Paula García Faure Universidad de los Andes Sobre el concepto de Cuerpo: apuntes para problematizar
El estudio del cuerpo se plantea como fundamental en los Estudios culturales al representar éste una arena de luchas de poder por sus usos y significados a lo largo de la historia, es así que la aproximación problemática que hacen los Estudios culturales se concibe bajo lo que se ha llamado la “ historia política de los cuerpos ” (Szurmuk y Mckee, 2009: 67) , en contraste con los abordajes esencialistas de otras
disciplinas. El cuerpo, como ente complejo donde confluyen discursos, prácticas, instituciones, tecnologías, experimentos…, demuestra siempre una resistencia a ser conmensurado y totalizado, incapaz de ser completamente entendido por discursos históricos, bio lógicos, semióticos … demostrando quizás que las continuas vivencias, reelaboraciones, subjetividades y resistencias que en él toman lugar son productos contingentes de cada cultura, sociedad y momento histórico. A continuación, un ligero detour sobre sobre cómo este concepto ha ido cobrando significación y fuerza a lo largo de varias corrientes
teóricas, desde grandes clásicos hasta la coyuntura posmoderna y tecnologizada. Sin duda, Karl Marx es perfecto para iniciar un breve paseo teórico por el concepto de cuerpo debido a su concepción del mismo como ente integral entre lo social, lo humano y lo natural. Si bien sus análisis del capitalismo como sistema económico no tienen como objeto los efectos que sobre el cuerpo este sistema genera (aunque puedan encontrarse rastros en sus conceptos de alienación, trabajo vivo o ejército de reserva), éste puede sentirse de forma latente en la medida en que el capitalismo constituye un sistema que necesita disciplinar los cuerpos de una manera muy concreta para su funcionamiento. Gracias a su análisis se pone de relieve cómo el cuerpo es más que biología o significado, es un ente relacional, en continua interacción y modificación con el mundo social y natural que lo rodea. Los hombres como parte de la naturaleza, necesitan de ella para satisfacer sus necesidades, es de este modo que intervienen en la naturaleza a través de la praxis (es decir con su cuerpo), trascendiendo los imperativos propios de la naturaleza, naturaleza, modificándola en un ejercicio positivo que que emancipa al hombre. Con el progresivo desarrollo del capitalismo esta relación se trastoca por completo, el hombre ya no produce para la reproducción de su vida, sino que esta labor está mediada por un mercado de mercancías que estipula el valor (de cambio) de las mismas según el tiempo de trabajo invertido en su fabricación. (Sossa, 2010) Este tiempo invertido es directamente proporcional al tiempo en el que los obreros trabajan en las fábricas masificadas, las cuales para ajustarse a la incipiente ley de oferta y demanda y aumentar además la plusvalía, comienzan a desarrollar mecanismos de eficiencia en la producción utilizando como base las capacidades de los cuerpos de los obreros, es decir de su fuerza de trabajo. De este modo el trabajo se fragmenta, estandariza, repite, cronometra… resultando un traba jo
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Paula García Faure Universidad de los Andes que en vez de emancipar al hombre lo enajena de su propia capacidad creadora. En esta relación, tanto 1
el cuerpo como el espíritu del obrero se ven explotados. El concepto de alienación, del trabajador con su dimensión corporal integrada, encarna una distorsión en la naturaleza humana, producto de la dominación del trabajador por el capital. En consecuencia, la enajenación económica está inexorablemente ligada con el factor corporal, con la relación del individuo y su cuerpo como mercancías. Se puede concluir entonces que en Marx, el vínculo social del hombre con su cuerpo, con su conciencia, está entrelazado con la actividad material de los hombres, o sea con su posición social. Y como apunte interesante al desarrollo de este repaso parcial al concepto de cuerpo,
señalar que Marx utilizó la palabra “hombre” en un sentido genérico, invisibilizando o universalizando las condiciones de los cuerpos en plural, a uno sólo normativo y hegemónico en la sociedad capitalista. Este análisis corporal de Marx resulta coincidente con el análisis foucaultiano de los regímenes de poder/saber disciplinadores de los cuerpos. El trabajo en las fábricas, alienado, de Marx sería un ejemplo relevante de cómo el poder necesita normalizar y disciplinar los cuerpos en este caso para hacer funcionar un sistema económico en específico. De esta manera, este giro biopolítico recuerda que la producción capitalista logra crear no sólo objetos sino también sujetos y subjetividades. “ El capital es siempre una relación de fuerzas, de poder, que conllevan un proceso de fabricación. En palabras de Marx: “La producción no crea pues únicamente un objeto para el sujeto, también crea un sujeto para el objeto” (Sossa, 2010: 51)
El cuerpo como algo más allá de las determinaciones biológicas, como una dimensión más de la producción social del hombre puede rastrearse también a través de Bourdieu al relacionar su concepto nuclear de habitus con cuerpo, ya que por este primero se entiende un producto condicionado y condicionante asociado a un tipo de existencia, lo social inscrito en el cuerpo (lo subjetivo). En este sentido, habitus serían esquemas mentales, percepciones, construcciones… que se despliegan y aprehenden en la interacción con la realidad, mediante la cual lo subjetivo es estructurado por lo objetivo, al tiempo que esta realidad es asida y mediada por lo subjetivo. Desde este análisis, el habitus se relaciona con la manera en que el sujeto mantiene una correspondencia determinada con su propio cuerpo (Barrera Sánchez, 2011).
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Con esta distinción, se percibe que la filosofía de Marx es deudora del dualismo cartesiano
cuerpo/mente. Aunque no obstante en citas como la siguiente: “ La sociedad es pues, la plena unidad del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el naturalismo realizado del hombre y el realizado humanismo de la naturaleza ” (Marx, 1976), se siente una trascendencia hacia una
visión más integral.
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Paula García Faure Universidad de los Andes Del mismo modo que en Marx, el cuerpo para Bourdieu es entendido como un producto social atravesado por la cultura, relaciones de poder y relaciones de dominación de clase. Sin pretender forzar la mirada, podría entenderse este cuerpo, que se crea a través de procesos varios de aprendizaje, como un texto donde se inscriben y pueden rastrearse las relaciones de dominación y reproducción. Y esta noción de cuerpo como texto, podría entenderse como un espacio de lucha de significados, lo cual nos llevaría a Butler y su noción de performatividad, como aquellas disposiciones, que se aprenden continuamente mediante la socialización y que van conformando categorías, como el género en su caso. De este modo, puede deducirse que el habitus no es algo estático ni siempre definido; no obstante Bourdieu no le atribuye una dimensión tan inestable y maleable como el que le da Butler al género. Para ella el que se pueda performar continuamente, lo deja abierto a todo tipo de cambios y manifestaciones, si bien deja patente que existe una manera hegemónica de performarlo. En síntesis, e l cuerpo es apropiado y vivido conforme a los capitales sociales, culturales y simbólicos
con los que cuenta el agente en intersección con su clase social. De un modo similar, para Marcel 2
Mauss (1996)
“la cultura da forma al cuerpo y describe con detalle lo que él denomina las «técnicas del cuerpo», que son «el modo en que de sociedad en sociedad los seres humanos [sic] saben cómo usar sus cuerpos» (1973, pág. 70). Estas técnicas corporales son un medio importante para la socialización de los individuos en la cultura: de hecho, el cuerpo es el medio por el que un individuo llega a conocer una cultura y a vivir en ella. Según Mauss, el modo en que los hombres y las mujeres llegan a usar sus cuerpos es diferente, puesto que las técnicas corporales tienen género” (García González, Julián)
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En esta lógica, cabe resaltar a Foucault como referente esencial en la comprensión del cuerpo como algo más que material al verlo como un producto de fuerzas y relaciones de poder . Foucault denuncia también los mecanismos de poder que operan en la sociedad capitalista y su influencia en la conformación de la subjetividad de las personas. Así, a l exponer la vinculación existente entre formas de saber-poder, técnicas disciplinarias y relaciones económicas, Foucault mostró con otra perspectiva lo
que Marx denominaba “relaciones de producción”. A este respecto Santiago Castro (2005)4 especifica que “el ‘modo de producción’ que interesa a Foucault no es, como en Marx, el de la producción de capital, sino el de la producción de sujetos que son constituidos bajo el signo de la verdad ” (Sossa, 2010).
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Mauss, Marcel. Las técnicas del cuerpo . 1996
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Cita extraída de
http://www.virtual.unal.edu.co/cursos/sedes/manizales/4050041/lecciones/Capitulo%203/objeto1.htm 4
Castro, Santiago. Foucault, lector de Marx . 2005
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Paula García Faure Universidad de los Andes Es aquí donde el concepto de microfísicas del poder como técnicas de disciplina sobre el cuerpo cobra todo su sentido al observar las normas laborales, educativas, hospitalarias, sexuales …; todas son estipulaciones del poder para normalizar cuerpos socialmente adaptados, dóciles a las necesidades y requisitos de la vida moderna. “Este cerco político del cuerpo va unido, […] a la utilización económica del cuerpo; el cuerpo, en una buena parte, está imbuido de relaciones de poder y de dominación, como fuerza de producción, pero, en cambio, su constitución como fuerza de trabajo sólo es posible si se halla inmerso en un sistema de sujeción ” ( Foucault, 2012: 35). En esta lógica de vigilancia y control sobre los
cuerpos, pueden distinguirse dos etapas: la del disciplinamiento del cuerpo a nivel individual (anatomopolítica) a través de minuciosos mecanismos reguladores; y una segunda etapa, de regulación sobre la población y sus fenómenos, al ser considerada ésta como un “estado de vida” determinado con fines óptimos; dando lugar a un régimen biopolítico entendido como aquel conjunto de tecnologías, normas, instrumentos, etc., que tratan al hombre en su dimensión de especie (naciendo así la demografía como ciencia), como problema político y científico. (Foucault, 2001) Este cuerpo inserto en relaciones de poder, donde un cierto único discurso desde un único lugar de enunciación alberga la única pretensión de verdad, separa a los cuerpos en lo que Bourdieu llama dominador y dominado, sólo que en este caso se trataría de cuerpos atravesados por discursos que los conmensuran, diferencian, limitan y materializan. De este modo, el cuerpo toma una dimensión simbólica a la par que social, posibilitando así su comprensión y abordaje como un elemento textual y significativo. Así, con Judith Butler , la materialidad discursiva del cuerpo de Foucault
se refuerza. Desde su
perspectiva la cuestión de la materialidad del cuerpo se vincula con la performatividad del género, mediante la cual la diferencia sexual realmente no vendría tan demarcada por diferencias materiales sino más bien por prácticas discursivas. En esta ecuación, el sexo vendría a ser, en palabras de Foucault un ideal regulatorio, una práctica reguladora que produce los cuerpos que gobierna y controla. Sin embargo (como buena Derridiana y deconstruccionista) esta materialización nunca es completa ni
estable “son las inestabilidades, las posibilidades de rematerialización abiertas por este proceso las que marcan un espacio en el cual la fuerza de la ley reguladora puede volverse contra sí misma y producir rearticulaciones que pongan en tela de juicio la fuerza hegemónica des esas mismas leyes reguladoras .”
(Butler, 2002: 18) De esta fuerza susceptible de apropiación surge su famoso concepto de performatividad, entendida ésta como “una práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso genera los efectos que nombra ” (ídem), como ya se anticipaba antes, el sexo actúa de forma
performativa sobre los cuerpos constituyendo su materialidad en aras de construir el imperativo heterosexual. Los aspectos físicos y fijos del cuerpo (movimientos, contornos), son entonces los efectos
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Paula García Faure Universidad de los Andes más productivos del poder, de tal modo que incluso la supuesta base irreducible material del sexo se ve así sin sustento, a la deriva. Este poder que sostiene, forma, mantiene y regula los cuerpos, no es estrictamente un sujeto que actúa sobre los cuerpos como si éstos fueran objetos, ya que esto entendería el poder como una relación externa. El poder opera en la propia constitución de la materialidad del sujeto de la sujeción. Las mismas instituciones disciplinarias son vectores e instrumentos del poder, ellas materializan en tanto están
investidas de poder. “ El cuerpo no es un materialidad independiente investida por las relaciones de poder exteriores a él, sino que es aquello para lo cual son coextensivas la materialización y la investidura” (Butler, 2002: 64) Es importante definir que la materialidad es el conjunto de efectos de
poder de los discursos, pero señalando que esto no significa que los propios discursos sean sencillamente la causa, sino que en la medida en que esos discursos crean un campo epistémico
representado y reproducido por una serie de “conocedores” , se producen unos efectos de poder que conforman la materialidad discursiva y productiva, que desplaza el ejercicio mismo del poder y lo disimula. Este concepto de materialidad referido al cuerpo es fundamental, porque si no se entiende de este modo, Butler advierte que se corre el peligro de volver a la materialidad del cuerpo y del sexo, invocando así una historia sedimentada en jerarquías y supresiones sexuales. “Esta materialidad representa un drama incompleto de la di ferencia sexual ”. (Butler, 2002: 87)
Frente a la tendencia posmoderna de textualizar completamente el cuerpo, Susan Bordo critica a Butler y se pregunta … ¿hay un cuerpo en este texto? A lo que Butler responde, si bien sigue en el ámbito discursivo, que el cuerpo no es sólo material lingüístico, ya que influye en el lenguaje todo el tiempo. Para captar la materialidad no es posible salirse del lenguaje, en este sentido “ el lenguaje y la materialidad no se oponen, porque el lenguaje es y se refiere a aquello que es material nunca escapa del todo al proceso por el cual se le confiere significación ” ( Butler, 2002: 110) pero ¿y sobre la materialidad
asociada al cuerpo? A este respecto el contrapunto que representa Susan Bordo es interesante, al representar una posición respecto al cuerpo totalmente material en su aspecto más físico y concreto, también como efecto del poder. Aclarando no obstante que si en algunas áreas la biología puede jugar un papel muy grande sin
embargo, su efecto nunca es “puro”; nunca deja de ser tocado por la historia . “ We are creatures swaddled in culture from the moment we are designated one sex or the other, one race or another.”
(Bordo, 2003: 36) En este sentido cita y sigue las premisas de la antropóloga Mary Douglas, según la cual el cuerpo es un medio de la cultura, es una poderosa forma simbólica, donde convergen normas , jerarquías, incluso premisas metafísicas que una cultura inscribe y refuerza en el lenguaje concreto del
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Paula García Faure Universidad de los Andes cuerpo. (Bordo, 2003). El cuerpo no es sólo un texto cultural, como dirían Foucault o Bourdieu es una práctica, un locus directo de control social, luchar de lucha política. Bordo critica el intento del pensamiento postestructuralista, la cultura posmoderna y algunos aspectos del feminismo contemporáneo, por incorporar fantasías de trascendencia de la materialidad e historicidad del cuerpo. Su propuesta, por el contrario, resc ata la fortaleza del “viejo” discurso feminista que ofreció una crítica sistémica capaz de despertar una mayor conciencia del poder a partir de una
“política del cuerpo”. A raíz de este concepto, la autora señala: “Here, feminism inverted and converted the old metaphor of the Body Politic, found in Plato, Aristotle, Cicero, Seneca, Machiavelli, Hobbes, and many others, to a new metaphor: the politics of the body. In the old methaphor of the Body Politic, the state or society was imagined as a human body, with different organs and parts symbolizing differente functions, needs, social constituents, forces, and so forth ” (Bordo, 2003: 21) En oposición, el feminismo
imaginó el cuerpo humano como él mismo, como una entidad políticamente inscrita, donde su fisiología y su morfología conformadas por historias y prácticas de contención y control, desde la envoltura de los pies y los corsés hasta la violación, los golpes, la heterosexualidad obligatoria, la esterilización forzosa hasta el embarazo no deseado la cosificación y un largo etcétera… Para Bordo es fundamental una subversión de los paradigmas intelectuales occidentales que definen y representan el cuerpo, ya que dentro de los mismos pese a significativas variaciones históricas, algunos rasgos han sido constantes . Primero y sobre todo, el cuerpo es ubicado (ya sea como bestia salvaje o como reloj fisiológico) en el lado de la naturaleza de la división naturaleza/cultura. Como tal, es concebido como relativamente no cambiante en sus aspectos más básicos y unitarios: “ That is, we speak of the “Body” as we speak of “Reason” or “Mind” – as though one model were equally, and accurately descriptive of all human bodily experience, irrespective of sex, race, age or any other personal attributes.That model is assumed to be a sort of neutral, generic core. ”(Bordo, 2003: 33) Durante los
últimos ciento cincuenta años, bajo la influencia de una variedad de fuerzas culturales, el cuerpo ha sido obligado a abandonar su prolongada residencia en el lado de la naturaleza de la dualidad naturaleza/cultura, y estimulado a tomar residencia, junto con todo lo demás que es humano, dentro de la cultura. A este respecto señala la importancia de Marx, al reimaginar el cuerpo como una arena histórica y no meramente biológica, una arena formada por la organización social y económica de la vida humana, y con frecuencia explotada por ella. Finalmente y como un último aporte a este breve repaso al concepto de cuerpo, la irrupción del cyborg de Donna Haraway en 1985 fue cuando menos radical y rompedor. El cyborg lo explica como un organismo hecho de partes heterogéneas, espúreas: es una mezcla de partes humanas y animales, humanas y mecánicas, o animales y mecánicas. El cyborg es un ser híbrido basado sobre la no-identidad 6|Page
Paula García Faure Universidad de los Andes de su cuerpo, la parcialidad de partes y funciones; es un cuerpo que nunca se cierra en una totalidad. Haraway explica el Cyborg como una ficción que resitúa la realidad social y corporal, como excusa para denunciar las totalidades esencialistas y metafísicas, las cuales sirven de excusas, necesidades e instrumentos en definitiva, del poder. En este sentido, esta aparición elude el surgimiento de la unidad original, de la identificación con la naturaleza en el sentido occidental, ya que representa una criatura fronteriza que ocupa un lugar desestabilizador en las grandes narrativas biológicas, tecnológicas y evolucionistas occidentales . Para ella las dicotomías como las de yo-otro, mente-cuerpo, cultura-naturaleza, hombre-mujer, civilizadoprimitivo, realidad-apariencia, privado-público, todo-arte, Dios-hombre, han contribuido a la
dominación sistemática de todos aquellos que fueron constituidos como “otros”. Haraway contrapone a los mapas dicotómicos una imagen de red ideológica que sugiere la profusión de espacios e identidades y la permeabilidad de las fronteras del cuerpo. La cultura de la alta tecnología desafía los dualismos: “No está claro quién construye y quién es construido en la relación entre lo humano y la máquina; no está claro qué es la mente y qué es el cuerpo en máquinas que se adentran en prácticas codificadas .”
(Haraway, 1991: 41) “ El cyborg no está sujeto a la biopolítica de Foucault, sino que simula políticas y campos de operaciones mucho más poderosos. El propio cuerpo, todo, puede ser dispersado y conectado de manera polimorfa, casi infinita” (Haraway, 1991: 21). Resulta revelador finalizar así este divagar teórico por el cuerpo, pues
muestra como no existe separación ontológica posible. Más allá de los distintos énfasis, entre la historia natural y la historia cultural, entre lo social y lo biológico, entre la vida y la política … el cuerpo muestra incesantes tensiones, desplazamientos y ambivalencias que no se dejan reducir a una perspectiva
“constructivista” ni a una aproximación “biologicista”, desplegando una zona de intercambios y de transformaciones que desbaratan a la vez todo esencialismo y todo relativismo cultural. Esto, sumado a los nuevos desafíos a los límites del cuerpo ya difusos de por sí, con las nuevas biotecnologías que mutan e hibridan, transformando así las propias subjetividades en relación, retan todavía más las reflexiones y ficciones contemporáneas del cuerpo en los Estudios culturales.
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Paula García Faure Universidad de los Andes Bibliografía
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Haraway, Donna. “Manifiesto cyborg. Ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del S. XX.” 1991. Consultado el 15 de mayo de 2014 en http://manifiestocyborg.blogspot.com
Sossa, Alexis. “La alienación en Marx: el cuerpo como dimensión de utilidad.” Revista ciencias sociales Nº 25. Universidad Arturo Prat. Iquique. Pp. 37-55. Segundo Semestre 2010. ISSN 0717-2257. Consultado en http://www.revistacienciasociales.cl/archivos/revista25/pdf/rcs-art3.pdf el 14 de mayo de 2014 Smurzuk, Mónica y Mckee, Robert. Diccionario de estudios culturales latinoamericanos. Siglo XXI editores. México. 2009
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