Capítulo 1
Las tres miradas sociológicas Flabián Nievas 1
La ciencia es una actividad propia del mundo moderno. Sus orígenes datan aproximadamente desde el Renacimiento. Sus comienzos están ligados a las formas más simples simpl es de conocimiento: las del mundo físico, cuyas regularidades son comparativamente sencillas de observar debido a que se trata de objetos externos al observador y relativamente estables tanto en su reposo como en sus ciclos. La observación sistemática de los astros dio lugar a las primeras formulaciones que pueden hoy reconocerse como científicas. Copérnico y Galileo figuran entre los primeros que inauguraron inaugu raron este modo de conocer. Estas observacioobser vaciones fueron, por su parte, modelando una manera de pensar distinta a la por entonces corriente; una forma abstracta, regida por reglas invariantes, que fueron configurando una lógica particular (que retomaba, porque nada es enteramente nuevo, planteos de los antiguos griegos, pero en distintas condiciones) culminando finalmente en lo que se conoce como la “razón” moderna: una serie de enunciados concatenados que conforman una unidad armónica, vinculados con axiomas y con la observación de los fenómenos. Esto último es importante, ya que 1 Sociólo Sociólogo. go. Investigador Instituto Insti tuto “Gino Germani Germani”” / CIES.
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diferencia otras formas de pensamiento anteriores, especulativos, esencialistas y dogmáticos. Los dogmas no necesitan demostración, sino simplemente la adhesión a ellos; no generan conocimiento, sino creencias. La ciencia no es dogmática; por el contrario, se postula como una forma de conocimiento en perpetuo desarrollo. Es por esta razón que, contra lo que habitualmente se cree, la ciencia no busca (ni obtiene) la verdad , concepto metafísico, esencialista y dogmático. La ciencia busca y genera conocimiento, que es algo bien diferente. El conocimiento nos permite dominar la naturaleza, se desarrolla y con ello podemos avanzar en nuestro dominio del mundo (que aún es bastante pobre, por cierto, por mucho que nos impresionen algunos avances científico-técnicos). Para que ello ocurra es necesario organizar sistemas de conocimiento, las teorías. Sin teoría es imposible el conocimiento científico. Para expresarlo con una metáfora, la teoría es el esqueleto y el conocimiento son los órganos; todo se sostiene por la teoría. Si se cae la teoría, el conocimiento generado por ella entra en descomposición. Lo fascinante de la ciencia es que admite más de una teoría para explicar un mismo aspecto de la realidad. En todas las disciplinas científicas coexisten diferentes teorías que dan cuenta de los mismos fenómenos, pero de manera disímil. La física, por ejemplo, cuenta con dos teorías para explicar la luz (la teoría corpuscular o de los fotones y la ondulatoria) y ambas explican, cada una de manera singular, la luz. Pero más interesante aún: ambas teorías se niegan mutuamente, y ambas han sido corroboradas experimentalmente. Esta situación, sin embargo, no entraña ni una paradoja ni una rareza en la ciencia. Por el contrario, es casi el lugar común de cualquier disciplina científica. Esto es posible, justamente, debido a que la ciencia construye conocimiento, y éste es asequible desde diferentes marcos. El pensamiento científico es un pensamiento complejo. El pensamiento dogmático es simple, por ello busca la verdad, necesita la seguridad de creer que las cosas son de una manera, de un único modo. Supone, por ejemplo, que hay una historia verdadera, sin advertir que siempre la historia es una construcción definida por una corriente historiográfica particular, y que ello no supone ni falsificaciones ni “manipulación” de las fuentes. Del mismo modo que una situación cotidiana puede ser interpretada de diferentes formas por distintas (24)
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personas, los hechos históricos tienen interpretaciones diversas, según la corriente historiográfica que la reconstruya, y esto se debe a que las diferentes teorías enfatizan más unos aspectos que otros. Pero ninguna “miente”. (El pensamiento simple opone verdad a mentira; el pensamiento científico construye argumentos sofisticados en los que los elementos de los hechos son considerados con importancia diferencial). De cualquier modo nuestro interés se centra en la teoría social, más específicamente en la teoría sociológica (o, debiéramos decir, en las teorías sociológicas). Y dentro de ellas, más particularmente en los grandes cuerpos teóricos ya que, ciertamente, abundan teorías específicas en sociología. Pero daremos cuenta de las tres que conforman la gran cantera de las que las demás se nutren. Estos cuerpos surgieron de manera relativamente temprana, alguno de ellos prácticamente con la misma estructuración de las ciencias sociales. Eso explica que el materialismo dialéctico como teoría no sea exclusivamente sociológica, sino también política y económica, ya que tales divisiones surgieron posteriormente a dicha teoría. Las ciencias sociales
La transformación del mundo social ocurrido entre los siglos XVIII e inicios del XIX fue un fuerte estímulo para tratar de entender lo que ocurría. De manera considerablemente inesperada surgió un aspecto que hasta entonces no había sido considerado como parte de la reflexión científica, ya que sólo lo habían advertido los filósofos: que había un aspecto de la realidad que era “lo social”, y que lo social tenía entidad propia; no era un orden asociado a lo natural ni tampoco a lo divino. Nació entonces un ámbito de la realidad específica. Esto no resulta muy difícil de comprender si consideramos que de una sociedad relativamente estable (que, aunque tenía cambios, estos ocurrían a un ritmo que escapaba al registro de la memoria —por entonces no existía la práctica secular de construir registros en base a documentación; los únicos registros los llevaba la iglesia, pero eran (25)
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inaccesibles—) y de población mayoritariamente campesina, se pasó en poco tiempo a vivir grandes cambios políticos, económicos y sociales, comienza a concentrarse la población en las ciudades, fenómeno promovido por la revolución agraria y la revolución industrial. No es que la humanidad no hubiera conocido las ciudades, sino que en la Europa medieval esas concentraciones se habían perdido. Para valorar adecuadamente esto, Londres (junto a París las mayores ciudades europeas de entonces) tuvo la siguiente evolución: de inicios a mediados del siglo XVI tenía unos 100.000 habitantes, a mediados del siglo XVII, ya contaba con medio millón de habitantes, a mediados del siglo XVIII, con 700.000 y a inicios del XX, con cuatro millones y medio (casi ocho millones en la actualidad). La vida urbana implica una mayor interacción que la vida rural, por el simple hecho de la concentración espacial de los habitantes; esto conlleva asimismo a una mayor interdependencia, una mayor cantidad de fricciones, todo ello en el marco de una fuerte conmoción política causado por la revolución francesa. El cambio político significó una alteración en las regulaciones sociales consuetudinarias, lo cual generó por un lado desconcierto y por otro la necesidad de entender lo que estaba ocurriendo. En general este es el marco en el cual surgieron las ciencias sociales. Estas primeras reflexiones intentaron realizarse en el marco del tipo de pensamiento que ya primaba, el científico. Estos primeros intentos buscaban emular a las ciencias más desarrolladas en el momento, primero a la física y luego a la biología. Pero también hubo otros intentos, independiente de estos modelos. De manera que nos puede resultar extraña, no siempre las formas más desarrolladas e independientes fueron las que aparecieron en último lugar. Aquí es necesario considerar que la línea de tiempo no siempre ni necesariamente acompaña a la línea de desarrollo científico. Para decirlo de una manera más clara: no siempre lo último es lo más evolucionado. ¿Por qué algo generado ulteriormente podría estar, en la línea de desarrollo lógico, antepuesto a modelos ya existentes? La respuesta hemos de buscarla en las bases en que se fundan los distintos tipos de pensamientos teóricos, cuestión que abordaremos luego. Antes de ello es necesario decir que las ciencias sociales comenzaron de manera más o menos indiferenciadas, como reflexiones en función de temas (o ámbitos de realidad) y no como un enfoque (26)
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particular, específico de ellos, como lo es actualmente. Esta segmentación sobrevino con el desarrollo, con cierta especialización de las mismas. Originalmente este pensamiento devino de la filosofía social, una forma de transición entre la filosofía y la ciencia. Veamos la diferencia sustancial entre ambas. La filosofía es una reflexión básicamente especulativa: se desarrollan sistemas de pensamientos más o menos armónicos, generales, de alto nivel de abstracción, en forma de modelos o sistemas de pensamiento, mientras que la ciencia permanentemente busca la constatación empírica de sus proposiciones. Los inicios fueron relativamente “desprolijos” (vistos desde hoy). Las primeras estructuraciones se dieron en torno a lo que se conoce como economía-política, una disciplina hoy poco cultivada aunque existente. Ella resumía las tres ciencias sociales básicas, que rápidamente se desplegaron cobrando autonomía: la economía, centrada en las transacciones y los intercambios, la política, ligada al Estado, y la sociología, cuyo nivel de observación es lo que se denominaba desde la filosofía como “sociedad civil” (hoy llamado, no sin ambigüedad, “sociedad”). Entre los primeros cultores de la economíapolítica encontramos a Adam Smith, su discípulo David Ricardo, Robert Malthus, entre otros. Justamente la primer teoría sistemática de lo que hoy es nuestra disciplina es una crítica de la economía política. Esta crítica fue planteada por Karl Marx y Friedrich Engels a mediados del siglo XIX. El materialismo dialéctico
Esta corriente es generalmente conocida como “marxismo”. La denominación, asociada a su principal arquitecto, es injusta con F. Engels, quien trabajó a la par de Marx. Por otra parte, es imprecisa, pues etiqueta con una nominación asociada a una persona lo que es una teoría: el materialismo dialéctico, el que, llevado a los análisis empíricos, se denomina materialismo histórico. El materialismo dialéctico, que se nutre de la crítica al materialismo vulgar o contemplativo de Feuerbach y a la dialéctica idealista de Hegel, construyó su gran edificio teórico en la crítica a la economía-política. ¿Qué designa, (27)
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exactamente, la palabra “crítica”? En sentido vulgar criticar es hablar mal de algo o alguien. En ciencia se utiliza este término para expresar el análisis de los supuestos o sustentos de algo. Así, por pensamiento crítico se entiende el pensamiento que profundiza en las implicancias y antecedentes de otro pensamiento. Marx y Engels comenzaron en su juventud a criticar tanto al pensamiento de Feuerbach, prestigioso filósofo discípulo de Friedrich Hegel, y al propio Hegel, una de las mayores eminencias de la filosofía alemana junto a Immanuel Kant. Sin entrar en pormenores de este pensamiento, que otros textos de este libro abordarán, sí es importante remarcar un aspecto que lo distingue de los demás: centra su atención, no en las entidades, sino en la relación entre las entidades (entendiendo “entidad” en sentido amplio, lo que incluye cosas y personas). El significado de las entidades depende, en consecuencia, del tipo de vinculaciones que tenga con otras entidades. Renuncia de este modo a toda ontología (estudio del ser) ya que la esencia son estas relaciones, y no las entidades mismas. Una cosa o una persona están determinadas por sus vinculaciones, no por sí mismas. El dinero, por ejemplo, puede adoptar varias formas; examinemos tres de ellas: la moneda es un elemento metálico tallado de una manera particular; el billete es un papel con dibujos y filigranas particulares; el dinero electrónico es una serie de pulsos elementales de cargas eléctricas positivas y negativas que en un orden determinado significan dinero. ¿Qué es lo que los iguala al metal, al papel y a las cargas eléctricas? Que todas, en un determinado marco son dinero. ¿Y qué es el dinero? Una forma particular de expresar un determinado tipo de vínculo entre las entidades. Este tipo de construcción intelectual contraría la tradición occidental, tributaria del pensamiento griego hegemónico a partir de Aristóteles, que centra su atención en las entidades. A partir de la definición de las entidades, entonces evalúa su relación. El materialismo dialéctico, por el contrario, observa centralmente el vínculo y, a partir de éste, evalúa las entidades. Pero, además, construye la teoría no sobre cualquier vínculo, sino sobre el entramado de relaciones estables para cada período histórico. Marx y Engels parten, para ello, de la siguiente premisa: para que haya historia humana deben existir los humanos; para que éstos existan es necesario que vivan y se reproduzcan; su vida y reproducción está condicionada por su corporeidad y las (28)
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condiciones (naturales y sociales) en que se encuentran (por ejemplo, no puede haber pescadores allí donde no existan cursos o espejos de agua, ni mineros en una llanura). Son esas condiciones, el hecho de ser bípedos, con manos que les permiten manipular elementos, dada la disposición del dedo pulgar (lo que lo distingue en principio de otros homínidos), desarrollándose en distintos medios ambientales que permiten su existencia y reproducción, por donde comienza la observación. Dado que el humano es el único ser vivo que no vive únicamente de lo que encuentra en la naturaleza sino que construye su hábitat, y que los medios ambientales son múltiples y diversos, ha de considerarse qué y cómo producen su propia vida material. Remontándonos a la prehistoria sabemos que los grupos humanos se especializaron, según el medio en que se encontraban, en cazadores, recolectores, pescadores, etc., y que con el desarrollo de los grupos en el tiempo, acumulando conocimiento, experiencias, destrezas, fueron paulatinamente dominando el arte de reproducir algunos vegetales (agricultura) y animales (ganadería). Esto posibilitó su sedentarismo, ya que comenzaron a garantizar, de este modo, su reproducción material en un lugar sin tener que mudarse constantemente de una región a otra, detrás de los recursos. De modo que el acento para entender la dinámica de los grupos humanos se pone en ver qué y cómo se produce. Dicho en otras palabras, en discernir las relaciones de producción que se estructuran en cada uno de ellos. En la medida que tales grupos crecen y se interrelacionan entre sí van conformándose lo que actualmente llamamos “sociedades” (pese a que es un término vago, y no hay razón para no denominar así también a tales grupos) o, si se quiere, sociedades más complejas. Entender estas sociedades complejas requiere comprender sus relaciones de producción, ya que el conjunto social puede reproducirse sólo a partir de ellas. A estas relaciones de producción, dadas en un período histórico en un determinado espacio (por ejemplo Europa occidental, medio oriente, etc.) ellos lo denominaron “modos de producción”, encontrando que tales modos de producción se suceden unos a otros en una secuencia de sucesiones que supone cada vez mayor complejidad. Ahora bien, no es necesario ir al fondo de la historia o la prehistoria para conocer dicha secuencia. Se trabaja de manera contraria: sólo comprendiendo el modo de producción más complejo se pueden (29)
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entender los modos de producción menos complejos. ¿Por qué seguir este camino, que parecería el más difícil, el que contraría la lógica elemental que supone que sólo comprendiendo lo simple es posible encontrar la solución de lo complejo? Básicamente a que Marx y Engels prestaron atención a un factor de suma importancia, al que recién en las últimas décadas la ciencia está considerando en toda su dimensión: el azar. A diferencia de los proyectos intelectuales propios de su época, en particular en gran proyecto del positivismo, que pretendía encontrar las regulaciones de toda la actividad cósmica en forma de leyes, Marx y Engels encuentran leyes (es decir, tendencias invariantes) acotadas a cada modo de producción, y entienden que la articulación de las mismas no está concatenada con necesidad matemática, sino que influye fuertemente el azar en su constitución. Una vez constituidas, entonces sí operan con la efectividad de una ley natural. Pero será nuevamente la conjunción de éstas con el azar lo que determinará el fin de un modo de producción y su sustitución por otro más complejo. Para tratar de entender esto de una manera más sencilla propondré un ejemplo simple: cualquiera de nosotros, Juan o Pedro, se explican en su existencia a partir de sus padres; ellos sólo existen porque sus padres los engendraron. Ahora bien, si nos remitimos al momento anterior, es decir, a sus padres, la existencia de éstos no explica la de sus hijos Juan o Pedro; bien pudieron no tener hijos, o bien pudieron tener hijas, o bien pudieron tener otros hijos, distintos a Juan y Pedro (de hecho, cada persona es única porque surge de la unión de un espermatozoide y un óvulo particulares; otro espermatozoide u otro óvulo darían como resultado otra persona). Repasando, sólo a partir del presente puede explicarse el pasado, y no desde el pasado explicar el presente. ¿Cuál es, entonces, la necesidad de recurrir al pasado? Que en él se dieron las combinaciones entre leyes tendenciales y causas azarosas que culminaron en este presente y no en otro. Estas combinaciones particulares sólo son aprehensibles a partir del estudio de las relaciones entre las entidades. Por ello este modelo teórico parte del estudio de las relaciones sociales, en particular, acentuando aquellas que resultan relativamente invariantes en un tiempo-espacio dado (lo que, vimos, es un modo de producción). (30)
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El modelo holista
En el último cuarto del siglo XIX aparece la sociología en su forma actual, es decir, incorporada como una disciplina científica en el ámbito académico. Su impulsor fue Emile Durkheim. Para definirla como tal debió circunscribir su objeto de estudio y un método (toda ciencia tiene un objeto y un método particulares, propios, que es lo que la distingue de otras ciencias). Durkheim definió como ob jeto de la sociología a la sociedad. Esto puede parecernos obvio, pero contiene una serie de implicancias. Por empezar, ¿qué es la sociedad? Algo distinto a la suma de los individuos que la forman. Esta configuración sinérgica es lo propio de lo social. Observando el todo luego se puede entender cómo funcionan las partes, ya que éstas no son sino adaptaciones funcionales al todo. Justamente por ello la unidad analítica del holismo es el “hecho social”, entendiendo por tal al fenómeno colectivo (es colectivo porque es social, y no a la inversa) que actúa ejerciendo sobre las personas un poder coercitivo, de fuerza superior a ellas, y que es, a la vez, anterior a las mismas. El holismo descarta las explicaciones individualistas, dejándolas para la psicología. La conducta de las personas nunca puede explicarse por sí misma, sino que sólo son inteligibles en el conjunto. El hecho social es mensurable, y en él se manifiesta la vida anímica de la sociedad. ¿Cómo es posible aprehender el hecho social? A través de la estadística, que es “el alma de los pueblos”. El holismo se basa casi exclusivamente en el uso de la estadística para la construcción de sus observaciones, dado que lo importante es lo que ocurre en promedio. Las acciones, las conductas, los gustos y todas las características humanas se distribuyen de acuerdo a una curva normal, también conocida como “campana de Gauss”, la que grafica la distribución de elementos (en función de una característica dada), de una manera tal que la mayoría de los mismos tiende a agruparse en torno al centro de los valores, mientras que hacia los extremos la cantidad de elementos tiende a disminuir. Los casos medios son los mayoritarios, a los que se denomina “normales”, mientras que los que están en los extremos se los llama “casos desviados”. Así, por ejemplo, si observamos una curva de tendencia política, el grupo mayoritario se (31)
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agrupa usualmente en el centro ideológico, mientras que una minoría se desplaza a la izquierda, otra a la derecha, y grupos menores aún se sitúan en los extremos derecho e izquierdo del arco. Esto es, al menos, lo esperable. Si el comportamiento ideológico es distinto (de hecho va variando en distintas circunstancias históricas) es necesario elaborar una explicación al respecto. Pero el holismo generalmente permanece en el plano descriptivo de la situación, lo que toma como “dato empírico”, siendo éste más valioso que las explicaciones especulativas en torno a él. En todo caso, recurre al análisis multivariado, es decir, tomando en consideración varios aspectos a la vez, lo que le permite establecer correlaciones o regresiones (que son técnicas estadísticas específicas) que “muestran” cómo distintos factores se vinculan entre sí, o varían con el tiempo. El método estadístico, hoy muy difundido en las ciencias sociales, permite, en efecto, ver cómo son las cosas, pero también tiene un carácter performativo, es decir, que induce a que las cosas sean como son y no de otro modo. Teniendo una noción (y todos la tenemos) de las cosas que se consideran “normales” (es decir, que están en el centro de la curva), consciente o inconscientemente tendemos a asimilarnos a ellos. Esto hace que se refuerce esta forma de distribución, con lo cual los registros tienen poder de formación de lo que registran. Daré un simple ejemplo de esto. Aunque no hay una edad específica para tener una pareja estable (lo que incluye convivencia, una grado relati vamente elevado de exclusividad sexual, etc.), y la misma está influida entre otras cuestiones por la clase social a la que pertenecen los indi viduos (generalmente las parejas estables se dan entre miembros de una misma clase social), sabemos que ronda aproximadamente entre los primeros años de la segunda década de vida y los primeros años de la tercera década de vida de los sujetos. Esto hace alguien de 18 años, pongamos, sea “demasiado joven” para establecer una pareja de este tipo, y si a los 40 aún no lo hizo sea considerado un/a solterón/a. No sólo los allegados le harán notar de muchas maneras la “anomalía”, sino la propia persona se cuestionará si, cuando aún es “muy joven” siente deseos de hacerlo, o si, pasada la edad en torno al promedio aún no lo ha conseguido. Aparecerán los más diversos argumentos (que se debe “vivir la vida”, en un extremo; que “hay que asentar cabeza”, en el otro), todos tendientes a encauzar a la persona para que se aproxime (32)
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lo más posible al término medio. Si esto no ocurre, una serie de impugnaciones y sanciones sociales (leves, pero efectivas) harán sentir al individuo que está traspasando los límites de lo “aceptable”. Ahora bien, si esto tiene efecto, tiende a reforzar la imagen de la forma de distribución a la que nos referíamos antes (la distribución normal); y si no lo tiene, serán casos “desviados” que también contribuyen al mismo refuerzo, ya que serán los menos los que acepten vivir en esa condición anómala. Estas circunstancias hacen que el modelo holista sea considerado conservador, ya que se ciñe centralmente a lo existente, a lo dado, y rotula lo que ocurre mayoritariamente de “normal”. Esto tiene el efecto descripto (generalmente nadie quiere ser considerado “anormal”), lo que refuerza el orden establecido. El individualismo metodológico
La tercera gran aproximación teórica de la sociología fue elaborada entre fines del siglo XIX e inicios del siglo XX desde un punto de vista radicalmente opuesto al holista. Considerando al individuo el centro de todo vínculo social, toma como unidad de análisis la “acción social”, es decir, la actividad del sujeto considerada en su mínima expresión. Inspirado en el modelo atómico, supone que las mallas de actividades sociales pueden ser estudiadas a partir de su núcleo mínimo e indivisible, que es la acción del sujeto humano. Si podemos comprender las acciones de los sujetos, estaremos en condiciones de entender la totalidad de las vinculaciones, eso que llamamos redes sociales. Su gran teórico fue Max Weber, quien también se debatía en su país con quienes sostenían que no podía haber una ciencia de lo social (en realidad, las llamaban ciencias del espíritu). El individualismo metodológico clasifica cuatro tipos básicos de acciones sociales (habiendo deslindado previamente cuáles acciones son “sociales” y cuáles no). Una acción es social si se desarrolla con la expectativa de una acción recíproca (que no significa necesariamente que se trate de una acción de la misma naturaleza). Es social, por ejemplo, la acción de aceptar un papel coloreado (dinero en billete) a (33)
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cambio de un bien o un servicio en tanto se lo hace con la expectativa de poder adquirir otro bien o servicio entregando ese mismo papel pintado. El núcleo de una acción, para que sea “social”, en consecuencia, está puesto en la expectativa. De modo que se reintroduce el subjetivismo en la sociología, entendiendo por ello la perspectiva del actor social, en contraposición con la tradición holista que tomaba la totalidad del entramado despreciando el estudio de la acción individual. Metodológicamente tiene una perspectiva teleológica; importa la finalidad buscada, el sentido mentado de la acción, es decir, el direccionamiento que la misma tiene, independientemente del logro o la frustración de la expectativa. Ahora bien, dado que el sentido de la acción es subjetivo y por lo tanto tan diverso como personas hay en el mundo, el individualismo metodológico postula como superación de ese escollo una tipología de acciones sociales; trata de tipificar racionalmente los diferentes tipos de acción (que no son siempre ni todos racionales), incorporando para ello, además de la razón que puede regir estas acciones, también la costumbre, los sentimientos y los valores. Todos ellos conforman un marco que el sociólogo puede racionalizar y con ello comprender las acciones básicas, mínimas, que en su conjunto conforman la totalidad de la actividad social. Una acción cuya expectativa es cumplida está armoniosamente enlazada con otra acción cuyo sentido era afín a la primera. Si esto no ocurre tenemos una situación conflictiva (que bien puede ser un conflicto reconocido como tal o simplemente desconcierto o desinteligencia). Dada la incorporación de valores (morales), costumbres (tradiciones), los sentimientos —positivos (afectos) o negativos (odios)—, y otros elementos del conjunto de las sensaciones humanas, como el carisma (que define como una cualidad personal “mágica” e intransferible), este marco analítico resulta sumamente atractivo, ya que torna inteligible (incorporándolas al análisis) distintas situaciones no racionales de las personas, pero en un cuerpo teórico racional. Por otra parte, la incorporación del sentido de la acción por parte del actor social pone al análisis en un marco de realismo primario. El sociólogo trata de entender el motivo de cada acción de los sujetos. Se pueden reconstruir, de esa manera, el sentido de las acciones que terminan en equívocos (conflictos). (34)
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La coexistencia de las teorías
Los tres cuerpos teóricos conviven en la sociología. Pero son tres “puertas de entrada” diferentes: por la relación social, por el hecho social y por la acción social. No son las únicas, pero sí las principales, ya que otras —una de las cuales consideraremos— son variantes o combinaciones de éstas. ¿Cómo es posible la convivencia de teorías variadas, e incluso contrapuestas en uno o varios puntos fundamentales?, ¿cuál de todas es la más apropiada? Esas preguntas suelen surgir entre quienes no tienen experiencia o contacto con la ciencia. Las ciencias, ya lo anticipamos, admiten en su seno teorías que pueden ser contrapuestas. Toda teoría es una construcción simbólica que contiene proposiciones básicas relativamente invariantes (postulados) los que, en interacción con la observación, permite construir hipótesis (explicaciones probables de un fenómeno) que, en la medida que puedan ser corroboradas por datos empíricos, se conforman en tesis o demostraciones. Toda tesis o demostración es siempre precaria, históricamente acotada, pues el avance del conocimiento y el desarrollo de las teorías existentes o de otras nuevas puede revocar esas tesis, estableciendo nuevas. En el caso que nos ocupa, además, el objeto de observación (las sociedades) varía más o menos rápidamente, lo que hace que aún sin que haya grandes cambios teóricos, las demostraciones sean siempre provisorias, históricas. Lo que hoy es de una manera mañana puede serlo de otra, incluso opuesta, simplemente porque varió la situación. Si bien no se puede establecer la supremacía de una por sobre otra teoría (en todo caso hay investigadores que se sienten más a gusto con una que con otras) sí es cierto que hay determinado tipo de fenómenos que son mejor abordados por una teoría que por otras. Así, por ejemplo, el complejo proceso de cambio social es mejor desarrollado por el materialismo dialéctico. La reproducción social, en cambio, encuentra grandes posibilidades de abordaje desde el holismo. Lo cotidiano, finalmente, tiene mejores herramientas de elaboración desde el individualismo metodológico. Esto no significa que cualquiera de las tres teorías no puedan abordar todos los aspectos; simplemente se trata de que unos aspectos son más enfatizados por el abordaje de (35)
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unos cuerpos teóricos que de otros. Tengamos en cuenta que toda sociedad es relativamente estable (es decir, que se reproduce) pero a la vez, no es idéntica a sí misma cada día (es decir, que va variando), y que en todos los casos hay siempre situaciones cotidianas. Esto permite a los tres grandes cuerpos teóricos clásicos la coexistencia. Aunque parezca curioso no suele haber debate entre teorías, sino en el interior de cada cuerpo teórico. Los sociólogos holistas compulsan entre sí, al igual que los individualistas metodológicos y los marxistas. Esto es extraño en cierto punto ya que tanto el holismo como el individualismo metodológico surgieron como alternativas al materialismo dialéctico. Esto se debió a que la teoría marxista —que, como dijimos, no puede ser asimilada únicamente a la sociología— fue apropiada por los movimientos antisistémicos ya desde el siglo XIX, en especial por algunos sectores de la clase obrera y de intelectuales revolucionarios. Dada la profunda comprensión del capitalismo que brinda, era la mejor teoría para postular un cambio social, ya que sólo conociendo en detalle un sistema social es posible intentar un cambio del mismo. Frente a esta situación, Durkheim en Francia y Weber en Alemania se enfrentaron al problema práctico de tener un movimiento obrero revolucionario. Ellos, por distintos motivos, adherían al régimen social existente, aún reconociendo que el mismo merecía cambios para hacerlo más justo. Pero pensaban que no era conveniente un cambio revolucionario. Ambos por distintos motivos. El contexto de producción de las teorías
Las diferentes teorías fueron elaboradas en distintos contextos históricos, políticos y sociales. El materialismo dialéctico toma parte de la tradición filosófica alemana, pero se elabora en el marco tanto de las luchas obreras que se desarrollaban en el continente europeo a mediados del siglo XIX como de la búsqueda de alternativas superadoras al capitalismo en que se hallaban inmersos numerosos intelectuales de la época. Muchos de ellos —Robert Owen, Henri de Saint Simon, Charles Fourier, Étienne Cabet— proyectaban sociedades fantásticas, armoniosas, que incluso algunos intentaron llevar a (36)
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cabo (y fracasaron), lo que les valió el nombre genérico de “socialistas utópicos”. En contraposición con estas ideas, los precursores del materialismo dialéctico intentaron (y lograron) dar un sustento científico a las ideas socialistas. Lo cierto es que lo que lograron fue un estudio minucioso de la lógica del capitalismo. Marx y Engels vivieron los avatares de una vida de exilios, debido a sus posiciones políticas, lo que los compelía a actuar de manera relativamente secreta. En dicho contexto, y en un clima político revolucionario, como el que se dio por todo el continente europeo a mediados del siglo XIX, concentraron su pensamiento en el cambio social. En Francia todavía estaba relativamente fresca en la memoria la revolución de 1789, traumática en varios sentidos. A ella le sucedieron situaciones revolucionarias (fracasadas) en 1830, 1848 y 1871, todas encabezadas por el movimiento obrero. La república no terminaba de asentarse y los republicanos (entre ellos, Durkheim) intentaban fortificarla. Su mayor participación y producción intelectual se dio en el marco de la Tercera República (1870-1940). Aunque reconocía que los reclamos obreros eran justos, suponía que en el marco republicano sus demandas serían paulatinamente satisfechas. Es el tipo de pensamiento que se caracteriza como “evolucionista”. Por su parte, Max Weber produce intelectualmente en el contexto de la consolidación de una Alemania relativamente unificada. Alemania fue una nación históricamente escindida y reconocida en su unidad fundamentalmente por la lengua (las regiones germano parlantes). Pese a que la unidad total no existe ni siquiera hoy (Austria y zonas de Suiza conforman parte de ese mapa imaginario), la relativa unidad nacional se logró recién en 1871, luego de la guerra francoprusiana, con la instauración del Imperio Alemán liderado por Otto von Bismarck. Éste había desarrollado una fuerte burocracia sobre la que se asentaba el imperio. Pero a su alejamiento el aparato estatal perdió buena parte de su pujanza, situación que llevó a muchos intelectuales, entre ellos Weber, a pensar formas alternativas de fortalecimiento del joven Estado. Sobre todo en circunstancias en que había crecido mucho el partido Socialdemócrata Obrero (marxista) que amenazaba con llevar a cabo una revolución socialista. Weber fue un nacionalista que construyó su teoría en un contexto en el que la burocracia de Bismarck era necesaria pero insuficiente, la clase política (37)
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provenía de un sector social atrasado (los jünkers ), los capitalistas eran indiferentes a la política y los obreros (desde su perspectiva), carecían de la madurez política necesaria para dirigir los destinos del país. Como puede observarse, tres contextos diferentes dieron lugar a tres concepciones distintas, de las que se siguen nutriendo el resto de los pensamientos sociológicos hasta el presente. Las teorías sociológicas hoy
Aunque existen, son pocos los cultores de cualquiera de estas teorías “puras” hoy. Los marxistas, en general, adhieren a la variante leninista o a las subvariantes maoísta, trotskista o, en su momento, estructuralista. Hay muchas otras variantes y subvariantes, pero con escasa representación. Tampoco es sencillo encontrar holistas “puros”. Por lo general han devenido en distintas versiones del funcionalismo o el estructural-funcionalismo. El funcionalismo es, aunque parezca extraño, una suerte de fusión entre el holismo y el individualismo metodológico, desarrollado inicialmente por Talcott Parsons. Es una de las corrientes más extendidas, pese a que en general pocos sociólogos se referencian explícitamente con ella. Ha habido también intentos de síntesis entre materialismo dialéctico e individualismo metodológico; entre sus mayores expositores se cuentan Pierre Bourdieu, Anthony Giddens y parte de lo que se conoce como “marxismo analítico” (especialmente Jon Elster). También intentos de fusión entre marxismo y funcionalismo (Eric Olin Wright), entre marxismo y psicoanálisis (la llamada Escuela de Frankfurt), y de síntesis entre el individualismo metodológico y la fenomenología, que es la corriente conocida como interaccionismo simbólico (Alfred Shutz) y un largo etcétera. En general la adopción de una teoría delimita el tipo de objeto que se abordará. Para los análisis globales indudablemente las herramientas más apropiadas son el holismo y el materialismo dialéctico; el primero para los estudios sincrónicos (es decir, de un momento) y el segundo para los estudios diacrónicos (históricos, que permiten ver la evolución de una totalidad social). Para abordar situaciones cotidianas o algunos enfoques de estudios culturales el individualismo (38)
Las tres miradas sociológicas
metodológico es lo más adecuado. Pero no es que se elige la teoría en función del objeto, sino que se adopta una teoría y ésta delimita el o los objetos (o niveles de observación) que se abordarán. Esta diferencia en los niveles de observación, en los objetos que se construyen, en los campos de interés que generan, es lo que facilita la situación de no diálogo entre teorías. Contrariamente a lo que sostienen algunos epistemólogos, no se trata, en general, de teorías rivales o que compitan entre sí. Todas son teorías sociológicas en tanto todas abordan, de distinta manera, lo social. Pero son inconmensurables. Quizás, la demostración más cabal de esto es la teoría relacionista desarrollada (aunque inacabada) por Norbert Elías. Este sociólogo también centra su atención en las relaciones sociales, pero no lo hace como el materialismo dialéctico, buscando invariantes históricas, sino poniendo el foco en la cultura y en los modales. Este tipo de objeto (la cultura) estaba generalmente reservado para el enfoque del indi vidualismo metodológico. Elías logra construir una perspectiva diferente, desde las relaciones. Sin embargo el método de este sociólogo es historicista, es decir, apegado a las particularidades de la historia, lo que si bien permite conocer bien un entramado específico, tiene dificultades a la hora de su generalización. Lo valioso de este cuerpo son las reflexiones metodológicas, que ayudan a construir una perspectiva que elude la dicotomía individuo-sociedad, a la que considera falsa toda vez que no existen sociedades sin individuos ni individuos por fuera de la sociedad. Esta perspectiva es sumamente importante y se enlaza (aunque es distinta) con la del materialismo dialéctico. Como puede apreciarse, la coexistencia de teorías no debilita sino que enriquece una disciplina científica. El hecho de que no haya diálogo entre ellas no es necesariamente una debilidad, pues de darse unas tenderían a desplazar a otras, empobreciendo de esa manera la riqueza interpretativa actualmente existente. Los paradigmas dominantes, que como vimos no existen en ciencias sociales, tienden a concentrar los esfuerzos científicos en una sola dirección, lo que tiene sus ventajas pues se explotan al máximo sus posibilidades, pero también tiene como desventaja que deja de lado múltiples enfoques posibles, que pueden ser igualmente fructíferos. Esa coexistencia de teorías igualmente válidas (a diferencia de otras ramas de la ciencia en las que las teorías coexisten pero hay una que es dominante) hace que en las (39)
Aproximaciones sociológicas
ciencias sociales sea muy difícil que haya una “revolución científica” como ocurre en las ciencias naturales, en las que cuando una teoría dominante es desplazada hay que reconstruir prácticamente todo de nuevo, tal como ocurrió con la física cuando el relativismo desalojó al paradigma newtoniano. En resumen. No hay una teoría que sea más certera que otra, una que sea verdadera y las demás que sean falsas. Lo que existen son enfoques alternativos, que se corresponden mejor con determinados intereses y apreciaciones. En sociología, para sintetizar nuestra exposición, las tres grandes corrientes teóricas se adaptan mejor según el tipo de pensamiento del sociólogo: el individualismo metodológico para comprender el mundo cotidiano; el holismo para entender el mundo tal cual es; y el materialismo dialéctico para entender la lógica del capitalismo y propender a su superación. De las tres sólo esta última explica el mundo y brinda perspectivas de poder cambiarlo.
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