ESPACIOS Y SOCIEDADES José Luis Geografía
Ricardo Méndez Fernando Molinero
ESPACIOS Y SOCIEDADES Introducción a la geografía regional del mundo
6a edición puesta al día
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES «Doble es ciertamente la Geografía: una General, otra Especial. Aquélla considera la Tierra en conjunto explicando sus varias partes y sus características generales; ésta, por su parte, la Especial, observando las reglas generales vuelve a estudiar la situación de cada una de las regiones, la división, los límites y otras cosas dignas de conocimiento. Pero los que hasta el momento escribieron sobre la Geografía lo hicieron detalladamente sólo acerca de la Especial y desarrollaron poco lo perteneciente a la General, descuidando y omitiendo muchas cosas necesarias, de modo que los jóvenes, mientras aprendían lo especial de esta disciplina, ignoraban en su mayor parte sus fundamentos, y a la misma Geografía apenas se le podía aplicar el calificativo de ciencia.» (B. VARENIO, 1650)
«La ciencia es el descubrimiento de conexiones entre los hechos. En la conexión, el hecho desaparece como puro hecho y se transforma en miembro de un sentido. Entonces se le entiende. El sentido es la materia inteligible.» (J, ORTEGA Y GASSET)
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES ÍNDICE Prólogo a la sexta edición Prólogo a la cuarta edición Introducción Primera parte Geografía descriptiva. Geografía regional Capítulo I. Los factores de organización territorial a escala planetaria y la división regional del mundo I. Introducción II. Evolución del concepto y los estudios regionales en Geografía 1. La tradición corográfica anterior a nuestro siglo 2. La cristalización de la geografía regional 3. La renovación de los estudios regionales desde mediados de siglo 4. Geografía sistémica y análisis regional: la región como sistema espacial integrado III. La división regional del mundo y los criterios de delimitación 1. Incidencia del nivel de desarrollo 2. La herencia histórico-cultural 3. El desigual valor de los condicionamientos ecológicos 4. Personalidad geográfica de las unidades regionales delimitadas a) Europa b) Rusia y la Comunidad de Estados Independientes (CEI) c) Japón d) América del Norte e) Australia y Nueva Zelanda f) China g) Asia meridional y nuevos países industriales del Sureste h) El mundo árabe-islámico de Asia Suroccidental y norte de África i) África subsanarían a j) Latinoamérica Bibliografía básica
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Secunda parte Estructuras espaciales en áreas desarrolladas Capítulo II. Concepto y caracterización del desarrollo I. La constatación de las desigualdades internacionales II. La explicación de las desigualdades: los conceptos de desarrollo y subdesarrollo 1. Las teorías neoclásicas y el modelo de crecimiento lineal 2. La necesaria distinción entre crecimiento y desarrollo 3. La dialéctica desarrollo-subdesarrollo III. El modelo de organización territorial en las áreas desarrolladas 1. Una acumulación de medios productivos 2. ¿Economías industriales avanzadas o sociedad postindustrial? 3. Una intensa urbanización 4. La desagrarización y progresiva urbanización del mundo rural 5. Cambios en la distribución y estructura de la población 6. Formación de espacios polarizados y establecimiento de políticas territoriales Bibliografía básica
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Capítulo III Europa: integración y contrastes en la cuna de la industrialización I. La individualización del espacio europeo II. Condición antes en la organización del espacio europeo 1. La desigualdad respecto a la industrialización y el crecimiento económico 2. La variedad de regiones naturales 3. Europa: entre la integración y la desintegración 4. Organización territorial de la Unión Europea a) Creciente protección y especialización regional de la actividad agraria: la incidencia de la Política Agraria Común (PAC) b) Expansión de las empresas multinacionales y políticas de reconversión/reindustrialización c) Reorganización y mejora de la red de transportes d) Hacia una política europea de desarrollo regional III. Localización y estructura de las áreas industriales y urbanas 1. La lógica del espacio industrial europeo 2. Principales tipos de áreas industriales 3. La urbanización del espacio europeo y los modelos históricos de ciudad 4. El desarrollo de las aglomeraciones metropolitanas 5. La intervención pública en la construcción de la ciudad contemporánea IV.Los espacios rurales y las actividades agrarias 1. La transformación del mundo rural europeo: procesos generales 2. Las regiones agrarias en la Europa preindustrial a) El pastoreo nómada en la península Escandinava b) La agricultura cerealista centroeuropea c) La agricultura mediterránea 3. Los nuevos espacios agrarios europeos
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ESPACIOS Y SOCIEDADES a) La evolución de los sistemas de cultivo: hacia una agricultura industrializada b) La inadaptación de las estructuras agrarias y los modelos de reforma 4. Urbanización y desarrollo del medio rural V. Europa, región polarizada: relaciones centro-periferia 1. El progresivo desplazamiento del centro de gravedad europeo 2. Europa, un espacio de contrastes poblacionales a) Las desigualdades en el reparto de los efectivos demográficos b) Las desigualdades en el dinamismo demográfico c) Condiciones socioeconómicas y bienestar social 3. Flujos de población e integración del espacio europeo a) Evolución reciente de los movimientos migratorios b) La expansión de los flujos turísticos VI. Conclusión: unidad y fragmentación del espacio europeo Bibliografía básica
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Capítulo IV. Rusia y la Comunidad de Estados Independientes: un espacio en transición I. El legado de la Unión Soviética: elementos de unidad y fragmentación territorial II. Los condicionamientos impuestos por el medio físico 1.La magnitud de las unidades morfoestructurales 2. Las difíciles condiciones climáticas y los grandes dominios ecológicos III. Una perspectiva histórica 1. El modelo territorial a comienzos del siglo XX: un vasto imperio de base agraria 2. La Unión Soviética y el modelo de planificación centralizada 3. Del crecimiento acelerado a la crisis del sistema soviético 4. La consolidación de los nuevos estados y la difícil transición al capitalismo IV. Permanencias y cambios en la organización del territorio 1. Los complejos territoriales de producción y su reconversión actual 2. Cambios recientes en la población y el poblamiento urbano 3. Una agricultura y unos espacios rurales postergados Bibliografía básica
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Capítulo V. El peculiar modelo de desarrollo japonés y sus efectos territoriales I. La identidad del Japón en su contexto espacial II. El sustrato y los condicionamientos del desarrollo japonés 1. Un medio natural inhóspito 2. Un denso poblamiento 3. Una fuerte concentración del poder político y económico 4. Una posición central en el área del Pacífico III. El proceso de crecimiento económico 1. La Revolución Meijí y el impulso inicial para el desarrollo 2. La aceleración del crecimiento y el milagro japonés 3. La crisis asiática y el cuestionamiento del modelo japonés IV. El espacio del crecimiento: concentración del capital y aglomeración 1. La distribución de la población, reflejo de los desequilibrios regionales 2. Los espacios del crecimiento: la congestión en las aglomeraciones urbanas 3. Las tecnópolis en el proceso de innovación y descentralización territorial 4. El retroceso del mundo rural y la economía agraria V. Conclusión: actividad económica y organización del espacio japonés Bibliografía básica
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Capítulo VI. El espacio del capitalismo norteamericano I. América del Norte, un espacio dominante II. Los fundamentos del desarrollo y la diferenciación regional en Norteamérica 1. El proceso colonizador y las etapas del poblamiento 2. La red de transpones y la integración territorial en Norteamérica 3. La distribución de las grandes regiones naturales y su significado geoeconómico 4. La economía norteamericana: del «despegue» al «nuevo estado industrial» 5. Estados Unidos: auge y declive de una gran potencia III. Los espacios productivos y la creciente especialización territorial 1. Los espacios agrarios en Norteamérica: una agricultura sin campesinos 2. La estructura y el dinamismo del sistema industrial: ¿hacia la dispersión de las actividades productivas? 3. América del Norte, espacio de contrastes 4. El mosaico urbano norteamericano IV. Conclusión: un espacio contrastado y dinámico para una sociedad plural Bibliografía básica
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Capítulo VII. Australia y Nueva Zelanda: de territorios coloniales a países desarrollados I. Los elementos de identificación II. Desarrollo, colonialismo y dependencia 1. El difícil comienzo de la implantación europea 2. La sobreimposición de unas estructuras coloniales 3. El reciente proceso de industrialización 4. Un marco natural contrastado a) Los contrastes del relieve b) La contraposición de dominios bioclimáticos III. El dualismo territorial en Australia
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ESPACIOS Y SOCIEDADES 1 .Un poblamiento escaso y periférico 2. Una desproporcionada concentración metropolitana 3. Una industria urbana y portuaria 4. Los contrastes en el espacio agrario IV. Las peculiaridades del modelo neozelandés V. Fragmentación y dependencia en el Pacífico meridional VI. Conclusión Bibliografía básica
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Tercera parte ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS SUBDESARROLLADAS Capítulo VIII. Los países subdesarrollados; pobreza, contrastes sociales y territoriales I. Génesis y evolución del subdesarrollo 1. Toma de conciencia y posturas frente al subdesarrollo 2. Los caracteres del subdesarrollo 3. El origen del subdesarrollo: la distorsión de las variables socioeconómicas II. Diferentes situaciones y estrategias de desarrollo III. Conclusión: un Tercer Mundo en movimiento (faltan textos) Bibliografía básica
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Capítulo IX. Iberoamérica: y una sociedad marcados por la colonización I. Los caracteres de la identidad iberoamericana 1. Unidad cultural y diversidad espacial 2. Un conjunto socio-espacial en crisis II. La herencia del pasado: la formación de un espacio dependiente 1. Aniquilación del sustrato demográfico: cambio y progreso de la población 2. Cristalización de unas bases económicas dependientes y afianzamiento de los desequilibrios sociales a) La colonización del espacio iberoamericano; una ocupación territorial selectiva b) Unas bases económicas dependientes del exterior c) Independencia política y dependencia económica III. El significado de las condiciones naturales 1. Un relieve contrastado sobre grandes unidades morfoestructurales 2. Unos medios bioclimáticos muy heterogéneos IV. Explosión demográfica y expansión económica: la consolidación del subdesarrollo 1. Explosión demográfica y subdesarrollo a) Un crecimiento demográfico desbordante, aunque en declive b) La resultante: frenos al desarrollo y éxodo campesino 2. Los intentos de corrección de las estructuras heredadas en el campo: reformas agrarias, revolución verde y movimiento colonizador a) El fracaso de las reformas agrarias b)valor de la modernización agraria y del movimiento colonizador 3. El significado de la industrialización iberoamericana: del fracaso de la sustitución de importaciones al liberalismo y a la inserción en la economía global V Dualidad y desequilibrios en los medios rurales y urbanos 1.Espacios rurales desequilibrados a) la disfuncionalidad de las producciones agrarias b) Pervivencia de estructuras agrarias dualistas 2. Falta de integración de la red y de la estructura urbana a) Densificación y ausencia de integración de la red urbana b) Una estructura urbana dual VI. Conclusión: la incapacidad de modelo de desarrollo iberoamericano Bibliografía básica
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CAPÍTULO X. China: un país, dos sistemas
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I. La población como motor y freno del desarrollo 1. Una desequilibrada distribución territorial, con un régimen demográfico de transición 2. La política demográfica bajo el socialismo: un cambio radical en la moral y el comportamiento demográfico a) Una política demográfica cambiante b) Los medios y los resultados 3. Incidencia de la política demográfica sobre el progreso económico y social II. Unas ambivalentes condiciones naturales 1. Un relieve complejo y contrastado 2. Heterogeneidad y significado de los medios bioclimáticos a) Los dominios climáticos b) Los dominios biogeográficos e) El control y aprovechamiento de las condiciones naturales III. Las profundas transformaciones realizadas en los medios rurales 1. Las estructuras agrarias antes de la revolución y la reforma de 1950 2. El impacto de la colectivización y el desarrollo agrario a) El impulso colectivizador y el nacimiento de la comuna b) El desarrollo agrario bajo el socialismo chino c) La organización, diversidad y crisis de la comuna d) La disolución de la comuna y la liberalización de los años ochenta y noventa IV. Un fuerte progreso industrial 1.Las bases de partida: escasez de infraestructuras y abundancia de materias primas
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ESPACIOS Y SOCIEDADES a)La escasa densidad de infraestructuras b)Las riquezas minerales 2. La política industrial: grandes complejos industriales y pequeñas fábricas a) La industrialización bajo la dirección soviética: un desarrollo concentrado sectorial y espacialmente b) Industria pesada e industria ligera: «marchar sobre las dos piernas» (1958-1979) c) impulso a la industria ligera, creación de las zonas-piloto en los años ochenta y desregulación en los noventa 3.Una estructura industrial dual V. La nueva organización urbana 1. Población urbana y urbanización 2. Distribución de las ciudades y estructura urbana a) El legado prerrevolucionario y el proceso urbano posterior b) Las estructuras urbanas VI. Conclusión: China, espacio y sociedad en desarrollo VII. China y sus pequeños vecinos socialistas del Extremo Oriente Bibliografía básica
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Capítulo XI. Pobreza, arcaísmos y mutaciones en Asia meridional y los NPI del Sureste asiático I. Introducción: los factores de unidad del sur de Asia II. Un gran potencial demográfico en continua expansión 1. Un acusado proceso de densificación 2. Los factores de crecimiento: una dinámica demográfica difícil de frenar 3. Políticas y estructuras demográficas: la marcha hacia la transición demográfica a) El valor de las políticas demográficas b) Estructuras demográficas y caracteres de la población 4. Las consecuencias socioeconómicas del dinamismo demográfico III. Las condiciones ecológicas: un medio cálido y húmedo 1. El significado de la configuración morfológica 2. La disparidad de los medios bioclimáticos IV. Los medios rurales: la economía de la precariedad y de la pobreza 1. La escasez de tierra y la ambivalencia de las producciones agrarias 2. La diversidad de explotaciones y las dificultades del campesinado a) Los escasos cambios estructurales b) Las inercias del mundo agrario c) Los enclaves de plantación 3. Problemas y perspectivas del mundo agrario V. Industrialización urbana y migraciones rurales: causas del fuerte crecimiento de las ciudades 1. La industrialización sustitutiva de importaciones: el caso de la India 2. El modelo de los NPI y su expansión por el sureste asiático 3. La debilidad del poblamiento urbano y la cristalización de grandes metrópolis nacionales VI. Conclusión: hacia la lenta superación de los desequilibrios sociales y territoriales mediante un crecimiento económico acelerado y sostenido Bibliografía básica
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Capítulo XII. El mundo árabe-islámico: tradición y cambio I. El mundo árabe del Magreb, Machrek y Oriente Medio II. La abundancia de recursos energéticos 1. Las condiciones de formación del petróleo en relación con las estructuras geológicas 2. Las principales áreas petrolíferas del Oriente Medio y norte de África 3. Las consecuencias económicas de la explotación petrolera: riqueza y desequilibrios III. Las difíciles condiciones ecológicas de un medio predominantemente árido 1. La formación del relieve actual 2. Los medios ecológicos: un obstáculo a la colonización vegetal y a la ocupación humana a) Un domino árido tropical b) Un dominio mediterráneo degradado hacia el interior continental IV. La ocupación del medio: bajas densidades poblacionales, explosivo crecimiento de la población y considerables peso de las actividades agrarias 1. Una ocupación laxa, con una organización social tradicional a) La organización de la sociedad tradicional b) Explosión demográfica y desequilibrios socioeconómicos como efectos contradictorios de la modernización 2. Una organización rural y unas estructuras agrarias disfuncionales, con una creciente presión sobre la tierra a) Las estructuras productivas y los sistemas agrarios b) Transformaciones y progresos en la organización rural V. Transformaciones industriales y urbanas 1. Una industrialización acelerada 2. Un firme crecimiento urbano VI. Conclusión: riqueza y desequilibrios
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Bibliografía básica
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CAPÍTULO XIII. La herencia de la colonización y la crisis estructural en el África subsahariana 1. El papel hegemónico de las estructuras físicas 1. Un relieve de zócalo 2. Un paisaje natural con un claro fundamento climático a) Un reducido dominio hiperhúmedo de gran homogeneidad paisajística b) Un amplísimo dominio tropical basado en la alternancia de estaciones pluviométricas c) Un extenso dominio árido peritropical
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ESPACIOS Y SOCIEDADES d) Un dominio mediterráneo de escasa extensión en los extremos continentales e) La singularidad del dominio montañoso II. Los condicionantes históricos de la organización espacial y sus disfuncionalidades actuales 1. Los fundamentos históricos de la debilidad demográfica y su evolución reciente 2. Pervivencia de las estructuras agrarias tradicionales a) La inadecuación de la agricultura de subsistencia tradicional b) El desarrollo de una agricultura comercial volcada al exterior 3. La irracional herencia político-económica de la colonización III. Una falta de integración económica y espacial 1. La dinámica evolutiva y los problemas de las estructuras agrarias a) permanencia y causas de la inseguridad alimentaria b) desadaptación de las estructuras productivas y sus consecuencias 2. Una industrialización escasa y estancada, con una localización puntual a) Las estructuras industriales de tipo colonial b) Las estructuras industriales diversificadas y parcialmente nacionalizadas c) Las estructuras industriales complejas 3. Las ciudades africanas: un crecimiento acelerado con una gran debilidad del entramado urbano IV. Conclusión: pobreza, morbilidad, dependencia y desequilibrios regionales Bibliografía básica
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Anexos.
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Datos estadísticos de los países y territorios del mundo en 1997
PRÓLOGO A LA SEXTA EDICIÓN De nuevo siete años después de haber realizado una primera renovación en profundidad de Espacios y Sociedades, las rápidas e intensas transformaciones que experimenta nuestro mundo actual, junto a la vigencia que aún parece mantener este texto en la enseñanza de la geografía regional del mundo, tamo en las universidades españolas como en las de algunos países latinoamericanos, nos han movido a aceptar el reto de enfrentar una nueva actualización de su estructura y contenidos. Muchos son los cambios que es necesario incorporar en un período de aceleración histórica como el actual, que hace difícil dar cuenta de las novedades al ritmo con que se producen y, aún más, encontrar esquemas interpretativos capaces de establecer un cierto orden bajo el ruido de los acontecimientos cotidianos, ofreciendo así una imagen comprensiva de una realidad cada vez más compleja. Así, por ejemplo, mientras se hace ya tópica la referencia a la globalización de los procesos y los mercados, que resulta cada vez más evidente en el caso de los flujos económicos y de información, asistimos a un rebrote de los movimientos nacionalistas, que se han traducido en el surgimiento de una nueva generación de estados independientes sobre las ruinas de la Unión Soviética y de algunos otros países europeos. Si, por una parte, las fronteras internacionales se debilitan para hacer más fluidos ciertos intercambios materiales e inmateriales, y surgen nuevas formas de cooperación plasmadas, sobre todo, en uniones económicas y aduaneras, por otra aparecen nuevas fronteras y líneas de fricción que tensionan y fragmentan el territorio en determinadas regiones del mundo, al tiempo que se refuerzan los controles para limitar ciertos movimientos internacionales de población que algunos consideran amenazadores. Del mismo modo, se diluye el enfrentamiento Oeste-Este que durante casi medio siglo estableció una de las divisorias clave para entender la situación de los diferentes países en el contexto geopolítica internacional, pero parecen profundizarse otros contrastes asociados a unas desigualdades económicas y de bienestar que no dejan de crecer, o a ¡a contraposición de modelos culturales entre civilizaciones que reivindican su autonomía frente a la anterior hegemonía occidental, ganando importancia como elementos de identidad colectiva. La necesidad, pues, de incorporar nuevas realidades y acontecimientos, así como de revisar la propia jerarquía de factores capaces de orientar en la interpretación del mundo actual ante la creciente importancia de algunos que resultaban poco visibles con anterioridad, frente al declive de otros, podría justificar la redacción de un texto sobre geografía regional del mundo planteado desde, criterios algo diferentes a los que justificaron la publicación de Espacios y Sociedades, hace ya catorce años. Pero no ha sido ése nuestro objetivo. Por el contrario, aquí se trata de renovar y actualizar un libro que en su día propuso una revisión temática y organizativa de los textos existentes en España sobre esta materia, y no de reescribirlo de nuevo. Por esa razón, y pese a la simplificación siempre aceptada que eso supone, se ha mantenido la división de los diferentes conjuntos regionales en dos grandes grupos, que guardan relación con su situación respecto a los procesos de desarrollo. Esa pervivencia no ignora que en toda fase de transición como la que hemos vivido en los últimos años, tiene lugar el declive de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES algunos países y regiones frente a la emergencia de otros, capaces de adaptarse mejor al nuevo contexto económico, político y tecnológico. La crisis de la antigua Unión Soviética y sus países satélites europeos, frente al dinamismo no exento de contradicciones que han conocido los nuevos países industriales del Sureste asiático. China, o una parte de América Latina, ponen en evidencia que estamos en presencia de un sistema fluido y cada vez más interdependiente, en el que toda divisoria que se establezca con fines didácticos estará sometida a una periódica revisión. En cuanto a los diez conjuntos regionales que se delimitaron en el texto original, se ha opiado por ampliar el que antes se identificaba con Asia suroccidental para incluir también el norte de África, parte integrante con la anterior de un mundo islámico que acentúa sus señas de identidad cultural y su presencia en el concierto internacional, tal como reconoce la mayor parte de la bibliografía geográfica publicada en los últimos años. Se ha preferido, en cambio, mantener sin apenas modificaciones —salvo la exclusión de las repúblicas bálticas— la unidad antes identificada con la URSS y ahora con la CEI, pues si bien son ciertas las diferencias entre Rusia y el resto de los nuevos estados, o las tendencias divergentes que parecen seguir las repúblicas occidentales —que buscan una mayor integración con Europa— respecto a las del Asia central y parte del Cáucaso —con creciente influencia de los movimientos islámicos— todas cuentan con un pasado común suficientemente próximo, que aún define buena parte de sus características actuales, en especial las vinculadas a la organización del territorio. Finalmente, en cada uno de los capítulos, el trabajo realizado se ha dirigido tanto a actualizar la gran cantidad de informaciones estadísticas y material gráfico que incorporaba el texto original, como a renovar algunos de sus contenidos, incluyendo temáticas y problemas que han surgido o cobrado nueva dimensión en los últimos años. No obstante, en este aspecto se ha mantenido el carácter selectivo y, por ello, inevitablemente sesgado de un texto que, además de describir espacios y sociedades determinados, pretende ofrecer una interpretación de los mismos. Cuando en el curso 1983-1984 escribíamos la primeva edición de esta obra, nuestro objetivo era ofrecer una panorámica geográfica de un mundo que por entonces vivía el final de un ciclo histórico iniciado con el despertar del siglo XX y consolidado tras la II Guerra Mundial. Confiamos en que el trabajo ahora realizado permita que Espacios y Sociedades siga siendo un instrumento útil para entender la situación de las diversas regiones del mundo en esta nueva fase histórica que arranca con el cambio de siglo. Si lo conseguimos, al menos en parte, habremos contribuido a pagar la deuda que tenemos contraída con quienes, durante todos estos años, han ayudado a mantener vivo este libro.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN Preveía con bastante exactitud el porvenir, cosa posible cuando se está bien informado sobre la mayoría de los elementos del presente. M. YOURCEN'AR, Memorias de Adriano Hace ya casi siete años veía la luz Espacios y Sociedades, intentando proponer una renovación en profundidad de la geografía regional del mundo, ámbito de estudio con larga tradición y que se había mostrado poco permeable a la evolución teórica y metodológica experimentada por la ciencia geográfica en las últimas décadas. La buena acogida del libro, materializada en sucesivas reimpresiones, ha aconsejado abordar una revisión y ampliación del texto original, tal como se hace en esta cuarta edición. Más allá de la simple actualización de datos estadísticos o material gráfico, que supuso un primer objetivo, el trabajo realizado incorpora dos novedades de mayor significación para el contenido global de la obra. Por un lado, se lleva a cabo una reconsideración de algunas cuestiones a la luz de los acontecimientos —en ocasiones verdaderamente revolucionarios— que se han sucedido con inusitada rapidez en estos años, entre los que la crisis de los sistemas de planificación centralizada y del mundo bipolar, que definió la estructura geopolítica durante casi medio siglo, pueden ser los más expresivos. No obstante, otros aspectos de no menor trascendencia, como la desigual evolución que conocen países y regiones del Tercer Mundo (entre la «década perdida» en Iberoamérica y el crecimiento acelerado de algunos nuevos países industriales), la meandriforme evolución de China o la creciente preocupación por los problemas del medio ambiente global, exigían también su incorporación al esquema interpretativo que aquí se propone, dada su indudable trascendencia presente y futura. Por otra parte, se ha intentado ahondar en el análisis de procesos y problemas ya esbozados en la edición anterior, pero que han cobrado un evidente protagonismo con posterioridad. La reestructuración económica y la revolución tecnológica asociadas a la crisis del modelo de acumulación precedente, que se desencadenó en los años setenta, con el consiguiente impacto sobre la organización del territorio, el proceso de integración en Europa, el trasvase de actividad industrial hacia regiones y países periféricos, frente al declive de antiguas regiones fabriles, las aparentes tendencias desurbanizadoras en algunos países desarrollados frente a la «explosión» de las grandes metrópolis en áreas subdesarrolladas, o los controvertidos efectos de la revolución verde en estas últimas, son algunos de los considerados con mayor atención. En suma, tal como se expresa en el texto de Margarita Yourcenar, citado al comienzo, sólo una voluntad explícita de renovación permanente, atenta a detectar las fuerzas actuantes en cada etapa histórica y los problemas-clave derivados, puede dotar de utilidad una obra como ésta, tanto para interpretar algunas de las cuestiones que suscita la realidad presente, como para inducir las tendencias que se apuntan. Pese a todo, tanto la estructura general del texto como la que personaliza cada capítulo, se han mantenido sin apenas cambios, al considerar que su funcionalidad y capacidad de síntesis continúan intactos. Es ésta, sin duda, una de las propuestas básicas que aquí se hacen, frente a otros esquemas anteriores utilizados en la geografía regional del mundo, y los resultados obtenidos parecen confirmar su interés. Queremos, para concluir, hacer expreso nuestro agradecimiento a todos aquellos que, ya sea mediante comentarios personales, recensiones en revistas, o sugerencias, nos han ayudado a revisar críticamente nuestras ideas iniciales, confiando haber sido capaces de traducir algunas de ellas en esta nueva edición. Agradecimiento que debe hacerse extensivo a quienes, con su utilización en las aulas, vienen a compensar con creces el esfuerzo realizado, y a la Editorial Ariel, que desde el inicio del proyecto ha venido ofreciendo todo tipo de facilidades para su culminación.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES INTRODUCCIÓN Entre los objetivos de la Geografía, uno esencial es dar sentido al espacio en que vivimos, desde el marco local, más inmediato, hasta el contexto mundial, cada vez más próximo e interdependiente. En ese esfuerzo, las visiones de conjunto han pecado con frecuencia de excesivo descriptivismo, faltas precisamente de ese «sentido», de ese argumento integrador que racionalizase la simple acumulación de datos diversos y dispersos, contribuyendo asía mantener una imagen de la disciplina, dentro del cuerpo social, frecuentemente identificada con formas de conocimiento precientífico. En este contexto resulta significativo que, siendo una materia de estudio omnipresente en todos los niveles de enseñanza, desde la EGB a la universidad, la Geografía Regional del Mundo conozca hoy un cierto desprestigio entre los profesionales y en el conjunto de la sociedad. A potenciar esta contradicción contribuye la escasa bibliografía disponible en español, que además, mantiene en general un carácter enciclopédico, desarrollando un catálogo de países en el que, de forma reiterativa, se yuxtapone la descripción de su medio físico, población y actividades económicas, complementada a veces con una división regional. La presente obra intenta ofrecer una visión diferente, no sólo preocupada por actualizar los contenidos y la información, sino, ante todo, por incorporar algunas de las novedades metodológicas desarrolladas en las últimas décadas al servicio de una explicación geográfica integrada del espacio mundial. Junto a ello, también se ha prestado particular atención al tratamiento de algunos de los hechos más relevantes que caracterizan nuestra realidad presente, a menudo relegados en los estudios precedentes. Con estos objetivos, el estudio se estructura en tres unidades. La primera intenta llevar a cabo una consideración general sobre el marco teórico, es decir, sobre los supuestos básicos que fundamentan el análisis posterior, partiendo de la evolución de la disciplina para llegar a definir los criterios en los que se apoya la división regional adoptada. Se ha rechazado la división tradicional por continentes y países en aras del establecimiento de grandes conjuntos regionales con clara personalidad geográfica. Las dos restantes se dedicarán a analizar las estructuras y la dinámica espacial de cada uno de ellos, integrándolos en dos ámbitos de caracteres opuestos y evolución divergente, como son el mundo del desarrollo y del subdesarrollo, cuya trascendencia actual parece fuera de toda duda. La búsqueda de una identidad propia para los sucesivos conjuntos regionales, el establecimiento de un hilo conductor que destacase los elementos esenciales en cada caso, ha sido siempre un objetivo esencial. Esto justifica ¡a utilización de esquemas no reiterativos en el tratamiento de los capítulos, sino, por el contrario, la selección de aquellos aspectos que, en nuestra opinión, mejor ayudan a explicar las estructuras espaciales básicas de cada conjunto a la escala que aquí se emplea, lo que dota al texto de una trama argumental, discutible como es lógico, pero manifiesta. Este trabajo podrá ser calificado por algunos como de divulgación. Sin duda lo es, si por divulgación se entiende la recopilación y actualización de contenidos, sintetizando informaciones de procedencia muy diversa, al servicio de una explicación geográfica integrada del espacio mundial. Este carácter no sólo no nos parece un demérito, sino por el contrario, un difícil objetivo a conseguir. El rápido y desigual desarrollo de las ciencias ha ido abriendo un vacío creciente entre la energía intelectual dedicada a la concepción de nuevas ideas y métodos de investigación, y la empleada en su difusión, con lo que se ha establecido una disociación progresiva entre ambas. En nuestro país, esa situación es evidente en lo que se refiere a la Geografía. La labor de investigación realizada desde los departamentos universitarios no guarda relación con la visión que de la disciplina sigue manteniendo el conjunto de la sociedad. Si para una amplia mayoría de los españoles la Geografía sigue ofreciendo un tipo de conocimiento meramente descriptivo, memorístico y aburrido, empeñada en hacernos aprender nombres o cifras perfectamente inútiles y, por ello, resulta claramente marginada, mucho se deberá a la escasa labor de los geógrafos, poco atentos a ofrecer una visión coherente y crítica sobre la organización del espacio, de los espacios, en que todos vivimos. Racionalizar ese espacio, marcar las coordenadas básicas en que se mueve su apropiación, explotación y organización en las distintas regiones del mundo, es objetivo más que suficiente para esta obra.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES PRIMERA PARTE
GEOGRAFÍA DESCRIPTIVA. GEOGRAFÍA REGIONAL CAPÍTULO I
LOS FACTORES DE ORGANIZACIÓN TERRITORIAL A ESCALA PLANETARIA Y LA DIVISIÓN REGIONAL DEL MUNDO
I.
Introducción
El proceso del conocimiento humano está basado en el emplee de abstracciones, entre las que la noción de «región» viene a ser una de las usadas tradicionalmente con mayor frecuencia en geografía. Su consideración obligada en una obra que pretende analizar la organización y el dinamismo internos de espacios regionales a una escala determinada, se enfrenta a dos dificultades iniciales que es preciso mencionar. En primer lugar, una simple aproximación superficial a la literatura geográfica sobre el tema nos sitúa en presencia de un concepto complejo y frecuentemente ambiguo, empleado para describir realidades muy diversas y que, además, ha estado sometido a profundos cambios en relación con la evolución seguida por el pensamiento geográfico en su conjunto, que también ha hecho variar la metodología empleada en su análisis. Un segundo aspecto relacionado con el anterior es la peculiar valoración de los estudios regionales dentro de la disciplina y a lo largo del tiempo: si durante décadas constituyeron el eje central y la esencia misma de los estudios geográficos, hasta el punto de poderse hablar de una identificación entre ambos, en el último cuarto de siglo han conocido un innegable retroceso, que en ocasiones se traduce en un rechazo explícito por parte de geógrafos insertos en las nuevas corrientes de renovación teórica. La confusión que, aún hoy, se establece en ocasiones entre la «geografía regional» y la «geografía tradicional», que llega a desbordar el ámbito teórico incorporándose a las estrategias corporativas dentro de la comunidad científica, sigue suscitando posiciones encontradas. Por contra, y frente a la relativa crisis de las obras regionales en geografía, se ha producido en los últimos años una revitalización de su interés para el conjunto social y, consecuentemente, en la demanda de este tipo de estudios, que ha pasado a ser cubierta en buena parte por otras ciencias sociales como la economía o la sociología, que han incorporado la dimensión espacial en época relativamente reciente. Fenómenos como la constitución del Estado de las Autonomías, la evolución hacia la «Europa de las regiones» o el impacto generado hoy por el desarrollo de organismos supranacionales como la Unión Europea, plantean a la Geografía el reto de afrontar de forma nueva interrogantes que han estado presentes durante buena parte de su evolución. En estas circunstancias, y antes de abordar el análisis de cada una de las entidades regionales definidas, parece necesario trazar una breve evolución de los estudios regionales en geografía —particularmente de los vinculados a la geografía universal— que justifique su situación presente, así como los criterios de delimitación y el tratamiento adoptados en nuestro caso. Aplicando aquí las palabras de Harvey, «es claro que cualquier análisis es estéril a menos que tenga un objetivo. Este puede no estar claramente explicitado, estar implícito y hasta estar muy borroso. Pero sin una noción de lo que estudiar, no puede haber geografía ni, por cierto, conocimiento alguno... Por lo tanto, no podemos proceder sin tener un objeto, y definirlo se traduce, aun transitoriamente, en adoptar una posición filosófica específica con respecto a la propia geografía» (Harvey, D., 1983, 29; véase la referencia bibliográfica completa al final del texto).
II. 1.
Evolución del concepto y los estudios regionales en Geografía LA TRADICIÓN COROGRÁFICA ANTERIOR A NUESTRO SIGLO
Desde la Antigüedad, una parte importante de los estudios considerados geográficos se orientó a la descripción de lugares y países, próximos o remotos, dentro de una tradición secular que arraiga en la concepción de la disciplina como «descripción de la Tierra». Este conjunto de relatos agrupados bajo el calificativo de corográficos se contrapone desde sus orígenes a la geografía matemático-astronómica, que considera la Tierra como un astro y se interesa sobre José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES todo por establecer los principios generales que sirven como base al levantamiento cartográfico. La heterogeneidad de sus contenidos iniciales, en donde lo mítico y lo histórico se entremezclan con la descripción de las costumbres, los rasgos étnicos, la organización política o la localización de accidentes fisiográficos, se irá concretando con el paso del tiempo, en particular desde el Renacimiento, momento en que conoce también un fuerte auge en relación con los descubrimientos y exploraciones de nuevas tierras. De este modo, y una vez más, las descripciones geográficas que salen a la luz narrando viajes o sintetizando las informaciones disponibles de mercaderes, militares y exploradores, muestran, más allá de su valor meramente informativo o de cualquier preocupación científica, un claro sentido utilitario en relación con los objetivos comerciales o de conquista de determinadas potencias europeas, lo que justifica al propio tiempo el interés que despiertan. El ámbito de análisis preferente en estas obras suele tomar como base las fronteras políticas, en particular desde el surgimiento de los Estados modernos, con lo que la geografía descriptiva se convierte progresivamente en una geografía de países, agrupados por lo común en continentes, característica que ha pervivido en lo esencial hasta la actualidad con escasas variaciones y que justifica la secular identificación —al menos hasta la aparición de la obra de Ratzel— entre los calificativos de descriptivo y político aplicados a los estudios geográficos (Méndez, R.-Molinero, F., 1984). Incluso aquellas obras que abarcan territorios más reducidos que el del Estado emplean con frecuencia criterios de identificación y diferenciación político-administrativos (condados, ducados, obispalías...), bien actuales o pasados, lo que introduce en nuestra disciplina el concepto de regiones históricas, en estrecha vinculación con el de regiones políticas. Se concibe así.la región como una construcción en el tiempo, enraizada en la conciencia colectiva, con lo que se apuntalan las tendencias históricas en los estudios geográficos. En cualquier caso, es significativa la fidelidad de los geógrafos a los marcos territoriales establecidos con criterios ajenos, limitando su labor a describir aquellos elementos que los singularizan, lo que pone de manifiesto la falta de concepciones alternativas en la definición de los «objetos geográficos». La aún hoy frecuente identificación popular de nuestra disciplina como una «guía» más o menos detallada sobre las características paisajísticas, económicas, demográficas, etc., de los países del mundo, parece hundir sus raíces en ese pasado remoto, y manifiesta las fuertes inercias que han atenazado su evolución teórica, plasmadas también en su decreciente valoración social. El primer avance significativo en la definición de región desde perspectivas geográficas se producirá en la segunda mitad del siglo XIX, coincidiendo con el desarrollo científico de la propia disciplina y su institucionalización académica (Capel, H., 1981, 83 y sigs.). La fuerte influencia de las ciencias naturales desde Humboldt, que apunta hacia una redefinición de la geografía como estudio de las interrelaciones hombre-medio, junto al deseo de afirmar el carácter científico y a la vez específico de los estudios geográficos, se plasman en la búsqueda de criterios de regionalización diferentes a los históricos o a la artificialidad de los políticos, que presentan además un mayor valor didáctico. De este modo, surge y se desarrolla la noción de región natural, en coherencia con la primacía que el determinismo ambiental imperante otorga al medio como factor de organización espacial y base explicativa, en último término, de la Historia. Si en un primer momento las divisiones realizadas consideran tan sólo uno de los elementos de este medio como clave diferenciadora {por ejemplo, las cuencas hidrográficas), el concepto irá adquiriendo progresivamente una mayor complejidad al incorporar nuevos componentes (biogeográficos, geológicos, climáticos...), hasta permitir la identificación de espacios integrados en los que se supone que las condiciones ecológicas determinan las formas de vida y ocupación de los grupos humanos que los habitan. En palabras de Ratzel, «el territorio, siempre el mismo y siempre situado en el mismo lugar del espacio, sirve de soporte rígido a los humores, a las volubles aspiraciones de los hombres, y cuando se les ocurre olvidar este sustrato les hace sentir su autoridad y les recuerda, mediante serias advertencias, que toda la vida del Estado tiene sus raíces en la tierra. Regula los destinos de los pueblos con ciega brutalidad. Un pueblo tiene que vivir sobre el territorio que le ha tocado en suerte, tiene que morir en él, tiene que soportar su ley» (Ratzel, F., 1888-1889, 12). En los análisis a escala mundial cobrarán particular auge las divisiones climáticas, bien de base zonal como las realizadas por Herbertson a principios de siglo, bien utilizando otros criterios como, por ejemplo, los de Penck, que relacionando temperaturas y precipitaciones llega a distinguir tres grandes tipos de regiones en el globo: las húmedas, las nivales y las áridas. De este modo, se singularizan una serie de conjuntos territoriales que superan el ámbito estatal (el Asia monzónica, los «países tropicales», la Europa mediterránea, la América andina...), en donde el clima, o cualquier otro factor tomado como base, otorga una homogeneidad cuya importancia se marca tanto en el paisaje como en las formas de organización tradicionales. Si la división del mundo en zonas climáticas o cualquier otro tipo de regiones naturales supone un indudable avance en tanto los criterios escogidos tienen ya un valor explicativo e intentan plasmar las José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES interrelaciones existentes entre hechos físicos y humanos (Vilá Valentí, J., 1983, 257), su significación y valor operativo resultan bastante escasos. En un mundo en que la evolución tecnológica y económica resulta cada vez más rápida, los grandes contrastes existentes no parecen vincularse tanto a las peculiares condiciones naturales como a la diferente capacidad de las sociedades para dominar y organizar su territorio en relación con los valores e intereses dominantes en cada momento y las fuerzas materiales disponibles. La reivindicación de la región como espacio humanizado, con límites y dinamismo no coincidentes con los de orden fisiográfico, exigirá, pues, una reorientación de los estudios regionales en geografía.
2.
LA CRISTALIZACIÓN DE LA GEOGRAFÍA REGIONAL
El rechazo del determinismo positivista que alcanza a la geografía desde finales de la segunda década de nuestro siglo se constituirá en el vehículo esencial de esa renovación, comenzando entonces lo que ha dado en llamarse la etapa «clásica» o regionalista. Ante la negación de la unidad metodológica de las ciencias y la contraposición que ahora se impone entre ciencias físicas y humanas o sociales, llega a peligrar la propia identidad de la Geografía como disciplina específica y única, a caballo entre ambos tipos de saberes. En estas circunstancias, su definición como materia que estudia la diferenciación de áreas en la superficie terrestre, es decir, las regiones, además de otorgarle un objeto propio de análisis, le asegura su supervivencia científica y académica (Capel, H., 1981, 338). Sin entrar en consideraciones respecto a las diferentes escuelas que desarrollan en esos años los estudios regionales sobre supuestos no totalmente coincidentes, el aspecto más relevante desde nuestra perspectiva lo constituye la decantación, a lo largo de tres décadas, de un esquema conceptual y metodológico de matiz claramente idiográfico que ha llegado a convertirse en clásica, cualquiera que sea la escala de análisis considerada. La región geográfica, concepto diferente al de región natural que generalmente se aplica a un territorio de tamaño inferior al del Estado, se define ahora como espacio singular y único en cuanto supone una asociación particular de elementos físicos y humanos, que ha sido modelado históricamente, y cuya plasmación material es un paisaje determinado. Esta singularidad del hecho regional exigirá, en consecuencia, un tratamiento individualizado en cada caso, no siendo aplicables para su comprensión leyes o principios de carácter general en razón de que simplifican abusivamente una realidad extraordinariamente compleja y diversa. En este sentido, el geógrafo deberá realizar una labor de síntesis al adentrarse en su estudio, profundizando de modo especial en las relaciones que se establecen entre los grupos humanos que la habitan y su medio, y destacando los rasgos originales, lo que exige recurrir a conocimientos procedentes de disciplinas muy diversas. Los méritos indudables que contienen algunos de estos trabajos regionales, que Vilá Valentí identifica con la «habilidad especial» y la «notable sensibilidad subjetiva de matización» por parte de sus autores (Vilá, I, 1983, 248), reflejan con bastante claridad la peculiar concepción de una labor geográfica entendida más como un arte que como una ciencia en sentido estricto. Si bien es cierto que el ámbito mundial no resulta la escala analítica más utilizada, la cristalización metodológica y la revalorización de los estudios regionales tendrán una evidente repercusión en las obras sobre geografía universal que se publican a partir de esos años. Aunque teóricamente se integran dentro de la «nueva» geografía regional, puesto que consideran espacios delimitados e integrados de características complejas, en la práctica apenas se observan modificaciones de importancia respecto al tratamiento dado hasta entonces, La tradicional división del mundo en continentes y países, combinada en ocasiones con la inclusión de algunas regiones naturales como ámbitos intermedios, continúa plenamente vigente, pese a que las fronteras políticas rompen con frecuencia unidades espaciales que desde el punto de vista, geográfico están dotadas de cohesión. La resistencia al cambio y la pervivencia de fuertes inercias en este sentido resulta claramente visible en la bibliografía existente en castellano sobre el tema: desde la ya clásica Geografía Universal dirigida por Vidal de la Blache y Gallois, que comenzó a traducirse en 1928, hasta las posteriores de Terán (1952), o las dirigidas por Vilá Valentí (1971) y Casas Torres (1979) —sin considerar las numerosas enciclopedias de temática similar—, el mantenimiento de verdaderos «catálogos» de países, en los que se intenta destacar lo específico u original de cada caso, resulta una constante. Junto a la generalización de esta materia en los diversos niveles de enseñanza, la principal aportación en estos años se relaciona con la sistematización en el método de análisis empleado para caracterizar cada uno de los países, que yuxtapone desde ahora una serie de apartados sucesivos sin apenas modificaciones según el esquema: ― Medio físico (relieve, clima, vegetación, suelos, hidrografía). ― Historia, población y poblamiento. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES ― Actividades económicas (análisis sectorial). ― Subdivisiones regionales/comarcales. Si bien este orden impuesto en el tratamiento de la información pudo haber tenido en determinado momento alguna significación implícita, su repetición mecánica posterior y la consiguiente ausencia de la pretendida visión sintética se constituyeron prontamente en reflejo de las contradicciones existentes entre teoría y praxis geográfica. Las críticas a esta forma de hacer geografía que surgen desde distintos puntos a partir de mediados de siglo vendrán a señalar, junto al carácter excesivamente analítico del estudio «por ficheros», la falta de criterios específicos en la delimitación regional y el sentido excepcionalista que impone la enumeración de países, frente a la búsqueda de principios explicativos de carácter general. En este sentido, la geografía universal jugará un papel activo en la progresiva identificación del conjunto de la Geografía como disciplina exclusivamente escalar y académica, descriptiva, memorística y con un cierto tinte enciclopédico, poco interesada por los problemas reales de la sociedad y de notable pobreza epistemológica, calificativos que aplica Lacoste a lo que denomina «la geografía de los profesores» (Lacoste, Y., 1977). 3.
LA RENOVACIÓN DE LOS ESTUDIOS REGIONALES DESDE MEDIADOS DE SIGLO
La profunda renovación teórica y metodológica que ha conocido la Geografía en su conjunto durante los últimos cuarenta años no podía dejar de reflejarse en los estudios regionales (Unwin, T„ 1995; Peet, R., 1998). De este modo, la aparición y desarrollo de la llamada geografía analítica o teorético-cuantitativa en los años cincuenta supondrá un cuestionamiento inmediato, tanto del concepto de región imperante hasta ese momento, como de su práctica concreta en los trabajos empíricos de los geógrafos. La redefinición del objeto geográfico, y la prioridad ahora otorgada a la búsqueda de principios explicativos generales sobre la organización del espacio, supondrán un cambio inicial en la valoración del análisis regional, que deja de constituir un fin en sí mismo para convertirse en complemento de la geografía sistemática o general. Ya desde la obra pionera de Schaefer, la geografía regional se justifica en cuanto sirve como fuente de información (base para la elaboración de hipótesis) y ámbito de experimentación o verificación de las leyes y modelos elaborados por la geografía teórica. Esta nueva visión del papel que juegan los aspectos descriptivos dentro de la disciplina es claramente formulada por Bunge, considerando que «en geografía, como en cualquier otra ciencia, existe una continua interacción entre lógica, teoría y hechos (descripción). Ninguna puede estar separada de las demás. Debido a su inseparabilidad, es absurdo mantener que una de las tres, en este caso la descripción, sea "más geográfica" que las demás. Las tres son geografía. El problema en geografía, como en cualquier otra ciencia, reside en tratar de encontrar la forma más económica de ordenar nuestra percepción de los hechos. En esta continua búsqueda de la eficiencia hay que preguntarse: ¿dónde está el cuello de botella? Sin duda, hay que contestar que está en la construcción de teorías» (Bunge, W„ 1962, 8). La región habrá de explicarse, pues, a partir de los principios generales enunciados por las disciplinas sistemáticas, lo que desplaza el interés prioritario hacia la consideración de los procesos y estructuras espaciales comunes a varias de ellas, en tanto los aspectos peculiares de cada entidad regional se interpretan ahora como anomalías que deben justificarse incorporando nuevas variables no incluidas en los modelos globales. La distinción entre espacios individuales y únicos, propuesta por el mismo Bunge, sustenta una reorientación de la geografía regional, tanto en los objetivos como en la metodología a aplicar: la región se define como una combinación individualizada, pero comparable a las demás, de elementos físicos y humanos que se resume en una estructura, estando sometida a procesos comunes que formalizan su organización interna en cada momento. Desde esta nueva perspectiva, pueden entenderse posiciones que en apariencia resultan contradictorias como la de Smith, al afirmar que «la geografía regional continúa con perfecta salud, aunque no suceda lo propio con la mayoría de textos escritos bajo tal epígrafe» (Smith, D. M., 1980, 39). Dentro de este ámbito, una de las aportaciones más destacadas que se realiza en esos años se relaciona con la ampliación del propio concepto de región tal y como se entiende por la geografía. Si hasta entonces su identificación espacial se basaba en la existencia de una cierta uniformidad, bien en sus rasgos físicos o humanos, ahora se incorporan nuevos criterios. Por influencia de la economía regional, pasa a un primer plano la existencia de interrelaciones (económicas, sociales, informativas...) que vinculan los distintos componentes de un territorio o diversos territorios entre sí, generando una red de flujos a partir de la cual se formaliza una determinada estructura espacial. Podrá hablarse, por tanto, de región cuando la unidad o cohesión funcional entre elementos y espacios heterogéneos sustituya la existencia de uniformidad (Juillard, E., 1962). En este sentido, junto a las regiones homogéneas o formales, definidas como espacios continuos, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES delimitados y diferenciados respecto a su entorno por la posesión de ciertos rasgos específicos (históricos, culturales, económicos, ecológicos...) que le otorgan una personalidad plasmada en formas concretas de organización territorial, se definen ahora las regiones funcionales o polarizadas. Aun cuando ambos términos no son estrictamente sinónimos, podemos definirlas aquí como aquellas en que existen uno o varios polos o nodos que concentran la población y las actividades, actuando, pues, como centros dominantes, en tanto el resto del territorio es funcionalmente dependiente y ejerce como abastecedor de factores productivos (fuerza de trabajo, alimentos, materias primas y energía, capitales). Las relaciones de intercambio desigual que genera esta diferenciación de funciones en el espacio se establecen a lo largo de unas redes de transporte y comunicación de informaciones igualmente jerarquizadas, generándose las máximas densidades de flujos (materiales e inmateriales) en las áreas próximas a los centros principales, para disminuir desde aquí con la distancia. Así pues, las regiones polarizadas son, por definición, heterogéneas, aunque dotadas de una cohesión funcional que permite delimitar con una cierta aproximación su ámbito territorial, en tanto áreas de influencia respecto a unos centros dominantes, generalmente urbanos, que las organizan. Desde mediados de los años ochenta ha tenido lugar una cierta revitalización de los estudios regionales en Geografía, que profundizaron también su renovación teórica y metodológica hasta justificar la referencia a una nueva geografía regional hecha por algunos autores (Gilbert, A., 3988; Sayer, A., 1989). En esencia, tales planteamientos han insistido en el carácter de las regiones como reflejo material de estructuras y relaciones sociales formalizadas en el tiempo, que al actuar sobre territorios diferentes dan lugar a formas de organización específicas, que se plasman en paisajes característicos. La región se entiende a la vez como una estructura, producida por la actuación de diversos agentes y constituida por múltiples elementos que interactúan de forma compleja, como partes de un conjunto, y como un proceso dinámico, reflejo de tales relaciones dialécticas (Albet, A., 1993). Se sitúa, por tanto, en la intersección entre espacio y tiempo, entre «lo horizontal y lo vertical», que son las dos dimensiones básicas con que operan los geógrafos (Péguy, C. R, 1996). En consecuencia, la geografía regional deberá enfatizar la necesidad de una visión integrada, donde los componentes sociales, económicos, ecológicos, históricos o culturales han de plantearse de manera interrelacionada, como base explicativa necesaria para abordar la organización del territorio y sus cambios. No debe olvidarse tampoco la interdependencia entre las diferentes escalas espaciales, pues los fenómenos locales se ven afectados por procesos de carácter estructural, que cobran creciente importancia en el actual contexto de globalización, si bien las diversas respuestas dadas en función de las condiciones específicas de cada región (recursos naturales, humanos y de capital, relaciones sociales, marco institucional...) acentúan la fragmentación actual del espacio y son el origen de nuevas formas de desigualdad entre las mismas (Dollfus, O., 1994; De Mattos, C.-Hiernaux, D.-Restrepo, D. compils., 1998). La evolución de las obras dedicadas a la geografía universal en estas últimas décadas es tan sólo parcialmente coherente con los supuestos teóricos aquí apuntados, al ser uno de los ámbitos donde el peso de la inercia ha ejercido mayor influencia. Dentro de la búsqueda de divisiones regionales más pertinentes desde una perspectiva geográfica exigente, el progresivo desplazamiento de la geografía hacia posiciones más próximas a otras ciencias sociales queda aquí reflejado en la prioridad que ahora se otorga a criterios socioeconómicos como base de diferenciación. El proceso es observable ya desde los años sesenta, pero se consolidó en la década siguiente, cuando las llamadas corrientes críticas o radicales, en su preocupación por aspectos como las relaciones sociales que subyacen en las formas espaciales, los fenómenos de dominación, o las profundas desigualdades en la distribución de los niveles de bienestar, insistieron en la particular incidencia del desarrollo o de los sistemas político-económicos sobre la división del mundo en grandes conjuntos regionales con señas de identidad propias. Obras como las de Blij (1971 y 1974), Jackson y Hudman (1982), Ward English (1984), o, en el caso español, la dirigida por Lluch (1981-1984) y la primera edición de este libro (Méndez, R. y Molinero, F-, 1984), constituyeron el intento de proponer un enfoque nuevo que puede calificarse como de verdadera «geografía regional del mundo». La identificación en ellas de conjuntos territoriales de ámbito generalmente superior al del Estado, justificados a partir de criterios objetivables, y la búsqueda en cada caso de una explicación a sus rasgos esenciales a partir de los modelos elaborados por la propia geografía, estableció un marcado contraste con la pervivencia de «geografías descriptivas» tradicionales, remozadas formalmente en ocasiones pero sin variaciones significativas en los supuestos que las fundamentan, generando con ello un panorama bibliográfico más heterogéneo que en décadas precedentes (Riudor, L., 1986). En fechas aún más recientes, la necesidad de revisar las formas de escribir y enseñar la geografía regional ha dado lugar a un amplio debate en la geografía francesa, promovido con ocasión del proyecto de editar la Géographie Universelle RECLUS (Brunet, R., 1986 y 1989), que intenta recuperar el significado del análisis regional y trasladar los principios teóricos ya comentados al estudio de grandes conjuntos José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES regionales. En el mundo anglosajón, ese mismo esfuerzo de actualización temática puede apreciarse en la nueva versión de la obra de Blij (1994), o la publicada por Colé (1996), que mantienen una división territorial bastante similar a las anteriores. 4.
GEOGRAFÍA SISTÉMICA Y ANÁLISIS REGIONAL; LA REGIÓN COMO SISTEMA ESPACIAL INTEGRADO
Una de las aportaciones teórico-metodológicas recientes que mayor interés y posibilidades de desarrollo parece suscitar ha sido la incorporación de la Teoría General de Sistemas al ámbito de los estudios geográficos a partir del artículo va clásico de Ackerman (Ackerman, E.. 1963). En su preocupación por integrar los contenidos de las diversas ciencias mediante el establecimiento de una lógica común a todas ellas, el análisis de sistemas ha permitido la decantación de un amplio conjunto de conceptos, técnicas analíticas y de un lenguaje normalizado que, además de contribuir a superar el creciente aislamiento entre las ciencias (lo que Ortega y Gasset denominó la «miseria del especialismo»: el saber cada vez más de cada vez menos), ha estimulado un desarrollo teórico paralelo en diversos campos de investigación al favorecer las transferencias interdisciplinarias. Para Von Bertalanffy, «representa un amplio punto de vista que trasciende grandemente los problemas y los requerimientos tecnológicos, una reorientación que se ha hecho necesaria en la ciencia en general, en toda la gama de disciplinas que va de la física y la biología a las ciencias sociales y del comportamiento, y hasta la filosofía. Con distintos grados de éxito y de exactitud, interviene en varios dominios y anuncia una nueva visión del mundo que tendrá repercusiones considerables» (Von Bertalanffy, L., 1981, VIII-IX). Su aplicación a la geografía regional, aun cuando todavía resulte incipiente y con escaso desarrollo empírico, puede contribuir a obtener una nueva visión del hecho regional que integre muchos de los elementos considerados ya con anterioridad, pero dentro de nuevas categorías teóricas. Como apunta Dauphiné, «asimilando la región a un sistema, el geógrafo posee un marco teórico formal, 3o que permite la creación de una ciencia de las regiones» (Dauphiné, A., 1979, 30), al tiempo que favorece la colaboración con otras disciplinas científicas interesadas hoy también en estos temas. Una definición de la región como sistema espacial integrado, abierto y en equilibrio dinámico exige precisar en la medida de lo posible sus características: 1. Toda región supone un territorio delimitado y continuo, de extensión variable, caracterizado por una peculiar combinación de elementos físicos y humanos dotados de cienos atributos (tamaño, forma...), que le otorgan una personalidad propia y diferenciada. En este sentido, y junto a los atributos puramente materiales, hay que señalar la existencia frecuente de una comunidad cultural, de un sentimiento colectivo de pertenencia, que vincula a los hombres entre sí y con el territorio que habitan. 2. El espacio regional aparece dotado de cohesión, estructurado, por la existencia de estrechas interrelaciones entre los elementos y territorios que la componen, de las que derivan su propia especialización funcional y jerarquización, que definen el estado del sistema en cada momento. Según la imagen propuesta por Brunet, en cada lugar del espacio regional existe una estructura vertical definida por las relaciones entre sus características físicas, demográficas, económicas, sociales, etc. A su vez, entre los distintos lugares que componen una región existen relaciones más o menos intensas que definen su estructura horizontal. La región se configura por la articulación de ambos tipos de estructuras: «regionalizar consiste en encontrar, sobre la base de las estructuras verticales, un vínculo entre lugares, o un orden en el conjunto de relaciones horizontales» (Dumolard, P., 1975, 94). 3. La región es un sistema abierto, as decir, vinculado en mayor o menor medida a un entorno a través de flujos constantes de entradas y salidas (inputs-outputs) que influyen sobre su organización interna. Esto supone una permanente relación con el exterior, bien en forma de movimientos de mercancías, inversiones de capital, migraciones de población, transmisión de informaciones, etc., en la que unas regiones juegan un papel dominante, en tanto otras actúan como espacios dependientes, perjudicados por la existencia de un sistema de intercambios desigual. En otros términos, puede apuntarse como hipótesis interpretativa que la división del trabajo es una de las claves esenciales de la diferenciación a cualquier escala: toda región es un espacio con funcionalidad definida dentro de un contexto más amplio, en relación con los recursos productivos de que disponga y su grado de accesibilidad respecto a otras áreas (posición geográfica, infraestructuras físicas y técnicas...), 4. El carácter de sistema abierto justifica que la región no alcance nunca la estabilidad, apareciendo por el contrario en constante evolución. Es, por tanto, un complejo espacial construido en el tiempo —a lo largo de la Historia— en relación con el propio desarrollo de la sociedad que lo sustenta, de sus fuerzas productivas y de las relaciones de producción imperantes. Las transformaciones que se producen en el interior de cada región no afectan por igual ni con la misma rapidez a todos sus elementos (la distribución del poblamiento es, por ejemplo, más duradera que la de los cultivos o las industrias, aun sin llegar a la lenta evolución de las condiciones ecológicas), siendo también discontinuas en el tiempo, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
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pues a períodos de relativa estabilidad les suceden otros de cambios acelerados y profundos. Esto complica extraordinariamente el análisis y obliga a incorporar con frecuencia aspectos históricos en los estudios geográficos. El grado de organización interna o de entropía varía notablemente de unas regiones a otras. En las áreas desarrolladas, donde la circulación es relativamente fluida y los intercambios son intensos, los espacios regionales están fuertemente especializados y jerarquizados. Por el contrario, uno de los rasgos geográficos más destacados de las áreas subdesarrolladas es el bajo nivel de integración espacial derivado del dualismo económico que contrapone amplios territorios dominados aún por economías agrarias orientadas a la autosubsistencia, con áreas puntuales ocupadas por actividades que se destinan en gran parte a la exportación. Este hecho, unido a la menor capacidad técnico-económica, puede justificar que en estas últimas los factores físicos, étnicos, etc., se constituyan aún ocasionalmente en criterios de regionalización significativos. La región es una realidad observable a diferentes escalas, en cuanto áreas organizadas por los grupos humanos y dotadas de cierta cohesión. Según esto, cualquier punto del espacio podrá insertarse en regiones diversas según la escala que se considere; el grado de cohesión interna o de homogeneidad tenderá a evolucionar en razón inversa al tamaño de la región, aunque manteniendo los supuestos básicos anteriores. Esto supone la posibilidad de dividir cualquier región en subsistemas territoriales de menores dimensiones, interdependientes entre sí pero con características y dinamismo propios, Desde esta perspectiva, un estudio tan global como el que corresponde a esta obra podrá marcar, tan sólo, unas claves interpretativas generales que sirvan de contexto para análisis más pormenorizados, manteniendo el mismo esquema metodológico. Cada región se diferencia de las restantes por la existencia de discontinuidades que generalmente adoptan la forma de áreas de transición o indeterminación. De este modo, en cada una de ellas se identificarán unos espacios centrales o «corazón» regional, en donde se presentan con nitidez los rasgos que la personalizan, y unos márgenes en donde se van desdibujando progresivamente hasta llegar a confundirse con los de las regiones circundantes, tal como muestra la figura 1.1. La frecuente necesidad de dibujar fronteras regionales precisas y de carácter lineal obliga a introducir una cierta artificialidad en la delimitación. En estos casos, las fronteras políticas aún resultan de evidente utilidad por su papel limitador del movimiento e intercambio, facilitando con ello una mayor diferenciación.
Fig. 1.1.
Delimitación de los espacios regionales
En cualquier caso, todo intento de delimitación regional incorporará obligatoriamente un componente subjetivo e intuitivo relacionado con los presupuestos teóricos de que se parte y el grado de conocimiento sobre la realidad que se analiza, pues ambos condicionan la selección de variables y umbrales significativos. Cuanto más amplios resulten los conjuntos regionales a delimitar, mayor será este componente ante las crecientes deficiencias en la información disponible. La revisión teórica de los estudios regionales implica necesariamente una paralela transformación metodológica que supere la mera yuxtaposición de elementos físicos y humanos, Desde las afirmaciones precedentes, la consideración de cualquier aspecto sólo cobra verdadero significado en relación con su funcionalidad dentro del sistema espacial en que se integra, es decir, únicamente a partir de un contexto global cabe situar el lugar y la importancia otorgadas a cada variable. En cada región, pues, habrá de darse prioridad al análisis de sus estructuras básicas o dominantes, las que justifican lo esencial de su organización y dinamismo, dejando en un segundo plano aquellas otras subsidiarias que cuentan con menor valor explicativo. Así, por ejemplo, mientras en regiones como Europa los procesos de industrialización y urbanización son el motor esencial de las transformaciones acaecidas en el último siglo y de las estructuras espaciales vigentes hoy, en otras como el África subsahariana las herencias vinculadas al modelo colonial de explotación junto al papel ejercido por un medio tropical contrastado que impone aún su rigor sobre unas sociedades con escasa capacidad técnica, económica y José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES organizativa, pasan a ocupar un lugar preeminente. La geografía regional del mundo se define así como un estudio de carácter eminentemente selectivo y sintético, frente a las pretensiones de exhaustividad que han caracterizado buena parte de las geografías descriptivas al uso. Respecto al esquema metodológico a aplicar, y frente a la anterior yuxtaposición de contenidos, la comprensión del hecho regional parte de la consideración selectiva de aquellos factores internos y externos implicados en cada caso, para analizar después los procesos a que han dado lugar y las estructuras territoriales resultantes (distribución de actividades y población, sistemas de poblamiento, redes de transporte y comunicación, desigualdades espaciales, delimitación de áreas homogéneas y/o funcionales...), tal como muestra la figura 1,2. Así, según afirma Santos, forma, función, proceso y estructura resultan ser las categorías analíticas básicas para fundamentar el estudio de las diversas unidades regionales (Santos, M., 1990). Aun cuando en el momento presente una utilización estricta del análisis sistémico aplicado a la geografía regional del mundo no resulta aún posible ante la persistencia de problemas teóricos y de información no resueltos, el empleo de algunos de sus conceptos básicos como hipótesis interpretativas de carácter general y la insistencia sobre las interrelaciones espaciales frente a la simple descripción analítica puede ofrecer una alternativa coherente dentro de la necesaria revisión crítica a la que se enfrentan los estudios regionales en la actualidad. III.
La división regional del mundo y los criterios de delimitación Cualquier división regional implica el establecimiento de unos criterios significativos en relación con la escala de análisis utilizada, puesto que en cada caso la importancia relativa de unos y otros resulta variable. Junto a las evidentes limitaciones en lo que se refiere a la profundidad y complejidad del análisis a realizar que impone la magnitud de los espacios aquí considerados, es preciso tener presente que ésta también influye sobre la determinación de los factores básicos que otorgan personalidad propia a los conjuntos regionales. Al propio tiempo, la influencia relativa de tales factores es cambiante a lo largo del tiempo, en función de las transformaciones económicas, tecnológicas, sociales y políticas que definen las grandes fases o ciclos históricos por los que ha pasado el sistema mundial (Taylor, P. J., 1988). Desde esa perspectiva, en la primera edición de esta obra se identificaron como condicionantes esenciales de la división regional del mundo vigente en la primera mitad de los años ochenta: ― el desigual nivel de desarrollo de cada sociedad; ― la dualidad de sistemas político-económicos; ― la herencia histórico-cultural; ― las características del medio físico. La crisis de los sistemas de planificación centralizada, con el consiguiente final del esquema bipolar que ha tenido lugar en la última década del siglo XX y supone la emergencia de un nuevo orden geopolítico mundial (Taylor, P. J., edit, 1993), obliga a revisar hoy esa identificación, eliminando el segundo de tales criterios. Desaparece así de forma rápida un modelo que intentó convertirse en alternativa al capitalismo, que hoy ejerce por vez primera su hegemonía sobre la práctica totalidad del globo. No obstante, eso no significa que la impronta territorial de una forma de organización que primaba la intervención pública sobre la economía y el territorio, la homogeneización formal, o las actuaciones de gran escala, haya desaparecido, sino que aún se mantendrá como seña diferencial en aquellas sociedades donde estuvo vigente durante décadas.
A)
ESQUEMA CLÁSICO DE ANÁLISIS REGIONAL
Medio físico
Población y poblamiento
Actividades económicas
Equipamientos
Subdivisiones territoriales
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Relieve Clima Suelos y vegetación Hidrografía
B)
1 Transpones e Medio físico Infraestructuras Población Extractivas Equipamientos Economía... 2. Industriales •públicos Medio físico Comercio y •privados Población Desequilibrios Economía... 3. territoriales Medio físico Población Economía...
Historia del poblamiento Distribución Estructura •edad/sexo •actividad Crecimiento Movilidad Proyecciones Ciudades principales
Agrarias
ESQUEMA METODOLÓGICO PARA UN ANÁLISIS REGIONAL SISTÉMICO
Diagnostico territorial — Procesos y estructuras dominantes — Perspectivas/tendencias (escenarios previsibles) — Problemática derivada — Valoración y propuestas de actuación
Estructuras espaciales — Distribución elementos — Especialización jerarquización — Interrelaciones espaciales — Desigualdades — Delimitación de áreas homogéneas o funcionales…
Procesos
Factores organización espacial — Naturales — Históricos — Económicos Internos — Sociológico Externos — JurídicoInstitucionales — Culturales
Agentes Sociales — Privados — Públicos
Tiempo FIG. 1.2.
Metodología para el análisis regional.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
FIG. 1.2.
1.
Metodología para el análisis regional.
INCIDENCIA DEL NIVEL DE DESARROLLO
Partiendo de la consideración del espacio regional como producto esencialmente humano, un primer factor que diferencia el comportamiento de unas sociedades respecto a otras en lo que se refiere a la utilización del espacio que ocupan, es su nivel de desarrollo. Aun cuando el propio concepto de desarrollo resulta notablemente complejo y controvertido, tal como habrá ocasión de comprobar en el siguiente capítulo, vinculándose prioritariamente desde nuestra perspectiva con la noción de bienestar social, no puede dudarse que en su origen tiene una connotación esencialmente económica. En este sentido, la consideración del nivel de desarrollo resulta de interés geográfico puesto que influye, en primer término, sobre la mayor o menor capacidad de inversión y adquisición de tecnología a aplicar en la puesta en explotación del territorio, y en la superación de los condicionamientos impuestos por el medio. Al propio tiempo, se relaciona directamente con el tipo de actividades dominantes, cada una de ellas sometida a principios específicos de localización, con la importancia que alcanzan las desigualdades internas tanto en lo social como en lo espacial, y con el grado de integración logrado entre los diferentes elementos del territorio. Por último, el concepto de desarrollo aparece vinculado al tipo de relaciones que la región mantiene con el exterior en el seno de la división del trabajo y del sistema de intercambios. Desde esta perspectiva, y aun cuando los términos resulten bastante ambiguos, una división inicial José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES del mundo se establece entre las áreas desarrolladas y subdesarrolladas, contrapuestas no sólo desde el punto de vista cuantitativo (niveles de renta, de producción, de consumo...), sino sobre todo por presentar estructuras espaciales diferenciadas. Pero esa división no es estática, sino que también está sometida a cambios en el transcurso del tiempo, existiendo territorios y sociedades en transición que, bien por su carácter emergente o el declive de sus estructuras tradicionales, presentan rasgos contradictorios en su interior, propios a la vez de ambas situaciones. Así, por ejemplo, la expansión económica, la rápida urbanización y una cierta mejora de la calidad de vida en algunos países asiáticos o latinoamericanos, frente a la profunda crisis del antiguo bloque soviético, son el mejor exponente actual de esa movilidad que transforma los mapas geoeconómicos y geopolíticos de este final de siglo, al tiempo que obliga a revisar constantemente nuestros esquemas interpretativos para evitar caer en excesivas simplificaciones. 2.
LA HERENCIA HISTÓRICO-CULTURAL
Todo territorio, salvo los de reciente ocupación, presenta una componente histórica en su organización actual, es decir, se ha constituido a partir de estructuras espaciales previas surgidas en relación con unas condiciones socioeconómicas diferentes de las actuales. Algunas de estas herencias, cuya evolución sigue ritmos muy diversos según los casos, pueden haber perdido su funcionalidad primitiva e incluso entrar en contradicción con el contexto actual, pero se mantienen por inercia y exigen una consideración diacrónica de los procesos que las generaron. Al propio tiempo, algunas regiones se definen también como espacios culturalmente homogéneos, en donde una comunidad de tradiciones, modos de vida, lengua, religión, instituciones, etc., cristalizada históricamente, se vincula a modelos similares de organización social y territorial, así como a un sentimiento de pertenencia e identidad por parte de la mayoría de la población, que está en la base del resurgimiento actual que experimentan numerosos movimientos nacionalistas (Smith, A. D., 1997). Aun cuando el concepto de cultura y su aplicación en geografía han sido muy discutidos, puede aceptarse inicialmente la definición de Claval, para quien «hablar de cultura es referirse a la vez a las representaciones, conocimientos, actitudes, preferencias, valores y todo lo que permite comunicarlas, compartirlas y difundirlas» (Claval, P., 1981, 244). Desde esta perspectiva, la cultura supone una herencia común que otorga cierta cohesión al grupo que la ostenta, al tiempo que supone una determinada forma de pensar el espacio: la geometrización de las formas urbanas o del espacio rural que preside buena parte de la colonización norteamericana, la estructura caótica de la ciudad islámica, etc., reflejan una concepción dominante que ha dejado una profunda huella sobre el paisaje actual. El mundo está dividido en un conjunto de civilizaciones (occidental, islámica, china, hindú...), entendidas como las entidades culturales más amplias y, según Huntington (1997,45), «la historia humana es la historia de las civilizaciones», que hoy parecen revivir como elementos fundamentales de identificación colectiva e, incluso, de división geopolítica, al generar líneas de fractura que este autor identifica con algunas de las regiones afectadas por mayores riesgos de tensión e inestabilidad en el futuro inmediato. No obstante, la influencia de los fenómenos históricos y culturales como factor de diferenciación con valor geográfico resulta muy diversa según las regiones, siendo máxima allí donde —como en el Viejo Mundo— ha tenido lugar durante siglos una lenta evolución en los sistemas de creencias y valores colectivos que han permitido el desarrollo de «iconografías regionales» (De Blij, H. J., 1974, 7). A su vez, no todo espacio en que se inserta una comunidad cultural puede calificarse de región; para ello es preciso que la cohesión y la funcionalidad internas, basadas principalmente en el establecimiento de flujos económicos, poblacionales y de información sean suficientes. 3.
EL DESIGUAL VALOR DE LOS CONDICIONAMIENTOS ECOLÓGICOS
Aun cuando la evolución técnica y económica, particularmente desde la primera Revolución Industrial, ha reducido la influencia ejercida en otro tiempo por el medio físico, salvo en sociedades de desarrollo muy incipiente, no puede negarse que las condiciones naturales siguen desempeñando un cierto papel como factor de diferenciación interna en los espacios regionales. En primer lugar, como fuente de recursos, las aptitudes que presenten suelo y subsuelo, junto a las más o menos favorables condiciones climáticas, generarán potencialidades distintas de particular incidencia sobre el desarrollo de las actividades agrarias y extractivas, e indirectamente sobre las industriales. De este modo, la evolución contemporánea hacia una economía abierta y altamente competitiva, base de la creciente especialización productiva a escala nacional e internacional, tiende a vincular en ocasiones el tipo de actividad dominante con un entorno ecológico que favorezca su elevada rentabilidad. Por otra parte, como posible obstáculo a los asentamientos o al desplazamiento de personas y bienes, el medio limita los espacios que pueden ser ocupados de forma estable y en condiciones de viabilidad económica por los grupos humanos, dados los recursos tecnológicos actualmente disponibles. Por ello, sigue José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES estando vigente la distinción entre el «ecúmene» o espacio ocupado y transformado por el hombre, y si «anecúmene», identificado con las áreas afectadas por condiciones extremas de frío, aridez, calor y humedad, o altitud. Finalmente, las infraestructuras físicas del territorio (topografía, clima, red hidrográfica...) generan una distinta accesibilidad y facilidades para el intercambio, tanto interior como exterior, al actuar directamente sobre las costes de desplazamiento o transferencia, lo que ha condicionado a lo largo de los siglos el desarrollo de economías abiertas o cerradas, con los modelos espaciales inherentes en cada caso. 4.
PERSONALIDAD GEOGRÁFICA DE LAS UNIDADES REGIONALES DELIMITADAS
La combinación de estos criterios esenciales, junto con otros subsidiarios que serán mencionados en los diferentes capítulos, ha permitido la delimitación de diez conjuntos regionales de tamaño muy diverso en la superficie del globo, cada uno de los cuales presenta una cohesión interna o unos rasgos de uniformidad considerados suficientes para distinguirlo de los espacios circundantes y otorgarle una identidad geográfica especifica. Los rasgos esenciales que definen cada una de estas regiones tal como aparecen delimitadas en la figura 1.3, aquellos que fundamentan sus estructuras espaciales básicas y su funcionalidad en el contexto internacional, pueden sistematizarse tal como se hace a continuación. a)
Europa
Se identifica como una de las regiones más humanizadas del globo, con un poblamiento antiguo y denso que ha sustituido en buena medida los paisajes naturales por otros culturales. Cuna de la Revolución Industrial, ocupó en los últimos siglos un lugar preeminente en el concierto internacional, actuando como metrópoli dominante dentro del sistema colonial y foco difusor en lo referente a modelos culturales y de organización espacial. En nuestro siglo, a los contrastes generados por el desigual impacto del proceso industrializador entre países centrales y periféricos, se sumó la división en bloques tras la II Guerra Mundial y el inicio de un proceso de integración supraestatal con la formación de la Comunidad Económica Europea en 1957. La brusca transformación del contexto geopolítico derivada de los acontecimientos producidos en los países del Este a partir de 1989, cuyo símbolo externo fue el derribo del Muro de Berlín y la reunificación de Alemania, desencadenó un proceso de cambio aún inconcluso, en el que coexisten las tendencias hacia una progresiva integración liderada por la Unión Europea, con la desintegración propiciada por el resurgimiento del nacionalismo étnico en los Balcanes y las dificultades de esas sociedades en su transición hacia la economía de mercado y la consolidación de democracias parlamentarias estables. Al mismo tiempo, la organización espacial se ha visto alterada por la emergencia de nuevas áreas dinámicas, ya se trate de ejes de desarrollo, núcleos urbanos, etc., frente al declive de regiones de antigua industrialización, la permanencia de déficit estructurales en áreas tradicionalmente deprimidas, o unos problemas ambientales cada vez más sentidos por la población, lo que plantea nuevos retos para las políticas territoriales. b)
Rusia y la Comunidad de Estados Independientes (CEI)
Con casi 22 millones de kilómetros cuadrados de extensión, su primer rasgo distintivo se relaciona con la escala de actuación que imponen las grandes dimensiones. De este modo, la distancia actúa limitando los contactos interregionales, en tanto el cinturón montañoso meridional y los hielos árticos favorecieron durante siglos un cierto aislamiento exterior. Pero junto a las dificultades que impone un medio físico contrastado en el que los rasgos extremos son frecuentes (frío, aridez, continentalidad...), el elemento que mejor define la región es el hecho de haber sido el primer país en instaurar un sistema de economía planificada. Los nuevos objetivos políticos, económicos y sociales, se aplicaron en el contexto de un rápido proceso de industrialización y colonización de los territorios orientales, hasta transformar por completo en poco más de medio siglo el modelo territorial preexistente. La crisis del modelo económico, la excesiva burocratización y progresivo deterioro del sistema político y el rebrote nacionalista en las repúblicas periféricas, condujeron a la brusca desaparición de la Unión Soviética, sustituida por 15 nuevos estados, la mayoría de los cuales se integró en la Comunidad de Estados Independientes liderada por Rusia. Al cambio geopolítico que supuso la desaparición del esquema bipolar imperante durante el período de guerra fría, se añade una difícil transición hacia el capitalismo saldada con una profunda crisis social y un aumento de las desigualdades regionales, al tiempo que tienen lugar ciertas transformaciones espaciales que, debido al escaso tiempo transcurrido, aún no han sido capaces de transformar en profundidad muchas de las características heredadas.
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c)
Japón
Región de menores dimensiones entre todas las establecidas, y con elevadas densidades de población, se constituye en la única altamente industrializada de toda Asia y con rasgos de civilización propios, lo que justifica su individualización. En este caso, el modelo industrializador presenta rasgos originales como pueden ser su tardío comienzo (con la Revolución Meijí, en 1868), la fuerte concentración empresarial desde sus inicios y, sobre todo, la dependencia exterior, tanto en lo que se refiere al aprovisionamiento de materias primas y energía para este archipiélago volcánico de escasos recursos, como a la captación de mercados, lo que justifica la aglomeración de personas y actividades en el litoral, que tan sólo en los últimos años comienza a moderarse ante el inicio de movimientos difusores hacia áreas de menores costes. En estas franjas costeras es donde han surgido algunas de las áreas urbanas más congestionadas y dinámicas del globo, que convierten hoy a Japón en potencia económica de primer orden, aunque afectada en los años finales del siglo por ciertos cambios estructurales (reestructuración financiera, deslocalización de grandes empresas, demandas sociales en materia de bienestar, crisis ambiental...) que han comenzado a cuestionar su modelo de crecimiento. d)
América del Norte
Partiendo de un modelo colonizador muy distinto al del resto del continente, que supuso una ocupación y explotación efectiva del territorio por los colonos europeos paralela al exterminio de la población autóctona, la rápida asimilación de la Revolución Industrial en el siglo XIX, apoyada en la abundancia de recursos propios y la progresiva expansión de su área de influencia, la convirtieron en primera potencia económica y tecnológica mundial desde el primer tercio del siglo XX, con Estados Unidos como protagonista de un ciclo de hegemonía que en el momento actual parece declinar según algunas
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ESPACIOS Y SOCIEDADES interpretaciones. Reflejo de la sociedad capitalista y de las políticas liberales, que aquí alcanzan una de sus mejores expresiones, la concentración económica estuvo acompañada en su día por una fuerte aglomeración espacial en favor de las regiones atlánticas, origen de fuertes contrastes internos en todos los órdenes, que tienden a moderarse ante el fuerte crecimiento actual de las regiones del Pacífico y del Sur, si bien no ocurre lo mismo con las desigualdades existentes entre los grupos sociales, que también mantienen pautas de distribución y uso del espacio muy diversas. Sociedad intensamente urbanizada y competitiva, ha desarrollado nuevos modelos culturales y de poblamiento que desde hace décadas son exportados a otras áreas del globo. e)
Australia y Nueva Zelanda
Con unas condiciones naturales muy diferentes, estos dos países mantuvieron hasta época bastante reciente los rasgos característicos de un territorio colonial, abastecedores de materias primas minerales y agrarias para el mercado mundial, cuyos únicos rasgos de individualidad fueron lo exiguo y tardío del poblamiento europeo, junto al escaso volumen de intercambios impuesto por las grandes distancias. A partir de esta situación, ambos países evolucionaron con rapidez hacia su conversión en potencias industriales desde el final de la II Guerra Mundial, pero manteniendo formas de ocupación muy extensivas, fuertes restricciones a la inmigración y densidades muy bajas que contrastan con la superpoblación que registran los cercanos archipiélagos del Sudeste asiático, así como una fuerte concentración litoral del poblamiento. Los cambios recientes en la división internacional del trabajo, con la emergencias del área del Pacífico como espacio de mayor dinamismo y de nuevos países industriales en el cercano Sureste asiático están cuestionando la funcionalidad de ambos países, así como algunas de las conquistas sociales alcanzadas en materia de bienestar, si bien su impacto territorial resulta, por el momento, menos notorio. f)
China
Tomando como base el secular dualismo existente entre las densamente pobladas llanuras aluviales del este, vinculadas a la agricultura intensiva de regadío, y los desiertos interiores sólo poblados por algunos grupos nómadas, este país de antigua y floreciente civilización se vio también profundamente transformado a partir de la revolución desarrollada en los años cuarenta, liderada por el Partido Comunista. Si en un principio el modelo político y de organización propuesto tuvo grandes semejanzas con el soviético, la separación ulterior permitió el desarrollo de estructuras originales que otorgan al Estado más poblado del mundo una evidente personalidad en el contexto mundial. La apertura económica desde 1997 y la aceleración de las reformas durante los años ochenta y noventa está generando la consolidación de un modelo de economía mixta, en el que crecen con rapidez determinadas formas asociadas a la economía de mercado, potenciadas por la existencia de Zonas Económicas Especiales, y pierden cada vez más peso las empresas estatales o ciertas formas de colectivización, mientras apenas evoluciona el sistema político. g)
Asia meridional y nuevos países industriales del Sureste
Delimitadas por el cinturón montañoso más elevado del planeta, y marcadas por la influencia del clima monzónico, este conjunto de penínsulas y archipiélagos presenta, más allá de su innegable diversidad étnica y cultural, una serie de rasgos en común entre los que la fuerte presión demográfica sobre los recursos y el dualismo heredado de la colonización impuesta por los europeos el siglo pasado se combinan para generar un marcado subdesarrollo. Antigua zona de conflicto por la convergencia de las áreas de influencia respectiva de tres grandes potencias (EE.UU., ex URSS, China), en décadas pasadas, experimenta ahora un profundo e intenso proceso de transformación agraria e industrial, que ha convertido a los llamados cuatro dragones asiáticos y a los países del entorno que les siguen en las economías más dinámicas del planeta en los años setenta-ochenta, a pesar de sus desajustes estructurales, los contrastes sociales y la gran extensión de la pobreza, lo que parece constituir un freno de sus expectativas a largo plazo.
h)
El mundo árabe-islámico de Asia Suroccidental y norte de África
Insertos en el cinturón árido que se extiende del Sahara al Gobi sin solución de continuidad, este conjunto de países presenta una notable homogeneidad relacionada con los modos de vida tradicionales vinculados a ese medio (agricultura sedentaria de oasis, nomadismo pastoril en rápido declive, ciudades José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES comerciales...) y, en particular, con la influencia del Islam. En un ámbito fuertemente apegado a estructuras tradicionales, el incremento rápido y reciente de los ingresos vinculados a la extracción de petróleo actuó como factor detonante, favoreciendo un crecimiento económico y un auge industrial muy llamativos, no acompañados en la misma medida por transformaciones en lo social, lo que ha contribuido a acentuar los contrastes espaciales internos. Dentro de este mundo árabe, que se amplía a otras áreas de influencia islámica dominante, el Estado de Israel aparece como elemento alóctono, sobreimpuesto y en permanente conflicto con su entorno, algo que también ocurre, aunque en menor medida, con un país de transición como Turquía. i)
África subsahariana
Si desde el punto de vista ecológico puede definirse con propiedad como «continente cálido», con una organización esencialmente zonal vinculada a las imposiciones de un medio Tropical duro y contrastado, desde una perspectiva humana el África subsahariana está marcada por la extensión y profundidad que aquí alcanzan los rasgos de subdesarrollo. Surgido sobre las ruinas de la colonización impuesta desde el siglo pasado, con formas de organización espacial que responden directamente a los intereses de las metrópolis, alcanza en la actualidad niveles extremos. Numerosos aspectos que van desde el trazado de las fronteras interestatales a la oposición entre las regiones costeras e interiores, las elevadas tasas demográficas, el dualismo económico, etc., cobran pleno significado en este continente, convertido hoy en el conjunto socio-espacial más pobre del planeta, que se ha visto afectado desde hace ya dos décadas por una progresiva exclusión en el nuevo modelo de economía global, reflejado en el manifiesto deterioro de las condiciones de vida que conocen la mayor parte de sus habitantes. j)
Latinoamérica
Un modelo colonizador basado en la coexistencia de una minoría europea dominante sobre una base poblacional autóctona, originó, junto a un intenso mestizaje, una fuerte concentración de los medios de producción, particularmente la tierra, y la consiguiente jerarquización de la pirámide social; este hecho, anido a factores secundarios como pueda ser la falta de carbón, dificultaron gravemente la asimilación de la primera oleada industrializadora. Incorporada de este modo a las áreas de capitalismo dependiente, abastecedoras de materias básicas, desde hace medio siglo puso en marcha el modelo de industrialización sustitutiva de importaciones, que dio buenos resultados en los años cincuenta y sesenta, generando algunos efectos destacados como la elevada tasa de urbanización, o el fuerte crecimiento económico de algunos países, aunque sin afectar apenas al mantenimiento del conflicto interno derivado de unas estructuras y explotación de la tierra fuertemente desigualitarias. Las profundas variaciones impuestas por el medio entre las regiones tropicales, las templadas, las andinas, etc., no hicieron sino aumentar esa complejidad, apoyada asimismo en la distinta posición y tamaño de los Estados en el contexto continental. El fracaso de los modelos de desarrollo aplicados desde mediados de siglo con el inicio de la reestructuración del sistema capitalista mundial, generalizó la identificación de los años ochenta como la década perdida, si bien los procesos de ajuste estructural y la liberalización económica aplicados durante los noventa parecen encaminar a muchas de estas sociedades hacia una lenta recuperación, que a veces resultó traumática en términos de costes sociales y ambientales.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
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ESPACIOS Y SOCIEDADES SEGUNDA PARTE
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS CAPÍTULO II
CONCEPTO Y CARACTERIZACIÓN DEL DESARROLLO
I.
La constatación de las desigualdades internacionales Si aún en 1967 Kleeble pudo afirmar que «cualquier examen de la literatura geográfica profesional de los últimos años revela una evidente y notable falta de interés entre los geógrafos por el estudio del fenómeno del desarrollo económico» (Kleeble, D. E., 1971, 131), no puede dudarse que la situación se ha modificado profundamente desde entonces. Apoyándose principalmente en la aparición de las tendencias radicales dentro de la disciplina, el problema de las desigualdades espaciales existentes en la distribución de los niveles de bienestar ha adquirido carta de naturaleza entre los analizados por la geografía humana. La práctica totalidad de obras publicadas sobre el tema del desarrollo en el ámbito mundial coinciden en señalar la existencia de profundos contrastes económica y social entre los países y regiones, utilizando generalmente como base analítica una serie de valores estadísticos que han pasado a convertirse en indicadores comúnmente aceptados. Al propio tiempo, en una consideración diacrónica del fenómeno, parece también evidente que «se han ahondado las distancias entre la masa de quienes viven para sobrevivir y las sociedades beneficiarias de la totalidad de las sucesivas revoluciones técnicas y del sistema de concentración de los recursos» (George, R, 1983,8). Dada la visión esencialmente económica que suele presidir la consideración del desarrollo, buena parte de los datos que se manejan hacen referencia a los niveles de producción, ingresos o renta, siendo el producto nacional bruto de cada país y sus valores de renta per cápita los que han conocido un uso más frecuente. De este modo, si se compara el respectivo potencial económico de los casi 190 Estados existentes en el mundo, resulta particularmente significativa que tan sólo seis de ellos (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido e Italia) concentren casi dos tercios de la producción mundial, proporción que se eleva hasta el 75 % de incluir a los cuatro países situados a continuación. Su posición resulta aún más privilegiada al considerar que, entre todos, apenas reúnen el 15 % de los habitantes del planeta. En el extremo opuesta de la escala, alrededor de 100 pequeños países, localizados principalmente en África, Caribe, sur de Asia y archipiélagos del Pacífico, apenas alcanzan a sumar en conjunto el 1 % del valor total de la producción obtenida en el mundo. CUADRO II. 1.
Concentración de la población y producción mundiales en 1987 y 1995
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ESPACIOS Y SOCIEDADES Población (% total) 1987 1995
Países (%) 5 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
PNB (%) 1987
1995
60,61 59,79 72,34 72.41 70,68 83,12 84,82 83,75 92,64 91,17 90,10 96,76 94,81 93,78 98,46 97,27 96,35 99,12 98,75 98,01 99,52 99,57 99,16 99,74 99,86 99,74 99,89 99,97 99,92 99,97 100 100 100 FUENTE: Banco Mundial
74,37 85,00 94,07 97,30 98,54 99,12 99,48 99,72 99,86 99,95 100
La representación de los datos correspondientes al cuadro II. 1 mediante una curva de concentración de Lorenz (fig. 2.1) que refleja los porcentajes del PNB y la población que acumulan los diversos países por orden decreciente de participación en 1995, confirma de manera gráfica una desigualdad que no ha hecho sino incrementarse con el paso del tiempo. El empleo de otro indicador tan usual y discutido como el PNB por habitante (fig. 2.2), sirve tan sólo para comprobar la gran diversidad de situaciones que se encierra entre el centenar largo de países que no alcanzan los 2.000 dólares per cápita, incluidos 13 que se sitúan por debajo de los 200 (12 de ellos en África), y los que multiplican varias veces esta cifra, hasta llegar a los 38.000 dólares de Suiza, Luxemburgo y Japón, apreciándose en este caso el retroceso experimentado en los últimos años por los países exportadores de petróleo, que perdieron la posición de privilegio que disfrutaron en los años setenta-ochenta tras la caída experimentada por los precios del crudo. Con ser ya significativos, es evidente que tales contrastes se ven notablemente acrecentados al considerar la distribución social y territorial interna, muy heterogénea en bastantes ocasiones.
Fig. 2.1.
Fig. 2.2.
Concentración del PNB mundial en 1995.
MILES DOLARES Distribución del PNB por habitante entre los países del mundo en 1995.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES No obstante, el mero tratamiento estadístico de unos valores globales como los mencionados sólo llega a cobrar alguna capacidad de acercamiento a la realidad cuando se lleva a cabo su desagregación espacial, tendente a delimitar áreas de características diferenciadas, al menos en una aproximación inicial. El reparto de los habitantes, la producción o el consumo de energía entre los diez conjuntos territoriales aquí definidos, por comparación con su respectiva superficie, permite así precisar la dicotomía básica que hoy divide al mundo en lo tocante a la relación entre población y recursos (cuadro II.2, p. 46), Mapas como el de la figura 2.3, que refleja la distribución por países del PNB por habitante, también se han hecho habituales debido a su capacidad de expresar sintéticamente la contraposición entre el potencial económico de Norteamérica, Europa o la «Australasia desarrollada» (Japón, Australia, Nueva Zelanda), frente a las bolsas de pobreza dominantes aún en los «hormigueros» del Asia meridional o el interior de África, así como la presencia de otras áreas con situaciones intermedias (Cono Sur latinoamericano. Sureste asiático, Oriente Próximo...) y de más difícil clasificación en una perspectiva meramente cuantitativa y superficial, como la que todavía define una parte de los estudios sobre el desarrollo. El frecuente paralelismo entre estas distribuciones y las correspondientes a oíros indicadores relativos a los niveles de asistencia y bienestar social de la población (alimentación, educación, sanidad...), ha servido de apoyo a la simplista división del mundo en países desarrollados y subdesarrollados, acompañados en ocasiones por los que se califican como «en vías de desarrollo», a partir del establecimiento de umbrales divisorios considerados significativos. No obstante, y puesto que la correlación no es nunca perfecta, el empleo de unas u otras variables por parte de los diferentes autores y organismos oficiales en la caracterización del problema introduce siempre un sesgo valorativo vinculado a una concepción diversa del desarrollo que se relaciona con los supuestos ideológicos de los que se parta.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES CUADRO II.2.
Contrastes económicos básicos entre los grandes conjuntos territoriales del mundo en 1995 % % % % Consumo Conjuntos regionales Superficie Población PNB Energía América del Norte 14,28 5,16 28,13 28,41 Europa 4,27 9,35 31,68 21,42 Japón 0.28 2,22 16,64 6,04 Ex Unión Soviética 16,53 5,23 2,19 12,64 Australia/N. Zelanda 5,87 0,38 1,41 1,31 Áreas desarrolladas 42,23 22,34 80,05 69,82 China 7,08 21,23 2,43 9,45 Asia meridional 6,78 31,02 6,42 8,90 Asia suroccidental 5,09 4,20 2,42 3,75 Latinoamérica 17,70 8,52 5,97 5,22 África 22,12 12,29 2,71 2,86 Áreas subdesarrollados 58,77 77,66 19,95 30,18 FUENTE: Banco Mundial, y elaboración propia.
Esta evidente limitación justifica los numerosos intentos realizados para integrar ambos tipos de variables con objeto de lograr una aproximación más satisfactoria a la realidad. El medio más habitual ha consistido en la elaboración de índices sintéticos en los que, mediante técnicas estadísticas más o menos sofisticadas, se combinan barios indicadores en busca de un valor numérico final que acierte a expresar la situación relativa de cada país en el contexto internacional. Uno de los primeros y más conocidos es, sin duda, el elaborado por Berry en 1960, tomando como base un total de 43 variables agrupadas en ocho epígrafes: transporte, energía, rendimientos agrícolas, comunicaciones, PNB, comercio, demografía y otros (Berry, B. J. L., 1960, 78-81), lo que otorga una ciara prioridad a los aspectos relacionados con el nivel tecnológico de los países, frente a la escasa atención que parecen merecerle los indicadores referentes al nivel de servicios de que dispone la población. Aplicando a la matriz global obtenida el análisis de componentes principales, y tras comprobar el alto grado de correlación existente entre la mayor parte de las variables consideradas, estableció una «escala tecnológica» por países y grupos de países en la que las puntuaciones inferiores se correspondían con los niveles de desarrollo más elevados y viceversa. Ahora bien, el aspecto más interesante del estudio de Berry desde nuestra perspectiva no es tanto el método analítico empleado, cuanto las conclusiones que, a partir de un tratamiento estadístico aparentemente inocuo, llegó a deducir. De este modo, Berry destacó lo inadecuado de considerar a los países desarrollados y subdesarrollados como realidades contrapuestas, señalando en cambio la existencia de un continuo, es decir, de una escala de países en la que las disponibilidades económicas disminuyen y las condiciones de vida empeoran desde aquellos que ocupan los primeros lugares de la clasificación y hacia los que ocupan los últimos. Negó también la existencia de correlación significativa entre los niveles de desarrollo y el sistema político o la influencia del colonialismo, concediendo en cambio una mayor significación a la situación del país dentro de las zonas templadas o tropicales, afirmaciones todas que ha sido objeto de una amplia polémica posteriormente. En nuestro país, un estudio con objetivos similares fue el realizado por Piris y Gamir (1982), quienes, tras definir el desarrollo como «producto de la interacción de una multitud de variables, tanto económicas como sociales», consideraron un total de diecisiete indicadores, coincidentes en su mayoría con los propuestos a tal fin por el UNRISD (United Nations Research Institute for Social Development) en 1970, utilizando para su análisis el sistema de normalización de variables consistente en establecer un valor estándar (número z) al relacionar cada una de las cifras nacionales con el promedio mundial correspondiente mediante la fórmula
Siendo x el valor que toma la variable en cada país, el promedio mundial y su desviación típica. La suma de todos estos valores, dividida entre el número de indicadores considerados, permitió establecer un índice medio de desarrollo para cada país, a partir del cual fue posible su clasificación de mayor a menor en función de sus supuestos niveles de bienestar (véanse anteriores ediciones de Espacios y Sociedades). Este mismo tipo de criterios y metodología son los que el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) aplica a la elaboración del llamado Índice de Desarrollo Humano (IDH) desde 1990. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Ante las dificultades para obtener informaciones complejas para todos los países del mundo, el IDH sólo tiene en cuenta tres características básicas: la esperanza media de vida al nacer, el nivel educativo, calculado mediante la tasa de alfabetización de los adultos y el índice bruto de escolarización de la población (con una ponderación de dos tercios para el primer indicador y un tercio para el segundo), y el PIB por habitante, calculado mediante paridades de poder adquisitivo, que tienen en cuenta las diferencias de precios entre países. Para cada indicador se fijan unos valores máximos y mínimos: ― Esperanza media de vida = entre 25 y 85 años. ― Alfabetización de adultos = entre 0 y 100 %. ― Índice de escolarización = entre 0 y 100 %. ― PIB por habitante = entre 100 y 40.000 dólares PPA. De este modo, para cada uno de esos cuatro indicadores, los diferentes países presentarán un índice situado entre 0-1, en función de su posición respecto a esos valores extremos. Así, por ejemplo, en el caso de la esperanza de vida, Costa Rica (76,6 años) tendrá un índice de 0,860, mientras en Arabia Saudí (70,3 años) será de 0,755 y en España (77,6 años) de 0,877, calculados del modo siguiente: Costa Rica = (76,6-25) / (85-25) = 0,860, Arabia Saudí = (70,3-25) / (85-25) = 0,755, España = (77,6-25) / (85-25) = 0,877, Aplicando el mismo método a las restantes variables, se obtendrán los correspondientes valores relativos, siendo el IDH el promedio de todos ellos. Según muestra el cuadro 11,3, la situación actual del mundo está definida por grandes contrastes, con países como Canadá, Francia, Noruega, Estados Unidos o Islandia en los niveles de bienestar más elevados, frente a la precariedad imperante en buena parte del continente africano, donde países como Malí, Burkina Faso, Níger, Ruanda y Sierra Leona ocupan las últimas posiciones. Pero los problemas relativos al desarrollo desigual sólo cobran su plena dimensión cuando se observan en una perspectiva dinámica. Al hacerlo así, se comprueba que cuatro décadas de programas internacionales de ayuda o cooperación al desarrollo no han conseguido reducir de forma significativa unos desequilibrios que aún se mantienen, cuando no se han visto, incluso, reforzados, De este modo, el prólogo del documento aprobado por la ONU en noviembre de 1961, que inauguraba lo que se bautizó como Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo, comenzaba con una declaración de principios que, lamentablemente, no ha perdido su vigencia: «Es asombroso el hecho de que, en una época en que la abundancia está empezando a ser la condición, al menos en potencia, de países y regiones enteras, y no sólo de individuos aislados, al mismo tiempo que las proezas científicas superan los más atrevidos sueños pretéritos de la Humanidad, resulte que hay en el mundo más seres padeciendo hambre y necesidad que en ninguna otra época anterior. Tal situación es intolerable, y tan contraria al verdadero interés de todas las naciones, que debe decidir a los países adelantados, conjuntamente con los países en desarrollo, a acabar con ese estada de cosas» (Naciones Unidas, 1962, V). Pese a la afirmación de buenas intenciones, el tercer informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), presentado en 1992, reconocía que entre 1960 y 1990 se ahondó la brecha entre el Norte desarrollado y el Sur subdesarrollado, sobre todo en aquellos indicadores que más se identifican con el progreso humano, mientras los relativos a la supervivencia humana mostraron una cierta aproximación en términos absolutos, aunque no siempre en términos relativos (cuadro II.4). La reestructuración económica mundial iniciada en los años setenta, que en principio hizo pensar a algunos en la apertura de nuevas oportunidades para países que, en bastantes casos, contaban con recursos naturales y humanos relativamente abundantes y baratos, impulsando el aumento de las inversiones, tanto internas como procedentes del exterior (préstamos e inversión de multinacionales), cambió de rumbo en los ochenta, provocando un fuerte aumento de la deuda externa y el agravamiento de la crisis, sobre todo en Latinoamérica y África, frente al rápido crecimiento experimentado por unos cuantos nuevos países industriales, localizados sobre todo en el Sureste asiático. Pero esa mayor heterogeneidad en las trayectorias seguidas, que se acentuó con el derrumbe de las economías planificadas en los años 90, no impide realizar un balance global negativo como el realizado por Sampedro y Berzosa, quienes al actualizar un texto del primero, escrito veinticinco años antes, afirman que «lo que sí resulta evidente es que, sea cual fuere el método de medición, la disparidad actual entre los más ricos y los más pobres del mundo es extremadamente grande y, lo que es peor, tiende al aumento. La diferencia entre los países desarrollados y subdesarrollados en su conjunto se ha acrecentado», lo que significa que «la polarización internacional se agrava como consecuencia del modelo de desarrollo dominante que existe a escala mundial y la falta de mecanismos de redistribución internacionales» (Sampedro, J. L.; Berzosa, C, 1996, 212 y 214).
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Cuadro II, 3. Países 1. Canadá 2. Francia 3. Noruega 4. EE.UU 5. Islandia 6. Países Bajos 7. Japón 8. Finlandia 9. N. Zelanda 10. Suecia 11. España 12 Austria 13. Bélgica 14. Australia 15. Reino Unido 16. Suiza 17. Irlanda 18. Dinamarca 19. Alemania 20. Grecia 21. Italia 22. Hong Kong 23. Israel 24. Chipre 25. Barbados 26. Singapur 27. Luxemburgo 28. Bahamas 29. Antigua B. 30. Chile 31. Portugal 32. Corea del Sur 33. Costa Rica 34. Malta 35. Eslovenia 36. Argentina 37. Uruguay 38. Brunei 39. Rep. Checa 40. Trinidad T 41. Dominica 42. Eslovaquia 43. Bahréin 44, Emiratos Ar. 45. Panamá 46. Fiji 47. Venezuela 43. Hungría 49. S. Kitts-Nevis 50. México 51. Colombia 52. Seychelles 53. Kuwait 54. Granada 55. Qatar 56. Sta. Lucía 57. S. Vicente 58. Polonia 59. Tailandia 60. Malasia
Índice Países
Índice de desarrollo humano en 1994 Índice Países
Índic e 0,960 61. Mauricio 0,831 121. Vietnam 0,557 0,946 62. Bielorrusia 0,806 122.Islas Salomón 0,556 0,943 63. Belice 0,806 123. Cabo Verde 0,547 0,942 64. Libia 0,801 124. Vanuatú 0,547 0,942 65. Líbano 0,794 125. Sto. Tomé Pr. 0,534 0,940 66. Surinam 0,792 126. Irak 0,531 0,940 67. Rusia 0,792 127. Nicaragua 0,530 0,940 68. Brasil 0,783 128.Papúa- N. Guinea 0,525 0,937 69. Bulgaria 0,780 129, Zimbabue 0,513 0,936 70. Irán 0,.780 130. Congo Brazzaville 0,500 0,934 71. Estonia 0.776 131. Myanmar 0,475 0,932 72. Ecuador 0,775 132. Ghana 0,463 0,932 73.Arabia Saudí 0,774 133. Camerún 0,468 0,931 74. Turquía 0,772 134. Kenia 0,463 0,931 75. Corea Norte 0,765 135. Guinea Ecuatorial 0,462 0,930 76. Lituania 0,762 136. Laos 0,459 0,929 77. Croacia 0,760 137. Lesoto 0.457 0,927 78. Siria 0,755 138. India 0,446 0,924 79. Rumania 0,748 139. Pakistán 0,445 0,923 80. Macedonia 0,748 140. Comoras 0,412 0,921 81. Túnez 0,748 141. Nigeria 0,393 0,914 82. Argelia 0,737 142. Congo Kinshasa 0,381 0,913 83. Jamaica 0,736 143. Zambia 0,369 0,907 84. Jordania 0,730 144. Bangladesh 0,368 0,907 85.Turkmenistán 0,723 145. Costa Marfil 0,368 0,900 86. Cuba 0,723 146, Benín 0,368 0,899 87.Rep.Dominicana 0,718 147. Togo 0,365 0,894 88. Omán 0.718 148. Yemen 0,361 0,892 89. Perú 0,717 149, Tanzania 0,367 0,891 90. Rep. Sudafricana 0,716 150. Mauritania 0,355 0,890 91. Sri Lanka 0.711 151. Rep. Centroafricana 0,355 0,890 92. Letonia 0.711 152. Madagascar 0,350 0,889 93. Kazajstán 0,709 153. Camboya 0,348 0,887 94. Paraguay 0,706 154. Nepal 0,347 3,886 95. Ucrania 0,689 155, Bután 0,338 0,884 96. Samoa 0,684 156, Haití 0,338 0,883 97. Botsuana 0,673 157, Angola 0,335 0,882 98. Filipinas 0,672 158. Sudán 0,333 0,882 99. Indonesia 0,663 159. Uganda 0,328 0,880 100. Uzbekistán 0,662 150. Senegal 0,326 0,873 101. Mongolia 0,661 161. Malawi 0,320 0,873 102. Albania 0,655 162. Yibuti 0,319 0.870 103. Armenia 0,651 163. Guinea-Bissau 0,291 0,866 104. Guyana 0,649 164. Chad 0,288 0.864 105. Georgia 0,637 165. Gambia 0,281 0,863 106. Azerbaiyán 0,636 166. Mozambique 0,281 0,861 107. Kirguizistán 0,635 167. Guinea 0,271 0,857 108. China 0,626 168. Eritrea 0,269 0,853 109. Egipto 0,614 169. Burundi 0,347 0,853 110. Moldavia 0,612 170. Etiopía 0,244 0,848 111. Maldivas 0,611 171. Malí 0,229 0,845 112. El Salvador 0,592 172. B uriana Faso 0,221 0,844 113, Bolivia 0,589 173. Níger 0,206 0.843 114. Suazilandia 0,582 174. Ruanda 0,187 0,840 115. Tayikistán 0,580 175. Siena Leona 0,176 0,838 116. Honduras 0,575 0,836 117. Guatemala 0,572 Países desarrollados 0,911 0,834 118. Namibia 0,570 Países en desarrollo 0,575 0,832 119. Marruecos 0,366 0,830 120. Gabón 0,562 Total mundo 0,764
Fuente: PNUD, 1995
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Cuadro II.4.
Disparidades Norte-Sur en desarrollo humano, 1960-1990 Disparidad Disparidad Norte Sur absoluta relativa 1960 1990 1960 1990 1960 1990 1960 1990
Supervivencia humana Esperanza de vida (años) 69,0 74,5 46,2 62,8 22,8 11,7 49,3 Alfabetismo, adultos (%) 95 97 46 64 49 33 106,5 Consumo calórico (% necesidad) 124 134 90 109 34 25 57,8 Mortalidad infantil (%c) 37 13 150 74 123 61 305,4 Acceso agua potable (% poblac.) 100 100 40 65 60 32 150,0 Progreso humano Escolaridad promedio (años) 9,1 10,0 3,5 3,7 5,6 6,3 160,0 Matrícula estud., superiores (%) 18 37 3 8 15 29 510,0 Científicos/técnicos (%o) 51 81 6 9 45 72 750,0 Gastos I + D (mil mills. dólares) 196 434 13 18 183 416 1.407,7 Teléfonos (%o habs.) 130 466 9 26 121 440 1.344,4 Fuente: J. L. Sampedro-C. Berzosa 1996, y elaboración propia. II. 1.
18,6 51,6 22,9 489,2 47,1 170,3 362,5 800,0 2.311,1 1.692,3
La explicación de las desigualdades: los conceptos de desarrollo y subdesarrollo Las teorías neoclásicas y el modelo de crecimiento lineal
Cualquier aproximación, por superficial que resulte, al análisis de los fenómenos del desarrollo y subdesarrollo pone en evidencia la ambigüedad que caracteriza el empleo de ambas nociones, pues, si bien es cierto que una mayoría de trabajos parece identificarlos explícita o tácitamente con la existencia de unas condiciones socioeconómicas concretas, reflejadas mediante los indicadores ya mencionados, la interpretación dista mucho de ser unívoca, poniendo de relieve, entre otras cosas, el indudable sustrato ideológico que subyace frecuentemente en las formulaciones científicas. La propia variedad terminológica al definir las desigualdades existentes ejemplifica, más allá de lo puramente anecdótico, las profundas diferencias tanto en la explicación del origen como en la definición de sus rasgos esenciales. De este modo, la dualidad entre países desarrollados y subdesarrollados, que supone una visión dicotómica de la realidad, asociada a conceptos, como los de Centro-Periferia o Norte-Sur, a la que suele achacarse un excesivo esquematismo ha sido suavizada e, incluso, desdibujada, con la generalización de otros calificativos ¡Ducados a este último conjunto, tales como los de países menos desarrollados, en desarrollo, de desarrollo tardío, etc., divulgados hoy por los organismos internacionales dependientes de la ONU o el Banco Mundial en sus documentos oficiales. Junto a los posibles reparos mostrados frente al empleo de términos que algunos consideran peyorativos, su difusión parece relacionarse con una determinada visión del problema que también es coherente con el propio uso de criterios estadísticos como base del análisis y la diferenciación internacional. En efecto, nociones como la de «países en desarrollo» y otras similares inducen a aceptar dos principios que no son en absoluto evidentes: que las actuales diferencias entre unos países y otros son de orden esencialmente cuantitativo (algunos «tienen más que otros» y, por tanto, se les considera más avanzados), así como la existencia de un proceso continuo y universal de desarrollo dentro de la cual las condiciones de partida en cada caso y la distinta rapidez evolutiva justificarían los contrastes observados. Esta interpretación está vinculada en lo esencial con las teorías económicas de corte neoclásico, que vienen a identificar el desarrollo con un proceso lineal y de carácter unívoco seguido por todos los países, en el que se parte de una larga etapa inicial de estancamiento o crecimiento muy lento, sometido además a importantes fluctuaciones. Siempre que se den las condiciones mínimas necesarias, se producirá en una segunda etapa la aceleración en el ritmo de incremento de la producción y la renta, que tenderá a remitir de nuevo cuando se alcanzan niveles superiores (fig. 2.4a). Se trata, pues, de un modelo de transición o «ciclo de vida» similar a los aplicados para describir la evolución de otras realidades sociales (comportamiento demográfico, dinamismo urbano...).
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES DESARROLLO
TIEMPO
Fig. 2.4a.
Modelo de desarrollo lineal según la teoría económica neoclásica
Según esto, todos los países habrán estado subdesarrollados en un determinado período histórico, encontrándose en la actualidad en un punto más o menos avanzado de su evolución hacia el desarrollo en función de su dinamismo interno, al que corresponderán unas condiciones económico-sociales específicas. Así pues, la noción de subdesarrollo vendrá a ser esencialmente comparativa, identificable con los calificativos de pobreza, atraso o inferioridad respecto a otros, cualquiera que sea el ámbito espacial considerado. Por último, la conclusión lógica que parece inferirse del modelo apunta la hipótesis de una futura convergencia o superación «espontánea» de las contradicciones presentes en el momento en que los países «más desarrollados» reduzcan sus tasas de crecimiento, en tanto los restantes lleguen a situarse en la fase de expansión acelerada, y el dinamismo reciente experimentado por los nuevos países industriales, sobre todo asiáticos, ha sido destacado como tendencia que vendría a corroborar tal interpretación. SOCIDEAD DE CONSUMO EN MASA
NIVEL DE DESARROLLO FACE DE MADUREZ
FACE DE DESPEGUE (take of) CONDICIONES PREVIAS AL IMPULSO INICAL
SOCIEDAD TRADICIONAL
Fig. 2.4b.
(-TAKE-OFF)
TIEMPO
Etapas de crecimiento económico, según Rostow.
Samuelson ha descrito con claridad esta particular visión de las desigualdades internacionales al afirmar que «una nación subdesarrollada es simplemente aquella cuya renta real por habitante es baja en relación a la renta por cabeza en naciones como Canadá, EE.UU., Gran Bretaña y la Europa occidental en general. Se considera nación subdesarrollada aquella capaz de mejorar notablemente su nivel de renta. Por supuesto, todo país está subdesarrollado en el sentido de que no es aún perfecto y, por tanto, es susceptible de mejorar aún más; e incluso los países llamados avanzados estuvieron en otro tiempo subdesarrollados según nuestra definición, y fueron desarrollándose paulatinamente» (Samuelson, P. A., 1968, 873-875). El modelo teórico más difundido hasta el presente sobre las etapas de crecimiento económico que, desde esta perspectiva, han seguido y siguen los países del mundo es el elaborado por Rostow (Rostow, W. W., 1965 y 1978). Formulado inicialmente en 1960 y desarrollado con posterioridad, intenta aislar los factores estratégicos del crecimiento en los dos últimos siglos al objeto de poder convertir el análisis de la historia económica contemporánea en un «campo de complejidad organizada». Según esta visión, la evolución registrada puede interpretarse como parte de un proceso lineal en el que existe un punto inicial común desde el que los países actualmente más desarrollados han recorrido una serie de etapas sucesivas que pueden sintetizarse en las cinco que recoge la figura 2.4b. Resumiendo los rasgos fundamentales en cada una de ellas, las sociedades tradicionales —imperantes en todo el mundo hasta el siglo XVIII— vendrían definidas, dentro de su diversidad, por el predominio de una economía agraria de autosubsistencia y baja productividad ante la insuficiente capacidad tecnológica, una estructura sociopolítica estática y fuertemente jerarquizada, y una evidente escasez de inversiones productivas, en tanto la riqueza aparecía fuertemente concentrada y vinculada a la José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES tierra. La superación de esta situación, que define como fase de despegue o impulso inicial (take-off), exigió una serie de condiciones previas que sólo se dieron en regiones y países concretos, lo que generó un desarrollo espacialmente selectivo. Entre estas condiciones, promovidas endógena o exógenamente, pueden destacarse el incremento del capital disponible, tanto humano como monetario, la existencia de determinados recursos, en particular el carbón como fuente energética básica, un aumento de la inversión en infraestructuras y de la productividad agraria que posibilitó la aparición de importantes excedentes (tanto en alimentos como en mano de obra) y, por último, unas profundas transformaciones culturales, sociales e institucionales que permitieron remover los obstáculos al desarrollo del capitalismo industrial. A partir de aquí, se desarrollaría durante una o dos décadas la fase del «impulso inicial» en sentido estricto, caracterizada por: ― Una expansión de las fuerzas tendentes al progreso económico que llegan a hacerse dominantes, junto a una rápida mejora tecnológica que promueve un acelerado avance en ciertas actividades y el surgimiento de otras. ― Un aumento de la inversión productiva por encima del 10 % de la renta nacional. ― El trasvase de población agraria hacia la industria, particularmente en sectores como los textiles de algodón o la siderurgia, lo que supone un incremento de la productividad global y de la riqueza generada. ― El desarrollo de un marco político, social e institucional dominado por la nueva burguesía capitalista relacionada con los negocios industriales, que favorece e impulsa un crecimiento autosostenido. La evolución posterior hacia la «madurez» vino a suponer la difusión del crecimiento y de la mejoras técnicas al conjunto de las actividades productivas durante tres o cuatro décadas, en tanto la «sociedad del consumo en masa» presentará como rasgos propios la conversión del sector de servicios en dominante dentro de la estructura económica, junto a la creciente importancia de las industrias productoras de bienes de equipo y consumo duradero respecto a los de primera necesidad. Partiendo de este modelo, Rostow consideró la posibilidad de interpretar la evolución económica presente y pasada de cada país a la luz de «una nueva teoría dinámica de la producción», analizando algunos casos concretos y comprobando que la duración de las distintas fases tendía a reducirse cuanto más tardío fue el despegue, lo que en cierto modo apoyaba la hipótesis de la convergencia. Estos enfoques vinculados a la teoría económica neoclásica han continuado siendo dominantes en épocas posteriores, actualizando sus argumentos pero sin modificar el principio básico de que los contrastes existentes son resultado, ante todo, de factores internos a cada territorio. Es lo que plantea, por ejemplo, Hagget (1988), cuando identifica la desigual capacidad de crecimiento económico con su dotación (cantidad, calidad y precio) de recursos naturales, humanos, tecnológicos y de capital, que pueden impulsar el avance u obstaculizarlo al generar ventajas comparativas, que también orientarán una especialización en favor de aquellas actividades intensivas en el uso de recursos abundantes y baratos. Es también lo que, en fechas más recientes, defienden las llamadas teorías del crecimiento endógeno, que a los factores anteriores —con especial atención a las infraestructuras de transporte, comunicación y a la innovación tecnológica— incorporan la influencia ejercida por factores extraeconómicos como las instituciones, la cultura o las relaciones sociales (Guellec, D.; Ralle, R, 1995; Mattos, C. de. 1996). De este modo, «las raíces del desarrollo..., se encontrarían en la interacción entre la actividad económica y la cultura social» (Furió, E., 1996, 14), por lo que tienen un carácter localizado y son inherentes a cada territorio. 2.
LA NECESARIA DISTINCIÓN ENTRE CRECIMIENTO Y DESARROLLO
Más allá de las críticas específicas hechas a la teoría de Rostow y sus sucesores, destacando sus limitaciones teóricas o los dudosos resultados obtenidos en su contrastación empírica, a lo largo del tiempo se han ido acumulando una serie de objeciones graves al conjunto de análisis teóricos o sobre áreas concretas hechos desde estos postulados. En buena medida, esta revisión ha sido el fruto de lo que Dadzie ha denominado las «décadas de la decepción» (Dadzie, K. K. S., 1980, 10), ante la evolución que han seguido la mayoría de países supuestamente en desarrollo, y su progresivo distanciamiento respecto a los industrializados pese al intenso proceso de crisis y reestructuración económica que éstos conocieron desde el inicio de los años setenta (Palazuelos, E., coord., 1989). Ante todo, es necesario precisar el valor real de unos indicadores estadísticos a los que se otorga en ocasiones un carácter definitorio de la realidad que están lejos de poseer. Por una parte, la propia definición de las unidades espaciales de análisis resulta inadecuada en cuanto que el Estado es un agregado de personas y territorios generalmente contrastados, con lo que las cifras que se manejan José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES suponen una generalización abusiva que oculta los aspectos distributivos, tanto en el plano social como regional. Según destacaba el Informe sobre la situación social en el mundo en 1974 publicado por la ONU, «en muchos países las esperanzas (que un día se concibieron) están dando lugar a una frustración cada vez mayor, pues los frutos del desarrollo parecen tener inevitablemente otro destino: las empresas comerciales, las minorías selectas, administrativas o políticas, los extranjeros, las zonas urbanas, o determinados grupos regionales, étnicos o religiosos» (Casas, J. M., 1975-1976, 131). Al propio tiempo, su fiabilidad resulta limitada, especialmente en aquellos países que cuentan con un aparato estadístico y de contabilidad nacional deficiente, por lo que sus datos vienen a ser con frecuencia simples estimaciones indirectas. A su vez, las cifras de producción o renta que se manejan sólo incluyen aquellos bienes y servicios que alcanzan un valor monetario en el mercado, excluyendo todas las actividades vinculadas al autoconsumo, que en algunos países pueden ser dominantes. Por último, la propia selección de los indicadores introduce un sesgo desde el momento que presupone una particular concepción del desarrollo, en tanto se excluyen sistemáticamente algunos aspectos importantes del Menester humano que no pueden cuantificarse. Tal como señala Smith, «unos indicadores numéricos de desarrollo y su manipulación mediante técnicas modernas sofisticadas pueden servir simplemente para confundir y oscurecer y no para revelar, especialmente si se basan en un concepto limitado del desarrollo determinado por los datos disponibles. Es posible que la realidad de la experiencia vital del hombre esté representada de un modo muy poco adecuado y que tengan que buscarse explicaciones exteriores a la matriz de datos de la cual se derivan los indicadores» (Smith, D. M., 1980, 329). En suma, las estadísticas usadas habitualmente pueden reflejar algunos de los efectos generados por el desarrollo, en particular sobre los niveles de consumo de la población, pero en modo alguno lo define, ni mucho menos lo explican. Su empleo resulta útil como medio para realizar una primera aproximación al problema de la desigualdad desde una perspectiva geográfica, pero en ningún caso se justifica como un fin en sí mismo. Se hace necesario, en cambio, precisar en mayor medida los conceptos de crecimiento y desarrollo, frecuentemente identificados, con objeto de evitar algunas de las confusiones que suelen rodear su tratamiento. Tal como hemos señalado, la mayoría de análisis sobre el tema tratan los procesos de crecimiento económico y las desigualdades actuales entre unos países y otros midiendo su respectiva capacidad productiva, niveles de ingresos, de consumo, etc. Su repetida identificación con la noción genérica de desarrollo no resulta en absoluto evidente, sino que se relaciona, consciente o inconscientemente, con un determinado modelo de desarrollo, de matiz fuertemente productivista y que ha sido el dominante en las últimas décadas dentro de los países industrializados, en el que la cantidad ha primado sobre la calidad, la eficiencia sobre la equidad, y la concentración respecto de la distribución equilibrada. Es este modelo concreto, hecho «a costa de la Naturaleza y del medio ambiente en cuanto a los límites físicos, a costa del Tercer Mundo en cuanto a los límites políticos y finalmente también de la vida externa de cada uno de nosotros a costa de la vida interior» (Sampedro, J. L., 1982, 8), el que parece haber entrado en crisis por su carácter insostenible, tanto desde el punto de vista económico, como ecológico o social (Altvater, E., 1994). Ahora bien, la existencia de posibles conflictos entre el crecimiento económico y el bienestar social ya fue planteada por Mishan hace casi treinta años y ha sido profundizada desde entonces (Mishan, E. J., 1971). En este sentido, frente al carácter lineal y cuantificable del crecimiento, el desarrollo se presenta como concepto multidimensional, a la vez cuantitativo y cualitativo, que incorpora al análisis los principios de equilibrio en la distribución, autonomía en las decisiones, calidad de vida, capacidad creativa, etc. Es significativo el sencillo ejemplo que a este respecto proponen Dutry y Lambert: «Se comprende que es inaceptable juzgar el desarrollo de un niño refiriéndose únicamente a la longitud de sus piernas, el número de sus dientes o la cantidad de alimento que ingiere diariamente. Es un poco esto lo que se hace a propósito de la sociedad, hablando únicamente de crecimiento» (Dutry, G,; Lambert, G., 1980, 59). Desarrollo y subdesarrollo deben, pues, considerarse ante todo como procesos en los que se formalizan progresivamente unas estructuras económicas, sociales y espaciales determinadas. Las diferencias no son, por tanto, meramente cuantitativas, sino que afectan a todas sus formas de organización. Tampoco puede aceptarse la existencia de un proceso común y único de desarrollo en el que las áreas que comúnmente se identifican como subdesarrolladas se supongan apegadas a estructuras tradicionales apenas modificadas en el transcurso del tiempo. Por el contrario, las transformaciones que han tenido lugar en ellas durante el último siglo pueden considerarse tan intensas al menos como las que han afectado al mundo desarrollado, si bien en sentido radicalmente divergente y plagadas de contradicciones internas. Situaciones contemporáneas como pueden ser la explosión demográfica, la inserción de actividades «modernas» orientadas a la exportación, el paro y el éxodo rural masivos, o la concentración urbana bastan para demostrarlo. En este sentido cabe interpretar la crítica hecha en su día por Furtado a la literatura existente sobre José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES desarrollo, en concreto aquella que presupone que la evolución seguida por los países que encabezaron en su día la revolución industrial puede universalizarse, al considerarla uno de los mejores ejemplos del papel que juegan los mitos (conjunto de hipótesis no verificables apoyadas en un sistema de valores que no suele hacerse explícito) en las ciencias sociales, ocultando o tergiversando dimensiones significativas de la realidad (Furtado, C, 1975, 14). 3.
LA DIALÉCTICA DESARALLO-SUBDESAROLLO
Los procesos de desarrollo y subdesarrollo, tal como acaban de definirse, se muestran como fenómenos esencialmente dinámicos e interdependientes. En tal sentido, los contrastes actuales no sólo se justifican a partir del desigual reparto en cantidad y calidad de los recursos naturales, humanos y de capital real, la eficiencia productiva, la adecuación del marco institucional o cualesquiera otros elementos estáticos, sino que resultan ante todo de un proceso de carácter acumulativo desarrollado en el tiempo y que ha afectado de modo particular a cada territorio. Las teorías estructuralistas sobre desarrollo desigual elaboradas a partir de la obra pionera de Myrdal coinciden en afirmar que, una vez que el crecimiento iniciado en una determinada región supera cierto umbral, la generación de plusvalías y la acumulación de ventajas competitivas favorecen una progresiva concentración (particularmente de las actividades más dinámicas) en detrimento del entorno. El proceso sólo se detendrá en el momento en que aparezcan fuertes deseconomías externas vinculadas a la propia aglomeración, o ante la prioridad otorgada a una política territorial con objetivos re equilibradores por parte de los poderes públicos. El mecanismo que induce la aglomeración, de carácter circular y efectos multiplicadores, fue representado gráficamente por Pred en 1966 mediante el diagrama de flujos de la figura 2.5. De este modo, las ventajas económicas unidas a las mayores tasas de innovación que suelen acompañarlas tienden a reforzar la polarización, cualquiera que sea la escala que se considere, pudiendo distinguirse en consecuencia unas actividades motrices, con especial capacidad de arrastre o atracción, y otras complementarias que surgen por inducción de un medio favorable. Este proceso de crecimiento iniciado en Inglaterra a finales del siglo XVIII y difundido posteriormente a otros países del entorno además de América del Norte y Japón, supuso el comienzo de una reorganización espacial, tanto a escala mundial como en el interior de los Estados. Así, frente a unas pocas regiones en rápida expansión, en las que se concentró tanto el poder económico, como el político o el militar, las restantes pasaron a ostentar una situación de dependencia a medida que la mejora de] transporte iba incorporándolas a la economía de intercambio, especializándose en la exportación de recursos naturales sin elaborar o productos semielaborados. La importación de manufacturas y la vinculación tecnológica que se establecen como contrapartidas generaron una situación real de intercambio claramente desfavorable, que contribuyó decisivamente a ahondar las distancias, En estas últimas áreas se formalizó progresivamente lo que Nurske denomina el «círculo vicioso de la pobreza», es decir, un conjunto de fuerzas interactuantes que tienden a mantener o reforzar las graves carencias actuales, con un carácter igualmente acumulativo (fig. 2.6). Se dibuja, pues, un sistema internacional de relaciones contradictorio, fruto directo de la división del trabajo y del proceso colonial. Un número elevado de regiones tienen como funcionalidad específica el abastecimiento de factores productivos (materias primas y energía, alimentos, capitales, incluso fuerza de trabajo), en tanto otras concentran las actividades más productivas junto a las de gestión y control, la innovación tecnológica y los flujos de información, estableciéndose entre ambas una relación de intercambio desigual que ha mantenido y reforzado las contradicciones. La intensificación de estos vínculos de interdependencia que autores como Prebisch o Amin esquematizaron en los modelos centro-periferia, significan la existencia de unos núcleos innovadores y con capacidad de dirección, en cuyo beneficio se realiza lo esencial de la acumulación de riqueza, frente a oíros dependientes, que incluso mantienen un control limitado sobre sus recursos y decisiones (fig. 2.7),
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 2,5.
Fig. 2.6.
Fig. 2.7.
Procesos de crecimiento acumulativo.
Círculo vicioso de la pobreza, según Lebrel.
Relaciones de intercambio desigual entre centros, periferias y semiperiferias
La remodelación de este sistema que está teniendo lugar en las últimas décadas, relacionada con los procesos de difusión del crecimiento a partir del centro (efectos spread de Myrdal), y en la que las grandes empresas transnacionales juegan un papel esencial, ha generado una creciente complejidad reflejada en fenómenos como la industrialización de algunos países dependientes o la crisis de ciertos sectores fabriles en las potencias tradicionales, pero manteniendo en lo esencial los mecanismos reguladores. La teoría de la división internacional del trabajo o del sistema mundial, propuesta por Wallerstein, ha intentado precisamente integrar en un nuevo marco interpretativo estas transformaciones recientes, por lo que puede considerarse como una superación de la teoría de la dependencia (Wallerstein, L, 1979; Frobel, R; Heinrichs, I, y Kreye, O., 1980; Hopkins, T. K., y Wallerstein, I., 1982; Taylor, P. J-, 1985). Su tesis básica es que el sistema capitalista debe ser analizado como un todo, es decir, como una José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES economía-mundo, cuya evolución histórica ha conocido una serie de fases separadas por crisis cíclicas. En cada una de ellas ha existido un orden económico internacional definido por un determinado tipo de división del trabajo entre centros, periferias y semiperiferias (afectadas por la descentralización de ciertas funciones desde las áreas centrales, junto al mantenimiento de atributos propios de áreas dependientes), una tecnología, un modo de financiación y un grupo social dominante, que se ven trastocados con cada crisis. Al tiempo, tiene lugar una ampliación del espacio dominado por las relaciones capitalistas, una densificación de los flujos e, incluso, un desplazamiento del centro de poder dominante (desde Brujas, a fines del siglo XIII, a Venecia, Amberes, Génova, Ámsterdam, Londres y Nueva York), que hoy parece orientarse hacia el área del Pacífico. La actual oposición desarrollo-subdesarrollo es heredera de] modelo de relaciones surgido en la fase del capitalismo industrial decimonónico, afectado luego por Las transformaciones inherentes al capitalismo monopolista (descolonización, industrialización tardía de países semiperiféricos en el sur de Europa y Cono Sur latinoamericano...) y a la actual transición hacia el capitalismo global, asociado a una nueva división internacional del trabajo que no cuestiona la lógica del sistema, aunque sí modifica algunas de sus manifestaciones externas (Méndez, R., 1997), incluida la posición relativa de los diversos territorios, que justifica la aparición de espacios emergentes frente a otros en declive, alterando los mapas geoeconómicos y geopolíticos a lo largo del tiempo, «En este sentido, el orden económico internacional cambia, pero en otro sentido es siempre igual, pues siempre hay un centro, siempre hay una periferia, siempre hay una relación de explotación» (Attali, J., 1980, 36). El hecho de que esta concepción se haya ido abriendo camino progresivamente, ha permitido mostrar las contradicciones inherentes a las soluciones voluntaristas que, desde la declaración Truman en 1948 y durante las dos décadas siguientes, ponían el acento en [a necesidad de una ayuda a los países subdesarrollados por parte de los países ricos (Pearson, L. B., 1969), frente a lo que a partir de la VI Asamblea Especial de las Naciones Unidas celebrada en 1974 comenzó a denominarse un «nuevo orden económico internacional», Desde esta perspectiva, cualquier cambio significativo de la situación presente se liga indisolublemente a una profunda modificación de la estructura económica internacional, es decir, del modelo de relaciones imperante entre los distintos elementos que componen el sistema. El contraste entre estas posiciones, tachadas por muchos de utópicas, y la realidad actual limitada a tímidos programas de ayuda que vienen a suponer menos del 0,5 % respecto al PNB global de los países industrializados, que la labor solidaria de numerosas ONGs sólo consigue paliar, es uno de los problemas esenciales al que nos enfrentaremos en un futuro inmediato. En resumen, desarrollo y subdesarrollo son las dos caras de un mismo proceso general que se constituye en uno de los elementos de diferenciación geográfica a escala mundial más relevantes en el momento presente. III.
El modelo de organización territorial en las áreas desarrolladas
El movimiento expansivo iniciado con la Revolución Industrial en diversas regiones del globo y mantenido con oscilaciones cíclicas en las que se alternan crecimiento y crisis hasta la actualidad, permite identificarlas en sus características esenciales y en lo que respecta a su posición dentro del sistema de relaciones internacionales como áreas desarrolladas, sin que ello excluya la existencia de contrastes significativos en su interior. Desde una perspectiva geográfica, interesa particularmente destacar que en ese proceso se han ido decantando una serie de estructuras espaciales que permiten hoy su identificación. Si el territorio se concibe como plasmación material y tangible de las relaciones de producción y las contradicciones existentes en el seno de una sociedad, es fácil deducir que el proceso de industrialización y crecimiento económico que ha tenido aquí lugar, al modificar estas condiciones, ha supuesto paralelamente una reorganización espacial, visible por lo general en sus elementos morfológicos, pero enraizada sobre todo en sus estructuras funcional y social. El período de cambios acelerados iniciado hace ya dos décadas e identificado por numerosos analistas como la Tercera Revolución Industrial o fase de agotamiento del fordismo y transición hacia el capitalismo global o la sociedad postindustrial, no podía, por tanto, dejar de tener ciertas implicaciones espaciales, corolario de las transformaciones económicas, tecnológicas y socio-laborales en curso. La figura 2.8 intenta resumir las principales manifestaciones del proceso, sintetizando algunas de las interpretaciones propuestas (Di Meo, G., 1538: Amin, A. edit., 1994; Castells, M„ 1997; Méndez, R., 1997). 1.
UNA ACUMULACIÓN DE MEDIOS PRODUCTIVOS
Las regiones desarrolladas han conocido un incremento constante y rápido, pese a la existencia de algunas coyunturas recesivas, en los niveles de bienestar de la población, reflejado en las disponibilidades José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES de bienes y servicios de que disfruta la mayoría de ella. Cualquiera de los indicadores utilizados en la primera parte del capítulo, referidos a aspectos tan dispares como producción, renta, exportaciones, educación, sanidad, consumo de energía, o esperanza de vida, confirman reiteradamente tal situación de privilegio, de la que el IDH ofrece una imagen sintética, aunque simplificada. La consolidación del denominado «Estado del bienestar», por la que éste lomó a su cargo una serie de servicios sociales y asistenciales sufragados a través del sistema impositivo, resultó uno de los vehículos más eficaces en la generación de tales prestaciones, si bien con diferencias según los países y el signo de los partidos gobernantes en cada momento. Este proceso de expansión, basado en una explotación intensiva de sus propios recursos naturales y humanos, junto al dominio de buena parte de los recursos no renovables localizados en las áreas subdesarrolladas, ha permitido la acumulación de una gran cantidad de medios de producción e infraestructuras, que hacen posible una mayor eficiencia económica y calidad de vida. Además de marcar las diferencias actuales, la acumulación registrada actúa como agente multiplicador del crecimiento económico favoreciendo la pervivencia de las desigualdades en un futuro próximo. No obstante, también puede hablarse de contrapartidas, reflejadas en costes económicos y sociales a veces elevados. Junto al desarraigo de amplios grupos de población debido a la migración forzosa de la fuerza de trabajo hacia las áreas dinámicas, o la ampliación reciente de los grupos sociales excluidos por el desempleo y la precariedad laboral, hay que considerar también el deterioro del medio ambiente y la calidad de vida, sobre todo en las grandes aglomeraciones, tal como ponen de manifiesto la multitud de publicaciones, reuniones de todo género y movimientos ciudadanos que en los últimos anos expresan una creciente insatisfacción, exigiendo la revisión del modelo de crecimiento seguido hasta el presente en la dirección de un desarrollo más equitativo y sostenible (Comisión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo, 1988; Jiménez Herrera. L. M., 1996). 2.
¿Economías industriales avanzadas o sociedad postindustrial?
El sector secundario supone en estos países niveles de empleo que se sitúan, por lo general, baja si umbral del 30 % de la población ocupada y con tendencia a disminuir en los próximos años, ante el avance espectacular de las actividades de servicios y el progresivo incremento en la relación capital-trabajo que genera la creciente automatización de los procesos productivos; pese a ello, sigue aportando un volumen considerable de la renta y de las exportaciones globales Su desarrollo ha supuesto, desde el pasado siglo, la creación de nuevos espacios —los industriales— que obedecen a leyes de localización y organización interna específicas, y que en la actualidad tienden a situarse con preferencia en la periferia de los grandes centros urbanos, los nudos y ejes principales en las redes de transporte y comunicación (puertos, aeropuertos, autopistas...), en tanto buena parte de las áreas tradicionales de yacimientos han conocido una pérdida de atracción que obliga en bastantes ocasiones a su reconversión. Al propio tiempo, la aparición de estos espacios ha modificado la relación de fuerzas preexistente, trasladando los centros de gravedad demográficos y económicos, y condicionando en gran medida las nuevas formas que revisten los desequilibrios regionales.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
La reestructuración iniciada en los años setenta, que supuso la crisis de aquellos sectores tradicionales intensivos en trabajo y afectados por una fuerte competencia de países con menores costes (siderurgia, textil/confección, construcción naval...), frente a la expansión de otros nuevos ligados a la innovación tecnológica (microelectrónica, informática, telecomunicaciones, biotecnología, nuevos materiales...), supuso también ciertos cambios espaciales. Así, frente a la reconversión y el aumento del desempleo característicos de viejas regiones industrializadas en declive, tuvo lugar una rápida expansión de otras áreas basadas en la implantación de industrias avanzadas (tecnópolis, parques tecnológicos...) o la descentralización de actividades «maduras», generadoras de empleo poco cualificado y barato (regiones atrasadas, áreas rurales...). Si en la fase anterior las tendencias hacia la aglomeración se vieron sólo atenuadas por ciertos movimientos difusores que permitieron la formación de ejes industriales en las áreas más desarrolladas, la evolución reciente favorece cierta desconcentración del empleo, aunque no tanto de las inversiones o de las tareas decisorias y de innovación (Méndez, R. y Caravaca, I., 1996). El proceso de concentración técnica y financiera, paralelo a una mundialización de los mercados, posibilitó la constante expansión de las grandes empresas y, en particular, de las corporaciones transnacionales. Junto a la amplitud de sus áreas de actuación y su complejidad interna (penetración en ramas de actividades diversas, carácter multiplanta, fuerte jerarquización y especialización de sus establecimientos, etc.), es característica la concentración de sus sedes centrales en unos pocos países. Así, por ejemplo, entre las 100 mayores empresas del mundo por su cifra de ventas en 1994, 32 José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES correspondieron a Estados Unidos, 23 a Japón y otras 37 a países de la Unión Europea (Alemania, 14; Francia, 6; Reino Unido/Países Bajos 7, etc.). Su constante expansión ha favorecido una reorganización del mapa industrial del mundo, que tiende a reflejar en algunos de sus rasgos las características de los espacios organizados por estas grandes firmas: concentración de centros decisorios y actividades de mayor rango en los países desarrollados, dentro o en las proximidades de las principales metrópolis, frente a la progresiva dispersión de aquellas otras más banales y menor valor añadido (Dicken, P., 1992; Veltz, R, 1996). Pero es, sobre todo, la terciarización del empleo el proceso que ha adquirido un protagonismo creciente en la caracterización económica de estas áreas, tanto por el rápido crecimiento que evidencian todos los indicadores cuantitativos, como por su posible significado en la transición a un nuevo modelo de sociedad que algunos denominaron postindustrial, donde la producción de bienes materiales quedaría relegada a un plano secundario en beneficio del consumo de servicios (Bell, D-, 1976). Respecto al primero de esos aspectos, los datos correspondientes a ios principales países de la OCDE (cuadro II.5) demuestran que el sector terciario resulta ya ampliamente dominante en todos ellos, incrementando su presencia de forma notoria en el último cuarto de siglo. No obstante, es también visible la distancia actual entre aquellos como Estados Unidos o Canadá, donde el proceso parece próximo a alcanzar su techo, y otros como Japón o Alemania, que conservan una fuerte base industrial. En lo referente a su composición interna, tal vez lo más significativo sea la fuerte correlación positiva que se observa entre el nivel de renta y la presencia relativa de actividades financieras y de servicios a las empresas (desde un 15,5 % del empleo terciario en Estados Unidos, a menos del 10 % en Italia, España o Portugal), frente a la mayor presencia del comercio minorista y los servicios a la población en áreas con menor dinamismo económico, capitales político-administrativas y áreas turísticas. Con relación a los posibles factores explicativos de tal tendencia, parece necesario considerar la superposición entre una mayor capacidad de la población para consumir bienes inmateriales (cultura, ocio, salud...) que acompaña el aumento de las rentas individuales, junto al propio desarrollo técnico y organizativo de la industria, que otorga mayor importancia a las fases anteriores (diseño, I 4- D, gestión) y posteriores (comercialización, servicio posventa) a la de fabricación. Se produce así una creciente integración entre industria y servicios avanzados a las empresas, que dificulta su separación estricta en los análisis territoriales (Bailly, A. S.; Maillat, D., 1988). Cuadro 11,5.
Proceso de terciarización económica en los países de la OCDE, 1960-1994
Países Alemania Australia Austria Bélgica Canadá Dinamarca España Estados Unidos Finlandia Francia Grecia Irlanda Islandia Italia Japón Luxemburgo Noruega Nueva Zelanda Países Bajos Portugal Reino Unido Suecia Suiza Turquía
Población ocupada en sector terciario (%) 1960 1994 39 59 50 71 35 60 46 69 54 73 43 68 31 60 33 73 32 65 40 68 26 55 29 59 42 65 33 60 41 60 28 67 42 72 46 65 50 73 33 55 47 72 44 72 39 67 13 34 José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Fuente: OCDE. Labour Force Statistes. 3.
UNA INTENSA URBANIZACIÓN
De forma coincidente con el crecimiento de la industria y, más tarde, de los servicios, el fenómeno geográfico más importante sin duda ha sido la progresiva y casi total urbanización de estas sociedades, tanto porque la mayoría de su población vive hoy en ciudades, corno porque la economía y las formas de vida y cultura urbanas se han difundido y hecho dominantes en la práctica totalidad del territorio (cuadro II.6). El éxodo rural por un lado y el propio crecimiento vegetativo por otro (resultado del rejuvenecimiento previo de su población) justifican la fuerte expansión registrada, que ha hecho crecer el número de ciudades y sus dimensiones hasta desdibujar en muchos casos el concepto tradicional de «ciudad», contrapuesto ai del «campo» circundante. En la actualidad, el desarrollo de aglomeraciones urbanas, tacto en forma de áreas metropolitanas (con un centro o metrópoli dominante) como de conurbaciones (desarrollo paralelo de diversas ciudades que llegan a formar una mancha continua), no permite precisar con claridad estos límites, pues numerosas personas que viven a varias decenas de kilómetros de un centro urbano se desplazan diariamente a trabajar en él, aunque los núcleos en los que residen pueden mantener una morfología esencialmente rural. Esto ha hecho incorporar la noción de espacio periurbano como una nueva realidad a considerar por los geógrafos de estos países. El crecimiento urbano, con los contrastes sociales y de usos que supone, ha generado una creciente heterogeneidad interna, tanto en lo referente a la distribución de actividades (financieras, industriales, residenciales, etc.) como de ciases sociales, si bien las diferencias a este respecto según los sistemas político-económicos vigentes han generado respuestas diversas. Por otra parte, al igual que se apuntaba en el caso de la industria, ese crecimiento se ha visto acompañado por ia formación de verdaderos sistemas integrados en los que el dinamismo de cada ciudad, e incluso buena parte de sus características internas se relacionan con su rango en la jerarquía nacional y su especialización funcional. En palabras de Webb, se ha dado el paso desde la «sociedad urbana aislada», en donde cada ciudad se relacionaba casi exclusivamente con las áreas rurales circundantes, a la «sociedad urbana integrada», siendo la progresiva mejora y densificación de la red de transportes uno de los vehículos fundamentales en la consolidación del proceso. También en este caso los cambios ocurridos en las dos últimas décadas se traducen en una cierta ruptura de las tendencias polarizadoras imperantes durante más de un siglo y la progresiva generalización del fenómeno conocido como «desurbanización» o «contraurbanización» (Berry, B. J. L., edit., 1976; Champion, A. G., coord., 1989). El trasvase de una parre del empleo hacia espacios con menores costes y congestión de infraestructuras, el freno de las migraciones campo-ciudad y el escaso crecimiento vegetativo de unas poblaciones urbanas progresivamente envejecidas, han supuesto una paralización e, incluso, inversión del crecimiento anterior que afecta, sobre todo, a las grandes metrópolis y ciudades industriales con problemas para reestructurar su tejido productivo. Cuadro 11.6, Comportamiento demográfico y tasas de urbanización en 1997 Tasa de Tasa de Tasa de mortalidad natalidad mortalidad infantil Regiones (en miles) (en miles) (en miles) África 40,2 13,9 88,5 Asia suroccidental 29,1 7,0 56,4 Asia meridional 28,2 8,9 66,9 China 17,0 6,6 31,4 Latinoamérica 24,9 6,6 38,8 América del Norte 14,5 8,5 7,2 Europa 10,4 11,5 10,3 Rusia/CEI 9,0 14,4 18,1 Australia y Nueva Zelanda 14,9 7,2 6,0 Japón 9,6 7,2 4,0 Países desarrollados 11,4 10,2 8,6 Países subdesarrollados 27,0 8,9 63,9 Total mundial 23,9 9,1 58,5 Fuente: Population Reference Bureau, 1998
Población urbana (%) 43,2 63,7 30,3 29,6 71,5 75,2 71,8 73,0 85, 1 78,0 73,6 35.6 43,2
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ESPACIOS Y SOCIEDADES No obstante, la paralela consolidación de modelos urbanos cada vez más laxos y de límites difusos obliga a matizar un declive que, en ocasiones, es puramente estadístico, pues las ciudades del mundo desarrollado amplían su perímetro de forma rápida y refuerzan su capacidad de atracción sobre las actividades estratégicas, tanto industriales como, sobre todo, de servicios avanzados (funciones internacionales, tecnológicas, de decisión...), como nodos privilegiados de interconexión al sistema mundo (Castells, M., 1995). De cualquier modo, esta moderación del ritmo urbanizador contrasta con su aceleración en el Tercer Mundo. Así, según previsiones de la ONU, entre lósanos 1970 y 2025 la población urbana mundial crecerá en torno a 3.561 millones, de los que el 89 % se concentrará en las ciudades de este último, por apenas 310 en las del mundo desarrollado. 4.
LA DESAGRARIZACIÓN Y PROGRESIVA URBANIZACIÓN DEL MUNDO RURAL
El retroceso constante de las actividades agrarias en relación con su menor productividad, y su inserción en una economía competitiva en donde la producción se orienta ya en su casi totalidad al mercado y no al mantenimiento de la familia campesina, ha supuesto un abandono generalizado de las áreas rurales. Unido a esto, la agricultura ha conocido una mutación técnico-económica que la aleja por completo de los sistemas tradicionales de cultivo. La intensa capitalización que ha tenido lugar con objeto de mejorar su rentabilidad y permitir unos niveles de vida no excesivamente alejados de los urbanos se refleja en la mecanización, puesta en regadío, mejora del abonado, selección de semillas y especies, empleo masivo de productos químicos, etc., lo que ha incrementado notablemente la dependencia de la industria que provee de estos elementos o transforma una parte creciente de la producción, integrando ambos sectores. La progresiva especialización de cultivos y el desarrollo ganadero se relacionan con la evolución de la demanda hacia bienes de mayor calidad y con las condiciones de los precios en el mercado nacional o internacional, generando cambios relativamente rápidos en el paisaje agrario. Una paralela evolución hacia unidades de explotación cada vez mayores, bien sea mediante reformas agrarias (casi exclusivamente en los países socialistas), la promoción de cooperativas o el simple arrendamiento de las cierras dejadas por los emigrantes, ponen de manifiesto la necesidad imperiosa de adaptarse a las condiciones de una economía industrializada para subsistir. El proceso ha llevado, en algunos países, a la aparición de lo que se ha denominado «una agricultura sin campesinos», dadas las formas de producción plenamente tecnificadas e industrializadas que predominan y el bajísimo número de personas que aún trabajan en el sector con exclusividad. Pero junto a esta dependencia que se relaciona con su papel de abastecedor en materias primas, aumentos, fuerza de trabajo y capitales (a través del ahorro desviado por el sistema financiero hacia las regiones más prósperas), otorgado a las áreas rurales, su vinculación a la ciudad se manifiesta también en la aparición de otra serie de modificaciones bastante recientes como pueden ser los movimientos pendulares de trabajadores, el consiguiente incremento de la llamada agricultura a tiempo parcial, la instalación de talleres y fábricas, o su conversión en espacios turísticos y de ocio, con edificación de residencias secundarias y aumento de la oferta de plazas en hoteles, casas de labranza, campings, etc. Tales mutaciones, derivadas del aumento de las deseconomías urbanas, la mejora de la accesibilidad y un mayor aprovechamiento de los recursos locales, no sólo implican una alteración paisajística, sino que también suponen la incorporación del suelo rústico a los mecanismos de apropiación y uso característicos de las ciudades, una di versificación de los mercados de trabajo y un profundo cambio socio-demográfico (Gilg, A., 1985; Molinero, R, 1990). Como contrapunto, aumenta también en numerosos países el interés que despiertan estas áreas por sus valores ambientales y paisajísticos, coma patrimonio a conservar, lo que se traduce en la ampliación de los espacios protegidos y las actuaciones destinadas a restaurar algunos impactos negativos derivados de una explotación inadecuada, al tiempo que se incorpora la evaluación de impacto ambiental previa a la construcción de determinadas infraestructuras (embalses, carreteras, centrales eléctricas, etc.). 5.
CAMBIOS EN LA DISTRIBUCIÓN Y ESTRUCTURA DE LA POBLACIÓN
La distribución actual de la población, además de seguir vinculada en parte a la influencia ejercida por ciertos obstáculos naturales como el clima o el relieve en algunas regiones, depende prioritariamente del reparto existente de las actividades económicas, hasta el punto de que las densidades demográficas se corresponden casi perfectamente con las industriales y urbanas. Por otra parte, su crecimiento se ha reducido en el transcurso del último medio siglo hasta llegar en muchos casos al estancamiento, con el consiguiente envejecimiento de su pirámide demográfica que tiende a adquirir la característica forma de hucha. Se encuentran, pues, en la fase más avanzada del José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES modelo de transición demográfica, sin que se observen signos que tiendan a modificar las tendencias actuales en un futuro próximo. Un crecimiento vegetativo muy próximo a cero en 1997, que ya resulta negativo en Europa y la antigua URSS, es buena muestra de ese comportamiento malthusiano que se vio reforzado tras las sucesivas crisis, iniciadas con la reestructuración de las economías capitalistas en los años setenta y el derrumbe del bloque soviético en los noventa (cuadro 11.6). En consecuencia, la población infantil que no alcanza los 15 años de edad supone ya menos de una quima parte del total (19,5 % en 1997), por más de un tercio en el resto del mundo (34,6 %), al contrario de lo que ocurre con la que supera la edad de jubilación (13,7 y 4,7 % respectivamente. Pese a la menor presión que esto supone sobre su mercado de trabajo, los países desarrollados han perdido la situación de pleno empleo de que disfrutaron hace unas décadas, y la cifra oficial de 35 millones de desempleados en la OCDE resulta una buena muestra de un grave problema social, con raíces tecnológicas, económicas y políticas, cuya resolución será clave en la evolución futura de estas áreas (Rifkin, J., 1996; Méndez, R., 1997). Finalmente, respecto a su movilidad. La anterior primacía del éxodo rural ha sido sustituida por movimientos de desconcentración en el interior de las aglomeraciones urbanas y hacia su entorno —tanto diarios como permanentes—, o desplazamientos de carácter interurbano, ampliándose la presencia de profesionales y trabajadores de la industria o los servicios en detrimento de los procedentes del sector agrario (Thumerelle, P. J., 1986). A estas migraciones remas se suman las de carácter internacional, dirigidas principalmente hacia Estados Unidos Europa occidental desde países del Sur y Este que padecen graves problemas socioeconómicos y políticos, cuya plena integración en los lugares de destino no siempre se alcanza. 6
FORMACIÓN DE ESPACIOS POLARIZADOS Y ESTABLECIMIENTO DE POLÍTICAS TERRITORIALES
Un crecimiento de las manufacturas y del terciario superior tan concentrado como acaba de señalarse conllevó durante decenios un proceso de polarización espacial en que las tasas de incremento en los efectivos humanos se limitaron a un número relativamente reducido de áreas, en profundo contraste con su entorno. Las economías externas y de aglomeración estaban en la base de estos procesos, tanto en las economías capitalistas como —en menor medida— en las planificadas, donde la búsqueda de un crecimiento rápido ha postergado con frecuencia los objetivos de equilibrio regional. En cualquier caso, la aparición de procesos difusores del crecimiento cuando se alcanzan densidades elevadas y, sobre todo, la creciente intervención de los poderes públicos presionados por los movimientos sociales en la mejora de las condiciones de vida, han suscitado diversas actuaciones en materia de planeamiento regional y urbano que, sin atentar contra las bases fundamentales del sistema, han supuesto paliativos a la desigualdad espacial. Las recientes tendencias descentralizadoras que conlleva la nueva división espacial del trabajo y la mejora tecnológica, traducidas en algunos de los cambios que acaban de señalarse, han incidido en la misma dirección, alterando la distribución espacial de las regiones ganadoras (áreas metropolitanas ejes de desarrollo, espacios turísticos...) y perdedoras (regiones agrarias tradicionales, áreas mineras e industrializadas en declive...), lo que ha provocado la necesaria renovación de las políticas de desarrollo regional y local, así como de ordenación territorial. De ahí que, aun siendo evidentes y sentidos por la población de las diferentes regiones, los contrastes no son tan acusados como los del mundo subdesarrollado, marcado por un fuerte dualismo en lo económico, lo social y lo espacial. Pese a que todos estos rasgos no dejan de ser muy genéricos, sirven como contexto general en el que pueden insertarse desde ahora los análisis regionales que vamos a realizar. Comprobar hasta qué punto las realidades concretas se explican a la luz de los modelos teóricos, es objetivo para una geografía que intente ir más allá de la casuística específica de cada lugar, buscando esa interrelación entre procesos globales y realidades locales que permita racionalizar el espacio en que vivimos (Santos, M., 1996). Bibliografía básica Amin, S-; Arrighi, G.; Frank, A. G. y Wallerstein, I, (1983): Dinámica de la crisis global, México, Siglo XXI, 256 pp. Berzosa, C.; Bustelo, P. y De la Iglesia, J. (1996): Estructura económica mundial, Madrid, Síntesis, 495 pp. Dicken, P. y Lloyd, P. E. (1981): Modern Western society, A geographical perspective on work, home & well-being, Londres, Harper and Row, 396pp. Di Meo, G. (1988): Les démocraties industrielles. Crise et mutation de l´espace, Paris, Masson, 244pp. George, P. (1983): Geografía de las desigualdades, Barcelona, Oikos-Tau. Lacoste, Y. (1978): Geografía del subdesarrollo, Barcelona, Ariel, 336 pp. Méndez, R. (1997): geografía económica. La lógica espacial del capitalismo global, Barcelona, Ariel, 384 José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES pp. Myrdal, G. (1965): Teoría económica y regiones subdesarrolladas, México, FCE, 188 pp. Palazuelos. E. (coord.) (1988): Dinámica capitalista y crisis actual, Madrid. Akal, 410 pp. Sampedro. J. L. y Berzosa, C. (1996): Conciencia del subdesarrollo veinticinco años después, Madrid, Taurus, 285 pp. Vidal Villa, J. M. (1990): Hacia una economía mundial. Norte-Sur frente afrente, Barcelona, Plaza & Janés, 409 pp.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES Capítulo III
EUROPA: INTEGRACIÓN Y CONTRASTES EN LA CUNA DE LA INDUSTRIALIZACIÓN
I.
La individualización del espacio europeo
Si las fronteras políticas de los Estados resultan bastante precisas, aunque históricamente cambiantes, no ocurre lo mismo con las que delimitan las diez unidades o conjuntos regionales que aquí se han diferenciado. Por este motivo, los límites de Europa no se prestan a un consenso generalizado, particularmente por lo que se refiere a sus márgenes meridional y, sobre todo, oriental, exigiendo en consecuencia una breve justificación del criterio adoptado. Por un lado, algunos autores consideran que el Mediterráneo es, más que una línea de separación, un vínculo de unión entre todos los países ribereños de la cuenca que, a partir de unas condiciones ecológicas similares, han desarrollado unos modos de vida tradicionales claramente emparentados, que exigen un tratamiento conjunto (Perras, R., 1990). Sin negar esa semejanza, e incluso los vínculos históricos que ligan ambas orillas mediante relaciones alternantes de cooperación o conflicto, una visión de la realidad actual como la que aquí se pretende no puede ignorar los contrastes evidentes hoy, tanto en lo que se refiere al nivel de desarrollo como a la diversa tradición cultural y su materialización espacial, razones que juzgamos suficientes para llevar a cabo un análisis separado. Mayor tradición aún, sobre todo en lo que respecta a las representaciones cartográficas, tiene el límite de los Urales como divisoria entre los mundos europeo y asiático. Aceptando su significado histórico concreto, cuando en el siglo XVII venía a suponer el límite oriental del Imperio ruso, su vigencia actual resulta prácticamente nula. Si desde el punto de vista físico esta barrera de escasa altitud no impide que la distribución de las regiones naturales se organice perpendicularmente a su dirección, mucho menos significado tiene aún desde una perspectiva política o de organización territorial; el estado ruso, como antes el soviético, es una entidad político-espacial indudable, que en un rápido e intenso movimiento colonizador incorporó buena parte de sus regiones orientales al proceso de industrialización y transformaciones en todos los órdenes que han presidido su evolución reciente, sin que el Ural represente hoy más que una simple unidad fisiográfica dentro del país. Mayores dudas suscitan hoy algunos de los nuevos países surgidos tras La desintegración de la Unión Soviética (Ucrania, Bielorrusia, Moldavia, Estoma, Letonia y Lituania) y afectados por una difícil transición hacia la economía de mercado que íes asemeja a sus vecinos y anteriores aliados en el Pacto de Varsovia. No obstante, el criterio aquí adoptado ha decidido mantener dentro del mismo conjunto regional aquellas repúblicas de la antigua URSS que hoy se integran en la Comunidad de Estados Independientes (CEÍ), dejando al margen los tres estados bálticos que rechazaron esa pertenencia. Si algún rasgo físico hay que destacar en la configuración de Europa, éste puede ser la profunda influencia que ejerce el océano en buena parte de la región, junto a la notable fragmentación territorial en pequeñas unidades morfoestructurales que ha promovido su frecuente calificación como verdadero «mosaico» geográfico. Pese a su tradicional consideración como uno de los cinco continentes poblados del globo, Europa aparece en cualquier mapa como un conjunto más o menos triangular de penínsulas, archipiélagos y mares interiores en el extremo occidental de Eurasia, que justifican una amplia fachada oceánica para la casi totalidad de países (cuadro III.1). Además de facilitar el desarrollo de actividades específicas ligadas al mar y una pronta relación con otras regiones del mundo, la escasez de barreras montañosas opuestas a la penetración del viento oceánico ha favorecido también una suavización climática en buena parte del territorio, apoyo indudable a la ocupación humana.
Continente Europa
Cuadro III. 1. El carácter marítimo de Europa Superficie Penínsulas Islas Islas y penínsulas (mill. km2) (mill.km2) (mili km2) en superficie total 9,97 2,70 0,75 34,6* José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Asia 44,1 8 7,94 2,70 24,0 América del Norte 24,10 2,04 4,11 25,6 América del Sur 17,87 0,05 0,15 1,1 África 29,82 …. 0,62 2,1 Australia 8,90 0,42 1,30 19,3 * Sin Rusia europea, 4,94 mill. Km2 y 69,8% respectivamente Fuente: Mellor, R. E. H.-Smith, E. A. 1979.
Precisamente es la antigüedad de ese poblamiento, la densidad alcanzada en la ocupación, y el extraordinario desarrollo de las civilizaciones aquí asentadas, lo que justifica la intensa humanización del espacio, con amplio predominio de los paisajes «culturales», y el evidente peso de los factores históricos en la justificación de ciertas realidades actuales. Más allá de cualquier etnocentrismo, es también evidente que Europa ha jugado un papel de primer orden en el devenir de la Humanidad durante los últimos cinco siglos. Foco originario y desde el que se difundieron modelos económicos y pautas culturales que alcanzaron su máxima expresión con la Revolución Industrial, Europa se inserta hoy en el contexto mundial dentro de las regiones con estructuras asimilables al modelo característico del desarrollo, si bien su posición dominante declinó durante el siglo XX en favor de las dos superpotencias que organizaron durante más de cuatro décadas sus respectivas áreas de influencia a costa de la división del territorio europeo en bloques, así como ante la actual pujanza japonesa en los aspectos tecnológicos y económicos, que ha permitido considerar la existencia actual de una Tríada del poder (Ohmae, K., 1985), que ejerce su liderazgo en los asuntos mundiales. Pero todo lo anterior no impide que la diversidad interna presida muchas de las realidades europeas. Si la fragmentación del relieve favoreció históricamente la separación de los grupos humanos, la emersión de los estados actuales consolidó las diferencias que el desigual desarrollo y la ya citada oposición de bloques no hicieron sino reforzar. El surgimiento de la «idea europea» como superadora de algunas de estas contradicciones ha tenido aún efectos limitados, pero es sin duda una de las realidades o, mejor, de los proyectos con mayor interés para el futuro de quienes vivimos en este rincón del planeta. El proceso de integración global, articulado en torno al núcleo originario de la Comunidad Europea y reforzado con las sucesivas ampliaciones hasta la actual Unión Europea de 15 miembros, la desaparición del Muro de Berlín, la reunificación alemana y los profundos cambios que experimentan hoy los países orientales, parecen abocar a la construcción de una nueva geografía de Europa en este tramo final del milenio. II.
Condicionantes en la organización del espacio europeo
1. LA DESIGUALDAD RESPECTO A LA INDUSTRIALIZACIÓN Y EL CRECIMIENTO ECONÓMICO Si habitualmente las obras de geografía regional suelen considerar que las condiciones impuestas por el medio físico son un primer elemento de diferenciación, exigiendo un tratamiento previo, en Europa la ocupación a lo largo de la Historia por los diferentes grupos sociales es el factor que otorga una personalidad más acusada a sus diversos territorios. En este sentido, un condicionante esencial de las realidades actuales ha sido el proceso de transformaciones en todos los órdenes iniciado hace aproximadamente dos siglos y que conocemos como primera Revolución Industrial. Entre las diversas consecuencias generadas que resultan de interés desde una perspectiva geográfica (Méndez, R„ 1997. 84-100), merecen destacarse dos esenciales. La primera y más importante fue la inserción de Europa dentro de las áreas desarrolladas, con el surgimiento de una nueva lógica espacial —la del capitalismo industrial— que respondía al nuevo modo de producción y a las relaciones sociales que le son inherentes. Como afirma Kemp, «hace unos 200 años, alterando los modos de vida conocidos hasta entonces, se iniciaba una revolución trascendental en la historia del género humano que significó un avance hacia el desarrollo de la humanidad tal como la conocemos hoy. Una transformación estructural que, vista en perspectiva, había estado gestándose durante siglos, e inclinaba la balanza de la actividad productiva agrícola a la industrial, y abría un sinfín de posibilidades al crecimiento de la productividad humana. Este proceso, descrito en primera instancia como industrialización, iniciaba los tipos de trabajo y estilos de vida que distinguen al mundo moderno del antiguo, a los países avanzados de los retrasados» (Kemp, T., 1981, 21). Al ser Europa cuna de esta revolución, se convirtió en región dominante y foco innovador a escala mundial hasta el primer cuarto del siglo XX, difundiendo nuevos modelos culturales y de organización en buena parte del mundo, Destaca en este sentido la implantación de los imperios coloniales, que alcanzó su cénit a finales del siglo XIX, basada en el poderío económico y militar de las potencias europeas, y que supuso la importación de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES recursos foráneos en grandes cantidades, junto a la apertura de nuevos mercados para las manufacturas y la exportación de excedentes de capital. Así, en 1914 se estimó en 44.000 millones de dólares el capital europeo exportado, del que tres cuartas partes correspondían al Reino Unido (42 %), Francia (20 %) y Alemania (13 %), y que generó unos intereses medios del 5,4 % anual. Paralelamente, el proceso reforzó los contrastes internos existentes hasta entonces en relación con la incorporación más o menos tardía de los diferentes países y regiones. El movimiento industrializador se inició en Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XVIII, afectando en las décadas siguientes a una serie de países del entorno inmediato (Alemania, Bélgica, Francia.,.) y a Estados Unidos, con pequeñas variaciones respecto al modelo inglés (mayor dependencia de la financiación bancaria y de la ayuda estatal). De este modo, a mediados del siglo XIX era ya una realidad palpable la división de Europa en dos, la del caballo de vapor en el noroeste y la del caballo de tiro en el sur y este del continente (Braudel. F., 1969. 328). A partir de ese momento, la evolución seguida por ambos grupos de países ha presentado claras diferencias, que condicionan en buena medida la jerarquización y funcionalidad actuales del sistema territorial europeo. Antes de considerar esas diferencias, puede ser de interés procurar una explicación inicial de la desigual capacidad para asimilar la industrialización mostrada por unos y otros. En esencia, la incorporación de los países de Europa noroccidental al proceso de cambio se relacionó con la existencia de una serie de transformaciones previas, económicas, sociales e institucionales, iniciadas ya desde el siglo XVII y que cimentaron el posterior desarrollo fabril. En primer lugar, tuvo lugar una expansión económica que posibilitó una creciente acumulación de capital. Dado el carácter esencialmente agrario de las sociedades europeas del momento, fueron las mejoras en este ámbito —que suelen conocerse como revolución agrícola— las que mayor importancia alcanzaron (Bairoch, P., 1973, 39-54), permitiendo por medio de la mejora del utillaje la sustitución del barbecho por la rotación de cultivos, la difusión de nuevas plantas (patata, maíz...) y razas seleccionadas, junto a una serie de reformas estructurales que supusieron la práctica desaparición de la propiedad señorial en favor de una explotación directa de la tierra, con un aumento de los excedentes. La expansión del comercio y de la artesanía, vinculada en parte al incremento de la demanda que trajo consigo la mejora general del nivel de vida, actuaron complementariamente como factores de impulso.
Cuadro III.2.
Evolución estimada de la población europea hasta el siglo XX
Año Población (millones hab.) 1 30 600 16 1000 30 1350 60 1400 35 1650 87 1700 96 1750 118 1820 170 1850 210 1900 305 Fuente: M. Reinhardi- A. Annengaud. 1966; W. D. Borrie, 1970. De modo paralelo e interrelacionado, el siglo XVIII también conoció en los países más avanzados de Europa la ruptura del llamado ciclo demográfico primitivo, vigente hasta esa fecha y caracterizado por altas tasas de natalidad y mortalidad, con crisis cíclicas vinculadas a períodos de guerras, epidemias y hambres, en favor de un crecimiento progresivo y constante debido a la disminución de la mortalidad, que permitió una rápida ampliación del capital humano disponible y una mayor estabilidad en las perspectivas de la economía. Según las estimaciones de que se dispone, la población europea apenas había logrado triplicarse desde comienzos de nuestra era y hasta 1700, con fases regresivas debidas a mortalidad catastrófica tan marcadas como las de los siglos VI-VII (caída del Imperio romano de occidente y sucesivas oleadas invasoras), el XIV («peste negra», llegada a Europa en 1347), o el período 1660-1740 (Guerra de los Treinta Años, Fronda, pervivencia de epidemias y posible enfriamiento climático que redujo los José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES rendimientos agrícolas). A partir de esa fecha, y sobre todo desde mediados de siglo, el crecimiento se aceleró de modo visible, bastando ya poco más de una centuria para duplicar los efectivos, en tanto la población mundial sólo creció un 60 % en ese período (de 750 millones en 1750 a 1.200 millones en 1850). En los países más afectados, el incremento fue aún mayor, y así, por ejemplo, en Inglaterra y Gales la población pasó de ó a 18 millones en esos mismos años, superando los 30 millones en 1900(cuadro III.2). Ante una natalidad estabilizada en torno a un 30-35 ‰ anual, la clave del cambio demográfico hay que relacionarla con el retroceso de la mortalidad posibilitado por el aumento de las subsistencias que redujo la incidencia de los periodos críticos, la disminución de conflictos bélicos de carácter devastador, y la desaparición de la peste bubónica, a los que ya en el siglo XIX se sumaría la rápida mejora de la medicina, particularmente de la epidemiología (descubrimiento de la primera vacuna antivariólica por Jenner en 1789). De este modo, las tasas de crecimiento natural de los países noroccidentales alcanzaron por vez primera de modo estable el 1 % anual, e incluso cifras superiores, en tanto los mediterráneos y danubianos tardarían prácticamente un siglo en iniciar ese proceso. En este contexto económico y demográfico, apoyado por las diferentes revoluciones burguesas que sacudieron Europa desde 1789, pudieron aplicarse las sucesivas mejoras Tecnológicas surgidas desde finales del XVIII en la industria textil y de hilaturas, o más tarde, en la siderurgia. Las inversiones necesarias para aplicar las nuevas técnicas, que posibilitaban una elevación de la productividad y la aparición de actividades nuevas, sólo se realizaron cuando los empresarios consideraron que existían expectativas de beneficio suficientes para justificarlas; en este sentido, el cambio tecnológico puede considerarse una respuesta a las condiciones del mercado. Dentro de estas mejoras tecnológicas hay que hacer especial mención, por su particular incidencia geográfica, de la revolución del transporte que acompañó las primeras etapas industrializadoras. Uno de los rasgos esenciales de las sociedades preindustriales era su inmovilidad, dominadas por una economía prácticamente cerrada en la que la mayor parte de los escasos intercambios existentes se limitaban al ámbito local o comarcal, sin apenas integración de los mercados a escala regional y mucho menos nacional. Las escasas mejoras en este sentido realizadas en el siglo XVIII se habían concentrado en la construcción de canales o en el acondicionamiento de la red de carreteras, pero sólo la aparición del ferrocarril con la apertura de la línea Manchester-Liverpool en 1830, y la posterior aplicación del vapor a la navegación, permitieron la expansión de las relaciones capitalistas al abaratar sustancialmente la circulación de los factores productivos (materias primas, energía, trabajo, capitales) y de los productos manufacturados. Junto a su impacto directo sobre fenómenos tales como los movimientos migratorios masivos o la especialización productiva regional, los ferrocarriles generaron otros efectos multiplicadores al impulsar el empleo y la demanda en sectores industriales tan importantes como la siderurgia, la construcción de maquinaria y material de transporte, los textiles, etc., además del carbón. La conjunción de todos estos elementos en los países del noroeste europeo durante la primera mitad del XIX les permitió adentrarse decididamente en un camino de industrialización rápida, acompañado de una profunda reorganización territorial como adaptación a las nuevas condiciones imperantes, en donde fábrica y ciudad se constituyeron en elementos clave dentro de un contexto general de crecimiento sostenido, aunque con ritmos diferentes según circunstancias de lugar y tiempo. El desarrollo fabril vino a suponer, en el plano geográfico, una creciente concentración: frente a los talleres artesanales, generalmente dispersos por no depender de una fuente de energía dominante y con claro predominio de la empresa familiar, acompañados en ocasiones por diversas formas de trabajo a domicilio y dependiente de un empresario-comerciante, se impone ahora la factoría, cada vez de mayor tamaño y con una localización altamente selectiva, que tiende a primar la proximidad a las mentes de recursos naturales, en particular el carbón, o, en su defecto, a los puertos y ejes ferroviarios por donde éstos pueden recibirse con menor coste. Por su parte, la nueva ciudad industrial unirá, al rápido aumento en superficie y población, una creciente segregación en el uso del suelo. En resumen, el espacio de las sociedades del capitalismo industrial europeo se muestra progresivamente heterogéneo, segregado y complejo. Por su parte, la Europa mediterránea y balcánica quedó marginada del proceso en la primera mitad del siglo XIX al no cumplir las condiciones requeridas. Este conjunto de países de predominio agrario y fuerte arraigo de sus estructuras tradicionales, quedó así convertido en periferia inmediata, dentro de la naciente división internacional del trabajo. Junto a la exportación de alimentos y materias primas minerales con destino a la Europa industrial, se convirtieron en espacio de confrontación en el que las diferentes potencias pugnaban por establecer sus áreas de influencia: la accidentada evolución política de la península balcánica en el siglo XIX y la primera mitad del XX, con frecuentes conflictos bélicos y cambios de fronteras, refleja con particular claridad la presión ejercida por los imperios circundantes, y la repetición de esa inestabilidad a finales del siglo XX no es sino reflejo del cambio producido en el escenario geopolítico con la crisis del esquema bipolar dominante durante casi cincuenta años, que estabiJosé Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES lizó las fronteras surgidas de la II Guerra Mundial. En estos países de desarrollo tardío (Fuá. G., 1983), el comienzo de la industrialización se retrasó al menos hasta los umbrales del siglo XX, cuando ya existían en el panorama internacional una serie de potencias industriales hegemónicas, lo que condicionó un modelo evolutivo de características y efectos claramente diferentes del anterior. La mayoría de industrias que comenzaron a surgir no se orientaron tanto a constituir un verdadero sistema económico nacional, como a completar el sistema internacional, dando prioridad a sectores como la primera transformación de materias primas con destino a la exportación, o la producción de bienes de consumo antes importados (sustitución de importaciones), en tanto escaseaban las de bienes de equipo. Estas actividades conocieron desde sus orígenes una importante participación del capital y la tecnología procedentes del exterior. En muchos casos fueron filiales de las grandes empresas industriales radicadas en los países centrales, que también controlaban buena parte de la actividad minera, bancaria o vinculada a los ferrocarriles. El carácter exógeno que en gran medida revistió aquí el despegue industrial, no basado en reformas previas de las estructuras socioeconómicas, acentuó su grado de concentración espacial y los consiguientes desequilibrios regionales, tanto por la profunda crisis de un mundo rural apenas evolucionado que generó un intenso éxodo, como por las dificultades a que se enfrentó la difusión espacial de las innovaciones, limitadas por lo general a unos cuantos enclaves. Por último, el proteccionismo necesario para posibilitar el surgimiento de empresas fabriles frente a la competencia exterior, trasvasado a la agricultura al objeto de asegurar unas rentas mínimas y, con ello, una demanda para los productos manufacturados, favoreció un cierto minifundismo industrial y una escasa modernización de las estructuras productivas, junto al desarrollo de regímenes de competencia imperfecta (monopolios, oligopolios) en ciertas actividades. Las diferencias establecidas, pues, en el siglo XIX se han mantenido y reforzado con el paso del tiempo en virtud de los procesos de crecimiento acumulativo, adaptándose a las cambiantes coyunturas y al desarrollo tecnológico hasta conformar una estructura funcional que define claramente a Europa como región nodal, por encima de las fronteras políticas, la gran variedad de condiciones ecológicas, e, incluso en su día, la división en bloques. 2.
LA VARIEDAD DE REGIONES NATURALES
La consideración de la influencia ejercida por el medio físico en la organización general del espacio europeo es un buen exponente del papel que juega la escala en todo análisis geográfico. Sí en ámbitos más reducidos —desde el local al nacional— las condiciones ecológicas son, sin duda, un elemento relevante en la diferenciación espacial, en un análisis global de la actual realidad de Europa sólo puede asignársele un papel secundario. Aquí, la moderación que preside casi todos sus rasgos se combina con el elevado desarrollo técnico-económico alcanzado por las sociedades europeas y sus altas densidades, para limitar sus efectos. No obstante, su huella sigue presente, sobre todo en la gran variedad de dominios que se yuxtaponen dentro de un espacio relativamente pequeño, cuyos efectos son apreciables tanto en la diversidad paisajística como en las formas de vida y actividad tradicionales, o en la actual especialización productiva de las distintas regiones. Un primer elemento de diferenciación es el que introducen el relieve y la litología. En este sentido, Europa puede dividirse a grandes rasgos en cuatro conjuntos fisiográficos que de norte a sur corresponden a las cordilleras noroccidentales, en el frente atlántico, las llanuras centrales que desde Francia se amplían progresivamente en dirección al este, el conjunto de pequeños macizos y cuencas interiores que se sitúan al sur de éstas y, finalmente, las cordilleras meridionales extendidas desde Gibraltar hasta Anatolia, formando el conjunto montañoso de mayor entidad. Esta disposición general se relaciona estrechamente con las grandes unidades tectónicas del continente, y condiciona, asimismo, unos dominios litológicos contrastados, de gran interés por su influencia directa sobre las posibilidades de desarrollo de las actividades agrarias y extractivas (fig. 3.1). Dejando de lado el caso de Islandia, que corresponde a un fragmento emergido de la dorsal atlántica, dominio por tanto de los materiales eruptivos, las cordilleras que desde Escandinavia, y ocupando asimismo parte de Gran Bretaña e Irlanda, limitan de forma discontinua el frente noroccidental europeo, son fragmentos de la antigua cordillera caledoniana emergida en la primera mitad del Paleozoico por compresión entre los escudos canadiense-groenlandés y báltico (o fenoscandio-ruso). El posterior aplanamiento desencadenado por los agentes erosivos y su cratonización, se vieron completados por una intensa fracturación, efecto de orogenias posteriores, que acabaron por hundir unos bloques —identificados hoy con la plataforma continental del mar del Norte y del de Irlanda— en tanto otros eran reelevados, dando origen a las actuales cordilleras, El resultado de la tectónica de fractura es su identificación actual como relieve de estilo germánico, en el que domina ampliamente el roquedo cristalino y metamórfico modelado en formas planas o suavemente alomadas (superficies de erosión), en José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES las que se encaja la red hidrográfica. La excepción son los Alpes Escandinavos, que deben sus formas más agrestes a los importantes retoques glaciares que han aguzado sus crestas y ensanchado unas valles que, aprovechando por lo general las líneas de debilidad, acaban en su margen occidental en forma de fiordos, resultado de su invasión por el mar tras la última glaciación. Por el este, en cambio, se desciende gradualmente hacia el Báltico y Carelia, fragmentos hundidos del antiguo escudo precámbrico, afectados asimismo por profundas huellas glaciares, particularmente visibles en los arcos de colinas morrénicas que patentizan las fases de retroceso del antiguo inlandsis cuaternario, los lagos de barrera, y el predominio de sedimentos groseros de textura arenosa, que dan origen a suelos poco fértiles. Rasgos bastante similares presenta el conjunto de pequeñas macizos que, desde la Meseta española y hasta Checoslovaquia, constituyen el exponente más visible del mosaico europeo. Corresponden a fragmentos de la antigua cordillera herciniana, surgida a finales del Paleozoico al sur de la anterior, y sometida más tarde a los mismos procesos de arrasamiento, cratonización y posterior fracturación, como resultado de los esfuerzos a que estuvo expuesta en la última orogénesis. También aquí los horsts o fragmentos levantados se identifican con las áreas montañosas actuales, delimitadas por grandes líneas de falla que individualizan una serie cuencas hundidas y tapizadas por sedimentos posteriores que hoy generan el dominio de Las formas tabulares o monoclinales, al tiempo que han servido tradicionalmente de asiento a las actividades agrícolas (Duero y Tajo-Guadiana en España, París y Saona en Francia, fosa del Rhin en Alemania, Bohemia en Checoslovaquia...). Dentro de los bloques elevados, la variedad de formas es relativamente amplia, pudiendo diferenciarse, según Birot, los macizos de la zona interna, más próximos a las cordilleras alpinas y sometidos por tanto a una mayor compresión, con escarpes de falla más acusados, abundancia de materiales cristalinos que dan lugar a relieves de estilo germánico (Macizo Galaico, Sistema Central español, Macizo Central francés, Macizo Armoricano, Vosgos, Selva Negra, Cuadrilátero de Bohemia...), o sajónico si están recubiertos por una película sedimentaria (Sistema Ibérico...), frente a los de la zona externa, de topografía más suave y mayor importancia de las rocas sedimentarias y metamórficas (Macizo Esquistoso- Renano, Ardenas, Harz...), que originan una relativa abundancia de relieves apalachenses (Birot. P., 1970, 141).
a)
Grandes conjuntos morfoestructurales en Europa.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
b)
Distribución de regímenes climáticos en Europa (según Viers). Fig. 3.1.
Características del medio naturales Europa.
Entre las cordilleras del frente atlántico y éstas se extiende una llanura de forma triangular, progresivamente abierta hacia el este, identificada con un fragmento de las cordilleras paleozoicas también hundido en la última orogénesis y tapizado por una espesa cobertera sedimentaria depositada subhorizontalmente cuya fisonomía actual ha sido profundamente marcada por las dos últimas glaciaciones del Cuaternario, que en su máximo avance llegaron hasta el límite con los macizos hercinianos aproximadamente. Dentro de la general horizontalidad dominante, traducida en una costa baja y arenosa, es precisamente la herencia glaciar la que justifica la alternancia de pequeñas elevaciones de apenas un centenar de metros, identificadas con las antiguas morrenas frontales, entre las que destacan las Colinas Bálticas, profundamente disecadas por la erosión fluvial, con áreas deprimidas y frecuentemente mal drenadas, así como suelos arenosos de escasos rendimientos. Aunque también existen aquí lagos de barrera, si bien menos numerosos que en el escudo báltico, los principales efectos de las glaciaciones en la ocupación del territorio se orientan en otro sentido: de una parte, hay que citar los antiguos cauces glaciares o «urstrornthaler», de dirección este-oeste, excavados por los ríos cuando el inlandsis septentrional ocultaba la actual costa del mar del Norte y Báltico, abandonados parcialmente cuando los ríos —mediante capturas— readaptaron su trazado a la situación actual, y aprovechados hoy por la densa red de canales que cubre la región; de otra, la margen meridional de la llanura aparece recubierta por suelos de loess, de textura fina y elevado potencial agronómico, que corresponden a los materiales depositados por los glaciares en su margen externa, y que tradicionalmente han favorecido el asentamiento de población en contraste con las áreas más septentrionales. El último conjunto morfoestructural corresponde a las cordilleras surgidas en la orogénesis alpina, a mediados del Cenozoico, como resultado de la compresión ejercida por el escudo africano sobre el eurasiático, y que forman un frente continuo a lo largo de las costas mediterráneas, si bien las bifurcaciones y formas arqueadas resultan frecuentes, dibujando los límites de las microplacas aquí existentes (véase fig. 12.2). El dominio de los materiales sedimentarios, principalmente calcáreos, depositados en el geosinclinal de Tethys, junto al carácter de cordilleras jóvenes de plegamiento, justifica su mayor altitud (hasta 4.807 metros en el Mont Blanc) y complejidad, si bien a este respecto cabe distinguir las cadenas de estilo jurásico, de estructura sencilla y escaso vigor por corresponder a la margen externa del geosinclinal, de las propiamente alpinas. En estas últimas, la estructura interna suele estar dominada por una zona axial cristalina de mayor o menor desarrollo según los casos y cumbres más elevadas, bordeada por otras sedimentarias (prealpinas) de menor altitud aunque mayor complejidad topográfica, que entran en brusco contacto con llanuras subalpinas marginales originadas por la descompresión posterior a la emersión de las propias cordilleras, traducida en el hundimiento de algunos fragmentos (Guadalquivir, Ebro, Aquitania, Ródano, Po, Panonia, Moldavia-Valaquia...), y por las que circulan algunos de los grandes ríos del continente. Finalmente, los retoques glaciares han sido muy intensos en las áreas de mayor altitud, y particularmente en los Alpes, contribuyendo a abrir vías naturales de penetración a través de los amplios valles en artesa, que han limitado considerablemente los obstáculos impuestos por estas barreras naturales al desplazamiento y la comunicación entre sus márgenes. Pero tanta o mayor importancia que las formas de relieve, tienen hoy las características climáticas en la diferenciación del espacio europeo. El primer rasgo a destacar, común a la mayor parte de la región, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES es la moderación térmica, resultado de la acción combinada de la latitud y la influencia oceánica ya mencionada. Situada entre los 36 y 70° N, Europa queda inmersa, salvo en su extremo septentrional, dentro de la banda de latitudes medias caracterizada por un balance térmico equilibrado con dominio de los promedios anuales entre 10-15°, y una alternancia en la influencia que ejercen las masas de aire polar y tropical, traducida en un evidente contraste estacional. Al propio tiempo, sus costas occidentales se ven bañadas por la corriente cálida de la Deriva Noratlántica, prolongación septentrional de la del Golfo, cuyos efectos se hacen sentir en una elevación de la temperatura del aire en contacto con ella, que permite unos valores térmicos en invierno hasta 11° superiores a los de la costa norteamericana, además de facilitar la evaporación y elevar la carga de vapor en las masas de aire oceánicas que luego penetran en Europa. La escasez de barreras orográficas elevadas que obstaculicen el avance de estos vientos cargados de humedad, sumada a las reducidas dimensiones del continente y lo recortado de sus costas, difunden la influencia del océano, limitando los rasgos de continentalidad a las regiones más orientales o a aquellas cuencas hundidas y protegidas por masas montañosas. En la justificación de los contrastes climáticos regionales tienen mayor importancia, en cambio, el efecto ejercido por los centros de acción y el del propio relieve. Dentro de la zona de circulación del oeste, Europa se ve afectada por la influencia de dos centros dinámicos permanentes y sometidos al balanceo estacional, situados sobre el Atlántico norte: la depresión de Islandia y el anticiclón de Azores. La primera se identifica con una de las perturbaciones del frente polar, que afecta esencialmente durante el invierno, periodo en que se desplaza hacia el sur y se ve reforzada térmicamente, originando la mayoría de las precipitaciones que se producen, sobre todo en la vertiente atlántica, mientras se debilita en el verano, desplazándose asimismo hacia el norte y afectando sólo de modo regular a Islandia, Escandinavia y los sectores septentrionales de las Islas Británicas. Por su parte, el anticiclón de Azores se integra dentro del cinturón subtropical de altas presiones, originando tiempo estable y temperaturas relativamente elevadas cuando en verano se sitúa sobre Europa, en tanto su influencia queda circunscrita al área mediterránea durante el invierno. Junto a estos dos centros dinámicos, también hay que reseñar el efecto ejercido por el centro térmico eurasiático que se instala sobre el interior del continente, regulando en particular el régimen termopluviométrico imperante en la Europa oriental, aunque esporádicamente pueda afectar al resto. Durante el invierno, el rápido enfriamiento de la superficie terrestre se transmite a las capas bajas de la atmósfera generando subsidencia y, por tanto, un predominio del tiempo estable pero muy frío, sólo roto por la penetración circunstancial de alguna borrasca procedente del Atlántico; en verano, el recalentamiento continental invierte la situación barométrica, facilitando los movimientos convectivos, y, por consiguiente, las precipitaciones. Finalmente, las barreras montañosas ejercen un doble efecto climático: además de generar un descenso térmico y un incremento de humedad a medida que se asciende, traducidos en un escalonamiento climático, su orientación respecto a los vientos dominantes genera un marcado contraste entre las vertientes occidentales, a barlovento, mucho más húmedas, y las orientales, a sotavento, afectadas por fenómenos de foehn. Esta disimetría resulta particularmente manifiesta en las cordilleras del frente noroccidental (Alpes Escandinavos, Macizo Galaico, Cordillera Cantábrica...) y en los Alpes. En consecuencia, Europa aparece dominada por tres grandes áreas climáticas (fig. 3.1b). La primera se identifica con el clima oceánico de costa occidental imperante en toda la vertiente atlántica, desde Noruega al litoral gallego, y caracterizado por temperaturas suaves todo el año, con amplitud térmica escasa (inferior a 15°), precipitaciones abundantes y bien repartidas, sin estación seca (cociente estacional entre 1-2), y escasa insolación (1.000-1.500 horas de sol/año). Dentro de estos rasgos de conjunto, los matices regionales se relacionan con el descenso térmico inherente al aumento de latitud, la mayor abundancia de lluvias allí donde existe efecto orográfico complementario, y una progresiva degradación hacia el interior (cuadro III.3). Los contrastes existentes entre Thorshavn, Bergen, Brest y Burdeos permiten precisar esas variaciones, al tiempo que Bremen y Oporto marcan con claridad la transición hacia los dominios continental y mediterráneo, respectivamente. Estas condiciones favorecieron el desarrollo de una densa cobertura vegetal identificada con el bosque caducifolio (hayas, robles, castaños..,) como formación «climax». No obstante, la intensa deforestación sufrida a lo largo de la Historia ha reducido drásticamente las superficies boscosas, hoy limitadas de modo casi exclusivo a las vertientes montañosas y muy afectadas por la repoblación, que ha introducido especies foráneas (pinos, eucaliptos...), al tiempo que ampliaba la superficie ocupada por las landas (matorral de brezos, helechos, tojos...) y praderas subseriales. El régimen de precipitaciones y la horizontalidad topográfica imperante en la llanura centroeuropea han permitido asimismo un caudal bastante regular y una escasa velocidad a los ríos que atraviesan esta región, favoreciendo su navegabilidad, factor de gran importancia en el proceso industrializador como medio de transporte barato para mercancías voluminosas. En Escandinavia y el noroeste de la península Ibérica, las mayores pendientes, impiden este uso, favoreciendo como contrapartida el aprovechamiento hidroeléctrico. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
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Cuadro III.3.
Regímenes termopluvioméíricos en Europa
Mes Mes Tempe Cociente más más rat. Amplitud Precipitación Estación Estación cálido frío anual térmica total *1 Thorshavn (62° 14' N.) 11.1 3,7 7,1 7,4 1.433 1,81 Bergen (60° 24' N.) 15,0 1,3 7,5 13,7 1.758 1,20 Brest (48° 27' N.) 16,0 5,8 10,8 10,2 1.126 1,91 Burdeos (44° 50' N.) 19,5 5,2 13,0 14,3 896 1,43 Oporto (41° 08' N.) 19,5 9,0 14,2 10,5 1.154 5,23 Bremen (53° 05' N.) 17,0 1,0 8,7 16,0 655 0,66 Hannover (52° 27' N.) 17,6 0,2 8,9 17,8 672 0,67 Estocolmo (59°21' N.) 17,8 -3,1 6,6 20.9 556 0.55 Viena (48° 15' N.) 19.9 -1,4 9,8 21,3 660 0,57 Bucarest (44° 30'N.) 23,3 -27 10,9 26.0 379 0,62 Praga (50° 06' N.) 17,9 -26 7,9 20,5 508 0,34 Nápoles (40° 53' N.) 24,5 9,0 16,5 15,5 863 5,08 Atenas (37° 58' N.) 27,6 9,3 17,8 18,3 402 6,25 Almería (36° 50' N.) 25,3 11.4 17,9 13,9 226 8.20 Madrid (40° 24' N.) 24,2 4,9 13,9 19,3 601 2,15 Milán (45° N.) 23,8 1,3 12,9 22,5 1.001 0,84 Grandfjorden (78° 02' N.) 5,5 -19,5 -7,6 25,0 285 2.21 Zugspitze (47° 25' N.) 2,5 -11,6 -4,7 14,1 1.947 1,06 *1. Cociente estacional Ce = Precipitación invierno / Precipitación verano. *2. Índice de Gorezynsky K = 1,7 (A/ sen. f) (A = amplitud térmica, f = latitud).
índice de continentalidad *2 6,10 6,37 3,03 13, 84 6,65 13,60 17,90 20,91 28,53 43,66 24,86 19,52 29,711 18,98 10,37 33,47 22,97 12.44
Al alejarnos de la costa atlántica en dirección hacia el este, las amplitudes térmicas estacionales van elevándose paulatinamente ante el rápido descenso de los valores invernales, al tiempo que se reducen las precipitaciones y, sobre todo, tienden a producirse en los meses de verano (cociente estacional inferior a uno), lo que nos introduce en el dominio del clima continental húmedo, que ya anuncia los rasgos extremos característicos del territorio ruso. Si en la región del Báltico el contraste con la costa noruega es más acentuado por la disimetría que introducen los Alpes Escandinavos, en Centroeuropa las transiciones son muy suaves, pudiendo señalarse la línea del Elba como límite aproximado con el anterior. Junto al descenso térmico latitudinal, que contrapone los valores medios de Estocolmo (6,6°) a los de Hannover (8,9°) o Viena (9,8°), lo más destacado es el descenso de precipitaciones y la acentuación de los contrastes estacionales en dirección a los Balcanes (Bucarest), y en las cuencas interiores cerradas (Praga). Las mismas transiciones se observan en las formaciones vegetales: si en Suecia y Finlandia domina el bosque boreal de coníferas, mejor adaptado a las bajas temperaturas y el breve periodo vegetativo aquí existente, en Centroeuropa el bosque oceánico va degradándose progresivamente hacia el interior, para dar paso en la cuenca de Panonia húngara a la estepa de gramíneas, si bien en ambos casos la acción humana ha alterado profundamente los paisajes naturales. En la margen meridional del continente, al sur de las cordilleras alpinas, domina el clima subtropical de costa occidental o mediterránea, que ocupa una amplia banda latitudinal, entre los 30 y 45 ° N., que aquí integra desde la costa portuguesa a la del mar Negro. Junto a las temperaturas más elevadas que origina la latitud, además de la protección orográfica y el carácter de mar interior cálido que presenta el Mediterráneo, el rasgo más destacado es la creciente sequedad, particularmente en el verano, que junto a la mayor irregularidad interanual anuncian ya la proximidad a las regiones saharianas. Dentro de estas coordenadas, pueden también señalarse las mayores precipitaciones que registran las vertientes a barlovento (Lisboa, Nápoles) frente a las de sotavento (Atenas, Almería), y la degradación continental que aparece en las cuencas interiores, sobre todo si están relativamente aisladas por barreras montañosas (Madrid, Milán). Como en los casos anteriores, el dominio del bosque esclerófilo (encinas, alcornoques...) adaptado a la aridez estival ha sido muy afectado por la tala y el carboneo abusivos, dando hoy paso al predominio de las formaciones arbustivas de tipo garriga (coscoja, retama...) sobre suelos calcáreos, o maquia (jara, romero, brezo...), algo más denso, sobre suelos silíceos, e incluso la mal llamada estepa mediterránea (tomillo, esparto) en las áreas más secas o de peores suelos, junto a la repoblación con José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES coníferas realizada en las vertientes montañosas al objeto de frenar la intensa erosión que registran. Son precisamente la gran cantidad de aportes terrígenos de los ríos mediterráneos, junto a sus fuertes pendientes y los profundos estiajes que conoce su caudal, las causas que impiden su utilización como vías navegables salvo en tramos reducidos de las arterias principales, vinculando su aprovechamiento exclusivo a la construcción de embalses para riego y producción hidroeléctrica, si bien con costes infraestructurales muy superiores a los de la vertiente atlántica estaciones de bombeo para compensar la estacionalidad de caudales, presas adaptadas a resistir la elevada carga sólida en suspensión y las bruscas crecidas, etc.). Junto a estos tres grandes dominios ecológicos, baste señalar la existencia de una pequeña franja de clima ártico en el norte de Escandinavia y las Spitzberg (Grandfjorden), caracterizado por la inexistencia de verano térmico y el dominio de la tundra sobre un subsuelo permanentemente helado, además del escalonamiento altitudinal que desde el punto de vista bioclimático caracteriza todas las grandes cordilleras, y que podemos englobar genéricamente como climas de montaña (Zugspitze). La combinación de todos estos rasgos sobre las diversas regiones de Europa ha provocado una gran heterogeneidad en las condiciones de partida sobre las que han actuado los diferentes grupos humanos, ayudando, en consecuencia, a comprender mejor su actual estructuración territorial. 3.
EUROPA: ENTRE LA INTEGRACIÓN Y LA DESINTEGRACIÓN
Hasta el estallido de la II Guerra Mundial, Europa mantenía unas estructuras espaciales acordes con la lógica del capitalismo industrial, en donde a la propiedad esencialmente privada de los recursos productivos se sumaba el sistema de competencia en el mercado como regulador básico de las actuaciones llevadas a cabo por múltiples agentes. Los contrastes entre países y regiones según su nivel de desarrollo industrial no rompían la homogeneidad existente desde este punto de vista, sólo matizada por la pervivencia de regiones apegadas aun en buena parte a una economía de autosubsistencia, y dotadas por ello de una lógica espacial propia, dominada por el predominio de las relaciones de ámbito local o comarcal. El término del conflicto bélico trajo consigo la emergencia definitiva de dos superpotencias político-militares y económicas —de forma plena en el caso de Estados Unidos y sólo parcial en el de la Unión Soviética— que forzaron la división de Europa en áreas dependientes de cada una de ellas, con sistemas políticos y económicos enfrentados. Al contraste entre un centro industrializado y una periferia de predominio agrario-extractivo se añadió una divisoria entre el este y el oeste que se mantuvo estable durante casi medio siglo. El surgimiento del llamado «telón de acero» supuso, en el plano geográfico, la aparición en la Europa del Este de una nueva forma de concebir y gestionar el espacio, ligada al modelo de planificación centralizada en que el Estado se erige en agente organizador esencial, controlando los resortes que permiten modelar el territorio, y sustituyendo la anterior multiplicidad de centros decisorios. La instauración de los nuevos regímenes, operada progresivamente entre 1945 y 1948, afrontó, junto a la reconstrucción de unos países devastados por la guerra, una reforma en profundidad de las estructuras vigentes como paso indispensable para la construcción del socialismo, si bien bajo esquemas estalinistas importados de la URSS. Esto se tradujo, en primer lugar, en una rápida socialización de los medios productivos fundamentales, con la nacionalización de sectores clave como la industria, la minería, la banca o el transporte, junto a una serie de reformas agrarias tendentes a colectivizar la propiedad de la tierra. Al mismo tiempo, las estrategias de desarrollo marcadas se fijaron como objetivo primordial la industrialización acelerada, con prioridad a los sectores pesados y fuerte matiz autárquico, junto a la progresiva desaparición de las desigualdades sociales y espaciales, materializadas sobre todo en la dicotomía campo-ciudad. El medio de llevar a cabo estas transformaciones fue, desde 1949-1950, la planificación centralizada a imitación de la impuesta en la URSS 20 años antes. En cada país se creó una Oficina o Comisión Estatal de Planificación encargada de recoger información sobre la situación existente, tratarla y redactar en consecuencia unos planes, generalmente quinquenales, en los que se fijaban unos objetivos a cumplir y los medios que era preciso poner a su disposición para alcanzarlos. De este modo, el Plan, de base esencialmente económica, condicionó durante décadas todos los aspectos básicos vinculados a la organización del territorio, desde el destino sectorial y regional de las inversiones a los precios de los productos agrícolas e industriales, la creación de empleos, la construcción de viviendas e infraestructuras, etc. (Kaser, M.; Zielinsky, J. G., 1971). Puede destacarse la original vía yugoslava al socialismo, iniciada ya en 1948 tras la ruptura con la URSS, y concretada en 1950 al promulgarse la ley que institucionalizó ¡a autogestión obrera, por la que las empresas pasaban a ser administradas por los trabajadores autónomamente, dentro de las directrices generales marcadas por el Plan. Al tiempo, la permisividad respecto a la propiedad privada era también mayor, estableciéndose tan sólo unos umbrales máximos de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES 10 hectáreas en el caso de las explotaciones agrarias (que suponían el 80 % de las tierras cultivadas) y de 5 trabajadores en las restantes actividades. Finalmente, y junto a la descentralización de las decisiones, se otorgó un cierto papel al mercado en la asignación de los recursos y las localizaciones, así como una mayor apertura al exterior, que incluía la autorización de inversiones extranjeras. En el plano de la integración, en 1949 se constituyó el Consejo de Ayuda Económica Mutua (COMECON o CAEM), constituido por la Unión Soviética, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania, la RDA y, más tarde, Cuba, Mongolia y Vietnam. Desde su origen, el objetivo básico fue incrementar las relaciones comerciales entre sus miembros y favorecer la cooperación con vistas a una más rápida industrialización. Aunque la definitiva aprobación de sus estatutos en 1959 supuso un incremento de su actividad, los logros alcanzados siempre fueron modestos, limitados por graves problemas como puedan ser la orientación autárquica de las políticas económicas dominantes entre sus países miembros, el carácter no vinculante de los acuerdos, las dificultades en la convertibilidad monetaria, la existencia de discontinuidad física, o los fuertes contrastes económicos entre sus componentes. Pueden citarse, no obstante, algunas realizaciones como el desarrollo de complejos industriales supranacionales como los siderúrgicos de Eisenhüttenstadt, Calbe y Unterwellwnborn, en la RDA, que asociaban el lignito de Sajonia, el coque de Silesia y el mineral de hierro ucraniano, el Alumínico de Bitterfeld, cerca de Leipzig, que hacía lo propio con la bauxita húngara y el lignito alemán, o el gasoducto de Orenburg, entre los Urales y Checoslovaquia. Respecto a la Europa occidental, uno de los rasgos más significativos de su evolución desde los años 50 fue también la creciente participación de los poderes públicos como agentes de organización territorial. Con un carácter generalmente asistencial que busca corregir algunos de los desequilibrios y costes sociales derivados de la lógica del mercado, o suplantar a la iniciativa privada en actividades poco rentables o que exigen grandes inversiones, su importancia resultó variable según países, y en relación con la orientación de los gobiernos en cada momento. Desde la nacionalización de ciertos sectores básicos, a la creación de empresas públicas o la planificación indicativa (promoción de actividades, desarrollo regional, política urbanística y ordenación territorial...) no puede dudarse de la creciente incidencia que estas actuaciones han tenido sobre los niveles de bienestar que hoy disfruta la población, la estructuración de las áreas urbanas, los desequilibrios regionales, etc., habida cuenta de las numerosas deficiencias imputables a la estricta lógica económica. Aunque el auge de las posiciones neoliberales que tuvo lugar en los años 80 supuso en bastantes casos una disminución de inversiones públicas en materia social, la privatización de empresas públicas rentables y una mayor flexibilización de los mercados, su importancia continúa siendo indudable para interpretar algunos rasgos de ese capitalismo europeo, que mantiene ciertas señas de identidad frente al imperante en los otros dos polos de la Tríada. Pero con la desintegración de los regímenes instaurados en el Este, el mapa geopolítico europeo ha experimentado una rápida y profunda transformación en la que se dibujan tendencias en apariencia contradictorias que, de una parte, impulsan la integración en una gran entidad supraestatal como la Unión Europea, al tiempo que el rebrote de ciertos nacionalismos étnicos opera en sentido contrario, provocando la fragmentación de unidades estatales surgidas en 1918 como Yugoslavia o Checoslovaquia, incapaces de sobrevivir a la nueva situación (Plaza, J. I., 1997). Ambos fenómenos merecen, por tanto, un breve comentario. Junto a precedentes históricos más o menos remotos como el «Zollverein» o unión aduanera entre los estados germánicos en 1818, el primer intento de integración económica en la Europa de posguerra-tuvo lugar en 1948 con la creación de la Organización Europea de Cooperación Económica (luego OCDE), que intentó fijar un programa común de actuación, además de canalizar las ayudas del Plan Marshall, contribuyendo a reactivar un comercio intraeuropeo que ese año todavía se situaba un 27 % por debajo del existente antes de la guerra. Paralelamente surgieron las primeras uniones regionales constituidas por los países nórdicos (Suecia, Noruega, Dinamarca e Islandia) tras la Conferencia de Copenhague de 1947, y por el Benelux. Ambas acordaron un proceso de integración progresiva con el fin de llegar a la formación de mercados comunes que permitiesen superar las reducidas dimensiones de sus respectivos mercados nacionales. Pero el precedente inmediato de la situación actual se sitúa en 1950, cuando Francia propuso la creación de un mercado único para el carbón y el acero que eliminase las ya viejas tensiones en la frontera franco-alemana por los recursos de la Lorena o el Sarre, y diese mayores posibilidades de expansión a estos sectores básicos de la economía. Tras la renuncia británica, la constitución de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), en 1951, incorporó un total de seis miembros: Francia, Italia, la RFÁ y el Benelux. Los éxitos obtenidos fueron inmediatos y la CECA, que en esos años concentraba alrededor del 30 % de la producción mundial de hulla y acero, conoció una notable expansión en sus actividades, particularmente en el espacio comprendido entre Charleroi, Nancy, Estrasburgo y Dortmund, al eliminarse toda restricción en los intercambios y homogeneizarse las condiciones de producción y venta. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Es evidente que el éxito de la CECA impulsó la idea de una unión económica en Europa occidental, materializada en el Tratado de Roma firmado en marzo de 1957 por los mismos seis países, que dio origen a la Comunidad Económica Europea (CEE), ampliada con posterioridad al Reino Unido, Irlanda, Dinamarca (desde el 1 de enero de 1973), Grecia (desde el 1 de enero de 1981), a España y Portugal (desde el 1 de enero de 1986), y a Suecia, Finlandia y Austria (desde el 1 de enero de 1995), estando prevista la futura incorporación de los países pertenecientes al Grupo de Visegrad (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) a comienzos del siglo XXI. LA COMUNIDAD ECONÓMICA EUROPEA: EFECTOS TERRITORIALES D LA INTEGRACIÓN SUPRAESTATALES Ya desde su acta fundacional, el objetivo básico de la CEE fue la formación de una entidad de ámbito supranacional en los planos económico y, aunque con mayores reticencias, político-social, capaz de hacer frente al desafío planteado por las actuales superpotencias y de recuperar un cierto protagonismo para la maltrecha Europa. Según el artículo 2° del Tratado, el fin primordial de la integración era «promover un desarrollo armónico de las actividades económicas en el conjunto de la Comunidad, una expansión continua y equilibrada, una elevación acelerada del nivel de vida, y unas relaciones más estrechas entre los Estados miembros». Para su consecución, el proceso a seguir incluía tres aspectos esenciales, fijados asimismo en el artículo 3° del Tratado: ― Eliminar las barreras arancelarias y restricciones cuantitativas al comercio interior, fijando al tiempo una tarifa exterior común igual al promedio de las existentes el 1 de enero de 1957 en los países signatarios, para lo que se establecía un período transitorio de 12 años que amortiguase sus efectos, y que en la práctica se redujo a tan sólo 10 años ― Promover la libre circulación de los factores productivos, tanto mercancías como personas, empresas y capitales, sin ningún tipo de cortapisas. ― Coordinar las diferentes políticas económicas nacionales, además de establecer otras comunes, entre las que cobró particular importancia la política agraria instaurada desde el Plan Mansholt. La puesta en marcha de estas actuaciones exigió la creación de un aparato institucional compuesto por una serie de organismos de carácter ejecutivo o consultivo, encargados de fijar desde las medidas legislativas por las que ha de regirse la CEE, hasta las de orden financiero o asistencial (Comisión, Consejo, Parlamento Europeo...). El proceso conoció un salto cualitativo con la firma del Acta Única Europea, que entró en vigor el 1 de enero de 1993, y con la aprobación del proyecto de Unión Económica y Monetaria, sancionado por el Tratado de Maastricht (febrero de 1992). que algunos han calificado ya como verdadera revolución silenciosa, dirigida a alcanzar la plena integración y convergencia en el plano macroeconómico (creación de la moneda única y del Banco Central Europeo, plena armonización de las políticas fiscales...), que puede acentuar ciertas tensiones sociales y desigualdades entre territorios que cuentan con una capacidad competitiva muy diversa, lo que ha obligado a incorporar ciertas actuaciones correctoras: políticas activas de empleo, fondos de cohesión en favor de los países con menor renta, etc. (Amin, A. - Tomaney, J., edit., 1995). No obstante como afirma Plaza (1997, 265), «quizá sea la transformación del espacio geopolítico de Europa el hecho que más poderosamente llama la atención» en un balance de las transformaciones recientes que sustentan la mutación territorial que ha tenido lugar. El derribo del Muro de Berlín, en 1989, simbolizó el fin de una era que dividió Europa en dos y estabilizó las fronteras heredadas de la II Guerra Mundial hasta hacerlas aparentemente inmutables. Pero los procesos de reforma y contestación a los regímenes comunistas y la influencia soviética en Europa oriental, iniciados en Polonia o Hungría, y finalizados en Rumania o Albania, acabaron con ambas situaciones entre 1989 y 1991, siendo la reunificación alemana, que convertía de nuevo a este país en centro político y económico del continente, el mejor exponente de tales cambios (Figueras, R, 1993; Ehlers, E., 1997). La transición generalizada hacia sistemas políticos de democracia parlamentaría y economías de mercado, hizo suponer a algunos que se abría un camino hacia la plena integración europea en el marco de ese final de la Historia señalado por Fukuyama. El hecho de que, ya en 1993, más del 40 % de las exportaciones de esos países se dirigiesen hacia Europa occidental, llegando al 75 % en el caso de Polonia, parecía ser una muestra inequívoca de esa tendencia (Lemarchand, R, dir., 1995). Pero tal opinión comenzó pronto a ser cuestionada por la fuerza de los hechos, que pusieron de manifiesto los elevados costes del cambio para estas sociedades, los grandes contrastes socioeconómicos y culturales heredados entre países y regiones, o los riesgos de fragmentación asociados al rebrote de movimientos nacionalistas en los Balcanes. Las grandes desigualdades en la orientación del voto a los diferentes partidos que se presentaron a las primeras elecciones libres (fig. 3.2) pusieron de manifiesto no José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES sólo la diversidad de situaciones según países, sino también la existencia de una marcada regionalización sociopolítica en algunos de ellos, fuente de ulteriores tensiones (Vanlaer, J., 1991). Aunque la presencia de sentimientos nacionalistas en la Transilvania rumana, asociados con las minorías magiar y sajona, o la fuerza de los partidos agraristas en el este de Polonia provocaban cierta diversidad interna en el comportamiento electoral de estos países, los contrastes más agudos eran ya visibles en los casos de Checoslovaquia y, sobre todo, Yugoslavia, hasta provocar su fragmentación en los años siguientes. En el primer caso, las diferencias entre los territorios de Bohemia y Moravia, más industrializados, urbanizados y con una orientación política marcadamente prooccidental, con respecto a Eslovaquia, menos desarrollada y con creciente presencia de reivindicaciones nacionalistas, llevaron a una ruptura pactada en 1993, con la aparición de la República Checa y Eslovaquia como estados independientes. En el caso, yugos lavo, las fuertes desigualdades socioeconómicas entre repúblicas con niveles de industrialización y renta contrastados (máximos en Croacia y Eslovenia, mínimos en Macedonia, Bosnia-Herzegovina y Kosovo, en el sur de Serbia), junto al recuerdo de los múltiples conflictos interétnicos habidos a lo largo de la Historia, las reticencias frente a la creciente hegemonía serbia, y el final de la guerra fría, que acabó con la funcionalidad de Yugoslavia como muro de contención entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, acabaron con el estado construido por el mariscal Tito, que aseguró la paz de la región durante más de 40 años (VV.AA., 1992; Reguera, A. T., 1993; Feron, B., 1994). Las proclamaciones unilaterales de independencia de Croacia y Eslovenia, en febrero de 1991, apoyadas por algunas potencias occidentales, fueron el detonante de un conflicto armado que alcanzó su expresión más dramática en Bosnia-Herzegovina (1992-1995), allí donde la complejidad étnico-cultural (44 % de musulmanes, 32 % de serbios, 17 % de croatas y 7 % de otras nacionalidades) y su convivencia tradicional sobre el mismo territorio resultaban mayores. Esa situación provocó desplazamientos forzados de población (más de 2,5 millones de refugiados), tendentes a disociar la distribución espacial de las diferentes nacionalidades, a los que se calificó como limpieza étnica. De este modo, un término como balcanización, acuñado ya como sinónimo de fragmentación y conflicto en respuesta a la conjunción de nacionalismos internos e intereses externos, ha resucitado un siglo después para adquirir nuevo protagonismo en la configuración del actual mapa político de Europa. De este modo, los países de Europa central y oriental (PECOs) siguen hoy trayectorias contrastadas, que evolucionan hacia diversas formas de integración con algunos vecinos próximos. Mientras los países del Grupo de Visegrad (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) refuerzan sus vínculos con la Unión Europea, en la que aspiran a integrarse a corto plazo, Rumania y Bulgaria firman con Turquía un acuerdo de cooperación económica del mar Negro, en tanto Estonia, Letonia y Lituania hacen algo similar con otros países nórdicos ribereños del Báltico, y Serbia refuerza sus lazos con Rusia. En ese contexto tan móvil y cambiante, el único proceso de integración suficientemente profundo y consolidado como para provocar efectos visibles en la organización del territorio es el vinculado a la formación de la Unión Europea.
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4.
ORGANIZACIÓN TERRITORIAL DE LA UNIÓN EUROPEA
La UE se constituye hoy en núcleo central y principal referente de este conjunto regional, con un territorio que, tras la reunificación alemana y la última ampliación, ocupa una superficie de 3,24 millones de kilómetros cuadrados, en la que residen 374 millones de personas en 1997, lo que representa una densidad media de 115 habitantes por kilómetro cuadrado, lo que le convierte en uno de los espacios más intensamente ocupados del globo, pese a registrar en la actualidad un crecimiento cero debido al equilibrio entre las bajas tasas de natalidad y mortalidad, así como al control de la inmigración en sus fronteras exteriores. En su interior se obtiene un volumen de producción equivalente al 25 % del total mundial, manteniendo, asimismo, una economía abierta al exterior, hasta representar un 40 % del comercio internacional. El intenso proceso de terciarización ocurrido, sobre todo, desde el inicio de la crisis industrial, se traduce en un 65 % de los empleos encuadrados dentro del sector servicios, frente a menos de una tercera parte en la industria y una presencia casi testimonial del empleo agrario. Finalmente, se trata de un territorio dominado por un poblamiento esencialmente urbano, con un 80 % de su población residente en ciudades y más de una treintena de aglomeraciones millonarias (Puyol, R.-Vinuesa, J., edit., 1995). La consolidación del proyecto integrador representado por la Comunidad Europea desde hace cuatro décadas ha generado ya importantes efectos sobre la organización territorial de los países y regiones que la componen, reflejo de la progresiva apertura de fronteras a los flujos de mercancías, capitales, personas e información, así como de las políticas sectoriales o territoriales aplicadas desde las instancias comunitarias. Ciñendo nuestro comentario a este upo de impactos, cuatro son los ámbitos geográficos en que han resultado más patentes. a) Creciente protección y especialización regional de la actividad agraria: la incidencia de la Política Agraria Común (PAC) Partiendo de una cierta especialización previa entre las regiones de cada uno de los Estados basada en las desiguales condiciones del medio físico, estructuras sociales y procesos históricos, la formación de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES un mercado único incrementó la competencia y las posibilidades de producción en grandes volúmenes. De este modo, y con el fin de aprovechar las respectivas ventajas comparativas, las regiones septentrionales han especializado su actividad en la ganadería, que en países como Dinamarca llega a suponer más del 90 % del valor final de la producción agraria con un uso del suelo en el que pastos, forrajes y cereales-pienso dominan ampliamente, en tanto los países mediterráneos mantienen una base esencialmente agrícola en la que los cereales grano, las oleaginosas, el viñedo o las frutas y hortalizas son sus ingredientes más significativos (Molinero, F„ 1990, 205-215). La participación de los cereales, las frutas y hortalizas, el vino o la leche en la producción final agraria (PFA) de las diferentes regiones en 1992, es buen exponente de esa complementan edad territorial (fig. 3.3). Por otra parte, desde la aprobación en 1962 de una Política Agrícola Común (PAC), que establecía como principios básicos la unidad de mercado para los productos agrarios, la preferencia comunitaria y !a corresponsabilidad financiera de los Estados, se iniciaron una serie de transformaciones en el sector, cuya oportunidad está sometida hoy a una profunda revisión. Nacida con el objetivo de evitar la dependencia en la importación de alimentos y asegurar, al tiempo, unas rentas para los agricultores conformes con las del resto de la población activa, pero que no gravasen excesivamente los precios de los productos agrarios en el mercado, su resultado fue el establecimiento de una fuerte protección arancelaria exterior y unas elevadas subvenciones para mantener los precios de garantía internos, otorgados por el Fondo Europeo de Orientación y Garantía Agraria (FEOGA). La elevación de las rentas agrarias y la modernización de las explotaciones, junto a una cierta estabilización del paisaje agrario europeo, manteniendo cultivos de escasa rentabilidad en 33 mercado internacional, generaron también contrapartidas cada vez mayores. En primer lugar, los fondos destinados a financiar esta «Europa Verde» llegaron a absorber hasta el 75 % del presupuesto comunitario, sin lograr una efectiva reforma en la estructura de unas explotaciones demasiado reducidas (las inferiores a 20 hectáreas aún suponen el 78,4 % de las existentes, con el 22 % de la superficie agraria útil en 1993) pese a las directrices del Plan Mansholt. Por otro lado, los precios altos y seguros representaron un estímulo para elevar la producción, generándose con ello excedentes de cereales, leche, mantequilla, vino, carne de vacuno, azúcar,.., productos que se almacenan y exportan a bajo precio, incrementando con ello los gastos del FEOGA y generando una competencia desleal respecto a ciertas exportaciones tradicionales del Tercer Mundo. Las negociaciones de la Ronda Uruguay, en las que el GATT, liderado por Estados Unidos, intentaba romper la resistencia de la Comunidad a la apertura de sus mercados agrarios, junto a la conciencia de que el FEOGA no podía seguir consumiendo casi dos tercios del presupuesto comunitario y la preocupación por algunos impactos de esta agricultura productivista sobre el medio ambiente, abocaron al campo europeo a una profunda reestructuración (Drain, M., 1997). La nueva PAC aprobada en 1992 se marcó como objetivos la reducción de los principales excedentes mediante la reducción de tierras cultivadas (cereales, oleaginosas...) y el establecimiento de cuotas de producción, así como reorientar la actividad de los agricultores en las regiones menos favorecidas hacia la protección y mejora del medio ambiente rural, asegurando sus rentas. Con carácter subsidiario, desde comienzos de los años setenta también se inició una política de desarrollo rural, dirigida principalmente hacia tres tipos de áreas-problema: zonas de montana, zonas desfavorecidas en proceso de despoblamiento, y zonas con problemas específicos, cuyo mejor exponente hasta el momento ha sido la Iniciativa LEADER. Las ayudas asociadas a estas políticas estructurales incluyen desde indemnizaciones compensatorias por cabezas de ganado, a subvenciones para mejora de infraestructuras y equipamientos, modernización de explotaciones, o fomento de actividades complementarias como el turismo rural y la artesanía (Ramos, E.-Cruz Villalón, J., coord., 1995). b)
Expansión de las empresas multinacionales y políticas de reconversión/reindustrialización
La libre circulación de empresas y capitales establecida en los artículos 52 y 58 del Tratado de Roma ha incentivado los procesos de concentración financiera y técnica característicos de la industria contemporánea, al objeto de beneficiarse de las economías de escala. La Comunidad ha supuesto un magnífico negocio para las grandes empresas europeas que encontraron vía libre para ampliar sus anteriores mercados, así como para las empresas norteamericanas o japonesas instaladas en alguno de los países miembros. De este modo, en 1994 los países de la UE generaron el 45,4 % de la inversión exterior directa en el mundo (por un 26,4 % de Estados Unidos y un 6,9 % de Japón) y recibieron el 27,5 % de la inversión procedente de otros países (Estados Unidos el 17,4 %, China el 12,9 % y Japón apenas el 0,4 %). En ese mismo año, 32 de las 100 mayores empresas del mundo por su cifra de ventas tenían también su sede en la Comunidad. Con ello, la integración ha supuesto la crisis para muchas pequeñas empresas poco competitivas, sobre toda en los países periféricos, junto a un cierto cambio en la distribución espacial, que hoy tiende a primar los nudos de transporte y las grandes metrópolis, que cuentan con las mayores lasas de innovación y los medios esenciales para facilitar una rápida y frecuente comunicación José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES entre las filiales y la sede central de estas corporaciones (Dicken, P., 1992; Caravaca, I.-Méndez, R., 1995).
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Mientras las sedes sociales de esas grandes empresas se concentran en las principales metrópolis europeas, donde se acumulan las externalidades que facilitan su funcionamiento y se alcanza la mejor conexión a las redes de transporte y telecomunicación que permiten coordinar sus diversos centros de trabajo, la distribución de estos últimos resulta más dispersa, con importantes diferencias sectoriales en las pautas de localización que responden a las ventajas comparativas que pueden ofrecer cada uno de los territorios y al deseo de estar presentes en los mercados nacionales más importantes. Los mapas que reflejan la implantación de las 300 mayores empresas europeas a comienzos de los años noventa, recogidos en la figura 3.4, son buen exponente de esa lógica espacial (Cattan, N, et al., 1994). De forma complementaria, ya en el seno de la CECA se promovió la formación de complejos industriales integrados de carácter supranacional, que combinaban los recursos procedentes de diversos países, permitiendo superar así los conflictos anteriores en determinadas regiones centroeuropeas, particularmente las situadas entre la frontera franco-belga, la Lorena, el Sarre y el Ruhr. Pero sólo con el inicio de la crisis industrial se inició una política más beligerante en este sector, tendente, de una parte, al reajuste de las estructuras obsoletas que lastraban el crecimiento conjunto y, de otra, a la superación de la creciente «brecha» tecnológica respecto a Japón y Estados Unidos. La pérdida de 7,4 millones de empleos industriales entre 1973 y 1985 (15 % de la cifra inicial), concentrada en ciertos sectores y áreas de larga tradición fabril, aconsejó la adopción de medidas conjuntas para la reconversión de aquellas actividades y empresas con mayores problemas de competitividad (siderurgia, naval, textil...). Al tiempo, las regiones industrializadas en declive (Yorkshire, Humberside, Escocia, Gales, Sarre, Lorena, Valonia, Asturias, País Vasco...) fueron también contempladas por la política de desarrollo regional, recibiendo ayudas financieras del Banco Europeo de Inversiones y el FEDER (Landa-baso, M.; Diez, M. A., 1989). En el plano tecnológico, la aprobación de una serie de programas centrados prioritariamente en los sectores de la información y las telecomunicaciones (ESPRIT, RACE, BRITE, COMETT, FAST...) han dado José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES prioridad a los objetivos de carácter sectorial y a la reducción del desfase exterior, lo que favorece que la mayoría de los fondos se canalicen hacia las grandes empresas y las regiones más avanzadas en esta materia, con riesgo de ahondar las profundas desigualdades preexistentes. c)
Reorganización y mejora de la red de transportes
Además de suponer casi un 10 % del PIB de la Comunidad y emplear varios millones de trabajadores, los transportes y las telecomunicaciones son un elemento clave para la vertebración efectiva del espacio europeo y la plena consolidación del mercado único, así como para el desarrollo de ciertas regiones atrasadas, por lo que su mejora y reorganización fue contemplada como objetivo a cubrir desde los primeros momentos. Las principales deficiencias se relacionaban con 3a heterogénea reglamentación según países, la falta o el deterioro de ciertos ejes en territorios antes marginales y ahora centrales dentro del nuevo ámbito espacial, generador de estrangulamientos en el tráfico interno, así como un cierto retraso desde el punto de vista tecnológico en relación a los principales competidores mundiales. a) sedes sociales
b)
Filiales en otros países
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Fig. 3.5. 1996.)
Red europea de alta velocidad prevista para el 2010. (Tomado de J. Gutiérrez et al.,
Lo realizado hasta el presente ha consistido, sobre todo, en homogeneizar las reglamentaciones y tarifas de transporte existentes, financiar la construcción de nuevas infraestructuras, sobre todo las de carácter transeuropeo, e incluir decididamente al sector de las telecomunicaciones en los programas encaminados al Fomento de la I + D. Ya desde 1958, el sector obtuvo préstamos del Banco Europeo de Inversiones, el Fondo Europeo de Desarrollo Regional y el Nuevo Instrumento Comunitario para financiar actuaciones como la realización de ciertos tramos en las autopistas París-Metz-Sarrebruck, París-Bruselas, Amberes-Breda, Burdeos-Poitiers, la que atraviesa Calabria desde el mar Jónico al Tirreno, las carreteras Patras-Olimpia y Salónica-Serres, junto a numerosas carreteras agrícolas para facilitar la motorización del sector. En otros ámbitos, pueden citarse los aeropuertos de Birmingham y Manchester, el tramo ferroviario Atenas-Salónica, la mejora de algunos puertos en el sur de Francia, Grecia, Irlanda, Groenlandia, etc. La creciente necesidad de una efectiva integración territorial en la perspectiva de 1993, como soporte de la económica y social, ha otorgado nuevo protagonismo a algunas grandes actuaciones en esta materia, destacando de forma especial la creación de una red europea de trenes de alta velocidad, la construcción del túnel bajo el Canal de la Mancha (o Eurotúnel), y la densificación de las redes de autopistas y autovías, especialmente entre las dos Alemanias en sentido oeste-este, o en la península ibérica, capaces de articular verdaderos ejes de desarrollo, etcétera. Así, por ejemplo, el plan relativo a los trenes de alta velocidad prevé, para el horizonte del año 2010, la construcción de 9.000 km de nuevas líneas y la mejora de otros 15-OOOkm de líneas preexistentes, con un coste inicial estimado de 90.000 millones de ecus de 1985, dispuestas en el territorio tal como muestra la figura 3.5, lo que favorecerá de forma especial la accesibilidad a las principales metrópolis del continente (Gutiérrez Puebla, J. et al, 1996). d)
Hacia una política europea de desarrollo regional
Un último exponente del impacto espacial de la CE nos lo ofrece su política regional, promovida ante los escasos éxitos de las iniciativas nacionales, los problemas que estas desigualdades podían acarrear a su funcionamiento y la tendencia a su exageración, derivada de la propia integración económica entre un número creciente de países, ante la desigual dotación de recursos disponibles y capacidad de los territorios para generar ventajas competitivas. Pese a la evidencia de contrastes regionales que contradecían el deseo oficial de lograr un desarrollo armónico como complemento de la progresiva unidad económica, el Tratado de Roma no estableció ningún mecanismo preciso para intentar atenuarlos. Sólo en 1975 tras el incremento de las desigualdades derivado de la primera ampliación, se creó el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) como organismo encargado de otorgar subvenciones a los proyectos orientados en esa dirección. Desde e! inicio, sus actuaciones tuvieron un marcado carácter asistencial, adoptando como objetivo básico la concesión de ayudas que situasen a las regiones atrasadas en condiciones de mayor competitividad respecto a las dinámicas y desarrolladas. Al tiempo, los recursos disponibles fueron siempre limitados: si en 1975 sólo representaban el 5 % del presupuesto comunitario, en 1987-1988 se logró duplicar esta cifra, lo que resulta a todas luces insuficiente ante el elevado número de proyectos aprobados (33.300 en su primer decenio) y regiones beneficiarías. Por todo ello, el FEDER apenas resultó un apoyo adicional a las políticas de desarrollo regional implementadas en cada uno de los Estados miembros, estableciéndose un rígido reparto de sus fondos mediante cuotas estatales, en tanto las actuaciones comunitarias específicas apenas supusieron el 5 % de los recursos. En el período 1975-1985, las ayudas concedidas favorecieron especialmente a Italia (36,9 %), Reino José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Unido (24,4 %), Francia (14,2 %), Grecia (10.6 %) e Irlanda (6,0 %), produciéndose una creciente participación de los países mediterráneos tras la entrada de España y Portugal (67,3 % del presupuesto global en 1986). El nuevo reglamento para la política regional aprobado en 1985 introdujo algunas mejoras como el sistema de «horquillas» en el reparto de los fondos anuales, que garantizaba un mínimo a cada país dejando un margen en función de los objetivos definidos como prioritarios por la CE. También se produjo un aumento de los destinados a programas plurianuales, o en la importancia otorgada a la política de promoción del desarrollo endógeno, basado en el aprovechamiento de los recursos locales, y dirigida a «catalogar, estimular y acompañar ese potencial con un conjunto de acciones tales como los estudios de mercado y de viabilidad, el asesoramiento en la gestión, los servicios comunes a las empresas, el acceso fácil al capital-riesgo y la información sobre la innovación» (Landáburu, E., 1988, 4). Pese a todo, las sucesivas ampliaciones supusieron un agravamiento de los desequilibrios estructurales, sin que la política regional se mostrara capaz siquiera de paliarlos. Así, por ejemplo, con la entrada de Grecia, Portugal y España el número de habitantes se elevó un 18 % mientras el PIB y la población ocupada sólo lo hicieron un 13 %, el desempleo un 30 % y los empleos agrarios un 36 %, sin que ninguna región portuguesa ni española alcanzase la renta media comunitaria. Como resultado, en 1986 la renta media por habitante de las diez primeras regiones (entre las 160 de segundo orden o NUTS-2 establecidas oficialmente) triplicaba la correspondiente a las diez últimas, y la tasa de paro en las 25 con problemas más graves se situaba en torno al 20 %, frente a sólo un 5 % en las 25 que ocupaban el extremo opuesto. Tras la aprobación del Acta Única el 1 de julio de 1987 tuvo lugar una profunda reforma de los Fondos Estructurales (Fondo Social Europeo. FEOGA-Orientación y FEDER), en busca de una mayor coordinación entre los mismos con objeto de afrontar más eficazmente los previsibles efectos desequilibradores de la plena integración.
Fig. 3.6.
Zonas con subvenciones a la inversión empresarial en la UE. (Tomado de B. Dézert, 1998.) Desde la perspectiva de la política regional cinco fueron las innovaciones más significativas: ― Se duplicaron los fondos del FEDER entre 1987 y 1993, pasando de 7.200 a 14.000 millones de ecus, equivalente al 25 % del presupuesto global de la UE. ― Se planteó una mayor concentración sectorial y territorial de las actuaciones, fijándose cinco objetivos prioritarios de los que tres tienen un componente estrictamente espacial (fig. 3.6 y cuadro III.4). Junto a las regiones atrasadas, con un PIB por habitante inferior al 75 % del promedio (Objetivo 1), se presta atención a las industrializadas en declive (Objetivo 2) y las áreas rurales (Objetivo 5b), afectando entre las tres al 45 % de la población comunitaria, con un reparto de fondos variable entre los diversos países (cuadro III.5). ― Frente al anterior dominio de las inversiones en proyectos puntuales, se priorizan los programas plurianuales (3-5 años), reduciéndose también la aportación destinada a mejoras infraestructurales en beneficio de una mayor promoción directa de las actividades productivas y los recursos humanos. ― Hasta un 15 % de los fondos es de libre disposición por la Comisión, sin someterse a cuotas estatales prefijadas, para impulsar programas de interés global (STRIDE, REGÍS, INTERREG...). Cuadro III.4. Objetivos
Objetivos para los Fondos Estructurales Fondos que pueden intervenir
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ESPACIOS Y SOCIEDADES N°1. Fomento de regiones menos desarrolladas (PIB/hab. inferior al 75 % del promedio N° 2. Reconversión de regiones industrializadas en declive N° 3. Lucha contra desempleo de larga duración Mayores de 25 años y más de un año de desempleo N° 4. Inserción profesional de jóvenes N° 5. a) Adaptación de estructuras reproducción, transformación y comercialización agraria b) Fomento del desarrollo de zonas rurales
FEDER (80 % de sus fondos) FSE. FEOGA-Orientación FEDER, FSE FSE
FSE FEOGA-Orientación FEDER, FEOGA-Orientación, FSE
La última ampliación supuso la entrada de regiones que, en su mayoría, se encuentran entre las más prósperas de la UE, con la sola excepción del territorio perteneciente a la antigua Alemania oriental, que es hoy uno de los principales receptores netos de ayudas como Región de Objetivo 1. Se ha generado así una cierta paradoja, pues cuatro de las cinco regiones con más bajo nivel de renta, inferior al 35 % del promedio (Thüringen, Mecklenburgo, Sajonia y Sajonia- Anhalt), y tres de las cinco con un nivel más alto, superior en más de un 50 % a ese mismo promedio (Hamburgo, Darmstad y Bremen), son alemanas. A esto se añade la aparición de un nuevo tipo no contemplado con anterioridad, que corresponde a las Regiones de Objetivo 6, caracterizadas por su escaso poblamiento (menos de 8 habitantes por kilómetro cuadrado), que se localizan en las áreas septentrionales de Suecia y Finlandia (Ehlers, E., 1997),
Cuadro III.5.
Cuadro III.6.
Distribución de los Fondos Estructurales según los marcos de apoyo comunitario en la primera mitad de los años noventa Fondos Estructurales (% total) Países Objetivo1 Objetivo 2 Objetivo 5b España 27 18,8 10,9 Portugal 19,2 Grecia 18,4 Italia 20,6 6,8 14,8 Irlanda 10,1 Francia 2,5 17,9 36,8 Reino Unido 2,2 38,7 13,4 Luxemburgo 0,4 0,1 Países Bajos 2,4 1,7 Dinamarca 0,8 0,9 Bélgica 5,0 1,3 Alemania 9,2 20,1 Total 100 100 100 Fuente: Comisión de las Comunidades Europeas, 1990. Condiciones socioeconómicas en las áreas transnacionales de la UE
Zona Diagonal Nuevos Indicador Capitales alpina Continental Länder Superficie (%) 11,2 12,6 18,8 4,7 Población 1991 (%) 25,9 15,9 6,0 4,6 Densidad (habs./km2) 337 184 47 242 PIB/hab. 1991 116 122 87 33 Tasa paro (%) 7,6 4,6 10,1 14,1 Empleo agrario (%) 2,7 5,6 10,1 8,9 Empleo industrial (%) 32,4 39,2 30,1 44,7 Empleo servicios (%) 64,7 55.2 59,8 46,4 Fuente: Comisión Europea. Europa 2000+, 1995,
Arco Latino 12,9 11,0 125 91 15,3 7,9 18,3 63,8
Mediterráneo Central 9,8 8,4 126 62 18,9 15,9 21,9 62,2
Arco Adámico 21,1 13,5 94 80 10,0 16,0 30,4 53,6
Mar 8,4 13,4 232 99 8,6 4,6 29,7 65,7
Al mismo tiempo, y con objeto de mejorar la ordenación del territorio, el documento Europa 2000+ estableció una regionalización del territorio europeo que presta especial atención a las llamadas áreas de estudio transnacional, realizando una primera identificación de sus principales características José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
EUR 12 100 100 153 100 9,4 6,4 33,2 60,4
ESPACIOS Y SOCIEDADES socioeconómicas (cuadro III.6) y un mapa que identifica esos nuevos agolpamientos territoriales (fig. 3.7), como base para la realización de programas de actuación individualizados, capaces de lograr una mejor adaptación a los problemas específicos de cada una de ellas. Uno de los principales es hoy la Iniciativa INTERREG, lanzada en 1990 con objeto de acelerar la integración de las áreas fronterizas y promover su desarrollo, que llevó a cabo una primera fase entre 1990-1993, para ampliar sus recursos y ámbitos de actuación en una segunda, aprobada para el período 1994-1999. III.
Localización y estructura de las áreas industriales y urbanas
Desde hace aproximadamente dos siglos, un elevado contingente de población europea ha abandonado el medio rural como lugar de residencia y el cultivo de la tierra como forma de actividad para dirigirse hacia las ciudades, en donde las factorías industriales y los servicios han generado un rápido desarrollo de la economía urbana. Los espacios industriales y urbanos han adquirido así un papel hegemónico en la organización y funcionamiento de estas sociedades, particularmente en los países centrales, que exige considerar tanto los principios que explican su desigual distribución, como su dinamismo y organización internos. Al propio tiempo, y teniendo en cuenta que algunas de las principales transformaciones por las que atraviesa Europa afectan de modo especial a la reestructuración de la industria y de las grandes metrópolis en que se basó el crecimiento durante el período precedente, también parece necesario señalar el origen de estos procesos que han afectado su organización territorial. 1.
LA LÓGICA DEL ESPACIO INDUSTRIAL EUROPEO
Con una participación que se sitúa en tomo al 30 % de la población ocupada y del PIB nacionales, ante el rápido crecimiento de unos servicios que duplican ya con creces esa proporción, el sector secundario, y dentro de él la industria manufacturera, continúa siendo un elemento económico y socialmente fundamental en todos los países europeos. Al tiempo, se trata de una actividad marcadamente selectiva desde el punto de vista espacial, que tiende a concentrarse puntualmente en ciertas áreas, favoreciendo con ello la aparición de desequilibrios territoriales.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 3.7.
La nueva regionalización de Europa, (Adaptado de B. Dézert, 1998.)
La actual distribución de los espacios fabriles, tanto a escala europea como en el interior de cada estado, es buena muestra, de ello. Según refleja el mapa adjunte (fig. 3.8), la mayor densidad industrial, particularmente por lo que se refiere a los sectores pesados, se localiza en tomo al canal de la Mancha, con centro en un polígono cuyos vértices aproximados son Birmingham-París-Frankfurt-Dortmund-Rotterdam. A partir de aquí, las áreas industriales se prolongan hacia el sur siguiendo el eje renano o lotaringio (Alsacia-Lorena, Neckar, Selva Negra, Mittelland suizo) hasta el valle del Po, y hacia el este (Turingia, Sajonia, Bohemia) hasta la Alta Silesia. Envolviendo este área central y en una primera corona aparecen otra serie de espacios industriales dispersos, de notable peso específico aunque desigual evolución reciente, entre los que pueden citarse los Lowlands escoceses, el surco Ródano-Saona, el cuadrante nororiental español, el Bergslagen sueco, etc., en tanto los niveles de industrialización disminuyen a partir de aquí y hacia las regiones periféricas, donde tan sólo aparecen enclaves aislados, muchas veces identificados con las capitales políticas u otras grandes ciudades (Dublín, Madrid, Lisboa. Varsovia, Atenas, Salónica, Sofía...). Estos contrastes responden a la acción combinada de una serie de factores, tanto económicos como extraeconómicos, superpuestos a lo largo del tiempo y que han determinado el comportamiento espacial de las empresas. La evolución tecnológica y del contexto económico ha modificado el peso relativo de las fuerzas de atracción o repulsión en cada momento histórico, de lo que resulta un mapa industrial particularmente complejo y una desigual resistencia ante los embates de la crisis desencadenada en los años setenta, o la posterior implantación del modelo de industrialización posfordista, en el nuevo contexto de una economía globalizada (Méndez. R.-Caravaca, I., 1996). José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Si la etapa preindustrial estuvo marcada por la dispersión espacial y la diversificación productiva, con talleres de reducido tamaño distribuidos de forma bastante homogénea, siendo de destacar únicamente ciertos agrupamientos junto a los cursos fluviales, los puertos o los principales mercados de consumo, la primera Revolución Industrial supuso una progresiva concentración, tanto de trabajo y capital en factorías cada vez mayores, como en el plano geográfico. Con una fuerte dependencia del carbón como base energética y unos medios de transpone poco desarrollados aún, que determinaban altos costes en el desplazamiento de mercancías, la distancia limitaba de forma evidente las posibilidades de localización, otorgando clara prioridad a tres tipos de asentamientos; ― Las industrias de base, que utilizaban grandes volúmenes de materias primas o energía (con alto índice material según la teoría de Weber), aparecían situadas próximas a los yacimientos de recursos (minerales, forestales, agrícolas, pesqueros), particularmente junto a los de carbón, que se convirtieron en las regiones fabriles por excelencia durante el siglo XIX. ― Las industrias ligeras, productoras de bienes de consumo para la población, se situaban junto a los mercados, es decir, en las ciudades o regiones densamente pobladas en razón de su capitalidad político-administrativa, el previo desarrollo del comercio, las finanzas, la producción agraria, etc. ― En último término, los nudos ferroviarios y los puertos, particularmente dotados para el intercambio y la redistribución de productos, asentaban factorías de ambos tipos. como máximo exponente de la progresiva expansión alcanzada por la integración territorial.
Fig. 3.8.
Principales áreas industriales en Europa
Es éste el momento en que surgen por Europa tanto los «paisajes negros» como el sur de Gales, Ruhr, el Sarre, Lille-Roubaix, el valle del Mosa o la cuenca central de Asturias, así como los barrios José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES proletarios y los cinturones industriales en la periferia de la mayoría de grandes ciudades, próximos a las estaciones ferroviarias y/o instalaciones portuarias. Desde comienzos del siglo XX, la mejoría del transporte que representaron los vehículos automóviles y el avión, el desarrollo de fuentes energéticas más fácilmente movilizables como los hidrocarburos y la electricidad, junto al proceso de concentración financiera y técnica de las empresas industriales al objeto de beneficiarse de las economías de escala, supusieron un cambio en los modelos de localización. A medida que el factor distancia perdía parte de su influencia determinante y las empresas aumentaban sus interrelaciones, pasaron a primer plano las economías externas de aglomeración. Si el agolpamiento de las fábricas en cualquier punto del espacio conlleva beneficios a corto plazo (reducción de los desplazamientos interempresariales, desarrollo de servicios e infraestructuras comunes...), su instalación en las grandes aglomeraciones urbanas trae consigo ventajas específicas como la proximidad a los centros de decisión financiera o política, la existencia de un mercado laboral amplio, cualificado y diversificado, junto a un fácil acceso a la información y las innovaciones; si a todo ello se le añade la alta valoración social de las metrópolis, consideradas como espacios de menor riesgo al contar con un clima industrial favorable, y la política asistencial desarrollada frecuentemente por los poderes públicos con objeto de paliar algunos de los costes sociales generados, es fácil entender la creciente polarización registrada en la práctica totalidad de países, junto a la identificación entre los procesos de industrialización y urbanización. El constante aumento de las importaciones, sobre todo energéticas, también potenció el desarrollo industrial de los puertos europeos, en particular los simados en el mar del Norte, con actividades vinculadas a la primera transformación de estos recursos. Por último, las grandes cuencas mineras, y en particular las hulleras, comenzaron a conocer un progresivo decaimiento de su actividad, con una importante reconversión de su estructura tradicional, a excepción de aquellas en que tuvo lugar una di versificación de actividades productivas, pues aquí las externalidades generadas les permitió mantener cierto dinamismo. Desde los años setenta, la profunda reestructuración del sistema productivo asociada a la revolución tecnológica ha supuesto un descenso del empleo industrial en la mayoría de países, junto a importantes cambios en la estructura sectorial acompañados por nuevas tendencias en la localización de los espacios atractivos para la implantación de empresas. Los 17 países de Europa occidental integrados en la OCDE perdieron más de diez millones de puestos de trabajo en el sector desde 1973 como contrapartida a una mejora generalizaba de su productividad apoyada en fuertes inversiones dirigidas a incorporar innovaciones en los procesos o productos. La competencia cada vez mayor de los nuevos países industriales del Tercer Mundo y el estancamiento en la demanda de algunas manufacturas tradicionales, forzaron la reducción de capacidad en sectores como la siderurgia, los astilleros o el textil, arrastrando al declive a ciertas áreas monoespecializadas del Arco Atlántico. El progresivo abandono de las grandes ciudades por aquellas industrias que utilizan abundante mano de obra poco cualificada y con problemas de competitividad (confección y calzado, madera y mueble, transformados metálicos...), en dirección a espacios periféricos de menores costes (regiones atrasadas, franjas periurbanas, áreas rurales...), favoreció un cierto rebrote de modelos de industrialización difusa, dominados por la pequeña empresa. Según Garofoli (1986, 167), esas áreas, de las que identificó hasta 280 en la Comunidad Europea, han adquirido mayor importancia «en los países que aún se encuentran en una fase de progresiva transformación de la estructura socioeconómica, como son los países de nivel intermedio de desarrollo», lo que justifica el dinamismo reciente del eje mediterráneo, donde la conjunción de inversiones externas, a veces transnacionales, y de iniciativas locales resultó especialmente fructífera. La evolución del empleo en las regiones de Europa occidental durante los años ochenta (fig. 3.9) es buen exponente de ese desplazamiento del centro de gravedad industrial en dirección a la periferia (Caravaca, I.-Méndez, R., 1995). El contraste entre una industria urbana cada vez más terciarizada (empleos no productivos, vinculación a servicios empresariales) y especializada en sectores innovadores, frente a formas de industrialización periférica con mayor presencia de sectores maduros y ligada a procesos de difusión, o a la valoración de los recursos endógenos define, pues, uno de los rasgos más significativos del nuevo modelo territorial.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 3.9.
Evolución regional de la producción industrial en la Comunidad Europea, 1979-1989.
En los países de Europa oriental, el modelo de planificación centralizada vigente hasta los años noventa introdujo ciertas peculiaridades en las pautas de localización industrial. En primer lugar, es destacable la importancia que mantuvieron los recursos naturales y los mercados como factores de atracción, en coherencia con el clásico modelo de Weber. La prioridad otorgada a la industria pesada y a la fabricación de bienes de equipo justifica que una buena parte de la potencia fabril se sitúe aún junto a los yacimientos de materias primas y combustibles (Silesia, Sajonia, Moldavia...), que en bastantes ocasiones constituyen hoy típicas áreas en declive, aquejadas por intensos procesos de reconversión y un elevado deterioro del medio ambiente. Por su parte, los puertos tienen aquí menor importancia industrial, habida cuenta del menor volumen de intercambios con el exterior, salvo escasas excepciones (Gdansk, Riga...). En cambio, las grandes ciudades siempre contaron con una base industrial más diversificada y con mayor presencia de los sectores avanzados y la fabricación de bienes de consumo, lo que ha supuesto un mejor comportamiento reciente, ante el mayor interés suscitado por los procesos de privatización, tanto para el capital nacional como exterior. En conjunto, la apertura de esos países a la economía-mundo plantea una creciente integración de sus sistemas industriales en una posición semiperiférica dentro de la nueva división internacional del trabajo, con una penetración creciente y selectiva de empresas exteriores, sobre todo alemanas, que buscan una mano de obra relativamente barata y cualificada, junto a unos mercados de consumo en expansión (Hamilton, F. E. I., 1990).
Fig.
3.10.
Geografía de la industria automovilística en Europa a mediados de los años noventa. (Fuente: G. Bordenavee Y. Lung, 1995.)
Un último aspecto a destacar es la progresiva especialización y jerarquización del espacio industrial europeo que resulta de la acción combinada que ejercen las nuevas estrategias de las firmas transnacionales y la progresiva apertura de las fronteras a los flujos de mercancías, tecnología y capital. De este modo, son cada vez más numerosas las empresas que segmentan su actividad entre los diversos establecimientos de que disponen, según las ventajas comparativas de cada territorio (mano de obra barata José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES o altamente cualificada, buena accesibilidad, centros de I + D, subvenciones públicas a la implantación...) y el tamaño de los mercados nacionales. Buen exponente puede ser la industria del automóvil (fig., 3.10), que concentra la fabricación de vehículos de gama alta, mayor complejidad tecnológica y precio en las regiones dispuestas a lo largo del Eje Renano y sus inmediaciones, mientras la de vehículos utilitarios, piezas y componentes de menor precio se dispersa por las regiones periféricas, donde las grandes compañías del continente compraron también algunas de las empresas nacionales (Seat, Skoda...) que abastecían sus mercados internos (Bordenavee, G.-Lung, Y., 1995). 2.
PRINCIPALES TIPOS DE ÁREAS INDUSTRIALES
La larga evolución apuntada justifica una amplia variedad actual de áreas industriales que, no obstante, pueden reducirse a unos cuantos tipos particularmente significativos por su tradición o dinamismo actual. Un primer tipo es el representado por las áreas de base extractiva, en donde la directa vinculación a un determinado recurso justifica una clara especialización en aquellas actividades orientadas hacia su transformación, particularmente si se trata de materias voluminosas, perecederas, o que pierden buena parte de su peso en este proceso. Aun cuando muchas industrias de estas características aparecen diseminadas (papeleras, azucareras, conserveras...), son sin duda las grandes cuencas hulleras, asiento tradicional de la metalurgia pesada, quienes mejor tipifican este modelo de organización industrial. Fuente de energía básica en la Revolución Industrial, el carbón dio origen a algunas de las regiones fabriles más importantes por sus dimensiones y peso económico del continente. De este modo, el surco hullero que desde Gran Bretaña (Yorkshire, Midlands, Gales) y hacia el este recorre Europa siguiendo el contacto entre la llanura y los macizos hercinianos, estuvo jalonado por grandes concentraciones de industria pesada: norte de Francia (Lille-Roubaix-Tourcoing), valles del Sambre y Mosa en Bélgica (Mons-Charleroi-Namur-Lieja), Limburgo holandés, cuencas del Ruhr, Sajonia y Sarre en Alemania, Bohemia checa y Silesia polaca, Asturias, etc. En todas ellas, la siderurgia se constituyó en actividad motriz a partir de la importación del mineral de hierro, bien procedente de los yacimientos europeos, que presentan en este sentido una localización generalmente periférica, desde Kiruna-Gallivara o el Bergslagen en Suecia, hasta Lorena. Vizcaya, Sajonia y el propio cuadrilátero de Bohemia (en donde también surgieron áreas industriales de características similares), o desde otras regiones extraeuropeas. Secundariamente, los yacimientos de lignito también han justificado ciertos procesos de industrialización, al ser empleado como materia prima para ciertas industrias químicas o, sobre todo, como fuente energética para la producción de electricidad. La cuenca del Ruhr alemana es un buen ejemplo de este tipo de grandes complejos industriales. Situada en Renania-Westfalia, en el borde septentrional del Macizo Esquistoso-Renano, conoció un intenso movimiento expansivo desde 1837, fecha en que comenzó la explotación de unos yacimientos de hulla en el valle del Ruhr, anuente del Rhin, cuya producción se destinó en principio a potenciar actividades que contaban ya con una cierta tradición regional como la producción de aceros de calidad en Solingen-Remscheid, o la industria textil de Krefeld, Mönchengladbach y Wuppertal. La posterior ampliación del área extractiva hacia el norte, unida a su magnífica dotación en infraestructuras de transporte, tanto fluvial como terrestre, favoreció el desarrollo de la siderurgia y la química de base, junto a otras industrias metalmecánicas derivadas, hasta convertirse en el «corazón» industrial alemán desde comienzos de siglo, sede de una buena parte de las grandes empresas del país (Krupp en Essen, Thyssen en Mulheim, Hoechst en Dortmund, Jacob Mayer en Bochum, Mannesman en Remscheid,..) Así se constituyó una conurbación que reúne hoy más de diez millones de habitantes, en la que contraponen los espacios en declive, sobre todo en su sector norte, asociados a una industria pesada plenamente afectada por la crisis y desaparecida en parte (Oberhausen, Gelsenkirchen, Rheinhausen) a un sector meridional más dinámico debido a la mayor diversificación productiva, la presencia de sectores de alta tecnología (químico-farmacéutica, electrónica e Informática...), junto al progresivo desarrollo de las finanzas, el comercio y ios servicios avanzados en ciudades como Dusseldorf, Essen o Dortmund. Por su parte, Duisburgo actúa como puerto de la conurbación, especializado en industrias petroquímicas. Aunque Europa es fuertemente deficitaria en hidrocarburos, la existencia de algunos yacimientos explotables ha determinado la aparición de centros industriales que, o bien los utilizan como materia prima para determinadas empresas químicas (plásticos, caucho, fibras sintéticas...), o bien como fuente de energía a través de su conversión en termoelectricidad o como combustible. Si Ploesti y Pitesti, en la Valaquia rumana, son los de mayor tradición, la explotación petrolífera en el mar del Norte desde 1974 ha potenciado igualmente la aparición de refinerías y actividades derivadas en puertos como Aberdeen (Escocia) o Emden (Alemania). La explotación de los yacimientos de gas en Groninga, Lacq, Lodi o Miskolc, justifica igualmente la aparición de sistemas industriales monoespecializados en áreas de economía esencialmente agraria. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Los complejos de base portuaria suponen un segundo tipo de área industrial tradicional, particularmente relevante en la Europa noroccidental. La necesidad de importar grandes cantidades de materias primas y energía por vía marítima convirtió a los principales puertos del continente en puntos de ruptura de carga, donde es preciso realizar el trasbordo de esas mercancías, favoreciendo con ello la instalación en sus proximidades de factorías que realizan su primera transformación, además de aquellas otras ligadas directamente al mar como los astilleros o la industria conservera, junto a las empresas de transporte y almacenamiento, distribución comercial, seguros, etc., que ofrecen toda una serie de servicios complementarios. El resultado fue la aparición de áreas industriales integradas de importancia creciente, entre las que Rotterdam resulta una de las más representativas. Situada en la desembocadura del Rhin y el Masa, e inmersa en el eje meridional de la conurbación del Randstad, ha sido calificada en ocasiones como «puerta de Europa», lo que convirtió a su puerto en el más importante del mundo desde 1961 por volumen de mercancías desembarcadas, de las que dos terceras partes corresponden a hidrocarburos. Apoyado en ese intenso movimiento, se consolidó como un centro fabril de primera magnitud en el que, junto a industrias derivadas del petróleo, se han desarrollado los sectores metalúrgico, de maquinaria y construcción naval, además de otra serie de actividades ligeras que fabrican bienes de consumo para la población del área más densa y urbanizada del continente, generando con ello numerosas ligazones interindustriales. Características bastante similares aparecen en otros grandes puertos del Atlántico (Amberes, El Havre, Hamburgo, Londres, Bremen, Bilbao...) y del Mediterráneo (Marsella, Génova, Barcelona, El Pireo...), e incluso se prolongan hacia el interior del continente por la red de canales y ríos navegables que recorren la llanura centroeuropea, entre los que destaca el Rhin, navegable hasta Basilea y principal arteria de tráfico fluvial en el mundo, junto al San Lorenzo (Duisburgo, Colonia, Mannheim, Estrasburgo...). Muy distintas son las características que presentan las áreas de industria dispersa, a veces de larga tradición, y que han alcanzado una importancia creciente durante las últimas décadas en determinadas regiones. Desde las ciudades del sur de Suecia (Malmö, Göteborg), a la Selva Negra o Baviera en Alemania, el Mittelland suizo (Ginebra-Zúrich), el Arco jurásico en Francia, la Comunidad Valenciana y Andalucía en España, o la «Tercera Italia», en el nordeste del país, aparece una industria espacialmente difusa, dedicada tanto a actividades de tecnología avanzada en unos casos (electrónica, mecánica de precisión, química ligera...), como a sectores maduros de larga tradición en otros (confección, piel y calzado, cerámica, mueble, productos alimentarios, juguete...), constituida por redes de pequeñas empresas especializadas, que mantienen relaciones de competencia y colaboración. Eso les facilita un más fácil acceso a la innovación, además de beneficiarse de otras externalidades positivas asociadas al territorio como la existencia de una mano de obra cualificada, depositaría de un saber hacer adquirido en el tiempo, o de agentes sociales con capacidad de iniciativa. El dinamismo actual de estas áreas, a las que con frecuencia se califica como distritos industriales (Pyke, F.-Becattini, G.-Sengerberger, W., comps., 1992) parece convertirlas en alternativa o complemento a las grandes concentraciones del período precedente. Aunque con rasgos peculiares, puede incluirse aquí la reciente proliferación de parques tecnológicos, generalmente cercanos a centros de investigación y en áreas con abundante dotación de servicios e infraestructuras (aeropuerto internacional, redes telemáticas...), donde se busca la integración de actividades productivas avanzadas con las de carácter científico y el desarrollo de innovaciones. Aunque existen ya ejemplos en casi todos los países, es en Alemania, el Reino Unido y Francia donde han alcanzado mayor difusión (Castells, M.-Hall, R, 1994). Pero sin duda las áreas industriales que han llegado a alcanzar un mayor peso específico dentro de Europa son las vinculadas a los centros urbanos, caracterizadas por la diversificación productiva y la presencia de los sectores tecnológicamente avanzados, junto con aquellas otras actividades destinadas a satisfacer la demanda de la población en bienes de consumo. Su indudable dependencia del propio fenómeno urbano exige tratar previamente la evolución y estructura actual de la ciudad europea, dentro de las cuales adquiere su verdadero significado. 3. LA URBANIZACIÓN DEL ESPACIO EUROPEO Y LOS MODELOS HISTÓRICOS DE CIUDAD Europa es hoy, en el contexto mundial, una región altamente urbanizada, con casi tres cuartas partes de su población residiendo en ciudades, proporción que se supera en Los países noroccidentales (cuadro III.7), y cerca de 5.000 núcleos que superan los 10.000 habitantes en 1990, cifra equivalente a una cuarta parte del total mundial, de los que 84 superaban el medio millón (Moriconi-Ebrard, R, 1993). La estrecha dependencia respecto al proceso industrializador explica también las diferencias entre países, con una tasa máxima de 96,5 % en Bélgica, frente al 36,7 % de Albania, reducidas en lo esencial a los contrastes centro-periferia ya descritos, así como una paralela reducción de su densidad y el nivel de integración José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES entre los núcleos que componen los diversos sistemas urbanos nacionales (fig. 3.11). Como dato comparativo, mientras en la Unión Europea las ciudades con más de 10.000 habitantes están separadas unos 13 kilómetros en promedio, esa distancia alcanza los 48 kilómetros en Estados Unidos, lo que supone una densidad urbana muy superior (Cattan, N. et al., 1994). Pero el impacto de la industrialización supuso la aparición de muy pocas ciudades de nueva planta. Por el contrario, Europa contaba ya con una larga tradición urbana que se refleja hoy en la superposición de elementos surgidos en épocas diversas y más o menos remodelados que confieren al modelo de ciudad europea una notable diversidad. Tal como se ha afirmado en ocasiones, «la ciudad ha sido en Europa el principal factor de su vieja civilización y el elemento articulador del espacio, de las relaciones y de los intercambios» (Precedo, A., 1995, 271). La importante herencia urbana exige, pues, una breve referencia histórica que facilite la comprensión de las realidades actuales. Según Lefebvre, pueden distinguirse en Europa hasta cuatro modelos de ciudades a lo largo de su historia: la ciudad política surgida en la antigüedad, la ciudad comercial, y la ciudad industrial, evolucionándose actualmente en los países más avanzados hacia la constitución de una verdadera «sociedad urbana» (Lefebvre, H., 1972). Cuadro III.7 Tasas de urbanización en Europa, 1997 (%) Países Tasa (%) Países Tasa (%) Albania 36,7 Islandia 91,5 Alemania 85,3 Italia 66,9 Austria 64,6 Letonia 69,0 Bélgica 96,5 Lituania 67,8 Bosnia-Herzegovina Luxemburgo 85,9 — Bulgaria 67,8 Macedonia 58,1 Croacia 54,3 Noruega 73,9 Dinamarca 84,9 Países Bajos 60,5 Eslovaquia 57,2 Polonia 61,9 Eslovenia 50,4 Portugal 48,2 España 64,1 Reino Unido 89,5 Estonia 70,4 República Checa 77,0 Finlandia 64.6 Rumania 54,9 Francia 74,0 Suecia 83,1 Grecia 71,7 Suiza 68,0 Hungría 63,8 Yugoslavia 51,4 Irlanda 57,0 Europa 71,8 Fuente: Population Reference Bureau 1997.
En Europa, el surgimiento de lo que podemos identificar como ciudad política, vinculada al desarrollo de la agricultura sedentaria, el aumento de los excedentes, la aparición del intercambio y una incipiente división de) trabajo, junto a una progresiva estratificación social, puede remontarse al tercer milenio antes de nuestra era, comenzando por el Mediterráneo oriental (Creta) y difundiéndose progresivamente al resto del continente. Su primer impulso expansivo tuvo lugar con el desarrollo de las «polis» griegas desde el siglo VIII a.C., alcanzando su máxima expresión con el Imperio romano, periodo en que se fundan un buen número de ciudades, bien como emplazamientos militares y fronterizos, colonias agrícolas, centros administrativos, etc. Con su desaparición se produjo un agudo retroceso de la urbanización hacia sociedades agrarias cerradas y con intercambios limitados, base del régimen feudal imperante. Tan sólo algunas sedes episcopales, guarniciones militares o puertos del Mediterráneo mantuvieron una cierta heterogeneidad social y funcional que posibilita su identificación como verdaderos núcleos urbanos. A partir del siglo XII, la reactivación del intercambio y la división del trabajo trajo consigo un florecimiento urbano que aquí alcanzó particular importancia. Puede hablarse, pues, de un «movimiento socio-cultural y económico que tuvo raíces comunes» dentro de una gran variedad de formas, «que fue preludio de la revolución industrial del siglo XIX y creó sus supuestos» (Cipolla, C. M-, 1976, 152-155). Este resurgimiento supuso la reactivación de una parte de las antiguas ciudades, junto a la fundación de otras, ligadas siempre al desarrollo del comercio y la artesanía, por lo que su localizador! preferente fueron las encrucijadas de comunicaciones o la costa, aprovechando por lo general emplazamientos defensivos, pero aún en 1400 sólo un 2-3 % de la población europea era urbana. Como rasgos más significativos de esas ciudades medievales pueden citarse los siguientes:
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
― En el plano económico, ya no son centros parasitarios, sino que una parte importante de la riqueza consumida se genera en su interior. ― La heterogeneidad social es también más acusada, con la aparición y desarrollo de una burguesía urbana ligada al comercio y las finanzas que acaba desplazando a los restantes grupos en el control del poder municipal. ― Gozan, en su mayoría, de un estatuto jurídico propio como medida de protección frente a los señores feudales. ― Suelen constar, frecuentemente, de un recinto fortificado que se rellena progresivamente, en cuyo centro, y por lo general en torno a una plaza, se reúnen las instituciones que simbolizan los poderes existentes en la urbe: ayuntamiento, mercado, iglesia o catedral, y casa de los gremios. Desde el siglo XVI y hasta comienzos del XIX tuvo lugar un progresivo desplazamiento del fenómeno urbanizador hacia el norte y la mayoría de ciudades perdió su estatus jurídico en favor de los nuevos estados-nación de carácter unitario y centralista, lo que también acarreó un rápido crecimiento de sus capitales políticas (Londres, París...). En cualquier caso, la tasa de urbanización continuó siendo muy baja: en 1600, sólo 4 de los 85 millones de europeos vivían en núcleos con más de 15.000 habitantes, lo que apenas suponía un 5 % del total (Jordán, T. G., 1973, 316). Resultado de este proceso multisecular fue la formalización de una estructura característica de la ciudad preindustrial europea que, salvando ciertas anomalías (como la de las ciudades islámicas del mediodía español, por ejemplo), es aplicable a las diversas realidades nacionales. Con unas dimensiones que, salvo en el caso de unas pocas capitales, resultan bastante reducidas ante las limitaciones que imponen los transportes y los abastecimientos, junto a la existencia de una cerca o muralla que obedece a fines defensivos, fiscales o sanitarios, las ciudades se organizan en torno a un centro que reúne los elementos de poder y mayor valor simbólico, en cuyas proximidades suelen residir las clases dominantes. A partir de aquí, se extiende una trama generalmente compleja en la que, junto a una red de calles escasamente organizada, herencia del período medieval (salvo en casos aislados como el de las bastidas francesas), se sobreimponen a veces los trazados regulares surgidos desde el Renacimiento. Una relativa abundancia de plazas, que suelen remontar su origen a los mercados bajo medievales o a la búsqueda de perspectivas con el Barroco, y una limitación en altura de los edificios que permite mantener cierta regularidad fisionómica, completan las características externas. Por lo que se refiere a la estructura socio-espacial, dadas las reducidas dimensiones urbanas y la escasa movilidad social, aunque no existía José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES una estricta zonificación del espacio sí resultaban visibles ciertas formas de segregación, tanto en sentido vertical como horizontal: mientras la planta baja se destinaba con cierta frecuencia a comercios, servicios o talleres, el primer piso («principal») es residencia de los grupos de mayor renta, en tanto los superiores, hasta las buhardillas, suponían un progresivo descenso en la escala social. En dirección a la periferia de la ciudad, se registraba idéntica disminución de estatus por parte de los residentes, que se hacía máxima en los arrabales y suburbios anexionados (Berry, B. J. L„ 1975, 187-188). 4.
EL DESARROLLO DE LAS AGLOMERACIONES METROPOLITANAS
El comienzo de la industrialización provocó un crecimiento urbano explosivo que vino a desequilibrar la anterior relación de fuerzas entre la ciudad y el campo, debido a un éxodo rural masivo, que posteriormente se vio complementado por el propio crecimiento vegetativo de una población inmigrante, en su mayoría joven, que permitió mantener altas tasas de natalidad pese a que sus niveles de fertilidad fueran inferiores a los rurales. Todo ello acarreó también profundas transformaciones internas en las ciudades preexistentes, tanto morfológicas, como funcionales o sociales; la industria rompió la ciudad comercial para adaptarla a las nuevas necesidades e intereses, generando con ello un nuevo modelo urbano, En las primeras fases de expansión, las ciudades industriales conocieron una fuerte densificación de sus recintos, traducida en un aumento de la altura de sus edificios, construcción de viviendas en interiores, subdivisión de las existentes, etc., que condujo con frecuencia al hacinamiento. La posterior eliminación de los límites físicos o jurídicos a la expansión, y la mejora del transporte público, facilitaron una rápida ampliación de los perímetros urbanos en mancha de aceite, surgiendo nuevos barrios en coexistencia con las áreas industriales, ferroviarias y de almacenamiento en la periferia urbana. Estas últimas son un buen reflejo del profundo cambio funcional que registran en ese momento las ciudades: la incorporación de la actividad productiva las convirtió en motores esenciales de la economía nacional, progresivamente especializadas e interrelacionadas entre sí hasta llegar a configurar verdaderos sistemas urbanos integrados. En el plano social, el incremento de los contrastes que acarreó el surgimiento de la burguesía industrial y del proletariado como grupos consolidados, se materializó en una creciente segregación espacial, con separación efectiva según barrios. A medida que se fueron deteriorando las condiciones de habitabilidad en el recinto histórico, se inició el traslado de la burguesía y las clases medias hacia determinados sectores periféricos. Junto a todos estos cambios, la ciudad industrial del siglo XIX en Europa, reflejo del liberalismo económico, conllevó una serie de costes sociales, particularmente graves en lo que se refiere a las condiciones de vi da de las clases trabajadoras, reflejadas en la pervivencia de altas tasas de mortalidad o una elevada conflictividad social. La evolución en el último siglo ha supuesto, junto a una constante expansión del tejido urbano hasta llegar a configurar realidades espaciales nuevas como las aglomeraciones urbanas, una creciente intervención de los poderes públicos tendente a contrarrestar algunos de estos efectos negativos y dirigir el crecimiento de la ciudad. La estructura actual de las ciudades europeas se establece generalmente en torno a su centro histórico, área de alta densidad y valor simbólico en donde, junto a pervivencias del pasado que mantienen el recuerdo de lo que la ciudad fue, se superpone una remodelación vinculada a la intensa presión sobre el suelo que genera la propia centralidad urbana. Un primer elemento heredado es el emplazamiento, muchas veces defensivo, que en unos casos se relaciona con un promontorio elevado (Atenas, Praga, Budapest,..), en otros con la margen interna de un meandro (Berna, Toledo...), una isla (París, Estocolmo...), un puerto protegido (Lisboa, Londres, Oslo...), etc. En ocasiones, la pervivencia del recinto fortificado refuerza este carácter, al tiempo que se convierte en serio obstáculo a los desplazamientos internos, por lo que frecuentemente han sido derribados, dando lugar a amplias avenidas (Viena, Berlín, Colonia...). Una trama viaria compleja y fragmentada, poco adaptada por lo común a las necesidades del tráfico rodado, constituye otro legado del pasado que se suma a toda una serie de elementos arquitectónicos, desde los vinculados a las clases dominantes de otrora (palacios, iglesias, edificios públicos...), a los diferentes tipos de edificaciones conservadas, monumentos públicos, etc. El desarrollo de ciertas actividades necesitadas de accesibilidad como son las oficinas del terciario de decisión o algunas comerciales (grandes almacenes, tiendas especializadas), y una oferta de suelo inelástica, han promovido una fuerte revalorización de los solares, con la consiguiente renovación y densificación, que la apertura de grandes vías de acceso y circunvalación, la neutralización a la circulación interior de automóviles, o la descentralización de servicios hacia los parques empresariales y grandes superficies comerciales de la periferia urbana, no han logrado evitar. En tomo a este centro se dispone un área de difícil caracterización, que en dirección a la periferia ve escalonarse una serie de espacios, preferentemente residenciales, con rasgos diversos. Si la distinta antigüedad de los edificios en relación con su distancia al centro ocasiona múltiples variaciones José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES morfológicas (altura de los edificios, materiales, tipo de manzana...) y en la edad media de los residentes, la complementariedad e incompatibilidad entre usos del suelo tiende a originar diferencias socio-funcionales según sectores. De este modo, los precios del suelo y de los inmuebles favorecen una compartimentación de la ciudad en unidades contrastadas, donde la distinta calidad del espacio se identifica con la diferente categoría social: la oposición oeste-este en Londres o París, norte-sur en Madrid, etc., no son sino ejemplos de un fenómeno general. Para aumentar la variedad existente, al modelo de crecimiento horizontal de raíz anglosajona, basado en viviendas unifamiliares alineadas, que originan bajas densidades, se le contrapone el más concentrado y con predominio de bloques en altura, que permite agrupar los servicios a costa de una mayor densidad. Por lo que respecta a la industria, su tradicional implantación junto a las estaciones de ferrocarril ha dado paso a un traslado general hacia la periferia urbana y los núcleos del entorno, con prioridad a los ejes de transporte rápidos y los polígonos creados a tal efecto, frente a su sustitución por viviendas, oficinas y equipamientos en las áreas interiores, lo que ha dado lugar a grandes operaciones urbanísticas (Docklands londinenses, Villa Olímpica de Barcelona, Pasillo Verde Ferroviario en Madrid, sector Pirelli-Biccoca en Milán, etc.). La evolución reciente ha favorecido la aparición de parques industriales, parques empresariales donde coexiste con oficinas y servicios, y parques tecnológicos, que buscan la integración entre las actividades de investigación y formación con las estrictamente productivas. La densificación y encarecimiento del suelo, junto a la mejora del transporte y el trasvase de empresas y empleos a distancias cada vez mayores, son factores esenciales en la formación de aglomeraciones urbanas, fenómeno particularmente generalizado en las sociedades capitalistas avanzadas durante nuestro siglo, que no supone tan sólo un cambio cuantitativo, de escala, sino también cualitativo, pues «lo que distingue esta nueva forma de las anteriores no es sólo su dimensión (que es consecuencia de su estructura interna), sino la difusión de las actividades y funciones en el espacio y la interpenetración de dichas actividades según una dinámica independiente de la contigüidad geográfica» (Castells, M., 1979, 28). Si bien es indiscutible el papel jugado por el desarrollo tecnológico en su consolidación, las razones esenciales hay que buscarlas en la creciente importancia de las economías externas como fuente de beneficio para las empresas industriales o de servicios a medida que se fueron liberando de las servidumbres impuestas por la localización de los recursos, la mano de obra, el mercado, etc. En último término, no son sino exponentes de la concentración de los medios productivos y de gestión característica del período actual. Un primer tipo de aglomeración se identifica con las áreas metropolitanas, caracterizadas por fuertes procesos de polarización en favor de una ciudad central (metrópoli), que dieron origen a la aparición en su entorno de una corona de núcleos satélites funcionalmente dependientes (ciudades-dormitorio), junto a áreas industriales, plataformas logísticas y de transporte, etcétera; los ejemplos de París y Londres, con cerca de 10 millones cada .una, Milán (5 millones), Madrid (4,5 millones) a Berlín (3,5 millones), son exponente de ese modelo de crecimiento (Dogan, M.; Kassarda, I D., 1988). Un segundo tipo corresponde a las conurbaciones, formadas por el crecimiento paralelo de varios núcleos urbanos entre los que ninguno prima sobre los demás, originándose en este sentido una progresiva especialización funcional de cada uno respecto del conjunto; el Ruhr alemán (10,5 millones de habitantes), el Randstad holandés (5,6 millones), Manchester-Liverpool (4,1 millones), Leeds-Sheffield (3,3 millones), o Frankfurt-Mainz-Wiesbaden (3,2 millones), representan asimismo ejemplos significativos. Desde mediados de los años setenta se puso en evidencia una aparente ruptura en los procesos de crecimiento acumulativo experimentados por las aglomeraciones urbanas europeas durante décadas. Así, por ejemplo, la tasa media de crecimiento urbano en Europa occidental se redujo del 1,45 % de promedio anual en los años sesenta, al 0,81 % en los setenta y al 0,37 % en los ochenta; en Europa oriental, esas tasas fueron del 2,55 %, el 2,36 % y el 1,00 % respectivamente (Cattan, N. et al., 1994). Tal regularidad intentó sistematizarse acudiendo a modelos sobre ciclo de vida que establecían la existencia de fases secuenciales en la evolución metropolitana a partir de los comportamientos observados en el núcleo central y su periferia (fig. 3.12). Si en sus primeras etapas de expansión lo característico suele ser un crecimiento de carácter centrípeto, focalizado en el núcleo central (fase de urbanización), el inicio de procesos difusores cuando se rebasa un cierto umbral favorece el traslado de las tasas de crecimiento más elevadas hacía los núcleos de su entorno, que constituyen las sucesivas coronas metropolitanas (suburbanización). La profundización de las tendencias desconcentradoras suele conllevar, más tarde, el declive del foco difusor, que puede llegar a transmitirse al conjunto de la aglomeración (desurbanización o contraurbanización). Finalmente, se planteaba cierta tendencia a la revalorización del centro en fas metrópolis maduras, que recupera así un cierto protagonismo (reurbanización). La aplicación de este tipo de interpretaciones a un total de 223 regiones urbanas funcionales (RUF) de la Comunidad Europea, realizada por Cheshire y Hay (1985, 1989), permitió constatar un progresivo incremento en el número de ciudades situadas en las fases más avanzadas de evolución a lo largo del José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES tiempo (fig. 3.12), junio a algunas otras conclusiones complementarias: ― que la proporción de aglomeraciones en declive era superior entre las de mayor volumen de habitantes que entre las de dimensión más reducida, ante el buen comportamiento de las ciudades inedias; ― que su presencia era también mayor en los países noroccidentales, que iniciaron su proceso urbanizador en fecha más temprana, que en los mediterráneos: de las 40 RUF con declive medio o fuerte, un 90 % se situaban en el Reino Unido, Alemania y Bélgica, mientras de las 82 con una tasa anual de crecimiento superior al 0,5 % tres cuartas partes estaban localizadas en España, Francia, Italia y Grecia. No obstante, esa aparente crisis metropolitana fue pronto cuestionada, al menos en un triple sentido. Por un lado, el debilitamiento de los flujos migratorios y el estancamiento demográfico no afecta la concentración de aquellas funciones de mayor rango y valor, que siguen necesitadas de las economías externas y los intangibles (centros de dirección, formación superior, recursos humanos cualificados...) de las grandes urbes, y la creciente globalización económica parece reforzar tal tendencia, en beneficio de unas metrópolis convertidas en «los sistemas técnicos y organizativos fundamentales en nuestro tipo de sociedades, a medida que la productividad y la competitividad de empresas y economías regionales dependen cada vez más de la generación y tratamiento de la Información» (Castells, M., 1990, 17). Eso les ha permitido mantener y, en algunos casos, reforzar también su ventaja comparativa respecto a los niveles de ingreso por habitante, que están siempre por encima del promedio correspondiente a cada país.
Etapas de Crecimiento urbano: Cambio poblacional 2 3 1 Centralizaci Centralizaci 4 5 6 Población Centralización ón ón Descentral. Descentral. Descentralización durante la absoluta relativa relativa absoluta durante la pérdida CP CA CR DR DA pérdida DP B A A B Centro (C)…… + + + + Hinterland (H)… + + + + Región (C+H)…. + + + + + (AC
AH) (ACAH)
Fuente: P, Cheshire D. Hay, 1986
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fuente: P. Cheshire-D. Hay, 1989. Fig. 3.12.
Ciclo de vida urbano y aplicación a las regiones urbanas funcionales de la Comunidad Europea.
Así, por ejemplo, en 1990 y sobre un promedio europeo de 100, la región metropolitana de París alcanzaba un nivel 161, en tanto Viena se situaba en 147, Roma en 122, Londres en 120, las capitales escandinavas en 120, Madrid 105, y tan sólo Lisboa (79) y Atenas (45) quedaban por debajo (Vandermorten, C, 1994), Finalmente, la propia imagen del declive poblacional fue sustituida por una recuperación de las tasas positivas en numerosas ciudades desde mediados de los años ochenta (fig. 3.13), además de ser engañosa ante la generalización de formas de asentamiento y localización de actividades cada vez más difusas, con masivos desplazamientos diarios de varias decenas de kilómetros que desbordan los antiguos límites administrativos, dificultando su medición estadística. Se evoluciona así hacia ciudades policéntricas, extensas y de limites inciertos, que Ascher califica como metápolis, donde se produce cierta discontinuidad entre los espacias que la integran, frente a una estrecha integración funcional en forma de densos flujos diarios de personas, mercancías, información y capital (Ascher, R, 1995).
5. LA INTERVENCIÓN PÚBLICA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA CIUDAD CONTEMPORÁNEA Si la reglamentación sobre la distribución y funcionamiento de determinadas actividades o la construcción de viviendas oficiales cuentan con una cierta tradición en las ciudades de Europa occidental, la evolución en el último siglo ha exigido una actuación más directa y enérgica de los poderes públicos tendente a ¡imitar las tensiones sociales generadas, paliar los déficit infraestructurales, orientar el crecimiento, promover la descongestión de las grandes ciudades o, más recientemente, afrontar los costes sociales derivados de la crisis. En la implementación de estas políticas, cuya eficacia ha sido muy variable según países, los organismos públicos han orientado su actuación en tres direcciones principales: ― Desarrollo de unas normas de planeamiento en las que se marcan las coordenadas ― generales de la evolución futura, fijándose asimismo el soporte económico necesario para su puesta en práctica. ― Control y zonificación de los usos del suelo en el interior de la ciudad para evitar impactos ambientales no deseados. ― Política asistencial orientada a la gestión de los transportes, los servicios públicos y determinadas prestaciones sociales, en el marco del welfare state. Pero donde esta intervención en materia urbanística alcanzó sus mayores cotas fue, sin duda, en los países de Europa oriental. Con la instauración de los nuevos regímenes y de los planes quinquenales a finales de los años cuarenta, se iniciaron una serie de transformaciones en profundidad que también han afectado a sus espacios urbanos. Si en los primeros momentos el objetivo prioritario fue la reconstrucción de ¡as ciudades destruidas total o parcialmente por la guerra, bien manteniendo la fidelidad al pasado José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES como Varsovia o Praga, bien llevando a cabo una profunda remodelación del centro histórico con apertura de grandes vías y plazas, renovación del parque inmobiliario, construcción de edificios públicos representativos, etc., como en Berlín oriental o Bucarest, las actuaciones principales se iniciarán el decenio siguiente. Desde entonces y hasta la desaparición de ios sistemas de planificación centralizada, lo realizado fue fruto de la dialéctica entre objetivos teóricos y necesidades inmediatas, que ha condicionado la praxis específica en cada país, si bien dentro de unas coordenadas comunes.
Fig., 3.13.
Evolución reciente del crecimiento urbano en Europa (Tomado de A Precedo, 1995.)
A partir de la socialización del suelo y de la sujeción a las directrices generales emanadas del planeamiento que sustituye así los mecanismos del mercado en la asignación de usos el urbanismo se concibió como instrumento para cubrir necesidades colectivas y, al tiempo como palanca de transformación de la sociedad. Para lograrlo, los objetivos se cifraron en eliminar la antítesis ciudad-campo derivada de la división espacial del trabajo, conseguir una estructura urbana más homogénea e igualitaria, reducir la segregación espacial derivada de los contrastes de clase y el problema de la vivienda como forma de explotación adicional de la clase trabajadora, y alcanzar asimismo un mayor equilibrio funcional, distribuyendo los equipamientos en relación a la población. El primero de esos principios es, sin duda, el que menores éxitos ha cosechado en su materialización práctica. La necesidad de concentrar esfuerzos para acelerar el crecimiento económico particularmente en el caso de la industria pesada, junto a la fuerte centralización administrativa en las respectivas capitales políticas, favoreció el mantenimiento de importantes desequilibrios en la jerarquización de los sistemas urbanos, y el crecimiento de grandes ciudades como Budapest, con 2,2 millones de habitantes en 1997, equivalente al 20 % de la población húngara, Varsovia (2.3 millones y 6 % respectivamente), Bucarest (2,1 millones y 9 % del total), Praga (1,3 millones y 12%), Belgrado (l ,4 millones y 13 % de la Yugoslavia actual), o Sofía (1,4 millones y 17 %) así lo demuestra. Aunque con dimensiones inferiores, esa concentración resulta mayor en el caso de las capitales pertenecientes a los pequeños estados bálticos: Tallin (0,5 millones, el 33 % de la población de Estonia) Riga (0,9 millones, el 37 % de Letonia) y Vilnius (0,6 millones, el 17 % de Lituania) Algo similar puede decirse respecto a las de los restantes nuevos estados balcánicos como es el caso de Sarajevo (0 4 millones, el 12 % de Bosnia-Herzegovina), Zagreb (0,7 millones, el 15 % Croacia), Skopje (0,6 millones el 26 % de Macedonia), Ljubjana (0,3 millones, el 13 % de Eslovenia), o Bratislava (0,4 millones, el 8 % de Eslovaquia), que detentan idéntica primacía en cuanto a localización de actividades económicas y centros de poder Las actuaciones en este José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES terreno se limitaron a la construcción de algunas ciudades nuevas' bien para descongestionar algunas de estas metrópolis, revitalizar ciertas regiones poco desarrolladas o acompañar la creación de nuevos complejos industriales. Los ejemplos de Nowe Tichy, Stalowa Wola o Nowa Huta en Polonia, Dunajvaros en Hungría Titograd en Yugoslavia, o Dimitrovgrad en Bulgaria, se integran en este contexto Los avances logrados en los otros dos aspectos son bastante más significativos. La búsqueda de una mayor igualdad en las condiciones de vida para los habitantes urbanos se plasmó en la estructuración del espacio mediante unidades de vecindario. Con unas dimensiones de 6.000-12.000 residentes, y agrupadas en distritos, cada unidad se organiza en torno a un área central de servicios comunitarios (educativos, sanitarios, comerciales, de esparcimiento), generalmente en el sector más accesible. Constituidas por edificaciones en altura, y con amplias zonas libres que permiten mantener densidades medias ante el carácter de propiedad social que tiene el suelo, presentan hoy una composición social bastante homogénea, favorecida por la política de alquileres bajos, si bien la creciente importancia del mercado libre y los sistemas cooperativistas favorecen una creciente diferenciación. Formando un cuitaron discontinuo que rodea las ciudades históricas, con las que están conectadas por líneas de transporte público sus principales deficiencias se relacionan con la baja calidad de la edificación, la monotonía que se deriva de la estandarización de diseños y materiales, o la baja densidad en comercios y equipamientos. En las dos últimas décadas ha tenido lugar una cierta crisis de estos modelos de intervención pública, tanto en las ciudades occidentales como, sobre todo, en las orientales, ante la evidencia de numerosas insuficiencias en sus resultados y el auge de las posiciones liberalizadoras, favorables a otorgar mayor protagonismo al mercado en la construcción de la ciudad y la asignación de usos al suelo. En ese nuevo contexto, una de las principales novedades ha sido la rápida difusión de la planificación estratégica, sobre codo en el caso de las grandes ciudades, que además de trasladar formas de actuación empresarial al ámbito urbanístico, ha permitido recuperar una visión más integrada del espacio urbano y de su gestada, al buscar la concentración de los diversos agentes sociales implicados —públicos y privados— en la definición de unos objetivos prioritarios y un plan de acción, aunque sus resultados han sido muy diversos (Vandermorten. C, edit., 1994). A esto se han unido acciones puntuales de renovación urbana en áreas centrales, promoción de áreas de actividad periféricas, e inversiones en infraestructuras de transporte y equipamientos colectivos (culturales, deportivos, sanitarios, de ocio…), en un contexto de progresiva descentralización de recursos y competencias en favor de las instituciones locales, que se extiende a un número creciente de países. IV. 1.
Los espacios rurales y las actividades agrarias LA TRANSFORMACIÓN DEL MUNDO RURAL EUROPEO: PROCESOS GENERALES
Hasta el siglo XVIII, los asentamientos rurales como forma de poblamiento y la agricultura como actividad eran ampliamente dominantes en Europa, con unas características regionales bien definidas que se habían ido decantando a lo largo de una lenta y prolongada evolución en el tiempo, partiendo de unas determinadas condiciones ecológicas. Las profundas transformaciones vinculadas ai proceso de industrialización y crecimiento económico han supuesto desde entonces una drástica modificación de ese panorama, tanto por lo que se refiere a la importancia relativa de la actividad agraria en la producción y el empleo totales, como por los cambios morfológicos, funcionales y sociales que han tenido lugar en el mundo rural. En primer lugar, una parte más o menos relevante, según los casos, del espacio rural europeo ha cambiado su uso, generalizándose una cierta reducción del terrazgo agrícola en favor de otros usos alternativos que comprenden desde la reforestación o la creación de nuevas infraestructuras, a viviendas, industria dispersa, etc., hecho particularmente importante en las áreas próximas a los grandes centros urbanos y en suelos marginales, de baja productividad, lo que ha supuesto un aumento de la proporción que las regiones noroccidentales (de Brest a Copenhague aproximadamente) representan en la producción final agraria del continente. A esa pérdida de terrenos de labor le ha acompañado un retroceso muy superior de la población activa agraria, con importantes desplazamientos migratorios en dirección a las áreas urbano-industrial es durante décadas, hoy sustituidos en gran medida por el desarrollo de actividades no agrarias en los propios espacios rurales. De este modo, menos del 10 % de los ocupados en Europa aún trabaja en el sector primario, lo que viene a suponer una cuarta parte del promedio mundial, y de éstos una parte creciente lo hace tan sólo a tiempo parcial. Aún es menor su participación en el PIB, pues, salvo en el caso de Albania (56 %), oscila entre el 2 y el 21 %, con una distribución por países que pone de manifiesto la diversa antigüedad e intensidad del proceso industrializador así como las facilidades u obstáculos impuestos en cada caso por las condiciones ecológicas, o el menor grado de apertura externa mantenido por las economías planificadas hasta su crisis (cuadro III.8).
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ESPACIOS Y SOCIEDADES CUADRO III.8. Estructura sectorial del PIB en los países europeos, en 1995(%) Sector Sector Sector Sector Sector Sector Países agrario industrial servicios Países agrario industrial servicios Albania 56 21 23 Islandia 16 3S 48 Alemania 2 38 60 Italia 3 31 66 Austria 2 34 64 Letonia 9 31 60 Bélgica 2 30 68 Lituania 11 36 53 Bosnia- Herzegov. Luxemburgo 2 30 68 — — — Bulgaria 13 34 53 Macedonia 16 55 29 Croacia 12 25 63 Noruega 3 35 62 Dinamarca 4 29 67 Países Bajos 3 27 70 Eslovaquia 6 33 61 Polonia 6 39 55 Eslovenia 5 39 57 Portugal 5 39 56 España 3 36 61 Reino Unido 2 32 66 Estonia 8 28 64 Rep. Checa 6 39 55 Finlandia 6 37 57 Rumania 21 40 39 Francia 2 27 71 Suecia 2 32 66 Grecia 21 36 43 Suiza 3 32 65 Hungría 8 33 59 Yugoslavia 15 50 35 Irlanda 10 25 65 Fuente Banco Mundial. 1997 Ese retroceso de los efectivos agrarios, que sólo en algunas regiones se ha visto compensado por el desarrollo industrial o turístico, ha desencadenado en las restantes una crisis de muchos antiguos centras de servicios que vieron restringida su demanda, al tiempo que conocían una creciente competer.cia per parte de las grandes ciudades vinculada a la mejora del transporte. El resultado ha sido un éxodo de comerciantes, artesanos, trabajadores de los servicios, etc., que ha favorecido una ruralización creciente de los núcleos pequeños y una cierta concentración en los mayores, reforzando así su jerarquización. Pese a la pérdida de efectivos humanos, las innovaciones introducidas en las explotaciones, tanto por lo que se refiere a los cambios de cultivos, mayor especialización, tecnificación de las labores, etc., han permitido un rápido aumento de la productividad, necesaria en una actividad orientada ya plenamente al mercado, e incluso una elevación de la producción obtenida en cifras absolutas, con elevados volúmenes de excedentes. Muy inferiores han sido, salvo en Europa oriental, los cambios introducidos en los sistemas de explotación y propiedad de la tierra, aquejados de inadaptación funcional respecto a las actuales formas de producción y causa de graves tensiones sociales en algunas regiones europeas. En este caso, la diversidad de actuaciones llevadas a cabo impide extraer generalizaciones y obliga a un análisis más pormenorizado, ante la notable variedad y complejidad de los paisajes agrarios actuales. 2.
LAS REGIONES AGRARIAS EN LA EUROPA PREINDUSTRIAL
Desde la introducción de la agricultura sedentaria en Europa, hecho que probablemente tuvo lugar entre el 6500 (Mediterráneo oriental) y el 2000 a.C. (Irlanda y Escandinavia), esta actividad se convirtió en la base de la subsistencia para la práctica totalidad de estas sociedades, determinando sus modos de vida y sus posibilidades de desarrollo. A partir de entonces, y prácticamente hasta la industrialización, los espacios agrarios han conocido una evolución marcada por una serie de rasgos estructurales omnipresentes que constituyen una herencia de cierto peso aún en la actualidad. En primer lugar, hay que mencionar el predominio generalizado de la agricultura de subsistencia relacionada con la escasez de excedentes y las dificultades para el transporte a grandes distancias, tanto por sus altos costes como por el carácter perecedero de muchos productos. Así, por ejemplo, Bairoch ha calculado que aun hacia 1830, las costes de transportar el trigo se doblaban a los 400-500 kilómetros por vía terrestre y a los 1.200 por vía marítima (Bairoch, P„ 1973, 76). Sólo algunos países o regiones bien comunicados por mar como Inglaterra o los Países Bajos iniciaron, ya desde el siglo XVII, un progresivo abandono de la cerealicultura, compensado mediante un aumento de las importaciones procedentes de Polonia (a través del Báltico y los estrechos daneses) o Ucrania (desde el mar Negro), que vieron así reforzadas sus oligarquías terratenientes, Un segundo tipo de áreas con una cierta especialización productiva eran las del entorno de las grandes ciudades, en donde la distribución de usos del suelo parece guardar estrecha relación con el modelo descrito por Von Thünen a comienzos del XIX, existiendo una evidente relación entre distancia e intensidad de ocupación; de este modo, tienden a formarse aureolas más o menos concéntricas en tomo al mercado, sólo deformadas por la existencia de ejes de transporte José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES rápido como, por ejemplo, un río navegable. Dentro del policultivo inherente al autoconsumo, en Europa se evidencia un claro dominio de los cereales como base de la alimentación, con la consiguiente dependencia respecto a las fluctuaciones de su producción. Aunque el cereal básico variase o presentase asociaciones con plantas diversas según las condiciones climáticas regionales, ésta es, sin duda, una de las pervivencias más notables a lo largo del tiempo, junto al papel subsidiario de una ganadería que proporcionaba, sobre todo, fuerza de tiro, estiércol y un complemento alimentario. El escaso desarrollo tecnológico y la baja productividad limitaron el incremento demográfico, vinculado siempre a la expansión de la superficie cultivada como la ocurrida en la Edad Media y en los siglos XVI-XVII con la roturación de tierras al este del Elba o en las regiones bálticas, impidiendo una mejora significativa en los niveles de vida para la mayoría de la población, agravada por los fuertes contrastes existentes en la distribución de la tierra. Pero de tanto o mayar significado que esos rasgos comunes son los contrastes regionales derivados de la peculiar evolución habida en las sociedades europeas, relacionada con sus condiciones ecológicas y su peculiar estructura de clases. Siguiendo a Jordán (1973), pueden distinguirse tres grandes áreas, identificadas con las regiones de pastoreo nómada del norte de Escandinavia, las regiones cerealistas centroeuropeas y el mundo mediterráneo, distribuidas según recoge la figura 3.14a. a)
El pastoreo nómada en la península Escandinava
En el vértice septentrional de Europa, área de condiciones climáticas extremas que determinan su evidente marginalidad desde el punto de vista agrario, la región de Laponia, extendida desde Noruega hasta el ártico ruso, ha conocido durante siglos el dominio casi exclusivo de un sistema ganadero muy extensivo que ha condicionado las formas de vida y ocupación dominantes. Esta actividad, vinculada a un grupo étnico específico, se caracteriza por el desplazamiento estacional de rebaños de renos en sentido meridiano, entre la tundra y el bosque de comieras, motivado por la escasez y pobreza de los pastos, lo que conllevaba asimismo el traslado del habitat durante la primavera y el otoño. Aun cuando el espacio afectado y las bajas densidades de población sustentadas limitan notablemente la importancia de esta región en el panorama agrario europeo, es evidente que supone un claro reflejo de la adaptación llevada a cabo ante un medio francamente hostil, contribuyendo además a otorgar una acusada personalidad al territorio hasta el momento presente. b)
La agricultura cerealista centroeuropea
Desde el sur de Escandinavia y hasta el límite de las cordilleras alpinas meridionales, se extiende un vasto conjunto de llanuras y mesetas ocupadas, al menos desde la época medieval, por los cultivos cerealistas, que suponían el fundamento de la economía agraria, en tanto la cabañaa ganadera, más importante que en el mundo mediterráneo, servía como complemento eficaz dentro de la lógica inherente al principio de autosubsistencia. Según las condiciones térmicas y de humedad, el cereal de invierno dominante podía ser el trigo —desde las Islas Británicas y Francia hasta los Balcanes— o el centeno —en las regiones más septentrionales—, acompañado generalmente por otros cultivos secundarios entre los que la avena y la cebada como cereales de verano destinados al consumo ganadero o humano, las leguminosas, y el lino como fibra textil ocupaban un lugar destacado, La rotación trienal (cereal de invierno-cereal de primavera-barbecho), generalizada en Europa central, daba paso el sistema de año y vez en las regiones más secas, donde no es posible el cereal de verano, y en las más frías, donde la baja temperatura impide cultivar hasta bien entrada la primavera. Por su parte, en las regiones atlánticas el predominio de la cerealicultura se veía atenuado por la disminución del terrazgo agrícola y su sustitución por pastos y eriales mejor adaptados para el mantenimiento de una ganadería vacuna y, secundariamente, porcina, plenamente integrada con las actividades agrícolas hasta configurar un sistema agrario mixto. A las diferencias existentes en lo referente a los aspectos productivos, le correspondía una diversidad de paisajes que, esquemáticamente, puede reducirse a la conocida oposición entre los campos abiertos y cercados. El sistema de openfield o de campos abiertos aparece ya en la época carolingia, asociado a las fértiles áreas cerealistas y con altas densidades del sur de Alemania, desde donde se difundió por las mesetas situadas entre el Elba y el Sena, para extenderse ya a partir del siglo XVI hacia el este, acompañando la colonización germánica, e incluso hasta las llanuras orientales inglesas, trasplantado por la nobleza anglonormanda. Su morfología se caracteriza por un terrazgo agrícola bien definido y libre de cercas, dividido en hojas de cultivo homogéneas y continuas, parcelas generalmente alargadas y estrechas (longueras), y un habitat agrupado que suele emplazarse en el centro de ese espacio, rodeado por pequeños huertos que ayudan a diversificar la alimentación de la familia campesina. Su razón es esencialmente funcional, en relación con la existencia de determinados usos comunales: la fijación de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES cultivos a realizar en cada uno de los sectores en que se fragmenta el terrazgo permite establecer las fechas en que se recogen las cosechas, quedando libre después el terreno para apacentar el ganado, tanto en las rastrojeras como en la hoja dejada en barbecho, aspecto de particular importancia cuando escasea el terreno disponible para este fin. La permuta circular que se realiza cada año permite, además, mantener en equilibrio unos suelos escasamente abonados, pero fuerza una atomización parcelaria, agravada cuando los longueros se fragmentan progresivamente por herencia. En las regiones próximas al Atlántico, desde Galicia a Escandinavia, domina en cambio el sistema de campos cercados o bocage, que algunos identifican con las áreas en que se procedió a una roturación individual de los bosques, y que conocerá una progresiva expansión durante la Edad Moderna. Aquí las tierras de labor y los prados, mucho más extendidos ante un clima de mayor humedad, aparecen cercados con madera, piedra o seto vivo según los cases, presentando al tiempo una forma compacta e irregular, y apareciendo a menudo entremezclados con las áreas incitas de landa o bosque. Un habitat disperso en granjas o pequeñas aldeas y una densa red de caminos rurales completan una morfología bien diferenciada de la anterior, que se corresponde con una economía agraria mucho más orientada hacia la ganadería. La supresión de tocia servidumbre comunal y el acusado individualismo subyacente justifican su expansión desde el siglo XVII, a medida que aumenta la participación de la burguesía urbana en la compra de tierras y crece la especialización ganadera. La cerca tiene, en este sentido, una funcionalidad múltiple: defiende las tierras del ganado ajeno, delimita la propiedad y facilita una concentración de las parcelas dispersas del openfield en unidades mayores, asociada con frecuencia a una paralela concentración de la propiedad. c)
La agricultura mediterránea
Fruto de la heterogeneidad que caracteriza su medio físico y la evolución histórico-cultural, el mundo rural mediterráneo se ha mostrado a lo largo de los siglos como un espacio particularmente complejo y contrastado, en el que la oposición secano-regadío, vertientes-llanuras y latifundio-minifundio definen lo esencial de su personalidad. La clásica trilogía cereal-viñedo-olivar, ampliamente dominante en las áreas de secano, impone al paisaje agrícola algunos de sus rasgos esenciales y supone una inteligente adaptación a las circunstancias, tanto climáticas (los cultivos arbustivos son los que mejor pueden afrontar la sequedad estival) como topográficas, además de permitir un escaloña-miento en las cosechas. Mientras en las grandes llanuras, desde Castilla a Tesalia o Macedonia, dominan los campos abiertos cerealistas con sistema de año y vez, las vertientes, a veces abancaladas, se ven ocupadas por la arboricultura, desde el viñedo o el olivar a diversos frutales como el almendro, el algarrobo o la higuera. Las regiones más húmedas y de mejores suelos conocen un sistema de explotación más intensivo en el que se superponen, sobre las mismas parcelas, las hileras de árboles, los cultivos herbáceos y las leguminosas. Esta «coltura promiscua», particularmente desarrollada en la mitad norte de Italia, desde Toscana a la Emilia-Romagna, exige una fuerte inversión de trabajo para extraer su máximo rendimiento a pequeñas explotaciones, muchas veces arrendadas, y supone la máxima expresión del policultivo de autosubsistencia. Un último rasgo del secano mediterráneo viene a ser la escasez generalizada de pastos, que limita el desarrollo ganadero a las especies ovina o caprina frente a la vacuna, favoreciendo además una trashumancia estacional de los rebaños. Las únicas áreas donde la ganadería resulta dominante son, además de las montañas, las del suroeste de la península Ibérica, en donde los montados del Alentejo y las dehesas salmantinas y extremeñas suponen un sistema de explotación muy extensivo, ligada estrechamente a la gran propiedad, en que el encinar o alcornocal adehesado, el cereal (frecuentemente cultivado al tercio) y los pastos se reparten el suelo. En las pequeñas llanuras irrigadas que con carácter discontinuo aparecen en tomo al Mediterráneo, desde el litoral valenciano-murciano al de Macedonia, la situación es totalmente diferente. Junto al importante aumento de la productividad que permite la existencia de agua durante el verano, las huertas conocen una gran variedad de plantas cultivadas, desde la trilogía del secano a diversos frutales, productos hortícolas e, incluso, plantas tropicales posibilitadas por la elevada integral térmica. El minifundismo y las altas densidades de población suelen acompañarse aquí por un poblamiento disperso que contrasta con el habitual del secano, generalmente concentrado y con cierta predilección por las zonas de contacto, donde resulta posible desarrollar una economía mixta, y por emplazamientos defensivos relacionados con la dilatada y agitada historia de estas regiones. 3. a)
LOS NUEVOS ESPACIOS AGRARIOS EUROPEOS La evolución de los sistemas de cultivo: hacia una agricultura industrializada
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Pese a las pervivencias estructurales vinculadas a este pasado, la evolución general hacia la agricultura de mercado en todos los países europeos ha supuesto una progresiva capitalización de las explotaciones, con una mejora en las técnicas de cultivo que comprenden desde la motorización y mecanización, hasta el empleo creciente de productos químicos, la expansión del regadío, la selección de semillas y razas, etc., Igualmente, ha tenido tugar una progresiva especialización productiva relacionada con las condiciones naturales de cada territorio su accesibilidad y la evolución de los mercados, que permite elevar los rendimientos por persona y hectárea, si bien a costa de un paralelo aumento de la dependencia, tanto ecológica como económica. Según la denominada «ley de Engel», la proporción de gasto en aumentación disminuye con el aumento de la renta, y asimismo cambia el tipo de productos consumidos, lo que ha supuesto en Europa un progresivo incremento en aquellos de mayor calidad como la carne, los lácteos, las hortalizas y frutas, en detrimento de los anteriormente básicos como los cereales o las legumbres. La conocida diversidad climática y edáfica en Europa, unida ai distinto grado de adaptación a estas transformaciones, genera una amplia variedad de situaciones regionales (fig. 3.14b), en las que pueden destacarse algunos de los cambios más significativos que se han registrado. Las áreas próximas al océano, junto a buena parte de las regiones alpinas, han acentuado su tradicional vocación ganadera, orientándose principalmente en la actualidad hacia la producción de carne, leche y derivados con destino a los mercados urbanos. Con un terrazgo ampliamente dominado por los pastas, las forrajeras y los cereales-pienso, que llegan a representar tres cuartas partes de la superficie agraria útil (SAU), se mantiene un claro predominio de la pequeña explotación familiar, tal como refleja el hecho de que el número medio de cabezas de ganado en la UE sea de 33 en el caso del bovino, 17 en el del vacuno de leche y 58 en el porcina (Feo, F., 1995). No obstante, se ha evolucionado hacia un tipo de explotación muy capitalizada en la que la estabulación, la selección de razas y una intensa mecanización que ha reducido drásticamente el nivel de empleo, permiten alcanzar los niveles de producción y renta más altos, aunque su participación relativa en el valor añadido bruto total sea bastante escasa, tal como reflejan los mapas de la figura 3.15 para el caso de las regiones de la Unión Europea, con un problema estructural de excedentes (leche, mantequilla...) que exige importantes subvenciones anuales. El caso danés puede resultar bastante expresivo de esa evolución. Partiendo de las difíciles condiciones que para el desarrollo agrícola presentaba la península de Jutlandia, con abundancia de suelos arenosos de origen glaciar muy poco fértiles, junto a turberas y pantanos en las áreas deprimidas, desde el siglo pasado se ha llevado a cabo un proceso de desecación, drenaje y bonificación que permitió incorporar más de 700.000 hectáreas al terrazgo explotable, lo que representa cerca de la cuarta parte del total actual. Una progresiva dedicación hacia los cereales-pienso (50 % de la superficie cultivada), complementada con forrajeras y pastes naturales (25 %), sustentan el desarrollo de una cabaña vacuna y porcina, que hoy representa tres cuartas partes sobre el valor final de la producción agraria.
a)
Regiones agrafías en la Europa preindustrial
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
b)
Regiones agrarias en la Europa actual
Fig. 3.14.
Distribución de las regiones agrarias en Europa. (Fuente; T. G. Jordán, 1973.)
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 3.15. Distribución global de la producción ganadera de la Unión Europea Los pólders holandeses son, precisamente, otro de los ejemplos ilustrativos más citados a este respeto. Terrenos ganados al mar mediante la construcción de diques que se apoyan en los cordones litorales de arena (Gay, K; Wagret, R, 1970, 1420), han conocido una constante ampliación desde el siglo XIII, llegando a representar una superficie aproximada de 750.000 hectáreas, equivalente a una tercera parte del territorio nacional, y aún hoy se encuentran en pleno desarrollo con las actuaciones en el Zuiderzee (Flevoland) y el delta del Rhin, Mosa y Escalda. La conversión en suelo agrícola de astas áreas ha exigido un largo y laborioso proceso, impulsado por la fuerte presión demográfica sobre el territorio, en el que a la desecación realizada mediante el empleo de molinos de viento o, más recientemente, bombas hidráulicas, le ha seguido la rectificación y bonificación intensiva del suelo para hacerlo cultivable, culminando con su distribución entre los colonos y puesta en explotación. Si en los primeros siglos el reparto se hizo mediante la entrega de lotes pequeños e irregulares destinados al policultivo, en tanto los núcleos poblados se alineaban sobre los diques como medida de protección, la evolución en el último siglo ha conducido a explotaciones regulares y de tamaño creciente, que incorporan la granja en su interior, promoviendo así un habitat disperso. La especialización ganadera es ya casi total (más de 4,5 millones de cabezas de vacuno, principalmente de raza frisona), traducida en el paisaje por un claro dominio de los pastizales y de los cultivos destinados a su alimentación en forma de piensos. La única excepción importante se sitúa en el Westland, núcleo central del área de pólders rodeado por el anillo urbano del Randstad, en el que se ha desarrollado una horticultura intensiva sobre poco más de cien mil hectáreas, cuyos mercados de venta desbordan las fronteras nacionales para extenderse a las grandes aglomeraciones del entorno, desde Suecia al Reino Unido o Alemania. La dedicación de unas 15.000 hectáreas al cultivo de flores, parcialmente en invernaderos, es buena muestra del carácter especulativo y plenamente industrializado de esta actividad, que absorbe la mayor proporción del gasto en I + D realizado en los Países Bajos y contribuye decisivamente a lograr una balanza agraria positiva para el país, junto a una participación cercana al 8 % de la producción final agraria de la UE que contrasta con el 2 % de las tierras cultivadas y el 3 % del empleo agrario que representa. Hacia el interior del continente, esta monoespecialización ganadera casi total va dando paso al José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES predominio de los sistemas mixtos (véase también fig. 3.3). Si bien es cierto que ha tenido lugar un incremento generalizado en el papel que se otorga a la actividad pecuaria, coincidente con la elevación en el consumo de estos productos y la posibilidad de realizar una importación masiva de otros alimentos, la explotación tiene aquí un carácter más extensivo, su orientación básica es la producción de carne, y aún coexiste con una amplia variedad de cultivos. Así, en todas aquellas llanuras donde el calor y una cierta sequedad hacen posible la maduración del grano, se ha mantenido, e incluso acentuado, la especialización cerealista aunque eliminando prácticamente el barbecho, la trama parcelaria y las sujeciones comunales imperantes en el antiguo sistema de openfield. Su rotación con determinadas plantas industriales como la remolacha en las regiones septentrionales más húmedas y frías (desde East Anglia o las cuencas de París y del Duero, a la llanura germano-polaca), o el maíz y el girasol en las más soleadas del sur (Aquitania, Lombardía, Panonia, Moldavia, Valaquia...), junto a una intensa mecanización, ha permitido mejorar su productividad a costa de un intenso éxodo rural, si bien su competitividad exterior continúa siendo bastante escasa, exigiendo un elevado proteccionismo. Las comarcas de especialización vitícola (Burdeos, Champagne, Rhin. Valais...), identificadas también con veranos secos y, particularmente, con vertientes orientadas hacia el sur, vienen a subrayar el complejo mosaico agrario que supone hoy la Europa central, y la creciente división del trabajo que ha conllevado la expansión de la agricultura de mercado. Por lo que respecta a las regiones mediterráneas, la industrialización y urbanización que ha tenido lugar a lo largo del siglo se ha traducido también en una ruptura de sus rasgos tradicionales, hoy sólo conservados parcialmente en algunas áreas atrasadas del interior de estas penínsulas. La progresiva especialización de cultivos impulsada por la comercialización ha hecho retroceder la diversidad anterior, acentuando al mismo tiempo algunos de los contrastes característicos del agro mediterráneo secularmente. Dentro de las áreas de secano, la trilogía clásica mantiene su preeminencia, si bien la evolución de los diversos cultivos y su distribución regional ha sido diversa. Aunque el trigo sigue cubriendo extensas áreas, el descenso relativo que registra su consumo, limitado aj mercado nacional, ha ocasionado tina progresiva reducción de su superficie en beneficio de otros cereales secundarios destinados al consumo ganadero (centeno, maíz, cebada...), junto a oleaginosas como el girasol, e incluso cultivos industriales como la remolacha azucarera o las forrajeras allí donde ha sido posible introducir el regadío. La ruptura de los sistemas mixtos tradicionales, con la reducción del barbecho, acarreó una paralela regresión de la ganadería ovina a excepción de algunas áreas marginales de montaña, que se ha detenido mediante el aumento de las subvenciones. Muy distinta ha sido, en cambio, la evolución del viñedo, en rápida expansión al abrirse los mercados exteriores, posibilitando así la aparición de grandes extensiones cubiertas de vides, desde las riberas del Duero portuguesas y castellanas, la Mancha, la Rioja o el Languedoc, hasta el golfo de Corinto, alcanzando en conjunto cerca de dos terceras partes de la cosecha mundial. Por su parte, el olivar mantiene una superficie prácticamente constante ante el estancamiento que registra su demanda y el establecimiento de restricciones a la producción, pese a lo cual los paisajes alomados recorridos por hueras de olivos siguen caracterizando regiones como la Alta Andalucía, la Riviera o la costa del Adriático. Por su parte, los regadíos intensivos se muestran como espacios dinámicos y en expansión, capaces de mantener un poblamiento denso. La ampliación posibilitada por la mejora de las infraestructuras técnicas (embalses, red de canalizaciones, etc.), se ha acompañado por una rápida evolución hacia una agricultura especulativa totalmente orientada al mercado, en buena parte exterior, y de altos rendimientos, capaces de compensar con creces el minifundismo imperante. El consiguiente abandono de aquellos cultivos no competitivos en este ámbito internacional se ha contrarrestado con la rápida expansión de los más demandados, desde los frutales, particularmente los cítricos, a las hortalizas, el arroz, el algodón, etcétera. Si bien es cierto que el desarrollo de tales actividades ha generado importantes efectos multiplicadores al potenciar directamente el comercio, la industria de transformación y el transporte, la agricultura mediterránea se ha situado en una creciente posición de dependencia con respecto a la Europa noroccidental, agravada por no tratarse de productos de primera necesidad, lo que la hace muy sensible a las fluctuaciones coyunturales o a la competencia de otros países de la cuenca. Finalmente, en Laponia ha pervivido la explotación ganadera extensiva, si bien adaptada a las condiciones técnico-económicas actuales. El nomadismo sufrió un revés inicial con el establecimiento de la frontera entre Suecia y Noruega en 1852. habiendo desaparecido hoy totalmente, sustituido por un régimen trashumante que no conlleva el traslado del habitat. Los gobiernos de ambos Estados han intervenido también para mejorar las infraestructuras asistenciales, la integración regional con el resto del territorio y facilitar la comercialización de la producción. El resultado ha sido la creación de grandes explotaciones, parcialmente tecnificadas, que ocupan un volumen de población bastante reducido ante la constante emigración, tanto a las cercanas minas de mineral de hierro existentes en Kiruna-Gallivara, como hacia la costa o las ciudades del sur. b)
La inadaptación de las estructuras agrarias y los modelos de reforma José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Si las tensiones sociales derivadas del desigual reparto de la tierra son una de las constantes de la historia europea, el intento de modernizar el sector para adaptarlo a las formas de producción vigentes ha hecho cada vez más patentes las deficiencias estructurales heredadas. Par ello, desde el final de la II Guerra Mundial se hizo inevitable una creciente intervención estatal orientada a superar los problemas más acuciantes, pero su intensidad, objetivos y medios utilizados hasta el presente han sido muy diversos. En una visión meramente aproximarla y simplista, pueden contraponerse las actuaciones llevadas a cabo en los países de Europa occidental, tendentes sobre todo a impulsar una mejora tecnológica y de las infraestructuras básicas (electrificación, carreteras, drenaje de áreas pantanosas...), acompañada a veces por una política de colonización, respecto a las de la Europa oriental, en donde los regímenes comunistas otorgaron prioridad a la reforma en profundidad de los sistemas de propiedad, si bien su aplicación resultó bastante desigual y ha evolucionado en los últimos años hacia una creciente privatización. Sin olvidar la existencia de grandes explotaciones capitalistas como los chateaux bordeleses, las granjas ganaderas de Oldemburgo, los arrozales del Piamonte-Lombardía, o los monocultivos cerealistas de la cuenca parisina, los países occidentales aun mantienen un amplio predominio de la explotación familiar, de dimensiones generalmente reducidas, según demuestran las cifras del cuadro III.9 correspondientes a los países de la Comunidad Europea en 1993. A excepción del Reino Unido, donde el abandono casi total de la actividad agraria facilitó una rápida concentración que ha supuesto el derribo de buena parte de las cercas levantadas en siglos anteriores y- disfuncionales hoy, hasta crear grandes unidades compactas dedicadas a pastizales, al monocultivo cerealista en las regiones orientales, o al ley farming (rotación de forrajeras con cereales), la mayoría de países presenta un tamaño medio de explotación inferior a las 30 hectáreas, que en el caso de los mediterráneos se reducen hasta los propios de verdaderos minifundios, con más del 70 % de las explotaciones por debajo de las 10 hectáreas. Esta pervivencia genera una evidente contradicción entre las consideraciones estrictamente económicas que abogan por empresas mayores, capaces de rentabilizar las economías de escala y las posibilidades tecnológicas actuales, frente a la ideología imperante, respetuosa del principio de propiedad privada y libre empresa, junto a los valores que se atribuyen al pequeño campesinado, y es una de las claves explicativas del fuerte proteccionismo agrario vigente aún en estos países, materializado a través de las subvenciones otorgadas por si FEOGA.
Cuadro III.9.
Estructura de las explotaciones agrarias en la Comunidad Europea según tamaña (hectáreas 1993)
Países Alemania Bélgica Dinamarca España Francia Grecia Irlanda Italia Luxemburgo Países Bajos Portugal Reino Unido CE-12
<10 46,1 48,5 18,3 72,5 36,1 87,6 24,8 33,2 34,3 49,2 89,2 24,2 65,5
Explotaciones (%) 10-20 20-50 >50 <10 20,0 24,8 9,1 7,0 19,3 25,0 7,2 9,8 23.] 36,3 22,3 4,2 12,1 9,1 6,3 14,1 13,0 25.2 24,2 3,6 9,0 2,8 0,6 53,3 23,3 34,8 11,7 5,4 8,9 5,1 2,2 32,1 8,6 22,9 34,3 3,0 19,1 25,9 5,8 11,0 5,9 3,0 1,9 19,4 15,8 25.7 34,3 1,8 12,9 13,6 8,0 12,2 Fuente: Eurostat 1995.
SAU (%) 10-20 20-50 10,5 28,2 15,6 43,2 9,0 31,4 9,3 15,7 5,4 24,2 21,6 14,4 15,8 41,.4 14,7 18.2 3.1 21,9 16,1 46,6 10,8 12,3 3,3 12,1 9,7 22.8
>50 54,2 31,4 56,3 60,7 66,9 10,7 37,4 35,0 72.0 26,3 57,5 52.3 55,3
Junto al lento proceso de concentración que se ha derivado del éxodo rural, o el avance de las cooperativas, la mayoría de gobiernos ha procurado favorecer el mismo movimiento a través de actuaciones diversas. Al establecimiento de rentas vitalicias y pensiones para los agricultores de mayor edad que dejan sus tierras, complementadas con subvenciones a aquellos otros más jóvenes que las arriendan para ampliar su explotación, hay que añadir la existencia de agencias estatales en los casos de Francia (Sociétés d'Aménagement Foncier et d' Etablissement Rural) y Suecia (Comités Agrícolas de Condado) con capacidad para comprar tierras en venta a fin de crear una reserva que luego puede cederse a explotaciones vecinas para incrementar su tamaño. La concentración parcelaria, que a mediados de los años cincuenta se estimó necesaria para un 50 % de las tierras en Alemania o España, y hasta un 60 % en José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Portugal (Clout, H. D., 1976, 163), ha permitido también superar la excesiva fragmentación derivada del sistema de openfield y de la partición por herencia, principalmente en los países ligados a la tradición del Derecho Romano, pero su incidencia ha sido muy desigual según regiones, sin afectar tampoco la distribución de la propiedad. La situación resulta particularmente grave en el área mediterránea, donde la oposición latifundio-minifundio, de origen generalmente medieval, se vio en gran medida reforzada durante el pasado siglo cuando la burguesía sustituyó parcialmente a la nobleza o al clero como detentadora de la propiedad (revolución liberal portuguesa de 1820, desamortización española...). De este modo, pervivió la tradicional, imagen del latifundio explotado por colonos o jornaleros de manera extensiva, con escasa capitalización y una evidente subutilización del potencial agrario, generador de un paro y subempleo crónicos en las regiones meridionales de estos países. Las transformaciones recientes en este ámbito han supuesto, sobre todo, una evolución hacia el neolatifundio, es decir, hacia ia modernización de las técnicas productivas, con aumento de las inversiones y la modernización, tendencia al monocultivo, generalmente poco intensivo, y elevación de los rendimientos por persona a costa de un paralelo incremento de las tensiones sociales ante la reducción del empleo asalariado o hacia un tipo de agricultura empresarial, más intensiva. En Europa oriental, la situación existente al finalizar la última guerra europea era muy diversa, con países en donde el latifundismo mantenía su plena vigencia en forma de grandes monocultivos cerealistas de exportación (Polonia, Hungría, norte de Yugoslavia...), frente a otros con una estructura más equilibrada (RDA, Checoslovaquia), o con una pequeña propiedad campesina ampliamente extendida tras la desaparición de la dominación turca (Balcanes). Los tímidos intentos de reforma planteados por los nuevos estados nacionales en el período de entreguerras apenas habían supuesto mejoras puntuales y La ampliación del minifundio como resultado del reparto de tierras en pequeños lotes, de modo que en 1940 las explotaciones inferiores a 5 hectáreas representaban el 85 % de las existentes en Hungría, el 65 % en Polonia, o el 62 % en Bulgaria (Ilbery, B. W„ 1981,172). A partir de 1944 se inició la ocupación de tierras por los campesinos, creándose en cada país un fondo nacional agrario en el que se incluían las antiguas propiedades pertenecientes a extranjeros, emigrados, criminales de guerra y grandes propietarios que rebasaban un tamaño permitido (entre 13 y 20 hectáreas en Polonia, a 120 en Hungría). Una vez legalizada la expropiación, se procedió a su redistribución, bien en forma individual o colectiva. Pero el proceso de socialización sólo comenzó a cobrar verdadera importancia desde comienzos de la década siguiente, concentrándose el esfuerzo principal en desarrollar las formas ce explotación cooperativas, desde las más simples inicialmente a las más complejas en fases posteriores. Se estableció así una coexistencia entre tipos muy diversos, desde las que sólo suponen la realización en común de ciertas faenas durante el año, en tanto la cosecha se recoge individualmente, a las que socializaron todos los medios productivos (tierra, maquinaria y trabajo), con retribución según la aportación realizada por cada miembro, o incluso, a las que llevaron a término la colectivización, remunerándose tan sólo la cantidad y calidad del trabajo realizado, menos numerosas pero de fuerte impacto por su capacidad para transformar el paisaje agrario y los sistemas de cultivo (ruptura de la trama parcelaria anterior en beneficio de unidades mayores, mecanización intensiva, monocultivo...). La evolución registrada por los diferentes procesos nacionales de reforma agraria resultó muy diversa según países en función de la herencia histórica y las peculiaridades inherentes a cada caso, por lo que la importancia alcanzada por la propiedad socialista mostró significativos contrastes, desde países como Bulgaria o Hungría, donde llegó a representar más del 90 % de la superficie cultivada, a los casos de Polonia o Yugoslavia, donde apenas alcanzó un 15 % (Le Coz, J., 1976, 65-105)- por ejemplo, en el caso búlgaro, un predominio de la pequeña propiedad y una secular tradición comunitaria hizo que ya desde 1919 surgiesen cooperativas de consumo, ampliadas al plano de la producción en 1939. La reforma agraria de 1946 sólo vino a reactivar el proceso, consolidado definitivamente en 1956 basta el punto de reducir la participación de la propiedad privada al 0,7 % del total. Por contra, en Polonia la resistencia a la socialización siempre resultó manifiesta. Si la reforma de posguerra supuso el reparto de los latifundios señoriales entre más de un millón de campesinos, los intentos de promover el cooperativismo desde 1950 se zanjaron con un fracaso que obligo a retroceder (la pequeña propiedad privada mantuvo el control del 85 % de la tierra), limitándose los esfuerzos en favor del asociacionismo a los Círculos agrarios, que actuaban como estaciones de maquinaria, centros de apoyo técnico y redistribuidores de las subvenciones oficiales a la agricultura. El proceso yugoslavo fue bastante similar, generándose un agudo contraste entre la propiedad privada, que reunía el 85 % de la tierra y el 95 % de la población agraria, frente a sólo tres cuartas partes de la producción y una cuarta parte de la maquinaria, respecto a las cooperativas o zadruga, de extensión cinco veces superior en promedio, con un nivel de capitalización y productividad bastante más elevado. Con la transición hacia el capitalismo emprendida desde comienzos de los años noventa se ha José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES producido un movimiento general de privatización agraria, tendente a sustituir las antiguas cooperativas y granjas estatales por nuevas cooperativas de propiedad privada (por acciones) y explotaciones individuales, Las nuevas leyes agrarias se orientan en esa dirección, aunque la rapidez e intensidad de las transformaciones son variables, desde países donde el proceso se ha culminado (República Checa. Hungría, Croacia...), a otros donde ha sido más lento y enfrentado mayores resistencias (Bulgaria, Rumania...), existiendo aún limitaciones para la venta de la tierra en el mercado libre. 4.
URBANIZACIÓN Y DESARROLLO DEL MEDIO RURAL
Las transformaciones apuntadas hasta ahora han insistido en los aspectos que se refieren a las actividades agrarias, pero el proceso que ha tenido lugar en las últimas décadas es mucho más amplio y profundo. El campo en toda Europa se ha visto sometido a una progresiva invasión desde las ciudades, que modifica las formas de mediatización y dependencia anteriores, provocando, al tiempo, un cieno renacimiento rural frente al declive general padecido en décadas precedentes (Kayser, B., 1990; Fouguerouse, C, 1996; Hervieu, B., 1997). El fenómeno resulta particularmente intenso en el entorno de las grandes ciudades, convertido hoy en lugar de residencia para un número creciente de personas que se trasladan diariamente a la ciudad, en área de explotación agraria intensiva (cinturones lecheros y hortícolas) vinculada estrechamente al mercado urbano, su espacio de descongestión industrial, o bien de ocio y turismo, hasta llegar a diluirse los habituales contrastes entre los modos de vida y ocupación en uno y otro medio (tipo de empleo, densidad, heterogeneidad social, movilidad espacial...). De este modo, se liega a la existencia de un continuo o, más bien, de una interpenetración entre lo urbano y lo rural, que permite hablar con cierta propiedad de espacios rururbanos o de urbanización difusa (Bauer, G.; Roux, j. M., 1976; Molinero, E, 1990), en los que la persistencia fisionómica en los núcleos se acompaña de profundos cambios funcionales y sociales. La instalación de personas procedentes de la ciudad en el medio rural circundante adquirió verdadera importancia en las últimas décadas, vinculada al aumento en la tasa, de motorización y la degradación en la calidad de vida que se registra en las ciudades. La generalización del automóvil privado y la mejora de los ferrocarriles suburbanos han potenciado el proceso hasta hacer de la rururbanización uno de los fenómenos más representativos de lo que se ha dado en llamar sociedades postindustriales. El paralelo desarrollo de la agricultura a tiempo parcial, que ya a comienzos de los años setenta afectaba, según estimaciones, a un 15-30 % de las explotaciones agrarias según países (Clout, H. D., 1970; Arkleton Research, 1987), ha contribuido a potenciar los movimientos pendulares diarios en el entorno de todas las grandes ciudades europeas. Al aumentar la distancia al núcleo central, el área de commuters y de actividades descentralizadas va dando paso progresivamente a las segundas residencias de ocupación discontinua como forma residencial característica. Aunque las actividades de ocio y esparcimiento no son ninguna novedad en las áreas rurales europeas, sí lo es su generalización a amplias capas de la población, El fenómeno de la segunda residencia dejó de ser patrimonio de minorías privilegiadas desde los años cincuenta, para alcanzar carta de naturaleza en el decenio siguiente. Su rápida expansión se explica por la convergencia de factores como la mejora general del nivel de vida que permite diversificar el gasto, la reducción de la semana laboral, la difusión del automóvil o la aparición de la ideología clorofila, que apoyada en el deterioro del medio ambiente urbano ha convenido los espacios naturales en mercancía crecientemente apreciada, generadora de importantes plusvalías. De este modo, ya en 1970 se estimó el total de residencias secundarias en los países europeos en unos tres millones, con países como Francia. Alemania y Suecia en lugar destacado (Coppock, J. X, 1977, 5). Estudios posteriores parecen demostrar, no obstante, que fue la década siguiente la de mayor expansión, particularmente en los países incorporados tardíamente al proceso como los mediterráneos, frente a la mayor madurez del fenómeno en la Europa noroccidental, pudiendo apreciarse el inicio de tendencias aún incipientes en algunos países de Europa oriental. No menos importante es el crecimiento reciente del turismo rural, que destaca los valores paisajísticos, ambientales y culturales de estas áreas en respuesta al surgimiento de una demanda cada vez más segmentada en materia de ocio por parte de las poblaciones urbanas. Como en el caso anterior, si bien la existencia de un entorno físico agradable actúa como indudable factor de atracción en favor de ciertas áreas, la accesibilidad (buenas comunicaciones, distancia) y las estrategias de promoción desarrolladas parecen ser, a la postre, los justificantes esenciales de su distribución. Mientras la construcción de viviendas unifamiliares y apartamentos para fines de semana y vacaciones tiende a privilegiar ciertos ejes de comunicación en el entorno de las grandes aglomeraciones urbanas, la oferta de alojamientos rurales resulta así más dispersa, con especial importancia en áreas de montaña y áreas deprimidas que han sido objeto de apoyo mediante diversas actuaciones recientes orientadas al desarrollo rural. La evidencia de los problemas económicos, sociales y ambientales que afectan a buena parle de las José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES áreas rurales europeas, así como de la importancia decreciente que en ellas detentan unas actividades agrarias que muchas veces ya sólo representan una proporción minoritaria del empleo y el valor añadido generado, obligó a prestar creciente atención a las políticas de desarrollo rural, que en ámbitos como el de la Unión Europea han adquirido creciente importancia desde los años ochenta. Muchas y diversas han sido las actuaciones llevadas a cabo, pero existe entre ellas un vínculo común basado en criterios de actuación coincidentes. La concepción de un desarrollo planteado desde el ámbito local, capaz de dinamizar los recursos endógenos a través de la actuación conjunta de agentes sociales públicos y privados, la progresiva sustitución de la simple asistencia en forma de subvenciones por e] fomento de las iniciativas ; surgidas en el propio territorio, o la búsqueda prioritaria de nuevos empleos en actividades no agrarias —principalmente en el campo del turismo, la artesanía, o la conservación del patrimonio natural y cultural—, que reflejan la actual multifuncionalidad del espacio rural europeo, son algunos de sus rasgos principales (García Sanz, B., 1996; Casabianca, K, 1998). Puede citarse como exponente destacado la Iniciativa LEADER, que en su primer período (1991-1993) supuso una inversión de 442 millones de ecus, distribuidos entre 217 actuaciones localizadas en Regiones de Objetivo 1 y Objetivo 5b dentro del territorio de la Comunidad, con una fuerte descentralización de las actuaciones (ejecución del programa a través de los Centros de Desabollo Rural, con representación de los agentes locales), así como una marcada prioridad a las actuaciones en materia de turismo rural, apoyo a la pequeña empresa y a la formación profesional (Canto, C. del, 1997). V.
Europa, región polarizada: relaciones centro-periferia
1.
El progresivo desplazamiento del centro de gravedad europeo
Pese a los innegables rasgos de homogeneidad que posee Europa, no puede negarse tampoco que la región ha sido y continúa siendo un espacio de contrastes, cualquiera que sea la escala que se considere. No obstante, en el transcurso del tiempo, el equilibrio se ha mostrado permanentemente inestable, con un desplazamiento lento pero constante del centro de gravedad demográfico y económico, que puede rastrearse a lo largo de los siglos. Un buen indicador de ese proceso pueden ser las estimaciones hechas por Jordán respecto al peso demográfico relativo de las diferentes áreas europeas desde comienzos de nuestra era y hasta la actualidad, que recoge el cuadro III. 10. A comienzos de nuestra era, y desde las primeras fases en la ocupación del continente, las orillas del Mediterráneo fueron el centro neurálgico de Europa, con más de la mitad de la población total encuadrada dentro de las fronteras del Imperio romano, y una rápida disminución en la intensidad del poblamiento al aumentar la distancia al mismo. Hasta el siglo XVI los países mediterráneos lograron mantener hasta cierto punto su papel hegemónico, pero a partir del siguiente las mayores densidades de población, junto a los centros de poder político y económico, se trasladaron en dirección al mar del Norte, ocupando Inglaterra, Francia o los Países Bajos el lugar ostentado en siglos anteriores por el Imperio bizantino, las Repúblicas italianas, los Estados pontificios o el Imperio español. Cuadro 01.10.
Evolución del peso demográfico de las diferentes regiones europeas (%)
Europa Europa Europa Europa Europa sur noroeste norte central oriental Total 1 55 23 1 11 10 100 600 45 23 1 12 18 100 1000 47 25 1 13 15 100 1750 26 36 5 15 18 100 1900 23 31 4 19 23 100 1950 24 31 4 18 23 100 1997 23 30 5 18 24 100 Fuente: T. G. Jordan, 1973, y Population Reference Bureau, 1997. año
El comienzo de la Revolución Industrial en el siglo XVIII no hizo sino reforzar este movimiento, incorporando posteriormente a Alemania al grupo de potencias dominantes tras su unificación. Si en el último medio siglo la primacía de estos países ha ido cediendo ante la tendencia al estancamiento que registran, una vez finalizada su transición demográfica, no ocurre lo mismo en lo referente a su hegemonía económica, política e, incluso, cultural, lo que les permite constituirse en verdadero corazón de Europa, aquel en que los rasgos de identificación regional alcanzan su mejor expresión, pese a las actuales tendencias difusoras que de nuevo parecen incrementar la importancia relativa del Arco Latino o Mediterráneo, en contraposición al Arco Atlántico. Las características de la población son buen José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES exponente de tales contrastes, reflejo de una combinación de factores pasados y presentes. 2.
EUROPA, UN ESPACIO DE CONTRASTES POBLACIONALES
Aun cuando las fronteras políticas, las desiguales condiciones naturales y la peculiar herencia histórica introducen ciertas irregularidades a tener presentes en un análisis más pormenorizado, las estructuras organizativas esenciales de Europa pueden explicarse a partir de su consideración como región nodal o polarizada. Según esta hipótesis interpretativa, existirán en cada país, y en el conjunto del territorio europeo, unas áreas centrales (core area) en las que se concentra una elevada proporción de su capacidad productiva, población, innovaciones y funciones de rango superior, con altas tasas de urbanización, renta y bienestar social, junto a una densa red de comunicaciones. Están rodeadas por unes espacios periféricos que Selwyn caracteriza señalando el limitado control sobre el uso de los propios recursos, la escasez de innovaciones locales, las débiles relaciones internas y, por contra, la existencia de importantes relaciones asimétricas con las áreas centrales (Selwyn, P., 1981). La menor densidad de ocupación, la dependencia exterior, así como una mayor presencia relativa de sectores maduros intensivos en trabajo o energía, o unos desequilibrios internos —sociales y regionales— más acentuados pueden ser rasgos complementarios. Junto a los múltiples indicadores mencionados hasta el momento, la verificación de tales supuestos puede complementarse con un análisis de la población realizado en dos planos sucesivos: de una parte, considerando la posición relativa de cada país o región en lo referente a su densidad y dinamismo demográficos, junto a su nivel de bienestar social (estructura estática); de cera, identificando la red de flujos poblacionales que se establecen entre ellos y su diverso significado (estructura dinámica). a)
Las desigualdades en el reparto del los efectivos demográficos
Con una población de 516 millones de habitantes en 1997 y una superficie en torno a los cinco millones de kilómetros cuadrados, Europa continúa siendo una de las áreas más densamente pobladas del globo, pues sus 100 habs./km2 duplican con creces la densidad media mundial y sólo son superados por las regiones del Sur y Este de Asia. No obstante, los contrastes internos reducen considerablemente la significación real de ese promedio estadístico. Un análisis a escala estatal permite comprobar que las densidades más elevadas, que duplican con creces la media europea, corresponden a cuatro países que delimitan el vértice central ya citado (Países Bajos, Bélgica, Alemania y Reino Unido), con una segunda aureola entre 100-200 habs./km2 formada por otros contiguos, en tanto los valores inferiores al promedio se sitúan todos ellos en la periferia, tanto meridional (países mediterráneos, salvo Italia), como oriental (países balcánicos), occidental (Irlanda, Islandia) y, sobre todo, septentrional (países nórdicos), en donde el gradiente densimétrico es más acusado. Si el análisis se hace obviando las fronteras nacionales, los resultados son aún más precisos y significativos (fig. 3.16), Se demuestra así la existencia actual de un foco densamente poblado en el noroeste, que puede enmarcarse en el cuadrilátero Londres-París-Colonia-Ámsterdam, dentro del cual se agrupan más de 150 millones de personas, con densidades medias superiores a los 200 habs./km2 y un elevado nivel de urbanización. Desde aquí, el poblamiento denso se prolonga por dos ejes o corredores, uno en sentido meridiano desde la Alemania renana, por Alsacia, Lorena y el Mittelland suizo, hasta el valle del Po italiano (lo que Brunet denominó Dorsal europea o Banana azul, términos de gran éxito mediático en los últimos años), y el otro hacia el este, desde Renania-Westfalia, e incorporando Turingia y Sajorna, la Silesia polaca y la cuenca de Bohemia checa. Un tercer eje, cada vez mejor definido, corresponde al litoral mediterráneo de Europa occidental, que constituye el también llamado Arco Latino. A partir de estos ejes, y cualquiera que sea la dirección en que nos desplacemos, las densidades disminuyen progresivamente, apareciendo tan sólo áreas dispersas en donde vuelven a elevarse (Lowlands escoceses y Midlands ingleses, litoral atlántico español y portugués, cuencas interiores balcánicas...), además de algunas grandes ciudades aisladas, generalmente identificadas con las capitales políticas de los diversos estados. La ocupación llega a ser mínima, inferior a los 20 habs./km2, en la mitad norte de la península Escandinava e Islandia, además de las áreas montañosas y el interior de las penínsulas Ibérica y Helénica. Aunque determinadas condiciones del medio físico como los climas fríos de Escandinavia o las dificultades impuestas por las áreas montañosas pueden explicar los principales vacíos demográficos, es evidente que lo esencial de la distribución se relaciona con los efectos diferenciales de la industrialización. Si «todavía en la época de Malthus y de Ricardo la tierra era y seguía siendo el factor dominante que en último extremo ponía límites al desarrollo de la población y determinaba la distribución de la producción» (Cipolla, C. M., 1976, 122), en la actualidad son las áreas que mayores facilidades José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES ofrecieron al asentamiento de las fábricas y registraron un mayor volumen de inversiones las que, a través de un saldo migratorio ampliamente positivo durante decenios, han conocido una rápida densificación y la formación de importantes aglomeraciones urbanas, clave para un posterior desarrollo de las actividades de servicios, desuñados tanto a las empresas corno a la población. Ya sea el eje hullero que desde la frontera franco-belga recorre el continente de oeste a este hasta Silesia, ya la densa red de vías fluviales encabezadas por el Rhin y complementadas por sistemas paralelos de autopistas y ferrocarriles, e incluso los suelos de loess que posibilitan la obtención de elevados rendimientos agrícolas, es indudable la existencia de condiciones potenciales favorables al crecimiento en los ejes antes citados, que se han visto reforzadas por la aparición de efectos multiplicadores vinculados a las economías de aglomeración. El aparente «retomo» hacia el Mediterráneo que la reciente evolución de la población y el empleo sugiere a algunos analistas, en contraste con el declive y la emigración que afecta a antiguas regiones mineras y fabriles del área atlántica o centroeuropea, no ha modificado aún de forma sustantiva esa distribución en sentido centro-periferia.
Fig. 3.16.
Distribución de las densidades de población en Europa.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES b)
Las desigualdades en el dinamismo demográfico
Dentro de la tendencia general hacia el estancamiento demográfico que ha hecho retroceder el peso relativo de la población europea dentro del total mundial en el transcurso del siglo, también pueden observarse comportamientos diversos en relación con el distinto nivel de urbanización alcanzado por cada país, sus características socioculturales y los impactos recientes de la crisis económica (cuadro III.11). Desde finales del siglo XIX en los países centrales, y con posterioridad en la periferia, se han ido imponiendo en las sociedades europeas actitudes maltusianas relacionadas con la mejora del nivel de vida, una creciente urbanización, la mayor incorporación de la mujer al mercado de trabajo, la ampliación de los niveles educativos y el consiguiente aumento en los postes de formación del niño y una divulgación generalizada de los métodos anticonceptivos. Todo ello explica la reducción de la tasa media de natalidad hasta el 11 ‰ en 1997, sin alcanzar siquiera la mitad de un promedio mundial también en retroceso (24 ‰). Si hasta finales de los años setenta las diferencias entre países resultaban patentes y directamente vinculadas al inicio de su proceso industrializador y urbanizados en la década siguiente los efectos de la reestructuración económica aceleraron la transición demográfica en los países mediterráneos hasta llegar a desdibujarlas, y algo similar —aunque con rasgos más extremos aun— puede decirse de la crisis demográfica de los países orientales durante los años noventa, reflejo de la costosa transición económica y política emprendida. El resultado ha sido un cambio profundo, tanto en las tasas anuales de natalidad y mortalidad, que alcanzan un equilibrio casi absoluto, como, sobre todo, en su distribución entre las regiones europeas, muy distinta hoy a la que mostraba la primera edición de este libro. Con la sola anomalía de Albania, que aún mantiene un fuerte crecimiento natural asociado a tasas de natalidad que se sitúan a mitad de camino entre las típicamente europeas y las de los países norteafricanos, la práctica totalidad de estados alcanzó desde hace años la plena estabilización demográfica, que no asegura el reemplazo generacional en la mayoría de casos. No obstante, lo más sorprendente ahora es que la natalidad más reducida —inferior, incluso, al 10 ‰ anual— corresponde a los países mediterráneos (España, Italia, Grecia) y orientales (Bulgaria, República Checa,..), que hasta bien entrados los años 80 mantuvieron las tasas más elevadas, tal como correspondía al retraso con que la mayoría inició su transición demográfica) y al hecho de contar con una población menos envejecida. No obstante, la escasa mortalidad de los primeros, frente a los relativamente altos niveles de los segundos, asociados a una reducción de algunas prestaciones asistenciales, provocan un desigual resultado: mientras entre los países mediterráneos sólo Italia muestra un saldo natural ligeramente negativo, esa situación se produce en ocho países del este (Bulgaria, Croacia, Hungría, República Checa, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania), además de Alemania. La tradicional vinculación entre estas tasas y los respectivos niveles de renta y bienestar social pierde, pues, su significado anterior, para conservar tan sólo evidentes regularidades en el caso de la mortalidad infantil, bastante elevada aún en los países con peores dotaciones sanitarias: Albania, Macedonia y Rumania superan el 20 ‰, en tanto Bosnia-Herzegovina, Bulgaria, Eslovaquia, Hungría, Polonia, Yugoslavia y las repúblicas bálticas se sitúan por encima del 10 ‰, que es el promedio europeo; en el extremo opuesto, países centroeuropeos como Alemania, Austria, Suiza o Eslovenia, occidentales como Dinamarca, Países Bajos, Francia o Luxemburgo, nórdicos como Finlandia, Noruega o Suecia, e, incluso, mediterráneos como España o Italia, presentan tasas inferiores al 6 ‰, muy por debajo de su mortalidad general. Esa dicotomía oeste-este resulta muy próxima a la que puede establecerse en función de la importancia relativa que aún detenta la población con menos de quince años, superior al 20 % del total en nueve de los quince países orientales, por tan sólo dos de los diecisiete occidentales, lo que supone una desigual presión de los activos que ingresan anualmente al mercado de trabajo. CUADRO III. 11.
Países Albania Alemania Austria Bélgica Bosnia-Herzegovina Bulgaria Croacia
Crecimiento y estructura de la población en los países europeos, en 1997
Miles habs. 3.405 82.022 8.077 10.162 3.600 8.321 4.772
Tasa natalidad (‰) 23,10 9.57 10,90 11,30 12,90 3,60 11,20
Tasa mortalidad (‰) 6,20 10,93 10,20 10,30 7,20 13,60 11,30
Taya mortalidad Crecimiento infantil natural (‰) (%) 33,2 1,69 5,1 -0,14 5,0 0,07 6,1 0,10 15,3 0,57 14,8 -0,50 8,9 -0,01
% Población <15 años 33,7 16,3 17,8 17,9 23,4 17,7 19,3
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Dinamarca Eslovaquia Eslovenia España Estonia Finlandia Francia Grecia Hungría Irlanda Islandia Italia Letonia Lituania Luxemburgo Macedonia Noruega Países Bajos Polonia Portugal Reino Unido República Checa Rumania Suecia Suiza Yugoslavia
5.286 12,80 12,10 5,3 5.384 11,20 9,50 11,2 1.984 9,50 9,50 5,5 39.330 9,20 8,70 5,6 1.454 9,14 14,07 14,8 5.144 12.30 9,60 3,9 58.633 12,60 9,20 5,0 10.522 9,80 9,40 7,9 10.166 10,66 14,41 10,6 3.609 13,50 8,80 6,3 270 16,00 7,20 6,1 57.429 9,20 9,40 5,8 2.457 8,60 15,50 18,5 3.702 11,10 12,20 12,5 422 13.20 9,30 5,5 2.121 16,40 8,30 22,7 4.408 13,80 10,40 5,2 15.598 12,08 8,97 5,5 38.648 11,30 10,09 12,4 9.934 10,80 10,40 7,4 58.955 12,50 10,90 6,2 10.314 8,88 11,30 6,0 22.535 10,40 12,70 21,2 8.854 10,88 10.71 4.2 7.122 11,60 8,60 5,0 10.607 12,99 10,51 14,0 Fuente; Population Reference Bureau, 1997.
0,07 0,17 0,00 0,05 -0,49 0,27 0,34 0,04 -0,37 0,47 0,88 -0,02 -0,69 -0,11 0,39 0,81 0,34 0,31 0,12 0,04 0,16 -0,24 -0,23 0,02 0,30 0,25
17,5 21,7 17,8 16,2 20,3 19,0 19,4 16,7 18,0 24,7 24,3 14,9 20,3 21,6 18,5 33,2 19,5 18,4 22,5 17,6 19,4 18,3 19,9 18,9 17,7 21,5
Su contrapartida es una proporción de mayores de sesenta y cinco años que llega a equilibrar la del grupo anterior en los países más evolucionados en torno a! mar del Norte, con los consiguientes gastos en prestaciones sociales (las pensiones ya equivalen al 21 % del PNB en la Unión Europea), que tenderán a incrementarse en el transcurso de la próxima generación, cuando su presencia relativa crezca del 15 % actual al 20 % previsto para el año 2020. c)
Condiciones socioeconómicas y bienestar social
Si un análisis superficial de la población europea en lo referente a su distribución espacial y dinamismo interno basta para poner de manifiesto la existencia de importantes contrastes, así como de significativos cambios en su distribución durante los últimos años, algo similar ocurre si se consideran las condiciones materiales que rigen la vida de estas sociedades. Es indudable que en el contexto internacional los niveles de bienestar alcanzados hoy por las sociedades europeas pueden calificarse de elevados, tanto por lo que se refiere al acceso a determinados bienes vinculado al alto nivel medio de renta, como a la dotación de servicios a la población, tanto públicos como privados, con que cuentan. Los gobiernos han jugado en esta materia un papel crecientemente activo, responsabilizándose de un número progresivamente mayor de actividades, desde las vinculadas a la sanidad o la educación, a las que se relacionan con la defensa del medio ambiente, la promoción de viviendas, etc., al objeto de hacerlas accesibles a capas cada vez más amplias de la población y reducir las tensiones generadas por los mecanismos económicos. Esa progresiva consolidación de un «Estado del bienestar», de inspiración básicamente socialdemócrata, se vio amenazada, tras el estallido de la crisis en los años setenta y la frecuente aplicación de políticas de ajuste de inspiración neoliberal, pese a lo cual el gasto social en los países de la Unión Europea aumentó su proporción respecto al PNB del 24,4 % en 1980, al 27,1 % en 1992, si bien con significativas diferencias entre los países del sur (Portugal 17,6 %; Grecia 19,3 %; España 22,5 %) y los del norte (Francia 29,2 %; Países Bajos 33,0 %; Dinamarca 31,4 %...). Donde sí se produjo una patente reducción de esos recursos públicos fue en los países en transición hacia el capitalismo, si bien es cierto que las diferencias previas entre ellos y las derivadas de las políticas de ajuste aplicadas en cada caso ofrecen un panorama final bastante heterogéneo. Tal como se señaló en el capítulo II, son múltiples los indicadores que pueden utilizarse para intentar medir el potencial económico y el bienestar social medio de un país o región, y tanto los manejados entonces, como los que podrán analizarse en el capítulo VIII, junto a los que sirvieron para diferenciar las José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES áreas transnacionales de la UE (cuadro III.6), son otras tantas muestras de esas posibilidades. En el intento de ampliar los criterios de identificación, el cuadro III. 12 recoge una panorámica de la situación socioeconómica existente en los países europeos al combinar los promedios nacionales de PNB por habitante, con otros indicadores tan significativos hoy como su tasa de desempleo y la proporción de gasto destinada a la mejora educativa y sanitaria. En un comentario sintético, pueden destacarse tres ideas principales: — Los mayores contrastes actuales se producen en relación a los ingresos por habitante, pues a las diferencias tradicionales entre los países centrales y periféricos se añade la desigual evolución registrada en los años noventa, con un retroceso generalizado de la renta de que dispone la mayor parte de la población en las antiguas economías planificadas en pleno proceso de ajuste, acompañada por una hiperinflación y una rápida devaluación monetaria que limitó gravemente su capacidad de compra y de importación. Cuadro III.12.
Indicadores socioeconómicos de los países europeos
Gasto Gasto PNB/hab. Tasa paro educación/ sanidad/ 1997 1995 PNB 1994 PNB 1994 Países (dólares) (%) (%) (%) Albania 670 13,0 4,0 2,8 Alemania 27.510 10,4 3,9 8,6 Austria 26.S90 3.6 6,1 8,0 Bélgica 24.710 10,2 6,1 7,0 Bosnia-Herzegovina — — — — Bulgaria 1.330 11.1 4.2 3,5 Croacia 3.250 16,8 9,0 — Dinamarca 29.890 10,3 7,4 5,5 Eslovaquia 2.950 12,8 4,8 7,1 Eslovenia S.200 7,4 4,8 7,0 España 13.580 22,9 5,2 7,4 Estonia 2.860 1,8 7,1 5,5 Finlandia 20.580 17,2 5,5 7,7 Francia 24.990 11,6 6,3 9,7 Grecia 8.210 10,0 3,0 4,8 Hungría 4.120 9,5 5,9 7,0 Irlanda 14.710 12.1 5,5 7,3 Islandia 24.950 4,9 5,7 8,1 Italia 19.020 12,0 3,4 8,5 Letonia 2.270 6,6 6,1 3,9 Lituania 1.900 6,1 5,7 4,4 Luxemburgo 41.210 3,0 3,9 6,9 Macedonia 860 35,6 1,5 — Noruega 31.250 4,9 5,9 7,6 Países Bajos 24.000 7,1 5,8 8,9 Polonia 2.790 14,9 5,3 4,7 Portugal 9.740 7,2 7,0 6,8 Reino Unido 18.700 8,6 5,3 6,7 República Checa 3.870 3,4 4,2 7,8 Rumania 1.480 8.9 3,0 2,5 Suecia 23.750 7,7 6,8 7.4 Suiza 40.630 3,3 5,4 9,6 Yugoslavia 24,6 4,7 7,9 — Fuente: Population Reference Bureau, 1997; Naciones. Unidas/ Comisión Económica para Europa, 1997. La combinación entre ambos criterios puede aportar cierto orden a los datos oficiales, que muestran valores superiores a los 25.000 dólares anuales en Luxemburgo, Suiza, Noruega, Dinamarca, Alemania y Austria, frente a valores inferiores a la décima parte de esa cifra en Letonia, Lituania, Rumania, Macedonia y Albania (a los que habría que sumar Yugoslavia y Bosnia de existir datos para este último año); los países mediterráneos occidentales se sitúan en ¡situación intermedia entre ambos extremos. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES — La elevación generalizada de las tasas de paro, fruto del menor crecimiento económico, el aumento de la competencia para determinadas producciones europeas en los mercados mundiales y, sobre todo, de un cambio tecnológico acelerado que ha elevado con rapidez la productividad del trabajo sin producir aún un reajuste suficiente en la redistribución social de los beneficios derivados, tiene una traducción muy desigual según países, con un reparto muy distinto al anterior. Aunque algunos países balcánicos en plena crisis como Macedonia (35,6 %) o Yugoslavia (24,6 %) alcanzan ya los niveles más elevados, la mayoría de países del este mantiene unas tasas relativamente modestas, reflejo de la situación de pleno empleo anterior —aun a costa de cierto subempleo— y de los esfuerzos realizados para limitar el impacto de la reconversión en países como Eslovenia, la República Checa, o los estados bálticos, que se sitúan entre los de menor nivel de paro. Por contra, otros países periféricos donde el impacto de la desagrarización, la relativa juventud demográfica y una tardía incorporación de la mujer al mercado laboral, retenida durante décadas por razones socio-culturales, coincidió con la crisis de su industria tradicional, muestran las tasas de desempleo más elevadas: es el caso de España (22,9 %), Finlandia (17,2 %), Croacia (16,8 %), Polonia (14,9 %) Wanda (12,1 %) o Italia (12,0%). — Algo similar ocurre en relación al gasto social en-educación y sanidad, en el que los valores más elevados corresponden tanto a los países más prósperos (Dinamarca, Suecia, Austria, Alemania, Francia, Benelux...) como a algunos otros centroeuropeos con una tradicional y destacada presencia del sector público (República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia...), frente a los bajos niveles de los países balcánicos (Rumania, Bulgaria, Albania, Macedonia...), que muestran así su atraso relativo. A los contrastes existentes en la distribución de los recursos económicos y el bienestar social entre los países europeos, hay que añadir los vinculados a su reparto en el interior de las ' fronteras estatales, tanto en el plano social como regional. Los primeros análisis sobre las disparidades regionales en los países europeos surgieron en los años cincuenta, realizados por la División de Investigación y Planeamiento de la Comisión Económica para Europa creada en el seno de la ONU. En el informe publicado en 1955 y referido a la situación existente a comienzos de esa década estableció una serie de conclusiones, de entre las que pueden citarse tres de particular interés geográfico: — Las disparidades regionales de renta resultaban mayores en los países más pobres que en los más ricos, lo que hacía suponer que se trataba de un fenómeno temporal en el proceso de desarrollo, propio de etapas intermedias. — La tendencia regional hacia rentas bajas se asociaba con una elevada participación del sector agrario en la producción y el empleo totales. — Por el contrario, se observaba una tendencia creciente a la concentración espacial de la renta con el paso del tiempo en todos los países analizados, que contradecía en cierto modo la optimista suposición inicial sobre una futura convergencia. Veinte años más tarde, el estudio realizado por Sant (1974) sobre los contrastes en los niveles medios de bienestar que disfrutan las diferentes regiones de Europa permitid corroborar, una vez más, la asociación de las mayores rentas con el área situada entre los estrechos daneses y el canal de la Mancha, junto a una reducción generalizada en razón inversa a la distancia, con excepción de algunos focos puntuales secundarios. En la mayoría de países, además, la distribución mantenía la esencia del modelo general, pues las regiones más pobres venían a corresponderse con las más alejadas del «corazón» europeo: el norte de Escandinavia y Gran Bretaña, el noroeste de Irlanda, el sur de España, Portugal e Italia, los territorios orientales de Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia o Rumania, etc. La realización de diversos informes periódicos sobre la situación y evolución socioeconómicas de las regiones en la Unión Europea permite analizar ese ámbito territorial con mayor precisión. En ellos se destaca, de forma reiterativa, que frente a la convergencia interregional de la producción y la renta por habitante que caracterizó los años sesenta —derivada, en parte, de los flujos migratorios— la tendencia posterior ha acentuado las disparidades hasta hacerlas dos veces superiores a las existentes en Estados Unidos por lo que se refiere a la renta, y tres veces con relación al desempleo. Según muestra la distribución espacial de los valores del índice sintético que refleja la intensidad de los problemas regionales a partir de los datos sobre PIB por habitante y persona ocupada, tasa de desempleo y necesidades de empleo según crecimiento de la población activa, frente a la privilegiada situación de numerosas regiones de Alemania, sobre todo meridionales y del eje renano, junto a algunas aglomeraciones metropolitanas (Londres, París), del norte de Italia (Valle de Aosta, Lombardía) y sur de Escandinavia, se sitúan las regiones de la periferia, tanto occidental como meridional y oriental, que forman una frontera externa casi continua caracterizada por su atraso relativo. Tres tipos de áreas son las que enfrentan mayores dificultades estructurales, por lo que también son objeto de mayores ayudas procedentes de los Fondos Estructurales. En primer lugar están las regiones José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES dependientes aún en gran medida de unas actividades agrarias no suficientemente modernizadas, con unos recursos humanos poco cualificados y escasa inversión, lo que conlleva bajos ingresos y deficientes infraestructuras, a las que se suman con frecuencia las lacras del paro y del subempleo allí donde pervive el dominio de la gran propiedad. Si el Mezzogiomo, Sicilia, el Algarve portugués, o Extremadura y Andalucía son las regiones más significativas en este sentido, no hay que olvidar las dificultades a que se enfrentan el Suroeste francés, la mayor parte de Irlanda o Grecia. Un segundo tipo lo constituyen las antiguas regiones industriales especializadas en actividades como el textil, la siderurgia y la extracción hullera, o la construcción naval, que al haber diversificado escasamente su producción se han visto gravemente afectadas por la crisis de estos sectores y la profunda reconversión llevada a cabo en los últimos años. A esto debe sumarse, en bastantes casos, una situación de bloqueo endógeno, ante la «incapacidad de regeneración de su economía a través de la incorporación de nuevas actividades económicas capaces de reabsorber los recursos, especialmente de mano de obra, que están siendo expulsados de las industrias tradicionales» (Landabaso, M.; Diez, M. A., 1989,25), y una progresiva marginación respecto a los centros de decisión e innovación. Una base fabril envejecida, fuerte deterioro ambiental y altas tasas de desempleo afectan hoy a regiones de tanto significado en la industrialización europea como Gales, Midlands occidentales, Merseyside, Yorkshire, Sarre, Lorena, Valonia, Asturias, el País Vasco y buena parte de la antigua Alemania oriental, si bien en algunos casos es ya visible una cierta reindustrialización apoyada en un esfuerzo de innovación y capitalización, acompañado por una progresiva terciarización del empleo. Finalmente, algunas regiones fronterizas han visto frenadas sus posibilidades de expansión ante la limitación a los intercambios que suponen las barreras arancelarias, la diversidad de marcos legislativos y político-institucionales, o la frecuente desconexión de las redes de transporte y comunicación, que las convierten en áreas poco accesibles. Algo similar ocurre en las regiones con una situación periférica dentro de la Comunidad o en las insulares, que sufren la desventaja del alejamiento con relación a los principales centros productivos y de consumo, lo que eleva los costes de desplazamiento reduciendo su capacidad para atraer inversiones y para que sus habitantes accedan con facilidad a toda una serie de servicios. Es indudable que buena parte de tales desigualdades son herencia del período industrial, pero, pese a algunas opiniones en tal sentido, no parece que el proceso de terciarización económica actual, dominante en la mayoría de regiones europeas, tienda a atenuar tales contrastes. Así, mientras en aquellas que parten de unos niveles de desarrollo inferiores se asiste al crecimiento de actividades de baja productividad, ligadas a la distribución de bienes y servicios o a la administración pública, las que contaban con una base productiva más compleja tienden a concentrar las relacionadas con la decisión e innovación, así como con los flujos (de capital, información, personas o mercancías) que articulan el sistema económico, lo que genera nuevas formas de desigualdad territorial. 3.
FLUJOS DE POBLACIÓN E INTEGRACIÓN DEL ESPACIO EUROPEO
Las diferencias existentes en el seno de Europa entre los territorios que la componen, tanto en sentido norte-sur, como oeste-este o centro-periferia, se plasman también en la generación de una serie de flujos asimétricos de población, que en esencia suponen: — —
Desplazamiento de la fuerza de trabajo desde las regiones periféricas —internas y externas— hacia los países noroccidentales. Movimientos turísticos, principalmente vinculados al ocio, con origen en las regiones centrales, sobre todo de Europa occidental o central, y destino en las periféricas, en particular las mediterráneas.
A esos movimientos de población se superponen otros de carácter económico hasta constituir verdaderas redes de interrelaciones que acentúan la especializaron y jerarquización de los países y regiones. El progresivo aumento en la intensidad de tales movimientos ha contribuido así decisivamente a integrar el espacio europeo, reforzando con ello los procesos de desarrollo desigual. En este sentido, puede afirmarse que el aumento de esos vínculos ha favorecido en los países periféricos la difusión de los efectos positivos generados por el crecimiento, pero a costa de elevar también la dependencia respecto a las políticas de inmigración y empleo de los países centrales, las estrategias espaciales de las empresas multinacionales, las fluctuaciones monetarias, etc. En palabras de Seers: «¿Se beneficiaría un país de la periferia pequeño, relativamente poco industrializado, de pertenecer a un sistema en el cual el centro está constituido por naciones técnicamente más avanzadas? Puede que sí, en el sentido estricto de que es probable que su renta sea más elevada de lo que sería de no pertenecer al mismo, pero obtiene esta ventaja a costa de una dependencia estructural; la proximidad ofrece peligros de dominación cultural, militar y económica» (Seers, D., 1981, XXIV). Esta dependencia se hace aún más evidente en períodos de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES crisis e inestabilidad, ante cambios políticos que generan incertidumbre en los inversores y turistas potenciales de los países centrales, la aparición de áreas de atracción alternativas, etc. a)
Evolución reciente de los movimientos migratorios
Los movimientos migratorios suponen uno de los fenómenos geográficos que mejor materializan las relaciones que se establecen entre los territorios. La movilidad espacial de la población es una constante en la historia de Europa, tal como pone de manifiesto la actual complejidad étnico-cultural, y se acentuó decisivamente iras la Revolución industrial. No obstante, a lo largo del tiempo se han producido importantes variaciones tanto en lo referente a las regiones de origen como a la intensidad o las direcciones predominantes. Durante todo el siglo XIX y basta 1914, las migraciones intercontinentales en dirección a las posesiones de Ultramar constituyeron, junto al éxodo rural interno, el movimiento esencial. Si la expansión europea desde el siglo XVI supuso el comienzo de estos desplazamientos hacía el continente americano, su importancia cuantitativa fue muy limitada en los tres primeros siglos, y así, por ejemplo, a mediados del XVII sólo vivían en los dominios coloniales (españoles, portugueses, franceses e ingleses) alrededor de medio millón de blancos, incluidos los allí nacidos de padres europeos. Por contra, en el período 1846-1939, que supone el cénit de las migraciones ultramarinas desencadenadas por los efectos de la coetánea expansión demográfica y la crisis agraria europeas, se calcula en casi 50 millones el número de salidas producidas. Junto al fuerte incremento numérico, son también de destacar las novedades respecto a los lugares de origen y destino de esos contingentes. Si a mediados del XIX la emigración británica seguía siendo ampliamente dominante, con un 60 % del volumen registrado hasta ese momento, la segunda mitad del siglo conoció un desplazamiento de la «cresta de la ola» migratoria en dirección hacia la Europa central y nórdica primero, y hacia los Balcanes y Mediterráneo después, a medida que aumentaba el potencial fabril del centro y comenzaba a reducirse su saldo vegetativo. Por otra parte, de los 50 millones de emigrantes estimados, más de la mitad se dirigieron a los Estados Unidos (28 millones), siguiéndole ya muy de lejos otros países situados por lo general en zonas templadas o subtropicales (Canadá, Argentina, Brasil...). Esta oleada migratoria se vio frenada por el estallido de la I Guerra Mundial y el posterior comienzo de las restricciones a la inmigración en los países americanas (desde las «Quota Acts» de EE.UU. en 1921), generalizadas tras la depresión de 1929. Con ello se inauguró una etapa que perdura hasta la actualidad, dominada por los movimientos intraeuropeos, que son los de mayor interés desde nuestra perspectiva. Desde 1918 y hasta la consolidación de las democracias populares, la Europa central y oriental conoció un período de tensiones y conflictos particularmente grave, que entre otros efectos trajo consigo el desplazamiento forzoso de amplias masas de población. Estos movimientos, explicados por la represión ejercida contra distintas minorías étnicas o los reajustes fronterizos al término de la 11 Guerra Mundial, afectaron a unos 30 millones, de europeos, en particular a la población de origen germano asentada en los países orientales (Polonia, Bohemia y Prusia oriental sobre todo), que en número aproximado de 18 millones hubo de desplazarse al oeste de la línea Oder-Neisse, instalándose principalmente en la RFA y provocando un drástico reajuste demográfico y social en todos ellos. Otros grupos afectados fueron los polacos, trasladados junto con sus fronteras nacionales también hacia el oeste, los judíos huidos o expulsados de los territorios alemanes y, en menor cuantía, los eslovacos, checos, turcos, bielorrusos, servios, rumanos, fineses, etc.
Cuadro III. 13.
Distribución de la inmigración según país de origen en 1975
Países de origen (miles de personas) Países Grecia Irlanda Italia Portugal España Turquía Bélgica 6 — 90 4 34 10 RFA 196 1 292 68 125 453 Francia 5 1 230 475 265 25 Países Bajos 1 9 3 8 23 — Suecia 1 3 1 2 4 — Suiza 281 4 72 16 — — Reino Unido 3 452 57 4 16 2 Fuente: D. Seers y otros, 1981.
Yugoslavia 3 416 50 8 23 24 4
Magreb 35 27 460 13 1 — 2
Pero mucha mayor importancia para entender la estructura espacial de Europa en la actualidad tiene José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES el desplazamiento de trabajadores que desde el sur del continente, e incluso desde el Magreb o los países de la Commonwealth británica, comenzó a cobrar importancia a partir de los años 50 (Salt, J.; Clout, H. D., edit., 1976). El traslado de gentes más allá de sus fronteras y con destino a las regiones industriales que presentaban una rápida expansión de sus ofertas de trabajo, comenzó ya a finales del siglo pasado; así, por ejemplo, entre 1880 y 1914 alrededor de un millón de personas se desplazó a Alemania —principalmente a Renania y Sajorna— procedentes de los territorios orientales, en particular de Polonia, que contribuyó con unos 500.000 trabajadores a su expansión industrial (Mellor, R. E. H., 1975, 117). No obstante, el fenómeno se generalizó y adquirió carta de naturaleza entre 1957 y 1974 aproximadamente, coincidiendo con una coyuntura económica fuertemente expansiva en la Europa noroccidental, unida a su acusado estancamiento demográfico y a la reincorporación de la RFA al mercado de trabajo tras la posguerra, calculándose en unos 14 millones el número total de inmigrantes llegados en esos años. Dentro del predominio ostentado por los países meridionales, el factor distancia y, secundariamente, la pervivencia de antiguas relaciones coloniales tuvo una gran influencia sobre el volumen y la dirección adoptados en cada caso. Como refleja el cuadro 111.13, mientras en la RFA, por ejemplo, la inmigración siguió procediendo en lo esencial de sus fronteras orientales (Turquía, Yugoslavia, Grecia), en Francia dominaron los portugueses, españoles, marroquíes y argelinos, frente al predominio casi exclusivo de los irlandeses en el Reino Unido o de los italianos en Suiza; estos últimos fueron el contingente más numeroso, sobre todo en los primeros años, beneficiándose de la libertad de movimientos en el interior de la CE (Werner, H., 1976). En lo referente a su carácter y composición, baste señalar que frente a la emigración ultramarina, generalmente definitiva, aquí se trató en muchos casos de movimientos temporales que afectaban a trabajadores sin familia, de escasa cualificación profesional, que vinieron a ocupar aquellas actividades más penosas y peor remuneradas en los países de destino, en particular las industriales, mineras o vinculadas a la construcción, en tanto las mujeres lo hacían prioritariamente en los servicios. Su incidencia sobre los mercados de trabajo fue particularmente acusada en algunos países de pequeñas dimensiones como Luxemburgo o Suiza, donde llegaron a suponer casi la quinta parte de la población total, y más de un tercio de los activos. Sólo en 1975, el número de familiares no integrados en la población activa se equilibró con el de trabajadores extranjeros, para crecer proporcionalmente desde entonces. Desde finales de 1973 los efectos de la llamada crisis del petróleo, primer exponente del cambio técnico-económico iniciado en esos años, se hicieron sentir de forma inmediata, produciéndose una brusca reducción de las entradas en los países receptores, acompañada por diversas actuaciones tendentes a la repatriación, a menudo selectiva, de buena parte de los trabajadores extranjeros, iniciadas en la RFA y Suiza en 1975, y seguidas luego por los demás estados, otorgándose incluso subvenciones para facilitar esa emigración de retorno. En consecuencia, desde mediados de los años setenta se han producido importantes modificaciones en el sentido y composición de los flujos migratorios que recorren el continente, que pueden quedar resumidas en cinco fundamentales: — Se detuvo la emigración de ciudadanos procedentes de los países meridionales (España, Portugal, Italia, Grecia) y algunos otros periféricos (Irlanda, Finlandia), demandantes de trabajo en los países noroccidentales. No obstante, su huella resulta aún visible en el hecho de que menos del 2 % de los nacidos en Alemania, Francia, el Reino Unido, Dinamarca o el Benelux residen en otros países de la UE, proporción que se supera en el caso de los españoles, italianos o griegos (2-5 %), para llegar a) 10 % en el caso de los portugueses y hasta el 15 % en el de los irlandeses (Shepley, S.-Wilmot, J., 1995). En el interior de estos países se produjo un fenómeno similar entre las áreas rurales y urbanas, al atenuarse la migración del campo que caracterizó las décadas centrales del siglo, en un contexto de estabilización demográfica y crecientes problemas de emplea en las ciudades. — Se mantuvo, en cambio, la llegada de inmigrantes procedentes del exterior de la UE, que además afectó a la práctica totalidad de los países miembros, que hoy son ya receptores netos de personas que se trasladan bien por motivos económico-laborales, o, cada vez más, como refugiados políticos. Además de mantenerse los flujos procedentes del Magreb, Turquía y los antiguos dominios coloniales, se acentuaron los originados en los países de Europa oriental, donde la profunda crisis económica, las tensiones nacionalistas y las guerras abiertas en algún caso, provocaron desplazamientos masivos de población. —Se elevó así el número de refugiados existentes en Europa, siendo 2,1 millones los que se acogían bajo el amparo de la ACNUR a comienzos de 1996, junto a 1,6 millones de desplazados internos, con una fuerte concentración en Alemania (un millón) y en los países balcánicos afectados por conflictos (184.000 en Croacia, 195.000 en Yugoslavia, etc.). Las relaciones exteriores justifican que, mientras el 70 % de las peticiones de asilo en Alemania provienen de Europa oriental, más del 60 % de las producidas en Francia corresponden a personas originarias de África, y un 40 % de las registradas en España son de origen latinoamericano. — En consecuencia, la cifra total de extranjeros residentes en 1990 en los países europeos se elevaba a 24.702.900, de los que casi 15 millones (un 60 % del total) se concentraban en Francia (5,9 José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES millones), Alemania (5,0 millones) y el Reino Unido (3,7 millones). Además de un pequeño país como Luxemburgo (31,5 %), la presencia más significativa con relación a la población total correspondía a Suiza (16,0 %), Francia (10,4 %), Bélgica (9,0 %), Suecia (8,9 %) y Alemania (8,4 %), donde los sentimientos xenófobos, impulsados por algunos movimientos políticos, aumentaron al coincidir con un periodo de elevado desempleo, lo que también explica las restricciones impuestas por los países receptores y el consiguiente aumento de la inmigración ilegal, objeto de una explotación laboral que aprovecha su precaria situación (cuadro III. 14). En cuanto a su procedencia (Freund, B., 1995), mientras los turcos y los originarios de la antigua Yugoslavia son mayoría en Alemania (43 %) o Dinamarca (24 %), los norteafricanos y portugueses lo son en Francia (52 %), y los irlandeses e indostánicos en el Reino Unido (40 %). CUADRO III. 14. Países Francia Alemania Reino Unido Italia Polonia Países Bajos Suiza
Volumen de inmigrantes en los países europeos con mayores contingentes Inmigrantes 5.897.370 5.037.072 3.718.295 1.549.259 1.350.000 1.167.000 1.091.718
% población Países Inmigrantes 10,4 Bélgica 898.240 6,4 Suecia 761.294 6,5 España 718.818 2,7 Austria 449.772 3,6 Yugoslavia 400.000 7,8 Irlanda 325.941 16,0 Grecia 321.580 Fuente: Naciones Unidas, 1998.
% población 9,0 8.9 1.8 5,8 1.7 9,3 3,2
— La mayoría de inmigrantes se dirigió a las áreas urbanas, existiendo una correlación positiva entre el tamaño de las ciudades y su contingente de población extranjera; eso no impide que una parte de esos inmigrantes se ocupe en áreas de agricultura intensiva mediterránea, cuencas mineras y áreas turísticas, lo que contribuye a diversificar sus pautas de localización. £n algunas metrópolis, ese segmento de población ha llegado a personalizar determinados barrios, tanto en sectores deteriorados del centro urbano como en algunas periferias, en función de su limitado acceso al mercado de la vivienda, observándose agolpamientos según origen étnico-cultural que suelen corresponder con diferencias en sus niveles de renta y bienestar. b)
La expansión de los flujos turísticos
Fenómeno complementario del anterior, los movimientos turísticos en Europa han alcanzado una notable importancia, tanto por los volúmenes de población que afectan, como por el impacto económico y ambiental que suponen. Aun cuando su origen sea más o menos remoto, afectando a las minorías privilegiadas, su interés geográfico se vincula esencialmente al carácter masivo adoptado en fecha reciente. La mejora general del nivel de vida y del transporte, especialmente con la difusión del automóvil privado, junto al aumento de los períodos vacacionales, la anticipación en la edad de jubilación, el deterioro de la calidad de vida en las áreas urbano-industriales y el desarrollo de una «ideología clorofila», en la que el paisaje natural, el sol o la playa, se convierten en nuevos objetos de consumo promocionados por una intensa publicidad, se han combinado para impulsar estos movimientos. En ese contexto, el desarrollo mundial del turismo en la década final del siglo XX es un hecho incontestable, con una tasa media anual de crecimiento de los ingresos generados que se sitúa en el 13 % por encima de cualquier otro sector de actividad, a lo que se suma una creciente diversificación de la oferta turística en donde, junto al turismo de playa y montaña, ganan en importancia otras opciones como el turismo cultural, el metropolitano y de negocios, el rural, el ecoturismo, etc. Del movimiento turístico total, que a mediados de la década se estimaba en unos 5.000 millones de viajes y un gasto de 3 billones de dólares, el turismo internacional representa ya el 12 %, con una cifra cercana a los 500 millones de turistas, que duplica con creces la de 1980 y multiplica por doce la de 1950 (Vera, J. F. et al., 1997). Europa ha tenido un indudable protagonismo en esa expansión, como primera región de origen y desuno de flujos turísticos, al combinarse un elevado nivel medio de renta con importantes recursos naturales, paisajísticos y culturales, así como una mejora generalizada de la accesibilidad y un rápido crecimiento de las empresas del sector. Del total de llegadas registradas en 1996, Europa concentró más de 337 millones, equivalentes a casi el 60 % de las producidas en el mundo, a gran distancia del continente americano (20 %) y el Asia-Pacífico (15 %), que le siguen en importancia, lo que supuso unos ingresos equivalentes al Í2 % del PNB y un volumen de empleo del 10 % sobre la población ocupada (Cazes, G., 1996). El litoral mediterráneo, las cordilleras alpinas y determinadas ciudades de rango José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES internacional o con un importante patrimonio histórico-cultural, son las áreas que generan mayor atracción, y su combinación justifica que Francia sea el país con mayor número de visitantes en el mundo (62.4 millones de llegadas), con España (41,3 millones) e Italia (32,3 millones) en tercer y cuarto lugar, sólo por detrás de Estados Unidos (46,3 millones), además de otros nueve países entre los veinte primeros (cuadro 111,15). Aunque algunos países meridionales como Italia o España incrementan anualmente su número de salidas con destino a otros, el desplazamiento en sentido norte-sur continúa siendo ampliamente dominante, aunque en los últimos años también crecieron con rapidez los viajes hacia algunos países de Europa central y oriental —en especial ciudades como Praga, Budapest o Varsovia— que son hoy destinos turísticos emergentes a excepción de la costa dálmata del Adriático, gravemente afectada por el efecto de las guerras en la antigua Yugoslavia. En consecuencia la relación ingresos-gastos debidos al turismo muestra un saldo particularmente favorable para los países mediterráneos, que ha contribuido a equilibrar su balanza de pagos compensando los déficit comerciales, al tiempo que suponía también una notable elevación en la oferta de empleos, permanentes o estacionales, para actividades como la hostelería, los servicios o la construcción, y una elevación general del nivel de vida en esas áreas. Cuadro III.15.
Principales flujos turísticos en Europa, 1996 Miles de % Ingresos % Países de destino turistas mundo (mili, dólares) mundo Francia 62.406 10.49 28.357 6,67 España 41.295 6,94 27.414 6,45 Italia 32.853 5,52 28.673 6,74 Reino Unido 25.293 4,25 19.296 4.54 Hungría 20.674 3,48 2.246 0.53 Polonia 19.410 3,26 8.400 1,98 Austria 17.090 2.37 14.004 3.29 República Checa 17.000 2,86 4.075 0,96 Alemania 15.205 2,56 16.496 3,88 Suiza 10.600 1.78 8.891 2.09 Portugal 9.730 1,64 4.265 1,00 Grecia 8.987 1.51 3.560 0,85 Países Bajos 6.580 1,11 6.256 1.47 Bélgica 5.829 0,98 5.893 1,39 Irlanda 5.282 0,89 3.003 0,71 Fuente: Organización Mundial del Turismo, 1593 No obstante, esos indudables beneficios han tenido también su contrapartida. En el pasivo, los países receptores deben contabilizar, junto a la frecuente degradación ecológica y ambiental sufrida, por aquellos sectores de ocupación más intensa, asociados al turismo de masas, sobre todo en áreas costeras, el incremento sufrido en la relación de dependencia, manifestado en aspectos muy diversos, que van desde el control ejercido por las grandes compañías internacionales, que presionan sobre las agencias y sectores hoteleros del Mediterráneo, hasta la fragilidad de unas economías muy sensibles a las fluctuaciones en los ingresos que puede acarrear el turismo según las coyunturas económicas y políticas. VI.
Conclusión: unidad y fragmentación del espacio europeo
Como resumen del análisis realizado, pueden establecerse algunas consideraciones finales sobre el papel actual de Europa en el contexto internacional, las tendencias que han dominado su evolución reciente y su grado de cohesión interna. Si bien algunos de los rasgos de unidad histórica y cultural, acentuados por los procesos de integración actuales, pueden justificar el tratamiento conjunto que aquí se hace, no cabe duda tampoco de las brechas abiertas en el espacio y las sociedades de nuestra región. En efecto, la identidad que otorgan la antigüedad y densidad de un poblamiento que ha humanizado la práctica totalidad del territorio, el vasto desarrollo cultural y económico, su carácter de centro difusor y dominante desde el siglo XVI, etc., se plasma aún hoy en multitud de hechos, que van desde los elevados niveles de bienestar de que goza una mayoría de su población, hasta las importantes herencias del pasado que acumulan sus ciudades y campos, las intensas relaciones con el exterior, su alto grado de industrialización y urbanización, etc., Pero, con ser cierta, esta visión de la realidad europea presente no deja de ser engañosa o limitada. Además de los fuertes contrastes sociales, sectoriales y regionales generados, sobre todo, en el proceso de crecimiento económico contemporáneo, y que fragmentan su realidad actual, Europa ha perdido, en parte al menos, la posición dominante que ostentó hasta comienzos de nuestro siglo, para mostrarse hoy como José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES un espacio dependiente con relación a unos centros de poder y decisión, junto a un dinamismo económico y tecnológico, que muchos sitúan hoy en el área del Pacifico. A los nacionalismos del siglo pasado, que de nuevo emergen en períodos de crisis económica y transición geopolítica como el actual, se le sumó durante casi medio siglo la contraposición de bloques, que distorsionó las posibilidades de integración efectiva del conjunto, generando dos realidades que en muchos aspectos se dieron la espalda al establecer dos concepciones, dos formas de gestión y dos modelos de organización espacial claramente diferenciados que en la última década reinician un proceso de convergencia no exento de tensiones y dificultades, pero capaz de originar la consolidación ce un nuevo mapa europeo en el que nuevas formas de desigualdad sustituyen a algunas de las anteriormente vigentes. Así pues, hoy se gesta una nueva geografía de Europa que obliga a reformular muchas de las ideas e, incluso, de los indicadores utilizados para describirla y comprenderla. En su construcción, los diversos condicionamientos que aquí hemos ido analizando en los países y regiones del continente, junto a la capacidad que los europeos tengamos para elaborar un nuevo proyecto de Europa, serán las claves esenciales. Bibliografía básica Amin, A. y Tomaney, J. (eds.) (1995): Behind the myth of the European Union, Prospects for cohesion, Londres, Routledge, 334 pp. Barrot, J.; Elissalde, B. y Roques, G. (1995): Europe, Europes. Espaces en recomposition, París, Albín Michel, 271 pp. Cabero, V. y Plaza, J. I. (coord.) (1997): Cambios regionales afínales del siglo XX, Salamanca, Asociación de Geógrafos Españoles-Universidad de Salamanca. 282 pp. Cattan, N.; Pumain, D.; Rozenblat, C. y Saim-Julien, T. (1994): Le système des villes européennes, Paris, Anthropos, 201 pp. Comisión Europea (1994): Europa 2000+. Cooperación para la ordenación del territorio europeo, Luxemburgo, Comunidades Europeas, 247 pp. Cheshire, P. C. y Hay, D. G. (1989): Urban problems in Western Europe: an economic analysis, Londres, Unwin Hyman, 271 pp. Embleton, C. (1984): Geomorphology of Europe, Londres, The MacMillan Press, 465 pp. Hoffman, G. W. (1989): Europe in the 1990s: a geographic analysis, Nueva York, John Wiley &. Sons 759 pp. Ilbery, B. W. (198)): Western Europe: A systematic human geography, Oxford Univ. Press 204 pp. Jordan, T. G. (1973): The European culture area, Nueva York, Harper International, 381 pp. Lemarchand, P. (dir.) (1995): L'Europe Centrale el Balkanique. Atlas d'histoire politique, Bruselas, Éditions Complexe, 288 pp. Mellor, R. E. H. y Smith, E. A. (1979): Europe: a geographical survey of the continent, Londres, MacMillan Press, 180 pp. Pinder, D. (ed.) (1990): Western Europe: challenge and change, Londres, Belhaven Press, 290 pp. Puyol, R. y Vinuesa, 3. (Eds.) (1995): La Unión Europea, Madrid, Síntesis, 393 pp. Seers, D. el al. (1981): La Europa subdesarrollada. Estudios sobre las relaciones centro-periferia, Madrid, Blume, 396 pp. Turnock, D. (1989): The human geography of Eastern Europe, Londres, Routledge, 345 pp. Landabaso, M. y Díez, M. A. (coord.) (1989): Regiones europeas de antigua industrialización. Propuestas frente al reto tecnológico, Bilbao, Grupo SPRI, 312 pp. Williams, A. M. y Shaw, G. (1988): Tourism and economic development: West European experiences, Londres, Belhaven Press, 257 pp.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Capítulo IV
RUSIA Y LA COMUNIDAD DE ESTADOS INDEPENDIENTES: UN ESPACIO EN TRANSICIÓN I.
El legado de la Unión Soviética: elementos de unidad y fragmentación territorial
Ninguna otra región del mundo ha experimentado en las últimas décadas convulsiones como las que sacudieron a la sociedad de la antigua Unión Soviética en el tramo final del siglo XX, culminadas con su desaparición formal como estado tras los acuerdos de Bielovej, el 12 de octubre de 1991 que denunciaron el tratado de 1922 por el que se constituyó la URSS. La que durante medio siglo se había convertido en segunda superpotencia mundial, abanderada de un modelo político al que se calificó como socialismo real y de la economía planificada, fue sustituida en el escenario internacional por un total de 15 nuevos estados, que iniciaron una brusca transición bacía la economía capitalista y la constitución de democracias parlamentarias de corte occidental. Tal como corresponde a períodos históricos de crisis o cambio estructural, cuando «todo lo sólido se desvanece en el aire» tal como ya afirmaba el Manifiesto Comunista en 1868, haciéndose eco de una de esas fases de ruptura, el modelo soviético se diluyó, para sorpresa de casi todos, transformando un mapa geopolítico dominado hasta entonces por un esquema bipolar en la dirección de una realidad multipolar y más compleja, que es la característica en el inicio del nuevo siglo. Tras la desaparición de la Unión Soviética, y aunque Rusia se convirtió en su heredera oficial en todos los foros internacionales, la mayoría de los nuevos países acordó la constitución de una Comunidad de Estados Independientes (CEI), destinada a mantener cierta coordinación en materia económica, política y militar. Con la sola autoexclusión de las repúblicas bálticas —Estonia, Letanía y Lituania— que decidieron permanecer al margen (175.000 km2 y 7,6 millones de habitantes en 1997), los 12 miembros de la CE1 son Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Moldavia, Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Kazajstán, Uzbekistán, Kirguizistán, Tayikistán y Turkmenistán (fig. 4.1). Pese a la ruptura de la unidad política y las importantes diferencias económicas y culturales entre sus miembros, la CEI puede considerarse aún un espacio con suficientes características comunes como para justificar un estudio conjunto. En primer lugar, y sobre todo, el territorio muestra siempre rasgos de permanencia e inercias que no suelea desaparecer en períodos tan breves como el aquí transcurrido, a pesar de los importantes cambios económicos y sociopolíticos que han tenido lugar. Eso significa que muchas de las características inherentes a la organización territorial del modelo soviético —en la estructura interna de las ciudades, la distribución de cultivos y centros industriales, el trazado de las redes de comunicación, etc. — todavía siguen vigentes. Al mismo tiempo, todos los estados herederos de la Unión Soviética vivan hoy una profunda crisis interna., pues al hundimiento de numerosas actividades económicas y el deterioro en las condiciones de vida para buena parte de su población, se añaden hoy movimientos de secesión provocados por el rebrote de nacionalismos étnicos, ciertas tensiones fronterizas y una transición política jalonada por frecuentes obstáculos, fuente de inestabilidad general.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 4.1.
La Comunidad de Estados independientes (CEI).
Finalmente, desde 1994 se observan también síntomas de un progresivo reforzamiento en la cooperación y las alianzas, tanto económicas como político-militares, que podrían consolidar la posición de la CEI en los próximos años: la formación de 2a Unión Centroasiática en 1994 (Uzbekistán, Kazajstán y Kirguizistán), el acuerdo en favor del libre comercio firmado en 1996 (Rusia, Bielorrusia, Kazajstán y Kirguizistán), el tratado de unión Rusia-Bielorrusia en 1997, o el de cooperación Rusia-Ucrania ese mismo año, son algunos de sus exponentes. En resumen, frente a las antiguas geografías regionales que consideraban los Urales como divisoria entre Europa y Asia, o la mayoría de las publicadas en estos años, que dirigen su atención exclusiva hacia Rusia, frente al olvido casi absoluto del resto (Bater. J. H., 1996; Cabannes, C. el al., 1997), aquí se ha mantenido el criterio de que el territorio de la CEI conserva una personalidad geográfica suficiente como para justificar un tratamiento individualizado. Eso no impedirá destacar sus fuertes y crecientes desigualdades internas, ni prestar una atención especial a la Federación Rusa, por su significado e importancia en el concierto internacional. Así delimitado, las grandes dimensiones y el escaso poblamiento constituyen un primer elemento de identificación para este conjunto regional. Con una superficie de 22,2 millones de kilómetros cuadrados, equivalentes al 16 % de las tierras emergidas o a cuatro veces Europa, el número de habitantes contabilizados en 1997 apenas rebasa los 2S5 millones, lo que representa una exigua densidad media de 13 habitantes por kilómetro cuadrado, tan sólo una octava parte del promedio europeo. A esto se añade que dos tercios del territorio apenas se encuentran ocupados, al contar con una densidad inferior a un habitante por kilómetro cuadrado. La gran extensión de los climas extremadamente fríos en la mitad norte, asociados a la elevada latitud y continentalidad, junto al dominio desértico en el extremo meridional, o al cinturón montañoso que cierra esta unidad por el sur y el este, imponen fuertes restricciones al asentamiento de grupos de población estables. En el interior de la CEI, Rusia continúa siendo —con sus 17,1 millones de kilómetros cuadrados— el mayor estado del mundo, al reunir tres cuartas partes de la superficie y la mitad de la población total. Esa dimensión provoca un gigantismo de los fenómenos geográficos que resulta un segundo aspecto a destacar, si bien su valoración resulta contradictoria. Por un lado, permite a muchos de estos países —en especial Rusia— contar con una notable abundancia y variedad de recursos naturales, hasta el punto de reunir más de una cuarta parte de las reservas mundiales en mineral de hierro, gas natural, madera, potasio o manganeso. Pero, al mismo tiempo, las grandes distancias a recorrer suponen un serio obstáculo a los desplazamientos, que siempre favoreció un relativo aislamiento de las diversas áreas pobladas, acentuado hoy en algunos casos por las barreras a la movilidad que han supuesto las nuevas fronteras aparecidas en 1991, herencia de la división administrativa precedente y no siempre aceptadas. Una tercera clave interpretativa se relaciona con el intenso proceso de industrialización y urbanización que vivieron las repúblicas de la URSS durante varias décadas, dentro de una estricta ortodoxia de planificación económica centralizada vigente entre I92S-1990, en que la Comisión Estatal de Planificación o Gosplan dictaba tanto los objetivos a cumplir, como la distribución de las inversiones o la localización de los ceñiros de trabajo. Si su principal efecto positivo fue la superación, al menos parcial, del atraso histórico que arrastraba el imperio de los zares, con la consiguiente mejora en los niveles de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES bienestar de la población, sus mayores contrapartidas fueron el abandono relativo de la agricultura y los espacios rurales, un éxodo masivo hacia las ciudades, junto a un elevado impacto ambiental en numerosas áreas de extracción minera o en las afectadas por los vertidos industriales. Por otra parte, la excesiva atención prestada a la industria pesada y de armamento, en detrimento de la industria ligera productora de bienes de consumo, supuso que parte importante de los beneficios derivados del crecimiento económico no fueran sentidos por la población de forma directa. No obstante, tales señas de identidad no pueden ocultar la permanencia de importantes contrastes regionales, que se han acentuado en los últimos años ante la dispar respuesta de los territorios frente a los cambios estructurales producidos. En una panorámica inicial forzosamente simplificadora, pueden destacarse dos dimensiones básicas. Una primera dicotomía, de origen económico y social, se identifica con la contraposición entre el oeste y el este, traducida en un simple dato suficientemente expresivo: el sector de la Plataforma rusa, identificada con las regiones al oeste de los Urales, concentra aún tres cuartas partes de la población, el empleo y la producción totales sobre apenas una cuarta parte del territorio de la CEI, lo que justifica una densidad demográfica, económica y de flujos muy superior. Esa situación, heredada del pasado, entra en contradicción con el reparto de los recursos naturales, más abundantes en Siberia y el Extremo Oriente, lo que impulsó un movimiento colonizador en nuestro siglo que buscaba ocupar de manera efectiva un territorio que el imperio zarista sólo conquistó militarmente y dominó políticamente, organizado de forma axial a lo largo de la línea del ferrocarril Transiberiano. El consiguiente desplazamiento del centro de gravedad económico y poblacional en dirección al este se ha visto detenido en los años noventa, ante la crisis que han vivido algunas de las regiones industriales localizadas a lo largo de ese eje y muy vinculadas a los sectores básicos o al complejo militar-industrial. A ese primer contraste, que parece estabilizarse, se añade otro de índole étnico-cultural, que diferencia a los pueblos eslavos, dominantes por su número en la mayor parte del territorio (hasta 145 millones de rusos, de los que 120 dentro de sus fronteras actuales), de las numerosas miñonas que ocupan, sobre todo, la periferia meridional y oriental. Como fruto de un proceso de expansión secular, la URSS llegó a contar en su interior con un total de 128 nacionalidades y hasta 400 etnias oficialmente reconocidas, similar número de lenguas, o 40 confesiones religiosas. Esa heterogeneidad intentó reflejarse desde el punto de vista político-administrativo mediante la constitución de 15 repúblicas federadas, en cuyo interior aparecían otras 20 repúblicas autónomas, 8 regiones u oblast y 10 comarcas autónomas. Los históricos enfrentamientos interétnicos registrados en diferentes regiones, se agravaron tras la represión sufrida por algunos de estos grupos en época de Stalin, que supuso su traslado masivo fuera de sus áreas de asentamiento tradicionales y su dispersión por otras repúblicas. La descomposición del régimen soviético favoreció el despertar de numerosos movimientos nacionalistas, sobre todo en regiones tan compleja como Transcaucasia o el Turquestán, vinculados en ocasiones con un rebrote del islamismo impulsado desde algunos de los países vecinos del sur, origen de muchas de las declaraciones de independencia que, en la segunda mitad de 1991, acabaron con la existencia de la URSS. II.
Los condicionamientos impuestos por el medio físico
1.
La magnitud de las unidades morfoestructurales
Con un dominio generalizado de las grandes llanuras y mesetas, el relieve juega un modesto papel como factor de diferenciación regional. En efecto, junto a la monotonía y las grandes dimensiones de las unidades, medidas generalmente en millones de kilómetros cuadrados, el rasgo más sobresaliente es, sin duda, el predominio de las superficies tabulares de escasa altitud desde la frontera europea y hasta el río Lena, reflejado en el hecho de que dos tercios del territorio no alcancen los 200 metros por encima del nivel del mar. Un segundo rasgo peculiar es la disposición que adoptan estas unidades de relieves con excepción de los Urales, extendidos en sentido meridiano y en una longitud de dos mil kilómetros, todas las cordilleras de cierta importancia se localizan en la periferia formando un cinturón prácticamente continuo desde Crimea y el Cáucaso hasta el estrecho de Bering. Además de actuar como frontera natural respecto a los estados asiáticos limítrofes, este cordón montañoso ha favorecido un aislamiento exterior que se completa con los más de diez mil kilómetros de costa esterilizada por los hielos árticos durante al menos nueve meses por año. La horizontalidad imperante se relaciona con la antigüedad de la mayor parte de las unidades del relieve, antiguos escudos precámbricos (Plataforma rusa, Angara) o cordilleras paleozoicas surgidas en la orogenia herciniana (Urales-Nueva Zembla, Siberia occidental. Depresión aralo-caspiana, Diagonal montañosa), intensamente arrasadas y fracturadas. Los movimientos orogénicos posteriores y la intensa compresión resultante volvieron a activar esta red de fallas produciendo la elevación de unos bloques, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES rejuvenecidos ahora como cordilleras de fractura constituidas en su mayor parte por materiales cristalinos y metamórficos, junto al hundimiento de otros que se convierten en cuencas de sedimentación tapizadas por los depósitos más recientes, continentales o marinos, depositados subhorizontalmente. Los únicos fragmentos no incluidos en esta evolución son las cordilleras del Extremo Oriente y las que por el sur prolongan el cinturón montañoso del Mediterráneo europeo, desde los Cárpatos orientales hasta Pamir. Las primeras comenzaron a surgir en el Mesozoico como resultado de la compresión entre las placas Eurasiática y del Pacífico, que dio origen al rosario de fosas integradas en el «cinturón de mego» que marca el límite occidental de este océano, ni conjunto de cordilleras perioceánicas que aquí aparecen se ha configurado al irse adosando unas a otras sucesivamente, siendo la península de Kamchatka, la isla de Sajalín y el archipiélago de las Kuriles sus últimos exponentes sometidos a intensa actividad sísmica y volcánica Por lo que respecta a las cordilleras meridionales, forman parte del cinturón mesógeo emergido en el Cenozoico, desde Gibraltar y hasta Insulandia, como resultado de la colisión entre África, arabia y la India con el continente eurasiático; su juventud, carácter de cordilleras plegadas con Predominio de materiales sedimentarios, complejidad estructural y gran altitud (por encima de los cinco mil metros en el Cáucaso y de los siete mil en Pamir), las diferencian con claridad, así como a las llanuras subalpinas que las flanquean (Georgia, Azerbaiyán...). Como consecuencia de esta evolución, en el territorio de la CEI pueden individualizarse ocho grandes conjuntos mortoes truc rurales (fig. 4.2): —Llanuras y mesetas: Depresión aralo-caspiana Siberia central Siberia occidental Plataforma rusa — Áreas montañosas: Urales Extremo Oriente Diagonal montañosa Transcaucasia
Fig. 4.2.
Grandes conjuntos morfoestructurales.
La. Plataforma, identificada con la región al oeste del Ural, se corresponde con un zócalo precámbrico cratonizado, arrasado y fracturado sucesivas veces que, en conjunto, conoció un movimiento de subsidencia tras la última orogénesis, convirtiéndose en una llanura sedimentaria recorrida, por una serie de grandes ríos entre los que destaca la red del Volga. No obstante, en su interior aparecen algunos horsts de escasa altitud (Volinia-Ucrania, Valdai, Kola), que además de actuar como divisoria de aguas destacan por los importantes recursos minerales asociados a su biología y el aprovechamiento hidroeléctrico, reforzados en la mitad septentrional por la abundancia de lagos de barrera y arcos morrénicos relacionados con las últimas glaciaciones. La llanura de Siberia occidental es de una simplicidad morfoestructural aún mayor. Este cuadrilátero delimitado por el Ártico, los Urales, el Yeniséi y el umbral de Kazak con más de tres millones y medio de kilómetros cuadrados, corresponde a un bloque paleozoico hundido posteriormente y convertido en cuenca de sedimentación marina desde el Mesozoico y hasta época bastante reciente lo que deriva en una horizontalidad casi perfecta, sin que los desniveles máximos lleguen a superar los 150 metros de altitud. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Recorrida por la red fluvial del Obi-Irtysch, el deshielo primaveral iniciado en los sectores de cabecera, más meridionales, origina grandes inundaciones favorecidas por la planitud, haciendo la región prácticamente intransitable durante varios meses (rasputitsa) y dificultando en gran medida el poblamiento que sólo las grandes reservas de hidrocarburos vinculados a los depósitos marinos han impulsado en las últimas décadas a base de enclaves aislados a lo largo de los ejes de comunicación fluviales. El valle disimétrico del Yeniséi supone el límite con una región algo más compleja, Siberia central, conjunto de mesetas cuarteadas por una serie de depresiones en cuyo fondo circulan los principales ríos de la región (Tunguska, Angara, Lena, Viliui...). Se trata de un fragmento del antiguo continente de Angara, intensamente fracturado, metamorfizado y basculado hacia el este, que aflora en el flanco occidental de la región (meseta de Anabar), en tanto ha sido recubierto por sedimentos subhorizontales y por materiales volcánicos en el resto, lo que da origen a una sucesión de superficies a 600-800 metros de altitud, características por su topografía monótona. El único accidente de importancia, además de la cadena Byrranga, que cierra por si norte la península de Taimir y es el último eslabón del eje montañoso Urales-Nueva Zembla, es la depresión del Lena, fragmento hundido y abierto tan sólo al Ártico, que alberga en su interior la región de Yakutia, famosa por su continentalidad extrema, apreciable en el rigor inusual de sus condiciones climáticas. Una última unidad de topografía calma es la Depresión aralo-caspiana, denominada así por englobar en su seno dos de los mayores lagos del mundo, el Caspio y el Aral, vestigios de un antiguo mar en fase de desecación y hacia los que drena la pobre red hidrográfica de esta cuenca endorreica, en la que sólo se contabilizan dos cursos permanentes, los del Amu-Daria y el Syr-Daria. Situada al sur de la meseta paleozoica de Kazak que representa un umbral de separación con Siberia occidental sólo hendido por el valle ciego del Turgai, corresponde a una cubeta sedimentaria compleja (Birot, P., 1970, 130; en la que alternan las mesetas rocosas y las grandes extensiones de arena, donde un clima árido justifica el modelado eólico característico (barjanes, hamadas...), así como la abundancia de costras salinas en superficie. En este medio hostil, sólo los conos de deyección recubiertos de loess que jalonan el piedemonte sudoriental, y las terrajas aluviales de los dos grandes ríos ya citados, han podido fijar un poblamiento estable. Dentro de Las áreas montañosas, el Ural es la única alineación que interrumpe la suavidad de formas dominante en las regiones interiores. De escasa altitud, principalmente en su sector central, que contrasta con una longitud superior a los 2.000 kilómetros, presenta un relieve de estilo apalachense, con sucesión de crestas y valles de dirección meridiana, debido a la erosión diferencial ejercida sobre materiales metamórficos y cristalinos de desigual resistencia. Si sus dimensiones no alcanzan a otorgarle el papel de divisoria continental ene tradicionalmente se le ha asignado, la gran abundancia de yacimientos minerales en explotación sí que le otorga una posición muy destacada en el actual mapa económico como primera región minero-industrial. Tal como muestra la figura 4.2, el principal conjunto de tierras altas es el que, por el sur y el este, separa este territorio del de sus vecinos asiáticos, llegando hasta el litoral del Pacífico. Aunque no exista solución de continuidad, su diverso origen y evolución justifica una diferenciación interna. Entre Pamir y el Baikal se extiende la Diagonal montañosa, denominación genérica que encubre la existencia de una serie de cordilleras hercinianas intensamente rejuvenecidas hasta alcanzar altitudes superiores a los 5.000 metros (Tian Shan, Altai, Sayan...), con cumbres aguzadas por el glaciarismo, y separadas entre sí por fosas tectónicas como la del propio lago Baikal o la de Zungaria, tradicional pasillo de comunicación y ruta obligada de las caravanas entre China y el Turquestán a través del desierto de Gobi. A partir del arco formado por las cordilleras de Yablonoi, Stanovoi y Verjoyansk, se entra en un área de formación más reciente, que mantiene en común con la anterior su carácter de límite natural, sus posibilidades de aprovechamiento hidroeléctrico y las limitaciones que impone el asentimiento humano, pero diverge en su menor altitud y, sobre todo, el predominio de materiales sedimentarios plegados y materiales volcánicos. Finalmente, la Transcaucasia se identifica como región en que a la complejidad estructural típica de un relieve alpino se superpone una notable variedad étnica. Desde el Cáucaso, cuya juventud viene atestiguada por la existencia de grandes aparatos volcánicos perfectamente conservados como los de Elbruz (5.642 metros) o Kazbek (5.033 metros), al nudo de Armenia, donde se funden los dos arcos alpinos que se bifurcan en los Balcanes, el accidentado relieve ha propiciado su secular papel de refugio para pueblas muy diversos, alcanzándose las máximas densidades en las depresiones de Georgia y Azerbaiyán, surgidas como resultado de la distensión postalpina. Pero si la delimitación y caracterización de estos grandes conjuntos morfoestructurales ofrece ya referencias significativas para interpretar algunos rasgos de su posterior ocupación y utilización por los grupos humanos, «los climas y las formas de su suelo y de su vegetación influyen, en mayor grado que sus estructuras y su relieve, en la delimitación de sus regiones naturales que, muy a menudo, son realmente zonas naturales» (George, P., 1967, 7). José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES 2.
LAS DIFÍCILES CONDICIONES CLIMÁTICAS Y LOS GRANDES DOMINIOS ECOLÓGICOS Con una variedad relativamente escasa si se compara con otras regiones de extensión incluso menor, los climas que aquí imperan tienen un gran significado geográfico por los caracteres extremos y la acusada zonalidad que los preside, factores de primer orden en las orientaciones y límites impuestos a la colonización en gran escala, particularmente en la mitad oriental del territorio. Sin despreciar otros aspectos como la aridez, sin duda es el fríe su principal rasgo distintivo, con la mitad de la superficie total cubierta por el hielo durante un período mínimo de seis meses al año y temperaturas extremas, inferiores en algunos lugares a -50°, sólo alcanzadas en ciertas estaciones de la Antártida. El frío afecta directamente los modos de vida y las formas de actividad de la población: se reducen drásticamente las superficies agrícolas aprovechables, la mayor parte de los puertos quedan temporalmente inutilizados, se elevan los costes de construcción y mantenimiento de infraestructuras o viviendas, se dificultan las comunicaciones interiores en los períodos de deshielo, etc. El factor clave para explicar buena parte de los rasgos climáticos es su continentalidad. Las grandes dimensiones y el perfil poco recortado del continente eurasiático, unido a la existencia de un cierre montañoso periférico que limita fuertemente la penetración de viento procedente del océano, a excepción del Ártico, justifican la inexistencia de cualquier tipo de suavización térmica y la escasa humedad que caracteriza a las regiones interiores. El flecho de estar circundado por mares fríos (banquise del Ártico y corriente de Oyashiho en la margen del Pacífico), no hace sino reducir aún más su posible incidencia climática, en contraste con los efectos generados por la Deriva noratlántica en la margen occidental del continente. Estas condiciones favorecen la aparición de un centro de acción térmico con vértice en Asia central, que en invierno, debido al fuerte enfriamiento de la superficie y del aire que está en contacto con ella, adquiere carácter anticiclónico, mientras en verano, tras un rápido calentamiento, se transforma en depresión, con la formación de una extensa área convectiva en la que el aire está sometido a movimientos de ascenso. La estabilidad del tiempo invernal, particularmente grande entre los Urales y las cordilleras peripacíficas, junto al predominio de las precipitaciones estivales, se ligan directamente a este hecho, acentuando los contrastes estacionales. La gran importancia de los centros térmicos se contrapone con el carácter marginal que presentan aquí los dinámicos, situados sobre los océanos Atlántico y Pacífico, por lo que su radio de acción se limita a las regiones periféricas. De este modo, las borrascas del frente polar (Islandia y Aleutianas) barren durante el invierno y los equinoccios el sector central de la Plataforma rusa y el litoral del mar de Ojotsk, originando precipitaciones generalmente de nieve, en tanto el anticiclón subtropical de Azores llega a afectar, durante el verano, al extremo suroccidental, hasta la región aralo-caspiana, agravando la sequedad ya considerable en el resto del año, pero apenas pueden citarse otros efectos significativos. Junto con la continentalidad, la latitud se constituye, por tanto, en el elemento de mayor valor explicativo en la determinación de los tipos climáticos aquí existentes. Con dos terceras partes de su territorio por encima del paralelo de París, Frankfurt o Praga, e incluso tres millones de kilómetros cuadrados más allá del círculo polar ártico, el predominio de los balances de radiación negativos y, consiguientemente, de las temperaturas bajas, es general. Si en invierno el efecto del continente incurva las isotermas, cerrando los valores mínimos en torno a Siberia central, que presenta en esta época temperaturas muy inferiores a las de la costa ártica, durante el verano las líneas siguen con bastante fidelidad el trazado de los paralelos; este fenómeno resulta de particular importancia ecológica, pues son las temperaturas del verano, tras un invierno muy frío en todas las regiones, las que condicionan la duración del período vegetativo, justificando con ello una disposición de los grandes dominios biogeográficos en bandas latitudinales sólo interrumpidas por algunos relieves montañosos que introducen un escalonamiento altitudinal equivalente al anterior, tal como indica la figura 4.3. El extremo norte, bordeando la costa del Ártico y ampliándose hacia el este hasta alcanzar una extensión total superior a los dos millones de kilómetros cuadrados, es el dominio de la tundra. El clima aquí está presidido por el frío permanente: con temperaturas invernales que oscilan en torno a -20° en el litoral durante el mes de enero, sumadas a unas escasas precipitaciones de nieve dada la reducida capacidad higrométrica del aire, el suelo aparece cubierto durante nueve meses al año por una capa no muy espesa de hielo que, a diferencia de lo que ocurre en las regiones más meridionales, apenas llega a fundirse durante el verano debido al escaso ascenso térmico (las isotermas de julio no alcanzan los 10° en ningún punto). El resultado es un subsuelo permanentemente helado a pocos centímetros de la superficie, que impide cualquier desarrollo edáfico y vegetal, limitando la penetración de las raíces y originando el encharcamiento en esta época (fenómenos de «permafrost»). Una pobre vegetación de musgos y líquenes, que alterna con turberas y sectores de roca al descubierto, y que sólo hacia el sur, allí donde el deshielo es más intenso, conoce la aparición de algunas especies arbustivas, viene a caracterizar el paisaje de estas regiones inhóspitas, las cuales constituyen verdaderos desiertos humanos. Al sur de la isoterma 10° correspondiente al mes de julio se entra en el dominio de los climas José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES continentales de latitudes medias, imperantes en casi todo el territorio. La fuerte amplitud térmica anual, las escasas precipitaciones caídas esencialmente en el verano, lo que origina un cociente estacional (relación entre precipitaciones de invierno y de verano) siempre inferior a uno, y el sometimiento a la actuación de los centros de acción térmicos son características generales, pero pueden establecerse claras diferencias tanto desde el centro hacia la periferia, como de norte a sur. Los rasgos más extremos se alcanzan en Siberia central y las cordilleras limítrofes del Extremo Oriente, donde ciudades como Verjoyansk, Oimekon o Yakutsk se disputan el dudoso honor de ser el «polo frío» del mundo, Aquí los promedios térmicos de enero se sitúan por debajo de los -40°, lo que unido al brusco recalentamiento estival (las temperaturas medias ascienden más de 30° entre marzo y mayo), origen de rápidos deshielos, trae consigo amplitudes térmicas anuales por encima tía los 60°, cifra desconocida en cualquier otro lugar del globo. Unas precipitaciones de apenas 200 milímetros anuales y caídas casi exclusivamente en el verano, cuando las pérdidas por evaporación sen más intensas, completan unos rasgos climáticos de gran dureza, que se van suavizando en dirección a los litorales báltico y del Pacífico. De este modo, la amplitud va descendiendo hasta los 25° que registra la costa del Báltico debido al menor rigor invernal, en tanto las precipitaciones ascienden hasta los 600 milímetros, e incluso más en la costa oriental ante el efecto orográfico que imponen las barreras montañosas, elevándose asimismo el cociente estacional ante el mayor peso de las nevadas invernales originadas por el paso de las borrascas ligadas al frente polar. Los datos recogidos en el cuadro IV. 1, referentes a estaciones situadas en tomo al paralelo 55° N. reflejan nítidamente esa transición.
Fig. 4.3.
Dominios ecológicos en el territorio de la CEI. Cuadro IV. l.
Temperatura mínima Temperatura máxima Amplitud térmica Precipitación anual (mm) Cociente pluviométrico
Evolución de las características climáticas en el interior de la CEI Minsk 53°52' -7.5 18,1 25,6 606 0,44
Moscú 55°45 -9,9 19,0 28,.9 575 0,49
Kazán 55°47' -13,2 19,4 32,6 435 0,35
Sverdlovsk 56°48' -14,6 17,8 32,4 462 0,27
Omsk 54°56' -19,2 17,9 38,7 485 0,13
Irkutsk 53°16' -20,8 17,9 38.7 458 0,13
Petropavlosk 53°13' -8,5 13,0 21,5 906 0,99
Pero desde el punto de vista ecológico, mayor relevancia que las diferencias termo-pluviométricas centro-periferia tienen los contrastes térmicos estivales entre el norte y el sur, vinculados estrictamente a la latitud. De este modo, entre las isotermas I0c-20° del mes de julio, aparece una amplia banda de casi siete millones de kilómetros cuadrados cubierta por la taiga o bosque boreal de coníferas, allí donde el período vegetativo es suficientemente largo (70-110 días) para, unido a una humedad suficiente, permitir el desarrollo de especies forestales. La mayor resistencia al frío y un aparato radicular de gran desarrollo lateral y escasa penetración para evitar el hielo que permanece en profundidad, le otorgan mayor capacidad de competencia que al bosque caducifolio oceánico, sólo representado en la Plataforma rusa y, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES en menor medida junto a las orillas del Amur, pero inexistente allí donde se extreman los rigores climáticos. La taiga es un bosque denso, pero con una notable pobreza de especies (abetos, abedules, alerces, pinos, cedros...), lo que ha favorecido su explotación económica, al tiempo que dificultaba tradicionalmente los desplazamientos en su interior, configurándose incluso como área de refugio en determinadas momentos históricos. El clima frío, que dificulta la descomposición de los restos vegetales, junto a la abundancia de rocas silíceas sobre las que se asientan y las propias acículas caídas, favorecen que bajo la taiga se desarrollen unos suelos muy ácidos, los podsoles, de color grisáceo y escasa capacidad agrícola, factor complementario que ha frenado la colonización de estas tierras, imponiendo serios condicionamientos durante siglos sobre las formas de vida y actividad. Al sur de la isoterma 20° el calor estival y la intensa evaporación reducen fuertemente la humedad e impiden la existencia de especies forestales, sustituidas ahora por herbáceas de mucho menor porte y que caracterizan otro dominio bien definido, el de la estepa. En una banda que supera los tres millones de kilómetros cuadrados, extendida desde Ucrania al Kazajstán, las estepas de gramíneas, cuyo paisaje abierto contrasta con el anterior, fueron durante siglos el paso obligado de las sucesivas oleadas invasoras procedentes del este. Desarrollada sobre unos suelos de color oscuro, los chernosems, de buena textura, escasa acidez y considerable riqueza en nutrientes, se constituyó prontamente en región agrícola por excelencia, en donde el cereal y, más tarde, el girasol han sustituido casi por completo las especies originarias. Cuando se desciende en latitud, y una vez atravesado e] paralelo 48°, se entra en el dominio de los climas áridos, donde las precipitaciones generalmente inferiores a los 100 milímetros (dominio anticiclónico semipermanente, barrera orográfica del Cáucaso-Asia Menor) y temperaturas medias estivales próximas a los 30° se suman para justificar la aparición de un verdadero desierto en tomo al Aral y Caspio. En estas regiones del Asia central, donde tan sólo algunas manchas de estepa xerófila, formada por plantas de porte rastrero adaptadas a la sequedad y el frío invernal, junto con especies halófilas capaces de resistir la fuerte salinidad de suelos del tipo solometz o solontchak, llegan a formar una cobertura muy discontinua, en contraste con la exuberancia de los oasis dispuestos linealmente en el reborde montañoso. El clima subtropical mediterráneo de Crimea, el más húmedo de Georgia (por la barrera orográfica del Cáucaso que fuerza el ascenso de las masas de aire), y el escalonamiento climático y biogeográfico característicos de todas las grandes cordilleras, completan esta visión general de los condicionamientos impuestos por el medio. Ahora bien, su incidencia ha variado con el paso del tiempo en relación con el desarrollo tecnológico y, sobre todo, con las estructuras político-sociales y económicas, que han alterado profundamente los objetivos y los métodos de actuación en lo concerniente a la organización espacial. Pueden diferenciarse, en tal sentido, hasta tres fases sucesivas, separadas por bruscas rupturas, que identifican la evolución contemporánea de este territorio. III. Una perspectiva histórica Desde el punto de vista geográfico, uno de los rasgos que otorga cierta unidad a los diversos estados que hoy constituyen la CEI es el hecho de compartir una historia común, caracterizada por las profundas y sucesivas transformaciones políticas, socioeconómicas y territoriales que marcaron la última centuria, acabando así con formas de organización que habían mostrado hasta entonces una secular resistencia al cambio. Comenzadas en la transición del siglo XIX al XX con el inicio de la industrialización, la ruptura se profundizo y aceleró tras La Revolución de 1917, que definió un nuevo modelo de organización identificable con cuatro rasgos esenciales: la socialización de los medios de producción, la planificación centralizada de la economía, la búsqueda de un crecimiento industrial masivo y acelerado que permitiese superar su atraso con relación a las .principales potencias capitalistas, junto a una intervención territorial a gran escala, marcada por los principios de homogeneidad y estandarización. La última década del siglo ha conocido una mutación no menos importante, aunque menos cruenta, que fragmentó la unidad política construida por los zares en tomo a Rusia, desmanteló los organismos de planificación y sometió una parte creciente de la actividad económica a las leyes del mercado. Un breve recorrido por este proceso puede ayudar a entender un territorio cuya estructura y problemas actuales son buen reflejo de situaciones heredadas. 1.
EL MODELO TERRITORIAL A COMIENZOS DEL SIGLO XX: UN VASTO IMPERIO DE BASE AGRARIA
Al comenzar el siglo XX, Rusia se configuraba como un Estado de dimensiones colosales, regido por una monarquía autocrática que sólo tras la Revolución de 1905 intentaría transformarse en constitucional, y que en sus rasgos esenciales continuaba apegada a formas de organización y una José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES economía agraria tradicionales. Con un territorio en el que se incluían Finlandia (desde 1809) y buena parte de Polonia (desde 1815), el imperio se estructuraba a partir de una metrópoli o centro dominante situado en el oeste, en torno a la región de Moscú —cuna del pueblo ruso y desde donde inició su expansión en el siglo XVI— y los territorios del Báltico, frente a unos vastos dominios que pueden calificarse de coloniales, en donde la población eslava era una exigua minoría, y que mantenía unos escasos contactos con la Administración central. La ocupación efectiva quedaba así limitada a tres focos separados por extensas áreas prácticamente deshabitadas. La primera de estas regiones, la más poblada y dinámica de todas, con tres cuartas partes de los 100 millones de habitantes existentes en 1881, se localizaba entre los 50 y 60° de latitud, en el contacto entre el bosque y la estepa hasta el límite de los Urales, donde tuvo lugar una colonización rusa, aunque limitada por los obstáculos naturales, las bajas densidades, el escaso desarrollo de los transportes y la pervivencia de la servidumbre hasta 1861. Un segundo foco poblado era el de Transcaucasia, área montañosa de estructura compleja y difícil acceso, que durante siglos sirvió como refugio a numerosos pueblos que huían de las estepas ante el empuje invasor procedente del este y que desarrollaron una economía mixta —agrícola en los valles y ganadera en las vertientes—, con unas densidades superiores a las habituales en espacios de alta montaña. Finalmente, en el piedemonte de las cordilleras del Asia central, se encontraba el foco del Turquestán, con una serie de oasis que aprovechaban los manantiales surgidos al pie de los sectores montañosos mejor irrigados, donde se establecieron una serie de pueblos (kazakos, uzbekos, kirguises..,), posteriormente islamizados y con muy escasos contactos con la metrópoli, dedicados a una agricultura intensiva de regadío a la que se sumaba el tradicional comercio de caravanas que durante siglos tuvo como paso obligado esta región, desde China y a través de Zungaria, hacia el Caspio y Europa. Esta escasa población, que en 1900 apenas mostraba una densidad media de 6 habs./km 2, mantuvo hasta finales del siglo XIX un comportamiento identificable con un régimen demográfico primitivo, en el que las altas tasas de natalidad y mortalidad, junto a las crisis cíclicas, eran los rasgos imperantes; ,el ligero descenso de estas últimas iniciado en las regiones occidentales a finales de siglo permitió un incremento algo más rápido de la población, quede 74 millones en 1860, pasó a 159 en 1913, momento en que la natalidad se situaba en un 46 ‰ y la mortalidad en un 29 ‰ (mortalidad infantil de 273 ‰). Tal situación se correspondía con un claro predominio del poblamiento rural y la economía agraria tradicional, que aún en 1913 ocupaba al 75 % de la población activa, frente a un 9 % en el sector secundario y el 16 % restante en el comercio y los servicios. Los 100 millones de hectáreas cultivadas hacia 1875, equivalentes tan sólo al 5 % de la superficie del país, aparecían ocupadas en un 64 % por los cereales panificables (centeno en el norte y trigo en el sur), mientras el barbecho aún suponía un 33 % del terrazgo, reflejando la escasa intensidad de unos sistemas de cultivo que en las regiones centrales pobladas de la estepa estaban presididos por la rotación trienal, en tanto se llegaba al cultivo itinerante, con largos barbechos y combinado con una ganadería ovina, en las regiones meridionales más secas (Portal, R., 1976, 12-13). El rápido incremento de las exportaciones cerealistas en la segunda mitad del siglo se hizo a costa de nuevas roturaciones en las estepas de Ucrania, sin apenas mejorar la productividad media ni modernizar las explotaciones. Más allá de los límites naturales, la estructura agraria también tuvo una influencia decisiva. Hasta 1861, el dominio de la tierra siguió concentrado en una aristocracia terrateniente muy reducida, en tanto la mayoría del campesinado seguía adscrito al estatuto de siervo, con la consiguiente generalización del sistema de explotación indirecta, el predominio de la autosubsistencia (salvo en ciertos monocultivos trigueros de Ucrania), una escasa capitalización, y unos bajos rendimientos por superficie y por persona. La abolición de la servidumbre en ese año afectó a unos 47 millones de personas —casi dos tercios de la población total— obligando a plantear un tímido intento de reforma agraria, con el reparto de algunos latifundios tras indemnizar a sus propietarios con cargo a los fondos públicos, que condujo a la formación de explotaciones colectivas o mir, en las que existía una redistribución periódica de la tierra en pequeños lotes familiares (nadiel) y ciertas sujeciones en cuanto a tipos y períodos de cultivo, mientras el trabajo y los beneficios tenían un carácter individual, hasta su privatización total desde 1906. No obstante, en 1914 esta reforma sólo había afectado al 10 % de las tierras y, por tanto, sólo el desarrollo de la colonización en Siberia o el éxodo hacia los nuevos centros industriales y urbanos desde comienzos de siglo pudo paliar en parte la creciente presión sobre el suelo de un campesinado con unos niveles de vida medios muy bajos. En consecuencia, los centros urbanos apenas reunían el 13 % de la población en 1897, con sólo dos ciudades, San Petersburgo y Moscú, en torno al millón de habitantes, y tres más por encima de los 200.000 (Odessa, Riga y Kiev), siendo otras 39 las que superaban los 50.000 habitantes, pese al éxodo rural que desencadenó la liberación de los siervos y que permitió pasar de 3,5 millones de población urbana en 1851 a los 8,2 millones de 1867 (Quilici, V., 1978). Esas escasas ciudades limitaban sus José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES funciones a las de centros administrativos y religiosos, guarniciones militares y mercados comarcales o regionales, además de servir como residencia a una parte de las ciases acomodadas, incorporando sólo tras esa fecha y en forma puntual las funciones industriales. Su estructura interna mantenía una cierta simplicidad, gravitando en torno a un área central o gorod que se correspondía con el recinto fortificado (kremlin) en el que se situaban los centros de decisión y poder (palacios, basílicas, edificios públicos...), junto a barrios adyacentes habitados principalmente por nobles, eclesiásticos, mercaderes y funcionarios de rango superior. Rodeando este espacio dominante, en donde la obligación de construir en piedra limitaba cualquier intento de mezcla social, se disponían una serie de arrabales o posad, construidos generalmente en madera (aún en 1900 representaba el 56 % del parque inmobiliario) y residencia de artesanos, pequeños comerciantes, agricultores, funcionarios subalternos, etc. Sólo en las grandes ciudades como Moscú o San Petersburgo una estructura más compleja explica la presencia de barrios obreros localizados en el entorno de los sectores ferroviarios. Como contrapunto, al comenzar el último cuarto del siglo XIX, Rusia apenas había iniciado aún su industrialización, manteniendo un predominio de pequeños talleres artesanales dispersos, junto a algunas manufacturas modernas concentradas casi exclusivamente en las ciudades del oeste, desde Varsovia o Lodz, en las provincias del Vístula, a Moscú o los puertos del Báltico (San Petersburgo, Riga, Tallin...), además de la tradicional metalurgia del Ural. Ese retraso en el proceso industrializador no puede achacarse a la falta de recursos naturales o humanos suficientes, ni a la inexistencia de capitales. Si bien es cierto que la localización separada de las riquezas naturales (carbón del Donetz, hierro del Ural...) dificultó su utilización conjunta hasta la instalación del ferrocarril, justificando que aún en 1890 se importase de Inglaterra la cuarta parte del carbón consumido, las claves esenciales parecen apuntar en otras direcciones, tales como: — La marginación de Rusia respecto a las principales corrientes comerciales, lo que limitó la acumulación de capital casi exclusivamente a la tierra, escasamente movilizable. — La pervivencia de un latifundismo con acusados rasgos feudales, que concentraba la riqueza en pocas manos, no interesadas en invertir en otros sectores productivos. — El lento desarrollo del mercado de consumo interno, limitado por los bajos niveles de vida del campesinado. Ante esta situación, el impulso industrializador finisecular sólo fue posible con la incorporación del capital exterior —francés, belga, inglés y alemán— y una política activa de promoción por parte del Estado, junto al importante papel jugado por el ferrocarril en la constante lucha contra la distancia (de 10.000 kilómetros construidos en 1870, a más de 50.000 en 1900). Ese desarrollo industrial se materializó en un rápido aumento del empleo, que de 1,4 millones de trabajadores en 18S7 pasó a tres millones en 1900, y en una importante modificación en el reparto espacial de la producción. La tradicional metalurgia pesada vinculada a los yacimientos de los Urales, dispersa entre un gran número de pequeños centros y que seguía empleando la madera como combustible, dejó paso a la primacía del Donbass, que tras la apertura de la línea férrea entre la cuenca hullera del Donetz y los yacimientos de mineral de hierro de Krivoi-Rog, en 1885, se convirtió en la primera región fabril del país, transformando la tradicional imagen agrícola de Ucrania. La extracción petrolífera en Bakú, a orillas del Caspio, que en 1901 llegó a representar la mitad de la producción mundial, generó un auge industrial similar. La tercera área en consolidarse fue la región central, en torno a Moscú, beneficiándose del carácter radio-céntrico adoptado por la red de ferrocarriles, con un predominio en este caso de industrias ligeras diversas, orientadas a satisfacer la demanda del mercado interior mediante la sustitución de importaciones. En resumen, al comenzar el siglo XX Rusia se encontraba en el inicio de su desarrollo industrial, generador de un creciente dualismo económico y espacial entre unos cuantos polos de actividad situados en el oeste y que concentraban las actividades nuevas, junto a los grupos sociales emergentes (proletariado urbano y burguesía industrial), frente a la pervivencia de unas estructuras casi inmutables en la mayor parte del territorio, dominio de la actividad agraria y el poblamiento rural tradicionales. 2.
LA UNIÓN SOVIÉTICA Y EL MODELO DE PLANIFICACIÓN CENTRALIZADA
Con la Revolución de octubre de 1917 se inician una serie de cambios bruscos y profundos que afectaron todos los aspectos de la vida del país, desde la forma de concebir el estado y las relaciones sociales, a la manera de organizar el espacio. La creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas como un nuevo estado federal constituido por quince repúblicas que correspondían en esencia a los principales grupos nacionales, inició un proceso de reformas en el que la abolición de la propiedad privada y las estructuras capitalistas anteriores, sustituidas por una socialización de los medios productivos bajo la forma dominante de propiedad estatal, fue uno de sus componentes básicos. Entre 1917 y 1921, durante el período de guerra civil subsiguiente al estallido revolucionario y la José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES intervención exterior, se instauró el llamado comunismo de guerra, intentándose una rápida colectivización de la economía con la expropiación de todos los medios de producción y distribución (tierras, fábricas, comercios, transportes...), la abolición de los mercados y la nacionalización de la banca, creándose un Consejo Supremo de Economía Nacional encargado de su gestión. No obstante, su efectividad práctica fue limitada ante el escaso control ejercido por el gobierno central sobre el territorio en esos momentos de conflicto bélico, la resistencia del campesinado a la confiscación y la incapacidad gestora de los organismos creados improvisadamente, lo que produjo un retroceso de la producción global, obligando con ello a dar un paso atrás en el proceso iniciado, instaurándose en 1921 una nueva política económica (NEP). Esto supuso, en esencia, la implantación transitoria de un sistema de economía mixta en el que el Estado mantuvo la propiedad de los sectores básicos (industria pesada, transporte, energía, crédito, comercio exterior), admitiendo la propiedad privada en los restantes, particularmente en la agricultura. En el campo, se devolvieron las propiedades que no superaban un cierto tamaño, se sustituyó la requisa de las cosechas por un impuesto, y se liberalizó el comercio de granos. Una vez recuperado en 1928 el nivel productivo de 1913, Stalin dio el impulso definitivo hacia la socialización, que condujo a la situación vigente hasta 1991, en la que coexistían tres formas de propiedad: la estatal, ampliamente mayoritaria, que comprendía la mayor parte de los recursos productivos (suelo, subsuelo, industria, medios de transporte, construcción, bancos…); la cooperativa, que afectaba principalmente al sector agrario (koljoses) y artesanal, y la propiedad privada, que incluía las rentas del trabajo, el ahorro, los bienes de uso y consumo, una vivienda y, en los koljoses una parcela de tierra junto al utillaje y ganado complementario. También desde 1928 quedó instaurado el sistema de planificación económica centralizada que rigió la vida del país durante más de medio siglo, tras la previa creación de la Gosplan (Comisión Estatal de Planificación) en 1920, encargada de su elaboración y control. Los planes eran de duración quinquenal y estaban encargados de fijar los objetivos básicos, tanto sectoriales como regionales, en lo que concierne a la producción, empleo y distribución de la mano de obra, inversiones a realizar, etc., dirigiendo su esfuerzo prioritario hacia la meta esencial de industrializar el país y lograr un desarrollo progresivo de la propiedad socialista. A ese fin se supeditaron la mayor parte de los recursos disponibles, haciendo posibles unas altas tasas de crecimiento, de modo particular en los primeros planes, que situaron al país como una de las principales potencias industriales del mundo, sobre todo en lo referente a producciones básicas y de bienes de equipo, concebidas como fundamento de una verdadera independencia económica y plataforma para el desarrollo posterior de las restantes actividades. El cuadro IV.2 permite obtener una imagen más pormenorizada de esa evolución antes de que se hiciesen patentes los primeros síntomas de crisis en el sistema, destacando la progresiva orientación hacia la metalurgia de transformación, la fabricación de maquinaria y la industria química, por contraste con la debilidad que manifiestan tanto las actividades de tecnología avanzada como una industria ligera postergada durante décadas. Cuadro CV.2. Evolución sectorial de la producción industrial (Números índice) 1940= 1 1980= 100 Sectores económicos Producción Productividad 1965 1981 1987 1987 Energía eléctrica 12 34 129 116 Combustibles 5 10 112 106 Siderurgia/Metalurgia 7 13 117 117 Maquinaria y transf., metálica 16 77 153 146 Química y petroquímica 15 61 141 138 Madera y papel 4 7 127 128 Materiales construcción 18 42 126 115 Industria ligera 3 7 111 130 Agroalimentación 3 7 130 130 Total industria 8 22 131 127 Fuente: Comité Estatal de Estadística. «La URSS en cifras para 1987.»
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 4,4,
Principales complejos territoriales de producción, (fuente: J. Radvanyi, 1990.)
El desarrollo de la producción manufacturera estuvo muy por encima del correspondiente al volumen de mercancías transportables, to que evidencia que el proceso consolidó la formación de grandes complejos territoriales de producción relativamente autosuficientes ante los costes impuestos por la distancia, favoreciendo asimismo a algunas de las regiones periféricas menos desarrolladas (Siberia occidental y central, Turquestán...), dentro de la política tendente a lograr cierto reequilibrio territorial, aunque las diferencias iniciales hiciesen imposible aproximarse a ese objetivo (fig. 4.4). Pero si el sistema de planificación resulta, ante todo, de indudable interés económico, también generó importantes efectos geográficos. Al definir las producciones a conseguir en cada sector y sus precios, orientó decisivamente las actividades industriales o los tipos de cultivos dominantes, que caracterizaban los diversos paisajes agrarios existentes. A su vez, at establecer la distribución de las inversiones, tanto en sectores productivos como en servicios sociales o transportes, con la consiguiente creación de empleo, condicionó fenómenos geográficos tan relevantes como el desigual crecimiento regional y urbano, los movimientos migratorios, etc., haciendo también posible la realización de grandes obras infraestructurales que exigían inversiones muy cuantiosas, La construcción de centrales hidroeléctricas como las de Bratsk, en el Angara, Kuibychev o Volgogrado, en el Volga, la plantación de árboles en las estepas para reducir la erosión, la rotulación de inmensas superficies en unos pocos años, o la puesta en regadío de extensas áreas en eí desierto aralo-caspiano, el tendido del nuevo ferrocarril transiberiano al norte del ya existente, la red de oleoductos y gasoductos tendida sobre miles de kilómetros, etc., son ejemplos suficientemente expresivos, que en algunos casos se saldaron con elevados costes económicos y ambientales. Tan intenso como el crecimiento industrial fue el registrado por las ciudades, que de representar el 18 % de la población existente en 1913 (28 millones de habitantes), pasaron a suponer el 49 % en 1960, y llegaron en 1989 al 65,8 % del total, equivalente a 168 millones, es decir, casi siete veces la cifra inicial, con una especial concentración en las regiones occidentales del país, paralela a un retroceso de la población rural que siguió creciendo en las áreas periféricas (cuadro IV.3). Así, en 1988 existían ya 24 ciudades millonarias, que reunían más del 15 % de la población total, encabezadas por Moscú, que con 8,9 millones de habitantes en su aglomeración se constituía en una de las mayores del mundo, desbordando los tímidos intentos realizados para controlar su crecimiento, en tanto otras 32 rebasaron el medio millón de habitantes (cuadro IV.4). Como afirma Quilici, pese al orden socialista pretendidamente alcanzado por la Unión Soviética, el desarrollo de sus estructuras urbanas no se libró de los condicionamientos que imponen los procesos de concentración y acumulación en determinados polos fundamentales del desarrollo (Quilici, V., 1978, II).
Cuadro I.V.3.
Unión Soviética — Población urbana — Población rural URSS europea y Ural
Evolución de la población rural y urbana en la Unión Soviética 1979-1989 a) Población urbana y rural Población(millones) Evolución 1979-1989 Tasa urbana 1979 1989 Millones 1989 % 262,4 286,7 24,3 9,3 65,6 163,6 188,8 25,2 15,4 98,8 97,9 -0,9 -0,9 180,3 189,5 9 ,2 5.1 70,6 José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES — Población urbana — Población rural Siberia/Extremo Oriente — Población urbana — Población rural Kazajstán y Asia central — Población urbana — Población rural Transcaucasia — Población urbana — Población rural
118 62,3 27,9 19,5 8,4 40,2 18,3 21,9 14 7,8 62,2
133,8 55,7 32,1 23,5 8,6 49,4 22,5 26,9 15,7 9 6,7
15,8 -6,6 4,2 4,0 0,2 9,2 4,2 5,0 1,7 1,2 0,5
13,4 -10,6 15,1 20,5 2,4 22,9 23,0 22,8 12,1 15.4 8,1
73,2
45,5
57,3
b)
Importancia de las grandes ciudades Número de ciudades Población (millones) 1939 1970 1988 1939 1970 Más de 2 millones 2 2 4 7,96 11,21 De 1 a 2 millones 0 8 20 0 9,89 De 0,5 a 1 millón 9 14 32 5,83 18,26 Total 11 34 56 13,79 39,36 Fuente: J, C. Dewdney, 1990, y Comité Estatal de Estadística de la URSS. Cuadro IV.4. Indicadores de los desequilibrios regionales en la Unión Soviética. Repúblicas federadas A B C Total URSS 22.402 286,7 66 Rusia 17.075 147,3 74 Ucrania 603 51,7 67 Bielorrusia 207 10,2 65 Estonia 45 1,5 72 Letanía 63 2,6 71 Lituania 65 3,7 68 Moldavia 33 4,3 47 Armenia 29,8 3,2 68 Azerbaiyán 86.6 7 54 Georgia 69,7 5,4 56 Kazajstán 2.717 16,5 57 Kirguizistán 198 4,3 38 Uzbekistán 447 20 41 Tayikistán 143 5,1 33 Turkmenistán 488 3,5 45
D 34 26 33 35 28 29 32 53 32 46 44 43 62 59 67 55
E 18,8 16 14,5 16 15,9 15,4 15,3 20,9 21,6 26,5 17,3 24,6 31,2 35,1 40 36
F 10,1 10,7 11,7 10,1 11,8 12,1 10,2 9,7 10,3 6,8 9 7,7 7,4 6,8 7 7,8
G H 8,7 38 5,3 42 2,8 40 5,9 40 4,1 42 3,3 40 5,1 41 11,2 28 11,3 39 19,7 26 8,3 29 16,9 31 23,8 27 28,3 24 33 21 28,2 21
I 19 14 20 22 13 15 18 35 19 34 27 23 34 38 42 41
J 43 44 40 38 45 45 41 37 42 40 44 46 39 38 37 38
K L 43,3 17 46,3 19 42,7 16' 39,1 17 47,9 14' 49,3 16 44,3 17' 39,3 12 39, 2 16 38,7 151 56,7 16: 38,7 164 35,1 134 34,7 15' 27,2 11' 34,7 11
Fuente: J. Radvanyi. «L'URSS: régions et nations». 1990. 22 A = Superficie (miles km2). B = Población 1989 (mills, habs.). C = Población urbana (%). D = Población rural (%). E = Tasa de natalidad 1988 (‰). F = Tasa de mortalidad 1988 (‰). G = Crecimiento natural 1988 (‰), H = Empleo industrial 1987 (‰). I = Empleo agrario 1987 (%). J = Empleo terciario 1987 (%). K = Médicos/mil hahs.1987. L = Estudiantes universitarios /mil habs. 1987-1988.
Este movimiento de carácter masivo fue resultado directo del éxodo rural ligado a la mejora de la productividad agraria y la creación de empleos, principalmente en la industria y la administración, dentro de estos centros urbanos. Aunque en cifras absolutas afectó principalmente a las ciudades preexistentes en el oeste, las mayores tasas de aumento se registraron en el este, donde surgieron un buen número de ciudades de nueva planta, sin apenas historia, desde las Urales y siguiendo el eje del Transiberiano, tales como Novosibirsk, Sverdlovsk, Omsk, etc. No obstante, los crecimientos más espectaculares correspondieron a centros de menor tamaño surgidos junto a yacimientos minerales como Karaganda, Novokuznetsk, Kemerovo, Magnitogorsk, etc., o centrales hidroeléctricas como Angara y Bratsk (Harris, C. D., 1972, 282). La centralización administrativa también potenció el crecimiento en las capitales de las repúblicas federadas, junto a las regionales, provinciales y de repúblicas autónomas, que además actúan como centros de servicios, registrándose fenómenos de macrocefalia bastante acusados (Leizerovich, E. E., 1974,25-27). Con relación a la estructura interna de tales ciudades, un crecimiento medio superior a das millones José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES de nuevos habitantes por año, unido a las destrucciones ocasionadas por la última gran guerra y al deterioro del parque inmobiliario existente, obligó a construir cerca de dos millones de viviendas anuales entre 1945-1985, condicionante esencial al que debió enfrentarse la construcción de la nueva ciudad socialista prevista por los planificadores, junto a las restricciones presupuestarias debidas al desvío de la inversión hacia otros fines considerados prioritarios. La simplificación del diseño urbano, la monotonía que impone el predominio de los prefabricados, la baja calidad de las dotaciones, o los reducidos tamaños de las viviendas fueron sus efectos más evidentes (promedio de 15,4 metros cuadrados por habitante en 1988, diez millones de personas residiendo en viviendas compartidas, etc.). El desarrollo de algunas promociones privadas o cooperativas, iniciado en los años ochenta, intentó paliar esas carencias, pero su presencia apenas afectó al 20 % del parque inmobiliario total existente en 1991. Desde una perspectiva geográfica, un último fenómeno de especial relevancia que tuvo lugar durante el período de existencia de la URSS fue el proceso de colonización, traducido en la ocupación y puesta en explotación de una parte de los territorios orientales, con el consiguiente traslado del centro de gravedad demográfico, que a comienzos de los años sesenta Cole ya situó en el meridiano 50° E, en el valle del Volga, en tanto el geométrico se encuentra en el valle del Obi (80° E). El proceso guarda ciertos rasgos en común con el ocurrido anteriormente en América del Norte, siendo elementos distintivos, además de su retraso, el seriado divergente y el carácter esencialmente urbano-industrial que lo presidieron. La escasa importancia del avance hacia el este durante el siglo pasado puede achacarse tanto a las bajas densidades de población como, sobre todo, a la pervivencia de la servidumbre que impedía el libre desplazamiento a la mayoría; incluso tras su abolición, el gobierno estableció diversas trabas ante la presión de los terratenientes que temían ver vaciarse sus tierras. La inexistencia de apoyo oficial agravaba las dificultades económicas para un amplio sector de población indigente derivadas de una emigración tan lejana, pero quizá fuese la inexistencia de medios de transporte rápidos el freno esencial hasta nuestro siglo. De este modo, si aún en 1897 la población total de Siberia apenas superaba los siete millones de habitantes, la inauguración del ferrocarril Transiberiano en 1902, siguiendo una línea directa hasta Vladivostok que atravesaba territorio chino, completada poco después por otro recorrido más septentrional que seguía el valle del Amur, junto a la coetánea inauguración del Transaraliano en 1906, cambiaron rápidamente la situación. El eje del Transiberiano, tendido a lo largo de 5.000 kilómetros, del Ural al Pacífico, se constituyó en vehículo esencial de la colonización, reflejo de la política expansionista rusa en Extremo Oriente a la búsqueda de puertos libres de hielo, y clave de la industrialización del país al desarrollar los intercambios de productos. Según algunos autores, las deportaciones jugaron un papel complementario en las primeras fases de la colonización siberiana. Se ha calculado que entre 1823 y 1898 fueron deportadas a Siberia unas 700.000 personas que, junto a los miembros de sus familias que les siguieron, arroja una cifra total de unas 900,000 personas (Portal, R, 1976, 95). Para Brunet, la importancia del Gulag parece haber sido máxima en los años 1947-1948, momento para el que las estimaciones llegan a la cifra de quince millones de forzados o «zek», encargados muchas veces del tendido de infraestructuras de transporte (ferrocarril del Norte entre Koltas y Vorkuta, canales Báltico-Blanco y Volga-Don, ferrocarril Temirtau-Baljash...) y en trabajos pesados (canteras, apertura de minas, construcción de grandes presas,..), generalmente en áreas con un medio hostil (Brunet, R., 1981, 218-220). Pero si la construcción de infraestructuras fue condición necesaria para llevar a cabo la colonización, su realización práctica resultó, ante todo, una decisión política impulsada por motivaciones diversas. Las consideraciones económicas están, sin duda, en un primer plano ante el desequilibrio población-recursos existente, ya que las reservas más importantes se localizan en las regiones orientales, y las necesidades de nuevas ocupaciones para la mano de obra agraria excedente. La localizador) de las mayores tasas de crecimiento demográfico en ciertas áreas de Siberia occidental desde los años sesenta, donde se inició la explotación de grandes yacimientos de hidrocarburos, respondió plenamente a ese mecanismo, aunque la densidad de ocupación continuó siendo muy inferior a la de las regiones occidentales. En el avance del frente pionero, que cumplió los rasgos característicos de todo proceso de difusión espacial, pueden señalarse tres etapas o momentos esenciales. Si el primero corresponde al traslado hacia los Urales de fábricas que ya no volvieron a desmontarse al acabar la guerra en 1945, el segundo supuso la ocupación del Kazajstán y sur de Siberia occidental en la década siguiente; en este último caso, se trató de una colonización agrícola de los sectores meridionales, con roturación de cuarenta y un millones de hectáreas entre 1954-1960 dedicadas al monocultivo triguero, mientas en las proximidades del Transiberiano se desarrollaba una explotación industrial de los abundantes recursos minerales existentes, con centro en Karaganda y el Kuzbass o cuenca de Kuznetsk. La tercera etapa supuso la incorporación de Baikalia en los años sesenta, observándose una cierta detención desde entonces ante el deseo de consolidar previamente la ocupación y explotación de los territorios más próximos. Pese a todo, la distribución espacial del crecimiento demográfico registrado en la última década de vigencia del modelo planificador (1979-1989) puso de manifiesto la continuidad del proceso: mientras en las regiones al oeste José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES del Ural el aumento medio fue de poco más del 5 %, en las orientales triplicó esa cifra debido a la permanencia de saldos migratorios positivos, llegando al 28 % en Asia central, si bien en este caso debido a unas elevadas tasas de natalidad, que alcanzaban el 40 ‰ en la república de Tayikistán. Al finalizar la década de los ochenta, y pese al mantenimiento de importantes desequilibrios en las condiciones de vida características de las diferentes repúblicas (cuadro IV.4), lo que resultaba indudable era la existencia de un modelo territorial propio y diferenciado, reflejo de la organización política, económica y social imperante durante más de medio siglo, cuya permanencia en el tiempo parecía asegurada. 3.
DEL CRECIMIENTO ACELERADO A LA CRISIS DEL SISTEMA SOVIÉTICO
Ya desde finales de los años setenta comenzaron a hacerse visibles los primeros síntomas de crisis en el sistema, con la reducción del crecimiento productivo, el agravamiento de los problemas de desabastecimiento para la población, el creciente déficit exterior y la progresiva articulación de grupos sociales y políticos de oposición como algunos de sus indicadores más expresivos, En marzo de 1985, la Llegada al poder de los reformadores encabezados por Gorbachov inauguró un proceso de reformas, bautizado como perestroika (reestructuración) y glasnost (transparencia), que puso en cuestión algunos de los pilares en que se fundaba el modelo soviético, comenzando una serie de cambios que se vieron abortados tras el fallido intento de golpe de Estado en agosto de 1991, que selló la descomposición del sistema y abrió la puerta a su desaparición. Desde entonces se multiplicaron los intentos de explicar una crisis tan profunda y rápida, que prácticamente nadie había previsto hasta ese momento, pero para la que se encontraron numerosas razones. En el plano económico, un primer factor de agotamiento se relaciona con las crecientes deficiencias aparecidas en la organización de la producción y la distribución, derivadas del excesivo dirigismo y la consiguiente proliferación de un aparato burocrático poco flexible y mal adaptado para gestionar una economía y un territorio cada vez más complejos. El hecho de que los planes anuales, que concretaban las directrices de los quinquenales, fijasen las tareas a realizar sobre unos 60.000 índices, determinando desde los volúmenes de producción por ministerios, direcciones generales y repúblicas, hasta los niveles de empleo y salariales para todas las categorías profesionales, el destino sectorial, empresarial y territorial de las inversiones, la circulación monetaria, los precios de todos los artículos, etc., da una idea aproximada de esta complejidad, que frenaba de paso cualquier iniciativa ajena al plan. La escasez de incentivos materiales al trabajo parece haber limitado también la mejora de su productividad, lo que supuso una escasa rentabilidad efectiva de bastantes empresas, compensada por subvenciones estatales. Un segundo factor del progresivo estancamiento económica fue la marginación de la industria soviética respecto a la Tercera Revolución Industrial asociada a las nuevas tecnologías de información y la formación de redes, que, además de generar importantes innovaciones en procesos y productos, permitió mejorar la organización y gestión de las empresas. Se mantuvo en cambio, una estructura productiva obsoleta, donde los sectores pesados (siderometalurgia, hidrocarburos, cemento, químicas...), generadores de un fuerte impacto ambiental negativo, mantuvieron su hegemonía, absorbiendo también una parte importante de las inversiones anuales. La presencia de trabajadores manuales en la industria era aún del 50 % en 1988, muy superior a la habitual hoy en los sistemas productivos más evolucionados. Ese modelo de crecimiento «extensivo», basado en una masiva explotación de recursos naturales, la hegemonía absoluta de la gran fábrica y la prioridad a objetivos meramente cuantitativos frente a cierta despreocupación por la calidad del producto, debilitó también la posición de la industria soviética en los mercados internacionales, haciéndole perder en pocos años algunas de las posiciones adquiridas en la fase fordista. La creciente dependencia de las ventas de hidrocarburos y otros minerales para conseguir divisas generó un impacto negativo adicional, al reducirse los ingresos obtenidos por el descenso de precios internacionales en los años ochenta. Finalmente, la URSS afrontó un gasto militar excesivo para alcanzar un equilibrio de poder con la OTAN, cuando su capacidad económica era muy inferior, para mantener así su posición de superpotencia en el concierto internacional y su área propia de influencia en el mundo bipolar vigente durante el período de guerra fría, lo que detrajo importantes recursos que podrían haberse destinado a otras inversiones (en investigación civil, fabricación de maquinaria, electrodomésticos, etc.) y a elevar la calidad de vida de los ciudadanos. En el piano político y social, la falta de participación real asociada a un sistema autoritario, junto a cierto grado de corrupción en el funcionamiento de la administración, con una élite formada por la nomenklatura del Partido que detentaba numerosos privilegios, favoreció una creciente desmoralización social y un escepticismo sobre la capacidad del sistema, que explican el amplio apoyo inicial con que contaron quienes en 1991 plantearon su desaparición. Al mismo tiempo, el mantenimiento de un cierto grado de opresión sobre las numerosas minorías étnico-culturales existentes en el país favoreció un José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES rebrote de los movimientos reivindicativos de carácter nacionalista cuando comenzó a detectarse un debilitamiento del poder central, que en bastantes casos adoptaron reivindicaciones de carácter separatista. El camino emprendido desde 1986 intentó lograr una cierta compatibilidad entre planificación y mercado, así como una apertura limitada al capital exterior, un aumento en el nivel de consumo de 3a población y cierta liberalización política, aunque bajo el control del PCUS. Entre las medidas legislativas ensayadas, merecen destacarse; — Diversificación de las formas de propiedad, que posibilitó la formación de empresas privadas y cooperativas, de las que existían ya 75.000 al finalizar 1989, con unos dos millones de trabajadores y máxima representación en los sectores de servicios a la población (restaurantes, taxis, reparaciones...), artesanía y agro alimentación, buscando un aumento del consumo. En idéntico sentido, se abrió la posibilidad de entrada a la inversión extranjera, bien sea en forma de empresas mixtas (desde 1987), o con participación en el 100 % del capital (desde 1990), liberalizándose también la repatriación de beneficios en divisas convenibles, junto al inicio de reformas agrarias destinadas a incrementar la importancia de los lotes privados de tierra. — Mayor capacidad de decisión por parte de las empresas desde 1987, primando el principio de «autodirección, autofinanciación y autoabastecimiento» (Aganbegyan, A., 1989, 31), al tiempo que se reducía la proporción de los pedidos estatales sobre el total de sus ventas y aumentaba el grado de descentralización regional de una planificación con carácter más indicativo que hasta entonces. — Consolidación de un mercado socialista, sometido a ciertas regulaciones y limitaciones en su funcionamiento, al excluir del mismo a cienos recursos básicos que se mantenían socializadas como el suelo o el subsuelo, al tiempo que se excluían del sistema de precios libres algunos bienes estratégicos o de primera necesidad. Si bien en 1988 se logró un aumento del 5 Te en el PNB, tasa no alcanzada desde 1978, y del 7 % en el consumo privado de bienes y servicios, el carácter parcial de estas reformas y la dificultad para coordinar un sistema ya en descomposición ante la presión de los conservadores y de sus críticos más radicales, provocaron un empeoramiento de la situación en los años siguientes, cuyo mejor exponente fue el desabastecimiento de la población, sobre todo urbana. Tras el intento de golpe de Estado en el verano de 1991, los dirigentes de las repúblicas rusas, ucraniana y bielorrusa firmaron los acuerdos de Minsk para constituir la CE1, a la que se fueron sumando las otras repúblicas a excepción de las bálticas, integradas en la URSS al término de la II Guerra Mundial y que declararon su independencia. Pocos meses después, el Soviet Supremo disolvió la Unión Soviética y, con ello, transformó radicalmente el orden geopolítico mundial, dando origen al surgimiento de quince nuevos estados, sometidos desde entonces a un difícil proceso de transición. 4. LA CONSOLIDACIÓN DE LOS NUEVOS ESTADOS Y LA DIFÍCIL TRANSICIÓN AL CAPITALISMO La última década del siglo XX ha sido testigo de una nueva revolución en el territorio de la antigua Unión Soviética, cuyo balance final es aún incierto ante la magnitud de las transformaciones emprendidas, las múltiples resistencias encontradas y los elevados costes sociales que algunas de ellas han conllevado. Frente a las optimistas previsiones iniciales de quienes consideraban que la liberalización revitalizaría las economías y las sociedades de los nuevos estados el periodo 1991-1995 ha sido testigo de una profunda crisis, para la que existen numerosos indicadores, de la que algunos comienzan a ver la salida a partir de 1996. Tal como se hizo en el apartado anterior, pueden analizarse por separado algunas de sus dimensiones económicas y político-sociales, para luego tratar con mayor detenimiento sus efectos visibles sobre la organización territorial. Un primer indicador de la crisis es la caída generalizada del PIB en todos los países, ante el hundimiento de algunos de los principales sectores industriales (siderurgia, máquinas-herramienta, Química, madera y papel...), que no han resistido los primeros embates de la competencia en el mercado, los problemas de desabastecimiento de materias primas o el cierre de algunos mercados tradicionales, hoy pertenecientes a otro país (cuadro IV.5). Así, por ejemplo, en 1995 el PEE de Rusia sólo representó el 58 % del correspondiente a 1991, mientras el índice de producción se redujo aún más, hasta llegar al 50 % (Lacis, O., 1995, 140). Esas fuertes pérdidas, indicativas de un verdadero marasmo económico, sólo comenzaron a invertirse en 1996 (en Armenia desde 1994), cuando la estabilización macro económica y la reconversión industrial comenzaron a dar sus primeros frutos, pero los valores negativos continuaran dominando la evolución de Rusia y Ucrania, los mayores estados de la CEI, con lo que el saldo final mantiene un valor negativo que algunos moderan señalando la gran expansión alcanzada por diversas formas de economía sumergida que quedan al margen de las estadísticas. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Ese retroceso de la producción ha sido paralelo a otro, aún mayor, de la inversión productiva, lo que ha retrasado la modernización de las empresas, ha paralizado la construcción de nuevas infraestructuras y deteriorado de forma notable muchos servicios públicos. En el caso, por ejemplo, de Rusia, el volumen de inversión realizada en 1995 sólo representó un 30 % del alcanzado en 1990 (en valores constantes), cuando el anquilosamiento del modelo planificador era ya patente, Ese retroceso ha resultado especialmente grave en el sector agrario, que de recibir un 16,3 % de la inversión correspondiente a 1990, redujo su participación al 3,6 % en 1995 (Tabata, S., 1997). Como contrapartida, se estima una fuga de divisas superior a los 200.000 millones de dólares desde 1991, muy por encima de la inversión exterior en Rusia durante estos años, bastante modesta ante el elevado riesgo que comporta la situación actual y concentrada, sobre todo, en la creación de empresas mixtas dedicadas a la extracción y exportación de recursos naturales (hidrocarburos, pesca, madera...). La brusca apertura a la economía de mercado y la entrada del rublo en el sistema monetario supuso la aparición de una fuerte inflación, con un aumento medio de los precios, superior a las 2.000 veces en el caso de Rusia entre 1991-1995, mientras el salario medio sólo creció la mitad de esa cifra (Lacis, O,, 1995). El resultado fue un retroceso en el nivel de vida de buena parte de la población, de manera especial los funcionarios, trabajadores de las empresas públicas, militares, agricultores y pensionistas, junto a la pérdida de los ahorros de quienes los tenían ingresados a plazo fijo en las entidades financieras del estado, Sólo quienes se incorporaron a las nuevas actividades de mercado como empresarios o autónomos, quienes operan en el terreno de la especulación monetaria o en algunos sectores de la economía informal lograron un beneficio neto de tal situación. La consecuencia ha sido una rápida expansión de la pobreza que, de nuevo en el caso de Rusia, se estimaba en un 30 % de la población en 1997, lo que equivale a 45 millones de personas que no alcanzan el 50 % de la exigua renta media por habitante. Esa proporción es bastante superior a la que registran otros países europeos que también abandonaron en estos años el sistema de planificación centralizada, pero en donde la apertura y liberalización no provocó costes sociales de la misma magnitud, tal como muestra el cuadro IV.6 (Prottasenko, T., 1997)- La crisis social tiene su reflejo en un aumento de la delincuencia que, según las cifras oficiales, pasó de 800.000 delitos denunciados en 1976 a 1,4 millones en 1985, unos 2,1 millones en 1991 y hasta 2,8 millones en 1995. A finales de ese año se estima que operaban en el país más de 8.000 bandas criminales, sobre todo en las áreas fronterizas y las grandes regiones metropolitanas e industriales (Cabanne, C. et al, 1997). Cuadro IV.5. Evolución anual del PIB en los países de la CEI 1991-1996(%) Países 1991 1992 1993 1994 1995 ¡996 Armenia -11,7 -41,8 -8,6 +4,0 +5,4 +6.9 Azerbaiyán -0,7 -22,6 -23,1 -21,9 -17,2 +1,0 Bielorrusia -1,2 -9,6 -10,6 -20,2 -10,0 +3,0 Georgia s. d. s. d. s. d. -35,0 -15,0 +11,0 Kazajstán -8.2 -3,6 -9,6 -18,6 -6,0 s. d. Kirguizistán -8,1 -15,8 -16,3 -26,2 -6,2 s. d. Moldavia s. d. s. d. s. d. -31,2 -3,0 -8,0 Rusia -5,0 Í4.5 -8,7 -15,0 -4,0 -6,0 Tayikistán s. d. s. d, s. d. -21.4 -12.0 -17,0 Turkmenistán s. d. s. d. s. d. -20,0 -15,0 s. d. Ucrania s. d. s. d. -14,2 -24,3 -11,8 -10,0 Uzbekistán -0,5 -11,1 -2,3 -2,6 -2,0 +2,0 Fuente: Banco Mundial, 1996; Images Economiques du Monde, 1997y1998. Cuadro IV.6. oriental, en 1995 Grupo social
Distribución social de la renta por habitante en Rusia y algunos países de Europa
Rusia Hungría Bulgaria República Checa Pobreza extrema (<25 % renta media) 6 3 5 1 Pobres (25-50 *) 20 12 14 8 Con necesidades (50-75 %) 23 24 25 22 Renta media (75-125%) 28 37 32 50 Bienestar moderado (125-200 %) 15 18 17 15 Elevado bienestar (>200 %) 8 6 7 4 Fuente: T. Prottasenko, 1997,
Eslovaquia 3 12 22 41 15 6
Mientras en las economías planificadas el desempleo era inexistente, sustituido a veces por ciertas José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES formas de subempleo —sobre todo en las repúblicas del Cáucaso y Asia central, de mayor crecimiento demográfico—-, en 1995 las cifras correspondientes al conjunto de la CEI elevan su presencia por encima de los 6,5 millones de personas, lo que supone una tasa media de paro del 6 %, aunque con grandes diferencias entre países, según la desigual intensidad y éxito de las reformas emprendidas (cuadro IV.7). Cuadro IV.7. Evolución del empleo en los estados de la CEI, 1992-1995
Población activa (miles) Estados 1992 1995 Armenia 1.607 1.562 Azerbaiyán 2.928 2.365 Bielorrusia 4.911 4.536 Georgia 2.002 1.791 Kazajstán 7.390 7.359 Kirguizistán 1.741 Moldavia 2.052 1.699 Rusia 72.649 74.521 Tayikistán 1.912 1.872 Turkmenistán Ucrania 24.576 23.818 Uzbekistán Fuente: Banco Mundial, 1996.
Población ocupada (miles) 1992 1995 1.578 1.455 2.922 2.837 4.887 4.405 1.984 2720 7.356 6.548 1.836 1.641 2.050 1.681 72.071 69.350 1.908 1.844 1.573 1.673 24.505 23.725 8.273 8.158
Población desempleada (miles) 1992 1995 29 106 6 28 24 131 19 61 32 202 100 2 18 578 5.171 4 28 71 93 -
Tasa paro 1995(%) 6,8 1,0 2,9 3,4 11,0 5,7 1.1 7.0 1, 5 0,4 -
Empleo público 1995 (%) 51,5 58,0 59,9 46,8 46,4 20,0 40,4 43,9 50,1 47,7 47,1 33,9
Resulta significativo el descenso general de la población activa y, sobre todo, de la población ocupada (casi 6 millones menos entre 1992-1995), situación que se corresponde con una brusca caída del empleo en el sector público, que de 89 millones en 1992 se redujo a sólo 56 millones tres años después, lo que significa un retroceso en términos relativos del 68 al 45 % de la ocupación total, que aún fue superior en el caso de Rusia (del 71 al 44 %). La privatización de más de la mitad del patrimonio industrial del estado (hasta un 75 % en Rusia a mediados de 1996) es uno de los factores clave que subyace bajo esas espectaculares cifras. De nuevo el caso ruso es buen exponente de esta crisis laboral: si entre 1992-1995 su población activa aumentó en casi 2 millones de personas, la que contaba con un empleo declarado se redujo en casi 3 millones (a los que deben sumarse otros 2 millones de subempleados), elevando el desempleo de 578.000 a más de 5 millones de ciudadanos, un 7 % de los activos. De esa cifra, la mitad se generó en el sector industrial, sobre todo en las grandes empresas públicas, correspondiendo un 65 % del total a las mujeres y un 75 % a residentes urbanos, Las mayores tasas de paro afectan ahora a la región central, de fuerte base industrial (Yaroslav, Ivanovo...) al Cáucaso (Daghestán, Osetia, Chechenia...), y en Noroeste de Rusia (Carelia, Murmansk,,.), mientras las más bajas corresponden a la región de Moscú, donde una rápida terciarización de su economía ha logrado compensar en buena medida la crisis industrial. En el plano político, la fragmentación del antiguo imperio construido por los zares y ampliado por los soviets ha provocado una fuerte inestabilidad en la región. La expansión de los nacionalismos étnicos, sobre todo en la Transcaucasia, se traduce en movimientos secesionistas dentro de algunos estados, comenzando por Rusia, generadores de conflictos bélicos abiertos como el de la autoproclamada república de Chechenia (1991), que entre 1994-1996 provocó más de 50.000 muertes, junto a otros de menor intensidad como los de Abjasia y Osetia del Sur en Georgia, etc. También provoca fenómenos de irredentismo entre los 25 millones de rusos que viven dentro de las antiguas fronteras de la URSS, pero fuera de la Rusia actual, junto a tensiones y enfrentamientos entre antiguas repúblicas que mantienen reivindicaciones territoriales: Armenia y Azerbaiyán por Nagorno-Karabaj, Rusia y Ucrania por Crimea, Ucrania y Moldavia por el Transdniéster, etc. Por otro lado, la consolidación de los nuevos regímenes es muy desigual y las trayectorias seguidas no resultan tampoco coincidentes, pues mientras en algunos casos la democratización ha registrado evidentes progresos, en otros se ha evolucionado hacia la constitución de repúblicas presidencialistas de carácter autocrático, mientras en el caso de los estados del Asia central crece la influencia del fundamentalismo islámico, exportado desde algunos de sus vecinos meridionales. La propia desarticulación de determinadas estructuras políticas ha favorecido la expansión de poderes paralelos que, bajo la forma de mafias de diverso signo, dominan segmentos concretos de una economía sólo parcialmente liberalizada, a veces en alianza con los restos de las antiguas burocracias, que aún tienen la potestad de conceder todo tipo de licencias, permisos y certificaciones. Sólo en Rusia, la José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES privatización de unas 120.000 empresas en menos de cinco años benefició, sobre todo, a una élite de nuevos capitalistas que, en bastantes casos, se identifican con miembros de la antigua nomenklatura del Partido, que aún controla muchos de los resortes del poder. De este modo, analistas como Remnick (1997, 50) han calificado a la economía de la Rusia actual de «semicapitalista y semioligárquica», y esa denominación podría aplicarse a los restantes miembros de la CEI sin apenas distinciones. La consecuencia es una marcada inestabilidad política, con una relación de fuerzas cambiante entre los partidos que apoyan las reformas, los antiguos partidos comunistas que se oponen, y ciertos movimientos de signo nacionalista o islámico en constante ascenso. Así, por ejemplo, las elecciones parlamentarias de diciembre de 1995 en Rusia convirtieron al Partido Comunista en la principal fuerza política, con el 22,3 % de los votos y hasta un tercio de los escaños de la Duma o Parlamento, al contar con gran número de votantes localizados, sobre todo, en las regiones industriales del oeste, Siberia y Extremo Oriente, así como en numerosas ciudades medias y áreas rurales donde residen muchos de los afectados de forma más negativa por la evolución reciente. En segundo lugar quedó el ultranacionalista Partido Liberal Democrático (11,1 % de los votos), mientras el partido reformista del primer ministro [Nuestra Casa Rusia) sólo alcanzó un 8 % de los sufragios, concentrados en las regiones más prósperas de los Urales y en las aglomeraciones urbanas de Moscú y San Petersburgo (McFaul, M.-Petrov, N., 1997). Pero, pese a los altos costes sociales que acarrea la transición, es también indudable que las reformas emprendidas cuentan en su haber con algunos otros efectos positivos, sin los cuales no podría explicarse el apoyo prestado por una parte importante de la población en las sucesivas consultas electorales realizadas. Por una parte, se han producido mejoras en el terreno de la libertad de expresión y los derechos políticos, frente al anterior monopolio del PCUS» que afectan también a la existencia de mayores oportunidades para el desarrollo de iniciativas empresariales, liberadas, al menos en parte, de las rígidas trabas legales y burocráticas anteriores. También se hace evidente una mejora relativa en el abastecimiento del comercio, sobre todo urbano, en bienes de consumo para la población, frente al desabastecimiento y las limitadas opciones que marcaron los últimos años del régimen anterior, aunque tales beneficios queden limitados por las escasas disponibilidades económicas de buena parte de la población. Por último, el ajuste ha elevado la productividad laboral de las empresas, que en un número ya creciente de casos comienzan a mostrar mayor capacidad competitiva, permitiendo de este modo rentabilizar la ventaja comparativa que puede suponer para muchas el contar con recursos naturales abundantes y unos recursos humanos bastante cualificados. Este conjunto de transformaciones están afectando de forma directa la organización del territorio, al provocar un desigual impacto sobre las áreas urbanas y rurales, los centros industriales o las regiones agrarias, lo que se traduce ya en nuevas formas de movilidad espacial. No obstante, el tiempo transcurrido resulta aún suficientemente breve como para que las estructuras heredadas del periodo soviético —con sus logros y sus insuficiencias— resulten aún dominantes en la interpretación de la realidad actual, que es una compleja síntesis de inercias y cambios. IV.
Permanencias y cambios en la organización del territorio
1.
LOS COMPLEJOS TERRITORIALES DE PRODUCCIÓN Y SU RECONVERSIÓN ACTUAL
Si algo cambié totalmente en este territorio durante los setenta años de vida de la Unión Soviética, fue el panorama industrial. El intenso crecimiento registrado supuso una rápida difusión espacial de las fábricas, factor clave en el pretendido establecimiento de un nuevo equilibrio interregional. Dentro de las directrices marcadas por los sucesivos planes la orientación que se dio a las nuevas inversiones fue resultado de la dialéctica constante entre criterios de estricta rentabilidad, favorecedores de la concentración espacial de iniciativas y medios productivos, frente a los derivados de consideraciones sociales o regionales, tendentes a homogeneizar progresivamente la distribución del empleo y la producción, buscando la superación de una de las contradicciones achacadas habitualmente al modelo de industrialización capitalista. Desde esa perspectiva, Hamilton destacó la existencia de algunos principios de localización específicos, generadores de modelos distributivos que difieren en algunos aspectos de los vigentes en las economías de mercado (Hamilton, F. E. L, 1971, 326-333). Ante la prioridad otorgada a la industria pesada y los elevados costes de transporte que imponen las largas distancias a recorrer, el factor básico fue aquí, sin duda., la localización de los recursos naturales, y en este sentido buena parte de los espacios industriales se dispusieron junto a los yacimientos de materias primas y energía. De forma complementaria, la atracción ejercida por el mercado sobre las industrias que fabrican bienes de consumo directo para la población justifico su implantación en las grandes ciudades. Un segundo principio aplicado por los planificadores fue la búsqueda de un cierto equilibrio regional a partir de la relación entre población total y empleo industrial, evitando las desigualdades excesivas y las consiguientes migraciones masivas de población, si bien el deseo de crecimiento rápido se convirtió en José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES una grave limitación, salvo en el caso del complejo militar-industrial, cuya dispersión territorial estuvo guiada por razones estratégicas de seguridad, buscando su alejamiento de las fronteras occidentales, consideradas más vulnerables. En consecuencia, al finalizar la era soviética las regiones situadas al oeste de los Urales aún reunían dos tercios de la producción industrial y presentaban los mayores índices de especialización, acompañadas en este aspecto por las regiones más orientales, con un menor volumen de actividad pero índices también elevados ante la escasa presencia de otras actividades. En el extremo opuesto, las repúblicas del Cáucaso y Asia central presentaban los niveles de industrialización más bajos, al mantener proporciones de población activa agraria en torno aún al 40 % del total. El modelo básico de organización industrial se estructuraba a partir de los combináts o complejos industriales, definidos como grandes concentraciones de empresas integradas vertical u horizontalmente que respondían a las necesidades de solidaridad técnica, economías de escala y reducción en costes de transporte derivada de la proximidad. Su funcionamiento está regido por una o varias industrias motrices, muchas veces dedicadas a la primera transformación de determinados recursos, a partir de las cuales se generan interrelaciones técnico-económicas con otras empresas complementarias que utilizan sus productos como inputs para desarrollar su propia actividad, o que abastecen a las anteriores en ciertos elementos, comprendiendo en conjunto los diversos estadios de la producción, desde la extracción de la materia prima a la manufactura final. Los principios de interdependencia, jerarquización y especialización son, pues, inherentes a todo complejo industrial, caracterizado por una verdadera red de vínculos entre las empresas y núcleos que lo componen. El tamaño de los combináts varía en función de la mayor o menor abundancia de recursos disponibles y la densidad de población (fuerza de trabajo y mercado de consumo) regional. Este último aspecto también condiciona su organización espacial concreta, pudiendo distinguirse aquellos complejos instalados en regiones densamente ocupadas, en las que se desarrollan todas las fases productivas, de los situados en regiones de reciente colonización y aún poco pobladas, que exigieron siempre el trasvase de una parte importante de los productos semielaborados hacia otras áreas con suficiente capacidad de consumo. En un sentido similar, también puede hacerse una división entre los de base extractiva, más numerosos, dominados por la industria pesada y escasamente diversificados, de los de base urbana, con mayor variedad de actividades por cuanto no existe un factor originario tan específico, y generalmente dominados por las industrias ligeras, fabricantes de bienes de consumo, entre las que se cuentan desde actividades tan tradicionales como el textil-confección o el calzado, a otras más avanzadas como el automóvil o los electrodomésticos. Cuadro IV.8.
Estados Armenia Azerbaiyán Bielorrusia Georgia Kazajstán Kirguizistán Moldavia Rusia Tayikistán Turkmenistán Ucrania Uzbekistán
Estructura sectorial de la economía en los estados de la CEI, 1995
Población ocupada (%) Sector Sector Sector Sector primario secundario terciario primario 33,9 30,8 35.4 43,4 31,3 19,6 49,1 26,2 19,8 34,5 45.8 12,0 29,8 20,5 49,7 45,6 22,0 22,2 55,8 12.2 42,0 19,3 38,7 40,4 45,6 19,2 35,2 — 15,4 37.0 47,6 9,2 54,5 16,8 29.7 21,7 44,2 19,2 36,6 34,9 22,5 3!).: 47,0 13,6 45,8 18,4 35,8 28,5 Fuente: Banco Mundial, 1996.
PIB (%) Sector secundario 35,8 24,4 31,2 20,9 29,5 22,1 — 35,8 43,2 39,6 43,7 24,2
Sector terciario 20,8 49,4 56,8 33,5 58,3 37,5 — 35,0 35.1 25,3 42.7 42,3
Esa dicotomía fundamental, aunque simplista, permanece vigente, pese al desigual impacto que en unos y otros ha supuesto el proceso de crisis y reconversión a que ha debido enfrentarse el sector industrial en los últimos años. Entre los múltiples factores que desencadenaron esa crisis industrial, que afectó sin exclusiones a todos los nuevos estados, hasta reducir el peso relativo del sector secundario al 20-40 % de la población ocupada y el PIB según los casos (cuadro IV.8), pueden destacarse cuatro de especial importancia: —
La baja productividad de numerosas empresas, que contaban con tecnología obsoleta y un excesivo volumen de empleo, junto a la destacada presencia de sectores maduros José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
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o la baja calidad de muchos productos, razones todas ellas convergentes en limitar gravemente la competitividad en el momento en que se inició la apertura de estas economías. El fuerte retroceso de la inversión pública industrial no se vio compensado por una inyección suficiente de inversiones privadas, ante el retraimiento del capital exterior y los bajos precios de venta con que se saldaron muchas de las privatizaciones realizadas, lo que ha impedido una efectiva modernización de la mayor parte del tejido industrial. Ante tales déficit, unidos a las mayores dificultades para vender en mercados antes integrados en el área del COMECON, se produjo una caída de las exportaciones industriales, coincidente con otra similar de la demanda interna como reflejo de la actual crisis económica y social. A los problemas de oferta y demanda se añade la deficiente integración del sistema industrial, con dificultades periódicas de abastecimiento en energía o materias primas, trabas burocráticas no resueltas, o barreras entre los propios estados de la CEI, que con frecuencia han establecido ciertos obstáculos a la libre circulación de mercancías y capitales.
En este contexto recesivo, el único sector que ha mantenido un dinamismo constante ha sido el extractivo-energético, en particular el vinculado a la obtención y primera transformación de hidrocarburos, cuya expansión contó con el apoyo de poderosos grupos de presión. Además de generar ya entre una cuarta parte y dos tercios de la producción industrial en siete de los doce estados de la CEI (cuadro IV.9), con especial importancia en Azerbaiyán (65,4 %), Turkmenistán (55,3 %) y Kazajstán (39,5 %), su importancia relativa también creció de forma sustancial en las exportaciones, hasta representar proporciones superiores al 40 % del total de 1995 en estos casos y en otros tan significativos como el de Rusia. Aunque tal evolución ha permitido mantener un saldo comercial mayoritariamente positivo, su contrapartida ha sido el reforzamiento de la posición de estos países como proveedores de materias primas en la nueva división internacional del trabajo, que algunos califican como «especialización regresiva». En una perspectiva geográfica, puede esbozarse por tanto una tipología de regiones industriales apoyada en estos criterios de partida, sobre los que deberán incorporarse los diferentes comportamientos asociados a la cantidad y calidad de los recursos disponibles en cada territorio, así como al desigual comportamiento de los agentes sociales implicados en el desarrollo industrial durante estos años, para dibujar el mapa resultante. Las regiones industriales de base extractiva están constituidas por combináis surgidos en la proximidad de algún recurso (mineral, hídrico, forestal), por lo que presentan un claro predominio de la industria de base, una diversificación generalmente escasa, y un peso creciente desde el Ural y hacia el Pacífico. Cuadro IV.9. (% total)
Distribución de la producción industrial por ramas de actividad en la CEI, 1995
Minería / Energía Metalurgia Armenia 16,7 8,9 Azerbaiyán 65,4 1,1 Bielorrusia 18.1 2,5 Georgia 37,7 13,5 Kazajstán 39,5 26,7 Kirguizistán 21,0 10,4 Moldavia — — Rusia 29,0 15,8 Tayikistán 20,7 37,8 Turkmenistán 55,3 0,1 Ucrania 24,2 23,4 Uzbekistán 28,5 11.5 Fuente: Banco Mundial. 1996.
Química 4,2 5,4 14,3 6,6 3,9 0,2 0,5 8,1 5,0 2,9 7,4 5,5
maquinaria 12,6 3,6 23,3 5,9 7,6 9,7 9,2 18,2 3,8 1,5 16,1 8,9
Madera/ papel 0,4 0,2 5,3 0,9 0,9 0,6 4,1 5,2 0,1 0,3 2,2 1,1
Material construc. 3,4 1,5 5,1 2,2 3,9 3,7 3,8 4,9 1,3 3,7 3.9 6.6
Industria Otras 31,0 12,8 14,4 15,5 7,1 33,5 29,6 6,6 24,6 30,2 5,7 28,7
Aliment ación 22,8 10,0 17,0 17,7 10,4 20,9 52,8 12,2 6,7 6,0 17,1 9,3
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Fig. 4,5.
Distribución de los principales yacimientos de materias primas minerales.
Un primer tipo, de gran importancia en el proceso de desarrollo, es el constituido por las regiones de especialización siderometalúrgica, motor principal en las primeras: fases de 1e industrialización. Los complejos siderúrgicos aparecen vinculados a los principales yacimientos hulleros o de mineral de hierro (fig. 4.53, siendo en cambio muy escasos los emplazados en el litoral, debido al aprovisionamiento y mercado interno que dominan esta actividad. En ellos, y a partir de grandes fábricas de tratamiento integral, han surgido toda una serie de industrias derivadas que fabrican bienes de equipo diversos (desde maquinaria y equipos para la extracción, maquinaria agrícola y material de transporte, motores..,), e incluso bienes de consumo finales en los situados al oeste (electrodomésticos, vehículos automóviles...). No obstante, el retroceso general del sector, que en 1995 sólo alcanzó la mitad de la producción obtenida en 1988, asocia muchas de estas áreas, a espacios en declive, con instalaciones abandonadas, tasas de paro en aumento y unas perspectivas de futuro poco esperanzadoras. En orden de importancia, la principal región siderúrgica tradicional fue la del Donbass-Ucrania, que aún mantiene más de una cuarta parte de la producción global de acero. La antigüedad de la explotación y la fuerte especialización productiva convierten al Donbass en un típico «paisaje negro», con grandes complejos situados tonto en la cuenca hullera (Donetsk, Makeevka, Lugansk), como junte al mineral de hierro (Krivoi-Rog), las centrales hidroeléctricas del Dniéper y Don (Dniepropetrovsk, Rostov), o el litoral de Azov (Jdanov), originando en conjunte un área habitada hoy por más de 10 millones de personas, lo que justifica la aparición posterior de otras actividades como la química inorgánica o los transformados metálicos. La obsolescencia tecnológica y baja productividad de muchas instalaciones forzó el inicio de un proceso de reconversión, ya en los años ochenta, que se saldó con una pérdida de 56.000 habitantes entre 1979-1989, pero el impacto asociado a la reestructuración del sistema ha sido muy superior. La región siderometalúrgica que ha tomado el relevo de la anterior es el Ural. Aquí la base tradicional fueron los abundantes yacimientos de mineral de hierro que desde los años treinta se vieron revalorizados con la llegada del carbón de Kuznetsk y, más tarde, de Vorkuta, e, incluso, del Tunguska. El impulso colonizador se vio definitivamente consolidado con la II Guerra Mundial, permitiendo el desarrollo de algunos de los mayores combináis de la URSS, como los de Magnitogorsk, Cheliabinsk o Sverdlovsk, que asocian las industrias de primera transformación a las de bienes de equipo, justificando que a esta última ciudad se la conociese como «fábrica de fábricas que fabrican fábricas» (Sanz, J. M., 1979, 289). La extraordinaria abundancia de todo tipo de riquezas minerales, que explican su posición como principal región minera del país, ha favorecido una gran diversificación de la industria pesada hacia sectores como el aluminio (Ufa, Serov), el cobre (Cheliabinsk, Orembur) o la química. En consecuencia, la región del Ural reúne hoy más de 20 millones de habitantes sobre el 3 % del territorio, incluyendo una serie de grandes centros urbanos en ambas vertientes, con una evolución reciente más favorable que en el caso anterior, ante la mayor modernidad y di versificación de su estructura productiva. Una tercera región, basada inicialmente en sus grandes yacimientos hulleros, es la del Kuzbass o cuenca de Kuznetsk, en el sur de Siberia occidental. El impulso inicial de la actividad extractiva tuvo lugar en los años treinta, exportándose el carbón hacia los Urales ante las bajas densidades de población existentes aún, pero ya en los años cincuenta, y coincidiendo con el momento de máximo desarrollo colonizador que permitió la paralela ocupación de las mesetas de Kazak, se invirtió el sentido de estos movimientos, comenzando la importación de mineral de hierro desde la Diagonal montañosa y el Kazajstán. El resultado fue una rápida expansión de combináis como los de Novokuznetsk, Novosibirsk y José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Gurievsk, que a la producción de acero suman la presencia de otras industrias metalúrgicas vinculadas a la abundancia de minerales no férricos, industrias químicas y sectores relacionados con el complejo militar-industrial, de difícil reconversión en la actualidad y que llegó a representar hasta el 20 % de la producción industrial de la URSS. Al este del Kuzbass, los inmensos recursos existentes, sobre todo en carbón (cuencas del Tunguska y Lena), permanecen prácticamente inexplotados ante los graves obstáculos climáticos que limitan su extracción a cuatro o cinco meses por año y, sobre todo, las grandes distancias a los potenciales mercados consumidores habiendo originado hasta el presente el desarrollo industrial en algunos centros aislados, Los combináis especializados en la industria del aluminio, que aprovechan los yacimientos de bauxita y la energía hidroeléctrica de las grandes centrales siberianas (Krasnoiarsk, Bratsk, Irkutsk...), el complejo papelero de Bratsk, el de cobre y níquel de Norilsk, el químico de Komsomolsk, etcétera, son otros tantos ejemplos de esta localización a base de enclaves aislados. Los complejos textiles y químicos de Uzbekistán (Tashkent, Dushanbe, Fergana...), basados en su propia agricultura de regadío (algodón), centrales hidroeléctricas en el reborde montañoso y yacimientos de gas natural, ofrecen un panorama bastante similar. Otro tipo de regiones industriales de base extractiva, mucho más dinámicas en los últimos años ante el auge de las exportaciones y la inversión de capital exterior, son las vinculadas a los yacimientos de hidrocarburos (fig. 4.6), origen de una industria petroquímica y otros sectores derivados (desde química inorgánica a plásticos, caucho, abonos o fibras sintéticas).
Fig. 4.6.
Distribución de los principales yacimientos energéticos.
Si durante casi medio siglo los yacimientos de Bakú-Groznyi concentraron la producción, desde los años cincuenta las crecientes necesidades de la industria y la creación de una extensa red de oleoductos que hoy rebasan los 70.000 km de longitud, permitieron trasvasar el centro de gravedad hacia la región Volga-Kama (Segundo Bakú), que hoy representa un 15 % de la producción rusa. Desde comienzos de los años setenta ha tenida lugar un desplazamiento similar hacia Siberia occidental (Tercer Bakú), con centro principal en Tiumen, donde se obtienen ya dos terceras partes del petróleo extraído en Rusia (Sagers, M. J., 1997). La interconexión de la red de oleoductos y gasoductos que enlazan Irkutsk y el Tercer Bakú con la zona del Caspio y los países de Europa se produce en la región del Volga, potenciando un especial desarrollo de núcleos como Kuibychev o Volgogrado; la existencia de importantes recursos en sal potásica, azufre (a partir de piritas) o fosforita en esta margen occidental de los Urales, no ha hecho sino reforzar la especializaron química, la de más rápido crecimiento en las últimas décadas a escala nacional, salvo en subsectores como el de fertilizantes, afectado negativamente por la recesión de la agricultura. Un tipo diferente de región industrial es el que se desarrolla asociado a la existencia de grandes centros urbanos. Junto a la mayor diversificación productiva y el predominio de industrias ligeras, su rasgo más destacado es la concentración que presentan en la mitad occidental del territorio, la de mayor José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES tradición fabril. Utilizando recursos energéticos muy variados, desde la energía hidroeléctrica de Kola y las centrales del Volga-Don-Dnieper, a la termoelectricidad extraída a partir de la hulla del Donbass, el lignito de la legión central o el fuel llegado por los oleoductos, su máxima expansión tuvo lugar a partir de los años sesenta, cuando la planificación comenzó a otorgar mayor importancia a la producción de bienes de consumo. Pese a las expectativas abiertas por la liberalización económica, las fuertes restricciones a la capacidad de compra que continúa padeciendo buena parte de la población resultan un freno para su desarrollo actual. Se produce, pues, un estancamiento en la mayoría de sectores, que evoluciona hacia un evidente declive en otros como el textil-confección, cuya producción en 1995 apenas representa un 30 % de la correspondiente a 1990, debido a la naciente competencia de productos importados y a la dificultad para el abastecimiento de unas materias primas localizadas ahora en países distintos de Rusia, que es donde se concentra el mayor número de fábricas: Uzbekistán y otros países del Asia central para el algodón y la lana, los estados bálticos para el lino, etc. La más importante es la Región de Moscú, en la que al amplio mercado de consumo y trabajo hay que añadir las ventajas de la accesibilidad que conlleva la estructura de la red de comunicaciones, los importantes yacimientos de lignito, y su carácter de centro innovador, para justificar el desarrollo que ha tenido lugar. Desde la propia capital rusa, y continuándose en un gran número de ciudades próximas que forman su región metropolitana, se desarrollan todo tipo de actividades, desde la siderurgia (Cherepovetsk), hasta la industria automovilística (Moscú, Togliattigrad), textil (Ivanovo, Yaroslav, Kalinin), química, construcciones mecánicas y, particularmente, las fabricaciones de tecnología más avanzada, con alto valor añadido (material eléctrico y electrónico, mecánica de precisión, laboratorios farmacéuticos, etc.). Las restantes metrópolis, desde San Petersburgo a Kíev o Minsk, son otros tantos centros industriales de carácter similar y desarrollo relacionado con el volumen de población en su área de influencia. 2.
CAMBIOS RECIENTES EN LA POBLACIÓN Y EL POBLAMIENTO URBANO
La intensidad del proceso industrializador experimentado en las décadas centrales del siglo XX tuvo un efecto directo sobre la población, al favorecer tanto una modificación de los comportamientos demográficos como su redistribución en el territorio. En el primer aspecto, la URSS vio acelerada su transición demográfica en la misma dirección que las restantes áreas desarrolladas, con un descenso de las tasas de mortalidad, seguido poco después por otro similar de la natalidad, que provocó una reducción del crecimiento del que sólo quedaron al margen las repúblicas del Asia central, de comportamiento claramente natalista. Respecto a la localización, el movimiento de difusión espacial de la industria a lo largo de la línea del Transiberiano propició un paralelo desplazamiento del centro de gravedad demográfico en dirección hacia el este, aunque sin llegar a sustituir la tradicional primacía detentada por las regiones occidentales. En 1990, más de 200 millones de habitantes se localizaban en el interior de un triángulo imaginario, con vértices en Leningrado (actual San Petersburgo), Odessa e Irkutsk, con densidades decrecientes en sentido oeste-este, mientras el resto de la población se agrupaba, sobre todo, en ambas márgenes del Cáucaso, así como en las llanuras y oasis del Asia central (fig. 4.7). Las convulsiones ocurridas tras la desaparición de la Unión Soviética no podían dejar de tener su reflejo en el crecimiento, movilidad y distribución de la población, que una vez más se muestra como un fiel indicador de las transformaciones económico-sociales del entorno, además de actuar como agente inductor de las mismas. Así, la situación crítica de la economía en los años noventa, que aumentó la incertidumbre respecto al futuro y deterioró las prestaciones sociales de que disfrutaba buena parte de la población, acentuó las tendencias demográficas anteriores hasta provocar un balance ligeramente negativo en cinco de los doce estados de la CEI durante el período 1990-1995.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
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Fig. 4.7.
Densidades de población.
Aun en 1997, esa tendencia se mantiene en los casos de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, debido al incremento de las tasas de mortalidad, sobre todo infantil, que confluye con un retroceso general de la natalidad (cuadro IV. 10). Esos mismos datos demuestran la profunda —y cada vez mayor— disparidad entre tales comportamientos y los dominantes en los países del Asia central, de fuerte influencia islámica, inmersos aún en una verdadera explosión demográfica, según reflejan unas tasas anuales de crecimiento vegetativo superiores al 2 % y las correspondientes pirámides demográficas caracterizada por su amplia base. En el caso de Rusia, su máximo volumen de población se alcanzó en 1991, para estabilizarse al año siguiente y perder 1,6 millones de habitantes entre 1993-1997. Su tasa de natalidad, que era del 25 ‰ en 1960, se redujo al 17‰ en 1970, y no supera el 9‰ en la actualidad, lo que supone el valor más bajo —junto con Letonia, Bulgaria y la República Checa— entre todos los países del mundo. Por el contrario, la conjunción del envejecimiento demográfico y el empeoramiento de las condiciones de vida (alimentación, asistencia sanitaria., alcoholismo...) elevó la mortalidad desde el 7 ‰ de 1960 al 14,4 ‰ actual, y hasta el 18,1 ‰ en el caso de la mortalidad infantil (8,7 ‰ y 5,6 ‰ en España, respectivamente), lo que redujo la esperanza mecía de vida a 65,4 años (5E para les hombres y 72 para las mujeres). CUADRO IV.10. Dinámica de la población en los estados de la CEI, 1997 Tasa Tasa Tasa Crecimiento mortalidad Miles natalidad mortalidad vegetativo Infantil Estados Habs (por mil) (por mil) (%) (%) Armenia 3.790 13,0 6,6 +0,64 14,2 Azerbaiyán 7.582 19,1 6,8 +1,23 23,3 Bielorrusia 10.270 9,4 13,1 -0,37 12,8 Georgia 5.411 11,1 7,7 +0,34 16,9 Kazajstán 16.433 15,2 10,0 +0,52 24,8 Kirguizistán 4.606 23,6 7,6 +1,60 26,1 Moldavia 4.312 13,0 12,2 +0,08 21,2 Rusia 147.264 9,0 14,4 -0,54 18,1 Tayikistán 5.988 28,5 5,7 +2,28 40,6 Turkmenistán 4.572 28,1 6,9 +2,12 46,4 Ucrania 50.719 9,6 15,4 -0.58 14,4 Uzbekistán 23.672 27,7 6,5 +2,12 22,2 Fuente: Population Reference Bureau, 1997.
Evolución anual 90-95 (%) +1,0 +0,9 +0,2 -0,1 -0,1 +0,5 -0,1 -0,1 +1,9 +4,1 -0,1 +2,1
Esperanz a de vida 2,5 2,5 69,6 68,6 72,6 68,6 66,0 67,7 65,4 68,3 65,8 68,4 69,5
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Otro fenómeno reciente de extraordinaria importancia es la intensificación de las migraciones, tanto entre los diversos estados herederos de la URSS, como en su interior, que alcanzan niveles aquí desconocidos desde el final de la II Guerra Mundial. La principal razón para las desplazamientos interestatales es el retorno de seis millones de rusos que residían en algunos de los nuevos estados y que, ante las dificultades económicas y de empleo, o las tensiones de signo nacionalista-étnico, han optado por trasladarse al interior de la Federación Rusa. Ese fenómeno ha cobrado especial importancia en los casos de Kazajstán, Kirguizistán y Azerbaiyán, donde eran más numerosos y existe cierto temor ante la aparición de brotes de fundamentalismo islámico, hasta suponer saldos migratorios netos de carácter negativo situados entre el 6-10 %, tal como refleja el cuadro IV.11 (Heleniak, T., 1997a). Su contrapartida se produjo en el territorio ruso, al que han llegado entre medio y un millón de nuevos residentes cada año, lo que ha permitido compensar en buena medida el saldo natural negativo. Se invierte así la dirección del movimiento que fue dominante hasta mediados los años setenta, cuando Rusia era país de emigración, como otro de los efectos derivados de la disolución de la URSS, y la comparación entre los diversos componentes del cambio poblacional en 1989 y 1996 (cuadro IV. 12) resulta un buen reflejo de tales transformaciones (Heleniak:, T., 1997b).
Cuadro IV.11, Evolución, de la población en Asia Central y Transcaucasia, 1989-1997 Estados
Población 1989 (miles)
Población 1997 (miles)
Evolución Crecimiento Saldo 89-97 (%) natural (%) migratorio (%) +9,7 9,1 +0,6 +7,5 13,7 -6,2 -0.6 4,1 -4,7 -0,4 8,5 -8,9 + 7,3 16,3 -9,0 +16,5 22,4 -5,8 +31,4 22,1 +9,2 +17,8 21,6 -3,8
Armenia 3.449 3.782 Azerbaiyán 7.038 7.566 Georgia 5.443 5.411 Kazajstán 16.536 16.471 Kirguizistán 4.290 4.605 Tayikistán 5.109 5.953 Turkmenistán 3.523 4.628 Uzbekistán 19.905 23.448 Fuente: T. Heleniak, 1997a. Cuadro IV.12. Componentes del cambio poblacional en Rusia, en 1989 y 1996 Componentes Año 1989 Año 1996 Población total (miles) 148.040,7 147.501,4 Cambio poblacional en el ano 640,2 -475,4 Crecimiento natural — Nacimientos 576,8 719,7 — Defunciones 2.160,6 1202,0 Saldo migratorio (países ant. URSS) 1.583,8 1.921,7 — Inmigración 154,0 444,5 — Emigración 831. 8 640,9 Saldo migratorio (otros países) 677,8 196,4 — Inmigración -38,7 -95.0 — Emigración 61,5 97,5 Fuente; T. Heleniak, 1997b. Las migraciones internas han experimentado una modificación no menos importante, sobre todo en el extenso territorio de Rusia, reflejo de los nuevos tiempos. Aquí, el período comprendido entre 1960 y 1990 estuvo dominado por el movimiento colonizador hacia las regiones orientales al que ya se hizo mención, justificando la permanencia de importantes saldos migratorios negativos en los territorios del Volga-Viatka, región central en torno a Moscú e, incluso, Urales, frente al balance positivo registrado por Siberia occidental, Kazajstán y, desde los años setenta, Siberia central y Extremo Oriente. A partir de 1991, las áreas que se han convertido en exportadoras netas de población, como reflejo de la crisis padecida por su sistema industrial y la dificultad para generar actividades alternativas, son las del norte (Carelia, Kola...), Extremo Oriente y algunas en las llanuras del Volga, que en conjunto perdieron más de 200.000 residentes en seis años; por contra, la mayor capacidad de atracción se registra ahora en el entorno metropolitano de las principales ciudades y las zonas de extracción petrolífera del Segundo y Tercer Bakú (oblasts de Belgorod, Voronez, Lipetsk, Volgogrado, Tomsk...). Puede hablarse, por tanto, de un cierto reflujo hacia el oeste, donde las condiciones de vida resultan algo más favorables, existen mayores oportunidades para la creación de nuevos empleos, sobre todo en actividades comerciales y de servicios, además de unas mejores dotaciones en equipamientos públicos (sanitarios, asistenciales, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES educativos...), lo que se traduce en una mayor esperanza media de vida (fig. 4.8). Una proporción muy dispar de esa población tiene carácter urbano, con tasas actuales de urbanización que oscilan entre el 73 % de Rusia, el 69 % de Bielorrusia y el 68 % de Ucrania, frente al 38 % de Uzbekistán, el 35 % de Kirguizistán y apenas el 28 % de Tayikistán, muy por debajo del promedio mundial en 1997 (43 %). Esas diferencias son resultado de la desigual intensidad con que se produjo la industrialización en unas y otras regiones, estableciéndose un foco de máxima urbanización en el oeste y una densidad decreciente a partir de ahí en todas direcciones, aunque con gradientes diversos. El carácter de sociedad urbana resulta, por tanto, más acusado en el caso de Rusia, donde no sólo tres de cada cuatro habitantes reside en ciudades, sino que existe un total de 13 aglomeraciones por encima del millón de habitantes, otras 21 que superan los 500.000, y hasta 123 tienen más de 100,000 habitantes, con Moscú (8,8 millones) y San Petersburgo (4,5 millones) a la cabeza. En este caso, pese a los deseos y declaraciones que el sistema de planificación estableció respecto a la prioridad que debía otorgarse a las ciudades pequeñas y medias, las grandes urbes han conocido una creciente primacía, con un total de 27 millones de personas residiendo hoy en esas trece metrópolis millonarias, lo que representa casi una quinta parte de la población total. Este crecimiento contrasta con los objetivos desurbanizadores proclamados en los años posteriores a la Revolución de 1917, movidos por el deseo de armonizar las relaciones entre los centros urbanos y su región, suprimiendo la antítesis ciudad-campo y conciliando el mundo campesino con el proletario, frente a las relaciones de dominación-dependencia inherentes a las sociedades capitalistas. Esta idea enlazaba con la visión de los primeros socialistas utópicos (Fourier, Owen.,.) respecto a la ciudad industrial del XIX, consolidada en el propio Manifiesto Comunista, donde Marx y Engels afirmaban: «La burguesía ha sometido al campo al dominio de la ciudad.» En obras como La cuestión agraria y los críticos de Marx (1907), Lenin insistió en la necesidad de superar ese antagonismo, viendo en las posibilidades que la energía eléctrica ofrecía para descentralizar la industria una herramienta esencial para lograrlo. La descongestión de las grandes ciudades mediante pequeños núcleos satélites autosuficientes como en el proyecto elaborado para Moscú en 1919, y la construcción de algunas ciudades lineales como Magnitogorsk, Stalingrado o Kuznetsk, donde el acercamiento entre las formas urbanas y el campo se conseguía mediante la organización de! plano en ejes paralelos y funcionalmente especializados (residenciales:, industriales...), bordeados per franjas verdes y recorridos por ejes de transportes longitudinales, fueron una primera respuesta.
Fig. 4.8.
Esperanza media de vida en Rusia, en 1993. (Fuente: C, Cabanet et al. 1396.)
Pero ya desde 1932, al finalizar el I Plan quinquenal, la prioridad otorgada a los objetivos productivistas se tradujo en una revisión de la política urbanística precedente, abandonándolos objetivos descentralizadores. El resultado de esta concepción, acorde con un rápido crecimiento de la industria pesada, fue una progresiva concentración en grandes núcleos urbanos y la proliferación de los movimientos pendulares de trabajadores en el enlomo de las grandes ciudades, que en el caso de Moscú afectan diariamente a más de un millón de personas, desplazadas desde las ciudades satélites de su región urbana, en un radio de varias decenas de kilómetros. Ese rápido crecimiento urbano se ha moderado en los años noventa, como reflejo de la estabilización demográfica y la crisis económica. Así, por ejemplo, según Rowland (1997), en Rusia las ciudades que aumentaron su población en más de un 10 % entre 1989-1996, lo que equivale a una tasa media anual de 1,4 %, fueron sólo 284, mientras en la década 1979-1989 eran 837 las que superaron ese ritmo de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES expansión: tal cifra debe completarse con el hecho de que 1.427 ciudades, el 44.6 % de las existentes en el país, vieron disminuir su población en estos mismos años, frente a las 977 que experimentaron ese declive en el decenio anterior. Las ciudades que han sido capaces de mantener esa dinámica positiva muestran un perfil bastante bien definido, tanto desde el punto de vista de su especialización funcional, como respecto a su distribución regional. Con relación al primero de tales aspectos, un centenar de esas ciudades se especializan en actividades extractivas y de primera transformación de productos energéticos, en particular hidrocarburos, mientras las vinculadas al complejo militar-industrial, que fueron 141 entre 1979-1989, quedaron reducidas ahora a 25, un número similar al de ciudades dinámicas especializadas en funciones comerciales, financieras, administrativas y turísticas. En términos de distribución regional, el dinamismo urbano refleja de nuevo el cambio de tendencia ya señalado respecto a las migraciones, pues una amplia mayoría de las ciudades más dinámicas se situaron en los territorios occidentales y meridionales (Valga, región central, norte del Cáucaso y Urales reúnen el 65 %), en perjuicio de las más septentrionales y orientales, donde el impulso colonizador del pasado reciente se ha detenido. En lo referente a su estructura interna, las transformaciones ocurridas en los últimos años no han sido tan intensas como para modificar de forma sustantiva el modelo de ciudad socialista que, con numerosas modificaciones materiales en cuanto a su ejecución, guió la producción del espacio urbano durante más de medio siglo. Su característica esencial es la división de la ciudad en unidades jerarquizadas espacial y funcionalmente, desde el distrito urbano al microdistrito y la colonia. La unidad de vecindario o microdistrito (microrayon) es la base de esta estructuración. Formulado inicialmente en el proyecto para Stalingrado, se corresponde con un espacio concebido y realizado unitariamente, cuyo tamaño oscila por lo general entre 12.000 y 18.000 habitantes, y que se organiza en torno a un área central de máxima accesibilidad, en donde se concentran los comercios, servicios y equipamientos colectivos para esa comunidad, que además generan un cierto volumen de empleos. En torno a ese espacio se disponen las áreas residenciales, subdivididas a su vez en colonias de 1.500-2.000 personas, que cuentan con los servicios indispensables. Dispuestos a lo largo de las grandes arterias de tráfico, y dentro de tramas generalmente regulares, los bloques de viviendas tienden a presentar una notoria uniformidad, tanto morfológica como en lo referente a su tamaño o a la escasa calidad arquitectónica, de los materiales y de los servicios, internos de que disponen. Consecuentemente, estas ciudades presentan una notable simplicidad y homogeneidad en su organización, si bien cabe distinguir a este respecto dos tipos básicos. El primero está constituido por las ciudades existentes ya como tales en 1917, localizadas en el oeste ruso, Asta central y Transcaucasia, caracterizadas por contener un centro histórico que conserva ciertos elementos heredados del pasado. Pese a la intensa remodelación sufrida, aspectos tan característicos como el emplazamiento defensivo en un promontorio elevado o en la margen de un rio, la trama viaria o determinadas edificaciones, junto al recinto fortificado del Kremlin, son otros tantos vestigios históricos que justifican la pervivencia de sus funciones simbólicas y representativas. La apertura de grandes plazas y la sustitución de edificios son los cambios más visibles de las últimas décadas, pero de mayor importancia es su progresiva terciarización, concentrando tanto las funciones político-administrativas y los servicios públicos, como un buen número de las empresas privadas de servicios a la población surgidas en estos años, desde restaurantes y hoteles, a grandes almacenes y tiendas especializadas, lugares de ocio, etc., siendo también el nudo central de la red de transportes colectivos, que aún mantienen su primacía pese al aumento en el número de vehículos privadas. En su entorno aparecen los microdistritos, constituidos por edificaciones generalmente recientes, aunque en algunas de estas ciudades históricas perviven sectores sin remodelar. Una vez abandonado el sistema de superbloques o casas-comuna (kvartal) de grandes dimensiones (1.000-1.500 habitantes) y concebidos en su día como base de la vida comunitaria, la mayoría de los distritos urbanos aparecen hoy constituidos por bloques de cinco a nueve plantas, con amplios espacios libres que permiten mantener unas densidades relativamente bajas, entre 200 y 400 habitantes por hectárea. La mayoría de las ciudades se asocia a un complejo industrial, del que las industrias pesadas suelen emplazarse en la periferia, generalmente separadas por un cinturón verde, en tanto que las que generan menores externalidades negativas se pretenden insertar en contacto con los espacios residenciales, aisladas a lo sumo por pequeñas cunas verdes de protección. Finalmente, en la periferia de las grandes ciudades aparecen ciertos enclaves de viviendas unifamiliares de gran tamaño (dachas), que siempre fueron residencia de las élites dominantes, disfrutando de una calidad constructiva y ambiental muy superior al promedio. Un segundo tipo de ciudades es el correspondiente a todas aquellas surgidas en el transcurso del siglo XX por el rápido desarrollo de determinados núcleos rurales afectados por el movimiento industrializador o, incluso, construidas de nueva planta en las regiones orientales de colonización, desde Komsomolsk o Karaganda en 1928, a Mssken 1929, Norilsk en 1935, etc. Responden por completo al nuevo modelo de ciudad soviética concebida, unitariamente como conjunto integrado, por lo que aparecen José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES constituidas por microdistritos y espacios industriales, en tanto falta el centro histórico de carácter monumental y representativo, lo que reduce aún más la dependencia y los desplazamientos entre sectores urbanos inherentes a la propia noción de centralidad, además de acentuar la monotonía de su paisaje y la falta de hitos representativos. Tanto en estas como en las otras ciudades, la iniciativa privada, sobre todo en forma de cooperativas, adquiere creciente importancia como promotora de viviendas, pero las restricciones en materia de inversión y la escasa demanda solvente han limitado por el momento su capacidad para transformar de manera significativa los rasgos heredados. 3.
UNA AGRICULTURA Y UNOS ESPACIOS RURALES POSTERGADOS
Frente a la creciente importancia detentada por la producción industrial y los espacios urbanos, el sector agrario y el mundo rural han padecido una progresiva marginación, aquejado por deficiencias estructurales que los sucesivos intentos de reforma no lograron solventar de forma suficiente. Si la reducción de la población activa agraria al 20 % del total en 1995 resulta menor que la ocurrida en los países más desarrollados, mayor significación tiene el hecho de que entre 1913 y esta última fecha la producción obtenida apenas se multiplicó por cinco, cifra muy inferior a la de cualquier otro sector y que aún se reduce si tenemos en cuenta que la superficie cultivada se duplicó durante esos años. La escasa importancia de una ganadería sólo desarrollada desde los años cincuenta, la baja productividad media del trabajo, o la creciente necesidad de importar cereales que se hizo patente desde los años setenta, pueden incluirse en este panorama general. La caída de la producción y las dificultades actuales en el abastecimiento de productos de alimentación básicos, debidas al descenso de las rentas y a graves deficiencias en el sistema de distribución, han agravado la situación de un sector que enfrenta fuertes resistencias al cambio. Pero esas características comunes no pueden hacer olvidar la gran heterogeneidad de situaciones existentes entre las diferentes regiones y estados de la CEI, patente ya en algunos indicadores básicos. Así, por ejemplo, frente a las repúblicas del Asia central y Moldavia, donde más del 40 % de la población ocupada y del 20 % del PIB se mantienen vinculados al sector primario, esos valores descienden a menos de la mitad en Rusia, Bielorrusia y Ucrania, donde la industrialización fue más intensa (cuadro IV.8), y esas diferencias se reproducen en lo relativo al poblamiento rural, que aún reúne a más del 60 % de la población en Tayikistán, Kirguizistán y Uzbekistán, mientras en el extremo opuesto Rusia sólo mantiene una tasa del 27 % en 1997. El análisis sobre la distribución espacial de los usos del suelo y la estructura de las explotaciones agrarias heredada del período soviético, junto a las reformas y dificultades de los últimos años, puede sintetizar algunos de los aspectos de mayor interés geográfico. Un primer dato a considerar es la progresiva expansión del terrazgo cultivado, resultado de la colonización llevada a cabo en el Kazajstán y sur de Siberia occidental desde 1954, la puesta en regadío de regiones áridas en el bajo Volga, Azerbaiyán y la Depresión aralo-caspiana, y el drenaje de tierras en las llanuras bálticas afectadas por el glaciarismo. En conjunto, todas estas actuaciones permitieron ampliar su extensión hasta los 232 millones de hectáreas en 1987, para estabilizarse desde entonces, lo que supone tan sólo un 10,4 % del territorio, al que deben añadirse otros 372 millones de praderas y pastos permanentes (16,7 %). El factor limitativo básico para la expansión fueron, junto a las bajas densidades de población, los obstáculos interpuestos por el medio físico, que influyen muy directamente también en la distribución de las áreas cultivadas, en particular las temperaturas demasiado bajas, las precipitaciones demasiado escasas, las pendientes demasiado fuertes y los suelos demasiado pobres (Colé, J. R, y Germán, F C, 1970). La temperatura influye sobre las posibilidades de cultivo a través de la integral térmica anual y, sobre todo, del número de días al año en que se supera el umbral mínimo que posibilita el crecimiento vegetativo. En consecuencia, las regiones que cuentan menos de 120 días por año con temperatura superior a 5o serán prácticamente inutilizables a este fin, y representan casi dos terceras partes del territorio, especialmente en su mitad oriental. Con valores ligeramente superiores, la gama de cultivos resalta muy limitada (centeno, patata, lino), mientras que sólo cuando el período vegetativo supera los 150 días, son posibles plantas más termófilas, dispuestas latitudinalmente, desde trigo, maíz o girasol en la estepa, hasta algodón o té, que sólo aparecen al sur del paralelo 45°. Por su parte, las precipitaciones influyen por su cantidad y, sobre todo, por su eficacia, teniendo en cuenta que se producen en los meses de calor. La elevación térmica y de la evaporación hacia el sur originan un balance hídrico negativo por debajo del paralelo 50°, al que hay que añadir mayor irregularidad interanual, también creciente hacia el este. Las regiones montañosas periféricas, en donde las fuertes pendientes generan un incremento de la erosión, con suelos delgados y pobres salvo en los fondos de valle, y dificultades para la mecanización, además de un descenso térmico altitudinal, resultan también áreas más aptas para los pastizales que coma tierras de labor. Finalmente, la gran extensión que alcanzan ¡os suelos con escasa capacidad agrícola, bien José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES sean los afectados por el permafrost en las regiones árticas, los podsoles ácidos que sustentan la taiga, o los esqueléticos y salinos de las áreas desérticas, limita las posibilidades de rendimientos suficientes a una franja central en la que los chernosems o suelos negros de la estepa, desde Ucrania hasta el Altai, constituyen las regiones de tradicional vocación agrícola. Según muestra la figura 4.9, estas condiciones desfavorables pueden darse aisladas o en combinación según regiones, observándose que el porcentaje de tierra cultivada respecto al total varía en razón inversa a la intensidad y el número de factores restrictivos existentes en cada área. En resumen, las mejores condiciones para el desarrollo de la agricultura se identifican también aproximadamente con el triángulo fértil Leningrado (hoy. de nuevo, San Petersburgo)-Odessa-Irkutsk, degradándose progresivamente hacia su periferia, en donde la puesta en cultivo entraña costes elevados y crecientes. Sin duela, uno de los frenos para la expansión del proceso colonizador radicó siempre en este hecho, razón por la que el trazado de las vías de transporte que debían servir corno cauce para el proceso colonizador ha seguido muy directamente la disposición latitudinal de las áreas más apeas para el cultivo (Fig. 4.10). En el interior del espacio cultivado ha tenido lugar una progresiva especialización y diferenciación en los usos del suelo, tanto en sentido norte-sur, como oeste-este. Aunque los cereales continúan siendo el cultiva dominante, su participación se ha ido reduciendo desde 1913, en que ocupaban casi el 90 % del terrazgo, hasta menos del 50 % en la actualidad. Mientras en la mitad septentrional de la Plataforma rusa el tradicional dominio del centeno ha desaparecido ante su progresiva sustitución por plantas forrajeras y la creciente importancia de la ganadería vacuna, reflejada además en el incremento de los prados y del cultivo de la cebada como cereal-pienso, en la mitad sur se ha reforzado el dominio del trigo como cereal panificable, y del girasol como cultivo complementario. A este contraste latitudinal se le suma otro longitudinal, entre una economía agraria mucho más intensiva y diversificada en el oeste, frente al carácter extensivo y el dominio del monocultivo cerealista al este del Volga. Así, a la economía mixta agrícola-ganadera que preside las áreas situadas en el entorno de Moscú, hay que contraponer la creciente importancia alcanzada en Ucrania y Moldavia por una serie de cultivos industriales como la remolacha y el girasol, junto al maíz y el viñedo, desplazando los cultivos trigueros hacia regiones más secas y diversificando la producción. La intensa especialización en el cultivo del té, algodón y arroz que presentan los regadíos del Asta central, los cultivos mediterráneos de Crimea, o la orientación hacia los cítricos, el té y el viñedo de las repúblicas caucásicas, completan el panorama agrario, junto al desarrollo de explotaciones hortofrutícolas en las áreas periurbanas. Pero si la ampliación del espacio agrario y su especialización suponen dos de los efectos visibles de la planificación, más drásticos fueron los que afectaron a las estructuras de propiedad y el tipo de explotaciones. Junto al inicio de la planificación, el año 1928 supuso un fuerte impulso en el proceso de socialización de la tierra, movido tanto por objetivos políticos y sociales (avance hacia el nuevo modelo de sociedad, desaparición de los kulaks o propietarios medios...), como por razones económicas ligadas al deseo de aumentar la productividad creando unidades mayores, capaces de obtener economías de escala. Con el fin de lograrlo, se decretó la integración obligatoria de todos los campesinos en cooperativas de producción o koljoses, al tiempo que se potenciaba la creación de granjas estatales o sovjoses, y de estaciones de maquinaria y tractores (MTS), como vehículo de la modernización técnica durante un período transitorio que finalizó en 1958.
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Cuadro IV.13,
Evolución de las características básicas de las explotaciones en la URSS
Koljoses Sovjoses a) Explotaciones colectivas 1970 1987 1970 1987 Número total (miles) 33 26,6 15 23,3 Número trabajadores (miles) 16.700 12.500 S.900 12.000 Superf. cultivada (miles ha) 99.100 91.900 91.700 110.100 Superf. media cultivada (ha) 3.003 3.455 6. 113 4.725 Cabezas ganado vacuno (miles) 41.700 50.600 29.100 43.100 Cabezas ovino/porcino (miles) 83.700 72.200 70.100 95.300 Número cosechadoras (miles) 292 365 294 409 Número tractores (miles) 942 1.160 803 1.280 b) Haciendas privadas Total 1987 Número total (miles) 21 Superficie cultivada (miles ha) 1.762 Superficie media cultivada (ha) 80 Cabezas ganado vacuno (miles) 958 Cabezas ganado porcino (miles) 2.644 Fuente: Comité Estatal de Estadística, 1987. Los koljoses fueron durante décadas el tipo de explotación agraria más numeroso, llegando a superar los 26.000 a mediados de los años ochenta, que se repartían casi 92 millones de hectáreas cultivadas (cuadro IV. 13). En ellos, aunque jurídicamente la tierra pertenece al Estado, que la cede en usufructo permanente y gratuito a los koljosianos, éstos tienen cierta autonomía para desarrollar su actividad, dentro siempre de las directrices del Plan. La división del trabajo en brigadas «de área agrícola» o territoriales, y José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES brigadas «tecnológicas» de especialistas, junto a un sistema de remuneración basado exclusivamente en el trabajo aportado y los resultados obtenidos —si bien existe un mínimo garantizado por el Estado— supusieron un grado de colectivización mayor que el característico de la mayoría de cooperativas surgidas al mismo tiempo en Europa oriental. La propiedad privada quedó reducida a la existencia de pequeñas parcelas cercanas a la vivienda y cuyo tamaño no podía exceder de 0,5 hectáreas, destinadas a la producción de alimentos para la propia familia y la venta de algunos excedentes en el mercado koljosiano. Los sovjoses, por su parte, se definen como explotaciones dirigidas por el Estado en las que los trabajadores son simples asalariados, con unas condiciones similares a las que pueden encontrarse en la industria. Instalados básicamente en las zonas orientales de reciente colonización, allí donde no existía anteriormente ninguna otra forma de explotación (aunque también pueden convertirse aquellos koljoses que 3o soliciten), alcanzaron su máxima expresión en Kazajstán, donde reunían más del 90 % de la tierra labrada, Siberia occidental y Uzbekistán, en tanto eran minoritarios en las regiones con mayor tradición agraria como Ucrania, donde sólo representan un 20 %. Unas mayores dimensiones, que superan en promedio las 17.000 hectáreas, de las que alrededor de 5.000 son tierras de labor, una más intensa mecanización y especialización productiva, y un crecimiento constante en su número, hasta representar hoy un 54 % del espacio agrario total, son otros tantos rasgos de identificación respecto a los koljoses. Pero más allá de los aspectos organizativos, el verdadero interés geográfico de esta reforma agraria vigente durante seis decenios radicó en los efectos generados sobre las formas de concebir y ordenar este espacio. Un primer resultado fue la creación de grandes unidades de explotación que rompen por completo con la estructura jurídica y la trama parcelaria anteriores, alterando los paisajes agrarios hacia una mayor monotonía, propiciada también por la especialización regional. Paralelamente, el nuevo sistema favoreció una concentración del habitat en relación con el desarrollo de una actividad organizada colectivamente y el deseo de mejorar el nivel de servicios en los núcleos rurales, pese al fracaso de las agrociudades promovidas a mediados de siglo; en cualquier caso, la tendencia hacia centros de población cada vez mayores parece ser un hecho. Por último, el proceso de capitalización experimentado en esas grandes explotaciones hizo posible una creciente mecanización de las labores, un desarrollo ganadero y de los cultivos industriales..., o la creación de excedentes laborales que pasaron a engrosar el éxodo rural. La realización de grandes obras infraestructurales por parte del Estado como la irrigación de extensas zonas áridas o la plantación de franjas boscosas como freno a la erosión, pueden incluirse entre las transformaciones que alteraron profundamente la fisonomía del mundo agrario, integrado de modo paulatino en la formalización del nuevo modelo territorial. Con el inicio de la perestroika se intentó avanzar en un proceso de reformas, tendentes a mejorar los resultados mediante una mayor descentralización de las decisiones en favor de koljoses y sovjoses, y un aumento de la importancia concedida a las explotaciones individuales, que en 1985 ocupaban sólo el 3 % de la superficie cultivada, pero de las que se obtenía una tercera parte de la producción hortícola y una cuarta parte de la producción de carne, leche y huevos. De un lado, la ley de arrendamientos aprobada en agosto de 1988 posibilitó el alquiler individual de tierras, ganado y medios productivos por períodos de hasta 50 años, fórmula que en el siguiente año ya integraba al 12 % de los trabajadores agrarios, el 32 % de las tierras cultivadas y un 22 % de la cabaña vacuna, can una productividad entre 20-30 % superior ya a la de las explotaciones colectivas. La «ley de la tierra», aprobada en febrero de 1990, amplió ese marco permitiendo el abandono de las granjas estatales y las cooperativas para crear explotaciones individuales en régimen de arrendamiento, aunque con la posibilidad de usufructo de por vida e, incluso, de transmisión hereditaria, aunque sin permitir la compraventa o hipoteca. La contrapartida fue una reducción de las subvenciones a las explotaciones colectivas menos renta-bies, que puso en cuestión su mantenimiento. Aunque los frenos institucionales encontrados a la liberalización de este sector limitaron ¡a importancia de unas reformas que tampoco han avanzado de forma significativa en muchos de los nuevos estados con la posterior transición al capitalismo, en otros la transformación resulta ya evidente. Así, por ejemplo, en Rusia el número de koljoses se redujo de 13.053 en 1992 a 6.480 en 1994, en tanto el de sovjoses io hacía aún con mayor rapidez (de 12.409 a 4.123), por contraste con las nuevas empresas (de 7.898 a 17.483), que en la mayoría de ocasiones corresponden a sociedades anónimas en las que la mayor parte del capital es propiedad de sus trabajadores, lo que supone un cambio jurídico que no lia modificado de forma sustancial su organización interna ni ha aportado capital externo (Cabanne, C. et al., 1996). También crecieron las pequeñas explotaciones familiares (promedio de 0,3 hectáreas), que superan ya la tercera parte de la producción agrícola final, junto a un 40 % en el caso de la carne y la leche. Pero las reformas agrarias no han evitado la progresiva escasez de inversiones en el sector que, unida a los débiles estímulos del mercado, han provocado una reducción de las principales producciones agrarias en el conjunto de la CE1, sobre todo las que se realizan en las grandes explotaciones colectivas, comenzando por los cereales, que de 212,2 millones de toneladas en 1990 se quedaron en 122,1 millones en 1995, lo que supone un retroceso del 42 %, que aún resultó mayor (-45,5 %) en las estepas de Ucrania, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Rusia y Kazajstán, que concentran el 90 % de la cosecha total. El descenso fue inferior en el caso de los productos hortofrutícolas (-14,1 %), el algodón (-23,8 %), la remolacha azucarera (-35,8 %) o el ganado vacuno (-28,3 %), quedando tan sólo al margen la producción de patatas, que aumentó en casi ocho millones de toneladas (+12,8 %), pues las penurias económicas elevaron su presencia en la dieta de buena parte de la población y en las pequeñas explotaciones familiares. En consecuencia, el sector agrario en la CE1 mantiene hoy graves carencias, que afectan tanto a la escasa capitalización y productividad de muchas explotaciones, la degradación del suelo en áreas de condiciones naturales difíciles (erosión, salinización...), una gestión empresarial a menudo deficiente, o cierta desconexión con los mercados. Esa situación, a la que se une la escasez de nuevas iniciativas y actividades alternativas a las que se pierden, han provocado un empeoramiento general de las condiciones de vida en la mayoría de áreas rurales, que en casos concretos como el de las repúblicas centroasiáticas se acentúa ante el aumento de las densidades que provoca el elevado crecimiento vegetativo. Lejos, pues, de desaparecer, las diferencias ciudad-campo tienden hoy a acentuarse. En resumen, al finalizar los años ochenta, una vez cumplidos setenta años desde la Revolución de octubre de 1917, resultaba indudable que la Unión Soviética era un Estado muy distinto a la Rusia zarista de comienzos de siglo, con una estructura política aparentemente monolítica y una economía que, pese a su dificultad evidente para incorporarse a la tercera revolución industrial iniciada en los años setenta, aún le permitía ubicarse dentro de las áreas desarrolladas del mundo. Pero la progresiva esclerotización de un sistema burocratizado y con un escaso margen para el desarrollo de iniciativas autónomas, condujo a un progresivo declive económico, que la crisis institucional, las tensiones nacionalistas, o la resistencia de numerosos dirigentes frente a la perestroika, aceleraron hasta provocar una sorprendente desaparición del estado soviético, sustituido por una frágil Comunidad de Estados Independientes bajo la hegemonía de Rusia, que desde entonces vive una transición marcada por graves dificultades y un elevado coste social. En medio de una situación que a menudo se califica de caótica, resulta imposible aventurar si las tendencias actuales serán meramente coyunturales o, por el contrario, provocarán una cierta vuelta atrás o nuevos conflictos de perfiles y dimensiones aún poco definidos. Frente a la tentación de aventurar escenarios de futuro, puede ser útil recordar que, a finales de los años sesenta y como colofón a una extensa obra sobre la Unión Soviética, el geógrafo francés Pierre George, uno de sus mayores especialistas, afirmaba taxativamente: «Pasaron aquellos tiempos en que los observadores políticos extranjeros se preguntaban acerca de si la URSS sostendría o no su economía de tipo socialista, acerca de si podría borrar el terrible retraso que, desde 1927, acusaba respecto de las naciones capitalistas, y acerca de si no sería un coloso de pies de barro que podría derrumbarse en cualquier momento» (George, P., 1967, 542). Los acontecimientos recientes eximen de comentarios y obligan a mantener una atención vigilante para detectar las tendencias que puedan acabar por definir la posición de este territorio en el nuevo contexto global.
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EL PECULIAR MODELO DE DESARROLLO JAPONÉS Y SUS EFECTOS TERRITORIALES
I.
La identidad del Japón en su contexto espacial
El archipiélago japonés representa el conjunto regional de menores dimensiones entre los diez delimitados, pues sus 372.000 km2 repartidos entre varios miles de islas, de las que cuatro (Honshu, Hokkaido, Shikoku y Kyushu) reúnen el 97 % del total, vienen a suponer una extensión superficial inferior a las tres cuartas partes de España, y hasta 60 veces menor a la que acaba de analizarse en el capítulo precedente. Las razones que justifican su individualización hay que buscarías, pues, en la evidente originalidad que este pequeño país introduce en el contexto en que se sitúa, lo que impide su identificación con ningún otro territorio del Extremo Oriente asiático. La primera de estas razones es, sin duda, su carácter de potencia industrial, incorporada a este proceso en el último tercio del siglo pasado tras la restauración imperial de 1868 conocida como Revolución Meijí, que supuso una brusca ruptura con las estructuras feudales imperantes en el periodo Tokugawa (1615-1867), y que ha permitido a su población alcanzar unos niveles de renta y unas dotaciones asistenciales muy superiores a las que presentan los países de su entorno. La mejora de las condiciones económicas ha estado acompañada por una reducción de las tasas demográficas, que hoy justifican un crecimiento moderado, inferior al 1 % anual desde hace ya dos décadas, en contraste también evidente con el fuerte crecimiento demográfico del Sureste asiático, si bien ya no con China. Un intenso desarrollo urbano, fruto de la concentración espacial de efectivos inherente a la propia concentración económica, que culmina con la formación de la llamada «megalópolis» japonesa, la aglomeración urbana de mayores dimensiones existente hoy en el mundo, y un rápido aumento de las externalidades negativas que son concomitantes con un crecimiento incontrolado (hacinamiento urbano, altos precios del suelo y la vivienda, contaminación industrial de los litorales, progresiva «invasión» de las llanuras irrigadas.-), desarrollado en un marco presidido por los principios liberales en el que la planificación territorial ha tenido escasa incidencia, completan un panorama de conjunto identificable en lo esencial con los rasgos inherentes a las áreas desarrolladas. Pero dentro de éstas, también Japón suele ser considerado como elemento original a partir del hecho de haber sido el único país de población no vinculada a Europa capaz de incorporar las innovaciones llegadas de Occidente, e iniciar así su «despegue» económico en forma autónoma, El crecimiento registrado en los últimos cuarenta años ha sido particularmente intenso y muy superior al de cualquier otro país industrial (cuadro V. I), lo que le ha permitido convertirse en la segunda potencia económica mundial por el volumen de su PNB (16,6 % mundial en 1995, según el Banco Mundial), su consumo de energía o el volumen de intercambios exteriores, a pesar de su reducido tamaño y la grave escasez de recursos naturales propios, lo que ha obligado a una amplia vinculación con el exterior, que si en otro tiempo adoptó la forma de expansión colonial, hoy se dirige hacia la apertura de nuevos mercados y fuentes de aprovisionamiento.
CUADRO V.I, Años
Tasas anuales de crecimiento del PIB en la Tríada, 1960-1996 (%) Japón
Estados
Unión Europa José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Unidos 10,4 4,4 4,6 8,4 3,2 4,9 3,6 2.4 2,4 1,0 2,5 1,2 3,4 2,7 2,2 5,1 1,3 3,0 4,0 -1,0 1,6 1,1 2,7 1,0 0,1 2,3 0,5 0,6 3.5 2,9 1,4 2,0 2,5 3,5 2,8 1.7 Fuente JETRO. 1998. Su liderazgo en diversos ámbitos de la revolución tecnológica actualmente en curso refuerza esa creciente capacidad de penetración y protagonismo dentro de la economía internacional, al tiempo que ha posibilitado un comportamiento frente a la crisis económica mucho más favorable que el correspondiente al conjunto de la OCDE, al menos hasta comienzos de los años noventa, en que comenzaron a manifestarse algunos síntomas de debilidad que han hecho surgir ciertas sombras sobre su futuro. En consecuencia, Japón es hoy, junto con Estados Unidos y la Unión Europea, parte de esa Tríada del poder (Ohmae, K., 1985), que controla buena parte de la riqueza, la tecnología, los flujos económicos y las decisiones estratégicas que se generan en el planeta, al tiempo que también se ha convertido en vértice esencial dentro del área del Pacífico, océano en cuyas riberas se origina ya más de la mitad de la producción y los intercambios mundiales (Attali, J, 1991; Dollfus, O., 1994; Castells, M, 1997). Asimilados a este proceso de crecimiento acelerado, han tenido lugar una serie de cambios profundos que han modificado los equilibrios internos en un país muy apegado por otra parte a sus tradiciones culturales y con una estructura social fuertemente jerarquizada, lo que ha generado una interpenetración y conflicto actuales entre la tradición y la modernidad, que permiten hablar de una «versión japonesa» del desarrollo, a la que incorporan aspectos que no pueden dejar de sorprender a los ojos europeos, pero que en el fondo no introducen sino una mayor riqueza de matices dentro de los modelos teóricos de carácter general que aquí manejamos. Pero no todo es original en Japón, pues no debe olvidarse la existencia de una serie de rasgos comunes a todas los países asiáticos que desde Corea a Indochina se ven bañados por el Pacífico. El clima monzónico que domina la mayor parte de su territorio, generador de contrastes estacionales y rasgos a veces extremos, junto a un relieve vigoroso y afectado por el dinamismo inherente a todo borde compresivo de placa, es el primero de ellos. La fuerte densidad demográfica, que genera una intensa presión sobre el suelo y los recursos, le identifica igualmente con los «hormigueros» humanos de esta margen asiática, llegándose a alcanzar aquí la más alta relación entre población y espacios cultivados del mundo. Como resultado de ambos condicionamientos, el tradicional dominio del arrozal regado como base de la economía y una ocupación muy selectiva del territorio, en la que a la concentración en las llanuras se contrapone el abandono casi absoluto de las áreas montañosas, completan la identificación de un país muy volcado hacia el mar, y que en cierto modo da la espalda a sus regiones interiores. Japón es, pues, un buen exponente de hasta qué punto el territorio es, más allá de las bases naturales con que cuenta, reflejo de una sociedad, una economía y unas estructuras políticas, transformándose cuando aquéllas lo hacen y plasmando con claridad las contradicciones que puedan presentar. Por ello, también en este caso se rehúye la simple descripción formal, para intentar referir constantemente las estructuras espaciales hoy existentes a los procesos sociales en que, como toda construcción humana, se fundamentan. Aun siendo conscientes de no poder evitar por completo la visión eurocéntrica de la realidad japonesa, muy apegada a las anomalías que presenta respecto al modelo de desarrollo occidental, el análisis pretende desbordar ese estrecho marco para incorporar el conjunto de elementos que puedan ayudar a comprender la lógica global del espacio japonés. 1960-1968 1968-1973 1973-1979 1979-1985 1985-1989 1990 1991 1992 1993 1994 1615 1996
II. 1.
El sustrato y los condicionamientos del desarrollo japonés Un medio natural inhóspito
Cualquiera que sea la importancia que otorguemos al medio físico como condicionante de la actuación humana, los rasgos imperantes en la mayor parte del territorio japonés sólo pueden calificarse de poco hospitalarios, sin que sea posible atribuirles un papel impulsor directo en el proceso de crecimiento económico desencadenado hace poco más de un siglo. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Si atendemos a las características de su relieve, el archipiélago japonés se define como un área esencialmente montañosa, con un 72 % de su territorio caracterizado por pendientes superiores a 8°, que habitualmente se integran bajo esa denominación, en tanto las llanuras resultan escasas, fragmentadas, y generalmente periféricas. Según apunta Berque, «la montaña domina los paisajes japoneses. En ningún punto del territorio está ausente del horizonte, incluso en la más amplia llanura, la de Kantó, donde se encuentra Tokio» (Berque, A., 1976, 163). En este predominio de las formas abruptas coinciden los factores tectónicos y erosivos. Japón se sitúa en el límite compresivo entre dos placas, la Eurasiática y la del Pacífico, incorporándose al cinturón de fosas y arcos insulares afectados por una intensa sismicidad y un vulcanismo activo que señalan la subducción de esta última bajo el continente, y que no son sino cordilleras perioceánicas en proceso de formación. Como resultado, el relieve es extraordinariamente joven, surgido desde el Mesozoico y aún en plena emersión, con predominio de materiales eruptivos y formas volcánicas (mesetas de lava, conos volcánicos de los que una treintena se mantienen en actividad, depresiones correspondientes a calderas, a veces ocupadas por lagos...), además de presentar una cierta complejidad en la disposición de las alineaciones montañosas, que alcanzan su mejor expresión en las tres áreas de confluencia o nudos de Hokkaido central, Chubu y Kyushu, afectados por la máxima actividad volcánica. Sin llegarse a altitudes demasiado destacadas (el Fuji culmina a 3.776 metros), no puede desdeñarse el nivel medio que las preside, con más de 500 cimas por encima de los 2.000 metros. La proximidad de estas áreas montañosas a la costa, junto a las fuertes precipitaciones y la abundancia de materiales de escasa consistencia (flysch, cenizas volcánicas...), han potenciado una violenta erosión lineal llevada a cabo por ríos y torrentes, que se encajan profundamente en las vertientes, generando a su vez importantes acumulaciones de sedimentos en sus tramos finales, que dan origen a grandes conos de deyección, ocupados desde antiguo como tierras de labor. Frente a estas condiciones dominantes, las llanuras suponen en conjunto una superficie escasa, ocupando apenas 60.000 km2 (16 % del territorio) las áreas que presentan pendientes inferiores a 3°. Pese a ello, su importancia es evidente como espacios colonizados por la población y la rizicultura irrigada, que fue tradicionalmente la base de la economía. A excepción de contadas cuencas intramontanas, resultado de la intensa fracturación del relieve, todas estas llanuras aparecen en el litoral, alcanzando su máximo desarrollo en el sector central de Honshu, al este de la depresión tectónica colmatada por depósitos terciarios dislocados y materiales volcánicos conocida como Fosa Magna (Niigata, Sendai, Kantó). Entre todas destaca la de Kantó, que con 7.000 km 2 y en brusco contacto por el oeste con los Alpes japoneses, el sector más elevado del país, es la más extensa, actuando al tiempo como vértice de interconexión prácticamente equidistante entre los dos extremos del territorio, lo que ha favorecido indudablemente la función de capitalidad ejercida por Tokyo, en un país muy fragmentado y con problemas de articulación e integración territorial. Si las condiciones del relieve contraponen las montañas a las llanuras, estableciendo una dicotomía en las condiciones de ocupación del territorio de gran significado en un país tan densamente poblado como Japón, las características climáticas no le van a la zaga en cuanto al establecimiento de diferencias regionales en el uso del suelo. Con un territorio que se extiende 3.000 kilómetros de norte a sur, desde los 45° 30' a los 29° 30' N. (incluyendo las Ryu-Kyu alcanza los 24° N.), la mayor parte de su superficie se integra aún en el extremo septentrional del Asia monzónica, con valores termopluviométricos que prolongan en gran medida los rasgos propios del mundo tropical, pero su situación en la margen oriental de la más importante masa continental del globo, así como el accidentado relieve que presenta, vienen a matizar y contrastar sus características. En este sentido, el archipiélago japonés se sitúa en una zona de confluencia y enfrentamiento entre diversas masas de aire (continentales y marítimas, tropicales y polares) y ceñiros de acción (dinámicos sobre el Pacífico y térmico sobre Eurasia), sometidos al balanceo estacional, que generan cierta complejidad e importantes variaciones en los tipos de tiempo a lo largo de año. A su vez, la confluencia de corrientes oceánicas, identificadas con la cálida del Kuro-Shivo que, procedente de latitudes ecuatoriales (Filipinas-Taiwán) recorre las costas orientales de Kyushu, Shikoku y Honshu hasta la latitud de Tokyo, con un ramal secundario (Tsushima) por las costas occidentales, frente a la corriente fría de Oyashiho, que transporta aguas desde el círculo polar bañando las costas orientales de Hokkaido y Tohoku (región norte de Honshu), contribuye a ampliar los contrastes regionales y justificar unas condiciones más extremas de las que cabría esperar en un territorio situado en latitudes medias y tan influido por la acción del océano (fig. 5,1). Las variaciones estacionales de las condiciones climáticas se establecen, pues, tanto en sentido latitudinal como entre la costa del mar del Japón, enfrentada a Eurasia, y la del Pacífico. Durante el invierno, las islas se sitúan entre el anticiclón siberiano centrado sobre el continente y la depresión del frente polar, similar a la de Islandia, que aparece sobre las Aleutianas. El resultado es el predominio de vientos fríos y secos procedentes del noroeste, que al atravesar el mar del Japón y circular sobre la corriente cálida de Tsushima, elevan notablemente su carga de vapor, originando intensas nevadas en las José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES regiones occidentales del país, desde Tohoku a Hokuriku y Chugoku (véase fig. 5.5), llegándose a registrar más de 200 milímetros en el mes de enero. Mientras tanto, en la margen oriental el aire polar marítimo de Ojotsk origina un tiempo frío pero más seco, y sólo en la costa meridional, protegida por la latitud y las barreras montañosas, hay una cierta suavización térmica, aunque sin rebasar nunca en exceso los 0° de promedio en enero. Por contra, al llegar el verano el recalentamiento del continente eurasiático origina una depresión térmica en los bajos niveles de la atmósfera, en tanto el anticiclón de las Hawái envía en esa dirección vientos cálidos y húmedos de componente: sur que elevan rápidamente las temperaturas (la mitad sur del país supera los 25° de promedio), ocasionando un período de lluvias intensas en la casta pacífica, que suele acompañarse por la llegada de tifones en las regiones del suroeste a comienzos del otoño, en tanto Hokkaido se ve afectada periódicamente por las borrascas del frente polar, y las costas occidentales son las que conocen un clima más seco.
Fig. 5.1. Cuadro V.2.
Condiciones climáticas en Japón.
Condiciones climáticas en Japón y margen occidental de Eurasia Temperatura media (°C)
Precipitación Ciudad Latitud Enero Agosto total (mm) Wakkanai (Hokkaido) 45°28' 4,2 19,2 1.102 Milán 45°28' 6,1 24,9 803 Sapporo (Hokkaido) 43°00' 5,5 21,7 1 136 Santiago de Compostela 42°52' 7,6 21,7 1.543 Akita (Tohoku) 30°45' 1,1 24,3 1.789 Valencia 39°29' 10,3 24.5 419 Tokyo (Kantó) 35°45' 3,7 26,7 1.562 Tánger 35c50" 13,0 23,0 897 Kagoshima (Kyushu) 31°36" 6,6 26,9 2.258 Marrakech 3Io40' 11,5 29,0 240 Fuente; J. Córdoba, 1979. En consecuencia, el cuma japonés presenta como peculiaridades más llamativas su alto grado de humedad, con la práctica totalidad del país por encima de los mil milímetros anuales y sin ser raros los José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES lugares que superan el doble de esa cifra, y una amplitud térmica elevada (20-28°) si se considera que ningún punto del territorio está a más de 100 kilómetros de la costa, El contraste con los rasgos climáticos existentes en la margen occidental de Eurasia, ejemplificado en el cuadro V.2, pone de manifiesto la importante disimetría existente. Si a estas diferencias térmicas y pluviométricas reseñadas se suma el escalonamiento altitudinal que introducen las áreas montañosas, se tiene ya esbozada la gama climática esencial. En ella contrastan el clima subtropical de rasgos monzónicos dominante en la mitad meridional del país, de inviernos fríos y precipitaciones muy diversas según la exposición a barlovento o sotavento, con veranos cálidos y lluviosos, que fue tradicionalmente la base del arrozal regado desde su aparición en las llanuras costeras a partir del siglo III a. C., frente al clima imperante en Hokkaido y Tohoku, de inviernos largos y fríos, con veranos suaves, que impide el cultivo del arroz en muchas áreas y explica el retraso con que se llevó a cabo su colonización. Apoyados en estos condicionamientos, la distribución de las formaciones vegetales y los regímenes fluviales también presenta ciertas peculiaridades. De la primera, baste destacar la gran extensión de la superficie forestal, que con un 67 % del total nacional, cubre la casi totalidad de las vertientes montañosas. Aquí se incluyen desde el bosque boreal de coníferas en Hokkaido y áreas más elevadas de Tohoku, al bosque templado caducifolio en la península de Oshima (Hokkaido) y mitad norte de Honshu. allí donde el promedio térmico anual supera los 6 o, llegándose al bosque subtropical perennifolio en las regiones meridionales, si bien la intensa repoblación llevada a cabo en las últimas décadas (alrededor de 0,5 millones de hectáreas por año), está alterando las formaciones climácicas en beneficio de las coníferas, particularmente el pino silvestre, de rentabilidad económica más inmediata. El papel complementario pero indispensable jugado dentro de la economía tradicional, y el alto valar simbólico que el pueblo japonés otorga al bosque, se relacionan estrechamente con esta situación, Por lo que respecta a los cursos fluviales, La abundancia de su número contrasta con su escaso desarrollo longitudinal, siendo sus caracteres de mayor incidencia en la ocupación del espacio por el hombre las fuertes pendientes longitudinales que, unidas al abundante caudal (máximo en otoño para la vertiente del Pacífico, o en primavera para la del mar del Japón), provocan una intensa erosión en los tramos medio y alto, con sedimentación en forma de grandes conos de derrubios en las áreas costeras. Resumiendo algunas de las ideas expuestas, puede afirmarse que las condiciones naturales del territorio japonés presentan una cierta violencia en sus rasgos, traducida en un alto índice de riesgos naturales. Su situación en un área inestable de la corteza genera una gran abundancia de fenómenos sísmicos —con epicentro superficial en el propio archipiélago y de foco profundo cuanto más hacia el oeste— a los que se asocian frecuentemente los maremotos. Aunque los sismos de carácter catastrófico suelen espaciarse en períodos de varios años o décadas, siendo su último exponente el registrado en Kobe en 1995, los de poca intensidad resultan casi constantes y así, por ejemplo, en la bahía de Tokyo la tierra tiembla en promedio más de 5.000 veces por año (Pezeu -Massabuau, J., 1977, 18). Del mismo origen es la treintena de volcanes activos cuyos efectos no suelen ser tan devastadores, aunque ocasionalmente producen la destrucción de infraestructuras, arrozales, e incluso núcleos de población. Las violencias climáticas no pueden calificarse de menores. Al paso anual de los tifones por las regiones suroccidentales, que entre 1945 y 1961, por ejemplo, se cobraron 20.000 vidas y destruyeron más de 300.000 viviendas, además de arrasar los campos de labor, hay que añadir las intensas lluvias monzónicas, las nevadas de la costa occidental y su posterior fusión, causa de frecuentes inundaciones, además de otros fenómenos puntuales pero de cierta frecuencia en un clima tan contrastado (sequías prolongadas en el nordeste, heladas tardías...), de particular incidencia agronómica. También en el área de Tokyo se han registrado inundaciones en trece ocasiones entre 1910 y 1986, siendo particularmente grave la registrada en 1958, que afectó a más de 480.000 viviendas (Maisuda, I., 1990, 112). Pero, con ser importantes, no son estos fenómenos espectaculares aunque esporádicos las limitaciones más graves para el poblamiento y la explotación agrícola que fundamentó durante siglos la economía del país. Las bajas temperaturas invernales han tenido mayor incidencia en este ámbito impidiendo el cultivo del arroz en algunos sectores de Hokkaido, combinarlo con otros secundarios en buena parte del territorio japonés, o extender el área del té y la morera al norte del paralelo 40°; por su parte, las fuertes pendientes y la densa vegetación que cubre las vertientes montañosas han dificultado su ocupación agrícola, realizada sólo en un 10 % de su superficie y a costa de ingentes trabajos de deforestación y abancalamiento. Se ha llegado a relacionar en ocasiones la psicología del pueblo japonés, particularmente su ya tópico tesón y laboriosidad, con esta necesidad de reconstrucción en «una obra nunca acabada y siempre amenazada por los elementos» (Pezeu-Massabuau, J., 1977,20). Más allá de cualquier determinismo, parece indudable que su actual nivel de desarrollo y bienestar ha debido alcanzarse superando e imponiéndose a un medio frecuentemente adverso. Tampoco cabe ignorar que la histórica dicotomía entre las regiones del suroeste y del nordeste, plasmada en las densidades de población y la intensidad de explotación, ha tenido una base inicialmente ecológica. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES 2.
Un denso poblamiento
Pero las dificultades que introduce el medio sólo cobran su verdadero significado al considerar la intensidad del poblamiento. Con 128 millones de habitantes en 1997, cifra que le sitúa en el octava lugar entre los países del mundo por su volumen de población (frente al puesto 61 que ocupa por su superficie), Japón presenta una densidad media de 336 habs./krn 2, la más alta con mucho entre los diez conjuntos regionales y una de las más elevadas también a escala estatal. No obstante, la verdadera dimensión de esta concentración demográfica sólo se alcanza sí se tiene en cuenta que la casi totalidad de la población se localiza en los poco más de 80.000 kilómetros de llanuras con que cuenta el archipiélago, lo que eleva la densidad real por encima de los 1.400 habs./km, y hasta 2.200 en relación al terrazgo cultivado, reducido a unos 5,5 millones de hectáreas equivalentes tan sólo al 15 % del territorio. En estas condiciones, el problema de la superpoblación se configura como uno de los condicionantes básicos del modelo de desarrollo japonés, materializado hoy en una fuerte presión sobre el espacio y un carácter muy intensivo de las formas de explotación, junto al esfuerzo realizado por ampliar la superficie utilizable mediante la conquista de lagunas, áreas pantanosas, e incluso la creación.de pólders industriales en las principales bahías. Como señaló en su día Derruau, «la concentración demográfica domina la geografía del Japón» (Derruau, M., 1973, 14), y esa afirmación se ha visto muy reforzada desde entonces. Una de las paradojas más llamativas a este respecto radica en el contraste que ofrecen las áreas llanas, en donde la congestión y la competencia de usos (agrícolas, urbanos, industriales...) es la dominante, frente a las vertientes montañosas que permanecen prácticamente deshabitadas, sin que la profunda evolución del último siglo haya supuesto cambios de importancia en esa relación. El aparente divorcio entre llanuras y montañas no puede explicarse por una incapacidad técnica de la sociedad japonesa para abancalar las vertientes y extender el terrazgo, exigiendo en consecuencia una interpretación algo más compleja. En primer lugar, y junto a la posible influencia cultural ejercida por el sintoísmo, hay que tener en cuenta el papel complementario e indispensable jugado por el bosque dentro de la economía tradicional, pues la madera tuvo siempre una utilización amplia y diversa, tanto como material de construcción, combustible o abono orgánico, lo que ha obligado incluso a importaciones procedentes en su día de las colonias (Corea, Taiwán...) y hoy de diversos países del Sudeste asiático. Un segundo factor explicativo de la permanencia del bosque se relaciona con la escasez de pastos naturales, que sólo ocupan el 1,2 % del territorio, en consonancia con algunos otros países del Asia monzónica (Indonesia 5,2 %, Corea 0,2 %. Myanmar 0,5 %), pero contrastando con otros países montañosos situados también en la zona templada como es el caso de Suiza (40 % de pastos y 25 % de bosques). En una civilización basada en el arrozal como respuesta a las fuertes densidades, la explotación ganadera de las montañas sólo alcanzó a tener una importancia marginal, por lo que aún en 1950 Japón se situaba en ¡os últimos lugares del mundo en cuanto al número de cabezas de ganado por habítame y kilómetro cuadrado: «Lo que ha protegido el bosque, es que el funcionamiento y desarrollo del sistema agrícola japonés exigían menos una extensión en el espacio que una intensificación de las inversiones» (Berque, A., 1980, 153). Pero si el escaso desarrollo del arrozal en las áreas de montaña limitó siempre su poblamiento, el fuerte éxodo rural hacia las ciudades costeras desencadenado, sobre todo, en los años cincuenta, que supuso una pérdida de población en el 44 % de las unidades territoriales entre 1960 y 1977, ha contribuido a exacerbar los desequilibrios tradicionales. Como contrapartida, la congestión urbana y la elevación del nivel de vida han potenciado una revalorización de la montaña como espacio de ocio y esparcimiento para la población, alterando con ello su anterior funcionalidad, La necesidad actual de proteger las vertientes contra la erosión y regular el caudal de los ríos en evitación de crecidas, ha potenciado la actuación repobladora del Estado, que se convierte así en un elemento coadyuvante. Las altas densidades son una constante de la historia japonesa, agudizada tras el cambio demográfico que trajo consigo la Revolución Meijí, en el último tercio del siglo XX. Durante la era Tokugawa, y pese a la escasa Habilidad de los datos disponibles, las estimaciones señalan que la cifra de población conoció un crecimiento lento y con altibajos, desde unos 18 millones al finalizar el siglo XVI, hasta los 26-27 millones a mediados del XIX, en relación con la pervivencia del ciclo demográfico primitivo y la existencia de prácticas restrictivas (aborto, infanticidio) que ponen en evidencia la presión sobre los recursos existente ya en esas fechas. Al propio tiempo, también aparecían consolidados los contrastes vigentes aún hoy en lo que se refiere a la densidad de población entre las regiones al suroeste del meridiano 137° E. —las de más antigua y densa ocupación, asiento tradicional de la agricultura intensiva— y las del nordeste, de cuma más frío y colonización más tardía. Con la restauración Meijí, el lento pero progresivo descenso de las tasas de mortalidad permitió superar el 0,5 % de crecimiento anual, llegándose a duplicar esa cifra en la última década del siglo, según refleja el cuadro V.3, lo que incrementó aún más e! problema de la superpoblación, paliado sólo José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES parcialmente con la colonización de Hokkaido desde 186S., y la expansión colonial en el Pacífico hasta 1945. La derrota en la guerra supuso la repatriación de unos 6 millones de soldados y colonos, junto a la pérdida de 295.000 km ocupados en el medio siglo anterior, lo que generó un incremento del 16,6 % en la población del archipiélago entre 1945 y 1950 que acentuó los problemas anteriores. En esas circunstancias, el gobierno, presionado también por Estados Unidos, puso en práctica una política demográfica claramente antinatalista, enraizada en las tradiciones del país pero opuesta a la del período prebélico, que contó desde sus inicios con un indudable eco entre la población, afectada también en sus comportamientos por procesos tales como la urbanización y el aumento del nivel de vida, la evolución hacia la familia nuclear, el retraso en la edad del matrimonio, etc. De este modo, si la ley de 1948 en un primer momento permitió el aborto y la esterilización como medios esenciales de control, las actuaciones posteriores se han orientado prioritariamente hacia la promoción de otras prácticas anticonceptivas (Muramatsu, M., 1982,387-389). Como resultado directo, se produjo una drástica reducción de la natalidad en apenas quince años, pasando de suponer un 30,7 ‰ en 1940, y hasta un 34,5 ‰ en 1947 (nacimientos diferidos por la guerra), al 28,3 ‰ en 1950 y 17,3 ‰ en 1960, con un ritmo destacable para una población joven, estabilizándose en la década siguiente (18,7 ‰ en 1970), e iniciando un nuevo retroceso iras la crisis de 1973, hasta el 9,6 %o en 1997.
Cuadro V.3.
Período 1876-1880 1881-1885 1886-1890 1891-1990 1901-1905 1906-1910 1911-1915 1916-1920 1921-1925 1926-1930 1931-1935 1936-1940 Fuente D H Cuadro V.4.
Crecimiento de la población japonesa 1875-1995
Tasa quinquenal crecimiento Tasa quinquenal (%) Período crecimiento (%) 3,77 1941-1945 0,30 4,54 1946-1950 16,59 4,15 1951-1955 7,09 5,51 1956-1960 4,69 6,32 1961-1965 5,20 5,5(1 1966-1970 5,50 7.25 1971-1975 6,77 6,09 1976-1980 4,29 6,74 1981-1985 3,41 7.S9 1986-1990 0,65 7.45 1991-1995 1,58 3.87 Proyección 1996-2000 1,45 Komhauser. 1982. y Japan Statistical Yearbook. 1997
Estructura por edades de la población en Japón y las restantes áreas desarrolladas del mundo (1997)
Regiones
Menos de 15 años (%) Japón 15,9 América del Norte 21,5 Eilroaa 19,3 Rusia/CE] 21,5 Australia/Nueva Zelanda 21,2 Mundo 31,6 Fuente: Population Reference Bureau, 1988.
De 15 a 65 (%) 69,3 65,8 66,8 66,7 66,7 61,9
Más de 65 (%) 14,8 12,7 13,9 11,8 21,1 6,5
Pese a ese rápido descenso, el paralelo retroceso de la tasa de mortalidad, acorde con la elevación del nivel de vida y las mejoras sanitarias (del 16,3 %c en 1940 al 7,8 %o en 1960), permitió mantener un crecimiento moderado durante todos esos años, que sólo desde 1974 comenzó a reducirse de manera significativa hasta el 0,24 % en el último ario. Esto le permitió convertirse en el primer Estado asiático de una cierta entidad que completó su transición demográfica, con una estructura por edades más envejecida aún que la existente en las restantes áreas desarrolladas (cuadro V.4), En conclusión, los rasgos demográficos de Japón, vinculados esencialmente a las altas densidades que desde hace siglos soporta un archipiélago de escasas superficies habitables y limitados recursos, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES distinguen con claridad su proceso de desarrollo del seguido por sociedades como la norteamericana, australiana o rusa. Pese a las dificultades iniciales que suponía la elevada presión sobre el territorio, ha sabido superarlas y convertir, incluso, a su población en uno de los motores del crecimiento. Por un lado, su abundancia ha supuesto un amplio potencial de mercado, junto a unos excedentes de mano de obra que han presionado a la baja sobre los salarios y, consecuentemente, sobre los costes de producción empresariales, aumentando la competitividad de la industria japonesa. Al tiempo, la reducción del crecimiento demográfico tras la II Guerra Mundial ha permitido que las tasas anuales de crecimiento económico fuesen muy por delante, haciendo posibles unos altos niveles de reinversión, junto al aumento de la capacidad adquisitiva de la población. Finalmente, una tasa de dependencia muy baja, en relación con la elevada proporción de adultos, ha limitado las necesidades asistenciales y elevado la oferta de trabajo, factor muy importante dentro de la coyuntura expansiva vivida por la economía japonesa desde 1950, si bien la disminución en el ritmo de incremento registrada desde 1973 ha introducido una creciente presión sobre el mercado de trabajo, tendiendo a aumentar el paro. Por todo ello, y a diferencia de otros países desarrollados, los trabajadores extranjeros apenas sobrepasan el millón, procedentes en sus tres cuartas partes de Corea del Sur (proceso cuyo origen se remonta a la etapa colonial), mientras el resto, más reciente y can presencia de inmigración clandestina, procede de países como Filipinas, Pakistán, China o Banda Desh (Le Diascorn, Y. 1997).
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS DESARROLLADAS 208 ESPACIOS Y SOCIEDADES
209
Fig. 5.2. Evolución de la estructura por edades en Japón y proyecciones de futuro. (Según de G. Di Méo, 1988). 3.
UNA FUERTE CONCENTRACIÓN DEL PODER POLÍTICO Y ECONÓMICO
Desde los comienzos de la industrialización, tanto el poder económico como el político han presentado una fuerte tendencia a la concentración, aspecto éste de particular incidencia, por lo que respecta a las peculiaridades del crecimiento económico registrado, y a sus efectos sobre la organización actual de! territorio. Dentro de la estructura social del país, las grandes familias han conservado secularmente su poder, si bien bajo formas diversas en relación con las cambiantes condiciones históricas. Durante los dos siglos y medio en que se mantuvo la hegemonía del «shogun» Tokugawa instalado en Edo (actual Tokyo), frente a la casa imperial en Kyoto, los «daimyo» o señores feudales controlaron de forma absoluta las distintas esferas del poder, desde el gobierno imperial al ejército o la propiedad de la tierra, estableciendo una estricta división del país en dominios o «han», en los que cada uno de ellos ejercía una autoridad absoluta, instalado en la ciudadela de su capital respectiva, al tiempo que se mantenía una rígida estratificación de la sociedad en guerreros o «samuráis», campesinos, artesanos y mercaderes, sin ninguna movilidad interestamental. Con el hundimiento del sistema feudal en 1S6S, nuevas dinastías entroncadas parcialmente con las José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES anteriores vinieron a ocupar su puesto, vinculándose ahora prioritariamente al poder financiero, industrial, inmobiliario o comercial. Ya desde finales del siglo XIX, y apoyándose en la expansión económica que supuso el proceso armamentista iniciado en esos años, junto a la ayuda directa por parte del gobierno, comenzaron a desarrollarse una serie de grandes grupos financieros o «zaibatsu», cuyo control sobre la economía y la vida política del país no dejó de incrementarse en el transcurso de los años. Cuadro V.5. Pues to 3° 4° 5° 7° 9° 10° 13° 14° 16° 18° 22° 27° 33° 34° 37° 38° 40° 41° 43° 45° 47°
Empresas japonesas situadas entre las 50 mayores del mundo en 1996
Empresa Mitsui Mitsubishi Itochu Marubeni Sumitomo Toyota Nisso Iwai Nippon Telegraph Hitachi Nippon Life Ins. Matsushita Electric Nissan Motor Sony Dai-chi Mutual Life Toshiba Honda Motor Tomen Bank Tokyo/Mitsubishi Tokyo Electric Power Sumitomo Life Ins. NEC
Ingresos Sector (mill. dóls.) N° empleados Banca/Comercio 144.943 41.694 Banca/Comercio 140.204 35.000 Banca/Comercio 135.542 6.999 Banca/Comercio 124.027 65.000 Banca/Comercio 119.281 26.200 Automóvil 108.702 150.736 Banca/Comercio 78.921 17.497 Telecomunicaciones 78.321 230.300 Electrónica 75.669 330.152 Seguros 72.575 86.695 Electrónica 68.147 270.651 Automóvil 59.118 135.331 Electrónica 50.278 163.000 Seguros 49.145 66.953 Electrónica 48.416 186.000 Automóvil 46.995 101.100 Banca/Comercio 46.506 11.500 Banca/Comercio 46.451 19.302 Electricidad 44.735 43.166 Seguros 44.063 67.027 Electrónica 43.933 151.966 Fuente: Fortune, 1997
Hasta la II Guerra Mundial, su organización se basaba en clanes familiares (Mitsui, Mitsubishi, Yasuda, Sumitomo, Kawasaki, Furukawa...) que poseían la mayoría de acciones de un holding, sociedad que a su vez controlaba, directa o indirectamente, un gran número de empresas pertenecientes a diversos sectores de actividad, pero con base generalmente en la banca. Las presiones de Estados Unidos al término de la guerra condujeron a la aprobación de una ley antimonopolio en 1947 con objeto de suprimir estos grandes trusts, pero la guerra de Corea evidenció la necesidad de potenciar de nuevo la industrialización japonesa, eliminándose las restricciones en 1950 y recuperándose con rapidez las estructuras organizativas anteriores, si bien los antiguos zaibatsu perdieron en buena parte su carácter familiar para convertirse en grandes corporaciones que dominan la mayoría de sectores básicos, en donde imponen una estructura oligopólica (keiretsu). Como contrapartida, perviven un gran número de pequeñas empresas, muchas veces subcontratadas por las grandes, que dan origen a un marcado dualismo, tanto en lo referente a salarios como a niveles de productividad. La obtención de elevadas economías de escala y la penetración en los mercados exteriores han acompañado este proceso, reflejado parcialmente en el hecho de que entre las 100 mayores empresas del mundo por su cifra de ventas en 1996, un total de 29 son ya japonesas, con especial importancia en los sectores financiero y comercial, la industria electrónica y la fabricación de automóviles (cuadro V.5), si bien el grado de concentración real es mucho mayor por las frecuentes interdependencias que las vinculan. La capacidad de intervención directa sobre el territorio de estas grandes sociedades es, en consecuencia, muy grande, pero no le va a la zaga su influencia sobre las actuaciones llevadas a cabo en este sentido por los poderes públicos. Tras la restauración de 1868, uno de los cambios esenciales que se introdujo fue la sustitución de la anterior fragmentación territorial que impuso el sistema feudal por una centralización administrativa bajo el estricto control del gobierno central, que dividió al país en 46 prefecturas o «kan», instalando oficialmente la capital en Tokyo. Desde ese momento, la intervención estatal sobre la actividad económica adquirió gran importancia, sustituyendo en las primeras etapas la escasez de iniciativas privadas, tanto mediante la creación de bancos y empresas industriales financiadas a partir de créditos exteriores y del impuesto sobre la tierra, como por su importante papel de consumidor de productos José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES manufacturados, particularmente en relación con la carrera armamentista iniciada desde finales de siglo. De esta manera, y pese a la privatización de una parte importante de sus empresas en 1880, el Estado mantuvo una intervención de carácter asistencia!, que se vio complementada tras la II Guerra Mundial con el establecimiento de una planificación indicativa iniciada con el Plan de Reconstrucción Económica (1948-1952), y continuada posteriormente, que ha otorgado un gran protagonismo al Ministerio de Industria y Comercio Exterior (MITI). Del mismo modo, los esfuerzos de recuperación tras la derrota militar de 1945 introdujeron la exigencia de llevar a cabo una ordenación territorial como complemento de la intervención iniciada con el establecimiento de planes para zonas especiales y regiones atrasadas desde 1951, y completada con los Planes de Ordenación de 1962 y 1969. Si en las primeras actuaciones la prioridad se otorgó a la construcción de embalses con fines agrícolas e industriales (extensión del regadío e hidroelectricidad), el Plan de 1962 estableció ya las «nuevas zonas especiales de ordenación industrial» y unidades industriales, localizadas principalmente en el litoral del Pacífico, al objeto de descongestionar las grandes aglomeraciones, al tiempo que se definían también unas «zonas de desarrollo» en Hokkaido, Tohoku, Shikoku y sur de Kyushu, las regiones más atrasadas del país. Pero fue el Plan de 1969 el que mejor vino a reflejar el objetivo de construir unas nuevas estructuras territoriales, tendentes ante todo a la promoción de! crecimiento económico acelerado, eliminando algunos de los desajustes existentes que, como las fuertes deseconomías externas derivadas de la congestión en la megalópolis del Pacífico (Tokyo-Kitakyushu), frenaban las expectativas de desarrollo, De este modo y tal como refleja la figura 5.3, el plan, concebido dentro de una visión global del territorio nacional, se planteó la necesidad de generar unas estructuras territoriales de mayor escala, para lograr así la máxima fluidez del espacio y una fuerte polarización de la actividad y la población a lo largo de un eje longitudinal que, con centro en la megalópolis, se extendiese hacia el norte y hacia el sur, basado en una red axial de transportes rápidos; una mejora de las telecomunicaciones, y ¡a creación de nuevos centros industriales gigantes en sus extremos. Si el planeamiento global dio ya prioridad a los objetivos de crecimiento económico acelerado del conjunto frente a la promoción de los recursos internos para lograr un mayor equilibrio regional, otra serie de actuaciones gubernamentales han sido aún más explícitas en el apoyo a esta orientación tendente a primar la eficiencia sobre la equidad. Así, por ejemplo, la equiparación de tarifas eléctricas en todo el territorio favoreció su envío hacia las grandes ciudades y puertos, abortando una distribución más equilibrada de ciertas actividades industriales, considerada menos rentable a corto plazo. Igualmente, las inversiones públicas realizadas dentro de los planes económicos han dado clara prioridad a las infraestructuras del transporte, y particularmente a las que conectan las áreas más densas y dinámicas, como las autopistas o el tren de gran velocidad («Shinkansen») cuyo primer tramo se inauguró entre Tokyo y Osaka en 1964, para ampliarse posteriormente hasta Hakata (Fukuoka), con un total de 1.069 km frente a aquellos equipamientos colectivos que no generan directamente un incremento de la producción.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fie. 5.3.
Plan de ordenación territorial de 1969. (Fuente: A. Berque, 1976, 104.)
En este sentido, la política estatal parece haber disociado hasta cierto punto el desarrollo industrial del planeamiento urbanístico, dando prioridad al primero en detrimento de un marco de vida adecuado, lo que ha derivado en elevados costes sociales. La coincidencia en lo esencial con los intereses del gran capital, cuya estrecha vinculación a las estructuras del poder político resulta ser, por otra parte, manifiesta, ha sido prácticamente total: la gran empresa, la metrópoli y el puerto se convirtieron así en los tres vértices esenciales sobre los que gravitaba toda la organización territorial. Entre ambos tipos de agentes —públicos y privados— construyeron una nueva realidad espacial, una nueva geografía de Japón, más acorde con las exigencias del crecimiento en las magnitudes macroeconómicas, que se profundiza con la creciente apertura hacia el exterior que acompaña su plena inserción en el actual proceso de globalización. En consecuencia, el balance territorial opone hoy al desarrollo de la actividad económica y la indudable mejora en los niveles de vida como partidas esenciales del activo, un pasivo cifrado en crecientes contradicciones sectoriales y regionales, junto a elevadas externalidades negativas generadas por la hiperconcentración en los espacios urbanos. Un precio medio de las viviendas que alcanzaba las 640.000ptas.por metro cuadrado en Tokyo, o las 182.000 en Osaka para 1988, junto a un incremento del 43,8 % en el de los solares pertenecientes a las tres principales aglomeraciones metropolitanas durante ese año (JETRO, 1989), son buena muestra de ello. Los intentos de reconducir el crecimiento económico en favor de un mayor equilibrio territorial, propuestos ya explícitamente desde el Plan de 1977 y desarrollados en actuaciones posteriores como la de las tecnópolis, están lejos de haber mejorado sustantivamente la situación. Junto al papel esencial y directo jugado por ambos agentes, no debe desdeñarse tampoco la influencia ejercida por la fuerte estructuración vertical imperante tradicionalmente en la sociedad japonesa, junto al alto grado de cohesión nacional que, sin eliminar los conflictos de clase, ha posibilitado de hecho una amplia solidaridad de los trabajadores con la empresa, reflejada en una escasa conflictividad laboral, una alta productividad, un incremento salarial moderado en relación con las tasas de crecimiento alcanzadas y un nivel de desempleo muy inferior al del resto del mundo desarrollado. Por ello, puede justificarse la opinión de quienes afirman que el modelo de crecimiento japonés no es imitable sino a condición de repetir el sistema social en que se inserta, que ha posibilitado la obtención de elevadas plusvalías empresariales con destino a la reinversión. El fuerte aumento de las tensiones sociales producido desde el decenio pasado está en estrecha relación con la actual revisión de estos supuestos, ante la profunda crisis que el éxodo rural y la urbanización masiva, el consumismo, las contradicciones de clase, etc., está produciendo en muchas de estas herencias culturales.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES 4.
UNA POSICIÓN CENTRAL EN EL ÁREA DEL PACÍFICO
Un último elemento que ha contribuido a reafirmar algunas de las peculiaridades del proceso que ha tenido lugar en Japón se relaciona con su situación y los propios efectos derivados de la insularidad. Esta última ha actuado en un sentido contrapuesto según el momento histórico: ― Los 200 kilómetros que separan las costas japonesas del sector continental más próximo facilitaron el aislamiento económico y cultural del país durante la era Tokugawa, período en que se configuraron algunos de los rasgos esenciales de la sociedad japonesa, particularmente su cohesión interna, dentro de un sistema de estricta codificación social y espacial, tanto en los aspectos formales como funcionales. ― Por el contrario, la gran longitud de la fachada litoral, cifrada en 1 km/22,9 km : de superficie, ha favorecido las relaciones exteriores a través de los numerosos puertos existentes, una vez que, tras la Revolución Meijí, los responsables políticos impulsaron la apertura hacia el exterior, contando también con la coetánea mejora del transporte. De este modo, tanto el poblamiento como lo esencial de la actividad económica presentan en la actualidad un marcado carácter periférico, señalando la creciente dependencia respecto al sistema de intercambios internacionales. Este progresivo aumento de los flujos que vinculan al país con su entorno, constituido en factor clave de la vitalidad actual, ha revalorizado también la posición de Japón en el contexto en que se sitúa. Desde la perspectiva europea, esta posición fue calificada repetidamente como excéntrica, muy alejada de las rutas tradicionales de intercambio seguidas por los países de nuestro continente, y este alejamiento se consideró, incluso, como una de las causas básicas de la no colonización europea durante el siglo pasado (Bairoch, R, 1973,135). Pero esa supuesta marginalidad ha dejado de ser tal ante el desplazamiento de los centros de poder que ha tenido lugar en las décadas finales del siglo XX. Por el contrario, Japón se configura hoy como «vértice» del Pacífico, ocupando una posición central respecto a buena parte de las principales potencias económicas y político-militares del mundo —Estados Unidos, Rusia, incluso China, Australia y los países emergentes del Sur y Sureste asiáticos—, con los que ya mantiene la mayor parte de sus intercambios económicos y tecnológicos, así como de su aprovisionamiento en materias primas minerales y alimentos. El progreso actual hacia la formación de un espacio geoeconómico integrado en la margen asiática de este océano tiende a reforzar esa posición hegemónica, ampliando de forma progresiva su área de influencia. III. 1.
El proceso de crecimiento económico LA REVOLUCIÓN MEIJÍ Y EL IMPULSO INICIAL PARA EL DESARROLLO
El crecimiento económico que ha tenido lugar en Japón ha sido objeto de una particular atención por parte de economistas e historiadores, que en bastantes ocasiones han intentado verificar aquí las distintas etapas del proceso diagnosticado por Rostow, y en otras se han interesado por las posibilidades de extrapolar al mundo subdesarrollado actual un modelo asiático de crecimiento caracterizado por su independencia respecto a Occidente, su fuerte apoyo en las exportaciones, y la especia] rapidez con que se ha producido. Cualquiera que sea su orientación, existe un acuerdo general en considerar al proceso de transformaciones políticas, económicas, sociales y espaciales que se inauguró en 1868, conocido como Revolución Meijí, como punto de partida o momento en que tiene lugar el impulso inicial que alcanzará su máxima expresión a partir de 1950. Al comenzar el último tercio del siglo XIX, Japón continuaba apegado a unas estructuras económicas y socio-espaciales prácticamente inmutables en los dos siglos anteriores, y bastante alejado de los progresos que el capitalismo industrial estaba alcanzando en Europa o Estados Unidos. Una amplia mayoría, estimada en tres cuartas partes de la población activa, seguía dedicada al cultivo de la tierra en lotes generalmente inferiores a una hectárea, trabajando en su mayor parte para los señores feudales y la amplia casta guerrera e improductiva, cifrada en unos 400.000 individuos a quienes estaban obligados a entregar una parte de la cosecha, además de otros servicios complementarios. En el interior de cada «han», sobre todo en las regiones periféricas, dominaba ampliamente la autarquía, sin apenas intercambios ni especialización, al tiempo que estaban restringidos los movimientos de personas y capitales, impidiendo con ello la creación de un verdadero mercado nacional. Sólo Osaka y Edo, con un cierto desarrollo de la artesanía y el comercio, incorporaban unas incipientes relaciones capitalistas y un área de influencia mayor, si bien manteniendo un predominio casi total de las empresas familiares y las formas de producción artesanales. De este modo, en un contexto típicamente preindustrial organizado a José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES base de compartimientos estancos, el nivel del PNB per cápita en 1870 se ha estimado en un 25 % del existente por esas fechas en el Reino Unido, apenas un tercio del de Estados Unidas, e incluso un 30 % inferior al de Rusia (Maddison, A., 1971, 10). Con todo, Edo, residencia del shogun, contaba en 1780 con 1,3-1,4 millones de habitantes, siendo en esa fecha una de las mayores ciudades del mundo, en tanto Kyoto y Osaka también rebasaban el medio millón. Las concesiones comerciales logradas por las potencias occidentales mediante el uso de la fuerza, y la brusca apertura de la economía japonesa al exterior, generaron una fuerte inflación, el aumento de los precios del arroz y un retroceso de !a artesanía ante la competencia exterior, desembocando en una crisis del régimen, alentada incluso por los grandes «daymios» del sur, cuya economía más próspera les hacía aspirar a una mayor apertura del mercado interior Los cambios acaecidos desde 1868 supusieron una importante ruptura con el pasado, eliminando muchas de las trabas que se oponían al crecimiento y sentando las bases del «despegue» económico. Un primer tipo de reformas fueron de orden institucional. Junto a la supresión de la división estamental, se eliminaron todos los privilegios de los feudos (monopolios, fijación del campesino a la tierra...) y las trabas a la libre circulación de los factores productivos, estableciéndose la propiedad privada de la tierra sin restricciones a su compraventa. Esto, unido a la mejora del transporte emprendida por el Estado mediante la construcción de los primeros ferrocarriles (Tokyo-Yokohama en 1872 y Kobe-Osaka en 1874), hicieron posible la definitiva integración del mercado nacional. Otro aspecto en el que la promoción estatal adquirió un marcado protagonismo se relacionó con el establecimiento de la educación primaria obligatoria y la introducción de la tecnología occidental, junto a un elevado volumen de inversiones directas que posibilitaron la creación de empresas públicas en distintos sectores, desde la banca o la industria, a la minería o el comercio, El progresivo traspaso de muchas de esas empresas al sector privado desde 1880 no eliminó el control estatal de algunos sectores básicos vinculados a la industria armamentista y la producción de energía. Finalmente, si en un primer momento la forzada apertura de los mercados japoneses al exterior perturbó el normal desarrollo de algunas actividades, la llegada de tecnología y bienes de equipo favoreció una rápida mejora de la productividad, apoyada en la pronta concentración empresarial y los bajos salarios, activándose las exportaciones, que desde 1880 y hasta 1937 crecieron con más rapidez que en cualquier otro país del mundo. En este aspecto, el papel hegemónico alcanzado en Extremo Oriente tras las victorias sobre China (1894) y Rusia (1905), impulsó decididamente la expansión económica, haciendo posible la creación de un imperio colonial (Okinaw en 1874, Kuriles en 1875, Taiwán en 1895, sur de Sajalín y Corea en 1910...), del que además de mercados para sus manufacturas y yacimientos de materias primas, Japón obtuvo un alivio de su presión demográfica (de 34 millones de habitantes en 1875 a 64 en 1930). La combinación de todos estos factores favorables, dentro del contexto estructural esbozado en el epígrafe anterior, permitió una rápida expansión de la actividad económica, con un ritmo superior al de los principales países industriales del momento, recuperando así buena parte del retraso con que inició su industrialización. Fue precisamente el sector industrial el de más rápido crecimiento (5,7 % anual entre 1868 y 1940), particularmente desde comienzos de nuestro siglo, cuando la I Guerra Mundial obligó a sustituir parte de las importaciones e, incluso, permitió introducirse en mercados exclusivamente británicos hasta entonces como india o China. De este modo, si en 1868-1872 sólo el 1,9 % de las exportaciones japonesas lo constituían productos manufacturados, esta cifra ascendió ya al 31 % en 1903-1907; y alcanzó el 58 % en 1938, frente al predominio de las importaciones constituidas por materias primas y alimentos. El crecimiento supuso también una modificación progresiva de la estructura sectorial del empleo y la producción, pasando al primer plano las industrias pesadas y de bienes de equipo, muy concentradas financiera y espacialmente, en tanto retrocedía la textil, que, con centro en Osaka, fue la pionera durante las fases iniciales del desarrollo industrial. La única disonancia significativa en ese panorama la ofrecía la agricultura. La pervivencia de grandes contrastes en la propiedad de la tierra, los impuestos que gravitaban sobre las pequeñas explotaciones, los bajos precios del arroz, la importancia del arrendamiento, que en 1914 aún representaba el 46 % de la tierra, etc., supusieron un escaso aumento de la producción, en tanto el número de campesinos permanecía prácticamente estable, caracterizado por unos niveles de vida bastante bajos. Las únicos elementos positivos en ese contexto fueron la progresiva selección de semillas, el aumento en el uso de fertilizantes y una expansión del área cultivada cifrada en un 30% entre 1880 y 1915(Nakamura, J. I., 1967), En este sentido, el sector agrario cargó con buena parte del coste generado por la modernización. La progresiva expansión de la economía capitalista supuso una remodelación del espacio humanizado y su ampliación, tras la colonización de Hokkaido. Una intensa difusión del fenómeno urbano, con cifras de residentes en ciudades que de 3 millones en 1868 se elevaron a 7 millones en 1900 y 24 en 1930, junto a unos contrastes regionales en aumento, tanto entre el suroeste y el nordeste como entre la costa y el interior, o entre los litorales del mar del Japón y Pacífico, fueron los resultados más José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES significativos en el plano geográfico. En resumen, al iniciarse la II Guerra Mundial, Japón era ya una potencia equiparable a la mayor parte de las occidentales, habiendo saldado el atraso inicial, con una estructura sectorial bastante moderna y un área de influencia propia, si bien afectada por un dualismo interno económico y espacial creciente. 2.
LA ACELERACIÓN DEL CRECIMIENTO Y EL MILAGRO JAPONÉS
Los efectos de la guerra, tanto por la desviación del esfuerzo hacia fines militares, como por las destrucciones ocasionadas por los bombardeos masivos, el posterior pago de indemnizaciones, la desarticulación de los zaibatsu y la repatriación de seis millones de personas desde las antiguas colonias, supusieron un fuerte retroceso de la actividad económica, no volviéndose a recuperar los anteriores niveles del PNB hasta 1954. Desde esa fecha y hasta la actualidad, con el breve paréntesis de 1973-1974, Japón ha conocido un crecimiento económico sin precedentes, acompañado por una rápida y profunda transformación de sus estructuras productivas que ha hecho frecuente el tópico del milagro japonés para aludir a los espectaculares resultados obtenidos (Le Diascorn, Y, 1997). Así, entre 1953 y L973 las tasas anuales de crecimiento del PNB en términos reales se situaron en un 9,7 %, muy por encima de cualquier otro país de la OCDE, rebasando con creces todas las previsiones establecidas en los sucesivos planes de desarrollo. El fuerte aumento de los precios energéticos en 1973 supuso una brusca detención del crecimiento en un país tan dependiente del exterior en este sentido, e incluso menudearon los diagnósticos sobre el previsible final del modelo de expansión «a la japonesa» (Maciejewski, E., 1977). No obstante, desde 1975 se produjo una rápida recuperación que le permitió mantener unas tasas de crecimiento muy superiores a las de Estados Unidos o la Unión Europea hasta comienzos de los años noventa, momento en que la crisis financiera y una decreciente capacidad exportadora provocada por la revaluación del yen y el aumento de los costes internos volvieron a provocar dudas sobre su futuro (cuadro V. 1). Pese a todo, el mantenimiento de una elevada actividad, con una población ocupada en constante aumento y una tasa de paro que no llega a ser ni la mitad del promedio existente en el mundo desarrollado, son síntomas de su fortaleza (cuadro V.6). La creciente presencia de las inversiones japonesas en el exterior, frente a la escasa penetración de las empresas procedentes de otros países en su territorio, es otro síntoma de su buena posición en el marco de la globalización económica. Coherente con el ya mencionado protagonismo del área del Pacífico, un 48 % de esas inversiones directas en 1996 se dirigieron hacia América del Norte (sobre todo a las regiones de su fachada occidental), otro 19 % al Sureste asiático, un 5 % a China y un 2 % a Oceanía, mientras las realizadas en Europa supusieron el 15,3 % del total (cuadro V.7). CUADRO V.6.
Evolución de la población activa en Japón, 1960-1995
Año
Población Población activa ocupada (miles) (miles) 1960 45.110 44.360 1970 51.530 50.940 1975 53.230 52.230 1980 56.500 55.360 1985 59.630 58.070 1990 63.840 52.493 1995 66.600 64.560 Fuente: Japan Statistical Yearbook
a)
Población desempleada (miles) 750 590 1.000 1.140 1.560 1.350 2.100
Tasa de paro (%) 1,7 1,2 1,9 2,0 2,6 2,1 3.2
CUADRO V.7. Dilución espacial de la inversión directa de Japón en 1996 Flujos de inversión Exterior Directa (IED) en el mundo.1996 (millones de dólares) Área Japón Estados Unidos Canadá Unión Europea Resto de Asia Latinoamérica Australia/Nueva Zelanda
Salidas 23.440 87.810 8.515 153.984 16.117 1.60) 3.140 37.263
Entradas 200 76.960 6.398 96.240 68.378 25.639 6.321 51.734
Balance -23.240 -10.850 2.117 -57.744 +52.261 +24.038 4- 3.181 -14.471 José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Resto del mundo Total mundo b)
331.870 331.870
inversión Exterior Directa (IED) de Japón en 1996 Región mundial % total América del Norte 47,9 Asia Meridional 19,0 Europa 15,3 Latinoamérica 9,3 China 5,2 Oceanía 1,9 África 0,9 Asia suroccidental 0,5 Fuente: JETRO. 1998
Cuadro V.8.
Evolución sectorial de la economía japonesa
Ocupados (%) Años Sector I Sector II 1960 30,2 28,0 1970 17,4 35,2 1980 10,1 34,8 1990 7,2 33,6 1995 5,7 32,9 Fuente: Japan Statistical Yearbook.
Sector III 41,8 47,3 54,6 58,7 61,0
Sector 1 12,8 5,9 3,6 2,4 2,0
PIB (%) Sector II Sector III 40,8 46,4 43,1 50,9 37,8 58,7 36,7 60, 9 34,0 64,0
En consecuencia, Japón se reafirma hoy como la segunda potencia económica mundial, con más del 16 % de la producción total para una población y una superficie equivalentes tan sólo al 2,2 % y 0,3 % respectivamente, siendo asimismo el segundo país exportador de mercancías (7,8 % del total), el cuarto consumidor de energía (6 % del mundo) y, en definitiva, uno de los principales centros decisorios en la escena internacional (Tavares, M. C, 1993). El desarrollo industrial ha sido el motor esencial de ese crecimiento, pese a la escasez de recursos naturales propios, con tasas bastante superiores al promedio de la actividad económica global, lo que elevó la participación del sector secundario en el empleo y la producción desde el 25 % en 1950, al 35 y 43 % respectivamente en 1970, para descender luego lentamente hasta el 33 y 34 % actuales, ante la hegemonía que ya detentan las actividades terciarias (cuadro V.8). Su contrapartida fue un fuerte impacto ambiental, con un 5 % de las emisiones mundiales de dióxido de carbono a la atmósfera en 1995, equivalentes a 2,4 toneladas por habitante (0,9 toneladas de promedio en el mundo), la ocupación de grandes superficies agrícolas y forestales, etcétera (Brown, L. R., 1997). La contribución hecha por las distintas ramas de actividad manufacturera ha sido muy desigual, con un esfuerzo de renovación y desarrollo particularmente significativo en las industrias pesadas, químicas y mecánicas, de manera especial en la fabricación de bienes de equipo, frente a un retroceso relativo de la industria ligera. Desde el inicio de la revolución informacional, el crecimiento registrado por sectores de alta tecnología como la electrónica, informática, telecomunicación, equipos de automatización, biotecnología o nuevos materiales, se ha visto acompañado por el de otros sectores de demanda media (automóviles, maquinaria, material eléctrico...), que han compensado el aumento reciente de los costes laborales hasta niveles similares a los de Estados Unidos con una alta productividad. En 1994, el conjunto de esas ramas industriales representó la cuarta parte de los establecimientos censados en el país,- con casi cuatro millones de trabajadores, equivalentes al 38,3 % del empleo, y hasta el 42,9 % de la producción manufacturera total. Paralelamente, ha tenido lugar una descentralización de aquellas ramas y tareas intensivas en el uso de mano de obra y de menor rentabilidad, con objeto de aprovechar una fuerza de trabajo más barata y desorganizada, sobre todo en el Sureste asiático. De este modo, ya en 1983 un total de 1.173 factorías pertenecientes a empresas de capital japonés se localizaban en Corea del Sur, Singapur, Tailandia, Malasia, Indonesia, Filipinas y Hong Kong, con predominio del textil-confección, el ensamblaje de componentes electrónicos y material eléctrico, o las químicas (Miyakawa, Y., 1984). De este modo, a comienzos de los años noventa el 50 % de las importaciones japonesas procedentes del Sureste asiático correspondieron ya a productos industriales acabados, cuando esa proporción era sólo del 30 % en 1985, y la parte de su PNB generada más allá de sus fronteras creció del 3 % en 1990 al 8 % en 1993 (Le José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Diascorn, Y., 1997). La política de innovación, protagonizada básicamente por las empresas y apoyada desde el MITI, se ha orientado en dos direcciones complementarias. Por un lado, se han realizado fuertes inversiones en investigación y desarrollo, lo que se ha traducido en una mejora de su competitividad y una posición de liderazgo dentro de algunos sectores industriales considerados hoy de punta, vinculados a las tecnologías de información. Al tiempo, se ha buscado mejorar la productividad de aquellas otras más tradicionales mediante la automatización de tareas, mejoras en su organización y gestión, etc. Unos gastos en 1 + D equivalentes al 2,9 % del PIB en 1995, una presencia de 15 empleados en esas tareas por cada 100 ocupados, o la existencia de 118 robots por cada diez mil empleados en la industria, proporción que triplica la del país (Suecia) situado a continuación, pueden ser algunas de sus manifestaciones más significativas (cuadro V.9). De este modo, el comercio exterior de Japón genera hoy una densa red de flujos espaciales disimétricos, en los que predominan claramente las exportaciones de manufacturas relacionadas con los sectores más dinámicos (vehículos, material electrónico e informático...) frente a la importación de materias primas, alimentos y combustibles, junto a algunas manufacturas simples. En cuanto a las áreas con las que mantiene una relación más intensa, la tradicional vinculación a los países asiáticos —su hinterland natural— se ha visto equilibrada por la densificación de flujos comerciales con Estados Unidos y, más recientemente, la Unión Europea, sumando entre las tres más del 90 % del valor total (cuadro V.10). Japón vende ante todo productos industriales, generalmente de alto valor añadido, tanto a otros países desarrollados (Estados Unidos como primer comprador, Alemania...), como a los del entorno más próximo (Corea del Sur, Hong Kong, Arabia Saudí...), en tanto sus importaciones presentan una clara dicotomía: predominio de la compra de crudos del golfo Pérsico o Sureste asiático (Indonesia, Brunei), además de carbón y diversos minerales (Australia, Corea...), frente a la importación de bienes de equipo desde Estados Unidos y manufacturas simples procedentes de los nuevos países industriales. Cuadro V.9. Países Japón Suecia Estados Unidos Francia Alemania Reino Unido España Fuente: OCDE.
Esfuerzo tecnológico en Japón y otros países de la OCDE, en J995 Gastos I - D/PIB (%) Personal I + D/ Robots/10.000 Población activa (%) empleos 1988 2,9 15 118,0 3,4 13 38,0 2,7 12 18,5 2,5 12 18,3 2,4 12 26,0 2,2 10 10,3 0,9 5 7,2
Cuadro V.10.
Comercio exterior de Japón. 1975-1995
Mi les millones de yens Año: 1975 1976 1077 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986
Productos Exportaciones Importaciones 17.380 19.449 Mat. eléctrico/electrónico 20.265 20.748 Maquinaria 22.643 21.596 Material de transporte 22.585 23.089 Productos químicos 23.558 26.070 Metales y productos metálicos 27358 24.047 Instrumentos de precisión 31.014 24.146 Prod. textiles, cuero y calzado 31304 23.551 Minerales no metálicos 32.792 22.835 Alimentos 37.646 25225 Minerales y combustibles 39.693 24.873 Otros productos 37.434 25.358
Export. Import. 1995 (%) 1995 (%) 25.64 1039 24,10 8,24 20,29 4,63 6,81 732 630 5,91 4,68 2,09 2,01 7,33 1,24 1,85 0,48 15,16 — 25,70 8,25 1138
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995
37.232 39.441 43.044 46.012 48307 50.882 51.541 53.887 41.531
27.771 33.584 39.822 42.966 40.964 40.513 41.209 44.922 31.549
Regiones mundiales Resto de Asia América del Norte Europa Latinoamérica Oceanía África Total
Export. Import. 1995 (%) 1995(%) 45,33 46,12 28,60 25,64 17,37 17,77 4,44 3,57 2,36 5,50 1,70 1,40 100 100
FUENTE: Japan Statistical Yearbook. 3.
LA CRISIS ASIÁTICA Y EL CUESTIONAMIENTO DEL MODELO JAPONÉS Desde comienzos de los años noventa se ha producido una evidente ruptura en el fuerte ritmo de crecimiento económico, acompañado de pleno empleo, que mantuvo Japón en décadas anteriores. Algunos han interpretado que se trata de una verdadera crisis estructural y no de una simple recesión temporal, que se trasladó posteriormente a otros países del área basta llegar a plantear el posible agotamiento del modelo asiático de desarrollo, que tantos éxitos cosechó en años precedentes (Delage, F., 1998). Entre los indicadores que ponen de manifiesto ese posible cambio de trayectoria, pueden mencionarse como los más significativos: ― una fuerte caída en las tasas interanuales de aumento del PIE, que resultan inferiores al 1 % desde 1993, lo que las sitúa por debajo de los otros componentes de la Tríada; ― una cifra oficial de desempleados que pasó de 1,35 millones en 1990 a 2,10 millones en 1995, lamas alta del último medio siglo, con una tasa de paro del 3,2 %; ― un descenso del índice de producción agraria del 10% entre 1990-1993, y del 9% en el caso de la industria, aunque esta última se recuperó ligeramente con posterioridad; ― unas bruscas oscilaciones del índice Nikkei de la Bolsa de Tokyo, que se elevó desde 13.119 afínales de 1985 hasta 38.915 en diciembre de 1990, para caer estrepitosamente en los tres años siguientes hasta el nivel 17.000 al finalizar 1993, manteniendo desde entonces una fuerte irregularidad cuyo último exponente fue el crack de las Bolsas asiáticas registrado en octubre de 1997, que puso en riesgo todo el sistema financiero internacional, o la quiebra de diversos bancos japoneses posterior a esa fecha. Parece evidente que los factores explicativos de esta situación son múltiples y complejos, pero puede intentarse una breve aproximación que diferencie los de carácter interno respecto de los vinculados a la inserción de la economía japonesa en el nuevo contexto de capitalismo global. Entre los primeros, se ha destacado la aparición de una crisis financiera por la abundancia de inversiones y créditos demasiado arriesgados en los años anteriores de fuerte crecimiento, que no pudieron recuperarse, junto al efecto de arrastre asociado a la propia caída de los valores bursátiles. Esa misma euforia económica generó movimientos especulativos, que duplicaron los precios del suelo para viviendas y actividades económicas entre 1985-1990 hasta convertirlos en los más altos del mundo, induciendo también un rápido aumento de los salarios y de las demandas sociales en materia de bienestar, que han provocado crecientes tensiones sociales ,y políticas. El aumento de los costes y la reducción del ahorro doméstico en beneficio del consumo han sido dos de sus consecuencias, que cuestionan hoy algunos de los rasgos que durante décadas personalizaron al capitalismo japonés. Al mismo tiempo, desde 1985 se ha producido una fuerte revalorización de la moneda japonesa,-el yen, ante las presiones ejercidas por Estados Unidos, que redujo la capacidad exportadora del país e indujo a muchas empresas a deslocalizar buena parte de su actividad productiva en países del Sureste asiático para así reducir costes. A eso se suma una disminución del proteccionismo agrario, visible sobre todo en la rizicultura, que es resultado de la liberalización impulsada tras la Ronda Uruguay del GATT, que ha provocado una crisis en el sector de difícil recuperación. Pero ya se trate de un simple ajuste o de una transformación de más largo alcance, lo ocurrido en estos últimos años no ha modificado de forma sustancial una organización del territorio asociada al proceso de industrialización y crecimiento intensivo que ha marcado la mayor parte de la historia contemporánea de Japón. IV.
E1 espacio del crecimiento: concentración del capital y aglomeración
1. LA DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN, REFLEJO DE LOS DESEQUILIBRIOS REGIONALES José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES La historia del poblamiento de Japón supuso la progresiva ocupación de las islas a partir del continente, comenzando por Kyushu (siglo v a.C.) y continuando hacia las regiones septentrionales mediante la expulsión de otros pueblos como los ainos. Consecuentemente, desde las primeras fases se estableció una contraposición entre las regiones del suroeste, más densas, allí donde las condiciones climáticas hacen posibles dos cosechas al año, y las del nordeste, más frías y ocupadas en fecha más tardía, si bien a lo largo de los siglos el centro de gravedad fue desplazándose en esa dirección. Cuadro V.11.
Distribución regional de la población japonesa en 1995
Región
Población (miles habs.) Hokkaido 5.692 Tohoku 9.835 Kantó 39.520 Hokuriku 5.618 Tosan 5.176 Tokai 12.448 Kinki 20.626 Chugoku 7.775 Shikoku 4.183 Kyushu 14.696 Total Japón 125.569 Fuente: Japan Statistical Yearbook.
% total 4.53 7,83 31,47 4,48 4,12 9,91 16,43 6,19 3,34 11,70 100
Crecimiento 1970-1985 (%) 9,5 7,7 24,7 8,3 11,6 17,5 15,4 10,7 8,3 11.1 16,7
Crecimiento 1985-1995 (%) 0,2 1,1 7,4 0, 9 3,5 5.7 2,7 0,3 -1,1 1,7 3,7
El proceso de industrialización contemporáneo ha generalizado los movimientos centrípetos desde las áreas rurales a las urbanas, y desde las regiones marginales hacia las que se sitúan en el centro del país, concentrando unos efectivos cada vez más importantes en un eje litoral que se extiende desde la llanura de Kantó a Fukuoka y Nagasaki, en el norte de Kyushu (83 millones de habitantes en 1995), siguiendo las costas del Pacífico y del mar interior, en una longitud próxima a los mil kilómetros pero sin apenas penetrar en las regiones montañosas interiores. A partir de esta área central, donde se sitúa la principal aglomeración urbana (megalópolis de Tokaido-Sanyodó), y formando una especie de semicírculo que se extiende tanto hacia el norte (Tohoku, Hokkaido) y el sur (Shikoku, Kyushu), como hacia el mar del Japón (Hokuriku, Chugoku), las densidades de ocupación decrecen progresivamente con la distancia. En un análisis de las densidades por regiones y prefecturas, cuyos resultados se recogen en el cuadro V.11 y la figura 5.4a, pueden precisarse en mayor medida algunos de estos rasgos. Pese a la escasa pormenorización que ofrece la escala regional, es ya significativa la concentración que registran las regiones de Kantó, Kinki y Tokai (57,8 % de la población y un ritmo de crecimiento aún superior al promedio entre 1970-1995), con una densidad media de 800 habitantes por kilómetro cuadrado, frente a Tohoku y Hokkaido, que siguen manteniendo valores inferiores a la mitad y la cuarta parte respectivamente del promedio nacional (337 habs./Km 2). Los contrastes se agudizan al analizar unidades espaciales más pequeñas, destacando a este respecto los 5.304 habs./km2 que registra la prefectura de Tokyo, junto a los niveles también muy elevados de las que le rodean (Kanagawa 3.417, Saitama 1.780, Chiba 1.124), o la prefectura de Osaka con 4.651 habs./km 2, frente a valores relativamente bajos, al menos para este país, en las áreas más extremas y alejadas del centro neurálgico, desde las prefecturas de Akita e Iwate, en el norte de Tohoku, o toda la isla septentrional, hasta la de Kochi, en la costa sur —más alejada— de Shikoku, o Shimane, en el noroeste de Chugoku. Lo ocurrido en la última década acentúa los contrastes previos, a diferencia de lo ocurrido en otras áreas desarrolladas, donde las tendencias polarizadoras se han detenido.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 5.4a.
Densidad de población en 1995.
Esta distribución se ha configurado en relación con importantes movimientos migratorios interregionales, que constituyen uno de los fenómenos geográficos más relevantes de la reciente historia japonesa, registrándose pérdidas de población en tres cuartas partes de las prefecturas del país desde 1950, principalmente las situadas en las regiones periféricas, frente al extraordinario crecimiento de unas pocas. Aun cuando en las dos últimas décadas estas migraciones interiores se han reducido, sin alcanzar ya los 8,3 millones de personas desplazadas que se registraron en 1970 (Trewartha, G., 1978, 241) ante la progresiva disminución de los efectivos rurales y el menor crecimiento industrial, la situación se mantiene estable en sus rasgos esenciales, siendo de destacar la difusión del crecimiento al entorno de las grandes aglomeraciones (prefecturas de Ibarachi. Tochigi, Gamma, Mie, Nara, Kagawa, Hiroshima...), que de ser áreas de emigración hasta finales de los años sesenta, han pasado a convertirse hoy en las de mayor crecimiento, contrastando con la progresiva disminución de las densidades en el interior de las metrópolis saturadas (fig. 5.4A).
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 5.4b.
Crecimiento de la población. 1970-1990(%).
Además de dibujar con bastante precisión los contrastes regionales más acusados en la actualidad, el reparto de la población también patentiza, pues, las diferencias que separan a las áreas urbano-industriales, constituidas en el exponente territorial del crecimiento económico, de las agrario-rurales. 2. LOS ESPACIOS DEL CRECIMIENTO: LA CONGESTIÓN EN LAS AGLOMERACIONES URBANAS Como en el resto de las áreas desarrolladas, la industrialización ha llevado consigo la urbanización, vinculando indisolublemente ambos tipos de espacios. Al rápido crecimiento y densificación de las áreas industriales y las aglomeraciones urbanas se añade su concentración en el litoral del Pacífico, haciendo surgir lo que Berque denomina un frente de crecimiento, en contraste con un pos-país abastecedor de factores productivos, organizado en función de sus necesidades y, por tanto, dominado (Berque, A., 1976, 135). La tradicional dependencia de los abastecimientos exteriores se ha reforzado con el paso del tiempo ante la importancia creciente alcanzada por aquellos sectores industriales como la siderometalurgia o la química, más vinculados a esas importaciones, junto al actual predominio de los hidrocarburos como base de la producción energética (del 38 % del total en 1960, al 67,5 % en 1995), frente a la menor importancia del carbón (17,1 % del total), la hidroelectricidad (tan sólo el 1,3 %), o la energía termonuclear (14,1 % del total), en la que ocupa una tercera posición mundial tras Estados Unidos y Francia. Su resultado ha sido una concentración casi exclusiva de las industrias de base (siderurgia, aluminio, petroquímica...) y de buena parte de aquellas otras derivadas o complementarias (maquinaria, vehículos, equipos industriales...) en los puertos, debido a su condición como puntos de ruptura de carga, organizando grandes complejos industriales integradas en la proximidad de los principales centros urbanos —a veces en forma de pólders que van ocupando progresivamente el fondo de las respectivas bahías— al objeto de maximizar las economías de aglomeración para las empresas. Así, por ejemplo, es significativo considerar que más del 90 % del acero japonés se obtiene en siderurgias litorales de carácter integral, y que sólo las situadas en Hokkaido, Tohoku y norte de Kyushu utilizan algún recurso mineral del propio país, lo que es significativo si se tiene en cuenta que se trata del primer productor mundial, con el 13,3 % del acero obtenido en 1995. La creación de grandes mercados de consumo ha atraído, indirectamente, la instalación de industrias ligeras productoras de bienes para la población, que junto a las específicamente ligadas al mar (astilleros, conserveras...) han venido a reforzar el proceso anterior, incrementando los efectos multiplicadores. La distribución por prefecturas del empleo industrial recogida en la figura 5.5., junto con el José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES agrupamiento regional hecho en el cuadro V.12, ofrecen una imagen bastante nítida de los grandes contrastes que caracterizan el reparto de este tipo de espacios productivos. Cuadro V.12. Distribución regional de la industria japonesa en 1995
% Región Establecimientos total Hokkaido 9.743 2,54 Tohoku 27.182 7,10 Kantó 105.676 27,60 Hokuriku 25.355 6,68 Tosan 25.075 6.33 Tokai 55.339 14,46 Kinki 70.600 18,44 Chugoku 22.626 5,91 Shikoku 13.096 3,42 Kyushu 27.933 7.30 Total Japón 382.825 100 Fuente: Japan Statistical Yearbook.
Empleos 245.122 845.140 2.923.912 628.282 594.839 1.633.932 1.690.610 706.244 318.962 829.080 10.416.123
% total 2,35 8,11 28,07 6,03 5,71 15,69 16,23 6,75 3,06 7,96 100
Valor Añadido Bruto (miles mills, yens) 2.128 5.997 36.373 5.146 5.160 18.977 20.261 7.675 3.037 7.596 112.350
% total 1,89 5,34 32,37 4.58 4,59 16,89 18,03 6,83 2,70 6,76 100
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 5.5.
Distribución espacial de la industria en 1995.
Las regiones de Kantó, Tokai y Kinki que sin solución de continuidad, comprenden el sector central de la costa pacífica de Honshu, reúnen en conjunto un 60 % de los establecimientos y el empleo total, y hasta el 67,3 % de la producción, contraponiéndose, una vez más, tanto a Hokkaido y Shikoku, que presentan los niveles más bajos de industrialización, como a las propias regiones situadas en la margen occidental de Honshu. La concentración es máxima en tres áreas, que coinciden también con las principales aglomeraciones urbanas existentes. Entre Keihin (Tokyo-Yokohama), Hanshin (Osaka-Kobe-Kyoto) y Chukyo (Nagoya), denominación que reciben las tres principales áreas que se engloban en la megalópolis japonesa, reúnen hoy el 50 % del empleo manufacturero, si bien esta cifra José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES resultaba aún mayor hace unos años, alcanzando hasta un 61,1 % en 1935 (Okuda, Y., 1980, 131). La aparente disminución de la concentración industrial que parece deducirse no ha supuesto, en realidad, un verdadero retroceso de la polarización espacial existente hace medio siglo, sino tan sólo la aparición de movimientos difusores que acompañan las etapas avanzadas de la industrialización, desde los ceñiros más congestionados hacia su periferia inmediata, siguiendo los grandes ejes de tráfico y ampliando de ese modo la dimensión de los espacios fabriles, pero manteniendo e incluso acentuando su desigual reparto.
Fig. 5.6.
Especialización industrial.
Las industrias mecánicas y de alta tecnología, menos dependientes de los abastecimientos en materias primas y con escasas exigencias en mano de obra, han sido las más afectadas por este proceso de difusión desde las grandes ciudades y hacia distancias cada vez mayores. Paralelamente, desde los años sesenta han ido surgiendo una serie de grandes zonas industriales en los intersticios existentes entre las mayores aglomeraciones (Kawasaki, Mizushima, Yokkaichi, Wakayama...), con grandes factorías dedicadas a la obtención de energía (centrales termoeléctricas) y a la primera transformación de materias primas voluminosas (petroquímica, siderurgia...), necesitadas de grandes superficies a precios reducidos y con graves problemas de contaminación ambiental. El proceso seguido en la región de Tokyo, con la progresiva expansión de las factorías siguiendo ambas márgenes de la bahía en dirección a Chiba y Yokohama, o el desplazamiento de las mayores tasas de crecimiento del valor añadido industrial durante los años ochenta en dirección a espacios periféricos, sobre todo del norte, son exponentes de esa incipiente desconcentración (1SEI, 1993, 45). Se dibuja así con precisión un eje industrial denso y continuo en el centro del litoral oriental, con vértice en la megalópolis, y una progresiva disminución de las densidades hacia la periferia, donde tan sólo destacan algunos centros aislados (Kure, Hiroshima, Shimonoseki, Fukuoka, Oita, Sapporo, Muraran, Niigata...), y donde las actividades primarias siguen manteniendo un nivel de empleo próximo al 10 %, aunque ese gradiente densimétrico tiende a reducirse lentamente con el paso del tiempo. Pero la concentración espacial y los consiguientes desequilibrios son aún mayores por lo que se refiere al terciario de decisión. De las 1.817 grandes corporaciones censadas oficialmente en 1985, Tokyo, con 824, y Osaka, con 256, reunieron en conjunto más de la mitad, proporción que se eleva hasta el 70 % si se incluyen Nagoya, Kobe, Kyoto y Yokohama. Aunque la hegemonía de esas seis metrópolis también se ha visto reducida ligeramente desde mediados de siglo, cuando acaparaban casi el 80 % de las 780 grandes corporaciones censadas entonces, e) conjunto de economías externas aquí acumuladas sigue frenando cualquier proceso descentralizador de cierta entidad. Las dimensiones efectivas de la polarización se perfilan con más nitidez al constatar también que de las 1.049 empresas extranjeras radicadas en Japón en 1988, un total de 815 (77,7 %) lo hacían en la capital y otras 88 (8,4 %) en las cinco aglomeraciones restantes (Abe, K., 1990), junto a dos terceras partes de las 2,700 instituciones, públicas o privadas, dedicadas a la investigación, etc. Tokyo se afianza también progresivamente como principal plaza José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES financiera del mundo, al superar incluso la capacidad de Nueva York, acumulando de paso casi ia mitad de los depósitos bancarios (fig. 5.7) y el 70 % de las filiales extranjeras localizadas en el archipiélago. El resultado es una proporción de empleo en servicios que supera en casi un 50 % el promedio del país, tal como corresponde a una de esas ciudades globales (Sassen, S., 1991) que «son los nodos de la economía global y concentran las funciones superiores de dirección, producción y gestión en todo el planeta, el control de los medios de comunicación, el poder de la política real, y la capacidad simbólica de crear y difundir mensajes» (Castells, M., 1997, 437). Todo ello ha contribuido a reforzar la congestión y el rápido encarecimiento del suelo en su distrito central de negocios a razón de un 12 % anual durante la década de los ochenta, hasta alcanzar extremos difícilmente sostenibles (3.000 dólares por metro cuadrado de promedio en 1990), para caer desde entonces al compás de la crisis económica de los noventa. Tal como ya se ha apuntado, la rápida urbanización que ha caracterizado la evolución reciente del archipiélago japonés es inseparable del auge industrial, junto a la progresiva importancia alcanzada por el terciario de decisión y de servicios. Por ello, aun cuando la mayoría de ciudades tiene aquí un origen bastante remoto, su fisonomía actual es, en Lo esencial, fruto de procesos contemporáneos. Si desde comienzos de siglo la población japonesa se ha triplicado, el número de centros urbanos, definidos administrativamente como aquellos con un mínimo de 3O.000 habitantes y un centro comercial importante («shi»), se ha multiplicado por 15, pasando de tan sólo 49 a los casi 700 actuales. Paralelamente, la tasa media de urbanización creció desde el 15 al 78 %, en relación con un éxodo rural particularmente acusado desde mediados de siglo y un importante excedente natural vinculado a la evidente juventud de la población urbana. Mayor aún ha sido el ritmo de expansión de las grandes ciudades, pasándose de un solo núcleo millonario en 1895 a cuatro en 1950, el doble veinte años después y hasta once en 1995, con una quinta parte de la población japonesa (cuadro V. 13), existiendo otros 430 por encima de los cincuenta mil habitantes.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Fig. 5.7.
Distribución de los depósitos bancarios en 1988 (según N. Takahashi, 1990).
Cuadro V.13. Tamaño urbano (miles habs.) De 50 a 100 De 100 a 200 De 200 a 300 De 300 a 500 De 500 a 1.000 Más de 1.000 Total
Niveles de urbanización en Japón, 1995
N° total Habitantes
N° total Habitantes N° total
Habitantes
86 6.020 204 13.797 220 40 5.426 87 12.209 115 14 3.343 39 9.579 41 4 1.367 32 11.995 3 2 1.717 7 4.462 11 4 9.474 10 23.265 11 150 27.347 379 75.307 441 Áreas metropolitanas con > 1 millón de habitantes Tokyo 7.966.195 Kobe 1.423.830 Osaka 2.602.352 Fukuoka 1.284.741 Nagoya 2.152.258 Kawasaki 1.202.811 Sapporo 1.756.968 Hiroshima 1.108.868 Kyoto 1.463.601 Kitakyushu 1.109.562 Fuente: Japan Statistical Yearbook.
15.366 15.610 10.139 16.673 7.137 25.289 90.214
Pero dentro de esta valoración general del fenómeno urbano, el hecho esencial a destacar es. sin duda, la Formación de grandes aglomeraciones de dimensión regional que integran funcional y espacialmente diversas ciudades, destacando en particular la organizada en torno a la capital y denominada Keihin, que engloba en la actualidad tres núcleos millonarios como Tokyo, con 8 millones de habitantes, Yokohama con 3,3, y Kawasaki con 1,2 millones, además de una constelación de ciudades satélites, hasta sumar en total cerca de 33 millones de personas sobre una superficie que en el total de las cuatro prefecturas afectadas (Tokyo, Saitama, Chiba, Kanagawa) apenas rebasa los 10.000 km 2, lo que la convierte en la principal aglomeración suprametropolitana del mundo actual. En un plano secundario, pero con unas cifras también muy elevadas, hay que mencionar a Osaka, con más de quince millones de residentes en la región, y Nagoya, con más de ocho, afectadas todas ellas por un ritmo de crecimiento superior al promedio estatal, lo que contrasta con la estabilización creciente de las grandes urbes europeas, norteamericanas o australianas. Así pues, el modelo de «metrópolis madura» parece aún alejado de la realidad japonesa actual. La distribución regional de los centros urbanos se calca sobre las ya analizadas de la población y la industria, tanto por lo que se refiere al número como al tamaño que presentan. Una vez más, lo esencial de los espacios urbanos gravita sobre el eje que desde Tokyo a Kobe (Tokaido), y con una densidad algo inferior desde aquí a Kitakyushu (Sanyodo), supone un continuo urbano sin apenas rupturas que, como ya se ha señalado, suele conocerse como Megalópolis japonesa, en el sentido dado originariamente al término por Gottmann, como «conurbación de conurbaciones», de gran extensión y volumen demográfico, junto a una intensa actividad y un papel rector en la vida del país. Los flujos internos entre los núcleos que la integran aparecen servidos por una densa red de transportes (desde el «Shinkansen» o tren de alta velocidad, a las autopistas, carreteras, etc.) y telecomunicaciones que aseguran la fluidez del espacio y la difusión de las economías externas a todo el conjunto, si bien en el último decenio, una vez alcanzada la fase de saturación, las mayores tasas de crecimiento e inmigración comienzan a desplazarse hacia otros ceñiros periféricos y de tamaño medio. En gran medida, la imagen dinámica y expansiva del Japón actual es la imagen de su megalópolis, cuyo valor simbólico respecto a los procesos contemporáneos que vive el país resulta indudable. La escala que presentan los fenómenos urbanos en este país, con la tendencia generalizada a las grandes dimensiones, se manifiesta hasta en los aspectos que en principio debieran actuar en sentido contrario. Así, por ejemplo, las nuevas ciudades construidas desde los años sesenta en tomo a las principales metrópolis (Senri, Tama, Sukuba...) para favorecer su descongestión, y pretendidamente similares al modelo de new towns anglosajonas, se planificaron para volúmenes de población previstos de hasta 400.000 habitantes, elevadas densidades y graves dependencias funcionales respecto al núcleo central, lo que las asemeja más a verdaderas ciudades-dormitorio, no frenando en absoluto los masivos movimientos pendulares de trabajadores que son otro de los rasgos característicos de la urbanización nipona actual (Takahasi, N., 1980, 110) Se estima, por ejemplo, en 2,7 millones los trabajadores que en 1985 se desplazaban diariamente hacia los seis distritos centrales de la ciudad de Tokyo, lo que incrementaba en casi 400.000 los estimados al comienzo de la década, ampliándose también su radio de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES desplazamiento, pues un 45 % recoma más de veinte kilómetros e, incluso, un 9 % rebasaba los cuarenta (Tanabe, H., 1990). La rápida expansión de las ciudades, la densa ocupación del suelo, y el escaso papel ejercido por el planeamiento urbano, generan una estructura extraordinariamente compleja y hasta confusa, donde la mezcla de usos, estilos arquitectónicos e, incluso, grupos sociales, se convierte en característica generalizada. En las mega ciudades, destacan con claridad los elevados inmuebles del CBD, uno de los mejores exponentes físicos del crecimiento económico de las últimas décadas y de la penetración cultural norteamericana, dominando sobre un conjunto heterogéneo, pero en el que siguen siendo mayoría las edificaciones de escasa altura (1-2 plantas) y carácter unifamiliar, en relación con la herencia cultural autóctona y el riesgo sísmico, lo que obliga a que la ciudad se extienda en sentido horizontal, agravando los problemas derivados de la falta de espacio y la competencia de usos en las llanuras costeras. No obstante, la rápida revaloración de los solares en los años recientes y la mejora en las técnicas de edificación han promovido un progresivo desarrollo de la construcción en altura dentro de las periferias suburbanas, lo que está transformando con rapidez la tradicional fisonomía urbana japonesa, haciéndola también más contrastada. Respecto al espacio social, se ha destacado repetidas veces la escasa nitidez que aquí reviste la distribución de los diversos grupos socio-económicos, hecho que para Berque se justifica por factores como el retraso en el desarrollo capitalista, la escasa diversidad morfológica de la arquitectura tradicional del país, dentro de la ya conocida sobriedad de la vivienda japonesa, o los marcados contrastes y la reducida movilidad social, que limitaba la necesidad de marcar las distancias mediante una efectiva segregación espacial (Berque, A., 1976, 185); en cualquier caso, el proceso tiende a adquirir una importancia creciente, en particular por lo que se refiere a los barrios periféricos surgidos en los últimos años, al tiempo que se acentúa también la separación entre las áreas de residencia, trabajo y ocio. En estas circunstancias, los costes sociales promovidos por el crecimiento urbano han tenido que ser forzosamente elevados, generando fricciones cada vez mayores en un país en el que más de 60 millones de personas viven en áreas que rebasan los 4.000 habs./km2. La creciente atención prestada por los poderes públicos a estas lacras del crecimiento ante el progresivo malestar social, se ha dirigido a imponer restricciones en la emisión de vertidos contaminantes a las empresas industriales, mejorar las infraestructuras de transpone, promover la construcción de algunas ciudades satélites... Por contra, los daños producidos a la pesca de bajura, la especulación inmobiliaria, la destrucción paisajística en bahías como las de Osaka y Tokyo para la construcción de pólders industriales (más de 3.000 hectáreas), etc., no han sido frenados de modo suficiente ante La escasez de medios legales y financieros utilizados, en espacios que registran los máximos niveles de producción industrial por kilómetro cuadrado en el mundo. La tardía preocupación por los equipamientos sociales o la escasez de zonas verdes (1,2 metros cuadrados por persona en Tokyo, 1,4 metros en Osaka, 2.7 metros para el conjunto de ciudades), son deficiencias adicionales, pero cada vez más sentidas por la mayoría de la población. 3. LAS TECNÓPOLIS EN EL PROCESO DE INNOVACIÓN Y DESCENTRALIZACIÓN TERRITORIAL Una de las actuaciones de mayor interés llevadas a cabo en la última década y orientada a lograr una efectiva imbricación entre crecimiento económico, desarrollo tecnológico y descentralización espacial es, sin duda, la construcción de las tecnópolis. Tras la aprobación de una ley, en julio de 1983, que especificaba las condiciones y características de esta nueva figura en la ordenación territorial, a la que se definía como «estrategia para el desarrollo de regiones atrasadas, enfocada a la creación de atractivas ciudades en las que la industria, la ciencia y el espacio residencial estén estrechamente relacionados» (Stöhr, W., 1987, 31), en e] transcurso de los años siguientes fueron aprobadas un total de veintiséis, actualmente en plena actividad (Takahashi, N.-Oda, H., 1996). En ellas, el objetivo esencial ha sido la promoción de complejos industriales de alta tecnología, especializados en sectores como la telemática (electrónica-informática-telecomunicaciones), la biotecnología o los nuevos materiales, mediante la concesión de ayudas fiscales y financieras a las empresas que se instalan, jumo al fomento de instalaciones dedicadas a la investigación aplicada y otras medidas de carácter complementario. Se busca así, explícitamente, la integración sinérgica entre innovación y producción, entre los ámbitos científico y empresarial, capaz de promover un desarrollo integrado en espacios de baja densidad que contrastan con las aglomeraciones tradicionales. Los requisitos para aprobar la construcción de una tecnópolis en un área determinadas fueron: — —
proximidad a alguna ciudad de, al menos, 150.000 habitantes que actúe como centro de servicios, así como a alguna universidad, proximidad a un área con empresas ya implantadas, pero sin una excesiva congestión, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES — — —
fácil acceso a medios de transporte rápidos (aeropuertos, autopistas, tren de alta velocidad), formación de un organismo promotor de la innovación tecnológica en el que participen la administración local, las universidades del área y las empresas privadas, disponibilidad de suelo, agua y equipamientos capaces de hacer frente a las nuevas necesidades.
El resultado de tales condicionamientos ha sido la distribución relativamente dispersa que muestra el mapa adjunto (fig. 5.8a), pero con clara prioridad a ciudades de tamaño medio o pequeño. La búsqueda, pues, de un desarrollo policéntrico, moderado por las oportunidades selectivas que ofrecen ciertos territorios, intenta compaginar los criterios de eficacia con los de mayor equilibrio. Aunque el período transcurrido aún es breve, la valoración de las tecnópolis ha sido mayoritariamente positiva (Masser, I., 1990).
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ESPACIOS Y SOCIEDADES Desde la perspectiva de la intervención pública, supone un primer intento efectivo de poner en práctica una política regional descentralizada y que busca movilizar los recursos endógenos de cada área, concediendo un marcado protagonismo a los organismos regionales y locales de promoción frente a una intervención sólo subsidiaria del gobierno central, Puede favorecer también el acceso a la innovación para regiones atrasadas y pequeñas empresas que, de otro modo, quedarían al margen de! proceso. Se potencia, por último, la búsqueda de entornos gratos para vivir y trabajar, menos hacinados que las grandes urbes. No obstante, los limitados fondos destinados en algunos casos, junto a la diversa capacidaddeatraccionmostradaporunasyotras.se ha traducido en una desigual instalación de empresas durante sus primeros años de funcionamiento. Además, en bastantes casos su dinamismo se asocia a la instalación de algunas fábricas de grandes empresas telemáticas para el ensamblaje de componentes, aprovechando los menores costes laborales en esas áreas, lo que limita su verdadero carácter como medio innovador (fig. 5.8 b). Pese a su interés, resulta evidente que esta experiencia tampoco será capaz de reequilibrar de forma sustantiva la tradicional dicotomía que contrapone las concentraciones humanas y productivas de carácter urbano con los espacios rurales. 4.
El retroceso del mundo rural y la economía agraria
Es indudable que las áreas rurales y la agricultura han pasado en la actualidad a un segundo plano en el análisis de la realidad japonesa como resultado de los cambios mencionados: apenas uno de cada cinco japoneses reside hoy en núcleos con menos de 50.000 habitantes, y sólo uno de cada veinte trabajadores se emplea en el sector agrario, frente a ocho al desencadenarse la Revolución Meijí, y cuatro aún en 1955, aportando un 2 % al PIB global. Al tiempo, el grado de autoabastecimiento alimentario se ha reducido desde un 90 % en 1960, a menos de dos terceras partes en el momento actual (30 % para los cereales), en tanto el terrazgo agrícola lo hacía desde 6,4 millones de hectáreas en 1965 a tan sólo 5,5 millones en 1975 y 5,2 en 1990, con una pérdida situada en torno a un 2 % anual. Los fuertes descensos de población en las áreas agrícolas han sido paralelos a los registrados en los sectores montañosos del suroeste, que hasta los años cincuenta de nuestro siglo mantuvieron una economía basada en la explotación de la madera; también las escasas regiones hulleras del país, localizadas principalmente en Kyushu, han conocido una fuerte regresión, disminuyendo el volumen de empleos a la décima parte de los existentes hace un cuarto de siglo ante la prioridad otorgada por la política oficial a las importaciones y al consumo de hidrocarburos. La conversión de los espacios rurales en áreas de emigración es un fenómeno que han conocido todos los países desarrollados, pero aquí destacan el retraso con que se inició y la intensidad que ha presidido los últimos cuarenta años. De este modo, si en el Japón uno de los rasgos esenciales del poblamiento fue siempre el contraste entre espacios vacíos y llenos, la evolución reciente ha acentuado los rasgos, exagerando las desigualdades. Ahora bien, el retroceso de la población rural no ha afectado por igual a todas las regiones, estableciéndose hoy importantes diferencias respecto a los volúmenes de empleo agrario. La distribución espacial de los coeficientes de especialización agraria obtenidos en 1980 y mantenidos prácticamente inmutables hasta la actualidad (fig. 5.9a), ofrece una imagen que es prácticamente el negativo de la correspondiente a la industria: las prefecturas especializadas en esa actividad se sitúan en ambos extremos del país (Chugoku, Shikoku, Kyushu), con la única excepción de Hokkaido debido a su clima más frío que reduce las posibilidades de desarrollar una agricultura intensiva, en contraste con las áreas centrales, donde los valores disminuyen drásticamente en relación inversa a la distancia respectiva a las grandes aglomeraciones urbanas. Con todo, los esfuerzos realizados desde 1945 para transformar los fundamentos de la agricultura japonesa, eliminando algunas de sus disfuncionalidades, no pueden ignorarse, aunque sus resultados y valoración sean diversos. Un primer cambio de importancia es el que afectó a unas estructuras agrarias en las que hasta 1945 el 7,5 % ce los propietarios poseían la mitad del terrazgo cultivado, con casi un 70 % de arrendatarios sometidos a unas difíciles condiciones de existencia que la Revolución Meijí apenas mejoró. El retomo al medio rural ocasionado por el final de la guerra, que elevó el porcentaje de población en núcleos con menos de 30.000 habitantes desde el 58 % en 1944 al71 %en 1945 (Komhauser, D. H-, 1982,48), sólo contribuyó a agravar la situación, forzando la intervención gubernamental, impulsada también por los ocupantes norteamericanos. La ley de reforma agraria promulgada en 1946 redistribuyó una tercera parte de la tierra, confiscándola a los terratenientes absentistas, junto a aquellas otras que rebasaban las 4 hectáreas en Hokkaido y 1 hectárea en el resto del país; también puso un límite al tamaño de las explotaciones trabajadas directamente por sus propietarios, cifrándolo en 3 hectáreas (12 en Hokkaido).
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 5.9a.
Especialización agraria.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Fig. 5.9b. Yearbook.)
Principales producciones agrarias por prefectura. (Fuente; Japanese Agricultural
El resultado más relevante fue el aumento en el número de propietarios, que de suponer el 31 % de los campesinos en 1941, pasaron al 62% en !950, en tanto las tierras arrendadas se reducían al 10% de las cultivadas. Pese a todo, en la actualidad perviven deficiencias que hacen difícil una plena modernización de las explotaciones, siendo la más grave su tamaño medio, cifrado aún en poco más de una hectárea, a lo que se añade la elevada fragmentación parcelaria, que otorga al paisaje del arrozal su tradicional fisonomía de mosaico compuesto por multitud de minúsculas piezas (cuadro V. 14). Como solución alternativa, el esfuerzo se ha orientado hacia la intensificación de los cultivos, hasta lograr hoy uno de los niveles medios de productividad más altos del mundo, pues una hectárea de terreno permite aumentar en promedio una veintena de personas. El proceso ha sido rápido y se ha basado en una fuerte elevación del consumo de abonos, plaguicidas, anticriptogámicos, incorporación de motocultores. etc., integrando cada vez más la producción agrícola con la industrial. Esta intensa capitalización se ha visto favorecida por el auge adquirido por la figura del obrero-campesino, trabajador a tiempo parcial que hoy representa el 84 % de la población activa en el sector, si bien como contrapartida se ha producido un descenso en la tasa de explotación, aumentando los barbechos en detrimento de un segundo cultivo complementario al arroz. En consecuencia, la agricultura japonesa se convirtió en la más subvencionada del mundo, muy por encima de las ya de por sí altas cotas de protección que también alcanzaba en la Unión Europea o Estados Unidos, si bien en los últimos años se ha producido una cierta liberalización de las importaciones. A este respecto, la evolución que han experimentado los, diferentes cultivos ha sido muy desigual, en relación con los cambios en los modelos de consumo y la política agraria del gobierno. La permanencia de unos precios garantizados bastante altos para el arroz, que sigue siendo el cultivo básico para el 90 % de los agricultores, no sólo le permitió mantener su secular hegemonía, sino que provocó la aparición de excedentes en relación con el aumento de productividad, frente al retroceso de otros cultivos sometidos a las fluctuaciones del mercado y la competencia exterior. El proceso es particularmente significativo en los casos del trigo y la soja, importados hoy en grandes cantidades desde Estados Unidos. En consecuencia, los arrozales regados siguen cubriendo el 54 % del suelo agrícola, pero la apertura al arroz procedente de otros países tiende a reducir su presencia de forma constante. Por su parte, los secanos ocupan un 25 %, mientras el 21 % restante se reparte de modo equitativo entre la horticultura y los frutales, extendidos con rapidez en los últimos años en los espacios periurbanos, y las praderas o cultivos forrajeros dominantes en las vertiente montañosas, particularmente en Hokkaido, donde crece con rapidez la cabaña ganadera (fig. 5.9b y cuadro V.14). Cuadro V.14.
Año 1950 1960 1970 1980 1990 1995
Principales características del sector agrario en Japón
Evolución de la población agraria % tiempo Miles de empleos parcial 6.176 50,1 6.057 65,7 5.342 84.4 4.661 86.6 3.835 84,6 2.651 83,9 Principales producciones agrarias1993 (miles tm.) Arroz Patatas Remolacha azucarera Productos hortícolas Cítricos Caña de azúcar Fuente: FAO.
Tamaño de las explotaciones Total sin Hokkaido Hokkaido Miles Hectáreas explotac. % explotac. % Menos de 1 3.083 71,2 20,3 18,6 Dela2 883 20,7 7,9 7,2 De2a3 234 5,5 7,0 7,2 De3a5 93 2,2 16,2 14,9 Más de 5 19 0,4 56,8 52,1 Total 4.267 100 109 100
9.793 4.833 3.388 2.750 2.034 1.847
Cabaña ganadera en 1993 (miles de cabezas) Ganadería porcina 10.783 Ganadería vacuna 5.024 Ganadería aviar 334.000 Otros 88
De esta forma, los paisajes agrarios continúan sometidos a importantes variaciones en sentido José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES latitudinal. Las regiones del suroeste mantienen casi intacta su fisonomía dominada por las pequeñas parcelas de los arrozales que forman minúsculas cuadrículas delimitadas por caminos c canales y monopolizan los mejores suelos, entremezclándose algunos cultivos arbustivos tradicionales como el té o la morera, junto a otros de expansión reciente como los agrios. Al norte de Kantó, la proporción del arrozal va disminuyendo en beneficio del secano cerealista, al tiempo que desaparece la posibilidad de una segunda cosecha, alcanzándose la máxima variedad en Hokkaido, donde su casi total desaparición en la mitad oriental se compensa con el desarrollo de praderas, cultivos forrajeros y maíz destinados al consumo de una cabaña vacuna en aumento, junto a algunos frutales como el manzano; estos usos del suelo se apoyan en un sistema colonizador mucho más reciente y claramente distinto al del resto del país, con explotaciones y parcelas de tamaño superior (la explotación-tipo es de 5 hectáreas), formas generalmente regulares y habitat disperso en granjas. El éxodo masivo, la penetración de la cultura y ¡os modos de vida urbanos, la progresiva conversión en espacios de ocio, etc., han contribuido a desarticular las comunidades rurales, cuya célula es el «buraku», encargado de reglamentar y ordenar tradicionalmente el uso del agua, jerarquizando al tiempo la sociedad campesina. En el transcurso, pues, de una generación, el mundo rural ha conocido una transformación casi tan intensa como la registrada en las áreas urbano-industriales, pero de sentido y significación claramente divergentes. La distribución territorial de los niveles de renta o de la población que sólo cuenta con la educación obligatoria (fig. 5.10) permite comprobar la persistencia de desigualdades que perjudican a las regiones periféricas de carácter rural y que se resisten a desaparecer con el paso del tiempo (Lützeler, R., 1995)
V.
Conclusión: actividad económica y organización del espacio japonés
Dentro de las áreas desarrolladas, Japón tiene una indudable personalidad, que no sólo se vincula con su peculiar modelo de crecimiento económico acelerado, sino que incorpora determinados rasgos esenciales vinculados en parte a ese proceso, aunque con raíces muchas veces más profundas. La referencia a un medio natural contrastado y violento en muchos de sus rasgos, a las altísimas densidades de población o a la tradicional hiperconcentración del poblamiento en las llanuras irrigadas del litoral resulta forzosa a la hora de esbozar una panorámica general de la geografía japonesa, pero las estructuras esenciales de la realidad actual parecen vincularse en mayor medida a la dependencia que se ha establecido entre la organización global del territorio y la racional distribución de los espacios productivos, dentro de una lógica económica estricta tendente a maximizar los beneficios empresariales a corto plazo.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
En el caso japonés puede, por tanto, afirmarse que «es la lógica del aparato productivo lo que tiende a reorganizar alrededor de sus exigencias específicas al conjunto del sistema urbano. Más aún, lo que dirige la organización del espacio al nivel más general es la organización del proceso de producción tomado en el conjunto de sus operaciones» (Castells, M., 1975, 152). El esfuerzo de desarrollo tecnológico, el aumento de la productividad y la penetración en los mercados exteriores como respuesta a la crisis son estrategias estrechamente unidas a la paralela aglomeración espacial de los establecimientos productivos y de la población, en relación con su mayor rentabilidad a corto plazo y contando con que el Estado se encarga de sufragar una parte de los costes económicos y sociales derivados. La aglomeración es, pues, la forma espacial de la acumulación, el modo de maximizar las economías externas que han alimentado el proceso de crecimiento acelerado japonés y, por tanto, indisociable de la industria y la José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES ciudad conformando con ello un modelo territorial característico, subordinado en sus rasgos esenciales al logro de mayor eficiencia productiva. El espacio japonés resulta, en esta perspectiva, un bien ejemplo de una ordenación coherente con la lógica del capital, en donde el crecimiento del conjunto ha ido de la mano con los procesos de desarrollo desigual, tanto a escala interregional como intrarregional, que los agentes espaciales, tanto privados como públicos, han promovido, aunque no puede ignorarse la aparición de una cierta difusión urbana e industrial en la última década. Lograr una mayor armonización entre el crecimiento y la competitividad de la economía, el desarrollo tecnológico y la calidad de vida de la población, reduciendo los fuertes costes sociales y ambientales anteriores para aumentar como contrapartida los equipamientos no directamente productivos pero esenciales en cualquier mejora del bienestar social es, sin duda, uno de los principales retos para el futuro inmediato del Japón.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES Capítulo VI
EL ESPACIO DEL CAPITALISMO NORTEAMERICANO
I.
América del Norte, un espacio dominante
América del Norte, denominada también en ocasiones América anglosajona en relación con el poblamiento y la cultura dominantes en contraste con Latinoamérica, se extiende, según la división regional aquí adoptada, desde la frontera del río Grande hasta las proximidades del Polo Norte, comprendiendo una superficie total de 19,3 millones de kilómetros cuadrados repartidos casi por mitad entre Canadá (9.976.000 km2) y Estados Unidos (9.363.000km2), dos de los países más grandes del mundo y que se sitúan hoy en lugares de privilegio por lo que se refiere a su potencial económico, o a los niveles de renta y bienestar de que disfruta la mayoría de su población. La frontera norteamericano-mexicana es, pues, más que un simple límite político, una divisoria entre áreas con situaciones muy diversas en cuanto a su desarrollo, que se acusa en una brusca transición, además de un límite entre dos culturas y dos modelos de colonización históricamente contrastados. De este modo, los 298 millones de habitantes estimados en 1997, equivalentes al 5,1 % del total mundial, presentan unos rasgos de conjunto plenamente identificares con los del mundo desarrollado. Afectada por un progresivo estancamiento demográfico que reduce su natalidad al 13‰ y su crecimiento vegetativo anual al 0,6 %, con una esperanza media de vida cifrada en 76 años, una práctica inexistencia del analfabetismo y muy elevados niveles de PNB per cápita (más de 25.000 dólares), además de valores también muy elevados en lo referente a dotaciones asistenciales, América del Norte se configura como la primera potencia económica y geopolítica del panorama internacional, en el contexto de este mundo multipolar que domina el final del siglo XX, tras décadas de enfrentamiento entre los bloques político-militares e ideológicos que lideraron Estados Unidos y la Unión Soviética (Taylor, P. J., edit., 1993). Finalmente, su carácter dominante se reafirma al considerar que aquí se genera el 28 % de la producción mundial, se consume una proporción similar de la energía y se emite una cuarta parte del dióxido de carbono enviado a la atmósfera, lo que equivale a decir que esta región mantiene un nivel de actividad que exige utilizar una parte importante de los recursos disponibles, tanto en el interior como en el exterior, para lo que sus empresas han llevado a cabo una creciente penetración en buena parte de las legiones del globo. En consecuencia. Estados Unidos y Canadá se constituyen hoy en ejemplo paradigmático del modelo de desarrollo capitalista que ha presidido su evolución en el último siglo y medio; el primero de ambos Estados, en particular, simboliza los vicios y virtudes de un sistema hoy hegemónico en la práctica totalidad del mundo, que encuentra aquí su máximo valedor y exponente (cuadro VI. 1). Cuadro VI.1.
Características demográficas y socioeconómicas de Canadá y Estados Unidos
Indicadores Superficie (miles km2) Población 1997 (miles habitantes) Densidad 1997 (habs./km2) PNB/habitante 1997 (dólares) Tasa de natalidad (‰) Tasa de mortalidad (‰) Tasa de mortalidad infantil (‰) Esperanza media de vida (años) Tasa de dependencia (%) Tasa de urbanización (%) Ocupados sector primario 1995 (%) Ocupados sector secundario 1995 (%) Ocupados sector terciario 1995 (%)
Canadá 9.976,2 30.142 3,0 19.380 12,7 7,2 6,2 77,8 47,5 77,0 4 23 73
Estados Unidos 9.363,1 267.661 28,6 26.980 14,7 8,7 7,3 75,8 52,7 75,0 3 24 73 José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Fuente: Population Reference Bureau. Pero las semejanzas entre ambos países desbordan las simples cifras económicas o los efectos derivados de las grandes dimensiones y la escasa presión sobre los recursos, para incorporar otros aspectos igualmente significativos. De modo similar a lo ocurrido en Australia y Nueva Zelanda, aunque en fecha bastante anterior, los territorios norteamericanos fueron dominios coloniales de las potencias europeas (Inglaterra, Francia y España), basando lo esencial de su dinamismo en la inmigración procedente del otro lado del Atlántico, tanto de Europa como, secundariamente, de África. Desde los puertos, y durante cuatro siglos, tuvo lugar un proceso de colonización en dirección al oeste que supuso desplazar el frente pionero más de cuatro mil kilómetros, expulsando a las poblaciones asentadas y ocupando de manera efectiva una serie de regiones naturales dispuestas en sentido perpendicular a la dirección del avance, que han favorecido la diversidad y complementariedad de las actividades productivas implantadas en cada una de ellas. Al tiempo, la sociedad norteamericana se muestra hoy plenamente urbanizada e inserta en lo que algunos identifican con la sociedad postindustrial, concomitante con la expansión del capitalismo global (Méndez, R., 1997). Pese a ocupar apenas el 2 % del suelo, las ciudades reúnen hoy a tres cuartas partes de la población norteamericana, en tanto las áreas rurales han sido también profundamente transformadas por el propio impacto de la urbanización, que alcanza así mayor significación cualitativa que cuantitativa. La formación de grandes aglomeraciones, conocidas como «Standard Metropolitan Statistical Areas» por la Oficina del Censo en Estados Unidos, puntos focales de la vida norteamericana, centros rectores donde se gestan las decisiones políticas y económicas, y máximo exponente de las contradicciones de esta sociedad, es, por tanto, un elemento esencial en cualquier análisis sobre su realidad actual. Él declive relativo que bastantes de ellas experimentan desde hace ya más de dos décadas, así como su crisis social interna, suponen, por tanto, dos de los procesos con mayor trascendencia territorial y obligado análisis de los últimos tiempos. Por su parte, el dominio que un pequeño número de grandes corporaciones ejerce sobre una parte creciente de la economía nacional y la paralela concentración del potencial productivo en unas cuantas áreas, materializan los procesos de centralización financiera y de decisiones en contraste con la intensa descentralización espacial que conocen hoy los sectores productivos y de servicios ocupados en tareas de escaso valor o vinculadas al consumo. La progresiva terciarización de la población activa, frente al retroceso de la ocupada en el sector manufacturero, es un último rasgo distintivo; la mejora de la productividad industrial asociada al cambio técnico, el desarrollo de las actividades de intercambio y transporte que exige la creciente especialización productiva, la demanda cada vez mayor de servicios en sustitución de la de bienes, etc., son factores explicativos del fenómeno. Si en 1960 el sector terciario empleaba al 55 % de la población ocupada en ambos países, hoy esa proporción alcanza el 73 %, representando también más del 90 % de los puestos de trabajo creados en los veinte últimos años (cuadro VI. 1). Pero junto a los rasgos comunes, también es notoria la existencia de importantes contrastes entre ambos países, siendo el primero de ellos la posición latitudinal, que impone severas restricciones a la ocupación de una buena parte del territorio canadiense, particularmente por lo que se refiere a las regiones del Gran Norte. Mayores diferencias se observan aún en cuanto al peso específico de cada Estado, tanto en el plano demográfico como económico. Si Estados Unidos cuenta con 268 millones de habitantes, lo que le supone una densidad de casi 29 habsAm 2, Canadá reúne tan sólo 30 millones —menos ya que el estado de California— con una densidad de tan sólo 3 habs./km2, mucho más homogénea además desde el punto de vista étnico, frente a la heterogeneidad que introducen en Estados Unidos las minorías negra (33 millones), hispana (23 millones), o asiática (9 millones), que representan la cuarta parte del censo total y crecen a un ritmo bastante superior al del conjunto. Así, por ejemplo, la población hispana pasó de 14,7 a 22,8 millones entre 1980 y 1994, cuadruplicando el ritmo medio de incremento demográfico en el país, lo que le permite contar con Un 30 % de sus efectivos por debajo de los 15 años. Similares desigualdades se aprecian respecto al potencial económico: con un PNB cifrado en la cuarta parte de la producción mundial, los Estados Unidos son, con mucho, el país más poderoso en el contexto económico internacional, pese al declive relativo que experimenta desde hace más de dos décadas con relación a Japón o la Unión Europea, los restantes miembros que configuran lo que Ohmae (1985) identificó como la Tríada del poder, en tanto Canadá cuenta apenas con la décima parte de esa cifra, ocupando el noveno lugar entre los estados del mundo, con el 2,1 % de la producción global (España ocupaba el décimo, con el 1,9 %), si bien se sitúa a la cabeza en cuanto al índice de desarrollo elaborado por las Naciones Unidas, mientras su poderoso vecino tan sólo ocupa el cuarto lugar (véase cuadro II.3). Finalmente, el papel ejercido en el mundo y el tipo de relaciones mantenidas con el exterior José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES también suponen evidentes distancias. Frente al carácter hegemónico ostentado por EE.UU. desde comienzos de siglo, con un área de influencia política, militar y económica que abarcó más de la mitad del planeta durante el periodo de guerra fría (1945-1990), Canadá mantuvo durante mucho más tiempo su estatus colonial, visible aún parcialmente en la dependencia múltiple respecto a su poderoso vecino, así como en las características de su comercio exterior, en el que los productos agrarios, forestales y minerales siguen ocupando un lugar destacado. Esto le configura, en cierto modo, como una periferia inmediata del capitalismo estadounidense, beneficiándose de los flujos financieros, tecnológicos o turísticos procedentes del sur, lo que unido a sus inmensos recursos y su bajísima presión demográfica permite que su población disfrute de unos elevados niveles de renta y bienestar, si bien a costa de un alto grado de dependencia que la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y México, en vigor desde 1994, no hizo sino reforzar. Pero si las diferencias entre ambos países por lo que se refiere a sus indicadores básicos son un hecho de gran significación geográfica, no le van a la zaga las desigualdades existentes en el reparto regional y el disfrute personal del bienestar alcanzado por ambas sociedades en su conjunto, particularmente por lo que se refiere a Estados Unidos, donde los estudios sobre las «bolsas de pobreza», en las que aún se incluyen unos 37 millones de ciudadanos según las cifras oficiales de 1995, no pueden entenderse como un hecho anecdótico o una valoración teñida con tintes demagógicos, sino como un fenómeno estructural que ha suscitado creciente atención por parte de numerosas ciencias sociales en los últimos años. Si la gran extensión latitudinal, el carácter compacto del continente o el proceso colonizador justifican en ambos casos los contrastes en los modos de ocupación entre el norte y el sur, o entre las regiones interiores y litorales, los efectos del proceso industrializado!- no han hecho sino acentuarla concentración de efectivos en ciertas áreas debido a sus ventajas comparativas desde la perspectiva de la rentabilidad empresarial, agravando así los desequilibrios interregionales. La historia de este proceso, los efectos generados y sus perspectivas de futuro ante la reestructuración del modelo territorial precedente que se apunta en la actualidad, son temas esenciales para un análisis inicial de la geografía norteamericana. II.
Los fundamentos del desarrollo y la diferenciación regional en Norteamérica
1.
EL PROCESO COLONIZADOR Y LAS ETAPAS DEL POBLAMIENTO
La presencia humana en Norteamérica parece remontarse al menos unos veinte mil años, con una ocupación que, a través del estrecho de Bering y en dirección al sur, fue afectando las diferentes regiones, desde Alaska a la costa del golfo de México. Las densidades de población debieron mantenerse muy bajas, estimándose entre un millón y un millón y medio el número de habitantes al finalizar el siglo XV, si bien las condiciones del medio natural, traducidas en las formas de actividad dominantes en cada caso, establecían notables diferencias, desde las áreas agrícolas de la costa oriental, a la caza en las llanuras interiores más secas, o la pesca en buena parte de los sectores litorales, sobre todo del Pacífico (De Blij, H.J., 1974,103). Durante los siglos XVI y XVII el asentamiento en las primeras colonias instaladas por los europeos en la costa atlántica introdujo una primera división del territorio en áreas de influencia bastante bien delimitadas, pues mientras los españoles dominaban un vasto territorio que por el sur, y desde Florida a California, prolongaba el imperio mexicano, los franceses ocuparon Quebec y la Louisiana, en tanto los colonos británicos, más numerosos, se establecieron en los sectores centrales de la costa (a partir de la fundación de Virginia en 1607), desde la desembocadura del San Lorenzo hasta Georgia, implantando incluso algunos asentamientos al norte de los Grandes Lagos, cerca de la bahía de Hudson. Durante el siglo XVIII, la constante pugna entre las potencias europeas supuso una modificación en ese reparto, sobre todo tras el Tratado de París (1763), por el que Francia cedió a los ingleses sus derechos sobre el territorio de Canadá y los situados al este del Mississippi, mientras España cedía Florida a cambio de Louisiana. El proceso culminó en 1776, cuando las trece colonias británicas de la costa este (Nuevo Hampshire, Massachusetts, Rhode Island, Connecticut, Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania, Delaware, Maryland, Virginia, Carolina del Norte, Carolina del sur y Georgia) rechazaron la sujeción a la metrópoli, iniciando una guerra que acabó en 1783 con la independencia de los Estados Unidos de América, en tanto las colonias al norte del San Lorenzo decidían permanecer vinculadas a la corona británica como dominio del Canadá, y, por el sur, España mantenía sus posesiones desde Florida (recuperada en 1783) hasta California. En el momento de la independencia estadounidense, la sociedad y la organización del José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES territorio norteamericano distaban mucho de ser tal como hoy los conocemos. Tanto en Canadá como en EE.UU., los asentamientos europeos se limitaban a una franja relativamente estrecha desde el valle del San Lorenzo y siguiendo la llanura litoral hacia el sur, con tan sólo algunas tímidas penetraciones hacia el interior siguiendo el curso de algunos ríos, pero manteniendo los Apalaches como frontera natural, más allá de la cual las densidades se reducían notablemente y el predominio de las poblaciones amerindias se mantenía casi intacto. Los 4,5 millones de habitantes existentes en 1790 (3,9 millones en los Estados Unidos y unos 600.000 en los dominios canadienses), unidos al millón aproximado de amerindios que poblaban las regiones interiores, suponían una densidad media inferior a 0,5 habs./km2. Los colonos europeos constituían una sociedad esencialmente agraria, con un claro predominio de los pequeños propietarios que cultivaban reducidos lotes de tierra cuya producción se destinaba prioritariamente a la propia subsistencia, asentados en pequeños núcleos relativamente próximos e interconectados, junto a una minoría de comerciantes y banqueros, generalmente británicos, que mantenía los contactos con la metrópoli. La única excepción a este tipo de organización social y económica eran los estados del Sur, desde Virginia a Georgia, donde desde el siglo anterior se había establecido el predominio de la economía de plantación basada en una abundante mano de obra importada desde África, y que por estas fechas se cifraba en unas 800.000 personas, suponiendo alrededor de una quinta parte de la población total del país. Aquí la gran propiedad y una agricultura orientada esencialmente a la exportación, inicialmente del tabaco y más tarde del algodón, generaban una estructura social mucho más jerarquizada y unas densidades inferiores a las existentes en los territorios al norte de Maryland, dando lugar a una dicotomía que se iría profundizando con los años y, particularmente, tras él inicio de la industrialización. La evolución seguida durante el siglo XIX supondrá una progresiva divergencia en el rumbo seguido por ambos países, que consolidan entonces buena parte de los rasgos que definen su presente. La historia de los Estados Unidos en la pasada centuria estuvo presidida por dos fenómenos esenciales, la revolución industrial desencadenada en la primera mitad del siglo, coetáneamente con la Europa noroccidental, y la expansión continua hacia las costas del Pacífico y del golfo de México, que permitió integrar definitivamente el territorio nacional al acabar el siglo, ampliando su superficie desde los 2,3 millones de kilómetros cuadrados de 1790, a los 7,7 millones en 1950, y los 9,4 millones en la actualidad, al convertirse en Estados de la Unión los territorios de Alaska y las Hawái (fig. 6.1). Una parte importante de esa expansión se hizo por compra (en 1803 la Louisiana a Francia, en 1819 la península de Florida a España, en 1867 Alaska a Rusia), anexión o conquista, tanto a costa de México como de las diferentes tribus autóctonas que fueron exterminadas o confinadas en reservas localizadas, esencialmente en las regiones áridas del Medio Oeste, desde Dakota y Montana, hasta Arizona y Nuevo México (Watson, I. W., 1979,20-48). El impulso definitivo que permitió desbordar los Apalaches y su piedemonte occidental, desplazando el frente pionero hacia las llanuras centrales y abriendo inmensas posibilidades al desarrollo, agrario del país tuvo lugar tras la Guerra de Secesión (1861-1865), apoyado en la expansión de los tendidos ferroviarios, al tiempo que se desarrollaban también de manera autónoma otros focos secundarios de poblamiento en la costa del Pacífico, desde Seattle a California, alentados por el descubrimiento de oro a mediados de siglo, y escasamente conectados con el resto del país ante el grave obstáculo impuesto por las cordilleras y desiertos occidentales. La ocupación de las llanuras centrales se hizo mediante la venta de tierras por parte del gobierno, a precios muy bajos, a un gran número de colonos que se instalaron de manera efectiva en el territorio, en un típico proceso de «colonización de poblamiento», muy distinto a la «colonización de explotación» que se llevó a cabo en Latinoamérica, basada en el control de la población autóctona, utilizada como fuerza de trabajo esencial por una minoría europea, y el reparto de grandes encomiendas.
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Fig. 6. 1.
Proceso de expansión territorial en Canadá y Estados Unidos.
La colonización de estas regiones tomó como modelo el sistema township («Homestead Act» de 1862), en el que, apoyándose en la horizontalidad del propio terreno, éste se dividía en cuadrículas regulares, con secciones de una milla de lado, cada una de las cuales se subdividía en cuatro lotes de 64,6 hectáreas, que constituía la explotación-tipo, si bien a medida que se fue avanzando hacia regiones más secas el tamaño se amplió hasta representar una sección completa (260 ha) e incluso más. Un poblamiento disperso y muy laxo, basado en granjas instaladas en el interior de las explotaciones, y una red viaria ortogonal, en cuyos nudos de interconexión surgían algunos pequeños centros de servicios, completaban un modelo de organización territorial de gran sencillez, que promovió el desarrollo de una clase media campesina, cuyo papel en los inicios de la industrialización fue decisivo. El impulso que hizo posible esta ocupación provino de una inmigración masiva, cifrada en más de 40 millones de personas desde comienzos del siglo XIX y hasta la I Guerra Mundial, que, unida al dinamismo demográfico de una población joven, permitió elevar los efectivos del país desde menos de 4 millones en la fecha de la independencia, hasta 23 a mediados de siglo y 76 al finalizar la centuria, con una tasa media anual de crecimiento cifrada en un 2,7 % (cuadró VI.2). Si en las primeras etapas los colonos británicos e irlandeses, junto a los esclavos africanos, constituyeron la práctica totalidad de las llegadas, desde la segunda mitad del XIX, a medida que la «revolución demográfica» se extendía por Europa; el predominio pasó a los procedentes de los países mediterráneos y balcánicos, ampliando con ello la variedad étnica, que los contingentes asiáticos y la inmigración latinoamericana de las últimas décadas han completado. No obstante, la implantación de una política restrictiva tras la I Guerra Mundial y, sobre todo, la Depresión del veintinueve, con el establecimiento de cuotas anuales, ha ido reduciendo su participación en el crecimiento global, si se exceptúa la creciente atracción de inmigrantes desde México y Centroamérica, cifrada en unos 300.000 anuales, de los que casi la mitad lo hacen ilegalmente. De este modo, la población de origen hispánico alcanzó los 23 millones de personas en 1994, equivalentes al 9 % de los habitantes del país, de los que un 64 % procedían de México, con una estructura demográfica bastante más joven que el resto (26,7 y 35,5 años de promedio José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES respectivamente), una elevada proporción de jóvenes que no superan la educación básica (11,8 % frente al 0,8 % del resto),-y una alta tasa de paro (11,9 % frente a 6,1 %), que se traduce en otra similar de pobreza (29,3 %, por sólo un 13.1 % para el resto). Cuadro VI.2. Evolución de la población en Estados Unidos y Canadá. Estados Unidos
Canadá Millones Millones Año habitantes Año habitantes 1790 3.929. 1820 9.638 1850 23.192 1851 2.436 1880 50.156 1881 4.325 1900 75.995 1901 5.371 1920 105.711 1921 8.787 1940 131.669 1941 11.507 1960 179.323 1961 18.238 1980 229.807 1981 24.335 1997 267.661 1997 30.142 Fuente: U.S. Census Bureau y Population Reference Bureau. La ocupación del territorio canadiense se realizó siguiendo unos pasos similares, si bien el retraso con que se produjo y los escasos contingentes inmigratorios fueron sus rasgos originales junto a la brusca ruptura respecto a su lugar de origen que ha tenido lugar durante las dos últimas décadas: si en 1950 casi el 90 % de las llegadas procedían de Europa o Estados Unidos, en la actualidad más del 50 % lo hacen desde Asia, frente a tan sólo una tercera parte ligada aún de esos dos focos tradicionales. Entre 1981 y 1986, el saldo migratorio neto se redujo a sólo 23.000 personas, apenas el 2,5 % del crecimiento demográfico total, frente a una proporción que alcanzaba el 34,4 % una década antes, como respuesta a los problemas económicos del país. Al comenzar el siglo XIX, la población total apenas alcanzaba los 600.000 habitantes, instalados a lo largo del San Lorenzo y hasta Terranova, con una economía basada en la agricultura de subsistencia y la comercialización de algunas materias primas, en particular las pieles, tanto en el Quebec francófono, como en las Provincias Marítimas o en Ontario, de predominio anglosajón. El único rasgo original lo constituyó la organización del sistema agrícola conocido como rang, predominante en las áreas de colonización francesa, en donde el terrazgo dispuesto a lo largo del valle se organizó mediante lotes alargados y uniformes de unas 20 ha, perpendiculares al río que constituía la vía esencial de comunicación, y con un habitat alineado a lo largo de los ejes de comunicación, que ha pervivido en gran parte hasta nuestros días. El primer impulso significativo para ocupar las llanuras centrales, correspondientes a las actuales provincias de Alberta, Saskatchewan y Manitoba (denominadas genéricamente ALSA-MA), sólo se produjo en la primera mitad del siglo XIX, acentuándose con la instalación de los ferrocarriles, lo que, unido a un aumento en el ritmo inmigratorio desde la metrópoli que redujo la población francófona al carácter de minoría y la amerindia a poco más del 1 %, le permitió alcanzar 3,5 millones de habitantes en 1857 y 5,4 millones en 1901. En cualquier caso, al crearse la Confederación de Canadá en 1867, el país aún mantenía al 80 % de su población en el medio rural y basaba el 50 % de su PNB en el sector primario, centrando sus exportaciones casi exclusivamente en las materias primas (madera, cereales, pieles, potasa...), en contraste con lo que ocurría al otro lado de la frontera. Las dificultades climáticas y las bajas densidades de población frenaron la expansión hacia el Gran Norte, que sólo tras el descubrimiento de oro en el Yukón registró algún movimiento en este sentido. Tanto en uno como en otro caso, por tanto, el avance de la colonización sólo se completó con la instalación de los ferrocarriles transcontinentales, el primero de los cuales quedó inaugurado en 1869, al unirse en Promontory Point el tendido de la «Union Pacific» procedente de la costa este a través de Nebraska, con el de la «Central Pacific», procedente de San Francisco. En 1883 se inauguraron otras dos líneas, una al sur, desde Los Ángeles a Nueva Orleans, y otra al norte, entre Portland y los Grandes Lagos (Chicago), en tanto el «Canadian Pacific», hasta Vancouver, lo hizo en 1885. En este sentido, los transportes jugaron un papel esencial en el proceso de poblamiento, marcando sus etapas y facilitando la progresiva integración y especialización regional. 2. LA RED DE TRANSPORTES Y LA INTEGRACIÓN TERRITORIAL EN NORTEAMÉRICA José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES El movimiento hacia el oeste, que presidió parte importante de la vida norteamericana durante decenios, no fue, en esencia, sino un proceso de difusión espacial, tanto de la población como de las innovaciones y de las relaciones capitalistas en su conjunto, cuyas fases esenciales han sido modelizadas por Johnston tal como recoge la figura 6.2 (Johnston, R. J., 1982, 71), extrapolando en cierto modo las ideas expuestas por Taaffe, Morrill y Gould sobre la evolución teórica de una red de transportes (Taaffe, E. J.; Gauthier, H. L., 1973,48). El proceso tuvo su origen en una serie de centros impulsores, identificados Con los principales puertos de la costa atlántica, y se difundió a lo largo de unos ejes que inicialmente fueron los ríos navegables, para ceder luego su primacía a los ferrocarriles, alterando profundamente en su transcurso el modelo territorial anterior, tanto por la ampliación del área ocupada y el traslado del centro de gravedad, como por la modificación que el descenso en el coste de desplazamiento o transferencia supuso en la funcionalidad y el peso especifico de cada región. Según el esquema utilizado por Taaffe para Estados Unidos, pueden distinguir cuatro etapas esenciales (Taaffe, E. J., 1973). En una primera fase, que denomina «era del transporte local», el escaso desarrollo de estas infraestructuras y, por consiguiente, el rápido aumento de los costes con la distancia, impedía la especialización regional.; cada puerto organizaba en su entorno un pequeño hinterland, con densidades de ocupación decrecientes hacia la periferia, de dimensiones variables en relación con las facilidades de penetración hacia el interior o el dinamismo desarrollados por sus comerciantes y banqueros, actuando como punto de interconexión con la metrópoli, y con escasas relaciones entre ellos.
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Una segunda fase, identificada con la de desarrollo del transpone a partir de los ejes fluviales, se inició en 1825 con la inauguración del canal del Erie, que permitió enlazar los Grandes Lagos con el río Hudson y Nueva York, potenciando de este modo el desarrollo de este puerto frente a sus competidores al expandir notablemente su hinterland. Una red secundaria fue a este respecto, la del Mississippi-Ohio, con vértice en Nueva Orleans, ya utilizada anteriormente, pero que cobró verdadera importancia ahora, permitiendo el rápido crecimiento de una serie de ciudades interiores emplazadas en sus orillas como San Luis, Cincinnati o Pittsburgh. En conjunto, esto supuso la incorporación del sector oriental de las grandes llanuras (Ohio, Indiana, Kentucky...) a la economía del intercambio, con tierras fértiles y abundantes que pronto se especializaron en la producción de granos, forzando, a los granjeros de Nueva Inglaterra a especializarse a su vez en producciones más intensivas o cuyo coste a larga distancia resultase aún prohibitivo (horticultura, lácteos..). AI comenzar la segunda mitad del siglo se asiste al inicio de la «era del dominio ferroviario», marcada por una rápida expansión del tendido, que si en 1830 se limitaba a 37 kilómetros, veinte años después alcanzaba ya 14.432, para rebasar los 60.000 en 1869, año de interconexión de la red José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES transcontinental, y llegar a 385.000 en 1910; en pocos años, el ferrocarril monopolizó casi todas las formas de transporté, tanto de mercancías como de pasajeros, y lo mismo a corta que a larga distancia, en detrimento de caminos y canales. Su expansión hacia el oeste se aceleró tras la guerra civil, formando una densa red en la mitad oriental del país, que disminuía rápidamente al alcanzar las Rocosas, y enlazaba con la costa del Pacífico mediante tres ejes paralelos que potenciaron el desarrollo de sus estaciones terminales (fig. 6.3). El auge ferroviario supuso una profunda alteración del modelo territorial. Ante todo, permitió ampliar extraordinariamente las áreas de influencia de las ciudades orientales e incrementar el volumen de intercambios, potenciando de manera directa el fenómeno urbano e industrial registrado en esas fechas en la costa nordeste, donde ya a comienzos de nuestro siglo se dibujaba una densa red de núcleos en rápida expansión y un cinturón manufacturero de forma aproximadamente rectangular, cuyos vértices podrían situarse en Milwaukee, Boston, Washington y San Luis, que engloba ciudades tan importantes cómo Nueva York, Chicago, Detroit, Filadelfia, Cleveland, Pittsburgh, Búfalo, etc. Si en 1800 un buen número de puertos del Atlántico seguían manteniendo una importancia y dimensión similares, un siglo después la competencia había acentuado la jerarquización, con Nueva York a la cabeza de una gran aglomeración extendida desde Boston a Baltimore. Secundariamente, en los principales nudos de la red ferroviaria se expandieron con rapidez ciudades como Denver o Chicago, convertida en segundo centro financiero e industrial del país, organizando vastos espacios regionales de escasa densidad, en tanto otros como San Luis —que en 1850 era aún la principal ciudad al oeste del Mississippi—o Cincinnati, perdían su anterior primacía. Pero el cambio de mayor relevancia geográfica lo supuso la plena incorporación del territorio norteamericano a la economía de intercambio, potenciando con ello la especialización regional y la producción en gran escala, al tiempo que se configuraba Un sistema espacial integrado que estaba organizado jerárquicamente a partir de los centros urbanos. Hasta la llegada del ferrocarril, sólo la ganadería extensiva del Medio Oeste, organizada en grandes ranchos, mantenía su viabilidad económica a base de ocupar enormes extensiones de terreno y trasladar las cabezas de ganado incluso varios miles de kilómetros hasta los mercados de consumo. Ahora, la apertura de las nuevas rutas fue seguida inmediatamente por la instalación de colonos que desplazaron la frontera cada vez más hacia el oeste, incorporando una agricultura extensiva, tempranamente mecanizada, y orientada desde sus orígenes a la comercialización prácticamente total de las cosechas sin rémoras de estructuras heredadas. El efecto llegó incluso dejarse sentir en la agricultura de California, enlazada ya a los grandes mercados consumidos de la otra costa gracias a la reducción de las tarifas ferroviarias, impulsando extraordinaria-lente con ello los cultivos hortofrutícolas, particularmente los cítricos, junto al paralelo desarmo de la explotación forestal en los Estados de Washington y Oregón, de la minería en las Rocosas, etc. En resumen, si desde la época colonial y hasta entonces los flujos dominantes se habían organizado en sentido norte-sur, siguiendo la costa atlántica o la red del Mississippi, a partir de este momento la ampliación de la escala territorial y el predominio de la organización general en sentido oeste-este modificaron profundamente las estructuras espaciales del país. Desde los años veinte de nuestro siglo, la progresiva sustitución del ferrocarril por la carretera, sobre todo en el tráfico de pasajeros y para cortas distancias, y la constante mejora tecnológica en este campo, permitieron el paso a la «era del transporte en competencia» que, al aumentar la fluidez del espacio y reducir progresivamente los costes de desplazamiento, originó un incremento progresivo de la concentración, al ampliar las áreas de influencia urbana y convertir las economías de aglomeración en el principal factor de atracción empresarial, según parecen apuntar los diversos estudios realizados sobre la evolución de las áreas metropolitanas estadounidenses en los años sesenta (Moseley, M. L, 1977,152-154). 3. LA DISTRIBUCIÓN DE LAS GRANDES REGIONES NATURALES Y SU SIGNIFICADO GEOECONÓMICO El proceso de poblamiento que acaba de describirse estuvo parcialmente condicionado desde sus inicios por las características de un medio físico heterogéneo que, además de limitar y orientar el avance, estableciendo en algunas áreas graves obstáculos a la penetración, introdujo posibilidades diversas en su explotación, aspecto éste que ha incidido directamente sobre la especialización regional, las densidades de población, etc., exigiendo por tanto un breve comentario respecto a la distribución de los grandes conjuntos naturales y su reflejo actual en la organización del territorio. Dentro de éste bloque continental de forma cuadrangular y perfil compacto, las unidades de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES relieve suponen el elemento fundamental que sirve de base a la definición y delimitación de las regiones naturales. Con un predominio de la orientación meridiana, los grandes conjuntos estructurales se organizan en torno al Escudo canadiense o Laurentino, bloque precámbrico que ocupa el cuadrante nororiental, con centro en la bahía de Hudson, que alcanza por su flanco sur los Grandes Lagos y por el oeste el río Mackenzie. Rodeando este sector, que representa el «núcleo» .originario de Norteamérica, aparece un cinturón constituido por terrenos paleozoicos dispuestos diagonalmente desde el Ártico al golfo de México, en cuyo interior contrastan hoy las amplias llanuras, dominantes sobre todo en Estados Unidos, con la cordillera de los Apalaches y sus prolongaciones occidentales. El conjunto queda cerrado al oeste por una amplia franja montañosa, que desde Alaska se prolonga de forma continua en dirección al istmo centroamericano, incorporando los relieves más abruptos y complejos, responsables del tradicional aislamiento que ha afectado a la fachada del Pacífico. La configuración presente es resultado de una larga evolución geológica, cuyos eslabones básicos permiten comprender la diversidad actual. El desplazamiento del continente Laurentino o escudo canadiense-groenlandés durante el Paleozoico, y la compresión a que se vio sometido en la aproximación a otros bloques emergidos hasta constituir finalmente la Pangea, originaron la emersión de una amplia banda montañosa en sus márgenes, desde los Apalaches y hacia el oeste, posteriormente arrasada por la acción prolongada de los agentes erosivos. La individualización continental que supuso la apertura del Atlántico Norte durante el Mesozoico, inició un movimiento divergente en su flanco oriental, contrarrestado por la compresión a que se vio sometido su frente occidental contra la placa del Pacífico. El resultado fue la emersión de una serie de cordilleras perioceánicas adosadas, desde el eje que forman los montes Brooks, Mackenzie y las Rocosas hacia el oeste, que aún constituyen un área dinámica de la corteza afectada por sismicidad, particularmente en su sector suroccidental (falla de San Andrés), al tiempo que se fracturaban intensamente los sectores orientales más antiguos, individualizándose una serie de unidades según su comportamiento ante los esfuerzos tectónicos. El glaciarismo cuaternario, que en diversos episodios llegó a recubrir algo más de la mitad septentrional del territorio, supuso un último elemento de importancia en la evolución geomorfológica norteamericana (fig. 6.4V Como consecuencia de este proceso, América del Norte queda dividida hoy en cinco grandes conjuntos morfoestructurales, que al propio tiempo orientan la distribución de unos dominios bioclimáticos en los que, junto a la disposición meridiana del relieve, son la latitud la continentalidad y las corrientes oceánicas (cálidas del Golfo y Kuro-Shivo, frías del Labrador y California), los factores determinantes, favoreciendo una gran variedad —desde climas árticos a subtropicales áridos— y una clara disimetría de las fachadas costeras (fig. 6.5). La conjunción de todos estos elementos permite dibujar con bastante precisión las regiones naturales cuyos rasgos básicos se resumen de forma esquemática en el cuadro VI.3. El Escudo canadiense constituye un típico zócalo precámbrico de casi cinco millones de kilómetros cuadrados, que se continúa en la Tierra de Baffin y Groenlandia, en el que afloran los materiales cristalinos y metamórficos que constituyen el fondo de antiguos geosinclinales, con un relieve tabular basculado hacia su centro hasta quedar sumergido en la bahía de Hudson, y presentando un frente abrupto hacia la periferia, que en su día supuso un cierto obstáculo a la penetración junto a la existencia de escarpes de falla visibles hoy en fenómenos tan espectaculares como las famosas cataratas del Niágara. La morfología actual aparece profundamente retocada por la erosión glaciar, generadora de multitud de lagos por sobreexcavación, depósitos morrénicos, etc. Si los sectores más septentrionales aparecen dominados por la tundra ártica vinculada al permafrost, la mayor parte de su superficie se ve afectada por un clima continental bastante extremo y de rasgos subárticos, en el que el efecto de los centros de acción térmicos estacionales se corresponde con una fuerte oscilación de las temperaturas (más de 50° en el Territorio del Noroeste) y cierta escasez de precipitaciones, esencialmente estivales, de modo similar al caso siberiano También aquí, las grandes superficies ocupadas por el denso bosque boreal de coníferas (más del 50 % del territorio) se constituye en uno de los rasgos más característicos de identificación nacional, acompañando al bosque mixto o Laurentino que aparece como formación de transición en el valle de este río y los Grandes Lagos, hasta Terranova. Espacio inhóspito para los asentamientos agrícolas debido a los rigores climáticos, que justifican las bajísimas densidades de población existentes, el Escudo Laurentino constituye, en cambio un pilar esencial en la economía canadiense, tanto por la abundancia de minerales explotables que aquí se encuentran (hierro, níquel, plomo, uranio, cobre, cinc, oro...) como por los recursos forestales e hidroeléctricos con que cuenta, aprovechados sólo parcialmente en sus áreas marginales más próximas a los mercados de consumo y los puertos. En el caso de minerales como el hierro, su localización próxima al cinturón manufacturero estadounidense ha favorecido su José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES exportación masiva por vía fluvial, que aun así resulta hoy insuficiente para cubrir su demanda, obligando a importaciones desde países más alejados como Venezuela, Brasil e incluso, el África occidental. La llanura atlántica constituye una estrecha franja sedimentaria extendida latitudinal-mente desde New Brunswick hasta Florida y la costa del golfo de México (45 a 25° N. aproximadamente) donde, sin solución de continuidad, entra en contacto con las grandes llanuras centrales o del Mississippi.
Fig. 6.4.
Unidades de relieve y corrientes marinas en América del Norte.
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Fig. 6.5.
Formaciones vegetales de América del Norte.
Cuadro, VI.3. Regiones naturales de América de1 Norte.
Región l. Escudo canadiense.
Relieve
Clima
Formaciones vegetales
Efectos sobre la ocupación
Zócalo precámbrico. Formas planas y huellas glaciares. Rocas cristalinas y metamórficas
Ártico. Continental subártico.
Tundra. Bosque de coníferas.
Abundancia de minerales explotables. Centrales hidroeléctricas en márgenes. Escasas posibilidades agrícolas.
2. llanura atlántica Llanura sedimentaria
Continental
Bosque de confieras
Llaneras agrícolas
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3. Apalaches.
litoral. Sumersión al norte (estuarios) y emersión al sur
húmedo en mitad norte. Subtropical húmedo en mitad sur.
al norte. Bosque caducifolio en áreas centrales. Pinares en Florida.
desde el inicio de la colonización europea. Centrales hidroeléctricas, en la Fall Lines.
Macizo paleozoico rejuvenecido. Alineaciones paralelas por erosión diferencial.
Variaciones según Escalonamiento latitud y altitud altitudinal, con (clima de predominio del montaña). bosque caducifolio.
Cuencas hulleras en margen occidental, y metalíferas en la oriental. Obstáculo al desplazamiento hasta tendido de ferrocarriles.
Metamorfismo y sedimentos paleozoicos. 4. Llanuras centrales
Cuenca sedimentaria hundida, tapizada por depósitos continentales y marinos. Grandes ejes fluviales.
Continental. Bosque de Variaciones de O a confieras al norte. E (precipitación) y Pradera al este y de N a S estepa al oeste. (temperatura).
Región agrícola por excelencia. Ejes fluviales navegables (Mississippi) Yacimientos de carbón e hidrocarburos.
5. Cordillas occidentales
Cadenas perioceánicas plegadas desde Mesozoico y cuencas interiores hundidas. Rocas metamórficas y cristalinas al este. Llanuras costeras estrechas y discontinuas.
Clima de montaña en cordilleras. Clima árido en cuencas interiores. (Máximo hacia el S). En la costa, oceánico al norte y mediterráneo en California
Principal obstáculo a interconexión entre fachadas costeras (montañas, desiertos). Recurso, minerales, sobre todo en borde de las Rocosas. Posibilidades agrícolas en el litoral y áreas regadas (Gran Valle de California).
Bosque de coníferas en cordilleras. Estepa y desierto en cuencas Bosque esclerófilo y chaparral en California.
Esta pequeña unidad conoce, dentro de una notable abundancia de precipitaciones, una rápida alteración de sus condiciones térmicas, pues mientras su mitad septentrional, sometida a un proceso de subsidencia que ha posibilitado la formación de buenos puertos naturales en los estuarios, está afectada por un clima continental húmedo influido por la corriente fría del Labrador, con promedios invernales inferiores a los cero grados, su mitad meridional presenta inviernos muy suaves (10-15° en enero), reflejo del efecto suavizador ejercido por la corriente del Golfo, en tanto los veranos son cálidos y lluviosos, con esporádicas llegadas de ciclones tropicales procedentes del Caribe. Además de condicionar la progresiva sustitución del bosque caducifolio oceánico como formación climática por el subtropical (magnolios, palmeras...) y los pinares, que se enseñorean de los arenales existentes en la península de Florida, este contraste térmico justificó históricamente la oposición entre los sistemas mixtos agrícolas-ganaderos desarrollados en las colonias del Norte, con cultivos similares a los europeos, y las plantaciones del Sur, apoyadas ambas en una topografía de formas suaves y suelos aluviales relativamente fértiles. Los Apalaches representan la única cordillera paleozoica de Norteamérica, dispuesta de nordeste a suroeste a lo largo de 3.600 km, rejuvenecida en bloque a partir de una serie de grandes líneas de falla tras la última orogénesis, y organizada por erosión diferencial en alineaciones paralelas que corresponden a crestas resistentes (cuarcitas, areniscas...), separadas por depresiones que los ríos han labrado en los materiales más deleznables (esquistos, margas...). Su escasa altitud, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES apenas superior a los dos mil metros en su punto culminante, el desgaste ocasionado por la erosión glaciar en su mitad norte, y la incisión de la red hidrográfica actual, limitan su carácter de barrera para el desplazamiento, pese a lo cual se constituyeron hasta la independencia en la frontera de la colonización británica. Al propio tiempo, su estructura disimétrica ocasiona un contacto brusco entre el sector cristalino oriental con la llanura atlántica mediante un escarpe de falla («Fall Line»), que ha facilitado la instalación de centrales hidroeléctricas para el abastecimiento de las cercanas aglomeraciones urbanas, en tanto su margen occidental presenta un suave escalonamiento, localizando en particular unos importantes yacimientos hulleros sobre los abundantes sedimentos del Carbonífero, que complementan los metalíferos de la otra vertiente y sirvieron como soporte a la primera Revolución Industrial estadounidense. Así surgieron los típicos «paisajes negros», y se desarrollaron algunos centros industriales de especialización siderometalúrgica como Pittsburgh (Pennsylvania), aunque esta región sólo suponga hoy el 20 % de las reservas estimadas (fig. 6.6). También en el sur de la cordillera se localizan los únicos yacimientos de bauxita norteamericanos con una cierta entidad, lo que obliga a cubrir más del 90 % de las necesidades estadounidenses en este mineral, hoy esencial, acudiendo a importaciones (Jamaica, Australia, Surinam), al igual que en el caso del manganeso', cobalto, cromo o níquel. Las abundantes y bien repartidas precipitaciones, siempre superiores a los mil milímetros, hacen posible una densa cobertera forestal, mucho mejor conservada que en las áreas circundantes, dominada por una gran variedad de especies caducifolias, sin que la reducida altitud posibilite un escalonamiento demasiado significativo salvo en sectores muy concretos, coronados por coníferas, pero favoreciendo en cualquier caso el desarrollo de una economía complementaria a la de las llanuras. Una cuarta región corresponde a las Llanuras centrales. Situadas entre los Apalaches y el Escudo de un lado, y las Cordilleras occidentales de otro, las grandes llanuras centrales norteamericanas adoptan una forma triangular, desde Canadá y ensanchándose progresivamente hacia el golfo de México, dominadas por un relieve de formas planas, aunque ligeramente basculado desde sus sectores noroccidentales, donde se superan los 500 metros de altitud, hacia el sureste, donde se sumergen suavemente bajo las aguas del Golfo, originando una plataforma continental bastante amplia.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES Fragmentó continental paleozoico hundido por efecto de la tectónica de fractura, se convirtió en una gran cuenca de colmatación, recubierta hoy por paquetes sedimentarios de gran espesor que engloban desde depósitos paleozoicos a cuaternarios, alterados tan sólo por algunos horsts como el que representan los montes Ozark y Wachita, y recorrida por la red del Mississippi-Missouri que la vertebra, desembocando en uno de los mayores deltas existentes en el mundo. El abundante caudal y la escasa pendiente han favorecido su navegabilidad, de particular importancia en el transporte de productos agrícolas y materias primas industriales, convirtiendo a la red del Mississippi en la más importante de Estados Unidos en cuanto al volumen de mercancías transportadas, superando ya con creces a la red organizada en torno al San Lorenzo y los Grandes Lagos (fig. 6.7). Al mismo tiempo, los sedimentos que tapizan estas llanuras contienen también importantes recursos naturales, tanto en hidrocarburos (sedimentación marina paleozoica y cenozoica), como en carbón (sedimentación paleozoica). Los yacimientos de hidrocarburos forman un cinturón casi continuo desde Alberta y Saskatchewan, en Canadá (qué en 1996 fue el tercer productor mundial de gas natural y el undécimo de petróleo), hasta la plataforma continental del golfo de México, afectando los estados de Wyoming, Illinois, Colorado, Kansas, Nuevo México y Oklahoma, con Texas y Louisiana como principales productores en la actualidad (45 % del total), mientras los yacimientos de Pennsylvania (que en 1913 suponían el 75 % de la producción total) y California resultan excéntricos, pero de gran interés económico por su proximidad a los principales centros consumidores. Eso permite situar a Estados Unidos como segundo productor mundial de gas natural y petróleo, tras Arabia Saudí y Rusia respectivamente, con un 11,3 % y 23,2 % de la cantidad extraída en el mundo en 1996. Con relación a los recursos hulleros, forman también una banda desde el piedemonte de las Rocosas, que hoy representa las mayores reservas, hasta los Apalaches, que aún supone la principal cuenca en función de su proximidad a los grandes centros siderúrgicos, si bien con tendencia a decrecer, pese a lo cual también en este ¿aso se (rata del segundo país productor (tras China), con una quinta parte de la extracción mundial. Las condiciones climáticas vienen presididas por la continentalidad, cuyos rasgos extremos se ven acentuados por la facilidad de avance a, las masas de aire polares y tropicales de carácter continental que trae consigo la disposición meridiana del relieve, traducida en frecuentes olas de frío y calor, que alejan extraordinariamente los valores térmicos máximos y mínimos registrados en el año. Las diferencias latitudinales a este respecto justifican que mientras los sectores más septentrionales, de inviernos muy fríos y veranos templados, están ocupados por el bosque de coníferas que no hace sino prolongar las formaciones dominantes en el Escudo canadiense, al sur del paralelo 52°, con temperaturas estivales superiores a los 20° de promedio y mayor ETP, se entre en el dominio de la pradera herbácea dominada por las gramíneas en un 95 %, similar a la estepa rusa, y favorable como aquélla a la explotación agrícola sobre suelos generalmente fértiles y bien drenados, que ha eliminado casi por completo la vegetación originaria. Por su parte, la disminución de las precipitaciones estivales que se registra al aumentar la distancia al Atlántico (menos de 500 milímetros anuales al oeste del meridiano 100°), se traduce en el paso hacia especies herbáceas de rasgos xerófilos cada vez más acusados, con aparición j incluso de plantas espinosas que preludian la aridez del piedemonte oriental de las Rocosas y las cuencas ultramontanas, y que han forzado sistemas de explotación muy extensivos (dry farming), artífices de la personalidad tradicional de este Medio Oeste. Las Cordilleras occidentales constituyen la última unidad a considerar. Desde el estrecho de Bering y hasta la Sierra Madre mexicana, todo el oeste de Canadá y Estados Unidos aparece constituido por un conjunto particularmente complejo de tierras altas, surgido en la compresión con la placa del Pacífico y generador de una evidente disimetría continental.
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Su progresivo ensancha miento hacia el sur se acompaña de una creciente complicación estructural, con una serie de cuencas interiores cerradas que individualizan ejes montañosos de características diversas. La alineación oriental, surgida desde finales del Mesozoico, se inicia en los montes Brooks y Mackenzie para alcanzar su pleno desarrollo en las Rocosas, cordillera de gran entidad, con cumbres por encima de los 4.300 metros, erosionada y rejuvenecida con posterioridad a partir de una serie de fallas visibles hoy en el trazado ortogonal que presenta la red fluvial. La relativa abundancia de precipitaciones que asegura el efecto orográfico permite el desarrollo de un bosque de coníferas en las zonas altas y particularmente a barlovento, con una rápida degradación al disminuir la altitud. Su significado en el proceso de organización espacial llevado a cabo por el hombre ha sido contradictorio, pues si dé una parte ha constituido el principal obstáculo a la comunicación interior, la abundancia de minas explotables en los sedimentos paleozoicos y en el roquedo cristalino y metamórfico que la constituye, convierte hoy a las Rocosas en la primera región mineralógica de Estados Unidos, con recursos muy variados, desde uranio a esquistos José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES bituminosos, hierro, cobre, plomo, carbón, etc. Al oeste de esta primera alineación, el relieve se resuelve en un rosario de depresiones, desde la del Yukón en Alaska r—la única abierta al océano— a la de Columbia Británica en Canadá, las mesetas de Columbia y Colorado y, sobre todo, la Oran Cuenca, de hasta mil kilómetros de anchura entre sus márgenes oriental y occidental, en torno al Gran Lago Salado («Great Salt Lake»), testigo del endorreísmo que las afecta. Con altitudes que suelen rebasar los 1.500 metros, pero cerradas a toda influencia externa por las grandes barreras montañosas que las circundan, estos bloques fracturados y hundidos, individualizados por algunos horsts y macizos volcánicos que actúan como interfluvios, se ven afectados por un clima fuertemente continentalizado y con una aridez que acentúa sus rasgos a medida que se avanza hacia latitudes más cálidas, originando verdaderos desiertos que han reducido el escaso poblamiento actual a ciertos enclaves en la red de comunicaciones, destacando en este sentido Salt Lake City, Phoenix, Las Vegas o Spokane. La localización de recursos minerales en el contacto con los batolitos graníticos de las Rocosas, no impide que estas cuencas sean, junto con el extremo septentrional del continente, las regiones más inhóspitas y deshabitadas* Finalmente, en contacto ya con el litoral del Pacífico, aparece otra serie de cordilleras más recientes, desde los montes McKinley en Alaska (con 6.187 metros como punto culminante), continuándose hacia el sur por las Cadenas Costeras, que a partir de la frontera entre ambos países vuelven a bifurcarse (Cascadas-Sierra Nevada en el interior y Cadena Costera al oeste), aislando otras dos fosas tectónicas correspondientes en este caso a la depresión Seattle-Willamette (Vancouver-Portland) y al Gran Valle de California, separadas por macizos volcánicos que, junto a la elevada sismicidad, nos recuerda la inestabilidad tectónica de la región, inmersa en el «cinturón de fuego» peripacífico. El escalonamiento bioclimático de las vertientes montañosas, con precipitaciones que superan los 3.000 milímetros en las fachadas a barlovento que se oponen a los vientos del oeste, posibilita el desarrollo de un denso bosque de coníferas (cedro rojo, abeto Douglas, sequoia...), de porte espectacular en algunos casos, que contrasta con la aridez del Gran Valle de California y con la vegetación arbustiva mediterránea (chaparral), característica del litoral de ese Estado en las proximidades de la frontera mexicana. Junto a las facilidades para la navegación y las actividades pesqueras que ofrece la costa de Alaska y Canadá, formada por fiordos y afectada además por la corriente cálida del Kuro-Shivo que suaviza térmicamente el clima y evita los hielos, se suman las posibilidades agrícolas de los sectores meridionales, ampliadas con la irrigación del Gran Valle de California a partir de los ríos que nacen en Sierra Nevada, para justificar la temprana instalación de focos poblados que se beneficiaron notablemente de la integración con el resto del país. Cuadro VI.4.
Importancia de los recursos minerales en América del Norte {posición entre los 5 principales productores mundiales en1996) Canadá
Mineral Cadmio Uranio Cinc Magnesio Níquel Titanio Cobre Platino Gas natural Cobalto Molibdeno Oro Plomo Plata
Puesto 1.° 1.° 1.° 2.° 2.° 2.° 3.° 3.° 3.° 4.° 4.° 4° 4.° 4.°
Estados Unidos % producción mundial Mineral Puesto 15,3 Molibdeno 1.° 32,5 Magnesio 1.° 17,2 Gas natural 2.° 16,3 Carbón 2.° 19,2 Plomo 2.° 21,2 Cobre 2.° 6,4 Oro 2.° 4,3 Petróleo 2.° 7,1 Plata 3.° 14,0 Platino 4.° 6,9 Cinc 5.° 8,1 Uranio 5.° 9;3 Cadmio 5.° 9,0 Fuente: El Estado del mundo. 1998.
% producción mundial 44,2 40,1 23,2 20,5 16,0 17,6 15,2 11,3 9,8 1,5 8,5 6,9. 6,7
Desde la II Guerra Mundial, algunos de ellos, en especial California, han pasado a convertirse en las áreas más dinámicas del territorio norteamericano, reflejando el progresivo desplazamiento José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES del centro de gravedad mundial desde el Atlántico al Pacífico. Los yacimientos petrolíferos californianos y la hidroelectricidad obtenida en Cascadas-Sierra Nevada no han hecho sino ampliar la gama de recursos disponibles. En resumen, la amplitud y diversidad que presenta el espacio norteamericano han favorecido la abundancia y variedad de recursos naturales disponibles (cuadro VI.4). El contraste con las bajas densidades de población ha resultado sin duda uno de los factores impulsores del desarrollo, permitiendo también un cierto despilfarro en su uso, tanto por lo que se refiere al carácter muy extensivo de una buena parte de la explotación agrícola, con escasas inversiones, como a la intensa polución de las principales arterías fluviales, o la ocupación indiscriminada de tierras fértiles para usos urbanos e industriales, que eliminan anualmente entre 0,8 y 1,2 millones de hectáreas (Jackson, R. H.; Hudman, L. E., 1982,178). 4.
LA ECONOMÍA NORTEAMERICANA: DEL «DESPEGUE» AL «NUEVO ESTADO INDUSTRIAL»
La conjunción dé recursos naturales y humanos, junto a otra serie de condiciones sociales e institucionales, hicieron posible una temprana y rápida incorporación de Estados Unidos al proceso de industrialización y crecimiento económico, hasta lograr convertirse en primera potencia mundial, cuyo impacto geográfico desborda ampliamente las fronteras de su propio territorio para contribuir de modo decisivo a estructurar el actual sistema de relaciones internacionales. En Canadá, el fenómeno industrializador es mucho más tardío y de connotaciones diferentes, asimilándose en bastantes aspectos al que habrá ocasión de analizar en el caso australiano, tanto por las fechas, como por la importante participación exterior, primero británica y luego norteamericana, o la vinculación inicial a sus recursos naturales (industrias alimentarias, papeleras, primera transformación de minerales...), seguida de una posterior diversificación orientada prioritariamente hacia sectores de tecnología avanzada (químicas, material eléctrico, automóviles...). Durante el periodo colonial, Oran Bretaña procuró limitar el desarrollo de las actividades manufactureras en sus dominios norteamericanos y mantener con ello la tradicional división del trabajo. Para ello, desde mediados del siglo XVII se creó todo un cuerpo legislativo de inspiración mercantilista para regular el comercio colonial, imponiendo desde 1663 unos derechos aduaneros muy elevados a los productos importados por las colonias americanas que no procediesen de la metrópoli o fuesen transportados en barcos extranjeros, y prohibiendo también la exportación de sus productos (tabaco, algodón, azúcar, índigo) a terceros países (Niveau, M., 1974,67). Esta dependencia comercial, unida a la financiera, supuso un importante freno á la industrialización, que sólo tras la independencia comenzó a superarse. Desde comienzos del siglo XIX, Estados Unidos se incorporó a la Revolución Industrial desencadenada en Europa, iniciando un crecimiento progresivamente acelerado que contó con una serie de condicionamientos favorables. En primer lugar, la estructura social imperante, con una amplia base de pequeños propietarios agrícolas con capacidad de compra e, incluso, de inversión en las nuevas actividades, y sin las rémoras institucionales heredadas en algunos países del Viejo Continente, actuó como soporte del proceso, a excepción de los Estados del Sur. Al tiempo, el rápido aumento de la demanda de materias primas industriales como el algodón, y de alimentos que originó la industrialización británica, favoreció una intensificación de los intercambios comerciales y la acumulación de importantes excedentes de capital líquido en manos de una burguesía mercantil y financiera, pronto interesada en la implantación de unas industrias cuyas expectativas ante la progresiva ampliación del territorio, los recursos y la población disponibles, no hacían sino mejorar. En este sentido, la integración creciente del mercado nacional posibilitada por la navegación a vapor y el tendido de los ferrocarriles transcontinentales jugó un papel esencial, posibilitando tempranamente la obtención de economías de escala en la producción, acompañadas por una intensa concentración económica en grandes trusts, que permitieron elevar la tasa de inversión global. Finalmente, pese a los importantes contingentes inmigratorios, la relativa escasez y carestía de la mano de obra que presidió las primeras fases industrializadoras impulsó las mejoras tecnológicas tendentes a elevar la productividad, haciendo rentable la pronta incorporación de innovaciones, algunas de ellas autóctonas, siendo la principal de todas la implantación del trabajo en cadena y la producción en serie desde comienzos del siglo XX, identificares con el sistema de producción fordista. Si hasta 1840 la industria textil ocupó un lugar hegemónico, el desarrollo de los ferrocarriles, la siderurgia y la fabricación de maquinaria a partir de esa fecha permitieron diversificar la producción, para ser más tarde la construcción naval, el material eléctrico, el automóvil y la José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES química los sectores que tomarían el relevo, desencadenando fuertes efectos multiplicadores sobre el conjunto de la actividad económica al tratarse de sectores con gran capacidad de «arrastre». Al mismo tiempo, si ya desde sus inicios la actividad manufacturera tendió a localizarse entre los Grandes Lagos, el San Lorenzo y los puertos del Atlántico, la victoria de la Unión en la Guerra de Secesión impulsó definitivamente el contraste con los territorios del Sur, promoviendo la emigración de un número importante de los antiguos esclavos hacia las ciudades de este «cinturón manufacturero», donde pasaron a engrosar las filas del proletariado, al tiempo que se generalizaban las relaciones capitalistas en todo el país y se promovía la especialización regional, tal como ya se ha analizado. Apoyada en este movimiento industrializador, la economía estadounidense conoció una rápida expansión, afectada tan sólo por crisis cíclicas como las iniciadas en 1929 y 1973, que se agravó con el elevado déficit fiscal padecido en los años ochenta y la deslocalización de una parte creciente de su producción llevada a cabo por un número cada vez mayor de empresas transnacionales. Este crecimiento ha ido acompañado de una profunda transformación en la estructura sectorial de la población activa, con un agudo retroceso de los empleos en el sector agrario, que de representar aún más de la mitad del total a mediados de siglo pasado, redujeron su participación al 13 % en 1950 y apenas al 3 % en la actualidad, frente a una cuarta parte de trabajadores en la industria, y un amplio predominio del sector terciario, característico de toda sociedad industrial avanzada, que algunos califican como postindustrial. . El crecimiento de las magnitudes macroeconómicas vino acompañado por una paralela transformación de las estructuras productivas, que, a su vez, impulsaron acumulativamente el proceso. El fenómeno más significativo ha sido, sin duda, la progresiva concentración empresarial registrada desde la segunda mitad del pasado siglo, dentro de la más pura ortodoxia del sistema, con objeto de beneficiarse de las economías de escala qué proporciona la amplitud del propio mercado interno. Este proceso de concentración se produjo tanto en sentido horizontal como vertical, acentuándose en los períodos de crisis inherentes a los ciclos económicos (décadas de 1870, 1930 y 1970), que acabaron con muchas pequeñas empresas. Dé este modo, en 1902 unos 300 trusts dominaban más de 5.000 establecimientos comerciales e industriales (Banco Exterior de España, 1983, 32), ampliándose el fenómeno en fechas posteriores, acompañado además por una creciente diversificación productiva y un rápido aumento de las que operan en múltiples países, lo que les otorga un carácter multinacional (cuadro VI.5) Cuadro VL5. Puesto mundial 1.° 2.° 8.° 11.° 12.° 15.° 17.° 19.° 26.° 29.° 30.° 44.° 49.°
Principales empresas de Estados Unidos por su cifra de ventas en 1996
Nombre de la empresa
Sector
Venta (mili, Empleos dólares) General Motors Automóvil 168.369 647.000 Ford Motor Automóvil 146.991 371.702 Exxon Petróleo 119.434 79.000 Wall-Mart Stores Comercio 106.147 675.000 General Electric Electrónica 79.179 239.000 IBM Informática 75.947 268.648 AT&T Telecomunicaciones 74.525 130.400 Mobil Petróleo 72.267 43.000 Chrysler Automóvil 61.397 126.000 US Postal Service Correos 56.402 887. 546 Philip Morris Tabaco 54.553 154.000 Texaco Petróleo 44.561 28.957 State Farm Insurance Seguros 42.781 7.612 Fuente: Fortune. 1997.
Mientras la empresa individual continúa siendo ampliamente dominante en el sector agrario (95 % del número total y 64 % del volumen de negocios) y los servicios (82 y 26 % respectivamente), disminuye al 47,7 % en la industria manufacturera que es, en cambio, el sector donde el peso de las sociedades anónimas (45,7 y 98,8 %) es mayor. La concentración resulta aún más evidente si se considera que en un país que es hoy la primera potencia industrial del mundo, casi la mitad de la producción está concentrada en tan sólo 200 empresas, cuyas dimensiones resultan a veces gigantescas, con cifras de ventas superiores al PNB global de algunos países europeos. En concreto, de las 100 mayores empresas mundiales por sus cifras de ventas en 1996, un total de 24 eran estadounidenses, lo que, pese a todo, supone un evidente retroceso respecta a la situación José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES vigente una década antes (40 empresas), pero manteniendo aún una indudable hegemonía. Ante el retroceso de las compañías petroleras, el primer puesto pasó a ser ocupado por la General Motors, cuya cifra de ventas sólo fue inferior al PNB alcanzado por 23 países del mundo en 1996, representando el 32 % del español. Al igual que en Japón, el modelo del «nuevo estado industrial» dominado por las grandes corporaciones que dibujó Galbraith, alcanza aquí su mejor expresión (Galbraith, I. K., 1980). Según este mismo autor, la actuación gubernamental ha impulsado, en cierto modo, el proceso, apoyando en ocasiones la penetración exterior de estas empresas o destinándolas una parte esencial de sus contratos de compra. La célebre y repetida frase de que «lo que es bueno para la General Motors, es bueno para los Estados Unidos» intentó reflejar esa frecuente identificación, que en los últimos tiempos se pone en cuestión ante el desarrollo de unas estrategias globales por parte de muchas empresas que no tienen en cuenta sus raíces, sino tan sólo la obtención de ventajas competitivas en sus diferentes localizaciones, lo que puede suponer el progresivo abandono de sus áreas de origen en beneficio de otras regiones con menores costes o nuevos mercados en expansión, generando un trasvase de actividades y empleos. La economía estadounidense aparece así dominada por la gran empresa, generalmente transnacional, que sustenta también su situación hegemónica en el mundo y ha generado nuevas estrategias de localización al tratarse de firmas que cuentan con más de un establecimiento y sirven mercados muy amplios a partir de una sede central, que actúa como centro rector del que emanan las decisiones principales, y una red de filiales que tienden a especializar sus actividades (Dicken, R, 1992). Buen exponente de esas complejas estrategias empresariales en el contexto de la nueva economía global es el ejemplo propuesto por Reich (1991), referente a uno de esos sectores emblemáticos de la industria de este país como es el automóvil: «Cuando un estadounidense compra Un automóvil Pontiac Le Mans, de General Motors, toma parte, sin saberlo ni quererlo, en una transacción internacional. De los 20.000 dólares pagados a General Motors, alrededor de 6.000 van a Corea del Sur para retribuir el trabajo corriente y las operaciones de montaje del vehículo; 3.500 a Japón para los componentes avanzados (motores, ejes de transmisión y equipamiento electrónico); 1.500 a Alemania por la investigación y el diseño de la carrocería; 800 dólares a Taiwán, Singapur y, de nuevo, Japón por las pequeñas piezas y componentes mecánicos; 500 al Reino Unido por el marketing y la publicidad, y alrededor de 100 dólares a Irlanda y las islas Barbados por el tratamiento informático de datos. El resto va a los estrategas de Detroit, a algunos banqueros neoyorquinos y a los accionistas de General Motors.» 5.
ESTADOS UNIDOS: AUGE Y DECLIVE DE UNA GRAN POTENCIA
Si ya desde los años veinte de nuestro siglo Estados Unidos se convirtió en la primera potencia económica del globo, su posición hegemónica en el panorama geopolítico internacional se logrará plenamente tras la II Guerra Mundial, estableciendo una serie de estrategias espaciales que han posibilitado asentar esa posición, acentuar la importancia de las decisiones que aquí se toman sobre la evolución de otras áreas del planeta, y concretar el carácter disimétrico de los flujos que articulan las diversas estructuras espaciales derivadas. En una simple aproximación al tema, pueden destacarse dos indicadores particularmente expresivos de esta situación, corrió son las inversiones directas realizadas por empresas estadounidenses en el exterior, y la instalación de bases militares junto al establecimiento de tratados de esta índole con numerosos países que multiplicaron su presencia en los cinco continentes. Aunque ya en 1900 Estados Unidos suponía el 30 % de la producción industrial del mundo, y consiguió elevar esa cifra hasta el 42,2 % entre 1926 y 1929, controlando además en gran parte los mercados de algunos productos básicos como el trigo, el maíz, el cobre, el plomo, los fosfatos, etc. (Banco Exterior de España, 1983,33), sólo a partir del período de entreguerras el país comenzó a ser exportador neto de capitales, en un proceso de expansión constante que se aceleró espectacularmente al término de la II Guerra Mundial, convirtiendo al dólar en la base del sistema monetario internacional. Las inversiones directas en el exterior se convirtieron en una constante de la economía estadounidense en el último medio siglo, representando aún el 26,4 % del total mundial en 1994, a los que debe sumarse otro 3,5 % representado por Canadá, muy por encima del Reino Unido (12,9 %), Japón (6,9 %), Países Bajos (6,6 %) y Alemania (6,5 %), que siguen a continuación. Si durante décadas los países de Europa occidental, además de Canadá y América Latina fueron las tres áreas que concentraron lo esencial de éstas inversiones estadounidenses, ahora debe también destacarse la atracción creciente que ejercen los países del área Asia-Pacífico, frente al retroceso experimentado por la inversión de capital en otras áreas del Tercer Mundo como África o los países islámicos (cuadro VI.6). Pero el poderío estadounidense no se basa tan sólo en la capacidad económica de sus empresas. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Ha sido la simbiosis entre aspectos económicos, políticos y militares la que le condujo hasta la posición de liderazgo mundial y cabeza visible del llamado mundo occidental durante el período de guerra fría, convirtiéndole también en centro difusor de modelos, tanto culturales, como de comportamiento o espaciales. Uno de los aspectos de mayor relevancia en este sentido fue la configuración de un modelo espacial de base militar que, con vértice en Estados Unidos, alcanzó dimensiones internacionales. CUADRÓ VI.6.
Inversión exterior directa de/en Estados Unidos, 1994 (mili, dólares) .
Llegadas Salidas Inversión total 134.855 150.036 • Inversión directa i 66.585 25.188 • Otras inversiones privadas 64.232 77.829 • Gobierno 4.038 47.019 Países de origen/destino de la inversión directa • Canadá 7.968 3024 • América Latina 15.991 1.033 • Europa Occidental 28.425 19.277 • Japón 3.015 2.412 • Resto del mundo 13.803 -225 Fuente: U.S. Department of Commerce, 1996: De este modo, y siguiendo hasta cierto punto las antiguas ideas de Mackinder y Spykman adaptadas a los supuestos de la guerra contemporánea, se definieron hasta un total de tres cinturones sucesivos en torno al heartland o corazón de Eurasia, identificado con el territorio de la URSS (Taylor, P. J., 1994): la primera línea rodeaba las costas propias, desde Terranova al Caribe (Puerto Rico, Trinidad, Guantánamo.;.), el canal de Panamá y Alaska; la segunda comprendía un conjunto de bases en los archipiélagos del Atlántico (Islandia, Azores, Bermudas, Cabo Verde...), Pacífico central (Aleutianas, Guam, Hawái, Tahití) e índico (Diego García), que suponen el mantenimiento de la antigua estrategia británica de una red insular de bases en tomo a Europa (Coutau Bégarie, H., 1984, 68); la tercera se situó en, o frente a las costas opuestas, desde Europa occidental y el Mediterráneo, a Turquía, Arabia Saudí, Pakistán, Bangladesh, Tailandia, Australia, Filipinas, Taiwán, Okinawa o Corea del Sur, apoyada en el establecimiento de tratados (OTAN, SEATO, ANZUS...) y la instalación de bases militares en países aliados. Junto a las repercusiones geopolíticas de esta intervención, los flujos económicos generados no fueron tampoco a la zaga, siendo suficiente destacar en ese aspecto que las exportaciones de material bélico ascendieron desde 1.500 millones de dólares en 1970 a más de 9.300 millones en 1981, con una tasa anual de incremento cifrada en un 18 %, muy superior a la del conjunto de las exportaciones. Como ha señalado Watson, el papel de Estados Unidos en el mundo forma parte esencial de su geografía, y ya sea bajo el argumento de la «defensa del mundo libre» (Watson, J. W., 1982, 338), o en su consideración de potencia imperialista, lo que no cabe de ningún modo es ignorarlo. La crisis y desaparición de la Unión Soviética, junto a la consiguiente ruptura del mundo bipolar que marcó la última década del siglo XX, han transformado profundamente ese mapa geopolítico y provocado una notable inestabilidad en las relaciones internacionales, reflejada en la proliferación de conflictos bélicos de ámbito regional, el rebrote de movimientos nacionalistas en Europa y Asia, etc. Aunque se mantiene abierto el debate sobre la nueva posición de Estados Unidos en el contexto actual, existiendo opiniones que defienden una hegemonía aún mayor que en el pasado, al ser la única superpotencia económica y políticos-militar con capacidad de intervenir en todo el mundo para velar por este nuevo orden internacional, son cada vez más numerosas las interpretaciones coincidentes con la tesis de Paul Kennedy sobré el progresivo retroceso —al menos en términos relativos— de la posición de poder estadounidense (Kennedy, P., 1989). En esa sucesión de períodos de auge y declive experimentados por las grandes potencias en los últimos cinco siglos, los indicadores del final de ese ciclo de hegemonía estadounidense que caracterizó el siglo XX —tal como el de hegemonía británica marcó el siglo XX— son múltiples. En el plano económico, Estados Unidos aún genera la cuarta parte de la producción mundial, pero esa proporción sólo representa la mitad de lo que supuso en los años cincuenta, al tiempo que el país dejó de ser el principal acreedor mundial, con inversiones y préstamos en casi todas las regiones del globo, para incrementar con rapidez su deuda externa durante la era Reagan. En el José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES plano tecnológico, su hegemonía inicial respecto a las nuevas tecnologías de información fue cada vez más cuestionada por Japón y algunos países europeos, que ya realizan un esfuerzo de inversión en I + D bastante superior. En el terreno político, su capacidad para imponer criterios y decisiones propias de carácter estratégico se ve progresivamente cuestionada, exigiendo el respaldo de Naciones Unidas para conectar cualquier intervención, y la emergencia de nuevas potencias como China, que se suman a las ya existentes, parecen conducir hacia un esquema de relaciones progresivamente multipolar, dominado por potencias regionales, en el que Estados Unidos sólo puede actuar como primus inter pares (Agnew, J., 1993,235). III.
Los espacios productivos y la creciente especialización territorial
1. LOS ESPACIOS AGRARIOS EN NORTEAMÉRICA: UNA AGRICULTURA SIN CAMPESINOS El sector agrario norteamericano sorprende por una aparente contradicción inicial: con una participación inferior al 2 % en el PIB y una proporción similar de la población activa total (2 %), que representa en cifras absolutas apenas dos millones de trabajadores, estos dos países ocupan posiciones destacadas por lo que se refiere a ciertos productos agrarios básicos como el trigo (16 % de la producción y casi el 50 % de las exportaciones mundiales en 1996), la soja (50 % y 75 % respectivamente), el maíz, los agrios, o las cabezas de ganado bovino y porcino (cuadro VI.7). Estas simples cifras nos sitúan ya en presencia de una agricultura con altas cotas de productividad, vinculadas a una intensa capitalización y tecnificación, e inmersa plenamente en los circuitos económicos, que ha hecho frecuentes los apelativos de agricultura sin campesinos o agricultura especulativa para referirse a un sector plenamente integrado con la actividad industrial. Este hecho, unido a la abundancia de tierras disponibles con unas condiciones ecológicas favorables, sobre todo en Estados Unidos, y a la existencia de amplios mercados de consumo, que en algunos casos desbordan las fronteras nacionales (exportación del 25 % de la producción global, particularmente en cereales-pienso, trigo, soja y algodón), justifican los sorprendentes resultados obtenidos que, sin evitar un retroceso relativo constante en el conjunto de la actividad económica, permiten ejemplificar en ella el modelo de la agricultura capitalista de nuestros días. En el plano geográfico, dos son los aspectos más significativos, reflejo de la lógica inherente a este tipo de espacios productivos orientados hacia una maximización de la rentabilidad a partir de una reducción de los costes de producción: el predominio de las grandes explotaciones mecanizadas, y la especialización regional de los cultivos, con la formación de grandes cinturones agrícolas (figs. 6.8 y 6.9).
Cuadro VI.7.
Importancia de algunas producciones agrarias en 1996 (miles tm)
Productos EE.UU. Canadá Trigo 62.099 30.495 Maíz 236.064 — Cebada 8.640 15.912 Avena — 4.374 Sorgo 20.397 — Algodón 6.596 — Soja 64.840 2.250 Remolacha azucarera 24.104 — Caña de azúcar 26.512 — Vino 18.640 — Agrios 14.549 — Tabaco 710 — Bovino 103.487 13.186 Ovino 8.457 — Porcino 58.264 12.097 Leche 69.975 8.000 Productos pesqueros 5.634 901 Fuente: Images économiques du monde, 1998. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 6.8.
Tamaño medio de las explotaciones agrarias en 1982.
Frente a las estructuras agrarias del Viejo Mundo, donde una larga historia abocó a una progresiva densificación de la población agraria, a un proceso de división de las explotaciones con su consiguiente intensificación, y a un reparto muchas veces desequilibrado de la tierra, América del Norte ha conocido un poblamiento relativamente reciente y de características muy distintas, con una ocupación de vastísimos espacios semivacíos de los que se expulsó a la población indígena, unas densidades siempre bajas, y un reparto de la tierra relativamente igualitario y en explotaciones bastante grandes, trabajadas directamente (salvo las plantaciones), que han conocido una concentración progresiva a lo largo del tiempo. Por ello, las dimensiones medias de la explotación, con 198 hectáreas en Estados Unidos y 186 en Ganada, representan un primer rasgo de identificación visible en la fisonomía de los paisajes agrarios, pero de incidencia igualmente notable en las estructuras sociales y en los altísimos niveles de productividad imperantes. El predominio evidente de las unidades de tamaño medio p grande hunde sus raíces en los orígenes mismos de la colonización, desde la implantación del sistema rang en las márgenes del San Lorenzo, a las granjas de Nueva Inglaterra, y particularmente tras la ocupación de las praderas centrales mediante el sistema township (cuadrícula de 6 millas, dividida en 36 secciones de 1 milla cuadrada, o 259 has), la instalación de plantaciones en el Sur, o la creación de ranchos ganaderos en las regiones áridas del Oeste (Utah, Wyoming, Montana...), pon promedios de varios miles de hectáreas. El desarrollo industrial y la fuerte elevación de los costes laborales vinculada a la mejora en el nivel de vida, impulsaron una intensa mecanización, forzando a su vez un aumento constante en el tamaño de las explotaciones para hacerlas rentables, posibilitado por el intenso éxodo rural que ha ido eliminando una buena parte de las de carácter marginal. De este modo, el número de explotaciones ha disminuido a la mitad desde 1950, pasando en Estados Unidos de 5,3 millones en esa fecha (hasta 6,8 millones en 1935), a menos de 2 millones en la actualidad, mientras en Canadá se redujeron de medio millón a 250.000 en el mismo período. Esa reducción en el volumen total de explotaciones y trabajadores del campo, que se acompaña por un progresivo envejecimiento (promedio de 53 años en el caso de Estados Unidos), no afecta al crecimiento de la producción agraria, que continuó un ascenso apoyado en el incremento constante dé la capitalización y la productividad del trabajo.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
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Fig. 6.9.
Usos del suelo agrario. (Adaptado de R: Cheize y i. P. Rousseau, en EE.UU., 1996.)
Cuadro VI.8,
Estructura por tamaño de las explotaciones agrarias en Estados Unidos, 1987 y 1992 Tamaño (acres = 0.4 ha) 1a 9 10 a 49 50 a.179 190 a 499 500 a 999 1.000 y más Total Ventas (dólares) Menos de 2.500 2.500 a 4.999
N.° total 1987
N.° total 1992
183.257. 412.437 644.849 478.294 200.058 168.864 2.087.759 N° total 1987 490.296 262.918
166.496 387.711 584.146 427.648 186.387 172.912 1.925.300 N° total 1992 422.767 231.867
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES 5.000 a 9.999 10.000 a 24.999 25.000 a 49.999 50.000 a 99.999 100.000 y más
274.972 251.883 326.166 308.884 219.636 195.354 218.050 187.760 295.721 333.865 Fuente: U.S. Census Bureau.
No obstante, subsisten aún importantes contrastes en el tamaño de las explotaciones y en su distribución espacial, siendo particularmente representativa a este respecto la situación estadounidense, donde un 17 % de las existentes, con ventas anuales superiores a 100.000 dólares, obtienen el .83 % de la renta agraria final, (cuadro VI8). Por su parte, el tamaño medio según regiones, recogido en la figura 6.8, también está sometido á desigualdades .evidentes, tendiendo a ser inversamente proporcional a la densidad de población y al volumen anual de precipitaciones, lo que equivale a un aumento regular de este a oeste hasta alcanzar su nivel máximo en las áreas más secas y despobladas del país, con un promedio ampliamente superior a las 400 hectáreas (Dakota del Norte y Sur, Montana, Wyoming, Colorado, Nuevo México, Arizona y Nevada). Se ha escrito mucho sobre el carácter de la explotación agraria norteamericana, pronosticando, incluso, la desaparición de la explotación familiar, absorbida por la gran explotación empresarial o capitalista. Sin embargo, como han señalado Revel (1985,188) y otros autores, la mayor parte de las grandes explotaciones que se configuran jurídicamente como sociedades son, en realidad, grandes explotaciones familiares que prefieren adoptar la forma de sociedad por acciones para no tener qué llevar a cabo su división cada vez que, por herencia u otras causas, se produce una transferencia de la propiedad (Molinero, E, 1990,227). Ello no es obstáculo para que exista un progreso real del número representado por las grandes sociedades capitalistas (agribusiness). En cuanto a su organización, suelen integrarse por lo común en grandes firmas nacionales que controlan determinados sectores agro-industriales, concretamente los de mayor rentabilidad, muy relacionados con el incremento de la demanda que se registra en ciertos alimentos de calidad (frutas y legumbres, hortalizas, vino, carne de vacuno y lácteos, caña de azúcar...). Si la orientación de sus producciones resulta, pues, altamente selectiva, lo mismo puede decirse de su localización, que adquiere particular importancia en regiones como California, donde se apoya en una mano de obra abundante y barata procedente en su mayor parte de la sobreexplotada inmigración clandestina desde México, o en Florida, donde el fenómeno es más reciente. Notable interés geográfico posee también la distribución de los usos del suelo agrario. Excluyendo-las regiones septentrionales y occidentales del Canadá, ocupadas por la tundra o el bosque boreal, y de algunos sectores áridos o montañosos de Estados Unidos (la superficie agrícola supone el 7 % y el 50 % de cada país, respectivamente), el resto del territorio, desde ALSAMA-San Lorenzo a la frontera mexicana y la costa del Golfo, aparece organizado en grandes áreas especializadas en las que, a partir de las ventajas comparativas que establecen las condiciones del medio y la proximidad a los mercados, se distribuyen las diferentes actividades agrarias, con una amplia representación del monocultivo en cada una de ellas. No obstante, ésta clásica organización en cinturones agrícolas homogéneos, generadores de intensos flujos de mercancías hacia los diferentes mercados nacionales e internacionales, y dispuestos de norte a sur y desde la costa hacia el interior, con predominio de sistemas extensivos del tipo dry farming o ranching, ha evolucionado en los últimos tiempos, tanto por una progresiva diversificación de las producciones que limita los riesgos ecológicos y económicos inherentes al monocultivo, como por una intensificación y adaptación progresiva a la evolución de la demanda de alimentos, aunque sin alterar las señas de identificación esenciales (fig. 6.9). El primero de ellos es el cinturón lechero (dairy belt), extendido desde el estuario del San Lorenzo a la región de los Grandes Lagos y Nueva Inglaterra, que constituye el área con un sistema de explotación tradicionalmente más intensivo. A partir de un clima húmedo y de temperaturas estivales relativamente bajas, y teniendo en cuenta que aquí se localizan los principales mercados urbanas de ambos países, se ha desarrollado una marcada especialización ganadera orientada a la producción de lácteos y derivados, con un policultivo en el que se entremezclan cereales-pienso, forrajeras y pastos, que en los últimos tiempos han conocido una notable expansión en detrimento del porcentaje de tierras arables. La misma presión de la demanda ha permitido el mantenimiento de cinturones hortícolas periurbanos de carácter muy intensivo, pese a la competencia creciente de las regiones meridionales. El área Vancouver-Portland, en la costa del Pacífico y con un típico clima templado oceánico, constituye una región de importancia secundaria debido a su aislamiento relativo y un mercado propio mucho más limitado. Al sur de este primer cinturón, allí donde se mantiene una humedad estival suficiente, al José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES tiempo que se incrementan la integral térmica y la insolación anual, aparece el cinturón del maíz (corn belt), extendido desde Iowa y Missouri a Ohio, en el Medio Oeste, con un pequeño apéndice en él sector más seco de la margen canadiense de los Grandes Lagos, en tomo a Toronto y Ottawa. Las favorables condiciones climáticas, unidas a los buenos suelos, permiten obtener elevados rendimientos y unos niveles de renta agraria que se cuentan entre los más elevados de ambos países, habiéndose extendido desde los años cincuenta el cultivo de la soja, que hoy comparte el terrazgo agrícola casi en condiciones de igualdad con el cultivo principal, empleándose ambos prioritariamente para la elaboración de piensos que permiten alimentar una cabaña bovina y porcina destinada a la producción de carne, además de exportar en proporción muy elevada. Hacia el sureste (Kentucky, Tennessee, Virginia Occidental), a estos dos cultivos se les une una proporción creciente de cereales secundarios hasta ofrecer un típico ejemplo de sistema mixto agrícola-ganadero, que alcanza las vertientes de los Apalaches donde destacan los parques de engorde de terneros (feed lots), con capacidad media de 16.000 cabezas. Al oeste de estos dos cinturones, y formando un semicírculo en franca regresión superficial desde Alberta y Saskatchewan, hasta Kansas, Oklahoma y el norte de Texas, que tiene como límite occidental el meridiano 100°, se extiende el cinturón triguero (wheat belt), en áreas de clima más seco y temperaturas más contrastadas, que impusieron tradicionalmente una explotación de carácter extensivo y largo barbecho, con escasas inversiones en abonado, e intensamente mecanizada (dry framing). Al monocultivo sobre inmensas superficies, que abarcaba desde los cereales de primavera dominantes en el sector septentrional, a los de invierno en los Estados meridionales más cálidos, permitiendo escalonar las cosechas, le ha ido sustituyendo una progresiva diversificación de los paisajes agrícolas, tanto por la rotación del trigo con el girasol, como por la extensión del regadío mediante perforación, que ha permitido introducir cultivos como la remolacha. El cuarto cinturón característico de la agricultura estadounidense corresponde al algodonero (cotton belt), afincado en los Estados del viejo Sur, desde Texas y Louisiana, hasta Carolina del Norte, en el que junto a este vestigio de las antiguas plantaciones esclavistas de algodón y tabaco, se suma la existencia de áreas hortofrutícolas junto a la costa atlántica. Es éste, sin duda, el que mayores transformaciones ha conocido en los últimos decenios, pues al retroceso del algodón que provocan el desgaste del suelo y la competencia, tanto exterior como interior (California), se ha sumado la posibilidad de implantar otros cultivos más rentables como la soja, el cacahuete o los cereales-pienso en las regiones interiores, acompañando a un evidente desarrollo ganadero, en tanto la costa del Golfo y Florida han conocido una rápida expansión de la horticultura y de una serie de cultivos subtropicales con alta demanda como los cítricos, la caña de azúcar o el arroz, cultivados generalmente en grandes explotaciones capitalistas. Casi la mitad occidental del territorio constituye una última unidad homogénea, dominada por los pastos extensivos sobre tierras bastantes áridas que continúan sirviendo como soporte a una cabaña ganadera bovina y ovina destinada a la producción de carne (ranching), en tanto el terrazgo agrícola se reduce a pequeñas franjas regadas junto a los ríos y manantiales que tienen como cabecera los sectores montañosos próximos: Las mejoras tecnológicas y un volumen elevado de inversiones, tanto públicas como privadas, han permitido su expansión constante, que alcanza el máximo desarrollo en el Gran Valle de California, principal área hortofrutícola y vitícola del país, en donde el clima cálido, los bajos costes salariales asociados al empleo de una población inmigrante, en ocasiones ilegal, y las reducidas tarifas del transporte han permitido el desarrollo de grandes explotaciones intensivas que sitúan a ese Estado a la cabeza del país en cuanto a renta agraria total. En resumen, la evolución reciente de los espacios agrarios norteamericanos no es sino el reflejo de la adaptación a las cambiantes condiciones técnico-económicas que registra el sector, incidiendo directamente sobre la viabilidad de unas explotaciones que orientan toda su producción a la venta en amplios mercados de creciente competitividad. La modificación en el tipo de cultivos relacionada con los cambios en los modelos de consumo alimentario, la defensa contra los riesgos de erosión y degradación edáfica que conllevaba el monocultivo extensivo, o el progresivo aumento .en el tamaño de las unidades productivas, responden a ese esfuerzo de adecuación que ha alterado profundamente los paisajes agrarios en las últimas décadas, reduciendo la entidad dé los tradicionales cinturones, vigentes desde, hace más de un siglo, y evidenciando la elasticidad y capacidad de respuesta de unos empresarios agrarios guiados por criterios de estricta rentabilidad y escasamente apegados a cualquier tipo de inercia. Sin embargo, la saturación de los mercados internacionales durante los años ochenta provocó una guerra comercial por parte de EE.UU. para mantener su cuota de exportaciones agrarias, dando origen a un enfrentamiento sin precedentes con la CE en el seno del GATT, que desde 1995 dejó a este país las manos libres para lanzarse a José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES una política de conquista de mercados. El problema básico radica en la consolidación del aumento de los rendimientos, que ha motivado la aparición de excedentes estructurales desde antes de la II Guerra Mundial. La respuesta oficial consistió en subvencionar el abandono de tierras (set aside), proceso que llegó a afectar a 25 millones de hectáreas en 1972, pero que se redujo a un millón en 1974 a consecuencia de la escasez mundial de alimentos que se produjo en esas fechas. Posteriormente volvió a aumentar hasta situarse en unos 15-20 millones de hectáreas anuales desde mediados de los años ochenta, aunque estos programas no han reducido apenas la producción por abandonarse las tierras de peor calidad. 2.
LA ESTRUCTURA Y EL DINAMISMO DEL SISTEMA INDUSTRIAL: ¿HACIA LA DISPERSIÓN DE LAS ACTIVIDADES PRODUCTIVAS?
En un sistema económico en donde el principio de libre empresa y de laissez-faire han dominado lo esencial de la actividad productiva, la distribución y el dinamismo de los espacios industriales estuvieron caracterizados durante casi siglo y medio por la progresiva concentración en un fragmento reducido del territorio, la jerarquización y especialización progresivas de los centros fabriles que permitieron consolidar un sistema industrial progresivamente integrado, y una creciente vinculación exterior en forma de suministros básicos en energía y materias primas, cada vez más necesarios ante el ritmo de expansión registrado y la frecuente tendencia a conservar los recursos propios, bien por causas económicas (mayores costes) o estratégicas. Tal como se apuntó en un epígrafe anterior, la concentración espacial en gran escala de los efectivos industriales y el inseparable desarrollo de metrópolis multifuncionales en la región situada entre los Grandes Lagos y el litoral atlántico, tuvo su origen en el desarrollo de la red ferroviaria y el rápido incremento demográfico que siguieron a la Guerra de Secesión. Si desde los inicios del proceso industrializador la proximidad a determinados recursos, de particular importancia en el caso del carbón, la existencia de una base poblacional abundante en forma de mercado consumidor y de trabajo, o la elevada accesibilidad que caracteriza a los principales nudos de la red de transportes fueron los factores de atracción esenciales para la implantación de las fábricas, progresivamente las economías derivadas de la propia aglomeración, con los efectos acumulativos de carácter circular que se generan, pasaron a ocupar el primer plano. El predominio creciente de las grandes empresas, que tendían a localizar sus sedes sociales y, con frecuencia, su principal centro productivo en estas aglomeraciones del nordeste de Estados Unidos, prolongadas muchas veces de forma simétrica al otro lado de la frontera para beneficiarse del trato fiscal otorgado por las autoridades canadienses, sólo consolidó y reforzó el proceso, ampliando las ventajas iniciales en beneficio de estas regiones (Pred, A. R., 1973, 45-47). La dependencia cada vez mayor de las importaciones también contribuyó a reforzar el papel de los puertos como puntos de ruptura de carga y asiento, por tanto, de una serie de industrias básicas. De este modo, a mediados de los años sesenta una fuerte desigualdad en el reparto de la producción y el empleo manufacturero eran la característica geográfica principal. En Estados Unidos, según el censo de 1967, sólo siete estados (Nueva York, California, Ohio, Illinois, Pennsylvania, Michigan y New Jersey) reunían más de la mitad del empleo (51,09 %) y de la producción industrial (52,81 %) globales, mientras en el extremo opuesto un total de once estados localizados en las regiones centrales del país, además de Alaska y Hawái, apenas suponían en conjunto el 1 % del valor obtenido. La principal región fabril seguía siendo, con mucho, el cinturón manufacturero del Nordeste con densidades de empleo en el sector muy superiores al promedio, disminuyendo éstas de forma regular con la distancia hasta ser prácticamente nulas en torno a Las Rocosas, y surgir algunos centros secundarios en la costa del Pacífico, principalmente en California. La hegemonía de en región se gestó en la segunda mitad del pasado siglo, alcanzando su punto culminante a comienzos del presente, momento en que llegó a reunir casi las tres cuartas partes del empleo y la producción totales, pura retroceder posteriormente a medida que se iniciaba la difusión hacia el entorno inmediato y sobre todo, en dirección al estado de California. En su interior, la distribución de los distintos tipos de industria fue configurando progresivamente una marcada especialización territorial, aspecto de gran importancia en la estructuración de un espacio particularmente denso, integrado y complejo. Por un lado, la diversificación productiva se convirtió en la principal característica de los estados orientales (Nueva York. Massachusetts. New Jersey, Pennsylvania...) donde los sectores más tradicionales como el textil o la confección, herencia de la primera Revolución Industrial y afectados por deficiencias estructurales importantes, coexistían con los de tecnología más avanzada vinculados a su carácter de principal región innovadora del país. Por su parte, entre los Apalaches y la orilla meridional de los Grandes José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Lagos (Michigan Wisconsin, Illinois, Indiana, Ohio) dominó desde el principio la especialización siderometalúrgica tanto en actividades básicas de primera transformación, como en industrias derivadas ante la proximidad de los yacimientos hulleros localizados en la vertiente occidental de los Apalaches y del mineral de hierro procedente del Escudo canadiense y transportado por vía fluvial, generando con ello un denso tráfico en direcciones contrapuestas que se completaba con el de hidrocarburos, trigo y otros productos minerales. El desarrollo de complejos industriales integrados con electos similares a los ya analizados en otras regiones, potenció en particular la expansión de sectores como la maquinaria, los automóviles o los transformados metálicos, y el rápido crecimiento de ciudades como Chicago, Detroit, Cleveland Búfalo, etc. Frente a este territorio convertido en el centro industrial por excelencia, los restantes mantenían un carácter de periferias, destacando tan solo como excepción el caso de California, con un 9 % del empleo y la producción. Aquí la variedad de recursos, sobre todo energéticos (hidroelectricidad y petróleo) la existencia, de un mercado en crecimiento y muy alejado de los restantes, y el particular impulso que le otorgó la II Guerra Mundial al trasladar al Pacífico uno de los teatros de operaciones más importantes permitieron la creación de una amplia base fabril en la que, junto a la industria naval y producción de bienes de consumo para la población, surgieron pronto otros de alta tecnología y elevados efectos multiplicadores como la aeronáutica, la electrónica o las telecomunicaciones, muy vinculados desde el principio al sector militar. Ya desde los años cincuenta, el desarrollo de la industria informática y de componentes electrónicos en el Silicon Valley, próximo a la universidad de Stanford, convirtió al entorno de la bahía de San Francisco en uno de los polos pioneros en el desarrollo de las nuevas tecnologías de información (Castells, M.; Hall, P., 1994). Otros centros industriales con carácter de verdaderos enclaves se localizaron en el noroeste (SeattlePort1and) y la costa del golfo de México (muy dependiente de la petroquímica y sus servicios), alcanzándose los niveles mínimos de empleo fabril en las llanuras centrales y sectores montañosos occidentales, orientados aún casi de forma exclusiva hacia las actividades agrarias y extractivas en una clara relación de dependencia. Desde los años sesenta, el mapa industrial de Estados Unidos ha conocido profundas mutaciones que parecen cuestionar hoy la hegemonía de las regiones manufactureras tradicionales ante el importante trasvase de efectivos realizado en favor de algunas áreas periféricas, invirtiendo hasta cierto punto las tendencias polarizadoras anteriores, en un amplio proceso de difusión espacial que aún continúa (fig. 6.10). Entre 1963 y 1982 un total de once estados, localizados en el entorno de los Grandes Lagos, los Apalaches y la costa atlántica, vieron disminuir de modo apreciable su volumen de empleo industrial. Las pérdidas fueron máximas en Nueva York (-434.000 empleos, equivalentes al 24 % de la cifra inicial), Pennsylvania (-212.000 y 15%) e Illinois (-142.000 y 11 %), al sumarse los efectos de la desindustrialización general experimentada en el país (disminución de 900.000 empleos entre 1979-1985), a la reconversión de sectores «maduros» como la metalurgia pesada o el textil. En el extremo opuesto, los estados de Arizona, Nevada, Dakota del Norte, Nuevo México, Florida, Texas y Oklahoma —que partían de niveles industriales modestos— duplicaron con creces sus efectivos en sólo dos décadas, siendo también importante el ritmo de crecimiento mantenido en la costa del Pacífico y las regiones del antiguo Sur. La oposición entre el «cinturón del sol» (sunbelt) y el de nieve (snow belt) se ha convertido así en elemento central del cambio territorial que ha conocido la industria estadounidense, generando un cierto reequilibrio en la distribución regional de la población y el empleo (Sawers, L.; Tabb, W. L., 1983; Castells, M., 1995). La evolución registrada entre 1980 y 1990 (cuadro VI.9), período en que se aceleró el proceso desindustrializador hasta suponer la pérdida de 1,2 millones de empleos netos en el conjunto del país, acentuó también los contrastes interregionales al acelerar el retroceso del Nordeste y del Centro Norte, mientras se estabilizaban los efectivos laborales en los estados del Sur y tan sólo crecieron los de la costa Oeste (Rees, J., 1996). El resultado actual es una distribución que muestra ya una clara primacía de California, que con 1,9 millones de empleos en 199S es el estado más industrializado, seguido a cierta distancia por Texas, Ohio e Illinois, que también superan el millón de puestos de trabajo cada uno, mientras Alaska (15.800 empleos), el Distrito de Columbia (13.800) y Wyoming (9.900) son los que cuentan con menos efectivos. Este proceso se enmarca dentro de una estricta lógica relacionada con la evolución de los comportamientos empresariales en materia de localización, particularmente desde el inicio de la reestructuración del sistema productivo en los años setenta; que supuso la transición al capitalismo global hoy vigente. En primer lugar, la saturación dé las infraestructuras, la escasez y altos precios del suelo, y las deseconomías generadas en las áreas más congestionadas del país han impulsado un movimiento de difusión hacia la periferia que sigue las líneas básicas ya señaladas en los modelos teóricos al respecto. Al propio tiempo, el peso creciente de las grandes empresas, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES abastecedoras del mercado nacional en su conjunto y que suelen contar con más de una factoría, ha supuesto la incorporación de nuevas estrategias adaptadas a la escala territorial que afectan sus decisiones. Apoyándose en la creciente fluidez de un espacio en el que los costes de transporte resultan cada vez menos importantes, sobre todo para aquellas actividades que utilizan como inputs productos semielaborados de alto valor por unidad de peso o volumen, y en el deseo de controlar los diferentes mercados regionales, muchas empresas han implantado sus factorías en regiones con expectativas de crecimiento, aunque manteniendo por lo general la sede central en alguna de las metrópolis del Nordeste o, en su caso, de la costa californiana, dentro de un proceso de «deslocalización» o dispersión de la actividad productiva que potencia indirectamente la terciarización de las grandes ciudades.
Fig. 6.10.
Localización regional de la industria en Estados Unidos.
Aspectos como los bajos niveles salariales y la escasa conflictividad laboral que caracterizan a los Estados del Sureste, las favorables condiciones del entorno físico, la proximidad a los recursos como en el caso del petróleo de la costa del Golfo, o el simple deseo de fragmentar la fuerza de trabajo limitando con ello la eficacia reivindicativa, parecen haber jugado un importante papel en este sentido (Bailly, A. S., 1984, 3). De forma complementaría, debe mencionarse el efecto indirecto de las políticas federales en los ámbitos, aeroespacial o de defensa, generadoras de una fuerte demanda para sectores avanzados, y concentradas espacialmente en áreas como California o el Medio Oeste.
Cuadro V1.9.
Evolución regional de la producción industrial en Estados Unidos
Empleo total
Empleo industrial
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Región Nordeste Centro Norte Sur Oeste Total
Evolución 1970-1980 +1.828.894 +2.970.470 +7.345.498 +6.039.435
Evolución 1980-1990 +3:666.416 +3.757.343 +7.987.870 +6.315.920
+18.184.297 +21.727.549 Fuente: U.S. Census Bureau.
Evolución 1970-1980 -493.841 -312.574 +591.247 +738.775 +523.607
%80 -94,3 -59,7 +ll2,9 +141,l
Evolución 1980-1990 -1.049.526 -482.832 -73 279.959
%90 -85,0 -39,1 -0,01 +24,1
-1.234.472
Ahora bien, esto no significa la desaparición de la división territorial del trabajo, de la especializarían productiva regional o de las relaciones centro-periferia, como un diagnóstico apresurado pudiera derivar del análisis anterior. La modificación profunda que afecta al mapa industrial de Estados Unidos, como la que afecta al conjunto mundial en la actualidad, supone una nueva división del trabajo y unas nuevas relaciones de intercambio desigual tendentes a combatir la reducción en las tasas de beneficio empresarial: frente a la anterior dicotomía entre industria y agricultura, se perfila ahora otra no menos importante entre industrias «de punta», que emplean tecnología avanzada, exigen fuertes inversiones en capital fijo y obtienen los máximos niveles de productividad, e industrias «tradicionales», con una relación capital/empleo inferior y menores rendimientos, así como entre ocupaciones de diferente cualificación y nivel salarial. De este modo, el cinturón manufacturero y su entorno próximo, dónde aún se localizan importantes mercados de consumo final y empresarial, mantienen su primacía en lo referente a la atracción de inversiones pertenecientes a multinacionales de otros países que se instalan en Estados Unidos (fig. 6.11). Esta misma región, junto a California, también se especializan en los sectores de alta tecnología (electrónica, informática, industria aeroespacial, química ligera, mecánica de precisión...), reuniendo el mayor número de áreas con alta densidad tecnológica (fig. 6.12a), entre las que el Silicon Valley, en Santa Clara (California) y la carretera 128, en las proximidades de Boston (Massachusetts) han alcanzado un significado casi emblemático.
Fig. 6.11. Importancia de la inversión extranjera en la industria de los diferentes estados. (Fuente: I. Colé, 1996.)
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
b)
Localización de las sedes sociales correspondientes a las grandes empresas industriales de Estados Unidos en 1984. (Fuente: R. A. Harper, 1987.)
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 6.12.
c)
Nueva jerarquizarían espacial de la industria en Estados Unidos.
Localización de los centros de I + D pertenecientes a las grandes empresas en 1965 y 1977. (Fuente: E. J. Majeckl, 1979.)
Son también esas regiones las que ostentan la hegemonía en lo referente a la distribución de las tareas y puestos de trabajo de mayor rango (planificación estratégica, gestión, investigación y desarrollo...) que realizan las empresas industriales. De ese modo, un total de 296 sedes sociales correspondientes a las 367 grandes corporaciones censadas a mediados de los ochenta se concentraban en sólo 19 áreas metropolitanas, con un evidente desequilibrio en favor de Nueva York y Chicago respecto a todas las demás (fig. 6.122»), y similar estabilidad territorial define la localización de los centros de I + D (fig. 6.12c). La acumulación de externalidades positivas en forma de infraestructuras de comunicación, servicios, avanzados, mano de obra cualificada, universidades, etc., en las grandes metrópolis genera toda una serie de beneficios «intangibles» que frenan la descentralización de ese «terciario industrial», tan importante hoy en la dinamización de todo sistema económico (Scott, A. J., 1989). Entre ambos tipos de regiones industriales, la de los Grandes Lagos mantiene una mayor vinculación con sus rasgos tradicionales, siendo también la que presenta hoy unos mayores coeficientes de especialización industrial, con una densa red de núcleos fabriles entrelazados por vía fluvial y terrestre tanto con el litoral atlántico como con el sureste de Canadá, orientados José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES prioritariamente hacia las actividades metalúrgicas de base (Pittsburgh, Gary, Youngstown...) y, sobre todo, de transformación, junto a maquinaria y material de transporte (Detroit, Chicago, Milwaukee, Cleveland, Búfalo...). Es por ello la que ha padecido un declive más agudo, que forzó una intensa reconversión de muchas grandes fábricas con un coste muy elevado en términos de empleo. En resumen, el espacio industrial estadounidense se reorganiza, pero el desbordamiento desde el centro a la periferia que se observa en los últimos tiempos ha sido acompañado por un incremento de las relaciones de dependencia que relativiza notablemente la supuesta tendencia a la homogeneización progresiva del territorio. La política federal en este ámbito, orientada a mejorar las infraestructuras y ofrecer algunos incentivos financieros y fiscales a las empresas que se instalasen en los condados más deprimidos, ha supuesto una ayuda adicional al movimiento emprendido por la iniciativa privada La situación en Canadá ha experimentado menores cambios por lo que se refiere a la estructura y localización de su industria. Con relación a la primera, la industria canadiense mantiene una presencia comparativamente mayor de todas aquellas ramas vinculadas a la primera transformación de sus abundantes recursos minerales, energéticos y forestales, tal como ocurre con los sectores papelero, del aluminio o de minerales no metálicos (cuadro VI. 10), así como en aquellos otros intensivos en el uso de una mano de obra algo más barata que en Estados Unidos (textil-confección, transformados metálicos...), si bien esa ventaja comparativa desaparece con rapidez tras la integración en un área de libre comercio con México. Por contra, su posición es más débil en los sectores con mayor componente tecnológico y predominio de grandes empresas (automóvil, electrónica e informática, químico-farmacéutica, biotecnología...), donde incluso una parte de los establecimientos pertenecen a firmas con sede en Estados Unidos, o a multinacionales japonesas y europeas que utilizan su territorio como plataforma de exportación. En cuanto a la localización de los establecimientos industriales, a lo largo de .un proceso que se inició con la I Guerra Mundial y se consolidó con la de 1939-1945, la distribución de los efectivos ha mantenido sin apenas variaciones de importancia unos profundos desequilibrios regionales. Aún hoy, más de un tercio de la población y la mitad del empleo industrial continúan concentrados en Ontario, junto a otro 30 % en Quebec, prolongando de este modo el cinturón manufacturero estadounidense en la orilla septentrional de los Grandes Lagos y a lo largo del San Lorenzo, hasta formar un eje casi continuo desde Quebec —por Montreal, Toronto y Hamilton— hasta Windsor, debido a la conjunción de numerosas externalidades positivas y una buena accesibilidad externa. Sólo desde los años setenta la provincia de Alberta comenzó a experimentar un cierto auge industrializador vinculado a sus abundantes recursos naturales, pero aún hoy la mitad de las nuevas inversiones de capital y ampliaciones realizadas en el país durante la última década tuvieron a Ontario y Quebec como destinatarias, quedando en un tercer lugar la Columbia Británica, que debido a su relativo aislamiento ha mantenido una evolución hasta cierto punto autónoma. Dentro de la región industrial del sureste, sólo cabe reseñar como dato significativo la existencia, también, de una cierta especialización regional de la producción, pues mientras en Ontario domina la industria pesada (siderurgia, aluminio...) y algunos sectores derivados como la maquinaria o el automóvil, en Quebec siguen manteniendo una alta participación algunas industrias ligeras tradicionales como el textil, con menores niveles de inversión por puesto de trabajo y mayor participación del capital nacional. El carácter dominante de Ontario se ha visto reforzado con la reestructuración industrial, al concentrarse allí buena parte de los sectores innovadores, vinculados a las nuevas tecnologías de información, y los servicios avanzados, que contribuyen de forma significativa al dominio actual del sector terciario dentro de la economía del país, con tres cuartas partes del empleo y el PIB canadiense. No obstante, la importancia que aún detenta el sector industrial para asegurar el equilibrio de la economía nacional se pone de manifiesto al considerar su aportación actual a las exportaciones, muy superior ya a la tradicional importancia detentada por los recursos naturales, dirigidas en un 80 % hacia su vecino meridional, de dónde también proceden tres cuartas partes de las importaciones (cuadro VI. 11), proporción que tiende a aumentar tras la firma del Tratado de Libre Comercio, que también refuerza la especialización a ambos lados de la frontera.
Cuadro VI. 10.
Estructura sectorial de la industria en Canadá y Estados Unidos, 1997
Sector industrial
Estados Unidos (% VAB
Canadá (% VAB producción) José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES producción) Alimentación, bebidas y tabaco 13,18 14,95 Caucho y plásticos 3,86 4,54 Textil-confección, cuero y calzado 2,05 4,73 Papel, imprenta y edición 4,27 11,42 Metalurgia básica 4,53 5,54 Transformados metálicos . 5,75 7,06 Maquinaria y material de transporte 23,45 21,68 Material eléctrico, electrónica e informática 13,13 8,23 Químicas 14,03 9,35 Minerales no metálicos 2,32 2,50 Otras industrias manufactureras 13,43 10,00 Total 100 100 Fuente: U.S. Census Bureau y Statistical Office of Canadá, 1998.
Cuadro VI.11.
Comercio exterior de Canadá en 1997
Tipo de productos
% exportación
importación
Prod. agrarios y pesqueros Prod. energéticos Prod. forestales Bienes industriales 1° transfor. Maquinaria y equipos Vehículos automóviles Otros Regiones del mundo
5,16 9,24 11,59 18,38 22,39 23,22 7,02 exportación
5,59 3,80 0,85 19,53 32,75 21,78 15,70 importación
Estados Unidos Japón Unión Europea Resto del mundo
80,94 4,00 5,50 9,56
76,27 3,12 8,68 11,93
Total
100
700
Fuente: Statistical Office of Canadá, 1998.
3.
AMÉRICA DEL NORTE, ESPACIO DE CONTRASTES
Las desigualdades observadas en la distribución de las actividades productivas inciden directamente sobre el distinto, grado de poblamiento regional y las condiciones de vida que caracterizan a la población norteamericana. Una primera manifestación de que nos hallamos ante un espacio contrastado lo ofrece el reparto de los efectivos demográficos, a la que puede añadirse la fuerte concentración urbana de esa población y su desigual acceso a los niveles de bienestar exigibles en países desarrollados, para conformar una imagen aproximada de las complejidades que subyacen en su organización social y territorial. Tanto en Canadá como en Estados Unidos, el área de máximas densidades se localiza en las proximidades de la costa atlántica y los Grandes Lagos, disminuyendo de forma bastante regular en relación con la distancia, si bien el gradiente es más acusado en dirección al norte y noroeste, donde los niveles de ocupación se reducen hasta los 0,3 habs./km2 de Alaska, los 0,04 del Yukón y los 0,01 de los Territorios del Noroeste. De este modo, en el interior del triángulo Quebec-Chicago-Washington, que apenas representa el 5 % de la superficie regional, viven hoy unos 100 millones de personas, con densidades generalmente superiores a los 100 habs./km 2. La existencia de algunas concentraciones periféricas en Florida, Texas y, sobre todo, el Pacífico (California y Washington), completan el modelo de distribución (fig. 6.13). El análisis por separado de ambos países ofrece un panorama también similar: si en EE.UU. los trece Estados más poblados, con el 24.7 % de la superficie nacional, reúnen un 60 % de la población total, en Canadá las provincias de Ontario y Quebec que representan idéntica proporción territorial, se reparten el 63 % de los efectivos demográficos.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Las dificultades impuestas por el clima son, indudablemente, un factor esencial para explicar los principales vacíos que se observan, desde Alaska y el norte de Canadá, hasta Montana o Wyoming, pero en el resto del territorio la estrecha correlación con los niveles de industrialización y terciarización alcanzados parece fuera de toda duda. Por esa razón, los movimientos migratorios que en las últimas décadas acompañan la difusión de las fábricas y el desarrollo de actividades como el turismo, las comunicaciones o los servicios a las empresas, tanto hacia Columbia Británica y Alberta en el caso canadiense, como hacia Texas, Florida o California, comenzaron a invertir la anterior relación de fuerzas. De este modo, Texas es ya el segundo estado más poblado de la Unión tras California, sobrepasando a Nueva York en 1994, debido a los importantes flujos migratorios internos e internacionales, que también arrojan un saldo positivo en otros estados del Sur (Florida, Georgia, Louisiana....) y de las Rocosas (Nevada, Arizona). Las proyecciones para el período 1993-2020 estiman que esa tendencia continuará; registrándose el mayor crecimiento demográfico en California (16 millones), Texas (8 millones), Florida (5,5 millones), Washington (3 millones) y Georgia (2,5 millones). Por su parte, Columbia Británica es la provincia más dinámica de Canadá, con 3,9 millones de habitantes en 1997 que ya representan un 13 % de la población total del país. A las diferencias regionales en el reparto de las densidades demográficas, se suman las relativas a las características de esa población, entre las que merece destacarse el componente étnico-racial, muy vinculado a otras desigualdades socioeconómicas que serán objeto de comentario posterior, sobre todo en Estados Unidos, donde debe señalarse la presencia de cuatro minorías con señas de identidad propias. La población de raza negra alcanzó los 34 millones en1994, equivalentes al 13 % de la José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES población total, aumentando así una presencia relativa que era del 11,7 % en 1980 debido a una fecundidad superior al promedio. Pese a la mejora de ciertos indicadores como el nivel educativo, con un 73 % de quienes superan los 25 años que ya cursaron la enseñanza secundaria (high school), frente a tan sólo el 34 % en 1970, se trata de un grupo que aun padece una posición social desfavorecida en aspectos tan importantes como el empleo (tasa de paro del 11 %, frente al 5 % de la población blanca) o la renta por habitante (60 % de esta última), con una distribución espacial fuertemente concentrada en los tradicionales estados del Sur y las antiguas ciudades industriales del Nordeste. La población de origen hispano representa un conjunto relativamente heterogéneo de 23 millones de personas (9 % del total), en el que predominan los inmigrantes procedentes de México (cifra oficial de 15 millones), sobre todo en California y los restantes estados fronterizos, seguidos a notable distancia por los procedentes de Puerto Rico (2,5 millones) y Cuba (1,2 millones), que se concentran en las grandes ciudades de la costa atlántica. Un crecimiento natural relativamente alto, con la consiguiente juventud de su pirámide demográfica (30 % con menos de 15 años), junto a un nivel educativo escaso, son rasgos comunes con el grupo anterior, que conducen a problemas sociales también acusados como una tasa de paro del 12 %, o una renta media equivalente al 70 % de la correspondiente a la mayoría blanca de ascendencia europea. La población procedente de Asia y las islas del Pacífico suma ya 9 millones (3 % del total) y crece con rapidez en los últimos años asociada a una inmigración de origen más reciente que las anteriores, con origen prioritario en China o Japón, así como una localización muy concentrada en las grandes ciudades de la costa oeste, donde mantienen una posición social bastante más favorable que los grupos anteriores. Finalmente, la población de origen amerindio no alcanza en la actualidad los 2 millones, dispersa entre numerosas reservas localizadas en el interior del país (Oklahoma, Atizona, California y Nuevo México suman más de 800.000), así como en algunas grandes ciudades. Esa escasa presencia de población indígena es una característica común con Canadá, donde apenas son 800.000 de los más de 30 millones de habitantes con que cuenta el país, dispersos también por la mayor parte del territorio, sobre todo en su mitad occidental. Más allá de esa similitud, la población canadiense es bastante más homogénea y las diferencias de tipo étnico se relacionan con una inmigración mayoritariamente reciente, que superó el millón de personas por década en los períodos 1901-1930 y 1986-1995. Junto a la amplia mayoría que tiene un origen europeo más o menos remoto, destaca ya el millón y medio de inmigrantes procedentes de Asia (China, Hong Kong, India, Filipinas...), de los que un 90 % se instaló en los últimos 25 años, mientras los procedentes de diversos países del continente suman otros 800.000 (250.000 de Estados Unidos y 550.000 de América Latina), con un carácter casi exclusivamente urbano. Un segundo indicador que resulta muy significativo para interpretar los contrastes territoriales es el relativo a la urbanización de población, concentrada en grandes ciudades y áreas metropolitanas. Aunque las cifras absolutas sean modestas, Canadá es buen exponente de esa polarización, pues las diez mayores aglomeraciones metropolitanas del país ya sumaban más de 12 millones de habitantes en 1986 y casi 15 millones una década después, equivalentes al 49 % de la población total (sólo Toronto y Montreal, que suman 8 millones, ya suponen un 25 %), siendo también reseñable que casi tres cuartas partes de los habitantes viven a menos de 300 kilómetros de la frontera meridional. Pero sin duda es la Megalópolis del nordeste de Estados Unidos la que mejor ejemplifica esta imbricación. El término «megalópolis», definido por Gottmann en 1961, hace referencia a un conjunto de centros urbanos entrelazados, con escasas soluciones de continuidad, que se extiende desde Boston a Washington englobando varias áreas metropolitanas. Constituye el caso más representativo del modelo territorial fuertemente polarizado que ha acompañado el crecimiento económico durante el último siglo, generador de una gran aglomeración espacial de población, actividad y riqueza, junto a intensas movimientos internos y externos, tanto dé mercancías como de personas, información, capitales y decisiones, que estructuran un verdadero subsistema urbano afectado durante décadas por un extraordinario dinamismo. No obstante, mayor importancia aún que la distribución de la población o los centros urbanos reviste el reparto del bienestar social entre regiones y grupos de población en esta «sociedad de la abundancia» que personaliza América del Norte. A este respecto, el mayor número de estudios existentes y el carácter dominante que presenta la economía de Estados Unidos justifican su consideración particular. Pese a la relativa continuidad del crecimiento económico, en el transcurso de la última generación las condiciones de vida de una parte importante de estadounidenses no han mejorado, tal como puede deducirse de la comparación entre datos como los ofrecidos por el estudio de David Smith sobre la distribución del bienestar a comienzos de los José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES años setenta y las últimas cifras disponibles sobre la pobreza en el país que, pese a no resultar homogéneos, sí permiten identificar tendencias generales. En su estudio, que utilizaba un método de normalización de variables similar a los descritos en el segundo capítulo, con objeto de combinar criterios múltiples para definir el concepto de bienestar, Smith (1980,413) utilizó toda una serie de indicadores relativos a: I. Renta, riqueza y empleo. II. Medio ambiente vital (vivienda, barrio...). III Salud física y mental. IV. Educación. V. Orden o desorganización social (grado de integración familiar, delincuencia...). VI. Pertenencia social (participación, segregación...). Además de constatar la presencia de un número significativo de habitantes situados por debajo del umbral de pobreza y, por tanto, con un acceso restringido a todos esos servicios que permiten elevar la calidad de vida, en el plano territorial los resultados globales mostraron una clara dicotomía en sentido norte-sur, con los valores positivos más altos en algunos estados del tinturan manufacturero y de la costa occidental, en contraste con las condiciones imperantes en la mitad meridional, identificada con el área pobre del país, particularmente los estados del «viejo Sur» o antiguo «cinturón algodonero», desde Carolina del Norte y del Sur, a Georgia, Alabama, Mississippi y Louisiana, acompañados por Tennessee, en la vertiente suroccidental de los Apalaches. También se comprobó que los estados con niveles inferiores de bienestar social se correspondían con los que mayores contrastes internos presentaban en cuánto a distribución de la renta según el estudio realizado por Williamson unos años antes (Williamson, J. G., 1965), lo que supone que una parte importante de la población residente en ellos tenía unas condiciones de vida reales muy por debajo de las que indica el promedio estadístico. Finalmente, también se observó una significativa correlación negativa entre los niveles de bienestar y la proporción correspondiente de población negra y de origen hispano, reafirmando .así el carácter de minorías marginadas que ambas ostentan, cuya expresión más flagrante son sin duda los ghettos urbanos. En palabras del propio Smith, «hay detrás de todo esto un sistema económico que permite asignar grandes recursos a la exploración espacial ya los armamentos sofisticados, mientras que niega la satisfacción de las necesidades básicas de asistencia médica, educación y empleo a millones de personas porque la economía no puede proporcionarles un trabajo adecuadamente remunerado» (Smith, D.M., 1980,450). Transcurridas ya dos décadas, la distribución de la renta familiar muestra aún contrastes muy acusados según las características étnico-raciales de sus componentes, pues mientras en los hogares de población blanca el nivel medio de 1993 alcanzó los 32.960 dólares (y hasta 38.347 en el caso de la minoría asiática), en los de población de origen hispano se redujo a 22.886, y sólo alcanzó los 19.532 dólares en los de raza negra, según datos de la Oficina del Censo. Esa segmentación social tiene otras muchas dimensiones, y así, por ejemplo, la renta familiar también queda por debajo del promedio (31.241 dólares) en aquellos hogares donde el cabeza de familia es una mujer (18.545 dólares), un jubilado (17.751 dólares), o una persona con menos de 25 años (19.340 dólares), para ascender a una media de 46.207 cuando se trata de un hombre entre 45-54 años. Iguales diferencias se aprecian entre quienes trabajan a tiempo completo (44.834 dólares), sólo a tiempo parcial (21.608 dólares), o se encuentran desempleados (14.787 dólares), así como entre los titulados superiores (45.987 dólares) y los que sólo alcanzaron una educación básica (21.402 dólares). En una perspectiva dinámica, esas diferencias se acentuaron en el último cuarto de siglo, y así, mientras el 20 % de la población con mayores ingresos recibía el 42,8 % de la renta total en 1968 y elevó esa participación hasta, el 48,2 % en 1993, el 20 % más pobre redujo su presencia relativa del 4,2 % al 3,6 % dé la renta global. La consecuencia más evidente ha sido un fuerte aumento del número de personas que se sitúan por debajo del umbral de pobreza, cifrado en un 50 % de la renta media por habitante. Si en 1981 la cifra oficial era de 31,8 millones, en 1995 asciende a 36,4 millones (llegó a 38,1 millones en 1994), lo que representa el 13,8 % de los estadounidenses. Como puede deducirse de los datos precedentes, el perfil de la población que padece esa situación reproduce las discriminaciones relativas al grupo étnico-racial, la edad o el sexo. Eso se traduce, por ejemplo, en que la mitad de los pobres son negros o hispanos, cuando tan sólo representan el 18,6 % de la población total, lo que supone unas tasas de pobreza del 29,3 % y 30,3 % respectivamente, frente al 14,6 % de la minoría asiática y el 11,2 % de la población blanca de origen europeo. No resulta menor la selectividad espacial que caracteriza la distribución espacial de las áreas pobres, identificadas por el Departamento de Comercio como aquellas donde José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES al menos un 20 % de sus residentes se sitúan bajo el umbral de pobreza. Un análisis sintético de las estadísticas más recientes permite dibujar con bastante aproximación la lógica espacial que preside esa distribución, resumida aquí en tres ideas básicas: ― Uno de cada cinco estadounidenses reside hoy en un área pobre, lo que representa una cifra superior a 50 millones de habitantes, aunque un 70 % de los mismos lio se incluya de forma directa en ese grupo social. ― El 48 % de las personas que viven en tales áreas se localizan en los estados del Sur (que sólo albergan al 34 % de la población total del país), mientras el resto se reparte entre el Medio Oeste (19 %), Oeste (19 %) y Nordeste (14 %), que es la región con menor incidencia de esta lacra. ― Dos terceras partes de esas áreas pobres se identifican con espacios urbanos y metropolitanos, en especial con sus áreas centrales más envejecidas y degradadas, donde parece consolidarse ese Cuarto Mundo constituido por los marginados y excluidos . del sistema, que hoy se amplía como consecuencia de los procesos de precarización laboral y el mantenimiento de tasas relativamente altas de desempleo, que no encuentran como paliativo el mismo nivel de asistencia social existente en los países más avanzados de Europa occidental. En consecuencia, pese a la advertencia hecha en su día por el presidente John F. Kennedy al afirmar que «si una sociedad libre no puede ayudar a los muchos que son pobres, no podrá salvar a los pocos que son ricos», los pasos dados desde entonces se han orientado en una dirección bastante distinta, que aleja los extremos de la pirámide social y tampoco reduce las desigualdades territoriales en materia de bienestar, pesé a la redistribución selectiva de actividades económicas y empleos que se ha producido.
4.
EL MOSAICO URBANO NORTEAMERICANO
Es evidente que América del Norte constituye hoy una región ampliamente urbanizada, con tres cuartas partes de su población residiendo en núcleos censados como tales y una práctica generalización de los valores y comportamientos urbanos al conjunto de la sociedad. Las dimensiones alcanzadas por el proceso urbanizador, indisolublemente, unidas a la industrialización y, al crecimiento económico, registrados, han desbordado en numerosas ocasiones el estrecho concepto de ciudad por el de área metropolitana, y éste por el de región urbana, cuyo mejor exponente es la Megalópolis del Nordeste. Se trata de la primera región urbana del mundo junto con la del sur del Japón (Tokaido), que engloba extensas áreas organizadas en torno a metrópolis millonarias, desde Boston (5,8 millones de habitantes en 1996) a Nueva York (19,8 millones), Filadelfia (6,0 millones), y Washington-Baltimore (7,2 millones), que agrupan en conjunto más de 50 millones de personas a lo largo de un eje paralelo a la costa de apenas 650 kilómetros de longitud, junto a la cuarta parte de la producción manufacturera y un tercio de los intercambios comerciales.
Cuadro VI.12;
Principales áreas metropolitanas de Estados Unidos y Canadá
A.M. Estados Unidos 1. Nueva York 2, Los Ángeles 3. Chicago 4. Washington-Baltimore 5.San Francisco-Oakland-San José 6. Filadelfia 7- Boston, 8. Detroit 9. Dallas-Fort Worth 10. Houston 11. Atlanta 12. Miami 13. Seattle
Miles habs. 1996 19.846,6 15.495,2 8.599,8 7.164,5 6.605,4 5.973,5 5.796,5 5.284,2 4.574,6 4.253,4 3.541.2 3.514,4 3.320,8
A.M. Canadá 1. Toronto 2. Montreal 3. Vancouver 4. Ottawa-Hull 5. Edmonton 6. Calgary 7. Quebec 8. Winnipeg 9. Hamilton 10. London 11. Kitchener 12.St. Catharines-Niágara 13. Halifax
Miles habs. 1996 4.444,7 3.359,0 1,891,4 1.030,5 891,5 851,6 697,6 Í76.7 650,4 416,1 403,3 389,7 346,8
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES 14. Cleveland 2.913,4 14. Victoria 15. Minneapolis-St. Paul 2.765,1 15. Windsor Fuente: U.S. Census Bureau y Statistical Office of Canadá, 1998.
313,4 291,7
Pese a las pérdidas de población que registraron la mayoría de estas aglomeraciones en los años setenta, reflejo de la crisis económica del período y del progresivo trasvase industrial fuera de las grandes ciudades, que popularizó los conceptos de desurbanización o contraurbanización (Champion, Á. G., edit., 1989); estas aglomeraciones metropolitanas recuperaron su dinamismo en la década siguiente. Eso permite confirmar hoy que la Megalópolis continúa siendo el centro de gravedad del país y de una parte del mundo, particularmente por lo que se refiere a la concentración de los centros de poder político y financiero, así como de investigación e innovación, repartidos en buena parte entre Nueva York y Washington. Eso no impide confirmar el rápido desarrollo de otras metrópolis como Los Ángeles (15,5 millones), Chicago (8,6 millones), San Francisco-Oakland-San José (6,6 millones) Houston (4,2 millones), Dallas-Fort Worth (5,5 millones), o Atlanta (3,5 millones), hacia donde se desplaza una parte creciente del empleo y de los servicios avanzados asociado! a los centros de poder y decisión (cuadro VI. 12). De ese modo, las diez áreas metropolitanas que registraron un mayor crecimiento de su PIB entre 1980-1991 (EE.UU = 31,1 % fueron las de Austin, en Texas (+222,9 %), Palm Beach y Orlando, en Florida (+155,0 % y +95,8 %), Raleigh-Durham, en Carolina del Norte (+140,2 %), Tucson y Phoenix, en Arizona (+95,2 % y +90,0 %), Augusta, en Georgia (+83,1 %), Minneapolis-St. Paul, en Minnesota (+68,7 %), junto a San Diego y Sacramento, en California (+83,4 % y +79,0 %), casi todas ellas en el Sun belt (Rees, I., 1996). En Canadá se observa una revitalización similar de las principales áreas metropolitanas, que crecen de nuevo de forma generalizada desde hace más de una década, así como una fuerte concentración en Toronto, Montreal, Vancouver, Ottawa y Quebec, que reúnen hasta un 40 % de la población total del país, mientras las situadas en las llanuras centrales (Edmonton, Calgary, Winnipeg...) no superan por el momento él millón de habitantes. En la formalización de esos espacios urbanos, cualquiera que sea su tamaño, hay que contabilizar una serie de fuerzas o factores condicionantes que ayudan a interpretar su actual estructura interna. Por un lado, en el plano socio-institucional, la escasa intervención del poder público como agente activo en la construcción de la ciudad, limitada a una política de vivienda y renovación urbana puntual, de carácter asistencial con la consiguiente hegemonía de los agentes privados, ha convertido el mecanismo de los precios en el mercado del suelo e inmobiliario en él dispositivo esencial para su asignación entre los diferentes usos y clases sociales. De este modo, aspectos como la accesibilidad, la complementariedad o incompatibilidad de usos, etcétera, condicionan el asentamiento de funciones y grupos sociales, generando una marcada especialización p zonificación espacial resultado de la competencia. En segundo lugar, las condiciones técnico-económicas, relacionadas en particular con la mejora del transporté y la difusión del automóvil privado, junto a los altos niveles de renta, han permitido la liberación de las antiguas servidumbres espaciales, sustituyendo el modelo decimonónico de «ciudad hongo» ligado al ferrocarril, por el actúal de «ciudad dispersa», extendida sobre grandes superficies y desbordando sobre su entorno inmediato en forma de extensas franjas rururbanas de hasta 100 kilómetros de radio, en las qué se producen intensos movimientos diarios de carácter pendular entre las áreas de residencia, trabajo y ocio (los daily urban systems o sistemas urbanos diarios). De éste modo, cuánto más reciente es el crecimiento de una ciudad, menor resulta su densidad de población. Los crecientes problemas de polución, congestión o delincuencia que registran las ciudades centrales han impulsado extraordinariamente este movimiento en los últimos tiempos, en beneficio de los cinturones rururbanos, las ciudades pequeñas e, incluso, algunas áreas rurales, hacia los que se trasladan también un número creciente de oficinas, grandes superficies comerciales, áreas de ocio, plataformas logísticas o parques industriales, impulsando así el desarrollo de metrópolis policéntricas. Un último aspecto a destacar es la intensa movilidad espacial de la población norteamericana, que cambia en promedio unas 14 veces de residencia a lo largo de su vida. Sólo entre 1992-1993 cambiaron de residencia 42 millones de estadounidenses, un 17 % de la población del país, con tasas superiores al 30 % en los grupos de población entre 20-30 años y al 18 % en los de 30-45. Ése desplazamiento de población se produce ya mucho menos entre el campo y la ciudad que en el interior de las propias urbes (dos tercios del total) y refleja, según McClelland, el particular modo de vida norteamericano en el que una elevada movilidad social se acompaña por un cambio de vivienda y de barrio como medio de marcar él nuevo estatus social adquirido y materializar un José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES nuevo estiló de vida en consonancia con el nuevo vecindario. Esto otorga un particular dinamismo a los procesos de invasión-sucesión que modifican con cierta rapidez la fisonomía de ciertos barrios y, sobre todo, su contenido social. La ciudad norteamericana se configura, pues, en expresión de Park, en un verdadero mosaico de «pequeños mundos que se tocan, aunque sin interpenetrarse» (Park, R. E., 1952). Según Ghiglia d'Hauteserre, las grandes aglomeraciones urbanas se estructuran a partir de una serie de nudos que aglutinan las actividades económicas (tanto productivas como de gestión e intercambio), conectados por una densa red de comunicaciones, y rodeados por extensas áreas residenciales caracterizadas esencialmente por la segregación, tanto en relación con la distancia como con la dirección (Ghiglia d'Hauteserre, A. M., 1984, 39). La primera de estas áreas de actividad, particularmente importante en la metrópoli moderna, es el centro de negocios o CBD (Central Business District). Emplazado general mente en un espacio con buenas condiciones de accesibilidad relacionadas con el trazado de la red viaria, ha conocido una expansión directamente relacionada con el rango funcional de cada ciudad, que resulta máxima en metrópolis globales como Nueva York, nodos centra les que articulan la economía mundial y concentran el poder (Sassen, S., 1991). En él, la elevada demanda de suelo por parte de actividades muy necesitadas de esa accesibilidad, de la posibilidad de contactos interpersonales o del valor simbólico que conlleva (administración, finanzas, grandes almacenes, lugares de ocio y esparcimiento, sedes sociales de grandes empresas...), se traduce en unos precios muy elevados para los solares, la progresiva expulsión de los usos residenciales y un crecimiento en altura que aquí alcanza sus exponentes mejores y más conocidos, con la isla de Manhattan corito prototipo. Los intensos movimientos pendulares que generan problemas de congestión diurna en contraste con el semiabandono durante la noche, marcan uno de los efectos más-visibles ocasionados por la centralidad. Un segundo elemento, de importancia muchas veces decreciente ante el impulsó arrollador de las actividades terciarias, lo constituyen los espacios industriales. En la ciudad norteamericana surgida de la primera Revolución Industrial, las fábricas sé asentaban frecuentemente en las proximidades del ferrocarril, particularmente en torno a las estaciones, y una pequeña parte de esos inmuebles se han mantenido activos, sirviendo como asiento, por lo general, a empresas de tamaño pequeño o medio, a veces marginales, que exigen pocos inputs en energía o materias primas y utilizan el espacio de forma relativamente intensiva, mientras en la mayoría de ocasiones han sido objeto de renovación y sustitución. La mayor parte de la industria se ha trasladado hacia los espacios suburbanos y pertúrbanos, particularmente la de mayor dimensión y necesidades de suelo, en cuya explicación se combinan los precios nías bajos de los solares, la vinculación a mercados que desbordan ampliamente el ámbito urbano y las restricciones impuestas por la legislación medioambiental. La disposición axial en torno a los ejes principales de comunicación es su característica habitual, con aparición de parques industriales en donde se produce una concentración de fábricas con objeto de beneficiarse de la proximidad mutua, asociados, en ocasiones, a grandes superficies comerciales, equipamientos públicos, centros integrados de transporte, etc. Respecto a los espacios residenciales, y dentro de la zonificación estricta que preside la estructura urbana, la organización a partir de comunidades homogéneas y relativamente aisladas, con estilos coherentes de vida, es la norma general. Los contrastes esenciales se establecen entre las áreas céntrales y periféricas, pero en sentido inverso al que caracterizó tradicionalmente a las ciudades europeas: los espacios próximos al centro urbano, catalogados a veces como «zona de transición», no afectados directamente por la terciarización, con inmuebles progresivamente envejecidos que coexisten en ocasiones con antiguos edificios industriales, y un escaso o nulo valor simbólico, tienden a ser progresivamente abandonados por sus residentes habituales, siendo ocupados por grupos de menor renta, cuyo exponente extremo son los ghettos, que suman la segregación étnica a la meramente económica. Del proceso sólo escapan algunos enclaves, que conocen ahora un movimiento de revalorización o gentrificación, ligado a su ocupación por grupos de profesionales, relativamente jóvenes, que trabajan en el CBD, y gozan de niveles retributivos relativamente altos, lo que se traduce en la rehabilitación de viviendas, mejora en la dotación de comercios y servicios, etc. Al abandonar el área central de la ciudad, el estatus social de los habitantes tiende a incrementarse con la distancia, particularmente en determinados sectores y a favor de entornos naturales agradables. Extendiéndose sin solución de continuidad por los espacios suburbanos y periurbanos circundantes, se generaliza un habitat de baja densidad en el que predomina la vivienda unifamiliar, sólo alterado por la aparición de grandes centros comerciales integrados en algunos nudos de comunicaciones. Las condiciones del emplazamiento y la calidad de la vivienda José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES suelen asociarse estrechamente con el nivel económico de los residentes: «Los integrantes de un estatus elevado eligen zonas especialmente atractivas: con arbolado, próximas al agua, lejos del humo y de las fábricas, y en las periferias más alejadas pero accesibles. Los vecindarios de un estatus medio tratan de mantenerse tan próximos como sea posible a los anteriores. Para los estatus más bajos quedan las áreas menos apreciadas, adyacentes a las zonas industriales, que irradian del centro de la ciudad a lo largo de líneas férreas y ríos, con índices muy altos de polución, y viviendas viejas y deterioradas» (Berry, B. J. L., 1975,92-93). En resumen, la ciudad norteamericana se muestra también como espacio de contrastes en el que un rápido crecimiento físico y del potencial productivo se ha acompañado por una heterogeneidad creciente en las condiciones de vida de sus residentes. Los criterios socioeconómicos, los étnicos-raciales y las edades medias de los ciudadanos suelen asociarse con la diferente calidad del espacio que habitan (accesibilidad, dotaciones asistenciales y equipamientos, deterioro ambiental) y con el reparto de las externalidades positivas y negativas que genera la ciudad, facilitando la definición de áreas homogéneas, sin que hasta el presente ningún organismo gubernamental en Canadá o Estados Unidos haya ejecutado una verdadera política urbana que altere ese modelo, pues sólo pueden citarse en tal sentido intervenciones puntuales que no alteran la esencia ni la vigencia de los principios liberales. Si en 1937, y dentro de la labor asistencial que inauguró el «New Deal», el National Resources Committee elaboró un informe sobre las ciudades de Estados Unidos en donde se afirmaba que «las mayores desigualdades de renta y de riqueza se encuentran en el seno de la comunidad urbana» y que «en conjunto, ha habido más negligencia con respecto a nuestras ciudades que en ninguna otra área de nuestra existencia nacional» (Berry, B. J. L., 1975, 62-63), la situación no parece haber variado sustancialmente en lo que a solución de estos problemas se refiere. IV.
Conclusión: un espacio contrastado y dinámico para una sociedad plural
América del Norte es hoy la primera región del mundo Si atendemos a su potencial económico, la que detrae en su beneficio un mayor volumen de recursos procedentes de otras áreas y genera la mayor cantidad de riqueza, cifrada hoy en más de una cuarta parte de la producción mundial. La hegemonía político-militar de EE.UU. y su capacidad de influencia en el ámbito internacional también parecen fuera de toda duda, pese a los síntomas de declive apuntados. Pero más allá de las consideraciones estrictamente económicas o políticas, el análisis de las realidades espaciales, de su geografía, permite matizar y profundizar estos elementos iniciales. En este sentido, los evidentes contrastes que se establecen entre un país y otro, y dentro de cada uno entre el este y el oeste, las regiones centrales y los litorales, los extremos septentrional y meridional, o las áreas urbanas y rurales, tienen una evidente importancia más allá de todo «geografismo» o utilización mecanicista de argumentos espaciales, pues reflejan algunas de las condiciones en que se ha producido el desarrollo de estas sociedades y sus contradicciones actuales. A lo largo de un característico proceso de colonización de poblamiento que consolidó la hegemonía de la población de origen europeo en detrimento de las minorías indígena y africana, funcionalmente distintas y espacialmente separadas, se fue integrando progresivamente el territorio a partir de unos centros organizadores situados en la costa atlántica, cuyas funciones de dominación se reforzaron de manera paralela. El resultado actual es una evidente desigualdad, tanto en las densidades de ocupación como en el tipo de actividades, la importancia de la urbanización, los niveles de renta y bienestar, etc., entre un área central identificada con el valle Laurentino, los Grandes Lagos y el nordeste atlántico, respecto a su periferia. El proceso de difusión, particularmente intenso en Estados Unidos, ha modificado ya parcialmente estas relaciones en beneficio de las costas occidental y del Golfo, muy dinámicas, pero manteniendo las diferencias esenciales tanto respecto al norte de Canadá, prácticamente deshabitado, como con las áreas agrícolas, ganaderas y extractivas de las llanuras centrales, o con los Estados del sureste. En cualquier caso, el sistema territorial de ambos países muestra un alto grado de integración, especialización y jerarquización, dentro de la nodalidad que lo caracteriza, sin que la frontera tenga a estos efectos ninguna relevancia como límite o freno a unos intercambios que aún se han incrementado tras la firma del Tratado de Libre Comercio. Un segundo elemento a destacar se relaciona con el esfuerzo realizado para elevar la rentabilidad y competitividad de las distintas actividades productivas, reflejado tanto en la tendencia a la concentración en grandes unidades —ya sean explotaciones agrarias, empresas industriales, entidades financieras, grupos de distribución o cadenas de franquicias— como en el alto nivel de inversión e innovación que registran. Ambos procesos han supuesto una constante evolución en las estrategias de localización o en los usos del suelo dominantes de cada región. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Pese a que algunos analistas señalen ciertas deficiencias por lo que se refiere al despilfarro de recursos, el deterioro del medio ambiente, el peligro que conlleva la concentración de centrales termonucleares en la proximidad de los centros de consumo, etc., es indudable que los criterios de eficiencia y rentabilidad guían la organización general del espacio económico norteamericano. Un tercer aspecto significativo lo constituye el carácter eminentemente urbano de esta sociedad, con 50 ciudades por encima del millón de habitantes y una importancia real muy superior a la que reflejan las simples cifras oficiales. El desarrollo del modelo de ciudad extensa y policéntrica, afectada por importantes movimientos centrífugos en dirección a las áreas suburbanas y periurbanas colabora en este proceso. La relativa disminución del crecimiento que registran muchas de las grandes metrópolis, contrapuesta al dinamismo creciente de sus periferias, puso en evidencia desde hace décadas que para llevar una vida urbana (trabajo, modos de vida...) ya no es preciso residir dentro de los límites administrativos de unas ciudades en las que fenómenos como el encarecimiento del suelo, la polución, la congestión del tráfico, o el incremento de la delincuencia tienden a desprestigiar. Se asiste, pues, a la consolidación de un modelo de asentamiento que tuvo aquí su origen y se difunde hoy a otras regiones del globo, apoyado en la generalización del automóvil privado, si bien a costa de un alto consumo de suelo, unos elevados costes infraestructurales y un fuerte impacto ambiental. Pero junto a esta imagen de riqueza y dinamismo, América del Norte, en particular Estados Unidos, ofrece otra perspectiva complementaria a la anterior. En un país de abundantes recursos, primera potencia económica y militar, que cuenta con una de las rentas per cápita más elevadas del mundo, la pobreza sigue siendo una realidad lacerante, asociada espacialmente con los Estados del Sur y las áreas centrales de las ciudades, así como vinculada socialmente con las minorías étnicas y raciales del país. Al problema que eso supone, se unen el triunfo del individualismo y la hegemonía del mercado para reducir la intervención de los poderes públicos en la consecución del welfare state, razón por la que los bajos niveles de renta inciden sobre las posibilidades de recibir adecuada asistencia sanitaria, educativa, etc., en mayor medida que en otras áreas desarrolladas. Los recortes presupuestarios en gastos sociales y la privatización de algunos servicios públicos, característicos de la era Reagan, no hicieron sino agravar tal situación. Eso explica, por ejemplo, unas tasas de mortalidad infantil que aún se sitúan en el 7,3 ‰ en 1997, frente al 6,2 de Canadá, el 5,2 de Europa occidental, o el 5,6 de España. La sociedad norteamericana refleja, pues, sus logros y sus contradicciones, su historia, su cultura y su propia imagen, en el territorio sobre el que vive, que se manifiesta así como un producto social. Sus intensas transformaciones son también el reflejo de sociedades dinámicas y en cambio, que redefinen hoy sus señas de identidad y su presencia en el nuevo contexto de relaciones internacionales con que se inicia el siglo XXI.
Bibliografía básica Beaujeu-Garnier, J. et al. (1994): Le continent nord-américain á l'heure de L'ALEÑA, París, SEDES, 2.aed., 241 pp. Bethemont, J. y Breuil, J. M. (1991): Les États-Unis: une géographie thématique, París, Masson, 272 pp. Birdsall, S. S. y Florín, J. W. (1992): Regional landscapes of the United States and Canadá, Nueva York, J. Wiley, 3°ed., 416pp. Briggs, K. (1975): A geographical notebook of North America (Canadá and U.S.A.), Londres, Univ. Of London, Press, 129 pp. Castells, M. (1995): La ciudad informacional Tecnologías de la información, reestructuración económica y el proceso urbano-regional, Madrid, Alianza, 504 pp. George, P. (1985): Géographie des États-Unis, París, PUF, col. Que sais-je?, 126 pp. Guineas, P. y Bradshaw, M. (1985): North America. A human geography, Londres, Hodder & Stoughton. Johnston, R. J. (1982): The American urban system: a geographical perspective, Londres, Longman, 348 pp. Kennedy, P. (1988): Auge y caída de las grandes potencias, Barcelona, Plaza y Janes, 812 pp. Knox, P. L.; Bartels, E. H.; Bohland, J. R.; Holcomb, B. y Johnston, R. J. (1990): The United States: a contemporary human geography, Londres, Longman, 2° ed., 287 pp. Lefevre, Ch. y otros (1988): Les villes des États-Unis, París, Masson, 220 pp. Scolt, A. J. (1988): Metrópolis. From division of labour to urban form, Berkeley, University of José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
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José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Capítulo VII
AUSTRALIA Y NUEVA ZELANDA: DE TERRITORIOS COLONIALES A PAÍSES DESARROLLADOS
I.
Los elementos de identificación
Entre los océanos Pacífico e Índico, y prolongando hacia si sureste los archipiélagos de Insulindia, aparece un conjunto de islas de dimensiones y características muy dispares, agrupadas tradicionalmente bajo La denominación conjunta de Oceanía. Dentro de esta unidad, a la que se ha considerado el quinto continente poblado del globo, Australia y Nueva Zelanda se presentan como Estados claramente diferenciados del resto (Nueva Guinea, Polinesia, Melanesia, Micronesia), tanto por los rasgos que presenta su medio natural, como, sobre todo, por las formas de ocupación derivadas del asentamiento humano, lo que justifica un análisis individualizado. Con casi ocho millones de kilómetros cuadrados, de los que más de siete y medio corresponden a Australia, estos dos países del Pacífico suroccidental representan cerca del 6 % de las tierras emergidas, en las que sólo viven 22,2 millones de personas en 1997, cifra equivalente al 0,4 % de 3a población mundial. El vacío humano que representa una densidad media de 2,8 habitantes por kilómetro cuadrado, en contraste con los «hormigueros» humanos del Sureste asiático es, pues, un primer elemento de identificación. Pero si la debilidad del poblamiento resulta un rasgo diferencial, mayores significados tienen aún, el origen, condiciones de vida y niveles de bienestar que caracterizan a esa población. En primer lugar, la casi totalidad de los habitantes actuales son de origen europeo, en su mayoría británicos, tras el descubrimiento, conquista y colonización realizados en los dos últimos siglos, que además de diezmar gravemente a la población aborigen —grupos australoides y maoríes, respectivamente— implantaron una política inmigratoria restrictiva, sólo abierta a personas de raza blanca. Su carácter de colonias del Imperio británico, convertidas en dominios integrados en la Commonwealth desde principios de siglo, justifica el predominio casi absoluto de los colonos procedentes de la metrópoli, que sólo tras la II Guerra Mundial ha comenzado a ceder, ante las llegadas procedentes de otros países europeos y de sus vecinos asiáticos más próximos, en aumento desde la década de los ochenta. Los indicadores socio-económicos manejados habitualmente en las estadísticas internacionales acentúan su carácter de enclave dentro del contexto en que se localizan (cuadro VII. l), Con un PNB por habitante que cuadruplica en el caso de Australia, y casi triplica en el de Nueva Zelanda, al promedio mundial, ambos países se sitúan en posiciones de privilegio por lo que respecta a la capacidad de consumo de la población, frente a la pobreza aún dominante en el Asia meridional. El rápido descenso de la población activa agraria hasta niveles inferiores al 6 % del total, la paralela concentración urbana, que adquiere rasgos de verdadera macrocefalia si se considera que sólo cuatro ciudades en cada país reúnen ya la mitad de la población total, y una modernización de los comportamientos demográficos que se resuelve en una tasa anual de crecimiento vegetativo muy inferior al 1 %, acompañan de manera coherente las simples cifras económicas. Cuadro VII. 1.
Características socioeconómicas de Australia y Nueva Zelanda en el contexto mundial
Indicadores Superficie (miles km1) Población (miles habs.) Densidad (habs./km2) PNB/hab. (995 (dólares) Tasa de Natalidad (‰) Tasa de Mortalidad (‰) Tasa de Mortalidad Infantil (‰) Esperanza de vida (años)
Australia Nueva Sureste Mundo Zelanda Asia 7.686,8 268,7 4.478,6 135.449,7 18.532 3.628 500.834 5.840.433 2,4 13.5 111,8 43,1 18.720 14.340 1.410 4.920 13,90 16,00 25.158 23,86 6,96 7,90 7,97 9,14 5,80 6,60 29,10 58.50 78,3 75,8 70,9 65.7 José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Tasa dependencia (%) 56,99 52,67 48,15 Tasa urbanización (%) 85,3 84,9 30,3 Fuente: Population Reference Bureau. 1998.
61,55 43,2
Esta breve descripción estadística parece identificar a Australia y Nueva Zelanda como ejemplos característicos de países inmersos en el mundo desarrollado, cuyo único rasgo de originalidad podría ser el secular aislamiento que les ha caracterizado hasta época reciente. Este aislamiento se justifica inicialmente por su situación en medio del océano más vasto del globo: en un radio de 8.000 kilómetros desde Wellington, la capital de Nueva Zelanda, sólo aparecen Australia, la Antártida y los archipiélagos del Sureste de Asia, mientras que desde Canberra esta área se amplía tan sólo para incorporar la península de indochina, la costa oriental de China y el extremo sur del Japón: la distancia respecto a otras áreas desarrolladas resulta aún mayor, con más de 10.000 km a la costa Californiana y de 15.000 a la antigua metrópoli. Respecto al entorno inmediato, el período colonial no favoreció las relaciones con otros dominios de economía también exportadora de materias primas hacia Europa; sólo la amenaza japonesa durante la II Guerra Mundial actuó como revulsivo en ese aspecto para australianos y neozelandeses, que comenzaron a valorar en mayor medida las consecuencias geopolíticas de su situación y las necesarias relaciones con los países próximos. La constitución de la APEC (Asian Pacific Economic Cooperation) en 1989, en la que participan 18 países que, tras la reunión celebrada en Canberra, decidieron avanzar hacia la formación de una zona de libre comercio en Asia-Pacífico, es el último eslabón en ese proceso de integración de ambos países con un entorno próximo muy dinámico en los últimos años. Pero la realidad dista de ser tan sencilla. El carácter de países desarrollados concuerda mal con unas estructuras económicas en donde las materias primas, desde la lana, al trigo o los minerales, siguen dominando ampliamente las exportaciones, frente a la importación de bienes de equipo y productos manufacturados, lo que evidencia que aún perviven rasgos heredados del sistema colonial precedente. Estos rasgos no se reflejan tan sólo en la balanza comercial o el carácter extensivo que mantienen la ocupación y explotación del territorio, sino que trascienden a aspectos geográficos tan significativos como el carácter esencialmente litoral del poblamiento o la relativa desorganización de la red de transportes interiores, particularmente manifiesta en el caso de Australia debido a sus dimensiones. El dualismo espacial subyacente a esa distribución pone de manifiesto, una vez más, la necesidad de matizar y explicar los modelos de organización que caracterizan a las áreas desarrolladas, aportando elementos para la discusión del propio concepto de desarrollo. Si todas estas consideraciones justifican la individualización de lo que algunos han dado en llamar la «Australasia desarrollada», así como el tratamiento que se le otorga, existe un elemento adicional que no puede ser ignorado. La relativa proximidad y similitud entre los dos países, capaz de explicar su análisis conjunto en una escala como la aquí empleada, no oculta la existencia de importantes diferencias. Los dos mil kilómetros que median entre Canberra y Wellington separan dos territorios con características físicas totalmente contrapuestas: si Australia se define como un continente cálido y seco, de relieve senil dominado por superficies horizontales monótonas, Nueva Zelanda entra plenamente dentro de la zona de climas templado-húmedos, con altas precipitaciones y densa vegetación, en un país caracterizado por lo abrupto de su morfología y el carácter reciente de unas cordilleras integradas en el «cinturón de fuego» del Pacífico. Por esta razón, su estudio permite comprobar cómo, a partir de un medio contrastado, el asentamiento de los europeos y la implantación de un modelo de organización colonial ha generado estructuras económicas y espaciales bastante similares, sólo alteradas y diversificadas parcialmente en el último medio siglo de rápido crecimiento. La importancia de la intervención humana en la configuración del territorio, por encima de los condicionamientos físicos, se hace así evidente. II.
Desarrollo, colonialismo y dependencia
Australia y Nueva Zelanda son dos de los territorios incorporados más recientemente al sistema de relaciones internacionales, con una corta historia, escasa además en acontecimientos destacados. El tardío descubrimiento y ocupación por los europeos, que produjeron una brusca solución de continuidad con el pasado al implantar nuevas estructuras acordes con sus intereses y justificativas del devenir reciente, se vio acompañado por un lento proceso de colonización, que sólo a mediados del siglo pasado conoció un impulso definitivo. En este sentido, la historia reciente de estos dos países puede subdividirse en tres períodos esenciales: el primero, que calificaremos como de descubrimiento y conquista, se inicia con las primeras exploraciones llevadas a cabo por navegantes holandeses a comienzos del XVII y culmina con la consolidación definitiva del asentamiento europeo, que en Australia se vincula al descubrimiento de oro en 1851, y en Nueva Zelanda a ese mismo fenómeno diez años después, unido al final de las guerras maoríes en 1868; el segundo período representa la consolidación definitiva de unas estructuras José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES típicamente coloniales, que sitúan a ambos como territorios política y económicamente dependientes dentro del sistema mundial de intercambios; a partir de los años veinte, se inicia en Australia un proceso de industrialización, acelerado tras el final de II Guerra Mundial, que altera hasta cierto punto su estatus tradicional y propicia un rápido crecimiento económico, desarrollado también en Nueva Zelanda aunque en fecha más tardía y con resultados más modestos.
1.
EL DIFÍCIL COMIENZO DE LA IMPLANTACIÓN EUROPEA
La evolución contemporánea de ambos países está regida, en gran medida, por las relaciones de dependencia mantenidas respecto al exterior, de donde han procedido buena parte de los flujos de capital y población que han servido para poner en explotación el suelo. La diversa funcionalidad ostentada por ambos a lo largo del tiempo con respecto a la metrópoli dominante —el Reino Unido de forma exclusiva hasta la II Guerra Mundial, al que se unen los Estados Unidos e, incluso, Japón, desde los años cincuenta—justifica las fluctuaciones cíclicas registradas en ambos inputs, y su inmediato efecto sobre las estructuras económico-espaciales. En este contexto, el interés que ofrecieron a Europa ambos territorios fue bastante escaso hasta hace poco más de un siglo, y de ahí lo exiguo del poblamiento. Aunque ya en 1606 los holandeses costearon los sectores occidental y septentrional del continente australiano, y en 1642 Abel Tasman logró llegar a Tasmania y Nueva Zelanda, la enorme distancia existente, junto con la aridez de los territorios descubiertos inicialmente y la falta de interés comercial ante la inexistencia de oro y especias, desviaron la atención de los europeos hacia otras tierras más ricas y próximas como las americanas, con expectativas de beneficio inmediato. Sólo cuando la independencia de Estados Unidos obligó al gobierno inglés a buscar una colonia penitenciaria que sustituyese a Virginia, los ojos se volvieron hacia la costa sudorienta! de Australia, descubierta e incorporada a la corona británica por Cook en 1770. De este modo, en 1788 se fundó la primera colonia penitenciaria en Port Jackson, actual Sydney, que dio origen al estado de Nueva Gales del Sur, a la que siguieron otras en Tasmania, Perth y Adelaida, sólo abolidas definitivamente en 1868, con un saldo global de unos 160.000 deportados (Hughes, R., 1989). Estos contingentes, a los que comenzaron a sumarse pequeños grupos de colonos libres (settlers) desde 1793, se encontraron con una población aborigen cuyo número se estima en unas 300.000 personas, relativamente dispersa en el territorio, que mantenía unas formas de vida nómada y una tecnología muy rudimentaria. Los conflictos armadas, las enfermedades importadas y la desarticulación de las estructuras tradicionales generaron un rápido incremento de la mortalidad, hasta reducir sus efectivos a meaos de una tercera parte, al tiempo que se les confinaba progresivamente en los sectores desérticos del interior y del norte, desapareciendo por completo en Tasmania desde 1876. Por su parte, la población europea que se fue asentando en diversos núcleos del litoral (Sydney en 1788, Hobart en 1803, Brisbane en 1824, Perth en 1829, Melboume en 1835, Adelaida en 1836….), sin apenas contacto entre ellos ni profundización hacia el interior, desarrolló inicialmente una actividad agraria orientada a la autosubsistencia que muy pronto evolucionó hacia una especialización ganadera, tras la importación de ovejas merinas y la penetración en la cuenca del Murray-Darling, De este modo, en 1840 se contaban, ya alrededor de 5.000 ganaderas, con más de un millón de cabezas, que en su mayoría carecían del derecho de tránsito por las tierras en que se habían establecido, por lo que al calificativo de squatters (usurpadores) acabó por generalizarse para referirse a ellos (Huetz de Lemps, A., 1970). Hasta mediados de siglo, los squatters, algunos de los cuales poseían rebaños inmensos que llegaban a las 100.000 cabezas, fueron los verdaderos dueños del país, imponiendo ya a las colonias su característica «economía extravertida», orientada hacia ¡a exportación de productos ganaderos, que se completaba en el nordeste de Queensland con el establecimiento de plantaciones de algodón y caña de azúcar adaptadas al clima litoral de alisio, si bien limitadas por la escasez de fuerza de trabajo ante la negativa a aceptar poblaciones de color. El resultado fue la consolidación de un Estado federal en el que los diversos territorios gozan de gran autonomía política, centralizando algunas instituciones en la capital del país, Canberra, pequeña ciudad creada para esa función con objeto de evitar la posible competencia entre las grandes metrópolis que actúan como capitales de los estados federados, separados entre sí por límites rectilíneos que, en su mayoría, siguen la red de meridianos y paralelos. El poblamiento de Nueva Zelanda fue aún más tardío debido a su mayor alejamiento y la efectiva resistencia de la población maorí, de origen polinesio, llegada al archipiélago en sucesivas oleadas hasta el siglo XVI. En estas condiciones, hacia 1830 el número de europeos asentados se reducía a unos pocos miles, agrupados en contados enclaves comerciales del litoral de la Isla Norte, junto a algunos asentamientos balleneros emplazados en el estrecho de Cook, y pequeños grupos de misioneros que se habían adentrado para poder entrar en contacto con la población aborigen. La anexión como colonia José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES británica en 1840, otorgando la capitalidad a Auckland, fue resultado de la competencia anglo-francesa por el dominio de las rutas marítimas en este sector del Pacífico, y no de una efectiva ocupación previa. El establecimiento de la primera Compañía Neozelandesa de Asentamiento a partir de esa fecha, creando centros de población en Wellington, New Plymouth, Nelson, Otago y Canterbury, junto a la ocupación de tierras por compra o usurpación, desencadenó dos guerras sucesivas con los maoríes (1842-1846 y 1860-1868) que, además de diezmar unos contingentes aborígenes estimados en más de 250.000 individuos en 1769 hasta reducirlos a tan sólo 42.000 en 1896, frenaron temporalmente la inmigración. Desde el primer momento, los escasos efectivos poblacionales, concentrados en la Isla Norte, y el ejemplo australiano, se combinaron para potenciar una especialización en ganadería ovina, convirtiendo la lana en la exportación básica hacia la metrópoli, junto con los cereales. La consolidación definitiva del asentamiento europeo y su incorporación a los circuitos comerciales sólo tendrá lugar desde mediados de siglo. El descubrimiento de oro en las proximidades de Melboume y algunos puntos de Nueva Gales del Sur en 1851 provocó un aflujo masiva de inmigrantes, que en sólo un decenio permitieron triplicar la población australiana, elevándola por encima del millón de habitantes (de 405.000 en 1850 a 1.145.600 en 1860), al tiempo que se generaba una riqueza que facilitó la posterior instalación de una parte de esa población como colonos, una vez agotados los yacimientos principales. Los primeros procesos de reforma agraria desencadenados a partir de 1861 por los efectos indirectos de esta colonización masiva, redujeron el papel hegemónico ostentado hasta entonces por los ganaderos, al permitir que cada colono pudiera comprar un lote de 16-30 hectáreas dentro de las tierras de la Corona, con la obligación de establecerse en él. El desarrollo de la minería y la cerealicultura en los sectores meridionales y las vertientes occidentales de la Cordillera Divisoria, potenciados por el tendido de la primera línea férrea desde la cosía y hacia la cubeta del Murray-Darling en 1878, contribuyeron a diversificar la economía, ampliar la superficie explotada y extender el poblamiento, formalizando una ocupación que se completará con la proclamación de la «Commonwealth of Australia» en 1901, cuando la población se acercaba ya a los 4 millones de habitantes. En Nueva Zelanda, el proceso fue algo más tardío. Los yacimientos auríferos descubiertos en Otago, en el extremo meridional del territorio, en 1861, supusieron la llegada de 60.000 buscadores que impulsaron el desarrollo agrario de la Isla Sur y el rápido crecimiento de ciudades como Dunedin o Christchurch, desplazando con ello el centro de gravedad, hecho que se reflejó en el traslado de la capital a Wellington, realizado en 1865. El final de la segunda guerra maorí en 1868 y la reforma agraria promulgada en favor de las explotaciones pequeñas y medias mediante concesiones de tierra por el Estado a cambio de una pequeña renta, permitieron la definitiva estabilización de una población que en 1906, inmediatamente antes de su conversión en dominio dentro de la Commonwealth, se elevaba a 936.000 habitantes, de los que ya sólo el 5 % eran maoríes, agrupados casi exclusivamente en el extremo septentrional, mientras el resto procedía en su práctica totalidad del Reino Unido, lo que ha permitido identificar a Nueva Zelanda como el más británico de los países de la actual Commonwealth, incluida la propia metrópoli. De este modo, sien 1853 la cabaña ovina apenas llegaba al medio millón de cabezas en 1881 alcanzaba ya los 13 millones, multiplicando por 50 veces el valor de las exportaciones en ese lapso de tiempo (Cumberland, K. B., Whitelaw, J. S., 1970, 34). 2.
LA SOBREIMPOSICIÓN DE UNAS ESTRUCTURAS COLONIALES
Desde mediados del siglo XIX y hasta el final de la I Guerra Mundial, ambos territorios conocieron un largo período de expansión que asentó definitivamente unas estructuras económico-espaciales de carácter colonial, identificándoles con lo que algunos han denominado países semiperiféricos (Logan. M. I., 1983, 102). La expansión de las fuerzas productivas que trajo consigo la Revolución Industrial y que posibilitó la progresiva creación de un sistema económico mundial integrado, que gravitaba sobre la Europa noroccidental y estaba basado en los principios de división de} trabajo y libre cambio, incorporó a las colonias de Australasia como abastecedoras de alimentos y materias primas, desencadenando un proceso de colonización tendente a poner en explotación sus recursos bajo la dirección de la metrópoli. No obstante, el modele de ocupación que tuvo lugar, a semejanza de lo ocurrido en América del Norte y frente a otras áreas del Tercer Mundo, puede caracterizarse como colonización de poblamiento. Aquí los europeos, ante la escasez de poblaciones autóctonas y su parcial exterminio, llevaron a cabo un asentamiento efectivo en el territorio, desarrollando una actividad agrícola y ganadera orientada esencialmente a la exportación (cereales, lana, pieles, cuero..., más tarde carne y productos lácteos), de carácter extensivo y adaptada a la existencia de vastas praderas en la zona templada o subtropical. Una intensa mecanización incentivada por las bajas densidades, una red de transpones organizada en función de los puertos de embarque, y un fuerte desarrollo de las actividades mercantiles y financieras en estos centros urbanos que polarizaban buena parte de los efectivos demográficos completaba el panorama de unas economías relativamente prósperas aunque frágiles, muy dependientes de los precios internacionales José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES para sus productos de exportación. En este sentido, se sucedieron ciclos expansivos como el que desencadenó la «fiebre del oro», en el que el aumento de la demanda exterior y de la entrada de capitales se correspondía con una reactivación económica, una expansión territorial y un aumento de la inmigración, frente a otros recesivos (1890, 1930, 1973), en los que disminuyó la tasa de crecimiento, aumentó el paro y se limitaron las entradas de nuevas trabajadores. Dentro de estas coordenadas, la mejora del transporte a larga distancia y la progresiva reducción de tarifas, la apertura de Suez en 1879 y el surgimiento de los procesos de congelación en el decenio siguiente, permitieron reducir en gran medida los inconvenientes impuestos por la distancia al desarrollo de los intercambios con Australia y Nueva Zelanda, al tiempo que posibilitaban una diversificación de sus exportaciones, incorporando la carne y los lácteos. De este modo, la cabaña pecuaria logró alcanzar los 106 millones de cabezas en Australia y los 20 en Nueva Zelanda hacia 1895, consolidando definitivamente la especialización productiva de ambas, Pese a todo, el carácter extensivo de esa actividad y sus escasas necesidades en mano de obra, la pronta introducción de mejoras tecnológicas en el sector agrario, junto a la expansión de los empleos terciarios en las grandes ciudades portuarias, favorecieron un rápido incrementa de la urbanización, particularmente en Australia, que en 1891 cortaba ya con cerca de dos tercios de su población viviendo en ciudades, cifra que, por ejemplo, sólo alcanzó Estados Unidos en 1920. La expansión económica y la consolidación política coincidieron con un cambio de actitud respecto a la inmigración, estableciendo controles más estrictos y manteniendo el bloqueo respecto a las poblaciones asiáticas mediante unos derechos de entrada muy elevados, lo que, unido a una política social avanzada, particularmente temprana en el caso neozelandés, permitió elevar los niveles de renta y bienestar hasta cotas muy destacadas en el contexto internacional del momento. 3. El reciente proceso de industrialización Un elemento importante en el proceso de desarrollo de ambos países, particularmente de Australia, ha sido el cambio registrado en la naturaleza de su dependencia a lo largo del tiempo. Si durante décadas su función primordial y casi exclusiva fue la de abastecer de productos básicos al mercado europeo, la desintegración del imperio británico, el surgimiento de una política nacionalista y la progresiva influencia de Estados Unidos en el Pacífico contribuyeren a producir un giro en su política económica. Los gobiernos respectivos iniciaron una política de promoción industrial que cobró todo su significado cuando las dos guerras mundiales cortaron el suministro de bienes manufacturados desde el exterior, y la crisis de 1929 impulsó un creciente proteccionismo en el panorama económico internacional. Los orígenes de la industria australiana pueden remontarse al último tercio del pasado siglo. Entre 1850 y 1880, la población activa en el sector manufacturero pasó de 18.000 a 150.000 trabajadores, y su participación en el P1B del 5 al 11 %, coincidiendo con un gran esfuerzo en la mejora de las infraestructuras técnicas y el incremento de su potencial de mercado ligado a la intensa inmigración, además del aumento de riqueza que trajo consigo el descubrimiento de oro en el decenio anterior (Logan, M. I., 1983, 104). Pese a ello, al comenzar el siglo la industria seguía manteniendo una actividad minoritaria, vinculada casi exclusivamente a la sustitución de importaciones y concentrada en las grandes ciudades portuarias, sin capacidad para cubrir la demanda global de bienes, lo que mantenía un alto grado de dependencia exterior. Si el aislamiento con respecto a otras áreas industrializadas y lo exiguo del mercado interior, tanto de consumo como de trabajo, fueron siempre factores limitativos, la escasa integración del espacio nacional (el primer ferrocarril transcontinental data de 1917) se constituyó en problema esencial, junto al escaso interés entre quienes ostentaban el poder económico en cambiar una orientación productiva que les reportaba grandes beneficios. El problema de abastecimiento generado por la i Gran Guerra impulsó una intervención más directa por parte del gobierno australiano, que en 1923 reforzó el proteccionismo vigente desde comienzos de siglo, favoreciendo con ello un cierto desarrollo en esos años, frenado por la crisis en 1929 y vinculado en gran parte a capitales británicos. Pero el impulso definitivo lo proporcionará la II Guerra Mundial que, además de reactivar los problemas anteriores, obligó a la instalación de una serie de industrias básicas como la siderurgia, la construcción naval o la aeronáutica, vinculadas a la Fabricación de armamento, que hubieron de ser reconvertidas posteriormente. La mejora generalizada de las infraestructuras de transpone y una política inmigratoria menos restrictiva en los años posteriores a la guerra, unidas a la abundancia de recursos naturales con que cuenta el continente, atrajeron las inversiones de capital exterior, principalmente ahora de Estados Unidos y Japón, generando en los años cincuenta el rápido crecimiento que muestra el cuadro VII.2.
Cuadro VII.2. Año
Evolución del empleo industrial en Australia 1912-1960 Miles de
Miles de empleos José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES fábricas 14,5 321 18.0 379 21,7 337 27,0 725 45.8 987 56,7 1.132 Fuente: Australian Bureau of Statistics. Al tiempo, el incremento cuantitativo en los efectivos industriales que desde mediados de esa década lograron representar cerca de un 30 % del PIB (Linge, G. J. R., 1978,467) se vio acompañado por una rápida evolución en lo referente a la especialización sectorial, con una importante expansión de tos sectores metalúrgico y químico, que presentan una relación capital-trabajo más alta y una productividad superior, en detrimento de sectores tradicionales ligados a la producción de bienes de consumo esenciales, como el textil o la alimentación. De todos modos, los vestigios de la economía colonial continúan vigentes en el gran desarrollo de las actividades extractivas, que convierten a Australia en una de las grandes potencias mineras del mundo, como primer productor de bauxita, diamantes, titanio y plomo, además de ocupar una posición también destacada en otros muchos minerales (cuadro VII.3). En Nueva Zelanda, el proceso industrializado! ha revestido caracteres más modestos, al acentuarse los problemas de distancia y exigüidad del mercado interior, sin contar como contrapartida con unos recursos minerales tan abundantes como Australia si se exceptúa la energía hidroeléctrica y, hasta cierto punto, el carbón. 1912 1922 1932 1942 1952 1960
Cuadro VII.3.
Principales producciones mineras de Australia en 1996
% Puesto producción Minerales mundial mundial Bauxita 1.° 38,5 Diamantes industriales 1.° 37,8 Titanio 1.° 33,1 Plomo 1.° 17,8 Uranio 2.° 14,0 Oro 3.° 14,1 Cinc 3.° 13,5 Hierro 4.° 13,3 Níquel 4.° 11,2 Manganeso 5.° 9,2 Fuente: Mías del estada del mundo 1998. Si en los añas ochenta del pasado siglo el desarrollo agrario y el crecimiento demográfico promovieron una incipiente industrialización en Christchurch y Dunedin orientada a la producción de bienes de consumo y maquinaria agrícola, el inicio de las exportaciones de carne congelada hacia Gran Bretaña en 1S82 supuso la aparición en apenas diez años de 21 mataderos frigoríficos, localizados en las terminales del ferrocarril, por donde llegaban las reses y próximos a los puertos de embarque. Esta actividad, que también favoreció la expansión de otras complementarias (conserveras, lácteas...) o destinadas a la transformación de subproductos, otorgó a la industria neozelandesa una fuerte especialización en el sector agroalimentario, sólo diversificada posteriormente de forma lenta y progresiva por la aparición de otros sectores que también aprovecharon los recursos naturales existentes (madera, aluminio...), y de industrias de afta tecnología que sirven una demanda creciente, lo que justifica su localización esencialmente urbana, En resumen, estos dos países no se identifican fácilmente con el modelo habitual de industrialización-desarrollo. El contraste entre los elevados niveles de vida y la pervivencia de estructuras económico-espaciales heredadas de la colonización, pone de manifiesto el papel tradicionalmente dependiente que han jugado dentro del sistema capitalista mundial, lo que no ha impedido un rápido aumento de las rentas a una población escasa, que ha desarrollado una explotación extensiva de unos recursos abundantes destinados a satisfacer la demanda alimentaria o industrial de otros países. La contrapartida recibida ha sido el capital y la fuerza de trabajo necesarios para la colonización del territorio y su propia expansión. En este sentido, cabe justificar la afirmación de Logan cuando señala que estos países han sido capaces «de utilizar sus relaciones de dependencia para escapar del subdesarrollo» (Logan, M. I., 1983,104), José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES La industrialización del último medio siglo, ligada esencialmente a la sustitución de importaciones y muy dependiente de los recursos propios, no ha limitado e! carácter de países exportadores de materias primas que ambos continúan ofreciendo, junto a un rápido desarrollo de las actividades de servicios, que hoy representan ya más de dos terceras partes, tanto de la población ocupada como de la población total (cuadro VII.8), Así, por ejemplo, si aún en 1952 la lana representaba el 47 % de las exportaciones australianas, cifra que se elevaba al 66 % al sumarle las partidas correspondientes al trigo, la carne y la harina, en 1994-1995 los cinco productos principales sólo reúnen el 30 % del valor total de las mercancías expedidas, adquiriendo una importancia prioritaria el carbón y los minerales ante la fuerte demanda de la industria japonesa (cuadro VII.12). Por su parte, más del 75 % de las importaciones siguen correspondiendo a productos manufacturados e hidrocarburos, destacando especialmente los bienes de equipo. En la actualidad, la industria de ambos países se enfrenta a un grave problema de competitividad, incluso respecto a otros países próximos, ante la actual reorganización en la división internacional del trabajo, que vuelve a plantear su funcionalidad en un futuro inmediato frente a la competencia de los «cuatro dragones» del Sureste asiático (Corea de] Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur), e, incluso, los nuevos países industriales de segunda generación (Indonesia, Malasia, Filipinas, Tailandia) o China, con unos niveles salariales bastante inferiores, en la atracción de inversiones exteriores y la conquista de los mercados regionales.
4.
UN MARCO NATURAL CONTRASTADO
La similitud en los procesos de organización territorial puestos en práctica desde la instalación de los europeos hace apenas dos siglos no puede ignorar las profundas divergencias morfoestructurales y bioclimáticas sobre las que se asientan y que facilitan una clara individualización de ambos territorios. a)
Los contrastes del relieve
Si Australia es un continente casi rectangular, de contornos rectilíneos, constituido esencialmente por un zócalo arrasado y fracturado que origina un notorio predominio de las formas planas, Nueva Zelanda se nos muestra como un archipiélago formado por tres islas, la del Norte, la del Sur y la de Stewart, que se alarga 1.500 kilómetros en sentido latitudinal, con costas recortadas y relieves abruptos, surgidos en época reciente y afectados aún por un intenso dinamismo que se refleja en la pervivencia de un vulcanismo activo y una elevada sismicidad. El territorio australiano es uno de los más antiguos y estables del globo, no afectado por procesos orogénicos desde finales del Paleozoico. Corresponde en su mayor parte a un escudo precámbrico, que se prolonga por el mar de Arafura y Nueva Guinea, incorporado inicialmente al antiguo continente de Gondwana, que comenzó su individualización hace unos 160 millones de años al separarse de las costas orientales africanas tras la apertura del rift del índico, para completarla hace 55 millones de años con la separación de la Antártida, desplazándose a partir de entonces hacia el norte (Davies, J. L., 1983, 196). Como otros escudos de características similares, el australiano ha sido intensamente erosionado en e! transcurso de su evolución hasta dejar su relieve convertido en una serie de plataformas poco accidentadas y a distinta altura, aflorando directamente en la mitad occidental, mientras en el sector central aparece hundido y recubierto por espesas capas sedimentarias depositadas subhorizontalmente desde el Mesozoico. Por su parte, el geosinclinal que le contorneaba por el este fue plegado a finales del Paleozoico, originando una serie de cordilleras yuxtapuestas, posteriormente desmanteladas, y que volvieron a rejuvenecerse en el Cenozoico, a partir de una serie de grandes fallas acompañadas por algunos fenómenos volcánicos, aunque de escasa entidad. El resultado de esta evolución es un relieve monótono, con sólo 210 metros de altitud media, en el que la cumbre más elevada, el monte Kosciusko en el extremo sudoriental del país, alcanza únicamente los 2.225 metros de altitud. Australia es, ante todo, una tierra de bajas mesetas, reflejo de su estabilidad tectónica, siendo asimismo el único continente sin vulcanismo activo en la actualidad y el menos afectado por el glaciarismo cuaternario, junto con África, con la sola excepción de Tasmania. Dentro de estos rasgos de conjunto, pueden diferenciarse tres grandes unidades morfoestructurales dispuestas en bandas paralelas (fig. 7.1a): José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES ― Mesetas o plataformas occidentales. ― Llanuras centrales. ― Cordillera o Divisoria australiana oriental. Las mesetas occidentales corresponden a una serie de fragmentos del zócalo precámbrico en los que afloran los materiales cristalinos y metamórficos que encierran importantes yacimientos metalíferos y están recubiertos frecuentemente por costras ferruginosas, con unas altitudes medias entre 200-600 metros que sólo se rompen ante la existencia de algunos horsts y afloramientos de cuarcitas que por erosión diferencial dan origen a una serie de pequeños macizos montañosos que en ningún caso superan los 1.500 metros de altitud (Arnhem, Kimberley, Hamerley, Macdonnell, Musgrave.,.). Entre ellos aparecen otros sectores más deprimidos y recubiertos parcialmente por depósitos continentales, que hacia el interior son de carácter eólico, dando origen al característico paisaje de dunas y barjanes que personaliza los desiertos de Gibson y Victoria.
Fig. 7.1a), b) y c).
Condiciones naturales en Australia y Nueva Zelanda.
El contacto de este bloque con los que le rodean es muy diverso, pues mientras hacia el interior se hunde por lo general suavemente bajo los depósitos continentales, en las márgenes septentrional y occidental existen grandes escarpes de falla, que en la región de Perth tienen su mejor exponente en la falla de Darling, con un salto cercano a los 12.000 metros de desnivel (Guilcher, A., 1969, 17), aprovechado hidroeléctricamente. Las llenuras centrales comprenden un gran conjunto situado a menos de 200 metros de altitud sobre el mar, que se extiende entre el golfo de Carpentaria y la Gran Bahía Australiana, y que, debido a la existencia de algunos horsts como el de los montes Flinders, aparece subdividido en una serie de cuencas individualizadas, entre las que destacan por su extensión la Gran Cuenca Artesiana y la del Murray-Darling. Aquí la topografía relacionada con una sedimentación prácticamente continua desde el Jurásico es de una horizontalidad aún mayor, sólo alterada por algunos afloramientos de rocas subyacentes. Si las regiones occidentales eran el dominio de las costas ferruginosas, aquí abundan las silíceas, cuyo desmantelamiento es el origen de las acumulaciones de guijarros que caracterizan el José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES desierto de Simpson, en el entorno del lago Eyre, que actúa como vértice de una extensa área endorreica, situado once metros por debajo del nivel marino. Finalmente, la Cordillera australiana se localiza en el extremo oriental del continente, extendida por tres mil kilómetros desde la península de York a Tasmania, que es un horst desgajado del conjunto y separado por el actual estrecho de Bass. Es ésta la única región montañosa de cierta entidad, lo que justifica el apelativo frecuente de Gran Cordillera Divisoria (Great Dividías Range), título evidentemente excesivo pero que manifiesta bien su singularidad dentro del país. Está formada por una serie de fragmentos hercinianos constituidos esencialmente por pizarras y areniscas, reelevados en el Terciario y que ofrecen un paisaje de cumbres planas como corresponde a antiguas superficies de erosión, que sólo en el extrema sudoriental —los llamados Alpes Australianos— llegan a constituir un relieve verdaderamente abrupto, con cimas en torno a los 2.000 metras, afectadas ya por algunos fenómenos glaciares, y vertientes pronunciadas en donde se encajan profundamente los ríos que vierten sus aguas al Pacífico. Pero si como cordillera no rebasa unas dimensiones modestas, e] papel jugado en la ocupación y organización del territorio australiano por los europeos ha resultado fundamental, pues la disimetría bioclimática que establecen sirvió para fijar el poblamiento en la franja costera oriental, frente al vacío característico de sus márgenes occidentales. La fisonomía de Nueva Zelanda resulta, en cambio, muy accidentada, con un predominio casi absoluto de los sectores montañosos dispuestos de suroeste a nordeste y levantados en sucesivas fases orogénicas, desde el Mesozoico y hasta el Pleistoceno (fig. 7.1c). Este archipiélago, situado al suroeste de la fosa de Tonga-Kermadec, corresponde al fragmento austral del rosario de islas que acompaña las fosas oceánicas surgidas en el borde comprensivo entre las placas Indoaustraliana y Pacífica, presentando un relieve complejo como corresponde a su juventud yak intensidad de los esfuerzos soportados. Un primer rasgo diferencial lo establece la altitud, muy superior a la de las cordilleras australianas, que alcanza su máximo exponente en los Alpes del Sur, donde el monte Cook culmina a 3.764 metros. Pero de mayor significado es la complejidad morfoestructural, con una serie de materiales sedimentarios de edad y composición diversas, plegados y fallados intensamente, que en la Isla Norte se ven recubiertos en gran parte por materiales eruptivos míopliocenos que forman una meseta en la región central de la que emergen conos aún activos como el Ruapehu o el Nogaurohe, mientras en la Isla Sur están afectados por un intenso glaciarismo traducido en el aguzamiento de las crestas, la abundancia de lagos y valles en artesa, e incluso la existencia de Fiordos en su extremo suroccidental. Las condiciones climáticas actuales justifican aquí la persistencia de nieves perpetuas por encima de los 2.200 metros de altitud, con lenguas de hielo bien alimentadas que alcanzan los 28 kilómetros de longitud en el glaciar de Tasman. b)
La contraposición de dominios bioclimáticos
Pero si la diversidad es el rasgo esencial que define las grandes líneas del relieve de ambos países, otro tanto ocurre en lo que respecta a sus regiones climáticas, dominios biogeográficos y regímenes fluviales. El calor y la aridez característicos del clima australiano, con promedios térmicos que oscilan entre 15 y 29,5°, y la mitad del territorio por debajo de los 350 milímetros de precipitación anual, se justifican esencialmente en razón de su latitud. Situada entre los 10° 41'y 43° 39' S, prácticamente en las antípodas del desierto del Sahara, y recorrida en su centro por el trópico de Capricornio. Australia aparece inmersa en su mayor parte dentro del cinturón de altas presiones subtropicales que dominan aquí buena parte del año, originando la estabilización atmosférica y una escasez generalizada de precipitaciones, rasgos típicos de climas tropicales áridos como los de Alice Springs, en el centro del país, o William Creek (cuadro VII.4). La continentalidad, por su parte, explica la menor sequedad de estos desiertos (vértice seco en el lago Eyre, con 100-120 milímetros anuales) por comparación con los del hemisferio norte, así como el aumento de la amplitud térmica y el descenso de las lluvias, fundamentalmente estivales, desde la periferia y hacia el interior. El hecho de que dos terceras partes del territorio sean regiones arreicas o endorreicas, sin desagüe al mar, se vincula estrechamente a la gran extensión de esos dominios áridos y al carácter divagante de los cursos fluviales, ante la escasa pendiente de su perfil longitudinal. Sólo en los extremos septentrional y meridional, en virtud del balanceo estacional de los centros de acción, se conocen lluvias superiores. En el norte, principalmente en la Tierra de Arnhem y la península de York, el descenso latitudinal de la convergencia intertropical durante el verano genera intensas precipitaciones, aumentadas periódicamente por la llegada de ciclones tropicales como el que arrasó la ciudad de Darwin en la Navidad de 1974. Cuadro VII.4. Estación
Tipos climáticos en Australia y Nueva Zelanda
Temperatura
Amplitud
Mes
Mes más Precipitación Cociente José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Alice Springs (24° S) William Creek: (28° 55' S) Darwin (12° 26' S) Wyndham (16° S) Perth (31° 56' S) Sydney (34° S) Melbourne (38° S) Eucla (32° S) Brisbane (27° 26' S) Townsville (19° 15' S) Bourke (30° 05' S) Auckland (36° 47' S) Invercargill (46° 25' S) Christchurch (43° 29' S)
Media anual (°C) 21,0 20,8 27,6 29,5 18,1 17.3 14,8 17,5 20,4 23,9 20,5 15,0 9,5 11,4
térmica 18,0 7,0 4,1 7,5 10,8 10,5 10,5 9.5 10,1 8,2 18,0 8,0 8,7 11,7
más cálido 29,0 28,5 7.9,2 31,0 23,9 22.0 20,0 21,5 25,1 27,4 29,0 19.0 13,5 16,7
frío 11,0 11,5 25,1 24,5 13,1 11,5 9,5 12,0 10,0 19,2 11,0 11,0 4,8 5,0
total (mm) 282 121 1.563 722 889 1.217 648 257 1.093 1334 333 1.250 1.063 633
est. 0,29 0,52 0,01 0,01 15,00 1,16 0,97 2,10 0,29 0,07 0,66 1,60 0,89 1,10
El resultado es un característico clima tropical de dos estaciones, del que la propia Darwin y Wyndham son buena muestra. Por su parte, en el extremo sur, las borrascas del frente polar en su avance hacia el norte durante los meses invernales (junio-agosto) llegan a afectar estas regiones junto con Tasmania, que también registran una mayor amplitud térmica ante la presencia de masas de aire polar durante períodos prolongados. El clima subtropical mediterráneo en (a región suroccidental, en torno a Perth, y el subtropical húmedo, de tipo chino, en la otra margen, coincidiendo con las regiones más pobladas (Sydney, Melboume), son su consecuencia, mientras en la Gran Bahía Australiana, mejor protegida ante los vientos del oeste, las precipitaciones disminuyen ostensiblemente, tal como se comprueba en Eucla. A la latitud y continentalidad hay que añadir un tercer factor esencial representado por la Divisoria australiana, que actúa como barrera climática, favoreciendo un importante aumento de las lluvias en las vertientes orientales expuestas al alisio, frente a la sequedad que preside las occidentales, derivada del efecto de sombra pluviométrica. El clima litoral de alisio, cálido y muy húmedo, característico de las ciudades costeras de Queensland como Brisbane o Townsville, contrasta fuertemente con el de la Gran Cuenca Artesiana o la depresión Murray-Darling, de la que Bourke es un buen ejemplo. El resultado final es una distribución concéntrica de las precipitaciones y la oscilación térmica anual, de particular incidencia ecológica, en tanto las temperaturas disminuyen progresivamente hacia el sur (fig. 7.1b). Los climas que presenta Nueva Zelanda están dominados por una lógica muy diferente. Con una posición latitudinal enmarcada por los paralelos 34° 23' y 47° 17' S, y en un territorio en el que ningún punto llega a alejarse más de 150 kilómetros de la costa, la influencia oceánica y el paso sucesivo de las borrascas del frente polar procedentes del oeste se conjugan para ocasionar un predominio generalizado de los climas templado-oceánicos, con temperaturas medias que oscilan entre los 9 y 15 a, una escasa oscilación térmica, y unas precipitaciones abundantes y bien repartidas, sin que pueda hablarse de meses secos. Si las diferencias de latitud afectan los valores térmicos anuales, la influencia del relieve origina, junto al escalonamiento altitudinal, una importante disimetría pluviométrica, con valores elevados en las fachadas a barlovento, que llegan a superar los 5.000 milímetros en la vertiente occidental de los Alpes del sur, frente a niveles diez veces inferiores en la llanura de Canterbury, al este, afectada periódicamente por fenómenos de foehn. El medio biogeográfico de ambos países refleja fielmente esos contrastes climáticos. Junto a la existencia de especies endémicas relacionadas con el aislamiento continental ya comentado, la característica esencial de la vegetación australiana es la escasez de bosques densos, que limitan su área de expansión a ciertos sectores de la franja costera oriental y las vertientes de la Cordillera Divisoria. Mientras en la mitad norte se trata de un bosque tropical higrófilo con especies variadas (arces, bambúes, cedros...}, junto a un espeso sotobosque de lianas, epífitas y helechos arborescentes, al sur de Brisbane y hasta Tasmania, ése se ve sustituido por el bosque de eucaliptos, ampliamente dominante en el conjunto. A partir de esa banda marginal, que se completa con un enclave aislado de bosque mediterráneo en la región de Perth, y relacionado con el progresivo aumento de la aridez que se registra hacia el interior del continente, se suceden una serie de formaciones progresivamente degradadas en su porte y densidad que van desde el bosque claro de eucaliptos existente en las vertientes occidentales de la Divisoria, y la sabana arbolada en los sectores tropicales septentrionales, hasta las formaciones arbustivas de scrub, con eucaliptos y acacias de escaso tamaño, para finalizar en pleno dominio desértico. No obstante, aquí la ausencia de vegetación no llega a ser total, apareciendo en forma dispersa algunas especies herbáceas de carácter xerófilo, que han fijado las dunas. Si a las difíciles condiciones climáticas se suma la acción José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES deforestadora del hombre, particularmente intensa en la mitad oriental durante el último siglo, en relación con el pastoreo y la roturación de nuevas tierras, el resultado es un exiguo 5 % de superficie boscosa propiamente dicha, que es el valor más bajo entre los diez conjuntos regionales delimitados en esta obra. Antes de la llegada de ios europeos, la práctica totalidad de la Isla Norte de Nueva Zelanda y la mitad occidental de la Isla Sur estaban cubiertas por masas forestales espesas, que el incendio y la tala abusivos llevados a cabo para extender la superficie de pastos ha reducido sensiblemente, sobre todo en la primera de ellas, hasta dejarlas hoy reducidas a las vertientes montañosas (Cumberland, K. B.; Whithelaw, J. S., 1970, 3-9). Las formaciones actuales presentan una fisonomía diversa según la latitud, pues mientras en el extremo norte, en tomo a Auckland, domina el bosque subtropical en el que destaca una especie endémica, el kaurí, conífera de grandes dimensiones, hacia el sur se pasa al área ocupada por el bosque austral de coníferas propiamente dicho, con un denso sotobosque, para finalizar en los Alpes del Sur, ocupados por el bosque subantártico de hayas, coronado por praderas alpinas y nieves perpetuas en la zona de cumbres. Únicamente en la margen oriental de esta isla, a sotavento de las intensas precipitaciones que descargan en la otra ladera, se manifiestan ciertos rasgos de sequedad reflejados en el predominio de una estepa herbácea, roturada hoy parcialmente en la llanura de Canterbury. Las actitudes conservacionistas, de gran arraigo en la sociedad neozelandesa desde hace medio siglo, han convertido ya más de un 10 % del territorio en espacio natural protegido. III. 1.
El dualismo territorial en Australia UN POBLAMIENTO ESCASO Y PERIFÉRICO
Como afirma García Zarza. «Australia es una paradoja demográfica, ya que es un gran territorio escasamente poblado, situado no lejos de las grandes concentraciones del Asia monzónica y de las dos mayores potencias demográficas mundiales, China y la India» (García Zarza, E., 1976, 99). En efecto, el primer dato esencial para caracterizar la ocupación actual de este territorio es su escasa población, equivalente al 47 % de ¡a española, de lo que resulta una densidad media que apenas supera los 2,5 habs Km2. Aunque se han señalado con frecuencia las condiciones ecológicas, en particular la aridez, como factor que limita las posibilidades efectivas de asentamiento estable en cuatro quintas partes del país (se estima que el ecúmene australiano comprende sólo 1,6 millones de kilómetros cuadrados de los 7,7 correspondientes a la superficie total), las razones esenciales del subpoblamiento son de orden histórico y económico. Si la economía colonial de exportación implantada desde los primeros momentos ha exigido un crecimiento controlado de la fuerza de trabajo con objeto de mantener los elevados niveles de vida de que goza la población, es sin duda lo tardío del poblamiento la causa que mejor explica la situación presente, dado que el crecimiento registrado durante el último siglo no puede calificarse en absoluto de escaso. De este modo, Australia sólo consiguió alcanzar el millón de habitantes en 1858, iniciando a partir de entonces una expansión ininterrumpida que, aunque sometida a fluctuaciones coyunturales, representó una tasa media anual de incremento próxima al 2 % hasta mediados de los años setenta, para caer por debajo del 1 % desde comienzos de los noventa, con el consiguiente envejecimiento de la pirámide demográfica, menos acusado por el momento que en otras áreas desarrolladas (cuadro VII.5). Cuadro VII.5. a) Población (mill., Habs.,) 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Evolución de la población australiana Crecimiento de la población Año 1858 1877 1889 1905 1918 1925 1939 1949 1954 1959 1963 1968
Crecimiento anual (%) — 3,7 3,4 1,8 1,7 2,6 1,1 1,3 2,5 2,3 2,0 1,9 José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES 13 14 15 16 17 18
1972 1977 1982 1986 1990 1995 b)
1,9 1,5 1,4 1,4 1,0 73
Composición según lugar de nacimiento Años (%)
País de origen
1902 1947 1986 1996
c) Origen de inmigrantes 1992.1996
% total
Australia
77,1
90,2
77,6
77,0
Reino Unido Irlanda
12,2
Reino Unido Irlanda
18,0
7,1
7.2
6,6
Nueva Zelanda
11,0
Nueva Zelanda
0,7
0,6
1,4
1,6
China
6,3
Resto del mundo
4,2
2,1
13.8
14,8
Hong Kong Vietnam Filipinas
6,1 4,7 4,5
Fuente: Australian Bureau of Statistics.
Fuente: Australian Bureau of Statistics,
En este proceso de poblamiento, al que han coadyuvado el saldo vegetativo de una población relativamente joven y los contingentes inmigratorios, hay dos momentos de máxima intensidad correspondientes al período 1850-1890, el de consolidación de las estructuras coloniales y, sobre todo, al iniciado tras el final de la II Guerra Mundial. Entre 1947 y 1981, la población se elevó en casi siete millones de personas, de los que 3,3 millones correspondieron a la inmigración, que contribuyó así en un 43 % al crecimiento global registrado y hasta un 57 % si se incluyen los hijos nacidos de padres extranjeros (Burnley, I. H., 1983). Por esta razón, y pese a la evidente reducción de estos movimientos que registra el último decenio como resultado de la crisis económica, Australia es hoy el segundo país del mundo en cuanto a proporción de personas foráneas de su población (3,9 millones), sólo por detrás de Israel, pues uno de cada cinco habitantes ha nacido en el extranjero. Esta apertura al exterior como respuesta al proceso de industrialización desarrollado en esos años ha supuesto también una diversificación étnica, al corresponder tan sólo un tercio del total a los colonos procedentes del Reino Unido, en tanto se incrementaban notablemente los de la Europa mediterránea (unos 700,000 entre italianos, griegos y yugoslavos), oriental (alrededor de 180.000, sobre todo entre 1948 y 1952) y, más recientemente, del Sureste asiático y China, que entre 1992-1996 son ya mayoritarios, A las diferencias meramente étnicas suelen superponerse otras de índole socioeconómica, contribuyendo con ello a profundizar los contrastes anteriores, particularmente en el interior de las grandes ciudades y centros fabriles, que han absorbido la casi totalidad de estos contingentes. En cambio, la población aborigen, relativamente dispersa en el territorio aunque su mayor proporción se alcance en las regiones áridas del interior y noroeste, apenas representa hoy poco más del 2 % de los efectivos demográficos nacionales (327.000 en 1996), que en este sentido se caracterizan por una marcada homogeneidad racial, fruto de la política restrictiva establecida desde los orígenes de la colonia. La distribución espacial de la población en el momento presente sigue estando sometida a fuertes contrastes, cualquiera que sea la escala de análisis que se elija. Considerando el reparto entre los seis Estados actuales, a los que se añaden el territorio de la capital federal, Canberra, y el Territorio del Norte, que depende actualmente de ella (fig. 7.2), se pone de manifiesto una dicotomía esencial entre los situados al este del meridiano 140° E, que reúnen el 79,5 % de la población sobre el 36,8 % del territorio y presentan densidades superiores siempre al promedio con excepción de Queensland, respecto a los accidentales, con un promedio densimétrico de apenas 0,7 habs./km 2 (cuadro VII.6). José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 7.2.
Cuadro VII.6.
Densidades de población por estados.
Distribución de la población australiana por estados en 1996
Superficie Habitantes Estados (km2) 1996 % total Habs./km2 Nueva Gales del Sur 801.600 6.038.696 33,8 7,5 Victoria 227.600 4.373.520 24,4 19,2 Queensland 1.727.200 3.368.850 18,8 2,0 Australia Meridional 984.000 1,427.936 8,0 1,4 Australia Occidental 2.525.000 1.726.095 9,6 0,7 Tasmania 67.800 459.659 2,6 6,8 Canberra 2.400 299.243 1,7 124,7 Territorio del Norte 1.347.525 195.101 1,1 0,1 Australia 7.683.125 77.892.423 100 2,3 Fuente: Australian Bureau of Statistics, 1997. Pero el aspecto más relevante es, sin duda, el carácter esencialmente costero del poblamiento, con un 85 % de los efectivos demográficos residiendo a menos de 80 kilómetros de la costa, mientras en las regiones interiores poco más de dos millones de habitantes se dispersan sobre seis millones y medio de kilómetros cuadrados (Holmes, J. H., 1978, 334). Las condiciones ecológicas y el sistema de explotación colonial se suman a la hora de justificarlo. Por un lado, el modelo distributivo que refleja la figura 7.3 mantiene en esencia el carácter concéntrico que presentaban las precipitaciones y, en general, los diversos dominios ecológicos. Mientras las regiones con menos de 350 milímetros se identifican con los principales vacíos demográficos, las costas del Pacífico y, sobre todo, su mitad meridional, de clima suave y precipitaciones relativamente abundantes, concentran lo esencial de la población, destacando particularmente la llanura costera entre Melbourne y Brisbane que, a lo largo de un eje de 1.500 kilómetros de longitud por apenas 200 de anchura, reúne más de 10 millones de personas. No obstante, tanta o más importancia hay que otorgar a los efectos directos de la actuación humana. La economía colonial de exportación contrapuso siempre una explotación muy extensiva de las regiones interiores, deficientemente comunicadas mediante unos ejes de transporte que actúan muchas veces como meras cintas transportadoras de los recursos existentes, frente a las áreas de la periferia, donde los puertos desarrollan una intensa actividad comercial y financiera, actuando como puntos de embarque de las materias primas y desembarco de los productos manufacturados, lo que ha favorecido la aparición de una serie José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES de efectos de «arrastre» sobre actividades tanto industriales como de servicios. La mayor parte de esta población periférica es, pues, urbana, lo que sitúa a Australia en uno de los primeros lugares del mundo en cuanto a tasa de urbanización (85 % en 1997), sólo por detrás del Reino Unido, el Benelux, Israel o Argentina entre los países con un mínimo de cinco millones de habitantes. El análisis urbano es por ello consustancial a cualquier intento de interpretar la actual geografía de Australia.
Fig. 7.3.
2.
Distribución de la población australiana,
UNA DESPROPORCIONADA CONCENTRACIÓN METROPOLITANA
Si el predominio de la población residente en ciudades es característica común al conjunto de sociedades desarrolladas, no lo es tanto la fuerte macrocefalia que caracteriza al caso australiano. Baste considerar que tan sólo cinco ciudades, Sidney, Melbourne, Brisbane, Adelaida y Perth, concentran el 60 % de la población total de este vasto país, para poner en evidencia la extrema polarización espacial que aquí se registra, más propia de sociedades subdesarrolladas. Pero el verdadero alcance del fenómeno sólo puede valorarse al establecer el grado de macrocefalia intraestatal existente en favor de las capitales respectivas, que en conjunto suman más de once millones de habitantes, lo que representa casi dos tercios del total, duplicando así con creces su participación a comienzos de siglo (cuadro VII.7). El extraordinario crecimiento de estas metrópolis se relaciona inicialmente con su papel como sede de la Administración pública y los servicios de cada estado, al tiempo que nudos terminales de los ejes de transporte, tanto terrestre como aéreo o marítimo, en donde se interconectan las transacciones internas y externas, hasta convertirlos en bases territoriales de la economía de exportación, cuyo dinamismo respectivo se relaciona muy estrechamente con las posibilidades ofrecidas por su hinterland. Las estrategias espaciales de las empresas multinacionales que han impulsado una buena parte del crecimiento industrial registrado en las últimas décadas han favorecido también la concentración en las grandes ciudades con máxima accesibilidad respecto a la red internacional de transportes y comunicación de informaciones, reforzando con ello los procesos de crecimiento acumulativo. Cuadro VII.7.
Importancia demográfica de las capitales estatales australianas en 1986-1996 Miles Miles habs habs. % Estado Ciudad Estado 1986 1996 1996 Sydney Nueva Gales del Sur 3.472.7 3.879,4 64,2 Melbourne Victoria 2.931.9 3.283,0 75,i Brisbane Queensland 1.196,0 1.520,6 45,1 Perth Australia W. 1.050,4 1.295,1 75,0 Adelaida Australia S. 1.003,8 1.079,2 75,6 Canberra Territorio Canberra 281,1 307,7 100 Hobart Tasmania 179,0 195,8 42,6 Darwin Territorio Norte 74,8 82,4 42,2 Total capitales 10.189,6 11.643,2 65,1 Fuente: Australian Bureau of Statistics,
Finalmente, la instalación de varios millones de inmigrantes a lo largo del siglo, que apenas se han dirigido hacia las áreas rurales ante el elevado coste de la tierra y, sobre todo, la necesidad de fuertes
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES inversiones iniciales para adquirir una explotación de tamaña y nivel tecnológico suficientes que aseguren su competitividad, se ha convertido en el motor esencial del proceso. En este sentido, la abundante oferta de puestos de trabajo, tanto en la industria como en la construcción o los servicios, justifica que desde 1947 el 70 % del aumento poblacional registrado en el área metropolitana de Sydney corresponda a los inmigrantes y sus hijos nacidos en Australia, alcanzándose valores próximos a éste en Melbourne y Adelaida (Burnley, I. H, 1983. 89). En tal sentido, «la tradición de las grandes ciudades portuarias es un elemento original en el poblamiento de Australia»; por esa razón, pronto «acumularon lo esencial del poder, las ideas, el capital y los empleos. Los inmigrantes que llegaban se instalaban en ellas de forma natural, sosteniendo el proceso de concentración y afirmando la mentalidad v la cultura urbanas de la Australia moderna» (Brunet, R., dir., 1993,279), Como resultado de todo ello, el sistema urbano nacional aparece bastante desequilibrado par la falta de ciudades medias entre las cinco principales y las que les siguen en el rango jerárquico, pues tan sólo otras diez superan los 100.000 habitantes, lo que dificulta la difusión de todas aquellas actividades que exigen un umbral mínimo de demanda para ser rentables. Pese a todo, la moderación generalizada del crecimiento metropolitano en las áreas desarrolladas también se ha hecho aquí patente desde el inicio de los años setenta. En consecuencia, mientras las lasas anuales de incremento demográfico experimentadas por las capitales estatales se situaron entre el 2,2 % y el 4,6 % durante el período 1947-1954, y llegaron hasta el 2,4-6,6 % entre 1966-1971, sólo alcanzaron un 0,7-2,2 % diez años después, y poco más de un 1 % entre 1986-1996, lo que supone valor próximos a los derivados del simple saldo vegetativo (cuadro VII.7),
Fie. 7.4.
Relación entre población y distancia a las capitales estatales.
El carácter apuntado del sistema de ciudades actual cobra su plena dimensión al analizar las diversas realidades estatales, donde lo normal es que la ciudad principal supere en 10-25 veces el tamaño de la que le sigue en importancia. El resultado final es un modelo polinuclear de organización, que toma como centros a las diferentes capitales. El cálculo de los porcentajes acumulativos de población estatal con relación a la distancia desde estas seis ciudades se refleja gráficamente en la figura 7.4, que pone de relieve los fuertes gradientes existentes: el 80 % de los efectivos demográficos se sitúan en un radio que oscila entre 100 y 200 kilómetros de la capital, con la única excepción de Queensland, debido al carácter excéntrico de Brisbane, situada en el extremo meridional del estado. Estas áreas corresponden en su mayoría a espacios metropolitanos, estrechamente vinculados a la ciudad como asiento de una parte importante de la industria y las commuters, además de presentar una intensidad de ocupación agraria muy superior a la del resto del país, con actividades estrechamente vinculadas a la demanda urbana próxima. En resumen, puede interpretarse la organización básica del territorio australiano como yuxtaposición de una serie de subsistemas espaciales, cada uno de los cuales gravita en torno a un nodo central identificado con la capital estatal. La concentración de personas, iniciativas, capitales y todo tipo de fuerzas productivas en áreas relativamente pequeñas, ha favorecido la reducción en los costes de transporte, posibilitando al propio tiempo la obtención de economías ligadas a la aglomeración. Su discontinuidad y un volumen aún bastante modesto de interrelaciones entre los diversos subsistemas, que contrasta con su importante vinculación exterior, genera, en cambio, una limitada integración del conjunto nacional, sin que la política desarrollada por el gobierno federal en tal sentido haya logrado eliminar los vestigios del pasado inmediato. El carácter dendrítico de la red de transportes interiores, de la que el tendido ferroviario que representa la figura 7.5 es una buena muestra, se relaciona directamente con esa dependencia de la economía exportadora, sin que el importante desarrollo del tráfico aéreo José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES interior registrado en los últimos tiempos, haya podido superar, sino parcialmente, las limitaciones a una fluida conexión interestatal.
Fig. 7.5.
Red de ferrocarriles en Australia.
La estructura interna de las ciudades australianas tiene bastantes elementos en común con el modelo urbano norteamericano, ya analizado en el capítulo anterior. Se trata de un ejemplo característica de «ciudad dispersa», en el que un CBD fuertemente terciarizado, con altas densidades de edificación, edificios modernos a veces espectaculares que coexisten con algunos vestigios de arquitectura colonial, y cifras elevadas de población flotante, contrasta con un entorno ampliamente dominado por espacios residenciales de baja densidad, muy extendidos horizontalmente, y constituidos por viviendas unifamiliares entre las que a veces se intercalan centros comerciales, de servicios, zonas verdes o establecimientos industriales. La amplitud del perímetro urbano, que, por ejemplo, en el caso de Sydney se prolonga por un eje de 60 kilómetros a lo largo de la costa y otros 80 hacia el interior, lo que le hace ocupar una superficie similar a la de Nueva York, aunque con sólo una cuarta parte de sus habitantes ha ido estrechamente unida a la difusión del automóvil privado en los últimos cuarenta años. La expansión industrial y el rápido crecimiento de las últimas décadas han generado una creciente diferenciación interna. Mientras los grupos con menor categoría socio-profesional y nivel adquisitivo, identificados frecuentemente con inmigrantes procedentes del sur de Europa, Próximo Oriente e Indochina, tienden a ocupar las áreas próximas al centro, generalmente más deterioradas y con densidades superiores ante la mayor representación que aquí alcanzan los inmuebles colectivos de varias plantas, construidos parcialmente por la iniciativa pública, los de mayor renta se localizan en los espacios suburbanos, El tradicional dominio WASP (White Anglo Saxon Protestant) se hace así hoy más evidente ante la mayor heterogeneidad poblacional. 3.
UNA INDUSTRIA URBANA Y PORTUARIA
Como se ha señalado, aun cuando ya en el siglo XIX comenzaron a surgir en el país algunas actividades manufactureras orientadas a satisfacer una parte de la demanda interna en artículos de primera necesidad, ante el encarecimiento que representaba la distancia a Europa, el impulso esencial de la industrialización australiana se remonta apenas medio siglo. En la actualidad, y como resultado del rápido desarrollo que caracteriza las actividades terciarías en las sociedades calificadas de postindustriales, junto a la aguda crisis fabril de los dos últimos decenios, el sector secundario participa tan sólo con poco más de un 25 % en el PIB australiano, frente a cerca del 70 % representado por un sector terciario hipertrofiado, pero aun así quintuplica el valor alcanzado por las actividades primarias, base durante mucho tiempo de la economía nacional. Al mismo tiempo, desde comienzos de los años setenta, totaliza un 20 % de las exportaciones, cifra que también duplica la correspondiente al decenio 1931-1940, dirigidas principalmente hacia Nueva Zelanda, Estados Unidos y los países del Sureste asiático, que ocupan el lugar detentado con anterioridad por el Reino Unido (cuadro VII.8). La distribución espacial de la industria ha guardado siempre, y continúa manteniendo en la actualidad, una clara dependencia respecto a la localización que presenta la población. La vinculación al mercado que caracteriza a las industrias ligeras orientadas a la sustitución de importaciones, junto a las necesidades de mano de obra y la orientación exportadora de algunos sectores que realizan la primera transformación de los recursos minerales del interior con el fin de abaratar su transporte (por ejemplo, fabricación de alúmina, de la que Australia es primer productor con un tercio del total mundial, frente a José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES sólo un quinto puesto y el 6 % en ¡a producción de aluminio), han favorecido una concentración portuaria, en el entorno de las grandes aglomeraciones urbanas, que también posibilitan la obtención de todo tipo de economías externas. La instalación de refinerías e industrias petroquímicas que transforman el crudo importado o extraído en el propio territorio (estrecho de Bass, isla de Barrow...), exportando una parte de los productos refinados, no ha hecho sino reforzar e] atractivo ejercido por estos puntos de ruptura de carga.
Cuadro VII.8.
Estructura económica de Australia y Nueva Zelanda en 1993 Población ocupada (%)
PIB (%)
Nueva Nueva Tipo de actividades Australia Zelanda Australia Zelanda Agricultura y pesca 5,3 10,5 3,3 7,5 Minería 1,2 0,3 4,6 1,5 Industria manufacturera 14,1 17,1 14,5 17,9 Electricidad, gas, agua 1,4 0,7 3,7 2.9 Construcción 7,2 5,4 7,3 4,3 Comercio 20,9 21,2 13,3 17,3 Transporte/comunicación 6,3 6,1 8,1 8,3 Finanzas y servic. empresas 11,2 10,0 22,8 23,5 Admon. Pública / Serv. personales 32,4 28,8 22,4 16,8 Fuente: Australian Bureau of Statistics y Department of Statistics of New Zealand, 1997. En una comparación interestatal, destaca la permanencia de los desequilibrios entre el oeste y el este, de mayor calibre aún que los correspondientes al reparto de la población, Según los datos recogidos en el cuadro VII.9, en el transcurso del siglo la participación conjunta de Nueva Gales del Sur, Victoria y Queensland se mantuvo prácticamente constante, en torno al 82-85 % del empleo total, si bien la evolución reciente apunta el inicio de una cierta descentralización hacia la región accidental, frente al declive de algunas áreas de más antigua industrialización, que empieza a alterar el estatus tradicional. No obstante, la hegemonía de Sydney y Melboume como centros de decisión se mantiene intacta, concentrando 50 y 36 sedes sociales, respectivamente, de entre las correspondientes a las cien mayores empresas del país en 1983 (O'Connor, K., y Edgington, D., 1984). Más visible ha sido el impacto de la crisis industrial sobre la estructura sectorial. El retroceso generalizado del empleo manufacturero, cifrado en 223.000 puestos de trabajo desde 1969 a 1984, y en otros 84.000 en la década posterior (pérdida del 23,9 % entre 1961-1995), resultó máximo en sectores tradicionales e intensivos en el empleo de mano de obra corno el textil, la confección, el calzado, buena parte de la metalurgia e, incluso, el automóvil, afectados por la creciente competencia de los nuevos países industriales del Sureste asiático, con unos costes laborales bastante inferiores (cuadro VII9b), Su incidencia fue especialmente grave en el empleo femenino, que descendió un 29 % en el último decenio, creciendo también el trabajo a tiempo parcial hasta representar un 20 % del total, frente a tan sólo un 3 % entre la población ocupada masculina. La mejora de la productividad y del valor añadido global, reforzaron, en cambio, la presencia de sectores vinculados a los recursos naturales como el alimentario, papelero y químico, junto a otros más relaciona dos con la producción de nuevas tecnologías como electrónica e informática. Entre los países desarrollados. Australia mantiene hoy una posición intermedia en cuanto a esfuerzo tecnológico, con unos gastos en I+D cifrados en el 1,6 % del PIB correspondiente a 1994-1995, muy inferior a Japón (2,9 %) o Estados Unidos (2,5 %), pero bastantes superiores a Italia (1,2 %) o España (0,9 %). Pese a todo, el perfil industrial característico de los diferentes Estados apenas si ha variado en estos años. Así, la prioridad de Nueva Gales del Sur en lo referente a su participación en el empleo y la producción totales se ve acompañada por una diversificación máxima de sus actividades, si bien resultan dominantes aquellos sectores de tecnología avanzada como la química o la fabricación de maquinaria, material de transporte y equipos, presentando al mismo tiempo los niveles más altos en cuanto a participación del capital exterior (superior al 75 % en automóviles, petroquímica y laboratorios farmacéuticos); este desarrollo de los sectores de transformación se ve acompañado por una industria de base igualmente sólida, destacando particularmente la siderurgia (Newcastle, Port Kembla), basada en el carbón extraído en las márgenes de la Cordillera Divisoria y la llegada del mineral de hierro por vía marítima, las refinerías e industrias petroquímicas y los astilleros. El Estado de Victoria, segundo en importancia, presenta una estructura similar, pero con un mayor José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES peso de la fabricación de bienes de consumo, sobre todo en el ramo textil y de confección. Por su parte, los restantes estados se caracterizan por una especializados más acentuada y dependiente de la cantidad y variedad de recursos con que cuentan: si en Queensland y Australia occidental destacan los sectores alimentario {mataderos, frigoríficos, azúcar), de madera y papel, o la primera transformación de algunos minerales (alúmina en Gladstone y Weipa, a partir de la bauxita extraída en la península de York y la abundante hidroelectricidad, siderurgia en Kwinana, plomo en Mount Isa, cobre en Townsville...) en Australia meridional hay un claro predominio de la metalurgia (siderurgia en Whyalla, plomo en Port Pirie,.,), mientras los importantes recursos hidroeléctricos y forestales de Tasmania fuerzan su orientación hacia los sectores papeleros, madereros, aluminio y cinc, junto a la producción de algunos bienes de consumo (textiles, conservas hortofrutícolas), Cuadro VII.9. Evolución y estructura de la industria en Australia a) Cambios en la localización interestatal 1900-19S4 Evolución 1969-1984
Nueva Gales del Sur Victoria Queensland Australia S. Australia W Tasmania Territorio N, Canberra Total (miles)
1900 33,3 34,7 14,0 8,1 5,8 4,1
1913 35,7 35,2 12,6 8,5 5,1 2,9
1939 40,5 35,7 9,6 7,7 4,1 2,4
1969 40,6 34,2 8,7 9 4,7 2.5
1984 36 34,7 11,1 8,9 6,3 2,4
Empleo -27 -16,5 4,2 -17,9 9 -20,5
0,6 0,6 66,9 — — — 185,3 337,1 565.1 1.21.3 1.038.1 -77.7
VAB -1,3 9,4 32,3 4,3 39,1 -0,9 127 8,2
b)
Cambios en la estructura sectorial 1984-1994 Año 1994 Año 1994 Sector industrial Miles empleos % total %1984 Mill, dólares % total Alimentación/bebidas 162,7 17,6 16,5 43.067 21.8 Textil/calzado 75,9 8,2 10,2 9.832 5.0 Madera/papel 60,4 6,5 7,4 11.446 5.8 Artes gráficas/edición 90,8 9,8 9,8 13.675 6,9 Químicas 89,5 9,7 5,4 30.058 15,2 Productos no metálicos 37,7 4.1 3.8 8.599 4,3 Metalurgia 147,7 16,0 17,0 36.918 18,6 Maquinaria/mat. transporte 204,7 22,2 24,0 38.704 19,5 Otras ind. manufactureras 53,7 5,8 5,9 5.664 2.9 Total 923,1 100 100 197.963 100 Fuente: D. C. Rich, 1987 y Australian Bureau of Statistics. 1997.
% 1994 19,0 7,1 5,7 9,9 9,1 5,1 17,9 20,8 5,2 100
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Fig. 7.6.
Distribución espacial de la industria en Australia. (Fuente: G. J. R. Linge, 1978.)
Finalmente, en el Territorio del Norte tan sólo aparecen algunos centros dedicados a ¡a concentración de minerales diversos (uranio, hierro, bauxita, etc.) para su exportación. Pero los valores estatales encubren un alto grado de desigualdad interna, pues también en el plano industrial la macrocefalia es el fenómeno de mayor relevancia espacial, justificada por los procesos de crecimiento acumulativo y polarización ya comentados anteriormente, frente a una escasa conexión interestatal, en la que una deficiente red de transportes ha limitado cualquier movimiento difusor. De este modo, todas las capitales, excepto Hobart, reúnen hoy más de dos terceras partes del empleo y la producción industriales de sus respectivos estados, cifra que en los casos de Perth y Melboume llega a aproximarse al 90 %. Sólo en el caso de Sydney, que reúne alrededor del 30 % de los efectivos fabriles de Australia, se observa una cierta desconcentración, sobre todo de las industrias pesadas, en favor de Newcastle y Wollongong, situadas a unos 100 kilómetros de la capital. Nueve de cada diez trabajadores industriales australianos se localizan en las seis capitales estatales, junto a estas dos ciudades manufactureras, a las que debe añadirse Geelong, en la bahía de Melboume (fig. 7.6), Un vez más se pone de manifiesto la escasa entidad y capacidad del planeamiento oficial para modificar las estructuras locacionales surgidas de las estrategias privadas, y los importantes desequilibrios espaciales que se derivan. Como último dato a reseñar, esta fuerte concentración litoral y urbana se corresponde con un fenómeno similar en el plano empresarial, relacionado con el aumento constante en los tamaños óptimos de planta ante el progresivo desarrollo tecnológico y la búsqueda de economías de escala, frente a la limitación del mercado interior. Los fenómenos de oligopolio, principalmente en aquellos sectores con mayores exigencias de inversión en capital fijo (siderurgia, automóviles, electrónica, química básica...), junto al dominio ejercido en algunos de ellos por las empresas multinacionales, son su resultado. Baste como exponente el hecho de que, en 1983, tan sólo 263 firmas (el 0,75 % de las censadas) reunieron el 41,8 % del empleo y el 51,3 % del valor añadido total (Rich. D. C„ 1987,67). 4.
LOS CONTRASTES EN EL ESPACIO AGRARIO
Aun cuando en términos estrictamente económicos el sector agrario ha conocido un retroceso constante desde hace medio siglo en lo que se refiere a su participación en la población ocupada y el PIB australiano hasta situarse hoy en lomo al 5 y 3 % del total respectivamente, su aportación al valor global de las exportaciones sigue cifrándose en niveles cercanos al 20 %, siendo la carne, la lana, el trigo y el azúcar, por este orden, los productos que continúan ocupando el lugar de honor. Paralelo a este proceso, ha tenido lugar una disminución en el porcentaje de población rural, si bien su número absoluto se mantiene constante desde hace más de tres décadas en torno a los dos millones de personas, lo que indica un cierto equilibrio entre el crecimiento natural y el saldo migratorio de estas áreas. El proceso es prácticamente general, en todas las regiones, sin que la progresiva expansión de una agricultura de mercado altamente tecnificada naya estimulado ningún incremento de los efectivos rurales, con la única excepción de los espacios periurbanos, afectados en los últimos tiempos por un fenómeno de «invasión» desde las ciudades próximas. A la hora de caracterizar el espacio agrario australiano, puede considerarse que un uso del suelo de carácter extensivo, la capitalización intensiva de las explotaciones, una fuerte especialización productiva, el predominio de la explotación directa, generalmente de grandes dimensiones, y su orientación prácticamente exclusiva hacia el mercado, en gran parte exterior, son sus rasgos más representativos. De los casi 7,7 millones de kilómetros cuadrados que supone ei territorio nacional, y mientras alrededor de una cuarta parte se consideran totalmente improductivos (190 millones de hectáreas) y otro 60 % está ocupado por pastos extensivos (460 millones de hectáreas), apenas un 9 % puede considerarse ocupado de forma intensiva (65 millones de hectáreas), localizándose casi exclusivamente en las regiones sudorientales, de mejores condiciones climáticas y máxima densidad de ocupación. Como contrapartida, la ratio capital-trabajo es muy alta, dominando ampliamente las explotaciones de tipo capitalista, con formas de producción industriales y elevada rentabilidad por persona, que permiten hablar con toda propiedad de empresarios agrarios. En este sentido, y con objeto de elevar la productividad, beneficiarse de las economías de escala y reducir los costes medios de producción, la especialización en grandes áreas de uso homogéneo es otra característica esencial, según refleja la distribución de explotación en función de la actividad desarrollada que presenta el cuadro VII. 10. Cuadro VII.10.
Valor de la producción agraria de Australia en 1993-1996
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Tipo de productos
1993-1994 1995-1996 (mill. dólares) (mill. dólares)
Productos agrícolas • Cebada • Avena •Trigo •Otros cereales •Caña de azúcar • Frutales • Viñedo • Productos hortícolas • Otros productos agrícolas Ganadería • Ganado vacuno • Ganado ovino • Ganado porcino • Ganado aviar
11.515.9 844,9 147,9 2.866,8 537,5 944.6 1.316,7 450,1 1.443.7 2.963.8 6.852,9 4.433.5 793,6 660,5 929,3
15.396,7 1.276,4 289,4 4.304,6 710,6 1.232,7 1.506,3 708,4 1.629,8 3.716,1 6.192.7 3.575,9 1.035.9 597,8 948,1
Productos ganaderos
5.166,7
5.851.4
• Lana 2.449,1 2.548.5 • Leche 2.448,0 2.993.5 • Huevos 233.9 266,7 Producción agraria total 23.547,2 27.451.9 Fuente: Australian Bureau of Statistics Más de dos terceras partes de las explotaciones censadas se consideran monoespecializadas en una sola actividad, ya sea agrícola o ganadera, mientras entre las de tipo mixto sólo alcanzan a tener verdadera importancia las que, en las regiones interiores del sur, combinan la cerealicultura en régimen extensivo con la ganadería ovina. Al tiempo, del cuadro se deduce que el 80 % de las explotaciones siguen dedicándose al cultivo de cereales, especialmente trigo, o a la ganadería, ya sea bovina en la mitad septentrional, u ovina en la meridional; esto pone de manifiesto la tradicional orientación productiva del país, que en la actualidad alcanza un cierto equilibrio, ya que la actividad pecuaria aportó el 45 % al producto agrario final en 1995-1996. La distribución de estas grandes áreas homogéneas en cuanto a uso del suelo y paisaje supone también una respuesta a las diferentes condiciones ecológicas imperantes, que permiten otorgar ventajas comparativas a las diferentes actividades según regiones. En este sentido, la distribución anual de las precipitaciones se convierte, una vez más, en factor clave para la explicación de las distribuciones observadas, tal como habrá ocasión de comprobar. La alta relación entre tierra disponible y población justifica que las explotaciones australianas, trabajadas de modo directo en casi un 90 % de los casos, resulten de grandes dimensiones, particularmente allí donde el clima árido reduce el período vegetativo, como medio para compensar la consiguiente disminución de rendimientos por superficie. Combinado con lo anterior, la monotonía paisajística sobre extensas superficies llanas resulta ser la consecuencia más evidente, presentando notables similitudes con los rasgos que caracterizan a la agricultura norteamericana. Por último, el sector agrario australiano es también esencialmente especulativo, orientando buena parte de su producción hacia el mercado internacional, dada la escasa demanda interna. Esto resulta particularmente cierto en los casos de la lana y el trigo, de los que se exportan más de las tres cuartas partes del total producido, situando al país en sí primero y tercer lugar del mundo, respectivamente, por este concepto. La consiguiente dependencia de los precios mundiales, que inciden fuertemente sobre las oscilaciones coyunturales de su economía, se ve reflejada en las constantes modificaciones que registran las superficies ocupadas por los distintos usos del suelo. Aunque los rasgos apuntados son aplicables al espacio agrario de Australia en su conjunto, desde un punto de vista geográfico es necesario tener presente que tanto las densidades del popamiento rural como el tipo de actividad dominante, la intensidad con que se realiza, o el tamaño medio de las explotaciones, están sometidos a importantes diferencias regionales, al tiempo que estrechamente interrelacionados. En un esfuerzo de síntesis, y combinando la dedicación agrícola o ganadera imperante, con el grado de intensidad en la aplicación de trabajo y capital, Scott definió cuatro tipos básicos de ocupación del suelo, que aún pueden servir para matizar esos contrastes territoriales, según aparecen recogidos en la figura 7,7 (Scott, R, 1978, 198-199). José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Una primera unidad se identifica con las áreas de agricultura intensiva, que en forma de pequeñas manchas discontinuas y de dimensión reducida ocupan los sectores más poblados del territorio, particularmente concentradas en la llanura litoral del Pacífico. La aportación de trabajo y capital, así como la importancia del regadío (600.000 hectáreas), resultan aquí máximas, en tanto el tamaño de las explotaciones viene a ser generalmente reducido, sobre todo en este último caso. Dentro de estos rasgos comunes, pueden diferenciarse hasta cinco subtipos de características muy diversas: — Los cinturones periurbanos de vocación esencialmente hortofrutícola y forrajera, en el entorno de todas las grandes metrópolis del país. — Los cultivos tropicales en el litoral de Queensland, dominados actualmente por la caña de azúcar, aunque también el algodón, el tabaco, el arroz o los frutales ocupan ciertos enclaves. ― Las regiones de viñedo, cereal y frutales que aparecen en tomo a Perth y Adelaida, en relación con un clima subtropical de características mediterráneas, ― Los enclaves regados surgidos recientemente en la cuenca del Murray-Darling, tras la finalización del Programa Hidroeléctrico de las Montañas Nevadas en 1974, que proporciona anualmente unos 2300 millones de metros cúbicos para este fin, además de la producción de hidroelectricidad, permitiendo sobre todo el desarrollo del arrozal y de cultivos frutícolas que están diversificando la anterior especialización cerealista y ovina de esta región. ― El cultivo de frutales adaptados a climas templados (manzano, peral) en las regiones húmedas y más frescas de Tasmania. Estos sectores agrícolas alternan en la fachada oriental del país con otros especializados en una ganadería vacuna, explotada de forma intensiva y parcialmente estabulada, que se destina ante todo a la producción láctea y, secundariamente, de carne, dirigida hacia los mercados urbanos y la exportación.
Fig, 7.7.
Principales usos agrarios del suelo en Australia.
Hacia el interior del territorio, los cereales de secano en régimen extensivo similar al dry farming norteamericano, con amplios barbechos y carácter de monocultivo en muchos casos, ocupan las vertientes al oeste de la Cordillera Divisoria y parte de las mesetas occidentales, con límite aproximado en la isoyeta de 350 milímetros de precipitación anual. La adaptación a un clima bastante seco, la facilidad de mecanización que permite paliar la escasez de brazos, y la posibilidad de exportación se combinan para justificar su gran expansión en esa especie de media luna que contornea las dos unidades antes citadas por su margen interior, con granjas de 500 a 5.000 hectáreas de promedio, si bien la superficie total ocupada se ha reducido de 17 millones de hectáreas en 1985 a sólo 13 en la actualidad. Finalmente, en las regiones interiores más secas, hasta el límite de los 200-250 milímetros anuales —exceptuando salo el Gran Desierto de Arena, el de Gibson y el de Victoria, que son áreas totalmente vacías— se entra en el dominio de las grandes explotaciones ganaderas que, con características muy José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES similares a los ranchos del Oeste estadounidense, suelen presentar dimensiones que alcanzan fácilmente varias decenas de miles de hectáreas (hasta medio millón en las áreas más secas). Aquí, con unas densidades de población inferiores a un habitante por cada diez kilómetros cuadrados y un habitat disperso, los grandes rebaños —bovinos en las regiones intertropicales del norte y ovinos en las subtropicales del sur— se desplazan periódicamente entre los diferentes paddocks alambrados, con el fin de racionalizar el aprovechamiento de unos pastos escasos. La comunicación por ferrocarril o carretera con los puertos del litoral completan el funcionamiento de estas explotaciones, que permiten situar al país como primer exportador mundial de carne y lana, principalmente hacia Japón y Estados Unidos. En resumen, Australia se nos muestra como un país en el que la contraposición entre el interior y la periferia, muy relacionada con el tipo de organización colonial, resulta la clave de su modelo territorial, si bien otras diferencias (oeste-este, norte-sur), vinculadas al medio físico, hacen más compleja su realidad geográfica actual. De este modo, los paisajes áridos y rocosos que constituyen su núcleo central ocupan una tercera parte de su territorio, pero apenas albergan al 1 % de sus habitantes; esas grandes llanuras desérticas se ven rodeadas por áreas de sabana y estepa, que constituyen el dominio del pastoreo extensivo, con más de la mitad del territorio y un 5 % de la población, que hacia la costa ceden su lugar de forma progresiva a las áreas agrícolas y de ganadería intensiva, con algo más del 10 % de la superficie y una proporción similar de los habitantes; esta estructura más o menos concéntrica finaliza con una franja externa y discontinua que se identifica con el mundo urbano, donde residen más del 80 % de los australianos y las actividades estratégicas de un país que, desde su nacimiento y hasta la actualidad, continúa volcado hacia el exterior. IV.
Las peculiaridades del modelo neozelandés
Nueva Zelanda repite en su organización espacial algunos de los rasgos característicos del caso australiano, aunque generalmente de forma menos acentuada. El relativo aislamiento propiciado por la insularidad, junto a lo escaso, tardío y concentrado del poblamiento, son dos de los más destacados. El archipiélago neozelandés sólo alcanzó a tener un millón de habitantes en 1909, cuando Australia se situaba ya en los 4,5 millones, duplicando esa cifra en 1952, y triplicándola a finales de los años setenta, hasta alcanzar los 3,6 millones en la actualidad. Si en el siglo XIX la inmigración fue la causa esencial del crecimiento registrado, desde comienzos del actual las restricciones impuestas en este ámbito y una natalidad que se mantuve relativamente elevada frente a una mortalidad escasa, convirtieron al saldo vegetativo en el factor dominante. Así, por ejemplo, aún en 1960 la tasa de natalidad registrada se elevaba hasta el 26,5 ‰, en tanto la mortalidad sólo suponía un 8,8 ‰, con un crecimiento resultante del 1,8 % anual. Tan sólo en el último decenio, la moderación de la natalidad, que hoy se reduce al 16 ‰, ha supuesto la disminución del crecimiento natural por debajo del 1 %, pese a lo cual su pirámide de población sigue manteniendo una relativa juventud en sus rasgos, con un 23 % de sus habitantes por debajo de los quince años, frente a tan sólo el 11,5 % que supera los sesenta y cinco. De las tendencias generales observadas en los últimos años hay que excluir a la población maorí, que conoce en la actualidad un rápido incremento por la pervivencia de una elevada natalidad, lo que ha permitido elevar su participación en el total desde un 5 % en 1947, año en que Nueva Zelanda se convirtió en dominio de la Commonwealth, hasta más del 15 % en la actualidad, concentrados particularmente en los sectores septentrionales de la Isla Norte, en torno a Auckland, Whangarei, Rotorúa, etc., donde llegan a suponer más de la cuarta parte del total. Sin llegar a Los extremos apuntados en Australia, también la población neozelandesa se caracteriza por la desigual distribución, la orientación costera y la fuerte polarización urbana actual. El contraste entre la Isla Norte, con 2,8 millones, un 75 % de los ciudadanos del país y una densidad media superior a 20 habs./km2, frente a la Isla Sur, que con 5 habs./km2 apenas alcanza a representar una cuarta parte del total, supone una distinción inicial, pero resulta mucho más significativa la que opone a las áreas rurales y urbanas. La especialización ganadera, con explotaciones de carácter extensivo, y la intensa mecanización agrícola, justifican el constante retroceso de la población rural, que si aún representaba el 56 % en 1930, retrocedió al 33 % en 1960 y al 16 % en la actualidad, siendo aún mucho más reducida la empleada directamente en las actividades agrarias (10,5 %). Como consecuencia, el éxodo rural y los contingentes inmigratorios se han aglutinado en torno a las principales ciudades que, sin alcanzar las dimensiones de las australianas, tienen también un peso demográfico y económico muy considerable concentrando el 85 % de la población total (cuadro Vil.11), con sólo cuatro aglomeraciones metropolitanas —las de Auckland, Wellington, Christchurch y Hamilton— que reúnen más de la mitad de los habitantes neozelandeses y hasta el 60 % de la población ocupada, al tiempo que dividen el territorio en una serie de áreas de influencia dispuestas de norte a sur y sometidas hoy a una evolución divergente.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Cuadro VII. 11
Características del poblamiento y el sistema urbano de Nueva Zelanda Regiones Miles habitantes 1996 Northland 141,9 Auckland 1.077,2 Waikato 357,3 Bay of Plenty 230,5 Gisborne 46,1 Hawke's Bay 144,6 Taranaki 106,6 Manawau-Wanganui 230,0 Wellington 416,0 Tasman 40,0 Nelson 42,1 Marlborough 40,2 West Coast 35,7 Canterbury 478,9 Otago 193,1 Southland 100,8
Principales áreas urbanas Miles habitantes Evolución (> 100.000 habs.) 1996 1981-1996 (%) Auckland 1.057,1 +37,4 Wellington 345,5 + 7,6 Christchurch 337,2 + 16,3 Hamilton 164.6 +68,1 Napier-Hastings 115,7 +11,4 Dunedin 112,8 + 5,0 Fuente: Department of Statistics of New Zealand, 1998. Mientras Auckland, la antigua capital, conoce un rápido e intenso crecimiento (34,4 % entre 1981-1996) y se consolida como principal centro industrial, financiero y portuario del país organizando en su entorno toda una serie de ciudades satélites entre las que destacan Manukau, Hamilton, Wangarei o Tauranga, la ciudad de Wellington se especializa en su función de capital político-administrativa, en tanto Christchurch ha relevado a Dunedin como principal núcleo urbano de la Isla Sur, acaparando buena parte de su industria y, sobre todo, del empleo terciario (comercio, finanzas, turismo...). Las tres han experimentado recientemente una detención de su crecimiento similar al de otras áreas desarrolladas del mundo. El tamaño respectivo y el crecimiento reciente de cada una de ellas son fiel reflejo del dinamismo que caracteriza a sus hinterlands, evidenciando en concreto la mayor expansión actual de la Isla Norte, frente al relativo estancamiento de las regiones meridionales de Otago. Si se desciende en la escala jerárquica hasta las ciudades medias, situadas estadísticamente en el umbral de los 30.000 habitantes, los otros trece núcleos que superan ese tamaño se reparten un 20 % de la población total, pudiendo destacarse el hecho de que diez de ellos se localizan en la Isla Norte y todos, salvo Hamilton y Rotorúa, son puertos (fig. 7.8). Se pone así de manifiesto la tradicional extraversión de la economía neozelandesa, pudiendo afirmarse que una parte importante de las funciones potenciadoras del desarrollo urbano corresponden a las fases de cabecera y finales del complejo agroalimentario (concentración de industrias de productos alimentarios, de maquinaria y productos químicos para el sector, empresas exportadoras y de transporte, etc.), a las que se fueron añadiendo toda una serie de servicios para estas empresas (banca y seguros, consultoría, reparaciones...) y para la población residente, que hoy son ampliamente mayoritarios, al representar dos tercios de la población ocupada y el PB del país (cuadro VII.8). La estructura interna de estas ciudades es muy similar a la que presentaban las australianas, con un centro comercial y de negocios muy remodelado y desarrollado en altura, rodeado por un sector de inmuebles colectivos relativamente deteriorado y ocupado principalmente por inmigrantes recientes y población no europea, a partir del cual las extensas áreas residenciales de viviendas unifamiliares vuelven a ser la nota dominante, pese al reciente incremento de la edificación en altura que registran algunas de las principales urbes, hasta el punto de considerarse a Australia y Nueva Zelanda como las sociedades con mayor desarrollo suburbano del mundo. Entre todas ellas hay que destacar a Auckland, en cuya área de influencia metropolitana vive alrededor del 40 % de la población neozelandesa, concentrando también más de un tercio de la producción industrial. Al papel que juega aquí el hecho de ser el principal puerto comercial como factor José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES de atracción empresarial, hay que añadir la proximidad de recursos naturales, tanto forestales como en energía eléctrica (hidroelectricidad en el río Waikato, geotérmica en Waikarei, térmica convencional a partir del carbón de Huntly y Maramarua), además del importante mercado del consumo. Un porcentaje elevado de las empresas instaladas en Nueva Zelanda desde la n Guerra Mundial lo ha hecho aquí, en una amplia gama que abarca desde bienes de consumo diversos (confección, electrodomésticos, automóviles, alimentación...), hasta acerías (Waiuku), químicas, fabricación de bienes de equipo, etc., localizadas en su mayor parte en la periferia del istmo, además de las tradicionales actividades de exportación. En las restantes ciudades portuarias, las industrias ligeras de sustitución de importaciones para una población de alta renta, y las de primera transformación de los recursos ganaderos (mataderos frigoríficos, conserveras de carne, productos lácteos..,) son los sectores principales, acompañados en algún caso por actividades esporádicas como la producción de aluminio en Invercargill.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 7.8. Cuadro VII.12.
Usos del suelo y ciudades en Nueva Zelanda. Comercio exterior de Australia y Nueva Zelanda en 1995
Australia Principales exportaciones Cartón Oro no monetario Alúmina/aluminio Carne de vacuno Mineral de hierro Lana Aceites de petróleo Trigo
% total 10,2 7,2 6,9 4,2 4,1 3,8 2 ,5 2,4
Nueva Zelanda Principales exportaciones Leche y productos lácteos Carne de vacuno y ovino Productos forestales Lana Productos pesqueros Productos hortofrutícolas Aluminio
% total 13,2 12,6 12,4 6,0 5,4 5,1 3,2
Principales importaciones Vehículos automóviles Material electrónico/informático
% total Principales importaciones 10,6 Maquinaria y equipos 7,0 Vehículos automóviles
% total 15.5 12,8
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ESPACIOS Y SOCIEDADES Aceites de petróleo Equipos de telecomunicación Productos químicos Papel y cartón Productos textiles Países de destino Japón Corea del Sur Nueva Zelanda Estados Unidos China Hong Kong Reino Unido
3,3 2,9 ?-A 2,4 2,2 % total 24.2 7,8 7,1 6,9 4,5 3,9 3,4
Material electrónico/informático Productos textiles Material aeronáutico Artículos de plástico Hierro y acero Países de destino Australia Japón Estados Unidos Reino Unido Corea del Sur China Hong Kong
10,1 5,7 5,1 4,5 3,3 % total 20,3 14,9 9,9 6,4 4,7 2,7 2,7
Países de origen % total Países de origen % total Estados Unidos 21,5 Australia 23,8 Japón 17,1 Estados Unidos 17,0 Alemania 6,5 Japón 13,3 Reino Unido 5,9 Reino Unido 5,3 China 4,9 Alemania 4,4 Nueva Zelanda 4,8 China 4,2 Corea del Sur 2,8 Taiwán 2,7 Fuente: Australian Bureau of Statistics y Department of Statistics of New Zealand, 1998. El desarrollo industrial neozelandés del último medio siglo no es comparable en volumen al australiano, ya que lo reducido de su mercado interno y de sus riquezas minerales no han generado un interés similar por parte de las empresas multinacionales, y a eso se suman unos similares problemas de competitividad en un contexto de globalización económica que cuestiona algunas de estas actividades, tradicionalmente orientadas al mercado interno y con unos costes laborales bastante altos por comparación con los del entorno regional en que se sitúan, lo que ayuda a entender el aumento reciente de las tasas de paro hasta el 7 % de 1997. Pese a todo, la industria aporta un 20 % al PIB neozelandés, muy por encima de la participación correspondiente al sector primario (9 %). Concentrada en las metrópolis, las principales áreas fabriles son las de Penrose, en Auckland, Seaview-Gracefield en Wellington, y Addington-Sockburn en Christchurch. Dentro de la relativa diversificación ya mencionada, en la Isla Sur predominan los sectores más tradicionales (agroalimentarias, textiles, cuero...), frente a la mayor modernidad (química, automóvil, material eléctrico y electrónico...) y presencia de multinacionales en la del Norte, lo que explica su mejor comportamiento frente a la crisis. Pese a todo, las actividades agrarias siguen ocupando un lugar destacado en la economía y la fisonomía del país, al representar aún la mitad de las exportaciones totales (cuadro VII.12), frente a la importación prioritaria de manufacturas, con un volumen global de intercambios que se sitúa entre los primeros del mundo si se relaciona con la población. Con una cuarta parte de la superficie nacional ocupada por el bosque, y un 20 % calificado como terreno improductivo, la superficie de pastos y praderas ocupa el 50 % del territorio neozelandés, contrastando agudamente con sólo un 6 % de terrazgo labrado, equivalente a 1,7 millones de hectáreas. Aquí las condiciones climáticas y el relieve abrupto, particularmente en la Isla Sur, de abundante humedad y temperaturas relativamente bajas que favorecen el desarrollo de los pastizales, junto a la secular escasez de mano de obra y, sobre toda, el pape! otorgado desde los primeros tiempos de la colonia como abastecedor de lana y luego de carne y productos lácteos a Gran Bretaña, ante la escasez de otros recursos agrícolas o minerales exportables, se combinan para explicar esa distribución en los usos del suelo, con una cabaña cifrada en casi 65 millones de cabezas en 1980, que se redujo a 47 millones en 1997 ante las crecientes dificultades para la exportación de lana en los mercados internacionales (del 13 % de las exportaciones neozelandesas en 1987, a tan sólo el 4,5 % en 1997). A esas se suman más de 9 millones de cabezas de ganado bovino que, por el contrario, se encuentra en expansión. Las explotaciones ovejeras son las más numerosas (unas 30.000), constituyendo el uso casi exclusivo de] suelo en las vertientes montañosas y en las áreas de colinas y mesetas, muy abundantes en este país, e intensamente desforestadas en el último siglo por esta causa, particularmente en la Isla Norte, que contienen hoy también los rebaños más importantes, sobre todo en el sector occidental de las mesetas volcánicas (Waikato) y en las montanas orientales. Dominan las explotaciones de tamaño medio, en tomo a dos mil ovejas, bastante inferiores a las australianas, que aproximadamente en su mitad son propiedad de los ganaderos, mientras que la otra mitad son tierras propiedad del Estado, que las mantiene arrendadas, generalmente a cooperativas. El panorama se completa con un habitat generalmente disperso José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES en granjas, entre las que surgen pequeños centros de servicios en los nudos de transporte, que a veces incorporan alguna industria transformadora. Como contraste, las granjas lecheras, que representan el 40 % de las explotaciones existentes y son de tamaño muy inferior a las anteriores, suponen el tipo de aprovechamiento más intensivo. Localizadas en las mejores tierras de las llanuras litorales y en el entorno d& las principales ciudades, particularmente en las vertientes occidentales de la Isla Norte, han tenido un desarrollo más tardío, muy vinculado a la propia demanda urbana y a las posibilidades de exportación de productos como la mantequilla o el queso, que hoy constituyen partidas importantes en las exportaciones. Frente al carácter ampliamente dominante de la ganadería, los menos de 4.000 kilómetros cuadrados de tierras de labor representan un papel secundario, ocupando parcialmente las pocas superficies llanas del país, en particular las de menor humedad localizadas al este. El trigo y otros cereales secundarios como la cebada o la avena, que ocupan la mayor parte del terrazgo, se concentran particularmente en la llanura de Canterbury, principal región agrícola del país en torno a Christchurch, donde un mosaico parcelario de dimensiones medias y formas regulares se reparte la casi totalidad de la superficie. Tanto éstos como los restantes cultivos que aparecen en los cinturones periurbanos de las ciudades (leguminosas, hortalizas, frutales...), destinan su producción a cubrir exclusivamente la demanda interna, ante la imposibilidad de competir en los mercados exteriores, a diferencia de la importancia creciente alcanzada por los recursos forestales o pesqueros, lo que ha limitado también las inversiones realizadas para su intensificación. En definitiva, Nueva Zelanda tiene muchos rasgos en común con su vecino australiano, pero su tradicional relación de dependencia en los intercambios comerciales se mantiene aquí con mucha mayor nitidez. Resulta paradójico que un país en el que los niveles de renta y bienestar suponen una posición privilegiada en el contexto mundial, mantenga una economía tan dependiente de los precios internacionales alcanzados por los productos ganaderos, que explica las oscilaciones anuales de su balanza comercial, con resultados positivos o negativos de modo alternativo. Las cifras de los dos últimos años, comparadas con las correspondientes a décadas anteriores, recogidas en el cuadro VII.13, evidencian la permanencia del fenómeno, que tiende a evolucionar de forma negativa en los últimos años. Esas mismas oscilaciones interanuales en algunas de sus exportaciones básicas y, sobre todo, los problemas asociados a la crisis industrial, elevaron el número de desempleados desde 59.000 al finalizar 1985 hasta los 120.000 contabilizados en 1997, lo que viene a poner de manifiesto la pervivencia de algunas deficiencias estructurales ligadas al peculiar modelo de desarrollo neozelandés. Cuadro VII. 13. Evolución de la balanza comercial en Nueva Zelanda Millones de libras neozelandesas 1986 1987 1996 1997 Exportaciones 9.127 10.078 20.546 21.033 Importaciones 9.493 9.208 21.352 21.324 Saldo comercial -366 +870 -806 -291 Fuente: The Economist intelligence Unit, 1989 y Dpt. of Statistics of New Zealand, 1998.
V.
Fragmentación y dependencia en el Pacífico meridional
Frente a los rasgos apuntados en Australia y Nueva Zelanda, el resto de los archipiélagos pertenecientes a Oceanía presenta una serie de características contrapuestas. En primer lugar, y con excepción de la isla de Nueva Guinea, incorporada en su mitad occidental a Indonesia, se trata de un conjunto atomizado que reúne más de un millar de pequeñas islas volcánicas asociadas al «cinturón de fuego» o surgidas en relación con el rift y las fallas transformantes del Pacífico, pero que apenas suma en total algo más de un millón de kilómetros cuadrados, con una población inferior a los ocho millones de habitantes. El único rasgo en común con los anteriores países es su carácter de dominio colonial, mantenido en la mayoría de ocasiones hasta época muy reciente. Sólo desde 1960 se ha iniciado un proceso descolonizador, aún no completado, que ha transformado el mapa político de la región permitiendo el surgimiento de un elevado número de verdaderos micro estados, entre los que Kirivati, con 82.000 habitantes en 1997, Tonga con 99.000, o Tuvalu y Nauru, con 10.000 cada uno, son ejemplos significativos (cuadro VII. 14). Los movimientos de secesión surgidos tras la independencia han fragmentado así los antiguos dominios coloniales, unidos por vínculos muy tenues. El movimiento independentista promovido en 1980 por la población del atolón de Nanumea, de apenas mil habitantes, respecto a Tuvalu, supone un caso extremo en esta situación. Estos procesos han acentuado hasta límites extremos los problemas tradicionales: unos países muy José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES pequeños y divididos en islas, con recursos limitados y, sobre todo, escasamente diversificados, aislados entre sí y respecto al exterior, afectados hoy por un rápido crecimiento demográfico e incorporados a los circuitos monetarios internacionales, se ven abocados inevitablemente a una situación de dependencia extrema y subdesarrollo, que la escasa cohesión cultural y la imposible complementariedad de economías muy similares hace imposible superar. En este marco general, los intereses económicos coloniales en forma de extracción de recursos (o bases militares), comparten el espacio con una agricultura tradicional de subsistencia, destacando la paradoja de un rápido y reciente crecimiento urbano suscitado por el desarrollo administrativo de los nuevos Estados, la exportación y el éxodo derivado del incremento demográfico.
Cuadro VII 14.
Características demográficas de los archipiélagos de Oceanía
Tasa de Tasa de Tasa de mortalidad Miles natalidad mortalidad infantil Países (más de 50.000 habs.) Habs. 1997 (‰) (‰) (‰) Fidji 826 24,6 6,2 19,0 Guam 156 28,1 4,2 9,1 Islas Marshall 59 .19,0 9,0 63,0 Nueva Caledonia 192 22,8 5,4 10,1 Polinesia Francesa 226 24,8 4,9 9,4 Papúa-Nueva Guinea 4.405 33,5 10,4 63.0 Islas Solomon 396 38,9 4,6 28,0 Vanuatu 176 38,0 5.0 45,0 Samoa Occidental 183 31,0 8,0 21,0 Kiribati 82 36,0 13.0 65,0 Tonga 99 28,5 4.0 — Islas Marianas 53 30,0 3.0 — Fuente: Population Reference Bureau 1997
PNB/hab. (dólares) 2.440 — — — — 1.160 910 1.200 1.120 920 1,630 —
Dentro de la economía de exportación, las plantaciones (copra, caña de azúcar...) y la explotación minera o maderera son también aquí las actividades fundamentales, en tanto las posibilidades turísticas, tradicionalmente frenadas por la distancia salvo en casos puntuales y peculiares como Hawái, inician ahora su expansión ante la dinamización económica experimentada por el área del Pacífico, de donde proceden la mayoría de visitantes. La necesidad de obtener divisas ha reforzado el papel jugado por la agricultura de plantación, en detrimento de la de subsistencia, obligando paradójicamente a la importación de alimentos (arroz, harina, carne enlatada...), cada vez más demandados por las poblaciones urbanas, afectadas progresivamente por los modelos de consumo importados (Connell, J., 1982; Brunet, R. dir., 1993). El proceso ha reforzado también los contrastes regionales en función de sus diversos recursos y del grado de incorporación de la economía monetaria, factor clave, muchas veces, de los movimientos secesionistas. Por su parte, la agricultura tradicional continúa dominada por el sistema de rozas, en el que el incendio y roturación de parcelas de bosque, que se cultivan durante uno o dos años con unas técnicas rudimentarias y mediante un policultivo en el que predominan los tubérculos (taro, ñame, batata...), al objeto de escalonar las cosechas y limitar los riesgos, continúa ocupando la mayor parte de las tierras explotadas. No obstante, el aumento de población y la creación de mercados de consumo urbanos ha introducido una creciente presión sobre estos sistemas agrarias de escaso potencial, generando una cierta comercialización de las producciones, intensificación y especializado n de cultivos, con el paralelo aumento de los riesgos ecológicos. En resumen, los calificativos otorgados por Selwyn de «pequeñas, pobres y remotas» reflejan bien la realidad actual de estas islas (Selwyn, P., 1978), bastante alejadas de la frecuente imagen idílica que, en relación con determinadas visiones literarias, suele tenerse en Europa. VI.
Conclusión
Del análisis realizado se desprende una idea que nos parece prioritaria: si los indicadores económicos y sociales al uso sitúan a Australia y Nueva Zelanda en el ámbito del desarrollo, ocupando incluso posiciones de privilegio, la consideración de su realidad espacial pone en evidencia una situación José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES bastante más compleja, en la que coexisten elementos contradictorios derivados de un proceso evolutivo muy dependiente del exterior, y que ha sido capaz de generar formas de organización bastante similares, actuando sobre medios muy distintos. En este contexto, uno de los rasgos omnipresentes viene a ser el carácter muy extensivo de la ocupación, que incluso se prolonga en las ciudades, ejemplos paradigmáticos del modelo de «ciudad dispersa», extendida horizontalmente, que se corresponde con las herencias anglosajonas fuertemente individualistas, con un deseo de contacto con la Naturaleza o, al menos, con un entorno poco densificado, al tiempo que facilita los procesos de segregación socio-funcional promovidos por los mecanismos de! mercado y una estricta zonificación. Una muy baja relación población-recursos, celosamente guardada por los respectivos gobiernos mediante una restrictiva y selectiva política inmigratoria, tanto en lo racial como en lo étnico y socio-profesional, ha permitido mantener unos elevados niveles de vida, al tiempo que una política social bastante avanzada reducía las tensiones sociales internas, si bien el reciente cambio hacia gobiernos de orientación neoliberal ha puesto en cuestión algunas de esas conquistas inherentes al Estado del bienestar. La dependencia de los mercados y capitales exteriores, británicos primero, junto a norteamericanos y japoneses en la actualidad, ha guiado las fases ds expansión y recesión, impulsando un rápido crecimiento en las últimas décadas, si bien dentro de unas estructuras relativamente frágiles que la actual crisis ha contribuido a evidenciar. En este sentido, el atractivo industrial que Nueva Zelanda y, sobre todo, Australia ofrecieron a los capitales internacionales desde mediados de siglo, parece haber decaído ante la competencia de otros países del Sureste asiático o de la propia industria japonesa, acentuando con ello su carácter como proveedores de materias primas en unos mercados mundiales inestables. En este último país, la cifra de 770,000 desempleados en 1996, equivalentes al 9 % de su población activa (7 % en Nueva Zelanda), junto a una de las mayores deudas externas por habitante del mundo, son buen reflejo de la necesaria reestructuración a que se enfrenta. Pero la industrialización, además de acelerar el crecimiento económico, también ha provocado otros efectos destacables, Acentuando un crecimiento urbano exacerbado, junto a un aumento de la heterogeneidad étnico-social y de la conflictividad laboral, ha agravado las contradicciones internas de un modelo de desarrollo «extravertido», escasamente acompañado por un verdadero esfuerzo de integración territorial. El dilema actual, planteado entre un reforzamiento de las estructuras tradicionales y un cambio de rumbo que prime una verdadera puesta en explotación de los recursos disponibles, lo que exige una densidad humana superior a la actual y una verdadera reorganización del espacio nacional (colonización interior, mejora de las infraestructuras de transporte, mayar integración de mercados...), abre expectativas futuras de indudable interés para estos dos países. Su posición en el área del Pacífico, que parece consolidarse como «espacio central» de la economía-mundo, no es ajena tampoco a esa disyuntiva, que sitúa a ambas sociedades en una verdadera encrucijada. Bibliografía básica Bacconnier, G. (1985): «Les villes da Nouvelle- Zélande», Les Cahiers d'Outre- Mer, N.° 151, pp. 207-234. Brunet. R. (dir.) (1993): «L'Océanie, le Pacifique, l'océan Pacifique», en Géographie Universelle, París, Hachette-Reclus. Burnley, I. H. (1982): Population, society and environment in Australia: a spatial and temporal vie, Melboume, Shillington House. Cole, J. P. (1996): Geography of the world's major regions, Londres, Routledge, 474 pp. Cumberland, K. B, (1968): Southwest Pacific. A geography of Australia, New Zealand and their Pacific island neighbourhoods, Londres, Methuen & Co, 423 pp. Chalkley, B. y Winchester, H. (1991): «Australia in transition», Geography, vol. 76, N.° 2, pp. 97-108. García Zarza, E. (1976): Australia, Salamanca, Universidad de Salamanca, 235 pp. Heathcote, R. L. (1994): Australia, Harlaw, Longman Scientific, Halsted Press. Hughes, R. (1989): La costa fatídica, Barcelona, Edhasa, 714 pp. I.C.E. (1996): Australia, Países de Información Comercial Española, N.° 44, 45 pp. Jeans, P. N. (ed.) (1978): Australia, a geography, Londres, Routledge & Kegan Paul, 571 pp. Linge, G.J. R. y McKay, J. (eds.) (1981): Structural change in Australia: some spatial and organisational responses, Camberra, Australian University Press. Rich, D. C. (1987): The industrial geography of Australia, Londres. Croom Helm, 384 pp. Robinson, K. W. (1974): Australia, New Zealand and the Southwest Pacific, Londres, Univ. of London Press, 344 pp.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES TERCERA PARTE
ESTRUCTURAS ESPACIALES EN ÁREAS SUBDESARROLLADAS
Capítulo VIII
LOS PAÍSES SUBDESARROLLADOS: POBREZA, CONTRASTES SOCIALES Y TERRITORIALES La situación de subdesarrollo se identifica frecuente y erróneamente con la de pobreza y atraso. Sin embargo, trasciende con mucho las fronteras de esas circunstancias, porque, ante todo, el subdesarrollo es una situación de desequilibrio económico, social y territorial, que origina una crisis estructural, superable, pero no superada en la gran mayoría de ellas. El drama del subdesarrollo precisamente consiste en que las sociedades que lo padecen carecen de perspectiva para salir de él. La miseria generalizada impregna todo el territorio, tanto en los medios urbanos como en los rurales, pero una miseria sin horizonte, que convive, además, con la opulencia, en la que se acomoda una reducida porción de la sociedad. Una buena parte de las familias e individuos viven al día, buscando cómo resolver el problema cotidiano de su alimentación y subsistencia, y cada día repiten la lucha por sobrevivir, sin la seguridad de conseguirlo. Esta desesperanza o, más bien, falta de perspectiva les retiene atados a un escenario dramático: el de su tierra o su aldea, el de su barrio, el del centro comarcal adonde acuden a comprar o vender algún útil o servicio, el de la ciudad populosa en la que alguien puede comprar algo que ellos ofrecen, o puede encargar algún recado y hasta trabajo..., y, al final del día, regresan con el producto de su esfuerzo a consumirlo en el marco del entorno familiar. Es un horizonte demasiado duro, sobre todo cuando no se atisba cómo superarlo. Y esta perspectiva vital afecta a más de ochocientos millones de seres humanos que viven día a día su miseria, que se desgastan en su tarea de sobrevivir y que acaban agotados, fisiológica y anímicamente, cuando alcanzan los 40 o 45 años, para llegar, ancianos a los 50 o 55, al final de sus vidas sin más ilusión que la de que sus descendientes salgan del círculo de esta miseria impía. En cualesquiera regiones y parajes de América Latina, Asia y África se repiten a diario estas escenas de impotencia y desesperanza, que no nacen de la falta de recursos o de incapacidad para hacer frente, sino del desequilibrio social y de su mantenimiento a través de un control político ejercido por una oligarquía dominante. La problemática de los países subdesarrollados es reciente, aunque más reciente es la toma de conciencia al respecto, pues tan sólo hace medio siglo que comenzó a hablarse del fenómeno del subdesarrollo. En principio, se responsabilizaba de la situación a las pretendidamente desfavorables condiciones naturales que sufrían estos países, encuadrados en ámbitos intertropicales, sometidos a sequías pertinaces, con abundancia de suelos encostrados y difíciles para el cultivo a obstaculizados por la potencia de la exuberante vegetación ecuatorial, tesis todavía mantenida en 1971 por P, Bairoch. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Los políticos de los países subdesarrollados, sin embargo, centraban sus críticas en la colonización, que se convertía en la causa de todos sus males, Por el contrario, las interpretaciones marxistas de la década de los sesenta apuntaban al intercambio desigual y al papel del imperialismo. Por lo general, no se tenía en cuenta la importancia de las variables demográficas, que tanto han perturbado la dinámica socioeconómica de estos países, a pesar de que se insistía en el acelerado crecimiento demográfico, que multiplicaría los efectivos poblacionales. Y. Lacoste (1968) señaló como una causa básica del subdesarrollo el acelerado crecimiento demográfico, el cual, por otra parte, ya se vio como amenazante por el Banco Mundial, que aconsejó la puesta en práctica de programas de control de la natalidad. En la década de los setenta, cuando la gran mayoría de los países, incluidos los africanos, se habían independizado de sus metrópolis, ante la persistencia de gravísimos problemas económicos, se inició el diálogo Norte-Sur, para intentar solucionarlos. Sin embargo, la deuda del Tercer Mundo se disparó y, aunque el crecimiento económico de algunos países fue realmente espectacular, la magnitud del crecimiento demográfico, no obstante, contrarrestó y hasta anuló el impulso económico habido. La distancia entre los países industriales y los subdesarrollados, en consecuencia, se fue incrementando y, tal como se preveía, aumentó el número de los desheredados de la tierra. Como resultado, se estimaba un total de 4.665 millones de personas que vivían en todo el Tercer Mundo a mediados de 1997, frente a 1,174 millones en los países industriales, es decir, que cuatro quintas partes de la humanidad, que ocupaban dos tercios de la superficie terrestre en Latinoamérica, Asia y África, formaban parte de las sociedades subdesarrolladas, cuyo PNB medio en 1995 se estimaba en 1.120 dólares por habitante, frente a los 19.310 de que disponía la población de los países desarrollados: 17 veces más que aquéllos; unas diferencias bastante mayores si las referimos exclusivamente a los países desarrollados de la OCDE. Sin embargo, los niveles de renta, aunque sirvan de orientación sobre la problemática del subdesarrollo, no constituyen en absoluto el elemento o factor más importante, sobre todo si tenemos en cuenta que la PPA —paridad de poder adquisitivo o capacidad real de compra en cada país según sus circunstancias económicas— reduce considerablemente esas disparidades. Las diferencias de renta, por otro lado, entre países del ámbito subdesarrollado son muy grandes, como también lo son sus problemas, en función de su abundancia o escasez de población, de sus dimensiones territoriales, de su disponibilidad de recursos y de las políticas de desarrollo planteadas. Es nuestra intención, en consecuencia, hacer un breve análisis de la evolución del subdesarrollo, de cómo se toma conciencia del fenómeno y de las bases o factores que le han dado origen, para abordar posteriormente una caracterización genérica y una diferenciación regional, tanto por lo que respecta a su situación como a las estrategias de desarrollo planteadas, que en algunos casos han logrado superar ya los obstáculos estructurales para acercarse con paso firme hacia el desarrollo. De acuerdo con este análisis, trataremos de estudiar cuáles son las perspectivas que se ofrecen a corto y medio plazo a los distintos conjuntos socio-espaciales. 1.
Génesis y evolución del subdesarrollo
A lo largo de la década que sigue a la terminación de la II Guerra Mundial transcurre un período de tiempo en el que las sociedades desarrolladas toman conciencia de la existencia de un mundo en el que el hambre, las enfermedades, la incultura, el atraso técnico, la escasa capacidad económica... conducen a millones de seres humanos hacia una situación desesperanzada. Esta toma de conciencia se acompaña de numerosas teorías que pretenden diagnosticar la situación para aplicar la terapia oportuna. 1.
TOMA DE CONCIENCIA Y POSTURAS FRENTE AL SUBDESARROLLO
El término «subdesarrollo» fue acuñado por políticos norteamericanos, siendo utilizado por el presidente Truman en 1949 (under-development) en un sentido evolutivo, con lo que se pretendía llamar la atención sobre la situación de aquellos pueblos o países que se encontraban en un estadio atrasado en su camino hacia el desarrollo. Con ello introducía un factor de confusión en la problemática del mundo subdesarrollado, pues, al considerar que el subdesarrollo constituía una etapa o un escalón hacia el desarrollo, sentaba el principio de una evolución lineal desde aquél hacia éste, evolución que, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES históricamente, nunca ha tenido lugar, ni entre los países del Tercer Mundo ni entre los industriales, pues ni éstos han sido nunca subdesarrollados, ni aquéllos han traspasado todavía el umbral del desarrollo, si bien los Nuevos Países Industriales lo traspasarán en breve. Una interpretación que ha sido después mantenida por prestigiosos economistas, como P, Bairoch (1963 y 1971) y que ha adquirido un eco extraordinario por la sencillez de sus planteamientos. Pero hacia 1950 los problemas acababan de aflorar, los habitantes del Tercer Mundo —poco más de 1.600 millones— no eran numerosos comparados con los de hoy, apenas tenían voz propia y ni siquiera había cristalizado el término que acabamos de emplear. En efecto, la expresión «Tercer Mundo» fue usada por el demógrafo francés Alfred Sauvy en 1952 para referirse a la postración y miseria en que se encontraban los pueblos de Asia, África y Latinoamérica, que entonces suponían las dos terceras partes de la humanidad, merced, sobre todo, a las extraordinariamente densas comunidades humanas de Asia, donde habitaba el 75 % de ese Tercer Mundo de 1950. «Subdesarrollo» y «Tercer Mundo» eran dos expresiones que se referían a una realidad insuficientemente conocida en aquel momento, cuya dinámica difería sustancialmente de la propia de las antiguas colonias administradas por las metrópolis europeas. Por ello, durante la década del cincuenta se produjo la toma de conciencia del problema, tanto más cuanto que la conferencia de países asiáticos y africanos en Bandung (1955) que dio origen al Movimiento de los Países No Alineados, supuso un grito del Tercer Mundo para que lo escucharan las sociedades industriales. Los años sesenta, en consecuencia, dieron paso a una auténtica explosión de conferencias, trabajos, estudios y publicaciones sobre los problemas del Tercer Mundo, que invadieron los campos de la economía, sociología, demografía, política y, en general, de todas las ciencias sociales. Así, por citar algunas obras que han tenido gran difusión, Frantz Fanón publicaba en 1961 su apasionada obra Los condenados de la tierra; Josué de Castro, en 1962 la Geopolítica del hambre; en 1963 veían la luz las obras de G. Myrdal, Planificar para desarrollar y La pobreza de las naciones (Asían Drama): también durante este año publicó P. Bairoch su Revolución industrial y subdesarrollo. En 1965, R. Dumont publicaba su obra Caminamos hacia el hambre, e Y. Lacoste la Geografía del subdesarrollo, así como P, Jaleé su estudio sobre El saqueo del Tercer Mundo, etc., etc. Toda una abundante literatura sobre el tema que se vio enriquecida por las aportaciones de la escuela del «desarrollo desigual» (A. Emmanuel, A. Gunder Frank, S. Amin...), quienes a finales de los sesenta y durante los setenta dieron a conocer sus estudios, realizados desde una perspectiva marxista, con los que pretendían enfatizar la importancia de los desfavorables términos de intercambio comercial en el mantenimiento del subdesarrollo. Los estudias de los intelectuales fueron secundados por la labor de los políticos, de manera que en 1964 se celebró en Ginebra la I Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD en siglas inglesas), de la cual surgió el llamado Grupo de los 77, que en 1996 acogía ya a 188 miembros y que permitió a los países del Tercer Mundo llevar a cabo una cierta acción conjunta frente a los industriales, como fue la reclamación en 1974 de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI), que, entre otros objetivos, apuntaba a la estabilización de los ingresos obtenidos del comercio de materias primas, al desarrollo de la actividad industrial con un simultáneo control de la tecnología, la reforma del sistema monetario y la modificación de la división internacional del trabajo. La Conferencia de las Naciones Unidas inauguró lo que se ha denominado «diálogo Norte-Sur», cuyos frágiles resultados no han permitido enderezar la situación. Ciertamente, las Conferencias no han dejado de convocarse (Ginebra, 1964; Nueva Delhi, 1968; Santiago, 1972; Nairobi, 1976; Manila, 1979; Belgrado, 1983; Ginebra, 1987; Cartagena [Colombia], 1992; Midrand [Sudáfrica], 1996); pero los países desarrollados han mantenido sus postulados comerciales, sometidos al liberalismo del GATT, por lo que la principal fuente de obtención de divisas por parte de los países subdesarrollados —las materias primas exportadas— se ha visto sometida a la extraordinaria aleatoriedad de los precios, controlados por el Norte, tanto más cuanto que la OMC, heredera del GATT desde 1995, ha potenciado el aperturismo y la liberalización económica comercial, apoyada frecuentemente por países del Tercer Mundo. Esta postura obedece a que en la era de la globalización económica, en los años noventa, hay numerosos países subdesarrollados, principalmente en el SE asiático, receptores de cuantiosas inversiones que están logrando exportar y ganar terreno comercial. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES La renovadora cumbre de Cartagena en 1992 se propuso, entre otros objetivos, el conseguir una nueva solidaridad y cooperación internacionales, basadas en la interdependencia planetaria, en el desarrollo sostenible y en la consecución del desarrollo de los países mediante convenios de asociación, pero, como afirman los técnicos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la liberalización comercial, que ha de suponer un aumento del ingreso mundial por comercio de entre 212.000 y 510.000 millones de dólares entre 1995 y 2001, tiene como contrapartida que se convertirá en un proceso perjudicial para los más necesitados, pues el África subsahariana puede perder hasta 1.200 millones de dólares al año (PNUD, [997,92-93]). Si el diálogo Norte-Sur no ha obtenido resultados satisfactorios, tampoco se han conseguido éstos a través de las ayudas al desarrollo, concedidas por los países occidentales integrantes del Comité de Ayuda al Desarrollo, que entre 1970 y 1996, han oscilado en torno al 0,33 % de su PNB, según la UNCTAD, situándose en primer lugar Dinamarca y Noruega y en el último EE.UU., que no llega al 0,2 % de su PNB (0,22 % en España en 1996, aunque el objetivo teórico es el 0,7 % del PIB), si bien esas ayudas públicas han ido acompañadas de créditos e inversiones privadas directas, que han potenciado el endeudamiento de una manera general, pero sin capacidad suficiente para inducir un verdadero proceso de despegue económico, Pero es que, además, tanto las donaciones como los préstamos han disminuido durante los años noventa y sólo la inversión privada ha aumentado significativamente (véase cuadro VIII, 1).
Cuadro VIII. 1. Total de flujos netos de ayuda al desarrollo (públicos y privados) y países integrantes del CAD, con sus aportaciones (1988-1996), en millones de dólares corrientes
1.
I. Financiación Oficial del Desarrollo (FOD) Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) de la que:
1988 61.215 47.600
1989 60.811 48.600
1990 69.500 52.800
1991 69.700 58.600
1992 70.400 59.000
1993 70.237 56.400
1994 71.900 60.500
1995 72.100 59.700
1996 66.400 58.200
% del total 1992 1996 53,.2 21,8 44,6 19,2
desembolsos bilaterales desembolsos unilaterales 2- Otras AOD de las que:
36.500 11.100 13.615
36.200 12.400 12.211
39.300 13.500 16.700
42.400 16.200 11.100
41.400 17.600 11.400
39.600 16.800 13.837
41.300 19.200 11.400
41.300 19.200 12.400
39.100 19.100 8.200
31,3 13,3 8,6
12,9 6,3 2,7
7.015 6.600 -2.100 2.000 36.400 95.575
5.311 6.900 9.900 4.800 40800 111.511
6.500 10.200 5.000 4.500 48.500 123.000
4 .300 6.800 1.400 -800 47.600 118.700
7.700 6.437 3.700 7.400 500 -1.500 500 -1.500 67.400 64.700 132.300 133.437
7.700 3.700 6.100 200 133.500 211.500
8.200 4.200 4.800 800 160.900 237.800
3.000(p) 5.200 3.500 500 234.000 303.900
5,8 2,8 0,4 0,4 46,4 100
1,0 1, 7 1,2 0,1 77,0 100
desembolsos bilaterales desembolsos unilaterales II. Créditos totales a la exportación de los que: a corto plazo III. Flujos de capitales privados IV. Flujos netos de recursos (I+II+III)
Australia Austria Bélgica Canadá Dinamarca Finlandia Francia Alemania Irlanda Italia Japón Luxemburgo Países Bajos Nueva Zelanda Noruega Portugal España Suecia Suiza Reino Unido Estados Unidos Total (p)
1988 1.101 301 601 2.347 922 608 5.463 4.731 57 3.193 9. 134 19 2.231 104 985 87 248 1.534 617 2.645 10.141
1989 1.020 283 703 2.320 937 706 5.802 4.948 49 3.613 8.965 18 2.094 87 918 110 541 1.799 558 2.587 7.677
1990(a) 955 394 889 2.470 1.171 846 7.163 6.320 57 3.395 9.069 25 2.538 95 1.205 142 965 2.007 750 2.638 11.394
1991(a) 1.050 547 831 2.604 1.200 930 7.386 6.890 72 3.347 10.952 42 2.517 500 1.178 205 1.262 2.116 863 3.201 11.262
1992(a) 1993 1.015 953 556 544 870 810 2.515 2.400 1.392 1.340 644 355 8.270 7.915 7.583 6.954 70 81 4.122 3.043 11.151 11259 38 50 2.753 2.525 97 98 1.273 1.014 293 235 1.518 1.304 2.460 1.769 1.139 793 3.243 2.920 11.709 10.123
47.063 45.735 52.961 56.678 0.850
56.486
1994 1.091 655 727 2.250 1.446 290 8.466 6.818 109 2.705 13.239 59 2.517 110 1.137 303 1.305 1.819 982 3.197 9.927
1995 1.194 767 1.034 2.067 1.623 388 8.443 7.524 153 1.623 14.489 65 3.226 123 1.244 258 1.348 1.704 1.084 3.202 7.367
1996 1.121 557 913 1.795 1.772 408 7.451 7.601 179 2.416 9.439 82 3.246 122 1.311 218 1.251 1.999 1.026 3.199 9.377
%de flujos totales sobre PNB en 1996. incluyendo inversiones privadas 0,38 0,82 2,10 0,79 1,15 0,94 1,19 0,91 0,64 0,39 0,82 0,52 2,38 0,25 1,09 0,89 0,74 0,84 0,53 1,87 0,74
59.152
58.926
55.485
0,89
=provisional; (a) =incluyendo la deuda condonada de los pagos no AOD, excepto para el total CAD. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Fuente: OCDE-CAD: Informes anuales. Trabajos, estudios y conferencias fueron la respuesta por parte de intelectuales, técnicos y políticos a los problemas del subdesarrollo; una respuesta que se asienta sobre una concepción específica y dispar del fenómeno, pues, evidentemente, no aporta las mismas soluciones quien piensa que el subdesarrollo se debe a causas naturales, como la sequía o factores edáficos, que quien lo atribuye a un retraso histórico, a un intercambio desigual o al rápido crecimiento demográfico. Las posturas de quienes entienden el subdesarrollo como causado por fenómenos naturales no tienen fundamento alguno, puesto que, bajo las mismas condiciones ecológicas se localizan sociedades desarrolladas y subdesarrolladas, como sucede en el sur de Estados Unidos y norte de México, por ejemplo. Porque, además, en este supuesto tampoco se entenderían las enormes diferencias de progreso económico que se dan entre unas regiones avanzadas y otras deprimidas bajo los mismos medios ecológicos en países desarrollados. Así, el atraso económico de Andalucía respecto al País Valenciano o a otras regiones de España no tiene nada que ver con las condiciones naturales, que son más favorables en la Andalucía occidental y del Guadalquivir que en la región valenciana, dada la mayor disponibilidad de tierras arables y un clima con precipitaciones más abundantes en la primera respecto a la segunda. Frente a la interpretación naturalista, numerosos políticos de antiguos países colonizados descargan toda la responsabilidad sobre la permanencia de antiguas estructuras coloniales, que, obviamente, son ellos quienes pueden y deben cambiar, y ya han tenido el tiempo suficiente y la oportunidad de hacerlo. La postura de los teóricos marxistas que ponían el acento en el intercambio desigual, contribuye a esclarecer el problema, pero lo reduce a términos demasiado estrechos, puesto que el subdesarrollo nace de una situación más compleja. Los sucesivos análisis realizados por unos y otros han enriquecido los planteamientos iniciales, pero, al mismo tiempo, han introducido un cierto confusionismo terminológico, que conviene aclarar. En unos casos se trata de eufemismos bien-pensantes, en otros de jergas acuñadas por la doctrina que se profesa, pero que, a la postre, prestan al tratamiento del subdesarrollo una ambigüedad estéril. Así, trente al término más comúnmente aceptado de «Tercer Mundo», se usan otros muchos, cuyo contenido no contribuye a esclarecer el tema. Las Naciones Unidas, por ejemplo, utilizaron en primer lugar el concepto de PVD (países en vías de desarrollo) y posteriormente el de PED (países en desarrollo), que aparece también en las publicaciones del Banco Mundial. El término de PMA (países menos avanzados), adoptado por algunas instituciones tampoco ayuda a precisar el contenido. También se usan con frecuencia los conceptos de Centro y Norte, frente a Periferia y Sur, haciendo referencia a la posición que ocupa cada formación socio-espacial en el contexto planetario. El Banco Mundial está utilizando actualmente una división poco afortunada, ya que clasifica a todos los países mundiales por su nivel de ingreso (bajo —hasta 765 dólares per cápita en 1995—, mediano-bajo —766 a 3.035 dólares—, mediano-alto —entre 3.036 y 9.385— y alto —más de 9.385—), que olvida las diferencias estructurales de los países. Lógicamente, algunas de estas denominaciones tienen un contenido más o menos preciso, como es el caso de los «países pobres», entendiendo por pobreza de ingreso la disponibilidad de 1 dólar por persona y día o menos (PNUD, 1997), pero otras, como PMA, o, sobre todo, «países en vías de desarrollo» son ambiguas y responden a una concepción lineal del desarrollo, como si éste no supusiera más que un mero proceso de acumulación económica, que no siempre se produce y que, aun produciéndose, no siempre genera el desarrollo. Muy al contrario, la mayoría de los estudios actuales admiten la diferencia entre «crecimiento» y «desarrollo», entendiendo aquél como un mero fenómeno de acumulación económica y reservando para éste el carácter de cambio y auge no sólo cuantitativo sino también cualitativo (véase capítulo II). Ahora bien, los técnicos de las Naciones Unidas parece prefieren el concepto de «países en desarrollo», porque en todos hay progresos, que, obviamente, no pueden confundirse con desarrollo. En primer lugar, si el desarrollo se identifica con crecimiento, también los países industriales están en desarrollo. En segundo lugar, si el «desarrollo» se caracteriza por una específica situación económica, social, política e institucional, la mayaría de los países tercermundistas no son países en desarrollo, no están en proceso de desarrollo, como veremos, pues, incluso los más avanzados evidencian una llamativa debilidad de los Estados para equilibrar los déficit sociales. Finalmente, la antigua diferencia que establecía Y. Lacoste entre «Subdesarrollo» (referido a los países José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES capitalistas del Tercer Mundo) y «Tercer Mundo» (países capitalistas y socialistas no desarrollados) carece hoy de sentido; ambos términos son utilizados indistintamente y, por otro lado, un país como China, a pesar de los profundos cambios económicos, sociales y territoriales experimentados, no ha logrado salir del subdesarrollo. 2.
LOS CARACTERES DEL SUBDESARROLLO
El rasgo más llamativo del subdesarrollo es, evidentemente, la pobreza: pobreza de ingreso, pobreza para cubrir las necesidades básicas (alimenticias y de vestido y vivienda) y pobreza de medios y servicios para mantener al organismo con capacidad motora y laboral. Estas tres perspectivas de la pobreza se dan en todos los países subdesarrollados, en los que, por el contrario, se consolidan unas clases privilegiadas con capacidad adquisitiva y disfrute de servicios superior incluso a las de los países industriales. No podemos identificar la situación de subdesarrollo con la de hambre, pero uno de los problemas más flagrantes y llamativos de las sociedades subdesarrolladas ha sido y es el hambre. Han sido las muertes y enfermedades causadas por el hambre las que han tocado la conciencia de los países desarrollados. Según P. George, hacia 1960 se estimaba que los dos tercios de la humanidad, equivalentes a más de 2.000 millones de personas, estaban infra-alimentadas; a principios de los ochenta la cifra no habría variado, aunque afectara solamente a la mitad de la población mundial como consecuencia de que 1.000 millones de chinos superaron el listón de la extrema miseria (George, P., 1983,7-8). Este mismo autor señalaba que, de acuerdo con las encuestas de la FAO, más de la mitad de la población mundial no llegaría a disponer de las 2.200 calorías por persona y día, cifra que se consideraba como umbral crítico. Estas apreciaciones se distancian, sin embargo, de las que se recogían en el Informe de las Naciones Unidas sobre la situación social en el mundo, donde se decía que había 430 millones de personas en el planeta que no tenían una dieta suficiente (ONU, 1982, 103). Estas cifras tan dispares varían tanto debido a la inclusión, o exclusión, en ellas de los millones de personas que padecen un hambre cualitativa aguda, es decir, de aquellas personas que, aun consumiendo una cantidad de calorías por encima de los niveles críticos, acusan deficiencias en proteínas, vitaminas o sales minerales con los consiguientes trastornos fisiológicos y deterioro orgánico. Por ello, los niveles de morbilidad son extraordinariamente elevados y la esperanza de vida significativamente baja. En todo caso, según las estimaciones de la FAO y del Banco Mundial para mediados de la década de los ochenta, el número de personas subalimentadas a escala planetaria estaría en tomo a un mínimo de unos 500 millones (FAO, V Encuesta Alimentaria Mundial 1985) o alrededor de 730 millones, si partimos de unas necesidades calóricas que permitan ejercer una actividad económica normal (Banco Mundial, 1986, 1 y 2); cifras éstas que no se reducen en términos absolutos, aunque sí en relativos, pero que aumentan considerablemente si, además del hambre cuantitativa, se tiene en cuenta la cualitativa. En efecto, los datos de principios de los noventa, que son los más recientes manejados por la FAO, permiten abrigar esperanzas respecto a la mejora de las necesidades básicas, pero el número de hambrientos hace años que se mantiene en torno a los 800 millones de personas, mientras 200 millones de niños sufren de malnutrición proteíno-energética y 13 millones de menores de cinco años mueren cada año, directa o indirectamente de hambre o malnutrición (FAO, 1995, 14). Los dos tercios de esas poblaciones hambrientas se localizan en Asia meridional y una quinta parte en África subsahariana. La persistencia del hambre parece contradictoria con la evolución de las producciones alimentarias del Tercer Mundo, que, según las Naciones Unidas, aumentó a un ritmo de un 3 % anual entre 1960 y 1980, en tanto que la población lo hizo en torno a un 2,5 %. Ese mismo desfase a favor de la producción se observa en la década de los ochenta, excepto en el África subsahariana. En los noventa se ha mantenido una tendencia similar, aunque la producción per cápita en toda África no ha mejorado prácticamente nada (índice de producción alimentaria per cápita de 100,3 en 1996 respecto a la media del trienio 1989-1991 = 100), si bien en Asia la mejora ha sido muy clara (índice de 1996 = 119). Como, a pesar de todo, el hambre se mantiene, hay que concluir obviamente que no se debe a una incapacidad productiva para hacer frente a las necesidades alimentarias de una población en auge, sino a las estructuras sociales que impiden un reparto equilibrado de esas producciones. Por este motivo, el hambre afecta especialmente a las ingentes masas humanas del José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Asia meridional, en tanto que China ha logrado superar el umbral crítico de la subalimentación. En Latinoamérica, donde el crecimiento de las producciones alimentarias ha ido a la cabeza de los países tercermundistas, el hambre se ha extendido por algunos medios rurales y especialmente por los barrios marginales urbanos. El caso más difícil, sin embargo, lo constituye el Sahel y otros conjuntos territoriales africanos, en los que las producciones de alimentos no sólo no aumentan, sino que incluso disminuyen. La situación de hambre suele ir asociada a la de pobreza económica o de bajas rentas, aunque existan excepciones destacables. Por ello, uno de los indicadores más socorridos a la hora de realizar una delimitación de los países subdesarrollados ha sido el de su PNB o su renta per cápita. Efectivamente, el PNB per cápita medio de los países del Tercer Mundo era de 1.120 dólares en 1995, mientras la gran mayoría de ellos se situaba por debajo de la media mundial (= 4.920 dólares). Evidentemente, esta situación revela una escasa capacidad productiva, que nace, a su vez, de unas reducidas disponibilidades de capital financiero y de capital técnico. Pero esto, que es la norma general, encubre situaciones muy dispares, puesto que un número no despreciable de países subdesarrollados ha dispuesto durante el lapso que va del inicio de la crisis del petróleo hasta mediados de los ochenta de decenas de miles de millones de dólares, que no han sido empleados en crear las condiciones para el desarrollo. Entre ellos se cuentan algunos países petrolíferos del mundo árabe y de Latinoamérica, junto con otros exportadores de petróleo o de otras riquezas mineras. Las enormes sumas de divisas, procedentes de las exportaciones realizadas al mercado mundial, han ido a parar, a la larga, a los circuitos internacionales controlados por los grandes grupos financieros del mundo, que se han hecho así receptores del ahorro mundial. No se ha producido, por lo tanto, más que un remedo de acumulación capitalista, que podría haber sido incomparablemente mayor, aunque no cabe duda que un pequeño grupo de países haya aprovechado los petrodólares para crear una sólida infraestructura productiva en el propio territorio nacional, como analizaremos más adelante. Asimismo, otro pequeño grupo de países, sobre todo en el SE de Asia, ha recibido inversiones masivas que han permitido crear unas bases o plataformas para el desarrollo, las cuales, aunque insuficientes, han logrado generar mutaciones socioeconómicas significativas. No obstante, numerosos países pusieron en marcha vastos programas de «desarrollo», que hicieron crecer su deuda exterior hasta niveles peligrosísimos, para hacer funcionar un aparato productivo desequilibrado, poco diversificado y dependiente tecnológica y financieramente del exterior, si bien el proceso de globalización de los años noventa les ha permitido integrarse en un mercado mundial cada vez más amplio. Por ello, actualmente no se puede identificar al mundo subdesarrollado con un mundo sin industrializar. En el Gran Buenos Aires, en el Sureste brasileño, en el Distrito Federal de México o en Caracas, en Calcuta, Bombay, en Shanghái, en Seúl, en Johannesburgo, por citar algunos ejemplos, se han construido grandes complejos industriales, que en al caso de Brasil, le han permitido figurar en torno a la décima potencia industrial del mundo; pero, a pesar de ello, la industrialización latinoamericana se ha quedado muy corta; Toda Latinoamérica, por ejemplo, no llega a producir más que una cantidad de acero equivalente a 3,5 veces la de España (47 millones de tm, frente a 13 en 1996). Algo similar se puede decir de la construcción de automóviles (2,4 millones en España, alrededor de 3,4 millones en Latinoamérica en 1996). Estos casos se refieren al conjunto de países más avanzados dentro del Tercer Mundo, pues la India, por ejemplo, con sus 970 millones de habitantes, produce anualmente una cantidad de acero tan sólo un 70 % superior a la de España y 2.5 veces más de cemento (alrededor de 22 y 67 millones tm respectivamente, en 1996 en la India), mientras no llega más que a un 20 % de los automóviles fabricados en nuestro país y todo ello a pesar de los enormes progresos industriales habidos durante el último decenio. Otro tanto podemos apuntar para los países africanos, cuya debilidad productiva es paradigmática (12 millones de tm de acero en 1996, cifra inferior a 3a de España, y 36 millones de tm de cemento), pero con la salvedad de que una porción fundamental de estas producciones corresponde a la República Sudafricana. Ahora bien, sobre la base de esta debilidad productiva, el ritmo de crecimiento económico en un gran número de países subdesarrollados durante las tres últimas décadas ha resultado espectacular, sobre todo en pequeños países como Hong Kong (integrado en China desde el 1 de julio de 1997), Singapur, República de Corea o Taiwán, los Nuevos Países Industriales, pero también en grandes países, como Brasil, México, India o China... En los primeros, por su moderna y competitiva industrialización, volcada a la exportación José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES hacia el mercado mundial; en los segundos, por una industrialización generalizada, aunque desequilibrada. Así, según las Naciones Unidas, los llamados países en desarrollo habrían alcanzado un crecimiento de un 5,8 % anual de su PNB durante la década de los sesenta y un 5,5 por ciento durante la de los setenta y el Banco Mundial estima un crecimiento de un 2,8 % entre 1980 y 1990 y de 2,1 % entre 1990 y 1995 (media mundial de 3,1 y 2 % respectivamente). Este crecimiento, ciertamente, resulta espectacular pero ambivalente, pues una parte importante del mismo proviene de la exportación de materias primas no renovables (petróleo, minerales...), otra procede de un endeudamiento generalizado y sólo una pequeña parte procede de las nuevas cuotas de mercado que están ganando los países más avanzados. A este respecto conviene no olvidar que todavía la capacidad de producción industrial del mundo corresponde básicamente a los países desarrollados, los cuales continúan aún exportando casi las tres cuartas partes del valor de las mercancías mundiales e importando una cifra, similar, a pesar del creciente peso de algunos países latinoamericanos y del SE asiático, después de que Sudamérica sufriese los efectos de la década perdida durante los ochenta. Pero el nuevo ritmo redoblado de crecimiento no ha mejorado la situación de la deuda exterior, pues, según el Banco Mundial (Informe sobre el Desarrollo Mundial 1997), los países del Tercer Mundo totalizaban una deuda de 2,065 billones de dólares en 1995, equivalentes a un 39,6 p/c de su PNB; y 636.594 millones de ellos correspondían a América Latina (=31 % del total mundial y 41 % de su PNB), que se ha convertido así en el conjunto regional más endeudado del planeta. El crecimiento económico de los países subdesarrollados ha tenido, por lo tanto, un ritmo considerable, que, no obstante, ha perdido eficacia par el enorme endeudamiento desatado, pero el problema mayor se presenta a otros niveles, pues, a pesar de las altas tasas de incremento del PNB, se quedan muy cortas en comparación con los ritmos de crecimiento demográfico. Algunos economistas estiman que las inversiones demográficas, es decir, las orientadas exclusivamente a mantener el nivel de vida de una población, deben alcanzar un 4 % de la renta nacional por cada 1 % de crecimiento demográfico. Esto significa que, puesto que la media de crecimiento vegetativa anual de los países subdesarrollados alcanza tasas de en torno al 2 %, se necesitarían unas inversiones demográficas del orden del 8 % de la renta nacional, o, lo que es lo mismo, se necesitaría que la renta o el producto nacional crecieran por encima del 8 % anual para poder acometer inversiones de desarrollo y no sólo demográficas. Evidentemente, son muy pocos los países tercermundistas que han logrado esas cotas de crecimiento económico en las tres últimas décadas, pues ya vimos que, en promedio, no habían alcanzado el 6 % entre 1960 y 1980 y se ha reducido posteriormente, pero incluso muchos de los que las han conseguido no han encontrado el camino hacia el desarrollo. En consecuencia, las sociedades tercermundistas en conjunto habrían visto disminuir los niveles de vida para la gran mayoría de su población. No obstante, ya se han levantado muchas voces contra las actitudes catastrofistas respecto al crecimiento demográfico. Primero, porque, como lo demuestran los casos de Latinoamérica y de Asia, las altas tasas de crecimiento son transitorias y, en segundo lugar, porque la densificación humana origina economías de escala y aspectos positivos, entre los cuales están «la incidencia del aumento de la densidad sobre el progreso técnico, sobre el valor del capital y la competitividad de los costos de la mano de obra, o de la caída de la mortalidad sobre la inversión humana y la productividad del trabajo» (Chesnais, J. C, en Cordellier, S,. 1989, 104). De este modo, la realidad parece ir por delante de la teoría. El crecimiento demográfico, que ha alcanzado unos umbrales críticos, está declinando, pues si durante los años cincuenta y sesenta fueron los países latinoamericanos los que se situaron a la cabeza del crecimiento mundial, al reducir éstos los índices de natalidad tomaron el relevo las sociedades africanas, de manera que entre 1950 y 1983 el crecimiento de la población del Tercer Mundo no bajó del 2,1 % anual, aunque sí lo hizo posteriormente, situándose en 1997 en 1,47 % de media mundial y 1,81 % en el mundo subdesarrollado. En todo caso, la población mundial, que en 1950 totalizaba 2.513 millones de habitantes, de los que un tercio se encontraba en países desarrollados y dos tercios en los subdesarrollados, alcanzaba 5.840 millones en 1997, de los que sólo una quinta parte correspondía a los primeros y cuatro quintas partes a los segundos. Las proyecciones para el año 2010 estiman una población mundial de 6.894 millones de personas, de los que sólo un 17,5 % formarán parte del Primer Mundo. Estos datos, a pesar de que el ingente conjunto demográfico de China tenga un control más estricto de su población que la mayoría de los países tercermundistas, parecen José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES inquietantes, pues si contemplamos la evolución del mundo subdesarrollado durante las tres décadas pasadas, no podemos augurar un futuro esperanzador para el conjunto de habitantes del planeta que representan el 80 % de la humanidad. Por ello, entre otras actuaciones, se hace más urgente poner en práctica un vasto programa de control de la natalidad. Pero, como se ha demostrado en múltiples ocasiones, la fecundidad no disminuye de una manera importante si sus intentos de control no van acompañados de un claro desarrollo social y cultural, además de económico. A pesar de todo, la inflexión a la baja del crecimiento demográfico se produjo ya durante los años ochenta, aunque apenas afectó a África y a los países árabes de Asia, pero ya ha llegado el momento de superar la transición demográfica para numerosos países del Tercer Mundo, aunque, debido a su juventud, conservan todavía una fuerte inercia de crecimiento natural, por más que los gobernantes del Tercer Mundo mantengan una clara postura a favor del control de la natalidad. La explosión demográfica se ha acompañado también de la explosión urbana, de tal manera que un 36 % de la población del Tercer Mundo vive en ciudades, pero con la particularidad de que el ritmo de crecimiento es extraordinariamente elevada, llegando muchas ciudades a duplicar su población en el lapso de una década. Así, 33 de las 50 mayores aglomeraciones urbanas mundiales de 1995 se localizaban en el Tercer Mundo, mientras que para el 2015 se prevé que se elevarán a 40; por otro lado, la última de esa lista, que en 1995 albergaba a 3,7 millones de habitantes, pasará a albergar 5,7 millones en el 2015 (UN: World Urbanization Prospects 1995). Las causas de este desmesurado y descontrolado crecimiento urbano radican, junto al propio crecimiento vegetativo, que aporta algo menos de la mitad del total, en la pobreza y la falta de oportunidades de progreso real en el campo.... que lanza al éxodo campesino a multitud de jóvenes, quienes buscan en la ciudad «la civilización», un salario más o menos regular, la escolarización de los hijos, etc. Todo ello contribuye a la expansión de extensos barrios marginales, en los que se estima que habitan unos 1.000 millones de personas, que a menudo montan su «hogar» en los rincones o bordes de las calles. Así, se calcula que hay 100 millones de seres humanos en el mundo que viven en las calles, de los que 20 millones son niños en Latinoamérica (Cannat, N., en Cordellier, S-, 1989, 122 y 121). No obstante, el bidonville semirrural constituye la solución más socorrida al problema de la vivienda. Mediante la ocupación de espacios comunales o de otro tipo, se construye la vivienda con latas, plásticos, ladrillos de desecho, adobes, palos..., en espacios que no cuentan con redes de desagüe, y a veces ni siquiera con agua, o tan sólo unas horas al día; las calles están sin asfaltar, las basuras se acumulan en cualquier rincón y las ratas proliferan por todas partes. A veces, cuando las autoridades legalizan la situación, el bidonville se convierte en una «ciudad popular», en la que los propios habitantes se encargan de mejorar el estado de las cosas; en cambio, si mandan derribar el bidonville con el bulldozer, el fenómeno se reproduce en otro borde urbano (Cannat, N., en ídem, p. 123), de modo que en la situación actual no disminuye ni, dadas las circunstancias, puede disminuir el chabolismo y la «infravivienda», El éxodo rural, que alimenta el crecimiento urbano, no reduce, sin embargo, la presión sobre la tierra. Una presión que obliga a roturar constantemente nuevos espacios para el cultivo y a intensificar la explotación de los existentes. La presión humana sobre la tierra se acaba transfiriendo, pues, al bosque o monte, que retrocede también a un ritmo acelerado; así, entre 1980 y 1990 se han perdido más de 15 millones de hectáreas de selvas tropicales por año (FAO, 1995, 58). La crisis medioambiental se manifiesta, pues, y en primer término, por la agresión a la cobertera vegetal espontánea, motivada por la búsqueda perentoria de una forma de cubrir la subsistencia; lo que no es óbice para que se produzcan, al mismo tiempo, roturaciones especulativas. En segundo lugar, por el empobrecimiento y deterioro de los suelos, ante la falta de abonado químico y orgánico; y por la pérdida de la capa superficial y fértil del suelo cuando se roturan terrenos en pendiente. Como, además, las roturaciones se realizan en estos países de clima tropical, donde las precipitaciones suelen producirse con una gran intensidad horaria, la pérdida de suelo se acompaña frecuentemente de acarcavamientos y arrastre de grandes volúmenes de materiales sueltos, impidiendo de este modo la propia regeneración del suelo y de la cobertera vegetal. En otros casos, cuando se trata de intensificar los aprovechamientos agrarios mediante el regadío, se produce muy a menudo una alcalinización del suelo, debida al ascenso capilar del agua cargada de sales, que se precipitan en superficie durante los períodos secos, a causa de la subida del nivel freático, motivada por la inexistencia de redes de desagüe en muchos de los nuevos regadíos. Al retroceso del bosque y monte se añade la disminución de las disponibilidades José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES hídricas, la contaminación de los acuíferos y la dificultad de acceso al agua potable. Según la FAO, dos tercios del agua consumida en el mundo se destina a la agricultura, y la presión sobre los recursos hídricos está aumentando sin freno. En Latinoamérica, por ejemplo, se han reducido los recursos hídricos per cápita en un 75 % en la segunda mitad del siglo XX; en Egipto o en el Oriente Medio constituirá una dificultad mayor la obtención de agua que la de tierra en el próximo siglo; la capa freática de Pekín desciende dos metros anuales, mientras la de Bangkok ha descendido 25 metros desde 1950... A todo ello se suma la contaminación, pues cada año se descargan unos 450 km3 de aguas residuales sobre las aguas superficiales del mundo, cuyo transporte y dilución se hace mediante el empleo de los dos tercios de las aguas de escorrentía planetarias (FAO, 1995: 42). Todo ello contribuye a la contaminación de aguas superficiales y subterráneas; lo que a su vez se traslada al consumo de la población: hay numerosos países subdesarrollados en los que más de un tercio y hasta más de la mitad de la población no tiene acceso a agua potable; en la India, por ejemplo, llega a un 37 %, en Nigeria un 57, en México un 13, pero en Chad se eleva a un 81 % (Banco Mundial, 1997, cuadro ó). Frente a la crisis medioambiental, es en el campo de la cultura donde más se ahondan las diferencias entre países desarrollados y subdesarrollados. El desarrollo actualmente no se concibe sin una elevación de los niveles culturales de un pueblo. Y, sin embargo, las inversiones necesarias en centros y material escolar y en personal docente exigen tan voluminosos desembolsos que frecuentemente se abandonan o se marginan numerosos proyectos escolares y, aunque la tasa relativa de analfabetos esté disminuyendo en todo el mundo, las cifras absolutas se mantienen en cotas escalofriantes. La mitad de los países africanos, más Pakistán, Bangladesh y algunos otros alcanzan índices de analfabetismo superiores al 50 % y la India se queda en casi un 49 %. No obstante, según el Banco Mundial, la tasa de escolarización en el nivel primario estaría en torno al 100 % para todo el Tercer Mundo, aunque en África subsahariana no se alcanzaría más que un 72 % (en 1995); pero estos datos se refieren exclusivamente a la tasa de matrícula, sin tener en cuenta ni el grado de asistencia a la escuela ni la sobrevaloración estadística que se produce, dado que muchos de los matriculados superan la edad escolar. A la pobreza cultural se suman la elevada morbilidad y la precariedad de la salud, por la flagrante escasez de médicos, personal sanitario y centros asistenciales, de modo que enfermedades como la bilharciosis y la filariosis están muy extendidas por África y Asia meridional; el paludismo, según el Informe 1997 del PNUD, sube a una tasa de 206,4 casos por cada 100.000 habitantes; los casos de tuberculosis afectan casi a tres veces más de habitantes en el Tercer Mundo que en el mundo desarrollado (69,1 frente a 27,2 casos por 100.000 habitantes), mientras que el Sida, enfermedad galopante en África subsahariana, se eleva a 22,2 casos por 100.000 habitantes en este conjunto regional. La tasa de mortalidad infantil, reflejada en el mapa de la figura 8.1, revela los profundos contrastes entre países y, especialmente, la situación de atraso de los países y del sur de Asia, en los que a menudo mueren más de 80 y hasta más de 100 niños por cada mil nacidos vivos, a consecuencia frecuentemente del consumo de agua contaminada. Finalmente, esta situación sanitaria difícilmente se podrá superar cuando sólo se dispone de una media de un médico por cada 5.833 personas —con una distribución completamente desequilibrada entre la ciudad y el campo— frente a uno por 500 o 600 en los países desarrollados. De ahí que la esperanza de vida al nacer, que constituye un índice revelador de la situación de desarrollo, se sitúe en cotas muy bajas, según se puede ver en el mapa adjunto (fig. 8.1). Toda esta problemática que afecta al mundo subdesarrollado se manifiesta a través de lo que Y. Lacoste denominó una «crisis dialéctica», es decir una situación crítica, que ante las nuevas realidades surgidas —industrialización y expansión económica y demográfica principalmente— se ha modificado, pero no se ha superado. Se convierte así en una crisis estructural, que, desde una perspectiva territorial, se traduce en la existencia de ingentes masas rurales descapitalizadas, sin medios económicos y sin tierras, las cuales, ante las carencias de todo tipo, alimentan un incesante éxodo campesino, que hace crecer los núcleos urbanos a ritmos vertiginosos. Frente a ellos, los inmensos espacios rurales aparecen con baja productividad, con escasa especialización productiva, con pocos intercambios comerciales, y, por lo tanto, con escasísimas infraestructuras viarias que los potencien, incluso en el denso mundo asiático, donde, a pesar de las transformaciones introducidas en el medio rural por una sofocante presión humana, continúa manteniendo una función primordial de subsistencia con poca integración a niveles regionales, con parca capacidad de abono y, en consecuencia, de acumulación y, por lo tanto, de progreso, aunque José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES con significativas diferencias internas. Esta breve caracterización admite numerosos matices y variaciones regionales, pero todas ellas tienen un mismo origen. 3.
EL ORIGEN DEL SUBDESARROLLO: LA DISTORSIÓN DE LAS VARIABLES SOCIOECONÓMICAS
La historia del subdesarrollo es la historia de una distorsión, de un cambio de ritmo en el crecimiento de las variables fundamentales: la población por una parte y los medios de producción, infraestructuras y servicios, por otra. Antes de producirse la explosión demográfica no existía el subdesarrollo. Éste cristaliza por efecto del rápido aumento de la población, que se ve sometida a una organización socioeconómica desequilibrada y disfuncional, y ello merced a una dependencia política del exterior, a la que se suma la inercia, incapacidad de gestión y/o corrupción de los gobernantes nacionales. Así, considerado el subdesarrollo como un fenómeno geográfico, da lugar a un espacio que se ocupa sin llegar a dominarlo, a estructurarlo y a ponerlo al servicio de los pueblos que lo habitan. Se configura, pues, un espacio contradictorio, que, mediatizado por intereses foráneos y dirigido por una clase dirigente voraz, es incapaz de servir de base para el desarrollo de las sociedades que sustenta. En este sentido, es un espacio dependiente, organizado desde centros de decisión exteriores, que controlan las riquezas internas o que lo someten a la tutela necesaria para mantener la hegemonía política en una región determinada.
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En definitiva, todo territorio, por sus riquezas o por su situación planetaria, se ve sometido a un conflicto de intereses, que las potencias mundiales resuelven mediante un control político, económico y militar. No obstante, y a pesar de la dependencia exterior, un pequeño grupo de países del Sureste asiático está demostrando que las inversiones exteriores, combinadas con una política interior adecuada, pueden aprovecharse como palanca de desarrollo. Obviamente, el control externo no se puede efectuar sin la connivencia de las élites locales. Éstas, sometidas a los cuadros y técnicos extranjeros y, apostando por un desarrollo económico a todo trance, con la inversión de capitales nacionales y foráneos, han logrado establecer, en numerosas regiones, las condiciones de partida para un desequilibrado crecimiento en el espacio: inversiones masivas en unos pocos polos dinámicos (capitales nacionales y algunas otras ciudades portuarias o, más raramente, interiores), que atraen a ingentes masas de emigrantes rurales. Desde mediados de siglo, los mecanismos básicos consistieron en la intervención exterior para controlar y explotar las riquezas de un territorio, lo que hizo necesaria la aplicación masiva de vacunas y medidas sanitarias para eludir los contagios nacidos de unos intercambios cada vez más rápidos y frecuentes. Las burguesías nacionales apostaron por el auge económico y se vieron obligadas a continuar con la política higiénico-sanitaria para eludir ellas mismas los contagios. Estas mejoras provocaron una fuerte caída de la mortalidad, al tiempo que la natalidad se mantuvo estancada o en un lento declive. El proceso de transición demográfica originó, a su vez, un acelerado crecimiento de la población, al que no se podía hacer frente con los medios económicos al alcance, puesto que el modelo de desarrollo de los países industriales, que fue el seguido en los subdesarrollados, se mostraba incapaz de crear, con los medios financieros y técnicos de que se disponía, los puestos de trabajo necesarios para satisfacer las demandas de empleo de las decenas de millones de jóvenes que llegaban y llegan anualmente a la edad de trabajar. Con todo ello, se generaron profundas contradicciones internas, que arrancaron de la explosión demográfica, provocada indirectamente por los países desarrollados, los José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES cuales, por el contrario, no pudieron ni tuvieron interés en provocar una explosión económica del mismo calibre, de modo que ni las estructuras agrarias ni la red viaria ni el sistema de poblamiento ni la estructura interna de las ciudades, ni el tipo y distribución de los medios de producción son funcionales actualmente. No sirven, tal como aparecen organizados, para conseguir el desarrollo. Las estructuras espaciales del mundo subdesarrollado necesitan una transformación radical, pues lo mismo que se ha modificado el comportamiento demográfico, las costumbres y la cultura tradicional por la intervención exterior debe modificarse la organización económica, social y espacial del mundo subdesarrollado. Ahora bien, la dependencia exterior no es capaz de explicar por sí misma el subdesarrollo, puesto que países independientes, como China a, en otro nivel, Cuba, no han sido capaces de alcanzar el desarrollo, por más que hayan creado unas bases sociales para caminar hacia él. Sin embargo, otros, como los NPI, absolutamente dependientes, han superado los problemas estructurales con mucha mayor celeridad y hoy están más cerca del desarrollo que del subdesarrollo. Éste, en efecto, requiere, además del cambio estructural, inversiones suficientes para provocar el despegue, inversiones o capitales que pueden venir del exterior, con lo que ganan el tiempo necesario para generarlos y ahorrarlos en su territorio, o del interior. En los años noventa, en la década de la globalización, y una vez que el capital mundial se ha hecho mucho más multinacional, se puede afirmar que, con dependencia o sin ella, el cambio estructural es una condición necesaria para el desarrollo, pero no suficiente. En el empeño de conseguirlo, las diferentes bases de partida de cada país, así como la disparidad de principios e ideologías han abocado a políticas de desarrollo muy dispares. II.
Diferentes situaciones y estrategias de desarrollo
Los más de cinco decenios transcurridos desde el final de la II Guerra Mundial hasta finales del siglo XX han conocido mutaciones y cambios políticos y socioeconómicos que han dejado profundas huellas. Durante los años de guerra fría el mundo estuvo polarizado en torno al socialismo y al liberalismo. Los países tercermundistas tuvieron que escoger entre un modelo de desarrollo Liberal, que parecía egoísta, explotador y asfixiante, y un modelo socialista, que parecía campeón de la descolonización, de la solidaridad y del progreso. El primero exigía adaptarse a las normas del comercio internacional y producir, en primer lugar, para satisfacer las necesidades nacionales de productos básicos y, en segundo lugar, para exportar y obtener divisas para continuar con el crecimiento y desarrollo. Latinoamérica, que entonces estaba despertando hacia el desarrollo, escogió la vía liberal, pero mediatizada por un Estado omnipresente, basada en la sustitución de importaciones mediante el recurso a la industria pesada —línea defendida por la Unión Soviética— y la creación de industrias públicas que complementasen la iniciativa privada y, en su caso, la supliesen. La línea estatalista adquirió un fuerte predicamento entre algunos gobernantes latinoamericanos y en la India e Indonesia, representantes de grandes países en los que el modelo asumido iba a acarrear consecuencias trascendentales, El Estado se convirtió en empresario, creó empresas, apoyó a otras, enjuagó déficit, se hizo patrón de miles y hasta de millones de obreros, asumiendo un peso decisivo en la economía de esos países. Frente a este modelo, el socialista llegó mucho más allá, pues el Estado fue el dueño absoluto de todos los medios de producción, fue el organizador, planificador y gestor de toda la economía, promoviendo, además, el desarrollo autocentrado, que se veía más justo, sin tener que depender de terceros. El ejemplo soviético estaba demostrando las posibilidades de esta vía hacia el desarrollo. Fueron muchos los que la siguieron, especialmente en Asia y África y, secundariamente en América Latina. China, Corea del Norte, Mongolia, Vietnam, Laos, Cana-boya; Angola, Etiopía, Mozambique, Afganistán, Yemen del Sur, además de Cuba y Nicaragua. Otros países asumieron los postulados de la economía centralizada y los aplicaron en parte, como Argelia o el propio Egipto, etc. En general, el modelo socialista produjo un anquilosarniento total de las estructuras productivas, que obligó a tomar medidas de liberalización creciente, y a menudo acelerada, sobre todo después del fracaso del socialismo y la caída del telón de acero en la década de los noventa. Por ello, el reciente triunfo del modelo liberal, que en los años sesenta y setenta fue denostado por numerosos intelectuales, es el único hoy vigente, con reminiscencias como las de Cuba o como la «economía social de mercado» de China. En efecto, el modelo basado en la economía de mercado ha desplazado prácticamente a los demás, si bien a los Estados les queda un papel de garantes de las reglas del juego y de controladores y correctores de los José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES desmanes del mercado, de tal manera que hoy asistimos a un proceso de desnacionalización económica y de apertura comercial, no sólo en los NPI y sus seguidores, sino en toda América Latina, en África y en Asia comunista, pues China está privatizando empresas a un ritmo arrollador. El modelo liberal, por otro lado, se basa en la apertura al capital exterior, en el apoyo de las empresas capaces de exportar y de obtener divisas y en la explotación de las ventajas comparativas de cada país, de cada territorio, bien se trate de mano de obra barata o cualificada, de recursos naturales, de situaciones estratégicas, etc. Es el nuevo credo del Tercer Mundo; es también la exigencia del FMI y de los países prestamistas. Sin embargo, en esta era de la mundialización económica, no todos los países van a salir ganando, porque los más atrasados —principalmente en África subsahariana— ni siquiera reciben inversiones exteriores, pero ya no queda más que un único modelo de desarrollo, con todos sus matices. Tras el somero análisis de la dinámica general de los países subdesarrollados, quedan muchos interrogantes por resolver, pues no todos estos países se encuentran en situaciones parecidas ni siguen las mismas políticas de desarrollo. En principio, cabría establecer una diferenciación entre los más pobres y los de ingresos medios, tal como hacen los organismos dependientes del Banco Mundial y el PNUD. Los pobres de ingreso —1 dólar por día o menos, expresada como PPA en dólares de 1985— están integrados por el 32 % de la población del Tercer Mundo en 1993, equivalente a 1.301 millones de personas (PNUD, 1997, 31). Esta línea de pobreza representa, de entrada, unas carencias agudas de las que, en parte, se pueden librar merced al consumo de productos del campo o de la caza u obtenidos de la caridad de los demás, pero sin ninguna seguridad. En Asia meridional afecta al 43 % de la población y al 39 % en África subsahariana, mientras se reduce a un 26 % en Asia oriental (incluida China) y baja a un 24 % en América Latina, según el PNUD. A pesar de la pobreza omnipresente, el Asia meridional encabeza la lista de la miseria generalizada y profunda. Frente a la extensa pobreza, habría que establecer una diferenciación entre los países que disponen de abundantes recursos financieros, procedentes de las exportaciones de petróleo, minerales o materias primas agrarias por una parte, y los que carecen de dichos recursos por otra, que, además, aceleran su endeudamiento, pero estos dos tipos pueden localizarse en cualquier ámbito del Tercer Mundo, si bien los países árabes petrolíferos, más Nigeria y Gabón, México y Venezuela, Indonesia y Malasia, además de la República Sudafricana, constituyen los tercermundistas más representativos con riquezas minerales, hecho que no ha sido suficiente para llevar a cabo un proceso de desarrollo armónico. Por todo lo cual, es nuestro propósito dar una somera caracterización de conjuntos regionales que siguen unas líneas de desarrollo coincidentes o que tienen afinidades en su problemática socio-espacial. El primer grupo a destacar es el constituido por los Nuevos Países industriales, los cuales, tras varias décadas de crecimiento económico, han logrado cambiar positivamente la mayor parte de los factores que lastraban su desarrollo. Entre éstos se cuentan dos ciudades-estado, como Hong Kong y Singapur, que, dado su carácter de tales, no tienen entidad para servir de paradigma. Hong Kong, por otro lado, ha quedado ya integrado en China desde el 1-7-1997. Pero también se encuentran aquí Corea del Sur y la «provincia china» de Taiwán, países con un peso demográfico destacable. Su dinamismo económico arranca de la inversión masiva de capital exterior y de los bajos costes de la mano de obra, lo que les ha hecho altamente competitivos; a ello han sumado una política económica estimuladora de las exportaciones de productos de alta tecnología, junto a otros de gran consumo. Todos sus indicadores de desarrollo revelan una situación muy favorable, pero todavía tienen desigualdades sociales y desequilibrios económicos y territoriales que les separan del umbral del desarrollo, por más que económicamente estén por delante de muchos países desarrollados. Entre los NPI se incluye una segunda generación —Malasia, Tailandia, Indonesia y Filipinas—, que están mucho más lejos del dinamismo económico de aquéllos y con mayores desigualdades sociales, si bien es cierto que siguen, muy por detrás, el modelo de los NPI. Junto a éstos cabe situar las economías más dinámicas de Latinoamérica, que basaron su crecimiento en un recurso masivo a la industrialización dependiente, conseguida mediante inversiones de capital extranjero y un recurso generalizado al crédito exterior. Los casos de Brasil, México o Venezuela son significativos a este respecto, aunque, tras la década perdida de los ochenta, están siguiendo un camino liberalizador y parecido al de los NPI asiáticos, aunque arrastrando el peso de una abultada deuda exterior, que lastra y dificulta cualquier plan o programa de desarrollo. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES El liberalismo económico, si bien con el telón de fondo de la escasísima densidad de población, ha representado la tónica de los países árabes petrolíferos con grandes recursos financieros, que se han invertido sobre todo en la industria química, cambiando radicalmente las estructuras básicas de la sociedad, pero con una gran inestabilidad política y económica, y transfiriendo los problemas a los inmigrantes. A ello habría que añadir las profundas diferencias sociales a todos los niveles, y especialmente la discriminación que sufren la mujer y los inmigrantes. Los contrastes internos son, además, muy llamativos, tanto más cuanto el fundamentalismo islámico está produciendo una desestructuración y una desarticulación territorial y social en Argelia y en Afganistán. En el mundo asiático, las estrategias de desarrollo se polarizan en torno a las seguidas por los dos países más importantes del continente: China e India. Arabos han partido de unas bases similares, pues contaban con un gran potencial territorial y demográfica, y ambos han experimentado un rápido proceso de crecimiento económico, a pesar de que su PNB por habitante, en función de las ingentes masas humanas y de la debilidad productiva, se ha quedado muy bajo: 620 dólares en China y 340 en la India en 1995, según el Banco Mundial. El caso de la India, que, junto con el espacio indostánico y el Sureste asiático, salvo Los NPI, totaliza casi 1.800 millones de personas, es revelador de un estado de penuria generalizado, de insatisfacción de las necesidades básicas, de analfabetismo (en torno al 50 % de la población adulta) y de corta esperanza de vida (en torno a 62 años). Todos estos índices revelan una situación difícil, pero que, en contra de lo sucedido en África, ha mejorado sensiblemente durante los años ochenta y noventa. Países exportadores de petróleo y otras materias primas, como Indonesia y Malasia, han realizado progresos reales en todos los campos y han elevado su PNB a cotas destacables, en contra de lo sucedido en la India; pero en todos se han conseguido unos resultados positivos en los medios rurales mediante la aplicación de la tan criticada revolución verde, que en el mundo surasiático y, tras los graves desajustes producidos en un primer momento, ha logrado paliar y mejorar la penosa situación de las ingentes masas campesinas. Algo similar podemos predicar de China, aunque conseguido a través de mecanismos auto-centrados e igualitarios, partiendo, además, de un fuerte control de la natalidad, que se ha reducido muy por debajo de los niveles propios de Asia meridional. A todo ello se suma la liberalización económica promovida por el gobierno desde 1979, que ha logrado dar un impulso trascendental a la economía, si bien el proceso de apertura se frenara radicalmente a partir de los sucesos de Tiananmen en 1989, aunque con mayor brío posterior. Por otro lado, China ha planificado su economía dando prioridad al sector primario, en tanto que en el secundario los grandes proyectos industriales se han acompañado de plantas y fábricas de reducidas dimensiones (de cementos, fertilizantes, pequeña maquinaria agrícola,..) y de fuerte intensidad de trabajo, que, asentadas en las cabeceras de distrito y hasta en las comunas populares, han constituido un firme apoyo al empleo de la mano de obra rural en los momentos de baja actividad agraria. La comuna, por otra parte, ha supuesto una célula de organización del poblamiento, del trabajo y de los servicios en el campo, que ha asegurado la satisfacción de las necesidades básicas para la gran mayoría del pueblo chino, que vive en los medios rurales en una proporción de alrededor del 70 %, aunque la liberalización acabó con la comuna a principios de los ochenta. Es cierto que los niveles o estándares de vida aun son bajos y que China continúa siendo un país pobre, pero con un inmenso potencial, que está siendo explotado por las cuantiosas inversiones exteriores. Pero, en síntesis, la línea de desarrollo china ha conseguido, además de satisfacer las necesidades básicas, crear las condiciones necesarias para el desarrollo integral, tanto más cuanto que la reciente apertura ha provocado un crecimiento económico espectacular. Finalmente, los países del África subsahariana presentan gravísimos problemas cara a su desarrollo, si bien destaca la República Sudafricana, por sus riquezas mineras. Frente a Sudáfrica, el conjunto más pobre corresponde al África tropical, donde el desarrollo constituye más un sueño que una esperanza: se trata de estados artificiales, creados por la colonización, sin conexión ni coherencia entre sus habitantes, pertenecientes, a menudo, a distintos grupos tribales. Las medidas sanitarias han abocado a un crecimiento galopante de la población, que, en consecuencia, no cuenta con el espacio suficiente para practicar una agricultura de subsistencia. Por otro lado, la agricultura de mercado sólo puede desarrollarse en las regiones y comarcas más dinámicas. De ahí que las producciones agrarias disminuyan a menudo, en vez de aumentar, en numerosos países. En África tropical falta todo por hacer: construcción de infraestructuras, desarrollo agrario, especialización productiva e integración regional; organización, en suma, de sus estructuras socioeconómicas y José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES territoriales, además de las políticas. III
Conclusión: un Tercer Mundo en movimiento
De acuerdo con el panorama presentado, cabe preguntarse si los países del Tercer Mundo están realmente en vías de desarrollo. ¿Se han creado, durante las décadas posteriores a la II Guerra Mundial de crecimiento sostenido, las condiciones necesarias para llegar al desarrollo? Creemos que no se puede continuar manteniendo la ambigüedad terminológica que califica a los países subdesarrollados como países en desarrollo o países menos avanzados o evolucionados, encubriendo así la dramática realidad de una situación estructural, surgida como resultado de una profunda distorsión entre crecimiento económico y demográfico, que se prolonga en función de la disfuncionalidad del sistema económico, social, institucional y político de los países a los que afecta. El 80 % de la población del mundo pertenece a los países subdesarrollados. ¿Cuántos de éstos han logrado crear las condiciones básicas para el desarrollo? En otros términos, ¿cuántos han superado el mero nivel de las inversiones demográficas y han podido destinar una parte de su Producto Nacional a inversiones de desarrollo? ¿Ha sido válido el modelo socialista, o el liberal, con todas sus variantes? La respuesta a este interrogante puede comprenderse mejor a la luz de lo sucedido en las dos últimas décadas. Tanto en los primeros años de los ochenta como en los setenta, la crisis del petróleo aminoró considerablemente los ritmos de crecimiento económico, excepto en los países exportadores de dicha materia prima y los NPI., pero posteriormente se recuperó el ritmo, aunque con enormes disparidades entre países, las cuales también se produjeron en las variables sociales. Así, mientras para el conjunto más avanzado del Tercer Mundo —Latinoamérica— los ochenta representaron una década perdida para el desarrollo. China y Asia meridional evolucionaron positivamente, y el África subsahariana se hundió aún más si cabe. Esto significa, por una parte, la invalidez del modelo de desarrollo latinoamericano, basado en la prioridad industrial, la marginación de parte de su agricultura y el recurso masivo al endeudamiento exterior, y, por otra, la perentoriedad del cambio de las estructuras demográficas, económicas, sociales, territoriales y políticas. Respecto a las primeras, son muy pocos los países del Tercer Mundo que han superado totalmente la fase de transición demográfica, por lo que su firme crecimiento vegetativo ha de continuar durante largos años. Si en el periodo 1960-1970 se situaba en 2,26 % anual, en 1997 todavía se mantiene en un 1,81 %, como hemos dicho anteriormente, frente al 0,12 % de los países desarrollados. Por más que las proyecciones para el año 2010 rebajen el crecimiento a índices moderados, este comportamiento demográfico supone un freno al desarrollo. Freno potenciado por la imposibilidad de absorber y dar trabajo a una creciente masa de habitantes rurales y urbanos, que pretende seguir la estela de los países del Norte, primando a la industria y los servicios sobre la agricultura, que en la tesitura actual es el único sector económico capaz de absorber trabajo, tal vez poco productivo o hasta innecesario, pero que debe actuar como colchón amortiguador de los otros sectores, sin ser sacrificada en aras de un espejismo desarrollista, al menos en las áreas de grandes concentraciones humanas de Asia. No se puede olvidar que la agricultura es capaz de asegurar las necesidades primarias y de crear empleo productivo a más bajo costo que cualquier otra actividad económica. Las estructuras sociales se basan en la más flagrante desigualdad, que, mientras no se corrija, arrastrará constantes tensiones sociales imposibles de resolver, pues cuando la vida humana se degrada hasta los extremos que hoy padecen numerosas sociedades subdesarrolladas, se llega a una situación en la que los conflictos sociales dejan de ser excepción para convertirse en norma. Y si en 1997 tocó el estallido social al Zaire-República de Congo, en 1998 tuvo lugar en Indonesia y previamente ha saltado en otros países africanos,.. A las desigualdades sociales le acompañan los desequilibrios espaciales, tanto a niveles inter como intrarregionales. Al espacio de los países subdesarrollados le falta cohesión, especialización funcional e integración regional, que sólo puede subsanarse con una adecuada red de infraestructuras viarias articuladas y una equilibrada explotación de las riquezas naturales que permita rentabilizar las inversiones en infraestructuras. Finalmente, el sistema político es uno de los más difíciles de modificar por el enorme peso de los intereses que lo sostienen. Por una parte están los privilegios de las élites José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES nacionales, impermeables a cualquier modificación que suponga un deterioro de su privilegiada posición. Por otra, el juego del capital multinacional, que, en vez de establecer pactos para la explotación consorciada de las riquezas naturales de estos países en un régimen de colaboración económica, tal como propugnaba la conferencia de Cartagena de la UNCTAD (1992), prefiere operar con beneficios seguros y rápidos, lo que a menudo se traduce en abandonos espectaculares. Pero, además, la fragilidad de los regímenes políticos les conduce a gastar cuantiosas sumas en armamento y defensa, aunque una parte sustancial de las ventas mundiales de armas (43 % de los 23.000 millones de dólares en 1996) va a parar a Taiwán, China, Corea del Sur, Arabia Saudí y Kuwait. Sin embargo, los gastos en armamento y defensa se han reducido considerablemente en el último decenio, pasando de un 7,1 % del PIB de los países subdesarrollados en 1985 a un 3,1 % en 1995, equivalentes a 35 dólares per cápita, cuando en 1985 ascendían a 52 (a precios de 1995). En todo caso, la suma total de gastos de defensa en estos países ascendía a 153.628 millones de dólares en este último año, muy por debajo de las países industriales (643.515 millones), pera muy por encima de lo que sería idóneo para encarar el progreso (PNUD, 1997,205). Evidentemente, las perspectivas de desarrollo varían mucho entre países, pero, aunque los años ochenta y noventa han logrado recuperar la esperanza, la batalla contra el subdesarrollo ni está ganada ni parece que pueda ganarse a corto o medio plazo. La ONU ha creado el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que informa sistemáticamente de los progresos habidos, pero constata también los retrocesos de determinados países del África subsahariana y otros conjuntos regionales, que frenan el optimismo. Quizá estas conclusiones generales puedan parecer demasiado teóricas y drásticas, pero creemos que en el estudio regional que sigue están plenamente confirmadas. Así se observa en Latinoamérica, el subcontinente más evolucionado del Tercer Mundo, donde, tras cuatro déca-
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ESPACIOS Y SOCIEDADES Capítulo IX
IBEROAMÉRICA: LA CRISIS ESTRUCTURAL DE UN TERRITORIO Y UNA SOCIEDAD MARCADOS POR LA COLONIZACIÓN
I.
Los caracteres de la identidad iberoamericana
Iberoamérica representa un conjunto de pueblos y tierras que, en principio, parecen Contar con unos caracteres comunes y unificadores, si bien existen algunos rasgos de diferenciación que introducen un cierto pluralismo. 1.
UNIDAD CULTURAL Y DIVERSIDAD ESPACIAL
Los factores de unidad parten primordialmente de un fenómeno que los afectó de una manera general: la colonización. A pesar de los profundos cambios experimentados a nivel económico, social y espacial desde principios del presente siglo, aunque principalmente a partir de la crisis del veintinueve y durante la etapa desarrollista posterior a la II Guerra Mundial, Iberoamérica es, ante todo, un espacio marcado por la colonización. Ha sido la colonización la que le ha proporcionado sus rasgos de homogeneidad y, en primer lugar, una cultura llevada desde la Península Ibérica, que desplaza y sustituye a las culturas precolombinas. Así, aniquilando a una gran parte de los indígenas, trasladando a otros y arrinconando a grupos residuales en áreas de difícil ocupación (serranías andinas, en las que los quechuas y aymarás han conservado algunos caracteres culturales propios; áreas amazónicas, donde un reducido número de tribus indígenas se han mantenido al margen de las corrientes modernizadoras), concentrando a los emigrantes europeos en las regiones más apropiadas para la explotación y el control de los nuevos territorios, los colonizadores consiguieron implantar unos nuevos asentamientos, unas nuevas infraestructuras; en definitiva, una nueva organización económica, social, administrativa y política, que se mantuvo posteriormente. Es, por lo tanto, el bagaje cultural ibérico el que subyace en el conjunto de naciones englobadas bajo la denominación de América Latina, por más que un escaso número de países del Caribe o del resto de «Latinoamérica» se hayan visto sometidos al control colonial francés (como Haití, Guadalupe, Martinica...), inglés (Jamaica, Antigua, Malvinas...) u holandés, (Surinam...), pero con un peso territorial y demográfico apenas significativo en el conjunto. Por lo Cual, y dado que la denominación de «Latinoamérica», que nace por los años 1860, cuando Napoleón III pretendía establecer a Maximiliano de Austria en el trono de México, bajo tutela francesa, tampoco es la más adecuada, emplearemos el término de «Iberoamérica» para todos los países que están al sur del río Bravo del Norte, incluidos los del Caribe de habla francesa o inglesa. Porque, en definitiva, es el bagaje cultural ibérico el predominante, a pesar incluso de que un contingente importante de los inmigrantes europeos en la América no anglosajona provengan de Francia, Alemania, Italia, Polonia... Y si la unidad cultural es un rasgo destacable de los países iberoamericanos, no lo es menos el de sus estructuras socio-económicas, tanto por lo que respecta al hecho particular de las llamativas disparidades en la propiedad agraria, como por lo que se refiere al hecho más general de tratarse de sociedades sumidas en el subdesarrollo. Respecto al primer punto, no cabe duda que la colonización ha introducido en Iberoamérica una polarización extrema de la propiedad agraria, que se ha convertido en un factor unificador de primera magnitud, a pesar de las distintas reformas agrarias puestas en marcha. En cuanto al subdesarrollo, los afecta de una manera generalizada, aunque hayan aparecido focos de intenso dinamismo económico, como Buenos Aires, Sao Paulo, y, en general, todas las capitales nacionales; y, aunque, como en el caso de Cuba y de Nicaragua, se haya seguido un modelo de desarrollo socialista, en contraste con él del resto de Iberoamérica. Unidad en el subdesarrollo, que es visible, además de en otros campos, en la profunda distorsión entre el crecimiento económico y el demográfico, si bien algunos países, como Argentina o Cuba, han logrado reducir éste a niveles similares a los de las sociedades desarrolladas. Estos rasgos de homogeneidad, sin embargo, no encubren totalmente las diferencias existentes. Unas diferencias que nacen, ante todo, de los contrastes en el medio físico; contrastes, por ejemplo, entre la América andino-mexicana y el vasto espacio de las plataformas y llanuras sudamericanas, con unas variaciones altitudinales que van desde los 5.000 a 6.000 m de las barreras andinas hasta los 2.500 a 4.000 .m de los altiplanos o los 100 a 200 m de las plataformas centrales de Sudamérica. Contrastes igualmente José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES entre unos dominios templados o fríos, como en la Patagonia-Tierra de Fuego, frente a regiones subtropicales y desérticas o frente a los dominios del bosque amazónico, dado que el subcontinente se extiende desde los 32 grados de latitud N hasta más de 55 de latitud S. Contrastes también en el desigual grado de ocupación y aprovechamiento del espacio. Así, frente a la densificación humana de las tierras de América central y del Caribe, se extienden vastísimos territorios mínimamente ocupados (densidades inferiores a 1 habitante por kilómetro cuadrado) y explotados, como sucede en la cuenca amazónica, que se continúa hacia el sur por el Mato Grosso, el Pantanal y el Chaco en Brasil, Paraguay y Argentina. Asimismo, como señala P. Cunill para la América andina, las abruptas barreras de los Andes, las enormes distancias reforzadas por la densa vegetación... han contribuido a que las diversas regiones o países de Sudamérica vivieran aislados y faltos de integración, lo que ha conducido a una historia específica y a una diferenciación entre ellos, que sólo hoy, merced a la apertura de nuevas vías de comunicación (la vía transandina longitudinal, la Panamericana, etc.) y de nuevos intercambios regionales, se están superando. Ahora bien, estos contrastes en el poblamiento y ocupación constituyen más un factor de homogeneidad que de diferenciación, pues los focos de intenso poblamiento, ya sean de origen colonial o indígena, suelen acompañarse en toda Iberoamérica de áreas semivacías, que sólo en fechas recientes han comenzado a ser ocupadas ante la presión demográfica creciente. Existen, sin embargo, otras diferencias nacidas de las mayores o menores disponibilidades de recursos, en gran medida relacionadas con las dimensiones territoriales y el potencial demográfico de los distintos países, y surgidas igualmente de la valoración y explotación realizada de esos recursos a través de las coyunturas históricas, de modo que puede observarse un mayor grado evolutivo en la América meridional templada, seguida de México y Brasil, aunque hayan sido superados todos por Venezuela, al menos en lo que a indicadores económicos se refiere. 2.
UN CONJUNTO SOCIO-ESPACIAL EN CRISIS
Este conjunto de pueblos y territorios, que suma unos 429 millones de habitantes (a mediados de 1988), el 8,4 % de la población mundial, sobre una extensión de 20,56 millones de km 2, se halla inmerso en una crisis prolongada, aguda, estructural. Una crisis que, históricamente, ha tenido unas manifestaciones puntuales, muy diferentes de la actual, iniciándose en los albores de la historia moderna, con la ruina de las sociedades precolombinas y con el establecimiento y desarrollo de una economía colonial, tendente a abastecer de materias primas agrarias y de metales preciosos a las metrópolis europeas, las cuales acudieron a la importación de esclavos negros cuando la mano de obra indígena resultaba insuficiente. Una crisis que tuvo una nueva manifestación en la etapa independentista, durante el primer tercio del siglo pasado, que condujo a la ruptura con la metrópoli y al cambio de las instancias políticas, pero que fue incapaz de llegar a la unificación de los pueblos y tierras, tal como había soñado el libertador Simón Bolívar. Muy al contrario, su idea quedó frustrada desde el momento en que la liberación del control metropolitano no supuso la independencia real, sino el auge de la dependencia de Inglaterra y el inicio de la subordinación a los intereses del poderoso vecino del norte, puesto que los criollos sucesores de los administradores metropolitanos continuaron manteniendo las mismas estructuras e intereses que sus predecesores, aumentando sus relaciones con Estados Unidos e Inglaterra. Todas estas circunstancias críticas, sin embargo, fueron coyunturales y quedaron superadas por la crisis surgida en nuestro siglo, que ha tenido dimensiones anteriormente desconocidas, sobre todo desde los momentos posteriores a la II Guerra Mundial hasta nuestros días, período en el que adquiere caracteres de explosiva, afectando a todo el conjunto social, económico y territorial de cada país. Ante la convulsión experimentada en la etapa desarrollista de los años cincuenta y sesenta no sirvieron de mucho las proclamas voluntaristas de diversos gobernantes que defendían la necesidad de la inversión de «dólares para el desarrollo», pues los dólares corrieron a menudo generosamente, pero el desarrollo no se consiguió. En algunos países, como Venezuela, con su gran riqueza petrolera, llegó a una situación que parecía impensable: la de no poder hacer frente puntualmente a su deuda exterior, que en 1988 alcanzaba unos 35.000 millones de dólares de deuda total. No obstante, la situación financiera venezolana no es tan crítica, merced a los ingresos petroleros, como la de sus vecinos. Globalmente, la deuda iberoamericana totalizaba en las fechas antedichas un montante excepcionalmente elevado: 334.800 millones de deuda exterior pública, sobre un total de 911.500 millones para todos los «países en desarrollo», y sin contar la privada, que sólo en Venezuela, Brasil, México, Argentina y Chile llegaba a casi 28.000 millones $ (la de largo plazo); cantidades que en el caso de la deuda iberoamericana pública equivalía al PIB español de ese año, ya que lo superaban ampliamente si tenemos en cuenta la deuda exterior total, la cual a finales de 1988 ascendía a 4101344 millones $ según la CEPAL (CEPAL, 1989, 94). José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Pero esta crisis financiera, y económica en general, no es más que una manifestación, entre otras muchas, de la crisis total que afecta a las sociedades iberoamericanas. Una crisis derivada, en primer lugar, de su propio dinamismo demográfico, que se ha mantenido a la cabeza mundial durante varias décadas, alcanzando la cota de casi un 3 % de crecimiento anual durante los años sesenta, reduciéndose hasta un 2,6 % en la primera mitad de los setenta, período en el que ya fue superado por África (2,7 %) y hasta un 2,2 %, en 1988. Este crecimiento demográfico tan fuerte y rápido exige un esfuerzo económico gigantesco para atender a las necesidades alimenticias, sanitarias, educacionales, laborales y económicas en general, de una creciente masa de población. En este sentido, los economistas calculan que sólo para mantener el nivel de vida de una sociedad se necesitaría invertir un 4 % de la renta nacional por cada 1 % de crecimiento demográfico; lo cual quiere decir que las inversiones demográficas en Iberoamérica exigirían en torno a un 9 % de su renta anual, imposibilitando o, al menos frenando, las inversiones de desarrollo, aunque hoy no se ve claro que esos cálculos sean precisos, sobre todo si se tiene en cuenta que el crecimiento de la población tiene aspectos positivos sobre el crecimiento económico, difíciles de cuantificar, como apuntábamos en el capítulo anterior. Otro aspecto no menos destacable, relacionado en parte con el crecimiento demográfico, es el de la existencia é importancia del hambre entre las clases marginales. Si bien es cierto que la producción de alimentos durante las décadas pasadas ha aumentado a un ritmo superior que el de la población para el conjunto de Iberoamérica, ha habido, sin embargo, varios países donde ha sucedido lo contrario, pero, además, las bolsas de subalimentación existen en toda Iberoamérica, bien afecten a grupos de indígenas, a grupos o individuos marginales de las áreas urbanas o a campesinos minifundistas, con el agravante de que el aumento de la producción alimentaria corresponde en mayor medida a los cultivos de exportación (café, cacao, bananas, caña, soja...) que a los destinados al consumo nacional; por lo que, a la postre, persisten las deficiencias alimentarias entre las clases sociales desfavorecidas, de modo que si en los años del desarrollismo a ultranza se pensaba acabar con el problema del hambre, hoy, paradójicamente, ese problema parece más difícil de resolver. Junto al crecimiento demográfico, otros aspectos relacionados con la población revelan igualmente la crisis de las sociedades iberoamericanas: su desequilibrada distribución espacial, por una parte, que se acompaña, por otra, de una polarización social en dos grupos contrapuestos —las clases altas y las clases menesterosas — frente a la escasez de las clases medias. Respecto a la primera cuestión, puede llamar la atención y hasta sorprender el hecho de que sobre un territorio tan vasto y con débil densidad, se produzca una fuerte presión humana en numerosas regiones y comarcas; fenómeno debido en buena medida a la desequilibrada distribución espacial de la población, facilitada por un acaparamiento de nuevos espacios agrarios. A pesar de lo cual se ha establecido un amplísimo frente pionero en todos los márgenes de la Amazonia y de la Orinoquia, tanto por parte de Brasil como de Venezuela, Colombia o Perú..., que se ha acompañado de una marcha hacia las llanuras costeras del oeste de los Andes, con origen en las regiones andinas más densamente pobladas, Al mismo tiempo, un contingente elevado de población campesina, que no puede, no sabe o no quiere establecerse en los espacios de colonización, busca su destino en las áreas urbanas, engrosando las filas de un éxodo rural incesante, por más que las densidades rurales permanezcan bajas. Los desequilibrios en la distribución espacial corren parejos con los existentes en la organización social. En este sentido es obligado afirmar que un reducido grupo de población acapara un elevado porcentaje de la renta, con la particularidad de que las clases más poderosas gozan, respecto de las más necesitadas, de un poder adquisitivo superior al de sus homólogos de los países industriales. Así, en Brasil, Colombia, Costa Rica, Venezuela, entre otros países, el número de pobres ha aumentado, tanto en términos absolutos como relativos, durante los años ochenta,, llegando a representar, en toda Iberoamérica, un 19 % del total de habitantes, equivalentes a 70 millones de pobres, 50 de los cuales correspondían al grupo de «extremadamente pobres», es decir, con ingresos anuales inferiores a 275 $ per cápita, según las estimaciones del BIRD (Banco Mundial, 1990, 32 y 48). Y, a pesar de que en los años sesenta y setenta parece que mejoró la situación social, todavía existían diferencias abismales, con unos desequilibrios flagrantes, que en el caso de Brasil, según estimaciones de las autoridades eclesiásticas, suponía la existencia de un 50 % de población marginal, de un 40 % de clase media e inferior con salarios regulares, de un 9 % de ricos y de un 1 % de muy ricos (Dumont, R., 1981, 180). Esas desigualdades conducen a unas tensiones sociales imposibles de solucionar mientras perdure esa estructura. Desigualdades que se han mantenido durante los años ochenta. La crisis de las sociedades iberoamericanas, nacida de los factores socio-demográficos, como hemos visto, tiene también su origen en hechos socio-económicos, que actúan en un doble campo: por un lado, en el propio territorio nacional, donde se manifiestan en la inadecuada explotación del potencial agrario, así como en la falta de equilibrio en los medios urbanos y, por otro, en las relaciones hacia el exterior, caracterizadas por una profunda y negativa dependencia. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES La inadecuada explotación del potencial agrario aparece por doquier. En principio, la debilidad y escasez de la explotación se revela como el rasgo más destacable: de los 2.018 millones de Ha de tierras disponibles sólo se cultivan 180 millones, o sea, un 8,9 %, en tanto que un 28,2 % se dedica a pastos permanentes y un 47,9 % a superficie forestal y de monte. Sólo África y Oceanía tienen una proporción tan baja de tierras cultivadas (un 6,3 % y un 6 %, respectivamente); en España, por ejemplo, esa proporción alcanza un 40,9 %. La consecuencia obvia es que el potencial agrario está poco aprovechado; y, a pesar de que la extensión de tierras cultivadas tiende a aumentar, se conserva todavía una estructura disfuncional de la propiedad agraria, que impide una evolución más acelerada y racional, por más que las reformas agrarias de los años cincuenta y sesenta hayan supuesto la corrección de los desequilibrios más flagrantes, aunque han sido incapaces de aportar soluciones válidas, como lo demuestran las frecuentes invasiones de fincas por parte de campesinos bolivianos, peruanos o venezolanos... (Cunill, P., 1981, 146). Lamentablemente, las reformas agrarias han sido incapaces de eliminar la polarización de las explotaciones en los dos extremos contrapuestos: latifundio y minifundio. E incluso se está gestando una contrarreforma agraria a base del acaparamiento de tierras por parte de financieros, comerciantes, contrabandistas..., que las compran en lotes a campesinos en dificultades hasta convertirlas en grandes fincas destinadas al pastoreo extensivo, con alta productividad por persona empleada, pero con una inversión mínima de mano de obra. La actuación del Estado, acompañada a veces por la iniciativa privada, tendente a consolidar explotaciones familiares medias, ha introducido, cierta complejidad en la estructura de las explotaciones agrarias, pero, en conjunto, persiste la polarización en dos extremos: los latifundios, donde derrochan la tierra, y los minifundios, que derrochan mano de obra, por falta de medios técnicos, insumos y tierra cultivable. Las reformas agrarias de las décadas pasadas, por lo tanto, se han quedado muy cortas, sobre todo si se tiene en cuenta el incesante crecimiento demográfico, que favorece la división de la propiedad entre los herederos. La presión humana en los medios rurales se deja sentir con mayor fuerza en los urbanos, sobre los que confluyen tanto los efectivos integrantes del éxodo campesino como los excedentes demográficos derivados del propio balance vegetativo de la ciudad. El crecimiento urbano se ha hecho explosivo, delirante. Refiriéndose al casó brasileño, R. Dumont indicaba que, contando en 1940 con un 60 % de población rural, en 1980 era urbana entorno al 66% (71 % en 1988), con lo que «nada se presta a acoger dignamente ni a ocupar útilmente a tal maremoto» (Dumont, R., 1981, 186). Uno de los casos más espectaculares lo constituye, según dicho autor, la ciudad de México, que con 8,5 millones de habitantes en la aglomeración de 1970 y unos 15 millones en 1980, podría alcanzar los 35 millones en el año 2000 (población casi equivalente a la de la España actual), a un ritmo de crecimiento de 900.000 personas por año (seis veces más de lo que crece toda la población española actual). Ya en 1988 se situaba a la cabeza de las aglomeraciones mundiales, con unos 19 millones de habitantes, si bien se está frenando su crecimiento, como sucede en otras muchas ciudades, de modo que las previsiones actuales rebajan su población a una cifra de entre 26 y 30 millones de habitantes para el año 2000. Y dentro de la aglomeración destaca Netzahualcoyotl, la ciudad de chabolas—ciudad perdida— más grande del mundo, con unos 31 millones de habitantes, asentados sobre las tierras salinas de una antigua laguna, sobre las que no crece ni un árbol ni vegetación alguna, dando lugar a un paisaje totalmente desolado. A nivel global, la población urbana de Iberoamérica ha crecido a un ritmo sensiblemente superior al de la población total, de modo que entre 1940 y 1970, considerando exclusivamente los núcleos de más de 20.000 habitantes, se ha alcanzado una media anual cercana al 5 % de incrementó. Si consideramos como población urbana a toda aquella que vive en núcleos de 2.000 o más habitantes, tal como hacen la mayoría de las estadísticas oficiales iberoamericanas, la tasa de urbanización refleja igualmente un progreso espectacular, pasando de un 46 % en 1960 a un 66 % en 1980 y a un 68 % en 1988. Es este crecimiento tan brutal, unido a la escasez de medios económicos y a la deficiente gestión de los mismos, el que provoca el caos urbanístico en las grandes ciudades de Iberoamérica, que son las que mayor crecimiento experimentan y las que prácticamente concentran el grueso de la avalancha humana que desde el campo se dirige a la ciudad, y en las que frecuentemente viven en bidonvilles entre un 20 % y un 40 % de la población: según R. Dumont, en la aglomeración de México se alcanzaría un 50 %; en Bogotá un 30 % habita en «tugurios» y en las casuchas degradadas del centro; en Rio más de un 30 % y en Sao Paulo algo más del 20 % vive en favelas... Y se estima que unos 20 millones de niños iberoamericanos viven en la calle (Cannat, N., en Cordellier, S., 1989, 22). Las viviendas chabolísticas, construidas por sus propios moradores, se han extendido por todas las ciudades de Iberoamérica, como una consecuencia lógica de la escasa capacidad económica de quienes las habitan. Y ello, a pesar del aparente dinamismo económico de dichas ciudades, que reciben cuantiosas inversiones tanto por parte de los organismos públicos como de la iniciativa privada, destinados a José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES infraestructura, a desarrollo industrial, etc., pero que son incapaces de ofrecer un trabajo estable a la creciente masa de población inmigrante. Por lo cual, el déficit de viviendas se ha agravaso en vez de corregirse. Así, si a finales de la década de los sesenta la existencia de viviendas «normales» en Iberoamérica era de un 31 % del total, según las Naciones Unidas, a finales de la década de los setenta había disminuido a un 30 %, y en cuanto al porcentaje de hogares con acceso al suministro de agua potable se redujo de un 54 a un 53 % (ONU, 1982, 234 y 239), aunque se elevó posteriormente hasta índices que en todos los grandes países superaron el 70%. La destacable industrialización y expansión económica en general, y en particular de las grandes ciudades durante los últimos decenios, no ha sido suficiente para dar empleo y disminuir las crecientes tensiones sociales, sobre todo en los años ochenta, en los que, a raíz de la crisis de 1982-1983, comenzó un deterioro constante de la actividad económica, de la renta y del poder adquisitivo, etc., cuyo final no está claro todavía. Expansión económica, por otro lado, que se realizó bajo una absoluta dependencia del exterior, como lo demuestra, en primer lugar, la fortísima y acelerada deuda exterior, que está hipotecando las economías nacionales. Una deuda que en 1980 sumaba 228.000 millones de dólares y que a finales de 1988 superaba los 410.000, ya señalados, con algunos casos destacados, como Brasil (114.941 millones), México (100.400), Argentina (57.000), Venezuela (33.823), Chile (18.971), Colombia y Perú (casi 16.500 cada uno), Ecuador (11.034) y, en menores cantidades, el resto de países, totalizando, en conjunto, una deuda exterior cercana a los 1.000 dolares per capitá, equivalentes a un 51 % del PNB iberoamericano por habitante. Las distintas estrategias planteadas parecen haber empezado a dar algún resultado positivo, por mínimo que parezca, pues, por primera vez en la década de los ochenta, la deuda total se redujo entre 1987 y 1988, aunque tan sólo en 4.500 millones de dólares. Estas cifras ponen de manifiesto la hipoteca a la que se ven sometidas las economías nacionales merced a los créditos contraídos y a las compras realizadas en el exterior, que facilitaron la euforia expansiva de las décadas pasadas, pero cuyas secuelas aparecen ahora con todo su peso negativo. En este contexto es de destacar cómo la deuda exterior, la hipoteca económica, afecta lo mismo a los países más atrasados como a los que han mostrado un auge económico considerable, bien se trate de Venezuela, de México, de Brasil o de Argentina. Una hipoteca de la economía nacional, potenciada por la importancia que adquieren y el papel que juegan los factores de producción extranjeros. En este sentido, los profesores Lambert. y Martin señalaban cómo los capitales extranjeros, de origen británico en el siglo pasado y principalmente estadounidense en el presente hasta fechas recientes, sin ser muy voluminosos, llegaron a deformar las estructuras industriales, «al responder prioritariamente a la demanda de bienes de consumo durables de los grupos sociales privilegiados, y en algunos casos suscitando tal demanda cuando sólo era potencial» (Lambert, D. C, y Martin, J. M., 1976, 389). Pero es que, además, continuaban estos autores, las inversiones de capital extranjero poco pueden beneficiar al país receptor, desde el momento en que «cada dólar invertido bajo la forma de inversión directa provoca una salida de 3 a 5 dólares durante los 10 años que-siguen al inicio de la producción en la fábrica...» (ibídem., 390). Este fenómeno se traduce en el «cuello de botella externo» o de la dependencia exterior, al que se refieren constantemente estos autores y que se manifiesta palpablemente en la enorme deuda acumulada por Iberoamérica en los últimos años y a la que difícilmente se ve solución. Una deuda que, contemplada bajo la lógica de los países desarrollados, que son los principales acreedores, deberá conducir a una más profunda dependencia, control, intromisión e hipoteca de las economías nacionales. A este respecto, P. Cunill afirma taxativamente que «no se exagera al afirmar que el petróleo venezolano financió, en parte, la expansión de competidores petroleros en el Medio Oriente, con la transferencia de las utilidades de las multinacionales. Lo mismo que parte de los capitales recogidos por la exportación del cobre chileno y peruano se invirtieron en la habilitación de otras minas cupríferas en EE.UU. y Zambia» (Cunill, P., 1981, 55). En los mismos términos se expresa L. Martins, quien afirma que América Latina, curiosamente, a partir de los años sesenta ha ido tomando conciencia de que la entrada de capital extranjero no representa la única vía de industrialización de un país subdesarrollado. Y, como enfatiza el propio Martins, América Latina, que ha sido considerada tradicionalmente como un «receptor» neto de capitales, se ha convertido de hecho en un exportador neto de capitales, como se ha demostrado para el período 1960-1972, durante el cual el flujo neto de capital norteamericano, bajo la forma de inversión directa ascendía a 4.200 millones de dólares, en tanto que la renta neta (repatriaciones menos reinversiones) ingresada por EE.UU. se elevaba a 9.200 millones de dólares (Martins, L., 1981, 10). Por otro lado, se ha producido una diversificación en cuanto al origen del capital, de modo que en 1977 el montante acumulado de las inversiones directas europeas en Brasil superaba ya al de las americanas, y las japonesas alcanzaban en torno a la mitad de éstas. Por lo cual se han modificado las José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES reglas del juego, haciendo partícipes a los gobiernos o a las élites locales de un cierto control de los capitales multinacionales, a pesar de que en diversos casos conservan éstos el poder de veto respecto a las decisiones a tomar; un poder conseguido por medio de la firma de un acuerdo entre socios (partner's agreement), que permite eliminar algunos riesgos de la explotación conjunta (joint-venture); fórmula que parecía consolidarse como una nueva tendencia del capital multinapional durante los años sesenta y setenta, pero que ha sufrido una pausa, puesto que supone un obstáculo para la estrategia de las firmas multinacionales, que no pueden fijar, así, libremente, unos precios de transferencia o llevar a cabo una integración de la producción internacional (Martins, L., 1981, 15). Pero no se puede olvidar, sin embargo, que la deuda está provocada por los préstamos tomados (de bancos privados o del FMI) y por las compras realizadas en el extranjero (bienes de consumo o bienes de equipo...) y que su monto total, tan cuantioso y espectacular, se debe a la incapacidad del aparato productivo e institucional de los países iberoamericanos de generar los recursos suficientes para amortizarla, unido a la voracidad de los acreedores, con las tasas de interés tan altas de los ochenta. A todo ello se suma la desconfianza de los acreedores e incluso de los deudores; lo que ha provocado la huida masiva de capitales, la desinversión, el desempleo y la miseria. Lamentablemente, los capitales huidos de Iberoamérica, como apunta Pierre Salama, le son prestados después a elevadísimas tasas de interés. La dependencia se manifiesta asimismo en el comercio exterior, pues todavía hoy las tres cuartas partes de las exportaciones iberoamericanas corresponden a materias primas agrarias y minerales, aunque esté disminuyendo la parte de esas mercancías en el comercio exterior total, que aún en 1975 representaba más de un 82 % y en 1986 un 76 %, frente a un 24 % de los productos manufacturados. Las formas de dependencia, en definitiva, son múltiples y, ante el auge de actividades económicas cada vez más complejas en el subcontinente iberoamericano, la dependencia se traduce no sólo en un control tecnológico desde el exterior, sino también en la permanencia en manos del capital extranjero de buena parte de las actividades de gestión, comercialización, de las finanzas y de los seguros. Los diversos factores de la crisis estructural iberoamericana se acompañan de una manifiesta debilidad del Estado, de tal manera que el aparato político-administrativo constituye un elemento más de la crisis, resultando difícil discernir si el comportamiento de las instituciones y de la Administración es causa o consecuencia, o ambas cosas a la vez, del resto del entramado económico y social. En todo caso, el Estado, que es quien debe impulsar una reestructuración del espacio, de la economía y de la sociedad para superar la crisis analizada, se muestra incapaz de hacerlo, bien por defensa de los intereses de grupo, por dependencia exterior, por inercia, por adaptación acomodaticia..., sirviendo fundamentalmente a los intereses de los privilegiados en perjuicio de los del conjunto social. En este contexto, los golpes militares se hicieron moneda corriente durante las décadas pasadas, aunque está claro que los años ochenta han conocido el triunfo de la democracia en casi todo el subcontinente. Un triunfo, sin embargo, que no ha sido capaz de enderezar el deterioro económico general, como tampoco lo ha sido el régimen comunista de Fidel Castro, que, con sus innegables y plausibles logros sociales, se enfrenta a una etapa crítica, económica y políticamente. En conjunto, los Estados iberoamericanos se encuentran exangües desde el punto de vista económico, pero, lo que es peor, sin una idea clara de cómo resolver los problemas. En efecto, hoy nadie duda de que ha fallado el modelo de desarrollo iberoamericano, basado en una industrialización por sustitución de importaciones. En nombre de esta causa, los gobiernos se dedicaron a favorecer la inversión industrial, a la compra de equipos en el exterior, a la creación de empresas estatales, a la imposición de elevados aranceles para evitar la competencia de los países desarrollados..., pero todo se vino abajo cuando la enorme deuda acumulada, la obsolescencia del aparato productivo y la falta de competitividad obligó a un replanteamiento brutal de las estructuras económicas, que ya no servían, y que, además, tampoco existía un modelo alternativo: ni el autocrático conservador ni el comunista, puesto que Cuba conoce los mismos problemas que el resto de los países y la perestroika de Gorbachov ha vaciado de contenido el modelo. Por otro lado, el mantenimiento de los privilegios por parte de las oligarquías impide llevar a cabo una reforma fiscal satisfactoria, mientras las empresas estatales operan con pérdidas inquietantes. Todo este panorama, como pone de manifiesto Clerc, ha llevado a los distintos gobiernos a abandonar las vías populistas-nacionalistas para orientarse hacia, soluciones neoliberales, que incluyen privatización de empresas y apertura a los mercados exteriores, que en el caso mexicano, el más llamativo, ha consistido en la reducción de los aranceles desde un 100 % para algunos productos a una media del 7 %. Se trata de un proceso doloroso, que entraña, a corto y medio plazo, un ajuste duro, con graves estrecheces económicas, pero que, a la larga, tal vez sea la única vía para corregir los graves desequilibrios macroeconómicos, paso necesario para reorientar todos los demás. Nuestro objetivo en el presente trabajo será desarrollar los diversos aspectos comentados, ver cómo se gesta esa crisis, cuál ha sido el papel de la historia, de la herencia colonial, desentrañar las posibilidades que el medio natural ofrecía, los usos dados al espacio, tanto en las áreas rurales como en las urbanas, tratando de discernir las estructuras que han cristalizado en ambas y de explicar los hechos José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES que las han originado, para, en última instancia, definir cuál es la dinámica socio-espacial de Iberoamérica, los factores en los que se apoya y las consecuencias y perspectivas que se ofrecen. II,
La herencia del pasado: la formación de un espacio dependiente
Es evidente que no se puede comprender la situación actual de Iberoamérica sin recurrir a su historia moderna y contemporánea. Porque, ante todo, el espacio iberoamericano es heredero de un pasado colonial, que introdujo un cambio decisivo, tanto por sus características como por su duración y sus resultados. En efecto, la colonización de Iberoamérica se llevó a cabo mediante un proceso de conquista, que paulatinamente fue sustituyendo a los grupos humanos indígenas por otros alóctonos, de modo que, a pesar del mestizaje, la caída de la población autóctona representó una verdadera hecatombe. Por otro lado, si el proceso colonial ha afectado a vastos territorios de cuatro continentes, en ninguno de ellos ha durado tanto como en Iberoamérica: desde su descubrimiento hasta el primer tercio del siglo XIX transcurrieron más de 300 años, durante los cuales los estados europeos organizaron el espacio iberoamericano como complementario y al servicio de las economías metropolitanas. En fin, las consecuencias del proceso colonizador, que en otros ámbitos territoriales constituyeron la base de unas estructuras funcionales y modernas, como en América del Norte o en Australia, en Iberoamérica, por el contrario, representaron una herencia negativa, difícil de superar: el espacio iberoamericano, debido al papel que se le ha asignado en la división internacional del trabajo, se ha configurado como un espacio dependiente, dominado, abocado al exterior y dirigido por intereses foráneos. Las metrópolis ibéricas lo concibieron ya así y, en su virtud, fueron ocupando exclusivamente aquellos territorios que podían aportar riquezas mineras o productos agrarios. Las franjas costeras, por lo tanto, y los enclaves mineros recibieron los mayores contingentes de población; áreas que aún hoy conservan elevadas densidades demográficas. Las infraestructuras creadas se localizaron en estos espacios fundamentalmente, relegando otras regiones que actualmente aparecen semivacías. Al final del proceso colonizador, en consecuencia, sólo habían sido ocupados y puestos en explotación aquellos territorios que ofrecían productos agrarios o mineros fáciles de exportar, olvidando por completo la integración regional de los espacios y sociedades del vasto subcontinente, aspecto que constituiría el sueño de los independentistas más conspicuos del siglo XIX. Pero este sueño no se realizaría, pues la dependencia del exterior se mantuvo a pesar de la Independencia y del importante crecimiento económico producido durante la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX hasta la fase desarrollista reciente.
1. Aniquilación del sustrato demográfico: cambio y progreso de la población No vamos a entrar en la polémica sobre el monto de la población precolombina, aunque es preciso, no obstante, establecer unas cifras que permitan comprender el significado del cambio demográfico y las consecuencias que éste tuvo en el orden económico. Hoy existe un cierto consenso sobre la cifra de 50 a 60 millones de habitantes en toda América, antes del descubrimiento, si bien las hipótesis a la baja, como la de Rosenblat (1954), estiman un reducido volumen poblacional, de unos 13,3 millones, que habrían pasado a unos 10 millones hacia 1650. Sin embargo, las hipótesis alcistas, como la de Dobyns —otro antropólogo norteamericano—, elevan la población indígena precolonial hasta unos 90 a 112 millones de personas, que habrían quedado reducidas a unos 4,5 millones a mediados del siglo XVII. A pesar de las disparidades entre una y otra posición, hoy se admiten como más probables las hipótesis alcistas, sobre todo desde que la Escuela de Berkeley llegara a la conclusión, fundamentada, de que la región del México central superaba, por sí sola, los 25 millones de habitantes a principios del siglo XVI, que habrían sido reducidos a 1 millón un siglo más tarde (Sánchez-Albornoz, N., 1977, 61-62). Sobre la base de unos 50 millones de población aborigen, reducidos a una décima parte en el transcurso de un siglo, las mayores caídas se produjeron en el área azteca de México respecto a la incaica del Perú y en ambas fueron menores que en el Caribe, donde prácticamente los indígenas quedaron aniquilados, como sucedió en La Española, isla que pasaría de más de 4 millones a varios cientos de indios. Las causas de esta drástica caída son diversas, si bien se pueden centrar en tres fundamentales. En primer lugar, las pérdidas por las guerras de conquista, que no fueron muy numerosas. En segundo lugar, como señala Sánchez-Albornoz, el «desgano vital» y la ruptura de las bases económicas y de la organización social sobre las que se asentaban; fenómeno que habría provocado la incapacidad de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES satisfacer las necesidades alimentarias y una fuerte y voluntaria caída de la fecundidad. Y en tercer lugar, las epidemias que asolaron a la población indígena, sin afectar apenas a la europea. Este aparece como el factor decisivo, pues tanto los negros como los europeos y asiáticos, merced a los contactos mantenidos durante largos siglos por medio de intercambios comerciales, se encontraban con defensas frente a viejas enfermedades como la viruela o el sarampión, que, sin embargo, asolaron a los indígenas, carentes como estaban de defensas frente a esas enfermedades nuevas en el continente americano. Ésta fue la causa de la hecatombe sufrida en La Española o en el México central La conquista, en definitiva, redujo la población autóctona en proporciones escalofriantes, afectando primeramente a los sectores de más pronta ocupación: el Caribe y las áreas costeras tropicales y posteriormente a las cordilleras y altiplanos, con muy poca incidencia sobre las regiones más inaccesibles o que ofrecían menor interés a los conquistadores. Pero en los territorios sobre los que éstos se asentaron la población indígena mantuvo un ritmo decreciente, aun con posterioridad a la catástrofe inicial provocada por la conquista y las epidemias. En efecto, la nueva organización introducida por los colonizadores fue la causa del desmoronamiento de las sociedades indígenas. La «encomienda», que en principio representaba un núcleo de población indígena, cuya tutela y cristianización se confiaban al encomendero, se convirtió en una gravosa institución para la obtención de excedentes agrarios o de mano de obra barata y superexplotada, que acababa quebrando el aguante de los indígenas, sobre todo a partir de las nuevas leyes de mediados del siglo XVI (1542 y 1548). Éstas establecían, asimismo, el «repartimiento» (también denominada «mita» en Bolivia y Perú) para asegurarse la disponibilidad de la fuerza de trabajo de las comunidades indígenas; las cuales se veían obligadas a mandar a una parte de sus miembros hacia esa especie de trabajos forzados que se desarrollaron en las minas, en las haciendas o en la construcción de ciudades. La erosión humana producida por esta situación indujo a los colonizadores a importar esclavos negros, sobre todo para las plantaciones de la región caribeña y del Nordeste costero del Brasil, pues en esta última región, al igual que en todo Brasil, los pobladores autóctonos eran muy escasos desde el principio. Así, ya en 1650 Brasil había recibido unos 275.000 esclavos negros y la América española unos 225.000; cifras que, en conjunto, superaban a la inmigración ibérica y que fueron progresando, pues a principios del siglo XIX sumaban ya 1,2 millones de esclavos negros, de los que 300.000 correspondían a Hispanoamérica y 932:000 a Brasil. Este contingente, sin embargo, no representaba más que un 40 % del total de esclavos negros llevados a América, según Sánchez-Albornoz. El flujo de esclavos africanos hacia Iberoamérica se mantuvo con gran vigor durante la primera mitad del siglo XIX, a pesar de que las repúblicas que se fueron independizando proclamaron la abolición de la esclavitud. Brasil, que no la decretó hasta 1888, recibió sus máximos contingentes en el decenio de 1841-1850. Junto a la inmigración forzada de los negros, la de europeos y asiáticos, de carácter voluntario, adquirió un eco extraordinario a partir de los inicios y, sobre todo, desde mediados del siglo XIX. Como resultado de ambas corrientes inmigratorias y de los importantes mestizajes realizados, la población iberoamericana creció a un ritmo elevado, superando lentamente la depresión demográfica ocasionada por la conquista, de manera que entre 1750 y 1880 creció a un promedio anual de 0,8 %; entre 1800 y 1850 a un 0,9 %; entre 1850 y 1900 a un 1,3 % y, finalmente, entre 1900 y 1950 a un 1,6 %, ritmos en todo caso superiores a los de Europa. De este modo pasó de los aproximadamente 30,5 millones de habitantes en 1850 a 126 en 1940; fecha a partir de la cual, y tras el breve estancamiento motivado por la crisis del veintinueve, la población iberoamericana inició una nueva etapa de crecimiento desbordante, que representa una fase cualitativamente distinta. La explosión demográfica, surgida ya durante los años de la II Guerra Mundial, estuvo en la base del cambio no sólo demográfico, sino también económico y social, que afectó a toda Iberoamérica. Pero estos aspectos serán analizados en un capítulo posterior. Previamente debemos hacer unas consideraciones sobre el significado de la inmigración. De entrada, conviene resaltar la importancia de la inmigración internacional, tanto africana como de otros continentes, por cuya causa Iberoamérica pudo conseguir hacia 1900 unos efectivos demográficos similares a los de antes de la conquista. Pero la distribución de la población inmigrante varió con respecto a la precolombina. Los densos focos de poblamiento indígena de los altiplanos de México, Centroamérica, el Caribe y los Andes septentrionales y centrales fueron perdiendo peso relativo a favor de otras regiones, como el Nordeste brasileño, que, junto con el Caribe, recibió el mayor contingente de esclavos negros destinados al trabajo en las plantaciones de caña. Sin embargo, la inmigración no africana favoreció al Sudeste brasileño, a Argentina y Uruguay principalmente, países que, siguiendo la máxima de que «gobernar es poblar», buscaron desde principios del siglo XIX atraer a colonos europeos con experiencia y técnicas modernas, a fin de poner en explotación nuevos territorios que aportaran excedentes agrarios al mercado internacional. Así, Brasil, que en el primer censo nacional de 1872 contaba con las tres quintas partes de su población formada por negros y mulatos, fue perdiendo posteriormente ese predominio racial negro, pues entre 1884 y 1954 José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES recibió 4,6 millones de inmigrantes europeos, principalmente de Italia y de Portugal. Y Argentina y Uruguay recibieron nada menos que 3,4 y 0,64 millones de inmigrantes netos, sobre todo italianos y españoles, entre 1881 y 1935; y ello a pesar de que la permanencia de los inmigrantes se fue reduciendo progresivamente, dado que las mejores tierras pasaron pronto, con el consentimiento del Estado, a manos de uno poco latifundistas, con lo que se perdió el atractivo que ejercía el acceso a la propiedad de la tierra. Cuadro IX. 1.
Evolución de la población iberoamericana 1850-1940 (miles)
1850 1900 1930 1940 América central continental México 7.662 13.607 16.589 19.815 Guatemala 850 1.425 1.771 2.201 El Salvador 394 932 1.443 1.633 Honduras 350 443 948 1.119 Nicaragua 300 448 742 893 Costa Rica 125 285 499 619 Panamá1 — 502 595 — Caribe Cuba 1.186 1.573 3.837 4.566 Puerto Rico 455 953 1.552 1.880 República Dominicana 200 700 1.400 1.759 Haití 938 1.270 2.422 2.825 América del Sur tropical Brasil 7.205 17.318 35.568 41.233 Colombia 2.243 3.825 7.350 9.077 Perú 1.888 3.791 5.651 6.681 Venezuela 1.490 2.343 2.950 3.710 Ecuador. 816 1.400 2.160 2.586 Bolivia 1.374 1.696 2.153 2.508 América del Sur templada Argentina 1.100 4.743 11.896 14.169 Chile 1.287 2.904 4.424 5.147 Uruguay 132 915 1.704 1.497 Paraguay 500 440 880 1.111 TOTAL 30.495 61.012 104.441 126.074 1 . Hasta 1903 incluido en Colombia. Fuente: N. Sánchez-Albornoz, 1977 (pp. 183 y 202).
45.000
Evolución de la población iberoamericana 1850-1940
40.000 35.000 30.000 25.000
1850
20.000
1900
15.000
1930 1940
10.000
0
México Guatemala El Salvador Honduras Nicaragua Costa Rica Panamá1 Caribe… Puerto… Repúblic… Haití Brasil Colombia Perú Venezuela Ecuador. Bolivia Argentina Chile Uruguay Paraguay
5.000
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES En cualquier caso, la población iberoamericana, al acabar esta primera etapa histórica, previa a la explosión demográfica de la década del cuarenta, está integrada por conjuntos raciales heterogéneos, dentro de los cuales los criollos ocupan los lugares cimeros de la pirámide social, correspondiendo la base a los negros, mestizos de todo tipo —mulatos o zambos— y a los indios. Unos y otros entrarán en la fase de transición demográfica, sobre la que más tarde volveremos, La evolución de la población no se puede desligar de las coyunturas y de las bases económicas, que la condicionan y, en todo caso, la explican. 2.
CRISTALIZACIÓN DE UNAS BASES ECONÓMICAS DEPENDENTES Y AFIANZAMIENTO DE LOS DESEQUILIBRIOS SOCIALES
La evolución de la población que acabamos de presentar abarca un largo período: desde la conquista ibérica, a finales del siglo XV, hasta la explosión demográfica, hacia 1940. En el transcurso de estos cuatro siglos y medio se pueden distinguir diversas etapas que, aunque no aparezcan muy claras en los hechos demográficos, se revelan con nitidez en los económicos. Evidentemente, la primera corresponde al período colonial, que dura hasta el primer tercio del siglo XIX, fase a partir de la cual, y tras la independencia, las diversas naciones surgidas se integran en un mercado mundial, al que exportan sus materias primas agrarias y minerales, que aumentan progresivamente en volumen hasta la crisis del veintinueve, a la cual sigue un breve estancamiento económico, superado en las décadas expansionistas posteriores a la II Guerra Mundial. Sin embargo, esta fase expansiva, cuyo análisis abordaremos más adelante, difiere cualitativamente de las precedentes, en las que no sólo se produce una nítida dependencia del exterior, sino también una debilidad económica generalizada. a)
La colonización del espacio iberoamericano; una ocupación territorial selectiva
Consumada la catástrofe demográfica que introdujo la conquista, comenzó una nueva fase de crecimiento de la población en función de las bases económicas coloniales. Éstas supusieron, en principio, la ocupación exclusiva de los territorios que ofrecían atracción a los colonizadores, es decir, de aquellos que disponían de metales preciosos o de alguna riqueza agraria, con la que poder comerciar y obtener así dinero y prestigio social. No fue otro el objetivo de los miles de aventureros españoles y portugueses que se lanzaron a las Indias. De ahí que los ritmos de ocupación de las Indias portuguesas y españolas fueran diferenciales. En la América hispánica, donde pronto aparecieron los metales preciosos, la inmigración fue más rápida y cuantiosa durante el primer siglo y medio; en cambio, en Brasil, donde hasta 1696 no se descubrió el oro en el estado de Minas Gerais, los portugueses no ocuparon más que unos reducidos sectores litorales, además de la franja nororiental del país, dedicada a las producciones azucareras. Al comenzar el siglo XVIII, la distribución de la población en Iberoamérica reflejaba fielmente el interés que los distintos territorios ofrecían a los colonizadores: sólo habían adquirido una cierta densidad demográfica los enclaves mineros y las regiones con buenas condiciones para las producciones agrarias comercializables, de tal manera que los focos de poblamiento más densos coincidían con los precolombinos, es decir, los altiplanos mexicanos, América central, el Caribe, Andes colombianos y peruanos. En territorio brasileño, sin embargo, cristalizó ya en el siglo XVII un poblamiento costero muy denso entre Bahía y Maranhão, que se ha mantenido hasta nuestros días. En efecto, la ocupación del territorio brasileño, dado que en un primer momento no se encontraron riquezas mineras, se realizó exclusivamente en función de un aprovechamiento agrario. Durante la primera mitad del siglo XVI, los portugueses no obtuvieron otro beneficio de su recién estrenada colonia que la explotación del palo-brasil para la obtención de un producto tintóreo, de color rojo brasa, muy apreciado en Europa. La defensa de esta riqueza motivó el establecimiento de diversas capitanías en las costas brasileñas. Capitanías que se convertían en ciudades cuando la ocupación del territorio se afianzaba. Este afianzamiento tuvo lugar durante el llamado «ciclo del azúcar», entre mediados del siglo XVI y finales del XVII. En este lapso no sólo se pusieron en explotación las plantaciones de caña del Nordeste costero y del Sudeste en torno a Río de Janeiro, sino que se controló una franja de unos 400 a 500 km de profundidad desde la costa, en la cual se adentraron grupos de portugueses organizados —los bandeirantes— a la caza y captura del indio, a fin de esclavizarlo para el trabajo en las plantaciones. En el tránsito de los siglos XVII al XVIII la densidad demográfica era baja en general, aunque relativamente alta en el Nordeste costero; sin embargo, el descubrimiento del oro en el estado de Minas Gerais en 1696 provocó un aluvión migratorio, que dio lugar al nacimiento de un nuevo foco de intenso poblamiento en el sudeste de Brasil, entre las ciudades de tan expresivos nombres como Ouro Preto, Diamantina, etc. (en Minas Gerais) y Río de Janeiro-São Paulo. Una vez pasada la fiebre del oro y agotados los minerales, el sudeste brasileño se consagró como la región económicamente más dinámica José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES del país merced a la explotación de un nuevo producto agrario —el café—, que se extendió por los estados de Río de Janeiro y Sao Paulo. En síntesis, fueron las coyunturas económicas forjadas por los colonizadores las que favorecieron la ocupación y puesta en explotación de unos territorios determinados. Hecho que puede comprobarse perfectamente en las regiones templadas de Argentina, Uruguay y sur de Brasil. Estas áreas no se pusieron en explotación hasta bien entrado el siglo XIX, porque, precedentemente, no ofrecían ningún interés a los colonizadores. Más con el desarrollo de los transportes y de los sistemas de refrigeración desde mediados de dicha centuria, se invirtieron cuantiosos capitales en el establecimiento y explotación de las grandes estancias ganaderas destinadas a la producción de cuero y carne para el mercado internacional. En función de estas coyunturas económicas, Argentina pudo multiplicar su población por más de cuatro entre 1850 y 1900, pasando de 1,1 a 4,7 millones de habitantes; y Uruguay la multiplicó por siete, en tanto que toda Iberoamérica sólo llegó a duplicar su población en esas fechas. Esta segunda mitad del siglo XIX, no obstante, fue testigo de la ocupación y puesta en explotación de nuevas regiones, con riquezas mineras muy distintas a las tradicionales, como el estaño en Bolivia, el nitrato y cobre en Chile, el plomo y cinc en México y Perú, que, gestionados por capitales europeos y norteamericanos, conocieron su máximo desarrollo durante el siglo XX, en función de las necesidades y la demanda de los países industriales más avanzados. Son también éstos países y, sobre todo Estados Unidos, los que a través de la inversión en grandes propiedades modernas, realizada por compañías primero azucareras y después fruteras, invaden toda América central y Cuba. Todo este proceso de ocupación, valorización y densificación del espacio iberoamericano, que tiene lugar durante la segunda mitad del siglo pasado, va a prolongarse durante el presente hasta la crisis del veintinueve. Y ello, en virtud de la exportación al» mercado internacional de productos básicos, bien agropecuarios o mineros. A éstos se incorpora el petróleo, que adquiere un auge creciente a partir de la segunda década de nuestro siglo, sobre todo en Venezuela, donde la Royal Dutch Shell, de capital anglo-holandés, recibe una concesión de 2 millones de hectáreas en el golfo de Maracaibo, pero ya antes de la I Guerra Mundial las inversiones realizadas por la norteamericana Standard Oil en la cuenca del Orinoco, al este del país, superan a las de aquélla. Igualmente, el golfo de México en torno a Tampico y otros sectores, crece en función de la riqueza petrolera. En síntesis, podemos señalar que Iberoamérica, a principios del siglo XX constituía el principal abastecedor mundial de productos primarios, con un nítido carácter neocolonial. Brasil, por ejemplo, aportaba al mercado mundial la mitad del café consumido en el mismo y la casi totalidad del caucho, en tanto que Argentina contribuía con un tercio de la carne y Chile con la totalidad del nitrato. Está claro que el papel otorgado a Iberoamérica en la división internacional del trabajo fue el de abastecedor de materias primas mineras o agropecuarias. Para ello solamente se pusieron en explotación los territorios que ofrecían mejores condiciones. Este proceso duró hasta la crisis del veintinueve, pues a partir de ese momento y, sobre todo con posterioridad a la II Guerra Mundial, se inició una etapa expansiva, que modificó las bases del desarrollo económico. Bases que, creadas por la Colonización, se mantuvieron con la independencia, y abocaron a unas estructuras económicas de tipo neocolonial, claramente dependientes del exterior. b)
Unas bases económicas dependientes del exterior
La explotación de los recursos naturales exigió la creación de una infraestructura y de unos servicios imprescindibles para realizarla. Infraestructura y servicios representados por los {puertos, las ciudades-residenciales y administrativas y las vías de transporte básicamente.} Así, la América española, durante los 150 primeros años, se organizó en función de la exportación de metales preciosos. La exportación del oro de aluvión, arrebatado a los indígenas o recogido en los lechos de los ríos constituyó el principal objetivo de los conquistadores, que construyeron los primeros centros urbanos para el control territorial e importantes puertos para la expedición de los metales. Veracruz en México, Cartagena en Colombia y, sobre todo, La Habana, son tres de los más destacados. Pero la fase del oro fue efímera, cediendo paso en seguida a la explotación argentífera, que tuvo dos centros fundamentales: Zacatecas en México y, principalmente, Potosí en el Alto Perú (actual Bolivia). Estos dos polos dieron lugar a unos intercambios comerciales que permitieron el establecimiento de una primera infraestructura. Arica se convirtió en el núcleo exportador de la plata de Potosí hacia Callao y Panamá; Acapulco enviaba parte de la plata mexicana hacia Manila, donde era cambiada por seda china, reexpedida a su vez a Acapulco. La necesidad de productos, alimentarios motivó la puesta en cultivo, tanto de las regiones ocupadas para la explotación metalífera como de las aledañas. Esta valorización agrícola de las tierras hispanoamericanas adquirió un auge creciente al declinar la producción argentífera del Potosí a partir de la segunda mitad del siglo XVII, para progresar durante el resto de la etapa colonial y la independiente; al contrario de lo que había sucedido en la América José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES portuguesa, donde la inicial organización del espacio se hizo en función de los aprovechamientos agrarios, principalmente de la caña de azúcar, hasta que comenzó la fase metalífera a principios del siglo XVIII, que cedió su hegemonía, pasada esta centuria, a las producciones agropecuarias, especialmente a la explotación cafetalera. Las diversas coyunturas económicas de la etapa colonial e inicios de la independiente dieron lugar al nacimiento de unos núcleos de poblamiento orientados a satisfacer las necesidades del grupo dominante Así, se crearon las grandes ciudades, sedes de organismos administrativos, como Tenochtitlán-México, Panamá, Santa Fe de Bogotá, Quito o Lima, todas ellas sedes de audiencias, en las que moraban altos funcionarios de la administración o de la milicia, además de terratenientes y comerciantes enriquecidos Otras importantes ciudades se desarrollaron como sede de estos dos últimos grupos sociales o de propietarios de minas, bien fuesen ciudades interiores o costeras, que en ambos casos solían celebrar importantes mercados y ferias para la comercialización de los excedentes agrarios. En conjunto, resultaban ciudades armoniosas desde una perspectiva urbanística, que contrastaban con la falta de equipamientos y la pobreza de las aldeas. Los centros urbanos, que servían de recogida y almacenamiento de materias exportables, al igual que las comarcas o regiones productoras de los mismos, fueron unidas a los puertos, ya en la segunda mitad del siglo XIX, por medios de transporte rápido, como el ferrocarril. Las compañías extranjeras, sobre todo inglesas, invirtieron enormes sumas en la construcción de vías férrea, pero tan sólo en aquellas áreas donde estaba asegurado el flete, para drenar las producciones del interior hacia los puertos. Ello dio como resultado un trazado de líneas más o menos perpendiculares a la costa, o paralelas a la misma si el territorio explotado se ubicaba en una franja costera, a menudo con anchos de vía diferentes, sin articulación entre sí y sin ninguna posibilidad de constituir una verdadera red férrea, capaz de integrar los territorios de los distintos Estados nacionales o los de estos estados entre sí (Collin Delavaud, C, 1973, 124). Los caracteres de las infraestructuras creadas en la segunda mitad del siglo XIX se prolongaron, ampliándose o densificándose, durante los tres primeros decenios del siglo XX, tanto más fácilmente cuanto su construcción corrió a cargo fundamentalmente de capitales extranjeros. Así, la Manaus Harbour Company, de capital inglés, equipó el puerto de Manaus con muelles, flotantes sobre el Amazonas, a finales del siglo pasado, para la exportación del caucho. Igualmente, el puerto de Buenos Aires pasó a propiedad de una compañía inglesa, y el de Rosario fue explotado por una compañía francesa, siendo también capitales europeos los que instalaron las naves frigoríficas para la conservación y exportación de la carne desde esos puertos. Los capitales extranjeros controlaron, asimismo, determinados servicios y equipamientos urbanos, como el abastecimiento y comercialización de agua y gas, la instalación del telégrafo y el teléfono o la producción de electricidad para las ciudades; cerca de Río de Janeiro, por ejemplo, la anglocanadiense Light construyó los primeros embalses hidroeléctricos sobre los afluentes del Tieté. Los capitales foráneos no sólo invirtieron en infraestructuras, sino que también se preocuparon por controlar el ahorro a través de una red de establecimientos bancarios instalados en los principales centros Urbanos, de modo que entre cinco grandes bancos, de capital inglés principalmente, controlaban un porcentaje elevado del ahorro iberoamericano como sucedía en Brasil, donde en 1900 los bancos británicos recibían un tercio de los depósitos brasileños. Posteriormente, adquirieron mayor representación los bancos norteamericanos, cuyos capitales sin embargo; ya se habían invertido en América central y Cuba en el sector del azúcar y frutas tropicales:(Collin Delavaud, C, 1973, 124-125). Todas estas infraestructuras y servicios "fueron creados para exportar unas producciones obtenidas en las explotaciones agrarias o mineras. Estas indujeron a un escaso y dependiente desarrollo industrial. Aquéllas se organizaron de una manera totalmente desequilibrada, siendo la base de unas desigualdades económicas y sociales arrastradas hasta la actualidad. Es evidente que 1a extensión y consolidación de este tipo de estructura agraria desequilibrada es fruto de un largo proceso histórico, pero que ha tenido unas bases comunes; bases que descansan en la apropiación de grandes lotes de tierras por los colonizadores o por la clase económica dominante frente a un elevado grupo de comunidades indígenas) esclavos negros y minifundistas, que se ven obligados a alquilar su fuerza de trabajo a los dueños de latifundios y plantaciones. El punto de partida fue similar en la América portuguesa con respecto a la española. Él territorio brasileño fue dividido en 12 capitanías que medían entre 30 y 100 leguas de fachada costera, de modo que cada donatario tenía en su capitanía poderes soberanos, incluso el de distribuir las tierras) repartiendo así grandes dominios, cuyos lados se medían en leguas (una legua = 6 km), naciendo así una clase de grandes terratenientes, cuyo foco inicial estuvo en el Nordeste, pero que se extendió con el paso del tiempo por todo el país (Monbeig, P., 1983, 39-40). En la América española se produjo el mismo proceso: las necesidades alimentarias y de animales de carga indujeron a los gobernadores a conceder grandes lotes de tierra que a menudo se entregaban como mercedes por éxitos de conquista, para estimular las José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES producciones agrarias. Más tarde fue el propio Estado el que vendió las tierras en grandes lotes para obtener recursos fiscales. El latifundismo en Hispanoamérica corrió parejo con el desarrollo de la encomienda y de los repartimientos, pues eran las comunidades indígenas las que aportaban la mano de obra necesaria para el funcionamiento del sistema. El latifundio, denominado generalmente hacienda, tuvo un mayor auge en el siglo XVII, al declinar las producciones mineras, tanto por ocupación de nuevas tierras como por usurpación de los ejidos y tierras de las comunidades indígenas. El proceso continuó y se afirmó desde la Independencia, al aumentar la demanda de productos agropecuarios en el mercado internacional, extendiéndose la gran explotación ganadera —la estancia— o mixta por las pampas argentinas, Uruguay y sur de Brasil. En el sudeste de este país, lo mismo que en (Colombia adquirió un desarrollo extraordinario durante el siglo pasado la gran explotación cafetalera, al igual que en América central, Ecuador o la propia Colombia lo adquieren las plantaciones bananeras durante el presente, manteniéndose en el Caribe las de caña.) Todo un panorama de afianzamiento de la gran explotación, que contrasta vivamente con el aumento del número de minifundistas y obreros del campo o de los ejidatarios descendientes de las antiguas comunidades indígenas mexicanas. Los minifundistas provenientes de antiguos pequeños propietarios tuvieron poco arraigo en América; únicamente los caboclos brasileños pueden ser considerados como un ejemplo; por el contrario, los huasipungueros y arrimados ecuatorianos, los colonos y allegados peruanos, los tolerados bolivianos e inquilinos chilenos representan diversas modalidades de minifundistas, que explotan la tierra en precario por cesión de un latifundista a cambio de determinadas prestaciones Estas figuras, surgidas en época colonial, se mantuvieron hasta las recientes reformas agrarias, persistiendo en algunos casos. Otros minifundios surgieron al abolirse la esclavitud. En conjunto, la consolidación de esta estructura dual ha permitido la consagración de los desequilibrios sociales durante la etapa tradicional hasta que a partir de la fase expansiva iniciada en los años 1940 se amplió sensiblemente el conjunto de las clases medias. Ahora bien, la expansión industrial del siglo XIX y primer tercio del XX tampoco fue capaz de crear un fuerte desarrollo económico ni de corregir esta polarización social. En efecto, se trató de una industrialización dependiente, poco desarrollada y de carácter tradicional aspectos que sólo parcialmente fueron superados durante la segunda fase, a partir principalmente de finales de la II Guerra Mundial, etapa en la que se instalaron las denominadas industrias de sustitución de importaciones. Es evidente que durante la época colonial las metrópolis no permitieron el desarrollo industrial de sus colonias. Así, es probable que hacia 1850 ningún país iberoamericano obtuviera más de un 3% de su PNB de las actividades industriales. Las únicas plantas industriales que operaron hasta esas fechas fueron las refinerías de azúcar (más frecuentemente, simples molinos o engenhos), tenerías, harinearías, plantas textiles y poco más. Ahora bien, con la Independencia se consagró la libertad de comercio, aumentando considerablemente las exportaciones y, en consecuencia, la demanda de productos manufacturados extranjeros Al mismo tiempo, el incremento de la población y la organización de una incipiente administración en todo el territorio nacional favorecieron el crecimiento de las ciudades pequeñas y medias por el asentamiento de funcionarios con rentas fijas; todo lo cual provocó un aumento del mercado de consumidores, que atrajo a los capitales extranjeros, si bien éstos se orientaron preferentemente hacia las industrias exportadoras, bien se tratase de plantas para la conservación de la carne o para la concentración de los minerales con bajo contenido. En algunos casos se dio incluso una desnacionalización de empresas, como sucedió con la que explotaba el nitrato chileno, que estando constituida en un 67 % por capital nacional antes de la guerra del Pacífico (1879) cayó a un 36 % después (1883). Algo similar sucedió con el estaño boliviano, al tiempo que el gobierno mexicano daba todas las facilidades al capital extranjero para explotar directamente las minas de plomo, cinc y hierro (Collin Delavaud, C, 1973, 125). En conjunto, las inversiones extranjeras, en vísperas de la 1 Guerra Mundial, totalizaron unos 200 millones de libras esterlinas, correspondiendo al Reino Unido más de la mitad, y el resto a Estados Unidos, Francia y Alemania, principalmente. Argentina fue el primer país receptor, con unos 650 millones, seguido de México, con unos 400 millones de libras esterlinas. Finalmente, el siglo XX fue testigo de la expansión de las inversiones extranjeras en una nueva riqueza mineral: el petróleo, así, en 1938 el capital norteamericano invertido en Venezuela sumaba 247 millones de dólares y el anglo-holandés, 125 millones, aunque estas cifras incluyen las inversiones no petroleras. En suma, a industrialización de esta primera etapa, que llega hasta la II Guerra Mundial, se caracteriza por ser escasa, concentrada en las ramas agrarias y mineras y dependiente de las inversiones exteriores, orientadas hacia los focos dinámicos, como Buenos Aires y Sao Paulo..., y muy secundariamente hacia ciudades dispersas, que albergaban pequeñas industrias o instalaciones mineras. Sólo en los países con mejores condiciones, como Argentina, Brasil, México y Chile, tuvo una cierta fuerza el capital nacional, aplicado a las ramas; alimentaria, textil, mecánica, cemento, cuero, etc. Un capital nacional que fue creciendo, aunque muy débilmente, desde los años de la Independencia. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES c)
Independencia política y dependencia económica
La emancipación iberoamericana, estimulada por la independencia estadounidense en 1776, se produjo entre 1808 y 1826 para una gran parte de los países, favorecida por la invasión napoleónica de las metrópolis. Los criollos vieron la posibilidad de conseguir libertad política y administrativa y de enriquecerse mediante la libertad comercial. A Brasil no le fue difícil conseguir su objetivo, pues la propia corona portuguesa asumió la demanda de su colonia, independizándose en 1822; en cambio, en la América hispánica se dieron diversos enfrentamientos y guerras contra la administración colonial; enfrentamientos que más tarde se produjeron entre los nuevos Estados por el control de determinados territorios fronterizos, en virtud, sobre todo, de las ambiciones personales y del caudillismo, que impidió realizar el sueño bolivariano de la Unión Sudamericana. Los nuevos Estados se debían configurar, en principio, de acuerdo con la delimitación administrativa que tenían precedentemente, pero la delimitación fue difícil en las áreas escasamente pobladas, lo mismo que donde se enfrentaron las ideas de quienes defendían la independencia unitaria de las distintas entidades administrativas, frente a quienes propugnaban amplias federaciones territoriales, como la de las Provincias Unidas de Centroamérica (Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica), que no llegaría a cristalizar, o la de la República de Colombia, que englobaba a las actuales Colombia, Panamá, Venezuela y Ecuador, pero que, proclamada en 1819, no duró más que hasta 1830, por disensiones de sus caudillos. Las consecuencias de la independencia fueron diferentes en cada país, aunque .con una base común: el movimiento independentista no trajo cambios radicales ni en lo social ni en lo económico; es más, algunos caudillos, como Santa Anna en México, Páez en Venezuela o Rosas en Argentina, gobernaron en sus respectivos Estados como si se tratara de inmensas haciendas. Pero las diferencias se plantearon en otro plano, favoreciendo a los grandes países en perjuicio de los más pequeños, pues, por disponer de abundantes recursos territoriales y demográficos, atrajeron fácilmente la inversión; por el contrario, los pequeños países continuaron como subsidiarios de la economía internacional, contando con el inconveniente de la dependencia económica, que también afectó a los grandes países, pero sin hacerse acreedores, como éstos, de ninguna de las ventajas derivadas de una cierta acumulación capitalista. Ésta, sin embargo, no fue importante, pues se continuó considerando a la tierra y al comercio como base de la riqueza, invirtiéndose las plusvalías o los excedentes monetarios en la adquisición de propiedades agrarias o de bienes de lujo, de modo que Iberoamérica, ya desde la época de la Independencia, comenzó a alejarse del movimiento de industrialización que se estaba produciendo en los países desarrollados, a pesar de disponer de grandes recursos mineros, que, junto con las producciones agrarias, constituyeron las bases de una mínima industrialización. Ambos —productos mineros y agrarios— están estrechamente relacionados con las condiciones naturales del territorio iberoamericano.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 9.1. III.
Fecha de formación de los Estados independientes.
El significado de las condiciones naturales
Las condiciones naturales constituyen, ciertamente, el punto de partida o la base sobre la que se asienta la organización del espacio; pero esta organización es necesariamente una obra humana; es el hombre en sociedad el que aprovecha las múltiples posibilidades y recursos que el medio le ofrece, porque el espacio en sí mismo es neutro y cada sociedad crea unas estructuras espaciales acordes con la imagen que el grupo dominante tiene de ese espacio. Así, las civilizaciones precolombinas que se asentaron entre México y Cuzco estructuraron un espacio ocupado intensivamente, desarrollando incluso el regadío, y favoreciendo la existencia de unas fuertes densidades humanase. Frente a estas civilizaciones avanzadas, los colonizadores ibéricos organizaron, por el contrario, una ocupación del espacio como área complementaria de la economía metropolitana; y los criollos independientes lo hicieron como área complementaria de la economía internacional. Hoy se arrastran, sin duda, parte de esos lastres del pasado, disfuncionales para las necesidades presentes y que tienen muy poco que ver con las múltiples ' posibilidades de explotación y estructuración que el medio ofrece. Esas posibilidades y aptitudes pretendemos analizarlas brevemente a través del estudio de las estructuras morfológicas, climáticas y de los medios bioclimáticos, que hablan claramente de las potencialidades mineras y agrarias del espacio regional. 1.
UN RELIEVE CONTRASTADO SOBRE GRANDES UNIDADES MORFOESTRUCTURALES
El territorio iberoamericano forma parte de una gran unidad continental, correspondiente, sin embargo, a varias placas de la corteza terrestre —norteamericana, del Caribe y sudamericana—, que en su desplazamiento desde el centro del Atlántico hacia el oeste ha originado las cordilleras del borde occidental de América, al comprimirse los márgenes continentales por la subducción de las placas del Pacífico. Unas cordilleras que van desde Alaska a la Patagonia y que desde el norte de México hasta la Tierra del Fuego representan un vastísimo sistema montañoso, de unos 11.000 km de longitud, dividido en tres José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES unidades, correspondiendo la primera a las sierras y altas mesetas mexicanas, a las sierras centroamericanas de escasa altitud la Segunda, y a los Andes la tercera, con sus ejes orientados en sentido meridiano, como respuesta al desplazamiento de las placas a las que pertenecen. Frente a éstas se desarrollan las vastas planicies, bien sean sedimentarias, localizadas sobre depresiones de tipo sineclise, como la del Amazonas o del Paraná-Paraguay o sobre cubetas tectónicas, como la de los Llanos del Orinoco, o bien sean plataformas del zócalo, como la del escudo brasileño o la más accidentada y elevada del escudo de las Guayarías; o bien, finalmente, se trate de mesetas o altiplanos, como la del centro de México, en gran parte constituida por materiales volcánicos terciarios. A ellas hay que añadir los Macizos antiguos, elaborados sobre un reborde fracturado del zócalo, como las sierras atlánticas a lo largo de la costa oriental brasileña. El escudo brasileño constituye una de las unidades de mayores dimensiones, pues se extiende sobre varios millones de km2 desde las sierras atlánticas hacia el interior. Éstas, precedidas por una llanura costera, adoptan una estructura germánica en bloques levantados y hundidos paralelos a la costa o en bloques que se van levantando progresivamente en escalera de fallas hasta las máximas culminaciones entre 2.000 y 3.000 m. Entre los materiales, paleozoicos de estas sierras, sobre todo en el estado de Minas Gerais, se han producido importantes metalizaciones de oro y diamantes, explotados en época colonial, y, sobre todo, de hierro, actualmente en explotación y con enormes reservas. Fuera de las sierras atlánticas, el resto del escudo brasileño aparece cubierto por bancos de sedimentos secundarios o terciarios de poco espesor, que han dado lugar a una vasta meseta de escasa altitud (800-1.000 m), formando las denominadas chapadas y tabuleiros (superficies planas), que sólo en el sur desaparecen, sustituidos por una vasta región volcánica en los estados de Santa Catarina, Paraná y Sao Paulo, cuyas tierras han servido de excelente base, dada su fertilidad y ausencia de encostramiento para la expansión del cafetal.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Fig. 9.2.
Las grandes unidades morfoestructurales de Iberoamérica (según C. Collin Delavaud, 1973, adaptado).
El escudo brasileño se halla separado del de las Guayanas por la sineclise del Amazonas, depresión estructural de gran radio, rellena de materiales terciarios y cuaternarios, entre los que discurre el Amazonas, a una mínima altitud sobre el nivel del mar (200 m en la frontera con Perú). La gran cuenca sedimentaria del Amazonas se prolonga hacia el nordeste por la del Orinoco, separada de ésta por una nueva flexión del zócalo, que da lugar a numerosos rápidos en la cabecera de los afluentes amazónicos. El relieve de cuenca sedimentaria del Orinoco es similar al que se desarrolla sobre la del Amazonas, aunque la cuenca se, hace más estrecha, convertida, desde un punto de vista tectónico, en una cubeta, entre los Andes al oeste y norte y el escudo de las Guayanas al este. El escudo de las Guayanas se localiza entre las propias Guayanas, Venezuela y Brasil; un escudo que ha sido transformado en un macizo antiguo por su fracturación, elevación y accidentación. Está dividido en el centro por el rio Branco, que, al igual que el resto de los ríos del macizo, salva los enormes escarpes que lo circundan, de hasta 1.000 m de desnivel, en impresionantes caídas. En Surinam y Guayana, el zócalo aparece recubierto por una serie sedimentaria, culminada por capas de bauxita, mineral del que ambos países, junto con Jamaica y Brasil, son grandes productores mundiales. Al oeste del escudo brasileño se pasa, a través de una flexión del mismo, a la cuenca sedimentaria del Paraná-Paraguay, rellena de materiales recientes; se trata de una llanura pantanosa inundada durante la estación de las lluvias, pero que hacia el sur, en latitudes superiores al paralelo de Asunción, da paso a una vasta planicie de relleno aluvial, donde se localizan las fértiles pampas argentinas. Al sur de las mismas se abre la meseta patagónica, viejo zócalo precámbrico recubierto de areniscas secundarias, además de materiales volcánicos de edad secundaria y pliocuaternaria. Frente a todo el conjunto de abiertas llanuras, a veces interrumpidas por pequeños macizos antiguos o por alineaciones de cuestas sobre materiales sedimentarios resistentes, se levanta la imponente muralla de los Andes, con una longitud de más de 8.500 km. Desde los Andes patagónicos hasta los venezolanos, que cambian ya su orientación meridiana por la zonal. Con una línea media de altitud superior a los 3.500 m y una anchura media de 300 km, aparecen como una gran cordillera, con importantes consecuencias climáticas por su orientación meridiana y por el escalonamiento climático que se produce en altura. Aunque con oscilaciones acusadas del nivel de eje, centra sus máximas altitudes entre un sector que arranca al sur de Santiago y que va hasta el norte de Perú, sector dividido en dos cordilleras, alejadas entre sí, que encierran cuencas in-tramontanas, formando mesetas o altiplanos, como el de Perú y Bolivia en torno a los lagos Titicaca y Poopó o como el de la punta de Atacama en el noroeste argentino tras el descenso en el norte peruano y en Ecuador, vuelve a ascender en Colombia, dividiéndose, a partir del nudo de Pasto, en tres cordilleras, separadas por las profundas fosas del Cauca y del Magdalena, en cuyos valles se localiza un poblamiento denso y un intenso aprovechamiento agrario, con la salvedad de algunos valles de propiedad latifundista y explotación extensiva. Los Andes, cordillera muy joven, surgida a finales del Terciario, en el levantamiento ponto-plioceno, tiene una estructura tectónica y geomorfológica compleja, pues a la aparente simplicidad de los bloques levantados y de las fosas, se suma la compleja integración del zócalo precámbrico, del zócalo herciniano, de los materiales sedimentarios, secundarios y terciarios, en múltiples unidades plegadas y falladas, a través de cuyas fallas, además, se ha desarrollado un intenso vulcanismo desde los tiempos mesozoicos hasta la actualidad. Este tipo de estructura y materiales se presta a la existencia de metales preciosos y otros minerales industriales, como la plata en Perú (produce alrededor del 14 % de la mundial), el hierro en Chile central y Perú, zinc y plomo peruano en el cerro de Pasco, el cobre chileno o el estaño boliviano en Oruro-Potosí, entre los más significativos. A ellos hay que añadir la plata (17,5 % de la mundial en 1987), cinc y plomo de la meseta central mexicana, aunque fuera de la unidad andina. El relieve de México presenta también una gran complejidad. La Sierra Madre Oriental y la Occidental son continuación, respectivamente, de las Rocosas y de la Sierra Nevada, que se van estrechando progresivamente hacia el sur hasta quedar interrumpidas por el eje neovolcánico transversal (el Paricutín surgió en 1941), que separa el conjunto de sierras y meseta central mexicana de las cuencas de escasa altitud que se encuentran al sur, en la denominada «depresión del Balsas». Más hacia el sur, ya en la frontera con Guatemala, las sierras se van estrechando y perdiendo energía hasta desaparecer bajo el mar. Al oeste, la Sierra Madre Occidental representa una barrera continua de entre 2.000 y 3.000 m de altitud, desarrollada a lo largo de 2.000 km, sobre horsts cristalinos, con enormes escarpes de falla hacia el lado del Pacífico. Al este, la Sierra Madre Oriental está integrada por un conjunto de cadenas calcáreas José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES plegadas que caen bruscamente hacia el golfo de México. Entre ambas se localiza el altiplano central, que constituye un plano inclinado desde el suroeste hacia el nordeste, con altitudes predominantes entre 2.500 y 1.500 m, labrado sobre materiales volcánicos de edad neógena, entre los cuales afloran dovelas levantadas del zócalo, mientras que otras dovelas hundidas o, en su caso, coladas de lava, han cerrado e individualizado pequeñas cuencas, como la de ciudad de México o la de Puebla, al pie de los imponente volcanes Popocatepetl (5.450 m) e Ixtacihualt (5.286 m). Los materiales volcánicos y del zócalo han posibilitado la concentración de abundantes minerales explotables, como ya hemos señalado, lo mismo que las llanuras aluviales del golfo de México han favorecido la formación de grandes bolsas petroleras bajo sus sedimentos, como la de Reynosa en el norte, Tampico en el centro y las de Minatitlán y Cárdenas en el sur Este tipo de yacimientos petrolíferos se ha formado bajo condiciones similares a las de los depósitos del golfo de Maracaibo o del sector septentrional del bajo Orinoco en Venezuela y a las que reinaron en el momento de formarse los yacimientos del Chaco argentino. El golfo de México y el mar Caribe constituyen un mar cerrado por el conjunto insular de las Grandes y Pequeñas Antillas, que corresponden a las áreas emergidas de unas cordilleras submarinas, que separan e individualizan, bajo el mar, una serie de fosas y cuencas. En conjunto, se comportan como áreas de debilidad entre los grandes escudos de Norte y de Sudamérica. 2.
UNOS MEDIOS BIOCLIMÁTICOS MUY HETEROGÉNEOS
Si es cierto que la mayor parte de las tierras iberoamericanas se encuentra en latitudes caudas, no lo es menos que una buena parte de éstas ve modificada por el relieve sus iniciales condiciones zonales: tanto las sierras mexicanas como los Andes adoptan una dirección meridiana y, por ello, perpendicular a los flujos de aire. Este fenómeno provoca una clara disimetría en las precipitaciones de los sectores que están a barlovento —los orientales en la zona cálida y los occidentales en la zona templada— y los que se encuentran a sotavento. Por otro lado, al tratarse de grandes relieves montañosos, origina un escalonamiento climático en altura, que se traduce en una gran diversidad de regiones climáticas. El factor climático más destacado es, sin embargo, la situación latitudinal, entre los 32° N y los 55° S, pero correspondiendo la mayor extensión a la intertropical, con un clima de tipo ecuatorial en Panamá, buena parte de Colombia y la Amazonia, con lluvias abundantes a lo largo de todo el año y temperaturas medias mensuales superiores siempre a los 24 °C. Una variante de éste es el clima litoral de alisio del Caribe o de la costa oriental brasileña, con menor integral térmica, pero acusada humedad. Desde el dominio ecuatorial se pasa progresivamente al de climas tropicales con estación seca y húmeda alternante, motivadas por los anticiclones subtropicales y por la Convergencia Intertropical respectivamente, o a los semidesiertos del norte de México o del Chaco argentino-paraguayo, donde la estación seca se mantiene durante la mayor parte del año. Otros desiertos o semidesiertos se relacionan con factores locales, como sucede con el nordeste brasileño o en la franja costera chileno-peruana, dado que se encuentran a sotavento de los alisios húmedos del sureste. Aquél, porque se interponen las sierras atlánticas brasileñas; éste por la pantalla de los Andes, que, además, favorece la penetración de las masas de aire seco y subsidente del anticiclón del Pacífico Sur hasta Guayaquil, ya cerca del Ecuador, imposibilitando de este modo las lluvias, tanto más cuanto que la corriente fría de Humboldt estabiliza por la base las masas de aire. Tras un dominio subtropical de poca extensión, que va desde Rio Grande do Sul hasta la provincia de Buenos Aires en el este de Sudamérica y que en el área occidental corresponde al clima mediterráneo chileno, en torno a Santiago, se abre paso la región patagónica, de clima frío y seco, puesto que los Andes impiden el paso hacia el este de las borrascas del Frente Polar del Pacífico. No obstante, el sector más occidental y meridional de los Andes del Sur, viéndose afectado continuamente por dichas borrascas, como corresponde a su latitud y exposición perpendicular a los westerly’s, goza de un clima oceánico, suave y húmedo. Como hecho singular y factor perturbador del clima tropical del Caribe y golfo de México, se debe destacar el papel de los huracanes, esos vórtices ciclónicos, que se forman a finales del verano por recalentamiento de las aguas de estos mares cálidos, apoyados a menudo por coladas de aire frío en altura. En muy poco tiempo engullen enormes masas de aire cálido, y húmedo, que, al elevarse bruscamente, se enfría y provoca precipitaciones torrenciales, además de unos fuertes vientos, generalmente catastróficos, hasta que el desplazamiento de la célula ciclónica hacia el interior continental la va disolviendo por falta de alimentación en la base. Los climas de los dominios y regiones señalados representan el factor primordial del tipo de vegetación predominante. Aunque las variaciones y matices son múltiples, en conjunto se puede distinguir una vegetación de bosque denso ecuatorial, bien sobre los lechos inundables de los ríos amazónicos —las varzeas e igapos—, o bien sobre los interfluvios, con sus tres estratos vegetales, su José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES potencia y densidad, localizado aproximadamente entre los 5o N y los 10° S, aunque se prolonga por Centroamérica y penetra en México.
Fig. 9.3.
Principales formaciones vegetales de Iberoamérica (según Collin Delavaud, 1973, adaptado).
Estos dominios biogeográficos han representado tradicionalmente un obstáculo para la ocupación agraria, si bien hoy, con las técnicas modernas no ofrecen más condicionantes para su puesta en cultivo que los derivados de una racional explotación de los mismos. A este conjunto sucede el de las sabanas tropicales, adaptadas al clima seco y húmedo alternante, que va desde los «campos» brasileños, con su mayor o menor densidad arbórea, que sobre suelos volcánicos se convierten en un bosque denso y que sobre el resto de los suelos van perdiendo densidad al disminuir las precipitaciones, hasta las sabanas degradadas de arbustos espinosos y de cactáceas, como la caantiga del nordeste brasileño o como la del Chaco. Las sabanas en general ofrecen condiciones ambivalentes para la explotación agraria: malas cuando están provistas de costras lateríticas, que, aunque no ocupen grandes extensiones, es preciso levantar para poner en cultivo, pero que se prestan a todo tipo de aprovechamientos durante la estación húmeda o a lo largo del año si se cuenta con regadío. Las regiones más difíciles son las subáridas, como el sertão brasileño, donde a veces pasan más de dos años seguidos sin llover. Condiciones de subaridez dan lugar también en el norte de México a la formación de una estepa arbustiva de cactáceas, extendida por cientos de miles de kilómetros cuadrados. Un caso singular está constituido por los Llanos colombo-venezolanos: una sabana herbácea de gran planitud y muy mal drenada, que permite un encharcamiento estacional, poco apto para el desarrollo José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES arbóreo o de otra formación vegetal que no sea la pradera de gramíneas. Pradera de gramíneas que se extiende igualmente desde las pampas argentinas hasta el sur de Brasil, bajo la influencia del clima subtropical de fachada oriental, sobre un medio templado, en el que los europeos encontraron durante el siglo pasado uñas excelentes condiciones para la explotación agropecuaria, al contrario de lo que sucede en todo el triángulo meridional de Argentina, subárido y frío, al que invaden desde el sur coladas de viento meridional, incluso antártico —el pampero—, que se desliza en invierno, siguiendo los Andes, por toda la Patagonia, dificultando el crecimiento de la vegetación. Finalmente, sobre los Andes y sierras mexicanas se desarrolla una cobertera vegetal que participa, en principio, de los caracteres zonales de base, pero escalonándose en altitud y formando una cliserie vegetal compleja, según la latitud, la altitud y la exposición oriental u occidental. Por ejemplo, en Perú meridional se pasa del desierto costero, en el que se, aprovechan determinados oasis a partir de las aguas procedentes de la cordillera, a la estepa de altitud —la puna—, que se desarrolla a partir de los 3.500 m, compuesta de matorrales y hierbas, secos durante unos ocho meses al año y que a partir de los 4.800 m cede paso al desierto de roca y hielo. Allí donde la humedad es mayor da una estepa más densa de tipo páramo. Los valles y altiplanos andinos, no obstante, permiten una explotación agrícola intensiva, a partir del agua que desciende de las sierras, y una ganadería extensiva a base de ovejas o llamas, que son capaces de aprovechar estos mediocres pastos. Salvo en el dominio ecuatorial y gran parte del templado, el regadío resulta fundamental, por tanto, como lo ha demostrado México en la ocupación de las llanuras litorales de los estados de Sonora y Sinaloa. Por otro lado, la construcción de embalses en estas tierras con abundantes precipitaciones y ríos caudalosos durante una parte del año, daría a Iberoamérica un enorme potencial hidroeléctrico, muy poco aprovechado aún. Las condiciones naturales analizadas ofrecen tantas facilidades como obstáculos cara al desarrollo; incluso creemos que las ventajas superan a los inconvenientes; si el desarrollo no se ha producido, se ha debido a las específicas estructuras demográficas, económicas, sociales, políticas y territoriales creadas por las distintas coyunturas históricas. El desarrollismo incontrolado de los años cuarenta a los setenta tampoco ha sido capaz de superarlas. IV.
Explosión demográfica y expansión económica: la consolidación del subdesarrollo
Parece contradictorio que durante una fase económica expansiva se produzca el subdesarrollo. No lo es, sin embargo, si se observa que las sociedades iberoamericanas se ven afectadas por un factor nuevo: la explosión demográfica, que es, en parte, consecuencia de la expansión económica, pues, como ha señalado Y. Lacoste, los intensos y rápidos intercambios establecidos entre los países industriales y los subdesarrollados obligaban a aquéllos, a fin de evitar los contagios, a introducir medidas sanitarias en éstos; medidas potenciadas, además, por organismos internacionales, como la OMS, por las mismas élites iberoamericanas y por el propio progreso económico general. Todo ello indujo un crecimiento inusitado de la población. Ante esta situación, los intentos de desarrollo mediante el cambio de las estructuras heredadas, a través de una acelerada industrialización y de unas reformas agrarias progresistas, no fueron suficientes. Faltó algo más, como por ejemplo una Administración saneada y eficiente, que, libre de presiones externas e internas en el manejo de unos recursos escasos, buscara satisfacer las necesidades prioritarias de sus administrados; faltaron igualmente unos recursos humanos más cualificados, que deberían haber conseguido esa cualificación precisamente a través de la acción de la Administración. 1.
EXPLOSIÓN DEMOGRÁFICA Y SUBDESARROLLO
El crecimiento de la población iberoamericana, motivado principalmente por la inmigración hasta la crisis del veintinueve, se debió al propio balance vegetativo a partir de ese año. Si ya a principios de siglo la diferencia entre nacimientos y muertes era considerable, el distanciamiento entre las curvas de natalidad y mortalidad a partir de 1940 se hizo tan grande que creó una situación socio-económica nueva. a)
Un crecimiento demográfico desbordante
Algunos datos pueden ser reveladores: la población iberoamericana, que en 1900 sumaba en torno a 61 millones, tardó 40 años en duplicarse, alcanzando los 126 en 1940, pero en los cuarenta años siguientes, entre 1940 y 1980, se triplicó, llegando en la actualidad a una cifra de 429 millones, que se situará en unos 537 a finales de siglo. Casos como el de Brasil, que en 1900 tenía menos población que España, hoy tiene casi cuatro veces más; México, que no alcanzaba más de los dos tercios de la población española, hoy la duplica; Colombia, que en 1900 sólo contaba con el equivalente de un 12 % de la población de España (= 2,2 millones), en la actualidad llega a un 80 % de la misma y la superará con toda José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES probabilidad antes de que acabe el siglo. Estos tres casos, junto con Argentina, representan a los países más populosos de Iberoamérica, aunque este último se mantiene en un crecimiento más moderado. Esos cuatro países disponen de grandes superficies territoriales, por lo que ninguno de ellos se distingue por una fuerte densidad global; ni éstos ni ningún otro del conjunto regional, excepto los del Caribe más El Salvador, superan la densidad de España (77 habs./km2), resultando una densidad media muy baja, que, sin embargo, encubre una distribución muy desigual de la población. En cualquier caso, Iberoamérica está muy poco poblada y, disponiendo de vastísimos territorios sin apenas ocupar, parece lógico que se intente colonizarlos y explotarlos. Para cuyo fin no es de extrañar que existan numerosos defensores de un crecimiento demográfico incontrolado. No obstante, este crecimiento, que ha movido a muchos gobiernos a establecer programas de colonización, como ha hecho Brasil en la Amazonia, Perú, Colombia y Venezuela en el sector occidental de la Amazonia y Orinoquia, o México en el noroeste del país, ha demostrado ser más fuerte de lo deseable, fracasando a menudo estos programas por no poder dotar a todos con suficiente medios técnicos y orientaciones culturales y comerciales. Un crecimiento demográfico que, en consecuencia, en vez de estimular, ahoga el desarrollo. Este crecimiento desbordante se fundamenta, ante todo, en la caída drástica de la mortalidad, tanto de la general como de la infantil, de tal manera que las sociedades iberoamericanas tienen las más bajas tasas de mortalidad de todo el planeta, siendo la mayoría de ellas inferiores al 10 ‰, umbral en el que se encuentran los países más populosos, como Brasil (8 ‰), México (6), Colombia (8) y Argentina (9), bajando algunos hasta el 5‰ , como Venezuela, Costa Rica y Panamá. Estos índices quedan por debajo de los que son propios de los países europeos, que normalmente oscilan entre el 10 y el 12 ‰, si bien España, con un 8 ‰, debido a su estructura demográfica joven, está más cerca de los índices de aquéllos. Ciertamente, es también la juventud de la población la que favorece la consecución de esas tasas de mortalidad tan bajas entre las sociedades de Iberoamérica; pero el mantenimiento de esa estructura joven se debe a los aportes que se hacen por la base, es decir, a la natalidad desbordante. Una natalidad muy fuerte que, aunque baje lentamente, se mantiene en nivelas tradicionales, en torno a un 30 ‰, con lo que la diferencia entre nacimientos y defunciones arroja un saldo de crecimiento demográfico anual de un 2,2 %; un saldo capaz de duplicar la población actual en un lapso de 32 años; un saldo que se ha de mantener a medio plazo, puesto que las políticas de control de natalidad no han prendido aún con fuerza. De hecho, la descendencia final por mujer, de 3,7 hijos, no es de tipo tradicional (= 6 a 8 hijos) ni moderno (= 2). Pero incluso cuando descienda el número de nacimientos, persistirá el elevado crecimiento vegetativo, pues a pesar de qué la mortalidad infantil ha caído enormemente hasta un 57 ‰ de media, aún ha de llegar, a niveles inferiores al 20‰, manteniendo, en consecuencia, la distancia entre nacimientos y defunciones. Hasta ahora, sólo Cuba, Costa Rica, Jamaica, Puerto Rico y Chile han conseguido esa reducción; el resto permanece en los umbrales señalados o superiores. Cuadro IX. 2. Indicadores socio-económicos de los conjuntos regionales iberoamericanos América Central continental 2.493.875 111 44,51 32 7 2,5 142,8
Caribe 238.52 4 33 138,35 26 8 1,8 38
53 43/4 66 4,3 46/40 63 14,6 2.952 1.318 1.593
60 33/7 68 3,2 —/— 54 17,6 2.173 1.229 1.819
2
Superficie en km
Población (en millones) (a) Densidad hab/Km2 Natalidad (por mil) Mortalidad (por mil) Crecimiento vegetativo (%) Población año 2000 (millones) Mortalidad infantil (por mil) <15/> = 65 años (%) Esperanza de vida al nacer (años) Descendencia final (n.° hijos) % muj. cas. que usan contracep. Tot/Moder Población urbana (%) Tasa de analfabetismo (%). 1985 (b) Kcalorías por persona y día Personas por médico PNB per cápita 1988 ($)
América del Sur tropical
América del Sur templada
TOTAL IBEROAMÉRICA
ESPAÑA
14.105.273 237,8 16,86 30 8 2,2 300
3.700.049 47,6 12,86 23 8 1,5 55
20.537.721 429 20,88 29 8 2,2 537
504.750 39,0 77,27 12 8 0,4 40,7
63 37/4 65 3,7 59/48 69 19,4 2.456 1.052 1.924
31 31/8 70 3 —/— 84 5,3 2.995 464 2.249
57 38/5 66 3,7 54/45 68 16,7 2.646 976 1.868
9 23/12 76 1.7 59/38 (*)91 5,6 3.365 . 320 7.740
N.B.: Véase en el Apéndice final las notas y los países que integran cada conjunto. Fuente: Population Reference Bureau 1988, Banco Mundial 1990, Unctad 1988, Calendario Atlante de Agostini 1990 y Fao 1988. (Véase notas sobre fuentes en el apéndice final.) Este cuadro general debe ser matizado, sin embargo, pues existen acusadas diferencias entre países. El grupo más llamativo es el de la América templada: Uruguay, Argentina y Chile. Ya vimos cómo estas José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES tierras recibieron durante la segunda mitad del siglo pasado elevados contingentes de europeos, que traían ya una cierta mentalidad restrictiva, sobre todo en los casos de Uruguay y Argentina. Ello, unido a unas coyunturas económicas específicas, favoreció un comportamiento demográfico cercano al europeo, contando en la actualidad con una natalidad moderada-baja (23 ‰) y una mortalidad baja (8 a 10 ‰), si bien algunos colectivos chilenos (indios y mestizos) conservan comportamientos propios de Iberoamérica. Otro de los casos llamativos es el cubano. Cuba, merced a una política demográfica restrictiva, ha conseguido bajar la natalidad hasta niveles de en torno al 15 ‰, en tanto que la mortalidad ha descendido hasta un 6 ‰, debido a la generalización de la asistencia sanitaria; fruto de la cual, también la mortalidad infantil ha caído hasta cotas del 14 ‰. Análogos resultados se han conseguido en Puerto Rico, aunque aquí en función de las ayudas y prestaciones masivas de Estados Unidos a esta isla, que, políticamente, es un estado asociado a la Federación. b)
La resultante: frenos al desarrollo y éxodo campesino
Independientemente de que los gobiernos, la Iglesia y los ciudadanos iberoamericanos discutan sobre la inoportunidad o conveniencia de una planificación familiar, lo cierto es que el acelerado ritmo de crecimiento demográfico, más por el carácter de acelerado que por el crecimiento en sí mismo, trae consecuencias socio-económicas negativas. El rejuvenecimiento de la población es la primera de ellas, puesto que casi las dos quintas partes de la población son menores de 15 años. En principio, estos hechos no son perjudiciales, pero exigen unas fuertes inversiones demográficas e implican unas elevadas tasas de dependencia. Así, mientras la población económicamente activa oscila en torno al 35 % en Iberoamérica, en los países desarrollados se sitúa en el 48 % de la total. Igualmente, se agravan las dificultades para atender satisfactoriamente a una creciente y abultada masa escolar. De ahí que, a pesar de los avances en la alfabetización, todavía quede mucho camino por recorrer en este sentido y países como Brasil cuenten aún con más de una quinta parte de población analfabeta; otros, como Honduras o Guatemala, con más de dos quintas partes, y el país más atrasado, Haití supera el 60 % de analfabetismo. Por el contrario, Argentina, Uruguay, Chile, Costa Rica y México no llegan, al 10 %, en tanto que Cuba ha conseguido los progresos más espectaculares, rebajando el analfabetismo a un 2,2 %, tasa inferior a la española. Uno de los efectos clave de la explosión demográfica ha sido aumentar la presión sobre la tierra y disminuir las oportunidades para la población rural. En efecto, ante el rápido crecimiento de la población agraria y ante las dificultades de roturar nuevos terrenos, dada la desequilibrada estructura de la propiedad, el éxodo rural se ha convertido en ley, dando lugar a que la población de las ciudades de más de 20.000 habitantes pasase de un 21 a un 35 % del total entre 1950 y 1970 y que continuase la explosión urbana posteriormente. A pesar de lo Cual, todavía existe un sector rural que acoge a un tercio de la población en núcleos menores de 2.000 habitantes; un sector que no pierde peso en términos absolutos, dado qué se renueva constantemente, merced a las enormes tasas de natalidad. El éxodo rural supone un fenómeno totalmente generalizado, que afecta tanto a las ciudades medias y grandes, las cuales atraen a los campesinos de su entorno, como a las grandes metrópolis, que ejercen su influencia sobre todo el territorio nacional. Y es que la ciudad, por escasos atractivos que tenga, siempre ofrece mayores oportunidades de empleo y mayor nivel de servicios que el medio rural. El éxodo campesino, en consecuencia, responsable de aproximadamente un 50 % del crecimiento urbano, contribuye a potenciar el caos urbanístico, al tiempo que, al dirigirse preferentemente a las actuales metrópolis nacionales o regionales, favorece la consolidación de una red urbana desequilibrada, con muy pocas y grandes ciudades. Éstas necesitarían ser complementadas con nuevos núcleos urbanos o polos de desarrollo, que permitieran integrar a todo el territorio nacional en un amplio sistema de relaciones espaciales (véase fig. 9.6). El crecimiento demográfico desbordante, con sus aspectos negativos y con otros positivos, como es el aumento de los recursos humanos y la configuración de un vasto mercado de consumidores que potencia las economías de escala, sigue su ritmo, con muy poca intervención de los poderes públicos, los cuales sí han intervenido decisivamente en los campos industrial y agrario. 2. LOS INTENTOS DE CORRECCIÓN DE LAS ESTRUCTURAS HEREDADAS EN EL CAMPO: REFORMAS AGRARIAS, REVOLUCIÓN VERDE Y MOVIMIENTO COLONIZADOR El enorme crecimiento demográfico provocó agudas tensiones tanto en los medios rurales como en los urbanos. Allí donde la presión sobre la tierra era mayor, en función de una elevada densidad agraria, las tensiones se despertaron más pronto, como sucedió en México, que inició su madrugadora reforma José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES agraria ya en 1915. En el resto de los países no se abordó hasta pasada la primera mitad del siglo, cuando la presión sobre la tierra se hizo muy aguda. Pero las reformas emprendidas, si no fracasaron, tampoco solucionaron los problemas de los campesinos, con lo que la emigración del campo a la ciudad se extendió con fuerza, tanto más cuanto que el crecimiento urbano inducido por la industrialización experimentada entre 1940 y 1970 aumentó las oportunidades de empleo en los medios urbanos, con lo cual, las ciudades, a pesar de sus inmensos problemas se convirtieron en un foco de incesante atracción. a)
El fracaso de las reformas agrarias
Se ha dicho, con razón, que Iberoamérica es el laboratorio de la reforma agraria. En efecto, allí se han puesto en marcha reformas como la mexicana, tan dilatada en el tiempo, la boliviana o peruana, con sus ambivalencias, la cubana, un tipo de reforma socialista de mayor trascendencia que las demás, y hasta una serie de tímidos intentos de reforma, de los que cabría cuestionar su carácter de tal. En líneas generales, las reformas agrarias surgen como una respuesta de los gobiernos a las tensiones que sé desarrollan entre los hacendados (fazendeiros en Brasil) y los campesinos minifundistas o las comunidades indígenas; no suelen producirse, por lo tanto, en las áreas de plantación, pues este tipo de explotaciones se asienta generalmente sobre tierras nuevas, con bajas densidades demográficas. Así, los focos de mayores tensiones se localizan en el altiplano mexicano, en el nordeste brasileño y en las tierras altas y valles interiores andinos. El proceso de concentración de la propiedad había alcanzado sus máximas cotas en México, donde en 1910, antes de iniciarse la reforma, el 1 % de la población poseía el 91 % de La tierra, en tanto que el 96 % de la población no poseía más que el 1 % de las tierras (Furtado, C, 1973, 259). Aunque este desequilibrio extremo no se alcanzó en otros países, la estructura resultaba igualmente aberrante. Así, a mediados del siglo actual, antes del empuje reformista, el 8,1 % de los propietarios bolivianos poseía el 95 % de las tierras agrícolas; el 6,9 % de las explotaciones chilenas controlaba el 81,3 % de la superficie agropecuaria nacional; el 1,5 % de las venezolanas, el 78,7 % de la superficie; en Colombia el 1,3 % ostentaba el 49,5 % de la tierra; en Ecuador el 0,4 % el 45,1 % de la tierra, y en Perú, todavía en 1969, el 0,4 % de las fincas de más de 500 ha controlaba el 76 % del área censada. En Bolivia, Perú y Chile había estancias ganaderas que superaban el millón de hectáreas; en Colombia se contabilizaban doce propiedades de más de 100.000 ha cada una, además de los hatos ganaderos... (Cunill, P., 1981, 147-148). En este caldo de cultivo no era de extrañar que prendieran con fuerza las reivindicaciones agrarias. En primer lugar, en México, dónde la ley de 1915 sirvió de base a los artículos de la constitución de 1917, que decretaban la nacionalización del derecho de la tierra; triunfaban de esta manera las reivindicaciones de los líderes revolucionarios Emiliano Zapata y Pancho Villa, que fueron asesinados pocos años después. No obstante, la reforma agraria, si bien dependiendo de la voluntad de cada presidente, se llevó a cabo, aunque muy despacio hasta la presidencia de Cárdenas (1934-1940), durante la cual el número de «ejidos» pasó de 4.000 a 14.600, el de adjudicatarios de 780.000 a casi 1.600.000 y la superficie distribuida de 7,7 a más de 25 millones de ha (Le Coz, J., 1976, 155), continuando a ritmo más lento entre 1940 y 1958 (12 millones de ha distribuidas) y relanzándose entre 1958 y 1970, lapso en el que se entregaron otros 32 millones de hectáreas. Con López Portillo (1976- 1982) se distribuyeron otros 15 millones de ha, principalmente en el norte subárido. A pesar de estas distribuciones, no ha desaparecido la gran propiedad, pues una cláusula añadida a la Constitución de 1917 permitía al gobierno adjudicar grandes lotes de propiedad privada a particulares cuando fuese conveniente. La célula básica de la reforma agraria mexicana la constituye, pues, el ejido, un terreno colectivo que la comunidad campesina recibe del gobierno para que, sin venderlo ni arrendarlo, lo distribuya entre los miembros de la comunidad y lo usufructúen individualmente, aunque también puede explotarse colectivamente. Este sistema consiguió un logro social fundamental: la disminución del número de haciendas y el aumento de campesinos con tierra, pero con explotaciones demasiado pequeñas. La pequeñez de las explotaciones se mantuvo en los nuevos ejidos creados entre 1940 y 1970, y en los posteriores, creados en las áreas de regadío del norte del país. A pesar de todo, el sistema ejidal ha logrado mitigar los graves desequilibrios de la estructura de la propiedad de la tierra, la cual, sin embargo, muestra en la actualidad una tendencia a agravarse, por el aumento del número de las grandes explotaciones ganaderas, así como del de braceros sin tierra, que ya superan al número de ejidatarios. México es el país de Iberoamérica donde la reforma agraria, aparte el caso cubano, ha adquirido más eficacia. Entre los restantes «prácticamente todos han promulgado una ley de reforma agraria o los más resistentes, como Brasil o Paraguay, un estatuto agrario o incluso un código agrario, como Panamá. Otros países, como Haití, El Salvador, Argentina y Uruguay, no han promulgado ningún tipo de reforma agraria, aunque han creado algunas instituciones u oficinas de colonización agraria o incluso de reforma agraria, como en Montevideo, encargadas de comprar las grandes extensiones abandonadas. Sin embargo, las reformas de estructuras propiamente dichas, que rebajan notablemente la relación numérica entre José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES pequeñas y grandes explotaciones son escasas y, sobre todo, la aplicación de leyes draconianas suele ser limitada en el espacio, desfasada en el tiempo e incluso frenada al no respetarse lo estipulado...» (Collin Delavaud, C, 1973, 107). Con posterioridad a la fecha analizada por este autor, El Salvador promulgó su reforma agraria (Ley Básica de Reforma Agraria, de 5 de marzo de 1980), pero con muy poca efectividad. Como resultado de estos hechos y de la creciente presión sobre la tierra, las reformas agrarias no han hecho más que suavizar las tensiones y retrasar los problemas y en algunos países se ha producido una clara contrarreforma agraria, como en Colombia, al decir de R. Dumont, donde el INCORA (Instituto de Colonización y Reforma Agraria) se ha orientado más a la colonización que a la reforma, no habiendo expropiado más que el 1 % de las tierras-agrícolas del país. «A finales de 1980 el censo agrario mostraba que la concentración de la tierra, en vez de haber disminuido, había aumentado. Se habla de reforma agraria y se facilita un proceso de tipo junker (paso directo del dominio feudal al capitalismo») (Dumont, R., 1981, 122). Una contrarreforma que ha sido mucho más clara en el caso chileno, en el que el régimen del general Pinochet devolvió a sus antiguos propietarios una gran parte de las tierras que les habían sido expropiadas desde 1965. En el caso de Colombia, no obstante, se intentó aplicar una nueva reforma agraria, surgida al calor del acuerdo del cese el fuego alcanzado en 1984 entre el presidente Betancur y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Virgilio Barco, sucesor de aquél, promulgó finalmente una ley en 1986, que sólo fue aplicada en algunas regiones del país, con lo que no se han aminorado los graves desequilibrios en la propiedad agraria, que en 1984 suponían que un 62,4 % de los propietarios no disponía más que de un 5,1 % de la tierra, mientras un 1,4 % controlaba un31% (Gross, C, 1987). Las reformas agrarias más destacables, amén de las citadas, son las de Bolivia, Perú y Cuba. En Bolivia la ley de 1953 permitió distribuir 8,4 millones de hectáreas entre 197.000 familias, erradicando el latifundio de las regiones del altiplano y los valles. En cambio, en la actualidad y contra la legislación vigente, se están creando nuevas explotaciones latifundistas en tierras recientemente roturadas de las regiones orientales. En Perú la Ley de Reforma Agraria de 1964 y la Nueva Ley de 1969 tenían un carácter bastante radical y, sobre todo, favorecieron la creación de cooperativas agrarias, que fueron una de las notas distintivas de la reforma peruana. Estas cooperativas han tenido éxito en las plantaciones de la costa, pero parece que encuentran dificultades en los antiguos latifundios de las sierras. En cualquier caso, la reforma ha afectado a un 47 % de la tierra' agrícola del país. En Cuba se ha llevado a cabo una reforma agraria socialista, que tiene poco que ver con las reformas liberales precedentes. Pasando por un primer estadio cooperativista, se crearon a partir de 1963 las granjas del Estado, de una dimensión media de 8.000 a 10.000 ha, que son la base de la producción y comercialización de los productos y que representan una célula fundamental de organización, con funciones de producción, transformación y comercialización análogas a las de los sovjoses soviéticos. En conjunto, se pueden agrupar los distintos países en las siguientes categorías: los que apenas han cambiado la situación, como Argentina, Paraguay y Uruguay, algunos de América central y Santo Domingo. Un segundo grupo de países que se han orientado hacia la colonización y promoción agrarias, en vez de a una verdadera reforma, tales como Venezuela, Colombia, Brasil, Ecuador y algunos otros de América central. Un tercer grupo, representado por México y Bolivia, cuya reforma es fruto de una revolución pero interrumpida. Perú, con una reforma avanzada, aunque problemática; Chile, con una contrarreforma; Cuba, con reforma socialista integral, y Nicaragua, donde, al amparo del decreto de julio de 1979, se expropiaron 1,2 millones de hectáreas, que fueron convertidas en tierras públicas (Área de Propiedad del Pueblo), siendo una parte administrada por el Estado y otra entregada a cooperativas formadas por antiguos agricultores sin tierra. En julio de 1981 se promulgó la Ley de Reforma Agraria, pero lo más probable es que la nueva etapa política congele y revise las actuaciones precedentes. Estas reformas agrarias, según Collin Delavaud, no han sido suficientes; la explosión demográfica ha originado el minifundio, la proletarización y el paro entre los pequeños campesinos. Y, aunque el latifundio esté a punto de ser eliminado, al orientarse hacia una producción intensiva de exportación, se ha roto el equilibrio rural tradicional, basado en un sector de exportación y otro de autoconsumo nacional; todo ello, agravado por la mayor dependencia del exterior en cuanto a precios, financiación y comercialización. Y si las reformas agrarias no han dado solución a los problemas del campo, los distintos gobiernos han buscado la respuesta en la tecnificación y modernización agrarias, y en la colonización de nuevos espacios, potenciando aquélla entre las grandes explotaciones y pretendiendo convertir ésta en la alternativa de la reforma agraria. b)
El valor de la modernización agraria y del movimiento colonizador
Mientras la revolución verde en Asia ha tenido un eco extraordinario entre el campesinado, en Iberoamérica ha adquirido mayor importancia entre los empresarios agrarios, quienes han llevado a cabo un extenso programa de modernización, que, por una parte, ha logrado superar el atraso tradicional y José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES extender la tecnificación a vastos territorios, pero, por otra, ha provocado un grave desempleo, que ha movido a los gobiernos a, poner en marcha programas de colonización para el creciente número de campesinos sin tierra. De ahí que el proceso de modernización haya acentuado más el dualismo de las estructuras iberoamericanas, tanto en México como en Colombia, Brasil, Chile, etc., de modo que ni han desaparecido los campesinos minifundistas, por una parte, ni tampoco los propietarios latifundistas, aunque éstos se hayan convertido a menudo en terratenientes, que arriendan toda o parte de su propiedad, o en empresarios agrarios, que invierten en mejoras técnicas, en medios de producción e insumos, a fin de conseguir mayores producciones, generalmente orientadas a la exportación. Estos contrastes obedecen, lógicamente, a la falta de capitales en el primer caso y a su disponibilidad en el segundo. No se explicaría, si no, que el 88 % de los .productores agrarios mexicanos, por ejemplo, practiquen una agricultura de subsistencia (según CEPAL, 1982), sobre una explotación media de 5,3 ha, frente a los 98,1 ha correspondientes al 2 % de los productores empresarios (Volke, V., y Sepúlveda, L, 1987, 12-13). La modernización agraria o, si se quiere, la revolución verde, ha afectado principalmente a los grandes agricultores, muchos de los cuales han encontrado sustanciales beneficios económicos en las nuevas condiciones de producción (mecanización, uso de VAR, fertilizantes, pesticidas y riego), aunque también se ha extendido entre las explotaciones familiares grandes y medias, algunas de las cuales se han endeudado peligrosamente para adquirir los insumos necesarios, mientras ha tenido poco eco entre los agricultores de subsistencia, que no cuentan con capacidad financiera suficiente para adquirir los nuevos medios e insumos, por lo que muchos de ellos han acabado emigrando a la ciudad, como respuesta a la creciente presión sobre la tierra. Es éste un problema que llama poderosamente la atención, dada la existencia de grandes extensiones de terreno sin cultivar, pues, en conjunto, en Iberoamérica no se labra más que un 8,8 % de la superficie total. Ha sido precisamente la disponibilidad de tan vastos territorios lo que ha movido a numerosos gobiernos, y especialmente al brasileño, a lanzar programas de colonización agraria, a fin de reducir la presión sobre la tierra. Es así como se firmó en 1978 el «Pacto Amazónico» entre los gobiernos de Brasil, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, con el objetivo de conseguir un desarrollo integrado de la cuenca amazónica, que ocupa unos 5,6 millones de km 2. Brasil, que había comenzado ya la colonización de la gran cuenca mediante la construcción de las carreteras transamazónicas (N y S), pretendía evitar el recelo de sus vecinos y potenciar las actividades económicas (minas, industrias químicas, papeleras...), además de las agrarias. Como destaca Collin, J Delavaud (1986, 49), los vastos programas de desarrollo han tenido muy distintos resultados, pues mientras en Brasil se orientaron preferentemente hacia la expansión minera e industrial, en Perú, Colombia o Bolivia sirvieron de base a una actividad agraria desarrollada a partir de los ejes fluviales y de las nuevas carreteras, que en el caso de Colombia favorecieron la expansión del cultivo de la coca; pero también en el estado brasileño de Rondonia se asentaron nuevos colonos, provenientes del sur o de otras regiones del país. El movimiento colonizador ha constituido, de hecho, una respuesta común entre los gobiernos de los grandes países iberoamericanos; una respuesta con resultados ambivalentes, pues, por una parte, no ha resuelto los problemas de falta de tierras de la gran masa de campesinos y, por otra, ha contribuido a la progresiva e incontrolada deforestación del bosque tropical húmedo, que ha retrocedido enormemente en toda América. Según la FAO, en la primera mitad de los años ochenta se habría reducido el bosque de todas las especies latifolias a un ritmo de unos 3,2 millones de ha/año en Iberoamérica (FAO, 1987, 10). En el estado de Rondonia, con una extensión del orden de la mitad de España, no se había deforestado más que un 3 % de su superficie en 1980, pero llegaba a un 17 % en 1988 y parece ser que el asfaltado de la carretera de Guiaba a Porto Velho ha supuesto una multiplicación de los incendios forestales destinados a la roturación del bosque para su puesta en cultivo (Kinley, D., 1989, 20). No obstante, los frentes pioneros, que han provocado un serio retroceso del bosque, no han logrado un alivio de la presión sobre la tierra en las áreas más pobladas, pues, como apunta Théry, entre 1970 y 1980 no se instalaron más que medio millón de colonos en toda la Amazonia brasileña, mientras que, por el contrario, el estado de Sao Paulo recibió dos millones de emigrantes en esas fechas; lo que demuestra la gran presión demográfica en el campo, por una parte, y el mayor atractivo de la ciudad que los frentes pioneros, por otra (Théry, H., 1990, 12). Unos frentes que, debido a las inmensas distancias, falta de infraestructuras adecuadas, de recursos financieros, de mercados..., acaban obligando a los campesinos a practicar una agricultura de subsistencia, basada principalmente en el maíz, arroz, mandioca y caña de azúcar..., lo que ha provocado el abandono de muchos programas de desarrollo en la Amazonia y en las sabanas del interior. No obstante, si la colonización de nuevos espacios no fue capaz de dar una respuesta válida a los problemas del campo, más llamativo y doloroso fue el estancamiento industrial. 3.
EL SIGNIFICADO DE LA INDUSTRIALIZACIÓN IBEROAMERICANA: EL FRACASO DE UN MODELO
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES El colapso de los intercambios comerciales provocado por la I Guerra Mundial, la crisis del veintinueve y la II Guerra Mundial trajo consigo una considerable pérdida de divisas para los países exportadores de materias primas minerales o agrarias; así, sólo entre 1930 y 1934 los países iberoamericanos tuvieron una caída de un 30 % de las divisas ingresadas por exportaciones. Ello, unido al firme crecimiento de la población global y, especialmente, al de algunas grandes ciudades, además de a las dificultades de abastecimiento surgidas en §1 mercado exterior,, motivó que la burguesía nacional invirtiera sus capitales en industrias de bienes de consumo, bien fuesen alimentarias, textiles u otras de baja intensidad de capital. Estas industrias, en efecto, se presentaban como un medio más seguro de rentabilizar las inversiones que las fluctuantes exportaciones de minerales y productos agrarios. En principio, se localizaron en las áreas que ofrecían los mercados más amplios, seguros y rentables, o sea, en las grandes ciudades, aunque se extendieron posteriormente por las regiones de mayor potencial demográfico, ubicándose en las metrópolis regionales. El proceso se vio estimulado por la política gubernamental, tendente a sacar a sus respectivos países del atraso industrial en el que se encontraban ya proteger a las nuevas industrias de la competencia extranjera mediante aranceles elevados. Ello atrajo a nuevos capitales exteriores, que se invirtieron en los territorios nacionales para asegurarse el control de este mercado en expansión. Fueron principalmente capitales norteamericanos, que, ante las dificultades surgidas en Europa como consecuencia de las dos guerras mundiales, tomaron el relevo de los ingleses, si bien, una vez superada la crisis en Europa, acudieron numerosas firmas europeas a invertir en territorio iberoamericano. Como resultado, se produce un rápido crecimiento industrial, según se aprecia en los datos del cuadro IX.3, en los que también se observa la caída del empleo industrial durante la última década. El proceso arranca, pues, de una tímida inversión de capitales nacionales privados y se acelera desde el momento en que los gobiernos conceden estímulos tales como subvenciones al transporte, créditos a bajo interés, exenciones fiscales..., interviniendo, al mismo tiempo, de una manera directa en la construcción de industrias básicas. Es así como surgen las más importantes siderurgias iberoamericanas, que comienzan a operar entre los años 1942 y 1962: en 1942 se instaló en Monterrey (México) un alto horno mayor que el existente precedentemente, y dos años más tarde comenzó a funcionar la siderurgia integral de la Monclova; otras siderurgias integrales sucedieron a las mexicanas, como la de Volta Redonda en Brasil (1946), la de Huachipato en Chile (1950), la de Paz del Río en Colombia (1954), la de Chimbote en Perú, la de San Nicolás en Argentina (1960), cuyo proyecto inicial data de 1947, y la de Ciudad Guayana en Venezuela (1962). Nuevas siderurgias integrales fueron construidas en Brasil durante los años cincuenta y sesenta, ya con capital extranjero, ante la creciente demanda de un mercado en auge. Cuadro IX.3.
Producto industrial y población activa empleada en la industria (incluye productos manufacturados y mineros)
% del producto industrial sobre el % población activa producto interior bruto en la industria 1929 1957 1965 1988 1981 1987 Argentina 22,8 32,4 42(33) 44(31) 30 28,0 Bolivia 31(15) 27(17) 25 24,0 — — Brasil 11,7 23,1 33(26) 43(29) 27 23,6 Chile 7,9 19,7 40(24) 27 23,4(15,2) — Colombia 6,2 16,2 27(19) 34(20) 23 27,4(20,8) Cuba 27 27,0 — — — — Ecuador 22(18) 17(—) 23 17,0 — — México 27(20) 35(26) 28 20,5(11,7) — — Paraguay 19(16) '25(17) 15 19,1(12) — — Perú 30(17) 36(24) 30 16,2(10,5) — — Venezuela 40(—) 36(22) 30 28,4(17) — — IBEROAMÉRICA 33(23) 39(27) — — — — Fuente: Celso Furtado (1973) para 1959 y 1957; Banco Mundial (1990), para el P1B de 1965 y 1988, donde los datos entre paréntesis corresponden al valor del sector manufacturero exclusivamente, sin minas ni construcción. La población activa industrial procede de la OIT: Anuario de Estadísticas del Trabajo 1988, excepto para Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador y Perú, cuyos datos proceden de ATLASECO 1987. El guión (—) indica falta de datos. La década de los ochenta ha conocido un gran impulso, en contra de lo sucedido a nivel mundial, sobre todo porque Brasil ha continuado con su política siderúrgica expansiva, con las grandes plantas de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Volta Redonda (Río de Janeiro), Usiminas (Minas Gerais) y Cosipa (Sao Paulo). Sin embargo, a pesar de que últimamente ha logrado exportar más de un millón de Tm de acero al año a Japón, el endeudamiento del holding Siderbras es preocupante. Las siderurgias, no obstante, no representan, salvo en el caso brasileño y el mexicano, un gran paso hacia la industrialización; entre otras razones, porque sus producciones son muy pequeñas y, además, no cubren la demanda de determinados perfiles y aceros especiales (véase producción de acero en cuadro IX.4). Brasil, con una producción próxima al doble de la española, y México, con 7,4 millones de Tm, representan los casos más significativos, pues la producción conjunta de los países iberoamericanos sólo supera un poco al triple de la de España) (cuadro IX.4). También en los años cincuenta, mientras se construían las plantas siderúrgicas y lo gobiernos invertían en infraestructuras imprescindibles para el desarrollo industrial, las grandes firmas multinacionales se sintieron atraídas por el mercado iberoamericano, de manera que, continuando con la política gubernamental de sustituir las importaciones, se orientaron sobre todo a la producción de bienes de consumo duraderos, principalmente automóviles. Así, si la primera en instalarse en Brasil fue la Volkswagen, que lo hizo en 1949, ya a finales de la década de los cincuenta operaban 11 firmas automovilísticas y entre ellas la Ford, la General Motors, la Mercedes Benz y la Toyota; todas, evidentemente, en la región de Sao Paulo; de este modo, ya en 1970 el 80 % de los vehículos que circulaban por las carreteras brasileñas habían sido montados en el propio Brasil.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
Cuadro IX. 4. Producciones mineras e industriales significativas (1981 y 1987) Petróleo
Argentina Bolivia Brasil Chile Colombia Cuba Ecuador México Perú Uruguay Venezuela
Producción (000 Tm) 1981 1987 25.500 21.443 900 800 10.858 29.548 1.800 1.713 6.950 20.240 60 1.000 10.680 8.871 118.500 145.351 9.400 8.413 — — 111.600 93.320
Capacidad Mineral de de refino, hierro 000 Tm 000 Tm de Fe Hulla Cemento (% mundo) contenido (000 Tm) (000 Tm) 1987 1981 1987 1981 1987 1981 1987 34.500 (0,9) 492 1.065 d 6.912 5.555d — — 2.350 (—) — — — — — — 70.350(1,9) 60.500 a 92.900 5.244 a 6.685 25.825 25.500 7.050 (0,2) 5.100 3.770 839 1.252 — 1.502 11.300(0,3) 220 4.000 a 14.594 4.465 5.916 d — 7.020(0,2) 3.290 3.535 — — — — 6.100(0,2) — — — — — — 67.200(1,8) 5.184 4.560 6.756 a 4.300 17.844 22.030 9.500 (0,2) 2.179 c 3.250 — — 2.058 b — 2.340 (—) 674 b 306 — — — — 61.100(1,7) 10.383 11.000 — — 3.426 b —
Vehículos automóviles Acero bruto (000 unidades) (000)Tm 1981 1987 1981 1987 172,4 193,3 2.353 3.632 — — — — 760,0 875,1 13.252 22.234 657 715 — — 204 350 — — — — — — — — — — 529,1 260,0 d 7.512 7.432 375 359 — — — — — — — — 2.055 3.733
Hilados de algodón y lama, y textiles sintéticos. (000 Tm) 1987 169.8 — 362,5 12,4 49,4 36,6 — 351,2 47,5 — 25,7
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES España
1.226
1.640 63.400 (1,7)
4.200
2.250 14.266 19.335
28.751 22.983 988,6 1.705,0 12.907 11.701
Nota: a: 1980; b: 1978; c: 1979; d: 1986. Las cantidades de textiles sintéticos no siempre corresponden a 1987, sino al último año disponible. Fuente, Images Économiques du Monde 1982 y 1988.
Sin embargo, la crisis de los ochenta ha provocado un estancamiento de la industria automovilística, con la excepción de este último país, en el que, no obstante, la filial brasileña de Volkswagen ha llegado a un acuerdo con la filial argentina de Ford para fusionarse en una única empresa, Autolatina, que tendrá cadenas y modelos comunes en ambos países, dentro de una estrategia de racionalización del proceso productivo por parte de las empresas multinacionales (Images Economiques du Monde 1988, 121). El capital multinacional, por lo tanto, acudió masivamente y, al orientarse ahora hacia las industrias de manufacturas, relegando las extractivas y agroexportadoras tradicionales, prestó un nuevo carácter a la industrialización iberoamericana, sobre todo en los tres países que ofrecían mejores condiciones (mercado amplio, relativamente buenas infraestructuras, trato favorable frente a la repatriación del capital...) para su asentamiento: Argentina, Brasil y México. Ya a principios de los años setenta la inversión norteamericana en estos tres países fue dirigida, en un 75 %, a las industrias manufactureras. El caso mexicano ejemplifica nítidamente este desplazamiento, pues si en 1940 sólo un 7 % de la inversión extranjera directa se destinaba a la industria manufacturera, ya en 1970 esa parte ascendía a un 70 % (Martins, L., 1981, 9). Los sectores que reciben especial atención, además del automóvil, son el químico, farmacéutico, electrodomésticos... Dentro de este avance industrial hay que considerar el nuevo paso dado en los países de vanguardia, sobre todo en Brasil y secundariamente en Argentina y México. Aquél ha superado la fase de sustitución de importaciones para entrar en una industrialización general, en la cual ya no se importan los bienes de equipo (material de transporte, maquinaria pesada, máquinas-herramienta, calderería...), como en la fase precedente, sino que se fabrican en el propio territorio nacional, además de iniciar la exportación de productos industriales manufacturados. Argentina sigue a Brasil en esta diversificación industrial, que también ha afectado a México; el resto de los países aún están lejos de llevar a cabo esa diversificación que les permita fabricar sus propios bienes de equipo. Es más, la mayor parte de ellos continúa manteniendo unos niveles bajísimos de industrialización, pues una parte fundamental de su producción proviene de industrias extractivas (petróleo, mineral de hierro u otros). Así, exceptuando Argentina y Brasil, aproximadamente la mitad del producto industrial proviene de ese tipo de industrias, y en Venezuela y México incluso las dos terceras partes, como se aprecia en la propia estructura del comercio internacional, en la que, a pesar de la industrialización, los países iberoamericanos continúan siendo exportadores casi exclusivos de materias primas minerales o agrarias, que suponen casi los dos tercios del total, aunque estadísticamente aparezcan porcentajes importantes de manufacturas, dado que se incluyen en éstas las materias primas que experimentan una mínima transformación (véase cuadro IX.5). Este proceso de industrialización, que aparentemente no ofrecía más que ventajas y que ha convertido a Brasil en la octava potencia industrial del mundo, ha acarreado graves inconvenientes. En primer lugar, por su concentración espacial; en segundo lugar, por la profunda dependencia tecnológica y financiera; finalmente, por el paro y los problemas Sociales ocasionados. Respecto al primer punto, ha seguido el proceso de crecimiento acumulativo y circular, es decir, que puesto que las grandes ciudades ofrecían las mejores condiciones a la inversión (amplísimo mercado, relativamente buenas infraestructuras, mano de obra cualificada, posibilidad de influir en las decisiones políticas por ser sede del gobierno...), en función de las economías de aglomeración, los capitales extranjeros han localizado sus fábricas en ellas, por lo que se han agravado los desequilibrios espaciales y ha aumentado la falta de articulación regional en los territorios nacionales. Cuadro IX.5.
Argentina Bolivia Brasil Chile Colombia Costa Rica
Estructura^ valor del comercio exterior de mercancías y su relación con el PIB % del valor de las importaciones Otros productos Maquinaria y material Otras Alimentos Combustibles primarios de transporte manufacturas 1965 1988 1965 1988 1965 1988 1965 1988 1965 1988 6 4 10 8 21 1 25 43 38 38 19 15 1 3 3 3 35 52 42 27 20 14 21 28 9 7 22 25 28 26 20 2 6 6 10 2 35 46 30 44 8 9 1 4 10 7 45 37 35 43 9 5 5 12 2 2 29 28 54 52
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
489,6
ESPACIOS Y SOCIEDADES Ecuador El Salvador Guatemala Honduras Jamaica México Nicaragua Panamá
10 15 11 11 20 5 12 11
5 15 6 8 14 16 25 9
9 5 7 6 9 2 5 21
3 8 10 15 11 1 11 21
4 4 2 1 5 10 2 2
4 4 3 2 5 8 3 1
33 28 29 26 23 50 30 21
62 19 27 30 22 36 17 24
44 48 50 56 43 33 51 45
26 53 54 45 48 38 44 44
Paraguay Perú Uruguay Venezuela IBEROAMÉRICA España
24 17 7 12 12 19
15 19 9 11 12 11
14 3 17 1 9 10
18 1 13 0 9 11
4 5 16 5 8 16
8 4 8 3 6 9
31 41 24 44 34 27
35 44 34 40 35 38
28 34 36 39 36 28
25 33 36 45 38 30
Cuadro IX.5. (Continuación) % del valor de las exportaciones Otras manufacturas Combustibles, Minerales y metales
Otros productos primarios
Maquinaria y material de transporte
Total
Textiles y prendas de vestir
Comercio de mercancías 1908 en millones (=M)$yen% del PIB total del país Importaciones Exportaciones
1965 1988 1965 1988 1965 1988 1965 1988 1965 1988 M.$ M.$ % Argentina 1 5 93 70 1 5 5 20 0 3 5.324 6,7 9.134 Bolivia 92 89 3 8 0 1 4 2 0 1 700 16,2 541 Brasil 9 21 83 31 2 18 7 30 1 3 14.691 4,5 33.689 Chile 89 67 7 18 1 3 4 12. 0 0 4.833 21,9 7.052 Colombia 18 26 75 49 0 1 6 24 2 6 4.515 11,6 5.339 Costa Rica 0 1 84 59 1 7 15 33 3 1.409 30,3 1.270 — Ecuador 2 45 96 48 0 2 2 4 1 0 1.714 16,6 2.203 El Salvador 2 3 81 68 1 3 16 26 6 975 17,8 573 — Guatemala 0 3 86 59 1 3 13 35 4 1.548 19,1 1.074 — Honduras 7 10 89 79 0 0 4 11 1 940 24,4 919 — Jamaica 28 15 41 26 0 3 31 56 4 14 1.428 44,3 832 México 22 38 62 7 1 33 15 22 3 2 18.903 10,7 20.658 Nicaragua 4 2 90 89 0 0 6 9 1 — 791 24,7 236 Panamá 35 13 63 66 0 1 2 20 0 5 2.815 51,3 2.352 Paraguay 0 0 92 88 0 0 8 12 0 0 878 14,5 919 Perú 45 58 54 20 0 3 1 18 0 7 2.750 10,7 2.694 Uruguay 0 1 95 52 0 3 5 44 2 13 1.177 17,6 1.402 Venezuela 97 90 1 1 0 3 2 6 0 0 11.581 18,2 10.234 IBEROAMÉRICA 43 35 50 29 1 14 6 23 1 9,7 101.750 — 78.540 España 9 7 51 20 10 34 29 39 6 4 60.434 17,8 40.458 Nota: Cuando las cifras parciales no suman 100, suele obedecer a que alguna corresponde a años distintos de los que figuran en la columna. Faltan datos de Cuba, cuyas exportaciones se basan fundamentalmente en el azúcar (77,2 %), pesca y tabaco (3,8 %) y minerales (6,3 %), mientras las importaciones consisten en productos manufacturados (un 45 %), combustibles (33 %), minerales y metales (6 %) y productos alimentarios (15,5 %). Fuente: Banco Mundial: Informe sobre el Desarrollo Mundial 1990. Cuadros 15 y 16 del Apéndice estadístico.
El Gran México, por ejemplo, concentra más de la mitad de la población y del empleo industrial del país. El Gran São Paulo, que supera ya los 15 millones de habitantes, cuenta con más de un tercio del empleo industrial brasileño y el estado de São Paulo aporta más de la mitad del producto industrial del país. En los aspectos técnico y financiero se ha llegado a una gravísima dependencia, pues la industrialización a toda costa, desde los años cuarenta hasta los sesenta, exigió conceder subvenciones y créditos a bajo interés, construir o mejorar infraestructuras..., para lo que muchos gobiernos acudieron al crédito internacional; créditos que se fueron acumulando hasta los peligrosos niveles actuales (más de 410.000 millones a finales de 1988), de modo que el pago de los intereses de la deuda total a largo plazo José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
% 11,5 12,6 10,4 31,9 13,7 27,3 21,3 10,5 13,3 23,8 25,8 11,7 7,4 42.8 15,2 10,5 21,0 16,1 12,6 11,9
PIB 1988 Millones dólares 79.440 4.310 323.610 22.080 39.070 4.650 10.320 5.470 8.100 3.860 3.220 176.700 3.200 5.490 6.040 25.670 6.680 63.750 808.340 340.320
ESPACIOS Y SOCIEDADES absorbe hasta un 43,5 % de las exportaciones de bienes y servicios en México, un 42 % en Brasil y Colombia, un 39,7 % en Venezuela, un 36 % en Argentina..., y la deuda pública, por sí sola, absorbe un 28,1 % de dichas exportaciones en toda Iberoamérica, según el Banco Mundial. Y a esta dependencia financiera se suma la tecnológica, pues los pagos por licencias, asistencia técnica, ingeniería... elevan la salida de capitales al exterior. Dependencia tecnológica que se manifiesta igualmente en la importación de las piezas más delicadas de un proceso de fabricación; tal sucede con los automóviles para cubrirse así las multinacionales del riesgo de una eventual nacionalización. Finalmente, se ha dicho que la industrialización iberoamericana, de alta tecnología y dependiente de las firmas multinacionales, suponía la ruina de los sectores artesanales; aspecto que, sin embargo, es hoy muy matizado por los propios economistas de la CEPAL, quienes dan, para el período 1950-1980, un ritmo de crecimiento del empleo industrial de un 3,3 % anual, frente a un 4,3 % en los servicios y un 0,9 % en la agricultura; lo que se saldaría con una tasa de expansión del empleo total de 2,6 % anual medio, equivalente a la de la población; y añaden que «el desarrollo del sector industrial no trajo consigo la desaparición, al menos en el grado supuesto, de formas artesanales de producción, las cuales se mantuvieron sin establecer vínculos efectivos con las nuevas empresas. Al avanzar en complejidad la planta industrial, al amparo de políticas de sustitución de importaciones, la introducción de nuevas tecnologías se realizó sin vínculos de continuidad con la antigua, precipitando la desarticulación en el ámbito productivo y tecnológico» (CEPAL, 19886, 7). Hoy, cuando todo el mundo reconoce el fracaso de la industrialización iberoamericana, se concede más importancia a otros aspectos que al hipotético paro provocado en el sector artesanal; tal sucede, por ejemplo, con el proteccionismo «frívolo», con el «rezago» o retraso en el desarrollo de los bienes de capital, que ha conducido hacia una industrialización trunca, en palabras de Fajnzylber (Fajnzylber, 1984, 143-146 y 164). Tanto éste como otros autores destacan el papel aberrante jugado por el Estado, mediante la excesiva protección concedida a las producciones industriales, provocando un rápido envejecimiento tecnológico de las plantas y una falta de competitividad de las empresas, acompañada de una clara ineficacia productiva. Así, la ola de nacionalismo y de desarrollo económico autocentrado provocó una fuerte expansión industrial durante los años cuarenta a setenta, pero los fallos estructurales que la caracterizaron se dejaron sentir con toda su fuerza en la grave crisis de los ochenta. Crisis que no se produjo antes porque los banqueros norteamericanos, japoneses y europeos realizaron grandes inversiones durante la década de los sesenta, las cuales contribuyeron a aumentar aceleradamente la deuda. Cuando ya a principios de los ochenta se comprobó la debilidad estructural del aparato productivo, apoyada en una gran expansión del sector público, con empresas estatales cargadas de personal y fuertemente endeudadas, con un déficit abismal en los presupuestos del Estado, y con una inflación media que alcanzó el 185 % en 1987 y el 472 % en 1988 (Clerc, J.-P., 1990, 2), se comprobó que el modelo de industrialización iberoamericano, basado en la sustitución de importaciones, había tocado fondo. El Estado, garante de este modelo, se ha encontrado sin recursos económicos para asegurar el funcionamiento del aparato productivo, con lo que las infraestructuras se han descuidado, dificultando los intercambios y la integración del mercado. Entre tanto, las clases privilegiadas no aceptan una reforma fiscal que modernice el sistema recaudatorio y continúan evadiendo capitales, acentuando, así, los males estructurales de las economías iberoamericanas. Todo ello, como destaca Clerc (1990), ha conducido a los distintos gobiernos hacia planteamientos neoliberales, reduciendo enormemente los aranceles exteriores, en contra de lo qué era práctica habitual durante la etapa desarrollista anterior, y privatizando empresas estatales ineficientes, que, como ha sucedido en México, lleva camino de convertirse en una fórmula común para el relanzamiento productivo. En suma, la crisis industrial iberoamericana de los años ochenta no representa más que una manifestación de la crisis general y estructural que afecta a todo el subcon-tinente. En este contexto, Brasil ha tenido un comportamiento singular, dado su enorme mercado y su mayor competitividad y apertura exterior; por ello, también su mayor liberalismo económico se ha traducido en desigualdades sociales y regionales más grandes, de modo que el Sudeste continúa acaparando inversiones, infraestructuras y rentas frente al resto del país. El modelo de desarrollo brasileño, más parecido al surcoreano, no le aleja, sin embargo, de los males estructurales de todo el subcontinente, aunque su deuda externa total per cápita no llega a los 800 $, mientras la de México supera los 1.200 y la de Argentina y Venezuela los 1.800. En las figuras 9.4.a) y b) puede verse el crecimiento industrial, el gran peso de la industria de bienes de consumo y la importancia de las empresas públicas, que lastran el desarrollo del sector, en particular, y el económico, en general. Está claro, pues, que el modelo de industrialización iberoamericano, autocentrado y, basado en la sustitución de importaciones, no ha podido dar respuesta positiva a los problemas del subdesarrollo, en general, y a los económicos, en particular. Al crear unas estructuras industriales incapaces de exportar manufacturas, por su falta de competitividad, ha contribuido a incrementar la deuda exterior; lo que, unido a un aparato productivo obsoleto, a una gran debilidad del sistema institucional y a la existencia de unas clases privilegiadas que se niegan a reducir sus privilegios, ha dado por resultado una crisis a todos José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES los niveles: desde los medioambientales, pasando por los económicos hasta los sociales e institucionales. Tal vez se puedan abrigar esperanzas cara al futuro, como lo hace el Informe del Banco Interamericano de Desarrollo, de octubre de 1990, cuando, tras comentar que la tasa agregada de crecimiento económico fue un 5,9 % anual en los años setenta, señala que en los ochenta había caído a un 1,1 % para el conjunto de Iberoamérica, si bien todos los gobiernos estaban tomando medidas para reformar las economías, privatizar empresas estatales, eliminar las restricciones a la importación y establecer las bases para el incremento de las exportaciones. Entre tanto, sin embargo, ha continuado acentuándose la dualidad tradicional de los espacios rurales y urbanos.
Fig. 9.4.a)
Grado de industrialización y crecimiento del producto manufacturero en Iberoamérica (según datos de la CEPAL).
ESTRUCTURA VALOR AÑADIDO MANUFACTURERO IBEROAMÉRICA (1.980)
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 9. 4.b) Estructura del valor añadido manufacturero en Iberoamérica y tipos de grandes empresas en países seleccionados (según datos de la CEPAL, 1988).
V.
Dualidad y desequilibrios en los medios rurales y urbanos
Los análisis evolutivos realizados han permitido destacar los factores más importantes de la organización de los espacios rurales y urbanos, cuyos rasgos principales comentaremos brevemente. 1.
ESPACIOS RURALES DESEQUILIBRADOS
Todavía casi un tercio de la población iberoamericana es rural y algo más de un cuarto trabaja en las actividades agrarias, llegando incluso a más de un 40 % en algunos países de América Central, el Caribe y en Bolivia y Paraguay. a)
La disfuncionalidad de las producciones agrarias
La importancia de la actividad agraria es, sin embargo, mayor de la que le corresponde por el volumen de población que emplea o por su baja participación en el PIB de cada país (véase cuadro IX.6), pues, además de contribuir con un elevado porcentaje a las exportaciones de un gran número de países, representa igualmente una fuente de ahorro interno, aunque éste no sea reinvertido en el medio rural, sino en el urbano para financiar actividades más seguras y lucrativas. No obstante, a pesar de esa importancia, la agricultura iberoamericana es incapaz de hacer frente a
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ESPACIOS Y SOCIEDADES las necesidades alimentarias de sus habitantes, de modo que bastantes países, paradójicamente, se han visto obligados a importar cereales básicos, como maíz y trigo, hecho tanto más llamativo cuanto que en 1965 más de la mitad de ellos eran auto-suficientes, en tanto que en 1979 sólo Argentina era exportador neto de cereales, al que se sumaban, en 1987, Surinam y Uruguay, pero con volúmenes insignificantes. De ahí que, sin tener en cuenta las cantidades exportadas por Argentina, que, además las dirige principalmente hacia los países desarrollados, el conjunto de Iberoamérica importó un monto de cereales equivalentes al 22,3 % de los que produjo en su suelo (que ascendía a 86,1 millones de Tm, más otros 21,6 de Argentina. Véase cuadro, IX.6). Estamos, pues, ante una grave disfuncionalidad o contradicción de la actividad agraria: su incapacidad para satisfacer las necesidades alimentarias y ello a pesar del elevado volumen de población empleada, dados sus bajos rendimientos de conjunto. Las causas de esta situación, siguiendo a R. Bromley, hay que buscarlas, amén de en el crecimiento demográfico, en cuatro factores básicos: primero, porque tanto los gobiernos como el sector privado han concentrado, sus inversiones en la construcción, industrialización, servicios públicos, especulación urbana, marginando al medio rural e incluso invirtiendo en el urbano plusvalías o capitales conseguidos en aquel. Sólo el gobierno mexicano ha concedido mayor atención, aunque parcial, a las inversiones agrarias, principalmente bajo la presidencia de Cárdenas (1934-1940), de A. L. Mateos (1958-1964), de su sucesor, G. D. Díaz Ordaz (1964-1970) y de J. López Portillo (1976-1982), sin olvidar la política cubana, basada en una planificación económica integral. Segundo, los gobiernos han buscado unos precios bajos para los productos alimentarios como medida política para tranquilizar a las masas urbanas; hecho que ha desincentivado la inversión en producciones agrarias destinadas al consumo nacional. Tercero, las inversiones agrarias han sido especulativas, es decir, centradas en cultivos industriales y de exportación, relegando la producción de víveres.
Cuadro IX.6.
Variables agrarias significativas en Iberoamérica
Población 1988
Import. netas % superficie Aportación de cereales Cultivadas sup. Número Activa agricultura al P1B 1987 total tierras tractores en uso Agraria. Miles agraria. % 1988. % 000Tm 1987 1987 Argentina 3.424 10,9 13 —9.357,2 13,06 208.000 Bolivia 2.942 42,5 24 258,2 3,13 800 Brasil 36.994 25,6 9 3.858,6 9,16 780.000 Chile 1.730 13,2 (9) 244,1 7,45 41.270 Colombia 8.825 28,9 19 862,9 5,12 34.232 Costa Rica 731 25,1 18 195,2 10,30 6.300 Cuba 2.044 20,1 2.168,2 29,95 58.600 — Dominicana, Repúbl. 2.593 37,8 23 683,3 30,49 2.290 Ecuador 3.277 31,9 15 322,1 8,84 8.200 El Salvador Ó37 37,8 182,1 35,38 3.400 — Guatemala 4.545 52,4 (25) 284,2 17,20 4.140 Guyana 234 23,2 14,4 2,51 3.570 — Haití 3.835 65,0 31 178,4 32,84 580 Honduras 2.804 56,2 25 178,4 15,95 3.390 Jamaica 746 27,9 6 412,3 24,84 3.020 México 26.509 31,2 9 4.796,8 12,94 163.000 Nicaragua 1.440 40,0 21 128,9 10,68 2.480 Panamá 601 26,4 9 116,1 7,57 6.200 Paraguay 1.956 46,7 30 1,7 5,48 10.300 Perú 8.022 35,7 12 1.891,9 2,91 15.500 Puerto Rico 126 3,1 (3) 14,45 2.042 — Surinam 67 16,9 (13) —77,4 0,42 1.730 . Trinidad y Tobago 100 8,0 2 280,9 23,39 2.620 Uruguay 432 14,0 11 —57,4 8,26 32.560 Venezuela 2.126 11,9 6 2.000,1 4,38 46.000 TOTAL 118.385 27,2 10 9.854,5 8,91 1.445.485 ESPAÑA 4.452 11,8 6 2.829 40,90 678.680 Nota: La población agraria hace referencia a la población que vive de la agricultura, bien sea activa o dependiente. Las cifras que van entre paréntesis corresponden a años distintos al que encabeza la columna. Fuente: Anuario FAO de producción 1988 y Anuario FAO de Comercio 1987 para todas las variables, excepto la aportación de la agricultura al Plfl, que está tomada del Informe sobre el Desarrollo Mundial 1990, del Banco Mundial.
a)
Productos alimentarios básicos
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Hectáreas cultívenlas por tractor X 1987 171,9 4.248,8 99,4 135.2 155,4 83,5 56,7 644,1 298,3 215,6 450,5 138,7 1.560,3 526,5 . 89,1 151,6 511,3 92,7 211,3 240,3 62,7 39,3 45,8 44.3 84,0 124,5 30,1
ESPACIOS Y SOCIEDADES
b) Cultivos de plantación y asimilados
Fig. Producciones
9.5. agrarias
más significativas en Iberoamérica, 1988. Cuarto y último, se han importado, en épocas excedentarias, grandes cantidades de grano de Estados Unidos y Canadá, a precios muy bajos, sin competencia con las producidas en el propio país, desestimulando así a los agricultores José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES locales. La crisis de 1973 provocó una escasez mundial de cereales básicos, que disparó los precios y agudizó el déficit de Iberoamérica. Entre tanto, los capitales nacionales, sin reorientarse, hacia la producción de alimentos básicos, continúan invirtiéndose en la especulación urbana o actividades comerciales (Bromley, R., 1982, 43). La década de los ochenta, con un mercado de cereales muy competido y con precios a la baja, ha favorecido la persistencia de la situación anterior; por lo que la agricultura se ha mantenido como una actividad económica secundaria, que tan sólo genera algo más de un cuarto del empleo total y aporta un . 10 % del PIB, a pesar de su manifiesta modernización general y del incremento de las producciones (véase su distribución en la fig. 9.5). En suma, la política económica de la fase desarrollista, al poner el acento en la industrialización, ha olvidado que la actividad, la producción, las estructuras agrarias son lo más básico de cualquier economía. b)
Pervivencia de estructuras agrarias dualistas
No cabe duda que el espacio agrario adquiere progresivamente mayor complejidad y que junto al latifundio y minifundio tradicionales han cristalizado nuevos tipos de explotaciones, bien como fruto de iniciativas particulares o a consecuencia de las reformas agrarias. En todo caso, la densificación demográfica ha provocado una presión sobre la tierra y unas formas más intensivas de aprovechamiento; las cuales han afectado tanto a las grandes explotaciones, a fin de evitar las expropiaciones derivadas de las reformas, como a los minifundios. E incluso se han abierto carreteras y vías para proceder a una ocupación de nuevas tierras en los frentes pioneros de la Amazonia y Orinoquia. En el caso de México se ha concedido extraordinaria importancia a los programas de regadío en las regiones subáridas del norte del país, pues si en 1950 se superaba ligeramente 1 millón de hectáreas de regadío, en 1987 se sobrepasaban los 5 millones, si bien esta cifra, por alta que parezca, resulta insuficiente ante la creciente demanda de tierra. Así, en 1975, sobre una población activa agraria de 6,9 millones, había unos 3 millones de ejidatarios y otros 3 millones de campesinos sin tierra que aspiraban a una dotación ejidal. Pero en 1988 se alcanzaban ya 9,2 millones de activos, y el número de campesinos no cesa de aumentar, tanto en México como en cualquier otro país, salvo los contados casos de Puerto Rico en el Caribe, y de Argentina, Uruguay y Chile en la América templada. Ahora bien, si el aumento del número de minifundistas y campesinos sin tierra es un hecho generalizado, es, sin embargo, la gran explotación la que continúa imprimiendo un sello definitorio al paisaje rural iberoamericano. Y ello sucede tanto en Argentina, donde no se ha dado ninguna reforma agraria, como en Brasil, o como en México, donde los ejidos se han extendido sin cesar. Y, aunque contradiga a las reformas agrarias, la gran explotación se está expandiendo durante las dos últimas décadas. Tal sucede, por ejemplo, en Brasil, donde las explotaciones superiores al millar de hectáreas ocupaban 20 millones de hectáreas más en 1975 que en 1970. En Colombia o en Venezuela, a pesar de que las reformas hayan expropiado diversos latifundios, se han creado nuevas explotaciones modernas, de grandes dimensiones en los frentes, pioneros o en los valles andinos, muy a menudo orientadas a la ganadería. Incluso en México'se conservan numerosísimos latifundios ganaderos y hasta se crean otros nuevos, merced a la cláusula que permite a los ganaderos ser propietarios de la tierra que necesiten para alimentar a 500 cabezas de bovino. En conjunto, para toda Iberoamérica, el número de explotaciones mayores de 100 hectáreas no supone un 10 % del total y, sin embargo, controla más de la mitad de la superficie agraria (véase cuadro IX.7). La «década perdida» no ha logrado mejorar las cosas, sino que, ante la ruina de muchos campesinos, ha crecido la importancia relativa y absoluta de las grandes explotaciones capitalistas, pertenecientes a la alta burguesía (financieros, arquitectos, abogados, médicos...). En Colombia, por ejemplo, el 62,4 % de los propietarios (en 1984) no dispbnía más que de un 5,1 % de la tierra, frente al 0,4 % que controlaban un 23,3 %, pero con la particularidad de que desde 1970 ha ido incrementándose el número de los pequeños propietarios y fragmentándose su propiedad, de manera que se está acrecentando el número de familias que no cuentan más que con tres hectáreas de tierra para su subsistencia, lo que les sume en una situación desesperada (Groos, C, 1987, 104-106). También en Chile están aumentando las explotaciones agrarias de tipo capitalista, como apunta J. Echenique (1989, 73-75), lo mismo que en Brasil, donde el 1 % de las mayores explotaciones acapara el 29 % de la tierra, y donde la típica dualidad entre agricultura moderna, capitalizada y volcada al exterior, contrasta con una pléyade de campesinos minifundistas,que practican una agricultura de subsistencia y casi sin la esperanza de poder disponer de tierra en los frentes pioneros (Théry, H., 1990, 8). Cuadro IX.7. % menos 5 Ha N.° Ha
Estructura de las explotaciones agrarias % 5-20 N.°
Ha
% 20-100 N.« Ha
% 101-1.000 N.° Ha
% más de 1.000 N.° Ha
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ESPACIOS Y SOCIEDADES Argentina 15,7 0,1 23,9 0,9 27,8 4,4 26,7 20 15,9 74,9 Bolivia 59,3 0,2 16,8 0,2 8,8 1 7,3 6,4 6,3 91,9 Brasil 10 0,1 66 6 24 16,4 9,4 34,4 1 34,2 Colombia 62 4,5 23,4 9,9 10,5 19,5 3,3 35,6 0,3 30,5 Costa Rica 36 1.9 33 5 26.6 26,8 6,1 37,1 0,4 25,7 Chile 48,8 0,4 24,8 2,2 17,4 6,3 7,6 18 1,3 71,1 Ecuador 73,1 7,2 16,7 9,4 8 19 1.9 27 0,2 37,3 El Salvador 85,3 15,5 10 13,7 4 23 0,9 32 0,1 15,7 Guatemala — — 2,5 30 1.1 13,5 0,1 26,5 — — Honduras — 17,2 38 0,9 17 0,1 24 — — — México 65,9 — 16,6 9,4 3 6,4 14 1,6 77 — Nicaragua 35,4 1,5 28,4 5,1 31,3 26,2 4,4 34,4 0,6 24,5 Panamá 45,8 5,3 34,5 17,1 17.1 34,5 2,4 26,4 0,1 15,7 Paraguay 46,4 40 10,4 2,3 1 — — — — — Perú 83,3 4 12,8. 4 2,9 4,8 1,1 14,3 0,2 70,1 Rep. Dominicana 85,0 17 10,9 18 2,8 15,6 0,7 14,9 0,1 30,2 Uruguay 14 0,2 31,6 4,2 28 6,1 21,7 33,8 4,9 58,5 Venezuela 49 1.4 31 2,6 12,4 5,9 5,1 17,3 13 71,7 Fuente: CEPAL. Estudio Económico, 1970. Tomado de Collin Dclavaud. C, 1973, tomo I, pp. 77 y 95. N.B.: Los porcentajes, que no suman 100, figuran así en la fuente.
No obstante, la gran explotación, obligada a intensificar sus producciones bajo la presión de las reformas, va perdiendo su carácter latifundista. Así, la hacienda tradicional, de orientación ganadera en las tierras frías andinas y de orientación agrícola en los sectores más favorables al cultivo, tiene cada vez menos peso. Una explotación que a menudo se ve como un medio de inversión frente a la erosión del dinero que produce la inflación galopante, tan característica de estos países. Junto a la hacienda, la gran explotación ganadera moderna, más o menos extensiva, se ha extendido por toda Iberoamérica, desde las praderas del Sur templado, pasando por las sabanas del Mato Grosso brasileño o del Chaco y por los nuevos frentes pioneros de la Amazonia, hasta los valles andinos de Colombia o las numerosas regiones de América Central, además de en las áreas subáridas del interior y norte de México. Una nota distintiva de estas explotaciones es el empleo de muy poca mano de obra, al sustituir los pastores por alambradas; tienen, en consecuencia, elevada productividad por persona empleada y bajos rendimientos por unidad de superficie, disponiendo de entre 1 y 2 hectáreas de tierra por cabeza de bovino en el dominio tropical húmedo y hasta 5 hectáreas por cabeza en el dominio subárido, como en el sertão brasileño o en el norte de México. Por lo general, se orientan a la exportación, por lo que, dados todos sus caracteres, contribuyen a potenciar, más que a resolver, los problemas agrarios. Este tipo de explotaciones, controladas por capital nacional o multinacional, transforman y comercializan a veces sus propias producciones, integrándose en el sector del denominado agribusiness, que engloba tanto a estas explotaciones de ganadería bovina Como a las plantaciones y a las de otros cultivos de exportación. Entre ellos, la soja, que ha conocido una expansión vertiginosa en los estados meridionales y en la sabana del Mato Grosso; lo que ha permitido a Brasil alcanzar el segundo puesto de productor mundial y exportar grandes cantidades de pienso para animales, cuyo valor se aproxima a cifras del orden de la midad del del café. En conjunto, Iberoamérica produce entre un 25 y un 30 % del total mundial de habas de soja. Las plantaciones se dedican a cultivos muy.dispares, con la característica común de estar orientadas fundamentalmente a la exportación. Unas tienen un origen antiguo, como las de caña de azúcar, otras más reciente, como las de café, cacao, algodón, bananas.. . Las primeras se asentaron en zonas costeras, dando lugar a fuertes densidades humanas, como en el nordeste costero de Brasil o en todo el Caribe. Las plantaciones de café se extendieron durante el siglo pasado y el actual por regiones que contaban con abundante mano de obra, con una excepcional concentración en los estados brasileños de Sao Paulo y Paraná, es decir, ya en áreas tropicales marginales, puesto que el cafeto teme los excesos de temperatura; por ello también se expandieron por los piedemontes de América central y de México o en altitudes medias de las sierras colombianas. En éstas, lo mismo que en Brasil, se ha asistido a la revolución del café tecnificado, basado en la variedad «caturra», que crece sin tener que ser protegido por la sombra de otros árboles, con una densidad de 5.000 y hasta de 10.000 pies por hectárea (frente a 1.000-1.100 en las variedades tradicionales) y con rendimientos mucho mayores. Iberoamérica produce en torno al 63 % del café mundial. Otras producciones significativas son las bananas y plátanos, de las que aporta en torno al 35 % de la producción mundial, conseguidas en explotaciones muy tecnificadas, con empleo de relativamente poca mano de obra; el sisal, con más de un 70 % del mundial; la caña de azúcar, con una cuarta parte de la producción mundial de azúcar; y una proporción algo superior de cacao; algodón, con un 10%... En todos estos cultivos, Brasil destaca como primer productor iberoamericano. Estas actividades especulativas no constituyen un buen negocio para el país, porque, salvo para las labores de recolección, y no siempre, emplean poca mano de obra; por otro lado, tampoco aportan rentas José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES al Estado, por tratarse de empresas exportadoras, que gozan de desgravaciones fiscales; en definitiva, los beneficios, junto con las producciones, salen al exterior. Frente a estas grandes explotaciones señaladas, las pequeñas y medianas no disponen más que de una mínima parte de la tierra, aunque sean abrumadoramente mayori-tarias en número. Los minifundios, de menos de 5 hectáreas, junto con las explotaciones familiares de entre 5 y 20 hectáreas, representan más de las tres cuartas partes del total (cuadro IX.7). Aquéllos surgieron de las comunidades o de las reformas agrarias, éstas de la inmigración europea a las regiones templadas meridionales o bien por consolidación de antiguos colonos que compraban las tierras a los hecendados cuando éstos necesitaban dinero para afrontar los gastos de una mecanización, intensificación y modernización de la hacienda. Las primeras son explotaciones de subsistencia, con una economía más o menos cerrada, las segundas son mixtas. Unas y otras se encuentran en graves dificultades. Sus cultivos preferidos son el maíz, el trigo, el arroz, la patata, las alubias o la mandioca, según las condiciones ecológicas de la región. El algodón en los oasis del Perú costero o de los regadíos mexicanos, la caña de azúcar en las Antillas, o el café de los «sitios» brasileños (explotaciones familiares medias) representan los cultivos comerciales más socorridos. Finalmente, las explotaciones medias, de 21 a 100 hectáreas, que emplean incluso mano de obra asalariada, se localizan principalmente en los medios templados meridionales, suelen estar mecanizadas, producen para el mercado y se diferencian de las anteriores en su mayor capacidad financiera y en su mayor grado de evolución. En los años ochenta han continuado consolidándose las explotaciones familiares medias y grandes, frecuentemente mediante la incorporación de tierras de las que se arruinaban. Todos estos hechos tienen un claro reflejo en el paisaje rural, surgido a través de las vicisitudes históricas. En principio, siguiendo a Collin Delavaud, el poblamiento aparece agrupado en los sectores llanos, en pueblos grandes, con plano en damero; frente a éste, un poblamiento disperso se localiza por las vertientes, en las que sinuosas sendas de muías enlazan las viviendas. En estas comarcas de pequeñas explotaciones abundan los árboles frutales: mangos, papayos, árboles del pan. «En la zona forestal, los claros se suceden a lo largo de las pistas o de los ríos y cada choza se asienta en medio de un ager de cultivo itinerante con campos temporales parcialmente deforestados». «En el dominio de la gran explotación, los sectores de haciendas o faiendas tradicionales hacen alternar paisajes de pequeñas explotaciones arrendadas, similares a las de las comunidades, grandes extensiones de cultivos, más o menos regulares, y pastos naturales generalmente mal explotados. Los elementos característicos son, por una parte, los largos muros de piedras secas que protegen los cultivos y separan los pastos y, por otra, la segregación del habitat en casa-hacienda, casa del dueño, con aspecto noble, rodeada de construcciones de la explotación y pueblo-calle de las chozas o de las casas de adobe de los peones» (Collin Delavaud, C, 1973, 74-75). Unos paisajes agrarios contrastados, como lo son, asimismo, los urbanos. 2.
FALTA DE INTEGRACIÓN DE LA RED Y DE LA ESTRUCTURA URBANA
En una primera aproximación, las sociedades iberoamericanas han conseguido unos elevados índices de urbanización, llegando hasta unos niveles del 68 % en la actualidad, de acuerdo con la definición de lo urbano que hace cada país, que suele otorgar el carácter de tal a todo núcleo que supera los 2.000 habitantes. Partiendo de esta base, se produce un contraste nítido entre los países de América del Sur templada, que alcanzan un 84 % de población urbana, y los del Caribe, con un 54 %. A aquéllos se pueden sumar Venezuela (82 %) y Cuba (71 %) como casos destacables. Los dos países más grandes, Brasil (71 %) y México (70 %), están muy poco por encima de la media. En cualquier caso, no cabe duda de que la urbanización ha sido acelerada, pues en 1960 la población urbana no representaba más que un 46 % de la total. Esta aceleración del crecimiento ha modificado bastantes presupuestos sobre los que se asentaba la distribución espacial de las ciudades, precedentes, pues no sólo han crecido las grandes ciudades, sino que, junto con éstas, aunque a menor ritmo, numerosas ciudades medias y pequeñas han multiplicado varias veces su población. a)
Densificación y ausencia de integración de la red urbana
La densificación urbana es una consecuencia obvia del crecimiento demográfico y del éxodo rural. Si en 1970 no había más que unas 105 ciudades de más de 100.000 habitantes, a mediados de los ochenta se alcanzaban unas 350, con la particularidad de que unas 80 estaban en torno al medio millón de habitantes, ó lo superaban, y unas 30 dé ellas sobrepasaban el millón. Estos datos revelan una suavización de los desequilibrios de la red urbana, pero sólo de una manera relativa, porque las metrópolis nacionales, en todo caso, han crecido bastante más deprisa que el resto de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES las ciudades. Aún en 1980 Montevideo acogía al 52 % de la población urbana uruguaya, Buenos Aires al 45 % de la de Argentina y Santiago al 44 % de la población urbana chilena; los mismos porcentajes que Santiago correspondían a La Paz y a Asunción con respecto a la población urbana de Bolivia y Paraguay Lima-Callao, asimismo, concentraban a un elevado porcentaje de la población urbana peruana, al igual que San José lo hacía respecto a la de Costa Rica. Estos hechos constituyen la base de la macrocefalia que en la actualidad tiende a perder importancia, dado el firme crecimiento de numerosas ciudades medias. Sin embargo, las metrópolis nacionales continúan manteniendo una fortísima atracción, de modo que crecen más deprisa que las demás. E incluso muchas de las ciudades medias (100.00 a 300.000 habitantes) se comportan como trampolines que reciben a los emigrantes rurales para trasvasarlos en una segunda fase hacia las metrópolis regionales o nacionales. Por ello, estas metrópolis crecen a ritmos aceleradísimos, de entre el 4 y el 6,5 % anuales. Ritmos de crecimiento que se fundamentan en una gran acumulación de medios de producción y de servicios sobre ellas. Y es en este sentido en el que realmente puede hablarse de macrocefalia, en el de la enorme capacidad de decisión que estas aglomeraciones tienen, por ser sede de las principales empresas, de los bancos, de organismos de la administración y de la política. Su función de dirección afecta a todo el territorio nacional, aunque aumenta progresivamente el papel de las metrópolis regionales, si bien en Ecuador y Brasil, la capital nacional se ve oscurecida por la función que desempeñan otras ciudades de gran poder económico, como Guayaquil frente a Quito y Sao Paulo frente a Río, aunque ésta ha perdido la capitalidad en favor de Brasilia. Es, sobre todo, en el aspecto económico en el que más se ha afianzado las metrópolis regionales, bien se deba a las inversiones llevadas a cabo por la iniciativa oficial, a fin de corregir los desequilibrios regionales, o bien a la de las élites locales. Ha sido básicamente en los grandes países donde más se han desarrollado este tipo de metrópolis, principalmente en Brasil, México y Colombia. Ciudades como Porto Alegre en Rio Grande do Sul, Belo Horizonte en Minas Gerais, Salvador en Bahía, Recife en Pernambuco, o Fortaleza en Ceará representan auténticas metrópolis regionales, con más de 1 millón de habitantes, que junto a Brasilia y a otras que no alcanzan todavía esa cifra, están sirviendo de contrapunto, por su acumulación de industrias y de servicios, a Río de Janeiro y Sao Paulo. En México son sobre todo Monterrey y Guadalajara (con más de 2 millones de habitantes cada una) las aglomeraciones que, además de la Ciudad de México, atraen inversiones y servicios. En suma, aunque el acelerado crecimiento de las capitales nacionales no se detiene, existe una clara tendencia a la consolidación de metrópolis regionales, fenómeno que a largo plazo corregirá la desequilibrada red urbana actual. b) Una estructura urbana dual Es ya tópica la imagen de la dualidad urbana en las ciudades del Tercer Mundo. Cualquiera de las grandes aglomeraciones revela bien a las claras ese carácter, con la particularidad de que sus desequilibrios internos tienden a aumentar en vez de a corregirse. Es el caso de Río de Janeiro, que si en 1950 contaba con un 8,5 % de población viviendo en favelas, en 1979 ese porcentaje afectaba en torno a un tercio de la población, que en términos absolutos suponía más de 1.700.000 personas.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 9.6.
Las grandes ciudades iberoamericanas y la distribución de la población a mediados de los ochenta.
En São Paulo, donde las favelas tardaron más tiempo en aparecer, alojan alrededor de un 20 % de la población, pero es más significativo el hecho de que 2,5 millones de los 8,9 del municipio en 1980 habitasen en casas dé autoconstrucción sobre terrenos periféricos lotificados clandestinamente, que, en consecuencia, carecen de las infraestructuras mínimas, como abastecimiento de agua, red de alcantarillado, electricidad, al tiempo que faltan servicios básicos como hospitales, dispensarios, escuelas... Servicios e infraestruturas que, a la larga, se van instalando en las lotificaciones más céntricas, mientras surgen otras marginales en áreas más alejadas. El habitat subintegrado, bajo la forma de bidonvilles o de chabolas construidas con materiales de albafiilería, constituye una auténtica plaga de las grandes ciudades iberoamericanas, surgido a causa de las estrecheces económicas y de la pobreza de quienes lo habitan. Es impensable, por tanto, su solución mientras no se atajen las causas que lo originan. Este tipo de habitat se halla distribuido por todo el espacio urbano, tanto en el centro, en terrenos de fuertes pendientes y de difícil ocupación, en los valles inundables de los ríos, etc., como, sobre todo, en la periferia, donde forma interminables barriadas chabolísticas, muchas de ellas construidas con materiales de albañilería, que ofrecen.claras ventajas sobre los poblados de tipo bidonville. En cada país o ciudad han recibido nombres específicos, evidenciando la extensión del fenómeno. Son las favelas de Río y Sao Paulo, los mocambos de Recife, los ranchos de Caracas, los tugurios de Bogotá, barriadas de Lima, conventillos de Chile, o ciudades perdidas mexicanas. Todo este habitat subintegrado introduce una segregación espacial que contrasta nítidamente con los José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES elegantes barrios de las aristocracias urbanas, las cuales suelen localizarse en excelentes emplazamientos periféricos, como Pedregal en la ciudad de México, Copacabana e Ipanema en Río de Janeiro, el «Barrio Alto» de Santiago de Chile, la zona septentrional de Bogotá, etc., aunque en la actualidad tienden a construir lujosas viviendas en el centro, a fin de evitar los incómodos desplazamientos diarios ocasionados por la saturación del tráfico, que en el Gran Sao Paulo obligaba a gastar entre 3 y 4 horas diarias (valor modal de tiempo invertido en el transporte urbano en 1982) (Evangelista, V., 1988, 301). Esta recuperación del centro por la alta burguesía se ha desarrollado ya en el «Centro Expandido» de S2o Paulo, y se ha iniciado en el área nuclear de. Buenos Aires. Los sectores centrales, como señalaba Milton Santos, son asiento de una actividad económica urbana que en nada difiere de la que caracteriza los CBD de las ciudades, del mundo desarrollado. Así, en Sao Paulo los barrios de la Catedral y Cerqueira Cesar, en Río las avenidas de Río Branco y de Presidente Vargas, en Ciudad de México el paseo de la Reforma, en Buenos Aires las calles ortogonales de los alrededores de la plaza de Mayo... acogen en su suelo rascacielos elevados, que albergan las sedes de las grandes empresas'nacionales y extranjeras, de los bancos, de las agencias, y de los organismos de la Administración. Los desplazamientos laborales masivos que esto provoca conllevan una penosa congestión urbana, potenciada por las insuficiencias infraes-tructurales. Frente a estas actividades de servicios cualificados, los pequeños servicios de reparaciones de todo tipo, el artesanado tradicional o moderno, el pequeño comercio ambulante y sedentario, los servicios personales, etc., se localizan en los barrios periféricos, en simbiosis con los edificios residenciales. Finalmente, una localización específica es la que corresponde a la gran industria, asentada a la vera de las vías de comunicación —ferrocarriles y carreteras—, con modernos edificios, bien cuidados y vigilados, que desdice de las pobres construcciones chabolísticas de las inmediaciones. Todo este entramado urbano, insuficientemente equipado, aparece con una ocupación laxa, salpicado de abundantes solares vacíos, pertenecientes, por lo general, a especuladores del suelo urbano. Tanto las grandes ciudades como las medianas y pequeñas están sujetas, pues, a una dinámica incontrolada, forzada por el incesante éxodo rural, por la escasez de medios económicos para hacer frente a las necesidades de equipamiento, viviendas y empleo, a la congestión y a la contaminación... A pesar de lo cual su crecimiento no se detiene. La ciudad y el campó, en consecuencia, se encuentran sometidos a una tensión crítica. VI.
Conclusión: la incapacidad de modelo de desarrollo iberoamericano
El espacio iberoamericano es hijo de la colonización, y ello en un doble sentido, desde el momento en que arrastra unas estructuras disfuncionales, heredadas del pasado colonial, que han sido mantenidas y hasta potenciadas durante la fase neocolonial. La etapa desarrollista no ha servido para superar esas lacras. Iberoamérica, el conjunto so-cioespacial más avanzado del Tercer Mundo, no puede servir, por tanto, como modelo de desarrollo. Las contradicciones que afloraban en los años cuarenta se mantienen en la actualidad, con el agravante de que en este lapso de tiempo se han hipotecado las economías nacionales, sin que los enormes recursos mineros y agrarios hayan podido paliar la crisis. Una crisis que es, evidentemente, económica, por la ineficacia de las estructuras productivas —y tal vez en este sentido convendría proteger más a la agricultura que a la industria—. Y una crisis que es, igualmente, social y política, porque no se podrá salir de ella mientras persistan las brutales desigualdades sociales y la corrupción administrativa. El pretendido modelo de desarrollo iberoamericano se basó, a partir de la crisis del veintinueve, en potenciar los factores de producción que permitieran sustituir las importaciones. Las décadas que siguieron a la II Guerra Mundial conocieron, un extraordinario crecimiento económico, basado en un fuerte peso del sector público, cuyas grandes empresas acapararon importantes campos de la producción, del comercio y de los servicios. La fuerte protección otorgada a las empresas nacionales provocó su pérdida de competitividad y envejecimiento prematuro, al tiempo que las instituciones públicas y las empresas se endeudaban peligrosamente para superar el atraso. Este modelo industrial, que se olvidó de desarrollar el sector de bienes de equipo, condujo a un fuerte estancamiento económico, dada su incapacidad de exportar manufacturas, debido a la falta de competitividad, cerrando, así, el círculo del endeudamiento, la escasa productividad, la falta de recursos públicos, el deterioro de las infraestructuras..., que condujo a la disminución real del PNB durante los años ochenta. La «década perdida» ha obligado a las distintas administraciones a tomar medidas contra esa situación de colapso económico, mediante la privatización de empresas, la reducción de aranceles, la puesta en marcha de drásticos planes económicos... Entre tanto, la situación social ha continuado deteriorándose, tanto más cuanto que las clases pobres son las más indefensas frente a la inflación galopante desatada. Lo mismo en el campo que en la ciudad, la pobreza, la miseria y la inseguridad se han hecho moneda corriente. Y, aunque la revolución verde ha José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES permitido conseguir excedentes de productos primarios básicos, el hambre no ha desaparecido, y, por más que las ciudades sean capaces de absorber grandes cantidades de mano de obra, se estima que entre un 10 y un 20 % de la población en edad de trabajar está buscando empleo, a la que se suma otro 20 % que cuenta con un empleo temporal o precario. El «modelo» iberoamericano de desarrollo ha tocado fondo; sólo cabe esperar que la superación de esta profunda crisis no sea demasiado duradera.
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José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Capítulo X
CHINA: UN PAÍS, DOS SISTEMAS El modelo socio-espacial de China actual ofrece tales características y resultados que, tina vez pasados los años críticos de la represión y de la dureza y tras la apertura iniciada por Derig Xiaoping, era analizado con simpatía hasta en numerosos círculos occidentales. En efecto, uno de sus más importantes logros ha sido ei satisfacer las necesidades materiales y culturales de casi 1.200 millones de personas, partiendo, además, de una situación de nítido subdesarroilo. Sin embargo, la política china de stop and go se volvió a poner en evidencia con los sucesos de Tiananmen, o de [a Primavera de Pekín de 1989, que supusieron una marcha atrás en el proceso aperturista. Pero, tras la superación de esa crisis, China parece haber entrado en un claro proceso de apertura política y económica que está dando buenos frutos, a pesar de que el modelo imperante de un país, dos sistemas ha conseguido algunos resultados ambivalentes, si bien superados por los impresionantes avances habidos en todos los sectores durante los años noventa. La China actual es una nación de un extraordinario potencial demográfico, joven, organizada a partir de instituciones colectivas, aceleradamente sustituidas por otras de carácter privado; es un país fundamentalmente agrario y rural, con tan sólo un 30 % de población urbana, un país pobre, con unos 620 dólares de PNB por habitante en 1995, pero distribuidos de tai manera que permiten disponer de abundantes bienes y servicios a la mayoría de la población. Por ello, podemos afirmar que, a pesar de sus inmensos problemas, China cuenta con un inmenso potencial de desarrollo, porque ha sido capaz de crear las condiciones básicas para dar un gran paso adelante, para el que, a todas luces y en contra de lo sucedido hasta mediados de ios años ochenta, está contando y deberá contar con una inversión más generosa de capital extranjero, que, frenada por la inestabilidad política de 1989, ha vuelto con firmeza durante los años noventa, en los que se ha revelado corno uno de los grandes focas de atracción de capitales, especialmente en las zonas francas especiales de toda la costa oriental y meridional. Las bases de partida del proceso de desarrollo chino, es decir, su población, condiciones naturales y estructuras heredadas, junto con la organización de los medios rurales y urbanos, y su articulación en un vasto espacio nacional —9,6 millones de km2, tercero del mundo en extensión— serán los temas objeto de nuestro análisis, a través de los cuales pretendemos dar una visión de cómo el régimen comunista chino ha creado una estructura Territorial nueva, y totalmente diferenciada de ia de otros conjuntos territoriales atrasados, aunque no ha sido capaz de eliminar las agudas desigualdades existentes entre las regiones industriales y agranas o entre si campo y la ciudad, por lo que afloran tensiones constantes, en forma de reivindicaciones de liberación del sistema, que se han hecho realidad durante los años noventa, sin que, por ello, haya desaparecido el férreo control político ejercido desde el gobierno central, si bien cada vez más tenues. I. La población como motor y freno del desarrollo Los aspectos más destacables de la población china Los podemos centrar en su distribución espacial, sus transformaciones recientes y su significado socioeconómico. 1. UNA DESEQUILIBRADA DISTRIBUCIÓN TERRITORIAL, CON UN RÉGIMEN DEMOGRÁFICO DE TRANSICIÓN A mediados de 1997 se estimaba una población global de 1.237 millones de habitantes en la República Popular de China, los cuales, sobre un total mundial de 5.840 millones, representaban algo más de una quinta parte de la humanidad (21,17 %), proporción que se viene manteniendo estable desde la década pasada. Es este ingente conjunto demográfico el que confiere a la población de China una capital importancia. Toda la planificación económica, social o territorial del país se ve mediatizada por el enorme peso de sus efectivos poblacionales. Y ello adquiere tanto más significado cuanto su distribución es muy contrastada, concentrándose la gran mayoría en las provincias orientales, mientras la mitad occidental del país permanece casi despoblada, pues las regiones autónomas de Xinjiang, Tíbet (o Xizang), Ningxia, Mongolia Interior y la provincia de Qinghai no acogen más que a unos 50 millones de habitantes sobre sus 4,8 millones de km2, con una densidad de en tomo a 11 habs/ krn2, en tanto que algunas provincias orientales alcanzan densidades José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES superiores a los 700 habs/km2, como Jiangsu con el municipio autónomo de Shanghái (768), o por encima de los 500, como Shandong y Henan (567 y 541, respectivamente), o en torno a los 400, como en Zhejiang (421), Anhui (428) y Hebei (con los municipios autónomos de Pekín y Tianjin, 391), según estimaciones de diciembre de 1994 (véase figura 10.1). Esta distribución no es casual, Sino que obedece al desarrollo de la civilización china sobre las llanuras del norte del país, extendiéndose hacia las llanuras costeras meridionales y hacia la inmensa cuenca del río Azul (Yangtsé), bordeada de montañas. Los elevados relieves del oeste, entre los que se incluye la vasta y semidespoblada meseta del Tíbet, junto con los desiertos interiores del Gobi y del Ordós, no atrajeron el interés de los emperadores chinos ni de su pueblo, de la cuna «han», que fue la que se extendió por todo el territorio nacional: excepto por las cinco regiones autónomas actuales (la población de la República Popular de China actualmente es de ascendencia «han» en un 96 %). Así pues, tanto en la etapa histórica antigua como en la contemporánea, la población se acumuló fundamentalmente en el este del país, donde se localizaron también las principales ciudades. Ahora bien, el desarrollo urbano de China ha sido escaso, de manera que las ciudades no han acogido a un porcentaje significativo de la población; que afectaría a un 30 %, si bien, según la definición del Censo de 1990, podría alcanzar hasta un 51 % de la población total, valor poco creíble (Larivière, J.-P., 1994, 90). En codo caso, al menos 360 millones de personas habitan en ciudades. Por muy reducida que sea esta cifra en términos relativos, se convierte en inquietante en términos absolutos.
Fig. 10.1.
Territorio y población en China.
En este sentido, puede ayudar a comprender el fenómeno el conocimiento de la estructura administrativa y del poblamiento en China. El territorio nacional se encuentra dividido en 21 provincias, 5 regiones autónomas y 3 municipalidades urbanas dependientes del gobierno central (Pekín, Tianjín y Shanghai). Cada provincia se encuentra dividida en prefecturas y éstas, a su vez, en distritos, de modo que cada provincia cuenta con una media de 100 distritos, existiendo en total 2.137, con una extensión de en torno a 4.500 km2, es decir, aproximadamente la mitad de provincias medías españolas como Barcelona, Cádiz, Orense o Valladolid. Ahora bien, en todo el conjunto territorial se cuentan 456 ciudades de más de 50.000 habitantes (Censo de 1990) cuando en el Censo de 1982 sólo había 236 (Lariviére, ídem, 90). A pesar de ía baja tasa de urbanización de la sociedad china, está creciendo a un ritmo extraordinario, en parte debido al proceso de freno al crecimiento urbano de los años sesenta y setenta. Al mismo tiempo, existe una dificultad añadida para escablecer el límite de lo urbano y de lo rural en China, pues todas las José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES grandes ciudades e. incluso, numerosísimas capitales de distrito cuentan con una amplia franja rururbana, en ia que se interpenetran las actividades industriales, artesanales y agrarias. Si, como se hace en el Censo de 1990, se cuentan como áreas urbanas, la tasa se dispara, mientras que el poblamiento rural es el más extendido y el propio de las antiguas comunas socialistas, que en número de 53.000 y con una media de más de 15.000 personas cada una, cubrían todo ei territorio nacional. La comuna constituyó hasta 1984 ¡a división administrativa básica en toda la China rural, subdividida en brigadas y equipos de producción, de unas 1.000 y 150 personas, respectivamente, asentadas en pueblos o aldeas. Esta base del poblamiento, se mantiene hoy, aunque densificada y con otros límites administrativos. De hecho, cada provincia se divide en unas cuantas prefecturas; éstas en distritos y los distritos en municipios. ¿Cómo se han podido alcanzar las extraordinarias acumulaciones humanas de la China oriental? La evolución de la población china no aparece muy ciara a este respecto y los historiadores aportan cifras de difícil encaje. Así, se habría pasado de unos 150 millones en 1700 a 313 en 1794: un crecimiento excesivo, aunque se esté de acuerdo en que el siglo xvill fue una época de esplendor demográfico y económico. Hacia 1850 la población china alcanzaría unos 430 millones de habitantes, que vivirían ya en condiciones difíciles, y a mediados del siglo xx, el primer censo nacional, de 1953, dio unos resultados que sorprendieron hasta a los propios gobernantes comunistas: 602 millones de chinos habitaban en el mundo, de los que 582 en la China continental, La población china, antes de la revolución socialista, sufría una situación similar a la de otros países tereermundistas. El comportamiento demográfica pronatalista estaba muy arraigado en la sociedad, con una natalidad que oscilaba en torno al 37‰ y una mortalidad de aproximadamente el 18 ‰, con el consiguiente crecimiento demográfico de 1,9 % anual. Era, además, un comportamiento basado en una moral tradicional, que favorecía la familia patriarcal, con tres generaciones bajo el mismo techo, y en la que los hijos representaban la fuerza de trabajo y el seguro para la vejez. Por otro lado, se buscaba el tener muchos hijos, y sobre todo varones, para perpetuar la estirpe. La alta mortalidad se compensaba con una elevada natalidad. Este fenómeno hacía que en los momentos críticos se sintiera la necesidad de reducir el número de «bocas» en la familia; por lo que el infanticidio se había extendido como práctica corriente, sobre todo el de las niñas, cuya crianza se veía como un gasto inútil, ya que, al casarse, iban a la familia del cónyuge, para la cual trabajaban, mientras con el varón sucedía a la inversa. 2.
LA POLÍTICA DEMOGRÁFICA BAJO EL SOCIALISMO: UN CAMBIO RADICAL EN LA MORAL Y EL COMPORTAMIENTO DEMOGRÁFICO
La política demográfica china estuvo marcada por continuas oscilaciones durante los veinte años siguientes a la revolución, orientándose posteriormente hacia un control radical de la natalidad, que ha dado resultados espectaculares, a pesar de estar todavía muy lejos del crecimiento cero que pretenden conseguir los dirigentes chinos hacia el año 2010. a)
Una política demográfica cambiante
Sorprenden ciertamente las continuas modificaciones de la política demográfica hasta 1969, cuando el gobierno plantea un drástico control de la natalidad, potenciado a partir de 1979, año en que se lanza una campaña en pro de la familia de hijo único. Así, si el primer ministro Tan Chenlin indicaba en 1964 que en un futuro próximo se podrían llegar a cultivar 133 millones de hectáreas (= 2.000 millones de «mu») capaces de satisfacer las necesidades de 2.000 millones de personas, cifra que se esperaba alcanzar en poco tiempo, posteriormente los dirigentes chinos cambiaban de opinión, al afirmar que el problema demográfico no radicaba en el número, sino en un crecimiento demasiado rápido de la población e, incluso, la posición oficial actual ha cambiado de sentido nuevamente, ai plantearse el objetivo de llegar a un crecimiento demográfico negativo a partir del año 2010. Estos vaivenes se explican por las singulares coyunturas vividas, iniciadas con el triunfo de la revolución en 1949, momento en el que se aplica la doctrina ortodoxa marxista, de signo poblacionista. Ésta, favorecida por el deseo de recuperar la población perdida durante la guerra civil anterior, va a mantenerse hasta 1954. Durante este año, iras conocerse los resultados del censo nacional de 1953 que cifraba en 582 millones la población de ia China continental, un contingente superior al esperado, se inicia una campaña en favor de la contracepción, muy tímida hasta 1956 y firme desde entonces hasta el comienzo del Gran Salto Adelante en 1958. El lapso transcurrido entre el Gran Salto y el año 1962 supone una marcha atrás, pues ia euforia política e ideológica ahoga los intentos precedentes de un serio control de nacimientos. Sin embargo, a partir de 1962 toma las riendas del poder un gobierno realista, que propugna claramente el control de la natalidad y que lo pone en práctica hasta la Revolución Cultural de 1966. Este acontecimiento político, con una fuerte carga ideológica, produce un nuevo relajamiento social y cuestiona la política demográfica precedente, con la consecuente liberación del control de nacimientos y José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES el agudo crecimiento posterior, que en 1968 alcanza el 2,9 %. La toma de conciencia de la fragilidad económica del país obliga a plantearse seriamente la limitación de nacimientos, que se convierte en tarea prioritaria a partir de esa fecha. Podemos concluir, con J. C. Chesnais (1975,312), que entre el pragmatismo político y el dogmatismo ideológico, el control de la natalidad ha surtido efecto, aunque con marcadas desviaciones, desde 1956, reduciéndose hasta cifras francamente bajas en la actualidad, del orden de 1 % en 1997, una de las cifras más bajas del Tercer Mundo. b)
Los medios y los resultados
La más eficaz de las medidas fue el retraso de la edad al matrimonio. Ésta se situaba tradicional mente en los 15-16 años para las mujeres, por lo que se llevó a cabo una gran campaña en favor del matrimonio tardío, recomendándose los 23 y los 26 años para las y los jóvenes, respectivamente. Para que esta idea triunfase hubo de recomendarla el propio Mao, pero los resultados fueron muy positivos, tanto en el campo como, sobre todo, en la ciudad. Así, por ej emplo, a finales de la década de los setenta, la mayoría de las ciudades contaban con más de un 90 % de matrimonios tardíos, definidos como aquellos en los que el hombre se casa a una edad superior a los 25 años y la mujer por encima de los 23. Esta tasa alcanzaba cotas elevadfsimas en provincias tan populosas como Guandong (75 %), Jiangsu (88,5 %) y Hebei (93 %). A esto hay que añadir una recomendación apremiante en favor de un número de hijos muy bajo; dos o, a lo sumo, tres y espaciados. Lo ideal se consideraba tener el primer hijo a los tres años después del matrimonio y el segundo a ios cuatro o cinco años después del primero. Entre otras razones, se argumentaba la salud y el interés profesional de la madre, la mejor educación de los hijos, etc. No obstante, a partir de 1979 se desató la campaña por el hijo único, que produjo una destacable caída de la natalidad, dada la presión ejercida sobre las familias, pues las de un solo hijo recibían sustanciales ayudas económicas, como raciones alimentarias comparativamente mayores y parcelas privadas más grandes, además de viviendas de tamaño equivalente a] de una familia de dos hijos. Tras una cierta relajación durante los años ochenta, relacionada en parte con la pujanza económica, los datos recientes revelan una caída drástica del crecimiento vegetativo y, lo que es más importante, de la fecundidad, de modo que la descendencia final alcanzaba ya en 1997 el índice de 1,8 hijos por mujer. Junto a los estímulos económicos y sociales no ha sido menos importante la extensión de las técnicas contraceptivas, tanto por lo que se refiere a la esterilización como al uso de pildoras, de DEJs y otros medios, de modo que el 83 % de las mujeres casadas en edad fértil usa métodos contraceptivos, que se ven complementados por la gran extensión del aborto, como lo pone de manifiesto el dato de 1979, año en el que se produjeron 29 abortos provocados por cada 100 nacidos vivos (Banco Mundial, 19S3, III, 98) o el de 1989, año en que se totalizaron 10,6 millones de abortos (Lariviére , 3. R, 1994, 25). Las inversiones realizadas en recursos humanos y materiales y la difusión de las técnicas contraceptivas fueron trascendentes. Así, cada equipo de producción (compuesto por unas 30 a 40 familias, equivalentes a unas 150 personas) contaba con uno o dos auxiliares sanitarios, y cada brigada (unas 1.000 a 1.100 personas) con un centro médico asistido por dos «médicos de los pies descalzos», con responsabilidad sobre higiene, inmunización, vacunación, planificación familiar, cuidados materno-infantiles y curas elementales, con capacidad de decidir sobre el envío de los enfermos al centro de salud de la comuna. Éste, para unas 15.000 personas, disponía, a su vez, de médicos con niveles medios de cualificación, que practicaban la medicina occidental o la china y que contaban con personal de apoyo. Finalmente estaba el hospital general de distrito, totalmente equipado. El aspecto más destacable es el de los «médicos de los pies descalzos», que en una proporción de 1 por cada 620 personas, aproximadamente, han constituido desde 1958 la punta de lanza para la realización de las mejoras higiénicas y sanitarias y, sobre todo, para la puesta en práctica del vasto programa de planificación familiar. La sociedad china ha logrado, así, cambiar una moral sexual y un comportamiento demográfico dominantes durante milenios. En 1997, según el PRB (véase datos en Anexos), la natalidad ha descendido hasta un 17 ‰ y la mortalidad hasta un 6,6 ‰ aproximadamente, con lo que el crecimiento demográfico se situaba en un 1,04 % anual, una cifra francamente baja comparada con la de las sociedades tercermundístas asiáticas o de otros continentes. La pirámide de edades, en consecuencia, pone de manifiesto los entrantes propios de una sociedad que está consiguiendo superar la transición demográfica (véase fig. 10.2). Los progresos, en cualquier caso, han sido más rápidos en las áreas urbanas que en las rurales, pues en aquéllas las tasas de natalidad y mortalidad eran ya a finales de los setenta de 13,9 y 5,1 ‰ respectivamente, mientras en éstas alcanzaban 18,5 y 6.4. No obstante, el ritmo actual de caída de la natalidad es menor en la ciudad que en el campo, dadas las bajas cotas alcanzadas en ésta. Sin embargo, y José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES a pesar de la caída de la natalidad, se ha mantenido y se mantendrá un sólido crecimiento demográfico, puesto que la mortalidad continúa descendiendo, sobre todo la infantil, que en 1997 alcanzaba aún la cifra de 31 ‰, tasa que está bajando progresivamente, pues en 1949 ascendía a 250-300 ‰. Además de la consecución de un moderado-bajo crecimiento vegetativo, se han superado numerosos prejuicios, entre los cuales cabe destacar la eliminación o, al menos, la reducción del papel secundario de la mujer, estableciéndose, por la ley de 1° de mayo de 1950, la igualdad jurídica entre los cónyuges, lo que ha significado una promoción real de la mujer; hecho que, a su vez, le ha exigido un menor número de hijos, como ha sucedido en la práctica. La promoción se ha percibido también en la mayor representación de las mujeres en la enseñanza superior, en la que alcanzaban un 24 % del total en 1979, y ya a mediados de los noventa la tasa de chicas matriculadas en la escuela secundaria se acercaba a la de los varones —51 frente a 60 %. En suma, la política de planificación familiar ha tenido gran eficacia merced a las inversiones realizadas en recursos humanos y materiales y a una respuesta masiva y disciplinada frente a la fuerte presión social, económica e ideológica, aspectos que han llevado a una mayoría de mujeres en edad fértil a usar técnicas contraceptivas y han motivado que se produzca un elevado número de abortos. De este modo, China se ha situado entre los primeros países del mundo en cuanto al control de la natalidad y está por delante de la mayoría de los países desarrollados respecto al uso de técnicas contraceptivas; en Estados
Fig. 10.2.
China: Pirámide de la población en 1991 (según Lariviére, 1994).
Unidos, por ejemplo, sólo llegan a un 71 % las mujeres que las usan, y en España a un 59 %. Ahora bien, a pesar de todo, la población china, dada su estructura por edades y el predominio de los jóvenes, ha de continuar creciendo a un ritmo considerable, de en torno al 1 % anual, es decir, de unos 12 millones de personas por año, lo que, traducido a nuestras coordenadas, equivale a añadir cada tres años un volumen demográfico similar al de toda la población de España. Estos fenómenos, evidentemente, ejercen un gran peso sobre el desarrollo. 3. INCIDENCIA DE LA POLÍTICA DEMOGRÁFICA SOBRE EL PROGRESO ECONÓMICO Y SOCIAL La alimentación y ia vivienda, la educación y el empleo aparecen como los cuatro puntos cardinales que orientan la política de desarrollo, modificados constantemente por el continuo crecimiento de esta ingente población, a pesar de lo cual se han mejorado sensiblemente. Respecto a la alimentación, se han conseguido progresos sustanciales, eliminando el hambre y llegando a satisfacer las necesidades alimentarias totales. Sin embargo, la evolución experimentada muestra diferencias importantes entre los distintos períodos. Así, el incremento medio anual de la producción agraria por habitante fue de 2,1 % entre 1952 y 1957, pero se redujo al 0,2 % entre 1957 y 1977 y se disparó entre 1977 y 1979 hasta el 6,7 % anual. Las medidas liberalizadoras del mercado favorecieron este auge espectacular, que se ha mantenido a ritmos muy altos durante los años ochenta y noventa, como se aprecia en el cuadro X.l. De acuerdo con este crecimiento de las producciones agrarias, y con las importaciones realizadas —no superiores al 3 % del consumo alimentario—, China ha alcanzado unas disponibilidades medias de 2.729 calorías por persona y día en 1992; cantidad que supera en un 7 % a las necesidades; también se supera el umbral en las disponibilidades medias de proteínas, que, con 67,4 gramos diarios, se sitúan en un 75 % por encima de lo requerido. Cuadro X. 1.
Evolución demográfica y de la producción agraria
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Crecimiento de la producción agraria Crecimiento Población Natalid mortalidad Mortalidad demográfico Total Por habitante Año (millones) ad(‰) (‰) infantil (‰) (%)a Período anual y año 1949 541,7 250/300 — — — — — — 1950 552,0 37,0 18,0 1,9 — — — — 1952 574,8 37,0 17,0 2,1 1952/1957 4,6 2,1 — 1957 646,5 34,0 10,8 2,9 1957/1977 2,1 0,2 — 1971 847,8 30,7 7,3 2,6 6,7 — 1975 917,7 23,1 7,3 1,7 1977/1979 8,1 3,8 — 1979 970,9 17,9 6,2 56,0 1,3 1979/1985 5,0 2,9 1980 982,5 1,2 — — — 1985 1.042,0 19,0 8,0 38,0 1,1 1985/1988 3,4 2,1 I9C3 1.087,0 21,0 7,0 44,0 1,4 1988/1995 5,5 4,2 1997 1.236,7 17,0 6,6 31,4 1,04 a Estimación del crecimiento demográfico basado en el incremento real de la población durante los períodos intercensales. Las cifras de 1988 y 1997 corresponden a estimaciones del PRB. Fuente: Banco Mundial, 1983, Populación Reference Bureau (World Population Data Sheet, 1985, 1988 y 1997) y FAO 1989 (Anuario FAO de producción, 1988) y 1996 (Anuario FAO de producción, 1995).
A pesar de estos hechos, se producen, sin embargo, ciertas avitaminosis y deficiencias en sales minerales..., que son más difíciles de eliminar porque exigen un mayor desarrollo económico general, como apuntaba ya el Banco Mundial en su estudio de 1983. Pero realmente hay que destacar el firme avance conseguido en el campo de la alimentación, pues resulta enormemente difícil satisfacer las necesidades alimentarias de 1.250 millones de personas, partiendo de los niveles de hambre crónica precedentes a la Revolución. En cuanto a la vivienda, se han realizado avances decisivos. En el medio rural apenas se ha dejado sentir el problema de la escasez de viviendas, que suelen ser de propiedad familiar. Sin embargo, en las ciudades el Estado ha tenido que invertir enormes sumas de capitales para erradicar las chabolas y bidonvilles. Los inmuebles, construidos por el Estado o por los municipios, eran asignados a las fábricas para que los distribuyeran entre los obreros por módicos alquileres: el 30% del salario, del cabeza de familia, más o menos, (incluidos los gastos). No obstante, la superficie por persona —entre 5 y 18 m2— resultaba muy escasa. Hoy, tras el aperturismo económico de los ochenta y noventa, se están construyendo numerosísimas viviendas privadas, a ritmos acelerados, con distintas categorías, aunque persiste el problema de la escasez. Los problemas educacionales, en función del elevado número de analfabetos (80 % en 1949; menos del 20 % en la actualidad), de la escasez de profesores y de centros, han requerido y continúan requiriendo un gigantesco esfuerzo. Ei gasto público en educación —2,6 % del PNB en 1993-1994— queda bastante por debajo de la media mundial —5,1 %— y de la media de los países no industrializados —3,6 %- - (PNUD, 1997). La matrícula escolar en la enseñanza primaria cubre a la casi totalidad de la población de su edad, un porcentaje análogo al de los países desarrollados y unos 30 puntos por encima del de los tercermundistas. En enseñanza secundaria, afecta a un 55 % de los muchachos de esa edad. Ante la escasez de profesores y de centros se recurre a ios no diplomados por una parte y se sobreutilizan las aulas por otra, de manera que en los institutos se alcanzan 47 estudian-Íes por clase. De este modo se logró rebajar el analfabetismo hasta un 34 % en 1979 (según el Banco Mundial), y hasta un 18 % en la actualidad, favorecido en parte por las masivas campañas de educación de adultos. Finalmente, uno de los aspectos fundamentales derivados del fuerte crecimiento demográfico es ei del empleo. En efecto, si descontamos de la población total los efectivos de menos de 15 años y los de más de 65 (26,4 y 6,4 % respectivamente) resulta un volumen de población potencialmente activa extraordinariamente elevado, en torno a 634 millones de personas a principios de los ochenta, y unos 831 millones en 1997, el 80 % de los cuales están empleados o buscan empleo, lo que se traduce en una elevadísima tasa de actividad. Así, el VIH Plan Quinquenal (1991-1995) reconocía que el empleo es el desafío mayor y casi un imposible en China, pues exigía la creación de 114 millones de puestos de trabajo en ese lapso. De hecho, la población empleada, que se elevaba a nnos 631 millones en 1994, encubre el subempleo masivo en la agricultura e incluso en otras actividades económicas; subempleo o desempleo que se estima en unos 200 millones de personas (Lariviére, 1994, 103). Hasta finales de la década de los setenta la mayor parte de la nueva mano de obra se empleaba en el sector agrario, intensificando su producción mediante el uso del superabundante capital humano, pero a menudo este recurso masivo al trabajo humano condujo hacia una productividad marginal o negativa. De ahí que ante las dificultades de ampliar el espacio cultivado se ha pensado en crear más puestos de trabajo en la industria, recurriendo al capital extranjero y a la liberalización del sistema colectivo y centralizado. China ha llegado, por lo tanto, a una situación en que sus inversiones demográficas, aunque aftas, se sitúan muy por debajo de las de otros países tercermundistas. Un 2,1 % del PIB en salud y un 26 % en educación, además de un 0,1 % en bienestar social, cubren dichas inversiones. Pero, evidentemente, esta
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ESPACIOS Y SOCIEDADES cifra resulta ya muy elevada y no le queda demasiado margen de maniobra económica. Así, su inmensa población se ha revelado como un motor del desarrollo, capaz de producir un cambio insospechado en la economía y el espacio chinos, pero, al mismo tiempo, corno un obstáculo de difícil superación, por el tremendo esfuerzo político, financiero y de organización que supone el crear cada año unos 10 millones de nuevos puestos de trabajo, por más que una parte de ellos correspondan a los medios rurales y tengan muy bajos costes económicos. Si la población china, por su extraordinaria cuantía, por su crecimiento y por su juventud, constituye un condicionante fundamental del proceso de desarrollo, otro de gran importancia son las bases ecológicas del espacio sobre el que se asientan estas masas humanas. Un fenómeno tanto más influyente cuanto una mayoría de la población vive de la actividad agraria, la cual, dado su escaso nivel técnico, guarda una relación estrecha con las condiciones naturales. II Unas ambivalentes condiciones naturales Ya hemos señalado anteriormente cómo influye el relieve y el clima en el rechazo de las tierras occidentales por parte de la población china. En efecto, ese rechazo ha sido tan fuerte que ha dado lugar a un profundo contraste entre la China del este y la del oeste. Así, desde los Gran Xingan de Manchuria, en dirección NE-SO, hasta los montes Sichuán (véase fig. 10.3) se extiende una franja de separación entre la China oriental y la occidental. Al este se encuentra la china humanizada, la de las grandes llanuras y de las montañas medias y bajas; al oeste se localiza la China sin presión humana, la de las altas montañas y de regiones subáridas y desérticas, recorrida por ganaderos nómadas, si bien la actual política regional está introduciendo en ella diversos enclaves territoriales con mayor peso humano y económico, En conjunto, la China oriental ocupa unos 3,5 millones de kilómetros cuadrados, correspondiendo el resto a la occidental. A este primer y significativo contraste, se suma otro secundario: el que se produce entre el Norte y el Sur. Una distinción que nace ante todo de consideraciones climáticas, pues aproximadamente desde el paralelo 34° o, más concretamente, desde la franja que va de la cadena de los Qinlingshan al límite meridional de la provincia de Shandong, hacia el norte, se extiende la China de clima continental, de inviernos rigurosos, que en el interior del país da paso a los desiertos del Ordós y del Gobi; mientras que al sur de esa franja se localiza la China subtropical y tropical, de clima más suave y húmedo, si bien hacia el oeste se transforma, por el relieve, en un clima permanentemente frío y árido.
Fig. 10.3. Tectónica y relieve, a) Unidades tectónicas, según P. Centelle 1977, b) Los cuatro dominios del espacio chino, según K. Buchanan, 1973. 1.
UN RELIEVE COMPLEJO Y CONTRASTADO El relieve de China, extraordinariamente complejo, se debe a su historia geológica y tectónica. En José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES efecto, han sido las presiones y la subducción de ¡a placa del Pacífico o, más concretamente, de la subplaca de Filipinas, sobre el antiguo escudo sínico, las que han levantado las alineaciones montañosas orientales de la China del Sur, en dirección meridiana o submeridiana, es decir, perpendiculares al sentido de los empujes tectónicos. Ahora bien, éstos no se han realizado sólo desde el este al oeste, sino, muy al contrario, también y principalmente desde el sur hacia el norte, por desplazamiento y subducción de la placa índica (India y una parte del océano índico) bajo la eurasiática. Ha sido este juego de placas el que ha provocado las alineaciones maestras del relieve deí continente asiático, de modo que tanto la denominada meseta del Tíbet como las cordilleras del sur de la misma se desarrollan con una clara orientación zonal, extendiéndose hacia el este hasta enlazar con las alineaciones submeridianas de la China oriental. Esta complejidad tectónica se ve potenciada por su diferente desarrollo en el tiempo y por la variedad geológica de los territorios afectados. En el inicio de la Era Secundaria la mayor parte del territorio chino actual correspondía a la plataforma sínica. Al sur de la misma se localizaba el geosinclinal del Yanshan, que englobaba a un gran sector del Tíbet, la meseta del Yunnan, pasando por Cantón, hasta los Donggongshan (véase fig. 10,3). En el tránsito del Jurásico al Cretácico se produjo el movimiento del Yanshan que levantó los Tianshan o Montes Celestes y los Kunlun, al norte y sur, respectivamente, de la depresión del Tarim. Este levantamiento se continuó durante las primeras fases de la tectónica alpina, provocando la inflexión y desviación de la cadena de los Kunlun hacia el sur, en sentido meridiano, merced a la resistencia de la plataforma sínica. Ya a finales del Paleógeno se produjo el surgimiento del ffimalaya y de toda la meseta del Tíbet, junto con las cordilleras del Asia central, dando lugar a ia fisonomía básica del relieve actual. En la China del Este, la tectónica del Yanshan provocó una subsidencia del sector septentrional, que se continuó durante los movimientos alpinos, mientras que el sector meridional experimentó, por el contrario, un levantamiento. Como resultado, en la China oriental afloran frecuentemente rocas graníticas y metamórficas propias del escudo sínico, aunque recubiertas en vastas regiones por materiales secundarios y cuaternarios. En síntesis, se pueden distinguir una serie de unidades geomorfológicas, entre las cuales cabe destacar, en primer lugar, la Gran Llanura del Norte, formada por depósitos loésicos y, sobre todo, por aluviones cuaternarios de gran fertilidad; se continúa en el sector septentrional por las tierras bajas de Manchuria, y en el meridional por la llanura del Yang-tsé (más de 180.000 km2), totalmente salpicada de lagos; interrumpiéndose por ¡os macizos del sur del Yang-tsé —los Naníing y los Wuishan—, al sur de los cuales se abre la cuenca del Xijiang, región de lomas y colinas de escasa altitud, que hacia el oeste da paso a un conjunto de tierras montañosas relativamente elevadas —la meseta calcárea del Yunnan—, que representan el primer escalón hacia las grandes montañas occidentales. Un sector intermedio entre la China oriental y la occidental está representado por la cuenca roja deí Sichuán, en el valle del Yang-tsé: una gran depresión sobre materiales calcáreos, con abundantes bancos arcillosos, de edad mesozoica, que se encuentra profundamente transformada por ía intensa presión humana ejercida sobre estas tierras. Desde el Sichuán se asciende bruscamente, por el oeste, hacia las elevadas altitudes de la meseta tibetana, por encima de los 4.000 m, flanqueada al sur por la cordillera cenozoica del Himalaya, y al norte por la mesoce-nozoica de los Kunlun. Desde ésta hacia el septentrión, la vasta depresión del Tarim, sobre la que se extiende el desierto del Takla Malean, abre sus inmensas planicies, cerradas, ya muy lejos, por la cadena de los Tianshan al oeste y norte, que descienden en esta última dirección hasta la depresión de Dzungaria, bordeada por los montes Altai en el límite con Mongolia y las repúblicas ex soviéticas del Asia central. Estas depresiones relativas, que en realidad constituyen mesetas elevadas, a más de 1.000 m de altitud (aunque Dzungaria está por debajo de los 500 m) se continúan hacia el este por el desierto del Gobi, con los mismos caracteres, hasta enlazar con el macizo de los Gran Xingan rnanchúes. Un aspecto importante derivado de su historia geológica y tectónica es el relativo a la existencia de numerosos y grandes yacimientos carboníferos por todo el territorio chino, en el que las transgresiones marinas sobre tierras en las que dominaba un clima tropical permitieron la formación de abundantes depósitos. No menos trascendentales han resultado las mineraliza-ciones habidas en los materiales de la plataforma sínica, cuya abundancia ha favorecido su puesta en explotación. El rechazo de las altas tierras del Tíbet-Qinghai se debe a la dureza del clima árido y frío, del que es responsable el relieve, como también lo es. en parte, de los desiertos de abrigo que se encuentran al norte de estas regiones. El clima, con las consecuencias biogeográficas que comporta, se manifiesta, pues, como un obstáculo y un freno importante de la ocupación humana. 2. a)
HETEROGENEIDAD Y SIGNIFICADO DE LOS MEDIOS BIOCLIMÁTICOS Los dominios climáticos
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Los cuatro dominios climáticos definidos anteriormente constituyen el armazón y el fundamento de la diversidad de medios biogeográficos existentes en China. La variedad climática se asienta en las condiciones de la dinámica atmosférica, dada su magnitud territorial, que abarca desde los 22° hasta los 50° de latitud norte y desde los 75° hasta los 130° de longitud este, en cuyas coordenadas se encuentra la casi totalidad de la superficie del país, y dada su heterogeneidad altitudinal. Los caracteres climáticos básicos nacen, pues, de su situación en la zona cálida y en la templada, aunque el relieve modifica profundamente los factores de base, principalmente en la meseta del Tíbet-Qmghai, convirtiéndola en un dominio árido y frío de montaña, y en el Takla Makan, Gobi y Ordos, que, por hallarse en el interior continental, al abrigo de Las pantallas montañosas himalayo-tibetanas, se convierten en tierras desérticas o subdesérticas. Es precisamente la barrera montañosa de los Himalayas-Tíbei-Kunlun la que provoca el rápido cambio de posición del Jet Stream, que pasa al norte de las mismas durante el mes de mayo y que se acompaña del ascenso en latitud de la Convergencia Intertropical, desencadenan do las lluvias monzónicas que afectan desde ese mes y especialmente durante julio y agosto a la India y a todo el sur y sureste de China. Por el contrario, la Gran Llanura del Norte y Manchuria se ven sometidas durante esa estación a las lluvias aportadas por las borrascas del Frente Polar, en posición muy septentrional. El descenso del Jet ai sur del Himalaya durante el otoño provoca la invasión de casi todo el territorio chino por las masas de aire del anticiclón siberiano-mongol, que introducen una fuerte aridez e intenso frío en todo el norte de China, mientras que el sur es afectado por masas de aire húmedas correspondientes a las borrascas del Frente Polar, las cuales durante el invierno llegan hasta latitudes tropicales. Este esquema generai es el que nos permite definir los caracteres de los cuatro dominios climáticos señalados, con sus variaciones regionales en función de la altitud, latitud y posición relativa respecto al interior continental o a los océanos. A cada uno de los cuatro corresponde aproximadamente un cuarto del territorio, comenzando por el dominio de alta montaña del Tíbet-Qinghai, con unas precipitaciones inferiores a los 100 mm anuales y que se hace inhabitable a partir de los 4.000 m de altitud; en segundo lugar, el dominio de los desiertos del noroeste y norte, con veranos muy cálidos e inviernos rigurosos, y cuyas precipitaciones oscilan entre los 50 y 100 mm de media anual; en tercer lugar, el dominio templado frío del NE, de clima continental, con veranos cálidos y húmedos e inviernos largos y muy rigurosos; y finalmente, el dominio subtropical y tropical de la China central y meridional, el de condiciones térmicas y de humedad más favorables para el aprovechamiento agrario. b)
Los dominios biogeográficos
Los dominios climáticos constituyen la base de los biogeográficos, pero éstos han sido profundamente transformados por el hombre en la China oriental, y, como en la China occidental predominan los medios desérticos, la cobertera vegetal es francamente escasa en todo el país, que no cuenta más que en torno a un 13 % de espacios forestales y montes abiertos, en función de la intensa deforestación a la que históricamente ha sido sometido su territorio. Ese porcentaje es muy distinto en Japón, por ejemplo, país vecino que cuenta con un 66 %. La meseta del Tíbet-Qinghai, por encima de los 4.000 m en su mayor parte, tiene un clima frío, semiárido, al que corresponde la alta tundra alpina, que pasa a una estepa fría en Ids sectores más bajos. En la región oriental, con valles profundamente encajados, en los cuales la estación vegetativa puede durar hasta cinco meses, se ha desarrollado una cobertera vegetal de comieras principalmente, y es el área que concentra los asentamientos agrícolas y pastoriles más densos. Frente a este dominio adquiere gran significación la vegetación semidesértica fría y de los desiertos del NO y N en la China occidental: una vegetación desarrollada sobre suelos poco evolucionados, aunque tanto más evolucionados cuanto más se avanza hacia el E y hacia el S, a pesar de que las frecuentes tormentas de arena y de polvo hagan de los suelos formaciones muy inestables. No obstante, existe una gradación de suelos cada vez más ricos, que desde el centro de los desiertos hacia el SE pasan de los desérticos a los sierozioms, pardos esteparios, suelos castaños (brunizioms) y chernozioms. Así, la vegetación no es desértica, sino esteparia, cor arbustos dispersos de hoja caduca y manchones de gramíneas. El aprovechamiento económico, por lo tanto, se reduce a una ganadería nómada trashumante de camellos y cabras, salvo en los sectores regados, que suelen localizarse al pie de las montanas para aprovechar las aguas de los torrentes y sus formaciones coluviales. En la China del Este los dos dominios vegetales quedan separados aproximadamente por el río Yang-tsé. Al norte corresponden las asociaciones de coniferas y frondosas, entre las cuales las especies teóricamente dominantes están representadas por encinas, abedules y oímos, es decir, especies adaptadas a los rigores de! invierno y exigentes en humedad, pero en realidad aparecen formaciones antropógenas de cultivos de cereales, de soja, legumbres, etcétera. Al sur del Yang-tsé se desarrolla el bosque de frondosas, por lo general perennifo-Has, como magnolios y laureles, acompañadas de bambúes, robles José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES orientales, heléchos..., sí bien el bosque original ha sido reemplazado en una gran parte del sector meridional poi árboles y arbustos de cultivo, como morales, cítricos, heveas, cacaotales, cafetales, además de eucaliptos y álamos, destinados estos dos últimos al aprovechamiento maderero por su extraordinariamente rápido desarrollo, c)
El control y aprovechamiento de las condiciones naturales
Ante la acusada deforestación existente en el país se puso en marcha un programa de repoblación forestal para eliminar, al mismo tiempo, algunos fenómenos naturales nocivos. Así, la «Gran Muralla Verde», que, con numerosas franjas de árboles de varias decenas de metros de ancho por 6.000 km de largo, se extendió por Gansu y Mongolia Interior como réplica de la Gran Muralla China, se ideó para frenar los vientos y fijar las arenas del noroeste. Igualmente, a finales de la década de los sesenta y primeros años de la siguiente se puso en práctica un vasto programa de repoblación forestal, a base de cintas de árboles, que dibujaban cuadrados o rombos, y que pretendían geometrizar y domesticar el espacio, como se hizo en Manchuria para frenar los vientos fríos, o como sucedió en Xinjiang, Gansu y Mongolia mediante la plantación de árboles resistentes a la aridez. No obstante, el índice de supervivencia de los árboles plantados fue muy bajo. Ahora bien, la lucha más importante contra las calamidades naturales se centró en la superación de los largos períodos de sequía y en el control délas inundaciones. Ambos, por otro lado, representan dos caras de la misma moneda, puesto que su control exige la construcción de embalses, cuyas aguas se destinan a aumentar la superficie regada. El control de las crecidas de los ríos ha constituido una tarea prioritaria, tanto más cuanto que las aguas de escorrentía se jerarquizan básicamente en torno a tres grandes cursos fluviales: el Huanghe o río Amarillo, con un caudal medio en la desembocadura de 3.250 m3/seg; el Yang-tsé o río Azul, con 40.000 m3 /seg (tercero del mundo, tras el Amazonas y el Congo), y el Xijiang o río del Oeste, con 8.700 m3 /seg. Los tres son grandes ríos alimentados por lluvias muy irregulares, fenómeno característico del clima de la China oriental. De ahí la inestabilidad de su régimen y la frecuencia de las crecidas e inundaciones, que son notables en el Xijiang, temibles a veces en el Yang-tsé y frecuentemente catastróficas en el Huanghe. El Xijiang es un río tropical: sus estiajes se producen en invierno y sus crecidas en verano, algunas de las cuales llegan hasta 59.000 m3 /seg. El mismo régimen caracteriza al Yang-tsé, aunque no sea río tropical: las grandes crecidas doblan el caudal medio, y los estiajes (enero-febrero) bajan hasta 3.600 m3 /seg, Los lagos Donting y Poyang actúan en buena medida de reguladores. Un caso concreto de crecida catastrófica fue la de 1931, que alcanzó hasta 75.000 m3 /seg, debido a tormentas ciclónicas; inundó más de 317.000 km3 y causó más de 3 millones de muertos. El régimen del Huanghe es el más peligroso. Sus crecidas se pueden producir en agosto-septiembre (mayores lluvias), pero también en otoño (lluvias secundarias) o en primavera (deshielo en Tíbet, Qinling Shan y Mongolia). En el centro del verano llega hasta 28.000 m3 /seg, descendiendo en enero-febrero incluso hasta 140 m3/seg. Un año normal transporta 1.000 millones de m3 de tarquines, parte de los cuales se depositan en el lecho del río, rompiendo a veces los muros laterales y dando lugar a inundaciones, que hoy están casi totalmente controladas por muros artificiales. En 1853 el desbordamiento del Huanghe motivó el cambio de su curso, pues desembocaba 800 km al sur de donde hoy lo hace. Un aspecto favorable es la navegabiíidad del Xijiang y del Yang-tsé hasta Wuhan, incluso para navios de alta mar. A ello hay que sumar las grandes posibilidades de regadío que ofrecen por su abundante caudal. En este sentido, el enorme esfuerzo realizado para la construcción y conservación de diques, depósitos, canales y embalses ha permitido elevar la superficie regada hasta cerca de 50 millones de hectáreas, desde los 16 millones que se regaban en 1949, y desde ese año hasta 1980 se construyeron 86.000 embalses, con una capacidad de 400.000 Hm3, equivalentes al 15 % de todas las aguas de escorrentía del país (Banco Mundial, 1983,11, 67-68). Estos proyectos van a culminar en breve con la terminación de la inmensa presa de las Tres Gargantas en el Yang-tsé. Otros aspectos no menos favorables son los relativos ai aprovechamiento hidroeléctrico. En un principio se hicieron grandes proyectos para convertir el río Amarillo en una escalera de agua, pero sólo se construyeron las dos grandes presas de Sanmenxia y Liujiaxia, con sendas centrales de 250 y 1.225 MW de potencia instalada, respectivamente. A las cuales se ha sumado posteriormente la gran presa de Danjiang Kan (20.800 Hm3 y 900 MW), sobre el Han, afluente del Azul. Sin embargo, se ha preferido construir numerosas y pequeñas centrales de utilización local, que han beneficiado grandemente a la agricultura, permitiendo la electrificación rural, el establecimiento de estaciones de bombeo..., de modo que en 1986 había 100.000 pequeñas centrales hidroeléctricas de 70 kW de potencia media instalada cada una, de las que muchas no llegaban a 1 Kw. No obstante, en el curso del Vil Plan de Desarrollo (1986-1990) se están haciendo grandes trabajos José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES para poner en marcha diversas centrales hidroeléctricas: en Jingdong (1.300 MW), Gaobeidan (620 MW), Tumba de los Ming (800 MW) y en el complejo de Ertan, sobre el Yalong y ai oeste de Sichuan (3.000 MW) y lo mismo se hizo durante el VI Plan Quinquenal, en el que se comenzó a ampliar la gigantesca central de Gezhouba (sobre el Yang-tsé, cerca de Yichang) y a construir otras nuevas sobre los grandes ríos, especialmente tas que se están construyendo en la presa de las Tres Gargantas, con una capacidad prevista de 18.200 MW, que entrarán en producción entre el 2003 y el 2009. Han sido precisamente las pequeñas centrales ¡as que han permitido abastecer de energía eléctrica a numerosísimas comunas y aldeas, sin costos excesivos. Y es éste uno de ios muchos aspectos en los que se han manifestado las transformaciones del medio rural bajo el régimen socialista, que hoy tiende a ser sustituido por la iniciativa privada. III.
Las profundas transformaciones realizadas en los medios rurales
El elevado porcentaje de población que habita en el campo, alrededor de un 70 %, convierte a los medios rurales en áreas de singular importancia en el territorio nacional, tanto por su amplitud superficial como por la enorme presión humana que soportan. Una presión humana que ha aumentado extraordinariamente desde los años anteriores a la revolución hasta la actualidad, que ha exigido, por lo tanto, una ampliación e intensificación del labrantío y que, ante las flagrantes desigualdades sociales preexistentes, ha puesto en marcha un vasto programa de transformaciones sociales, económicas y espaciales, que han cambiado la fisonomía de todo el país. 1. LAS ESTRUCTURAS AGRARIAS ANTES DE LA REVOLUCIÓN Y LA REFORMA DE 1950 La historia del imperio chino muestra las vicisitudes vividas por su campesinado, que gozó de largas épocas de estabilidad económica y social frente a sigios de penuria y miseria. El Estado centralizada como director de la economía, de la sociedad y del territorio chinos, intervino en ta distribución de la tierra desde la consolidación dei primer imperio centralizado, bajo la dinastía de los Chin, ya en el siglo III a.C. Pero la preocupación del Estado por la suerte de los campesinos, de quienes obtenía el grueso de los ingresos tributarios, se fue relajando y a partir del siglo VIII de nuestra Era, bajo los Tang, comenzaron a formarse grandes propiedades agrarias por la ruina del pequeño campesinado y por la compra de sus tierras por parte de usureros, comerciantes y funcionarios. Tras el esplendor agrícola alcanzado con los Ming (siglos XIII al XVII), el Estado olvidó por completo su política de protección al campesinado, con lo que ya en el siglo XVII se levantaron movimientos campesinos contra los privilegios de notables y funcionarios, movimientos que alcanzaron sus máximas dimensiones en el siglo XIX con las revueltas del Loto Blanco y de los Tai Ping, favorecidas por la enorme presión demográfica acumulada entre mediados del siglo XVII (unos 200 millones de habitantes en China) y mediados del XIX (unos 430 millones). Históricamente, por lo tanto, se mantuvieron dos principios: el de la propiedad estatal de la tierra, que era entregada por el Estado a los campesinos para su cultivo, principio que predominó hasta finales dei primer milenio de nuestra Era, y el de la propiedad privada, que prevaleció posteriormente y que condujo a graves desequilibrios, contra los que se alzó a menudo el campesinado, principalmente en las coyunturas críticas. Por ello, la propiedad colectiva, preconizada por los comunistas antes de la revolución, na resultaba algo exótico, sino más bien conocido y deseado por la gran mayoría de la población. Un deseo que nacía de una estructura de la propiedad desequilibrada, puesto que sólo el 4 % de los propietarios disponía del 50 % de la tierra (véase cuadro X.2); un aspecto tanto más llamativo cuanto que el gran propietario vivía en el campo en estado casi parasitario, conviniéndose en usurero, que en los momentos de soldadura hacía préstamos de grano a un interés de entre el 50 y el 80 % e incluso del 100 % en dos o tres meses, como ha señalado P. Gentelle. Los campesinos, por otro lado, no se podían librar de los usureros, a los que se veían obligados a acudir ante cualquier avatar meteorológico, a pesar de lo cual las épocas de crisis, como sequías, inundaciones, plagas, etc., provocaban millares y hasta millones de muertes; crisis que afectaban también a los períodos de soldadura. Ante la grave situación derivada de estos hechos, el gobierno comunista promulgó la ley de reforma agraria de 1950, que pretendía romper definitivamente con el pasado, si bien introdujo una fase de transición. Se agrupó a la población agraria en cinco clases, tal como aparecen en el cuadro X.2, y cada uno de dichos grupos se vio afectado de distinta manera, pues, ante todo, se buscaba expropiar a los absentistas y eliminar los abusivos derechos de arrendamiento de la tierra, que llegaban normalmente al 50 % de la cosecha, pero no se expropió a los campesinos medios ni a los ricos que vivían principalmente del trabajo de sus propias tierras. En suma, la reforma agraria de 1950, que estaba prácticamente acabada en 1952, fue de carácter liberal, y repartió 46,6 millones de hectáreas, equivalentes aproximadamente a la mitad de la tierra cultivada, entre 300 millones de campesinos, en lotes de 1 mu (=667m2 o sea 1/15 de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES ha) en el este y sur, de 2 a 3 mu en China central, de 3 mu en el norte de China y hasta de 16 mu en el norte de Manchuria: los lotes eran tanto mayores cuanto menor presión humana había.
CUADRO X.2.
Estructura de la sociedad rural tradicional
Número familias (millones) Grandes propietarios
2,4 Campesinos ricos 3,6 Campesinos medios 12 Campesinos pobres y 42 Obreros agrícolas Fuente: P. Gentelle.1977, p. 30,
% del total Millones de % del total Media de de familias hectáreas de hectáreas hectáreas 4 6 20
44 15,5 13
50 18 15
18,2 4,35 1,1
70
14,4
17
0,35
Junto a los 300 millones de beneficiarios, subsistieron otros 70 millones de antiguos campesinos medios, a los que no se les expropió nada y otros 40 millones de agricultores ricos, a quienes se les redujo la propiedad. Pero esta reforma no resolvió los problemas del campesinado; el minifundismo cundió e incluso parece que descendió la producción agrícola, al desmembrar antiguas explotaciones bien gestionadas y entregarlas a campesinos sin equipar. Por lo cual, la concentración de las explotaciones y la colectivización de los medios de producción se vieron como las respuestas más adecuadas. 2.
EL IMPACTO DE LA COLECTIVIZACIÓN Y EL DESARROLLO AGRARIO
Esta respuesta se había iniciado con anterioridad a 1949, pues ya entonces surgieron en los territorios dominados por los comunistas los equipos de ayuda mutua de producción, que continuaron desarrollándose durante la reforma agraria y se extendieron a la mayor parte de China entre los años 1952 y 1955. Al principio nacieron como temporales, pero luego se convirtieron en permanentes, afectando no sólo a las faenas veraniegas, sino al resto. Agrupaban a 7 u 8 familias y aprovechaban en común herramientas y animales de tiro. En J954, un 60 % de los campesinos estaban integrados en los equipos de ayuda mutua, mientras un reducido grupo había pasado ya a las cooperativas. a)
El impulso colectivizador y el nacimiento de la comuna
El progreso de la colectivización continuó con las cooperativas de producción semiso-ciaüstas o de tipo inferior, que se expandieron principalmente durante el año 1955, a finales del cual agrupaban a casi ios dos tercios de los campesinos. Cada una reunía a unas 30 o 40 familias, pero no se lograba una auténtica fusión en una comunidad, ya que a la hora de la retribución se tenía en cuenta la parte de superficie aportada por cada uno, y todavía se conservaba una pequeña parcela en propiedad individual, además de los utensilios, ios animales de tiro y los árboles frutales; incluso se pagaba alquiler a los propietarios de las tierras. En fa fase siguiente se pasó a las cooperativas de productores en estadio avanzado o cooperativas socialistas. Iniciadas con anterioridad, se extendieron aceleradamente en 1956, llegando durante ese año a reunir al 88 % de los campesinos. En ellas quedó abolida la propiedad privada de los medios de producción —tierras y útiles— y la remuneración se efectuó en relación con el trabajo y no con la superficie aportada. Agrupaban en torno a 100 y hasta 300 familias, que se dividían en brigadas (20-40 familias) y equipos (6-8 familias). Todavía se conservaba lapropiedad privada de un lote de tierra, algún animal doméstico y árboles aislados. La superficie total de cada cooperativa oscilaba según el número de miembros, con una media algo inferior a 1 ha por familia. Pero el nivel máximo de socialización no se alcanzó hasta la creación de la comuna durante el Gran Salto Adelante. A finales de 1958 las 740.000 cooperativas socialistas fueron agrupadas en 26.000 comunas (aunque reducidas a 24.000 en 1959), con un número medio de 4.634 familias por comuna y un total de 123,2 millones de familias. Se trataba de propiciar al máximo unas relaciones de producción socialistas, que favorecieran el desarrollo agrícola, el cual se consideraba la basa del desarrollo industrial. La comuna se organizó en torno a las brigadas de producción (las antiguas cooperativas socialistas), con 200 a 300 familias, que se subdividieron en equipos de producción de unas 40 familias cada uno. El equipo disponía de algunas edificaciones, utillaje y animales de tiro; la brigada, de esos mismos elementos, pero a mayor escala, y la comuna constituía la unidad básica de ordenación, donde se concentraba el poder político y administrativo y donde se reunía el material agrícola pesado, los talleres José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES de reparación, las empresas industriales y las cooperativas de distribución y comercialización de los productos agrícolas. La comuna fue pensada como una unidad de integración económica, en la que se asociaban estrechamente agricultura, industria y comercio; una célula de renovación social para eliminar las diferencias existentes entre la ciudad y el campo y entre la vida de los hombres y de las mujeres, mediante la creación de servicios sociales comunales: guarderías, lavanderías,..; y buscaba, además, ser un foco de propaganda política. Sus resultados más visibles se centran, sin embargo, en la transformación de la vida agraria: tanto por el aumento de los rendimientos como por la ampliación y, a menudo, construcción de nuevos terrazgos, así como por las numerosas obras de infraestructura, repoblación forestal, etc., especialmente durante el tiempo que permaneció vivo el entusiasmo revolucionario, pues pronto decayó éste y, con él, se produjo un estancamiento generalizado. b)
El desarrollo agrario bajo el socialismo chino
El desarrollo de la organización comunal corrió parejo con el desarrollo agrario general, si bien éste, contemplado en perspectiva, parece insuficiente. En efecto, con la política de socialización de los años cincuenta se abrió una campaña de idealismo socialista, de lucha por la domesticación de la naturaleza y de victoria de la voluntad sobre la realidad, que comportó graves problemas. No obstante, y a pesar de las malas cosechas de los años 1959-1961, se crearon las bases para un progreso agrario posterior. En efecto, el «Código de los Ocho Puntos», durante los años cincuenta y sesenta, sirvió de norte para la gran masa de campesinos que no tenían conocimientos técnicos. Hechos tan elementales como la conservación de las aguas y de los suelos, el abonado, la selección de semillas, la plantación intensiva, la protección a las plantas y la modernización del utillaje y mejora de la gestión se convirtieron en el abecé del campesino chino. Cabe dudar sobre la eficacia de estas consignas, pero también hay datos objetivos que demuestran el progreso realizado, por ejemplo en la conservación de las aguas y de los suelos. Respecto a las aguas, si en 1957 no existían más que 13 embalses de una capacidad superior a los 100 Hm3 en 1964 se superaba el centenar y el agua embalsada totalizaba unos 181.000 Hm3 incluyedo los 64.700 de la presa de Sanmenxia. A principios de los ochenta el agua embalsada sobrepasaba los 400.000 Hm3, que serán incrementados con la puesta en servicio de las grandes presas del 6° y 7° planes quinquenales (1981-1990), con un número de embalses próximo a los 100.000, de todas las dimensiones, y sobre todo con la gran presa de las Tres Gargantas, en el Yang-tsé medio. La política hidráulica es contemplada en todos los planes quinquenales, incluido el IX (1996-2000). Al compás del aumento del agua controlada se extendió la superficie regada, que pasó de 34,6 millones de hectáreas en 1957 a los 49,4 en 1994 (FAO, 1996); una extensión enorme, que supone más de la mitad de la superficie agrícola del país y que, a escala planetaria, representa la quinta parte de toda la superficie agrícola regada en el mundo (a título comparativo, España, con unos 3,7 millones de hectáreas regadas, no alcanza más que un 18,2 % de superficie cultivada en regadío). En la conservación de suelos, igualmente, los resultados han sido espectaculares, por más que las cifras sobre la evolución de la superficie agrícola no recojan estos avances. En efecto, partiendo de 97,8 millones de hectáreas arables en 1949, se llegó a un tope de 112 millones en 1965, a 99,5 en 1979, a 97 en 1987, y a 95,8 en 1994. Parece ser que esta disminución obedece a tres factores: primero, a que la cifra de 1957 se sobrevaloró para dar firmeza ai progreso revolucionario; en segundo lugar, a !a puesta en cultivo de terrenos marginales, que luego hubo que abandonar; y, finalmente, a la expansión de las áreas de poblamiento industrial, residencial y de las infraestructuras a costa de los terrenos agrícolas, especialmente en las regiones más densamente pobladas. No cabe duda, sin embargo, que se hizo un gigantesco esfuerzo para alcanzar la vasta superficie de regadío actual; io que supuso la incorporación a] riego de 1 millón de hectáreas anuales entre 1949 y 1979, y que puso en movimiento a millones de campesinos para realizar a mano un trabajo ímprobo, sin medios técnicos y a base de esfuerzo humano. En torno de 50 a 80 millones de personas, en promedio, fueron movilizadas en las campañas de invierno-primavera para la construcción de infraestructuras agrarias (terrazas, nivelación de suelos, canales, diques, desagües, obras de drenaje, caminos, etc.), llegando a un máximo en ía campaña de 1973-1974, con 110 millones de participantes y unos 6.000 millones dem3 de tierras movidos. El desarrollo agrario también se mostró vigoroso en otros aspectos, enlre los que cabe destacar el aumento del abonado y la mejora del utillaje. En el primer campo, el campesino chino ha buscado siempre el modo de proporcionar la mayor cantidad posible de estiércol a unos suelos tan esquilmados, y ha sido el enorme incremento de la cabana de porcino (425 millones de cabezas en 1995; primer país del mundo, con un 47 % de la cabana mundial) lo que permitió disponer de en tomo a unas 25 trri de estiércol por hectárea ya a principios de los ochenta (Banco Mundial, 1983, vol. II, 70), con un contenido en nutrientes de en torno a 250 kg; a los que se deben sumar otros 262 kg/ha, procedentes de fertilizantes químicos, cuyo uso está creciendo rapidísimamente en los últimos años, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES situándose en unas cuatro veces por encima de la media mundial (=83 kg/ha en 1994; la media de España ese año era de 91 kg/ha), si bien con un grave desequilibrio entre ios compuestos niirogenados, de los que se llega a abusar, y los fosfatados y potásicos, de los que se hace un consumo bajo. En cuanto a la mejora del utillaje, el campesinado chino ha atravesado por diversas etapas, con signo muy diferente. Antes del Gran Salto Adelante se admitieron los avances técnicos para el laboreo de las tierras, pero como no suponían un aumento de los rendimientos, se abandonaron posteriormente y se cambiaron por la «semimecanización», es decir, por el rechazo de las máquinas pesadas, que necesitaban una gran fuerza de tracción, y ia aceptación de las pequeñas máquinas, destinadas, por ejemplo, al trasplante y descascarillado del arroz, la trilla de los cereales, despepitado del algodón, prensado del aceite, etc.; máquinas que, además, se manufacturaban en los talleres comunales, dando empleo a un número no despreciable de trabajadores. Sin embargo, posteriormente se ha ido extendiendo el empleo de maquinaria pesada, sobre todo de tractores, cuyo número, expresado en unidades equivalentes de tractor, ha pasado de 145.000 en 1970 a 1.213.000 en 1980, lo que ha permitido arar por medios mecánicos un 40 % de la superficie labrada (Banco Mundial, 1983, II, 75). Sin embargo, los datos de la FAO dan unas cifras descendentes para los años noventa, llegando atan sólo 710.000 en 1994, es decir, una cifra algo inferior a la española. La gran disponibilidad de mano de obra humana desaconseja y dificulta el aumento de la mecanización y potencia el uso de tracción animal. Por otro lado, los tractores son utilizados como vehículo de transporte más que como medio técnico agrario. Todo este conjunto de hechos ha dado lugar a un aumento espectacular de los rendimientos, de tal manera que la media del trienio 1977-1979 alcanzó, para todos los cereales, los 2.650 kg/ha, superior a la de los países desarrollados (= 2.620 kg/ha) y con una clara tendencia al alza, ya que en 1995 se alcanzó la cifra de 4.664 kg/ha. Por todo ello, el informe del Banco Mundial afirmaba, ya en 1983, que China, con un 22 % de la población del planeta y tan sólo 8 % de la tierra arable del mundo, ha sido capaz de satisfacer las necesidades de una población incrementada en 500 millones de personas, merced a su constante preocupación por establecer un sistema de seguridad alimentaria. «En esle sentido ningún otro gran país del mundo en desarrollo ha conseguido lo que China» (B. Mundial, 1983, II, 54). Esta afirmación cabe extenderla hasta finales de los noventa, a pesar de las disfunckmaíidades producidas después de la disolución de la comuna. En efecto, decíamos al principio que este desarrollo ha sido insuficiente. El crecimiento de las disponibilidades alimentarias por habitante entre 1957 y 1977 no alcanzó más que un 0,2% anual. Algo falló en este lapso. Primero fueron las malas cosechas de 1959-1961, a las que se unió el desorden provocado por el Gran Salto Adelante, que despilfarró los tremendos esfuerzos realizados para industrializar el medio rural a base de voluntad, pero sin técnicas adecuadas y sin posibilidades reales de crear el tipo de industria que se perseguía, como era el caso de los pequeños altos hornos, los cuales, en vez de hacer hierro, hacían escoria. Finalmente, los vaivenes ideológicos y políticos, junto con el fuerte crecimiento de la población, hicieron el resto. Este período de relativo estancamiento se ha superado, sin embargo, merced a las reformas de Deng Xtaoping. El hecho de aumentar la extensión de las parcelas familiares y el de liberalizar, relativamente, la comercialización de los productos, ha causado un incremento insospechado de las producciones agrarias desde 1977. Parece que el sistema de colectivización dura tocó fondo y que, una vez satisfechas las necesidades básicas, el campesino chino necesitaba otro tipo de estímulos para reavivar el desarrollo agrario, en parte recogidos en las nuevas orientaciones —«el sistema de economía socialista de mercado»— que van en contra de la ortodoxia ideológica tradicional. El progreso general y básico se realizó en el marco de fa comuna, un marco homogenei-zador a pesar de las grandes disparidades entre regiones. Pero la apertura económica de finales de los setenta hizo saltar por los aires toda la organización comunal. c)
La organización, diversidad y crisis de la comuna
No se puede entender la agricultura china si no se conoce el funcionamiento de la comuna, célula básica de organización del espacio y la sociedad rurales. La comuna fue creada en 1958, ano en que las 740.000 cooperativas avanzadas fueron agrupadas en 26.000 comunas populares para conseguir así unas economías de escala, al tiempo que se suprimieron las parcelas privadas y los mercados locales. Esta nueva organización resultó demasiado distante y poco operativa para ei campesino. En 1962 se tomó la decisión de reducir las dimensiones de las comunas para hacerlas más manejables, por lo que su número se elevó a 74.000, con una superficie y población tres veces inferior a la precedente, y restableciendo las parcelas privadas y los mercados locales, los cuales fueron eliminados de nuevo por la revolución cultural de 1966, que no acabó hasta 1976, con ia muerte de Mao. Las reformas de Deng Xiaoping han repuesto en parte la organización de 1962, con un éxito realmente espectacular. El número de comunas, a finales de los setenta, antes de su desaparición, era de 54.000 en todo el país, pero desde 1979 fueron sustituidas José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES por los sistemas de contratos de responsabilidad familiar, en un acelerado proceso que prácticamente acabó con la comuna ya en 1984. Dentro de la comuna, la célula más pequeña correspondía al equipa de producción, que integraba a unas 34 familias, como media nacional, unidas normalmente por vínculos de amistad y de parentesco, que vivían en un barrio de un pueblo a en una aldea y que compartían un lote de unas 15 a 20 hectáreas de tierra, del que obtenían las principales producciones, secundadas por las conseguidas en las parcelas privadas y complementadas con la cría de algunos animales domésticos (cerdos, patos...). El producto bruto obtenido se repartía entre los miembros del equipo, de acuerdo con un sistema de puntos de trabajo, destinándose a este efecto un 50 % del total, otro 32 % correspondía a costes de producción y el 18 % restante se distribuía entre impuestas (alrededor de un 3,5 %), reserva de grano y fondo de bienestar social. Las rentas de los miembros del equipo se veían incrementadas por los trabajos temporales realizados en la brigada, comuna o en el distrito. A un nivel superior se encontraba la brigada de producción, integrada por unos 7-8 equipos, pertenecientes a un solo pueblo o a varias aldeas. En este nivel se disponía ya de los servicios de las brigadas, como escuela primaria, centros de salud llevados por auxiliares médicos... La principal misión de la brigada era coordinar la labor de varios equipos para trabajos comunes, por ejemplo de infraestructura, y gestionar las empresas que tuviera, como las de manufacturas de seda, materiales de construcción, molinos de aceite, talleres de reparación de maquinaria, explotación de té, etc. No obstante, cada brigada no contaba más que con dos empresas de esta índole, como media para todo el país. En el escalón más alto se encontraban las comunas, integradas por unas 12-13 brigadas de producción, equivalentes a unas 15.000 personas, que disponían de una superficie media de 1.800 ha. La comuna era un destacado centro de servicios, como los de educación secundaria, un pequeño hospital, medios de transporte y servicios de crédito; contaba con comerciantes, trabajadores cualificados, personal dedicado a la administración comunal y a los servicios técnicos agrícolas, a la conservación del agua, además de personal militar, que vivía normalmente en los centros comunales. La comuna se encargaba de la recaudación de impuestos, mantenimiento de la seguridad pública, de las diligencias del Registro Civil, de la comercialización de los excedentes producidos, de la adquisición de los insumas agrícolas, etc. Disponía de centros de maquinaria agrícola pesada, sobre todo tractores, para alquilar a las brigadas y equipos, y era titular de seis empresas industriales, como media nacional, que podían estar orientadas a la rama del cemento, abonos químicos, papeleras, pequeñas industrias de bienes de consumo, etc., que empleaban por lo general más de 40 obreros cada una. Ahora bien, con estas bases comunes de organización, se daban acusadas diferencias, fundamentadas tanto en las condiciones ecológicas de las regiones en las que ss asentaban como en la situación que ocupaban respecto a los mercados urbanos. Así, las comunas perturbarías de la aglomeración de Pekín, de Shanghai o de la llanura costera de Cantón, por ejemplo, gozaban de unas rentas incomparablemente mayores que las establecidas sobre las pobres tierras loésicas del Shenxi. En este sentido, las regiones más pobres de China se localizan en las áreas montañosas del Sur—Guizhouy Vunnan principalmente—, seguidas de las desérticas del NO —Gan-su y Ningxia—. Las más avanzadas corresponden a las tres municipalidades urbanas —Shanghai, Pekín y Tianjín—, a las que siguen las tres provincias manchúes. Regiones como el Tíbet y el Xinjiang gozan de un nivel muy superior a la media nacional, en contra de lo que pudiera pensarse. Evidentemente, estas diferencias comunales se han mantenido después de deshacerse la comuna y pueden observarse en las explotaciones familiares actuales. La diversidad comunal obedece, ante todo, a la diferente presión demográfica y a la variedad de condiciones ecológicas, de modo que éstas permiten establecer en China cuatro grandes dominios agrarios, coincidentes aproximadamente con los dominios ecológicos ya señalados. En e] dominio meridional de la China oriental predomina, ante todo, el cultivo del arroz, del que se recogen dos y hasta tres cosechas anuales sobre una misma parcela, pero el arroz se ve complementado por otros muchos cultivos, como el maíz y el té principalmente, secundados por la caña de azúcar y la morera, con gran importancia de los árboles frutales, sobre todo de los cítricos. Las leguminosas, como cosecha de invierno, están también muy extendidas. Asimismo, el algodón, en el valle del Yang-tsé, al norte de este dominio agrario. En definitiva, se trata de un policultivo mixto, de subsistencia y comercial, con base en el arroz. En el dominio septentrional de la China del Este se da igualmente un policultivo pero con el predominio de plantas no tan termófilas. El arroz cede la vez al trigo y al gaoliang (un tipo de mijo), aunque se mantiene el maíz y se desarrolla la soja y el cacahuete. La soja prospera perfectamente en las llanuras manchúes (es originaria de esta región), donde se acompaña de trigo de primavera y de remolacha. En ambos dominios de la China oriental, el ganado más común es el porcino, si bien la ganadería intensiva de vacuno se ha extendido por numerosísimas comunas y explotaciones familiares. E igualmente, el aviar. Asimismo, las piscifactorías han adquirido carta de naturaleza merced a la José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES abundancia de cursos fluviales y medios lacustres. Frente al sector oriental, la China del Oeste tiene un neto predominio ganadero, con una cabana trashumante de caprinos, sobre todo en el Tíbet-Qinghaí, y de caprinos, ovinos y camellos en el Gobi. Ganadería que adquiere también importancia en las montañas manchúes, tanto de ovino como de equino. Los dos tipos de comunas populares de la figura 10.4Ka) y 10.4b) representan dos modelos de división administrativa bien contrastados, y hoy superados, pero que mantienen la trama general del poblamiento y de la organización territorial, aunque hayan cambiado los tipos de explotación y todos los flujos agrarios. d)
La disolución de la comuna y la liberalización de los años ochenta y noventa
Hasta la muerte de Mao en 1976 la comuna, con sus brigadas y equipos, había constituido la célula básica de la organización del campo. En ella, lo colectivo primaba, nítidamente sobre lo individual y, como ejemplo del trabajo en equipo, la famosa brigada de Dazhai (Shanxi) era citada por los dirigentes chinos como el modelo a seguir. Pero ese predominio de lo colectivo estaba conduciendo al país hacia una preocupante atonía y estancamiento, por la falta de estímulos personales. De ahí que la llegada al poder de Deng Xiaoping, nombrado ya viceprimer ministro en 1975, significó el comienzo de la lucha para «liberar las fuerzas productivas» y el rechazo de lo colectivo, al insistir en que «el igualitarismo era imposible» (Bergère, M. C, 1987, 147). La reforma y crisis del sistema comunal comenzó en 1978, con la aprobación del «Reglamento sobre el trabajo en las comunas populares rurales», que recomendaba la remuneración por trabajo real aportado, teniendo en cuenta la cantidad y la calidad, y reconociendo la posibilidad de hacer «contratos de trabajo» (baogong daozu) con los grupos, pero prohibiendo los contratos con las familias o individuos. Ahora bien, la relajación del control oficial permitió la realización, ya en 1979, de contratos no previstos, a los que se sumaron los contratos de producción con las familias (baochan daohu) e, incluso, los contratos de explotación con las familias (cupos integrales o baogan daohu), aprobados en el V Pleno del Comité Central de febrero de 1980, y dados a conocer a través del Documento 75. Mediante los cupos integrales el contratante no tema más obligación que la de entregar una cuota de producción al equipo (Lefebvre, A. 1984,58-59). Como apunta Lefebvre, estos contratos con las familias, previstos exclusivamente para las regiones atrasadas, se generalizaron ya a mediados de 1981, año en el que se autorizó la expansión de los lotes individuales hasta ocupar un 15 % de la superficie de cada equipo.
Fig. 10.4a) y b).
Dos tipos contrastados de antiguas comunas populares (según K. Buchanan. 1973).
a) Comuna suburbana cerca de Pekín, Poblada por 25.000 habitantes, esta comuna tenía una economía altamente diversificada. Producía cereales, algodón, legumbres, frutas y productos ganaderos. Las legumbres y los productos ganaderos (incluida la leche) se destinaban a la capital. El desarropo del regadío permitió la intensificación de este tipo de agricultura er una región climática marginal, en ia que se regaban más del 90 % de las tierras. Los cambios posteriores a 1979 han potenciado su especulación produciiva en el abastecimiento a la capital. Los intentos por controlar la descolectivización sirvieron de poco, pues en 1982 se habían generalizado los cupos integrales. Este sistema de arrendamiento conserva ciertas obligaciones con el equipo, como pagos para los fondos comunes, prestaciones colectivas para el mantenimiento del regadío o de las infraestructuras, venta al Estado de las cantidades de productos estipuladas en el contrato... Por lo demás, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES cada familia es responsable de los tipos y formas de cultivo o esquilmos, de la comercialización de los productos y de los beneficios o pérdidas. Además, si la duración de los contratos era, al principio, de dos o tres años, a partir de 1984 podía superar Los quince años, con la posibilidad de transmitir en herencia el usufructo de la tierra, de modo que si Los propietarios legales continúan siendo los equipos, los verdaderos «propietarios» son las familias arrendatarias. Por otro lado, se tendió también a privatizar el ganado y el parque de maquinaria (Banque de France, 1989, 6). Un nuevo paso fue dado en octubre de 1984, con la liberaiización, no sólo de la agricultura, sino también del comercio, los transportes, el artesanado y las pequeñas industrias, y, en 1985, se suprimió la entrega de cuotas obligatorias al Estado, con lo que el núcleo familiar pasó a convertirse en la célula básica del campo a todos los niveles, perdiendo funciones y significado las brigadas y equipos.
b) Comuna de la región del loes en Shenxi. Al este, los terrenos accidentados de loes han sido allanados o acondicionados en terrazas; al oeste, las tierras aluviales han sido más intensamente cultivadas. (Es de destacar la menor superficie de las brigadas en este último sector.) La superficie total de la comuna suma unas 1,600 ha. Esta crisis y descomposición de las células colectivas, incluida la propia comuna, provocaron numerosas disfuncionalidades y problemas, como apuntaba Bergére. Entre ellas, el crecimiento de las desigualdades sociales, la desvaiorización del trabajo femenino, el abandono de las tareas colectivas en los regadíos o en las infraestructuras básicas, etc. Pero el problema mayor continúa siendo la existencia de una enorme masa de campesinos excedentarios, estimada en unos 130 millones a mediados de los noventa y que llaman a las puertas de las ciudades con un ímpetu difícil de contener (Images économiques du monde, 1996/1997, 276). Y si los equipos continúan siendo los titulares y distribuidores de ia propiedad agraria, la comuna, por el contrario, ha perdido sus funciones. Así, según Aubert, el gobierno comunal se ha ido traspasando al cantón (xiang), restituyendo la autonomía a la administración local, y separando a los mandos del Gobierno de los cuadros del Partido. Al mismo tiempo, los servicios comunales han sido transferidos a compañías especializadas, las cooperativas de crédito y de compra han emitido participaciones, distribuido dividendos y elegido a sus propios consejos de gestión... (Aubert, C, 1984, 108-109). La privatización de la economía agraria ha abierto el paso a los mercados locales y el Estado ha cedido y está cediendo a los particulares su derecho de compra de los productos agrarios a precias fijos, que resultaba excesivamente caro. Tras las excelentes cosechas de 1989 y 1990, el Consejo de Estado emitió un «Comunicado sobre la Progresiva Revitalización de ia Distribución de los Productos Agrarios», que autorizaba e incentivaba la creación de mercados agrarios, cuyo número no ha dejado de crecer desde entonces (Banco Mundial, 1994, 86-87). Por otro lado, la liberalización de los precios, que acompañó al proceso de reformas, introdujo cambios drásticos en el coste de productos básicos y de todo tipo, con lo que el Gobierno se vio desbordado por el aumento espectacular de la inflación (40 % en la provincia de Guandong y 17 % en todo el país, en 1988, según MacDougall), y por los desequilibrios productivos. Así, sien 1978 se vendía, a precios de Estado, un 92,6 % de la producción agraria, en 1987 esa tasa caía al 24 %, con el consiguiente descontento de las masas urbanas, afectadas por las subidas de los productos básicos, Fue precisamente la falta de control, por parte del Gobierno central, la que provocó la reacción de los conservadores, que exigieron un freno al liberalismo económico y un mayor control político. La brutal represión de la Primavera de Pekín, del 3 de junio de 1989, supuso uno de esos vaivenes a que nos tiene acostumbrados la política china: una fase de stop y de freno a la política liberalizadora, que no ha sido obstáculo para el reianzamiento de los años noventa, con una apertura desconocida al capital exterior y unas espectaculares tasas de crecimiento agrario (5,3 % de media anual durante el período 1980-1993), pero sobre todo industrial, muy por encima de las del resto del mundo. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Para concluir cabe hacer una consideración final. El mundo rural chino ha sido profundamente transformado a fin de hacer frente a las necesidades de una ingente masa de población en auge, que llega a representar el 70 % de la población del país. Este medio rural da empleo a un 64 % de la población activa, la cual, sin embargo, no aporta más que un 19 % del PIB, en tanto que la industria, con un 15 % (un 22 % según fuentes oficiales) de la población activa, aporta un 48 % ai PIB. Estos datos, aunque cuestionables por falta de coincidencia entre las fuentes, hablan de unas claras desigualdades, que favorecen a los medios urbanos en perjuicio de los rurales, los cuales disponen de una renta equivalente a la mitad de la de aquéllos. Y es que la industrialización ha favorecido, evidentemente, a las zonas urbanas, por más que las políticas de desarrollo siempre hayan buscado eliminar las diferencias entre la ciudad y el campo. IV.
Un fuerte progreso industrial
China es uno de los pocos países del mundo que ha mantenido el crecimiento de su producción industrial con tasas del 10 % anual durante un largo período, superior a 25 años (1952 a 1979), que, comparado con el 5 % que alcanzaron la India y otros países de bajas rentas entre 1960 y 1978, resulta realmente destacable; y ello tanto más cuanto que las bases de partida eran francamente deficientes. Salvo las ciudades de Shanghai, Hangzou, Cantón, Pekín, Tianjín y las de Manchuria, el resto del territorio chino constituía un desierto industrial. El proceso de desarrollo desde 1949 tuvo que contar con importantes condicionantes, entre los cuales, la escasez de infraestructuras, de capitales y de técnicas, que perjudicaba el progreso; otros condicionantes, en cambio, lo favorecieron, como la abundancia de materias primas energéticas y minerales. A estos hechos se sumó una política industrial que varió el rumbo en diversas ocasiones, para llegar, al final, a una estructura industrial diversificada, pero muy polarizada espacialmente, en contra de lo que se pretendía. El crecimiento industrial ha sido mayor durante las décadas aperturistas de los ochenta y noventa, con tasas medias de 11,5 % anual entre 1980 y 1993, alcanzando 17,5 % en 1994 y 14 % en 1995 (The Europa World Yearbook, 1996).Y, además, parece que este progreso se está consolidando. 1.
LAS BASES DE PARTIDA: ESCASEZ DE INFRAESTRUCTURAS Y ABUNDANCIA DE MATERIAS PRIMAS
No cabe duda que un factor capital en todo proceso de desarrollo es la integración, no sólo económica, sino también espacial, de manera que cada territorio o cada región pueda especializarse en las funciones para las que ofrece mejores aptitudes; hecho que exige, a su vez, la existencia de unas infraestructuras densas que favorezcan Los intercambios necesarios. a)
La escasa densidad de infraestructuras
Con anterioridad a 1949 los japoneses habían desarrollado una infraestructura viaria importante. Al Nordeste se sumaba un sector costero bien servido, mientras el resto del país permanecía más o menos aislado. Era lo que sucedía en todo el 50 y NO, pues entre ambos no disponían más que de 800 km de vías férreas. De nada les servían las materias primas explotables de su subsuelo si eran inaccesibles. No existía una red viaria nacional, sino unos elementos —ferrocarril, carretera, cursos de agua navegables— desvinculados entre sí. La política general tendió, pues, a desarrollar el transporte del interior al mismo tiempo que se reforzaba el de la China oriental, pero basándose principalmente en el ferrocarril, en perjuicio de la carretera. En la red ferroviaria destaca la potenciación de grandes ejes ya existentes y la construcción de otros nuevos, tales como el de Pekín-Cantón (preexistente) o los de Pekm-Urumchi, Baojí-Chengdu a través de los Qinling, y Lanzhou-Baotou; estos tres últimos, con una clara orientación industrial. En 1963 los tramos principales sumaban 34.000 km y el total ascendía a 54.000. En 1973 las vías principales alcanzaban 45.000 km y unos 52.100 en 1985. En 1994 ascendían a 54.000 km, de los que 15.500 eran de vía doble y 9.000 estaban electrificados. La construcción de una red nacional de ferrocarriles conectando todas las regiones del país ha sido un logro destacable, tanto más cuanto el sistema resulta eficiente, sobre todo para el transporte de grandes cargas (acero, carbón...), aunque suele desplazar pequeñas mercancías que en otros países circulan por carretera. Todas las regiones y provincias, excepto el Tíbet, están unidas por ferrocarril. Además se han emprendido programas expansivos, como la nueva línea de 2.536 km entre Pekín y Hong Kong, terminada en 1995. El primer tren de Alta Velocidad discurre entre Cantón y Shenzen, mientras que Pekín y Shanghái quedarán unidas pronto por el TAV. La red de carreteras ha pasado de unos 100.000 km en 1949 a unos 900.000 en 1979 y a 1.117.821 a finales de 1994, de las que un 89 % estaban pavimentadas, pero pocas totalmente asfaltadas, como la del José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES gran eje Pekín-Cantón. Las mayores realizaciones, sin embargo, se han llevado a cabo en las regiones marginales de las minorías nacionales. La carretera, en cualquier caso, ha sido marginada; tiene poca densidad y mal firme, y la flota automovilística es muy reducida y obsoleta. Por el contrario, el transporte fluvial ha tenido una gran incidencia económica, de modo que actualmente cuenta con unos 103.000 km de vías navegables interiores, si bien la mitad de ellas no alcanzan un metro de calado. El Yang-tsé representa una de las principales arterias de navegación, que permite el paso de navios de 10.000 tm hasta Wuhan. A ello se suma en toda la China del Este la gran extensión de ríos y canales navegables, sobre todo para el pequeño transporte, mediante juncos y sampanes. Los progresos realizados en la infraestructura viaria son evidentes: prácticamente todas las regiones han quedado integradas en una red nacional. Pero aún permanecen aislados de ésta numerosos territorios, principalmente en las regiones montañosas. Sin embargo, el firme avance de las infraestructuras ha supuesto un gran paso para el desarrollo industrial. b)
Las riquezas minerales
Los recursos naturales en China, dado el estado de atraso de la Geología y de toda la ciencia antes de 1949, han conocido una constante reeval nación. Los trabajos geológicos posteriores han hecho aparecer, según indicaba un informe norteamericano en 1961, recursos minerales «tan importantes que parecen van a hacer de China una de las primeras reservas mundiales de materias primas». Llama la atención la riqueza en muy diversos minerales, tamo ferrosos como no ferrosos (tungsteno, antimonio, estaño, molíbdeno; oro, grafito, plomo, cinabrio; bauxita...), así como en carbón y petróleo; elementos todos ellos básicos para un desarrollo industrial. Los grandes yacimientos de carbón y petróleo han asegurado una fuente de energía barata para todo tipo de consumo. En cuanto al carbón, es significativo el hecho de que ya en el año 1958, 1.300 de los 2.000 departamentos, poseían algún yacimiento de hulla, si bien con grandes diferencias regionales. Actualmente sobresalen los núcleos carboníferos de Datong (Shanxi), donde existe una de las mayores acumulaciones del mundo: 60.000 km2 de cuenca carbonífera, y Hailuan (Hebei), que abastece a las aceñas de Shanghai. Las reservas se estiman en más de 1 billón de tm, que, al ritmo actual, aseguran el consumo para 900 años. En lo que respecta al petróieo, sin embargo, tras años de auge, con una producción de 106 millones de tm en 1980, surgieron problemas y hubo un cierto declive, que se ha vuelto a superar, pues ya en los noventa avanza firmemente, alcanzando la cota de 148,8 millones de tm en 1995 (sexto productor mundial, con un 4,6% del total). Según el Banco Mundial, las reservas no alcanzarían más que unos 1.800 millones de tm, pero la British Petroleum las elevaba entre 17.500 y 50.000 millones de tm. Ya desde mediados de los ochenta China ha concedido diversos permisos de prospección a sociedades extranjeras, sobre todo de EE.UU. y Japón, aunque también de España, para que actuaran principalmente en las áreas marinas de la bahía de Bo Hai, golfo de Tonkíti, cuenca del río de las Perlas, en tomo a Cantón, mar Amarillo, etc.; lo que ha dado resultados positivos desde 1986. La producción continúa estando concentrada, principalmente, en los grandes yacimientos de Daqing (Manchuria), seguidos de los de Shengli (norte de Shandong) y de Renqiu (sur de Pekín), aunque tiende a diversificarse. Si las disponibilidades petroleras han permitido a China incluso exportar crudo a Japón, otro factor destacable en su avance industrializador radica en ia abundancia de mineral de hierro, del que produce entre 70 y 80 millones de tm anuales (tercer productor mundial) y dispone, además, de enormes reservas, principalmente en ¡as provincias de Jiangxi y Henan. Con estos elementos y basándose en una abundantísima mano de obra, los gobernantes de la República Popular plantearon un desarrollo industrial que afectaría tanto a ios medios urbanos como a los rurales. Pero ia realidad no respondió a lo proyectado, pues la concentración de la industria sigue las pautas del mundo occidental. 2. LA POLÍTICA INDUSTRIAL: GRANDES COMPLEJOS INDUSTRIALES Y PEQUEÑAS FÁBRICAS A pesar de los cambios de rumbo en la política industrial, China ha buscado una plena independencia en este campo; lo cual ha significado el rechazo de las inversiones de capital occidental hasta los anos ochenta, por una parte, y el rechazo de la división internacional del trabajo entre los países socialistas, propugnada por la URSS, por otra. En este sentido, es ilustrativa la escasa entidad de la asistencia soviética, que en 1958 no pasaba de 35 técnicos desplazados para la puesta en funcionamiento de la acería y de ia planta de máquinas-herramienta de Wuhan, en tanto que en la acería de Bhilai (India), de menor capacidad que la de Wuhan, intervinieron 1.000 técnicos soviéticos. Ese deseo de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES independencia nacional se manifestó nítidamente en la ruptura con la Unión Soviética en 1960, dado que ésía pretendía imponer no sólo sus criterios técnicos, sino también ideológicos. En cualquier caso, el desarrollo industrial ha resultado impresionante, con ritmos de crecimiento del producto industrial bruto de casi el 35 % anual entre 1949 y 1952, y del 18 % anual entre 1952 y 1957, reduciéndose aun 10 % entre 1957 y 1979 y elevándose aun 11,5 % entre 1980, y 1993 y hasta un 17,5 en 1994 y un 14 % en 1995. Han sido estos espectaculares incrementos de la producción industrial los que han posibilitado que ei sector aporte un 47,2 % del PIB (en 1994, según estimaciones oficiales), a pesar de no dar empleo más que a un 22,7 % de la población activa, aunque otras fuentes —creemos que indebidamente— rebajan esta tasa al 15 % de población activa. Este crecimiento, fruto de una política industrial específica, no ha afectado por igual a todas las regiones, como veremos. a)
La industrialización bajo la dirección soviética: un desarrollo concentrado sectorial y espacialmente
En efecto, durante esta primera fase China siguió el modelo soviético, concediendo prioridad a la industria pesada y de bienes de equipo, relegando la de bienes de consumo, Así, mientras las ramas de metales ferrosos mantuvieron un ritmo de crecimiento anual del 31 %, la de textiles só lo alcanzó un 9 %. Por otro lado, la importancia concedida a las grandes empresas modernas supuso una fuerte concentración espacial en pocos centros urbanos, de tal manera que fueron 19 ciudades las que acapararon los grandes proyectos industriales (véanse figs. 10.5 y 10.6), Como consecuencia, antes de la retirada de los soviéticos, en 1960, las tres provincias más favorecidas (Jiangsu, Hebei y Liaoning) disponían de más del 50 % de ¡a capacidad industrial del país. Por otro lado, un 60 % de la totalidad del valor añadido industrial era proporcionado por las 9 primeras ciudades, un 31 % por los 123 centros urbanos medios y sólo un 9 % por todas las ciudades pequeñas. Sin embargo, esta concentración no respondía a la política de los planificadores chinos, que en 1958 distribuyeron los proyectos industriales entre 2.100 ciudades. b) Industria pesada e industria ligera: «marchar sobre las dos piernas» (1958-1979) «Marchar sobre las dos piernas», es decir, apoyándose sobre los grandes complejos y sobre la pequeña industria, fue el eslogan adoptado desde el Gran Salto Adelante. Los grandes complejos industriales continuaron la expansión iniciada anteriormente, como sucedió en el campo de la hidro-eiectricidad, con la terminación de las presas de Sanmen y Liujia, por ejemplo, o en el de la siderurgia, con la ampliación y modernización de Anshan y Wuhan y la creación del complejo de Baotou (Mongolia InteriorJ, amén de otras acerías de medianas dimensiones; o en petroquímica, con la construcción del complejo de Lanzhou (Gansu). Esta expansión se logró tanto a través de las propias técnicas como por medio de la compra de equipos «llave en mano» a los soviéticos. El otro pilar del desarrollo industrial lo constituyeron las pequeñas empresas y fábricas dispersas por el campo. Cada distrito debía poseer acerías, plantas de hidroelectricidad y de producción de carbón, de cemento y, finalmente, de maquinaria y talleres. Ahora bien, esta política cosechó serios reveses, sobre todo en los pequeños altos hornos, que tuvieron que abandonarse, por su inviabiiidad, tan rápidamente como se habían expandida durante el año 1958. No obstante, la idea de la industrialización rural fue consolidándose y adquirió carta de naturaleza en algunas ramas,
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 10. 5 El espacio industrial en China Fig. 10.6.
Valor de la producción industrial por provincia.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
como sobre todo en la producción de cemento y de fertilizantes, de las que a principios de los ochenta se contaban unas 3.400 y 1.400 pequeñas fábricas, respectivamente, extendidas por todo el país, aunque con una tecnología obsoleta y un excesivo consumo energético. El afianzamiento de este tipo de industrias rurales tuvo lugar durante los años sesenta, en buena medida como respuesta de los gobernantes a las malas cosechas de los años 1959 a 1961, que motivaron un reajuste de la política industrial a fin de proteger más a la agricultura, de modo que el desarrollo económico se basó en «tomar a la agricultura como base y a la industria como factor dirigente». Se sustituyó así la prioridad dada a la industria pesada por la que desde ahora se otorgó a la agricultura y a las industrias con ella relacionadas, tales como producción de abonos, tractores, motores para riego, utillaje agrícola...; prioridad manifiesta en el aumento de las inversiones relativas y absolutas en esos sectores. c) Impulso a la industria ligera, creación de las zonas-piloto en los años ochenta y desregulación en los noventa Una tercera etapa de desarrollo industrial comenzó en 1979. La nueva política industrial buscaba, por una parte, la apertura a los capitales y técnicas extranjeros para realizar grandes proyectos y, por otra, llevar a cabo una transformación total de la industria ligera mediante una renovación técnica que acabara con la obsolescencia de la gran mayoría de las pequeñas fábricas, las cuales, al mismo tiempo, podrían especializarse en determinadas producciones para disminuir costos a través de unas economías de escala. Las primeras medidas de apoyo a la industria ligera dieron buenos resultados, pues en 1980 creció un 18,4 %, en tanto que la pesada sólo un 1,4 %, en contra de lo que había sucedido hasta este nuevo cambio de rumbo. La producción de televisores y de aparatos de radio se duplicó en 1980 con respecto al año anterior, la de cámaras fotográficas creció un 57- %, la de máquinas de coser, relojes de pulsera y bicicletas un 30 %..., es decir, toda una explosión de bienes de consumo lanzada ai mercado. El crecimiento industrial de los años ochenta fue realmente espectacular en todos los ámbitos, tanto en función del apoyo dado por el gobierno a la industria ligera, como por la inversión de capital extranjero y la creación de áreas-piloto, que pretendían precisamente encauzar las inversiones exteriores, de tal manera que la década de los ochenta conoció una auténtica explosión industrial, consolidada en la de los noventa, que aceleró el proceso, como se puede observar en el cuadro X.3 El dinamismo industrial, aunque generalizado, se ha centrado sobre todo en las pequeñas industrias rurales, surgidas al calor de la liberalización como empresas colectivas derivadas a menudo de antiguos talleres comunales, que han recibido aportes de capital de los propios paisanos, convertidos en auténticos empresarios en busca de nuevos mercados. En pocos años, este tipo de empresas ha logrado crear varias decenas de millones de empleos no agrarios, rebajando considerablemente el nivel de la población activa en este sector, consiguiendo en torno a un 15 % del valor total de la producción industrial de China, el cual, además, no estaba controlado por el Plan. Junto a estas empresas colectivas se han creado también otras privadas, muy dinámicas, merced a su estatuto fiscal privilegiado y a la falta de control colectivo, que se han orientado principalmente hacia los servicios (reparación, restauración...) y hacia la construcción de viviendas..., logrando crear varios millones de empleos en la ciudad y en el campo. Una enmienda a la Constitución, de agosto de 1988, reconoce a este tipo de empresas privadas como José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES componente indispensable de la economía socialista (Banque de France, 1989, 7). Frente a las empresas colectivas y privadas, las públicas, que estaban sujetas a la burocracia y a la fijación de precios y salarios administrativos, sin relación con los costos reales, comenzaron el proceso de reforma en diciembre de 1984, mediante la introducción del principio de responsabilidad de gestión, que peimite a los directores de fábrica escoger a sus proveedores, a sus clientes, a sus obreros, etc., fijándose contractual mente las obligaciones que tiene la empresa con el Estado, entre las cuales figura entregar un 55 % de los beneficios. Esta autonomía teórica de la empresa pública se ve también condicionada por la tendencia de las autoridades políticas y de la burocracia local a inmiscuirse en los negocios empresariales, exigiendo en tomo a un 30 % de ios beneficios como impuesto locai, con lo que las empresas deben financiarse fundamentalmente con los fondos de amortización. En cualquier caso, las empresas públicas continuaban aportando el 53 % de la producción industrial china en 1991 y, a pesar de su declive, aún mantienen hoy un papel predominante en la estructura industrial china. Junto a la introducción del principio de responsabilidad de gestión en la empresa, la Administración ha creado unas zonas económicas especiales o áreas-piloto, como medio de adoptar los valores de la economía de mercado en un sistema de planificación central. En efecto, aprobadas en 1979, las Zonas Económicas Especiales se localizaron en las proximidades de Hong Kong (Zhuai, Shenzhen y Shanthou) y frente a Taiwan (Xiamen), dando facilidades fiscales a las empresas extranjeras y a las sociedades de capital mixta, eliminando aranceles para aquellos productos destinados a la transformación en dichas zonas y dejando entera libertad de uso de las divisas conseguidas en ellas. Estas cuatro zonas conocieron bastantes dificultades al principio, debido a su alejamiento de los centros económicos importantes dei país y a la falta de mano de obra cualificada, y ello a pesar de las inversiones estatales realizadas. La más grande y exitosa fue precisamente la de Shenzhen, que se comporta como el traspaís de Hong Kong, que es de donde procedían las tres cuartas partes de las inversiones extranjeras en estas zonas. Tras la incorporación de Hong Kong a China en 1997, la ex colonia británica continúa encauzando las inversiones exteriores, pues la apertura china ni fue pasajera ni tímida, ya que en 1984 habían sido «abiertas» otras 14 ciudades costeras, entre las que se encontraban los centros neurálgicos del país, como Shanghai, Tianjín y Pekín (ésta en el interior), que crearon sus propias «zonas de desarrollo económico y técnico», ofreciendo ventajosas condiciones a los inversores extranjeros. En febrero de 1985 se decidió «abrir» otras tres grandes regiones, entre las que se encontraba todo el delta del Yang-tsé alrededor de Shanghai, y el río de las Perlas alrededor de Cantón. El recurso al capital exterior, que estaba acelerando el desarrollo económico chino, se vino abajo con el aplastamiento de la revuelta de Tiananmen en junio de 1989; suceso que provocó una falta de confianza en el sistema sociopolítico del país. Pero, tras el colapso inicial, el proceso aperturista y desregulador ha seguido imparable su curso. De hecho, las inversiones exteriores, principalmente provenientes de Hong Kong, Taiwan y Japón y EE.UU. han mantenido ritmos vivos, con 73.000 millones de dólares de inversión directa ea 1994 y algo menos en los años siguientes. La confianza del capital exterior se ha acentuado con la convertibilidad del yuan desde diciembre de 1996. Este dinamismo favoreció un descontrol de la inflación, que obligó a tomar drásticas medidas en 1993, en la que se pusieron en marcha radicales reformas de la banca, los impuestos, las inversiones y el comercio exterior Las cuantiosas pérdidas de las empresas públicas estar desencadenando procesos de descentralización y desregulación, que favorecen la expansión, de las colectivas y de las individuales, pero el peso económico está siendo transferido desde las públicas a las demás. Cuadro X.3. propiedad a
Año
Número
1985 1991
94.000 105.000
Número y valor de la producción de las empresas industriales en China, por tipo de
Empresas del Estado Millones yuan % del total 630210 64,9 1.093.780 52,9
Empresas colectivas Número Millones yuan 1.742.000 311.720 1.577.000 737.600
Empresas individuales Total Número Millones Número Millones yuan yuan 3.348 17.980 5.185.000 971.650 6.387 117.690 8.080.000 2.066.070
a
El valor de la producción industrial de 1991 está expresado en precios constantes de 1985. Nota: El total no corresponde a la suma de los valores parciales, porque hay empresas de distinta propiedad, contadas en más de un tipo. Fuente: World Bank, 1994, p. 185 (basado en China Statistical Yearbook 1992).
En 1996 se liquidaron 5.000 empresas públicas (frente a 2.200 en 1995), si bien los gobernantes y la opinión ciudadana 'se están mostrando muy cautos, por cuanto no se quiere eliminar empleo sin alternativas, pero la bonanza económica ha permitido generalizar un seguro de paro en las zonas urbanas e incrementar los empleos privados; lo que está potenciando el proceso aperturista (Images économiques José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES du monde 1996/1997, El estado del mundo 1998). Este desarrollo reciente no ha eliminado, sin embargo, ia dualidad de la estructura industrial. 3.
UNA ESTRUCTURA INDUSTRIAL DUAL
Todavía a principios de los noventa la estructura industrial reflejaba una clara dualidad, como se observa en el cuadro X.3. Dualidad que se asienta en la coexistencia de grandes empresas modernas y tecnificadas, con alta intensidad de capital, frente a pequeñas industrias rurales, con alta intensidad de trabajo, Las primeras se localizan en centros urbanos importantes y, principalmente, en las ciudades que actuaron de polos industriales ya durante el I y II Plan Quinquenal (1953-1957 y 1958-1962); las segundas se encuentran dispersas por las cabeceras de distrito y por los centros de menor rango. No obstante, a esta dualidad tradicional hay que añadir otra más reciente y es ia de la ineficiencia de Las empresas estatales, con un elevado empleo de bajísima productividad, frente a las empresas individuales incomparablemente más dinámicas. Los propios datos del cuadro X,3 muestran una tendencia regresiva en las primeras y aceleradamente progresiva en las segundas, tanto más cuanto a lo largo de ios años noventa se ha dinamizado la privatización, y aunque aún hoy tienen una pequeña participación en el producto industrial, la tendrán mucho mayor en un futuro próximo, tal como se está desarrollando el proceso. En conjunto, la producción industrial por habitante en China es muy baja, del orden de unas veinte veces menor que la de los uaíses industriales de Occidente, aunque muy superior a la media de los países tercermundistas de baja renta. Esta producción industria], dada la política seguida, ha favorecido a la industria pesada, que representaba en 1979 un 56,9 % de la producción industrial bruta frente al 43,1 % de la industria ligera, pero ya en 1992 se habían invertido los valores: 50,1 y un 49,9 % respectivamente (Bustelo, P. y Fernández, Y., 1996, 23). Véase a este respecto en el cuadro X.4 cómo se dispara la producción de bienes de consumo perecederos en los últimos decenios, cuyo resultado más espectacular ha sido el incremento de su participación en el comercio mundial (= 3 % en 1995), con niveles similares a los de Canadá y casi el doble de los de España (ibídem, ídem, 23-24).
Cuadro X.4.
Producciones significativas de elementas industríate
Industria pesada Carbón (millones tm) Electricidad (millones MW/h) Acero bruto (millones tm) Fertilizantes químicos (miles de tm) Vehículos de motor (miles de unidades) Tractores 20 HP (miles de unidades) Industria ligera Paño de algodón (miles de millones m) Televisores (miles de unidades) Radios (miles de unidades) Bicicletas (miles de unidades) Máquinas de coser (railes de unidades) Relojes de muñeca (miles de unidades)
1952
1957
1970 1979
1980
1985
1990
1995
66 7,3 1,3 39 0 0
131 193 5,3 151 7,9 0
354 115,9 17,8 2.435 87,2 31,9
635 282 34,5 10.6541 85,7 125,6
620 300,6 37,1 12.320 222 98
850 406 47 14.87 437,2 45b
998 618 68 20.479c 1.067c 57.000c
1.292 904 94 22.728* 1.367* 46.700*
3,8 0 17 80 66 0
5,1 0 352 806 278 0,4
9.2 10,5 3.108 3.688 2.352 3.476
12.1 1.329 13.810 10.095 5.680 17.070
13,5 2.492 30.040 13.020 7.680 22.160
14,2 16.677 16.003 32.277 9.912 54.311
19,1c 28.678c 16.485c 40.836c 8.332c 86.588c
21,1* 32.833* 41.323* 43.649* 8.611* 477.768*
a Expresado en contenido de elementos nutrientes; b Tractores agrícolas de medio o gran caballaje. c Año 1992. Año 1994. Fuente: World Bank. 1983, vol. II. p. 114; images.: Économiques du Monde, 1986 y 1988, y 1996 ’97; Calendario Atlante de Agostini 1990 UN: Statistical Yearbook, 1985/1986; The Europa World Yearbook 1996.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES Por otro lado, continúa manteniéndose el desequilibrio espacial de principios de los años ochenta entre los antiguos centros industriales y el resto del país, de manera que las tres grandes ciudades chinas —Shanghái, Pekín y Tianjin—, junto con las provincias de Jiangsu y de Liaoning, aportaban el 39 % de la producción industrial cuando no contaban más que con un 12,5 % de la población; y Shanghái por sí sola aportaba casi un 13 % del producto industrial bruto del país, con tan sólo un 1,2 % de la población (véase cuadro X.5). Sin embargo, el crecimiento industrial generalizado está favoreciendo más a las áreas rurales y ciudades pequeñas o medias que a las grandes. Así, Shanghái, que no ha dejado de aumentar en población y en producción industrial, tuvo un crecimiento industrial (en 1986-1987) del 11,6 %, muy inferior al de toda China, que fue del 23,9 % (Images Économiques du monde, 1988, 129). La distribución espacial de la industria china, tal como aparece en el cuadro, ha dado lugar a una fuerte densidad a lo largo de lo que se podría denominar el corredor industrial, que desde la ciudad de Harbin en Manchuria desciende por el centro de esta región y, enlazando con Pekín, Tianjin y la provincia de Hebei, llega, a través de Shandong, hasta el sur de Shanghái. Otras concentraciones industriales importantes tienen lugar en las dos provincias de la China central (Hubei y Hunan), en el SO de Sichuán y en el SE costero de la provincia de Cantón (véase fig. 10.6: Valor de la producción industrial por provincia). La industria china, en suma, a pesar de su fuerte crecimiento, no ha logrado adquirir una destacable densidad más que en determinadas regiones; no obstante, ha hecho enormes progres os, que han continuado durante los años ochenta y noventa, mediante la creación de nuevas industrias, la modernización de los equipos, el ahorro energético, el mayor crecimiento de los bienes de consumo, etc. Cuadro X.5.
Contrastes espaciales en la producción industrial bruta por provincia en 1979 y 1991
Producción Industrial bruta (%)
Población (%)
Coeficiente de especialización industrial 1979 1991 2,6 1,91 1,23 1,00 1,39 1,13 5,11 3,30
Producció industrial cápita (yua 1979 19 1.213 4.6 567 2.4 666 2.7 2.424 8.0
Liaoning Jilin Heilongjiang Pekín
1979 9,1 2,7 4,6 4,6
1991 6,54 2,17 3,49 3,12
1979 3,5 2,2 3,3 0,9
1994 3,42 2,17 3,09 0,95
Miles kabs 1994 40.670 25.740 36.720 11.250
Norte:
Tianjin Hebei Shanxi Mongolia Int.
3,8 4,4 2,3 1,2
2,71 4,72 2,15 1.07
0,8 5,2 2,5 1,9
ÍU9 5,37 2,56 1,90
9.350 63.880 30.450 22.600
4,75 0,85 0,92 0,63
3,45 0,88 0,84 0,56
2.354 396 432 297
8.4 2.1 2.0 1.3
Este:
Shandong Anhuí Shanghai Jiangsu Zhejiang Jiangxi l;i:;¡-í¡-
64 2,5 12,9 8,4 3,3 1,7 1.5
9,07 2,73 6,80 11,18 6,35 1,78 2,35
7,4 4,9 1,2 6,1 3,9 3.3 2,6
7,29 5.01 1,14 5,91 3,61 3,38 2,68
86.710 59.550 13.5fií) 70.210 42.940 40.150 31,830
0,88 0,51 10,75 1,38 0,85 0,52 0,58
1,24 0.55 5,96 1,89 1,76 0,53 0,88
413 234 5.231 654 399 242 277
3.0 1.3 14 4.6 4,2 1.2 2.1
Centro Sur:
Henan Hubei Hunan Guangxi Guandong Hainan
3,7 4,1 3,4 1,6 4,6 0,21
4,34 4,07 2,84 1,51 9,04
7,4 4,8 5,4 3,6 5,8 0,60
7,59 4,81 5,35 3,78 5,63 7110
90.270 57.190 63.550 44.930 66.890
0,5 0,85 0,63 0,44 0,79 0,34
0,57 0,85 0,53 Ü.40 1,61
236 406 299 269 372 841
1.3 2.0 1.2 97 3.9
Noroeste:
Shenxi Gansu Qinghai Ningxia Xinjiang
2,3 1,8 0,3 0,3 0,7
1,82 1,13 0,22 0,26 1,02
2.9 2 ' 0,4 0,4 1,3
2.93 2,00 0.40 0,42 1,37
34.810 23.780 4.740 5.040 16.320
0,79 0,9 0,75 0.75 0,54
0,62 0,56 0,55 0,62 0,74
376 436 370 378 256
1.5 1.3 1.3 1.5 1.8
Suroeste
Sicbuán Guizbou Yira, rían Xizang (TSbet)
5,4 3 1,3 <0,5 (?)
5,09 0,89 1,41 0,01
10,1 2,8 3,2 0,2
9,43 2,91 3,31 0,20
112.140 34.580 39.390 2.360
0,53 0,36 0,41 ?
0,54 0.31 0,43 0.1)6
254 168 190 <125(?)
1.3 74 1.0 15
100
100
100
1188.710 1
1,00
473
2.4
Región económica Nordeste:
Total 100 Fuente: World Bank 1983 y 1994, The Europa World Yearbook 1996.
Sin embargo, las dificultades son enormes por la falta de capitales, por la escasez de personal José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES cualificado, la insuficiente producción minera..., pero también es cierto que los dirigentes y el pueblo chino están aplicando con entusiasmo las medidas para superar esta situación, favorecida por la penetración de capital exterior, la liquidación de las grandes empresas estatales con pérdidas y la desregulación general del sistema en favor de las empresas piivadas, mucho más dinámicas. El desarrollo industrial, aunque generalizado, se ha centrado principalmente en las ciudades, las cuales han conocido un crecimiento totalmente singular. V.
La nueva organización urbana
El primer fenómeno a destacar es la magnitud de la urbanización en términos absolutos, por más que los datos se prestan a serías confusiones en virtud de los cambios administrativos y de la propia estructura de las ciudades chinas. En éstas se encuadra un conjunto de comarcas periurbanas con población dedicada a las actividades agrarias, que puede representar entre un 30 y un 40 % de la «población urbana» oficial. De ahí la gran importancia que tiene 3a definición que se adopte. Por otro lado, la Administración china redefinió y redelimitó lo urbano en 1984, con lo que las estadísticas son muy confusas, ya que consideran urbana a la población que se encuentra en los límites del penmetro oficial urbano, y que daban unas cifras de 19,4 % en 1980 y de 46,6 % en 1987 (Pannel, C. W., 1990, 220). Por otro lado, si se descuenta toda la población agraria que habita en el perímetro urbano oficial, las cifras caen enormemente. Así Ma y Cui dan tan sólo un 15,7 % de población urbana para 1984 (Ma, L. y C. y Cui, G., 1987). Por otro lado, parte ce la población periurbana trabaja a tiempo parcial en la ciudad, complicando aún más los hechos. En cualquier caso, el cuadro X.6 refleja la evolución de la población urbana según la delimitación oficial y que, ai modificarse en 1984, ha hecho subir el índice por encima de lo que cabía esperar. Realmente, si se descontara la población agraria que vive en los perímetros urbanos oficiales, las tasas urbanas se reducirían aproximadamente a la mitad. China sería el país del mundo con más población urbana, por encima incluso de Estados Unidos y de la antigua Unión Soviética. Sin embargo, hasta 1978 no se distinguía por un rápido crecimiento urbano, en contra de lo observable en el resto del mundo, pero las tasas de los ochenta y noventa están batiendo registros, superando a menudo el 5 y hasta el 8 % anual debido sobre todo a la presión demográfica en el campo y a las persistentes y llamativas diferencias de renta entre el campo y la ciudad (Larivière, J. P., 1994, 92-93). La evolución y organización interna de las ciudades centrarán nuestro análisis.
Cuadro X.6.
Año 1949 1950 1953 1955 1960 1964 1965 1970 1975 1980 1982 1985 1987 1990 1997
Evolución de ¡a población urbana china, según las estadísticas oficiales
Población urbana censal (millones) — — 77,25 — — 127,10 — — — — 206,59 — — 297,00 —
Población urbana a fin de año (millones) 57,65 61,29 78.26 82,85 130,73 129,50 130,45 144,24 160,30 191.40 211,54 382,44 503,62 601,00 366,61
% de población urbana a mediadas de año según Anuario Estadístico de China 10,6 11,2 13,3 13,5 19,7 18,4 18.0 17,4 17.3 19,4 20,8 36,6 46,6 53,0 29,6*
* Según estimaciones del Population Reference Bureau 1997. Esta cifra parece mucho irás próxima!, la realidad que laque aportan los dalos oficiales, en los que se contabilizan una porción significativa de habitantes rurales que están dentro de los límites administrativos urbanos. Fuente: State Statistical Bureau, 1988., tomado de Pannel. C. W, 1W0. p. 220, Larivière, J. P.. 1994, p. 90 y Population Reference Bureau 1997
1.
POBLACIÓN URBANA Y URBANIZACIÓN José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES La evolución de la población urbana china puede parecer contradictoria: pero, en realidad, no es más que el reflejo de unos hechos económicos y políticos que la han condicionado, Por ello, durante la vigencia del I Plan Quinquenal (1953-1957) creció rápidamente, dado que la expansión industrial favoreció a los centros urbanos, de manera que 120 ciudades concentraron la casi totalidad de los proyectos industriales importantes y, es más, 6 de ellas recibieron más de 21 proyectos cada una y otras 12, entre 11 y 20. Estos hechos atrajeron a una enorme masa de población campesina, que se asentó en las ciudades. Así, de 77 millones de urbanos en el censo de 1953 (13,2 %) se pasó a 92 millones (14,3 %) en 1957 y a 130 millones (18,5 %) en 1960. Por lo cual, a partir del Gran Salto Adelante se pretendieron cambiar las tornas y ante la incapacidad de dar alojamiento y empleo en las ciudades a tal avalancha humana, se quiso llevar la industria al campo, instalándola en las cabeceras de distrito y en las comunas populares. Pero incluso ya desde 1955, ante los problemas creados por el éxodo rural y el hacinamiento en las ciudades, se dio una respuesta excepcional: el éxodo urbano. Una y otra medida fracasaron. La industrialización rural, aunque ha permitido a los centros comunales —actuales distritos-— disponer de pequeñas plantas de cemento, fertilizantes y maquinaria agrícola, no aporta más que una mínima parte del producto industrial. El éxodo urbano, que comenzó ya en 1955 y se aceleró en 1958, afectando a unos 40 millones de personas hasta 1964, acarreó graves problemas de adaptación y la mayor parte ce los emigrados al campo regresaron a la ciudad. Sin embargo, a partir de 1968 se volvió a impulsar el movimiento de trasvase de población urbana (jóvenes instruidos) hacia los medios rumies, de modo que hasta 1980 puede haber afectado a otros 20 millones de personas (Trolliet, P., 1982, 37). ¿Cómo han influido estos desplazamientos de urbanos al campo en el escaso crecimiento de las ciudades chinas? Es algo difícil de evaluar. De todo eüo interesa destacar que, si bien en la década de los cincuenta las ciudades chinas incrementaron su población tanto por crecimiento natural como, sobre todo, por inmigración (éxodo rural), posteriormente crecieron principalmente en función del balance vegetativo, Y que, además, el éxodo urbano, motivado por problemas políticos, pero fundamentalmente por problemas de urbanización, supuso un movimiento excepcional, que se ha mantenido hasta la década de 1980, y que ha tenido un sentido de descongestión urbana, la cual, junto con el férreo control del éxodo rural, ha liberado en buena medida a las grandes ciudades chinas de las lacras más destacables de los medios urbanos en los países subdesarrollados: la falta de empleos y de alojamientos, aunque en China éstos tengan un tamaño muy reducido. El liberalismo político y económico de los años ochenta ha favorecido, sin embargo, un auge urbano espectacular, de modo que entre 1979 y 1990 la población urbana ha crecido a un ritmo anual de 5 % o superior y el nuevo modelo económico chino está originando tasas de crecimiento urbano similares o superiores a las de otros países del Tercer Mundo; así el número de ciudades mayores de 50.000 habitantes ha pasado de 236 en 1982 (datos censales) a 456 en 1990 (Larivière, 1994, 91-93). 2.
DISTRIBUCIÓN DE LAS CIUDADES Y ESTRUCTURA URBANA
El desarrollo urbano de China arranca de épocas lejanas, de las cuales se han heredado algunos rasgos, pero, evidentemente, han tenido mayor incidencia los tiempos recientes, que han dado lugar a la consolidación de las grandes ciudades actuales ya desde principios de siglo; ciudades que han servido de base a la estrategia espacial del comunismo chino, si bien han visto modificada radicalmente su organización interna. a)
El legado prerrevolucionario y el proceso urbano posterior
La ciudad china tradicional tenía un emplazamiento en la llanura, con un carácter de mercado para el sector agrícola que controlaba (el umland), no apareciendo el carácter defensivo, salvo por lo que se refiere a las murallas. Su trazado era totalmente ortogonal, como correspondía a la cosmogonía china. Hoy se conserva ese trazado en algunas grandes ciudades históricas, de las que son ejemplos típicos Pekín, Xian, Tianjín o, aunque con anomalías, Chengdu. La situación suele ser interior, no costera, ya que el imperio chino fue siempre continental. Estas bases cambiaron radicalmente desde finales del siglo pasado, con el auge de los imperialismos, la apertura de China al mercado internacional y la conquista de Manchuria por los japoneses (ocupada desde la guerra rusojaponesa, que acabó en 1905 con el tratado de Portsmouth). Surgieron así tres grandes ejes urbanos: un primer eje costero, con ciudades-puerto, que se dedicaron al comercio de exportación, principalmente Shanghai, Cantón, Hong Kong, Macao... Otro que seguía los grandes ríos, con ciudades comerciales y mineras, especialmente en el valle del Yang-tsé: Nanquín, Wuhan, Cbongqing... y, finalmente, el eje de las ciudades manchúes: Anshan, Fushun, Benxi, Shenyang (antigua Mukden), Changehung y el puerto de Luda (antigua Dairén). José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES El desarrollo de estas ciudades se acompañó de un marchamo claramente occidental: grandes centros mineros, industriales o comerciales, en los que se mezclaban fábricas, chimeneas y barrios obreros con una ausencia flagrante de urbanismo. En Shanghai, por ejemplo, en 1949, un 20 % de la población vivía en slums; 200.000 personas se hacinaban en los barrios bajos de Nankín, y los slums de Changsa ocupaban el 77 % de la ciudad. En todas estas ciudades se apoyó el gobierno comunista para llevar a cabo su estrategia de industrialización durante el I y II Plan Quinquenales. De ahí que la primera alineación de ciudades industriales se localice en un eje costero o próximo a la costa: Harbin, Shenyang, Tianjín, Shanghai, Cantón, a las cuales sucede otra más interior: Shijiazhuan (capital de Hebei), Zhengzhou (capital de Henan), Wuhan y Hengyang (capital de Hunan) y, finalmente, una más occidental: Baotou, Xian y Chongqing, doblada más al oeste por Lanzhou y Chengdu, a las que se puede añadir Urumchi. Con esto se trata de llevar a efecto una política consciente para un desarrollo organizado de todo el territorio nacional, constituyéndose así grandes regiones económicas, que se considera deben ser autárquicas y para ello se les dota de grandes centros —las ciudades—, las cuales deben comportarse como directores de ese desarrollo económico. Esta política de desarrollo de polos regionales se mantuvo durante los años ochenta; como afirmaba el Beijing Information de 17 de marzo de 1980, «una pequeña aglomeración no puede pretender jugar el mismo papel que una ciudad. Y los esfuerzos de nuestro país orientados desde hace tantos años hacia el desarrollo de los centros comarcales han conducido a más fracasos que a éxitos. En una palabra, es el desarrollo de las grandes ciudades el que proporcionará los medios de sostener las pequeñas» (Trolliet, R, 1982, 39). Este comentario del periódico pequinés refleja nítidamente el fracaso experimentado por la política que pretendía eliminar las diferencias entre el campo y la ciudad, y reconoce, al mismo tiempo, la práctica imposibilidad de industrializar los medios ruraies. De ahí que las nuevas tendencias en la ordenación territorial del país se apoyen en una jerarquizadón de los núcleos de poblamiento que arranca de las grandes ciudades o metrópolis regionales como motores del desarrollo regional, sin olvidar a las pequeñas ciudades. La definición de pequeña ciudad, según el censo de 1982, se basa en un umbral de población (más de 3.000 habs.) y en un hecho cualitativo (más del 70 % de población no agraria; o bien entre 2.500 y 3.000 habs., con más del 85 % no agrarios). Este tipo de ciudades englobaría a unos 65 millones de personas, según el censo de 1982. La singularidad de su desarrollo arranca del proceso liberalizador de los años ochenta, que les permitió añadir funciones industriales y de todo tipo de servicios, a las que ya cumplían como sedes administrativas en la etapa anterior. Pequeñas industrias, comercios diversificados, construcción, etc., constituyeron algunos de los factores de revitaüzación de estas ciudades (Tan, K. C, 1986, 138-139). No obstante, el desarrollo urbano de las pequeñas ciudades, con una dinámica a caballo entre el mundo rural y el urbano, no fue obstáculo para que lo esencial de la urbanización china se concentrara en las auténticas ciudades, que han continuado manteniendo el peso de la urbanización. b)
Las estructuras urbanas
Si las ciudades chinas son herederas de un pasado más o menos lejano, su fisonomía actual y su estructura urbana son tributarias de su historia más reciente. En efecto, el crecimiento urbano después de la revolución ha dado lugar al nacimiento de ciudades totalmente nuevas y, junto a éstas, se ha producido un remozamiento general de las históricas. Ahora bien, este crecimiento urbano tiene muy poco que ver con el tradicional. Tampoco se parece al que se ha producido en las ciudades del mundo occidental. Es un fenómeno nuevo, que ha creado ciudades nuevas y barrios nuevos. Evidentemente, existe un factor decisivo: la propiedad social del suelo. Con esta base y con una planificación de los asentamientos urbanos en relación con las funciones que les eran asignadas, el urbanismo chino ha resultado enteramente original. Sin embargo, esto no quiere decir que represente una meta o paradigma, pues su escasez de medios ha conducido a unos resultados socialmente justos, pero materialmente pobres. En efecto, los gobernantes chinos, acuciados por la carencia de capitales y de medios técnicos, orientaron ios esfuerzos hacia las inversiones productivas, en tanto que el sector de la vivienda, considerado como improductivo, no recibió suficientes atenciones, con lo que la penuria de materiales y de medios, unido al deseo de suprimir las desigualdades sociales, favoreció la construcción masiva de alojamientos de dimensiones extraordinariamente reducidas. Si hacemos caso a P. Trolliet (1982, 37), que cita al Beijing Information, la superficie habitada media entre las familias urbanas chinas sería de 5 m; por persona en 1980, si bien otros autores dan cifras más altas. Así, Gavineili y Gibelli señalan que «los estándares residenciales se distribuyen en tres categorías: grandes, medios y pequeños. Los primeros se refieren, por lo general, a una superficie habitable comprendida entre 15 y 18 m : por persona, superficie que oscila, en el segundo caso, entre 12 y 14 m 2, y en el tercero entre 6 y 7 m2 (estas variaciones dependen de las características específicas de la localidad)» (Gavineili, C. y Gibelli, M. C, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES 1979, 244), pero se han mantenido a lo largo de todo el país y del tiempo. No obstante, en el centro de Pekín y de oirás grandes ciudades son frecuentes la disponibilidad de tan sólo 3 a 4 m2 por persona. Sólo en la etapa actual está apareciendo un modelo nuevo de vivienda más confortable y amplia, aunque con escasa entidad todavía. En función de esta parquedad dimensional de las viviendas, la superficie ocupada por las ciudades chinas no ha crecido en mancha de aceite, como sucede normalmente en otros países industriales o tercermundistas, sino a un ritmo lento y conforme a una previa planificación. Es ésta una singularidad a la que se une la de su distribución del espacio periurbano o rururbano. Ciertamente, la preocupación de los gobernantes chinos por el autoabastecirniento urbano en los principales productos de subsistencia les llevó a dotar a cada ciudad de un número variable de comunas urbanas, que han intensificado marcadamente sus producciones e, incluso, en algunos casos, han visto transformar parte de sus terrenos agrícolas en industriales o residenciales. Es así como las ciudades chinas disponen de un anillo rururbano muy desarrollado. A principios de los setenta las grandes ciudades chinas contaban con entre un 30 y un 40 % de población rurai (Trolliet, P., 1982, 32). Similares proporciones se han mantenido posteriormente, como señala Larivière, para todas las ciudades millonarias de China, las cuales, tras haber incrementado enormemente su término municipal, por decisión administrativa, han englobado a un gran número de ciudades-satélite, de modo que en torno a la mitad de la población corresponde a personas empleadas en la agricultura (más de 5 millones de agrarios. Frente a los 12 con que contaba Shanghai, Qtros 4,5 frente a los 9 de Pekín...) (Lariviére, J. P., 1986. 14-15). Así, en 1995 Shanghái contaría con 15 millones de habs., que se reducirían a 11 con un criterio más estricto, Pekín pasaría de 12,3 a poco más de 9, Tianjin de 10,7 a 6,2. Les siguen otras ciudades, con menor proporción de superficie rural y que encajan mejor con el concepto urbano general: Shen-yang 6,1; Hong Kong 5,6; Cantón (= Guangzhou) 4,1...; en todo caso con un crecimiento firme y espectacular, sostenido por un creciente éxodo rural, que mantiene una elevada proporción de población flotante en las ciudades y que podría «expulsar» del campo a más de los 200 millones de campesinos considerados exceden taños. Centrándonos ya en el área urbana propiamente dicha, las ciudades chinas no sobresalen por los grandes conjuntos arquitectónicos, debido a la pobreza de medios, pero sí por el carácter de su urbanismo, basado en la propiedad social del suelo. De este modo, los complejos residenciales nuevos se localizan en los alrededores de las ciudades, tanto más alejados del centro cuanto más contaminantes son las industrias que los acompañan. Pero el espacio industrial y el residencial quedan separados por zonas verdes. Los grandes complejos residenciales, que cuentan entre 5.000 y 25.000 habitantes, constituyen el elemento básico de planificación y crecimiento urbano en las ciudades en expansión. Normalmente responden a planos perfectamente ordenados, en los que sólo se ocupa para construcción alrededor del 30 % de la suoerñcie, dejando un abundantísimo espacio libre para vías, zonas verdes, servicios recreativos... Los edificios suelen tener entre 3 y 6 plantas (o más de 15 en las grandes ciudades) y desde el momento de su construcción quedan dotados con equipamientos comerciales, culturales y sociales. También se tiende a asentar en ellos las actividades económicas de tipo artesanal, o similares, a fin de evitar al máximo los desplazamientos de población, de manera que el complejo residencial junto con las fábricas constituye una unidad cerrada. Sin embargo, este modelo socialista, bien concebido y diseñado, aunque con pobreza de medios, está dando paso a los nuevos barrios privados, cuya construcción es una de las nuevas e importantes fuentes de empleo. Frente al complejo residencial están surgiendo nuevos barrios céntricos, construidos sobre los solares de antiguas casas de planta baja deterioradas. Así, la densificación del tejido urbano, sustituyendo las pequeñas casas degradadas por edificios en altura, ha adquirido carta de naturaleza es todas las ciudades históricas. Las viviendas, por lo general, son propiedad del Estado, que las entrega a las fábricas para que las alquilen a sus obreros por cantidades que suelen representar entre un 3 y un 7 % del salario mensual medio de un obrero, a lo que se suma el gasto de mantenimiento. Es, por ejemplo, el caso de la banlieue de Shanghai, donde el tipo de vivienda más extendido consta de dos o tres habitaciones, con cocina, váter, agua corriente, electricidad (Listengurt, F. M. et al, 1974, 135). Las estructuras urbanas de China difieren considerablemente de las del resto de los países tercermundistas, debido al control ejercido sobre el éxodo rural, que, a duras penas, se ha contenido también durante los años ochenta. Ello ha permitido conseguir ciudades sin siums y bien organizadas, con un gran desarrollo de las franjas periurbanas y de las ciudades-satélite. El enorme éxodo rural potencial se ha contenido durante las etapas políticas duras, pero se está disparando en la actualidad y, con la privatización de fábricas y empresas, se privatiza también la vivienda. A mediados de los noventa China tan sólo invertía un 0,1 % del gasto del gobierno central en vivienda y recreación, mientras otros gigantes demográficos, como la India e Indonesia llegaban a 7,3 y a 1.6 % respectivamente. Sin embargo, y aunque la vivienda se consideró tradicionalmsníe como un sector no productivo, China ha gozado de un parque de viviendas más extenso y funcional que el de sus vecinos. En fin, un urbanismo nuevo, que, junto a tantos otros aspectos, ha hecho de China un país nuevo y José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES en constante cambio, porque la reciente presión sobre las ciudades impide mantener el férreo control tradicional, lo que modificará sustancialmente el mercado de la vivienda en el siglo XXI. VI.
Conclusión: China, espacio y sociedad en desarrollo
Hemos presentado la historia reciente de un país pobre, que está luchando denodadamente por salir de su penuria. Esa lucha planteada desde 1949 es lo que se ha llamado la «vía china» hacia el desarrollo. Un camino no tan recto como, en principio, pudiera pensarse, pues los cambios de rumbo han sido una constante en la política china. Unos cambios que han oscilado entre la ortodoxia ideológica y el pragmatismo. Ni que decir tiene que aquélla se ha opuesto frecuentemente a éste; desde 1978 han vencido el realismo y la eficacia económica. En efecto, un país con 620 dólares de PNB per capita (en 1995) es un país muy pobre. Ciertamente, esta pobreza se ve corregida por un extraordinario nivel de servicios (guarderías, escuelas, dispensarios, hospitales, comedores colectivos, centros profesionales y recreativos, fondos de bienestar social...) disfrutados por toda la población. Es algo realmente inusual entre los países tercermundistas e, incluso, entre los desarrollados; por ello, resulta tanto más elogiable cuanto afecta a un ingente conjunto demográfico. Han sido precisamente las enormes inversiones demográficas exigidas por esta masa poblacional las que han llevado a los dirigentes chinos a adoptar un estricto, incisivo y eficaz control de la natalidad. Pero la caída del crecimiento demográfico hasta niveles del 1,04 % anual no ha sido suficiente para garantizar el desarrollo. La política económica postnaoísta se fijó como objetivo las cuatro modernizaciones: agricultura, industria, ciencis y tecnología, y defensa, para lo que Deng Xiaoping puso en marcha unas reformas económicas que atentaban contra la antigua ortodoxia, Estas reformas insuflaron un nuevo entusiasmo a las estancadas estructuras socialistas que sucedieron a la revolución cultural. La sociedad china necesitaba un revulsivo, que Deng Xiaoping y los dirigentes posteriores le han proporcionado. La consecuencia inmediata ha sido la explosión productiva en la agricultura y en la industria ligera durante los últimos años, si bien se ha acompañado de un avance espectacular de la inflación y un aumento de las desigualdades sociales. La vía china ha necesitado, para retomar un nuevo impulso, la concesión de estímulos individuales, aunque se aparten de la ortodoxia. El proceso reformista de la década de los ochenta ha supuesto, pues, una ruptura con el pasado, que ha estimulado la economía y ha incrementado el nivel de vida, y que se ha saldado con todos los desajustes propios de una etapa de transición. Fue precisamente el miedo al caos lo que provocó la reacción de los políticos conservadores, que lograron frenar el proceso aperturista mediante la brutal represión de la Primavera de Pekín, de junio de 1989. La inestabilidad política provocó una retención momentánea de las inversiones extranjeras, superada más tarde, lo que ha hecho de China una de las economías más dinámicas del mundo durante los años noventa, potenciado por las inversiones de Hong Kong, integrado en su territorio desde 1 de julio de 1997. Su incorporación, por un lado, y la profundizadón de las reformas, por otro, están llevando al país aceleradamente hacia una economía de mercado, mientras se mantiene el sistema político fuertemente centralizado y una buena parte de las empresas, de los servicios y de la economía pertenecen al Estado y se controlan y gestionan desde la Administración central. Entretanto, China, uno de los conjuntos humanos más densos del densísimo mundo asiático, continúa siendo un país rural, con una inmensa población en el campo, con bajísimos niveles de productividad por persona, aunque los rendimientos por unidad de superficie sean altos. Las áreas rurales poseen un capital de extraordinarias potencialidades, pero que, a la larga, tendrá que trasvasarse hacia otros sectores económicos, pues, en caso contrarío, China habría agotado ya su modelo de desarrollo. Por silo la sociedad china está inmersa en profundos cambios, que, dada la escala de su población, han de ser lentos, aunque inexorables. De hecho su nuevo modelo —la economía socialista de mercado— está dando unos resultados muy positivos, con las disfuncionalidades propias de cualquier etapa de cambio. Tras el camino andado por China, el reciente informe del PNUD destaca los logros de su modelo de desarrollo. Por ejemplo, entre 1949 y 1995, la mortalidad infantil pasó de 200 %c nacidos vivos a 42; la esperanza de vida de 35 a 69 años; la tasa de analfabetismo de adultos cayó del 80 al 19 %; el número de calorías per capita, que a mediados de siglo era de 1.900 diarias, hoy es de 2.700, El impresionante crecimiento económico de los años ochenta y noventa, sin embargo, no se ha hecho sin desigualdad ya que en las zonas rurales, aumentó el número de pobres y el analfabetismo, además de las desigualdades relativas al género, en parte debido a la prioridad dada por el gobierno al desarrollo industrial de las regiones costeras emergentes, insertas en un proceso de competencia dentro del mercado global. Estos desequilibrios sociales, potenciados en el campo por la desaparición de la célula igualitaria que representaba la comuna, motivaron una preocupación por invertir la tendencia de crecimiento de la pobreza; lo que se plasmó en el Programa de Reducción de la Pobreza 8-7 de 1994, que contemplaba la eliminación de la pobreza absoluta para el año 2000 para un tota! de 80 millones de personas en un plazo de 7 años (de 1994 a 2000). Así, el número de pobres rurales pasó de 94 a 65 millones entre 1991 y 1995. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES En general, el proceso va lento y, a pesar del aumento del gasto público, todavía quedan muchas cosas por hacer en sanidad, redes de agua potable, cultura, vivienda, empleo industrial..., pero el pueblo chino ha conocido y está conociendo la mavor mutación socioeconómica de la historia de la humanidad, sobre todo por la ingente masa de población a la que afecta. Y está demostrando que cuenta con vigor y estímulos suficientes para ir más lejos en sus transformaciones socioespaciales. Entretanto, China se ha convertido en una de las potencias emergentes del Pacífico asiático. Es cierto que las zonas económicas especiales costeras acaparan la mayor parte de las inversiones exteriores y del crecimiento económico, pero el crecimiento está afectando a todo el país, que se perfila como una sólida potencia industriai del siglo XXI. VII
China y sus pequeños vecinos socialistas del Extremo Oriente
Tras varias décadas de desarrollo socioeconómico, un reducido pero creciente ntime-ro de países del Extremo Oriente ha logrado crecimientos económicos espectaculares. En esta situación se encuentran Hong Kong y Singapur, además de Taiwan y la República de Corea, y, en menor medida, los países limítrofes que intentan imitarlos. Todos ellos han basado su rápido proceso de desarrollo económico en las inversiones de capital extranjero y en una sobreexplotación de la mano de obra, que mejora progresivamente. Son los denominados NIC o NPI (Nuevos Países Industriales), cuyo estudio abordaremos en el capítulo de Asia meridional, a pesar de que Corea del Sur no pertenezca a esta región del planeta y a pesar de que Taiwan sea una parte de China. La personalidad y caracteres comunes de estos países merecen un tratamiento conjunto. Aquí, sin embargo, no queremos dejar de comentar la situación de dos países con regímenes políticos opuestos a los anteriores: La República Democrática Popular de Corea (Corea del Norte) y Mongolia. Ésta, muy poco poblada, por su localización en un medio subártdo, y dependiente de la antigua URSS hasta su reciente disolución, tenía un claro significado como pieza de la Unión Soviética al servicio de una estrategia tendente a envolver a China, por más que hoy haya dejado de tener sentido. Corea del Norte es un país rico en producciones mineras, y con un destacable desarrollo industrial, que, de la mano soviética, se orientó hacia la construcción de complejos básicos. No obstante, los cambios geopolfticos de los años ochenta y noventa han modificado sustancialmente la situación de estos países, mucho más aislados en eí escenario internacional. A partir de los datos que figuran en ios Anexos puede deducirse su evolución, tanto desde la perspectiva demográfica como económica. Se trata de sociedades que no han cumplido la transición demográfica, especialmente Mongolia, con una descendencia final de 3,6 hijos por mujer, aunque la mayoría de los parámetros indican un cierto grado de desarrollo, especialmente en Corea, donde, sin embargo, la crisis reciente ha hecho decaer el producto interior bruto por debajo de los 900 dólares per cápita. Mongolia continúa como un país atrasado, fundamentalmente rural, con problemas incluso de abastecimiento alimentario. La caída del socialismo en la antigua URSS ha cortado el rumbo a estos dos países, por lo que necesitan una transformación total de sus estructuras políticas, económicas y sociales. Exponemos los datos más significativos en el cuadro X.7. Cuadro X.7. Indicadores básicos de China. República democrática Popular de Carea y Mongolia en 1997 China 2
Superficie (km ) Población (millones) Densidad (habitantes/km2) PNB per capita (dólares) Natalidad (%<,) Mortalidad (So) Crecimiento vegetativo (%) Población año 2010 Esperanza de vida al nacer (años) Descendencia final (N.° hijos) Población de <15 y de >65 años % mujeres casadas que usan contraceptivos. Total/Modernos. Mortalidad infantil (%0) Analfabetismo (1994) (%) K. calorías/persona y día (1992/1993) Población urbana (%) Población activa agraria 1994 (%) Aportación al PNB (%) Población activa industrial (%)
Corea del Norte
Mongolia
9.536.499 1.236 128.9 620 17 6.6 1.04 1.401,65 69.9 i.a 29/6
120.538 24,3 201,7 900 24 6 1,8 28,49 70 2,4 26/6
1.565.000 2,4 1,5 310 29 7,8 2,12 3,129 63,6 3,6 29/4
83/81 31,4 19.1 2.727 29.6 58 12 21
--/— 28 5 2.833 61 17 7 36
—/— 70 17,8 1,899 55 32 21 23
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Aportación al PNB (%) 46 43 46 Población activa servicios (%) 21 47 45 Aportación a PNB (%) 21 50 33 % sup. cultivada sobre total (1995) 10,30 16,61 0,84 Habitantes por médico (1994) 1.063 370 370,4 Fuente: Population references bureau (World population data sheet 1997); banco Mundial 1997, PNUD 1997, FAO 1997, el estado del mundo 1998 the Europe world yearbook 1996 (véase notas de anexo)
Bibliografía básica Banco exterior de España (1986): La economía china: de la revolución a las cuatro modernizaciones, Madrid. Extecom, 181 pp. Banco Mundial (1996): De la planificación centralizada a la economía de mercado. Informe sobre el desarrollo mundial 1996, Washington. Banco Mundial, 275 pp, Cfr. asimismo el informe sobre el Desarrollo Mundial 1997. Bergère, M. C. (1987): La République populaire de Chine de 1949 a nos jours. París, Armand Colín, 282 pp. Buchanan, K. (1973): L'espace chináis. Ces transformations des origines á Mao Zedong, París, Armand Colin, 305 pp. Bustelo, P. y Fernández, Y, (1996): La economía china ante el siglo XXI. Veinte añas de reforma, Madrid, Síntesis, 255 pp. Chesnais, J. C. (1975): «La limitanon des naissances en Chine», Revue Tiers Monde, t, XVI, n." 62, pp. 311-332. Etienne, G. (1974): La voie chinoise. La longue marche de l'économie, 1949-1974, París, PUF, 357 pp. Forbes. D. y Thrift, Nf. (eds.) (1987): The socialisí Third Worid. Urban deveiopment and territorial pianning, Oxford, Basil Blackwel, 333 pp. Gavinelli, C. y Gibelli, M. (1979): Ciudad y territorio en China, Madrid, Blume, 352 pp. Gentelle, E (1977): La China, Barcelona, Ariel, 305 pp. Lariviere, J.-P (1994): Les chináis, Masson, París, 154 pp. Leemiag, F. (1986): Rural China Today, Hariow, Longman Scientific and Technical, 201 pp. Pannell, C. W. (1990): «China's urban geography», Progress in Human Geography, vol. 14, n.° 2, pp, 214-236. PNUD —Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo— (1997): informe sobre el desarrollo humano 1997, Mundi-Prensa, Madrid, 262 pp, (Véase especialmente pp. 55-58.) Problémes économiques (1998): Chine, Pmblémes économiques n.° 2.557; número monográfico dedicado a las reformas económicas en China. Troillet, P. y Béja, J. P. (1986): L'empire du Miliiard. Populations et sociéíé en Chine, París, Armand Colin, 317 pp. World Bank (Banco Mundial) (1983): Chine Socialist Economic Development, A worid Bank Country study. Washington, 3 vols. Vol. I: The Economy, Statistical System and Basic Data. Vol H: The Economic Sectors: Agriculture, índustry, Energy, Transport, and Externa! Trade and Finance. Vol. DI: The Social Sectors: Population, Health, Nutrition and Educarían, 405, 466 y 232 pp. World Bank (1994): China, ¡nternal Markel Developmení and Regulation, Washington, 248 pp. World Bank (1997): China 2020. Development Challenges in ihe New Century, Washington, 162 pp.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Capítulo XI
POBREZA, ARCAÍSMOS Y MUTACIONES EN ASIA MERIDIONAL Y LOS NPI DEL SURESTE ASIÁTICO I,
Introducción: los factores de unidad del sur de Asia
Los territorios y sociedades objeto del presente capítulo corresponden, a una parte de lo que tradicionalmente se ha denominado el Asia monzónica, ya que excluimos a China y Japón, pero, al misme tiempo, añadimos Indonesia y Malasia, que, desde el punto de vista climático, se encuadran en un dominio ecuatorial y sólo parcialmente monzónico. Incluimos también la República de Corea (Corea del Sur), que no forma parte de Asia meridional, pero sí de los Nuevos Países Industriales, un conjunto socioterritorial destacable y destacado por el camino que ha seguido hacia el desarrollo, distinto de todos los demás y que está sirviendo de modelo a otros muchos países del propio conjunto regional y del mundo entero. Ahora bien, no son ni las analogías ni las disimilitudes climáticas, ni las posibles afinidades ecológicas en general las que nos mueven a integrar a este vasto conjunto de pueblos en una misma entidad regional. Ciertamente, existen claras diferencias que los separan, pero son más fuertes sus rasgos de unidad. Aquí no se puede hablar, como en Latinoamérica o como en China, de una cultura común y unificadora, porque, salvo en el caso —cuestionable— de la India, en la que se ha extendido una misma civilización hindú por todo su territorio, las etnias, las religiones, las lenguas, los sistemas económicos, sociales y políticos han evolucionado de una manera específica en cada país e, incluso, en cada región de un mismo estado. Por ello, se observan acusadas diferencias entre unos países y otros, que parecen contradecir la unidad que planteamos. Así, en una consideración de conjunto, la diferenciación más sobresaliente corresponde a la que separa el.ámbito indostánico de los otros territorios. En efecto, la India, más Bangla Desh y Pakistán representan por sí solos la mitad del territorio y los dos tercios (68,3 %) de la población total de Asia meridional, y algo más si incluimos Sri Lanka, que tantas afinidades tiene con-la India. Evidentemente, la civilización hindú ha introducido aquí un factor de diferenciación respecto al Sureste asiático y, al mismo tiempo, un vehículo de cohesión interna dentro del espacio indos-tánico, contrarrestado en parte por la adhesión al Islam de Pakistán y Bangladesh. A este primer y significativo contraste se unen otros surgidos a lo largo de la historia y, sobre todo, de la historia contemporánea. En este sentido, obviamente, la colonización ha representado un factor destacable, que, aunque ha afectado a la mayoría de estos países, les ha dado también su impronta propia según que la metrópoli colonizadora haya sido Inglaterra, que ocupó Pakistán, la India, Bangla Desh, Ceilán (Sri Lanka), Birmania (Myanmar), Hong Kong, Malasia y Brunei, o Francia, que colonizó la península de Indochina, excepto Tailandia, la cual quedó como estado-tapón entre el dominio británico y el francés; o finalmente, Países Bajos, que se asentó sobre Indonesia, dejando a un lado las colonias portuguesas (Timor, Macao, Goa) o el dominio ejercido por EE.UU. sobre Filipinas, después de suplantar a España. No obstante, la colonización actuó en un mismo sentido en todos los países, puesto que se orientó a establecer un sistema económico subsidiario del de la metrópoli, que no difería apenas entre unas colonias y otras. Pero sólo Inglaterra fue capaz de dejar un sello duradero, dado que en las colonias de las otras metrópolis ni siquiera se mantuvo el idioma metropolitano, puesto que el portugués desapareció y el holandés fue sustituido por el indonesio tras la II Guerra Mundial, en tanto que el francés resistió muy poco a los impulsos nacionalistas de los países de Indochina. Por eí contrario, el inglés se ha mantenido como lengua oficial, hablada al menos por las élites políticas e intelectuales, y en progresiva expansión. Pero las singularidades culturales de las sociedades sur-asiáticas, bien se hayan heredado de un pasado remoto o bien hayan sido impuestas por la colonización, no constituyen más que un mínimo factor de diferenciación, no demasiado importante, frente a otra serie de rasgos socioeconómicos que les acercan entre sí. Unos rasgos que se centran en una nítida situación de subdesarrolto, pero que se ven potenciados, además, parque éste afecta a un extraordinariamente elevado número de seres humanos que se apiñan en estos territorios, con la salvedad de que algunas de estos países han emprendido un camino firme hacia el desarrollo. En efecto, si para el caso de China se contabilizaban 1.237 millones de habitantes sobre 9,6 millones de km2, en el sur de Asia se totalizan 1.851 millones de personas sobre otros 9,6 millones de km2, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES equivalentes a un 32 % de la población mundial, con una densidad bruta de 193,7 habs/km2. Ciertamente, estas masas humanas sorprenden por su elevada cuantía, pero llaman más la atención por el hecho de que una buena parte de los territorios nacionales está muy poco poblada y que, en consecuencia, el resto está extraordinariamente densificado. Y esta presión humana sobre la tierra es también un factor de unidad en el mundo de Asia meridional, pues, como destaca Dupuis, estos pueblos han tenido que establecer las bases de su civilización en las llanuras de inundación y en los deltas. Desde un punto de vista técnico, esta civilización se ha construido sobre las técnicas del dominio del agua, que, insuficientes frente a la naturaleza, han dejado a los hombres, hasta nuestra época, en una situación de inferioridad; las sequías y las inundaciones siguen siendo ios grandes obstáculos de estas masas humanas asentadas en las llanuras (Dupuis, 1, 1975, 28). En suma, es lo que podríamos denominar la «civilización del arroz» lo que presta un alto grado de afinidad al espacio indostánico, al de la península de Indochina y al de las islas del sureste asiático, por más que la agricultura de rozas en secano conserve todavía gran importancia en las selvas interfluviales de la península de Indochina o en el interior de ¡as islas del sureste, o por más que el trigo sea ei cultivo principal de los estados del centro-norte de la India (Haryana y Punjab). Es precisamente este enorme contingente de población el que da un carácter dramático a los problemas del subdesarroílo en el sur de Asia, tal como ha señalado G. Myrdaí —Asian drama, 1963—. Una situación de subdesarroílo que afecta, con caracteres muy similares, a 17 de los 21 países que abordaremos en este espacio, y cuyos indicadores socioeconómicos revelan a las claras esa situación (véase cuadro XI. 1), En efecto, uno de los problemas más graves que tiene planteado Asia meridional es el de su dimensión demográfica, constantemente incrementada y con dificultades para ser frenada; un.crecimiento demográfico que no siempre se ha acompañado de dinamismo económico, pues, aunque eí incremento del PNB es elevado en diversos países, no puede hacer frente a las necesidades de esta creciente e inmensa población, salvo en los NPI y algunos de sus seguidores. La India, por ejemplo, que incrementó su PNB real per cápita en un 1,4 % anual medio entre 1975 y 1980, alcanzó un 3,1 % entre 1980 y 1987 y, tras la liberalización económica emprendida en los noventa, ha conseguido crecimientos espectaculares, superiores al 6 % en los tres últimos años (1995-1997). El conjunto regional tuvo también un aumento anual medio de entre 3 y 4 % en 1980-1987, con la salvedad de Bangladesh (un 1,6 %) y Filipinas, que incluso retrocedió, mientras la República de Corea alcanzaba las mayores tasas positivas (6,8 % anual medio) (UNCTAD, 1989, 434-435), pero estas cifras se han quedado muy cortas ante lo sucedido en los años noventa; los procesos de liberalización económica general y las masivas inversiones exteriores han permitido conseguir elevadas tasas de crecimiento a un gran número de países de Asia meridional y sudoriental: los cuatro NPI, además de Indonesia, Malasia, Filipinas, Tailandia, que parecen seguir los pasos de aquéllos (Tailandia ha tenido el crecimiento económico más alto del mundo durante los siete primeros años de la década de los noventa). Sin embargo, el crecimiento natural de la población, aunque con tendencia a la baja, se ha mantenido en cotas todavía muy altas, 1,91 % anual medio en 1997, con algunas excepciones significativas, como los cuatro NPI más Myanmar y Sri Lanka, seguidos de Vietnam e Indonesia. Evidentemente, esta situación exige hacer frente a fuertes inversiones demográficas, que consumen una parte importante del incremento del PNB, pero, frente a lo que sucede en otras partes del mundo subdesarrollado, Asia, meridional y sudoriental, está conociendo un rápido aumento de todas las variables económicas y, con ellas, las sociales, por más que el número absoluto de pobres y desheredados no disminuya, aunque sí lo está haciendo la proporción que representan en el conjunto de la sociedad. En suma, la tónica de pobreza generalizada aparece por doquier; tónica que es visible y palpable, pero que está dando paso a un dinamismo desconocido en décadas precedentes; lo que era propio de los NPI en los años setenta y ochenta se está extendiendo por lodo el sureste de Asia y por la India y está quebrando la tendencia tradicional de estancamiento y miseria. Sin embargo, ese dinamismo económico, que en términos estadísticos resulta brillante y prometedor, choca con la realidad sangrante de un mundo desequilibrado, en el que el número de pobres absolutos no disminuye, en el que el analfabetismo todavía afecta a un 35 % de la población adulta, en el que la escuela y la sanidad no cubren, ni con mucho, a todos los ciudadanos; pero, frente a conjuntos como el África subsahariana, se debe reconocer que han roto las bases que les ataban ai subdesarroílo, sin que ello signifique que lo vayan a superar en un futuro próximo, La densificación demográfica, junto a una organización social polarizada, abocan a serios problemas alimentarios, a pesar de los progresos realizados en este campo en las décadas de los ochenta y noventa, lo que no es obstáculo para que en Bangla Desh y en toda Asia meridional se produzca el mayor número de casos de hambre cuantitativa y cualitativa del mundo, junto con el Sahel africano, mucho menos poblado, y a pesar de que la revolución verde ha conseguido reducir los déficit de alimentos. A los problemas del hambre se suman los de la escasa capacidad de las masas para su propia promoción, dado, por una parte, el elevado índice de analfabetismo, que supera el 50 % en Bangla Desh, Nepal, Pakistán, Camboya y Bután (véase cuadro XI. 1), y, por otra, el mal estado sanitario, que reduce el José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES rendimiento físico y, por supuesto, la esperanza de vida al nacer, que en la mayoría de estos pueblos está en torno a los 50 años. Sin embargo, se deben reconocer los progresos realizados en ambos campos, pues la reducción del analfabetismo y el aumento de la esperanza de vida no sólo han afectado a los NPI, sino a todos, con lo que, en principio, no se puede negar el progresa social, por más que ei fuerte crecimiento demográfico esté provocando un aumento absoluto del número de analfabetos (que totaliza 417 millones de adultos en 1997), de personas hambrientas y de pobres- Por lo tanto, durante los años noventa, tras el fracaso del modelo comunista como motor del desarrollo, el paradigma de los NPI se ha extendido por todo el sur y sureste asiáticos; cada país está dando a los inversores extranjeros garantías de repatriación de capitales y beneficios, está poniendo a disposición del capitalismo mundial la enorme capacidad productiva de sus masas bien disciplinadas y está ofreciendo la posibilidad de vender en un mercado inmenso. Cuadro XI. l.
Indicadores básicos de los países de Asia meridional y de los NPI en 1977* Población en 1997 (miles)
Espacio indostánico Bangladesh Bután India Maldivas Nepal Pakistán Sri Lanka (Ceilán) Sureste asiática Brunei Camboya Filipinas Indonesia Laos Malasia Myanmar Nueva Guinea-Papúa Tailandia Vietnam NPI Corea del Sur Hong Kong (China) Singapur Taiwán Total
Superficie (km2)
Densidad (hab./km2)
Natalidad (‰)
crecimiento Duplicación Mortalidad vegetativo población (‰) (%) (años)
Población 2010 (miles)
Tata de Mortalidad infantil (‰)
descenden final (N° Hijos)
122.219 842 069.729 281 22.641 137.752 18.665
144.000 47.000 3.287.590 298 140.797 796.100 65.610
848,7 17,9 295,0 943,0 160,8 173.0 284,5
31,0 39,9 28,6 42,8 34,8 39,0 19,9
11,0 9,0 9,5 7,0 12,3 11,0 5,3
2,00 3,09 1,91 3,58 2,25 2,80 1.46
35 22 36 19 31 25 47
152.146 1.144 1.187.672 423 30.783 176.350 21.331
77,0 70,7 75.3 50,0 78,5 91,0 17,2
3.6 5,6 3,5 6,2 4.6 5,6 2,3
298 11.164 73.419 204.323 5.117 21.018 46.822 4.405 60.088 75.123
5.765 181.035 300.000 1.904.569 236.800 329.749 676.580 461.691 513.120 331.690
51,7 61,7 244,7 107,3 21,6 63,7 69,2 9,5 117,1 226,5
26,5 45,0 29,7 25,3 43,0 27,0 31,0 33.5 18,0 23,0
3,7 16,0 6.5 8.0 15.0 4.6 12,0 10,4 7,0 7,0
2,28 2,90 2,32 1,73 2,80 2,24 1,90 2.31 1,10 1,60
30 24 30 40 25 31 36 30 63 43
410 15.679 93.874 240. 395 7.168 26.500 58.236 5.814 66.800 88.602
11,2 111.0 33,6 66,0 102.0 10.9 49,0 63,0 32.0 38,0
3,4 5,8 4,1 2.5 6,1 3.3 4,0 4,7 1.9 3,1
45.850 6.400 3.462 21.535 1851.153
99.026 1.045 620 35.961 9.559.046
463,0 6.124,4 5.583,9 598,8 193.7
15,1 11,8 15,7 15,2 28,26
5,9 4.9 4,8 5,7 9,16
0,92 0,69 1,09 0,95 1.91
75 99 64 73 37
49.683 6.829 4.026 23.966 2.252.831
11,0 5.0 1.0 5,1 69,24
1,7 1,2 1,7 1,8 3,53
CUADRO XI. 1. (Continuación.)
Uso de contraceptivos
Analfabeto s en 1994 (%)
Índice desarroll o humano en 1997 (datos 1994)
Personas por medico 1988-199 1
k. calorías / persona y día, 1992
Tota l (%)
Moderno s (%)
<15 años (%)
65años . (%)
Esperanz a de vida (años)
Població n urbana (%)
PNB per cápita 1995 ($)
Banglades h
41,6
3,3
58.1
15.7
240
627
0,368
32.500
2.019
44,6
36,2
Bután India Maldivas Nepal Pakistán Sn Lanka (Ceilán)
43,0 35,2 46,8 42,4 41,3 35,2
1,9 4,2 3.0 3,5 3,8 4,3
66,0 588 64,6 54,0 60,7 718
150 26.3 25,9 9,5 28,2 23,9
420 340 990 200 460 700
58,9 48.8 7,0 73,0 62,9 9,9
0,338 0,446 0.611 0,347 0.445 0731
11.111 2.439 — 16.667 2.000 1.754
1.957 2.395 — 1.957 2.315 2.273
7,8 40,6 — 28,5 37,8 66,1
— 36,3 — 26,0 32,6 43.7
Sureste asiática
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Brunei Camboya Filipinas Indonesia laos Malasia Myanmar Nueva Guinea-Papú a Tailandia Vietnam
34,5 460 38,3 33,9 45,0 35,7 360 41,9 30,0 39,6
2,8 30 3,5 4,1 3,0 3.8 4,0 2,4 4,3 5,1
71,5 49,0 66,3 62,0 51,5 72,0 61,0 56,4 69,1 67.0
66,6 12,6 47,0 30,9 19,0 50,7 25,0 15,0 18,7 19,5
14.50 0 270 1.050 980 350 3.890 710 1.160 2.740 240
12,3 65,0 5,6 16.8 44,2 37.0 17,3 28.8 6,5 7,0
0,882 0,348 0,672 0.668 0,459 0.832 0,475 0,525 0,833 0.557
— — 8.333 7.143 4.545 2.564 12.500 — 4.762 247
2.745 2.021 2.257 2.752 2.259 2.888 2.598 2.613 2.432 2.250
— — 40,0 54,7 — 48,3 16.8 — 65,5 65,0
— — 24,9 52,1 — 31,4 33,7 — 63,6 43,8
22,6 19,4 229
5,8 93 6.8
728 79.0 76.5
74,0 94,9 100.0
9.700 22.29 0 26.73 0
2,1 7,7 9.0
0,890 0,934 0.9110
— 725 —
3.285 3.129 —
79.4 — 648
69,5 — —
24,4
7,4
74.5
74,5
11.50 0
7,6
—
—
—
78,0
—
35, 8
4,15
61
28,5
1.057
34,9
—
2.047
2.420
—
—
NPI Corca del Sur Hong Kong Singapur Taiwán
Tota l
*Datos de 1997, salvo indicación distinta; ** N° de hijos por mujer al cabo de su periodo fértil a tasa de fecundidad total. Fuente: Population Reference Bureau World Population Data Sheet 1997, completada con PNUD 1997 y Banco Mundial 997. (Véase notas en Anexo.)
Ahora bien, todo esto exige enormes inversiones de capital, que progresivamente van afectando a un mayor número de países. Al mismo tiempo, se ha de buscar ei aumento del nivel de vida mediante el control de la natalidad, la mayor eficacia económica y un más justo reparto social de los medios de producción, de los msumos y del producto obtenido. Como aspecto de interés en este contexto, mantenemos la inclusión de Hong Kong en este conjunto territorial, por cuanto su pertenencia a China desde 1997, no impide su clasificación entre los NPI, si bien se ha convertido en un mero territorio de la República Popular de China, pero, debido a su evolución económica y social, nos parece oportuno tratarlo aquí, separado de China, para poder comprobar su transición desde una situación de subdesarrollo hacia la de un capitalismo competitivo y liberal. Tanto Hong Kong como Taiwan (reclamado también por China) o Singapur y la República de Corea merecen una especial consideración, porque todas sus variables básicas muestran más proximidad al mundo desarrollado que al del subdesarrollo. II.
Un gran potencial demográfico en continua expansión
Los 1.851 millones de personas que viven en este territorio representan un conjunto demográfico mayor que el de todos los países desarrollados juntos, los cuales no sumaban más que 1.175 millones de habitantes a mediados de 1997. Éstos, sin embargo se repartían, aproximadamente, el 83 % del Producto Bruto Mundial, en tanto que los pueblos de Asia meridional tenían que conformarse con tan sólo un 7,2 % del mismo. Este desequilibrio se ha reducido con respecto al pasado y tiende a reducirse más en el futuro, pero las perspectivas se ensombrecen ante el impresionante crecimiento de la población que les espera, pues, como puede verse en el cuadro XI.1, para el año 2010 contarán con otros 401 millones de habitantes suplementarios, según las proyecciones al uso. Todo ello ha de acarrear una mayor densificación humana, fundamentada en el mantenimiento de ía transición demográfica, que sólo en aigunos países ha empezado a superarse y en otros se resiste a pesar de las políticas de control de natalidad puestas en práctica, con las consecuencias socioeconómicas que todo ello implica. La extrema juventud (35,8% son menores de 15 años) observable en las estructuras demográficas constituye un problema más, dado el efecto multiplicador que introduce sobre la población. No obstante, existen marcadas disparidades entre países. 1,
UN ACUSADO PROCESO DE DENSIFICACIÓN
Si la población de Asia meridional sumaba alrededor de 619 millones de personas en 1950, al entrar en el proceso de transición demográfica, ya en 1997 se había multiplicado por 3, a pesar del descenso no despreciable habido en las tasas de natalidad, que aún hoy se mantienen muy altas (28,3 ‰ de media), En José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES la primera fecha la densidad humana alcanzaba 69 habs./km :, en la segunda se elevaba a 194 y para el año 2010 se prevén unos 236. En realidad, estas cifras no causan problemas a los países más industrializados del conjunto pt.ro resultan una pesada carga para la gran mayoría, tanto más cuanto que la distribución es muy desigual. Una distribución que alcanza densidades máximas en Bangla Desh (más de 849 habs./km 2 de media) o en la isla de Java (925), aunque en todo el valle del Ganges o del Indo y en los valles de los ríos principales de Asia meridional se eleva a cotas extraordinarias. El entorno del golfo de Tonkín, como ha puesto de manifiesto P. Gourou, representa uno de esos muchos territorios donde la presión humana, que además se fundamenta en la explotación agrícola del suelo, hace irreconocible el espacio natural. Pero no hemos de pensar tan sólo en una exclusiva densificación de los deltas, llanuras aluviales y valles de los ríos, ya que aunque ésta sea la imagen típica, Asia meridional concentra vastísimas extensiones de fortísimas densidades, pues si numerosos distritos del valle del Ganges superan los 700 habs./km2, también el estado de Kerala (con más de 830) y las orlas costeras del de Tamil Nadu en el sur de la India alcanzan esas densidades, y no menos llamativo resulta el caso de la isla de Java, en la que habitan unos 123 millones de habitantes sobre 132.000 km7. Tampoco podemos olvidar a países como Filipinas o Vietnam, con densidades medias de entre 225 y 250 habs./km2. Además, estas concentraciones humanas adquieren mayor significado por agruparse en espacios reducidos, pues lanto en Myanmar (Birmania) como en el interior de la península de Indochina, en las islas de Borneo (Kali Mantan) y parte de la de Sumatra, las densidades humanas caen a cifras por debajo de los 25 habsAnr. Estos contrastes de potalamiento se han producido ya desde etapas históricas remotas, merced a las fuertes concentraciones humanas que toleraba el arrozal regado en las llanuras inundables, en tanto que el cultivo itinerante sobre los interfluvios invadidos por el bosque tenía una capacidad alimentaria incomparablemente menor. Sin embargo, ambos sistemas se ven sometidos a una presión humana sostenida y a una intensificación creciente. Por lo cual, el éxodo de la población campesina hacia los núcleos urbanos se ha extendido de modo imparable. Así, en la India la población urbana creció a un ritmo de 3,8 % anual en los años setenta, mientras la población total lo hizo sólo a un 2,2 %, con diferencias similares en los ochenta y un ritmo imparable en los noventa. Pero este éxodo no es capaz de aliviar la presión humana en el campo, mientras que, por el contrario, alimenta una extraordinaria masificación y hacinamiento en las ciudades, las cuales, sin embargo, acogen a un porcentaje reducido de la población total, en torno a un 28,5 % de media, que es incluso inferior al de los países africanos, pero que, dado el volumen demográfico de Asia meridional, ha permitido el desarrollo de grandes aglomeraciones urbanas, a la cabeza de las cuales se encuentra Bombay, con 15 millones, Calcuta y Yakarta con 12, Delhi y Karachi con 10. Manila con 9, Dacca con 8, y Bangkok, Madras, Lahore con en torno a 6 millones.., Sin embargo, el elevado número de grandes ciudades, que en la India supone la existencia de al menos 23 aglomeraciones con más de 1 millón de habitantes, se debe a su extraordinaria densificación humana, pues las sociedades que ocupan estas tierras son nítidamente rurales. Y es, en parte, este carácter rural de la población, con sus connotaciones de elevado analfabetismo y falta de medios para poner en práctica programas de control de la natalidad, lo que contribuye a mantener un comportamiento demográfico pro natalista, del que se salvan sólo los NPI. 2.
LOS FACTORES DEL CRECIMIENTO: UNA DINÁMICA DEMOGRÁFICA DIFÍCIL DE FRENAR
Si durante la década de los setenta el distanciamiento entre la natalidad y la mortalidad provocó un crecimiento demográfico progresivamente mayor, durante los años ochenta y noventa se fue reduciendo, por mor de una caída importante de la natalidad, aunque frenado por e! descenso sincrónico de la moralidad. De este modo, se ha conseguido un crecimiento vegetativo elevado aunque a la baja, que responde al modelo de la transición demográfica con acusada lentitud, debido fundamentalmente a que en los países de mayor entidad poblacional la natalidad y la mortalidad caen muy despacio. Es lo que sucede en Bangladesh, en la propia India o Pakistán, aunque ha cambiado totalmente el comportamiento en los cuatro NPI, mientras se encuentran en una posición intermedia Sri Lanka, Indonesia y Tailandia. En una visión de conjunto, las tasas de natalidad y mortalidad son excesivamente elevadas en la mayoría de los países. Las primeras conocieron una evolución al alza entre los años posteriores a la II Guerra Mundial y los inicios de la década de los sesenta, puesto que las mejoras higiénicas y sanitarias favorecieron la eliminación de casos de esterilidad y la reducción del riesgo de muerte de la madre y del recién nacido, por lo cual, cuando estas generaciones llegaron a la edad de procrear, su mayor peso relativo disparó hacia arriba los índices de natalidad, que alcanzaron cotas de hasta un 49‰, como sucedió en Bangladesh. No obstante, esta etapa fue prácticamente superada por todos los países de Asia meridional e incluso hasta por los de África, que se encuentran más retrasados en su evolución demográfica que los de Asia. Sin embargo, el mantenimiento de unas altas tasas de natalidad, como puede José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES comprobarse en el cuadro XI.1, está generalizado, pues de los 21 países que aparecen, sólo 7 tienen índices por debajo del 25 ‰, países que, por otro lado, no alcanzan gran peso en el conjunto demográfico y territorial, De esta manera, la tasa media ponderada de natalidad en Asia meridional se sitúa hoy en un 28,3 ‰, que, en otros términos, significa que cada año nacen allí 52,3 millones de niños. La natalidad, en suma, está en retroceso, aunque muy lento, pues, como apuntaban los representantes de la India en la Conferencia de la Población Mundial de Bucarest (1974), «el mejor método contraceptivo es el desarrollo» y evidentemente, aunque la India y Asia meridional están dando pasos en ese camino, no avanzan demasiado deprisa. Por el contrario, la mortalidad ha caído con más fuerza, y sin llegar a los niveles de las países latinoamericanos, sus índices se han reducido drásticamente (9,2 ‰ de mortalidad media en 1997) y sólo un tercio de los países supera el 10 ‰. La resistencia a la baja de esta variable se debe sobre todo a las elevadas tasas de la mortalidad infantil, que todavía supera el 50‰ en la mitad de los países del conjunto regional (75 ‰ en la India y 69,2 ‰ de media). Y es precisamente el elevado número de niños malogrados lo que hace más difícil el mentalizar a las masas para que asuman programas de restricción de la natalidad. En cualquier caso, la reducción de la mortalidad general e infantil durante los noventa ha sido impresionante. La conjugación de la natalidad y mortalidad da por resultado un crecimiento vegetativo elevado, que para todo el conjunto regional se sitúa en un 1,91 %, inferior al de África (2,64 %), pero algo superior al de Latinoamérica (1,84%). Este abultado crecimiento, si se mantuviera podría duplicar el volumen total de la población en un lapso de 37 años, aunque todos los indicios apuntan a una baja sostenida, aunque lenta, de la mortalidad y la fecundidad, la cual todavía se mantiene en una media de 3,5 hijos por mujer de Tasa Bruta de Fecundidad o Descendencia Final. Las perspectivas, en consecuencia, han mejorado, aunque la saturación y la superpoblación hacen difícil la supervivencia para una buena parte de las masas de Asia meridional, especialmente en ios medios rurales, en los que grandes contingentes de campesinos, ante la escasez de tierras y de oportunidades de empleo, se ven obligados a emigrar hacia las ciudades, donde contribuyen a incrementar el hacinamiento y los desequilibrios urbanos, Por ello, urge potenciar y mejorar los programas de planificación familiar, que resultan poco eficaces entre poblaciones que apenas encuentran incentivos para llevarlos a cabo. Llama la atención el reciente éxito que están teniendo en Bután.
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3.
POLÍTICAS Y ESTRUCTURAS DEMOGRÁFICAS: LA MARCHA HACIA LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA
La extraordinaria densificación de Asia meridional ha obligado a casi todos ios gobiernos a tomar medidas para el control de natalidad, la cual, unida a la caída de la mortalidad, ha abocado a unas estructuras demográficas específicas, a)
El valor de las políticas demográficas
El espacio indostánico, con sus más de 1.270 millones de habitantes, constituye el ámbito donde se hace más necesario actuar. Sin embargo, la India ha sido testigo de vastas campañas para el control de la natalidad ya desde mediados de los años sesenta, que curiosamente dieron lugar, a principios de los ochenta, a tasas de crecimiento vegetativo superiores a las de aquellas fechas, de manera que, considerando la evolución durante el presente siglo, ha sido en el decenio 1971-1980 en el que ha alcanzado su máximo crecimiento anual; 2,2 % (Lardinois, R., 1982,1.046). Sin embargo, aunque con gran lentitud, la tasa de natalidad y la de fecundidad están cayendo desde hace años, debido a la expansión de los programas de planificación familiar, que se plantean como objetivo la consecución de la familia de uno o dos hijos y que en el Séptimo Plan de Desarrollo (1985-3990) se preveía la intensificación de las medidas, con el propósito de rebajar la tasa de natalidad a 29 %o en 1995 (Dhingra, I, C, 1990, 59-60), un objetivo que a duras penas ha sido conseguido (todavía en 1997 permanecía en el 28,6 %o). Por lo que respecta a los otros países de Asia meridional, ya a principios de los años setenta todos, excepto Camboya, se habían planteado políticas demográficas restrictivas, lo que permitió rebajar las tasas de natalidad y el crecimiento demográfico de una manera apreciable. Así, la mitad de los países superan el 2 % anual de crecimiento natural, pero la India e Indonesia están por debajo (véase cuadro XII.1) y sólo Pakistán, de entre los grandes, está muy por encima de ese umbral crítico. Por lo demás, en el resto de los países, incluida Bangladesh, la caída de la fecundidad es un hecho José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES incuestionable y, en algunos, a un ritmo muy vivo. Ello no quiere decir que se vaya a detener el crecimiento demográfico, sino que, al contrario, dada la gran juventud de estos pueblos, ha de continuar alto durante bastantes años; pero coexistirá con regímenes que han acabado ya su transición demográfica, como los cuatro NPI, a los que se suma Tailandia, que ya ha bajado del nivel de sustitución biológica (2 hijos por mujer de descendencia final), mientras Sri Lanka e Indonesia están entre dos y tres y el resto superan esta última cifra (véase cuadro XII. 1), El caso de la India, como hemos señalado, ha constituido un fracaso relativo, Por su importancia, no debemos pasarlo por alto. Siguiendo a Lardinois, podemos distinguir tres etapas a lo largo de los años setenta, si bien 3a política de control de nacimientos había comenzado con anterioridad. La planificación familiar se había incluido ya en el I Plan Quinquenal, al iniciarse la década de los cincuenta, pero no pudo surtir efecto hasta mediados de los años sesenta cuando se crearon unas estructuras administrativas indispensables para ponerla en práctica, de manera que entre 1965-1969 se alcanzó la cifra de 5 millones de esterilizaciones y 10 millones de personas que usaban métodos contraceptivos. Al comenzar la década de los setenta el gobierno lanzó campañas masivas de esterilización masculina, que en un solo año (campaña de 1972-1973) afectó a más de 3 millones de personas, pero que se hundieron posteriormente, ante el intento de integrar la política de control en una planificación familiar de conjunto que atendiera no sólo a la restricción de 3a natalidad, sino también a las mejoras sanitarias y sociales. Es lo que se intentó a partir de 1975, con la particularidad de que se apoyó de nuevo en las esterilizaciones masivas, mediante las concesiones de estímulos economices (viviendas, créditos...) a mediante la imposición de medidas coercitivas, como la obligación para cada estado de alcanzar unas cuotas de esterilización fijadas a partir del número de funcionarios de que dispusiera dicho estado. Al mismo tiempo se retrasó la edad legal al matrimonio de los 15 a los 18 años para las mujeres y de los 18 a las 21 para los hombres. Como resultado, en la campaña de 1976-1977 se superaron los 8 millones de esterilizaciones; peto esta política ciega acabó en una oposición violenta de las masas por los abusos cometidos, que obligó a suavizar Las medidas. Y, así, el número de quienes utilizaban algún método contraceptivo era menor en 1981 que en 1976 (alrededor del 22,5 % de las parejas frente al 24 %), aunque se observaba una tendencia al alza (Lardinois, R., 1982, 1.060-1.062), confirmada por los datos actuales que, de acuerdo con las estimaciones del Population Reference Bureau, se sitúan, en un 36 % las parejas que utilizan métodos modernos (o un 41 % que usan todo tipo de métodos contraceptivos). Podemos concluir, por lo tanto, que es muy difícil obtener resultados espectaculares cuando falta una infraestructura hospitalaria y se actúa sobre poblaciones analfabetas, carentes de medios económicos, que no comprenden o no comparten el valor de estas medidas, tanto más cuanto que los «intocables» —el grupo social más mísero y desvalido de la India— pensaban que estas medidas iban encaminadas a acabar con ellos. Y algo similar plantearon los musulmanes, que se revelaron contra esta política que «pretendía mantener la superioridad numérica hindú y trataba de aniquilar a los musulmanes», como manifestaren algunos políticos. En cualquier caso, la difícil tarea del control de la natalidad sólo ha tenido éxito entre las clases altas y, especialmente, entre las mujeres cultas; se observa una correlación positiva entre índices de alfabetización femenina y bajas tasas de fecundidad (Durand Dastès, F., 1995, 308-309). Sin llegar, por !o tanto, a los niveles de China, donde el eslogan del hijo único ha calado hondo, también Asia meridional ha entrado en un proceso de control, más o menos radical o laxo, de la natalidad y de la fecundidad, que frecuentemente se realiza mediante el recurso al aborto, debido a la dificultad de actuar sobre poblaciones a menudo analfabetas, y al retraso de la edad al matrimonio, además de la intensificación de las campañas de planificación familiar. Es lo que ha sucedido también en Vietnam desde 1982, donde a raíz del Congreso del Partido Comunista de Vietnam se decidió un apoyo masivo al control de nacimientos, mediante la colocación obligatoria del DIU a todas las madres de familia numerosa, la realización de abortos..., a fin de conseguir das hijos por familia (Lam-Thanh-Liem, 1987). También en Tailandia, según el Banco Mundial (1990), han sido muy drásticas las campanas en pro del control de la natalidad. Su eficacia se comprueba en los bajos índices de fecundidad y en el hecho de que en 1997 los dos tercios de las mujeres tailandesas en edad fértil utilizan métodos contraceptivos modernos. b)
Estructuras demográficas y caracteres de la población
El resultado más claro de la dinámica demográfica en Asia meridional es e| predominio de una población joven, en la que el grupo de los menores de 15 años casi duplica (1,83 veces más) al mismo grupo en los países desarrollados (35,8 % frente a 19,5 %). Un predominio de las edades más bajas que no se ve contrarrestado por la abundancia de las más altas ya que los mayores de 65 años no representan más que el 4,15 % frente al 13,7 % en los países desarrollados.
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Fig. 11.2. Diferentes tipos de estructuras demográficas. (Elaboración propia, con datos procedentes del Anuario Demográfico de las Naciones Unidas, año 1995. Se ha utilizado el último censo disponible.) Juventud de la población que se mantiene con caracteres similares en casi todos los países del conjunto regional, aunque la pirámide de población de los NP1, además de Tailandia, refleja ya una nítida contracción de la base, propia de países que han superado la transición demográfica. En otros, como Indonesia o Sri Lanka, se observa ya una caída de la natalidad y fecundidad que les lleva claramente hacia la modernización de su régimen demográfico. Esta misma tendencia se aprecia en Malasia y Vietnam, aunque su mayor juventud les impide rebajar esos índices. La primera consecuencia de esa estructura es una elevada tasa de dependencia, de tal manera que sólo el 60 % de la población de 1997 es potencialmente activa frente a un 66,8 % en los países industriales. Ahora bien, una buena parte de esa población en edad laboral no llega a estar empleada; como apuntaba ya Lardinois en 1982 para la India, sólo un 37,6 % de la población total era económicamente activa, bien con actividad plena o marginal, pero con la salvedad de que mientras en el grupo de los hombres los activos representaban un 53,2 % del total, en el de las mujeres no se alcanzaba más que un 20,8 % (Lardinois, R„ 1982, 1.056); en 1996 la población económicamente activa en la India ascendía a un 43,4 % de la total y en el conjunto regional a un 43,2 %, lo que pone de manifiesto una disminución relativa de las edades dependientes, pero sobre todo de los menores de 15 años. No obstante (y para poder comparar), en Japón la población económicamente activa llega al 53 %, en EE.UU. a un 51 y en Europa a un 49 % en 1996. En todo caso, a esta baja tasa de actividad hay que añadirle el gran valor del empleo informal. Una gran masa de población, de todas las edades, se gana la vida diariamente mediante la prestación de todo tipo de servicios callejeros, desde recaderos, limpiabotas, conductores de bicicletas, vendedores de cualquier mercadería, guías... José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES A esta relativamente escasa proporción de población trabajadora se suma una baja cualificación, sobre todo en los grandes países, y especialmente en los medios rurales. Y es aquí donde radica uno de los problemas mayores para la promoción personal: el peso del analfabetismo, que en el conjunto regional afecta todavía a algo más de un tercio de la población (véase cuadro XI. 1). La superación de esta situación exige costosísimas inversiones en infraestructura escolar y en la formación de maestros, que sólo la mitad de los países han logrado realizar con éxito, entre los cuales se encuentran los cuatro NPÍ, más Vietnam, Tailandia, Sri Lanka, Filipinas, Maldivas, Myanmar, Malasia e Indonesia, especialmente significativo este último por la ingente población a la que afecta. Evidentemente, en los que persiste un elevado grado de analfabetismo difícilmente podrán aplicarse con éxito los programas de mejora higiénico-sanitaria, de planificación familiar y hasta de desarrollo económico, dado que éstos exigen una mano de obra cualificada. Sin embargo, las perspectivas son hoy mucho más favorables que hace una década, a pesar de lo cual, ei extraordinario potencial demográfico de Asia meridional constituye más un freno que un motor del desarrollo. 4. LAS CONSECUENCIAS SOCIOECONÓMICAS DEL DINAMISMO DEMOGRÁFICO El primer problema de esta inmensa población, que todavía no ha logrado controlar su ritmo de crecimiento, es el de su propia subsistencia. Una parte importante de los pueblos de Asia meridional no llega a cubrir sus necesidades alimentarias básicas. De acuerdo con los datos del cuadro XI. 1, en la mitad de los países, entre los que se incluyen los de mayor peso demográfico, no se llega a disponer de las 2.400 kilocalorías por persona y día, umbral que puede ser considerado como de seguridad alimentaria. Y es más, según el reciente estudio de la RAO sobre las necesidades y recursos, el 18 % de la población de Asia meridional-padecía desnutrición crónica durante el trienio 1990-1992, y ello considerando que el umbral crítico de la desnutrición estaba en el consumo de 2.200 kilocalorías/persona/día, que es una cifra muy poco segura (FAO; 1995, 14). En los datos del cuadro XI. 1 se puede ver que cuatro países rondan tan sólo las 2.000 k.cal/persona y día (Nepal, Bután, Bangladesh y Camboya), mientras otros seis, entre los cuales se cuentan Pakistán y la India, no llegan a las 2.400, superando el resto esta cifra. En conjunto, la producción agrícola ha crecido más deprisa que la población durante los años ochenta y noventa, y el crecimiento de las cosechas, por efecto de la revolución verde, se ha dejado sentir con fuerza, pero ello no nos habla más que de unas simples disponibilidades totales, sin tener en cuenta la distribución real de las producciones. Así, por ejemplo, en la India se ha pasado de una producción de cereales de 120 kg por habitante y año en 1990 a 221 kg en 1996, lo que demuestra un firme progreso en el aprovisionamiento de granos básicos y de productos alimenticios, aunque, según el PNUD (1997, 57), todavía el 53 % de los niños menores de cuatro años (= 47 millones) siguen desnutridos. En el resto de los países destaca Indonesia, que ha pasado, a su vez, de producir 73 kg/hab./año en la primera fecha a 300 en la segunda; en general, se puede afirmar que Asia meridional ha conseguido la autosuficiencia en las producciones; lo que no obsta para que, año tras año y especialmente los de sequías prolongadas, se extiendan por esta parte del mundo los mayores episodios de hambre, relacionados sobre todo con un reparto social desequilibrado. También en esta parte del mundo se dan ejemplos demostrativos de cómo es posible erradicar en un decenio la malnutrición grave: en Tailandia en tan sólo una década se consiguió reducirla a niveles prácticamente despreciables, merced a la puesta en marcha de extensos programas gubernamentales, en colaboración con obreros y voluntarios de las aldeas (PNUD, 1997, 34). En suma, las disparidades regionales y sociales, tanto entre distintos países como a nivel interno de cada uno, continúan siendo la tónica dominante, por lo que la pobreza sigue afectando a ingentes masas humanas. Pero el caso extremo de las carencias alimentarias lo representa Bangladesh, donde si en 1963 un 40,2% de la población vivía por debajo del umbral de la pobreza absoluta (definida, entre otras muchas manifestaciones, por un consumo inferior a 1.935 calorías por persona y día), en 1975 ese porcentaje se elevaba a un 61,8 %, y en la actualidad mantiene un déficit de consumo calórico de los más grandes del mundo, análogo ai de las peores situaciones del África subsahariana. Ello se debe, en parte, a la extraordinaria presión humana sobre la tierra —cuenta con un 59 % de población agraria—, que se traduce en explotaciones muy pequeñas y decrecientes, pues, aunque la proporción de empleadas en la agricultura está disminuyendo, el número absoluto de trabajadores agrarios rio hace más que crecer. Este fenómeno es extensible a todo el conjunto regional, excepto los NPI y Malasia y Tailandia. Por ello, la reducción del tamaño de la explotación ha continuado empeorando. Así, Lariviére da unas cifras para Bangla Desh en 1972 de 1 hectárea de media, aunque los dos tercios de las mismas ni siquiera alcanzaban esa cifra, con la salvedad de que un 40 % de las familias rurales no disponían de tierra (Lariviére, J. P., 1981, 16); de ahí que la fuerte presión humana conduzca asimismo a un masivo desempleo o subempleo o ambas cosas a la vez. Esta fuerte presión humana, principalmente en Java y en el espacio indostánico, aunque también en Vietnam y Filipinas, se revela como un factor de desequilibrio, que se traduce en un aumento constante José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES del número de campesinos sin tierra y que alimenta el éxodo hacia las ciudades, por efecto del push rural y, aunque Asia meridional tenga uno dé los índices de urbanización más bajos del mundo, cuenta, por su densidad, con el mayor número de habitantes urbanos del planeta. Estas condiciones no favorecen el aumento del nivel de vida. Así, en primer lugar, se ha agravado el déficit de viviendas, según reconoce un informe de las Naciones Unidas, expandiéndose el habitat marginal por todas las ciudades, como veremos más adelante. En el medio rural llama la atención la escasez de equipamientos, como lo demuestra el hecho de que en 1979, sobre un total de 576.000 aldeas en la India, sólo 64.000 disponían de agua potable en cantidad suficiente, otras 113.000 no tenían agua potable cerca, y las 399,000 restantes no tenían protegida el agua de la contaminación, que representa un riesgo permanente. Pero los progresos de los años ochenta y noventa han mejorado claramente esta situación, pues el PNUD estima que entre 1990 y 1996 sólo un 19 % de la población india carecía de acceso a agua potable, aunque en Indonesia se elevaba al doble, mientras en Pakistán, Malasia y Filipinas esas carencias afectaban a un cuarto de la población y en Vietnam a más de la mitad... (PNUD, 1997,180-181). Tras ios avances en esta materia, los objetivos actuales se centran en dotar de redes de saneamiento a toda la población, campo en el que el atraso es mucho mayor que en el abastecimiento de agua potable. En cuanto a los niveles de escolarización, se están produciendo avances significativos, como pone de manifiesto la tasa de analfabetismo, que ya no afecta más que a un 35 % de ia población adulta. La tasa bruta de escolaridad combinada de enseñanza primaria y secundaria está mejorando sensiblemente en todos los países, de modo que afecta a entre los dos tercios y tres cuartos de los niños y adolescentes de esa edad (en la India al 72 %; en Indonesia al 80 %, en Filipinas al 99 %, pero en Pakistán y en Bangladesh sólo al 42 a 46 %). Aunque estas cifras se quedan muy bajas comparadas con las de los países desarrollados (España = 90 % incluyendo el nivel terciario) o con las de China (= 88 %), no por ello dejan de representar avances importantes, si bien se deduce que no todos los países hacen el enorme esfuerzo que requieren las inversiones demográficas, las cuales representan la mejor garantía de desarrollo. El progreso también ha afectado a la sanidad, con reducciones destacables de las enfermedades epidémicas, pero el número de médicos es aún bajo, con una media de unas 2.000 personas por médico, hecho que dificulta la asistencia y el desarrollo sanitario, potenciado por la concentración de los profesionales en las ciudades y algunos núcleos de cierta entidad, quedando vastísimas zonas rurales sin atenciones médicas. En suma, podemos concluir que el dinamismo demográfico contribuye a agrandar los problemas de Asia meridional, tanto más cuanto que la escasez de capitales y la pobreza omnipresente se acompañan de una organización social desequilibrada, que sume en la miseria a un contingente cada vez mayor de personas, las cuales, inmersas en el círculo vicioso de la pobreza, sin medios, sin capitales, sin conocimientos ni oportunidades para promocionarse, son incapaces de salir por sí mismas de esta situación, que sólo podrán vencer si las instituciones u organismos estatales rompen ese círculo vicioso a través de una organización social que favorezca a estos «condenados de la tierra», como les llamó F. Fanón. No obstante, las décadas de los ochenta y noventa han supuesto una mejora real para estas inmensas acumulaciones humanas. Tanto los Nuevos Países industriales, como otros muchos millones de habitantes de las ciudades y del campo de Asia meridional han conocida un auténtico y vigoroso progreso, si bien oscurecido por el enorme crecimiento demográfico, que dificulta en gran medida la reducción del número absoluto de pobres. Las densas comunidades humanas del Asia meridional constituyen sociedades básicamente agrarias, por más que los NPI y algunos otros países del sureste estén recibiendo grandes inversiones industriales. Una mayoría de estas poblaciones obtiene su subsistencia del arrozal regado, fundamentalmente, El estudio, pues, de las condiciones del desarrollo agrario y del mundo rural exige, para su mejor comprensión, un análisis previo de las condiciones ecológicas. III.
Las condiciones ecológicas: un medio cálido y húmedo
Los 9,1 millones de km2 de Asia meridional no nos permiten hacer una caracterización ecológica más que a escala del «dominio», bien morfológico, bien climático o biogeográfico, a pesar de la heterogeneidad existente en un conjunto territorial tan amplio, que integra regiones del hemisferio Sur, junto a otras que en el caso de la India, llegan a sobrepasar los 35° de latitud Norte, y que, al lado de climas ecuatoriales y monzónicos, es afectado por otros desérticos. Una heterogeneidad climática que tiene su réplica en la morfológica, pues en Asia meridional se encuentran viejos zócalos reducidos a penillanuras, como sucede en el Decán, frente a cordilleras geosinclinales, macizos antiguos, extensos relieves volcánicos y, ante todo, y como fruto de la erosión de estos relieves, amplias llanuras aluviales y deltaicas, fácilmente inundables, que han servido de base al desarrollo de la «civilización del arroz». 1. EL SIGNIFICADO DE LA CONFIGURACIÓN MORFOLÓGICA José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Como rasgo más destacable de Asia meridional podemos señalar la monotonía de su relieve aplanado o suavemente ondulado, correspondiente a viejas zócalos arrasados, que aparecen no sólo en el Decán sino también en el sur de Vietnam o en la isla de Borneo (Kalirnantan). El edificio morfoestructural en este sentido se explica por la subducción de la placa índica, como veíamos en China, bajo la euroasiática, que ha dado lugar a un levantamiento de las cordilleras himalayenses, con una clara orientación zonal, como corresponde a los empujes tectónicos de dirección meridiana. Por el contrario, la subducción de la placa del Pacífico, o de la subplaca de la cuenca de Filipinas, bajo la plataforma continental de la placa euroasiática ha provocado, dado el sentido zonal del empuje tectónico, la alineación de las cordilleras de Myanmar y de la península de indochina en dirección meridiana (montes Arakan y cordillera Annamítica). Para completar el esquema hay que añadir el empuje y subducción de la placa índica, en sentido SO-NE, bajo las islas de la Sonda —Sumatra y Java—, en cuyo borde suroccidental precisamente ha dado origen al levantamiento de elevadas cadenas montañosas como los montes Barisan de Sumatra, que tanto aquí como en Java aparecen salpicados de construcciones volcánicas. Todo el conjunto de islas de Indonesia, Malasia y Filipinas estaría sometido a las presiones tectónicas encontradas de las placas Pacífica e índica, hecho que se traduce en la formación de numerosos focos volcánicos y en la abundancia de terremotos, que tanto afectan a Filipinas, a Sumatra y, principalmente, a Java. Finalmente, las cordilleras del oeste paquistaní (Sulaymãn y Kirthar), de orientación meridiana, se han formado como respuesta o resistencia pasiva ante el desplazamiento del zócalo del Decán hacia el norte. Por ello, las cordilleras del sur del Beluchistán iraní y paquistaní, que no han sido afectadas por el empuje de esta placa, conservan la dirección zonal alpina. Este esquema tectónico es el responsable de la configuración de los dominios morfoestructurales. Por su extensión, sobresale el dominio de zócalo peninsular, que se localiza en el gran triángulo meridional de la India, desde los montes Aravalli hasta Ceilán, isla que representa una continuación de la meseta del Decán y de los Gates occidentales. No obstante, aunque el Decán termina, por el norte, en los montes Vindhya, el zócalo llega hasta los Aravalli. Esta meseta de rocas cristalinas está interrumpida por horsts que se levantan en su interior (montes Vindhya) o en sus bordes (Gates occidentales y Gates orientales). A este conjunto se debe añadir el horst de Shillong, el cual constituye una región morfoestructural que forma parte, junto con el Decán y Ceilán, del zócalo gondwaniano. De capital importancia resultan las mesetas volcánicas formadas a partir de la efusión de lavas entre las fallas del zócalo, que afectan principalmente a los estados de Madhya Pradesh y Maharastra (véase fig. 113c), al E y NE de Bombay, dando unos suelos de gran fertilidad (los regar), dedicados al cultivo del mijo, algodón y cacahuete. Finalmente, las estrechas franjas de aluviones depositados en la costa occidental, junto con los aluviones y llanuras deltaicas, más extensas, de la costa oriental han favorecido los densísimos asentamientos humanos que tienen lugar en estas franjas costeras, aprovechadas para el cultivo del arroz. Al norte del zócalo se extienden las vastísimas llanuras indogangéticas, formadas por aluviones cuaternarios, arrancados del zócalo y cadenas himalayenses, que se han depositado en esta fosa de hundimiento, dando lugar a unas llanuras de escasa altitud, por debajo de los 270 metros, en su mayor parte. Es aquí donde se alcanzan las máximas densidades humanas, ligadas también al cultivo del arroz, especialmente en los deltas de la bahía de Bengala (Bangladesh y Bengala occidental) y en numerosos distritos del valle del Ganges \ del Indo. Las llanuras gangéticas se prolongan, con las mismas características, por la fosa del Brahmaputra, en el estado de Assam. Finalmente, las cordilleras himalayenses se levantan como una muralla impresionante al pie de las llanuras indogangéticas. Se trata de cordilleras terciarias, que iniciaron su levantamiento durante el Jurásico y que han continuado elevándose hasta la actualidad.
a)
Precipitaciones anuales en mm
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
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Fig. 11.3a), b) y c).
Condiciones naturales de Asia meridional
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
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b) Conjuntos bioclimáticos, según J. Dupuis. 1975
c)
Conjuntos morfoestructurales, según J. M. Casas Torres, 1979.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
De sur a norte se distinguen cuatro conjuntos, que van desde el prehimalaya —los Siwalik— formado por materiales terciarios, plegados durante el Cuaternario y que apenas sobrepasa los 1.000 metros, seguido del Himalaya medio, compuesto por materiales paleozoicos y mesozoicos, con altitudes entre los 2.000 y 3.300 metros. El Gran Himalaya se levanta a continuación, ya con granitos y gneis, culminando en el techo del mundo (Everest, 8.848 m). Más al norte se extiende el transhimalaya, compuesto por materiales que van desde el Paleozoico al Eoceno, a altitudes de 3.000 hasta 5.000 m. La vida humana en los altos valles se hace difícil, pero, en cambio, esas montañas, que concentran precipitaciones, favorecen la construcción de embalses y la disponibilidad de abundantes caudales de agua para los regadíos de las llanuras indogangéticas. Frente al conjunto de zócalos, llanuras cuaternarias y montañas jóvenes del ámbito indostánico, el relieve del sureste asiático participa de los caracteres de aquél, aunque en unidades más pequeñas y fragmentadas. En toda la península de Indochina [as alineaciones adoptan una disposición meridiana o submeridiana, como puede verse incluso en el sentido en que discurren los ríos principales. Se trata de cordilleras terciarias, como los montes Arakan de Myanmar o de macizos antiguos, como la cadena Annamítica de Vietnam, entre los cuales aflora el zócalo, recubierto por sedimentos terciarios y cuaternarios. Más al norte, en la meseta de Shan en Myanmar y la meseta del norte de Laos, se trata de materiales secundarios, que han sido plegados durante la tectónica cenozoica. Es en Myanmar y la península de Indochina donde se producen los mayores contrastes en el poblamiento entre los sectores montañosos de los interfluvios, apenas ocupados y aprovechados para la agricultura de tipo itinerante, por una parte, y los valles aluviales y deltas costeros, enormemente densificados, por otra. Estas disparidades se fundamentan, como en el espacio indostánico, en la explotación de las llanuras inundables por el arrozal regado, ya desde antiguo. Los mismos contrastes se observan en indonesia, Malasia y Filipinas, si bien aquí la acusada accidentación del relieve de algunas islas obliga a establecer los arrozales en terrazas, construidas a tal efecto sobre pendientes, terrazas tanto más fáciles de construir cuanto que se realizan sobre los abundantes materiales volcánicos existentes en todas estas islas (véase en la fig. 11.3c los conjuntos morfoestructurales). El relieve, condicionante destacable de la ocupación humana, no es el principal, pues los climas ejercen un papel decisivo. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES 2.
LA DISPARIDAD DE LOS MEDIOS BIOCLIMÁTICOS
Desde los medios desérticos de Pakistán (Sind y Thar), pasando por los dominios monzónicos de Asia continental, hasta los bosques ecuatoriales de Indonesia, se extienden unos conjuntos biogeográficos contrastados, que, sin embargo, son asiento de unas sociedades con problemas humanos similares, en los que destaca un rasgo fundamental: la importancia del control del agua, no sólo en las regiones desérticas, sino también en las monzónicas y ecuatoriales. Las disponibilidades de agua son una función, evidentemente, de las precipitaciones totales y de su retención y distribución mediante embalses y canales, además de su extracción por pozos. Las posibilidades que se derivan del tipo de cuma constituyen, por lo tanto, un primer elemento de cuenta. De un modo genérico, podemos definir tres dominios climáticos diferenciados: uno ecuatorial, que afecta a territorios de Indonesia y Malasia; otro monzónico, que afecta a Filipinas, al sureste continental y a la mayor parte de la India, y, finalmente, un dominio subárido y árido, que integra el Rajastán indio y la mayor parte de Pakistán. Las altas altitudes del Himalaya-Karakorum introducen un sector diferenciado, con un clima frío y húmedo, o bien frío y desértico, según la latitud y la exposición. En principio, los mecanismos de la dinámica atmosférica son los mismos que señalábamos para China meridional, es decir, un ascenso generalizado de la Convergencia Intertropical hasta latitudes superiores a las del trópico de Cáncer, con lo que se desencadenan, principalmente a partir de mayo o junio, las lluvias monzónicas, que afectan a la India, al sureste asiático y a Filipinas, provocando precipitaciones intensas, que duran entre 4 y 8 meses según regiones y que descargan mayores volúmenes hídricos en las montañas expuestas al monzón del suroeste (Gates occidentales, piedemontes himalayenses y valle del Ganges, montes Arakan, cordillera de Dawna en el oeste de Tailandia y cadena Annamítica). Por el contrario, la mayor parte de Pakistán y el Rajastán indio, que apenas están afectados por los monzones, sufren el barrido de los vientos del interior procedentes de los anticiclones subtropicales, configurándose como territorios subdesérticos y desérticos, con precipitaciones inferiores a los 250 mm anuales, recogidos bien durante los meses veraniegos (influencias monzónicas), bien durante el invierno y la primavera (gotas frías desgajadas del Jet) (véase fig. 11.3o). La estacionalidad monzónica origina períodos de intensas lluvias que, en los pequeños cursos fluviales, dan lugar a tremendas variaciones del caudal entre el invierno y el verano, con los consiguientes desbordamientos. Las oscilaciones se producen también en los grandes colectores (Indo, Ganges, Irrawady, Saluen, Mekong), aunque se ven aminoradas por la complejidad del régimen que introduce la longitud de sus cuencas. Los desbordamientos de los ríos están potenciados por las enormes trombas de agua procedentes de los tifones, que afectan exclusivamente a las costas orientales (Coromandel, Bengala, Vietnam). Por todo ello, podemos señalar que el control del agua se ha convertido para los pueblos de Asia meridional en uno de los elementos claves de su propio desarrollo. Unos pueblos que se han asentado fundamentalmente en las llanuras inundables, sobre las cuales han eliminado prácticamente todo vestigio de vegetación natural. Pero ello no es obstáculo para que en conjunto Asia meridional disponga de un 40,2 % de superficie forestal y de monte sobre el total de tierras, aunque se observan grandes contrastes entre países, pues Pakistán, por su carácter desértico, no dispone más que de un 4,5 % y Bangladesh, por la fuerte presión humana, no llega más que a un 14.7 %, mientras la India alcanza un 23,4 %, y ocho países superan el 50 %, sobresaliendo Nueva Guinea, Camboya^ Malasia, indonesia, Corea del Sur, que cuentan con más del 60 % de sus tierras ocupadas por el bosque. En definitiva, frente al espacio indostánico, el sureste asiático ha conservado una extensa superficie forestal, a pesar de las fuertes densidades humanas que han eliminado la cobertera vegetal de numerosas regiones. Una cobertera vegetal que es de una gran riqueza florística, principalmente en Indonesia, donde las exportaciones de madera aportaban alrededor del 13 % de las exportaciones totales de mercancías en 1994, en Malasia, donde ascendían al 7 %, en Filipinas y en otros países, aunque con importancia decreciente frente a las manufacturas (FAO, Anuario de Comercio 1994). Desde el punto de vista biogeográfico se pueden distinguir, siguiendo a Dupuis, cuatro tipos de formaciones vegetales. En primer lugar, las de ecosistema tropical húmedo, que se extienden por las regiones desprovistas prácticamente de estación seca, como en el sur de la India, Assam e islas del sureste asiático, con grandes árboles, que recubren varios estratos de vegetación; la intervención humana sobre las formaciones climácicas ha favorecido los poblamientos gregarios de sal (Shorea robusta), de teca (Tectona granáis) y de bambúes; en las regiones ecuatoriales los manglares cubren también vastas superficies de los deltas y estuarios. En segundo lugar, las formaciones de ecosistema tropical con estación seca, es decir, de régimen monzónico, que configuran un bosque semi-caducifolio, en el cual sobresalen especies como el sal en las regiones de mayor humedad (Bengala, Orissa, Biliar, orla himalayense), la teca y el sándalo (Shantalum álbum) en el centro del Decán y de Indochina. La roturación de este bosque ha dado lugar a una degradación José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES progresiva hacia una sabana cada vez más pobre, que en algunas comarcas del centro del Decán, ante la presión humana, ha pasado incluso a una estepa herbácea. En tercer lugar, las formaciones de ecosistema tropical con tendencia árida, que ocupan el interior del Decán y el noroeste indostánico. En el primero predomina una vegetación de acacias y arbustos espinosos y en el Rajastán y regiones del Indo se desarrolla una sabana arbolada, con acacias, arbustos espinosos y matas de gramíneas, que se degrada en Thar a un desierto con dunas vivas, salvo en las áreas de regadío. Finalmente, las formaciones de alta montaña dan lugar a una diseñe vegetal en la que al bosque monzónico sucede un piso de coníferas y frondosas tropicales (robles y cedros), que, entre los 1.500 y 2.500 m, cede el paso al nebelwald (de robles, laureles, castañas orientales, epifitas, helechos, orquídeas) y, a mayor altitud, al bosque templado (coníferas, betuláceas), que en el Himalaya llegan hasta los 3.900 m, donde acaba el estrato arbóreo, sustituido por el de alta montaña (Dupuis, L, 1975,32-38). En definitiva, las condiciones ecológicas de Asia meridional sobresalen, ante todo, por las abundantes precipitaciones (véase fig., 11.3c), que superan los 3.000 mm anuales en el dominio ecuatorial y en determinadas regiones montañosas (Cherrapunji, en el bloque del Shillong, llega hasta los 14 m), pero que se mantienen por encima de los 1.000 mm en la mayor parte del conjunto regional, a excepción del interior del Decán y del noroeste indostánico. A estas precipitaciones se añaden unas temperaturas elevadas, las cuales oscilan en tomo a los 26-28 °C de media mensual en el dominio ecuatorial indonesio. En Jacobabad, en el Sind paquistaní, se sitúan también en los 27 °C de media anual, aunque aquí la amplitud térmica va de los 15 °C de enero a los 37 de junio. En suma, la región se caracteriza por sus elevadas temperaturas, y, salvo en los medios desérticos, precipitaciones, que permiten realizar cualquier tipo de cultivo a lo largo de todo el año, siempre que durante los meses de la estación seca se pueda disponer de agua embalsada o de pozos para el regadío. Por eso es tan importante la construcción de presas, canales, tanques (embalsamientos poco profundos de agua retenida en pequeñas depresiones), etc., destinados a asegurar y potenciar las cosechas, porque, además, a pesar de la abundancia de ¡as lluvias monzónicas, muchos años no llegan a tiempo para desarrollar los cultivos de secano. Y no se debe olvidar que los pueblos de Asia meridional son básicamente rurales y viven principalmente de la actividad agraria. IV.
Los medios rurales: la economía de la precariedad y de la pobreza
La importancia de la actividad agraria radica en el hecho de constituir la principal fuente de empleo y de subsistencia de la mayoría de las masas humanas de Asia meridional: entre la mitad y más de dos tercios de la población activa, según países, trabaja en la agricultura: sólo los NP1, además de Malasia, Brunei y Maldivas se alejan de esta situación; entre los demás sobresalen los casos de Nepal, Bután, donde más de! 9Ü % se emplean en la agricultura, mientras los grandes países rondan el 60 %. La República de Corea representa un caso singular, pues, según los últimos índices de la FAO, estaña en un nivel del 12,8 % (en 1996). muy por debajo del índice tradicional y con una tasa propia de país desarrollado. Rn general, los países de mayor peso demográfico sobrepasan el 60 % (la india, el 62 %). Ahora bien, si estos datos nos proporcionan ya una idea del atraso de las sociedades surasiáticas, encontramos su confirmación en el escaso porcentaje que la actividad agraria representa en el PNB del país; porcentaje que suele quedarse en más de un tercio por debajo (a veces muchos más) de la población activa que sostiene (véase cuadro XI.2). Con ello queremos destacar que, aunque este fenómeno se da también en los países desarrollados, aquí, en cambio, adquiere mayor significado, por cuanto aboca a un fuerte desequilibrio en !a distribución de las rentas, desequilibrio que se ve potenciado por la escasa valoración de los productos de subsistencia frente al alto valor de los obtenidos en las plantaciones, de tal manera que la economía de subsistencia está absolutamente generalizada, alcanzando muy poco peso los intercambios comerciales, que a veces adoptan la forma de trueque. Economía agraria de subsistencia y economía de la precariedad y de la pobreza se dan la mano en estas tierras, tanto sobre las fértiles llanuras aluviales y deltaicas como sobre los interfluvios escasamente poblados. Ante la incesante presión demográfica y ante la inseguridad de las lluvias monzónicas, se debe recurrir a la ampliación de la superficie regada para asegurar las cosechas; mas, a pesar de todo, una disfuncional estructura de la propiedad y de las explotaciones agrarias, unido a la carencia de medios económicos y técnicos, a la escasez de créditos a bajo interés, a la falta de infraestructuras para dinamizar los intercambios comerciales... sumergen a las sociedades rurales en una situación difícil y con pocas esperanzas de promoción, por lo que grandes contingentes de jóvenes prefieren engrosar las filas del éxodo rural, a pesar de que la revolución verde ha abierto nuevas perspectivas. Nuestro objetivo aquí es dar una idea de la economía campesina, de las sociedades agrarias y de la organización espacial de los medios rurales.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES CUADRO XI.2.
Variables agrarias significativas de Asia meridional y NPI a mediados de los noventa Poblac ión % activa tierras agrari arables Población a sobre Aportación sobre activa total agricultura total agraria activa al PIB % tierra1 (miles) 1995 (%) 1993/1994 991
% superfi cie Ha foresta %ha Cultivad l sobre regadas/ as por total de ha. activo tierras Cultivad agrario 1994 as 1995 1995
Producciones agrarias en 1995 (miles de tm)
C Total cereales Arroz**
Trigo
Espacio indostánico Bangladesh Bután India Maldivas Nepal Pakistán Sri Lanka (Ceilán)
59.266 887 401.300 105 10.066 23.239 7.445
59 90 62 25 91 47 40
30 40 31 31 44 25 25
72,6 2,4 55,9 10.0 16,3 27.0 14,0
14.6 66,0 23,0 3,3 40,2 4,5 32,5
33.01 29,10 29,33 0.00 37,60 80,56 29,21
0.16 0,15 11.42 0,03 0,23 0.92 0,25
29445 112 214.082 -0.247 24.328 2.277
28.008 1.369 50 5 170 012 62.620 — 3.579 1.103 5.551 6.907 2.241 —
sureste: asiático Brunei Camboya Filipinas Indonesia Laos Malasia Myanmar Nueva Guinea-Papúa Tailandia Vietnam
123 5.021 28010 90.845 2.391 8.098 22.994 1.109 33.927 37.309
2 74 45 56 76 26 70 79 67 67
3 45 22 19 51 14 63 29 10 28
0,6 21,6 íti.5 9,5 3,8 5,5 !4,5 0,1 34,4 18,1
85,4 69.1 45.6 61,7 34,4 67.9 49,3 92.7 26.4 29,6
14,29 4,51 17.19 15.18 19,67 4,47 15.43 0.00 24,06 28,63
0,06 0,76 0,33 0,33 0,38 0,94 0,44 0,20 0,61 0.19
1 3.430 15.435 50 090 1355 2.110 2 1. 375 3 26.426 27.296
1 3 390 11.284 51.165 1.300 2.065 20.865 1 21-800 26.300
NIP Corea del Sui Hong Kong Singapur Taiwán
21.591 3.180 1.639 9.100
12 1 0 10
7 0 0 4
19,0 6,1 1,6 —
65.4 22.2 4,9 —
66.75 28,57 — —
0,09 — — —
6676 —
6.284 — — 698
Total
1.
—
Café verde
Azúcar ***
Té
na
— — 80 — — — 11
262 — 15.150 — 44 2.684 24
48 — 715 — 3 — 246
— — 43 — — — 10
— — — — — — 109 — 1
— — 149 431 9 11 1 60 76 198
— 8 1.775 2.404 — 113 60 — 6.300 347
— — 169 2 6 16 9 5 40
— 40 20 1.5 — 1.0 28 1 2.2 12
10 — — —
— — — —
— — — 408
1 — — 21
— — — —
768645 58,36 14,57 29,2 40,1 28.79 0,39 440.711 304.594 82.034 1.126 *La superficie forestal incluye el monte bajo. **Arroz en cáscara. *** Azúcar centrifugado en bruto. FUENTE: FAO: Anuario FAO de. Producción 1996, completado con datos de The European World Yearbook 1996.
LA ESCASEZ DE TIERRA Y LA AMBIVALENCIA DE LAS PRODUCCIONES AGRARIAS
Durante las dos últimas décadas las producciones agrarias han crecido, por lo general, más deprisa que la población, si bien la situación alimentaria no ha mejorado en el mismo grado, debido más a los problemas sociales que a la incapacidad productiva del conjunto regional, que ha cambiado considerablemente, pero la mitad de los países no disponen, en promedio, de las calorías necesarias, aunque la India está en el umbral de seguridad de las 2.400 k.cal/persona y día y el otro gigante demográfico —Indonesia— lo supera ampliamente, como ya analizamos. Por lo cual, y ante la exigüidad de la gran mayoría de las explotaciones agrarias, se tiende a incrementar la superficie labrada, la cual alcanza cotas máximas en Bangladesh (casi las tres cuartas partes del territorio) y en la India (algo más de la mitad), mientras en el resto de los países es relativamente pequeña, por mor de las condiciones ecológicas desfavorables, aunque el índice medio se eleva a un 33 %, cifra muy por encima de la media mundial (= 11 %) e incluso de la media europea (= 14%). Ahora bien, ante las dificultades y la escasa fertilidad de las áreas interfluviales o de sectores con fuertes pendientes, se prefiere extender el regadío, que es ia modalidad de cultivo más socorrida y apreciada. En este sentido, el ejemplo de la India resulta revelador, pues entre 1950 y 1970 duplicó el porcentaje de su superficie regada, que ha continuado creciendo posteriormente hasta la cifra de 50,1 millones de hectáreas en 1995, una extensión algo superior a la de China (49,86 millones), según la FAO, con la particularidad de que, tras fuertes ritmos de crecimiento en los años ochenta, parece haberse estancado un poco en los noventa. La superficie regada, por otro lado, supone un 28,8 % de la cultivada en el conjunto regional y una proporción similar en la India (véase en la fig. 11.4 la distribución), por lo que aún se mantienen fuertes oscilaciones en las cosechas entre unos años y otros. Si el regadío en la India no ha cesado de crecer, lo mismo podemos afirmar para el sureste continental, aunque aquí las menores disponibilidades de tierras llanas obligan más bien a perfeccionar e intensificar los existentes que a establecer otros nuevos. Los países con mayor proporción de labrantío regado son, sin embargo, Pakistán y Corea del Sur, con 80 y 66 % respectivamente. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
29.579 1.281
5.S
ESPACIOS Y SOCIEDADES En cualquier caso, la parquedad de las tierras disponibles (0,34 hectáreas de tierra arabie de media por persona empleada en la agricultura y en ningún país se llega a 1 hectárea) exige la roturación de nuevos terrenos, el aprovechamiento máximo de los existentes y la expansión del regadío, de manera que la obtención de varias cosechas anuales de cultivos muy diversos —policultivo mixto, de autoconsumo y de mercado— constituye la norma general, por más que el arrozal regado domine por doquier y se haya convenido en el símbolo de estas «civilizaciones hidráulicas». En efecto, las temperaturas toleran eí desarrollo de los cultivos a lo largo de todo el año, por lo que, siempre que se dispone de agua, se pueden obtener dos y hasta tres cosechas anuales de productos básicos. Así, en las llanuras inundables de indochina es frecuente realizar un cultivo de invierno, que, cuando no se cuenta con agua suficiente, suele corresponder a alguna leguminosa (judías, por ejemplo), las cuales se cosechan al llegar la primavera, momento en el que se trasplanta el arroz precoz desde el invernadero a la parcela definitiva para aprovechar las primeras lluvias monzónicas, al tiempo que sobre los secanos se siembran batatas, mandioca, maíz... En junio se hace la recolección del arroz precoz y se prepara la tierra para sembrar el arroz principal, que se trasplanta en dicho mes, mientras se va recogiendo la cosecha de batatas o de maíz; las escardas, los riegos y cuidados del arrozal consumen el tiempo de los campesinos hasta que en septiembre u octubre se inicia su recolección, con la cual termina el año agrícola, a no ser que se trasplante el arroz del quinto mes, que tanto en Cantón como en Tonkín se recoge en el mes de mayo (quinto mes), que crece sobre los valles inundables con demasiada profundidad durante la estación de las lluvias, por lo que se planta sólo en el invierno, cuando bajan las aguas. Este esquema, que puede aplicarse a Vietnam y a todo el Extremo Oriente (Pezeu-Massabuau, J„ 1977, 76, y Gourou, P., 1967, 68-72), afecta al Asia monzónica, con ligeras variantes, como, por ejemplo, la importancia que adquiere el trigo en Pakistán y el NO de la India o los diversos tipos de mijos y el algodón en el Decán. En el norte de la India son frecuentes el trigo y la mostaza como cultivos de invierno, poco exigentes en humedad, aunque siempre necesitados de algún riego. Esta llamativa intensidad de explotación del arrozal y el policultivo que le acompaña no es capaz de asegurar la subsistencia a la gran mayoría del campesinado. Ahora bien, las causas de esta situación hay que buscarlas en problemas estructurales, como los que afectan a la propiedad y al régimen de tenencia de la tierra, a las condiciones de la explotación, a la usura... y, evidentemente, a la propia presión humana sobre el suelo agrícola. 2.
LA DIVERSIDAD DE EXPLOTACIONES Y LAS DIFICULTADES DEL CAMPESINADO
Evidentemente, el análisis de las explotaciones exige deslindar las de tipo plantación de las de subsistencia, por más que en numerosas regiones el campesinado tienda a incorporar en sus rotaciones cultivos de plantación, a fin de obtener excedentes monetarios. Además de esta primera diferenciación, una segunda y no menos decisiva arranca de la estructura de la propiedad, que condiciona toda la vida campesina; una estructura que en algunos países ha pretendido ser modificada mediante la reforma agraria, aunque con resultados ambiguos. a)
Los escasos cambios estructurales
En Asia meridional «no hay ninguna situación en la que los rendimientos, los ingresos y los niveles de vida no puedan ser sustancialmente mejorados por una inversión mayor y más intensiva de mano de obra. Pero el molde institucional en el que la agricultura ha sido vertida es muy reacio a la elevación de la productividad a través de un mejor uso de la mano de obra. El sistema de tenencia —particularmente la aparcería— es doblemente inicuo. No sólo tiende a poner el "excedente" agrícola en manos de un grupo de terratenientes que, en su mayor parte, no están dispuestos a proporcionar los recursos que podrían incrementar la productividad de la tierra, sino que además menoscaba la iniciativa de los que efectúan de verdad el trabajo en el campo. La agricultura indígena del sur de Asia está realmente cogida en un "círculo vicioso" de pobreza. La tarea de romper este círculo será probablemente muy compleja y difícil» (Myrdal, G., 1974, 292-293). Esta cita del premio Nobel de Economía, escrita en 1971, tiene todavía vigor. Son muy fuertes los obstáculos institucionales que se oponen al desarrollo agrario de Asia meridional y, entre ellos, la propia organización de la explotación agraria, que, junto a la estructura de la propiedad y el régimen de tenencia, impide capitalizar y orientar los excedentes conseguidos hacia el progreso de la sociedad rural. El obstáculo más grave ha sido siempre la incapacidad del campesino para capitalizar sus propios excedentes, detraídos por los propietarios, situación que no se ha podido superar mediante las reformas agrarias, como podemos comprobar en el caso de la India. a)
Principales cultivos en la India, según I. Milbert, 1981 José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
b)
Ibídem en el sureste asiático, según .1. Renner, 1982
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES c)
Área regada en la India, ¡97011971, según B L. C. Johnson. 1983
d)
Procedencia del agua en los regadíos de la India, según 8. L. C. Johnson, 1983 Fig. 11,4a), b), c) y d).
Aprovechamientos agrarios.
En efecto, el primer acto de reforma del gobierno independiente de la India fue abolir el zamindariato, es decir, el derecho de los zamindars a recibir tributos de los campesinos a cambio del usufructo de la tierra. Esta medida supuso el acceso de 20 millones de arrendatarios a la plena propiedad y facilitó la distribución de alrededor de 6 millones de hectáreas. Pero los intentos posteriores de profundizar y desarrollar la reforma constituyeron un fracaso, pues el censo de 1971 mostraba que el 10 % de los propietarios más ricos disponían de más de la mitad de las tierras, en tanto que había un 10 % de agricultores sin tierra, y otro 4 % que poseían menos de 0,2 hectáreas (Milbert, I., 1981, 134-135), además de un nutrido número de jornaleros que Myrdal estima en una tercera parte de la población rural (Myrdal, G., 1974. 282). La comprobación de los datos de 1971 movió al gobierno indio a retomar la reforma, pero todavía en 1978, en el conjunto de la Unión India, sólo habían cambiado de manos una cuarta parte de los 2 millones de hectáreas declaradas redistribuibles. En 1977, una tercera parte de los campesinos cultivaba menos de 2 hectáreas y la mitad de ellos no disponía del mínimo vital. Se necesitaban 28 millones de hectáreas para que los campesinos que no llegaban a las 2 hectáreas pudieran disponer de esa cifra y otros 39 millones para dar esa superficie mínima a cada familia sin tierra. Esto obligaría a rebajar el techo máximo de propiedad a 4 hectáreas en todo el país, cosa totalmente utópica (Milbert, I., 1981, 135-136). La población rural, entre tanto, ha continuado aumentando, mientras en algunos estados los propietarios exigen todavía que se les entregue Ja mitad de la cosecha, en contra de la norma que fija la renta en un 20 %. A finales de los ochenta se calculaba que el 50 % de los campesinos contaba con explotaciones iguales o inferiores a 0,4 hectáreas (Société Genérale, 1987,26), extensión insuficiente, por más que se lleguen a obtener dos o tres cosechas al año sobre la misma parcela. En conjunto, se puede estimar que los minifundios en la India ocupan menos de un tercio de la superficie, mientras los «agricultores medios», por encima de 4 ha, cultivan la mitad de la tierra del país y pueden ser considerados como profesionales con buenas perspectivas; una situación similar es la de quienes cultivan entre 2 y 4 ha; en ambos casos se integran antiguos zamindars que se hicieron agricultores para evitar la expropiación de sus tierras por la reforma; todos ellos utilizan parte de la abundantísima mano de obra barata existente en las aldeas, que no cuentan con tierra alguna (Durand-Dastès, E, 1995, 314). La disminución del tamaño de las explotaciones, la carencia de medios financieros y técnicos, el trasvase de tierras a los usureros obligó a un país como Tailandia a promulgar una ley de reforma agraria en marzo de 1975. El propio Ministerio reconocía los graves problemas de la agricultura en los preámbulos de la ley, que no es muy ambiciosa, porque, entre otras salvedades, permite alcanzar los 1.000 rai de tierra (unas 167 hectáreas) si el propietario demuestra haberla cultivado durante al menos un año antes de la ley de reforma. Pero incluso los propietarios que superen los 1.000 rai pueden continuar José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES explotándolos si el Comité de Reforma Agraria se lo permite (Renner, J. y Pegler, B., 1979, 135-142). Sin embargo, Tailandia busca la solución de los problemas agrarios a través de la colonización de nuevas tierras y del trasvase de población agraria a la industria; de hecho es uno de los pocos países en los que está decreciendo el peso de los activos empleados en la agricultura, tanto en términos absolutos como relativos, durante los años noventa, a pesar de su elevada proporción de población agraria (58,7% en 1996). La apertura al capital exterior desde 1987 está provocando inversiones japonesas masivas, que han permitido conseguir el crecimiento económico más alto de los países del mundo durante esta década; crecimiento que se ha visto truncado por la crisis del Sureste asiático de 1997. Sin embargo, y a pesar de las contradicciones, Tailandia está llamada a convertirse en uno de los próximos NPI, junto con Malasia. En todo caso, en las producciones agrarias ocupa las primeras posiciones mundiales en caucho (1°), caña de azúcar (4°) y arroz (6°). Un significado muy distinto al de Tailandia parece haber tenido la reforma agraria en la Indochina socialista, que en el caso del antiguo Vietnam del Norte fue iniciada ya durante la ocupación japonesa, a finales de la II Guerra Mundial. La ley de reforma agraria fue proclamada por el Viet-Minh en 1953 y se fue aplicando en los territorios cuyo control arrebataban a los franceses. Se distribuía a los campesinos en siete clases según sus propiedades y comportamiento, y se expropiaba sin indemnización a los grandes propietarios. En 1957, al acabar esta fase, se habían distribuido 800.000 hectáreas entre 2 millones de familias. Pero el minifundismo resultante e, incluso, la caída de los rendimientos, obligó a buscar fórmulas cooperativas. En 1960 había 41.400 cooperativas socialistas, que integraban al 85 % del campesinado (remuneración por trabajo, no por propiedad aportada). El movimiento cooperativo acabó con la antigua organización del arrozal en minúsculas parcelas rodeadas de canales y diques, estableciendo grandes unidades, que permitían aprovechar más racionalmente el espacio. En 1976, tras la unificación, Vietnam continuó extendiendo los grandes complejos comunales y agroindustriales por el sur del país, pero ya en 1979, ante la crisis alimentaria, toleró los nuevos contratos con las familias, que fueron hechos oficiales en 1981; finalmente, en 1988, la política de reforma y liberalización económica, aceleró la descolectivización, que, con vaivenes, se mantiene hasta la actualidad (Bruneau y Taillard, 1995,191-192). A los intentos de modificar las estructuras agrarias hay que sumar la preocupación de los gobiernos por eliminar la usura, preocupación que no se ha resuelto favorablemente, pues, como indicaba Myrdal, el usurero llega a ser una figura incluso aceptada por la población. En 1951, los prestamistas locales de la India cubrían el 94 % de las necesidades crediticias del mundo agrícola, en 1979 todavía el 50 %, con unos intereses desorbitados, que en los períodos de escasez de alimentos llegan hasta el 10 % por semana. De ahí el gran éxito de las cooperativas agrícolas de crédito rural, que representan el 60 % de todas las cooperativas existentes en la Unión (330.000 censadas en 1974} (Milbert, L, 1981, 140-141). A pesar de los manifiestos cambios habidos en el mundo rural surasiático, todavía conserva gran importancia la agricultura tradicional. b)
Las inercias del mundo agrario
Si bien es cierto que el sistema del arrozal, como ha demostrado P. Gourou para el Extremo Oriente, ha constituido un medio eficaz y más avanzado que otros sistemas de cultivo a la hora de hacer frente a las necesidades alimentarias de las densas comunidades humanas que lo sustentan, no resulta menos cierto que la extraordinaria densificación demográfica ha convertido al arrozal en un sistema insuficiente para cubrir los mismos objetivos en la actualidad, y ello a pesar de la revolución verde, que ha posibilitado el acortamiento de los ciclos productivos y la consecución de hasta tres cosechas anuales de arroz. En efecto, el método de cultivo del arroz, basado en una economía mixta —de subsistencia y comercial— y sin apoyo significativo de un complemento ganadero, ha permitido obtener rendimientos aceptables y suficientes para densidades demográficas más reducidas que las actuales, pero hoy parece difícil cubrir las propias necesidades alimentarias si no se elevan marcadamente los rendimientos mediante el empleo de abonos químicos y, al mismo tiempo, se complementa la dieta vegetariana con las proteínas de animales domésticos (cerdos y aves sobre toda), que, a su vez, proporcionan abono orgánico, necesario para mantener la fertilidad de la tierra. El sistema del arrozal se mantiene, no obstante, muy apegado a la tradición, aunque no cabe dudar de los progresos habidos en la intensificación y uso de las técnicas modernas en determinadas regiones, y entre de terminados grupos sociales. En este sentido es curioso comprobar las diferencias de rendimiento entre países, pues China, por ejemplo, alcanza 6.062 kg/ha en 1996, mientras la India sólo llega a 2.811, Filipinas, a 2.S56 y Bangladesh baja a 2.792 e incluso Tailandia a 2,364, aunque Indonesia tiene 4.515 kg/ha, pero Japón logra 6.191 (Anuario FAO de Producción, 1996). En definitiva, estos rendimientos demuestran que la intensificación del arrozal es desigual, si bien debe tenerse en cuenta que se obtiene más de una cosecha al año en cada parcela, por lo José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES que el progreso del regadío es fundamental para incrementar tanto los rendimientos como la producción total. Por el especial significado que adquiere el arrozal, no podemos dejar de hacer un breve comentario. De los aproximadamente 134,8 millones de hectáreas que ocupan los arrozales asiáticos, 99.5 millones corresponden al Asia meridional, Fuera de ella, China siembra unos 31 millones, superados por la India (43 millones). Otros países con un peso singular son Bangladesh (10 millones), Tailandia (9,2), Indonesia (11,3), Vietnam (7,3), Myanmar (6,5) y Filipinas (4). Para todos ellos, el arroz constituye el principal producto alimentario, aunque en la India el trigo y algunos mijos representan una producción equivalente a la de aquél. El sistema del arrozal extremo-oriental ha sido calificado por P. Gourou como de «sabio empirismo» por las indudables ventajas y racionalidad que presenta frente a otros sistemas agrarios menos evolucionados. Ha sido también este autor quien ha descrito magníficamente la organización del sistema del arrozal, el grado de intensidad de explotación al que se somete a la tierra para recoger cosechas escalonadas o para obtener dos o tres consecutivas sobre una misma parcela, No obstante, los arroces actuales, de ciclo corto (tres meses), posibilitan una intensificación extraordinaria de la tierra, siempre que se disponga de abonos minerales y riego, por cuanto permiten cosechar la planta en cualquier momento del año, de tal manera que en los mismos campos y en parcelas contiguas se pueden ver arroces recién trasplantados junto a otros que están siendo segados. La penuria de medios obliga a utilizar las carreteras como eras de trilla, tal como se observa en el sur de la India, donde los vehículos pisan y trillan a su paso la mies esparcida en la carretera. El arrozal exige una humedad constante, en torno a 1.200-1.300 mm (12.000-13.000 m3 de agua por hectárea), que sobre una gran parte de Asia meridional no son aportados por las lluvias monzónicas, por lo que se debe completar con el regadío. Las temperaturas no suelen constituir obstáculo, puesto que unos 20 °C de media le bastan para su desarrollo; por ello son las disponibilidades hídricas las que determinan su localización, El hecho más llamativo del sistema del arrozal es el del trasplante, que, según P. Gourou, constituye un notable ejemplo de técnica agrícola perfeccionada; la cual, en principio, ahorra entre 50 y 100 kg de simiente por hectárea y permite, además, dar a las plantas un suelo perfectamente estercolado cuando se las hace crecer en vivero; al mismo tiempo, mientras las pequeñas plantas crecen en el plantel, no ocupan la tierra, que puede ser destinada a otras cosechas (Pezeu-Massabuau, J-, 1977, 79). No obstante, el trasplante del arroz representa una de las más arduas Sabores a las que se ven sometidos los campesinos asiáticos, que, sin embargo, se mantiene por las enormes ventajas que ofrece, pero en España, por ejemplo, o en la cuenca del Po en Italia, ya se ha sustituido por la siembra directa, que, ante todo, ahorra mano de obra. El cuidado del arrozal exige atender al máximo la impermeabilidad de los diques para evitar las mínimas pérdidas de agua, exige escardar, abonar, remover el agua para facilitar la nutrición de las raíces, trabajos de recolección, etc., labores que se hacen con técnicas de jardinería y con una enorme inversión de mano de obra. Todos estos caracteres constituyen la grandeza y, al mismo tiempo, la miseria del arrozal: su enorme valor nutritivo, que consume ingentes cantidades de trabajo humano, rindiendo una baja productividad por persona empleada. En cualquier caso, la escasa evolución técnica del arrozal no tiene parangón con la de la agricultura itinerante o de rozas, que todavía se mantiene en los países malayos, donde recibe el nombre de ladang, si bien está prohibida en la isla de lava; pero se conserva en el interior de Indochina (ray), o en Assam (jhum). Se trata de una agricultura de subsistencia, pero, por oposición al arrozal, extensiva, que perdurará mientras las densidades de población no obliguen a fijar e intensificar los campos de cultivo, los cuales se destinan al maíz, al arroz de montaña o pluvial (sin riego), a diversos tubérculos y mijos. Otra de las inercias destacables afecta a la ganadería, a pesar de que una enorme cabaña de ganado vacuno y de búfalos parezca contradecirlo. Solamente la India supera en número de cabezas de este ganado a Europa y Norteamérica juntas. Pero esta ganadería, sólo destinada a la producción de leche y al trabajo, tiene unos rendimientos ridículos, que, no obstante, han permitido que el 70 % de las proteínas consumidas en la India provengan de la leche, pero frente a un rendimiento medio mundial de unos 2.035 kg de leche por vaca y año (en 1996), la India no llega más que a los 1.000 kg. Por otro lado, su inmensa cabaña de vacuno y búfalos (unos 276 millones) no se destina al consumo cárnico, por la prohibición hindú de matar vacas, pero tampoco aporta cantidades apreciables de abono, pues una gran parte de las deyecciones se recogen, se preparan y se secan en forma de tortas para ser utilizadas como material de combustión en el hogar, Frente al ganado vacuno, predominante en las áreas interfluviales interiores, el búfalo es el animal de trabajo de los deltas y llanuras inundables, si bien en Java o en Tonkín ha desaparecido casi totalmente, por la fuerte presión humana. El cerdo, animal que podía suponer un aporte fundamental de proteínas y de estiércol, apenas se cría, en parte por las prohibiciones religiosas del Islam, salvo en Vietnam, Filipinas y, en cierta medida, en Tailandia. El ganado caprino, para la obtención de leche, tiene gran estima y aceptación en todos los José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES países monzónicos, pues estos animales se adaptan perfectamente a estos .medios, en los que encuentran fácil alimento mediante el ramoneo de arbustos espinosos. El aviar —patos y gallinas—, asimismo, tiene una gran aceptación y está muy extendido. En definitiva, se trata de una ganadería tradicional de bajos rendimientos. c)
Los enclaves de plantación
Frente a las masas humanas que viven de una economía agraria de subsistencia, las que dependen de las plantaciones significan muy poco. No obstante, al concentrarse éstas en escasas comarcas o regiones, inciden directamente en la vida de numerosas comunidades rurales. Las plantaciones de té, por ejemplo, emplean 2,5 trabajadores por hectárea, incluyendo ¡os empleados de las plantas de procesado y el personal terciario (Dupuis, J., 1975, 139). En este sentido, las plantaciones constituyen un importante factor de empleo, principalmente las de té, por la abundante mano de obra que consumen las sucesivas recogidas de hoja, que se realizan cada 15 días durante la estación húmeda y cálida. Las plantaciones de té y de hevea han adquirido grandes dimensiones en Asta meridional, pues aquí se encuentran los primeros productores mundiales de ambos cultivos. La India produce aproximadamente la tercera parte del té mundial, a la que se debe sumar la de Sri Lanka (Ceilán), con mayor calidad que la de aquélla, por tratarse de un té de montaña, el cual, aunque crece más lentamente que el del piso inferior (menos de 300 ni) da una calidad muy superior. La producción fundamental en la India se localiza en el estado de Assam y Bengala occidental (té de piso inferior), en las colinas prehimalayenses de Darjeeling (uno de los más afamados tés del mundo) y más secundariamente en los Gates occidentales (Kerala). La producción de caucho natural está también concentrada en el Asía meridional, que aporta 5,8 de los 6,7 millones de tm producidas en el mundo en 1996, destacando Malasia (1,1 millones), Indonesia (1,6 millones) y Tailandia (2,26). La hevea, originaria de Brasil, y llevada al sureste asiático para diversificar las áreas de aprovisionamiento, se ha extendido por estas regiones ecuatoriales, donde se asienta sobre suelos de aluviones, a escasa altitud, dado que exige gran calor y humedad. Tras estas consideraciones sobre la agricultura de autoabastecimiento y la de plantación, a las que cabe añadir formas intermedias, aunque no muy extendidas (empresas agrarias y explotaciones familiares comerciales), cabe preguntarse por el futuro de la explotación campesina y de la sociedad rural. 3.
PROBLEMAS Y PERSPECTIVAS DEL MUNDO AGRARIO
Ante todo hemos de destacar la disfuncionalidad de las estructuras agrarias actuales: aunque tras la modernización agraria de los años setenta y ochenta se ha avanzado rápidamente en las producciones, e incluso en la autosuficiencia de cada país, las necesidades calóricas de estas sociedades permanecen insatisfechas; y a menudo, cuando ¡as cosechas son excedentarias, el hambre se mantiene. Las causas de esta situación ya han quedado comentadas. En esencia, se trata de una estructura inadecuada de la propiedad y de las explotaciones, agravada por unas relaciones de producción injustas, que sumen al campesinado y a los jornaleros sin tierra en el círculo vicioso de la pobreza y las carencias, hecho que les impide conseguir excedentes capitalizabas para su propio progreso. Las respuestas a esta situación han sido muy dispares. Nos fijaremos en tres de ellas: la revolución verde, la socialización de la tierra, y la colonización de nuevos espacios. Respecto a la primera, se debe reconocer que, aunque cuente con numerosos detractores, era imprescindible para responder a los enormes incrementos de ia demanda. Es evidente que la revolución verde ha provocado paro agrario, tanto por la mecanización, como por ia expulsión de los arrendatarios por los dueños de la tierra, que han pasado al cultivo directo; pero no se debe olvidar que, ante la explosión demográfica, las técnicas tradicionales de cultivo hubieran provocado más hambre y miseria, debido a su incapacidad para incrementar las producciones. De ahí que la expansión de las variedades de altos rendimientos (VAR), junto con el riego y el consumo de abonos químicos, ha permitido prescindir de las importaciones alimentarias a países como la india, Indonesia o Tailandia. Tanto Étienne como Maurer (1985) ilustraban perfectamente estos aspectos en sus respectivos análisis de la India e Indonesia. La conclusión que se puede sacar es que ¡a revolución verde ha permitido, por una parte, pasar a la cosecha doble y hasta la triple, incrementar los rendimientos y mejorar, generalmente, el nivel de vida de los campesinos. A la larga, la mecanización que le ha seguido ha provocado desempleo, pero, cuando esto ha sucedido, se han creado ya otros muchos empleos en los transportes, comercio y servicios, que han dado lugar a un dinamismo económico generalizado, tal como apunta Arnon (1987) o Étienne y Maurer. Estos autores insisten en que se han acentuado las desigualdades sociales, pero que si los ricos se han hecho infinitamente más ricos que antes, los pobres han reducido enormemente su pobreza y han mejorado sustanciatmente su situación. El proceso de modernización de la agricultura ha provocado y está provocando claros desajustes, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES como ha sucedido en la india, donde las subvenciones estatales a los abonos químicos y los proyectas de regadío han causado un peligroso déficit público, que, en todo caso, resultaría menor que el que hubiera correspondido a la factura por la importación de alimentos. Tanto la India, como, sobre todo Indonesia, constituyen dos ejemplos claros de los efectos positivos conseguidos por la revolución verde, a pesar de todas sus deficiencias. La administración indonesia, concediendo semillas y abonos a crédito, realizando campañas de formación profesional..., e impidiendo el uso de maquinaria, a fin de evitar el desempleo, ha conseguido unos resultados satisfactorios, como demuestra Maurer (1685, 108-109), y que permiten abrigar esperanzas de desarrollo para el inmenso, densificado y pobre mundo rural asiático. En cuanto a la segunda —socialización de la tierra—, tal como se ha hecho en Vietnam, pudo suponer una respuesta válida en un primer momento. El ejemplo de la provincia de Thai-Binh en el delta del río Rojo, según ha destacado Lacoste, representa el punto de partida para la gran agricultura socialista (Lacoste, Y., 1980, 171-181), pero, los resultados posteriores han demostrado que la colectivización conducía al anquilosamiento de las estructuras y a la falta de iniciativa y dinamismo. En Vietnam, lo mismo que en otras partes del mundo socialista, la agricultura colectiva está en franco retroceso. Primero, por la caída del modelo socialista en los países desarrollados. Segundo, por los propios cambios introducidos en un país prójimo, como China. Tercero, porque la experiencia de los países socialistas del sureste asiático ha sido bastante negativa durante los años ochenta, en los cuales ni siquiera han sido capaces de resolver los problemas del hambre. Por ello, y, aun defendiendo el valor del socialismo como sistema eficaz para establecer, en una primera fase, las bases de partida hacia el desarrollo, no está claro que un socialismo duro tenga viabilidad actualmente, ni siquiera en países tan pobres como los del sureste asiático. Las propias decisiones de los dirigentes de Hanoi, aprobando mecanismos económicos liberales en el antiguo Vietnam del Sur, así lo ponen de manifiesto (véase a este respecto Lam-Thanh-Liem, 1985). Finalmente, creemos que la colonización de nuevas tierras no puede resolver los problemas más allá de lo que ha hecho la revolución verde. P. Gourou afirma que, si a los 13 millones de km 2 que podrían ser recolectados en los países tropicales, se les aplicara la tasa actual de densidad agraria de 4 millones de km2 que hoy son realmente cosechados, «se podría ver florecer una humanidad tropical de 5.200 millones de personas (en lugar de los 1.600 millones del momento). Sueños utópicos ciertamente, pero que muestran la inmensa distancia que separa la situación actual de la posible» (Gourou, R, 1982, 261). Realmente cuesta asimilar esta afirmación; en primer lugar, porque el problema de las densidades humanas no se reduce hoy a una cuestión de capacidad de producción de alimentos, y, en segundo lugar, porque, al margen de las fortísimas densidades actuales y el atraso económico y los desequilibrios sociales de este denso mundo asiático, las elevadas inversiones productivas que se están realizando no son suficientes para cubrir las inversiones demográficas necesarias y para aumentar significativamente el nivel de vida de estos grupos humanos depauperados. Ante el hacinamiento, las dificultades y las escasas perspectivas en el medio rural, se ha respondido con el éxodo campesino y la búsqueda de los horizontes urbanos. V.
Industrialización urbana y migraciones rurales: causas del fuerte crecimiento de las ciudades
Hasta el siglo XVIII, la India fue la primera potencia industrial del mundo: debía su producción masiva y diversificada (parcialmente orientada a la exportación) a diversos factores; entre ellos, sus dimensiones demográficas excepcionales o el poder jerarquizante de las grandes monarquías y del orden brahmánico (la desigualdad social permite una distribución desequilibrada de las rentas, que se utilizan en actividades secundarias y tercianas), así como el eficaz papel de los jati (especie de gremios) en la secular transmisión de las técnicas. Frente a este poder industrial indio, los otros países surasiáticos Sri Lanka, países indochinos y malayos— tenían igualmente sociedades rurales con necesidades limitadas, en las cuales la función de la artesanía seguía siendo rudimentaria; sólo la sociedad norvietnamita (esencialmente la de Tonkín), que es de upo chino, poseía una variedad de industrias comparable a la india (Dupuis, J., 1975, 145-146). Cuadro XI.3.
Espacio indostánico Bangladesh Bután India Maldivas Nepal
Índices industriales de Asia meridional y NPI
Aportación Pobl. activa Aportación manufacturas al PIB industrial, en industria al PIB total Petróleo en 1995 1993-1994 (%) total 1995(%) 1995 (%) (miles tm) — 13 18 10 — 1 30 — 35.000 11 27 19 — 22 18 — — 1 21 10 2.700
Capacidad de refino 1995 (miles tm) — — — — — —
Cemento en 1996 (miles tm) 423 170 66.875 — 274 8.313
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
Acero bruto en 1996 (miles tm)
Textiles celulósicos sintéticos (en miles tm
— — 21.795 — —
10,1 — 1.144.1 — —
ESPACIOS Y SOCIEDADES Pakistán Sri Lanka (Ceilán) Sureste asiático Brunei Camboya Filipinas Indonesia Laos Malasia Myanmar Nueva Guinea Papúa Tailandia Vietnam NPI Corea del Sur Hong Kong Singapur Taiwán Total
20 21
25 26
17 16
—
—
600
23 7 16 14 7 28 9 7 11 12
52 18 33 39 18 44 9 38 39 30
— 6 23 24 — 33 — 8 29 22
8.100 — 150 77.200 — 34.100 700 — 2.950 8.600
— — — — — — — — — —
— 78 10.57 0 23.313 — 12.415 512 — 34.380 —
33 35 35 38 13,14
43 17 37 36 34,30
27 9 27 — —
— — 60 — 169.560
— 16.153 57.S50 — —
58.434 — — 21.337 237.694
Fuente Banco Mundial informe sobre el Desarrollo Mundial 1997; Images économiques du monde 1998,
Ésta era la situación tradicional, pero, a pesar de las manifiestas diferencias entre los distintos países surasiáticos, a pesar de qué la India ocupe una posición destacada entre las potencias industriales del mundo (en torno al 15.a lugar), a pesar del surgimiento de los «nuevos países industriales» (Hong Kong, Singapur, Taiwán y Corea del Sur), y el acelerado proceso de industrialización de otros (Malasia, Tailandia, Indonesia y Filipinas), las sociedades de Asia meridional son fundamental mente rurales y agrarias. La potencia industrial india del siglo XVIII fue arruinada por la política de los colonizadores ingleses, que impusieron elevados gravámenes a la exportación de los paños indios, y que en poco tiempo lograron reducir drásticamente ese 33 % de población activa que se empleaba en la artesanía y sustituir los tejidos indios por los procedentes de Manchester. No obstante, desde el final de la II Guerra Mundial, el comienzo de procesos industrializadores en algunos de estos países, inicialmente los de mayores dimensiones y recursos naturales o humanos, rompió la atonía generalizada imperante durante el período de dominación colonial europea. En consecuencia, tal como muestra el cuadro XI.3, la diversidad de situaciones resulta hoy evidente, como pone de manifiesto el espectacular crecimiento de los «cuatro dragones», la práctica inexistencia de industria en países como Bangladesh, Myanmar, Laos, Camboya, Nepal o Bután, pasando por la situación intermedia que ostentan las grandes potencias demográficas del área (India, Indonesia, Pakistán). Pero no son precisamente los simples volúmenes absolutos o relativos los elementos que mejor definen las heterogéneas condiciones existentes en lo que se refiere a la actividad y los espacios industriales de Asia meridional. Por el contrario, es el contraste entre los dos modelos que han marcado la industrialización del Tercer Mundo, cuyos mejores exponentes son, en este caso, la India y los «nuevos países industriales» del sureste, el que determina unas estructuras, un dinamismo e, incluso, unas pautas de localización netamente diferenciadas, por más que en los años noventa casi todos los países de este conjunto regional se hayan orientado hacia el modelo liberalizador propio de los NPI. 1. INDIA
LA INDUSTRIALIZACIÓN SUSTITUTIVA DE IMPORTACIONES: EL CASO DE LA
La India posee una industria diversificada, que es capaz de producir no sólo bienes de consumo corrientes, sino incluso numerosos bienes de equipo. Su crecimiento industrial moderno se ha fundamentado en la abundancia de materias primas nacionales (carbón, mineral de hierro, manganeso, bauxita, petróleo...), en el dinamismo de un escaso grupo de grandes empresas industriales autóctonas y en un decidido papel del sector público, aunque abierto al capital exterior tras las reformas de 1991. La política industrial desde la independencia del país en 1947 se ha asentado en tres principios fundamentales: evitar, en lo posible, toda dependencia del exterior, sustituyendo Las importaciones industriales por bienes de fabricación nacional; conceder un papel decisivo a! sector público, que ha dado prioridad a la industria pesada y de bienes de equipo en perjuicio de la de bienes de consumo; y, de acuerdo con esta norma, la tercera ha consistido en vigilar de cerca al sector capitalista privado, que ha necesitado contar con la autorización de la Administración para realizar inversiones, tomar préstamos u operar en el comercio exterior (Le Moal, R., 1979, 11-15). Esta política industrial se ha apoyado, pues, en el sector público, que ha ejercido un monopolio sobre la industria de armamento, la industria nuclear, los transportes y las telecomunicaciones; asimismo José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
— — — — 4.300 — 2.500 — — — 300 — 38.903 — — 12.330 80.128
257 — — — 32,4 782 — 129,2 — — 573 — 2.009,9 — — 2.737,4 —
ESPACIOS Y SOCIEDADES han sido empresas públicas las que han desarrollado las industrias básicas: siderurgia, construcción naval y aeronáutica e industria petrolera. Este papel, pues, del sector público ha tenido un significado muy claro: la localización de las industrias en las regiones que la Administración quería primar, favorecido todo ello por la política de nacionalizaciones industriales y bancarias. Como resultado del proceso, se consiguió un relativo autoabastecimiento en bienes industriales e, incluso, la exportación de algunos de ellos (acero, productos químicos...) hacia las áreas desarrolladas. De este modo, la India se sitúa hoy entre los quince primeros países del mundo por su potencia industrial, destacando en la producción de acero (10° productor mundial, con 22 millones de tm en 1996), aluminio (10.°), electricidad (8.°), cemento, ácido sulfúrico, etc., lo que ha supuesto también la aparición de grandes complejos industriales altamente contaminantes en ciertas áreas de su territorio. De modo complementario, la concentración industrial en las principales ciudades del país ha hecho aparecer profundos desequilibrios regionales (véase mapa de regiones industriales: fig. 11.5) que el partido Janata, en el poder entre 1977-1979, quiso resolver mediante la concesión de ayudas financieras y desgravaciones fiscales a las empresas que se instalaran en las ciudades de menos de 500.000 habitantes. Sin embargo, el gobierno posterior de Indira Gandhi lanzó en julio de 1980 la «nueva política industrial», mucho más abierta y favorable al sector privado, el cual está dominado por un reducido número de grandes empresas, entre las que sobresalen los grupos Tata, Birla y Mafatlal. La liberalización ha proseguido, principalmente a partir de 1991, fecha clave en la que la India decide romper con una economía «socialista, estatizada y protegida» y lanzarse de Heno a una economía de mercado, que ha permitido la entrada masiva de capital exterior, sobre todo en ei ramo de las construcciones metálicas y en el de ¡as máquinas eléctricas y electrónicas.
Fig., 11.5.
Las regiones industriales y recursos mineros de la India (según I. Milbert, 1981).
El sector privado de las grandes empresas está organizado al estilo de las firmas occidentales; sin embargo, el sector «informal» alcanza un papel fundamental: alrededor de la mitad del empleo de las grandes ciudades y cerca de tres cuartas partes del empleo industrial del país es generado por pequeñas empresas del sector «informal», que reúne al artesanado, a pequeñas empresas subcontratadas por las grandes, a multitud de oficios tradicionales que se dedican a trabajos en el sector de la alimentación, textil, cuero, pequeños aparatos mecánicos... con una gran competencia y escasos márgenes, que, en consecuencia, emplea una mano de obra mal remunerada y, a menudo, infantil. Es este sector el que José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES proporciona trabajo a la mayoría de los emigrantes rurales El inmenso espacio indio cuenta, así, con una serie de regiones industriales, entre las que sobresalen la de Calcuta (Bengala occidental), valle del Damodar y centro del estado de Binar, por la conjunción de riquezas mineras (carbón y mineral de hierro), que ha permitido concentrar la gran mayoría de las siderurgias en estas regiones, Por el contrario, la región de Bombay sobresale ante todo por el textil, facilitado por la abundancia de algodón en su entorno. Pero estos o cualesquiera otros espacios industriales de la Unión India cuentan con el enorme freno del mal estado de las infraestructuras y el deficiente funcionamiento de los transportes, a los que se añade una insuficiente producción energética. Respecto a ésta, ninguna de las tres ramas básicas (electricidad, petróleo y carbón) cubre la demanda nacional. En la electricidad existe un fuerte déficit (20 % en 1996, que parece llegaría a un 30 % en 1997, a pesar de las potencialidades que el país tiene; agravado, además, por la pésima distribución, que eleva las pérdidas en red hasta un 20 % de la producción (en España en tomo a un 9,2 %); fenómeno favorecido por las enormes distancias que separan los centros de producción y de consumo. Sin embargo, ya en 1980 el 40 % de las 576.000 aldeas hindúes estaban dotadas de electricidad, lo que había permitido instalar tres millones de moto-bombas en el campo para la obtención de agua potable a para el regadío; este número no ha dejado de crecer desde entonces. En cuanto a la producción de petróleo (12,8 millones de un en 1979; 30,7 millones en 1987 y 35 millones en 1996), cubre en torno a la mitad del consumo, localizándose los yacimientos principales en el Punjab, Gujarat y Assam. Finalmente, las reservas de carbón alcanzan cifras muy elevadas (85.000 millones de tm, de las cuales una cuarta parte coqueficables), pero la producción de bulla (271 millones de tm en 1996) ha llegado a cubrir los objetivos propuestos desde finales de los ochenta. No obstante, a las dificultades de la producción se suman las de transporte y distribución, que frenan pesadamente la marcha económica, tanto más cuanto la producción se polariza en el entorno de las grandes regiones industriales: centro del estado de Bihar y en el centro-oeste de Bengala, región de Bombay, de Delhi, de Madras y de Bangalore, El transporte se revela, así, como una de las fallas importantes del espacio indio; primero, por su debilidad, y en segundo lugar, por sus deficiencias. La escasez de infraestructura viaria está clara, a pesar de su rápido crecimiento, que ha permitido alcanzar 2,9 millones de km de carreteras en 1995, de los que la mitad están asfaltados y 35.000 de ellos corresponden a grandes carreteras nacionales, aunque no cuenta más que con dos tramos de autopista que unen Delhi con Jaipur (Rajastán). Estas cifras serían suficientes si no fuera por el lamentable estado de la red. Igualmente la red ferroviaria es escasa (65.000 km en 1995), a pesar de contar con la de mayor longitud de Asia y la cuarta mundial, con una densidad de 1,98 km de vía por cada 100 km2 (España tiene 2,8; Francia 6,4), pero, ante todo, es poco eficiente, por la escasez de vagones y equipamiento modernos, como lo demuestra el hecho de que la mayoría de las locomotoras funcionan a vapor y sólo el 13 % de la red está electrificada. El parque automovilístico, aunque está creciendo aceleradamente (5,3 millones de turismos y utilitarios en 1993; España contaba en esa fecha con 33,4 millones), está obsoleto y envejecido, mientras las motocicletas y scooters invaden las calles y carreteras (= 17 millones), En teléfonos, cuenta tan sólo con 10 millones de líneas (un 50 % menos que España para 25 veces más de habitantes). En definitiva, las infraestructuras viarias y de comunicaciones, aunque importantes en extensión y con bastante intensidad de flujos, son muy inseguras y pesadas; hechos que no favorecen los intercambios, la especialización productiva y la integración regional de la India, lo cual, desde un punto de vista industrial, se ha traducido en la cristalización de un escaso número de polos y regiones industriales, que contaban precedentemente con un cierto desarrollo (véase fig. 11.5), especialmente en la región de Calcuta-centro de Binar y en la de Bombay, a las que se han sumado Delhi y Bangalore. Las irregularidades mostradas por las tasas de crecimiento industrial (cuadro XI.4), con bruscas oscilaciones interanuales, junto al dinamismo manifestado por otros países próximos, con un modelo industrializador muy distinto, condujeron a una reorientación de la política industrial desde 1985, con dos direcciones principales. Por un lado, se intentó abordar un desarrollo más selectivo, primando aquellos sectores ligeros e intensivos en mano de obra que cuentan con amplio mercado interno y capacidad de exportación. Por otro, se liberalizó el sistema en cuanto a los controles establecidos para la implantación de nuevas industrias, ampliación de instalaciones, adquisición de equipos o compras en el exterior, sobre todo para aquellas empresas que destinan toda o parte de su producción al mercado mundial. Pero, ante la insuficiencia de los resultados, se llegó definitivamente a la apertura económica de 1991, basada en la abolición de las cuotas de importación, en la reducción de los derechos de aduana, en la apertura a las inversiones exteriores y en las privatizaciones masivas. El cambio ha producido un crecimiento industrial explosivo, aunque con altibajos, y si antes eran los textiles y los productos agroalimentarios las principales ramas industriales, ahora han dado el relevo a las industrias de material de transporte (30 % del valor añadido industrial), principalmente las del automóvil con Maruti a la cabeza, seguidas de las químicas. La nueva estructura industrial se refleja ya en la composición del PIB a principios de los noventa (véase fig. 11.6). José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Pero el cambio de modelo económico ha provocado desajustes sociales en este mundo empobrecido, lo que se ha traducido en descontentos, saldados con la pérdida de las elecciones de 1996 por el Partido del Congreso. El partido nacionalista Baratija Janata ha vuelto a gobernar en 1998, explotando el descontento social, y reafirmando su espíritu nacionalista con los ensayos nucleares de mayo de este año. En todo caso, parece que las reformas liberalizadoras continuarán, acabando de enterrar al modelo de industrialización sustitutiva de importaciones, con fuerte control público, apoyado en los planes quinquenales, en el que se buscó avanzar desde la fabricación de bienes simples para el consumo de la población hasta los bienes de equipo, en beneficio de una mayor atención a las industrias exportadoras y las pequeñas empresas. Los resultados del cuadro XI.4 parecen señalar un relativo éxito de tal estrategia en los años transcurridos, lo que ha permitido incrementar ¡a participación del sector secundario a lo largo del decenio, si bien el empleo generado sigue siendo muy inferior a la demanda existente. Un modelo similar de sustitución de importaciones, aunque a escala reducida, fue el aplicado en Pakistán, con efectos aún más acusados sobre los desequilibrios regionales, tal como demuestra el que más de una tercera parte del valor añadido industrial se concentra en el distrito de Karachi y otro tanto en el Punjab (triángulo Rawalpindi-Labore-Multán). El carácter de enclave fabril que caracteriza a éstas y a algunas grandes ciudades de los países menos industrializados (Yakarta, Bandung, Rangún...), situadas en un entorno sin; presencia fabril, al atraer la práctica totalidad de inversiones internas y externas hacia sus mercados de consumo y trabajo, supone un nivel de macrocefalia extremo, potenciado por la escasez de infraestructuras en las regiones periféricas. Por otro lado, la industria textil paquistaní, con un 40 % del valor añadido industrial, y la agroalimentaria con un 24 % representan las más importantes, y hoy con serios problemas.
Fig. 11.6.
Distribución sectorial del PIB en la India 1994.
En efecto, en Pakistán, al igual que en otros muchos países de dentro y fuera del conjunto regional, se están imponiendo los dictámenes del FMI, que exige La liberalización económica —reducción de derechos aduaneros y cuotas de importación especialmente— como condición para recibir préstamos, La liberalización, a su vez, obliga a competir y modernizar el aparato productivo, que se salda a menudo con despidos masivos en las ramas industriales tradicionales y la anarquía económica, que en el caso de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Pakistán es paradigmática, potenciada, además, por la debilidad y corrupción del aparato administrativo-político, que permite que los más ricos no paguen impuestos (en Pakistán no hay más que 1 millón de personas que pagan el impuesto sobre la renta) (Images économiques du monde 1996/1997). Cuadro XI.4. Industrialización y crecimiento económico en la India. Evolución de algunas macromagnitudes económicas (% amual.) producción Renta Periodo industrial Nacional Empleo Tercer Plan (1961-1966) 9,0 2.2 6,0 Planes Anuales (1966-1969) 2,6 4,0 0,9 Cuarta Plan (1969-1974) 3,7 3,4 3,0 Quinto Plan (1974-1979) 6,2 5,2 2,6 Sexto Plan (1980-1985) 6,4 5,5 2,0 Séptimo Plan (1985-1990) 5,5 — — 1990-1991 8,5 — — 1991-1992 0,5 — — 1992-1993 1,8 13,9 — 1994-1995 1,6 12,2 — 1985-1995 3,1 — — Fuente: I. C, Dhingra, 1990 y 1995; Images économiques du monde 1996/1997 y 1998; The Europe World Yearbook 1996-
2.
EL MODELO DE LOS NPI Y SU EXPANSIÓN POR EL SURESTE ASIÁTICO
Desde comienzos de los años setenta, la distribución de la industria en el mundo se vio alterada significativamente por las altas tasas de crecimiento que tenían diversos países del Pacífico occidental, en contraste con la crisis que afectó al sector en buena parte de las áreas desarrolladas. Junto a Japón, ese fuerte dinamismo se concentró en ciertos países y enclaves territoriales de! sureste asiático, tradicionalmente incluidos en el Tercer Mundo, como Taiwán, Corea del Sur, Hong Kong y Singapur, a los que se aplicaron apelativos como «los cuatro dragones», la «banda de los cuatro», etc., Aunque fueron ellos los pioneros en el proceso, y son también los que alcanzan hoy un mayor nivel de industrialización, la difusión del fenómeno alcanzó más tarde a una segunda semiperiferia, en la que pueden incluirse países como Malasia, Filipinas, Tailandia o Indonesia, hasta configurar un conjunto de «nuevos países industriales» asiáticos, que, pese a sus diferencias internas, muestran cierta cohesión. A ellos habría que sumar el minúsculo Brunei, además de algunas regiones de la India y, por supuesto, de China, que son también imitadas por otros países emprendedores de la región. Tras la toma de control de Hong Kong por China el 30 de junio de 1997, parecería obligado dejar de tratar a Hong Kong como un país y, por lo tanto, como un nuevo país industrial. Sin embargo, a pesar de su integración en el territorio chino, Hong Kong tiene un significado que no podemos soslayar dentro del conjunto de los NPI. Por ello, lo incluimos dentro de este grupo, por más que ya sólo es una región de China. Por otro lado, al interés despertado por el modelo industrializador de los NPI, debemos añadir el de su evolución reciente, por cuanto la crisis que ha sacudido a Japón y a todo el este de Asia en 1997 y abierta todavía a mediados de 1998, forma parte del modelo de crecimiento de estos países y para algunos tratadistas sería una manifestación de su desequilibrado desarrollo. En cualquier caso, los logros económicos y sociales conseguidos por las sociedades del sureste asiático y por la República de Corea invalidan claramente las doctrinas de quienes veían en el subdesarrollo una situación estructural de la que no se podía escapar más que a través de una revolución social. Un primer rasgo común a los «cuatro dragones» es, sin duda, su rápido crecimiento económico en las últimas tres décadas —en torno al 7 % de media anual, que se ha mantenido hasta 1997, excepto en Hong Kong, donde ha caído un poco ante la perspectiva de su transferencia a China—, y producido sin grandes oscilaciones interanuales, pese a ser importadores de petróleo y no contar con abundantes recursos naturales, Ese ritmo, que llegó casi a triplicar el registrado en el conjunto de países desarrollados, tal como muestra el cuadro XI.5, resultó aún mayor por lo que se refiere a la industria, permitiendo elevar la participación del sector por encima del 37 % del PNB total en 1994, aunque ya en la década de los noventa la industria pierde peso en favor de los servicios, sobre todo en Hong Kong. Pero el cambio más relevante es el producido en el volumen y estructura de las exportaciones. De representar apenas un 1,4 % del comercio mundial en 1964, alcanzaron el 5,7 % en 1983 y hasta el 8,4 % en 1989, situándose los José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES cuatro países entre los quince principales exportadores de manufacturas, con una presencia particularmente destacada en sectores como cuero, cubado y artículos de viaje, textil-confección, componentes electrónicos-ordenadores, o artículos de plástico y juguetes. Su presencia relativa en las importaciones efectuadas por Estados Unidos. Japón y la Unión Europea se duplicaron con creces en la década de 1980 lo que explica, por ejemplo, que el déficit comercial norteamericano respecto a ellos alcanzase los 29.500 millones de dólares en 1985, o los 19.800 millones para el conjunto de la OCDE (véanse cuadros XI.5 y XI.6). Es llamativo el hecho de que el 13,4 % de las importaciones mundiales de mercancías en 1992 procedían de Asia meridional y del SE, mientras en 1970 esa cifra sólo alcanzaba un 4,6 % y un 7,1 % en 1980 (UNCTAD, 1995). A diferencia de lo ocurrido en los países desarrollados, donde el desarrollo industrial supuso una creciente introversión, reduciéndose la importancia relativa de las exportaciones sobre su producción total de manufacturas, en éstos la tendencia ha resultado inversa. De este modo, si los intentos de industrialización comenzados tras el fin de la II Guerra Mundial se orientaron a satisfacer la demanda interna, sustituyendo ciertas importaciones de bienes simples de consumo (textiles, prendas de vestir, calzado, transformados metálicos...), entre 1958 (Taiwán) y 1965 (Singapur) se produjo un giro radical en su política económica, dando prioridad a una estrategia exportadora. Apoyada en una mano de obra abundante, barata y poco organizada (éxodo rural, inmigración china y malaya, refugiados...), sometida además a una fuerte represión por las dictaduras militares implantadas en esos mismos años, tuvo lugar una rápida expansión de las industrias intensivas en trabajo poco cualificado, cuyas producciones penetraron con rapidez en unos mercados mundiales aún en expansión. Medidas como la devaluación de la moneda, una rígida política de estabilización para controlar la inflación, la subvención a las empresas exportadoras, o los incentivos a la inversión extranjera, contribuyeron a acelerar el proceso. Como resultado, estos países se especializaron en ¡a fabricación de manufacturas «maduras» e, incluso, en la realización de fases o componentes aislados, destinados mayoritariamente a su consumo en los países desarrollados y, por tanto, fuertemente dependientes del exterior (tecnología, mercados...), Tan sólo en Corea y Taiwán, el éxito de esa fase inicial permitió una posterior diversificación de la base industrial, desarrollándose algunos sectores pesados y de bienes de equipo (siderurgia, astilleros, maquinaria,..) c, incluso, algunos de los considerados como avanzados (electrónica de consumo, química...), tal como se refleja gráficamente en la figura 11.7, Cuadro XI.5. Indicadores de crecimiento industrial y cambio estructural en los nuevos países industriales de Asia (%)
Corea Taiwán Hong Kong Singapur Países subdesarrollados Países desarrollados
Producción manufactur era Crecimiento anual crecimiento PIB/hab. anual 1965 1985 1965 1980 1986 1995 1980 1987 6.4 7.6 18.7 10,6 6,7 5,8** 16,8 10,1 6.2 4,8 12.3 s. d. 7.2 6.2 13.2 3,3 2,7 0.4 8.1 6,0 7.3 1,9 3.6 3,2
Crecimiento anual de producción industrial (%) del valor manufacturero 1980 1990 sobre el PIB, 1995 1990 1995 27,0 13.1 7,3 — — — 9,0 — — 27,0 5,4 9,2 20,0 3,9 4.9 21,0 3.2 0.7
Exportaciones de manufacturas sobre exportaciones totales
Exportaciones: crecimiento anual 1965 1980 Í990 1980 1990 1995 27,2 13,7 — 19,0 13,5 7,4 9,5 15,4 15.3 7,7 12,6 16,2 3,1 3,0 7,2 7,2 5,2 5,4
1965 40.0 30,0 40,0 24,0 31,0 41,0
1987 43,0 41,0 29,0 38,0 36,0 35,0
1994* 92,4 91,6 95,2 91,3 — —
*Exportaciones de manufacturas a países de la OCDE; ** Datos de 1995 -1996 Fuente: P. Bustelo, 1990, p. 82 Images du monde 1998; Banco Mundial 1997; CEPAL 1997
CUADRO XI .6. Crecimiento industrial y capacidad exportadora de los nuevos países industriales y emergentes de Asia PNB Tasa anual crecimiento PNB total, por índice industrial exportaciones de Valor mercancías año 1995. habitante en 1996, con base bienes+ servicios, exportadas en 1995 En $ en 1995 100 en 1990 1990-1995 (%) Millones de $ Curca del Sur 435.137.000 9.700 163 13.4 125.058 Hong Kong 142.332.000 22.290 105* 13.5 173.754 Singapur 79.831.000 26.730 148* 118.268 — Taiwán 262.978.000 11.500 123 81.338** — Filipinas 71.865.000 1.050 152* 9,4 17.502 Indonesia 190.105.000 980 188 10,8 45.417 Malasia 78.321.000 3.39Í3 185 14,4 7.4034 Tailandia 159.630.000 2.740 14.2 56.459 —
Aportación industria al PNB en1995 en% 43 17 36 36*** 32 42 43 40
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
Tasa de pa en 1994, en 2,4 2,0 2.6 1,6 3.4 2,8 3,6 4,0
ESPACIOS Y SOCIEDADES * Índice de 1995; ** Dato de 1992; *** Dato de 1993 – 1994 Fuente: Banco Mundial 1997; Images économiques du monde 1998; Yearbook of labour Statistics, 1995; The Europea World Yearbook.
Fig. 11.7.
Estructura industrial de la República de Corea en comparación con otros países.
por comparación con otros países del mundo. En el extremo opuesto, países como Indonesia, Filipinas, Malasia, etc., aún continúan manteniendo una base exportadora con destacada presencia de recursos naturales y de aquellas manufacturas más simples y de menor valor añadido. En suma, tuvo Jugar lo que Bustelo ha calificado como evolución hacia una «taylorización primitiva», consistente en «la puesta en marcha de segmentos intensivos en mano de obra no cualificada, con una alta tasa de explotación y con el objeto de producir fundamentalmente para el mercado mundial» (Bustelo, P., 1990, 77). El carácter extrovertido de la actividad industrial favoreció su concentración litoral, en ciudades portuarias bien comunicadas con ultramar, con la sola excepción de Taiwán, donde la importancia alcanzada por la industrialización rural favoreció un modelo de localización relativamente disperso. El mejor exponente territorial del proceso descrito fue la creación de zonas francas industriales a partir de 1966 (Seúl, Inchon, Masan, Iri y Gumi en Corea; Kaoshiung, Nantze y Taichung en Taiwán, Hong Kong y Singapur, etc.). Surgidas muchas veces con el apoyo de organismos internacionales (ONUDI, Banco Mundial...), su especificidad se deriva de ser enclaves donde las empresas exportadoras se benefician de un estatuto de extraterritorialidad aduanera, que permite un tránsito libre de mercancías y capitales sin ninguna restricción, junto a incentivos fiscales y administrativos, buenos equipamientos e, incluso, una legislación laboral diferenciada, donde las restricciones en materia sindica] y reivindicatoria son máximas para asegurar elevadas plusvalías empresariales. Una mano de obra muy joven y con alta tasa de rotación, donde la presencia de la mujer es ampliamente mayoritaria (menor coste y conflictividad), son características que se repiten con frecuencia en los estudios realizados (Frobel, F„, Heinrichs, J, y Kreye, O., 1980). Extendidas con rapidez en la práctica, totalidad de países del área, la participación de estas verdaderas «plataformas exportadoras», escasamente vinculadas al territorio circundante, en el total de trabajadores industriales no superan el 10 % en ningún caso, con excepción de Singapur (48 %). No obstante, «pese a su escasa importancia en el plano del empleo, estas zonas son un complemento indispensable del modo de desarrollo por sustitución de exportaciones que impulsa a esos países a integrarse de manera creciente en la división internacional del trabajo» (Salama, P. y Tissier, P., 1982, 167). En la interpretación de las razones que han impulsado la expansión industrial de los NPI asiáticos, dos tipos de factores se superponen. Por un lado, el proceso sería incomprensible sin tener en cuenta las tendencias imperantes en la economía internacional, con una creciente segmentación de los procesos José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES productivos en muchos sectores fabriles y grandes empresas, que supone el mantenimiento de aquellas tareas de mayor rango y cualificación, junto a una parte de la producción fuertemente automatizada, en los países y regiones centrales, frente a la descentralización de aquellas otras más triviales e intensivas en trabajo o energía hacia espacios periféricos. La permanencia de fuertes contrastes en los costes laborales, junto a las mejoras habidas en el transporte y las comunicaciones, la reducción de las barreras al comercio internacional de componentes y una decidida política de apoyo por parte de numerosos gobiernos del Tercer Mundo, impulsaron decididamente la difusión de esas «filiales-taller», localizadas en función de las ventajas comparativas de cada territorio en el contexto de unos mercados de consumo, trabajo y capital mundializados. Aunque en este caso la presencia de empresas multinacionales fue menor que en otros países (sobre todo en Corea y Taiwán), la emergencia de las empresas nacionales, privadas o públicas, y su acceso al mercado mundial sólo fue posible en ese marco favorable. Pero, aunque las tendencias anteriores favorecieron fenómenos de industrialización exportadora en diversas áreas del mundo, el espectacular éxito logrado en algunos de estos países asiáticos sólo puede entenderse por la existencia de diversas condiciones internas favorables, que complementaron las de raíz exógena. En primer lugar, debe mencionarse la importante aportación exterior que, si en el caso de Hong Kong se relaciona con el capital y los inmigrantes (1,4 millones) procedentes de China tras la instauración del régimen comunista, en los de Corea del Sur y Taiwán tuvo que ver con la masiva ayuda norteamericana (12.500 millones de dólares entre 1945-1975 y 4.600 entre 1949-1968, respectivamente), que, además, apuntaló la fuerza de esos dos Estados considerados estratégicos en el contexto geopolítico del Extremo Oriente. En el caso de Singapur, la influencia externa se relaciona directamente con la presencia de empresas multinacionales, que aún en 1980 controlaban el 85 % de la producción, el 72% del empleo y el 93 % de sus exportaciones industriales (Bustelo, P., 1990, 187). Las reformas agrarias en Taiwán y Corea, que impulsaron a los terratenientes hacia la inversión de su capital y las indemnizaciones recibidas en la industria, favoreciendo de paso el éxodo rural y la ampliación del mercado de consumo interno, o su tradicional carácter como enclaves comerciales en los casos de Hong Kong y Singapur, supusieron un apoyo complementario al desarrollo de un capitalismo endógeno, muy apoyado por el Estado y dependiente del exterior. En resumen, se trata de un proceso marcado por acusadas especificidades y no exento de importantes efectos negativos e incertidumbres. Ante todo, su origen estuvo muy relacionado con la explotación de una mano de obra barata y con alta productividad, controlada por regímenes autoritarios, lo que ha supuesto que cualquier mejora salarial ha conllevado una pérdida de competitividad en el mercado internacional y el consiguiente traslado de algunas fábricas hacia países o regiones aún más atrasados y con una infraestructura mínima. Es precisamente la búsqueda de mayor rentabilidad por parte de los inversores extranjeros lo que está extendiendo el proceso a los países de la periferia de los cuatro dragones. Así, en 1993, el salario medio por hora en la industria de Taiwán ascendía a 5,46 dólares; en Singapur a 5,12; en Corea a 4,93; en Hong Kong a 4,21, mientras caía en Malasia a 1,80, en Tailandia a 0,71 y en China a 0,44 dólares (CEPAL, 1997, 25). Evidentemente, estas diferencias explican la búsqueda de unas plusvalías basadas en el aprovechamiento de una mano de obra barata, que progresivamente y a medida que mejora, induce al capital a buscar nuevos centros de producción más baratos. Pero, además, el recurso a préstamos de la banca internacional para sustentar el proceso industrializador ha supuesto un fuerte endeudamiento en el caso coreano, que se sitúa entre los grandes países deudores del mundo, con 54.500 millones de dólares de deuda exterior en 1994, equivalentes a un 15 % de su PNB (PNUD, 1997). pero en este sentido ha reducido considerablemente su endeudamiento con respecto a la década pasada, aunque las estadísticas más recientes permiten comprobar un acelerado incremento de la deuda. En los restantes, las cifras resultan por ahora mucho más modestas, pero, al relacionarlas con su respectivo número de habitantes, alcanzan también niveles nada despreciables. Finalmente, el carácter puntual de la implantación empresarial, concentrada en unos cuantos enclaves escasamente interconectados, ha contribuido a reforzar los desequilibrios y la macrocefalia urbana, lo que supone un problema de creciente importancia por las deseconomías y costes sociales (congestión, altos precios del suelo, déficit de viviendas...) que implica. A pesar del tradicional panorama de países dependientes absolutamente de las inversiones exteriores, la imagen de los años noventa ha consolidado a los cuatro dragones asiáticos como países de gran potencia industrial, que han conseguido salir de la situación de subdesarrollo, merced a la superación de las contradicciones fundamentales. Al margen de sus espectaculares logros económicos, han conseguido pasar la transición demográfica, han logrado disponer de presupuesto público para atender a las necesidades sociales (salud, educación...) y hoy se puede decir que son países más próximos al desarrollo que al subdesarrollo. El salto cualitativo lo dieron durante la etapa de globalización de los años ochenta y noventa, una vez superadas las consecuencias de la segunda crisis del petróleo, y merced a la masiva afluencia de capitales exteriores, potenciadores de las industrias exportadoras de punta. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Pero su rápido crecimiento ha desembocado en la crisis de 1997, que ha puesto de manifiesto sus desequilibrios latentes, basados en el déficit de la balanza de pagos, en la sobrevaloración de las monedas que dificulta las exportaciones, en el crecimiento de los salarios y en la pérdida de competitividad. Estos hechos motivaron que las empresas buscasen alternativas en los países que contaban con mano de obra más barata: los nuevos tigres asiáticos (China, Filipinas, Malasia, Tailandia e Indonesia), pero cuando todo el sureste asiático se vio sumergido en el mismo tipo de crisis de crecimiento, debida básicamente al calentamiento económico y a que su dinamismo exportador no es capaz de sostener y cubrir los déficit generados, el marasmo se ha apoderado del conjunto regional. Sin embargo, esta crisis de crecimiento puede ser pasajera si realmente se ajusta la economía y se corrigen los desequilibrios estructurales, que, según el FMI, deben obligar a estas sociedades a vivir según sus posibilidades y no por encima de ellas. Pero es evidente que esto se traduce en graves revueltas sociales, como las de mayo de 1998 en Indonesia, porque, entre otras razones, el dinamismo económico del mundo del sur y este de Asia no se acompaña de un dinamismo social equiparable, pues, precisamente los grandes éxitos económicos se han conseguido a base de explotar a su abundantísima mano de obra barata. El problema radica en que, cuando sobreviene la crisis, no existe un sistema de cobertura social equitativa y eficiente para absorber y corregir sus consecuencias. Es justo en este déficit social en el que se refleja el verdadero rostro del subdesarrollo. No obstante, la capacidad de ahorro y sacrificio que han mostrado estas sociedades, les permitirá continuar creciendo cuando se controlen los factores de inestabilidad. Esta crisis ha afectado principalmente al mundo urbano, porque el mundo agrario, aunque dinámico, continúa inmerso en una economía mucho más cerrada. Pero, a pesar de los problemas agrarios y del éxodo rural, la proporción de «ciudadanos», es decir, de habitantes urbanos, continúa siendo escasa. 3.
LA DEBILIDAD DEL POBLAMIENTO URBANO Y LA CRISTALIZACIÓN DE GRANDES METRÓPOLIS NACIONALES
En una primera apreciación resulta llamativo que Asia meridional tenga tan escasa población urbana —un 28,5 % (véase cuadro XI. 1)—, a pesar de contar con inmensos contingentes de población, básicamente rurales, cuya poblamiento típico es la aldea o pequeño pueblo, que no cuenta más que con unos cientos de habitantes, si bien el crecimiento demográfico sostenido ha dado lugar a la configuración de pueblos de hasta varios millares de personas. No obstante, en términos absolutos, se contabilizan nada menos que 528 millones de habitantes urbanos en el conjunto regional: una cifra realmente preocupante, y tanto más inquietante cuanto el crecimiento de las grandes ciudades no encuentra freno: la aglomeración de Calcuta pasó de 4,6 millones de habitantes en 1951 a 11,6 en 1995; la de Bombay de 3 a 15,l ;la de Delhi de 1,4 a 9,9... Pero, además, Seúl, Yakarta, Karachi, Manila, Dacca... se encuentran entre las grandes aglomeraciones mundiales y están creciendo a un rimo superior al de otras muchas, como se deduce del cuadro XI.7, en el que se observa un crecimiento general y unos avances llamativos. Aglomeraciones como Yakarta, Kuala Lumpur o Bangkok, tuvieron ritmos de crecimiento de entre 4 y 8 % durante algunos años, y Bangalore (2,9 millones en el Censo de 1981) mantuvo un crecimiento medio de un, 6 % anual durante la década de los setenta (con ese ritmo la población se duplica cada 12 años). La población de Delhi está aumentando en más de medio millón de habitantes al año y Yakarta, Dacca o Karachi tienen crecimientos espectaculares. En definitiva, a pesar del escaso porcentaje de población urbana, el volumen total y su ritmo de crecimiento resultan muy elevados y preocupantes, porque, entre otras razones, no se pueden cubrir satisfactoriamente las necesidades de alimentación, de empleo, de vivienda, así como las de índole no material que aquejan a estas voluminosas poblaciones urbanas, La dualidad de las estructuras urbanas aparece, en consecuencia, como uno de los rasgos más llamativos. Junto a ésta, la debilidad del tejido urbano está igualmente extendida, pues las metrópolis nacionales suelen acaparar un porcentaje elevado de la población urbana total. El caso de Bangkok es uno de los más llamativos, puesto que concentra en tomo al 58 % de la población urbana de Tailandia y su volumen de población es 22 veces mayor que el de la ciudad que le sigue en importancia; igualmente Manila es 8 veces mayor que la segunda ciudad filipina. El caso de la India, sin ser espectacular, también resulta llamativo: según el Censo de 1991 las 23 aglomeraciones millonarias de la India acaparaban el 27,8 % de la población urbana total, lo que quiere decir que la gran ciudad ejerce una atracción incomparablemente mayor que las otras entidades urbanas. De ahí su desequilibrada estructura o dualidad urbana, manifiesta principalmente en la importancia que adquiere el habitat degradada en todo el conjunto regional, que llegaba a cotas de entre un 25 a un 33 % de la población de las grandes ciudades y a cerca de un 50 %en Bombay a principios de los ochenta; en esta última 100.000 personas vivían en la calle y alrededor de 3 millones en bidonvilles. En 1985 se calculaba que una quinta parte de la población urbana de la India vivía en slums (Nath, V., 1989, 271) y entre el 40 y el 50 % de la población de las mayores aglomeraciones indias vive en bidonvilles (Milbert, I., 1988. i. 183), a pesar de los esfuerzos que realiza la Administración en la construcción de viviendas protegidas: el 7,3 % del gasto del gobierno central indio José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES iba dirigido a vivienda y recreación de la comunidad en 1992-1995, mientras que en Indonesia o Filipinas era tan sólo de 1,6 y 1,9 % respectivamente, y de 0,4 en Myanmar, aunque subía a 6,1 % en Malasia (PNUD, 1997, 202). Cuadro X1.7. Las mayores aglomeraciones urbanas de Asia meridional y NPI en 1995, con proyección al 2015, y su rango entre las primeras 50 aglomeraciones mundiales Rango 5.° 9.° 10.° 11.° 17.° 18.° 21.° 23.° 29.° 31.° 33.° 34.° 37.° 44.° 49.°
Aglomeración Bombay Calcuta Seúl Yakarta Delhi Karachi Manila Dacca Bangkok Madras Hong Kong Hyderabad Labore Pusan Rangún
Habitantes 1995 (millones) 15,1 11,7 11,6 11,5 9,9 9,9 9,3 7,8 6.5 5.9 5,6 5,3 5.1 4,1 3,9
Total habitantes
123,7
Rango 2.° 5.° 7.° 9.° 12.° 13.° 15.° 18.° 21.° 23.° 25.° 30.° 33.° 36.° 45.° 48.°
Habitantes 2015 (millones) 27.4 21,2 23,a 19,0 17,6 17,6 14,7 13,1 10,8 10,7 10.6 9,5 8,3 7,4 6,1 5,8 220,4
Aglomeración Bombay Yakarta Karachi Dacca Calcuta Delhi Manila Seúl Lahore Hyderabad Bangkok Madras Bangalore Rangún Ahmedabad Hong Kong Total habitantes
Fuente: Images économiques du monde 1998, basado en U.N. (1995): World Urbanization Prospects. Cuadro XI.8. Evolución de la población de las n s aglomeraciones urbanas de la India Aglomeración Estado 1951 1971 Calcuta Bengala occidental 4.588.910 7.031.382 Bombay Maharastra 2.966.902 5.970.575 Delhi Delhi 1.437.134 3.647.023 Madras Tamilnadu 1.542.333 3.169.930 Bangalore Kamataka 778.977 1.653.779 Hyderabad Andra Pradesh 1.127.581 1.796.339 Ahmedabad Gujarat 877.329 1.741.522 Kanpur Uttar Pradesh 1.127.581 1.796.339 Pune Maharashtra 605.504 1.135.034 Nagpur Maharashtra — — Lucknow Uttar Pradesh — — Jaipur Rajastán — — Total 12 mayores aglomeraciones 15.052.257 27.941.923 Otras 11 aglomeraciones de > 1 millón — — Total 23 aglomeraciones de > 1 millón — — Fuente: Registrar General's New Letter, XII; 4 de octubre de 1981(tomado de Lardinois, R., 1982, 1.054-1.055) y The Europa World Yearbook 1996 (datos del Censo de 1991).
1981 9.165.650 8.227.332 5.713.7SI 4.276.635 2.913.537 2.528.198 2.515.195 1.688.242 1.685.300 1.297.977 1.066.538 1.004.669 42.083.054 — —
La escasez de viviendas resulta particularmente grave en esta parle del mundo. En la India se estimaba un déficit de 16,7 millones de unidades en 1978, y en tanto que se necesitaban 10 nuevos alojamientos anuales por cada 1.000 habitantes, los programas de construcción pública no cubrían más que tres, según las estimaciones de la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico (CESAP). Sólo en Bombay se estimaba un déficit de 1 millón de viviendas (para 10 millones totales de habitantes), y en Calcuta, Kanpur o Madras, la situación era igualmente desastrosa (Milbert, 1., 1988, 1183) y no muy diferente de toda Asia meridional, con, las excepciones de Hong Kong y Singapur. Aquí el problema radica en las fuertes densidades: en Hong Kong el 49 % de sus habitantes tienen menos de 3,7 m2 de espacio disponible por persona y uno de sus barrios alcanza la densidad extrema de 150.000 habs./km2. Pero en 1978 la National Housing Authority había alojado a 1,88 de los 4,7 millones de habitantes de Hong Kong en construcciones públicas, de manera que se preveía eliminar el chabolismo hacia finales de la década de los ochenta. En Singapur, la Delegación para la Vivienda y el Desarrollo (Housing and Development Board) preveía alojar en construcciones públicas, a finales de dicha década, a un 65-70 % de los 2,5 millones de habitantes, porcentaje que incluso se ha superado, según Goldblum, quien afirma que un 86 % de la población ha sido alojada en inmuebles construidos por el sector público (Housing and José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
1991 11.021.918 12.596.243 8.419.084 5.421.985 4.130.288 4.344.437 3.312.216 2.029.889 2.493.987 1.664.006 1.669.204 1.518.235 56.621.492 12.270.000 70.S91.492
ESPACIOS Y SOCIEDADES Development Board), localizados principalmente en una quincena de ciudades nuevas, bien conectadas con el CBD y con las zonas industriales (Goldblum, C, 1989, 30), Pero estas ciudades-región o ciudades-estado representan, evidentemente, un caso excepcional en el sur de Asia, no imitable por otros países porque, ante todo, en ellos no se produce el asentamiento de emigrantes rurales (Granotier, B,, 1980, 200-203). Emigrantes rurales que sí llegan a otras aglomeraciones como Bombay, Bangkok, Manila, Kuala Lumpur, Yakarta, Dacca, Karachi... Merced a este crecimiento se prevé que Bombay se convertirá en la primera aglomeración de Asia meridional, alcanzando 27,4 millones de personas en el año 2015, seguida de Yakarta, que llegará a los 21,2 y de Karachi, que se situará en los 20,6 millones de habitantes. Todos los organismos públicos tienden a solucionar los problemas que esto conlleva mediante vastos programas de equipamientos, de construcción de viviendas, de centros escolares, y de todo tipo de servicios, además de la creación de empleo, que suele correr, sin embargo, a cargo básicamente del sector «no orgánico» o «informal» de la economía, el cual, merced a su sistema de tipo artesanal, con escasa intensidad de capital, con baja tecnificación y productividad, es capaz de absorber las enormes masas de población laboral que cada año se incorporan al mercado de trabajo. A pesar de todo ello, más del 25 % de los habitantes de Calcuta vive en bastees (aglomeraciones de chabolas construidas con adobes), chozas y bidonvilles insalubres. En Yakarta, en una encuesta realizada a principios de los ochenta entre los trabajadores del sector informal, no había más que un 30 % que disponían de viviendas fijas y consolidadas y un 9 % declaraba no tener vivienda alguna. Kampong (campamento =s bidón) es el nombre que reciben aquí los barrios degradados. Este sector informal de la economía daba empleo nada menos que al 40 % de la fuerza de trabajo total en 1971, llegando hasta el 50 % en años posteriores (Granotier, B-, 1980, 207 y 49). La dualidad morfológica y económica y «la oposición de las clases situadas en los extremos de la escala social toma en Asia meridional proporciones más extravagantes todavía que en los países de África o de América Latina. En Makati, zona residencial de Manila, miembros de profesiones liberales y de los medios de negocios habitan en villas lujosas, se desplazan en coches aislados del exterior, disponen de numerosos domésticos. No se pone en duda que sus hijos deben estudiar en Estados Unidos, que se debe participar en clubs de golf y que se debe disfrutar de veraneo en lugares de moda, como Garden Coast en el litoral meridional de la bahía de Manila. Pero a 5 km de Makati, los chabolistas de Tondo Foreshore se encenagan en el lodo y en la miseria, entre las plagas de la subalimentación de sus niños, la ignorancia y la enfermedad» (Granotier, B., 1980, 199). Este cuadro, por patético que pueda parecer, refleja claramente lo que es el drama no sólo de las ciudades sino de todo Asia meridional, con el agravante de que las avalanchas humanas de inmigrantes que sobrevienen diariamente desde el campo reproducen constantemente el problema en otros lugares distintos de aquellos que la acción pública logra transformar. A pesar de esta dualidad extrema, las ciudades surasiáticas son asiento también de una clase media, correspondiente al funcionariado o a trabajadores cualificados de los servicios o del sector industrial moderno, que está adquiriendo una fuerza nada despreciable. A este respecto, la distribución del habitat en Calcuta puede ser expresiva. Según Milbert, el 7,5 % de los hogares dispone de un apartamento o de una casa; el 44 % comparte su vivienda, generalmente sólida, con otra familia, el 28 % vive en chozas y el 20 % en alojamientos de fortuna. El tipo de vivienda se corresponde estrechamente con las posibilidades de empleo y los niveles de renta, por lo que en Calcuta algo más de la mitad de sus efectivos tendría una situación económica aceptable o buena. Una situación que, en gran medida, deriva de la importante expansión industrial, pues Calcuta representa uno de los primeros centros industriales del Asia meridional. Ya antes de la independencia contaba, junto con Bombay, con más de la mitad de la población industrial de la India. El comercio, a través de su puerto, la industria del yute y la cercanía de ¡as regiones mineras de Bengala-Binar, han permitido a Calcuta expandirse a lo largo de las orillas del rio Hoogly en una longitud superior a los 60 km. En sus inmediaciones se asientan el tendido ferroviario y las principales industrias: textiles (algodón y seda), industrias de base agraria (arroz, cuero, papel), química (jabón, pintura, vidrio) y más alejada del centro, la metalurgia de transformación, que se abastece del hierro de las cercanas siderurgias, instaladas en las regiones del oeste de Calcuta. Sin embargo, la región de Delhi, favorecida por el poder central, la de Bombay-Ahmedabad en el centro-oeste y la de Madrás-Bangalore en el sur, están restando peso industrial a Calcuta en términos relativos. En suma, la industria del Asia meridional, de muy escaso valor en conjunto, que ha dinamizado la economía de algunas grandes ciudades y aglomeraciones, no es capaz de resolver sus problemas urbanos, sino que, al contrario, creando unas expectativas de empleo muy por encima de las reales, atrae a ingentes masas de emigrantes del campo que, al asentarse en estas grandes aglomeraciones, contribuyen a potenciar sus problemas. Para solucionar solamente las necesidades de vivienda se necesitaría invertir un 5 % del PNB de cada país, según las recomendaciones de las Naciones Unidas; cifra ésta muy elevada y que generalmente se reduce, en la práctica, a un mero 1,5 % o, a lo sumo, a un 2 o 3 %. Con estas bases, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES las perspectivas a corto o medio plazo no parecen favorables. VI. Conclusión: hacia la lenta superación de los desequilibrios sociales y territoriales mediante un crecimiento económico acelerado y sostenido Después de analizar los problemas alimentarios, laborales, económicos, culturales y sociales que aquejan a estos pueblos, así como el gran dinamismo económico que ha afectado a todo el conjunto regional durante los años ochenta y noventa, cabe preguntarse por su futuro, sobre todo después del estallido de la crisis de 1997 y 1998. ¿Se puede realmente abrigar la esperanza de que el modelo del sureste asiático sea la vía que conduce hacia el desarrollo? Según las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional parece ser que sí, por cuanto, estos países han sido fieles seguidores de la doctrina de ajuste estructural, de apertura al mercado internacional, de competitividad y de dinamismo exportador, que se ha ido consolidando y ha hecho mejorar los distintos parámetros económicos, sociales y políticos. En una primera apreciación, parecen indiscutibles estos logros. Además, a los cuatro dragones iniciales, se han sumado los otros cuatro imitadores, y a los ocho les siguen Sri Lanka, Vietnam, la India, en un proceso expansivo que parece no tener fin. Sin embargo, la crisis de 1997 es un aviso serio de que no se puede afrontar el crecimiento económico sin resolver los problemas y desequilibrios estructurales, de los que este conjunto regional está muy sobrado. En efecto, ya no se trata tan sólo de la sobrevaloración de sus monedas y de los desequilibrios de las balanzas de pagos, sino ante todo de los problemas demográficos y sociales de fondo, que impiden conseguir avances consolidados al menos a los países más atrasados del conjunto regional. La sobreexplotación de la mano de obra y la abundancia del capital exterior representan dos elementos claves de su fuerte crecimiento económico, pero la primera no se puede mantener indefinidamente y el segundo busca siempre mayores rentabilidades, por lo que se mueve a los países menos exigentes. La conjunción de estos factores con los desequilibrios económicos, de los que el FMI venía hace tiempo avisando, así como con el fuerte crecimiento demográfico, la presión sobre la tierra, la imposibilidad de crear empleo seguro para unos contingentes de población tan abultados, están creando problemas serios para el mantenimiento del modelo. A ello se añaden los grandes contrastes evolutivos, pues, mientras los cuatro dragones se parecen más a los países desarrollados que a los subdesarrollados, y en pocos años conseguirán superar sus desequilibrios estructurales, la periferia de los cuatro dragones (China, Malasia, Indonesia y Tailandia), así como los otros cuatro que les siguen (Filipinas, Sri Lanka, Vietnam, India) están todavía muy atrasados y la pobreza es el signo general de sus gentes. Evidentemente, los demás países del conjunto regional sufren situaciones de mayor atraso, pues se trata de sociedades fundamentalmente agrarias, aunque con cierta potencia industrial, como Pakistán (una de las potencias nucleares del mundo). Uno de los graves problemas generales es el crecimiento demográfico, pero el control de la natalidad, como se ha demostrado en la India, no tiene eficacia si no se acompaña de un mayor nivel cultural, y de una promoción de la mujer que le permita ejercer un papel distinto al de ser madre. Sin embargo, se han conseguido importantes avances en este campo durante los años noventa. Las carencias alimentarias constituyen otra plaga de los pueblos surasiáticos; pero este problema no obedece a incapacidad productiva. Los campesinos de Asia meridional han demostrado las enormes potencialidades agrarias de sus sistemas de cultivo; los rendimientos del arrozal no han alcanzado un techo, solamente hace falta invertir más capitales para duplicar incluso los ya incrementados rendimientos de hoy. Ahora bien, estas sociedades sólo cuentan con abundantes capitales en las ramas industriales penetradas por las inversiones exteriores. La escasez de capital se acompaña de una organización social totalmente desequilibrada. Y aquí, cualquier logro pasa por la reforma de las estructuras sociales. Es la falta de perspectivas de promoción social lo que provoca las constantes tensiones y violencias que añoran en todo el Tercer Mundo. Y entre las graves consecuencias de la polarización social figuran las carencias alimentarias, que afectan a cientos de millones de personas de Asia meridional, dado el desequilibrado reparto de la rentas. Según el último Informe sobre el Desarrolle Humano (PNUD, 1997), a pesar de los progresos realizados en la reducción de la pobreza durante este siglo, todavía hay 1.300 millones de personas que viven con un ingreso inferior a un dólar diario, y en Asia meridional viven 515 de ellos (PNUD, 1997, 3), y, aunque los años ochenta no han representado para estos países la «década perdida», al estilo de lo que sucedió en Latinoamérica o en África, no deja de ser inquietante que en ellos se produzcan las mayores concentraciones de pobres del mundo. Tras la caída del comunismo y la evolución de China, Vietnam y Camboya hacia una economía de mercado, ya no quedan respuestas basadas en un enfrentamiento de sistemas para explicar la situación de subdesarrollo. Por ello, es necesario llevar a cabo un profundo cambio estructural para que las densas comunidades humanas de Asia meridional logren crear una organización socio-espacial que no condene a una gran parte de sus ciudadanos a un mero sobrevivir. Y si en los años noventa se han dado grandes José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES pasos para ese cambio, no han sido tan extensos como para que afecten a las inmensas y pobres comunidades humanas del Sur de Asia, que sufren las mayores desigualdades sociales del planeta.
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José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Capitulo XII
EL MUNDO ÁRABE-ISLÁMICO: TRADICIÓN Y CAMBIO El mundo árabe-islámico ha adquirido un gran peso planetario por sus recursos petroleros, que se concentran sobre todo en el golfo Pérsico. Es un conjunto regional en el que la religión y la cultura ejercen un relevante papel en la forma de estructurar sus sociedades y organizar su territorio, Desde Marruecos hasta la cuenca del Indo se localizan una veintena de países islámicos, de lengua árabe, con unas claras analogías socioeconómicas y espaciales. El mundo islámico trasciende las fronteras de estos países, pero tanto Pakistán como las repúblicas ex soviéticas de Asia central, o Bangladesh, Malasia e Indonesia están ocupadas por unos grupos humanos en los que su economía y su organización social y espacial se aleja de la propia de este conjunto regional, asentado sobre un medio árido, de desiertos, estepas y montañas mediterráneas. Como apunta Huntington (1997, 51), todos los investigadores importantes reconocen la existencia de una civilización islámica inconfundible, con diversas culturas o subcivilizaciones, como la árabe, turca, persa, malaya. Por otro lado, el resurgir de los países islámicos durante la segunda mitad de este siglo ha consolidado los rasgos de esta civilización, que en 1969 tuvo su primera cumbre islámica en Rabat y que en 1972 constituía la Organización de la Conferencia Islámica (OCI), con sedeen Jeda (Huntington, 1997, 210). I.
El mundo árabe del Magreb, Machrek y Oriente Medio
Frente a otros, este grupo presenta una cierta heterogeneidad, si bien con la característica común de la lengua árabe y la religión islámica. Aquí, hemos optado por estudiar el conjunto de países que han constituido el núcleo histórico del Islam, identificados tanto con la civilización islámica como con la cultura árabe dominante, Nos ha parecido oportuno incluir el norte de África con el suroeste de Asia, por cuanto tienen más rasgos de afinidad que de separación, Sin embargo, no todos los musulmanes, que desde Marruecos por el Occidente llegan hasta Indonesia por el Oriente, forman parte de una misma entidad socio-espacial. Por ello, hemos preferido juntar aquí los países de lengua y cultura árabes, desde el Magreb u Occidente africano (Marruecos, Argelia y Túnez), pasando por el Machrek u Oriente (Libia y Egipto), incluyendo el denominado Próximo Oriente u Oriente Medio (los países del entorno del golfo Pérsico), además de sus vecinos del norte, algunos de los cuales, como Israel o Turquía, se alejan de los rasgos propios del mundo árabe, si bien casi todos ocupan unos medios ecológicos caracterizados por la aridez y en los que abundan los recursos energéticos. Ahora bien, no todos los países responden a esta descripción. Algunos, como Iraq y Egipto, han desarrollado una agricultura intensiva de regadío en los valles de sus grandes ríos (Tigris-Éufrates y Nilo). Otros, por el contrario, con unas estructuras agrarias tradicionales sobre medios desérticos, han conocido cambios importantes en función de la explotación petrolera (Arabia, Libia y Argelia, Emiratos Árabes Unidos, Omán, Qatar, Bahréin, Kuwait). Los países del Magreb, junto con Siria, tienen unos caracteres mixtos, en los que una agricultura modernizada convive con otra de tipo tradicional, y en los que abundan las riquezas mineras. Turquía e Irán, aunque islámicos, son países herederos de otras culturas, como lo manifiestan sus propias lenguas no árabes: el turco y el persa o farsi; ambos cuentan con importantes contingentes de población y se localizan en un medio ecológico diferenciado, dada la importancia de las regiones montañosas. Regiones que se extienden también por Afganistán, aunque este país, uno de los menos evolucionados del conjunto, se diferencia de todos los demás, si bien se acerca bastante a Yemen, que constituyen países agrarios pobres, aunque en dominios tropicales de tendencia árida, a los que aún no ha llegado el beneficio del petróleo, aunque ya ha habido prospecciones con resultados positivos. Finalmente Israel, con todas las singularidades nacidas de su carácter de Estado creado ex novo, con la oposición de los palestinos y del mundo árabe, representa el país más modernizado del conjunto regional, Líbano, en el Levante mediterráneo, con una agricultura próspera y unos servicios evolucionados, constituía una excepción en el Oriente Medio, aunque sangrado por su guerra civil. Jordania, país de poca entidad demográfica, se ha aprovechado de las rentas de situación, que han dinamizado también las economías de los países menos favorecidos. Las rentas del petróleo han logrado cambiar la organización espacial general, pero la cultura y la mentalidad continúan profundamente ancladas en el pasado, con rasgos propios de sociedades feudales. Desde el tipo de propiedad de la tierra y de los campos petrolíferos, pasando por un comportamiento demográfico tradicional, por la negación del papel social que corresponde a la mujer en una sociedad moderna, por el control gubernamental por parte de los clanes o grandes familias, hasta las llamativas José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES desigualdades sociales, permiten comprobar la existencia de una sociedad atrasada y desequilibrada, con algunos elementos modernos, derivados de su principal fuente de riqueza: el petróleo. A ello hay que añadir la debilidad generalizada del poblamiento, que se extiende sobre un dominio árido, salvo en algunas regiones montañosas. Por otro lado, sus anquilosadas estructuras sociales constituyen un factor más de homogeneidad, pues, por más que la riqueza energética eleve los cocientes individuales de la renta de estos países, una gran masa de la población, sobre todo de inmigrantes, apenas participa de esa riqueza. Este conjunto de países totaliza una extensión de casi 13 millones de km 2, con unos 385 millones de habitantes, por lo que su densidad media no alcanza más que 30 habs./km. Frente a la contigua Asia meridional —territorio de densísimos grupos humanos—, el suroeste asiático y norte de África presentan un nítido contraste. Aquí no encontramos la fuerte presión humana sobre la tierra más que en los oasis y en los valles de los grandes ríos, pero, en cualquier caso, las acumulaciones humanas sobre grandes espacios constituyen la excepción. Sólo Irán, Egipto y Turquía, con entre 64 y 68 millones de habitantes, se apartan de la tónica general, si bien la densidad del primero, 41 habs./km2, es todavía baja. Es éste un condicionante fundamental a la hora de establecer cualquier planificación económica. En efecto, las reducidas dimensiones del mercado interno (sólo 8 de los 22 países y territorios superan los 20 millones de habitantes) impiden conseguir economías de escala, dificultan la distribución de los productos y encarecen su costo final, por más que el rápido crecimiento de la población esté logrando incrementar el número de consumidores, si bien la mayoría tienen muy poca capacidad adquisitiva. Por ello, la actividad económica se polariza en unos pocos centros urbanos y portuarios que producen para la exportación de materias primas, principalmente energéticas, por una parte, y unos inmensos espacios rurales, de escasísima densidad de población, cuyas estructuras económicas y sociales apenas han evolucionado, por otra. Vemos así cómo el mundo árabe-islámico conserva los caracteres propios de los países subdesarrollados, a pesar de su apariencia de modernidad. El PNB por habitante varía enormemente en función de los precios coyunturales del petróleo, pero, en cualquier caso, los países con cierta entidad demográfica no lo tienen muy elevado, o lo tienen bajo o muy bajo. Son las disparidades propias de esta parte del mundo, donde a los profundos contrastes físicos se unen los no menos profundos en lo económico y social. En efecto, la aparente riqueza ha incidido poco en el cambio de las estructuras sociales, como lo demuestran, por ejemplo, los altos niveles de analfabetismo, que en muchos países rondan el 50 % de la población, aunque, en conjunto ha descendido a un 38,5 %, o la todavía elevada tasa de mortalidad infantil (66,6 %c) o el escaso papel social y económico de la mujer (véase cuadro XII. l), No obstante, los contrastes sociales y territoriales se convierten en norma en esta parte del mundo, donde el lujo convive con la miseria y la industria moderna con los arcaísmos propios de un campo atrasado y a menudo densificado. La explosión demográfica está extendiendo aceleradamente la ocupación de estas tierras y provocando una densificación desconocida hasta ahora, aunque todavía no reviste el dramatismo propio de Asia meridional, a pesar de que algunos de estos países alcanzan las mayores cotas mundiales de crecimiento vegetativo, situándose varios países por encima del 3 % anual, y algo similar se puede decir de las tasas de fecundidad, que son las mayores del planeta, con entre 3 y 7 hijos de descendencia final en casi todos los casos, muy por encima de las de otras países, si bien es cierto que se ha iniciado un leve declive. Este abultado crecimiento contrasta con la escasa densidad general de población, lo que no obsta para la emigración de turcos y norteafricanos hacia Europa, movimiento contrarrestado por la inmigración de hindúes, paquistaníes, turcos, bengalíes, filipinos, etc., hacia los campos petrolíferos y hacia las nuevas ciudades en construcción. Y es que el petróleo ha constituido el motor del cambio en esta parte del mundo. Cuadro XI1.1.
Indicadores socioeconómicos de los países del mundo árabe-islámico 1997
Población (miles) 138.041 246.913
Superficie (km2) 6.005.010 6.833.313
Densidad (hab. /km2) 23,0 36,1
Natalidad (‰) 29,0 33,2
Mortalidad (‰) 7,22 8,31
Crecim. Vegetativo (%) 2,18 2,49
Duplicación población (años) 32 28
Población en 2010 (miles) 173.275 332.720
384.954
12.838.323
30,0
31,7
7,92
2,38
30
505.995
Mortalidad infantil(‰)
<15años
>65eñes
Población urbana
PMB pc 1995 ($)
África del Norte Asia suroccidental
57,3 71,2
38,6 39,8
4,0 3,7
Esperanza de vida(añas) 65,5 64,7
49,3 58,1
1.253 2.839
Analfabetos en 1994 (%) 47,3 33,5
Total Áfr. N.+Asia SO
66,6
39,4
3,8
65,0
54,9
2.262
38,5
África del Norte Asia suroccidental Total Áfr. N.+ Asia SO
Fuente: «World Population Data Sheet» del Population Reference Bureau de 1997, Banco Mundial 1997. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES II.
La abundancia de recursos energéticos
En efecto, los países del Oriente Medio produjeron en 1974 más de 1.000 millones de tm de petróleo, equivalentes al 38,8 % del total mundial. Fue éste el año de máxima producción, antes de que se iniciara la caída consecuente a la crisis y antes de que comenzaran a tener importancia las producciones del mar del Norte, que permitieron al Reino Unido pasar de menos de 100.000 tm en 1974 a 103,3 millones en 1982, colocándose en el puesto 5° de productor mundial, tras la URSS, Estados Unidos, Arabia Saudí y México. No obstante, la elevada producción y porcentaje de 1974 cayeron sensiblemente durante los años de precios altos (1974 a 1982) con el fin de ahorrar reservas y obtener las mismas rentas con cantidades menores, aunque posteriormente ha vuelto a aumentar hasta los niveles normales, que se sitúan en torna a un tercio de la producción mundial; unos 1.200 millones de tm sobre un total de 3.350, en los que hay que tener en cuenta que la producción de Iraq está muy por debajo de sus posibilidades, debido al control y freno impuesto por la ONU (véase cuadra XII.2). Ahora bien, las reservas probadas del conjunto regional representaban, en 1 de enero de 1997 más de un 69 % de las mundiales, cifrándose en 95.480 millones de tm, de las cuales correspondían 35.675 millones a Arabia Saudí (primer productor del mundo y primer país en reservas petroleras), y entre 13.000 y 15.000 millones de tm (alrededor del 10 % de las reservas mundiales) a cada uno de los cuatro grandes productores del Golfo: Irán, EAU, Kuwait e Iraq, de modo que superan en reservas a todos los demás grandes productores: EE.UU. y Rusia (2.° y 3.°), México, Venezuela, China, Noruega y Reino Unido (5° a 9°, productores mundiales, precedidos por Irán y seguidos por los EAU). Estos datos nos dan una idea de la importancia del petróleo en el mundo árabe-islámico, no sólo en cuanto a producción sino, especialmente, en cuanto a reservas probadas, que, al ritmo de consumo actual, durarían el doble de los años previstos que durarán las reservas de todo el mundo. Importancia del petróleo que nace, en primer lugar, de las condiciones de formación de esta roca, las cuales fueron muy favorables en el antiguo mar de Tetis. Importancia, asimismo, por la amplitud y diseminación de las áreas productoras. E importancia, finalmente, por las consecuencias económicas que ha tenido su explotación y exportación. 1.
LAS CONDICIONES DE FORMACIÓN DEL PETRÓLEO EN RELACIÓN CON LAS ESTRUCTURAS GEOLÓGICAS
De las teorías básicas de la formación del petróleo a partir de restos inorgánicos u orgánicos, esta última parece la más aceptada o, al menos, la que ha permitido localizar la mayoría de los yacimientos, explorando aquellas áreas en las que se consideraba que existían posibilidades de acumulación de restos orgánicos, los cuales habrían dado lugar a los yacimientos petrolíferos. En principio, parece ser que la descomposición de restos orgánicos, bien se trate de los microorganismos del plancton, de determinadas algas o de restos de animales, depositados en los fondos marinos y cubiertos por finas capas de sedimentos arrastrados por los agentes erosivos, se realiza a partir de ciertas bacterias anaerobias que viven en los suelos de mares cálidos. La descomposición resultante da lugar a la formación de pequeñas burbujas o gotas de petróleo y de gas que permanecen mezclados con el fango sedimentario. Incluso, al parecer, este proceso está teniendo lugar actualmente en el mar Negro y en el golfo de Omán (Fisher. W. B., 1978, 244). La presión debida a la continua acumulación de sedimentos provoca la migración de las burbujas de gas y de las gotas de petróleo hacia los huecos o poros que presentan determinadas rocas como las calizas o las arenas, las cuales quedan, así, impregnadas de petróleo como si se tratara de esponjas empapadas de agua. Ahora bien, para que estos almacenes de petróleo originen yacimientos explotables se necesita que una roca impermeable cubra a la porosa, de manera que impida la migración y pérdida de los hidrocarburos, ante las presiones ejercidas sobre el conjunto. Asimismo, para que el petróleo forme acumulaciones de entidad es necesario que los estratos sedimentarios horizontales se vean sometidos a movimientos tectónicos, de tal modo que las deformaciones resultantes (pliegues, buzamientos, fallas) actúen de trampas, sobre las que se acumule el petróleo, el gas y el agua marina remanente. Dada la distinta densidad de estos elementos, se produce una ordenación vertical de gas, petróleo y agua. En la figura 12.2b) pueden observarse las más frecuentes estructuras geológicas petrolíferas, entre las cuales la secuencia de anticlinales y sinclinales con poca deformación resulta la más favorable y generalizada. Todas estas condiciones, indudablemente, se han cumplido en el Oriente Medio y, además, sobre extensas regiones. Las causas de este hecho, siguiendo a Fisher, se basan, en primer lugar, en una larga y continuada sedimentación en el geosinclinal del Tetis, que ha motivado la formación del petróleo sobre José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES rocas de diferentes edades y naturaleza; en segundo lugar, en la riqueza de la vida animal desarrollada en el Tetis, como mar cálido que era; en tercer lugar, en que los movimientos tectónicos no provocaron grandes deformaciones sobre los estratos sedimentarios, debido a la presencia de un sustrato cristalino infrayacente, que actuó de colchón amortiguador; cuarto, en la existencia de numerosos estratos porosos; y finalmente, en la abundancia de rocas impermeables en la misma superficie o a poca profundidad (areniscas, esquistos, yeso, anhidrita...); fenómenos que favorecieron la formación de los más vastos yacimientos petrolíferos mundiales, Hechos que serán fácilmente comprendidos si se piensa que el actual Mediterráneo estaba unido con el índico a través del golfo Pérsico, formando el antiguo mar de Tetis, que fue cerrado por el desplazamiento del cratón africano y de la placa arábiga hacia el NNE, separando el Mediterráneo y el golfo Pérsico, herederos del antiguo mar mesozoico. Ha sido, precisamente, en torno al golfo Pérsico, entre las placas de irán y de Arabia y, principalmente en los bordes de las mismas, donde se han acumulado los mayores depósitos petrolíferos del mundo (fig. 12.2d), en función de la decantación de restos orgánicos cubiertos por sedimentos procedentes de las áreas continentales, que se han visto sometidos a las deformaciones tectónicas provocadas por el desplazamiento de las placas. Algo similar cabría decir para los depósitos del norte de Libia. 2.
LAS PRINCIPALES ÁREAS PETROLÍFERAS DEL ORIENTE MEDIO Y NORTE DE ÁFRICA
Si nos atenemos a la producción actual, Arabia Saudí aporta más de un tercio de los cerca de 1.200 millones de tm de petróleo extraídas por los países del conjunto regional, seguida a gran distancia por Irán, EAU y Kuwait y, a mayor distancia, por Libia y Argelia (véase cuadro XII.2). Evidentemente, estas producciones vanan en función de las coyunturas económicas y políticas, pero, contando con el ritmo actual de producción y con las actuales reservas probadas, los grandes productores tendrían petróleo para cerca de un siglo, en tanto que, a escala mundial, las reservas probadas sólo serían suficientes para 41 años, con el nivel de consumo de 1996, lo que significa que en torno al 71 % de las reservas probadas mundiales (equivalentes a 13S.997 millones de tm en 1-1-1997) están en los países del Golfo; hecho que les confiere una gran importancia estratégica (véase cuadro XII.2). Sin embargo, la producción por países puede hacer pensar en una dispersión engañosa de los yacimientos, que no corresponde a la realidad, puesto que, tal como se refleja en el último mapa (fig. 12.2d), existe una excepcional concentración de la producción en torno al Golfo, que sólo se ve matizada por el alejamiento que presentan algunas áreas productivas secundarias, como las de Libia y Argelia y, con menor capacidad, las del sureste de Turquía y nordeste de Siria y de Iraq, que, en buena medida, parecen ser continuación de las del Golfo, focalizadas en depresiones sedimentarias. El descubrimiento de los campos petrolíferos, que eran ya conocidos desde muy antiguo, se ha realizado, no obstante, en fechas recientes, pues sólo a principios de siglo empezó a explotarse el petróleo iraní con cierta intensidad, aunque hasta después de la II Guerra Mundial no se extendió la producción masiva y generalizada por estos países (véase cuadro XIL2). Las producciones del Oriente Medio, en contra de lo que sucede en otras regiones, se caracterizan, en general, por unas fáciles condiciones de extracción, dada la disposición regular que adquieren las bolsas de petróleo, especialmente en algunos campos, como sucede en el Juzestán iraní, en los piedemontes de los Zagros, donde se suceden vastos anticlinales de una longitud de 20 a 30 km (se cuentan entre las mayores estructuras petrolíferas mundiales), alineados perfectamente en dirección NO-SE. Basta con instalar varios pozos, a distancias de 2-3 km, sobre los flancos de los anticlinales para poder extraer todo el crudo. Esta facilidad de extracción, en cualquier caso, exige el conocimiento previo y cabal de las estructuras geológicas; para lo cual se suele utilizar el método del Arco de Refracción Sísmica. En general, las profundidades medias de los yacimientos oscilan entre 2.000 y 3.000 m, localizándose muchos pozos a menos de 2.000 m, sobre todo en Libia (Dumortier, 1997,35). Los campos petrolíferos de Iraq se localizan también en los piedemontes de los Zagros, sobre estructuras de anticlinales y sinclinales, formadas por calizas cenozoicas, y alineados en la misma dirección que los ejes montañosos de los Zagros iraníes, de los que se encuentran a considerable distancia. El campo más importante es el de Kirkuk, asentado sobre un estrecho anticlinal, de unos 80 a 90 km de largo. El freno impuesto por la ONU a las exportaciones de crudo de Iraq, es la causa de su baja producción actual, que, en condiciones normales, sería similar a la de Irán. Los yacimientos de Arabia Saudí difieren acusadamente de los de Irán e Irak, pues, tal como señala Fisher, a quien seguimos en este comentario, la antigua plataforma continental de Gondwana, básicamente constituida por África, la península Arábiga y los otros continentes del hemisferio meridional, ha actuado de bloque de resistencia, de manera que las capas suprayacentes han sufrido en menor grado las presiones tectónicas, dando lugar a anticlinales de gran radio, formados sobre calizas que van desde el Jurásico hasta el Cretácico, y que han actuado como roe as-depósito del petróleo arábigo, el José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES cual se ha formado, en consecuencia, en tiempos mucho más antiguos que el de Irán e Irak. El campo principal es el de Ghawar, que se extiende sobre unos 200 km de norte a sur y 25 a 30 de oeste a este. Es el mayor yacimiento del mundo y por sí solo cuenta con unas reservas superiores a todas las existentes en Estados Unidos. También el campo de Safaniya, submarino, constituye el mayor yacimiento del mundo off shore, en el cual la roca-almacén es una arenisca, en vez de la caliza de los otros yacimientos. En Kuwait, igualmente, la roca-madre está constituida por areniscas de unos 300 m de potencia, a una escasa profundidad, de en torno a 1.200 m, factores que favorecen unos costes de explotación muy bajos. Los yacimientos de la zona neutral eran explotados conjuntamente por Kuwait y Arabia Saudí, a través de concesiones realizadas a la Aminoil (American Independent Oil Co.), por Kuwait y a la Getty. Oil Co., por Arabia, si bien los depósitos off shore corrían a cargo de la Arabian Oil Co. (AOC), de capital japonés. Desde la crisis de 1973, sin embargo las compañías nacionales fueron tomando participaciones progresivamente mayores en el capital de empresas petroleras, de modo que, ya a principios de los ochenta, más del 90 % de la actividad de prospección, extracción y refino estaba en manos de empresas nacionales o nacionalizadas, aunque las antiguas multinacionales continúan vinculadas a los campos petrolíferos de Oriente Medio a través de contratos de asistencia técnica u otras figuras jurídicas, orientadas ante todo a la prospección y refino (Banco Exterior de España, 1984,88). CUADRO X1I.2. Producción y reservas de petróleo y gas en África septentrional y Asia suroccidental Petróleo Reseras probadas de petróleo en I-I-1997b Año descubrimiento comercial Argelia Egipto Libia Túnez Arabia Saudí Irán Kuwait Irak EAU Omán Qatar Siria Turquía Bahréin Yemen Total Magreb-Oriente Medio
1936 1928 1938 1927 1958 1962 1939 1956 1932 1986
(millones tm)
% mundial
1.255 863 4.025 48,7 35.675 12.688 13.165 15.280 13.342 753,1 507 233 — 9 548 98.391.8
0,90 0.62 2,90 004 25,67 9.13 9,47 10,99 9,60 0,54 0.36 0,17 — 0,01 0.39 70.79 100,00
Total mundial % del conjunto regional sobre el mundial 138.997
Gas
Producción en 1996 (millones tm)
Años de producción al nivel de 1996
Capacidad de refino en 1996c (millones tm)
60 45,2 69,1 4.2 428,8 183.8 107,2 28,8 117,3 44,3 21,8 31,4 3,5 5,2 17,5 1.168.1 3.3398
20.9 19,1 58,2 11,6 83.2 69,0 122,8 530,6 113,7 17,0 23,3 7,4 — 1,7 31,3 84,2 41.2
233 273 23,2 — 82,8 62.1 41,2 17,4 10.6 4,2 3,2 11,9 34,2 12,5 9.0 362.9 3.803,5
34,98
9,54
producción de gas en 1996d (millones de m3)
Reservas probadas de gas en 1996d (millones de m3)
65.300 — 6.400 — 41.300 38.100 4.470 2.550 23.200 — 13.500 — — 6.600 201.420 2.310.400
3.690 — 1.313 — 5.341 20.963 1.494 3.360 5.380 2X3 1.070 — — — 48894 150.241
8,7
32.54
Total de reservas probadas de petróleo en 1-1.1997 = 138.997 millones tm, de los que 107.582 millones en la OPEP a
La fecha del descubrimiento de petróleo en cantidad comercial difiere de la de puesta en explotación. b El dato de Bahréin. Egipto. Qatar, Siria y Yemen corresponden a 1-1-1994. c Los datos de Libia, Iraq. Qatar Siria y Yemen corresponden a finales de 1992. d Los datos de Kuwait, Iraq. EAU. Qatar y Bahréin; corresponden a 1993. Fuente: Dumortier. 1997, images économiques du monde 1998, completado por The World europea. Yearbook 1996
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
a)
Producción y reservas de petróleo y gas en África del norte y Oriente Medio en 1993 (según Mutin, 1995)
b)
c)
Principales estructuras geológicas petrolíferas
Áreas de subducción y de expansión (rift en Asia suroccidental
d) Principales campos petrolíferos. 1. Rumaila (Irak); 2. Hurgan (Kuwait); 3, 4 y 5. Agha Jari, Marun y Gach Sarán (Irán); 6. Terminal de la isla de >jarq (Irán); 7 y 8. Ghawar y Abqaiq (Arabia Saudí) José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 12.1 a), b), c) y d)
Producción y reservas de petróleo y formación de los yacimientos petrolíferos del Golfo (según Fisher. 1978).
Las producciones de Bahréin, Qatar y de los Emiratos Árabes Unidos están repartidas entre las procedentes de los yacimientos submarinos (off shore) y las de los continentales (on shore). Aunque el petróleo continúa dominando las producciones y exportaciones de hidrocarburos, las de gas están progresando deprisa. Realmente, la producción del conjunto regional no llega al 10 % de la mundial; sólo Argelia, con un 2,8 % y Arabia Saudí, con 1,8%, se encuentran entre los 10 primeros productores mundiales en 1996. Rusia encabeza la lista, seguida de EE.UU., que aportan el 26 y el 23,4 % respectivamente. Sin embargo, al margen de Rusia, que cuenta con las mayores reservas (38,9 % de las mundiales para el conjunto de la ex URSS a comienzos de 1997) el mundo árabe-islámico suma un porcentaje elevado de reservas (32,5 %), muy superior al de EEUU. (3,1 %), aunque irán, por sí solo, posee casi la mitad de las reservas probadas de gas en el golfo Pérsico, si bien se queda un poco por detrás de Arabia en la producción (véase cuadro XII.2). El gas del petróleo y el gas natural, es decir, aquel que se encuentra en yacimientos exclusivos de gas, se está conviniendo en una opción de futuro, pues, ante la caída de las reservas de petróleo en algunos de los países, la explotación del gas aparece como una alternativa y hasta una necesidad. De hecho, ya se ha puesto en marcha la construcción de plantas de licuefacción de gas; una de las más llamativas es la de Al-Ghalilah en Bahréin, para una producción de 6,6 millones de tm/año y que, junto con el puerto metanero de Sour, supone un costo de unos 2.500 millones de dólares. También Libia y Argelia y otros países del conjunto regional están desarrollando planes expansivos para la exportación de gas. Esta coyuntura mundial se basa en los precios competitivos del gas, que está obligando a construir una red de grandes gasoductos, que han hecho crecer la demanda a ritmos muy vivos durante la década de los noventa. Sin embargo, parece ser que la oferta está siendo superior a la demanda. La explotación del crudo ha dado lugar a importantes cambios económicos, que van desde la construcción de infraestructuras, de terminales de carga, refinerías, ciudades nuevas, etcétera, hasta la consecución de enormes sumas de divisas, con posibilidad de orientarlas hacia la inversión productiva. 3.
LAS CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DE LA EXPLOTACIÓN PETROLERA: RIQUEZA Y DESEQUILIBRIOS
Uno de los primeros resultados, evidentemente, ha sido la creación de la infraestructura necesaria para la puesta en explotación del petróleo, que ha supuesto la construcción no sólo de oleoductos, estaciones de bombeo y terminales de carga (como tas de la isla de Jarq en irán o la de Ras Tanura en Arabia), sino también la de carreteras y ferrocarriles, que han beneficiado a todas las regiones productoras. En este sentido, el puerto iraní de Abadán, construido como terminal de carga a principios de siglo por la Anglo Iranian Oil Co., y potenciado por el de Jorramshar, algo más al norte, secundados ambos por el de Bandar Abbas sobre el estrecho de Ormuz representan los esfuerzos iraníes para adaptarse a la nueva situación. Otros, como el de Ras Tarima en Arabia, Ahmedi en Kuwait o Sitra en Bahréin, han José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES experimentado importantes subidas de tráfico, tanto por la manipulación del crudo como por las refinerías en ellos instaladas. La terminal de Ras Tanura llegó a cargar 321 millones de tm en 1973. Pero las consecuencias más importantes radican en las enormes disponibilidades financieras que el petróleo ha aportado. No todos los tipos de petróleo alcanzan los mismos precios y, en consecuencia, los mismos rendimientos económicos, dado que aquéllos varían normalmente en sentido inverso al de su densidad, de manera que el «Arabia ligero» (34° API) se paga algo más que el «medio» (31°) y que el «pesado» (27°), pero menos que el «ligero de Irán», por ejemplo, que tiene 34° API. La densidad constituye el factor más importante a la hora de valorar el petróleo, oscilando entre el «muy ligero» (con 42° API y un peso específico de 0,816), del que se necesitan 7,73 barriles para llegar a una tonelada de peso, y el «pesado» (25° API), del que 6,98 barriles pesan una tonelada. Un crudo de referencia muy frecuente es el brent inglés, equivalente al Ekofisk noruego y al Bonny de Nigeria, con 37° API (Rad Serecht, 1985,87-88). Según esta densidad y el mayor o menor contenido de azufre y otros minerales, se alcanzan unos precios que, a pesar de sus diferencias, han permitido a los países del Golfo y a algunos del norte de África contar con fabulosas sumas de divisas, como lo pone de manifiesto la evolución del grupo KIO (Kuwait Investment Office), que le ha permitido a este país obtener la mitad de sus rentas anuales de las ventas de crudo y, la otra mitad; de los ingresos percibidos por las inversiones en el extranjero. No obstante, la disponibilidad de los excedentes financieros se relaciona directamente con la evolución de los precios del crudo, pues la política de concesiones para la explotación petrolera y de los precios del petróleo se ha visto mediatizada por diversas coyunturas internacionales. En principio, los países del Golfo siguieran el sistema de concesiones a compañías extranjeras, procedentes de los países consumidores. La primera concesión la hizo Irán en 1872 al barón Reuter, pero la primera que comenzó a producir crudo, en 1908, fue la concedida por dicho país al inglés D'Arcy. Más tarde surgió la Aramco (Arabian American Oil Cornpany) integrada por Exxon, Texaco, Standard Oil of California (Socal) y Mobil, que consiguió en exclusiva las concesiones de Arabia Saudí. Las cantidades pagadas a los diversos estados resultaban muy reducidas hasta finales de los años cuarenta, cuando la competencia de empresas independientes norteamericanas (Aminoil y Getty) ofreció mejores condiciones de explotación para los países huéspedes. En 1948 el gobierno venezolano sentó las bases del fifty-fifty, por las que el 50 % del valor del barril iba a las arcas del Estado; ejemplo seguido por los países del Golfo y el norte de África, que pasaron a percibir unos 75-85 céntimos de dólar por barril desde los 20-25 céntimos que recibían antes. Así, el descenso de los precios del crudo, introducido por las compañías a finales de la década de los cincuenta, motivó el nacimiento el 15 de septiembre de 1960 de la OPEP, que logró corregir las oscilaciones y asegurar unas rentas fijas a los países productores, abriendo paso al proceso nacionalizador. La nacionalización de las compañías extranjeras, que precedentemente habían conseguido concesiones por unos 70 años, se aceleró en los años setenta y en la actualidad predominan las compañías nacionales, estatales o privadas. El caso de Bahréin es revelador. En 1929 se formó una filial de las compañías americanas Standard Oil of California (Chevron) y Texaco: la Bahréin Petroleum Cornpany; en 1952 se procedió a la revisión del contrato y se acordó un reparto basado en el principio de «mitad y mitad» fifty-fifty, en 1974 se reemplazó por un contrato de asociación, en el que el gobierno de Bahréin controlaba el 60 % del capital y, finalmente, en 1979 este gobierno procedió a la nacionalización total, contra indemnización a la Bapco, que fue sustituida por la Banoco, mientras las dos compañías americanas han continuado explotando el petróleo a cambio de una renta fija.. En general, predominan las industrias nacionales, pero, la tecnología y asistencia es aportada por las grandes del petróleo (Dumortier, B., 1997, 38). La OPEP, promovida por los países árabes, está integrada por Arabia Saudí, EAU, Irán, Iraq, Kuwait y Qatar, pertenecientes al área del Golfo, además de Libia, Gabón y Nigeria en África, e Indonesia y Venezuela en Asia y América. Tiene por misión regular la producción y los precios. En 1968 se creó la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (OPAEP), promovida por Arabia Saudí, Libia y Kuwait, a la que se sumaron Bahréin, EAU, Egipto, Iraq, Qatar, Siria y Túnez, con la intención de promover la cooperación para el desarrollo de proyectos comunes y utilizar el petróleo como arma diplomática, No cabe duda que la OPEP ha constituido un arma eficaz, que motivó el nacimiento en 1974 de la Agencia internacional de la Energía para contrarrestar su poder (Dumortier, B,, 1997, 40). En esta coyuntura sobrevino el conflicto árabe-israelí, a raíz del cual el petróleo fue usado como arma política y sus precios se multiplicaron por 4,23 en el período que va de octubre de J 973 a diciembre de 1978 y por 11,3 desde la primera fecha hasta noviembre de 1981, con lo cual, el precio del barril de «Arabia ligero 34o» pasó a costar en esta última fecha 34 dólares, cuando todavía en diciembre de 1978 costaba 12,7 dólares y en septiembre de 1973 se cotizaba a unos 3 dólares. Este aumento espectacular de los precios, a consecuencia de las dos crisis de 1973 y 1979, ha dotado de una extraordinaria capacidad financiera a los países productores, que han visto multiplicar sus ingresos por entre 50 y 100 entre 1970y 1981. Así, Argelia que recibió 272 millones de dólares de rentas petroleras en la primera fecha, alcanzó José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES 1.300 millones en la segunda; Arabia Saudí, pasó de 3.200 a 110.000 millones, y los miembros del conjunto regional pertenecientes a la OPEP pasaron de 5.000 millones de dólares en 1970 a 220.000 millones en 1980, pero cayeran a 51.000 millones de dólares en 1986 y se sitúan en torno a los 100.000 millones de dólares a principios de los noventa. Desde 1992 hasta 1996 los precios han sido bajos y sólo en 1996 han conseguido una remontada coyuntural (23,6 dólares por barril de Arabia ligero), que ha elevado la renta petrolera de todos estos países. No obstante, el problema de fondo en las rentas del petróleo radica en la volatilidad de los precios, debida sobre todo a la sobreproducción. Se estima que los países de la OPEP están superando en un 2 % su propio techo de producción (= 1.250 millones de un/año), lo que reduce considerablemente el precio del barril, que en marzo de 1997 caía ya a 19,23 dólares (el Arabia ligero). Por otro lado, estas rentas están provocando profundas disparidades entre países. En palabras de Mutin (1994, 68), mientras los ahorros árabes, públicos y privados, en el extranjero alcanzaban la cifra de 670.000 millones de dólares, pertenecientes a 10 millones de nacionales, en la víspera de la guerra del Golfo (1990), otros 190 millones de otros árabes tenían una deuda externa de 200,000 millones de dólares. Evidentemente, las rentas generadas por el petróleo han aumentado considerablemente en Eos primeros años de la década de los ochenta, como consecuencia de la segunda crisis del petróleo, que se ha saldado con unos precios estancados a un nivel alto, si bien en octubre de 1988 habían descendido hasta 11 dólares por barril, llegando a ascender en septiembre de 1990 hasta 36,54, consecuencia de la invasión de Kuwait por Iraq (2 de agosto de 1990), para caer y estancarse desde ese momento en cifras que han estado oscilando entre los 16 y los i 8 a 20 dólares/barril como precio medio de la OPEP Las enormes sumas ingresadas por los países del Golfo han tenido muy diferentes destinos. No cabe duda que la compra de material militar y el consumo de una parte del mismo en el conflicto irano-iraquí, absorbió importantes cantidades de petrodólares, y lo mismo puede decirse de la modernización militar de Arabia Saudí o Kuwait, sobre todo tras la fallida invasión de este último país. Un buena parte, igualmente, se ha dirigido a inversiones productivas o suntuarias en los países industriales. Asimismo, grandes sumas de petrodólares se han invertido en proyectos de desarrollo nacionales. Quizá las inversiones más claras en este sentido se han orientado hacia el refino de crudo. La capacidad de refino de los países del Oriente Medio ha pasado de 71,38 millones de tm en 1964 (4,7% de la mundial) a 94,11 en 1969 (4,3 %) y a 251 millones en 1987 (6,8%) y a 289,1 millones de tm en 1996 (7,6 % de la mundial); y, añadiendo la correspondiente a África septentrional, se elevaba en este último año a 363 millones de tm y un 9,54 % de la capacidad mundial, distribuida entre unas cincuenta refinerías. Aunque el crecimiento de la capacidad de refino haya aumentado espectacularmente, representa todavía menos del 10 % del mundial, muy por debajo del porcentaje de producción (35 %). No obstante, las refinerías se han multiplicado, principalmente en Arabia Saudí, sobre el sector central del Golfo y del mar Rojo, y en Irán, así como en Kuwait, Iraq, Bahréin, Siria, Libia o Argelia y Turquía. A principios de los ochenta se inauguró sobre el mar Rojo la refinería Petrominas, al norte de Jeda, servida por el oleoducto transarábigo Petroline, que desde el centro-este de Arabia llega hasta Yambu, después de recorrer 1.200 km; un oleoducto que es capaz de cargar a la vez dos petroleros de medio millón de tm en un lapso de 10 horas. Pero más llamativas que las inversiones en el tratamiento del petróleo resultan las realizadas en otras ramas industriales, en la construcción de infraestructuras, en servicios y en el desarrollo de proyectos agrarios. En 1981 se inauguraron en Arabia Saudí 337 nuevas fábricas, que elevaban el número de establecimientos industriales del país a 1.200; en 1982 se preveía inaugurar otras tres fábricas de cemento. También se ha iniciado un programa de investigaciones y explotación mineras, se han construido embalses y plantas de desalinización del agua; incluso se han desarrollado granjas ganaderas en pleno desierto, como la de Alfa-Laval, a 95 km de Riad, que estaba produciendo en torno a 44 tm diarias de leche, cubriendo prácticamente el abastecimiento de la población de la capital. Entre 1980 y mediados de los noventa la política de autoabastecimiento alimentario ha permitido elevar la producción triguera de unas 3.000 cm a 3 millones. La evolución de Arabia Saudí durante los años ochenta ha sido un tanto contradictoria, debido a la fuerte caída y a las oscilaciones de las rentas del petróleo, lo que ha obligado a repatriar a aproximadamente un millón de inmigrantes. Pero, al mismo tiempo, no se han relegado los proyectos industriales, sobre todo de petroquímica, metalurgia, cemento, desalinización del agua del mar, etc. Y lo mismo ha sucedido en otros países del Golfo, excepto en Irán e Iraq durante la guerra que los enfrentó (1980-1990). Los complejos petroquímicos han progresado enormemente. A principios de los noventa se contaban 41 fábricas de abonos, plásticos y otros productos químicos en los países del Golfo y el Oriente Árabe, y los planes para nuevas inversiones continúan (Dumortier, 1997,47). Lo mismo puede decirse de otro de los grandes objetivos planteados en el mundo árabe; la autosuficiencia alimentaria a través de la expansión del regadío, Según datos de la FAO, los países del conjunto han llegado a duplicar prácticamente la superficie regada entre 1979 y 1995 y el proceso continúa, con algunas grandes obras José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES como la del Gran Río Artificial en Libia, que prevé aportar 6 Hm 3/día de aguas fósiles a las ciudades costeras mediante un sistema de 4.000 km de canales y pozos a través del desierto; el primer tramo fue inaugurado en 1996 y, aunque en principio estaba destinado al regadío, se ha reorientado su destino hacia los usos urbanos. De este modo, ya se ha superado La época que planteaba problemas para el reciclaje de los petrodólares y los petrodólares invertidos han transformado completamente el territorio afectado. Ahora bien, es evidente que estos intentos de desarrollo chocan con poderosos obstáculos, entre los cuales se cuenta, en primer lugar, el control de la riqueza por unas cuantas familias o grupos privilegiados, cuyo máximo exponente es la familia real saudí, cuyo presupuesto se confunde con el del Estado de Arabia, A ello se suma las estructuras económicas y sociales heredadas, que evolucionan muy lentamente. Evidentemente, los beneficios del desarrollo económico no se reparten con equidad. En segundo lugar, otro de los grandes obstáculos es el derivado de las difíciles condiciones naturales, las cuales constituyen un pesado freno al progreso agrario, al menos en una gran parte de los territorios del conjunto regional, aunque con acusados contrastes. III.
Las difíciles condiciones ecológicas de un medio predominantemente árido
Si la explotación petrolera ha constituido el fundamento económico de la mayor parte de estos territorios, aún se mantiene una considerable proporción de sus habitantes que vive de la actividad agraria, la cual, sin embargo, se ejerce sobre un territorio de difícil explotación, con tres dominios nítidamente diferenciados: por una parte, los desiertos arábigo-iraníes y norteafricanos, sobre mesetas, plataformas sedimentarias de escaso buzamiento y afloramientos del zócalo, que abarcan todo el sur del conjunto regional y ocupan la mayor extensión; en segundo lugar, los dominios montañosos del norte que, desde el Atlas y Rif marroquíes, se continúan por Asia Menor y por el norte y el sur de Irán hasta enlazar con el Hindú Kuch en el área himalayense. Estas montañas alpinas tienen una réplica en los macizos antiguos con intrusiones volcánicas del Ahaggar, Tibesti, Air y SO de Yemen; finalmente, en una posición intermedia se encuentran fosas de hundimiento como la del Jordán y la mesopotámica surcada por el Tigris-Éufrates, o las llanuras aluviales del bajo Nilo y otras áreas costeras. El relieve de estos tres dominios debe su génesis y evolución al movimiento de las placas tectónicas y a la erosión y relleno posteriores. 1.
LA FORMACIÓN DEL RELIEVE ACTUAL
Está claro que la dirección zonal predominante de las cadenas montañosas turcas, de los montes Elburz iraníes y de las del centro de Afganistán hasta el Hindú Kuch representan la respuesta al desplazamiento hacia el norte de la placa africana y de la arábiga, lo mismo que los Zagros, en dirección NO-SE, obedecen a la deformación positiva del borde suroeste de la placa iraní ante la subducción del sector nororiental de la placa arábiga, en cuya área de subsistencia se ha configurado la cuenca sedimentaria de Mesopotamia, rellena de materiales arrancados a los Zagros y al zócalo arábigo. Los relieves montañosos actuales han tomado, pues, una disposición que deriva de la combinación de fuerzas tectónicas heterogéneas, en las que predominan los movimientos provenientes del sur, originados por el desplazamiento hacia el norte de las placas africana, arábiga e india, con la salvedad de que la placa arábiga se ha desplazado también en sentido SO-NE, como respuesta ante la apertura del rift del mar Rojo. De este modo, y ante la mayor presión habida en el nordeste de la placa arábiga y el noroeste de la india se han formado dos conjuntos montañosos simétricos: los Zagros en el occidente iraní y la serie de cadenas del oeste del Indo (Kirthar, Sulaimán, etc.) en Pakistán; Los primeros en dirección NO-SE y los segundos en sentido NE-SO; ambos quedan enlazados por el arco montañoso del Beluchistán. Así, se han configurado en el suroeste de Asia dos grandes dominios morfoestructurales: uno montañoso en el norte, que va desde Turquía a Afganistán, y otro dominio de zócalo, que se extiende por toda la península Arábiga hasta la fachada mediterránea, donde, recubierto por materiales mesozoicos, ha dado lugar a las cordilleras alpinas de borde de placa del Líbano y Anti-Líbano. Uno y otro dominio quedan separados por la cuenca sedimentaria mesopotámica, que se continúa por el golfo Pérsico. Esta aparente sencillez se ve complicada por la extraordinaria complejidad de los relieves montañosas, que se resuelven en múltiples regiones morfoestructurales, que van desde los macizos antiguos del oeste de Turquía, pasando por las cordilleras alpinas de los Tauros en el sur y de los montes Pónticos en el norte del mismo país, que enmarcan en su interior la meseta de Anatolia, o los elevados relieves volcánicos de Armenia en el nordeste. A través de las montañas alpinas del Kurdistán turco-iraquí, en las que se desarrollan cuencas intramontanas, como las de los lagos Van y Urmiá, se alcanzan los Zagros iraníes, que, superando los 4.000 metros de altitud, dan paso hacia el este a las José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES cuencas interiores de los desiertos de Kavir (Salado) y de Lut; cuencas que aparecen también en el SO de Afganistán, en el desierto de Margow. Igualmente, el zócalo arábigo, aunque se caracteriza por un relieve predominante de plataforma, se ha visto sometido a fuertes presiones tectónicas, que en todo el occidente peninsular han dado lugar a la configuración de macizos antiguos, salpicados de materiales volcánicos, que han aflorado entre las fallas. Las regiones de Hejaz, de Medina y de La Meca son pródigas en este tipo de construcciones volcánicas. Frente a las deformaciones positivas del occidente peninsular, las regiones orientales experimentan, por el contrario, un movimiento de subsidencia, como corresponde a la zona de subducción del Golfo. Por ello, el centro de Omán, una parte del desierto de Rub al Jalí y la costa oriental arábiga, desde los Emiratos Árabes Unidos hasta Kuwait, se encuentran a una escasa altitud sobre el nivel del mar, en contra de lo que sucede con las regiones occidentales de la península y principalmente en las suroccidentales, donde numerosos picos superan los 3.000 m de altitud. En el norte de África el relieve viene definido por la gran extensión de las cordilleras alpinas de los Atlas y Rif, que a lo largo de unos 2.000 km de longitud en sentido zonal y de unos 300 a 400 km de anchura, se extienden por todo el norte de Marruecos y Argelia, delimitando las áreas más húmedas y favorables al poblamiento. El macizo rifeño, en el nordeste de Marruecos, representa un arco montañoso de materiales del zócalo, que hacia el este, está recubierto por una cobertera sedimentaria plegada hasta enlazar, ya en el oriente de Argelia y en Túnez, con el Atlas de los tell. Estas cadenas, dejan al sur unas cuencas sedimentarias elevadas que sirven de nexo con los grandes relieves alpinos de los Atlas. Estos siguen una disposición claramente zonal; el Atlas medio, el Alto Atlas y el Anti-Atlas, secundados en Argelia por el Atlas sahariano, constituyen alineaciones montañosas plegadas merced a los empujes del cratón africano contra la placa ibérica y eurasiática. Se trata de una montaña mediterránea majestuosa, que supera los 4.000 m en el Alto Atlas para descender hasta los 2.000 en el sector oriental del Atlas sahariano. Hacia el sur se convierte en una plataforma poco deformada, de materiales calizos y areniscosos, de edad secundaria, que se ve interrumpida por acumulaciones cuaternarias dunares y por el afloramiento del zócalo en los macizos antiguos del interior sahariano (Ahaggar y Tibesti), (Véase fig. 12.2.)
Fig. 12.2
Los grandes elementos del relieve en el mundo árabe-islámico (extraído de Mutin, 1995)
Pero el relieve, por sí mismo, no nene gran importancia, aunque la adquiere en cuanto provoca decisivos cambios en esta zona del globo caracterizada por climas desérticos, De ahí que las mayores densidades humanas se localicen en ios valles de los ríos, en los oasis y en las regiones montañosas, que disponen de mayores cantidades de agua y permiten un aprovechamiento agrario más intenso y seguro.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES 2.
LOS MEDIOS ECOLÓGICOS: UN OBSTÁCULO A LA COLONIZACIÓN VEGETAL Y A LA OCUPACIÓN HUMANA
El primer aspecto a destacar es la localización tropical y subtropical de estas tierras, a caballo entre la zona cálida y la templada, pues se sitúan entre los algo menos de 13° de latitud norte de Adén y los 42° de las regiones turcas septentrionales. Una gran proporción del conjunto regional se sitúa en el cinturón de desiertos peri tropicales que se extienden por todo el planeta, por estar afectados a lo largo de casi todo el año por las altas presiones de los anticiclones subtropicales. Sin embargo, los dominios montañosos septentrionales se encuentran en la trayectoria de las vaguadas del Jet, que, después de atravesar el Mediterráneo, pueden producir lluvias importantes durante el invierno y las estaciones equinocciales. Las precipitaciones totales y su régimen, por lo tanto, difieren sensiblemente de unas regiones a otras, de manera que en el nordeste de Turquía, junto al mar Negro, se alcanzan los 2.000 mm, con un cierto equilibrio en su distribución anual, pero que se deben fundamentalmente al efecto del relieve, pues inmediatamente al sur de esta región y en todo el interior de Turquía no se superan los 600 mm. Hacia el este, se acusan ya los caracteres de la continentalidad y se produce un descenso progresivo de las precipitaciones. Descenso que llega a situarse por debajo de los 100 mm en los desiertos del interior de Irán y suroeste de Afganistán, junto con los de la península Arábiga y los de África septentrional. La desembocadura del Nilo marca aproximadamente la latitud por la que discurre la isoyeta de los 100 mm (que habitualmente se toma como el umbral de referencia para los climas desérticos); hacia el sur sólo es sobrepasada en las montañas yemeníes. La distribución de las lluvias tiene un claro régimen mediterráneo, excepto en el suroeste de la península Arábiga, principalmente en Yemen, donde se producen en verano, como corresponde a un clima tropical de tipo saheliense. La escasez de precipitaciones no es obstáculo para que se hayan acumulado grandes mantos freáticos en las regiones áridas actuales, que en algunos casos, como ya señalamos en Libia, han permitido la explotación a gran escala de los acuíferos subterráneos (véase fig. 12.3), Si las precipitaciones corresponden a los dominios mediterráneo y desértico fundamentalmente, las temperaturas reflejan asimismo la pertenencia a esos dominios, con las matizaciones introducidas por la altitud y la continentalidad. Se producen así elevadísimas oscilaciones térmicas, tanto en los desiertos interiores como en las altitudes medias y altas, que normalmente superan los 20 °C entre el mes más cálido y el más frío (Teherán, 27°; Mosul, 29°; Riad, 20a; Konya, 24°; altas planicies del sur del Magreo, 25°). Por otro lado, las medias mensuales van desde los más de 30° del mes de julio en Jeda, en Riad, Abadano Bagdad..., a los 0,6 de Mashad (nordeste iraní) en el mes de enero. En las llanuras del interior argelino la nieve cae todos los inviernos, lo mismo que sobre la península de Anatolia y en todas las montañas mediterráneas. En fin, los regímenes termopluviométricos, tanto por la escasez de las lluvias como por la amplitud térmica anual y la oscilación diaria, no favorecen el desarrollo y la pervivencia de una densa cobertera vegetal y, en consecuencia, tampoco de los cultivos. Incluso se producen algunos otros fenómenos que los perjudican grandemente, como sucede con las tormentas de polvo, causadas por la invasión de aire tropical sahariano-arábigo, extremadamente seco y cálido, que se desplaza hacia el norte, llegando hasta el Caspio y el mar Negro, desviándose posteriormente hacia el oeste, inducido, parece ser, por la depresión que se forma en el Egeo. Estos vientos meridionales, que llegan durante el otoño y principalmente durante la primavera, hacen subir las temperaturas hasta l6-20 por encima de las existentes en un lapso de pocas horas, provocando efectos devastadores sobre los cultivos, los animales y las personas.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 12.3. Precipitaciones y acuíferos subterráneos en África septentrional y Asia suroccidental, basado en Mutin, 1995 En estas condiciones no se desarrolla más que una cobertera vegetal muy pobre, dispersa y rústica, con algunas excepciones, como la del bosque mediterráneo de montaña, que crece en las altitudes medias y que únicamente en Turquía cubre aproximadamente una octava parte del territorio nacional. Tanto Turquía como Marruecos tienen elevadas proporciones de matorral y bosque en su territorio (25 y 20 % aproximadamente). Un bosque a base de frondosas y de coníferas, como la encina, pino de Alepo, sabina, cedro, etc. La debilidad de la cobertera vegetal sobre los medios áridos explica las dificultades del aprovechamiento agrícola y la expansión adquirida por la ganadería nómada. Sin embargo, determinados oasis y valles fluviales han posibilitado una ocupación más intensa, que en gran medida es la responsable del proceso de desertización que se está produciendo no sólo en la franja saheliense del Sahara meridional, sino también en la estepa mediterránea, que cubre una estrecha franja al norte de la isoyeta de los 100 mm y que, ante el sobrepastoreo, los usos agrarios intensivos y el abuso de los escasos recursos hídricos está conociendo un verdadero proceso de desertización. Los elementos y factores vistos nos permiten diferenciar dos tipos de medios ecológicos bien contrastados: el de los desiertos y el del mundo mediterráneo.
a) Un dominio árido tropical La disminución de las precipitaciones, considerada exclusivamente desde un punto de vista cuantitativo, no es el fenómeno responsable del paisaje natural árido, porque el cambio de grado significa aquí un cambio de naturaleza, ya que el déficit hídrico es casi constante, no sólo mensual sino casi diariamente, pues cuando hay un mes o más sin déficit (definido éste como la situación en que la evapotranspiración real o las precipitaciones son siempre inferiores a la evapotranspiración potencial del medio) se entra en un dominio subárido, cualitativamente distinto. La falta de lluvias es causa del arreísmo, manifiesto en la inexistencia de una red hidrográfica organizada, y en una escorrentía ocasional, lo mismo que en la mínima presencia del elemento vegetal, por lo que aquí es el relieve el soporte del paisaje natural, el cual, en palabras de M. Benchetrit, se presenta como un «océano mineral». El modelado árido tiene un carácter poligénico, dado que los procesos morfogenéticos actuales, muy poco eficaces, no tienen capacidad más que para proporcionar un esculpido de detalle sobre formas de rocas compactas o arenosas heredadas de épocas semiáridas. El modelado poligénico se ha desarrollado a lo largo del Secundario, Terciario y Cuaternario, merced a la alternancia de climas más húmedos y frescos con los de tipo árido, lo que ha proporcionado una gran eficacia erosiva a los procesos morfogenéticos actuantes sobre las viejas plataformas cristalinas. Las formas resultantes son superficies de dilatados horizontes, sobre glacis de erosión o pedimentos, con sus coberteras aluviales: a un nivel superior se desarrollan plataformas tabular es calcáreas o areniscosas —las hamadas— en estructura horizontal, que, cuando han sido basculadas por las deformaciones del zócalo, aparecen en estructuras monoclinales, formando cuestas —los tassili—, como José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES el Tassili N'Ajjer en el SE de Argelia. Una paleoforma frecuente está constituida por las depresiones cerradas de upo «garúa», acumulaciones sedimentarias de material fino, compactas y poco saladas, sobre depresiones de origen tectónico, en cuyas márgenes se suelen formar glacis de acumulación o amontonamientos de arenas tipo dunas. Dada la escasa pluviosidad actual, el protagonismo geomorfológico corresponde a la acción eólica, en función de la constancia más que de la violencia del viento y en virtud de la deflación y del modelado aerodinámico, lo que explica las formas nítidas de los perfiles, los regs de disociación y los regs de deflación. Junto a éstos, los conjuntos dunares —los ergs—, que en el Sahara no ocupan más que un 20 % de la superficie total, son fruto de un remodelado aerodinámico sobre acumulaciones arenosas heredadas, sedimentadas en las depresiones bajo fases paleoclimáticas húmedas. La vegetación de los medios áridos, extremadamente rala y xerófila, se adapta al ritmo de las lluvias, desarrollándose sobre los ergs y hamadas una formación vegetal —el acheb— de plantas efímeras, que en unos días cumplen su ciclo vegetativo, permaneciendo en reposo durante meses y años. Los trazados de los uadis, por la existencia de aguas subálveas, y los oasis, con la palmera datilera como representante típico, constituyen excepciones de verdor. La vegetación árida predomina nítidamente entre algo menos de los 20 y 30° N aproximadamente, con una clara disposición zonal. La uniformidad de este medio nos permite caracterizarlo como un «océano mineral». Sin embargo, conviene hacer mención de cuatro categorías espaciales individualizadas: el medio hiperárido del interior continental desértico, donde prevalece fuertemente el carácter de océano mineral, como se aprecia en el interior del Sahara y en el Rub al Jalí de Arabia: los desiertos áridos costeros, con mayor humedad relativa y una vegetación de «estepa» y de «sabana» espinosa; los sectores desérticos de altitud, sobre los macizos del Ahaggar, Tibesti y Air, con mayor humedad y vegetación más densa, y finalmente, las depresiones relacionadas con unas estructuras morfológicas en cubeta, que dan lugar a los oasis, con un carácter excepcional por su vegetación exuberante. b)
Un dominio mediterráneo degradado hacia el interior continental
El dominio mediterráneo, como encrucijada de elementos fitogeográficos sobre un medio morfológico muy diverso, tiene una gran variedad de paisajes vegetales, potenciado por la consolidación de especies paleoclimácicas adaptadas a los climas actuales, Por asentarse sobre coberteras plegadas introduce una gran variedad morfológica, con medios altitudinales variados, diversidad de exposiciones, relieve y roca madre, que, unido a la alternancia de estaciones termopluviornétricas contrastadas, permite el desarrollo de una cobertera vegetal muy heterogénea, distinguiéndose dos regiones naturales diferenciadas: la de la estepa mediterránea subárida y la subhúmeda. La estepa mediterránea difiere de la región saheliense por la oposición estacional de las precipitaciones, con inviernos lluviosos y más suaves, produciéndose ya heladas esporádicas. Representa una degradación de la región mediterránea subhúmeda, no alcanzando los 400 mm de lluvia al año, a lo que se suma una cierta irregularidad interanual, con una oscilación térmica fuerte y veranos muy calurosos frente a inviernos suaves. La formación vegetal predominante, escasa, dispersa, adaptada a la aridez, está compuesta por arbustos tipo artemisa, azufaifo o palmito, y por matorrales en los espacios donde se han degradado los arbustos, como las labiadas; también aparecen gramíneas, como el espartizal, sobre suelos ligeros y secos. Y todo ello en asociaciones monoespecíficas. Las formaciones edáficas, ante la pobreza de la vegetación, evidencian una escasez de materia orgánica, dando suelos castaños y pardos, incluso pardo-grises y grises; y pardo-rojos o castaño-rojos en las áreas de vegetación más abundante, rubificados a consecuencia de la deforestación. Estos suelos se desarrollan sobre un sustrato morfológico en el que predominan los glacis de erosión, Se localiza al sur del Atlas, continúa por el litoral mediterráneo de Túnez, Libia y Egipto, y penetra, hacia el norte por el litoral atlántico. La región mediterránea subhúmeda se distingue de la anterior por las más abundantes y regulares precipitaciones, distribuidas en un semestre invernal húmedo y otro estival árido, Al localizarse en medios montañosos, abre paso a una diversidad de paisajes naturales según la altitud, la exposición o el relieve, pero, en todo caso, con una decisiva importancia de la intervención humana, que, al reducir la cobertera vegetal en este medio muy contrastado, ha introducido un paisaje natural degradado muy diferente del climácico. Éste, sobre una vegetación xerófila, se basa en el bosque esclerófilo o durisilva, con asociaciones monoespecíficas de frondosas: alcornocales sobre suelos silíceos, con una relativa abundante humedad, encinares sobre medios más secos y fríos e, incluso, pinares sobre suelos arenosos y con gran aridez ambiental, aunque el pinar suele ser bosque secundario. Estos bosques se desarrollan sobre suelos pardos mediterráneos, que son arrasados fácilmente si se produce una roturación. El paisaje natural mediterráneo degradado es fruto precisamente de una prolongada e intensa José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES ocupación humana, que ha acabado con la cobertera vegetal climácica, muy difícil de reconstruir en este medio, por la dificultad de germinación y crecimiento de semillas y plantas, y por la erosión de los suelos en función de unas lluvias violentas. Aparecen así los bosques secundarios, caso del pinar, cuya especie más característica es el pino de Alepo. En fases de mayor degradación se desarrollan matorrales e, incluso, la garriga, vegetación abierta de labiadas sobre sustrato calcáreo, o el maquis, con mayor densidad (brezos, jaras, madroños), sobre silíceo. Al faltar la cobertera y, dada la gran evaporación, los compuestos de hierro se deshidratan y rubifican (por formación de hematites de color rojo sangre), apareciendo los suelos pardo-rojos con un horizonte A muy rubificado. La eficacia erosiva da lugar a profundos abarrancamientos de los materiales blandos, a unas vertientes escalonadas sobre el flysch y a una fragilidad general del suelo y de las áreas de fuertes pendientes. La región subhúmeda se localiza en el Atlas y Rif marroquí, prolongándose por los Tell de Argelia y Túnez, con una discontinuidad en la costa occidental de Libia, donde se desarrolla la estepa, continuándose por el sector costero del NE de Libia y por la costa del Mediterráneo oriental en Israel, Líbano y Asia Menor, degradándose rápidamente hacia el interior continental, por el fuerte descenso de las precipitaciones. En conjunto, se ve clara la fragilidad y dificultad de asentamiento sobre la mayor parte de estos territorios, que, sin embargo, están conociendo un proceso de ocupación y densificación superior al que puede sostener su equilibrio ecológico natural. Y es que han sido precisamente las elevadas inversiones derivadas de las rentas del petróleo las que han roto el equilibrio preexistente en favor de la ocupación humana, potenciado todo ello, además, por la exuberante fecundidad de las sociedades árabe-islámicas.
IV. La ocupación del medio: bajas densidades poblacionales, explosivo crecimiento de la población y considerable peso de las actividades agrarias Unos 385 millones de personas se distribuyen por casi 13 millones de km2. La densidad media de 30 habs./km2 resulta, por lo tanto, francamente baja, pero este dato encubre la desequilibrada ocupación territorial, que se encuentra fuertemente condicionada por las disponibilidades hídricas. Es éste un fenómeno que ha tenido importancia entre las sociedades tradicionales y que la conserva entre las actuales, pues aún predomina en muchas de ellas el carácter agrario y la consiguiente dependencia del medio natural, por más que las transformaciones en regadío permitan superar la escasez de recursos hídricos. y aunque la reciente industrialización y terciarización les ha permitido superar en parte esos condicionantes. 1.
UNA OCUPACIÓN LAXA, CON UNA ORGANIZACIÓN SOCIAL TRADICIONAL
Aunque la debilidad del poblamiento humano es general, hay unos cuantos países que se exceptúan de esta norma; entre ellos se cuentan algunos pequeños como Bahréin (896 habs./km2), Líbano (371), Israel (277) o Kuwait (102), y otros de dimensiones medias, como Siria (81), y grandes, como Turquía (82), mientras Marruecos y Egipto están ya en los 64 habs./km2 Obviamente, el reciente incremento de la población y de las densidades ha correspondido fundamentalmente a los medios urbanos, mientras el espacio rural continúa con una ocupación muy laxa. Ahora bien, estas densidades humanas no se distribuyen de una manera azarosa, sino que están claramente relacionadas con una ocupación tradicional, basada, ante todo, en las disponibilidades hídricas. Efectivamente, el mapa de precipitaciones (fig. 12.3) marca una cierta y lógica coincidencia con el de distribución de la población (fig. 12.4), en parte desdibujada por los densos focos de poblamiento de los valles fluviales alimentados por aguas que descienden de las montañas, y en parte, también, por la incidencia de los factores históricos. Las montañas, por otro lado, que actúan de pantallas condensadoras de la humedad, favorecen una ocupación de los propios valles intramontanos o de las tierras llanas próximas, fácilmente regables, pero con las excepciones de la alta montaña de Afganistán, Turquía o Marruecos, que introducen evidentes frenos al poblamiento. Estos hechos determinan una sensible variación de las densidades de población, pues la escasísima ocupación de vastísimos territorios se acompaña de fuertes acumulaciones humanas sobre oasis, grandes valles fluviales, llanuras costeras o valles de montaña. Es más, cabria señalar incluso que existen unas fuertes densidades agrarias, pues la relación entre población agraria (activa más dependiente) y tierra cultivada da unos índices que van desde los más de 500 habitantes por km 2 cultivado en Egipto y Yemen, a los índices más bajos, que oscilan en torno a 40 (Líbano, Israel, Iraq, Túnez), sin contar el caso extremo de Omán, que llega casi a los 1.500. Llama la atención Libia, que merced a los grandes proyectos de regadío ha incrementado la superficie agraria ganada al desierto y ha bajado su densidad agraria hasta 15, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES En general, se puede decir que ha habido un progreso considerable de las tierras colonizadas y de los grandes planes de regadío, que han reducida la densidad agraria, aunque el número de agricultores se ha mantenido estancado en términos absolutos, e incluso ha aumentado, como ha sucedido en los países de elevado peso demográfico y agrario: Egipto, Turquía, Irán o Marruecas. Esto hace que la modernización económica y el paso del sector agrario al industrial y de servicios no se hayan generalizado. Sólo es clara en los países pequeños o con economías basadas en el petróleo. Israel y los emiratos del Golfo destacan claramente (véase cuadro XII.3).
Fig. 12.4 Distribución de la población en el mundo árabe-islámico en 1997(1punto = medio millón de habitantes) En conjunto, los niveles de población agraria en 1995, tanto activa como dependiente, continúan siendo elevados. Los activos empleados en la agricultura suponen un 38 % en el conjunto regional y aportan un 13 % del PIB, datos que nos hablan de un claro desequilibrio y de la presión demográfica que, por contradictorio que parezca, existe en los medios rurales de estos países fundamentalmente áridos. No obstante, esto no invalida la imagen de un dominio árido escasamente poblado, muy poco aprovechado para la agricultura, pero en el que el nomadeo con animales adaptados a los raquíticos pastos esteparios y subdesérticos se convirtió en la actividad agraria propia de los beduinos. Éstos, representantes típicos de una Sociedad tradicional, todavía conservan su forma de vida nómada, cada vez menos libre o más controlada, pero que todavía persiste como herencia de una sociedad tradicional que se resiste a desaparecer. a)
La organización de la sociedad tradicional
Si nos atenemos a las estadísticas oficiales, aproximadamente el 55 % de toda la población actual vive en centros urbanos, con una proporción algo mayor en Asia suroccidental que en el norte de África. Esta cifra contrasta vivamente con las sociedades del Asia extremo-oriental y meridional, donde, como hemos indicado, tan sólo en tomo a un 30 % de la población habita en ciudades, y es que, como se ha dicho en numerosas ocasiones, las sociedades del Oriente Medio se configuraron, históricamente, como sociedades urbanas. Grandes ciudades como El Cairo, Estambul, Ankara, Teherán, Bagdad, Damasco... se fueron fraguando al calor de los diversos imperios que se asentaron sobre estas tierras, en gran medida fundamentados en el poder económico que les proporcionaba la actividad comercial de sus pueblos, merced al control de los intercambios que se producían entre China e India, y Europa y África, a través de este área de encrucijada de los tres continentes. Ahora bien, la importancia de la urbanización decayó con la caída de los imperios; y la imagen actual, desde el Magreb al Oriente Medio responde, todavía, a la de una sociedad agraria, que, aunque no tienen más que un 45 % de población rural, y un 38 % de activos agrarios (con tendencia ciara a la baja), conserva numerosos arcaísmos y rasgos tradicionales, visibles en el aislamiento de las aldeas y en la escasa evolución social de los agricultores, si bien es cierto que estos caracteres se han mitigado José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES considerablemente durante las dos últimas décadas, por efecto de la industrialización y de los movimientos migratorios, que ha logrado casi acabar con el nomadismo tradicional. El nomadismo, practicado por los beduinos principalmente y por las tribus de Anatolia y de las montañas del Irán y Afganistán, está retrocediendo a ritmos acelerados, herido de muerte por las modernas fronteras políticas, por el empeño de los distintos gobiernos en controlar a los nómadas mediante la sedentarización, por el desarrollo de carreteras, presas, actividades industriales y urbanas que atraen y ofrecen mejores oportunidades a esta población. Según Fisher, todavía a mediados de los setenta afectaba a entre un 5 y un 7 % de los habitantes del Oriente Medio, alcanzando entre 750,000 y 1,5 millones de personas en cada uno de los tres países con mayor peso: Turquía, Irán y Arabia, unos 150.000 en Siria, 60.000 en Iraq, y en Israel y Jordania alrededor de 25.000 a 30.000 (Fisher, W. B., 1978, 134), y unos 35.000 en Afganistán (Bailan. D. y Benoist, A., 1982. 117). La imagen del beduino nómada asociada a estas tierras desérticas de Asia suroccidental y del norte de África, de las que ha sido símbolo tradicional, está perdiendo fuerza frente a la sedentarización y la modernización, dependiente en gran medida de la explotación petrolera, como ha sucedido en Kuwait o en el entorno de Tamanraset en Argelia o en otros países.
Cuadro XII. 3. Valor de la población y producción agrarias en el conjunto de la actividad económica en África septentrional y Asia suroccidental A Población activa en 1995 (miles) Argelia 8.595 Egipto 7-2.929 Libia 1.542 Marruecos 10.494 Sahara occidental 100 Túnez 3.315 Total África del 46.875 Norte Afganistán 8.422 Arabia Saudí 5.839 Bahréin 249 EAU 939 Gaza — Irán 20.321 Iraq 5.373 Israel 2.294 Jordania 1.166 Kuwait 660 Líbano 993 Omán 563 Qatar 303 Siria 4.160 Turquía 28.308 Yemen, Rep. del 4.564 Total Asia SO 84.154 Total África, N. i3 i .029 +Asia SO
C B Población Población Activa agraria agraria (activa+ en 1995 dependiente en (miles) 1995) (miles) 2.068 6.567 7.593 20.839 95 332 4.272 10 937 — — 779 2.090 14.807 40.765
Km cultivados en1995 (miles) 80,43 35.00 21,70 92,91 — 49,52 27956
5.827 814 4 86 — 7.380 616 77 171 8 42 237 8 1.347 14.340 2.593 33.795 48.602
80,54 38,00 0,02 0,39 — 181,22 57,50 4,35 4(05 0,05 3,06 0,63 0.08 55.27 277,71 15,45 718.32 997,88
13.934 2.492 10 174 — 23.802 2.343 187 614 21 126 910 14 4.747 28.866 8.240 86.480 127.245
D
E 2
82 595 15 118 — 42 146
F Población activa agraria en 1994/1994 (%) 18 42 20 46 33 26 37
Población activa industrial 1993/1994 (%) 33 21 30 25 25 34 25
173 66 500 446 — 131 41 43 152 420 41 1.444 175 86 104 533 120 128
61 13(48)* 2 8 — 30 14 3 15 1 23 9 3 28 47 63 39 38
14 14 28 27 — 26 19 30 23 25 18 ?8 32 25 20 11 21 22
Densidad agraria C/D
Población activa en Servicios 1993/1994 (%) 49 37 50 29 42 40 38
Aportación de agricultura al PIB (%) 13 18 8 15 — 18 15
Aportación de industria al PIB (%) 43 22 52 32 — 31 35
Aportación de servicios al PIB (%) 44 60 40 53 — 51 50
25 38 69 65 — 44 67 67 62 74 59 63 65 47 33 26 40 40
35 7 1 2 20 24 26 3 8 0 10 3 I 28 15 21 12 13
5 52 41 57 24 29 10 28 27 53 15 48 50 18 30 24 36 35
60 41 55 41 56 47 64 69 45 47 75 49 49 54 55 55 52 52
* La FAO da para Arabia Saudí una población agraria de 13,1 % en 1996, muy por debajo de ese 48 % que figura también en el cuadro, aunque la propia FAO en el anuario de 1994 daba más del 40 % Parece que la población agraria está cayendo aceleradamente y pasando a los servicios. Fuente: Para las columnas A, B, C, D, E y F, Anuario FAO de Producción 1995. Para el resto, Images économiques du monde 1996/1997 y The World Europa Yearbook 1996. Véanse notas y Fuente de los Anexos, al final de la obra.
En Turquía, el número de camellos es fiel reflejo: hoy quedan 2.000 cuando en 1982 se contaban 8.000 y en 1950 se elevaban a 110.000. Pero en Argelia, Marruecos, Egipto, irán, o Afganistán, quedan todavía numerosos camellos, con fines de transporte caravanero, que no acaba de extinguirse. Según Mutin, la sedentarización es una exigencia de la modernización, y, aunque ¡as antiguas tribus de beduinos u otras, se conviertan en agricultores fijos o permanentes, siguen conservando en los pueblos y ciudades su estructura social tribal. El camello ha cedido paso al camión y a] todo terreno, pero éstos son los José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES actuales instrumentos del intercambio y el comercio de ganado ovino, caprino o vacuno y de los textiles y cueros, o de otras producciones conseguidas mediante el tradicional pastoreo nómada. Sólo las tribus más atrasadas de las montañas afganas cuentan todavía con un elevado censo de camellos (265.000 en 1995) y en el norte de África conserva todavía cierta entidad esta economía pastoril. Fuera de esta región, en el Sahara de Mauritania, Níger y Etiopía, están todavía extendido, pero en el mundo árabe-islámico ha entrado en franco retroceso. Las sequías y las dificultades de encontrar pastos, la excesiva presión humana y animal y la desertificación real en estos medios están acabando con el nomadismo, si bien en Irán y Afganistán e, incluso, en Anatolia, entre los kurdos de Turquía e Iraq, ha sido en parte sustituido por la trashumancia estacional, que busca los pastos más frescos de la montana durante el verano y desciende a los valles o la costa durante el invierno. La base económica de las comunidades tribales nómadas ha estado en el pastoreo de los camellos, cabras y ovejas, practicando, a veces, algún tipo de cultivo, sobre todo entre los grupos de seminómadas o trashumantes. Pero, además, los beduinos se abastecían de bienes arrebatados o exigidos a otras tribus o a comunidades agrícolas sedentarias, hecho que era considerado tradicionalmente como una especie de deporte. Los beduinos, nómadas o sedentarizados, representan una sociedad tradicional, muy ligada al medio ecológico; se mueven sobre vastos espacios y aún conservan una organización bastante arcaica. En estas sociedades, en las que el conocimiento del medio y la manera de solucionar las dificultades que presenta dependen básicamente de la experiencia, la edad cuenta por encima de otros factores, de manera que las decisiones importantes de la comunidad tribal son tomadas por un jefe (sheikh), elegido entre los miembros de mayor edad. La organización patriarcal, por lo tanto, de las distintas tribus se ha mantenido a lo largo de siglos, impermeable a los cambios, pues la tradición, la cultura y la religión constituyen atributos inmutables. Ahora bien, aunque los nómadas ocupan vastísimos espacios, la mayor parte de las comunidades rurales son sedentarias. Comunidades que se distribuyen en aldeas o pueblos de pequeñas dimensiones, con unos 400-500 habitantes de media, si bien en Irán se reducen a unos 160 habitantes por pueblo (Fisher, W. B., 1978, 135). Este poblamiento concentrado responde en gran medida a imperativos del medio, dada la escasez de agua, aunque también a la necesidad de defensa colectiva frente a calamidades naturales y hostilidades tribales. La organización socioeconómica de las comunidades campesinas ha pasado por tres fases sucesivas, que aún no han afectado a todos los países, pero que han introducido cambios profundos. En efecto, la organización tribal, dominante durante siglos, introdujo un tipo de propiedad colectiva de la tierra —Bled jmáa—, que se mantuvo al margen del derecho coránico, el cual no reconocía más que la propiedad privada o melk. Pero esta fase inicial, que en países como Irán se configuró como un típico modo de producción asiático, en el que el emperador, dueño de la tierra, controlaba a los mandatarios feudales de quienes recibía los impuestos extraídos de ¡as comunidades agrarias a cambio del cuidado de las infraestructuras de regadíos, caminos… entró en crisis desde mediados del siglo pasado. Una segunda etapa comenzó en el momento en que la tradicional economía agraria de subsistencia fue siendo sustituida por otra comercial, al integrarse estos países en el mercado internacional. Como señala Fisher, este fenómeno «iba a causar enormes cambios en la estructura de la propiedad en todo el Oriente Medio, a finales del siglo pasado y durante la primera mitad del actual. A lo largo de este período una sociedad original de grupos tribales generalmente libres fue transformada en comunidades de siervos, atados a la tierra por las deudas y por la inercia, y en la que los líderes tradicionales y los "nuevos'' propietarios se atribuyeron poderes económicos y jurídicos, que antes no tenían, sobre el campesinado. La propiedad comunal desapareció y los jefes de tribu, junto con los terratenientes absentistas, establecidos en las ciudades, pasaron a ser dueños indiscutidos de grandes propiedades» (Fisher, W. B., 1978, 212). Esta situación de extremo desequilibrio en la propiedad de la tierra, que ha sumido en la miseria a millones de fellahs (= campesinos del mundo árabe), ha pretendido ser corregida mediante las reformas agrarias, las cuales han tenido resultados muy dispares, pero que en Argelia, Egipto, Siria, Iraq, Irán, o en el antiguo Yemen del Sur han abierto una nueva etapa de desarrollo agrario. Por el contrario, en Turquía y Jordania apenas han tenido incidencia, y en Arabia Saudí, Omán y Yemen del Norte ni siquiera han sido planteadas. Pero esta sociedad rural, que ha conocido importantísimos cambios en su organización socioeconómica, en su apertura hacia el exterior, superando el tradicional aislamiento al integrarse en una economía de mercado, que ha iniciado un éxodo rural de grandes proporciones hacia los centros industriales-urbanos, conserva todavía un comportamiento tradicional, aunque sometido a fuertes tensiones por los efectos que provoca la búsqueda de la modernización económica y social, entre las cuales las contradicciones demográficas resultan reveladoras, por cuanto está contribuyendo a densificar un medio rural incapaz de absorber los excedentes demográficos procedentes del simple crecimiento vegetativo.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES b) Explosión demográfica y desequilibrios socioeconómicos como efectos contradictorios de la modernización Uno de los efectos más claros de la modernización ha sido el de la introducción de medidas sanitarias, que han reducido drásticamente los índices de mortalidad, de modo que ya están muy próximos a los bajos niveles de Latinoamérica. Salvo Afganistán, Yemen e Iraq, el resto tiene índices por debajo del 10 ‰ (Véase Anexos). Evidentemente, este acusado descenso de la mortalidad ha sido posible merced a las masivas campañas sanitarias desarrolladas por los organismos gubernamentales, merced también a la expansión de las infraestructuras, que han llegado a eliminar el aislamiento de numerosas comunidades campesinas y merced, asimismo, a la generalización de los medios de comunicación de masas, sobre todo de la radio, cuyas consignas han permitido extender una educación sanitaria. Asimismo, la inversión en hospitales y en el bienestar de los ciudadanos ha mejorado sensiblemente las antiguas tasas. Pero estos aspectos modernizadores no se han completado aún con ¡a disminución de la mortalidad infantil, que es todavía un 72 % superior a la de Latinoamérica (66,6 frente a 38,8 ‰), Esta elevada tasa de mortalidad infantil constituye un índice revelador, pues nada menos que la mitad de ellos superan la cota del 40 ‰, con la particularidad de que, salvo Afganistán, son los países más poblados los que peores índices de mortalidad infantil tienen. Frente a ellos, Israel y Kuwait han alcanzado índices bajos (7 y 13 ‰ respectivamente). Como puede comprobarse, las enormes inversiones realizadas por algunos de estos países, sobre todo los petrolíferos, han conseguido rebajar la mortalidad infantil considerablemente, pero les queda aún un largo camino por recorrer, porque ello exige un mayor nivel de desarrollo general, tanto más cuanto que los índices de mortalidad infantil son aquí directamente proporcionales al área territorial, pues sobre vastos espacios como los de Argelia, Irán, Arabia, Turquía o el propio Egipto resulta más difícil elevar los niveles sanitario-asistenciales, de los que depende estrechamente la reducción de la mortalidad infantil. Junto a ésta, las tasas de natalidad reflejan también un comportamiento pronatalista, con una media de 31 ‰. Sólo unos pocos países las tienen moderadas, alrededor del 21 ‰, pero la mayoría pasan del 25 ‰. Se está produciendo una caída evidente, pero aún no podemos hablar de transición demográfica, sobre todo cuando la tasa bruta de fecundidad (descendencia final) está todavía en tomo a los 4 hijos por mujer. Es precisamente el conjunto árabe-islámico el que manifiesta un comportamiento demográfico menos restrictivo en todo el mundo, con la sola excepción del África subsahariana. Ciertamente, esta lenta disminución de la natalidad se fundamenta en una escasa modernización social, dentro de la cual no se puede olvidar el papel marginal otorgado a la mujer en estas sociedades, basado en tener, criar y educar hijos. En Arabia Saudí, por ejemplo, el trabajo está estrictamente prohibido a la mujer, excepto en la enseñanza, hospitales y en líneas aéreas (aunque se contrata a azafatas no saudíes); incluso tiene prohibido el conducir, cosa que no sucede en otros países árabes: pero la posibilidad de acceder a la universidad para estudiar medicina o enseñanza, junto al influjo de la televisión u otros medios de comunicación de masas, van en contra de ese rol marginal de la mujer, que, previsiblemente, ha de cambiar en un futuro no lejano (Ruiz Arbeloa, L., 1981, 167-168). Y estos cambios le irán concediendo un papel muy distinto al de la procreación, que actualmente todavía se le reserva como fundamental y, en las comunidades más aisladas y atrasadas, como exclusivo. No obstante, a pesar de las tendencias integradoras de la mujer en todo el mundo, en este conjunto regional parece que el tiempo no pasa para la mujer, pues la destrucción del Estado en Argelia, o el fundamentalismo islámico en general, parecen ir a contracorriente del sentido de ia historia. La resultante de estos factores es un enorme crecimiento demográfico, que con una media de 2,4 % anual, es muy superior al promedio del mundo subdesarrollado (1,8 %). En estos países de vastísimos espacios y, por lo general, con abultados recursos financieros, parece que el crecimiento no debería plantear problemas y, sin embargo, ha abocado a los mismos fenómenos que en otras regiones del Tercer Mundo. Aquí, la escasez de tierras cultivables ha provocado una aguda presión humana en el campo, que se ha saldado con un fuerte éxodo rural hacia las ciudades, las cuales reciben las mayores inversiones, creando empleos que atraen tanto a trabajadores nacionales como extranjeros, de modo que en Kuwait y algunos otros pequeños países del Golfo la población inmigrante supera a la autóctona, pero en los países de población más numerosa o con menores recursos (Marruecos, Egipto, Turquía, Irán, Afganistán) ha provocado la típica dualidad y desequilibrios urbanos, como veremos más adelante. En suma, si las disponibilidades financieras derivadas de la venta del petróleo han posibilitado una fuerte expansión económica, con la creación de diversos polos de desarrollo industrial y urbano, todavía queda un largo camino por recorrer en el proceso de modernización, como lo demuestran las disfuncionalidades de la organización social o las elevadas tasas de analfabetismo, que afecta a un 38,5 % de la población, y la todavía moderada esperanza de vida, que alcanza los 65 años, un poco por debajo de la media mundial (= 65,7 años en 1997). Datos que continúan reflejando una clara situación de subdesarrollo, lo que no ha impedido la atracción de importantes contingentes de inmigrantes extranjeros, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES que han mutado las estructuras demográficas de los países del Golfo, si bien la caída de los precios del petróleo en los años noventa ha provocado una repatriación de millones de personas procedentes de Asia meridional y sudoriental. La explosión demográfica, pues, no ha perdonado a las sociedades magrebíes y de Oriente Medio y está incidiendo negativamente en su desarrollo socioeconómico, que, contando con una elevada población activa agraria (= 38 %; véase cuadro XII,3), se ha tenido que orientar hacia una línea desarrollista industrial y de servicios, pero sin poder practicar economías de escala, dada la escasez de población, si bien algunos de los países petrolíferos han orientado los petrodólares hacia la obtención de rentas financieras (Kuwait, Bahréin, EAU...). El campo, mientras tanto, en el que habita en tercio de la población, que disminuye en términos relativos pero aumenta en términos absolutos, se ve sometido a una organización social disfuncional, con una estructura de la propiedad desequilibrada, con una creciente presión demográfica a pesar de la debilidad del poblamiento, con una economía agraria muy heterogénea, que va desde el pastoreo nómada, pasando por la agricultura de subsistencia, a un tipo de agricultura comercial, a veces muy modernizada, integrada en un mercado nacional y raramente internacional, porque el mundo árabe-islámico es deficitario en productos agrarios básicos. Es a las comunidades campesinas a las que menos han llegado los ecos del desarrollo. 2.
UNA ORGANIZACIÓN RURAL Y UNAS ESTRUCTURAS AGRARIAS DISFUNCIONALES, CON UNA CRECIENTE PRESIÓN SOBRE LA TIERRA
El espacio y sector agrarios adquieren una singular importancia desde el momento en que representan la primera fuente de empleo en el conjunto regional, con tasas medias del 38 %, que superan el 30 % en todos los grandes países, como Egipto, Irán, Turquía, Afganistán (véase cuadro XII.3), si bien su participación en el PIB guarda muy poca relación con el empleo que sustenta: tan sólo el 13 %. Este dato refleja el escaso valor de las producciones agrarias en la economía general y la pobreza del campesinado; aspectos que descansan en unas estructuras productivas y sistemas agrarios poco evolucionados, a pesar de las transformaciones experimentadas desde los años cincuenta y a pesar del enorme esfuerzo inversor llevado a cabo durante los años de las grandes rentas del petróleo (1973-1982) o a pesar de la prioridad dada a la agricultura en otros momentos por algunos gobiernos como Egipto o Argelia. a)
Las estructuras productivas y los sistemas agrarios
Las condiciones ecológicas de este sector del norte de África y de! Oriente Medio dificultan enormemente la extensión del labrantío, de manera que las tierras arables tan sólo alcanzan el 8 % de la superficie total, produciéndose fuertes disparidades entre unos países y otros; pues mientras no hay más que cinco cuyo terrazgo supera el 2C % —Israel, Turquía, Líbano, Siria, Túnez y Marruecos—, en el extremo opuesto se sitúan varios que no alcanzan ni el 2 %. No obstante, estos datos se deben matizar, pues no todas las tierras arables se cultivan anualmente, dado que en este mundo de aridez tan sólo el regadío puede hacer crecer las cosechas ininterrumpidamente. Ahora bien, del millón de km2 cultivados, el riego no afecta más que a una cuarta parte, con lo cual las potencialidades del escaso terrazgo total se ven limitadas por su permanencia en barbecho hasta 4 de cada 5 años, aunque se tiende al sistema de año y vez. Pero incluso en las áreas de regadío se deja barbecho cuando no se dispone de fertilizantes, si bien los limos depositados por las crecidas renuevan la fertilidad de los suelos. En total, el regadío aporta en torno al 75 % de la producción agraria del conjunto regional (FAO, 1987,32), con la particularidad de que se están haciendo grandes esfuerzos inversores para incrementarlo y para mejorar las técnicas de cultivo y elevar los rendimientos (véase cuadro XI1.4), pues, ante la pobreza del medio, se siente la necesidad perentoria de cubrir la demanda interna de alimentos, incluso recurriendo a fuertes subvenciones a los agricultores. En cualquier caso, el regadío se revela como una necesidad, puesto que los cultivos de secano sólo pueden prosperar sobre aquellas regiones que reciben más de 250 mm de precipitaciones anuales, y «dada la escasez de estas áreas» se ha acudido al riego ya desde épocas muy antiguas, al tiempo que todos los países han planteado proyectos, de mayor o menor alcance, para aumentar el labrantío regado mediante embalses de superficie o sistemas de captación de aguas subterráneas. El regadío ha tenido un gran valor histórico tanto en los oasis como en los valles de los grandes ríos o en determinadas áreas regadas con agua extraída de los pozos o de qanats. El sistema de qanat, conocido ya hace 4.000 años y originario probablemente de Irán, se ha mantenido hasta la actualidad, aunque hoy tiende a ser sustituido por perforaciones y pozos con motobombas. Consiste en un túnel subterráneo de pequeña pendiente, que arranca de un salífero, descubierto previamente mediante un pozo-madre, desde donde se conducen las aguas hasta distancias de cientos de metros y a veces hasta 50 e José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES incluso 100 km. Estos qanats, denominados también foggaras en el Levante, karez en Iraq ofellej (aftaj en plural) en Omán y en el Sur, pueden proporcionar hasta 50 m3/hora (y algunos hasta 300 m3/hora), aunque con fuertes oscilaciones estacionales (Fisher, W. B„ 1978, 37). El peso de la tradición y la necesidad de evitar pérdidas de agua por evaporación, está manteniendo vivas estas construcciones, que conviven con las actuales motobombas y tuberías de PVC o de chapa galvanizada. La distribución del agua sobre la tierra se realiza mediante inundación por gravedad en los valles de los grandes ríos, o bien mediante equipos de aspersión y hasta por goteo controlado por ordenador allí donde es más escasa, como en algunos oasis de Arabia Saudí o en el Negev israelí, aunque esta última técnica sólo se emplea para cultivos de alto valor comercial. La tradicional extracción del agua mediante fuerza de tracción animal ha dado paso a la extracción mediante motores, presentes por doquier, si bien las norias continúan siendo utilizadas per los campesinos pobres. A los secanos y regadíos se suman los espacios incultos, pero aprovechados para pastos. La explotación de todos ellos no permite normalmente conseguir unas producciones suficientes para alimentar a una población que crece muy deprisa; por lo que, salvo en Israel y Turquía, se deben importar alimentos. El regadío, omnipresente, es el responsable, junto con la creciente mecanización y uso de fertilizantes químicos, del incremento de los rendimientos, apenas perceptible globalmente, puesto que afecta sobre todo a los cultivos hortofrutícolas y a los más comerciales, pero en conjunto los rendimientos son pobres, como puede verse en el caso de los cereales, que, ocupando el 48 % de las tierras labradas, constituyen el cultivo básico, al que se suman el olivo, la vid, la palmera datilera, higuera, patata, lentejas..., base de un policultivo de autoconsumo, mezclado con algún cultivo comercial (algodón, caña, tabaco, la propia palmera...) y con algo de forraje para el ganado. Dentro de los cereales, el trigo, que tuvo aquí su cuna histórica, predomina sobre los demás, ya que ocupa casi los dos tercios del labrantío cerealista (63 %), pero también con unos rendimientos bajos, salvo en el caso de los pequeños países que lo cultivan en plan experimental, o en Israel, o Turquía, país éste que tiene grandes disparidades regionales en los rendimientos pero que se ha convertido en un gran productor de alimentos básicos. Turquía, ciertamente, representa una excepción en el conjunto de Asia suroccidental. Sus condiciones ecológicas son mucho más favorables para cualquier tipo de cultivo que en el resto de los países, situándose entre los 10 primeros productores mundiales de trigo. A nivel general, incluso, sobran productos alimenticios en el país, que se pierden por no existir una industria transformadora capaz de absorberlos y exportarlos. En este sentido, resulta revelador el caso de la avellana, de la que Turquía produjo en 1996, fundamentalmente en torno a las riberas del mar Negro, 410.000 tm, que son exportadas a la UE, Estados Unidos y Japón, principalmente, aportando el 70 % del mercado mundial de la avellana, que se orienta, sobre todo, a cubrir la demanda de las fábricas de chocolate. También se han desarrollado otros cultivos comerciales de importancia, como la palmera datilera en el Chat-el-Arab, donde, en virtud del encharcamiento estacional, llega a dar grandes rendimientos, con producciones destinadas al mercado nacional e internacional. Asimismo, el algodón prospera sobre estos medios áridos, regados, con producciones destacables en Egipto (900.000 tm de algodón sin desmotar en 1996), Siria (760.000 el 0,8 % del mundial), Irán (512.000 tm), Israel (113.000) y sobre todo Turquía, con 2.089.000 tm, equivalentes al 4,3 % del mundial. Cuadro XII.4. aprovechamientos
Argelia Egipto Libia Marruecos Túnez Total Áfr. del Norte Afganistán Arabia Saudí Bahréin EAU Gaza Irán Iraq Israel Jordania Kuwait Líbano Omán Qatar Siria Turquía Yemen, Rep. del Total Asia SO
Km2 cultivados 1996 80.690 32.830 21700 93.000 48.780 277.000 80.540 38.300 20 740 260 185.000 57.500 4.350 4.100 50 3.070 630 80 59.710 271.150 15.500 721.000
Superficies, rendimientos y abonado en determinadas cultivos y
% de tierras cultivadas 3,38 3.49 1.23 20,81 30,27 4,66 12,35 1,77 4.34 0,89 5,00 11,00 13.12 20.66 4.5¿ 0,28 29,42 0,30 0,73 29,85 35.58 2,93 10,51
2
Km regados 1995 5.550 32.830 4.700 12.580 3.610 59.270 28.000 5.500 30 680 120 72.640 35.250 1.950 750 50 880 620 130 10.820 41.860 4.850 204.130
% regadío sobre superficie cultivada 6.9 100,0 21,7 13,5 7,4 21,4 34,8 14,4 150,0 91,9 46,2 393 613 44,8 18.3 100.0 28,7 98,4 162,5 18,1 15,4 31,3 28,3
Cereales 1996 (miles ha) 3.597 2.545 468 6.011 1.975 14.596 2.217 536
Cereales 1996 (kg/ha) 1.279 6.499 685 1.680 1.458 11.601 1.156 3.506
Trigo 1996 (ha) 2.225 1.017 160 3.212 1.249 7.863 1.620 265
1 2 9.655 2.886 112 101 0,4 40 3 2 3.325 13.935 704 33.519,4
7.487 529 L772 644 1.437 973 5.037 1.850 2.180 2.914 1.793 2.106 943 34.327
1 1 7.200 1.500 95 48 24 1 1.695 9.350 103 21.903
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
Unidades fertilizantes 1994 (kg/ha) 16,3 285,7 48.8 31.2 21.6 58,4 5,0 119,7 3333 378,4 52.2 49,0 225,3 34,6 200,0 117,6 142,9 250,0 67,8 79,5 7,1 62,7
ESPACIOS Y SOCIEDADES Total. Áfr. N.+ Asia SO
998.000
7,77
263.400
26,4
48.115,4
45.928
29.766
Nota: El porcentaje de regadío superior al 100 % de las tierras cultivadas incluye tierras dominadas por infraestructuras de negó, aunque no estén cultivadas. Fuente FAO. Anuario FAO de producción 1996 y Anuario FAO de fertilizantes 1994.
Este restringido panorama de la agricultura de Asia suroccidental y África del Norte no puede cerrarse sin una referencia al valor de la ganadería. Ya señalamos la importancia que alcanza entre los nómadas, para quienes constituye la base de su economía, pero, además, está muy extendida entre los agricultores sedentarios, a quienes les sirve de complemento alimentario Según Fisher la ganadería aporta el 40 % de la producción agraria de Iraq e Israel, alrededor de un tercio en Líbano y Jordania y menos de una cuarta parte en Siria. Pero estas magnitudes provienen más del enorme desarrollo de la cabaña que de su calidad, pues los rendimientos en leche y carne son muy pobres, excepto en Israel y en ios pequeños países petrolíferos, por las fuertes inversiones realizadas para conseguir una ganadería selecta. En cualquier caso, llama la atención la abultada cabaña de ovino y caprino, que en irán alcanza 77,2 millones de cabezas (4 5 % de la mundial); en Turquía 43 millones (2,5 % de la mundial); 20.5 millones en Argelia, otros 21 en Marruecos, 16,5 millones en Afganistán.... dado que este ganado, muy rústico, se adama perfectamente a este medio ecológico de pastos pobres, aunque en los últimos años ha retrocedido bastante, debido a la presión humana que obliga a sustituir los alimentos de origen animal por los de origen vegetal. El ovino de Afganistán constituye una de sus escasas bases económicas, pues pertenece a la raza Karakul, de ¡a que se obtienen las denominadas pieles de Astrakán, junto con tapices elaborados con esta lana. El mundo de África del Norte merece una consideración especial, por haber estado sometido a un proceso colonial que dejó algunas herencias significativas en los aprovechamientos agrarios. El Magreb es «una de las pocas regiones del globo en donde la colonización europea ha tenido el tiempo suficiente y la voluntad de establecer las estructuras necesarias para el desarrollo de una economía moderna» (Isnard, H., 1978,78). Francia en el Magreb siguió los criterios prevalecientes en el Antiguo Régimen: «Para que una colonia sea útil es preciso que produzca géneros distintos a los que produce La metrópoli.» Un político francés decía en 1830: «Comunico de antemano que todos los tipos de cultivos que enriquecen nuestras colonias pueden llevarse a cabo con éxito en Argel La caña de azúcar, el algodón y el café crecerán sin dificultad, también se obtendrá cacao fácilmente y el índigo cultivado cuidadosamente se aclimatará al poco tiempo.» La filoxera en Francia animó los viñedos de Argelia (400.000 hectáreas en 1935); Túnez y Marruecos siguieron el ejemplo. En Túnez también se desarrollaron plantaciones de olivos, como los de Sfax. A la viticultura siguieron los cultivos de agrios y el trigo en las regiones más secas y de peores suelos, que merced a la mejora de los transportes, permitían una fácil salida hacia la metrópoli, e incluso a otros países extranjeros. En 1933 el viñedo de Argelia suponía el 66 % del valor de sus exportaciones. Pero la agricultura moderna era practicada por colonos europeos, generalmente en grandes propiedades, de más de 100 hectáreas, en tanto que los campesinos -los fellahs— continuaban con la agricultura tradicional y la cría de lanar mientras fue posible, pues cuando en el siglo actual la presión demográfica creció se acudió a la industrialización como solución. Los arcaísmos e inercias señalados, que se traducen en un bajo nivel de vida en los medios rurales, no encubren, sin embargo, cambios, a veces fundamentales, ocurridos desde los años cincuenta. b)
Transformaciones y progresos en la organización rural
Las transformaciones decisivas se refieren a la estructura de la propiedad y al régimen de tenencia de la tierra, de manera que las reformas agrarias y la expansión de las cooperativas representan las más destacables, a las que habría que añadir las que ya hemos comentado respecto a la modernización de las explotaciones. El control de la tierra por parte de unos pocos feudales o terratenientes era norma común en los momentos posteriores a la II Guerra Mundial, de modo que en Iraq el 2 % de los propietarios controlaba el 68 % de las tierras cultivadas, y en Siria el 1 % de los propietarios poseía la mitad de la tierra; resultando una distribución similar en Turquía o en Irán, donde poco más de 400 terratenientes disponían del 57 % de todos los pueblos iraníes (Fisher, W, B., 1978, 212). Pero, además, los grandes propietarios solían ser absentistas, que no veían en la tierra más que un medio seguro de inversión. Al problema de la desequilibrada estructura de la propiedad se añadía el de unos arrendamientos encarecidos por los intermediarios y el de un tipo de aparcería injusta, que obligaba al aparcero a entregar hasta los dos tercios de la cosecha al propietario. En esta situación, se abordaron las reformas agrarias, como consecuencia de revoluciones políticas en Siria e Iraq; también con carácter radical en el antiguo Yemen del Sur; en irán se llevó a cabo una reforma conocida como «revolución blanca»; en Turquía y en Jordania las reformas apenas tuvieron eco, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
61,5
ESPACIOS Y SOCIEDADES y en el otro Yemen. Omán y Arabia Saudí ni siquiera se plantearon. Destacan los casos de Irán, Iraq, Siria y Argelia. En África del Norte el acaparamiento privado de tierras condujo a graves desequilibrios, saldados con unas reformas agrarias totalmente insuficientes, como la que realizó el Egipto nasseriano de la década de los cincuenta o como la iniciada en Argelia en 1972 como una «revolución agraria», que ha conducido a resultados decepcionantes, tanto más cuanto que el gobierno orientó su estrategia económica al desarrollo industrial, marginando el agrario, como lo demuestra el hecho de que entre el primero y el segundo plan cuatrienales de los años setenta, la parte de las inversiones consagradas a la agricultura pasó de un 13,5 a un 7,3 % de todas las inversiones públicas (Adair, Ph., 1982, 64). Argelia conserva todavía hoy los rasgos de un país con dependencias y déficit alimentario, a pesar de contar con un sector agrario exportador y modernizado, en parte heredero de las mejores explotaciones coloniales, muchas de ellas organizadas en cooperativas; Egipto, asimismo, ha sido incapaz de hacer frente a sus propias necesidades alimentarias, y las reformas agrarias no constituyeron más que un remiendo en el desequilibrado panorama estructural de su agricultura. En Libia, la reforma agraria del coronel Gadafi supuso la nacionalización y redistribución de las tierras de los colonos y otras privadas y, desde 1977, declaró que la tierra no era de nadie, sino que cada uno podría explotar durante toda su vida aquella que fuera capaz de trabajar (Dumortier, B., 1997, 66). En cuanto a Irán, cabría afirmar, con Le Coz, que se trata de «la más "otorgada" de las reformas agrarias en el país de "modo de producción asiático" más afirmado» (Le Coz, J., 1976, 214). Aquí, el número de campesinos sin tierra, que vivían como jornaleros, alcanzaba un 48 % de la población rural. En 1961-1962 se promulgaron las leyes de la reforma, que establecían techos de propiedad y obligaban a los propietarios de pueblos a quedarse con uno sólo de los que dominasen, recibiendo indemnización por el resto. Estas medidas tuvieron rápida aceptación y en 1966 se habían beneficiado de ellas casi la cuarta parte de las familias rurales. A estas medidas siguieron otras en 1963 para favorecer los arrendamientos a largo plazo (30 años) y eliminar los abusos de la aparcería. En 1969 se completó la ley con disposiciones que favorecían a los arrendatarias para el acceso a la propiedad. La reforma agraria iraní, dictada por el gobierno del sha para buscar el apoyo de las clases campesinas frente al poder de los estamentos religiosos, benefició a la mitad de las familias rurales, que se vieron libres del yugo feudal, pero, a pesar del progreso realizado y del encuadramiento de los campesinos en organismos cooperativos, parece ser que el campesinado se ve impotente ante el liberalismo del mercado, que permite a los comerciantes acumular las plusvalías generadas por los agricultores. Al mismo tiempo, y dado su bajo nivel cultural, encuentran una barrera infranqueable en la tecnocracia administrativa a la hora de solicitar créditos, tramitar contratos, etc. Finalmente, la explosión demográfica está reduciendo considerablemente el tamaño de las explotaciones, con lo que no se presenta otra alternativa que colonizar nuevos espacios mediante el regadío (fenómeno potenciado por los grandes proyectos oficiales) o emigrar a las ciudades. En Iraq, la reforma se inició en el mismo año que triunfaba la revolución —1958—, con la pretensión de acabar con el poder de la oligarquía feudal, estableciéndose un techo de 100 ha en regadío y de 200 en secano, lo que permitió la expropiación de 1,5 millones de ha, pero que se distribuyeron lentamente y no afectaron más que a una parte reducida de la población rural. En Siria, la ley de 1958 limitó la propiedad a 80 ha de regadío y 300 de secano, lo que posibilitó la distribución, en los 12 años siguientes, de 160.000 ha (más del 80 % en regadío), entre 250.000 familias. Pero, quizá, el aspecto más interesante estuvo en la organización cooperativa introducida, En efecto, tanto aquí como en Iraq, la cooperativa se vio necesaria para hacer frente a las tareas de compra de insumos y comercialización de productos, que antes realizaban los terratenientes. El gobierno sirio estimuló, incluso, las cooperativas de producción, aunque se están imponiendo las de servicios, que se ven como más viables (Bianquis, A. M., 1979, 301), En las décadas de los setenta y ochenta el movimiento cooperativo, según la FAO, tomó gran fuerza, de modo que entre 1973 y 1983 el número de cooperativas aumentó en un 52 % y, en ese último año, más de la mitad de los trabajadores agrarios del conjunto regional estaba integrado en cooperativas (FAO, 1987,11). Al final de proceso, las reformas agrarias no han conseguido más que truncar el vértice de la pirámide, pero las diferencias entre una clase dominante y capitalizada y un campesinado empobrecido se han agrandado incluso, merced al crecimiento explosivo de la población agraria, que no ha podido ser contrarrestado con el incremento del regadío ni con las mejoras técnicas. Un caso extremo de organización cooperativa son los kibutzim israelíes, que se localizan normalmente sobre áreas de colonización o de frontera militar, configurándose como pueblos de pequeñas dimensiones (menos de 1.500 personas), en los que ia propiedad de la tierra es estatal y todos los demás bienes y servicios son comunales; cumplen, pues, no sólo una función productiva, sino también de apertura de nuevos espacios agrarios y de defensa militar. En suma, el mundo rural esté experimentando profundas transformaciones que se derivan, en primer José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES lugar, de las iniciativas estatales; entre las cuales hay que destacar los esfuerzos orientados a la transformación de nuevos espacios en regadío, principalmente en los bordes del desierto Salado de irán, en la península Arábiga, en Iraq, en Libia, en Turquía con el magno proyecto de la presa de Ataturk (inaugurada en 1992, con una capacidad de 48.000 Hm 3, equivalentes a todo el agua embalsada en España), en la cabecera del Éufrates; este proyecto ha provocado las protestas de Iraq y de Siria, país que se ve con problemas para llenar el embalse de Assad (12,000 Hm 3) y que, junto con otras grandes presas, hacen del Éufrates una auténtica escalera de agua, de vital importancia para estas tierras áridas. Pero estos planes se ven condicionados por la cuantía de ¡as disponibilidades hídricas —superficiales o subterráneas—, que son más abundantes en los países montañosos que en los de llanura, salvo en Iraq, y que en el caso de Arabia Saudí están haciendo disminuir rápidamente los acuíferos fósiles (véanse los grandes aeríferos en la fig. 12.3). En segundo lugar, las transformaciones vienen provocadas por la propia dinámica económica de estos países, en los que se está produciendo una creciente industrialización que afecta a los principales centros urbanos. V.
Transformaciones industriales y urbanas
Aunque existen profundas diferencias entre unos países y otros, el proceso de desarrollo industrial en África del Norte y Asia suroccidental presenta unas singularidades difíciles de encontrar en otras partes del Tercer Mundo. No se puede decir lo mismo, sin embargo, del proceso de urbanización, pues el crecimiento industrial ha afectado a unos núcleos, escasos en número pero de grandes dimensiones, que, en conjunto, tienen los mismos problemas y lacras que otras ciudades del mundo subdesarrollado. 1.
UNA INDUSTRIALIZACIÓN ACELERADA
Ciertamente, el proceso de industrialización difiere sensiblemente del de Latinoamérica, pues aquí no se pretende llevar a cabo una sustitución de importaciones, o del de algunos países del sureste de Asia en los que la «industrialización por invitación» ha tomado carta de naturaleza. Muy al contrario, la industria surge aquí contó resultado de unas enormes disponibilidades financieras, que, tras años de titubeos, se han orientado a cumplir una estrategia industrial, basada en el desarrollo de empresas competitivas, que puedan mantenerse cuando se acabe la riqueza energética. Esta estrategia industrial es relativamente reciente, como se comprueba por la escasa entidad de la industria, y cuenta, además, con poderosos condicionantes. En efecto, si nos atenemos a la población activa empleada en el sector secundario, sólo Israel, Túnez, Libia y Argelia superan el 30 %, mientras algunos otros, de pequeñas dimensiones territoriales y demográficas rondan del 25 al 28 %, mientras la media general del conjunto regional se sitúa en un mero 22 %. Ello no obsta para que los ritmos de crecimiento se mantengan elevados, como sucedió en la década de los sesenta, en la que el producto industrial creció a un ritmo superior a un 10 % anual, acelerándose posteriormente, a raíz de la crisis del setenta y tres, merced a la afluencia masiva de petrodólares y a los planes desarrollistas planteados. La década de los ochenta ha tenido un comportamiento ambivalente, pues tras la segunda crisis del petróleo, de 1979, la masiva afluencia de petrodólares provocó una explosión de proyectos industriales, sobre todo en la petroquímica, fertilizantes, construcción, metalurgia..., muchos de los cuales han sido modificados o retrasados, tanto por la caída de las rentas petroleras, como por la inversión de una buena porción de ellas en gastos militares, dada la penosa y persistente situación militar de los países del Golfo. Los años noventa han conocido un ajuste, en parte derivado de las presiones del FMI sobre los países endeudados (Egipto, Argelia, Marruecos), que Íes ha abierto al capital y la industria exterior en condiciones de competitividad en el mercado mundial. Ahora bien, si en contra de lo que ha sucedido en casi todos los países tercermundistas, los del golfo Pérsico han contado con un sólido respaldo financiero para sus proyectos industriales, se han visto y se ven enfrentados, sin embargo, a un condicionante fundamental: la pequeñez de su mercado. En este sentido, sólo Irán y Turquía gozan de un amplio mercado potencial de consumidores, si bien los turcos no cuentan con petrodólares. En este panorama de pequeños estados, con reducidas dimensiones demográficas, que, por otro lado, albergan a una población de bajo nivel de consumo y muy diseminada sobre vastos espacios rurales, no se pueden poner en práctica economías de escala; por lo que las industrias que se implanten, si quieren ser competitivas, deberán orientarse básicamente a la exportación. De ahí la prioridad que se ha dado a las industrias derivadas del tratamiento del petróleo, de modo que, como ya señalamos, la capacidad de refino del conjunto regional, alcanzando 71,38 millones de tm en 1964 (4,7 % de la mundial), se elevó a 221 millones en 1982, equivalentes al 5,6 % de la mundial, y a 363 en 1996 (9,5% de la mundial). Otros condicionantes de peso nacen de la escasez general de mano de obra y, sobre todo, cualificada. Por ello, y principalmente en el caso de los mayores productores de petróleo, la inmigración de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES trabajadores sin cualificar, así como de cuadros y técnicos se ha extendido ampliamente, de manera que en Kuwait y algunos otros países del Golfo el número de inmigrantes llegó a superar al de los autóctonos, si bien en la década de los noventa hubo repatriaciones masivas, debidas a la cancelación de algunos grandes proyectos industriales e infraestructurales, a consecuencia de la disminución de las rentas petroleras. Como resultado de estos condicionantes ha cristalizado un tipo de industria poco diversificada, de alta tecnología por lo general, y muy concentrada en unos cuantos núcleos urbanos. Sin embargo, no se pueden pasar por alto las disparidades entre unos países y otros. Israel, Turquía e Irán cuentan con las estructuras industriales más completas y diversificadas. El primero, debido a su particular significado como Estado de los judíos, que ha contado con apoyo internacional y que ha creado una industria cuyas exportaciones suponen el 80 % del total de exportaciones israelíes. Industrias alimentarias para el consumo nacional, e industrias eléctricas y electrónicas para usos militares, además de la talla de diamantes representan las ramas más importantes. Turquía, lo mismo que Israel, aunque sin sus disponibilidades financieras, se sale un tanto de la norma, pues, aunque sin petróleo, cuenta con una gran riqueza minera que va desde el carbón (en el NO del país) al cromo, cuya producción de 346.000 tm (1991) suponen el 11,2 % del total mundial. La industria turca ha conseguido producir, no sólo bienes de consumo, sino también, aunque a reducida escala, de equipo. Por otro lado, si la gran industria se concentra en las principales ciudades, la industria tradicional, sobre todo la textil (tapicerías, alfombras...), se halla mucho más dispersa por los medios rurales, donde frecuentemente se mantiene en un estadio artesanal. Finalmente, Turquía produce mineral de hierro (en Izmit y Divrig), que ha permitido instalar plantas siderúrgicas en Zonguldak, aprovechando los yacimientos de carbón, además de en otros núcleos. Por todo ello, la industrialización turca se parece más a la de los países latinoamericanos que a la de los otros de Asia suroccidental. No obstante, en cuanto a potencia industrial, Irán sigue de cerca a Turquía, si bien la guerra irano-iraquí destruyó parte de sus plantas industriales, como sucedió con la refinería de Abadán (Irán) o la de Basara (Iraq), de modo que en Irán la capacidad de refino cayó desde 63,7 millones de tm anuales antes de la destrucción, a 28,2 millones de tm en 1982, aunque alcanzó ya 62,1 millones de tm en 1996, pero Iraq no ha podido recuperarse, debido al embargo internacional. Evidentemente, el conflicto bélico ha incidido muy negativamente en el desarrollo industrial iraní, aunque la tímida liberalización iniciada en 1990 está empezando a dar sus frutos. La explotación del gas está constituyendo una palanca de industrialización (posee las segundas reservas mundiales de gas, tras la ex URSS). En cualquier caso, se trata de uno de los países del conjunto regional con mayores posibilidades por la abundancia no sólo de petróleo y gas, sino de numerosos minerales no energéticos, por lo que su política industrial se ha basado en el desarrollo de las industrias básicas (petroquímica, fundición de aluminio, siderurgia), además de toda una gama de industrias ligeras orientadas al mercado nacional. La industria iraní, no obstante, está muy subutilizada, pues lo megalómanos proyectos de la época del sha no podían conducir más que a una clara infrautilización. Los demás países han primado también las industrias derivadas del petróleo, a las que suman otras de distinto carácter, según las necesidades o conveniencias, pero siempre con limitadas producciones, dada la exigüidad del mercado. No obstante, Arabia Saudí ha puesto en marcha grandes planes industriales, sobre todo de industria pesada, que están modificando sustancialmente su economía tradicional. No sólo refinerías sino también plantas de tratamiento de gas, para la producción de etileno, nitrógeno y metanol, han sido construidas en Jubail, sobre el Golfo (al norte de la terminal de Ras Tanura). En Jubail, asimismo, se ha inaugurado la mayor planta del mundo para la desalinización de agua marina, desde donde se transporta hasta Riad. Igualmente, se ha buscado diversificar las ramas industriales, invirtiendo en fábricas de cemento, en proyectos mineros, fertilizantes, siderurgia..., de manera que se han formado tres grandes polos industriales: uno en el golfo Pérsico (en torno a Ras Tanura: Jubail, Damman, Dhahran y Al-Jubar), otro en torno a Riad y un tercero en el mar Rojo, en torno a Jeda, Otro de los países con posibilidades de desarrollo industrial —Iraq— ha seguido, a grandes rasgos, las mismas directrices que los demás productores de petróleo, aunque aquí el régimen de Sadam Husein ha puesto en práctica una política de planificación centralizada, reservando el papel primordial al sector público. Lo mismo que en Irán, los gastos bélicos están erosionando seriamente la economía del país y su temeraria aventura de invasión de Kuwait (agosto de 1990), con la destructiva guerra posterior y su rendición total el 3 de marzo de 1991, han modificado sustancial y negativamente el panorama industrial y económico de este país, que todavía en 1998 no ha sido capaz de enderezar el rumbo de su economía. La resolución 986 de la ONU, conocida como «petróleo por alimentos» entró en vigor en diciembre de 1996 por seis meses renovables, autorizando a vender productos petroleros tan sólo por valor de 2.000 millones de dólares, de los que 1.320 deben ir destinados a la compra de alimentos y medicinas y el resto a pagar indemnizaciones de guerra. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Los pequeños Estados del Golfo se han orientado hacia un tipo de industrialización basado en la petroquímica, aunque Bahréin, en función de sus escasas reservas petroleras, está desarrollando plantas de fundición de aluminio y astilleros. Los países más atrasados en el campo industrial son Afganistán, al que podemos caracterizar como un auténtico desierto industrial, en el que tan sólo destaca la elaboración de tapices por métodos artesanales, a los que se suma la industria textil algodonera, y Yemen. La República de Yemen tiene una cierta actividad industrial en el puerto de Adén, en el que se asienta una refinería de petróleo. Obtiene sus principales ingresos de la agricultura y de las remesas de los yemenitas emigrados a Arabia Saudí, si bien la guerra del Golfo ha provocado un retorno masivo durante los noventa. Como otros países del conjunto regional, ha aceptado un ajuste estructural impuesto por el FMI para recibir préstamos destinados a desestatizar la economía. La industrialización del Magreb, en principio, era de tipo tradicional (fábricas de harinas, destilerías, conservas de legumbres), es decir, industrias alimentarias, a las que se sumaban las mineras, como la explotación de fosfato primero y petróleo más tarde. La pesca artesanal fue también sustituida por la industrial. Pero fue, sobre todo, en la minería donde se invirtieron grandes sumas por parte de capitales franceses, suizos, belgas y norteamericanos; por ejemplo, en petróleo estaban representados los intereses de la British Petroleum, Esso, Mobil Oil y Royal Dutch Shell. Aunque tomó auge a partir de la II Guerra Mundial, tampoco dejó de tener carácter colonial: predominio de industrias de extracción y transformación de productos mineros y agrícolas (tratamiento de fosfatos y minerales no ferrosos...). Así, en Marruecos en 1955 las materias primas y productos semielaborados representaban el 48 % del total de exportaciones, frente a un 4 % los productos terminados. Y en Túnez, 61 y 4 %, respectivamente (Isnard, H., 1978, 86). La infraestructura viaria evidencia también una herencia colonial: las regiones mejor comunicadas son las costeras, en las que se establecieron los colonos, en tanto que en el interior, montañoso y estepario, las pistas y caminos tradicionales predominan de una manera absoluta, mientras las escasas carreteras tienen a menudo objetivos estratégicos; los ferrocarriles aportan poco a Las regiones que atraviesan: son líneas de enlace entre los puertos y las explotaciones mineras. Por lo que la falta de integración regional no se corrige. La colonización francesa del Magreb, a pesar de los aspectos negativos, ha dejado unas estructuras económicas bastante más dinámicas que las heredadas por el resto de los países africanos. Algo similar, aunque con sus singularidades, podríamos decir de Libia y Egipto. Dentro del conjunto regional, son los países más industrializados, especialmente Egipto y Argelia, en los que existe una cierta diversificación y estructura industrial. La población activa se eleva a un 25 %, frente a un 21 % en el Oriente Medio. Egipto, concebido por los ingleses como un exportador de algodón, centró su industria tradicional en el textil. Tras el triunfo de los oficiales libres comenzó una diversificación basada en el modelo soviético, con industrias básicas, producción de electricidad y cemento, nacionalización de la banca y el comercio exterior..., pero el peso del Estado en la industria ha sido excesivo y en la actualidad los grandes planes de apertura económica no tienen suficiente respuesta exterior, ante la inseguridad política y la falta de acuerdos de paz con Israel. La distribución industrial por ramas revela una importancia decisiva de la agroalimentación (un 33 %), seguida del textil (un 26 %), metalurgia, mecánica y aparatos eléctricos (25 %) y química (un 16 %). El modelo industrializador y autogestionario de Argelia siguió un camino parecido, aunque el proceso de pérdida de protagonismo del Estado ha empezado ya. La industria y la economía argelina siguen caminos ambivalentes y contradictorios. Parece que el proceso de di versificación industrial avanza: se está procediendo a sanear y privatizar empresas públicas; los ingresos del petróleo y del gas permiten la puesta en marcha de planes de explotación de las regiones y recursos interiores, pero el fundamentalismo islámico está convirtiendo a este país en un territorio en desintegración. Frente a él, Marruecos ha emprendido una marcha prudente hacia la consolidación económica, merced sobre todo a las inversiones exteriores en industrias ligeras, en parte procedentes de España y de la Unión Europea, que están modernizando económicamente a este atrasado país, merced a las rentas de situación que recibe. No obstante, uno de los pilares de la industria marroquí han sido los fosfatos, de los que exporta unos 14 millones de tm/año. La Oficina jerifeña de Fosfatos, con sede en Casablanca, da empleo a 21.000 personas y cuenta con dos complejos químicos (Marruecos-Fósforo y Marruecos-Química), que producen ácido fosfórico, superfosfatos y abonos, destinados principalmente a la exportación. Marruecos cuenta con las tres cuartas partes de las reservas mundiales de fosfatos y es el tercer productor mundial, con las cuencas de Juribga (al sur de Casablanca), Yusufia y Benguerir (al N de Marrakech) y Bu-Craa en el ex Sahara español (en el que aun no se ha celebrado el referéndum). Túnez ha conseguido desarrollar una economía y sociedad mucho más equilibradas que las de su entorno; el petróleo, fosfatos, hierro han sido aprovechados para la construcción de complejos industriales en Bizerta, Menzel-Burguiba, Sfax y Gabés; las industrias del cuero y las textiles dan empleo a una abultada población femenina, a lo que se suma una «industria» turística en auge, Hammamed es la José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES primera estación turística del mundo árabe, con 26.000 camas y 7 millones de pernoctaciones anuales (Mutin, 1994, 111). Después de la somera caracterización que acabamos de realizar cabe preguntarse por las perspectivas del sector, En este sentido, la gran mayoría de estos países cuenta con un factor favorable: la abundancia de recursos financieros, pero se enfrenta a un mercado de reducidas dimensiones, aunque en franco crecimiento e insuficiente para generar economías de escala. Por ello, la respuesta lógica debería ir hacia una cooperación regional y especialización funcional, puesto que las producciones de conjunto, si se descuentan las petroquímicas, son muy pequeñas, pero por más que las consignas del panarabismo intentan llevar a cabo esa colaboración, la historia parece demostrar lo contrario, pues los enfrentamientos y las hostilidades religiosas e ideológicas están erosionando gravemente la convivencia y destruyendo un capital económico acumulado durante muchos años. Por otro lado. la industrialización está consiguiendo acelerar la evolución de la mentalidad del campesinado tradicional, en este mundo de arcaísmos, donde la dependencia de la tierra mantiene unas relaciones sociales y familiares de tipo patriarcal, mientras que el campesino que emigra a la ciudad o incluso el que conserva su pequeña parcela para cultivarla a tiempo parcial, concibe las relaciones socio-familiares de una manera mucho más independiente (Longuenesse, E-, 1979. 254-255), Ha sido la escasa evolución del campo, la presión sobre la tierra causada por la explosión demográfica y las oportunidades de empleo ofrecidas por la industria, los hechos que han desencadenado un fuerte éxodo rural, dirigido hacia las grandes ciudades, principales receptoras de los proyectos industriales y de los emigrantes rurales. 2.
UN FIRME CRECIMIENTO URBANO
El mundo del Occidente y Oriente árabes ha sido testigo de florecientes civilizaciones urbanas, que se apoyaron en un firme desarrollo comercial, al que se sumaron las actividades políticas, religiosas y culturales. Jerusalén, La Meca, o la ciudad santa de Qom en Irán, atestiguan la importancia del componente religioso en la vida urbana, lo mismo que el engrandecimiento de Estambul se debió a su papel político-religioso entre los turcos otomanos. Todas las ciudades tradicionales conservan su centro histórico —la medina—, donde se pueden observar los antiguos barrios comerciales (los zocos o bazares), de estrechas calles, en las que los artesanos se codean con vendedores de las más dispares mercaderías. No faltan en las medinas las escuelas religiosas (madrazas) y las mezquitas. Pero, junto al barrio histórico, normalmente degradado, ha surgido la ciudad moderna, con edificios funcionales, construidos en altura, que no goza de la personalidad de la tradicional. Una ciudad moderna, de estilo occidental, que se ha expandido rápidamente, pues si a finales del siglo pasado no había más que un 10 % de población urbana, en la actualidad se alcanza e¡ 55 %, lo que ha motivado una explosión urbana tan importante que algunas se han construido ex novo al servicio de los intereses petroleros, como Abadán en Irán o Dhahran en Arabia. La expansión actual de las ciudades tiene muy poco que ver con la tradicional, ya que, ante todo, se debe al impulso industrializador, de manera que, salvo algunas excepciones, existe una correlación directa entre elevado producto industrial y alto porcentaje de población urbana. Nada menos que la mitad de los países estudiados tienen más de un 70 % de población urbana, aunque los más grandes —Egipto, Irán y Turquía— se quedan muy por debajo. En el extremo opuesto destacan tos únicos casos de Yemen y Afganistán, que no superan el 25 %, mientras el resto se sitúa entre el 5ü y el 60 % (véanse cuadro XII. I y Anexos). Sin embargo, el mundo árabe conoció un urbanismo específico basado en un modelo de ciudad abigarrada, con un plano desordenado, con calles estrechas, en el que la vivienda domina ampliamente sobre la calle; un modelo que se conserva todavía en las medinas de las grandes ciudades, a menudo degradadas, pero que revelan un urbanismo adaptado a un medio ecológico propio —el de regiones desérticas y subáridas—, del que había que defenderse mediante construcciones adecuadas: casas de adobe, con pocas ventanas, calles angostas para que no penetrara el sol... Al mismo tiempo, los zocos o bazares representaban otro de los elementos clave que no faltaban en ninguna medina. Pero este modelo de ciudad tradicional tiende a ser desplazado por el de la ciudad industrial. El fuerte crecimiento urbano inducido por la industrialización ha dado lugar a la configuración de grandes ciudades, que, tras un primer momento de crecimiento exclusivo, están dando paso a la formación de una red jerarquizada de núcleos urbanos de dimensiones medias y pequeñas. Incluso, se está asistiendo a una nueva fase urbanizadora, que, tras superar la localización meramente fluvial o costera de las ciudades, está creando nuevas áreas urbanas en el interior de Anatolia, en la estepa magrebina e incluso en el desierto del Sahara (Mutin, 1994, 55). Pero todavía hay numerosas regiones sin ciudades que puedan ofrecer servicios mínimos y garantizar un desarrollo sectorialmente equilibrado. Así, en la mayoría de los países la capital acapara más de un 30 % de la población urbana total, siendo llamativos, por su entidad, El Cairo (35 %), Trípoli (36 %), Bagdad (29 %) y, sobre todo, Beirut (69 %) y Kabul (52 José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES %); en Persia, antes de la caída del sha, más de la mitad de ja industria manufacturera se concentraba en Teherán, Pero, incluso, el efecto de demostración ejercido por estas ciudades o por las de Europa occidental para los emigrantes turcos ha desencadenado un crecimiento urbano muy superior al económico y al industrial, de manera que una parte significativa de la población urbana está desempleada, subempleada o realizando actividades informales o sumergidas. Al problema del desempleo hay que unir el de la vivienda, pues la afluencia masiva hacia los centros urbanos ha generado los típicos barrios chabolísticos, que en el caso de Turquía reciben el nombre de gecekondu o barrios de autoconstrucción (literalmente, quiere decir «construidos durante la noche»; no son bidonvilles, sino barrios de casas sencillas, con las cuatro paredes y el techo y unas divisiones mínimas), sin permisos legales, que pueden ser legalizados progresivamente, pero que en Ankara, por ejemplo, afectaban a dos tercios de la población en los años setenta y en Estambul a la mitad. Se trata de barrios ruralizados, sin alcantarillado, algunos de cuyos habitantes continúan viviendo total o parcialmente de la agricultura. Esta situación, potenciada por el acelerado ritmo de crecimiento de las grandes ciudades, que ha estado en tomo al 5 % anual durante los pasados decenios, está modificándose lentamente, sobre todo por la aminoración del crecimiento y por la construcción, a partir de los años ochenta, de grandes bloques de viviendas promovidas por el Estado o los organismos públicos. Tan llamativo como el caso turco es el de Egipto, y especialmente El Cairo, la gran aglomeración del mundo árabe, con un crecimiento incontenido, que llega a dar cobijo a más de tres millones de personas en el barrio de la «Ciudad de los Muertos» (el cementerio de El Cairo), que viven en una situación completamente marginal. Asimismo, las medinas de casi todas las ciudades se están degradando y acogiendo a una población menesterosa. No obstante, se debe tener presente que las décadas de 1970 y 1980 han constituido una coyuntura histórica excepcional para las ciudades árabes y especialmente para los países petrolíferos. La abundancia de recursos financieros ha posibilitado la acelerada expansión, y la construcción de barrios por los municipios o las empresas, configurando, así, ciudades con un tipo de urbanismo occidental, mediatizado por el desierto y la cultura islámica, como puede comprobarse en Riad, que sería uno de los ejemplos más claros (Chaline, C, 1987). Pero es evidente que no todas las ciudades han contado con los mismos recursos que Riad, y especialmente las de países más poblados (Irán, Egipto, Iraq, Turquía, Marruecos), cuyos problemas urbanos se asimilan más a los del resto del Tercer Mundo. De este modo, se ha acentuado la dualidad urbana y frente a barrios residenciales modernos y lujosos aparecen los barrios marginales de construcciones en adobe o los barrios históricos degradados —las medinas—, que hacen de las ciudades árabes un organismo complejo, hacinado y muy contrastado.
Fig. 12.5 Distribución y jerarquización de ciudades en el Magreb y Oriente Medio en 1994, basado en Mutin, 19995 CUADRO XII.5.
Población urbana de las mayores aglomeraciones y capitales en el Magreb y José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Oriente Medio, 1996 Aglomeración urbana Argel El Cairo Trípoli Casablanca El Ayún Túnez
Población % de la población miles urbana Argelia 3.705 23,7 Egipto 9.690 35.0 Libia 1.682 36,5 Marruecos 3.101 22,5 Sahara occidental 159 69.3 Túnez 1.722 30.9 África del Norte 20.059 29,5 Afganistán Kabul 2.029 51,9 Arabia Saudí Riad 2.619 17,3 Bahréin Manama 148 29,5 BAU Abu Dhabi 799 43,2 Gaza Gaza 746 100,0 Iraq Bagdad 4.336 29,0 Irán Teherán 6.836 17,0 Israel Tel-Aviv-Yaf 1.976 39,4 o Jordania Ammán 1.183 30,8 Kuwait Kuwait City 1.090 66,5 Líbano Beirut 1.826 69,3 Omán Muscat 635 38,0 Qatar Doha 355 70,9 Siria Damasco 2.036 27,4 Turquía Ankara 2.846 6,8 Estambul 6.800 16,2 Yemen Sanaa 629 12,5 Asia suroccidental 36.889 25,7 Total África del Asia del SO 56.948 26.9 Fuente: POPIN, United Nations Publication, 1997 (ST/ESA/SER. A/166). Como resultado de este crecimiento se han configurado una serie de metrópolis nacionales millonarias, a la cabeza de las cuales se sitúan El Cairo (unos 10 millones), Teherán y Estambul (más de 6 millones), la gran ciudad industrial y portuaria de Turquía. Y otras como Casablanca, Argel, Túnez. Ankara, Alejandría, Bagdad, Damasco, Esmirna, Konia, Adana, Kabul, Riad... conocen un crecimiento acelerado. Turquía cuenta, así, con el mayor número de ciudades millonarias y con el sistema urbano más equilibrado del conjunto, en tanto que en Irán se están potenciando grandes ciudades, de en torno al millón de habitantes (Esfahan, Mashad, Tabriz, Shiraz), que representan un contrapunto de Teherán, pero de mucho menor peso. En conjunto, se trata de un sistema urbano incompleto y con escasos flujos internos, lo que dificulta su integración (véanse cuadro de las aglomeraciones urbanas y capitales, y mapa de jerarquía urbana: cuadro XII5 y fig. 12.5) VI.
Conclusión: riqueza y desequilibrios
Si algo llama la atención de estos países petrolíferos es la riqueza derivada de la exportación de los hidrocarburos. La abundancia de capitales ha permitido poner en marcha grandes proyectos desarrollistas orientados a cubrir la demanda de un mercado nacional todavía pequeño, o la de un mercado internacional muy competido. Los vastos planes en marcha han demostrado que la inversión de capitales puede transformar en vergeles antiguos territorios yermos, que puede crear grandes complejos industriales allí donde ni siquiera se disponía de agua, que puede modificar y controlar unas condiciones naturales hostiles a la ocupación humana, pero hay otros hechos que al capital le cuesta más modificar, tales como la organización social y las mentalidades, y tanto más cuanto éstas arraigan en unos pueblos dominados por si fanatismo religioso. Y mientras no se logre cambiar esa organización y mentalidades, las sociedades del norte de África y Oriente Medio permanecerán ancladas en el subdesarrollo, con una pobreza rural que choca con los magnos planes industriales, con un alto nivel de incultura que acompaña a un ambivalente nivel de servicios, con unas disparidades sociales y una discriminación sexual que no pueden ser ocultadas con la abundancia de petrodólares. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES En esta situación sólo una firme cooperación regional, ya ensayada, podría racionalizar el proceso de desarrollo, pero esta cooperación resulta imprevisible desde el momento en que median factores tan imponderables como el dogmatismo religioso y la incultura de las masas. No obstante, este conjunto regional goza de enormes posibilidades y condiciones más favorables que ningún otro conjunto tercermundista. Pero el África septentrional y el Oriente Medio asiático están dilapidando parte de sus enormes recursos materiales y humanos en los conflictos bélicos, que destruyen su propio equilibrio y colapsan el desarrollo de sus pueblos, tanta por la destrucción de materiales y vidas humanas como por los elevados gastos militares. Si alguna lección puede extraerse de los conflictos internos y exteriores de estos países es precisamente que el dogmatismo y la inflexibilidad conducen a situaciones de retroceso y caos, como en Argelia, Iraq o Afganistán, mientras que el sentido práctico de algunos gobernantes (de Emiratos Árabes Unidos. Kuwait, de Túnez...) ha permitido avanzar a sus gentes, si bien es cierto que las desigualdades sociales y por sexos son tan llamativas y están tan arraigadas en todo el mundo árabe-islámico que todavía queda un largo camino por recorrer para entrar en la senda del desarrollo.
Bibliografía básica Banco Exterior de España (1984): La economía de Oriente Medio, Madrid, Extecom, 287 pp. Brice, W. (1966): South-West Asia, Londres, University London Press, 448 pp. Centeno, R. (1982): El petróleo y la crisis mundial, Madrid, Alianza Universidad, 500 pp, Chapuis, R. (1994): Les quatre mondes du Tiers Monde, París, Masson, 234 pp. Dickenson, I. et al (1996): Géographie of the Third World, Londres, 2.a ed., Routledge, 344 pp. Dumortier, B. (1997); Géographie de l´Orient Arabe, Paris, Armand Colin/Masson, 212 pp. Europa World Yearbook 1996, The (1997), Londres, Europa Publications, 2 tomos, orden alfabético de países. Fisher. W. B. (1978): The Middle East, Londres, University Paperbacks, Methuen, 615 pp. Huntington, S. P. (1997): El choque de civilizaciones, Barcelona, Paidós, 422 pp. Klatzmann, J. (1981): Israel, Barcelona, Ariel, 191 pp. Mutin, G. y Durand-Dastès, R (1995): Afrique du Nord, Moyen Orient, Monde indien, en «Géographe Universelle», bajo la dirección de R. Brunet, Montpellier, Belin/Reclus, libro I, por G Mutin pp. 5-244. Troin, J.-F. (Coord.) (1995): Maghreb. Moyen Orient. Mutations, París, SEDES, DIEM N° 17, 348 pp. United Nations (1988): Survey of economic and social development in the ESCWA region 1987, Nueva York, Naciones Unidas, 140 pp.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Capítulo XIII
LA HERENCIA DE LA COLONIZACIÓN Y LA CRISIS ESTRUCTURAL EN EL ÁFRICA SUBSAHARIANA El análisis del espacio africano desde la perspectiva de la Geografía Regional ofrece cierta complejidad, proveniente más de sus grandes dimensiones —30,3 millones de km2, que se extienden entre los 37° de latitud N y 35° de latitud S— que de la complejidad intrínseca de los distintos conjuntos territoriales, los cuales, más bien, presentan aspectos de homogeneidad, tanto por sus condiciones naturales como por las derivadas de la ocupación humana. El medio natural en África llama la atención por una casi geométrica distribución zonal, con una gran regularidad de los fenómenos bioclimáticos en franjas casi simétricas a ambos lados del Ecuador; una regularidad en la que ejercen un papel hegemónico las condiciones climáticas; en tanto que el relieve, cuya infraestructura viene determinada por el zócalo en un 96 % del continente, y cuya sobria arquitectura sólo se ve transformada en los dos extremos N y S —Atlas y Drakensberg—-, en el sector oriental —de grandes macizos y rifts— y en alguna otra ramificación, ejerce un papel muy secundario, puesto que, aunque las grandes altitudes modifican sustancialmente los medios bioclimáticos, éstas son proporcionalmente escasas, en tanto que domina netamente la reiterada monotonía de las grandes plataformas de horizontes abiertos y llanos, salpicadas de monadnocks o inselbergs, y de los relieves monoclinales con suaves pendientes. El significado económico de las condiciones naturales es claro: los materiales del zócalo ofrecen un subsuelo extraordinariamente rico en minerales, que, tradicionalmente y en la actualidad, se exportan a los países industriales con muy poca incidencia en la transformación económica de las regiones productoras. Una generosidad térmica y pluviométrica, por otro lado, en casi los dos tercios del territorio supone un potencial agrario e hidroeléctrico muy por encima del actual y enormemente alejado de la situación que presentan quienes quieren hacer responsables del subdesarrollo africano a esas mismas condiciones naturales. Este tan vasto territorio ha tenido una escasísima ocupación hasta fechas recientes, en las que se está produciendo una cierta densificación, rebajada por la imposibilidad o dificultad de ocupación de los medios desérticos, donde la aridez juega un papel prohibitivo. En conjunto se estima la población africana en unos 743 millones en 1997; cifra que da una densidad media de 25 habs./km2. Pero esta débil ocupación está aumentando aceleradamente, a causa del crecimiento demográfico, que durante la década de los setenta se mantuvo en torno al 2,9 % y todavía en 1997 era del 2,64 % anual, mostrando una fuerte resistencia a la baja, debido al descenso de la mortalidad, que todavía es muy alta en el conjunto de las sociedades africanas, cifrándose en una media del 14 ‰, frente a un espectacular índice de natalidad del 40,2 ‰ índices que se agravan aún más en el África subsahariana. Esta baja densidad se debe a factores históricos, porque África no es sólo un continente semivacío, sino, sobre todo, semivaciado: ya desde los romanos se realizaba un importante tranco de esclavos negros, hecho que se aceleró a partir del siglo XV y que perduró hasta bien entrado el XIX A pesar de ello, las mayores acumulaciones humanas tienen una ubicación costera, como corresponde al papel jugado por la colonización; y sólo algunos oasis poblacionales, como los del valle del Nilo, Transvaal, región de los Grandes Lagos o del N de Nigeria, ocupan una posición interior. Han sido precisamente la colonización y el neocolonialismo los responsables de la ruptura de las estructuras tradicionales, sin que hayan sabido o querido cambiarlas por otras válidas para el desarrollo. Una escasa población, pero que, en virtud de la explosión demográfica y de la falta de posibilidades en el campo, se suma al éxodo rural y se acumula en las ciudades, alimentando de este modo la hipertrofia urbana y terciaria, y la típica dualidad urbana de las ciudades africanas; fenómeno que no es obstáculo para la ausencia, claramente perceptible, de una red urbana, el escaso número de ciudades, y la debilidad de los efectivos urbanos: África no cuenta más que con un 31 % de población urbana, aunque con una nítida diferencia entre el África árabe —46 %— y el África al sur del Sahara —27 %. Todos estos hechos descansan en una estructura socioeconómica específica, tanto por lo que se refiere al medio rural como al urbano. En el primero se desenvuelve la vida de la mayor parte de los habitantes, dedicados a un agricultura mixta, de subsistencia y comercial, con técnicas tradicionales, entre las cuales la azada conserva un significativo valor como instrumento agrícola, incapaz de abastecer a una población en rápido crecimiento. Al lado del campesinado tradicional, la mano de obra de las plantaciones, con un empleo temporal y características análogas, no alcanza mejores perspectivas, aunque José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES sí se ofrecen éstas a una pequeña porción de agricultores modernizados, dedicados a producciones comerciales en los entornos urbanos o en regiones o comarcas especializadas. En consecuencia, la presión sobre el suelo, a pesar de la baja densidad de población general, es evidente. El mismo fenómeno se observa en los medios urbanos: junto a unas oligarquías, escasas en número, pero enormemente poderosas, que residen en los centros o en barrios de lujo segregados, aparecen las masas de desposeídos en barrios marginales. Ahora bien, estas características generales admiten numerosos, matices regionales. Cabría establecer una regionalización basada en un criterio zonal, pues el medio natural resulta decisivo en la configuración del espacio africano, pero este criterio es totalmente insuficiente. Con un criterio étnico resultarían demasiadas razas y divisiones. No obstante, se puede partir de un criterio etno-cultural y espacial, distinguiendo dos grandes conjuntos, que establecen un principio de diferenciación: el África árabe y ei África subsahariana, tradicionalmente conocida como África negra, si bien hoy está proscrito este término. África árabe, aunque diversa, tiene una cultura común vehiculada por el Islam; una sociedad de agricultores —los fellahs—, arrendatarios al servicio de pastores y comerciantes (beduinos); se asienta fundamentalmente sobre estepas y desiertos y pequeñas y fértiles llanuras costeras o interiores; representa la parte africana más poblada y urbanizada. Frente a ella, el África negra, al sur del Sahara, con una naturaleza fecunda y una baja densidad de población, donde el subdesarrollo se hace palpable, coexistiendo la agricultura de subsistencia (cada vez menos nítida: mandioca, ñame, taro, maíz, mijo.,.) con la agricultura colonial exportadora —grandes plantaciones de cacahuete, cacao, café, plátanos, ananás—, a todo lo cual se suma la exportación de minerales. Es la parte africana más desheredada, atrasada y dependiente. Dentro de estos dos grandes subcontinentes, cabe diferenciar los conjuntos territoriales que singularizan su organización espacial en relación con el régimen político, con la riqueza agraria o minera (petróleo, cobre, oro...), etc.; factores que se traducen en una dinámica espacial específica, de la cual el PNB per capita es como una vaga expresión: La mayoría de los países africanos no superan los 500 dólares, 17 no llegan a los 300 (en 1995), y otros 9 no llegan a los 200, con extremos como Mozambique o Etiopía, Chad, Tanzania, República del Congo, que no superan los 120 dólares. Por encima de 1.000 dólares se encuentra otra decena de países, entre los que destacan los exportadores de materias primas no agrarias: Libia, Gabón, Argelia y Sudáfrica (véase Anexo 2). En suma, el África árabe supera por poco los 1.000 dólares, mientras el África subsahariana sólo llega a 510 dólares de PNB per capita en 1995. Estas bajas rentas nos hablan de unas economías muy poco dinámicas, lo cual no quiere decir que no tengan —y de hecho tienen— unas claras potencialidades. Es ésta la razón por la que el neocolonialismo se ha cebado en África, cuyas naciones han sido las últimas en acceder a la independencia. Pero el neocolonialismo por sí solo no explica el subdesarrollo actual, flagrante en el África al sur del Sahara y nítido en el África árabe, pero ésta ya fue estudiada en el conjunto del mundo árabe. Ahora nos centraremos en aquélla, si bien haremos constantes referencias al África del Norte por sus interpenetraciones culturales y religiosas con el África subsahariana. Por más que algunas ideas e informaciones puedan parecer reiterativas con las expuestas en aquel capítulo, nos parece más didáctico y expresivo el repetirlas que el dejar de considerarlas dentro del mundo africano. I.
El papel hegemónico de las estructuras físicas
A pesar del fuerte ritmo de crecimiento demográfico que mantienen actualmente los países africanos, continúan con una baja densidad de conjunto, que en 1997 no alcanzaba más que 25 habs./km 2, tanto en África septentrional como en la subsahariana, si bien es cierto que unos 10 millones de km2 corresponden a áreas desérticas de difícil ocupación y más de otros 2 millones, a selvas ombrófilas, apenas ocupadas por grupos humanos. De este modo, más de 12 millones de km 2 (aproximadamente el 40 % del espacio continental) se encuentran mínimamente ocupados, casi inexplotados y, en consecuencia, no sujetos a ningún tipo de organización regional. Esta situación, junto a la importancia que adquiere la actividad agraria entre las sociedades africanas, de la que depende el 60 % de la población, presta una decisiva importancia a las condiciones ecológicas, que se convierten, así, en un factor clave para la comprensión de los paisajes naturales y agrarios, predominantes en este continente. Por ello, es nuestra intención hacer un breve análisis del sustrato geológico africano en primer lugar, porque, además, es éste el que nos explica la abundancia de minerales, cuya búsqueda, tratamiento y exportación se ha extendido por todo el continente. En segundo lugar, nos centraremos en la caracterización y evolución del paisaje natural, que da personalidad a las más vastas extensiones del territorio africano. 1.
UN RELIEVE DE ZÓCALO José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES El continente africano, incluida Madagascar, está constituido en un 96 % de su superficie por elementos del zócalo, bien esté aflorando o recubierto por una película sedimentaria o volcánica: un 2,5 % corresponde a los pliegues hercinianos de El Cabo y el 1,5 % restante a las estructuras alpinas del Magreb (Gourou, P., 1970, 9). Se trata de un zócalo precámbrico muy antiguo, con una larga historia geológica, durante la cual se ha visto sometido a presiones tectónicas de distinto signo, que lo han desnivelado, y a procesos erosivos, que han permitido la acumulación de extensos depósitos sediméntanos de origen continental sobre las áreas deprimidas, como ha sucedido, por ejemplo, con las senes del karroo, con depósitos que van desde el Carbonífero al Lías, formando amplias mesetas en el interior de la República Sudafricana, o en otras cuencas mesozoicas del actual desierto del Sahara, en la cubeta del Kalahari... En conjunto, el relieve del zócalo y su cobertera sedimentaria se configura como una vasta plataforma levantada, cuyas formas planas predominantes se ven interrumpidas por las cadenas montañosas de los extremos norte y sur, y por los macizos del oriente africano, o por las altas mesetas meridionales, como la de Bié en Angola. En este sentido, la distribución altitudinal de las tierras africanas se organiza en dos grandes sectores: uno sudoriental, que supera los 900/1.000 m, culminando en los macizos volcánicos de Etiopía, Kenia y Tanzania, y otro noroccidental, de mesetas de escasa altitud y tierras bajas, que acaba en las elevaciones alpinas del Atlas, y que se encuentra interrumpido por los macizas intrasaharianos del Ahaggar, Tibesti y Air, dando lugar, en las depresiones, a cuencas sedimentarias de poco espesor, como la del Congo, alto Nilo, Chad o la del Níger (véase fig. 13. 1 a). La disposición de los grandes conjuntos morfoestructurales está relacionada con la tectónica, condicionada a su vez por el movimiento de la placa africana. Su desplazamiento hacia el norte ha motivado el plegamiento de las cordilleras alpinas del Atlas, que tienen una orientación OSO-ENE, es decir, perpendicular a la de la placa africana, la cual se ha movido en sentido meridiano, hacia el N, y rotacional, hacia el ENE, hasta cerrar el antiguo Tetis, como se ha visto en capítulos anteriores (fig. 12.1). Los macizos que bordean las costas del África austral deben también su origen, posiblemente, a las tensiones tectónicas provocadas por el desplazamiento de la placa africana, que durante el Trias dio lugar a la formación de la cordillera herciniana de El Cabo y durante el Jurásico originó las acumulaciones de tovas basálticas que forman los puntos culminantes de los Drakensberg en Lesoto, de modo que está asentada sobre un bloque levantado del zócalo, por cuyas fracturas ascendieron enormes espesores de lavas, que, atravesando los sedimentos de tipo karroo y secundarios, generaron las acumulaciones basálticas que, según Birot, habrían resistido todas las erosiones ulteriores (Birot, P., 1970,12). Frente a éstas, los grandes macizos orientales son mucho más jóvenes y parecen ser fruto de las presiones tectónicas opuestas que recibe la placa africana desde la dorsal medio-atlántica (en sentido oeste-este) y la dorsal de Carlsberg en el índico (en sentido este-oeste). La ruptura de la corteza continental, la formación de grandes fosas de hundimiento o rift valleys y el ascenso de lavas, que han originado extensos campos volcánicos, como en los macizos etíopes o en los montes Elgon, Kenia o Kilimanjaro (que llega hasta los 5.895 m), ponen de manifiesto esas tensiones tectónicas. Las dos cadenas montañosas de los extremos meridional y septentrional —Drakensberg y Atlas— tienen una estructura diferente, pues mientras aquélla corresponde al zócalo gondwaniano recubierto por depósitos de la serie karroo, que han sido involucrados en el plegamiento y por cuyas fallas han aflorado extensas capas basálticas, el Atlas representa una cordillera geosinclinal, con pliegues que afectan principalmente a materiales secundarios y terciarios. Las formas de relieve más extensas, sin embargo, vienen determinadas por el zócalo, esté o no cubierto por materiales sedimentarios. El zócalo gondwaniano, en cuya superficie quedan las huellas de diversos plegamientos precámbricos, aparece granitizado en unos casos, con materiales metamórficos arrasados en otros, o recubierto por lavas y por películas de sedimentos mesozoicos, depositados sobre las cubetas o depresiones (véase mapa geológico, fig. 13.1b). Por ello, las formas de relieve son predominantemente planas, ya se trate de sedimentos graníticos, salpicados de montes-isla, o de mesetas arenosas o calcáreas.
a)
Distribución altitudinal (según E. A. Boateng, 1978)
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
b) Mapa geológico de África (según P. Gourol 1970)
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
c)
La minería africana en los ochenta (según Mountjoy y Hilling, 1988)
Fig. 13.1a), b) y c)
Aspectos del sustrato geológico africano.
Un aspecto de gran interés económico relacionado con el zócalo es el relativo a las mineralizaciones. Por ejemplo, entre el Jurásico y el Cretácico se produjeron abundantes emisiones de kimberlita, una lava diamantífera, a la que se asocian los yacimientos de África del Sur, de Tanzania, de Kasai, de Angola y de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES la República Centroafricana. Asimismo, las minas de cobre de Tanzania y de Zambia se localizan sobre las raíces de una antigua cordillera precámbrica, al igual que los conglomerados auríferos del Witwatersrand. El escudo africano, sin embargo, suele carecer de capas carboníferas, aspecto del que la cordillera herciniana de El Cabo constituye una excepción, ya que las capas del karroo encierran grandes depósitos carboníferos. La riqueza en todos estos minerales o la de hierro en Liberia, Guinea o el Magreb, o petróleo en el golfo de Guinea y norte de África, puede apreciarse en la figura 13. 1c. Ahora bien, el zócalo, con sus desnivelaciones, las cordilleras alpinas y los macizos volcánicos representan el sustrato 0 la base de las condiciones naturales, pero en éstas pesan más los aspectos climáticos. 2.
UN PAISAJE NATURAL CON UN CLARO FUNDAMENTO CLIMÁTICO Como indican los autores del atlas Jeune Afrique, «los climas son los verdaderos dueños de la tierra africana». En este sentido, África es el continente cálido por excelencia. Toda África, salvo el sector septentrional del Magreb, el mediterráneo de El Cabo y una estrecha franja en el SE costero del hemisferio austral, está situada en la zona cálida, entendiendo por tal aquella en [a que la temperatura media del mes más frío no desciende de los 18° (criterio de Köppen), aunque, según Gaussen, habría que ampliarla hasta el umbral de los 15°. En conjunto, se pueden distinguir tres grandes tipos de clima en la zona cálida —clima sin estaciones, clima con estaciones secas y húmedas alternantes, y climas áridos—, a los que hay que añadir, fuera de la zona cálida, los climas mediterráneos de los márgenes polares del continente, y el clima de verano cálido y húmedo e invierno templado del SE costero (subtropical de fachada oriental), En conjunto, predomina una distribución zonal matizada, sin embargo, por ciertas anomalías, tales como la interrupción de la zona cálida húmeda en África oriental, relacionada con la aparición de una estación seca de verano norte, motivada por la circulación alrededor de la depresión indoárabe, o el desarrollo de regiones semiáridas en zonas propias de estaciones alternas húmedas-secas, caso del «Cuerno de África», que obedece a un mecanismo similar al anterior: el alisio del hemisferio austral inicia su recorrido hacia la costa, pero cambia su rumbo hacia el NE antes de haberla alcanzado (desviación de Coriolis) y se dirige hacia la India. Otra de las anomalías se refleja en la extensión hacia el Ecuador de los climas desérticos a lo largo de las costas occidentales, sobre todo en África del Sur, como resultado del marcado paralelismo entre la dirección de la costa y la de los flujos de aire que proceden del anticiclón de Santa Elena (los vientos anticiclónicos secos y subsidentes no pueden producir lluvias). En definitiva, tanto estas anomalías como los fenómenos normales se basan en la dinámica atmosférica general: bajas presiones ecuatoriales en la ZCIT, como fruto de la eficacia térmica de una prolongada insolación; anticiclones subtropicales que se desplazan a lo largo del año en un sentido pendular, provocando las oscilaciones pluviométricas en el dominio tropical; finalmente, el descenso de las vaguadas del Frente Polar hasta las latitudes del dominio mediterráneo, que producen lluvias invernales y equinocciales. Esta dinámica, junto al hecho de que el Ecuador atraviesa el continente por el centro, favorece la disposición zonal y casi simétrica de los paisajes naturales en ambos hemisferios dados los caracteres climáticos similares a uno y otro lado. Así, se localizan diversas zonas bioclimáticas peculiares, que parten de la ecuatorial, siguen por las tropicales, las desérticas y las mediterráneas. a)
Un reducido dominio hiperhúmedo de gran homogeneidad paisajística
El rasgo más llamativo es la potencia y diversidad de la cobertera vegetal, sólo interrumpida por las cintas de agua de la red hidrográfica, de gran complejidad y caudal. La formación vegetal dominante es la selva ombrófila (= rainforest, evergreen o siempre verde), de gran potencia vegetal, que se resuelve en un escalonamiento de pisos arbóreos, con tres bien definidos: el más alto, con árboles de más de 30 m de altura; el principal, de 10 a 30 m, que es el más denso; y el inferior, coa especies, tanto ombrófilas (helechos) como heliófilas (lianas y epífitos), no apareciendo, por falta de luz, el tapiz herbáceo. Llama la atención su gran riqueza florística, con gran variedad de especies arbóreas, aunque muy dispersas y no agrupadas en asociaciones monoespecíficas, por lo que resulta difícil su aprovechamiento económico. Esta formación vegetal se asienta sobre suelos ferralíticos, con abundancia de sexquióxidos de hierro (Fe203 = hematites, color rojo sangre) y de aluminio (A1 203) y un claro predominio de la arcilla de tipo caolinita. Estos elementos tienen su máxima representación en los horizontes o capas B y C, en tanto que el A, que difícilmente sobrepasa los 20 cm, está esencialmente compuesto de materia orgánica, que rápidamente se descompone o mineraliza (= mull forestal). Estos suelos se desarrollan sobre un gran manto de alientas, fuertemente lixiviadas, formadas a partir de la alteración de la roca madre, en espesores que varían entre los 10 y los 50 a 60 m, por cripto-descomposición. El relieve resultante es el «mundo de las colinas rojas» del dominio ecuatorial, al José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES decir de Rougerie; colinas que se suceden unas a otras con fuertes pendientes convexas, con un desorden general en su disposición (Benchetrit, M. et al., 1971, 100). Esta cobertera tan potente se fundamenta en un ecosistema que opera en función del clima ecuatorial, responsable del baño constante de agua cálida que actúa de catalizador de las abundantes y rápidas reacciones químicas, las cuales son el fundamento de la vida vegetal, de los microorganismos e incluso de la de los insectos. En estas condiciones se asienta la existencia de la selva ecuatorial, con su potencia y variedad de especies arbóreas, de rápido crecimiento, con su follaje siempre verde por la ininterrumpida renovación de sus hojas a lo largo de todo el año. Y es precisamente- el aporte de materia orgánica que supone la caída de la hoja lo que hace posible el desarrollo de la masa forestal, en unos suelos de gran pobreza mineral, por la lixiviación. Fenómeno que explica, igualmente, la abundancia de raíces superficiales frente a la escasez de pivotantes. A pesar de las abundantes precipitaciones (1.500 a más de 2.000 mm anuales), el modelado apenas evoluciona, porque los ríos, cargados sólo de elementos muy finos, no tienen eficacia erosiva. Las temperaturas, por otro lado, apenas varían a lo largo del año (25 a 27° de media), aunque oscilan bastante entre el día y la noche. Este dominio se localiza a ambos lados del Ecuador, en la cubeta zaireña, Gabón, sur de Camerún, Guinea Ecuatorial, y, aunque degradado, se continúa por el litoral occidental, en torno al golfo de Guinea, Costa de Marfil meridional y Liberia. La fachada oriental de Madagascar y la de Mozambique tienen ciertas analogías. b)
Un amplísimo dominio tropical basado en la alternancia de estaciones pluviométricas
Un primer rasgo general es el carácter transicional y la heterogeneidad del dominio tropical. El clima tropical por debajo de los l.000 metros de altitud introduce un medio de una creciente y contrastada inestabilidad climática, directamente proporcional al ascenso en latitud. El régimen estacional de la lluvia y su cuantía, con un periodo de tipo ecuatorial y otro de tipo desértico, determinan una pérdida de hegemonía del clima en el conjunto del paisaje, cediendo importancia a los factores edáficos, la calidad del drenaje de los suelos, la disposición del relieve, la acción antrópica... Por lo cual, existe una gran diversidad de paisajes naturales en este dominio tropical. Una diversidad pero con una clara ordenación, en virtud del propio carácter transicional del dominio tropical, a caballo entre el húmedo y el árido; con primacía de los rasgos de uno o de otro según la proximidad a cada uno de ellos. La consecuencia es la configuración de tres regiones naturales nítidamente diferenciadas: la región subecuatorial, yuxtapuesta a latitudes ecuatoriales, que disfruta todavía de una escasa inestabilidad climática; la región saheliense, subárida, en las latitudes más altas, con una escasa duración de la estación húmeda; la tropical propiamente dicha, intermedia, con fuerte inestabilidad climática y bruscos contrastes, y la máxima heterogeneidad en sus paisajes naturales. La región subecuatorial representa una degradación del dominio ecuatorial. El factor hegemónico es el clima, con una estación seca corta, de dos o tres meses, y una pluviosidad superior a los 1.500 mm/año. Este clima actúa sobre plataformas cristalinas muy antiguas, que se resuelven en un predominio de superficies llanas, salpicadas de inselbergs (fruto de un antiguo clima contrastado). El paisaje vegetal corresponde a selvas densas mixtas (bosques de especies semicaducifolias o mesófilas), como consecuencia de las condiciones climáticas; se produce ya una caída estacional de la hoja en el estrato arbóreo superior, reduciéndose la variedad de especies forestales, hechos que acarrean una tendencia a la mono especificidad. El piso inferior, de pequeños árboles y arbustos de follaje persistente, con gran número de geófítas (abundantes gramíneas), resulta de mayor riqueza, por la mejor disponibilidad lumínica, aunque se reduce el número de lianas y epífitas. Todo ello en función del descenso de ia humedad del medio. El matiz diferencial de la vegetación es perceptible incluso en los aspectos edáficos y en el propio modelado del relieve. Así, la roca experimenta una menor y menos profunda alteración, por la disminución de la actividad bioquímica, que se traduce en un manto de alternas poco espeso y en un modelado a base de inselbergs y penillanuras. Los suelos sufren una menor ferralitización que en el dominio ecuatorial. La región subecuatorial forma una franja en torno al dominio ecuatorial, en el sector centro-meridional de los países ribereños del golfo de Guinea, sector centro-septentrional de Camerún y República Centroafricana y sector suroccidental de Sudán, N de Angola y S de Congo, tal como se aprecia en la figura 13.2, con la latitud máxima de 10° N y S en la fachada occidental hasta los 5° N y S al llegar a los macizos de África oriental. La región sudanesa es la de mayor extensión y de contrastes climáticos más acusados; cuenta con entre 700 y 1.500 mm de precipitaciones anuales, repartidos entre dos estaciones opuestas y alternas, húmeda y seca, con duración similar. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Aquí el clima cede parte de su protagonismo a otros factores, como la naturaleza de la roca madre, emplazamiento topográfico, calidad del drenaje, proporcionando una gran heterogeneidad paisajística, tanto de carácter intrazonal, como derivada de la heterogeneidad transicional en función del aumento de latitud. La combinación de los factores climáticos, edáficos y topográficos da lugar a una cobertera vegetal definidora del paisaje natural de la vegetación sudanesa. En virtud de la zonalidad se produce una gradación latitudinal de las formaciones vegetales, que va desde los bosques caducifolios o selvas abiertas, pasando por sabanas arbóreas, arbustivas, espinosas, etc., a las puramente herbáceas, degradándose progresivamente en función de la disminución de las precipitaciones. En este mosaico de selvas y sabanas cabe destacar el bosque-galería y la sabana-parque. La configuración dinámica de los agentes climáticos, morfoestructurales y biogeográficos tiene una clara impronta en el modelado del relieve y en los aspectos edáficos, manifestándose en suelos esencialmente ferruginosos, ricos en óxidos de hierro, carentes de óxidos de aluminio, apenas liberados o combinados con la sílice (ilita o caolinita); en la estación seca el hierra se deshidrata y precipita en forma de hematites (Fe2O3), que constituye el componente básico de las costras lateríticas y corazas ferruginosas, abundantes en esta región, como los bowe de África occidental, que configuran amplias mesetas. Este modelado tabular se ve potenciado por las penillanuras o pedimentos, superficies de erosión labradas sobre rocas cristalinas, cuyas pendientes retroceden paralelas a sí mismas hasta dejar los inselbergs como elementos residuales, que. al localizarse a distintos niveles, originan lo que se ha denominado un relieve de «peldaños de escalera». Esta región natural alcanza una gran extensión; en el hemisferio boreal, arrancando de entre los 10 y 16° en el Poniente, forma una banda que se ensancha hacia Oriente, extendiéndose en el E de Sudán entre los 18 y 5° de latitud N (véase fig. 13.2). En el hemisferio austral va desde los 10° S hasta el trópico de Capricornio, pero no en el sector occidental desértico. Aunque se interrumpe en los macizos montañosos, se prolonga al E de los mismos y por Etiopía, si bien de manera discontinua; también por la mitad occidental de Madagascar, salvo en el norte. La región saheliense subárida, antesala del dominio desértico, a diferencia de la región sudanesa, destaca por una mayor homogeneidad en sus paisajes naturales, en virtud de la acentuación de la sequedad. La degradación pluviométrica se manifiesta en el descenso general de las precipitaciones anuales: de 200 a 500/600 mm, y en una prolongación de la estación seca —de 8 a 9 meses—, pero con dos peculiaridades: el carácter torrencial o de aguacero de las precipitaciones, con gran intensidad horaria, y cierta irregularidad interanual. La degradación pluviométrica de esta región frontera provoca los rasgos xerófilos de la cobertera vegetal, a los que se une su discontinuidad espacial. Las formaciones típicas son las sabanas espinosas; árboles pequeños y espinosos, con troncos retorcidos, como las acacias..., las seudoestepas tropicales, con una cobertera herbácea de matas discontinuas en el tiempo y en el espacio, y los matorrales xerófilos. Ambas formaciones necesitan unas precipitaciones superiores a los 300-350 mm y una marcada regularidad interanual; cuando estas condiciones no se cumplen, la degradación de la cobertera vegetal es mayor, desarrollándose arbustos y matorrales de plantas espinosas y suculentas, como los visibles en los bozaka, bush o veld, a los que se asocian cactáceas y euforbiáceas, en tanto que las gramíneas aparecen muy localizadas. Los suelos, ante la disminución de las precipitaciones, y por lo tanto del lavado, pierden contenido ferruginoso, pero apenas conservan materia orgánica, debido a la pobreza de la vegetación, excepto en los más ricos —suelos pardo-rojos—, que se degradan progresivamente hacia sierozioms y suelos grises subdesérticos, sometidos además a procesos de halomorfismo, dada la fuerte evaporación y el ascenso capilar de cloruros o sulfatos. En el modelado, finalmente, se advierte el mayor papel de los agentes físicos; los cursos de agua, intermitentes y endorreicos, propician el transporte y acumulación de materiales blandos, formados en función de paleoclimas más húmedos sobre las vastas plataformas cristalinas del cratón africano; de ahí la importancia de horizontes llanos en virtud de las áreas de colmatación, rellenas de arenas, limos y arcillas, que adoptan diversas formas: los Chad, que son lagos de diversas dimensiones, perennes o temporales; las sebkhas, cubetas cubiertas por suelos salados, estacionalmente pantanosas; o un modelado dunar más aplanado cuando los materiales son arcillosos. Además de estas áreas de colmatación, hay que destacar el papel morfológico de los glacis, pendientes suaves y planas, a menudo escalonadas, que enlazan con las vertientes. La región natural saheliense circunda a la sudanesa, prolongándose hacia el N en la fachada occidental y hacia el S en la oriental (litoral sudanés del mar Rojo y litoral de Etiopía y Somalia). En el África austral se reduce a una franja en tomo al desierto de Namib y Kalahari. c)
Un extenso dominio árido peritropical
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Como veíamos en el tema anterior respecto al dominio árido de África del Norte, que es una continuación del dominio árido sahariano y subsahariano, la disminución de las precipitaciones no es el fenómeno responsable del paisaje natural húmedo, porque el déficit hídrico es casi constante, a lo largo de los días, de los meses y de los años; sólo cuando en los bordes ecuatoriales de los desiertos se alcanza algún mes árido —franja saheliense— se entra en un dominio semiárido, o subárido, cualitativamente distinto, aunque con tan frágil equilibrio que está hoy en trance de desertización. La ausencia de lluvias produce el arreísmo, sólo superado excepcionalmente cuando alguna tormenta tropical produce descargas de gran intensidad horaria y arrastres de elevadas cantidades de materiales, con una extraordinaria eficacia en la configuración del modelado y en el relleno de las depresiones sedimentarias. En conjunto, predomina el paisaje geomorfológico, sin entidad del elemento vegetal, por lo que el paisaje natural se presenta, en palabras de M, Benchetrit, como un auténtico «océano mineral». El modelado árido, poligénico, es heredado del Secundario, Terciario y Cuaternario, merced a la alternancia de climas más húmedos y frescos con los de tipo árido. Las mismas formas que mencionábamos en el capítulo anterior se desarrollan en este medio: superficies de dilatados horizontes, sobre glacis de erosión o pedimentos, con coberteras aluviales, sobre las que se desarrollan, a un nivel superior, plataformas tabulares calcáreas o areniscosas —las hamadas— en estructura horizontal o monoclinal, con paleoformas tipo garúa, formadas en las depresiones cerradas por acumulaciones de material fino. Pero, ante la escasa entidad del agua, el viento se convierte en el protagonista del modelado árido, debido sobre todo a su constancia. La deflación —el transporte— y el pulido debido a la fricción eólica ejercen un papel determinante en la configuración de los regs —superficies barridas por el viento—, de las acumulaciones dunares en forma de ergs y de las distintas formas de modelado aerodinámico. La aridez es responsable de la existencia de una vegetación extremadamente rala y xerófila, cuya formación más típica es eí acheb, integrado por plantas efímeras, que en unos días desarrollan todo su ciclo vegetativo, permaneciendo en reposo hasta que vuelva un nuevo episodio lluvioso, tras largos meses o años. Sólo los uadis y los oasis constituyen las excepciones de verdor en este universo árido, principalmente entre algo menos de los 20 y 30° aproximadamente del hemisferio septentrional, franja en la que predomina la vegetación árida, extendida zonalmente, en tanto que en el hemisferio sur se reduce a una banda litoral meridiana, entre los 15 y los 30°, que sólo afecta al sector occidental y al Kalahari (entre 19 y 27°), desapareciendo en el oriental, por la influencia de la corriente cálida de las Agulhas, que favorece la mayor evaporación, junto con otros factores locales. A pesar del carácter de «océano mineral» del que hablábamos ya en el capítulo anterior, existen diversas categorías de aridez; entre ellas destaca la hiperárida del interior continental desértico, alejada del océano y de extrema aridez; frente a la que los desiertos costeros gozan de una cierta benignidad, merced a una humedad relativa más elevada y al consecuente desarrollo de una seudosabana espinosa, que a veces adquiere el carácter de estepa; los macizos montañosos del interior desértico se configuran como áreas intermedias, debido a la altitud, mayor humedad y vegetación más densa, que, en las depresiones donde afloran los manantiales, adquiere densidad y exuberancia.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
a)
Vegetación natural africana (según P. Gourou)
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
b)
Principales tipos de suelos (según H. R. Jarret, 1979)
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
c)
Precipitaciones anuales en mm (según P. Gourou)
Fig. 3.2a), b) y c)
d)
Aspectos bioclimáticos.
Un dominio mediterráneo de escasa extensión en los extremos continentales
La franja subtropical corresponde al dominio mediterráneo, marcada por la pertenencia al mundo de las montañas alpinas, que reciben las influencias fitogeográficas de los bordes polares y ecuatoriales, erigiéndose en una encrucijada vegetal de extraordinario valor, tanto por la sucesión de pisos de vegetación en altitud —cliseries— como para servir de refugio a especies paleoclimácicas adaptadas a los climas actuales. Se asienta sobre las únicas coberteras plegadas del continente —la alpina del Magreb y la herciniana de El Cabo— y, merced a su variedad morfológica, altitudinal, litológica y a los contrastes termo-pluviométricos estacionales tolera y favorece la consolidación de formaciones vegetales heterogéneas, entre las que destaca la estepa mediterránea, que en el África subsahariana sólo se desarrolla en el extremo meridional del desierto del Namib. Aquí van creciendo levemente las precipitaciones hasta dar paso en el extremo meridional de El Cabo a la región mediterránea subhúmeda, con precipitaciones más abundantes y regulares, distribuidas en un semestre invernal húmedo y otro estival árido y con gran diversidad de paisajes naturales, debidos a la altitud, a la exposición y a los suelos. El monte esclerófilo es la formación predominante. No obstante, el dominio mediterráneo del José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES hemisferio austral tiene muy poca entidad comparado con el del boreal, pues se reduce al triángulo de El Cabo y rápidamente pasa hacia el norte a las formaciones arbustivas subáridas. e)
La singularidad del dominio montañoso
El dominio de montaña, dado el progresivo descenso de las temperaturas con la altitud y el aumento de las precipitaciones, introduce un paisaje original, fundamentado en el escaloña-miento de las formaciones vegetales y en su distinta configuración según la disposición de las vertientes en relación con las lluvias y la insolación: barlovento-sotavento, solana-umbría, oriente-occidente; y en la propia latitud del medio montañoso, que aporta la base de partida en cuanto al tipo de clima.
Estos factores propician una originalidad en el medio montañoso africano, basada primeramente en un encuadramiento intertropical de casi todos los conjuntos montañosos, salvo los mediterráneos, ya que se trata de montañas de latitudes cálidas; se fundamenta, en segundo lugar, en la gran extensión alcanzada por las montañas medias o, más bien, altas mesetas, en torno a los 1.000 m o algo superiores, mientras que el dominio de alta montaña, por encima de los 2.000-2.500 m, tiene muy escasa representación. Sin embargo, al tratarse de unas zonas cálidas, en las que los ritmos estacionales térmicos están ausentes y en las que las precipitaciones y la humedad ambiente alcanzan su máximo a media pendiente (2.500 a 3.000 m), se produce un escalonamiento muy contrastado y poco distanciado, con una cliserie bien definida. En el piso montano inferior, entre 1.000 y 2.000 m, con aumento de las precipitaciones y un descenso de las temperaturas, se desarrolla el bosque ombrófilo o mixto, con sólo dos estratos, menor riqueza florística y presencia del sotobosque. En el piso montano superior, entre 2.000 y 3000 m, se producen las máximas precipitaciones, con temperaturas bajas y abundante humedad ambiente, con nubes y nieblas frecuentes. El resultado es el desarrollo del nebelwald o cloud forest en una primera franja y coníferas en una segunda. El nebelwald se distingue por los grandes musgos y líquenes, helechos arborescentes, epífitas y frondosas, pero con una extraordinaria densidad. Le sigue el piso de las ericáceas, entre 3.000 y 4.000 m, donde los frecuentes vientos y las temperaturas muy bajas hacen desaparecer las leñosas, sustituidas por las ericáceas arbustivas, matorrales de brezos y rododendros, labiadas gigantes... El piso alpino, entre 4.000 y 5.000 m, se convierte en una pradera de altitud, casi sin árboles, pero con matorral de grandes dimensiones, por encima del cual, a partir de loa 5.000 m, se sitúa el piso nival. Evidentemente, la latitud introduce matices diferenciales, pues el macizo etíope, por ejemplo, al disponer de menores precipitaciones que el de los Grandes Lagos, desarrolla un tipo de vegetación más xerófila y menos densa. Igualmente, en los dominios mediterráneos se produce una estratificación vegetal en pisos de menor altitud y a partir de especies más adaptadas a la aridez y al frío. El paisaje natural que acabamos de analizar, fundamentado en una cobertera vegetal más o menos densa, propiciada por unos climas específicos, que en los dominios desérticos ceden el protagonismo a las formas de relieve, se convierte en la clave explicativa de la dinámica espacial sobre vastísimas regiones continentales, poco exploradas, mínimamente ocupadas y apenas transformadas por la acción humana. Sin embargo, en determinadas regiones y comarcas se han asentado grupos humanos, que, según su entidad, han creado un paisaje nuevo, más o menos antropizado, en el que, partiendo de las condiciones ecológicas previas, se ha producido una importante inversión de trabajo y de capitales, con una organización espacial propia. Ésta es, en parte, hija del legado histórico. II.
Los condicionantes históricos de la organización espacial y sus disfuncionalidades actuales
La historia de las sociedades africanas pone de manifiesto la entidad e importancia de las intervenciones exteriores, que han perturbado su normal desarrollo. La baja densidad del continente africano, que se debe en gran medida a factores históricos, ha favorecido la permanencia de técnicas de explotación agraria primitivas, y hoy arcaicas; hechas que, al pretender ser transformados por la colonización, han conducido a la ruptura de la organización social tradicional y a la modificación del panorama político, pero sin cambiar los presupuestos que la nueva civilización alóctona debiera haber modificado para corregir los desequilibrios. 1. LOS FUNDAMENTOS HISTÓRICOS DE LA DEBILIDAD DEMOGRÁFICA Y SU EVOLUCIÓN RECIENTE La debilidad del poblamiento africano se remonta a épocas muy antiguas y el estancamiento de su población se ha mantenido durante largos siglos, por lo que actualmente es, dentro del Tercer Mundo, el José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES conjunto regional menos poblado, con una densidad media de 25 habs./km2, que, aunque encubre grandes desequilibrios en su distribución, refleja la escasa ocupación general del continente. Una débil ocupación que ha perdurado hasta la reciente explosión demográfica, pues todavía a finales del siglo pasado la población africana no alcanzaba más de 120 millones de habitantes (densidad inferior a 4 habs,/km2) pasando a 191 en 1940 (densidad de 6,3), a 330 en 1970 y a 743 millones a mediados de 1997. Es sorprendente el crecimiento demográfico reciente, que en el último cuarto de siglo ha multiplicado por más de dos la población africana. Cómo se ha llegado a esta situación y cuáles han sido las causas de la distribución del poblamiento africano parecen preguntas de obligado planteamiento. En efecto, dada la importancia de los medios hostiles a la ocupación humana, se ha extendido fácilmente la interpretación determinista. En este sentido, las tierras africanas no tolerarían, por su incapacidad, más que muy bajas densidades. A veces esta argumentación se hace más sutil, transfiriendo la responsabilidad a las enfermedades y epidemias propias del mundo tropical. Pero a estas interpretaciones se debe superponer la explicación histórica, que permite comprobar las coyunturas y vicisitudes pasadas, fundamento de la escasez de pobladores en África. Evidentemente, los medios áridos dificultan extraordinariamente cualquier tipo de actividad agraria, base de la economía de autoconsumo o de subsistencia de distintos pueblos en ellos asentados. De ahí que estos medios sólo se ocupen cuando la explotación de sus recursos no agrarios los hace rentables, como ha sucedido en torno al golfo Pérsico. Las dificultades, cara al aprovechamiento agrario de los desiertos se han querido hacer extensibles a los dominios ecuatoriales, por sus temibles endemismos, por los suelos ferralíticos poco fértiles y por los obstáculos que la densidad del bosque opone a las comunicaciones y a los intercambios. Sin embargo, la potencia de la vida vegetal en estas áreas parece contradecir esas afirmaciones. Y no sólo la vida vegetal, sino también la humana, pues bajo condiciones ecuatoriales se apiñan densísimas comunidades agrarias en la isla de Java, como hemos puesto de relieve precedentemente. En la propia África también, y en el mismo dominio ecuatorial, se localizan los focos de intenso poblamiento de los ibo, en el SE de Nigeria, y de los yoruba en el SO del mismo país (véase fig. 13.3 sobre distribución de la población). Las endemias y enfermedades, ciertamente, ejercen un papel destructor importante. Algunas como la malaria, han causado grandes estragos, llegando a provocar, por sí solas, hasta un 8 % de la mortalidad anual de la República del Congo (Gourou, E, 1970, 58). El mosquito anofeles, transmisor del germen que produce el paludismo, sólo se desarrolla en condiciones de humedad y temperatura elevadas, por lo que las selvas anfibias del Congo favorecen su propagación (véase fig. 13.3b). Actualmente, sin embargo, los fármacos antipalúdicos han permitido acantonar la epidemia en las remotas áreas donde no se llegan a distribuir esos productos, La enfermedad del sueño, transmitida por la mosca tsé-tsé, que necesita calor y humedad para su desarrollo, afecta a los dominios ecuatoriales y tropicales africanos, donde ataca tanto a los hombres como al ganado, provocando la muerte en un espacio máximo de dos años; de ahí que la ganadería bovina se vea enormemente obstaculizada; en Tanzania, por ejemplo, el mapa de la distribución del ganado bovino representa el negativo del de la mosca tsé-tsé, según P. Gourou, aunque añade que una agricultura intensiva y algunos cuidados para eliminar los ecótopos del insecto pueden acabar con él (Gourou, P., 1970, 60). Actualmente la enfermedad está controlada, si bien se producen epidemias esporádicas de estas moscas portadoras e inoculadoras del tripanosoma. Sin embargo, es posible la curación de una persona afectada si se le proporciona un tratamiento a tiempo. Otras enfermedades como la oncocercosis, la fiebre amarilla o la bilharziasis, están también muy extendidas. La primera es un tipo de filaria, transmitida por una mosca, cuyos huevos se desarrollan en aguas cálidas muy oxigenadas (cascadas y rápidos). Por lo cual, en algunas comunidades de las orillas de los ríos de África occidental, una quinta parte de los adultos son ciegos (Mahler, H., 1980, 39). La fiebre amarilla tiene menos importancia, por las vacunas profilácticas que la evitan fácilmente. La bilharziasis —parásitos de la vejiga urinaria— está muy extendida, por el contrario, llegando incluso a padecerla hasta más de la mitad de los habitantes. Produce un debilitamiento general e incluso la muerte, A estas enfermedades se suman otras más generales y, sobre todo el Sida, con 22,2 casos por 100.000 habitantes en 1995, muy por encima de la media mundial (= 5), que hablan de un cuadro sanitario enormemente deficiente, agravado incluso por el hecho de una insuficiente alimentación. Pero no se puede basar el fenómeno de la baja densidad en factores exclusivamente sanitarios, pues las epidemias, muy letales, diezmaron igualmente la población europea: peste negra, viruela, cólera, fiebre amarilla, gripe, y sin embargo, alcanzó densidades mucho mayores. Ahora bien, la importancia de estas endemias radica en el círculo vicioso que introducen, pues, como ha señalado P. Gourou, debilitan a quienes atacan de tal manera que quedan incapacitados para realizar los esfuerzos que la actividad agraria exige y, a su vez, los insuficientes cuidados de la tierra se traducen en una disminución de las cosechas, una peor alimentación y un debilitamiento progresivo, con mayor propensión a contraer otras enfermedades. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES No obstante, el problema de las bajas densidades se debe principalmente a factores históricos, entre los cuales la trata de esclavos se revela como el fenómeno más decisivo y no sólo por la cuantía de los esclavizados, sino por su calidad y las consecuencias sobre la población remanente. En relación con la cantidad, es posible que en los largos siglos de trata de esclavos en el África tropical hayan sido vendidas varias decenas de millones de negros. Unos autores estiman como cifra mínima 12 millones (Gourou, P., 1970,61), otros 14 (Hance, W. A. 1970,129), Jarret la eleva a más de 30 (Jarret, H. R„ 1979,55), e incluso algunos la elevan a más de un centenar, que, además, ha correspondido a los miembros más jóvenes, vigorosos y en la mejor edad de procreación. Las consecuencias de la captura de esclavos han sido las devastaciones y guerras que en múltiples ocasiones se han entablado, provocando un gran número de bajas. En efecto, desde la más alta Antigüedad hasta el siglo XIX, el África intertropical ha sufrido las consecuencias de las luchas para el abastecimiento de mano de obra esclava: ya el Egipto faraónico había establecido un mercado de esclavos en la costa somalí. Igualmente, los romanos buscaron en África esclavos negros de excepcionales cualidades. Al Magreb, asimismo, llegaban caravanas de esclavos procedentes del actual Sudán, que hacían la ruta por el Sahara. Del mismo modo, los árabes, a partir del siglo VII, multiplicaron los centros de trata de esclavos en la costa oriental africana y después en la occidental. Finalmente, portugueses, españoles, ingleses, franceses y holandeses prosiguieron la trata más voluminosa a partir del siglo XVI, bien capturándolos ellos mismos o por medio de mercaderes árabes o jefes de tribu: fenómeno que provocaba sangrientas guerras tribales, que mantenían una inseguridad permanente y que inducía a la huida de pueblos enteros desde la costa hacia el interior, desde las áreas más favorables al habitat humano —llanuras, lugares abiertos, zonas de paso— a las más difíciles —medios malsanos, montañas o bosques de difícil acceso. Las heridas abiertas en la dinámica demográfica durante estos largos siglos de genocidio aún no han sido restañadas totalmente. En este sentido, la relativamente alta densidad de los países ribereños del golfo de Guinea se debería a que éstos se procuraban los esclavos que proporcionaban a los europeos en el interior del continente (Gourou, P., 1970,62). Como resultado final, África, al acabar el siglo XIX, es un continente no sólo semivacío, sino semivaciado, a consecuencia de la trata de esclavos; fenómeno complementado por el desarrollo, también desde finales de siglo, de una economía colonial, extraña a los intereses de las poblaciones indígenas, que ven disminuir parte de sus tierras y de sus gentes en pro de la agricultura y minería coloniales, aumentando, de este modo, los problemas alimentarios, con sus respectivas secuelas demográficas. Esta dinámica histórica de la población africana se ve rota, sin embargo, por la explosión demográfica que se desencadena a partir de los años cuarenta. El crecimiento de la población entra en una fase de aguda y persistente expansión, que está densificando la población del continente africano, de modo que para el 2010 se estima un contingente de unos 990 millones de personas y una densidad bruta de unos 33 habs./km2, o de 54 si descontamos las tierras desérticas y las selvas inundables. Los pueblos africanos se encuentran en estos momentos en la fase alta de la transición demográfica, habiendo pasado a encabezar el ranking del crecimiento demográfico mundial, como consecuencia de unas extraordinariamente elevadas tasas de natalidad (media del 40 ‰), que se acompañan de unas todavía altas tasas de mortalidad (media del 14 ‰), aunque con diferencias entre países más acusadas que en la natalidad. Como resultado, un crecimiento demográfico de un 2,6 % anual puede duplicar la población en un lapso de 26 años, por lo que África está superando su estancamiento demográfico tradicional a un ritmo aceleradísimo.
a) Distribución de la población
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
b) Algunas enfermedades extendidades en África
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
c)
Principales movimientos migratorios Fig. 13 .3a), b) y e)
Aspectos demográficos (según H. R. Jarret, 1979, actualidades).
El significado de estos hechos está muy claro: África encabeza si crecimiento demográfico mundial, potenciado por el mayor atraso de sus estructuras demográficas, sociales, económicas y políticas. De los 53 países y territorios tenidos en cuenta en el cuadro XIII.1, sólo 9 tienen tasas de crecimiento inferiores al 2 % anual (Sierra Leona, Mauricio, Reunión, Seychelles, Guinea Ecuatorial, Cabo Verde, Ruanda y Túnez), pero tan sólo la República Sudafricana alcanza un elevado contingente poblacional —42 millones—, mientras el resto sólo suman 24 millones de habitantes). Esto quiere decir que apenas han calado las políticas de planificación familiar, que el comportamiento demográfico es altamente pronatalista y que la reducción de la mortalidad se debe a la intervención exterior, que ha logrado controlar las epidemias más letales. W. Hance recoge en su obra sobre la población africana un planteamiento curioso hecho en una conferencia sobre el desempleo en África, dictada en 1966, en la cual se concluía que «la introducción de prácticas médicas tendentes a reducir las tasas de mortalidad es José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES inmoral si conduce a un empobrecimiento del país». El autor replica que es inaceptable el postulado, pero añade que «puede ser inmoral no conceder atención al control de nacimientos si éste puede prevenir el sufrimiento y la futura pauperización del continente» (Hance, W. A., 1970, 431). Esta inmoralidad que Hance condenaba en 1970 puede considerarse cumplida en los noventa: la depauperación, el enorme crecimiento demográfico frente al muy escaso de los recursos, la insuficiencia de las producciones agrarias, la escasa inversión de capitales para el desarrollo agrario, han corrido parejos con las atenciones médicas, a pesar de las cuales apenas ha mejorado la situación socio-sanitaria, como lo demuestran las elevadísimas cifras de mortalidad infantil (88 ‰ de media continental), o como lo pone de manifiesto, asimismo, la escasez de personal médico (más de 18.300 personas por médico en África subsahariana. Cuadro XIII.1. Indicadores socioeconómicos de los conjuntos regionales africanos, 1997 África septentrional
África occidental
África oriental
África central
África meridional
Total África
Total África subsahariana
Superficie en krn2
8.536.883
6.203.359
6.353.829
6.612.393
2.693.419
3.399.883
1.863.000
Población (en millones) Densidad (habs./krn2) Natalidad (‰) Mortalidad (‰)
165,9 19,4 30 8,33
209,5 33,8 43,8 14,6
231,2 36,4 44,6 17
87,6 13,3 46,2 15,4
48,7 18 28,4 11,9
743,1 24,5 40,3 13,9
577 26,4 42,8 15,4
Crecimiento vegetativo (%) Población año 2010 (millones) Mortalidad infantil (‰) <15/>65 años (%) Esperanza de vida al nacer (años) Descendencia final (N° hijos)
2,16 210,1 59,65 39,3/3,8 63,1 4
2,9 299,3 94,1 45,9/3 52 6,2
2,76 30092 98,4 46,6/2,9 48,3 6,2
3,1 125,56 97,4 46,4/3,1 51 6,4
1,65 53,83 55,7 35,9/4,8 56 3,4
2,64 989,73 88,5 44/3.3 53,4 5,6
2,74 816,46 93.3 45,3/3,1 50.7 6,0
% mujeres casadas que usan contraceptivos (total/modernos)
41,6137,4
12,6/6,3
18,5/12,6
—/—
49,6/48,1
23,7/18,3
17,7/12
Población urbana (%) Tasa de analfabetismo 1995 (%) K calorías/persona y día, 1992 Personas por médico (±1992) PNB per cápita 1995 (dólares)
45,6 48,6 3.000 1.192 1.110
23,9 53,5 2.205 8.492 330
20,8 43,4 1.773 17.684 210
33,1 33.7 2.002 13.428 320
52,6 21,0 2.642 1.819 2.970
30,7 45,5 2.303 3.536 630
26,5 41,7 2.038 8.118,6 510
Población activa agraria (%)* Población activa industrial (%)
37 25
60 8
79 6
73 10
18 25
63 11
68 8
Población activa servicios (%) Aportación al PIB agricultura (%) Aportación al PIB industria (%) Aportación al PIB servicios (%)
38 16 32 52
33 36 21 43
15 36 22 42
17 24 32 44
57 6 39 55
26 18 32 50
24 20 31 49
*Los datos de población activa y aportación al PIB corresponden a los años 1993 y 1994, aunque algunos son anteriores. Hay disparidades en las fuentes. N.B.: La superficie total de África varía según se incluyan o no algunas isla o la península del Sinaí, que, aunque pertenece a Egipto, forma parte de Asia. Véase en los cuadros posteriores los países que integran cada conjunto. Fuente: Population Reference Bureau 1997, PNUD 1997, FAO 1996, World Europa Yearbook 1996 e Images économiques du monde 199611997.
El proceso, pues, de densificación demográfica no se ha acompañado de una modernización socioeconómica, como lo prueba el mantenimiento de unas estructuras agrarias arcaicas y disfuncionales, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES más evolucionadas en el África árabe, pero insuficientes en todos ellos; así lo evidencia también el creciente éxodo rural, cuyas direcciones más importantes recogemos en la fig. 13.3c). 2.
PERVIVENCIA DE LAS ESTRUCTURAS AGRARIAS TRADICIONALES
Mientras la población ha estado creciendo firmemente, la producción agraria lo ha hecho con mucha mayor lentitud. Así, en la década de los sesenta el crecimiento anual de la producción agraria en África subsahariana fue de un 2.3 % y de un 1,3 % durante los años setenta, relevándose a 1,54 % entre 1985 y 1995. Referido a la producción per cápita, la mayoría de los países y el conjunto regional tuvieron un crecimiento negativo (-0,45 % anual en el decenio 1986-1995), De todos los países subsaharianos sólo Ghana, Guinea y Nigeria conocieron un crecimiento per cápita positivo durante dicha década; los restantes lo tuvieron negativo, según datos de la FAO. De este modo, los problemas alimentarios se dejaron sentir fuertemente en toda África, aunque en la parte septentrional, en función de sus mayores disponibilidades financieras, se resolvieron mediante importaciones de cereales. Así, los últimos 15 años pueden ser considerados como una década perdida para la alimentación, la sanidad y el desarrollo en el África subsahariana. De resultas, más de la mitad de estos países, entre los cuales se cuentan Nigeria, República del Congo, Tanzania, Uganda, además de Etiopía, no cubren sus necesidades calóricas; en otros términos, el hambre acosa a más de la mitad de la población africana, como puede observarse en los datos del Anexo 2, en los que se comprueba la existencia de numerosos países y territorios que no alcanzan la cifra mínima de las 2.350 k.cal/persona/día. ¿Es que las tierras y los pueblos africanos son incapaces de hacer frente a sus propias necesidades alimentarias? ¿Cómo se ha llegado a esta situación? En principio, hay que distinguir el significado de dos grandes tipos de actividad agraria que se practican en África: la agricultura de subsistencia, por un lado, y la de plantación, comercial, por otro. Ambas son producto de la intervención exterior. La primera, porque, a pesar de ser autóctona, ha modificado profundamente los presupuestos tradicionales, obligada por factores alóctonos; la segunda, porque ha nacido y se ha desarrollado y organizado al servicio de intereses foráneos. Entre ambas, no obstante, está adquiriendo entidad la agricultura familiar privada, sobre todo en el entorno de las ciudades y en las áreas más dinámicas. a)
La inadecuación de la agricultura de subsistencia, tradicional
Las sociedades africanas, aisladas hasta finales del siglo pasado, asistieron a la modificación de sus sistemas de vida tradicionales por la introducción de pautas de comportamiento exteriores. De esta manera el cultivo itinerante tradicional, de predominio en los bosques ecuatoriales y en las sabanas, se fue modificando a medida que el crecimiento de la población obligó a sedentarizarse a numerosos grupos humanos que en el nomadeo de sus campos y aldeas se encontraban con otras comunidades tribales. El cultivo itinerante, apoyado, pues, en la abundancia de tierras inexplotadas, que se basaba en la roturación de aproximadamente una hectárea por familia, pero que requería otras 15-20 hectáreas en barbecho forestal para asegurar la reconstrucción de la fertilidad del suelo, está perdiendo fuerza, bien se trate del tugan de África occidental o del tavy de Madagascar. Aún conserva importancia en las selvas del África central, más como cultivo de largas barbecheras que como cultivo itinerante propiamente dicho, con traslado del poblado. Pero es más, el acortamiento de los períodos de barbecho hasta 6-8 años e incluso menos, ante la explosión demográfica, está reduciendo considerablemente ¡a fertilidad del suelo e incidiendo negativamente en los rendimientos, puesto que aquí la evolución técnica no ha acompañado a la evolución demográfica. Ahora bien, no todas las regiones ecuatoriales, subecuatoriales y sudanesas dependen exclusivamente de este sistema agrario, pues, incluso tradicionalmente, se conocían numerosas comunidades que se habían sedentarizado y practicaban una agricultura intensiva sobre campos fijos, abonados con detritus, hojas o estiércol. Así, los peúls nómadas de la región saheliense del Níger se dedicaron a la cría del ganado para la producción de leche, carne y abono, que vendían a los agricultores sedentarios. Otras comunidades han practicado igualmente una agricultura sedentaria intensiva, como en la isla Ukara (en el lago Victoria) a base de abono verde y estiércol de bovino. Ejemplos destacables los encontramos, asimismo, en la región de Kano o en el país Ibo, al N y SE de Nigeria, respectivamente, entre los mossi de Alto Volta, los sereres del SE de Dakar o los kikuyu de Kenia, en tomo a Nairobi..., que practican sistemas intensivos a partir del abonado y de la asociación de la agricultura con la ganadería, aspecto éste que es infrecuente en África, debido, en gran medida, a los ataques de la mosca tsé-tsé, extendida por todas las áreas tropicales húmedas. En otras ocasiones, sobre los valles de los ríos se practican cultivos de inundación, como el arroz en el valle del Níger o del Logone, aprovechando las aguas altas para que se desarrolle la planta; método que José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES suele dar resultados muy pobres, como lo demuestra el hecho de que a veces se recoge la cosecha desde una barca, espiga por espiga; otras veces se aprovechan las reservas hídricas del suelo en los momentos de decrecida para cultivar sorgo o alubias, plantas menos exigentes en agua. No obstante, los valles de los grandes ríos suelen estar aprovechados para una agricultura intensiva de regadío, como en el Nilo egipcio o sudanés, destinados a producciones de subsistencia (arroz, trigo, mijo, sorgo, cacahuete, alubias...) o comerciales (principalmente algodón). Ahora bien, las técnicas extensivas, la no disponibilidad de maquinaria, abonos, etc., obligan a dejar barbecho hasta en el regadío. Frente a los sistemas agrícolas, los ganaderos se apoyan en la utilización de vastísimos espacios sobre regiones áridas y subáridas, dedicándose a la cría de camellos o de ganado lanar, a la que se une el comercio de caravanas. Se trata, en parte, de los beduinos del desierto, que lo mismo que señalábamos en Arabia Saudí, han controlado y explotado, de este modo, a los sedentarios de los oasis. Aunque algunos países todavía conservan una elevada tasa de población nómada, como Mauritania, con 513.000, es un fenómeno en franco retroceso. Finalmente, estos sistemas de cultivo tradicionales se apoyan en un estatuto de la tierra en el que juegan un gran papel los derechos colectivos, por lo que las desigualdades sociales respecto de la propiedad de la fierra no constituyen realmente un freno. De ahí que los bajos rendimientos y productividad sean función de factores técnicos y culturales y de la «ausencia de un dominio del espacio», como indica P. Gourou. El progreso agrícola, por lo tanto, se presenta como un asunto de organización de mercados y de animación rural más que de reforma agraria, aunque estas afirmaciones no valen para el África árabe, donde la estructura de la propiedad es distinta, como vimos. Sin embargo, frente a la atonía productiva del mundo agrario tradicional, en el que la explosión demográfica no ha constituido más que un factor negativo, se han producido otros cambios importantes hacia un tipo de agricultura totalmente comercial, incapaz, por otro lado, de mejorar la situación alimentaria. b)
El desarrollo de una agricultura comercial volcada al exterior
Desde finales del siglo pasado una parte de las tierras africanas fue destinada a producciones demandadas por los europeos. Como señala Benchetrit, el proceso se inició a partir del comercio de trata de goma de hevea en el Congo Belga entre 1894 y 1900. En 1901 se formó la compañía de Kasai, que adquirió el monopolio de la trata en la reglón y que, cuando este negocio se vino abajo a principios de siglo, fue sustituido por el de la palmera aceitera (Elaeis guineensis) de la región del Kuilu. La compañía Lever creó la Sociedad de Aceites del Congo Belga (HCB), construyendo en 1918 el gran centro de Leverville, que le permitió controlar plantaciones propias y vastas extensiones de palmerales espontáneos. En otras ocasiones, las sociedades comerciales europeas introdujeron los cultivos comerciales de una manera forzada, controlando la producción, vendiendo los insumes y constituyéndose en monopsonios. Así sucedió en Chad con el algodón (cuenca del Logone) por decreto del Estado colonial en 1928, estableciéndose un contrato entre la sociedad comercial Cotonfran, que recibió el monopolio de la compra y comercialización del algodón, comprometiéndose a cambio a construir plantas desmotadoras, al tiempo que la administración colonial se comprometía a extender este cultivo, para lo cual contó con el apoyo de los jefes tradicionales, que recibían un porcentaje sobre el valor de las cantidades vendidas. Este sistema fue desarrollado sobre dos tipos de terrenos: unos destinados a una agricultura de subsistencia, trabajados individualmente, alternando el mijo, legumbres o mandioca con el cultivo comercial, y otros trabajados colectivamente, que se roturaban expresamente, y eran dirigidos por los jefes de aldea. En 1946 fue abolido en Chad el régimen de los cultivos forzados, pero el gobierno de este país continuó estimulándolo, de modo que en 1960 alcanzaba el 85 % del valor de las exportaciones, y en la actualidad el valor de las exportaciones agrícolas (materias primas) respecto al total supera esa cifra. El algodón en Chad o el cacahuete en Senegal representan cultivos comerciales introducidos de una manera forzada y que han supuesto la ruptura de los sistemas agrícolas de subsistencia tradicionales, extendiendo la monetarización y preparando las bases del subdesarrollo de numerosos países africanos. También los cultivos de plantación fueron introducidos por la población colonial, venida de Europa, como los cacaotales de Costa de Marfil, las plantaciones de té, tabaco o café en África oriental, la caña de azúcar o especias en Madagascar. Plantaciones que han ido pasando a manos de propietarios indígenas a raíz de la independencia, por lo que tan sólo subsisten las grandes empresas, como la Unilever en Nigeria y República del Congo, la Firestone en Liberia... Finalmente, el campesinado indígena también se ha sentido atraído por las ofertas de las sociedades comerciales, integrando los cultivos de plantación en las rotaciones de la agricultura de subsistencia. El algodón en Egipto o Sudán, el café en Etiopía, y prácticamente todos los productos de plantación, que cada vez atraen más al campesinado, han pasado, así, a formar parte de la agricultura familiar (véase la distribución de los principales cultivos de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES autoconsumo y de exportación en la fig. 13.4). Este tipo de cultivos de exportación se ha organizado en explotaciones muy diversas, entre las cuales cabe destacar, en primer lugar, la gran plantación de tipo industrial, propiedad generalmente de empresas multinacionales, explotada con métodos industriales, apreciables en las propias dimensiones de la empresa —con varios cientos o millares de hectáreas y varios miles de trabajadores empleados—, en la organización del paisaje, marcado por la red radial de carreteras, caminos y ferrocarriles que acaban en la fábrica, en la que se traían los productos destinados al mercado mundial y en cuyo alrededor se localizan los barracones para el alojamiento de los obreros. Las plantaciones de palmera aceitera de la Lever en Leverville (República del Congo) o la mayor explotación mundial de heveas que la Firestone tiene en Liberia, cerca de Monrovia, constituyen dos ejemplos singulares. Frente a las plantaciones de tipo industrial, las de carácter latifundista han tenido muy poco eco en África. Sólo se desarrollaron en África oriental —Kenia y Tanzania— orientadas hacia la producción de fibras textiles, como el sisal, que, además, entraron hace decenios en crisis profunda por la caída de los precios en el mercado internacional (Benchetrit, M. et al.. 1971,227-246). En cambio, los colonos europeos o el campesinado autóctono han potenciado la expansión de los cultivos de plantación por numerosas regiones africanas, y especialmente el África oriental (Kenia, Tanzania, Zambia, Zimbabue) y países ribereños del golfo de Guinea, donde ha dado lugar a explotaciones familiares capitalizadas, que se localizan en los márgenes de las grandes vías de comunicación. Todos los factores considerados sobre la agricultura comercial traen unos resultados que vamos a centrar en los aspectos espaciales y económicos. Un primer hecho destacable es que la agricultura comercial constituyó en su momento un factor de crisis, por cuanto sustrajo tierras a la agricultura de autoconsumo, tanto en una consideración cuantitativa, por la dimensión de los espacios disponibles para los cultivos de subsistencia, como cualitativa, por la ocupación de los suelos más fértiles para cultivos comerciales (café, cacao...), cuando esos suelos hubieran podido ser destinados más provechosamente a cultivos de autoconsumo, con métodos más intensivos, sobre todo ante el fuerte crecimiento demográfico. No obstante, la invasión de la agricultura comercial parece imparable, potenciada por el propio crecimiento urbano que demanda mayores cantidades de productos agrarios, por lo que todavía ha de perdurar durante decenios la dualidad agraria: agricultura de autoconsumo y comercial, con numerosas situaciones de transición. Sin embargo, hay que destacar también los aspectos positivos de k agricultura comercial, como el enriquecimiento de la propia agricultura, tanto en la gama de cultivos (difusión de plantas fuera de las regiones de origen: cacahuete, cacao, hevea —originarios de Brasil— algodón...) como en las técnicas: estaciones experimentales, intensificación de los sistemas de cultivo, investigaciones agronómicas, etc. Y a pesar de la frecuentemente denostada revolución verde, en África ha tenido poca importancia y actualmente es el conjunto planetario donde más se echa en falta. No obstante, hoy se pueden ver unos paisajes nuevos —plantaciones, arrozales, campos de algodón, de cacahuete...— que han arraigado profundamente en el África cálida, han cambiado totalmente la faz del paisaje tradicional y constituyen un fenómeno irreversible en la agricultura africana, porque además se le dedica incluso más atención que al sector de subsistencia; B. Kayser llama la atención sobre el hecho de que en la década de los cincuenta el sector comercial creció más deprisa que el de subsistencia.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
Producción total de cereales, y de mijo, en África subsahariana, 1995
Producción total de raíces y tubérculos, y de mandioca en África subsahariana1995
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Producción de cacahuetes (con cascara) en África subsahariana, 1995
Producción de algodón (sin desmotar) en África subsahariana, 1995
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Producción total de frutas, en África subsahariana, 1995
Producción total de hortalizas y melones en África subsahariana, 1995
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
b)
Regiones ganaderas (según H, R. Jarret, 1979)
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ESPACIOS Y SOCIEDADES
c)
Cultivos de exportación (tomado de J. M. Casas Torres, 1979) Fig. 13.4b) y c)
Aprovechamientos agrarios.
Estos fenómenos, evidentemente, no favorecieron el autoabastecimiento alimentario de los pueblos africanos, como lo prueba el que un 22,7 % de las importaciones africanas en 1992 correspondía a productos alimenticios (UNCTAD, 1994). Pero es que incluso en la década de los noventa, la producción de alimentos por persona en África ha estado al albur de las circunstancias meteorológicas e incluso ha retrocedido (índice de 95,2 en 1995 para una media de 100 en el trienio 1985-1991, según la FAO). Por ello, tal vez conviniera olvidarse de la prioridad dada en determinados momentos a las producciones exportables y cambiarla por un apoyo decidido a las de autoconsumo nacional, que deberían recibir subvenciones y precios más altos, Sin embargo, esta idea, ardientemente defendida por numerosos autores, no es una solución válida por sí sola, pues, como afirmaban Siddle y Swindell, incluso las comunidades que apenas habían desarrollado cultivos de exportación, tenían problemas de empleo y de escasez de tierra, mientras aumentaban las desigualdades internas y los hogares pobres no eran capaces de hacer frente a sus propias necesidades (Siddle, D. y Swindell, K., 1990, 203). La presión demográfica, junto a la falta de medios y capitales, ha incrementado, por otro lado, la dependencia de las circunstancias meteorológicas. Vemos, pues, cómo la influencia de los europeos en el mundo africano ha conducido a la consolidación de formas de explotación agraria nuevas y que, por sí mismas, parecen representar una ventaja sobre la agricultura tradicional y, en muchos casos, arcaica, conservada todavía en numerosas regiones. Ahora bien, los diversos tipos de agricultura comercial, al no acompañarse de una evolución técnica, económica, cultural y social, que debería haber afectado a todo el campesinado, ejercen un efecto distorsionador, puesto que favorecen la expansión de una economía comercial en unos medios y en unas comunidades que carecen de condiciones para dedicarse a una agricultura de mercado, a la cual, sin embargo, no pueden escapar, para cubrir las perentorias necesidades monetarias. En este sentido son los propios Estados, con sus contribuciones e impuestos, las organizaciones que más impulsan la José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES monetarización, aunque los Estados, tal como se han configurado a raíz de la independencia tampoco parecen tener fuerza, ni ser capaces de introducir mejoras sustanciales entre las comunidades campesinas. Se sufre, en consecuencia, una situación marcada por la transición desde una etapa tradicional a otra moderna, pero con la particularidad de que ni una ni otra están consolidadas. La agricultura tradicional, atrasada y falta de medios, es incapaz de hacer frente a la presión demográfica; la agricultura moderna, sin redes de abastecimiento y comercialización adecuadas, también se enfrenta a circunstancias críticas. 3.
LA IRRACIONAL HERENCIA POLÍTICO-ECONÓMICA DE LA COLONIZACIÓN
La colonización africana ha durado poco tiempo si se compara con la de Latinoamérica. La población autóctona se ha librado, por tanto, del genocidio que sufrieron los indígenas americanos. Ahora bien, ni sus bases económicas, ni sociales, culturales o políticas han sido respetadas. Los pueblos africanos se han visto empujados a asimilar la cultura de los colonizadores, su lengua, su técnica, su organización social y política. África representaba para éstos una despensa de materias primas y, por ello, procedieron a su reparto ya en la Conferencia de Berlín en 1884-1885. El mapa político africano parece, así, trazado con cartabón, sin respetar los caracteres culturales, sociales o las bases económicas de los pueblos implicados en las divisiones administrativas (en este sentido es curioso el caso de Radio Malí, que en 1962 distribuía su tiempo de emisión entre siete lenguas: 55 % en francés, 25 % en bambara, 5 % en peúl, 5 % en sarakolé, 5 % en tamachak, 3 % en wolof y 2 % en moro. La Uganda pre-Amin usaba en sus campañas de alfabetización 26 lenguas). Las fronteras a menudo dividen en dos a territorios isoglósicos. La demarcación territorial se hizo en función de las áreas controladas por cada colonizador, a partir de las franjas costeras y de su penetración hacia el interior; normalmente se partía de los establecimientos comerciales, desde los cuales se acotaban los límites del territorio en sentido perpendicular a la costa, según su mayor o menor penetración y anchura. De ahí los minúsculos Estados del golfo de Guinea, como Benin, Togo, además de Gambia, pequeño país de 500 km de Largo por 30 de ancho, para el que existieron negociaciones entre Francia e Inglaterra a fin de intercambiarlo con el actual Benin, pero que, al fracasar, se configuraron los dos Estados; curiosamente, el 1 de febrero de 1982 Senegal y Gambia se unieron en la Confederación de Senegambia para superar los problemas derivados de sus irracionales fronteras, aunque en septiembre de 1989 fue disuelta la Confederación por desavenencias. Junto a los Estados nacidos de las colonias francesas se asientan los de las inglesas, como Nigeria, Ghana, Sierra Leona, además de los del África oriental; Guinea Ecuatorial se configura como un minúsculo Estado o colonia, independizado de España el 12 de octubre de 1968; Angola y Mozambique se independizaron de Portugal en 1975. Llaman la atención las escasas excepciones, como la de Abisinia (Etiopía), que permaneció siempre independiente (con el paréntesis del dominio italiano entre 1936 y 1941), y Liberia, república independiente surgida en 1822, con esclavos negros liberados en Estados Unidos, y el Congo Belga (actual República del Congo) como patrimonio personal del rey de Bélgica. El fruto de estos arbitrarios trazados se ve en el reparto de unos mismos pueblos entre diversas fronteras, como los peúl, presentes en toda África occidental, los ewé entre Togo y Ghana; los congo entre Congo, República del Congo y Cabinda-Angola; los lunda entre República del Congo y Zambia. Asimismo, se han unido pueblos irreconciliables o que se creen explotados, como los ibo de Biafra con los yoruba; los del norte y sur del Chad; los mandinga de Malí opuestos a los tuareg; los abisinios, que dominan a otros pueblos etíopes (eritreos entre otros); los sudaneses de Jartún, enemigos de los de las marismas del Nilo y de las sabanas del Sur. Algunos otros aspectos cabe destacar, como la duplicación innecesaria de puertos. Por ejemplo, Ghana, Togo, Benin y Nigeria tienen sus puertos en aguas profundas a escasas decenas de kilómetros los unos de los otros. Brazzaville, en palabras de P. Gourou, «lleva el luto del África ecuatorial francesa»: ni la ciudad ni su pobre entorno tienen medios de subsistencia que justifiquen la presencia de más de 150.000 habitantes (hoy alcanza los 600.000, y cerca de un millón en la aglomeración). La herencia colonial también se manifiesta por una industria muy escasa, falta de integración y con un nítido predominio de las actividades mineras, cuya producción se exporta en su casi totalidad: en diamantes África aporta en tomo a la mitad de la producción mundial, extraídos principalmente en República del Congo, Botsuana y Sudáfrica, y los dos tercios de las ventas; en mineral de hierro, Sudáfrica, Mauritania y Liberia figuran entre los principales productores africanos; en cobre, Zambia, la República Sudafricana y República del Congo se cuentan entre los grandes productores mundiales, aunque han sido sobrepasados ampliamente por Chile, EE.UU., Canadá. Australia, Rusia y Polonia. Otras importantes reservas de minerales metálicos se encuentran en Sudáfrica, Zimbabue, Zambia y República del Congo (véase fig. 13.1c). La prospección y explotación mineras corren a cargo generalmente de compañías extranjeras transnacionales, salvo algunas excepciones, como en Zambia, que. a raíz de la independencia, controla el 51 % de las acciones de una veintena de empresas. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Las industrias mineras —extracción, concentración del mineral, refinado, en menor medida— representan casi las únicas industrias de base. Y en conjunto la industria no aporta más que en torno a un 31 % al PNB, incluyendo construcción y minas, aunque sólo da empleo a alrededor de] 10 % de los activos. Otras herencias coloniales son bien patentes, como las relativas a la infraestructura, con una red viaria escasa, costera, uniendo los puertos con las explotaciones mineras o agrícolas, Se caracteriza por tramos seccionados y faltos de integración entre sí; curiosamente aparecen tramos de ferrocarril que terminan en puertos fluviales como sucede en el República del Congo o en el Nilo (véase fig. 13.5c). Una herencia colonial que es visible incluso en el tipo de poblamiento. Así, casi todas las ciudades por encima de 100.000 habitantes son ciudades-puerto o ciudades mineras. Entretanto, se produce una ausencia evidente de red urbana, como lógica consecuencia de la falta de dinamismo económico de las regiones en que se enclavan las ciudades. Una excepción, aunque no bien configurada, es el país yoruba, con Lagos-Ibadán... además del Witwatersrand en Sudáfrica y tal vez en el triángulo El Cairo-Alejandría-Port Said, ya en el África árabe. La colonización francesa del Magreo, a pesar de los aspectos negativos, ha dejado unas estructuras económicas bastante más dinámicas que las heredadas por el resto de los países africanos. Algo similar, aunque con matices, podríamos decir de Libia y Egipto, mientras en el África subsahariana la colonización ha tenido poca incidencia y ha estado encaminada a la explotación de minas, producciones agrícolas y forestales. Ahora bien, la rapiña de las potencias coloniales y la ola de nacionalismo beligerante que invadió a los pueblos colonizados a raíz de la Conferencia de Bandung (1955) condujeron a un fenómeno nuevo: la independencia política, pero bajo la dependencia económica.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
a)
Metrópolis y territorios coloniales en África en 1914
La mayoría de los países accedió a la independencia en 1960 (véase fig. 13.5), otros en fechas cercanas a este año central, mientras las colonias portuguesas no lo lograron hasta 1975 (Guinea Bissau en 1974) y la isla de Reunión todavía pertenece a Francia. Pero la independencia política fue suplantada por la dependencia económica, de modo que el neocolonialismo se cebó en el continente africano. Según el antiguo presidente ghanés Nkrumah, «la esencia del neocolonialismo es que el Estado que lo sufre es, en teoría, independiente y tiene todos los atributos externos de la soberanía internacional. En realidad su sistema económico y, por lo tanto, político están dirigidos desde el exterior» (Nkrumah, 1965). Habría que añadir que muy a menudo, bajo la capa del neocolonialismo. se esconden los intereses de las ciases dominantes autóctonas, que frecuentemente utilizan el poder del Estado como instrumento al servicio de sus intereses personales, familiares o tribales, dificultando aun más la inversión de capitales públicos y el proceso de desarrollo. En efecto, tras casi 40 años de independencia no se puede imputar al colonialismo el origen de todos los males; una buena parte de la responsabilidad del subdesarrollo africano la tiene la falta de integración económica, social y territorial, en cuyo mantenimiento tiene un gran peso la debilidad del Estado y la voracidad de la clase dominante.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
b)
El mapa político de África y las fechas de la independencia
Han surgido así en África un espacio y unas sociedades dependientes, que han visto quebrarse sus sistemas tradicionales, suplantados por otros totalmente inservibles para hacer frente a las nuevas realidades, entre las cuales el crecimiento demográfico explosivo y el empobrecimiento masivo se revelan como los más flagrantes. En este contexto, el modelo de desarrollo occidental, apoyado en una industrialización a ultranza, un crecimiento urbano acelerado («inurbación»), con falta de capitales, de técnicas, de cuadros..., que sólo pueden ser aportados por los países industriales, conduce a una mayor dependencia y a un empobrecimiento general. Entretanto, se afianzan los problemas agrarios, industriales y urbanos, y la ausencia de integración regional y especialización funcional. III.
Una falta de integración económica y espacial
La dualidad económica y espacial es evidente, en los medios rurales por la coexistencia de la agricultura comercial y de la de subsistencia; en los medios urbanos, por la yuxtaposición de bidonvilles y José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES barrios históricos degradados junto a lujosos barrios residenciales, por la yuxtaposición de industrias de técnicas avanzadas junto al denominado «sector informal» o inorgánico... Dualidad manifiesta también a escala nacional o regional en los desequilibrios ínter e intrarregionales.
c)
Herencia colonial de los trazados ferroviarios
Fig. 13.5a), b) y c)
Colonización e independencia (según H. R. Jarret, 1979).
Así, se da la paradoja de que numerosas capitales de diversos países africanos están mejor comunicadas con lejanos continentes que con las capitales de los países limítrofes. Caso de Lomé (Togo), que está mejor servida por los transportes con París que con Accra (Ghana) o con Cotonou (Benin). Esta dualidad económica y espacial, ya analizada en algunas de sus manifestaciones, puede observarse también en los problemas más acuciantes de los espacios agrarios, industriales y urbanos, y en los fenómenos de dependencia y de los desequilibrios regionales que conllevan.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES 1. LA DINÁMICA EVOLUTIVA Y LOS PROBLEMAS DE LAS ESTRUCTURAS AGRARIAS El rasgo más llamativo de la actividad agraria africana es su incapacidad para cubrir las necesidades de alimentos de sus pueblos. Y ello, a pesar del elevado porcentaje de población activa agraria que ocupa: 68 % en el África subsahariana. Como resultado, la situación alimentaria tiende incluso a empeorar, por la desadaptación de las estructuras productivas a las realidades actuales. a)
La permanencia y causas de la inseguridad alimentaria
Si en otros conjuntos regionales del planeta los sistemas de cultivo intensivos acompañan siempre al minifundio, en África subsahariana, debido a los métodos, técnicas y tradiciones extensivas, no sucede así, aunque los oasis, determinados valles fluviales y enclaves territoriales escapen a esta norma. Los sistemas extensivos, muy adecuados a situaciones de escasa densidad, se revelan insuficientes ante el auge y la presión demográfica, tanto por la escasez de tierra como por la aleatoriedad de las cosechas. Así, no es de extrañar que, tan sólo dispongan de 2.038 k.cal/persona y día (véase cuadro XIII.1), cantidad muy por debajo de las necesidades. Bajo climas tropicales sobre todo, y especialmente en la región del Sahel, los avatares meteorológicos provocan cosechas desastrosas, con las consecuentes hambrunas, como la derivada de la pertinaz sequía de 1973 u otras posteriores. Pero es que, además, salvo el África septentrional y la meridional, todos los demás conjuntos territoriales africanos disponen de cantidades calóricas inferiores a las consideradas necesarias. Según la FAO, en el trienio 3984-1986 los pueblos africanos disponían de un consumo medio de unas 2.300 calorías por persona y día, cifra que para este continente cálido ronda el 100 % de las necesidades, con la particularidad de que más de la mitad de los países, independientemente del reparto social, estaban por debajo de esa media, pero es que, incluso en 1995, la producción africana per cápita había descendido levemente y la de los países subsaharianos claramente. Como destacaba la organización Jeune Afrique, en tomo a la mitad de los países africanos mostraban un empeoramiento de los niveles alimentarios desde 1970 (Banco Exterior de España, 1980, 55). Pero, peor aún, en las décadas de los ochenta y noventa la situación no ha mejorado y hasta ha empeorado en algunos países del África oriental y central, especialmente en aquélla. La subalimentación se ve agravada por la pobreza de la dieta alimentaria, dado que, de las disponibilidades calóricas totales, tan sólo 138 calorías son de origen animal, mientras el resto procede fundamentalmente de tubérculos (ñame," mandioca...) y cereales (maíz, mijo, sorgo...), de menor contenido proteínico que el trigo o el arroz. En suma, la situación alimentaria, y especialmente la de los países encuadrados en el África oriental y central, además de los que se extienden por las regiones sahelienses, es una de las más problemáticas del planeta. Esta inseguridad alimentaria crónica contrasta con el elevado porcentaje de población agraria, que, a pesar de su cuantía (más de los dos tercios), no puede, dados sus sistemas agrarios poco evolucionados, cubrir las necesidades. No podemos transferir la responsabilidad de estos fenómenos a unas eventuales condiciones ecológicas que obstaculizarían el desarrollo de los pueblos, porque, bajo esas mismas condiciones, como ha enfatizado el historiador J. Ki-Zerbo (1980), se desarrollaron civilizaciones brillantes, que supieron explotar idóneamente las potencialidades del medio natural. Por el contrario, está claro que el problema radica en una grave distorsión provocada por las potencias exteriores, que, al intentar imponer el modelo de desarrollo occidental, se han quedado a mitad del camino: han modificado el régimen demográfico mediante unas inversiones mínimas, pero no han modificado en la medida necesaria las técnicas tradicionales, cuya modernización exigía inversiones muchos mayores. Pero es más, allí donde esas inversiones se consideraban rentables, se han introducido los cambios necesarios para dedicar las tierras a productos de exportación. Y lo que es más grave, los propios gobiernos independientes han potenciado el desarrollo agrícola colonial, es decir, el que busca ante todo las producciones exportables, como ha señalado R. Dumont. En este sentido, parece más eficaz conceder estímulos y medios a la agricultura destinada al mercado nacional, pues el desarrollo de ésta equivale realmente a una exportación, puesto que reduce las compras de productos alimenticios exteriores, tan frecuentes en estos países. Otra causa importante de las distorsiones sufridas radica en el régimen de tenencia de la tierra o, si se prefiere, en la estructura de la propiedad, en la que los derechos colectivos priman sobre los individuales. La propiedad colectiva del África negra ha sido ensalzada frecuentemente por los lazos de solidaridad que crea y el igualitarismo social que produce. Sin embargo, también ha sido muy criticada porque no proporciona incentivos para llevar a cabo las mejoras que podrían hacerse en la tierra (aterrazamientos, pozos, drenaje, plantaciones, etc.) bajo un régimen de propiedad privada. Parece evidente, en cualquier caso, que el régimen de propiedad colectiva africano es disfuncional ante sus realidades actuales, tanto más cuanto que el pretendido igualitarismo se ve corregido por el tipo de reparto José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES que llevan a cabo los jefes de la tierra o de la tribu. Se trata de otro factor distorsionador: «Tradicionalmente, la tierra en África tropical no ha sido susceptible de apropiación; es un bien colectivo, tribal, regido en derecho y de hecho por un jefe con un poder arbitral, que distribuye los lotes de explotación. "La tierra pertenece a una gran familia de entre cuyos miembros unos han muerto, otros viven y otros, innumerables, están por nacer", dijo un célebre jefe nigeriano. Quien explota la tierra no tiene, pues, responsabilidad frente al capital que representa. Propiedad colectiva y explotación individual: en principio, es el peor de los sistemas» (Kayser, B., 1969, 75). Este mismo autor destaca, sin embargo, que la colonización ha introducido el derecho occidental para asegurar las concesiones de tierra que establecía. Aspecto que ha sido imitado por agricultores indígenas o burguesías locales, deseosas de acaparar tierras. Fenómenos potenciados por el crecimiento demográfico, que, al desencadenar una penuria de tierra, ha hecho sentir la necesidad de una organización jurídica de su propiedad. Y, finalmente, los progresos de la comercialización han provocado el desarrollo de una mentalidad financiera que otorga a la tierra el carácter de «capital». En suma, un tipo de propiedad colectiva poco apta para el desarrollo agrario actual. Sin embargo, cada vez se afianza más la propiedad privada de la tierra, sobre todo en las áreas dinámicas. Este fenómeno se fundamenta en varios hechos: en primer lugar, en las concesiones o ventas de tierra a empresas o particulares, realizadas por los colonizadores. En segundo, en las reivindicaciones de la propiedad agraria por parte de los cultivadores de plantación (cacao, palmeras, etc.), que, dado que los árboles tardan varios años en dar fruto, necesitan controlar la tierra cuando se dedican a estos cultivos. Es lo que sucedió en el golfo de Guinea con las plantaciones de cacao principalmente. En tercer lugar, en la legislación dictada por los Estados, quienes están introduciendo progresivamente un derecho de tipo occidental, reservándose el Estado la facultad de expropiar y de otorgar lotes de tierra en función de las necesidades del país, como ocurrió en Nigeria a través del «Decreto sobre el uso de la tierra» de 1978, que convirtió a los gobernadores de los Estados federales en administradores de la tierra, por encima de los derechos consuetudinarios de los pueblos. Se trata de una medida solapada de nacionalización de la tierra (Siddle, D. y Swindell, K., 1990, 81). Hay muchos gobiernos que están imitando al de Nigeria. En sentido distinto, Tanzania puso en marcha un programa de tendencia socializante, basado en la declaración de Arussa (1967), Parecía que las tierras «ujamaa» se iban a convertir en cooperativas susceptibles de transformar la agricultura del país, pero pronto condujeron al fracaso por la imposición a los campesinos de criterios de cultivo y de técnicas para las que no estaban preparados, y por la introducción de una política colectivizadora demasiado dura, que no caló en el campesinado. La estructura de la propiedad, en consecuencia, tiene su parte de responsabilidad en unas producciones insuficientes, con unos rendimientos bajos, que pueden crecer mediante métodos de cultivo más intensivos, entre los cuales la extensión del regadío debería ser prioritaria en las regiones tropicales y sahelienses. Y, sin embargo, el África subsahariana no dispone más que de 6,27 millones de hectáreas regadas en 1994 (España cuenta con 3,7 millones), con la particularidad de que la mitad se encuentran en dos países: Sudán y Sudáfrica, con 1,95 y 1,27 millones respectivamente. Por otro lado, la tendencia al incremento del regadío es muy lenta. Finalmente, las técnicas tradicionales tienen también su responsabilidad en la pervivencia de los bajos rendimientos y, a través de ellos, en las deficiencias alimentarias. La azada continúa como el instrumento de laboreo básico en los dominios tropicales. Lógicamente, la productividad de un trabajador con una azada sobre tierras esquilmadas por el acortamiento de los barbechos no puede ser elevada. Y aunque habitualmente se mira con malos ojos la introducción de maquinaria pesada y de tractores, y sin entrar a discutir la conveniencia o no de su uso según regiones, el número de tractores constituye un índice revelador del atraso técnico de la agricultura africana: 540.345 tractores en uso en toda África en 1994, de los que sólo 260.000 en los países subsaharianos y la mitad de éstos en Sudáfrica, una cifra muy inferior a la de España (= 789.747). El carácter extensivo de las técnicas es perceptible también en el escaso consumo de abonos químicos, que en 1994 suponían un total de 4 millones de tm entre abonos nitrogenados, fosfatados y potásicos, poco más del doble de las cantidades consumidas en España: 1,83 millones de tm de elementos nutrientes. En definitiva, la situación técnica y de la propiedad agraria resulta desoladora, similar a la de las estructuras productivas agrarias. b)
La desadaptación de las estructuras productivas y sus consecuencias
La escasez de tierras arables constituye un primer condicionante, pues no alcanzan más que un 6,6 % del total de tierras, lo que supone 1,58 millones de km', con la siguiente distribución general (en 1994): Tierras arables: Cultivos permanentes:
1,43 millones km2 0,15 millones km2
= 6,0 % = 0,6 % José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Pastos permanentes: 8,15 millones km2 Bosques y monte abierto: 7,07 millones km2 Otras tierras: 7,10 millones km2 Total África subsahariana: 23,90 millones km2 Fuente=: FAO, Anuario de Producción 1995.
= 34,1 % = 29,6 % = 29,7 % = 100,0%
África subsahariana y África en general (= 6,3 %) representan los conjuntos territoriales con menor proporción de tierras arables, inferior a Latinoamérica (7,1 %) y a la media mundial (11, 1 % en 1994). Pero estos datos no dicen gran cosa respecto a la capacidad productiva, aunque sí nos hablan de unos serios obstáculos al aprovechamiento agrario, que, por otro lado, no parecen suponer comparativamente ninguna desventaja, pues con esa superficie se tiene una media de 2,4 personas (de población agraria+ dependiente) por cada hectárea de tierra arable en África, en tanto que en Asia se eleva a 4,14; es decir, que, a pesar de los enormes desiertos, África, comparada con otros grandes conjuntos tercermundistas, cuenta con mayores extensiones de superficie agrícola, por mor de su baja densidad. Sin embargo, en América Latina, la proporción de personas por hectárea arable ha caído hasta 0,75, por efecto de las grandes roturaciones. Pero en África subsahariana los rendimientos son de los más bajos en todas las más importantes producciones agrarias. Así sucede con los cereales, con una media que oscila en tomo a los 983 kg/ha (en 1995), e incluso resulta inferior en los mijos y sorgos, dos cultivos básicos, aunque algo superior en el maíz, otro de los fundamentales. En raíces y tubérculos (mandioca, ñame, batatas,..) está en los dos tercios de la media mundial (8.024 kg/ha frente a 12.494 en 1995), aunque ha mejorado en mandioca, Ahora bien, estos raquíticos rendimientos y la escasez de productos alimenticios choca con el sector de agricultura especulativa, que, con excelentes rendimientos, se orienta al mercado internacional, de tal manera que los países africanos continúan manteniendo una estructura comercial típicamente colonial: importación de manufacturas, que se acompañan de abultadas cantidades de cereales, y de combustibles en los países no productores de petróleo, y exportación de materias primas, principalmente agrarias, en porcentajes superiores al 80 y al 90 % de las exportaciones totales. El cuadro XIII. 2 resulta revelador en este sentido. Algunos países deben sus elevadísimas cotas de exportación de materias primas al petróleo (Gabón, Nigeria, Congo, Angola); otros, a distintos minerales (hierro de Liberia y Mauritania, uranio de Níger, diamantes de Sierra Leona...). Otros basan sus exportaciones en manufacturas primarias, como es el caso de República del Congo o Zambia que «elaboran» los lingotes de cobre para concentrar el mineral, debido a su baja ley. Salvo algunas excepciones más, las exportaciones de materias primas agrarias son abrumadoramente predominantes, bien se trate del café o del tabaco de las tierras altas en los macizos orientales, bien del algodón y cacahuetes de los dominios tropicales, o también de los plátanos del África ecuatorial, donde, asimismo, adquiere cierta importancia la exportación de maderas nobles (ocume, niangón, sapeli...), además del cacao, del que Costa de Marfil es el primer productor mundial, con un tercio del total. El alto nivel de exportaciones agrarias se acompaña, no obstante, de importaciones abundantes de alimentos, debido a las deficitarias producciones de elementos básicos, por lo que el saldo de la balanza comercial de productos alimenticios no resulta tan positivo como pudiera parecer en una primera aproximación. Así, según datos de la FAO, el valor de las exportaciones totales de productos agropecuarios en África en 1994 no cubría más que un 73 % del valor de las importaciones (13.000 y 17.000 millones de dólares respectivamente) (FAO, Anuario de Comercio 1994). El déficit de la balanza comercial de productos alimenticios en África hunde sus raíces en la profunda y generalizada crisis agraria que afecta al continente, tanto que le ha empujado, a su vez, hacia la crisis medioambiental. Se ha hablado mucho de este tema, y no sin razón, pues la presión demográfica, unida a unas estructuras productivas disfuncionales y a una flagrante falta de capitales e inversiones agrarias, está provocando un deterioro ambiental progresivo y un avance real de la desertización, que afecta gravemente a extensos territorios de los dominios sahelienses de ambos hemisferios. «La desertificación surge en forma de placas y hace pensar en una especie de lepra que se extiende sobre la faz de África en las proximidades de las concentraciones humanas y animales. Es en estas zonas donde deberían emprenderse pequeñas acciones de reforestación urbana de función múltiple (protección de personas, animales y cultivos, producción de madera, de leña y de forraje, etc.)» (Ministerio de Protección..., 1987, 308-309). Cuadro XIII.2.
Estructura del comercio exterior en África subsahariana (en %). Año 1993a
Conjunto regional/País
Molerías primas/ Manufacturas/ totales Principal producto Exportaciones totales de exportación José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
Parte en el total de exportaciones
ESPACIOS Y SOCIEDADES África central Angola 99 45 Petróleo y gas Camerún 86 72 Petróleo Chad 88 34 Algodón Congo 85 59 Petróleo a Gabón 97 59 Petróleo Guinea Ecuatorial 60 71 Madera República Centroafricana 54 73 Diamantes República del Congo 28 73 Cobre África oriental Burundi 88 78 Café Eritrea 54 75 Textiles Etiopía 80 82 Café Kenia 83 54 Té y café Madagascar 81 64 Especias y café Malawi 92 96 Tabaco Mauricio 30 75 Azúcar Mozambique 67 71 Crustáceos Reunión 76 70 Azúcar Ruanda 79 79 Café y té Somalia 95 62 Plátanos Sudán 98 60 Algodón Tanzania 81 63 Café Uganda 96 72 Café Yibuti 28 44 Animales vivos Zambia 91 54 Cobre Zimbabue 60 67 Tabaco África meridional Botsuana 88 79 Diamantes Lesoto 11 81 Ropa Namibia 82 70 Diamantes Suazilandia 68 Aceites + azúcar — Sudáfrica 20 81 Metales y piedras preciosas África occidental Benin 71 52 Algodón Burkina Faso 83 63 Algodón Cabo Verde 79 38 Pescados Costa de Marfil 84 39 Cacao Gambia 64 50 Cacahuete Ghana 85 69 Oro Guinea 93 61 Bauxita y alúmina Guinea-Bissau 84 34 Almendras de palma Liberia 69 83 Hierro Malí 87 53 Algodón Mauritania 50 54 Hierro Nigeria 97 67 Petróleo Níger 36 71 Uranio (mineral) Senegal 76 57 Pescado Sierra Leona 70 71 Piedras preciosas Togo 91 64 Fertilizantes a Datos de 1993 o del año más reciente disponible, generalmente entre 1990 y 1994. Fuente; UNCTAD 1994 (Naciones Unidas); Handbook of international trade and development statistic. Cuadro 4.3; The Europa World Yearbook 1996; Banco Mundial: Informe sobre el desarrollo mundial 1997
De acuerdo con los resultados a los que se llegó en la Conferencia sobre la Desertificación, de Nairobi en 1977, la FAO estima que el riesgo de desertificación a escala planetaria afectaría a unos 45,6 millones de km2, de los cuales 16,5 corresponderían a África (un 36 %). pero, considerando José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
95 48 50 63 76 13 42 29 75 58 33 35 75 28 26 68 72 40 38 20 58 15 81 34 79 57 33 30 25 58 65 54 36 17 36 88 — 56 95 51 95 87 34 51 a 48
ESPACIOS Y SOCIEDADES exclusivamente las tierras con muy alto riesgo de desertización, en África se localizarían la mitad de las mundiales. Y estos supuestos no son meras lucubraciones, pues, en efecto, la presión humana y animal sobre el suelo acaba produciendo un empobrecimiento progresivo y general, a través del cual van desapareciendo las especies arbóreas en primer lugar, las arbustivas en segundo y, finalmente, las herbáceas. Este problema afecta principalmente al Sahel, la franja subárida a caballo entre el desierto y el dominio tropical húmedo o sudanés; una franja con grandes fluctuaciones hacia el N y el S, que en el caso de Mauritania, por ejemplo, afecta a 340.000 km 2, que cuentan con más de 100 mm anuales de precipitación media, pero enormemente variable, según la generosidad pluviométrica o sequía imeranuales. La modificación del ecosistema natural por el hombre ha sido un hecho normal en el Sahel, sin que ello haya acarreado consecuencias negativas irreversibles. No obstante, como afirman los autores del informe sobre la desertización. realizado por el Ministerio de Protección de la Naturaleza de Senegal, el problema no radica en el cambio dei clima, que parece que no se ha producido, en contra de lo que muchos sostienen, sino en el cambio negativo de la cobertera vegetal y de los suelos, lo que supone un deterioro que compromete la propia supervivencia de los hombres, de los animales y de ios vegetales. Así, la carga demográfica y animal (8 habs./knr, más 15 cabezas de vacuno/km 2 en Djelgodji (Burkina Faso), por ejemplo, no sería excesiva, ni mayor que en otras partes subáridas del planeta, pero, ante el fuerte crecimiento demográfico, se ha acudido aí regadío como solución inmediata; sin embargo, los suelos se han alcalinizado y echado a perder, por no construir redes de drenaje. Al mismo tiempo, la cobertera vegetal se ha ido reduciendo drásticamente: en Senegal, entre 1946 y 1963, el bosque «claro seco» pasó de un 28 a un 3 % de la superficie, y la sabana arbolada, del 31 al 5 %, por efecto de las roturaciones y del sobrepastoreo. El problema en este caso no procede tanto del ramoneo de los árboles y arbustos por camellos, cabras u otros ganados, sino por ei consumo excesivo de los renuevos, que impide su regeneración y provoca el retroceso Forestal, y por el desarraigo de las especies herbáceas, en función del pisoteo y de la excesiva presión de los rumiantes sobre ellas (Ministerio de Protección de la Naturaleza, 1987, 308-309). No obstante, y aunque todos los países del África subsahariana tienen una superficie forestal en retroceso, excepto Sudáfrica, la superficie de monte y bosque se ha mantenido estable entre 1984 y 1994, según datos de la FAO. Ante estos hechos, se han ensayado varias soluciones; entre las cuales la ampliación del riego, mediante perforaciones, y la construcción de pozos como abrevaderos y fuentes, a fin de mejorar la situación, como efectivamente ha sucedido, mediante la sedentarización del ganado en los pastos de los regadíos. Pero ello exige también unas operaciones básicas de repoblación forestal, puesto que las poblaciones campesinas, así como las urbanas, necesitan leña para el consumo doméstico, que, dada la carencia de otras fuentes energéticas, deben obtener de los árboles y arbustos, Y es precisamente la propia pobreza y carencias lo que obliga a las gentes a cortar sus ramas, desprotegiendo y empobreciendo el suelo en un proceso circular, e imparable si no se produce una inversión suficiente de capitales que logre detener el flagrante deterioro de los pueblos y tierras sahelienses, que son las más expuestas a la desertización. En efecto, como apunta Timberlake, prácticamente toda la población del .África subsahariana depende actualmente de la leña para cubrir sus necesidades básicas de energía (en 1994 África subsahariana consumía tan sólo 237 kg equivalentes de petróleo de energía comercial por persona y año, frente a una media mundial de 1.433 kg, quedando sólo por detrás Asia meridional, con 222 kg; según el Informe del Banco Mundial 1997). En las áreas rurales la leña y el carbón de leña representan las únicas fuentes para cocinar y calentar y alumbrar los hogares. En los medios urbanos, sobre todo en los más pobres, también sucede lo mismo. Incluso en Nigeria, un gran productor de petróleo, el SO % del consumo total de energía procede de la leña. Estos hechos son causa de que la tasa de reposición o regeneración forestal en el dominio saheliense sea muy inferior a la de consumo, por lo que la degradación de la cobertera vegetal conduce a la degradación del suelo y ésta hacia la erosión y desertización; fenómenos que se han querido solucionar con programas de repoblación forestal, de plantación de árboles frutales (cuyas ramas inservibles se utilizan como combustible), etc., pero chocando siempre con la organización social y los condicionantes jurídicos, que dificultan aún más la solución del problema (Timberlake, L„ 1987, 145-149). Finalmente, la crisis de la agricultura está provocando un creciente éxodo rural, que, al afectar a las personas más jóvenes principalmente, contribuye al descoyuntamiento de la sociedad rural, la cual, privada de los elementos más dinámicos, encuentra mayores dificultades para su modernización. Los emigrantes van unas veces a las áreas de plantación, otras a los núcleos mineros y siempre a las ciudades, donde se localiza la escasa industria africana. 2.
UNA INDUSTRIALIZACIÓN ESCASA Y ESTANCADA, José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES CON UNA LOCALIZACIÓN PUNTUAL El comportamiento de la industria subsahariana entre mediados de los ochenta y mediados de los noventa no puede ser más desalentador. Según el reciente informe de la ONUDI (3996), entre las causas principales de su profunda crisis económica están su débil base manufacturera y su no participación en las inversiones extranjeras directas, por lo que, además, cayó su participación en el valor añadido manufacturero (VAM) mundial, que es de sólo un 0,3 %, pero incluso en las industrias de alta intensidad de mano de obra, como las de prendas de vestir, tan sólo participaba con un 0,6 % del mundial en 1995. Entre las causas de este panorama están, según la ONUDI, la falta de confianza del capital multinacional, la inestabilidad política, la falta de infraestructuras...; aspectos no fácilmente superables (ONUDI. 1996,21-24). Desde una perspectiva industrial, los países africanos sobresalen por su reducida dimensión. Así lo revela tanto la baja tasa de población activa empleada en la industria como algunas producciones significativas. Tal sucede con las de acero, cemento y energía eléctrica, por ejemplo, que son básicas para el despegue industrial; la producción de cemento y energía eléctrica en toda África tan sólo duplica la de España (55 millones de tm en África, frente a 26 en España en 1993-1994), la de acero tenía muy poca entidad, salvo en la República Sudafricana, igualando en conjunto la de la producción española. Si a estas cifras restamos las de África del Norte, se revela con toda crudeza la nimiedad de la industria africana, centrada en la minería, en el textil, cuero y productos alimenticios. Lo mismo podemos decir de la producción y montaje de vehículos, que sólo alcanza valor significativo en Sudáfrica (330.000 al año). En definitiva, un carácter diminuto de la industria, que todavía en 1993-1994 no daba empleo más que a un 10 % de la población y no aportaba más que en tomo al 31 %de su PIB, aunque tiende a diversificarse. No obstante, el empleo industrial está creciendo en términos absolutos, pero no relativos (véase cuadro XIII3). Destaca también, desde una perspectiva espacial, la polarización de las actividades industriales en determinadas áreas —capitales nacionales, puertos y algunos enclaves mineros—, que representan los únicos focos industriales, permaneciendo la mayor parte del territorio africano como un desierto industrial. Por otro lado, la estructura industrial es incompleta, prevaleciendo las industrias tradicionales: industrias ligeras de bienes de consumo, alimentarias y textiles, a las que se añaden las extractivas, predominantes en África, y faltando, salvo excepciones, las industrias pesadas y de bienes de equipo. En algunos casos las exportaciones de minerales no han dado pie al nacimiento de industrias de transformación. Hechos o características industriales que se explican en función del pacto colonial o del sistema de la exclusiva que las grandes potencias europeas aplicaron estrictamente hasta la víspera de la independencia; de ahí que la incipiente industrialización africana sea un hecho muy reciente: posterior a la II Guerra Mundial y prácticamente de los años sesenta. No cabe pensar, por tanto, que la ausencia de una industria compleja y diversificada está en relación con una incapacidad o con obstáculos insuperables, porque África dispone de grandes potencialidades: 2/5 de potencial hidroeléctrico mundial, pero muy poco explotado, a lo que se suman importantes reservas de petróleo; gran abundancia de minerales de todo tipo, que apenas son tratados en suelo africano, pero le faltan capitales y cuadros, cuya adquisición es precisamente lo que hipoteca su futuro industrial, dada la forma en que se hace: a base de firmas transnacionales, que en numerosas ocasiones se asocian con los dirigentes políticos, circunstancia que, sin embargo, no impide llevar a cabo una explotación depredadora. El proceso de industrialización que apuntaba África en los años sesenta podía hacer pensar en un crecimiento sostenido del empleo y de las producciones industriales. En este sentido, M. Benchetrit distinguía diversos grados de industrialización, que aunque incipientes, reflejaban una estructura industrial dinámica. Así, partía de la existencia de países con estructuras industriales elementales de tipo colonial, como casi todos los del África intertropical, salvo Guinea, Nigeria y Ghana; países en transición, como esos tres anteriores más los del Magreb, que se caracterizaban por estructuras industriales diversificadas y parcialmente nacionalizadas, pero todavía muy dependientes del exterior; Zimbabue y Egipto cabrían en este apartado. Finalmente, el caso de Sudáfrica, con una estructura industrial más compleja, muy por encima del resto de los países. Lamentablemente, las estructuras industriales han variado poco durante los años ochenta y noventa, como apuntan todos los analistas, aunque haya crecido el tejido o la entidad industrial en algunos casos, pero, como afirma Mountjoy, la estrategia seguida, tendente a la sustitución de importaciones de productos industriales, ha fracasado por la falta de conocimientos, de capital, y por las inadecuadas infraestructuras y el reducido tamaño de los mercados nacionales, junto a la escasez de mano de obra cualificada. Por ello, la industria africana en los años ochenta, lo mismo que otros sectores económicos, apenas ha progresado (Mountjoy, A. y Hilling, D., 1988, 70). Es más, se podría decir que tan sólo tiene peso en las ramas más maduras y tradicionales, como la de la alimentación, textiles y calzadas. Son José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES escasos los países que no cuentan con alguna fábrica de elaboración de cerveza, de hilados y tejidos de algodón, de tratamiento del cuero y de la madera..., pero las producciones de acero, cemento y energía eléctrica, que revelan la auténtica capacidad industrial, son muy diminutas en casi todo el África subsahariana. Cuadro XIII.3.
Conjunto regional África del Norte África central Angola Camerún Chad Congo Gabón Guinea Ecuatorial República Centroafricana República del Congo África oriental Burundi Eritrea Etiopía Kenia Madagascar Malawi Mauricio Mozambique Ruanda Somalia Sudán Tanzania Uganda Yibuti Zambia Zimbabue
Conjunto regional África Meridional Botsuana Lesoto Namibia Suazilandia Sudáfrica África Occidental Benin Burkina Faso Cabo Verde Costil de Marfil Gambia Ghana Guinea Guinea-Bissau Liberia Mali Mauritania Nigeria Níger Senegal Siena Leona
Población 1995 (miles) según FAO 35.468 5.125 5.372 3.086 1.077 616 165 l.603 18.421 3.440 — 23.889 13.620 7.020 5.424 469 8.404 4.219 — — 15.299 10.626 3.999 5.233
Indicadores industriales: distribución de la población activa, aportación al PIB, producción de acero, cemento y energía eléctrica Población activa agraria en 1993-1994 (%) 37 73 69 79 83 62 51 51 81 71 79 91 90 88 77 81 87 14 83 90 71 64 79 78 75 67 71
Población Población activa 1995 agraria en (miles) 1993-1994 según FAO (%) 18 657 60 834 40 642 49 303 64 16.238 13 60 2.450 56 5.414 83 151 30 5.194 65 565 82 8.164 59 3.231 78 510 85 — 72 5.345 86 1.041 69 44.469 48 4.372 85 3.714 81 1.680 68
Población activa industrial, en 1993-1994 (%) 25 10 11 7 5 12 16 2 3 13 6 3 5 2 8 6 5 32 8 3 10 7 5 5 11 8 8
Población activa 1993-1994 (%) 33 17 20 14 12 26 33 47 16 15 15 6 5 10 15 13 8 54 9 7 19 29 16 17 14 25 21
Cuadro
XIII.3.
Población activa industrial, en 1993-1994 (%) 25 20 28 15 22 25 8 10 2 20 8 8 11 1 2 7 2 9 7 3 6 15
Población activa 1993-1994 (%) 57 20 32 36 14 62 33 34 15 50 27 10 30 21 13 21 12 22 45 12 13 17
Aportación Agricultura al PIB (%) 16 24 6 29 44 12 8 58 50 38 36 53 20 60 27 34 31 9 39 47 65 37 57 49 3 31 16
Aportación Industria al PIB (%) 32 32 56 25 21 35 45 7 14 17 22 18 19 10 19 14 21 33 42 16 9 17 17 14 15 35 36
Aportación Servicios al PIB (%) 52 44 38 48 35 53 47 35 36 45 42 29 61 30 54 52 48 58 19 37 26 46 26 37 82 34 48
Acero Miles tm 1992 4.441 — 10 — — — — — — — — — — — — — — — — — — — — 8 — — 600
Cemento Miles tm 1992 35.785 1.628 370 586 — 103 120 — __ 449 4.188 — algo 345 1.497 30 108 — 63 60 algo 168 677 36 — 376 828
Energía Eléctrica 1992 millones kw/h 97.250 12.625 1.855 2.720 85 540 1.140 19 96 6.170 27.824 107 — 970 3.540 570 792 925 490 185 258 1.330 901 786 190 7.780 9.000
(Continuación.) Aportación Agricultura al PIB (%) 6 5 14 15 34 5 36 34 34 21 37 28 48 24 45 37 42 28 34 39 20 47
Aportación Industria al PIB (%) 39 49 46 29 13 39 27 12 27 29 24 15 10 31 18 29 15 30 42 18 19 18
Aportación Servicios al PIB (%) 55 46 40 56 53 56 43 54 39 50 39 57 36 45 37 34 43 42 24 43 61 35
Acero Miles tm 1992 — — — — — 8.700 — — — — — — — — 200 — — — 200 — — —
Cemento Miles tm 1992 — — — — — 7.437 — — 272 0 10 679 algo 3.250 28 22 Algo 3.250 28 499 —
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
Energía Eléctrica 1992 millones kw/h — — — 1.714 570 187.850 — 5 — 37 2300 70 6170 531 41 460 313 146 14800 171 763 230
ESPACIOS Y SOCIEDADES 1.726 68 10 22 38 21 41 — 399 60 308.712 63 11 26 18 32 50 13.959 54.746 353.930 a 68 8 24 20 31 49 9.518 18.961 243.810 Fuente: Europa World Yearbook 1996; Images économiques du monde 1996-1997; Banco Mundial: informe sobre el desarrollo mundial 1997; Calendario Atlante de Agostini 1996.
Togo Total África Total África subsahariana
a)
Las estructuras industriales de tipo colonial
Son elementales porque se apoyan en un solo sector, bien se trate de industrias ligeras, de transformación o extractivas. Los países que se basan en estas últimas se encuentran al nivel más bajo cuando no llevan a cabo ninguna transformación, como es el caso de Libaría, que a partir de 1962 inició la explotación del mineral de hierro con capitales alemanes y posteriormente norteamericanos en los montes Nimba. Estas sociedades construyeron ferrocarriles para el transporte del mineral, elevaron la producción hasta 13,4 millones de tm en 1981 (un 2,7 % del mundial), pero sólo para atender las necesidades de las industrias norteamericana y alemana, sin apenas provocar transformaciones en las estructuras socioeconómicas de este país. Hoy ha caído tremendamente su producción (2,5 millones tm en 1990). Tras el caos político de este último año no se sabe hacia dónde camina la economía del país. Un caso análogo lo representa Mauritania, también en relación con la minería del hierro (7,5 millones de tm producidas en 1995; es el segundo productor africano). En 1952 se constituyó MIFERMA (Société des Mines de Fer de Mauritania) con capitales europeos y mauritanos. La exportación del mineral exigió la construcción de un ferrocarril de 635 kilómetros y una terminal de carga en Port Étienne (actual Nouadhibou). En 1974 el gobierno mauritano nacionalizó la industria minera del hierro, pero mientras ésta y los beneficios que reporta no sean capaces de desarrollar industrias siderometalúrgicas, de poco habrá servido su nacionalización, tanto más cuanto que las mejores minas (de mayor riqueza) se han agotado. Al mismo nivel podemos considerar el caso de Gabón con la madera y el petróleo, que se exportan en bruto, si bien en Port Gentil existe una fábrica de paneles de madera, que trata una pequeña parte de la producción. El petróleo gabonés se descubrió en 1953 y se comenzó a exportar en 1956. Desde 1966 se pusieron en explotación los yacimientos más ricos, en tomo a Gamba, en el sur. Ya en 1973 el petróleo constituía la primera fuente de divisas, pero no llegaba a una cuarta parte la cantidad de petróleo refinada en el país. El puerto de Pon Gentil acusa el carácter exportador 166.000 tm de entradas frente a 6,7 millones de tm de salidas (en 1981); con mayores disparidades posteriormente, ya que la producción de petróleo ha llegado a 17,8 millones de tm en 1995, que se exportan principalmente a EE.UU. A pesar de su pujante «industria» petrolera y sus espectaculares resultados económicos, la industria de Gabán apenas progresa y todavía el 40 % de su población vive por debajo del nivel de la pobreza. Angola se encuentra en una situación parecida. En 1987 produjo 17 millones de tm de petróleo, que se elevaron a 31 en 1995, pero, aunque tiene refinerías en Luanda y Lobito, cerca de los campos petrolíferos, su capacidad total de refino es muy escasa. Tras la guerra civil larvada que ha sufrido durante años, hoy intenta conseguir una reconciliación política y un desarrollo económico basado en la economía de mercado. A un nivel más elevado que el conjunto precedente se encuentran aquellos países que realizan un primer tratamiento del producto en el propio territorio nacional. Es lo que sucede principalmente con los yacimientos de cobre y metales no ferrosos (estaño, manganeso, uranio, cobalto, etc.) de la provincia de Shaba en República del Congo y del cinturón de cobre en Zambia. La explotación del cobre en República del Congo comenzó en 1906 por la compañía belga Unión Minera del Alto Katanga, a la que se garantizó por 90 años el aprovechamiento de una concesión territorial de 34.000 km2. Sin embargo, en 1967 el gobierno nacionalizó la Unión Minera, que pasó a propiedad estatal con el nombre de GECAMINES (Genérale des Carrières et Mines), habiendo desarrollado una región minera de cierta importancia en la provincia de Shaba, en tomo a los núcleos de Kolwezi, Likasi (antigua Jadotvílle) y Lubumbashi (antigua Elizabethville). La crisis del cobre está reorientando a esta empresa hacia la explotación y exportación del cobalto. En Zambia, la economía está dominada por la minería del cobre, produciendo un 3,5% del mundial (8° productor mundial) en la región del Copperbelt. Antes de 1970 el mineral era explotado por dos compañías extranjeras, que pasaron a disponer del 49 % de las acciones mientras el Estado controlaba el 51 9c, pero curiosamente estas sociedades continuaron aportando los servicios de dirección, suficientes para controlar su marcha, Hoy, tras las fuertes oscilaciones de los precios del cobre en los noventa, la Anglo-American Corporation está negociando con el gobierno zambiano su vuelta para explotar los yacimientos de Koukola Deep. Las primitivas compañías, tanto en Zambia como en la República del Congo tuvieron que construir varios millares de km de vías férreas: a Lobito en Angola y a Beira en Mozambique para exportar los José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES minerales, pasando por Rodesia del Sur (Zimbabue), por lo que fue necesario concentrar el mineral para evitar gastos de transporte (demasiada distancia de los puertos y bajo contenido —3 a 4 %— del mineral obligaron a crear estas infraestructuras), dando lugar al mismo tiempo a la construcción de una metalurgia pesada de fundición del cobre cerca de Lubumbashi y Likasi en República del Congo, y en Kitwe y Ndola en Zambia, con todas las instalaciones anejas necesarias: centrales térmicas, talleres para la molturación y tría del mineral, trenes laminadores de cobre para la fabricación de lingotes antes de su expedición. Sin embargo, la demanda de cobre es hoy inferior a la oferta, por lo que es muy difícil la recuperación de los precios, sobre todo tras ¡a fuerte caída de 1996. La independencia de los dos países —República del Congo en 1960 y Zambia en 1964— no cambió el sentido ni los métodos de explotación ni el destino de la producción de estos complejos mineros: en Zambia ya hemos indicado cómo se mantuvieron las sociedades, ya existentes, de capital inglés o angloamericano; en República del Congo el monopolio de la Unión Minera se cambió parcialmente: el Estado le retiró la concesión de las minas, de las que se erigió en propietario, mientras la Unión Minera se configuraba como un consorcio internacional, con un 45 % de las acciones mientras el 55 % quedaba en manos del Estado. Pero la situación económica general no ha cambiado, y República del Congo se presenta como un desierto industrial, salvo en los focos mineros, urbanos y en algunos núcleos donde se han asentado aceiterías, fábricas desmotadoras de algodón, refino de petróleo, plantas de fertilizantes y explosivos, enlatado de alimentos, elaboración de cerveza, cerámicas... Algo similar cabe decir del caso zambiano. La industria se ha expandido y diversificado, pero en grado absolutamente insuficiente para lo que son sus necesidades. Junto a las industrias extractivas, las de bienes de consumo, dedicadas a menudo a producciones de bienes secundarios o accesorios, son representantes también de estructuras coloniales. En Senegal, por ejemplo, Dakar y sus alrededores cuentan con un gran número de pequeñas fábricas de aceite, alimentarias, conservas de pescado, transformación de materias primas que se destinan al mercado local, fábricas de calzados, de cerveza, azucareras, talleres de confección, pequeñas refinerías de petróleo... pero falta una diversificación industrial, visible en la existencia de una industria pesada, que bien pudiera desarrollarse a partir, por ejemplo, del tratamiento de los fosfatos, cuyas reservas en Senegal son muy abundantes y están muy poco explotadas. Coste de Marfil ofrece el mismo tipo de estructura industrial, pero en mayor grado. También aquí los recursos mineros (bauxita, manganeso) apenas están explotados, mientras predominan dos tipos de industrias de transformación: las alimentarias por una parte, con fábricas de conservas de pina, pescado, manipulación del cacao y del café (la Nestlé ha construido una planta de café soluble), aceiterías, fábricas de cerveza...; y, por otra, algunas industrias ligeras de bienes de consumo para el mercado local, como manufacturas de tabaco y cerillas, talleres de confección... Pero ya desde finales de los años sesenta se instalaron ramas industriales de mayor complejidad: pequeñas industrias químicas (insecticidas, pinturas), metalurgia (para el pequeño utillaje, embalaje metálico, alambres, cajas metálicas, fabricación de cisternas o depósitos metálicos) e incluso de construcciones mecánicas, como montaje de automóviles y material agrícola. Se ve, pues, un inicio de diversificación industrial, pero, en esencia, la industria permanece con caracteres típicamente coloniales: las pequeñas empresas dependen del exterior para su equipamiento y no emplean más que algunas docenas o centenas de obreros, en tanto que las de mayores dimensiones, como la Nestlé, pertenecen a capital extranjero. Además, la localización industrial es fundamentalmente costera, y sobre todo en Abidján. El resto del país, salvo Bouaké, se configura corno un desierto industrial. No obstante, los recientes procesos de privatización de la economía están mejorando sensiblemente el ambiente económico, financiero e inversor y, con él, el de la industria de bienes de consumo. El caso de Kenia parece bastante similar al de Costa de Marfil y basta ofrece una mayor potencia y diversificación industrial, fundamentada en una rápida expansión durante los años sesenta y setenta, que se basa en su más amplio mercado de consumidores (28 millones de personas actualmente) y en su posición ventajosa y céntrica respecto a los otros países de este mercado africano (Uganda y Tanzania). Nairobi y Mombasa constituyen los dos centros con un gran peso industrial, a los que se unen otros muy secundarios (en Thika, Nakuru, Kisumu y Eldoret). Lo más llamativo es la existencia de refinerías de petróleo, algunas plantas dedicadas a la producción de moldes de acero —perfiles o tubos— y fábricas de ensamblaje de piezas de aparatos de radio, de motores o de vehículos, pero siempre a base de elementos importados, que es lo que le confiere ese carácter de industria colonial. Sin embargo, el puerto de Mombasa, que representa la puerta de entrada de mercancías hacia el interior de África oriental, constituye una palanca de desarrollo industrial no suficientemente explotado, en parte debido a la burocracia y a la corrupción de los gestores del puerto. b)
Las estructuras industriales diversificadas y parcialmente nacionalizadas
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Este segundo tipo de economía industrial se caracteriza por el desarrollo de industrias pesadas junto a las ligeras y por el control por parte del Estado o de una burguesía nacional de un sector notable de la actividad industrial, no siendo aplastante la participación del capital exterior. No obstante, subsisten grandes desequilibrios regionales, aunque la industria no se acantona en algunos centros aislados de extracción minera y de tratamiento del mineral en una o dos ciudades. El caso de Guinea resulta revelador, pues, a pesar de que su capacidad industrial es inferior a la de Costa de Marfil, ha mantenido una orientación económica más nacionalista. La clave del desarrollo está en el complejo de Fría (al N de Conakry), que trata la bauxita de los yacimientos de la región y de las islas Los y que ha permitido crear infraestructuras para ampliar la explotación a los yacimientos de Boké, en el noroeste del país. El logro mayor radica, sin embargo, en que junto a esos grandes proyectos se ha ido difundiendo la industria por el interior, a base de pequeñas fábricas de equipamiento agrícola, de selección e hilado del algodón, curtido de pieles, conservas de frutas... No obstante, Conakry concentra una gran parte de las industrias creadas con la ayuda de Los países orientales primero y occidentales después, aunque, en conjunto, Guinea cuenta con una parca industria. No podemos soslayar el hecho de su casi insignificante población industrial, que no suma ni los 30.000 trabajadores. Uno de sus grandes problemas es la falta de infraestructuras y, especialmente de producción eléctrica. Llama la atención que los dos tercios de la aglomeración de Conakry estén permanentemente sin electricidad. La dotación de energía eléctrica se quiere resolver con la construcción del embalse de Garafiri, a 250 km al E de Conakry, que cubriría el 90 % de la demanda y potenciaría la extracción de bauxita, de la que es el segundo productor mundial. También se están produciendo nuevos movimientos en la explotación de oro y diamantes, en los que están tomando posiciones grandes compañías multinacionales, como De Beers (África del Sur), Cyprus (EE.UU.) y Shamrock (Australia). No obstante, la debilidad de la presión fiscal y del Estado, junto a la expansión de la corrupción, han hecho que el 80 % del PIB guineano provenga de la economía informal (Images économiques du monde 1996/1997. 310-311). Los países más avanzados en la línea de su diversificación industrial son, dentro del África tropical, Ghana y Nigeria. Tanto el uno como el otro disponen de un mercado nacional relativamente amplio de consumidores (actualmente 18 millones en Ghana y 107 en Nigeria). Además, el desarrollo precoz de las plantaciones de cacao y café y del comercio favoreció el nacimiento y cristalización de una burguesía nacional capaz de invertir en empresas industriales. Finalmente, la acción del gobierno se ha encaminado a proporcionar al país una industria de bienes de equipo. En Ghana, la región industrial por excelencia es la comprendida en el triángulo Accra-Takoradi-Kumasi y sus alrededores; región que cuenta también con la más densa infraestructura y que, en lo esencial, controla los productos agrarios comerciales. El desequilibrio regional entre el interior de Ghana y este triángulo industrial costero resulta evidente; no obstante, la difusión industrial tiene mucha mayor importancia en esa región de Ghana que en otros países de África tropical, donde prácticamente las industrias se ubican en las ciudades y en los puertos. En Ghana se cuentan desde industrias pesadas, como fundición del aluminio, aprovechando la energía hidroeléctrica de la presa de Akosombo, pasando por industrias alimentarias, mecánicas y plantas de ensamblaje de automóviles. Aquí se trata, pues, de un desarrolla industrial generado por la inversión de unas plusvalías obtenidas en la agricultura, bien a través de la actividad productiva, bien a través de la comercialización de productos agrarios, a lo que se suma la acción del Estado y de capitales extranjeros, a pesar de lo cual la industria continúa representando una pequeña porción del empleo y del PNB. Es ésta la razón por la que el Estado, a partir de 1995, está privatizando empresas y logrando acuerdos con el capital privado para relanzar «joint ventures» entre las PYMEs nacionales y el capital exterior en los sectores agroindustriales, químico, farmacéutico y turístico. Nigeria presenta los mismos caracteres que Ghana, pero con una industrialización más extensa y diversificada. Es el país más industrializado del África tropical y el único en que aparecen tres ramas industriales perfectamente configuradas, cada una con medios suficientes y empleando más de 1.000 obreros cada planta. Estas industrias son, por una parte, las derivadas de la actividad agraria, entre las que sobresalen las del tratamiento del látex de hevea, que han dado lugar a la instalación de una fábrica de neumáticos Michelin en Port Harcourt. En segundo lugar, industrias pesadas, como las que tratan el estaño de la meseta de Jos, con plantas de concentrado en los y Makeri. A éstas hay que unir las que se dedican a la producción de petróleo, cuyos yacimientos se encuentran en el país Ibo y en el delta del Níger, además de la siderurgia de Enugu, de tipo pequeño. Y finalmente, el tercer tipo de industrias corresponde a las de bienes de equipo, como fábricas de material agrícola, de material de transporte (remolques) y pequeños astilleros navales para la construcción de barcos de pesca. Pero, curiosamente, la mayor potencia industrial de África tropical sufre una situación de penuria y retroceso, pasando de un 30 a un 27,1 % en la utilización de su capacidad industrial entre 1994 y 1995, en parte derivado de la falta de confianza del capital exterior. Sólo existen grandes proyectos en e! sector de José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES la energía, principalmente en el gas natural, que ahora se está quemando inútilmente en los propios pazos de petróleo y que en breve, merced al acuerdo firmado con la Shell, se dedicará a producir grandes cantidades de gas licuado, que puede alimentar a futuras industrias en todo el golfo de Guinea. c)
Las estructuras industriales complejas
Sudáfrica es el único representante de este conjunto. Su potencia industrial se refleja en una tasa de empleo del 25 % del total, que aporta un 39 % al PNB. Pero, además, la producción de los diversos sectores industriales no admite comparación desde un punto de vista cuantitativo con los otros países. Así, en la rama siderúrgica, mientras los otros países africanos que cuentan con complejos siderúrgicos no producen más que varios cientos de miles de toneladas métricas de acero, Sudáfrica, en 1995, alcanzaba la cifra de 8,7 millones de tm; respecto a producción y montaje de automóviles, Sudáfrica alcanzaba 335.000 unidades en 1995, mientras el resto de los países africanos no llegaba más que a cifras insignificantes (varios miles o algunas decenas de miles de unidades). La escala de producción, por tanto, en Sudáfrica, no tiene ningún parangón con el resto de los países africanos, está muy por encima de todos: Sudáfrica por sí sola aporta el 49 % del PNB subsahariano y el 31 % del de toda África (en 1995), la casi totalidad del carbón y del acero subsahariano, tiene tantos turismos y teléfonos como el resto de los países. La industria comenzó a desarrollarse desde finales del siglo XIX, a partir del descubrimiento de los diamantes (en Kimberley, en 1870) y del oro (Witwatersrand, 1885). Desde entonces, con un gran componente de capital británico, no ha dejado de crecer y diversificarse. La producción minera continúa en vanguardia: de oro produce en tomo a una cuarta parte del mundial (522,4 tm en 1995, sobre un total mundial de 2.272 tm); en esta rama tuvieron gran importancia desde el primer momento los capitales ingleses; en diamantes, produjo 11 millones de quilates, equivalentes al 10 % del mundial, aunque la compañía sudafricana De Beers produce y controla la mitad de la producción mundial. La minería del oro, en declive, emplea todavía a unos 300.000.obreros, algo más de un tercio de la mano de abra minera (unas 840.000 personas al comienzo de los años noventa). El oro se explota junto con el uranio (cuarto productor mundial), en el que juegan un papel decisivo los capitales norteamericanos e ingleses. Además, Sudáfrica es el primer exportador mundial de platino (70 % de la producción total) y el primer productor de cromo, además de un gran productor de amianto y antimonio... Por otro lado, cuenta con grandes producciones a escala mundial de mineral de hierro de alto contenido, manganeso, cobre, titanio y cobalto. En definitiva, la industria minera de Sudáfrica, que está en la base del desarrollo industrial y económico de este país, desempeña un papel fundamental tanto en la producción como en el empleo, así como en la participación de capital multinacional, sobre todo en la extracción de minerales estratégicos, fenómeno que convierte a Sudáfrica en una avanzada del capitalismo internacional en el Tercer Mundo. Las industrias extractivas se localizan predominantemente en el interior, especialmente en el Witwatersrand, pero también en toda la mitad septentrional del país, aunque más diseminadas. En conjunto, se pueden distinguir cuatro regiones industriales bien caracterizadas: la de Transvaal del sur, en torno a Johannesburgo, con una gran diversificación industrial, que aporta el 40 % de la producción sudafricana; le siguen en importancia las regiones de El Cabo, Durban (Natal) y, finalmente, la de Port Elizabeth-East London. En estas tres regiones se ha producido una gran diversificación industrial asimismo, aunque falta la metalurgia de base. La siderurgia, nacida entre las dos guerras mundiales, es de propiedad estatal. En la construcción de automóviles están representadas todas las principales empresas mundiales, que disponen allí de fábricas de montaje, pero entre la Ford y la General Motors controlan la mitad del mercado. En Durban hay una refinería de petróleo que suministra su producción a la industria química. Por su parte, las industrias ligeras de transformación están representadas en las cuatro regiones. Se ve, pues, cómo Sudáfrica tiene una potencia industrial desconocida en el resto del continente, propia más bien de un país desarrollado, pero que opera en un contexto de subdesarrollo, Así, por ejemplo, la producción de oro se mantiene en buena medida merced a la sobreexplotación de la mano de obra, sobre todo de la mano de obra negra y principalmente de la inmigrada. La eliminación del apartheid a partir de 1992 no supuso una mejora de los niveles salariales, ya que el desempleo afecta todavía a un tercio de la población en edad de trabajar. Desde 1993 está funcionando el Programa de Reconstrucción y Desarrollo, con importantes cambios políticos y económicos y privatización de empresas públicas, pero que aún no ha logrado atraer suficientes inversiones extranjeras como para producir un vuelco en la industria y economía sudafricanas. En suma, el rasgo más llamativo de la industria subsahariana es su exigüidad. Un carácter diminuto basado en una falta de entidad del mercado y en una práctica ausencia de organizaciones comerciales a una escala superior a la del país. Ello impide llevar a cabo economías de escala, dadas las bajísimas José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES producciones, salvo en las industrias extractivas, pero que, por su orientación exportadora hacia el mercado internacional, no son capaces de originar un despegue industrial. En relación con las voluminosas producciones de materias primas minerales y su comercialización, se produce la intervención del capital exterior, que, si no es mayoritario en muchos casos, tiene el poder suficiente para decidir sobre el volumen y destino de la producción, aun cuando no vaya a satisfacer los intereses del propio país productor. Pero incluso si este tipo de industria llevara a cabo una primera concentración y semielaboración de los productos mineros a duras penas sería condición suficiente para un despegue industrial, dado el gran desarrollo tecnológico de la extracción minera actual y su escasa relación con el entorno económico. Por lo tanto, la industria subsahariana tiene grandes posibilidades, porque cuenta con enormes acumulaciones de materias primas, para cuya explotación se tendrá que acudir a técnicas y capitales foráneos, pero controlados. Aunque carezca de recursos energéticos y minerales, dado que el petróleo y gas faltan en muchos países, dispone de un potencial hidroeléctrico de proporciones gigantescas (dos quintas partes del mundial), si bien todavía muy desaprovechado. No obstante, la industria se enfrenta a grandes obstáculos, uno de los cuales —y fundamental— es la debilidad de la infraestructura viaria, que exigiría grandes inversiones por parte de las respectivas administraciones. La resultante espacial de todos estos factores es la práctica inexistencia de regiones industriales, si exceptuamos el caso sudafricano; a lo sumo, existirían núcleos o focos industriales de mayores o menores dimensiones. Tanto por la escasez como por la insignificancia del número de complejos industriales, la mayor parte del espacio subsahariano se configura como un desierto industrial, en el que aparecen unos enclaves (oasis): las capitales, los puertos y las áreas mineras. La consecuencia final es que la industria se manifiesta incapaz, dadas sus estructuras actuales, de provocar un take–off económico, salvo en Sudáfrica, por más que los respectivos gobiernos pretendan darle una prioridad absoluta en sus planes de desarrollo y se lleguen a invertir plusvalías agrarias en los sectores industriales. En este contexto de tan débil industrialización cabe plantearse si ha sido la actividad industrial la desencadenante del proceso urbanizados 3.
LAS CIUDADES AFRICANAS: UN CRECIMIENTO ACELERADO CON UNA GRAN DEBILIDAD DEL ENTRAMADO URBANO
El rasgo más destacable es la exigüidad de la urbanización y de la población urbana en África subsahariana, que en términos absolutos se sitúa alrededor de los 160 millones de personas, equivalentes aproximadamente a un 26,5 % de la población total. Ahora bien, esta escasa urbanización se contrarresta con un proceso acelerado de crecimiento urbano, que en la actualidad es uno de los más altos del mundo (un 6 a un 7 % anual, lo que representa que la población urbana se puede duplicar en un plazo de 10 a 12 años). Y un proceso de crecimiento que ha sido diferencial en el tiempo y que lo es en el espacio. En efecto, aunque alguna gran ciudad tiene su origen en el pasado precolonial, la mayoría comienzan su desarrollo con la colonización. Así, con el reparto colonial surgen muchas de las actuales ciudades: Dar es Salam en 1862, Kinshasa en 1881, Bamako en 1883, Brazzaville en 1883, Salisbury en 1890, Kampala en 1890, Abidján en 1903... Pero el crecimiento urbano durante ese período fue muy lento, por lo que en la primera década de nuestro siglo casi todas las ciudades estaban por debajo de los 20.000 habitantes, exceptuando las del norte de África, Sudáfrica el badán, que ya en 1900 sumaban los 200.000 habitantes. El desarrollo se aceleró durante el período de entreguerras. Así, Dakar, Lagos, Addis Abeba y Tananarive, dentro del África tropical, superaron los 100.000 habitantes. Incluso se crearon algunas otras ciudades como Niamey, en Níger, y los centros mineros de la provincia de Shaba y del «Copperbelt». A partir de 1945, sin embargo, fueron muy pocas las ciudades creadas: Nuakchot en Mauritania, Tema en Ghana, y un número reducido de pequeños centros mineros. Pero fue a partir de esas fechas cuando el crecimiento de las ciudades más importantes adquirió un carácter progresivamente acelerado. Y aquí radica la nota de diferenciación espacial, pues las ciudades mayores crecieron mucho más deprisa que las pequeñas, crecimiento que se basó en dos causas: por una parte, el propio aumento vegetativo debido a la importante caída de la mortalidad, ante la mayor eficacia de las medidas sanitarias en los medios urbanos, y, sobre todo, por el éxodo rural de grandes proporciones. Como ejemplo, Abidján entre 1963 y 1969 creció a un ritmo de un 12 % anual, del que sólo un 2,5 % se debió al incremento vegetativo. Ahora bien, ¿a qué obedece este éxodo rural que alimenta el auge urbano? Sobre este particular se ha escrito mucho. Según Benchetrit, se debería a la expansión de la economía comercial y monetaria. No cabe duda que esto ha influido, pero, al margen del pull urbano, cuya existencia no se puede negar, es evidente que las condiciones del medio rural, la presión demográfica, la falta de incentivos, de capitales, de perspectivas..., provoca un push rural sostenido y creciente. El deseo de disponer libremente de dinero para la compra de productos de importación o de fabricación industrial, incluso para usos tradicionales como la dote, incita a los jóvenes productores a emanciparse de las tutelas patriarcales o feudales y a José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES buscar unos ingresos personales y más o menos regulares; hechos que no tenían importancia cuando no existía una presión demográfica como la actual. Los resultados de este proceso son evidentes. La laxitud del entramado urbano es manifiesta, no pudiéndose hablar de redes urbanas, salvo en el caso del Witwatersrand. Otros aspectos, como la localización urbana, responden igualmente al proceso histórico, en función del cual se produce un desarrolla de ciudades fundamentalmente costeras —puertos y capitales, o ambas cosas a la vez— y de algún centro administrativo del interior. Pero estas ciudades no han dado lugar a regiones urbanas, sino que se han configurado como polos aislados, desarrollados en virtud de una función determinada: así, Dakar, con la séptima parte de la población senegalesa a comienzos de los años setenta, concentraba los dos tercios de las empresas, entre las cuales se contaba la totalidad del comercio de importación-exportación y en 1995 albergaba ya a casi la mitad de la población de Senegal, Tanto Dakar como Conakry, Abidján, Cotonou son ciudades nacidas en función del comercio colonial y con características similares. El cuadro XIII.4 y la figura 13.6 muestran la pobreza y el desequilibrio de la red urbana en África. Por otra parte, la falta de infraestructuras y la imposibilidad de dar empleo a todos los inmigrantes urbanos han originado la aparición de extensos barrios marginales, que en algunos casos llegan a albergar a los dos tercios de la población urbana (Granotier, B., 1980, 150-152), de tal manera que el espectacular crecimiento de las grandes ciudades africanas está provocando una proliferación de barrios marginales, sin equipamientos ni servicias, etc., de modo que se puede hablar de una ruralización de las ciudades más que de una urbanización de los emigrantes rurales (Mountjoy, A. y Hilling, D., 3988, 54), con la particularidad de que el fortísimo crecimiento de los ochenta y noventa está provocando un crecimiento urbano explosivo y descontrolado. Desde un punto de vista funcional, la mayor parte de las ciudades africanas se han desarrollado a partir de! comercio, que predomina nítidamente en ellas. De ahí que, salvo Congo, República Democrática de Congo, Kenia, Etiopía, Sudán, Egipto y Sudáfrica, todos los países costeros tienen su mayor ciudad en la costa. Pero algunas ciudades del interior constituyen destacados puertos fluviales, como Brazzaville, Bangui, Kinshasa sobre el Zaire; Bamako, Niamey sobre el Níger, y Jartún sobre el Nilo. Un notable número de ciudades tienen un carácter minero, como las de Shaba y «Copperbelt» (Kolwezi, Lubumbashi, Kitwe, Ndola..,), Enugu (carbón), Jos (estaño), Wankie (carbón), etc., incluso la propia Johannesburgo, aunque su potente y diversificada industria no permite calificarla como ciudad minera, sino como una verdadera ciudad industrial. Con matices diferenciadores, el África occidental presenta contrastes evidentes entre las ciudades tradicionales, situadas en lugares defensivos, con murallas, a veces con plano irregular, y las de época colonial, más abiertas, con trazado ortogonal... Se pueden hacer tres grupos: las costeras, las enclavadas en el bosque interior, y las de la sabana. Las primeras engloban a una buena parte de las que superan los 100.000 habitantes, incluyendo casi todas las capitales. Obedecen a la influencia europea, que las creó como puertos coloniales, salvo Accra. A esta función añadieron después de la II Guerra Mundial algunas actividades manufactureras, que localizaron en los puertos, puesto que trabajaban con materias primas importadas. Las ciudades del bosque interior corresponden a las de los países yoruba, ibo y Ashanti (Ogbomosho, Osogbo, Iwo e, incluso, Abadán), que se desarrollaron ya antes de la época colonial en función de una economía de subsistencia, trabajando aún hoy en la agricultura una parte importante de su población activa. Finalmente, las ciudades interiores de la sabana deben su desarrollo al comercio transahariano, al tiempo que algunas como Bamako o Kaduna fueron creadas como sedes administrativas por los europeos. Por su parte, África oriental es uno de los conjuntos más débilmente urbanizados del continente. Uganda, Etiopía, Kenia y Tanzania no llegan en conjunto al 22 % de población urbana, siendo las únicas ciudades que superan el medio millón de habitantes sus capitales, que son a la vez centros administrativos, comerciales e industriales, en tanto que las restantes —salvo Mombasa, con más de medio millón de habitantes— son sólo pequeños centros. El caso de Sudáfrica, como en tantos otros aspectos, es singular. Aunque no hay diferencias en cuanto a la existencia de barrios degradados, dado que acompañan siempre al crecimiento urbano acelerado, sin embargo, el poblamiento urbano es más denso y las ciudades, más complejas y con funciones diversificadas. Cuadro XIII.4. La t mayares aglomeraciones urbanas de los países del África subsahariana, 1995 Conjunto regional/país África oriental Burundi Comores Eritrea
Aglomeración urbana Población (miles)
% de población urbana
Bujumbura Moroni Asmara
60,9 19,4 79,5
278 36 431
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Etiopia Kenia Madagascar Malawi Mauricio Mozambique Reunión Ruanda Seychelles Somalia Tanzania Uganda Yibuti Zambia Zimbabue África central Angola Camerún Centroafricana, Rep. Chad Congo Congo, Rep. Derruía Gabón Guinea Ecuatorial Santo Tomé y Príncipe África meridional Botsuana Lesoto Namibia Suazilandia Sudáfrica África occidental Benin Burkina Faso Cabo Verde Coste de Marfil Gambia Ghana Guinea Guinea-Bissau Liberta Mali Mauritania Nigeria Níger Sama Helena Senegal Sierra Leona Togo
Addis Abeba Nairobi Tañarían ve Lilongwe Port-Louis Maputo Saint-Denis Kigali Victoria Mogadiscio Dar es Salam Kampala Yibuti Lusaka Harare
2.431 1.810 876 437 165 2.212 133 286 40 997 1.747 954 493 1.317 1.410
28,0 23,3 22,3 33,6 36,6 17,9 30,1 97,6 100,0 41,0 24.0 38,6 100,0 37,9 39,7
Luanda Douala Bangui Yamena Brazzaville Kinshasa Libreville Bala São Tomé
2.081 1.320 553 826 1.004 4.241 419 31 57
62,2 22,4 43,2 58,6 66,3 32,5 77,7 18,3 100,0
Gaborone Maseru Windhoek, Mbabane Ciudad de El Cabo
182 297 190 61 2.727
20,9 61,1 34,4 22,8 13,3
Cotonou Ouagadougou Praia Abidján Banjul Acera Conakry Bissau Monrovia Bamako Nouakchott Lagos Niamey Jamestown Dakar Freetown Lomé
616 824 68 2.793 186 1.673 1.558 233 962 919 694 10.287 587 3 1.708 695 662
29,7 49.5 32.3 47,0 57,6 26,9 72,6 100,0 100,0 31,7 59,6 23,3 35,3 79,1 47,0 50,1 52,8
Nota los datos corresponden a estimaciones de Naciones Unidas en 1995, puesto que la mayor parte de los países carecen de censos recientes. Se pueden observar algunas disparidades entre estos datos y otros que aportan diversas fuentes, principalmente debidas a la conceptuación y delimitación de las aglomeraciones urbanas, que hacen aumentar o disminuir el número de sus habitantes según el criterio adoptado. Fuente: United Nations Department of Economies and Social Affars Population Division Internt: http://www.undp.org/popin/wdtrends/urs/fura.btm. Las ciudades subsaharianas tienden también, por lo general, a una cierta macrocefalia, que abre el camino a los profundos desequilibrios regionales, los cuales constituyen uno de los rasgos más visibles del continente. La falta de integración regional se manifiesta en una ausencia o debilidad de la infraestructura viaria y en la coexistencia de regiones agrícolas, apenas servidas por algún centro urbano más dinámico, con otras regiones, generalmente costeras, que acaparan la casi totalidad de la actividad económica no agrícola; son el resultado de la falta de autonomía de África, de su orientación hacia el mercado exterior, y de la dependencia, en lo político, en lo económico y en el aprovechamiento y organización de su espacio, de los centros de decisión que controlan ese mercado a escala mundial. Habría que añadir, sin embargo, que en la década de los ochenta y noventa África ha sufrido el olvido y la marginación de los poderes y organizaciones mundiales, que han confiado al paso del tiempo la solución de los problemas que éste no puede resolver, porque el desquiciamiento de las estructuras tradicionales, desencadenado desde el exterior, se tendría que remediar también con apoyo exterior.
José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES
Fig. 13.6.
IV.
Las mayores ciudades Africanas a mediados de los noventa.
Conclusión: pobreza, morbilidad, dependencia y desequilibrios regionales
Después de esta visión panorámica del continente africano, el rasgo más destacable es la pobreza de los pueblos subsaharianos. Según el informe del PNUD de 1997, la pobreza de ingreso es profunda y constituye una amenaza a la estabilidad económica y social. Siguiendo las definiciones nacionales de la línea de pobreza, el 45 % de la población total era pobre en 1992, llegando a casi dos tercios de la población en Gambia y Zambia, a más de la mitad en Guinea-Bissau, Camerún y Uganda y a más de un tercio en Costa de Marfil, Kenia y Nigeria. Pero, además, en el período 1970-1992 la paridad de poder adquisitivo del África subsahariana aumentó tan sólo en 73 dólares, mientras alcanzó 420 en Asia meridional y 900 en Asia oriental, regiones que partían de los mismos niveles que África subsahariana en 1970. De este modo, la pobreza se ha convertido en un factor alarmante y desestabilizante en el mundo africano (PNUD, 1997, 36). El espacio africano tiene un carácter netamente rural, bien por el mantenimiento de una economía de subsistencia, bien por la comercialización de unos productos típicamente tropicales cuyo destino es el mercado exterior. Este carácter nítidamente rural contrasta con algunas escasas y grandes ciudades, que han adquirido un desenfrenado crecimiento. Y es éste el rasgo más visible de los desequilibrios regionales: inmensos espacios rurales no servidos por ciudad alguna, frente a un número reducido de aglomeraciones urbanas o ciudades medias. Núcleos que, por otro lado, tienden a acentuar las desigualdades, puesto que crecen aceleradísimamente, al concentrarse en ellos la mayor parte de las actividades dinámicas, como son las industrias y servicios. José Luicho Gómez 08/04/2016 09:02 a.m.
ESPACIOS Y SOCIEDADES Pero el desequilibrio se produce también a nivel interno de cada ciudad, porque éstas son incapaces de dar empleo y vivienda al cúmulo ingente de personas que acuden a ellas atraídas por la posibilidad de encontrar trabajo antes que en el campo. Este «crecimiento urbano» no puede ser identificado con «desarrollo», porque son ciudades con una ínfima infraestructura urbana, en las que el progreso no aparece (caos urbano, falta de todo tipo de servicios, de redes de desagüe, asfaltado, falta de dispensarios, escuelas, centros culturales y de esparcimiento...). Desequilibrios, pues, entre el campo y la ciudad, pero también en el interior de cada uno de ellos, ya que los contrastes entre distintas regiones rurales no son menores. Aunque hoy apenas quedan lugares sobre la Tierra que no hayan sido tocados por la economía de mercado, en África todavía predomina una economía de autoconsumo sobre vastos espacios del bosque ecuatorial y de la sabana, espacios con una baja densidad de población y mínimamente organizados, cuyas únicas vías de comunicación son caminos. Estos sectores contrastan con aquellos otros integrados en el mercado internacional: áreas algodoneras de Sudán o de Chad, zonas cacahueteras de Senegal, Nigeria.... amén de todas las áreas costeras o interiores de plantación. Y son precisamente estos contrastes extremos los que imprimen carácter al continente africano, siendo escasos, en cambio, los sectores cuya producción se destina al intercambio y los mercados regionales. Estos fenómenos producen dos consecuencias fundamentales: por una parte, la falta de integración económica y espacial de los territorios nacionales, en los que la infraestructura de ios transportes tiene un trazado dendrítico heredado, incapaz de vincular las distintas regiones del país, pues sólo se orienta a la exportación; por otra, la dependencia de los centras decisorios mundiales, que han hecho de África uno de sus feudos para el aprovisionamiento en materias agrícolas y minerales. De todo el análisis se pueden extraer unas conclusiones sobre las perspectivas futuras del espacio y la sociedad africanos. Hemos visto cómo el medio físico, que tantas veces se ha considerado como determinante de la miseria africana, ofrece unas posibilidades y un grado de aprovechamiento económico incomparablemente mayor que el actual, e incluso la gran disponibilidad de materias primas constituye un factor muy favorable para la industrialización. Sobre este espacio habita una población muy reducida, pero con un elevado índice de crecimiento vegetativo, que se traduce en una crisis permanente de la sociedad africana: las estructuras socioeconómicas pretéritas no se adecúan a las necesidades actuales, por lo que es necesaria su transformación. Pero —y ésta es la gran paradoja actual— las transformaciones, la «modernización», sólo se realiza en aquellos sectores destinados al mercado internacional, mientras las poblaciones de vastísimos territorios viven inmersas en una economía autocentrada, incapaz de satisfacer sus propias necesidades, por lo que sus elementos más jóvenes acaban emigrando a las áreas urbanas, con mayores posibilidades de empleo, pero con unas condiciones de vida igualmente miserables, salvo en los casos de los «afortunados» que encuentran un empleo estable. A todas estas circunstancias, el África subsahariana ha sumado una nueva y nada positiva: la expansión del Sida. Según el informe del PNUD de 1997, 14 de los 23 millones de personas afectados por el Sida viven en el África subsahariana. Además, de los 3,1 millones de contagios nuevos entre adultos en 1996, más de un 40 % (1,3 millones) correspondieron a este conjunto regional, y en países como Botsuana, Burkina Faso o Uganda... está descendiendo alarmantemente la esperanza de vida a consecuencia de la pandemia de Sida, que ataca fundamentalmente a las clases más pobres, faltas de medios higiénicos y sanitarios y de conocimientos para prevenir la enfermedad. La solución a los problemas africanos no es fácil, pero pasa, en primer lugar, por la consolidación de Estados fuertes que gobiernen al servicio de sus pueblos y que no estén hipotecados por los intereses de las compañías mineras transnacionales y de las burguesías nacionales o locales, de tal manera que las producciones del suelo africano se orienten a la satisfacción de las necesidades de sus habitantes. Esto requeriría cambiar los criterios de rentabilidad económica por los de rentabilidad social, lo cual exigiría a su vez que el control exterior trascendiera los estrechos límites del beneficio económico y se transformara en ayuda y cooperación, y en este sentido no se debe olvidar que el África subsahariana ha sido el conjunto regional más olvidado por las inversiones exteriores, sólo interesadas en el control de las materias primas. Ante esta situación no se pueden abrigar demasiadas esperanzas. Los años ochenta no han resuelto nada en el mundo africano e, incluso, han hecho retroceder los niveles alimentarios y sanitarios en muchos países. En los noventa se ha producido una cierta liberalización económica, pero la industria y la inversión exterior han permanecido a niveles mínimos. En consecuencia, el único método eficaz de romper el círculo vicioso consistiría en la superación de la corrupción propia de los gobiernos tribales, además de en la inversión de capitales exteriores en cuantía suficiente y congruentes con las necesidades de los países receptores. África subsahariana, entretanto, se mantiene en la cola del subdesarrollo mundial, incapaz de explotar en su propio provecho sus inmensas riquezas naturales.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES Bibliografía básica Banco Mundial (1997): Informe sobre el desarrollo mundial 1997, Washington, 292 pp., Boateng, E. A. (1978): Apolitical geography of Africa, Cambridge, Cambridge University Press, 292 pp. Chapuis, R. (1994): Les quatre mondes du Tiers Monde, París, Masson, 234 pp. Cole, J. (1996): Geography of the World's Major Regions, Londres, Routledge, 474 pp. Coquery-Vidrovitch, C (dir.) (1988): Processus d'urbanisation en Afrique, París, L'Harmattan, t. I, 135 pp.; t. II, 168 pp. Dickenson, J. et al. (1996): Geography of the Third World, 2° Ed., Londres, Routledge, 344 pp. Europa Publications (1990): Africa South of the Sahara 1990, 19.a ed., Londres, 1188 pp. Gapyisi, E. (1989): Le défi urbain en Afrique, París, L'Harmattan, 128 pp. Gourou, P. (1970): L'Afrique, París, Hachette, 488 pp. Hance, W. A. (1975): The Geography of Modern Africa, Nueva York, Columbia University Press, 653 pp. Jarret, H. R. (1979): Africa, Plymouth, Macdonald and Evans, 610 pp. Jeune Afrique (1973): Atlas Jeane Afrique, Paris, Éditions Jeune Afrique, 225 pp. Lewis, L. A. y Berry, L. (1988): African Environment and Resources, Boston, Unwin Hyman, 404 pp. Mountjoy, A. B. y Hilling, D. (1988): Africa; Geography and Development, Londres, Barnes & Noble-Books-Hutchinson, 462 pp. ONUDI (1996): Desarrollo industrial. Informe mundial 1996, Fondo de Cultura Económica (por encargo de la ONUDI), México, 262 pp. PNUD (1997): Informe sobre desarrollo humano 1997, Madrid, Mundi-Prensa, 262 pp. Siddle, D. y Swindell, K. (1990): Rural change in tropical Africa, Oxford, Basil Blackwell, 223 pp. World Bank (1983): Sub-Saharan Agriculture, Synthesis and Trade Prospects, World Bank Staff Working. Papers, N° 608. Washington, 157 pp.
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ESPACIOS Y SOCIEDADES ANEXOS DATOS ESTADÍSTICOS DE LOS PAÍSES Y TERRITORIOS DEL MUNDO EN 1997 (Salvo indicación de otro año)* * Fuentes: Los datos demográficos proceden de las World Population Data Sheet del Population Reference Bureau de 1997. El PNB per cápita, el total y la PPA de 1995 proceden del Banco Mundial (Informe sobre el desarrollo mundial del997) o de otras fuentes disponibles. Los dalos de la población activa y del PIB proceden de las Images économiques du monde 1996, 1997 y 1998; se refieren al año 1993, aunque hemos completado los de algunos países que faltaban en esta fuente con otros procedentes del The Europa World Yearbook 1996. Siempre que se ha podido se ha tomado e! año más reciente disponible, que normalmente corresponde a! de 1994, aunque a veces sólo ha sido posible poner el de 1992, y algún país lleva el de 1995. Dado que se trata de valores relativos y que todos los años están en torno al de 1994, las diferencias derivadas de la utilización de distintos años no son significativas, bien entendido que sólo se han utilizado años distintos a los de referencia «1993 o 1994» cuando no había otros disponibles. Los datos se refieren a la población económicamente activa, Los datos de analfabetismo, así como el índice de Desarrollo Humano proceden del Anuario del PNUD: Informe sobre el desarrollo Humano 1997. Corresponden generalmente al año 1994, aunque no siempre. Los valores de superficie proceden de diversas fuentes, si bien predominan los de la FAO. Existen destacables disparidades entre unas fuentes y otras. El crecimiento vegetativo (columna 6) hace referencia al porcentaje de crecimiento anual. La columna 32 se refiere al porcentaje de mujeres que usan métodos contraceptivos, cualesquiera que sean, mientras la N° 33 se refiere exclusivamente al porcentaje de mujeres que usan métodos contraceptivos modernos.
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