CONTENIDO
MINISTERIO ADVENTISTA es la edición interamericana en español de la revista M INISTRY, que es órgano oficial de la Asociación Ministerial de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día. ASOCIACIÓN GENERAL Secretario Ministerial James A. Cress
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En cada número
3 Editorial 4 Un momento de reflexión 24 Un sermón para compartir 28 Hablar bien, escribir mejor 30 Desde mis lecturas Artículos
6 La Trinidad en la historia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día Merlin D. Burt
10 Hacia una eclesiología trinitaria
Editor asociado William E. Hucks II Asistente editorial Sheryl Beck Editores contribuyentes Jonas Arrais, Sharon Cress, John M. Fowler, Clifford Golstein, Peter Prime, Anthony Kent, Kit Watts Watts Consultores Leslie Baumgarter, S. Peter Campbell, Bell Clausen, John C. Cress, Roul Dederen, Ron Flowers, Jeanne Hartwell, Michael Hasel, Roland Hegstad, Mitchell Henson, Gerry Karts, Kathleen Kuntaraf, Norma Osborn,Ekkehart Mueller, Jan Paulsen, Robert Peach, Ángel M. Rodríguez, Fredrick Russell, Maylan Schurch, Loren Seibold, Penny Shell, William Shea, Dan Smith, Russel Staples, Richard Tibbits, Steve Willsey, Edward Zinke Consejeros Alejandro Bullón, Ron Clouzet, Clouzet, Daniel Duda, R. Danforth, Passmore Hachalinga, John Kakembo Paulraj Isaiah, Anthony Kent, Ivan Manilich, Ilie Leahu, Miguel Luna, Héctor Sánchez, Bruno Vertallier, Gary Webster, Measapogu Wilson
D I V I S I Ó N I N T E R A M E R I C A NA Secretario Ministerial Héctor Sánchez
Richard Rice
Editor de MINISTERIO ADVENTISTA Pablo Perla
17 La cruz desde
Editor asociado José Vladimir Polanco
una perspectiva trinitaria
John C. Johnson
20 Más de uno es Dios
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Editor de M INISTRY INISTRY Nikolaus Satelmajer
Hermes Tavera Bueno
Consejeros Luis Astudillo, Mario Calderón, Samuel Castellanos, Andrew Farrel, Daniel Fontaine, Arcadio Gonzalez, Enell Hall, Oreste Natera, Gervais Pliviose, Franz Rios, Francisco Javier Flores, Wilfredo Ruiz, Agniel Samson, Winston Winston Simpson, Mario Villegas Dirección 2905 NW 87th Ave. Doral, Florida 33172 Año 66, No 4 Julio-agosto 2009 Impresa en Colombia por OP Graficas S.A. Printed in Colombia
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EDITORIAL
¿ELEGIDOS PARA QUÉ? ISRAEL LEITO
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IOS no obliga a nadie a aceptar aceptar la salvación, salvación, porque todos los que lleguen a estar delante de su trono, trono, sobre el mar de cristal, cristal, habrán habrán resrespondido voluntariamente a los llamados al arrepentimiento que les hizo el Espíritu Santo. San to. Habrán aceptado el sacrificio sacrificio de Jesús en la cruz como como si huhubiera sido solo para ellos, y habrán reconocido el derramaderramamiento meritorio de su sangre en beneficio de ellos. Asimis Asimis-mo, habrán confiado en Jesús y solo en Jesús, como su me diador en el santuario celestial y habrán permitido que el Espíritu Santo sea su guía en el proceso de santificación. Está claro que la salvación, si bien proviene del Señor, está relacionada con la respuesta del pecador. Es solo hasta el punto que permitamos que Jesús, por medio de su Espíri tu Santo, obre en nosotros, que cooperaremos con el Señor en nuestra salvación. Esto no significa que podemos o tenemos que hacer algo. La cooperación con el Espíritu de parte del ser humano, y el otorgamiento de su amor y su gracia de parte de Dios, son elementos esenciales que nos ll evarán a vivir para siempre en la presencia de Dios. Esta cooperación y aceptación es lo que Pablo quería dejarnos en claro a los creyentes de Éfeso y también a nosotros: nosotros: «Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéfuéramos santos y sin mancha delante de él. é l. Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad» (Efe. 1: 4-5). La salvación es algo individual, pero la elección y la predestinación divinas son colectivas y han sido concedidas a todos. La humanidad fue elegida para la salvación antes de la fundación del mundo, cuando se tomaron los recaudos para cubrir esa necesidad. Cuando Pablo dice: «Nos escogió […] para que fuéramos santos y sin mancha», está hablando de nuestra cooperación con el Señor. Dios nos escogió para que seamos santos. La santidad no es un atributo externo que se nos confiere, sino la decisión interna de vivir como Jesús, ser como Jesús y reflejar a Jesús en todo lo que hacemos y decimos. Ser santos significa ser apartados para revelar a nuestro Señor, es permitir que el universo sepa que el modo de existencia que hemos elegielegido es ser como Jesús. Él nos escogió para ser se r santos, pero ser santos es algo que tenemos que permitir que el Espíritu haga. Significa permitir que el Espíritu Espíri tu del Dios viviente venga sobre nosotros a cada momento de nuestra vida. Si no permito permito que que el Espíritu del Dios viviente quebrante mi obstinada volunvoluntad, no puedo ser santo ante sus ojos ni habitar en su amor.
Sabemos bien que la santidad no significa que ya no pecapeca mos, sino que sentimos aversión hacia el pecado. La diferen diferen-cia entre el santo y el pecador, es que el pecador busca y desea desea el pecado, mientras mientras que el santo santo aborrece el pecado pecado en todas sus formas y huye de él. El pecador ama y busca el pecado y la oportunidad de pecar; el santo, por el contrario, huye del pepecado y evita toda circunstancia o situación que pueda llevarllevar lo a la tentación y al pecado. Por P or sobre todas las cosas, el santo santo comprende que ante el Padre cuenta con un Abogado intercesor, y vive confiando en el poder redentor de Jesús y rerecurriendo todo el tiempo a la misericordia miser icordia de gracia del Señor. Dios nos ha escogido para ser santos, y desea que siempre conservemos una actitud de cooperación y que le permitamos cumplir su voluntad en nosotros. Sin embargo, el objetivo de ser sin mancha nada tiene que ver con el pecador, dado que es tan solo por medio de la gragra cia maravillosa del nuestro amante Salvador que Dios D ios puede limpiarnos de todos nuestros pecados. Según Efesios 1: 4, es su gozo considerarnos como si jamás hubiéramos pecado, y ser declarados sin culpa por todos nuestros pecados, con la seguridad del perdón no importa lo que hayamos hecho. «Según nos escogió […] antes de la fundación del mundo, para que fuéramos […] sin mancha mancha delante de él» (Efe. 1: 4). Este es su acto, su gozo, perdonar a los pecadores y, al igual que Pablo, como pecadores conscientes de este gran perdón no podemos sino exclamar que a pesar de ser los más grandes pecadores, somos perdonados por el Señor. Sí, somos escogidos por el Señor para cooperar con él y vivir así una vida santa, pero también para mostrarnos mostr arnos su gran amor al declararnos sin mancha cuando aceptamos la sangre y el sacrificio de Cristo. Ante la realidad de esta salvación, qué podemos hacer sino decir, junto a los salvados de todas las edades, ¡grande es nuestro Dios y digno de alabanza! Permitamos que el Espíritu nos ayude a vivir una vida santa, a cooperar con con Dios, a entregarle entregarle nuestra voluntad, voluntad, y a seguir su conducción en todo lo que hagamos. Y mostremos gratitud g ratitud por la gracia y el amor infini infinitos tos de nuestro Señor Se ñor que nos declara sin mancha delante de su presencia. ¡Maranata! Israel Leito es presidente de la División Interamericana. Escríbanos su opinión sobre este editorial a
[email protected]
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¿ELEGIDOS PARA QUÉ? ISRAEL LEITO
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IOS no obliga a nadie a aceptar aceptar la salvación, salvación, porque todos los que lleguen a estar delante de su trono, trono, sobre el mar de cristal, cristal, habrán habrán resrespondido voluntariamente a los llamados al arrepentimiento que les hizo el Espíritu Santo. San to. Habrán aceptado el sacrificio sacrificio de Jesús en la cruz como como si huhubiera sido solo para ellos, y habrán reconocido el derramaderramamiento meritorio de su sangre en beneficio de ellos. Asimis Asimis-mo, habrán confiado en Jesús y solo en Jesús, como su me diador en el santuario celestial y habrán permitido que el Espíritu Santo sea su guía en el proceso de santificación. Está claro que la salvación, si bien proviene del Señor, está relacionada con la respuesta del pecador. Es solo hasta el punto que permitamos que Jesús, por medio de su Espíri tu Santo, obre en nosotros, que cooperaremos con el Señor en nuestra salvación. Esto no significa que podemos o tenemos que hacer algo. La cooperación con el Espíritu de parte del ser humano, y el otorgamiento de su amor y su gracia de parte de Dios, son elementos esenciales que nos ll evarán a vivir para siempre en la presencia de Dios. Esta cooperación y aceptación es lo que Pablo quería dejarnos en claro a los creyentes de Éfeso y también a nosotros: nosotros: «Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéfuéramos santos y sin mancha delante de él. é l. Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad» (Efe. 1: 4-5). La salvación es algo individual, pero la elección y la predestinación divinas son colectivas y han sido concedidas a todos. La humanidad fue elegida para la salvación antes de la fundación del mundo, cuando se tomaron los recaudos para cubrir esa necesidad. Cuando Pablo dice: «Nos escogió […] para que fuéramos santos y sin mancha», está hablando de nuestra cooperación con el Señor. Dios nos escogió para que seamos santos. La santidad no es un atributo externo que se nos confiere, sino la decisión interna de vivir como Jesús, ser como Jesús y reflejar a Jesús en todo lo que hacemos y decimos. Ser santos significa ser apartados para revelar a nuestro Señor, es permitir que el universo sepa que el modo de existencia que hemos elegielegido es ser como Jesús. Él nos escogió para ser se r santos, pero ser santos es algo que tenemos que permitir que el Espíritu haga. Significa permitir que el Espíritu Espíri tu del Dios viviente venga sobre nosotros a cada momento de nuestra vida. Si no permito permito que que el Espíritu del Dios viviente quebrante mi obstinada volunvoluntad, no puedo ser santo ante sus ojos ni habitar en su amor.
Sabemos bien que la santidad no significa que ya no pecapeca mos, sino que sentimos aversión hacia el pecado. La diferen diferen-cia entre el santo y el pecador, es que el pecador busca y desea desea el pecado, mientras mientras que el santo santo aborrece el pecado pecado en todas sus formas y huye de él. El pecador ama y busca el pecado y la oportunidad de pecar; el santo, por el contrario, huye del pepecado y evita toda circunstancia o situación que pueda llevarllevar lo a la tentación y al pecado. Por P or sobre todas las cosas, el santo santo comprende que ante el Padre cuenta con un Abogado intercesor, y vive confiando en el poder redentor de Jesús y rerecurriendo todo el tiempo a la misericordia miser icordia de gracia del Señor. Dios nos ha escogido para ser santos, y desea que siempre conservemos una actitud de cooperación y que le permitamos cumplir su voluntad en nosotros. Sin embargo, el objetivo de ser sin mancha nada tiene que ver con el pecador, dado que es tan solo por medio de la gragra cia maravillosa del nuestro amante Salvador que Dios D ios puede limpiarnos de todos nuestros pecados. Según Efesios 1: 4, es su gozo considerarnos como si jamás hubiéramos pecado, y ser declarados sin culpa por todos nuestros pecados, con la seguridad del perdón no importa lo que hayamos hecho. «Según nos escogió […] antes de la fundación del mundo, para que fuéramos […] sin mancha mancha delante de él» (Efe. 1: 4). Este es su acto, su gozo, perdonar a los pecadores y, al igual que Pablo, como pecadores conscientes de este gran perdón no podemos sino exclamar que a pesar de ser los más grandes pecadores, somos perdonados por el Señor. Sí, somos escogidos por el Señor para cooperar con él y vivir así una vida santa, pero también para mostrarnos mostr arnos su gran amor al declararnos sin mancha cuando aceptamos la sangre y el sacrificio de Cristo. Ante la realidad de esta salvación, qué podemos hacer sino decir, junto a los salvados de todas las edades, ¡grande es nuestro Dios y digno de alabanza! Permitamos que el Espíritu nos ayude a vivir una vida santa, a cooperar con con Dios, a entregarle entregarle nuestra voluntad, voluntad, y a seguir su conducción en todo lo que hagamos. Y mostremos gratitud g ratitud por la gracia y el amor infini infinitos tos de nuestro Señor Se ñor que nos declara sin mancha delante de su presencia. ¡Maranata! Israel Leito es presidente de la División Interamericana. Escríbanos su opinión sobre este editorial a
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UN MOMENTO DE REFLEXIÓN
P ERTENECEMOS AL MISMO EQUIPO HÉCTOR S ÁNCHEZ
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URANTE EL CULTO CULTO de un sábado de maña maña-na, un pastor contó la experiencia que vivió en su país durante un encuentro deportivo. El juego transcurría normalmente, hasta que un pequeño error error de uno de los jugadores jugadores proprovocó la derrota de su equipo. Por supuesto, supuesto, esto incomodó en gran manera a sus propios compañeros quienes le recla re clama ma-ron de una manera poco amable. La discusión subió de toto no, especialmente con uno de los jugadores que lo insultó, pasando pasando de las palabras a la acción. Todo esto ocurrió delan delan-te de miles miles de aficionados aficionados.. Sus compañer compañeros os de equipo, equipo, y aún jugadores del equipo vencedor, intercedieron y las cosas cosas no pasaron a mayores. Al día siguiente los mismos equipos debían enfrentarse una vez más. Pero, antes de comenzar el juego, sucedió algo que conmovió a todos. Los dos jugadores que el día anterior habían sido protagonistas del espectáculo antideportivo, antideportivo, se dirigieron a los presentes con estas palabras: «Quere «Queremos mos pedirles perdón por nuestro mal comportamiento durante el juego de ayer. Hay dos razones por las cuales queremos superar este lamentable incidente. incidente. En primer lugar, lugar, porque somos viejos amigos y, en segundo lugar, porque pertenecemos al mismo equipo». Por algunos minutos reflexioné en la segunda razón que dieron estos viejos amigos, y pensé en nosotros nosotros los pastopastores, a quienes Dios ha colocado en su iglesia para guiarla y darle buen ejemplo de unidad unidad en la acción. ¿Qué ¿Qué podemos hacer los pastores para mantener una unidad dentro del equipo ministerial que pueda contagiar a la iglesia en medio de tanta diversidad? Comparto de corazón estos sencillos e importantes consejos: 1. La unidad en el equipo de Dios tiene que comenzar en nuestros nuestros hogares. hogares. Si hemos hecho de Dios Dios el mánager del equipo, el fruto se notará en nuestra actitud dentro del círculo familiar. familiar. Nuestra esposa y nuestros nuestros hijos lo verán
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en un trato paciente, amoroso y tolerante ante los desafíos que se nos nos presenten. presenten. En el caso de los los pastores solteros, ha de ocurrir lo mismo hacia su prójimo. 2. Esa unidad de equipo tiene que reflejarse al asumir una nueva nueva tarea. ¿En qué términos nos referimos hacia hacia el compañero que nos antecedió en nuestra actual responsabilidad? ¿Exaltamos sus errores errores y minimizamos sus acieraciertos, todo con el propósito de seguir escalando posiciones o, por el contrario, elevamos a ese compañero? 3. Estar en el equipo equipo de Dios debe debe motivarnos a desechar cualcualquier comentario malintencionado que escuchemos de un compañero compañero en el ministerio ministerio o de algún dirigente de la obra de Dios, sin importar sus errores. Recordemos que Dios dirige esta iglesia y sabe cómo convertir una mala jugada en una una acción acción que que traerá traerá triunfo triunfo al final final del del juego. juego. Amados pastores, no olvidemos que pertenecemos al mismo equipo y que Dios tiene una iglesia, y esta tiene un miministerio designado divinamente. «Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo hasta que todos lleguemos a la unidad unidad de la fe y del del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; Cr isto; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en Aquel que es la cabeza, ca beza, esto e sto es, Cristo» (Efe. (Efe. 4: 11-15). 11-15). Héctor Sánchez es Secretario Ministerial de la División Interamericana. Escríbanos su opinión sobre esta sección a
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EN LA HISTORIA TRINIDAD I A S D LA
DE LA GLESIA DVENTISTA DEL ÉPTIMO
ÍA
MERLIN D. BURT
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A PASADA década ha sido testigo de una creciente actividad antitrinitaria dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Deberían referirse cuatro razones para esta actividad. (1) La disponibilidad de información en Internet. (2) Otros grupos adventistas que surgieron del movimiento millerita siguen manteniendo una perspectiva antitrinitaria. Ejemplos de ello serían la Iglesia de Dios (Séptimo Día), a la que también se alude con la designación de «grupo de Marion»; el punto de vista previo de la Iglesia de Dios Universal; la Iglesia de Dios con sede en Atlanta, Georgia (previamente de Oregon, Illinois, o Adventistas de la Era Futura), y los Testigos de Jehová (que surgieron de la Iglesia Cristiana Adventista). Debería señalarse que los cristianos adventistas, como los adventistas del séptimo día, han abrazado el punto de vista trinitario. (3) Algunas personas creen que la doctrina de la Trinidad proviene de la teología católica
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y que, por lo tanto, tiene que ser falsa. Muchos no se han dado cuenta de que la doctrina católica de la Trinidad tiene diferencias con respecto a la doctrina bíblica adventista del séptimo día sobre la Trinidad. Tales diferencias incluyen la eterna generación del Hijo y el carácter intransferible de la divinidad, que están influidos por la filosofía griega. (4) Quizá lo más significativo sea que en las últimas décadas algunos adventistas del séptimo día hayan contemplado regresar a la fe adventista histórica, o a lo que podría denominarse neorrestauracionismo. Hay quienes no han logrado reconocer la naturaleza dinámica de la teología adventista del séptimo día. Históricamente, nuestras doctrinas se han desarrollado en el contexto del núcleo original distintivo de los mensajes de los tres ángeles y conceptos afines. Una facción pequeña, aunque significativa y creciente, de adventistas históricos promueve un retorno a una postura antitrinitaria. El adventismo observador del sá-
bado y los adventistas del séptimo día siempre nos hemos basado en la Biblia para nuestra teología y nuestra doctrina. Hemos rechazado un credo estático y siempre hemos procurado estudiar, comprender y seguir la Biblia como fuente de doctrina y guía de nuestra experiencia. En consecuencia, no debería sorprendernos que la doctrina adventista se haya desarrollado con el paso del tiempo apoyándose en los estudios de la Biblia, tanto previos como nuevos. Cuando surgió el adventismo observador del sábado a finales de la década de 1840, tomó diversas verdades cristianas y las colocó en el marco de la profecía cumplida y en el descubrimiento en curso de enseñanzas bíblicas. Había un con junto de enseñanzas bíblicas que explicaban lo que había ocurrido en 1844 y por qué Jesús no había regresado. Se prestó particular atención al santuario celestial, al ministerio escatológico de Jesús en el lugar santísimo, y al sábado como sello de Dios. La interpretación adventista de diversas perspectivas teológicas siguió desarrollándose y mejorando con el paso del tiempo. Dos ejemplos de ello son el sábado y el diezmo. Los primeros adventistas llegaron inicialmente a la conclusión, gracias a la influencia de Joseph Bates, de que el sábado empezaba y acababa a las seis de la tarde. Hubo que esperar a 1855, casi una década después de que se hiciera hincapié por vez primera en el sábado, para que la presentación bíblica e histórica de J. N. Andrews influyera en la adopción por parte de los creyentes de la puesta de sol como el momento acertado para empezar y acabar el sábado. El diezmo empezó en 1859 con el nombre de «benevolencia sistemática», y tenía poca relación, o ninguna, con la enseñanza bíblica del diez por ciento. Solo en la década de 1870, gracias a un nuevo estudio minucioso del tema, empezamos los adventistas del séptimo día a adoptar el marco del diezmo que practicamos hoy. Es evidente un proceso similar en la interpretación adventista de la naturaleza de Dios y de la Trinidad. El propósito de este artículo es bosquejar el desarrollo histórico de la interpretación de la Trinidad por parte de los adventistas del séptimo día desde sus comienzos hasta la actualidad.
Hasta 1890: Período antitrinitario Hasta casi comienzos del siglo XX, los escritos adventistas del séptimo día eran casi unánimes en su oposición a la eterna deidad de Jesús y a la personalidad del Espíritu Santo. Durante los años anteriores, algunos incluso sostuvieron el punto de vista de que Cristo era un ser creado. Es muy importante comprender que los puntos de vista adventistas no eran homogéneos. La tensión teológica dentro del adventismo comenzó en tiempos del movimiento millerita y queda ilustrada por los dos principales dirigentes: William Miller y Joshua V. Himes. Siendo bautista, Miller era trinitario. Escribió: «Creo en un Dios viviente y verdadero, y que hay tres personas en la Divinidad […]. Las tres personas del Dios trino están unidas».1 Himes, estrecho colaborador de William Miller, era miembro de la Conexión Cristiana, y esta iglesia «rechazaba la doctrina trinita-
ria por ser contraria a la Biblia».2 Es importante observar que los adventistas milleritas se centraban en la pronta venida de Jesús y no consideraban necesario discutir sobre la Trinidad. Dos de los fundadores principales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Joseph Bates y Jaime White, como Himes, habían sido miembros de la Conexión Cristiana, y rechazaban la doctrina de la Trinidad. Joseph Bates escribió lo siguiente sobre su punto de vista: «En lo que respecta a la Trinidad, llegué a la conclusión de que me resultaba imposible creer que el Señor Jesucristo, el Hijo del Padre, fuese también el Dios todopoderoso».3 Jaime White escribió: «Aquí podríamos mencionar la Trinidad, que elimina la personalidad de Dios y de su Hijo Jesucristo».4 Tanto Bates como White ansiaban mantener separadas las personalidades del Padre y del Hijo. Esta preocupación estaba motivada, en parte, por la fuerte influencia espiritualizante entre los adventistas «del Esposo» durante 1845 y 1846. Volvería a suscitarse un problema similar a comienzos del siglo XX con la despersonalización de Dios y los puntos de vista panteístas de J. H. Kellogg. 5 Aunque Jaime White rechazaba la doctrina de la Trinidad, sí creía en los tres grandes Poderes del cielo, tal como se refle ja en su primer himnario.6 Aunque se oponía a la Trinidad, no creía que Cristo fuese inferior al Padre. En 1877 escribió: «La inexplicable trinidad que hace de la divinidad tres en uno y uno en tres ya es bastante mala de por sí; pero ese ultra unitarismo que hace a Cristo inferior al Padre es peor».7 No todos coincidían con Jaime White en cuanto a la igualdad del Padre y el Hijo. Durante la década de 1860, Urías Smith, veterano editor de la Review and Herald, creyó que Jesús fue «el primer ser creado».8 Ya en 1881 había pasado a la creencia de que Jesús era «engendrado» y no creado. 9 Una lista selectiva de adventistas que hablaron ya sea a favor o contra la Trinidad o rechazaban la eterna deidad de Cristo incluye a J. B. Frisbie, J. N. Loughborough, R. F. Cottrell, J. N. Andrews, D. M. Canright; J. H. Waggoner y C. W. Stone.10 En una ocasión W. A. Spicer contó a A. W. Spalding que su padre, después de hacerse adventista del séptimo día (antes había sido pastor bautista del séptimo día) «se sintió tan ofendido por la atmósfera antitrinitaria que había en Battle Creek que dejó de predicar».11 Al examinar los escritos de diversos pioneros surgen con frecuencia ciertas inquietudes. En su rechazo de la Trinidad, algunos veían que el punto de vista ortodoxo cristiano era un triteísmo pagano. Otros defendían que la Trinidad degradaba la personalidad de Cristo y del Padre difuminando la distinción entre ambos. Aunque las primeras posiciones sobre la Trinidad y la deidad de Cristo eran deficientes, existía un intento sincero de oponerse a ciertos errores legítimos. Aproximadamente hacia 1890, los adventistas habíamos llegado a una posición más o menos armoniosa que veía en Jesús al divino Hijo engendrado u originado por Dios. Se lo veía como al Creador divino con el Padre. La naturaleza del Espíritu Santo era rara vez tratada, aunque por lo general se
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consideraba que el Espíritu Santo era la influencia omnipresente del Padre o el Hijo más que una persona.
venció de la exactitud de la posición de Elena G. de White tal como estaba publicada.19
Desde 1890 hasta 1900: Surgimiento del sentimiento trinitario
Desde 1900 hasta 1931: Transición y conflicto
Durante las primeras tres décadas del siglo XX, la iglesia Cuando comenzaba la década de 1890 dos pensadores siguió dividida en su posición sobre la deidad de Cristo. Siguió clave, enfrentados a cada lado del tema de la justificación por evitándose el uso de la palabra «Trinidad» en las publicaciola fe o la ley en Gálatas, coincidían en la divinidad derivada de nes. W. W. Prescott y A. T. Jones, editores de la Advent Review and Sabbath Herald, fueron elementos clave en el apoyo de la Jesús. E. J. Waggoner escribió en 1890 en su libro Christ and His Righteousness [Cristo y su justicia]: «Hubo un momento en deidad plena y eterna de Jesús. Durante la década de 1890, que Cristo surgió y provino de Dios […], pero ese tiempo esPrescott fue más remiso que Jones en la aceptación del nuevo taba tan atrás en los días de la eternidad que para la compunto de vista. Sin embargo, después de 1900, como editor de 12 prensión finita, en la práctica, no tiene principio». En 1898, la Advent Review and Sabbath Herald , publicó artículos sobre Urías Smith escribió en Looking Unto Jesus [Mirar a Jesús]: la personalidad y la naturaleza eterna del Padre, el Hijo y el «Solo Dios carece de comienzo. En la época más temprana Espíritu Santo.20 No obstante, Prescott seguía creyendo que en que pudo haber un comienzo —un período tan remoto que Jesús tuvo una existencia derivada de Dios Padre. En el Conpara las mentes finitas es esencialmente la greso Bíblico de 1919, presentó una serie de 13 eternidad—, apareció la Palabra». ocho devocionales para la conferencia tituEl período que siguió al congreso de la lada «La persona de Cristo» que expresaba Hay quienes no han Asociación General de 1888 en Mineápolis este punto de vista. El meticuloso debate en fue testigo de un nuevo énfasis en Jesús y el aquel congreso mostró que había opiniones logrado reconocer plan de salvación. Esto llevó a una consivariadas.21 deración de su deidad y de lo que signifi- la naturaleza dinámica Los inicios del siglo XX fueron testigo caba para la redención de la humanidad. A. de la teología adventista de la lucha de los adventistas y de los proT. Jones estuvo entre los primeros (con extestantes ultraconservadores contra la alta del séptimo día. cepción de Elena G. de White) en sugerir crítica y el «nuevo modernismo» que se exque Cristo era eternamente preexistente. tendía por la cristiandad. El liberalismo reHistóricamente, Jones recalcaba Colosenses 2: 9 y la idea de chazaba la deidad de Jesús y su nacimiento nuestras doctrinas que en Cristo habitaba «la plenitud de la virginal. Empezaron a aparecer con más fredivinidad». También describía a Cristo cocuencia artículos adventistas que defendían se han desarrollado 14 mo «la Palabra eterna». Aunque evitó la el punto de vista bíblico en las revistas de la en el contexto del núcleo palabra «Trinidad», en 1899 escribió: «Dios iglesia. Con independencia de diferencias es uno. Jesucristo es uno. El Espíritu Santo es individuales en detalles, los pastores advenoriginal distintivo uno. Y estos tres son uno: No hay desatistas hicieron una piña contra los puntos 15 de los mensajes cuerdo ni división entre ellos». de vista liberales. Naturalmente, quienes reElena G. de White desempeñó un papel chazaban la preexistencia eterna de Cristo de los tres ángeles profético al confirmar la eterna deidad de no querían hablar de su principio y debiliy conceptos afines. Jesús y la Divinidad de tres Personas. Ya en tar con ello la argumentación contra la alta 1878 se refirió a Jesús como el «eterno Hijo crítica. Hasta se toleraban los artículos so16 de Dios». En El Deseado de todas las gentes, bre la Trinidad.22 El resultado fue un crecienescribió: «[Cristo] se había proclamado a sí mismo como el te aprecio por la plena deidad del Hijo de Dios. que tenía existencia propia” y “En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra».17 Del Espíritu Santo escribió Desde 1931 hasta 1957: 18 que es la «tercera persona de la Divinidad». Elena G. de Aceptación del punto de vista trinitario White desempeñó un importante papel a la hora de impulsar F. M. Wilcox fue un personaje clave a la hora de facilitar la a la iglesia hacia una posición bíblica trinitaria. Sin embargo, transición final a una aceptación de la Trinidad por parte del por lo general la iglesia evitó estas y otras afirmaciones durante adventismo del séptimo día a través de sus consejos a la hora los años que siguieron a la publicación de El Deseado de todas de redactar la Declaración de Creencias Fundamentales de las gentes. Aunque la Sra. White nunca usó el término «Trini1931 y de sus artículos en la Review and Herald.23 Los resúdad» en sus escritos publicados, transmitió el concepto de formenes doctrinales se evitaron cuidadosamente durante las ma reiterada. primeras décadas del siglo XX, debido en parte al conflicto M. L. Andreasen puso en tela de juicio que Elena G. de sobre la Trinidad. Según L. E. Froom, Wilcox era «respetado White hubiera escrito realmente algunas de sus afirmaciones por todas las partes por su solidez, su integridad y su lealtad de El Deseado de todas las gentes y otros libros. En 1909 Ana la fe adventista —y al Espíritu de Profecía—. Como editor de dreasen pasó tres meses en Elmshaven, California, y se conla Review, hizo probablemente lo que ningún otro podría ha8
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ber hecho por lograr la unidad en la aceptación». 24 Hasta 1946 el congreso de la Asociación General no aprobó oficialmente una Declaración de Creencias Fundamentales.25 Durante la década de 1940 una mayoría creciente de la iglesia creía en la deidad eterna y no derivada de Cristo y en la personalidad del Espíritu Santo, aunque había algunos que se callaban su opinión adversa y que incluso oponían activamente al cambio. Este grupo estaba constituido fundamentalmente por algunos pastores y profesores de Biblia de más edad, como J. S. Washburn, C. S. Longacre y W. R. French. En 1944 se revisó la obra Las profecías de Daniel y el Apocalipsis, de Urías Smith, y sus comentarios sobre la naturaleza derivada de la divinidad de Cristo se eliminaron. 26 En 1957 el libro Questions on Doctrine [Preguntas sobre doctrina] fijó la doctrina de la Trinidad o Divinidad para los adventistas. Aunque el libro produjo un conflicto teológico en otras cuestiones, no hubo casi discrepancia en cuanto a la clara enseñanza del libro relativa a la Trinidad.27 La actual declaración inequívoca sobre la Trinidad en las Creencias Fundamentales Adventistas del Séptimo Día fue revisada y aprobada en el Congreso de la Asociación General de 1980. El proceso de adopción de la Trinidad continuó entre 1900 y 1950. Las influencias clave en el cambio fueron (1) los reiterados estudios bíblicos publicados sobre el tema, (2) las claras afirmaciones de Elena G. de White, (3) la respuesta adventista a los ataques del liberalismo moderno a la deidad de Cristo y a su nacimiento virginal, y (4) el enunciado de F. M. Wilcox de las Creencias Fundamentales y sus editoriales en la Review and Herald. Podemos aprender varias lecciones de la historia del desarrollo de la doctrina de la Trinidad en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. En primer lugar, debemos reconocer que el desarrollo de la teología adventista ha sido a menudo progresivo y correctivo. Esto se ilustra claramente en la doctrina de la Trinidad. La dirección del Espíritu Santo es dinámica. Otros conceptos doctrinales se desarrollaron de forma similar. Este desarrollo nunca supuso un cambio de paradigma que contradijera la clara enseñanza bíblica del ministerio de Jesús en el santuario celestial ni el fundamento profético de la iglesia. En segundo lugar, el desarrollo de la doctrina de la Trinidad demuestra que el cambio doctrinal requiere a veces la desaparición de una generación previa. Para los adventistas del sép timo día, que la doctrina de la Trinidad fuese normativa llevó más de cincuenta años. En tercer lugar, las inequívocas afirmaciones de Elena G. de White atenuaron la controversia y dieron confianza en la transición a nuestro punto de vista actual. Por último, la teología adventista siempre depende de la Escritura de forma suprema. La Biblia nos dice que la «senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto» (Prov. 4: 18). Hebreos 2: 1 afirma: «Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las co sas que hemos oído». En último término, la Biblia llevó a los adventistas del séptimo día a adoptar la presente posición sobre la Divinidad o Trinidad.
Referencias 1. Sylvester Bliss, Memoirs of William Miller (Boston: Joshua V. Himes, 1853), 77, 78. 2. Joshua V. Himes, «Christian Connexion» en Encyclopedia of Religious Knowledge, ed. J. Newton Brown (Brattleboro, Vermont: Brattleboro Typographic, 1838), 363. 3. Joseph Bates, Autobiography of Elde r Joseph Bates (Battle Creek, Míchigan: Steam Press, 1868), 205. 4. James White, «Preach the Word», Advent Review and Sabbath Herald, 11 de diciembre de 1855, 85. 5. Véase J. H. Kellogg, The Living Temple (Battle Creek, Míchigan: Good Health, 1903), 26-36, 396-398, 450-460, 484-486. 6. Arthur L. White a Hedy Jemison, 2 de julio de 1969; James White, comp., Hymns for God’s Peculiar People (Oswego, Nueva York: Richard Oliphant, 1849), 47. 7. James White, Advent Review and Sabbath Herald, 29 de noviembre de 1877, 72. 8. Uriah Smith, Thoughts, Critical and Practical on the Book of Revelation (Battle Creek, Míchigan: Steam Press, 1865), 59. 9. Smith, Thoughts, 1881, 74. 10. J. B. Frisbie, «The Seventh Day Sabbath Not Abolished», Advent Review and Sabbath Herald, 7 de marzo de 1854, 50; J. N. Loughborough, «Questions for Brother Loughborough», Advent Review Sabbath and Herald, 5 de noviembre de 1861, 184; R. F. Cottrell, «The Trinity», Advent Review and Sabbath Herald, 6 de julio de 1869, 10, 11; J. N. Andrews, «Melchisedec», Advent Review and Sabbath Herald, 7 de septiembre de 1869, 84; D. M. Canright, «The Personality of G od», Advent Review and Sabbath Herald, 29 de agosto de 1878, 73, 74; 5 de septiembre de 1878, 81, 82; 12 de septiembre de 1878, 89, 90; 19 de septiembre de 1878, 97; J. H. Waggoner, The Atonement (Oakland, California: Pacific Press, 1884), 164-179; C. W. Stone, The Captain of our Salvation (Battle Creek, Míchigan: s.p., 1886), 15-20. 11. A. W. Spalding a H. C. Lacey, 2 de junio de 1947. 12. E. J. Waggoner, Christ and His Righteousness (Oakland, California: Pacific Press, 1890), 21, 22. 13. Uriah Smith, Looking Unto Jesus (Battle Creek, Míchigan: Review and Herald, 1898), 10. 14. A. T. Jones, «The Third Angel’s Message Number 20», General Conference Bulletin, 27 de febrero de 1895, 378; ídem, «The Third Angel’s Message Number 17», General Conference Bulletin, 25 de febrero de 1895, 332. 15. A. T. Jones, editorial, Advent Review and Sabbath Herald, 10 de enero de 1899, 24. 16. Elena G. de White, Advent Review and Sabbath Herald, 8 de agosto de 1878, 49. 17. Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, 1955), 435, 489. 18. Ibíd., 625. 19. M. L. Andreasen, «Testimony of M. L. Andreasen», Archivo Documental 961 en el Patrimonio Ellen G. White, 15 de octubre de 1953. 20. W. W. Prescott, Review and Herald, 4 de abril de 1896, 232; Actas del Comité de la Asociación General del 15 de febrero de 1902, citadas en Gilbert Valentine,William Warren Prescott (tesis doctoral, Andrews University, 1982), 351; W. W. Prescott, «Stu dies in the Gospel Message», Advent Review and Sabbath Herald, 2 de septiembre de 1902, 4; ídem, «Our Place as Sons», Advent Review and Sabbath Herald, 23 de septiembre de 1902, 6; ídem, «The Eternal Purpose», Advent Review and Sabbath Herald, 23 de diciembre de 1902, 4; ídem, «Our Personal Saviour Jesus Christ», Guía Trimestral de Lecciones de la Escuela Sabática, pr imer trimestre, 1921, 2, 9, 20; ídem, The Doctrine of Christ (Washington, DC: Review and Herald, 1920), 3, 20, 21. 21. Donald E. Mansell, «How the 1919 Bible Conference Transcript Was Found», monografía inédita, Archivo documental en el Patrimonio Ellen G. White, 6 de julio de 1975. 22. Stemple White, Canadian Watchman, septiembre de 19 23, 18; C. P. Bollman, Advent Review and Sabbath Herald, 15 de marzo de 1923, 4; Lyle C. Shepard, Canadian Watchman, septiembre de 1927, 12. 23. F. M. Wilcox, «Christ as Creator and Redeemer», Advent Review and Sabbath Her ald, 23 de marzo de 1944, 2; ídem, Advent Review a nd Sabbath Herald, 3 de enero de 1945, 5, 6. 24. L. E. Froom, Movement of Destiny (Washington, DC: Review and Herald, 1971), 413, 415. 25. Robert Olson y Bert Haloviak, «Who Decides What Adventists Believe: A Chronological Survey of Sources, 1844-1977», monografía inédita, Archivo Documental 326 en el Patrimonio Ellen G. White, 24 de febrero de 1977. 26. Uriah Smith, Daniel and the Revelation (Nashville: Southern Publishing, 1941), 400; ídem, The Prophecies of Daniel and the Revelation (Nashville: Southern Publishing, 1944), 391. 27. Questions on Doctrine (Washington, DC: Review and Herald, 1957), 30, 31, 36.
El Dr. Merlin D. Burt es director del Centro de Investigaciones Adventistas, con sede en la Universidad Andrews, Míchigan, Estados Unidos. Escríbanos su opinión sobre este artículo a
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ETRINITARIA CLESIOLOGÍA HACIA UNA
RICHARD RICE
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DIFERENCIA de otras doctrinas adventistas del séptimo día que han sufrido cambios, la Trinidad no ha sido fuente de conflictos notables a lo largo de muchos años. La afirmación hecha por la iglesia sobre la justificación por la fe surgió durante el Congreso de la Asociación General de 1888, y se recuerda por los marcados desencuentros y la subsiguiente confusión. Fue particularmente estridente la polémica sobre la naturaleza de Cristo que siguió a la publicación de Questions on Doctrine [Preguntas sobre doctrinas] en la década de 1950. Sin embargo, el avance de la iglesia hacia un trinitari smo con todas las de la ley nunca generó disputas similares, ni degeneró en ellas. Aunque ha sido relativamente callado, no ha habido ningún cambio en la historia del adventismo de mayor signi-
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ficación teológica, porque nada es más fundamental para cualquier versión de la fe cristiana que su comprensión de Dios.1 Una interpretación trinitaria de Dios tiene importantes implicaciones para todo el abanico de creencias, pero su relación con la doctrina de la iglesia es particularmente significativa. De hecho, la Trinidad y la iglesia están íntimamente relacionadas. La experiencia de Dios dentro de la comunidad de fe dio origen a la interpretación trinitaria de Dios. Y la interpretación trinitaria de Dios ilumina el origen y la naturaleza de la iglesia, aparte de tener implicaciones importantes para la vida práctica de la comunidad cristiana.
La Trinidad y el origen de la iglesia Según una antigua fórmula, Dios está involucrado por completo en la actividad de cada miembro de la Trinidad.
Dios obra tanto a través del Hijo como del Espíritu Santo para traer a la iglesia a la existencia. Como afirmó Martín Lutero, «hacer la iglesia es la auténtica obra del Espíritu Santo».2 Esta actividad conjunta se describe a veces como «dos misiones divinas» —el envío del Hijo y el envío del Espíritu— y estas dos misiones están estrechamente relacionadas. 3 El papel del Espíritu en los acontecimientos de la iglesia primitiva resulta perfectamente conocido. El libro de Hechos comienza con la promesa de la venida del Espíritu (1: 5, 8). Poco después, los acontecimientos de Pentecostés capacitaron a los primeros creyentes, permitiéndoles hablar en otras lenguas y proclamar «con valentía la palabra de Dios» (4: 31).4 Una y otra vez, Hechos describe que los cristianos estaban «llenos del Espíritu Santo» (2: 4; 4: 31; 7: 55). El Espíritu Santo dirigía a los cristianos para que viajaran y predicaran, descendía sobre los creyentes de origen gentil e indicaba a los dirigentes de la iglesia qué tipo de obligaciones debían asumir los gentiles cuando se unían a la comunidad cristiana (15: 28, 29). La gran cantidad de referencias sugiere que el personaje central del libro es en realidad el Espíritu Santo, no los apóstoles ni los demás seguidores de Jesús. Aunque pensemos que el Espíritu Santo descendió sobre los seguidores de Jesús una vez acabado el ministerio terrenal de este, la actividad del Espíritu en la iglesia primitiva fue en realidad una continuación de la actividad que el Espíritu tuvo en la vida de Jesús. De paso, es posible que el objetivo global de Lucas y Hechos sea demostrar que la obra del Espíritu Santo en la vida de los primeros cristianos llegó a ser en realidad una extensión de la labor del Espíritu Santo en la vida del propio Jesús. El Espíritu Santo fue un factor clave en la vida de Jesús de principio a fin. La actividad del Espíritu rodeó el nacimiento de Jesús. En los primeros capítulos de Lucas leemos que Juan el Bautista (1: 15), Elisabeth (vers. 41) y Zacarías (vers. 67) fueron llenos del Espíritu Santo. El Espíritu Santo dio a Simeón una visión especial y lo impulsó a acudir al templo en el debido momento (2: 25, 26).5 Y, por supuesto, en medio de todo ello estuvo la mayor manifestación en el nacimiento completamente milagroso de Jesús: «Respondiendo el ángel, le dijo: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios”» (1: 35).6 Jesús estaría lleno del Espíritu Santo, al igual que Juan el Bautista, desde el vientre de su madre (Luc. 1: 15; cf . Jue. 13: 3-5; 16: 17; Isa. 44: 2). Según Hechos 10: 38, Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder. El Espíritu descendió sobre Jesús en el momento de su bautismo y permaneció con él a lo largo de toda su vida terrenal. Jesús estaba «lleno del Espíritu Santo», y el Espíritu lo llevó al desierto para ser tentado (Luc. 4: 1, 2; Mat. 4: 1). En el sermón que dio en la sinagoga de Nazaret (Luc. 4), Jesús anunció: «El Espíritu del Señor está sobre mí […]» (vers. 18).7 Más adelante, Jesús «se regocijó en el Espíritu» tras la misión de los setenta y dos (10: 21).8 El Espíritu
Santo también estuvo activo en la muerte y la resurrección de Jesús. Según Hebreos 9: 14, Cristo se ofreció a Dios «mediante el Espíritu eterno».9 Y en Romanos 1: 4, Jesús «fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos». El día de su resurrección, Jesús «sopló» sobre sus seguidores y dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Juan 20: 22). El mismo poder que actuó durante su vida terrenal permanece en la vida de la comunidad que fundó, y, a través del Espíritu, Cristo mantiene su presencia en el mundo. En consecuencia, los seguidores de Cristo viven por el poder del Espíritu Santo. Pablo lo expresa así: «Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús está en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que está en vosotros» (Rom. 8: 11). Por lo tanto, a través del Espíritu Santo, los creyentes viven la vida de la resurrección ahora, no solo en el futuro. El Espíritu Santo les da una nueva dinámica para vivir, un nuevo poder interior, una nueva vida, la vida de la resurrección (véase 2 Cor. 5: 17). Además, el Espíritu Santo vincula a los seguidores de Cristo con este mediante lazos que jamás pueden romperse. Vive en ellos «Cristo en vosotros»; viven en él «ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí», y, por su relación con el ministerio de Cristo en el mundo, el Espíritu Santo recibe una nueva identidad: «el Espíritu de Cristo». Podemos ver estas ideas mutuamente relacionadas en pasajes como Romanos 8: 9, 10. Tal como lo expresa un erudito bíblico, «permanecer en Cristo […] es también permanecer en el Espíritu, o la permanencia de Cristo en nosotros es también la permanencia del Espíritu». 10 Hay otros pasajes que demuestran también las estrechas relaciones entre Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu. Según Pablo y Juan (véanse Gál. 4: 4-7; Juan 14: 26; 15: 26), el envío del Espíritu es homólogo al envío del Hijo. Y Juan atribuye el envío del Espíritu tanto al Padre como al Hijo. Las designaciones de quienes envían, «Dios Padre» y «Cristo», y de quienes son enviados, el «Hijo» y «el Espíritu», indican que Dios —Padre, Hijo y Espíritu— está implicado por entero en la historia de la salvación. Por ello, la comunidad creada por el Espíritu Santo como continuación de la misión de Cristo al mundo debe su existencia a la actividad salvífica del Dios trino.
La salvación y la vida de Dios La íntima asociación de Padre, Hijo y Espíritu en el plan de la salvación nos dice algo importante sobre la vida del propio Dios. Los primeros cristianos alcanzaron esta visión al desarrollar su comprensión de la divinidad de Cristo. Tras la pregunta «¿Es Jesús divino?» había una cuestión más básica: ¿Es la salvación la obra del propio Dios, o envió Dios a un subordinado para que la llevara a cabo? Al sostener la plena divinidad de Cristo, la iglesia primitiva afirmó que la salvación es la obra del mismísimo Dios, no la de un ser secundario o subor dinado.11 En otras palabras, Dios nos ama tanto que el propio
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Dios entró en la historia humana en la persona del Hijo para Las diversas afirmaciones en cuanto al amor que hay en efectuar nuestra reconciliación. estos documentos parecen seguir un modelo de «fuga». Se Si eso es así, tiene que haber una conexión íntima entre la repiten entre los temas siguientes, uniéndolos entre sí medianactividad salvadora de Dios y la vida interna de Dios. Tal cote relaciones cada vez más complejas: el amor que los miemmo Jesús declaró a los discípulos, «el que me ha visto a mí ha bros de iglesia sienten entre sí; su amor a Dios y el amor que visto al Padre» (Juan 14: 9). En otras palabras, Dios se reveló Dios tiene por ellos; y el amor que une al propio Dios, o sea, a sí mismo en Jesús tal como es realmente. El plan de la salvael amor entre el Padre y el Hijo. ción manifiesta algo de Dios que siempre ha sido así: el amor En primer lugar, la cualidad distintiva de la vida dentro de es la característica medular del propio ser de Dios. Dios siemla comunidad cristiana es la del amor. «En esto conocerán pre ha existido como Padre, Hijo y Espíritu, como una eterna todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los comunidad de amor. otros» (Juan 13:35). El amor se convierte en el rasgo esencial La convicción de que la revelación de Dios en Jesucristo que diferencia a los seguidores de Jesús de otros grupos hufue una revelación genuina del propio Dios domina los anámanos. En consecuencia, quienes creen que forman parte de lisis recientes sobre la Trinidad. Karl Rahner lo expresa así: la comunidad y no aman a los demás, se engañan a sí mismos. «La trinidad “económica” es la trinidad “inmanente” y la trini«Todo aquel que no hace justicia y que no ama a su hermano, 12 dad “inmanente” es la trinidad “económica”». Según Karl no es de Dios» (1 Juan 3: 10). Dicho de forma positiva, «saBarth, «Dios está entre nosotros con humildad, como Dios bemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos nuestro, Dios por nosotros, como lo que es a los hermanos» (vers. 14). en sí mismo, en la profundidad más recónEn segundo lugar, los seguidores de Jesús dita de su divinidad […]. En la condescenno son identificados por el amor por sí misAunque pensemos dencia con la que se nos da en Jesucristo, mo, ni simplemente por algún tipo de afecto, existe y habla y actúa como Aquel que era sino que el amor concreto que Jesús tiene que el Espíritu Santo desde toda la eternidad y que será hasta por ellos marca la pauta del amor mutuo que 13 descendió sobre toda la eternidad». Para Eberhard Jüngel, tienen. «Como yo os he amado, que también 17 la encarnación no es «algo secundario que los seguidores de Jesús os améis unos a otros» (Juan 13: 34). «Este esté junto a Dios, sino más bien el acontees mi mandamiento: Que os améis unos a 14 una vez acabado cimiento de la deidad de Dios». Para Wolotros, como yo os he amado. Nadie tiene mafhart Pannenberg, las acciones de Dios en la el ministerio terrenal yor amor que este, que uno ponga su vida historia de la salvación revelan que la realipor sus amigos» (15: 12, 13). Los seguidode este, la actividad res de Jesús deberían estar dispuestos a amardad interna de Dios consiste en «relaciones vitales concretas».15 Y para Jürgen Moltmann, del Espíritu en la iglesia se hasta el fin, igual que él «los amó hasta el «tal como Dios aparece en la historia como fin» (cf . 13: 1). primitiva fue el Padre que envía y el Hijo enviado, así deEn tercer lugar, el amor de Jesús por los be haber sido antes en sí mismo […]. Las discípulos expresa el amor que el propio Paen realidad una relaciones entre la historia discernible y vidre siente por ellos. «El Padre mismo os ama, continuación sible de Jesús y el Dios al que él llamaba: “mi porque vosotros me habéis amado y habéis Padre” se corresponden con la relación del creído que yo salí de Dios» (16: 27). El amor de la actividad 16 Hijo con respecto al Padre en la eternidad». del Padre fluye a través del Hijo y entra en la que el Espíritu tuvo Si los hitos de la historia de la salvación comunidad cristiana. tienen su homólogo en la vida del propio De hecho, las afirmaciones de Jesús en en la vida de Jesús. Dios, entonces la comunidad cristiana debe cuanto a su relación con el Padre y su relasu identidad, al igual que su origen, a su reción con sus seguidores indican que Jesús lación única con el Dios trino. La actividad quiere que sus seguidores disfruten la misde Dios como Padre, Hijo y Espíritu no solo trae a la iglesia a ma relación con Dios que disfruta él. Por lo tanto, tal como el la existencia, sino que el amor que caracteriza la existencia Padre acude a los discípulos en la persona de Jesús, Jesús lleva eterna de Dios imparte a la iglesia su carácter esencial. a los discípulos al Padre. «El que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él» (14: 21). «El que La Trinidad y la naturaleza de la iglesia me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendreLa convicción de que los acontecimientos iniciales de la mos a él y haremos morada con él» (vers. 23). iglesia, las misiones del Hijo y del Espíritu, son manifestacioEn cuarto lugar, el amor que Jesús tiene por sus seguidones de la vida del propio Dios lleva a perspectivas drásticas res refleja el amor que se tienen él y el Padre. Por el presente sobre la naturaleza de la iglesia. La estrecha relación entre la y el futuro de sus seguidores, Jesús oró: «Como tú, Padre, en comunidad cristiana y la vida de Dios se convierte en algo mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros […]. Yo evidente en los «discursos de despedida» del cuarto Evangeles he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así colio y en 1 Juan. mo nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que sean 12
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perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado» (17: 21-23). 1 Juan 1: 3 habla así de la comunión mutua y de la comunión con Dios: «Para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo». Así, el amor divino que crea la comunidad cristiana manifiesta y extiende el amor que constituye la vida del propio Dios. Esta línea de pensamiento lleva a una conclusión trascendental. La dinámica central de la comunidad cristiana no solo se parece a la dinámica esencial de la vida del propio Dios, sino que sus miembros participan en realidad de esa vida. El amor que fluye entre Padre e Hijo fluye por la iglesia. La idea de que la iglesia participe de la vida de Dios se deriva de forma natural de las palabras de despedida que Jesús dirigió a sus discípulos. En la vida y el ministerio de Jesús, y en su continuidad en la comunidad que fundó, encontramos verdaderamente a «Dios con nosotros». Para muchos que comparten esta convicción, el vínculo esencial entre la comunidad cristiana y la vida de Dios radica en la obra del Espíritu Santo. Por una parte, el Espíritu Santo convierte a la iglesia en una auténtica comunidad. Tal como
dice Robert Jenson, «la iglesia existe como comunidad y no como un mero colectivo de personas piadosas» porque el Espíritu une la Cabeza con el cuerpo de Cristo. 18 Además, el Espíritu da a la iglesia su identidad distintiva. Toda comunidad que no sea simplemente un conjunto tiene un «espíritu» de algún tipo; por ejemplo, hablamos de «espíritu de equipo» o del «espíritu de la escuela». Pero en el caso de la iglesia, este espíritu colectivo no proviene de las personas que pertenecen a ella, sino del Espíritu que la crea. Por citar nuevamente a Jenson, el «milagro fundacional» de la iglesia está en que su espíritu comunal es «idénticamente el Espíritu que es y tiene el Dios personal». 19 Según lo entienden muchos intérpretes, el papel del Espíritu en la iglesia guarda un estrecho parecido con el papel del Espíritu dentro de la Trinidad. El Espíritu crea comunidad dentro de la vida del propio Dios. Siguiendo a Jüngel, «el Padre ama al Hijo, el Hijo devuelve este amor, y el Espíritu Santo es el propio amor entre ellos. Por lo tanto, el Espíritu que procede del Padre y el Hijo constituye la unidad del ser divino como ese evento que es el propio amor». 20 Tales descripciones de las relaciones dentro de Dios sugieren vías para que imaginemos el papel de la iglesia en la
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vida divina. Por medio del Espíritu, según lo describe Stanley Grenz, quienes están «en Cristo» llegan a compartir la relación eterna que el Hijo disfruta con el Padre. Dado que los partícipes en esta nueva comunidad son coherederos con Cristo, el Padre les otorga lo que prodiga eternamente al Hijo. Y puesto que están «en Cristo» por el Espíritu, participan del acto del Hijo, que da la eterna respuesta al Padre.21 Resumiendo, la iglesia debe su existencia a la actividad salvífica de Dios y deriva su carácter esencial de la identidad del propio Dios. Mediante el envío del Hijo y del Espíritu, Dios entra en el mundo para crear una comunidad que refleja y extiende el amor que constituye la realidad del propio Dios. La dinámica central de la comunidad cristiana corresponde así a la dinámica esencial de la vida del propio Dios. Y participar de la comunidad cristiana resulta, ni más ni menos, en participar de la vida del propio Dios. El Espíritu Santo nos hace uno, el Espíritu Santo hace a Dios uno, y el Espíritu Santo nos hace uno con Dios.22
ticipando de la comunidad que el amor de Dios estableció. Por lo tanto, la experiencia de la salvación es social tanto como individual, con una dimensión pública tanto como privada. Cambia nuestra relación con los demás, al igual que con Dios. Esto pone de relieve la insuficiencia fundamental de todas las interpretaciones individualistas de la fe cristiana. La salvación no es meramente, ni siquiera fundamentalmente, un asunto entre un individuo y Dios. La salvación involucra relaciones con otras personas y busca una transformación social, no meramente personal. Esto también quiere decir que el propósito de la iglesia debería reflejar y proyectar el cuidado y el interés por los demás que Dios demuestra, que Dios es. En la medida en que la iglesia, la comunidad cristiana, plasme el amor que irradia dentro de la vida de Dios, dará al mundo la manifestación más clara de la naturaleza y el carácter de Dios, y la evidencia más clara de la realidad de Dios, evidencia más poderosa de lo que jamás podrían ser los argumentos filosóficos. Si esto es verdad, el fomento de la auténtica comunidad, el desarrollo de relaciones afectuosas entre las personas en la Implicaciones prácticas iglesia, es la labor más importante del ministerio de la iglesia. de una eclesiología trinitaria La pregunta «¿Y qué?» siempre es importante en teología, El desarrollo de la iglesia no es meramente, ni siquiera funday en el caso de la Trinidad es más importante de lo habitual. Es mentalmente, cuestión de aumentar en número, sino cuestentador desechar las reflexiones sobre la tión de desarrollar entre los miembros de Trinidad como intrusiones especulativas en iglesia relaciones de cuidado y atención mula naturaleza de Dios, pese al hecho de que tuos, alentando la manifestación de cualidaSegún lo entienden los primeros pensadores trinitarios de la des encarnadas en la vida de Jesús. En la meiglesia fundaban firmemente su comprendida en que los miembros de iglesia muestren muchos intérpretes, sión de Dios en la historia de la salvación. esas cualidades, su exteriorización del carácel papel del Espíritu ter de Cristo atraerá de forma natural a nueEn la práctica, ¿qué aporta una eclesiología trinitaria? ¿Por qué es tan importante funen la iglesia guarda vos participantes. dar la iglesia en la vida del propio Dios? Estas reflexiones también sugieren que el un estrecho parecido culto colectivo es el acto central de la vida de En primer lugar, la eclesiología trinitaria recalca la importancia de la iglesia de Dios. la iglesia. El encuentro de la comunidad para con el papel Si los actos de Dios en la historia de la salrecordar los actos del Dios de amor que se da del Espíritu dentro vación expresan la auténtica naturaleza de a sí mismo, para que sus miembros vuelvan a Dios, entonces Dios siempre ha sido relaciocomprometerse a plasmar ese amor en todas de la Trinidad. nal: desde toda la eternidad, una comunisus relaciones, sigue siendo emblemático de dad eterna de amor. Esto quiere decir que toda la existencia de la iglesia. Celebra, crisDios crea por amor, envuelve el mundo taliza y realiza todo lo que conlleva la iglesia. creado dentro del amor divino, y desde el momento de su exisPor lo tanto, un aprecio de la base trinitaria de la comunitencia, Dios hizo de su relación con el mundo el centro de su cuidad cristiana nos ayuda a evitar conceptos inadecuados y endado, de forma similar a como los padres ponen a su hijo amado gañosos sobre la iglesia. La iglesia no es una organización en el centro de su hogar. Dios valora hasta tal punto el mundo preocupada con la expansión de su feligresía y su presupuesal que tanto ama que hasta toma su identidad de su relación to. La iglesia no es una colección de individuos que asienten con él. (Dios es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob; es el Padre al mismo conjunto de creencias. La iglesia no es un grupo de de nuestro Señor Jesucristo.) Además, el compromiso de Dios personas que se reúnen para satisfacer sus necesidades emocon la creación es permanente. Arriesga su propia satisfacción cionales. La iglesia no es un encuentro de intelectuales que dis—si no su propia vida— por el bienestar de ella. Todo esto sigfrutan suscitando ideas. La iglesia no es un programa de mernifica que Dios atribuye un valor inmenso a la iglesia y que ese cadotecnia de múltiples niveles, ni un club social, ni un grupo aspecto de la creación atrae su atención particular. Como dice de rehabilitación, ni un seminario académico. La iglesia es una Elena G. de White, la iglesia es el objeto de la «suprema concomunión creada por el Espíritu Santo, una comunidad que sideración»23 de Dios. extiende la misión de Cristo en este mundo, atrayendo a sus Si ello es así, la salvación conlleva participar de la comumiembros a un círculo de amor que es a la vez característico nidad que define la vida del propio Dios, y esto se hace parde la vida del propio Dios y constitutivo de la misma.
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Referencias 1. Hasta cierto punto, el creciente interés en la Trinidad entre los adventistas es homólogo a la renovación del inter és en la Trinidad dentro del pensamiento cristiano global. De hecho, la doctrina ha atraído tanta atención en décadas recientes que hay quienes creen que se trata más de todo un movimiento popular que de un renacimiento. «Amenazada una vez por su relativa escasez en la teología moderna, ahora parece que es más probable que la doctrina de la Trinidad quede oscurecida por la sobreabundancia de teólogos que se apiñan en torno a ella» (David S. Cunningham, These Three Are One [Oxford: Blackwell, 1998], 19, citado en The Social God and the Relational Self: A Trinitarian Theology of the Imago Dei [Louisville, Kentucky: Westminster John Knox Press, 2001], 24). Se trata de una diferencia muy llamativa con respecto al papel que desempeñaba la Trinidad en la teología liberal, o sea, casi ninguno. Friedrich Schleiermacher relega el estudio de la Trinidad a la última sección de The Christian Faith. Aunque Paul Tillich emplea una temática trinitaria en las secciones centrales de su Systematic Theology «El ser y Dios», «La existencia y el Cristo», «La vida y el Espíritu»— y presenta comentarios interesantes en cuanto a su significación teológica (el tomo 2 contiene un breve capítulo sobre «Los símbolos trinitarios»), la doctrina no supone una aportación notable a su teología. 2. En Robert W. Jenson, Systematic Theology, 2 tomos (Nueva York: Oxford University Press, 1997-1999), 2: 197. 3. «Se puede entender que las dos misiones son momentos interconectados de la comunicación única que Dios hace al mundo de sí mismo» (Karl Rahner, Encyclopedia of Theology: The Concise Sacramentum Mundi, [Nueva York: Seabury Press, 1975], 1760). 4. Todos los pasajes bíblicos están tomados de la versión Reina-Valera de 1995 (RV95). 5. Gerald F. Hawthorne, The Presence and the Power: The Significance of the Holy Spirit in the Life and Ministry of Jesus (Dallas, Texas: Thomas Nelson, 1991), 54. 6. Hawthorne, 65. 7. Hawthorne, 133. 8. Hawthorne, 148. 9. Hawthorne, 183, 184. 10. Eduard Schweizer, «Pneuma, pneumatikos», en Theological Dictionary of the New Testament, 10 tomos, ed. Gerhard Friedrich, trad. Geoffrey W. Bromiley (Grand Rapids, Míchigan: Eerdmans, 1964-1976), 6:433. 11. Véase Richard Rice, «Trinity, Temporality, and Open Theism», Philosophia: Philosophical Quarterly of Israel, número especial sobre «Modelos de Dios», 35:3, 4. 12. Karl Rahner, The Trinity, trad. Joseph Donceel (Nueva York: Herder & Herder, 1970), 22. 13. Karl Barth, Church Dogmatics, trad. Geoffrey Bromiley y Thomas Torrance (Edimburgo: T & T Clark, 1956), IV/1:193. 14. Eberhard Jüngel, God as the Mystery of the World: On the Foundation of the Theology of the Crucified One in the Dispute Between Theism and Atheism, trad. Darrell L. Guder (Grand Rapids, Míchigan: Eerdmans, 1983), 372. 15. Wolfhart Pannenberg, Systematic Theology, 3 tomos, trad. Geoffrey W. Bromiley (Grand Rapids, Míchigan: Eerdmans, 1991-1998), 1:335, 323. 16. Jürgen Moltmann, The Church in the Power of the Spirit, trad. Margaret Kohl (San Francisco: HarperCollins, 1977), 54. 17. Compárese con la exhortación de Pablo: «Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros» (Efe. 5: 1, 2). 18. Jenson, 2:182. 19. Jenson, 2:181. 20. Jüngel, 374. 21. Grenz, 326. 22. Los teólogos debaten a veces la organización del Credo de los apóstoles. ¿Está constituido por tres artículos o por cuatro? La creencia en la «santa Iglesia Católica», ¿amplía la creencia en el Espíritu Santo o es un nuevo punto? Nuestras reflexiones sugieren lo primero. La iglesia es la creación del Espíritu Santo, y la creación de la iglesia es la obra más importante del Espíritu. Para apreciar la importancia de la comunidad cristiana, debemos reconocer su base dentro de su relación íntima con la realidad dinámica de la vida del propio Dios. 23. Elena G. de White, Los hechos de los apóstoles, 2ª ed. (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, 1966), 11.
El Dr. Richard Rice es catedrático de Teología en la Universidad de Loma Linda, California, Estados Unidos. Escríbanos su opinión sobre este artículo a
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CRUZ DESDE LA
UNA PERSPECTIVA TRINITARIA JOHN C. JOHNSON
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ESDE George Hegel, Karl Barth y Karl Rahner, la doctrina de la Trinidad ha sido objeto de un aumento reciente de reflexiones teológicas. Sin embargo, apenas se ha tocado el asunto de la Trinidad en el momento concreto de la cruz, en el que alcanza su punto culminante el propósito de la encarnación. Ha habido algunos pensadores que han hecho aportaciones notables a este tema, como Jürgen Moltmann and Eberhard Jüngel, pero, en general, este asunto ha sido ignorado. Existen muchas razones para este vacío; sin embargo, hay muchas por las que se debería penetrar las profundidades de la dinámica trinitaria relacional presentes en la cruz. En primer lugar, la cruz representa uno de los modos fundamentales de la revelación relativa al Dios trino. En segundo lugar, nuestro conocimiento de la naturaleza de Dios puede enriquecerse enormemente mediante una comprensión más profunda de lo que ocurrió en la cruz. Y, por último, la conciencia de la magnitud de lo que aconteció en la cruz merece sobradamente el esfuerzo en lo que respecta a su valor didáctico y de predicación. Por ello, este artículo examinará tres pasajes bíblicos significativos sobre el tema de la Trinidad en la cruz, explorará lo que dicen sobre la cuestión algunos teólogos relevantes y ofrecerá, en la exposición, reacciones sobre las propuestas de estos teólogos. Además, añadiré algo en lo referente al debate actual sobre el papel del Espíritu Santo en la cruz.
Jesús en el Getsemaní Consideremos en primer lugar algunos pasajes bíblicos clave, que iluminan la actividad de la Trinidad en la cruz.1 Destacan algunas porciones de las Sagradas Escrituras: el relato de la oración de Jesús en Getsemaní, su grito de desamparo en la cruz y Hebreos 9: 14. Howard Marshall sitúa la auténtica lucha de Jesús en el momento de la oración que eleva al Padre cuando pide que el cáliz le sea quitado. Aquí Jesús, por así decirlo, se enfrenta con su destino y, habiéndolo hecho, es capaz de soportar, con aplomo increíble, lo que está por delante.2 Para Marshall, esto tiene sentido porque, después de ese momento, Jesús estará en total sintonía con su Padre y pone su mirada en la meta para la que vino. En otras palabras, este cambio no aminora la total desolación y angustia de la cruz, sino que simplemente presenta la irrevocabilidad de la decisión de Jesús. 3
Peter Bolt destaca la alusión al Salmo 42 en la «agitación» y la «angustia», con el grito que pronuncia el salmista preguntando «dónde está tu Dios».4 Bolt explica esta circunstancia diciendo que es el momento en que Jesús se prepara para la batalla cósmica, lo que demanda algún tipo de ruptura entre él y el Padre.5 No solo tiene que haber una ruptura, sino que el futuro del mundo entero, el futuro de la raza humana, toda nuestra existencia, se enmarca en este canje apasionado entre el Hijo y su Padre. 6 John Nolland cree, no obstante, que Jesús tomó su decisión mucho antes de la oración en Getsemaní. Ya mientras los discípulos se hacían partícipes en la Última Cena de los beneficios de la muerte de Cristo, Jesús bebió el cáliz del compromiso: compromiso con su inminente muerte en la cruz. 7 Puede tenerse una vislumbre adicional de lo que ocurrió a raíz de la oración de Jesús a partir de la imaginería del «cáliz». En el mundo bíblico, el cáliz o copa podía representar los beneficios que Dios proporciona, como el amor, el bienestar, la fortaleza y la fraternidad (Sal. 16: 5; 116: 3; 1 Cor. 10: 16).8 El cáliz puede representar también, y lo hace la mayor parte de las veces, el juicio de Dios contra el pecado (Isa. 51: 17, 22; Jer. 25: 15, 16; Eze. 23: 31-34; Mar. 14: 36).9 En estos ejemplos, Dios castiga a personas emborrachándolas (consecuencia aparentemente leve para muchos). Sin embargo, en el contexto, Dios hace el papel no de un anfitrión generoso que da la bienvenida a sus huéspedes, sino más bien el de Aquel que depara la destrucción.10 Por eso, cuando Jesús clama al Padre que aparte de él la copa, hay que verlo como la angustia (emoción) creciente resultante del peso total de la ira del Padre contra el pecado, peso que caerá pronto sobre sus hombros. 11’
Jesús en la cruz Jesús conoce esta ira porque la experimentó sobre sí en la cruz cuando exclamó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» A muchos les cuesta captar el significado de este grito. Donald Hagner se lamenta de la imposibilidad de entender lo que significó para Jesús; porque, según afirma, esas palabras contienen uno de los misterios más impenetrables de todo el relato evangélico.12 Hagner dice, además, que quizá las palabras deberían quedarse tal cual: escuetas en su incomprensibilidad para nuestra mente finita. 13 Sin embargo, hay mucho que puede deducirse del grito. Por ejemplo, está la relación obvia con el Salmo 22, al que Jesús cita.14 De hecho, esas palabras de Jesús han tenido muchas y
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variadas interpretaciones, pero no existe ninguna razón de peso para no leer literalmente el pathos pesimista en el que Jesús expresa el tormento resultante del abandono que experimenta por parte del Padre.15
El Espíritu Santo y el Calvario Hasta ahora, los primeros dos pasajes han abordado específicamente (quizá no tan específicamente como nos gustaría) la relación entre el Padre y el Hijo en la cruz. Hebreos 9: 14 nos da una vislumbre cargada de significado en cuanto a qué hacía y dónde estaba el Espíritu Santo en ese momento: «la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios».16 Aquí vemos al Espíritu Santo continuando hasta la muerte de Cristo su obra de capacitación que se había desarrollado a lo largo del ministerio de Jesús.17 Hay que ver en esto —la capacitación de Cristo— la misión del Espíritu Santo, igual que lo es para todos los creyentes, aunque a la escala de la antonomasia. Esta hermenéutica bidireccional (las misiones de Cristo y el Espíritu) no amenaza la cristología de la cruz cuando se la ubica dentro del paradigma salvífico que postula «el regreso al Padre de lo que procede de él».18 De hecho, la misión del Espíritu aquí debe interpretarse así, o la Trinidad se hunde por la vía de la subordinación.19 McDonnell escribe: «tanto Cristo como el Espíritu están en el centro, pero de formas distintas: Cristo como el “qué”, y el Espíritu como el “cómo”».20 Este hecho hace de recordatorio crucial de que, tal como Cristo —Dios en la carne— necesitaba al Espíritu Santo para que anduviera a su lado día a día en su ministerio, también nosotros, aunque mucho más.
La Trinidad y el Calvario Tras esta breve visión general de tres textos fundamentales sobre la relación personal entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en la cruz, podemos elaborar la dinámica un poco más.21 Moltmann entiende que tanto el Padre como el Hijo sufren en la cruz, y detecta que está en juego la coherencia divina, la vida interna de la Trinidad. En la cruz, el amor del Padre, que se da a sí mismo de forma natural, se convierte en dolor infinito por la muerte del Hijo. De igual modo, el amor que el Hijo dimana como respuesta se convierte en sufrimiento infinito al ser abandonado por el Padre. Lo que acontece en la cruz alcanza lo más íntimo de la Divinidad infinita y, por lo tanto, pone su impronta para la eternidad en la vida trinitaria de Dios.22 Así, para Moltmann, existe un cambio casi drástico, pues se pasa de la apatheia (la idea de que Dios no puede sufrir) al sufrimiento, que se convierte en el aspecto más destacado de la doctrina trinitaria. Moltmann defiende que un Dios que no puede sufrir no puede amar, y que un Dios que no puede amar es un Dios muerto. Por ello, surge una limitación auto impuesta que da significado a las relaciones dentro de la Divinidad y con nosotros. Dios se juega algo en todo esto. 23 Además, este desamparo por parte de Dios y esta conmiseración paterna no son meros espejismos con los que identificarnos, sino más bien acontecimientos que tienen lugar en Dios, una dialéctica en la 18
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que acerca a sí mismo todo lo que proviene del «país lejano» (NVI) (todo lo opuesto a Dios) para vencerlo. 24 Moltmann no es el único teólogo que aborda el tema del sufrimiento en la cruz. Hans Urs von Balthasar defiende que, de alguna manera, las tres Personas de la Trinidad sufren en la cruz.25 Para Jüngel, parece haber un sufrimiento implícito en el propio hecho de que Dios sea amor. Barth exclama, incondicionalmente, que Dios rechaza a Jesús como pecador. Jesús está no solo bajo la ira de Dios, sino que, dado que la ira es necesaria, Jesús está bajo la sentencia y el juicio de Dios. 26 Además, sabe que debe perecer; considera que debe morir y, por ello, no solo está en las garras de la muerte, sino que, desde lo más hondo de su elección, tiene que oír constantemente la voz que refuerza el conocimiento de que está en las garras de la muerte y de que está perdido.27 El impacto de esta voz interior constante no debe subestimarse ni descuidarse por el hecho de que era el elegido de Dios, el único que estaba en tal comunión con el Padre y el Espíritu que esta sería realmente una seria lucha dentro de la vida intratrinitaria. Está claro que la lucha se sintió no solo de un lado, sino en los dos: el Padre y el Hijo. Gerard Rosse, apunta a la falta de intervención del Padre en la cruz como una revelación de sí mismo, no pese a su silencio, sino debido a su inactividad. El abandono del Hijo debería verse positivamente como la expresión culminante del amor del Padre por el Hijo.28 Al no intervenir en la cruz, el Padre llevó a cabo en realidad el sacrificio que Abraham casi realizó con Isaac, un acto que, desde luego, causó gran sufrimiento al Padre. Juan 3: 16 dice que Dios Padre dio a su Hijo unigénito, y Brown señala que en este versículo cobra prominencia el papel del Padre.29 En este acto, el Padre da a su Hijo y pone en peligro, como defendería Moltmann, la coherencia misma de la vida intratrinitaria. El Espíritu Santo también participa de este riesgo durante esas horas en la cruz. Si el Padre arriesga algo por el hecho de quedarse al margen impasible, el Espíritu Santo se juega otro tanto. Jüngel concibe que el Espíritu Santo en la cruz es el vínculo de amor que mantiene unida la Trinidad. 30 En un momento tan crucial, cuando la unidad de la Divinidad está más en peligro, debido al necesario abandono, el Espíritu se convierte en el vínculo, el aglutinante que preserva la bendita unidad de la Trinidad.31 Con Moltmann, se descubre que el Espíritu es el vínculo, pero da más atención al hecho de que la comunión de voluntades señala la Unidad divina en la cruz. Además, para Moltmann el Espíritu desempeña un papel crucial en la acción de incorporar al ser divino todo el desamparo por parte de Dios y transformarlo.32 Thompson presenta una merecida crítica de Moltmann sobre este punto, percatándose de que, para Moltmann, el Dios trino es un sujeto evolutivo que en la teología de Moltmann raya con el triteísmo (tres dioses separados).33 Volvemos ahora a Hebreos 9: 14. Si Jesús fue capacitado a lo largo de su ministerio desde el bautismo, pasando por las curaciones, la enseñanza y la resurrección de terceras personas de entre los muertos, sin duda, el Espíritu debe de haber aportado más en el ministerio de la cruz que el mero hecho de hacer
de aglutinante. Antes bien, sin la capacitación del Espíritu Santo que vivía en Jesús, y en completa unidad con él, quizá Cristo habría sucumbido a la tentación de apartar la copa. En las tres Personas es tan evidente el altruismo que, en este caso, el Espíritu Santo se da plenamente al Hijo para fortalecerlo para lo que está por venir: la cruz. Así, aunque el Espíritu pueda ser el vínculo de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu en la cruz,34 también llegó a ser la Presencia capacitadora dentro de Jesús que habilita su humanidad para soportar la copa del sufrimiento y triunfar fielmente.
Conclusión Un vistazo trinitario a la cruz nos da una comprensión de la comunidad que es la Trinidad, y esto puede servir de paradigma para nuestro pensamiento comunitario (el eterno sacrificio de uno mismo). Un enfoque provechoso del asunto de la Trinidad en la cruz es aquel que adopta una perspectiva moltmanniana modificada,35 que se toma más en serio la obra del Espíritu Santo en la cruz. Los componentes del acto realizado por Jesús de apurar la copa del sufrimiento y la angustia que le causó, del sufrimiento del Padre al renunciar a su Hijo unigénito y del vínculo capacitador del Espíritu son factores fundamentales en la obra divina de redimir una raza perdida. En la cruz tenemos la exposición más clara de quién es realmente nuestro abnegado Dios. Como afirmó Alister McGrath, la cruz nos obliga a tomar una decisión: Buscar aquí a Dios, en la aparente derrota del Dioshombre y el abandono del Hijo por el Padre en la cruz, o buscarlo en otro lugar.36 Referencias 1. Todas las citas de las Sagradas Escrituras se toman de la versión Reina-Valera de 1995, a no ser que se indique lo contrario. 2. I. Howard Marshall, The Gospel of Luke: A Commentary on the Greek Text, The New International Greek Testament Commentary, eds. I. Howard Marshall y W. Ward Gasque (Grand Rapids, Míchigan:Wm. B. Eerdmans, 1978), 828. 3. Ibíd. 4. Peter G. Bolt, «The Cross: Where God Comes Close», en The Cross From a Distance: Atonement in Mark’s Gospel (Downer’s Grove, Illinois: InterVarsity Press, 2004), 109. 5. Ibíd., 108, 109. 6. Ibíd., 110. 7. John Nolland, The Gospel of Matthew: A Commentary on the Greek Text, The New International Greek Testament Commentary, eds. I. Howard Marshall y W. Ward Gasque (Grand Rapids, Míchigan: Eerdmans, 2005), 1099. 8. Dictionary of Biblical Imagery, eds. Leland Ryken, James C. Wilhoit (Downer’s Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1998), 186, s.v. «Cup». 9. Ibíd. 10. Ibíd. 11. Ibíd. Debiera observarse también que quienes no se tomen en serio el sacrificio de Jesús o lo rechacen completamente beberán la copa del juicio divino (1 Cor. 11: 27-30; Apoc. 17: 3-6; 18: 6-8). 12. Donald Hagner, Matthew 14–28, Word Biblical Commentary, eds. Bruce Metzger, et al. (Dallas, Texas: Word, Inc., 1995), 844, 846. 13. Ibíd., 846. 14. Raymond E. Brown; «Jesus Crucified, Part Three: Last Events, Death», enThe Death of the Messiah, tomo 2 (Nueva York: Doubleday, 1994), 1044. 15. Ibíd., 1047. En la tónica habitual, Brown presenta el abanico de argumentos que se dan contra la interpretación literal, ninguno de los cuales es convincente. El más frecuente es que Jesús cite el salmo y el oyente o lector se dé cuenta de inmediato y salte al ú ltimo versículo del salmo. Aunque este principio hermenéutico es válido en algunos ejemplos del Nuevo Testamento, en este caso requeriría que el lector reconociese que ese único versículo provenía de un salmo, que supiera de qué salmo, que conociese el salmo completo, que detectase en la agónica referencia una alusión al triunfo y que, por último, en esencia, leyese en las palabras un significado diametralmente opuesto a lo que contienen. Bolt también da un buen resumen de los intentos de evadir el sig-
nificado literal en The Cross from a Distance, 127-30. Un ejemplo es John Stott, cuando denuncia las alegaciones de que el grito es simplemente un grito de ira, incredulidad o desesperación; que es un grito de soledad; o lo que suele decirse, un grito de victoria. John R. W. Stott, «Looking below the Surface», enThe Cross of Christ (Downer’s Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1986), 63-84. Con un enfoque diferente, Moltmann da seis respuestas a la pregunta de dónde está Dios durante el grito. Jürgen Moltmann, The Way of Jesus Christ, trad. Margaret Kohl (Mineápolis, Minnesota: Fortress Press, 1993), 151-211. 16. No es casualidad que, en lo referente al Espíritu Santo, dependamos casi por completo de una sola palabra, dia, para nuestra perspectiva de la acción del Espíritu Santo en la cruz. Porque, de las tres Personas de la Trinidad, el Espíritu Santo es Aquella que es completamente intangible e invisible, a diferencia de la humanid ad de Jesús y de la frecuente interacción con YHWH, el Padre de Jesús. Este estudio es en cierta medida un intento por encontrar cuál fue el papel del Espíritu en el momento de la cruz. Ha habido ideas preciosas ofrecidas por parte de Moltmann y Jüngel. 17. Anthony D. Palma, «The Spirit and the Messiah», en The Holy Spirit: A Pentecostal Perspective (Springfield, Misuri: Logion Press, 2001), 51. 18. Kilian McDonnell, «A Trinitarian Theology of the Holy Spirit?» Theological Studies 46, nº 2, junio de 1985): 210-212. 19. Ibíd., 226. 20. Ibíd., 227. 21. A partir de este punto, en coincidencia con Moltmann, Barth, Jüngel y otros, voy a dar por sentada la posición de que la Trinidad es el misterio de la salvación y que la salvación viene por medio de la cruz y que, por ello, la cruz es la base o la clave para entender la naturaleza y las acciones del Dios trino. Sin embargo, su ser no se ve determinado por estas acciones, como se empeñan en decir otros. 22. Moltmann, The Way of Jesus Christ, 173. 23. Moltmann, The Trinity and the Kingdom (Londres: SCM Press, 1981), 38. 24. Moltmann, The Crucified God (Londres: SCM Press, 1974); John Thompson, «A Trinitarian Theology of Cross and Resurrection», en Modern Trinitarian Perspectives (Oxford: Oxford University Press, 1994), 61. Otros estarían en desacuerdo con Moltmann en este punto de que Dios incorpore la oposición. Por ejemplo, cuando abordaba la communicatio idiomatum, Barth creía que Dios tiene en su naturaleza los aspectos que le permiten seguir siendo él mismo a la vez que entrar en los aprietos de los seres humanos como reconciliador. Jüngel diría entonces que «Dios es capaz de sufrir y de morir co mo hombre» a la vez que sigue siendo él mismo ontológicamente. Citado en Thompson, 56, 57. 25. Aunque para Balthasar la naturaleza del amor de Dios también se transforma en la cruz, volviéndose mayor de alguna manera, o al menos enriqueciéndose. Hans Urs von Balthasar, Mysterium Paschale, trad. Aidan Nichols (Grand Rapids, Míchigan: Eerdmans, 1993), 136-147. 26. Karl Barth, Church Dogmatics, trad. G. W. Bromiley, tomo 2, parte 1 (E dimburgo: T & T Clark, 1956). 27. Ibíd. 28. Gerard Rosse, The Cry of Jesus on the cross: A Biblical and Theological Study (Nueva York: Paulist Press, 1987), 133. 29. Raymond E. Brown, The Gospel According to John, 2ª ed. (Nueva York: Doubleday, 1970), 147. 30. Eberhard Jüngel, God as the Mystery of the World, trad. Darrell L. Guder (Grand Rapids, Míchigan: Eerdmans, 1983). 31. Badcock afirma que el enfoque de Jüngel al definir a Dios en el evento de la cruz es tanto el punto más fuerte como el más débil de su argumentación, puesto que debe reconocerse la relación entre la Trinidad inmanente y la económica, pero decir que Dios está definido ontológicamente por acciones que tienen lugar en el tiempo y el espacio es hacerlo contingente con respecto a su propia creación. Moltmann también señala en sus escritos que el Dios trino no está del todo completo hasta el final. Gary D. Badcock, «The Holy Spirit in Contemporary Trinitarian Theology», en Light of Truth & Fire of Love: A Theology of the Holy Spirit (Grand Rapids, Míchigan: Eerdmans, 1997), 170-211. 32. Moltmann, The Trinity and the Kingdom, 122-128. 33. Thompson, 51. 34. Creo que es mejor simplemente añadir el Espíritu Santo a los objetos vinculados. Así hay una unión que se incluye a sí misma, y no hay menoscabo implícito. Se reconoce que no hay subordinación intencional, pero es difícil huir del lenguaje, especialmente cuando se construye la doctrina trinitaria a partir del evento de la cruz (Jüngel). 35. Concretamente, debe prestarse atención a la idea de que la Trinidad sea un acontecimiento evolutivo aún incompleto y a la advertencia de que Moltmann está a menudo demasiado ocupado en tres Personas separadas mientras la unidad se escamotea. 36 Alister McGrath, «The Crucified and Hidden God», en The Mystery of the Cross (Grand Rapids, Míchigan: Zondervan, 1988), 102.
John C. Johnson cursa estudios para la obtención del título de Máster en Teología en el Seminario Teológico de las Asambleas de Dios, de Springfield, Misuri, Estados Unidos. Escríbanos su opinión sobre este artículo a
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¿MÁS DE UNO ES DIOS? HERMES T AVERA BUENO
Cuando en Deuteronomio 6: 4 se dice que Dios es «uno» (heb. ehad), el autor utiliza la misma palabra que aparece en Génesis 2: 24: «Y serán los dos una carne». Aquí el «uno» es compuesto por más de una entidad. Dios es «uno» en el sentido de que «fuera de él no hay otro» (Isa. 45: 23), no en el sentido de que él es solo una persona.
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A BIBLIA no es un tratado sistemático que desarrolla una secuencia de temas. La Palabra de Dios es historia. La historia de la relación entre Dios y su pueblo. La primera mención de Dios en la Biblia, no está asociada con el verbo «ser», ni le sigue una definición del ser divino en sus dimensiones infinitas. Dios es asociado con el verbo «hacer» en el contexto limitado de la historia humana (Gén. 1: 1, 2). Dios se ha revelado como «historia» y es imposible comprenderlo sin referirlo a una «historia». «El Dios de Abraham, Isaac y Jacob», «el que te sacó de tierra de Egipto», fueron algunas de las definiciones-historias de Dios. La naturaleza y alcance de esta historia determinará la amplitud de nuestra concepción de Dios. Para los judíos, la historia revelada de Dios se detuvo con algunos acontecimientos especiales alrededor del siglo V a.C. Allí se cerró el Antiguo Testamento. Ahí terminó su conocimiento de la historia y hasta allí llegó su comprensión de Dios. Para los cristianos es imposible comprender a Dios sin referirlo a otra historia. La historia de los hechos de Dios en la vida, muerte y resurrección de Cristo. En el surgimiento de la iglesia, los cristianos conocieron nuevas historias de Dios; se formó un «Nuevo Testamento» del trato de Dios con los hombres. Al tener una historia menos limitada, los cristianos poseemos una comprensión más completa de Dios que los fieles del Antiguo Testamento. El carácter histórico de la revelación divina nos provee también la metodología adecuada para comprenderla. El sentido de una historia se obtiene solamente al final. Es imposible evaluar un detalle si no se conoce la historia hasta su consumación. Así, es imposible una evaluación adecuada del Antiguo Testamento sin tomar en cuenta los hechos que le siguieron. El final de la historia lo constituye la revelación de Dios 20
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en Jesús. Este evento es el que da sentido a todos los acontecimientos anteriores; y desde ese final debe partir toda reflexión coherente sobre Dios.
La historia de Jesús De modo que nuestra reflexión sobre Dios debe iniciarse con Jesús. Con el nombre Jesús, me refiero a un niño nacido hace dos mil años atrás, de una familia judía (Mat. 1: 18-21). Por todas las apariencias, él fue un hombre común, a no ser por los extraordinarios acontecimientos relacionados con su nacimiento, vida y muerte; y sobre todo, los que siguieron a su muerte. Quienes entraron en contacto con él, notaron que Jesús era especial. Le llamaron con títulos divinos, y le rindieron la adoración que únicamente Dios merece (Mat. 4: 10; 28: 17). Por sus hechos y mensajes descubrieron que Jesús es «Dios con nosotros» (Mat. 1: 23). Uno de sus discípulos, postrado ante él, lo llamó «mi Señor, mi Dios» (Juan 20: 28). Los escritores del Nuevo Testamento aseguraron que él era «el verdadero Dios» (1 Juan 5: 20), «Dios sobre todas las cosas» (Rom. 9: 5), «el gran Dios y Salvador» (Tito 3: 9; 2 Ped. 1: 1). «Del Hijo dice: “Tu trono, oh Dios, por los siglos”» (Heb. 1: 8). Y su discípulo amado escribió de él, que «era Dios» (Juan 1: 1, 14). Los apóstoles aplicaron a Jesús las Escrituras que se referían a «Jehová» (Zac. 12: 4,10; Juan 19: 37; Isa. 8: 13, 14; 1 Ped. 2: 4, 8). Juan el Bautista, que preparó el camino a Jesús (Mat. 3: 1-3), era el mensajero que prepararía el camino «a Jehová» (Isa. 40: 3). Isaías vio a Jesús (Juan 12: 38-41) cuando vio a «Jehová de los ejércitos» (Isa. 6: 1-10). Jesús mismo asumió su divinidad. Se identificó con el Dios «Yo soy» (Juan 8: 24, 58; 13: 19; 18: 5) que le apareció a Moisés
(Éxo. 3: 13-15). Al confundir a sus oyentes diciendo que «las ovejas» estaban en su mano (Juan 10: 28), y luego decir que estaban «en la mano de mi Padre» (Juan 10: 29) aclaró: «Yo y el Padre somos uno» (Juan 10: 30). Aceptó ser llamado «Hijo de Dios» (Mat. 16: 16; 26: 62-64). Esta era una fórmula para nombrar al rey elegido por Dios (Sal. 2). Aunque la frase «hijo de X», nos sugiere «uno que se origina en X» o «uno inferior a X», esa no parece ser la connotación bíblica de la frase. «Hijo de desobediencia» (Efe. 2: 2), es un desobediente, «hijo de los azotes» (Deut. 25: 2) es un azotado, «hijo de perdición» (Juan 17: 12) es un perdido, «hijo del carpintero» (Mat. 13: 55) es un «carpintero» (Mar. 6: 3), «hijo de resurrección» (Luc. 20: 36) es un resucitado, e «hijo de hombre» (Eze. 3: 1) es un «un hombre». La expresión señala más a la naturaleza del sujeto que a la subordinación a un objeto. «Hijo de Dios», significa simplemente «Dios». Podemos notar que cuando Cristo proclamó: «Hijo de Dios soy» (Juan 10: 36), los judíos intentaron matarlo acusándole de «blasfemia, porque tú, siendo hombre, te haces Dios» (Juan 10: 33). Al Cristo ser resucitado, quedaron ratificadas sus pretensiones de ser divino (Hech. 17: 31; Rom. 1: 4). ¿Cómo era posible que Dios pudiera ser reducido a un hombre común? ¿No había Cristo hecho una distinción entre él y el Padre, de quien dijo «es mayor que yo» (Juan 14: 28)? Algunos pensaron que Cristo fue un hombre normal, que en algún momento fue «adoptado» por Dios. Pero Jesús mismo hizo claro que su ascensión lo colocaba precisamente donde él estaba antes (Juan 3: 12; 17: 5) El que «era Dios» «se hizo carne» (Juan 1: 1, 14). Dios «fue manifestado en carne» (1 Tim. 3: 16) «Toda la plenitud de la deidad» habitó en Jesús «corporalmente» (Col. 2: 9). Pablo afirma no solo que Cristo era «en la forma de Dios», sino que era «igual a Dios» (Fil. 2: 6). Sin embargo «se despo jó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres» (Fil. 2: 7, 8). En su ser original Cristo es igual al Padre, pero al asumir la humanidad se subordinó al Padre, como cualquier hombre. No debemos juzgar la plenitud del ser de Cristo a partir de su humanidad. Lo especial del hombre Jesús, es que era «Dios con nosotros» (Mat. 1: 23). Jesús oró para que el Padre compartiera su gloria con él: «Glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese» (Juan 17: 5). Antes de la encarnación, Cristo mantuvo total igualdad con el Padre.
Después de la ascensión Si la encarnación significó la presencia especial de Dios con el hombre, la ascensión de Cristo ponía en juego la continuidad de esa presencia. Un Dios encarnado en el cielo es un Dios limitado al cielo.
Es posible que los discípulos hayan sido conscientes de las posibles implicaciones de la ascensión. Se entristecieron al oír de su partida (Juan 16: 5, 6). Sin embargo, Jesús los sorprendió con la afirmación: «Os conviene que yo me vaya, por-
que si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré» (Juan 17: 7). La obra del Consolador completaría la obra de la encarnación. «Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros» (Juan 14: 16, 17). Este texto es iluminador. En primer lugar muestra que el Espíritu es «otro» (gr. allos) en la misma categoría de Cristo. Los discípulos ya lo conocen, «porque vive con» ellos. Luego afirmó que el Consolador «estará en vosotros». Así Jesús enseñó a sus discípulos que la obra comenzada por él en la encarnación «con los hombres», sería continuada, a partir de su ascensión, por el Espíritu «en» los hombres. Así la concepción de Dios que tuvo la iglesia naciente, después de la partida de Cristo, se fundamentó en el ministerio del Espíritu. Para ellos, el Espíritu era auténticamente Dios. Cuando Ananías y Safira «mintieron al Espíritu Santo», Pedro afirmó que «no mintieron a los hombres, sino a Dios» (Hech. 5: 3, 4). Y Pablo agregó que «Cristo habita por la fe en nuestros corazones» «por su Espíritu»; y con la morada del Espíritu «en el hombre interior», los hombres son «llenos de toda la plenitud de Dios» (Efe. 3: 16, 17, 19).
Más de uno es Dios De modo que a partir del acontecimiento de Jesús, seguido por el ministerio especial del Espíritu, los cristianos fueron comprendiendo, no que había más de un Dios, sino que más de uno era Dios . Descubrieron que en los grandes acontecimientos que marcaron el trato de Dios con ellos habían actuado más de una persona o agente. En la encarnación el Espíritu Santo «vino sobre» María, y el «poder del Altísimo» la «cubrió con su sombra», a fin de que naciera el «Hijo de Dios». (Luc. 1: 35). En el inicio del ministerio de Jesús el Espíritu descendió «como paloma», mientras el Padre proclamaba que Jesús era su «Hijo amado» (Mat. 3: 13-17). También el proceso de salvación, según Pablo, se realizó con la participación de tres personas divinas (Tito 3: 4-6; 2 Corintios 1: 21, 22). Por medio de la fe en Cristo logramos «paz con Dios» y el derramamiento de su amor en nosotros «por el Espíritu Santo» (Rom. 5: 1-6). «Porque por medio de él (Cristo) los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre» (Efe. 2: 18). Los cristianos somos «elegidos según el previo conocimiento de Dios Padre, en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo» (1 Ped. 1: 2). La gran comisión que Jesús dio a la iglesia debía realizarse en «el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mat. 28: 19). Ese fundamento trinitario moldearía no solo la misión sino la naturaleza de la iglesia (Efe. 2: 20-22). Pablo enseñó que las «operaciones», «ministerios» y «dones» que constituyen la organización misional de la iglesia correspondían respectivamente al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo (1 Cor. 12: 4-6).
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El fundamento doctrinal lo constituyen «un solo Espíritu», «un 19). En realidad, una mirada sencilla muestra que es el Antisolo Señor», y «un solo Dios y Padre de todo» (Efe. 4: 4-6). guo Testamento el que provee las bases para la creencia en un Tanto la vida cristiana (Rom. 15: 30; Judas 20, 21), como Dios pluripersonal. la estructura teológica del pensamiento del Nuevo TestaCuando en Deuteronomio 6: 4 se dice que Dios es «uno» mento, se desarrollan con la participación pluripersonal de (heb. ehad), el autor utiliza la misma palabra que aparece en Dios. (Rom. 14: 17, 18; 15: 16; 2 Cor. 3: 3; Gál. 3: 11-14; 4: 6; Génesis 2: 24: «Y serán los dos una car ne». Aquí el «uno» es Col. 1: 6-8; 2 Tes. 2: 13, 14; Apoc. 1: 4, 5). compuesto por más de una entidad. Dios es «uno» en el sen Algunos notan que cuando las tres personas son menciotido de que «fuera de él no hay otro» (Isa. 45: 23), no en el sennadas en conjunto, solo en una, al Padre, se le denomina «Dios» tido de que él es solo una persona. (2 Tes. 2: 13, 14; 2 Cor. 13: 13). Esto no indica que los otros El mismo nombre «Dios» en hebreo (elohim) es plural, a no son «Dios». Eso estaría contra las evidencias ya mostradas. pesar de que por lo general se utiliza con un verbo singular (Gén. Recordemos que el «niño» Mesías prometido se llamaría 1: 1, 6). La mejor explicación de este hecho es que Dios es «Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz (Isa. 9: 6). El Hi jo, uno y plural a la vez. no solo es Dios, también es «Padre». Pero al Jesús partir, otro No obstante el verbo que califica el nombre divino aparece jugaría el papel de Padre: «No os dejaré huérfanos, vendré a en singular, en varias ocasiones la acción que ejecuta el nomvosotros», dijo Jesús refiriéndose al Espíritu (Juan 14: 18-19). bre divino, como sujeto, es plural. «Y dijo Dios, hagamos al El hecho es que estas tres personas divinas mantienen los hombre» (Gén. 1: 26). «Y dijo Jehová […] descendamos y roles que hicieron posible la salvación de los hombres. Uno de confundamos» (Gén. 11: 7). También, se utiliza el pronombre ellos se «subordinó» haciéndose hombre (Fil. plural para sustituir el nombre de Dios: «Y 2: 5-10), y el otro se hizo representante de dijo Jehová Dios: El hombre es como uno de Dios, en el corazón de los creyentes. nosotros» (Gén. 3: 22). «Y oí la voz del La gran comisión que Señor, que decía: ¿A quién enviaré y quién A fin de que se lograra la reconciliación entre el hombre y Dios (Col. 2: 19, 20), uno irá por nosotros?» (Isa. 6: 8). Jesús dio a la iglesia de ellos debía mantener su función divina Ya en el Antiguo Testamento se menciona debía realizarse en intacta; y ese fue el Padre. Uno de ellos tenun ser a quien se le llama «Jehová», pero que dría que jugar el papel de «hombre» y ese al mismo tiempo se presenta como distinto a «el nombre del Padre, fue «el Hijo» y otro debía jugar el papel del él: es el «ángel de Jehová» (Gén. 16: 7, 9del Hijo, y del Espíritu Padre y el Hijo en el corazón de los hom11, 13; 22: 11, 12; 48: 15, 16; Éxo. 3: 2, 4, bres. Así, mientras el Padre quedaría como Santo» (Mat. 28: 19). 6, 14; Juec. 6: 12, 14, 16, 21-23; Zac. 3: 1, «Dios» (Mat. 6: 26, 30), el «Hijo» repre2). Esta figura es una anticipación en el AnEse fundamento sentaría al hombre ante Dios (1 Tim. 2: 5), tiguo Testamento de la revelación de Cristo y el Espíritu representaría a Dios ante los en el Nuevo Testamento (Hech. 7: 38). trinitario moldearía hombres (Juan 14: 25, 26; 16: 12-14). no solo la misión La familia de Dios «En Cristo», «Dios» el Padre alcanza al hombre (2 Cor. 5: 19). «En Cristo», el homEl Dios que ejecutó el «hagamos» de sino la naturaleza bre encuentra a Dios (Efe. 2: 4-7). Así el Génesis 1: 26, es un Dios familiar (Efe. 2: de la iglesia hombre y Dios se reconcilian «en Cristo». A 19; 3: 14, 15); por eso creó al hombre «a través del ministerio del Espíritu esa reconsu imagen», en familia, «varón y hembra» (Efe. 2: 20-22). ciliación se lleva a cabo en el corazón de los (Gén. 1: 26, 27). Ese Dios «es amor» (1 Juan hombres, y así son «llenos de toda la pleni4:8). Si Dios hubiera sido una sola persona, tud de Dios» (Efe. 3: 19) De modo que en no habría podido amar desde el principio. su dinámica tripersonal la Divinidad aseguró la salvación de El amor no existe en la soledad. Por eso Dios es plural. Las los hombres dentro de sí misma. tres personas divinas se aman eternamente. Jesús dijo del Padre: «me has amado desde antes de la fundación del mundo» (Juan 17: 24). El amor se origina en el corazón de un ¿Contradictoria o complementaria? La evidencia muestra que los primeros cristianos afirmaDios trinitario. ban la divinidad total del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. «Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la Ante estos hechos cabría preguntar: ¿Es esta fe en un «Dios» plucomunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén» ripersonal, coherente con la revelación de Dios en el Antiguo (2 Corintios 13: 13). Testamento? La declaración básica de fe del Antiguo Testamento es que Dios es «uno» (Deut. 6: 4). Es interesante saber que los cristianos mantuvieron esa misma creencia (Sant. 2: 19). Nótese Hermes Tavera Bueno sirvió como pastor y profesor de Teología en República Dominicana. En la actualidad es pastor en la Asociación de la Florida, EE.UU. que Jesús habla de los tres como un solo «nombre» (Mat. 28: 22
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