Losmapascomo mot ext os Miguel Peyró
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os mapas son unos curiosos artefactos comunicativos que combinan prácticamente todas las formas de expresión gráfica: dibujos, colores, signos esquemáticos y escritura. l menos en su forma original, los mapas comparten con los textos escritos el reali!arse sobre un soporte o fondo plano, bidimensional. "in embargo la bidimensionalidad de ambos tipos de t#cnicas es muy distinta: $a escritura se despliega sobre una superficie en dos dimensiones, pero se lee generalmente en una sola de ellas, en secuencia lineal %la dirección de cada escritura, de i!quierda a derec&a en el caso de la latina', mientras que los mapas se leen en dos dimensiones tambi#n: sus signos se relacionan entre s( en todas las direcciones, en función de su posición relativa. Los mensajes de los mapas $a mayor(a de los mapas pasan por ser representaciones fidedignas de territorios determinados, pero constituyen en realidad discursos subjetivos, interpretaciones, sobre esos territorios )o tal ve! sobre otros temas, usando esos territorios como pretextos. $os mapas son textos, y no meras reproducciones a escala de espacios concretos %como las imágenes a#reas'. "u carácter de textos se &ace evidente cuando observamos que en la gran mayor(a 1
de lenguas se usa precisamente el verbo leer para la acción de percibirlos. $os mapas se leen, mientras las fotograf(as desde aviones o sat#lites simplemente se contem-plan. *ay que aprender a leer mapas en la escuela, como se aprende a leer un sistema de escritura. Pese a su aparente aspecto inmediato, intuitivo, nadie puede servirse de un mapa sin este aprendi!aje previo. Porque el proceso de desciframiento no sólo radica en la interpretación de signos especiales que sustituyen a elementos reales %una l(nea negra para representar una costa, por ejemplo, o un c(rculo para representar una población' o convencionales %una secuencia de rayas y cruces para representar una frontera', sino tambi#n en entender el significado de la posición, distribución y tama+o relativo de esos signos. odo mapa es necesariamente una presentación reducida de un territorio %menos el inquietante mapa de orges, que era a tama+o real /0' y esta reducción implica que el autor del mapa debe imponer su propio 1orden2 sobre la abigarrada realidad, se+alando lo que es relevante y lo que no lo es, lo que debe ser destacado y lo que no merece ser tenido en cuenta. Por ejemplo, las ciudades en la realidad tienen la insolente costumbre de no diferenciarse por su aspecto de las que &an sido nombradas capitales administrativas. 3n ocasiones las capitales ni siquiera son las ciudades más grandes de un territorio. 3l mapa, sin embargo, pone a cada una en su sitio, otorgando a las capitales marcas que las convierten en ciudades destacadas, excepcionales. 4 es que, en el fondo, ning5n mapa pretende mostrar la realidad tal como es: al contrario, considera que es su deber como &erramienta 5til )como 1buen mapa2) desbro!ar el territorio real de sus presencias in5tiles, ordenarlo, graduarlo y as( en buena medida 1explicarlo2.
Mapas como discursos para la guerra. 3l mapa de la i!quierda %&acia /6/7' puede leerse: 1lemania es una amena!a para ustralia2. 3l mapa de la derec&a %&acia /689': 1&ecoslovaquia es una amena!a para lemania2.
3s importante tener claro este carácter subjetivo de la cartograf(a, la condición de texto de los mapas. *oy nos parecen risibles las personas que en otros tiempos daban por objetiva una información porque ven(a en 1los papeles2. 3stos 1papeles2 eran las &ojas impresas de los periódicos. ;o &ace falta &ablar de la credibilidad que otorgaba a una idea el que apareciera en su momento en un libro, o en un grueso diccionario. "in duda &emos aprendido colectivamente a descender los documentos escritos a nivel &umano, a recono2
cerlos como textos de otros mortales. Pero el anonimato y el supuesto consenso %en cada momento &istórico' de la mayor(a de sus autores, &ace que para muc&as personas los mapas sigan constituyendo los 5ltimos 1papeles2, es decir aquellas cosas que, sólo con mostrarse impresas, se tienden a dar por ciertas. "in embargo la unanimidad en ciertos momentos de los contenidos de los mapas no los &ace más 1objetivos2, sólo refleja las convicciones más o menos oficiales de una determinada sociedad. 3n definitiva, no &ay tanta diferencia, en su relación con la realidad que describen, entre mapas y escritos. omo 0. Mapas y culturas ntes de seguir adelante, convendr(a se+alar que los mapas a los que me &e estado refiriendo )mapas vinculados, como la pintura o la escritura, a la t#cnica del grafismo) son los mapas de la tradición occidental. onocemos objetos para representar el territorio en otras culturas, aunque la imposición de la forma de vida europea los &aya relegado en el 5ltimo siglo a las vitrinas de los museos 80. Me referir# sólo a dos de ellos. "us modos de utili!ación eran muy distintos de los occidentales: uno se consultaba con el tacto, el otro con la memoria. $os inuit %esquimales' de la costa oriental de ?roenlandia usaron &asta finales del siglo @A@ mapas táctiles para poder despla!arse a bordo de sus embarcaciones. 3staban tallados en madera y se llevaban bajo la ropa. $os navegantes percib(an con los dedos sus protuberancias, que se correspond(an con los contornos de la costa de tierra firme y de los islotes próximos. "e dice que conten(an todo lo que pod(a captarse en una noc&e cerrada desde un BayaB.
Mapa de navegación inuit, ?roenlandia.
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*asta los a+os cuarenta del siglo @@ los navegantes polinesios de las Aslas Mars&all viajaban por el Pac(fico con mapas &ec&os de varillas entrela!adas y conc&as. $as varillas representaban los movimientos de las olas del mar de fondo, y las conc&as o los la!os que ataban las varillas indicaban la locali!ación de las diferentes islas. ada marino experimentado constru(a su propio mapa y lo memori!aba completamente antes de &acerse a la mar. $uego, durante la traves(a, iba tumbándose boca abajo en el fondo de la embarcación para sentir con todo el cuerpo el empuje y la dirección de las olas, mientras recordaba la estructura del mapa.
Mapa de navegación polinesio, Aslas Mars&all.
3l estudio de los mapas presenta un doble inter#s para la semiótica intercultural. Por un lado son en s( mismos artefactos comunicativos, como la escritura o las artes plásticas, cuya confección, materiales y utili!ación nos dicen muc&o de las formas de vida de una cultura determinada. "er(a extra+o prestar atención a los textos escritos de una sociedad y olvidar su cartograf(a, recoger todos sus vol5menes excepto sus atlas %acertadamente calificaba orres Cillarroel de 1libros redondos2 a los globos terráqueos de la biblioteca de la universidad de "alamanca'. Pero además los mapas )especialmente en el caso de los de ángulo más amplio, como los mapas continentales o los mapamundis) son documentos sobre el mundo, que contienen las imágenes que una sociedad tiene sobre ella misma y sobre las demás. Dn estudio de la evolución de la cartograf(a occidental no sólo nos dirá muc&o de las t#cnicas gráficas de los europeos, de sus formas de viajar y de la clase de información geográfica que consideraban relevante en cada #poca, sino que tambi#n nos &ablará de cómo &an ido concibiendo los l(mites del mundo, cómo &an percibido los pa(ses remotos en relación a los propios: en su tama+o relativo, distancia, ámbitos de poder, recursos naturales e incluso )especialmente en la llamada geograf(a &umana) en las caracter(sticas de sus poblaciones. Porque los mapas, como instrumentos de comunicación, no sólo recogen las visiones del mundo de una sociedad, sino que contribuyen a reproducirlas 90.
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3ste mapa de /E>/, reali!ado por el norteamericano
Latitudes ideológicas omo t#cnicas espec(ficas de comunicación, los mapas no son meras sumas de imágenes y textos: poseen códigos propios. *e apuntado antes que la presencia, distribución y tama+o relativo de sus elementos constituyen en s( mismos algunos de sus mensajes centrales. *ay condicionantes t#cnicos en la propia confección de un mapa que imponen a su autor determinadas elecciones. $a necesidad de reducción de escala le obligará a graduar la importancia de los componentes de un territorio, recogiendo sólo algunos y dejando invisi bili!ados a otros. Dna segunda elección por motivos t#cnicos se planteará al pasar el planeta de su forma esf#rica a una superficie plana, o sea al optar por una de las c#lebres proyecciones terrestres. 3sta circunstancia impondrá decisiones sobre algunas de las cuestiones centrales de todo mapa: qu# tama+o relativo tendrán sus elementos, cuáles aparecerán en el centro y cuáles en la periferia, cuáles estarán arriba y cuáles abajo. $a trascendencia de estas decisiones radica en que el tama+o y la distribución espacial se asocian en nuestro simbolismo visual a valores determinados. $o mejor es más grande y está en el centro o arriba, lo peor es más peque+o y está en la periferia o abajo. a) Lo grande y lo pequeño 3s suficientemente conocida la vinculación que tantas sociedades del mundo &acen entre los conceptos de grande y mejor. $a representación plana de una superficie esf#rica necesariamente distorsiona algunas partes de la misma: las que quedan en la periferia del plano pueden aparecer más peque+as de su tama+o relativo real, especialmente en las proyecciones llamadas ortográficas. odo depende entonces de dónde decidimos situar el punto 5
central de la composición. Fue estas cuestiones no se dejan al a!ar se puede observar contemplando la mayor(a de los mapamundis occidentales, que muestran a los pa(ses europeos con un tama+o desproporcionado. "i nos fijamos en el siguiente mapa, con cuyas dimensiones estaremos familiari!ados, observamos que 3uropa y "udam#rica parecen ser aproximadamente igual de grandes.
"in embargo 3uropa tiene realmente una extensión de /G./EG.GGG Bm > y "udam#rica de /H.E9G.GGG Bm>, es decir una diferencia de casi el doble de tama+o. $a llamada proyección de Peters muestra las proporciones relativas de los continentes de una manera más fidedigna.
Proyección terrestre de Peters.
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;o parece necesario detenernos a preguntarnos por qu# los mapas europeos del mundo presentan a 3uropa más grande de lo que realmente es. Dn continente que se &a considerado superior al resto del mundo no pod(a quedar en unas dimensiones geográficas marginales, no pod(a aceptarse a s( mismo )seg5n la morda! caracteri!ación de ;iet!sc&e) como 1una peque+a pen(nsula de sia2I b) El centro y la periferia Central y marginal muestran ya en el lenguaje el contenido simbólico que asociamos al centro y a la periferia. $os territorios considerados como importantes se colocarán entonces en el centro de muc&os mapas planos, y esto siempre arbitrariamente, porque no &ay un punto central natural en la superficie de una esfera. $a cartograf(a occidental convirtió la longitud terrestre europea en el centro del mundo %meridianos de Par(s y de ?reenJic& como meridianos cero', y desde este punto de vista se siguen organi!ando la mayor(a de los mapas actualesI excepto los impresos en m#rica, que eligen su propia l(nea de longitud como nuevo centro del mundo. Pocos mapamundis tienen la longitud de otros pa(ses o continentes como centro.
$a longitud de Kapón como centro del mundo en un mapa japon#s del siglo @A@.
$os mapas europeos medievales, y algunos renacentistas, sol(an situar en su centro a Kerusal#n, considerada como el centro espiritual de la ristiandad.
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Mapa de 1&ojas de tr#bol2 de *einric& Lnting %/E/', mostrando a Kerusal#n en el centro del mundo.
Pero el recurso no es en absoluto exclusivo de los mapas occidentales. 3l mapa del uigur Ma&mud al-Nas&gari, que acompa+aba a su tratado Compendio de las lenguas de los turcos %siglo @A', colocaba en el centro exacto del mundo a alasagun, la capital del Nanato ;egro %&oy en Nirguistán'. 3l mapa inclu(a a otras culturas no turcas de sia, como Araq, 4emen, Andia, &ina y Kapón, pero las relegaba a la periferia de la composición, como si fueran sat#lites del Banato. 3n la cartograf(a c&ina tradicional el estado c&ino aparec(a siempre en el centro, &aciendo &onor a su nombre % Zhongguó, 1pa(s del medio2'. 3l mundo se ordenaba a partir de este eje central.
Oepresentación del mundo en la tradición c&ina. 3l ámbito / representa al poder central %el emperador'. 3l > a los s5bditos internos. 3l 8 a los s5bditos externos. 3l 9 a los estados tributarios. 3n el exterior están los pa(ses bárbaros, clasificados gen#ricamente seg5n los puntos cardinales.
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c) Arriba y abajo 3n otra metáfora espacial, compartida por muc&os pueblos de la ierra, arriba representa lo positivo y abajo lo negativo. $os buenos pensamientos son 1elevados2, los malos instintos son 1bajos2. 3l ielo está arriba y el Anfierno abajo. $as escalinatas de los tronos, los estrados, las tarimas y los podios se+alan qui#n es más importante en un determinado lugar: el que está más arriba que los demás. 3n la cartograf(a occidental moderna el norte del mundo, que incluye a 3uropa y ;orteam#rica, está arriba y el sur abajo. "in embargo, como es bien sabido, esto no siempre fue as(. 3n la 3dad Media muc&os mapas europeos colocaban a sia, es decir a 1riente2, en la parte superior. $a ra!ón de ello es que estos mapas, que no quer(an contradecir la geograf(a b(blica, entend(an que sia era el continente más sagrado, por encontrarse all( Kerusal#n y por ser la parte del mundo que &ab(a albergado al Para(so errenal. l menos desde el siglo @ los mapas musulmanes medievales representaban el sur arriba y el norte abajo, como tambi#n lo &ac(a la escuela de cartograf(a mallorquina que en /8H confeccionó el impresionante Atlas catalán, atribuido a resques bra&am. "eguramente los árabes orientaban los puntos cardinales de otras maneras con anterioridad, a tenor de que la palabra shamal todav(a significa 1norte2 e 1i!quierda2 al mismo tiempo. Qiversos estudios demuestran que, al menos en nuestra cultura, los elementos percibidos en la parte superior de un mapa son más valorados que los que se &allan en la parte inferior. $a investigación a tal respecto llevada a cabo por Meier, Moller, &en y OiemerPelt! 0 reveló que los compradores de propiedades urbanas tend(an a preferir los lugares situados en la parte alta de los mapas o planos convencionales. 3stos autores llevaron a cabo varios experimentos prácticos. 3n uno de ellos ense+aron a un grupo de personas el mapa de una ciudad imaginaria. otro grupo le ense+aron el mismo mapa, pero orientado al rev#s. "e pidió a los miembros de los dos grupos que marcaran con una cru! el lugar donde preferir(an vivir en el caso de que se mudaran a esa ciudad. $a abrumadora mayor(a se+aló un lugar claramente más arriba de lo que parec(a ser el centro de la ciudad. Qespu#s bastantes participantes expresaron abiertamente su opinión de que las personas con un buen nivel económico deb(an vivir al norte del centro de las ciudades, es decir en las !onas altas de sus planos. $a metáfora alto R bajo asociada a las clases sociales se superpon(a al arriba R abajo espacial. al ve! por ello siempre se &a &ablado de barrios bajos.
Notas /0 13n aquel imperio, el arte de la cartograf(a logró tal perfección que el mapa de una sola provincia ocupaba toda una ciudad, y el mapa del imperio, toda una provincia. on el tiempo, esos mapas desmesurados no satisficieron y los colegios de cartógrafos levantaron un mapa del imperio que ten(a el tama+o del imperio y coincid(a puntual-mente con #l. Menos adictas al estudio de la cartograf(a, las generaciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era in5til y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del sol y de los inviernos. 3n los desiertos del oeste perduran despeda!adas ruinas del mapa, &abitadas por animales y por mendigosS en todo el pa(s no &ay otra reliquia de las disciplinas geográficas.2 %Korge $uis orges: 1Qel rigor en la ciencia2, en El hacedor'.
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>0 Qenis 8 %/6E7', pp. 9T/G8. "obre la ausencia general de cr(tica respecto a la supuesta objetividad de los mapas es interesante el libro de 4ves $acoste: La géographie, ça sert d’abord !aire la guerre . Par(s: Maspero, /6H7 La geogra!"a, un arma para la guerra. arcelona: nagrama, /66G0. 80 C#ase Qavid GG7, pp. >G7->/>'. 0 rian P. Meier, rlen . Moller, Kulie K. &en y Miles Oiemer-Pelt!: 1"patial metap&or and real estate: ;ort&T"out& location biases &ousing preference2. %ocial $s#chological and $ersonalit# %cience vol. > %>G//', pp. 9H-8.
U Miguel Peyró ?arc(a, >G/7 omunicación y ulturas mpeyroVgmail.com
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