LA MÚSICA EN LA COLONIA Las expresiones artísticas logradas en siglos por los pueblos precolombinos no fueron apreciadas por los conquistadores españoles, para quienes la música indígena sonaba infernal, impía, marcial, fúnebre, lúgubre. De ahí que las músicas y danzas indígenas fueron muchas veces prohibidas por las autoridades religiosas católicas, e incluso algunos instrumentos de uso ritual fueron destruidos. Nuestras tierras fueron colonizadas por los españoles, también en su cultura, pues todo lo que se hacía era imitación de la Madre Patria. Los músicos europeos fundan las primeras escuelas. Los primeros misioneros fundaron los primeros coros y enseñaron a tocar instrumentos con finalidad religiosa. Algunos pueblos, hombres y mujeres viajaban considerables distancias para poder oír las interpretaciones en quichua, de algunos coros como los de San Joaquín. Hay que notar la novedad con que recibieron los indígenas las primeras interpretaciones de órgano en las iglesias, órganos que, aunque eran rudimentarios, fueron fabricados en nuestro país. No faltaban en las ciudades de importancia, arpistas y guitarristas, españoles y mestizos que se manifestaron entusiastas por la música. Nuestra música criolla iba avanzando y evolucionando, produciendo danzas, contradanzas, yumbos y otros géneros de composiciones que se alejaban poco a poco de la modalidad indígena. En el año 1555, los padres franciscanos fundaron en su propio convento el primer Colegio, llamándole “San Andrés”, en el que además de enseñar a leer, escribir, ciertas artes y habilidades mecánicas, se enseñaba también la música, para dar solemnidad a las funciones del culto divino.
Hoy en día los rituales indígenas incluyen música con especiales características para cada celebración. Hecho que no es nuevo, ya ya en las tempranas crónicas de Indias se puede
advertir la importancia de la música entre los indígenas, que se hallaba presente en las ceremonias religiosas, guerreras, de trabajo, siembra siembra y cosecha; en el nacimiento y en la hora de la muerte. De alguna manera la resistencia indígena ha logrado la sobrevivencia a través de la tradición oral y auditiva, de muchas celebraciones, melodías e instrumentos indígenas.
Música religiosa Después de la conquista, en las comarcas americanas se estableció una organización y administración política con las características que ofrecía la España católica. La La iglesia, uno de los principales centros de difusión del pensamiento colonialista europeo, catequizó y transmitió su su ideología a los habitantes americanos, americanos, a través través de diversos medios, uno de ellos fue precisamente la música religiosa. La música religiosa está dividida en la música sagrada o sacra: canto gregoriano y ambrosiano, motetes, himnos y misas destinadas a los actos litúrgicos eclesiásticos.
Los Siglos XV y XVI marcan el esplendor de la música española. La de mayor representatividad fue la música religiosa, que se asentó en los Conventos y cuyo exponente fue el maestro de capilla: educador, intérprete y compositor. Durante el siglo XVI el repertorio de las colonias hispanoamericanas provenía principalmente de las catedrales de Sevilla y Toledo, allí trabajaron músicos del llamado “siglo de oro” de la polifonía renacentista española: Cristóbal Morales (ca. 1500-1553) 1500-1553) y Francisco Guerrero (1528-1566). Otro de los grandes polifonistas españoles, Tomás Luis de Victoria (ca. 1548-1611) también fue y sigue siendo admirado en el nuevo mundo. En un principio, sólo podía ser maestro de capilla un religioso ordenado que venía de España. Sin embargo, con el tiempo, fue sustituido por músicos profesionales, muchos de los cuales eran criollos criollos y aun mestizos. El primer mestizo del que se tiene noticias, que llegó a ser maestro de capilla, fue Diego Lobato de Sosa Yarucpalla (ca. 1538-ca. 1610).
Otros famosos representantes musicales fueron Gutierre Fernández Hidalgo (ca. 1553- ca. 1620) y Manuel Blasco (ca. 1628-ca. 1695).
Los jóvenes indígenas fueron educados edu cados musicalmente por religiosos. En Quito, desde 1535, funcionaba una escuela organizada por los franciscanos Fray Jodoco Ricke y Pedro Gosseal, en la cual se enseñaba, enseñaba,
entre otras disciplinas, música. Se
seleccionaban
estudiantes entre varios pueblos de la región, sobre sobre todo ingresaban los hijos de los caciques, a quienes se les enseñaba a tocar órgano, flauta, sacabuches, canto, etc.
Música del pueblo español en América También se introdujo un sinnúmero de canciones populares, que de acuerdo a testimonio de los cronistas, eran enseñadas a los indígenas de estas regiones. Además se sabe que los religiosos, en afán de sepultar la idolatría, creaban nuevos bailes para que los indígenas los ofrecieran a las imágenes i mágenes católicas. Muchas coplas, que han podido ser identificadas como de raigambre española, sobreviven hasta hoy. Algunas de ellas fueron recogidas, en el siglo XIX, por el escritor Juan León Mera en su libro Cantares del pueblo ecuatoriano (1892), obra en la que que se pueden reconocer tanto canciones con textos de seguro origen ibérico, como textos de las culturas indígenas y mestizas. España tuvo su influjo musical, a nivel religioso y popular, hasta finales del siglo XVIII, pues desde ese momento se comienzan a introducir en el continente americano, una serie
de
formas
europeas,
no
españolas,
tal el
caso
del
vals, el
minué,
la
contradanza. El sincretismo que se produjo entre la música española, europea y la música indígena del Ecuador originó la música música mestiza. La misma misma que, en la actualidad, si bien se reconoce tuvo raíces distintas, ha llegado a constituirse en una clara manifestación musical con identidad propia.
Instrumentos musicales ¿Trajeron algún instrumento musical los marineros que se embarcaron en el Puerto de Palos con Cristóbal Colón en su primer viaje a las "Indias"? Lo hicieron Amérigo Vespucci u otros audaces navegantes de la época? No lo sabemos con certeza. Lo que sí sabemos gracias a las anotaciones realizadas en el Diario de navegación por el mismo Cristóbal Colón, es que se entregaron a los habitantes de la isla Guanahani, cuentas de vidrio y cascabeles, a cambio de productos. Posteriormente, Bartolomé de las Casas proponía, para evitar la usurpación por la fuerza, cambiar por cascabeles y otras bagatelas, el oro de los indios. No es difícil pensar que, más tarde en los siguientes viajes españoles, los primeros instrumentos europeos que se escucharían a través de toda América serían la corneta y el tambor de guerra. Otros instrumentos de pequeñas magnitudes como la vigüela, primer antepasado directo de la guitarra, acompañaban a los españoles en sus campañas conquistadoras. Así lo testimonia Miguel Cabello Balboa en sus Crónicas, donde relata que uno de su compañeros, Juan de Santa Cruz ejecutaba, en la campaña de conquista en la provincia de Esmeraldas Esmeraldas en 1577, con "buena gracia" la vigüela. Probablemente Jodoco Ricke trajo consigo algún instrumento musical, o lo hizo fabricar para la enseñanza de la música a los indígenas en el Colegio de San Andrés por 1535. 1535. El Presidente de la Audiencia de Quito, Fernando Santillán, distribuía tamboriles y arpas en las comunidades indígenas como presentes, adoptados desde entonces en las celebraciones y velorios. La iglesia propició el ingreso de los instrumentos musicales europeos, que pronto aprendieron a fabricar los artesanos mestizos e indios. indi os.
PRIMERAS MANIFESTACIONES MUSICALES MESTIZAS (SIGLOS XVI-XVIII)
En la ciudad de Quito, por 1535, cuatro curas franciscanos: Jodoco Ricke de Malina, Pedro Gosseal Gosseal de Louvain (flamencos), (flamencos), Pedro Rodeñas y Antonio Rodríguez (españoles), abren una escuela para la educación de indios y españoles. Dieciséis años después, en 1551, en el Convento de San Francisco, Ricke y Francisco Morales fundaron el Colegio San Juan de Evangelista, que en 1555 1555 tomaría el nombre de Colegio de San Andrés. Allí se enseñó a los indígenas "a arar con bueyes, hacer yugos, arado y carretas... la manera de contar cifras de guarismo y Castellano... a leer y escribir... y tañer los instrumentos de música, tecla y cuerdas, sacabuches y chirimías, flautas y trompetas y cornetas y el canto de órgano y llano". La finalidad principal de este "Colegio de indios" fue el adoctrinamiento a los hijos de los caciques, quienes serían después -con la influencia que les daba el cacicazgo- los principales difusores y maestros maestros del dogma católico en los pueblos indígenas. A nuestro tiempo, han llegado algunos nombres de indígenas y mestizos que se destacaron por sus habilidades en el canto, interpretación, y composición musical en el Colegio de San Andrés, tal el caso de Cristóbal Caranqui, organista y cantante; Juan Bermejo, de quien Fray Reinaldo Lizárraga consideraba podía ser tiple en la capilla del Sumo Pontífice. En 1568 la Audiencia de Quito solicitó los nombres de los profesores del plantel para la distribución del presupuesto. Se presentó una lista, bajo la dirección de Fray Juan de Obeso, en la que se comprometían Diego Gutiérrez, indio natural de Quito, para la enseñanza de canto, escritura escritura y tañido de tecla y flautas; Pedro Díaz, nativo de Tanta, para canto llano, órgano, lectura, escritura y tañido de flautas y chirimías; Juan Mitima, indio de Latacunga, para canto y tocado de sacabuches; Cristóbal de Santamaría, natural de Quito, para canto, lectura y tañido de instrumentos. En los libros de cuentas también se pueden encontrar los nombres de los sacerdotes Diego Lobato de Sosa Yarucpalla (ca. 1540-1610), quizá el músico mestizo más importante, que aun cuando no se han podido hallar sus obras, es consignado como uno de los primeros compositores de la época; Luis Darmas, Francisco Saldívar, Pedro Ortiz, Miguel de la Zona, Juan de Campos, que tocaban en compañía de los indios Juan Mitima, Juan Martín Lorellana
y Pedro de Zámbiza y de los mestizos mestizos Francisco Morán y Hernando de Trejo, Trejo, todos los cuales habían aprendido música y canto en el Colegio de San Andrés. Para el año de 1581 el Colegio fue traspasado a los Agustinos, y funcionó bajo el nombre de San Nicolás de Tolentino, pero no se conocen los alcances educativos que tuvo en ese lugar, por falta de pruebas documentales. Los religiosos vieron que era más fácil la catequización si ponían los textos sagrados católicos en la lengua de los indígenas y, por supuesto, si a estos textos se los musicalizaba con melodías indígenas, las cuales servían antes para venerar a sus dioses. No sólo la música religiosa iba sufriendo ciertas modificaciones en América; también la música indígena y aquella creada e interpretada por mestizos, fue tomando características propias. Gran parte de la música mestiza tiene sus antecedentes en la música indígena y, en ciertos casos, en la música europea -tal el caso de los fandangos- y negra. La primera compilación pautada de música indígena y popular que se conoce es atribuida a Juan Agustín Guerrero, realizada por 1856 (publicada en Madrid en 1883). Se cuenta además con informaciones musicales del siglo XIX en los escritos de viajeros como William Stevenson, Holinski, Hassaurek y otros; varios libros de teoría musical, y una traducción al castellano de un libro de armonía armonía de Fetis por Mario de la Torre. Las partituras, partituras, generalmente de música popular, eran publicadas en Quito, Guayaquil, probablemente probablemente en Cuenca y otras en el exterior: Hamburgo, Francia, Lima, etc. Históricamente se sostiene que el sanjuanito sanjuanito,, el danzante y el yaraví sean las primeras manifestaciones musicales en tomar características mestizas. Este tipo de expresiones musicales se vieron modificadas en su extensión y en su estructura general. Los cambios que se fueron dando a través del tiempo se deben, sobre todo, a la guitarra, instrumento de probables probables raíces raíces árabes árabes que pasó a España y fue traído por los españoles en sus excursiones colonizadoras. En la guitarra se fueron adaptando los sanjuanitos sanjuanitos,, yaravíes,, albazos y otros ritmos indígenas, en los cuales está la raigambre de la música yaravíes música mestiza.
LA MUSICA EN LA EPOCA COLONIAL La música religiosa está dividida en la música sagrada o sacra: canto gregoriano y ambrosiano, motetes, himnos y misas destinadas a los actos litúrgicos eclesiásticos (La música sacra comprende la gregoriana, la polifónica y la popular, esta última creada en géneros populares regionales y locales). La música sacra se cultivara especialmente a través de los tiempos en monasterios y comunidades religiosas, evolucionando desde textos y melodías simples, hasta cánticos con estructuras melódicas y armónicas complejas para varias voces. Su ejecución será obligatoria y alcanzara la magnificencia con el canto gregoriano, mezcla entre acento prosódico y acento melódico que le otorga un sabor a rito melódico, así mismo, constituido por melodías diatónicas y de ritmo libre incorporadas a la liturgia. Desde los albores del descubrimiento y conquista de América, la música sacra vendrá de la mano de frailes y actuará como escudo de paz que paliará los horrores de la represión, encontrará en los aborígenes, por su rápido aprendizaje y excepcionales condiciones musicales inclusive en la construcción de instrumentos, el crisol para el desarrollo y arraigamiento de este excelso arte, que inculcado en conventos por maestros europeos, que de servir de culto y propagación de la fe cristiana, se transformarán posteriormente en un medio de recreación, con rasgos y características de una identidad propiamente americana. Durante el siglo XVI el repertorio de las colonias hispanoamericanas provenía principalmente de las catedrales de Sevilla y Toledo, allí trabajaron músicos del llamado “siglo de oro” de la polifonía renacentista española: Cristóbal Morales Morales (ca. 1500-1553) y Francisco Guerrero (1528-1566). Otro de los grandes polifonistas españoles, Tomás Luis de Victoria (ca. 1548-1611) también fue y sigue siendo admirado en el nuevo mundo. Además de la música española de la capilla del misticismo donde sobresalieron maestros de la talla de Antonio de Cabezón (1510-1566), llegó además una capilla de músicos francoflamencos que mantenían contacto con España y sus colonias con las técnicas y estilos propios del Renacimiento europeo.
LA MUSICA SACRA EN QUITO Comienza con la conquista cuando los españoles se establecieron en nuestro territorio en 1534. Según estudios del P. José María Vargas, O.P., los frailes del monasterio de San Francisco de Quito, se hicieron cargo de la enseñanza musical a partir de 1551. Mediante
Cédula del 13 de septiembre de 1555, este colegio franciscano optó por el nombre de Colegio San Andrés. Fray Jodoco Ricke y Fray Pedro Gocial, y los laicos Gaspar Becerra, Andrés Lazo, entre otros, fueron los encargados de la enseñanza.
El alumnado en su mayoría eran indios, luego mestizos y los criollos huérfanos. Varios indígenas pasaron a ser profesores del colegio: Diego Gutierrez, Pedro Díaz, Juan Mitima, Cristóbal de Santa María, entre otros. Entre los destacados alumnos del colegio cuentan Juan Bermejo, Cristóbal Caranqui y el más importante Diego Lobato (1538 - 1610) organista de la Catedral, sacerdote párroco de San Blas, primer músico mestizo y autor de numerosos motetes y canzonetas; cabe destacar que en la Catedral de Quito existió un grupo instrumental y coral de planta, a sueldo. También se distinguió como maestro de capilla, Gutierre Fernández Hidalgo (1553-1620). El Colegio de San Andrés duró hasta 1581, fecha en que se traslado a San Agustín. Posterior a este período aparecen los compositores Manuel Blasco (creador de una misa de Réquiem, un Magnificat, etc.) Hernando de Jesús Larrea, José Ortuño de Larrea, entre otros. Este sería el contexto histórico y de producción de la "Escuela Quiteña", asentada en la época colonial y tributaria a una estilística propia, derivada del renacimiento y barroco europeos. Con el aparecimiento de la República se suceden las fundaciones de varias escuelas de música hasta la constitución en Quito del Conservatorio Nacional de Música, de la Orquesta Sinfónica Nacional y otras instituciones musicales de gran aporte al desarrollo cultural musical y al mantenimiento del patrimonio intangible. Varios compositores ecuatorianos han dedicado innumerables obras a santos patronos, a conmemoraciones religiosas, celebraciones eucarísticas y grandes eventos solemnes que la iglesia ha tenido a través de su historia en nuestro país. Estefany Jennifer Cedeño