POLÍTICAS DEL ESPACIO Arquitectura,
género y control social
Arte y Política II Núria Juan Martí
José Miguel Cortés, en su libro ´Políticas del espacio. Arquitectura, género y control social µ nos habla de la l a necesidad necesidad de darnos cuenta de cómo el urbanismo y la organización del espacio controlan nuestra manera de comportarnos, ser considerados y considerarnos socialmente partiendo de la ideología occidental patriarcal. Al mismo tiempo, nos propone cambiar esa realidad que representa la arquitectura y el urbanismo racional racional (y que que no refleja la pluralidad existente existente en la ciudad, quedando, intencionadamente, marginados algunos sectores sociales) haciendo visibles las herramientas que pueden lograr ese cambio necesario. Para entender mejor su punto de vista, vamos a hablar más detenidamente de los temas que se tratan en la obra, a los que nos introduce citando, entre otros, a Michel Foucault: ´No hay necesidad de armas, violencia física o restricciones materiales. Sólo una mirada inspeccionadora, una mirada en la que cada individuo bajo su autoridad acabará interiorizando hasta el punto de ser su propio observador, cada individuo que ejerce la vigilancia sobre y contra él mismo. Una fórmula estupenda: el poder ejercido continuamente y presentado con un mínimo costeµ. Empieza Cortés hablándonos de la preocupación que, desde los años 30, han mostrado filósofos y teóricos por la relación entre el espacio y el poder, como fue el caso del sociólogo francés Henri Lefevbre, quien criticó el funcionalismo urbanístico y la vida cotidiana que se se desarrollaba desarroll aba en las grandes ciudades y quien abogaba por la intervención en el fenómeno urbano para conseguir transformar esa cotidianeidad, en tanto que el espacio es producto de la Historia, resultado de unas actividades y, por supuesto, posee una dimensión temporal. Reivindicó el significado del espacio en relación con el cuerpo humano, defendiendo las diferencias históricas, culturales y también la vuelta a lo ambiguo y el derecho a la multiplicidad de deseos, oponiéndose por tanto a la homogeneización por parte del poder político y a la alienación cultural que produce el espacio pretendidamente abstracto. A finales de los años 50 y principios de los 60, nos dice el autor, el desarrollo de las tecnologías de reproducción mecánica o el auge de los medios de comunicación tuvieron gran influencia en la producción cultural, percibida por la Vanguardia artística y cultural como muy negativa y que, evidentemente, estaba ligada al capitalismo y a la alienación alienación que éste producía. Por lo tanto, se intentó vincular el arte y la
política, puesto que sus integrantes consideraban que los artistas podían ayudar a transformar la sociedad, transformando el arte en objetos y acciones que negaran los valores tradicionales y apropiándose subversivamente de los medios de comunicación. Este repaso histórico por el urbanismo occidental, o los debates que éste ha planteado y plantea, sigue con la fundación, en 1957, de la Inter nacional Situacionista, gran influjo para la crítica más radical de los posteriores años 70 y 80 en E.E.U.U y Europa. Los situacionistas reivindicaban el placer diario, la ´liberación de lo cotidianoµ a partir del espacio urbano, desde el cuál, consideraban, se podía acelerar el cambio social. Su urbanismo implicó la superación de la sociedad del espectáculo, creando ´situacionesµ creativas unitarias (integrando diversas creaciones artísticas) que posibilitaran la transformación crítica de la ciudad y de la experiencias cotidianas que allí se daban. Por lo tanto, al igual que Lefevbre, se oponían al concepto de espacio estático y proponían otras formas de habitar no alienadas. Muestra de ello son los planteamientos de las ciudades basados en el vagabundeo y la deriva de Guy Debord ( The Naked City" , por ejemplo), o de Constant (´New Babylonµ, 1959), sin centros ni periferias, y considerando el avance de la ciencia y la tecnología como un factor determinante en la consecución del placer. En la década de los 60, caracterizada por la sociedad de consumo de posguerra y el optimismo reinante en ella, es importante tener en cuenta a ´ Archi g ramµ (también con plena confianza en los avances tecnológicos), que consideraba a la ciudad un ente obsoleto y necesitado de ruptura de formas y métodos. Abogaba también por el cambio permanente, y criticaba irónicamente los arcaísmos arquitéctonicos con propuestas como ´non- plan of a non-city µ. La noción de ´heterotopíaµ planteada por Foucalt, abrió, por otro lado, el debate en lo que respecta a la necesidad de esos otros lugares poco comunes que crean situaciones de desorden y de multiplicidad, también defendidos por los posicionamientos feministas en cuanto que éstos rechazaban un único punto de vista vinculado al del hombre blanco occidental. Sigue Cortés contándonos que la configuración de la ciudad no es reflejo de la realidad social, sino que las formas espaciales son creadas por la acción humana. Estas formas, nos dice, expresan únicamente los intereses de los sectores sociales dominantes y las relaciones de poder propias de cada época. El objetivo de ´Políticas del espacio.
Arquitectura, género y control socialµ es cuestionar ese sentido hegemónico del espacio urbano y de la configuración de las ciudades (entendidas como cúmulo de usos, flujos, percepciones, etc.) cuya relevancia se transmita con el tiempo, actitudes culturales, grupos sociales« Para ello, divide el libro en dos grandes apartados, ´Espacios dócilesµ y ´Cuerpos ausentesµ en los que nos explica cómo la ciudad contemporánea instaura modos de actuación con los que organizar el control de los deseos. Brevemente, y antes de pasar a hablar de ellos en profundidad, diremos qué se trata en cada uno de estos apartados. En el primero, ´Espacios dócilesµ, el autor nos habla de la capacidad de la arquitectura para configurar un orden social y enmascarar sus vinculaciones con éste, teniendo en cuenta los posicionamientos de Georges Bataille y Michel Foucault y diferenciándolos entre sí. Para ambos, la arquitectura es un instrumento represivo que ejerce un fuerte control social, pero, si para Bataille la arquitectura estaba construida para ser vista y se trataba de la representación simbólica de una jerarquía autoritaria con el único fin de acobardar a los individuos que la habitaban, para Foucault se trataba de una arquitectura para mirar, es decir: que espía, que vigila, siendo una máquina de producción de sujetos que se controlan a sí mismos. Es este segundo planteamiento el que tiene mayor relación con el libro de Cortés, y del que parte para desarrollar sus ideas, ayudándose de ejemplos artísticos y arquitectónicos que ilustran los conceptos planteados. El segundo apartado, ´Cuerpos ausentesµ se centra en cómo la arquitectura ha reprimido la sexualidad en el espacio urbano, en cómo lo femenino o las minorías sociales son anuladas por parte de la masculinidad hegemónica y en la necesidad de hacerlas visibles creando espacios en los que se den diferentes formas de vida y se conforme un nuevo ser social generador de una dinámica que descentre el sistema simbólico y cuestione las estrategias de poder permanentemente.
Una vez presentados los dos capítulos que articulan la obra, vamos a centrarnos en el primero de ellos, ´Espacios dócilesµ. Empieza el autor definiendo el concepto de poder, que sería la capacidad de definir y controlar las circunstancias y l os
acontecimientos que son importantes para que las cosas se desarrollen en favor de nuestros intereses. El poder se puede utilizar de muchas formas, desde el autoritarismo hasta la seducción, siendo éste el más aconsejable en tanto que más sutil, ya que el uso del poder sólo es tolerable durante un cierto tiempo y si éste es enmascarado. La arquitectura es, por tanto, un mecanismo de gran validez a la hora de ejercer ese poder, ya que representa a la autoridad y que aparentemente está desprovista de ideología. Siguiendo con la definición de términos, José Miguel Cortés nos explica que la Arquitectura es todo aquello que hallamos en una ciudad, no pudiendo ser reducida a sus elementos constructivos y siendo especialmente importante la función social que desempeña. Nos habla también, como ya hemos mencionado con anterioridad, de qué significa la arquitectura para Bataille y qué significa para Foucault: Para el primero, la arquitectura expresa el ideal de la sociedad y manifiesta las órdenes y la prohibición por parte de la autoridad, siendo para él cualquier monumento un monumento al control social. Como ya sabemos, considera que es externamente impositiva y que reafirma la unicidad, habiendo sido concebida principalmente para ser vista e imponer silencio. Para el segundo, la arquitectura también encarna a la autoridad, actuando de modo disciplinario. No obstante, él cree que se trata de una arquitectura que observa y que tiene un carácter expresivo, ya que sus objetivos son terapéuticos y disciplinarios. La vida social ha sido ´domesticadaµ (ya desde el S.XVIII), los comportamientos y los espacios normalizados y la población controlada moralmente mediante técnicas de control de impulsos y canalización de deseos hacia el ciclo de producción y consumo. Con el descubrimiento del cuerpo humano como objeto y blanco de poder, la arquitectura adquiere la responsabilidad de disciplinarlo, de reprimirlo, de ´verlo todoµ. Es este el mecanismo del Panóptico de Jeremy Bentham, que, aunque no se construyó, sus principios, desde luego, sí han sido aplicados. Fue concebido para ser una cárcel, un lugar donde el control tenía que ser total y que se mantenía gracias a la sensación constante del prisionero de ser observado (sabía que le observaban, pero no en qué momento, ya que la disposición espacial y la iluminación imposibilitaban que él viese al guardia, mientras que éste sí tenía acceso visual),autocoaccionándose en todo momento y siendo constantemente obediente.
El panoptismo se ha generalizado y abarca ahora el conjunto de sectores sociales, creando estructuras que distribuyen y ubiquen espacialmente a los individuos y generando espacios que nos hagan a todos visibles. Foucault ve esta visibilidad como una trampa, entendiendo que la multitud ha sido reemplazada por individualidades separadas mediante la tecnología del sometimiento sutil (en la que cada uno es su propio carcelero) que garantiza un funcionamiento automático del orden. La fuerza de este mecanismo reside en su sutileza y en que sustituye la violencia física o la coacción externa por la disciplina interna, siendo mucho más improbable cualquier tipo de levantamiento en contra del poder. Por tanto, y como nos dice Cortés, en esa sociedad disciplinaria que Foucault plantea, el poder funciona mediante la clasificación, tabulación y organización del deseo, jugando un papel muy importante la organización de la ciudad y de sus formas. Como ya hemos dicho, la autoridad sólo es tolerable si posee la habilidad para esconder sus mecanismos y consigue hacer pasar por bien general la legitimación de su poder, siendo fundamental la complicidad de la arquitectura para fijar a la gente en lugares precisos y la reduzca a cierto número de gestos y hábitos. Es muy significativo el hecho de que estos mecanismos fueran concebidos, en sus inicios, para ejercerse en instituciones disciplinares, ya que esto nos hace pensar en el grado de control a que estamos sometidos. Sin embargo, nuestro cuerpo y cómo utilicemos el espacio pueden ayudar a desarmar dichos mecanismos. José Miguel Cortés se sirve ahora de l a literatura para hacernos entender que no nos hallamos tan lejos como pensamos de las distopías planteadas por Orwell o Zamiatin, basadas en el control mediante la mirada (y la tecnología), y que supone esa interiorización de la ideología dominante como natural que conlleva, obviamente, la vigilancia sobre el otro y también la organización del deseo. Nos explica el autor también cómo ya desde la Revolución francesa se organizaba el espacio de modo que todo fuese visible, y, por tanto, controlado. Se pretendía controlar la ciudad, homogeneizarla, disciplinarla y, por consiguiente, deshumanizarla y negar el lenguaje del cuerpo para evitar cualquier acción no controlada o referencia de carácter sexual. Además, la presencia física, el roce o el trato entre cuerpos, podría convertirse en una seria amenaza cuestionadora del orden social.
Por eso, el que las calles sean o no largas, o que los espacios sean diáfanos no es una elección inocente, sino toda una estratagema para la manipulación de las masas. El ejemplo que nos propone Cortés en este caso es el de Albert Speer, arquitecto de Adolf Hitler que construía grandes edificaciones para que grandes multitudes se contentrasen ante él, fusionándose así con el decorado, aprovechándose de la masa conviertiéndola en su propio espectáculo. Todos formaban parte de algo, se ensalzaba la figura de Hitler en la arquitectura o en los mí tines llevando a la masa, que se sentía parte de aquello ´grandiosoµ, al éxtasis colectivo, aboliéndose así las individualidades y celebrándose la obediencia y la fidelidad como fines supremos de la existencia humana. En la segunda mitad del S.XX, nos sigue diciendo Cortés, pasamos de un Estado disciplinario a una sociedad de la vigilancia, fundamentada en las organizaciones relacionadas con la Modernidad, esto es, el mantenimiento de las prácticas de control y el carácter sistemático y extensivo que éstas han ido adquiriendo, siendo cada vez más sofisticadas. Habla para ello de la película ´Minority report µ (2002, Steven Spielberg), que se basa en el relato corto ´The Min ority Report µ de 1956 de Philip K. Dick (preocupado siempre por las sociedades del futuro, las distopías y la no existencia de una realidad objetiva, una única realidad. Muestra de ello son otras obras como ´Los clanes de la luna alfan aµo ´Ubikµ , donde la vida diaria de los personajes es una ilusión construida por poderosas entidades externas, grandes conspiraciones políticas, etc.), en la que se muestra la sociedad del año 2054 en el que todo es controlado antes de que ocurra gracias al Departamento de Precrimen. Aunque aún no hemos llegado a esos niveles de sofisticación, los métodos de control se han generalizado de manera que centros comerciales, pasillos, medios de transporte«cuentan con cámaras de seguridad que reconocen a cualquiera, teniendo rastreado a cada individuo en su totalidad. Bruce Nauman exploró (mediante el uso de su propio cuerpo) las potencialidades y las contradicciones de la sociedad de la vigilancia, del observador que se observa, de las vinculaciones entre público y privado o de la importancia de l as estructuras arquitectónicas en la sensación de sentirse vigilado y amenazado al no saber por qué te están grabando, quién o para qué. En su obra ´Paseo con contrappostoµ , nos habla de la dureza de un espacio arquitectónico
hostil y de la noción de control sobre la conducta humana en entornos opresivos. Otra cuestión importante que va ligada a la adaptación al orden social es que ésta se realiza mediante la universalización de los controles disciplinarios y la manipulación de las disciplinas individualizantes, de manera que se crean así técnicas e instituciones que se atribuyen la tarea de medir, controlar y corregir a quienes no se homogeneizan con los valores dominantes, pretendiendo conservar sus propias concepciones y no integrándose en la Norma. El contenido metafórico de la arquitectura, pues, simultáneamente representa y enmascara sus asociaciones con el poder, posibilitando así modos de pensamiento dominantes que no son cognitivamente entendidos pero sí internalizados. Como ya hemos dicho, ninguna arquitectura es inocente, sino que sirve como medio para establecer una ideología determinada que necesita establecerse y seducir, necesidad que será más urgente cuanto más autoritaria sea. La visión de Melvin Charney es interesante en cuanto que, para él (y siguiendo a Lefevbre) lo urbano tiene que ser planteado en su dimensión social, asociando historia y proyección política, forma y praxis, puesto que no posee ese ideal armonioso con el que el poder lo presenta, sino que en él es donde se dan las diferencias y los conflictos sociales. La estructura social y urbanística ha cambiado mucho en los últimos tiempos, creándose, en cierto modo,µ nuevas ciudadesµ sin un punto central y único de poder, formadas mediante la yuxtaposición de servicios y núcleos diseminados que las transforman en ´experiencias de tránsitoµ, en una sucesión de lugares de paso o ´no lugaresµ, como diría Marc Augé. De este modo, las plazas de los pueblos, por ejemplo, y las relaciones que en ellas se daban, quedan sustituidas por estaciones de autobuses o aeropuertos que no dan opción a ninguna relación personal. Son lugares despersonalizados, estéticamente iguales en diversos puntos del mundo por los que nadie siente apego pero que, precisamente por ser iguales en todos lados (no tienen nada que ver con el lugar donde han sido construidos) transmiten cierta familiaridad engañosa que contribuye a la homogeneización de los espacios y al fomento de las desigualdades, la discriminación y el deterioro del medio ambiente. Isidoro Valcárcel Medina ha trabajado desde los 80 en sus ´Arquitecturas prematurasµ, con las que intenta evidenciar que aquello
que se proyecta en arquitectura realmente no se necesita y sí se necesita en cambio una arquitectura que aluda a las necesidades humanas.
En lo que se refiere a la distinción entre el ámbito público y el ámbito privado, Cortés nos habla de dejar de enfrentarlos y pensarlos como una relación dialéctica, algo ´intercambiableµ dependiendo de las circunstancias socioculturales e históricas precisas. Nos cuenta también que lo privado se refiere habitualmente a lo íntimo, lo personal (aunque lo ´personalµ acompaña a la persona en sus ´actos de socializaciónµ, por lo tanto, probablemente se convertiría en público de algún modo) y se asocia con los sentimientos o la afectividad, y que lo público se entiende como lo común y lo notorio y se asocia con la inteligencia. Estas valoraciones, nos dice, dan pie a dos planteamientos distintos: el de lo sentimental y el de lo eficaz, que tienen una significación distinta si se relacionan con los hombres o con las mujeres. Esto se debe a que, durante mucho tiempo, la escena pública ha sido impensable para las mujeres pero el campo natural del hombre. Se evidencia de este modo que el espacio no es un escenario donde suceden cosas, sino el resultado constituido por la acción concreta y el discurso específico, esto es, que cada uno vive un mismo espacio de modo distinto, y que el espacio aparece con sus individuos y sus actos, que lo dotan de significado y lo hacen (como ese único espacio experimentado por un individuo) desaparecer con su marcha. Después de esto, el autor hace un repaso de la evolución de los ámbitos público y privado desde la Edad Media (en que las casas se utilizaban tanto para vivir como para trabajar, aunando lo público y lo privado, e incluso, no teniendo una verdadera ´privacidadµ) hasta la actualidad. En este gran lapso de tiempo y con la aparición de la burguesía la vida familiar empezó a adquirir una dimensión más íntima provocando la separación clara de lo público y lo privado. Esto provocó también la separación de sus habitantes y sus actividades de las de otras casas, y el entender la casa (y la habitación) como refugio (a la vez que cárcel en el caso de que en ella impere una autoridad arbitraria, puesto que es en el espacio privado donde surge ´lo inadecuadoµ) ante los peligros del espacio público. Como ejemplo destacable de esta concepción de la casa como infierno nombraremos a Louise Bourgeois, magnífica artista conocida por todos (razón por la cual no vamos a extendernos comentando sus obras), cuyas obras difuminan la barrera entre lo
público y lo privado ya que su autora veía el arte como una experiencia terapéutica, sacando a l a luz sus traumas más íntimos. Robert Gober, por su parte, nos muestra en su obra la discrepancia que experimenta con la sociedad norteamericana fundamentada en la falacia del ´hogar, dulce hogarµ. También opina que la armonía no es posible sino cuando se representan permanentemente unos roles y se repriman los aspectos que se salgan de las normas sociales. Reivindica lo misterioso, lo ambiguo, lo que no está regido por una norma inamovible. Poco a poco, vamos viendo cómo la situación cambia y cómo ´lo personal es políticoµ, volviéndose la casa más permeable a las transformaciones sociales y políticas del entorno. La modernización de la sociedad, con la irrupción en las casas de las tecnologías digitales ha contribuido también a que las fronteras entre público y privado se hayan difuminado con el tiempo y se pueda, por ejemplo, tener el exterior (vía internet o correo electrónico podemos estar conectados a redes sociales, saber qué pasa fuera de casa o incluso trabajar) dentro de casa. Paralelamente a ello, el modelo de familia tradicional también queda obsoleto, ya que hay muchos tipos de relaciones de pareja y familiares con multitud de combinaciones posibles, reflejando todo ello una nueva realidad social más abierta, puesto que la transformación de uno de los dos ámbitos-el público o el privado- transforma necesariamente al otro.
Volviendo al ámbito de lo público, y teniendo clara la voluntad de control por parte de la autoridad de las calles, Debord afirma que, en ese intento de controlarlo todo, se ha llegado a su supresión. Los centros comerciales- nos dice José Miguel Cortés- están sustituyendo a las calles, que se transforman en vías de acceso (y teniendo más en cuenta a los vehículos que a las personas) para ir de un lugar a otro sin pisarlas. En estos centros hallamos las mismas características en todos los lugares del mundo: son lugares donde podemos vivir casi todo tipo de experiencias y donde todo está pensado para favorecer el consumo, desde los pasillos largos hasta la temperatura constante. Se crea así un espacio cómodo, alegre y seguro (con vigilancia por todas partes) donde nos olvidamos de los conflictos sociales del exterior, donde todo está controlado hasta el punto de que es prácticamente imposible concebirlo como un lugar para cualquier tipo de relación (como refleja
la película ´Escenas de un a galeríaµ). Este tipo de construcciones no hacen otra cosa sino homogeneizar a sus visitantes, ofreciendo siempre los mismos productos y no teniendo cabida en ellos la gente menos pudiente, contribuyendo así, y mucho, a la discriminación y marginación social. Se trata de una realidad incrustada dentro de l a otra realidad (la ·realµ), a la que niega erigiéndose como un ´mundo felizµ, algo que no es más que una representación sesgada de la propia vida, puesto que le arranca todo conflicto (en el interior del centro, por supuesto, ya que a nivel general acentúa la segregación social) propio de ella. Esto nos muestra el consumo como lo que es: un dispositivo hipnótico de control social que nos hace vivir en un tiempo instantáneo, perdiendo cualquier tipo de referencia histórica. Otro tipo de estructura espacial en boga son las urbanizaciones. En ellas, la obsesión por la seguridad es tal que se sacrifica cualquier tipo de privacidad con tal de que todo esté controlado. Se crea un doble mundo en el que nada malo puede ocurrir (el mundo feliz del que hablábamos antes) sin darnos cuenta de que lo malo ya ha ocurrido: nuestro miedo a la otredad nos lleva a vivir una vida irreal, incompleta. Este miedo al otro, a la diferencia, procede, a mi entender, del terror a los desconocido (recordemos el popular refrán ´más vale malo conocido que bueno por conocerµ), al enemigo que no tiene rostro. Si le ponemos el rostro del que es diferente, nos resulta mas fácil enfrentarnos a esos miedos, pero sólo conseguimos afirmarnos en nuestros prejuicios y convencernos a nosotros mismos de que no hay nada de ´otroµ en nosotros. Así, resulta mucho más fácil actuar como delator, cumplir con nuestro deber, que reflexionar acerca de lo que acontece de verdad a nuestro alrededor. Eurodisney y su ciudad ´Celebrationµ son también una manifestación de esa pretensión de mundo aséptico desprovisto totalmente de conciencia social. Aunque son muchos más los ejemplos (y los contenidos) expuestos en la primera parte de ´Políticas del espacio. Arquitectura, género y control social µ , debemos dedicarnos ya a la segunda, esto es, ´Cuerpos ausentesµ. Empieza Cortés el apartado con una cita que nos introduce en los conceptos que en él se van a tratar: ´El espacio ha sido marcado y más que marcado :formado por la predominación masculina (guerrera, violenta, militar) y valorizado por las virtudes denominadas viriles,
difundidas por las normas inherentes en el espacio dominado dominador-´ (Henri Lefevbre). Después de esta introducción, nos habla de la diferencia entre la ciudad planificada por los arquitectos vinculados al poder y la ciudad practicada por los usuarios, que la dotan de contenido con sus actos. Ello nos lleva a que cada grupo social necesita de unos espacios donde reforzar su identidad, donde no se sientan empequeñecidos o marginados. Nos dice el teórico que el reconocimiento de estos grupos o minorías no se contrapone a la integridad global de la ciudad, sino que facilita la cohesión interna de estas colectividades aportándoles visibilidad en el magma urbano y favoreciendo así una representación verdadera de la realidad social. La ciudad no es sino un conjunto de identidades (y con ellas hablamos de géneros, de sexualidad y de deseos) que la arquitectura tradicional ha mantenido reprimida, dejando la tarea pendiente de reinventar el erotismo, el misterio y la transgresión. Una parte muy importante a la hora de reafimar la identidad es el propio cuerpo, puesto que es el símbolo social de ella, el primer lugar de experiencia social y donde la vida se convierte en experiencia vivida. Por tanto, nuestro cuerpo nos sitúa en el mundo, y, con ello, nos ayuda a entender quiénes somos. Teniendo en cuenta, además, que en la sociedad en que vivimos tienen primacía los conceptos de belleza física, salud o juventud, la gente intenta conformar el cuerpo según estos valores. Esta ansiedad por conseguir el cuerpo que se considera perfecto genera ansiedades y sentimientos de exclusión si no alcanzamos ese ideal. El cuerpo, pues, se convierte en un signo económico, espacial y cultural, y mediante él transmitimos un mensaje a la sociedad (siendo él mismo continente y contenido de ese mensaje) que refleja hasta qué punto se han asimilado las normas reconocidas socialmente. En el caso del hombre, lo ideal es transmitir el mensaje de lo activo, ya que si no controla la situación, ésta le controlará a él y su ´virilidadµ estará en juego. Como vemos, tampoco podemos entender ese ideal de cuerpo como un cuerpo ´naturalµ, sino que, como todo, es un código representacional que varía según la época y el lugar y una manera más de intentar homogeneizar a la población haciendo que todos manden un mismo mensaje, y excluyendo a esa parte de la gente que está fuera de esos cánones.
Entendemos el cuerpo físico como una parte muy importante de nosotros mismos en tanto que nos identifica, se alza como frontera a la vez que conexión entre el ´yoµ y el ´otroµ, y, además, con su capacidad de acción crea y produce espacio (al tiempo que es producido por él en un marco histórico y temporal concreto). Volviendo a citar a Henri Lefevbre, Cortés nos explica que, mediante la configuración de la ciudad se revela que el espacio se califica en función del cuerpo (tal es su importancia), a través de un conjunto de pistas que hablan de acontecimientos políticos, sociales y culturales. Si el cuerpo es creador de espacios y nos puede ayudar en su transformación, tenemos que reivindicar nuestro a derecho a tener el cuerpo que deseemos (no importa si está dentro de lo normativamente deseable o no), ya que si no lo hacemos perpetuamos ese ensalzamiento de la apariencia física generador de tantos conflictos psicológicos, sociales y culturales. Es por él, por nuestro lugar de experiencia más inmediato, por el que debemos empezar a la hora de transformar nuestra realidad: empezando por el cuerpo, realizando acciones y planteando visiones que destierren esos planteamientos universalistas y que se opongan al pensamiento hegemónico para que no se siga reproduciendo la subordinación femenina, no se agudicen las diferencias sociales y, sobre todo, no se niegue la existencia de las minorías en el espacio. Este deseo de reconocimiento de todos los sectores y aspectos en la sociedad y de desafiar las normas establecidas socialmente es también el punto de partida de muchos arquitectos y artistas a la hora de lanzar sus propuestas. Especialmente interesante resulta la obra de artistas como Guillermo Kuitca o Doris Salcedo, ya que, a partir de lo íntimo o lo privado hablan de aspectos generales, pasando de la micropolítica a la macropolítica. Guillermo Kuitca plasma en sus cuadros un ambiente de soledad y aislamiento, representados mediante camas y apartamentos, teniendo ambas figuras un fuerte componente antropomórfico ya que, de algún modo, son sustitutos del cuerpo. Por otro lado, sus mapas de lugares indefinidos o imaginarios nos acercan a ese algo oculto, a aquello no visible que se trata de negar. Su función no es la de un mapa, sino la creación de un espacio de narración simbólica para la imaginación, mostrando además las miserias que se ocultan tras las imágenes más convencionales.
La artista colombiana Doris Salcedo es para mí un modelo a seguir en cuanto a la forma de transmitir el contenido de sus obras. Ella reconfigura espacios privados que se desplazan del pasado al presente, recuerda los orígenes y nos muestra el dolor, pero también la posibilidad de cambio. La fragilidad de los materiales que usa (elementos orgánicos, piel, huesos) nos hace pensar en la propia fragilidad del ser humano, cosa que modifica nuestra manera de relacionarnos con el espacio. Esto está muy relacionado con su contexto social, ya que en Colombia, la muerte y las desapariciones están a la orden del día. El hecho de ser mujer en un país como ese y haber hallado la manera de criticar de sutilmente lo que allí se vive es digno de admirar. Con su obra, Salcedo interpele al espectador, le hace recordar, ver lo que quiere ser ocultado. Mediante obras como las ´La casa viudaµ o ´Atrabiliariosµ intenta recordar a todas esas personas ´desparecidasµ o asesinadas en Colombia que se han convertido en anónimas, para devolverles algo de la dignidad que les fue arrebatada. No es que su obra pretenda ser una especie de monumento funerario, sino que quiere hacernos ver que ella no olvida, que las cosas siguen ahí por mucho que las quieran ocultar mientras haya alguien que las recuerde y que, como ella, las saque a la luz. La memoria es para ella, como vemos, una de las armas más poderosas que existen. En casi toda su obra, como ya hemos dicho, encontramos referencias al cuerpo humano, por ejemplo, huesos atrapados en los muebles de ´La Casa Viudaµ. Esto nos transmite una idea de encierro, de que el cuerpo está atrapado y no puede salir, pero, mediante el uso de cremalleras y botones nos demuestra que aún hay un existe la esperanza de la que hablábamos antes, y que no se debe perder ni en las situaciones más delicadas. Cuando entramos en una de sus instalaciones, tenemos la terrible sensación de que estamos invadiendo un espacio privado, de que nos estamos inmiscuyendo en una ´vidaµ (o muerte) sin que nadie nos haya invitado, cosa que nos hace sentir una especie de luto y desolación, de empatía con los que allí vivieron. Y consigue todo eso sin la necesidad de mostrar el cuerpo o el rostro de las víctimas (todos sabemos el carácter aurático que tienen las fotografías y l a identificación inmediata que solemos sentir con el rostro; no obstante, me parece mucho más interesante y respetuosa esa manera de plasmar las imágenes del dolor sin representar a las víctimas, siendo mucho más eficaz teniendo en cuenta también que vivimos en una época en que las imágenes nos invaden), reforzando la presencia de éstas mediante la ausencia. ´Atrabiliariosµ , por ejemplo, refleja perfectamente este enfoque de la artista: consiste en pequeños nichos
excavados en la pared, a la altura de los ojos aproximadamente, dentro de los cuales hallamos zapatos, y que están tapados con piel animal semitransparente. Estos zapatos son los que usaron personas ahora ´desaparecidasµ, son los que anduvieron con ellos, los que adaptaron su forma a los pies de esas personas. Salcedo se puso en contacto con familiares de esas personas para conseguir esos zapatos, y, con ellos, lo que quiere recalcar es la parte negativa, lo que no vemos: la huella de quien ya no está. Por lo tanto, y como bien dice Cortés, Salcedo y Kuitca nos demuestran que, aunque las relaciones sociales se enfoquen desde dentro del espacio doméstico, se pueden superar perfectamente los límites entre lo público y lo privado. Los dos han leído a Bachelard y participan de sus ideas en lo que se refiere a lo simbólico y al paralelismo entre la casa y el cuerpo como depósito de la memoria más íntima, cuestión fundamental para la creación social de la subjetividad; el espacio doméstico es la ´representación material del orden socialµ.
El espacio se convierte en ´lugarµ a través de la arquitectura y los humanos nos definimos en él, señalándolo y definiendo nuestro papel en la sociedad. En este sentido, los seres humanos construyen las ciudades según su imagen y usan la casa como un factor esencial para construirse a sí mismos como individuos y también como grupo. Sin embargo, como han evidenciado los estudios feministas y como ya hemos dicho antes, la casa cobija pero aprisiona; esto significa que puede ser entendida como una jaula o como un espacio de resistencia en el que se pueden encontrar o recuperar aquellos valores que a las mujeres y a las minorías sociales se les han vetado en el exterior. Esta negación del acceso a la vida pública se debe a que nuestra cultura está dominada por la masculinidad, ya que, como dice Aaron Betsky, ´La imaginería del hombre está en cualquier lugar, desde la construcción fálica de los rascacielos hasta las construcciones ´muscularesµ de nuestros edificios cívicos µ. Considera que es mediante la arquitectura como se hacen reales los roles del Hombre y su poder. Además, nos dice Cortés, el hombre masculino controla el espacio urbano haciendo pasar sus intereses por globales, presentándolo como neutral y silenciando a los sectores que no participan de su manera de entender la sexualidad o los géneros.
Para ilustrar esto, Cortés nos habla de la novela de Virginia Woolf ´Una habitación propiaµ , en la que se entiende la habitación como una liberación ya que es el único espacio en el que puede realizar tareas reservadas para los hombres puesto que el espacio público es también para ellos, y de la película ´El cuarto de Giovanniµ , en la que la habitación es también una liberación en el sentido de que es el único espacio en el que pueden relacionarse Giovanni y David, una pareja homosexual que ni siquiera puede disfrutar plenamente de ese espacio por el miedo a ser descubiertos, siendo el cuarto de Giovanni, al mismo tiempo, una cárcel. Después de esto, el autor intenta esclarecer qué es el género y dónde se encuentra, y, citando al arquitecto Mark Wigley, nos dice que el género se puede encontrar en cada nivel del discurso arquitectónico, tanto en sus rituales de legitimización, en las prácticas de contratación, en las imágenes publicitarias«y que siempre se trata del masculino, evidencia clara de la discriminación de los géneros. Nos habla también de la existencia de una interdependencia entre arquitectura y género que depende de las circunstancias históricas y que, por tanto, son susceptibles de transformación. Vuelve a hacer hincapié Cortés en la importancia de lo que no se dice, otro de los mecanismos que se usan para favorecer los valores hegemónicos y anular otros. Esto se puede observar en el hecho de que el trabajo y las actividades masculinas son los que organizan casa y ciudad, adaptándose a las necesidades de la masculinidad y omitiendo las experiencias disidentes a la misma. El hombre masculino es, por tanto, propietario y vigía de la ciudad, y consigue dotarla de características pretendidamente femeninas para que se perciba como un espacio neutral, y, al mismo tiempo, hacer invisibles otras posibilidades sexuales y de género con el fin de desexualizarla. De este modo, sólo existe un cuerpo, una sexualidad y un género: el mayoritario que se quiere hacer pasar como único, reproduciendo así la ideología masculina dominante en el espacio. Con estos propósitos, el diseño arquitectónico crea el espacio donde la subjetividad humana es activada, ayudando a reproducir unas relaciones de género que presentan los privilegios y la autoridad de la masculinidad como algo natural, esto es, que el espacio es un elemento constitutivo de las mismas. Con esto, nos dice Cortés que se debe entender la construcción de los géneros en relación a la conformación del espacio, y que, al igual que el cuerpo es el primer lugar del individuo, la comprensión de los diversos géneros no puede separarse de la identidad.
La identidad del ser humano (que se construye continuamente a partir de la continua absorción de las estructuras culturales y espaciales) se ve constantemente socavada por los deseos reprimidos que constituyen el inconsciente. La construcción de la masculinidad o la feminidad se alcanza mediante un proceso en el que influye la interacción entre lo biológico, lo social y lo psicológico, y no son otra cosa que prácticas sociales y no verdades absolutas. La masculinidad, nos explica Cortés, es a la vez un lugar de relaciones de género, las prácticas mediante las que mujeres y hombres se sitúan a sí mismos en relación con el género, y el efecto de dichas prácticas en las experiencias corporales, la personalidad y la cultura. La masculinidad, dentro del marco de nuestra sociedad, ha sido tradicionalmente estructurada como el género normativo, a lo que gays y feministas han respondido en los últimos tiempos con el rechazo a ese planteamiento para enfatizar la multiplicidad de la identidad y remarcar la articulación del género a través de gran variedad de mecanismos. El género, por tanto, no es algo neutral, sino que actúa como protector de la norma hegemónica del heterosexismo y la misoginia, siendo un constructo social y performativo. No existen temperamentos o rasgos propios de un género, puesto que esta división es producto de los modelos sociales fijados en función del acontecer de la historia en cada sociedad; no existe tampoco la masculinidad o la feminidad en sí misma, puesto que dichos constructos se van adquiriendo durante el proceso de aprendizaje, definiéndose uno al otro en una relación de negación. Se intenta imponer el modelo de comportamiento femenino a la mujer y el del masculino al hombre, cuando ninguno de los comportamientos es exclusivo de ninguno de los sexos, y se presenta a la mujer como lo extraño y lo indefinido y al hombre como lo sólido y natural. De este modo, se consigue organizar un sistema de jerarquías donde lo masculino está por encima de lo femenino, otorgando a cada género un código claro. La identidad de cualquier género se conforma mediante nuestras acciones y cómo las llevemos a cabo, siendo la marcada diferencia entre los géneros producto de la distribución desigual de las responsabilidades en la producción social que favorece a la masculinidad. Los valores de género son fundamentales en la comunicación que transmitimos y en la que percibimos en los otros (además, nos sirven para definir la identidad) y en ellos tienen mucha importancia las divisiones espaciales, trazadas históricamente mediante oposiciones binarias en relación al género. Todo esto, como ya hemos
dicho, forma parte de un sistema de demarcación social compuesto de símbolos con los que hablamos de cuáles son nuestros valores y si hemos asumido o no el rol asignado. Por tanto, la masculinidad no es algo que se tenga, sino que se ejerce mediante el poder y que se consigue en relación con los otros, siendo necesario, para mantenerla, ubicarlos en una situación que subjetivamente tenga el valor de ´femeninaµ. Para hacerla desaparecer, pues, hay que transgredir las normas e iniciar un proceso de relación más rico y plural con otros comportamientos que nos permiten acercarnos a territorios más ambiguos que comparten espacio con la feminidad. Así pues, es necesario plantear un concepto urbanístico que tenga cuenta el contexto sociocultural y la participación de los sectores marginados-que también forman parte de ese contexto- para acabar con esos ´cuerpos ausentesµ, para que todos sean representados y visibles, y ello se puede hacer mediante el uso de esos espacios con miras a alentar las diferentes realidades que conviven. Una vez llegados a este punto, José Miguel Cortés nos habla de la omnipresencia de la masculinidad, plasmada sobre todo en el rascacielos. Analiza su forma y su significado simbólico y nos recuerda su función de reforzar lo masculino y hegemónico. Después, nos habla de la forma fálica, que, aunque hace referencia al pene, tiene un poder casi ´mágicoµ, muchísimo mayor que el órgano sexual. El hecho de tener pene no asegura al hombre poseer la autoridad fálica, puesto que esto simboliza el poder, el dominio sobre el otro que también puede ser ejercido por una mujer. Las edificaciones pueden convertirse también en símbolos del poder fálico mediante sus dimensiones, su desvinculación con el suelo, mediante la intimidación. Pero lo que me parece más interesante es la vinculación que hace Cortés entre la invasión de los rascacielos y l a teoría de la castración de Sigmund Freud, viniéndonos a decir que esa obsesión por representar el falo (poder) en la arquitectura no es otra cosa que el miedo a perder ese poder. De este modo, cuanto más débil sea el poder, más necesitará aparentar fortaleza mediante la representación arquitectónica. Nos habla el autor después de las propuestas para grandes edificios de Norman Foster, Rem Koolhaas o Peter Eisenman, que huyen de la verticalidad y de las formas asociadas al falo buscando también lo femenino frente a lo masculino y lo donisíaco frente a lo apolíneo.
En el siguiente apartado se centra Cortés en el tema de la ocupación del espacio para favorecer la convivencia de las múltiples realidades. Nos introduce en el tema hablando de la semejanza de la visión masculina con el panoptismo, en tanto que funciona como un instrumento de coacción ideológica con objetivos de control sexual. Como ya hemos, dicho, en los 60 y 70 se cuestionaron las estructuras sociales y l as jerarquías patriarcales que regían la vida diaria. Debido a la vinculación de las formas arquitectónicas con el mantenimiento de las convenciones sociales impuestas, artistas, arquitectos y grupos sociales minoritarios han ido desarrollando propuestas que cuestionaban los valores sociales, la relación del cuerpo con el espacio o la identidad sexual. Los sectores silenciados tuvieron que buscar su lugar en el espacio para poder hacerse visibles, ocupando los espacios y dándoles un significado diferente de este modo. El colectivo gay ha sido capaz de romper la ideología romántica occidental que presupone que las relaciones íntimas sólo deben darse en el espacio privado y de reutilizar para el uso sexual diversos espacios públicos. Esto ha servido para, entre otras cosas, cuestionar la relación del cuerpo y sus deseos, dotándole de la sexualidad que le había sido arrebatada, puesto que el deseo, porque se reprima, no deja de existir. Supongo que estos planteamientos tienen también que ver con el hecho de buscar lugares para poder establecer un primer contacto y de reivindicar el sexo como mero productor de placer (sin tener por qué estar ligado al amor).Son prácticas arriesgadas que la vigilancia intenta controlar, es un deseo no normativo que hay que erradicar. George Michael, en su vídeo ´Outsideµ reivindicaba el hecho de poder tener relaciones sexuales al aire libre. Poco a poco la comunidad gay ha conseguido hacerse más visible, apoderándose, en determinados horarios, de según qué lugares, dotándolos así de un nuevo significado. Es esta una lucha árdua, con momentos de avance y retroceso (las autoridades establecen mecanismos para expulsarlos de allí, aparentemente, sin que tenga que ver nada con su condición y prácticas sexuales), que ha permitido a los gays establecer una especie de ´ciudad gayµ, poner en pie códigos vestimentarios, gestuales y visuales distintos y paralelos a los de la cultura dominante y establecer unaµ arquitectura del deseoµ. Esta arquitectura del deseo llegó a convertirse en una arquitectura del miedo en los 90, con la influencia del SIDA , especialmente en EEUU. La muerte y el dolor eran palpables (muchos artistas plasmaron estos
conceptos junto con los goces sexuales), y la sociedad culpó a la comunidad gay de la propagación de la pandemia, con lo cual la brutalidad a la hora de reprimir la sexualidad gay se acentuó. De todos modos, las prácticas sexuales gays-nos dice el autor- en espacios públicos hacen de lo privado algo público y público lo prohibido, poniendo en duda aspectos muy importantes de la vida ciudadana que nadie había cuestionado antes. Estas prácticas son minoritarias dentro de la comunidad gay, hasta el punto de ser condenadas por las colectividades homosexuales que no desean cuestionar estos aspectos y, claro está, por gran parte de la población que acepta la heteronormatividad social imperante, pero, no obstante, no se ha conseguido que cesen. Ello es una muestra del deseo de organizar el deseo más que de negarlo, pero también de la fuerza del individuo y sus acciones para reconfigurar los espacios que vive. Con el paso del tiempo, nos dice Cortés, los gays han pasado de los lugares oscuros a las calles , de la oscuridad de la noche a la luz del día y de la ´desviación sexualµ a un nuevo estilo de vida más integrado socialmente. Otro aspecto interesante que señala el autor y siguiendo a Manuel Castells, es que existe gran diferencia en lo que se refiere a la ocupación del espacio urbano entre los hombres y las mujeres. Las comunidades gays han surgido, entre otras cosas, como una demostración del mayor poder económico de los gays respecto a las lesbianas (por su consolidada posición en el trabajo, por ejemplo), pero también porque son hombres y actúan como el resto de los hombres, buscando afirmar su dominio en un espacio de poder en detrimento de las mujeres. De este modo, parece que no termina de ser posible una sociedad en que convivan multitud de posibilidades, ya que, en mayor o menor escala, el pez grande siempre se come al pequeño (y sino, el pez pequeño se irá comiendo al grande poco a poco y crecerá así él, convirtiéndose en el pez grande), pero, lo que sí que parece posible es intentar mantener un equilibrio y continuar con l a transformación de los espacios poniendo en evidencia sus estructuras y las ideologías que esconden. Aunque no se pueda llegar a un mundo ideal (por ello es ideal), sí se puede ser consciente de qué es lo que no queremos que sea real, analizar constantemente el espacio en el que vivimos ya que éste está vivo y cambia con el devenir del tiempo, los acontecimientos, el pensamiento social, etc.
Podríamos decir que de algún modo, el mundo gay se ha consolidado y la comunidad gay se ha acomodado en esa nueva consideración de sector respetable e influyente, hasta el punto de ser un objetivo claro (por su poder adquisitivo, porque muchas veces viven solos, sin descendencia, etc.) para los mecanismos de consumo. También se les ha conseguido imponer (es el coste que han pagado por alcanzar ese ´lugar en el mundoµ, esa sensación de ser aceptados socialmente) los roles hegemónicos en cuanto a relación monogámica, el amor en pareja fiel, el matrimonio y la eliminación de las prácticas ´sexualmente excesivasµ. Lo mismo ocurre con el tema de la vivienda, que el autor ejemplifica hablando de la serie ´Aquí no hay quien vivaµ , en la que aparece una pareja gay que ha sido completamente ´domesticadaµ , que parece estar perfectamente de acuerdo con esa estetización de su modo de vida y la manera de relacionarse con los cuerpos y con el espacio. Otro aspecto que me parece interesante es el que habla del peligro de crear fronteras entre los barrios gays y el resto de la ciudad. Aquí se nos plantea como la realidad que es que los colectivos gays (o los minoritarios en general) aunque actualmente gocen de mayor aceptación que hace algunos años, aún necesitan de la unión para protegerse entre ellos. Esta unión podría comportar la supresión de las identidades o la exclusión de las personas con las que la colectividad no se identifica. Esta posibilidad de discriminación hacia otras formas culturales para ser socialmente aceptables, junto con el peligro de encerrarse dentro del ´mundo gayµ (además de otras muchas causas) llevan al autor a plantear la necesidad de que éste se ´alíeµ con el movimiento feminista (con el que le unen razones históricas de opresión y la capacidad para ofrecer conjuntamente contravalores a la masculinidad) para demandar un espacio urbano no sexista y no específico de un género, en el que convivan distintas alteridades no asimiladas. José Miguel Cortés continúa su estudio hablándonos de los diversos artistas y arquitectos que, en las últimas décadas del S.XX, comenzaron a experimentar en diferentes caminos para subvertir muchas de las tradicionales binarias que habían estado organizando la convivencia espacial de los ciudadanos. Se buscaban también alternativas a la arquitectura dominante, aquella en la que la escala monumental ha primado y que ha querido eliminar los lugares de comunicación (debido a las razones antes explicadas). Gordon Matta-Clark es un buen ejemplo de estos planteamientos que pretendían cambiar las políticas de
desarrollo y urbanización del espacio para así romper la cultura del miedo. Utilizaba casa y esqueletos de edificios abandonados, los agujereaba, los desnudaba«para mostrar la estructura más íntima de la arquitectura, subvirtiendo su lenguaje y transgrediendo sus convencionalismos para despojarla de sus metáforas más tópicas. Esta deconstrucción de los edificios mostraba el rechazo hacia lo convencional (en lo que a arquitectura se refiere), ya que el deshacer en lugar de hacer o construir supondría la inversión de la doctrina arquitectónica. Acciones como ésta tienen un fuerte componente político, puesto que muestran el proceso de transformación y no lo tradicionalmente asimilado. Nombraremos al grupo ´An architectureµ , del que Matta-Clark formó parte en tanto que se refiere a espacios sin desarrollar cuyo valor residía en que no estaban pensados para un uso específico, y también porque el propio autor lo relaciona con el ´espacio queerµ, término que nos interesa porque se refiere a un tipo de espacio siempre cambiante, incontenible, que es ambiguo y que reflexiona sobre lo transicional y lo cinético. Sigue hablando el autor de numerosos artistas y arquitectos, con planteamientos varios pero con la idea común de ese espacio cambiante en el que todo lugar sea para todo y para todos cuantos quieran usarlo. La búsqueda de la metamorfosis constante, de la satisfacción del deseo sexual, el apartarse de los prejuicios o el generar nuevas y variadas experiencias mediante los mismos usos de un mismo espacio están presentes en las propuestas de Elizabeth Diller y Ricardo Scoffidio, el Atelier van Lieshout, Helena Cabello o Ana Carceller, por ejemplo. Cortés nos lleva ya, en su epílogo, a plantearnos si son posibles esos ´espacios ´queerµ, adentrándonos en esta problemática mediante un repaso de cuáles han sido los objetivos de la arquitectura en las distintas épocas. En el S.XIX, lo que se pretendía es que esta fuera aséptica, y con la industrialización llegó una reconceptualización económica del concepto del cuerpo, buscando la creación de ´espacios dóciles ´ y ´cuerpos ausentesµ, esto es, la reproducción y producción de una visión jerárquica capitalista, blanca y heterosexual. Paralelamente a esto, nos cuenta, se ha ido desarrollando la creencia de que en las grandes ciudades es mayor la libertad social y sexual( cosa que es cierta en el sentido de que, por lo menos, no todo el mundo se conoce y no todo el mundo está al acecho para poder hablar, sin conocimiento de causaaunque se esmeren en saberlo todo- de cualquier cosa que ocurra en una vida que no es la suya) que ha provocado la afluencia de la gente
a las ciudades, donde esperan realizar sus aspiraciones un poco más desde el anonimato. Este intento de escapar al control social es más favorecido en el contexto de la gran ciudad, puesto que posee una identidad más plural. Lógicamente, en los pueblos y las ciudades pequeñas ocurre justamente lo contrario, siendo mucho más difícil escapar de los comportamientos hegemónicos. Como dice Cortés, la construcción de la propia identidad, la ´autorrealizaciónµ y la adquisición de la libertad personal dependerá de la actitud de sumisión o cuestionamiento que el individuo adopte ante estos conceptos tradicionales. Es a partir de los nuevos planteamientos en que lo oculto se revela y se abren nuevos conceptos espaciales cuando empezamos a atisbar esos espacios de los que hablábamos antes: los espacios de la diferencia, de lo ambiguo, de lo sexual y de lo que está en permanente cambio. Unos espacios donde los comportamientos son opuestos al orden imperante y que no quieren ser etiquetados o clasificados para unos usos específicos y con unos usuarios definidos. Estos son los espacios ´queerµ, término que nace como crítica a los planteamientos integracionistas que convierten a las parejas gays en miembros de la clase media más asimilada y autocomplaciente. Su objetivo es el de formular puntos de resistencia a cualquier tipo de visión monolítica o hegemónica de la cultura, para superar todo tipo de fronteras, siendo parte constitutiva de lo queer la libertad sexual o la transgresión. Habla de una identidad cambiante, cuestionadora que disfrute de la diferencia y que afirme la presencia del deseo sea cual sea su naturaleza. Como el mismo autor, pienso que el espacio ´queerµ solamente puede existir en tanto que se está creando, ya que con la creación se institucionaliza y pierde su sentido. Concluyendo ya, ´Políticas del espacio. Arquitectura, género y control social µ nos hace ver cosas, muchas veces evidentes, que antes no habíamos visto. Nos hace darnos cuenta de la vida controlada que vivimos, explicándonos los diversos mecanismos de control que nos gobiernan y ofreciéndonos las herramientas (que luego las sepamos utilizar o no ya es otra cosa) para saber hasta qué punto ese control se está ejerciendo sobre nosotros. Además, nos demuestra que el cuerpo humano es capaz de cambiar la estructura espacial que habita (es lo que la hace mutable), y, con ello, la realidad que le envuelve. Me ha parecido muy interesante su lectura por todas estas razones, y me ha resultado costoso el trabajo de decidir en qué temáticas iba a
entrar en más profundidad o no, quedándome con la sensación de querer estudiarlo con mayor detenimiento.