INICIATIVAS PARA ABASTECER DE AGUA A VALPARAíSO. 1847-1901 Alonso Vela-Ruiz P.*
Se traen de Santiago dos damajuanas de agua para el uso de S. E. el Presidente de la República, que como se sabe se encuentra pasando la temporada de veraneo en el Puerto. La Unión, Valparaíso, 11 febrero 1924. Dada la singular topografía de Valparaíso y su crecimiento demográfico acelerado, el aprovisionamiento de agua potable constituyó un grave problema a lo largo del siglo XIX. De hecho, las precarias condiciones de existencia de la población, empeoradas por la cadena de epidemias que la ciudad sufrió en forma de ciclos, estuvieron asociadas a las deficiencias en el suministro. Una enumeración de medidas higiénicas enviada al intendente en 1868, que señala convendría poner perentoriamente en práctica para mejorar la salubridad de la ciudad, rezaba así: “En este orden, se debe colocar la dotación de un suficiente surtimiento de agua potable de buena calidad. La ciudad de Valparaíso tiene desventajas muy perjudiciales a este respecto, y cada año que pasa toman un aspecto de mayor gravedad. La postergación de medidas eficaces para llenar esta necesidad sería causa de que esta población marche muy lentamente y de un modo imperfecto en su progreso material y que el aumento de su población, sea contenido por la insalubridad e incomodidad de la vida de sus habitantes, sobre todo en determinadas estaciones del año”.1 En este artículo revisaremos brevemente los esfuerzos privados, municipales y estatales para dotar a Valparaíso de una red de agua potable, deteniéndonos en los efectos que la deficiencias en su suministro tuvieron en la población, tanto para la satisfacción de sus necesidades vitales, como para aquellas de orden superior relacionadas con la sociabilidad de los porteños. La sequedad se sobrelleva con mucha dificultad en el Valparaíso antiguo, pues “el cauce del río que sólo corre en la época fría y que a veces en junio y julio, que son los meses lluviosos, se desborda y causa muchos daños, generalmente permanece seco durante diez meses”. 2 En efecto, en el estío dejan de correr los arroyos y “sólo en uno o dos lugares se conservan pequeñas arterias de agua, alrededor de las cuales se
*. Magíster en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Coordinador de la Escuela de Educación de la Universidad de las Américas y del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. 1. Archivo Nacional, Archivo Municipal de Valparaíso, Documentos Varios, Vol. 31, 22 enero 1868. 2. DOMEYKO, Ignacio; “Valparaíso”, 1840. En Calderón, Alfonso y Marilis Schotfeldt, “Memorial de Valparaíso”, Santiago, 2001, p. 182. 214
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aglomera el pueblo desde las primeras horas de la madrugada hasta la noche. Mientras las mujeres de las clases más bajas lavan en ellas, semidesnudas, su ropa, y se conducen allí las mulas y los caballos para apagar la sed por un día, el aguatero llena sus barriles con el mismo elemento ensuciado, para venderlo caro en las calles de la ciudad. Sólo la clase pudiente está en condiciones de ocupar a un mozo exclusivamente para traer el agua desde lugares más apartados”. 3 Con el crecimiento de la población, los esteros solían desaparecer a medida que los nuevos vecinos sacaban arranques. “Al principio no había control, pero en 1821 el Reglamento de Aguas penaba a quienes incurrieran en el delito de sacar derramas de las acequias, o cortar árboles, ramas y hierbas con vertientes, o mantener obrajes de quemazón, como hornos de tejas, ladrillos, etc. El incumplimiento se pagaba caro al menos en el papel. Una multa de 15 pesos la primera vez, 50 pesos la segunda y 200 la tercera, o en su defecto, 15, 60 ó 150 palos, o de 2 a 6 meses de trabajo en obras públicas”.4 Avanzada la segunda mitad del siglo XIX, las controversias por el uso de los escasos escurrimientos prosiguen, por ejemplo, en 1863, la policía urbana informa que “en el cerro de Mariposas y en el de Monjas, corre un agua que ese vecindario aprovecha por turnos para regar y, sin embargo, de estar todavía en invierno hay grandes pleitos de los habitantes... disputándose el agua. Esta Comandancia... teme que si la sequedad sigue puedan lamentarse... crímenes por el agua si no hay quién dé el turno”.5 Conciente el gobierno local de la gravedad del asunto, y que el agua continuaba escaseando “hasta el punto que las vertientes más grandes, las más abundantes de agua, en el verano último, se han visto completamente agotadas”,6 determina que las causas del agotamiento eran que los vecinos inmediatos a las quebradas y vertientes consumían la poca agua disponible en pequeños huertos, en el corte de arbustos que crecen en las quebradas, en los hornos de teja y ladrillo construidos en las inmediaciones, y en las fábricas de materiales y excavaciones. Por lo anterior, dictamina lo siguiente: “1.- El 1° de enero de 1850, todos los hornos de teja y ladrillo existentes en el plan o en las lomas, que estén a este lado de la cima de los cerros que circundan esta ciudad, estarán trasladados al otro lado la expresada cima; 2.- El horno que se construya o que se encuentra en ejercicio después del 1° de enero de 1850 sería inmediatamente
3. POEPPIG, Eduardo, “Un testigo de la alborada de Chile (1826-1829)”. En: Calderón, op. cit., p. 80. 4. URBINA, Rodolfo; Valparaíso. Auge y ocaso del viejo “Pancho”, 1830-1930, Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, 1999, p. 106. 5. Archivo Nacional, Archivo Municipal de Valparaíso, Intendencia de Valparaíso, Vol. 159, 4 agosto 1863, fjs. 243. 6. Ibid, Secretaría - Documentos, Policía Urbana, Vol. 5, 22 junio 1849. 215
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demolido por la policía”. 7 Sin embargo, de qué podían servir estas medidas en un año seco, cuando según dice la revista La Semana en 1875, “si no cae un aguacerito antes de que entremos al rigor del verano, nos veremos expuestos a padecer de sed, allá por los meses de febrero y marzo. Las escasísimas corrientes de las quebradas comienzan ya a disminuir de un modo alarmante y los aguadores a subir el precio del artículo que llevan a su domicilio”.8 Sobre este tema, debemos consignar que fuera de los exiguos manantiales en las quebradas y el agua de los esteros, “en diversos puntos del plan había pozos privados, como en El Almendral, donde se cavaban a 25 ó 30 pies de profundidad”, 9 los que de todos modos eran insuficientes para abastecer a todo el vecindario. Ahora, pensar que el agua por ser de pozo era más limpia que los escurrimientos antedichos, no era un concepto generalizado, pues como señala Ignacio Domeyko en la década de 1840, “el agua de los pozos es mala, salada y apenas sirve para regar los pequeños huertos”.10 No obstante lo anterior, los requerimientos de la población empujaron al cabildo en 1872 a hacer un esfuerzo por ampliar el servicio, por lo que autoriza abrir pozos en puntos pertenecientes a la municipalidad o al fisco, “colocando bombas en ellos, a fin de que la clase menesterosa se provea de agua gratuitamente para su uso doméstico, y los aguadores abonando un centavo por cada carga que extraigan; cuyo producto se invertirá en la conservación de esos pozos y en pago de individuos encargados de cuidarlos”. 11 Como medida complementaria, un año después la municipalidad informa que tolerará la existencia de cañerías por las calles, plazas y demás lugares de propiedad municipal o uso público de la ciudad, que habiéndose instalado sin permiso de la autoridad cumplan con el objeto de surtir de agua al vecindario, siempre y cuando no perjudiquen al bien general.12 Como hemos adelantado, además de la escasez de agua la sociedad porteña padecía de su mala calidad, situación que se vio exacerbada con la ocupación de los cerros por gente del bajo pueblo que, debido a su falta de cultura, hizo un mal uso de las vertientes que abastecían a toda la población. Las consecuencias de esto se manifiestan en los altos índices de fiebre tifoidea, disentería, diarreas y enfermedades hepáticas registrados durante la segunda mitad del siglo XIX, lo que incentivó a algunos emprendedores a diseñar proyectos tendientes a solucionar el problema del agua. Entre ellos, además del muy conocido plan de Guillermo Wheelwright para proveer de agua a
7. Id. 8. “La Semana”, Valparaíso, N° 23, 13 noviembre 1875. 9. URBINA, op. cit., p. 105. 10. DOMEYKO, op. cit., p. 182. 11. Archivo Nacional, Archivo Intendencia de Valparaíso, Actas de la Municipalidad, Vol. 277, 8 febrero 1872, fjs. 184. 12. Ibid., 11 junio 1873, fjs. 40. 216
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la ciudad entre los años 1847 y 1849, destaca el de José Waddington, que en 1853 propone traer agua potable a Valparaíso desde su canal de Quillota, aplicándola a pilas de uso público, hospitales públicos, casas de huérfanos, hospicios, casas de corrección, cuarteles, cárceles, escuelas municipales, baños, lavanderías públicas, y demás establecimientos de beneficencia de la ciudad, en un total de 100 mil galones diarios. Sin embargo, sus tentativas de tender cañerías y de formar en Londres una compañía de agua de Valparaíso, hacia 1868 todavía no se habían concretado.13 Un proyecto que sí se cumplió fue la Compañía de Agua Potable de Valparaíso y la Sociedad de Consumidores de Agua Potable, que en 1870 inicia una serie de trabajos de captación de aguas, descubriendo vertientes en la quebrada San Juan de Dios y en sus alrededores. Se obtuvieron así diez manantiales de agua cristalina corriente, la que se almacenaba en un estanque desde el cual se distribuía por cañerías. Todavía hacia 1875, pese a la insistencia del intendente Echaurren de dar en definitiva el agua potable que Valparaíso requería, seguía existiendo carencia de ella, en especial en las partes altas, donde el sistema de bombeo planteaba grandes desafíos. Dadas las experiencias anteriores, en las última décadas del siglo se comprendía que la solución no pasaba por el uso del agua de las quebradas, primero, porque su número era insuficiente y, segundo, porque el proceso de destrucción arbórea realizado en las quebradas por los pobladores, había cegado las vertientes.14 No estando las posibilidades de abastecimiento en la misma ciudad, las alternativas de la época eran traer agua desde El Salto, en Viña del Mar, río San Francisco de Monte, río Aconcagua, estero Marga-Marga, laguna del Inca y lago Peñuelas. En 1876, don Almiro González propone surtir de agua a Valparaíso desde El Monte, proyecto que aunque fracasa nos ofrece una perspectiva interesante de las proporciones del problema de abastecimiento por aquellos años. De acuerdo a las observaciones del ingeniero, “Valparaíso se surte hoy día por aguadores que extraen el agua de diferentes quebradas, por medio de pozos abiertos en la parte baja de la ciudad y por la cañería del señor Wheelwright, la cual abastece apenas a un 2% de la población, a lo más durante tres meses. La provisión de agua además de escasa... es de mala calidad, salvo insignificantes excepciones”.15 La dependencia e importancia del suministro de los aguadores queda comprobada por la tabla que se incluye en el mismo informe, donde se registra a los que estaban clasificados hasta el 1871, según las quebradas de donde extraen el agua:
13. FLORES, Sergio; “Provisión de agua potable y salud pública en Valparaíso. 1850-1901”, Actas II Congreso de Historia de Magallanes y III Congreso de Historia Regional de Chile, Universidad de Magallanes, Instituto de la Patagonia, Punta Arenas, 1988, p.145. 14. Ibid., p. 146. 15. “Importancia mercantil del proyecto para dotar de agua potable al puerto de Valparaíso”, apéndice del informe del ingeniero Don Almiro González sobre la posibilidad de surtir de agua a la ciudad desde el río San Francisco de Monte, Archivo Nacional, Documentos Municipales y Administrativos de Valparaíso, Vol. 8, tomo 2, 1876, fjs. 436-460. 217
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Quebrada de origen
Del Barón De las Lavados De Pocuro De las Cañas Del Litre De Jaime De la Jarcias De Bellavista De Yungai
N° de aguadores
27 90 29 7 15 128 18 5 8
Quebrada de origen
De San Juan de Dios De Elías De San Agustín De San Francisco De la Cajilla De Juan Gómez De nueve pesos de los Rodríguez De la pila del Carmen TOTAL
N° de aguadores
13 19 105 92 7 11 28 36 638
Los 638 aguadores de 1871 se elevaron a 700 al momento del informe, “en razón del aumento de la población y de lo lucrativo del negocio. Se sabe que una carga de agua importa, por término medio, de 15 a 20 centavos y que generalmente gana cada aguador al día de 1,50 a 2 pesos... (para) mantener cabalgadura y tener los aperos para el acarreo”.16 La gran cobertura de los aguadores, es advertida con preocupación debido a sus eventuales repercusiones sanitarias por la comisión directiva del Servicio Sanitario del Cólera de Santiago, que en 1888 recomienda como medida sanitaria para Valparaíso, “inutilizar para la bebida las aguas de las quebradas y las de los pozos”, procurando establecer en los cerros, en cambio, planes de agua de El Salto “para surtir de ella gratuitamente a los moradores”.17 Acatando la instrucción, el intendente Francisco Freire da inmediatamente curso al decreto, cuyas repercusiones son observadas por la prensa en los días posteriores a su promulgación, en el establecimiento de pilones en la parte alta de la ciudad, que El Salto lleva a cabo junto con transportar agua al cerro Cordillera por medio de una máquina a vapor. De hecho, desde hacía ocho años que dicha empresa surtía de agua potable a la parte baja de Valparaíso y Viña del Mar, mediante un sistema de matrices y cañerías menores. En el proyecto inicial, El Salto se había ofrecido a satisfacer un consumo diario de 6 mil metros cúbicos, pero el aprovisionamiento de agua sólo alcanzó a la mitad, registrándose el mayor déficit en los cerros, hasta donde técnicamente era imposible elevar el agua. Llegando a la última década del siglo XIX, el Servicio Sanitario capitalino no pudo hacer demasiado por potenciar la productividad de
16. Id. 17. “El Mercurio de Valparaíso”, 10 enero 1888. 18. Id. 218
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El Salto, hasta que con la nueva Ley de 22 de diciembre de 1891, donde el Supremo Gobierno señala entre los servicios más importantes que encomienda a las municipalidades, “la provisión de agua potable dentro de sus respectivos territorios”,19 se dará el permiso para el financiamiento fiscal de los trabajos de Peñuelas, que comienzan en 1895 para empezar recién a suministrar el servicio regularmente desde 1901. Si bien esta importante iniciativa era coherente con los informes médicos emanados de la Junta Departamental de Salubridad (1887) y del Consejo Departamental de Higiene (1892), desde donde tiempo atrás se había insistido que la solución a los problemas de salubridad y control sobre epidemias en Valparaíso, estaban en la creación de una red proveedora de agua potable abundante y que alcanzara tanto al plan como a los cerros - donde a la fecha ya vivían unos 117 mil habitantes -, el caso es que en un principio la empresa a cargo del suministro, una vez extraída el agua del Lago Peñuelas y luego de colarla mediante filtros, solamente podía trasladarla hasta el centro de la ciudad, ya que a los cerros aún no le era posible acceder por falta de presión.20 Sin embargo, por otro lado, de acuerdo al informe médico emanado del mismo Consejo el año 1902, “la fiebre tifoidea y las diarreas crónicas, que antes se presentaban con caracteres alarmantes, han casi desaparecido debido a la mejor calidad y cantidad de agua potable con que se abastece a la población, después de ponerse en uso Peñuelas”.21 Aunque diez años más tarde el servicio llegará a los sectores más altos, como el camino de Cintura, todavía la prensa notaba que el servicio no era del todo eficiente, “porque llega a ratos, y mucha veces sucia”.22 De todas formas, había surgido finalmente una alternativa de suministro, frente al sempiterno recelo que producían las aguas de pozo y vertiente, esporádicamente contaminadas con excrementos, pues “el bacilo peligroso está contenido en las evacuaciones y en los vómitos de los enfermos: en esa noción fundamental se basaba la propagación del cólera”,23 concluía La Unión el mismo año del Centenario.
19. Ley sobre Organización y Atribución de las municipalidades de 22 de diciembre de 1891, por Agustín Correa, abogado y Diputado del Congreso Nacional (3ª edición), Librería Tornero, Santiago, 1914. 20. En términos generales, proveyendo la Empresa para un consumo diario de 23 mil metros cúbicos, el uso de agua potable pagado por los particulares, que incluía el doméstico, marítimo e industrial, representaba el 35% de agua potable distribuida; el 65% restante correspondía al consumo en servicios públicos, fiscales, municipales y de beneficencia, pues se distribuía gratuitamente a través de pilones ubicados en la ciudad, a órdenes religiosas, escuelas, hospitales, etc. Flores, op. cit., p. 146. 21. Id. 22. Los filtros de colado ubicados en Concón requerían de permanente manutención, para evitar ocurra como entonces que “una vegetación exuberante, desarrollada súbitamente a causa del calor de los últimos días, obstruyó los filtros a tal punto que impidió el paso del agua”. “La Unión”, Valparaíso, 6 noviembre 1910. 23. Ibid, Valparaíso, 2 noviembre 1910. 219
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Naturalmente, recién implementadas las faenas en Peñuelas, surgieron algunas interrupciones en el suministro, por lo que el matutino sugiere en 1910 que tal como el riego de las calles, los habituales incendios, también podrían apagarse con agua de mar, llegándose convenientemente, incluso, a encontrarle propiedades curativas al agua marina, como elementos desinfectantes y otros.24 Pero en cuanto a las medidas paliativas, había otro tipo de necesidades que no se satisfacían con el agua salada, como fueron las áreas verdes que comenzaron a verse en el Valparaíso desde la segunda mitad del siglo XIX, “de la mano con el moderno concepto de plaza, para embellecer la ciudad con lo verde y lo florido, las piletas y las estatuas”.25 Hacia 1850, según dice un viajero austriaco, Valparaíso “es pobre de paseos, (y) también lo es en plazas hermosas”,26 situación que se mantuvo a pesar de lo necesarias que eran en una ciudad estrecha como Valparaíso, pues era un lugar común la convicción de que “mejoran la condición higiénica de las ciudades; ofrecen espacio a los que viven estrechos en sus habitaciones y, lo que vale más, fomentan eficazmente la sociabilidad”.27Ahora bien, la existencia de terrenos destinados a áreas verdes durante el período señalado, no es sinónimo de buena calidad en la arborización y el equipamiento de las plazas. Muchas de ellas no eran más que una explanada desnuda que recién empezaba a forestarse, como fue el caso de la plaza O'Higgins. Al respecto, a través de los documentos de la época pudimos determinar las vicisitudes que en relación con el agua, sufrieron los parques y plazas de Valparaíso, completamente dependientes de la diligente preocupación y cuidado que los encargados les pudieran procurar, como del interés y los recursos que dispusieran las siempre exiguas arcas del municipio porteño. Por ejemplo, La Semana comenta en abril de 1875 las mejoras que estaba recibiendo el parque Municipal, “que harán de él un paseo útil si se sigue como se ha principiado... Pero le falta lo principal, como lo hizo notar nuestro colega La Patria en su crónica hace días, el agua. Sin agua para regar sus secas plantas y sus empolvadas avenidas, aquello será un desierto, un jardín en el nombre con cuatro árboles amarillentos y mustios. Agua! Agua! Señores de la comisión, que tienen a su cuidado el parque Municipal”.28
24. Ibid, 7 noviembre 1910. 25. URBINA, op. cit., p. 208. 26. TORRES, Manuel, “Así nos vio la Novara. Impresiones austriacas sobre Chile y Perú en 1850”, Santiago, 1990, p. 54. Citado por Huerta, Paulina, Áreas abiertas de recreación, utilizadas por el porteño (1860-1920), Seminario para optar al título de profesor de Historia y Geografía, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, 2001, p. 12. 27. Archivo Nacional, Archivo Municipal de Valparaíso, Secretaría-Documentos, Paseos Públicos, Vol. 5, 6 junio 1865. 28. “La Semana”, Valparaíso, N° 47, 25 abril 1875. 220
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Aguatero
El doctor Senén Palacios, hermano del también médico de las salitreras que escribió el divulgado libro Raza chilena, hizo el 18 de enero de 1915 la siguiente presentación a su vecindario: “El jardín y las plantaciones de la plaza O'Higgins están amenazados de secarse por falta de riego. La municipalidad no tiene recursos para atender a su conservación; y los jardineros impagos veintiún semanas, se han retirado hace ya días. Los vecinos de esta hermosa plaza no podemos permanecer indiferentes, ante la amenaza que desaparezca lo que constituye el mayor encanto de nuestro barrio, sitio preferido de los niños para sus juegos y en donde encuentran aire puro y sol para vigorizarse. Con un pequeño esfuerzo podemos evitar semejante desgracia atendiendo
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a su riego hasta marzo próximo, época probable de las primeras lluvias”. Calcula que se necesitan 20 metros de manguera, a 4 pesos el metro equivalen a 80 pesos, más un jardinero pagado a razón de 3,5 pesos diarios durante dos meses, es decir, 210 pesos, lo que suma un total de 290 pesos. Según La Unión, el éxito más completo coronó la iniciativa del señor Palacios, pues reunió en corto tiempo lo que necesitaba “para librar a ese hermoso jardín de la ruina a que estaba condenado”.29 En este caso, el problema se había producido más por falta de equipamiento que de agua, sin embargo, tanto en la plaza O'Higgins como en las otras, el elemento escaseaba y hubo que aumentar posteriormente la dotación para asegurar su mantención. Una semana después, el matutino vuelve a referirse a esta obra de higiene y progreso local iniciada en la plaza O'Higgins, lamentando esta vez que los árboles y los jardines de la plaza Victoria, se encuentren “mustios por falta de riego, abandonados, desfallecientes”, agregando que “fastidia pensar en lo mucho que se ha gastado hasta aquí en su cuidado para llegar a lo que estamos viendo”. Igualmente repara en lo inútil que sería pedirle al municipio que resuelva lo que estaba ocurriendo, “porque ya sabemos que no tiene ni un centavo y, además, porque si lo tuviera ya sabrían los acreedores echarse encima de él y el señor alcalde pagarlo a todo el mundo menos a los infelices jardineros”. Concluye señalan que no queda más alternativa que los vecinos se hagan cargo de su defensa por medio de suscripciones. Siguiendo la iniciativa de Palacios, “don Basilio Rojas, doña Isaura Plaza y don José Tomás Ramos, han decidido ayer tomar a su cargo la plaza Victoria para hacer lo mismo que se está haciendo en la de O'Higgins”.30En definitiva, en abril de ese año se reunieron estos caballeros y otros miembros destacados de la sociedad porteña en la casa de don Senén, “con el objeto de realizar una liga de protección de los árboles y jardines públicos del Almendral... Se acordó iniciar públicamente los trabajos con la celebración de la Fiesta del Árbol, la que tendría lugar en la plaza O'Higgins el segundo domingo de mayo”. 31 Volviendo al problema del suministro, pese a que producto de la continua escasez se autoriza a la Empresa de Agua Potable de Valparaíso por ley de 1915 y con garantía del Estado, para que contrate un empréstito por £ 100 mil, para ensanchar la dotación de agua potable de la ciudad,32 todavía Peñuelas estaba muy lejos de satisfacer los estándares de calidad de toda la población, pues como señala el mismo intendente diez años después, señor Pinto Concha, “el agua que consume la población de Valparaíso es de mala calidad y constituye un grave peligro para la salubridad pública”. De ahí que, según La Unión, el 13 de marzo el intendente dirigió una nota al gerente de la Empresa
29. “La Unión”, Valparaíso, N° 9.562, 18 enero 1915. 30. Ibid., N° 9.567, 23 enero 1915. 31. Ibid., N° 9.652, 18 abril 1915. 32. Ibid., 17 enero 1915 222
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de Agua Potable, pidiéndole un informe sobre la calidad del agua, que constituyó el origen del análisis que hizo el bacteriólogo doctor Koch, en el que se comprobaba la existencia de diversas clases de bacilos. El 6 de abril se dirigió una nota al ministro del interior, pidiéndole el mantenimiento de un médico bacteriólogo para Peñuelas y el establecimiento de un laboratorio en el mismo lago. El 21 del mismo mes la comisión acordó establecer laboratorios en Peñuelas y en Concón para hacer análisis periódicos de agua, “único medio de evitar descomposiciones repentinas, causantes de epidemias”.33 De todas las gestiones del año 24, lo que más destaca acerca el problema es la visita que el señor Pinto Concha hizo a la capital el 5 de diciembre, donde obtuvo del gobierno central la aprobación para invertir 600 mil pesos en la instalación de un nuevo sistema de filtros.34 Lamentablemente los dos siguientes fueron años secos y el agua del lago artificial se fue enturbiando y, a la postre, acabando, por lo que debió recurrirse a las aguas del río Aconcagua, “que son extraídas por medio de bombas y purificadas imperfectamente, porque no hay tampoco filtros adecuados para hacer esa provisión de emergencia”.35Dadas estas circunstancias, Sucesos señala en 1926 que es una opinión compartida por muchos y principalmente por las autoridades sanitarias, incluido el Dr. Long, “que no es agua potable la de Valparaíso, porque lo que corre por las cañerías es únicamente lo que destila de las charcas hediondas, de las aguas detenidas, verdes y putrefactas que se llaman pomposamente Lago de Peñuelas”. Concluye advirtiendo, que “tan mala y dañina es actualmente el agua, que en Valparaíso son millares las personas que no pueden beberla; a otras les ha ocasionado perturbaciones intestinales graves y para qué decir: entre los niños, el agua es un semillero de fiebre gástrica y de catarro”.36 Sin embargo, como pudo comprobarse apenas cayeron las primeras lluvias de esa temporada, Valparaíso ya contaba con una solución definitiva para el problema del agua pues, salvo las secuelas inevitables de fenómenos anómalos producidos por la propia Naturaleza, el Lago de Peñuelas, que sólo tenía 11 millones de metros cúbicos de agua cuando empezaron las lluvias, al momento de cumplir su ciclo éstas lo dejaron con una dotación de 40 millones de metros cúbicos. De ahí que con satisfacción, informa La Unión al año siguiente, que el Lago había alcanzado al momento de la nota 71 millones de metros cúbicos, es decir, una dotación que no se veía tan abundante desde el año 1905, la que alcanzaba para proveer a Valparaíso por cinco años, “aún cuando no llueva en un par de años”.37
33. Ibid., 1° enero 1924. 34. Id. 35. “Sucesos”, Valparaíso, N° 1.233, 1926. 36. Id. 37. Ibid., N° 1.297, 1927. 223
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En suma, después de dificultades económicas y complejos análisis de sus aguas, comenzó a prestar sus servicios la red de agua potable desde Peñuelas, habiendo pasado más de cincuenta años de proyectos frustrados y esfuerzos fallidos de la comunidad, para que se hiciera realidad. En 1840 la población porteña alcanzaba los 41 mil habitantes, en 1901, fecha de inauguración de Peñuelas, 134 mil. Estas cifras dejan muy en claro las proporciones de la necesidad que comenzaba a satisfacer la empresa, tanto para los consumos directos (bebidas, alimentación e higiene) como para los indirectos (usos agropecuarios, energéticos e industriales), incluyendo en los primeros la mantención de las áreas verdes de la ciudad, como espacios de sociabilidad que contribuyeron también a mejorar la salud de sus habitantes.
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