E NTREVISTA Entrevista con
J a v i e r S i e r r a , autor de “La Cena Secreta” Javier Sierra escribe desde siempre. En su gesto acoge esa extraña combinación que resulta de la energía natural de la juventud con la serenidad que algunos alcanzan con la madurez, esa especie de templanza que uno confía alcanzar con los años. Su currículo es amplio pero lo que no ha acercado a él ha sido su último libro. El libro número siete. Acaba de publicar “La cena secreta”, uno de los libros con más repercusión de los últimos meses, no solo en España. Del libro se podrían desplegar muchos calificativos pero mejor no arriesgarse a que las grandes palabras, rotas de tanto usarlas, maten el interés del lector. Lejos de la superficialidad que a veces empapa la narrativa, Javier Sierra, desde la primera palabra, ofrece un texto lleno de detalles, de historia, de magia, de misterio. Una trama que le ha atrapado a él mismo y de la que el lector no podrá zafarse. De que Javier Sierra ama lo que construye no hay ninguna duda y eso siempre ofrece misteriosos placeres. Primero felicidades por el libro. Cuéntenos como se inicia en la escritura.
La mía es una vocación temprana. Escribí mis primeros relatos a los siete años; aún conservo muchos de ellos. Además, a mi temprana vocación literaria se le unió una precoz vocación editorial: yo mismo encuadernaba mis relatos y hasta los distribuía por colecciones. Por supuesto, nunca fueron publicados.
de arte, como si la pintura o la arquitectura fueran papel. Así, cuando alguien se colocaba delante de esa obra de arte, de ese edificio, de esa columnata o ese pórtico, si conocía las claves de lectura podía recibir esa información. Y eso es técnica, técnica, más que sensibilidad. sensibilidad. Pero en nuestros días, esa técnica se ha perdido. Al convertirnos en una civilización civilización alfabetizada, que ya lee, que tiene a su alcance libros, que ya no le hace falta encriptar información en el arte, hemos perdido por completo nuestra capacidad de buscar los símbolos y leerlos. Lo que intenta mi novela es devolver al lector del siglo veintiuno su capacidad de leer en los símbolos antiguos y que descubra que el arte no se hizo nunca, hasta las vanguardias, por mero placer estético. El arte era información. ¿Cómo se transmitían estos símbolos?
Mediante procesos de “iniciación”, aunque suene raro. ¿Podrían publicarse como relatos para niños?
No. No son relatos para niños sino escritos por un niño. Son cosas distintas. Alguna vez los he releído y he descartado esa idea. Sin embargo, lo que me sorprende al echar la vista atrás es que los temas que elegí son los mismos que me interesan de adulto. Recuerdo que allí había unos relatos de fantasmas, de cruzados... Es muy chocante que un niño de siete años tuviera esa inclinación hacia esa clase de temas. Leyendo “La cena secreta”, estoy en las primeras 100 páginas, me suscita que quizá para entender los códigos secretos de cualquier artista es necesario que uno también tenga una sensibilidad, una percepción similar a la del artista, ¿o no?
En el caso por ejemplo de Leonardo, realmente no. Sólo hace falta técnica. Lo que Leonardo utiliza en sus obras deriva de una disciplina antiquísima, clásica: el Arte de la Memoria. Semejante disciplina se utilizó siglos antes de que se inventara la imprenta para codificar información en obras AGATHOS 50
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Son muchas las culturas que emplean el término “Iniciación”. “Iniciación”. Conozco algo de la India... la transmisión oral...
Si, pero esa palabra, “iniciación”, tiene un halo de ocultismo que no es del todo real. La “iniciación” en el mundo antiguo era lo normal: el maestro enseñaba al discípulo sus técnicas, bien fuera un carpintero, un escultor o un contador de historias. El maestro te iniciaba en ese arte y tú, a su vez, lo transmitías a tus discípulos. Era tu obligación. Cuando alcanzabas una maestría en algo, debías aceptar a discípulos para que ese arte no se perdiera. La manera de transmitirlo era mediante la “iniciación”. ¿Cómo salta la chispa de este libro? Porque usted hizo el prólogo de “Las Claves del Código da Vinci” de Enrique de Vicente al que lamentablemente no pude entrevistar. entrevistar. ¿Hay alguna conexión entre la escritura de los dos libros o surgen dispares?
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Creo que todo se origina en el inconsciente colectivo. El psicólogo Carl Jung defendió que existe una especie de conciencia común de la humanidad. Y, de hecho, sólo eso explica lo que está ocurriendo ahora. ¿Qué hace que de repente Dan Brown, al otro lado del océano y en mi caso aquí en España, y otros muchos otros autores, estemos trabajando en torno al año 2001-2002, simultáneamente, en un mismo tipo de trabajo? ¿Y que esos trabajos aparezcan con una diferencia de tiempo relativamente corta? ¿Qué provoca eso? Yo no lo sé. Tuve la suerte de trabajar con “La Ultima Cena” y con todo lo que tiene que ver con Leonardo antes de que se publicara “El Código da Vinci”. Ahora me sería imposible acceder a determinados archivos, lugares, porque es tal la avalancha de lectores, de gente interesada, de curiosos, de provocadores de todo tipo que van a estos lugares leonardianos que ahora sería imposible hacer una investigación como la mía. Merece la pena llamar la atención del lector sobre ese comentario. Uno siempre piensa que el primero fue Dan Brown y el resto copió y se subió al tren. Me resulta interesante esta precisión de la simultaneidad con que diferentes autores están trabajando al mismo tiempo sobre lo mismo.
Hay gente que se sube al tren, de eso no cabe duda. Pero Dan Brown no inventa el género. Ya había novelas que tocaban estos temas, como “El Ocho” de Katherine Neville o “El Club Dumas” de Arturo Pérez Reverte. La nómina de autores que durante las dos décadas previas al “Código Da Vinci” habían tocado estos temas y con éxito es enorme. Dan Brown, además, se basa en libros antiguos. En España ya se había publicado hacía mucho
tiempo uno de los trabajos clave par a “El Código da Vinci”. Se titula “El Enigma Sagrado”. En España se publicó en 1982 y vendió cuatro o cinco mil ejemplares, que era mucho para la época. A raíz de la publicación de “El Código da Vinci” los editores de “El Enigma Sagrado” se han dado cuenta del tema y lo han republicado... y ya llevan veinte ediciones. Creo que esto es un proceso casi mágico, como si de repente se pusieran en marcha mecanismos en pro de determinados conocimientos. Sí... el inconsciente colectivo...
¿Pero por qué está ocurriendo ahora? ¿Por qué no hace veinte años? Creo que hay una respuesta a esto. En esta época, en la que Occidente se ha ido haciendo progresivamente más laico y ha ido alejándose de cuestiones religiosas tradicionales, en esta época, el lector siente un vacío. Es decir, siente que le falta sentido a muchas cosas, que pasea por delante de una iglesia y no sabe exactamente lo que significa aquella estatua que mira hacia tal lado. ¿Por qué está orientada en determinada dirección? Siente que esa información no se le ha explicado y esa carencia de información hace que necesite tenerla y, esa necesidad solamente la están cubriendo libros como los que escribimos un puñado de autores. Porque si tú entras en la iglesia a preguntar sobre ello, ni siquiera el sacerdote va a saber darte cuenta, ni siquiera los que están dentro saben porqué se hizo eso. Estas novelas, en ese sentido, responden a dicha necesidad. Son más que una novela. Dan Brown no escribió una novela, ha escrito algo más profundo. “La Cena Secreta” no es una novela, es algo más porque te está dando ese punto de conexión perdido.
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Es cierto que no es narrativa convencional. La sensación que da cuando uno lee es que el autor no se ha sentado delante del papel y se ha puesto a inventar.
Tú vas por la página 100, pero hay un momento determinado de la novela en que va creciendo y verás que ya no vas a poder soltarla, porque te va a atrapar. Hay una cosa a la que sí responde el libro y es que todas las piezas que tú te has ido encontrando en esas cien primeras páginas no son superficiales, ninguna es banal, ninguna está ahí porque sí y verás que todas encajan. Y la perspectiva que te va a dar de “La Ultima Cena” de Leonardo y, también en parte, del arte de esa época será como una revelación. Esa revelación la encontré trabajando sobre la novela. No la tenía antes. Por eso, para mí esta novela es tan especial, porque me dio la solución al gran enigma de Leonardo. Pasé un período de tres meses de parón absoluto. Me dije: “Es imposible, Leonardo me ha vencido, lo que ha querido poner aquí nunca seré capaz de entenderlo”. Y después de tres meses de “noche oscura del alma”, un día bajé a mi estudio, me senté frente a una reproducción de “La Última Cena” y lo vi todo claro. Ese día comprendí que los grandes secretos, los mayores, los más inconfesables, son justo los que están delante de nuestros ojos todo el tiempo. Y esa es la gran maravilla de esta historia y de este libro. Ahora antes de venir he hecho una obertura al azar y me sale Benedetto, curioso...
Si esos son los juegos del inconsciente, son las sincronicidades. Jung también lo explicaba. De repente tú estas pensando en una dirección y empiezan a ocurrir cosas a tu alrededor, pequeñas cosas que se van encadenando y que van arrojando luz sobre ese tema que tu subconsciente ha “elegido”. Un día estás pensando en un nombre y de repente ese nombre aparece en una pancarta de publicidad de un autobús, lo oyes en la calle, te das cuenta que forma parte de una frase que a ti te gusta mucho, o que está en una canción. Esas cosas pasan, y aún no hay una explicación científica para ese cúmulo de coincidencias. Tendría relación pensamiento...
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del
Creo que tiene más que ver con una cuestión de percepción. Recibimos cientos estímulos cada minuto, ahora mismo estamos recibiendo muchos de los que no somos conscientes, pero tu cerebro en un momento determinado pone un filtro y el filtro es esa palabra, ese número y entonces es cuando al interponerlo empieza a percibir toda esa información. Al pensar en los mensajes ocultos de los códigos secretos, se me ocurre que no hace mucho, en la época de la censura, muchos artistas aquí en Cataluña, en España también, muchos cantantes, poetas... en sus letras había claramente segundas interpretaciones. ¿Quizás es algo innato del ser humano?
No es lo mismo pero tiene cierta relación. Aunque puede parecer una barbaridad, creo que los mejores momentos de la historia de la humanidad son aquellos en los que la represión nos ha obligado a ser más ingeniosos
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y a estar por encima del represor. Eso ocurrió en el Renacimiento, donde la lucha entre la sociedad laica y la sociedad religiosa estaba en su momento álgido. Donde la civilización pujaba por tener unas libertades que otro sector de la sociedad no quería que se tuvieran. Eso es lo que pasó aquí con la dictadura política, es lo que pasa en otros países con otras dictaduras. A mí esos momentos me parecen muy evocadores, ricos en “materia literaria”, porque en ellos es fácil encontrar dobles lecturas y las dobles lecturas son las que hacen fascinantes las cosas. Lo explícito es burdo... y eso se aplica a todo... incluso al sexo. El sexo explícito no es nada, en cambio la sugestión, la seducción, lo es todo. Pasa en el lenguaje. El lenguaje explícito no me llena, la literatura explícita tampoco. Prefiero el juego de la sugerencia porque me da margen de maniobra como receptor. Me parece muy emocionante cuando encuentras un libro donde puedes participar y quizá eso es lo que tiene éste. Sí, acabas siendo parte de la cosa.
Te implicas, te has metido. ¿Sería novela histórica?
No, yo creo que es mucho más que una novela histórica. Aquí no hay nada inventado.
No, no lo hay. Es histórica porque se desarrolla en un marco histórico y yo he sido riguroso con la documentación. Todas las referencias que hay a libros, a autores... todo eso existe y puedes comprobarlo. La mayor parte de los protagonistas, desde los discípulos de Leonardo, al nombre del abad del convento, al prior de los Dominicos en Roma, Joaquín Torriani, todos estos son personajes existen. He rezado frente a sus tumbas antes de escribir el libro. Es decir, sé que existen. Antes de ponerme a escribir, me he “entrevistado” con ellos. Soy muy obseso del dato, de la precisión. Lo qu e he querido es que no fuera un libro cacatúa que repite lo que han dicho otros. He tomado datos de la historia y con esa información he tratado de responder a los enigmas que me plantea esa época. Lo que he hecho es plantear un escenario plausible que responda a ese enigma. ¿Cuántos años ha estado desde que la idea se activa hasta que se concluye con la obra? Tenemos bebito.
Desde que tomo la primera nota en un cuaderno como éste y empiezo ya a recoger información, hasta que sale el bebito, como dices tú, son tres años de trabajo. Ayuda también la trayectoria anterior. Sí, porque éste es el séptimo libro…
Date cuenta que esto es como una gimnasia. En realidad todo en la vida es gimnasia. Los seis libros anteriores me han dado una capacidad de análisis de la que se ha beneficiado este libro. Aunque me hubiera dedicado quince años sólo a esta novela no hubiera salido así, sin los libros anteriores. Parto además de unos principios muy simples pero funcionales. Mi “ley” es nunca creer las versiones oficiales
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de nada, aunque, eso sí, las estudio a fondo. Y eso me da una capacidad de análisis interesante porque con toda la información, viéndola con perspectiva, puedes ver dónde están los huecos, qué es lo que han querido disimular, qué cosas han tapado precipitadamente y es allí donde yo me lanzo. No te puedo decir que sean exactamente tres años porque esos huecos ya los he detectado muchos años atrás, pero los tres años que he dedicado a localizar el hueco y abrirlo y despejarlo y ver lo que había detrás esos sí son los que han dado paso a la novela. Si se encontrara con Leonardo ¿qué le diría? ¿y que cree que él le diría del libro?
Lo he pensado muchas veces. Tengo la sensación, subjetiva claro, de que Leonardo me sonreiría y diría: “Cómo lo has hecho para descubrirme”. Tengo la impresión de haberle pillado, en el buen sentido, quinientos años después. Han pasado quinientos años para encontrar una interpretación coherente. ¿Y usted ha dejado algún código secreto personal por ahí?
Siempre hay alguno. Eso lo aprendí de Julio Verne. Él sembró todas sus obras de códigos; los nombres de sus personajes se construyen con un determinado objetivo, las elecciones de los escenarios con otro. ¡Todos son claves! Cuando uno crea algo quizás es inevitable ¿no?
Sí... Se cree, por ejemplo, que Verne, Dumas, Bram Stoker y una amplia serie de autores de ese tiempo encriptaban mensajes en sus obras. Por ejemplo cuando Verne escribe “La vuelta al mundo en ochenta días” pone mucha información relacionada con la niebla, en puntos clave de la obra. El nombre del protagonista, Phileas Fogg, es una clave. Fogg es niebla en inglés. Y ya sabes que hay un código secreto porque el acompañante, el mayordomo de Phileas Fogg en la novela original se llama Passpartout, es el pasaporte, el pase para todo. En Verne todo tiene esa segunda lectura y yo creo que es necesario poner esas cosas, porqué le estás dando un “extra” al lector juguetón, al lector inteligente, al lector que no sólo tiene ganas de hacer una lectura explícita sino también implícita, le das elementos a que descubra cosas. ¿Y el siguiente trabajo?
Ya estoy con él. No suelo hablar mucho de las cosas que tengo por delante pero tiene mucho que ver con Israel. Muchas Gracias Javier y feliz Sant Jordi.
La historia arranca en el año 1497, en Roma cuando una seLA CENA SECRETA rie de anónimos que primero reAUTOR: sultan irrelevantes toman pres Javie r Sierra (Final ista del III tancia con uno en particular que Premio Novela Ciudad de Torrevieja) activa toda la operativa de la inPrimera edición: 2004 quisición. El padre Leyre, recoEditorial: Plaza & Janés Páginas: 356 nocido experto en descifrar mensajes cifrados es enviado a Milán para encontrar supuestos mensajes ocultos en la obra que Leonardo está terminando sobre la “Última Cena”. Así los protagonistas empiezan a moverse en diferentes círculos. Como en un pequeño cosmos, todos los personajes de “La cena secreta” giran sobre sí mismos influenciando sobremanera a los otros. El influjo que cada uno ejerce sobre el resto da a la na rración una textura continua, sin roturas logrando que trama vaya incrementando su fuerza inicial. Acontecimientos encadenados, elementos de un contexto que a veces se cruzan, a veces se aniquilan. Pero la vida es imparable y sigue. Sin proponérselo el lector se enredará en los sucesos que a modo de cascada van desprendiéndose página a página. En esta obra nada está de más y todo encaja. El poder económico, el poder religioso, la creación artística, amores y pasiones, los cristianos y los herejes, los mercaderes, etcétera, pero sobretodo las intrigas forman parte de un argumento que como dice el autor: “no es más que un relato de lo que sucedió”. El libro es un acercamiento muy particular a la creación de la “Última Cena” de Leonardo. Un cuadro que no ha dejado indiferente a nadie que lo haya observado y que estos últimos años, ha pasado a formar parte de un primer plano literario. No en vano cada vez más se aborda el proceso de creación Leonardo de esta obra. Escribe el autor: “Leonardo solía apurar las últimas horas de luz en la contemplación de la Última Cena. El sol del ocaso transformaba las figuras sentadas a la mesa en sombras rojizas primero y en perfi- les oscuros, siniestros, después”. El doble sentido de cada momento y de cada espacio se encarna en los diferentes capítulos que dejan intuir desenlaces que si bien no tardan en manifestarse, la mayoría de las veces lo hacen con sorpresa para el propio lector. Con sumo cuidado y gran pericia Javier Sierra rescata los códigos que Leonardo dejó impresos es una de sus obras más relevantes y poco a poco va deshaciendo el mensaje. Recordar que la novela fue finalista del III premio de novela ciudad de Torrevieja. FICHA TÉCNICA
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