orbert Elias John L. Scotson
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yd mgd
Traducción de Víctor Altamirano
Primera edición en inglés, l 96S Primera edición en inglés, Sage (con introducción y apéndices), 1994 Primera edición en español (con base en la anterior), 2016 Elias, Norbert, y John Scotson Establecidos y marginados Una investigacón sociológica sobre problemas comunitarios/ Norbert Elas ohn Scotson; pról de Tatia na Saoia Landini trad Víctor Altamirano - México : FC 016 293 p 21x14 cm - (Sección de Obras de Sociología) ítulo srcinal: he Established and the Outsiders A Sociologi ca Enquiry into ommunity Problems SBN 978607162S73 1. Suburbios - Grn Bretaña - Estudio de casos 2 Grupos so ciaes - Gran Bretaña - Estudio de casos 3 Marginación 4. Sociolo gía Scotson, John, coaut II. Savoia andini Taa, pról III Alta mirao, Víctor tr V SerV t
Dewe 0S E46e
LC HN385 Distribución mundial
Diseño de portada: Paola larez Baldit R © l 96S Norbert Elias y ohn L Scotson Título srcinal: e Established and the Outsiders. A Sociological Enquiry into Community Problems, publicado en 1994 por Sage Publications Ltd, Londres
© 1994, Norbert Elias oundation
The Established and the Outsiders A Sociologcal Enquiry into Community Problems e publicado srcinalmente en l 96S por Frank ass & Co td,
Londres © l 96S, Norbert Elias y ohn L Scotson "Ensayo teórico sobre las relaciones entre establecidos y marginados e publicado srcinalmente en la edición holandesa del libro como "De gevestigden en de butenstanders' por Het Spectrum, Utrecht y Antwerp, 1976 © 1976 Norbert lias D R© 2016, ondo de Cultura Económica arretera PicachoAjusco, 227; 14378 México, D F Empresa certifcada SO 9001 :2008 omentarios: editorial@ndodeculturaeconomicacom ndodeculturaeconomicacom el (SS) S2274672 Se prohíbe la reproducción tota o parcia de esta obra, sea cual ere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos IBN ---5-
mreso en éxico Printed in Mexico •
nuestros amigos en el Departamento de Sociología de la Universidad de Leicester, quienes nos proporcionaron mucha ayuda y grandes estímulos.
A
Sumario
Prólogo, por Tatiana Savoia Landini Presentación, por Stephen Mennell Prefacio Introducción: Ensayo teórico sobre las relaciones en tre establec idos y ma rginados
11 21 23 27
l . Consideraciones sobr e el método 11 Relaciones vecinales en construcció n
73 87
II I. Imagen g enera l de la zona i y la zona 2 I Las fmilias matr océntr icas de la zon a 2 V Asociaciones loc ales y la «red de vi ejas fmilias» V I . Imagen gen eral d e l a zon a 3 VI I. Observacion es sobr e el chisme VIII. Jóvenes en Winston Par va IX. Conclusiones
99 119 128 149 168 186 230
Apéndices Bibliogfía seleccionada
261 279
Índice Índiceanalítico generl
287 293
Prólogo
Etblecidos y marginados1 es el esultado de un estudio llevado abo po Nobet Elias y John L . S cotson a fn ales de la década 5 0 e ini cios de 1 960 y publica do en 1 96 5 . El text o oigi mente escito en inglés estudia una pequeña comunidad siada en el áea cental de I nglatea. En un pinc ipio la inv esti ón tenía como tema de inte és la de lincuencia John Scotson abajaba allí como poeso y lo s habitantes de l a ciudad llamaron su atenció n aceca del hecho de que el nivel de delincu encia
ra mayo en un o de los baios . L a pequeña comunidad estuada una zona indust ial en ex pansión a la que los autoes dem nao n aqu í como Winston Pav a estaba mada po tes arrios distintos La zona 1 ea consid eada com o la «mejo pa, n baio de clase media. Las zonas 2 (la «aldea») y 3 (la Urbanización) ean áeas obeas sin mucha dieencia ente as en tém inos de enta tipos de ocupaci ón poesional y cla scial Si se toma como base la teoía sociológica heg emónica a época que veía en la clase económica el pincipal cto de renciación social seía de espea que las zonas 2 y 3 tuvieran muc ho en co mún y que la di eencia m ás n otable ea ente as y la zona l. ' El término eliasiano Outsiders ha sido traducido de varias maneras: marginados, años, raseros, incuso se ha optado por dejar sin traducción este término Hemos ido traduciro como marginados, por raarse de a traducción que cuenta con un uso ás extendido en a comunidad eliasiana, con a advertencia de que este término iclue todos estos matices, pues se refere a «os que no son del lugar», los ajenos, por o, etaos para a comunidad establecida, o que, fnalmente, os vuelve margios [E.] 11
PRÓLOGO
No obstante, el sociólogo es un destructor de mitos al que toca domesticar la realidad. Y en es te caso la realidad encontra da e muy dierente de la esperada: tanto los habitantes de la zona 1 como los de la zon a 2 co nsideraban qu e tenían un estatus superior a os de la zona 3 A partir de esa compro bació n, el interés de a investigación se trasladó de la delincuencia hacia el problema más general de la relación entre dierentes grupos de una mi sma comunidad. Elias es un crítico de la sociología marxista En El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, su obra magna, no son pocas las críticas que hace a esa línea teórica. En Establecidos no es dierente. Los dierenciales de poder, dice, no son producto solamen te de la posesión monopo lista de objetos no humanos (armas o medios de producción), sino que deben ser considerados los aspectos fguracionales de los dierenciales de po der. La zona 2 era un barrio obrero antiguo, habitado por milias que la región desde tiempo atrás creían rmar La parte de vivían un lugarenque, desde su punto de vista, lesypertenecía. zona 3 era un barrio nuevo, con habita ntes recién llegad os , visto s como raste ros. Fu e en esa relaci ón entre lo antigu o y lo nuevo que No rbert Elias vio un pro blema sociológico que valía la pen a ser estudiad o. La relación entre lo antiguo y lo nuevo aparece en conf guraciones recur rentes, no sólo en nción de la urbanización y la industrialización, sino también de guerras y revoluciones. Estudios sobre grupos de las clases alta y media muchas veces hacen alusiones a la cuestión de la antigüedad de las milias y a los nuevos ricos. Restaba, por tanto, estudiar esa cuestión en la relación entre grupos de la clase trabajadora. La so ciología, desd e el punt o de vista de Elias, trata los problema s de la so ciedad, y la sociedad no es otra co sa que la conf guraci ón rmada por los individuos. El término confguración se utiliza aquí como contrapunto a la noción de hoo clausus, la cual, en su entendimiento, predominaba en la sociología de f nales del siglo x1x y principios del xx. La crítica de Elias está 3
2
Norbert Elias, ntrdufo a sociología, Edi¡es 70, Lisboa i970.
' Idem. 12
PRÓLOGO
a da hacia el etedimieto de que idividuo y sociedad ría como etes sepaados dode el idividuo es u se i a do y completam ete au tóomo e elació c o lo s ocial. A tiiza e l cocepto de cofguació lias quea cota rse a esa dualidad. La cofguació expesa la image del mao como pesoalidad abieta que posee autooma va e elació co ot as pesoa s p eo dametalmete rea hacia ellas y de elas es depediete. Puede defise a «Composició de uos sees humaos oietados aea ecpoca y mutuamete depedietes».4 La cues de a itedepedecia es po tato cetal e a defició fgació objeto de la sociologa. De esa ma o se d estdia la cofguació solamete a pati de sus ele s, sio que lo que el sociólogo debe a tede es las relacioes de ied epedecia madas po l os idiv iduos.5 E pode tal como lias lo compede o algo que ua rsna det eta u a cosa sio u a caactes tica estuctu al de asa rea cio estiee está pesete e los todapades e lació . l iño el bebé pode sobe ( humaa obviamete des e éstos le atibuy e valo).6 La elació ete es clavo y se r es ambié ua elació de pode po cieto muy desigual. mismo la elació ete amigos v eci os pae jas as como a aó ete stados ete gupos copoativos y ete patis plticos. sus obas lias habla de equilibrio de poder y mbios en la balanza de pode y ace túa o sólo el caácte e al sio tambié el pocesual implcito. E estudio codcido e Wisto Pava es p o tato u estu de las elacioes establecidas ete los idividuos y ete los eretes gupos lo que sigifca ecesaiamete el estudio de y
Norbert lias, Te Ciilizing Prcess Sociogenetic and psychogenetic inestigation Bckwell, Massachusetts, 2000, p 482. [d en español: El proceso de la ciiliza ción. Ivstigaciones sociogenéticas y psicogenéticas 3ª ed, pre de Gina Zabludovsky,
trad de Ramón García Cotarelo, PCE, México, 009, 674 pp] ' Norbertlias, Introduo a sociología, op cit , pp 7879 " Norbert lias, «Te civi lizing o parents», en Johan Goudsbl om y Stephen Mennell (es.), Te Norbert Elias Reader. A biographical selection, Blacwel, Oxfrd, Reino Unido 1998 Ed en español: La ciiliza ción de los padres y otros en sayos, Norma, San ta Fe de
Bogotá, 1998.] 13
PRÓLOGO
las relaciones de pod er. Allí, los dierenciales de grado de cohesión interna y de control comunito tenían gran importancia en la relación de erzas entre los grupos. Sólo gracias al potencial de cohesión y a la activació de ese potencial por medio del control social, lo s antiguos residentes conseguían reservar cargos importantes para su propio grupo y excluir de ellos a los residentes de otr a área. El chisme era una de las principales « armas» utizadas por el grupo establecido para excluir y estigmatizar a los otros grupos . La relación entre individuo y sociedad, sociogénesis y psicogénesis, pasan do por la discusión sobre habitus o segunda aturaleza, es una de las discu siones caras a Elias y permea sus obras más importantes, desde el inicio hasta el f de su vida. La etnograa realizada en Winston Parva o sea, la mirada dirigida a las relaciones concretas, a las expr esiones de los miembros de la comundad y de sus dierentes zonas residenciales, e suma, el nivel micro permite comprender mejor algunas afrmaciones de Elias en obras de carácter más general, como El proceso de la psicogenéticas o Los civilización.En Investigaciones sociogenéticas alemanes. su obra semi nal, Elias habla sobre la rmac ión del habitus y de la rmación del ego y el superego por medio de la coacción externa a la autocoerción. En Establecidos, los autores muestran cómo, más que una cuestió n de cohesión interna, que permitía monopolizar los cargos más importates, los habitantes de la zona 3 «no podían contraatacar porque, hasta cierto punto, su conciencia estaba de l lado de sus detrac tores ». 7 Al plantear la cuestión de la rmación del habitus en esos términos, asocada a la relación entre los individos y entre los grupos, percibimos una vez más l a distancia entre la sociología eliasiana y la marxista. L os chismes e intrigas hechos en cotra de las per sonas de la nueva urbaniza ción ejercían poder s obre éstas pues, por más amantes del orden que eran, concordaban con esa opinión que tenían los antiguos habitantes de Winston Parva respecto del nuevo barrio. Se avergonzaban cuando se les acu saba de echorías o de cualidades negativas que sólo se encontraban eectivam ente en la «minor ía de los peores» . 7 Véase 14
infr, p . 181.
PRÓLOGO
Como ejemplo de El pceso de la civ ilización paa el que as escibió ua ueva itoducció e 1968, que pasó a ite a las tuas edicioes y taduccioes d el libo ceca de ñ s después de la pimea publi cació de Establecidos, Elias es ió u esayo iquísimo, titulado «Esayo teóico sobe las acioes establecidosmagiados», que apaece como itoció e esta edici ó. E ese e sayo, Elias etiza y desaolla ás a do la cuestió ya plateada e el texto oigial, e el que iede la elació establecidos magiados como u tema huno universal. No es ao que miembos de gupos más podes os que otos gu pos itedepedie tes se ve a a sí mi smos (s e oep esete) co mo humaamete supeioes. Wi sto Paa pasa a e, po tato, u laboatoio, u «paadigma empíi . Las elacio es aciales, éticas, de géeo, e te eligio es, re países, de edad, de clase social, e su ma, las elacioes que pique gades desigualdades e la balaza de pode, pue n se ilumiadas a pati de ese estudio. El poscio la edició alemaa, pocooates de su ete, e 1 990a, sigu e la misma líea escito del peci eeido e el ra ateio: ua elex ió ace c a del alcace de l a elació sablecidos magiados . Auque este tex to o est é icluido e la sete edició, vale deci alg uas palabas e specto a él. E es e , Elias poe ésis e ua cuestió muy discutida e El oceso de la civiliz ación , peo que tal vez pued e pasa i advetid a Establecidos y marginados: la elació co la etapa e el desarollo soc ial de la o gaizació de la vi olecia si ca. Este tema ne al caso al compa a las cofguacioes establecidos manados e Wisto Pava y e Maycomb , comu ida d etatada n el libo Matar un ruiseñor de Hape Lee. E el caso de la vela, la relació es ete blacos y egos, e el su de los E s ados Uidos, e la é poca de og aizacioe s acistas del tip o del KluxKla, cuado los egos i siquiea podía ecota otecció legal e asutos de violecia cometida po blacos. n Wisto Pava, la elació ete establecidos y magiados sá libe de v iolecia sca, e tato que e Mayco mb todos lo s embos del establishment, todos los hombes bla cos, tiee aeso a amas de ego, lo que ea egado a los egos. 15
PRÓLOGO
Así, lo que tenemos es j ustamente la discusió n respecto de la universalidad de la relación establecidos marginados, pero co nsiderando las especifcidades de la confguración estudiada. En el caso, la pri ncipal di erencia es relativa al monopolio de la violencia y de los impuestos y, por tanto, a la etapa en el proc eso de la civilización. Deci r que la relación establecidos marginados es un tema humano universal no signifca, por tanto, aplicar ese conc epto acríticamente. Recordemos que el ob jetivo de la soci ología es comprender procesos relaciones, y no la mera clasifca ción. La regu larida d de las confgu raciones estab lecidosmarginados puede ser resumid a de la siguiente rma: la excl usión de un grupo por otro de las oportunidades de poder y de estatus, exclusión que puede variar en mod o y grado, ser total o p arcial, más erte o más débil. La relación establecidosmarginados se muestra uct íera para iluminar procesos relaciones que redun den, por ejemplo, en actit udes racistas o machistas , y entonces se requiere la investigación empírica para aclarar las especifcidades cada un ametodológica de esas relaciones. Ladediscusión del primer capítulo del libro ayuda en la tarea de comprender cómo «poner en práctica» la sociología eliasiana, o sea, cómo proceder a una investigación empírica que tenga como orientación teórica la sociología fguracional o procesual. Las reexiones sobre metodología son poco usuales en libros y textos escritos por Elias. Al comprende r que los métodos y la metodología deben servir a la teoría, y no lo opuesto,' Elias y Scot son utilizaron una vari edad de métod os de investigación, tales como la etnograa, la observación participante, entrevistas, análisis espacial de las zonas y barrios de Winston Parva, análisis documental, estadísticas criminales y encuestas. Los datos cuantitat ivos eron utilizado s para v erifcar s i las variables generalmente relacionadas a dierencias estructurales (d ierencias prosionales o de renta, po r ejemplo) eran sufcie n Nina Baur y Stenie Ernst, «Towa rds a processoriented methodology: modern social science research methods and Norbert Elias's fgurational sociology» en Norman Gabriel y Stephen Mennell (coords.) Norbert Elias and Figurational Research: Processua l 7inking in So ciology, Wiley Blackwell Oxrd 2011, p. 119. 6
PRÓLOGO
paa explica las dieencias de estatus ente los dos baios eos ( zonas 2 3 ) , paa conclui que a mbos ean mu simila Elias entiende el estigma como algo que caacteiza cietas aciones mismas que man confguaciones. Al se los conpos de confguación poceso ndantes de la sociología asiana se hace nec esaio utiliza también técnicas cualitativa s n e fn de pocede a la discusión ndamental aceca de la ación ente indiv iduos ente gu po s. El estigma po tanto sólo puede se entendido a pati del do de una deteminada confguación en este caso la peña comunidad de Winston Pava. La etnogaa la obseva n paticipante son métodos de investigación que esponden uy bien a p blemas soc iológicos planteados en esos témi nos o que la necesidad es compende la popia inteacción aa estos fnes «la anea e n que los individuo s s e adhieen el mo el poqué man ente sí esta confgu ación paticula o ómo el poqué las confguaciones que man cambian algunos casos se llan» .9el análisis de los enunciados La ealización dedesao entevistas s entev istados se hic ieon con base en dos conceptos nd anales de su so ciología conf guación poceso lo cu al aclaa a lación ente teoía e investigación empíica. Po ejemplo al u i sobe la cohesión la ausencia de oce ente los m iemr de la zona 2 la «aldea» lias afma que la e xpesión anca piniones s e impedía po un contol muuo de los vecinos que rmiaba la adhesión a la ceencia colec tiva en el alto va lo de la a dea» como comunidad de su estilo de v ida. n otos té mi el popio habla de los ente vistados es analizado con vistas a mpende su mación su caácte ela cional esas pala ra no se toman como algo a je no a la dinámica de la fgua ción a que se inse an. En la visión de E lias el análisis de los datos cuantitativos la eio investigación cualitativa son complementaios el uno oo. En sus popias palabas « si no s e utilizan palabas como umentos de investigación las cias no hablan p sí mis ' Véase
infra, p. 82. 17
PRÓLOGO
mas» . 10 Además de que la etnogra ía y la observación participante permiten comprender mejor las relaciones entre los habitantes, también le dan a Elias la posibilidad de comprender la dimensión históric a; o mejor, para utilizar pala bras más aectas a la socio logía eliasiana, la dimensión procesual, el proceso del hacerse, el proceso de cambio. En la concepción de Elias, la comprensió n de la relación establecidosmarginados llenó un vacío en términos conceptuales e hizo pos ible percibir y explica r la unidad estructu ral común y las variacio nes de ese tipo de relación. La sociología es una disciplina multiparadigmática. Teorías y linajes teóricos luchan por obtener r econo cimiento y legitimi dad; el marxismo, el interaccionismo simbólic o, la teor ía de sistemas, la teoría ucaultiana, la bourdiesiana, son sólo algunas entre ellas. La teoría eliasiana n o es d ierente. Lindemann 1 1 distingue a l menos tr es tipos de teorías: i aque las teorías sociales que contienen conceptos generales respecto a qué es la so ciedad, cuál es conceptos s on centrales para el aná li sis, cuál es la n aturaleza de la realidad 2)y teorías las presuposicio que deben moviizarse para comprenderla; de alcancenes medio que se conce ntran en un campo temáti co espec ífco, u n periodo histórico y una región geográfca. É stas defnen el modelo del proceso social restringido a ese cont exto sociohist órico; 3 teorías de la sociedad que intentan caracterizar sociedades al integrar resultados de varios estudios en un retrato teórico más amplio. En términos de teoría soc ial, Elias utiliza una so ciología fguracional y procesual. Figuración y proceso son los dos términos ndacionales de la sociología eliasiana,2 su modo de mirar la sociedad e interpretarla. La relación entre establecidos y marginados puede ser entendida como u na teoría de alcance medio, la cual debe ser desarrollada a partir de una investigación empírica, 10
Véase infr, p 84 " Gesa Lidema, eoriekostruktio ud empirische Forschug, e Herbert Kaltho, Ste Hirschauer y Gesa Lindeman (eds.) 1eoretische Empirie Zur Relevanz qualitativer Forschung Suhrkamp, Frácfrt del Meo, pp 6587 28 citado e Nia Baur y Stenie Erst, op. cit, pp 222 3 2 Tatiaa Savoia Ladii, «Mai Pricipes o Elias's Sociology», e Fra;ois Depelteau y Tatiaa Savoia Landii (coords), Norbert Elias and Social 1eory, Palgrave Macmilla, Nueva York, 2013 18
PRÓLOGO
bada en situaciones div ersas. n texto s como Hacia una teorí e los proc esos so cia les, escrito hacia el fnal de su vida lias de establecer una teora de la socie dad al plantear en un n i d abstracci ón mayor discusiones iniciadas en El proceso e la ilización. n la Sinopsis del Pceso, lias ya haba hecho una mra tentativa de establece r una teora de la soc iedad proyecto rató de ndamentar y que persigui durane toda su vida. a relación entre los tres niveles teóricos defnidos antes es trdependencia: investigaciones empricas alimentan a di s n s obre la teo ra más amplia de la sociedad y ésta utilizada telón de ndo ayuda a situar y a ampliar e alcance de usiones más puntuales. Establecidos y marginados e escri más de 20 años después de El proceso e la civilización y se fgura como una importante contribución para complemen aspectos q ue toda va no haban sido incluidos en es ta teora a sociedad. A despecho de defnir la «disminución de conts y el aument o de l a vari edad» co mo un a de las direcciones p oceso de civilización la dist cusión p oder y djo esiguald ad davía se haca de rma muy mida sobre en aquel traba se minal. lació n establecidos marginados entendida por tanto como ma humano universal permite a quienes estudian a Nor lias volv er al Proceso y repensar algunas cuestiones visuaa al gunas atas y llenar vacos . Asimi smo tener como telón de nd o El proceso d e la civilizació ayuda a comprender que Establecidos y marginados es mu más que una etnograa que se encie rra en s misma. Al me es cuestiones centrales a l a teora del proceso de civili zación se menuzan en ese traba jo etnográfco la relación entre el pro de civ ilización y e l monopolio de l a violencia y de los imstos; la relación entre rmación del stado y cambios en la ctura de la person alidad y el proceso de rm ación del a bitu- misma s que all se analizan de rma más amplia y cabal. En suma si el tema del libro l o hace tan actua l el estigma y la clusión su importanc ia también es respecto a la comp rensn de la sociologa eliasiana y a cómo «ponerla en práctica» o a, cmo realizar una investigación orientada por la sociologa acional o procesual. Las relaciones de poder la confguración 19
PRÓLOGO
la relación entre lo social y lo individual, la democracia fncional, son todos temas importantes de la sociol ogía eliasiana mov ilizados en este libro y que indican la densidad de su s ociología. TAIANA AVA ANDNI niversidade Federal de o Paulo, Brasil julio de 2014 Traducción de M AR LN MA RQU S D ÜLI VIRA
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Presentación STEPHEN MENNELL
Etblecidos marginados se publicó po pimea v ez e 1965 y s el desaollo de u estudio ealizado po Joh Scotso maesto local iteesado e la delicuecia juveil sobe a omuidad cecaa a Leiceste a fales de la década de e iici os de l a de 1960 . Si embago No bet lias eelar este estudio loc al co el f de ilumia p oce sos so ciales mpotacia geeal paa las sociedades humaas; ete s, la maea e que u gupo de pesoas puede moopo ar las opotuidades de pode y ut ilizalas paa ex clui y esmaiza a miembos de oto gupo muy simila ( mediate r jemplo el podeoso me dio del chisme) y cómo se ex pe i a esto e las imágees colectivas del osotos e ambos rp os. D ez años después las dictó u a lag a y ueva itoduc iglés paa la taducció al eeladés del libo. ste « sayo teóico sobe las elacioes ete establecidos y magias» detallaba la maea e que esta teoía podía aplicase a na amplia gama de patoes cambiates de desigualdad hua las elacioes ee gupos étnicos yaa: nizadoes hombes y clases mujees pades e hi jocoloizados s homosexua-
s y heteosexua les. Po muchos años se ceyó que algua s pates l texto e iglés de ese impotate esayo se había rdo peo e 199 4 salieo a la luz ; así Saskia V isse y yo e mos la vesió fal. ste esay o se publica po pme a vez pesete volume exactamete como Elas lo dicó con slo alguos cambios editoiales meoes. Poc anes de su 21
PRESENTACIÓN
muert e en 1 990 , Elias añadió un breve a péndice sobre Matar a un ruiseñor de Harper Lee para la edición alemana del libro, el cual no s e incl uye aquí. Universit College, Dublín May de 1994
Prefacio oRBERT uAs JoHN L. ScoTsoN
Etblecidos marginados es un estudio sobre una pequeña co dad con un a sentamiento relat ivamente viejo en su núcleo y os do s más recientes que se haba n rmado a su alrededor . vest igación comenzó, como muchas otr as, gracias a que los o s llama ron nuestra atenció n sobre el hecho de que el ndic e ivo de u no de lo s vecindar ios era con sistentemente m ayor e os otros. En la localidad se consideraba a ese vecindario en ular como un área delict iva con mala reputación. Conr omen zamos a son dear la evidencia real y a buscar explicas, nuestro interés pasó de los dierenciales delictivos a las encias en el carácter de los vecindarios y a las relaciones en os. Du rante una inv estigación bastante intensa de l micro smos de Winston Parva con sus tres vecindarios, llegamos a e r sufcientemente bien el lugar y a algunos de sus miem s La scinación que sus prob lemas despertaba en nosotros ía de manera establ e; más aún conrme nos dábamos cuenta e algunos de ellos tenan un carácter paradigmá tico : ilum i agunos prob lemas que suel en encontra rse en una escala
o mayorel en la soci en edad general. Al fnal, cambio el en interés de la investigación de un ema delictivo al problema más amplio de la relación entre ees vecindarios de una comunidad evitó lo que podra sido un es erzo perdido. En el terce r año de la inv estiga pácticamente se e smaron los d ierenciales delictivos en s dos veci darios m ás grandes ( que respaldab an a idea lo que uno de elos era u área delictiva). Si embargo, a 23
PREFACIO
image que los vecidarios más viejos teía del más uevo, que había teido u ídice delictivo mayor, o se disipó. Los vecidarios más viejos persistiero e estigmatizar al más ue vo como u vecidario dode la delicuec ia era icotrolab le. La pregu ta sobre la razó por la cual las opii oes sobre este hecho se matuviero, a pesar de que los hechos mismos había cambiado , e u a de las cuestioes e que se hizo hi capié durate la i vestigació, auque o os hubiéramos plateado explorarla. Otra preguta era por qué los hechos mismos había cambiado: por qué el dierecial delictivo etre los dos vecida rios prácticamete hab ía desaparecido. Por lo tat o, el estudio que ahora presetamos o se plaeó como tal desde u iicio. Cotiu amete seguimos pistas y co sideramos uevos prob lemas que apareciero co rm e se desarrollaba la ivestigació, y, e ua o dos ocasioes, lo que descubr imos e su curso cambió su direcció pricipal. Ua ivest igació que está a cargo de sólo dos pers oas, quie es orestrigidas tiee máspor resposabilidad que preestablecidas co ellos mismos está la s estipulacioes queys oue le impicar el recibir u a beca de ivestigació, p ued e llevarse a cabo de maer a relati vamete lexible si la ece sidad de ceñ irse a u problema prescrito o a u caledario establecido. La oportuidad de seguir las pistas corme se os presetaba y de cambiar el curso pricipal de la ivestigació si éstas parecía prometedora s e geeral resultó veta josa . Nos ayudó a cotra rresta r la rigurosidad de cualquier idea establecida que tuviéramos sobre lo que importaba e el est udio de ua comuidad ; os per mitió echar ua m irada al horizote e busc a de eómeo s i advertidos que pudiera teer ua importacia iesperada . Así , esta experimetación, e apariecia disa, al fal os codujo a una image bastate cocisa y competa de os aspectos de ua comuidad que puede cosiderarse centrales; sobre todo , de las reacioes de poder y estatus y de las tesiones que impli ca. Buscamos ecotrar las razoes por las que e Wisto Parva alguos grupos teía mayor poder que otros, y lo que descubrimos explicaba e cierta medida esas dierencias. E a es cala ma yor, la iv estigació ilumi ó los méritos y las limi 24
PREFACIO
s de los estudios microsociológicos intnsivos. Conrme vábamos a cabo , nosotros mismo s nos sorprndimos ant la ncia con que las confguraciones y reguaridades descu as n l microcosmos de Winston Parva sugerían hipótesis podrían rsultar útiles como guías, incluso para inv stigacio macrosociológicas. n su conjunto, la investigación indicó los problemas a pquña scala n e dsarrollo de una coidad y los problemas a gran escala en el desarrollo de un s son inseparables ; estudiar los desarrollos comunitarios como cdieran en un vacío socioógico car c de sentid o. En líneas genrales, nuestra intnción era m antener un equ io ntre la presentación áctica simple y las consideraciones cas. n niguna medida estamos seguros de nuestro éxito; bstante, intentamos que nuestros intereses teóricos no se pusieran a nuestros intereses en la vida social de las perso s d Winston Parva. Una investigación como ésta hubiera resultado imposible cn a amistosa ayudadyWinston la coope Parva, ración de otros.convirieron stamos en las deu las personas quienes vstas en una tarea tan agra dabl como iluminadora. L a inión en su s cas as nunca les produ jo animadv rsión, y muchos os s e interesaron de manera jovia l y aentadora en a inves acón. Los ncionarios y os mimbros de organiz acione s narias en Winston Parva nos prstaron una gran ayuda. Tnmos una duda especial con e Servicio de Libertad Provinal del condado y con el ofcial en jee de liberad provisio Sobre todo, stamos en deuda con el doctor Bryan W ilson , sor adjunto d sociología n Oxrd, quin en las últimas pas leyó con cuidado todo el manuscrito, que debe mucho a su sabia ayuda ilustrado co nsjo, así como a su pode r pr sua si mismo qu a mnudo e ncsario para convncrnos d las mjoras qu sugería. Febrero de i 964
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Introducción
Ensayo teórico sobre las relaciones entre establecidos y mar g inados NüRBERT
ELIS*
cuento de una comunidad suburbana incluido en el presente o muestra una división ta jante en su interior entre un grupo alcido hace mucho tiempo y un grupo más nuevo de resis, a cuyos miembros el grupo establecido trataba como a ginad os . Este grupo cer ró sus flas en contra de ellos y , por geral, ponía sobre ellos el estigma de personas de menor a umano ; s e consideraba que carecían de la virtud humana rior el carisma caracte rístico del grupo que el grupo minante se atribuía a sí mismo. Por consiguie nte, en la pequeña comunidad de Winston Par a posible encontrar, como en miniatura, un tema humano vrsal. Es posible observar, una y otra vez, cómo los grupos n términos de poder son más ertes que otros grupos indpendientes se consideran sí mi smos mejores que los otros rminos de humanidad. El signifcado literal de «aristocr acia» d servir como e jemplo. É ste e el nombre que un a clase alta ense de guerreros propietarios de esclavos utiliza ba para el de re lación de poder que permitía a su grupo co nservar la ióndegobernant e enHasta Ate nas; pero sudías, signifcado literalnoble es «goo los mej ores». nuestros el término con va su doble signifcado : un alto rango social y una actitud huaa de alta estimación, como en «Un gesto noble»; lo mismo d con «villano», un término utilizado para designar a un ' Ey en gran deuda cn Ca Wuer y Br am van Slk. Dicu ir cn ells pr de radcción al neerlandés me ayud a mejrar el text; y fern ell quiene rne ciarn a escribir este ensayo 27
INTRODUCCIÓN
grupo so cia de ba ja posición y , po r o tanto, de ba jo vaor humano, y que aún conserva su signifcado en este último sentido; una expresión utiizada para caifcar a una persona con una mora ba ja . No es complicado encontrar o tros e jempo s. É sta es a imagen norma del yo en grupos qu e, en térmios de su índice de pode r, oc upan con frmeza un ugar superior en reación con otros grupos interdependientes . Sin importar si son cuadros sociaes, como o s señores eudales en reación con os vianos, os «bancos» en reación con los «negros» , os gentiles en reación con os judío s, os protesta ntes con os catóicos y vice versa, os hombres con as mu jeres (en e pasado), nacionesEs tado gran des y poderosas en relaci ón co n otras que so n de enor tam año y reativamente impotentes o, como en e cas o de Winston Parva, un grupo de case obrera estabecido hace mucho e relación con os miembr os d e un nuevo asenta mien to d e case obrera en su vecindario; en todos los casos, os grupos más poderosos se consideran a sí mismos «mejores», como si estuviera dota dos de un tipo desus carisma grupa,y de virtud específca que comparten todos miembros de una la que carecen os demás. Lo que es más, en todos estos casos, las personas «superiores» pued en hacer qu e aque as men os po derosa s sien tan que care cen de virtud: que son iner iores en términos hum anos. ¿C ómo sucede esto? ¿ Cómo es que os miemb ros de un grupo so stienen a creencia de que no sólo son más p oderosos sino tambié n mejores seres humanos q ue los de otro? ¿Qué eemen tos utiizan para imponer a creencia en su superioridad humana sobr e os menos poderosos ? E estudio de Winst on Parva tr ata con agunos de esto s pro bemas y con otros reaciona dos; aq uí se dis cuten en re erenci a a dierentes agrupaciones dentro de una pequeña comunidad vecina. Tan pronto como uno hababa con sus habitantes, se enentaba a hecho de qu e os resident es de área donde v ivían a s «viejas miias» se consideraban «mejores», superiores en tér minos humanos a quienes viví an en a parte v ecina m ás nueva de a comunidad. Rehuan cuaquier case de cont acto socia con eos más aá de que sus ocupaciones exigan; os agrupaban a todos omo personas de una esirpe menor. En pocas paabras, 28
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INTRODUCCIÓN
ban a todos los ecién llegados como pesonas que «no pete cía n», como «asteos». Después de cieto tiempo, los miss ecién llegados paecan acepta con u na cie ta esignación peja que petenecan a un gupo de meno vitud y espeta dad, lo que, a pati de su condu cta eal, sólo paeca justifse en el caso de una pequeña minoa. Po consiguiente, en pequeña comunidad se encontaba lo que paeca se una laidad univesal de cualquie confguación ente estableds y maginados: el gupo establecido atibua a sus miem s caactesticas humanas supeioes, exclua a todos los mbos del oto gup o de cualquie tipo de contacto so cial no al con sus miembos; el tabú de estos contactos se mante con vida a tavés de contoles sociales como el chisme eloso paa quienes lo cumpla n y la amenaza de l chisme eci aoio conta los supuestos inacto es. E estudio de aspectos de una confguación univesal den del pemeto de una comunidad pequeña impone cietas lintes l obvias sobe investigación, también tiene sus jas. uso de unalapequeña unidadpeo social como el núcleo una investigación sobe poblemas que pueden encontase en na gan vaiedad de unidades sociales más gandes y dieciadas posibilita la exploación de estos poblemas con gan e, como en un m icoscopio, po decilo de alg una manea. Es posible constui un mo delo a pequeña escala de la confgua n que uno considea unives al; un modelo listo paa ponese pru eba, ampliase y , de s e nece saio, evisas e a pati de invesciones sobe confguaciones elacionadas de mayo escala. En este sentido, el mo delo de una confguación ente esta blecidos y marginados que esulte de una investigación sobe una pequeña munidad como Winston Pava puede sevi como un tipo de p aadigma empico». Su aplicación como paámeto paa ras confguaciones más complejas de este tipo puede hace psible un mejo entendimiento de las caactesticas estuctu es que compa ten y de las azones po las que, en condicio nes sintas, ncionan y se desaollan ba jo l neas dieentes. Al camina po las calles de las dos secciones de Winston rva, un visitante casual poda sopendese al descubi que 29
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los habitantes de una pate se consideaban inmensamente supeioes a los de la ota . En c uanto a los estándaes de v ivienda, las dieencias ente ambas pates no esultaban especialmente evidentes. Incluso s i la cuestión se c onsideaba con mayo detenimiento, en un inicio esulta ba sopendente que los habitan tes de un á ea sin tiean la neces idad y ean capaces de tata a los de la ota como s i ean i nei oes a ellos y , en cieta medida, pudiean hacelos sentirse ineioes. No existan dieencia s de nacionali dad, de ascendencia étnica, de «colo» o « aza» 'SUS ente los esidentes de ambas áeas; tampoco dieían en ocupaciones, en sus ingesos ni en su nivel educativo; es deci, en su clase social. Ambas ean áeas de clase obea. La única dieencia ente ellas ea la ya mencionad a: un gupo estaba mado po viejos esidentes, quienes llevaban más de tes ge neraciones establecidos en el vecindaio, y el oto e a un gupo de ecién lle gados. Entonces, ¿ qué indu jo a quien es conma ban el pime o de estos grupos a establece se comodesees humanos de un oden elevado y mejor? ¿Qué ecusos pode les pemitieon af-más ma su superioidad e insulta a los ot os como si e an pesonas de una estirpe ineio? Nomalente este tipo de confguación se relaciona con dieencias étnicas, nacionales y gupales de ota índole que ya se han menc ionado y, en es e caso, algu nas de sus caactesticas pominentes tienden a escapa a nuesta atención. Sin embago, en Winston Pava e l asena l completo de supe ioidad y desp ecio gupales s e moviliz aba en las elaciones ente dos gupos cuya única di eencia ea la duación de su esidencia en el luga. All ea posible obseva que la «v ejez» de la asoci ación, con todas sus implicaciones, ea capaz de cea po s misma el gado de cohesión gupal, la identifcación colectiva, el caácte compa tido de las nomas, que pueden induci la gatifcant e euia que se elaciona con la conciencia de petenece a un gu po con un valo más elevado y con el despecio complementa io hacia otos gupos. Al mismo tiempo, allí ea posible obseva las limitaciones de cualquie teo ía que sólo explique los di eenciales de pode a pati de una posesión monopólica de objetos no huanos, 30
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mo armas o medios de producción, y q ue ignore los aspe ctos racionales de los di erenciales de pod er que sólo se deban a otrastes e el grado de orga nización de lo s seres human os lucrados. Era posible darse cuenta gradualmente de que en ston Parva estos di erenciales, en espec ial en el grado de c o ó interna y control comuitario, podían desempeñar un pl decisivo en el índice de poder de un grupo en relación co otro; como, si duda, se puede observar en muchos otros s. En esa pequeña comuidad la superioridad del poder del j grupo establecido era en buena medida de est e tipo; se basa el grado elev ado de cohesión de las milias que se habían ocido por más de dos o tres geeraciones, en comparación los re cién llegados, que era extra ños no sólo e relación con iejos residentes sino entre ellos mismos. Fue gracias a ese ncal más elevado para la cohesión y a su activación por io d el contro l s ocial que los viejo s resid etes eron capaces eservar para perso as de su ipo pu estos directivos en orga cioes lo cales, como Con que cejo,vivía la Iglesia los clubes, exr frmemente a las per elsonas en laootra parte yyque, mo grupo, carecían de cohesión. La exclusión y la estigmatió de los marginados a manos del grupo establecido eron, lo tanto, armas poderosas que este úlimo utilizó para conar su identidad, afrmar su superioridad y matener a los s frmemente e s u lugar. Allí se podía encontrar, en una rma particularmente pura, ente de diereciales de poder entre grupos iterrelacioos que tambié desempeña u pape l en m uchos otros c onos sociales, aunque en éstos, a los ojos de un observador, estar revestida de otras caracterísicas distintivas de los pos inv olucra dos, como el color de la piel o la clase soc ial E n spección más cercaa suele descubrirse que también e os casos, como en Winston Parva, un grupo tiee u índice cohesión más elevado que el otro y que este dierencial de gración contribuye sustancialmente al excedente de poder primero. Este mayor grado de cohesión p ermite a ese grupo srv ar para sus miembros posiciones s ociales con un potencial pder elevado de un ipo dierente, con lo que reerza su 31
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cohesión, y le permite excluir de ellas a miembros de otros gru pos, lo que, en esencia, es a lo que uno se refere cuando habla de una confguración entre esta blecidos y marginados. Sin embargo, aunque la naturale za de los recurso s de po der sobre los que se ndan cualquier superio ridad soci al y el senti miento de superioridad humana de un grupo establecido en relación con un grupo marginado puede variar considera blemente, por sí mis ma la confguració n entr e establecid os y marginados muestra, en muchos contextos distintos, características comunes y regularidades. Era po sible observarlas en el pequeño c ontexto de Winston Parva, y una vez descubiertas, se volvieron más obvia s en otr os conte xtos. Por lo tanto , s e hizo evide nte que e l con cepto de una relación entre establecidos y marginados llenaba un hueco en nuestro aparat o conceptual que nos impedía perci bir tanto la unidad estructural común como las variaciones de este tipo de relación y, por lo tanto, no nos permit ía explicarlas. Un ejemplo de las reg ularidades estru cturales de las rela cio y marginados puede ayudar a los lectores nes entre estab lecidos a descubrir, sobre la marcha, otras por su cuenta. Como indica el estudio de Winsto n Parva, un grupo establecido tiende a atribuir a su grupo marginado, como un todo, las características «malas» de la «peor» sección del grupo : de su minoría anóm ica. En comparación, la imagen que el grupo establecido tiene de sí tiende a modelarse sobre su sección ejemplar, la más «nómica» o normativa; sobre la minoría de sus «mejores» miembros. Esta distorsión pars pro toto en direcciones opuestas permite a un grupo establecido probarse su pun to a sí mismo y a otr os; si empre existirá cierta evidencia que muestre que un grupo es «bueno» y que el otro es «malo» . Las con diciones que permiten a u n grupo insultar a ot ro, la dinámica social de la estigmatización, merece que se le preste cier ta atenc ión en este co ntexto. Era posible desc ubrir el problema en cuanto se hablaba con personas de las partes más viejas de Winston Parva Todos estaban de acuerdo en que «allá», en la parte má nueva, la gente pertenecía a una estirpe menor. Era imposible no darse cuenta de que la tendencia de un grupo a e stigmatizar al otro, la cual desempeña un papel tan importante 32
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as elaciones ente die entes gu pos en todo el mundo, po enconta se tambi én aquí, en esta pequeñ a comunidad: e n la a ción ente dos gupos que, en téminos de nacionalidad y se, ean muy similaes, y ya que uno podía obsevala aquí, r decilo de alguna ma, en un micocosmos social, paecía s manejable. Resultaba ácil obseva en este contexto que la iidad de un gupo paa colga la etiqueta de ineioidad mana sobe oto y fjala ea una nción de una conf guación cífca que los dos gupos maban ente sí. En otas palaras, su investigación equie e de un acecamiento f guacional. almente ex iste la tendencia a discu ti el poblema d e la es ma tización social com o si e a simp lemente una cuestión d e rsonas que muestan una avesión ponunciada de manea ividual hacia otas pesonas como individuos. Una ma co a de conceptualiza esta obsevación es clasifcala como rjui cio; sin embago, eso implica pecibi a un nivel s olament e ividual a lgo que no se puede entende si no se pecibe al mis iempoene a un estigma nivel gupal. suele ses imposible ingui tizacióActualmente n gupal y pejuicio in dividuales, omo elacionalos. En Winston Pava, como en cualquie r uga, ea posible enconta a miembos de un gupo que aban a os de oto, no a causa d e sus cualidades como peas individuales, sino poque maban pate de un gupo al consideaban colectivamente dieente del suyo e ineio. r consiguiente, se piede la clave de un poblema que suele utise baj o epít etos como «pe juicio social» , s i es que se busca amente en la estuctua de la pesonalidad de individ uos; cla qe sólo es posible enconta si se considea la confguación rmada po los dos (o más) gupos inv olucados, o, en otas p a ras, la natualez a de su intedependencia. La pieza cental de esa confguación es un equilibio des al de pode y las ensi ones que le son inh eentes ; también lo a condición deci siva de cualquie est igmatizació n eectiva de rupo maginado po pate de un gupo establecido. Un gu po ede esigmatiza eectivamene a oto sólo mientas esé establecido en las p osicio nes de po de de las qu e se exc luye rupo estigmatizado. Mientas suceda así, e esigma de des 33
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honra colectiva que se fja a los marginados puede mantenerse. El desp reci o total y la esti gmat izac ión unilateral y sin enmie nda posible de los marginados, as como la estigmatización de los intocables a manos de las castas más elevadas en India o la de los esclav os aicanos o sus descendientes en los Estados Unidos, indica un equilibrio muy desigual de poder. Colgar la etiqueta de «me nor val or humano» a otro grupo es una de las armas que los grupos « superiores» utiliz an en las luc has de poder como un medio para mant ener la super iorida d social. En dicha situación, la oensa so cial qu e un grupo má s po deroso lanza sobr e uno menos poderoso suele incorporarse a la imagen propia de este último y, por lo tanto, lo debilita y desarma. Por consiguiente, el poder de estigmatización disminuye o incluso se revierte cuando un grup o ya no es cap az de manten er su monopolización de los recursos principales de poder que están disponibles en una sociedad, ni de excluir a otros grupos interdependientes los antiguos m arginados de su par ticipa ción de dich os recur sos. En cuantola disminuyen las eldisparidades o,, los en antiguos otras palabras, desigualdad en equilibriode de poder poder grupos marginados, por s u parte, suelen contraat acar. Recurren a a contraesti gmatización, como hacen lo s negros en los Estados Unid os o los pueblos a icanos que antes estaban sujetos a la dominación europea, o como l a antig ua clase sometida, los trabajadore s industriales, hac e en Euro pa. Quiz á esto baste para indi car brev emente la razón po r la que el tipo de estigmatización de «p rejuic io» so cial entr e grupos que se enc ontró en el contexto miniatura de Winston Parva demandaba una investigación sobre la estructura general de l a relación entre los dos gru pos princi pales que do taba a uno de pode r y marginaba al otro. En otras palabras, requera, como primer paso, un gra do de desa pego de dista nciam ient o hacia a mbos grupos. E problema que tena que examinarse no era cuál bando tena la razón y cu ál estaba equivoca do; m ás bien, el pro blema era qué caractersticas estructurales de a comunidad en desarrol lo d e Win ston Parva vincula ban a l os do s grupos entre sí de manera tal q ue los miembros de uno de elos se sentan i ncitados a trata r y tenan sufcientes recursos de po der para ha 34
INTRODUCCIÓN
ceri o- a los miembros del otro grupo de manera colect iva con
desprecio como si eran personas de una estirpe meor y, lo tato de menor valor humano en comparación co el mis mos.
t e prob lema se presenta ba en Winsto Parva con ua erz a ticular p orque la ma yoría de las exp licac iones actuales s o s dierenci ales de po der o tenía n cabi da ahí . C omo ya se , s do s grupos o se di ereciaba en clase social n acion a , ascendencia ética o racia l denominación re ligiosa o ni ucativo. La principal dierencia entre ambos era precisae ésta: uo de los grupos estaba conrmado por viejos tes etablecidos en el vecindario por dos o tres generas y el otro era uo de recién llegados. La importancia so gica de este hecho er a una di erenci a marcada en la cohe e ambos grup os. Uno estaba estrecha mete inte grado y el tro no. Los diereciales de cohesión e integración como as de los di ereciales de poder probablemet e o han recia atención que merecen. En WinstondeParva mo ua ente de las desigualdades podersus importane mostraba muy laramente. Ua vez que se descubría ahí era cil evocar casos de dierenciales de cohesión como entes de die les de poder. maera e que ncioaba e Winsto Parva era bas obvia. El gru po de viejo s residentes milias c uyos miem se cono cían desde hacía más de una generació había n es do un m odo de vid a común para ellos y u conjunto d e . Cumplían con ciertos estádares y estaban orgullosos . P or esta razón la alue ncia de recién llegad os a s u vecin < e experime ntó como una amenaz a a la rma de vida es da au n cuando los recién lle gados eran sus connacioa Paa el grupo nuc lear de la parte vi eja de Winston Parv a el o de su posició y pertenencia estaba ligado con su vida nitaria y su tradición. Con el f de preservar algo que consideraban de gran va lor cerraro las fl as contra los re legados protegiedo así su identidad como grupo y afr n o su superioridad. La situación resulta miliar. Muestra anera muy clara la complementariedad del valor humano 35
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superior e l carism a del gru po que los est ablec idos se a tri buían y las caract erísticas «negat ivas» la deshonra del grupo que atribuían a los marginados. Ya que estos últimos recién llegados y extraños no sólo para los viejos residentes sino para ellos mismo s carecían d e cohesión, eron incapaces de cerrar sus p ropias f las y contraatacar . La complementariedad del cari sma de grupo (el p ropio) y la deshonra de grupo (el de los otros) es uno de los aspectos más importantes del tipo de relación entre establecidos y margina dos que era posible encontrar aquí y merece un momento de consideración; proporciona una pista para entender la barrera emociona contra el contacto cercano con los marginados que este tipo de confguración instaura entre los establecidos. Quizá más que cualquier otra cosa, sea esta barrera la que explica la rigidez, en ocasiones extrema, en la actitud de los grupos esta blecidos hacia los marginados: la perpetuación de este tipo de tabú contra el contacto cercano con los marginados generación tras generación, incluso la superioridad otras pa labras, el excedente de sipoder, disminuye.social, Es posibleo en observar bastantes ejemplos de inlexibilidad emocional en nuestra épo ca A sí , la leg islación es tatal en la Ind ia pued e abolir la posición de descastado s de los antiguos intocab les, p ero la repug nancia emo ciona l qe los indios de una casta elev ada siente n hacia el con tacto con ellos persiste, en especial en las áreas rurales de este amplio país. De la misma manera, l a legislació n estatal y ederal en los Estados Unido s ha minado cada v ez más las inc apacidades jurídicas del grupo antes esclavizado y ha establecido su igual dad institucional con los antiguos amos, como conciudadanos de la misma nació n; sin embarg o, el «pre juicio so cial» , las barr e ra s emocionales estab lecidas po r el sentimiento de su virtu d su perior, en especial entre los descendientes de dueños de escla vos, y la sensación de menor valor humano, la deshonra de grupo de los descendientes de esclavos, no han segido el ritmo de los cambios legales. Por consiguiente, el incremento en la contaestigmatización, en una batalla por el equilibrio de poder en la que l os di erenciale s di sminuye n lentaente, se vuelve cla rament e más erte.
INTRODUCCIÓN
mecáica de la estigm atizació o s e puede eteder ente si ua mirada cercaa al papel que desempeña la e que ua persoa tiee de la posició de su grupo e re n co los otros y , po r lo tato, de su propia posició como bro de ese grupo. Ya se dijo que los grupos domiates c o n na superioridad de poder elevada se atribuye, como co idades y a quiees perteece a ellas co mo milias e idivi u carisma gru pal distiti vo. Todos aquellos que «pe rtee » rticipa de él, pero debe paga r por ello . La participació superioridad de u grupo y su carsma grupal úico so, deci rlo de algu a maera, la recompesa por someterse a elas específcas de ese grupo. Cada uo de sus miembros e agar idividualm ete mediat e la sujeció de su coducta troes específco s de cotrol de los aectos . El orgullo de nifcar el carisma de uestro grupo e osotros mismos, la cció de perteecer y represetar a u grupo poderoso e de acuerdo co nuestra ecuació emocioal , tiee u valor superioridad humaa úicos s e relacioa idin ble co la vol utad que sus miembros tiee demaera de someterse a obligacioes que le impoe la perteecia a ese grupo. o suced e e otros casos, la lógica de las emocioes es severa: superioridad de poder se iguala al mérito humao, el mé umao a la gracia de la atura leza o de los di oses. La grati recibida a partir de uestra porció del carisma grupal ensa el sacrifcio persoal de la gratifcació e rma de iió a ormas grupa les . Normalmete, se cosidera que los miembros de u grupo ado o cumple co estas ormas y restriccioes; ésa es ge que prevalece de ese grup o etre los miembros de otro ecido. E el caso de Wisto Parva, como e cualquier os margiados se experimeta tato de maera colec omo idiv idual como aóm icos. El cot acto cercao co s por lo tato, se cosidera desagradable. Poe e riesgo deesas iheretes del grupo establecido cotra el quebra ie to de reglas y tabúes comues , de cuyo cumplimieto d e de tato la posició de ua persoa etre sus cogéeres o de un grupo establecido, como su respeto por sí misma, y
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INTRODUCCIÓN
su orgullo , su identi dad como miembro del grupo superior. El he cho de qu e los establecidos cierren sus flas cumple, sin duda, co n la nción so cial de preservar la superioridad de pode r del grupo. Al mismo tiempo, evit ar cual quier conta cto so cial cercan o con los miembros de un grupo marginado tiene todas las características emocionales de lo que en otros contextos hemos aprendido a lla mar «miedo a la contamnación». Puesto que los marginados se perciben como anómicos, el contacto cercano con el los p one a un membro de un grupo establecdo en riesgo de « inección anóm ica» : se puede sospecha r que romp ó las reglas y los tabúes de su grupo ; de hecho , a causa de la simp le asociación con miembros de un grupo margnado eectivamente habría quebrantado las normas. Así, el contacto con marginados amenaza a un «nterno» co n la dsmnucón de su estatus social en el grupo establecdo. Podría pe rder el apreco de sus miembros; par ece r que ya no com parte el elevado valor humano que los establecdos se atrbuyen. Los conceptos reales que los grupos establecidos utilzan como medios de estigmatización pueden variar de grupos acuerdonv conolu las características s ocia les y las tradicones de los crados. En muchos casos, carecen de importancia era del contexto particular en que se utlizan; no obstante, dañan prondament e a los marginados debido a que los gru pos establecdos suelen contar entre sus aliados con alguna voz interior de sus ineriores soc iales. Continuam ente, los nombres mismos de los grupos que están en stuación de marginados conlleva n, incluso para los oídos de sus propios miembros, un tu de inerioridad y deshonra. Por lo tanto, la estgmatizaci ón puede tener un e ec to paralizador sobre grupos con un índce menor de poder. Aunque otros recursos de la superioridad de poder son necesa ros para mantener la capacidad de estigmatización, esta última no es en sí misma un arma menor en las tension es y los conic tos relacionado s con el equilibrio de po der. Por un tiempo , pue de paraliza r la habil idad de grupos con un índice de poder más reducido para contraatacar y movilizar los recursos de poder que tengan a su alcance. Incluso puede ayudar a perpetuar por cierto tiempo la superioridad de estatus de un grupo cuya supe riori dad de poder ha disminuido o desaparecido.
INTRODUCCIÓN
En los países de habla iglesa, como en todas las demás socie es humaas, la may oría de las persoas tiene a su dispos ició ama de térmios para estigm atizar a otros grupos que sólo en sigifcado en el cotexto de relacioes específcas etre lecidos y margiados. Nier (egro), yid (judío), wop ( espa ei) dike (lecha), papist (papista) so alguos ejemplos. Su dacidad depede de la cociecia que el usuario y el recep iee de que la humillació deseada para el último cueta el respa ldo de u grupo estab lecido poderoso, e relació co cal el gupo del recetor es u margiado co meores re sos de poder. Todos estos térios sibliza el eco de e es posible avergoza al miembro de u grupo margiad que o cumple co las omas del grupo sperio, prqe, e cuerdo co estas ormas, es aómico. No existe ada más cterísti c de u equilibr sumamete deigua l de od er e sos como éstos que la ihailidad de los gpos margiados cotraataca r al grupo establecido por medio de u térmio lmete si posee e cmuicaestigmatizador. ció etre ellosIclso (el térmio judíoestos goytérmios es u e jemplo), eslta n iútiles co mo armas e u e cuetro de jega porqu e el o margiado o puede avergozar a los miembr os de u gru establecido: mietras el equilibrio de poder etre ellos sea y desigual, los tér mio s estigmatizadores carec erá de setido, endrá veeo. Si comieza a setirse, es u idicador de e el equilibrio de poder est á cambiado. e dijo ya que la estigma tizació de los m agiados muestra etas características comues e ua amplia va riedad de cof ciones etre establecidos y margiados. La aomia es, qui z á , el reproche más ecuete cotra ellos; es posible ecotrar y otra v ez que e l grupo establecido o los cosid era de far indisciplinados y aárq uico s. U miembro de la clase diri e aristocátic a de Atenas -el ll amado Viejo oliga rca- se así al demos ( µo) los ciudadano s atenienses e auge esnos libres mercad eres y ca mpesinos-, quie nes, según ece habían llevado a su grupo al exilio y establecido la de cc ia, el gobieno del demos: 39
INTRODUCCIÓN
En todo el mundo la aristocracia en un Estado se opone a la democracia; pues las características naturales de una aristocraci son la disciplina, la obediencia de las leyes y una observanc ia sumamente estricta de lo respetable; mientras que la s características naturales del pueblo común son la ignorancia extrema, una mala disci plina y la inmor alid ad [ . . . ] Pues lo que se conside ra anar quía es, de hecho, la base sobre la que descansa la ferza del pueblo. 1
La invariabilidad d el patró n de estigmatiza ción que usan los grupos con un poder elev ado en re lación con los grupos m arginados en tod o el mundo l a invariabilidad de este patr ón a pesar de todas las dierencias culturalespuede resultar, en un inicio, algo inesperada. Sin embargo, los síntomas de la in erioridad humana que un grupo establecid o con poder eleva do tie ne mayores posibilidades de percibir en un grupo marginado con un p oder reducido, y que sirve n a sus miembros para justi fcar que su posi ción s ea más elevad a y como prue ba de que su valor es mási grande, generarse miembros del gru-por po inerior neriorsuelen en t érminos de en su los índice d e poder las mismas condiciones de su posición de marginados y por la humillación y opr esión concomitan tes. En ciertos aspectos, so n las mismas en todo el mundo. La pobreza un bajo nivel de vida es una de el las; sin embarg o, hay otras qu e, en términos humanos , no res ultan menos relev antes; entre el las , la constante exposición a los caprichos de las decisiones y las órdenes de sus superiores, la humillación que implica la exc lusión de sus flas y las actitudes de sumi sión engendradas dentro del mis mo grupo. Además, en los casos en que el dierencial de poder es muy grande, los grupos que se encuentran en una posic ión de marginados se miden con la regla de sus opresores. A partir de las normas de sus opresores se descubren defcientes; se experimentan a sí mismos como seres de menor valor. En la misma ' Ie Ol d Oligarch: Pseu do-Xenopho n, «Consitution of Athens», London Associatio of Classical Teachers, Londres, 1969 y en John Michael Moore, Aristotle and Xe nophon on Democracy and Oligarchy Chatto & Windux, Londres, 975· Es posible cosultar el texto griego en ophontis ope ed. de Edgar Cardew Marchan!, vol 5 Clarendon Press, Oxrd, 19001920 (Oxrd Classical Texts) 40
INTRODUCCIÓN
era en que los grupos estable cidos normalmente consideran l p eriori dad de su poder como un signo de su valor humano eevado, los grupos marginados, mientras el dierencial de er sea grande y la sum isión inevitable, experimentan emo cio ente su in eriori dad de poder como un si gno de in eriorid ad humn. Por consig uiente, una mi rada a los caso s má s extr emos esigualdades de pode r en confguracio nes entre est ablecidos y rg inados, en las que el impacto en la estru ctura de la perso a d de los marginados se muestra con toda su severidad, e ayudar a mostrar desde una me jo r perspectiva las caracte cas de personalidad y experiencias relaconadas de los mardos en casos en los que el desequilibrio sea menor y la po a sumsi ón y el sentido de i nerioridad más moderado s. A és del sondeo de aspectos experimentales de las confgura e entre estab lecidos y marginados se pueden alcanzar c apas a experiencia humana en las que las di erencias en l a tradi cult ural no desempeñen un papel important e. grupos establecidos que tienen una gran margenmarginade poder a Los isposición tienden a experimentar los grupos c omo s i eran particularme nte impu ros y no sólo como re es quebrantadores de leyes y normas (las leyes y las normas o estable cidos) . En Winston Parva, el oprobo de la impur eza e e adscribía a los marginados era relati vamen te ligero (y a lo o se justifcaba en el caso de la «minoría de los peores»). N obstan te, las vi ejas milias alber gaban la sos pecha d e que las de « allá», y en especial sus cocinas, no estaban t an lmpias o debían. Ca si en todos lados, los miembros de grupos esta ecdos, y aún más aquellos grupos que aspiran a la clase diri e se enorgullecen d e ser más limpios que los marginados de era literal y fgurativa; y, dadas las condiciones más pobres chos grupos marginado s, probab lement e suelen estar en lo e cto. El sentimiento extendido entre los grupos establecido s ue el contacto con los miembros de un grupo marginado amina se refere a la contaminación po r anomia y suciedad a . Shakespeare habló de un «artífce laco y sucio». Desde 1 8 3 0, el térm ino « los grandes suc ios» se ext endió para re erirse a cl ases ba jas» de la Inglater ra en proceso de industrialización 41
INTRODUCCIÓN
y el Oxford English Dictionarycita a alguien que en 1 868 escribe: «Cada v ez que ha blo de [ ... las clases traba jadoras, es en el sentido de los " grandes sucio s» . En e l caso de dieren ciale s d e poder muy gran des y, p or consiguiente, de una gran opresión , los g rupos de marginados sue len considerarse sucios y apenas humanos. Tomemos como ejempo una des cripci ón de un vi ejo gr upo marginado de Japón, los buraku min (su antiguo nombre estigmático eta, que signifca iteralmente «lleno de suciedad», ahoa sólo se usa en secreto): Estas personas tienen peores casas, una mala educación, trabajos má s duros y mal pagados, y may or pr opensi ón a comete r crímenes que el japonés común Pocos japoneses ordinarios socializarían conscientemente con ellos Aún menos permitirían que su hijo o hij a se casara co n una milia de parias Sin embargo, lo más extraordinario es que no existe ninguna diferenci a física e sencia l entre los d escendie ntes de l os pari as y el res to[.de . ]los j aponeses Siglos de discriminación, de ser tratados como si no eran humano s, y d e hacerles creer que por perten ecer a los burakumin no son lo sucientemente buenos para rmar parte de la vida ja ponesa común han dejado su marca en l a ment e d e l os burakumi n [. . . ] He aquí una entrevista con uno de eos, levada a cabo hace varios años; se le preguntó si sentía que era igual a un japonés co mún Respuesta «No, matamos animales Somos sucios y algunos piensan que no somos humanos» Pregunta: «¿Tú crees que eres humano? » Respuesta (pausa la rga) «No lo sé . . Somo s malos y UciO»2
Si se otorga una mala ma a un grupo, es probable que cumpla con las expectativas En el caso de Winston Parva, la sección que suía una exclusión más severa dentro del grupo marginado aún era capaz de responder, si bien de manera subrepticia. En qué med ida la ver güenza que poduce la estigmati 2
Mark Frankland «Japan's Angry Untouchables» Observer Ma gazine (2 de noviembre de 97 5 ), pp. 40 y s s. 42
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ión inevita ble por parte de un grupo establecido s e convierte rma agresiva en na apatía paraizate, e qué medida en ua o y n anarquía, depede de la situación geeral. He aquí lo que día e Winston Parva: Los n iños y los adolescentes de la minor ía despreciada d e la Urbani ación eran eitados por sus «respetables» coetáneos de la «alea», quienes los rechazaban y excluían con una rmeza aún ma or que sus padres porque el «mal ejemplo» que establecían amenazaba sus defensas contra los deseos desordenados en su interior; y , ya qu e la mino ría salaje de jóenes se sentía rechazada, ntentaban engarse comportándose m al con mayor delberación El conocimento de que al ser ruidosos, destructores y ofensios podían molestar a quien es los rechazaban y trataban como parias servía como un incentio añadido, quizá como el mayor incenti o, para su «mal comportamiento» Disutaban hacer precsamente las cosas de las que se les cu lpaba como un acto de enganza con tra aquellos que los culpaban 3 Y quí el estudio sobre los burak umi :
Las identidades propia s de m inorías como éstas pueden nolucr ar un retraimiento social a guetos o, si el contacto con la mayoría es necesario o conveniente, la aceptación de roles sociales p erertidos e cara al grupo mayoritaro Estos roles pervertidos suelen ino lucrar una gran hostlidad oculta haca c ualquier rma de autoria que ejerzan los mi embros del grup o mayortario. Estos sent ientos son u na consecuen cia de la exp lotación de una generación tras ot ra [ . . . ] Uno descubre que los hijos de los parias son más propensos a la agresividad y que, en certo sentido, materalian os estereotpos que se les atrbuyen, al menos en cierta medida.4 1
Véase infra, pp. 199-200. Be Whitak er, « Japa's Ot casts : Te Probl em o th e Brak mi , e Be Whi (coord), Te Furth World: Victims o Group Oppression, Sidwick & Jackso, Ls, 1972 p 316. Existe otro pralelismo co la situació de Wisto Parva: «Es saio hacer hincapié e el hech o de qe las accioe s pervertidas sólo ocrre etre mioría de los parias, aqe es a porció sigifcativamete elevada si se com o el total de la població» (p 317) 43
INTRODUCCIÓN
Se ha adquirido el hábito de explicar relaciones grupales como las aquí descritas como si eran el resultado de dierenci as raciales, étnicas y , en ocasion es, religios as. Ninguna de estas explicaciones nciona aquí. La minoría de los burakumin en Japón proviene del mismo linaje que la mayoría de los japoneses; parece que descienden de grupos o cupacionales de ba ja ca tegoría, como aquellos que se asoci an con la muerte, el parto, la matan za de ganado y los pr oductos que provienen de ella. Con el progreso de la sensibilidad de la clase gobernante guerrera y sacerdotal de Japón, lo que se puede considerar un aspecto del proceso de la civilización en es e p aís, así como en c ualquier otro lugar, y que se manifesta en el desarrollo de las enseñanzas sin toístas y budistas, est os grupos humildes probable mente ero n sujetos de la s egregación hereditaria que s e promov ió de manera rigurosa desde ca. 1600 d. C.5 Se consideraba que el contacto con ellos contaminaba , se hizo que algunos de ellos portaran un parche de piel en las mangas de sus kimonos y el matrimonio con Anque la ma yoría los japonese estaba estric tamente prohibido las de dierencias entres los parias y otros j aponeses eran resultado del desarrollo de una relación entre establecidos y marginados y , por lo tanto , tenían un srcen compl etamente so cial, en estudios recientes el grupo marginado ha mostrado mu chas de la s características que actualmente suele n aso ciarse con dierencias raciales o étnicas. Quizá baste mencionar una de ellas: «Inrmes recientes de psicólogos japoneses demuestran que existe una di erencia si stemática entre los puntaje s que l os hijos de la mayoría y los de os parias que asisten a las mismas [. . . ] esc uelas obtienen en pruebas de co efciente intelectual y en evaluaciones » Lo anterior rma parte de la creciente evidencia de que crecer como miembr o de un grupo marginado estigmatizado puede resultar en defciencias intelectuales y emocionales particulares. 7 De ningna manera es u n accidente que se descu 5 6
!bid, p. 310 !bid., pp 314-315
7 Uno de los fctores que pue de modicar el impacto que su situaci ón genera en los miembros de un grupo marginado es la pertenencia a una tradición cultural propia. Dicha tradición, especialmente si incorpora, como en el caso judío, una erte tradi44
INTRODUCCIÓN
n características similares e el caso de las relacioes etre lecidos y margiados que o depede de dierecias ra ls o ét icas y e las que sí lo hace. La evi decia sugiere que, ié e el último caso, estas características o se debe a cias raciales o éticas e cuato tales, sio al hecho de o es u grupo establecido co r ecu rso s de po der supe rio y el otro es u grupo margiado, eormemete ierior e o s de su ídice de poder, cotra el que el grupo estableci ede cerr ar sus flas. E otras palabras, lo que suele ll amarse lcioes de raza» o so más que relacioes etre estableci s y margiados de u tipo p articular. El hecho de que la apa n c a de los mi embros de ambos grup os s ea die rete o de que iembros de· u grupo hable co u aceto y ua soltura tes sólo sirve como u rasgo distitivo que cilita recocr a los miembros de u grupo margiado como tales. La nmia ció «prejuicio racial» tampo co es espe cialmete apta. ersió, el desprecio o el odio que los miembros de u gruy el miedo de stablecido grupo l cotactosiete cercaohacia co u éstos los margiado, cotamie, o difere e s e los que la apariecia sica de ambos grupos es clara n distita y e los que so ta idistiguibles sicamete, los margiados co meor poder debe portar ua isig e muestre su idet idad. Precie ra que térmios com o rcial y étnico, de uso didi este cotexto tato e la sociología como e la sociedad eral, so sitomáticos de ua acció evasiva ideológica. so poe ateció a lo periérico e estas relacioes (e. g. cias e el color de la piel) y aleja la mirada de lo cetral y la exclusió del (e. g. las dierecias e el ídice de poder co meor poder de posicioes co u potecial de po ás elevado). Si importar si los grupos a los que uo se esca y una amplia valoración de los logros intelectuales, quizá puede proteger cea medida a os niños de este grupo del ecto traumátco que puede tener sobre sollo estar expuestos a la estigmatización perpeua por parte del gupo establec i do: e la humillación no sólo de ellos, sino de sus padres y de todo el grup, cuya i age valo frman una parte vital de su propia imagen, de su identidad individual Y o evaluación. ción en
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refere cuado habla de «relacioes raciales» o de «prejuicio ra cial» difere e su ascedecia y apariecia «racial», el aspecto destacad o de su relació es que se relaci oa de ua maer a que dota a uo de ellos co recur sos de pod er mucho mayore s que al otro, y permite que ese grupo excluya a miembros del otro gr upo del acceso al cetro de estos recursos y de u cotacto más cercao co sus propios miembros, relegádolos así a la posició de margiados. Por lo tato , i cluso si existe di erecias e la apariecia sica y e otros aspectos biológicos a los que os reerimos como « raciales» e estos caso s, la socio diámica de gru pos relacioados etre sí como establecidos y margiados está determiada por la maera de vicularse y o por las características que pos ee lo s grupos ivolucrados idepedietemet e de ésta. Las tesioe s y los c olictos de grupo iheretes a esta maera de vicula ció puede estar dormi dos ( como suele ser el caso cuad o los diereci ales de poder so muy g rade s) ; pue de salirsia el la equilibrio luz e rma de colictos (como suele suceder de poder cambiacotiuos a vo r de los margiados) , pero, se a cual ere e l caso, es imposible eteder la erza imperiosa de este tipo de vículos y la impotecia particular de los grupos de per soas que se vicula etre sí de esta maera, si o se ve claramete que está atra pados e u doble udo. Si la depedecia es casi totalmete uilateral y el dierecial de poder etr e establecido s y margiad os es , por cosigu iete, muy elevado, esto puede volverse ioperate; como, por ejemplo, e el caso de los idios america os e alguos países latioame rica os . E tales casos, los margiados o cumple igua ció para los grupos establecidos: so u simple obst áculo y, como t ales, cotiuamete se les extermia o se les expulsa y deja morir. Si embargo, cuado los grupos establecidos ecesita de algua maera a los grupos margiados, cuado cumple algu na ci ó, este doble udo comie za a trabajar de maera más evidete y lo hace cada vez más si la desigualdad de la depe decia, si desaparecer, dismiuye; si el equilibrio de poder se iclia e algu a medid a a vor de los margiad os. Co el f de verlo, podríamos cosiderar las dos citas ateriores: la del
INTRODUCCIÓN
óc ata atenie nse acos tumbad o a g oberna y desdeñ oso del comú, y la del margiado burakumi que medía a su gupo y, p o lo tato, a sí mismo co la regla de la clase n ate. Estas dos pesoas represeta extremos, la ua ta mete covecida del valo supemo de su grupo, la e su maldad. La supeioridad de poder collev a vetajas para los grupos s de ela. Alguas so materiales o ecoómicas. Bajo el i n fujo de Marx, éstas ha atraído ua ateció particular. E la a de los casos su estudio resulta bastate idispesable e etedimiet o de las relacioes etre establecidos y mar s, pero o so las úicas vetaja s que se suma a fv or de po establec ido co u poder elevado por s obre u grupo nado co poco poder. E la relació etre establecidos y gados e Wisto Parva, la búsqueda de vet ajas ecoó s po parte de los primeos desempeñaba u papel míim o. ¿Qué tas vetajas icita a grupos establecidos a pelear co
c ad por su superioridad? quéecoómicas? otras pr ivaciones se loscoservar grupos margiados, además¿De de las nngú motivo es sólo e la pe queña comuidad sububaa de e tata este estudio dode puede descubirse capas o icas del coicto etre grupos establecidos y margiados. Incuso e los ca sos e que la lucha por la distribu ció de l s ecusos ecoómicos pareciea estar e el cetro , como e la d s ta etre los trabajadores y los admiistadores de ua pera otas etes de coicto además de la relació e saaio s y gaacias. De hecho, la supemacía de los aspectos ec nómicos e los c oictos etr e establecidos y magiados esta más prouciada cuado el equilibio de poder et e s ctedietes es má s desigual, cua do se icl ia co mayor f e rz a a vor del grupo establecido. Ete meos sea así, más ente ecoocibles seá otros aspectos o ecoómic os de l as s es y los coictos. Cuado los grupos margiados e n bligados a vivi a ivel de subsistecia, el tamaño de sus cas sobepasa e importacia a otos equerim ietos. E t e s se elev e po ec ima del i vel de subsis tecia etre má s sea su salaio sus ecusos ecoómicos, sevá como 47
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un medo para satscer otros r equerm entos humanos además de calmar sus necesdades anmales báscas o materales; los grupos en esa situacón son más propensos a sentr pronda mente la inerordad socal: la nerordad de estatus y poder de la que suen. Es justo en esta stuacón que la batalla entre establecd os y margnados deja gradualmente de ser , para los úl tmos , s mpleme nte una lucha por calmar el hambre, por los me dos para la supervvenca sica, y se converte también en una batal la por la sa tsccón de otros requermentos humanos. Las consecuencas del gran descubrmento de Marx y la tendenc a a ver en éste el fnal del camno en cu anto a descubr mentos sobre las so cedades humanas opacan aún en certa medda la natu ralez a de estos requermentos. Es mejo r consderar tal descubrm ento como la man estac ón de un comenzo. Entre las metas que chocan en las relac ones entre establecdos y mar gnados, la meta por parte de los margnado s de calmar su hambre, de satscer sus requermentos anmales y materales más junto con la deensa contra la anqulacón sica aelementales, manos de sus enemgos humanos, en pocas palabras la meta simple de la supervvenca sca, tene prordad sobre cualque r otra cuando su cumplmiento es nc erto. Aun h oy, ésa sgue sendo la meta prncpal de grandes secc ones de la huma ndad, en parte porque otras seccones más poderosas consu men demas ado, pues generalment e la poblac ón humana crece con mayor velocdad que sus suminstros de almento y la hu mandad está demasado dvidda para tomar cualquer accón concertada que se encamne a remedar la a lccón de los grupo s menos poderosos de margnados, en parte porque la crecente nterdependenca de todas las seccones de la humanidad ha in tensfcado sus batallas ntestnas, y no hemos aprenddo la lec ción de que, en un mundo cada vez más nterdependente, la domnac ón de un s ector de la humandad sobr e los otros tendrá un eecto de búmeran. Así, Marx descubrió una verdad mportante cuando señaló la distribucó n desgual de los medos de producción y , por con siguiente, la dstrbu cón desgual de los medos necesaros para satiscer las necesdades materales de los hombres; pero sólo
INTRODUCCIÓN
n verdad a medias. Marx presetó como la ete d el cho metas etre los grupos de poder elevado y reducido el e de metas ecoómicas, c omo la de asegurar u sumiistro mida sufciete. Así, hasta uestros días, la búsqueda de ecoómicas, co este uso elástico y abiguo del térmio « nmic o» , parece a muchos la meta real y básica de los grup o s maos, y si otras se compara co ésta parece meos sea lo que ere qu e eso sigifca. n duda, e el caso extremo de los grupos humaos que ha expuestos por largos period os a la hambrua, al deseo de o, de maera más geeral, de supervivecia sica, éstas n ciertame te, teer prioridad sobre cualqu ier otra meta. Las ersoas se puede humillar, puede matar a otros y co los, regres ado así a u estado casi aimal; ya se ha visto los. La comida, la gratifcació de las ecesidades mate es, ciertam ete, básica, pero, si la b úsqueda por la satiscn e este tipo de meta humaa predomia hasta el puto de a lascaracterísticas demás, es probable que que los humaos pierda algu las específcas los distigue de otros les; puede se r que ya o t ega la capacid ad de perseguir metas que so e specífcamet e humaas, cuya satiscció én puede disputarse e las bata llas de poder etre grupos nos. Existe cierta difcultad para ecotrar los coceptos dos para re erirse a ellas, porque los que actualme te tee nuestra disp osició tiee u toque de idealismo; s uea si h abláramos de algo que o es real de l todo; al meos o l y tagib le como la satis cció del hambre. Si embargo, no iteta explicar y eteder la diámica de las relacioes st ablecidos y margiados que este libr o ilustra, es ecesa c simplemete que desempeña u papel muy real e los es de metas etre grupos humaos viculados etre sí de nera. Tmemos uevamete como ejemplo la declaració del ro de los burakumi ates citada. Es posible asumir que J ó, como e todo el mudo, la codició de paria de este estaba ítimamete ligada co rmas de explotació mica. Si embargo, los burakumi tiee e l sociedad 49
INTRODUCCIÓN
japonesa un lugar y una nción tradicion ales. Actualmente pa rece que algunos son pobres, aunque no son notoriamente má pobres que la mayoría de los pobres japoneses, y algunos so bastante aca udalados Sin embargo, el estigma no desaparece. L carencia principal que sue el grupo margin ado no es la de co mida. ¿Cómo llamarla? ¿Carencia de valor?, ¿de signifcado?, ¿de s u medida de amor y respeto p ropios ? La estigmatización, como aspecto de una relación entre establecidos y marginados, suele asociarse con un tipo específco de ntasía colectiva desarrollado por el grupo establecido. Al mismo tiempo que reeja la aversión (el prejuicio) que sus miembros sienten hacia los integ rantes de l grupo marginado, l justifca. Por lo tanto, de acuerdo con la tradición de boca en boca de la mayoría japonesa, l os burakumin p ortan en su person un signo sico heredado de pertenencia a l grupo paria: un a marca de nacimiento azulada bajo cada brazo.8 Esto ilustra de maner a mu y gráfca el ncionamiento y ta mbién la nción de las ntasías de la clas esocial dominante re lación co sus grupoal sgrupo marginados: el estigma que susenmiembros ad n judican marginado se transrma en su imaginación en un estigma material , se cosi fca. Se muestr a como algo obj etivo, algo qu e la naturaleza o los dioses implantaron sobre los marginados. Así, el grupo que estigmatiza queda eximido de cualquier culpa: no somos nosotrs, implica una ntasía de este tipo, los que han puesto el estigm a sobre estas personas, sin o los poderes que hicieron el mundo, ellos pusieron el sig no que los distingue como inerior es o m alo s. La reerenc ia a un colo r de piel diere nte y a otras características biológicas o innatas de los grupos que reciben o recib ieron un tra to de in erioridad por part e de un grupo establecido tiene la misma nción de objetivar en esta relaci ón que la re erencia al estigma azul imaginar io de los bu " Be Whtaker op cit., p 337. U poet urakum Maruoka Tadao escrió poema que se cita e este artículo y qe refere esta creecia Éstas so las dos útimas estros: «ÜÍ n ssrro / como el ljo del viento de oca a oca / qe bajo cada axila llevo marca / del tamaño de a palma / [ . ] / ¿Quié marcó m costado? ¿Por qué razó? / ¿Por qé una marca ta descoocida e m yo y m ama? / A hoy el jo de ms pesametos / ta pálido y ío, transparete cual vidr io / me matiee despierto» 50
INTRODUCCIÓN
k in. El signo sico sirve como un símbolo tangible de la ia asumida del otro grupo, de su valor reducido en térmi umanos, de su maldad intrínseca; como la ntasía del es azul, la reerencia a estos signos «objetivos» tiene una ó n en la de ensa de la distribución de las oportunidades de existentes, así como una nción justifcadora. Pertenece m o conju nto de argumen tos pars pro tto, sirve al mismo o como deensa y como agresión, como estigmatización de pos marginados: la con rmación de su imagen gen eral a de una minoría anómica. Un ejemplo más cercano es la ón de las clases trabajadoras del siglo x1x como los «gran cios». Sn embargo, u n acercamien to a una confguración entre es cidos y marg inados com o un ti po estacionari o de relaci ón ede ser más que un paso prepara torio. Los probleas que s e entan en una exploración de este tipo sólo quedan ex ts si se c onsidera el equi librio de poder entre es tos grupos salgo cambiant e y si semas bushumano ca un modelo que muestre, o al bosque je, los proble s incluidos los econó inhere ntes a esto s cambios. Actu almente, la compleja nía del movimiento de auge y caída de los grupos en el o de grupos establecidos que se convierten en margina , como grupos, desaparec en por complet o, de grup os mar ds cuyos representantes avanzan como una nueva clase nante e n posic iones que ant es tenía n negadas o, como pue ceder, que se para lizan por la opresi ón se manti ene en a edida oculta. Lo mismo sucede con la dirección de es to s c mbios a larg o plazo ; t al com o la que va de luchas locales l equilibrio de poder entre una variedad de comunidades amente pequeñas, a aquella entre una cantidad cada vez de comunidades cada vez más gra ndes. En una époc a en ls ovimientos de viejo s grupos de marginados a posici o n e s d poder se multiplican y, al mismo tiempo, el eje principal si ón en una escala glo bal ocurre, más que nunca, entre dos des unidades estatales, la lta de una teoría general de los ios en lo s dierenciales de pod er y de los prob lemas hu ma n o s ociados con ellos quiz á no result e sorprendente. 51
INTRODUCCIÓN
No obstante, la presente preocupación por los problemas actuales a corto plazo y la conce pción del desarrollo a largo plazo de las sociedades como un preludio histórico no est ructurado aún limitan el entendimiento de las largas secuencias en el des arrollo de las sociedades y de su carácter direccional, de secu en cias como la del movimiento de auge y declive de grupos, y la dialéctica de la opresión y contraopresión de las ideas de grande za de un grupo establecido, desmoralizadas por los miembros de un grupo previamente marginado, que se eleva y lleva a sus re presentantes a la posición de una clase dominante en un nuevo nivel. La herencia de la vieja ilustración también desempeña un papel en este bloqueo. A pesar de toda la evidencia en el sentido opuesto, la reconrtant e creencia en que los s eres humanos, no sólo como individuos sino también como grupos, normalmente actúan de manera racional mantiene un dominio erte sobre la percepción de las relaciones entre grupos. El ideal de la racionalidad en la conducta de lo s asuntos huma nos aún impide el ac y la dinámica de las confguraciones entre ceso a la estructura establecidos y marginados, y a las ntasías grupales de engran decimiento que éstas pr ovocan , los cual es son datos sociales sui generis, ni racionales ni irracionales. Actualmente, las ntasías de grupo aún escapan a nuestra red conceptual, parecen ntas mas hi stóricos proteicos que apare cen y desaparecen de manera arbitraria. En el estado actual del conocimiento, hemos llegado tan lejos como para ver q ue las experiencias y las ntasías aectivas individuale s no s on arbitrarias: qu e tienen una estructura y una din ámica propias. Hemos aprendido a ver que las experien cias y ntasías personales de este tipo en una etapa temprana pueden i nluir prondamente en la conrmación de los aecto s y la conducta en etapas posteriores; sin embarg o, aún es nece sa rio desarrollar un marco teórico comprobable para el ordenamiento de observaciones sobre las ntasías grupales en relación con el desarroll o de los grupos . Esto puede parecer sorprende nte, pues el desarrollo de ntasías colectivas elogiosas y recriminatorias desempeña un papel tan obvio y vital en la manera de cond ucir asuntos en todos lo s niveles de las relacione s de equili bri o de poder ; además , no es me nos ob vio que tienen un carác 52
INTRODUCCIÓN
ia cróico y ev olutivo. A u vel global, exste, por eje m el sueño amercao y el sueño ruso. Solía existir la misió l adora de los países europeos y el sueño del Tercer Rech, ceor del primero y el segudo. Existe la cotraestigmatza de los atiguos margados, por ejemplo, de países aca en busca de su egrtud y de u su eño propo. n u ivel distto, exste tambié, como veremos e el e te lbro , la dea de los ve jo s re sdetes de Wsto Parva, ees , e ombre de su mayor valor hum ao, rechazaba aso e co los recé llegados y los estgmatzaba, de maera u ave, pero costate, como perso as de meor v alor. ¿ Por lo hacía? Muchas cues tios dieretes puede sacar a la luz tesoes y c lictos etre establecdos y margiados . No obstate, e s u úcleo siempre hay peleas po r el equli brio de poder; como tales , en r de ua lucha sleciosa escodida e la cooperació aria etre dos grupos , detro de u marco de desigualdades te r
a batallas declaradas por cambiosdeepoder el marco cal que materialza estos dereciales y lasistidestuidas, lades que colle van. Se a cual ere el caso, los grupos mar os ( mietras es té comp leta mete so metidos) dirige ua n tác ita o acció abierta hacia la dism iuc ió de los di ecales de poder causates de su posició ierior; los grupos lec idos haca su preservació o icremeto. in embargo, ua vez que el problema de la distribució de l as otuidades de poder que yace e el corazó de las te e y co lictos etr e establecidos y margi ados sale a la lu, cilita el descubrimieto de otro problema subyacete que l pasar inadvertido . Los grupos que se v culan e la rma a cofguració etre estab lecidos y margiados está ro por seres humanos dividuales. El problema es cómo y po ué los sere s humaos se perciben a sí mismos como per tecntes al imo grupo y se incluye dento de las onteras upo establecidas cuado dicen nosotros en su comuica ecpr oca, mientr as que, a la vez, ex cluyen a otros se res hu o a los que perciben como miembos e otro grupo y a e se referen colectivame nte como ellos. 53
INTRO DUCCIÓN
Como veremos, lo s primeros recié legado s a Wisto Parv a o setía que los viejos residetes difriera de ellos e rma algu a; ite taro establecer cotac to co alguos de ellos, co mo uo suele hacer cuado se muda a u uevo vecidario, pero ero rechazados. De esta maera, se les hizo coscietes del hecho de que los vi ejos resid etes se pe rcibía a sí mis mos como u grupo cerrado, a quiees se reería como nosotros, y que percibía a los recié llegados como u grupo de itrusos, a quiees se reería como ellos y a quiees itetaba mateer a distacia. Si se itet a descubrir por qué l o hiciero, e s posible darse cue ta del papel decis ivo que la dime sió temporal, o, e otras palabras, el desarrollo de u grupo, desempeña como determiate de su estructura y sus características. El grupo de «Viejas milias» de Wisto Parva (alguos de cuyos miembros era, por supuesto, muy jóvees) compartía u pasado comú; los recié llegados o. Esta d ierecia teía ua gra importacia tato e la constitució itera d e ambos grupos como e su r elació El grupoque establecido vi ejos residetes estaba do por milias había vdeivido e es e vecidario porcorma dos o tres geeacioes. Había pasado jutos por u proceso grupal del pasado a través del presete y hacia el turo que les proporcio aba u eleco de r ecuer dos compartido s, de apegos y aversio es. Si o se cosidera esta dimesió diacróica del grupo, es impo sible eteder la razó y el sigifcad o detrás del proombre per soal nosotros que usaba para re erirse los uos a lo s otros . Ya qu e había vivido jutos po r u tie mpo co siderabl e, las viejas milias poseía ua cohesió grupal de la que carecía los recié llegados. Estaba uidos etre sí por la itimidad am bivalete y competitiva que caracteriza a los círculos de «viejas milias» e todo el mudo, si importar si so aristocráticas, patricias urbaas, pequeñoburguesas o, como sucede aquí, de clase obrera. Teía ua clasifcació y ua jerarquía propias. Cada milia, e idividualmete cada miembro de ua milia, teía e u mometo dado ua posició establecida e la escala de este orde ; e este libro se establece alguos de los criteri os, otros permaece implícitos. Tato el orde de clasifc ació co mo sus criteios era coocidos, ormalmete, por todos los que 54
INTRODUCCIÓN
necía al gupo, e especial po las mujees. Si embago, só lo e coo cía al i vel de páctic a social o, e otas palabas, a el de abstacció bajo, o de maea explícita e el ivel amete elevado de abstacció que epeseta témios posició so cial de las milias u ode de l estatus iteo rupo. Muchos datos so ciales aú se epes eta cocep nte sólo a u ivel compaable co aquel al que llegao rs acestos cuado eo capaces de distigui ete y cico mazaas o 10 y 20 eletes, peo aú o ea ces de opea a u ivel más elevado de abstacció, co s como tes y cuato o 10 y 20 como símbolos de e lacio ras que o hace eeecia a ig ú objeto tagible espe c De maa sim ila, e este caso, lo s miembos del gupo ecido logab a comuica u estima do de la posició que no oc upaba e el ode d e clasifcació iteo d e su gup n ecuet o caa a caa de maea diecta mediat e sus des y, covesado sobe otos que o estaba pesetes, y
ante asecillas simbólicas a tavés de lasobe ilexió de su voz, ás que a tavés de declaacioes explícitas la posición vada o baja de las milias y de las pe so as e el ode casfcac ió y je aquí a de su gupo. demás, los miembos del gupo de «viejas amilias » se vicun ente sí po exos de itimidad emoc ioal que iba desde tades hasta atipatías establecidas desde tiempo atás. Al igual que las iv alidade s de estatus que se aso cia co ellos, es tos nexos tambié peteecía a u ti po que só lo se desaol la sees humaos que ha v ivido jutos u poceso gupal de l u na du ació. Si estos o s e cosidea esu lta imposible e as oteas que los miembros del gupo establecido de W t Pava demacaba cuado hablaba de ellos mismos c o m nosotrs y de los magiados como ellos. Ya que los exos os, que sugía de u poceso gupal de este tipo, ea es, los ecié llegados, que e u iicio pecibía a los esidetes como persoas iguales a ellos, nuca etedie e todo las raz oes de s u exc lusió y estigmatizació. Los resid ente, p o su pa rte, só lo era c apaces de explicar las t ios de sus setimietos imediatos, de a sensación de 55
INTRODUCCIÓN
que la suy a era ua parte supe rior del v ecidario co istalacioes de esparcimie to, i stitucoes re ligosas y ua política loca que gustaba a todo mudo, y de que ellos o des eaba mez clar su vidas privadas co persoas de partes iferiores del vecidario, a quiees cosideraba meos respetables y obedietes de las leyes qu e ellos. Result a sitomático del alto grado de cotr ol que u grupo cohesivo es capaz de ejercer sobre sus miembros que durate la ivestigació uca hayamos oído de u caso e que u miembro de grupo «viej o» haya ro to el tabú del grupo cotra el cotacto pe rsoal o l aboral co miembros del «uevo» grup o. La opiió itera de cualquier grupo co u alto grado de cohesió tiee ua iuecia proda sobre sus membros como erza reguladora d e sus setim ietos y de su coducta. Si se trata de u grupo establecido que reserva de maera moopóli ca para sus miembros e l acceso a los rec urso s de poder y el carisma grupal, este efecto resulta particularmete prouciado. Esto se debe partedismiuye al he chosidesuque el ídice de poder de u iembro del e grupo comportamieto y sus setimientos se opoe a la opiió grupal de maera tal que ésta se velve en su cotra. Ya que la lucha competitva itestia9 de algú tip o ya sea coteid a o abierta y sonora es ua característic a permaet e de los grupos co cohes ió, la dis miució e la posició de u miembr o del grupo e el estatus de orde itero deblita su habilidad para mateer la suya e la competec ia itera del grupo por el poder y el estatus; e casos sever os , puede expoerlo a la presió del susurro de chis mes recrimiatorios o qizá a la estigmatizació aierta detro del grupo (sin que tega la habilidad de defederse), misma que puede ser tan co stant e y dañi a com o la estigmatiz ació de los margiados. La aproació de la opiió del grupo, como se verá e el estudio sobre Winsto Parva, reqiere del cumplimient o de las noras. El castig o por la deso ediecia del grp o y en ocas ioe s, por la sospecha de u desví o1º es ua pérdida de pod er y una disminuc ión en el estatus personal Véase f p. 2 4 0 también '" Véase el caso de la mujer que invitó a los basureros a su casa, p. 115. 9
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INTRODUCCIÓN
i embargo, e l impacto de la opinión interna del grpo so s miembros va más allá. La opinión grpal cumple en o casos c on la nción y el ca rácter de la conciencia de una o a. De hecho, debido a qu e esta última se conrma en un ceo grupal, se mantiene vinculada a la primera mediante un cordón elástico e invisible. Si el dierencia l de poder es lo su emen te grand e, un miembro de un grupo establecido pu e ostrarse bastante indi erente a lo q ue los marginados pien s e n d él, pero dicilmente se mostrará indierente a la opinión o otros miembros de su grupo, quienes tienen acceso a los c os de poder de cuyo control monopólico participa y con e s comparte un org ullo grup al común, un carisma de gru común. a imagen y el respeto propios de un miembro iclan con lo que otros miembros del grupo piensan de él. i es variable y exible, la conexión entre, por una parte, la oegulación de su conducta y de ss sentimientos el n mieto de las capas de la conciencia más consciente s e i n o denormat algun asi menos conscient y, por a, la opin ión a de alguno de suses grpos del la nootrsotros colapsa o con la cordura. En otras palabras, sólo colapsa si el sentido lidad, la habilidad para distinguir entre lo qe scede en tasías y lo que sucede independietemente de ellas, se ece. La relativa aton omía de n individo, en la medid a e e su conducta y opinión, su respeto y conciencia propias elacionadas de manera ncional con la opinió interna pos a los qe s e refere como nosotros, está si dda s jeta a variación. La opinión, ahora común, de que n individuo o se volvería absoltamente idependiete de la opinión rpo s de osotro s y, en este senti do, absoltamee ató o, es tan egaño sa como la opii ó opest a de qe s atono dsaparecería por completo e un colectivo de robots. A o nos reerimos c ando hablaos de la elasticidad de los e e une la torreg lació n de a pero a co ls presio ladors de grpo de nosotros. Est elasticidad tiene , pero o pto cero L relció e o do tipos cioe reglador (qe ele n distigir como « ocial» Y icológica» ) e dieete etap del proceo l llado 57
INTRODUCCIÓN
«desarrollo socal» merece un estudo aparte. He explorado al gunos aspectos de est e problem a en otra parte. ' En este caso, lo que sobresale d e manera más gráfca e s la manera en que la autorregulac ón de los membros de un grup o establecido un do se vncula con la opnón nterna de dcho grupo. Su susceptibldad a la pre són del grupo de nosotros es, en ese caso , especalmente grande, p orque la pertenenc a a un grupo de este tpo in nde en sus membros un erte sentdo de su elevado valor humano en relacón con los margnados. En un perod o anteror, el mpacto que la creenca de un grupo en su graca y su vrtud ex clusvas en relacón con l os marg nados tenía sobre la autorregulación de los sentmentos y la conducta de sus membros se mostró más promnente en el caso de los grupos que estaban domnado s p or clases gobernantes sacerdotales y, por lo tanto, und os en contra de lo s marg nados por un a creenc a sobrehum ana compar tda. En nuestra época, este impacto de la creenca carsmática de un grupo sobre sus membros alcanz a su mejor e jemplo en elgubernamentales caso de nacones de p oderosas domnadas por clases drgentes partdo, que, po r lo tanto, se un en en contra de los margnados por una creenca soc al compartda en la v rtud y la gracia úncas de su naci ón. En Winston Pa rva era posible observar en mnatura un grupo nuclear conrmado por los membros de las vejas mlas, un establecmento central que resguardaba la vrtud y la respetabldad especial de toda la aldea que, como establecment o de un estrato ba jo, cerraba sus flas con meza en contra de los membros de un vecndaro al que consd eraba menos respetable, habtado por per sona s de menor valor hum ano. En este caso, el control que representaba la opnón grupal podía ser aún más severo debdo a que el grupo establecdo era pequeño y tenía relacones cara a cara. No exstía una sola desercón del grupo establecdo, n un quebre del tabú sobre el contacto personal con los margnados. Esto demuestra cuán eectivo puede resultar en un contexto de este tpo el mecan smo 1
Vése Nbet Elis El prces de la civilización. Investigacines scigenéticas y psicgenéticas, 3ª ed., td. de Ró Gcí Ctrel,FCE, Méxic, 2009 (publicd rigimente cmo Über den Przef der Zivilisation, 2 vos Haus zu Fake Basiea 1939). 58
INTRODUCCIÓN
e mios y castigos al que ates aludí para mate er a raya la egula ció de l os miembros idiv iduales; s e pu ede mate aya mediat e la part icipació gratifcate del v alor humano p erior del gru po y el aumeto c orrespodiete del amor y e l p eto propios de u idividuo, reafrmados por la aproba cotiua de la opi ió iter a del grupo y , al mism o tiemimp oe de p o , mediate las estriccioes que cada miembro se do co las ormas y los estádares del grupo. Por cosi te, el estudio del grupo estab lecid o de Wis to Para det ra a meor escala la maera e que el au tocotrol idivi y la opiió grupal se correspode etre sí. Debemo s a Freud u gra ava ce e el etedimieto de lo s ceos gruples durate los cuales toma rma las agecias tocotrol de los seres hum aos. No obstate, e buea me eud coceptualizó sus descubrimietos de tal maera arec iera que cada ser humao es ua uidad idepedie t e : ho ro clausus . Recooció la capacidad humaa específca de
preder a cotrolar y, hasta malea cierta medida, para crearco u sus de sus pu lsioes libidiales bles de acuerdo e iec ias detro de u grupo omativo; si embar go, cocepi las cioes de autocotrol, cuyo desarrollo observó co l yda de estas expeiecias, como si era ógaos como los ñes o el corazó. E pocas palabras, cotiuó ua tadició goza de amplia recepció tato e la proesió médica e el público lego e geeral. Repesetó de maera col las cioes de cotrol y orietació e u nivel de alid ad de u orgaismo humao, que adquiee atroes i te el apredizaje, como si era órgaos e uo de sus le más b ajos, a lo qe el ap redizaje apeas aect Descu e el proceso grupal de ua relació etre padre, made e iee ua iluecia detemiate sobe los paros de las es elemetales de ua pesoa y sobre la rmció de cioes de autocotol e la icia tempr a. o obs a vez cormada, a su parece , cioa or sí sol as, epedie temete de los procesos gupa les p ste iore e l o s e cad a pers oa se ve ivoluc rada desde la i nci hasta la Por cosiguiete, propuso la cocepció de s cioes 59
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de autocotrol de los se res humaos u yo, u superyó o u ideal d el yo, como él las llamó a tal grado que cioa e lo que pareciera ser ua autoomía absoluta detro de u idivi duo. Si embargo, las capas de estruct ura de la perso alida d que matiee su relació más directa y cercaa co los procesos grupales e los que partici pa ua persoa, sobre todo la image del osotros y el ideal del osotros de la persoa, estaba más allá de este horizote. No los coceptualizó y pro bableme te o los cosideraba como parte de lo que llamó realidad, e co traste co las tasías a ectivas y los s ueño s, a los que pro bable mete cosideraba su preocupació pricipal. Si importar cuáto haya cotribuido al etedimieto de los vículos que ue a las persoas etre sí, su coce pto de los hombres aú era e buea medida aquel del idividuo aislado. De acuerdo co esta vi sió, las personas parecía estructuradas, mietras que las sociedades rmadas por persoas iterdepedietes parecía cotextos, «realidad» desestructurada, cuya diámica e apa riecia o iluía ser humao idividual. La image y e el el ideal del osotros de ua persoa rma parte de su image y su ideal del yo e la misma medida que la image o ideal de ella misma como ua persoa ú ica a la que se refere como yo. No resulta dicil ver que asercioes como «Yo, Pat O'Brie, soy irladés» implica ua image del yo así como ua image del osotros. Lo mismo sucede co asercio es como « soy mexicao» , «soy budist a» , «rmo parte de la clase obrera» o «somos ua vieja milia escocesa». Estos y otros aspectos de la idetidad grupa l de ua per soa rma parte ite gral de su idetidad persoal e la misma medida que aquellos que la distigue de otros miembros de su grupo de osotros. E ua ocasió Freud señaló qu e u cola pso e la estructura de la persoalidad, como e el caso de las e ermedades eu róticas o psicótic as, puede permitir que u observador perciba las cioes itercoectadas de maera más clara que e su cio amie to ormal . Mutatis mutandis, se podría afrmar lo miso de la image y el ideal del osotros; so siempre cojuntos de ntasías emotias e imágees realistas, pero se destaca de maera más aguda cuado la tasía y la realidad se quiebran, 60
INTRODUCCIÓN
cando eso scede el contenido de s ntasía se acentúa. ierencia reside en qe, en el caso de nciones de la perso d c omo l a imagen y el ideal del yo, las ntasías emotivas sentan pramente experiencias personales de n proceso po ; en el caso de la imagen del nosotros y el ideal del no s son versiones p ersonales de ntasías col ectivas. Un ejemplo sorprendente en nestra época es el de la ima y el ideal del nosotros de n aciones qe algna vez eron rosas, cya sperioridad en relación con otras ha decreci miembros peden sir drante siglos porqe el ideal ático del nosotros del grpo, moldeado a partir de na en idealizada d e ellos mismos drante los días de s grande ermanece drante muchas generaciones como n modelo ellos sienten, deben igalar sin qe sean capaces de hacerlo. eplandor de s v ida colecti va como nación se ha esmad o; erioridad de s poder en r elación con ot ros grpos, enten emocionalmente como n símbolo de s valor hmano elevado en relación conNo el valor inerior de los está cperablemente perdida. obstante, el seño deotros, s caris epecial se mantiene con vida en na variedad de rmas: nte la enseñanza de la historia, en los edifcios antigos, aes tras de l a nación en ss tiempos de g loria, o median evos logros qe en apariencia conf rman la grandez a de s o. Drante n tiempo, el escdo de la ntasía de s cari s aginado como n gr po dirigen te establecido pe de pro nar a na nación en declive la erza par a contina r. E n entido pede tener n valor de sobrevivencia. Sin embar is crepancia entre la posición actal y la imaginada de n en relación con otros también pede conllevar n cálclo vocado de ss recrsos de poder y , po r consigiente, sgerir etrategia grpal en bsca de na imagen ntástica de s neza qe pede condcir a s atodestrcción así como a la cción de otros grpos interdependientes. Los seños de las nes (como los de otros grpos) son peligrosos;12 n ideal " L rigidez de la ima ge del osotros y l cosiguiete icapacidad de los grupos p a ra ptarla a las codicioes cambiates de la vida o sólo se vueve evidetes e n ls frtunas de grupos grandes, como las clases sociales o las acioes, sio tambié 61
INTRODUCCIÓN
del nosotros aumentado es un síntoma de una enermedad co ectiv a Se po dría ganar much o de una me jor comprensión de l dinámica de las confguraciones entre estabecidos y marginados y, po r lo tanto, de os problemas inv olucrados en a p osic ión camb iant e de los grupos interr elacionados, del ascenso de gru pos a una posición de clase dirigente monopólica de a que se excluye a otros, y de su declive o caída desde dicha posición otra en a que eos mismos se encuentran, en ciertos aspectos entr e os margina dos exc luidos. A este respec to también, e idea de «racionaidad», la herencia de la vieja Iustración, boquea aún e camino hacia una mejor comprensión de dichos probemas; perpetúa a noción de que as naciones y tam bién sus líderes en ge nera actúan «de manera ra cion al», que en es te context o probabemente quiere decir de manera reaista . Los concep tos aquí plantead os como pa rte de una teo ría de los establecidos y los marginados, conceptos como carisma gru pal e ideal del nosotros, pueden ayudar a una comprensión más adecuada de estas reaciones grupaes. E ejempo de estabeci
e las de grupos pequeños. U ejempo reveador se puede ecotrar e «D e tragedie der Putteae•> e el libro de A va Datzig Normaal is niet gewoon (De Bezige Bij, Ámsterdam, 1974, pp 21 y ss) El autor describe as rtnas de grupo conrmado por 452 persoas que pasaro todas sus vidas e una pequeña comuidad adeana eerladesa hasta que e ovembre de 1944 se les desarraigó y evió como grupo ª u campo de cocetració. Por rega geera, matuviero su obediecia a as or mas de la atiga adea, i. e trabajaro co la misma erza que ates, tomaban des casos que consideraban jstifcados, mostraron su indignació sobre varios aspectos de a vida e el campo, etc. E pocas palabras, mateerse jutos les impidi ó comportarse de ua maera que a opiió púbica de la adea hubiera desaprobado E cotro recí proco automático de os adeaos o les permitió ajustar sus estádares de coducta a as condicioes competamete dierentes de a vida en campo de cocentració Sóo 32 de eos regresaro a Putte, dode muriero tres más Por supuesto, resulta imposible asegurar que su ídice de sobrevivecia hubiera sido mayor si o se les hu biera eviado como grupo razoablemete itegrado; si embargo o que sí podemos afrmar es qe este hecho que se es eviara a u campo de cocetración como un grupo (que e otras ocasiones see cosiderarse un ctor de sobrevive cia pos iti vo) e ste caso cotribuyó a que s u ídice de sobrevive cia era ta bajo E pocas paabras como dce el autor: «Muchos habitates de Putte ero icapaces de liberarse de as leyes que por tato tiempo había determiado e curso de sus vidas y la estructura de su comidad» Va Dantzig acierta cuado dice que «e psicoanálisis y a sociología podrían haberse econtrado aq E caso qe describe de manera ta gráfca muestra m caramete a ecesidad de cosiderar e conjnto e idea de osotros jto co e idea de yo como partes de a estrctura de a personaidad. 62
INTRODUCCIÓN
s poderosos taes como aqueos grupos nacionaes que en su gran estatus de poder y se hunde n en as fas de es ta ientos de segundo o tercer nive muestra nuevamente e cho víncuo entre os índices de poder de los grupos y l a gen de nosotros de sus miembros Sacar estos víncuos a u z no impica que rmen parte inmutable de a naturaleza na. De hecho, entre más grande sea a conciencia de a ción emotiva de un gran poder con un gran vaor humano, más elevadas serán as oportunidades de una estimación crítica cmbio. Los grupos destacados de naciones, o de cases so y otros agrupamientos de seres humanos, son propensos e e punto más ágido de su poder a ideas de gra ndeza. La d de automejorarse de un índice de poder eevado adul e or propio coectivo , mis mo que también es a recompe nsa p or sumisión a normas grupaes específcas, a patrones de con ectivo car acterísticos de ese gru po y que s e creen ausentes e n s grupos menos poderosos, «ineriores», de marginados y pri. Por ls rmas
consiguiente, os patrones tradicionaes contro, de conducta que distinguen a un grupodesuperior, en voverse ágies o incuso quebrarse cuando e amor o que recompensa, a creencia en e carisma espec ia de un que aguna vez e poderoso, aque a con a disminución de su gran superioridad de poder. S in embarg o, como ya se di jo, u n oce so de este tipo oma tie mpo. Puede transcu rrir un argo do antes de que e choqu e de reaidad s e asimie. a creenci ratifcante en a virtud especia, a grac ia o a misión de un puede proteger durante generaciones a os miembros de grupo estabecido del competo entendimiento emociona de cmbio en su posició n, de a comprensión de qu e os dio ses lado, de que e grupo no ha mante nido a e en eos Puede n onocer e cambi o como un hecho, mientr as que su creencia e n e crisma esp ecia de grupo y sus acitudes, a estrategia de rtamient o que o acompaña, s e mantienen como un escudo de asía que evita que sientan e cambio y, por o tanto, que s e a n capaces d e aju starse a las condic ione s trans frmadas d e su men y su e strategia d e grupo. Por o tant o, ya que la adapta realista es una c ondici ón sin a cua l no p ueden alcan zar,
INTRODUCCIÓN
como un grupo con recurso s de poder reducidos, nada que pue da probar su valor humao para sí mismos y para los otros, la negación emocional del cambio, la preservación tácita de su amada imagen carismática g rupal resulta contraproducente. Tarde o temprano se produce un choque de realidad, y su llegada suele ser traumática. Es posible observar grupos (en nuest ra época, principalment e grupos nacionales) cuyos mi embros, en su mayoría sin saberlo, parecieran mantenerse en una condici ón de duelo por la grandeza perdid a. Es como si dijeran: si no podemos cumplir con la imagen del nosotros que teníamos en el momento de nuestra grandeza, entonces no tiene sen tido hacer nada. Con la ayuda de esta reerencia a los casos en que los cambios en la posición que mantiene u n grupo en relación con otros incrementan los aspectos irreales de la imagen y el ideal colecti vos, puede resultar más sencillo entender el ncionamiento de la image n del nosot ros y e l ideal del nosotros de u n grupo est ablecido el siguiente estudio. ese caso grupo deeneste tipo mientras aúnEnconse rva encontramos por completoasuunposi ció n superior e n relaci ón co n los marginados. L a exist encia misma de los marginados interdependientes que no comparten ni el ndo de los recuerdos colectivos ni, así pareciera, las mismas normas de respetabilidad del grupo establecido actúa como un ctor irritante; los miembros de este último lo perciben como un ataque contra su imagen y su ideal del nosotros. El rechazo tajante y la estigmatización de los marginados son el contraataque. El grupo establecido se siente obligado a rechazar lo que ellos experimentan como una amenaza a la superioridad de su poder (en términ os de su co hesión y monopolización de las ofcin as y s ervicios local es) y a su superiori dad humana, a su c arisma grupal, mediante un contraataque, el rechazo continuo y la humillación del otro grupo. La circulación de los chismes recriminatorios y su mancha sobre la imagen de los marginados se pueden considerar carac terísticas permanentes de este tipo de confguración. En otros casos se vuelven rutin a y pueden mant enerse durante siglos. Entre las caracte rísticas más reve lad oras de las estrategias de los grupos
INTRODUCCIÓN
e cidos está imptar a los marginados, c omo amonestación , ns de ss propias actitudes com nes, qe e s caso sel en n les alabanzas. Por lo tanto, en na aldea india, los intoca eben qitarse los zapatos mientras pas an por las calles de t hindú, pes calzar zapa tos eq ivale a « nrronear» ; en gares, los descastados no tenían permitido sar bigotes con ntas eleva das porqe éstos implicaban presnción . 13 De la misma manera, n escrit or esta dni dens e, qe n o c a e relacione s con la c las e dirige nte, 14 dijo con absolta ino qe los intelectales negros «tenían sed de poder», sin en centa e l so perdrable q e los estadnidenses blan icieron de s propia sperioridad como n medio par a ex d los descendientes de esclavos de la participación en los o s de poder qe habían monopoliza do. Uno de los aspect os más sorprendentes de la manera de en c r en actalid ad la s relaciones entre establecidos y margnados n onnotaci ones « raciales» es s amplia dis csión como n pro de qe aqí y no ahora. excl sióncon del lo proceso grpal de larga ción debe La conndirse qe llamamos ria- del estdio de este tipo de relación entre estab lecidos y mar o tiende a distorsionar el problema. Al disc tir los pr oble ciales se tiene la propensón a vender la leche antes de or eña la vaca. Comúnmente, se argye qe las personas per cib os otros como si pertenecieran a otro grpo po rqe el color d s u piel es dierente. Sería más pntal preguntarse cómo s d i ó q e en es te mndo s e haya caído en el hábito de percibir a l a s eon as con n color de piel distinto como si pertenecieran r grpo. Este problema pone inmediatamente de mani festo el go proceso d rante el cal los grpos hm anos evol cion ao en dierentes partes de la Tierr a, se adaptaron a distinta s con ne sicas y le go, tras largos periodos de aislamiento, en t r n en contacto entre sí co mo conqistadores y conqistados y pr o tanto, dentr o de na misma soc iedad, como establecidos 1
orte del Comité Elayaperumal 1960 apud. Dili Hiro, e Untouchab/es of
India, orte núm 26 Minori Rights Group Londres, 1975, . 9. 1 Vs Eric Hofer, e Temper of our Time, Perennial Library Nueva York, 69, . 6 4
INTRODUCCIÓN
marginados. Fe como restado de este argo proceso de entremezca, en e qe grpos con dierentes características sicas se vovieron interdependientes como amos y escavos, o en otras pos ici one s con grandes di erenc iaes de poder, qe as dierencias en a apariencia sica se convirtieron en señ aes de a pertenencia a grpos c on distintos índic es de poder, estat s y normas dieren tes. Una vez más se nos rece rda a necesidad de recon stiti r e carácter tempora de o s gr pos y ss reaciones como procesos en a se cenc ia tempora si se desea entender as onteras qe as perso nas estabecen a distingir entre n grpo a qe se referen como nosotros y otro a qe se referen como ellos. E desarroo de a confgración india castasdescastados pede ngir como ejempo. Es no de os proceso s grpaes de s tipo más argos de os qe tenemos agna evidencia doc menta escrita, misma qe data de segundo mienio antes de nestra era. Dicimente se peden entender y expicar as mchas capas de as reaciones entre estabecidos y marginados en y
Indiaata co mo n a actuaidad, v an de asso castas atas a oste desc dos,son sinehacer reerenciaqe a arg o proce grpa dran e ca s confgración acanzó s rma acta. E pnto de partida e a sjeción grada de os primeros habitantes de a India a manos de os invasores de norte qe os conqistaron Aparentemente, estos egaron de as estepas de sr de Rsia a través de Irán, hababan na enga indoeropea y, en agnos docm entos, s e reerían a sí mi smos com o arios de tez car a, cimente distingibes por s apariencia sica de as tribs de pie oscra a as qe vovieron sjetas de s mandato. Entre esto s arios, en compa ración con as ramas de a misma estirpe qe conocemos como as tribs heénicas y germanas, a cha primordia entre gerreros y sace rdotes había restado en a victoria de os útimos . Lo anterior, anado a hecho de qe, en tér mino s nmér icos, os grpos conqis tadore s eran probab ement e mcho más redcidos qe a pobación controada y, además , qe qizá no incían mchas mjeres, evó a na poítica sistemática de cierre y excsión por parte de grpo estabecido en s reación con el pebo controado; aparte de as reaciones de os conqistadores con as mjeres controladas, qe con e paso de 66
INTRODUCCIÓN
la neraciones resultó en una disminución continua de las di-
nc as sc as, de las presuntas di erencias raciales, sin qu e esto c ara una mengua en la exc lusión. Solidifcada en una trad i sta política resultó una condición en la que cada grupo ce r ó s flas en relación con cualquier otr o al que considerara en osició n in erio r. Todos l os grupo s que se distinguían de lo s por su rango y sus nciones sociales se convirtieron en os hereditarios que, en principio, si bien no siempre en la ;J ca, resulta ban inaccesibles para todos aquellos qu e no na n en elos. o r consig uiente, conrm e la so cedad in di a se di erencia a vez más, asumía el caácter de una jerarquía de castas itarias y , en su s niveles más ba jos, de desc astad os heredita a rigidez d e esta tradición de exc lusión grupa pued e ha ebido, en primera instancia, al miedo de los invasores de lara y en es pecial de sus sace rdotes d e pe rder su identdad y su osición privilegiada. Por lo tanto, los conquistadores r n al puebo conquistado a vvr en en las el exterior de sus aldeas. Lo cluyeron de la particpación ceremonias religiosas, cri fcio s y las ora cones a los dio ses y, po r consiguiente, de las ni ciones que conrían a sus participant es. Al negarles la ipación del carisma de su grupo y de sus n ormas, rzar on a conq uistados a la posici ón de un pueblo que era, a sus pro ojos, anómco y , al mismo ti empo, los despreciaba n po r no cer las normas qu e ellos mismos observa ban. La clase sa otal dirigente, los brahmanes, usaron de manera sistem ática su onopoio de los m edios de orientación y de contro l de lo s s invisibles como u n inst rumento de gobierno y u n arma clusión. La tradición de las relaciones entre establecidos Y inados que en un inicio se relac ionaba con la política de o nquistadores hacia los conqui stados y que , con el paso de o impregnó la jerarquía cada vez más di erenciada de cas t a s ta los descastados, que se encontrab an en el ndo de la e soci al, asumió una rigidez especial en el caso de l a In e bido a que la clas e dirigent e de lo s sace rdot es la asentó nera frme en un molde de creenc ias religiosas y prácticas c s
INTRODUCCIÓN
En comparación con la polític a tradicional de clases dirigen tes religiosas como el cristianismo y e islam, que se encaban en a conversión y asimilación de los marginados, los brahma nes se habituaro n desde un inici o a una política de exc usión; su política se dirigía hacia la segregación estricta y jerárquica de grupos, como una condición de su propio índice de poder ele vado Igual que en los primeros días, los pueblos no arios con trolados quedaron rígidamente ex cludos de la participación en los ri tos y las oraci ones de los grupo s gobernantes, de tal manera que después todas las divisiones ncionales de la sociedad india, desde los s acerdotes hasta os barrender os, se concibieron a partir de una exclusión sancionada religiosamente, de una jerarquía de divisiones so ciales hereditarias entre las castas altas y la s bajas Las diferencias se explican a partir de acciones « buena s» o «malas» cometidas en una vida previa Por lo tanto, de acuerdo con Hiro, uno de los libros sagra dos, las Leyes de Manu, estab lece: «Como consecuenca de muchos actos malos cometdos con su cuerpo un hombre se converte, en su próxma vda, en algo n anmado; como consecuenca de los malos actos cometdos con el habla, en un ave o una besta; como con secu enc a de pecados men tales, renace en una casta nrior». Por lo tanto, la clase drgent e brahmánca mponía sobre las castas nferores la aceptacón de su poscón en la vda sn cuestonarlo, y el recordatoro de que s seguían el dharma (i. e deber) que se les había asgnado en esta vda podían ser recompensados con un mejor estatus en la sguente.15
Uno de los principales recur sos d e una clase dirigente q ue se encuentra bajo presión es rerzar las restricciones que sus miembros imponen sobre ellos mismos , así c omo sobre el grup o más amplio al que gobiernan, y la observancia de estas restric ciones puede usar se nueva mente como un símbolo tanto del ca risma de su grupo como de la deshonra de os marginados En algún momento entre el año 1 00 a C. y el 1 00 d C la clase diri 15
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Dilip Hiro, Te Untou chables . , op cit., p. 5.
INTRODUCCIÓN
b rahmánica se v io presionada por misioneros budistas ri que habían aumentado desde los tiempos del emperador a Aoka Fue durante este periodo que los brahmanes rec ron a la ingesta de carne, que la población de las castas nzó a abstene rse de comer res y que las v acas asumieron el s completo de símbolos de una deidad y, por lo tanto, no n matarse. Como en Japón, los grupos o cupacionales cu yo o se con sidera ba sucio y, po r consiguient e, contaminaban a ociedad, habían existido antes; el frtalecimiento del tabú a comer y matar animales co ncretó su estatus como de scas Los carnicero s, los ta labart eros, lo s pesc adores, los v erdu os peenadores y otros grupos con ocupaciones similares nsideraban humanos cuyo contacto contaminaba. Durante o e trató a sus miembros como descastados hereditarios, o parias . ara alguien que ve en una sociedad industrial relativa rica, imaginarse el modo de ex istenc ia y el sentir de seres nos en estaejercicio situación ejercicio imaginativo; sin rgo, es un queimplica vale launpena realizar. Durante este o periodo la i magen manchada del nosotros de una p ersona nó y dio color a su imagen del y o; opacó su imagen como vduo, de una manera a la que ya no se puede acceder en so des donde la s creencias domina ntes ya no sancionan el se n eno de polución por marginados sociales. Este mundo de dilla de una imagen manchada del nosotros cilm ente pue recer ajeno; no obstante, algunos de los niños que crecían e n callejón de la rata de Winston Parva (como lo lamaba el po establecido) probablemente suían de una imagen man del nosotros similar, y su desvío era una respuesta a esto E n o nde sea que existan relaciones entre establec idos y margi estos sentimientos no estarán del todo ausentes El pro o desasosiego que despierta el contacto con miembros de o marginados puede resultar menos intenso pero, aun sin nciones religiosas, tiene caract erísticas similares En su raíz s e centra e l miedo producido por el contacto con un grupo nte nuestros o jos, así como ante los de nuestros compañe s anómico Sus miembros rompen las reglas que uno está
INTRODUCCIÓN
obligado a observar, de cya obediencia depende tanto nestr· respeto propio como el respeto por nestros compañeros. D ella depende también la part icipaci ón de la graci a y la virtd es peciales, de l carisma de nuestro grpo. An en conte xtos tan peqeños como Winston Parva, es po sible observar a lgnas de estas características. Parece útil permi tir que el microcosmos de na comnidad peqeña ilmine e macrocosm os de as s ociedades a gran es cala y vicev ersa. Ésta es la lógica detrás del so de n escenario peqeño como paradig ma empírico de las relaciones entre establecidos y marginados qe sele n existir en otros lgares a na escala dif erente. Es po ': sible ve r ahí algnos detalles con má s claridad qe en n estdi o de las relaciones correspondientes en contextos más amplios; otras reslt an más clara s en estos últimos . En conjnto peden aydar al mejo r entendim iento de la dinámica so cial de las relaciones entre estab leci dos y marginad os. Debido a qe n estdio de este tipo coloca dentr o de n mismo ma rco concepta tipos de relaciones qe tradicionalmente sólo se perciben como poem os encontrar qe tod as resaltan de manera más diferentes, vívid a. Se pede ve r, por ejemplo , de maner a más clara el papel qe desempeñan las diferencias en normas y, especialmente, en es tándares de atocontrol en las relaciones entre establecidos y marginados. El grpo establecido tiende a experimentar estas diferencias como algo molesto, en parte debido a qe s propia observancia de as normas se vincla con s amor propio, las creencias carismáticas de s grpo; en parte porqe el incmpli miento de ss normas por parte de otros pede debili tar s de fensa contra ss propios dese os de romper con la no rm a prescri ta. Por lo tant o, el grpo e stable cido percibe como na amenaza para s propia posició n, s virt d y gracia especiales a los mar ginados interdependientes, qienes son más indlgentes, o de qienes simplemente se sospecha qe lo son, en la observancia de aqel las restricciones cyo carácter estricto mantiene s po sición entre sus igales. É sta e un a de las raz one s por as qe los establecidos respondieron de manera tan tajante en e caso de Winston Parva. Correcta o incorrectamente, como mchos otros grpos establecidos, s e sintieron expesto s a n tripe ata 70
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INTRODUCCIÓN
ntra su s recursos de poder monopoliza dos, contr a el ca contra sus propias normas. Rechazaron lo que on como un ataque al cerrar sus flas contra los margina d o s ediante su exclusión y humil lación. Por s parte, los mar diícilmente tenían intenciones de atacar a los vie jo s re pero se les colocó en una posición desartunada y amente humillante. Ambas partes representaron el dra m a co si eran marionetas que penden de un hilo. q u e : co ri s m a grupal y
A1s tam, marz o de 96
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l . Consieraciones
sobre el método
9 y 1 96 0, Winsto n Parva * rmaba par te de un desarro llo rbano en las aeras de una ciudad industrial grande y era en el área central de Inglaterra. Una línea de tren lo rba de ot ras partes con un crecimiento suburbano en expan ; n puente que cruza ba esta línea era su único víncul o con on Magna y con el resto de Winst on . Tenía m enos de 5 ooo nes , quienes rmaban un a comunidad bastante compa c n bricas, escuelas, iglesias, tiendas y clubes propios. Así En
o con divisiones propias. saba rmada p or tres vecindarios di erentes , mismos que bitant es conocían y reconocían como di erent es La zona 1 o que suele llamarse un área residencial de clase media. La oría de sus habitantes la consideraban como tal Las z onas 2 3 ern áreas de clase obrera y una de ellas, la zona 2 albergaba yoría de las bricas locales En cuanto a ran go de ingr eso s, de ocupaciones y «clase s ocial» , los habitan tes de la zon a 2 Y de zona 3 no parecían marcadamente distintos . Un obse rva costumbrado a evaluar la estructura s ocial de un grupo v e onas solament e a partir de tuvieran estos términos podr ía esperar de clase obrera mucho en común, queqususe las ntes se consideraran más o menos iguales y que la princi í nea divisoria en la vida comunitaria de Winston Parva, en o a la clasifcación mutua de los habitantes y las barreras s relaciones soc iales y las comunicaciones, se encontrara ' E l presente estudio se cambiaron todos los nombres susceptibles d rconoci i ento. 73
CONSIDERACIONES SOBRE EL MÉTODO
entre la zona de clase media por una parte y las dos zonas d clase obrera, por la otra. En los hechos, la confguración que uno encontrab a era di erente. Un sondeo prelimi nar sugiri ó que no sólo los habitante de clase media de l a zona 1 , sino también los habitantes de clas obrera de la zona 2 co nsideraban que su e status y el de su v eci n dario era superior al de quienes vivían en la zona 3, y que las barreras sociales que dividían a los dos vecindarios de clas obrera eran cuando menos igual de grandes si no mayores que las qu e dividí an las relaciones s oci ales y las comu nicacione s entre los v ecinda rios de clase obrera y e l vecindario de clase media en esta área Los mismos residentes de la zona 3 parecía aceptar el estatus de in erioridad a cordado de manera lo cal par su vecindario en comparación con la zona 2 aunque a regañadientes y con cie rto rencor. Resultaba impos ible no preguntars por qué accedían. ¿Cómo es que los habitantes de la zona 2 lograron afrmar y mantener su estatus de superioridad? ¿Cuáles eron los recursos de poderentre que les hacerlo? ¿Acaso las dierencis de ocupación los permitieron habitantes de los dos distrts de clase brera eran mayores de lo que parecían y eron responsables de las dierencias en el estatus que se asignaba cda vecindario? ¿Existían dierencias marcadas en los niveles de ingreso entre los dos grupos o en el tamaño y el alquiler d sus casa s? D e no ser así, ¿qué ot ros ctores podrían ex plicar las dierencia s de estatus con todo lo que conllevan en términos d relaciones hum anas? No e dicil encontrar una respuesta pro visional . La zona 2 era un distrito de clase obrera viejo, mientras que la zona 3 era nuevo. En su mayoría , los habitantes de la zona 2 eran miembros de milias que habían vivido en ese vecindario por un iempo consid erable, uienes se habían establecido ahí como vi ejo s residente s y sentían que pe rtenecí an ahí y que ese lugar les perenecía. Los habitantes de la zona 3 eran recién llegados que habían vivido en Winston Parva por un tiem po relativamente corto y se mantenían como marginados en relación con sus viejos habi tantes. A nuestro parecer, valía la pena analiza r una re lació n de este tipo. Nuevas urbanizaciones suelen surgir en viejos vecin 74
CONSDERACIONES SOBRE EL MÉTODO
d r ios
anado a a moviidad migrato ria so cia qe es e con nte norma de a rbanización e idstriaización cre en todo e mndo, as gerras y as revociones evan o t ra vez ejércitos de migrant es como p osib es coonizado re s a ecin darios conrmados por viejas cm idades. C o observación casa, e hecho de e e periodo de rey cia peda ser n ctor en a casifcación de as miias gup os e ago conocido. En partica r, en estd ios s obre grpos e ata y media, as asiones a mii as viejas y nevas o a vijs riqezas y nevos ricos no son extraas, y a existencia de ciedad con n núceo rmado por na red de viejas es bien conocido no sóo en e nive naciona, sino en e ca , como n cto r poderos o de a estratifca ción so cia y de a c ra socia de mchas comnidades. l echo de qe distinciones de este tipo también pedan eñar n pape en as reaciones entre grpos de case r qizá sea menos conocido. Además, n caso de este tipo y,
propiado manera má s s:competa e pro t genera bl ma qepara n emitigar a todos de estos enómeno e probem a de é, ba jo ciertas condic iones, a «v ejez » de n grpo se cony a «novedad» no qe r amonestación. Podría esperarse qe os grpos de case eran menos pro pens os a este tip o de casi fcación por qu n otras cases se e asociarse con a «Vejez» o «n ovedad» de l i ueza ; no obstante, expresiones como «viejo distrito de case r» aparecen en a bibiogra a pertinente, anq e sament antienen a nive de a observación casa de n ego sin c ulos con a teoría socioógica. Resta bastante caro qe os os «viejo » y «nevo>>, en s apicació n a rmaciones socia es, n dierenc ias en a antigüedad de resid enci a o en e tiempo d ur ante e qe as miias y ss miembros se han conocido. Q reste menos evidente qe estos términos indican die c as específcas en a estrctra de grpos y qe este tipo de e ncias estrc traes desempeña n pape en a casifcaci ón. Una comnidad peqeña como Winston Parva parecía oec r na bena oportnidad para aprender n poco más sobre e t probemas. La cestión era si -y en q é medida na i d a un ctor qe otorga prestigio
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CONSIDERACIONES SOBRE EL MÉTODO
investigaci ón más sistemáti ca confr maría la impresió n s obre las relaciones entre las tres zonas de Winston Parva, si era posibl iluminar las razones de esta confguración y rmar un modelo fguracional provisional para este tipo de relación que pudier servir como guía, y probarse, en estudios de problemas similare s o relacionados. Junto co n proble mas de nd o co mo éste, un o se enentab con problemas de método. Winston Parva era una comunida relativamente pequeña. Uno de los autores había trabajado ahí por cierto número d e años y la cono cía gracias a la experiencia personal cercana. Condujo entrevistas con miembros de cada trigé sima casa en el regisr o electoral de cada una de las tres zonas. Entrevistó a los líderes de las asociaciones voluntarias locales y analizó las listas de afliación . Durante cierto tiempo organizó un club juvenil local y enseñó en una escuela de la zona. Los autores tambié n pudieron utili zar las ta rjetas de registro que mostraban la ocupación y el lugar de residencia de tod os los padres con hijo sLas en entrevistas edad escol yarlas en tarjetas WinstondeParva. registro permitieron reunir datos cuantit ativos y presentar algunos de ell os en rma de tablas estadís ticas; sin embargo, los datos cuantitat ivos recolectados de esta manera sólo se pueden considerar una parte de la evidencia necesaria para estudios sobre prob lemas de este tipo. Pueden ayudar a determinar si dierencias «estructurales», del ipo que suele tenerse en mente si se utiliza el término «estructura» en este contexto, como dierencias en ocupaciones o ingresos, eran lo sufcentemente grandes como para explicar las dierencas de estatus entre los dos vecindarios de clase obrera cuya existencia se aseveraba de manera local, o las dierentes imágenes que los vecindarios tenían de sí mi smos , o la exclusi vidad relativamente elevada de los miembros del vecindario «Superior » en contraste con aquello s de l «i nerior» . El resultado e que dichas aseveraciones, dichas imágenes, dichas barreras para la comunicación social no po dían explica rse solamente en términos de tal o cual ctor cuantifcable. No podían explicarse mediante métodos que buscaran medir «ctores» o «varia bles» como si cada uno existiera o pudiera variar inde
CONSIDERACIONES SOBRE EL MÉTODO
i entemente de toda la confguración s ocial; en p ocas palabras, edio de métodos basad os en el supuesto tácito de que los enos s ociales eran combinacion es de variables que se pueden rar con las combinaciones de partculas atómicas que sirve n a cientfcos naturales como uno de sus modelos principales. Tpoc o pod an exp licarse med iante el supuesto usualmen lícito en el uso actual de los métodos estadsticos de que ] citudes y las creencia s individuale s que se encontraron, por o, durante las entrev istas se rm aron por lo s individuos vi stados, en primer lugar, de manera independiente de otros viduos, p or as d ecirlo, en la tranquilidad de su torre de mar y aban entrado en contacto con las de otros sólo de rma ndaria. Aú n menos ctible en este contex to era otro de esos stos tácitos que subyacen a muchas investigaciones esta cs sobre actitu des y opi niones: el supuesto de que e l poder b distribuido de manera tan unirme entre los individuos cda u no de ellos era capaz de dar sus opiniones de manera end el pensamiento deen loscompleta otros. consonancia con Tdosiente est osdsupuestos estaban odo que confnaba sus usos a un concepto de la s so cied a cmo una diversidad o conjunto de personas, como una «bción estadstica» , y que al ejaba su atención de confgura especfcas que las personas rma ban entre ells, de es cras sociales especfcas rnto se volvió evidente que en Winston Parva las respues ecibidas en la s entrevistas o en otros contextos, en especial s que trataban sobre confguraciones dentro de los varios darios y entre ellos, no eran expresiones de ideas que, en er ugar, cad a individuo se ubiera rmado de maner a indeente. Las respuestas individuales rmaban parte integral creencias y actitudes compartidas y ndamentadas en va mas de presión y contro l so cial, en particular en la zon a 2 e a cohesión social era relativamente alta, y en la presión situación común, partic ularmente en la zona 3, donde la in era men or. En otras palabras, representa ban variacio ividuaes de cree ncia s y actitudes comune s y vigentes en vecindarios. 7
CONSIDERACIONES SOBRE EL MÉTODO
Bien podía ser qe algnas de las personas entrevistadas tvieran opiniones individales qe divergí an de las idea s y creencia comnes en ss vecind arios pe ro las entr evistas de tipo conv encional son métodos brdos anqe eectivos de reafrmar la actitdes y las opiniones de las personas. Rara vez hacen má qe arañar la sperfcie. En comnidades como éstas se podía esperar qe en entrevistas con relativos extraños las persona prodjeran de manera más inmediata las ideas comnes dominantes antes q e calquier opinión rmada de manera individal qe s e desviara de estos est ándares. Resltaba bastan te claro qe en na comnidad unida como la zona 2, las person as estaba deseosas de presentar n ente común y generar la mejor impresión posible en n extraño Incl so los marginados dentro de la zona 2 (a quienes era pos ible reconoce r si no tenía más qe n contacto gaz con la zona) prodcían generalmente las respestas qe eran comnes en el vecindario en ese momento Si se trabajaba en Winston Parva dra nte cierto tiempo no qedaba algna sobr e estassmamente ideas co mnes. Ni siqiera necesariadda na técnica estadística elaborada p ara era determinarlas Siempre y cando la mirada del observador no estviera obstrida po r dogmas preconcebi dos la ide a de qe las normas de na comnidad eran abstracciones o generalizaciones de na colección de opin iones individales pronto se disi paba en este contexto social. Las opiniones de na persona sobre s vecindario y sobre otros relaci onado s con él en este context o social como en mchos otros no las rmaba primero cada individo por s centa; se rmaban en relación con n intercambio contino de opiniones en la comnidad drante el cal los individos ejercían presión considerable entre sí para ajstar se a la image n comú n de la comnidad tanto en s disc rso como en s comportamiento Bajo este patrón de control vecinal as redes de las milias más respetadas mantenían na posición clave: siempre y cando tvieran sfciente poder actaban como gardianes de la imagen de la comnidad y de as opiniones y actitdes aprobadas. Inclso sin contar cabeza s se pod ía obten er n alto grado de certid mbre sobre la imagen normativa de comnidad qe los miembros de la zona 2
CO NSI DERACIONES SOBRE
EL M ÉTO DO
rtían entre sí, porqe se mencionaba ecentemente en v rsaciones, de manera directa o indirecta, como algo qe í t o d s daban por sentado. Qizá hbie ra creado n gran re\'1 elo e na persona qe pereneciera a esta zona no la acep t r; i n embargo, hasa donde se pede deerminar, eso nnca scedido. El carácter nirme de la opinión a ese r espe cto cilmente era menor qe e de la lenga qe hablaban las o ns. En n contexto como éste, era posible obtener n alo g r o d certidmbre sobre as creencias y las actides comni t ri d las personas sin qe era necesari o tomar la tradicio l reba aleatoria de opiniones, anqe, en nombre de la ra n cieramente e eso lo q e se hizo en este caso. Oros aspectos de a inestigación también indicaron qe conexto social las in erencias del análisis estadístico de nreistas tan sólo enían n alor redcido sin el conocinto adquirido mediante na inestig ación ssemática a cargo e n obserador participane entrenado. He aqí n ejemplo. n términos habitantes las res zonas de Won Para segeneraes, eían a sí los mismos y a losdeotros en términos ne conencionales. Veían a la zona como n «área de mejor clase» o n «área residencial», a las zonas 2 y 3 como «áeas d case obrera», anqe los habantes de la zona 2 se sí m ismo s como na zon a infnit amente sperio r. Anque no mi raba co n deenimient o, pron o aprendía qe cada z o n a enía n grpo minoriario propi o. La zona 1 tenía na hi a d cabañas habiada por rabajadores manales y en alg las casas de clase media iían milias de clase obrera ue bían adqirido s casa en la zona i con la ayda de na cción de gerra ahorrada o de las ganancias combinadas lo cónyges. Usalmente, consideraban residir en la zona c o n símbolo de ascenso social y éxito. La zona 2 tenía n o grpo de residente s de clase media; la z ona 3 na pe minoría de «milias problemáticas» particlarmente g a n des y conictias qe en parte, pero no por completo, iva n d la mano de obra no especialzada. L a s estadísticas laborales podrían haber aydado a hcer 1á ítido el tosco contorno de esta confgración; sin embar 79
CONSIDERACIONES SOBRE EL MÉTODO
go, el papel específco que desempeñaban en las imágenes y e las relaciones de las tres zonas no podría haberse determinado solamente mediante inerencias del análisis estadístico. La minoría de la zona 1 no desempeñaba ningún papel en l a image de la zona; nunca se le mencio nó en conversaciones o entrevi stas en relación con la reputación o el estatus de la zona. Los habitantes de la zona 2 en ocasiones mencionaron a su minoría y siempre con un orgullo evidente; ésta reaf rmaba su aseveración de que tenían un estatus más elevado que sus vecinos de la zona 3 E n contras te, l a minoría relat ivamente pequeña de «milias problemáticas» aectaba en gran medida la im agen y la reputación de la zona 3 La pizca d e milias «o cialment e mejores» mejoraba la reputación de los «establecidos», mientras que la reputación de los «marginados» se veía frmemente inuida por las acvdades de la sección «más ba ja» . Por lo tanto, en este peque ño co ntexto era posible encontrar y, hasta cierta medida, aprender a entender una ilusión óptica característica de sociales la conrmación de imágenes iales en otros contextos mucho más amplos: soc la imagen quemuchos los «estable cidos» , que las secciones poderosas de una sociedad, tienen de ellos mismos y comunican a otros tiende a modelarse a partir de la « minoría de los mejores» , se inclina hacia la idea lización; la imagen de los « marginados» , de los grupos que en relac ión con las secciones «establecidas» tenen relativamente poco po der, tiende a modelarse a partir de la «m inoría de los peores », se inclina hacia la denigració n. Fue posible probar est e modelo hipotético de una confgur a ción específca conrme ésta surgía en observaciones preliminares mediante entrevistas y una observación más sistemática; sin embargo, acordar entrevistas y el enque de las observa con es que hicieron posible dicha prueba presuponía la presencia in situ de un observador entrenado para percibir confguraciones de este tipo; n o solamente entrena do para el análisis estadístico, sino también para el análisis y la sinopsis fguracion ales. Si bien los sociólogos practican ampliamente estos últimos, los méto dos sociol ógicos suelen conceptualizar se como si el único método científcamente c onfable y legíti mo era el primero Suele sen So
CONSIDERACION ES SOBRE EL MÉTODO
que sólo un análisis estadístico es capaz de proporcion ar la u mbre imperso nal que se esp era de una investiga ción so cio Aqueas aserciones que no s e basan en medid as de propie cuantifc ables suel en descalifcarse como «impresionistas », «simplemente descriptivas» o «subjetivas». Investigadores s deben haberse sentido aligidos por la inefciencia de u na nceptualización que implicara que cualquier declaración que no tuviera una re erencia di recta a datos estadís ticos c esariamen te poco fable, imprecisa y científca mente sos sa , qu e las únic as certidum bres posibles sobre enómenos es son aquellas que se basan en aserciones que indiquen más hay, o hubo, del enómeno a que del enómeno b. N bstante, as aserciones de este tipo no suelen resultar muy nadoras si no se combinan con otras aserciones sobre el mo relación entre a y b, a menos q ue los métodos que busquen umbre acerca de las cantidades se enriquezcan con méto que busquen certidumbre acerca de las confguraciones. t i rs e
realidadparte , estos métodos, análisisinv y integr al de elmuchas ales,rman
la sinopsis fgura cioó-estigaciones soc io Po r ejemplo, desempeñan un papel en la construcció n de os en la es cala más gra nde y en la más peque ña: modelos urocracias, así como de aldeas; de sistemas de balance de r así como de milias; e s pos ible encon trarl os en c ualqu ier n el desarrolo, creación y revisión de hipótesis y teorías ógi cas. D esempeñan un papel , pero aún se conceptua lizan nera insuf ciente como métodos característicos de una ci en cuya tarea central es el estudio de individuos como grupos, n fguraciones de individuos en cuanto tales. La idea de qu e ndividuos deben estudiarse primero de manera aislada y qu las confguraciones que rman los individuos entre sí se vn de lo que son sin dichas confguraciones, es una idea x a que connde prondamente las investigaciones sobre confguraciones. E empobrecimiento científco de la so gía que ha resultado de la evauación predominante de los os socioló gicos, del supues to de que basta con usa r méto stadísticos si se buscan respuestas confables a problemas ógicos, es bastant e obvio: ha llevado a un estado de las co 81
CO NSI DERACIONES SOBRE
EL M ÉTOD O
sas en el que gran des áreas de pro blem as s oci ológicos relev ante se dejan sin explorac ión o, si se les ep lr a, sólo un gran nombr (como sucede con b uena parte de l t rab aj o empírico de M We ber ) puede proteg erlas d el insulo d e s er « simplement e descrip tivas» (porque no son estadísticas ), de o contrario se empr en den como investigaciones no estadísticas simplemente porque parecen prov echosa s, sin reexiones ex lícitas sobre la naturale za del método que las hace así . Por consigui ente, el uso de estos mé odo s, del anális is y la si nopsis fguracionales, aún está confado en buena medida a lo accidentes de dones individuales. Aún n rma par te inegral de entrenamiento de los sociólogos aprender a observar y a concep tuaizar de manera sistemática la maera en que los individuos se adhieren, el cómo y el porqué rman enre sí esta confguración particular, o el cómo y el porqué las confguraciones que esable cen cambian y, en algunos casos, se desarrollan No obsante, sólo es pos ible superar estas limitantes de las investigaciones so ciológi cas que se centran en los métodos estadísicos si los investig adores entrenados para percibir y manipular cores o variables indivi duales unen erzas con - o están a su vez califcad os para actuar como- investigadores entrenados para percibi r y, al menos de manera conceptual, manipular confguracio nes de este tipo, entre nados para lle var a cabo anto sinop sis como análisis preciso s. Los modelos de confguraciones, de patrones o estructuras sociales no pueden ser menos precisos y confables que los re sulados de la medida cuantitati va de ctores o variable s aislad os Aquello de lo que carecen es de esa i rrevocabiidad engañosa de las inerencias basadas solamente en el análisis cuantitativo y que y las suele conndirse con precisión. Al igual que las hipótesis teorías en general, representan extensiones, avances o mejoras de un ndo de conocimiento existente, pero no pueden pretender ser un fnal absoluto en la búsqueda de conocimiento que, al igual que la piedra flosol, no exis e Los model os de confgu raciones, los resultados de investigaciones fguracionales, r man part e del proc eso de un campo cr eciente de inv estigac iones y, a la luz de su desarrollo, ellas mismas están abiertas a revisio nes, críticas y mejoras: los utos de investigaciones tur as. 82
CONSIDERACIONES SOBRE EL MÉTODO
parente irre vocabilidd de cada inv estigción estd ístic J a p ert ura , el caráct er rmat ivo, de las investig cion es fgr� les co mo eslabones en na cadena se relcionn de manera n con cierts dierencis básics entre el tipo de pens o nec esario pra n análisis prmente estdístico y qel rio para no sociológico En ambos csos el anáisis im encar a tención en n elemento de n confgración a l a : «ctor» , «vrible» , «spect o» , o como sea qe se l e llam e. S bargo, en n nális is pramente estadístico el anáisis ais de di chos elementos se trata como la ta rea primaria y, con ete, como la principal; los «ctores » o «variables» y ss iedades cantit ativas se tratan como si en realidad no depen n de s gar y s nción dentro de esa confgración, y a orrelacione s estdístics, incidas la s correlaciones estadís de las relciones, nnca dejan de ser correlaciones de eleo islados. El análisis sociológ ico se basa en el spesto de cd eemento de na confgración y ss propieddes sóo o que son poresescso, posición y s onción dentrode deelementos dicha ració n. En el análisis la separación ás q e n pso pro vision en na opera ción inv estig tiva e requiere compementarse con otro, con la integración o la is de elementos, de la misma manera qe este útimo ree que el primero lo complemente; aquí el movimiento diético entre el análisis y a sinopsis no tiene principio ni fn. Con bas e en los spestos qe sb yacen en las rmas trad i les de análisis estadístico, se hbiera jstifcad o l a idea de bstaba con determinar e l tamño nmérico otras propie s cantittivs de cada n de ls tres zonas de Winston y, entre ells, de os grpos minoritrios y mayoritrios, e fn de expicar los dierentes ppeles qe las min orí as des e an en ls tres zons y ss respectivas imágenes Los pro s con lo s qe no se enentba l llev ar cabo el anái sis y o sis fgracional es ern tales qe el descbrimiento aisldo d e ciones c ntitativas, sin importr cán precis s hbieran no hbier condcido a n respest decd Estos P e ms se centraban en confgraciones como «minorí de obrer en área residencil de clase medi », «mino rí de a
CONSIDERACIONES SOBRE EL MÉTODO
se media en vi eja área de clase obrera» «milias problem átia en área de clase obrera n eva» «red de milias antigas en rla ción con recién lleg ados» «élites d e poder estab lecidas en relacó con marginados »; sin importar cántas corr elaciones estadístia se pdieran est ablecer, po r sí mi sma s no hbier an llevado a n la ro entendimiento de la manera en qe confgraciones de ete tipo ncionan o aectan a las personas qe allí viven. Hbir resltado imposible iner ir de n simple análisi s canti tativ o o ejemplo, qe para las personas de n área de clase media, ara su estilo de vida, pa ra las imágenes qe tenían de s zo na y de otrs, la existencia en ss zonas de na minoría de clase obrera no teía importan cia; mientras qe para las condiciones de vida, as í coo para las imágenes de la nueva área de clase obrera, s minora tenía na impor tancia gra ndísima . En algnos ca sos, las di ere cias y las relaciones cantitat ivas resltaban extremad amente ú iles como índices socia les. El hecho de qe e l alqiler era meno r en la zona 3 q e en l a zona 2 y en la 2 qe en la 1, sin dda era sgerente; la confgración la compleja relación adeca entre da estas zonaspero , no podí a expresars ereal, o expli carse de manera en símbolos qe no eran verbales. Si no se tilizan palabras como instrmentos de investigación, las cias no hablan por sí mism as. Los die rentes papeles qe las minorías desempe ñan en confgraciones distintas son n ejemplo. En el contexto de vecindar io com o la zona 3, na minoría específc desempeñaba n papel completamente desproporcionado en relación con s magnitd nmérica. El so actual de las estadísticas pareciera implicar qe entre más grande s e la magnitd numér ica, mayo r será la impo rtanci a. En el caso de las mino ría s de Winston Parva , así como en mchos otros casos, la importancia socológca n o Lo era de ningna manera idéntica a la importancia estadística. anterior señaló n hecho conocido gracias a otras investigacio nes, en el qe qizá no se ponga s fciente a tención: q e los datos socials peden tener na importancia soc iológica sn tener n a importancia estadística, y qe estos datos pueden tener na im portancia estadística sin tener na importanc ia s ociológica. El hecho de qe los problemas soci ológicos dicilmente pe den enmarcarse de manera adecada s i parecen tratar excl siva
CONSIDERACIONES SOBRE EL MÉTODO
e enómenos sociales en un punto y tiempo especfcos � n estructuras que, po r usar el lenguaje mico, tienen la rma n «togra ma» reerza la necesi dad de esta distinción. en mayor cercana con lo que s e puede observar y condu cir a lcacione s más com pletas, sólo si se conciben como proble e enómenos con rma de procesos qu e participan en un iento en el tiempo. El papel que desempeñan la «vejez» y l a vedad» relativas de un vecindario es un ejemplo. Esto im que los enómenos estudiados tenan una dimensión c a y que el descubrimient o de ndic es cuantitativos, incluso nclua «antigüedad de residencia», de ninguna manera par a obtener acces o a las dierencias fguracionales, estru cle a las q e se reeran etiquetas como «viejo» y <
CONSIDERACIONES SOBRE EL MÉTODO
cuales resultaban de la manera en que Winston Parva y sus zonas se habían desarrollado, y que sólo podían expresarse co precisión como dierencias fguracionales en términos no cuantitativos, en tér minos verbales.
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II. Relaciones v ecinales en construcción
on Parva e la obra de un hombre emprendedor, Charl es ilson, quien en 1880 rmó una compañía con el fn de ir casas, bricas y t iendas en una pra dera ubicada entre la a aldea de Winston Magna, po r un lado, y una línea err o por el otro. Sobre este terreno su compañía construyó 70 cbañas de lad rillo idénticas en el transcurso de siet e años, cuantas cocheras de trees, varias ábricas y una nueva echa de hierro ndido. Algunos residentes v iejos aún recordaba n la manera en que les Wilson conducía su coche de caballos por las calles del cipio que había creado y levantaba su sombrero de copa ludar a los nuev os «aldeanos »; recordaban el ingei o que mostrado al colocar su brica de ladrillos de tal manera viera acceso al apartadero del tren a tra vés de un túnel. En ntrevista un hombr e mencio nó l as bulliciosas festas que se ban en la gran casa de este hombre, ubicada en la calle cipal, para estejar un juego de tbol exitoso en el que sus ubieran participado. Este tipo de recuerdos probablehubiera complacido Winston Parva; nola ne, e para asegurar que s alundador nombre lodesobrevi viera, utilizó ea letra de cada calle al sur de la calle principal del asenta o para rmar su nombre: Ch A S
Chestnut Street Acorn Street Sycamore Street
RELACIONES VEC INALES EN CONSTR UCCIÓN
w
Willow Street Ilex Street
L
Lime Street
s
Sloe Street
o
Orchard Street
N
New Street
La histori a se transmitió y e comunic ada a los recién llegados Fue el hijo de un evacuado londinense quien señaló la impor tancia de los nomb res de las calle s durante las primeras semanas de la investigación. La parte que Charles Wilson construyó de Winston Parva, la más vieja, se corresponde con la zona 2. Su 80 años de existencia bastaron para proporcionar a las milias que vivían y permanecían allí un erte sentido de pertenencia Todas «e conocían» y se podían ubicar Si bien desde un inicio e un asentamiento industrial, cuyos habitantes no tenían nin guna ocupación relacionada con la agricultura, se llamaba a la parte s vieja de Winston Parva, con afecto y con cierto orgu llo, la má «aldea». La zona 1, ubicada al norte de la «aldea», era una adición pos terior Pequeños co nstructores lo cales estuv ieron a carg o del grueso d e estas ca sas d uran te la déc ada de 1 92 0 y 193 0. Las casa s no estaban adosadas o es taban semiad osadas y provistas para las necesidades de profesionistas y personas de negocios, y con el paso del tiempo algunos de los trabajadores hábiles y prósperos de la zona 2 , a sí como indivi duos de la misma zona que había n adquirido cierta riqueza como comerciantes o tenderos, se mudaron allí como símbolo saliente de su éxito. Como resultado, algunas milias tenían ramas en la zona 1 y en la zona 2 y la primera constituía una especie de clase alta par a la «aldea » y para Winston Parva como un todo. Una compañía de inv ersión p rivada constru yó la zona 3 en la década de 1 930 en un terreno ubicado entr e la línea f errovia ria principal y un ra l norte del canl o viejos residentes dijeron que Chares Wilson no había desarrodo este terreno porque era pantn oso y estaba infestdo de rtas; y, como vere o lo « aldea nos » siguieron ll amndo a zon e « cllejón de 88
RELACIONES VECINALES EN CONSTRUCCIÓN
ta ». Un nrmante , membro de un conce jo o ca, recordaba os resdentes destacados de a «adea» se habían quejado n e concejo sobre a construccón sobre esta terra en su ve n rio. Lo consderaban por debajo de estándar oca. Sea ere a ve rdad, a compañía de nversón comenzó a c ons cción de varas ínea s de castas con jardnes en a década de 0 y anuncó su aquer. Hasta donde recordaban os nrntes, cas nadie de a «adea» se mudó a as nuevas casas a de que por un tempo consderabe e aquer e más Cas todos os que r esponderon a os anuncos eran r ecén dos. A parecer, muchos egaron de norte de Ingaterra ídos por e may or índce de empeo de área. Uno de os nntes, un hombre de Yorkshre, recordaba que se e había trado una c aja con aves de casas vacías en a Urbanización y ije ron qu e podía eegr . Agunas cas as eron ocupadas po r ias de hombres que se habían undo recentemen te a un reento oca; s n embar go, hasta 1 939, de acuerd o con os an un número consderabe de casas en a Urba cióresdentes, n permanecí an sn inquinos. razó n de que se enaran no yace tant o en que e aquier ra a as personas como en as condciones cambiantes de í Después de a criss de Múni ch se tra jo a más m as des estacón mitar oca, y en 1940 e patrón de desarroo ió de manera más dramátca. Cuando verdaderamente n bombarde o de Ingaterra, eg aron os evacuados. Una c ondnens e qu e producí a instrum entos para as erza s ar a s y cuyo edifcio e destruido se mudó en cuerpo y ama a nton Parva. La producción s e estaeció en n a brica vacía cna a cana. Más de 1 o ondinenses s e añadieron a a pe comunidad de Winst on Parva. Est a « migración masiv a» y ntina tuvo un erte impcto en residentes e inmigrantes a. Agunas personas de a parte vieja de Winston Parva c aban, en entrevistas, a angustia con que aían egado os c dos; haí an peri o u c as y a mayorí de s pertenen miiare en e omardeo. na petición e n ricnte c produjo n respesta inmedita en rma vtnt de coc ina y m ueles que os «deanos» hían recect o.
RELACIONES VECINALES EN CONSTRUCCIÓN
No obstante, cu ando los antiguos residentes con taban estos hechos, casi siempre mencion aban que algunos de los rega los que recibieron los inmigrantes aparecieron en el mostrador de la tienda de empeño unos días después. Es muy probab le que los recuerdos eran selec tivos . La primera oleada de londinenses y la mayoría de los otros primeros inmigra ntes eran, como a mayorí a de los residentes de a «aldea », obreros califcados o semicalifcados. Los ingresos de los recién egado s no esta ban notoriam ente por debajo de los de as milias residentes de clase o brera ; sin embar go, as costumbres, as tra diciones y toda la r ma de vida de l os recién legado s era n dierentes. Además, con ellos legó un a mino ría conrmada por mano de obra no especi aizada atraída por a variedad de empeos de guerr a que se habían estabe cido en la Urbanizació n, cuyos esádares de comportamient o, según parecía, no sólo diería de lo s de los «aldean os », sino también de los de a may oría de los r esidentes de a Urbaniz ación. La exis encia de pequeños grupos de obreros tipo sinde duda una de as razones del bajoinmigrantes estatus en la de cl este asifcación o se vecindario s de Winston Parva q ue se adhirió a la Urbanización como un todo. Por consiguiente, existían dierencias considerables etre los viejos residentes y los r ecién llegados. No resuó ácil encontrar conceptos adec uados para expr esarlas; representaban una rma marcada de e stratifcación so cial. Los inmigrantes conrmaban un cuadro de clasifc ación s oci al ierior a los residentes de clase obrer a; si n embargo, dicment e era p osible reerirs e a las dierencias entre os dos vecindarios de case obrera como dierencias de case. Hablar simplem ene de las di erencias de e status podrí a ser engañoso, p orque e l térmi no suele aplicarse a las direncias en la clasifcación de las milias del mismo vecindario. Lo que sucedía en Winson Parva eran dierencias en la clasifcación social de l os tres v ecindarios, qu e se expres aban en iccion es que oc urrieron tan pronto como los antig uos residentes y los recién llegados com enzaron a e valuarse entre sí. Un ejemplo temprano, que aún se recordaba en el momento del estudio, e a distri bución de los miembros de los dos grupos en los bares ocales. Igual qu e en otras comuidades inglesas, los «lo cales» se conta 90
RELACIONES VECINALE
S EN CONSTR UCCIÓN
entre as instituciones centraes de a vid a comunitaria. Uno d e l os dos bares de Winston Parva, e Hare and Hounds, se en traba en e camino entre a brica de instru mentos y a Urzación. Agunos de os «ondinenses» y otros cuantos inmi ntes se reunían en é de manera más o menos reguar. Los eanos » que visi taban e bar mostraron su desaprobación ha i a los recién egados retirándose de Hare and Houn ds y reser do par a eos e otro bar, Te Eage, de donde se excuía a os evos re sidentes q ue busca ban com pañí a. E ntre os «adeano s» are and Hounds pronto adquirió una reputación, merecida o , por e comportamient o rui doso y e acohoismo. Las convennes que ha bían estabecido para sí o s «adeanos » en c uanto a bebida y a as que estaban acostumbrados eran extrañas para nuevos residentes y en genera no as observa ban. A os ojos e los «adeanos», a egada de extraños era una intrusión desdabe. Así, a segregación de os dos grupos que se estabec i ó ini ci o de a guerra, a poco tiempo de a egada de un gr u bastant e compacto inmigrantes, adquiriópor concomp e tiempo za de una tradicióndeoc a aú n se mantenía etoadu e e period o de a investigación, dos décad as despu és. s posibe ver cómo se srcinó. La «conquista» inicia de de os bares por parte de o s recién egados fe más bien un ma y no a causa de as iccione s entr e os residentes antis y os nuevos. La reconstrucción de a situación inicia de bos grupos y e desarroo de su reación ayudaron a comnder e patrón estabecido que hab ía adquirido en e momen e a investigación. Cierto conocimiento de a construcción esta reación fe necesario para entender cómo sucedió que abitantes de a zona 2 recamaran para sí de maner a exitosa estatus más eev ado que e de os habita ntes de a zona 3, a a que concedían un estatus más eevado a a mayoría de os entes de a zona 1; sin e escarec imiento y a expicac ión de e orden de estatus, era imposibe entender otros aspectos de a comunitaria. s posibe caer en a tentación de cupar a uno de os dos os p or as tensiones entre los residentes antiguos y os nu e De hecho, en e momento actua de nuestras técnics socia 91
RELACIONES VECINALES EN CONSTRUCCIÓN
es, eran os conc omita ntes normaes de un proceso en cuyo cur so dos grupos previamente independientes se vovieron inter dependientes. Si se consdera a confguración que resutó de a interdependencia recientemente estabecida, como vecinos y miembros de a misma comunidad, entre grupos que eran extra ños entre sí, es posibe ver cuán dici h abría resutado evitar as tensiones. Lo que sucedió en e bar es un buen ejempo. Los miembros de cada grupo buscaban reajarse en compañía de aqueos que es agradaban, de a manera que es gustaba y a a que estaban acostumbrados. Los antiguos residentes podrían haber aceptado a os recién egados como personas necesitadas de ayuda si se hubieran sometido a su condescendencia, si se hubieran conrmado con tomar en su jerarquía de estatus a pos ición inerior que as comunidad es ya estabecidas y más unidas y consci entes de su estatus sueen asignar a os recién egados, a menos durante u n periodo de prueba. Como rega, dichas comunidades esperan que os recién egados se adapten a sus normas creencias; esperan que se sometan a sus controes so ciales y, ygeneramente, que muestren una disposición por «encajar». Sin embargo, en la Urbanización, os recién egados, particarme nte os «ondinenses », que a menos en un inicio rmaban n grpo bastante compacto, siguieron comportándose en Winst on Parva como lo habían hecho antes. Si es po sibe ju zgar a partir de otros grupos simiares de ondinenses, quizá eos mismos no hubieran puesto ningún reparo si os «adeanos» se hubier an unido a s círc uo en e bar y a su ruido so disut e. Es probable que eso esperaran: estaban acostumbrados a a cama radería más sencia que suee prevaecer entre as fas bajas y medias en grupos metropoitanos de case obrera, cuyas normas y está ndares eran menos estric tos que os de mchos otros gr pos bicados en una pos ición más eevada en a je rarquía d e estatus, qizá porque no tenían a misma necesidad de reenarse constantemente para demostrar y reafrmar su superioridad de estat obre otr os . Además, en comparación con os «adean », los inmigrantes tenían na cohesión relativaente r edcida; eran n gr o bastante abierto y no part icuar mente excsiv o. 92
RELACIONES VECINAL
ES EN CONSTRUC CIÓN
Es claro que en ese momento los «aldeanos» ya conrma n grupo relativamente más cerrado; habían desarrollado c iones y estánd ares propios , y excluían c omo pers onas ine s a quienes no obedecían sus normas. Por consiguiente, se rron del bar que los inmigrantes habían elegido como su J r de encuentro, y emprendieron la batalla en contra de los sos mediante el uso de todas las armas características que comun idad estab lecida y bastan te cerrada tiene a su dispo n en s us relaciones con grupos de reci én llegado s que, por razón u otra , no se adaptan a sus tradiciones y a sus nor mas y , por lo tanto, amenazan, como sin duda sintieron que lo c n, su estatus y su identidad co munitarios : cerraron sus flas contra de los recién llegados. Los excluyeron de cualquier so de poder social, ya era en la política local, en las a so cones volunta rias o en cualquier otra organización en la que nluencia era dominante. Sobre todo, desarrollaron como una «ideología», un sistema de actitudes y creencias que aba su supe riorid ad, de y qu e marcaba aConslas pers de yla justifcaba Urbanización con un signo inerioridad. alrededor de ciertos temas estereotipados, su ideología satus s e extendió y mantuvo mediante un l ujo c onstante de e s que se liga ba con cualquier ev ento en la «alde a» que pu ayudar a mejorar la imagen comunitaria de la «aldea» y cualquier evento entre las personas de la Urbanización que rzara la imagen negativa de ésta. También ayudó a bloquear rcepción de cualquier evento que pudiera contradecirla. Lo ror no implica que existiera un plan concertado entre los nos» para actuar de esa manera. Fue una reacción invoria a una situación espec ífca en consonancia con toda la es cra, tod a la tradición y to da la actitud de la comunidad de dea». Tampoco implicaba la existencia de una enemistad s onal o, siquiera, de icciones personales constantes entre o s los miembros de los grupos de ambos vecindarios. Muchos v duos de los d os vecindari os se encontraban entre sí en tér os personales bastante buenos. Un gran número de hombres Y e res provenientes de las zonas 2 y 3 trabajaban en la mis áb rica local, continuamente al mismo nivel. Durante la in 93
RELACIONES VE CINALES EN CONSTRU CCIÓN
vestigación nunca se hizo reerencia a difcultades que hayan surgido en el trabajo entre habitantes de dierentes zonas. En apariencia, los miembros de ambos vecindarios se aceptaban mutuam ente y sin reparos en sus papees laborales como traba jadores. En esa capacidad, los hombres y mujeres de la zona 2 parecían esta r normamente en térm inos amisto sos con los de la zona 3; p ero sólo os acep taban dentro de cie rtos límites. Sus actitudes elitistas y su ideología de estatus entraban en juego prin cipalmente en relación con los papeles desempeñados era de la vida laboral; siempre estaban presentes, pero se mostraban menos durante las horas laborales y más era del trabajo, en sus actividades de esparcimiento; menos en sus papeles como trabajadores y más como miembros de milias que vivían en vecinda rios dierentes. Incluso en el momento de la inv estigación, 20 años después de la llegada de los evacuados, los vieos habi tantes de la « adea» aún se re erían a as person as de a Ur bani zación como extnjeros y decían que «n o podían entender una sola podía palabra de lo que «Por decíasupuesto, n» . El repor de un periódico l ocal aún observar: so ntero lo ndinenses, hay que recordarlo, tienen modos dierentes, por eso son dierentes de nuestros viejos». Una viejita llamó sin rodeos a la Urbanización «la colonia cockney»; sin embargo, los ondinenses de ninguna manera eran los ún icos i nmigrante s. Ya durante la guerra, varios de los recién l legados que ocuparon las cas as de la Urbanización provenían de Durham, Lancashire, Gaes e Irlanda, y otros llegaron después. En los estereotipos denigran tes del grupo establecido todos rmaban un montón. Al fnal de la guerra, la antigua brica de Londres extendió su producción. Algunas milias londinens es regresaron al East End , pero la ma yoría se quedó en Winston Parva. Fue imposibl e averiguar e l número exacto de las milias que se quedaron. El dueño de la brica dijo que «100 trabajadores con sus milias» legaron después del bombardeo, pero no tení a ningún registro de la cantidad q ue regr esó a Londres. De acuerdo con el empeado administrativo de Concejo, los registros de los movimientos poblacionales, el alquiler y la distribución de vivienda durante la guerra se destruyeron intencionalmente debido a que la expansión de los servicios del 94
RELACIONES VECINALES EN CONSTRUCCIÓN
rn o local durante la posguerra creó una demanda de es �1 de archivo. No obstante, a pesar de que los eserzos por determinar el ro preciso de los que llegaron y los que nuevamente par n resulta ron lidos, la confgurac ión real, la estructura dis a de la comunidad en a Urbanización y la relación con la nidad de la «adea» que resultó de este desarrolo eran bas claras. G rup os de inmigrantes de di erente s partes de Gran B ña se enent aron a una comunidad industrial de un tipo que está desapareciendo gradualmente, que vive en un aislamiento vo con un gra do bastante eevado de autosufc ienc ia y cohe n en lo que concier ne a os contactos v ecin ales, y quizá por esa n en la mente de sus miembros se parece a una aldea. Estos o s se convirti eron en sus vecinos, con ecuencia tambié n e n s compañeros de traba jo y, en términos administrativos, en de la misma comunidad; por un lado, como resultado de l a ación y la dirección del traba jo en tiempo s de guerra y, por o, a causa de la bú squeda de oportunidades de emple o o de el u n ejor empleo . Los «aldea nos» tení an ertes raíces en el lu odos los inmigrante s eran, en un inicio, person as desarra is. Y el hecho de que muchos de ellos provinieran de die s localidades en Inglate rra y eran extraños entre sí les ltó desarro lar una vida comunitaria propia. a estruct ura de l a comunidad casi 2 0 años después era prinmente resultado del encuentro de estos dos grupos de pers y de la mezcla de interdependencia y antagonismo que jo . Es impo sible ent ender la estru ctura de la comuni dad de on Parva a la que uno se refere si se usan términos como zona de clase obrera» y <
RELACIONES VECINA
LES EN CONSTR UCCIÓ N
Parva, y en particular de los dos vecindarios de clase obrera puede mali nterpretarse ci lmente como una « introducción hi s tórica» de este tipo, co mo una adición «meramente desc riptiva» y externa a la inv estiga ción de la estr uctur a de Winston Parva a momento del estudio, de la «estructura» concebida como u «tograma» . No obstante, si no se hicie ra reerencia al desarrollo de Winston Parva, su e stru ctura en el momento de la inv est igación sería incomprensible. El esqema del desarrollo rmó parte integral de la investigación sobre la estructura; sobre l confguración de la comunidad en una época determinada. En part icular, las di erenc ias de estatus entre la zona 2 y la 3 hubi eran resultado inexplicables sin hacer reerencia al desarrollo de Winston Par va como una comunidad, de la misma manera que hubieran sido inexplicables si hubiéramos restringido nuestra investigación a las medidas estadís ticas de ctores o variabl es independientes y de sus correlaciones durante el periodo de la investigación. Uno noestadísticas puede dejar deselado esas medidas. Las tablas las inerencias que obtienen de ellas han tenidoyy tienen su lug ar en los estudios de desarr ollo y en los fguracional es. Por cons iguient e, en el caso de los dos v ecindari os de cla se obrera no se podía excluir la posibilidad de que dierencias laborales y otros ctores similares eran lo su fcientemente importantes para que proveyeran explicaciones adecuadas de los gradientes de estatus e n Winston Parva. En este caso o curr ió que las dierencias estadísticas no eron lo sufcientemente marca das par a ilumina r y explicar el problema de por qué, en esta co munidad, los miembros de un área de clase obrera se atribuían un estatus mucho mayor del que asignaban a otros de un área vecina de clase obrera y se salían con la suya. Este tipo de pro blema requería que la «distinción viejonuevo» se considerara como parte de un proceso en el tiempo; requería la construcción de un modelo de la estructura de dicha comunidad como un aspecto de su desarrollo que pudiera explicar por qué un vecin dario tení a sufcie nte pod er, en relació n con el otro, para afrma r de manera exitosa una superioridad de estatus sobre el otro con todo lo que implicaba. Una vez construido, era po sible ex amina r
RELACIONES VECINALES EN CONSTRU CCIÓN
ué medida este mo delo resultaba consistente con los hechos r vables, se podía revisar o abandonar si no pasaba la prueb a , entregarlo para pruebas posteriores, para su revisión o des ción, según era el caso, a otros que l leven a cabo inv estiga s relacionadas. ste proce dimiento po sibilitó la ex ploración y e xplicación de erísticas estructurales que en un principio se descubrían o «togra mas» , como caracterí sticas de una comunidad en omento partic ular en el tiempo, como las dierencias en l os s delictiv os, más tard e como indicadores de una confgura que representaba una etapa en el desarrollo de la comuni . La separac ión conceptual y metodológica de investigaciones la estructura de las agrupaciones humanas en un momento o y de inv estigaciones sobre la estructura de los proceso s en o curo se convirtieron en lo que son, también en este caso, ostró absolutame nte artifcial. El encuentro de grupos nue vie jo s, y las presion es que los obligaron a viv ir juntos como bros un de laepisodio mismapequeño, comunidad, eventos aleatorios; aban perono noeran por ello menos caracte o, de los proce sos a largo plazo y a gran escala a los que nos mos con eti quetas como «industrialización» , «urbaniza ción » o sarrol lo comunitario» . Si no se les vi sualiz a como episodios o de dic hos proceso s, dicilm ente se les puede hacer justicia. se tipo de procesos ha sucedido y sucede en muchas codades en t odo el mundo. Un a y otra v ez, hay grupos que onan sus hogares, de manera más o menos vo luntaria, en de sustento, llevados por regulaciones gubernamentales o rzados por armas, y se establecen en otros lugares, en el l de grupos vi ejos , en medio de ellos; todo esto en relación c o n l desarrollo cada vz más rápido de país s y de las tensiones , o moción los conlictos que genera. Sin embargo, acual pareciera que las personas que se encuentran en esta si n, así como quienes intentan lidiar administrativamente los problemas ue surgen del encuentr o ent grupo s nuevos y os, suelen pensar en cada uno de estos encuentros como s i a único. Reexionan sobr él intentan manjarlo coo si ira auí y ahora y n ningún oro lugar; y los sudios 97
RELACIONES VECIN
ALES EN CONS T RUCCIÓ N
soc iológicos que trata n con problemas de comunidades como s eran problemas de una comunidad particular aquí y ahor a sin indicar claramen te el carácter paradigmático de su c aso par ticular sin sacar a lote las regularidades que s ubyacen en lo problemas de su comunidad particular y que comparten co otras comunidades inv olucradas en pr oce sos si milares, así c om o los rasg os en los que dif eren , tampoc o los ayuda n. Por lo tan to, no sólo e una predilección por las excursiones teóricas la que hizo que nos areciera recomendable cambiar de vez e cuando el enque de esta investigación de los problemas más reducidos de Winston Parva a los problemas teóricos más am pls que ejemplifcaban. Winston Parva se presenta aquí como un paradigma, como un modelo que indica cómo las personas pueden quedar atr apadas en una situación de conlicto por desarrollos específcos, sin poder hacer nada al respecto. Al demos trar y, hasta cierto punto, expl icar la naturaleza de es ta trampa, este modelo puede ayudarnos a aprender de manera gradual, si se desaestos rrollaproblemas. más, la manera de soltarse de la trampa y enentar mejor
. Imagen general de la zona 1 y la zona 2
son arva era n área indstrial en crecimiento. Cerca de 4 1 8 5 personas viv ían a llí en 9 5 8 n poco menos de 5 oo en Administrativamente, conrmaba dos alas de n distrito más amplio; sin embargo, estaba aislado de la mayor parte de él por una línea ferroviaria. Sólo n pente qe atravesaba esta lí nea o ní a al rest o del distrito. Co mo se ha vist o, la divi sión d e son arva en tres zonas estaba r elacionada con s desarro l o. En 9 5 8 la z ona 1 tenía 4 5 6 habitantes, la z ona 2, 5 5 3 y la zon 3, 6 . Las zonas 2 y 3 también tenían o nteras bastante idas . Un ramal de la vía las separab a entre sí y sólo estaban u ids por n pa so a desnive l en la calle principal y por n p eqeñ túne l cercano al canal. a zona solía considerarse la «mejor parte» de Winston a Por lo general, el alqiler era más elev ado. En s mayoría, a n u no de manera excls iva, era n área de clase media. ' L población total de Winston Parva e ra ligeramente mayor Además de las tres rmron l bse de esta investigación hbía dos pequeños «grupos» de po que no se incluyeron en ell. El primero pertenecí a un asentmiento militar; r cas
taba onrmado por una ofciales grupo decsados casas unido a una estación de regimiento i onaba viviendas y subofciales Por local lo regular, ellos y susy .u as o permnecín mucho tiempo n el luga y dicilmente desempeñaban algú n a l en l vid comunitri de Winsto Prv; por est rzón, o se incluyeron 1'n l stigción El segundo «grupo» estb rdo por vrias líneas d css al f l de zona 3 . El Cocejo del Distrito Urbano las construyó durnte ls primeras t pa s de l investigació Además del hecho d qu ls cias poblcionls y de duraC i' n de sidnci ern diciles d vlu bjo ests condiciones, el ipcto de sts va milias de inmigrtes en l id counitri de Winston Prv, drte l o de la investigción, ún era insignifcante
9
IMAGEN GENERAL DE LA ZONA
CUADRO
m.i.
1
Y LA ZONA 2
Ocupación de los residentes de Acacia Road, zona ai
irectores y administradores octores y dentistas ueños de negocios Profesionis tas retirados Maestros de escuela cinistas Ingenieros alceteros Viudas breros
i
Catidad 8 3 3 3 3 3 2 2 4
1
Una sta de as ocupaciones de as personas que vvían en una de as caes prncipaes de a zona 1 proporcona una idea caraLadepresencia a composición so cia demanuaes sus residentes de trabajadores entre os residentes de Acacia Road se debía a a existencia de un peqeño número de cabañas ubicadas a fna de a cae. En eas y en una hiera adyacen te de casas adosad as vivía 2. 9% de a poba ción que a parece en a taba de ocupaciones como resdentes no especiaizados y semiespeciaizados de a zona . Las otras ocupaciones enistadas en e cuadro . 1 indican e carácter pr edominante de case media de a cae. Los resutad os de esta i nvestgación con cordaban con a inrmación recoectaa durant e as visitas a in quiinos y íderes de asoci aciones vountarias ocaes y mediant e as o bservaciones sistemáticas n u durant e algnos años De eos surgó una imagen bastante consistente de a zona sin a cua habría quedado incompeta aquea de a reación en tre as dos zo nas de case obrera Mucho s de os habit antes de a zona no partic ipaban de manera activa en a vida comun itaria de Winston Parva Sus vidas transcu rría n entre os mros invisi s bes qe sueen encerrar a as miias de clase media en área residenciaes Cada miia rmaba un grupo bastante e xcsi vo en reación con os otros Es probabe que e círco de conoci 100
IMAGEN GENERAL DE LA ZONA 1 Y LA ZONA 2
d o s a los que invitaban a sus casas y quienes a su vez los invi an a la suya pro viniera en su mayoría del exterior d e Winston a y en especial del gran pueblo de la región central al que necía el área suburbana de Winston Parva La movilidad permitían los automóviles, si el costo del transporte no im aba una carga, hac ía posible la rmación y el man tenimie n t o relaciones cer canas con personas qu e vivían era del veario No obstante, un círculo pe queño y bastante compacto de re ntes de la zona 1 tenía vínculo s cercanos con Winston Parva v sempeñaba un papel muy activo en su vida comunitaria � e ellos estaba uno de los hombres que vivía en Acacia Road, ncej al Drew, quien d esempe ñaba un papel muy activo en la de la comunidad Probablemente era su ciudadano más inente l momento de la investigación, era un hombre que apenas aba a los 60. Su padre, un inge niero de Manchese r, se había adode a Winsto n Parv a en década 880tiel concejal az reco rdar el año exlaacto y de por1 un empo hab ía e ad nstrado la ndición local El conce jal Dre w había construido u cuenta un negocio oreciente como maestro mayor de s Era conce jal del condado y m iembro d e Concejo del Di s Urbano local También era presidente de varias asociacio cales y miembro de la junta de gobierno de dos escuelas s Su nombr e era fm iliar en toda la zona 1 y toda la z ona 2 ntrevistas mostraro n que era menos conocido en l a zona 3 as elecciones del Concejo se enlistaba como independiente ndía por completo de su posic ión en la comunidad y carecí a na organización propia Lo s miembros d e la Socied ad Con adora dijeron que siempre lo apoyaban; sin embargo, los es elector ales simplemente dec ían: «Vota por Drew, el ami los v iejo s conocidos» Atraía no sól o a los v iejos sin o tam a quienes compartían los valores y las creencias comunes e «aldea» , s u orgullo en la pertenencia a una comunida d esta a antigua y su satisfcció n por «pertenecer» Drew era un o del espíritu de la comunidad; si mboizaba los azos cer s que unían a las personas de la zo na 1 con las de la zona 2 101
IMAGEN GENERAL
D E LA ZONA 1 Y LA ZONA 2
En muchas rmas, actuaba como el alcalde no ofcial de Win ston Parva Su ca sa reunía, en una rma que casi pareciera per tenecer a una épo ca ya pasada, al men os en las áreas urbanas e industriales, las ncione s de su centro de neg oci os y las activi dades comunitarias con las de su hogar En 1958 aún conducí su negocio y sus actividades comunitarias desde su cas a Allí, u cuarto ngía como su ofcina También servía como el centro de todas sus actividades en lo que él mismo llamaba la «vida de la aldea» De manera deliber ada o no, en este contexto urbano e indus trial desempeñab a un papel sim ilar al que, en contextos más rurales, realiz aba el hacendado Su espo sa celebraba de maner regular «Horas de Luz» en su casa para las damas de la iglesia. Uno de sus hijos , que estaba casado, traba jaba con él en el negocio de la construcción y vivía cerca, en la zona 1. La cualidad que se oía con mayor ecuencia cu ando su nombre salía a la luz en conversaciones era amable, y os antiguos residentes de la «aldea» ponía n gran énsis en el hecho de que «nac ió auí» Tenía algunas de las idad características Floydnal» Hunter asigna a un líder de la comun en « Ciudaque d Regio : Su edad y estatus e n l a comunida d l e p ermiten pronunc iars e sobre los probemas de a juventud o de las condicione s de los negocios , sin importar si involucran a su negocio; sobre problemas poblacionales, asuntos de paz y guerra y muchas otras cuestiones que discute con conocimiento asegurado. Los periódicos comunican sus palabras como si tuvieran autoridad
El concejal Drew era el líder de prestigio y a fgura central de varios círculos que se conec taban de manera inrmal gracias a las redes de parentesco, así como de una variedad de asocia ciones locales que tenían sus raíces en la zon a 2 mas no en la 1 y que dicilmente tenían vínculo alguno co n la zona 3 . No obs a tante, en la zona 1 tenía un «círculo cercano» Cerca de la cas del concejal Drew vivían otros habitantes destacados que era presidentes de asociaciones locales como el Club de la Tercer Floyd Hunter, Commun ity Power Struc ture, University of North Carolina Press, Carolina del Norte, 1953, p . 27. 2
02
IMAGEN GENERAL DE LA ZONA 1 Y LA ZONA
2
d o miembros de comités Estas personas lo podían visitar ndo quisieran Todos se llamaban entre sí por s u nombre de Junto s y cada u no a su mane ra desempeña ban un pa destacado en la vida comunitaria de Winsto n Parva Por cons iguiente, la imagen general de la zona 1 era la de un ndario con residentes de clase media cuya m ayoría no partic i de manera act iva en los asunt os locales , mient ras que una oría ngía como líder de la comunidad no sólo en relac ón s propio vecindar io, sin o también con Wins ton Parv a como od o y, en partic ular, con el v ecind ario ce rcano de cla se obre e aquí llamamos zona 2. Los obreros semiespecializados y no specializados que vivían en las cabañas del «extremo malo» Acacia Road pertenecían geográfcamente a la zona 1 pero n o se contaban socialmente entre sus residentes En lo que con nía a la ima gen de la zon a 1 se ignoraba la presencia de esta oría Las milias de hombres q ue rma ban la otra minoría, po de élite que desempeñaba un papel destacado en la vid a nitaria de Winsto n Parva, en lahombres ma yoríatenían de los padres casos, opron de la zona 2. Muchos de estos ntes que aún vivía allí, y el hecho de que eran «viejos entes» , miembro s de «vie jas milias» , siempre se mencio on or gullo considerable Demo straba que se «pe rtenecía>>, se « nació aquí» E l hecho de q e personas que inicia lmente n en la zona 2 mudaran su lugar de residencia a la zona 1 n símbolo de éxi to E proceso continuaba Muchas milias on haberse mudado a la zona 1 después de 1945 pues «siempr bían querido vi vir aquí » En algunos casos, la gratifcación d rra del esposo se había usado para obtener una hipoteca quie nes se mudaron de la zona 2 a la 1 había miia s de tra dores especializados, empleados en industrias locales, cuyos h ij os abían de jado la escuela; en algunos casos, l as esposas tam rabajaban medio tiempo en alguna ábrica local En la nadie mencionó que tu viera parientes en la zona 3 tampo co salieron a la luz lazos miliares de este tipo en las entrev is t as y onversaciones con residentes d e la zona 3. o r lo tan to, los lazos que se habían cread o gracias a u na re a prolongada en una comunidad industrial relatvamente 10 3
IMAGEN GENERAL DE LA ZONA
1 Y
LA ZONA
2
vieja no se rompían cuado una milia podía costear mudarse de un distrito de clase obrera a uno adyacente de clase media Quienes permanecieron en el vecindario de clase obrera pare cían sentir que su conexión con los hombres que habían ascen dido s oci almen te elev aba su propio estatu s, y parecían dis utar de la gloria r elejada De esta manera, los «viejos resident es » de vecindario de clase obrera de la zona 2 y los «viejos residentes» que ahora vivían en el vecindario de clase media de la zona se vinculaban entr e sí La reputación, la image n de la zon a como un «á rea mejor» no se veía aectada en manera alguna po r el hecho de que agunos de sus r esidentes viniera de un área de clase obre ra o tuvieran ascendencia obrera Su estatus como la zona más ele vada de las tres en su clasifcación se reconoc ía ancamen te en la zona 2 y un poco más de mala gaa e n la zona 3 Los residentes de la zona l como ind ican las entrev ist as, estaban muy cons cientes de la superioridad de su vecindario en relación con la zona 2 y la 3 Se reerían a esta superiorid ad como suelen hacer las pers onas en las democracias del sigl en térmiemocional nos indirectos aparencia, que carecían deolaxx, anqueza conylagrises que en personas con un estatu s superi or en époc as meos deocráticas se reerían a su estatus, pero, aun así, bastante inequívocos Los términos utilizados tenían el carácter de palabras clave; se espe raba que todas las personas del mismo estatus entendieran su importancia Decían: « É sta es la mejor parte, todas nuestras milias viven de este lado» o «Hay una dierencia No crea que soy un esnob, pero ¡la hay! » o «Es muy lindo aqu í D ierente d el resto de Winston Parva, en especial de la Urbanización» Como era de esperarse, la zona 2 diería en su apariencia exterio r de la zona en ésta, la mayoría de las personas viv ían en casas semiadosadas con cocheras y las calles eran muy am plias La zona 2 estaba conrmada por cientos de casas adosa das con muchos callejones angost os y pequeños patios traseros En cuanto a la clase soc ial, hasta donde era po sible determinarlo, la zona 2, como la zona 3, era un ve cindario de clase obre ra El cuadro . 2 proporciona indicio s de la distribución poblacio nal de «clas e» en las tre s zon as Se bas a en una encue sta realizada a principios de 958 por los ofciales de asstencia escolar del 10 4
IMAGEN GEN ERAL DE LA ZONA 1 Y LA ZONA 2
CUADRO m.2.
Distribución de clases de los padres de niños en edad escolar en las tres zonas
Cantidades
Clase social
/o a
To ta- I les Can t.
JI
III
%
Can t
%
70
9
129
30
42.9
2
444
1
0.2
51
11. 4
3
216
7
3.2
730
10
88
Can t 22 116 0 208
-
V
IV
% 3 1 .4 26.1 3 2. 5
Can t
%
8
1 1 .4
167
3 7.8
1
3 2.9
246
Can t 1 109 68
% 1 .4 2 4. 5 3 1 .4
178
ité Educat ivo Local. Las ocupaciones d e los padres de cada que tu viera 1 8 años o menos s e apun taron en ta rjetas de re ro indvduales y se clas ifcaron de acuerdo con el « Í ndice de se Social del Registro Civil General» a s cant idades no s propo rcio nan un indicio de l a dstrbu zonas. la exis de tencia declases clase en V las en tres la zona 1 y deIndican una minoría clasede unanmien la íade 2. Muestran claramente la concentración de los habitantes a zona 2 y la 3 en las clases V y v con un acento más cado hac ia la clas e en la zona 3 Todas las bricas que proveían de empleo a los habitantes os dos vecindarios de clase obrera se situaban en la zona 2. an conrmadas po r varia s frmas pequeñas que, e n su maía, producían calcetas y zapa tos, y que mantenían sus rmas icionales sin que, en apariencia, suieran de ninguna pre competitiva por parte de una compañía mediana que pro ía instrum entos para las erzas armadas y d e una bri ca de cillos un poco más grande y moder na La mayoría de estas as tnían menos de 10 0 traba jador es a su cargo Casi todas necían a un grupo nacional de mayor tamaño. El exterior us edifcios, que databan de fnales del sglo XX, se había ernizado , con excepción de unas frmas más pequeñas que e n neral se mantenían inmutables y se veían algo rui nosas En hos casos la iluminación era pobre y la maquinaria anticu a p ero hasta donde s e podí a ver esto no limitab a la lealta d de 105
IMAGEN GENERAL DE LA ONA
l
Y LA ZONA 2
sus trabajadores, al meos o la de los más viejos, que había pasado, como se decía localmete, «50 años e las botas y zapatos» Por otro lado, la brica más grade de Winston Parva, que producí a ua m arca mosa de paecillos, auque se ubicaba e un edifcio del siglo XIX, había sido remodelada por detro y : por era y cotinuaba expadiédose Esta frma había absorbido a la á brica de calzado adyacete, la cual había sido parcialmete reconstruida y expadida para que rmara un complejo adicioal que domiaba el horizote hacia el este Las codicioes e esta brica era sorpredentemete dieretes de las de las industrias tradicionales La naturaleza misma del trabajo requería mayor ateción y limpieza; o obstate, incluso más allá de estos requerimietos de higiee, era posible observar ua tedecia defn itiva hacia técicas de producció mod eras La c ombiación de colores era esca y alegre, las istalacioes recreacioales y de descaso era bueas y los salarios estaba por ecima de esperarse los ídicesque del si dicatomoderno de esta brica, e Podía el carácter comparació co el relativamete aticuado de las otras, se relejara de algua maera en la posició local de quiees trabajaba allí; si embargo, esto o su cedí a La mayoría del trabajo e la brica de paecillos o era especializado, los salarios os cilaba etre las 5 y las 7 semaa les e 9 58 para ua tr abajadora adulta, mietras que la misma mujer podía gaar e tre 7 y 1 0 sem aales si tomaba u empleo semiespecializado e ua de las idustrias más tradicioales, siempre y cuado la brica estuviera de « tiempo complet o» Durate el per iod o de ivest igació ocurrieron al guas uctuacioes e los salarios de las idustrias tradicioales debido pricipalm ete, se decía e la localidad, a la competecia extrajera Ua de las bri cas de calzado cerró e 958. El prosp ecto d e tee r «jor ada reduc ida de vez e cuado» y hace rlo en u ambi ente meos agradable pro duj o ciert a icer tidumbre, e especial entre muchach as adolesc entes, quiees se eetaro a la elecció etre salarios relativamete elevados e las industrias tradicioales, con la posibilidad de «j orada redu cida » auada a la l ta de istalacioes moder as, y los sal arios 106
1
IM AGEN GENERAL DE LA ZONA 1
Y
LA ZONA
2
bajos pero seguros de la moderna brica de panecillos. a incertidumbre hizo que algunas jovencitas cambiaran de a o varias veces durante los primeros meses. Resulta relev a t , en relación con lo que sig ue, señalar que los trabajadores d e o dos ti pos de f ábricas n o se dividían en grupo s de obreros co un estatus social y nanciero diferente. Existía una gran oilidad laboral entre los dos tipos de bricas en el área; t amo se les dividía , en la ma yoría d e las bricas, de acuerdo con su gar de residencia. No sólo se reclutaba a los obreros jóven e s ino también a los viejos, de ambas zonas de clase obrera. Estas bricas representaban la ente principal de empleo en bric as de Winsto n Parva. La siguiente tabla muestra la can d de hombres y mujeres de la comunidad que tenían empleo en os bricas locales. a « aldea» de Winston Parva, en donde se situaban todas las icas locales, ngía como un centro industrial que proporonaba trabajo para las personas locales, a la vez que atraía a ros de locales ot ros vecindarios. En una las dos l cuadro 11 1.en3 , obreros en realidad son m bricas inoría. deEra habi tual el área que las mujer es trabajaran. En la mayor ía de los casos, utinas de la vida conyugal estaban a tono con este hecho. ltaba una gran venta ja para las mujeres ca sadas contar con CUADRO 1113. Trbajadores locales y no locales
en dos fábricas de Wins ton Parva bajadores locales y no locales TOAL eos que viven fera de W P. eros que viven en W P, de los cuales: H mbres Mjeres Mjeres casadas
Fábrica de pan ecillos Can t.
Fábrica trdicional
%
Can t
1 83
67.8
96
5 7.9
87
3 2.2
70
42.1
35
12.9
24
14. 5
52
19.3
46
27.6
39
1 4-4
43
2 5 .9
270
100
1 66
%
100
1 07
IMAGEN GENERAL DE LA ZONA 1 Y LA ZONA
2
bricas cercanas a su hogar; lo ismo sucedía con una red milia r que estu viera corada por más de dos generaciones, pues permitía a las u je res dejar a sus hi jo s con su «abuelita» o con una tía ay or mientra s trabajaban Adem ás, el hecho de qu e tanto el la como su es poso ganaran dinero rtalecía su pos ición dentro de la milia Puede s er que esta costubre se relaciona ra de alguna manera con la rmació n de redes iliare s matro cént ricas en la «alde a» , aunque s i no se examinan l as condici one bajo las que se rman estas redes en otros lados, resulta dicil decirlo El contact o diario en el traba jo con obreros que viv ían era de Winston Parva parece haber tenido excepcionalmente poca inuencia en la perspectiva y la opinión de los obreros que vivían en la «aldea» El poder de su comunidad sobre su sentido de los valores y sus m etas era evidentement e más grande que el de su lugar de trabajo Su erte creencia en la superioridad de la «aldea » y su rma de vida por encima de la Ur banización tam poco se vio hec ho de hací que trabaja ban todos en la mis maafectada fábrica ypor conelecuencia an el mismo tipolodes días tra bajo que los obreros de la Ur baniz ación El cuadro 1 11 4 proporciona ejep los de las fábric as en las que obrero s de ambos vecindario de clase obrera de Winston Parva encontraron empleo El hecho de que los trabajadores de ambas zonas, en estos dos casos así coo en otros, trabajaran en las misas fábricas no condujo a un a disminució de las barreras qu e lo sep araban era del traba jo . CUADRO 111.4.
Residenc ia zona l de los traba jadores locales Fábrica trdiciona l Fáb rica de pan ecillos Zona
Hombres Mujeres Mujeres Hombres Mujeres Mujeres todos solteras casadas todos solteras casadas - �
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a image n que muestra e l cuadro 4 , el atracti vo de las in s rias locales para los traba jadores de la comunidad, parti cu ente comprensible en las mujeres casadas de ambas zonas lase obrera, e s bastante típica Sin embarg o, hay algun as ex iones La brica de instrumentos, por ejemplo, que había evacuada de Londres con una parte de sus trabajadores, nes se establecieron en la Ur banización, a ini cio s de la gue ún contaba pocos «aldeanos» entre sus em pleados Después guer ra se convirtió en una de las ábricas más importantes s campo y había desarrollado un oreciente negocio de exación En 1958 esta ábrica empleaba a aproximadamente 80 ombres y 20 mujeres, de las cuales 1 5 estaban casadas De rdo con la administración, cerca de 50 obreros, la mitad s er za laboral, vivían en la Urbanizació Eran los evacuado s inenses srcinales que habían permanecido en Winston a La mayoría de los demás trabajadores venían de grandes nizaciones en las aeras de una ciudad cercana Se había ado obreroslade la zona 2 En había el momento de estigaa muy ción, pocos no obstante, administración intentado r a más mano de obra local Se había invitdo a grupos de elas locales para que visitaran la brica y el resultado e se aceptó como aprendices a muchos jóvenes de la zona 2. xistían una o d os frmas más que tenían pocos residen tes o no de la zona 2 entre sus trabajadores En su caso, parecía la ausencia de traba jadores de la «aldea» se relacionaba con lsifcación local de esas frmas o quizá de las personas que aban en ellas En ninguna el nivel de salarios era notablee inerior al de las otra s frmas local es Sin embargo, el tra ra pesado y exigía un eserzo sico considera ble S e pue omar como ejemplos una compañía de abastecimiento de igón y una pequeña ndición En 1958 su erza laboral bnada estab a compue sta por cer ca de 1 5 0 hombres ; unas as mu jeres tenían empleos de ofcina o en la caeería Fue sble obener inrmación conf able sobre su lugar d e resi a, pero de auerdo co n un esti mado local, un cuar to de los adores v enían de Winst on Parva, cai todos de la Urbani n En términ os de estatus labo ral, la ma yoría perte neca al 109
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estrato más bajo de clase obrera y se clasifcaba entre la mano de obra no especializada. Sin embargo, unas cuantas visitas de muestra a sus casas no indicaron ninguna división obvia entre su rma de vida y la de otros residentes de la Urbanización; tampoco se dierenciaban de manera notable como un grupo distinto en la opinión de otros residentes consultados ni siquiera en la de los obreros especializados . Por otr o lado, los « aldeanos» , sobre todo las person as de las «viejas aiias», solían ver a quienes realizaban trabajos pesados, en especial si eran un poco ruidosos , simplemente como la « gente típica de la Urbanización» . Ante est o, la «aldea» parecía tene r u n alto grad o d e unirmidad. En particular, si uno preguntab a su opinión sobre la urbanización, las respuestas obten idas de los « aldeanos» eran unirmes. No había ninguna duda sobre el carácter predominantemente obrero de la zona. El grueso de sus habitantes, aproximadamente 8 0%, eran trabaja dores manu ales empl eado s en parte e n indu strias locales, en parte en aquellas cercanas al pueblo. Tmbién las convenciones dominantes características un por tipo particular de vecindario de claseeran obrera. El ritual dede visita, ejemplo, era noablemente diere nte del que prevalecía entr e las milias de clase media de la zona i . Allí no se acostumbraba visitar a otras milias sin previo av iso . Por lo general, se u saban ciertas rmulas rituales, habladas o escritas, si se quería que al guien visitara su casa, y no se esperaba que lo hiciera a menos que se diera dicha in vitación. Los « aldeanos» no tenían el háb ito de invitar rmalmente a su casa, excepto en ocasiones muy es peciales, c omo bodas o nerales. Probable mente sus cas as era n demasi ado peque ñas para que se desar rollaran rondas de visitas prepara das y contravisitas c omo una parte normal de su trad ición social. Quizá los ingresos tambin eran demasiado pequeños, o lo habían sido en el pasado, para que surgiera dicha tradición entre hombres y mujeres tr abajadores; sin embargo, en contrast e con la convención dominante entre las personas de clase media, la clase obrera permitía las visitas inrmales en una medida mucho mayor. Las mujeres en paticular eran más propensa s a «aparecerse» con los vecinos para sostener una plática en la puet a trasera o beber una taza de t. La convenció n no propor no
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aba ni se esperaba que lo hiciera el mismo grado de a cidad miliar que esperaban las personas de clase media y q u e s convenci ón les per miía en la zona l. Las puert as no est a erradas de manera an defniiva, los muros eran más an s, c asi todo lo que sucedí a denr o de la casa estaba al alca n los oí dos y los ojos de los v eci nos ; poc o era lo que se pod ía tar, los aspecos privados y comunitarios, «individuales» y v
ales» de la vida no estaban an separados. Cualquier tipo ticias corr ía rápidame ne a través de los canale s de chisme de n casa, de calle en calle. Aparenemene, eran las amas d e asa sus principales poradoras. Quienes «pertenecían», que an personalmente de acue rdo con los estánda res comu nia de su v ecin ario, no parecían su ir esa la rel ativa de priad; aquellos q ue no «p erenecían» solían suirla. Si bien, comparada con las zonas 1 y 3, la zona 2 pos eía co c aciones relaivamene abieras y un alo grado de uni r ad, conrme progresó la invesigación e posible darse a gradualmente de ciero ipo de subesraifcación en el d ario de cl ase obre ra, en apariencia unirme, que pr ese n a algunas barreras para las comunicaciones y las relaciones aes en ge neral. a «aldea» no tenía un centro real sino una calle basane de que la dividía en dos. La mayoría de sus habiantes vi a sur de esta calle , en as casas que Chares W ilson constu las calles qu e inmoralizan su nombre. Un a minoría viv ía al rte y la mayoría consideraba a una sección de esta pare, aent e a la zona 1 como la «mejor pare» de la « aldea» , y no sus residentes sino tam bién, aunque con menor énsis, los antes d la parte sur. En dos de las calles de la parte nore v ivía una « élite de clase a»; estaba conrmada principalmene por miembros de iejas milia s» y de otras milias de trab ajadores especiali s, en activo o retirados; aquí vivía, además, los pocos resi s d e clase mdia de la que má s bien er a n área de clas e a. La mayoría de las casas en esta s calles no eran de ningu na a mejores qe las del resto de la «aldea», pero entre ellas a unas cua ntas que eran ligeramente más grand es que el resto 11
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y cuyo alquiler era ligeramente más elevado Una min oría de ve cinos de clase media con casas ás grandes probablemente s combinó con el prestigio del que gozaban unas cuantas «Vieja milias» en la «aldea» para doar a estas dos calles del norte de estatus d e la «mejor parte» de la «a ldea» Sus residente s parecía sentir un gran orgullo por vivir ahí En las medias tintas que se usan con este propósito, solían intentar llaar la atención de entrevistador hacia esta distinción con expresiones como : «So buenas personas la s de nuestra calle, mu y lind as» No obstante , en térmi nos de ocupa ción y clase s oc ial, las di erencias reales e la «aldea» entre las calles de élite y las normales eran pequeñas, como indica el cuadro 111.5. Unas cuantas mi ia s, que en la clasifcación del registro ci v habrían califcado como clase 11, aunque ninguna muje r era trabajadora, viv ían en las «mejores» ca lles de la zon a 2. Una de l as cales ordinarias tenía unas cuantas mujeres trabajadoras, ninguna tenía residentes de clase 11 En términos estadísticos, el número d e residentes de clase media las calles del norte de la «aldea» era reducido Como ctor en en la confguración que dotaba a estas dos cales de s posición elevada, una minoría de vecinos de mejor clase sin uda desempeñaba un papel mayor al que sus cias hubieran sugerido Cas i siempre se les mencionaba en las entrevistas En igual medida resulta relev ante que la po sic ión elevada de las dos calles no se viera aectada por una minoría de un tipo distinto una minoría de residentes de menor estatus que vivía ahí Una de estas calles contenía lo que en la localidad s e cono cía como el «extremo malo » El Concejo había construido allí una hilera de pequeñas casas en la década de 1930 qe atrajo a un tipo de inquili nos ligeramente más pobre y menos consciente de las normas y el estatus, i. e. menos «respetab le» , que los habit antes del área de élite y, de hecho, que la mayoría de los residentes de e la «aldea» En contraste con la minoría de residentes de clas a media, la minoría inerior de clase obrera, si era posible, nunc se mencio naba Al igual qe a una mi noría s imilar en la zon a , solía ignorarse en la valoración que las personas ha cían del estat us de su vecindario y, en la media de lo posible, se «acallaba» e conversaciones con «rasteros respetables» como el entrevistao 112
CUADRO 1115. Ocupacones de los resdentes de dos «calles de élte» y dos «calles ordnaras» en la zona
Calle de élte a ti ad
Ocupcones
2
Periodist cinist Tenderos
3 2
2 3
Calle ordnara a Cantdad
24
Tendero
Ingenieros
3 1
Trbjdores rrovirios Mno de obr calcetera Mano de obr zapater breros
2
Ingenieros Chor de cmión Trbjdores ferrovirios Mno de obra calcetera Mno de obra zapatera breros Trbjadoras de brica de panecillos Viudas
Viuds TOAL Calle de élte b
tiad
Ocupacones
3
cinists Tenderos ueño de estacionmiento ngeniero especializado gente de seguros
3
1 1
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Ocupacones
1
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Chofer de cmión Mquinist Ferrocrrilero lbil Plomeros Mno de ob clceter Mno de obr zpter breros Viuds TL
3 27
TAL Cale ordnara
b
Cantdad
Ocupacones
1
Ingeniero especilizado
1
Chor de cmión
2
Mano de obr clceter Mno de obr zpter breros
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Por consiguiente, inclu so esta zona de clase obre ra « unida» y en apariencia unirme, la «aldea », tenía una je rarquía d e estat u s intern a. Tení a subzonas que se clasifc aban más arriba que otra s aunque no era posibl e asum ir que cada milia que viviera en la s «calles de élite» estuviera clasifcada por encim a de cada mili que vivía en las calle s ordinarias de la «aldea» La clasifcación po estatus de las milias e individuos, más allá de la capa más ele vada y la más baja, desa faba , como en cualqu ier otro lugar, cual quier intento de una representación numérica simple Sin em bargo, en líneas generales, las «mejores milias de la aldea » vivían en la «mejor parte» o por lo menos tenían una rama en ella Si estos dierenciales de estatus y de poder generaban ic ciones, éstas se mantenían en buena medida ocultas Un contro l vecinal mutuo, que promovía y recompensaba la adhesón a la creencia compartida en el alt o valor de la « aldea» como com unidad y de su rma de vida, y que desalentaba las expresiones abiertas de descontento, en especial en conversaciones con ex traños, difcultaba su expresión abi (para erta laAsí, entre los incenti para el comportamiento «nómico» conrmidad), uno vos de los más grandes era la necesidad compartida por casi todos los «aldeanos» de dierenciarse del otro vecindario de clse obrera que se encontraba a su puerta, cuya rma de vida, de acuerdo con la opinión pública de la «aldea» , era menos r espeta ble y decente Los «aldeanos» cerraron sus flas en relación con la Urbanización Se habrí necesitado valor o temeridad para que una persona que viviera en la «aldea » no se conrmara con la opinió n rectora de la « aldea» en cualquier asunto que involu a crara a los habitantes de la Urbanización Rara vez sucedía; este respecto, las inclinaciones individuales parecían concordar con la opinión dominante en la «aldea» En líneas generales, es probable que resultara más gratifcante para los individuos d e una comunidad de este tipo participar en el pavoneo y el despre cio comunita rios que tenían como fn afrmar el es tatus más ele vado de su comuni dad o, en ocasiones, de un grupo de élite de n tr o de su comuni dad que oponerse a ellos Además, los casti go s sociales que espe raban a cualqu iera que en ese contexto hubie r pronunciad o ideas contrar ias en púb lic o o que no parecier a ad e 1 4
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· e por su propia vountad a os estándares de las «viejas , en una comunidad como ésta, que ejercía una erte n para la conrmidad y tenía un frme control vecina, ean sido severos. n ocasi ones era posibe encontrar e jempos , durante las en as, de a exc usión de personas de quienes la opinión de a sospechaba inconrmidad, aunque por lo general as nas pers onas» de área d e éite inte ntaban oc utar la pr ese nc i a e una « oveja neg ra» s ocia en su propia cae. Así, un a ma de de media na edad en e área «de éite» de a «adea » preguntó i casuaida d pod ría saber a quién e ntrevistaríamos despué s. C ndo se e dio, respon dió: « ¡ Oh ! Yo no iría a á. ¡Oh, no ! Va l elos son agradabes, pero alá no. Ea es una voube, � a estado aquí un año. Vayan a casa de os Sewe, eos son b es ». Siempre se sospechaba de os recién legados qu e se ecían en as «caes b uenas» de a « adea», a menos que e bviamente « agradabes». Un periodo de prueb a era necesario
ra as «buenas estabecidas que su s noasegurar s e ver íaaaectado p ormilias» a asoci ación con u nde vecino cuy a n y estándares eran inciertos. En este caso, a «oveja ne ecui da er a una muje r que se habí a muda do recie ntem ente eindario y qu e hizo os siguientes comentarios cuando s e e ntó sobre su reación con os vecinos: «Son muy reserva Haba n en la cae pero nada más» . Luego contó cómo había do «na taza de té a os basureros un día en e que hacía o ío» a poco tiempo de haber legado a Wins ton Parva. ieron y eso os escandaizó. » Un recién egado no sóo de bservar os estándares de la «aldea» sino que debía hacer pié en eo; de o contrario se le asignaba una casifcación en e orden de estatus de as milias de a «aldea» y se e como un marginado. É ste es un e jempo de as ic ciones onadas con os di erenciaes de estatus y poder de una comu , incuso de una comunidad relativamente pequeña y sin erte estratifcaci ón como a «aldea» . Este tipo de icci ones s e ían más caras si se consideraba la comunidad atamente ifcada de Winst on Parva como un todo. Sin embargo , est a 1 n gener al de a zona 2 basta para mostrar a posición c en 1 15
IMAGEN GEN ERA L DE LA ZONA Y
LA ZONA 2
tral que ocupaba el orden de clasifcación de las personas en l estruc tura de un a comunidad de este tipo. En las teorías actuales suelen dejarse s in explorar dos proble mas planteados po r esta clasifcación de estatu s comunitario qu eran ácile s de observar en Winston Parva. E l prim ero involucr a la constru cción de este orden de estatus. Se puede estar satis echo con aceptar una rmula establecida como la clasifcación de estatus mutuo, que sugiere que cada milia primero decide por su cuenta cómo clasifcar a los otros y que el orden de estatus comunitario simplemente emerge de un intercambio de opiniones entre milias individuales, quizá por una decisión mayoritaria. La lógica acerca de es as cuestiones continuamente pareci era proceder, aunque no necesariamente con conciencia absoluta del hecho, por analogía con el procedimiento de votación: todos, pareciera implicar , votan en la clasifcación de los demás y el consenso en la clasifcación de las milias indica la opinión de la m ayoría; sin embargo, esta analogía es un supuesto tan fc ticio el de laque la sociedad nace delasunpersonas «contratopermiten social». Hacecomo a un lado pregunta del porqué que otras las clasifquen. Además, en Winston Parva, como en muchas otras comunidad es, era una m inoría de miias la que vivía en las áreas que tenían la c lasi fcac ión m ás alta y la mayorí a la que vivía en áreas que tenían la meno r clasif cac ión . Igual que en otras partes, las personas permitían que se les asignara una clasifcación inerior porque no podían evitarlo. No tenían sufciente poder. La buena mujer a quien, según sus vecinos en Winston Parva, no debí a visitar el entrevistador y a quien trata ban con reserva cuando se la encontraban en la calle no tenía poder alguno para hacer que se comportaran de otra manera. Las pe rson as que vivían en el « extremo malo » de una calle o las de la Ur banización, de quienes los « aldeanos» decían que vivían en el «c allejón de la ra ta» , tampoco tenían s ufciente poder para cambiar el bajo lugar que se les había asignado en el orden d e estatus de la comunidad. En algunos casos una cantidad mayo de poder se une co n las grandes cias, con la «m ayoría» ; en otro , con las pequeñas. Por consiguien te, una minoría unida puede ejercer pod er sobre una may orí a menos u nida y no tan bien or 16
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z ada. Las «viejas milias» de Winston Parva eran un ejem¡10 e esto. Indudableme nte no c onrmaban la ma yoría de los antes de Winst on Parv, pero las creencias, los estándares y l a a sifcac ión de los otros que prevale cía en est e pequ eño grupo o de élite tenían gran peso sobre los demás, en bue na medida ue, como s e verá, s us miembros tenían posic iones clave en munidad. El segundo problema, que suele pasarse de largo y al que las vaciones en la zona 1 y la 2 ayudaron a esclarecer, se ree la relacó n entre lo s d erencial es de estatus y las ic cio nes . inos como «jerarquía d e estatus» u «o rden d e clasfcación » an en ocasiones como si se refrieran a confguracones usuale armoniosas c on las que las tensiones y los con ctos sólo acionan de ma nera accidenta l. De hecho, como son las cosas, n siones y los con ictos rman un elemento estructural in eco de las jerarq uías de esta tus en todas part es. u no pasea por las calles de un pueblo o de una aldea como isitant casual, e incluso sis vive allítus por unlos tiempo, es p os ue no enote las distincione de esta que habitantes h a-i ntre sí y las ic ciones latentes o declaradas que se relacionan las. Aun si se v ive en dicha comunidad por el tiempo suf e para volverse consciente de su orden de estatus nterno, empre result a sencillo emparejar en términos propios el cono ento que los habitantes tienen de la posición de otras milias e n comunidad, pues usualmen te los residentes mismos no ex an su clasifcación en términos generales. T odos eos, en e spe as mujeres casadas, conocen de manera implícita el valor ene de otras milias e n su vecindario, en particular en na nidad unida como la «aldea». El análisis de la estructura sme en una comunidad de es te tipo, mismo que se encon más adelant e, pued e ayudar a dar una idea más cl aa de la mica de clasifcación; muestra en qué medida las minorías osas pueden controlar, como una especie de lídees del e, las creen cias de un a red más amplia de vecinos, puede n en el eparto de recompensa s y castigos del chisme y en el io para la clasifcación de las milias. Sin embargo, los cri te ri o s casi siempre se encuentran implícitos como parte de un 117
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sistema axiomático de creencias comunitarias y la clasifcació suele expresarse por medio de t érminos de valor simples com «mejor» o «no tan agradables», «bien» «okay». Puede utili zarse con matices y trasndos sufcientes para dejar bastan t clara para los iniciados la posició real de una milia en la je rarquía de estatus. Al con ceptua lizar el orden de estatus de un a comunidad de este tipo, se extrapola y verbaliza una confgura ción q ue aquellos que la r man nunca conceptualizan y verba li zan en el mismo nivel. No obsta nte, en cu alquier momento dado tiene un patrón sumamente fr me y def nido, y lo mismo sucede con las icciones concomitant es. La confguración que uno encontraba en la zon a 1 y en la 2 mostró la importancia de este orden comunitario de superioridad e inerioridad específco y el tipo particular de tensiones que genera. Era necesario saber más sobre la estructura de las «Viejas milias» y de la red que rmaban entre sí para entender mejor estos dierenciales de estatus.
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IV Las familias matrocéntrcas de la zona 2
eriodita local acido e la «aldea» reumió u impreió ta cuad o ijo, «N o abe quié e pariete d e quié So que, auque iempre he vivido aquí, igo decubriedo nte» Ete tema apar ecía u a otra vez e la cov eracio co peroa que vivía e la «aldea» El pator mecioó l os erte lazo mil iare de la parte má vi eja de la aldea ». U oario público que vivía e el « área d e élite» de la « aldea» tió cai de maera litera l la paabra del periodita: «el ma i o aquí e ta edogámico qu e o abe quié e pariete é ». Nigu a de eta aev eracioe podría habere hecho sobre la Urba iz ació, pe ro tambié había dif ereci a marcada e el patró m iiar de la « aldea» e l de la zoa 1 . E l a zoa 1 l as milia era peque ña; rara vez teía má de do hijo . E no hogare lo hijo había crecido, e había caado e a ido de Wito Parva porque oecía poco cargo del al que apiraba. E hogare co hijo meore e otaba to má éi e poía e la italacioe e ducati va re ti a. La peroa et revitada e la zoa 1 olía pr eguta r
eta de ietigació era u de traba jo detiempo tiem po completo rare que era u etudio medio que la ocu- , al ón pricipal de l etr evitador era la eeñaza, imediata te motraba que había dedicado batate tiempo a pe n la educación de u hijo Se hiciero preguntas mu obre la educació uperior, plaza uieritaria, clube d e etud y una ariedad de actividade culturale Pca per en la zna 2 y ólo u na en la zoa 3 pregut ó al entr eita 119
LAS FAMILIAS MATROCÉNTRICAS DE LA ZONA 2
dor sobre su traba jo; us ualmente personas que tenían un h ijo e el bachillerato. Evidentemente, las milias de la zona 1 , con sus casas sem iadosadas con coch eras, co cina s que ahorraba traba jo y en su mayoría con uno o dos hijos, eran idependientes de su vecindario y tenían intereses itelectuales más amplios que los residentes de las otras zonas. En la zona 2 no sólo lo s lazos v ecinales, sin o los de pare ntesco eran notablemente más ertes que en el resto de Winsto Parva; e ambos casos resultaron estar conectados de manera cercana. Esta observación ayudó a corregir una impresión que se puede obtener de los textos sociológicos sobre las milias, la impresió de que la estr uctura miliar y la de la comunidad en que viven carecen de re lac ión entre sí D e hecho, resulta impo sible entender y ex plicar la aturalez a de los la zos miliares y la estructura de las milias como si éstas existieran en u vacío comunitario o como si su estructura determinara por sí misma la de las comuidades en que vi ven. 1 El estudio de Winston Parva oportunidades paraindicaron compararladie tiposnos de proporcionó vecindarios; estas comparaciones mediretes da en que la estructura miliar que se ecuentra en un vecidario particular dependía de la del vecindar io en que vivían. Lo anterior resultaba particularmente evidente en el c aso de la «aldea» . L a proximidad de los lazos miliares, en especial entre las «vie jas milias» d e la élite «aldeaa », dicilmente po dría haberse mantenido por mucho tiempo si los lazos vecinales se hubieran vuelto más imprecisos o se hubieran roto. De hecho, en ocasioes parecía un poco cuestionable si era posible hablar de manera signifcativa de una «estructura miliar» sin hacer reerencia a la estructura de las relaciones entre milias: la es tructura del vecindario. En la « aldea» , tener una milia bastant e grande aún era una cuestión de orgullo entre las milias establecidas hace mucho. El ethos miliar, la erte identifcación del individuo con el grupo de parentes co extendido y la su bordnac ión relativa mente y elevada a su milia de miembros individuales, se rtalecía 1
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Véase en este volumen Apéndice 3, pp 273-278.
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ervaba mediante el res pet y la apbación que un miem br vida pdía espe rar n sól de su milia, sin también de J miembrs de tras miias, si s e cnrmaba al p atrón. L s acts cercans entre milias apyaban y apuntalaban ls o c ercans dentr de la mil ia y difcultaban que ls indiv i o se independ izara n mientas vivie ran en el vecindari. El carácter cerrad de ls lazs miliaes en la «aldea» se o bvi pr primera vez gracias a las eerencias ecuentes e h acían en entev istas ya ea a la milia de manera c va a trs miembrs de manera indi vidual. En varias c a o es la intrd ucción que se ha ce al principi de una ent revista aba inte rrump ida pr un salud de l tip: «¡Oh, pase ! Usted l que hablaba cn mi mamá y mi hermana el viernes en la he, ¿n?» Resultaba srprendente bservar cn cuánta e cia las persnas que se visitarn en la zna 2 hablaban de o cn un nosotros en el que incluían, si era una muj er, n sól u esps e hijs, sin también a su madre y quizá a sus herasdij y sus una respectivas milias. «Llegams hace añad uns 60 o jven ama d e casa, a l queaquí después ió : Q e r decir , mi madre y mi pade. Nstrs nac ims aquí, t nstr s, y aquí seguim s cn nues trs hi js. » La inlue ncia mamá» cm una fgura central de reerencia que Yung y lmtt bse rvarn en el este de Lndres también era una ca erística de esta zna en Winstn Parva. Cm las madres hip Street que estudió Kerr, las de la zna 2 eran el centr de chas actividades miliares («suele vivir en una casa que ó de su madre, ella manipula el mund extern que la r Es ella quien lleva el alquiler y trata cn el caser, pr cnuente arregla que sus h ija s vivan cer ca de ella » ).3 Aunque a veces la relación era u n pc ambiva lente, alguns ns parec ían haber se integ rad bien a sus « milias ext endi lderadas pr su suegra. Habían rmad re laci nes amis s dentr del círcul miliar. Una de la s características de l s ' Michael Young y Peter Willmott, Famiy and Kinship in East London, Peican B k, Londre, i 962, caps. 3 - 6. Madeline Kerr, Te People of Ship Street Routledge & Kegan Paul, Londre, 958, p 64 121
LAS FAMLIAS MATROCÉNTRCAS DE LA ZONA
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patrones del tiempo libre en la « aldea » era que los hombres de la misma milia extendida visitaban juntos un bar cercano para beber tranquilamente, mientras sus esposas «visitaba a mamá por una hora». Aunque se buscó, e imposi ble econt rar un solo caso en e que el padre desempeñara un papel similar como fgura centra de un grupo de parentesco. Una de sus hijas solía cuidar de los ancianos, como sucedía con uno de los hombres más reconoci dos del Cub de la Tercer a Edad, per o la inuencia de esto s hom bre s est aba estrictamente limitada. L a inuencia preponderante de la madre como un tipo de matriarca, el núcleo de u grupo miliar que se extiede por tres generacones, probablemente se relacionaba co el hecho de que las n ciones principal es que este tip o de agrupación as ignaba a sus miembros eran en su ma yoría para las mu jeres y no para los hombres; ndament almente , ern nci ones de l tiempo ibre y de trato personal y , só lo de manera marginal, nciones laborales especializadas qu e se centraba n en objetos Formaba te del pape y de la inclinación de una impersonales. m ujer cuidar de los niñopars cuando su sl hijas o nueras sal ían a traba jar y, de manera general, c uida r de los inte reses personales de otros miembros de la milia, si n importar si eran hombres o mujeres, cuando así lo necesitaran. Muchas de las pe rsona s entrevistad as en la zoa 2 entizaron que veía por lo menos a un miembro de «S grupo miliar» todos los días y así se enteraba de las noticias más recientes de la mil ia. Uno de los miembro s masc ulinos de estas milias di jo : «Nos vemos casi todos los d ías », y añadió, « no n os visitamos mucho, per o si alg o sucede alguien toca a la puer ta para avis arte» . La mayorí a de es tas personas no tenían teléno, en contraste con las per son as de la zona i, donde los telénos se usaban con ecuencia como medios de comunicación; sin embargo, el contacto cotidiano de los miembros de un «grupo miliar extendido» aseguraba que la inrmación se transmitiera rápidamente en este vecindario re lativame nte pequeño. Existía po ca evidenci a de encuent ros entre toda la mili a con propósitos sociales que no eran bo das , bau isos y nerales. as ocasiones en que a milia se moviliza a, ya era en parte o en su totalidad, esaban ien establecida s 122
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DE
LA ZONA
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anda rizadas las rutinas de la red fmiliar en acción, al i gual la manera en qu e ésta ncionab a e encontró que as miias cooperaban en e cuidado de amá» y en e mantenimiento de su casa E n uno de estos caso s, hija casad a compa rtía e «tur no de a noche» en a casa de su re invá ida con otra hi ja casada La madre de a esposa cui a a os hijos de as jóvenes parejas casadas en su ausencia niños en edad escoar «visitaban a abueita» después de a ea Se levaba a os bebés a a casa de su abuea antes de ajo y se es recogía en a tarde Nuevamente es posibe ob var cuán cercana era a reación de este patrón amiiar con ec esidades de as mu jeres casadas qu e trabajaban También as res parecieran aber trabajado era de casa en agún mo o de sus v idas Su pape entonces como guardiane s de os niños en ausencia de os padres ayudaba a rtaecer y extender uencia de a madre de a esposa; soía incuir decisiones ac ionada s con os hijos Las hi ja s y a veces os hjo s y os ye r-
soían conn de «mamá» aqueos probemas de los que discutir requiriera a tomaaun de decisiones as redes de parentesco de este tipo proporcionaban a sus mbros u n consueo y una s eguridad consid erabes Si a ma e a esp osa desempeña ba un pape a ayu dar con a amiia de u hia , e a a su vez podí a contar con a ayud a de a miia de su hija cuando a necesi tara Townsend ob servó en otro distri to de e obrera de viejo asentamiento, en Bethna Green, «cómo chas mu jeres desempeñaban un pape principa en a crianza iños pequeños por hasta 40 o 50 años de sus v idas» E mis patrón pod ía observarse en a zon a 2 . Entre os entre vistados a 18 mujeres mayores que, una vez que sus hijos crecieron, aron a cuidar a sus nietos o, en oros casos, a os hijos de a her mana o de la hija de una hermana as mueres de a zona 2 hababan con un cariño rea sobre estra cae» o «a casa de mamá» o «nuestros niños», un tér o que hacía ref erenc ia a odos os ni ños de a red miia r de adre Dichos azos emocionaes eviaban que muchas mue ' Peter Townsend, Te Fmily Le aj Old People,Routledge & Kegan Paul, Lon-
dres 957, p. 4 . 123
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res casa das abado ara Wisto Parva y se mudara a o «d es coocid o» . Durate as etre vistas, mucha s mujeres di jero que su vida de casadas había iiciado era de Wisto Parva pero había regresado para estar «cerca de mamá» porque se sentían solas. Tambié o s aciaos setía seguridad como miembros de esta red miiar amplia; asimismo, ésta satiscía itereses cotidiaos. Kerr observó e Ie People of Ship Street [Los habi tates de Ship Street] que «e miedo a a soedad es u ctor impo rtate e e etedim ieto de est e gru po. E s probabe que ta geeral de educació y oport uida des para usar su iteecto restrija e úmero de papeles que u idividuo puede desem peñar».5 Si embargo, e a zoa 2 u gra úmero de mujeres rmaba parte de as ociacioes y cubes; gozaba ampiamete de esta ex tesió de sus itereses icus o si e pricipa era permaecer co la miia. Formar parte de a Igesia o de grupos de capia, de orgaizacioes poíticas o de otro tipo, como se verá más tarde, o só o ivolucraba a as mu jeres e papees di sti de aqueos desempeñaban e sumuchos gru po miia r, sio quetos tambié serví aque como u vícuo etre otros grupos miliares. os hombres no se ivoucraba ta itesamete como as mujeres e e círcuo de actividades e itereses sociaes que se cetraba e «mamá». E su caso, e ésis e as actividades extramiiares era más erte que e e de as mujeres. No obs tate, a erz a de os vícuos que os uía a su «grupo mi iar» tambié era cosiderable. Y a se ha mec ioado que era po sibe ecotrar a hermaos q ue ayud aba c o la s reparacioes domésticas y a cojutos de hombres de mismo grupo miliar que iba jutos a bar. U estudio de as listas de miembros de as asociacioes locaes, como la bada, mostró que os cuña dos, los suegros y los hermaos cooperaba e as actividades específcas de la misma asociació voutaria. E muchas oca sioes l os hombre s de mis mo grupo mii ar participa ba e l a misma obra de teat ro, hacía música jutos, «hojalateaba» carros u ocupaba, en grupos mixtos así como del mismo sexo, algu ' Madeline Kerr, op cit., p. 12 4
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e los cargos ofciales principales No obstante, unas cuantas eres desaprobaba la pertenen cia de sus mari dos a cualquier o extramiliar Por consiguiente, una mujer, cuando su e s o estaba a punto de contes tar a una pregunta de la entrevista e la pertenencia a un club, di jo: « ¡ Club! Ya le dije que é ste es s u ub y tiene que s acar le pro vecho» Hasta donde s e po día ve r, ombre aceptaba su papel apaciblemente os miembros más viejos de un grupo de parentesco solían a a los esposos más jóvenes, padres de niños pequeños, a o rar la casa en las tardes con algún traba jo afcion ado, como s onstrucción de muebles o las composturas del baño Meno 50% de los entrevistados en la zona 2 mencionaro n este tipo de ao o un hobby para el que encontraron tiempo en casa; en la ona 3, este porcenta je era de 3 2% . De igual manera, los home de un grupo de parentesco ayud aban a « mamá» con las de acioes, los ajustes del televisor o el matenimiento de la Si los hombre s rmaban parte de l a ba da o participaba n na obra en su la actuación iglesia, las ymujeres del grupo paesco ibandea teatro aplaudir a encontrarse condeotras ees que asistían por razones similares, con quienes interbiaban opiniones Los lazos entre los miembros de una a, en el ca so de las milias de la «aldea» , no daban lugar al ami ento Los lazos en tre los grupos miliares y las asoc iac io locales, que se discutirán más adelante, eran cercanos; eran omáticos de la frmeza con la que los grupos miliares de la ea» se integraba en su comunidad Cuando se observaba la da en la zona 2, resultaba dicil imagina r que cu alquiera de os grupos miliares hub iera podido seguir con su ncio nae nto de entonces si s e cortaran todas las conexion es con otros pos miliar es parecido s en el vec indario a comparación con las otras zonas indicó las ventaja s de la operación para los miembros de una undad miliar basta nte nde En la zona , la mayoría de las milias dependía de los icios paga dos a tercero s para los servi cios grandes y peque que sus miemb ros no podían hacer o no hacía n En la zona 3, ne las milias eran más pequeñas y los contactos v ecinales eran muy cercanos, los miembros de una milia pequeña 1 25
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encontraban bastantes difcultades debido a que ni la ayuda miliar ni la vecinal estaban a su disposición si el esposo o la es posa se enermaban o debían partir, además de que pagar por ayuda estaba era de su alcance. Algunos «aldeanos» parecía creer qu e esta carencia de cooper ación vecinal se debía a la s «c a racterísti cas personales» de las person as que allí v ivían. En reali dad se debí a a las características del vecindario en cu anto tal. E n comparación con los «aldeanos», ls personas que vivían alí eran recién legados. Muchos de ellos apenas se co nocían. A veces se presenta a las miias como entidades autosuf cientes o incluso como os elementos básicos, os «ladrilos» q ue construyen a las sociedades. Sin embargo, incluso en el conn reducido de este estudio, las dierencias entre los tipos de rea ciones miliares que se encontraron en comunidades vecinaes de tipos dierentes eran lo sufcienemene llamativas para sugerir que la idea de «a milia» como l a unidad básica y primaria de la sociedad, y en esencia autosufciente y obvia, era errónea. La milia Sin puede así básica desde laosperspectiva sus miembros. duda,mostrarse es la unidad ojos de un de niño; pero si se observa que las confgurac iones de personas a las que uno se refere como «milias» varían en su estructura y en su tipo ampliame nte y se pregunta por qué sucede esto, se de scubre que las erzas responsables de estas dierencias no se encuen tran en las milias; sóo se pueden encontrar en unidades más grandes de las que rman parte las milias. Resulta imposible entender por qué as rmas de milias domin antes e ran disti ntas en las tres zonas de Winston Parva sin hacer reerencia a desarrollo y a la estruct ura de estas zo nas y de a comunidad que rmab an entre sí. Es dicil imag inar que un grupo de parentesc o extendi do domin ado po r la madre que incluye ra a tres o incl uso cuatro generaciones pudiera rmarse o mantener su cohesión e por mucho tiempo en un vecindario del tipo de la zona 3 D hecho, dic ilmente se puede visualizar q ue una unidad milia r de este tipo sob reviva por muc ho tiempo en una co munida d en a que no vive ninguna otra milia del mismo tipo. En su núcleo, la «adea» tenía una red unida compues ta por una plura idad de redes miliares matrocéntricas, algunas de las cuales 126
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aban una esp ecie de élite dentro de la « aldea» y ayudaban a ar el pas o a las otr as. Como indicaba la extensión de actividades intramiliares a miliares , las rutina s y convenciones de las redes de paren rmaban una parte integral de las rutinas y onvenciones á ampl ias de todo el vecindario. Uno se rmarí a una imagen rsionada si asumiera de manera implícita que las caracte as miliares eran la s principales y que las veci nales se de rin de ellas; e en este vecindario particular que sus redes iares matrocéntricas tomaron rma. El alto gr ado de co o ión en la « aldea» no s e deb e al hech o de que un númer o de nas compa sivas se hay a reunido allí por accidente; era una ión qe se desarrolló en el cur so de dos o tres generaciones personas que vivían en un v ecndario unido de un tipo es fco. El preco que los individo s debían pagar y que qui á agaban con gusto era la sum isión y la con rmidad a la s m as comnitarias. En emergencias se podía oecer ay da a extra ; pe roervaran l ay dalasy normas, la amabilidad s e extendía lutos vecinos queños no obs los quenopermanecie margiados; la ada y la amabilid ad s e daban o se retenían uerdo con las tradiciones de la « aldea» , y si se proporciona no eran menos genuinas o placen teras por esa razón.
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V Asociaciones ocaes y a «red de viejas familias»
Los lazo s mlares estaban altamente relacon ados con aquellos creados por la pertenenca a aso cacones locales, cuyo número en Wnston Parva era consderable. Cas todas ellas se ubcaban en la «alde a» . La red de v ejas mlas que rma ba el núcleo d e la comun dad de la « adea» prescrbía y pro veía la mayor ía de las actvdades para el tempo lbre de sus membros, y dentro de este círculo, cas todas eran comuntaras: las persona s solían pasar la may or parte de su tempo lbr e en grupos, n o solos , n squera en pare jas o pares cerrados, aunque s estaban en pares aún se encon traban nmesos en el medo comuntaro: sn mur os en relac ón con un tece ro, c uarto o quinto, y quzá con muchas más per so nas, y con mu ros muy de lgados nclus o en el caso de las pare jas que se cortejaban. Pasaban el tempo lbre con membros de su mla o con vecnos, y las asocacones locales, junto con la glesa y la caplla, proporcionaban el prncpal contexto rmal para las actvdades de esparcmento de la «aldea», en partcu lar en el caso de persona s de medana eda d o vejas. A este respecto, tamb én la «prendustrales aldea» mostraba aún vejas rasgos más y caacterístcos de comundades o más relatvamente pequeñas e ndustrialzadas, que de comundad es más grandes de tpo urbano, que sn duda la absorberí an en una o dos generacones. El apodo local no carecía de justfcac ón; s ben estaba completa mente desasocada de l a agrcultura, ma n tenía muchas de las caacterístcas de una aldea. Un alto grad o de autosufcenca en relacón con las actividades de espac 128
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o era una de ellas. Los miembro s de la red de viejas mi l i a s n cotraron algo razonablemente interesante que hacer o de su comunidad cuando su trabajo laboral u hogareño n aba, y muchos otros « aldeanos» con posicio nes de menor o rtancia los imitaron. De igual manera que los miembros de milias grandes de c a se obrera en otras partes, los « aldeanos» no tenían mucho di para gastar en activ idades de esparcimiento. S u comunidad, eña como era, oecía pocas de las di versiones comerciales staban disponibles en comunidades urbanas de mayor tao La mayor parte del tiempo se proveían a sí mismos de rsiones, de maera inrmal mediante el chisme y otros ti e plática y, de manera más rmal, po r medio de los ser vi religiosos y las di versas actividades de las asociacion es locales. Hasta donde s e po día ver, los miembros adult os de la red de s milias y sus socios en la «aldea » no su ían de la « inanin de tiempo libre» que pareciera ser la ente de cierta incodad en muchas urbanas mayor grado dualización ; nosociedades p arecían suir del con aburrimieto y e lde vacío tiempo libre que con tanta ecuencia suele en contrarse en nidades donde las personas, c on poco interés en el traba jo les permite ganarse la vida, se quedan sin sufcientes opor dad es para usar su tiempo li bre en proporción con su capa de goce y sus medios, y sin sufc ientes oportunidades para rement ar cualquiera de ellos Au n en la « aldea », las oportunidades de te ner un modo satis orio de pa sa r el tiempo libr e no eran de ninguna manera las as para todos los habitantes, y para quienes vivían en la Urnización las oportunidades de participar en ellas eran ínfs Ya que los entretenimientos de la «aldea» eran en buena ida comunitarios, tenían una re lación cercana con su orden al Al igual que los canales del chisme, las actividades veci s y, en par ticular , la s activida des de las as ociac iones local es cadas, estaan ba jo el control de personas que pertenecían a red de viejas milias, incluidas aquellas que vivían en la i . Se toleraba a quienes desearan enc ajar, incluso s prove de la zona 3, pero rara vez se ubicaban en el centro de las 1 29
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cosas; se mantení an como margina dos incluso en las asociacio nes que se centraban en lug ares de adora ción Además, la s ensa ción de per tenen cia era obvia mente un ingredent e ese ncial de goce que proveían las actividades comunales de esparcmiento sin importar si tenían un carácter inrmal, como las reunones de vecinos en una plaza o en un bar, o uno más elevao en su organización, como las reun ones en asociaciones locales Entre estas últimas, los centros con más actividades e esparcimiento eran las asociaciones que se agrupaban alreedor de iglesias o capillas Con una excepción, todos los lugares de adoración de Winston Parva se ubcaban en su parte más antigua, en la zona 2 Los miembros de las asocaciones que se centraban en estos últimos provenían e las tres zonas La magen que surgó e la consulta de listas de membros, por si srve de algo, es la siguiente: el total de miembros inscritos rmamente en d chas asoiaciones era 3 8 5 ; de éstos, 59 venían de la zo na 1 , 83 de la zon a 2 y 43 d e la zon a 3 . M�s de la mi tad de los mie mbros de asociacio centradasa laenIglesia iglesiasdeoInglaterra cap illas, erca e 200 personas en total nes , pertenecía El centro de la comunidad anglicana se encontraba en la glesa e San Migue l, que se ubicaba e n la calle princip al de la « aldea» Cuarenta y cuatro miembros de las aso ciacione s basadas en San Miguel provenía n de la zona 1, 163 de la zon a 2 , 3 7 de la zo na 3 , y algu nos de ellos no eran anglicanos Los edcos de la iglesia contaban con un salón y algunas salas e reunión agraables De varias maneras, cumplían la nción de un centro comuntario El Club de la Tercera Ead, que tenía ertes vínculos con la Iglesia de Inglaterra, utilizaba el salón Junto con otras salas e reuniones, éste alojaba a la asoc iación teatral de la iglesia, el gru po de concier tos femenino s, los scouts y un club juvenil Las ac tividades de algunas de estas asociaciones se extendían al salón de misioneros, que se usaba para los ocios de la Iglesa de In glaterra en la zona 3 y que, en esa zona, era el único edicio dis ponible par a reu nones púb lic as El club de teatro produc ía y montaba obr as en el sal ón de la iglesia durante casi todo el año La mayoría de est as obras era comedias u obras policiales del tipo más popular entre grupo s 13 0
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d e cionados. Uno de los aspectos más sorprendentes de estas
esentaciones era la intimidad evident e de los actores con su ico. La mayoría de los miembros del elenco eran « aldeanos» ocidos y su presencia en el escenario c on vestuarios inusual s y a menudo divertidos producía de inmediato una reacción ada en el púbico. Los miembros del público reconocían a " os la habi lidad de «nuestro Col in» y no sólo los parientes d e La identifcación obviamente se extendía a toda una 0s ctores. e milias. Las ancianas «reían hasta e llanto». Los grupos ujeres movían sus sillas en los inter medi os para pode r ha entre sí con mayor comodidad. Los nombres de pila de los oes estaban en boca de todos. El mismo tipo de intimidad a encontrarse en otras asociaciones similares. Los comités s igesias y capilas y las muchas actividades sociales que nizaban solían estar a carg o de los miembros de unas cu an tas milias, o qui zá de una mil ia, para la que estas activ idade s n una continuación directa de las activid ades de su círculo de ntesco. Aún era posible observar aquí, en una rma tardía, la que blemente era a norma en as sociedades europeas en etapa previa de su desarrollo, y la que sin dda aún es la ma en las comunidades aicanas y asiáticas actuales: no í a una div isión ta jante entre las instituc iones que llama mos igiosas» y las comunitarias, como sugiere nuestro vocabula ltamente dierenciado; eran puntos cales en una red de iones comunitarias. Para muchas milias, asistir a un of religioso era una de las actividades de esparcimiento más ortantes en la comunidad, y en muchos casos, probable nte, una de las más satis ctorias, en parte, sin dud a, porque un lugar elevado en la escala de valores de las élites de la unidad y porque era otra maniestación de intimidad conal para quienes «pertenecían» . Incluso en l a ele cción de s u residencia , las milias que per ían al mismo grupo religioso solían aglomerarse. Si se ha un mapa de los lugares done vivían los miembros de San M uel era posible descubrir un patrón característico. En la n 2 solían vivir en pequeños grupos miiares distribuidos 13
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por las calles « respeta bles» de la «aldea» . n una calle q ue solí ser «respet able», pero cuya reputación había decaído porq ue e Concejo había comprado recientemente algunas de sus casa para ll evar a cabo una demolici ón de barrios pobres, las persona de San Miguel, aunque en cantidades reducidas, se aglomeraba en las primeras 28 casas más cercanas a la zona «respetab le» . Er como si, en un inicio, algunas «mamás» de la misma deno mina ción se hubieran establecido una junto a la otra y hubieran pedid o al «h ombre de la renta» que de jara a sus hi ja s casadas tener otras casas cercanas cu ando estu vieran disponibles. La distribución de los lugares de residenci a era notablem ente distinta en el caso de ls personas e la zona 3 que eran miem bros de las asociaciones de San Miguel. stba n mucho más dispersos; muchas calles tenían un solo miembro y algunas no tenían ninguno. Un análisis de las listas de miembros de otras iglesias en Winst on Parva mos tró un patrón simila r. n la zona 2, igual que en la zona , las personas con las mismas afnidades religiosas so lían individuos vivir e n grupos miliar en la azona 3, aestaban dispersas como aislados . De laes;mism maner que la Iglesia de Inglaterra, otras denominaciones ngían como cen tros para otras actividades de esparcimiento además de las religiosas, si bien en una escala mucho menor, en concordancia con su número reducido de miembros. Dos de las cap illas tení an so ciedades teatrales y grupos juv eniles. Allí también, co mo indica ron las entrevistas, las conversaciones inrmales y los recortes de prensa, algunas milias rmaban el núcleo de los miembros activos de un lugar de adoración particular y las mismas mi lias desempeñaban un papel destacado en su club de teatro, su coro y su club juvenil. El servicio dominical, los comités de la iglesia y las capillas, las horas de las mujeres, las sociedades de teatro, en poc as palabras un rango ba stante amplio de intere ses comunes de esparcimiento rmaba parte integral no sól o de un grupo miliar individual sino de las aglomeraciones d e milias. La imagen de una pequeña milia nuclear autosufcient como el arquetipo de la mi lia no se cor respondía con lo obs er vado en la comunidad de la «aldea», aunque lo hacía en part 132
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la evincia tomada de la zona l. Las milias de la zona 2 nid pero también « abiertas» , y de ningna manera a to cientes Las labores de las milias individales y las activies de l aglomeraci ones de milias individales se mezcla entre í y parecían ins eparables. Las tareas extramili ares dianas y las metas de los miembros de las milias, c omo las radas n asoc iaciones religiosas o políticas , rtalecían los c los itramiliar es. Las primeras ay udaba n a mantene r a segun, en parte como resltado del control muto que mili qe las componían ejercían sobre sí, anado a la lidad tcita entre ellas; se temía ponese al alcance de los entari crí ticos de los amigos más qu e de los ext raños, en te pore proporcionaban a las milias objetivos comnes m á s allá d ellas mismas. Reslt a dicil afrmar en qé medida rría lo ismo con milias que no desemp eñaban n papel tacado en las asociaciones locales, que eran «segidoras». Tpoco s sencillo transm itir n a ima gen cla ra d e las relanes los capilla mchosygrpos de milias en la es ia oente e na las asociaciones a lascentrados qe pertenecían, e evidetemente tenían n patrón jerárquico: algnas aso iones cpaban n puesto más eleva do en la estima de los deanos que otras. En apariencia, el orden de prestigio de as aso caciones s e vinculaba con el de las milias qe despeabn n papel destacad o en ellas, y v icev ersa. Cada mu de la ldea», si bien no cda hombre, parecía conocer la sifcacin de estats y de prestigio que cada milia y cada ciació ocupaba en la comnidad en un momento dado. o ya se mencionó, obviamente tenían difcultades para nica de manera explícita a los marginados s clasifca n, que rmaba na parte implícita d e s conducta comni a en la vid a coti diana. En l a medida e n qe concierne a los erenciaes de estatus de s grupo interno, de las milias y ciaciones «respetables», apenas hablaban directamente de s. En ocasiones indicaban estas dierencias en la clasifca n de anera indirecta, al mover la cabeza o a través del no en que decían «gente my agradable» o «personas my adables» . En lo qe concierne a los matices más fnos de la 133
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jerarquía de estatus interna, a imagen aquí presentada sigu incompeta. Sin embargo , en to do Winston Par va no exi stía ninguna a bigüedad s obre e nive más ato y e m ás bajo de a je rarquía d estatus. La mayoría de as miias con una clasifcación mayo en a zona 1 y a 2 pertenec ían a a igesia de San igue y a aso cia ciones centradas en ea. Además, no sóo este grupo preponde rante, tambié n otras a sociaciones ocaes, estab an de ac uerd o en e bajo estatus convenido para a zona 3. Fue uno de os ídere s de estas iges ias inco nrmis tas quien dijo sobre os residentes de a zona 3 : « Hay que aceptaro, no son como as pers ona s de a adea. Unos cuantos se une n a a vida de la adea, pe ro sólo unos c uan tos». Las mismas ases que indican superioridad se usaron en entrevist as y en conversaci ones ca suaes co n a mayor ía de os « adean os» , ases com o « aquí», ampifcad as por expresione s como «en a parte an tiga» o «no en a U rbanización, ¿s abes? » E orde n d e estat us n o s e re ejaba soame nte en a pertenen cia a asaasociacio nes igiosas o caes, eros» sino también nencia las s ecuar es.reLos «Impereced , e Cluben deaaperteT erce ra Edad, eran un ejempo de eo. Contaban con 1 14 miembros y constituían una de as organizaciones secuares más grandes de Winston Parva. Era una organización de caridad característica de a maner a en que una comunida d industria antigua, donde as tradiciones generacion aes se mantien en con vida hasta cie rto gra do, trataba co n un probema que, en un a etapa po ster ior de des arroo inds tria , tendía a v overse cada vez más una resp onsabi i dad de as autoridades públicas y a depender de ndos público s Las juntas habituales de os «Imperecederos» ocurrían cada tarde de miércoles en el saón de a igesia de San Migue. Los intervíncuos organizacionaes y de pertenencia eran cercanos con San igue, aunque e cub estaba abierto a ancianos de cuaquier denomin ación reigiosa. Doce miembr os de os « Imperecederos » también rmaban par te de San igue, p ero, de acuerdo con a s entrevista s, muchos otros asi stían a a igesia os domingos sin se r miembr os . L a secretaria mencionó, entre os muchos aspectos d e su trabajo de caridad, que «tenía a aguien que iba de visita par a ver si tod o estaba bien» cuando un miem bro se ausentaba de u n a 134
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nión y nadie lo había visto por cierto tiempo. Ya que la mayoría os ancianos de Winston Parva viv ía en la «adea», no resulta rendente que la mayoría de los miembros del grupo vinieran lí. Quince miembros de l os « Impereced eros » provenían de la n 1, 9 4 de la zona 2 y cinco de a zona 3 Segú n mostraron las evistas, pocas personas de la zona 3 tenían deseos de unirse. Algus dijeron que no irían debido a su «exclusividad». Otros reciaron el «té gratis» y la « caridad» . Ninguno de los ancianos «aldea» mostró objecione s simiares. Una vez más, los cinco mbros que p rovenían de la zona 3 viví an en cales dierentes, entras qu e los de la zona 2, e n relación con su lugar de re siden cia, e rtenecían en su mayorí a a aglomeraciones miliares. a asistencia a las reuniones de los miércoles solía ser alta. mo dijo la secretaria, algunos de los ancianos luchaban cont ra olencia s sic as para asistir . El saló n prácticam ente no tenía ebles, pero era capaz de acomodar a 90 personas o más. a ósera er a amigable. La mayoría de l os ancianos habían vi vido por más 40 miento años y de se grupo conocían bien;rermu de ellos Parva se t uteaban . Elde senti interno, oWinston o por los lazos miliar es y la membresía entre asocia ciones , ó presentar una barrera social rmidable para los ancianos zona 3 En una reunión los miembros se sentab an en mesas args, algunos jugaban cartas o dominó, pero la mayoría sólo icaba. Un rumor placentero de v oce s y risas llenaba el cuar e vez en cuando, u n anuncio en voz de la secretaria produc ía una pausa en la conversación: siempre se escuchaba lo que d con un inter és evide nte. A o argo del año, el club org ani muchas salid as a edifci os históri cos y a la playa. Al fnal de a excursio nes, e Club de T rabajadores solía oecer un «té gra tis». Los reigerios durante las reuniones semanales eran una de té, un trozo de pan con mermelada , pasteles y panecilos . miembros paga ban una su scripción sem anal par a cubrir los os y los hombre s de negocios locales y unas cu antas frmas, ién locales, hacían donaciones generosas para ayudar a baa ne el presupuesto. Uno de los hombres que más aydaba co n esto era el presidente del club, el concejal Drew, quien tamb é n dedicaba mucho tiempo a visitar ancianos y a tomar med 135
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das para su bieestar. La secretaria tambié teía u gra ite rés e su traba jo volu tario. Muchos miembros la coocía p o su ombre de pila y setía aecto por ella. Cada reuió co cuía co la « Caci ó de lo s Imper eced eros », que ha bía escri t o uo de sus miembros. Tato los miembros del club como otros que o o era se refriero a la cació como «ua caciocita hermosa» e muchas etrevistas. Dec ía así: La canció n de Darby y foan Envejezcamos encantadores, como tantas otras cosas, el encaj e antiguo, e oro y las sedas no necesitan ser nuevas. Hay una belleza en lo s árboles vie jos, las calles vi ejas tienen su glamour. Porenvejecer qué no habríamos, como éstas, de encantadores. Ahora, en el crepúsculo de nuestros años tene mos todos nuestros recuerdos. Así que dé jen nos sonreí r con lágrimas mientras envejecemos encantadores.
Otra asociació local que había desempeñado u pape im portate e la comuidad por más de 50 años era la Wisto Parva Prize Temperace B ad. Los uir mes de su s miembro s podía verse durate todo el añ o e cocie rtos e el parque cer cao, durate las fest as del Club de la T ercera Edad, e nerales y e festas al aire libre. Se po día esc uchar los ensay os desd e la cale principal e ua tarde de etre semaa cuado sus miembros tocaba Poet and Peasant o preparaba algua ota pieza para u cocierto. La histor ia de la bada era u e jemplo más del papel que l o s lazos de paret esco d esempeñaban e la vid a s ocial d e la comu idad. El dador de la bada era un antiguo habitate de 13 6
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ston Parv a cuyo nombre se co nocía en todas las c asas. A ini s e siglo había abierto un a tienda de música en la calle prin l de la «aldea». Cuando el «viejo» se retiró del negocio, su comenzó a administrar la tienda y a conducir la banda. En siones, padre e h ijo aparecía n juntos en la tarima de un co n to y su aparición solía tene r un luga r destacado en la prensa l. En el pasao, la bana había ganado campeonatos nacios y, tras un eclive en los primeros años de la posguerra, había ao ganar más troeos. Cada uno de elos se exibía en una a e la tiena. Ahora a bana admitía a miembros de ocades cercanas, pero, e acuerdo con su drector, todos vivían n perímetro de cinco klómeros alreeor e su cuaro de ayos, ubicado arriba de la ienda; ahora ellos confrma ban la yoría: sólo 1 2 de los 32 miembros de l a bana v ivían en Win Parva. Seis e elos venían e la zona 1 y seis de a zona 2; abía ningún miembro e a zona 3. o s integ rantes de la banda se tomaban muy en serio la mú os ensayos como solían Bob contar asistencia. Se co a a irector y écon a suuna vezbuena llaaba a os músicos su nombre de pila. D iversiones como una « esta de té» ritual la que un juego de cartas, rayuela y unos cuantos gritos joles generaba n nero para el tentempi é y un a pequeña ganan avvaban la pausa de té. L a cuota e perene ncia er a de 26 lines por un año, a los que ebían añadirse los gasos genes por la compra y el mantenimiento de los instrumentos. tro de los 1 2 miembros que vivían en Winston Parva tenían res o hijos alí, y dos tenían esposas o parentes políticos en e l u gar; el resto, como dijo e irector, eran «miembros de igle y capillas, por supuesto». El vicepresidene de la banda era e l ayordomo de la iglesia de San Miguel; entre 1959 y 1960 el idente e el concejal Drew. El ndador de la bana era mbro honorario de los «I mpere ceder os ». a banda aún contaba con acionados leales en la comuni , unque su s mejo res días eran cos a del pasado. Un propietario de autobuses recordaba cómo la banda solía marchar por alles de Winston Parva a ente de la procesión del carnaval s de que «se nacionalizaran los hospitales». La procesión 137
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atraía a un gran públc o y recolectab a dinero para lo s hospitale s. En las entrevistas de la zona 1 y la zona 2 solía mencionarse a l a banda con cariño, como a un pariente que ha envejecido, aunque con tonos que implicaban que era algo similar a u na reliqua del pasado. Los ancianos aún disutaban de los concertos en el parque. Muchos de ellos menconaban aquellos días en que la banda iba al ente de la procesón. Las entrevstas en la zona 3 demostraron muy poco interés en la banda. Unos cuantos la ri diculizaron, nadie mostró admración y el único músico al que se entrevistó en la zona 3 dijo que era «ta l». Por consiguiente, la banda era una parte signicatva de la tradición de la «aldea». Era una asociación pequeña pero im portante que tenía ertes vínculos con las antiguas milias y con otras asociaciones de prestigio en Winston Parva. Refrzaba el sentimiento de solidaridad de los antigos residentes y los ha bitantes de la zona 3 la ignoraban o rechazaban. Otra asociación qu e se menconaba con orgullo en la « aldea» era el club de críquet. cia ade él Winston estaba abierta a ambos sexos y disponible paraLaunpertenen área mayor Parva. Mu chos residentes de las zonas 1 y 2 eran importantes en el comté, en las list as del equipo y en las notas de prens a. El relajado juego en el pasto del parque en las tardes o n oches cálidas atraía a peque ños grupos de ancianos como espectadores y el equipo de muje re s se ftogra aba de vez en cuando con su s unfrmes blancos y sombreros de paja. No e posible consultar las listas de miem a bros, pero la infrmación que éstos proporcionaron indicab que no había ninguno que proviniera de la zona 3 . Se observó un patrón smilar cuando se anaizó la asistencia al instituto ves pertino de Winston Parva. La variedad de clases iba desde la ópera hasta la herrería y de la s casi 100 personas que asistieron a una sesión sólo 34 residían en Winston Parva; de éstas, och o provenían de la zona 1, 21 de la zona 2 y cnco de la zona 3 . Un grupo pequeño pero con una clasicación muy elevad a era el Com ité de Ben evolencia. Estaba compuest o por 1 0 mie bros y lo encabezaba el concejal Drew. El comité recaudaba fn os dos para su distribución entre los habitantes vejos y men afrtunados de Winston Parva; lo hacía con la ayuda de tende 13 8
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ombres de negocios y ncionarios de clubes de la localiy Se le noticaba de cualquier caso que necesitara ayuda, o un miembro de comité que visitaba al anciano y reporlu e g sus condiciones Posteriormente el comité decidía el métod o ás eectivo para ayudarlo. Usuamente, un miembro llevaba da, consueo o dinero a la persona necesitada En ocasiones se usaba de la ayuda. En uno de estos casos, se reportó que una nciana que había recibido ayuda estaba gastando el dinero lco hol» Esta infrmación se comu nicó a un miemb ro «du una plát ica » E miembro visitó a a anciana para conrmar e l porte Lo hizo, y se retiró la auda. Sin importar cuáles e sus otras nciones, a asistencia que proporcionaba e Co de Benevoencia también era un método de control socia l concejal Drew dedicaba una buena pare de su tie mpo ibre a s trabajo. Visitaba con ecuencia a los ancianos, recaudaba ro para elos, discutía sus casos y daba pláticas en el cub de os Iperecederos». Era común ver su coche estacionado cerca de l a sa de un anciano a que visita ba La compo sición del comité sraba el patrón miliar con una ligera variación: e número de iembros de la zona i era más elevado que el de cuaquier zona Cinco de sus miembros venían de la zona i , cuatro de ona 2 y uno de a zona 3 . El m iembro prove niente de la zona 3 o el siguiente relato de su eección al comité durante una ensta A mediad os de a década de 1950 se la mó a una reunión rta para discutir el bienestar de os ancianos en el área. El ité de Benevoencia había existido por muchos años, pero l abía dirigido, según dijo, «la antigua camarilla y algunos lo ían superado» Este grupo había sido reeegido año con año, Y lguien intentaba e ntrar a l comité, «los otros mi embros reti n su nombre para que no pudiera frmarse ningún comité» antemente , durante la reunión de medi ados de la década de 1950 el conc ejal Drew co nvenció a algunos miembros d e renun . Este hombre de la zona 3 estaba casualmente en la junta y postuló para elección». Dijo: «A nadie más en la Urbaniza le interesa la caridad» . Fue debidam ente elec to. l igual que as actividades de las asociaciones centradas en l esia o en capillas, aquellas relacionadas con la política con 139
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frmaban un tipo especializado de acti vidad sólo para una can tidad reducida de personas. Para la mayoría de los participantes no eran más que otra frma de actividad social en la que ocu parse durante su tiempo libre, y lo mismo podía decirse de su credo político. En la mayoría de los casos, frmaba parte inte gral de un sistema de creencias más general que, en primera ins tancia, estaba determinado por cuestiones y situaciones comu nitari as y, sólo en una segunda instancia, nacionales. La única organización política en Winston Parva que tenía un buen ncionamiento era la Sociea Conservaora y sus miembros eran pocos. Su núceo esta ba frmao por 1 7 ncio narios y ayuda ntes activ os; de ellos, cinco provenían de la zon a 1 , 12 e la zona 2 y ningun o d e la zona 3 La asociaci ón tenía una casa club en la cale principal e la «alea», pero el Club Con servaor era más cercano a un centro social que a uno político. En su mayoría lo ecuentaban personas a las que no interesaba en lo más mínimo ir al Club Obrero, ubicao al otro lao de la calle. Era «beber un «lugar que cont llevarrarse a acon esposa», se podía tra decente nquilo» al y «en amigen osone ». Para propósitos electorales, Winston Parva se dividía en os distritos, uno frmado por la zona 1 parte e la zona 2, el se gundo por la parte resta nte de a zona 2 y por la zona 3 Durante el periodo de la investigación, este último estaba representao por concejales laboristas, el primero por el concejal Drew, que Soestaba enlistado como independiente y tenía el apoyo e la a ciedad Conservadora. Una tendera, la canidata conservaor para el istrito electoral con una mayoría laborista urante la s dos últimas elecciones del Concejo, las cuaes perió por un m ínimo de votos en contr a, explicó que «no ha y muchos intere sa su dos en llevar a cabo una labor política activa». Según dijo, en comité muchos tenían más de 6 5 años, aunque entre ellos ha bí a «buenos trabajadores, como la señora K» (una viuda de ea avanzada proveniente de la zona 2). Fue ella quien dijo que lo s residentes de la zona 3 «eran de una clase dierente [ . . ] No se i e volucran en nada a no ser que puedan sacarle algo». Al reerirs a su derrota, dijo que estaba segura de que, en bu ena medida , se debía a la may oría de votos laboristas de la Urbaniza ción. .
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Otros miembros de a Sociedad Conservadora se rerieron a comité con mayor entusiasmo. Utiizando sus nombres de mencionaron las «encantadoras ores» que recibieron de un idato que resutó victorioso en a eección «y por supuesto, J uenos amigos ». Se reerían conti nuamente a l con ceja Drew, n estaba enstado como independiente. «También aydas a Drew dijo uno de los miembros del comité, aunque sea conservador, es muy amabe, es Drew ... » Sin embargo, os estaban de acuerdo en su actitud crítica hacia los votantes zona 3, y e quid de su argumento era casi siempre e mis Se es reprochaba que no tuvieran ninguna eatad oca y sóo intentaran obtener ventajas para sí: «Son aboristas, a iente de todo o que puedan sacar. Votan por cuaquiera se diga laborista, sin importar si es oca o no». Un miembro a asociación dijo haber escuchado que e actua conceja aista «ni siquiera sabía escribir su nombre». Pareciera haber consenso gener a en que, de no ser por os vo tos de la Urba ción, e candida to conservad or ganaría E conceeran ja pendiente pensaba que as person as de asiempre. Ur banización oristas a muerte» y «no tenían una conciencia avispada», s no demostraban «sentido de responsabilidad alguno, sólo cia». Los íderes poíticos de a zona 1 y a 2 no intentaban seguir el apoyo de los votantes de la zona 3 Sus eserzos cons eguir vo tantes se enf caban en su propia zona y en parti r en a zona 2. Quizá eran conscientes de que os votos aboris s ambién provenían de a «adea», pero en su caso el iderazgo ico aún coincidía totamente con el iderazgo social en un do más amplio. El mismo conceja Drew carecía de una or ización política propia. Se o conocía tan bien en Winston a que práctica mente se comportaba como e alcalde no o cia comunidad. Era signicativo que sus cartees electorales lemente dijeran «Vote por el amigo de os viejos conocidos». s anidades conserva doras , com o las de muchos otro s m iem s de la red de viejas milias, no requería de ningún vínculo a o explícito con alguna organización poítica. Eran obv ios e plícitos; frmaban parte integral de s posición social como bro de un a vieja miia de Winston Parva y de la comuni 14I
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dad misma. Cuando amó que las personas de la Urbanizació carecían de una conciencia avispada y de un sentido de respon sabilidad, no expresaba un agmento de propaganda polític sino que daba voz a una convicción personal pronda; para é esto implicaba responsabilidad hacia Winston Parva, de la que, e tanto recién legados que habían sido rechazados, sin duda care cían. É ste era un aspecto de la trampa en a que todos había n caído; era la conv icción sincera de a s milias «adeanas» destaca das de que todos en Winston Parva debían ser conscientes de su responsabiidades hacia su comunidad y de que debían preeri que sus representantes eran personas de la ocaidad y no marginados. El hecho de que os habitantes de la Ubanzación no actuaran de acuer do con os pri ncipi os de a creencia «adeana» era una de as razones por las que los «adeanos» los menospreciaban y excluían tanto como podían de sus círcuos. No podían distanciarse o suciente de as exigencias de su sistema de valores y creencia s para ver que los e cién egado s no podían sentir y de manera el para mismo hacia Winstonque Parva, todo lo queautomática representaba susapego antiguos residentes, quienes habían crecido allí. Como máximo, podrían haber desarrolado cierto a ecto por s u nueva localidad si o s viejo s esidente s, por así decirlo, les hubiean ciitado a egada. En su lugar, el carácter absoluto de su sistema de valores y ceencias os obi gaba a exigir de manea impícita que todos los residentes de Winston Parva compartieran su eatad hacia e lugar, así como a echazar impacablemente a quien no lo hiciera. Las personas de a Urbanización por su parte, y quizá también un número de «aldeanos» rechazados, respondían con el rechazo hacia la pers pectiva política gobernante y las actividades de la zona i y a 2 , como otr o ejemplo del gobierno de a «c amarilla» , de los «Viejo s anticuados», los «esnobs»; pero su oposición no estaba organi zada y así s e mantuvo. Winston Parva car ecía de u na organizació n , laborista en ncionamiento; el voto aborista en, por lo menos uno de los distritos de Winston Parva se debía a ctores cir cunstanciaes infrmales, pues no se contaba con la ayuda de nin guna organización frmal. La Sociedad Conservadora de Win ston Parva, po r otro ado, pequeña como era, fr maba un núcle o 142
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0 nizacional eectivo; tenía suciente erza par movilizar a l as otencialidades conservadoras de la comunidad cundo er a ecesario. Obtenía bastante apoyo de otras asociaciones Tre ce e los 1 7 miembros de la Sociedad Conservadora tenían lazos lguna asociación religiosa, con los «Imperecederos» o con l a nda, y seis de ellos tenían vínculos con las tres. Los grados de organización relativamente elevados de la i y la zona 2 y relativamente bajo de la zona 3 que se po observar en el camo político se extendían a muchas otras s. É sta era una de las dierencias estructurales básicas de la 3 en relación con las demás y, como veremos, sirve para icar los dierenciales de poder entre ellas. El término nivel rganización no sólo se reere a la organización frmal, uno e ys ejemplos eran las asociaciones locales. No eran menos portante s para la erte cohesión de la «aldea» los lazos infrles que vinculaban a sus miembros entre sí, en particular a miembros prominentes, y que explicaban el hecho de que cantidad rela tivamente delapersona miembros de un mero reducido de milias,equeña ocuparan mayorías, de las posicios clave en ls asociaciones con un restigio elevado en Winn Parva e hicieran us o del poder concomit ante. El cuadro v 1 porciona una idea de estos intervínculos. Como se puede ver, las élites de po der rmemente establecidas ueden frmar con bastante rapidez en un establecimiento stril en crecimiento, siempre y cuando las condiciones sean rables. La segunda generación de una comunidad en expan aunqu e aún a islada cerc ana a una comunida d indus ya podía lanzar su propia « aristo craci» local . El cuadro v 1 ica algunas raíces de su poder. Un sentido común de perte ci a, de responsabilidad y dedicación hc ia la comunidad que su hogar creba lazos rmes entre las personas que habían ido allí y probablemente se habían vuelto bastante prósperas s. Quizá no todos se agradaran en un aspecto personal, comprtían ertes sentimientos de identidad como grupo. identicaban objetivamente como «viejas milias» y subjeti ente como nosotrs. Cerrar las l as de un gru po de milias na comunidad en contra de aquellos que no pertenecían 1 43
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o que no lo h acían d el todo permitía que aquellos de su miembros que eran capaces de dedicar parte de su tiempo li bre y cierto din ero a asuntos comunale s o estuvieran dispues tos a e llo conservara n para sí la mayoría de las posiciones pro minentes en la s orga nizaciones políticas, religiosas y públic as de otro tipo de la comunidad y excluyeran de ellas a las personas que, a su parec er, no eran de su tipo . En est e caso c omo en otro s, la monopolización de las posiciones claves de las organizaciones y asociaciones locales de otro tipo en manos de miembros de fmilia s relacionadas y con un pen samiento si milar era una de las propiedades más características de la red de fmilias antiguas y una de las entes más grandes de su poder. En cierta medida, el desarrollo de una él ite de poder en Win ston Parva se deb ía prob ablemente a la acum ula ció n desi gual de riqueza s en la comunidad. Algu nas fmilias de Winsto n Par va o ramas de estas fmilias se vol vieron bastante próspera s mie ntras que otras no. Ya eran más pobres o más ricas, conservaron un erte sentido de pertenencia Winston dencia mutua, pero los indiv aiduos de lasParva rama ys de máscorrespon ricas tenía n el tiempo y el dinero para encabezar los asuntos comunitarios. Este tipo de fctores, la dinámica inmanente de una comunidad industrial en desarrollo, sin duda desempeñaron un papel en la rmación de esta élite. No obstante, las tra dicio nes de Inglaterra, que oecían muchos modelos para un régimen aristocrático, también pudieron tener inluencia. Lo más probable es que am bos fctores se combinaran en el presente caso , la dinámi ca de la acumulación desigual proveyó un molde burdo y el lujo dieren ciado de la tradición i nglesa el patró n no; p ues las i nstitucione s particulares de Winston Parva que daban a los miembros de la s fmilias antigu as prominentes oportunidad es de poder no se in es ventaron en Winston Parva. El modo de elección de los líder comunitarios , el mism o concejo local, instituciones como los par tidos políticos, las iglesias, los comités de benevolencia, las ban das y mucho s otros que se desarro llaron en Winsto n Parva esta as ban modelados con base en precedentes establecidos por otr comunidades británicas. Las personas que se establecieron e Winston Parva y vivían allí habían aprendido y almacenad o
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o reerenci as para situacione s apropi adas rmas especí de organiz ar los asuntos com unita rios y de mane jar los pro as de la comunidad. Podían re erirse a estas imágenes acu adas como modelos que indica ban la maner a de hacer y no er la s cosas en relació n con los as untos de la comunidad. Si lo suc ientement e exibles y creativos, podían experimen con desarrollos posteriores. La manera en que los hombres mujeres de segunda generación ejercían el pode r y asumían responsabilidades com o líderes de la comunidad en Winston va seguía ciertos patrones tradicionales. Contratista local, eño de una tienda de música o cualquiera que era su ocuión, os papele s que asumían com o líder es comunitari os, sus itu des hacia las personas más pobre s o hacia los margina dos e no se conrmaban, se habían establecido con base en un lde sumame nte especíco. Había sucientes elementos para erir que e ran desarrollos de clase media u obrera de papeles e los terratenientes, la alta burguesía y la aristocracia, con su acidad de líderespreindustrial. de comunidades habían en un contexto Esterurales, desarrollo de des papeles,arrollael ejo del macrocosmos en e microcosmos de Winston Parva, ltaba aún más notorio debido a que la comunidad era y sii ó siendo en s u mayoría una comunidad de clase obre ra. S in d a, la « aldea» era una comunidad de clase obre ra de un tipo rticular: tenía un grado relativamente bajo de movilidad mitoria; los hi jo s se qued aban y criab an a sus fmilias en el mis lugar que sus padres. Durante un periodo temprano de su e cimiento, la comunidad, en términos comunicativos, quizá taba aún más distanciada de las atracciones de centros urba más grandes. Las industrias locales eran relativamente peeñas, y parecían oecer empleos satisfctorios, en especial a mujeres que más se centraban en la fmili a. En es te contexto, lazos comunitarios y fmiliares entre personas cuyas fmi habían vi vido en e l mis mo vecindario durante décadas, que abían conocido desde la infnci a y, en muchos caso s, habían ecido juntas, d emostraron ser más ertes que el hecho de que nos eran más prósperos y tenían trabajos de clase media ientras que otros seguían siendo pobres en comparación y te 1 47
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nían trabajos de clase obrera. Con los prime ros en el poder, ce rraron sus flas en contra de los recién llegados, y la princip al escisión social que se desarrolló en Winston Parva e entre lo s viejos residentes y los recién llegados Los primeros estaban frme mente establecidos en todas las posiciones clave de la comuni dad y, al gozar de la intimi dad de su vida as oci ativa, int entaba excluir a los extraños que no s e susc ribían al credo comunitario y que, en muchos sentidos, oendían su sentido de los valores. Un análisis de la composición del liderazgo en algunas asociac io nes locales proporciona una idea de los métodos de exclusión Los residentes del área de élite de la zona 2 quizá se mostraban un po co más enticos en la expr esión de su orgullo que algunos de los que vivían en las calles ordin aria s, p ero la mayoría de ellos compartía el sentimiento de superioridad Tenían algunas rmas características de expresar su orgullo; he aquí una selección de expr esiones que las muestran 2
Los residentes de la zona
hablan de su propia zona
AM DE CS: Ésta es la parte vieja, sabes, donde viven as fmilias ás viejas. ANCIN: Aún lamamos a esta zona «a adea». uchos de nosotros venimos de as fmiias srciaes. PSTOR: Pareciera haber muchos matrimoios edogámicos entre las fmilias de esta zona, «la dea», como la aman. NGNRO: La mayoría de osotros somos de clase obrera, pero de una case obrera decente, no como los de a Urbanización. AM DE CS: uestra cale es muy agradable, con buenos vecinos, gente amable. JEN CSDO: Hay buenas casas. on viejas, pero hay mu cho espacio y pueden hacerse todo tipo de mejoras. AM DE CS OVEN: e gusta. stamos cerca de mamá y po demos ayudarnos. ENDER: Éste es uestro ugar. n cierta rma es nues tra aldea y nuestras fmilias han construido sus vidas arede dor de ella.
VI. Imagen general de la zona 3
A momento de la investigación, la Urbanización había existido casi 20 años, y por casi 80 la «aldea». Sus 797 habitantes n personas de clase obrera. No había nadie de clase media, mo en la zona 2. Las di erencias en la proporción de traba jado especializados, smiespecializados y no especializados entre dea» y la Urbanización, c omo se vio en e cuadro m.2, eran tivamente pequeñas. Los tres niveles tenían representación mbos vecindarios, pero la zona 3 tenía 32.5% de especializa 2 ha 3 1.4% de no especializados, mientras que en la zona 6.1 y 24.5%, respectivamente. a Urbanización era propiedad de una compañía de inver n privada a la que se pagaba e alquiler. Cada casa tenía dos tos pequeños en la primera panta y dos o tres recámaras ueñas en el primer piso. Las casas se habían construido muy ca la una de la otra con pequeños jardines que dividían las Muchos reside ntes cocinaban en la sala, pero una minoría a construido coci nitas propias en la par te trasera de la casa el n de tener más espacio en a sa la. En la década d e 1930, ndo se construye casas, de durante un tiempo contrar inquilinos. ron Laslapsersonas a «aldea» dudabe an sidicil muse a las nuevas casas a pesar de que entonces el alquier era enor. Lentamente legaron personas de exterior. Las casas se aron por primera vez después de a crisis de Múnich, cuando tajo a as fmilias de hombres establecidos en una estación egimiento cecana. Más tarde, con e bombardeo de on e, llegaron los empleados de una ica de instumentos 1 49
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londine nse y, a partir de ese momento, poc as casas en el estad o perm aneci eron vacías por mucho tiempo. La variedad de l traba jo de guerra e lo primero que atrajo a las personas a Winsto Parva; después, el emp leo que o ecían algunas de las industr ia s locales en ex pansión, e incluso las frmas tradicionales dedicadas a la calcetería y a l calzado, aunque sujetas a ciert a luctuaci ón, oe cían salarios lo sufcientemente elevados para atraer a trabajado res de otra s partes del país. Una cant idad considerable de quienes migraron a Winston Parva se quedaron, p ero el carácter de la Ur banizaci ón como un asentamiento de inmigrantes, y de inmigran tes de un tipo especí fco, aún se mostraba claramente en la estr uc tura de la comunidad, incluso después de una década o os. La mayoría de las personas migraron a la Urbanización como mie m bros de un grupo amiliar pequeño. Los cónyuges se mudaron juntos con o sin hijos. Como resultado , la porción de personas en la Urbanizaci ón que tenían parientes en Winst on Parva era mu cho más reducida q ue en la « aldea» , como indi ca el cuadro VI. l. 6 1 parientes Losvivían que losEso entrevistados la zona de1 otras mencio naron en la «aldea». confrmó laenevidencia entes que había sugerido un grado considerable de movilidad local, un lujo constante de residentes con aspiraciones sociaes de la zona 2 a la 1, y ayudó a explicar la razón por la que era po sible observar tantos vínculos cercanos entre los residentes de un vecindario de clase obrera y uno de clase media, y el porqué los residentes de ambos unieron causas en contra de otro vecin
Cantidad total de entrevistados con parientes en la zona 2 y en la y cantidad total de sus parientes
CUADRO V. 1.
Entrevistas Zona 1 Zona 2 Zona 3 150
en Winston Parva Entrevistados Entrevistados Parientes con parientes con parientes en Winston en la zona 2 en la zona Parva
Total
Cant.
12 64 25
10 42 3
Cant
Total
5 6
61 128 15
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o de clase obrera. De las 64 personas entrev istadas en casas de a «aldea», 42 tenían 123 parientes en las zonas 1 y 2 y sólo cino en la zona 3. En contraste, de las 25 personas que se entre aron en casas de la U rbanización, sólo nuev e tenían parie ntes en Winston Parva y sólo tres de éstas tenían parientes que an en l a «aldea». La relativa flta de lazos de parentesco contribuía al aislaento de las fmilias de la Urbanización. Esto se añadía a los o problemas que implicaba viv ir allí. Y a se ha me ncion ado el o de las mu je res trab ajadoras con hi jo s pequeño s, quien es ten grandes dicultades para encontrar a alguien que cuidara a hijo s mientras estaba n ausentes. Muchas de e llas menciona este probema durante las entrevistas y pr eguntaron si el reado de la invest igación podría ayudar a mostrar la necesidad e una guardería en el vecindario. En las entrev ista s conducidas en a « aldea» no s e mencionó ningún problema de este tipo. La movilidad mi gratoria , e tipo de mov ilidad so cial que haa eunidopequeñas en la Urbanización a trañas much as unidades fmiiares relaamente que eran ex entre sí, creaba problemas ecícos en cada aspecto de la vida. Cuando se les preguntó re las relaciones con los vecinos, muchas fmilias de la Urbaación dijeron que «eran muy reservados», o usaron alguna resión similar. En cierta medida, esta tendencia se debía al eho de que, a di erencia de las «fmil ias antigu as» de la aldea, «nueva s fmilias» de la U rbanización no sabían qué esperar e as otras. Las div ersas tradiciones locale s que levaron consigo mo parte de su rmación personal creaban malentendidos. Se reservado rmaba parte de una actitud deensiva contra e sonas que, si bien eran v ecinos, tenían costum bres, estándae y modales que dierían de los propios y que, con bastante ecuencia, parecían extraños y despertaban sospechas; además o existían oportunidades sociales ni tradiciones compartidas e hubieran podido pon er en marcha los rituales de identicación utua que ngen como preludios necesarios para reaciones einales más cercanas. Quizá su s modales en la mes a eran di eetes y oendían las sensibilidades de otros. Quizá hablaban n un acento dierente y en voz alta. Quizá pidieron ayuda sin 151
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utiizar as rmuas adecu adas o tomaron algo prestado y no devovieron. No había transcurrido el tiempo suciente par a que as regas uni cadoras del toma y daca, estabecidas de m anera más rme en comunidades má s vieja s, s e desarrol aran entre los recién legados. Había una flta general de costumbr es compartidas para a cooperación y de rituales comunes para reacionarse sociamente que, en comunidades más viejas, fciitan as reaciones humanas. «Cuando se me voó a ropa a su jardín dijo un ama de casa de a Urbanización, no me ayudó. Sóo se quedó viendo. » No había pe rsona s, directivo s comunitari os, cérigos, doctores ni nadie de cualquier otra proesión que, ya era por entrenamiento o por sentido común, entendieran los probemas sociológi cos que presenta una comuni dad de este tipo y t uvie ran su ciente autoridad e inspiraran suciente conanza para ayudar a rompe r os muros de ais amiento y so specha que se habían azado entr e estas personas quienes, si bien eran v ecinos , eran ex traños entreasí, proporcionaran institucionaes condujeran una ymejor integración.ayudas Como suee suceder enque e estado actual del pensamiento púbico a este respecto, se creía que bastaba con oecer casas y trabajo a os recién llegados; el resto de sus probemas, entre elos todos los de su tiempo libre, se consideraban merame nte pe rsonaes y de menor importancia . Aún no se percibían como problemas socioógicos que surgían de la naturaeza especíca de a comunid ad: de la conguración de los individuos y no de los individuos que la rma ban. Toda s las asociaciones ocaes, incluidas las eclesiásticas, se centraban en la zona 2 . Todas las po sicione s destacadas en la comunidad esta ban en mano s de personas de las otras dos zo nas. Así, ya que las fmilias en la Urb anización no po dían contar con ex tensos gru pos de parentesco par a su vida social , el prospe cto de una mane ra satisfctoria de vida no result aba muy brill ante. No es s orprendente que la may oría de lo s entrevistados en la zona 3, como muestra el cuadro v1.2, dijeran que no les gusta ba su vecindario o que les resultaba indi erente, mientra s que la mayoría de los e ntrevistados en la ona 2 dijeron que les gustaba su vecin dario. 152
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CUADRO v 1 2 Actitudes de los habitantes hacia su vecindario .
en las tres zonas Personas que dijeron que: Les gustaba su vecindario
No les gustaba su vecindario
No era un mal vecindario
Zona
Cant.
%
Cant.
%
Cant
%
1
1 44
69
8
5
23
3
3
5 8
3
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Ya que las caniaes eran reucias, no se ebía asignar rticular imporancia a los porcenajes en cuano ales; pero ros conacos y observaciones urane los años e rabajo en inson Parva con frm aron la imagen e esas i erenc ias en las itues que los resienes enían hacia su vecinario en las res onas. Incluso aquell os enrevisaos en la zona 3 que escribien slaaspecos Ur banizaci ón comobles«ne o esá mal»ahísolían o esagraa su via anesmencionar e resumirmusu inión en ases como «no s rese rvamos» y «en realia no está l». Inenaban sacarle lo mejor, pero inicaban, al menos e anera implícia, que no enían en una consie ración elevaa a pare e Winson Parva. Mienras que los «aleanos» se mos ban muy orgullosos e su vecinario, enre los resienes e Urbanización había una ausencia oal e orgullo por su ve ario. Los naores e la Ur banización hubieran enconrao un úmero consierable e problemas comuniarios si hubieran rado una comun ia propia, pero el hecho e que se hay an in porao a una comunia más vieja incremenaba en buena edia las ifculaes e su siuación. El rechazo absoluto e persona s e la Urbanización por los resienes más vie jo s ablecios e Winson Parva, que poría haber ngio como a erza integraora, sólo empeoró las cosas. Las ifcultaes pezaron en cuano llegaron los inmigranes. Un antiguo lon ense recoraba en una enrevista cómo en esa época había itao uno de los dos bares e la «aldea», había pedido una 1 53
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bebida y se había acercado a una mesa para ser «amigable» co las personas que estaban sentadas, y se le dijo: «Este lugar es para un amigo». El hecho de que los «aldeanos» los tratara como marginados, como un grupo de menor estatus, hizo aú más dicil que los re cién llegados se interesaran en su nueva co munidad y rompieran las barreras de su aislamiento inicial. Otro residente dijo que había visitado en una o dos ocasiones Te Eagle pero le habían dado la espalda y no pudo hablar co n nadie porque todos estaban «en grupo s y montones ». Otros inr mantes de la Urbanización contaron la misma historia; habían sentido una actitud antipática de los otros comensales en el bar y se les había excluido. Al momento de la investigación la separa ción era cas i absoluta. Lo s aldeanos visit aban casi de manera ex clusiva uno de los dos bares, Te Eagle, mientras que las perso nas de la Ur banizació n iba n al otr o, el Hare and Hou nds. Cuando se preguntó qué bar visitaban los residentes del v eci ndario 50 de los 64 «aldeanos» entrevistados en sus casas mencionaron Te Eagle, dos Hare and Te Hounds; personas de la Urbani zación unaelmencionó E agledeylas19 el25 Hare and Hounds. La segregación en el Club Obr ero era ligeramente men os es tricta aunqu e notoria . Si bien tenía sus instalaciones en la ca lle principal de la « aldea» los hombres y las mu jeres de la Ur bani zación conrmaban el grueso de sus miembros. Sus conciertos de n de s emana, los juegos de bingo y las s alidas del club at raían a personas cuyo vecindario oecía pocas oportunidades para di 3 vertirse después del trabajo. Algunos inrmantes de la zona dijeron que ya que se les había excluido de Te Eagle, no que rían llevar a sus esposas a la atmósera viciada del Hare an d Hounds. Sin embargo, el Club Obrero carecía de la fmiliarida d r cercana que distinguía a las organizaciones conrmadas po , «aldeanos». Las tres zonas tenían representación en el comité a pero ninguno de los miembros entrevistados pudo nombrar más de dos de sus miembros y aquellos a los que mencionaba siempre residían en la zona 3. En esta v aga asociación, e s nece sario señalarlo, había algunos miembros de la «aldea» que dis utaban de l club por que según ellos «los juegos eran mejores » «las bebidas eran más baratas» o «m i espo sa lo disuta má s q ue 15 4
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Te Eagle» . Por consiguiente, el Clu b Obrero oecía oport u ades para que las fmilias de la «aldea» y de la Urbanización aran un contacto más cercano después del trabajo y, quizá, aran algún tipo de amistad entre sí No obstante, no se rmó ningún tipo de relación . Alguno s miembros del club dijeron ocer a unos cuantos de la «parte vieja» en el club y que de en cuando jugaban dominó o cartas con ellos, pero las pretas posteriores siempre revelaron que la relación se limitaba a ncue ntros ocasi onales en el club y nunca lle vaba a otros con to s. Si bien resultó imposible conocer el número exacto de embros del club de cada zona, los «aldeanos» conrmaban pequeña minoría. Mientras que 14 de los 25 residente s de la a 3 entrevistados en sus casas dijeron pertenecer al Club ero, sólo tres de las 64 personas entrevistadas en la zona 2 mitieron rmar parte de él y muchos hicieron comentarios ti cos sobr e las personas «escanda osas» y «toscas» que el cl ub ía. Un hombre de la zona 1 admitió ser miembro, pero señal,
manera de en excusa, que de había aceptado una invitación a apar un lugar el comité l club en relación con sus intere e negocios. Sin duda, esta actit ud se debía en parte al hecho de que entre enes se establecieron inicialmente en la Urbanización había número considerable de «personas toscas». Así, aunque al mento de la investigación el tipo más tosco de personas de e obrera ya no era más que una minoría relativamente pe ña de los reside ntes de la Ur banización, el recuerdo permane os primeros en inmigrar a la Urban ización se preocupaban cipalmente por su supervivencia económica. Les siguieron onas que habían sido desarraigadas por el bombardeo de asas, a quienes la necesidad de los tiempos de guerra había adado a la Urbanización. En esa época las condiciones eran bien desalentadoras: «No está tan m al como antes di jo un iguo residen te de la Urb anización . Cada casa olía ocupar n martes y para el viernes siguiente ya se habían id para r pagar el alquiler, aunque a veces el casero lo atrapaba uedaba con sus muebles. Luego hacía una venta en la caa ta que renía lo de la ren ta» A partir de entonces las condi 155
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ones habían mejorado bastante. Sin importar qué otras cos as se necesiten pa ra que u na mezcla de traba jadores, des arraigad o s entre los remolinos y las zanjas de la guerra, la dislocación eco nómica, el desempleo y, continuamente, la pobreza absolu ta, rmen una comunidad razonablemente establecida entre s í, también se necesita tiempo. Los «aldeanos», orgullosos de s respetabilidad y ansios os po r preserv ar los estándares de dece cia de su vecindario, quedaron conmocionados ante el tipo d pers onas más toscas que se e stablecieron a sus puertas. Su image de las p ersonas de la Urbanización se había rmado basándos e en estas experiencias. El hecho de que algunas de las «personas toscas» siguiera vi viendo en l a Urbanización parecía confrmar una y otra vez la imagen que se habían r mado de s us habitantes. El hecho de que la mayoría de los residentes de la Urbanizació ya no pertenecieran a este tipo de personas de clase obrera, d que, en líneas generales, eran igual de decentes y bien com portados que ellos, n o podí a imponerse sob re el frme estereoti po comunitario de rmado las personas Urbanización que los «aldea nos» se habían y q de uelapasaba de una generación a otra. Cerraron sus flas contra «el montón» . Por consiguiente, las per sonas de la Urbanización quedaro n excluidas desde u n ini cio de la erza integradora con mayor poder en su vecindario. Si uno permanecía por cierto tiempo en Winston Parva, era imposibl e no darse cuenta de que los «aldeanos» usaban ciertas ases estándar para re erir se a la Urbanizaci ón u na y otra vez. Fo rmab a parte de s u tradición . É ste es el tipo de cosas que decían: AM DE CS: implemente no tienen los mismos estándares. AM DE CS: o controlan a sus hijos. AM DE CS: Allá siempre se están peleando. AM DE CS: Allá no es como en la aldea. AM DE CS: arecen de moral. AM DE CS: Acá las personas no se pelean y elevan las rejas. ECÁNICO RETIRDO: on refgiados, muchos borrahines eso es lo que son. FERROCRRILERO: Personas del ast nd que no conoce nada mejor.
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BRERO: on tan diferentes como el agua y el aceite. PTZ: nentémoslo, son de una clase dirente. ENDERO: emolición de barri os pobres . . . irlandeses . . . cockeys, no lo sé.
Desde un inicio se estigmatizó a los habitantes de la Urbación como, en la opinión pú blica de la «aldea» , un tipo in or de personas; y sin importar cómo habían cambiado las diciones, el rechazo y la ex clusión de las pe rsonas de la Ur zación seguía rmando parte integral d e la imagen que los eanos » tenían de Winston Pa rva y de ellos mismo s; conrba su superioridad como miembros de la parte «vieja» y cent e» de Win ston Parv a. Esta actitud de los « aldeanos» ha ún más di cil de lo que ya er a que miembr os de una conidad de inmigrante s de di erent es partes de l país romp ie las barreras que se alzaban entre ellos como extraños y rrollaran algún tipo de vida comunitaria en su vecindario. L ncapacidad de los esrecién llegados hacerse ente a ntiguos resident y contraa taca de r tenía un avaler relación cerca con s u flta de unidad. En su luga r, la mayoría d e las perso de la U rbanización pare cían aceptar , aunque a regañadie n el estatus in erior que los grupos est ablecidos les asign aban. Anque la mayoría de los habitantes de la Urbanización eran tánicos, muchos consideraban a los otros extranjeros. He í el tipo de cosas que los habitantes de la Urbanización den sobre su v ecin dario. ECÁNICO: Ha y personas raras po r ac á. odo tip o de extranjeros, or eso no presto atención. RBJDOR CLCETERO: os llaman el «allejón de la rata». AM DE CS JOVEN: o me gusta. stoy ahorrando para irme. AM DE CS JOVEN: uando les conté a mis compañeras de trabajo dónde vivía, me vieron raro y dijeron: «h, allí». AM DE CS JOVEN: os gustaría mudarnos antes de que nazca el bebé; no queremos que crezca en compañía de los niños maleducados de por acá. 157
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IMPRESOR: on los cockneys, 50% de la población de la Urbanización; elos causan todos los problemas.
Puede suceder que los residentes de un área clasiquen posición social de su vecindario como igual a la de un distrit vecino que la considera inerior; sin embargo, en el caso de l zona 3, la clasicación del vecindario como uno de posición so
l o a
ci inerior no s e limitaba a los habita ntes de la zona i y la zona 2 . En términos generales, también la compartían los habitantes de la zona 3 Tenían una conciencia clara de que ellos, como personas de la Urbanización, eran dierentes de los «aldeanos». Una rma común de expresar esta conciencia era mediante el uso, aun entre ellos, de términos derogatorios de uso común en los ch isme s de la « aldea» reerentes a la Ur baniz ación . Tod as las personas entrevistadas en sus casas mencionaron el nombre «callejón de la rata» como un término generalmente aceptado para designar a su parte de Winson Parva. Un choer dijo que los autobuse ncionars que ios de compañía habí andepedi do a cuando los conductores de nosugritaran «c allejón la rata» el auto bús se detenía en la esquina de la Urbanización Los jóvenes de la Urbanización tenían sentimientos ertes hacia el insulto lan zado contra su vecindario: «¿Has oído cómo nos llaman? pre guntó una joven de 17 años ¡El callejón de la rata! La chicas pasan alzando la s narices» . Muchas personas de la Ur banización se comportaban como si sec retament e pens aran de los otros : «Si vives aquí no vales mucho» . Parecía haber poco s incentivos para crear o mantener contactos regulares con sus vecinos. Los jóvenes solían d ecir de inm ediato que planeaban irse de la Urbaniza ción en cuanto pudieran. Algunos viejos mencionaron hijos e hijas que se habían casado y se habían ido para vivir en una <
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Las personas que sentían deseos de lleva rse bien, quienes resen -
el insulto que se les hací a porq ue su lugar de residencia te mal a fma en el v ecindario, so lían mudar se tan pro nto como an, dejando así espacio para otros inmigran tes, algunos de los uales probab lemen te pasarían por el mismo cicl o Por con iente, un accionamiento que comenzó como un centro par inmigrantes en una comu nidad con vi ejo s residentes estaidos tendía a conservar las características de una comunid ad i migrantes a pesar de l sedimento de fmil as que permane allí La dinámica de la Urbanización misma hacía dicil er a un lado el insulto Muchos residentes sin duda resentían ire de superioridad que las personas de la zona 2 asumían ellos; sin embargo, lo que djeron y la manera en que lo dijeron indicaba su resignación e impotencia He aquí el tpo osas que los habitantes de la Urbanización decían s obre los eanos»: pretenciosos y altaneros. MAINGENERO DE CASA: Son (evacuado de Londres): No les importamos, ni ahora ni nunca. INGENERO (evacuado de Londres): Demasiado engreídos; nunca intentaron entendernos. ÜBRERO (de Yorkshire): Demasiado estirados. MA DE CASA: De una mejor clase que nosotros, en especial en la iglesia. E MTAR: Están orgullosos de su lugarcito. ECÁNCO DE CACETERÍA: Los viejos la llaman la «aldea» y e excluyen.
Si se recuerda que las proporciones de personas con el mismo estatus labora l y los mi sm os nivele s de ingreso s no eran muy ierentes entre las dos zonas, el problema que esta distinción nte presenta en la c lasicación local se vuelve más claro Su s eentes posiciones en el desarrollo de Winston Parva, la «n oad» de una, la «vejez» de la otra, la flta de cohesión de la i mera, el al to grad o de cohesión en la segunda, todo s desem ñaban un papel en estas dierencias de estatus. En el caso de 159
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las personas de la Urbanización, la conciencia del estatus in e ior que los residentes antiguos les atribuían no incrementab su sentimiento de solidaridad ni inducía ninguna medida pa r mentarlo. Si se hiciera caso a las opiniones que los «aldeanos» tenía de la Urbanización, se hubiera esperado encontrar estándar es bajos y unirmes de comportamiento y limpieza En realida d, uno podía visitar los hogares de bastantes personas en la Urbanización y descubrir que ni los estándares de limpieza ni los de conducta di erían de mane ra notable de aquellos de las perso nas de la zona 2. Los cua rtos eran un poc o más peq ueños y el alqui ler ligeram ente más ba jo que el de las casas adosadas de la «al dea»; sin embargo, la imagen que había en esta última sugería que la Ur banizac ión era el tipo de barrio b ajo que habitaban per sonas zaas con hordas de niños incontrolables y ruidosos en casas abando nadas . Lo que d e hecho se encontraba allí, la «reali dad» , die ría de rma considera ble de esta imagen Fue necesa rioimagen cierto tiempo para determinar claramente l aymanera la de la «aldea» distorsionaba los hechos por quéenlo que hacía, y conrme avanzó la investigación cada vez se volvió más claro que estas discrepancias entre la imagen y la realidad tenían una importancia considerable para entender la relación entre las partes viejas y la nueva de Winston Parva Como suele suceder, la imagen era una presentación sumamente simplista de las realidades sociales; creaba un diseño en blanco y negro s que no daba cabida a la diversidad que se encontraba entre la personas de la Ur banizació n Se correspondía con la «mi noría de los peores » Después de visitar a ba stantes fmilias en la Urban iza ción cuyos estándare s y modales apenas dier ían de los de los «al deanos», a veces se encontraba una casa cuyos habitantes eran exactamente el tipo de personas que los «aldeanos» considera ban típico de los resident es de la Urbanización en general Era n de un tip o menos pul ido; sus casas estaban descuidadas y mu ch o más sucias que cua lquiera observ ada en la «aldea» y q ue la m a yoría de las casa s de la Ur banización. El problema era establ e cer o cómo y por qué el comportamiento de una minoría llegó a d s minar la imagen que los «aldeanos» se habían rmado de lo 160
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tantes de la Urbanizaci ón. La presencia de esta minorí a, si n a, volvía más di cil a de ensa de su vecindario para las per s de la Urbani zación. Los «aldeanos» siempr e podían aver arlos para que consintieran mediante el señalamiento de o más actividades de la min oría como prueb a de la veracidad de u imagen. Probablemente la casa más pobre que encontra durante la totaidad de la inve stigación e la de un obrero a Urbanización. Según se decía, su esposa bebía mucho y bajaba en un bar» . Si se inv estigaba má s a ndo, había quie 2 1 y 18 nes a consideraban promiscua. Tenían dos hijos, de , quienes traba jaban como obrer os . El más joven había asis a una escuela secundaria moderna de la localidad, pero ya tnces tenía una mala reputación en el vecindario. Al mo to de la entrevista estaba bajo libertad provisional y más e iría a prisión. Dos ventanas de la casa estaban rotas, era ente que las cor tinas de la habit ación leva ban mucho tiempo avar se y la puerta latera l de l a casa había recibido tantas pa s que sólo quedabaunlasilón part yeuna superior En laalslado al a ydelalacocina había dos sillas, silla . rota chi ea . La mesa estaba cubierta de ollas sucias y de sobras de la mida del día anterior . Si bien la casa contab a con electricidad, había una lámpara de gas que colgaba del techo y sostenía un argo papel matamoscas cubierto de nsectos muer tos, mientras madre ata caba a otro s con un per iódi co viejo. Sobre la chime había un espejo roto, a su alrededor había retr atos de estre de cine pegados en el mu ro. La casa de un hombre qu e había ado a Winston Parva de otra parte del área central de Ingla también estaba consideablemente abandonada. Mientras ía su servicio de guerra se había casado con una chica italia ; tenían cinco h ijo s entre los cinco y los 17 años. Los arre glos casa estaban en mal estado, el jardín completamente des dido. Los vecinos di jeron que la madre había abandonado la en va ras ocasiones desde 1945, algo que confrmó e direc de la escuela a la q ue asistían sus hi jo s. Los n ños eran mie m s de una de las pandillas de la zona 3 . Sus registros escoares straban quebrantamientos continuos de la disciplina escolar y u bajo desempeño académico. La made no se enoullecía 16
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de su casa o de su fmilia; probablemente extrañaba la seg uri da d de los grupos de paren tesco de su pa ís El hogar de es ta milia e el escenario de un episodio que los periódicos loca le promovieron com o «L a batalla de Winston Parva» Sucedió u tarde de verano de i958. La causa de la «batalla» e la propu es ta de matrimonio de la hi ja mayor con un ob rero irlandés que e hospedaba cerca Cuando el padre del joven irlandés, quien vi vía en Lon dres, se enteró de la propues ta, él y d os hijo s más lle garon a Winston Parva con la intención evidente de ustrar el matrimonio, pero antes de visitar a los padres de la muchach eron a un bar D esp ués de tomar varias bebidas se aparecier o ente a la cas a de la muchacha y comen zaron a gritar has ta que entraron a la casa por la erza, y se encontraron con la oposición de sus habitantes Varias peleas resultaron en que el joven prometido p ersigui era a la chica p or la calle, la tirara al pi so y la pateara por razone s que no quedaron cla ras A la ve z, conti nuaba las pe leas en el interio r; se rompieron algunos muebles y ventanas La «batalla» terminó llegada de la policía y de una s de ambulancia que llevó a los con her laidos al hospital Relatos v ívido este pleito fmiliar se publicaron en los periódicos del pueblo cercano y se ilustraron co n tograas de los invo lucrados ; pero, mientras que los hombres aparecían con sus heridas, la chica se mos traba en tra je de baño Re specto de esta to, u na chica de una casa ubica da en la mism a call e dijo e n el Club Juv enil «Abierto : «E s vlgar, ¡lo es ! Mi mamá hablaba con la suya anoche y r ecibi ó Sí, ya tres cartas a causa de la to ¿La viste? ¡En traje de baño! tres cartas Una le pide que ingrese a un concurso de belleza y dos más que modele» En l a lista de casas marcada s para entrev istas, j unto a a qu e e el escenario de la «b atalla de Winston Parva» , se enc ontrab a una casa común y tranquila de una fmilia de clase obrera co hasta un nivel bastante alto de aspiración, bastante previsora y, donde s e podí a obse rvar, con una vida relativa mente establecid a y tranquila Los padre s se habían mudado a la Ur banizaci ón d u e rante la guerra El padre trabajaba como ingeniero calicado una brica local El hijo mayo r estaba cursando los dos últim o s años del bachillerato. El más chico aún s e encontraba en la prim a 162
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ria. os uebles esaba gastados y la casa desordeada, per
J adres hablaba c rgulo de su s hijo s y de las opor ui da ducaias que eí a a su dis posici Obiaee, se oaban a staes olesias par a alea r a sus hijs pa ra que aprecha stas pr uidades e su alidad, y s u iel de abici lead Du rae la ere isa, el hi j ayr se u i a la di s ón y coplee ls coearis de sus padres sbre los ns de Wis o Para . Dijer que había « persas agradables» n la Urbaizaci; segú e los, ds los prbleas se srcian e «las fi lias cckey». La filia se reri a los als c os de Wiso Para, e esp ecial a la ala de estableciie creaios, y el esps sug iri que u cero cual podr ía lver alguos de ls prbleas de la Urbaizaci y la «al No ob sa e, c uchas oras persas e l a Urbaiza seía que era ej r hacer aisades ere ecis y tnerse reserad s. a ayría estaba rada por filias co ua ida relairaquila y uy iporacia llaai a;' per la irí a, padr ene os, había cobrado ucha la iage geeral de
es
muidad Hasta dde era posible obserar, o se rataba ilias e las que los i gress de ls proeed res era e s La caracerísica que coparía era ua icapacidad
la
' Esta conguración mayoría-minoría probablemente ea caracterítica de mu chas nizacione de case obrera. La siguiente carta dirigida al editor se publicó en
dico local sore ota urbanizació: URANIZACIÓN NO ERECE ALA FAA «Peonas decentes y tamién haraganes en B » ¡:n M. xite la impresión geeral, y aparentemente el clérigo de B supo de ella antes un
.
a, dee que los peoes crímees se gestan e B . de sto es asoutamete d o tods s distitos, teos ua mioía adros, haagaes yflso pr \í,
"js imilares, pero a mayor pate de las persoas e a urbaiaión so tabaja dos, decente, hoestas y respetabs, personas que se enorgulecen de sus hogares, qu atiene a us iños limpios, ordeados y honestos, que cían a su hijas para que 'n as idas y sptals y o, como pisa alguos, pquñas casquivaas i
1ls
Vaa, tenemos agunos malo, pero sólo uos cuantos [ J Por qué se juzga a u \e la minoría? Por qué no usan su entido común y nos juzga por a mayoría y
ti a perspctiva orrecta y djan de hacr delaracioes eóneas y geiats?
Uo de los decetes» Sptiembre de 1 9 6
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para matee rse a el los mismos sus asutos en orden. La m a oría teía fmilia s grades. Alguos era icapaces de ma te er sus asutos acieros e orde, la maoría tampoco p o día hace rlo co sus hijo s o su casa . La flta de caráct er, mas o las aliccioes ecoómicas, parecía ser la raíz del problema. esecia era fmilias problemáticas. E 1959, cerca de ocho o ueve de ellas vivían e la Urbaizació. Sus hijos más jóve e cormaba las padillas de jóvees alborotados y mal vesti dos que uo ecotraba merodeado por las calles de Wisto Parva. Durate las etrevistas e otras casas se solía ver u oír a jóvees que hacía su tarea, escuchaba el tocadiscos o auda ba a sus madres a plachar la ropa; e las calles se veía prici palmete, y e especial los «aldeaos» veía, a los hijos de un úmero pequeño de fmilias problemáticas grades, a quiees la flta de u espacio adecuado e casa y de clubes juveiles lle vaba a las call es; deamb ulaban por la «aldea» e la tarde, visita ba el cie local solía reuirse a era de él todas las o ches o, como dijo»uo los corría . de ellos, «merodeaba por el parque hasta que El caráct er mioritario d e estas fmilias problem áticas salía a la luz gracias a un cambio relativamete peque ño e las codicioes, que teía las características de u experimeto in vivo ua vez que se etedía que el papel la aturaleza de ua mi oría e u cotexto comuitario era ua cuestió importate. Mietras se llevaba a cabo la ivestiga ció, se elevó ligerament e el alquiler e la Urbaizació ; como veremos , las ocho o nuev e fmilia s problemáticas aba doaron l a Urbaiz ació , aunque e n la maorí a de los ca sos no porque o pud iera pagarlo si o por que, po r ese precio, po dían teer me jores lugares e casas pop u lares de otras zoas. Con su desaparición, muchas de las caracte rístic as desagradables que la « aldea» atrbua a las pe rsona s de la Urbaización como un todo desapareciero. Hubiera sido necesa rio prolo gar la ivestigación más allá de lo previsto para o bserva la los eectos a largo plazo que este «experimento» tuvo sobre relació entre ambos vecidarios , e es pecia l, s obre la image tradicioal que los residentes establecido s se había rmado de los margina dos . Uno de estos e ectos, que se presentó durant e el
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o do de investigacin, se discutirá con ayor deteniiento en elacin con la incidencia delici va. No obstante, incluso en la anera en que ocurri, la expe cia puso de relieve un problea ás aplio: el problea apel que los grupos inoritarios desepeñan en una co idad, su papel en la vi da counit aria coo tal, así co o en J magen que los vecinos o los isos habitantes se ran n veci ndario . Coo heos visto, una in oría de clase obre n el área residencial de clase edia de la zona i carecía de ortancia para su posicin social a los ojos de sus residentes lase edia o de los vecinos de otras zonas. La inoría de e edia en el área antigua de clas e obrera de la zona 2 solía mentar y rerzar la clasicacin relativaente elevada y la erioridad que los habitan es se atribuían en relacin con los mgra ntes ás recientes. Una pequeña inoría de filias de a reputacin en la nueva áre a de clas e obrera, la zon a 3 , tendía a rojar s u sobra s obre odo el ve cindario. Perturba ba enormente vida depor sussuhabitantes; su autoestia llo quelasentían vecindario,reducía y perpetuaba su bay jael po ón a lo s ojos de los otros residentes de Winston Parva. La suposicin ácia, que suele estar iplícita en los estudios olgicos, de que una cantidad a yor va natura lene de la no de una ayor iportancia no siepre tiene el respaldo a evidencia. Los grupos inoritarios pueden tener una itancia so ciolgica que sobrepase por uc ho su iportanc ia ntitat iva. Se puede decir de anera clara la razn por la que, caso de la Ur banizacin, u na inoría de filias «co n ala a» tenía un ipacto bastante despropor cionado en relacin n su can tidad s obre la vida y la i agen de un vecin dario, cuya oría estaba conrada po r ailias counes y respetables de e obrera. Si se hubieran establecido ailias del iso tipo en la zona 2, se ubieran enentado al sl ido poder de una counidad un ida. Hbieran sido objeto de todas las presiones que una counidad ste tipo puede ejercer y de hecho ejerca sobre aquellos que se desviaban. Se les hubiera excluido, ridiculizado, caluniado y illado ediante un ujo constante de ruores o coen
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tarios abiertos e cualquier lado al que llegara. Se habría e puesto a toda la erza de los chismes de rechazo, qu e so ua las armas más grades y uo de los placeres de ua comuid uida; y de ser ecesario los habría ejuiciado. E pocas pal bras , habrí a hech o su vida sumame te icómoda hasta que s cormara a ua existecia como margiados despreciados se mudara a otro lado. U vecidario po co ui do de amiias
de a a e
de clase obrera como la Ur baiz ació carecí a de dichas armas . U a masa de vecios que solía retraerse, que se egaba los place res de tratar c o los vecios y era reservados; u vecida rio si cetro, si liderazgo, co poca solidaridad o cohesió era ica paz de ejercer ua presió eectiva para resistir a ua mioría desviada. No teía ma era algua de corregir el ruido, la ide ceci a y el daño que se les iig ía hasta que o se covirtiera e u asuto po licial ; y, de acuerdo co el c olicto comú e estas situacioes, al retraerse a su caparazó, al itetar reservarse para evit ar el cotac to cerca o co aquellos por qu iees s etía
aversió, meosa posible sus las parasobre ejercer presió sohiciero bre la miorí rebeldeely cerrar teer más cotrol ellos. La flta de cohesió , el relativo aislam ieto de las fmilias de la Urbaizació, los volvió icapaces de evitar esceas desagrada bles. Se setía ideesos y se resigaro a su destio, a la vez que suía la mala reputació de su vecidario y el comportamieto grosero de sus vecios. Los gri tos de u a cas a cercaa que cada vez se vol vía más ertes iterrump iero ua de las etre vistas e la zoa 3. E un iicio, la pareja a la que se etrevistaba itetó ocultar el ruido . hablado más erte. Luego comezaro a mostrarse apeados Fialmete, u grito de la v eci a iterrumpió ue stra cov ersa n ció: «A ti qué te importa», gritó, a lo que siguiero golpes aú os más ertes y el llato de los iños. a pareja etrevistada cía explicó etoces que los vecios había ido a la «corte» ha poco por pelearse borrachos e la calle. Otro etrevistado en la zoa 3 cotó cómo u amigo lo había visitado ua tarde Y , sa había estacioado su automóvil aera; cuado salió de la ca e. descubrió uos rayoes prodos e u costado del coch Cuado les pregutó a uos iño s que jugaba cerca, le dijero 166
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los hijo s de los Caeron habían causado los daño s. Cuando tó a la filia, después de oír las quejas del autoovilista, la dre dijo : «B ueno, ¿ qué quiere que haga? No deber ía dejar esa ngad era ahÍ». Muchos de los entr evistados en la Urbanización ron que se sentían al por los jóv enes que « se etían en p romas» y culpaban a sus padres por descuidarlos. Una y otra aparecían e jeplos de padres que «bebían tod as las noches » y
jaban a los niños solos. Si se investigaba con ayor deteninto, uno se daba cuenta de que esta aración siepre se ría al is o conjunto de ocho o nueve filias. Sin ebarg o, aunque tant o en la «aldea» coo en l a Urbanión las per sona s tení an una i agen bastan e neg ativa de esta útma counidad, sus opiniones dierían tajanteente en un cto. Los residentes de la zona 3 eran conscientes, hasta cier unto, de que la ala reputacin de su za y sus aspectos s desagra dable s se debían en buena edida a una inor ía, a n grupo especi al de filia s. De anera casi inv ariable, los ha2 tntes de la zona de la3 «ala vida no filiar» y della portaien to bajohabl » deaban la zona en general; pe rcibían rencia entre la ayoría de personas counes, cuya vida y mpo rta iento no dierían arca daene del suy o, y la in o de filias probleáticas cuyo coportaiento desviad taa toda la atención. Una aración caracerísica, dicha por n uje r de la zona 2, era que «la ayorí a de l os habitant es de rbanización son extranjeros y criinales», estas dos palas toad as coo siónios.
VII. Observaciones sobre el chisme
Uno de los benefcios de una investigación tan intensiva en un comunidad vuel ta contra sí e un m ejo r entendimiento de la naturaleza y la nción de l chisme. Los chi smes de la «aldea» en re lación con la Urbanización , según s e podí a ver, se basaban en un conjunto de creencias sobre sus habitantes que actuaban como un agente selectivo: aquelos incidentes que no encajaban en l creencia predeterminada tenían poco interés para los «aldeano s» ; n o se creía que valiera la pena incluirlos en el ujo de chismes. os incidentes que se correspondían con la imagen de la Urbanización se recibían con entusiasmo y manten ían el lujo de chismes por u n rato hasta que se vo lvían obsoletos y los reemplazaban nuevos temas de chisme. En otras palabras, el chisme no es un enómeno indepen diente. Aquello que es digno de un chisme depende de las normas y las creencias comunitarias, así como de las relaciones de una comu nida d. La imagen negati va de la Urbaniz ación que ha cía que los «aldeanos» recibieran con gusto cualquier incidente , digno de un chisme que pudiera servir para confrmarla, era el reversodedesí.laElimagen positiva que los habitantes de la «alde tenían uso común nos hace considerar al «chisme» co ma»o inrmación más o men os dese ctiva sob re un tercero que dos o más personas se comunican entre sí; sin embargo, de mane ra estructural, el chisme recriminatorio es inseparable del chis me elogoso, que suele re eri rse a uno mi smo o a los grup os con lo s que uno se identif ca. Una comparac ión de lo s chi smes de la «al de a» c on cualqui er chisme que existi era entr e las personas de la 168
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anizació n demostr aba de manera muy c lara la relación cerc a ntre la estr uctur a del chisme y la comuni dad cuyos miembros los chismosos . Una comunidad unida como la «aldea» reque un lujo saludable de chismes para mtener sus engranes conando; tenía un sistema elaborado de centros del chisme. Aera de la iglesia y las capillas, en los clubes y en el bar, en as de teatro y conciertos, era posible ver y escuchar el lujo cismes en ncion amiento. Se podía obse rvar cómo el ni vel ani zativo relativa mente elevado de la «alde a» fcil itaba el lu e chismes de bo ca en boc a y hacía posible qu e asuntos inteantes para toda la comunidad se es parcieran con una veloc i considera ble. Cualquier noticia sobre personas conocidas en la comuni rmaba un chisme. En varias ocasiones sucedió que en la ea» se reconociera al etrevistador cuando entraba a una a, y antes de que terminara su present ación, como «el hombr e visitó a la señora Smith la otra noche », o que había «visitado lub no de ocurrió la Tercera Edad incidente la tarde delsimlar. miércoles En launida Urbani cón ningún Entre».más a una comunidad, existían más canales predet erminado s por que podían luir las noticias de interés y las personas comtían más intereses. Sin importar si involucraba a extraños llegaban a la «aldea» o a su s miembros, la noticia pronto se ca parte del dominio público . Normalm ente, duran te las e nvistas, al igua l que en las reuniones de asociaciones , s e discu n con ecuencia asuntos fmiliares que sol ían incluir detalles sonales. En comparación, las fmilias de la Ur banización ha aan con mucha menor ecuencia de lo que le ocur ría a otras ilias. Una residente de la «aldea», miembro prominente del po teatral de una i glesi a, duran te una entrevista enlis tó amig os os que pertenecían grupo; omitió a una actriz reconocida de ta lista, y el entr evistador señaló la omisión. « ¡No sabe! con tó sorprendida, est án esperando que su hijo naz ca en Nav i y en esta ocasión o participará.» Para ese momento se es aba que el entrevistador estuviera completamente incluido los circuitos del chisme, aunque de hecho aún no estaba del o actualizado. La mayoría de las personas en la «aldea» y
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por ningún motivo sólo los miembros del mismo grupo de pa rentesco se hab ía conocid o desde hacía m ucho tiempo . U ancia na recordaba que sol ía juga r co n Harr hace 50 años, «cuan do me perseguía por el campo». En 1959 ambos eran miembros entusiastas del Club de la Tercera Edad. Las relaciones largas, e un contexto como la «aldea», también hacían más prodo el interés común en todo lo que sucedía a los miembros del grup o cercano fcilitaba el lujo de noticias. Se sabía la relació que se tenía co n todo s los de más. Existían pocas barreras para la co municación. Las noticias sobre todos los demá s, sobre tod as las pers onas c onoci das públicamente, v olvía la vida interesate. Po consiguiente, además del chisme recriminator io que trataba pri cipalmente sobre los margiados del chisme elogioso que le ganaba renombre a uno mismo a su grupo, el ujo de chismes contenía irmació secilla sobre el grupo cercano, noticias sobre amigos conocidos que era de ite rés por sí mi smas . En toda s sus varia das rmas, el chisme teí a un valo r de e tretenimiento Si los pozos del chisme se hubiera secado, la vidacosiderable. de la «alde a» habría perdido u na buena parte de su sabor. Su parte esecial no era simplemente que uo se inte resara e las personas, sio que este ite rés era compartid o. Las personas que geeraba noticias para el chisme era persoas de las que uo podía hablar co otros. También a este respecto las di ereci as etre la estr uctura de la « aldea» la de la Urbai zación ayudaro a iluminar la aturaleza del chisme. Los «al deaos» pare cía tener un círculo mucho más amplio de coo cido s comunes sobre los cual es chismear que los habita tes de la Urbanizació. Siempre tenían a su disposición noticias etrete nida s que sabían resultarían iteresates a otros. Ademá s, la r ma en que hablaba de sus coocidos comunes apeas diería de aquella en la que habla ban de las est rellas de cine , de la realez a o, lo que es más, de cualquier persoa cua vida privada apare ciera «e n las noticias», a quienes cono cía por lo s peri ódi cos , e especial por los periódicos domiicales, que todos leía. Com o nte a se mencionó, la «aldea» era e buena medida autosucie del en lo que toca al entretenimiento de sus habitantes después o trabajo. Si bien los chismes entretenidos sobre sus miembros 170
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re los de las oras zoas de Wiso Parva se vería co iu a e a los caale s de chismes, las oas perio dísicas proporcio a ua bue a ee adicioal de chismes, y la m aera e que discu ía las oicias de ua u ora ee era e buea medid a misma. Todas era «hisorias de ierés persoal». Si se oía lguie relaa r la hisoria de ua obra de earo o de ua pel ícu u co oci do que o había podido verla , so aba exac amee al que si uo le oyera coar ua hisoria sobre sus veci os de «aldea» o sobre persoas de la Urbaizació. Todas comparn las caracerísi cas de u chis me. El oo de la voz y el voc alario era los mismos, igual sucedía co la simplicació de soajes o moivos, el éfsis e érmios de blaco y egro, s ormas y creecias subyacees. Las mujeres e paricular ecía experimear cualquier cos a de la que se eerara por s comuicacioes sobre el mudo exerior a parir de su vendario. E la m ayoría de los caso s, el va lor de ereeimieo los chismes parecía esar viculado co igrediees que haaba el o egoode quie los quieraescuchaba o deuos . Es si gica quecoaba, siemp redeculpa a oros o que ra oos de malicia. La compasió o la empaía por los ituios de los oros o esa ba aus ees de lo s chismes de los deaos». U ejempl o d e eso es la maera e que coa ba la hisoria la señora Crouch, quie quedó viuda durae la primera Gerra Mudial co res hi jas pequeñas c uado era basa e jo n. Iba a rabajar para maeer a sus hijas y cuidó a ua de las durae ua eermedad grave. Se uió a ua sociedad miliares reirados pa ra ayudar e el bieesar de or as viudas. D ua de las parede s de su sala colgab a ua ogra a grade de sposo. Cuad o su s hijas crecier o, la señor a Crouc h se ui ó a uchas oras asociacioes. E las reuioes de los clubes, e nversacioes casuales ere vecios, las persoas se reería a s his oria y a ella co gra aeco. Mecio aba a la «quer ida ñora Crouch» o a la «lid a viejia Crouch» como u miembro sp eado de la «aldea». Sus acividades e la comuidad y a or de ella ras la muere de su marido obviamee le ha n dado a su vida uevos ímpeus y u propósio; además,
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la «aldea» apreciaba la lealtad a s u fllecido espo so, a la comu dad y a las normas aceptadas. Con la alabanza a la seño Crouch también alababan la vida respetable que se llevaba su vecindario en comparación con los otros que conocían. L satisfcción que experimentaban era la de personas que estab en armonía con su comunidad y con su conciencia. El chis elogioso indudablemente había proporcionado un respaldo im
ni ra en a an e y
portante para la señora Crouch en sus primeras dicultades ahora en su vejez. En su caso, igual que en otros encontrados duran te la inv estigación, una unidad fmiliar que pasara por di cultades e inrtunios, obtenía un gran benecio del apoyo de su comu nidad. El chisme de apoy o era uno de los vehículos para movilizar la ayuda comunitaria. Se pasaba la voz en las calles, los clubes, las iglesias y a través d e otros canales de chismes a los tenderos y administradores de bricas de que la señora X o el señor Y estaba «pasando por un periodo dicil en estos momentos y merecía ay uda» . Como hemo s visto, el Comité de Bene-
volencia, al proporcionar como allosnegar ayuda, usaba un los canalestanto de chismes: «Mant enemos oídoslaatent os dijo miembro y pedimos a los tenderos qu e esté n al tant o de cualquier caso verdadero de necesidad, en especial entre los viejos; luego, cuando nos llegan los nombres, vamos e nvestigamos». No obstante, a pes ar de qu e lo s chismes de apoy o y elog iosos desempeñaban un papel en el lujo de chismes que nunca deja ba de correr por lo s canales de chismes de la «aldea », se mezclaban con otros a menudo er an inseparabl es de ellos que tenía n un tinte emocional distinto, con los chismes de rechazo o recriminatorios. A partir de un estimado bu rdo, estos últimos par ecían desempeñar un papel mucho mayor como ingredientes del e lujo de chismes que los primeros. Se tenía la impresión de qu las not icias s obre la inacción de la s no rmas aceptadas a man o s de una per sona que la comunidad con ocía se s aboreaban much o más, que proporcionaban más entretenimiento y una satisfc ción más placentera para el emisor y el receptor por igual qu e los chis mes sobre alguien que merecí a ser alabado por raticar lo s estándares aceptados o que requiriera ayuda ante la necesidad e Si bien este último, por extensión, también halagaba el ego d 17 2
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nes llev aban el chisme uestra « linda vi ejita Crouch» so tner tonos condescendientes, en apariecia los primeros gaban co mayor erza y de maera más placentera los s de quienes los transmitía. El chisme recrimiatorio apelab a maera más directa al sentido de rectitud de los chismosos, o también proporcionaba el place r de poder hablar con otros e cosas prohibidas, cosas que uno no debía hacer. Así, la tc a sonaba como si hiciera cos quillas a la imagiación de los smo sos, como si pens ara por un mometo que el los había o lo qu e o debía «¡imagína te! », como si hubier an ex imetado la sombra de miedo y culpa que sentirían si lo huan hecho y rápidamete regresara e sí, alegres y traqui s porque ellos ha bían h echo lo que uo debe hacer: « ¡ Pero o o! » El hecho de que alguie chis meara con otro er a prueba de s u nocecia. Rerzaba a la comuidad de los rectos. La clpa pal se imponía etre quiees habían roto las reglas y tenía a ción itegradora erte, pero no bastaba por sí sola. Mantenía vivossiyuno rerzaba vínculos grupales que existían. De hecho, pone énfsis, como se hace enya ocasiones, la nció itegradora del chisme, dicilmete es más que a verdad a medias. Como demuestra esta ivestigación, los cos son más complejos, aunque básicamete la estructura chisme, la conguración de sus cioes e ua comu dad, son bastante simples. Ya se ha dicho que el chisme no de tratarse como u agen te independiente, que su estructu a depende de la de la comunidad cuyos miembros participan él. El chisme desempeñaba un papel distint o y tenía un carác dierente en los d os vec ndari os de cla se obrera de Winston ava. En a comuni dad unida de la « aldea», el chisme corría de ane ra libr y abundante por los ca ales que la ed di erenc ada fmilias y asociaciones proporcionaba. En el vecindario de a Urbanización, relajado y con una organización no tan des ollada, el lujo de chismes era en conjunto más lento. Los cir itos del cisme eran más cortos y no solían vinculars entre s Incluso las fmilias vecinas solían carecer de vnclos de smes o los que tnían an muy débiles. Existían más bar as para e chismor eo. 1 73
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Aun dent ro de la misma « aldea», por ninguna razón el chis me tenía sólo l a nción de apoyar a las pe rsonas a quienes apro baba la opinión reinan te de la «aldea» y de cimentar las relacio nes entre s us habitan tes; t ambién servía p ara excluir a personas y corta r relaciones. Podía ser un instrumento de rech azo suma men te eectivo. Si, por ejemplo, s e perci bía a un nuevo residente de la «aldea» co mo alguien «no muy agradable» , continuamente se transmití an historias sobre el quebrantamiento de normas de una rma muy colorida, a través de los canales de chismes, como sucedió con la mu jer que había oecido una taza de té a los ba sureros en un ío día de invierno. Así, la ialdad despiadada con que algunas personas, muchas de las que individualmente parecían bien intencionadas y amables, usaban comunitariamente esta arma rmidable era característica del eecto peculiar que el ncionamiento de los cana les de chismes y los inter cambios constantes de noticias y opiniones en comunidades unidas generalmente parecen tener sobre las opiniones y las creencias comunita rias. Uno de los determinantes del chisme suele ser el grado de competencia entre los chismoso s por los oídos y la atención de sus compañeros, que a su vez dependen de la presión competitiva, en part icular de la presión de las rivalidades de estatus al interior de dicho grupo. Existen má s probabilidades de obtener a tención y aprobación si s e presenta una mejo r oerta que la de lo s otros chismosos; si, por ejemplo, cuando se cuentan chismes sobre marginados se narra algo aún más desfvorable, aún más escan daloso o intol erabl e, o si s e muestra, en otros ca sos, una may or lealtad en la adherencia al credo compartido del grupo y una mayor radicalidad en l a aseveración de las creenci as que rta le cen el orgullo grupal. El eecto distorsionador que la dinámica de competencia en los grupos unidos tie ne en las creencias gru pales, en general, y en la materia de los chisme s, en part icular, es un desvo hacia la creencia más fvorable, más halagadora, so bre nuest ro grupo y hacia la creencia más desfvorable y poc o halagadora sobre l os marginado s no sumi sos , y tiende hacia una rigidez cada vez mayor en ambos casos. En lneas generales, se puede decir que mientras más seguros se sientan los miembros 174
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u grpo de s sperioridad, es más probable que la distor n , la grieta ere la i mage la realidad, sea meos grade; tras más ameazados e isegros se siea, es más proba qe l a presió itera -, c mo parte de ela, la competecia a llee las creecia s comes acia e xremos de ilsió y gidez doctriaria 1 De eco , cotiame e se pede ilizar ado de distorsió rigidez de las creecias grupales como dida, si bie o del peligr o real, al meos del peligro percibi por el grpo, e ese setido, pede aydar a recostrir s uació Si bie los «aldeaos» estaba bie arraigados era derosos e relació co los recié legados qe se establecie e la Urba izaci ó, si dda setí a qe ss e os eci os azaba s rma de ida establecida Iclso pdiero a seti do qe era los erado s de e as olas de rba izació ndstrializ ació qe ameazaba a la atiga pare de Wisto Pva las raíces mismas de s rma de ida Los «aldeaos» , e odo, la red de iejas amiias reaccioaro a la ameaza alo deerte éfsis e el aig o «espírit de se la aldea» do itoleracia aci a los eci os qe o adecaba os cismes e la «aldea» teía patró acorde S ioacia, su ció como barrera para la itegració, co snte erza e relació co las persoas qe o se adecaba ntro de la «aldea», era aú más prociada e relació co persoas de la Ur baizació, acia qiees o se adecaba ra, aqe e este último caso era me os eectia como m e de cotrol social Ya se a meci oado la icapacidad de la aoría de los «aldeaos» para percibir qe algo beo podía de la Ur baizaci ó. Los clic hés qe se usaba para reerirse ' También sea posibe peguntase si a posición de una sociedad en e desaoo ro pazo de a humanidad no tiene asimismo que ve con a cecanía o ejanía elativ a, a ongencia o inconguencia de as ceencias y os hechos observaes. Viso de ra genea, a distancia y a inonguencia paeciean se ayoes, en paicuar e n caso de creencias sobe a «natuaeza», en comunidades más simpes qe en as s difeenciadas peo ése es pecisamente el punto Las sociedades más simpes tamb ié enen uchas más amenazas y son más inseguas poque en pate com resutado d sas inconguencias tienen menos contro sbe a «natuaeza» sore eos mismos Y e os otos; y ya que tienen menos onto, una vez más, son po o genea más seguas De hecho ésta es una de las tampas humanas más ndamentaes a
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a las personas de la Urbanización, las hisorias que se conab a sobre ellas, s e inclinaban a subrayar la super iorida d exclusiva de la conduca, los valors y la rma de vid a de los «aldeanos » y la absolua in eriori dad de los de l Ó s habianes de la U rbanizaci ó . Era imposible dudar de que odo se hacía de manera inocen e y de buena e; no ení a el carácer de invenciones y propagandas deliberadas. La capacidad de los « aldea no s» , como un grupo ce rrado, para excluir de su percepción, mediane un reerzo mu uo de las opiniones deseables y una compeencia coninua p or la aprobación, lo que no querían ver de sí mi smo s y de sus veci nos y acenuar de manera pronunciada lo que sí querían ver basaba para explicar la disorsi ón. Resula signicaiv o que des pués de 20 años las p erso nas de la v ieja « aldea» aún sub rayaran la disa ncia so cial enre ellos y los habianes de la zona 3 al la marlos «evacuados», «regiados» y «cockneys». Un líder ecle siásico, mie mbro de ercera gen eración de una fmilia de la « al dea» , resumió ese ipo d e opiniones cuando di jo : «No son como las la aldea. Unos s e unen a lapero vidadel de laoro al dea,personas pero sólode unos cuanos. Nocuanos s é a qué se deba, lado de las vías son un grupo cosmopolia» . Es pos ible percibir la genuina consión que senían los «aldeanos» porque sus nuevos v ecinos no viv ían a la alura de sus esándares, los de la «aldea», y que ellos asumían de manera implícia como los es ándares de odo inglés decene. Nuevamene es posible obser var la incapacidad del grupo cerrado para ver el oro lado y las exigencias paradójicas que surgían de su inocente egoísmo: rechazaban al or o grupo c omo ras eros co smopol ias y e viaban que se unieran a la vida com uniaria con sus chismes recrmina torios. También los culpaban po r no inegra rse a la vida comu s niaria. Los niños de la «aldea» escuchaban de sus padres la a y, hstorias recriminatorias recurrenes sobre la Urbanización s su vez, llevaban de la escuela cualquier hisoria sobre los nño de la Urbanizac ón que pudi era conrmar la cree ncia en su ine riorida d. Así , en una en trevsa co n una fmili a de la «aldea» , lo s c a padres mencionaron el ema de la educación y su importan paa la generación más joven, mientras su hij a de 13 años estab a en el cuaro. La madre di jo que el beneco de una buena educ a
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se desperdiciaba e alguas perso as y rerió como ejemplo a a mujer de la Urbaizació e l a reuió de padres de fmilia d a semaa pas ada» . La directora decía lo boito que se v eía el rme escolar, y esta mujer s e levató y dijo que e lla «o po a agarlo por que su esp os o est aba e la cárc el» . El padre reso ndigado y la hija se rió. La madre cotiuó diciedo que «esas persoas de la Urbaizació las que arruiaba Wsto Parva». a compresible molestia que s entía aquellos que hacía lo r que podía para estar a la altura de los estádares comuarios de dececia y respe tabili dad, hacia ua mioría de re legado s que o los cumplía, s e mate rializó e ua tradi de codea idiscrimiada del vecidario al otro lado de ías. Los niños apredía de sus padres el rechazo sumario as persoas de la Ur baizació y, al ser más acos y despiaos e esas cuestioes, lo u saba e la escue la como u arma e n cotra de los ni ños de la Urbaizació. El chisme de recha zo y crimiatorio, u iicio a losue adultos, aaz ó conque rmeepasaba las pudo geeracoarse cioes porq los i ños ndía las actitudes y creecias discrimiatorias a ua edad raa. La relativa «vejez» de la tradición, el hecho de que ara de padres a hijo s y de éstos uevamete a sus hijos, cuado cero, hizo más erte y prodo el ecto que su carácter y la uitario teía e los chismes de rechazo, los prejuicios crimiació de grupo, así como e las creecias qu e persoi caa, pues aumetó su rigidez, su carácter axiomático y su uidad hacia los contraargumetos basados e la evidecia ctica. as creecias compartidas por ua comuidad suele ser u es a cualqui er evidecia o argumeto que las cotradiga, lemete porqu e muchas persoas co las que se está e ua uicació cercaa las comparte. Su carácter comuitario ace aparecer como si debiera ser ciertas, particularmete u no creció co ellas desde la tempraa ifcia e u grupo do e el que la creecia s e da por setado, y aú más si tambi én los padres y los abuelos creciero co ellas. E ese caso, el tmieto de que la creecia es cierta puede volverse casi im 177
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pos ible d e erradicar; puede persistir como un erte senti ie incluso si se ha llegado a la conclusión, a un nivel más racio n al, de que la creencia es f lsa se l e ha rechazado. La creencia sobre la Urbanización que se expresaba en lo chismes de la «aldea» eviden temente había adquirido su rig i de en un proceso de est e tipo. Los sentimi entos que la ndam ea ban habían crecido se habían endurecido en el cu rso d e dos tres generaciones. A los ojos de las «fmilias antiguas», cuo jóvenes viejo s vivían tras los muros de su comu nidad u nid a, s había vuelo axiomáica obvia: cualqu iera a quien s e co nociera bien la creía. Hacerse a un lado, oponerse a prejuicios compari dos de este tipo, que aseguraban justicaban la superioridad propia la inerioridad de otro grupo interdependiente a la que respaldaba la opinión pública de toda la c omunidad hubiera requerido un valor una erza personales extraordinarios por parte de cualquiera de sus miembros ; hubiera implicado causar la desaprobación de sus semejantes arriesgarse a suir todas la presion penalidades los grupos pueden oer sobre losesmiembros d e que su grupo q ue nocerrados se adecuan. Laimp « aldea», como cu alquier otra agrupación unida de pers onas , acuaba coo una sociedad de admiración mutua. La exageración de sus ca racterísticas pos itivas y de las negaivas de sus vecino s era uno de los sí ntom as comun es, explicaba e l hecho de que muchas personas de la «aldea », que como individ uos parecían amables, razo nables justos, end ieran a ser antipá ticas , mal iciosas, implaca ble e incompresiva s en s u actiud hacia los mar ginados cuan do ha blaban jugaban su papel como representantes de su comuni dad. También a este respecto los chismes de la «ald ea» releja b a la estructura la situación del grupo que hacía los chismes; era sintomát ico de una comunid ad antigua c on un alo grado de co hesión . Aunque audaba a manten er la cohe sión , quizá , a re r zarla, o la creaba. Lo mismo sucedía con las características del chisme en la Urbanizac ión. Ya que ésta era un vecindario con una mal a in e e gración, el chisme era diso. Había poca evidencia de qu chisme era un fcto r de inegra ción. Las fmilias de la Urba zación « con mala fma» proporcionaban temas de con versaci ó
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chas fmilias «resp eables ». Sus miembros s olan iner cam i observaciones despecivas sobre las fmilias «con mala a» y pasarse noicias de inerés común, pero comparían 1 os cosas que las fmilias de la «aldea» y la endencia a «re arse» creaba barreras para el inercambio de chismes. Uno s chismes recurrenes durane los años de la invesigació el incremeno noable e la canidad de coches que se esaaban aera de alguas casas de la zona 3. En dierenes diciones, ese incremeno podría haber ayudado a elevar el igio de las f milias inv olucradas y qu izá el de su vecindario; e n gar de eso, era ecuee escuchar comenarios sarcásicos e los dueños de esos coches en boca de habianes de la a 3: «Las grades fmilias so las que ienen coches contó un ama de casa, los consiguen con su subsidio fmi i » Ora dijo: «Todos los compraron a plazos, ¿ sabes? Si no lo é yo, qu e raba jo para u a agencia de compras a plazos que ta con los coches de ese di srio» . a
n embaere rgo, po sí solos, losdechisme s sobre la mioría en «co aSifma» los rmiembros las fmilias mayoriarias l a na 3 o podían aumenar la solidaridad enre las úlimas; odía lograr al go que oros fcore s más bási cos no había o posible en esa siuació; o po día acua r como u fcor negración e una siuació que haca que la mayoría de las lias « respeables» de la U rbaización dudara de eablar u taco demasiado íimo con oras amilias del mismo vecinda La ausen cia de redes amiiares exensas, de comiés y asocia nes locale s y de edic ios adecuado s que ncionara n como lu gares de encuenro en la zoa 3 obsaculizaba la rmació de tros y canales de chism es comparables con los qu e exisía en l a «aldea» . L a amósera de fmiliaridad y coninuamene de inidad, que se basaba en relaciones larga s que fcili aban el l ujo chismes en l a « aldea» , esaba compleamen e ausene de la Ur ización. A igual que en la « aldea» , alí las personas se conaba l a isorias más recienes de borrachera, v iolencia, promiscu idad Y iseria que ocurrían a sus pueras, pero lo hacían con mayr rva y a menudo con cier a vergüenza. No pod an chismear ob ese comporamie no desordenado con l a misma liberad 179
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y el mism o senti miento de supe rioridad que los «aldeanos» po que sucedía en su vecindario; sus vidas y su posición se veí a mucho más aectadas por él. En este caso como en otros, lo q importaba para la posición de una fmilia evidentemente sólo impli caba quiénes era n s ino también quién es eran sus veci nos. La opinión desfvorable que las fmilias «respetables» te nían de su vecindario evitaba que se unieran más. El hecho d que ellos también chismearan entre sí no alteraba sustancial mente la situación; no generaba una integración más estrecha. Por consi guiente, la idea de que el chisme tiene una nció integra dora merece ciertas reservas; l e atrib uye al chism e las ca racterísticas de una cosa o una persona capaz de actuar po cuenta propia como un agente causal, casi de manera indepe dient e de los grupos de personas que chisean. De hecho, no es más que una gura retórica decir que el chisme tiene esta aquel la nci ón, porqu e chisme sólo es un nombre para algo que hacen las personas en grupos, y el término «nción», en este como en otros un disaz sospechoso para un término máscasos viejo:similares, «causa».parece Adscribir al chisme una nción integradora cilmente podría sugerir que es la causa de la cual la integración es el eecto. Quizá sería más adecuado decir que un grupo más integrado tiene mayores probabilidades de chis mear libremente que uno que no esté tan integrado, y que en el prime r caso el chisme reerza la cohesi ón ya existente. El patrón y el contenido del chisme varían con la estr uctura y la situación de los gru po s de personas que chismean. Eso es l a que sugiere la comparación del papel que el chisme desempeñ el en los dos vecindarios de clase obrera de Winston Parva. En vecindario comp arativamente bien integrado de la «aldea» el chis me tenía una nció n integradora ; no tenía tal e ecto en el veci n dario no ta n bi en integr ado de la Urb anización. La tarea sociol ó es gica está incompleta si no se relaciona na clase de actividad grupales -como el chisme- al grupo re al, cu yos miembros l produce n, y si no explica la primera a partir del último. Sin embarg o, el chisme siempre tiene dos po los, aquellos que e chismean y aquellos sobre los que se chismea. En los casos que los sujetos y los objetos del chisme pertenecen a grupos di 180
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( ntes, el arco de reerecia o slo es el grupo de quiees mea, s io la situaci y la estructura de abos grupos y su i ere sí. Si u arc o de reerecia ás aplio, es i le respoder a la preguta crucial de por qué el chiseo al puede ser, coo sucedía e el caso de los chises de la a» sobre las persoas de la Urbaizaci, u istrueo tvo para herir y huillar a los iebros de otros grupos, oo para asegurar el doiio sobre ellos. Ua bue a parte de lo que los «aldeaos» solía decir sobre las ilias de la Urbaizac i era apliaete exagerado o fl a ayor ía de las persoas de la Urbaizaci o teía ua ral ba ja », o peleaba costate ete ere sí, o era «bo ies» habituales, i icapaces de cotrolar a sus hijos. ¿A se debía que o pudiera corregir estas ergiversacioes? Cóo es que u «aldeao» podía avergozarlos si usaba u mio huillate, que era síbolo de su estatus ierior, o el «cal ej de la ra ta» ? ¿ Por qué o podía igorarlo o cotacar co ua ultit ud equivalee de isi uacioes y terg iacioes? Se ha ecioado ya alguas explicacioes orgaizativas. « aldeaos» estaba ás uid os que las persoas de la Urbaci; había cerrado sus la s cotra ellos , y su uidad pres erza y veracidad a sus aseveracioes sobre las persoas d e rbaizaci si iporar cuáto se desv iara de los hechos . ete de la Urbaizaci o podía cotraatacar porque o a el pode r; si ebargo, co el de ver la coguraci a didad es ecesa rio agregar a la iage, adeás de aspecos izativos, coo la oopolizaci de las posi cioes clave a nos de los iebros de la red de viejas filias, aspectos oales. La ayoría de las perso as de la U rbaizaci o p o cotraatacar porqu e, hasta cierto puto, su cociec ia esta el lado de sus detracores. Ellos i sos estaba de acuerdo las persoas de la « aldea» e que la icapaci dad de cotro sus h ijo s o eborracharse y v olverse ruidoso y violeto o ta bie. Icluso si estas recrii acioes o s e podía re erir llos isos persoalete, sabía uy bie que podía a lo a alguos de sus v ecio s. Las alusioes al coportaieto 181
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de sus vecinos podían avergonzarlos porque, ya que vivían el mismo vecindario, la mala fma que se relacionaba con de acuerdo con las normas del pensamiento aectivo, auto camente se relacionaba con ellos también. En su caso, como muchos otros, las imperecciones que se podían observar en gunos miembros de un gru po se trans erían emo cionalment todos sus miembros. Los chismes de rechazo de la «aldea», to
e él áti e a-
ea -
das las expresiones abiertas o susurradas de reproche y desprecio lanzadas contra los habitantes de la Urbanización podía aectarlos , sin import ar cuán decentes y ordenados er an en s conducta, porque una parte de ellos, su propia conciencia, estaba de acuerdo con la ba ja opinión que los «aldea nos » tenían del vecindario Era este acuerdo silencioso lo que paralizaba su habiidad para contraatacar y hacerse valer. Podían avergonzarse si alguien usaba un términ o despect ivo que se reriera al grupo al que el los pertenecían o lo s acusaba, directa o indirectaente, de echorías y cualidades negativas que, de hecho, sólo se podían encontrar en su grude po entre «minel oría s pe io res» . La atribución culpa o, lapara caso,de deloelog a individuos que por sí mismos no han hecho nada para merecerlo, sólo porque pertenecen a un grupo que según se dice lo merece, es un enómeno universal: las personas con ecuencia pueden des n arar o silenciar a otros con los que están en desacuerdo o co quienes pelean proriendo un nombre grup al despectiv o o deni grante, o chismes ver gonzosos que se reeran a s u grupo; pueden hacerlo siempre y cuando ellos mi so s pertenezcan a un grup o que reclama exit osamen te par a sí un estatus sup erior en compa ración con el de sus oponentes. En todos estos casos los objetos del ata que son incapaces de responde r porque, aunqu e persona l n mente sean inocentes de las acusaciones o reproches, no puede n hacer a un lado, ni siquiera en su mente, la identicación co el grupo estigmatizado. El vili pendio que pone en movimi ento el s sentido de vergüenza de un grupo socialmente inerior o su sentimiento s de culpa en relación con algunos símbol os de in e riori dad, algunos s ignos de la flta de va lor que s e les atribuye , la concomitante impote ncia para contraataca r, rman po con siguiente part e del apar ato so cial con que los grupos socialme ne
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nates o superiores atiee su doio y superoridad grupos socialete ieriores. Siepre se cree que los 1 mbros idividuales del grupo i nerior está cor tados po r las 1 mas tijeras. No puede escapar de aera idividual de la atizació grupal, al igual que o puede escapar idivi mete de l estatus ierior de s u grupo. Actualete se suele ar y pesar co o si los d ividuos e la sociedades cote nea s ya o estuv iera ta ud os a sus grup os co o los duos e el pasado a sus claes, t ribus, castas o propiedad es, y o si ya o se les juzgara y tratara e cosoacia co éstos; obstate, la di erecia, cuado u co, es de grados . E l eje de las persoas de la Urbaizació e Wisto Par va era ua stra e i iatura de la edida e que, icl uso e las soci eds coteporáeas, el destio de los idividuos puede dender del carácter y la situació de uo de s us grupos , ediate detifcació de otros y de ellos i so s. Por el si ple eco vir e u veci dario esp ecífco, se juzgaba y trataba a id iuos y, , ellosteía se juzgaba sí isosEstdea rdo coe la cierta i ageedida que otros de s uavecdario. ndecia que los idividuos tiee de la posició y la ian de los gru pos a los q ue perteece, la proda idetifcan de los prieros co lo s segud os e la v aluació de otros y e n su autoestia, o se liita a uidades sociales co u alto d o de ov ilidad so cial id ividual, coo los ve ci darios. Hay s, coo las acioes, las clases o los grupos éticos iorita s, e las que los lazos de ideti fcació de los idviduos co su o y su participacó, por asociació, e los atributos colecos so ucho eo s lexibles. La deshora cole ctva que grus ás p oderoso s adiere a estos grupos y que se aterializa en l vituperio coún y e el cise recrnatoro estereoti do suele tener un erte agar re en la estructura de la personal i de sus ebros coo parte de su idetdad ndvidual, y en cuato tal, no s e le puede acer a un lad o ácl ente. Su contraparte tiene un agarre igualete prondo en la es tura de la personaldad de los ndvduos, la creenca n la ca o vrtud colc tvas que ucos grup os s atrb uyn y que os grupos a los que consderan nerores puden atrburles.
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Un ejeplo es la ra leve de este carisa grpal qe los «al deanos», en especial los iebros de la red de viejas filia creían pos eer. Con stitía n pnto cal en la iagen qe tenía de sí isos , no co o individos indep endientes sino coo colectivo, coo iebros de este grpo. Aydaba a darle a yor sentido a s vida jntos y a s eserzo p or preservarla. No obstante, la aseveración del cari sa del grp o llevaba cabo s nción vinclante s nción coo conservado r del grpo , igal qe en otras cos as, só lo ediante el estableci iento de barres denidas contra otros grpos cyos ie bros estaban exclidos, de acerdo con ella por siepre, de l participación de la gracia y las virtdes atribidas a qienes sí pertenec ían. Por consigiente, ediante la elev ación de los ie bros del grpo, el carisa grpal atoáticaente relegaba los otros grpo s interdependi entes a n a po sici ón de inerio ridad. El carisa grpal qe el viejo grpo de la «aldea» reclaab para sí tenía s agi jó n. No só lo aydó a deni r las barreras en tre s pertenecían y qien tabién coo n qiene ara qe antenía a los argies no; nados a distancionaba ncia, qe ayd aba a antener la p reza y la integridad del grpo. Era n ar a de deensa, así co o na de ataqe. I plicaba qe no partici par de l gracia y las virtdes esp ecíc as qe los i ebros del grpo di stingido reclaaban para sí era n signo de deshonra. Lo qe scedía en la «aldea» era n ejeplo oderado a enor escala de n patr ón qe ped e ob servars e, con ecenc ia en na r cho ás tens a y virlenta, e n las relacione s qe los antigos s grupos establecidos, las naciones, las clases, las ayorías étnica o calqier otra ra qe pedan toar, tienen con gr pos de arginad os, sin iportar si se les antiene e ectiv aente en s u lgar o si se está n elevando y a. En todas parte s el caris a grpal qe se atribyen a sí i so s y la deshonra grpal qe atriby e a los argina dos so n enó eno s copleentari os,2 y, coo e la «alde a» , en toda s partes estos enó enos geelos enc entra s expresi ón en ras estereoti padas de al abanz a de no is m o El problema del «Caris ma grupal y la deshonra grupal» se ha discutido de man er a más complea en una ponencia que Norber Elias dictó con ese título en el 15º Deuscen Soziologenag (Centenario de Max Weber), Heidelberg, 2 9 de abril de 1964. 2
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culpa, vituperio y abuso grupal dirigido contra los margi os. Incluso los miembros menos « dignos» de los grupos caris t cos tienden, por identifcación, a clam ar para sí caract erísti valores que se atribuy en a todo el grup o y que , en la práctica, á sólo sean a tributos de una « mino ría de los me jo res ». Un a vez más se puede observar cuán pronda es la relación a estructur a del chisme con la del grupo que lo lleva a cabo.
que an tes se observó como «chisme elogioso» , que lle va ha cia dealiz ación, y «chisme recriminatorio» , que lleva hacia el a bu stereotipado, son enómen os qu e tienen una relación cercana la creencia en el carisma de un grupo y en la deshonra del po de los otros. En los viejos grupos establecidos, en grupos nde los jóv enes y quizá sus padres y los padres de sus pa s han a bsorb ido esta s creenc ias con los símbo los corr es ndientes de alabanza y abuso desde la niñez, as imágenes pales pos itivas y negativ as de este tipo impregnan pr onda nte la imagen personal del individuo. La identidad colectiva comode parte de adan ella, el orgullo y la aseveración del rsma grupo a rmarcolectivo su identidad individual co se en su experiencia y en la de otras personas. Ningún indiv i o crece sin ndamentar su identidad personal en la identif ción con un grupo o grupos incluso si ésta se mantiene te o se olvid a en la vida adu lta, y si n algún conocimie nto de s térm inos de elogio y abuso , del chisme elogioso y r ecrim ina rio, de la superi orid ad de grupo y la in eriorida d grupal que la compañan.
y,
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VIII. Jóvenes en Winston Parva
Igal qe oras áreas indsriales, Winson Parva enía algnos jóvenes qe casi eran delincenes o qe de hecho lo eran. En 1958 nos caos provenían de la zona 2, ás de la zona 3 y ningno de la zoa 1. Coo e n calqier oro lado, era sólo na ioría de jóv enes qiene s llegab an ane los ribnales. Las cias de delicencia jv enil en ese año eron: 19 casos o 6.81% de los niños enre siee y 16 años de la zoa 3, en coparación con res casos o 0.78% de los niños enre siee y 16 años de la zona 2. La dierencia enre los í ndice s delicivos de las dos zonas era considerable. Adeás, dos de los res delios de jóvenes de la «aldea» involcraban adolescenes qe habían roo na nora écnica, y sólo se condenó a no por na o ensa conra la propiedad. El caso de la zona 3 era el rev erso ; allí 17 de los 19 jóvenes criinales se presenaron ane la core por oensas conra personas o po r delios conra la propiedad. L os oros do s eron ingresados po r oensas écnic as, coo andar en na biciclea i nsegra o jgar en las vías del ren. Algno s de los jóvene de la Urbanización y la « aldea» probableene coean crí enes si n q e loss earaparan. enlos sayora, zonas aneníanAnqe, denro de conneslos dejóvenes la l e. de abas No obsane, las opornidades qe abas zonas oeca a los niños para n odo saisfcorio de creciieno eran dierenes. La «aldea» eía esándares coniarios bien esa blcidos. El hecho de que eran relaivaente unires lo comparieran mchas fmilias haca más sencillo para los jóve ns igualarlos ; ademá s, una bien desarrollada red d e conroles so 186
s
JÓVENES EN WNSTON PARVA
s volvía m di cil salir se de el os . E la Ur baizac ó, prác me la úi a respo sabilidad de la fmilia ra proporcioar ádares de duca a sus hijos, y los esádars de ua f a a meud era disios de los esádares d sus vecios. cho de q careciera de re erzo comuitario, d qu las tum bres y l ormas de disias fmilias e l mismo ve dario dirie r ampliamee y que los jóv ees de u a fmilia i ra abieree aquello que e ora saba esric ame e hibido, hací que el proceso de crecimieo de los jóvees e rbaizació era mucho más dicil que el de lo s jóvees la da», y volví más probables los disurbios. Ua comuidad da com o la « adea» esaba mejor capaciada que la U rbaizaón para proprcioar u coro l coiuo de los adulos sobre iño s, que e u a de las co dicio es par a el desarrollo de u ocorol esble. Cuado ambos padres iba a rabajar, los ies o lo s cio s siempre saba lisos para cuidar de los i s. E la Urbizació co ecuecia era ecesario dejarlos su ere cuea.vios Si los iños de lacoocía «aldea» jugaba elos la coocía calle, lo ía a quiees y quiees uy bie; sus padres siempre podía esar seguros d qu ale prevedría a sus hijos si esuviera a puo de lasimarse, timar a oro o dañar la propidad de alguie. Si los iños olesaba a u adulo, simpleme edría que llamarles la ció co algua de las ases comues uilizadas e dichas asiones, como « ¡Deé gase o los acus o co su mamá! », y es o lía basar. Los iñ os de la U rbaizaci ó jugaba er e casas cuyos ha taes, muchos casos, era prácticam exraños, hacia iees o se ía obligació algua y quis a su ve z o s e n igua obligació hacia ellos, quies cotiuam se osraba reacios a itererir o a comuicars co llos, quis ra idierees y, e ocasioes, hostils hacia los iños jugaba y quiees , a s u vez, corrspondía s sntmito. No rsula ba agradabl dcir «los acus o co su mamá» si apnas coocía a s us padres o o se dseaba hacrlo. Ad más, algu s de las madres de la zoa 3 habrían rspodido a las qujas, hacerl o, co ua cascada d isultos.
JÓVEN ES E N WI NSTON PARVA
Un prondo abismo sep araba a los jóvene s de las fmi lias d clase obrera en la Urbanización que intentaban dar una buen educación a sus hijo s, l os in staban a « seguir adelante» y tenía una erte pre ocupac ión por los logr os y el éxito de otras fmilia s de clase obrera que d ejaban a su s hijo s arreglárselas más o menos por s í so los, que apenas y tenían la voluntad y quizá ni si quiera la oportunidad de mejo rar su situación y la de sus hi jo s. Muchos de ellos ni siquiera sabían có mo preparar se para « seguir adelante». Vivían en el día a día, no tenían el concepto de una carrer a ni plane s a largo plazo de los cuale s hablar. Si bien la mayoría de los jóvenes a quienes cono cimos e n visitas a la Urbanización des pués de la escuela o del trabajo hacían prácticamente lo mismo en casa que sus contra partes en la «aldea» y no eran particularmente visibl es en las call es de Winston Parv a, un a minor ía parecía no ten er nada más que hacer que perder el tiempo en las calles. Siempre eran los mism os jóvenes a quienes se veía allí. Provenían de fmilias grandes que vivían en casas pequeñ as; no tenían nin gún lugar al de cual además de Winston Parva, la mayoría ellos v enían lasirocho o nuev e fmili as «conymala fma» de . Para un municipio de este tamaño, las instalaciones que Win ston Parva proporcionaba a los jóvene s eran muy pobr es. Los seis grupos juveniles de la iglesia o capillas que existían en Winston Parva se reunían en la zona 2. El número de sus miembros era reducido; s e limitaba a jóvenes que as istían de manera regular al servicio religio so y provenían casi exclusivamen te de la zona 2. No existía ning ún club juvenil en la z ona 3, aunque una peque ña sección de la organización de la Iglesia de Inglaterra se reunía en el salón de misiones de la urbanización. Todas las demás or ganizaciones juveniles, con una excepción, eran bastante estric s tas en su exclusión de los jóvenes de la Urbanización. Alguno intentaban unirse , pero en la mayor ía de lo s ca sos no a sistía n al servicio religioso con tanta regularidad como los niños de la «aldea », y entonc es s e les pedía que se marcharan. Un líder juve a nil de la iglesia explicó la situación a un comité juvenil de áre de la siguiente manera: «Tenemo s a demas iados en nuestro club . qu e Bueno, no es sólo eso, pero existe una regla que prohíbe a haya miembros que no rmen parte de la iglesia. Tenemos 188
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s de 40 inscritos pero slo 14 van a la iglesia, por lo que el mité dice que debemos echar a algunos de los alborotadores la Urbanizacin que nunca v an» . Este tipo de purgas peri di s alejaban a todos los jvenes de la zona 3 , con excepcin de de las instalacio u n uñado de ellos, de las actividades sociales s de entrenamiento que est os clubes prov eían . La única organizacin que , por política, m antení a sus puertas ertas a jvenes tanto de la Urbanizacin como de la «aldea» era el Clb Juven il Abierto, organizado p or la autoridad educati de l condado . É ste se n d drant e el periodo de esta inv esticin. Uno de los autores de este volumen estuvo involcrado na orgae n la organizacin de sus actividades. La necesidad de u aci de este tipo en una comunidad como Winston Parva a grande. También sirvi como un «experimento in situ» qe o posible estd iar de cerca algunos de los problemas que suran de la segregacin de los dos vecindarios de clase obrera a la generacin más joven. club e exitoso en mchos por los seElcrédito a estos clubes, durantaspectos e los tres años queque esuele po sible aticipar en su traba jo observarl o. Atrajo continuamente a un an número de jvenes de todas las partes de Winston Parva, enes parecían distar de sus actividades. Rápidamente se onvi rti en l a organi zacin j uvenil más grande de la comunidad , on cerca de 50 miembr os, de los c uales 20 vivían en la Ur ban i acin; el club organizaba juegos, pasatiempos, competencias, ales estiv ales. Un comit é elegi do por s s propios miembros ontaba con bastante au tonomía. Las reunio nes sema nales tenía n gar en un saln de la esc uela secundaria que estaba a disp osión d el club. La autoridad educat iva del condad o propor cion aa ayuda continua, pero los medios disponibles eran limitados. No eran sufcientes para sus necesidades, a pesar de muchos serzos, no e posible encontrar n lugar más adecado ande que lo alojara. Al intentar conseguirlo, uno se encontraba con ciertas partiularidades del conjunto de valoes que probablemente predon aban en much as comunid ades industriale s que tenía cierta levancia para los problemas de la generacin más joven. En 189
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consona ncia con este si stema de val ores, se aceptaba que la educa ción y el entrenamient o de los jóvenes to do lo que involucrar a trabajo o se relacionara co n él era de interés públic o y, por l o tanto, debía nanci arse con ndos público s. Sin embargo, el su ministro de activ idades para el dis ute del tiempo libre, por lo general, parecía tener un lugar bastant e bajo en la escala de va lores de las autoridades y de la generación más vi eja . Habían lle gado a aceptar el hecho de que, en la mayoría de los casos, las fmilias individu ales no podían oecer por sí solas instalaciones educativas y de entrenami ento para sus hijos que era n proporcio nales a los requerimi entos de una so ciedad industrial sumamen te compl ej a. Por consigui ente, proporcionar dichas instalaci ones ahora tenía un lugar priorit ario en l a lista de gastos públic os . El suministro de actividades placenteras y provechosas para después de la es cuela y e l traba jo aún tenía un luga r bastan te bajo en e sa lista. Todavía s e le s conside raba lu jos , que no eran particu larmente esenciales para el bienestar de la generación más joven, y a menudo como una cuestión privada que debía dejarse en manos de las fmilias mismas. Las condiciones en Winston Parva demostraron con gran claridad la importante nción que cumplen las actividades qe se de sarrollan desp ués de la e scela y el trab ajo, y el grado de s a tisfcción que se obtiene de ellas en la vida de los jóvenes, que estaban lejo s de ser presci ndibles, para s u bienestar y su conducta , incluida su conducta en la escuela o el trabajo. Las oportunidades de pa sar su ti empo libre de manera placentera y agrad able en compañía de otros eran extremadamente limitadas. Además de los viejo s clube s juvenil es y de los scouts, que sólo atraían a u a pequeña acción de la generación más jov en, no existían asocia ciones especi ales ni edicios comunitarios donde lo s jóvenes pues dieran reunirse. Las escuelas oecían algunas oportunidad para practicar deportes, pero también éstas eran muy limitad as. Un club de rugbi que se reunía y jugaba en los campos de la e scuela secu ndaria para ni ño s tenía un récord muy exitoso, y pues to que la secu ndari a obtenía a sus pupil os de un área amplia alred edor de Winston Parva y ya que los miembros del club de rug bi eran en su mayoría reclutados de sus « chic os mayores », la may o 19 0
JÓVE NES E N WINST ON PAR VA
no era de Winsto Parva. El club gozaba de prestigio en las n as 1 y 2 , y el concejal D rew lo e ncionaba a vece s coo un mplo del espíri tu de la «aldea» , aunque el núero de jóv enes ldeaos» que participa ban en su s acivida des era reducido. U edifcio abría sus puertas a cualquiera co un coso: el local. No resulta sorprendente que uchos de los jóvenes que no podían quedarse en casa o que no lo disutaban pasan s u tiepo libr e en el cine y en su s cerca nías. La care lera se cenr aba en el denoinador coún ás bajo de lo s clietes tenciales. La siguient lista, reunida de los aucios, indica el o de pel ículas que s e proyectaba. Paíso nudista Primera peícua nudista británica
La mano del estrangulador
Cómo hacer un monstruo
Frankenstein adolescente
Has fugitivas
La sangre del vampiro
Los desvergonzados Fimada por competo en campos nudistas
Costumbres de cortejo y amor en tierras extrañas
Muñecas del vicio
La carne es débil
Los pecados de la juventud ¿Te puedes hacer de a vista gorda?
Mujeres demonio Mitad mujer Mitad bestia
La historia nudista En desumbrante Technicolor
Cama sin desayuno
La mujer avispa
La bestia de la cueva embrujada
El deseo de apareamiento
Increíbe sensación doble de terror 19
JÓVE NES EN WI NSTO N PA RVA
El público apro vechaba esta mezcla de pe sadillas y fntasía s sexuales sin tomarla demasiado en serio. Su comportamie nt o como multitud demostraba nuevamente cuán erte era el de seo de muchos jóvenes por demostrar su desao a las norm as de la sociedad establecida y, de ser posible, provocar a sus re presentantes. En las tardes en que se proyectaban estas pelícu las, diversos grupos de jóvenes, en su mayoría de alrededor de los 19 años , llegab an a Winston Parva no sólo desde la Urbani zación sino también desde los pueb los cercanos e incluso desd e una ciudad cercana. Si la película era de tema sexual, la primer a aparición de un personaje emenino era la señal para que los grupos de muchachos en la audiencia gritaran, silbaran y gol pearan el piso con los pies. Algunos jóvenes de la Urbaniza ción dijeron en reunione s del club juvenil que iban al cine para disutar en parte de la película y en parte del «borlote» que causaban. Un miembro de la pandilla de la zona 3 que causaba e l «borlote» la siguiente ilustrahizo la situ ación: descrip ción de un incident e en el cine que Como no ha y nada que hacer, acabamos en la última fa del Rea. Estoy con los de siempre, Dave, Doug, Lanky y Henry. Yo y casi todos, menos Lanky, estamos mando y sacando humo. Lo hacemos para molestar y pronto vemos a casi todo el mundo voltear, vernos con desprecio y maldecirnos. Y luego, cuando ya había un buen ruido, golpeando los asientos, gritando, sibando y lanzando proyectiles de comida, y de re pente, por encima de barullo un erte chasquido y un golpe seco, y todos voltearon a ver a Lanky tumbado en el piso. Se que jaba: «Y pensar que pagué dos monedas por esto, una película de mierda y una butaca plegable».
El muchacho luego contó cómo el gerente del cine y dos s asistentes iluminaron con sus linternas a los muchachos y lo si amenazaron con llamar a la policía si no se iban. Por con guiente, los muchachos «s alieron en bola », haciend o tanto ruid o como e posible en su camino. 192
JÓVENES EN WINSTON PARVA
Oro uchacho de a Urbaizació describió ua ocasió e n la que evó a su ovia a cie : Vera y yo estábamos en el Real cuando oí a un muchacho detrás de mí decir algo ofensivo sobre Vera. Así que me paro, voy con él le digo -Dilo de nuevo y te parto la cara. Vamos dice el muchacho-, inténtalo. Estaba sentado por debajo de mí, así, y que le pego en la cabe za y empieza a gritar. Luego llega Wally, el gerente, y pregunta qué sucede. Así que le digo y él le pregunta al chico si digo la verdad. Sí -dice el chico, eso es lo que sucedió. Bueno -me dice Wally-, ya acabaste, ¿no?, regresa a tu asiento. -Voltea a ver al muchacho y dice-: Otro comentario y te echamos.
A fa de a ci ó os jóvee s se va por a ca e pri cipa y
puede quepuede uy ve pocos se dirige a casas de a «adea». s lo reguver ar se r a varios grupos av azad o hacia a aizació y a oros e espera de auobuses qu e os eve de eso a a ciudad. E ocas ioe s esaa ba peeas ere o s gru s que discuía e e «caio de oo». A ipoer ua la a dos jóvees por ua peea de ese ipo, u agisrado o e diciebre de 1957: «Las peeas so especiaee pre deraes e Wiso Parva. Los agisrados esá deerid os a que eso aca be ». Se proporcioó evidecia de que se había mado a la poicía por ua peea aera de cie y que había sado a los dos acusados, «que esaba rodeados por ua ndi a de jóvees» . Ese ipo de esceas recurrees so sioáicas de ua siua n coiciva que o sóo exise e Wiso Parva si o abié sociedades co ceros urbaos, e paricuar cuado so ndes, e casi odas pares So sioáicas de a guerrila par lar disputada de aera casi icesae ere as seccioes e sacdas de esas sociedades y os grupos argiados socale ducidos, e ese caso grupos argiados de a geeració ás e Aquí, el cie gía coo u puo de reuió para u 1 93
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chedumbres de adolescen tes, a quie nes actaba particuarmente e hecho de que su sociedad no proporcionara roles claramente de nidos a los adolescentes. En parte haban superado sus conduct as infnties, pero muchos de elos aún no encajaban y algunos qui zá nunca lo haran en los role s prescritos para los adul tos. El público del cine no era una asamblea casual de jóven es «anormales»; era representativo de un enómeno bastante normal en las soci edades urbanas de gran escala . Todas ellas producen y reproducen una y otra vez grup os de per son as que en cajan mejor y otras que no lo hacen tan bien o simplemente no lo hacen en el ord en estableci do y en su con unto de ro les. Muchos adolescentes se encontraban en una disyuntiva. Algunos eran o se convertirían en delincuentes, otros aprenderan a encajar en el conjunto de normas adultas; sin embargo, es solamente en los registros policiales y en las creencias de muchos adultos comunes respetuosos de las leyes que la lnea divisoria entre delincuentes y no delincuentes es inexible. La clasica ción deque algunos jóv enes como delictivo» «delincuente s» suelede hacernos vidar el «comportamiento se oculta maneraolimperceptible en el comportamiento no delictivo. Si se observa la conducta de los niños y adolescentes en su contexto comuitario real se pueden encotrar muchas rmas transitorias de comportamiento. Es probable que los intentos por estudiar y ex plicar a lo s del incuentes , as como por hacer predicciones al res pecto, sobre l a base de criterios individu ales solamente, mediante , un diagnóstico psicológico que carece de un diagnóstico social resulten poco con ables, pues las condic iones para la reprod uc ción con tinua de grupos del ictivos de jóvene s yacen en la estruc tua de una sociedad, y en particular en la de las comunida des en que viven grupos de fmilias con hijos «delincuentes» y e las que esto s cre cen. e La muchedumbre de adolescentes que se reunan en el ci de la « aldea» en Winston Parva, pr oveniente de la Ur baniza ció del y del vecindario urbano más amplio, era un buen ejemplo i carácter comunitario de los problemas con los que deba lid e esta sección de adolescentes de clase obrera. Es posible obs di varlos desde un meor punto de vista si se comparan las co 19 4
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nes bajo las que crece los jóvees de las grades fmilias lemáicas de la Urbaizació y las de los jóvees de oras lias de la U rbaiz ació o de la « aldea» , e especial las co oes de su iempo libre. Los primeros solía reu irse por u rao después del rabajo o e la escu ela e pequeños gru pos cerca de su s casas. E oca nes s e les podía ob servar jugado bol. La mayor pare del po parecía esar de pie o paseado como si esperara a algo sucediera si saber bie qué. A veces la esió esalla Hacía que algo sucediera: iiciaba ua pelea, coseguía a na chica, creaba u «borloe». Se les dejaba co sus propios rsos, co mucha eergía e ellos y pocas cosas e qué emarla y que pudiera disuar. La mayoría parecía suir de a iaició del iempo libre. No sabía e qué ocuparse des s de la escu ela o del raba jo. Su siuació dicilmee cocora co la idea ex edida de que las persoas ecesia que se muesre cómo ra bajar, per o o q ue se les muesr e cómo paela revolosos decomo Wiso Parva suía nto debie. uaLos flajóvees de oporuidades de ua carecia de lidad para pasársela bie de u a maera que saisciera sus esidades y que, al mismo iempo, olerara la mayoría de la uidad si efdo o repug acia. É se es u agme o caracerís ico de ua cov ersació co u n ove de 17 años, proveiee de la zoa 3, miembro del Cb Juveil Abie ro. El ema d iscuido era s u úli ma aparició e n la core: Este ugar es morta. No hay ningún ugar a donde ir por as no ches. Está bien que te digan que vayas a s cubes juvenies, pero si vas a os de a igesia te echan. Le dije a A . . . (e agente de iber tad condiciona) a útima vez que o vi: «Yo digo que aí siempre hay probemas, los chavos no tienen a donde ir». Me dice: «¿Por qué no inician un cub propio?» Entonces digo que no tenemos dinero y de cuaquier frma no hay espacios. Sóo está el Cub Abierto y es una vez a a semana. La poicía no te da ninguna oportunidad, te siguen en cuanto te ven en a cale, te ven con ria. Cuando me arrestaron intenta19 5
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ron tomar mis huellas digitales, me dicen: «Pásame ese cenicer o muchacho», y les digo que lo tomen ellos, que no soy tan tonto. Te dan cigarros y todo, pero sólo lo hacen para que hables. Loúnico que les importa es que los asciendan. Le digo a los muchacho s, si un policía viene detrás de ti, corre, no te detengas a hablar. Si m e vuelven a detener me van a mandar lejos. No te dan ninguna oportunidad. Siempre te están buscando.
Muchos de los jóvenes ás salvajes, incluso aquellos a quie nes no habían atrapado, ultado , enviado a prisión y cat alogad coo « delincuent es », parecían c hocar contra l os uros de una prisión invisible en la que vivían y utilizaban sus energías para olestar y provocar a todos aquellos a quienes ellos sentía coo sus carceleros , en un intento por liberar se y deostra rse a ellos isos que la opresión era real. Incluso iban al cine no por las películas sino por el «borlote» Allí, en la os curidad de la sala de cine, envueltos por el anoniato protector del público, podían deostrar su desao a las noras que no habían asiilado del todo, en especial aquellassociales que reenaban las necesidades sexuales que aún no controlaban, y podían buscar un alivio teporal a las pesadillas de fntasía de su interior e las pesadilla s de fntas ía del exterior Tabién en la «aldea» los jóvenes parecían suir en buena edida la inanición del tiepo libre; tabién parecían sentir que las «sobras de la prisión» se cernían sobre ellos ient ras crecían No obstante, estaban ejor capacitados para lidiar con esta experiencia gracias a la estructura de sus filias y, sob re todo, a la de su counida d L os patrones de las ustrac iones que agobiaban a los jóvenes de abas zonas de clase obrera eran, en ciertos as pecto s, uy derentes Quizá las pr esione s que los jó venes debían tolerar en la «aldea » eran ás severas e inel dbles ; sin ebargo, tabién eran ás constantes, unires y regula Se res en su acción y tabién tenían contornos ás dendos vinculaban con recopensas sociales claraente inteligibles co etas socioindividuales reconocibles; es decir, con recom pensas que otros coneren al indivduo y con etas que los dividuos isos escogen de entre una gaa de etas que l a
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edad le s oece de acuerdo co n su posi ción en ella Además , en na comunidad como la «aldea» el sentim iento de pertenenci a aba v orgullo hacia el propio grupo que lo acompaña compens ustra ciones de la infncia y la adolescen cia. Los jóvenes esÍas n mejor capacitados que en la Urbanzación para rmarse imagen del lugar que ocupaban y su clasicación en rela con otros; tenían mejores posibilidades de rmarse una gen de su identida d como individ uos en su contex to so cial, y imagen que podían rmarse era más graticante emociomente; indicaba su valor como miembros de una comunidad e, así se les había enseñado, era buena y superior a otras, una unidad de la que habían apr endido a en orgullecerse. Si obean las normas, podían encontrar ayuda y guía durante los lictos que se les presenta ran en s u desarrol lo en lo s ejemplos a generaci ón may or. Sin embargo, había que pagar un precio. viejos gobernaban rmemente la comunidad en donde vin. En este caso, los gobernados no eran margin ados sino su dinados que pertendeecían al mismo grupo que quienes gober an. El sentimiento grupo interno de la generación mayor luía rmemente a los jóvene s. La planicación del tiempo libre sintomática de la distribución de poder entre las generacio Si bien la «aldea» proporcionaba oportunidades comunita s satisfctorias para el disu te después del traba jo a personas mediana edad y ancianos, existían pocas oportunidades silares para las necesidades de esparcimiento especícas de los enes. Parecía como si se diera por sentado que los jóvenes dis taban de las mismas cosas que sus padres. Así, por un lado, jóvenes de la «aldea» se identicaban con el código de sus yores, se en orgullecían de él y despreciaban a los marginados e la Urbanizació n de la mism a manera que sus mayores; po r el o, no obtenían el mismo goce que sus mayores de los clubes de glesia y las capias, los conci ertos de mujeres y las much as otras tvidades placenteras para después del trabajo que oecían basnte satisfcción a los adultos. Éste era su dilema. La mayoría de organizaciones de tiempo libre para jóvenes dependían de orzaciones de adultos que gobernaban comités de aultos de erdo con sus normas. Los jóvenes de la «aldea» deban paar 197
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por los beneci os que obtenían de la estabilidad y seguridad rela t vamente elevadas de su comuni dad con una vida soc ial de esparci miento centrada en l os adultos y relati vamente vacía. Los jóvenes de la Urbnización no estaban expuestos en l misma medida al control comunitario de la generacón mayor, pero tampo co contaban con las recompensas de una red rme d e controles adultos: seguridad y estabilidad comunitarias. En mu chos casos, sólo las fmilias proporconaban estabilidad a los jóv e nes. Además, la conguración de la estabilidad fmiliar ante una inesta bilida d comunitari a relativamente alta y un grado elevado d inseguridad de estatus generaba problemas a los jóvenes de la Ur banización, de los que carecían sus contemporáneos de la «aldea» . Los problemas a los que se enentaban los jóvenes de la Urba ni zación, cuyas fml ias también eran ine stables y desordenadas, eran aún más dicles. No sólo carecían de controles comunitarios estables, que pudieran absorber y ayudarlos a controlar los impulsos que no eran socialmente aceptables, sino tambén de los model os de estables, aprobados s ociaunlmente estable cidos por susconducta padres, que pudieran servir como núcleoyrm para el desarrollo de la imagen de sí mismos y de su propio valor. Como otros jóv enes de su edad, debían lidia r con las preguntas » «¿Quién soy?» y «¿Cuál es mi valor y posición como persona? Como en otros casos, lo que sentían y observaban en relación con otros miembros de sus fmilias no era lo único que detr minaba las respuestas, sno también lo que otras personas del vecindario se ntían y obse rvaban sobre sus fmilia s y sobre ell o s. Una de las característcas prin cipales de la situación en que se en s contraban los nños y los adolescentes de la minoría de fmilia desordenada s es que debían buscar a tientas su identidad indivi dual, su valor personal y orgullo desde un inicio como mie bros de fmilias a las que no sólo las personas de la «aldea», sin o o también algunas personas de su comunidad, trataban co cia marginados y, en ocasiones, casi como parias. Con ecuen era prondamente dicil para los jóvenes que crecían en f i lias de este tipo escapa r de su posición de marginados. Es in du dable que esta po sici ón tení a una pro nda i nluencia en el de s arrollo de la imagen qu e de sí mi sm os tenían, en su sentimie nto
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idndad1 y d orgullo n rlacón con los oros, n l ds ollo d su prsonaldad. Sin mporar l carño qu pudiran nconrar n su fmlia, podían nconrar modlos sabls y sguros como un núclo e dra rma a la lucha conra sus mpulsos dsarculados. Pno n s u vida s nnaron a una suacón consa cuando nzaron a snr qu las normas y los valors qu saban mcios n las xprncas dnro d sus amas no concordaban los dl mundo xror. Las vocs y los gsos d las prsonas nadas qu los rodaban, ncludos los d la polcía, ls habla d la baja sima n qu s ls nía a os y a sus a mlas. No dían xrar orguo alguno n obnr un gran sndo d drc n dl conocmno d qu s ls considraba dénicos y s l s encaba con una amla por la qu oros nían poco rspo Tal ra la constlacón qu nró n jugo n la conrma d la imag n qu nían d sí . En muchos asp cos ra una agn ngava y conradcora. Como muchos adolscns en
socdads un pr odo scolar yadinstabl. olscn Como prolong ado, su osma racon sumamn vulnrabl otros, mosraban insguros d su propo valor, d su ara y d su pl n la soc dad; no stab an sguros d lo qu oros pnsaban e llos o d lo qu dbían pnsar d sí msmos. No obsan, ían mayors dculads para rmar un apgo in dvdua l re, un chco con u na chca, qu n las soc dads alam n nvidualizadas sul sr la prmra rarmacón dl valor ndval d un adolscn y l prmr gran símulo par a la rza d go, qu pu d nconrar cu ando emrg d la dncacón fnil co n su grupo fmliar como una prsona con dnid ad opa. En l caso d los adolscns más oscos d la Urban ación, las ansidads insguridads adolscns n rlacón n su idnidad s agravaban con la insabldad d sus filias y la baja sma n qu s ls nía. Cuando innaban irs y dsarrollar una idndad propa sparada d su idnd fmilar , su auosima y su orgullo s mannía n pari cumne vulnrabls y dsbalancados dbdo a qu smpr 1
Véase en este volumen el Apéndice , pp. 263-266. 199
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eron y seguían siendo marginados rechazados. La debilidad de su ego les hacía aún más dicil que a los adolescentes comun es enentar al mundo en que vivían como individuos solos u n a vez que emergían del débil regi o de sus fmili as Inse guros de sí mismos y acostumbrados a que los representantes de las auto ridades y del mundo ordenad o del que estaban ex cluidos los tr a taran con bastante desprecio y sospecha, intentaban encontrar ayuda y apoyo en las alia nzas ami stos as tempor ales que rmaba entre ello s; les resul taba más sen cillo enentarse en grupos con rmados por personas de s u tipo a una agrupació n de personas hostil y sospechosa hacia la que también ellos sentían bastante hostilidad y sospecha Como sus fmilias, las sucesoras en la vida de estos jóvenes, las pandla s que rmaban entre sí, no eran particularmente establ es; pero mi entras duraban, les hacían más senc illo enentarse al mundo que los excluía; ncion aban como antídotos para la vulnerabilidad extrema de su autoestima. En grupos conrmados por personas de su mi smo tipo, po dían te nerse ensatisfcer mejor estima de la que podrían haberse solos y podían la necesidad de probarse qué tantenido ertes eran Podían encontrar consuelo al respecto de su valor ane sus propias dudas, rearmadas por la actitud de la mayoría ordenada Las pandillas rmaban una s ociedad de admiración mutua burda pero ncional para los jóvenes que estaban excluidos de la admiración y el consuelo mutuos de los grupos establecidos . Las peleas exitosas en pandilla, los asaltos triunfntes o los desaos e a las autoridades establecidas al mando de un buen líder par cían proporcionarles el incremento en la erz a de su autoestim a que otros adolescentes encontraban, entre otras enes, en un víncu lo amoroso indiv idual exitoso Lo mismo ocurría en alg u nos de ellos con las relaciones sexuales pasajeras; sin embarg o, el aument o en la erz a que obtenían de es ta manera era comp a e rativamente gaz; solía dejarlos tan vulnerables e inseguros d o sí mismos como antes. Estos episodios, con la satisfcción m mentánea que impl icaban, contribuían p oco a su desarrollo co o personas; no los ayudaban a crecer La atención que desde Freud se ha prestado a los patrones libidinales partic ulares y a las necesi dades de los a dolescentes es 200
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y justa, pero mientras el conocimiento de estos desarrollos dinales no se relacione con el del desarrollo del yo de una erson a, y éste a su vez con el de las conguracio nes so ciales en e se rman el yo de una person a y su image n del yo, el entendi iento que proporciona sobre los problemas de los adolescene, tanto en la teoría como en la práctica, seguirá incompleto En otros contextos sociales, los jóvenes comunes aprenden esde temprano a pensarse en nción de un turo Pa ra la mar ía de los jóvenes rebeldes de la Ur banización resultaba dicil eer una visión a largo plazo de ellos mismos Vivían en el esente y para él en un grado mayor que los jóvenes comunes Ét a era otra di erencia que aydaba a la consr ucción de barreras etre elos y otros de sus contemporáneos No entendían cómo e se ntían, cómo pens aban y vivían las personas otro lado de la eca, y éstos a su vez no entendían a estos jóvenes rebeldes; su ección indicaba claramente que para ellos eran, casi literalente, «nadie». Por s parte, como cualquier otro, los jóvenes erían ser «alguien» Sin lo embar go, la única qu e «n conoa-n de mostrarle a quienes s trataban como manera si no eran e» q e , de hecho, eran « alguien» er a absolut amente negat iva, mo el sentimi ento que tenía n sobre su identidad; era la rma e los marginados rechazados, quienes, con una compulsión eal y absolutamente ineectiva, se rebelaban contra el rechazo ediante una especie de guerrilla, provocando y perturbando, cando y, hasta donde podían, destruyendo el mundo ordedo del qe se les excluía sin entender por qué La lógica detrás e lo que sentían y de su rma de actu ar parecía ser: «Haremos e todos ustedes nos presten atención, si no por amor, por dio» Al actua r de acuerdo con este sentimiento, contribuían a eproducir la situación misma de la que intentaban escapar. In cían a los representant es del mun do ordenad o qu e los rodea a rechazarlos, una y otra vez, como marginados y a que los taran on desprecio. Habían nacido en un círculo vicioso del e era dicil es capar. Al crecer en fmili as rechaza das por las milias o rdenadas de su v ecindario y al estar e xcluidos de las re ciones socales cercanas con ellas, desarrollaron tendecias de mportamiento qe les acarreaban el estigma del rechazo y la
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exclusión como in dividuos. Así, al ser rechazados como ainado s con una posición ba ja, ellos, por su cuenta, bien p ie n llevar a sus hijos, que estaban bajo el impacto de los isos mecanism os sociales, por e l mismo camino. Tendencias d e comportamiento como las suyas suelen estu diarse sólo en una generación. Si se llega a considerar ua cadena de generaciones, suele ser porqu e se asume que estas tendencias se deben a algún tipo de herencia biológica. Es mucho más proba ble qu e se deban y en este caso así era a una rma de herencia sociológica. El patrón especíco y, en particular, los mecanismos de transmisión generacional de la herencia sociológ ica no se han estudiado lo suciente, pero éste es un e jemplo: el comportamiento de los padres en fmilias desordenadas, que condujo a su rechaz o y al bajo lugar que tenían en l a jerarquí a de estatus, generó tendencias de comportamiento en sus hijos que, a su vez, condujeron a su rechazo cuando comenzarn a independ izarse. En este c aso, los patrones de carácter especícos de una generación y la conguración s ociala especí ca deen la que maban parte mostraban una tendencia perpetuarse la si-rguiente generación, a inducir en sus hijos patroes de carácter que mantení an u na conguración s ocial si milar Muchos textos contemporáneos sobre la delincuencia y temas relacionados parecieran basarse en el supuesto tácito de que las o ensas co ntra la ley cometidas po r niño s y adolescentes nunca habían estado tan extendidas como ahora, y si uo depende solamente de las cias de delincuencia de un period o relativamente corto de tiempo, esta suposición bien podría conrmarse con la evidencia estadística disponible, aunque incluso entonces deberían tomarse en cuenta la inuencia que los cam bios en las polí ticas y en la ecien cia de las erzas poli ciale s y la s actitud de las cortes tienen sobre la cantidad de casos llevado ante los tribunales. Esta suposición dicilmente concuerda con la evidencia general si se to ma una persp ectiva a la rgo pla zo. L o s reportes sobre las etapas tempranas de industrialización y la s e etapas correspondientes de urbanización, como los estudios d Mayhew sobre los pobres de Londres o el recuento que A. o rrison hace en House of the ago y muchos otros, sugieren que 202
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rant las tapas tmpranas, al mnos n Inglatrra, la dsor nización fmiliar y l qubrantaminto d la ly a manos d vns ra más común ntr las class obrras industrials qu rant la época dl p rsnt studio ; y qu no sólo s rlacion an con los altiba os normals dl pr ocso d industr ialización, mo l dsarraigo d las fmilias n busca d trabajo, sino con d o l con unto d altos índics d ds mplo y baos nivls d ario. A lo largo dl siglo XIX habitua lmnt s hablaba d las sas trabaadoras d las ciudads industrials como «los pos» , y n su mayoría ran pobrs. Es muy p robab l qu los ba s niv ls d ingrso y sus irrgularidads, co mo part d todo u n síndrom d fctors qu vo lvían in sgura instabl la vida e las class más pobrs, contribu yron n aqullos d ías much o ás a la dsor ganización fmiliar y la dlincu ncia ntr l os ó ens d lo qu hoy sucd. Lo antrior no signica qu la vida hogar ña ordnada y bin egulada ra dsconocida ntr las class trabaadoras indus als.nExis t sucint vidncia para sugrir qudndsarrollo, Inglat rra, mo otros paíss durant las mismas tapas eccions d las class obrras qu , si bin ran pobr s, intntaban evar una vida ordnada y rsptabl dntro d sus mdios y paci dads, viv ían lado a lado con otras sc cio ns d sus v ci n r ios , y n ocasions luchab an c on aqullas cuya vida hogarña más dsordna da y cuyos hi o s tnían poco rspt o p or las es y las normas d las prsonas qu staban n mors cir nstancias. Rlacions tnsas como las qu xist n ntr las flias d clas obrra d la «alda» y la mayoría ordnada d milias d clas obrra d la Urbanización, por un lado, y la noría con «mala fma» d fmilias d clas obrra, por l otro, son un caso aislado, incluso n nustra época. Es probabl ran mucho más cunts n l pasado, aunqu ntones los hogars d clas obrra instabls y dsordnados con ecuncia hubiran podido rmar la mayoría y los otros una n orí a. Sa cua l r l caso n los Estados U nidos y n otros íss industrializados d Europa, n Ingl atrra la proporción rtivamnt lvada d ho gars d clas o brra stabls y ordnas n las grands ciudads indstrializadas d nustro timpo 203
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y la proporción relativamente baja de hogares de clase obre r inestabl es y deso rdenados son el resultado de u n largo desarrol lo y este «proceso de civilización», sin importar qué otra cosa est involucrada, sin duda se relaciona con el crecimiento de los es tándares de vida de secc ione s cada vez más grandes de l as clases obreras. Si se considera el desarrollo a largo plazo, probable mente se descubra que esa porción cada vez menor de fmili as desorde nadas de clase obrera, de l as « milias problemátic as» de nuestros días, es el remanente de generaciones de esas fmilias; un remanente que, a causa de un a rma de herencia s ociológica de ciertas tendencias de comportamiento, ha sido incap az de es capar del círculo vi cioso que tiend e a crear una prop ensión en sus hijos a rmar , en su generacin, fmilias desordenadas nue vamente. El número de pers onas que pod ría haber esc apado d e esta trampa quizá habría sido mayo r si otras condi ciones soc iales los disturbios de las guerras, el desempleo, los movimientos migratorios a gran escala, voluntarios o involuntarios, y el desarraig o de fmilias q ue involucran ieran re continuamente la desorganización fmiliar no y loshub disturbios derzado la vida hogareña. Las fmilias desordenadas de la Urbanización en Winston Parva era n un pe queñ o ejemplo de la estela, en n uestra generación, de las masas mayores de fmilias desordenadas de generaciones pasadas. Sus hijos mo straban algunos de los mecanismos de transmisión; mostraban la manera en que las condiciones para el rechazo de sus padres a manos de sus v ecino s se perpetuaban y re rzaban por el comportamiento de su desc endencia La mayoría de las fmilias de la Urbanización intentaban mantener su distancia de la minoría. Sus jóvenes, siguiendo el ejemplo de sus padres, pasaban buena parte de su tiempo libr e en casa. Vagar por las calles se consideraba una ocupación para el tiempo libre de la sección pendenciera de los jóvenes de la Urbanización. A los padres « respetables» de ésta, como a los d e la « aldea», no les gustaba q ue sus hi jo s se comportaran como lo s jóvenes de las fmilias con «mala fma», ni que se mezclara con ellos. El Club Juvenil Abierto intentó disminuir estas bare ras, pero, al poco tiempo de su inicio, también allí se dejó sen ti r toda la erza de las divisiones comunitarias de Winston Parva 20 4
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H lando en térmi nos generales, era pos ible distinguir tr es gru de jóvenes e n el Club Juve nil Abiert o que s e corres pondían las divisio nes generales de su comunidad : chi cos chicas de «aldea» que conrmaban la maoría, chicos chicas «respeles» de la Urbanización chicos y chicas que venían de la oría de fmilias desordenad as de la Urb anización. Las líneas sorias siempre era notables, incluso cuando individuos rginales, en particular del grupo intermedio, las cruzaba de nea ocasional hacia cualquiera de las direcciones. No obs te, los eserzos por superar la segregación de estos grupos, r acercarlos lograr un grado de integración, no resultaron tosos. Los jóvenes de la «aldea» tenían que vivir a la altura de los mes estándares las normas comunitarias, en cierta medida altadas, de sus maores s i querían mantener el respeto de su munidad. El concejal Drew que tenía un don para expresar n autorid ad la opinión de la « aldea» sobre muchos temas, en guna ocasi ón resum manera hábil l o que se pensterís aba la «aldea» sobre los ió «jódevenes» . Sumu as everación era carac ca de la per spectiva normati va de las realidades de la « aldea» e la tendencia de los «aldeanos» a rmarse un retrato ligera ente ideali zado de ellos mismos : Los jóvenes -dijo en alguna ocasión son básicamente buenos. Son buenos aletas, etc. Tienen buenas calicaciones. Aquí obtie nen una buena educación. La mayoría d os problemas los cau san los jóvenes de la Urbanización, que son de un calibre diferente y carecen de una vida hogareña decente. Por esta razón, los jóve nes educados, que rjan el espíriu de la aldea, suelen alejarse de los oros.
Los jóvenes «aldeanos» dicilmente podían escapar de las mplicaciones de tales creencias. La erza de los requerimie s las prescripcio es contenidas en declaraciones de este tipo ra aún maor porque tomaa la rma de una simple asercón e un hecho. La creencia de sus maores en que los jóenes eran ásicamente buenos rerzaa con erza la necesidad de esto 20 5
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de mostr ar que lo eran y evitar cualqui er suge renci a de que ell tenían dese os de hacer cosas que los padres y el vecinda ri de s aprobarían si supieran de ellas. Así, «ser bueno» signicaba no comportarse de la manera en que se decía que se comportaba n los óvenes de la Urbanización. No sólo la fmilia sino todo el vecindario y su situación tenían una erte inluencia en la r mación del carácter. La disciplina a la que otros suetaban a lo óvenes y a la que éstos aprendían a s uetarse se vinculaba rm e mente con el orgullo del «grupo interno», la «aldea», y el des preci por el «grupo exter n », la Urbanización. Era cil descu brir eemplos de este patrón en otras partes . El control ex terno y el autocontrol vinculados con el orgullo del grupo interno y el desprecio del grupo externo es una constelación que se pued encontr ar en muchos grupos , grandes y pequeños. La experiencia del Cl ub Juven il Abiert o, en d nde óven es de la «alde a» y de la Urbaniza ción se reunían de manera bas tante regular, era un indicio de cuán arraigada estaba esta constela ción entre los primeros . S e cmprtaban ordenads, pero un intento de apr oximadamente tresbien añosy poeran r generar una integración más estrecha entre los ds grupos tuvo muy pocos logros. En el club, los óven es de la «aldea » coope raban con ls de la Urbanizac ión como se les pedía, en uegos y compet encias . Di cilmente iban más allá de eso. Si bien los jóvenes de la Urbanización no eran menos ordenados ni tenían un peor comportamiento que los de la «aldea», el tu de los nombres de un mal », grup, como «gente de la Urbanización» o «calleón de la rata se adhería a ellos incluso si nadie los usaba en su presencia . Ha ra cer amistades que atravesaran estas barreras invisibles hubie rebaado a un oven «aldean» a los ojos de sus compañeros quizá también a l os suy os . La segregación se mantenía de man e ra estricta aun en los patrones de citas dentro del club. Dears ver con una chica de la Urbanización hubiera implicado atraer el desprecio de los adolescentes de la « aldea» y quizá una repri menda de los padres. Unos cuantos chicos de la «aldea» se arriesgaban a esta re primend a. E ectivamen te, «s alían» con chicas de la U rbanizació , a quienes se consideraba muchachas para pasar el rato, sexual 206
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ne más accesibl es que ora s. Ésas era n chicas qu, por lo ge al, no «salían» regularmene con el mismo chico por mucho mpo, sino que un grupo de chicos se las «pasaban», confrando así las peor es sospchas d los adul os de la «aldea» . Si el Cb Abiero no oecía una selección de muchachos sufciene ne ar aciva, se les podí a ver caminando po r la calle princ i a de la «adea» hasa que alguien las «recogía». También en ta ese ra la secc ión m ás desviada de los habianes de la Urba zación deermin aba la aciu d de los j óvenes «aldeanos» hacia do el grupo de jóvenes de ese vecindario. Esos úimos despeñaban el papel de « mal e jemplo» p ara los jóv enes «aldea s », qu, en muchas so ciedades, pareciera ser un complem eno dispensable del «buen ejemplo» que los líderes desean que a s u grupo. Siempre había sufcienes jóvenes de la Urbanizac ión que en ajaban con es e pap el. Los adolescenes algunos adulos jóves usaban la calle principal d la «aldea» , en ciera medida , el 2 la zona 3 para pasearse. En la aque enre laelzona esaba paricucalidadubicado se le apodaba «camino del mono» mene lleno en las ardes de verano los fnes d e semana. Los venes paseaban en grupos del mismo sexo que inenaban aer la a ención dl oro sex o. L os padres de la « aldea» criicaan con erza la vesimena lla maiva de algunos de los adolesnes de ambos sexos srcinarios de la Urbanización. «Si mi uchacho lleg ara a casa con una de esas cosas dijo uno de los adres, señalando un raje eduardiano azul rrado de hilo do ado , le pohibiría usarlo.» Una ndera conó cómo miraba a s chicas de la calle principal desde su vnana: «¡Es una pena! aen vsidos an reveladores ano maquillaje que s ve n erris, puedes ve a los muchac hos seduciéndolas con a mne! » a endra añadió que sabía qu algunas de esas muchachas n esaban en la secundaria venían de «sa Urbanización». Por consiguiene, median la asignación dl papl d «mal j mplo» a un grupo que se sigmaiza com o in rio dspre able, se asocian con la inerioridad social los «malos dsos» los jóv nes puedan ener. El esc enar io de los c onlictos y las nsions psicológicas d un individuo se vincuaba con l d 20 7
JÓVENE S E N WIN STON PAR VA
las tensiones y los conictos s ociales. La « baja moral» se rela c io naba con un «estatus social bajo», la flta de autocontrol con l con p pérdida de pertenencia social e identidad, la asociación sonas de un grupo marginado con el miedo a la contaminac ió moral y al debilitamiento de la s deensa s, y si bie n el mal no bre que se asociaba con toda la comunidad de la Urbanizaci ó hacía prácticamente impo sible que cada joven de la « aldea» dis tinguiera entre los individuos de la Urbanización que compar tían su propios están dares y aquellos que no lo hacían, sin duda siempre había sucientes jóvenes del último tipo a la vista par a que los guardianes de la moral «aldeana» señalaran su «mal ejemplo» y dije ran «S e los di je ». Era pos ible observar a grupos de muchachos de la Urbaniza ción, entre los 15 y los 19 años, entrar a e Hare and Hounds y beber juntos. Los adolescentes más j óvenes tenían amigos con edad suciente para comprar cervezas embotelladas y vino ba rato, que bebían en las esquinas. Algunos grupos de la misma edad a unpaban lado en deljuegos parq ue,sexua juntoles,al mientras terraplénque de las vías del tren, yiban partici adolescen y tes más grandes iban al mismo lugar, en grupos o en parejas, tenían relaciones sexuales. Un cierto «compañerismo» normalmente volvía un tabú hablar de esto, pero la conanza de los miembros del Club Juvenil Abierto mo stró claramene que algu nos de los jóvenes sabían lo que pasaba en el parque y hablaban libremente entre ellos al respecto. También mostró que habían comenzado a desarrollar un ethos sexual que diería en algunos aspec tos importantes del de la generación mayo r. Los miembros o del club de ambos vecindarios solían aprobar el manoseo, per sus pa dres no. Una minoría de adolescente s de la U rbanización , en su may oría cono cidos para los otros, te nían relaciones s exu a les completas. Hasta donde era posible ob servar , esto no concor daba con el ethos sexual proclamado por la mayoría de los jóve nes «aldeanos ». No obstan te, los «aldeanos» q ue er an miembr o s del club y que sabían lo que sucedía y hablaban entre ello s al respecto, po r lo general, no hablaban co n los adultos sobre esto s temas. A este respecto, los tabúes verbales con que los adul to s respetables de la « aldea» rodeaban el act o sexual en sus comu ni 208
JÓVENES EN WINSTON PARVA
ones con sus jóvenes enían su conrapare en los abúes cospondienes que los adolescenes observaban respecto a los os en conra de la comunicación abiera y directa sobre relaciones sexuaes. Enre ellos a posición era bastante clara. Las chicas de la dea» ignoraban y hacían comenarios enre ellas sobre dos de chicas de a Urbanización qu e rmaban par e del grup o procuo y visiaban ocasionalmene el Club Juvenil Abiero. Los cos eran más expresivos. Así, en una ocasi ón un chic o de la banización grió a una chica de nombre Gladys: «¡Nadie e levado hoy, Glad!» La ora era una chica de edad escolar quien se decía que en ocasiones se le podía ver en e Hare a n d Hounds, donde un grupo de jóvenes le compraba bebidas a ntes de llevarla al «erraplén» . Algunos adulos enían conocimieno de lo que sucedía, o, si bien lo s jóvenes hablaban sobre ello con el líder del club manera bastane abiera una vez que confaban lo sufciene él,cuesiones para los adultos prácicamene hablar sobre as con uneramargin ado. Una imposible doble barrera difcultaba mper los ab úes verbales que rodeaban oda la es era sexua e n «alde a» , excepo quizá enre grupos de hombres solos: por un o, los sentimienos de vergüenza personal y, por el oro, el s eo de manener la image n ideal de la comunidad, símbolo del isma comuniario, libre de cualquier mancha. Un endero de «aldea» señaló de manera sombría la «inmoralidad»: «Tam n aquí suced e, ¿ sabe?, por la U rbani zación, pero no se ha desbiero aún» . Un jov en de la Ur banizaci ón dijo : «Las cosas que cen en el par que . . . lo harían sonr ojarse si pasara por ahÍ». La ayorí a de los « aldeanos» y de las person as de a Ur banización obablemente oculaban de los exraños lo que sabían de estas oaciones a su código y sólo las d iscuían con co nfanza enre rso nas a la s que cono cían ínimamente. El «mal comporamieno» de una minoría de jóvenes, que rzaba una y otra v ez la imagen estereoípica que los «adea os» enían de la Urba nización, no se confnaba a naccione s a moralidad sexual. Una de las quejas comunes de las personas la «aldea» era sobre el mal comportamieno de a «multitud 20 9
JÓVENE S E N WI NSTON PARVA
CUADRO v. Núme de nños en las tres zonas
Niños menores de 1 8 Número de residentes Nú mero de nños como porcentaje de adultos mayores menores la poblacón total de 2 1 años de la zona (%) Zona de 1 8 años 1
365
91
19.9
2 3
2 039 797
5 14 379
20.1 32.2
NoTA: Es tas cias sól ten en imprtancia en l a medida en que indca n df erecias entre la s znas. Las cas abslutas, m ndca ls cabezales n sn cncluyentes debid a la dfe8 y meres de 21. En ese m renia entre las cas pblainales de aquells mayres de ment este vací n pdía llenarse de manera precisa prque las ias para este grup de edad inluían a jóvens que estaban ausentes cumpliend el Sevici Nacinal.
de niño s» de la Ur banización. Constant emente se repetí an historias sobre las «masas» de niños de la zona 3 que habían crecido par a convertirse en delinc uentes y crimi nales , y que habían destruido la «anti paz» der la aldea» Un intento porgua establece e l «núm ero. d e niños por fmilia en las tres zonas indicó que un porcentaje considerablemente ma yor, en comparación con la s otras z onas, de la población total de la zona 3 era menor de 18 años. Co mo indic a el cuadro anterior , el número de fmilias gran des en la Ur banización era may or que en la « aldea». Las que jas s obre la «multit ud de niño s» que perturb aban l a paz de la « aldea» no eran del todo in justicadas; sin embargo , no importaba tanto el número real d e niños de la Urbanizaci ón como s las condiciones en las que vivían. Los niños que recorrían la CUADRO
v2 Número de famlias con más de tres hos
Zona
Número de familas con tres o más hos
1
3
9
2
23
86
3
28
107
NOA Véa se la nta del uadr vm.i. 210
Número de niños en estas familias
JÓVE NES E N WINST ON PA RVA
es y perturbaban la pa z de los «aldeano s» venían de la mino de fmilias con «mala fma» que ya se ha mencionado Los os de estas fmilias, q ue vivían e n cas as relati vamente peque y tenían fmilias grandes, no tenían a dónde ir después de la u ela o el traba jo má s que a las calles Aquellos que intentaban irse a los antiguos clubes juv eniles pronto descubrían que no n bienv enido s, y los intentos por darle s acceso al Cu b Juvenil ierto no eron muy exitosos La mayoría de los j óvenes de a na 3 hicieron pocos intentos por establecer contacto cercano n los jóvenes «aldeanos» una vez que se dieron cuenta de as rreras que los último s levantaban e ntre el los . En la Urbanizan h abían aprendido a tener cierta cautela y, segú n parecía, a n ían en práctica ácilmente en su s relaciones con l os jóvene s e la « aldea» No obstante, un a minoría de jóvenes de la Urbani ión , e n su mayoría de la s fmilias proble máticas, reaccionaban e manera di erente: dis utaban de a pen ar a las personas que los echazaban El círculo vicios o, el proceso d e estira y aoja, en e eados, el vecind ario involucrados an tiguo y el desde nuevo,que losseestablec idos y loens gruma restaban con virtieron s interd ependientes, mostraa toda su erza en las relaciones re los jóvenes Sus contempo ráneos « respeta bles» de la «aldea» ehuían a los ni ños y los adolescent es de la minorí a despreciada e la Urbanización l os rechazaban y excluía n con una r meza aún ayor que la de sus padres po rque el « mal ejemplo» que estable an amenazaba sus de ensas contra los de seos desordena dos en interior , y como la mi noría salvaje de jóv enes se sent ía rechada, intentaba n vengarse comportándose mal con mayor de ieración El conocim iento de que al ser ruid oso s, destructores y ensivos podían molestar a quienes los rechazaban y trataban mo parias servía como un incentivo añadido, quizá como el ayor incentivo, para el «mal comportamiento» Disutaban acer precisamente las cosas de las que se les c ulpaba como un to de venganz a contra aquellos que los culpaban Algunos grupos de este tipo, compuestos principalmente or chicos entre los 14 y los 18 años, se «volvían locos» intenando entrar a los clubes de la iglesia o las capillas Entraban al ub haciendo ruido, gritando, cantando y riendo Cuando un 21
JÓVENES EN WINSTON PARVA
nci onar io del club se les acerca ba, uno de ellos le pregunta ba s i podí a unirse al club mientras los otros son reían. Los chicos sabía de antemano que se les pediría que aceptaran asistir a los serv i cios religiosos de manera regular. Cuando se les planteaba est provisión , comen zaban a que jarse y gritar en desac uerdo. Lue go solía pedírseles que se marcharan, aunque en algunos casos se les permitía quedarse por una tarde para que descubrieran las ventajas que oecía la v ida en el club. La petic ión de que se mar charan era el clímax anticipado de la hazaña del grupo. Espera ban que se les pidiera adecuarse a los estándares de comporta miento establecidos que designaban las iglesias; esperaban que los rechazaran o aceptaran sólo a partir de la completa acepta ción de los estándares de la «aldea». Cuando se llegaba a esta etapa , el grupo partía ru idosamente, gritaba improperios, azota ba las puertas y luego se reunía en las calles para gritar y cantar por un rato. En o casiones, el grupo podía aceptar queda rse por esa tarde y luego «e volvía un stidio», tiraba las sillas, «eran unosenos patanes chicas» odelhacían obsc sob recon las las actividades club. comentarios ertes y En los primeros días del Club Juvenil Abierto había un grupo de jóvenes que se habían vuelto especialistas en este tipo de compo rtamie nto. «Los Chico s» , como se lla maban a sí mismos , eran un grupo de s eis jóv enes entre los 14 y los 16 años, con uno vm.3 proporcion a o dos pegotes de la misma edad. El cuadro algunos de los datos relev antes. La mayoría de « Los Ch icos» venían de mil ias desordenadas y habían estado ante los tribunales por dierentes crímenes. S u desempeño escolar solía ser pobre, su coefciente intelect ual es taba por deba jo del promedio , alg o que podría ha ber sido otro síntoma de su antagonismo con el mundo del orden al que per tenecía la escuela, incluidas las pruebas de inteligencia, y no ne cesariamente su causa. Sus ataques contra los clubes juveniles rmaban parte del mismo patrón. Tenían un erte deseo por des pertar ira y hostilidad en las perso nas que ellos sentían que lo s er a . rechazaban y les negaban algo que dicilmente sabían qué qu e Su comportamiento rmaba parte del círculo vicioso en as habían nacido como miembros de milias desordenadas a l 212
JÓVENES EN WINSTON PARVA
que el resto del mundo que conocan trataba como margina das y a menudo como parias. Su comunidad los rechazaba porqe se comportaban mal y lo hacían porque los rechazaban. La p a dilla era, en esencia, una alianza pasajera de jóvenes parias. U y otra vez intentaban pro vocar el en ojo y la host ilidad de pe rso nas que pe rtenecían al mundo del que eran excluido s, y gozab a su éxito cuando llegaba el clímax esperado y las per sona s a quie nes habían provocado los atacaban y castigaban. Al inicio de la investigación, todos estaban en los últimos años de la escuela secundaria moderna local y, sin excepción alguna, rmaban parte d e los grupos con m enores califcaciones, C y D. Con e cuencia estaban en problemas por portarse mal con los maes tros, dañar la prop iedad escolar, pelear o usar palabras obscenas . Tres miembros de la pandilla eron puestos en libertad condi cional durante su último año en la escuela por robar en tiendas y casas de la zona 2. Por las tardes, «Los Chicos» dejaban sus casas en la Urbani 2 zación y sea reunían en de la calle principal de la zona Una ve z allí, entraban cualquiera los clubes juvenil es que estuviera abier to y hacía n tantos destrozos como era p os ible antes de que los obligaran a irse. D espués de que t ranscur rieran unas c uantas semanas de sus primeros ataques, una desc ripció n detallada y bas tante precisa de la pandilla y de su comportamiento había llega do, m ediante lo s canales de chism es, a todo s los nc ionari os de los clubes juv eniles de la «aldea ». A partir de ese momento, u n ncionario del club solía encontrarlos en las puertas y decirles que si no s e iban llamaría a la policía. Cuando «Los C hico s» vis itaron e l Club Juv eni l Abierto se les perm itió la entrada. En ese mom ento aún existían esperanzas e que el club pudiera ayudarlos un poco y además así era posible , estudiarlos de cerca. Solía ocurrir lo siguiente: tras su llegada a «Los Chicos» se sentaban juntos, con algún periódico o revist que compartían y por el que reían y jaloneaban hasta que s e rompía. Luego se movían por el cuarto del club como un grup o, golpeaban sillas y bancas. Fred, el líder, señalaba: «Alguien va c tirar esas sillas, ¿saben?» La pandilla se rea, y volteaba en bus o, de la reacción de los miembros del club. Harry era el «payas
216
JÓVENES EN WINSTON PARVA
«patiño» de la pandilla, y a veces «Los Chicos» lo empujaban ntra una fla de sillas para que cayera sobre ellas y a l piso . Lue e p onían el pie cuando se levantaba, y la pandil la volvía a re r, Td gritaba: «¿Por qué hiciste eso? ¿No puedes pararte bien?» Para e ste momento, su comportamiento us ualment e comen ba a generar comentario s consi derables de lo s ot ros miembros club. Por un tiempo se pudo persuadir al comité de miemos de que no expulsaran a «Los Chicos». Cuando la pandilla bía visitado en varias ocasiones el club juvenil y «Los Chicos» menzaban a conocer los hobbies de los varios grupos, extenn su papel y comenzaban a intererir de manera directa con s actividades grupa les . Su deseo de hacer eno jar a los otros, de ovocar hostilidad y ataques en su contra, que había sido usdo hasta ese momento, se volvía más erte. Empujaron el odelo de un avión de la mesa en que lo pintaban, tiraron una ja de juguetes que se habían reunido para un ornato y romieron algunos de ellos. Rompieron estiletes o los usaron para ñar las sillaslanzando y los libros. Unaa una tarde, «Los Chicos» irto tiempo dardos pequeña pieza depasaron madera ue Harry sostenía, hasta que un dardo cortó su mano. En la esta nav ideña del club, la contribución de « Los C hicos» se anotó omo «pasteles despreciados y aplastados en sillas o contra los uros, platos rotos y dos sillas rot as» . Ningún mi embro d e la pandilla intentaba b ailar, aunque esa ctividad rmaba una parte muy popular y ruido sa del prograa del club. Se sentaban a observar a los bailarines y las chicas ue bailaban se deendían de los comentarios agresivos de la ndilla con un sarcasmo eectivo. No obstante, dos chicas de rbaniz ación , Brenda y Val, alentaban a «Lo s Chico s», reían a usa de sus actividades y los acompañaban cuando la pandilla ejaba el slón del club. Estas chicas dejaban que culquiera en pandilla las «manoseara» y alentaban a «Los Chicos» sentánose en sus rodillas, jugando con su cabello y tomando cigarri os de sus bolsi llos. Los miembros del comit é del club se quejaron e que este grpo hab usado el guardarropa par tener un comportamiento vulgar» y de que «no era agrdable r los iembros decente s del club ir all y ve rlos en eso » 2 17
JÓVENES EN WINSTON PARVA
La manera en que «Los Chicos» se comportaban enrecí a indignaba cada vez más a los adolescentes de la «aldea». Los j ó venes de la «aldea» también quebrantaba el código estableci d ofcialmente por los «aldeanos» mayores, pero, en cierta medi da, como suele sucede r hoy en la secuencia de generaciones , ha bían establecido un código propio entre ellos, quizá sin ser del todo conscientes de ello. Lo mantenían y controlaba los ado lescentes de la «aldea» que rmaban la mayor pate del comit é del club juvenil. Como otros miembros de la « aldea», los miem bros del comité disutaban los arrumacos y otras rmas ligeras de juego sexual en el club juvenil. La opinión pública de los miembros del club aprobaba esto y se practicaba de manera bas tante abierta. En algunos casos era el preludio de compromisos frmes. Dos miembros del comité estaban comprometidos y otros se volvieron novios. Si bien los padres no aprobaban los arrumacos, no se les decía o cerraba n los ojos y los oídos. Sin embargo, «Lo s Chicos » n o sólo om pían el código de los adultos «aldea», sino también el de sus y tambiénde enlaeste caso su comportamiento no contempoáneos; sólo tenía un carác ter de licencia sexual: tenía también, quizá más que cualquier otro, el carácter de una demostración, de un espectáculo de licencia. Las actividades de la pandilla buscaban demostrar que iban más allá de lo que otros aceptaban como los límites de su conducta sexual. Obviamente, buscaban conmocionar a los de más jóvenes, cuyas quejas indicaban con claridad que el intent o había resultado exitoso. La rm a en que « Los Ch icos » oc upaban el guardarropa y cambiaban de lugar los muebles era un ataque apenas disazado contra los «esnobs» de la «aldea». Otras chicas del club pront o co menzaron a hacer desa ires a estas dos m uchachas, entre ellas una niña de 15 años que vivía cerca de ella s en la Urba nizac ión. Durante los meses sig uientes, las dos chica s y «ciles» de la Urbanización, Brenda y Val, se acercaban al club sesperaban en la puerta a «Los Chicos». Todo este episodio mo tró la tensa relación entre la mi noría de adultos de la Urbani zajo ción y los «aldeanos» adultos relejada en la generación más ven. No duró mucho tiempo. En 1960 Brenda se e de Winst o Parva con sus padr es, y Val, que enton ces tenía 1 7 años, preería 218
JÓVENES EN WINSTON PARVA
ompañía en los bares de la ciudad a la de los lubes juveniles la «aldea» «Los Chicos» también comenzaron a visitar el Hare and ounds con mayor ecuencia. Si bien aún eran demasiado jónes para que se le s sirviera alcohol legalmen te, po r un tiempo vieron éxito en comprar cerveza y licores. En un inicio, aún an al club juvenil después de una visita al bar y alardeaban un oo sobre lo que ha bían tomado, o de jaban el club juvenil para al bar y hacían saber a todos, mediante comentar ios sonoros y stos apropiados, que iban «por una cerveza»; sin embargo, on el paso del tiempo sus visitas al club se volvieron cada vez enos ecuentes. Habían encontrado un mejor entretenimien en provocar directamente a los adultos de la «aldea». Gustaan de reunirse en la calle principa l de la « aldea» , donde los p o an ve r los tenderos local es y lo s residentes, quie nes se quejaban margament e del ruido, las « palab as obscen as» y los juegos r uos de «Los Chicos». De vez en cuando la pandilla lograba inila
iar pele aAsí, callejera . Habían unasetécnica propia arauna hacerlo. una tarde «Losdesarrollado Chicos», que empujaban nos a otro s en l a fla de una tien da de ituras, der ribaron a un ven de un pueblo cercano. Phil, el miembro más erte de a pandilla, volvió a «derriba> al joven mientras se levantaba. llamó a la policía, pero la pandila se mezcló con la multitud ue rodeaba la tienda de ituras y no detuvieron a ninguno por u participación en el incidente. Después de otra pelea, se prohi ió la entrada de «Los Chicos» al bar y comenzaron a comprar otellas de vino barato y cerveza en las tiendas. Se reunían en ca ejones y detrás de bricas en la «aldea» o en el terraplén de las as y solían convencer a alguna chica de la Urbanización de que os acompañara. Una noche que regresaba tarde de la ofcina, el olicía juvenil de Winston Parva vio a «Los Chicos» argando a Ken, y detuvo su coche para preguntar si necesitaban ayda. «Los hicos» se rieron a carca jadas y le dij eron al polica que «en ha a bebido demasiado esa n oche », por lo que lo ayud aban a lle gar a asa. Todos tenían un erte olor a alcohol y evidentemente ha an considerado la oerta de ayuda del policía juvenil omo un ompleme nto bienvenido en su entretenimiento n otrno. 219
JÓVENES EN WINSTON PARVA
Si bien la importancia social de estos incidentes, su imp o tanci a para la vida de la comunidad, era cons iderable, el nú me de jóvenes involucrados en ellos era reducido. De acuerdo co un estimado burdo, menos de 10% de los jóvenes de la Urba i zación, y quizá no más de 5%, rmaban pandillas de este tip o. Las historias sobre el comportamiento salvaje de los «vánd alos de la Urbanización» corrían rápidamente a través de los canales d chismes de la « aldea», en donde se situaban la s sedes de los clu bes juveniles y por cuya calle principal transitaban los intrusos. Lo que los «aldeanos» veían respaldaba su antigua creencia e que todos los jóvenes «de por allá» eran de un calibre muy die rente y «carecían de una vida hogareña decente». Tenían poc contacto con los otro s y ni ngún dese o de descub rir cómo viv ían en realidad. Los chismes de rechazo eran el arma social que ha bitualmente usaban contra las personas que no se adecuaban a sus estándares; pero en este caso era un arma sin flo. Estos niños esperaban el rechazo, y las expresiones de molestia y enojo de aquellos qu lo s recha lo quéxie más utaban. Los «aldeanos» pode rían haberzaban tenidoeran mayor to sidis hubieran unido erzas con las otras milias de la Urbanización que también CUADRO v Índices delictivos
20
Delincuentes llevados ante los tribunales
Número de niños entre los 7 y los 16 años
Zona
Año
1
1958 1959
59 61
1960
57
Índice delictivo
()
2
1958 1959 1960
3 4 2
388 379 401
078 106 049
3
1958 1959 1960
19 3 2
276 275 285
681 109 070
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ían a causa de esta minoría. Juntos podrían haber ejercido or contr ol sobre la mino ría desordenada de la Urbanización. S embargo, la tendencia a construir una imagen estereotípica del indario marginado como un todo a partir de sus experiencias la «minoría de los peores» volvía imposible dar esos pasos. Como a se mencio nó, esta minorí a desapareció dur ante la estigación. La primer a eviden cia de esto e un camb io en los ices delicti vos. Por lo general, las ci as eran pequeñas y existía n buenas raes para mantenerse indeciso sobre su importancia. El cam en los índices delictivos de la zona 3 podría haber sido una rañeza Cuando la investigación comenzó, existía la opinión ndida entre los «aldeanos» entre la mayoría de las persos con autoridad de que la zona 3 era un «área delictiva», los tos estadísticos relevantes parecían confrmarlo. Cuando las as de 1959 estuvieron disponibles, a inicios de 1960, la situa n era completamente dierente. El índice delictivo de 68 1 % ía dado paso aaño. uno de 109% se produjo aún otra caída a el siguiente De igua l manera, las cias para los criminales adul tos lleva s ante las cortes, hasta donde se veía, mostraban un patrón milar. No existían cias que trataran únicamente de Winston rva, pero un estudio detallado de los casos que reportaba la ensa local, sugerido por la Ofcina Policial del Condado, deostró ser de gran ayuda. El cuadro v.5 se basa en él. En 1958, ocho de los delitos atribuibles a la zona 3 tenían e ver con violencia personal. La cia incluía un caso de vio cia contra sí mismos: un suicidio doble de cónuges que se ataron con gas O tro de estos ocho cas os a se ha mencion ado, prensa lo reportó como «La batalla de Winston Parva», con tular es co mo «Romp ió la ven tana me pegó chic a» . Todos tos casos despertaron comentarios considerables en la prensa e Winston Parva. Las cia s de 1958 sugerían que la con centra ión relativamente elevada de delincuencia juvenil en la zona 3 a igualada por una alta concentración de delitos a manos de dultos en la misma zona; apoaban el descubrimiento de Mo is de que «la maor concentración de criminales adultos ju 70%
JÓVENES EN WINSTON PARVA
CUADRO
v.. Cantidad de delitos de adultos reportados por la prensa (1958-1960)
Zona Año
Delitos conta la propiedad
Delitos contra personas
Cant.
Cant.
1958 199 1960
1
2
1958 1959 1960
3 3 2
1 1 2
3
1958 1959 1960
5 3 1
8 2 1
1
Delitos contr Població n normas técnicas adulta Cant.
Cant.
365 351 359 3 1
20 39 62 2051
2
797 785 802
veniles ocurre en las mismas áreas». La dierencia era mayor entre las cias de la zona y el área de clase media de la zona 1, que carecía de crímenes cometidos por adultos o jóvenes regis trados durante ese año. Como sucedía con l os delit os juvenes , las cia s reportadas d e delitos cometidos po r adultos en a zona disminuyó en 1959 más o menos al mismo nivel de la zona 2, si se consideran las cias absolutas, y en 1960 estaba po r debajo de ésta; 1960 también e el prime r año durante la investigación en que se reportó la detención de una pers ona de la zona 1: se detuvo a una viuda por llevarse bienes de una tienda d e autoser vicio si n pagarlos . Como en el caso de los adolescentes, se puede asumir que ciertos elit os ocometidos por adultos pasaban desapercibidos. El ofcial e p licía enca rgado de toda el área a la que pe rtenecía Winston Par a tenía sólo 1 2 policías hombres y un a muje r a su disposi ción par a complementar cualquier control v ecinal existente; asimismo, la s convers acio nes en el Club Juvenil Abierto conf rmaron la impr esión de que algunos delitos permanecían «en la oscuridad». Si 2
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Terrence Morris, Te Crimi nal Area, Psychol og Press Oxfrd , 195 7, p. i3.
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bargo, esto no explica por qué el número de delincuentes dis nuyó. La policía seguía siend o tan vig ilante y efciente e n los mo s años como durant e el primer año de la inv estigación. El ci al de policía mencionó que era común que la policía hiciera advertencia a los delincuentes prime rizos ante s de llearlos a corte, con exce pció n de casos muy serios. El uso de estas «a d19 5 8 tanto como para tencias» ncionaba para las cias de de los otros años. Algun os maestro s y traba jadores juveniles en Wi nston Par se inclinaban a creer en una teoría criminal «pendular». Su ría era que 1958 había sido un «mal año» y una de las cimas lictivas de Winston Parva. Creían que estaría seguido de algus años de disminución en el crimen, en especial en la zona ; éndulo volvería a oscilar y el crimen nuevamente se elevaría la Urbanización. Este tipo de teoría, bastante extendida en estros días, pareciera proporcionar una explicación para un nómeno inexplicable sin hacerlo realmente. La pregunta de r qué la incidencia del crimen habría deáctica aumentar y dismiir de esta manera, incluso si la evidencia concordara n el postulado teórico , seguía sin respuesta. Una explicación áctica bastante sencilla estaba a la mano. 1957 y 1958, algunas leyes parlamentar ias termi naron co n las stricciones sobre el alquiler que habían estado vigentes desde tes de la guerra. Los propietarios ahora podían aumentar los quileres. Como resultado de esta legislación, el alquiler en la rbanización aumentó de 1 7 chelines dos peniques semanales octubre de 1957 a 24 chelines nueve peniques semanales a icios de 1961. En la zona 2, donde las casas solían ser más andes y el alquiler tenía mayor v ariaci ón, se elevó de 18 chelies semanales a cerca de 5 durante el mismo periodo. En este ismo periodo se completó en Winston Magna una urbanizaión sub sidiada a sólo u n klómetr o y medio de la zona . Estas sas tenían cuartos más grandes, mejores recámaras, un baño arte y otras instalaciones que no existían en las casas de la Ur anización de Winston Parva. Muchas de las milias más gran es de la Urbanización, incluidas algunas de las milias con mala ma», se dieron cuenta de que, en vez de pag ar un alq i 223
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er ee vado por casas pequeñas si n instaacion es modernas , bie podían «frmar» para una casa subsidiada con mejores instaa ciones, ya que e tamaño de su miia es daba prioridad. La miia D era una de as que tenían «maa ma» y se mu daron de a Urbanización en i959. La madre, e padre y dos de os cinco hijos trabajaban en ábricas y, por o tanto, pudiero costear e aquier de as nuevas casas subsidiadas. En os año s anteriores, aguno de sus hijos había contribuido con bastante reguaridad a os deitos juv enies descubiertos y no descubiertos de Winston Parva. Los nuevos inquiinos, una pareja joven sin hijos, describieron as condiciones de a casa que esta miia desocupó como «¡Terribes! En un estado amentabe, apestosa, ¿sabe?, y e pape tapiz se está cayendo de as paredes». Otra de estas miia s, a miia S, también dejó su casa en a Urbanización por una casa subsidiada en Winston Magna. Dos hijos de esta miia habían sido íderes de pandilas, y habían transerido a uno de eos de a escu ea sec undaria mod erna oc a a un rerma torio, después de un perimuchachos odo de ibertad condcometiendo iciona quedei no e de ninguna ayuda. Estos siguieron tos después de dejar a Urbanización, pero sus casos ya no apa recían en as cias de Winston Parva. La miia N se mudó a Winston Magna a fnaes de i958. En ese año, su hijo de 1 6 años recibió u na muta por romper os vidrios de un a parada de a utobús junto con una pandia de borrachos. Agunos de « Los Chi cos», como se puede corroborar e n e cuadro vm.3, pertenecían a mis mo grupo; sus miias se mudaron de a Urbanización durante os útimos años de a investigación. De acuerdo con a in rmación que se transmitía por os canaes de chismes en esa época, e «propietario» de a Urbanización había presionado a ciertas miias para que se eran e inquiinos de un mejor tip o ocuparan su ug ar. A mismo tiemp o, agunas de a s mi ias co n hijos deincuentes se mudaron de a Urbanización a as ca es más pobres de a «adea» . En íneas genera es, es pos ibe afrm a r que este tipo de cambios una sec uenci a de eventos que e de no a supresión de as restricciones en e aquier a un increme en éste y a atractivo de nuevas casas, con mejores instaacione s, a precios comparabes para quienes podían pagaras, y fn al 224
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ente a una disminución de las fmilias problemáticas en la Ur nización sirven para explicar de maner a bastante r azonabl e disminució n de los delitos obse rvables llevad os a la corte que dica n los cuadros v111.4 y v111. También permiten una mejor comprensión de las caractesticas de este grupo minoritario. Las fmilias que pertenecían él se han descrito aquí con términos como «problemáticas» o esordenadas», que apuntan al hecho de que la vida hogareña e estas fmilias y las relaciones entre sus miembros estaban po r ebajo de los niveles bastante elevados de orden y regularidad la dirección de los asuntos fmiliares que entonces se espeba de las fmilias de todas las clases sociales en sociedades inustriales avanzadas. Estaban por debajo de ese nivel en uno u ro de los muchos aspectos de la vida fmiliar que requieren bilidades considerables de gestión y capacidad organizativa, unque puede ser que uno no sea consciente de estos requerient os y los dé por s enta do como dones que todo mundo ti ee, por algú n mod o, «habilidades natu ralmente» . De decirlo hecho, de el ejercicio de las necesarias para la estión fmiliar , que i ncluy e la administ ración d e los ingresos y s gastos fmiliares, el manejo de los conlictos y las tensiones tre los miembros de las fmilias, de los niños, las comidas, la lud, las comodidades, la limpieza, las ocupaciones, comp artias o no, del tiempo libre y muchas otras, por ningún motivo son un don de la naturaleza; dependen en buena medida de un trenamiento, la mayoría de las veces inrmal, que las persos reciben o adoptan de sus padres, parientes, vecinos y otros nocidos conrme avanzan en su camino a la adultez. En el asado, el entrenamiento en las normas y habiidades que perten a los cónyuges mane ja r sus relaciones hogareñas , incluida uell a entre ellos, de acuerdo con los estánd ares de su comuni d, solía v eni r de un a tradición bastante concisa que se pasab a e una generación a otra. Sin embargo, esa rma de transmitir ormas y habilidades para la gestión fmiliar sólo sirvió bien a u propósito mientras las condiciones de vida de os niños no an muy dierent es de las de los padres. En la actuaidad, e i t o del cambio se ha incrementado en gran medida. as re 225
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cientes presiones hacia un mayor orden y regularidad en la co ducción de las relaciones fmiliares, incluida una supervisi ó más cerc ana de muchos asp ecto s de la vida fmi liar por parte de las autoridades públicas, por decirlo de algún modo desde las alturas, y el alto grado de regularidad y orden que se extiende desde muchas ocupaciones a la vida hogareña, se contrarresta con fctores que ejercen presión en la dirección opuesta, entre ellos el ritmo creciente de cambio que hace que muchas de las normas y habilidades que los padres utilizaron para ordenar su vida hogareña resulten menos útiles para sus hijos Una y otra vez, al manejar sus relaciones hogareñas, los hijos se enentan con problemas dierentes a los de sus padres; quedan solos con sus recursos y deben arreglárselas como mejor puedan, apren diendo del ejemplo de personas de su generación, así como del de sus mayores; incluso pueden aprender un poco de las películas, ob ras de teatr o y novel as, y de la te levisi ón, y esta instruc ción absolutamente inrmal, en la mayoría de los casos, puede ncionar te bien . una cierta cantidad de fmilias Sinrazonablemen embargo, siempre hay que no logran manejar sus relaciones hogareñas de acuerdo con las normas establecidas; claramente están por debajo de los estándares de orden y regularidad en la dirección de las relacio nes fmiliare s que dominan en su comun idad Puede ser que no r men parte de una tradición fmiliar en la que hayan aprendido las rutinas b ásicas de una vida hogar eña ordenada; puede ser que no tuvieran ejemplos individuales cuando eran jóvenes, y quizá sus propios padres no tuvieron la oportunidad o la habilidad de llevar una vida fmiliar razonablemente bien regulada; puede ser que los altiba jo s o catástr oes en su posi ción fmiliar sacara n su vida de sintonía cuando eran jóvenes, o que los conictos de la sociedad en general, como guerras, desempleo, enermedades otros que ya se han mencionado, lo hicieran En el pasado, la pobreza y la inestabilidad en el empleo como condiciones per manentes de la vida eran los fctores principales en las áre as urbanas de la inestabilidad y la desorganización fmiliares e las clases obreras Resulta importante destacar que en el ca so de de las fmilias «problemáticas» de Winston Parva ninguno 226
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tos ctores ni lo reducido del ingreso miliar ni la lta e oportunidades de empleo se contaba y a entr e las razones mediatas para su desviación de los estándares aprobados de den en la gestión de los asuntos mi liares . En la mayor ía de es casos, las razones inmediatas eran caracter ísticas de personadad de la genera ción de sus padres, y, hasta donde se p odía coegir, la herencia soc iológica desempeñaba un pa pel importante la construcción de estas cara cteríticas pers onales. Cierto nú ero de los «padres probl emáticos» evidentemente eran hijo s de adres pro blemátic os» ; parecía, de acuerdo con la poca inrmaón disponible, que ellos también venían de milias cuyo nivel e gestión del hogar estaba por debajo del que se considera <
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de hecho, algunos de ellos probablemente tenían un ingreso miiar mayor que varias milias con una posición social m ás elevada, y si eran pobres, como a veces sucedía, se debía en ma yor medida a su incapacidad para manej ar sus asuntos y mantener un trabajo, que a la lta de oportunidad para ganar lo mismo que las otra s milias Ante esto, puede ser que en algunos casos la natural eza de su ocupac ión era la razón de su b aja clasifc ación Cierto número de los padres de estas milias eran obre ros; sin embargo, había otros obreros que llevaban una vida hogareña ordenada al mismo nivel que la mayoría, y por ningú n motivo estaban clasifcados entre las milias con «mala ma» como parte del grupo más bajo en la escala de estatus La razó n primaria de esa casifcación, casi sin lugar a dudas, no yacía en o que suelen llamarse dierencias «económicas», sino en la incapacidad o el rechaz o de lo s miembros de ciert as milias para adaptar su conducta personal y la dirección de sus hogares a los estándare s que la mayor ía consi deraba a norma se puede la clasifcación manera o casi Como automática de losver,padres a los hijossey extendía aectaba edel desarrol de la personalidad de los últimos , en pa rticular la imagen que d e ellos mismo s tenían y e l respeto por ellos mismo s Entre su s i ntegrantes, la generación más joven establecía y mantenía, a su manera, las mis mas divisiones soci ales que la generación may or, en ocasiones con mucha mayor rigidez Puesto que la concien cia de los padres de la clasifcación dierencial de las milias de Winston Parva y de su posición en la jerarquía de estatus se co municaba de varias rmas a los hijos con palabras, con ges tos, en el tono de la voz y ayudaba a rmar su concienc ia de ellos mismos desde una edad temprana, creaba en ellos barrera s aun más ertes entre las distintas secciones de los vecindarios de clase obrera; barreras demasiado arraigadas para que ced ie ran ante el impacto de contactos a corto plazo como los que pr o ri porcionaba el club juvenil. Se podía observar con mucha cla dad cuán prondo era el ee cto que la conc ien cia de su posi ci ó ente a otro s tenía en la conci enc ia de sí mis mos El orgullo que y el los jóvenes de la «aldea» sentían hacia su grupo de estatus de consiguiente desprecio hacia los grupos de estatus más bajo 228
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Urbanización, en particular hacia el grupo más bajo, el del mal ejemplo» , el de las fmilias con « mala fma» su progenie, nía su contraparte en el comportamiento brusco desordedo de los jóvenes de «estatus bajo», a quienes el rechazo el sprecio, desde una edad temprana, habían provocado para ue, a su vez, provoca ran molestaran a quienes los rechazaban y trataban con desprecio, mientras que estos últimos enrecían, mo es comprensible, ante las amenazas constantes al orden de us vidas. En muchos aspectos, la actitud la perspectiva de los estaecidos los marginados, unidos de manera inseparable en la terdependencia de su vecindario, eran complementarias: teían un a tendencia a repr oducirse a sí mismas a las otras.
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IX. Conclusiones
A estudiar una comunidad se encuentra una gran variedad de probemas. Lo importante es saber si todos desempeñan un mi s mo pape centra en e entendimiento de o que proporciona a una agrupación de personas ese carácter específco: e carácte de una comuni dad. Es p osibe dividir os probl emas de una comu nidad en case s y analizaros uno por uno. Se puede distinguir entre cases de datos económicos , histórico s, poíticos , reigi osos , administ rativos y de otro tipo como aspectos de una comunidad, anaizarlos por separado y, en a concusión, expicar de a mejor manera posibe cómo es que esos aspectos se reacionan entre sí. Sin embargo, también puede reaizarse a operación inversa : preguntarse, más bie n, qué es lo que re lacion a datos econó micos , históricos, políticos y de otro tipo como aspectos de una comunidad. En otras paabras, ¿cuáes son os aspectos específcos de una comunidad? A primera vista, a respuesta a este tipo de preguntas es bastante simpe y quizá obvia. Evidentemente, uno se refere a a red de reaciones entre personas que se organizan co o una unidadviven. residencia, de acuerdo con elrelaciones lugar en sidonde mamente Las personas estabecen hacen ne-norgocios, si trabajan, si adoran o juegan juntos, y estas relaciones pueden o no ser altamente especiaizadas y organizadas; pero a s personas también establecen reaciones cuando «viven juntas e e mismo lugar», cuando establecen su s hogar es en a misma ocaidad. Las interdependencias que se establecen entre eas co o constructoras de hogar es, donde duermen , comen y crían i 230
CONCLUSIONES
as, son las interd epend encias comunitarias específ cas. En ese n a, las comunidades son organizaciones de constructores de ogar es, uni dades residenciales como vecindario s urbanos, pu elos , aldeas, recintos o grupos de tien das. Resul ta dic il imaginar na comunidad sin mujeres o niños, aunque es posible imagiar comunidades q ue casi no tienen hombres. Los campos de prioneros de guerra pueden cons iderarse comunidades sustitutas. En nuestros tiempos l os hogare s están separados de los lugaes en dond e las personas se ganan la vida; en el pasado no solían estarlo. No obstante, sin importar que sean especializadas o no, as unidades so ciales que tienen por núcle o milias que constru en hogares plant ean problemas sociológicos específcos. Éstos on lo que uno suele ll amar « problem as comunitari os ». Los disitos de negocios, donde nadie vive, que están llenos de perso as sin milias entre semana y vacíos los domingos, plantean tro tipo de problemas; lo mismo sucede co n las milias en una onfguración dierente: por ejemplo, grupos de milias que es án de vacaciones. Si se aconsidera tambiénLasepalabra puede lamar «comunidades» este tipo apropiado, de agrupaciones. en sí no tiene gran importancia. Lo que importa es el reconocimiento de los tipos de interdependencias, de estructuras y niones que se pueden encontrar en grupos residenciales de milias que construyen hogares con un grado de permanencia que plantea n ciert os problemas pro pios , así como del hecho de ue la cla rifcaci ón de éstos es centra l para el entendimiento del arácter específco de una comunidad qu a comunidad, si seguimos utilizando el término en un sentido especializado. Entre los problemas central es se encuentra el que concierne a las distinciones en el val or que se atribu ye en un a comunidad de milias de este tipo a la milia ind ividua l. Invariablemente, algunas milias o quizá algunos grupos de milias de una comunidad, tan pronto como se vinculan con otros mediante los ilos invisibles del vecind ario, llegan a consi derarse o a ser coniderados por los otros como «mejores» y, alternativame nte, omo «menos agradables», «menos buenas», «menos valiosas», cualquier otra palabra que se utilice. En la academia se habla en estos casos de un «orden de clasifcación» de las milias o 23 1
CONCLUSIONES
del «o rden de esa us» de una comun idad, y como apr oximació n esa concepualización puede resular úil; sin embargo , no i ndi ca de manera muy clara el papel cenral que esas disinciones desempeñan en la vida de oda comunidad; no indica sus am plias ramifcaciones ncionales, la riqueza de asociaciones per sonales de los involucrados y las ension es inh erene s a ese tip o de distinciones. Algunas de esas ramifcaciones se han indicado en el pre sene volumen. Como hemos viso, la «clasifcación de milias» en Winson Parva desempeñaba un papel cenral en cada aspec o de la vida comunitaria. Tenía inluencia en la pertenencia a asociaciones religiosas y políicas. Desempeñaba un papel en la manera en que se agrupaban las personas en los bares y los clubes. Aecaba a las agrupaciones de adolescenes y penetraba en las escuelas. De hecho, «clasifcación de milias» y «orden de esaus» quizá sean expresiones demasiado limiadas para lo qe en realidad se observó; cilmene pueden hacernos olvi dar quepara un su esaus más elevadoasírequiere mayores recursos poder manenimieno, como dedeuna disinción en lade conduca y las creencias, que puede ranserirse y por la que suele ser necesar io pelear; nos hacen olvidar q ue un esaus ine rior, para planearlo sin rodeos, puede ir de la mano de la humi llación y el suimieno. Las dierencias en el esaus y la clasifcación suelen demosrarse como hechos pero dicilmene se explican. En Winson Parva era posible ver con un poco más de claridad la manera en que suc edieron y el pape l que desempeñaban en las vidas de las personas. Si se ve de cerca, lo que se ha presenado en esa invesigación es un ep isodio e n el desarrollo de un área indusrial y u rbana . Tal desarrollo conlleva icciones y aler cados . Aquellos que ya se habían esablecido en el área y que, bajo cond icion es vorables, habían enido iempo para desarrollar, a parir de la cori a rriente principal de su radición nacional, una vida comunia , basane bien esablecida, una radición provinciana propia se enenaron al hecho de que llegaron más personas a esablecerse cerca y e nre ellos , persona s cuyos mo dales, per spectiva creencias , en ci erta medida, dierí an de aquellas qu e eran com u 232
CONCLUSIONES
es y valoradas en su círculo. Tampoco s e puede excluir la po si ilidad de que cuando se construyeron las nuevas casas en su ecindario los trabajadores establecidos sintieran también que s recién llegados eran una competencia poten cial para obtener mpleos y les desagradaran por esta razón. De ser así, para el omento de la investigación habían desaparecido todos los ras os tangibles de este tipo de sentimiento. Durante la guerra, el upo más grande de los nuevos trabajadores llegó acompañado or la brica en donde eran empleados y, en líneas generales, industria y las oportunidades de empleo en el área estaban reciendo. Las tensiones entre los residentes antiguos y los nuevos eran e un tipo pecuiar. El núcleo de los residentes antiguos tenía en ta estima los estándares, las normas y la rma de vida que se abía n des arrollado entr e ellos; és tos estaban muy relacionados on su respeto propio y con el respeto que sentían que los de más les debía n. Con el paso de los años, unos cuantos entre el los rosperaron socialmente. En términos generales, a población ydeascendieron Ingaterra puede div idirse entre aquellos que vi en en casas adosadas -sin « salón» en un rango de prec ios infe ior, con un pequeño «salón» en uno superior-, los que viven en casas semiadosadas y quienes viven en casas separadas con na variedad de subdivisiones. En Winston Parva un pequeño úmero de pe rsonas pasa ba del ni vel de la clase obrera con casas dosadas a uno más de clase media de modestas dimensiones, imbolizado por ca sas semiadosa das, y a ún lejos del mundo de la dministra ción industrial a gran escala o de la propied ad de em resas y de las grandes profesiones, cuyos representantes vivían en casas completamente separadas por ambos lados. El ascenso e esta minoría, algunos de cuyos integrantes e jercían un poder onsiderable sobre la antigua comunidad, era, en términos de os valores comunitarios, una cuestión de orgullo para l a mayo a de los antiguos residentes. Los recién egados que se establecieron en la Urbanización se ercibían como una amenaza a este orden, no porque tuveran lguna intención de alterarlo, sino porque su comportamiento izo sentir a los antiguos residentes que cualquier contacto cer 233
CONCLUSIONES
esi cano con ellos podía disminuir el nivel de su estatus, en su mación y en la del mundo en general, que pe rjudicaría el pres i gio de su vecindario con todas las oportunidades de orgullo y satiscción que lo acompañaban. En este sentido, los viejos re si dentes experimentaron a los recién llegados como u na amenaz a. Auxiliados por una sensibilidad extrema ante cualquier co sa que pudiera poner en peligro su posición, que usualmente des arrollan las personas en un orden social móvil lleno de ansieda des de esatus, inme diatament e notaron muchos elemento s en el comportami ento de los re cién llegados que oendían sus sensi bi lidades y que les parecían una s eñal de su p ertene ncia a un ord en inerior. Rápidamente, se valieron de los chismes sobre cualquier cosa que hiciera ver con malos ojos a los recién llegados y que confrmara su propia superioridad moral y la de sus modales, símbolos de su respetabilidad, de la asev eración de que pertene cían a un estatus socia l super ior, del orden so cial existente. Se puede observar en muchos contextos sociales dierentes que la «Ve jez » se considera un gran so cial, unalas cuestión de orgulo y satiscció n. El esudio debien la relación entre milias «viejas» y « nuevas» de Winston Parva puede audar a encontrar una solu ción al problem a de por qué a « antigüedad de residencia» y la «edad de las milias» puede aectar prondamente la relaci ón entre las pers onas . E n particular, puede ayuda r porque, para variar, la «ve jez» no s e asociaba aquí con la riqueza pasada o presente. El hecho de que en muchos aspectos, que normalmente suelen combinarse con la «vejez» y la «novedad», los dos grupos de Winston Parva eran casi iguales hizo posible a los grupos «vie jo s» de personas sacar a la luz ciertas oportunidades de po der disponible s, las que cilmente pueden pasarse por alto si también están presentes otras que se obtienen de una riqueza, una erza m ilitar o un conocimiento superiores. En este contexto, el término viejo, como se puede ver, n o sólo hace reerencia al número mayor de años durante el que h a existido un vecindario en relación con otro; también s e refere a una confguración social específca que se puede presentar si e dejar mucho espacio para la incertidumbre. De hecho, se pued establecer como un modelo general, una plantilla de confgura 234
CONCLUSIONES
ones de este tipo. Resumido de esta rma, se puede compara r on otras confguraciones similares; puede ayudar a iluminar ueva evidencia y ésta, a su vez, puede iluminarlo, o, de ser nesario, un nu evo modelo puede corregirlo , des cartar lo o reem azarlo. Si el término viejo se utiliza para re erirs e a un cierto número milias que han residido en una localidad por, cuando meos, dos o tres generaciones, no tiene el mismo signifcado que ando uno se refere a individuos como «Viejos». No tiene un ignifcado biológico, aunque en ocasiones las personas le dan na connotación pseudobiológica cuando implican que las «milias viejas» están en decadencia o declive, como las personas viejas. En términos estrictamente científcos, «viejo» en este ontexto es una categoría puramente sociológica y se refere a n problem a sociológico, no a uno biológico. Un grupo vi ejo de ersonas no n ecesariamente es un grupo de personas vie jas. Si se habla de algun as milias como «vie ja s» , se les distingue y la reerencia a esta conf e otra s que no tienen esta cuaidad, guración contrasta nte, con sus dierencias de estatus y tensiones specífca s, es la que proporciona a este uso del término viejo ese matiz específ camente social. En un senti do biológ ico, todas las milias de la tierra tienen la misma antigüedad. Todas surgen de las «mili as» de simios ancestrales o, si se prefere, de Ad án y Eva. En su contexto social, en ases como «viejas milias», el término viejo expresa un reclamo de distinción y superioridad ociales. Las milias que se referen a su círculo de milias omo «vie jo», aunque no necesariame nte a todos sus miembros, egulan su conducta de tal manera que sobresalga ente a las otras. Modean su comportamiento de acuerdo con un código distintivo que tienen en común. Entre ellos puede haber ovejas negras, pero se espera que este tipo de milias las desaprueben, quizá incluso que las proscriban. Si no lo hicieran, cierta mente odría considerarse que están en decadencia, y no a causa de ningún cambio biológico, sino por su inhabilidad paa mantener os estándares elevados y las obligaciones que se esperan de una « milia vieja » en su cuadro social y con ecuencia también n otros. 235
CONCLUSIONES
El desarrollo de estándares de este tipo se relaciona de ma nera cercana con el del cuadro mismo; requiere de un contex to en el que la s milias tengan la oportunidad de transmitir está n dares distintivos de manera continua por varias generacion es. Esta oportunidad depende de otros estándares que, si bien son muy especí fcos , pueden variar co n un margen bastante corto de una sociedad a otra. La transmisión de estándares distintiv os suele ir de la mano con la oportunidad de transmitir propieda des de un tipo u otro, incluidos los ofcios o las habilidades, en la misma milia de generación en generación. Sea cual ere la rma específca que tome la here ncia soc iológica en esos casos, todas estas oportunidades de transmisión tienen en común que son oportunidades heredables para ejercer poder sobre otros que, en tanto grupo, sólo tienen un acceso limitado a éstas o están excluidos de ellas. Como último recurso, las redes de milias viejas sólo pueden desarrollarse e n donde ciert os grupos de m i lias tienen la oportunidad de transmitir recursos de poder de unaungeneración a otra,elevado que, como monopolizarse en grado bastante y degrupo, los que,pueden por consiguiente, excluye a quienes pertenecen a otros grupos. En muchos casos, si alguien no pertenece al círculo de los dueños del monopolio, no puede entrar en él sin su consentimiento. Así, ya que cierta rma de monopolio es la ente y la condición de su continua disti nción c omo un grupo de «viejas mili as» a lo largo de generaciones, sólo pueden mantenerse así mientras tengan sufciente poder para preservarla. Por mucho tiempo, los grupos de milias sólo podían ad quirir la cualidad sociológica de «vejez» si se elevaban por sobr e estratos ineriores que no tenían propiedades que transmitir o que tenían muy pocas. La «aldea» de Winston Parva pareciera indicar que la propiedad ya no es una condición tan esen cial para la «vejez» sociológic a como solía serlo. Se sabe, po r supuesto , os de la existencia en el pasado de milias viejas de campesin basadas en la herencia de la tierra; lo mismo sucede con viejas fo milias de artesanos, cuya vejez se basaba en la transmisión m e nopólica de habilidades especiales. Las viejas milias de clas u obrera parecieran ser características de nuestra época; si son 23 6
CONCLUSIONES
nómeno aislado o una proecía es algo que está por verse Como en su caso la vejez sociológica no se relaciona de rma otable con la herencia de propiedades, otras condicione s para el oder, que normalmente también se pueden encontrar en otros asos, pero que en ellos resultan menos obv ias, resaltan con maor claridad en su caso, en particular el poder que proviene del onopolio de posiciones clave en instituciones locales, de una ohesión y una solidaridad may ores, de una mayor un irmid ad, de la elaboración de normas y creencias y de una disciplina ayor, externa e interna, que esto coneva La cohesi ón, la solida idad y la unirmidad más desarroadas de normas y autodisc iplia ayudaron a mantener el monopolio, y esto, a su vez, a rerzar stas características grupales Por consiguiente, la oportunidad ontinua d e los «Viejo s grupos» para sobresalir , su reclamo exioso de un estatus social más elevado que el de otras rmaciones ociales interdependientes y las satiscciones que obtienen de sto van de la mano con las dierencias específcas en l a estructura e personalidad un papel, positivo o negativo según sea el casoque , e ndesempeñan la perpetua ción de la red de viejas milia s. De hecho, lo anterio r es u na caract erística común de las «vie as milias»; se distinguen de otras mediante características de omportamiento distintivas que se inculcan a sus miembros desde a inncia de acuerdo con la tradición distintiva del grupo. Los írculos de las viejas milias suelen tener un có digo de conduca que exige, ya sea en situaciones específcas o en cualqu iera, un grado más elevado de autocontrol que el que poseen los grupos nterdependientes con un estatus inerior Puede que sean más «civi lizados» o no en el sentido europeo co ntemp oráneo de a palabra, pero por regla son más «civilizados», en el sentido ctico de la palabra, 1 que aquell os sobre los que claman con éxio un estatus superior: su código exige un grado más levado de autocontrol en algunos aspectos o en todos; prescr ibn un com ortamiento con u na regulación más frme, ya sa durante todo 1 Norb ert Elias , Ober den Prozess der Zivilisation, vol 11, Haus zum Falk en, Bas i ea, i 9 9, p i6 [Ed. en español: El prceso d e la civilización: Investigaciones sociogenéticas y psicogenticas • ed, trad de Ramón García Cotarelo, FCE, México, 00 9, p. i0.]
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el iempo o en siuaciones específcas, y éste se une a una prev i sión mayor, un auoconrol más erte, modales más refnad os , e inculca abúes más elaborados. La relación enre aglomeracio nes frmemene esablecidas de «Viejas milias» y aquellas que no « perenecen », como muchas otras r elaciones enre grup os de esaus elevado y bajo, suele esar marcada por una gradació n desc endiene de auoconrol; en la escala del proceso de la civiliza ción , la rmación s ocial más elevad a usualmene oma una po sición unos cuanos peldaños más arriba que sus propias rma ciones sociales más bajas. Una moral relaivamene más esrica es sólo una rma, enre muchas oras, de auoconroles social mene inn didos; mejores modales son ora. Todas me joran las oporunid ades de un grupo supe rior para reafrmar y mantener su poder y su superioridad. En una confgura ción apropiada, los dier enciales de civ ilización pueden ser un cor imporan e en la consrucción y prevalencia de dierenciales de poder, aunque en casos exremos ser más civilizados puede debiliar a los «vie jo s» En grupos poderosos y conribuiresable, a su caída. un conexo relaivamene un código más aricu lado de conduca y un grado más elevado de auoco nrol suelen asociarse con un mayor grado de orden, circunspección, previ sión y cohesión grupal. Oece recompensas de esaus y poder en resarcimieno por la usración que producen las limiac iones y la pérdida relaia de esponaneidad. Los abúes comparidos, una las resricciones disinivas, ralecen los lazos denro de red de «milias mejores». La adherencia al código común sire a sus miembros como un disinivo social; ralece el seni mieno de perenencia en relació n con los «ineriore s» , que suelen mosrar menos conr ol en situaciones en las que los «s uperiore s» es lo exigen. Las personas «ineriores» tienden a romper los tabú que desde la inncia las «superiores» prenden a manener. Por consiguiene, el quebranamiento de dichos abúes es un signo uy de inerioridad social; oende, con ecuencia de manera m pronda, el sentido del ben gusto de las personas «sperio res» , su sentido de la propiedad y de la mora l, en poc as palaba s , de valores arraigados emocionalmene. Generan en los grupo s «superiores», de acerdo con las crcstancias, enojo, hosi
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ad, repulsión o desprecio, y si bien la adherencia al mismo digo cilita la comunicación, su quebrantamiento genera rreras. Por consiguiente, las personas que pertenecen a un círculo «Viejas milias » están pr ovistas de un código común con lazs emocionales específcos por encima de sus dierencias, hay a cierta unidad de sensibilidades. A este respecto, conocen «instivamente» como suele decirse, su posición respecto de cada rsona, así como qué esperar de ella s, mejor de lo que conoc en relación con los m arginado s y lo que pueden esperar de ellos. emá s, en una ed de «viejas milia s» , las pesonas suelen sar quiénes son en términos sociales. Eso, en última instancia, es lo que viejo signi fca cuando hace reerencia a milias; impli milia s conoci das en su localidad y que se han con ocido e ntre por varias generaciones; signifca que quienes pertenecen a a «vieja milia» no sólo tienen pa dres, abuelos y tatarabuelos mo todo el mundo, sino que su comunidad, su grupo social, noce padres, abuelos y tatarabuelos y que,posici en líneas ge- se rales,asesus sabe que son personas con una buena ón que hieren al código soci al esta blecido de su grupo. Por consiguiente, si bien superfcialmente, «viejo» poría recer un atributo de una milia individua l, en real idad es un tributo de una red de milias, de una rmación social en la e hombr es, mujeres y su progenie, en el orden so cialme nte relado de descendencia al que nos reerimos como «milia», eden conocerse entre sí por va rias generaciones com o persos sociamente distinguidas, como personas que cumplen con rtos estándares compartidos en contraste con otras. En este tido, las «vie jas milias» nunca se conrman por separado, mpre se presentan en grupos como redes e miias con una rarquía e estatus interna, y usualmente con u alto grado de atrimonio endogámico, como los v ecindarios , las «S ocieaes» n mayúscula inicial, los patriciados, la milia real y muchas tras rmas. En este caso como en otros, la estructura e las mis epee de la estructura e los grupos sociales específcos. no es com o un remanet e de un marco s ocial que ha e sapar eo, una «vieja milia» no puede existir indepeietemete; 23 9
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sólo puede rmarse en situaciones sociales específcas co correl ato de u na rmación soc ial específca con otras de su tip . Sin embargo, el hecho de que las «viejas milias» se con o can y tengan ertes vínculos entre sí no signifca que necesari a mente se caigan bien; es sólo en reación con los marginado s que se mant ienen u nid as. Entre el las pue den y casi invariabl e mente lo hacen competir , de manera disimulada o ra mpan te, dependiendo de las circunstancias, y pueden, ecuentemente con base en la tradición, tenerse una aversión sentida o incluso odiarse. La miliaridad que produce una reación cercana po r varias generaciones, una inti midad nacida de una la rga secue nci de experiencias grupales compartidas, otorga a sus relaciones cualidades específcas que son tan compatibles con agradarse como con su opuesto. Sin impotar cuál sea el caso, excluyen los marginados. Una gran cantidad de sabiduría miliar tradi cional lota en el aire de cada círculo de «Viejas milias» enri quecida con el paso de cada gene ración. Como otros as pectos de una tradición compartida, crea que una los intimidad incluso personas que se desagrad an recién lle gados noentre pueden compartir. Por consiguiente, l a «Veje z» e n un senti do soc iológico se re fere a las relaciones sociales con sus propiedades; éstas proporcionan un matiz peculiar a las enemistades y a las amistade s. Tien den a produ cir una exc lusivida d marcada de sentimiento, si no de actitud; una preer encia po r personas con las misma s sensibil idades que reercen el e nte común contra los maginados Si bien algunos miembros pueden enunciar al grupo o incluso volverse en su contra, a miliaridad íntima lograda durante varias generaciones brinda a estos grupos «viejos», por cierto tiempo, un grado de cohesión del que carecen grupos men os a «Viejos». Nacida de una historia común y recordada, conr otro erte eemento en a confguración de las oportunida des que tienen para reafrmar y mantener, por un tiempo, su po der y su estatus superiores en relación con otros grupos. Sin el poder, a aseveración de que tienen un estatus más eevado y un car is ma específco se desplomaría pronto y sonaría vacía, sin ipo r tar el carácter istintivo de su comportamiento. El chisme de 240
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chazo, as técnicas de excusión, e «prejuicio» y a «discrimición» perderían pronto su erza, y lo mismo sucedería con alquiera de las muchas armas que utiizan para proteger su status superior y su distinción. Por o tanto, condens ada en la rm a de un m odeo, la confración que se encontró en Winston Parva muestra en minia ra y de mane ra más cla ra sus impicaciones en un campo más mplio. La tarea no es elogiar y culpar, sino más bien ayudar a canzar un m ejor entendi mie nto y una mejor expicación de las terdependencias que habían atrapado a dos grupos de persos de Winston Parva en una confguración que no construyeon p or sí soos y que producía tensiones y conlictos específcos tre ellos. Las tensiones no surgieron porque un grupo era mlvado o autoritario y el otro no ; eran inheren tes al patrón que rmaban entre sí. Si se hubiera consultado a los «aldeanos», robablemente hubieran dicho que no querían tener una urbaización a sus puertas, y si se hubiera consultado a los habitans de no a Urbanización probablemente habríanantiguo dicho que preeirían establecerse cerca de un vecindario como la dea». Una vez que se juntaron, quedaron atrapados en una tuación conlictiv a que ni nguno de ellos p odía controla r y que be entenderse como tal si se quiere hacerl o mejor en ot ros casos si miares. Naturalmente, los « aldeanos » se c omportaban con os recién llegados como acostumbraban hacerlo con quienes mostraban un comportamiento desviado en su vecindario; por u parte, os inmigrantes, de manera bastante inocente, se comortaron en su nuevo lugar de residencia de la manera que es recía normal. No eran conscientes de a existencia de un orn establecido con sus dierenciales de poder ni de la posición rraigada del grupo nuclear de milias destacadas en a parte ás vieja. La mayoría de elos no entendía en lo más mínimo or qué los viejos residentes los trataban con desprecio y os antn ían a distancia; pero e papel de un grupo d estatus inerior que se es asignó y a disc rimin ación indi stinta contr todas s persona s que se est abecieron en a Urba nización debe haberos d isuadido pronto de cuaquier intento por estabecer un con tcto cercano con os grupos más viejos. En esa situción, m 24 1
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bos bandos actuaron sin mucha relexión de una manera que pu do haberse previsto. Sencillamente al volverse interdependien te s como vecinos quedaron en una posición antagónica sin ente tene r der en realidad lo que les sucedía e indudablemente, sin culpa alg una. Como ya se dijo éste era un conicto de menor escala ca racteríst ico de los procesos de industrialización . Si se o bserva e l mundo en general es imposible no percibir muchas confgura ciones de un tipo similar aunque se clasifquen bajo nombres dierentes. Algunas tendencias amplias en el desarrollo de las sociedades contemporáneas parecieran llevar a situaciones como ésta con una ecuencia creciente. En muchas partes del mundo actual es po sible encontrar dier encias e ntre grupos so ciológicamente «v iejo s» y «nuev os ». Son dier encias si se nos permite e l uso de esta pala bra normales en una época en que las personas puede n viaja r con todas sus perte nenc ias de u n lugar a otro co n un costo mucho menor en condiciones más cómodas y a una velocida d mayordel a través deydistan ás grandes quelaenvida cualquier momento pasado en la cias que m pueden ganarse en muchos lugar es además de aque l en el que nacieron. Se pueden descubrir variantes de la misma confguración, encuentros entre grupos de recién llegados inmigrantes extranjeros y grupos de viejos residentes en todo el mundo. Si bien los detalles varían, los problemas sociales que crean estos aspectos migrato rios de la movil idad social tienen un cierto parecido miliar. Es posible que uno se sienta inclinado a fjar la atención en las dierencias que en los estudios sobre casos específcos siempre par ecieran sobresa lir con mayor claridad; s e su ele vacilar ante la idea de relacionar episodios específcos como el que constituye el tema del presente estudio con el desarroo general de las socieda des en los tiempos modernos. Es más común percibir las pregun tas relacionadas con ellos como una serie de problemas socia les locales antes que como un problema sociológico. Los aspec to s migratorios de la movilidad social son un ejemplo; en ocasiones se era les concibe simplemente como aspectos geográfcos; pareci que lo único que sucede es que las personas se desplazan sica mente de un lugar a otro. En realidad, siempre se mueven de u 242
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rupo social a otro, siempre deben establecer nuevas relaciones n grupos ya existentes. Tienen que acostumbr arse al papel de ecién ll egados que buscan entrar a grupos con tradiciones pro ias ya estab lecidas, o a quienes se obliga a una interdepende na con ellos, y deben enentarse a los problemas específcos de u nuevo papel. Con bastante ecuencia, se les asigna el papel e marginados en relación con grupos establecidos y más pode sos, cuyos estándares, creencias, sensibilidades y modales di ere n de los suyos. Si los migra ntes tienen un color de piel dier ente u otras ca acte rística s si cas heredita rias distintas de las de lo s viejos resientes, lo s proble mas que crean sus rmaciones vecinales y sus elaciones con los habitantes de los vecindarios viejos suelen iscutirse ba jo el título de «problemas raciales» . Si los recién ll e ados pertenecen a la misma «raza», pero tienen un idioma o radiciones nacionales dierentes, los problemas a los que se en entan ellos y los vi ejos residentes se clasifcan como problemas e «m inorías étnicas». Si los recién lle gados sociales no pertenecen a una «raza» dierente ni a un «grupo étnico» distint, sino a tra « clase social» , los problema s de la m ovili dad social se dis cuen como «problemas de clase» y , con bastante ecuencia, como roblem as de «m ovilida d soc ial» en u n senti do más reducido de a expr esión. No s e puede utili zar ninguna etique ta preest ablecida ara los problemas que surgieron en el microcosmos de Winton Parva, p orque los r ecién ll egados y los vie jos residentes, al enos en la «aldea», no pertenecían a una «raza» distinta ni, con una o dos ex cepciones , tenían una «ascenden cia étnica» dieren e ni eran de otra «clase social ». No obstante, al gunos de lo s pro lemas que surgían del encuentro entre grupos de establecidos y marginados no eran muy distintos de los que uno puede obserar en encuentros similares en otros lugares, aunque suelan es udia rse y conceptualizarse con nombre s diere ntes En todos estos casos, los recién llegados buscan mejorar su posi ción y lo s gru pos establ ecidos desean mantener a suya. Lo s recién lle gados resienten el estatus iner ior que se le s atribuye y suelen intentar elevarlo, mientras que los estabecidos buscan preservar su estatus superior, mismo que los recién egados pa 24 3
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recieran amenazar. Los establecios perciben a los recién llega os, a quienes se asigna el papel e marginaos, como personas que «no saben cuál es su lugar»; oenen las sensibiliaes e los es tablecios con un comp ortamiento que, a lo s oj os e éstos, lleva claramente el estigma e la inerioria social; aún así, en muchos casos los grupos e recién llegaos, e manera bastante inocente, tienen la propensión a comportarse, al menos por un tiempo, como si eran los iguales e sus nuevos vecinos. Estos últimos se efenen; p elean po r su superioria , su estatus y su poer, sus estánares y creencias, y para ello, en casi toos laos, usan las mismas armas, entre ellas, chismes humillantes, creen cias estigmatizaoras e too el grupo moelaas a partir e la observación e sus peores miembros, palabras egraantes en clave y, en la meia e lo p osible , exclusión e c ualquier oportunia e aquirir poer; en pocas palabras, las características que suelen abstraerse e la confguración en la que ocurren con título s como « prejuicio » o «iscri minación ». Ya que los estable cios suelen estar más integraosmutua y ser, yenelgeneral, más poeroso pueen, meiante la inucción ostracismo e quie- s, nes uan, proporcionar un respalo muy erte e sus creencias. Con ecuencia, incluso pueen hacer que los marginaos acepten una imagen e s í mismos moelaa con base en un a «minoría e los peore s» y un a imagen e los e stablec ios que t oma por moelo a una «minoría e los mejores», que son una generalización emocional e la parte sobre el too. Suelen tener la capacia e imponer en los recién llegados la creencia e que no sólo son ineriores en lo que al poer el grupo establecio se refere, sino que también lo son por «naturaleza». Así, esta in ternaliz ación que el grupo s oci almente in eri or hace e la creen cia es eños a el grupo su perior como una parte e su im agen propia tie ne u n gran po er para rerzar la super ioria y e l go bierno el grupo establecio. Aemás, los mi embros el grupo estableci o y quizá tambié los recién llegaos suelen ha berse eucao, como la mayoría e las personas en la actualia, con cierta lta e lexibilia en s perspectiva y conucta específcas; suelen haber sio euca o s bajo la creencia e que toos sienten y se comportan, o eb e 244
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acerlo, en esencia, como ellos se sienten y comportan. Lo más robable es que no estén preparados para los problemas que surge n cu ando recién lleg ados se encuentran con viejos residen s que sienten y se comportan de manera di erent e y qu e reaconan de manera negativ a a sus rmas d e comport amiento. En ocas palabras, no están preparados para los problemas de un undo con u na movili dad soci al cada vez más eleva da, si no qu e o están para una ép oca pas ada en que las op ortunidad es para la ovilidad social en un sentido más amplio de la pala bra eran me ores. En líneas generales, el umbral de tolerancia hacia rmas de comportam iento y creencias que dife ren de la s propias, si e s ecesario vivir en contacto cercano con sus representantes, aún s excesivamente bajo. Pareciera corresponderse con condicioes soc iales en las que la mayoría de las personas pasaba toda su ida dentro de su gru po nativo y est aba expuesta con men or euencia a una conmoción del tipo que experimentaron los «aldeano s» , a la conmoción de una interdependencia d uradera con ersonas dieremedida, ntes. esta situación se releja en los enques En cierta sociológicos actuales de estos problemas. Quizá éstos también resulten más apropiados para etapas previas del desarrollo soial; suelen tener una erte i nluencia de la suposic ión implíc ita de que las comunidades «estables» o «inmóviles» son los tipos ormales y deseables de comunidad, mientras que otras con un ayor grado de movilidad social son anormales e indeseables. No son pocos los conceptos sociológicos actuales que se articuan co mo s i la apr oximación má s cercana a la rm a más no rmal y más deseable de vida social era alguna aldea preindustrial maginaria: allí, así pareciera, las personas vivían con un alto rado de cohes ión y estabi lidad, estaban completamente adaptadas, bien integradas y, en consecuencia, disutaban de un alto rado de elicidad y aegría. La industrialzacin, la urbanizaón y otros procesos similares, con la elevada movdad y el ritmo acelerado de vida que produjeron, parecieran haber cam iado dicho estado de elicidad. A enentarse con as difcu lta des de un mundo altamente móvi que cambia ráidamente, se uede buscar regio en la imagen de un orden socia qu nunca 245
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cambia y proyectarla a un pasado que nunca e. El mismo co cepto actual de adaptación, con su postulado implícito de un or den social invariable, estable, balanceado, integrado y cohesiv o al que uno puede adaptarse, paece estar un poco era de lug a en las so ciedades del siglo xx, ism as que cambian rápidame nt e y no son nada estables; pareciera ser un síntoma de una inadapta ción intelectual. Quizá con el tiempo investigaciones empíricas, como la de la «aldea» y la Urbanización, ayuden al surgimiento de una imagen más realista. La primera representa un tipo de comunidad más cohesivo, mientras que la segunda uno menos; como se pued e observar , ambas tenían s us dif cultades y de sven tajas específcas. Aún es necesario desarrolar un concepto de movilidad social que se corresponda con el alto grado y con los diversos tipos de movilidad social que pueden observarse como una característica normal de l as soc iedades industi ales. El concepto actua l de mo vilidad soci al, útil como es, sólo centra la atención en un o de sus aspectos, en los desplazamientos de personas una clase a re otra. Probabl emente produciría menos malentde endido s si nos friéramos a este aspecto de la ovilidad social como movilidad de clase. Es di cil no consi derar a la s persona s que se mueven d e un vecindario o de una comunidad a otro u otra, en el mismo país o en uno dierente, sin necesariamente cambiar de una clas e a otra como socialmente móviles. De hecho, quienes se mueven de una clase a otra casi invariablemente también lo hacen de una comunidad, de un vecindario, de un círculo social a otros; se presentan, al menos por un tiempo, en el papel de recién llega dos y, con e cuenc ia, de mar ginado s ante las puertas de u conjunto ya establecido. Ya sea que un o se muev a dent ro de la misma clase o entre clase s, algun as caracterí sticas bás icas de la movilida d social se repiten. Puede ser que sean menos pronunciadas en el caso de milias de clase media con un mayor grado e ais, lamiento, cuyos rituales, sentimientos, moales y costumbres dial menos en el mismo país, suelen estar menos inluidos por erencias locales, y que están más acostumbrada s a rmas esp ecífcas de relacio nes vecin ales relativame nte vagas pero altament e de reguladas. Están lo sufcientemente pronunciadas en el caso
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s milias de clase obrera, mismas que suelen estar menos sladas entre sí y están más acostumbradas a la compañía local y a los contactos vecinales, y que tienen una mayor necesidad de ellos. La relación entre la «aldea» y la Urbanización mostró gunos de los problemas característicos que genera en todas rtes una movilidad soc ial cada vez mayor. El problema que se dscutió ampliamente bajo el título de «prejuicio» es uno de ellos. a relación en Winston Parva entr e la vieja comun idad de clase brera y la nueva mos tró, por así decirlo, pre juic ios in situ, en su ontexto social, como aspectos normales de las creencias sociaes de un grupo estable cido en de ensa de su estatus y de su po der cont ra lo que ellos sentían co mo un ataque por part e de los maginados. Actualmente es m ás común estudiar y conceptualizar e «prejuicio» en aislamiento; la confguración en la que ocurre suele perc ibirse simplemente como « trasndo» . En este contex o era posible observarlo como un elemento integral de una onfguración particular . La die rencia puede servir para ilustrar o que se quiere decir con y«enque fguracional»; ilustra ladese-las ectividad no examinada la evaluación de la mayoría proximaciones actuales al prejuicio que confnan su interés, sin decir por qué, a creencias distors ionadas, a estrategias d e chism e rondamente emocionales y a percepciones de rmaciones sociales más poderosas que están acostumbradas a socavar o a repeler rmacio nes me nos poderosas con las que viven en algún ipo de inter dependencia. Rara vez se discuten y apenas se c oncib en como «prejuici os» l as ter giversaciones correspondientes y as percepciones irreales presentes en las imágenes que grupos relativamente impotentes tienen a su vez de los grupos establecidos en cuya órbita viven siempre y cuando sigan siendo ineriores en poder y estatus, aunque sus creen cias pueden empezar a clasifcarse como «p rejuicio s» cuando se encuentran en el proceso de ascender. Mientras los cuadros sociales sean relativamente débiles, su «prejuicio» contra los establecidos no les hará daño; no pueden traducirlo en acciones discrim inatorias, excep o qui zá en rma de d elincuencia, vandalismo y otros quebrantamientos de la ley establecida; éstos, en particular entre grupos de óvenes, son los únicos medios que tiene los miembros de 2 47
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grupos que son ninguneados, excluidos, y cuyo respeto por sí mismo s se hiere, para deenderse de l os grupos establ ecido s. Lo que se ha dicho del «p rejuic io» también ncion a para la «delin cuencia»; se puede utilizar en relación con muchos otros temas a los que, como se clasifcan ba jo otros títu los, quienes s e dispo nen a estudiarlos suelen aproximarse como si en realidad exis tieran como un grupo de objetos aparte. Otro ejemplo digno de mención en este contexto son los problemas agrupado s bajo el título de « anomia ». Como s e puede observar, los grupos de recién llegados y marginados son los que tienen mayores probabilidades de suir esta condición. En un momento dado, e un concepto con un signifcado razona blemente preci so. Cu ando D urkheim lo acuñ ó, rmó el núcle o de una hipótesis diseñada para explicar en términ os soc iológicos regularidade s estadís ticas recurrentes en la inci dencia del sui ci dio. Se convirtió en el sí mbolo de una de las hipótesis s ociológi cas más uctíeras e imaginativas; sin embargo, la versión de Durkheim del concepto ya teníae un coyuntural trasndo valora tivo específco. El estudio«anomia» sobre el suicidio en la actitud de Durkheim; como la de muchos otros antes y después de él, cambió de la confanza y la esperanza en el progreso de la humanidad a una de dudas cr ecientes sobre el carácter progresi vo del desarroll o de la soc iedad . Mucho s eventos de su épo ca, entre ellos el creciente conicto industrial, habían alterado la frme y creencia que Durkheim tenía en la inevitabilidad del progreso produjeron un cierto grado de desencanto. En vez de presentar una mejora constante, como se esperaba, las condiciones de la humanidad, en algunos aspectos, en realidad parecían empeo rar. Es p os ible observar e l cambio en las opini one s si se compara la idea que Durkheim tenía del desarrollo de la sociedad con la de los sociólogos de la generación previa. Comte y en especial Spencer aún parecían percibir solamente los benefcios que la e«sociedad industrial» traería a la humanidad. Durkheim pert necía a una generación en la que esa creencia se había altera do severamente. as inmensas difcultades, las tensiones y los co nlictos que son características normales de os procesos de in dustrialización se volvieron más evidentes.
CONCLUSIONES
El estudio so ciológico del suicidio parecía proporcionar e viencia científca clara de lo que hasta entonces se había mantenido como una impresión; demostró sin lugar a dudas que, si se considera por largos periodos, la incidencia del suicidio, de cuerdo con l o indicado por los cam bios en los índice s de sui ciio, iba en aumento. En vista de que, seg ún Du rkheim, sólo los ambios en las condiciones sociales eran responsables de este ncremento y de que, de acuerdo con él, la «anomia» era una de stas condici ones, t odo su argument o implicaba q ue la «an omia» ba en aumento. Al compararse con el pasado, parecía que las ondiciones se habían deteriorado a pesar de los avances en la ndustria o quizá a causa d e ellos. Por consiguiente, la «anomi a» tení a implicaciones valo rativas especí fcas desde un inici o. Tenía como trasndo el desencant o con la so ciedad indu strial urbana en la que se viv ía. C ontenía l a sugerencia de que las con diciones se habían deteriorado, un sentim iento vago de que se estaban voliendo peores que antes y de que el pasado debió ser mejor que el presente. tulade«anomia» esta añoranza por un mejor pasado, erdido, en Un el que no existía; esta añoranza porahora un pasado que nunca e, se ha aerrado al concepto de «anomia» desde entonces Además, este término tuvo desde un inicio connotaciones morales evidentes. Si bi en ni Durkheim ni aquellos que han usado el término d espués de él han plante ado de manera frme y clara la imagen opuesta, una que mostrara el contrario e «anomia», pareciera que el consenso general es que su característica principal es la cohesión. A causa de la usual concentración de los intereses e investigción en las difcultades que nos hn acometido y de la relativa indierencia ante enómenos sociaes que no parecieran presentar difcultades, son pocos los estudios, si es que los hay, que trtn de manera específca con grupos no anómicos precisa mente porque no son anómicos. La <
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Quizá investigaciones más detalladas sobre comunidades presentes y pasadas que, como la «aldea» de Winston Parva, no sean «anómicas», gradualmente conducirán a una evaluació n más ctica de las condiciones a las que se referen conceptos como «anomia» o «lta de cohesión», y a una aproximación en la que la búsqueda de conexiones y explicaciones tenga prioridad sobr e las evalu aciones emocion ales y la condena moral. En el caso de la «aldea», como hemos visto, un grado relativamente alto de cohesión, sin importar qué otra nción social cumpliera, era un ctor importante en e l poder so cial y el estatus superiores de u na comuni dad. El alto grado de conrmidad con las normas establecidas, el carácte r «nó mic o» de la vida en la «aldea», se debía a una mezcla de una creencia sincera e n el valor del «es píritu de la aldea» por parte de un grupo nuclear poderoso con una capacidad coercitiv a que los miembros de este grupo destacado y muchos de sus seguidores e jercían en toda la comunidad, así como sobre oponentes potenciales y sobre quienes se desvia y ban. En la medida de lo posibleCuando , la oposición se suprimían o se silenciaban. los líderes ladeinconrmidad la comuni dad y sus seguidores se reerían a la «aldea», parecían suprimir, incluso de su concie ncia, los hechos que no se correspondían con su imagen ideal de la «aldea». Hablaban como si ésta era en realid ad como creían que debía ser , una comuni dad armonios a, completamente unida y absolutamente buena. El concepto de «anomia» suele usarse de tal manera que sugiere que las per sonas t ienen en mente de manera tácita una imagen opuesta que sí no difere de la que el grupo nuclear de «aldeanos» tenía de mismo. En reerencia al suici do y a otros enómenos relacionados, el concepto de «anomia», a pesar de su erte connotación valora tiva, ha sido de gran ayuda; sin embargo, con el paso del tiemp o, las condi cion es so ciales a las que ese nombre refere se ha n vuel anomia, que en s u to cada vez menos específcas. El término momento e utilizado por Durkeim como un término desta u cado que se relacionaba con una hipótesis explicativa que est ra dios empíricos posteriores podían probar, suele usarse aho como si era la explicación defnitiva de rmas de conduct a
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cial relacines sciales que se desaprueban; la mayría de as veces se utiliza cn un trasnd cult declarad de queja amnestación. En el sentid ampli en que el términ suele sarse hy en día anomia pareciera requerir de una expl icaci ón. Pr cnsiguiente existe una relación cercan a entre l a habilidad de percib ir y estudiar a ls humans en cnfgurac ines y la abilidad de excluir de una investigación evaluacines que sean enas al tema que la cupa. El recncimient de que el cnept «anmia» y sus prblemas n pueden clarifcarse sin que e haga l mismo con la cnfguración cntrastante cn las ndicines que n sn anómicas es l sufcientemente obvio. Si lo bvi no se ve cn claridad se debe a que la selección de rblemas que se cnsideran di gns n de estudi suele dictarse por el invlucramient del investigadr en ls prblemas in mediat s de la scieda d en general. La « anmia » reerid a una rma de «mal ncionamiento» social, se percibe com n prblema de actualidad cn una importancia cnsiderable y m tal parece dign de estudi; su contraparte <
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cias, confguraciones, sin importar si lo que uno descubre com o interdependiente tiene dierentes valores para uno, es probabl e que se separe lo que debe estar junto. Los ejemplos propor cionados han mostrado lo anterior con sufciente claridad. De bido a que el crimen y la delincuencia se evalúan como «malos» y la conrmidad con las leyes y las normas como «buenas», la «anom ia» co mo «m ala» y la inte gración estre cha como «buena» , se suele estudiar a lo s p rimeros de manera in dependiente de los segundos, en un aislamiento que carece de contraparte en lo que en realidad se observa. Es como si se estudiaran enermedades y se intentara encontrar su explicación sin estudiar a las personas sanas. En términos de una investigación científca, el marco de preguntas en ambos casos es el mismo: no existe justifcación alguna para considerar investigaciones so ciológicas de lo que se consideran rmas de «mal ncionamiento» o, como a veces se plantea, de «di snc ione s» en grupo, como si estuv ieran separadas de aquello que uno considera que «nciona bien». Como muestra el casorele de lavancia «aldea» y la Urbanización, ambos pueden tener la misma como problem as so ciológicos. En término s de lo que uno observa, la división de temas de investig ación de acuerdo con si se consideran «disnciones» o «nciones» es absolutamente artifcial. Implica la separación de problemas de investigación que, de hecho, están íntimamente relacionados y que a menudo son inseparables con base en los distintos valores que se les atribuyen. No se puede esperar descubrir explicacio nes de l o que uno juzga «m alo» , de un « mal ncionami ento» en la sociedad, s i no se puede explic ar al mismo tiempo lo que uno evalúa como «bueno», como «normal», como que «nciona bien », y vicever sa Lo mis mo sucede con muchas otras div isiones basadas en valoraciones externas al tema; sucede con la evalu a ción de las mayorías como si tuvieran mayor importancia soci o lógica qu e las minorías En algunos casos esta su posición pu e de ser correcta, en otros no. Como mostró esta investigación, cu ál e es el caso depende de toda la confguración Lo anterior suced s con las creencias istorsionadas sobre grupos externos Si la personas que tienen estas creencias so poerosas y pueden a c tuar al respecto mediante la exclusin el grupo externo de la s
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portunidades que ellos tienen a su disposición, lo llamamos prejuicio» y creems que bien vale la pena estudiarlo, quizá n la esperanza de que al fnal se pueda hacer algo al respecto; sn embargo, es seguro que n se podrá hacer nada si se estudia de manera aislada, sin reerencia alguna a toda la confgurac ión n la que ocurre. El hecho de que un grupo relativamente débil, ue no puede actuar a partir d e sus creenci as, tenga creencias di strsionadas sobr e gru pos externos es otr o ejemplo de la nec esidad de tener un marco fguracional como base para clasifcaciones separadas. Fin almente sucede con la imagen general de Winston Parva ue emergió gradualmente. Una vez que las personas se han uelto interdependientes, la investigación será estéril si se estudian por separado y se intenta explicar su agrupación como si eran cos as inconexas . La meta de un estudio fguracional, como emos visto, no es alabar o culpar a un bando o a otro, ni estudiar l o que se puede conside rar una «disnción» , p or ejemp lo a minoría de milias desordenadas de lala Urbanización, en absoluto aislamiento. También en ese caso, meta no era evaluar sino , en la medida de lo pos ible, explicar; explicar a seres humaos en confguraciones, sin importa su relativa «bondad» o maldad», a partir de sus interdependencias. La confguración de las per sonas de la Urbanización habría result ado incompren sible si n un ente ndimi ento cla ro de la confguración de las per sonas de la «aldea», y viceversa Ninguna de estas agrupaciones podría haber llegado a ser lo que era independientemente de la tra; sólo pudieron adquirir los papel es de establ ecidos y margiados porque eran interdependientes Y cmo las conexiones en la vida so cial suelen darse entre enó mens que e n el mundo del bservador tienen ev aluaciones dierentes o inclus antag ónic as, su reconocimi ento requier e de u n alt grado de desapego No es necesario elaborar sobre los problemas de cmpromiso y distanciamiento2 que se han discutid en otro lugar como parte de la teoría fguracional d e Norbert Elia s De rm a implí ita y a veces explícita, esta teoría ha desempeñad su papel en ' Norbert Elias «Problems of Jnvolvement and Detachme nt» British Journal of Sociology, vol. VII, núm 3 ( 19 56), pp . 226 y ss.
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CONCLUSIONES
e desarroo de esta investigación No existe nada nuevo en l percepción y presentación de nómenos sociaes como conf guraciones Términos conocidos como «patrón» o «situación » apuntan en a misma dirección; sin emb argo, son como m onedas que han pasado de mano en mano por tanto tiempo que cuando uno as usa no se preocup a por su contenido o por su peso Si bien conceptos como éstos se dan por sentado, sus impicaciones en buena parte no se han examinado Atrapados entre a Escia de as teorías hoísticas que hacen parecer a los patrones y a as confguraciones sociaes algo distinto de os individuos y a Ca ribdi s de as teorías ato mistas que os hacen parece r como masas de átomos indiv iduaes, so emos s er in capaces de v er y decir carament e e signifcado d e estos términ os . Si s e considera todo e estudio, ¿s e puede dec ir que ayu da a escarecer e problema? ¿Las agrupaciones de personas que se presentaron eran a suma total de as acciones de «egos» y «ál ters», inicialmente independientes, que se encontraron en una tierra de nadie y uego comenzaron a interactuar y a rmar comunidades y otros patrones, situaciones, confguraciones como enómenos s ociaes adicio nales a su « individu alidad» purame nte no so cia? ¿ Lo observad o se correspondía con e supuesto básico de as teorías de acción y de otras teorías atomistas simiares; a saber, que a investigación socioógica debe comenzar con e es tudio de os individuos en cuanto taes o incuso de eementos aun más pequeños, de «acciones» individuaes que, a ser os átomos, conrman a «reaidad últim a» ha sta a que es necesario rastrea r as propiedade s de as entid ades compues tas, de a mis m a manera en que en a sica y a química se intenta o intentaba rastrear as propiedades de as entidades compuestas, como a s molécuas, de acuerdo con una teoría que, incuso ahí, resulta ago anticuada, hasta as de os átomos sicos como a «reaida d io útima»? ¿Reamente se puede esperar encontrar as expicac nes de as confguraciones obse rvadas en una comun idad com o Winston Parva en acciones individuaes presociaes, en átom o s individuaes concebidos como antecedentes de as unidades co m puestas que rman? O, en su deecto, ¿o que se encontró e a Winston Parva era un «sistema socia» cuyas partes encajab 254
CONCLUSIONES
en de manera armoniosa o un «todo so cal» que representaba a «realdad última» que se esconde detrás de todas las acciones ndivduales que existe como una entdad sui generis aparte de os «ndvduos»? Reerr constructos so cales como éstos a un estudio emp íri o muestra, desde una mejor perspecta, su artfcaldad. Resulta cil observar cómo los supuestos teór cos que implcan la xstenca de ndvduos o de actos ndvduales sn una socead son tan fctcios como otros que implcan la existenca de socedades sn indvduos. El hecho de que estemos atrapados n una p olaridad conceptual tan r real como ésta que nos veaos tentados una otr a vez a hablar pensar como s pudiéramos esca par de l a postulacón de ndvduos sn sociedad sólo medante la postulación de sociedades sn ndividuos, no se uede eludir smplemente mediante la aseveracón de que uno sab e que la polardad es fctici a. Muchas tradcones lingüístcas y semánticas llevan nuestra habla nuestro pensamento una tra vez al estrcta mismo de lugar. nsttucones comoa, la soc ologí la división dosIncluso dscplnas, pscologíaacadémcas, rimera que supuestamente trata sólo con los «ndividuos» la segunda que supuestamente lo hace sólo con las «socedades», se basan en esta p olaridad fctca la revven una otra vez. En todos estos casos resulta desconcertante la persstencia on que hablamos pensamos a partr de una dcotomía que, en 3 He discutido estos probl emas co n E H . Carr quien tuv o la sufc iente bondad p aa ecooce de manera pivada, aunque hasta donde sé o pública que lo aydé a esclarecer estos prob lemas. Entre todo lo que se ha escrito, su enque en ¿ Q es la historia? es el más cercno al ío; sin embargo, en el úlimo anlisis su pesentación no va mucho
allá delente punto«indiiduo» en que muesta claramente lo absurdohace de la polaridad conceptual más enciona y «Sociedad». Es necesaio algo más paa libear a con uestras mas comunes de pensamiento de la trampa Probablemente esta liberación o seá posible mientras una lucha de poder en la sociedad en general mantenga las ideas de muchas pesoas atrapadas en esa polaridad de vao, mientas la lucha pepetúe la ecesid ad de afmar, a partir de las consignas actuales, ya sea qu e el «in dividuo» es más mpotate q ue la «Sociedad» o que la «sociedad» es más impotante q ue el «idividuo ». No obstante u na aclaación teórica puede pre para r el cam ino para el deshielo gad ual de las polaidades congeladas ólo la expeiencia puede mostrar en qué medida dada la polari dad de poder , rmas de pensaiento qu e se extienden hacia atás y haca delate de las polaidades de valo coespondientes pueden enta en el pensamieto públco, peo, como oto expeimento in vivo, el inten to parecía valer la pena. 255
CONCLUSIONES
el mejor de los casos, es una hpótess de trabajo torpe que ob vamente es ncongruente con cualquer evdencia que se pue da producr, pero que, por razones apenas expresadas de manera explícta y que sn duda aún no tenen una explcacón, parece dícl de reemplazar. Aun así, como hemos vsto, la razón es muy smple. Tam bén en este caso la pre ocupacó n po r un conjunto preconceb do de valores perturba la capacdad de observar y estudar. Lo que sempre parecera estar oculto en la mente de quenes dscuten sobre la relacón del « ndvduo» y la « sociedad» n es algo cti co, sno una cuestión de valores. Plantean preguntas e ntentan respo nderlas como «¿ qué e prmer o? », «¿ qué es má s mpor tante?», «¿el ndvduo o la socedad?» Tambén aquí una pola rdad de valor dsazada de una polardad ctca se encuentra en e orgen de las dfcultades. Ya que derentes grupos de personas asgnan derentes valores a lo que sea que los símbolos «ndvduo» y «s ocedad» represen tan, es posble man pularlos hablando y pensando como s los dos conceptos a co- la sas dst ntas . La prolongada controversa ent se re refreran quenes exgen prordad del «ndvduo» y quenes lo hacen con la «socedad» smplemente es una controversa sobre dos sstemas de creencas que toma la rma de una dscus ón sobre hec hos. Polard a des en la socedad en general, como la polardad de la Guerra Fría, en la que el grado de mportanca puesto sobre el «ndiv duo» y la «socedad» desempeña un papel central, han fjado en una aparente polardad eterna un tpo equvocado de conce p tualzació n. Una cosa e s declara r un credo polítco y otra lle var a cabo una nvestgacón socológca. No exste nada en la evdenca observable que se corresponda con una conceptualzacón e «ndvduo» y «socedad» que mplque que, en realdad, exste ndvduos sn socedad o socedades sn ndvduos, que r men de alguna manera grupo s sep arados de objetos que pue da estudarse de manera ndependente sn hacer reerenca al otro. La verdadera base de la controversa de valores es bast ate smple: los ndvduos sempre se presentan en confguracon es Y des las confguracones de ndvduos so rreductbles. Pensar, de un n co, a partr d e un solo nd vduo como s en un p rn c
CONCLUSIONES
io hubiera sido independiente de todos los otros, o a partir de ndividuos solos, aquí y allá, sin importar sus relaciones entre sí, s un punto de partida fctic io igual de persistente que, digamos, a suposición de que la vida social se basa en un contrato celerado entre ind ividuos que, antes de dicho contrato, viv ían so los n la naturaleza o juntos en absoluto desorden. Afrmar que los dividuos siempre se presentan en confguraciones implica que punto de parti da de toda investigación sociológica es u na pluralidad de individuos que, de una rma u otra, son interdepen ientes; decir que las confguraciones son irreductibles implica que no se pueden explicar en términos que impliquen su existencia de al guna manera indepen diente de lo s individuo s n i que impliquen que los individuos existen de alguna manera indeendiente de ellas. Quizá se pueda pensar que las consideraciones teórica s están era de lugar al fnal de una investigación empírica aun así, quizá ése sea uno de los lugares a donde pertenecen. Precisamente porque ni alaspesar teorías c omo lalimitantes, teoría de latrata acción de Parsons, que, de atomistas, todas sus cláusulas os actos individuales como si eran cosas que tuvieron una exist encia previa a cualq uier interdependencia, ni las teorías ho ística s que, co mo sucede en algunas rma s contemporáneas de marxismo, parecen ocuparse de confguraciones sin individuos, son guías particularmente útiles en la conducción de estudios empíricos, es que consideraciones teóricas como éstas no resultan inapropiada s al fnal de un estudio empírico. Pues , en última nstancia, la prueba crucial de la productividad o esterilidad de una teoría sociológica es la productivi dad o esterilidad de las in estigaciones empíricas que estimula y que se basan en ella. En muchos aspectos, el estudio de Winston Parva e una prueba e este tipo: mostró una teoría fgur acional en acció n. Las comu idades y os vecindarios son un tipo específco de cofgura ción. La investigación mostró tanto e acance como a s imitantes e as opciones que daban a os individuos que las conrma an. Es os ible imaginar que un recién egado q ue se es tabece n a Urbanización o en la «aldea», ya sea que haya egado so con su miia, sin duda tendrá un cierto número e ociones 257
CONCLUSIONES
pod ría, como hacían much os habitant es de la Urba niza ción, «re servarse», o podría unirse a la minoría rebelde; podría intenta abrirse camino lent amente en la sociedad « aldeana»; p odría deci dir que ni la «aldea» ni la Urbanización le agradaban como vecin dario y mudarse; pero si se quedara, si se convirtiera en u n «vecino», no podría evitar su inclusión en los problemas fguracio nales, pues sus vecinos comenz arían a « ubicarlo»; tarde o tempra no, las tensiones entre «establecidos» y «marginad os» lo aectaría n; y si viviera sufciente tiempo en el lugar, el carácter particular de su comunidad aectaría su vida, y la confguración de la que r maría parte adquiriría cierto po der sobre él. Esto sucedería aún con mayor erza si hubiera vivido en Winston Parva desde niño El estudio señaló al menos una de las muchas rmas en que la estructura de la comunidad y el v ecin dario pued en i nlui r en el des arrollo de la per sonalidad de los jóv enes que allí crec ían. El desarrollo de una identifcación con sus milias en una iden tida d más o menos ind ividual es una etapa crucial en el proc eso de de todo humano. La etapa investigación indicó cuáncrecimiento dierente podía ser elserpatrón de esta en vecindarios con un a estructura diere nte; señ aló la intera cción entre el luga r que una milia ocupa en el orden de estatus de un vecindario y el desarrollo de la imagen propia del niño que rma parte de esa milia. Ésta e una manera de demostrar por qué cada teoría que acepte, que no supere de maner a explícita, la rma acostumbrada de hablar del «individuo» y la «sociedad», y explique la tilidad de asumir una separación existencial entre ambos «objetos» , no logrará su cometido. Los problemas identitarios de los adolescentes son un p equeño ejemplo de la interdependencia entre l o que se puede estar i nclinado a clasifcar como un proble ma puramente «individual» y lo que se tienede a clasifcar com o un problema puramente «Social». Nuevamente indicaba el ca rácter procesal de las confguraciones que se hizo evidente du el rante la investigación, sin importar si se fjaba la atención en desarrollo de los individuos o, desde un ángulo más amplio, e el desarrollo de un vecindario o de una comu nidad No hay duda alguna de que, en muchas rmas, las confg u de raciones como las aquí estudiadas ejercen un cierto grao
CONCLUSIONES
coacción sobre los individuos que las rman. Expresiones como mecanismos» o «trampa», utilizadas para reerirse a situacioes específcas, buscaban indicar esta erza imperiosa. Una de s erzas motiv acionales más ertes en las personas que i nsi s en en empezar sus ree xiones teóricas desd e los «i ndividuos » o desde «actos individuales» pareciera ser el deseo de afrar que un indivi duo «b ásicament e» es «libr e» . Existe un cierto repudio contra la idea de qu e las «so ciedades» o, po pon erlo de manera menos equí voca, las con fguraciones que los in dividuos rman entre sí, ejercen cieto poder sobre ellos y limitan su ibertad . Sin embarg o, si n importar cuál es sean nuestr os deseos, smplemente a través de la evidencia disponible, el reconocimiento de que la s confguraciones limitan el alcance de la s decisiones del individuo y ejercen, en muchas rmas, una erza mperiosa es ineludible, incluso si este poder no reside, como sele presentarse, era de los individuos, sino que simplemene es un resultad o de la interd ependenci a entre elos. El miedo d e que se prive mágicamente a los hombes sude libertad mente con decirlo, con enentarse al hecdeho que lassimpleconfguraciones de individuos pueden ejercer un poder imperioso so re los indiv iduos que la s conrm an, es un o de los pr incipal es ctores que evitan que los seres humanos disminuyan dicha erza imperiosa, pues sólo si entendemos mejor su naturaleza odemos esperar tener cierto control sobre ella. Quizá un mejor entendimiento de las erzas dominantes que entran en acción en un a confgración como la de los estab lecidos y los marginados puede, con el tiempo, a darnos a concebir medidas prácti cas capaces de controlarlas.
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Apéndices
Apéndice 1 stos sooló gos la tfaó NORBERT
EIA
Los poblema s de la identifcación se han estudiado desde vaios ángu los. Sigmund Feud y Geo ge H Mead se cuentan ente los pimeos que, en este siglo, estimula on el inteés po estos po blemas; la contibución de Feud se puede enconta en Tótem y tabú y en Psicología de las masas y análisis del yo, así como en Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis y e n algu n o s de sus ensayos cotos; la contibución de Mead se encuenta en Espitu, persona y sociedad. Muchos otos han seguido este ca mi no o ha n lleg ado más allá y cualquie selecci ón esultaía abit aia. Sin embago, puede se útil menciona algunas contibuciones que señalan, d e manea exp lícita o implícita, la impotancia sociológica de los mecanismos de identifcación. S. H. Foulkes, «Ün Introjection», International Journal of PsychoAnalysis, núm. 18 ( 1 937) , pp. 26 929 3. L . P Holt, «dentication. A Crucial Concept r Sociology», Bulletin ofthe Menninger Clinic,nú m. 14 (1 95 0), pp. 1 641 73 . Louisa P . Howe, « Soe Sociological Aspects o f dentica tion» , Psychol. IV ( 1y» 95 ,5)Journal , p p. 61 -79. and«T the eSocial Sciences, Erik analysis H. Erikson, Prob lem of EgvooIdentit ofthe Ameri can Psychoanalytic Association,n úm . 4 ( 19 56), pp 56 1 2 1 . Young Man Luther: A Study in Psychoanayss and History, Te Norton Librar y, Nueva York, 1 9 5 8, pp. 1 06 y ss.
El hincapié que Louisa P. Howe pone en el nexo entre iden tifcación y hee nc ia so ci al e de m i co no c im ie nt o de s pu és de 263
A P ÉNDICE
l
que mi experienia en Winston Parva llamara mi atención a ese ismo nexo allí. En ambos casos el énsis se dirige en contr a de la atribución acrítica a mecan ismos biológic os hereditario s de las continui dades entr e generaciones, las cuales bien pue den ex pliarse a partir de mecanismos sociológicos hereditarios. Los coentarios que L. P. Howe hace sobre las tendencias biologis tas de Freud no carecen de ju stifcación y resul tan útiles en este o ntexto , aunque resul ta mucho más comprensible que un hom bre com o Freud, quien recibió buena parte d e su entrenaiento en el siglo XIX, mostrara estas tendencias que el hecho de que aún estn extendidas y sean bien recibidas a mediados del siglo xx, u ndo se ha v uelto más senc illo dist inguir entre rm as heredi tais biológicas y sociológia s, así como estudiar su interación. Resu lta sor prenden te -escribió e n « Soe Social Aspects of den ticatio n» - que Freud se af errara con tal tenacidad a su idea del asesinato primigenio y al postulado de que recuerdos inconscien tes de éste y de otros eve nto s «históricos» se transmitan mediante la herencia biológica, cuando él mismo describió con tal perspica cia el tipo de herencia soc ial que ocurre mediante la identicación.
En este texto se han descri to ya algunos eectos de la herencia so ciológica en rel ación con la tra nsmi sión de prejuicio s y de atitudes discriminatorias de una generación a otra y su eecto ad vez más prondo (pp. 212-216 y 217). El ejemplo de la manera en que opera la herenia sociológica del resentimiento de los marginados mediante la identifcación con las mili as de marginados rechazadas so cialmente y desordenadas que se pro porio nó en el te xto apunta en la misma di rección; y resulta más amplio porque relaciona la identifcación con la totalidad de la situación soial de los pades y los hijos; toma en uenta la inte y ración entre la imagen que las personas tienen de sí mismas n las imágenes que otros tienen de e llas. En un i nicio, la extensió so ciol ógica de lo s problemas de identi faci ón más allá de las re laciones entre el niño individual y sus padres hacia la posición y en parti cular el esta tus de una milia individua l en rel a ción on otras pareciera complicar todo de manera innecesari a.
APÉNDICE
1
En realidad simplifca el problema, aunque quizá no la recolección de ev idenc ia. Se acerc a más a lo que en verdad observa mos . Aun sin un estudio sistemá tico, es cil observa r en l a vida diaria que no sólo la experiencia de sus padres, sino también la experiencia de lo que otros dicen y piensan de sus padres, aectan la imagen que los ni ños se rm an de sí mismos. La concienci a que los niñ os tienen de su estatus, s i bien quizá esté más unida a a ntasía, es , en todo caso, aun más erte que la de los adultos . La seguridad que un niño obtiene de la creencia en el estatus elevado de su milia suele inuir sobre su seguridad personal en su vi da post erior, incluso s i su estatus es menos seguro o di s minuyó. En la misma rma, la experiencia de un estatus bajo atrib uido a la milia de un niño dejará marc as sobre s u imagen y su seguridad propias en su vida posterior. Es en este sentido amplio que la ident ifcación tiene relevancia para los problemas planteados por el texto, entre ellos el problema de los jóvenes delincuentes. Luther En Yung [El joven var Lutero] en otros co de nsuslos textos), Erik H.Man Erikson ha discutido ios (y problemas que se enentan los adolescentes en su búsqueda de identidad, en particular a partir de la página io6. Él también ha señ alado la necesidad de desa rrollar más el concepto psic oanalítico de i den tifcación: El psicoanálisis ha peso énsis sobe la búsqeda sexal de la inncia y la jvend y la ha sisemaizado, explicando la ma en qe los implso s y los cone nidos sexales y agesivos se repi men y disazan para eaparece de manea sbsigiene en acos complsivos y en aoconoles comp lsiv os. Sin embago, el psi coanálisis no ha az ado la medida en qe esos implsos y conenidos deben s inensidad y exclsividad a menospecios epeninos del yo y del maeial disponible paa la consrcción de na idenidad a No obsane, el niño efecivamene tiene a ss pades; si meece en lo más mínimo ese nombre, su pesencia denirá ano el alcance ceaivo como las limianes segras de ss debees en l a vida
APÉNDICE 1
La comparación de las comunidades de clase obrera de Winston Par va señala la necesidad d e u na tipolog ía más detalada de las conf guraciones s ociales que participan en la creación de la identidad de una persona. También en este campo, la limitante convencional de la a tención a las rel aciones dentro de una amilia, que hace parecer que las milias viven en un vacío social, obstruye nuestro entendimiento. Es poco probable que seamos capaces de captar problemas como estos sin investgaciones sistemáticas sobr e los tipos de comunidad es, así como sobre los tipos de milias y el orden de estatus en el que el ni ño cr ece.
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Apéndice 2 Nota sobr los otos «strutura soal» y «aoma» NoRBERT E
Se pueden señaar muchos ejempos en os que a «anomia» se trata como un problema mientra s que su opuesto, e est ado de as persona s «b ien integradas» o co mo quiera amársee, se pr esenta como algo rea tivamente « aprobemá tico », como ago «norma » y, en ocasiones, por impicación, como un enómeno que no necesita estudiarse. Quizá baste eegir como e jempo agunas de as observ aciones concluyentes en e conocido ensayo de Merton «Estructura socia y anomia» : En la medida en que una de las nciones más generales de la estruct ura social es su ministrar una base pa ra la predecibili dad y la regularidad de la conducta social, se hace cada vez más limitada en su efcacia a medid a que se disocian los ele mentos de la estructur a so cial. En el punto extre mo, la predecibilidad se reduce al mí nimo y sobrevi ene lo q ue puede llamarse apropiadamente anomia o caos cultural. 1
fna de sucomo en sayo, Merton presenta la «estructura y laAl«anomia» enómenos antitéticos: os hacesocial» parecer como poos opuestos de un continuo; en donde prevalece a «anomia» no exist e o está mu y im itad a la «estruc tura socia»; su ugar o ocupa el caos cultura (o quizá social), «la Rober K. Meron, Social Theory and Social Structure Free Press, Glencoe, Illinois 1963, p 159. [Ed en español: eor{a y estructu sociales, trad de Florentio M Torner y Rufna Borques, FCE, México, 2003, p 239.]
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predecibilidad y la regularidad de la conducta social» están reducidas. Como puede apr eciarse, este concepto de anomia di fere de l de Émile Durk heim, pues s i tiene algú n si gni fcado en el e stu dio de Dureim es que la «anomia» es un tipo específco de estructura social, no su polo opuesto en un continuo de enómenos so ciales. Dureim sostuvo que cuando prevalece el tipo particular de estructura social al que se refrió como anomia existen altas probabili dades de que los índic es de sui cidio se an altos. Co ntrario a la idea de Merton de que la «anomia» reduce la previsibilidad del comportamiento social, la teoría de Dureim implicaba que un mejor entend imiento de l a « anomia» como u na rma de estructura so cial podía posibilitar una explicación de los altos índices de suicidio y predecir que, dadas las condiciones anómicas, los índice s de sui cidio tenían probabil idades d e se r altos. La idea que Merton ti ene de una p olaridad entr e la « estru ctura social» y la «anomia» se basa en un malentendido bastante común: la «estructura social» se identifca con un tipo de orden social que aprueba el observador, con un «buen orden»; por lo tanto, puesto que se considera que la «anomia» es indeseable e incompatible co n el « buen ord en », tamb ién parece inco mpatibl e con la «estructu ra social». Se conside ra que un «b uen orden» es aquel en que el comportamiento social está bien regulado. La identifcación d e la estructu ra social con un «buen orden s ocial», por lo tanto, l leva al supuesto de qu e las regularidades so ciológicas del comportamiento soci al disminuyen cuando la «e structura social », en el sentido de un or den «buen o» y «bie n regul ado» , da paso al «mal orden» de la anomia. Las difcultades semánticas que surgen si se iguala el concepto so ciológico de «orden so cial» con lo que en la vida diaria se considera un «buen orden s ocial» y o el concepto sociológico de «regularidades del comportamient social» con el concepto valorativo de un «comportamiento bien regulado» se muestran c on bastante clar idad en consideraciones de este tipo. Aquí, como en otros lad os, la intrusi ón de ev aluaciones externas en el diagn óstico s ocial del prob lema que se c onsidera de ev aluaciones hete rónomas se enc uentra en la raíz d e 268
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y las difcultades La invasión de evaluaciones como «bueno» «malo» en el análisis sociológico da la impresión de dictomías morales tajantes en las que las investigaciones cticas simplemente revelan en primer lugar dierencias en la estuctura social A este respecto, la a proximación de Du rkheim pu ed e servir de correctivo; él e capaz de mostrar que el comportiento social que «no está bien regulado» tiene marcadas reulidades sociológicas; es cil evaluar un índice de suicidio alt como «malo» , es much o más dicil ex plicar por qué ciertas so cedades tienen índices de suicidio más ele vados que otras Si s e c onsidera lo anterior como la tarea sociológica princip al si s e int nta correlacionar, como hizo Drkheim, dierentes índices de suicidio con estruc turas soc iales diere ntes, pront o queda caro ue los problemas son más complejos de lo que simples polriddes de valor como «bueno» y «malo» sugieren Un incremento estable en los índices de suicidio, por ejemplo, que se puede considerar «malo» puede relacionarse con cambios en la estructur social,
como un a industrialización crecien te, que resulta más di il luar como igualmente «mala» Por consiguiente, el conpto deeva«estructura social» puede usarse y se ha usado, ent re otr os por el mismo Merto n, en un senti do que no está tan a ecta do p r valoraciones a jenas como en aquel con que Merton lo usó en s o ra ciones que hemos citado Puede utilizarse para reeirs a gru pos con u na integración más estrecha o a grupos m ás laxmente integrados No resulta contraproducente reerirse a los p i meros como «bien integrados» (que sugiere aprobación) y los segundos como «mal integrados» o «desasociados» (que sugire des y ls razoaprobación) mientras las dierencias en la estructur nes de estas direncias se mantengan con frmeza en el centro de nuestra atención Tanto la s rmas de integrac ión estrecha como las as de integraci ón laxa generan problema s que es necesa rio i nvest iar. La comparación entre la «aldea» y la Urbanización e Winston Parva lo mostró con sufciente claridad Todas las secciones de inston Parva, incluida la minoría rebelde de la rbaización, ern sec ciones «estructur adas» y, como tales, ostraba u ciert grao de regularidad y previsibiliad en su comportamiento so ci 26 9
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Al comienzo de su ensayo , Merton utili za el término estructura social en un sentido más sociológico; representa la «estructura so cial» co mo una con dición para el comportamiento desv iado y, al menos por implicación, también para el adaptado:2 «Nuestro primer pr opósit oescri bió es descu brir c ómo a lgunas es tructuras s ociales e jercen una presión defnida sobre ciertas per sonas de la soc ieda d para que siga n una conduct a inconrmista y no una conducta conrmista» . Bajo la luz de esta oración, añade de manera mu y apropiada: «Nuestra perspectiva es so cio lógica». La perspectiva deja de ser sociológica si la aproximación al término estructura social sólo ocurre en condiciones y en com portamiento «nómicos » y si la «anomia» se identifca con un caos «sin estructu ra» . La sociología solamente puede ser una disciplina científca si se ent iende que en ella n o existe el caos en ni ngún sentido absoluto. Ninguna agrupación humana, sin importar cuán d esordenada y caó tic a parezca a los o jos de quienes la co nrman deelsus ob servadores, carece estructu quizá éstoe anolossea lugar para extender se alderespec to. ra, pero Merton utiliza el término estructu social de dos maneras dierentes y no del todo compat ibles: como una cond ición po sible del compo rtamien to desviado y de la anomia y com o un p olo en un continuo cuyo opuesto es la « anomia» . En términos de la valoración inmed iata de lo s participantes invol ucrados, las es tructuras que vorecen un comportamiento más «ordenado» y otras que e lo hacen con uno más «desordenado» pueden experimentars como opuestos independientes e incompatibles. En términos de una investigación sociológica, es posible aproximarse a am bas como estructuras al mismo nivel; en muchos casos se puede mostrar su interdependencia. Nuevamente, el estudio de Win ston Parva ilustra este punto. La tarea princ ipal simplemente era indagar la manera en que la comunidad y sus varias secciones ncionab an, p or qué lo hacían en esta rma particular y, entr e y otras cosas, por qué surgieron tensiones en la comunidad por qué persistían. Una vez que se hizo esto, ya no parecía tan '
Ibid., p i32 [Ed en español:
ibid p 239 . ]
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sencillo como antes juzgar a las varias secciones de Winston Parva a partir de un patrón en blanco y negro, en términos s imples como bueno y malo. La Urbanización mostró en un gra do bastante elevado la condición a la que uno se refere como «anomia ». La « aldea» puede servir como un e jemplo de una co munidad «bien integrada». En comparación con a image n vívida y compleja que surge de un estudio empírico, la tendencia a argumentar en tér minos g eneraes como si la integración estrecha de un grupo era un a cualidad puramente pos itiva y la integraci ón laxa una puramente negativa se muestra como una simplifcación excesiva. La integración estrecha, como indica el ejemplo de la «adea», suele vincularse con rmas específcas de coacció n; puede vncuarse con rmas específcas de opresión. Puede haber demasiada cohesión socia, así como demasiado poca, y demasiada presión por la conrmidad, así como demasiado poca. Sólo más investigaciones empíricas pueden ayudarnos a entender lo que realmente sucede en comunidades a las que integción estrecha aplicamos términos como y locasos. que demasiado o demasiado poco realmente signifcan en e sos Actua l
mente es posible creer que los juicios de valor que se usan en esos casos s on absolutame nte independientes de los avances en e l conoci miento . Se suele argumenta r como si las p ersonas adquirieran de la na da los val ores que defende n; pareciera que son a priori, es decir, previos a toda experiencia. Sin que se sgiera que simplemente se pueden derivar de investigaciones empíri cas, sin duda se puede decir que no son independientes de ellas. El sentido de val or de los hom bres se mod ifc a con las condicio nes cambiantes de sus vida s y, como parte de estas condic iones, con los av ances en el conoci miento humano. El punto n o carece de relevancia en este contexto. La valora ción axiomática de a integración estre cha como incondicionalmente «bu ena» puede rectifcar se con la ayuda de otra inv estigación áctica. Éste es uno de los muchos ejemplos que podrían presentarse de la manera en que los ava nces en e conoc imiento humano pueden aectar valoraciones que en cierto momento eran ampliame nte aceptadas como o bvias. Sern n ecesarias m chas más investigacion es empíricas comparat ivas de comun idads 27 1
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con grados variantes de cohesión de los eectos que tienen sobre la s persona s que viven en ella s antes de que sea pos ible def nir con seguridad razonable evaluar a algunas de ellas como mejores que otras. Actualmente, las organizaciones humanas nuestra igno aún están diseñadas de anera tan imperecta y rancia sobre ellas es tan grande que las rmas de disnción suimiento que resultan de esto son ubicuas ampliamente aceptadas como nor males e inevit ables. S i bien los juicios de va lor generales abstractos, de los que la rma actual de juicios morales son un ejeplo, pueden satiscer nuestra conciencia, no resultan de gran ada como guías para acciones con una perspec tiva a largo plazo. Sólo se puede espe rar actuar de mane ra más adecuada con la ayuda de un conocimien to ctico sobre la sociedad ampliamente ejorado. S in este conoci miento, no sólo resulta dicil decir qué acciones a largo plazo serán probable mente «buenas» cu áles result arán « malas» ; también se pueden tomar medidas que busquen remediar lo que uno considera «malo»
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que rsulten cont raproducentes.
Apéndice 3 Sobr la rlaó tr «famla» y «omua» NORERT
ELIAS
Algunas de las características notables de la «aldea» de Winston Parva son similares a las previamente observadas en otras coFamily and munidades. Un estudio pionero en este campo e Kinship in East London [Familia y parentesco en el este de Lon dres] , de Michael Y oung y Peter Will mott, publicado po r primera ez en 1957 y en una edición revsaa en 1962 en Pelic an Bo oks. Hasta donde se puede ver, eron los primeros en señalar que «lejos de haber desaparecido, la mila amplia goza de buena salud en Londres».1 Ante la tradición, probablemente modelada a partir de la imagen de clase media de una milia «normal», que ponía énsis en el papel del padre como fgura central en una milia, registraron el hecho de que, en las milias de clase obrera que estudiaron, la madre parecía ser la fgura central de una clase de milia que solía ser más grande y tener una estr uctura algo dierente de lo que comúnmente se considera el tipo «normal» de mlia europea. Como un registro de un conjunto de observaciones suma mente imaginativas, el estudio de Young y Willmott abrió un nuevo uno en una larga serie de p asos un díaterreno porían; representaba ayudar a revisar la imagen convenconal de que la estructura y la nción de una milia «normal», uno e cuyos ejemplos es el concepto de familia nuclear como núceo y esencia de las milias de todo el mundo . Percibir las mas « matrocéntrcas» de Winston Parva habría resutao mucho s Michael Young Books , Londr es, 1 962, 1
y p.
Peter Willmott, 12.
Family and Kinship in East London, Pelican
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dicil sin el precedente establecido por el estudio que Michae Youn g y Peter Willmott condu jeron entr e las milia s de B eth nal Green. No obstante l a agudeza de su con ceptualización, no iguala a la de sus observaciones. Los autores parecieran enorgullecerse del hecho de que simplemente «observan» sin tener una teoría. En realidad, sus observaciones, como las de todos, estuvieron guiadas por ideas teóricas específcas; probablemente las absorbieron del ndo de ideas generales en la sociedad en general; no se les trabajó de manera explícita ni se les examinó críticamente. Los autores parecieran tratar sus ideas teóricas como si eran obvi as y no consideran que rme parte de s u traba jo el examen, a la luz d e s us observ aciones cticas, de los conceptos generales que habían utilizado para hacer estas observaciones. Tómese como ejemplo el siguiente pasaje que se presenta como un resumen del plan qu e utilizaron para proceder : En la parte de este libro que está por concluir, hemos salido con éxito de la pareja casada a la fmilia extensa, de la fmilia extensa a la red de parentesco y de ahí a algunas relaciones entre la fmilia y el mundo exterior. Ahora nos iremos de lo económico a lo social y consideraremos si, era de su lugar de trabajo, las personas de esta comunidad local especíca que no tengan una relación conyugal o sanguínea se relacionan de alguna otra manera. 2
No es necesario comentar sobre expresiones como «lo eco nómico» o «lo soci al»; son indi cadores del tipo de c lasifcac iones que subyace n en el pensamiento de los autores . El procedimie n to que se señala en esta cit a es import ante, pues s ugie re que uno sale de la pareja casada o la milia, que pareciera ser el centro del univers o so cial en varia s etapas, a lo que pareciera ser el ca parazón l lamado «el mundo ext erior» . E s un marco teór ico cen trad o en la milia , concebi do de manera vag a, qu e tiene cierto parecido con conc epciones geocéntr icas tempranas de l universo , en las que la tierra era el núcleo y los cielos el caparazón exterior . 2
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Ibid., p 104.
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Un concepto de la soc iedad centado en la milia n o es i nusual en los textos sociológicos actuales dedicados a la milia Como la at ención se confn a a la selección de datos sobre la « milia», la estuctu a de l as milias sobesa le con claidad mien tras que otos aspectos de la sociedad se conciben de ma sumaia como el mundo «exterior» a la milia y permanecen borosos La imagen centada en la milia de la sociedad sólo in hibió ligeamente las o bservaciones de Mi chael Young y Peter Willmott; normalmente asumieron que las milias tienen una estuctua independiente popia, peo no tenían un inteés paticula en examina esta poposición geneal Tampoco evitó que se ñalaan la existencia de algún tipo de elación ent e la estuctura milia y la estuctua comunitaia No obstante, al hacelo no eexionaon sobe la natualeza de esta elación y tuvieron cietas difcultades paa expesa lo que obsevaban en ella: Como la vid a fmiliar en Bethna l Green abarca tantas cosas, quizá uno podría esperar que lo abarcara todo. El apego que se siente por los fmiliares iría en etrimento del ape go hacia los otros. No obstante, en la práctica no parecía suceder esto. Lejos de que la fmilia ex cluya los víncu los con los rast eros, actúa como un medio important e para promoverlos [ . . . ] La nción de la parentela sólo puede entenderse cuando uno se da cuenta de que la residencia prolongada es lo común. De las personas inclidas en la muestra, 5 3 o nació en Bethnal Green.
Po consiguiente, también en este caso, como en el de Winston Pava, un tip o esp ecífco de estuct ura miliar, co n redes de paentesco mat océnti cas de dos o tr es generacio nes, se as oci aba y se desarocon un tipo específco de estuctura comunitaia, llaban en el maco de un a vieja comun idad de clase obrer a. y Willmott No obstante, hasta donde podemos ver, Youg sólo tenían un inteés maginal en la estuctura comunitaria. Su atenci ón se centraba en los tipos de milias. Las difcultades que este enque genera se pueden obse rar de manera má s directa en Fmily and Social Network [a mi ia 275
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la re social], e Elizabeth Bott. Dos pasajes pueen bastar para inicar el problema:
y
Con base en los hechos recogid os en las ilia s in ves tigadas, resulta iposible analizar el patr ón de erza s qu e acta sus redes Para considerar estos ctores en cualquier edida, es ne cesar io ir ás allá de los datos de capo para tomar eleentos del conocimiento gener al sobre la sociedad industrializada urbana En los textos ded icados a la sociología de las ilias se hacen referencias ecuentes a «la ilia en la counidad», con la iplicación de que la counidad es un grupo organizado q ue contien e a la ilia. Nuestros datos sugieren que este uso es engañoso Por supuesto que cada ilia debe vivir en algún tipo de área lo cal, pero pocas áreas locales urbanas pueden llaarse counidades en el sentido de que conren grupos sociales cohesivos. El abiente social inediato de las milias urbanas se consideraría ejor, no coo el área local en la que viven, sino coo la red de rlaciones sociales reales que sostienen, sin iportar si se connan al área local o van ás allá de sus onteras
En estos pasajes se puee ver la erte tenencia e la autora a relexonar sobre el problema general que plantea la relación ent re milia comunia, y no sólo a «observar» milias No obstante, sus relexiones en esencia son elaboraciones e creencias axiomáticas compartias por muchos estuios sociológicos sobre la milia, en particular e la creencia en que « la amilia» tiene una estructu ra propia que es básica y más o menos inepeniente el muno que la rodea. Es una creencia que, como se puee ver, se mantiene a pesar e toa la eviencia que muestra que la estructura e «la milia» cambia conrme la sociea en genera l se altera, e. g., con la urbanización e inustrialización crecientes . La lógica de pensamiento que estos pasajes representan es característica el razonamiento circular que suele resultar si se y aceptan técnicas específcas e investigación como algo ao 3
Elzabeth Bott Family and Social Network, Tavstock Londres i95 7 , pp 9 7 - 9 9.
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absoluto y se permite que la concepción de aquello que se haya decidido descubrir se vuelva dependiente de os resultados de esas técnicas, sin importar cuáles sean sus limitantes. Elizabeth Bott primero se ñala que l as técnicas usadas en su estudio para la recolección de datos limitaban la evidencia a milias específcas: imposibilitaban la consideración de ctores externos a las «milias investigadas» que inuyeran sobre a estructura Este reconocimiento de las imitaciones de los métodos utilizados y de las secciones del tejido socia que se encaron con ayuda de estos métodos es muy egítimo; sin embargo, después del reco nocimiento de estas imitantes, la autora dice que sólo aquello que sus métodos de inv estigación encaron t iene una est ructura frme y que las agrupaciones más amplias, las comunidades en las que viven estas miias, no tienen una estructura recono cible Es un ejemplo del tipo de error común en los estudios de la sociedad: los asp ectos de la sociedad que pueden abrirse con la ayuda de las técnicas convencionales de un periodo dado y cuya estructura puede, lo tanto, en una de medida mayor o menor se por tratan como reconocerse aspectos básicos a sociedad; mientras que de otros aspectos que las técnicas de un periodo dado no pueden abrir con certidumbre al guna, por lo general , se presume que carecen de una organización o estructura frmes Con ecuenc ia los primeros se experimentan como determinantes eectivos del lujo de acontecimientos sociales, mientras que aquellos de los que se cree que carecen de una estructura fr me se presenta n como si eran determinados por los primeros de manera más o menos pasiva Puesto que los datos recolectados por Elizabeth Bott hacían parecer que sóo a milia tenía una estructura frme, pero no la comunidad, a autora asumió de manera implícita que podía hacer a un ao a a comunidad como un ctor en la estructuración de las milias El ejemplo de a «aldea» en Winston Parva demostró que considerar a una comunidad como una unidad con una estructura específca no es tan equív oco como su giere Elizabeth B ott y que es sumament e posible inv estigar la estructur a de las milias y de a comuni dad al mismo tiempo Si se hace esto, la interdependencia de s es tructura pronto se vuelve obvia 27 7
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La relación entre la estructura de la f milia y la de la omunidad puede ser menos obvia en vecindarios residenciales de clase media que en viejos vecindarios de clase obrera. No obstante, si bien en su caso las fmilias tienen muchas reaiones era del área residencial, de ningún modo su vecindario arece de estructura.
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&
Kga n 28
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286
Índice analítico
«aldea», vae zona 2 análisis estadístic o, problem as del: 7 6 77, 78, 7 9, 80, 81, 82 -84; li mitaciones de estudios sobre desarrollos comu nitarios: 996; limitaciones para explcar las direncias de estatus: 96 análisi s y sinops is guraciona les: 8 0 8 3, 96, 247, 23-24
Band : 1 3 6 1 3 8; Soc edad Conserva dora: 140143 Bott, Elizabeth: 276-277
«anomia», concepto de: 24, 24822, 267271 asociaciones loca les: club Co nservador, 140; club de críquet: 138; club de la glesia y de capillas: 124, 188189, 19 , 197 , 2 1 1 , 2 16220; Clu b de la Juventud: 76, 190, 204 209 , 2 1 1 ; club de rugbi: 190; Scouts: 190; club de teatro: 130, 3; Club Obrero: 141 ; clubes juvenies eclesiásticos: 76, 18 8, 19, 202 06, 21 1212; Co mité de Benevolenca: 13 8 -1 39 ; igle
carisma grupal y deshonra grupal: 1 84 18 chsme: 1 17, 168- 18 ; circuitos y cana les de: 169, 20; como ideología de estatus: 93; competencia como de termnante de: 174-17; de apoyo: 17; de rechazo: 166, 17, 177, 20, 240-24, 244; dferencales de esta tus y: 181-183; efectvidad depen dent e del poder soc ial: 1 8 1 ; elogo so: 172, 18, 20; estructura comuntara y: 169, 173, 178, 1801 8 1 , 18 ; examen de a n ción n tegradora del: 17 3, 17 8-180; c tores de tergversación: 174-176; ncapa
sa de San Miguel: 130134, 137; «Imperecderos», véase Club d e la Tercera Edad; insttuto vespertino: 1 38 ; li derazgo, cuadro v . : 144 14 ; monopoliza cón d e posiciones clave: 93, 146; pertenenca, ugar de res denca: 128 - 1 30, 1 3 2, 1 38, 140, 14; relaconada con la clascación de mas: 23; Prze Temperance
cidad contraataque,derazones 181182;denstrumento controlde: socal: 1 16, 13 3; rec rmatoro: 1 58 , 17 2, 18 ; sistema de centros de: 1 69; valor de entretenmento de: ?0171 «clase obrera vieja »: 74-75, 94-97 , 147 148; vae tambin, zona 2, élite de clase obrera, subestratcacón
ÍNDICE ANALÍTI CO
288
cohesión, social: 77 , 2 37 , 23 8, 240, 245 , 24 9- 250, 271-272 Comte, Auguste: 248 comunidad, concepto sociológico de: 78, 230233, 245, 257, 266, 271, 273278 concejal Drew: 10 1 102., 1 3 5, 13 7 13 8, 139-141, 191, 205
carisma grupal y deshonra rupal relaciones entre establecido s y mar ginados zona 2 , creencias c uni tarias delincuencia: 1 1- 1 2, 164 , 186 - 18 , 202 203,2 1 1, 220225, 24724 8;c mbio en las cias delictivas, 22-225;
conciencia, rmación en grupos mar ginados: 157-158, 181; véase también, relaciones entre establecidos y marginados, delincuencia zona 3, imagen conducción de la familia: 224229 cond ucta «ci vilizada», código de: 23 7238 conguraciones sociales: 74, 76, 77, 80-84, 96-97, 15 8, 201-20 2, 234 -235, 238, 241242, 244, 251, 252, 253254, 266; tensiones inherentes en:
diagnós tico psicológico y s ocilógi co: 194; estructura comunitria y delincuencia: 194; véase tabién, milias desordenadas panillas identicación desarrollo comun itario: 25 , 97, 1 1, 146, 147; véase también , Winston arva, desarrollo zona 1, desarrollo; zona 2, desarrollo zona 3, desarrolo desarrollo social: 248; estudio e la delincuencia como parte intgral de los estudios comunitario: 85,
241 ; carácter procesal de: 1 5 8, 2 58 ; poder de: 258-259; véase también, desarrollo social estructura socia conrmidad, presión para: 7 7- 78 , 1 1 5, 148, 206, 236-240, 251-252, 271; véase también, control social «no mia» normas social es zona 2, c on rmidad control social, en Winston Parva: 92, 146-148, 186-187, 221; aislamiento como medio de: 115, 154; Comité de Benevolencia como instrumento
95 -98, 23 2 2 33 ; y e structura sci al: 85, 9597, 147, 2322 33; véase am bién, Winston Parva zona 1 ; zna 2; zona 3 Durkheim, É mile: 248-250, 268-269 Elias, Norbert: 237n, 253 Erikson , Eri k H. : 263- 265 espíritu de la comunidad: 101, 48; véase también, Creencias comunita rias estatus de zonas en Winston Parva: 7 4-
de: de marginados: 153 os: 1 54;139; d e jóvenes: 198, 2 2 1147, ; de niñ 18 1; e n zona 2: 1 14- 1 16; véase tam bién, conrmidad, presión para chisme creencias comunitarias: 77-79, 92, 133, 147148, 206, 209, 244245, 250; efecto de las creencias co muntarias sobre la competencia en grupos unid os: 1 74-1 7 5 ; inmu nes a la e vi dencia: 93-94, 177; véase también,
76, 90,relejo 91-92, de 95, pertenencia 104, 155157 a aso ; como ciaciones locales : 13 3 1 34; de mi 258, lias: 133, 143146, 180, 237, 265 ychi sme: 1 81 -1 82; y poder: 1 17, 181-182; estatus, casicación, en una comun dad: 7 475, 1 14-1 1 5, 1 16, 11 7, 3 3, 1 58 1 59, 22 7-2 28; as pectos teóricos: 1 16 , 1 8 1 - 1 8 2; importancia para los jóvenes: 197, 265
ÍNDICE ANALÍTICO
estatus diferencias: como problema digno de investigación: 74-76 85 96 115 159160; iccioes inhe rentes en: 1 1 5 1 17- 1 18 estatus ideología de creencias comunitarias chisme estatus jerar quía: 92 1 14 1 3 4 202 227228 239
ere establecidos y marginados; mvilidad social Winston Parva dearrollo; zona 3 desarrollo hereia sociológica: 202 227 236 263264 Holt L. P.: 263-264 Howe, Louisa P.: 263264
estructura comuitia: 95-97 2 70 ; y es tructura miliar: 1 20- 1 2 1 273 27 8 tmbin milias; estructura miliar estructura social; Winston Parva distribución de parientes; zona 1 patrones miliares; zona 2 patrones familiares; zona 3 patrones miliares estructura familiar: 27 5 27 6 27 8; y es tructura del vecindrio: 120 126 273-278; tmbin familias estudios comunitarios: 83-84 95-100
identicación: aspectos sociológicos de la: 26 3- 266; de indi viduos con gru po: 18 2 18 3 1 85 ; delos jóvenes co las ormas de los adult os: 19 7; pro blmas de identicación de los jó vees: 198- 199 25 8 indusrial ización: 95 97 242 2 45 276 ; tmbin Winston Parva ricas; urbanizac ión
milias: con tres o más hijos: 210; de clase media: oo 1 19 246 27 3; de clase obrera: 1 29 - 1 30 247; des orde adas: 79-80 16 3 16 5 178 - 1 79 1 88 203 204 21 2 223 2 25 264; «m atro céntricas» : 1 19-1 27 132- 13 3 273274; «n ucleares»: 1 3 2 2 73 ; «vi ejas»: 74-75 1 78 184 233- 234 236- 240; tmbin «novedad»; «vejez»; zona 1 patrones miiares; zona 2 patrones familiaes; zo na 3 patrones
jóvens: búsqueda de identidad: 197 20 258-259; comportamiento del púlico en cine: 1 9 1 - 196; de familias deordenadas: 198205; ectos de la structura comunitaria en el cre ciiento: 186187 196-201; en Wiston Parva 186229 247; gru po marginados de a generación ms joven: 19 3 200-20 2; inanición de tiempo ibre 19 5- 1 96; ocupacio ne del tiempo ire: 189190 195; parones de cits: 206; relaciones
miliares oulkes S. H: 263 Freud Sigmund: 263 264 grupos de inmigrantes excusión por viejos residentes: 1 53 - 1 58 241 - 242; problemas sociológicos: 89-92 95 1 59 240-24 1 243-2 45; zon a 3 co mo comunida de inmirantes: 158 227 241; tmbin proemas de los nueos residenes; relaciones
Huntr loyd: 102
enre estabecidos y marginados los jóen es de la zon a 2 y l zonen 3: 1 9 204 2 1 1 228 ; re ones sexu les: 206-209 218 Ker Madeine: 121 124 ídees comuniai 102 139 143148; véase tmbién, Cn ej Dew « ie js miias » «os hios»: vése nis
ÍNDICE ANALÍTICO
Mrton, Robrt K.: 267-270 mnorías: n zona 1: 79 100 105; n zona 2: 79 105 1 1 1 165; n z ona 3: 79- 80 15 5 16 0-161 163 165 20 3205 2 1 8 2 58 ; mp ortanca so co ló gca: 84 16 5 244; mnorí a d m las dsordnadas: 203 2 18 2 25 -22 7 269; mnoría d jóv ns dsordna dos: 198 -200 209-2 1 2 21 8; «m no ría d os mjor s» n la magn d yo d los stablcdos: 185 244; «mnoría d lo s pors n la magn margnada: 160- 16 1 244; véase también rlacons ntr stablcdos y margnados, grupos nmgrants Morrs , Trnc: 2 2 1 movldad socal: 242-248; aspctos mgratoros d la: 147 227 2 41 - 243 246-248 mujrs: n l trabajo: 106-112; papl d: 1 22 1 24; véase t am bién mlas, structura mlar nños: aprndzaj d las dfrncas d status: 176-177 228; cantdad d nños n Wnston Parva: 210; con trol socal d nños : 1 8 1 ; nños d la call: 21 0-2 11 ; véase también Dln cunca, Jóvns <
290
ctor d la structura comuntara: 74-75 90 1 59 233- 234 ; véase también problm as comuntaros d los nuvos rsdnts; rlacons ntre stablecdos y margnados; zona 2 rlacons con zona 3; status de zonas n Wnston Paa obsrvacón partcpant: 189 pandllas: 200 210-211 219-220 224; véase también dlncunca Parsons , Talcott: 2 5 7 podr soca l, n Wn ston P arva: 1 3 74 77 93 114-115 143 233 -234; élt d podr: 114 138-139 143-145 146-148 233; monopolo d pos cons clav como nt d: 148 237; prtnnca a la rd d vjas mlas como nt d: 143-146; suprordad d status y: 74 96 podr, como condcón d la c nca dl chsm: 181; dstrbucón d podr ntr gnracons: 197; y autocontrol: 237; véase también, rlacon s nt r stablcdos y mar gnados; zona 2 prjuco socal: 247-248 253 264 prs ón socal: véase conrmdad, pr són para problmas comuntaros d los nuvos rsdnts: 153-154 159; véase t am bién zona 3; rlacons ntr sta blcdos y margnados; grupos d nmgrants; Movldad socal pocedmientos soc ológcos : 17 7 5 -8 2 95-98 189 255-257 270 276-277; véase también análss y snopss guracona; análss stadístco
rds: rd d mlas 131 158 231 238-239; rds d mas ndv duas: 1 20- 1 2 1 1 5 8; r d de «vejs
ÍNDICE ANALÍTICO
milias» 128-133, 144-145, 158, 1 84, 234-240 relaciones de clase 74-76, 90, 2 43 relaciones entre establecidos y margina dos o, 91-93, 95, 115, 147-148, 153-154, 156, 178-180, 184-185, 232-233, 238-241, 243-244, 247, 25 7 -2 58; en los jóvenes 93, 19 7198, 204-205, 211, 228 pandillas como grupos marginados 200, 2 1 2; véase tam b ién chisme, Winston Par va, relaciones vecinales; zona 2; zona 3, relaciones con zona 2
de «viejas familias» ; zona 2, patrones miliares vergüenza, sentimientos de, sentimien tos de vergüenza de los marginad os con respecto al chisme recriminato rio 156, 157-158, 179-83; véase tam bién conciencia vivienda y estatus 74, 88-89, 101
teoría sociológica centrad a en la milia 275 tiempo libre actividades de esparci miento de jóvenes 188-191, 216-
Weber, M: 82 Willmott, eer 273 Wilson, Bryan 25 Wilson, Charle s, Fundador de Winston Parva 87-88 Winston Parva aislamiento 1 1 5, 246247; asociaciones locales 30-148; autoridad educativa del condado 189; bares 90-91, 153-154, 219; «batalla de Winston Parva» 62; Calles 87-88; Cine 19-96; Con
2 1 7; agrup aciones socia les y 9 0-9 2; asociaciones locales como activida des de esparc imient o 14 3; nanición de tiempo libre enjó venes 19 5- 197; tipo de actividades de esparcimien to en comunidades preindustriales 128-129; véase también asociaciones locales; chisme, valor de entreteni miento; Winston Parva, bares, zona 2, actividades de esparcimiento, ri tuales de visita Townsend, Peter 123
cejo de Dis trito Urbano 1 0 1 ; deli tos de adultos 221-223; desarrollo 73, 87-8 9, 99-1 01 , 23 2- 23 3; de scripción general 73-74; distribución de cla ses 105; éite de poer 102-103, 1 17, 138-139, 143 , 14 6, 14 8; estruc tura laboral 74, 100, 1 05 , 1 1 3 - 1 4, 149; bricas 89, 9 4, 10 5- 106, 1 07108; inmigrantes 88-95; ocial de la juventud 2 1 9; ocial sperior de libertad condicional 195; orden de estats 74-75, 114-115, 116-117,
urbanizació n 97, 1 7 5 , 1 93 , 247, 276 urbanizacón la 93-97; véase tam b ién zona 3
1 56- 160, 18 , 25 264 - 265partidos ; parentes, distribución de8,150151; polí ticos 1 01 , 1 4- 1 4 1; pa trnes de votación 14-141; pobación 99; policía 12-13, 195-196, 21; re lacones de clase 74-76, 13-104; relaciones vecinaes 73-75, 90-4, 96, 108, 14, 142, 147-148, 15, 153-154, 175, 18, 229, 232-234, 246; véase tam b ién asocacones o caes; relacones entre esteco
Spencer, Herbert 248
«vejez» como cate goría sociológ ica 7 5, 85, 9, 96, 234 -2 35, 238-2 43; como ctor de estructura comunitaria 74-75, 85, 158, 178, 227-228, 233 23 5 ; como cto r de lujo de chsme 169, 177; véase tam b ién, redes, red
29
ÍNDICE ANALÍTIC O
zona 1 : convencion es de visi ta: 1 1 0; imagen general: 99 1 1 S; imag en: o, 103, 153; minoría de clase obrra:
1 1 1 ; nivel organizacional: 14 3; pa tne s amiliares: 10S, 1 19 1 27, 1 2S 14S, 1 50, 1 59; relaciones con la z ona 1: 7 7 7S , 10 3; relaciones con la zona 3: 76 , 90 9 2, 939 4, 96, 17S1So ; e laciones internas del vecindario: SS, 1 1 1 1 14; subestraticación: 1 1 1 1 1 5 zona 3: 73 , 79 ; alquiler : 1 49, 1 60; a uto
S, 1 00, 1 03 ; ocu pación de los rsi dentes : 1 o, 1 5 zona 2: 73, 79; actividades de espai miento: 1 2S 13 3, 197; alquiler: 1 0; asociaciones locales: 1 2S 1 4S; casas: 104, 160, 23 3; chisme como í nic e de estuctura: 175; condiciones de pode de viejos residentes: 1 S 1 ; cn rmia d, presión para: 1 14 1 1 5 , 1 471 4S , 16 5 ; convenc iones de clse obea, 110, 111 ceencia caismática, 142 1, ceencias comunitarias, 93, 14014 14S, 174, 17617, 1S31S4, 250; desarrollo: S790, 32; bricas, 4, 105 106; dis tibución de cases: 1 04 105; éli te de clase obea: 1 1 1, 1 1 3 , 1 1 5 , 14S; est uctua, 997; estrc tura laboal: 74-7 5, 90 , 10 5, 1 1 3, 1 49; lta de pivacia: 1 10 1 1 1 ; igle sias y capillas: 130 imagen general: 9 1 1S imagen, 76, 7S, S , 1 4S, 1 5 3 , 159, 209, 50; jóvenes: 1S6229; li deazgo: 103 , 14 1; minoías ; élite de clase obea: 111, 113, 115, 14S; mi noría de clase media: 79, S4, 1 10- 1 1 1, 165; minoía de clase obea baja:
móviles: 179; «callejón de la rata»: 15 7 1 5S; casa� 160 , 163, 1SS, 233 delincuencia: 165, 1S61S7, 210 12, 220223; desarollo: SS91, 149 1 5 1, 2 3 3 ; distribución de clases: 104105; estándares de limpieza: 160; estructura aboral: 105, 149; lta de cohesión, razones de: 146; imagen geneal: 149167; imagen: 76 , S , 1 52 153 , 1 561 57, 15 S160 , 167, 176, 210; tegiversación por esidentes de zona: 74, 1 60 1 6 1, 167; minoría de miias esodenaas: 79 , S4, 15 5, 16 0-1 61, 163- 164 , 16 6, 1 7S 1 79, 1 S; nivel g anizacional: 143; participación en Asociaciones locales: 12143; patres de vota ción: 140-142; patnes miliaes, 150151, 15S, 161164, 1SS19, 197 1 9S ; posici ó ma ginada de ls resientes: 14S, 153; polemas c munitaios e ls uevos esietes: 7 5 76, 1 5 3; eacines cn a ona : 9 1 92, 93 -94, 9 6, 17 S- 1S; e laciones vecinales: 14-143, 147-14, 153 1 5 5, 1 5 7, 1 79; tip de chisme: 1 7S 1S
y marginados; fa milias; tiempo lire; jóvenes; zona 1; zona 2; zona 3
Young, Mic hael: 1 2 1 , 27 3
22
Índice general
Sumario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Prólogo, Tatiana Savoia Landini . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 1 Presentación, Stephen Mennell ..... ..... ..... ..... ... .. 2 1 . . . 23 Prefacio,Norbert Elias y John L . Scot son . ............ Introducción: Ensayo teórico sobre las relaciones entre establecidos y marginados, Norbert Elias .. .. .. .. 27 l . Cons ideraciones sobre el método . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 3 .. .. .. .. .. .. ..8 7 Relaciones vecinales en construcción II I. Imagen g ener al de la z ona 1 y la zona 2 . . . . . . . . . . . . 99 I La s milias mat rocéntricas de la zona 2 . . . . . . . . . . . 1 1 9 Asociaciones locales y la « red de viejas milias » . . . 12 8 VI . Imagen ge neral de la zona 3 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 49 VII. Observaciones sobre el chisme .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 1 6 8 VI II . Jóvenes en Winston Pa rva .. .. . .. .. . .. .. .. . .. .. . . 1 86 IX. Conclusiones .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . . 2 3 0 .
AÉD Apéndice 1. Aspectos sociológicos de la identifcación, . ..... . . . . . 263 Norbert Elias . . . . . . . . . . . . . . . ....... Apéndice 2. Nota sobre lo s conceptos de «estructura soci al» y «anomia», Norbert Elias . . . . . . . . . . . . ....... . . . 267 Apéndice 3. Sobre la rela ción entre «mili a» y «comunidad», Norbert Elias . . . . . . . . . ...... . . . . 273 .
. . . . . . ..... Bibliografía seleccionada....... .......... .. ......... ... Índice analítico . . . . . . . . . . . . . . ......
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