no. 7: 44-50, julio-septiembre, 1996.
María Magdalena Pérez Alvarez
Los prejuicios raciales: sus mecanismos de reproducción María Magdalena Pérez Alvarez
Investigadora. Centro de Antropología.
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ara las ciencias sociales cubanas son incuestionables la vigencia e importancia de la problemática problemática racial, por su presencia como elemento consustancial en la historia social, económica y política del país; por constituir una arista básica en los procesos étnicos acaecidos y en los que transcurren; por su papel particular en la formación de la nacionalidad, y por su incidencia, como consecuencia de lo anterior, en la configuración de las identidades cultural y nacional del cubano. Todas esas razones son a la vez objetos del conocimiento que guardan aún múltiples incógnitas al saber científico. Una «ventana» al escenario de las relaciones raciales la constituye, sin duda, el fenómeno de los prejuicios. Estos revelan aspectos de la interacción de los grupos raciales. Hablan, por tanto, de su evolución y proyección, así como de sus expresiones en un momento histórico determinado. Precisamente de los prejuicios, de cómo y por qué se generan, trata este trabajo. Las consideraciones que se expondrán al respecto se han ido formando a partir del estudio de los mecanismos de su reproducción, fundamentalmente en el seno familiar. 1 Esta reproducción, que se ha mantenido hasta el presente, ha permitido caracterizar las formas en que se transmiten
y adquieren los estereotipos y prejuicios raciales en el proceso de socialización, detectar criterios y conductas actuales portadoras de aquellos, desarrollar algunas opiniones acerca de la perspectiva de las relaciones raciales en Cuba y, además, precisar los rasgos positivos y negativos que conforman la imagen social de ciertos grupos raciales.
Conceptualización y contexto de los prejuicios raciales Los antecedentes históricos de la ideología y de los sistemas racistas se forjaron desde los encuentros y cruzamientos iniciales de diferentes grupos humanos, fuese por interés común o por el ejercicio del poder militar y económico. La historia, que colocó a los hombres de ciertas partes del mundo en diferentes posiciones socioeconómicas, coincidentes a la vez con determinados grupos raciales, 2 condicionó igualmente los mecanismos de preservación de tal organización social, entre los que el racismo desempeñaría un papel sustentador de la explotación y de la superioridad de unos sobre otros. 3
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En cumplimiento de tal función, el racismo ha tomado cuerpo en preceptos jurídicos y legales o ha permanecido oculto, operando tras la acción de hombres e instituciones. De esa manera se incorporó a la conciencia social de los individuos, penetró sus diversas manifestaciones y se asentó en el conjunto de la estructura social, copando múltiples esferas de la actividad del hombre. 4 El racismo del blanco hacia el negro, el indio y el mestizo ha sido un denominador común en los países americanos, aunque porta características diferenciales en cada uno de ellos. Razón tuvo don Fernando Ortiz al decir que
comportamiento humano, una actitud que se forma en el proceso de socialización del individuo y en la asimilación de la cultura de su entorno, al entrar en contacto con la realidad y darle un significado específico a los elementos que la integran, en dependencia de los intereses y necesidades de la persona y de las normas y valores de su colectividad. Esta forma de delimitar los términos de racismo y de discriminación y prejuicio raciales, pretende operacionalmente evitar el riesgo de sustituir uno por otro, lo que es muy frecuente en la literatura, científica o no, y deslindar el accionar de los prejuicios, pues su análisis no implica caracterizar integralmente ni el racismo ni la discriminación, al ser procesos interconectados, pero de órdenes distintos. El prejuicio racial no puede separarse del estereotipo. 9 Este es la imagen o representación mental acerca de un grupo racial determinado, conformada por los rasgos positivos y/o negativos que se le asignan y que constituye su componente cognitivo, el basamento o explicación de su orientación. El estudio del prejuicio y el estereotipo, persistentes en el tiempo e implícitos en la actividad humana en la que se objetivizan, se logra indirectamente. El rechazo a compartir e identificarse con personas de otro grupo racial se interpreta como una conducta portadora de prejuicio racial. Los estereotipos se inducen de los argumentos que lo justifican. 10 El nivel microsocial, especialmente la familia, es reflejo y depositario de los factores que, en la estructura social, inciden en las manifestaciones y causas del prejuicio racial. Entre estas están (por citar solo las más frecuentes e importantes), la estratificación social, el impacto de los medios de comunicación masiva, los elementos diferenciales —en sociedades multiétnicas— de historia, origen y cultura; las formas, carácter y grado de la interacción entre grupos raciales, y las posturas o proyectos relativos a lo racial, oficiales o no. Los patrones de conducta racial, específicamente en su aprendizaje familiar, incorporan información sobre los grupos raciales, la aprehensión de actitudes y conductas hacia esos grupos y su significado vital. Tales patrones de conducta, positivos o negativos, son similares a los que ocurren ante fenómenos de tipo religioso, político y otros. Así, las relaciones raciales son las formas en que interactúan socialmente los individuos de diferentes grupos raciales, y están mediadas por factores históricos, económicos y culturales, que determinan las particularidades con que en cada etapa se manifiesta el racismo en sus variantes de discriminación y de prejuicio. En Cuba, las relaciones raciales, de este modo consideradas, se integran al conjunto de las relaciones de la estructura social, la que configura una entidad étnica gestada y desarrollada a partir de la integración de componentes etnorraciales diferentes. Este hecho trae al análisis actual de la problemática racial su peculiar vínculo con el fenómeno de la etnicidad, en el sentido de «un complejo particular», al decir de Díaz Polanco,
el racismo es, sin duda, uno de los más graves problemas que tiene América por resolver en todos sus climas, latitudes lenguajes y religiones. Los viejos prejuicios de las distinciones humanas so pretexto de raza han sobrevivido en América a la esclavitud [...]. Porque toda América, en mayor o menor grado, es mestiza [...]. Toda América es un inmenso hervidero de razas, y no ha cesado ni cesará pronto este bullir [...]. 5
Ortiz consideró esos prejuicios como algo común en países resultantes de la integración de flujos humanos de diverso origen, y cuyo surgimiento se debió, principalmente, a los sistemas que dividen a las personas «en proporciones desigualmente dotadas [...]». 6 Estas proporciones han sido muy difundidas y aceptadas por los estudiosos, al margen de las concepciones filosóficas y académicas que se profesen. Tanto es así, que desde 1948 la ONU y la UNESCO han promocionado eventos y programas para esclarecer y contrarrestar aspectos relativos a las relaciones raciales. En 1967 se produjo la «Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales», elaborada por un comité de expertos convocado al efecto, que se pronunció acerca de los factores sociales, morales y éticos, además de los biológicos, vinculados al racismo. Dicho documento lo aborda —al tratar sus causas, efectos y formas más importantes— como un fenómeno netamente social, derivado de las relaciones interraciales, generador de prejuicios, y estructurado a partir de dos elementos consustanciales; uno constituido por un cuerpo de formulaciones teóricas (concepto de raza, función social de esta, naturaleza de las características psicológicas y culturales, etc.); el otro por la práctica social de tales postulados e identificado con el término de discrimi nación racial . Tal concepción del racismo permite aseverar que en el campo de las ideas o creencias, este tiene una proyección específica a través del prejuicio racial. En el terreno de la acción social, tiene su manifestación en los actos de discriminación y segregación racial, ya sea en las relaciones interpersonales o en la actividad de las entidades sociales. La discriminación racial 7 es referida así a las conductas que se ejercitan en las relaciones sociales, en contra de los grupos de filiación racial diferente. El prejuicio 8 se ubica como un fenómeno sociopsicológico del
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cuya singularidad específica «consiste en las muy variadas formas en que se articulan y estructuran concretamente [...] elementos de orden socio-cultural», 11 y la cual, en la óptica de Andrés Serbín, «implica el desarrollo de una serie de concepciones y valores autoafirmativos», 12 relacionados con la conformación de una «identidad diferenciada» que se convierte en un «factor clave de las relaciones que se generan entre grupos y sectores sociales [...]». 13 La etnicidad es, ante todo, un proceso de identificación, a la vez que delimita, contrapone y preserva su portador étnico. Las diversas características sociales, culturales y económicas de los conglomerados raciales, y de su interacción, intervinieron en la conformación de una etnicidad tanto a nivel de estos como en el conjunto social que integraban. Fenómeno que transcurrió desde el encuentro inicial de esos grupos —y luego en el devenir de su inserción histórica—, por cuanto fueron colectividades humanas encontradas en un proceso étnico afín, en el cual intercambiaron sus atributos respectivos y delinearon a la par un patrimonio que los unió e identificó a una sociedad. Cada escalón de este proceso no actuó homogéneamente sobre sus gestores, pues estos participaban desde diferentes posiciones de la estructura social y con diferentes antecedentes culturales. Ello introdujo elementos peculiares en el desarrollo propio de cada componente racial, en la dinámica étnica global y en la etnicidad que comportan. La integración racial fue produciéndose al unísono con la creación de una cultura y de una y diversa etnicidad, por lo que cada momento de las relaciones raciales se ha correspondido con un perfil cultural y étnico dado. Significa esto que al asentarse las relaciones raciales en un específico organismo etnosocial, 14 las relaciones socioculturales han constituido los mecanismos básicos de su reproducción, y lo mismo ocurre respecto a la etnicidad, pues son hombres que han gestado juntos una comunidad a partir de sus particularidades e identidades, donde lo racial, por su connotación histórica, ha sido un factor decisivo en esa trayectoria. En esa dinámica, las relaciones raciales se acondicionan una y otra vez, retroalimentan la simbiosis cultural e inciden en las múltiples expresiones de la etnicidad, como mediadoras entre esta y los procesos étnicos. Las relaciones raciales y la etnicidad, en consecuencia, se incorporan a la conformación de una identidad cultural en la que cada individuo se reconoce y se contrapone permanentemente a partir de sus rasgos étnicos, así como de las diversas identidades, entre ellas la racial y las derivadas de la posición que ocupe en el contexto de las relaciones y de la estructura social. En el caso de Cuba, tal confluencia de factores subyace e incide en la formación de los prejuicios raciales, ya que se entrecruzaron en el marco de una sociedad cuya estratificación de clases se correspondía con una racial, en cuyos estamentos inferiores se encontraban
mayoritariamente los negros y los mestizos. Tal orden social favoreció, desde siempre, cuanta diferencia humana y terrenal existiera, y propició el desarrollo de los prejuicios al enfrentar a hombres de diversos orígenes y razas en desigualdad de condiciones y roles sociales, pero con un destino común.
Características de las relaciones y de los prejuicios raciales en un barrio habanero Las profundas transformaciones acaecidas en Cuba han abarcado todas las esferas de la vida social. A las diversas actividades y espacios sociales existentes fue arribando el accionar de una población en busca de su desarrollo e independencia económica. La praxis social, bajo el influjo humanista de la Revolución, socavó la realidad que antes sustentaba al prejuicio racial. El impacto de unas relaciones raciales cualitativamente diferentes en la ideología, la cultura y la conciencia y psicología populares, ha ido motivando sensibles cambios en los valores, normas y creencias que pautan las conductas interraciales. Esto ha sido así en la misma medida en que, en las sucesivas generaciones, dichas relaciones se han ampliado e intensificado. En este contexto, el estudio 15 de la generación y supervivencia de los prejuicios raciales permite caracterizar el proceso de dichas relaciones, sus alcances y particularidades, a nivel familiar y social. Evaluadas las conductas raciales en las relaciones con los vecinos y con las amistades, la tendencia principal detectada fue, en cuanto a los primeros, establecer lazos más estrechos con personas de igual filiación; 16 en relación con las segundas, si bien los grupos de amigos son en general multirraciales, el mejor amigo tiende a ser también de igual filiación racial. Los factores socioculturales en general y los procesos de identificación en particular, parecen tener marcada incidencia en el establecimiento de relaciones amistosas y vecinales, por la comunión de patrones de diferente tipo; lo que no representa per se actitudes y conductas motivadas o producidas por la acción de estereotipos y prejuicios raciales, sino las manifestaciones de los mecanismos de conservación e identificación presentes en cualquier grupo humano. No obstante el tratamiento resumido dado en este momento a estos ejemplos, los datos sirven para puntualizar que en las relaciones interpersonales, donde se ejercitan las conductas raciales, se producen diferencias de acuerdo con la filiación racial. 17 Respecto al prejuicio racial, tales conductas no lo portan por sí, dada la no correspondencia invariable entre la actitud y la acción del sujeto, aunque están expresando un comportamiento diferenciado en función del grupo racial de pertenencia. Entre las variables dirigidas a evaluar la presencia del prejuicio racial en la esfera cognitiva, está la elección de la pareja para el matrimonio y la relación de los patrones de conducta racial entre padres e hijos.
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La selección de la pareja para el matrimonio fue una variab le muy revela dora de la pre sencia de prejui cio s raciales, pues en los sujetos que expresaron rechazo hacia la relación interracial se produjeron argumentos al estilo de «cada oveja con su pareja» o proyectaron el temor por «los problemas que se producen entre los hijos con mestizaje racial», entre otros. Estas explicaciones traslucen su condicionamiento en el proceso de socialización, a la par de que esa elección se acompaña, en el plano de las relaciones sociales, de otros elementos como pudiera ser una tendencia endogámica en el sentido racial; o una norma familiar de corte religioso, por ejemplo, e incluso de carácter económico si se pretende conservar o mejorar determinado nivel de vida mediante el matrimonio. En la relación entre los patrones de conducta racial de padres e hijos se evaluó, por un lado, los que los informantes declararon haber recibido de sus padres, y de otro, los que dicen haber transmitido a sus hijos. El conjunto de indicadores definidos en este punto aportó elementos medulares de la relación entre el prejuicio racial y las influencias del medio familiar y social, pues a través de ellos se han observado aspectos de su formación, así como de sus manifestaciones y de las positivas influencias que el proceso revolucionario ha generado en torno a las relaciones interraciales, al movilizar a la sociedad a partir de una plataforma de igualdad y respeto entre todos los hombres. Los adultos entrevistados expresaron plena conciencia de este fenómeno, y certificaron las diferencias entre las formas e ideas con las que fueron educados, en cuanto a las relaciones entre personas de diversos grupos raciales, las que transmitieron a sus hijos, y las que luego ellos recrearon a su vez. De igual manera, la mayoría de los informantes apuntó la fuerza de las influencias sociales e institucionales sobre el prejuicio racial hasta el punto de hacer variar sus patrones familiares. No solo por las normas de conducta racial practicadas por la familia se transmiten las formas particulares de la relación interracial. Según las entrevistas efectuadas para este estudio, los gestos, el tono de voz, la expresión facial y corporal, entre otros índices, también reflejan el sentido emocional y el contenido del estereotipo y del prejuicio racial. Resulta incuestionable la adquisición, en el seno familiar y social, de las formas de conducta interracial y los criterios acerca de cada grupo racial, incluso los del propio, lo que implica un proceso de aprendizaje en el cual el hombre asume su físico y su grupo racial desde la infancia, 18 en interdependencia con los valores de su época. Estos aspectos, en su conjunto, generan una identificación de sí mismo que al proyectarse socialmente muestra los estereotipos y prejuicios raciales de su entorno. La imagen que se tiene de cada grupo racial constituyó una variable trascendental para el estudio de la permanencia de prejuicios raciales. En relación con las características que describen a las personas negras, mestizas y blancas, se registraron en el estudio tres tipos de respuesta. En menor cuantía se expusieron criterios
que repiten los atributos para cada grupo racial. Tal es el caso de describir al mestizo de «blanco y negro a la vez», al blanco de «ambicioso e hipócrita» y al negro de «extrovertido y escandaloso». En un porcentaje algo mayor se consideró que «todas las personas son iguales». La mayoría de los informantes asignó elementos diferenciales a cada grupo racial, relativos al comportamiento social, las especificidades culturales, la educación, la relación de pareja y entre padres e hijos, principalmente. En la evaluación general del comportamiento de la variable «image n de los grup os raciales», ta mbién el estudio arrojó resultados de interés. Primero, que no resultó significativa estadísticamente la relación entre los atributos asignados a cada grupo racial y la filiación racial de las familias de pertenencia. Quiere esto decir, en general, que la imagen social que un individuo tiene de las personas según su grupo racial, es independiente de su propia filiación racial. En segundo lugar, la imagen de los grupos raciales describe una tendencia de mayor a menor heterogeneidad. La más heterogénea es la de los mestizos y la menos, la de los negros. Estos últimos, en consecuencia, presentan una imagen más homogénea, en el sentido de que hay mayor coincidencia en los atributos que los describen. El tercer punto es la proyección de prejuicios en la imagen de los diferentes grupos raciales. Estos afloraron en el contenido y la orientación de algunos de los rasgos con los que se caracterizó a los grupos raciales estudiados. Los estereotipos y prejuicios raciales negativos prevalecieron en la imagen del grupo de los negros. En las familias negras se obtuvieron las valoraciones más críticas de su grupo racial.
Algunas reflexiones El estudio del prejuicio racial resulta inagotable, por depender de procesos permanentemente dinámicos en el tiempo y estar relacionado con aspectos de diferente orden, grado y nivel que se mueven en la estructura social de acuerdo con las circunstancias históricas. Los resultados alcanzados en nuestro estudio son insuficientes para abordar la referida problemática en su integralidad, ya que abarcan solo a la población estudiada. Sin embargo, constituyen una información primaria y actual de un tema medular de las relaciones raciales en la sociedad cubana contemporánea, que ha permitido apreciar la permanencia de los prejuicios raciales en el tiempo, la variada intensidad de sus manifestaciones y los principales factores concomitantes a los mismos. Como consideración inicial, según se ha documentado, entre los mecanismos causales de la reproducción del prejuicio racial, el papel de la familia la sitúa como pieza clave en la gestación de los estereotipos y prejuicios hacia personas de otra filiación racial.
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La práctica y la experiencia científica indican que el patrón más general de los prejuicios raciales se refiere a la contraposición del blanco y el negro. Esta coexiste con otros prejuicios y actitudes peyorativas, que dimensionan ciertas características sobre los rasgos físicos, como son las expresiones culturales, las religiosas, los hábitos de vida, la organización familiar, el comportamiento social y otras. Semejante estructura del prejuicio se presenta entre personas de igual filiación racial, lo que induce a cuestionar si estos son propiamente raciales.
una cierta diferenciación racial y la revitalización de problemas étnicos, religiosos y raciales en determinadas naciones y regiones, pudieran estar contribuyendo de algún modo al reforzamiento de estereotipos y prejuicios raciales, en el desarrollo de nuevos postulados y formas discriminatorias y en la polarización de tensiones raciales. En consecuencia, estas circunstancias devienen mecanismos de reproducción del prejuicio racial e incluso elementos potenciadores de conflictos raciales. Para el análisis de los factores sociales y culturales en el plano familiar e individual se requeriría, de antemano, precisar ciertos hechos del proceso etnocultural que han condicionado formas actuales de la relación entre personas de diversa filiación racial. La especificidad que ostenta Cuba, dentro de la multiplicidad de los conglomerados étnicos, se determina por la peculiar forma en la que su proceso de transculturación ha dado y está dando por resultado una comunidad cuyos miembros ostentan rasgos comunes y variados. Su etnicidad, en consecuencia, es única y diversa, entre otras razones, en función de los diferentes orígenes de quienes integraron su población y compartieron una historia socioeconómica también común y diversa. Si se tienen en cuenta esas particularidades en la formación de la nacionalidad cubana, las variaciones en las condiciones y evolución que tuvo cada uno de sus grupos originarios y las características que presentó la integración sociorracial, cabe suponer que los procesos étnicos acaecidos comportaron matices y peculiaridades propios de los componentes etnorraciales primarios, en razón de sus diferencias culturales y de origen, y de los lugares que han ocupado en la estructura socioeconómica. Esa variabilidad en el proceso de transculturación se vio aumentada por la intersección de lo histórico, lo cultural y lo económico, ya fuese dentro de cada grupo racial, como en el espacio vital creado por la interacción de estos, que generó en el tiempo gradientes de deculturación y neoculturación respecto a las matrices étnicas iniciales. En consecuencia, la acción conjunta de todos esos procesos ha creado un abanico de expresiones
Ahora bien, los estereotipos y prejuicios no son los únicos aspectos que se asimilan en el seno familiar respecto a las relaciones raciales. Lo que se crea en realidad es un conjunto de elementos articulados que estructuran la subjetividad y la actividad del individuo y cuyo accionar guía y se objetiviza en la conducta interracial. Esos elementos, como son los valores, normas, diacríticos o símbolos de pertenencia, identificaciones grupales, raciales y de origen y patrones conductuales, además de los estereotipos y prejuicios, están representados, por un lado, en la conciencia social y en la cultura de la nación como consecuencia del devenir histórico; por otro, existen en el sustrato de las actitudes humanas, e integran un sistema de niveles intercomunicados, uno de cuyos mediadores es la familia. Las características indicadas ejercen una función de control y regulación en las relaciones raciales, a nivel social y familiar, que al reproducirse incluyen, en particular, los prejuicios y los estereotipos raciales. El rol de la familia es solo uno de los procesos que inciden en las relaciones raciales. Los factores culturales y socioestructurales participan también en los mecanismos de reproducción de las actitudes y conductas en este sentido. Aunque tales factores no fueron objeto de nuestro estudio, queremos apuntar algunos criterios acerca de los nexos entre estos, el papel de la familia y la problemática racial. En sociedades multirraciales, a nivel macrosocial, existen determinados aspectos que se revierten en la familia como circunstancias favorables a los prejuicios. Al gu no s de es os el em en to s so n la je ra rq ui za ci ón y estratificación social, el nivel y modo de vida, los grados y modos de la integración racial, la distribución y composición de la población, la estructura ocupacional, las diferencias territoriales, las particularidades del proceso etnorracial, su etnicidad y su cultura. La referencia al nivel macrosocial lleva a una reflexión de fenómenos supranacionales que ejercen una influencia sobre las relaciones raciales, incorporándoles una dimensión que trasciende las fronteras locales. Entre estos, la trasmisión prevaleciente de patrones culturales norteamericanos y europeos en los medios de comunicación masiva, la división internacional de países desarrollados y subdesarrollados, que se corresponde con
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socioculturales que, enlazadas por una identidad común, se interrelacionan y a la vez se diferencian. La familia cubana, como núcleo social, es portadora de las modalidades que refrendan tales vectores resultantes de la transculturación y se las transfieren a sus miembros sobre la base de la adquisición de una identidad racial, social y cultural y de una etnicidad que las refleja. En tales procesos entran en juego los patrones de conducta adquiridos, relativos a la relación con grupos de diversa filiación racial, en los que se proyectan los acontecimientos y valores históricos que se han desarrollado en el devenir de la interacción racial, ya tengan un significado positivo o negativo. Estos son los generadores de los componentes cognitivos y afectivos que conforman los estereotipos y los prejuicios subyacentes en la imagen social de los grupos raciales. La orientación negativa en las relaciones raciales supone que las diferencias físicas y socioculturales se sobrestimen sobre los componentes implicados en la relación, lo que se expresa en el contenido y tipo del prejuicio hacia personas de diferente filiación racial. Las cuestiones relativas a la identificación racial, la etnicidad y la asimilación de patrones culturales sobresalen, con un peso importante, en el análisis de esa problemática, debido a su íntima relación con los mecanismos de conformación de la imagen del grupo de pertenencia y su confrontación frente a otros conglomerados humanos. Este proceso incide en la conformación de imágenes de los grupos raciales estudiados. En cuanto a la imagen social de los mestizos, la interpretación de su heterogeneidad debe valorar las múltiples formas del mestizaje racial y cultural, a las que se suman sus variaciones socioeconómicas, lo que ha produ cido una escala muy diversificada de la integración sociorracial. La imagen social de los blancos resalta la fuerza de los estereotipos establecidos históricamente por un poder político y económico que impuso sus patrones culturales y que continúan hoy día reforzándose por causas nacionales e internacionales. Respecto a la imagen de los negros —como grupo que «arrastra» su historia de esclavitud—, su interpretación al eliminar el sentido peyorativo que pueda tener, debe valorar la tendencia inherente a todo grupo humano a identificarse por aquello que le es afín y a preservar sus diacríticos de pertenencia. Los procesos vi nc ul ad os a la ll am ad a «c ul tu ra de l su bd es ar ro ll o» requieren, de por sí, un tratamiento particular. El grado de coherencia, conciencia y fortaleza observado en los prejuicios raciales, depende más, al parecer, de las resultantes de la transculturación, en conjunción con otros fenómenos sociales, que del espacio socioestructural de pertenencia. La práctica y la experiencia científica indican que el patrón más general de los prejuicios raciales se refiere a la contraposición del blanco y el negro. Esta coexiste con otros prejuicios y actitudes peyorativas, que dimensionan ciertas características sobre los rasgos físicos, como son las expresiones culturales, las religiosas,
los hábitos de vida, la organización familiar, el comportamiento social y otras. Semejante estructura del prejuicio se presenta entre personas de igual filiación racial, lo que induce a cuestionar si estos son propiamente raciales. Una explicación del fenómeno pone en el centro del análisis los niveles y tipo de identificación de los grupos involucrados. El análisis de estos problemas socioculturales induce a considerar que las relaciones raciales no se reducen ni se explican solo en función de los prejuicios y del racismo, pues tienen lugar, en definitiva, entre hombres inmersos en una formación económica determinada y deben valorarse a partir de las expresiones raciales en todas las esferas sociales, desde una óptica histórica. El desarrollo de esta interpretación iría más allá del asunto que nos ocupa. Acerca del prejuicio racial, resulta necesario subrayar que se origina y reproduce en el marco de las relaciones sociales, al igual que cualquier otro producto ideológico y que a nivel individual presenta diferencias vinculadas con la experiencia personal, y contradicciones motivadas por la dinámica de la realidad social y de la adaptación del ser humano a ellas. Los factores socioculturales introducen elementos particulares al estudio de las relaciones raciales. Esta temática, cuyo contenido trasciende los problemas del prejuicio, la discriminación y el racismo, se coloca en la dimensión de los fenómenos de la etnicidad y de la identidad cultural y nacional, puesto que comparten los mismos mecanismos generales de reproducción. Innumerables cuestiones relativas al prejuicio quedan por abordar. Todos los factores inherentes a las relaciones raciales convergen aquí, actuando dialécticamente desde su particular evolución e interdependencia. Dichas relaciones poseen múltiples caras, según un tiempo y un lugar determinados, haciendo difícil establecer conclusiones definitivas. Las expuestas aquí representan un nivel hipotético que trazará el derrotero de las subsiguientes etapas de investigación, de las cuales no pueden escapar aspectos como la evolución de cada componente racial, el comportamiento territorial de las relaciones raciales y las características del mestizaje, por mencionar algunos de los más significativos para los logros y perspectivas del estudio del prejuicio y las relaciones raciales.
Notas 1. El citado estudio integra la línea de investigación acerca de la «Relaciones raciales y la etnicidad en Cuba», que se ejecuta actualmente por el Departamento de Etnología del Centro de Antropología del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente. 2. De la situación de negros y blancos en el caso cubano se ha expresado: «Y ambas razas integraron la sociedad de Cuba, sedimentándola en posiciones económicas distintas: la raza blanca fue la clase dominante que todo lo poseía y la raza negra fue la masa informe, esclavizada, a la que todo bienestar le estaba prohibido». Véase Revista Bimestre Cubana , 34(1), 1937: 3.
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3. Acerca de los postulados sustentados por el racismo, en el discurso titulado «La sinrazón de los racismos» ( Revista Bimestre Cubana , 70(1), enero-diciembre, 1955: 161-83), y en la obra El engaño de las razas (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1975), Ortiz plasmó amplia y documentadamente sus ideas al respecto.
13. _____, Los movimientos indígenas en América Latina: etnicidad y política , Caracas: Ed. R. Perugachi, 1984: 5. 14. Yulián Bromlei, Etnogr afía teóric a , Moscú: Ed. Naúka, 1986: 26. 15. Se desarrolló en un área del barrio de Carraguao, en el municipio Cerro, en Ciudad de La Habana, desde 1993 hasta 1995, con un grupo de 42 familias clasificadas, según el grupo racial de sus integrantes, en mestizas (10), negras (10), blancas (14) y mixtas (8). El conjunto de los miembros de estas familias ascendió a 184 personas. Se entrevistaron 99, de 12 años en adelante, de las cuales 21 son negras, 35 mestizas y 43 blancas. La selección del área y de las familias fue cualitativa. El área tenía condiciones urbanísticas promedio, diversidad en la composición racial, era una zona no limítrofe con otros municipios y poseía instituciones educacionales en su demarcación. Las familias eran residentes con cinco años o más y tenían al menos un hijo mayor de cuatro años. El concepto operativo de familia utilizado se corresponde con el del Censo de Población y Viviendas de 1980. Los resultados de la investigación sobre los mecanismos de reproducción del prejuicio racial en el seno familiar y social se hallan reportados en los siguientes informes de trabajo: Marcos Marín, Magdalena Pérez y Rodrigo Espina, «Relaciones raciales: experiencias y opiniones de integrantes de diversas familias del municipio Cerro», La Habana: Departamento de Etnología, Centro de Antropología, 1993. [Inédito]; Magdalena Pérez y Rodrigo Espina, «Conductas y prejuicios raciales en un área del barrio de Carraguao del municipio Cerro», La Habana: Departamento de Etnología, Centro de Antropología, 1994. [Inédito]; y Magdalena Pérez y Rodrigo Espina, «Conductas y prejuicios raciales en un grupo de familias del municipio Cerro», La Habana: Departamento de Etnología, Centro de Antropología, 1995. [Inédito].
4. El racismo, visto como sistema conceptual, se incorpora a la ideología y actúa a la par de esta. Los rasgos que le atribuye Gonzalo Aguirre Beltrán a la función ideológica nos parecen aplicables al racismo, independientemente de que su análisis corresponde a las «regiones de refugio» y no coincidamos en el empleo y contenido de algunas categorías. Tales rasgos son: a) proporciona identidad, pues el racismo participa en la formación de la imagen de uno y de otro; b) legitima la superioridad, a partir de un sistema de proposiciones que explican y justifican la estratificación sociorracial; c) obstruye la integración, dado que la imagen contrastada de uno y otro, unido a la legitimidad de la superioridad, tiende a separar los grupos involucrados; d) consolida la estructura económica en los casos que corresponden a sistemas sustentados en la desigualdad sociorracial. Véase Gonzalo Aguirre Beltrán, Regiones de refugio , México, D.F.: Ed. Especiales, 1967: 46. 5. Fernando Ortiz, «La sinrazón de los racismos», Revista Bimestre Cubana, loc. cit.: 163-4. 6. _____, «Defensa cubana contra el racismo antisemita», Revista Bimestre Cubana, loc. cit.: 98. 7. Stephen Worchal, Joel Cooper y George Goethals, en Understanding Social Psychology (Chicago: The Dorsey Press, 1988), han abordado la discriminación, en el capítulo dedicado a las conductas antisociales, considerándola una conducta negativa, frecuentemente agresiva, hacia personas de determinado grupo. La racial es un caso particular, vinculado al prejuicio, en el aprendizaje sociocultural (ob. cit.: 449-60). Como tratado de Psicología, el texto aborda el problema desde esta disciplina y evalúa diversas causas en ese marco, sin referir las de índole histórica y económica.
16. El término de filiación racial ha sido empleado para designar la pertenencia a los siguientes grupos poblacionales: blancos, negros y mestizos. Los criterios para la diferenciación de estos grupos fueron, en primer lugar, la filiación racial de los ascendientes hasta los bisabuelos; en segundo lugar, la autoclasificación de los propios informantes y, en tercer lugar, la observación del entrevistador. Al asumir la existencia de las razas blanca y negra y el sentido de raza que tiene la población cubana a partir de los orígenes de sus antecesores, así como el cruzamiento de blancos y negros, se incorporó el grupo denominado genéricamente como mestizo. El estudio se dirigió en particular hacia dichos grupos porque constituyen, numérica y socialmente, los componentes más importantes y representativos de las relaciones raciales en Cuba.
8. Véase Las actitudes , La Habana: MINED, 1974: 77-83, [n. 3]. 9. Stephen Worchal, Joel Cooper y George Goethals, ob. cit.: 449. 10. Las meras definiciones psicológicas no alcanzan a establecer y delimitar el origen y la función sociales del prejuicio y el estereotipo. No basta con ellas para el análisis sociológico y antropológico, donde tampoco hay explicaciones precisas al respecto. Al considerarlos dentro de las actitudes (véase, Las actitudes , ob. cit.: 8-9) comparten semejantes características y dificultades para su medición. En este sentido he suscrito que el prejuicio presenta tres dimensiones diferenciadas, la afectiva, la conductual y la cognoscitiva. La cognitiva está representada en este caso por el estereotipo racial. La conductual se evalúa como función que lleva al sujeto a la acción y hace del prejuicio un mediador en las relaciones raciales; por lo cual, con vistas a su estudio, se establecen de antemano las manifestaciones concretas del prejuicio según las circunstancias de historia y lugar.
17. Con excepción de la variable relativa a la proyección de las relaciones raciales en el futuro, el resto se correlacionó con la filiación racial de las familias de pertenencia. Las tablas de datos utilizadas y los resultados para cada una de ellas aparecen en: Magdalena Pérez y Rodrigo Espina, «Conductas y prejuicios raciales en un grupo de familias del municipio Cerro», loc. cit. 18. Para responder a intereses colaterales a la investigación —relativos a la edad en que el niño manifiesta una identificación racial y cómo en la edad escolar primaria y secundaria se expresan los prejuicios raciales— se efectuaron entrevistas a personal docente y se hicieron observaciones en el círculo infantil, la escuela primaria y la escuela secundaria del área estudiada.
11. Díaz Polanco entiende como elementos socioculturales los sistemas de organización social, costumbres y normas comunes, pautas de conducta, lengua y tradición histórica. Véase Héctor Díaz Polanco, La cuestión étnico-nacional , México, D.F.: Ed. Línea, 1985: 17. 12. Andrés Serbin, «La dinámica etnia-nación en el Caribe y sus efectos regionales», El Carib e Conte mporá neo , México, D.F., (19), 1989: 38.
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, 1996.