Claudia Gutiérrez – Alan Martin – Carlos Ruiz S. – Patrice Vermeren
(Editores)
PASADO Y PRESENTE DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA
Departamento de Filosof ía Universidad de París VIII – Proyecto ECOS – CONICYT C10H01 Área de Filosof ía Política del Departamento de Filosof ía de la Universidad de Chile. Diploma de Extensión en Filosof ía Política de la Universidad de Chile.
Claudia Gutiérrez – Alan Martin – Carlos Ruiz S. – Patrice Vermeren (Editores) Pasado y presente de la educación pública / Claudia Gutiérrez y otros Santiago de Chile: Catalonia, 2011 190 p. 15 x 23 cm ISBN 978-956-324-xxx-x
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Diseño de portada: Guarulo & Aloms Composición: Salgó Ltda. Editor de textos: Luis San Martín Arzola Impresión: Salesianos Impresores S.A. Dirección editorial: Arturo Infante Reñasco Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, en todo o en parte, ni registrada o transmitida por sistema alguno de recuperación de información, en ninguna forma o medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin permiso previo, por escrito, de la editorial. Primera edición: octubre 2011 ISBN 978-956-324-xxx-x Registro de Propiedad Intelectual N° xxx.xxx © Claudia Gutiérrez – Alan Martin – Carlos Ruiz S. – Patrice Vermeren, 2011 © Catalonia Ltda., 2011 Santa Isabel 1235, Providencia Santiago de Chile www.catalonia.cl
José Ingenieros: Positivismo, Porvenir y Universidad
José Ingenieros: Positivismo, Porvenir y Universidad
Diego Mellado G. Universidad de Chile 1. Partida: José Ingenieros y la emancipación
El rol del filósofo es la emancipación intelectual: “Ver más allá y adelantarse a su tiempo”, según José Ingenieros, refiriéndose, de un modo más amplio, a los “hombres genio”1. No obstante, el caso de América Latina, por lo menos a finales del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, aspira a algo más que la emancipación intelectual: debe aportar al progreso, tanto cultural como social, de las regiones latinoamericanas, fortaleciendo su identidad y situando su lugar dentro del globo como una tierra próspera que debe explotar sus recursos y desarrollar sus pueblos desde ella misma, desde su realidad y punto de vista latinoamericano. A esto aspiraron grandes pensadores como José Martí, José Enrique Rodó o José Ingenieros, quienes, atentos al imperialismo que se hacia cada vez más presente, dedicaron gran parte de su empresa intelectual en combatir cualquier expresión que impidiera la emancipación de Latinoamérica por su propio pueblo. Quizás, uno de los mejores ejemplos sea el Movimiento de la Reforma Universitaria, surgido en 1918 en la Universidad de Córdoba con la publicación de un manifiesto, redactado por Deodoro Roca, que iba dirigido “A los 1 Ingenieros, J., La universidad del porvenir, Buenos Aires: Editorial Inquietud, 1956.
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hombres libres de América”. Puede que, por la gran extensión (abarcó prácticamente todos los países de América Latina) los resultados sean difusos y variables según cada nación. Sin embargo, su duración, la particularidad de sus demandas —las cuales constituyen una ruptura profunda a la antigua estructura de la Universidad— y la identidad que le brindó a toda una generación, hacen que este movimiento aún haga eco hoy en día y, con ello, los pensadores que inspiraron a sus actores, todos ellos estudiantes. Dentro de este universo de pensamientos, el que más nos llama la atención actualmente es el de José Ingenieros, justamente por la importancia que le da a la Universidad en los procesos de transformación de la sociedad. Sus ideas no solo fundamentaron e inspiraron las demandas de los estudiantes de la Reforma Universitaria, sino que aún nos entregan lecciones acerca del papel que tienen que tener las universidades en América Latina. Sin embargo, más allá de las rutas que podamos construir a partir de sus lecturas, no podemos omitir el carácter científico de su pensamiento —pues será la ciencia el factor fundamental en la transformación de las sociedades— y las diferencias que conlleva un siglo de distancia. ¿Qué podemos rescatar, entonces? ¿Podemos transitar hoy en día en las rutas que abre el pensamiento de José Ingenieros? ¿Hay aportes en su ideario a la arquitectura de la Universidad contemporánea? Nuestras apreciaciones son positivas, incluso en las regiones naturalistas de la obra de Ingenieros. 2. El positivismo como antidogmatismo
El 22 de mayo de 1926, en la publicación anarquista El Sembrador, se anuncia el primer aniversario de la muerte de José Ingenieros, “médico y escritor de bríos excepcionales”, recalcando un dato muy ejemplar de su pensamiento:
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“Aún no salido de la Escuela Médica de Buenos Aires, publicó un periódico científico literario junto con Leopoldo Lugones y en él diseñó atrevidas concepciones sobre medicina y sociología moderna”.2
La conjunción entre medicina y sociología nos refiere al positivismo biologista, característico del pensamiento de Ingenieros, según el cual la explicación de los procesos sociales se articularía como una historia natural de experiencias en progresiva integración. Se trataría, por lo tanto, de una visión científica que ordena todos los aspectos de la vida humana a un orden de necesidades. Ahora bien: ¿es capaz esta visión de incluir no solo la historia del pensamiento, sino las inquietudes cotidianas del hombre? ¿Qué sucede con la libertad en este encadenamiento de sucesos que determina el progreso humano? Más aun: ¿en qué nos podría aportar hoy en día, sin caer por ello en anacronismos e insuficiencias? No perdamos de vista lo que nos señalan los redactores de El Sembrador en el fragmento citado: se trataba de “atrevidas concepciones”. En tal sentido, los postulados de José Ingenieros —a los cuales nos referiremos en los próximos párrafos–, no se establecen como un pensamiento conservador o inamovible, sino como una constante modernización de los paradigmas del hombre. De esta forma, en términos sociales, podríamos considerar el “monismo naturalista y evolucionista como una filosof ía para cuestionar el paradigma político”3, lo que nos conllevaría a ver en las ideas y propuestas de José Ingenieros una crítica radical a la Constitución de las naciones, especialmente la argentina. Todo se transforma, diría Ingenieros, se renueva, se moderniza, de tal modo que el devenir del hombre constituye el porvenir de la Humanidad. Es necesario trabajar en ello. 2 El Sembrador, N° 10, 1926. 3 Patrice Vermeren y Susana Villavicencio, “Positivismo y ciudadanía: José Ingenieros y la constitución de la ciudadanía por la ciencia y la educación en la Argentina”. Pág. 75.
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3. El porvenir: la ciencia como principio fundamental
De este modo, para que las universidades se conviertan en factores relevantes en la transformación social no solo es necesario que sean promotoras del desarrollo de las ciencias, sino también democráticas. Este principio, sostenido por José Ingenieros en La Universidad del porvenir, constituye una profunda renovación que moderniza la ideología universitaria, la cual, en ese entonces, era considerada “monástica y monárquica” —como señalaban los estudiantes de Córdoba en su manifiesto—, representante de la sociedad feudal y la cultura teológica4:
Mientras la enseñanza superior fue el monopolio reservado a las clases privilegiadas, se explicaba que las universidades viviesen enclaustradas y ajenas al ritmo de los problemas vitales que mantenían en perpetua inquietud a la sociedad; las ciencias estaban reservadas a pocos especialistas. La cuestión, en nuestros días, tiende a cambiar sustancialmente; las universidades comienzan a preocuparse de los asuntos de más trascendencia social y las ciencias se conciben como instrumentos aplicables al perfeccionamiento de las diversas técnicas necesarias a la vida de los pueblos5.
José ingenieros no pretende, en ningún caso, volver al sentido originario de “Universidad”. En cambio, cree que este debe ir adaptándose el medio o, dicho de otro modo, a las sociedades en que funcionan. Este es el motivo, justamente, de impulsar una Universidad fundada desde los principios y realidades de América Latina, y no “imitando modelos viejos” ni conservando “el rastro de la cultura medieval europea”6.
4 José Ingenieros, op. cit. pág. 8. 5 Op. cit. 6 Op. cit.
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En resumen, la modernización de la Universidad debe situarse en su realidad local y siempre cambiante, que suma progresivamente experiencias y, de ese modo, va conformando su porvenir. 4. La universidad como proyecto
La arquitectura universitaria, por lo tanto, no sería ni puede ser un modelo acabado, sino, por el contrario, un proyecto, un constante movimiento, una permanente apertura de horizontes:
“En la Universidad del porvenir todas las disciplinas naturales, sociales y morales serán ‘ciencias de la experiencia’, antidogmáticas, críticas, incesantemente perfectibles”7.
Detrás de esto hay tanto un sentido de emancipación intelectual8 como de la Universidad misma. Respecto a esto último, las universidades deben tener “un más libre empeño en la investigación de la Verdad”9, lo que implica, también, cambiar los criterios de jerarquía y reivindicar el valor de la independencia. Estos principios fueron ejes fundamentales del Movimiento de la Reforma Universitaria: cambiar la jerarquía universitaria era romper el carácter monárquico, estableciendo la participación estudiantil tanto en las decisiones de reformas universitarias como en el funcionamiento cotidiano, mientras que reivindicar el valor de la independencia constituía la superación de las limitaciones monásticas de la Universidad, garantizando su autonomía y libertad para investigar, 7 Op. cit. 8 “No tendremos el trabajo de olvidar: lucha agotadora para los que viven de recuerdos. De la ideología contemporánea tomaremos todo lo que sirva, desechando cualquier infiltración dogmática que la contradiga: lo que sea futuro, en el mundo de la experiencia y del ideal, podremos sembrarlo en nuestra virgen mentalidad, libre de ideales muertos que impiden sembrar ideales vivos”. Ingenieros, J., La Universidad del porvenir. 9 Ingenieros, J., La Universidad del Porvenir. América Latina y el Imperialismo. Buenos Aires: Editorial Inquietud, 1956.
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sin imposiciones ni limitaciones. Tal renovación, que se demanda necesaria, significa una apertura dentro de la Universidad, ampliando los actores educativos, y de esta hacia el medio social, reconociendo que “la educación superior no debe mirarse como un privilegio para crear diferencias a favor de pocos elegidos”10. De este modo, la Universidad nunca se establece como una arquitectura acabada e invariable, lo que no significa que no fundamente pilares o principios sobre los cuales construir y renovar su misma estructura. 5. Un siglo después de La Universidad del porvenir
¿Podremos leer hoy a José Ingenieros y extraer principios o enseñanzas para el pensamiento contemporáneo? Sin duda, todas las rutas de las ideas pueden ser revisitadas y emancipadas desde cada lector. Si bien es cierto que existen propuestas de José Ingenieros que hoy nos resultan anacrónicas —pensar que la ciencia es el factor principal del progreso humano nos parece bastante escueto hoy en día—, la idea de “porvenir” es una interpelación a replantearnos constantemente frente a los paradigmas del hombre, sean políticos, científicos o sociológicos. El “porvenir” de Ingenieros, que no podemos situar en ningún lugar del tiempo, se proyecta desde el antidogmatismo, lo que nos permite desarmar, enlazar y rearticular sus ideas conforme avanza el tiempo: la primera libertad es la libertad del pensamiento. A partir de ahí, alejados de dogmas muertos y sembrando ideales vivos, el porvenir se presenta como el horizonte que se expande. Por eso, frente a un horizonte que se expande, la Universidad no se puede mantener inmóvil ni cerrada:
“[Educar] En el porvenir, será abrir horizontes a cada personalidad, respetando todas las diferencias, aprovechando
10 Ingenieros, J., Op. cit.
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desigualdades naturales. La sociedad necesita aptitudes heterogéneas, pues son infinitas las funciones a desempeñar”11. En este sentido, ¿cómo no nos hará eco hoy en día las ideas de José Ingenieros si nos habla de apertura, horizonte, porvenir? Quizás no estemos frente a una institución “monástica y monárquica”, sin embargo, es innegable que hoy en día la Universidad se cierra a través de otros medios: haciendo de ella un mercado o imponiendo normas y pruebas para ingresar a sus carreras. Pero aun estando dentro ella, los estudiantes parecemos espectadores de cátedras y seminarios, sin conformarnos como actores que podemos proponer y transformar el espacio del cual somos parte. No podemos considerar que la única función de la Universidad sea la formación. Más incluso, aspirar a que la Universidad se adapte al medio social resulta insuficiente: debe ser forjadora de ese medio, volcarse en él, trabajar por él. Nuestros estudios no pueden situarse sin un avance hacia lo político, hacia el contexto social, quizás, justamente, porque existe un principio fundamental para la Universidad, la de hoy y la del porvenir: la dignificación del hombre.
11 Ingenieros, J., Fuerzas morales. Lima: Ed. Lima S.A, 19--.
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