, de varias obras srcínales . Con frecuencia, el carác ter descriptivo era predominante; en un buen número , exclusivo. Sólo es capaban a estas características algunas publicaciones que, desde mediados de siglo, pretendían mostrar unas conexiones entre el medio físico y las realizaciones humanas, de acuerdo con la renovación conceptual de la Geo grafía propia del primer tercio de nuestra centuria. De esta form a, la clarid ad fo rm al y de fon do au men tab a no tab lem ente respecto al monótono e invertebrado cuadro —co n frecuen cia, rep etim os, pu ram ent e des crip tivo — de las obras anteriores. Claridad que se confor maba ya a partir de una ordenación temática de los materiales que se iban pre sen tan do —au nqu e a vece s desemb ocan do en pre sent acio nes rígida s y carentes de personalidad — y qu e alca nzab a una ma yor pro fun did ad cuan do se conseguía mostrar unas relaciones explicativas. Desde el sex to decen io, alg uno s geóg rafo s espa ñol es se pla ntea ron el proble'tna de una pre sen tac ión de paí ses qu e resp ond iese a uno s con jun tos significativos y que no aludiesen puramente a la pertenencia a un deter minado continente. iniciaescala así una cierta teorización en los estudios de Geografía regional, Sea esta universal, que va a mostrar una indudable fecu ndi dad . Un pr im er paso se dará tras el reco noc imie nto de una s rela ciones de los distintos países con ¡as zonas climáticas correspondientes, tal como hemos señalado en nuestra Introducción a la Teoría de la Geografía de esta misma colección (véase especialmente capítulo 10). Que yo sepa, unas explicaciones ancladas claramente en estos presupuestos no se darán en la universidad española —y tan sólo en algunos casos — hasta finales del sexto decenio.
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Rica rdo Mén dez y Fe ma nd o Mol iner o, actualmente profesores en la Uni versidad Complutense de Madrid y en la Universidad de Valladolid, respec tivamente, se formaron en el octavo dece?iiot en aquella fase de pleno desa rrollo de la Geografía española a que antes hemos aludido. Durante un buen número de años han explicado la Geografía regional del mundo o Geo grafía Universal, con ¡o que la aplicación de nuevos conceptos y la búsqueda de srcinales exposiciones didácticas cuenta ya , en su caso, con una larga y con tras tad a experien cia. ■ El hilo conductor de su presentación de país es van a ser l os caract eres socioeconómicos que presentan las distintas partes del mundo. Economis < tas y soció logo s deb aten esto s pro ble mas desd e el sex to decen io y existen ya uno s resu ltad os con vinc ente s, en el cam jfo de la Geograf ía, desde me diados de la década siguiente (véase, en esta misma colección, ¡as obras de Fierre George y de Y ves La coste Panorama del mundo actual y Geogra fía del subdcsarrolJo). Ahora , expre sada esta pro blem átic a desd e Esp aña po r tos prof esor es Mén dez y Moli nero y con una exper ienci a colec tiva y perso nal de los con y pí o * ceptos y métodos aplicados y utilizados, la obra presenta un notable vedoso valor para el público español e iberoamericano , No se traí a tan sólo la existencia de de tas utiasventajas determinadas innovaciones también,decomo antesdeseñalábamos, inherentes a ser lasino expresión unas concretas necesidades y unas ciertas demandas culturales y científicas. Lo que pu dié ram os Itamar el deba te teórico, que va a justifi car este hilo conductor «desarrollo-subdesarrollo » que se mantendrá a lo largo de toda la publicación, se efectúa en la primera parte del libro. En la segunda, se estudia las característi cas geográficas •—físicas y especia lmente socio económicas, como es lógico — de las áreas desarrolladas, presentando unos ceñidos y valiosos análisis monográficos de tos casos de Europa occidental, Unión Soviética, Japón, Estados Unidos y Australia-Nueva Zelanda. En la tercera parte, tras una exposición también de conjunto de las áreas subdesarrolladas, se analiza las peculiaridades de China, Asia meridional, Asia sudoccidental y países africanos; no puede extrañar, claro está, que den tro de esta parte sean considerados con especial interés los países ibero* americanos. Creo que esta publicación representará una notable aportación a un avance de tos estudios corográficos, tan antiguos como la misma Geografía, en nuestros lares; se entiende dentro de la escala escogida, es decir , la mun dial Y ello tanto por la metodología y enfoques utilizados como por la acertada selección que de Ja abundante información se ha realizado. Pienso también que, por todo ello, el presente libro constituirá una buena contri bución a la renovación de esta colección Ariel Geografía, dentro de los objetivos que la Editorial y nosotros mismos nos hemos propuesto, tal como hemos indicado en los primeros párrafos de estas páginas preliminares. O ctu bre 19&4
J. ViiA V alentí
«Doble es ciertamente la Geografías una Genera), otra Especial. Aquélla considera la Tierra en conjun to explicando sus varías partes y sus características generales; ésta, por su parte, la Especial, observando las reglas generales vuelve a estudiar la situación de cada una de las regiones, ta división, los límites y otras cosas dignas de conocimiento. Pero los que hasta el momento escribieron sobre h Geografía lo hicieron detalladamente sólo acerca de la Especial y desarro llaron poco lo perteneciente a la General, descuidan do y omitiendo muchas cosas necesarias, de modo que los jóvenes, mientras aprendían lo especial de esta disciplina, ignoraban en su mayor parte sus fun damentos, y a la misma Geografía apenas se le podía aplicar el calificativo de ciencia.» (B.
V ar
exí o
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1650)
*La ciencia es el descubrimiento de conexiones entre los hechos. En la conexión, el hecho desaparece como puro hecho y se transforma en miembro de un sentido. Entonces se le entiende. El sentido es la ma teria inteligible.» (J. O rtega y G asset )
INTRODUCCIÓN* Entre ¡os objetivos de la Geografía, uno esencial es dar sentido al espacio en que vivimos, desde el marco local, más inmediato, hasta el contexto mundial, cada vez más próximo e interdependiente. En ese esfu er zo , las vi si on es de co nj un to ha n pe ca do con fr ec ue nc ia de exc esi vo descriptivismo, faltas precisamente de ese «sentido», de ese argumento integrador que racionalizase la simple acumulación de datos diversos v dispersos , contribuyendo asi a mantener una imagen de la disciplina, dentro del cuerpo social, frecuentemente identificada con formas de co nocimiento En este precientífico* contexto, resulte significati vo qu e , siendo una materia de estu dio omnipresente en todos los niveles de enseñanza, desde la E.G.B. a la Universidad, la Geografía Regional del Mundo conozca hoy «h cierto desprestigio entre los profesionales y en el conjunto de la sociedad. A po te nc ia r esta co nt ra di cc ió n co nt ri bu ye la esca sa bi bli og ra fía di sp o nible en español, que , además, mantiene en general un carácter enciclo pé di co , de sa rr ol la nd o un ca tál og o de pa íse s en el qu e, de forma reitera tivase yuxtapone ¡a descripción de su medio físico, población y activi dades económicas, complementada a veces con una división regional. La pr es en te ob ra in te nt a of re ce r un a vis ió n di fe re n te , no só lo pr eo cupada por actualizar los contenidos y la información , sino, ante todo, po r in co rp or ar al gu na s de las no ve da de s m eto do ló gi ca s de sa rro lla da s en las últimas décadas al servicio de una explicación geográfica integrada de! espacio mundial Junto a ello, también se ha prestado particular atención al tratamiento de algunos de ¡os hechos más relevantes que ca racterizan nuestra realidad presente, a menudo relegados en ¡os estudios pr ec ed en te s. Con estos objetivos, el estudio se estructura en tres unidades. La pri mera intenta ¡levar a cabo una consideración general sobre el marco teórico , es decir, sobre los supuestos básicos que fundamentan el aná lisis posterior, partiendo de la evolución de la disciplina para llegar a definir los criterios en ¡os que se apoya la división regional adoptada. Se ha rechazado la división tradicional por continentes y países en aras del establecimiento de grandes conjuntos regionales con clara persona lidad geográfica . La s do s re st an te s se de di ca n a an al iza r las es tr u ct ur a s y la di ná mi ca espa cia l de cad a un o de el lo s, integrándolos en dos ám bitos de caracter es opuestos y evol ución divergenter como son el mundo del desarrollo y del subdesarrolto, cuya trascendencia actual parece fuera de toda duda. La búsqueda de una identidad propia para los sucesivos conjuntos regionales , el establecimiento de un hilo conductor que des-
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
tacase los elementos esenciales en cada caso, ha sido siempre un objetivo esencia!. Esto justifica la utilización de esquemas no reiterativos en el tratamiento de los capítulos, sino, por el contrario, la selección de aque llos aspectos que, en nuestra opinión , mejor ayudan a explicar las estruc * lures espaciales básicas de cada conjunto a la escala que aquí se emplea, lo que dota al texto de una trama argumenial, discutible como es lógico , per o man ifiesta. Este trabajo podrá ser calificado por algunos como de divulgación. Sin duda lo es, si por divulgación se entiende la recopilación y actualiza ción de contenidos, sintetizando informaciones de procedencia muy di versa, al servicio de una explicación geográfica integrada del espacio mundial. Este carácter no sólo no nos parece un demérito, sino, por el co7iirariot un difícil objetivo a conseguir. El rápido y desigual desarrollo de las ciencias ha ido abriendo un vacío creciente entre la energía inte lectual dedicada a la concepción de nuevas ideas y métodos de investí gación, y la empleada en su difusión, con lo que se ha establecido una disociación progresiva entre ambas. En nuestro país, esa situación es evidente en ío que se refiere a la Geografía. La labor de investigación realizada desde ios departamentos universitarios no guarda relación con la vtsceto que de la disciplina sigue manteniendo el conjunto de la socie dad. S: para una amplia mayoría de los españoles la Geografía sigue ofrec iendo un tipo de conocimiento m eramente descriptivo , memorístico y abu rrid o, empeñada en hacernos aprender nombres o cifras perfecta mente inútiles y, por ello, resulta claramente marginada, mucho se debe rá a la escasa labor de los geógrafos , poco at en tos a ofr ecer una visi ón coherente y crítica sobre la organización del espacio>de los espacios, en que todos vivimos. Racio nali zar ese espa cio, ma rca r las coo rden ada s básic as en qu e se mueve su apropiación , explotación y organización en las distintas regio nes del mundo, es objetivo más que suficiente para esta obra.
PRIMERA PARTE GEOGRAF ÍA DESCRIPTIVA —
GEOGRAFI A REGIONAL
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C api
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I
LOS FACTORES DE ORGANIZACIÓN TERRITORIAL A ESCALA PLANETARIA Y LA DIVISION REGIONAL DEL MUNDO 1. I ntr
oducción
El proceso del conocimiento humano está basado en ct empleo de abstracciones, entre las que la noción de «región» viene a ser una de las usadas tradiciunalmcnte con mayor frecuencia en geografía. Su consideración obligada en una obra que pretende analizar la organización y el dinamismo internos de espacios regionales a una es cala determinada, se enfrenta a dos dificultades iniciales que es preciso mencionar. En primer lugar, una simple aproximación superficial a la literatura geográfica sobre el tema nos sitúa en presencia de un con cepto complejo y frecuentemente ambiguo, empleado para describir rea lidades muy diversas y que, además, ha estado sometido a profundos cambios en relación con la evolución seguida por el pensamiento geográ fico en su conjunto, que también ha hecho variar la metodología empica da en su análisis. Un segundo aspecto relacionado con el anterior es la pe cu lia r val ora ció n de los est ud ios reg ion ale s de nt ro de la dis cip lin a y a lo largo del tiempo: si durante décadas constituyeron el eje central y la esencia misma de los estudios geográficos, hasta el punto de poderse hablar de una identificación entre ambos, en el ultimo cuarto de siglo han conocido un innegable retroceso, que en ocasiones se traduce en un rechazo explícito por parte de geógrafos insertos en las nuevas corrien tes de renovación.teórica. La confusión que, aún hoy, se establece en ocasiones entre la «geografía regional» y la «geografía tradicional», que llega a desbordar el ámbito teórico incorporándose a las estrategias cor po ra tiv as de nt ro de la co m un id ad cie ntíf ica, sigu e su sc ita nd o po sici one s encontradas. Por contra, y frente a la relativa crisis de las obras regionales en geografía, producido en los años una revitalización de su interés parase elhaconjunto social y, últimos consecuentemente, en la demanda de este tipo de obras, que ha pasado a ser cubierta en buena parte por otras ciencias sociales como la economía o la sociología, que han incor po rad o la dim en sió n esp ac ial en épo ca re lat iv am en te rec ien te. Fen óme nos como la constitución del Estado de las Autonomías, la evolución hacia la «Europa de las regiones» o el impacto generado hoy por el desarrollo de organismos supranacionales como la Comunidad Económi ca Europea, plantean a la Geografía el reto de afrontar de forma nueva
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
ceücrafl
interrogantes que han. estado presentes durante buena parte de su evo lución. En estas circunstancias, y antes de abordar el análisis de cada una de las entidades regionales definidas, parece necesario trazar una breve evolución de los estudios regionales en geografía —particularmente de los vinculados a la geografía universal— que justifique su situación pre sente, así como los criterios de delimitación y e! tratamiento adoptados en nuestro caso. Aplicando aquí las palabras de Harvey, «es claro que cualquier análisis es estéril a menos que tenga un objetivo. Éste puede no estar claramente explicitado, estar implícito y basta estar muy borroso. Pero sin una no* eióii de lo que estudiar, no puede haber geografía ni, por cierto, cono cimiento alguno. .. Por lo tanto, no podemos procede r sin tener un objeto, y definirlo se traduce, aun transitoriamente, en adoptar una posición filo sófica especifica con respecto a la propia geografía» (Harvey, D., 1983, 29; véase la cita bibliográfica completa al final del texto).
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descr
ip tiva
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geografía
regional
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con escasas variaciones y que justifica la secular identificación —al me nos hasta la aparición de la obra de Ratzel— entre los calificativos de descriptivo y político aplicados a los estudios geográficos (Méndez, R.-Molinero, F., 1984). Incluso aquellas obras que abarcan territorios más reducidos que el del Estado emplean con frecuencia criterios de identificación y dife renciació n político-adminisLratí vos (condado s, ducados, obisp alía s...}, bie n ac tu ale s o pa sad os, lo qu e int ro du ce en nu es tra dis cip lin a el con cepto de regiones históricas, en estrecha vinculación con el de regiones po líti ca s. Se co nc ibe asi la reg ión com o un a co ns tru cc ión un el tiem po, enraizada en la conciencia colectiva, con lo que se apuntalan las tenden cias historicistas en los estudios geográficos. En cualquier caso, es significativa la fidelidad de los geógrafos a los marcos territoriales establecidos con criterios ajenos, limitando su labor a describir aquellos elementos que los sigularizan, lo que pone de ma
Desde l a Antigüedad, una parte importante de los estudios considera dos geográficos se orientó a la descripción de lugares y países, próximos o remotos, dentro de una tradición secular que arraiga en !a concepción de la disciplina como «descripción de la Tierra». Este conjunto de relatos agrupados bajo el calificativo de corográficos se contrapone desde sus orígenes a la ge ografía matemático-astronómica, que considera la Tierra como un astro y se interesa sobre todo por establecer los principios generales que sirven como base al levantamien to cartográfico. La heterogeneidad de sus contenidos iniciales, en donde lo mítico y lo histórico se entremezclan con la descripción de las cos' tumbres, los rasgos étnicos, la organización política ó la localización de accidentes fisíográficos, se irá concretando con el paso del tiempo, en pa rti cu la r des de el Re na cim ien to, mo me nt o en qu e cono ce tam bié n un fuerte auge en relación con los descubrimientos y exploraciones de nue vas tierras. De este modo, y una vez, más, las descripciones geográficas que salen a la luz narrando viajes o sintetizando las informaciones dis pon ible s de m erc ad ere s, mi lit ar es y ex plo rad ore s, mu est ra n, má s all á de
nifiesto lageográficos». falta de concepciones en la definición de los «objetos La aún hoyalternativas frecuente identificación popular de nuestra disciplina como una «guía» más o menos detallada sobre las características paisajísticas, económicas, demográficas, etc., de los países del mundo, parece hundir sus raíces en ese pasado remoto, y manifiesta las fuertes inercias que han atenazado su evolución teórica, plasmadas también en su decreciente valoración social. El primer avance significativo en la definición de región desde pers^ pec tiva s geo grá fica s se pr od uc irá en la seg un da m ita d del siglo xix , c oin cidiendo con el desarrollo científico de la propia disciplina y su institucionalización académica (Capel, H., 1981, 83 y sigs.). La fuerte influencia de las ciencias naturales desde Humboldt, que apunta hacia una redefinición de la geografía como estudio de las intcrrelaciones hombre-medi o, junto al deseo de afirmar el carác ter cien tífico y a la vez específico de los estudios geográficos, se plasman eri la bú sq ue da de cr ite rio s de reg ion aliz aci ón di fe re nt es á los his tór ico s o a la artificialidad de los políticos, que presenten además un mayor valor didáctico. De esle modo, surge y se desarrolla la noción de región natural, en coherencia con la primacía que el determinismo ambiental imperante otorga al medio como factor de organización espacial y base explicativa, en último termino, de la Historia. Si en un primer momento las divisiones realizadas consideran tan sólo uno de los elementos de ésLe medio como clave diferenciadora (por
su informativo o de cualquier preocupación científica, un valor claro meramente sentido utilitario en relación con los objetivos comerciales o de conquista de determinadas potencias europeas, lo que justifica al pro pio tiem po el in te ré s qu e de sp ier tan . El ámbito de anális is preferente en estas obras suele tom ar como base las fronteras políticas, en particular desde el surgimiento de los Esta dos modernos, con lo que la geografía descriptiva se convierte progresi vamente en una geografía de países, agrupados por lo común en conti nentes, característica que ha pervivido en lo esencial hasta la ac tualidad
ejemplo, cuencas irá nuevos adquiriendo progre sivamentelas\ina mayorhidrográficas), complejidad elal concepto incorporar componentes (biogeográfícos, geológicos, climáticos...), hasta permitir la identificación de espacios integrados en los que se supone que las condiciones ecoló gicas determinan las formas de vida y ocupación de los grupos humanos que los habitan. En palabras de Ratzel, «el territorio, siempre el mismo y siempre situado en el mismo lugar del espacio, sirve de soporte rígido a los humores, a las volubles aspiraciones de los hombres, y cuando se les ocurre olvidar este sustrato les hace sentir su autoridad y los recucr-
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G eogr
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a) La trad ición coro gráf ica an ter io r a nu est ro siglo
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ESPACT0S Y SOCIEDADES
GEOGRAFÍA DESCR IPTIVA - GEOGRAFIA REGIO NAL
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da, mediante serias advertencias, que toda ía vida del Estado tiene sus raíces en la tierra. Regula los destinos de los pueblos con ciega brutali dad. Un pueblo tiene que vivir sobre el territorio que le ha tocado en suerte, tiene que morir en él, tiene que soportar su ley» (Ratzel, F., 18S8-99, 12). En los análisis a escala mundial cobrarán particular auge las divisio nes climáticas, bien de base zonal como las realizadas por Herbertson a principios de siglo, bien utilizando otros criterios como, por ejemplo, los de Penck, que relacionando temperaturas y precipitaciones llega a distinguir tres grandes tipos de regiones en el globo: las húmedas, las nivales y las áridas. De este modo, se singularizan una serie de conjuntos territoriales que superan el ámbito estatal (el Asia monzónica, los «países tropicales», la Europa mediterránea, la América andina*..), en donde el clima, o cualquier otro factor tomado como base, otorga una homogenei dad cuya importancia se marca tanto en el paisaje como en las formas
mente coincidentes, el aspecto más relevante desde nuestra perspectiva lo constituye la decantación, a lo;,largo de tres décadas, de un esquema conceptual y metodológico de matiz claram ente idio gcáli co que ha lleg ado a convertirse en clásico, cualquiera que sea la escala de análisis conside rada. La región geográfica, concepto diferente al de región natural que gene'” raímente se aplica a un territorio de tamaño inferior al del Estado, se define ahora como espacio singular y único en cuanto supone una asocia ción”particular de elementos físicos y humanos, que ha sido modelado históricamente, y cuya plasmación material es un paisaje determinado^ Esta singularidad del hecho regional exigirá, en consecuencia, un tra tamiento individualizado en cada caso, no siendo aplicables para su com pr en sió n .leye s o pr inc ip io s de ca rá ct er ge ne ral en ra zó n de qu e sim pl i fican abusivamente una realidad extraordinariamente compleja y diversa. En este sentido, el geógrafo deberá realizar una labor de síntesis Al
de Si organización la división tradicionales. del mundo en zonas climáticas o cualquier otro tipo de regiones naturales supone un indudable avance en tanto los criterios esco gidos tienen ya un valor explicati vo e inten tan plasmar las interrelaciones existentes entre hechos físicos y humanos (ViLá Valentí, J., 1983, 257), su significación y valor operativo resultan bastante escasos. En un mundo en que la evolución tecnológica y económica resulta cada vez más rápida, los grandes contrastes existentes no parecen vincularse tan to a las peculiares condiciones naturales como a la diferente capacidad de las sociedades para dominar y organizar su territorio en relación con los valores e intereses dominantes en cada momento y las fuerzas ma teriales disponibles. La reivindicación de la región como espacio huma nizado, con límites y dinamismo no coincidentes con los de orden fisiográfico, exigirá, pues, una reorientación de los estudios regionales en geo* grafía.
adentrarse en su estudio,entre profundizando modo especial las rela ciones que se establecen los gruposdehumanos q ue laenhabita n y su medio, y destacando los rasgos srcinales, lo que exige recurrir a conoci mientos procedentes de disciplinas muy diversas. Los méritos indudables que contienen algunos de estos trabajos re gionales, que Vilá Valentí identifica con la «habilidad especial» y la «nota ble sen sib ili da d su bj et iv a de ma tiz aci ón» po r pa rte de sus au to re s (Vilá, J., 1983, 248), reflejan con bastante claridad la peculiar concepción de una labor geográfica entendida más como un arte que como una ciencia en sentido estricto. Aun cuando no sea el ámbito m undial la escala analítica m ás utilizada, la cristalización metodológica y la revalorización de los estudios regio nales tendrán una evidente repercusión en las obras sobre geografía universal que se publican a partir de esos años. Aunque teóricamente se integran dentro de la «nueva» geografía re gional, puesto que consideran espacios delimitados e integrados de ca racterísticas complejas, en la práctica apenas se observan modificaciones de importancia respecto al tratamiento dado hasta entonces. La tradi cional división del mundo en continentes y países, combinada en ocasio nes con la inclusión de algunas regiones naturales como ámbitos inter medios, continúa plenamente vigente, pese a que las fronteras políticas rompen con frecuencia unidades espaciales que desde el punto de vista geográfico están dotadas de cohesión. La resistencia al cambio y la pervivencia de fuertes inercias en este sentido resulta claramente visible en la bibli ografía existente en castellano sobre el tema: desde la ya clásica Geografía Universal dirigida por Vidal de la Blache y Gallois, que co menzó a traducirse en 1928, hasta las posteriores de Terán (1952), o las dirigidas por Vilá Valentí (1971) .y Casas Torres (1979) —y sin considerar las numerosas enciclopedias de temática similar—, el mantenimiento de verdaderos «catálogos» de países, en los que se intenta destacar lo es pec ífico u ori gin al de ca da caso , re su lta un a co ns tan te . Junto a la generalización de esta materia en los diversos niveles de enseñanza, la principal aportación en estos años se relaciona con la
b) La crist aliz ació n de la geo gra fía regio nal El rechazo del determinismo positivista que alcanza a la geografía desde finales de la segunda década de nuestro siglo se constituirá en el vehículo esencial de esa renovación, comenzando entonces lo que ha dado en llamarse la etapa «clásica» o regíonalista. Ante la negación de la unidad metodológica de las ciencias y la con traposición tj ue ahora se impone entre ciencias físicas y humanas o socia les, llega a peligrar la propia identidad de la Geografía como disciplina especifica y única, a caballo entre ambos tipos de saberes. En estas cir cunstancias, s u defi nición como materia q ue estudia la diferenciación de áreas en la super ficie terrestre, es dec ir, las regiones, además de otorgarle un objeto propio de análisis, l e asegura su supervivencia científi ca y aca démica (Capel, H., 1981, 338). Sin entrar en consideraciones respecto a las diferentes escuelas que desarrollan en esos años los estudios regionales sobre supuestos no to tal
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ESPACrOS Y SOCIEDADES
sistematización en el método de análisis empleado para caracterizar cada uno de los países, que yuxtapone desde ahora una serie de apartados sucesivos sin apenas modificaciones según el esquema: — — — —
Med io físico Hi sto ria y po bla ció n Ac tivi dad es ec on óm ica s Div isión reg ion al
Si bien este orden impuesto en el tratamiento de la información pudo haber tenido en determinado momento alguna significación implícita, su repetición mecánica posterior y la consiguiente ausencia de la preten dida visión sintética se constituyeron prontamente en reflejo de las con tradicciones existentes entre teoría y praxis geográfica. Las críticas a esta forma de hacer geografía que surgen desde distin tos puntos a partir de mediados de estudio siglo vendrán a señalar,la junto al carácter excesivamente analítico del «por ficheros», falta de criterios específicos en Ja delimitación regional y el sentido excepcionalista que impone la enumeración de países, frente a la búsqueda de pri nc ipi os exp lica tivo s de ca rá ct er ge ne ral . En es te sen tid o, la geo graf ía universal jugará un papel activo en la progresiva identificación del con ju nt o de la Geo graf ía com o dis cip lin a ex clu siv am en te esc ola r y ac ad é mica, descriptiva, memoristica y con un cierto tinte enciclopédico, poco interesada por los problemas reales de la sociedad y de notable pobreza epistemológica, calificativos que aplica Lacoste a lo que denomina «la geografía de los profesores» (Lacoste, Y., 1977). c) La reno vaci ón de tos est ud io s regio nal es des de med iad os de siglo La profunda renovación teórica y metodológica que ha conocido la Geografía en su conjunto durante los treinta últimos años no podía dejar de reflejarse en los esLudios regionales. De este modo, la aparición y de sarrollo de la llamada geografía analítica o teorético-cuantitativa en los años cincuenta supondrá un cucstionam iento inmediato, tanto del concep to de región imperante hasta ese momento, como de su práctica concre ta en los trabajos empíricos de los geógrafos. La redefinición del objeto geográfico, y la prioridad ahora otorgada a la búsqueda de principios explicativos generales sobre la organización del espacio supondrán un cambio inicial en la valoración del análisis regiqpal, que deja de constituir un fin en sí miátno para convertirse en complemento de lá geografía sistemática o general. Ya desde la obra pione ra de Schaefer, la geografía regional se just ifica en cua nto sirve como fuen te de información (base para la elaboración de hipótesis) y ámbito de experimentación o verificación de las leyes y modelos elaborados por la geografía teórica. Esta nueva visió n de1 papel que juegan los aspectos descriptivos den tro de la disciplina es claramente formulada por Bunge, considerando
CBOGKAtÍA UtSCKU'TiV A - GíiOÜKAriA RliGlONAI.
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que «en geografía, como en cualquier otra ciencia, existe una continua interacción entre lógica, teoría y hechos (descripción). Ninguna puede estar separada de tas demás. Debido a su inseparabilidad, es absurdo mantener que una de las tres, en este caso la descripción, sea "más geográfica” que las demás. Las tres son geografía. El problema en geo grafía, como en cualquier otra ciencia, reside en tratar de encontrar la forma más económica de ordenar nuestra percepción de los hechos. En esta continua búsqu eda de la efici encia hay que preguntarse: ¿dónde está el cuello de botella? Sin duda, hay que contestar que está en la cons trucción de teorías» (Bunge, W., 1962, 8). La región habrá de explicarse, pues, a partir de los principios gene rales enunciados por las disciplinas sistemáticas, ío que desplaza el interés prioritario hacia la consideración de los procesos y estructuras espaciales comunes a varias de ellas, en tanto los aspectos peculiares de cada entidad regional se interpretan ahora como anomalías que deben jus tifi ca rse or po ra nd o nuespacios ev as va ria ble s no inc das en los mo de los globales. La inc distinción entre individuales y lui únicos, propuesta po r el mi sm o Bun ge, su ste nt a una re or ien ta ció n de la geo gra fía reg ion al, tanto en los objetivos como en la metodología a aplicar: la región se define como una combinación individualizada, pero comparable a las demás, de elementos físicos y humanos que se resume en una estructu ra, estando sometida a procesos comunes que formalizan su organiza ción interna en cada momento. Desde esta nueva perspectiva, pueden entenderse posiciones que en apariencia resultan contradictorias como la de Smith, al afirmar que *Ia geografía regional continúa con perfecta salud , aunque no suceda lo propio con la mayoría de textos escritos bajo tal epígrafe» (Smith, D. M., 1980, 39). Dentro de este ámbito, la aportación más destacada que se realiza en esos años se relaciona con la ampliación del propio concepto de re gión tal y como se entiende por la geografía. Si hasta entonces su identi ficación espacial se basaba ,en la existencia de una cierta uniformidad, bie n en sus ras go s físic os o hu m an os, ah or a se inc orp ora n nuev os criterios.lPor influencia de la economía regional, pasa a un primer plano la existencia de interrelaciones (económicas, sociales, informativas...) que vinculan lo s distintos componentes de un territorio o diver sos territorios entre sí, generando una red de flujos a p artir de la cua l se formaliza una determinada estructu ra espacial !} Cabrá hab lar, por tanto, de región cuando la unidad o cohesión funcional entre elementos y espacios hete rogéneos sustituya la existencia de uniformidad (Juillard, E., 1962). En este sentido, junto¿Tlas regiones homogéneas o formales, definidas como espacios continuos, delimitados y diferenciados respecto a su entorno por la posesión de ciertos rasgos específicos que le otorgan una pe rso na lid ad pla sm ad a en fo rm as co nc ret as de org an iza ció n ter rit or ia l, se definen ahora las regiones funcionales o polarizadas?j Aun cuando ambos términos no son estrictamente sinónimos, pode mos definirlas aquí como aquellas en que existen uno o varios polos o nodos que concentran la población y las actividades, actuando pues como centros dominantes, en tanto el resto del territorio es funcional
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
GEOGRAFÍA DESC RIPTIVA • GEOGRAFÍA RE GIONA L
mente dependiente, actuando como abastecedor de factores productivos (fuerza de trabajo, alimentos, materias primas y energía, capitales). Las relaciones de intercambio desigual que genera esta diferenciación de funciones en el espacio se establecen a lo largo de unas redes de transporte y comunicación de informaciones igualmente jerarquizadas, generándose las máximas densidades de flujos (materiales e inmateria les) en las áreas próximas a los centros principales, y disminuyendo desde aquí con la distancia. Así pues, las regiones polarizadas son, por definición, heterogéneas, aunque dotadas de una cohesión funcional que permite delimitar con una ■ cierta aproximación su ámbito territorial, en tanto áreas de infl uencia respecto a unos centros dominantes, generalmente urbanos, que las organizan. La evolución de las obras dedicadas a la geografía universal en estos últimos años es tan sólo parcialmente coherente con los supuestos teó ricos aquí apuntados. Dentro de la búsqueda de divisiones regionales más pertinentes desde una perspectiva geográfica exigente, el progresivo desplazamiento de la geografía hacia posiciones más próximas a otras ciencias sociales queda aqiií reflejado en la prioridad que ahora se otorga a criterios socioeco nómicos como base de diferenciación. El proceso es observable ya desde los años sesenta, pero se consolida en ia última década, cuando las lla madas corrientes críticas o radicales, en su preocupación por aspectos como las relaciones sociales que subvacen en las formas espaciales, los fenómenos de dominación, o las profundas desigualdades en la distri bu ció n de ios nive les de bi en es ta r, in sis te n en la pa rt ic ul ar inc ide nc ia del desarrollo o de los sistemas político-económicos imperantes en la actual división del mundo. Obras como las de Blij (1971 y 1974), o Jackson y Hudman (1982), constituyen un enFoque nuevo que puede calificarse como de verdadera «geografía regional del mundo». La identificación en ellas de conjuntos territoriales de ámbito generalmente superior al del Estado, justificados a partir de criterios objetivos, y la búsqueda en cada caso de una expli cación a bus rasgos esenciales a partir de los modelos elaborados por la pr op ia geo gra fía , co nt ra st a con la pe rvi ve nc ia de «ge ogr afía s de sc rip ti vas» tradicionales, remozadas formalmente en ocasiones pero sin varia ciones significativas en los supuestos que las fundamentan, generando con ello un panorama bibliográfico actual relativamente confuso. En España, la única de características similares, aunque con dimensiones y objetivos más amplios, es la dirigida por Lluch (1981-1984). * d)
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Geografía sistémica y análisis regional: la región como sistema espacial integrado
Una de las aportaciones recientes que mayor interés y posibilidades de desarrollo en un futuro inmediato parece suscitar, ha sido la incorpo ración de la Teor ía General de S istemas al á mbito de los estudios geográ
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ficos a partir del articulo ya clásico de Ackerman (Ackerman, E., 1963), En su preocupación por integrar los contenidos de las diversas cien cias mediante el establecimiento una lógica común a todas el las, la teoría sistémica está permitiendo la decantación de un amplio conjunto de conceptos, técnicas analíticas y de un lenguaje normalizado que, ade más de contribuir a superar el creciente aislamiento entre las ciencias (lo que Ortega denominó la «miseria del especialismo»: el saber cada vez más de cada vez menos), ha estimulado un desarrollo teórico parale lo en diversos campos de investigación al favorecer las transferencias interdisciplinarias. Para Von Bertalanffy, «representa un amplio punto de vista que trasciende grandemente los problemas y los requerimientos tecnológicos, una reorientación que se ha hecho necesaria en la ciencia en general, en toda la gama de disciplinas que va de la física y la biolo gía a las ciencias sociales y del comportamiento, y hasta la filosofía. Con distintos grados de éxito y de exactitud, interviene en varios dominios yrables» anuncia(Von una Bertalanffy, nueva visión L., del 1981, mundoVIII-1X). que tendrá repercusiones conside Su reciente aplicación a la geografía regional, aun cuando todavía resulte incipiente y con escaso desarrollo empírico, puede contribuir a obtener una nueva visión del hecho regional que integre muchos de Jos elementos considerados ya con anterioridad, pero dentro de nuevas categorías teóricas. Como apunta Dauphiné, «asimilando la región a un sistema, el geógrafo posee un marco teórico formal, lo que permite la creación de una ciencia de las regiones» (Dauphiné, A., 1979, 30), al tiem po qu e fav ore ce la co la bo rac ió n con ot ra s dis cip lin as cie ntí fic as in te re sa das hoy también en estos temas. Una definición de la región como sistema espacial integrado, abierto y en equilibrio dinámico exige precisar en la medida de lo posible sus características: 1," Toda región supone un territorio delimitado y continuo, de exten sión variable, caracterizado por una peculiar combinación de ele mentos físicos y humanos dotados de ciertos atribuios (tamaño, forma..,), que le otorgan una personalidad propia y diferenciada. En este sentido, y junto a los atributos puramente materiales, hay que señalar la existencia frecuente de una comunidad cultural, de un sentimiento colectivo de pertenencia, que vincula a los hombres entre si y con el territorio que habitan. 2 El espacio regional aparece dotado de cohesión, estructurado, po r la existencia de estrechas interrelacíones entre los elementos y terri torios que la componen, de las que derivan su propia espeeiali 2ación funcional y jerarquización, que definen el estado del sistema en cada momento. Esta compleja red de interconexiones puede refle jar se en una ma triz de dato s sim ilar a la pro pue sta po r Berry (fig. 1.1.), disponiendo en las filas las características o funciones, y en las columnas las diferentes unidades espaciales (Berry, B. J. L., 1964). Según la imagen propuesta por Brunct, en cada lugar del espado regional existe una estructura vertical definida por las relaciones entre sus características físicas, demográficas, económicas, socia-
ESPACIOS Y SOCIEDADES
les, etc. A su vez, entre Los distintos lugares que componen una región existen relaciones más o menos intensas que definen su es tructura horizontal. La región se configura por la articulación de ambos tipos de estructuras: «rcgíonalizar consiste en encontrar, sobre la base de las estructuras verticales, un vinculo entre luga res, o un orden en el conjunto de relaciones horizontales» (Dumolard, P., 1975, 94). T.a región es un sistema abierto, es decir, vinculado en mayor o menor medida a un entorno a través de flujos constantes de en* tradas y salidas (inputs-outputs) que influyen sobre su organiza ción interna. Esto supone una permanente relación con el exterior, bien en forma de movimientos de mercanc ías, inversiones de ca pital, migraciones de población, trans misi ón de informaciones, etc., en la que unas regiones juegan un papel dominante, en tanto otras actúan como espacios dependientes, perjudicados por la existencia de un sistema de intercambios desigual. En otros términos, puede apuntarse como hipótesis interpretativa que la división del trabajo es una de las claves esenciales de la diferenciac ión a cualquie r escala: toda región es un espacio con funcionalidad definida dentro de un contexto más amplio, en rela ción con los recursos productivos de que disponga y su grado de accesibilidad respecto a otras áreas (posición geográfica, infraes tructuras físicas y técnicas..,). El carácter de sistema abierto justifica que la región no alcance nunca la estabilidad, apareciendo por el contrario en constante evolución. Es, por tanto, un complejo espacial construido en el tiempo —a lo largo de la Historia— en relación con el propio desarrollo de la sociedad que lo sustenta, de sus fuerzas productivas y de las relaciones de producción imperantes. Las transformaciones que se producen en el interior de cada región no afectan por igual ni con la misma rapidez a todos sus elementos (¡a distribución del poblamiento es, por ejemplo, más duradera que la de los cultivos o las industrias, aun sin llegar a la lenta evolución de las condiciones ecológicas), siendo también discontinuas en el tiempo, pues a periodos de relativa estabilidad Ies suceden otros de cambios acelerados y profundos. Esto complica extraordina riamente el análisis y obliga a incorporar con frecuencia aspectos históricos en los estudios geográficos. El grado de organización interna o de entropía varía notablemen te de unas regiones a otras. En las áreas desarrolladas, donde la circulación es relativamente fluida y los intercambios son inten sos, los espacios regionales están fuertemente especializados y jerarqu izados . Por el cont rario , uno de los rasgos geográficos ma¿ destacados de las áreas subdesarrolladas es el bajo nivel de inte gración espacial derivado del dualismo económico que contrapone amplios territorios dominados aún por economías agrarias orien tadas a la auto&ubsistencia, con áreas puntuales ocupadas por acti vidades que se destinan en gran parte a la exportación. Este hecho, unido a la menor capacidad técnico-económica, puede justificar que en estas últimas Jos factores físicos, étnicos, etc., se constituyan aún ocasionalmente en criterios de regionalización significativos. I-a región es una realidad observable a diferentes escalas, en cuan to áreas organizadas por los grupos humanos y dotadas de cierta
GEOGRAFÍA DESCRI PTIVA - GEOGRAFÍA REGIO CCAL
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cohesión. Según esto, cualquier punto del espacio podrá insertarse en regiones diversas según la escala que se considere; c) grado de cohesión interna o de homogeneidad tenderá a evolucionar en razón inversa al tamaño de la región, aunque manteniendo los supuestos básicos anteri ores. Esto supone la posibilidad de dividir cualquier región en subsis temas territoriales de menores dimensiones, interdependicntcs en tre sí pero con características y dinamismo propios. Desde esta perspectiva, un estudio tan global como el que corres ponde a esta obra podr á marc ar, tan sólo, unas claves inte rpre ta tivas generales que sirvan de coniexto para análisis ?nás pormeno rizados, manteniendo el mismo esquema metodológico. 7.a Cada región se diferencia de las restante s por la existencia de discontinuidades que generalmente adoptan la forma de áreas de transición o indeterminación. De este modo, en cada una de ellas se identificarán unos espacios centrales o «corazón» regional, en donde se presentan con se nitidez los rasgos que la personalizan, unos márgenes en donde van desdibujando progresivamente has*y ta llegar a confundirse con los de las regiones circundantes, tal como muestra la fig. 1.2. La frecuente necesidad de dibujar fronteras regionales precisas y de cará cter üneal obliga a introduc ir un a ci erta artificial ida d en la delimitación. En estos casos, las fronteras políticas resultan de cierta utilidad por su papel limitador del movimiento e intercam bio, facilit ando con ello una mayo r diferenciaci ón. En cualquier caso, lodo inlento de delimitación regional incorpo rará obligatoriamente un componente subjetivo e intuitivo relacú> nado con los presupuestos teóricos de que se parte y el grado de conocimiento sobre la realidad que se analiza, pues ambos condi cionan la selección de variables y umbrales significativos. Cuanto más amplios resulten los conjuntos regionales a delimitar, mayor será este componente ante las crecientes deficiencias en la infor mación disponible. La revisión teórica de los esludios regionales implica necesariamente una paralela transformación metodológica que supere la mera yuxta posi ción de ele me nto s físic os y hu ma no s. Des de las afi rm acio nes pr e cedentes, la consideración de cualquier aspecto sólo cobra verdadero significado en relación con su funcionalidad dentro del sistema espacial en que se integra, es decir, únicamente a partir de un contexto global cabeEnsituar lugar ypues, la importancia a cadaalvariable. cadaelregión, habrá de otorgadas darse prioridad análisis de sus estructuras básicas o dominantes, las que justifican lo esencial de su organización y dinamismo, dejando en un segundo plano aquellas otras subsidiarias que cuentan con menor valor explicativo. Asi, por ejemplo, mientras en regiones como Europa los procesos de industrialización y urbanización son el motor esencial de las transformaciones acaecidas en el último siglo y de las estructuras espaciales vigentes hoy, en otras como África, las herencias vinculadas al modelo colonial de explotación ju ni o al pap el eje rc ido po r un me dio tro pic al co nt ras ta do que imp one
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GEOGRAFÍA DESCRIPTIVA • GEOGRAFÍA REGIOKAL
REGION X UNIDADES ESPACIALES ATRIBUTOS
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¡n Fig. 1.1. Matriz geográfica de datos, según Berry.
aún su rigor sobre unas sociedades con escasa capacidad tecnológica, económica y organizativa, pasan a ocupar un lugar preeminente. La geografía regional del mundo se define así como un estudio de carácter eminentemente selectivo y sintético, frente a las pretensiones de exhaustividad que han caracterizado buena parte de las geografías descriptivas at uso. Aun cuando en el momento presente una utilización estricta del aná lisis sistémico aplicado a la geografía regional del mundo no resulta aún po sib le an te la pe rsi ste nc ia de pr ob le m as teó ric os y de inf orm ac ión no resueltos, el empleo de algunos de sus conceptos básicos como hipótesis interpretativas de carácter general y la insistencia sobre las interrelaciones espaciales frente a la simple descripción analítica puede ofrecer una alternativa coherente dentro de la necesaria revisión crítica a la que se enfrentan los estudios regionales en la actualidad. Como ha señalado Harvey, «el análisis de sistemas nos provee de un cómodo método para examinar problemas geográficos. Pero para utilizar estos cálculos necesitamos conceptos geográficos que nos permi tan hallar una interpretación para este cálculo en un contexto geogr áfico» (Harvey, D., 1983, 466), Sólo los resultados de nuevas investigaciones em pír ica s rea liz ad as des de es tos pl an te am ie nt os pe rm iti rá n av an za r en el camino iniciado, eliminando las falsas analogías y desarrollando una ver dadera teoría regional. 3.
□
Areas centrales Areas marginale s de interpenetración
La
división
regional
del
mundo
y l o s cr
i ter
i os
d e del
i mi ta
ción
Cualquier división regional implica el establecimiento de unos crite rios significativos en relación con la escala de análisis utilizada, puesto que en cada caso la importancia relativa de unos y otros resulta variable. Junto a las evidentes limitaciones en lo que se refiere a la profundi dad y complejidad del análisis a realizar que impone la magnitud de los espacios aquí considerados, es preciso tener presente que ésta tam bié n infl uye so br e la de te rm ina ci ón de los fa ct or es bá sic os qu e oto rga n pe rso na lid ad pr op ia a los co nj un to s reg ion ale s. En es te se nti do , he mo s considerado como condicionantes esenciales de la actual división regio nal del mundo: — el nive l de de sa rro llo de ca da soc ied ad — el sis te ma po lit ic oe co nó m ic o im pe ra nt e
%
Fíg. 1.2. Delimitación de los espacios regionales.
— las la hecarerancctiaer íst hisictóasrie o-c del ulme turdio al físi co a) Inc ide nci a del niv el de desa rrol lo Partiendo de la consideración del espacio regional como producto esencialmente humano, un primer factor que diferencia el comporta miento de unas sociedades respecto a otras en lo que se refiere a la uti lización del espacio que ocupa, es su nivel de desarrollo.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
Aun cuando el propio concepto de desarrollo resulta notablemente complejo y controvertido, tal como habrá ocasión de comprobar en el siguiente capítulo, vinculándose prioritariamenle desde nuestra perspec tiva con la noción de biene star social , no puede dud arse que en su srcen tiene una connotación esencialmente económica. En este sentido, la con sideración del nivel de desarrollo resulta de interés geográfico pues to que influye, en primer término, sobre Ja mayor o menor capacidad de inversión y adquisición de tecnología a aplicar en la puesta en explo tación del territorio, y en la superación de los condicionamient os im pues tos por el medio. Al propio tiempo, se relaciona directamente con el tipo de actividades dominantes, cada una de elJas sometidas a principios específicos de loca lización, con la importancia que alcanzan las desigualdades internas tan to en lo social como en lo espacial, y con el grado de integración logra do entre los diferentes elementos del territorio. Por último, el concepto de desarrollo aparece en vinculado relaciones que la región man tiene con el exterior el senoaldetipo la de división del trabajo y del sistema de intercambios. Desde esta perspectiva, y aun cuando los términos resulten bastante ambiguos, una división inicial del mundo se establece entre las áreas desarrolladas y subdesarrolladas, contrapuestas no sólo desde el punto de vista cuantitativo (niveles de renta, de producción, de consumo...), sino sobre todo por presentar estructuras espaciales contrapuestas. b) La dua lida d de sis tem as po lític o-e con óm ico s Las características internas que presenta cualquier región son un exponente de los objetivos, valores y contradicciones de la sociedad que vive en ella, si bien la heterogeneidad inherente a todo conjunto social obliga a matizar esta añrmación inicial. De este modo, podrá afir marse la existencia de personas, clases y entidades con distinta capaci dad de intervenir en el territorio, e incluso con intereses contrapuestos, po r lo qu e ést e re fle ja rá en ca da mo me nt o aq ue llo s qu e re su lte n do mi nantes. Ahora bien, la competencia por el espacio que se establece entre los diferentes agentes públicos y privados queda condicionada por el sis tema politicoeconómico vigente en cada país, que además de fijar los mecanismos de asignación del suelo, establece el marco legal en el que deben desarrollar sus estrategias, condicionando con ello una determi nada relación de fuerzas. Cada’ sistema tendrá, por tanto, su propia ló gica espacial. Aun cuando en el mundo actual existe una amplia variedad de mo delos organizativos, todos ellos gravitan en torno a los dos sistemas esenciales definidos desde el primer tercio de nuestro siglo; el sistema capitalista o de economía de mercado, frente al sistema de planificación centralizada. Si el primero de ellos se caracteriza por la coexistencia de un gran número de agentes espaciales, en su mayoría privados (los
GEOGRAFIA DESCRIPTIVA-GEOGRAFÍA REGIONAL
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po de res pú blic os jue ga n un pa pe l su bs idi ari o de im po rta nc ia va ria ble según países), la sujeción al mecanismo de competencia en el mercado y la consiguiente conversión del espacio en mercancía, en el segundo el Estado se constituye en agente prioritario, y la planificación en meca nismo que formaliza los objetivos sectoriales y regionales a desarrollar ju nt o a los me dio s que es pre cis o po ne r en jue go pa ra alc anz arlo s. Combinando este criterio con el anterior, se obtiene una división inicial del mundo en cuatro grandes conjuntos espaciales: NI VE L DE DES ARR OLLO Áreas desarrolladas capitalistas
Áreas subdcsarrolladas capitalistas
Arcas desarrolladas con planificación centralizada
Área s subdssarrolladas con planificación centralizada
SISTEMA POLITICO ECONOMICO
c) La here ncia hist éric o-c ult ura l Todo territorio, salvo los de reciente ocupación, presenta una compo nente histórica en su organización actual, es decir, se ha constituido a p ar ti r de es tru ct ur as esp ac ial es pre via s su rg id as en rela ció n con un as condiciones socioeconómicas diferentes de las actuales. Algunas de estas herencias, cuya evolución sigue ritmos muy diversos según los casos, pu ed en ha be r pe rd ido su fun cio na lid ad pr im iti va e inc luso en tr a r en contradicción con el contexto actual, pero se mantienen por inercia y exigen una consideración diacrónica de los procesos que las generaron. Al propio tiempo, algunas regiones se definen también como espacios culturalmentc homogéneos, en donde una comunidad de tradiciones, mo dos de vida, lengua, etc., cristalizados históricamente, se vincula a mo délos similares de organización. Aun cuando el concepto de cultura y su aplicación en geografía han sido muy discutidos, puede aceptarse inicialmente la definición de Cíaval, para quien «hablar de cultura es referirse a la vez a las representa ciones, conocimientos, actitudes, preferencias, valores y todo lo que per mite comunicarlas, compartirlas y difundirlas» (Claval, P., 1981, 244). Desde esta perspectiva, la cultura supone una herencia común que otor ga cierta cohesión al grupo que la ostenta, al tiempo que supone una determinada forma de pensa r el espacio: la geometrización de las for mas urbanas o del espacio rural que preside buena parte de la coloniza ción norteamericana, la estru ctura caótica de la ciudad islámica, etc. , refletan una concepción dominante que ha dejado una profunda huella sobre el paisaje actual.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
GEOGRAFÍA DESCRIPTIVA - GEOGRAFÍA JtEGIONAT,
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No ob sta nt e, la infl uen cia de los fen óm en os his tó ric o-c ul tur ale s res ul ta muy diversa según las regiones, siendo máxima allí donde —como en el Viejo Mundo— ha tenido lugar durante siglos una lenta evolución en los sistemas de creencias y valores colectivos que han permitido el desarro llo d e «iconografías regionales» (De Blij, H. J ., 1974, 7). A su vez, no todo espacio en que se inserta una comunidad cultural puede califi carse de región; para ello es preciso que la cohesión y la funcionalidad internas, basadas principalmente en el establecimiento de flujos econó micos, sean suficientes.
do la delimitación de diez conjuntos regionales de tamaño muy diverso en la superficie del globo, cada uno de los cuales presenta una cohesión interna o unos rasgos de uniformidad considerados suficientes para distinguirlo de los espacios circundantes y otorgarle una identidad geo gráfica específica. Los rasgos ese nciales que define n cada una de estas regiones tal como aparecen delimitadas en la fig. 1.3, los que fundamentan sus estructuras espaciales básic as y su funcionalidad en el contexto internaciona l, pueden sistematizarse tal como se hace a continuación.
d) Ei desigual vaíor de ¡os condicionamientos ecológicos
Europa
Aun cuando la evolución tecnológica y económica, particularmente desde la Revolución Industrial, ha reducido la influencia ejercida en otro tiempo por el medio físico, salvo en sociedades de desarrollo muy
Se define inicíalmente como una de las regiones más humanizadas del globo, con un poblamiento antiguo y denso que ha sustituido en buena medida los_ paisajes naturales por otros.culturales. Cuna de la Revolu
incipiente, no puede siguen pe na nd o un cie rtonegarse pap el que comlas o condiciones fa ct or de naturales dif ere nc iac ión desenv in te rn a en los espacios regionales. En primer lugar, como fuente de recursos, las aptitudes que presen ten suelo y subsuelo, junto a las más o menos favorables condiciones climáticas, generarán potencialidades distintas de particular incidencia sobre el desarrollo de las actividades agrarias y extractivas, e indirecta mente sobre las relaciones industriales. De este modo, la evolución con temporánea hacía una economía abierta y altamente competitiva, base de la creciente especialización productiva a escala nacional e internacio nal, tiende a vincular en ocasiones el tipo de actividad dominante con un entorno ecológico que favorezca su elevada rentabilidad. Por otra parte, como posible obstáculo a los asentamientos o al des pla zam ien to de pe rso na s y bie ne s, el me dio lim ita los esp aci os qu e pu e den ser ocupados de forma estable y en condiciones de viabilidad eco nómica por los grupos humanos, dados los recursos tecnológicos actual mente disponibles. Por ello, sigue estando vigente la distinción entre el «ecúmenc» o espacio ocupado y transformado por el hombre, y el «anecúme ne», identi ficado con las áreas afectadas por condiciones extre mas de frío, aridez, calor y humedad, o altitud. Finalmente, las infraestructuras físicas del territorio (topografía, clima, red hidrográfica.. .) generan u na d istinta accesibilidad y facili dades pa ra el int erc am bi o, ta nt o in te ri or co m o ex te rio r, al ac tu ar dir ec ta m en te sobre los costes de desplazamiento o transferencia, lo que ha condi
ción Industrial, ocupó en los últimoscomo siglos un lugardominante preeminente en el concierto internacional, actuando metrópoli dentro del sistema colonial y foco difusor en lo referente a modelos de orga nización espacial. En el ultimo siglo, a los contrastes internos generados po r el des igu al im pa cto de los pr oc eso s de ind us tri al iz ac ió n y cr ec im ie n to económico, se ha sumado la división eñ dos bloques, cada uno de los cuales se estructura hoy de modo diferente, en relación a su sistema polí tico -ec onó mic o.
cionado a leíloslargo de losespaciales siglos el inherentes desarrollo en de cada economias rradas, con modelos caso. abiertas o ce c) Personalidad geográfica de las unidades regionales delimitadas La combinación de estos criterios esenciales, junto con otros subsi diarios que serán mencionados en los diferentes capítulos, ha permiti
Unión Soviética
Con unos 22 millones de kilómetros cuadrados de extensión, su pri mer rasgo disti ntivo se relaciona con la escala de actuación que imponen las grandes dimensiones. De este modo, la distancia actúa limitando los contactos interregionales, en tanto el cinturón montañoso meridional y los hielos árticos han favorecido un cierto aislamiento exterior. Pero ju nt o a las dif icu lta de s qu e im po ne un me dio físíc o co nt ra sta do en el que los rasgos extremos son frecuentes (frío, aridez, continentalidad...), el elemento que mejor define la región es el hecho de haber sido el primer pa ís en in st au ra r un sis tem a de eco nom ía pla nif ica da. Los nu ev os ob jet ivo s, pla sm ad os en fo rm as esp ac ial es tam bié n nue vas , se ha n apl ica do en el contexto de un rápido proceso de industrialización y colonización de los territorio^ orientales, que han transformado por completo en po co má s de me dio siglo el mo del o te rri to ria l pre ex ist en te . China
Tomando como base el secular dualismo existente entre las densamen te pobladas llanuras aluviales del este, vinculadas a la agriculiura inten siva de regadío, y l os desiertos interiores sólo poblados p or algunos gru-
r GEOGRAFÍA DESCRIPTIVA • GE OGRAFÍ A RLüIÜNAL
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pos nó ma da s, est e pa ís de an tig ua y flo rec ien te civi liza ció n se ha vis to también profundamente transformado a partir de la revolución desarro llada en los años cuarenta. Si en un principio el modelo político y de organización propuesto tuvo grandes semejanzas con e! soviético» Ja separación ulterior permiLió el desarrollo de estructuras srcinales que otorgan al Estado más poblado del mundo una evidente personalidad en el contexto mundial. Japó n
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Región de menores dimensiones entre todas las establecidas, y con elevadas densidades de población, se constituye en la única altamente industrializada de toda Asia, lo que justifica su individualización. En este caso, el modelo industrializador presenta rasgos srcinales como pu ed en se r su ta rd ío com ienz o (co n la Rev olu ció n Meijí, en 1868), la fuerte concentración empresarial desde sus inicios y, sobre todo, la dependencia exterior, tanto en lo que se refiere al aprovisionamiento de materias primas y energía para este archipiélago volcánico de escasos recursos, como a la captación de mercados, lo que justifica la aglomera ción de personas y actividades en el litoral. En estas franjas costeras es donde han surgido algunas de las áreas urbanas más congestionadas y dinámicas del globo, que convierten hoy a Japón en potencia económica de primer orden. Asía meridional Delimitadas por el cinturón montañoso más elevado del planeta, y marcadas por la influencia dei clima monzónico, este conjunto de pe nínsulas y archipiélagos presenta, más allá de su innegable diversidad étnica y cultural, una serie de rasgos en común entre los que la fuerte pre sió n dem ogr áfic a sob re los re cu rso s y el du ali sm o he red ad o de ía coloni zación impuesta por los europeos el siglo pasado se combinan p ara generar un marcado subdesarrollo. Zona de confl icto por la convergenci a de las áreas de influencia respectiva de tres grandes potencias (EEUU, URSS, China), acentuado por sus propias contradicciones internas, ha conocido en las décadas posteriores a la descolonización diversos proce sos revolucionarios que han incrementado las actuales diferencias entre Estados, si bien su incidencia espacial resulta aún limitada.
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Asia sud occ ide nta l
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Insertos en el cinturón árido que se extiende del Sahara al Gobi sin solución de continuidad, este conjunto de países —que incluso podría haberse prolongado incluyendo el norte de África— presenta una notable homogeneidad relacionada con los modos de vida tradicionales vincula-
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CliUCKAI-Ú ÜHSCRlPliVA - GEO GRAFÍA KEÍUONAL
ESPACIOS Y SOCIEDADES
dos a ese medio (agricultura sedentaria de oasis, nomadismo pastoril, ciudades comerciales...) y, en particular, con Ja influencia del Islam. En un ámbito Fuertemente apegado a estructuras tradicionales, el incre mento rápido y reciente de los ingresos vinculados a la extracción de pe tró leo ha ac tua do com o ele me nto de to na nt e, fav ore cie nd o un cre ci miento económico no acompañado en la misma medida por transfor* maciones en lo social, lo que ha contribuido a acentuar los contrastes espaciales internos- Dentro de este mundo árabe, el Estado de Israel aparece como elemento alóctono, sobreimpuesto y en permanente conflicto con su entorno. Afri ca
Si desde el punto de vista ecológico puede definirse con propiedad como «continente cálido», con una organización esencialmente zonal vinculada a las imposiciones de un medio tropical opresivo y contrasta do, los efectos de la colonización impuesta desde el siglo pasado, con formas de organización espacial que responden directamente a los inte reses de Jas metrópolis, y el marcado subdesarrollo actual, que alcanza aquí niveles extremos, se combinan para definir claramente este conjun to regional, en particular jos territorios situados al sur del Sahara. Mul titud de aspectos que van desde el trazado de las fronteras estatales a la oposición entre las regiones costeras e interiores, las elevadas tasas de mográficas, el dualismo económico, etc., cobran pleno significado en este contexto. Am érica del No rte
Partiendo de un modelo colonizador muy distinto al del resto del con tinente, que supuso una ocupación y explotación efectiva del territorio po r los col ono s eu rop eo s pa ral el a al ex ter mi nio de la po bla ció n au tóc tona, la rápida asimilación de la Revolución Industrial apoyada en la abundancia de recursos propios y la progresiva expansión de su área de influencia, han convertido a la región en primera potencia económica, con una funcionalidad claramente dominante en el sistema de relacio nes que establece con el exterior. Reflejo del capitalismo monopolista que aquí alcanza su mejor expresión, 3a concentración económica ha estado acompañada por una fuerte aglomeración espacial que la con vierte en región polarizada de notorios contrastes internos en todos los órdenes. Saciedad Intensamente urbanizada ha desarro llado nuevos modelos de asentamiento que eny lacompetitiva, actualidad están siendo exportados a otras áreas del globo. Ibe roa mé rica
Un modelo colonizador basado en la coexistencia de una minoría europea dominante sobre una base poblacional autóctona, srcinó, junto
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a un intenso meslizaje, una fuerte concentración de los medios de pro ducción, particularmente la tierra, y la consiguiente jerarquización de la pirámide social; este hecho, unido a factores secundarios como pueda ser la falta de carbón, dificultaron gravemente la asimilación de la pri mera oleada industrializadora. Incorporada de este modo a las áreas de capitalismo dependiente, abastecedoras de materias básicas, presenta un status diferenciado con ciertos rasgos srcinales como puedan ser la elevada tasa de urbanización, la reciente industrialización de algunos pa íse s vin cu lad a a la nu ev a div isió n int er na cio na l de l tra ba jo , o la pe rsi ste nc ia del con flic to vin cul ado a las es tru ct ur as de pr op ie da d y ex pl ota ci ón de la tie rra . Las pr ofu nd as va ria cio ne s im pu es ta s po r el me dio entre las regiones tropicales, las templadas, las andinas, etc., no hacen sino aumentar esa complejidad, apoyada asimismo en la distinta posi ción y tamaño de los Estados en el contexto continental. Au stra lia y Nu eva Zela nda
Con unas condiciones naturales muy d iferentes, estos dos países man tuvieron hasta época bastante reciente los rasgos característicos de un territorio colonial, abastecedores de materias primas, cuyos únicos ras gos de individualidad fueron lo exig uo y tardío del poblamiento europeo, ju nt o al esca so vo lum en de int erc am bi os im pu es to po r las gra nd es dis tancias. A partir de esta situación, ambos países han evolucionado con ra pid ez ha cia su co nv ers ión en po ten cia s in du str ia le s de sd e el fin al de la Segunda Guerra Mundial, pero manteniendo formas de ocupación muy extensivas, fuertes restricciones a la inmigración y densidades muy bajas que contrastan con la superpoblación que registran los cercanos archi pié lag os del Su de ste asi áti co .
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SEGUNDA PARTE ESTRUCTURAS ESPACIALES EN AREAS DESARROLLADAS
*
>
Capítulo
TI
CONCEPTO Y CARACTERIZACIÓN DEL DESARROLLO 1.
LA CONSTATACION DE I.AS DESIGUALDADES INTURXAC IONA1.HR
Si aún en 1967 Kleeble pudo afirmar que «cualquier examen de la literatura geográfica profesional de los últimos años reveía una evidente y notable falta de interés entre los geógrafos por el estudio del fenómeno del desarrollo económico» (Keeble, D. E., 1971, 131), no puede dudarse que la situación se ha modificado profundamente en el transcurso de unos pocos años.’Apoyándose principalmente en la aparición de las ten dencias radicales dentro de la disciplina, el tema de las desigualdades espaciales existentes en la distribución de los niveles de bienestar ha adquirido* cart a de naturalez a entre los analizado s por la geografía hu mana. La práctica totalidad de las obras publicadas sobre el tema del desa rrollo en el ámbito mundial coinciden en señalar la existencia de profun dos contrastes económicos y sociales entre los países y regiones, utilizando generalmente como base analítica una serie de valores estadísticos que han pasado a convertirse en indicadores comúnmente aceptados. Al pro* pió tie mp o, en un a co ns ide rac ión dia uró nic a del fen óm en o, pa re ce tam bié n ev ide nte qu e «se ha n ah on da do las di sta nc ia s en tr e la ma sa de qu ie nes viven para sobrevivir y las sociedades beneficiarias de la totalidad de las sucesivas revoluciones técnicas y del sistema de concentración de los recursos» (George, P., 1983, 8). Dada la visión esencialmente económica que suele presidir la consi deración del desarrollo, buena parte de los datos que se manejan hacen referencia a los niveles de producción, ingresos o renta, siendo el pro ducto nacional bruto de cada país y sus valores de renta «per cáplta» los que han conocido un uso más frecuente. De este modo, si se compara el potencial económico respectivo toman^ do como base ef PNB de los 174 Estados para ios que se dispusodedeque in formación en 1980, resulta particularmente significativo el bocho sólo cuatro de ellos (Estados Unidos, Unión Soviética, Japón y la Repú blic a Fe de ral Ale ma na) se re pa rta n la m ita d de tod a la pro du cc ión mu n dial, cifra que se eleva a las dos terceras partes si también se incluyen Francia, el Reino Unido e Italia. Su situación resulta particularmente pri vil eg iad a si co ns ide ram os que , po r co nt ra , los sie te pa íse s cit ad os ap e nas llegan a representar el 19 H de la población que habita actualmente el planeta. La curva de concentración de Lorenz correspondiente a la
ESPACIOS Y SOCIEDADES
fig. 2.1, no hace sino confirmar de modo gráfico esta desigualdad al re pr es en ta r los po rc en ta je s ac um ula tiv os de la pr od uc ció n mu nd ial qu e suponen los países del mundo clasificados por orden decreciente de par ticipación (cuadro IL1). El notable alejamiento entre la curva de distri buc ión re al y la dia gon al de eq ui tíi str ibu ció n ma rca el niv el de de sig ua l dad actualmente existente en este aspecto. Cuadro
II. 1
Concentración de la producción mundial en 198G Pyis.cs ($é )
Fuewc'
P.N.B. acumu lativo (9fr)
5 10 20 30
67,5 80,2 91.7 96,5
40 50 60 70 «0 90 IDO
9S.4 99,2 99,5 99.7 99,8 99,9 10C.0
PAISES(%> Fig. 2.1. Concentración deJ P.N.B. mundial en 1980. PAISES
h
Atlas Banco Mundial 1981.
La incorporación de ¡a variable demográfica, que permite obtener los valores medios de renta por persona, apenas supone ninguna modifica ción sustantiva en este sentido, destacando tan sólo el elevado número ce países en los que el ingreso medio no alcanza siquiera el equivalente a la mitad deí promedio mundial (80 sobre un total de 135 Estados con siderados) , frente a un grupo muy restringido de apenas 17 país es, al que se incorporan las grandes potencias y algunos de los «países del petró leo», que rebasan con creces los diez mil dólares de renta (fig. 2.2). Si es tas diferencias ya son de por sí signi ficat ivas, hay que con siderar qu e en realidad se ven notablemente acrecentadas si se tienen en cuenta los grandes contrastes sociales o regionales existentes en el interior de los paí ses . Partiendo de la constatación de las desigualdades globales que hoy se reg isLran en ei mundo, los geógrafos se han interesado particularm ente po r la des ag reg aci ón esp ac ial de los da to s al ob jet o de po de r de lim ita r grandes conjuntos homogéneos desde la perspectiva de su potencial eco nómico, empleando para ello métodos y escalas muy diversos. 1 Así, por ejemplo, tomando como base la distribución del consumo de energía entre las diez unidades regionales delimitadas por nosotros, se po ne n ya de ma nif ies to los co nt ra ste s ese nci ale s ex ist en tes (c ua dr o 1.2). Así, por ejemplo, América del Norte, Europa y la URSS, que apenas re pr es en tan el 22 % de la población mundial, se reparten el 73,7 % de la energía consumida, mientras en el extremo opuesto África y Asia (excep to Japón), con dos terceras partes de los habitantes del planeta, apenas si consiguen reunir el 15,3 % del gasto energético total.
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n -h . , . n ■ ¡2 m i* t b T5 5 3 u PN.B. POR HABITANTE IM2 fri tar
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Fig. 2.2. Distribución 4c; P.N .B. per capita en tre Iva pai->c.> del munca cu 1982.
ESPACtOS Y SOCIEDADES
0
OüADKO II.2 Consumo de energía en 1980
Regiones
Miíes d e T.E.C.
Amiirica del Norte Eurnpa Unión Sowstica China Asia Meridional Iberoamérica Japón África Asia Sudoccidental Occania MUKDO Futntz:
No ob sta nt e, la ma yo ría de es tu dio s pu bli ca do s ha st a el pr es en te ha qonsioeraco la distribución por países como el método más eficaz para aproximarse en mayor medida a las desigualdades, existentes y poder di b uj ar alg uno s gra nd es co nj un to s hom ogé neo s. Map as com o el de la figu ra 2.3, que representa la distribución de la renta «per cápita» en 1982, han pasado a ser habituales en estudios de muy diversa índol e, perm itien do contraponer las disponibilidades económicas con que cuentan las po bla cio nes de los paí ses sit ua do s en No rte am ér ica , Eu ro pa o la «Ausjr alasia desarrollada» (Australia, Nueva Zelanda, Japón), frente a las bolsas cíe -miseri a domina ntes en los «horm igueros» del Asia meridio nal o el Africa central, al tiempo que también mostraban la existencia de otras áreas caracterizadas por el predom inio de valores intermedios, y que por ello han ofrecido tradicionalmente mayores dificultades en cuanto a su tipificación (países del cono sur latinoamericano, México, Sudáfrica...}. El frecuente paralelismo entrí estas distribuciones y las correspon dientes a otros indicadores relativos a los niveles de asistencia y bienes tar social de la población (alimentación, educación, sanidad...), ha ser vido de apoyo a la simplista división del mundo en países desarrollados y subdesarrollados, acompañados en ocasiones por los que se califican como «en vías de desarrollo», a partir del establecimiento de umbrales divisorios considerados significativos. No obstante, y puesto que la corre lación no es nunca perfecta, el empleo de unas u otras variables por pa rt e de los dif ere nte s au to re s y org an ism os oficí ales en ía ca rac ter iza ción del problema introduce siempre un sesgo valorativo vinculado a una concepción diversa del desarrollo que se relaciona con los supuestos ideológicos de los que se parta. Esta evidente limitación justifica los numerosos intentos realizados pa ra in te gr ar am bos tip os de va ria ble s co n ob je to de log rar un a ap rox i mación más satisfactoria a la realidad. El medio más habitual ha con sistido en la elaboración de índices sintéticos en los que, mediante téc nicas estadísticas más o menos sofisticadas, se combinan varios indica-
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ESTRUCTURAS E SPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS
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dores en busca de un valor numérico final que acierte a expresar la si tuación relativa de cada país en el contexto internacional. Uno de los primeros y más conocidos es, sin duda, el elaborado por Berry en 1960, tomando como base un total de 43 variables agrupadas en ocho epígraf es: trans pon e, energía, rendim ientos agrícolas , comunicac iones, PNB, comercio, demografía y otros (Berry, B. J. L*, 3960, 78-81), lo que otorga una clara prioridad a los aspeaos relacionados con el nivel tecnológico de los países, frente a la escasa atención que parecen mere cerle los indicadores referentes al nivel de servicios de que dispone la po bla ción . Apl ican do a la m at riz glob al ob te ni da el an áli sis de co mp on en tes pri nc ipa les , y tra s co m pr ob ar el al to gr ad o de co rre lac ión ex ist en te en tre ia mayor parte de las variables consideradas, estableció una «escala tec nológica» por países y grupos de países en la que las puntuaciones infe riores se correspondían con los niveles de desarrollo más elevados y vi ceversa, tal como refleja el cuadro II.3. C uadro
II.3
Escala tecnológica de Berry Grupo de paUcs
Europa,
América
del Norte
Ir.d>ce de desarrollo
y A us trala sia
..............................
173,8
Bloq ue s o v i é t i c o ........................................................................... ......................... 202,1 Amé rica del S u r ........................................................................... ......................... 3C5¿ America Central . ................................................ ......................... 342,3
N ort e úzA fr ic a .................................................................................. ..........................34S.2 Asia
(sin
J a p ó n ) ................................................................................... ............................ 354,0
África subsahariana fsir» Sudáfrica)
.........................................
x— X
siendo x elsuvalor que toma la variable en cada país, X el promedio mun dial y a*,, desviación típica. La suma de todos estos valores, dividida entre el número de indica dores considerados, permite establecer un índice medio de desarrollo pa ra ca da pa ís, a p ar ti r del cu al re su lta po sib le cla sifi car los de ma yo r a menor en función de sus supuestos niveles de bienestar (cuadro II-4). Destaca la semejanza de sus resultados con los obtenidos previamente po r Colé (1981) o el pro pio Be rry , qu e ap lic an téc nic as es tad íst ica s ba s tante más complejas, pero, en cualquier caso, los problemas de defini ción y, sobre todo, explicación de los fenómenos del desarrollo y subdesarrollo permanecen intactos.
3S8.7
Fuente: i). M.Smith, )9g0, 33 3.
2. La
explicación d
e l as desi
gualdades: los co
ncep
tos de
de sa rro llo
y subdesarrollo
Ahora bien, el aspecto más interesante del estudio de Berry desde nuestra perspectiva no es tanto el método analítico empleado, cuanto las conclusiones que, a partir de un tratamiento estadístico aparentemen te inocuo, llegó a deducir. De este modo, Berry destacó lo inadecuado de considerar a los países desarrollados y subdesarrollados como realidades contrapuestas, señalando en cambio la existencia de un continuo, es..de cir, de una escala de países en la que las disponibilidades..económicas disminuyen y las condiciones de vida empeoran desde aquellos que ocu pa n los pri me ros lug are s de la clas ific ació n y hac ia los que ocu pan los últimos* Negó también la existencia de correlación significativa entré los fúveles dé desarrollo y el sistema político o la influencia del colonia lismo, concediendo en cambio una mayor significación a la situación del país den tro de las zona s tem pla da s o tro pic ale s, afir mac ione s tod as que han sido objeto de una amplia polémica posteriormente. En nuestro país, el estudio más reciente en esta linca es el realizado po r Piri s y Ga mi r (1982). In te nta nd o tam bié n su pe ra r los aná lisi s que, al pr im ar la im por tan cia de las var iab les eco nóm icas «excluyen cu alq uie r tipo de valoración social y ambiental de los países», y definiendo el desa
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rrollo como «producto de la interacción de una multitud de variables, tanto económicas como sociales», consideran un total de diecisiete indi cadores, coincidentes en su mayoría con los propuestos a tal fin por el UNRIS D (United Nations Research Institute for Social Developmcnt) en 1970 (McGranahan, D. V. y otros, 1970). Con objeto de reducir las distintas unidades de medida empleadas a una común, aplican a la matriz de datos el sistema de normalización de variables consistente en establecer un valor estándard {número i) al relacionar cada una de las cifras nacionales con el promedio mundial correspondiente mediante la fórmula
a) Las teor ías neoc lásic as y el mo del o cíe cr eci mi en to lineal Cualquier aproximación, por superficial que resulte, al análisis de los fenómenos del desarrollo y subdesarrollo pone en evidencia la ambigüe dad que caracteriza ei empleo de ambas nociones, pues, si bien es cierto que una mayoría de trabajos parece identificarlos explícitamente o táci tamente con la existencia de unas condiciones socioeconómicas concre tas, reflejadas mediante los indicadores ya mencionados, la interpreta ción dista mucho de ser unívoca, poniendo de relieve, entre otras cosas, el indudable sustrato ideológico que subyace frecuentemente en las for mulaciones científicas. La propia variedad terminológica al definir las desigualdades existen tes ejemplifica, más allá de lo puramente anecdótico, las profundas dife rencias tanto en la explicación del srcen como en la definición de sus rasgos esenciales. De este modo, la dualidad entre países desarrollados y subdesarrollados ha sido suavizada e, incluso., desdibujada, con la gene ralización de otros calificativos aplicados a este último conjunto, tales
ESTRUCTURAS ESPACÍALES EX ÁREAS DESARROLLADAS
Cuadro
11,4
D is tr ib u ci ón de lo s n iv el es d t b ie n e st a r e n tr e lo s pa ís es de l m u n d o
PAIS ES ORDENADOS SEGÜN SU INDICE
1 E.Uadu s Unid os l.ó! 1.57 2 Bélgica 3 lio.anda $.50 1.44 4 Suecia 5 D inamarca 1¿2 6 R. D. Alemana 1.41 1.41 ? Canadá 8 R . F. Al em an a 1,35 1,29 9 Suiza 1,29 10 Japón
44 Surinam 45 Costa Rica 46 Líbano 47 Libia 4* Panamá 49A lbania 50 Guayana 51 Rcp. Sudaf. 52 Brasil 53 Egipto
87In dia 8S Rep. Malgache 89 I ndonesia 90 Pakistán 91 Gabón 92 C am erú n 93 Sudán 94K enya 95 Benim 96 Campuchea 97 Senegal 98 Congo 99 Cos ta Marfil 100 Somalia 101 Mozambique 102 Gambia 103 Uganda 104 Zam bia 105 Bostwana 106 Nigeria 107 Liberia 108 Laos 109 Sierra Leona 110 Malawi 111 Ghana 112 Togo 113 Zaire 114 Alto Volta 115 Tanzania 116 R u and a 117 Malí 118 Chad 119 Burundi 120 Guinea 121 Y emen 122 Mauritania 123 Etiopia 124 Rep. Ctíntroafticana 125N ig er 126 Ban gla Des h 127 Af gh an istá n 128 Nepal
como los de países menos desarrollados, en desarrollo, de desarrollo tar dío, nuevos, etc., divulgados hoy por los organismos internacionales de pe nd ien tes de la ONU o el Banc o Mu ndi al en sus do cu me nto s oficia les. Junto a los posibles reparos mostrados frente al empleo de términos que algunos consideran peyorativos, su difusión parece relacionarse con una determinada visión del problema que también es coherente con el pr op io us o de cr ite rio s es tad íst ico s com o bas e de l an ál isi s y la di fe re n ciación internacional. En efecto, noci ones como la de «país es en desarrollo» u otras similares inducen a aceptar dos principios que no son en absoluto evidentes: que las actuales diferencias entre unos países y otros son de orden esencial mente cuantitativo (algunos «tienen más que otros» y, por tanto, se les considera más avanzados), así como la existencia de un proceso conti nuo y universal de desarrollo dentro del cual las condiciones de partida en cada caso y la distinta rapidez evolutiva justificarían los contrastes observados. nómicas Esta interpretación de corte neoclásico, está vinculada que vienen en loa esencial identificar conellas desarrollo teorías ecocon un proceso lineal y de carácter unívoco seguido por todos los países, en el que se parle de una larga etapa inicial de estancamiento o crecimiento muy lento, sometido además a importantes fluctuaciones. Siempre que se den las condiciones mínimas necesarias, se producirá en una segunda etapa la aceleración en e l ritmo de incremen to de la producción y la renta, que tenderá a remitir de nuevo cuando se alcanzan niveles superiores, tal como representa el gráfico de la fig. 2.4.
DESARROLLO
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
Según estor lodos los países habrán estado subdesarrollados en un determinado período "hi stórico , encontrándose en la actualidad en lin pun to más o menos avanzado de la curva evolutiva en función de su dinamis mo interno, al que corresponderán unas condiciones económico-sociales específicas. Así pues, la noción de subdesarrollo vendrá a ser esencial mente comparativa, identificable con los calificativos de pobreza, atraso o inferioridad respecto a otros, cualquiera que sea el ámbito espacial considerado. Por último, la conclusión lógica que parece inferirse del modelo apunta la hipótesis de una futura convergencia o superación «es po ntá ne a» de las co nt ra di cc io ne s pr es en te s en el mo me nto en qu e los pa íses «má s de sar ro lla do s» re du zc an sus ta sas de cre cim ien to, en ta nt o los restantes lleguen a situarse en Ja fase de expansión acelerada. Samuelson ha descrito con claridad esta particular visión de las de sigual dades internacionales al afirmar que« un a nación subd esarrollada es simplemente aquella cuya renta real por habitante es baja en relación a ia renta por cabeza en naciones como Canadá, EE.UU., Gran Gretaña y la Europa occidental en general. Se considera nación subdesarrollada aquella capaz de mejorar notablemente su nivel de renta. Por supuesto, toco país está subdesarrollado en el sentido de que no es aún perfecto y, por tanto, es susceptible de mejorar aún más; e incluso los países lla mados avanzados estuvieron en otro tiempo subdesarrollados según nuestra definición, y fueron desarrollándose paulatinamente» (Samuel son, P. A., 1968, 873-875}. El modelo teórico más difundido hasta el presente sobre las etapas de crecimiento económico que, desde esta perspectiva, han seguido y siguen los países del mundo es el elaborado por Rostow (Rostow, W. W., 1965). Formulado inicialmente en 1960 y desarrollado con posterioridad, intenta aislar los factores estratégicos del crecimiento en ios dos últimos siglos al objeto de poder convertir el análisis de la historia económica contemporánea gn un «campo de complejidad organizada». Según Ro stow,:1a evoluci ón reg istrada puede inte rpretarse como parte de un proceso lineal, en el que existe un punto inicial común desde el que los países actualmente más desarrollados han recorrido una serie de etapas sucesivas que pueden sintetizarse en las cinco que recoge la figura 2.5. . Resumiendo los rasgos fundamentales en cada una de ellas, las socie dades tradicionales—imperantes en todo el mundo hasta el siglo xvm— vendrían definidas, dentro de su diversidad, por el predominio de una economía agraria de autosubsistencia y baja productividad ante la insu ficiente capacidad tecnológica, una estructura fuertemente jerarquizada, y una evidente escasezsociopolítica de inversionesestática produc-y rí\?s teñto la riqueza aparecía fuertemente concen trada y vinculada a la tierra. La superación de esta situación, que define como fase de despegue o impulso inicial («take-off »), vexigió un a serie de cond iciones p revias q ue sólo se dieron en regiones y países concretos, lo que generó un desarrollo espacialmente selectivo. Entre estas condiciones, promovidas endógena o exógenamente, pueden destacarse el incremento del capital disponible.,
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS
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tanto humano como monetario, la exi stencia de determinados recursos, en pa rti cu la r el ca rbó n com o fu en te en erg éti ca bá sica , un au m en to de la inversión en infraestructuras y de la productividad agraria que posibi litó la aparición de importantes excedentes (tanto en alimentos como en mano de obra) y, por último, unas profundas transformaciones cultu rales, sociales e institucionales que permitieron remover los obstáculos al desarrollo del capitalismo industrial. . A pa rtir de aquí, s e desarrollaría du rante un a o dos décadas la fase del «impulso ini cial » en sentido estricto, caracterizada por: — Una expansi ón de las fuerz as tend ente s al progr eso económico que llegan a hacerse dominantes, junto a una rápida mejora tecnológi ca que promueve un rápido avance en ciertas actividades junto ai surgimiento de otras. — Un aume nto de la inversi ón produ ctiva por encima del 10 % de la renta nacional. — en El sectores trasva se como de poblac ión agraderiaalgodón hacia lao la indu stria, partloicuque larmsu ent e los textiles siderurgia, pone un increm ento de la prod uctiv idad global y de la riqueza ge nerada, — El desa rrollo de un marc o político, social e institu ciona l domin ado po r la nueva burge sía cap ital ista relac ionad a con los negocios in dustriales, que favorece e impulsa un crecíir.iento autosostenido. La evolución posterior hacia la «madurez»» vino a suponer la difusión del crecimiento y de las mejoras tecnológicas al conjunto de las activida des productivas durante tres o cuatro décadas, en tanto la «sociedad del consumo en masa» presentará como rasgos propios la conversión del sector de servicios en dominante dentro de la estructura económica, jun to a la creciente importancia de las industrias productoras de bienes de equipo y consumo duradero respecto a los de primera necesidad. Partiendo de este modelo, Rostow consideró la posibilidad de inter pr et ar la evo luc ión ec on óm ica pr es en te y pa sa da de cad a pa ís a la luz de «una nueva teoría dinámica de la producción», analizando algunos casos concretos y comprobando que la duración de las distintas fases tendía a reducirse cuanto más tardío fue el despegue, lo que en cierto modo apoyaba la hipótesis de la convergencia. b ) La nece saria distin ció n en tre cre cim ien to y desa rrol lo Más allá de las críticas específicas hechas a la teoría de Rostow, des tacando sus limitaciones teóricas o los dudosos resultados obtenidos en su contrastación empírica, durante los últimos años se han ido acumu lando una serie de objeciones graves al conjunto de análisis teóricos o sobre áreas concretas hechos desde es ios postulados. En b uena m edida, esta revisión ha sido el fruto de lo que Dadzie ha denominado las «déca das de la decepción» (Dadzie, K. K. S., 1980, 10). ante la evolución que han seguido la mayoría de países supuestamente en desarrollo, y su pro*
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
gresivo distanciamiento respecto a los industrializados, pese a la crisis que estos padecen desde 1973, Ante todo, e s necesario precisar el valor real de unos indicadores esta dísticos a los que se otorga en ocasiones un carácter definitorio de la realidad que est án lejos de p oseen Por una parte, la propia definici ón de las unidades espaciales de análisis resulta inadecuada en cuanto que el Estado es un agregado de personas y territorios generalmente contrasta dos, con 3o que las cifras que se manejan suponen una generalización abusiva que oculta los aspectos distributivos, tanto en el plano social como regional. Según destacaba el «Informe sobre la situación social en el mundo en 1974» publicado por la ONU( «en muchos países las espe ranzas (que un día se concibieron) están dando lugar a una frustración cada vez mayor, pues los frutos del desarrollo parecen tener inevitable mente otro destino: las empresas comerciales, las minorías selectas, ad ministrat ivos o políticas, l os extranjeros, las zonas urbanas, o determina J. M., 1975-76, 131). dos grupos regionales, étnicos o religiosos» (Casas, Al propio íiempo, su fiabilida d resu lta limitada, especialmente en aque llos países que cuentan con u n ap arato estad ístico y de contabilidad nacio nal deficiente, por !o que sus datos vienen a ser con frecuencia simples estimaciones indirectas, sometidas además al tipo de cambio vigente en cada momento. A su vez, las cifras de producción o renta que se manejan sólo incluyen aquellos biene"s y servicios que alcanzan un valor moneta rio en el mercado, excluyendo todas las actividades vinculadas al autoconsumo, que en algunos países pueden ser dominantes. Por último, Ja pro pia sele cció n de los ind ica do res in tro du ce un sesg o des de el mo me nto que presupone una particular concepción del desarrollo, en tanto se excluyen sistemáticamente algunos aspectos importantes del bienestar humano que no pueden cuantificarse. Tal como señala Smith, «unos indicadores numéricos de desarrollo y su manipulación mediante técnicas modernas sofisticadas pueden servir simplemente para confundir y oscurecer y no para revelar, espe cialmente si se basan en un concepto limitado del desarrollo determina do por los datos disponibles. Es posible que la realidad de la experien cia vital del hombre esté representada de un modo muy poco adecuado y que tengan que buscarse explicaciones exteriores a la matriz de datos de la cual se derivan ios indicadores (Smith, D. M., 1980, 329). En suma, las estadísticas usadas habitualmentc pueden reflejar al gunos de los efectos generados por el desarrollo, en particular sobre los niveles de consumo de la población, pero en modo alguno lo de finen, ni mucho menos lo explican. Su empleo resulta útil como me dio para reajiiar una primera aproximación al problema de la desigual dad desde una perspectiva geográfica, pero en ningún caso se justi fica como un fin en si mismo. Se hace necesario, en cambio, precisar en mayor medida los conceptos de crecimiento y desarrollo, frecuente mente identificados, con objeto de evitar algunas de las confusiones que suelen rodear su tratamiento. Tal como hemos señalado, la mayoría de análisis sobre el tema tratan los procesos de crecimiento económico y las desigualdades ao
NIVEL DE DESARROLLO é>
>• TfEMPO
Fig. 2.5. Etapas de crecimiento económico, según Rostow.
Fig. 2.6. Proceros de crecimiento acumulativo.
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espacios
y
sociedades
tuales entre unos países y otros midiendo su respectiva capacidad pro ductiva, niveles de ingresos, de consumo, etc. Su repetida identificación con la noción genérica de desarrollo no resulta en absoluto evidente, sino que se relaciona, consciente o inconscientemente, con un determi nado modelo de desarrollo, de matiz fuertemente productivista y que in ha sido el dominante en las últimas décadas dentro de los países dustrializados, en el que la cantidad ha primado sobre la calidad, la eficiencia sobre la equidad, y la concentración respecto de la distribu ción equilibrada. Es este modelo concreto, hecho «a costa de ia Natu raleza y del medio ambiente en cuanto a los límites físicos, a costa Jel Tercer Mundo en cuanto a los límites políticos y finalmente también de la vida externa de cada uno de nosotros a costa de ia vida interior» (Sampedro, J. í... 1982, 8), el que ha entrado en crisis profunda desde hace una década. Ahora bien, la existencia de posibles conflictos entre el crecimien to económico y elsidu bienestar social ya fue entonces planteada(Mishan, por Alishan quince años y ha profundizada desde E. J., hace 1971). En este sentido, frente al carácter lineal y cuantificable del crecimien to, el desarrollo se presenta como concepto multidimensional, a ia vez cuantitativo y cualitativo, que incorpora al análisis los principios de equilibrio en ía distribución, autonomía en las decisiones, calidad de vida, capacidad creativa, etc. Es significativo el sencillo ejemplo que a este respecto proponen Dutry y Lambert: «Se comprende que es ina? ceptable juzgar el desarrollo de un niño refiriéndose únicamente a la longitud de sus piernas, el número de sus dientes o la cantidad de ali mento que ingiere diariamente. Es un poco esto lo que se hace a pro pós ito ce la soc ied ad , ha bla nd o ún ic am en te de cre cim ien to» (D utr y, G.; l-ambert. O., 1980, 59). Desarrollo y subdesarrollo deben, pues, considerarse ante todo como pro ces os en los qu e se form ali za n pro gre siv am en te un as es tru ct ur as económicas, sociales y espaciales determinadas. Las diferencias no son po r ta nto me ram en te cu an tit at iv as sino que afe ct an a tod as sus for ma s de organización. Tampoco puede aceptarse ía existencia de un proceso común y único de desarrollo en el que las áreas que comúnmente se identifican como subdesarrolladas se supongan apegadas a estructuras tradicionales apenas modificadas en el transcurso del tiempo. Por el contrario, las transformaciones que han tenido lugar en ellas durante el último medio siglo pueden considerarse tan intensas al menos como las que han afectado al mundo desarrollado, si bien en sentido radi calmente divergente y plagadas de contradicciones internas. Situacio nes-nuevas como pueden ser la explosión demográfica, la inserción de actividades «modernas» orientadas a la exportación, el paro y el éxo do rural masivos, o ía concentración urbana bastan para demostrarlo. En este sentido cabe interpretar la crítica hecha por Furtadó a la literatura existente sobre d esarro llo/ en concreto aquella quo presu pon e qu e la evol ució n seg uid a po r los pa íse s qu e en ca be zar on en su día la revolución industrial puede unlversalizarse, al considerarla uno de tos mejores ejemplos del papel que juegan los mitos (conjunto de
ESTRUCTURAS ESPACTAl.P*
ARCAS DESARROLLADAS
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hipótesis no verificables apoyadas en un sistema de valores que no suele hacerse explícito) en las ciencias sociales, ocultando o tergiversan do dimensiones significativas de la realidad (Furtado, C„ 1975, 14). c) La dia lécti ca desa rro llo- sub desa rrol to Los procesos de desarrollo, tal como acaban de definirse, se mues tran como fenómenos esencialmente dinámicos e inierdependientes. En cuanto al primero de estos aspectos, los contrastes actuales no sólo se justifican a partir del desigual reparto en cantidad y calidad de los recursos naturales, humanos y de capital real, la eficiencia produc tiva, la adecuación dei marco institucional o cualesquiera otros ele mentos estático s, sino que resu ltan ante todo d e un proce&CL.dé .carác ter acumulativo desarrollado en el tiempo v que ha afectado de modo pa rti cu teorías la r a casobre da tedesarrollo rri to rio . desigual elaboradas a partir de la obra Las pio ne ra de Myr dal coi nci den en af irm ar que , un a vez qu e el cr ec i miento iniciado en una determinada región supera cierto umbral, la generación de plusvalías y la acumulación de ventajas competitivas favorecen una progresiva concentración (particularmente de las acti vidades más dinámicas) en detrimento del entorno. El proceso sólo se detendrá en el momento en que aparezcan fuertes deseconomias exter nas vinculadas a la propia aglomeración, o ante la prioridad otorgada a una política territorial con objetivos reequilibradores por parte de Jos poderes públicos. El mecanismo que induce la aglomeración, de ca rácter circular y efectos multiplicadores, fue representado gráfica mente por Pred en 1966 mediante el diagrama de flujos de la fig. 2.6. ' De este modo, las venta jas económicas unid as a las mayores tasas de innovación que suelen acompañarlas tienden a reforzar la polari zación, cualquiera que sea la escala que se considere, pudiendo distin guirse en consecuencia unas actividades motrices, con especial capa cidad de arrastre o atracción, y otras complementarias que surgen por inducción de un medio favorable. Este proceso de crecimiento iniciado en Inglaterra a finales del siglo xvrri y difundido posteriormente a otros países del entorno ade más de América del Norte y Japón, supuso el comienzo de una reorga nización espacial, tanto a escala mundial como en el interior de los Estados. Así, frente a unas pocas regiones en rápida expansión, en las que se concentró tanto el poder económico, como el político o el mi litar, las restantes pasaron a ostentar una situación de dependencia a medida que la mejora .del transpo rte iba incorporánd olas a la econo mía de intercambio, especializándose en la exportación de recursos naturales sin elaborar o productos scmiclaborados. La importación de manufacturas y la vinculación tecnológica que se establecen .como contrapartidas generaron una situación real de intercambio claramente desfavorable, que contribuyó decisivamente a ahondar las distancias. En estas últimas áreas se formalizó progresivamente lo que Nurske
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ESPACIOS
ESTRUCTURAS ESl'AClALliS HN AREAS DESARROLLADAS
Y SOCIEDADES
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denomina el «círculo vicioso de la pobreza», es decir, un conjunto de tuerzas interactuantes que tienden a. mantener o reforzar las graves carencias actuales, con un carácter igualmente acumulativo (fig. 2.7). • Se dib uja, pu es, un si stema internaci onal de relac iones cont radict o rio, fruto directo de la división del trabajo y del proceso colonial. Un número elevado de regiones tienen como funcionalidad especifica el abastecimiento de factores productivos (materias primas y energía, ali mentos, capitales, incluso fuerza de trabajo), en tanto otras concen tran las actividades más productivas junto a las de gestión y control, la innovación tecnológica y los LJujos de información, estableciéndose entre ambas una relación de intercambio desigual que ha mantenido y reforzado las desigualdades. La intensificación de estos vínculos de interdependencia que auto res como Prebisch o Amin esquematizaran en los modelos centro-perife ria, significan la existencia de unos núcleos innovadores y con capacidad
miento a partir del centro (efectos «spread» de Myrdal), y en la que las grandes empresas transnacionales juegan un papel esencial, ha ge nerado una creciente complejidad reflejada en fenómenos como la in dustrialización de algunos países dependientes o la crisis de ciertos sectores fabriles en las potencias tradicionales, pero manteniendo en lo esencial Jos mecanismos reguladores. El hecho de que esta concepción se haya ido abriendo camino pro gresivamente, ha permitido mostrar las contradicciones inherentes a las soluciones voluntaristas que, desde la declaración Truman en 194R y durante las dos décadas siguientes, ponian el acento en la necesidad de una ayuda a los países subdesarrollados por parte de los países ricos (Pearson, L. B., 1969), frente a lo que, a partir de la Sexta Asam ble a Esp eci al de las Na cio nes Un ida s ce leb ra da en 1974 com enz ó a denominarse un «nuevo orden económico internacional». Desde esta pe rsp ec tiv a, cu al qu ier ca mb io sig nif ica tiv o de la sit ua ció n pr es en te se
de dirección, cuyo a beneficio se realiza que lo esencial de la acumula ción de riqueza,enfrente otros dependientes, incluso mantienen un control limitado sobre sus recursos y decisiones. ' La remodelac ión de e ste sistema que está teniendo lugar en las últimas décadas, relacionada con los procesos de difusión del creci-
liga indisolublemente a una profunda modificación de la estructura económica internacional, es decir, del modelo de relaciones imperan te entre los distintos elementos que componen el sistema. El contraste entre estas posiciones, tachadas por muchos de utópicas, y la realidad actual limitada a tímidos programas de ayuda que, entre 1976 y 1980 representaron alrededor de 60.000 millones de dólares anuales, es de cir, menos del 0,5% respecto al PNB global de los países industriali zados, es uno de los problemas esenciales a que nos enfrentamos en un futuro inmediato. En resumen, desarrollo y subdesarrollo son las dos caras de un mismo proceso general que se constituye en uno de los elementos de diferenciación geográfica a escala mundial más relevantes en el mo mento presente.
3.
Fig. 2.7» Círculo vicioso d« la pobreza según Labret.
E
l
modelo
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i al
en
l a s
Areas
desarrolladas
El movimiento expansivo iniciado con la Revolución Industrial en diversas regiones del globo y mantenido con pequeñas oscilaciones coyunturales hasta mediados de la pasada década, permite identifi carlas en sus características esenciales y en lo que respecta a su po sición dentro del sistema de relaciones internacionales como áreas desarrolladas, sin que ello excluya la existencia de contrastes significa tivos en su interior. Desde una perspectiva geográfica, interesa particularmente destacar que en ese proceso se han ido decantando una serie de estructuras espaciales que permiten hoy su identificación. Si el territorio se con cibe como plasmación material y tangible de las relaciones de pro ducción y las contradicciones existentes en el seno de una sociedad, es fácil deducir que el proceso de industrialización y crecimiento eco nómico que ha tenido aquí lugar, al modificar estas condiciones, ha supuesto paralelamente una reorganización espacial, visible por lo ge
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ESPACIOS Y SOCIEDADES ESTRUCTURAS ESPACIALES EX ÁREAS DESARROLLADAS
neral en sus elementos morfológicos, pero enraizada sobre todo en sus estructuras funcional y social. Aunque las peculiaridades propias de cada país o región son innega bles , rela cio nad as con su te m pr an a o ta rd ía inc orp ora ció n al pro ces o, el sistema imperante (capitalista o de planificación centralizada), las condiciones naturales o la específica herencia cultural, puede afirmar se —a! menos como hipótesis a verificar— la existencia de ciertos ras gos comunes que permiten definir un modelo de organización terri torial. a) Una acumulación de medios productivos Las regiones desarrolladas han conocido un incremento constante y rápido, pese a la existencia de algunas co yuntu ras recesivas, en. los niveles las disponibilidades de bienesdey bienestar servicios de de la quepoblación, disfruta lareflejado mayoría en de ella. Esta mejora se evidencia al analizar las series estadísticas correspondientes, si bien hay que tener presente que en ellas se produce una cierta sobreestima ción del crecimiento real: la progresiva ampliación de los intercambios que ha acompañado el proceso ha hecho que actividades antes orientadas al autoconsumo se destinen ahora al mercado, contabilizándose así en los cálculos sobre la producción o la renta obtenidas. Este proceso de expansión, basado en una explotación intensiva de sus propios recursos naturales y humanos, junto al dominio de buena pa rte de los re cu rso s no ren ov ab les loc aliz ado s en las áre as su bd esa rro üadas, ha permitido la acumulación de una gran cantidad de medios de producción e infraestructuras. Además de marcar las diferencias actuales, la acumulación registrada actúa como agente multiplicador del crecimiento económico favoreciendo la pervivencia de las desigualdades en un futuro próximo. No ob sta nte , ta mb ién pu ed e ha bl ar se de co nt rap ar tid as , ref lej ad as en costes económicos y sociales a veces elevados. Junto al desarraigo de amplios grupos de población debido a la migración forzosa de la fuerza de trabajo hacia las áreas dinámicas, hay que considerar tam bién el de ter io ro cíel me dio am bi en te y la ca lid ad de vida , sob re todo en las grandes aglomeraciones, tal como ponen de manifiesto la mul titud de publicaciones, reuniones de lodo género y movimientos ciuda danos que en los últimos años expresan una creciente insatisfacción, exigiendo la revisión del modelo de crecimiento seguido hasta el pre* senteb) Papal esencied de ¡a industria y de los espacios industriales en ¡a reorganización territorial'
El sector secundario supone en estos países niveles de empleo que se sitúan, por lo general, entre el 30 y el 40% de la población activa
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total, valor que actualmente se encuentra detenido o, incluso, en li gera regresión ante el avance espectacular de las actividades de ser vicios y el progresivo incremento en la relación capital-trabajo que genera la creciente automatización de los procesos productivos; pese a ello, sigue aportando un volumen considerable de la renta y de las exportaciones globales. Su desarrollo ha supuesto, desde el pasado siglo, la creación de nuevos espacios —los industriales— que obedecen a leves ce localiza ción y organización interna específicas, y que en la actualidad tienden a situarse con preferencia en los grandes centros urbanos, los puertos y los nudos principales en las redes de transporte y comunicación, en tanto buena parte de las áreas tradicionales de yacimientos han co nocido una perdida de atracción que obliga en ocasiones a su recon versión. AI propio tiempo, la aparición de estos espacios ha modificado la relación de fuerzas preexistente, trasladando los centros de gravedad demográficos y económicos, y condicionando en gran medida los ac tuales desequilibrios regionales. En las fases de industrialización más avanzada, se ha evolucionado desde una distribución relativamente dispersa de los centros fabriles a una concentración cada vez mayor de ios mismos (paralela a la con centración del capital y los medios.de producción). La difusión postea rior tiende a producir la aparición de ejes industriales hasta llegar en ocasiones a constituir una verdadera red, en la que cada núcleo se y tiene un determinado rango especializa en determinadas actividades dentro de la estructura jerárquica del sistema. El proceso de concentración técnica y económica ha supuesto el surgimiento de factorías cada vez mayores, que realizan una produc ción en gran escala, junto con la progresiva sustitución —dentro de los sistemas capitalistas— de la pequeña empresa familiar por la gran Sociedad, cuyo exponente máximo vienen a ser las empresas trans nacionales. Surgidas en su mayor parte desde el final de la Segunda Guerra Mundial y difundidas a la mayor parte de sectores fabriles, están muy concentradas en lo referente a su srcen y, consecuentemente, al do micilio de su sede central. Así, entre las cien más importantes por sus cifras de ventas en 1981, un total de 93 se repartían entre tan sólo nueve países de Europa y América del Norte, además de Japón, lal como muestra el cuadro 11.5. Su creciente expansión ha favorecido una reorganización del mapa industrial del mundo, que tiende a reflejar en muchos de sus rasgos las características de los espacios organizados por estas grandes fir mas: los centros de decisión y las actividades tecnológicamente más avanzadas, de mayor rentabilidad, se reservan a los países desarrollados, con especial concentración en sus principales aglomeraciones urbanas, en tanto se produce una relativa dispersión de aquellas actividades pro ductivas de menor rango.
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ESPACIOS
y
ESTRUCTURAS ¿SrACÍALES EN ÁREAS UfcSARROU.ADAS
SOCIEDADES
CVAÜRO II.5 Ortgeji de tas 100 mayores empresas industriales por sus cifras de ventas en 1981 País Estados Unidos Rtpúbiica Federal Alemana Japón Francia Reino Unido Italia Canadá Suiza Países Bajos Reino Unido/Países Bajos
empresas 4$ 10 10 8 6 3 2 2 2 2
Fucfuei >Fortu ■ ne*, 3-V-82.
c) Una ¡mensa urbanización Correlativamente al crecimiento de la industria y los servicios, el fenómeno geográfico más importante sin duda ha sido la progresiva y casi total urbanización de estas sociedades, tanto porque la mayoría de su población vive hoy en ciudades, como porque la economía y las formas de vida y cultura urbanas se han difundido y hecho dominantes en la práctica totalidad del territorio. El éxodo rural por un lado, y el propio crecimiento vegetativo por otro (resultado del rejuvenecimiento previo de su población) justifican la fuerte expansión registrada, que ha hecho crecer el número de ciu dades y sus dimensiones hasta desdibujar en muchos casos el concepto tradicional de «ciudad», contrapuesto al del «campo» circundante. En Ía actualidad, el desarrollo de aglomeraciones urbanas, tanto en formá de áreas metropolitanas (co n un c entro o m etrópoli dominante) como de conurbaciones (desarrollo paralelo de diversas ciudades que llegan a formar una mancha continua), no permite precisar con claridad estos limites, pues numerosas personas que viven a varias decenas de ki lómetros de un centro urbano, se desplazan diariamente a traba jar en él, aunque los núcleos en los que residen puedan mantener liña mor fología escitcialmenie rural. Esto ha hecho incorporar la noción de espacio periurbano. como una nueva realidad a considerar por íos geó grafos de estos países, El crecimiento urbano, con los contrastes sociales y de usos que supone, ha generado una creciente heterogeneidad interna, tanto en lo referente a ía distribución de actividades (financieras, industriales, resi denciales, etc.) como de clases sociales, si bien las diferencias a este respecto según los sistemas po litico económ icos vigentes han generado respuestas diversas.
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Por último, al igual que se apuntaba en el caso de la industria, el crecimiento urbano se ha visto , acompaña do p or la formación de ver daderos sistemas integrados en los que el dinamismo de cada ciudad, e incluso buena parte de sus características internas, se relacionan con su rango en la jerarquía nacional y su especiaíización funcional. En pa la br as de Web b, se ha da do el pa so de sd e Ja «so cie dad ur ba na ais lada», en donde cada ciudad se relacionaba casi exclusivamente con las áreas rurales circundantes, a la «sociedad urbana integrada», siendo la progresiva mejora y densificación de la red de transportes uno de los vehículos fundamentales en la consolidación del proceso. d) La desa grar izüc iún y pro gre siva urb an iza ció n deí mu nd o rura l El retroceso constante de las actividades agrarias en relación con su menor productividad, y su inserción en una economía competitiva en donde la producción se orienta ya en su casi totalidad al mercado y no al mantenimiento de la familia campesina, ha supuesto un aban dono generalizado de las áreas rurales. Unido a esto, la agricultura ha conocido una mutación técnico-económica que la aleja por completo de los sistemas tradicionales de cul tivo. La intensa capitalización que ha tenido lugar con objeto de me jo ra r su re nta bi lid ad y pe rm iti r un os niv ele s de vid a no exc esiv am en te alejados de los urbanos se refleja en la mecanización^ puesta en regadío, mejora del abonado, selección de semillas y especies, empleo masivo de productos químicos, etc., Jo que ha incrementado notable mente la dependencia de la industria que provee de estos elementos o transforma una parte creciente de la producción, integrando ambos sectores. La progresiva especiaíización de cultivos y el desarrollo ganadero se relacionan con la evolución de ía demanda hacía bienes de mayor ca lidad y con las condiciones de los precios en el mercado nacional o in ternacional, generando cambios relativamente rápidos en el paisaje agra rio. Una paralela evolución hacia unidades de explotación cada vez mayores, bien sea mediante reformas agrarias (casi exclusivamente en los países socialistas), Ja promoción de cooperativas o el simple arren damiento de las tierras dejadas por los emigrantes, ponen de manifiesto la necesidad imperiosa de adaptarse a Jas condiciones de una econo mía industrializada para subsistir. El proceso ha llevado, en algunos pa íse s, a la ap ar ic ión de lo que se ha de noplenamente mi na do «un a ag ric ul tu ra si n agricultores», dadas las formas de producción tecnificadas e industrializadas que predominan y el bajísimo número de personas que aún trabajan en el sector con exclusividad. Pero junto a esta dependencia que se relaciona con su papel de abastecedor en materias primas, alimentos, fuerza de trabajo y capi tales (a través del ahorro desviado por el sistema financiero hacia las regiones más prósperas) otorgado a las áreas rurales, su vinculación a la ciudad se manifiesta también en la aparición de otra serie de mo
ESPACIOS Y SOCIEDADES
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dificaciones bastante recientes como pueden ser los movimientos pen dulares de trabajadores, el consiguiente incremento de la llamada agri cultura a tiempo parcial, y la litigación de algunos espacios para resi dencias secundarias, lo que junto a un cambio fisionómico supone la incorporación del suelo rústico a los mecanismos de apropiación y uso característicos de las ciudades. e) Cambios en las distribuciones y éi comportamiento demográfico de la pobioción
La distribución actual de la población, además de seguir vinculada en parte a la influencia ejercida por ciertos obstáculos naturales como e! clima o el relieve en algunas regiones, depende prioritariamente del las densiexistente reparto dades demográficas de las actividades se corresponden económicas, hasta casi el perfectamente punto de quecon las industrial es y u rbanas. Por otra parte, su crecimiento se ha reducido en el transcurso del último medio siglo hasta llega r en muchos casos al estanca mien to, con * el consiguiente envejecimiento de su pirámide demográfica que tiende a adquirir la característica forma de hucha. Se encuentran, pues, en la fase más avanzada del modelo de transición demográfica, sin qué se observen signos que tiendan a modificar las tendencias actuales en un futuro próximo. En lo referente a su estructura por actividad, el trasvase iniciado en el siglo pasado desde las actividades primarias hacia las industria les, se ha trasladado posteriormente hacia las de servicios. De este modo, lo característico en esias llamadas «sociedades del bienestar» es la inversión de la relación existente hace apenas un siglo, con una re ducción de los empleos directamente productivos —compensada con creces por el aumento de la productividad— y una atención preferente a Jas actividades decisorias o vinculadas con una mejora directa de la calidad de vida (educación, sanidad, ocio, información...). f) Formación de espacios polarizados y establecimiento de políticas territoriales
Un crecimiento de de la manufactura del terciario superior tan con* centrado como acaba señalarse ha yconllevado un proceso de pola rización espacial en que las tasas de incremento en los efectivos se limitan a un número relativamente reducido de áreas, en profundo contraste con su entorno. Las economías externas y de aglomeración están en La base de estos procesos, tanto en las economías capitalis tas como —en menor medida— en las planificadas, donde la búsqueda de un crecimiento rápido ha postergado con frecuencia los objetivos de equilibrio regional. En cualquier caso, la aparición de procesos difusores del creci-
ESTRl.’CTUKAS ESPACIALES EX ÁKEAS DESA3R.ÜLLAUAS
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miento cuando se alcanzan densidades elevadas y, sobre todo, la cre ciente intervención de los poderes públicos presionados por los mo vimientos sociales en la mejora de las condiciones de vida, han susci tado diversas actuaciones en materia de planeamiento regional y urba no que sin atentar contra las bases fundamentales del sistema han su pu est o pal iat ivo s a la de sig ua lda d esp ac ial. De ahi que , au n sien do evidentes y sentidos por la población de las diferentes regiones, los contrastes no son tan acusados como los del mundo suhdesarrollado, marcado por un fuerte dualismo en lo económico, lo social y lo es pacia !. Pese a que todos estos rasgos no dejan de ser muy genéricos, sir ven como contexto general en el que pueden insertarse desde ahora tos análisis regionales que vamos a realizar. Comprobar hasta qué pu nto las rea lid ad es co nc re tas se ex plic an a la luz de los mo del os teóricos, esy objetivo para elunaespacio geografía ir más allá de la casuística racionalizar en que que intente vivimos.
BIBLIOGRAFÍA BASICA Amin, S. (1973): Le dé ve lo pp em en t in ég ai París, MinuiL Bairoch, Y. (1973): El Tercer Mundo en la encrucijada. Madrid, Alianza. Brookfield, H. C. (1975) In te rd cp en de nt de ve lo pm en t. London, Methuen. Colé, J. P. (1981): 1 he deve lopmcn t gap. London, J. Wiley. Furtado, C. (1975): El desarrollo económico: un mito. México, Siglo XXI. Gcorgc, P. (1983): Geografía de las desigualdades. Barcelona, 0¡kos-Tau. Kceble, D. E. (1S71): Modelos de desarrollo económico. En La Ge og raf ía y los m o Madrid, Í.E.A.L., pp. 129*210. delos socioeconómicos. Lacoste, Y. <1978): Geografía del subdesarrollo. Barcelona, Ariel. Mishan, E. J. (1971): Costes del desarrollo económico. Barcelona. Oikos-Tau. Myrdal, G. (1965): Teoría económica y regiones subdesar r ollad as. México, F.C.E. N urs ke , R. (1966): Problemas de formación de capital en los países insuficientemente desarrollados. México, F.C.E. Rostow, W. W. (1961): Las eta pa s de l cr ec im ie nt o eco nó mi co . Un m an ifi es to no Co munista. México, F.C.E. Sm ith , D. M‘. (1980): Geografía humana. Barcelona, Oikos-Tau.
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS
Capítulo
II I
EUROPA: INTEGRACIÓN Y CONTRASTES EN LA CUNA DE LA INDUSTRIALIZACIÓN I. L a
individualizaci
ón del espacio europ
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con la acción de grupos humanos en el tiempo, plasmada en formas pe cu lia re s de or ga ni zac ió n de su esp aci o. Si algún rasgo físico hay que déstacar en la configuración de Europa, éste puede ser la profunda influencia que ejerce el océano en buena p ar te de la reg ión , ju n to a la no tab le fr ag me nt ac ió n te rr ito ri al en pe queñas unidades morfoestructurales que ha promovido su frecuente calificación como verdadero «mosaico» geográfico. Pese a su tradicional consideración como uno de los cinco continentes poblados del globo, Europa aparece en cualquier mapa como un conjunto más o menos triangular de penínsulas, archipiélagos y mares interiores en el extre mo occidental de Eurasia, que justifican una amplia fachada oceánica p ar a la cas i to ta lid ad de paí ses (c ua dr o I I I .1).
eo Cuadro
Si las fronteras políticas de los Estados resultan bastante precisas, aunque cambiantes, no ocurre lo mismo con las que delimitanhistóricamente las diez unidades o conjuntos regionales que nosotros hemos diferenciado. Por este motivo, los límites de Europa no se prestan a un consenso generalizado, particularmente por lo que se refiere a sus már genes meridional y oriental, exigiendo en consecuencia una breve jus tificación del criterio adoptado. Por un lado, algunos autores consideran que el Mediterráneo es, más que una línea de separación, un vínculo de unión entre todos los pa íse s rib er eñ os de la cu en ca qu e, a p a rt ir de un as co nd ici on es eco lógicas similares, han desarrollado unos modos de vida tradicionales claramente emparentados, que exigen un tratamiento conjunto. Sin negar esta realidad, e incluso los vínculos históricos que ligan ambas orillas, una visión de la realidad actual como la que aquí pretendemos no puede ignorar los contrastes evidentes hoy, tanto en lo que se re fiere al nivel de desarrollo como a la diversa tradición cultural y su materialización espacial, razones que juzgamos suficientes para lle var a cabo un análisis separado. Mayor tradición aún, sobre todo en lo que respecta a las representa ciones cartográficas, tiene el límite de los Urales como divisoria entre los mundos europeo y asiático. Aceptando su significado histórico con creto, cuando en el siglo xvn venía a suponer el límite oriental del Im pe rio ru so , su vig enc ia ac tu al re su lta pr ác tic am en te nu la. Si de sd e el pu n to de vi sta fís ico es ta b ar re ra de es ca sa al ti tu d no im pi de qu e la distribución de las regiones naturales se organice perpendicularmente a supolítica dirección, mucho menos significado aún desde una perspecti va o de organización territorial:tiene el Estado soviético es hoy una entidad político-espacial indudable, que en un rápido e intenso movimiento colonizador ha incorporado buena parte de sus regiones orientales al proceso de industrialización y transformaciones en todos los órdenes que han presidido su evolución reciente, sin que el Urai represente hoy más que una simple unidad fisiográfica dentro del país. En resumen, tanto la personalidad de Europa como la de la Unión Soviética se vinculan directamente con su geografía humana, es decir,
III.1
Et carácter marítimo de Europa -
Continente
Europa Asia América def Norte América del Sur África Australia * Sin Rusia europea,
Superficie (mili. kmJ)
Penínsulas (mili. k mJ)
9,97 44,18 24,10 17,87 29,82 8,90
2,70 7,94 2,04 0,05 ___
0,42
% Islas y penínsu
Islas (mili, k m 2)
0,75 2,70 4,11 0,15 0,62 1,30
las en superficie total
*■'
34,6* 24,0 25,6 1.1
2,1 19,3
4,94 mili, km2 y 69,8 % re spectivam ente.
Fuente: Mellor, R. E. H . - Smith , E . A., 1979.
Además de facilitar el desarrollo de actividades específicas ligadas al mar y una pronta relación con otras regiones del mundo, la escasez de barreras montañosas opuestas a la penetración del viento oceánico ha favorecido también una suavización climática en buena parte del territorio, apoyo indudable a la ocupación humana. Precisamente es la antigüedad de ese poblamiento, la densidad alcan zada en la ocupación, y el extraordinario desarrollo de las civilizacio nes aquí asentadas, lo que justifica la intensa humanización del espa cio, con amplio predominio de los paisajes «culturales», y el evidente pe so de Más los fa ct ordeescualquier hi stó ricetnocentrismo, os en la ju st if ac ió n de ci er ta que s re ali da de s actuales. allá esictambién evidente Europa ha jugado un papel de primer orden en el devenir de la Hu manidad durante los últimos siglos. Foco srcinario y desde el que se difundieron modelos económicos y pautas culturales que alcanzaron su máxima expresión con la Revolución Industrial, Europa se inserta hoy en el contexto mundial dentro de las regiones con estructuras asimi lables al modelo característico del desarrollo, si bien su posición domi nante ha declinado en favor de las dos superpotencias actuales, que
62
ESTRUCTURAS ESPACIALES E\‘ ÁREAS DESARROLLADAS
ESPACIOS Y SOCIEDADES
organizan hoy sus respectivas esferas de influencia a costa de la divi sión del ámbito europeo en bloques. Pero todo lo anterior no impide que la diversidad interna presida muchas de las realidades europeas. Si la fragmentación del relieve fa voreció históricamente la separación de los grupos humanos, la emer sión de los Estados actuales ha consolidado las diferencias que el desi gual desarrollo y la ya hitada oposición de bloques no ha hecho sino reforzar. El surgimiento de la «idea europea» como superadora de al gunas de estas contradicciones ha tenido aún efectos materiales bas tante limitados, pero es sin duda una de las realidades o, mejor, de los proyectos con mayor interés para el futuro de quienes vivimos en este rincón del planeta II.
Co ndicionantes en la organización del espaci
o europeo
J. La des igua ldad re spe cto a la ind ust ria liz aci ón y el cr eci mie nto económico Si habitualmente las obras de geografía regional suelen considerar que las condiciones impuestas por el medio físico son un primer elemen to de diferenciación, exigiendo un tratamiento previo, en Europa la ocu pac ión a lo larg o de la Hi st or ia po r los dif ere nte s gru pos soc iale s es el factor que otorga una personalidad más acusada a sus diversos te rritorios. En este sentido, un condicionante esencial de las realidades actuales ha sido el proceso de transformaciones en todos los órdenes iniciado hace aproximadamente dos siglos y que conocemos como Re vol uci ón Ind ust ria l. Desde una perspectiva estrictamente geográfica, ha genera do dos tipos de consecuencias esenciales. La primera y más importante ha sido la inserción de Europa dentro de las áreas desarrolladas, con el surgimiento de una nueva lógica espacial —la del capitalismo indus trial— que responde al nuevo modo de producción y a las relaciones sociales que le son inherentes. Como afirma Kemp, «hace unos 200 años, alterando los modos de vida conocidos hasta entonces, se ini ciaba una revolución trascendental en la historia del género humano que significó un avance hacia el desarrollo de la humanidad tal como la conocemos hoy. Una transformación estructural que, vista en pers pec tiva , ha bía es tad o ge stá nd os e du ra nt e siglo s, e inc lin aba la ba lan za de la actividad productiva agrícola a la industrial, y abría un sinlín de posibilidades al crecimiento de la productividad humana. Este pro ceso, descrito en primera instancia como industrialización, iniciaba los tipos de trabajo y estilos de vida que distinguen al mundo moderno del antiguo, a los países avanzados de los retrasados» (Kemp, T., 19.81, 21). Al ser Europa cuna de esta revolución, se convirtió en región domi nante y foco innovador a escala mundial hasta el primer cuarto del si glo xx, difundiendo nuevos modelos de organización en el mundo. Des taca en este sentido la implantación de los imperios coloniales, que
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alcanzó su cénit a finales del siglo xix, basada en el poderío económico y militar de las potencias europeas, y que supuso la' importación de recursos foráneos en grandes cantidades, junto a la apertura de nuevos mercados para las manufacturas y la exportación de excedentes de capital. Así, en 1914 se estimó en 44.000 millones de dólares el capital europeo exportado, del que tres cuartas partes correspondían al Rei no Unido (42 %), Francia (20 °/o) y Alemania (13 %), y que generó unos intereses medios del 5,4 °/b anual. Paralelamente, el proceso reforzó los contrastes internos existen tes hasta entonces, en relación con su incorporación más o menos tar día. El movimiento industrializador se inició en Inglaterra durante la segunda mitad del siglo xviii, afectando en las décadas siguientes a una serie de países del entorno inmediato (Alemania, Bélgica, Francia...) y a Estados Unidos, con pequeñas variaciones respecto al modelo in glés (mayor dependencia de la financiación bancaria y de la ayuda estatal). De este modo, a mediados del siglo xix era ya una realidad pal pab le la div isi ón de Eu ro pa en dos, la del cab all o de va po r y ía del caballo de tiro (Braudel, F., 1969, 328). A partir de ese momento, la evolución seguida por ambos grupos de países ha presentado claras diferencias, que condicionan en buena medida la jerarquización y funcionalidad actuales del sistema territo rial europeo. Antes de considerar esas diferencias, puede ser de inte rés procurar una explicación inicial de la desigual capacidad para asi milar la industrialización mostrada por ios países europeos. En esencia, la incorporación de los países de Europa noroccidental al proceso de cambio se relacionó con la existencia de una serie de trans formaciones previas, económicas, sociales e institucionales, iniciadas ya desde el siglo xvn, y que cimentaron el posterior desarrollo fabril. En pr im er lug ar, tuv o lug ar un a ex pa ns ión ec on óm ic a que po sib ili tó un a creciente acumulación de capital. Dado el carácter esencialmente agra rio de las sociedades europeas del momento, fueron las mejores en este ámbito —que suelen conocerse como « revolución agrícola »— las que mayor importancia alcanzaron (Bairoch, P., 1973, 39-54), permitiendo por medio de la mejora del utillaje la sustitución del barbecho por la ro tación de cultivos, la difusión de nuevas plantas (patata, maíz...) y ra zas seleccionadas, junto a una serie de reformas estructurales que supusieron la práctica desaparición de la propiedad señorial en favor de una explotación directa de la tierra, un aumento de los excedentes. La expansión del comercio y de la artesanía, vinculada en parte al in cremento de la demanda que trajo consigo la mejora general del nivel de vida, actuaron complementariamente como factores de impulsión. De modo paralelo e interrelacionado, el siglo xviii también conoció en los países más avanzados de Europa la ruptura del llamado «ciclo demográfico primitivo», vigente hasta esa fecha y caracterizado por al tas tasas de natalidad y mortalidad, con crisis cíclicas vinculadas a per íod os de gu er ra s, ep ide mia s y ha mb re s, en fav or de un cr ec im ie n to progresivo y constante debido a ía disminución de la mortalidad,
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que permitió una rápida ampliación del capital humano disponible y una mayor estabilidad en las perspectivas de la economía. Según las estimaciones de que se dispone, la población europea ape nas había logrado triplicarse desde comienzos de nuestra era y hasta 1700, con fases regresivas debidas a mortalidad catastrófica tan mar cadas como las de los siglos vi-vil (caída del Imperio romano de occi dente y sucesivas oleadas invasoras), el XIV («peste negra» llegada a Eu ropa en 1347), o el período 1600-1740 (Guerra de los Treinta Años, Fron da, pervivencia de epidemias y posible enfriamiento climático que re dujo los rendimientos agrícolas). A partir de esa fecha, y sobre todo desde mediados de siglo, el crecimiento se aceleró de modo visible, ba sta nd o ya poc o má s de un a ce nt ur ia pa ra du pl ica r los efec tivo s, en tanto la población mundial sólo creció un 60 % en esa centuria (de 750 millones en 1750 a 1,200 millones en 1850). En los países más afectados, el incremento fue aún mayor, y así, por ejemplo, en Inglaterra y Gales la población pasó de 6 a 18 millones en esos mismos años, superando los 30 millones en 1900 (cuadro III.2). C uadro
III.2
Evolución estimada de la población europea hasta nuestro siglo Año
Fuente: M. Reinhard t - A. Armen gaud , 1966; W. D. Borric , 1970.
Ante una n atalida d e stabiliza da en torn o a un 30-35 °/oo anual, la clave del cambio demográfico hay que relacionarla con el retroceso de la mortalidad posibilitado por elcríticos, aumentola de las subsistencias que redujo la incidencia de los períodos disminución de conflic tos bélicos &e carácter devastador, y la desaparición de la peste bubó nica, a los que ya en el siglo xix se sumaría la rápida mejora de la medicina, particularmente de la epidemiología (descubrimiento de la pri mera vacuna antivariólica por Jenner en 1789). De este modo, las tasas de crecimiento natural de los países noroccidentales alcanzaron por vez pr im er a de mo do es tab le el I % an ua l, e inc lus o cif ra s su pe rio res , en tanto los mediterráneos y danubianos tardarían prácticamente un si glo en iniciar este proceso.
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En este contexto económico y demográfico, apoyado por las dife rentes revoluciones burguesas que sacudieron Europa desde 1789, pu mejoras tecnológicas dieron aplicarse las sucesivas surgidas desde fina les del xv i ii en la ind ustria .te xtil y de hilaturas. Las inversiones nece sarias para aplicar las nuevas técnicas, que posibilitaban una elevación de la productividad y la aparición de actividades nuevas, sólo se rea lizaron cuando los empresarios consideraron que existían expectativas de beneficio suficientes para justificarlas; en este sentido, el cambio tecnológico puede considerarse una respuesta a las condiciones del mercado. Dentro de estas mejoras tecnológicas, hay que hacer especial men «revolución del ción, por su particular incidencia geográfica, de la transporte » que acompañó las primeras etapas industrializadoras. Uno de los rasgos esenciales de las sociedades preindustriales era su inmo vilidad, dominadas por una economía prácticamente cerrada en la que la mayor parte de los escasos intercambios existentes se limitaban al ámbito local o comarcal, sin apenas integración de los mercados a escala regional y mucho menos nacional. Las escasas mejoras en este sentido realizadas en el siglo xviii se habían, concentrado en la cons trucción de canales o en el acondicionamiento de la red de carreteras, pe ro sólo la ap ari ció n del fe rr oc ar ri l con la ap er tu ra de la líne a Manchester-Liverpool en 1830, y la posterior aplicación del vapor a la na vegación, permitieron la expansión de las relaciones capitalistas al abaratar sustancialmente la circulación de los factores productivos (ma terias primas, energía, trabajo, capitales) y de los productos manufac turados. Junto a su impacto directo sobre fenómenos tales como los movimientos migratorios masivos o la especiaíización productiva re gional, los ferrocarriles generaron otros efectos multiplicadores al im pu ls ar el em ple o y la de m an da en se cto re s in du st ria les tan im po rt an te s como la siderurgia, la construcción de maquinaria y material de trans po rt e, los tex tile s, etc., ad em ás del car bó n. La conjunción de todos estos elementos en los países del noroeste europeo durante la primera mitad del xix les permitió adentrarse deci didamente en un camino de industrialización rápida, acompañado de una profunda reorganización territorial como adaptación a las nuevas condiciones imperantes, en la fábrica y ciudad se constituyeron en elementos clave dentro de un contexto general de crecimiento sostenido, aunque con ritmos diferentes según circunstancias de lugar y tiempo. •El desarrollo fabril, en el .plano geográfi co, vino a supone r un a cre ciente concentración: frente a los talleres artesanales generalmente dis pe rs os de bid o al pr ed om in io de la em pr es a fa mi lia r, del tr ab aj o mu ch as veces a domicilio y dependiente de un empresario-comerciante (deno minado «putting-out system» por los ingleses, o «Verlagssystem» por los alemanes), y de unas fuentes de energía (viento, agua...) bastante ubi cuas, se impone ahora la factoría, ca da vez de mayor tama ño y con una lo calización altamente selectiva que tiende a primar la proximidad a las fuentes de recursos, en particular el carbón, or en su defe cto, l os pu er to s y eje s fer ro via rio s po r do nd e ést os pu ed en re cib ir se a me no r
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coste. Por su parte, la nueva ciudad industrial unirá, al rápido aumento en superficie y población, una creciente segregación en el uso del suelo. En resumen, el espacio de las sociedades del capitalismo indus trial europeo se muestra progresivamente heterogéneo, segregado y complejo. Por su parte, la Europa mediterránea y balcánica quedó marginada del proceso al no cumplir las condiciones requeridas en la primera mitad del si glo x ix., Este con junto de Estados, de predominio agrario y * fuerte arraigo de sus estructuras tradicionales, quedó así convertido en «periferia inmediata», dentro de la naciente división internacional del trabajo. Junto a la exportación de alimentos y materias primas mine rales con destino a la Europa industrial, se convirtieron en espacio de confrontación en el que las distintas potencias pugnaban por es tablecer sus áreas de influencia; la accidentada evolución política de la península balcánica en el siglo pasado y primera mitad del presente, con frecuentes conflictos bélicos y cambios de fronteras, refleja con pa rt ic ul ar cl ar id ad la pr es ió n ej er ci da po r los im pe ri os ci rc un da nt es . En estos países, el comienzo de la industrialización se retrasó al menos hasta los umbrales de nuestro siglo, cuando ya existían en el pa no ra m a in te rn ac io na l un a se rie de po ten cia s he ge mó ni cas , lo qu e condicionó un modelo evolutivo de características y efectos claramente diferentes del anterior. La mayoría de industrias que comenzaron a surgir no se orientaron tanto a formar un verdadero sistema econó mico nacional, como a completar el sistema internacional, dando prio ridad a sectores como la primera transformación de materias primas con destino a la exportación o la producción de bienes de consumo antes importados (sustitución de importaciones), en tanto escaseaban las de bie nes de equ ipo . Estas actividades conocieron desde sus orígenes una importante par ticipación exterior, tanto en lo referente al srcen de los capitales como de la tecnología. En muchos casos, fueron filiales de las grandes em pr es as in du str ial es o en tid ad es fi na nc ie ra s ra di ca da s en los pa íse s cen trales, que también pasaron a controlar una parte importante de la actividad extractiva, bancaria o vinculada a los ferrocarriles. El carác ter exógeno que en gran medida revistió aquí el «despegue» industrial, no basado en reformas previas de las estructuras socioeconómicas, acentuó su grado de concentración espacial y los consecuentes desequi librios regionales, tanto por la profunda crisis de un mundo rural apenas evolucionado traducida en un éxodo masivo, como por las difi cultades a que se enfrentó la difusión espacial de las innovaciones, lináitadas por lo general a unos cuantos enclaves. Por último, el pro teccionismo necesario para posibilitar el surgimiento de empresas fa br ile s fr en te a la co m pe ten ci a ex ter io r, tr as va sa do a la ag ri cu ltu ra al objeto de asegurar unas rentas mínimas y con ello una demanda para los productos manufacturados, favoreció un cierto minifundismo indus trial y una escasa modernización de las estructuras productivas, junto al desarrollo de regímenes de competencia imperfecta (monopolios, oligopolios) en ciertas actividades.
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Las diferencias establecidas, pues, en el siglo xix se han mantenido y reforzado con el paso del tiempo en virtud de los procesos de creci miento acumulativo, adaptándose a las cambiantes coyunturas y al desarrollo tecnológico hasta conformar una estructura funcional que define claramente a Europa como región nodal, por encima de las fron teras políticas e, incluso, de la división en bloques. En este sentido, los intentos de potenciar procesos de industrialización acelerada lleva dos a cabo en países balcánicos como Bulgaria, Rumania o Yugoslavia tras el establecimiento de los regímenes actuales, no han sido tampoco capaces de salvar la distancia que les separaba de los países «centrales» del propio bloque, en particular la RDA y Checoslovaquia. 2 . El contraste de sistemas político-económicos: las dos Europas
Hasta el estallido de la II Guerra Mundial, Europa mantenía unas estructuras espaciales acordes con la lógica del capitalismo industrial, en donde a la propiedad esencialmente privada de los recursos produc tivos se sumaba el sistema de competencia en el mercado como regu lador básico de las actuaciones llevadas a cabo por múltiples agentes. Los contrastes entre países según su nivel de desarrollo industrial no rompían la homogeneidad existente desde este punto de vista, sólo ma tizada por la pervivencia de regiones apegadas aún en buena parte a una economía de autosubsistencia, y dotadas por ello de una lógica es pac ial pr op ia. El término del conflicto bélico trajo consigo la emergencia defini tiva de las dos superpotencias actuales y, con ello, la división de Europa en áreas dependientes de cada una de ellas, con sistemas políticos y económicos enfrentados. El surgimiento del llamado «telón de acero» supuso, en el plano geo gráfico, la aparición en la Europa del Este de una nueva forma de con cebir y gestionar el espacio, ligada al modelo de pla nif ica ció n cen tra li zad a en que el Estado se erige en agente organizador esencial, contro lando los resortes que permiten modelar el territorio, y sustituyendo a la anterior multiplicidad de centros decisorios. La instauración de los nuevos regímenes, operada progresivamente entre 1945 y 1948, afron tó, junto a la reconstrucción de unos países devastados por la guerra, una reforma en profundidad de las estructuras vigentes como paso in dispensable para la construcción del socialismo. Esto se tradujo, en pr im er lu ga r, en un a rá pi da so cia liza ció n de los me di os pr od uc tiv os fundamen tales, con la nacionalizaci ón de sectore s clave como la industria, la minería, la banca o el transporte, junto a una serie de reformas agrarias. Al mismo tiempo, las estrategias de desarrollo marcadas se fijaron como objetivo primordial la industrialización acelerada, con pr io rid ad a ios se cto re s pe sa do s y fu er te ma tiz au tá rq ui co , ju nt o a la pr og re siv a de sa pa ri ci ón de las de sig ua ld ad es so cia les y es pa cia les , m a terializadas sobre todo en la dicotomía campo-ciudad. El medio de llevar a cabo estas transformaciones ha sido, desde
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1949-1950, ia planificación centralizada a imitación de la impuesta en la URSS 20 años antes. En cada país existe una Oficina o Comisión Estatal de Planificación encargada de recoger información sobre la si tuación existente, tratarla y redactar en consecuencia unos planes, generalmente quinquenales, en los que se fijan unos objetivos a cum pl ir y los med ios que es pre ci so po ne r a su dis pos ici ón pa ra al ca nz ar los. De este modo, el Plan, de base esencialmente económica, condi ciona todos los aspectos básicos vinculados a la organización del terri torio, desde el destino sectorial y regional de las inversiones a los pre cios de los productos agrícolas e industriales, la creación de empleos, la construcción de viviendas e infraestructuras, etc. (Kaser, M.; Zielinsky, J. G., 1971), A medida que el crecimiento económico aumenta la complejidad y las interrelaciones entre los diferentes sectores económicos y territorios de un país, la centralización de decisiones tiende a provocar una hiper trofia burocrática que redunda en una excesiva rigidez del sistema. Este hecho, unido a ía muerte de Stalin, generó desde mediados de los 50 una pro gre siv a de sc ent ral iza ció n y div ers ifi ca ció n de los mod elo s pla nif ica dores para adaptarlos a las necesidades y peculiaridades nacionales (Wilczynski, J., 1974). Comenzada en la RDA y Polonia, fue seguida en mayor o menor medida por los restantes países con excepción de Al ban ia, fiel al sis te ma de es tr ic ta ce nt ral iz ac ión , lo que le llevó a ab an donar el COMECON en 1961. Sin duda hay que destacar la srcinal vía yugoslava al socialismo, iniciada ya en 1948 tras la ruptura con la URSS, y concretada en 1950 al promulgarse la ley que institucionalizó la autogestión obrera, por la que las empresas pasaban a ser administradas por los trabajadores autónomamente, dentro de las directrices generales marcadas por el Plan. Al tiempo, la permisividad respecto a la propiedad privada era también mayor, estableciéndose tan sólo unos umbrales máximos de 10 hectáreas en el caso de las explotaciones agrarias (que hoy suponen el 80 °/o de las tierras cultivad as) y de 5 trab ajad ores en las res tante s actividades. Finalmente, y junto a la descentralización de las decisiones, se otorgó un cierto papel al mercado en la asignación de los recursos y las localizaciones, así como una mayor apertura al exterior, que in cluye la autorización de inversiones extranjeras. De este modo, la situa ción actual es bastante heterogénea, tanto entre los diferentes países europeos, cómo respecto a la URSS, siendo también diverso el grado de desarrollo alcanzado por la propiedad socialista según los casos. Respecto a la Europa occidental, uno de los rasgos jmás significati vos de su évolución en las últimas cuatro décadas es la progresiva par ticipación de los poderes públicos como agentes de organización terri torial. Con un carácter generalmente asistencial que busca corregir algunos de los desequilibrios y costes sociales derivados de la lógica del mercado, o suplantar a la iniciativa privada en actividades poco ren tables o que exigen grandes inversiones, su importancia es variable según países, y en relación con la orientación de los gobiernos que se han sucedido a lo largo del tiempo. Desde la nacionalización de ciertos
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sectores básicos, a la creación de empresas públicas o la planificación indicativa, no puede dudarse de la creciente incidencia que estas ac tuaciones han tenido sobre los niveles de bienestar que hoy disfruta la po bla ció n, la es tru ct ur ac ió n de las ár ea s ur ba na s, los de se qu ili bri os re gionales, etc., habida cuenta de las numerosas deficiencias imputables a la estricta lógica económica. En este sentido, la mitad norte de la región europea presenta en la actualidad lo que podría calificarse de «capitalismo atenuado», habida cuenta de la fuerte intervención pú bli ca en las dec isi one s que af ec ta n a su esp aci o. ¡ / 3. Hac ia la in teg ra ció n su pr an aci on al: la Co mu ni da d Ec on óm ic a Europea
La historia contemporánea de Europa es una buena muestra de los problemas que la fragmentación política en una treintena de Es tados acarrea, tanto por lo que se refiere al reducido tamaño de los distintos mercados, como a los conflictos bélicos vinculados al desarro llo de sentimientos nacionalistas o la imposibilidad de competir con las nuestropotenciales tiempo, quemuy cuentan con una población, un grandes territoriopotencias y unos de recursos superiores. Junto a precedentes históricos más o menos remotos como el «Zollverein» o unión aduanera entre los estados germánicos en 1818, el pri mer intento de integración económica en la Europa de posguerra tuvo lugar en 1948 con la creación de la Organización Europea de Coope ración Económica (luego OCDEX que intentó fijar un programa común de actuación, además de canalizar las ayudas del Plan Marshall, con tribuyendo a reactivar un comercio intraeuropeo que ese año todavía se situaba un 27 % por debajo del existente antes de la guerra. uniones regionales constituidas Paralelamente surgieron las primeras po r los paí ses nó rd ico s (Su eci a, No rue ga , Di na ma rca e Is la nd ia ) tr as la Conferencia de Copenhague de 1947, y por el Benelux. Ambas acordaron un proceso de integración progresiva con el fin de llegar a la formación de mercados comunes que permitiesen superar las reducidas dimensio nes de sus respectivos mercados nacionales. Pero el precedente inme diato de la situación actual se sitúa en 1950, cuando Francia propuso la creación de un mercado único para el carbón y el acero que elimi nase las ya viejas tensiones en la frontera franco-alemana por los re cursos de la Lorena o el Sarre, y diese mayores posibilidades de ex pa ns ió n a es tos se cto res bás ico s de la eco nom ía. Tr as la re nu nc ia br i Comunidad Europea del Carbón y del tánica, la constitución de la Ace ro (CECA) en 1951, incorporó un total de 6 miembros: Francia, Ita lia, la RFA y el Benelux. Los éxitos obtenidos fueron inmediatos y la % de la produc CECA, que en esos años concentraba alrededor del 30 ción mundial de hulla y acero, conoció una notable expansión en sus actividades, particularmente en el espacio comprendido entre Charleroi, Nan cy, Es tr as bu rgo y Do rtm un d, al el im in ar se to da re st ric ci ón en los intercambios y homogeneizarse las condiciones de producción y venta.
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Es evidente que el éxito de la CECA impulsó la idea de una unión económica en Europa occidental, materializada en el Tratado de Roma firmado en marzo de 1957 por los mismos 6 países, que dio srcen a la Comunidad Económica Europea (CEE), ampliada con posterioridad al Reino Uni do, Irlanda, Dinamarca (desd e el 1 de enero de 1973) y Greci a (desde e l 1 de enero de 19 81). El objetivo de la Comunidad fue, desde sus orígenes, la formación de una entidad supranacional en los terrenos económico y —aunque con mayores reticencias— político, capaz de hacer frente al desafío plan teado por las actuales superpotencias y de recuperar un cierto protago nismo para la maltrecha Europa. Según el artículo 2.° del Tratado, el fin primordial de la integración era «promover un desarrollo armónico de las actividades económicas en el conjunto de la Comunidad, una ex pa ns ión co nt in ua y eq ui lib ra da , un a elev ació n ac ele ra da del nive l de vid a, y unas relaciones más estrechas entre los Estados miembros». Para su consecución, el proceso a seguir incluía tres aspectos esenciales, fijados asimismo en el artículo 3.° del Tratado: — Elim inar las ba rre ras ara nce lari as y rest ricci ones cuan titat ivas al comercio interior, fijando al tiempo una tarifa exterior común igual al promedio de las existentes el 1 de enero de 1957 en los países signatarios, para lo que se establecía un periodo transitorio de 12 años que amortiguase sus efectos, y que en la práctica se redujo a 10 solamente. — P romo ver la libre circu lació n de los fact ores pro ducti vos, tant o mercancías como personas, empresas y capitales, sin ningún tipo de cortapisas. — C oord inar las dife rent es pol íticas econó micas naciona les, adem ás de establecer otras comunes, entre las que cobró particular importan cia la política agraria instaurada desde el Plan Mansholt. La puesta en march a de esta s" actuaciones exigi ó la creación de un aparato institucional compuesto por una serie de organismos de ca rácter ejecutivo o consultivo, encargados de fijar desde las medidas le gislativas por las que ha de regirse la CEE, hasta las de orden financiero o asistencial (Némc, J. y C., 1974). Resultado de todo ello es la existen cia hoy de una entidad político-espacial que sobre poco más de 1,6 mi llones de kilómetros cuadrados reúne 273 millones de personas en 1982, lo que representa el 56 % del total europeo, con u na densidad media de 165 habs./km 2 y un producto interior cifrado en 240 billones de pe set as, lo qu e su ma do a un vo lum en de in ter ca mb io s co me rci ale s pró xirrfer al 40% de la cifra mundial, la configura como tercera potencia económica Su consolidación internacional. a lo largo de casi tres décadas ha generado im po rt an te s efe cto s so br e la or ga ni zac ió n te rr it or ia l de los pa íse s qu e la componen, vivo reflejo del impacto que determinadas decisiones de raíz po líti ca su po ne n en el esp aci o (M énd ez, R.; Mo lin ero , F., 1984). En un esfuerzo de sistematización, pueden quedar resumidos en cinco fun damentales.
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a) Creciente especiaíización regional de la actividad agraria. — Par tiendo de una cierta especiaíización previa en cada uno de los Estados ba sa da en las de sig ual es co nd ici on es del me di o fís ico , la fo rm ac ión de un mercado único ha incrementado la competencia y las posibilidades de pr od uc ci ón en gr an de s vo lúm en es. De es te mo do , y con el fin de ap ro ve char las respectivas ventajas comparativas, las regiones septentriona les de la CEE han centrado lo esencial de su actividad en la ganadería, que :en países como Dinamarca llega a suponer más del 90 % del valor final de la producción agraria, en tanto los países mediterráneos man tienen una base esencialmente agrícola. Al tiempo, desde la entrada en vigor de la Política Agraria Común, se ha mantenido un fuerte proteccionismo a la producción interna con objeto de asegurar unos niveles de vida elevados a los aericultores. Para ello se fijan precios de mantenimiento bastante elevados y sub venciones para la exportación de los excedentes con cargo al Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agraria (FEOGA), que han permitido mantener actividades con problemas de superávits crónicos, y explo taciones poco competitivas internacionalmente (cereales, azúcar, vino, lácteos...). Su influencia, en cambio, ha sido escasa por lo que respecta a la reforma de las estructuras agrarias, perviviendo una pequeña ex plo tac ión fa mi lia r in fe ri or a 20 hectáreas que en 1978 aún representaba el 77 % de. las exist entes, repartién dose un 29 % de la superficie cul tivada.b) Concentración industrial y expansión de las empresas multina cionales. — La libre circulación de empresas y capitales establecida en los artículos 52 y 58 del Tratado de Roma ha incentivado los procesos de concentración financiera y técnica característicos de la industria contemporánea, al objeto de beneficiarse de las economías de escala. La Comunidad ha supuesto un magnífico negocio para las grandes em pr es as eu ro pe as qu e en co nt ra ro n vía lib re pa ra am pl ia r su s an te ri or es mercados, así como para las empresas norteamericanas o japonesas ins taladas en alguno de los países miembros, particularmente el Reino Unido. Con ello, la integración ha supuesto la crisis para muchas peque ñas empresas poco competitivas, sobre todo en los países periféricos, ju n to a un ci er to ca mb io en la di st ri bu ci ón esp aci al, qu e hoy tie nd e a primar los nudos de transporte y las grandes metrópolis, que cuentan con las mayores tasas de innovación y los medios esenciales para fa cilitar una rápida y frecuente comunicación entre las filiales y la sede central de estas corporaciones. De forma complementaria, y en el seno de la CECA, se ha promo vido la formación de complejos industriales integrados de carácter su pr an ac io na l, qu e co mb in an los re cu rs os pr oc ed en te s de div ers os pa í ses, permitiendo superar así los conflictos anteriores en determinadas regiones centroeuropeas, particularmente las situadas entre la frontera franco-belga, la Lorena, el Sarre y el Ruhr. c) Mo vi mi en to s mig ra to ri os in ter est ata les . — Inmersa en el princi-
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pió an te ri or de eli mi na ció n de b ar re ra s in te rn as , la li be rt ad al mo vi miento de personas lograda en 1968 favoreció desde el principio un importante flujo migratorio desde Italia hacia los restantes países de la Comunidad, que llegó a suponer casi 4 millones en los momentos culminantes, superando con mucho cualquier otra procedencia. Del mismo modo, las políticas restrictivas y de repatriación iniciadas en 1974 han afectado menos a este colectivo que a los srcinarios de paí ses extracomunitarios, generando así menores presiones sobre el actual mercado de trabajo italiano. Pese a todo, la población comunitaria que vive actualmente en otros Estados miemb ros sólo supone ya el 1, 6 % del total. d) Reo rg an iza ció n de la re d de tr an sp or te. — Además de suponer el 6,5 °/o del PIB de la Comunidad y emplear cer ca de 6 millones de trabajadores, los transportes son un elemento clave para la vertebración efectiva del espacio europeo, por lo que su reorganización fue contemplada como objetivo a cubrir desde los primeros momentos. Las pr in cip ale s de fic ien cia s se re lac io na ba n co n la he ter og én ea re gl am en tación según países, y la falta o el deterioro de ciertos ejes en territo riosial, antes marginales dentro nuevo pac ge ne ra do r de y esahora tr an gucentrales la m ie nt os en del el trá fic o ámbito in te rn o.esLo re ali zado hasta el presente ha consistido, sobre todo, en homogeneizar las reglamentaciones y tarifas de transporte existentes, incidiendo menos en la construcción de nuevas infraestructuras. No obstante, entre 1958 y 1982, el sector obtuvo préstamos del Banco Europeo de Inversiones, el Fondo Europeo de Desarrollo Regional y el «Nuevo Instrumento Comu nitario» por valor de 4.500 millones de ECU (unidad monetaria europea, sin circulación real, que equivalía a 128 pesetas en octubre de 1983), financiando actuaciones como la realización de ciertos tramos en las autopistas París-Metz-Sarrebrück, París-Bruselas, Amberes-Breda, Burdeos-Poitiers, la que atraviesa Calabria desde el mar Jónico al Tirreno, las carreteras Patras-Olimpia y Salónica-Serres, junto a numerosas carre teras agrícolas para facilitar la motorización del sector. En otros ám bi to s, pu ed en cit ar se los ae ro pu er to s de Bi rm in gh am y M an ch es ter , el tramo ferroviario Atenas-Salónica, la mejora de algunos puertos en el sur de Francia, Grecia, Irlanda, Groenlandia, etc. (Comunidad Euro pe a, 1983a, 7). e) Política de ayuda regional — Un último exponente del impacto espacial de la CEE nos lo ofrece su política regional, promovida ante los escasos éxitos de las iniciativas nacionales, los problemas que estas desigualdades podían acarrear a su funcionamiento, y la tendencia a su exageración derivada de la propia integración económica (Seers, D.; Vaitsos, C., 1980). Reconocida como objetivo a cubrir, aunque vagamente, en el Tratado de Roma, no alcanzó carta de naturaleza hasta el comienzo de los años 70, tras la primera ampliación, teniendo como principios básicos de actuación la coordinación de las políticas regionales de los Estados
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miembros y el apoyo financiero a determinadas actuaciones en las re giones pobres, bien en forma de estímulos a las empresas, o mejoran do las infraestructuras y servicios públicos (Comunidad Europea, 1983b). En 1975 se crearon a tal efecto el Comité de Política Regional y el Fon do Europeo de Desarrollo Regional, que es el encargado de otorgar la mayor parte de las subvenciones a este tipo de proyectos y se finan cia con cuotas fijas de todos los miembros. Si entre 1975 y 1980 Italia (39,1 %), el Reino Unido (24,7%) y Francia (17,3%) se distribuyeron en conjun to más del 80 % de las ayudas otorgadas, la entr ada de Gre cia ha acentuado la orientación hacia las regiones mediterráneas, con el 61 % de las inversiones realizadas entre 1975 y 1982. Pese a todo, los fondos destinados han sido modestos (4 % del pre supuesto global de la CEE) y los resultados discretos, no orientados tan to a eliminar las diferencias regionales —lo que conduciría a alterar los fundamentos del propio sistema que las ha generado— como a me jo ra r las co nd ici on es de vid a en las ár ea s má s de sf av or ec id as , con un carácter claramente asistencial. Por lo que respecta a la Europa oriental, los procesos de integra ción desarrollados el finalEconómica de la guerra tienen como exponente máximo el Consejodesde de Ayuda Mutua (COMECON o CAEM), fundado en 1949 y constituido hoy por la URSS, Bulgaria, Checoslova quia, Hungría, Polonia, Rumania y la RDA, además de Mongolia, Cuba y Vietnam. Surgido como respuesta al Plan Marshall, se planteó como objetivo bá sic o de sd e su or ig en fa cil ita r el es tr ec ha m ie nt o de re lac ion es eco nómicas entre la URSS y las democracias populares, favoreciendo asi mismo la cooperación en los esfuerzos de industrialización acometi dos en esos años. Hasta 1959 su entidad fue muy escasa ante la clara pr io ri da d ot or ga da a las po sic io ne s au tá rq ui ca s en ca da un o de los Estados, limitándose a coordinar algunos aspectos del reducido comer cio interestatal; desde esa fecha, con la aprobación de sus estatutos, se ha incrementado notablemente la cooperación económica y científicotécnica, el volumen de intercambios e, incluso, una cierta división del trabajo entre sus miembros. No obstante, su incidencia espacial puede calificarse de modesta ante la existencia de importantes limitaciones en su funcionamiento que la diferencia claramente de la CEE: principio de soberanía nacional, por el que se exige unanimidad en la toma de decisiones, acuerdos no vinculantes, problemas de convertibilidad mo netaria, etc. Además, la existencia de discontinuidad física entre algu nos de sus miembros y los fuertes contrastes en lo referente a su ni vel económico, han dificultado también su funcionamiento. Pueden citarse, no obstante, algunas realizaciones como el desarrollo de complejos industriales supranacionales entre los que cabe citar los siderúrgicos de Eisenhüttenstadt, Calbe y Unterwellwnborn en la RDA, que asocian el lignito de Sajonia, el coque de Silesia y el mineral de hierro de Ucrania, o el de Bitterfeld, cerca de Leipzig, que ha utilizado la bauxita húngara y el lignito propio para potenciar la industria del
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aluminio. Finalmente, y con carácter complementario, puede citarse también el Banco Internacional de Inversiones, fundado en 1970 y del que forman parte los mismos países, destinado a financiar proyectos de inversión en los que estén interesados varios de ellos. Hasta el pre sente, su labor ha estado dominada por actuaciones vinculadas al sec tor energético, como el gasoducto de Orenburg entre los Urales y Che coslovaquia, o la línea de conducción eléctrica establecida entre Ucra nia y Hungría (Banco Exterior de España, 1980, 62). 4. La va rie da d de reg ion es na tur ale s La consideración de la influencia ejercida por el medio físico en la organización general del espacio europeo es un buen exponente del pap el qu e ju ega la es cal a en tod o aná lis is geo gráf ico. Si en ám bit os más reducidos —desde el local al nacional— las condiciones ecoló gicas son, sin duda, un elemento relevante en la diferenciación espa cial, en un análisis global de la actual realidad de Europa sólo puede asignársele un papel secundario. la moderación que preside casi todos sus rasgos se combina con elAquí, elevado desarrollo técnico-económico alcanzado por las sociedades europeas y sus altas densidades, para limitar sus efectos. No obstante, su huella -sigue presente, sobre todo, en la gran variedad de dominios que se yuxtaponen dentro de un espacio relativamente pequeño, cuyos efectos son apreciadles tanto en la diversidad paisajística como en las formas de vida y actividad tradicionales, o en la actual especiaíización productiva de las distintas regiones. re Un primer elemento de diferenciación es el que introducen el lieve y la litología. En este sentido, Europa puede dividirse a grandes rasgos en cuatro conjuntos fisiográficos que de norte a sur corres pon de n a Jas co rdi lle ras no roc ci den tales , en el fre nte atl án tic o, las llanuras centrales que desde Francia se amplían progresivamente en dirección a la Unión Soviética, el conjunto de pequeños macizos y cuen cas interiores que se sitúan al sur de éstas y, finalmente, las cordi lleras meridionales extendidas desde Gibraltar hasta Anatolia, for mando el conjunto montañoso de mayor entidad. Esta disposición ge neral se relaciona estrechamente con las grandes unidades tectónicas del continente, y condiciona asimismo unos dominios litológicos con trastados, de gran interés por su influencia directa sobre las posibili dades de desarrollo de Jas actividades agrarias y extractivas (fig. 3.1). Dejando de lado el caso de Islandia, que corresponde a un frag mento emergido de la dorsal atlántica, dominio por tanto de los ma teriales cordilleras desde Escandinavia, y ocupando asimismoeruptivos, parte delas Gran Bretaña que e Irlanda, limitan de forma discon tinua el frente noroccidental europeo, son fragmentos de la antigua cordillera caledoniana emergida en la primera mitad del Paleozoico por compresión entre los escudos canadiense-groenlandés y báltico (o fenoscandio-ruso). El posterior aplanamiento desencadenado por los agen
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tes erosivos y su cratonización, se vieron completados por una intensa fracturación, efecto de orogenias posteriores, que acabaron por hun dir unos bloques —identificados hoy con la plataforma continental del mar del Norte y del de Irlanda— en tanto otros eran reelevados, dando srcen a las actuales cordilleras. El resultado de la tectónica de fractura es su identificación actual como relieve de estilo germánico, en el que domina ampliamente el roquedo cristalino y metamórfico modelado en formas planas o suavemente alomadas (superficies de erosión), en las que se encaja la red hidrográfica. La excepción son los Alpes Escandinavos, que deben sus formas más agrestes a los impor tantes retoques glaciares que han aguzado sus crestas y ensanchado sus valles que, aprovechando por lo general las líneas de debilidad, aca ba n en su ma rgen oc cid en tal en for ma de fio rdo s, re su lta do de su invasión por el mar tras la última glaciación. Por el este, en cambio, se desciende gradualmente hacia el Báltico y Carelia, fragmentos hun didos del antiguo escudo precámbrico, afectados asimismo por pro fundas huellas glaciares, particularmente visibles en los arcos de co linas morrénicas que patentizan las fases de retroceso del antiguo inlandsis lagos deque barrera, y el predominio de sedimentos groseroscuaternario, de texturalosarenosa, dan srcen a suelos poco fértiles. Rasgos bastante similares presenta el conjunto de pequeños maci zos que, desde la Meseta española y hasta Checoslovaquia, constituyen el exponente más visible del ya mencionado «mosaico» europeo. Corres pon den a fra gm en tos de la an tig ua co rdi lle ra he rci nia na , su rgi da a fi nales del Paleozoico al sur de la anterior, y sometida más tarde a los mismos procesos de arrasamiento, cratonización y posterior fracturación, como resultado de los esfuerzos a que estuvo expuesta en la última oro génesis. También aquí los horsts o fragmentos levantados se identifi can con las áreas montañosas actuales, delimitadas por grandes líneas de falla que individualizan una serie de cuencas hundidas y tapizadas po r se dim ent os po st er ior es qu e hoy ge ner an el dom ini o de las for ma s tabulares o monoclinales, al tiempo que han servido tradicionalmente de asiento a las actividades agrícolas (Duero y Tajo-Guadiana en Es pa ña, Par ís y Sa ona en Fra nci a, fosa del Rhin en Ale man ia, Bo he mia en Checoslovaquia...). Dentro de los bloques elevados, la variedad de for mas es relativamente amplia, pudiendo diferenciarse, según Birot, los macizos de la zona interna, más próximos a las cordilleras alpinas y sometidos por tanto a una mayor compresión, con escarpes de falla más acusados, abundancia de materiales cristalinos que dan lugar a relieves de estilo germánico (Macizo Galaico, Sistema Central español, Macizo Central francés, Macizo Armoricano, Vosgos, Selva Negra, Cuadrilátero de Bohemia...), o sajónico si están recubiertos por una película sedi mentaria (Sistema Ibérico...), frente a los de la zona externa, de topo grafía más suave y mayor importancia de las rocas sedimentarias y metamórficas (Macizo Esquistoso-Renano, Ardenas, Harz...), que srci nan una relativa abundancia de relieves apalachenses (Birot, P, 1970, 141). Entre las cordilleras del frente atlántico y éstas, se extiende una
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS Cordilleras caledortianas Macizos hgrcinianos Cuencas sedimentarias hercinianas {llanuras y mesetas) Cordilleras alpinas Uanuras subalpinas
Fig, 3.1. Grandes unidades morfoestructurales europeas.
CLIMASOCEANICO S | :: í ^ Subtipo noru ego TTTMffl Subtipo bretón
CLIMAS OCEANICOS
CUMAS CONTINENTALES ^— —-
Subtipobáiti co j
Subtipodanubiano
—■ ” ! Subtipo lorenés CLIMAS MEDITERRANEO S Subtipo portugués Subtipo helénico
CLIMA ARTICO | MEDITefiRANBOs
Fig, 3.2. Distribución de regímenes climáticos en Europa {según Viers)
| CLIMA DE MONTANA
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llanura de forma triangular, progresivamente abierta hacia el este, iden tificada con un fragmento de las cordilleras paleozoicas también hun dido en la última orogénesis y tapizado por una espesa cobertera se dimentaria depositada subhorizontalmente, cuya fisonomía actual ha sido profundamente marcada por las dos últimas glaciaciones del Cua ternario, que en su máximo avance llegaron hasta el límite con los ma cizos hercinianos aproximadamente. Dentro de la general horizontalidad dominante, traducida en una costa baja y arenosa, es precisamente la herencia glaciar la que justifica la alternancia de pequeñas elevaciones de apenas un centenar de metros, identificadas con las antiguas morre nas frontales, entre las que destacan las Colinas Bálticas, profundamen te disecadas por la erosión fluvial, con áreas deprimidas y frecuente mente mal drenadas, con suelos arenosos de escasos rendimientos.' Aunque también existen aquí lagos de barrera, si bien menos numerosos que en el escudo báltico, los principales efectos de las glaciaciones en la ocupación del territorio se orientan en otro sentido: de una parte, hay que citar los antiguos cauces glaciares o «urstromthaler», de di rección este-oeste, excavados por los ríos cuando el inlandsis septentrio nal ocultaba la actual costa del mar del Norte y Báltico, abandonados pa rc ia lma enlatesituación cu an doactual, los ríos —m ed ía nt hoy e capor pt urlaasdensa — rered ad ap trazado y aprovechados deta ro n su canales que cubre la región; de otra, la margen meridional de la llanura aparece recubierta por suelos de loess, de textura fina y elevado poten cial agronómico, que corresponden a los materiales depositados por los glaciares en su margen externa, y que tradicionalmente han favorecido el asentamiento de población en contraste con las áreas más septen trionales. — El último conjunto morfoestructural corresponde a las cordilleras surgidas en la orogénesis alpina, a mediados del Cenozoico, como re sultado de la compresión ejercida por el escudo africano sobre el eurasiático, y que forman un frente continuo a lo largo de las costas mediterráneas, si bien las bifurcaciones y formas arqueadas resultan frecuentes, dibujando los límites de las microplacas aquí existentes. El dominio de los materiales sedimentarios, principalmente calcá reos, depositados en la geosinclinal de Tethys, junto al carácter de cor dilleras jóvenes de plegamiento, justifica su mayor altitud (hasta 4.807 metros en el Mont Blanc) y complejidad, si bien a este respecto cabe distinguir las cadenas de estilo jurásico, de estructura sencilla y es caso vigor por corresponder a la margen externa del geosinclinal, de las propiamente alpinas. En estas últimas, la estructura interna suele estar dominada por una zona axial 'cristalina de mayor o menor desarro llo según los casos y cumbres más elevadas, bordeada por otras sedi mentarias (prealpinas) de menor altitud aunque mayor complejidad topográfica, que entran en brusco contacto con llanuras subalpinas marginales srcinadas por la descompresión posterior a la emersión de las propias cordilleras, traducida en el hundimiento de algunos frag mentos (Guadalquivir, Ebro, Aquitania, Ródano, Po, Panonia, MoldaviaValaquia...), y por las que circulan algunos de los grandes ríos del
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continente. Finalmente, los retoques glaciares han sido muy intensos en las áreas de mayor altitud, y particularmente en los Alpes, contribu yendo a abrir vías naturales de penetración a través de los amplios valles en artesa, que han limitado considerablemente los obstáculos impuestos por estas barreras naturales al desplazamiento y la comu nicación entre sus márgenes. Pero tanta o mayor importancia que las formas de relieve, tienen hoy las características climáticas en la diferenciación del espacio euro peo . El pr im er ras go a de st ac ar , co mú n a la ma yo r pa rt e de la reg ión , es la moderación térmica, resultado de la acción combinada de la la titud y la influencia oceánica ya mencionada. Situada entre los 36° y 70° N., Europa queda inmersa, salvo en su extremo septentrional, den tro de la banda de latitudes medias caracterizada por un balance térmico equilibrado con dominio de los promedios anuales entre 10-15°, y una alternancia en ia influencia que ejercen las masas de aire polar y tropical, traducida en un evidente contraste estacional. Al propio tiempo, sus costas occidentales se ven bañadas por la corriente cálida de la Deriva Noratlántica, prolongación septentrional de la del Golfo, cuyos efectos se hacen sentir en una elevación de la temperatura del ■s aire e n contacto con ella, que permite unos valores térmicos en invie rno hasta 11 ° superiores a los de la costa norteamericana, además de faci litar la evaporación y elevar la carga de vapor en las masas de aire oceánicas que luego penetran en Europa. La escasez de barreras orográficas elevadas que obstaculicen el avance de estos vientos cargados de humedad, sumada a las reducidas dimensiones del continente y lo recortado de sus costas, difunden la influencia del océano, limitando los rasgos de continentalidad a las regiones más orientales o a aquellas cuencas hundidas y protegidas por masas montañosas. En la justificación de los contrastes climáticos regionales tienen ma yor importancia, en cambio, el efecto ejercido por los centros de acción y el del propio relieve. Dentro de la zona de circulación del oeste, Eu ropa se ve afectada por la influencia de dos centros dinámicos perma nentes y sometidos al balanceo estacional, situados sobre el Atlántico norte: la depresión de Islandia y el anticiclón de Azores. La primera se identifica con una da. las perturbaciones del frente polar, que afecta esencialmente durante el invierno, periodo en que se desplaza hacia el sur y se ve reforzada térmicamente, srcinando la mayoría de las pr eci pi tac ion es qu e se pr od uc en , so br e to do en la ve rti en te atl án tic a, mientras, se debilita en el verano, desplazándose asimismo hacia el norte y afectando sólo de modo regular a Islandia, Escandinavia y los sectores septentrionales de las _Isl as Británicas. Por su parte, el anti ciclón de Azores se integra dentro del cinturón subtropical de altas pr vadas es ioncuando es , or igi en na verano nd o tie se mp sitúa o so"bre es ta bl eEuropa, y te men pe ra tanto tu rasu s re influencia lat iv am en te ele queda circunscrita al área mediterránea durante el invierno. Junto a estos dos centros dinámicos, también hay que reseñar el efecto ejercido por el centro térmico eurasiático que se ínstala sobre el interior del continente, regulando en particular el régimen termo-
ESTRUCTURAS
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pl uv io mé tri co im pe ra nt e en la Eu ro pa or ie nt al, au nq ue es po rá di ca m en te pu ed a af ec ta r al re sto . D ur an te el inv ier no , el rá pi do en fr ia m en to de la superficie terrestre se transmite a las capas bajas de la atmósfera generando subsidencia y, por tanto, un predominio del tiempo estable pe ro mu y frí o, sól o ro to p o r la pe ne tr ac ió n ci rc un st an ci al de alg un a bo rr as ca pr oc ed en te del At lán tico ; en ve ra no , el re ca le nt am ie nt o co n tinental invierte la situación barométrica, facilitando los movimientos convectivos, y, por consiguiente, las precipitaciones. Finalmente, las barreras montañosas ejercen un doble efecto climá tico: además de generar un descenso térmico y un incremento de hume dad a medida que se asciende, traducidos en un escalonamiento climá tico, su orientación respecto a los vientos dominantes genera un mar cado contraste entre las vertientes occidentales, a barlovento, mucho más húmedas, y las orientales, a sotavento, afectadas por fenómenos de foehn. Esta disimetría resulta particularmente manifiesta en las cordilleras del frente noroccidental (Alpes Escandinavos, Macizo Galaico-Cordillera Cantábrica...) y en los Alpes. En consecuencia, Europa aparece dominada por tres grandes áreas climáticas (fig. 3.2). La primera se identifica con el clima oceánico de costa occidental imperante en toda la vertiente atlántica, desde No ruega al litoral gallego, y caracterizado por temperaturas suaves todo el año, con amplitud térmica escasa (inferior a 15°), precipitaciones abundantes y bien repartidas, sin estación seca (cociente estacional en tre 1*2), y escasa insolación (1.000-1.500 horas de sol/año). Dentro de estos rasgos de conjunto; los matices regionales se relacionan con el descenso térmico inherente al aumento de latitud, la mayor abundancia de lluvias allí donde existe efecto orográfico complementario, y una pr og res iv a de gr ad ac ió n ha cia el in te ri or (cu ad ro II I. 3). Los co nt ra st es existentes entre Thorsavn, Bergen, Brest y Burdeos permiten precisar esas variaciones, al tiempo que Bremen y Oporto marcan con clari dad la transición hacia los dominios continental y mediterráneo res pe cti va me nt e. Es ta s co nd ici on es fa vo re cie ro n el de sa rr ol lo de un a de n sa cobertura vegetal identificada con el bosque caducifolio (hayas, ro ble s, ca st añ os ...) co mo fo rm ac ió n «cli max ». No ob st an te , la in te ns a deforestación sufrida a lo largo de la Historia ha reducido drástica mente las superficies boscosas, hoy limitadas de modo casi exclusivo a las vertientes montañosas y muy afectadas por la repoblación, que ha introducido especies foráneas (pinos, eucaliptos...), al tiempo que ampliaba la superficie ocupada por las landas (matorral de brezos, helechos, tojos...) y praderas subseriales. El régimen de precipitaciones y la horizontalidad topográfica imperante en la llanura centroeuropea ha n pe rm iti do as im ism o un ca ud al b as ta nt e re gu la r y un a es ca sa velocidad los ríosde que estaenregión, favoreciendo su navegabilidad,a factor granatraviesan importancia el proceso industrializador como medio de transporte barato para mercancías voluminosas. En Escandinavia y el Noroeste español, las mayores pendientes impiden este uso, favoreciendo como contrapartida el aprovechamiento hidro eléctrico.
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS
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Al alejarnos de la costa atlántica en dirección hacia el este, las am pl itu de s tér mi ca s est ac io na les van ele vá nd os e pa ul at in am en te an te el rápido descenso de los valores invernales, al tiempo que se reducen las precipitaciones y, sobre todo, tienden a producirse en los meses de verano (cociente estacional inferior a uno), lo que nos introduce en el dominio del clima continental húmedo, que ya anuncia los rasgos extremos característicos del territorio de la URSS. Si en la región del Báltico el contraste con la costa noruega es más acentuado por la disi metría que introducen los Alpes Escandinavos, en Centroeuropa las transiciones son muy suaves, pudiendo señalarse la línea del Elba como límite aproximado con el anterior. Junto al descenso térmico latitudinal, que contrapone los valores medios de Estocolmo ( 6,6°) a los de Hannover (8,9°) o Viena (9, 8°), lo más destacado es el descenso de precipitacio nes y la acentuación de los contrastes estacionales en dirección a los Balcanes (Bucarest), y en las cuencas interiores cerradas (Praga). Las mismas transiciones se observan en las formaciones vegetales: si en Suecia y Finlandia domina el bosque boreal de coniferas, mejor adapta do a las bajas temperaturas y el breve período vegetativo aquí existen te, en Centroeuropa el bosque oceánico va degradándose progresiva mente hacia el interior, para dar paso en Panonia a la estepa de gra míneas, si bien en ambos casos la acción humana ha alterado profun damente los paisajes naturales. En la margen meridional del continente, al sur de las cordilleras alpinas, domina el clima subtropical de costa occidental o mediterrá neo, que ocupa una amplia banda latitudinal entre los 30° y 45° N., que aquí integra desde la costa portuguesa a la del mar Negro. Junto a las temperaturas más elevadas que srcina la latitud, además de la pro tección orográfica y el carácter de mar interior cálido que presenta el Mediterráneo, el rasgo más destacado es la creciente sequedad, parti cularmente en el verano, que junto a la mayor irregularidad interanual anuncian ya la proximidad a las regiones saharianas. Dentro de estas coordenadas, pueden también señalarse las mayores precipitaciones que registran las vertientes a barlovento (Lisboa, Nápoles) frente a las de sotavento (Atenas, Almería), y la degradación continental que apa rece en las cuencas interiores, sobre todo si están relativamente ais ladas por barreras montañosas (Madrid, Milán). Como en los casos anteriores, el dominio del bosque esclerófilo (encina, alcornoques...) adaptado a la aridez estival ha sido muy afectado por la tala y el car bo ne o ab us ivo s, da nd o ho y pa so al pr ed om in io de las fo rm aci on es ar bu sti va s de tip o ga rr ig a (co sco ja, re ta m a. .. ) so br e sue los cal cár eo s, o maquis (jara, romero, brezo...), algo más denso, sobre suelos silíceos, e incluso la mal llamada estepa mediterránea (tomillo, esparto) en las áreasrealizada más secas o devertientes peores suelos, junto al a laobjeto repoblación conla conife ras en las montañosas de frenar inten sa erosión que registran. Son precisamente la gran cantidad de aportes terrígenos de los ríos mediterráneos, junto a sus fuertes pendientes y los profundos estiajes que conoce su caudal, las causas que impiden su utilización como vías navegables salvo en tramos reducidos de las
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arterias principales, vinculando su aprovechamiento exclusivo a la construcción de embalses para riego y producción hidroeléctrica, si bi en co n co ste s in fr aé st ru ct ur al es m uy su pe ri or es a los de la ve rt ie n te atlántica (estaciones de bombeo para compensar la estacionalidad de caudales, presas adaptadas a resistir la elevada carga sólida en sus pe ns ió n y las br us ca s cr ec ida s, etc. ). Junto a estos tres grandes dominios ecológicos, baste señalar la existencia de una pequeña franja de clima ártico en el norte de Escandinavia y las Spitzberg (Grandfjorden), caracterizado por ía inexis tencia de verano térmico v el dominio de la tundra sobre un subsuelo pe rm an en te me nt e he lad o, ad em ás del es ca lo na mi en to al tit ud in al qu e desde el punto de vista bioclimático caracteriza todas las grandes cor dilleras, y que podemos englobar genéricamente como climas de mon taña (Zugspitze). La combinación de todos estos rasgos sobre las diversas regiones de Europa ha provocado una gran heterogeneidad en las condiciones de partida sobre las que han actuado los diferentes grupos humanos, ayudando, en consecuencia, a comprender mejor su actual estructura ción territorial. III.
Europa, r
egión polarizada: relacione
s cen
tro-periferia
1. El progresivo desplazamiento del centro de gravedad europeo >
Pese a los innegables rasgos de homogeneidad que posee Europa, no pu ed e ne ga rs e ta mp oc o qu e la re gi ón h a sid o y co nt in úa sie nd o un es pa cio de contrastes, cualquiera que sea la escala que se considere. No obs tante, en el transcurso del tiempo, el equilibrio se ha mostrado perma nentemente inestable, con un desplazamiento lento pero constante del centro de gravedad demográfico y económico, que puede rastrearse a lo largo de los siglos. Un buen indicador de ese proceso pueden ser las estimaciones hechas por Jordán respecto al peso demográfico relativo de las diferentes áreas europeas desde comienzos de nuestra era y hasta la actualidad, que recoge el cuadro III.4. Cuadro
Año
Europa su r
Europa noroceidental
Europa norte
Europa centra]
55 45 47 26 23 24 23
23 23 25 36 31 31 28
1
11
10
100
11 5 ' 4 4 4
12 15 19 18 19
18 15 18 23 23 26
100 100 100 100 100
%
i 600 1000 1750 1900 1950 1977 Fuen
te:
III.4
T. G. Jord
án. 1976
.
Europa oriental
Total
83
A comienzos de nuestra era, y desde las primeras fases en la ocupa ción del continente, las orillas del Mediterráneo fueron el centro neurál gico de Europa, con más de la mitad de la población total, encuadrada dentro de las fronteras del Imperio romano, y una rápida disminución en la intensidad del poblamiento al aumentar la distancia al mismo. Si hasta el siglo xvi los países mediterráneos lograron mantener hasta cierto punto su papel hegemónico, es indudable que a partir del siguiente las mayores densidades de población, junto a los centros de poder polí tico y económico, se trasladaron en dirección al mar del Norte, ocupando Inglaterra, Francia o los Países Bajos el lugar ostentado en siglos ante riores por el Imperio bizantino, las Repúblicas italianas, los Estados pon tificios o el Imperio español. El comienzo de la Revolución Industrial en el siglo xviii no hizo sino reforzar este movimiento, incorporando po st er io rm en te a Ale ma nia al gr up o de po ten ci as do m in an te s tr as su unificación. Si en el último medio siglo la primacía demográfica de estos pa íse s ha ido ced ien do an te la ten de nc ia al es ta nc am ie nt o qu e re gi st ra n los que ya han cubierto su transición demográfica, no ocurre lo mismo en lo referente a su hegemonía económica, política e, incluso, cultural, lo que les en verdadero «corazón» Europa, aquel en los permite rasgos deconstituirse identificación regional alcanzan su de mejor expresión. Las diferencias entre este núcleo central, cuyo vértice teórico podría situarse aproximadamente en el canal de la Mancha, y los espacios peri féricos en los que disminuye la intensidad en la ocupación del suelo y el po ten cia l eco nó mi co , ju sti fic an la as im ila ció n de la es tr uc tu ra es pa cia l europea a la del conocido modelo de Von Thünen, al menos en lo que a sus rasaos V formales se refiere, con" una evidente correlación distancia-densidad, aunque esta afirmación exija ciertas matizaciones. 2. Europa, un espacio de contrastes Aun cuando las fronteras políticas, las desiguales condiciones natura les y la peculiar herencia histórica introducen ciertas irregularidades a tener presentes en un análisis más pormenorizado, las estructuras orga nizativas esenciales de Europa pueden explicarse a partir de su consi deración como región nodal o polarizada. Según esta hipótesis interpretativa, existirán en cada país, y en el conjunto del territorio europeo, unas áreas centrales («core area») en las que se concentra una elevada proporción de su capacidad productiva, po bl aci ón , inn ov aci on es y fu nc ion es de ra ng o su pe ri or , co n al ta s ta sa s de urbanización y una densa red de comunicaciones, rodeadas por unos es pa cio s pe rif ér ico s qu e Sel wy n ca ra ct er iz a se ña lan do el lim ita do co nt ro l sobre el usorelaciones de los propios la escasez de innovaciones locales, las débiles internasrecursos, y, por contra, la existencia de importantes relaciones asimétricas con las áreas centrales (Selwyn, P., 1981). La me nor densidad de ocupación, la dependencia exterior, o unos desequilibrios internos —sociales yfregionales— más acentuados pueden ser rasgos com pl em en ta rio s.
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La verificación de estos supuestos en el caso europeo puede realizarse en dos planos sucesivos: de una parte, analizando la posición relativa de cada país o región en lo referente a la distribución y dinamismo demo gráficos, nivel de bienestar social, potencial económico, etc. (estructura estática); de otra, considerando la red de flujos que se establecen entre ellos, tanto de personas como de mercancías, capitales, tecnología o in formación (estructura dinámica). a) Las des igu ald ad es en el re pa rt o de los efe cti vo s dem ogr áfi cos . — Con una población estimada de 489 millones de habitantes a mediados de 1983 y una superficie inferior a los 5 millones de kilómetros cuadrados, Europa continúa siendo una de las áreas más densamente pobladas del globo, pues sus 99 habs./km 2 casi triplican la densidad media mundial (34,4 habs./km2), y sólo son superados por las regiones del Extremo Oriente asiático. No ob sta nt e, los co nt ra st es in te rn os re du ce n co ns id er ab le me nt e la significación real de ese promedio estadístico. Analizando los datos del cuadro XII.5 y su plasmación cartográfica en la figura 3.3, puede compro-
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HABITANTES / km2
Más de 100 Menos de 25
HABITANTES
> 400 200-400
100-200
I
km2
50-100
5 3 25*° Z J <25
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ba rs e cóm o, inc lus o a esc ala na cio na l, las de ns id ad es m ás ele va das , qu e duplican con creces la media europea, corresponden a cuatro países que delimitan el vértice central y a citado (Países Bajos, Bélgica , RFA y Reino Unido), con una segunda aureola entre 100-200 habs./km 2 formada por otros contiguos, en tanto los valores inferiores al promedio se sitúan todos ellos en la periferia, tanto meridional (países mediterráneos, salvo Italia), como oriental (países balcánicos), occidental (Irlanda, Islandia) y, sobre todo, septentrional (países nórdicos), en donde el gradiente densimétrico es más acusado. Si el análisis se hace obviando las fronteras nacionales (figura 3.4), los resultados son aún más precisos y significativos. Se demuestra ante todo la existencia actual de un foco densamente poblado en el noroeste, que pu ed e en ma rc ar se en el cu ad ri lá te ro Lon dr es- Par ís- Co lon ia- Am ste rda m, dentro del cual se agrupan unos 150 millones de personas, con densidad media superior a los 200 habs./km 2 y un elevado nivel de urbanización.
x" = 99 h/km2
Fig. 3.3. Densidades de población en 1983.
Fig. 3.4. Densidades de población.
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Desde aquí el poblarniento denso se prolonga por dos ejes o corredores, uno en sentido meridiano desde la Alemania renana, por Alsacia, Lorena y el Míttelland suizo, hasta el valle del Po (eje Manchester-Milán), y el otro hacia el este, desde Renania-Westfalia, e incorporando Turingia y Sajorna, ya en la RDA, la Silesia polaca y la cuenca de Bohemia checa. A partir de estos ejes, y cualquiera que sea la dirección en que nos des pla cem os, las de nsi da des dis mi nu ye n pro gre siv am en te, ap are cie nd o tan sólo áreas dispersas en donde vuelven a elevarse (Lowlands escoceses y Midlands ingleses, litoral español y portugués, costa mediterránea fran cesa, Alezzogiorno italiano...), además de algunas grandes ciudades ais ladas, generalmente identificadas con las capitales políticas de los diver sos Estados. La ocupación llega a ser mínima, inferior a los 20 habs./km2, en la mitad norte de la Península Escandinava c Islandia, además de las áreas montañosas v el interior de la Península Ibérica. Cuadro
III.5
D en si da de s da po bl ac ió n en lo s es ta do s eu ro pe os Más de 200 ha bi ta nt es /k m 2
Países Bajos Bélgica R. F. Alemana Reino Unido De 100 a 200 ha bi ta nt es /k m 2
Italia Suiza R. D. Alemana Luxemburgo Chcchoslovaquia Dinamarca Hungría Polonia
Fuente:
De 50 a 100 íi ah ii an te s/ km !
Francia Albania Rumania Austria Portugal Yugoslavia Bulgaria España Grecia Me no s de 50 ha bi ta nt es /k m2
Irlanda Suecia Finlandia No ru eg a Islandia
Population Refcrcncc Bureau, 1983.
Aunque determinadas condiciones del medio físico como los climas crios de Escandinavia o las dificultades impuestas por las áreas monta ñosas pueden explicar los principales vacíos demográficos, es evidente que lo esencial de la distribución se relaciona con los efectos diferenciales de la industrialización. Si «todavía en la época de Malthus y de Ricardo la tierra era y seguía siendo el factor dominante que en último extremo po nía lími tes al de sa rro llo de la po bl ac ión y de te rm in ab a la di str ibu ció n de la producción» (Cipolla, C. M., 1976, 122), en la actualidad son las áreas que mayores facilidades ofrecieron al asentamiento de las fábricas y re gistraron un mayor volumen de inversiones las que, a través de un saldo migratorio ampliamente positivo durante decenios, han conocido una rá
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pi da dens ific ació n y la for ma ci ón de im po rta nt es agl om era cio nes urb a_ría s. Ya sea el ej e hu lle ro que des de la fr on te ra fra nco -be lga re co rre el continente de oeste a este hasta Silesia, ya la densa red de vías fluviales encabezadas por el Rhin y complementadas por sistemas paralelos de autopistas y ferrocarriles, e incluso los suelos de loess que posibilitan la obtención de elevados rendimientos agrícolas, es indudable la existencia de condiciones potenciales favorables al crecimiento en los ejes antes citados, que se han visto reforzadas por la aparición de efectos multipli cadores vinculados a las economías de aglomeración. Los procesos de integración que ha conocido Europa occidental en el último cuarto de sislok_a>han contribuido también a reforzar la cfectividad y vigencia del modelo, incrementando la centraiidad ejercida por ciudades como Bruselas, convertida hoy en «placa giratoria» y verdadera capital de las Comunidades Europeas. Las des igu al da de s en el di na mi sm o de mo gr áf ico . — Dentro de la b) tendencia general hacia el estancamiento demográfico que ha hecho re troceder el peso relativo de la población europea en el transcurso del
siglo, diversos con eltambién distinto pueden nivel deobservarse evolucióncomportamientos alcanzado por cada país.en relación Desde finales del siglo xix en los países centrales, y con posterioridad en la periferia, se han ido imponiendo en las sociedades europeas actitu des malthusianas relacionadas con la mejora del nivel de vida, una cre ciente urbanización, la ampliación de los niveles educativos y el consi guiente aumento en los costes de formación del niño, la creciente preocu pa ció n po r el bi en es ta r y u na div ulg aci ón de los mé to do s ant ico nc ept ivo s. Todo ello ha perm itido re duci r la tasa m edia de n atalid ad al 14 %o re gistrada en 1981, lo que equivale a la mitad de la cifra mundial. La dis tinta antigüedad del proceso explica la diferencia que aún separa los valores registrados por la RFA, los países escandinavos o alpinos —los mínimos existentes en el mundo actual— de los correspondientes a la región balcánica y 1a Península Ibérica, tal como refleja la figura 3.5. La ligera reactivación registrada durante el último lustro en alguno de los pa íse s má s afe ct ad os po r la rec esi ón dem ogr áfi ca co mo Fra nc ia o la RDA, no ha sido suficiente para alterar sustancialmente el modelo. Por su parte, el descenso de la mortalidad iniciado en el siglo xviii ha permitido alcanzar prácticamente los límites fisiológicos, con un pro medio del 10 %o que se distrib uye de m odo inve rso al anteri or, ya que las tasas máximas pertenecen ahora a los países centrales, afectados por un 'ifuerte envejecimiento de su población' No obstan te, los valores resultan ya demasiado próximos para ser significativos, por lo que tiene mayor in terés el análisis de la mortalidad infantil, muy vinculada al nivel de asistencia sanitaria y de bienestar social (fig. 3.6), en donde los contrastes entre los países más avanzados, con tasas incluso inferiores a las de mor talidad general, y los de la Europa oriental, que ocupan aún el extremo opuesto, son acusados. En consecuencia, las actuales tasas (Je incremento demográfico (figu ra 3.7) nos presentan una Europa central, que se prolonga en sentido
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meridiano hacia Escandinavia, Suiza-Austria, e Italia, que ha alcanzado desde hace algo más de una década el crecimiento cero, e incluso se ve afectada en determinados años por saldos negativos, rodeada por un cinturón periférico casi continuo, desde Islandia e Irlanda, pasando por la Península Ibérica, hasta los países balcánicos y Polonia, en los que la natalidad aún se está reduciendo con cierta rapidez, pero sin alcanzar cifras tan bajas como las anteriores, lo que unido a sus menores tasas de envejecimiento y mortalidad les permite mantener un cierto dinamis mo dem ográfico cifrado , según los casos, entre el 0,5 °/o y el 1,5 % anual. Esta situación tiene un reñcjo directo en la estructura por edades y las consiguientes pirámides de población: frente a los países en que la pobla ción con menos de 15 años continúa superando la cuarta parte del total (Albania, España, Irlanda, Islandia, Polonia, Portugal y Rumania), están aquellos cuya proporción no alcanza al 20 % (Austria, las dos Alemanias, Bélgica, Luxemburgo, Suecia y Suiza), equiparándose prácticamente al grupo de población que rebasa los 65 años. Los contrastes derivados de esta situación afectan muy directamente las condiciones de v'ida de la po bl ac ión , inc idi en do ta nt o so br e el me rc ad o de tr ab aj o, co mo so br e los niveles asistenciales y de servicios exigidos, el volumen de rentas que
Fig. 3.5. Tasa de natalidad.
Fig. 3.6. Tasa de mortalidad infantil.
se destina a las pensiones de jubilación, e incluso en lo referente a la movilidad espacial y el comportamiento político. Caso anómalo y diferenciado es el de Albania, que mantiene en el pla no demográfico unos comportamientos más próximos a los del Tercer Mundo q ue a lo s de su entorno, con un increm ento anual del 2 % que viene a suponer la tendencia a duplicar su población en poco más de 30 años. c) Condiciones socioeconómicas y bienestar social. — Si un análisis superficial de la población europea en lo referente a su distribución espa cial y dinamismo interno basta para poner de manifiesto la pervivencia de importantes contrastes, algo similar ocurre si se consideran las condi ciones materiales que rigen la vida de estas sociedades. Es indudable que en el contexto internacional los niveles de bienestar alcanzados hoy por las sociedades europeas pueden calificarse de eleva dos, tanto por lo que se refiere al acceso a determinados bienes vinculado al alto nivel medio de renta, como a la dotación de servicios asistencia* les, en gran parte públicos, con que cuentan. Los gobiernos han jugado en esta materia un papel crecientemente activo, responsabilizándose de un número progresivamente mayor de actividades, desde las vinculadas a la sanidad o la educación, a las que se relacionan con la defensa del medio ambiente, la promoción de viviendas, etc., al objeto de hacerlas accesibles a capas cada vez más amplias de la población y reducir las tensiones generadas por los mecanismos económicos. Uno de los pocos intentos realizados hasta el presente para medir los contrastes en los niveles medios de bienestar que disfrutan las diferentes regiones de Europa, fue el de Sant, que analizó la distribución a esta escala del PNB por persona a comienzos de los años setenta, con los re-
Fig. 3.7. Crecimiento vegetativo.
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sultados que muestra la figura 3.8 (Sant, M. E. C., 1974). Si bien el propio autor señalaba que los datos manejados no eran estrictamente compara ble s, da do s los des igu ale s cr ite rio s so br e la co nta bil ida d nac ion al que mantienen las economías planificadas respecto de las capitalistas, la apro ximación permitió corroborar, una vez más, la asociación de las mayores rentas con el área situada entre los estrechos daneses y el canal de la Mancha, junto a una reducción generalizada en razón inversa a la distan-
ES TR UCTU RAS ES PACIALES EX ÁREAS DESARROLLADAS
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cia, con excepción de algunos foc os pu ntuales secundarios. En la mayoría de países, además, la distribución mantenía la esencia del modelo gene ral, pues las regiones más pobres venían a corresponderse con las más alejadas del «corazón» europeo: el norte de Escandinavia y Gran Breta ña, el noroeste de Irlanda, el sur de España, Portugal e Italia, las fronte ras orientales de Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia o Rumania, etc. Pese al interés de estos resultados, su validez queda limitada por incluir tan sólo las rentas personales como medida del bienestar. En este aspecto, hay que recordar que la elección de cualquier indicador introduce un sesgo en las conclusiones alcanzadas, por lo que resulta deseable la comparación entre diversas variables al objeto de obtener una visión sintética más próxima a la realidad. Con este fin, se ha elaborado un índice de bienestar para cada uno de los Estados europeos que com bin a un tot al de 10 variables referidas en unos casos a la capacidad de consumo, y en otros al nivel alcanzado en la provisión de servicios pú blic os. Los val ore s co rre sp on di en te s, rec ogi dos en el cu ad ro II I.6, res po nd en en co nc re to a los sig uie nte s ind ica do res : 1. PNB por hab itant e en 1980 (dólares) Consumo de acero por habita nte en 19 79 (kg) Consumo de energía por hab itan te en 1979 (miles TEC) Valor de las exportac iones po r habitan te en 1979 (dólare s) Consumo fertilizante s nitrogena dos por hab itan te en 1978 (kg) Teléfonos por mi l habita nte s en 1978 Vehículos de turism o por mi l hab itan tes en 19 78 Consumo papel de periódico po r mil hab itant es en 1978 (kg) Población por cama de hospital en 19 78 Estudiantes de tercer grado por mil habitantes en 19 78
2.
3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10 .
\(
Utilizando el método de normalización de variables explicado en el capítulo segundo, en el que para cada una de ellas se refieren los valores nacional es a los del promedio europeo c orrespondiente según la expresión x, — X Z = ------------
donde x¡ es el valor correspondiente a cada país, X el valor medio en Europa, y la desviació n típica, se ha estableci do un í ndice sintético de bienestar según el cual pueden clasificarse los 25 países europeos con siderados con referencia a 1a situación media del continente, que se iden
Fig. 3.8. Producto nacional bruto per capita en Europa occidental, 1974. (según M.E.C. Saut)
tificaría valor cero. Pese con a laelsencillez de la técnica empleada, la no ponderación de los indicadores, y el carácter meramente descriptivo que presenta este tipo de análisis, es de destacar la similitud de resultados con análisis ante riores (Piris, C.-Gamir, A., 1982; Ilbery, B. W., 1981, 131-146), el evidente contraste que se aprecia entre los países del Benelux, la RFA, Suiza y los pa íse s nó rdi co s re sp ec to de la or la pe rif ér ic a af ec ta da en to do s los ca sos
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