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HISTORIA CRÍTICA DE JESUCRISTO
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Paul Thiry, Barón D´Holbach
HISTORIA CRÍTICA DE JESUCRISTO Traducción, introducción por Fernando Bahry notas
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libertino
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erudito
Holbach, Paul Heinrich Dietrich, barón de Historia crítica de Jesucristo - 1ª ed. - Buenos Aires : El cuenco de plata, 2013. 320 pgs.; 21x12 cm.; (el libertino erudito) Traducido por: Fernando Bahr ISBN 978-987-1772-53-7 1. Religión. 2. Filosofía I. Bahr, Fernando, trad. CDD 190
el cuenco de plata / el
libertino
erudito
Director editorial: Edgardo Russo Diseño y producción: Pablo Hernández
© 2013, El cuenco de plata Av. Rivadavia 1559 3º “A” (1033) Buenos Aires, Argentina www.elcuencodeplata.com.ar
Hecho el depósito que indica la ley 11.723. Impreso en marzo de 2013.
Prohibida la reproducción parcial o total de este libro sin la autorización previa del editor.
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INTRODUCCIÓN
La Histoire critique de JésusChrist, ou Analyse raisonée des Evangiles, obra publicada por primera vez en 1770 (Amsterdam, imprenta de Marc-Michel Rey), puede ser interpretada a partir de la confluencia de dos empresas intelectuales características de la temprana Ilustración: la crítica bíblica y la filosofía clandestina. La crítica bíblica, en efecto, si bien tiene antecedentes de importancia en figuras del Renacimiento como Desiderio Erasmo, alcanzará su condición de disciplina humanista en la segunda mitad del siglo XVII y, más precisamente, en la década de1670, década en la que se conocerán dos obras fundamentales y pioneras en este sentido. Nos referimos alTractatus theologico-politicusde Spinoza, publicado en 1670,i y a la Histoire critique du Vieux Testament de Richard Simon, ii que verá la luz en 1678. Algo similar ocurre con la llamada “filosofía clandestina”. Tiene precedentes gran influencia el tardío Renacimiento, con la de difusión manuscritaendel i ii
Hay traducción al español de Atilano Domínguez: Spinoza, Tratado teológico-político, Madrid, Alianza Editorial, 1986. En http://books.google.com.ar se encuentra disponible la edición de Amsterdam, 1685. En cuanto a ediciones impresas, la última es Richard Simon, Histoire critique du Vieux Testament, annotée et introduite par Pierre Gibert, París,
Bayard, 2008.
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Colloquium heptaplomeresde Jean Bodin,iii compuesto alrededor de 1593, por ejemplo, pero, otra vez, será en la segunda mitad del siglo XVII cuando empiece a definirse como corriente filosófica con características y objetivos propios. La fecha más precisa en este sentido es el año 1659, con la aparición delTheophrastus redivivus, de autor rigurosamente anónimo y manifiesta vocación de ateísmo.iv Con el fin de presentar, pues, la obra que completó y difundió d’Holbach parece conveniente hacer algunas referencias a estas dos líneas que la prepararon y la hicieron posible. Creemos, por otra parte, que de esta manera la Historia crítica de Jesucristo se inserta mejor en la filosofía del siglo XVIII,como radicalización seguramente discutible de una empresa colectiva llamada “Ilustración”, pero, en todo caso, como algo más que un mero panfleto anticristiano, o anticlerical, compuesto con fines puramente destructivos. LA BIBLIA EN EL SIGLO XVII: SPINOZA Y SIMON
El primer paso de la crítica bíblica fue analizar “el Libro de los Libros” desde el punto de vista textual, esto es, comparando diferentes versiones con vistas a identificar las discrepancias e intentar explicar el iii
iv
Hay traducción al español: J. Bodino, Coloquio de los siete sabios sobre arcanos relativos a cuestiones últimas , traducción de Primitivo Mariño e introducción de Jaime de Salas, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1998. Theophrastus redivivus , sive historia deisi quae dicuntur de diis, de mundo, de religione, de anima, inferis & daemonibus, de contemnenda morte, de vita secundum naturam , edizione prima e critica a cura di Guido Canziani e Gianni Paganini,
Firenze, La Nuova Italia Editrice, 1981.
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srcen de las mismas. Esta tarea ya había sido emprendida por los Padres de la Iglesia y se intensificó en el Renacimiento, con la invención de la imprenta, dando lugar a empresas extraordinarias como la famosa “Biblia políglota complutense” (1502-1517) concebida por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, que presentaba los textos en hebreo, latín, griego y arameo, o la no menos famosa edición en griego del Nuevo Testamento publicada por Erasmo en 1516. Los resultados de esta primera etapa fueron de gran importancia en tanto permitieron la localización de interpolaciones, agregados o errores y pusieron de relieve la dificultad para traducir términos entre idiomas tan diferentes como el latín y el hebreo o el arameo. Sin embargo, debido a una noción muy fuerte de “inspiración divina”, el análisis se limitó a poner el lenguaje bíblico sólo en relación consigo mismo, cuestionándose la autenticidad o el significado de determinado pasaje pero sin cuestionarse la relación del conjunto de los libros con quienes supuestamente los escribieron. Para dar ese segundo paso era necesario trascender el plano semántico y preguntarse no sóloqué estaba escrito sino también por quién y para quién había sido escrito. En una palabra, asumir definitivamente el carácter histórico de los documentos bíblicos. He allí la gran tarea emprendieron, desde Simon distintas perspectivas y conque distintos fines, Richard y Baruch Spinoza. Simon (1638-1712) era monje del Oratorio y emprendió su trabajo con la idea de que una interpretación histórica de los contenidos de la Revelación permitiría también que los protestantes volvieran al seno de la Iglesia Romana. En efecto, el gran argumento
de la Reforma era que lasola Scriptura bastaba como
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regla de la fe, sin necesidad de magisterio eclesiástico. Richard Simon, por el contrario, pretendía probar que este magisterio era imprescindible en tanto que la Biblia, aun siendo producto de la inspiración divina, no podía ser considerada un texto perfecto, ajeno a las intervenciones y revisiones de quienes fueron llevando a cabo su efectiva redacción. Propósitos tan piadosos produjeron efectos sorprendentes: combinando el análisis textual con el histórico y elestilístico, Simon probó, entre otras cosas, que Moisés no podía haber sido el autor de todos los libros que se le atribuían; la Orden del Oratorio, por su parte, decidió que debía ser expulsado por tal motivo. La expulsión y el posterior ingreso de laHistoria crítica del Antiguo Testamento en el Index Librorum Prohibitorum no impidieron que la obra se difundiera en la República de las Letras ni que su autor continuara escribiendo. Entre 1689 y 1695, aplicando el mismo método, publicó estudios sobre el Nuevo v y en cuatro Testamento, 1702, reuniendo los avances hechos, salió a luzLe Nouveau Testament de notre Seigneur Jésus Christ, traduit sur l’ancienne édition, avec des remarques littérales et critiques sur les principales difficultés .vi Todos estos libros también fueron prohibidos. Hay consenso entre los especialistas, sin embargo, que en ellos se establecieron los fundamentos de la moderna crítica bíblica; especialmente en el último, donde Simon realizó v
vi
, Rotterdam, Histoire critique du texte du Nouveau Testament 1689; Histoire critique des versions du Nouveau Testament, Rotterdam, 1690;Histoire critique des principaux commentateurs du Nouveau Testament , Rotterdam, 1693, y Nouvelles observations sur le texte et les versions du Nouveau Testament , París, 1695. Todas estas obras están disponibles en http:// books.google.com.ar. Trévoux, 1702. Esta obra puede consultarse en http://
gallica.bnf.fr.
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una traducción literal del Nuevo Testamento, despojada de todo agregado y de toda interpretación que pudiera haber modificado su significado primitivo. El objetivo de Baruch Spinoza (1632-1677), judío y ya expulsado por la sinagoga de Amsterdam, fue muy diferente. Se proponía demostrar que la religión no puede ser separada de la política y que por ello es necesario prestar atención al contexto cultural srcinario que dio sentido al lenguaje bíblico, sentido éste que se pierde si se toman las palabras como significando eternamente un mensaje divino. Siguiendo tal método, el Tratado teológico-políticollegó a la conclusión de que el Antiguo Testamento no era sino la historia de la constitución política del pueblo judío y debía interpretarse a partir de dos máximas imprescindibles para la convivencia pacífica: obedecer al soberano y no hacer a otros lo que no quieres que te hagan a ti. De esta manera, Spinoza separó la Revelación de la verdad filosófica vinculándola exclusivamente con la obediencia, la justicia y la caridad. Más aún, para mayor escándalo de su comunidad de srcen, afirmó que tales verdades de la fe se expresaban con mayor claridad en la religión cristiana que en la religión judía. El cristianismo en ese sentido era “natural” y sus enseñanzas se acercaban a las enseñanzas de la razón universal: así lo había querido ese profeta, es decir, ese hombre moralmente extraordinario llamado Jesucristo. Las ideas del Tratado causaron un gran revuelo y tuvieron una amplísima difusión subterránea en la Europa ilustrada.vii Dos de ellas resultaron especialmente novedosas: la interpretación de la Revelación vii
Véase, por ejemplo, Paul Vernière, Spinoza et la pensée française
avant la Révolution, París, PUF, 1982 (1ª. edición, 1954).
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judeo-cristiana en términos políticos y la certeza de que la razón, por un camino más difícil, conducía a las mismas verdades prácticas que la fe,lo cual implicaba la posibilidad de que un hombre sin fe, un “ateo”, pudiera ser virtuoso e incluso alcanzar la beatitud o perfección moral. LA BIBLIA EN EL SIGLO XVIII: COLLINS Y REIMARUS
Richard Simon había enseñado un camino. En la lectura de la Biblia era preciso atenerse al sentido literal de los términos, rechazando las interpretaciones posteriores que se habían propuesto salvar el hiato entre los textos srcinales y las convicciones del sentido común; dicho de otra manera, conservar ambos Testamentos en la distancia y la rareza que los siglos le dieron. Spinoza enseñaba otro: que todas las religiones debían entenderse con un sentido puramente práctico, como métodos para mantener a los hombres en la obediencia y en la convivencia pacífica. El siglo XVIII aprendió de ambos, pero llegó a consecuencias distintas. Respecto del sentido literal, comprobó que el Espíritu Santo parecía delirar en ocasiones, emitiendo o haciendo escribir pasajes ininteligibles. Respecto la interpretación política, comprobó quey lo que elde cristianismo había producido en Europa el mundo eran principalmente persecuciones, exilios y carnicerías; si el resultado era tan violento, algo debía haber en el mensaje srcinal que lo llevara en ese sentido. ¿Es posible la paz en una sociedad cristiana? ¿No es imprescindible pensar la moral en otros términos para
garantizar una convivencia pacífica? Estas preguntas
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recorren todo el siglo. En relación con ellas nacen otras. ¿No hay acaso en el Evangelio mensajes contradictorios, de paz y de guerra? ¿Qué enseñó yquién fue Jesús? ¿No hay acaso diferencias en lo que escriben los evangelistas y, más aún, entre los Evangelios y otros documentos canónicos como las cartas paulinas? En el siglo XVIII el mensaje cristiano sufre un cuestionamiento profundo, por lo tanto, y entre los muchos nombres que pueden anotarse en la reiteración y agudización de las preguntas mencionadas, hay dos que merecen destacarse: Anthony Collins (16761729) y Hermann Samuel Reimarus (1694-1768). Anthony Collins, discípulo radical de Locke, se hizo famoso por Un discurso sobre la libertad de pensamiento (1713). En él definía el librepensamiento como “el uso del entendimiento para tratar de descubrir el sentido de una proposición, cualquiera sea, considerando la naturaleza de la evidencia a favor y en contra de ella, y juzgándola de acuerdo con la aparente viii Ese “cualquiera fuerza o debilidad de esa evidencia”. sea” que acompaña al término “proposición” señala claramente que para Collins erainadmisible cualquier pretensión de establecer diferencias entre las proposiciones religiosas y lasproposiciones científicas. Ninguna afirmación, física o moral, de las Escrituras puede sin uny conocimiento de las leyes de aceptarse la Naturaleza, aquellas debenprevio considerarse falsas cuando no satisfacen las condiciones que conocemos de éstas. Con tales principios metodológicos, Collins publicó hacia el final de su vida dos libros exclusivamente viii
Anthony Collins,A Discourse of Free-Thinking, Londres, 1713,
p. 5 (edición disponible en http://archive.org).
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relacionados con las profecías bíblicas:Un discurso sobre los fundamentos y razonesde la religión cristiana(1724) sobre el esquema de la profecía literal y Consideraciones (1725)ix. Allí concluía que las pruebas en las que se apoyaba el cristianismo para establecer su verdad no eran literales sinoalegóricas o místicas, basadas en ciertas reglas propias, ajenas al sentido común y en última instancia incontrolables, es decir, capaces de probar algo y lo contrario. Hermann Reimarus tomó un camino similar en la defensa de una religión racional, purificada de elementos milagrosos o misteriosos. Las obras más importantes en este sentido fueronTratados sobre las principales verdades de la religión natural(1754) y Apología o defensa de los adoradores racionales de Dios , publicada en partes y después de su muerte por Lessing bajo el nombre de Fragmentos de Wolfenbüttel(1774-1778)x. Su deísmo, sin embargo, incorporaba nuevos elementos en esta última obra al preguntarse por la existencia del Jesús histórico. Al respecto, Reimarus, para escándalo de los teólogos, sostenía una interpretación del Nuevo Testamento basada en tres puntos principales: 1) Jesús no había sido el Mesías sino un predicador y la llegada delreino celestial que anunciaba no era sino la liberación del yugo romano; 2) su misión política fue un fracaso pues los judíos no confiaron en ix
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A Discourse of the Grounds and Reasons of the Christian Religion; The Scheme of Literal Prophecy Considered(ambas obras pueden consultarse en http://books.google.com.ar). Abhandlungen von den vornehmsten Wahrheiten der natürlichen Religion ; Apologie oder Schutzschrift für die vernünftigen Verehrer Gottes (la primera obra y los fragmentos publicados por Lessing se encuentran disponibles en http:// archive.org; de estos últimos hay una traducción al español en G. E. Lessing,Escritos filosóficos y teológicos, edición de
Agustín Andreu, Barcelona, Anthropos, 1990).
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él y terminaron exigiendo su muerte, y 3) el cristianismo tal como lo conocemos, con su creencia en un Cristo resucitado y su promesa de salvación eterna, fue un invento de los discípulos, desesperados ante ese fracaso. Como se verá, las tesis de Reimarus son semejantes a las deHistoria crítica de Jesucristo, aunque resulta imposible hablar de influencia directa en uno u otra dirección. De cualquier manera, se puede conjeturar con cierta seguridad que tanto “Salvador”, el desconocido autor del texto srcinal de la Historia crítica, como d’Holbach, quien lo completó y editó, conocían los caminos que se habían abierto en el estudio histórico de la Biblia. D’Holbach tenía en su biblioteca las obras de Richard Simon y las de Anthony Collins, a quien además tradujo.xi Incluso en el título y en el pseudónimo que adopta el autor de la obra srcinal puede haber un guiño en el mismosentido. En efecto, el manuscrito sobre elcual trabajó d’Holbach se titula Histoire critique de Jésus, fils de Mariey el barón mantuvo los dos primeros términos en su edición definitiva. Tal hecho podría suponer un homenaje consciente a Richard Simon, el primer gran nombre en la renovación de los estudios bíblicos, más aún cuando el “Salvador” que lo compone se declara “judío” como lo era Jona Salvador: judío italiano, de Pignerol, y critique hedu amigo que le enseñó al autor laHistoire Vieux Testament a entender la de Biblia a la manera brea, tal como lo dice el mismo Simon en su correspondencia.xii xi
xii
Véase Catalogue des livres de la bibliothèque du feu M. le Baron d’Holbach, París, 1789,pp. 4, 5, 19, 24 (disponible en http:// archive.org). Tomo esta última hipótesis de Andrew Hunwick: Paul
Thiry, Baron d’Holbach, Histoire critique de Jésus Christ,
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LA FILOSOFÍA CLANDESTINA: “PENSAR LO QUE SE QUIERE Y DECIR LO QUE SE PIENSA”
Se conoce con el nombre de “filosofía clandestina” un conjunto compuesto por cerca de doscientos textos manuscritos de autores anónimos que circularon por cenáculos y bibliotecas de Europa sobre todo entre 1710 y 1740, año en el comienzan a imprimirse los más famosos de ellos. Como ha señalado Gianni Paganini, además del anonimato, estos textos compartían otras características; entre ellas, la crítica racionalista de la religión y la filosofía, la recuperación de tradiciones heterodoxas tanto clásicas como renacentistas, la denuncia de engaños ideológicos en la cultura oficial y la convicción de que estas ideas sólo debían difundirse en círculos literarios restringidos puesto que los espírixiii tus vulgares eran refractarios a ellas. Las características señaladas nos remiten al “libertinismo erudito” de la primera mitad del siglo XVII, y está claro que la filosofía clandestina puede considerarse una continuación del libertinismo y a veces resulta difícil distinguir tajantemente ambas corrientes más allá de su época de florecimiento.xiv Ambas se nutren de Epicuro, Lucrecio, Plinio y Sexto Empírico entre los antiguos y del naturalismo renacentista
xiii xiv
édition critique de Hunwick, Droz,con 1997, p. 52, n. 112. Respecto de A. la relación de Génève, Jona Salvador Ri chard Simon, véase Paul Paumier, “Richard Simon et les Juifs du 17e. siècle. «Les Juifs présentés aux Chrétiens»”, trabajo presentado en el Colloque Richard Simon (Rouen 12-13 octobre 2012) à l’occasion du tricentenaire de sa morty disponible en http://halshs.archives-ouvertes.fr. Gianni Paganini,Les philosophies clandestines á l’âge classique , París, PUF, 2005, pp. 5-6. Tullio Gregory ha señalado la imposibilidad “de identificar
fracturas entre la cultura libertina que se extiende hasta los
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italiano: Pomponazzi, Maquiavelo, Cardano, Vanini; ambas retoman y radicalizan argumentos del escepticismo de Montaigne y Charron; ambas enfatizan el valor de la naturaleza como norma moral por oposición a los artificios violentos de la moral eclesiástica; ambas establecen una clara diferencia entre las ideas que resultan aceptables para los espíritus domesticados y aquellas que los sabios, acostumbrados a manjares fuertes, conciben y disfrutan. A pesar de ello, sin embargo, en la filosofía clandestina hay dos novedades importantes respecto del libertinismo: la primera es la influencia de autores de la segunda mitad del siglo XVII como Hobbes, Bayle y, principalmente, Spinoza; la segunda, y de allí la cita de Tácito que hemos elegido para el título deesta sección,xv el abandono de la escritura cifrada, cargada de ironía y de referencias eruditas, propia del libertinismo, para adoptar un estilo explícito y de confrontación directa con el poder teológico-político, confrontación que en textos como L’Esprit de Monsieur Benoît de Spinozao Traité de trois imposteursllega a traducirse incluso en un proyecto de transformación cultura l al que no puede ser ajeno el pueblo.xvi años ’40 y elThephrastus redivivus(1659)”. Coincide en este sentido con Eugenio Garin, para quien “es justamente en el
xv
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contexto de la primera mitad del XVII (…) del quepensamiento se produce lalibertino soldadura entre la tradición del Renacimiento italiano y la ciencia y la filosofía de los modernos” (T. Gregory,Genèse de la raison classique de Charron à Descartes, traducción de M. Raiola, París, PUF, 2000, p. 61). “Rara temporum felicitate, ubi sentire quae velis, et quae sentias dicere licet”(“La rara felicidad de los tiempos en los que está permitido pensar lo que se quiera y decir lo que se piensa” Tácito, Historiae, I, 1). Véase, en esta misma colección, Anónimo clandestino del
siglo XVIII, Tratado de los tres impostores. Moisés, Jesucristo,
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Dentro de este cuadro general, en la filosofía clandestina se abren distintas líneas que van desde la defensa de una religión natural a la manera de la religión “filosófica” de los chinos, como en el De verae religionis inventione et forma libri sex, hasta la defensa de la epoché escéptica como conducta propia del sabio en L’art de ne rien croire, pasando por críticas rotundas a los regímenes autoritarios, como en Recherches sur l’srcine du despotisme oriental (de Nicolas Antoine Boulanger), e incluyendo conjeturas científicas y evolucionistas como en el Telliamed (de Benoît de Maillet) o la defensa de la infinitud del universo y la pluralidad de mundos como en el Jordanus Brunus redivivus y en el Traité de l’infini creé.xvii Las críticas al cristianismo histórico y a la Revelación tienen un lugar preponderante, por supuesto, en la literatura clandestina. Entre los muchos textos que habría que mencionar al respecto, podríamos destacar, por su importancia,Examen de la religion ou Doutes sur la religion dont on cherche l’éclaircissement de bonne foi (de César Chesneau deMarsais),Difficultés sur la religion proposées au P. Malebranche (de Robert Challe), Lettre sur les difficultés de l’étude de l’Ecriture(de Francis Hare), Extrait d’un livre intitulé Discours sur les miracles deJésus traduit de l’anglais , (traducción parcial de los Six Discourses on the Miracles of our Savior (1727-1729)de xvii
Mahoma, traducción y prólogo de Diego Tatián, Buenos Aires, El cuenco de plata, 2006. Sobre estos temas, y la literatura clandestina en general, recomendamos el libro de Miguel Benítez,La cara oculta de las Luces. Investigaciones sobre los manuscritos filosóficos clandestinos de los siglos XVII y XVIII, Valencia, Biblioteca Valenciana, 2003. Señalamos, por otra parte, que muchos textos clandestinos del período que nos interesa se encuentran disponibles en la páginahttp://www.vc.unipmn.it/~mori/
e-texts.
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Thomas Woolston hecha y comentada por Emilie du Châtelet), o el mismoTraité de trois imposteurs(compuesto “casi con seguridad” por el diplomático holandés Jan Vroesen, según Silvia Berti).xviii D’HOLBACH Y
LA LITERATURA CLANDESTINA
La mayoría de textos citados en el punto anterior tienen más de una copia; de hecho, se han encontrado un promedio de casi diez copias por cada manuscrito, siendo estas copias, aun con sus –a veces importantes– diferencias, el mejor índice de la difusión y popularidad del texto en cuestión. Si prestamos atención a este criterio, el que aquí nos interesa parece haber sido esxix en efeccasamente conocido en su forma manuscrita; to, el único ejemplar de laHistoire critique de Jésus fils de Marie, tireé d’ouvrages authentiques par Salvador, juif, et traduite par un Français refugié se encuentra en la Biblioteca Nacional de Berlín. Su fecha es incierta, aunque Roland Desné ofrece comoterminus a quo para la rexx Tampoco se tienen datos dacción los años 1755-1758. xviii
Silvia Berti, “Scepticism and theTraité des Trois Imposteurs”, en R. Popkin y A. Vanderjagt (eds.),Scepticism and irreligion in the Seventeenth and Eighteenth Centuries , Leiden, Brill, 1993, p. 216.
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Tanto, Ira O. Wade enThe clandestine diffusionque of philosophic ideas in France from organization 1700 to 1750and (Princeton, Princenton University Press, 1938),la primera gran obra sobre la literatura clandestina, no lo registra. Roland Desné, “Sur un manuscrit utilisé par d’Holbach: l’Histoire critique de Jésus, fils de Marie”, en Olivier Bloch (dir.), Le matérialisme du XVIIIe. siècle et la littérature clandestine, París, Vrin, 1982, p. 174. La historia de la copia es en sí misma muy notable. Cito a Desné: “Ella proviene de la colección de manuscritos reunida por William Beckford
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(el autor deVathek), quien comienza sus compras en París,
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ciertos acerca de su autor, más allá del hipotético guiño a Richard Simon que señalamos anteriormente, ni del supuesto traductor al francés, pareciendo bastante xxi Se trata en claro que ambas referencias son ficticias. todo caso de un manuscrito relativamente largo: “528 páginas de una escritura de tamaño grande (es decir, cerca de 150 páginas dactilografiadas)”, escribe Desné, divididas “en 15 capítulos precedidos de un prefacio donde el autor declara y comenta su intención de escribir «una historia de Jesucristo bien redactada» y funxxii dada sobre los Evangelios”. Lo que parece no haber logrado el anónimo autor, a saber, que su escrito circule y se conozca, sí lo consiguió Paul-Henry Thiry, barón d’Holbach (17231789), alemán de nacimiento, francés por adopción y gran difusor de la literatura filosófica clandestina.xxiii De hecho, según nos informa Andrew Hunwick, la Historia crítica de Jesucristo ocupó el segundo lugar entre los libros del barón más vendidos (secretamente) por la Société Typographique de Neuchâtel, sólo superado por el famoso Sistema de la naturalehacia 1785. La colección pasó después de su muerte (1844) a su yerno, segundo duque de Hamilton y él mismo coleccionista. El conjunto de la colección Hamilton fue adquirido en 1882 por la Biblioteca real de Prusia” (p. 176). Borges, admirador de Beckford y de los caprichos del destino, haxx i
xxii xxiii
bría estos datos. Si el disfrutado autor fueramucho judío, secon pregunta Desné (p. 175), “¿escribiría, sin otro comentario: «Yo no soy para nada amigo de los judíos, pero un historiador debe decir las cosas tal como son»?” (p. 308 del ms., pasaje no conservado en la versión impresa). Ibid., p. 169. Según Robert Darnton (The Corpus of Clandestine Literature in France 1769-1789, Nueva York/Londres, W. W. Norton & Co., 1995, pp. 203-204), d’Holbach participó en la producción de ocho de los diez tratados clandestinos de mayor
difusión en Europa antes de la Revolución Francesa. Entre
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za.xxiv En cualquier caso, si bien el manuscrito forma la columna vertebral del texto publicado por d’Holbach, éste, como era costumbre entre los copistas y editores de los textos clandestinos, no dejó de hacer intervenciones a lo largo de todo lo que “Salvador” había escrito. Describamos rápidamente el resultado de esta combinación que hace a laHistoria críticaun texto a la vez anónimo y de autor reconocido. El manuscrito srcinal, como dijimos, consta de quince capítulos y un prefacio. D’Holbach incorporó todo este material, que representa tres cuartas partes del total del libro, a su edición, pero reorganizándolo, reescribiéndolo y agregándole abundantes notas al pie. Las intervenciones más importantes se encuentran en el prefacio, considerablemente aumentado, y en los tres capítulos finales, que no pertenecen al manuscrito y deben suponerse obra directa del propio barón. En cuanto al orden de los capítulos, se mantiene puesto que siguen paso a paso la historia de Jesucristo; el editor, sin embargo, decidió reunir los capítulos 2 y 3 del manuscrito en el capítulo II del impreso y dividir el capítulo 12, que ocupaba ochenta páginas del manuscrito, entre los capítulos XI y XII del impreso. Por otra parte, los capítulos conservados no se reproducen literalmente en su totalidad. En efecto, siguiendo los ejemplos de reescritura que brinda Roland Desné y junto a casos en los que el texto ori-
ginal se mantiene intacto o con pequeñas variaciones, se
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ellos, Recherches sur l’srcine du despotisme oriental y L’Antiquité dévoiléede Boulanger, la Lettre de Thrasybule à Leucippe de Fréret, Difficultés sur la religion proposées au P. Malebranche de Challe, elExamen critique des apologistes de la religion chrétiennede Levesque de Burigny yLe philosophede Du Marsais (véase A. Hunwick,op. cit., p. 41, n. 87). Ibid., p. 60. El dato proviene de Darnton,Édition et sédition: l’univers de la littérature clandestine au XVIIIe. siècle, París,
Gallimard, 1991.
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pueden ver paráfrasis, textos resumidos, textos aumenxxv tados, adiciones y supresiones. No es posible por cuestiones de espacio dar un ejemplo de cada uno de estos casos. Lo único que podemos hacer es preguntarnos por el sentido general de tales modificaciones. Las observaciones de Desné son bastante claras al respecto: la edición de d’Holbach tiende a eliminar la perspectiva deísta que “Salvador” intentó dar a su obra y, por el contrario, busca darle un tono más ateo y, si cabe, más anticlerical. Tal reorientación, otra vez, no es infrecuente editores de textos clandestinos como d’Holbach yentre su secretario Jacques-André Naigeon (1738-1810). A diferencia de Voltaire, éstos no consideraban que la religión, aunque mala en sí misma, fuera imprescindible para conservar a los hombres en la moral y la obediencia; por el contrario, juzgaban que la religión, y, más en particular, la religión cristiana, había sido el principal obstáculo para la consolidación de una moral con ella, de una sociedad El ateo yaracional no sóloy,podía ser virtuoso, tal comoordenada. había razonado Spinoza, sino que el ateísmo era condición de la misma virtud: sólo los que no creen en un Dios y por ello no esperan ni temen ninguna recompensa o castigo del más allá actúan bien por la alegría misma que produce la virtud; eso enseñan la razón y la naturaleza. La obra, reelaborada por d’Holbach, tuvo tres edi1770, noLas ciones. tienen dos fecha; primeras, la tercera aunque es se desepa 1778.que Eseson año,dey quizá a consecuencia de la tercera edición, la obra fue puesta en el Index. Después y hasta finales del siglo XX, curiosamente, no hay más ediciones en francés. La Histoire critique de Jésus Christ, ou Analyse raisonée des Evangiles pasa de ser uno de los más famosos escritos de d’Holbach a ser uno de los más desconocidos.
xx v
Véase R. Desné, op. cit., pp. 171-174.
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NOTA BIOGRÁFICA
Paul Henry Thiry, barón d’Holbach (Paul Dietrich según su nombre de srcen) nació en 1723 en la ciudad alemana de Edesheim. Siendo un niño, y habiendo muerto su madre, se trasladó a París para ser adoptado por un tío materno llamado Franz Adam Holbach. De éste heredó tanto el título de barón como una considerable fortuna. Su ingreso en el mundo de las letras parisino se produjo alrededor de 1750, cuando conoció al filósofo Denis Diderot, quien por entonces estaba preparando el segundo volumen de la Encyclopédie . D’Holbach ayudó a Diderot con dinero para continuar esta empresa y con la composición de más de cuatrocientos artículos sobre materias que van desde la química y la mineralogía hasta la metafísica y la filosofía política. Con el filósofo coincidieron además en muchos aspectos, particularmente en la convicción de que la religión obstáculo para el esta progreso humano cristiana que debíaera ser un removido. Siguiendo idea, y junto con otros escritores como Nicolas-Antoine Boulanger y Jacques-André Naigeon, formaron un grupo (la famosa “coterie holbachique” que tanto temía y denostaba Rousseau) dedicado a la producción y edición de tratados y libelos; entre ellos, como hemos señalado, muchos tratados clandestinos hasta
entonces manuscritos.
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Su obra más importante es, sin duda, elSystême de la nature ou des loix de monde physique et du monde moral (1770), amplio tratado dedicado a la fundamentación y difusión de un materialismo filosófico integral basado en algunas ideas tomadas de la filosofía epicúrea y donde la ciencia moderna aparece como el arma que podrá detener la marcha de las superstición y el fanatismo. Se podría decir en tal sentido que elSystême de la nature es el núcleo de la filosofía holbachiana, siendo sus otras obras (Le Christianisme dévoilé, ou examen des príncipes et des effets dela religion chrétienne, 1767; Théologie portative ou Dictionnaire abrégé de la Religion Chrétienne, 1768; Essai sur le préjugés, oude l’influence des opinions sur les moeurs et sur le bonheur des hommes , 1770; Histoire critique de Jésus Christ, ou Analyse raisonée des Evangiles, 1770; Le bon sens, ou idées naturelles opposées aux idées surnaturelle, 1772; Système Social, ou Principes naturels de la morale et de la Politique, avec un examen de l’influence du gouvernement sur les mœurs , 1773; Ethocratie, ou Le gouvernement fondé sur la morale, 1776; La Morale Universelle, ou Les devoirs de l’homme fondés sur la Nature, 1776) escritos que la complementan tratando y difundiendo las consecuencias prácticas que se derivan de ella. Murió en París seis meses antes de la Revolución Francesa, el 21 de enero de 1789.
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SOBRE ESTA TRADUCCIÓN
Para llevar a cabo el presente trabajo nos hemos apoyado sobre la segunda edición, que es una copia de la primera y se imprimió en París en 1770, y sobre la única traducción conocida en español de laHistoria crítica, traducción realizada por “el P. F de T. ex jesuita” y publicada en Londres (en la Imprenta de Davidson, 1822). Ambas se encuentran disponibles en http://books.google.com.ar. Hemos respetado en la mayor medida posible la edición francesa, incluso en el uso de cursivas, cambiando sólo los signos de puntuación cuando nos parecía conveniente para la comprensión del texto. En cuanto al texto español, lo hemos modificado en muy numerosas ocasiones buscando que el resultado sea más fiel a la fuente francesa y que asimismo resulte más claro para el lector de nuestro tiempo. En cuanto a las notas, distinguimos las de d’Holbach de las corchetes para estas últimas. Nosnuestras ha sidoutilizando muy útil en este sentido la edición crítica de Andrew Hunwick (véase supra, nota xii); sin embargo, cada una de ellas ha sido chequeada y en algunos casos corregida. Nos hemos ocupado asimismo de señalar todos aquellos casos en que las obras citadas se encuentran disponibles en Internet para que los interesados puedan
ampliar el debate que “Salvador” y d’Holbach tenían
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con autores contemporáneos o con Padres de la Iglesia. Respecto de estos últimos, para la localización de las Historia críticanos hemos citas que se encuentran en la graecay atenido a las canónicas ediciones dePatrologia la la Patrologia latinarealizadas por Jacques-Paul Migne. Para Patrologia graecahemos utilizado los pasajes citados de la las siglas MPG; para los de la Patrologia latina , las siglas MPL. Ambas se encuentran disponibles en Internet, siendo sus direcciones de consulta más cómodas o asequibles, respectivamente, http://graeca.patristica.net/ y http://www.documentacatholicaomnia.eu.
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HISTORIA CRÍTICA DE JESUCRISTO o
Análisis razonado de los Evangelios (1770)
Pudet me humani generis, cujus mentes & aures talia ferre potuerunt. (Me da vergüenza que la inteligencia y los oídos del género humano hayan podido tolerar estas cosas.) SAN AGUSTÍN
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PREFACIO
A pesar de que los Evangelios están en manos de todos, es raro encontrar cristianos bien instruidos en la historia del fundador de su religión, y más raro aún, que entre los que leyeron esta historia seencuentre alguno que se haya atrevido a examinarla con serenidad. Es preciso convenir que la ignorancia de unos y la falta de reflexión de otros acerca de un objeto que consideran infinitamente importante puede surgir del fastidio que naturalmente produce la lectura del Nuevo Testamento, ya que en efecto reinan en esta obra un desorden, oscuridad y barbarie de estilo capaces de hacer perder la paciencia a los ignorantes y desistir de su lectura a las personas ilustradas. No hay historia antigua o moderna que no tenga más método y claridad que la de Jesucristo;y no parece que el Espíritu Santo, que se supone su autor, haya superado, y ni siquiera igualado, a muchos historiadores profanos cuyos implican consecuencias semejantes para elescritos géneronohumano. Los mismos teólogos están de acuerdo en que los apóstoles eran groseros e ignorantes y tampoco hallamos señales de que elEspíritu divino que los inspiraba se tomase el trabajo de enmendar en ellos estos defectos. Por el contrario, más bien parece que los adoptó él mismo, y que adaptó la cortedad de sus
luces y debilidad de sus órganos inspirándoles unas
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obras que carecen del juicio, el método y la precisión que se advierten en muchos escritos humanos. Así es que los Evangelios nos presentan un hacinamiento confuso de prodigios, anacronismos y contradicciones en el que se pierde la crítica, la cual desecharía con desprecio cualquier otro libro similar. Por medio de misterios es como se dispone a los espíritus a que respeten la religión de los que la enseñan. Se puede, por lo tanto, suponer que la oscuridad que hay en estos escritos no se ha esparcido sin intención. En materia de religión nunca conviene hablar con claridad, porque, según parece, las verdades sencillas y fáciles de comprender no calan tan vivamente en la imaginación de los hombres como los oráculos misteriosos y los secretos inexplicables. Por otra parte, Jesucristo, aunque vino expresamente para ilustrar al mundo, debía ser para la mayoría de los hombres un escollo. 1 Todo anuncia en el Evangelio el cortísimo número de escogidos, la extrema dificultad de la salvación y el peligro de pensar, esto es, de hacer uso de nuestra razón; en una palabra, todo parece probar que Dios no ha enviado a su muy amado Hijo a las naciones sino para tenderles una trampa y para que no comprendiesen una palabra de la religión que quería darles. Se diría que el Eterno no se propuso más que sumergir a los mortales en las tinieblas, en la perplejidad, en una completa desconfianza de sí mis-a mos y en dificultades continuas que los obligasen recurrir a cada instante a las luces infalibles de sus sacerdotes y a estar siempre bajo la tutela de la Iglesia. Como se sabe, sus ministros gozan del privilegio de entender y explicar las Santas Escrituras, y ningún mortal puede alcanzar la felicidad en la otra vida si
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[Lucas 2:34; Romanos 9:33; I Pedro 2:8].
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no se somete a las decisiones de tales ministros con la completa sumisión que les debe. En consecuencia, les está absolutamente prohibido al común de los hombres examinar sureligión; antes bien, con la sola inspección del Evangelio, todo cristiano debe estar convencido de que es un libro sagrado, de que cada palabra que contiene está inspirada por el Espíritu Santo2 y de que las interpretaciones que la Iglesia da a esta obra celestial son dictadas igualmente por el Altísimo. En los primeros siglos del cristianismo, los que abrazaron la religión de Jesús era gente de lo más bajo del pueblo y por consiguiente muy sencilla, poco instruida y dispuesta a creer todas las maravillas que quisieran inculcarle.3 El mismo Jesucristo no se dirigió en su prédica sino a hombres toscos, no quiso entenderse sino con gente de esta clase, se negó siempre a obrar milagros en presencia de personas ilustradas y pregonó incesantemente contra los sabios, los doctores y los ricos; en una palabra, contra todos aquellos en quienes no podía hallar la docilidad requerida para adoptar sus máximas. Siempre lo vemos elogiar la pobreza de espíritu, la humildad y la 4fe. 2
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El sentir de la mayor parte de los teólogos es que el Espíritu Santo ha revelado a los escritores sagrados hasta la ortografía de las palabras que han empleado, y hasta los punto s yración comas; aunquesacros, suponga mos la verdad de esta inspienpero los autores todavía no es suficiente, porque sería menester que tuviésemos una seguridad semejante de que todos los copistas y todos los monjes de los siglos de la ignorancia que nos han transmitido tales escritos inspirados no han tenido la más mínima equivocación al copiarlos: es bien sabido que una coma o un punto fuera de su sitio bastan para alterar enteramente un pasaje. [Véase Hechos 4:13]. En efecto, vemos que Jesucristo inculca la fe en todos sus
discursos, y particularmente en San Mateo, cap. XXI, v. 21,
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Sus discípulos, y posteriormente los ministros de la Iglesia, han seguido fielmente sus huellas, y consideraron siempre a la fe o a la ciega sumisión como la primera de las virtudes, la disposición más grata a la Divinidad y la más necesaria para la salvación. Este principio ha servido siempre de base a la religión cristiana, y sobre todo al poder del clero. En consecuencia, los pastores que sucedieron a los Apóstoles pusieron el mayor empeño en apartar los Evangelios de todos aquellos que no estuviesen iniciados en los misterios de la religión, y así es que no se mostraban estos libros sino a las personas cuya fe estaba probada, es decir, que se sabía estaban dispuestas de antemano a considerarlos divinos. Este mismo espíritu misterioso se ha prolongado hasta nuestros días. La lectura del Evangelio está en muchos países rigurosamente prohibida al común de los cristianos, especialmente de la comunión romana, cuyo el que está más ducho cuanto gobernarclero a loseshombres. El Concilio de en Trento ha adecidido de la manera más formal quele pertenece exclusivamente a la Iglesia juzgar el verdadero espíritu de las Escrituras e interpretarlas.5 22 y en San Marcos, cap. XVI, v. 16:El que tenga fe moverá montañas; el que crea y sea bautizado, se salvará . De aquí es que muchas sectas cristianas, fundadas en estas expresiones, 5
creen la fe sola, sin obras, salvarnos. Véase que elConcilio , sesiónbasta IV.Elpara cardenal Pallavicini, Tridentino en su Historia de dicho Concilio, elimina cualquier dificultad diciendo quetoda la fe de los cristianos no se funda más que en un solo artículo, a saber: la autoridad infalible de la Iglesia [véase P. Sforza Pallavicini,Histoire du concile de Trente, Vol. II, avec les notes et éclaircissementsde F. A. Zaccaria, traduite pour la première fois en français sur l’srcinal italien réédité par la Propagande en 1833, publiée par M. l’abbé Migne, Montrouge, Imprimerie Catholique de Migne, 1844, pp.
99-100; en http://gallica.bnf.fr].
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Es verdad que la lectura de estos libros santos está permitida e incluso recomendada a losprotestantes, es decir, a cristianos que después de siglos se han separado de la Iglesia Romana; más aún, se les ordena que examinen su religión. Pero la fe debe preceder esa lectura y acompañar ese examen, de suerte que un protestante está obligado a creer que el Evangelio es divino antes de leerlo y que el examen que hace no es de ningún valor si no encuentra en él todo cuanto los ministros de la secta han determinado que encuentre. Sin esto será visto como un impío, y quizá castigado por su cortedad de luces. En consecuencia, es preciso concluir que la salvación de los cristianos no está ciertamente ligada a la lectura ni al razonamiento del Evangelio y libros sacros, sino a la firme creencia de que tales libros son enteramente divinos. Si por desgracia la lectura o el examen que se hace de ellos no concuerdan con las decisiones, interpretaciones y comentarios de la Iglesia (es decir, de los sacerdotes, que a la cabeza de cada secta arreglan el método particular de leer y entender las Escrituras), se corre riesgo de perderse y merecer la condena eterna. Para leer el Evangelio, es preciso por lo tanto empezar por tener fe, es decir, estar dispuesto a creer ciegamente todo lo que contiene; también para examinarlo hace falta la fe, es decir, firmemente a no encontrar él cosaestar que no sea santa resueltos y adorable; en fin, inclusoenpara entender el Evangelio se necesita la fe, es decir, una firme persuasión de que nuestros sacerdotes no pueden engañarse jamás, ni querer engañar a los demás en el modo de explicar el libro que leemos. “Creed en virtud de nuestra palabra –nos dicen– que este libro es obra del mismo Dios; con sólo dudarlo seréis con-
denados eternamente. ¿No podéis comprender nada
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de lo que Dios os revela allí? Creedlo de todas maneras. Dios se nos ha revelado para que no lo comprendamos. La gloria de Dios es ocultar su palabra;6 o más bien: habiendo hablado su divina Majestad de manera ininteligible, ¿no ha dado a entender que quiere que os fiéis de nosotros, que somos los confidentes de sus más importantes secretos? Ésta es una verdad de la cual no os es lícito dudar, puesto que nosotros perseguimos cruelmente en este mundo y condenamos en el otro perpetuamente a todo aquel que se atreve a recusar el testimonio que nos damos a nosotros mismos.” Por vicioso que pueda parecer este razonamiento a los profanos, es suficiente para todos los cristianos católicos. De aquí se infiere que, o bien noleen el Evangelio, o si lo leen no lo examinan; y si a veces lo examinan, es con ojos prevenidos y con la resolución decidida de no hallar en él sino lo que digan sus guías, conforme a sus preocupaciones e intereses. Con tales temores y prejuicios, un cristiano se cree irremediablemente perdido cuando tropieza en los libros santos con algunas razones para dudar de la veracidad de sus sacerdotes. Con semejantes disposiciones, ¿qué hay de extraño en ver a los hombres perseverar en su ignorancia y 6
Proverbios de Salomón XXV. Sobre estamáxima tanmisteodiosa como indigna de ,lacap. Divinidad se fundan todos los rios. ¿Qué derecho asistía a San Justino para echar en cara a los paganos la impiedad de uno de sus poetas diciendo que los Dioses se entretenían la mayor parte del tiempo en engañar a los hombres? ¿Acaso toda la Biblia no es una trampa continua preparada para el espíritu humano? ¿Acaso la conducta de Cristo, siguiendo el Evangelio mismo, no es una trampa preparada para los judíos a fin de que oyendo no entendiesen y de que viéndolo no creyesen al Mesías? [Ver
Iustinus, Apologia Prima, MPG, t. VI, pp. 335-336].
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hacer mérito para rechazar las luces que la razón les presenta? He aquí cómo el error se perpetúa y cómo los pueblos, haciéndose cómplices de los que los engañan, dan a charlatanes e interesados la más ilimitada confianza en aquello que consideran lo más importante para su propia felicidad. Sin embargo, las tinieblas esparcidas durante tantos siglos sobre el espíritu humano comienzan a disiparse, y por lo que parece, a pesar de la tiranía de sus guías espirituales, el hombre quiere salir de la infancia en la que tantas causas reunidas procuran empeñosamente retenerlo. La ignorancia en que el sacerdocio mantenía a los pueblos crédulos ha desaparecido cuanto menos para un gran número de personas;el despotismo de los sacerdotes ha decaído en muchos estados florecientes; el saber ha hecho que los talentos sean más libres, y muchos comienzan ya a avergonzarse de los ignominiosos hierros con los cuales el clero ha hecho gemir por tanto tiempo a los reyes y a los pueblos. En una palabra, el entendimiento humano parece que hace en todos los países esfuerzos más o menos vigorosos para quebrantar sus cadenas. Sobre estos supuestos, hemos de examinar sin prejuicios la vida de Jesucristo. Para ello no tomaremos los hechos sino de los mismos Evangelios, esto es, de las memorias respetadas y reconocidas por los doctores la religión cristiana;deúnicamente nosdar permitiremosdeemplear los auxilios la crítica para alguna claridad a estos hechos. Expondremos del modo más sencillo la conducta, las máximas y la política de un legislador oscuro, que después de su muerte adquirió una celebridad a la que, es de suponer, no aspiró en vida.7 Consideraremos en su cuna a una religión
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[Véase Marcos 8:27-29].
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que, destinada desde luego al populacho más vilde la nación más abyecta, más crédula y más ignorante de la tierra, llegó a ser poco a poco la señora de los romanos, la antorcha de las naciones, la soberana absoluta de los monarcas europeos, el árbitro de los destinos de los pueblos, la causa de la amistad o del odio que se tienen entre sí y los cimientos en que estriban sus alianzas y sus guerras, la levadura siempre lista para hacer fermentar a los espíritus. En una palabra, veremos a un artesano, entusiasta melancólico y malabarista poco avezado, salir de un taller para seducir a hombres de su clase, fracasar en todos sus proyectos, ser castigado como perturbador de la tranquilidad pública ymorir en una cruz; y veremos que, a pesar de todo esto, se convirtió después de su muerte en el legislador y el Dios de una multitud de pueblos y objeto de adoración de seres que se precian de inteligentes. Es muy verosímil que si el Espíritu Santo hubiese previsto la brillante fortuna que lograría con el tiempo la religión de Jesús, si hubiese podido adivinar que un día la abrazarían los reyes, las naciones civilizadas y los sabios, y si hubiera sospechado que esta religión podía llegar a ser examinada, analizada, discutida y criticada por los lógicos, es muy verosímil, digo, que nos habría dejado acerca de la vida y doctrina de su detallados, fundador memorias menos informes, hechos mejor pruebas más auténticas; en una palabra, materiales mejor procesados que los que tenemos. Habría probablemente elegido a escritores más hábiles que aquellos a quienes inspiró para transmitirnos los discursos y arengas del Salvador del mundo; le habría hecho al menos hablar y obrar de una manera más digna de un Dios;habría puesto en su
boca un lenguaje más noble, más claro, insinuante y
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persuasivo; y, en fin, se habría valido de medios más seguros para convencer a la razón rebelde y doblegar la incredulidad. Pero nada de esto ha sucedido: el Evangelio no es más que un relato oriental, fastidioso para toda persona razonable, y que no parece dirigido sino a la gente más ignorante, desamparada y miserable; los únicos a quienes podría seducir.8 La crítica no puede hallar en él ni correlación en los sucesos, ni conformidad en las circunstancias, ni consecuencia en los principios, ni uniformidad alguna en las narraciones. Cuatro hombres groseros e iletrados pasan por ser los verdaderos autores de las memorias que contienen la vida de Jesucristo, y es sobre su testimonio que los cristianos se creen obligados a admitir la religión que profesan y a creer sin examen los hechos más contradictorios, los sucesos más increíbles, losprodigios más fantásticos, el sistema peor trazado, la doctrina menos inteligible y los más chocantes misterios. Y aun concediendo que los Evangelios que tenemos sean de los autores a quienes se atribuyen, es decir, que hayan sido verdaderamente escritos por los apóstoles o sus discípulos, por esta misma razón, ¿no debería resultarnos sospechoso su testimonio? Hombres que se nos anuncian como ignorantes y desprovistos de luces, ¿no pudieron acaso engañarse? Entusiastas, fanático s demasiado crédulos, ¿nopudie-y ron muy bien imaginar cosas que nunca existieron 8
Víctor de Túnez nos enseña que en el siglo VI el emperador Anastasio hizo corregir los Evangelios como obras compuestas por necios o ignorantes.Messala Consule, Anastasio Imperatore iubente, Evangelia, tanquam ab IDIOTIS evangelistis composita, reprehendentur et emendantur.[Victor Tununensis Episcopum, Chronicon, Continuans ubi prosper desinit , MPL,
t. LXVIII, p. 950].
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ser objeto de un engaño? Impostores fuertemente unidos a una secta que les daba de comer, y por consiguiente interesados en sostenerla, ¿no pudieron también atestiguar milagros y dar a conocer hechos cuya falsedad conocían muy bien? Además, los primeros cristianos, ¿no pudieron por unafraude piadoso añadir o quitar cosas de importancia en esas obras que se atribuyen a los apóstoles? Sabemos, por lo menos, que Orígenes se quejaba ya en el siglo III de la corrupción de los manuscritos.¿Qué diremos –se pregunta– de los errores de los copistas y de la temeridad con que se atreven a corregir el texto? ¿Qué diremos de la libertad deaquellos que se ponen a interpolar o aborrar según su capricho?9 Todas estas dudas motivan ciertas prevenciones legítimas contra los sujetos a quienes se les atribuyen los Evangelios, y contra la pureza de su s textos. Es también difícil asegurar, con algún grado de certidumbre, si efectivamente estos Evangelios son de los autores a quienes se atribuyen. En efecto, la tradición y la historia prueban que en los primeros siglos del cristianismo hubo un gran número de Evangelios diferentes, compuestos expresamente para el uso respectivo de varias Iglesias y de diversas sectas de la religión cristiana. Ésta es una verdad reconocida por los historiadores eclesiásticos más acreditados.10 Es verosímil que 9 10
[Véase Origenes, in Evangelium secundum MPG, t.Commentaria XV, pp. 1293-1294]. Matthaeum, Véase Tillemont, t. II, pág. 47, 257 y 438 [Louis Sébastien Le Nain de Tillemont, Mémoires pour servir à l’histoire ecclésiastique des six premiers siècles justifiés par les citations des auteurs srcinaux , 2e. éd., París, Robustel, 1701-1712. Puede consultarse en http://archive.org; los textos que menciona d’Holbach corresponden en realidad a las páginas 47, 254255 y 458 del tomo II]. San Epifanio,Homil, XXXIV [en realidad, Panarium, sive Arcula adversus octoginta haereses , lib. II,
cap. XXVII, XXXVIII y LI, MPG, t. XLI, pp. 375-378, 655-656
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los que componían estos Evangelios, con el objetivo de darles más autoridad, los atribuyesen a los apóstoles o a sus discípulos, que en verdad no habrían tenido en ellos la menor participación. Una vez adoptada esta y 891-892]. El célebre Henry Dodwell afirma que hasta el reino de Trajano o de Adriano, es decir, más de cien años después de Jesucristo, no se hizo la colección o cánon de los escritos que componen el Nuevo Testamento.Estos escritos habían permanecido durante todo ese tiempo escondidos en los archivos de las Iglesias, manejados solamente por los sacerdotes que podían hacer de ellos lo que querían. 1689] Véase Dodwell, Dissertationes in Irenaeum[Oxford, ,H[enry] pág. 66 y siguientes. (Puede también agregarse la profunda obra de M. Fréret, publicada en 1766 con el título deExamen des Apologistes de la Religion Chrétienne [esta obra se atribuye en la actualidad a Jean Levesque de Burigny; está disponible en http://archive.org]). Por otra parte, es conocido que entre los Doctores de los primeros siglos del cristianismo se hallaban muchos piadosos falsarios, que para hacer valer su causa han dado por supuestos y fraguado Evangelios, leyendas, romances, palabra, obras donde estaban oráculos tan clarasdela sibilas; locura yenlauna falsedad que la Iglesia se vio obligada a desaprobarlas. Para convencerse de este hecho, no hay más que pasar la vista por la obra tituladaCodex Apocryphus Novi Testamenti,publicada por J. A. Fabricius en Hamburgo, 1719 [esta obra está disponible en http://archive.org en ediciones de 1743 (Fabricius) y 1832 (Thilo)]. La moda de hacer novelas evangélicas no parece haberse acabado definitivamente en la Iglesia Romana. Un jesuita, el P. Gerónimo Xavier , misionero en Persia, ha compuesto en lengua unaque historia ridícula de Jesús, de su Madre, y de persana San Pedro, se publicó en latín y en persa con el título deHistoria Christi persice, en 4to., Lugduni Batavorum, 1639. Todo el mundo conoce laHistoire du peuple de Dieu,publicada por el Padre [Isaac-Joseph] Berruyer [esta obra puede consultarse en http://archive.org]. Se sabe que en el siglo XIII los Frailes Menores compusieron un libro intituladoEvangile éternel [la idea del “Evangelio eterno” se encuentra vinculada a Joaquín de Fiore y los joaquinistas]. En una palabra, los
cristianos, sean ortodoxos o sean herejes, siempre se han
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idea por los cristianos simples y crédulos, ¿cómo impedir que pasase de siglo en siglo como incuestionable y quedase después como evidente, en particular en tiempos en que ya era imposible constatar ni los autores ni los hechos que referían? Sea como fuere, de entre unoscincuenta Evangelios que inundaron al cristianismo en sus comienzos, la Iglesia congregada en el Concilio de Nicea escogió sólo cuatro y desechó los restantes como apócrifos, si bien no contenían cosas más ridículas que los elegidos.11 Así pues, al cabo de tres siglos (en el año 325 de la era actual) los obispos decidieron que estos cuatro Evangelios fueran los únicos que debían considerarse ocupado piadosamente de engañar a los incautos. Algunos llegaron hasta atribuirle escritos a Jesús, como la carta escrita al Rey Abgaro [el dato aparece en Eusebio,Historia ecclesiastica , I, 13; una traducción de esta obra puede consultarse en http://escrituras.tripod.com] . Es bueno observar autores por la San Iglesia, como San Clemente que Romano, Sanaprobados Ignacio Mártir, Justino y San Clemente de Alejandría, citaron pasajes que no se encuentran en ninguno de los cuatro Evangelios admitidos al presente. Una vez que la religión cristiana quedó establecida y que fue adoptada por personas menos ignorantes que los primeros partidarios, los jefes de la Iglesia, temiendo hacerse ellos mismos despreciables, hicieron una selección entre las colecciones de fábulas que los inundaban, y declararon apócrifaslas obras que creyeron podían desacreditar a
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los autores quienes se atribuían. No obstante, estas obras respetables habían sidoaanteriormente admitidas y citadas por doctores menos delicados al respecto. Semejantes escritos, de los cuales tenemos todavía algunos, prueban el descaro de los que los fraguaban y la brutalidad de los primeros cristianos a quienes presentaban tales historias. [Andrew Hunwick, en su edición crítica deHistoire la critique de Jésus Christ, anota que este hecho es ficticio y que la cuestión de los Evangelios auténticos y apócrifos no se trató en el Concilio de Nicea; el srcen de la leyenda parece encontrarse en
un Synodikonanónimo del siglo IX. Cf. pp. 119-121, n. 31].
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como verdaderamente inspirados por el Espíritu Santo. Un milagro les hizo descubrir esta importante verdad, difícil de desenmarañar en tiempos tan distantes de los apóstoles. Se colocaron, dicen, mezclados unos con otros los libros apócrifos y los auténticos al pie de un altar, y los Padres del Concilio se pusieron en oración para conseguir del Señor que los libros falsos o dudosos quedasen abajo, mientras que los libros que fuesen verdaderamente dictados por el Espíritu Santo subiesen por sí mismos a colocarse sobre el altar, lo que precisamente sucedió. ¡Es por lo tanto de este milagro que depende nuestra fe! ¡A este milagro deben los cristianos la certeza deposeer los Evangelios puros y verdaderos y las memorias fieles sobre la vida de Jesucristo! ¡Es de aquí únicamente de donde les está permitido extraer los principios de sucreencia y las reglas de conducta que deben observar para procurarse la salvación eterna! De lo anterior se deduce necesariamente que la autoridad de los libros que sirven de base a la religión cristiana se funda únicamente en la autoridad de un Concilio, esto es, de una congregación de sacerdotes y obispos. Pero estos obispos y sacerdotes, jueces y parte de este negocio en el que estaban tan visiblemente interesados, ¿no han podido engañarse o engañarnos? ¿Está constatado el milagro que los hizo distinguir los tal Evangelios verdaderos los falsos? Y al no estarlo, como sucede, ¿existede algún otro signo capaz de diferenciar los escritos que debían admitirse de los que debían ser desechados? Se nos dirá que la Iglesia congregada en un Concilio general es infalible: la inspira entonces el Espíritu Santo y por consiguiente sus decisiones deben ser consideradas como las del mismo Dios. Siles pregun-
tamos dónde está la prueba de que la Iglesia goce de
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esta infalibilidad, nos responderán que el Evangelio así lo asegura, y que Jesucristo ha prometido formalmente asistir a su Iglesia con sus luces hasta la consumación de los siglos. A esto replicarán los incrédulos que la Iglesia o sus ministros se conceden estos derechos a sí mismos, puesto que su autoridad es la única que establece la autenticidad de los libros en los que su propio poder se encuentra establecido, lo cual es visiblemente un círculo vicioso. En una palabra, una asamblea de obispos y sacerdotes decidió que los libros que les atribuyen una autoridad infalible fueron divinamente inspirados. A pesar de semejante decisión, persisten algunas otras cuestiones acerca de la autenticidad de los Evangelios. En primer lugar, se podría preguntar si la decisión del Concilio de Nicea, compuesto de 318 obispos, debe ser considerada como la de la Iglesia universal. ¿Todos los individuos que componían esta reunión estuvieron completamente de acuerdo? ¿No hubo disputas entre estos hombres inspirados por el Espíritu Santo? ¿Su decisión fue unánimemente aceptada? ¿La autoridad secular de Constantino no tuvo mucho que ver en la admisión de los decretos de este famoso Concilio? Y en este caso, ¿no habría motivo para sospechar que el poder temporal habría contribuido más que el espiritual en la decisión dela autenticidad de los Evangelios? En segundo lugar, muchos teólogos concuerdan en que la Iglesia universal, aunque infalible en el dogma, puede errar en los hechos; ahora bien, es evidente que aquí se trata de un dogma que depende de hechos. Efectivamente antes de decidir si los dogmas contenidos en los Evangelios son divinos, es preciso saber, para que no haya dudas, si los cuatro
Evangelios adoptados fueron realmente escritos por
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los autores inspirados a quienes se les atribuyen, lo cual es visiblemente un hecho. Es necesario saber además si estos Evangelios nunca han sido alterados, truncados, aumentados, interpolados o falsificados entre las infinitas manos por las que pasaron enel transcurso de tres siglos, lo que también es un hecho. ¿Los Padres del Concilio pudieron garantizar y responder de manera infalible acerca de la probidad de todos los depositarios de estos escritos y de la exactitud de todos los copistas? ¿Estos Padres pudieron decidir de manera inapelable que durante un espacio tan prolongado de tiempo nadie incluyó cuentos maravillosos o dogmas desconocidos por los escritores que se suponían autores de los mismos? ¿La misma historia eclesiástica no nos enseña que desde el srcen del cristianismo hubo cismas, disputas, herejías y sectas innumerables, y que cada una fundaba igualmente su opinión en textos del Evangelio? En el mismo momento en que se celebraba el Concilio de Nicea, ¿no encontramos acaso a la Iglesia entera dividida acerca del artículo fundamental de la religión cristiana, es decir, acerca de la divinidadde Jesucristo? Mirando las cosas de cerca, veremos que el Concilio de Nicea fue el verdadero fundador de la religión cristiana, que hasta ese momento caminaba de manera azarosa, sin saber a qué atenerse: ignoraba si Jesús era un Dios, no tenía auténticosenylos carecía de una ley segura y unEvangelios cuerpo de doctrinas que confiar. Un número reducido de obispos y sacerdotes, muy pequeño en comparación con los que componían toda la Iglesia cristiana, e incluso con diferencias entre sí, decidieron sobre la cuestión más esencial para la felicidad de las naciones. Decidieron sobre la divinidad de Jesús;decidieron sobre la autenti-
cidad de los Evangelios; decidieron que, según estos
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mismos Evangelios, su propia autoridad debía considerarse infalible; en síntesis, decidieron la fe. Sin embargo, sus decisiones no habrían tenido suficient e fuerza de no haber sido apoyadas por la autoridad de Constantino; este príncipe hizo que prevaleciese la opinión de los aquellos Padres del Concilio que habían 12 y que lograron atraerlo por un tiempo a su partido entre la multitud de Evangelios y de escritos que inundaban al cristianismo no dejaron de declarar divinos a aquellos que juzgaron más acordes a sus opinio nes particulares o laa razón la facción dominante. En religión, del más fuerte es siempre la mejor.entre otras cosas, ¡He aquí, pues, la autoridad de un emperador decidiendo en última instancia sobre puntos capitales de la religión cristiana! Este emperador, muy poco seguro de su propia fe, resolvió hasta nueva orden que Jesús es un Diosconsustanciala su padre y forzó a que se admitan como inspirados los cuatro Evangelios que hoy tenemos entre las manos. Así pues, en 12
La historia eclesiástica prueba que Constantino después persiguió a San Atanasio, desterrándolo a Tréveris, y murió arriano: también su hijo Constancio vivió y murió en el misma secta. Aún más, el P. [Denys] Petau,jesuita, así como otros eruditos, creyó que antes del Concilio de Nicea la Iglesia era sociniana o arriana [véase D. Petau, Dogmata theologica, París, apud Ludovicum Vives, 1866, t. V,pp. 622624, en http://archive.org]; al respecto, por lo menos está claro quepor la palabraconsustancial adoptada y consagrada este Concilio, había, que sidofue proscrita y condenada por el Concilio de Antioquía, celebrado en contra del famoso Paulo de Samosata. Pero nuestros Doctores tienen el recurso de decir, con San Agustín, quelos mismos Concilios generales son corregidos por los Concilios posteriores: Ipsa plenario Concilia priora a posterioribus emendantur [San Agustín,De baptismo contra donatistas, II, iii, MPL, t. XLIII, p. 129]; o bien nos dirán con el cardenal de Cusa, quela Iglesia, cambiando de parecer, nos obliga a creer que Dios también lo cambia. ¡Es así
como el clero se burla de los cristianos!
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estas memorias adoptadas exclusivamente por algunos Padres del Concilio de Nicea, por ellos atribuidas a los apóstoles, o a testigos irreprochables inspirados por el Espíritu Santo, y por ellos propuestas como debiendo servir de regla a los cristianos, es donde vamos a buscar los materiales para nuestra historia. Las presentaremos con fidelidad; compararemos y confrontaremos las narraciones, muchas veces discordantes, que contienen, y veremos si los hechos que nos presentan son dignos de Dios y adecuados para procurar a los hombres las ventajas que de ellos esperan. Este examen nos pondrá en situación de juzgar sanamente acerca de la religión cristiana, del grado de confianza que se puede tener en ella, del valor que se debe dar a sus dogmas y lecciones y de la idea que nos podemos formar de Jesús, su fundador. Aunque para componer esta historia nos hayamos impuesto la regla de no valernos másque de los Evangelios, es decir, de los materiales aprobados por la Iglesia, sin embargo no pretendemos que agrade a todos, y menos aún que la Iglesia misma apruebe nuestro trabajo. Las comparaciones que haremos, las interpretaciones que debemos dar y las reflexiones que nos veremos obligados a presentar a nuestros lectores no serán siempre enteramente conformes a las miras de nuestros guías espirituales, que son en su mayoría enemigos decrítica todo examen. Pero trataremos de mostrarles que la da un nuevo brillo a la verdad; que rechazar todo examen es reconocer la debilidad de la propia causa; que no querer que se la discuta es reconocer que la misma es incapaz de ser sostenida por prueba alguna. Si se objeta que nuestras ideas se oponen a las decisiones de los Concilios, de los Padres y de la Iglesia
universal, responderemos que según los mismos libros
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sagrados la resistencia no siempre es un crimen, y para ello nos apoyaremos en el ejemplo de un apóstol a quien la religión cristiana debe lamayor gratitud, ¡qué digo!, a quien debe tal vez su existencia. Ahora bien, este apóstol se jacta dehaber resistido al gran San Pedro,13 el jefe visible de la Iglesia establecido por el mismo Jesucristo para apacentar su rebaño, y cuya infalibilidad es en consecuencia al menos tan probable como la de sus sucesores, e incluso como la de la Iglesia congregada en un Concilio ecuménico. Si se nos tilda de innovar, nos escudaremos con el ejemplo del mismo Jesucristo, que fue mirado como un innovador por los judíos tan obstinados en su antigua ley y que fue el mártir de la reforma que quiso introducir. No obstante, declaramos firmemente que no tenemos ningún deseo de imitarlo en este punto: queremos predicar, sí, pero excluyendo el martirio. Si la doctrina que presentamos no agrada, como el autor no pretende que se lo considere divinamente inspirado, deja a cada uno en plena libertad de desechar o admitir sus interpretaciones y su manera de ver las cosas. No amenaza con tormentos eternos a los que no acepten sus argumentos, ni tiene suficiente autoridad como para prometer el cielo a los que se sometan a ellos. No pretende ni molestar ni seducir a los que no piensen como él; en todo caso, sólo querría tranquilizar espíritu, dulcificar la hiel y calmar las pasiones deelestas personas celosas, siempre dispuestas a atormentar a sus semejantes por opiniones que no son igualmente concluyentes para todos. Se propone hacer sentir la ridícula crueldad de aquellos hombres sanguinarios que persiguen con extremo rigor a sus hermanos por unos dogmas que no comprenden
13
[Gálatas 2:11].
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mejor que ellos. Se atreve a pensar que los que lean este examen a sangre fría reconocerán que es posible dudar de la inspiración de los autores evangélicos y de la misión divina de un charlatán de Judea, sin dejar por esto de ser hombre de bien y racional. A los que pudieran irritarse con esta obra, les suplicamos que se detengan a considerar que la fe es un don del cielo, que la pobreza no es un vicioy que si los judíos no dieron crédito a las maravillas del Cristo, de quien fueron testigos, son dignos de ser perdonados quienes dudan acerca de él al cabo de dieciocho siglos, sobre todo considerando que estos prodigios son referidos por escritores a quienes el Espíritu Santo no tuvo a bien inspirar de manera uniforme ni hacer que se pongan de acuerdo unos con otros. En fin, los devotos ardientes tendrán la bondad de moderar por un momento su santo furor y permitir que la dulzura tan recomendada por su divino Salvador ocupe por un rato el lugar de ese celo amargo y ese espíritu de persecución que tantos enemigos atrae a la religión cristiana y a sus doctores. Que recuerden que si es a la paciencia o a la tolerancia que Cristo promete la posesión de la tierra,es de temer que poco a poco el orgullo, la intolerancia y la inhumanidad hagan detestar a los ministros de la Iglesia, y venga a quitarles el imperio que tienen sobre los espíritus, y que tan dulce les parece. Sique quieren reinar sobre hombres es menester demuestren razones, luces yrazonables, sobre todo virtudes más útiles que aquellas con las que el Evangelio infecta desde hace largo tiempo la sociedad. Jesús dijo del modo más terminante: bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra ;14 a menos que los intérpretes descubran que eso significa que es
14
[Mateo 5:4].
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necesario perseguir, exterminar y degollar a los que se trata de atraer. Si fuese lícito citar la máxima de un profano allado de la del hijo de Dios, traeríamos aquí la del profundo Maquiavelo, quien dijo:Los imperios se sostienen por los mismos medios con que seestablecen.15 Fue a fuerza de mansedumbre, de paciencia y de atenciones que los discípulos de Cristo lograron en un principio que se adoptara la religión cristiana; tampoco sus sucesores utilizaron la violencia, salvo cuando se vieron apoyados por tiranos devotos. Pasado aquel tiempo, elEvangelio de la paz se convirtió en señal de guerra: los discípulos pacíficos de Jesús, convertidos en guerreros implacables, se trataron mutuamente como bestias feroces y la pobre Iglesia se ha visto continuamente destrozada por las disidencias, los cismas y las facciones más crueles. Si el espíritu primitivo de paciencia y de dulzura no regresa pronto a socorrer a la religión, ésta corre el riesgo de hacerse objeto del odio de las naciones, que ya empiezan a reconocer que la moral es preferible a los dogmas oscuros y que la paz vale mucho más que los sacros furores de los ministros del Evangelio. No estará de más nada de cuanto se les diga para exhortarlos, por su propio bien, a la moderación. Que imiten a su divino Maestro, quien nunca se valió del 15
[Aunque esta expresión no parece encontrarse de manera literal en Maquiavelo, la idea coincide con lo que se sostiene, por ejemplo, en el capítulo VI deEl príncipe cuyo título es “De los principados nuevos que se adquieren con armas propias y con virtud” y donde Maquiavelo afirma “que en los principados totalmente nuevos, donde haya un nuevo príncipe, se encuentra, para mantenerlos, más o menos dificultad, según sea más o menos virtuoso aquel que los adquiere” (citamos según la edición de Antonio Tursi, Bue-
nos Aires, Biblos, 2003, p. 39)].
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poder de su Padre paraacabar con los judíos, de quienes tenía tan graves motivos de queja; no hizo descender del cielo ejércitos para establecer su doctrina, y prefirió entregarse a sí mismo albrazo secular antes que entregar a los incrédulos, a los cuales ni sus milagros ni sus valientes discursos pudieron persuadir. Aunque era depositario del poder del Altísimo; aunque fue evidentemente inspirado por su Espíritu Santo; aunque tenía bajo sus órdenes a todos los ángeles del paraíso, no vemos que hiciese grandes milagros sobre el entendimiento de sus oyentes: les permitió permanecer en su ceguera aunque había venido para iluminarlos. No dudamos de que una conducta tan sabia y prudente tuviese por objeto dar a entender a los pastores de su Iglesia (a los cuales no entendemos que delegase un poder de convencer y de convertir más eficaz que el que había tenido él mismo) que no es con la violencia como se familiariza al entendimiento con cosas increíbles, y que no es justo forzar a otros a comprender aquello que sin la gracia de lo alto tampoco se comprendería, o que, incluso con esa gracia, sólo se comprende de manera muy imperfecta. Pero ya es tiempo de terminar el prefacio, quizá demasiado extenso, de una obra que aun sin preámbulo podrá incomodar bastante al clero,y poner de malhumor a los devotos y sobre todo a las devotas. El ser justo mismo, haberautor, dichointentando bastante como paraconsigo considerarse concree derecho a que lo ataque una nube de escritores, obligados en virtud de su estado a rechazar los dardos y a defender bien o mal una causa que les interesa tanto. Espera ver después de su muerte su libro cruelmente denigrado, su reputación despedazada y sus argumentos hechos pedazos o mutilados.Entonces oirá cómo lo tra-
tan de impío, de blasfemo, de Anticristo,y tendrá el
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disgusto de verse cargado con todos los títulos que los ladradores de Israel acostumbran prodigar a aquellos que los inquietan. No por eso dormirá menos; pero como podría muy bien suceder que su sueño le impida entonces contestar, cree su deber advertir desde ahora a sus piadosos antagonistas queinjurias no son razones. Aún más: les lega un consejo caritativo al cual los defensores de la religión no suelen prestarle suficiente atención. Les advierte que si en sus eruditas refutaciones no llegan a resolver completamente todas las objeciones que se les oponen, nada habrán hecho en pro de su causa. Los defensores infalibles de una religión en la que se asegura que todo es inspirado por Dios están obligados a no dejar un solo argumento rezagado y deben convencerse de queresponder a un argumento no es aniquilarlo. No pueden dejar de tener presente que una sola falsedad, un solo absurdo, una sola contradicción, o apenas una equivocación bien demostrada en el Evangelio, bastarán para hacerlo sospechoso, y aun para echar por tierra la autoridad de un libro que debe ser perfectísimo en todos sus puntos si es ciertamente obra de un Ser infinitamente perfecto. Un incrédulo, nosiendo más que un hombre, tiene derecho algunas veces a razonar muy mal; a Dios, o a los órganos que Dios escoge, no se les puede permitir en cambio contradicciones ni errores.
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CAPÍTULO PRIMERO Cuadro que representa al pueblo judío y a sus profetas. Examen de las profecías relativas a Jesús.
Si echamos una mirada, por ligera que sea, sobre la historia de los judíos, tal como sus sagrados libros nos la han transmitido, nos veremos obligados a reconocer que este pueblo fue siempre el más ciego, el más crédulo, el más supersticioso y el más insensato de cuantos hayan aparecido sobre la tierra. Moisés, a fuerza de milagros o engaños, consiguió subyugar a los israelitas, y después de haberlos librado de las cadenas de los egipcios los ató a las suyas. Este famoso legislador, en los escritos e instituciones que se le atribuyen, no se propuso evidentemente otra cosa que someter a los hebreos a sus propios fines y, una vez que él no estuviera, a los de su familia y de su tribu. En efecto, queda claro que toda la economía mosaica no tuvo jamás otro blanco que entregar al pueblo de Israel a la tiranía y a las extorsiones de los sacerdotes y levitas, a quienes la ley, promulgada en nombre del Eterno, autorizaba a devorar al restoEn deluna pueblo y aplastarlo bajo un yugo insoportable. palabra, el pueblo escogido de Dios no parece haber estado destinado sino a ser presa del sacerdocio, a satisfacer su avaricia y ambición, a ser el instrumento y la víctima de sus pasiones. Como consecuencia de su misma ley y de la política de sus sacerdotes, el pueblo de Dios permaneció siem-
pre en una ignorancia profunda, en una superstición
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vil, en una asocial y feroz aversión hacia los demás hombres, en un odio inveterado hacia todos los otros cultos, en una intolerancia bárbara y sanguinaria hacia las religiones extranjeras. Así es que todoslos pueblos vecinos de los hebreos fueron sus enemigos; y si esta nación santa fue objeto del amor del Todopoderoso, lo fue también del desprecio y horror de todos cuantos tuvieron oportunidad de conocerla. Gracias a sus instituciones religiosas y al cuidado de sus sacerdotes, esta nación salvaje jamás pudo civilizarse: se mantuvo siempre sumida en la más absoluta ignorancia, y nunca tuvo otro impulso que el fanatismo ni otra aptitud que hacerse daño a sí misma y servir a ciegas al capricho de los sacerdotes, adivinos y hechiceros que sacaban partido de su credulidad para revelarle prodigios y avivar su delirio.16 Bajo la conducción de Moisés y de los generales o jueces que lo gobernaron después de él, el pueblo judío sólo se destacó por sus masacres, por sus guerras injustas, por sus crueldades, usurpaciones e infamias; todo lo cual le era ordenado en nombre del Eterno. Cansado del gobierno de sus sacerdotes, que no le 16
Josefo mismo nos transmite la idea que se tenía de su nación, a saber, quelos judíos eran los más estúpidos de los bárbaros y que no habían inventado cosa alguna útil a la vida. Véase Flavio Josefo, lib.des II (yanciens el librosurpublicado hace poco con esteContra título: Apión, a Opinions les Juifs). ¡Y pesar de esto aún se encuentran eruditos tan obcecados como para pretender que los griegos tomaron gran número de ideas filosóficas y teológicas de los judíos! [La cita de Josefo se encuentra en el libro II, cap. 15: Vol. 4, p. 497 de la traducción inglesa,Complete Works of Josephus, publicada en Nueva York en 1800 que puede consultarse en http:// archive.org. En cuanto a la otra obra que se cita,Opinions des anciens sur les Juifs , su autor fue Jean-Baptiste de Mirabaud
y se encuentra en http://gallica.bnf.fr].
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trajo sino desgracias y derrotas sangrientas, este pueblo pidió reyes; pero bajo tales príncipes las disputas entre el sacerdocio y el imperio desgarraron continuamente al Estado. La superstición quiso dominar la política, y los profetas y sacerdotes pretendieron reinar sobre los reyes. Éstos fueron despreciados por el Señor, y por consiguiente desconocidos y combatidos por sus propios vasallos toda vez que no fueron lo bastante sumisos a los quese decían intérpretes del cielo. Amos y señores del espíritu de la nación, los fanáticos e impostores estuvieron muchas veces apunto de sublevarla y provocar en su seno las más terribles revoluciones. Las intrigas de los profetas fueron las que despojaron de la corona a Saúl y la traspasaron a David, este hombre según el corazónde Dios, es decir, muy adicto a la voluntad de los sacerdotes. Los profetas fueron los que para castigar la deserción de Salomón en la persona de su hijo causaron la división de los reinos de Judá y de Israel.17 Los profetas fueron los que sembraron la discordia perpetua entre ambos reinos, los quelos debilitaron mutuamente, los que los desolaron con las guerras de religión y los condujeron a la ruina total, a la diáspora de sus habitantes y al prolongado cautiverio entre los asirios. Tantas calamidades no abrieron los ojos de los judíos, que se obstinaron en desconocer el verdadero srcen dede susCiro, males. Restituidos a sus gobernados hogares porpor la bondad fueron nuevamente sacerdotes y profetas cuyas máximas los volvieron turbulentos, ganándose así el odio de los soberanos que los sojuzgarán; y hasta los príncipes griegos trataron con la mayor dureza a un pueblo al que los oráculos de sus profetas y sus promesas habían hecho
17
[1 Reyes 11:30-33 y 1 Reyes 12:15-24].
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siempre rebelde e indomable. Finalmente, este pueblo llegó a ser presa de los romanos, cuyo yugo arrastró bramando y contra el cual algunos impostores se rebelaron con frecuencia, por lo cual los romanos, cansados por sus reiteradas sublevaciones, acabaron destruyéndolo completamente. Tal es, en pocas palabras, la historia del pueblo judío. Es el más memorable ejemplo de las desgracias que pueden acarrear la superstición y el fanatismo. En efecto, es evidente que las revoluciones continuas, las guerras más sangrientas y la destrucción total de esta nación no han tenido otra causa que su ilimitada credulidad, su absoluta sumisión a los sacerdotes, su exaltación y su furibundo celo, inflamados por los profetas. En una palabra, al leer la Biblia es preciso convenir que el pueblo de Dios, merced al carácter maligno de sus guías espirituales, ha sido sin duda el 18 pueblo más desgraciado de cuantos han existido. Entretanto, las promesas más solemnes deJehová parecían asegurar a este pueblo un imperio floreciente y poderoso. Este Dioshabía hecho una alianza eterna con Abraham y su descendencia;19 pero los judíos, lejos de recoger el fruto de esta alianza, lejos de gozar 18
El autor ha probado todas estas verdades en una obra titulada L’esprit du Judaïsme [L’esprit du Judaïsme, ou examen raisonné la loi de Moïse de son influence sur la religion 1770]etque puede considerarse como chrétienne,de(Londres), la introducción de ésta. El emperador Juliano, en su Discurso contra los cristianos,conservado por San Cirilo, compara la triste situación del pueblo judío, tan favorecido por la providencia, con el estado floreciente de las otras naciones [El tratadoContra los galileosde Juliano el Apóstata, reconstruido a partir de los pasajes citados por Cirilo de Alejandría en su Contra Julianum, puede consultarse en una traducción inglesa de 1923 en http://www.tertullian.org].
19
[Génesis 22:15-18].
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de la felicidad que les habían prometido, vivieron siempre en el infortunio, y fueron, aún más que todas las naciones, el juguete de revoluciones espantosas. Sin embargo, tamañas desgracias no los hicieron más sensatos, y la experiencia de tantos siglos no les impidió volver a fiarse de oráculos tantas veces desmentidos. Cuanto más desgraciados se veían, más se obstinaban en su credulidad; y ni siquiera la destrucción de su nación los hizo dudar ni de la bondad de su ley, ni de la sabiduría de sus instituciones, ni de la veracidad de los profetas que se sucedían uno tras otro, ya sea para amenazarlos en nombre del Señor o para reanimar sus frívolas esperanzas. Fuertemente convencido s de que eran lanación santa y escogida por el Altísimo, y la única digna de sus favores, a pesar de tantas miserias se persuadían siempre de que su Dios no podía haberlos abandonado; esperaban con constancia el cese de sus penas y se prometían una20liberación que oráculos oscuros les vaticinaban. Apoyados en estas nociones fanáticas, se encontraban a toda hora dispuestos a escuchar atentamente a cualquiera que se anunciara como iluminado por el Altísimo, corrían apresurados detrás de cualquier personaje singular que alimentara su esperanza, seguían a todo el que tenía el secreto y la habilidad de sorprenderlos por medio de ilusiones, que su estupidez les hacía considerar como milagros, como cosas sobrenaturales y signos indudables del poder divino. Dispuestos a ver lo maravilloso hasta en los sucesos más naturales, cualquier impostor medianamente diestro estaba en situación de engañarlos, y podía tener la certeza de conseguir partidarios, especialmente entre el pueblo, que en todas partes carece de experiencia y de luces.
20
[Daniel 7:14, por ejemplo].
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Fue en medio de un pueblo de tal modo predispuesto que apareció elpersonaje cuya historia escribimos. Muy pronto encontró sectarios entre los hombres del populacho más bajo y secundado por ellos, tal como era costumbre, predicó ante sus conciudadanos la necesidad de reformarse,obró prodigios y se dijo enviado de la Divinidad, fundando su misión sobre todo en predicciones vagas, oscuras y ambiguas, contenidas en los libros santos de los judíos; aplicándoselas a sí mismo, dijo que era elMesías o enviado, el liberador de Israel, que desde hacía tantos siglos la nación esperaba. Sus discípulos, sus partidarios y posteriormente sus sucesores encontraron la forma de que las antiguas profecías que másparecían convenirle se acomodaran a su maestro. Los cristianos dóciles y llenos de fe tuvieron la fortuna de ver al fundador de su religión anunciado del modo más evidente en todo el Antiguo Testamento, y sus doctores, a fuerza de alegorías, de figuras, interpretaciones y comentarios, les hicieron ver enesta compilación informe todo cuanto les interesaba que viesen. Cuando los pasajes tomados al pie de la letra no se amoldaban a sus intenciones, suponían entonces en ellos un doble sentido, y pretendían que no se los debía entender literalmente, sino darles un sentido místico, alegórico, espiritual. En consecuencia, para explicar estas supuestas se sustituyó muchas vecespara un nombre predicciones por otro, se desechó el sentido literal adoptar el figurado, se cambió el significado más natural de las palabras, se aplicaron pasajes idénticos a sucesos opuestos, se quitaron los nombres de algunos personajes claramente designados para poner en su lugar el de Jesús; en fin, no se avergonzaron de hacer el abuso más chocante de los principios
del lenguaje.
56
El capítulo III del Génesis nos ofrece un ejemplo del modo que tenían los doctores de la religión cristiana de alegorizar los pasajes de la Escritura, es decir, de retorcerlos para aplicarlos a Jesucristo. En él, Dios dice a la serpiente acusada de haber seducido a 21 la mujer: La simiente de la mujer te quebrará la cabeza. Esta profecía parece tanto más difícil de aplicar a Jesucristo, cuanto que está seguida de estas palabras:Y tú le morderás el talón.Es muy difícil comprender de qué modo esta simiente de la mujer deba entenderse como Jesucristo. Si era el hijo deDios o el mismo Dios, no podía provenir de la simiente de la mujer; y si era sólo hombre, no se lo ve designado de una manera particular con estas palabras, puesto que todos los hombres sin excepción provienen de la simiente de la mujer. Según nuestros intérpretes, la serpientees el pecado, y la simientede la mujer que lo destruye es Jesús encarnado en el seno de María. No obstante, después de la venida de Jesucristo el pecado representado por la serpiente subsiste todavía; de modo que bien se podría concluir que Jesucristo no lo ha destruido, y que por consiguiente la predicción no se ha cumplido ni literal ni alegóricamente. En el capítulo XXII del Génesis, Dios promete a Abraham que todas las naciones de la tierra serán bendecidas en su descendencia.22 Los hebreos llaman bendiciones a lo que llamamos prosperidad; y si Abraham y sunosotros descendencia gozaron deuna felicidad constante, no fue sino por muy poco tiempo. Por el contrario, los hebreos pronto llegaron a ser esclavos de los egipcios, y después, como seha visto, el pueblo más desventurado de la tierra. Por esto los cristianos 21
[Génesis 3:15].
22
[Génesis 22:15-18].
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dieron un sentido místico a esta profecía, y pusieron el nombre de Jesucristo en lugar delde Abraham.23 Es en él, pues, que serán bendecidas todas las naciones, y las ventajas de que gozarán serán persecuciones, calamidades y desgracias de toda especie; también los discípulos, así comoel Maestro, sufrirán tales dolorosos suplicios. Vemos aquí que, según nuestros intérpretes, la palabrabendiciones ha cambiado enteramente de sentido, no significando de modo alguno prosperidad, sino por el contrario lo que en el lenguaje ordinario sedenomina maldiciones, infortunios, tormentos, turbulencias, divisiones, guerras de religión, en una palabra todas las calamidades con que las naciones cristianas han sido continuamente bendecidas desde el establecimiento de la Iglesia.24 Pero los cristianos creen ver más formalmente anun ciado a Jesús en el capítulo XLIX del Génesis, cuando el . El patriarca Jacob promete el poder soberano a Judá cetro –dice– no será quitado de Judá, ni el legislador de sus pies, hasta que Silhó venga, y cerca de él se reúnan los pueblos. Así es como muchos intérpretes traducen el versículo 10 de dicho capítulo. Otros, sin embargo, han traducido: La autoridad estará para siempre en Judá, cuando el Mesías haya venido.Otros leen:La autoridad estará en Judá hasta que el Enviado reciba en Silhó el poder soberano. Otros lo entienden de esta manera:El pueblo de Judá estará en la aflicción que el del de Señor a terminarl otros enhasta fin:hasta queEnviado la ciudad Silhóvenga sea destruida . a; y Tanta variedad en las traducciones de un mismo texto ya debe hacer muy sospechosa esta profecía. 1º. Se ve que no es posible determinar la significación de la palabra Silhó, ni saber si es el nombre de un hom23
[Hechos 3:25-26].
24
Véase el cap. XVIII de la presente obra.
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bre o de una ciudad. 2º. Está probado por los libros santos, admitidos igualmente por los cristianos, que el poder soberano salió de Judá, puesto que se extinguió durante la cautividad de Babilonia, sin que se haya restablecido después. Si se pretende que Jesús vino a restablecer el poder de Judá, diremos que, por el contrario, en tiempos de Jesús Judá estuvo sin autoridad, puesto que Judea estaba sometida a los romanos. Nuestros doctores, empero, aún tienen el recurso de la alegoría. Según ellos, el poder de Judá fue el poder espiritual de Jesucristo sobre los cristianos, designados aquí como Judá. Estos mismos doctores ven igualmente a Jesucristo anunciado por Balaam, que no obstante sólo era un falso profeta. Véase cómo se explica en el capítulo XXIV de Números: El que ha oído la palabra de Dios, y que sabe la ciencia del soberano, que havisto la visión del Omnipotente, que duerme y tiene losojos abiertos, dice: yo lo veré, pero no ahora; yo lo miraré, pero no de cerca. Una 25estrella ha salido de Jacob y un cetro se ha levantado de Israel . En este galimatías ininteligible pretenden los cristianos que se vislumbra una predicción clara del fundador de su religión. Él es la estrella porque su doctrina luminosa ilustra todos los entendimientos. El cetro que se levanta de Israel es la cruz de Cristo, con la que derrotó al Demonio, pero que, a pesar de ser vencido, no deja de de reinar aún sobre la tierra y de hacer inútil el triunfo Jesucristo. Pero de todas las profecías contenidas en el Antiguo Testamento, ninguna han hecho valer más los doctores cristianos que la del versículo 14 del cap. VII de Isaías: Una virgen, o una joven (porque la palabra hebrea significa lo uno y lo otro)concebirá y dará a luz
25
[Números 24:16-17].
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un niño, y le pondrá por nombre Emmanuel.Para encontrar a Jesucristo en esta predicción, es necesario estar convencido en primer lugar de que estavirgen o joven es María; y en segundo lugar, que no haya duda de que el nombre Emmanuel corresponde a Jesús. Se ha objetado y se objetará siempre contra esta profecía que basta leer el capítulo de Isaías de donde se ha sacado el pasaje para persuadirse de que el Profeta se refiere a Ajaz, rey de Judá. En efecto, este príncipe aparece allí consternado por la venida de Rasón y Faceo, reyes de Siria y de Israel, que con todas sus fuerzas reunidas iban a atacar sus estados. Isaías pues lo anima haciéndole ver que aún tiene fuerzas y le promete la asistencia del Señor, algo que todos los profetas hacían siempre a favor de su propio partido. Como garantía de estas promesas, Isaías dice a su rey que le pida una señal; pero el príncipe, acobardado, contesta que no quiere tentar al Señor.26 A pesar de ello, el profeta, que quiere convencerlo, leanuncia una señal: Una mujer joven, le dice, concebirá y parirá un hijo que se llamará Emmanuel.Ahora bien, el siguiente capítulo nos revela quién era esa mujer joven: la mujer del mismo Isaías: Yo elegí, dice, testigos fieles y me acerqué a 27 Así la profetisa, la cual ha concebido y dado a luz a un hijo. pues, la simple lectura de este texto parece otorgar la victoria a los incrédulos que pretenden que esta pro-
fecía de ninguna manera esaplicable a Jesucristo; pero los teólogos tienen el derecho exclusivo de hacer las interpretaciones del modo más favorable a sus miras, incluso dejando de lado el voto de San Mateo, quien, como lo decidieron sin apelación posible los Padres del Concilio de Nicea, estaba divinamente inspirado. 26
[Isaías 7:10-12].
27
[Isaías 8:3].
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Continuando con la lectura de Isaías, se encuentra otro pasaje favorable a ambos partidos.Un niño nos ha nacido, dice el Profeta, el dominio será colocado sobre sus hombros.28 Si el niño o infante profetizado por Isaías nació en su tiempo no se puede decir que el Profeta habló de Jesucristo, que nació en siglos posteriores; por otra parte, el nacimiento de Jesús, habiendo de suceder tantos años después, no podía ser una señal de liberación para Ajaz, a quien tan de cerca acosaban sus enemigos. Esto objetan los incrédulos; pero se les responde que los profetas hablaban de los sucesos futuros como si fuesen o pretéritos o presentes, respuesta a la que sólo le falta fundarse en pruebas. Se añade incluso que el nacimiento del hijo de Isaías no era más que figura del de Jesucristo, de quien por otra parte se asegura que era el único al que podía corresponder el dominio sobre los hombrosque allí se menciona y en el cual nuestros doctores ven muy claramente indicada la cruz que Jesucristo llevó sobre sus hombros camino al Calvario. Es así como nuestros intérpretes tienen la dicha de ver el signo del dominio, o del imperio, en una cosa que parece a ojos menos iluminados signo de suplicio, de debilidad y de esclavitud. Acerca de lo que acabamos de decir, podemos observar incluso que en el sistema delos cristianos no hay alguna de que profecía relación necesidad en todas sus partes con una el asunto o eltenga hecho al que se aplica. Los autores sagrados no toman para citar una profecía más que un pasaje, una frase aislada, y aun a veces una sola palabra que se pueda adaptar a la materia de que tratan, sin molestarse en ver si lo que precede o sigue a la cita que toman tiene o no
28
[Isaías 9:5].
61
relación con las cosas de que hablan. Así, vemos que en el ejemplo presente, queriendo Mateo citar a Isaías y aplicar una profecía a Jesucristo, no toma del profeta sino estas palabras aisladas:Una virgen o una joven concebirá, etc. porque para el caso no le hacía falta más.29 Según este evangelista, Maríahabía concebido virgen y, dado que Isaías había dicho que una virgen o mujer joven iba a concebir, concluyó de allí inmediatamente que la concepción de Jesucristo fue profetizada por Isaías. Tan vaga relación bastó a Mateo y a todos los cristianos para en creer su legislador estaba visiblemente aludido esaque profecía. Siguiendo tan extraño método han alegado también la autoridad de Isaías para probar que Jesús era el Mesías prometido a los judíos. En el capítulo 50, este profeta describe de un modo muy patético las desgra30 y desde cias y tormentos de su compañero Jeremías, hace mucho tiempo también esta profecía se ha intentado aplicar al Cristo. Lo han expresamente de dolores lado en esehombre delvisto que habla Isaías enseñadi31 cho pasaje, pasaje al que han interpretado, por lo tanto, como una narración fiel y circunstanciada de la pasión de Jesús más que como una predicción. En esto no ha estado de acuerdo la sana crítica, la cual ha reconocido que en dicha historia sólo se hablaba de Jeremías. En cualquier caso, para no privarse de los reron queque cursos en puede relación proveer con lasunprofecías pasaje tan cabe útil,larelación decidieindirecta: por este medio, aun conviniendo que la descripción de Isaías tenía a Jeremías por objeto inmediato, se sostiene por principio que Jeremías era la figura o el tipo de Jesucristo. No quiere decir esto que 29 30
[Mateo 1:23]. [Isaías 50:6-7].
31
[Isaías 53:3].
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haya perfecta conformidad entre la vida de unoy otro, sino que en la religión cristiana, para la correspondencia de los paralelos no se necesita una conformidad acompañada de las debidas coincidencias. Esta manera de razonar, peculiar de la religión cristiana, siempre le fue muy cómoda. San Pablo, especialmente, así como la mayor parte de los primeros predicadores del cristianismo, y después los Padres y doctores de la Iglesia, se sirvieron con éxito de tan raro método para probar susistema. Según ellos, todo en la ley antigua era a imagen de la nueva; los personajes más célebres del Antiguo Testamento prefiguraban proféticamente a Jesucristo y a su Iglesia.Abel, asesinado por su hermano,32 fue figura profética de Jesús entregado a la muerte por los judíos. El sacrificio de Isaac,33 que no se llevó a cabo, fue a imagen del que se consumó en la cruz. Las historias y predicciones que habían tenido visiblemente por objeto a Abraham, Isaac y Jacob, a Moisés, Josué, Samuel, David, Salomón, Jeremías, Zorobabel y otros personajes antiguos, se aplicaron a Jesucristo. Su muerte fue representada por la sangre de los machos cabríos y toros.34 En una palabra, con ayuda de las alegorías, toda la historia antigua de los judíos no sirvió más que para anunciar los sucesos de la vida de Cristo y la historia del establecimiento de su religión. Adoptando este estilo detodo interpretación, es fácil encontrar en las Escrituras lo que se necesita. Sería inútil discutir aquí la famosa profecía de las setenta semanasde Daniel,35 en la que los doctores cristianos consideran la venida delCristo clarísimamente 32 33 34
[Génesis 4:1-8]. [Génesis 22:1-14]. [Hebreos 9:13].
35
[Daniel 9:24-27].
63
anunciada. Es cierto que si Daniel o sus editores hubiesen tenido el cuidado de especificar la naturaleza de tales semanas, habrían ahorrado no pocas fatigas a los intérpretes y esta predicción hubiera podido ser un gran recurso para la religión cristiana. En efecto, los críticos más hábiles reconocen que se encuentran muy confundidos cuando se trata de fijar el principio o el fin de estas setenta semanas: jamás se hanpodido poner de acuerdo acerca de este punto ni establecer entre ellos una fecha precisa, que todavía nosfalta, en relación con el gran acontecimiento de la venida del Mesías. Se sabe que los judíos usaban semanas de días, semanas de semanas y semanas de años, y la Biblia de Lovaina sólo por unaaventurada conjetura se atreve a decir que las semanas de las que habla Daniel son de años.36 Esta suposición, sin embargo, no aclara el asunto, porque el cálculo de la tabla cronológica que los doctores de Lovaina han publicado no nos da más que 343 años corridos entre el momento en que hacen comenzar sus semanas y el de la muerte de Jesús. Por otra parte, no faltan críticos que han creído que esta predicción es un añadido posterior al texto de Daniel en favor de Jonatán Maccabeo. En cualquier caso, lo que más nos lleva a pensar acerca del poco fundamento de la profecía de Daniel es el número prodi37 gioso de comentarios que se han hecho sobre ella. 36
37
[Cf. Daniel 9:2. Andrew Hunwick afirma que esta referencia es inexacta y que la Biblia mencionada no hace comentario alguno sobre la profecía de las setenta semanas]. El célebre Anthony Collins compuso en inglés dos obras curiosas y profundas A [ Discourse on the Grounds and Reasons of the Christian Religion, Londres, 1724, yThe Scheme of Literal Prophecy considered: a Reply to Bishop Samuel Chandler , Londres, 1727], en las cuales ha probado con la mayor claridad que ninguna de las profecías del Antiguo Testamento se
puede aplicar literalmente a Jesús. (No hace mucho que se
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Visto esto, sin detenernos más en profecías ininteligibles de los mismos que las citan a su favor, pasemos a la vida de Jesucristo, y veamos si es más adecuada para confirmar al cristiano en su religión.
publicó en francés un extracto de estas obras Collins, bajo el título deExamen des Prophéties quidos servent dede fondement à la Religion Chrétienne, Londres, 1768, en 8vo. [esta traducción al francés sería obra del propio d’Holbach]). Tenemos también muchos escritos sólidos compuestos por los judíos, y entre otros, dos tratados:Liber Nizzachon vetus[publicado en 1644, redactado probablemente en el siglo XIII] y Munimen fidei [o Chizzuk emunah, libelo compuesto en el siglo XVI por Isaac Abraham Troki], que se hallan en la colección tituladaTela ignea Satanæ,publicada por [Joahann Christoph] Wagenseil un volumen 4to.,título Altdorf, 1681.à Se puede agregar otraenobra que tieneenpor Philippi Limborch, de Veritate Religionis Christianæ amica collatio cum erudito Judaeo, en 4to. [Gouda, Hoeve, 1687]. En fin, se encontrará el sentido natural de las profecías judaicas en un tratado curioso del judíoIsaac Orobio,en el que esta materia está sabiamente tratada. Dicha obra, de la que existen manuscritos, se titula Israël vengé, ou exposition naturelle des Prophéties que les Chétiens appliquent a Jésus [puede consultarse en http://books.google.com.ar en la edición de 1770, que
estuvo a cargo de d’Holbach].
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CAPITULO II Del nacimiento de Jesucristo
Todas las profecías consignadas en los libros santos, o esparcidas entre los judíos por tradición, consistían en hacerles esperar el retorno del favor del Todopoderoso; Dios les había prometido un liberador, un enviado, unMesías, que restablecería el poder de Israel.38 Este liberador debía salir de la raza de David, príncipe según el corazón de Dios,tan sumiso a los sacerdotes y tan celoso por la religión. Sin duda que para recompensar la devoción y docilidad de este santo usurpador, los profetas y sacerdotes colmados de sus beneficios le prometieron, en nombre del cielo, que su familia reinaría siempre. Aunque esta célebre predicción se desmintió posteriormente en la cautividad de Babilonia y en los tiempos que le siguieron, no por eso los judíos de entonces dejaron de seguir siendo tan crédulos como sus antepasados ni de permanecer en la misma esperanza, persuadiéndose de que era imposible queengañarlos. sus profetas y adivinos hubieran podido o querido Porconsiguiente se imaginaron que sus oráculos tarde o temprano debían verificarse, y que al fin se vería a un descendiente de David reponer el honor de la nación. Para conformarse con estas predicciones populares, los escritores de los Evangelios tuvieron buen
38
[Daniel 7:14].
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cuidado en tejer una genealogía de Jesucristo a través de la cual pretendían probar que descendía por línea directa de David, y por consiguiente que ya por su nacimiento tenía derecho a optar a la cualidad de Mesías. Sin embargo, la crítica no ha dejado de objetar tal genealogía, y a los que no tienen fe les ha sorprendido no poco que el Espíritu Santo la haya dictado de manera distinta a los dos evangelistas que nos la han referido. Efectivamente, como se ha observado ya infinitas veces, la genealogía dada por Mateo es muy diferente de la de Lucas, diferencia que ha puesto a los intérpretes cristianos en grandes apuros, de los cuales no los ha podido salvar toda su sutileza. Nos dicen que una de estas genealogías es la de José; pero aun cuando supongamos que este José es de la raza de David, un cristiano no puede creer que fuese el verdadero padre de Jesucristo, porque su religión lo obliga a creer firmemente que Jesús es el hijo de Dios. Dicho esto, hay que pensar que ambas genealogías, aunque diferentes entre sí, son las de María; en tal caso, sin embargo, el Espíritu Santo se ha engañado en una de ellas, y los incrédulos tendrán siempre ocasión para quejarse de la poca exactitud de los autores a quienes él se ha dignado inspirar. Así pues, por cualquier lado que se examine, una de las dos genealogías de los Evangelios resultará defectuosa e incompleta, descendencia de Jesús débilmente atestiguada. yEllapunto no es menor, y merece cierta atención si se tiene en cuenta que es evidentemente sobre este nacimiento ilustre que debían fundarse los derechos del Mesías en relación a los judíos. Sea como fuere, pasaremos a examinar la serie de acontecimientos que precedieron y acompañaron el nacimiento del Cristo; acontecimientos que sólo un
evangelista nos ha transmitido y que los demás han
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referido sólo ligeramente por más que se tratara de circunstancias tan maravillosas como importantes. Mateo, satisfecho de su genealogía, habla muy poco del modo sobrenatural con que Jesús fue formado en el seno de su madre. La palabra de un ángel visto en sueños basta a José para asegurarse acerca de la virtud de su esposa, y adopta de inmediato al infante que ella lleva en su vientre sin la menor dificultad. Marcos no hace mención alguna de esta memorable aventura, y Juan, que hubiera podido adornar este suceso con la ayuda desu teología mística y platónica, o más bien embrollarlo de tal modo que quedase al abrigo de los ataques de la crítica, no dice una palabra, con lo que nos vemos reducidos a valernos solamente de los materiales que nos ha dejado San Lucas. Siguiendo a este evangelista, Isabel, pariente de 39 se María y mujer de un sacerdote llamado Zacarías, hallaba en el sexto mes de embarazo “cuando el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, para visitar a unavirgen desposada con un varón de la casa de David, y esta virgen se llamaba María. Habiendo entrado el ángel adonde estaba, dijo: Dios te guarde, oh llena de gracia: el Señor es contigo, y tú eres bendita entre las mujeres. Cuando ella lo oyó, se turbó con tales palabras pensando qué saludo podía ser ése. El ángel le dijo: No 39
Algunos críticos han sacado de este parentesco de Isabelcon la Virgen Maríauna prueba de que ésta no era de la línea de David, porque Isabel, para casarse con un sacerdote y sabiéndose que entre los judíos no se casaban sino cada uno en su tribu, debía ser de la tribu de Leví. En este caso, María, que era su pariente, debía ser también de la tribu de Leví ,y no de la de Judá, de la cual era David. Además, San Agustín nos dice que en su tiempo muchas obras, a las que él califica de apócrifas, decían: María de la tribu de Leví. V. Lib. 23,
contra Faustum,cap. 9 [MPL, t. XLII, pp. 471-472].
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temas, María, porque has encontrado la gracia ante Dios. Concebirás en tu seno y parirás un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Entonces dijo María al ángel: ¿Cómo será esto? Porque no conozco varón alguno. El ángel le respondió: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo. Y por eso el santo que nacerá de ti será llamado hijo de Dios… Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; que se haga en mísegún vuestra palabra. A continuación el ángel se apartó de ella”.40 Así concluye el texto, que nada tiene de maravilloso. No hay cosa más sencilla que esta narración, y por poco que se reflexione sobre ella se verá desaparecer lo aparentemente extraordinario. Encontraremos, sí, que se tuvo el mayor cuidado de no herir el pudor de las personas jóvenes que pudiesen leerla. Un ángel entra en la habitación deMaría, cuyo esposo está ausente, y la saluda, esto es, lehace un cumplido a estilo del país, que traducido según el uso nuestro podría ser equivalente a este:¡Buenos días, mi querida María! ¡Os encuentro adorable! ¡Qué atractivos!¡Qué gracias! Sois a mis ojos la más bella de las mujeres y vuestros encantos justifican mis palabras. Coronad pues mis ardientes deseos. No temáis el resultado de vuestracondescendencia. Si es por vuestro marido, él es un ignorante, al cual por medio de visiones y sueños se le puedehacer creer cuanto se quiera. Él es tan efecto buen hombre quemirará, en todo; caso, vuestra preñez como de un milagro del Altísimo adoptará a vuestro hijo, y todo saldrá perfectamente.María, confiando en estas palabras y poco acostumbrada arecibir cumplidos semejantes por parte de su esposo, le responde:Pues bien, me rindo, y contando con vuestra habilidad y promesa disponed de mí como gustéis.
40
[Lucas 1:26-38].
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Nada más fácil que separar deeste relato de Lucas lo prodigioso de lo que nos pudiera avergonzar. El acontecimiento de la preñez de María entra en el orden natural de las cosas; y, si en lugar del ángel colocamos a un joven, el pasaje del evangelista nada tiene de increíble.41 Efectivamente, no han faltado doctos 41
La cualidad deángel que el evangelista da aGabriel no nos debe detener; esta dificultad, bien fácil de resolver, gira únicamente en torno de la sinonimia de las palabrasángel, Dios y hombre. Vemos que unas veces es los llamado el Hijo de Diosy otrasel Hijo delJesús Hombre.Igualmente, jueces, los príncipes y los reyes son llamadosdioses en muchos pasajes de las Escrituras. Véase el Éxodo, cap. 22, último versículo [¿23:32-33?], y Salmo 81[82], v. 6. Los patriarcas y Moisés creían que Dios se les aparecía en sus visiones; San Pablo, sin embargo, en su Epístola a los Hebreos, (cap. 2, v. 2) nos asegura que sólo losángeles, y no Dios mismo, fueron los que promulgaron la ley y hablaron a los santos patriarcas. Dios queda aquí, por lo tanto, reducido a no ser más que un así ángel. considerados ángeles; son También llamados,los porhombres ejemplo,eran los doctores en el Nuevo Testamento.Véase San Mateo, cap. II v. 7. III v. 1 [estas referencias son erróneas; Hunwick conjetura que el autor podría estar pensando en Mateo 2:13 y 19]; Epístola a los Gálatas, cap. IV, v. 14; y Apocalipsis, cap. II, v. 3. En una palabra, entre los judíos, los nombres dedioses, de ángeles y de santos eran títulos vanos que se concedían e incluso se apropiaban sin gran consecuencia, como el mismo Jesucristo advierte en San Juan, cap. X, v. 34 y siguientes. Todo esto parece suficiente explicar el pasaje deHijo Lucas [1:35]nos donde dice:el santo quepara nacerá de vos será llamado de Dios y para hacer que lo maravilloso de la palabraángel desaparezca rápidamente. Si quiere hacerse una idea más clara del nacimiento de Jesús, el lector podrá consultar la aventura del frère Luce en los cuentos de La Fontaine [el relato se titula “L’Ermite” y puede leerse en http:// www.lafontaine.net/lesContes]. Por otra parte, siguiendo el Evangelio apócrifo de la Natividad de María(que el P. Gerónimo Javier [en Historia Christi persice ; cf. supra n. 10] adopta
sin embargo en todas sus partes), María fue consagrada
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que han creído que el ángel Gabriel no fue otro que un amante de María, que aprovechándose de la ausencia de José halló el secreto de declarar y satisfacer su pasión. No nos detendremos a hacer conjeturas acerca del verdadero nombre y calidad del amante de María. Los judíos, cuyo testimonio debe parecer sospechoso en esta ocasión, aseguran, como diremos más adelante, que este amante favorecido fue un soldado (parece que los militares tuvieron siempre cabida en el corazón de las hermosas). Añaden que de su trato con la mujer de José nació el Mesías de los cristianos, que el esposo irritado dejó a su infiel esposa y se retiró a Babilonia, y que Jesús con su madre pasó a Egipto, donde aprendió el oficio de mago que vino a ejercer después en Judea.42 al Señor y educada en el templo de donde no salió hasta la
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edad de 16de años. En tal caso, de ¿quién sabe si su preñez fue un efecto alguna intriga los sacerdotes que le no hicieron creer que era Dios quien la había puesto así? Codex Apocryph: N. T., pág. 19 y siguientes [“Hierosolymis in templo Domini nutrita fuit” dice, efectivamente, el cap I del Evangelium de Nativitate S. Mariae incluido en el Codex apocryfus Novi Testamenti, obra cuyo primer volumen, en una edición de 1832 hecha por Johannes Carolus Thilo, puede consultarse en http://archive.org]. Los que tengan la curiosidad de ver la historia y las fábulas que loslibro rabinos han (traducido compuesto alacerca Jesús, las hallarán en un hebreo latín)deque se titula Toldos Jeshu, inserto en la colección publicada en Altdorf con el título de Tela ignea Satanæ,por Wagenseil, en 4to., 1681 [el Sepher Toldoth Jeshuo Libro de la generación de Jesúses una parodia del Evangelio compuesta aproximadamente en el siglo IV; una traducción al inglés del mismo se encuentra disponible en http://www.ftarchives.net. En cuanto Tela a ignea Satanæ, la colección de escritos anticristianos publicados por Wagenseil en 1681 junto con sus refutaciones, véa-
se supra n. 37].
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Sea lo que fuere que se piense de estas historias, o, si se quiere, de estas fábulas rabínicas, es muy cierto que la narración de Lucas, si no se la despoja de lo maravilloso, presentará siempre a los incrédulos dificultades insuperables. Preguntarán cómoDios siendo espíritu puro ha podido cubrir a una mujer con su sombra, y excitar en ella los movimientos necesarios para la concepción de un niño. Preguntarán cómo la naturaleza divina ha podido combinarse conla naturaleza de la mujer. Y dirán que todo lo dicho es indigno del poder, majestad y santidad del Ser Supremo, que no tiene necesidad de emplear medios ridículos o indecentes para conseguir la salvación del género humano. En efecto, parece que el Todopoderoso hubiera podido elegir otras vías para hacer entrar a Jesucristo en el seno maternal, y, en fin, habría podido hacerlo aparecer en la tierra sin necesidad de que tomase carne en el vientre de una mujer;43 pero es necesario que 43
Los teólogos han agitado la cuestión acerca de si en la concepción del Cristo la Virgen Maríaemiserit semen [la cuestión fue tratada por el jesuita Tomás Sánchez en su Disputationum de Sancto Matrimonii Sacramento, Amberes, apud Martinum Nutium, 1607, vol. I, lib. II, § 11, p. 164; libro disponible en http://books.google.com.ar]. Según M. de Tillemont, t. II, p. 5 [véasesupra n. 10], los gnósticos herejes que vivían en tiempo de los apóstoles negaban ya que el Verbo hubiese encarnado en el seno de una mujer, y decían había tomado más quede unlacuerpo aparente,. cuerpo que que no debía destruir el milagro Resurrección Basílides sostenía igualmente que Jesúsno se había encarnado. Véase Tillemont, t. II, pág. 221; San Epiph.,Advers haeres. [xxiv.3, MPG, t. XLI, pp. 311-312];Theodoreto,Haereticarum fabularum, lib. I, pág. 195 [I.4, MPG, t. LXXXIII, pp. 347-350]. Lactancio, para probar que el espíritu de Dios pudo fecundar a una virgen, cita el ejemplo de las yeguas de Tracia y de otras hembras fecundadas por el viento. VéaseInstitut. divin., lib. IV, cap.12 [MPL, t. VI, pp. 478-479]. Sin embargo,
el mismo Lactancio, echando en cara a los paganos que sus
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haya algo maravilloso en todas las historias y sobre todo en las religiones. Siempre se ha dado por supuesto que los grandes hombres han nacido de un modo extraordinario. Entre los paganos, Minervasalió del cerebro de Júpiter y Bacofue conservado en el muslo de este mismo Dios. Entre los chinos, el dios Fo fue engendrado por una virgen fecundada por un rayo de sol. Entre los cristianos Jesús nace de una dioses hayan necesitado mujeres para engendrar, les había dicho: Quidsine igitur estfoeminae sexu foemineo, cùmprocreare? Deus, qui est omnipotens, usuopus et opera possit filios [¿Qué necesidad había del sexo femenino, cuando Dios, siendo omnipotente, podía procrear hijos sin intervención de mujer?] Véase Lactancio, ibíd, lib. I, cap. 8 [MPL, t. VI, p. 155]: ¿Qué cosa más indecente y ridícula que las cuestiones teológicas que se han suscitado con motivo del nacimiento de Jesucristo? Muchos doctores [por ejemplo, Paschasius Radbertus,Opusculum de parto virginis, 1.2; MPL, t. CXX, p. 1368] para salvar la virginidad de María, han pretendido que Jesús novulvâ, había sino salidomás al mundo los demás hombres, apertâ bien percomo vulvam clausam; el famoso Juan Scoto, por el contrario, miraba esta opinión como muy peligrosa, viendo que de ella se deduciría que Jesucristo no había nacido de la Virgen, sino simplemente salido[Duns Scotus, Lib. III Sententiarum, Dist. IV, Quaest. I, Opera omnia , t. VII.1, p. 105; en http:// archive.org]. Un monje de Cîteaux llamado Ptolomeo de Luques, pretendía que Jesús había sido engendrado cerca del Véase corazón de la Virgen, de tres gotas de su sangre. Bibliotheque Angloise,ou t. histoire II, pág. littéraire 354 y 355de[Michel de la Roche, Bibliothèque anglaise la Grande-Bretagne, II.1; puede consultarse http://books.google.com.ar] El gran Santo Tomás de Aquinoha examinado la cuestión desi Jesucristo habría podido hacerse hermafroditay si habría podido hacerse del sexo femenino [Tomás de Aquino, Scriptum super sententiis Magistri Petri Lombardi, III, d. 12. q. 3, ed. M. F. Noos, París, Lethielleux, 1933, vol. 3, p. 385]. Otros han llegado a pensarsi Jesús hubiera podido encarnar en una vaca. ¡Cuántos absurdos pueden nacer de uno, particularmente
en el fecundo espíritu de los teólogos!
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virgen fecundada por obra del Espíritu Santo, que. Incapadando ella virgen después de tal operación ces los hombres de elevarse hasta Dios, lo han hecho descender a su propia naturaleza, y éste es el srcen de las encarnaciones cuya creencia está esparcida por toda la tierra. A pesar de tantas maravillas como las que precedieron al nacimiento de Jesús, se termina porun suceso muy natural, esto es, que al cabo de nueve meses su madre pare como las demás; después de tantos sucesos increíbles y sobrenaturales, el hijo de Dios viene al mundo como todos los hijos de los hombres. Esta conformidad en el nacimiento hará sospechar igual conformidad en las causas físicas que produjeron al hijo de María. En efecto, lo sobrenatural no puede producir sino lo sobrenatural, de agentes materiales no pueden resultar sino efectos físicos y se sostiene en la Escuela que siempre debe haber paridad de natu. raleza entre la causa y el efecto Puesto que según los cristianos Jesús erahombre y Dios a un mismo tiempo, dirán los incrédulos que era necesario que el germen divino, traído del cielo para ser depositado en el seno de María, contuviese conjuntamente la divinidad y el cuerpo por venir del hijo de Dios. En una palabra, para hablar el lenguaje de los teólogos, launión hipostática de las dos naturalezas en Jesucristo ha debido verificarse antesmaterno. de su nacimiento y hallarse confundida en el seno En este caso, no se concibe fácilmente como pudo la naturaleza divina permanecer entorpecida y en absoluta inacción todo el tiempo de la preñez de María, y hasta tal punto que ésta notuvo la menor advertencia acerca del tiempo de sualumbramiento, como lo prueba el mismo Lucas: “En aquellos días, –dice enel capí-
tulo II–, salió un edicto de César-Augusto, para que
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fuese empadronado todo el mundo… Y como todos iban a registrarse, cada uno a su ciudad, también José partió de la ciudad de Nazaret… a la ciudad de David, llamada Belén, para empadronarse con su esposa María, que estaba preñada. Estandoallí, aconteció que se cumplieron los días en que había de parir. Yparió a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre porque no había lugar para ellos en el alojamiento”.44 Este relato nos prueba que el nacimiento tomó a María desprevenida, y que el EspírituSanto, que había hecho tantas cosas por ella, se olvidó de advertirle acerca de un acontecimiento tan importante y de tanta consecuencia para todo el género humano. Además, estando la humanidad de Jesucristo sujeta a todos los accidentes de nuestra naturaleza, podría haber perecido en un viaje emprendido en un momento tan crítico para su madre. En fin, ¿cómo comprender que esta madre haya estado en una ignorancia total acerca del término de su embarazo y que el Eterno haya podido abandonar de tal manera al precioso niño que Él había depositado en su seno? Algunas circunstancias de la narración de San Lucas añaden nuevas dificultades. Se habla en ella de un empadronamiento ordenado por César Augusto, hecho del que no se halla mención en ningún historiador, ni judío ni profano.45 44 45
[Lucas 2:1-7]. Puede añadirse incluso que Lucas afirma [2:2] que este pretendido empadronamiento se hizo bajoQuirino o Cirenio, siendo así que ya está probado que quien entonces gobernaba la provincia era Quintilio Varo.Los predicadores y escritores cristianos hacen notar afectadamente que se cerró el templo de Janoy reinaba una profunda paz en toda la tierra cuando nació el Cristo; pero en un libro que se publicó en
1700 se prueba la falsedad de este hecho. Véase J. Bernard,
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No sorprende menos ver al hijo de Dios nacer en la pobreza, no tener más asilo que un establo ni otra cuna que un pesebre, y, en fin, que en la edad más tierna y en la estación más rigurosa se halle expuesto a las mayores miserias. Sin embargo, no podemos negar que nuestros teólogos han encontrado medios de responder a todas estas dificultades, diciendo que un Dios justo, queriendo aplacarse a sí mismo, destinó desde los orígenes a su hijo inocentea los tormentos con el fin de tener un motivo para perdonar al género humano culpable y que se le había hecho odioso por una falta cometida por Adán, falta en que sus descendientes no habían tenido parte alguna.46 De suerte que por efecto de una justicia de la cual no le es posible al hombre formarse la menor idea, un Dios, cuya esencia hace incapaz de pecar, se encuentra cargado con todos los delitos e iniquidades del hombre, y debe expiarlos para desarmar la cólera de un Padre infinitamente bueno, a quien no ha ofendido. Tales son los inconcebibles principios que sirven de base a la teología cristiana. Por lo mismo, nuestros buenos doctores añaden que Dios quiso que acompañasen el nacimiento de su Hijo los mismos accidentes que los de los demás hombres con el objetivo de consolar a éstos de las desgracias inherentes a su ser. El hombre, dicen, es culpable antes puesto los hijos están obligados pagarde lasnacer, deudas de susque padres; luego el hombre pa-a Nouvelles de la République des lettres t., XIV [la obra en cuestión se titula Jani templum Christi nascente reseratum, su autor fue Joanne Masson y fue reseñada por Jacques Bernard en el número de las Nouvelles correspondiente al mes de octubre de 1700, pp. 394-411, volumen que puede consultarse en http://books.google.fr].
46
[Ver Romanos 5:12-21].
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dece justamente, como pecador él mismo y como cargado del pecado de su primer padre. Dado esto, ¡qué cosa podría ser más consoladora para nosotros que ver a Dios, esto es, a la inocencia, a la santidad misma, padeciendo en un establo todos los males junto a la indigencia! ¿Y cómo hubieran tenido los mortales este consuelo si Dios hubiese permitido que su hijo naciese en el esplendor y en la abundancia de los bienes de la vida? Por último, si el Cristo inocente no hubiera sufrido y padecido, el género humano, incapaz de satisfacer la deuda que contrajo Adán, habría estado excluido para siempre del Paraíso. Por lo que hace al penoso viaje que tuvo que hacer María en circunstancias tan críticas, es un suceso que estaba previsto por la sabiduría eterna, que había determinado que el Cristo naciese en Belén , y no en Nazaret. Esta circunstancia era necesaria: habiendo sido preestablecida debía cumplirse. No obstante, aunque estas respuestas son muy sólidas para todos aquellos que han recibido la fe en suficiente dosis, no parece que lleguen a convencer a los incrédulos. Estos claman contra la injusticia de hacer padecer a un Dios inocentísimo y cargarlo con todas las iniquidades de la tierra. No pueden concebir por qué principios de equidad ha podido el Ser Supremo hacer al linaje humano responsable, sin darse cuenta yprimer sin haber participado, de según la faltala cometida por los su padre. Invocan que recta justicia hijos tienen derecho a renunciar a la herencia de sus padres cuando no están en estado de pagar las deudas que éstos han contraído. En una palabra, a los incrédulos les parece que la conducta que la teología cristiana atribuye a la Divinidad es muy injuriosa para la misma Divinidad, porque la representa como lamás
implacable, la más cruel y lamás tirana; concluyen de
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allí que era más propio de la sabiduría de Dios evitar que el hombre pecase antes que permitirle pecar y hacer después morir en tormentos a47 suúnico Hijo para que expiase el pecado del hombre. Respecto del viaje a Belén, no es fácil adivinar su necesidad, puesto que el lugar donde debía nacer el Salvador del mundo parece una circunstancia indiferente para la salvación del género humano. Encuanto a la profecía que pronosticaba la gloria de Belénpor haber dado al mundo alconductor de Israel,48 no parece corresponder a Jesús, que nació en un establo y que fue rechazado por el pueblo al que debía conducir. Es verdad que se nos asegura que había predicciones según las cuales Jesús iba a nacer en la pobreza; pero, por otra parte, se anunciaba al Mesías de los judíos como un príncipe, un héroe, un conquistador. Sería preciso, pues, saber a cuál de estas dos profecías debemos atenernos. Nuestros doctores no dejarán de decirnos que las predicciones que dicen que Jesús iba a nacer en la pobreza deben ser tomadas al pie de la letra o literalmente, y las que anuncian su poder y su gloria, deben entendersealegóricamente; pero esta solución no dejará satisfechos a los incrédulos: dirán que con tales explicaciones se hallará en la Sagrada Escritura y en los divinos oráculos lo que se necesite. Con47
[Es notable la semejanza de de estePierre argumento unapor de las “objeciones maniqueas” Bayle. con Véase, ejemplo, “Paulicianos”, (M), Diccionario histórico y crítico , Buenos Aires, El cuenco de plata, 2010, pp. 244-249; la obra puede consultarseen http://artfl-project.uchicag o.edu. Andrew Hunwick (pp. 184-185, n. 22) encuentra semejanzas asimismo con pasajes del texto clandestino La Foi anéantie , cuyo autor podría haber sido el propio d’Holbach, y de Christianity as old as the Creation de Matthew Tindal].
48
[Miqueas 5:1; Mateo 2:5-6].
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cluirán de ello que la Escritura es para los cristianos como las nubes en las que cada uno se imagina ver todas las figuras que se les antoja.49
49
El Protoevangelio, atribuido a Santiago, refiere circunstancias curiosas y ridículas sobre las cuales, a pesar de que no tienen nada que pudiese escandalizar a las gentes de una fe robusta, ninguno de nuestros cuatro evangelistas canónicos quiso apoyarse. Este Protoevangelio nos cuenta, entre otras cosas, que José se enfadó al ver a su mujer embarazada y le echó en cara su libertinaje indigno, según él, de una virgen educada ante los ojos de los sacerdotes. María sólo conDios susvivo lágrimas, proclama suleinocencia y juraseendefiende nombre del que ignora de dónde ha venido aquella criatura. Sin duda, en tal turbación se olvidó de la aventura con Gabriel; pero el ángel no falta a la noche siguiente y se aparece para sosegar en sueños al pobre José. Éste, por su parte, pensó en sincerarse con los sacerdotes, quienes lo acusaron de haber engendrado a aquel niño despreciando el voto de virginidad de María. Después los tales sacerdotes hicieron beber a los dos esposos el agua de los celos, es decir, un brebaje que por milagro no les hizo daño a consecuencia de lotambién cual el sumo sacerdote los alguno declaró yinocentes. Se refiere en el mismo Evangelio que, después de haber parido María, Salomé, no queriendo creer a la partera que le aseguraba que la parturienta había quedado virgen, puso la mano sobre María para asegurarse y que cuando hizo esto sintió que su mano temeraria se quemaba, aunque inmediatamente se curó cuando tomó en sus brazos al niño Jesús. V. Codex Apocryph. N. T. t. I, p. 95 y siguientes, hasta la 113 [Protevagelium Jacobi, capítulos XIII-XX, pp. 224-255, vol. I
de la edición de Thilo].
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CAPITULO III Adoración de los magos y de los pastores. Masacre de los inocentes y otras circunstancias que siguieron al nacimiento de Jesucristo
De los cuatro historiadores de Jesús admitidos por la Iglesia, dos no hacen mención de los sucesos de que vamos a hablar en el presente capítulo; los dos restantes, que son Mateo y Lucas y nos los han transmitido, no están de acuerdo uno con otro en cuanto a las circunstancias. Los más diestros comentadores no han sabido cómo conciliarlos, tan diferentes son sus relatos. Es verdad que estas diferencias son menos sensibles cuando se leen los evangelistas unos después de otros, o sin reflexión; se vuelven, empero, muy chocantes cuando se tiene memoria y se toma el trabajo de compararlos. He aquí por qué hasta el presente no se ha podido conseguir unaconcordanciade los Evangelios que merezca la aprobación general de la Iglesia; e incluso las concordancias cuya impresión se ha permitido no han sido universalmente adoptadas, aunque se tuvo que reconocer que nada había en ellas que fuera contrario a laquerido fe. Acaso una sabia política el no haber los sea jefesefecto de lade Iglesia aprobar ningún sistema en este sentido. Es plausible que hayan sentido la imposibilidad de conciliar relatos tan discordantes como los de los cuatro evangelistas, a los cuales el Espíritu Santo,quizá por ejercitar la fe de los fieles, los inspiró muy diversamente. Por lo demás, una concordancia bien hecha sería una obra muy peligrosa:
acercaría hechos referidos por los autores que, lejos de
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apoyarse entre sí, no harían más que debilitarse recíprocamente, lo cual no dejaría cuanto menos de conmover la fe del redactor. San Mateo, que según la opinión comúnfue el primero en escribir la historia de Jesús, afirma que poco después de haber nacido, y cuando aún estaba en el establo de Belén, unos magos vinieron de Oriente a Jerusalén y se informaron del lugar donde había nacido el Rey de los Judíos, cuya estrella ellos habían observado en su país. Herodes, que reinaba entonces en Judea, enterado del motivo del viaje, consulta a los doctores de la ley, y, habiendo sabido que el Cristo debía nacer en Belén, permite a los Magos que vayan allí y les encarga que le informen exactamente de este 50 niño a fin de que él mismo pueda ir luego a adorarlo. Parece por la narración de Mateo que, apenas los magos dejaron a Herodes, tomaron el camino de Belén, lugar muy cercano a Jerusalén. Sin embargo, ¿a quién no sorprende que este príncipe, que tanto se turbó con la llegada de los magos porque le habían traído la nueva del nacimiento del Rey de los Judíos, no haya tomado mayores precauciones para calmar sus propias inquietudes ylas de toda la capital, que el Evangelio nos presenta como sumida en la mayor consternación por este gran suceso? ¿No tenía medios para asegurarse fácilmente de la verdad del hecho, sin ejecutarán necesidad su de comisión? pedírselo aLos unos desconocidos que no magos no vuelven, y José tiene sobrado tiempo de huir con su pequeña familia. Herodes permanece tranquilo a pesar de sus sospechas y temores, y sólo después de una tardanza poco verosímil se enfurece y recuerda haber sido engañado; es entonces que, para asegurar su
50
San Mateo, cap. II, v. 1 y ss.
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corona, manda el degüello general de los niños de Belén y de las aldeas de los alrededores. ¿Quién presumiría conducta semejante en un soberano celoso, cargado de sospechas y cruel? Este príncipe a la primera noticia había reunido a los doctores de la ley y a los notables de la nación; la opinión de éstos había confirmado el rumor esparcido por los magos y que era Belén donde debía nacer el Mesías: sin embargo, ¡Herodes nada hace por su propia tranquilidad! ¿Cómo es esto? O daba crédito a las profecías de los judíos, o no: en el primer caso, debía ir él mismo con toda su corte a Belén a rendir homenaje al Salvador de la nación; en el segundo, es un absurdo hacer a Herodes ordenar un degüello general de los niños sólo por una sospecha que se fundaba en una predicción en la que no creía para nada. Sea como fuere, aquel rey no monta en cólera sino después de muchos días y luego de haber caído en la cuenta de que los magos se habían burlado de él y se habían marchado por otro camino. ¿Pero cómono supo por la misma vía de la huida de Jesús acompañado de José y de su madre? La retirada de éstos, sin duda, debía haberse notado en un lugar tan pequeño como Belén. Se nos dirá tal vez que en esta ocasión Dios permitió que Herodes se cegase. Sin embargo, Dios no debería haber permitido que los habitantes de Belén ytosus ensus guardar quealrededores debía costarselaobstinasen vida a todos hijos. un Y sisecrepara esto se recurre a milagros, ¿no podía el Dios omnipotente salvar la vida de su hijo por una vía más suave que el degüello inútil de un sinnúmero de inocentes? Por otra parte, Herodes no era dueño absoluto en Judea; los romanos no le habrían permitido ejercer impunemente tamaña crueldad y nisiquiera es imagi-
nable que el pueblo judío, persuadido del nacimiento
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del Cristo, se lo hubiera tolerado. Un rey de Francia, más absoluto que un reyezuelo de Judea que dependía de los romanos, no sería obedecido si diese orden a sangre fría a sus guardias suizos de que fuesen a degollar a todos los niños de Suresnes o de SaintCloud, sólo porque tres extranjeros desconocidos le hubiesen dicho, al pasar por Versalles, que entre los niños nacidos en estas aldeas había uno que según las reglas de la astrología judiciaria estaba destinado a ser algún día rey de Francia. En los tiempos en que la astrología estaba en boga, se habría conformado con buscar al infante sospechoso y lo habría secuestrado, o acaso matado, pero sin comprometer a otros inocentes en su proscripción. Podemos oponer además al relato de San Mateo el silencio de los demás evangelistas, y sobre todo el del historiador Josefo. Éste, que tenía motivos para odiar a Herodes, no habría omitido un hecho tan terrible como la masacre de los inocentes para hacerlo aborrecible. Filón igualmente guarda un silencio profundo acerca de esta acción de Herodes, y no es fácil de acertar la razón que tuvieron estos dos célebres historiadores para haber convenido en callar un suceso tan ruidoso. Podemos concluir, por lo tanto, que este degüello es una fábula, que además no puede hacerse concordar con los detalles de la vida de Jesucristo que nos dan los evangelistas. San Mateo inventó esteotros cuento para tener Parece ocasiónque de acomodar una antigua profecía, lo cual era su mayor placer. Pero aun aquí se engañó por completo. En efecto, la profecía aplicada por el evangelista a la 51 y masacre de los inocentes está sacada de Jeremías, no hubo un judío que no la entendiese en relación con
51
[Jeremías 31:15-16].
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la cautividad de Babilonia. He aquí los términos en que está concebida en hebreo:El Señor dijo, voz de lamentaciones, de gemidos y de llantos amargos se ha oído de Raquel desde lo alto, que llora a sus hijos y que no quiere consolarse porque ya no existen. El versículo que sigue es tan claro, que no es fácil concebir cómo Mateo se ha atrevido a acomodar su sentido ala supuesta masacre de Belén. El Señor dice, continúa Jeremías, reprime tu voz de llantos y tus ojos de lágrimas, porque tu obra tendrá su salario, y tus hijos volverán de la tierra delenemigo.Está claro que se refiere a la vuelta de la cautividad. No hay aquí mención alguna de Ramá, de la cual habla el evangelista, sino de las montañas de Samaria, donde los israelitas debían plantar de nuevo sus viñas después de haber vuelto a su país.52 Para que se cumpla otra profecía, el mismo Mateo hace viajar a Jesús hasta Egipto, pueseste viaje, según él, o, mejor dicho, la vuelta de este viaje, había sido anunciada por Oseas cuando dijo:De Egipto llamé a mi hijo; es evidente, sin embargo, que en este pasaje sólo se trata de la liberación de los israelitas de la servidumbre egipcia por obra de Moisés. Por otra parte, el viaje y estadía de Jesús en Egipto no se corresponden de ningún modo con las circunstancias que según cuenta Lucas, acaecieron en la infancia de Cristo. Dicho evangelista nos dice que Jesús fuecircuncidado al cabo de ocho días,53 y que habiéndose cumplido el tiempo 52
53
[Andrew Hunwick (pp. 194-196, n. 6) afirma sin embargo que la referencia a Ramá, ausente en la Vulgata, se encuentra tanto en el texto hebreo como en el griego]. El Evangelio de la Infancia de Jesús nos dice que su prepuciofue colocado en un vaso de alabastro y embalsamado. Algunos autores afirman que este divino prepucio se venera aún en Roma en la Iglesia de San Juan de Letrán. Véase Codex
Apocryphus Novi Testamenti, t. I, pág. 171 E[ vangelium infantiae
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de la purificación de María, según la ley de Moisés, José y su madre lo llevaron a Jerusalén para ofrecerlo al Señor, en virtud del precepto que prescribía consagrarle los primogénitos y hacer una ofrenda porellos. Además cuenta que en esta ocasiónel anciano Simeón tomó al niño en sus brazos y declaró en presencia de todo el pueblo que asistía ala ceremonia que este niño era el Salvador de Israel.Una vieja profetisa,que se llamaba Ana, dio este mismo testimonio en voz alta, y habló de él a todos los queesperaban la redención de Israel.54 Pero, ¿cómo es que todos estos discursos y charlas, que se verificaron con la mayor publicidad en el templo de Jerusalén donde Herodes residía, fueron ignorados por un príncipe tan dado a la sospecha? ¿No eran mucho más capaces de excitar sus zozobras y despertar sus celos que la llegada de unos astrólogos de Oriente? Lo cierto es que se nos dice que José y María, que habían venido a Jerusalén para la presentación de Jesús y purificación de su madre, se vuelven a Belén, y desde aquí, en vez de regresar a Nazaret, se marchan nada menos que a Egipto. Por el contrario, San Lucas dicepositivamente que, cuando lo hubieron todo cumplido conforme a la ley del Señor, se volvieron a Galilea, ciudad de Nazaret .55 ¿Pero en Servatoris arabige, cap. V, p. 69, vol. I de la edición de Thilo ya 54 55
citada]. la ciudad de Amberes disputa a Roma el honorSin deembargo, poseer esta joya preciosa. Véase Lucas, cap. II, v. 25 y ss. Lucas, cap. II, v. 39. Los antiguos compositores de Evangelios que reconstruyeron el de la infancia de Jesús, el cual atribuyeron al apóstol Santo Tomás, nos han conservado los innumerables milagros y los otros pasatiempos del pequeño Cristo. En él se lo representa repetidas veces como un muchacho malintencionado, que llega a quitar la vida a sus compañeros cuando se enoja con ellos. Este Evangelio
de la infancia ha sido desechado como otros tantos, aunque
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qué momento cumplieron los padres de Jesús lo que les estaba mandado? ¿Fue antes de ir a Egipto o después de haber vuelto de este país, donde, según San Mateo, se habían refugiado para sustraerse a la crueldad de Herodes? ¿La purificación de la Virgen y la presentación de su hijo en el templo sucedieron antes o después de la muerte de este príncipe tan perverso? Según el Levítico, empero, la purificación de una madre que había dado a luz a un hijo debía cumplirse al cabo de treinta días.56 Así, vemos cuán difícil es conciliar la huida a Egipto y la masacre de la que habla Mateo con el relato de Lucas, quien nosdice quecumplido todo lo que mandaba la ley, José y María se volvieron a Nazaret, su ciudad, de donde–añade– todos los años iban a Jerusalén para celebrar la Pascua.57 En efecto, si adoptamos la historia de los dos evangelistas, ¿en qué momento colocaremos la venida de los magos de Oriente para adorar a Jesucristo, la cólera de Herodes y el degüello de los inocentes? ¿No nos da esto lugar a concluir, o que la narración de Lucas es defectuosa, o que Mateo quiso engañar a sus lectores con fábulas improbables? Cualquiera de los dos partidos que se tome, vendrá a recaer la falta en el Espíritu Santo, que inspiró a ambos. He aquí otro hecho sobre el cual nuestros dos evangelistas no están de acuerdo. San Mateo, como observamos, venir a Beléndedesde el interior de magos Oriente a unoshace o personas importancia, para
56
no contenga cosas que deban parecer increíbles a las personas que tengan una fe lo suficientemente robusta como para creer en los cuatro que se tienen por canónicos. V. Codex: Apocr. N. T., t. 1, pág. 159 y ss. E[ vangelium Thomae Israelitae, cap. IV, p. 285, vol. I de la edición de Thilo.] [Levítico 12:2-4].
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[Lucas 2:39-41].
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adorar al Niño Jesús y ofrecerle presentes. San Lucas, en cambio, a quien no deslumbra tanto lo maravilloso, hace adorar este infante por unos simples pastores que estaban guardando su rebaño durante la noche y a los cuales un ángel les vino a anunciar el gran suceso del nacimiento del salvador de Israel. En fin, este último evangelista no habla ni de la aparición de la estrella, ni de la venida de los magos, ni de la crueldad de Herodes; circunstancias dignas de ser notadas por Lucas, quien nos asegura haberse informado tan cuidadosamente de todo cuanto podía concernir a Jesucristo.58 Sea como fuere, los padres de Jesús, o bien después de su vuelta a Egipto, según San Mateo, o bien después de la presentación en el templo, según San Lucas, van a vivir a Nazaret. El primero, según su costumbre, ve en esto el cumplimiento de esta predicción: Él será llamado Nazareno.59 Por desgracia no se encuentra en toda la Biblia tal profecía, ni se puede adivinar quién la hizo;60 todo lo que sabemos es que nazareno, entre los judíos, significaba unvago, un hombre separado del mundo, y que Nazaret era una pequeña población habitada por miserables, tanto que su pobreza se había hecho proverbio, llamando nazarenos a los mendigos, vagabundos y gente sin domicilio.61 58 59 60
61
[Mateo 2:1-18 y Lucas 2:8-20]. [Mateo 2:23]. [En Jueces 13:5-7 se encuentra una profecía respecto del nacimiento de un “nâzîr de Dios”. Este término, segúnHunwick (p. 201, n. 17), significa en hebreo “separado”, lo que daría sentido a la interpretación que hace San Mateo; de todas maneras, lo que dicha profecía anuncia es el nacimiento de Sansón]. Es importante considerar que los primeros cristianos eran
llamados nazarenos. También se los encuentra designados
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Hemos visto en el curso de este capítulo la poca armonía que hay en el modo en que dos evangelistas refieren las circunstancias que acompañaron el nacimiento de Jesús. Examinemos ahora cuáles han podido ser los objetivos de estos dos escritores para contar con tal diversidad los hechos que acabamos de exponer. Es imposible, cuanto menos, queJesús, como dice Lucas, haya vivido constantemente en Nazaret con el nombre deebionitas, que deriva de una palabra hebrea que significa unmendigo,un pobre. Todo el mundo sabe que en el siglo XIIImiserable,un San Francisco y Santo Domingo, que se propusieron renovar el cristianismo primitivo, fundaron órdenes de frailesmendicantes, destinados a no vivir sino de limosna, esto es, a ser ver daderosnazarenos,y a sacar contribuciones nada despreciables de la sociedad a la que estos vagos no cesaban de perturbar. Salmerón, para ensalzar la dignidad de los frailes mendicantes, pretende que el mismo Jesús fue mendigo [Alfonso Salmerón, Comentari in , t. IV:De historia vitae Evagelicam Historia, & in Acta Apostolorum domini Jesu Christi, usque ad dominicam coenam , p. 186b; puede nostri consultarse en http://books.google.com.au]. Sea como fuere, es conveniente hacer acerca de los nazaren os algunas reflexionesque acaso sirvan para iluminar la historia de la religión cristiana. Es sabido que se dio el nombre de nazarenos a los apóstoles y a los primeros judíos que se convirtieron. Los judíos los consideraban heréticos (minian), excomulgados, y según San Gerónimo los anatematizaban en todas sus sinagogas bajo dicho nombre de nazarenos. V. S. , [Epistola CXII, § 13, MPL, t. XXII, Gerón. Epist. a S. Agustín col. 924] yComentario Isaías, ap. V,t.v. 18 C [col. ommentarius in Isaiam Prophetam, lib.sobre II, cap. 5, cMPL, XXIV, 86]. Incluso ahora los judíos llaman nazarenos (nozerim) a los cristianos a quienes los árabes y los persas llaman nazari. Los primeros judíos, convertidos por Jesús y por sus apóstoles, no eran más que judíos reformados, pues conservaban la circuncisión y los otros usos de la ley de Moisés. Nazaraei,dice San Gerónimo ita Christum recipiunt, ut observationes Legis , lib. III, veteris non amittant[Commentarius in Isaiam Prophetam cap. 8, MPL, t. XXIV, col. 119]. En esto seguían el ejemplo de
Jesús, quien (circuncidado él mismo y judío toda su vida)
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hasta la edad de doce años, si es verdad que poco tiempo después de su nacimiento fue trasladado a Egipto, donde Mateo lo hace permanecer hasta la muerte de Herodes. Conviene observar que, aun viviendo Jesús, se le echaba en cara su estancia en Egipto;62 sus enemigos había hecho entender varias veces que era menesterspetar re y observar la ley. No obstante, losnazarenoso ebionitas fueron luego anatematizados por los otros cristianos y por haber las ceremonias cony eldeEvangelio del Mesías. Sanunido Gerónimo, hablandolegales de ellos los discípulos de Cerinto, dice:Qui (Ebionæi et Cerinthiani) credentes in Christo, propter hoc solum á patribus anathematizati sunt, quod Legis ceremonias Christi evangelio miscuerunt. Sic nova confessi sunt, ut vetera non amitterent. V. Hier. in epist. ad August [Epistola CXII, § 13, MPL, t. XXII, col. 924]. Parece que comportándose los ebionitasy nazarenosconforme a las intenciones de Jesús y de sus apóstoles, no debían poco después ser tratados de herejes. Pero en el cap. XVII se verá la verdadera causa de este cambio, debido a San Pablo, partido prevaleció sobreevidentemente el de San Pedro, sobre el decuyo los demás apóstoles y el de losnazarenoso cristianos judaizantes. Así, San Pablo corrigió y reformó el sistema de Jesús, que sólo había predicado un judaísmo reformado. Este apóstol de los gentiles llegó a considerar a su maestro y a sus antiguos cofrades como herejeso malos cristianos. ¡He aquí como los teólogos se toman a veces la libertad de rectificar la religión del Salvador que adoran! Por lo demás, losnazarenos tenían un Evangelio en hebreo, bien diferente de los que nosotros
62
conocemos, y que se atribuyecon a San Bernabé. Véase Toland en su obra inglesa publicada el título de Nazareno, Lon-, dres, 1718, en 8vo. Según este Evangelio los nazarenos no creían en la divinidad de Jesucristo [John Toland, Nazarenus or Jewish, Gentile et Mahometan Christianity containi ng the history of the antient Gospel of Barnabas, and the modern gospel of the Mahometans, attributed to the same apostle, Londres, 1718, p. 27; esta edición puede consultarse en http://books.google.com.ar]. Véase la nota 30 del cap. XVII de esta obra. El Evangelio de la Infancia de Jesucristo, del que ya se ha
hablado, lleva a la sagrada familia por Egipto y la hace ir
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pretendían que había aprendido allí la magia a la que atribuían los prodigios o habilidades que se le veía practicar. Es muy verosímil que Lucas, para quitar toda validez a estas acusaciones, quisiera pasar en silencio el viaje a Egipto que hacía tan sospechoso a su héroe; en consecuencia, lo fija en Nazaret y lo hace concurrir todos los años con sus padres a Jerusalén. Sin embargo, la precaución de este evangelista fue inútil; porque Mateo, que había publicado su Evangelio antes, había ya dejado establecida la opinión del viaje y estancia de 63Jesús en Egipto. Orígenes, disputando contra Celso, no lo niega, de lo que se deduce que los doctores cristianos no dudaron de este suceso y que a pesar del silencio de Lucas se atuvieron al testimonio de Mateo. Descubramos ya los motivos que pudieron guiar a estos dos escritores. Los judíos coincidían generalmente en la espera de un Mesías o de un liberador; pero las diversas clases del Estado, así como habían tenido sus profetas, también tenían sus señales particulares para reconocer a este Mesías. Los reyes, los ricos, los sabios y personas de educación ni siquiera sospechaban que el liberador de Israel pudiese nacer en un establo y salir de lo más bajo del pueblo. Por el contrario, ellos aguardaban seguramente su libertad de un príncipe, de un guerrero, de un hombre poderoso, capaz de imponerse a las naciones enemigas de Judea y quebrantar de lugar en lugar haciendo milagros que le permiten vivir muy bien. El agua de la que María se servía para lavar a su hijo curaba a los leprosos y los poseídos; la presencia del Cristo derribaba los ídolos, devolvía la potencia a los hombres, etc. V. Codex: Apoc., t. I, p. 182. [Evangelium infantiae Servatoris arabige, caps. X, XV, XVII, XIX,pp. 75, 81, 83, 85 y 87, vol. I de la edición de Thilo.]
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[Orígenes, Contra Celsum, I.28, MPG, t. XI, cols. 713-714].
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sus cadenas. Los pobres, por el contrario, que no menos que los grandes y ricos tienen su dosis de amor propio, se jactaban de que el Mesías iba a nacer en su clase. En efecto, su nación y las comarcas suministraban bastantes ejemplos de grandes hombres nacidos en el seno de la pobreza. Se añadía a esto que los oráculos con que se embaucaba a esta nación eran tales que cada familia se creíacon derecho de participar del honor de dar el Mesías al mundo, aun cuando la opinión más común fuese que debía salir de la raza de David. Dado esto, bien podían creer unos pastorcillos y otras personas de la plebe que una mujer que había parido en un establo de Belén había dado a luz al Cristo. Podemos incluso suponer que María, con el afán de despertar interés, dijese a los que iban a verla que era de sangre real; se sabe que éste es un medio bastante poderoso para excitar la compasión y el asombro del bajo pueblo. Esta especie de confianza y el recuerdo confuso de algunas profecías que hablaban de Belén, patria de David, bien pudieron bastar para convencer la imaginación de aquellas personas crédulas y poco delicadas acerca de las pruebas de lo que se les contaba. San Mateo, según parece notarse en su historia, tenía la cabeza atestada de profecías y nociones populares; o porAllocomponer menos contaba con lapara credulidad sus lectores. su novela, llenar eldevacío de treinta años en la vida de Jesús pensó en hacerlo viajar a Egipto, sin prever las objeciones que se podrían hacer con motivo de la negligencia de la Santa Familia acerca del cumplimiento de los deberes que les imponía la ley, tales como la circuncisión del niño, su presentación en el templo, la purificación de la
madre, la celebración de la Pascua, ceremonias todas
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que sólo se podían hacer en Jerusalén. Acaso fue para justificar este viaje y estos descuidos que Mateo hizo intervenir la profecía de Oseas relativa a la llamada de Egipto que mencionamos.64 Quizá también para justificar la permanencia de Jesús en Egipto, nos cuenta la cólera de Herodes y la fábula de la masacre de los inocentes que se cumple por orden de este príncipe, cuyos crímenes lo habían hecho por otra parte tan odioso a los judíos como a los extranjeros. ¿Qué maldad no se creerá de un hombre que ha llegado a ser célebre por su infamia? Para eludir, como se ha visto, los reproches que se le pudieran hacer en su tiempo acerca del viaje y la estancia en Egipto, Lucas nada dijo de él; el silencio, sin embargo, no destruye la realidad. Era menester apartar de Cristo toda sospecha de magia, pero no lo purificó de esas acusaciones, tan graves como las que se hacían sobre su nacimiento. Celso, médico célebre que vivió en el siglo segundo del cristianismo y quereunió cuidadosamente todo lo que se había publicado contra Cristo, asegura que era el fruto de un adulterio. Orígenes mismo, en su libro Contra Celso, ha conservado esta acusación sin 65 Los intransmitirnos las pruebas en que se apoya. crédulos son los quehan procurado suplirlas, fundando la opinión de Celso en que: Según el testimonio del mismo San Mateo, parece1º)indudable que José, esposo de María, se disgustó de la preñez de su mujer,en la que le constaba no haber tenido parte alguna; en consecuencia, concibió el proyecto de abandonarla secretamente y sin ruido, resolución de la que lo desvió un ángel, o si se quiere 64
[Oseas 11:1; Mateo 2:15].
65
[Orígenes, Contra Celsum, I.28, MPG, t. XI, cols. 713-714].
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un sueño, o más bien la reflexión, que entre los judíos pasa por efecto de una inspiración de lo alto.66 Sin embargo, el proyecto de José debió de conocerse, y una vez divulgado dio motivo a que se desdeñara a Jesús. San Lucas, empero, más prudente que Mateo, no se atrevió siquiera a mencionar el enfado de José, ni la conducta pacífica que siguió. Además, aunque José tomó partido en cuanto a la aventura de su esposa, no vuelve a aparecer en la escena desde que Jesús entra en ella. En ninguna parte se nos dice cosa alguna la muertecaso, de este hombre; es presumible,sobre en cualquier quebuen nunca haya mirado con buenos ojos a su hijo putativo y que haya abandonado totalmente a un niño en cuyo nacimiento sabía no haber contribuido para nada.67 Cuando, ya con treinta años, Jesús y su madre asisten a las bodas de Caná, no se menciona a José. Y si se admite la historia de Lucas sobre la disputa que tuvo Jesús con los doctores la leyprueba en el templo de Jerusalén, hallaremos unade nueva de la indiferencia y frialdad del padre para con el hijo putativo, puesto que se encuentran al cabo de tres días, y ni siquiera entonces se dignan a hablarse. 66 67
[Mateo 1:18-25]. San Epifanio, en elLibro I.10 de las herejías,[Panarium, sive Arcula adversos octoginta haereses, 51, MPG, t. XLI, x, col. 907908] dice que José era bastante anciano con lanos Virgen; e incluso añade que era viudocuando y padrese decasó seis hijos que había tenido con su primera mujer. Según el Protoevangelio, atribuido a Santiago el menor, costó bastante trabajo que el buen hombre se decidiera a casarse con María, cuya edad le causaba miedo; pero el Sumo Sacerdote le hizo entrar en razón, quizá porque José le parecía el hombre más apropiado para sus miras. V.Codex Apocryph. N. T., t. 1, pág. 88, etc. P[ rotevangelium Jacobi, ed. Thilo, vol. I, cap. IX, pp. 206-209]. Parece que esto anuncia algun a intriga
sacerdotal, como hemos notado más arriba.
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2º) Si unimos a estas presunciones testimonios más positivos y de gran antigüedad, que confirman las sospechas que se tenían acerca del srcen de Jesús, se podrá formar una prueba convincente para todos aquellos que renuncien a los prejuicios. El emperador Juliano, al igual que Celso (los cuales habían examinado detenidamente todos los escritos en pro y en contra de la religión cristiana y de su autor que subsistían en su tiempo) nos presentan a la madre de Jesús como una prostituta que se ganaba la vida con sus desórdenes y que fue abandonada por su esposo. Desde el principio del cristianismo, la secta de los antidicomarianitas consideró a Jesús un hijo bastardo,68 y en las obras de los judíos es tratado deniño adulterino. En fin, no hace tanto que Helvidius, sabio crítico protestante, defendió con otros muchos, nosólo que Jesús era fruto de una intriga criminal, sino que María, después de haber sido repudiada por José,tuvo otros hijos de diferentes maridos.69 Sea como fuere, parece que a María no le faltaban razones para alejarse de José y huir a Egipto con su hijo. Una tradición constante entre los judíos nos asegura que ella emprendió este viaje para sustraerse a la persecución de su marido, quien hubiera podido entregarla al rigor de las leyes, a pesar de todas las visiones nocturnas que se paranoapaciguarlo: se sabe que en este de asunto losvalió hebreos cambiaban ni por broma. 68 69
[San Epifanio,Adversus Antidicomarianitas, MPG, t. XLII, i y ix, col. 699-700 y 711-712]. [Las ideas de Helvidius (siglo IV) se conocen sólo por la refutación que escribe San Jerónimo. Véase San Jerónimo, De perpetua virginitate beatae Mariae adversus Helvidium , MPL,
t. XXIII, § 9, col. 201-202].
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Por último, encontramos en elTalmud el nombre de un Panther, o Bar-Panther, a quien se ubica entre los 70 amantes o maridos de la Virgen. Si este hecho es cierto, resultaría que María repudiada por José, o después de su fuga, se había casado conPanther, soldado gitano, su amante preferido y el verdadero padre de Jesús. San Juan Damasceno ha creído reparar la mancha que esta anécdota podía causar a la reputación de María, diciendo que los apellidos Panthero Bar-Panthereran hereditarios en la familia de María, y por consiguiente en la de José.71 Sin embargo, 1º) O María no era pariente de José, o no era prima de Isabel, casada con un sacerdote, y en consecuencia de la tribu de Leví. 2º) En ninguna parte de la Biblia se encuentra tal nombre de Panther entre los descendientes de David; si éste era un apellido hereditario de la familia se encontraría ese dato por algún lado, a no ser que supongamos que San Juan Damasceno lo supo por una revelación particular. 3º) El nombre Pantherde ningún modo es hebreo. Se nos dirá acaso que estos rumores, injuriosos para Jesús y su madre son calumnias inventadas por los enemigos de la religión cristiana. ¿Pero cómo juzgar un pleito si no se examinan las pruebas de los dos contrincantes? Además, estas incriminaciones son tan antiguas que ya se echaron en cara a los cristianos desde el srcen mismo de su religión, y éstos nunca las hanque rebatido con solidez. Aun en vidasus deprodiJesús vemos los contemporáneos miraban gios como efectos de la magia, como presagios del demonio, como efectos del poder deBeelzebuth, o como habilidades de mucha destreza. Incluso los parientes 70 71
[Talmud de Babilonia: Shabbat, 104b, y Sanhedrin 67a]. San Juan Damasceno, deFide orthodoxa, Lib. IV, cap. 14 [MPG,
t. XCIV, col. 1157-1158].
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de Jesús creían eso, y lo tenían por un impostor; verdad que se halla consignada en el mismo Evangelio y a consecuencia de la cual quisieron detenerlo. Por otra parte, Jesús no habló jamás unapalabra ni de su infancia ni aun del tiempo que precedió a su predicación; lo que da lugar a creer que no le gustaba recordar circunstancias deshonrosas para su madre, a quien bien pronto veremos que le perdió el respeto. Del mismo modo, losevangelistas pasan muy ligeramente por los primeros años de la vida de su héroe, puesto que Mateo lo hace volver de Egiptoen aquellos tiempos, sin fijar época alguna y dejando a sus comentadores en el problema de averiguar a tientas si tenía entonces dos o diez años.72 Aun el lapso de diez años se inventó a placer y para que se adaptase al suceso de la disputa que tuvo con los doctores en Jerusalén, suceso que San Lucas coloca en el duodécimo año de su edad. Fuera de este caso, tanto en uno como en otro evangelista, Jesús desaparece de la escena para no volver a presentarse sino hasta la edad de treinta años.73 Es sumamente difícil averiguar lo que hizo hasta entonces. Si creemos a San Lucas, permaneció en Nazaret. Por otra parte, sin embargo, se puede creer más bien que fue a otro lugar para aprender el papel que debía desempeñar en el futuro. En efecto, si hu72
73
[San Mateo (2:19) dice, sin embargo, que el retorn o de Egipto se produjo después de la muerte de Herodes, durante el reinado de su hijo Arquelao]. Acaso Jesús pasó una porción considerable de su vida entre los esenios contemplativos oterapeutas, que eran una especie de monjes judíos muy fanáticos que vivían en las cercanías de Alejandría, en Egipto, de los cuales parece haber absorbido el Cristo su doctrina severa y verdaderamente
monástica. V. el cap. XVII, nota 141 de esta obra.
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biese permanecido en Nazaret, los vecinos de esta pequeña ciudad lo habrían conocido perfectamente; pero bien lejos de eso, se sorprenden cuando lo ven de pronto a la edad de treinta años; solamente suponen conocerlo y se preguntan unos a otros:¿No es este el hijo de José?,74 pregunta muy ridícula en boca de personas que habrían estado viendo a Jesús habitualmente dentro de los límites de tan pequeña población. Esta consideración no detuvo a San Justino para decir que se hizo carpintero en el taller de su padre putativo, y que trabajó en la construcción de botes e instrumentos de labranza.75 Tal oficio, empero, no debió haber conformado por mucho tiempo a un hombre en el cual advertimos un espíritu ambicioso y turbulento. Es preferible que dejemos aquí a San Lucas para seguir a San Mateo, que ubica el bautismo de Juan inmediatamente después de la vuelta de Egipto, yhace comenzar a Jesús de inmediato su misión. Es también aquí, propiamente hablando, donde debe comenzar la vida del Cristo. Sin embargo, para que el lector no pierda nada de las memorias evangélicas sobre las 74 75
Lucas, cap. IV, v. 32. Véase a San Justino Mártir en su tratado contra Trifón [Dialogus cum Tryphone Judaeo, MPG, t. VI, cap. LXXXIII, col. 687-688]. ElEvangelio de la Infanciarefiere, entre otras cosas, que Jesús de pequeño se divertía en hacer pajaritos de barro, a los cuales vidamás y después echaba adevolar. El mismo libro dice daba que sabía que su maestro escuela, a quien quitó la vida cierto día a raíz de un castigo recibido por no haber querido repetir las letras del alfabeto. Se ve en este Evangelio que Jesús ayudaba a José en sus trabajos, y que agrandaba los maderos que salían cortos o estrechos. Todas estas impertinencias no son menos creíbles que tantas otras maravillas referidas en los Evangelios admitidos. V. Codex Apocr. N. T., t. I, pág. 198, y t. II, pág. 424-441 [Evangelium infantiae Servatoris arabige , ed. Thilo, caps. 36, 48
y 49, pp. 111, 123 y 125].
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cuales escribimos, hemos creído que no debíamos pasar por alto las circunstancias que acabamos de anotar, dado que estos preliminares son muyapropiados para iluminar la persona y acciones de nuestro héroe. Por otra parte, el intervalo que existe entre el nacimiento y la predicación de Jesús no es la parte de su historia que ofrece menos materia a la crítica, y es admirable cuánto ha influido en la conducta de los evangelistas. San Mateo, como se ha visto, para dar cuenta de una ausencia de treinta años, hace ir a su maestro hasta Egipto, de donde lo trae en un tiempo indeterminado. San Lucas, que compiló después sus memorias, viendo que el viaje a Egipto daba motivos paraque se atribuyesen a la magia los milagros de Jesús, lo hace quedarse en Galilea, e ir y venir todos los años a Jerusalén; y para dejar más en claro, según cree, su morada en el país, dispone que a la edad de doce añosse lo encuentre en la capital en medio de los doctores disputando con ellos. San Marcos ySan Juan, en cambio, aprovechándose quizá de la crítica que los dos anteriores habían recibido, hacen caer al Mesías de las nubes y lo ponen inmediatamente a trabajar en la gran obra por la salvación de los hombres. Así es como combinando y comparando relatos diferentes se podrá llegar a descubrir el verdadero sistema de los Evangelios, en los cuales, sin alterarlos en nada, encontraremos materiales paralacomponer la vida de Jesús simplemente reduciendo parte maravillosa a su justo valor.
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CAPÍTULO IV Bautismo de Jesucristo. Su estancia en el desierto. Principio de su predicación y de sus milagros. Bodas de Caná.
Después de que los romanos subyugaron a Judea, los habitantes supersticiosos de estepaís, impacientes de ver la venida del Mesíaso liberador tan prometido por sus profetas, parecían querer apresurar la lentitud del Eterno con la vehemencia de sus deseos. Esta predisposición en sus ánimos hizo brotar algunas imposturas, revoluciones y turbulencias, a cuyos autores castigaba el poder romano de un modo capaz de desanimar a los apasionados por tales novedades, 76 o al menos de disuadirlos con la mayor prontitud. Hasta la época de la que vamos a hablar, y que el evangelista Lucas fija en eldecimoquinto año del reinado de Tiberio,77 ninguno de los que habían querido pasar por Mesías había podido llevarlo a cabo; en verdad, para cumplir este papel hubieran sidonecesarias fuerzas superiores a las que toda Judea podía oponer a los vencedores de la tierra. Fue menester por lo tanto recurrir a la astucia, y malabares falta de fuerza, para loemplear cualera engaños muy importante cono-a cer el carácter de la nación judía; aducir un gran respeto hacia sus leyes y costumbres, por las cuales tendría la más profunda veneración; tener mucha habilidad para aprovecharse de las profecías de que estaba 76
[Hechos 5:36-37].
77
[Lucas 3:1].
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imbuida, y, en fin, mover las pasiones y avivar la imaginación de un pueblo fanático y crédulo. Pero todo esto debía hacerse con cuidado, porque era preciso evitar volverse sospechoso a los romanos y estar siempre alerta ante los sacerdotes, los doctores y las personas instruidas, capaces de intervenir y frustrar sus designios. A este efecto, era esencial comenzar por hacerse de algunos adherentes y cooperadores, y enseguida formarse un partido entre el pueblo a fin de que le sirviese de apoyo contra los poderosos. La política exigía que el héroe se manifestase muy raras veces en la capital; que predicase en los campos haciendo odiosos ante el populacho a los sacerdotes que devoraban la nación, a los grandes que la oprimían y a los ricos de quienes estaban naturalmente celosos. La prudencia pedía que hablase con palabras oscuras y en parábolas para no agitar los ánimos. Finalmente, no podía menos que hacer milagros, que siempre han sido más adecuados que todas las arengas del mundo para seducir a los devotos ignorantes dispuestos a ver el dedo de Dios en aquellas obras cuyos móviles no pueden descubrir. Tal fue, como vamos a ver, la conducta del personaje cuya vida examinamos. Ya sea que se suponga que estuvo en Egipto para adquirir allí los talentos necesarios para su objetivo, ya sea que haya permanecido en Nazaret, Jesús no lascuánto disposiciones de sus conciudadanos, y, ignoraba como sabía efecto hacían las predicciones en el ánimo de los judíos, eligió un profeta, un precursor, en la persona de su primo Juan Bautista. Éste, aparentemente de acuerdo con Jesús, predicaba la penitencia, bautizaba en la ribera del Jordán y anunciaba la venida de un personaje mayor que él, diciendo a los que lo escuchaban:Yo en
verdad os bautizo en agua para la penitencia; mas el que ha
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de venir después de mí es másfuerte que yo y yo no soy digno de desatarle los cordones de sussandalias: él os bautizará en Espíritu Santo y en fuego.78 Después vino Jesús a buscar a Juan, para convenir con él, o si se quiere para recibir el bautismo de su mano. Este último, según San Mateo, se resistió un poco sosteniendo que bien lejos de ser digno de bau79 pero por fin tizar a Jesús, éste debía bautizarlo a él; cedió a las órdenes o instancias del Cristo y le confirió este sacramento, sacramento del cual el inocente hijo de Dios no podía tener gran necesidad. Hay motivos para creer que en este encuentro los dos parientes acordaron lo que habían de hacer y tomaron las medidas necesarias para triunfar en sus planes. Así, los dos predicadores, ya que ambos tenían ambiciones, se repartieran la misión. San Juan cedió el primer papel a Jesús, a quien juzgó más apto para desempeñarlo con éxito, y se contentó con ser precursor, su predicar en el desierto, reclutarle partidarios yprepararle el camino; todo a consecuencia de una profecía de Isaías, que había dicho:Preparad los caminos del Señor, enderezad sus sendas en la soledad , profecía muy oscura y vaga, en la que sin embargo se ha creído ver claramente designados al Mesías y a su santoprecursor.80 78
Mateo, cap. III, v. 11.
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Mateo, cap. los III, v. 14. Losque judíos tenían costumbre de bautizar a todos prosélitos hacían. El la bautismo era según ellos unaregeneraciónpropia para hacer del bautizado un hombre nuevo, y tanto que después podía casarse aunque fuese con su madre. Pero San Juan y Jesús quisieron bautizar o regenerara los mismos judíos, pretendiendo que regenerala ciónles era tan necesaria como alos prosélitos. Véase Bernard, Nouvelles de la République des Lettres , t. XXXI, pág. 366 [octubre de 1708; reseña de W. Wall, The history of infant baptism , Londres, 1705; puede consultarse en http://books.google.fr].
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Isaías, cap. XL, v. 3.
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Una vez concertados los dos misioneros, Juan tuvo buen cuidado de decir a los que venían a oírlo que era tiempo de hacer penitencia para aplacar al cielo, que la venida del Mesías no estaba distante; finalmente, declara con claridad haberlo visto. Como las predicaciones de Juan hacían cierto ruido, los sacerdotes de Jerusalén, que velaban sobre todo por cuanto podía interesar a la religión, quisieron instruirse de sus miras e informarse de su persona. Poreste motivo le enviaron unos emisarios que le hicieron varias preguntas: le preguntaron si él era elCristo, o algún profeta.81 Juan contestó que no era nada de todo eso. Sólo cuando se le preguntó acerca de quién lo autorizaba a bautizar y predicar, declaró que era el precursor del Mesías. Este paso que dieron los sacerdotes no podía menos que añadir peso a los discursos de Juan, y debió naturalmente excitar la curiosidad de un pueblo reunidopara oírlo. Así es que al día siguiente fueron en masa al lugar en que este predicador bautizaba; él, aprovechándose hábilmente de la circunstancia y viendo venir a Jesús, exclamó: He aquí el Cordero de Dios; he aquí el que quita los pecados del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: después de mí viene un hombre que estabaantes que yo.82 Aquí conviene observar que el autor del Evangelio atribuido a Juan, percibiendo que era importante 81
Era una opinión a muchos judíos quedeElías debía aparecer antes quecomún el Mesías. Un gran número cristianos creen todavía hoy que la venida de Elías debe preceder a la que Jesucristo ha de hacer para juzgar al mundo. Véanse las opiniones de los padres acerca del retorno de Elías [por ejemplo, San Justino,Dialogus cum Tryphone Judaeo, 49, MPG, t. VI, pp. 581-586]. Los más aferrados a esta opinión son los jansenistas, que como los primeros cristianos tienen la cabeza atestada de ideas fanáticas y lúgubres acerca del próximo fin del mundo.
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Juan, cap. I [:19-35].
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evitar toda sospecha de un pacto entre Jesús y su precursor, hace declarar a Juan Bautista dos veces queno lo conocía antes de bautizarlo,83 sino que Dios le había revelado que aquel sobre quien viera descender el Espíritu mientras lo bautizaba era el hijo de Dios. Vemos entonces que, según este evangelista, Juan Bautista no conocía a Jesús, elcual sin embargo era su pariente, según San Lucas.84 Juan era muy estimado por el pueblo, al que seduce con facilidad un género de vida austero y extraordinario; ellos no podían sospechar que un misionero, tan desprendido de las cosas de este mundo, fuese capaz de engañarlos. Creyeron, pues, de acuerdo con su palabra, queel Espíritu Santo en forma depaloma había descendido sobre Jesús, y que este era el Cristo o el Mesías prometido por los profetas. En otra ocasión veremos aún a Juan Bautista aduciendo que no conocía a su primo Jesús y enviándole a algunos de sus discípulos para saberquién era. Jesús les respondió que no tienen que hacer más que contarle a Juan los milagros que hacía y que con esta señal su maestro iba a poder reconocerlo. Tendremos 85 más adelante ocasión de hablar de esta embajada. Por su parte, a Jesús sehabía asociado un discípulo o confidente, que en ese momento se llamabaSimón, y que después se llamóCefas o Pedro; este hombre había sido reclutó discípulo Juan. Apenas connueva el Mesías, a sudehermano Andrésacordó para la secta. Estos dos hermanos eran pescadores; no gustaba a nuestro héroe, según vemos, escoger a su gente entre los grandes del país. 83 84
[Juan 1:31, 33]. [Lucas 1:36, 57].
85
Véase el cap. XI de esta obra.
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Los progresos de Juan Bautista y el cariño del pueblo hacia él alarmaron a los sacerdotes; esto srcinó grandes conflictos y Juan fue arrestado por orden del tetrarca Herodes, quien, según San Mateo, le hizo cortar la cabeza por complacer a su cuñada Herodías. Sin embargo, no vemos que los historiadores de ese príncipe le hayan echado en cara el suplicio delprecursor. Al parecer, después de su muerte sus discípulos se unieron al Mesías cuyo advenimiento había anunciado, y el cual recíprocamente había dado los más brillantes testimonios a su favor en presencia del pueblo. En efecto, Jesús había declarado a viva voz que Juan era más que un profeta, más que un ángel, y que no había 86 nacido ningún hombreque fuera más grande que él. Sin embargo, sin duda temiendo el Mesías ser alcanzado por la desgracia de su precursor,dejó a sus dos discípulos en Jerusalén y se retiró al desierto, donde estuvo cuarenta días. Se ha observado que durante la prisión de Juan, Jesús no pensó en liberarlo, ni hizo milagro alguno por él, y que después de su muer te no habló de él sino muy poco, absteniéndose de hacer su elogio: no tenía ya necesidad, y quizá quiso dar con esto una lección a los que secundan las miras de los ambiciosos y enseñarles que no deben contar mucho con su reconocimiento. Como hubiese sido muy mala excusa dar el temor como motivo del retiro Mesías, por eldel Espíritu, dice que fue llevado queelloEvangelio transportónos al desierto.87 Hacía falta, por otra parte, que el Cristo superase a su precursor. Llevando éste una vida muy austera, no manteniéndose sino delangostas y miel silvestre, el Evangelio nos asegura, por lo tanto, que Je86
[Mateo 11:11-15].
87
[Mateo 4:1; Marcos 1:12-13; Lucas 4:1-13].
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sús no comió cosa alguna en todo este tiempo, y que en el último de los cuarenta días, teniendo hambre, los ángeles se apresuraron a servirle.88 Luego, para dar a entender la importancia de su misión, el daño que con ella iba a causar al imperio del Diablo y las infinitas ventajas que debía procurar a los que le creyesen, Jesús dijo ala salida del desierto que el Diablo lo había tentado; que le había hecho las ofertas más lisonjeras para obligarlo a desistir de su empresa, y, en fin, que le había prometido la monarquía del universo si renunciaba al proyecto de redimir al género humano. El rechazo que hizo a todas estas proposiciones muestra un deseosobrenatural de trabajar por la salvación del mundo; y aquellos quese enteraron de tales detalles debieron llenarse de asombro, manifestar un gran reconocimiento y arder de celo por el predicador. En efecto, el número de sus adherentes aumentó. San Juan Evangelista, o el que escribió bajo su nombre, cuyo objeto principal parece haber sido establecer la divinidad de Jesús, no ha hecho mención alguna ni de su rapto, ni de su estancia en el desierto, ni de su tentación: sin duda creyó quetodo esto era muy perjudicial para la doctrina que quería establecer. San Mateo, San Lucas y San Marcos cuentan ese rapto y las tentaciones que le siguieron; todos de una manera diferente, suficientealpara hacer ver el poder de Satanáspero era superior del Mesías; en que efecto, aquel lo transporta, contra su voluntad sin duda, hasta encima del pináculo del templo, y porun milagro asombroso le hace considerar desde aquella altura todos los reinos del globo, sin exceptuar aquellos cuyos habitantes eran las antípodas de Judea. Hay que conve-
88
[Mateo 4:11].
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nir, pues, que según los Evangelios el Diablo obra maravillas no menores que las del mismo Jesús. La huida y ausencia de Jesús le hicieron perder por algún tiempo a sus dos primeros discípulos,Pedro y Andrés. La necesidad de proveer a su propia subsistencia los obligó a volver a su primera tarea de pescadores. Como su maestro no se atrevía por entonces a permanecer en Jerusalén, se retiró a la ribera del mar de Galilea, y allí los encontró.Seguidme, les dijo, dejad vuestras redes de pescadores de peces, yo osharé pescadores de hombres.89 Aparentemente les daría a entender que las meditaciones que había hecho en su retiro le suministraron medios seguros para subsistir sin trabajar a costa de la credulidad del vulgo. Los dos hermanos lo siguieron sin demora. Sea que Jesús haya sido echado de Nazaret por sus conciudadanos o que se haya marchado por propia voluntad, vino por aquel tiempo a asentarse en Cafarnaúm, marítima, situada enmadre, los confines 90 Su de las tribusciudad de Zabulón yde Neftalí. viuda o separada de su marido, lo siguió: en verdad podía ser muy útil a Jesús y al pequeño número dediscípulos que vivían en su compañía. He aquí el tiempo en que nuestro héroe, ayudado por sus discípulos, empezó a predicar. Su predicación, en un principio, así como la de Juan, consistía 91 EnHaced porque el reino de Dios está en decir: cerca. efecto,penitencia, parece que es aquí donde hay que establecer la época de la misión de Jesucristo. Hemos visto que Juan empezó a predicar el año decimoquinto del reinado de Tiberio: en este año fue su entrevista con Jesús, quien se hizo bautizar por él, y 89 90
[Mateo 4:18-20; Marcos 1:16-18]. [Mateo 4:13].
91
[Mateo 4:17].
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es hacia el final de ese mismo año cuando Juan desaparece. Después de esto, Jesús se fue al desierto, del que salió para vivir con su madre en la ciudad de Cafarnaúm, y allí permaneció poco tiempo, porque la Pascua se aproximaba y para celebrarla se fue a Jerusalén. Así, podemos establecer el comienzo de la predicación de Cristo en el año decimosexto de Tiberio, que es el único sistema que presenta el Evangelio. Él celebró tres veces la Pascua antes de su muerte,92 y la opinión común es que su predicación duró tres años, esto es, hasta el decimonoveno del mismo emperador. Los rumores surgidos por el bautismo y predicación de Juan, y los testimonios que había dado en favor de Jesús, se habían disipado con la prisión y muerte del precursor y con la huida del Mesías; sin embargo, Jesús cobró nuevo ánimo y creyó que debía, con la ayuda de sus discípulos, hacer otra tentativa. Demasiado conocido o desacreditado en Nazaret, despreciado por sus parientes, que según toda apariencia sabían a qué atenerse acerca de él, deja nuestro héroe esa ciudad ingrata para establecerse, como se ha dicho, en Cafarnaúm el año decimosexto de Tiberio. Aquí fue donde dio comienzo a su misión, predicando a algunos pobres pescadores y a otra gente del pueblo. Pronto vio que allí su misión estaba muy limitada; lo un tanto, para darle más es brillo, juzgó en queel debía por hacer milagro, o, lo que lo mismo lenguaje de los judíos, algún juego capaz deasombrar al vulgo. He aquí que se da justo la ocasión. Unos vecinos de Caná, pequeña aldea de la Galilea superior, distante unas quince leguas de Cafarnaúm,convidaron a Jesús y a su madre a una boda. Los novios
92
[Juan 2:13, 6:4 y 11:55].
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sin duda eran pobres, aunque Juan, elúnico que refiere este hecho, les da un maestresala;sea como fuere, nos dice que les faltó el vino en el momento en que los convidados ya estaban semiborrachos alegres: los cántaros pues se hallaron vacíos. María, que conocía el poder o la habilidad de su hijo, se dirige a él y le dice en tono penetrante:No tienen vino; pero Jesús le responde con mucha aspereza, lo cual denotaría en cualquier caso un hombre ya bajo los efectos del vino: ¡Mujer! ¿Qué hay de común entre tu y yo?No obstante, parece que aun sabía bien lo que hacía, pues pudo convertir el agua en vino, y de tal manera que este vino milagroso pareció mejor que el natural que habían bebido antes.93 Este primer milagro de Jesús se hizo en presencia de no pocos testigos, pero ya cuando estaban algo bebidos; y el texto no nos explica si ciertamente al día siguiente, cuando ya se habían disipado los vapores de la víspera, continuó la misma admiración. ¿Quién sabe si este milagro no fue acordado con el maestresala? En una palabra, los incrédulos, menos fáciles de persuadir que unos pobres aldeanos medioborrachos, no ven en esta mutación del agua en vino un motivo suficiente para convencerse de la omnipotencia de Jesús. Observan que para esta operación se sirvió del agua, y que de esto era posible sospechar que no hizo más que una composición, cual podía como otros muchos poseer el secreto. de Enlaefecto, mejor hubiera sido crear el vino y hacer que los cántaros que estaban vacíos se llenasen de pronto sin echar agua, que hacer la transmutación de agua en vino: al menos hubiera disipado la idea de no haber hecho más que una mezcla.
93
[Juan 2:1-10].
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De cualquier forma que hiciese aquel prodigio, lo cierto es que no dejó de causar impresión entre los que lo vieron u oyeron hablar de él y que su autor aprovechó para expandir su misión hasta la capital de Judea. Mientras daba tiempo a que su milagro se difundiese, se retiró con su madre, sus hermanos y discípulos a Cafarnaúm,donde permaneció hasta que la fiesta de la Pascua,que estaba cerca, reuniese en Jerusalén a una multitud de gente del vulgo ante la cual se prometía obrar muchas maravillas.
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CAPÍTULO V Viaje de Jesucristo a Jerusalén. Vendedores expulsados del Templo. Conferencia con Nicodemo.
Habiendo llegado a Jerusalén el ruido del milagro de Caná por medio de los que de Galilea fueron hasta allí, pasó también Jesús a aquella ciudad encompañía de algunos de sus discípulos, cuyo número no sabemos. Era, como dijimos, el tiempo de la Pascua,y por consiguiente época en que sehallaba reunida casi toda la nación en la capital. Ésta era una ocasión muy favorable para hacer milagros; San Juan afirma que Jesús hizo un sinnúmero de ellos, sin especificar ninguno. Muchos de los que fueron testigos del poder de Cristo creyeron en él, según nuestro historiador; sin embargo, Jesús no se fiaba de ellos. He aquí la razón que da: porque conocía todo, y porque no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio de hombre alguno porque sabía por sí mismo lo que había en el hombre.94 En una palabra, lo sabía todo, excepto el medio de dar a los que veían sus prodigios la predisposición que deseaba. conciliaremos en estos nuevos convertidos la fe¿Cómo en Jesucristo con la mala predisposición que éste conocía de ellos? Y siél conocía a fondo lapredisposición tan poco favorable de estos testigos de sus milagros, ¿para qué hacerlos en vano? Ésta es una inconsecuencia del escritor que no se debe imputar a Jesús: más vale que en cuanto a esto nos apartemos de Juan
94
Juan, cap. II, v. 23 y 25.
110
antes que creer que su sabio maestro hacía milagros sin designio, o sólo para divertirse. Por otra parte, nuestro héroe hizo en este viaje a Jerusalén una acción que bien vale un milagro y que demuestra un brazo todopoderoso. Según una costumbre antigua, los mercaderes y vendedores se establecían bajo los pórticos que rodeaban el templo, especialmente durante las festividades solemnes, y proporcionaban a los devotos las víctimas y ofrendas que podían ofrecer al Señor según los preceptos legales. Además, para comodidad de los judíos que acudían desde todas las regiones, e incluso por su propio interés, los sacerdotes habían permitido que los banqueros colocasen allí sus oficinas. Jesús, que siempre se manifestó poco favorable al sacerdocio, se irritó con esta costumbre que, bien lejos de ser criminal, se encaminaba a facilitar el cumplimiento de la ley mosaica. Enconsecuencia, hace un látigo de cuerdas, y desplegando un brazo vigoroso sobre estos mercaderes los saca a la calle, espanta al ganado y derriba los mostradores. La sorpresa hizo que nadie se opusiese a semejante hecho; al contrario, más bien se podría sospechar que la multitud no tomó a mal este desorden y que se aprovechó del dinero y efectos que nuestro héroe desparramó en este ataque de celo. Es lógico que los discípulos no despreciasen la ocasión, y su pudo por este medio, sumisobre todo si como es maestro presumible estaban avisados, nistrarles con qué costearse los gastos durante todo el tiempo de su estancia en la capital. Por otra parte, vieron en este suceso el cumplimiento de una profecía del Salmista,que anunció que el Mesías seríadevorado por el celo de la casa del Señor,95 profecía que se verificó
95
[Juan 2:17; Salmos 69:10].
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ciertamente por el alboroto que el Cristo causó en esta ocasión. En cuanto a los mercaderes, no parece que hubiesen comprendido el sentido místico de tal profecía, o al menos no se esperaban verla verificada a costa suya, y aunque en el aturdimiento inicial no se opusieron a los ataques imprevistos de un hombre que les pareció un frenético, luego de que volvieron en sí se quejaron ante los magistrados por el grave daño que habían sufrido. Éstos, creyendo comprometer su autoridad castigando a un hombre del cual era cómplice el pueblo, o a un fanático cuyo celo podía ser aprobado por los supersticiosos, no quisieron ser rigurosos con él y se conformaron con interrogar a Jesús para saber con qué autoridad obraba.96 ¿Por medio de qué milagro, le dijeron, nos pruebas que tienes derecho a hacer estas cosas? A lo cual Jesús respondió: Destruid este templo, y yo lo reedificaré en tres días.97 Los judíos no tuvieron la menor tentación de hacer la prueba, lo tomaron por un se marcharon, encogiéndose de hombros. A loco deciry verdad, si le tomaban la palabra lo ponían en un gran aprieto, porque no era del templo de Jerusalén del que hablaba, sino de su propio cuerpo: se refería sólo a su resurrección, dice San Juan, que debía verificarse a los tres días de su muerte.98 Los judíos no tuvieron bastante talento para acertar este enigma, y los discípulos mismos no penetraron su verdadero mucho tiempo después, esto es, cuando sentido dijeron sino que su maestro había resucitado. No se cansa uno de admirar la Providencia, que queriendo instruir, iluminar y convertir al pueblo judío por boca del Cristo, no emplea más que figuras, alegorías y logogrifos 96 97
[Lucas 20:1-8]. [Juan 2:18-20].
98
[Juan 2:21-22].
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totalmente inexplicables para las personas más ingeniosas y ejercitadas. Sin embargo, a pesar de que Jesús tenía el poder de resucitar, no quiso emplear este don maravilloso para escapar de las manos de los judíos, que estaban dispuestos a apresarlo y a castigarlo como a un perturbador de la tranquilidad pública, sino que creyó más conveniente y más sabio escurrirse sin ruido, y ponerse por medios comunes y naturales a cubierto de las persecuciones de aquellos a quienes pudo irritar su brillante incursión. Se estaba retirando por la noche de Jerusalén, pues, cuando cierto fariseo, devoto o deseoso de instruirse, fue a su encuentro; su nombre era Nicodemo y tenía un cargo de senador, rango que no siempre está exento de credulidad:Maestro, le dice a Jesús,sabemos que eres un doctor que ha venido de parte de Dios,porque ninguno podría hacer estos milagros que tú haces si Dios no estuviera con él. Parecía que ésta era una ocasión muy favorable a Jesús para revelarse, y con una palabra confirmar su divinidad, descubriendo ante este senador tan bien dispuesto que era Dios; pero nada de eso: evita toda respuesta directa, y se contenta con decirle quenadie puede formar parte del reino de Dios si no es regenerado de nuevo. El prosélito admirado exclama que es imposible que un hombre ya viejo vuelva a nacer, o entre de nuevo en el de sumadre. A del lo cual replica: os digo quevientre si un hombre no renace aguaJesús y del Espíritu no podrá entrar en el Reino de Dios . Parece que Nicodemo quedó tan intrigado como antes, lo que no dejó de advertir Jesús; y por lo tanto, para ser más claro, añadió: no comprendéis que lo que nace de la carne, es carne, y lo que nace del Espíritu, es espíritu . No os sorprendáis por lo que os dije, que es preciso nacer una vez más.
El Espíritu sopla donde quiere,y oís bien su voz, mas no
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sabéis de donde viene ni adónde va: asíes todo aquel que nace del Espíritu. A pesar de la precisión y claridad de todas estas instrucciones divinas (bastante parecidas a los discursos de nuestros teólogos), Nicodemo,cuyo entendimiento estaba sin duda embotado, no pudo comprenderlas, y entonces preguntó:¿Cómo puede hacerse eso? Al oírlo Jesús, ya enfadado, le dijo, ¿Cómo, sois maestro en Israel e ignoráis esto? Escuchad, pues; os digo que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto; sin embargo, no recibís nuestro test imonio. Pero si os he dicho cosas terrenasy no las creéis: ¿cómo creeréis si os dijera las celestiales? Así, nadie subió al cielo más que aquel que cendes 99 dió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo . Hemos querido copiar este diálogo curioso como una muestra de la lógica de Jesús, tanto más cuanto que ha servido de norma al modo de razonar de todos los doctores cristianos. Éstos tienen la costumbre de explicar las cosas oscuras con otras más oscuras aún y más ininteligibles, y acaban todas sus disputas refiriéndose a la decisión de su propio testimonio, es decir, a la autoridad de la Iglesia o del clero,encargado por el mismo Dios de determinar lo que los fieles deben creer. El resto de la conversación de Jesúscon Nicodemo es en el mismo tono y con la misma claridad. El Cristo
habla que con laa quien, fuerza según de sustodas razones tapó lasolo, bocayalparece dócil senador, las apariencias, lo dejó ya plenamente convencido. Así es como una fe viva dispone a losescogidos a someterse a las lecciones, a los dogmas y a los misterios de la religión, aunque sea imposible ligar alguna idea a las palabras que se escuchan pronunciar.
99
Juan, cap. III, v. 1-21.
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No se vuelve a hablar de Nicodemo, así que no sabemos si dejó su lugar de senador para alistarse en las filas de los discípulos de Jesús,o si se contentó con suministrar en secreto algunos socorros a Jesús y a su tropa, en recompensa por las luminosas ideas que le había comunicado. Da lugar a creer que así fue el ver que Juan hace que reaparezca en escena después dela muerte de Cristo, trayendocien libras de aloes y mirra para embalsamar su cuerpo, y acompaña a José de Arimatea a enterrarlo: lo que prueba que de la charla que tuvo con Jesús salió más hábil teólogo de lo que había entrado.100 Se cree que en tal ocasión el Mesías le concedió una graciaeficaz o suficiente,sin la cual era absolutamente imposible que comprendiese cosa alguna de tan sublime teología. A pesar de todo, es preciso convenir que la imposibilidad de entender la doctrina de Jesucristo da a los incrédulos un pretexto plausible para negar que sea divina. No pueden comprender que un Dios, que vino sólo para instruir a los hombres, no se explicase ni una sola vez con claridad. Ningún oráculo del paganismo se sirvió de términos más ambiguos que los que escogió el misionero divino para iluminar a las naciones; en este caso podemos concluir que Dios se ocupó de poner obstáculos a sus mismos designios, que tendió una trampa inevitable no sólo a los judíos, sino a cuantos debieron leerimportantes el Evangeliopara buscando obtener de allí las luces más su salvación: conducta que parece indigna de un Dios bueno, de un Dios justo, de un Dios lleno de previsión y sabiduría. Con la fe, empero, se llega a conciliar todo esto y a comprender que Dios ha sido un maestro en cuanto a hablar sin querer ser entendido.
10 0
[Juan 19:39-42].
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Poco después de su encuentro con Nicodemo, Jesús salió de Jerusalén, lugar que se había vuelto demasiado peligroso para él, y empezó a recorrer las campiñas de Judea, donde estaba más seguro. Es probable que el escándalo protagonizado en la capital, donde además había tanta gente reunida, lo había dado a conocer a muchas personas; por esto no dejó de hallar partidarios en la misma campiña. ¿Pero de qué se ocupaba entonces? San Juan nos dice en el cap. III que bautizaba, y poco después nos refiere en el IV, que no101bautizaba, sino que sus discípulos lo hacían por él. Lo que es seguro es que después de esta época dejó Judea para pasar a Galilea.102 Sería quizá para ponerse más a cubierto de los que lobuscaban, o para prevenir el cisma que, según el Evangelio, estaba por brotar entre los judíos bautizados por Juan y los que Jesús o sus discípulos habían bautizado. Jesús comprendió que la prudencia exigía que se alejara para dejar el campo más libre a un hombre de quien sabía que todavía podía ser muy útil a sus intereses, y que como vimos no ambicionaba más que elsegundo puesto. Efectivamente se descubrió muy pronto que el Cristo hacía mayor número de prosélitos que su primo, y esta circunstancia había tal vez con el tiempo causado alguna desavenencia entre ambos. Jesús dirigió puespara su marcha hacia lacon Samaria, a donde lo seguiremos luego volver él a Galilea.
1 01
[Juan 3:22 y 4:2].
1 02
[Juan 4:1-4].
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CAPÍTULO VI Aventura de Jesús con la samaritana. Su viaje y sus milagros en el país de los gerasenos.
Observaremos aquí de una vez por todas que en el examen de la historia de Jesús seguimos el orden de los hechos más generalmente adoptado, sin que garanticemos que los mismos hayan sucedido precisamente en el mismo orden. Las fallas de cronología no nos parecen de importancia cuando no influyen en la naturaleza de los sucesos; por otra parte, los evangelistas, sin fijar época alguna, se contentan con decir en aquel tiempo, lo cual en este tiempo nos dispensa de dar una cronología exacta de los hechos que recapitulamos. Para dar a la materia más precisión se necesitaría un trabajo tan inmenso como superfluo, y al final sólo probaría que la historia de Jesucristo, dictada por el Espíritu Santo, es másincongruente que la de los hombres célebres del paganismo, aun los de una antigüedad remota. Probaría incluso que los escritores inspirados de esta importante historia se contradicen a cada en paso, haciendo obrary acon su héroe a un mismo tiempo lugares diversos frecuencia distantes unos de otros. En fin, este trabajo tan penoso no nos enseñaría a cuál de los evangelistas deberíamos dar preferencia, en vista de que a los ojos de la fe todos tienen igualmente razón. El lugar yel tiempo no cambian la naturaleza de los hechos, y éstos son los que han de establecer nuestras ideas acerca
del legislador de los cristianos.
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Habiéndose puesto Jesús en camino, según todas las apariencias en verano, se sintió sediento cerca de Sicar, en el país de Samaria, lo cual dio lugar a una extraña aventura.103 A la entrada de esta ciudad se veía un pozo, conocido con el nombre de lafuente de Jacob. El Cristo, que venía cansado, se sentó al borde del pozo a esperar la llegada de sus discípulos que habían ido a buscar provisiones. Era cerca del mediodía cuando una mujer vino a sacar agua de esta fuente; Jesús le pidió que le diese de beber en el vaso que ella tenía, y la samaritana, que reconoció en el porte del que hablaba que era judío, se admiró de su pedido, porque no había ningún comercio ni trato entre los judíos ortodoxos y los samaritanos, esto es, que, según era costumbre de los partidarios de las diferentes sectas, se detestaban entre sí cordialmente. El Mesías, que no era tan escrupuloso como los judíos ordinarios, emprendió la conversión de esta mujer herética, por cuyo sexo y profesión siempre tuvo inclinación a la largo de su vida.Si conocieseis el don de Dios y quién es el que os pide de beber,le dice, serías vos quien primero se lo pediría, y él te daría del agua viva.La samaritana, que no veía que Jesús tuviese vaso alguno, le pregunta:¿Dónde tienes el aguaviva? Entonces el Mesías, adquiriendo un tono místico, responde:Todo aquel que beba del agua de estepozo volverá a tener sed; mas el quecon bebiere delagua yo leque daré, nunca máslavida tendrá sedy hará esa agua unaque fuente saltará hasta eterna. Nuestra aventurera, que era una mujer de mala vida, le pidió de esta agua maravillosa para ahorrarse el tener que acudir allí a sacarla. Jesús, que por la conversación pudo descubrir el oficio de la mujer, se sale de la dificultad diciéndole que vaya, llame a su mari-
1 03
[Juan 4:5-42].
118
do, y que vuelva con él al sitio, contando quizá con escurrirse cuando ella se marchase; ésta, sin embargo, no se fue, antes bien se puso a contarle su vida, dándole algunos detalles por los cuales vino en conocimiento de varias cosas que lo pusieron en condiciones de hacer de adivino. En consecuencia, después de haberla hecho hablar, le dijo que había tenido cinco maridos, que ahora no tenía y que el hombre con quien vivía no era más que un amante. Tan pronto como dijo esto, la mujer tomó a Jesús como un mago o un profeta; él no la contradijo, antes bien como no temía ser apedreado o castigado en este momento, se animó a declarar por primera vez que era el Mesías. Estaban en ello cuando el regreso de los discípulos de Jesús puso fin a la conversación; éstos, sea porque tenían noticia del oficio de la que estaba hablando, sea porque eran más intolerantes que su maestro, se escandalizaron y sorprendieron de la confianza; no obstante ninguno de ellos se atrevió a criticar la conducta de Cristo. La samaritana, por otra parte, al ver aquel séquito, llegó a creer que en efecto era un profeta o el Mesías, y dejando su cántaro, corrió a Sicar a decir a sus habitantes:Venid y ved a un hombre que me dijo todas cuantas cosas he hecho. ¿No será el Cristo? Los habitantes maravillados se reúnen, van al encuentro de Jesús, y absortos de oírlo hablar, quizá porque no una palabra de sus lo invitancomprendían a que se quede algún tiempo condiscursos, ellos. A pesar de su insistencia, sólo se quedó dos días,en los cuales no hubo que tocar las provisiones que tenían, porque la tropa vivió durante este tiempo a expensas de estos herejes, satisfechos sin duda de agasajar al Salvador y a su gente. Todo lo que pudiera haber de maravilloso en este
suceso gira alrededor de haber adivinado Jesús que
119
la samaritana había tenido cinco maridos y que vivía en la actualidad con un amante. Pero Jesúspudo muy bien haber descubierto estas circunstancias, ya seapor la misma conversación de esta mujer tan charlatana, ya sea por ser de conocimiento público o por cualquier otra vía muy simple. Además, los incrédulos no dejan de hallar motivos para criticar este relato de Juan: dejando aparte lo milagroso, atacan su veracidad histórica. En efecto, la historia atestigua que en tiempos de Jesucristo la Samaria estaba poblada por colonos de diversas naciones y que los asirios habían sido llevados allí después de la destrucción del reino de Israel, lo cual parece destruir la idea de que los samaritanos, tal como dice Juan, estuvieran esperando el Mesías: siendo paganos e idólatras no debían tener nociones tan claras de un suceso propio de Judea. Por otra parte, si los samaritanos descendían de Jacob era preciso no poner en boca de la samaritana estas palabras:Nuestros padres adoraron en esta montaña, y vosotro s decís que en Jerusalén está el lugar en donde es menester adorar. También es absurdo hacer decir a Jesús:No adoraréis ya al Padre ni en esta montaña ni en Jerusalén. Adoráis lo que no conocéis. Primero, porque la ley de Moisés jamás prohibió adorar a Dios en cualquier lugar. Segundo, porque, aunque las costumbres de los judíos en tiempo de querían que sólo templo de Jesús la capital, los sitios paraselasacrificase adoracióneny el para orar estaban al arbitrio de cada uno. Tercero, porque no es verdad que los descendientes de Jacob no conociesen al Dios que adoraban, el cual eraJehová, el Dios de Moisés y de los judíos; a menos que se pretenda que éstos tampoco conocían lo que adoraban, en cuyo caso, aun después de la misión de Jesús, los cristianos mis-
mos no tendrían nada que reprocharles. Y cuarto,
120
porque las palabras de Jesús en esta ocasión parecen insinuar que él quería abolir la adoración del Padre, siendo por lo menos claroque los cristianos adoraban tanto al Padre como al Hijo; de otra manera –sin la fe– se destruiría el dogma de la unidad de Dios. Finalmente, Jesús no parece haber sido buen profeta asegurando que el Padre no iba a ser adorado ya ni en Jerusalén ni en la montaña, dado que este Padre no ha dejado ni un momento de ser adorado allí después de dieciocho siglos por los judíos, porlos cristianos y luego por los mahometanos. Si se pretende que la samaritana era pagana, es poco verosímil suponer que ella pudiese tener a Jesús por el Mesías, a quien no debía conocer ni esperar. Se suma a esto que los samaritanos creen en Jesús por la palabra de una cortesana: credulidad de la que sólo podían ser capaces los judíos olos cristianos. Para terminar, Jesús y sus discípulos eranjudíos, y como tales estaban excluidos de la Samaria sin importar qué naciones habitaran esta región. Después de que pasaran los dos días, y habiendo quedado los vecinos de Sicarsuficientemente instruidos según toda apariencia, Jesús dejó su ciuda d y acompañado de sus discípulos tomó el camino de la Galilea superior. No juzgó apropiado entrar en Nazaret, su patria, por la mala disposición de sus paisanos, aplies profetapues en suluego tiecándose adagio: rra.104 No aquel era asífamoso en el resto deNadie la provincia, de que el pueblo supo de la venida de Jesús nada omitió para recibirlo bien; San Lucas asegura incluso que era estimado y honrado por todo el mundo.105 Estas buenas gentes sin duda habían visto las maravillas que 10 4
Lucas cap. IV, v. 24. [Juan 4:44.]
10 5
Lucas cap. IV, v. 15.
121
había obrado en Jerusalén durante la fiesta de la Pascua.106 En reconocimiento de estas disposiciones tan favorables, y de la fe que encontró entre los galileos, Cristo no se contentó con instruirlos, sino que dio muestras de su agrado con una multitud de milagros. El nombre de éstos fue sin duda muy grande, puesto que Mateo dice vagamente quesanaba toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.107 Bastaba presentarle los enfermos de cualquier enfermedad: los lunáticos, cuyo número era grande en este país, los locos, los hipocondríacos y los poseídos; todo ellos no tenían más que recurrir a él para curarse con seguridad. Esta multitud de milagros, que así llamaban a las curas que hacía Jesús, atrajo a su lado a una turba de ociosos y vagabundos, tanto de Galilea como de Jerusalén, de Decápolis, de Judea y de la región del otro lado del Jordán.108 En esta caminata fue donde hizo la adquisición de dos discípulos famosos, a saber: los dos hijos deun pescador llamadoZebedeo, Santiago y Juan.109 El primero, aunque muy posiblemente no sabía leer, compuso después algunos tratados místicos que son aún reverenciados por los cristianos; y el segundo, que era buen mozo, llegó a ser el favorito de su maestro y recibió señales de una ternura distinguida. Se hizo por fin unplatónico sublime, y en reconocimiento del cariño que le tuvo Jesús, lo deificó en el Evangelio epístolasdeque tenemos su nombre. La fama yyrecursos Jesús habíanbajo aumentado de tal modo en Galilea que éste no tenía que hacer otra cosa que hablar para acrecentar el número de sus discípulos: así es que no fue necesario más que llamar a 1 06 1 07 1 08
Juan cap. IV, v. 45. Mateo, cap. IV, v. 23 y 24. [Mateo 4:25].
1 09
[Mateo 4:21-22].
122
estos dos para que se le uniesen. Sin embargo, queriendo descansar de las fatigas de la predicación y de los milagros, Jesús resolvió dejar las ciudades para ir a la orilla del mar. Comprendió que conviene no dejarse ver ni por mucho tiempo, ni de muy cerca, sino hacerse desear y no exponer su crédito. El pueblo, ansioso de oír las maravillosas doctrinas de Jesús, lo siguió; pero él, sofocado por el tropel, vio por suerte dos barcas, y se introdujo en una que justamente pertenecía a Simón Pedro, el primero desus discípulos, y 110 desde allí arengó a la multitud que se atropellaba. ¡He aquí el bote de un pescador convertido en púlpito desde donde la Divinidad daba sus oráculos! Los galileos no eran ricos, y el número de los que adherían a Jesús aumentaba; en consecuencia vemos a sus cuatro primeros apóstoles trabajar en su oficio de pescadores mientras el Mesías permaneció en esta provincia. El día que predicó en la barca fue desgraciado para ellos, y la noche anterior no les había sido tampoco favorable. Jesús, que sabía más de un oficio, creyó que debía hacer algo por unas gentes que le manifestaban tan celoso afecto. Así pues, luego de que cesó de arengar, y de que las turbas, según todas las apariencias, se hubieran marchado, dijo a Simón que entrase mar adentro y echase su red. Simón se excusa, diciendo que ya la había echado varias veces en vano. singravedad: embargoLainsiste; entonces echaré por vuestradice palaSimónEl conCristo mucha bra. En esto, por un milagro sorprendente se rompe la red por todas partes, Simón y Andrésno son lo suficientemente fuertes como para traerla, por lo que llaman en su ayuda a sus camaradas, y sacan tanta pesca que tienen para llenar dos barcas. Estos pescadores
11 0
[Lucas 5:1-3].
123
se sorprendieron de tal manera que Pedro tuvo a su Maestro por un mago y le rogó quese apartase de él. Jesús en cambio lo sosegó y le prometió que no le volvería a causar iguales sustos, porque de allí en adelante no había de pescar peces.111 El Mesías, hallándose cerca de Caná, creyó que debía entrar en ella, atendiendo a que antes había hecho allí un milagro; un oficial de Cafarnaúm, cuyo hijo estaba con fiebre, se le acercó para experimentar los remedios de Jesús,cuya eficacia ponderaban. Va a buscar , pues, al médico, yle ruega que venga con él a su casa para curar a su hijo; nuestro Esculapio, empero, que no quería obrar en presencia de personas ilustradas, se deshizo del inoportuno de un modo que no lo comprometiese en caso de no tener éxito. Ve, le dice, tu hijo está sano.Se vuelve el oficial entonces a su casa y se entera de que la fiebre, que quizás era intermitente, había dejado a su hijo: no hacía falta nada más para que se considerara por aclamación un milagro y para convertir a toda la familia.112 Después de haber recorrido la costa y estado algún tiempo en Caná,volvió Jesús a Cafarnaúm,donde, como hemos dicho, había establecido su residencia. La familia de Simón Pedro se hallaba establecida en aquella población, circunstancia que, unida almaltrato de los habitantes de Nazaret, determinaría al Cristo escoger esta ubicación. Efectivamente, parece que aera aborrecido en la ciudad en que se educó, pues cuando quiso predicar trataron de echarlo; por el contrario, en Cafarnaúm era escuchado y admirado, y allí predica en la sinagoga, explica la Escritura y les demuestra que en ella está anunciado él mismo. 1 11
[Lucas 5:4-11].
1 12
[Juan 5:46-53].
124
Un sábado, estando en medio de su predicación, le traen a un poseído que empieza, quizá de acuerdo con él, a gritar con toda su fuerza:Déjanos en paz y ¿qué tienes tú que ver con nosotros, Jesús de Nazaret? Has venido para perdernos. Nosotros sabemos que tú eres el santo de Dios. El pueblo espantado esperaba el fin de esta aventura, cuando Jesús, seguro de su éxito, se dirige no al hombre sino al demonio que lo posee, y le dice: Calla y sal de este hombre.Al punto el espíritu maligno tiró al suelo al poseído, le causó horribles convulsiones y desapareció sin que nadie lo viese.113 Los médicos, sobre todo los que provienen de los países de Oriente, no admiten milagros de esta especie; saben muy bien que las enfermedades que en tiempo de los judíos se tenían por posesiones son srcinadas por los desarreglos que produce en el cerebro el exceso de calor. Estas enfermedades eran frecuentes en Judea, donde la superstición y la ignorancia habían impedido que la medicina hiciese progresos; así es que fuera de este país apenas se veían poseídos. Por esto la incredulidad le quita a Jesús un gran número de milagros; sin embargo, aun quitándole los relacionados con las posesiones le quedan suficientes. La mayor parte de los poseídos que se encuentran aún entre nosotros son hipocondríacos, maniáticos, mujeres histéricas, melancólicos o personas atormentadas por vapores espasmos; o bien impostores, que por ganar dinero,ocautivar a los simples y proporcionar a los sacerdotes alguna muestra de su poder aceptan recibir al Diablo para que los sacerdotes tengan la gloria de echarlo: apenas hay posesión entre nosotros que sea capaz de resistir una buena paliza.
11 3
[Marcos 1:21-28].
125
Es verdad que los milagros apaciguan la imaginación, pero el cuerpo necesita otros alimentos; la aventura que relatamos sucedió cerca de la horade comer. Salieron de la sinagoga y Jesús fue convidado a comer en casa de Simón Pedro, donde, según parece, estaba todo dispuesto para que tuviese ocasión de hacer un segundo milagro. La suegra de Simón se hallaba enferma cuando más se la necesitaba para guisar la comida, y Jesús, que tenía el talento de curar con mayor prontitud a los parientes de sus discípulos, deenteramente la mano y lasana, hizo levantar cama:y saliólaentomó efecto dispuestadea la comer aun a servir la mesa de los convidados.114 En el mismo día, a eso del anochecer, le traen a Jesús a todos los enfermos de Cafarnaúm; él curaba a todos los poseídos: según San Mateo, con palabras, y según San Lucas poniendo las manos sobre cada uno de ellos.115 Muchos demonios, saliendo de los poseídos, la imprudencia deahacer al elsecretocometían del médico, y testificaban vocestraición que élera Cristo, el Hijo de Dios,indiscreción que desagradaba mucho a Jesús, que quería o fingía querer guardarlo en secreto. Por esto, Lucas nos dice queél los amenazaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo. Acerca de esto es preciso notar que, según los teólogos cristianos, el Hijo de Dios en toda su conducta tarletenía no el misterio otro objeto de la que Redención; embaucarpero al Diablo, vemosyque ocul-a pesar de esto Jesús nunca pudo lograr engañar a un enemigo demasiado astuto. Por el contrario, en todo el sistema evangélico el Diablo es más hábil y más fuerte que Dios Padre y que Dios Hijo; o por lo menos nadie puede negar que no cesa de trastornar sus 1 14
[Marcos 1:29-31; Lucas 4:38-39; Mateo 8:14-15].
1 15
[Mateo 8:16; Lucas 4:40].
126
planes con éxito, y que acaba por reducir a Dios Padre a la durísima necesidad de hacer morir a su amado Hijo para reparar el mal que Satanás había causado al género humano. El cristianismo es un verdadero maniqueísmo, en el cual la ventaja está siempre de . Éste, por el gran número de parte del principio malo partidarios que aun hoy atrae, hace visiblemente inútiles todos los proyectos divinos. Si el Diablo sabía que Jesús era el Cristo, lo debió haber aprendido después del retiro del desierto, porque entonces le hablaba en un tono que daba bien a entender que no lo conocía. Sin embargo, esinútil examinar en qué momento el Diablo adquirió este conocimiento, porque, sea cuando fuere, no podía menos que ser con permiso divino. Concediendo Dios al Diablo el conocimiento de su hijo, o quiso, o noquiso que hablase de él; si quiso, Jesús hizo mal en oponerse; y si no quiso, ¿cómo es que el Diablo pudo obrar contra la voluntad divina? ¿Por qué Jesús oculta concuidado su cualidad, siendo así que el conocimiento de ella bastaba para obrar la salvación? ¿Y por qué la manifiesta el Diablo, que tanto interés tenía en ocultarla? Luego el Diablo contra su propio interés, y aun contra la voluntad del Todopoderoso, hace conocer la cualidad del Cristo. Por último, si Jesús efectivamente no quería que el Diablo lo descubriese, ¿por qué le impuso silencio que después ya loenhubiera dicho? La conducta tuvode el que Mesías estas circunstancias más bien nos hace creer que, no atreviéndose a asumir en público la cualidad de Cristo o de hijo de Dios, no se enfadaba sinceramente de que los demonios, que estaban a sus órdenes, divulgasen su secreto y le evitasen el trabajo de hablar. Por otra parte, le era mucho más ventajoso sacar esta confesión de la
boca de sus enemigos.
127
Para que los hombres no dejen de creer en alguien es menester evitar que se harten, y Jesús no ignoraba esto. Por eso, al día siguiente de haber obrado tantos milagros en Cafarnaúm, salió antes del amanecer y se retiró al desierto116. Todos los legisladores han amado el retiro: en él es donde han tenido inspiraciones divinas, y cuando salían de estos asilos misteriosos era cuando hacían milagros propios para fascinar los ojos del vulgo ya maravillado. Se sabe que es bueno recogerse algunas veces para pensar en los propios asuntos. A pesardedevista; su fuga, los discípulos deseJesús lo perdieron lo acometen cuando creíanosolo y le dicen que lo buscaban por todas partes. Efectivamente, había aún un número bastante grande de enfermos y de endemoniados en la región, pero tal consideración no lo movió a volver a Cafarnaúm; el pueblo enmendó esta falta, yendo a buscarlo a su retiro. Para desembarazarse de tanta gente, empezó a recorrer de nuevo la Galilea,diablos, en donde rando enfermos y echando que continuó es cuantocuel 117 Evangelio nos dice . Parece que en las ciudades por donde pasaba se detenía poco o nada y debía hacer sus arengas andando, puesto que en brevísimo tiempo se halló bastante adelantado en las costas de Galilea. Aumentándose incesantemente la turba que lo seguía con la concurrencia de los haraganes y curiosos que to de ser sofocado; producía cada lugar, por seello vio nuestro dio orden predicador a sus discípulos a punde pasarlo al otro lado, al territorio de los gerasenos. Cuando saltó a tierra, vino a él un doctor de la ley ofreciéndose a seguirlo; pero Jesús comprendió que no podía serle de provecho undoctor, porque seguramente habría hecho mala figura entre aquella tropa 1 16
[Marcos 1:35].
1 17
[Marcos 1:36-39].
128
compuesta de pescadores y gente baja, ya que tales eran las personas de quienes había elMesías formado su corte. Le hizo entender pues al doctor que después se arrepentiría de su determinación, y que no podía convenirle su género de vida: porqueel Hijo del hombre, le dijo, no tiene donde reclinar su cabeza.118 No quiso permitir a susdiscípulos que se esparciesen por las tierras de los gerasenos, a pesar de que era la patria de algunos de ellos. Uno le pidió licencia para ir a cumplir con los últimos deberes hacia su padre; otro quiso ir a ver a su familia: a uno y otro pedido se negó duramente. Al primero le dio por respuesta: hay que dejar que los muertosentierren a los muertos;119 al segundo: todo el que habiendo puesto mano en el arado vuelve la cabeza para mirar atrás, no esapto para el reino de los cielos.120 Los incrédulos hallan en estasrespuestas una prueba de la dureza de su carácter y del espíritu despótico y exclusivo de Jesús, quien bajo el pretexto del reino de Dios obligaba a sus discípulos a faltar a los más santos deberes de la moral. Pero los cristianos, dóciles a las lecciones de su divino maestro, que no se atreven a examinar, hicieron consistir laperfección en un total desprendimiento de los objetos que según la naturaleza deben serles los más queridos. Por consiguiente, el cristianismo parece proponerse separar a los entre sí, aislarlos y quebrantar los lazos quehombres deben unirlos. Según las máximas del Cristo, sólo una cosa es necesaria: adherirse a él exclusivamente:121 11 8
11 9 12 0
[Mateo 8:20; Lucas 9:58. Como observa Hunwick (p. 275, n. 42), Mateo ubica el encuentro con el “doctor de la ley” antes de que Jesús emprendiera el cruce]. [Lucas 9:60; Mateo 8:22]. [Lucas 9:62].
12 1
[Véase Lucas 9:23-25].
129
máxima muy útil para merecer el cielo y muy adecuada para destruir toda sociedad en la tierra. Después de que nuestro misionero hubo pasado algún tiempo en el país de los gerasenos, donde parece que permaneció de incógnito,un día, ya a la caída de la tarde, después de haber despedido al pueblo, ante el cual, aunque se había reunido allí para oírlo, no predicó absolutamente nada, se hizo pas ar a la orilla opuesta del lago. Durante el viaje, Jesús, que se hallaba fatigado, se duerme; en ese momento, una tempestad furiosa acomete a la barca en la que iba y sus discípulos asustados, en la persuasión de que su Maestro tenía más poder despierto que dormido, lo llaman y le manifiestan el peligro. Esta acción les valió reproches acerca de su pocafe, durante las cuales acaso fue cediendo la borrasca; enseguida Jesús en tono de amo mandó al mar que se sosegase y esa orden fue obedecida de inmediato.122 A pesar de este prodigio, la fe de los discípulos aún estuvo por mucho tiempo vacilante. Quizá la tempestad de que el Evangelio nos hace una descripción tan pomposa no fue más que una ventisca que se apaciguó por sí misma. Inmediatamente regresó Jesús al país de los gerasenos, sin haber predicado ni hecho milagros del otro lado.
1 22
[Marcos 4:35-41; Mateo 8:23-27. El autor se atiene a la ver-
sión del primero].
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CAPÍTULO VII Jesús sana a dos poseídos. Milagro de los cerdos. Prodigios obrados por el Cristo hasta el fin del primer año de su misión.
Habiendo Jesús desembarcado otra vez en e1 territorio de los gerasenos, tomó una senda por la que nadie pasaba ya hacía mucho tiempo porque dos endemoniados, que habitaban en los sepulcros de la zona, hacían muy peligroso aquel sitio. Apenas se presentó el Cristo, los dos furiosos corrieron a su encuentro, pero, como entendía bien de posesiones, inmediatamente se puso a exorcizarlos para echar de ellos al espíritu inmundo. A pesar de su divina sabiduría, se expresó en esta ocasión de manera inadecuada, ya que tuvo que lidiar no con un solo demonio sino con toda una legión de diablos. Uno de ellos, riéndose de la equivocación del hijo de Dios que le preguntaba su nombre, le respondió: legión es mi nombre. Entonces Jesús cambia de estrategia; ya iba a desalojarlos cuando los diablos, empeñados en quedarse en el país o con muy poca gana de volver a los infiernos, propusieron capitular. de lasdeprincipales cláusulas que al salir de losUna cuerpos los poseídos habríanera de entrar en una piara de cerdos que pasaban por la pendiente de una colina que estaba cerca. Jesús quiso esta vez conceder algo a petición de los diablos y no usar con rigor su autoridad. Ni él, ni los suyos, como buenos judíos, comían cerdo; juzgó así que este animal, prohibido por la ley de Moisés, podía servir de acogi-
da a todos aquellos diablos. Consintió en el trato, y
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en virtud de él salieron los demonios de su antigua estancia para entrar en los cerdos, los que, naturalmente, teniendo el diablo en el cuerpo se estremecieron o se espantaron y corrieron a precipitarse al mar, en el que se ahogaron cerca de dos mil.123 Si una legión de diablos se componía del mismo número que la Legión Romana, debemos contar que eran seis mil los diablos; esto hace evidentemente tres diablos por cerdo: número suficiente para determinarlos al suicidio. Autores muy serios nos dicen que Jesús nunca se rió ni aun se sonrió;124 pero es bastante increíble que el hijo de Dios conservase su seriedad después de haber concluido semejante travesura. Sin embargo, no pareció cosa de risa a los porquerizos, quienes tuvieron este bello milagro por tan poco divertido que fueron a lamentarse a sus amos y corrieron a la ciudad; así que apenas lo supieron los dueños del ganado, lejos de convertirse, se quejaron de un prodigio tan costoso para ellos y, según pretendieron, para la cosa pública. Como consecuencia de esto, los gerasenos salieron en grupo para oponerse a que Jesús entrase en su ciudad, y, a falta del poder para castigarlo, le rogaron que cuanto antes saliera de su territorio. He aquí el efecto que produjo el milagro de los cerdos. Este memorable acontecimiento debe ser cierto porque lo atestiguan tres. San evangelistas aunque varían en algunas circunstancias Mateo, por ejemplo, nos dice que eran dos los endemoniados; Lucas y Marcos, que sólo era uno, pero tan furioso, que según 1 23 1 24
[Marcos 5:1-20; Mateo 8:28-34; Lucas 8:26-37]. C[laude] Fleury, enMoeurs des chrétiens, pág. 11 de la edición de 1769, dice, hablando de Jesús, estas palabras notables: Era muy serio. Se lo vio llorar en dos ocasiones; pero no se
dice que haya reído alguna vez, y ni siquiera que haya sonreído
132
este último no se lo podía atar ¡ni aun con cadenas!San Lucas sabía que el Demonio lollevaba muchas veces a los desiertos; San Marcos afirma que pasaba días y noches en los sepulcros y en las montañas vecinas. También en esta ocasión el Diablo proclama que Jesús es el Cristo; éste, dado que se encontraba entre amigos o con sus discípulos, no le impone silencio. Tal confesión, en efecto, particularmente útil, no lo dañaba en ese momento, como sí lo podría hacer en presencia del público, frente al cualnuestro poderoso hacedor de milagros tenía muchos cuidados, sobre todo cuando no se sentía suficientemente apoyado. Los incrédulos pretenden encontrar errores capitales y signos evidentes de falsedad en este relato, por otra parte bastante ridículo: 1º Les sorprende ver a los diablos, que según los cristianos están condenados a tormentos sin fin en los infiernos, salir de ellos para apoderarse de los habitantes del ruegue mundo.al2º hijo Les es muy extraño que el Diablo detambién Dios, siendo de fe entre los cristianos que para rogar es menester la gracia, y que si los condenados no pueden rogar, con mayor razón debe ser negada esta gracia a los jefes de los levemente, como observó San Juan Crisóstomo[p. 9 de la edición de 1744 disponible en http://books.google.com.ar]. Como los hombres están acostumbrados a mirar a Dios como ser riguroso y que no entiende muchaun gravedad de todos cuantos vienende dechanzas, su parte.exigen Cuanto más triste es una religión, más agrada a los hombres, porque gustan de tener miedo. Los reformadores, si han de hacer algo, es preciso que tengan siempre una apariencia austera. Los devotos prefieren un confesor duro y áspero a otro de buen genio: un predicador que hace temblar siempre tiene mucho éxito. Losjansenistas son reformadoresque se esfuerzan en reducir a los cristianos a su tristeza primitiva, y que, si el mundo no hubiese cambiado, habrían logra-
do revivir el fanatismo de los tiempos apostólicos.
133
condenados. 3º Se escandalizan de un milagro por el que Jesús hace bien a dos posesos en perjuicio de los propietarios de dos mil cerdos, que por lo menos deben computarse en veinte mil escudos de nuestra moneda, lo que no parece muy conforme a las reglas de la equidad. 4º Tampoco es fácil comprender por qué los judíos, a quienes su ley inspiraba horror por los cerdos, tenían tan importante manada de unos animales que entre ellos de nada servían y a los cuales ni siquiera podían tocar sin ensuciarse. 5º Les parece indecente el acuerdo del Hijo de Dios con los diablos, ridícula la posesión de los puercos, y, en fin, injusto que entren en animales que eran ajenos. Nada se vuelve a decir de lo que les sucedió a los diablos después de su caída en el mar, pero se puede presumir que al salir de los cerdos entraron en los judíos para darle al Salvador el placer de echarlos de nuevo. Las curas de poseídos eran, de todos los milagros, aquellos en los que mejor mostraba su destreza. En cuanto al poseído sanado por Jesús, lleno de reconocimiento hacia su médico a quien quizá conocía de antemano, quiso seguirlo, según San Marcos; pero previendo que su testimonio sería sospechoso si él iba en el séquito del Mesías, éste prefirió que fuese a anunciar a su familia la gracia que había recibido del Señor. Era natural de la Decápolis, región que, como hemos visto, estaba dispuesta creer fácilmente; de que muy nuestro hombrea contó su aventura,y así, todoluego el 125 Esta docilidad en creer mundo se llenó de admiración. sin haber visto nada es bien diferente del carácter de los gerasenos, que, siendo testigos oculares del prodigio, no sólo no se admiran sino que le prohíben duramente a Jesús que entre en su ciudad. Frecuentemente
1 25
[Marcos 5:18-20].
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vemos en el Evangelio que ser testigo de un milagro es una razón para no creerlo. La dureza e incredulidad de los gerasenos, y sobre todo la súplica que hicieron al Mesías de que no entrase en el pueblo, lo obligaron a embarcarse de nuevo con su tropa para volver a Galilea, donde fue bien recibido. No se dice sin embargo si predicó o si hizo milagros; ni siquiera se sabe con certeza cuánto tiempo se detuvo allí.126 Los amigos de Jesús, los parientes de sus discípulos y su madre recibían de tiempo en tiempo las nuevas de sus prodigios, que ellos se encargaban de esparcir, y él por su parte supo que deseaban su presencia: en consecuencia regresó a Cafarnaúm. Apenas se supo de su llegada, el pueblo siempre ansioso de sermones y de milagros se agolpó junto a él; ni en su casa, ni en el espacio que había delante de su puerta podía caber la turba; necesitaba seguramente de la voz de un Esténtor127 para hacerse oír por los más alejados, ysaber quizá losqué, ociosos, ir en su por no secontentos cuidabande mucho de procesión entenderle.sin Los fariseos, a quienes comenzaba a hacer sombra el éxito de Jesús, resolvieron ver por sí mismos si lo que se decía de él era verdad. Para aclarar el asunto, los doctores de Galilea, que no eran de los admiradores de nuestro misionero, fueron a buscarlo. Lo oyeron predicar, y salieron de sus sermones con mayores prejuicios en su contra; sus milagros pudieron convertirlos y eso ni quesiquiera San Lucas nos dice que la virtud del Señor obraba en su presencia para la curación de las enfermedades.128 Como ya hemos notado, sin embargo, los milagros del Mesías no parece que se 12 6 12 7
[Marcos 5:21; Mateo 9:1; Lucas 8:40]. [Héroe de la mitología griega, famoso por la potencia de su voz].
12 8
[Lucas 5:17].
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hicieran sino para convencer a los que no los veían; por esto aquellos milagros son creídos al presente por personas que no querrían creer los que hoy se hiciesen en su presencia. En París, todo el mundo cree en los milagros de Jesús, y sinembargo muchos espíritus fuertes dudan de los que han hecho los jansenistas, aun siendo testigos de algunos. Cuatro hombres que llevaban a un paralítico en su cama, no pudiendo abrirse paso para entrar hasta donde estaba Jesús, decidieron encaramarse con su carga sobre el techo de la casa y abrir en él un agujero para descolgar al enfermo en su camilla a los pies del médico, a quien la ocurrencia le pareció nuevae ingeniosa. Dirigiéndose al enfermo, le dijo:hijo mío, tened confianza, vuestros pecados os han sido perdonados.Esta absolución o remisión fue pronunciada sin duda para que la oyesen los doctores emisarios, que se escandalizaron mucho. Jesús, adivinando sus intenciones,les dirigió estas palabras:¿por qué dais entrada en vuestros corazones a los malos pensamientos?¿Qué es más fácil de decir a este paralítico: vuestros pecados os han sido perdonados o levantaos, tomad vuestro lecho y marchad?129 Esta cuestión propuesta con intrepidez en medio de un pueblo fanático y predispuesto, no dejaba de ser embarazosa, y los doctores no juzgaron conveniente responder. Jesús, aprovechándose de verlos confundidos, al paralítico propósito dellecho palevantaos,atomad vuestro pel quedijo teníaentonces que cumplir: y marchad a vuestra casa.Este prodigio llenó de asombro los espíritus, e hizo sobre todo temblar a nuestros doctores espías, con lo que el vulgo gritó:jamás habíamos visto algo tanmaravilloso. 1 29
Compárense en esta historia a Mateo en el cap. IX [1-7], a
Marcos en el cap. II [1-12] y a Lucas, cap. V [17-26].
136
Aunque, según se dice, los doctores tuvieron miedo, no por esto se convirtieron, y a pesar de la cura del paralítico no creyeron en la absolución que le concedió Jesús. Podemos suponer, por lo tanto, que en este milagro hubo circunstancias que lo hicieron sospechoso; acaso el Evangelio mismo nos las pueda aclarar. Observaremos en primer lugar que cuando un mismo hecho es contado de manera diversa por diferentes autores iguales en autoridad, hay motivos para dudar de él, o al menos tenemos derecho a dudar de que haya sucedido del modo quese supone. Este principio de crítica debería ser tan aplicable a las narraciones de los autores inspirados como a las de los demás escritores. Ahora bien, San Mateo nos dice solamente que le presentaron un paralítico a Jesús y que lo curó, sin decir una palabra de la extraña circunstancia del techo y demás adornos con que San Marcos y San Lucas enriquecieron su historia: luego, tenemos derecho a suspender nuestra creencia con respecto a este hecho, o por lo menos a creer que no pasó como lo cuentan algunos de los evangelistas. En segundo lugar, Marcos y Lucas, que dicen que subieron al enfermo en su camilla hasta lo más alto de la casa en que estaba el Cristo, habiéndonos dicho antes que era tanta la gente que losque lo llevaban no habían podido abrirse paso, afirman, sin expresarlo, otro gran esta operaciónpaso, implica que los quemilagro; llevabanenal efecto, enfermo se abrieron que llegaron sin saberse cómo hasta las paredes de la casa, y subieron, sin saberse por dónde, cargados con el enfermo y con su camilla hasta el techo. Lucas dice que hicieron una abertura en las tejas; en este caso parece que el pueblo debía verlos, y principalmente todos los que ocupaban la casa, que estaban con la
mayor atención oyendo la charla de Jesús, debieron
137
oír el ruido que hacían unos hombres cargados con un enfermo en su cama para subirlo sobre un techo, y más para romper en él un agujero por el que pasase todo. Esta operación era aún más difícil si el techo, en vez de estar cubierto de tejas, era una azotea, y en verdad las casas de los orientales estaban y aún están cubiertas de este modo. Todas estas dificultades dan motivos suficientes para dudar de este gran milagro, el cual se hará más verosímil si suponemos que el enfermo se hallaba de antemano en la casa de Jesús, donde estaba ya todo previsto: esto es, que se hizo bajar por una trampa a un paralítico que debía seguramente curarse por orden del Mesías. Esta escena podía parecer maravillosa a un populacho dispuesto a ver prodigios en todas partes, pero no admiró tanto a los doctores que habían venido para observar de cerca la conducta de nuestro aventurero. Bien sabían ellos que era peligroso contradecir a los fanáticos poco racionales; no por eso, sin embargo, dieron mayor crédito al milagro del que habían sido testigos. Pocos días después marchó Jesús a predicar a lo largo de la costa, y al pasar vio en una oficina de impuestos a Mateo, uno de los agentes, que allí estaba sentado.130 Su presencia gustó al Mesías, y lo llamó: con lo cual nuestro administrador subalterno dejó su puesto para seguirlo, después de haber dado un gran convite a Jesús y a su gente. En este convite puso la mesa con el Mesías a publicanos, empleados comoa él y otras personas de mala nota; y los fariseos y doctores que espiaban a Jesús, vinieron expresamente a casa de Mateo para asegurarse de este hecho. Ocupado Jesús en la comida, no se dio cuenta de que lo observaban, hasta que las conversaciones que llegaron a
1 30
[Mateo 9:9-13; Marcos 2:13-17; Lucas 5:27-32].
138
sus oídos llamaron su atención: éstas eran las de los doctores que echaban en cara a los discípulos el que bebiesen y comiesen con gentes de tan mala reputación. “¿Cómo es –les decían–, que vuestro maestro, que tanto recomienda la virtud, la sobriedad, la penitencia, se atreve a presentarse en públicocon tan mala compañía? ¿Cómo se familiariza con los bribones, acaparadores y personas cuyas extorsiones e injusticias los hacen tan odiosos a la nación? ¿Por qué lleva consigo a mujeres de mal vivir, tales como Susana y Juana que lo acompañan sin cesar, y que no lo abandonan un momento?”131 13 1
Aunque Jesús era tan serio, no dejaba de tener su distracción con las mujeres; en verdad, los melancólicos no son los menos susceptibles de esta debilidad. María Magdalena lo amó con pasión, y fue el modelo de las devotas afectuosas, o de las mujeres disolutas, a quienes su temperamento determina comúnmente a entregarse a lo místico con tanto ardor después conversión se habían entregado antes al mundode y asusus amantes. como Los albigenses pretendían que Magdalena había tenido con el Mesías relaciones poco inocentes. Ver [Jacques François de la Baume-Desdossat] La Christiade,[ou le Paradis reconquis pour servir de suite au Paradis Perdu de Milton], t. I [tomo II, canto IV, pp. 334-335, n. 1 de la edición de 1753 que puede consultarse en http:// books.google.com.ar]. La Facultad de París decidió con la mayor gravedad, en 1620, que María Magdalena, María, hermana de Lázaro, y Maríala cortesana, no eran más que una mujer; pero después Sorbona cambió deVéase parecer, ysola ahora pretende que son latres Marías distintas. Bernard, Nouvelles de la République des lettres,t. XXI, pág. 200, y t. XXXII, pág. 140 [en el primer caso se trata de la reseña de Louis Ellies Du Pin,Nouvelle bibliothèque desauteurs ecclésiastiques y se encuentra en el número de agosto de 1703; en el segundo caso, el libro reseñado es una antología de Richard Simon (bajo el pseudónimo de M. de Sainjore) titulada Bibliothèque critiquey se encuentra en el número de febrero de 1709; ambos números pueden consultarse en
http://books.google.fr].
139
Los discípulos sorprendidos con estas quejas no supieron contestar; pero Jesús, sin desconcertarse, les respondió con este proverbio:No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Y enseguida les citó un pasaje de la Escritura, que no se encuentra en ningún lado. Aprended, les dijo, la verdad de estas palabras: prefiero la misericordia antes queel sacrificio.132 Parece que los doctores no se dieron por vencidos, porque Jesús pasó a decir que él no había venido a llamar a los justos a la penitencia, sino a los pecadores. Ahora bien, si esto era así, ¿por qué desecha a los fariseos y doctores, a quienes llamasepulcros blanqueados?133 O los adversarios de Jesús eran justos, o eran pecadores; en este caso él había venido para llamarlos a la penitencia, y por consiguiente no debía excluirlos. Cualquier fuera la razón por la cualJesús paliaba o justificaba su conducta, ésta no dejó muy pronto de conocerse. Los discípulos de Juan Bautista que se enteraron de ella, quizá con alguna envidia le pidieron la razón de la gran diferencia que se notaba en su género de vida y el de sus discípulos con respecto a la del Bautista y los suyos: “Nosotros ayunamos –le dijeron–, mientras que vos y los que te siguen coméis muy bien. Nosotros practicamos la austeridad y vivimos en el retiro, mientras que vosotros vagáis continuamente de aquí para allá, frecuentáis las casas de personas difamadas, etc.”. El reclamo tenía alguna ¿Acafuerza, pero Jesús se evadió muy bien diciendo: so van a estar afligidos los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el momento en que les quiten al novio y entonces ayunarán.Nadie pone un remiendo nuevo enun vestido viejo, así como tampoco seecha vino nuevo en odres 1 32
[Error; el pasaje se encuentra en Oseas 6:6].
1 33
[Mateo 23:27].
140
viejos, y nadie que haya probado el vino añejo quiere el nuevo, porque sabe que el añejo es mejor.134 Los discípulos de Juan nada tuvieron que replicar sin duda a razones tan profundas y convincentes. Parece que Jesús, cuyo ejemplo es seguido por nuestros modernos doctores, salía fácilmente de cualquier dificultad a través de algún enigma, logogrifo o pomposo galimatías; argumentos todos muy propios para cerrar la boca a los que no tienen ánimos para disputar eternamente sobre cosas que no entienden. Este hecho nos prueba que no eran los fariseos y doctores los únicos que se escandalizaban con la conducta de Jesús y de las personas con quienes se asociaba: verdad confirmada por el Evangelio.135 Pero esta misma conducta de Jesucristo da visiblemente la victoria a los jesuitas y a los que siguen la moral laxa, suministrándoles armas victoriosas contra los jansenistas y rigoristas modernos. Debemos además observar que las acciones y las palabras de Cristo en esta ocasión autorizan y justifican lo que hacen y dicen nuestros santos conductores, y sobre todo nuestros señores los obispos, quienes luego de que se les reprocha su mala conducta, nos cierran la boca diciendo que es menester hacer lo que ellos dicen y no hacer lo que ellos hacen. Es preciso reconocer, por otra parte, que la con-
tradicción existíapor entre conducta de Jesús y los principios que recibidos loslajudíos, y aun su misma 13 4 13 5
[Mateo 9:14-17; Marcos 2:18-22; Lucas 5:33-38]. Véase Mateo, cap. IX; Marcos, cap. II, v. 13, y Lucas, cap. V, y particularmente la epístola atribuida a San Bernabé, en la que este apóstol dice formalmente,que los apóstoles que el Señor escogió eran hombres perversos e inicuos sobre toda maldad [Sancti Barnabae Apostoli Epistola Catholica , 5, MPG, t. VI, pp.
735-736].
141
doctrina, exigía grandes milagros para probar su misión; esto no lo desconocía nuestro misionero, y por ello los prodigios eran sus más fuertes argumentos. En verdad son los más adecuados para convencer al pueblo. Éste nunca se caracteriza por su racionalidad; más bien se encuentra dispuesto adisimular cualquier cosa a un hombre que hace asu vista maravillas y que posee el secreto de dominar su imaginación. Luego de haberles cerrado la boca a los discípulos de Juan, vino el jefe de una sinagoga a encontrarse con el Salvador y le suplicó que fuese a imponer las manos sobre su hija de doce años de edad, la cual, según San Mateo estabamuerta, y según San Marcos y San Lucas sólo estababastante enferma: diferencia que no deja de 136 Jesús accedió, y mienser de alguna consideración. tras caminaba hacia la casa, nuestro héroe se enardeció de tal manera quesalía de él una virtudque curaba a cuantos se hallaban a su alrededor. No haremos reflexión alguna acerca de la naturaleza de esa virtud o transpiración divina, y sólo nos limitaremos a observar que fue lo bastante fuerte como para curar en un momento a una mujer que hacía doce años padecía un flujo de sangre, enfermedad que es verosímil que los espectadores hubieran verificado tan poco como su curación. En esta ocasión, el Cristo se dio cuenta de que había salido de él una buena dosis devirtud; en hemorrágica consecuencia se volvió haciacon la quien sus discípulos habían apartado aspereza,a y, viéndola Hija, tened confianza, vuesprosternada a sus pies, le dijo: tra fe os ha salvado.La pobre mujer, a quien habían aterrado los discípulos, contenta con escapar de entre ellos 137 a tan bajo costo, confesó a voces que había sanado. 1 36
[Mateo 9:18; Marcos 5:23; Lucas 8:41-42].
1 37
[Mateo 9:20-22; Marcos 5:25-34; Lucas 8:40-48].
142
Apenas nuestro hacedor de milagros llegó a casa de Jairo (que así se llamaba aquel jefe de la sinagoga), le vinieron a avisar que su hija acababa de morir, y ya hallaron la casa llena de músicos que tocaban una marcha fúnebre al estilo del país. Jesús, que por el camino había hecho hablar al padre de la muchacha enferma acerca de todo cuanto podía convenirle, no se aturdió con la noticia; hace antes que nada despejar la habitación, y, entrando solo, la resucita con algunas palabras. En hechos históricos deben preferirse dos escritores que están de acuerdo antes que un tercero que los contradice. Aquí Lucas y Marcos afirman quela chica no estaba muerta; el mismo héroe, por otra parte, debilita su victoria, pues cuando le dicen que estaba muerta, les respondeque sólo estaba dormida, y, en efecto, verdaderamente hay niñas que a la edad de doce años sufren síncopes semejantes. Además, el padre había instruido al médico del estado de la joven, y éste, más al tanto del asunto que los otros, no creyó que estuviera realmente muerta. Por eso entró solo en el cuarto donde estaba, seguro de hacerla volver si no era más que un error; si por el contrario la hubiera hallado muerta, seguramente le habría dicho al padre que lo había llamado demasiado tarde y que estaba molesto por el accidente.138 Sea como fuere, Jesús no quiso que este milagro se divulgara, y prohibió a los padres la niñaque contar sucedido: nuestro charlatán temiódequizás estelo milagro provocara más y más la indignación o el furor de los judíos de Jerusalén a donde iba a trasladarse pronto para celebrar la Pascua. Por lo demás, el relato de este milagro confirma la idea de que el Hijo de Dios aprendió en Egipto algún barniz de medici-
13 8
[Mateo 9:23-26; Marcos 5:35-43; Lucas 8:49-56].
143
na, y que en particular conocía las enfermedades espasmódicas de las mujeres: no hace falta mucho más para que el vulgo tenga a un hombre por un hechicero, o como un hacedor de milagros. Puesto ya Jesús a hacer losprodigios, no paró aquí. Según San Mateo (el único que cuenta los tres milagros de los que vamos a hacer mención),139 dos ciegos que lo seguían empezaron a gritar:Hijo de David, ten piedad de nosotros. Aunque Jesús, en cuanto Dios, supiese los más ocultos pensamientos de los hombres, deseaba ser asegurado verbalmente de la disposición de los enfermos que asistía: y así les preguntó si tenían bastante fe, o sicreían sinceramente que él podía hacer lo que le pedían. Nuestros ciegos respondieron que os sea que sí, y entonces tocándoles los ojos les dijo: hecho según vuestra fe ; y los ciegos vieron al instante. No es posible conciliar la fe tan pronta y viva de estos ciegos con la poca docilidad que manifestaron enseguida. Su médico, que podía tener buenas razones para no querer ser conocido, les prohíbe expresamente hablar de su curación y lo primero que hacen éstos es divulgar la noticia por toda la región. El silencio de los que fueron testigos de este gran milagro no es menos extraño que la indiscreción de los ciegos que participaron del mismo. Un hecho más milagroso aún fue la obcecación de los tantos obrados tras otrojudíos: y en eltantos mismoy día, noprodigios fueron capaces de uno convencer a los doctores. Sin embargo, Jesús, lejos de desanimarse, quiso incluso exhibir una muestra de su poder: habiendo traído a su presencia a un mudo que estaba también endemoniado, Jesús echó al Demonio y el mudo empezó a hablar.
1 39
[Mateo 9:27-34].
144
A la vista de este milagro, el pueblo, según su costumbre, se llenó de asombro, mientras que los doctores, entre quienes había también exorcistas, no vieron en él cosa que los sorprendiese. Sólo le echaban en cara que mientras sus exorcistas hacían sus conjuros en nombre de Dios, él los hiciera en nombre del Diablo. Así, acusaban a Jesús de expulsar al Diablo por medio del Diablo, lo que parece en efecto una contradicción. Pero esta contradicción no probaba la divinidad de Jesús; solamente probaba que los fariseos no siempre razonaban bien y que se contradecían, como les sucede a los supersticiosos y crédulos. Cuando los teólogos están disputando, nada es más fácil de ver que los querellantes de las distintas partes dicen cosas igualmente absurdas y se destruyen entre sí recíprocamente.140 14 0
Dom La Taste, célebre benedictino del partido molinista, ha escrito recientemente algunas cartas los apretendidos milagros del diácono Pâris, que élcontra atribuye la obra del Demonio. Tanto celo ha sido recompensado con un obispado, pero sus partidarios no han reflexionado que los argumentos de que este monje se ha servido para combatir los milagros de un jansenista destruían al mismo tiempo los de Jesús, que tienen todavía menos testimonios a su favor que los de Pâris,de los cuales muchos que todavía viven y son conocidos creían o pretendían haber sido testigos oculares. No hace mucho que un ministro suizo y protestante ha atacado igualmente los milagros de Pitágoras, de Apolonio de Tiana y del seráfico San Francisco de una manera que destruye a un tiempo todos los que se refieren en el Evangelio. Véase el libro que se intitula:De miraculis quæ Pytagoræ, Apollonio Tyanensi, Francisco Assisio, Dominico & Ignatio Lojolæ Tribuuntur, Libellus, de Phileleuthero Helvetio. Douai, 1734, en-8º ([Agregado de Naigeon:] El famoso Woolston ha compuesto en inglés una obra hace poco traducida al francés, con el título deDiscours sur les miracles de Jésus Christ, en 2 volúmenes, 1769, en la que
prueba que, incluso según los Padres de la Iglesia, todos
145
los milagros de Cristo no son más que alegorías). [Las Lettres théologiques aux écrivains, Défenseurs de convulsions, & autres prétendues Miracles du temsde Louis Bernard de la Taste fueron redactadas entre 1733 y 1740; una primera parte de ellas se publicó en 1739, lo cual nos puede dar una idea de la época en que se empezó a redactar el manuscrito de la Historie critique.La publicación completa (en 2 vols.) es de 1740. En ella se atacaba con dureza los supuestos milagros y trances François extáticos de ocurridos la tumba del diácono jansenista Pâris enante el cementerio de Saint-Médard. Ambos volúmenes pueden consultarse en http://books.google.fr. En cuanto aPhileleuthero Helvetio, fue el pseudónimo utilizado por el teólogo suizo Johannes Jakob Zimmermann. Por último, respecto de la traducción francesa delDiscourse on the Miracle of our Saviour, in view of the present controversy between Infideles and Apostates, de Thomas Woolston, fue obra del mismo d’Holbach. La obra, en su segunda edición inglesa, de 1727, puede consultarse
en http://books.google.com.ar].
146
CAPITULO VIII De lo que hizo Jesús mientras estuvo en Jerusalén, en la segunda Pascua de su misión.
Nuestro doctor acababa de terminar de manera muy gloriosa el primer año de su misión, y se dirigió a Jerusalén con el objetivo de probar fortuna, o de recoger el fruto de su trabajo, o en fin, con el de hacerse un partido en la capital, que esperaba conquistar después de haber conseguido adherentes en las campiñas. Efectivamente, podía creer que la repercusión de los milagros que el año anterior había hecho en Galilea producirían un buen efecto en el populacho de Jerusalén; lo cierto, empero, es que éstos produjeron efectos contrarios a los que Jesús esperaba o preveía. Se diría que la legión infernal que había hecho entrar en los cerdos de los gerasenos se refugiaba ahora en las cabezas de los habitantes de esta ciudad. Más ilustrados y menos crédulos que los de las aldeas, el Evangelio nos los pinta insensibles en grado sumo. En vano Cristo realizó a su vista una se multitud prodigios de confirmar lo que les habíadecontado; en capaces vano empleó su retórica divina para probarles lo más claro que le fue posible la divinidad de su misión: todos estos esfuerzos no sirvieron más que para aumentar la cólera de sus enemigos y hacerlos concebir el designio de castigar a un hombre a quien se obstinaban en mirar como un malabarista, un charlatán o un im-
postor peligroso.
147
Es verdad que sus adversarios lo descubrieron en algunas faltas, reprochándole que hubiera violado los preceptos de una ley sagrada para ellos y de la cual había prometido no apartarse jamás. No pudieron menos que mirar estas violaciones como una herejía, porque nunca se les podía ocurrir que Diosse pusiera por encima de las reglas ordinarias y que usase el derecho de trastornarlo todo. Eran judíos, y por consiguiente obstinadamente apegados a sus leyes divinas, y no podían suponer que un verdadero enviado de Dios despreciara lo que estaban acostumbrados a reverenciar como sagrado y como agradable para Dios. Tantos obstáculos no arredraron a Jesús: el Mesías quería triunfar a cualquier precio, y aunque sin milagro pudiese prever poco más omenos cuál sería el fin de su empresa, sintió que era preciso vencer o morir; que la fortuna no favorece sino a los audaces; que era preciso, o bien cumplir un papel ilustre, o bien resignarse a languidecer en la miseria al fondo de algún pueblo oscuro de Galilea. A su llegada a Jerusalén, dedicó sus primeros cuidados a los enfermos pobres: los ricos ya tenían sus médicos. Parece que en ese entonces había en la ciudad, muy cerca de la puerta de los rebaños, una fuente o piscina famosa, a la cual sin embargo, exceptuando Evangelio, ningún escritor ha merecía mencionado queelpor sus rarísimas propiedades muy aunbien que se hubiese transmitido a la posteridad. Era un vasto edificio alrededor del cual corrían cinco magníficas galerías, y además el estanque de agua que se encerraba en él tenía las propiedades más admirables, tan sólo conocidas por los lisiados y mendigos, los cuales lo sabían sin duda por alguna revelación
particular. Debajo de estas galerías se consumía un
148
sinnúmero de infelices que esperaban con paciencia un milagro. Dios, dando al agua de esta piscina la virtud de curar todos los males, le había puesto una condición. El primero que pudiera echarse en ella luego de que un ángel la revolviese, lo que no sucedía sino muy de tarde en tarde, era el único que disfrutaba el privilegio de curarse. El gobernador de Jerusalén, que debió ignorar la existencia de esta maravilla, no había establecido custodia alguna en este paraje. El más fuerte, el más ágil de los paralíticos o de los enfermos, el que tenía amigos siempre dispuestos a tirarlo apenas era revuelta, arrebataba, a veces injustamente, la suerte de que otro pudiera verse libre de todas sus dolencias. Un paralítico, entre otros, estaba allí, hacía treinta y ocho años, sin que ningún alma buena tuviese la caridad de prestarle una mano auxiliadora para bajar al agua. Jesús lo ve tendido en su lecho y le preguntó si quería ser sanado.Sí, responde el enfermo,pero no tengo nadie que me meta en la piscina cuando el agua está revuelta. Eso no importa, contesta Jesús,levantaos, tomad vuestro lecho y marchaos. Aquel infeliz, semejante a muchos de nuestros pordioseros que fingen por mucho tiempo males que no tienen con el objetivo de enternecer al público, y que en esta ocasión pudo haber recibido cualquier bagatela a cambio de cumplir con su papel; digo,de noJesús aguardó se lo dijesen dosaquel veces:infeliz, a la orden tomoa que su camastro y se marchó. Pero entre los judíos, lo mismo que entre nosotros, no se mudaban muebles en día de fiesta. Esta cura se había hecho en sábado, y cuando un hombre de la ley encontró al paralítico lo reprendió porque violaba los preceptos de la religión al cargar con su
jergón. El transgresor no tuvo otra excusa que dar
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sino que el que lo había curado le había mandado al mismo tiempo que cargase con su camastro. Se le preguntó quien le había dado semejante orden, pero por lo que parece el enfermo no lo sabía: Jesús no se había dado a conocer, y, como si la acción hubiera sido de lo más trivial, tampoco el agraciado seinformó acerca del autor del milagro. No se hicieron más investigaciones y la cosa quedó por entonces así. Sin embargo, habiendo Jesús encontrado un tiempo después al paralítico, se dio a conocer, y entonces el lisiado pudo decirles a los judíos el nombre de su sanador. Éstos se irritaron de tal manera que desde aquel momento concibieron el proyecto de hacer morir al Cristo,porque, según dice San Juan,hacía estas cosas en sábado.141 A pesar de esto, nos parece poco verosímil que fuese ésta la verdadera causa de la rabia de los judíos; pues, por más escrupulosos que los supongamos, es de presumir que sus médicos y cirujanos no dejarían de asistir a los enfermos en sábado. Es mejor creer, por lo tanto, que los judíos tomaban a mal que Jesús, no contento con hacer sus curas, mandase además a las personas a quienes curaba que quebrantasen el sábado, llevando a cuestas la cama, lo que era según ellos una obra servil. O quizás estos incrédulos no miraban los milagros del Salvador sino como pases de magia, imposturas, juegos de habilidad, y a él mismo comosupo un loco causarestaban problemas. Cuando Jesúsque quepodía los judíos disgustados con él acerca del suceso del sábado, y que lo acusaban de violar ese día, trató de justificarse. Hizo por tal motivo un bello discurso, pretendiendo probar que él era el hijo de Dios, y que su Padre, que estaba continuamente en acción, lo autorizaba a no
1 41
Juan, cap. V, v. 1-16.
150
descansar el sábado. Puso cuidado empero en no explicarse con claridad en cuanto a la filiación; dejaba entrever con medias palabras la eternidad de su Padre, pero no lo llamaba Dios: los judíos, sin embargo, que no dejaron de comprenderlo, se extrañaron mucho de esta pretensión.142 Cambió entonces de estrategia, y se valió de la necesidad con que obraba, diciéndoles: En verdad, el hijo no hace nada por sí mismo; hace sólo lo que ve hacer al Padre. El Padre, que lo ama , le muestra todo lo que hace, y le mostrará obras mayores que éstas. Por estas palabras parece que el Cristo destruye su propia eternidad y su ciencia infinita, puesto que se anuncia como susceptible deaprender alguna cosa, o como el mono de la Divinidad. Para mover a aquellos incrédulos a quienes su jerga enigmática no podía convencer, declara quede allí en adelante el Padre no se mezclaría en juzgar a los hombres, cuyo oficio había encargado al Hijo. Los judíos, sin embargo, aunque es verdad que esperaban un juez, no se dieron por vencidos. Entonces, a falta de argumentos demostrativos, como nuestros predicadores cristianos, el Cristo decidió intimidar a sus oyentes, sabiendo que el miedo impide siempre eluso de la razón. Les hizo creer que el fin del mundo estaba cerca, y esto debió aterrarlos. El testimonio de Juan Bautista había facilitado, como hemos primeros que progresos de Jesús; pero por otra visto, parte los la oposición se notaba entre la conducta de ambos debilitaba la fuerza de este testimonio: así es que nuestro misionero decidió entonces que no lo necesitaba, e incluso comenzó a menospreciar su valor.Era una lámpara que arde,les dijo, vosotros habéis querido gozar un poco de su luz; yo tengo un
14 2
Juan, cap. V, v. 17 y ss.
151
testimonio superior al suyo.Apela entonces a sus obras, las cuales dice que son una prueba infalible de su misión divina. No se acordó, sin duda, que en ese momento le hablaba a gente que no miraba sus obras maravillosas sino como trucos o trapacerías; eran estas obras, precisamente, la cosa que debía probar a esos judíos que las veíanrealizarse delante de sus ojos. Esa manera de razonar hasido después adoptada con éxito por los doctores cristianos, quienes, cada vez que se les plantea alguna duda u objeción contra la misión de Jesucristo, se aferran a sus obras milagrosas, obras que siempre fueron incapaces de convencer a aquellos mismos que, según se nos dice, fueron sus testigos. Entre las pruebas de que se sirve el Cristo para exaltar su propia misión, hay una dirigida nada menos que a destruir la de Moisés, y aun a hacer que se lo tenga por un impostor. En efecto, dice:vosotros no habéis oído nunca la voz de mi Padre, cuando toda la ley judaica estaba fundada únicamente en la voz de este Padre, de quien Moisés era intérprete. Con todo, nuestro orador, después de haber casi destruido la autoridad de las Escrituras, apoya en ellas mismas su misión, que estaba según él profetizada.Temed al Padre, les dice, no seré yo quien os acuse delante deél sino Moisés, a quien esperáis porque no creéis en él;puesto que si creyerais en creeríais en; mí. Yo vine delnombre Padre y no él, metambién prestasteis atención vendrá otroen ennombre su propio y a ése sí lo recibiréis. Los que los oyeron no parecen haber quedado conmovidos con este sermón; al contrario, lo hallaron inconexo, contradictorio y aun blasfemo; en una palabra, se escandalizaron. El temor a la proximidad del fin del mundo no les impidió notar las inconsecuen-
cias del orador, que ya quitaba y daba a su Padre la
152
cualidad de juez de los hombres, de la que él se había apropiado. Por otra parte, no parece que los judíos tuvieran recelo alguno acerca del fin del mundo, que tantas veces se había anunciado falsamente. Sus sucesores, que han visto subsistir al mundo tantos siglos, a pesar de la predicción formal de Jesús y de sus discípulos, fundamentaron su rechazo de esta doctrina, entre otras cosas, en la falta del cumplimiento de esta profecía.143 Por último, los incrédulos concluyen de este discurso sublime que le es muy difícil a un impostor hablar por largo rato sin contradecirse. El fracaso de esta arenga convenció a Jesús de que los milagros resultaban ineficaces para atraer a supartido a los judíos de Jerusalén. Dejó, por lo tanto, de hacerlos, a pesar de que la circunstancia de la fiesta de Pascua le ofrecía una bellísima ocasión. Parece incluso que lo exasperó enormemente la incredulidad de estos desgraciados, que no se mostraban dispuestos de ningún modo a ver las grandes cosas que él había hecho ver con éxito a los habitantes de Galilea. Para ver milagros es menester una inocencia que es más escasa en una capital que en las aldeas; y si el populacho, como en todas partes, está bien dispuesto aun en las grandes poblaciones, no faltan magistrados y personas instruidas que oponen comúnmente un dique a la credulidad.144 14 3 14 4
San Juan, Cap. V, 17-47. Hemos visto al pueblo en nuestros días correr a ver los milagros de M. Pâris,y creerlos; hemos visto personas de clase distinguida y mujeres de calidad atestiguarlos en público y estar persuadidas de su verdad; pero también hemos visto que estos mismos milagros no han podido vencer la incredulidad del clero molinista, del gobierno y de la policía. Éstos, como todos saben, consiguieron acabar con los milagros del Todopoderoso, y es bien conocido el epi-
grama que se puso encima de la puerta del cementerio de
153
Lo mismo sucedió a nuestro taumaturgo en Jerusalén, y quizá desesperó de la salvación de estos incrédulos. Así es que en el poco tiempo que se detuvo en esta ciudad no guardó más consideraciones con ellos y los llenó de injurias; pero no parece que tal conducta le produjese muchos prosélitos, aunque después sus discípulos y sus sacerdotes hayan pretendido triunfar por ese mismo medio, incluso recurriendo a vías de hecho. En este viaje el Salvador nohizo fortuna; sus discípulos tampoco tuvieron buena vida, e incluso se vieron obligados para vivir a robar trigo en las cercanías de la ciudad, operación en que los atraparon un sábado. La infracción a la ley pareció a los judíos mayor delito que el robo, y se quejaron a su maestro; pero fue en vano, porque no obtuvieron satisfacción alguna. La única explicación que dio a los fariseos fue comparar lo que habían hecho sus discípulos con lo que había ejecutado David, el cual, en un gran aprieto, comió él mismo e hizo que su tropa comiese de los panes de proposición,cuyo uso reservaba la ley sólo a los sacerdotes,145 añadiendo además que:El sábado se instituyó para el hombre, no el hombre para el sábado. De donde con146 cluyó queel hijo del hombre es señor del sábado. Los críticos han notado en muchas circunstancias de la vida de nuestro Hombre-Dios, que su humani-
1 45 1 46
Saint-Médard:De par le Roi, défense a Dieu / De aire f miracle en ce lieu. (Manda el Rey que en este sitio Dios no haga milagros). Dios fue obediente, y no hizo ya más milagros para los jansenistas, sino a puerta cerrada y en los desvanes de la calle Mouffetard [calle donde se encuentra la iglesia de Saint-Ménard]. Véase el primer libro de los Reyes, o Samuel, cap. XXI, v.6 [véase también Levítico 24:5-9]. Véase Mateo, cap. XII [1-8]; Marcos, cap. II [23-28], y Lucas,
cap. VI [1-5].
154
dad estaba muchas veces sujeta a equivocarse. Por ejemplo, en el caso que hacemos mención, da el nombre de Abiatar al Gran Sacerdote que permitió a David comer los panes de proposición, a pesar de que el Espíritu Santo nos dice en elPrimer libro de los Reyes que este Gran Sacerdote se llamabaAjimélek.147 Este error bien poco querría decir si hubiese incurrido en él un hombre común, pero no deja de causar mucha sospecha en un Hombre-Dioso en un Dios hecho hombre, a quien debemos suponer incapaz de cometer equivocaciones. En esta misma ocasión vemos queJesús, para justificar el hurto de sus discípulos, hace presente que los sacerdotes mismos violaban el sábado sirviendo a Dios en el templo ese día;148 esto, según los principios de nuestra teología, se llama confundir visiblemente las obras serviles con las espirituales; es tener la misma idea de un robo que de la ofrenda de un sacrificio; es reprender a Dios por no haber sabido loque hacía, mandando a un mismo tiempo la observancia y la violación de un día que había consagrado al reposo. Por lo demás, nuestros doctores, para justificar el hurto aprobado por Jesús, dicen que él, como Dios, era dueño absoluto de todas las cosas; en tal caso, sin embargo, parece que debía haber procurado mejor vianda a sus amados discípulos. No le hubiera costado más mandar a robar de la mesa financiero de Jerusalén, o incluso de lade delalgún sumorico sacerdote que vivía a expensas de Dios su Padre, que permitir a sus discípulos forrajear en los campos de los pobres habitantes de la región. En todo caso, hacía falta que probase esta soberanía sobre todas las cosas 14 7
[Marcos 2:26; I Samuel 21:2-7].
14 8
[Mateo 12:5].
155
y se lo demostrase a los judíos, quienes, no sabiendo tan importante verdad, debieron escandalizarse del robo que el Hijo de Dios parecía autorizar. De aquí aparentemente habrían sacado algunos doctores cristianos el principio de quetodo pertenece a los justos, es decir, que les estaba permitido apoderarse de los bienes de los injustos y malvados; que el clero tenía derecho de exigir contribuciones a los pueblos; que el Papa podía distribuir coronas. En fin, es sobre este principio que se apoyan las acciones que nuestros incrédulos miran como otras tantas usurpaciones y violencias cometidas por los cristianos con los habitantes del Nuevo Mundo. De donde se ve cuán importante es para los cristianos no apartarse del ejemplo que les dio Jesucristo en este pasaje del Evangelio, lo que sobre todo concierne al poder del Papa y a los derechos del clero. No obstante, pretensiones tan bien fundadas no hicieron mella en el espíritu encarnado de los judíos; insistieron en que no era lícito hurtar, sobre todo un día sábado, y, no reconociendo la extensión de los derechos de Jesús, lo consideraron un impostor, y a sus discípulos unos bribones. Creyeron que era un hombre peligroso, que bajo el pretexto de reformar a los hebreos no hacía más que trastornar sus leyes, despreciar sus preceptos y destruir su religión. Convinieron pueshabía entrecontra sí en que era menester reunir las pruebas que él, acusarlo y hacerlo arrestar; pero nuestro héroe, que olió sus designios, los evitó marchándose de Jerusalén.
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CAPÍTULO IX Nuevos milagros de Jesús. Elección de sus doce apóstoles.
Luego de que Jesús sepusiera a cubierto de la mala voluntad de sus enemigos, volvió a hacer milagros con el fin de dar nuevas pruebas de su misión a gente mejor dispuesta que los habitantes de Jerusalén. La experiencia le enseñó sin duda que para ganar la capital era menester aumentar sus fuerzas enlas cercanías y hacerse un gran número de partidarios en los campos que pudiesen a la larga ayudarlo a vencer la incredulidad de los sacerdotes, de los doctores y de los magistrados, y ponerlo en posesión de la santa ciudad, que era el objeto de sus deseos. Estos nuevos prodigios, sin embargo, no produjeron un gran efecto. Parece que los judíos que se hallaban en Jerusalén durante la Pascua, al volver a sus casas prevendrían a sus conciudadanos contra nuestro aventurero. Así, si halló el secreto de hacerse admirar por el pueblo en los lugares por donde pasó después salida de capital, tuvo también el disgusto de de su encontrar quelalos fariseos y los doctores que había en aquellos mismos lugares siempre lo contrariaban. El hecho siguiente evidencia hasta qué punto esta gente estaba prevenida. Un día sábado, Jesús entra en la sinagoga de un lugar cuyo nombre no dicen y en ella encuentra, acaso por casualidad, a un hombre que tenía o que decía teneruna mano seca.
La presencia del manco, que podía ser algún mendi-
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go pícaro ya conocido, y la del médico o hacedor de milagros sospechosos llamaron la atención de losdoctores. Observaron de cerca a Jesús, y se dijeron entre sí: Veamos si se atreve a curar a este hombre un día sábado. Viendo que Jesús seguía en la inacción, le hicieron algunas preguntas acerca del sábado, del que en tantas ocasiones había hecho poco caso. Éste era, al parecer, uno de los principales puntos de su reforma; acaso percibía como nosotros lo útil que resultaría para el pueblo la abrogación de un buen número de fiestas. Sea como fuere, los doctores le preguntan: Maestro, ¿está permitido curar en este día?El Cristo tenía costumbre de responder a una pregunta con otra. La lógica no era la ciencia mejor conocida por losjudíos. Así les replicó: ¿está permitido en sábado hacer bien o hacer mal; salvar una vida o quitarla?Esta cuestión confundió a los doctores, según nos dice San Marcos; pero no se ve por qué, salvo que se suponga a los judíos cien veces más estúpidos de lo que eran, pues dicha pregunta no venía al caso. Según toda apariencia, lo que estaba prohibido entre ellos era entregarse a ocupaciones serviles un día sábado, no cumplir con los deberes más importantes de la moral. Es de presumir, por ejemplo, que una partera ejercería su trabajo ese día como cualquier otro.149 Jesús continuó con sus cuestiones, y les preguntó si no sacarían una oveja que se les cayera en un pozo en día 1 49
Véase el capítulo XII, una nota sacada delTalmud,que prueba que estaba permitido ungir con aceite a los enfermos para aliviarlos. Por lo demás, los eseniosguardaban el sábado con tal rigor que no se permitían satisfacer ese día las necesidades más elementales de la vida. Acaso fue esto lo que dio lugar a los reproches que los judíos le hacían a Jesús, quien por su propia autoridad había reformado tan
ridícula costumbre.
158
sábado. De esto, sin aguardar la respuesta, concluyó muy justamente que estaba permitido hacer el bien en sábado. Para probarlo, de manera inmediata dijo al enfermo, que quizás había sobornado para esta escena en la sinagoga:levantaos, manteneos parado y extended la mano. Al punto aquella mano se puso como la otra. Pero Jesús, viendo que este prodigio no conmovía los corazones, lanzó una mirada furiosa sobre los allí reunidos y ardiendo en santa cólera salió al ins150 tante de un lugar tan detestable. Podemos creer que en esto obró con sabiduría, porque los malvados doctores fueron al instante a reunirse con los oficiales de Herodes,a fin de hallar la manera de derribarlo. Jesús, que lo supo por medio de sus seguidores, ganó la ribera del mar por donde le era más fácil escapar; sus discípulos, muchos de los cuales conocían muy bien el mar, lo siguieron. Una multitud de gente del pueblo, más crédulo que los doctores, se apiñó alrededor de él atraída por sus portentos. Se le sumaron oyentes de Galilea, de Jerusalén, de Idumea, de la otra orilla del Jordán y hasta de Tiro y Sidón. Esta muchedumbre fue el pretexto ideal para mandar a sus discípulos que tuviesen pronta una barca, a fin de que no lo oprimiesen demasiado, o más bien para escapar en caso de persecución. En esta ribera favorable a sus designios, Jesús
hizo a su gustodeungente grandesconocida: número de milagros curó una infinidad al menosyes pre-a ciso creerlo piadosamente así por las palabras de San Mateo y San Marcos.151 Todos estos prodigios se realizaron con enfermos, y en particular con poseídos. 15 0
Véase S. Mateo, cap. XII [9-14]; S. Marcos, cap. III [1-6]; S. Lucas, cap. VI [6-11].
15 1
Véase Mateo, cap. XII [15-16], y Marcos, cap. VI [53-56].
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Éstos, tan pronto como vislumbraban al Salvador, se prosternaban delante de él, rendían homenaje a su gloria y lo proclamaban el Cristo; él, mientras tanto, siempre lleno de modestia les mandaba con amenazas que no lo revelaran: todo para que se cumpliese una profecía que decía de él:no disputará ni gritará y nadie oirá su voz en las calles;152 profecía que sin embargo se vio desmentida varias veces por sus continuas disputas con los doctores y los fariseos, por el estrépito que causó en el templo, en las calles de Jerusalén y en las sinagogas de las cercanías. Nada es más sorprendente que la obstinación del Diablo en reconocer a Jesucristo, confesando su divinidad, y la obcecación de los doctores en desconocerlo, a pesar de los esfuerzos que hacía para hacer callar al uno y para convencer a los otros. Es evidente que el hijo de Dios no vino al mundo sino para impedir a los judíos que se aprovechasen de su venida, y que reconociesen los títulos de su misión: se podría decir que sólo se ha mostrado para recibir los homenajes del Demonio, porque no vemos sino a sus discípulos y a Satanás proclamar a vivavoz la cualidad de Jesucristo. Cuando Jesús se cansó de predicar, de curar y de exorcizar, deseó estar solo algún tiempo para pensar en el estado de sus asuntos. A fin de gozar de un poco de libertad, se marchó a unade montaña donde pasó toda una noche. El resultado sus reflexiones solitarias y oraciones fue el determinar que necesitaba un cierto número de asistentes, porque no podía ya, sin llamar la atención del gobierno, continuar sus marchas con una tropa tan numerosa como la de los vagos que traía tras de sí.
1 52
Isaías, cap. XLII, v. 1 y 2.
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Al otro día pues llamó a sus discípulos, o al menos a los que entre ellos juzgó más dignos de su confianza, y eligió a doce para que lo rodeasen.153 Esto dice San Lucas, mientras que Marcos insinúa queescogió a sus doce apóstoles para enviarlos en misió n. Mas como el mismo Jesús nos asegura que los eligiópara estar cerca de él, y como los apóstoles, contentos con mendigar y buscar las provisiones para ellos ypara su maestro, no hicieron misión alguna en vida deJesús, por lo menos fuera de la Judea, nos atendremos al primer parecer. He aquí los nombres de estos apóstoles:Simón Pedro, Andrés, Mateo, Simón Zelotes, Santiago, Felipe, Tomás, Judas, Juan, Bartolomé,otro Santiagoy Judas Iscariote, el tesorero de la compañía. Jesús no tenía dinero que dar a sus discípulos para enviarlos en misión, así que les encargó que fuesen a buscar fortuna. No obstante, tuvo cuidado de hacerlos partícipes de sus secretos, de enseñarles el arte de hacer milagros, de darles recetas para curar enfermedades y expeler demonios, comunicándoles el poder de perdonar los pecados yatar y desatar en nombre del cielo; prerrogativas que, si no enriquecieron a los apóstoles, le han valido al menosriquezas inmensas a sus sucesores. Para éstos, el groserocayado se ha convertido en báculo, en bastón de generalato cuyo poder se hizo sentir a los másde poderosos soberanos de la tierra. Elsaco y las alforjas los apóstoles los convirtieron en tesoros, beneficios, principadosy rentas. El permiso de mendigar ha llegado a ser el derecho de exigir los diezmos, de devorar a las naciones, de engordar con la sustancia de los infelices, de gozar 15 3
Véase Lucas, cap. VI, v. 13 yMarcos, cap. III, v. 13 [también
Mateo 10:1-5].
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del derecho divino de la facultad de saquear la sociedad y perturbarla impunemente. En una palabra, los sucesores de estos primeros misioneros enviadospor Jesucristo se hicieron mendicantes y se alzaron con el privilegio de fastidiar a todos los que rehusaran darles limosna y obedecer sus mandatos. Muchos han pensado que Jesús no se acordó de la subsistencia de los ministros de su Iglesia; pero si examinamos con atención el Evangelio y sobre todo los Hechos de los Apóstoles, hallaremos en ellos los fundamentos de las riquezas, de la elevación y aun del despotismo del clero. Cuando algunos impostores idean reformas, o fundan nuevas sectas, sólo es para su provecho y el de sus confidentes.
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CAPÍTULO X Sermón de la Montaña. Resumen de la moral de Jesús. Observaciones sobre esta misma moral.
El miedo de caer preso obligó a Jesús a abandonar las poblaciones, donde tenía muchos enemigos, y a hacer del campo su morada de costumbre; el pueblo enternecido con sus sermones, o por lo menos algunos devotos y devotas a quienes había convertido, proveían a la subsistencia del hombre divino y su comitiva. Obligados a andar siempre errantes, a internarse en las montañas y desiertos, y a dormir a la intemperie, los apóstoles no debían estar contentos de su suerte; comparada con su anterior vida, ésta debía hacérseles muy dura y los llevaría a quejarse. A pesar de que la sociedad del Mesías debía proporcionarles una multitud de gracias espirituales, estos hombres carnales aspiraban a otra cosa uniéndose a él. Ellos habían creído que obtendrían empleos de importancia, riquezas y poder en el reino que iba a establecer, por lo que como a vecesle lecostaba llevaba mucho trabajo contenerlos, tanto convencer a los judíos, rebeldes todos a sus milagros y a sus bellos argumentos. La medida de su ambición y bienestar era la única regla de su fe. Para prevenir sus murmuraciones y acostumbrarlos a la vida frugal que nuestro misionero preveía habría de durar aún por mucho tiempo, les dio un discurso
acerca de la verdadera felicidad: éste es el que se
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conoce con el nombre de Sermón de la Montaña, referido por Mateo en el capítulo V.154 Según nuestro orador, la verdadera felicidad consiste en la pobreza de espíritu, es decir, en la ignorancia, en el total desprecio de una ciencia superior155 que enseñe a razonar y que prive al hombre de lasumisión ciega, necesaria para dejarse guiar. En una palabra, en esta ocasión recomendó Jesús a sus apóstoles, y al pueblo que lo escuchaba, una estupidez muy útil para sus miras y una docilidad piadosa que hace que se crea todo sin examinar nada;él sostiene que el reino de los cielos será la recompensa de tan feliz disposición. Tal es el sentido que la Iglesia ha dado siempre a estas palabras deJesús: bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es elreino de los cielos. Entre los apóstoles había algunos cuyo carácter impetuoso podía perjudicar los progresos de la secta, y es de presumir que, en general, unos hombres groseros y sin educación serían rudos en sus modales. Jesús les da pues a conocer la necesidad de ser agradables, corteses y pacientes para ganar prosélitos y conseguir sus fines, y les recomienda la tolerancia y la moderación como medios de insinuarse en los ánimos y de progresar en elmundo; en una palabra, como el camino más seguro para hacer conquistas. Este es el sentido de estas palabras:Bienaventurados los mansos,Queriendo porque ellos enseguida poseerán la tierra . inspirarles ánimo y consolarlos de su situación miserable, les inculca que es una fortuna vivir entre lágrimas, que es un medio seguro para expiar sus pecados. Les promete que sus disgustos no durarán siempre, que sus llantos serán 1 54
[Véase también Lucas 6:20].
1 55
[“Noli altum sapere” (Romanos 11:20)].
164
enjugados, que su miseria cesará y su hambre tendrá fin. Estos consuelos y promesas eran sumamente necesarios para pertrechar a los apóstoles contra todos los accidentes que les podrían sobrevenir en el curso de su empresa; sobre todo siguiendo a un jefe sin riquezas y sin poder, incapaz de procurarse ni a sí mismo ni a los otros ninguna de las satisfacciones de la vida. Jesús, con el objetivo sin duda de suavizar la suerte de sus apóstoles, recomienda con énfasis al pueblo que lo escucha la misericordia, esto es, lo exhorta a que dé pruebas de la piedad que tanto necesitan él y los suyos. En general es muy fácil comprender que el Mesías tenía el mayor interés en predicar la caridada su auditorio: él no vivía sino de limosna, y tanto su subsistencia como sus progresos dependían visiblemente de la generosidad del público y de los beneficios de las buenas almas que escuchaban sus palabras. Nuestro predicador recomienda además la paz y la concordia; disposiciones muy necesarias para una secta naciente, débil y perseguida, pero que se hicieron absolutamente inútiles una vez que esa secta se hizo lo bastante fuerte como para dictar la ley. Después previene a sus discípulos contra las persecuciones que debían experimentar, se dirige a su amor propio y les mueve la vanidad diciéndoles:vosotros sois la sal de la tierra, la luz del mundo.Y les hace de los profetas, creer, sobre todo, sonlos sucesores esos hombres tan que venerados por los judíos, y que, para participar de su gloria, deben esperar los mismos obstáculos que aquellos ilustres antecesores experimentaron en otro tiempo. Por último, les hace considerar como una felicidad digna de premios celestiales ser aborrecido, perseguido, despreciado, infamado y privado de todo lo que se cree comúnmen-
te que constituye el bienestarde los hombres.
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Después de haber armado así a sus discípulos contra los infortunios que debían acompañar su misión, se dirige más particularmente al pueblo y le presenta una nueva moral, que, no siendo totalmente opuesta a la judaica, podía conciliarse con ella. No era todavía tiempo de abrogar enteramente la ley de Moisés: los grandes cambios asustan a los hombres, y un misionero aún débil no debía pretender más que la reforma de los abusos, sin permitirse ir al fondo. Así que Jesús se contentó prudentemente con hacer ver que esta ley pecaba en algunos puntos y que él se proponía perfeccionarla. Tal es el idioma de todos los reformadores. Así, Jesús declara formalmente alpueblo: que no ha venido para destruir, sino para cumplir laley. Afirma que en el cielo se fijarán los rangos en razón de la observancia más o menos rigurosa de todos sus puntos; insinúa a sus oyentes, empero, que ni ellos ni los doctores entienden nada de esa ley que creen practicar fielmente. Se pone pues a explicarla y, comotodos los reformadores se jactan de rigorismo y aspiran a una perfección sobrenatural y divina, va más allá de la ley. He aquí la sustancia de sus maravillosas instrucciones: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: no matarás; porque el que mate será castigado de muerte. Pues yo os digo aque esta prohibición castigo debea extenderse la cólera, puesto que yeseste ella la que lleva dar la muerte al prójimo. Vosotros no castigáis el adulterio hasta que está consumado, y yo os digo que en este punto el solo deseo es tan culpable como el hecho. Diréis quizá que el hombre no es dueño de sus pasiones y deseos, y que todo lo más que puede hacer es no consentir: yo convengo, pero sabed que no
tenéis ningún poder ni sobre un cabello de vuestra
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cabeza.156 Las penitencias, los sacrificios, las expiaciones que los sacerdotes os imponen, no son capaces de procuraros el perdón de vuestros pecados; el único medio de prevenirlos y repararlos es el siguiente: ¿es tu ojo o algún otro miembro tuyo el que te ha incitado a obrar mal? Arráncatelo, córtate ese miembro u ojo y arrójalo lejos de ti. Porque más os conviene perder uno de vuestros miembros que el que vuestro cuerpo entero sea echado en la Gehenna o en el Infierno. Si Moisés, inspirado por la Divinidad, hubiera conocido este Infierno o este lugar destinado a hacer sufrir a los hombres tormentos eternos, no habría dejado de amenazaros, pero él ignoraba absolutamente el importante dogma de la otra vida; así, no habló más que de ésta, a la cual limitó vuestra desgracia o vuestra felicidad; si no fuera por ello, no habría dejado de instruiros acerca de un hecho tan adecuado para aterrorizaros y para haceros la vida insoportable.157 15 6
15 7
No parece que Jesús supiera aún lo suficiente de teología como para conciliar ellibre albedríocon losdecretos divinos.Es cierto que después se ha suplido esta falta con los dogmas odiosos de lapredestinación y de la gracia eficaz, que hacen de Dios el más extravagante y cruel de los tiranos, pues suponen que castiga eternamente a aquellos a quienes niega los medios y aun la voluntad para salvarse. Como recompensa, estos dogmas han abierto un vasto campo a las disputas. Sorprende mucho que Moisés y los antiguos hebreos no hayan hecho mención del más dogma de la vidade futura, que es hoy uno de los artículos importantes la religión cristiana. Salomón habla de la muerte de los hombres, comparándola a la de los brutos. Ver el Eclesiastés[3:19]. Es cierto que algunos Profetas han hablado de un lugar llamado Cheol,que se ha traducido porInfierno;pero es evidente que dicha palabra significa sencillamente elsepulcro, la tumba. También se ha traducido la palabra hebreaTophet por Infierno; pero, bien examinada, esta palabra sólo designa un lugar de suplicio o tormento que había cerca de Jerusalén,
en el que se castigaba a los malhechores y se quemaban sus
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Usáis con mucha facilidad del permiso de divorcio, y por un pequeño motivo repudiáis a vuestras mujeres; yo os digo que no las debéis repudiar sino cuando las hubiereis sorprendido en adulterio. También es muy cruel apedrearlas por esta falta, porque es necesario tener alguna consideración con lasflaquezas del sexo”. Parece que Jesús, cuyo srcen, según vimos, era algo equívoco, tenía razones particulares para querer que se tratase el adulterio con más indulgencia. Además de María, su madre, de quien parece verosímil que José se hubiera separado, tenía nuestro predicador a su lado mujeres cuya conducta nada había tenido de irreprochable antes de su conversión.158 Por otra parte, la indulgencia que predicaba debía ganarle el corazón de todas las mujeres que lo escuchaban. El Mesías continuó más o menos en estos términos: “Dios os había prometido en otro tiempo bencadáveres. después de la cautividad Babilonia no conocieron Hasta los judíos el dogma de la vida de futura y de la resurrección, que tomaron de los persas, discípulos de Zoroastro. En tiempos de Jesús, este dogma aún no había sido recibido de manera generalizada, pues losfariseos lo admitían y lossaduceoslo despreciaban [Hechos, 23:8]. Véase una obra traducida del inglés, y publicada con el título de L’Enfer Détruit, en 12vo., Londres, 1769 [esta obra, titulada L’Enfer détruit, ou examen raisonné du dogme de l’étérnité des peines fue editada por d’Holbach y Naigeon a partir de dos
1 58
textos Considerations War,(de Upon Cruelty in General,ingleses: and Religious Cruelty inUpon Particular autor anónimo, publicada en 1758) yOf the torments of hell, the foundation and pillars thereof searched, discovered, shaked and removed (atribuida a Samuel Richardson, Londres, 1658). Todas pueden ser consultadas en http://archive.org]. Además de María Magdalena,que era una cortesana reconocida, iba en compañía de Jesús una tal Juana,mujer de Cusa, intendente del rey Herodes, la cual, según la tradición, robó y abandonó a su marido para seguir al Mesías y
asistirlo con sus bienes. Véase Lucas, cap. VIII, versículo 3.
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diciones, prosperidades y gloria; pero ya ha revocado sus promesas y ha cambiado de parecer. Como casi siempre fuisteis y sois aún el pueblo más desgraciado, más necio y más despreciado de la tierra, es menester que confeséis quepromesas tan pomposas sólo eran meras alegorías. Así que os conviene una moral abyecta y humillante, conforme a vuestro genio, a vuestra situación y a vuestra miseria; si no os procura ningún bienestar en este mundo, debéis esperar que os lo proporcionará en el otro. Lashumillaciones a las que es menester que os sometáis son las más seguras sendas para llegar algún día a unagloria de la cual ni vosotros ni vuestros padres pudisteis gozar. Por lo tanto, si alguno os da una bofetada enuna mejilla, presentadle la otra de inmediato.159 No litiguéis; la gente entendida os arruinarán, y por otra parte los pobres nunca tienen razón contra los ricos. Dad lo que os demanden, y no neguéis nada de lo que tengáis: contando con práctica de este importante es que la envío a misexacta discípulos porprecepto el mundo sin plata ni provisiones”. “No os haré una descripción circunstanciada del Paraíso, basta con que sepáis que allí estaréis perfectamente bien. Pero para llegar a él es necesario ser más que hombres: es preciso amar a los enemigos, devolver bien por mal, no conservar ningún recuerdo de los más graves ultrajes, bendecir la mano que 15 9
He aquí lo que un burlón ha dicho acerca de este precepto: Cuando te den una bofetada en una mejilla, es menester que de inmediato presentes la otra: éste es un secreto seguro para ser admitido en el Paraíso y echado de tu regimi ento.VéaseLa Theologie portative par M. l’abbé Bernier, 1768 [Nota de Naigeon. La Théologie portative ou Dictionnaire abrégé de la religion chrétienne es obra de d’Holbach (Londres, 1768); el pasaje citado se encuentra en el artículo “Soufflet”, p. 209 de la edición srci-
nal, que puede consultarse en http://books.google.com.ar].
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os golpea y no decir jamás una palabra inútil porque una sola bastará para precipitaros en el Infierno. Tened un semblante sonriente cuando ayunéis, pero sobre todo vivid sin previsión alguna y no atesoréisada, n porque excitaréis la cólera de mi padre. No penséis en el día de mañana y vivid a la aventura, como los pájaros que no se cuidan ni de sembrar, ni de segar, ni de hacer provisiones. Desprendeos de todas las cosas terrenas, y buscad sólo el reino de Dios que yo y mis discípulos os venderemos por vuestras limosnas. Es verdad que este proceder os llevará también a vosotros a la miseria; pero no importa, mendigaréis a vuestro turno, y Dios proveerá entonces vuestras necesidades: pedid y se os dará. ¿Acaso los mendigos no encuentran, de acuerdo a nuestros divinos preceptos, de qué vivir a expensas de los infelices que trabajan?160 Mis discípulos y yo somos un ejemplo de que sin trabajar se sobrevive al día y no se muere de hambre. Si nuestro modo de vivir desdice alguna de mis lecciones, es menester saber que no os es lícito juzgar a nadie, y menos condenar a vuestros maestros y doctores. No os toca gobernar, ese cuidado está 1 60
Véase la nota del cap. III, que habla de losnazarenos.Toda la doctrina de Jesús es favorable a los mendigos, pordioseros y vagabundos. Nuestros sacerdotes aseguran que los bienes de la Iglesiason el patrimonio de los pobres que seanmiembros de Jesucristo. Como los sacerdotes son los supuestos depositarios y distribuidores de las limosnas, tienen buen cuidado de predicar la caridad. A consecuencia de esto, en los países muy devotos los laicos pusilánimes hacen grandes donaciones a los monjes y legados a los hospitales que parecen beneficiar más a los administradores que a los desgraciados, además de que, por otra parte, estos establecimientos invitan a no hacer nada. Un buen gobierno no haría tantos pobres, castigaría a los pordioseros de profesión, los obligaría a trabajar cuando pueden y proveería a
la subsistencia de los verdaderamente incapaces.
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reservado a mí y a aquellos en quienes lo deposite. El maestro es siempre superior al discípulo, de manera que es a mí es a quien debéis oírexclusivamente. Puesto que me consideráis vuestro maestro, es preciso que hagáis lo que os digo. La práctica de la moral que predico es muy difícil y aun imposible para muchos, pero el camino ancho y fácil conduce a la perdición, y para entrar en el cielo, es menester ser tan perfectos como mi Padre celestial, es decir, como la misma Divinidad. “Por lo demás, os debo prevenir de mis enemigos, o de aquellos que os enseñen una doctrina contraria a la mía.161 Tratadlos como lobos,pues son falsos profetas. No uséis con ellos la indulgencia, no es con ellos que debéis ser humanos, tolerantes y pacíficos”. En el discurso de su predicación, Jesús les enseñó una breve fórmula de orar, conocida entre los cristianos con el nombre deOración dominical.162 Aunque el hijo de Dios se haya mostrado en esto enemigo declarado de las oraciones largas, la Iglesia de Cristo está plagada de holgazanes que, a pesar de su decisión, creen que no pueden hacercosa más agradable a Dios que perder el tiempo en murmurar por lo bajo o cantar a voz en cuello ciertos rezos, la mayoría de las veces en una lengua que no entienden. Parece que en 16 1 16 2
[Mateo 24:5;nos Marcos 13:6; 21:8]. tienen una oración, M. Basnage refiere queLucas los judíos llamada Kadish, en la que dicen a Dios: ¡Oh Dios! Vuestro nombre sea exaltado y santificado… Haced que reine vuestro reino, etc. . Esta súplica es la más antigua que se ha conservado de los judíos: de lo cual resulta que Jesús es un plagiario y no el autor del Pater Noster. Véase J. Basnage, Histoire des Juifs,t. VI, pág. 374. [Jacques Basnage, Histoire des juifs depuis Jésus Christ jusqu’à présent, La Haye, 1716: t. VI, parte II, cap. XVIII, vii, pp. 373-374; disponible en http:/
/archive.org].
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esto, como en otras varias cosas, la Iglesia ha rectificado las ideas de su divino fundador. San Mateo nos dice que concluido el discurso que acabamos de resumirla gente se maravillaba de ladoctrina de Jesús porque la enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas y los fariseos.Éstos quizás hablaban de una manera muy sencilla, y por consiguiente menos admirable para elvulgo, el cual se maravilla tanto más cuanto menos puede comprender o practicar los preceptos que se le dan. Por esto el sermón de Jesús no tuvo entonces opositores y después sí que dio materia abundante a las disputas denuestros casuistas y teólogos. Éstos han distinguidosutilmente entre las cosas que sólo eran deconsejo y las de precepto, es decir, las que se deben observar rigurosamente. En efecto, bien pronto se advirtió que la moral sublime del hijo de Dios no convenía a los hombres y que su uso literal iba a destruir necesariamente a la sociedad. Fue pues indispensable reformarla, y recurrir aesa distinción maravillosa para poner a cubierto el honor del legislador divino y conciliar su moral fanática con las necesidades del género humano. Sin embargo, este discurso ofrece dificultades que parecerán siempre difíciles de resolver a los que están acostumbrados a reflexionar sobre las cosas que leen. Éstos encuentran, así, 1º, que es ridículo y falso decir que se yvasea cumplir ley al mismo que se propone permiteuna violarla, añadirletiempo o quitarle puntos esenciales. ¿Por qué esta ley, después de Jesús, fue enteramente abrogada por San Pablo y sus adherentes, los cuales hicieron un cismacon los partidarios cristianos del judaísmo? ¿Por qué loscristianos tienen al presente tanto horror al judaísmo? Esto es así, claro, excepto
cuando se trata de los privilegios y pretensiones del
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clero: artículos en que nuestros sacerdotes cristianos son bastante judíos y que tomaron astutamente del Levítico; todo para suplir el descuidodel Salvador, que en su Evangelio no se había ocupado suficientemente ni de los intereses temporales de susderechos divinos, ni de su jerarquía sagrada. ¿Con qué derecho los señores inquisidores (tan cristianos) de España y Portugal queman a los acusados o convencidos dejudaizar, esto es, de guardar las ceremonias de una ley que Jesucristo declaró no querer abolir, sino cumplir? ¿Con qué derecho los doctores de los cristianos los han dispensado de la circuncisión,y les permiten comer cerdo, jamón, embutidos, liebre, etc.? ¿Por qué el domingo, o el día del sol entre los gentiles, ha sustituido alSabath o sábado? 2º Parece injusto castigar con la mis ma pena al hombre que se encoleriza que al que mata; porque bien puede un hombre arrebatarse de la ira y después sosegarse, o reparar de inmediato la injuria cometida; pero es imposible volver a la vida aun hombre a quien se la han quitado. 3º La restricción del divorcio al único casode adulterio es una ley bastante dura y perjudicial para la felicidad de los matrimonios. Este precepto fuerza a un hombre a vivir con una mujer que por otra parte puede resultarle odiosa. Además, suele ser muy difícil a una mujer para adúltera, tomandescubrir siempre sus medidas evitarporque que lasellas sorprendan. ¿No es demasiado molesto y aun peligroso vivir con una persona que nos causa sospechas continuas? 4º Es absurdo hacer un crimen del deseo sin suponer la libertad del hombre. Ahora bien, Jesús no se explicó sobre este importante asunto; por el contrario, de lo que dijo parece seguirse la no libertad del
hombre, quien no puede disponer ni de un cabello de
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su cabeza.163 San Pablo, en varios lugares, se declara contra la libertad del hombre, que compara aun vaso en las manos de un alfarero.164 San Agustín dice que el hombre no es dueño de sus pensamientos.165 5º Es un remedio muy extraño cortarse o arrancarse un miembro todas las veces que nos sirve de ocasión para pecar, y está encontradicción manifiesta con el precepto de no atentar contra nuestra vida. Orígenes es muy vituperado por los mismos cristianos por haberse hecho una operación que juzgó sin duda necesaria para conservar su castidad. No son los miembros sino la voluntad la que peca; resulta absurdo decir, por lo tanto, que se evitará la condenación del cuerpo privándose de una parte. ¿Qué sería de tantos prelados y eclesiásticos libertinos si para apagar los estímulos de la carne y reparar el escándalo se les pusiese en la cabeza seguir el consejo de Jesucristo? 6º La prohibición de una justa defensa de su persona y de sus derechos contra un agresor o un litigante injusto es un trastorno de las leyes de toda sociedad. Es abrir la puerta a las iniquidades y a los crímenes, y hacer enteramente inútil el ejercicio de la justicia. Con tales máximas un pueblo no subsistiría ni diez años. 7º El consejo o precepto de no poseer nada, de no atesorar nada, ni pensar en el día de mañana, sería el
más dañino a las familias. Un padre,depor está obligado a proveer a lasubsistencia susejemplo, hijos. Máximas semejantes sólo pueden convenir a ciertos holgazanes seguros de vivir a expensas del pueblo,es 1 63 1 64 1 65
[Mateo 10:30]. [Romanos 9:21]. [No parece ser una cita literal. En este sentido, véase, por ejemplo San Agustín,De gratia et libero arbitrio ad Valentinum
et cum illo monachos, L. I, § 43, MPL, t. XXXIV, p. 909].
174
decir, a los curas y monjes que sienten horror por el trabajo. 8º Se ve fácilmente que las promesas que hizo Moisés a los judíos por inspiración de la Divinidad no se verificaron literalmente y sólo son alegorías. Pero no era del hijo de Dios de quien debían saber los judíos esta verdad fatal; una vez engañados por la Divinidad misma debieron ya temer volver a serlo por otro enviado. Como Jesús, Moisés les había hecho promesas; como Jesús, había confirmado sus promesas y su misión con milagros; sin embargo, estas promesas se descubren falsas y no son más que meras alegorías. Esta idea debía crear presunciones poco satisfactorias acerca de las promesas de Jesucristo.166 9º Decir que hay que serpobre de espíritu,y a continuación que hay que ser perfecto, como el Padre celestial es perfecto, para entrar en el Cielo, es hacer de Dios un ser estúpido, y dar a los ateos la solución de todo el mal que ven en la naturaleza; en fin, espretender que para 16 6
Todos los primeros cristianos esperaban, ateniéndose a la palabra del Cristo y de sus apóstoles, ver muy pronto el fin del mundo, que sin embargo dura todavía. Aguardaban la venida del Salvadorsobre las nubes, y ya contaban con que iba a establecer en la tierra un reino temporal que duraría mil años. Muchos santos doctores, y entre ellos San Ireneo, creyeron firmemente esta fábula sacada de laEdad de Oro o del Reino de Saturno.La Iglesia, luego de que vio que tal reino llegaba, herejes cambió adelos opinión como San en otras muchas cosas,no y declaró milenaristas. Ireneo, de todas maneras, nos ha dejado la descripción poética de la abundancia y bienes materiales que debía producir aquel reinado, véase Tillemont,t. II, pág. 300 [véasesupra, n. 10; la referencia a San Ireneo se encuentra en la p. 301]. Por lo demás, no se sabe cómo conciliar la predicción del próximo fin del mundo, hecha por Jesucristo, con la ignorancia en que él mismo afirma estar acerca de su duración, según San Marcos, cap. XIII, v. 32. Esta ignorancia parece extraña
en un Dios.
175
entrar en el paraíso es preciso ser necio. ¿Pero es dueño el hombre de ser espiritual o pobre de espíritu? ¿De ser razonable o tonto? ¿De creer o de no creer? ¿La santa necedad de la fe no es un don que Dios concede al que le place? ¿Y no es injusto condenar a las personas inteligentes? Por último, en este bello sermón encarga Jesús que no crean en los falsosprofetas,y dice que por las obras se los reconocerá. Sin embargo, como hemos visto, los sacerdotes nos repiten que lo que conviene eshacer lo que dicen, pero no imitarlosen lo que hacen cuando nos parece que su conducta resulta poco conforme con las máximas que nos predican. Haría falta, pues, otra señal para reconocer las obras de losfalsos profetas, o, si no, los fieles se verán amenudo obligados a creer que el clero está lleno de profetas embusteros. Así razonan los incrédulos, es decir, todos aquellos que no han recibido del cielo lapobreza de espíritu tan necesaria para no ver las inconsecuencias, los falsos principios e inconvenientes sin número que se siguen inmediatamente de la moral de Jesucristo. Esta moral pareció una obra maestra a los cristianos dóciles, esto es, iluminados por la fe, y fue muy admirada por los que la oyeron proclamar. No sabemos, empero, si fueron muchos los oyentes a quienes afectó de tal suerte que la siguiesen al pie de la letra; porque admirar creerla verdadera y divina, es más fáciluna quedoctrina, practicarla. ¿Cuántos hay que aprecian más las virtudes evangélicas que son sublimes en teoría que las virtudes humanas y sociales que la razón nos manda seguir? Así, no es sorprendente que la moral sobrenatural y maravillosa de Jesús fuese aplaudida por los que la oyeron. Ella estaba dirigida a los pobres, a lo
más vil del pueblo, a los miserables. Una moral austera
176
y estoica debe agradar a los desdichados: ella transforma en virtud su situación habitual, lisonjea su orgullo, los enorgullece en su miseria, losendurece contra los reveses de la suerte y los persuade de que así valen mucho más que los ricos que los maltratan, y de que la Divinidad, que se complace en ver padecer a los hombres, prefiere a los desgraciados antes que a aquellos que gozan de felicidad. El vulgo por otra parte se imagina que los que tienen la facultad de combatir sus pasiones, de despreciar lo que los hombres buscan y de privarse de los objetos que excitan los deseos de los demás son unos seres extraordinarios que no sólo resultan agradables a Dios sino que han sido dotados por él de gracias sobrenaturales, sin las cuales no parecen posibles los esfuerzos que se los ve hacer. Poresta causa, una moral rígida y que tiene algo de insensibilidad agrada comúnmente a la gente del pueblo, se impone a los ignorantes y basta para excitar la admiración de los simples. Ella gusta incluso a los que se encuentran en una situación más dichosa; éstos la admiran, seguros de hallar el secreto de eludir su práctica con la ayuda de sus indulgentes guías; sólo un cortísimo número de fanáticos la siguen al pie de la letra. Estas son sin duda las disposiciones que indujeron a tantos a recibir la doctrina de Jesús. Sus máximas hicieron brotar una multitud deun mártires que con la esperanza de abrirse caminoobcecados, seguro al cielo llegaron a endurecerse contra los suplicios y el dolor. Estas mismas máximas produjeron penitentes de todas clases: los solitarios, los anacoretas, los cenobitas y los monjes, que envidiosos unos de otros se hicieron célebres a los ojos de las naciones por sus austeridades, por su pobreza voluntaria, por su re-
nuncia total a los beneficios de la naturaleza, y por
177
una guerra continua contra lasinclinaciones más legítimas y más dulces.167 En pocas palabras, los consejos y preceptos evangélicos han llenado el mundo de una muchedumbre de frenéticos, enemigos de sí mismos y enteramente inútiles a los demás. Estos hombres maravillosos fueron admirados, respetados y venerados como santos por sus conciudadanos, quienes, carentes de aquella gracia, es decir del entusiasmo necesario para imitarlos o para seguir literalmente los consejos del hijo de Dios, recurrieron a la mediación de los primeros para obtener el perdón de sus faltas y la indulgencia del Todopoderoso, al que suponían irritado por la imposibilidad en que se encontraban de seguir al pie de la letra los preceptos de su hijo. En efecto, es fácil de ver que estos preceptos, si se siguiesen con rigor, acarrearían la ruina entera de la sociedad; ésta se sostiene porque la mayor parte de los cristianos, admirando como divina la doctrina del hijo de Dios, descarta su práctica y sigue la inclinación de la naturaleza, aun con peligro de condenarse eternamente. Efectivamente, Jesús amenaza en el Evangelio con castigos eternos a los que no cumplan sus preceptos.168 Tal doctrina espantosa no tuvo contradictores en la asamblea: los supersticiosos gustan siempre de temblar, los que másÉsta los era aterran son los ávidamente yescuchados. sin duda la más ocasión 1 67
Para hacerse una idea adecuada de la moral cristiana, según ha sido enseñada por los doctores más célebres, basta leer la obra del sabio M. Barbeyrac, publicada con el título de Traité de la Morale des Peres, en 4to., Ámsterdam, 1728 [Jean Barbeyrac, Traité de la morale des Peres de l’église; se encuentra en http://archive.org].
1 68
[Mateo 13:41-42; Mateo 25:41, 46].
178
de establecer con solidez el dogmade la espiritualidad del alma y de su inmortalidad. El hijo de Dios debió explicar entonces a los judíos, poco instruidos en esta materia, cómo una parte del hombre padecería en el Infierno mientras que la otra parte se pudriría en la tierra. Pero no parece que nuestro predicador supiese los dogmas que después enseñó su Iglesia, ni que tuviera alguna idea clara sobre laespiritualidad,de la que no habla sino oscuramente.Temed, dice una vez,al que puede echar vuestro cuerpo y vuestra alma en el Infierno;169 palabras que no serían muy inteligibles en un idioma en el que el alma se tomaba por la sangre o lo que constituye la vida.170 Hasta mucho después de Jesucristo, cuando algunos platónicos abrazaron su religión, no llegaron a hacerse dogmasla espiritualidad e inmortalidad del alma. Antes de ellos, los judíos no tenían más que nociones vagas acerca de tan importante materia; pues vemos que los doctores de los primeros siglos nos hablan de Dios y del alma como de sustancias materiales, aunque más sutiles que los 16 9 17 0
[Mateo 10:28]. En el Levítico, cap. XVII [:11, 14], se dice varias veces queel alma consiste en la sangre.San Pablo embrolla aún más la cuestión de la inmortalidad del alma. En la Epístola I a los Tesalonicenses [5:23], no se contenta con hacer al hombre doble, sino que lo hace triple, diciendo que se compone de cuerpo, y de espíritu; entendiéndose queEn el cuanto cuerpo ya el alma de sonalma mortales, pero elespíritu inmortal. la Resurrección, los sabios han demostrado que lo que admitían los fariseosno era otra cosa que unatransmigración de las almas,semejante a la que enseñó Pitágoras, pero no una Resurrección tal como la de los cristianos. Véase Prideaux, Histoire des Juifs,t. II [Humphrey Prideaux, The Old and New Testament connected in the history of the Jews and neighbouring nations, Londres, 1716-1718; la referencia a la doctrina pitagórica se encuentra en vol. II, p. 223 de la edi-
ción de 1836 disponible en http://archive.org].
179
cuerpos comunes.171 A los metafísicos posteriores estaba reservado darnos del alma ideas tan sublimes que nuestro espíritu se pierde cada vez que quiere examinarlas
1 71
San Ireneo dice que Dios es un fuego. Orígenes adopta el parecer de los pitagóricos, que hacían de la Divinidad un fuego unaesmateria etérea. expresamentesutil que oDios un cuerpo. EnTertuliano el Conciliodijo de Elvira, se prohibió encender cirios en los cementerios, por miedo a espantar las almas de los Santos.En el siglo IV, aún no estaba decidida la espiritualidad del alma, puesto que hubo una gran disputa entre los monjes de Egipto acerca de si Dios era incorpóreo o corpóreo. M. de Beausobre (en su Histoire du Manichéisme, t. I, pág. 207) hace ver que entre los primeros Padres del cristianismo cada uno se forjaba de Dios y del alma sus ideas particulares, conforme a la secta filosófica en que un había sido educado. hacía a Dios cuerpo; pitagórico lo hacíaUn unplatónico fuego inteligente, una sin luz dotada de entendimiento, y un epicúreo lo hacía un ser material, un animal inmortal y bienaventurado [Isaac de Beausobre, Histoire critique de Manichée et du manichéisme, vol. I, pp. 473-474 de la edición publicada en Amsterdam en 1734 y disponible en http://books.google.com.ar]. Muchos doctores a quienes la Iglesia venera tendrían hoy que retractarse prontamente de sus errores; el mismo Moisés podría ser quemado por la Inquisición, no sólo
como judío, sino como materialista.
180
CAPÍTULO XI Acciones y parábolas de Jesús. Atentado de sus parientes contra él. Viaje que hizo a Nazaret, y sus resultados.
Aunque la obstinación de los doctores de la ley y de las autoridades de los judíos oponía continuos obstáculos a los progresos que el Cristo se había propuesto, no por eso decayó su ánimo; recurrió de nuevo a los prodigios como un medio seguro de cautivar al pueblo, en el cual vio que debía fundar todas sus esperanzas. Este pueblo era muy propenso a las enfermedades de la piel, como son lalepra y la sarna, lo que no se puede dudar a la vista de las precauciones que la ley mosaica ordena para prevenir dichos males. Para confirmar su reputación más y más, resolvió Jesús emprender la curación de esta clase de enfermedad fastidiosa de la que sus compatriotas estaban infectados. Según San Lucas, un leproso vino a echarse a sus pies y lo adoró, diciéndole que había oído hablar de él como de un hombre muy capaz que lo curaría si se disponía a ello. Jesús extendió la mano, y tan pronto 172 como la no lepra desapareció. esede momentoloel hizo Cristo había mandado aHasta ninguno los que había sanado a que fuesen a presentarse a los sacerdotes para hacerles la ofrenda prescripta en semejantes casos.173 En esta ocasión, sin embargo, acaso se
17 2
Véase Lucas, cap. V, v. 12; Mateo cap. VIII, v. 2, y Marcos, cap. I, v. 41.
17 3
Véase el Levítico, cap. XIV [:1-32], y, Mateo, cap. VIII, v. 4.
181
imaginó que se reconciliaría con una señal de deferencia hacia ellos; exigió al leproso curado, por lotanto, que cumpliese con lo que estaba mandado, pidiéndole al mismo tiempo que guardara el secreto acerca del nombre del médico, secreto queno fue mejor guardado que los demás. Jesús olvidaba sin duda en estas ocasiones que no bastaba imponer silencio a aquellas personas a quienes curaba, sino que también hubiera sido necesario atar la lengua de todos los espectadores; a menos que se nos diga que tales milagros se hacían a puerta cerrada, sin más testigos que el Salvador y sus discípulos, o en fin, que no hubo tales milagros . Pero la indiscreción del leproso fue causa de que Jesús, según San Marcos, no se atreviese a presentarse en público en aquella ciudad,174 lo cual da para sospechar que los sacerdotes no tomaron como legítima la cura que acababa de hacer. En consecuencia se retiró al desierto,175 donde se internaba más a medida que lo iban siguiendo. En vano deseó el pueblo oírlo, en vano los enfermos que corrían tras él le demandaban que los sanase; él ya no permitió que salga esa virtud divina que podía curar todos los males. Después de haber permanecido en el desierto algún tiempo para entregarse a meditar sobre su estado, volvió a aparecer en Cafarnaúm.El criado de un centurión romano, muy querido por su amo, se halla176 ba casi moribundo por podría un ataque dea parálisis. pagano creyó que Jesús curar suesclavo, Este pero en lugar de presentárselo como era debido, envió ante el Salvador a unossenadores judíos que había traído de Jerusalén, al parecer a propósito. Por desagradable
1 74 1 75
Marcos, cap. I, v. 45. Lucas, cap. V, v. 16.
1 76
Mateo, cap. VIII [:5-10], Lucas cap. VII [:1-10].
182
que fuese esta comisión para unas personas a quienes el centurión no tenía derecho de mandar, y que por el hecho de ir diputados a Jesús parecía que reconocían su misión, no dejaron por ello de desempeñarla bien. El Cristo, orgulloso de que un idólatra se dirigiese a él, se puso de inmediato en camino; pero el centurión envió a algunos de sus familiares para decirle que no era digno del honor de hacerlo entrar en su casa, que bastaba que dijese una palabra para la curación de su siervo. Jesús, asombrado, exclamóque no había encontrado tanta fe en todo Israel, y con una sola palabra, si creemos al Evangelio, obró la cura. Enseguida hizo entender a los judíos que si permanecían en su obstinación (única enfermedad que el hijo de Dios no pudo jamás curar, aunque sólo a eso había venido) serían sustituidos por los pueblos idólatras en la herencia del cielo, y que Dios, a pesar de sus promesas, abandonaría a sus antiguos amigos para siempre. Sin embargo, el Evangelio no nos dice que este centurión tan lleno de fe se convirtiese. Al día siguiente de esta curación, salió Jesús de Cafarnaúm y llegó aNaim, pequeña ciudad deGalilea, distante veinte leguas de la primera, lo cual prueba que el Cristo era un gran caminante. Allí encontró la oportunidad de hacer un bello milagro. Una pobre viuda acababa de perder a su hijo; ya lo llevaban a la sepultura y laque madre desconsolada seguía la Jesús, procesión fúnebre, acompañaba mucha gente. movido por la compasión, se arrima al féretro y pone en él la mano. De inmediato los que lo llevan se detienen, y Cristo, hablando con el difunto, le dice:joven, a vos os digo, levantaos, yo os lo mando . Al instante el muerto se incorporó en el ataúd. Este fue un milagro que espantó a todos los espectadores y no convirtió a nin-
guno. Hay que observar que sólo San Lucas cuenta el
183
hecho; un hecho acerca del cual, si estuviera mejor probado, podríamos sospechar que la madre afligida estaba de acuerdo con el taumaturgo.177 Algunos historiadores dicen que Juan Bautista vivía aún en esta época; otros lo hacen morir antes. Aquí, San Mateo y San Lucas hacen intervenir a losdiscípulos del precursor, para preguntar a Jesús de parte de su maestro: ¿eres tú el que debía venir, o debemos esperar a otro? La respuesta que les dio el Mesías fue hacer milagros a granel en presencia de ellos, curar enfermos, echar demonios y darid,la yvista dijodea decidaaciegos; Juan lodespués que acabáis los enviados de Juan: ver y oír.178 A continuación hizo el elogio de Juan, para lo cual tenía sus razones, como dejamos dicho en el cap. IV de esta historia.En verdad os digo que, entre los nacidos de mujeres, no hubo nadie más grande que Juan el Bautista. Enseguida, aprovechándose nuestro panegirista de las circunstancias, dirigió sus invectivas contra losbautismo fariseos yy doctores, desechaban te su el de Juan.que Comparó a esosigualmenincrédulos con unos muchachosque están sentados en la plaza y que se gritan unos a otros: hemos tocado la flauta delante de vosotros y no habéis bailado; hemos cantado canciones lúgubres y no habéis llorado.No se nos dice si este galimatías convirtió a los doctores. Nuestro arengador compara después su conducta Vino Juan, que no comía ni no lo escuchasteis conbebía, la dely Precursor, diciendo: .179 Yo bebo, como, soy aficionado a la buena mesa, ytambién me rechazan bajo el pretexto de que soy un beodo, un glotón, y que trato con hombres y mujeres de mal vivir.Sin embargo, da a entender al pueblo que le basta con su voto. 1 77 1 78
Lucas, cap. VII, v. 11, 17. Véase Mateo, cap. XI [:2-5], y Lucas, cap. VII, v. 18, 20, 22.
1 79
Mateo, cap. XI, v. 11, y Lucas, cap. VII, v. 32.
184
Parece decirles: estoy seguro de vosotros, sois demasiado pobres de espíritucomo para notar la irregularidad de mi conducta, pues mis prodigios os deslumbran y os hacen creerlo todo. No reflexionáis; sois por lo tanto los verdaderos hijos de la sabiduría,ella será justificada por vosotros.180 Después de esta arenga, cierto fariseo en quien la misma no había hecho mella, según se deduce de su 181 conducta posterior, convidó al predicador a comer. Fue tan poco cortés, sin embargo, que ni hizo que le lavasen los pies, ni le diesen perfumes, todo contra los usos establecidos entre los judíos en relación con las personas más o menos distinguidas. Aunque el amor propio de Jesús se ofendió por esta omisión, no por eso dejó de sentarse a la mesa; mientras comía, empero, una mujer de mala vida le lavó los pies con sus lágrimas, los limpió con sus hermosos cabellos y enseguida esparció sobre ellos un precioso bálsamo. El fariseo no comprendió el misterio; tan estúpido como incrédulo, pensó que Jesús ignoraba el oficio de aquella mujer, pero se equivocaba torpemente: la cortesana de quien se trataba y toda su familia estaban íntimamente vinculadas con el Cristo. San Juan nos cuenta que se llamabaMaría Magdalena, y que era hermana de Marta y de Lázaro, personas muy conocidas de Jesucristo, y que, como veremos enseguida, se entendían perfectamente con por él; sobre Magdalena, quien parece haber tenido el hijotodo de Dios el más tierno afecto.182 18 0 18 1 18 2
Lucas, cap. VII, 34 y 35. [Lucas 7:36-50]. [El autor da por descontado que María Magdalena y María de Betania eran la misma persona. Véasesupra, n. 131. El Evangelio de Juan (12:3) permitiría suponerlo; no así el de
Mateo (26:7)].
185
Esta acción de la cortesanano turbó a Jesús; interpretó su amor, los cariños que le hacía ylos besos que le daba de una manera mística y espiritual; y recobrando su tono de inspirado,la despidió diciéndole que sus pecados le eran perdonados en razón delgran amor que le había profesado. San Lucas nos dice, en el capítulo siguiente deesta narración, que el Salvador había librado a esta mujer desiete demonios, servicio 183 Sea que sin duda merecía todo su reconocimiento. como fuere, el Cristo se valió de este medio indirecto para reprender al fariseo la descortesía con la que había procedido en relación con un hombre de su clase. Los parientes de Jesús, informados de la repercusión que tenía y calculando que no llevaría una vida del todo inocente entre la gente que lo acompañaba, o incluso temiendo que su conducta lo llevara finalmente por un mal camino, llegaron desde Nazaret a 184 Esto Cafarnaúm para apresarlo y hacerlo encerrar. da lugar a creer que tenían miedo deser involucrados en su proceder y preferían encargarse de corregir a su pariente antes queverlo entregado a la justicia: lo que tarde o temprano preveían iba a suceder. En primer lugar, divulgaron que era un insensato cuyo entendimiento estaba trastornado. Éste, cuando supo de su llegada y del motivo del viaje, se encerró en casa y dispuso un milagro para el momento en que aparecieran. pueblo que lo o que prevenido porEllos emisarios deldescubrió, Mesías, corrió en fue tropel a buscarlo. Cuando los parientes se presentaron, Jesús se trajo un endemoniado ciego y mudo; lo 185 exorcizó: el poseído quedó libre y el pueblo atónito. 1 83 1 84 1 85
[Lucas 8:2]. [Marcos 3:21, 31-32]. [Mateo 12:22-23. San Mateo ubica la llegada de los familia-
res con posterioridad a este hecho, véase 12:46-49].
186
Al ver los doctores con penala credulidad de aquella canalla, previeron las consecuencias; los parientes del Salvador, por su parte, poco impresionados con este milagro, les prometieron hacer todos los esfuerzos posibles para librarlos de un hombre tan peligroso. Es hechicero, decían unos; es un profeta,decían otros; otros, en cambio, decían que era menester ponerlo a prueba, y, a pesar del gran milagro que acababan 186 “¡Oh, de ver, agregaron:Pidámosle un signo en el aire. buen Dios! –exclamaban los nazarenos– Ni es hechicero, ni profeta; nadie lo como nosotros: él es un pobre joven a quien se conoce le ha trastornado el juicio”. Todas estas palabras eran reportadas a Jesús, quien no respondía sino con parábolas e invectivas: de la acusación de hechicero se excusaba diciendo que era absurdo creer que echaba los demonios con el poder de los mismos demonios. En cuanto a la acusación de locura, la repelía con decir que todo elque hablase mal de espíritu perdón ni enque esteentender mundo ni en su el otro. Es no así tendría sin duda que hay el 187 pecado contra el Espíritu Santo. Se había acordado pedir una señal a Jesús, enviándose algunas personas para solicitársela. Éste, sin embargo, en lugar de una señal en el aire les dio una en el agua. Remitió a los curiosos a Jonás y afirmó que no les daría otra: porque, agregó, así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre de la ballena, así el hijo del hombre estará tres días y tres noches en el seno de la tierra.188 Los judíos, que no eran hechiceros ni profetas, no comprendieron una palabra de todo esto. Jesús, a quien los milagros no le costaban nada cuando todo estaba dispuesto para hacerlos, no se 18 6 18 7
[Mateo 12:38; Marcos 8:11]. [Marcos 3:29; Mateo 12:31; Lucas 12:10].
18 8
[Mateo 12:39-40; Lucas 11:29-30].
187
aventuraba a obrar espontáneamente ni en presencia de personas bastante entendidas como para examinarlos; por consiguiente, en la presente ocasión pagó con una respuesta ininteligible a estos buenos judíos, a los cuales estaba en su mano convertirlos para siempre. Esta negativa de hacer un milagro en el aire hizo creer que nuestro hombre se daba por vencido, lo que motivó algunas burlas: el hijo de Dios se irritó, y lanzó contra los judíos invectivas proféticas. Comparó la conducta de la Reina de Saba con lade ellos,189 se jactó de ser más grande y más sabio que Salomón, y los amenazó con castigarlos, con privarlos de las luces que derramaba en su región, región que sin duda habría iluminado más si hubiese consentido en hacer el milagro que le pedían. Pero es de creer que al Mesías le pareció que hacer un prodigio en el aire era más difícil que ejecutarlo en la tierra, en la cual le era más asequible disponer las cosas que en lo alto de la atmósfera, donde no tenía a nadie con quien ponerse de acuerdo. En tanto, la madre de Jesús había reunido a sus hijos y parientes para apaciguarlos y convencerlos de que desistiesen en sus persecuciones. No adelantó mucho, porque ellos tomaron la decisión de llevarse al misionero. Sin embargo, como había mucho revuelo alrededor, no pudieron abrirse paso para llegar adonde estaAquí. Jesús, están, lesabiendo ba y sóloyllegaron a anunciarse. dijo uno,el tu madre tus hermanos que te buscan motivo de su visita, que no estimaba en absoluto, renegó de unos parientes tan perversos, y respondió: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Después, éstos son extendiendo la mano hacia el pueblo, añadió: mi madre y mis hermanos.No conozco otros parientes
1 89
[2 Crónicas 9:1-12].
188
que los que escuchan mi palabra yla ponen en práctica. El pueblo, halagado por la preferencia, tomó al que la hacía bajo su protección; la intentona de su familia de esta manera fracasó.190 Libre ya de esta peligrosa aventura, nuestro héroe, temiendo ser sorprendido, o desconfiando quizá de la constancia del pueblo, que a pesar del placer que le causaban los trucos que le veía hacer podía al fin cansarse; nuestro héroe, digo, creyó que era su obligación buscar seguridad fuera de la ciudad. Salió pues con sus doce apóstoles y las mujeres de su comitiva, María su madre, Juana y Magdalena,que ayudaban con sus bienes a la compañía.Bien podemos creer que esta última, la cual antes de ser de Jesús había comerciado con sus gracias, tendría alhajas y dinero; por ello, su conversión fue muy importante para la secta, y particularmente para el jefe, que a menos de ser cruel no podía dejar de pagar tanto amor con algún cariño. La persecución que había empezado a sufrir Jesús lo favoreció, según todas las apariencias, y levalió mayores consideraciones. Una multitud del pueblo, atraída por la curiosidad, salió de los lugares y aldeas cercanas para verlo luego de que supo el camino que llevaba. Jesús, para no ser atropellado, tomó otra vez la decisión de meterse en una barca a orillas del mar.191 Desde ella se puso a predicar; pero acordándose los sinsabores que no le habían traído sus profecías de anteriores, creyó que debía explicarse en adelante tan a las claras y prefirióhablar en parábolas, siempre susceptibles de dos sentidos. Se puede creer que la explicación de estos rompecabezas era 19 0
Véase, Mateo, cap. XII, v. 22 y ss.; Marcos, cap. III, v. 20 y ss.; Lucas, cap. VIII, v. 19 y IX, v. 11.
19 1
Mateo, cap. XIII, v. 1.
189
conocida por los apóstoles, a los cuales se los descifraría personalmente.192 Parece incluso que un día, ya impaciente de los pocos frutos, les declaró francamente que cambiaba de parecer acerca de los judíos, que y abandonaba su conversión; por esta razón les hablaba sólo en parábolas, a fin de que mirando no vean, y oyendo no escuchen, no sea que lleguen a convertirse y que les sean perdonados sus pecados .193 Es preciso confesar que resulta sumamente difícil conciliar aquí la conducta de Dios consigo misma. Si uno no temiera volverse sacrílego exponiendo sus conjeturas humanas acerca de la conducta de Jesús, se podría presumir que tuvo realmente el objetivo de dar leyes a los judíos, pero que viendo después el poco provecho que sacaba, y que empezaba a ser despreciado en su país, resolvió buscar fortuna en otra parte y conquistar a otros vasallos. Esto les habría confiado a sus discípulos en aquel encuentro secreto, teniendo como objetivo prepararlos para esta novedad y sin saber que su suplicio iba a impedir todos sus designios, designios que no fueron ejecutados hasta mucho tiempo después por sus apóstoles, los cuales sin duda se acordaban de aquella confidencia. No entraremos en el detalle de todas las parábolas de que se valió Jesús para presentar a los judíos su maravillosa doctrina, o parasería predicar sin ser entendido, porque esta discusión sumamente enojosa. En su lugar aconsejamos a aquellos que tengan afición por esta clase de apólogos que lean más bien las fábulas de Esopo y de La Fontaine, seguramente más ingeniosas e instructivas que las de Cristo. De todas 1 92
Marcos, cap. IV, v. 10.
1 93
Marcos, cap. IV, v. 12.
190
maneras, para las personas que desean consultar las parábolas o apólogos del Evangelio citaremos aquí los pasajes que pueden consultarse: La parábola del sembrador se encuentra en San Lucas, capítulo VIII, v. 5 y siguientes. La de la lámpara escondida, en San Lucas, capítulo VIII, v. 16. La de la cizaña, en San Mateo, capítulo XIII, v. 24. La de la semilla, en San Marcos, capítulo IV, v. 26. La del grano de mostaza, en San Mateo, capítulo XIII, v. 31. La de la levadura,en San Mateo, capítulo XIII, v. 33. La deltesoro escondido, en San Mateo, capítulo XIII , v. 44. La de las perlas, en San Mateo, capítulo XIII, v. 45. La de lared extendida,en San Mateo, capítulo XIII, v. 47. La delpadre de familia, en San Mateo, capítulo XIII, v. 52. Poco tiempo después, Jesús, informado quizá de que sus hermanos y primos no estaban en casa en ese momento, pasó por Nazaret acompañado de los apóstoles.194 Quizás quería probar a sus compatriotas que no estaba tan loco como habían dicho, quizás esperaba tratar con su familia y sumarla a su causa. Llega un sábado y se dirige a la sinagoga. El ministro allí le presenta con toda amabilidad el libro; lo abre, y preEl espíritu del Señor cisamente estemí, pasaje Isaías: ha reposadolee sobre y porde esto me ha consagrado con su unción.195 Cerró el libro, se volvió al ministro y se sentó. A continuación, se aplicó a sí mismo este texto del profeta, en el que además se hace mención de milagros y prodigios, y hallándose presentes, por casualidad o 19 4
[Marcos 6:1-6; Mateo 13:53-58; Lucas 4:16-30].
19 5
[Isaías 61:1].
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a propósito, algunos galileos que habían visto los prodigios que hizo en su tierra, no tardaron en darle crédito. Mas los nazarenos, que conocían al héroe, se admiraron de su tono magistral y decisivo, y se decían unos a otros:¿No es este el carpintero, el hijo de José también carpintero? ¿Su madre no se llama María? ¿Sus hermanos y hermanas no viven entrenosotros? ¿De dónde le viene tanta sabiduría? ¿Cómo y por qué m edio obra las maravillas que nos cuentan? Jesús, oyendo estas preguntas, entendió que ese no era el sitio adecuado para hacer susmilagros. Echó la culpa de su inacción a la mala disposición de sus compatriotas, a quienes sorprendían las ponderaciones que oían de la sabiduría de un hombre cuya conducta para ellos era tan equívoca:“Veo –les dijo–, que me aplicáis el proverbio que dice:médico, cúrate a ti mismo, y que para probaros la verdad de los milagros que os han contado de mí, querríais que hiciese alguno delante de vosotros; pero yo sé que mi trabajo sería pura pérdida de tiempo en esta ciudad, pues estoy muy convencido de la verdad de este otro adagio: nadie es profeta en su tierra”. Para justificarse, se vale de ejemplos que parecen hacer sospechosos también los milagros de los profetas del Antiguo Testamento, a los cuales ya el mismo refrán citado podía hacerlos pasar por bribones. Sea como fuere, cita el ejemplo de Elías, que entre viudasque de Israel no encontró una más dignatodas de unlas milagro la de Sarepta, mujer del país de los sidonios.196 En tiempos de Eliseo, Judea estaba llena de leprosos, el profeta sin embargo prefirió curar a Naamán, que era sirio e idólatra, antes que a sus compatriotas.197 1 96
[1 Reyes 17:7-24].
1 97
[2 Reyes 5:1-19].
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Esta arenga, que insinuaba la reprobación y perversidad de sus oyentes, los puso demalhumor y provocó su ira de tal forma que sacaron al orador fuera de la sinagoga y lo llevaron a lo alto de una montaña con la intención de arrojarlo; tuvo la suerte de escaparse, empero, y de evitar así el agasajo que le preparaban sus compatriotas. Mateo, hablando de este viaje a Nazaret, dice que su Maestro no hizo allí muchos milagros acausa de la incredulidad de los habitantes; Marcos, en cambio, dice positivament e que no hizo ninguno, lo que resulta más verosímil.198 Nuestros intérpretes y comentadores iluminados creen que Jesús no escapó de las manos de los nazarenos sino por un milagro; ¿le costaba tanto convertirlos y prevenir así sus deseos criminales? Esto era todo lo que le pedían, y sin embargo nunca se puso en la tarea de hacer un milagro para salvarse y poner su persona a resguardo. Parece que Jesús prefería hacer milagros cuando no eran de utilidad y no hacerlos cuando eran decisivos.
19 8
Compárense acerca de este hecho Mateo, cap. XIII [53-58];
Marcos, cap. VI [1-6]; y Lucas, cap. IV [28-30].
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CAPÍTULO XII Misión de los apóstoles. Instrucciones que Jesús les da. Milagros hechos por él hasta el final del segundo año de su misión.
Descontento de su expedición a Nazaret, Jesús pasó a la Galilea superior, que había sido el teatro de sus maravillas, y, en efecto, encontró a los habitantes de aquella provincia con mejor predisposición hacia él. Notó sin embargo que muchos tenían necesidad de dejar sus trabajos para ir a escucharlo y por ello se quedaban en casa. Esta consideración lo llevó a separar a sus apóstoles de dos en dos por toda la provincia. Acaso también se determinó a adoptar este criterio por ver que sus predicaciones solas, y aun sus milagros, no multiplicaban mucho los prosélitos. Además, las contiendas continuas con sus enemigos le hacían conocer la necesidad de engrosar su partido. Parece que Jesús había enviado antes a muchos de sus discípulos en misión, quedándose sólo con los doce apóstoles. Podemos sospechar, sin embargo, dado que estos predicadores eran aún muy novatos, tuvieron mucho y quecaso dieron diablosque tannotestarudos que noéxito hicieron de con todos sus exorcismos.199 Con todo, dado que, según se pretendía, esta falta de éxito no se debía sino a la poca fe, podría arrojarse cierta sombra de duda acerca de la previsión y juicio del divino Maestro. ¿Por qué enviaba a perder el tiempo a unos misioneros
1 99
[Mateo 17:16; Marcos 9:18; Lucas 9:40].
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que no conocían bien su oficio? Por otra parte, ¿no dependía sólo de él darles por adelantado la provisión de fe necesaria para su viaje? Cualquiera sea la conclusión a que se llegue, no es difícil pensar que los apóstoles, que no se apartaban de su Maestro, que lo veían continuamente obrar, que guardaban el secreto, y que, enpocas palabras, tenían fe desde el primer día; que los apóstoles, digo, estaban en mucho mejores condiciones que los discípulos de trabajar para satisfacción del pueblo. Así Jesús, resuelto decididamente a dar la última embestida, renovó todos sus poderes y les dio instrucciones. Éstas decían principalmente lo siguiente: “Pensándolo mejor, no vayáis a las naciones de los gentiles, porque los judíos lo considerarían un crimen y melo echarían en cara. Es verdad que los he amenazado con abandonarlos, pero es preciso hacer antes una tentativa con ellos. Predicaréis sólo a los judíos, por lo tanto. La penitencia supone sobriedad y necesidades módicas; de esto se deduce la inutilidad de la riqueza. Yo, como sabéis, no tengo dinero que daros, y así es menester que os arregléis como podáis; Dios lleno de bondad os proveerá, y como cuida de los pajaritos, también cuidará de vosotros. Por otra parte, tened en cuenta que seréis mal recibidos, maltratados y perseguidos; pero tened ánimo, porque finalmente triunfaremos. No enmudezcáis; alta voz y so-a bre los techos lo que os he predicad dicho en en secreto. Decid todos que yo soy el Mesías, el hijo de David, el hijo de Dios; ya no debemos tener miramientos: es preciso vencer o morir; nada de timidez, por lo tanto. “Aunque os envío como ovejas en medio de los lobos, persuadid a las gentes sencillas que estáis bajo la salvaguardia del Altísimo, que vengará cruelmente los
ultrajes que se os hagan y recompensará largamente a
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aquellos con quienes os encontréis bien. No sería justo que hicieseis la guerra a vuestras expensas; es a aquellos cuyas almas vais a salvar que corresponde proveer a las necesidades de vuestros cuerpos. No llevéis oro, ni plata, ni provisiones, ni otro vestido. Tomad un buen bastón y partid en gracia de Dios. ”No cesaréis de predicar en vuestra marcha queel reino de Dios está cerca:hablad del fin del mundo, porque no hay cosa que asuste más a las mujeres y holgazanes. Entrando en las ciudades y lugares, informaos subrepticiamente de las personas más crédulas, más caritativas y mejor dispuestas hacia nosotros, y saludadlas amablemente diciendo:la paz sea en esta casa. Pero esta paz que les procuraréis no será más que alegórica, porque el propósito de mi doctrina es introducir la discordia y la división en todas partes. El que se determine a seguirme, es menester que abandone a su padre, a su madre, a sus parientes y a su familia; porque lo que necesitamos son fanáticos y entusiastas que apegándose únicamente a nosotros no reparen en abandonar todas las consideraciones humanas. Yo he venido a traer la espada y no la paz.Como una conducta de esta naturaleza puede haceros pelear con vuestros huéspedes, debéis mudar de lugar a menudo. No os fieis en el poder que tengo de resucitar a los muertos; lo más seguro para vosotros es conservar vida: si os persiguen, huid sin vacilar. salir de laslaciudades y casas rebeldes, sacudid el polvoAl de vuestros pies, y aseguradles que merecen los mismos castigos que Sodoma y Gomorra.Declaradles de mi parte que la venganza divina está siempre pronta a caer sobre ellos, y que los moradoresde las ciudades nombradas serán más suavemente castigados que los que se atrevan a resistir vuestra misión. El gran y último
día no está lejos, pues os aseguro que antes que aca-
196
béis de recorrer las poblaciones de Israel vendrá el Hijo del hombre.”200 Tal es el sentido y el espíritu de las instrucciones que Jesús dio a los apóstoles. Encargándoles divulgar su secreto, les da una tarea que no se atrevió, a pesar de su omnipotencia, a desempeñar por sí mismo; es propio de un gran político, en efecto, tener instrumentos que obren por él sin verse expuesto a comprometerse en persona. Pero estas bagatelas no tienen mucha importancia. Lo que nos parece más extraño es que el hijo de Dios haga anunciar lapaz y la caridad, y que diga al mismo tiempo que trae laguerra y la desavenencia.201 Cosas tan contrarias sólo un Dios las podría conciliar. Y en verdad los apóstoles, y mucho más los sucesores de su santo ministerio, han causado en la tierra turbulencias y divisiones superiores a las de todas las demás religiones que los hayan precedido. Los incrédulos, por su parte, apoyándose en la historia de la Iglesia, notan que la buena nueva que aquellos vinieron a traer a los hombres ha sumergido al género humano en la sangre y en las lágrimas. Por este discurso vemos asimismo queJesús legó a los pueblos la subsistencia de sus apóstoles, de cuyo encargo se han valido tan bien sus sucesores, que incluso han sido autorizados para ejercer sobre las pobres naciones másnocrueles muchos siglos.las ¿Elextorsiones Omnipotente habría desde hecho hace más respetables a sus apóstoles si los hubiera constituido impasibles y exentos enteramente de las necesidades naturales? Hay motivos para creer que esto hubiera 20 0
Mateo, capítulos IX y X [1-41]; Marcos, cap. VI [7-11]; Lucas, cap. VIII y IX [1-6].
20 1
[Mateo 10:34; Lucas 12:51-53].
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dado más peso a sus predicaciones sublimes y a las de sus infalibles sucesores. Los críticos pretenden incluso que era falso decir, dieciocho siglos atrás, queel fin del mundo estaba cerca, y mucho más asegurar que el Juez supremo vendría antes que los apóstoles tuviesen lugar de recorrer todas las ciudades de Israel. Es verdad que los teólogos entienden esta predicción en el sentido de que el fin del mundo iba a llegar a todas las ciudades judías una vez que todos los judíos se hubieras convertido. En cualquier caso, será el tiempo el encargado de probar si hay que entender así las palabras de Jesucris to; mientras tanto, el mundo subsiste todavía y no parece tan amenazado de ruina. Es muy posible que además de estas instrucciones públicas, Jesús diera otras ocultas a sus apóstoles favoritos. Partieron, pues, esperanzados en las limosnas que iban a recibir de los judíos, de los cuales el in pettoun mayor eraparte, ya réprobo para la Providencia. número Él, por su cambiando poco dichas instrucciones, se reservó las ciudades, dejándoles a los apóstoles sólo las aldeas.202 Éstos iban de una en otra gritando: Oíd la buena nueva: el mundo se va a acabar, haced penitencia, orad, ayunad; dadnos dinero y provisiones por haberos enseñado este importante secreto. Lo que se nos dice también es
que curaban muchas enfermedades aceite. Sin duda, habrían hecho más aplicando bellas cosascierto aún si el Paráclito203 hubiera venido; pero por su falta, a pesar de las instrucciones del hijo de Dios, el entendimiento de los apóstoles estaba aún en tinieblas.204 2 02 2 03 2 04
Lucas, cap. IX, Mateo, cap. IX, y Marcos, cap. VI. [Véase Juan 14:26]. Marcos, capítulo VI, 13.Conviene advertir que los judíos
acostumbraban a untar los enfermos con aceitemezclado
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No vemos que estos misioneros, con su bálsamo y sus brillantes arengas, hiciesen muchas conversiones. Los incrédulos se sorprenden mucho también de encontrar en las instrucciones de Jesucristo a sus apóstoles una orden precisa de notrabajar más que para la conversión de los judíos, prohibiéndoles expresamente predicar a los gentiles. Dicen que un Dios bueno no podía hacer distinción de personas; que el Padre común a todos los hombres debía manifestar una ternura igual hacia todos sus hijos; que al que estodopoderoso lo mismo le costaba convertir las naciones; que un Dios que sólo amayasalvar un paísa todas es puramente un Dios local y no puede ser el Dios del universo; que un Dios parcial, exclusivo, injusto, que no tiene otra regla en su elección que el capricho, nopuede ser ni perfecto ni, por consiguiente, modelo de perfección. En pocas palabras, todos los que carecen de la dicha de ser cegados santamente por la fe no comprenden dueño justo y sabio de todos los pueblos de la cómo tierra el pudo amar privativamente al pueblo judío; su infinita presciencia debió mostrarle que su ternura y sus favores especialesserían enteramente inútiles para este pueblo indomable. con vino. Tenemos una prueba de esto en el Talmud de Jerusalén, que trae un permiso dado por Rabbí Simeon, hijo de Eleazar, a Rabbí Meir,para que mezclase el vino con el aceite para untar a los enfermos sábado.Otro ejemplo se encuentra en el Talmud de en Babilonia. Véase. fol. Berajot,igual 3, col. 1, Ma’aser Sheni, fol. 53, col. 3, yYoma, fol. 77, col. 2. Santiago, que era nazareno ocristiano judaizante, ha transmitido este uso hebraico a la religión cristiana. Véase su Epístola, cap. V [14-15]. Tal es el srcen delsanto crismay del sacramento de laextremaunciónque los católicos dan a los moribundos. [Hunwick conjetura, con fundamento, que la fuente de d’Holbach en este sentido fue elNazarenus de John Toland, pp. 54-55 de la edición de 1718 disponible en
http://books.google.com.ar].
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Nuestros incrédulos añaden además que no fue muy oportuno que el hijo deDios exclamase:¡Ay de ti, Corazaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las maravillas que han sidohechas en vosotras, ya hace mucho que estas ciudades habrían hecho penitencia en sayal y en ceniza.205 Porque, en efecto, ¿no hubiera sido mejor haber ido a predicar a estas ciudades tan dóciles donde el Mesías tenía evidente seguridad de sacar provecho, que empeñarse en predicar a los judíos, con los cuales sabía positivamente que iba a fracasar? Él, por su parte, quedándose solo, recorrió predicando muchas ciudades dela Galilea, pero destituido de la asistencia de sus amados confidentes no hizo milagro alguno. Hasta aquí no vemos que losmagistrados ni los grandes se interesaran en la conducta de Jesús; antes bien, según todas las apariencias, despreciaban a un hombre que consideraban un vagabundo o un loco nada temible. Es verdad que se dice que los fariseos se habían asociado con algunos oficiales de Herodes para hacerlo desaparecer, pero parece que de allí no salió cosa alguna.206 El nuevo misionero no debía en el fondo hacer sombra sino a los sacerdotes judíos y a los doctores de la ley, contra los cuales declamaba con el mayor descaro. Con estas invectivas se hacía muy querido del pueblo, que ya hacía mucho tiempo estaba cansado de las extorsiones de esas sanguijuelas públicas chupaban impíamente a la nación, que trataban los a que pobres con soberbia y que, como lo prueba la parábola del sacerdote y del samaritano, nada tenían de caritativas. En ninguna parte había más sacerdotes y doctores que en Jerusalén; por lo cual, como hemos visto, era 2 05
[Lucas 10:13; Mateo 11:21].
2 06
[Marcos 3:6].
200
esta capital la menos dispuesta a escuchar a nuestro Predicador. Hay motivos para creer, pues, que los sacerdotes eran la verdadera causa del odio y menosprecio que le tenían en aquella populosa ciudad. Por una contradicción sorprendente, el período más oscuro de la vida de nuestro héroe es aquel en que adquirió más celebridad. Jesús era totalmente ignorado en la corte de Herodes cuando a la cabeza de su tropa, y rodeado de un inmenso pueblo, expelía demonios, devolvía la vista a los ciegos, el habla a los mudos, arrojaba a los vendedores del templo y resucitaba a los muertos. Su fama llega hasta el trono y provoca en el monarca el deseo de verlo cuando, en cambio, pasaba una vida oculta en Galilea y, por la misión de sus apóstoles, se hallaba solo y sin séquito predicando la penitencia. Fue entonces que, según San Lucas, un rayo de luz hiere el corazón de Herodes, la duda se apodera de su espíritu, y dice: Yo he hecho degollar a Juan; pero sin duda ha resucitado de entre los muertos, y por eso hace tantos milagros: porque si no, ¿quién puede ser éste de quien se cuentan tales cosas?207 Era preciso verlo, y en consecuencia envió algunos mensajeros de su parte a Jesús. Si la naturaleza le hubiera dado derechos incontestables al trono de Judea, se podría creer que estas pretensiones eran para él un motivo suficiente para no ponerse manos de un ignorar príncipelas usurpador de su corona; peroenJesús nopodía circunstancias de su nacimiento y sabía además que ya hacía largo tiempo que la familia de David había sido expulsada del imperio. Hay que buscar por otro lado su negativa a visitar a Herodes, sobre todo si pensamos que esta entrevista del hijo de Dios podía no sólo contri-
20 7
[Lucas 9:7-9; Marcos 6:14-16; Mateo 14:1-2].
201
buir a la conversión de este príncipe y de toda su corte, sino a la de toda Judea, y quizás a la de todo el imperio romano. Un solo milagro delante de esa corte, reconocido y atestiguado por personas de tanto peso, sería sin duda más eficaz que los testimonios sospechosos de todos los paisanos y vagabundos de la Galilea. Sin embargo, lejos de prestarse a los deseos de Herodes y de hacer tanto bien, Jesús se retira al desierto apenas descubre la intención de este monarca.208 El Cristo, que a veces pronunciaba las maldiciones más terribles contra los que lo desoían, desdeña ir a ver a un soberano que lo llama y se esconde en un bosque en vez de trabajar en su conversión. El Mesías, en fin, que de ninguna manera se había rehusado a ir a casa de un centurión para curar a un esclavo, rehúsa visitar a un rey para curarlo de su ceguera y para atraer a sí a todos sus súbditos, objeto para el cual había sido especialmente enviado. Nuestros teólogos explican estas contradicciones remitiéndose a los inexplicables decretos de la providencia. Los incrédulos, en cambio, pretenden que Jesús, que tenía bastante habilidad para hacer maravillas a la vista de un pueblo ignorante, no se atrevió a comprometerse delante de una corte ilustrada; y uno se ve casi tentado a creerles por el modo con que se portó delante de sus jueces cuando se vio obligado a comparecer ante su presencia. Entretanto, la misión de los apóstoles expiraba. En poco tiempo recorrieron la Galilea, y parece por la merienda que Jesús va a dar a todo el pueblo que la predicación de los misioneros había proporcionado una abundante cosecha. Llegan los apóstoles cargados con las limosnas de los galileos adonde estaba
208
Mateo, cap. XIV, 13.
202
su maestro, el cual ya se sentía agobiado por la gente que lo cercaba. Así pues, para estar más desahogado, subió con los suyos a una barca y se hizo llevar al otro lado del mar de Galilea. Aquí fue donde en un sitio solitario le rindieron cuenta del resultado de la misión, se tomaron las medidas para el porvenir y sobre todo se pusieron las provisiones a buen recaudo. Los que vieron a Jesús embarcarse creyeron quizá que iban a ser privados para siempre del placer de verlo hacer prodigios, y dieron la vuelta al lago; fueron a pie, pero llegaron a la parte opuesta antes de que llegase Jesús en su barca. Allí les predicó, les hizo milagros, y curó enfermos; lo que duró hasta la noche.209 Entonces los discípulos le aconsejaron que despidiese al pueblo para ir a alojarse y a buscar víveres en las aldeas vecinas. Él no les dijo nada respecto del alojamiento; sin duda, en toda aquella multitud habría muy poca gente acostumbrada a dormir en buena cama, y, por otra parte, las noches no serían muy frías en aquella estación y con aquel clima. Pero queriendo divertirse con la incomodidad de los que lo rodeaban, que ignoraban los recursos que le había proporcionado la misión de sus apóstoles, les dijo: No es necesarioque vayan a las aldeas, dadles vosotros de comer. ¿Qué decís,le respondieron,iremos a comprar doscientos denarios panen para de (porque comer?Felipe, que acaso no tenía de parte el darles secreto en los negocios de más entidad Jesús sólo se valía de Pedro, Santiago y Juan), le hizo saber la imposibilidad de juntar pan suficiente para tal número de personas; mas Jesús se dirigió entonces a Pedro, y le preguntó: ¿cuántos panes tenéis? No encontraron ninguno, lo que es
20 9
[Marcos 6:33-34; Mateo 14:13-14; Lucas 9:10-11; Juan 6:1-4].
203
tanto más extraño cuanto que, según San Marcos,se habían retirado allí para comer. Pedro, sin responder a la pregunta, dice a su Maestro:aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces.Jesús hizo que se los trajesen y mandó que hiciesen que la multitud se sentase en pelotones de ciento cincuenta personas. Esta disposición dio a conocer que había cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Luego de que toda la gente se sentó sobre la hierba, Jesús, según la costumbre de los judíos, bendijo los panes y los peces, los cortó en trozos y los dio a los apóstoles, quienes los distribuyeron al pueblo que comió cuanto quiso, sobrando incluso de esta famosa comida doce canastos colmados. Los convidados, llenos de admiración, decían:verdaderamente es éste un profeta, es el profeta que debe venir al mundo.210 Lo que, traducido en lenguaje ordinario, quiere decir: El verdadero Anfitrión es aquel donde se come.211 Los apóstoles no dijeron una palabra. Algunos críticos se han atrevido a poner en duda la verdad de este milagro, fundándose en la imposibilidad que presenta: como si la imposibilidad de las cosas pudiera dañar la realidad de un milagro, cuya esencia consiste en producir cosas imposibles. Sin embargo, si atendemos a la narración que acabamos de leer y que se ha sacado de los evangelistas, quienes no están muy de acuerdo acerca de las circunstancias 2 10 2 11
San Marcos, cap. VI, v. 31, 37, 38, 39, 40, 41; Mateo, cap. XlV, v. 18 y ss.; y Juan, cap. VI [5-14]. [Andrew Hunwick nos informa que se trata de una cita de la comedia Amphitryon de Molière (1668). En la mitología griega, Anfitrión fue el Reyde Tirinto cuya esposa, Alcmena, engañada, confundió a Zeus con su marido y se dejó seducir por él; de esta unión nació Heracles o Hércules. No está claro si nuestra palabra “anfitrión” deriva de los majestuosos banquetes que Anfitrión ofrecía o si la fuente directa de
ella es la citada obra de Molière].
204
veremos que este milagro no presenta nada de imposible. Basta, en efecto, atribuir un poco de sagacidad al hijo de Dios para suponer que comprendió entonces que no podía hacer mejor uso de las provisiones que habían juntado sus apóstoles querepartirlas a una muchedumbre famélica, sabiendo que de esa manera ganaría su favor. Por otra parte, al pasar al otro lado del lago, los apóstoles podían haber echado las redes con tanto éxito como para dar de comer a la multitud reunida. Esta comida debió parecer milagrosa a la gente, que sabía que Jesús no tenía bienes y que vivía de las limosnas. A continuación, vemos que el pueblo quiso proclamar rey a un hombre que le había hecho semejante regalo. Aquella comida les renovó sin duda la idea de un Mesías, bajo cuyo imperio reinaría la abundancia: no fue necesario más para que una porción de miserables creyese que un predicador que con tanta abundancia les había dado de comer debía ser el hombre extraordinario que la nación aguardaba. Más probable se hará este milagro suponiendo que los apóstoles en su misión habían recogido, como es natural, gran cantidad de pan, y que, como ya dijimos, se entretuvieron pescando mientras atravesaban el lago. Jesús los habría preparado, de suerte que llegada la tarde ya estarían las cosas dispuestas sin que el pueblo con lo notase, y éste,reunidas por consiguiente, fuemuy alimentado provisiones por medios naturales. Aunque los galileos quisieron proclamar rey al Cristo, éste no juzgó adecuado aceptar un honor que era incapaz de sostener por el momento. Agotadas sus provisiones con la beneficencia que acababa de hacer, no estaba en condiciones de repetir esta clase
de convites a sus expensas, y aunque la conducta de
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este día pudo reportarle más que todos sus milagros el afecto de los mendigos, holgazanes yvagos del país, el estado de sus cosas lo forzó a renunciar a este medio. Jesús coronó el segundo año de su misión, pues, con esta acción muy conveniente para ganarse el amor del pueblo, pero al mismo tiempo muyapropiada para producir inquietud en los magistrados. Este golpe ruidoso debió ciertamente alarmar a las autoridades que previeron que la cuestión podía volverse seria, sobre todo a partir del designio que habían manifestado los galileos de proclamar rey a nuestro aventurero. Los sacerdotes se aprovecharon ciertamente de estas disposiciones para derribar al Cristo, que siempre intentó ganar al pueblo a fin de servirse luego de él para subyugar a los grandes. Un proyecto de tal clase quizás hubiera tenido algún éxito si Judea, como en otro tiempo, hubiera estado gobernada por reyes de la nación. Éstos, como nos dice la Biblia, dependían casi siempre de los caprichos de los sacerdotes, de un profeta, o del primero que llegase, quienes con predicciones, declamaciones y prodigios podían sublevar a voluntad la nación hebrea y aun disponer de la corona; en los tiempos de Jesús, en cambio, el poder de los romanos nada tenía que temer de los esfuerzos de la superstición.
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CAPÍTULO XIII Jesús vuelve a Galilea cerca de la tercera Pascua de su misión. Lo que hizo hasta que salió de allí.
Las expresiones de San Juan, quien nos dice que, sabiendo Jesúsque los convidados a los cuales trató tan liberalmente habían de venir para arrebatarlo y hacerlo Rey,212 prueban que se retiraron apenas se acabó el alimento. Esta observación va a servirnos para fijar en lo posible la marcha del Mesías y darnos razón de su conducta. Cuando los discípulos dijeron a su maestro que podía atender al pueblo era ya tarde, y los preparativos del banquete debieron consumir no poco tiempo. La distribución de los víveres entre tanta gente llevaría algunas horas, con lo cual el amanecer no debía estar lejos cuando la comida terminó y Jesús despidió a sus convidados. Sería hacia la tarde, según todas las apariencias, cuando supo el designio que tenían de hacerlo rey, y no fue hasta haber recibido esa noticia que tomó la resolución de esconderse en una montaña, después Éstos de haber a sus discípulos a el Cafarnaúm. paraenviado ir allí tuvieron que bordear lago durante bastante tiempo; al verlos Jesús maniobrar cambió de pronto de parecer y fue a juntarse con ellos, haciéndose conducir a Genesaret, al noroeste del lago. Los discípulos, viéndolo llegar súbitamente cuando lo creían en la montaña, tuvieron miedo, y
21 2
[Juan 6:15].
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pensaron que era un fantasma, porque los fantasmas eran muy comunes en Judea.213 Se convencieron de esta idea luego de que vieron que su sombra se acercaba al bote, y Simón Pedro, al mirar que se aproximaba, no dudó de que lo veía andar sobre las aguas. Quiso él hacer lo mismo para salir a su encuentro, y sintió que se hundía: entonces Jesús lo tomó de la mano y lo sacó del peligro en el que creía estar; después, ha214 biéndole reprendido su cobardía, subió a la barca. Todos los apóstoles, que no se habían admirado tanto del milagro de los cinco panes, se asombraron con éste; se llenaron de miedo, y ya se sabe que el miedo predispone a creerlo todo. He aquí por qué, en medio de su turbación, confesaron de manera unánimeque era verdaderamente el hijo de Dios.215 Jesús se hizo conducir entonces a Genesaret, y llegó a este pueblo entrado el día. En él lo reconocieron muchos de los que disfrutaron del pan multiplicado, quienes no dejaron de transmitir su llegada a los demás. Le presentaron enfermos e hizo un sinnúmero de curas; por lo cual no podemos menos que admirar tanto la fe de los galileos, que exponían en todo momento sus enfermos en medio de las calles, como la condescendencia de Jesús, que los curaba sin descanso. Aquellos de la cena maravillosa de la víspera a quienes sus negocios llamaban a sus casas, volvieron
anada ellas;tenían pero la mayor es decir, que que hacer,parte, apenas vieronlaslapersonas barca tomar el camino de Cafarnaúm, se encaminaron por tierra a esta ciudad. También llegaron algunas barcas de Tiberíades; pero ninguna llevaba al Cristo, ni nadie lo 2 13 2 14 2 15
[Marcos 6:49; Mateo 14:26]. [Mateo 14:28-29]. Mateo, cap. XIV, v. 30, 33, 35; San Marcos, cap. VI, v. 54, 55,
56; San Juan, cap. [VI, v.] 22, 24, 31.
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había visto porque había hecho su travesía por la noche. Esta turba esperaba siempre con la confianza de ser convidada gratis, cuando se supo en Cafarnaúm que nuestro hombre estaba ya del otro lado de la ribera. Inmediatamente, todos aquellos ociosos se marcharon para ir junto a él, y en efecto llegaban unos por mar y otros por tierra.216 Nuestros parásitos, sin embargo, en lugar de encontrar una merienda servida sobre la hierba, fueron recibidos con un sermón. Jesús, en efecto, que no tenía medios que gastar para una corte tan numerosa, les habló así: En verdad os digo que me buscáis no por los milagros que visteis, sino porque comisteis del pan y os saciasteis. Trabajad para la vida eterna…Aquellas gentes, cuyas ideas no se extendían más allá de la vida presente, no comprendieron lo que Jesús quiso decirles, y le preguntaron qué habían de hacer. Entonces les dio a entender que debían hacerse sus discípulos, pues él era el Mesías. A continuación, sin embargo, nos sorprende que le hagan a Jesús esta pregunta:¿Pues qué milagros hacéis, para que os creamos. ¿Qué hacéis de extraordinario? Nos alegaréi s la merienda que nos habéis dado una vez; ¿pero acaso nuestros padres no se alimentaron del maná en el desierto por espacio de cuarenta años? ¿Qué es vuestra cena en comparación con aquelprodigio? De esto se deduce que Jesús quiso envano atraer a los galileos a sude partido. Sólo era capaz Jesús de seducirlos la continuación la milagrosa comida. leshizo presente que el pan con que Moisés había alimentado a sus padres no era el pan del cielo, que es el único que puede nutrir enteramente, pero comotripas vacías no oyen, ellos lo dejaron perorar cuanto quiso, y luego que acabó le dijeron: “Pues bien, dadnos de ese pan,
21 6
Juan, cap. VI, v. 22, 25, 26, 30, 31.
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que con tal que tenga esas condiciones que decís, poco nos importa que sea el pan que se quiera; lo que sínos importa es tenerlo continuamente. Comprometeos a dárnoslo toda la vida y entonces estaremos a vuestras órdenes”. Parece que si Jesús hubiera tenido en aquel momento los mismos recursos que antes, hubiese podido formar con escaso gasto un pequeño ejército al que el gusto y la seguridad de tener qué comer sin trabajar habrían engrosado en poco tiempo; pero Jesús estaba falto de todo. Estas se entregaban a él con la condición de que les gentes suministrase pan. La proposición era urgente, y Jesús se evadió tan mal de esa dificultad que los mismos apóstoles se extrañaron. En efecto, les contestóque él mismo era el pan; que su carne era una comida y su sangre era vino; que para conseguir el cielo era menester comer de ese pan, de esa comida, y beber de ese vino descendido del cielo; uqe sólo a los que lo comiesen los 217
resucitaría paranoconducirlos a losuna eternos festines. gente obtusa comprendió palabra deAquella esta jerga misteriosa, inventada a propósito para confundirla. Viendo, por lo tanto, que no se sentían tocados, les dijo que para seguirlo era preciso tener una vocación particular y que, puesto que ellos no estaban prepara218 dos, eso era señal de que no habían sido llamados. Así es que en esta ocasión no fueron muchos los
díos se indignaron reclutas que hizo eldeSalvador. que pretendiese Por el contrario, haber bajado los judel cielo:nosotros conocemos a su padre y a su madre, decían, y sabemos dóndeha nacido. Los rumores de estos sucesos, que llegaron hasta Jerusalén, irritaron de tal 219 modo a los sacerdotes que resolvieron su muerte. 2 17 2 18
[Juan 6:53-58]. Véase Juan, cap. VI, v. 16, 32, 34, 37, 42.
2 19
Véase Juan, cap. VII, v. 1.
210
El hijo de Dios, empero, burlaba tales pesquisas y designios con diestras marchas y contramarchas que hacían inútil su vigilancia. Adonde lo querían atraer era sobre todo a la capital; pero Jesús no fue allí la última Pascua. Su alejamiento de esta ciudad no impidió, sin embargo, que supiesen sus pasos, aun los más ocultos, de lo cual dedujo que entre sus discípulos había algunos hermanos impostores. En verdad no se engañaba; pero el temor de ser traicionado en un país donde ya comenzaban a faltarle recursos por no haber querido dar de comer al populacho, lo hizo ser cauteloso hasta llegar a un sitio más seguro. Fue a hacer una visita a su casa de Cafarnaúm, donde repitió la misma charla que había predicado inútilmente a los de Galilea; pero no hubo uno siquiera que quisiese contentarse con no tener otro alimento que su carne y su sangre.Los más allegados a él sabían por experiencia que recibían otras viandas, pero los demás discípulos dijeron que ellos no podían subsistir con manjares misteriosos, y se despidieron. Impotente, Cristo se vio en la obligación de dejarlos partir. Apenas hubo presenciado Jesús la deserción de la mayor parte de su tropa, se incomodó; y en el dolor de la pérdida que acababa de sufrir, preguntó a los doce: ¿Y vosotros queréis también iros?Simón Pedro le respondió: ¿Señor, a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros to, el hijo de Dioshemos vivo. creído y conocido que tú eres el CrisAsí Jesús se aseguró lo mejor que pudo la fidelidad de sus apóstoles. No obstante, vemos que, a pesar de su ciencia infinita, conserva siempre en su compañía al traidor Judas, a pesar de saber que lo había de entregar a sus enemigos.220
22 0
[Juan 6:59-71].
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Parte otra vez a Galilea, adonde lo siguieron sus apóstoles, aunque su último sermón, y sobre todo haberles rehusado los víveres, había indispuesto contra él a los galileos. En efecto, el recibimiento que le hicieron fue bastante frío, y la llegada de algunos fariseos y doctores de Jerusalén acabó de echarlo todo a perder. Habían sido delegados por los jefes que tenían en la capital para instruirse más a fondo de la conducta de nuestro hombre y para poner al pueblo en guardia contra él. Nadie ignora a qué punto llevaban los judíos la observancia de sus ceremonias legales; Jesús y sus confidentes, sin embargo, a pesar de todas sus protestas de adhesión a la ley, no observaban ninguno de sus preceptos. Una de las cosas que los judíos encontraban muy mal era el que comiesen sin lavarse las manos; se defendió diciendo que más valía violar las tradiciones y despreciar las ceremonias que ofender a Dios quebrantando sus mandamientos, como hacían los doctores. Llegó a enseñar, contra lo que expresamente decía la ley, que:nada de lo que entra en el cuerpo lo mancha; es lo quesale de él lo que lo vuelve impuro. Esto prueba que ni el Cristo ni sus discípulos eran escrupulosos sobre los alimentos que tomaban. Después se extendió en invectivas contra los doctores a los cuales llamóhipócritas, ignorantes y ciegos que guían a otros ciegos.221 En su arrebato, no advirtió que guías. el cumplido menos al pueblo que a sus En éstosnoseofendía despertó un encono profundo, pero el populacho no reparó en ello; por otra parte, Jesús no les dio tiempo a reflexionar: les hizo un bello discurso para probar que los doctores de la ley y los sacerdotes eran los más malos entre los hombres, los menos caritativos, y que nadie podía ser
2 21
[Marcos 7:1-23; Mateo 15:1-20].
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dichoso ni en este mundo ni en el otro sino haciéndose su discípulo. Sin embargo, los que ya lo eran vinieron a decirle que su vida no era segura en el lugar en que actualmente habitaba. Salió de allí muy de prisa, por lo tanto, dirigiéndose a las fronteras de Tiro y Sidón. Su designio era el de vivir oculto en una casucha de esta región, pero con la fama que ya había adquirido le fue imposible permanecer por mucho tiempo incógnito. El secreto de su retiro se divulgó, y comono hay mal que por bien no venga, especie de traición le proporcionó la ventaja deesta hacer un milagro para los gentiles. Una mujer cananeavino a buscarlo para pedirle que tuviese a bien librar asu hija de un demonio que la atormentaba. Jesús nada respondió de entrada; ella insistió, los apóstoles intercedieron por ella, e incluso instaron a su maestro a que le concediese lo que pedía: todo para hacerla callar, porque daba voces y podía descubrir que sido era elenviado Mesías.aÉste se resistió diciendo que no había los gentiles, sino a los judíos; se lo instó de nuevo, respondiéndole a una comparación con otra. Se rindió ante tanta insistencia, y la muchacha se vio libre del diablo, o de los vapores que la ahogaban.222 Todos los éxitos de Jesús en esta región se redujeron a este milagro. De allí pasó a la Decápolis, donde hombre se granjeó sordomudo, alguna consideración metiéndole por en los haber oídos curado los dea un dos y tocándole la lengua con su saliva después de haber pronunciado la palabraeffatá.223 Con esto hizo una provisión más que mediana de limosnas, y por añadidura hizo un sinfín de milagros en los enfermos, cojos 22 2
Véase Mateo, cap. XV [21-28]; Marcos, cap. VII [24-30]; Juan, cap. VII.
22 3
[Mateo 7:31-37].
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y heridos. Pero tenía la costumbre de escaparse cada vez que su omnipotencia milagrosa comenzaba a hacer algún ruido, y en consecuencia se retiró a una montaña que distaba tres jornadas del lugar en que había obrado tantos milagros. El pueblo lo siguió en tropel a su retiro, y sin comer; ya entonces el Cristo, empero, cargado de provisiones y del dinero que sus milagros habían producido se vio de nuevo en estado de volver a ponerles la mesa. Como si nada supiese, pregunta a sus apóstoles cuántos panes tenían.Y ellos responden: siete. manda a la muchedumbre se siente en elEntonces suelo, toma los panes y los bendice,que como igualmente unos pocos pececillos. Los fueron repartiendo a cuatro mil hombres sin contar las mujeres y los niños, todos los cuales se hartaron, y de las sobras se llenaron siete canastos.224 Este milagro parece una repetición del que mencionamos antes, pero San Juan Crisóstomo dice que la diferencia del número de cestas prueba induda225
blemente que son Aun cuando asídistintos. fuese, parecería que Jesús, no encontrando ya refugio seguro en su país, quiso esta vez sacrificar las provisiones y ahorros que le habían producido sus milagros porque conocía lo valioso de ganarse al pueblo, de quien necesitaba, y era generoso cuando tenía algunos medios. No podía olvidar que le habían prometido seguirlo con tal de que les diera Losdeevangelistas, comer. sin embargo, acalorados con la idea de su milagro, olvidaron otro que no merecería pasarse por alto. Porque, ¿tan poco extraño les parece que cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños, siguiesen a Jesús por tres días sin comer ni be2 24 2 25
Véase Mateo, cap. XV [32-39]; y Marcos, cap. VIII [1-9]. Homilía XXIV sobre Mateo [Homilía LIII, 2, MPG, t. LVIII,
p. 527].
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ber? La única explicación sería que, preparados para viajar, esa gente hubiera marchado con provisiones que súbitamente faltaron. Además, en un desierto, ¿de dónde vinieron los canastos de que se sirvieron para recoger los mendrugos? Quizá caerían del cielo. Pero entonces, ¿por qué no cayeron los peces y los panes? Y en los otros tres días que necesitaron para su vuelta, ¿con qué se mantuvieron? Con otro milagro, sin duda. En fin, en todo este asunto hubiera sido más sencillo hacer que elpueblo no hubiera tenido hambre ni otras necesidades; y mucho más fácil todavía que por un efecto de la gracia eficaz Jesús hubiese convertido de una vez a todos los habitantes de la Judea, con lo que evitaba el compromiso de las comidas, de las huidas y de tantas marchas y contramarchas que habrían de terminar de una manera tan trágica para el héroe de la novela. Los fariseos y saduceos no perdían de vista a Jesús. Apenas supieron que había idoal interior del reino, fueron a buscarlo. Puede sospecharse que los evangelistas los hacen más malos de lo que eran en realidad, representándolos tan encarnizados contra el Cristo. Pero ¿era tan difícil arrestar a trece hombres? A pesar de todo, estos fariseos tan perversos se acercaron a Jesús esta vez con mucha amabilidad y le pidieron un milagro diciéndole: “Alparecer, hacéis prodigios por docenas a la vista de miles de personas, que incluso según vuestra misma confesión no creen en vos; dadnos pues una muestra de vuestra capacidad y seremos menos tercos que ese vulgo de quien tanto os quejáis. Tened esta condescend encia con nosotros”. El Salvador fue inexorable y los remitió constantemente a Jonás.226 Esta repulsa no dejó de chocarles; el
22 6
[Mateo 16:1; Marcos 8:11].
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Hombre-Dios los increpó y, como la presencia de estos observadores incómodos hacía su poderinútil, los dejó para irse a Betsaida. En el camino, los apóstoles le pidieron que les dijese porque se negaba a hacer un milagro ante gente que se lo pedía tan cortésmente. Entonces Jesús les dio a entender, por medio de una figura, que no podía obrar delante de sujetos tan ilustrados, diciéndoles: Mirad, y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.227 Nuestros pobres hombres, que no habíanque tenido tiempo de su provisión pan, creyeron su maestro loshacer reprendía por su de descuido. Otro que no fuera Jesús se habría reído del error, pero el estado de sus cosas lo tenía de malhumor y los trató con mucha aspereza.228 Al entrar en Betsaida le presentan a un ciego, y lo cura poniéndole saliva en los ojos, remedio que produjo un divertido efecto.Veo los hombres como árboles, exclamó hombre;yaJesús lo tanto lo 229 tocó con las manos, yelentonces vio por de otra manera. Este milagro fue en vano, ya que no le produjo ningún recluta al Mesías. Marchó pues a probar fortuna a las aldeas de las cercanías de Cesárea de Filipo. En el camino preguntó a sus apóstoles qué pensaban de él, y le dijeron que unos lo tenían porElías, otros por Jeremías, etc. Pedro fue el que contestó en voz alta valióéldespués que lo reconocía el honor como de elserCristo: puestoconfesión a la cabeza quedel le 230 sacro Colegio y ser declarado jefe de la Iglesia. 2 27 2 28 2 29 2 30
[Marcos 8:15; Mateo 16:8. Hunwick (p. 431, n. 33) observa que la levadura era símbolo del pecado para los judíos]. Mateo, cap. XVI [5-12]; Marcos, cap. VIII [14:21] ; Lucas, cap. XII [1-3]. Marcos, cap. VIII, v. 22-26. Mateo, cap. XVI [13-20]; Marcos, cap. VIII [27-30]; y Lucas,
cap. IX [18-21].
216
Cristo, aunque soberano en el cielo, no poseía cosa alguna en la tierra ni podía dar nada; recompensó a sus apóstoles, por lo tanto, asegurándoles el privilegio espiritual de salvar o condenar a su voluntad a todos los demás hombres, y prometió a Pedro la plaza de portero del Paraíso, plaza que llegó a sertan lucrativa para sus sucesores y causahabientes. Les pidió encarecidamente silencio acerca de los ascensos que acababa de hacer; pero quizá el traidor Judas, poco satisfecho con su cargo de tesorero, no guardó el secreto. A pesar del voto de Pedro, Jesús no podía apartar un instante de su imaginación la cólera de los sacerdotes. Se veía vituperado y echado de todas partes, y presumía con bastante fundamento que si todas las provincias le cerraban las puertas, dado que los gentiles no iban a recibir por legislador a un judío expulsado de su país, tendría que volver tarde o temprano a Jerusalén, donde temía ser objeto depeligrosas aventuras. Por otra parte, los romanos, dueños de tropas que los judíos de ninguna manera podían disponer, habrían hecho cesar muy pronto la misión de un hombre a quien pudieran considerar como un loco o perturbador de la tranquilidad pública si hubiese vuelto hacia ellos sus fuerzas. Efectivamente, hay motivos para creer que la misión de Jesús no habría durado tanto tiempo en Judea a no ser porque los romanos no veían mal que un pueblo inquieto y turbulento se entretuviese en ir tras un hombre como Jesús, esto es, de un supuesto Mesías a cuya aparición dieron lugar los prejuicios. Seguros de poder aniquilar a los que iniciaron empresas más fuertes, les preocupaba poco lo que hacía en el campo un puñado de vagabundos nada temibles para unaautoridad apoyada por legio-
nes aguerridas.
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La situación del hijo de Dios debió alarmar a sus compañeros de fortuna, por estúpidos que los supongamos. Así, le era forzoso a Jesús inventar medios de reanimarlos, al menos a los ilusos que creían de buena fe en sus vanas promesas. No les ocultó el mal estado de sus asuntos, la suerte que podía temer y aun la muerte que lo amenazaba. Para prepararlos, les anunció que, aun cuando sufriese el último suplicio, no debían desanimarse porque a los tres días saldría triunfante del sepulcro. Más adelante veremos el uso que los apóstoles hicieron predicción detan su maestro, que al oírla debióde sinesta duda parecerles necia como increíble. Para seguir sosteniéndolos y acrecentar su fervor, les hablaba a cada paso de la hermosura del reino de su Padre; pero les advertía al mismo tiempo que para llegar a él era necesario no flaquear un instante, amarlo de corazón y consentir en padecer con él. Estos sermones hacían sospechar de la situación orador, fúnebres y eran más propios para debilitar que paradel reforzar el ánimo de sus oyentes. Jesús creyó que lo más conveniente era, pues, presentar a sus discípulos una ráfaga de la gloria a la que tantas veces había hecho mención. Con este propósito, les dio el brillante espectáculo de suTransfiguración,de la cual sin embargo no todos los apóstoles fueron testigos. Solamente admitió dentes, tres, a saber: y a estos Pedro, mismos Santiago les recomendó y Juan, sus elíntimos más riguroconfiso silencio. Esta escena se representó, según dicen, en el monte Tabor.Allí apareció Jesús despidiendo rayos de luz y acompañado de otros dos camaradas, que los apóstoles tuvieron por Moisés y Elías, a quienes, siguiendo las apariencias, nunca habían visto.231 Una 2 31
Teofilacto asegura que, en la Transfiguración,los apósto-
les reconocieron a Moisés y a Elíasno por los rostros, que
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nube que sobrevino escondió los tres cuerpos luminosos, y cuando ya no se vio a nadie se oyó una voz que dijo: Este es mi hijo muy amado.232 Los discípulos dormían mientras se daba este espectáculo, lo cual dio lugar a que algunos creyeran que todo podría haber sido sólo un sueño. Mientras tanto, los otros apóstoles, que no vieron esta escena sino que se quedaron al pie de la montaña, quisieron hacer un ensayo de su poder sobrenatural con un lunático o poseído; el diablo, sin embargo, no tuvo para nada en cuenta sus exorcismos. El padre del enfermo, por su parte, apenas vio al Maestro bajar del monte le presentó su hijo, a quien sanó al instante. Después dio a sus discípulos una reprimenda acerca de su torpeza,y añadió que la ausencia de curación era prueba evidente de la falta de fe, un granito de la cual, según él, bastaba para mover montañas; en consecuencia, les recomendó la oración y el ayuno como la receta más segura para echar a ciertos demonios más rebeldes que otros.233 El pueblo se resistía a creer en sus prodigios; los diablos que lo poseían no podían ser echados por ninguno de los medios hasta entonces imaginados por el Mesías. Creyendo acaso sacar algún partido de los forasteros que las solemnidades arrastraban siempre en gran número a la capital, determinó ir a ella en secreto, asistir la fiesta de lospresentimientos, Tabernáculos. Agitado para por los másadesagradables atravesó la Galilea; explicaba sus temores de unmodo
23 2 23 3
nunca habían visto, sino por la conversación [Teofilacto, Enarratio in Evangelium Matthaei, 17:3; MPG, t. CXXIII, pp. 327-328]. [Mateo 17:1-8; Marcos 9:2-8; Lucas 9:28-36]. Mateo, cap. XVII [14-21]; Marcos, cap. IX [14-29]; Lucas, cap.
IX [37-43] y XVII [5-6].
219
tan enigmático a sus apóstoles que éstos nada entendían, pero viéndolo triste intentaban comprender su humor.234 Al llegar a Cafarnaúm, su lugar de residencia habitual, los comisionados para cobrar los derechos lo toman por un forastero y le exigieron el peaje o tributo sin siquiera reconocer a Mateo, su antiguo cofrade. Jesús, que era judío, consideró impertinente que se lo obligase a pagar. De todas maneras, sea porque sus razones no fueron atendidas, sea porque no quiso darse a conocer, envió a Pedro a buscar una moneda de treinta sueldos en la boca de un pez, o, si se quiere, a pescar uno que se vendió por esa suma y sirvió para pagar.235 Los apóstoles, que comenzaban a comprender por los discursos de Jesús que su reino podía estar aún muy distante, se entretuvieron en disputar entre sí la primacía y los rangos que habían de ocupar en este imperio futuro que se les habíaanunciado oscuramente: hecho en que los han imitado perfectamente sus sucesores. El Salvador aprovechó la ocasión para endilgarles un buen sermón acerca de la humildad. Llamó a un niño, lo colocóen medio de ellos y les dijo que ese niño era mayor que todos ellos. Este sermón, del cual nuestro clero se ha aprovechado tan bien, contiene bellas parábolas, y enseñaexcelentes medios para al cielo ycomo no adelantar cosacosas alguna tierra;llegar sin embargo, todas estas no en sonla más que repeticiones de la doctrina del Sermón de la Montaña, remitimos allí a los lectores.236 2 34 2 35 2 36
Mateo, cap. XVII; Marcos, cap. IX [30-32]; Lucas, cap. IX, v. 44-45. [Mateo 17:24-27]. Mateo, cap. XVIII; Marcos, cap.IX [33-50]; Lucas, cap. IX [46-
50]. En San Mateo [11:11] encontramos un pasaje embara-
220
Jesús no hizo milagros mientras se detuvo en Cafarnaúm, ya que no quería dar que hablar. Sus hermanos y parientes, quienes según todas las apariencias estaban de acuerdo con los sacerdotes, fueron a buscarlo para persuadirlo de que saliese de su refugio y fuese por Judea a demostrar las habilidades que poseía. Le dieron a entender, además, que debía ir a Jerusalén para la fiesta, adonde no le podía faltar ocasión de destacarse.237 Ante un tono tan irónico, Jesús comprendió que se eterna verdad maquinaba algo contra él, y entoncespor la medio evadió de quienes lo importunaban deseuna mentira. El hijo de Dios dijo a sus hermanos que marchasen a la fiesta y les aseguró que él no iba a ir.238 A poco de haber dicho esto, empero, se puso en camino para Jerusalén en el mayor de los secretos. Al paso no dejó de curar a diez leprosos, entre los cuales sólo encontró uno, un samaritano, que demostró algún reco239 A pesar nocimiento gratitud a su médico. En premio por su fe le fueron yperdonados todos sus pecados. de este milagro y de esta absolución, a los incrédulos les parece sumamente escandaloso que el hijo de Dios, a quien su omnipotencia ofrecía tantos otros medios honrosos de obrar a las claras, recurriese a la astucia y al engaño para evitar las emboscadas de sus enemigos. La conducta de Jesús en esta ocasión no puede expli-
carsecarnales ojos sino diciendo es verdad quepara lo que el Evangelio. parece mentiraa los
23 7 23 8
zoso para aquellos que creen en la divinidad de Jesucristo; en efecto, él mismo dice allí queel más pequeño del Reino de los Cielos es más grande que él, humildad fuera de lugar en un Dios que venía a darse a conocer [el pasaje en cuestión se refiere claramente a Juan el Bautista, no a Jesucristo]. Véase Mateo, cap. XIX; Marcos, cap. X; y Juan, cap. VII [1-4]. Juan, cap. VII, v. 8.
23 9
Véase Lucas, cap. XVIII, v. 11 y ss.
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CAPÍTULO XIV Jesús se muestra en Jerusalén. Se ve obligado a salir. Resurrección de Lázaro. Entrada triunfante del Cristo. Su retiro al Jardín de los Olivos. La Cena. Su arresto.
Nuestro héroe, que había decidido no mostrarse en público en Jerusalén, cambió pronto de parecer cuando se enteró de la diversidad de opiniones que dividía la capital acerca de su persona.240 Imaginó que su presencia y sus sermones terminarían de una vez con la inconstancia del pueblo y las dudas de los que más lo cuestionaban. Se engañó; él, que recomendó repetidas vecesla astucia de las serpientes,no la tuvo en esta ocasión. Pero también, ¿cómo hacer revocar los inmutables decretos? El mundo no había sido creado sino para que el hombre pecase, y el hombre no había pecado sino para que el Cristo, con su muerte, tuviese la gloria de redimir este mismo pecado. En Jerusalén se hablaba muy mal de Jesús, pero también se hablaba muy bien, y la alabanza es una trampa en la que hasta el mismo hijo de Dios vino a caer. Muy confiado en reunir todos los votos, sube al Templo predica encon él. gritos Pero, ¡oh, sorpresa! que su voz sey mezclaba de rabia y que¡Oyó la multitud lo acusaba de estar poseído! A pesar del griterío que reinaba en el auditorio, continuó hab lando, y acaso hubiera llegado a conseguir superar la mala predisposición de la turba si una tropa de soldados no hubiera venido a interrumpirlo precisamente en lo más
2 40
Juan, cap. VII, v. 11 y ss.
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fervoroso de su sermón. Hablaba entonces de su Padre celestial, y este acontecimiento nos ha hecho perder un tratado sublime sobre la Divinidad. Con todo, los soldados no parece que tuvieran orden de detenerlo; sólo querían imponerle silencio, y le fue fácil esquivarlos.241 No obstante, Jesús, cuyo humor parece haber sido vengativo y turbulento, nervioso por esta injuria, continuó sus invectivas contra los sacerdotes, los doctores y los principales de entre los judíos. Como consecuencia se reunió un consejo para decidir qué hacer, resolviéndose lanzar un decreto contra él y juzgarlo por contumaz. Sólo Nicodemo, de quien hablamos antes, tomó su defensa y propuso a sus compañeros que lo oyesen antes de condenarlo, a lo cual lecontestaron que nunca había venido cosa buena de Galilea, es decir, que su protegido no podía ser más que un vagabundo.242 Supo Jesús en su retiro del monte de los Olivos que su juicio había sido aplazado. En consecuencia, volvió a aparecer en el Templo al otro día por la mañana muy temprano. Los doctores y senadores fueron un poco más tarde y le trajeron a una mujer acusada de adulterio, crimen por el cual, según la ley, debía ser castigada de muerte. Nuestros doctores, que sabían que la doctrina de Jesús atraía a mujeres de no muy buena reputación, quisieron esto tenderle una trampa. Él bien pudo habersecon librado diciendo sencillamente que no era juez y que por consiguiente no le tocaba juzgar, pero quisotambién hacer valer su opinión. Se puso a escribir en la arena, y concluyó prudentemente que para juzgar a otros es preciso 24 1
[Véase Juan 7:14-33].
24 2
[Juan 7: 40-51].
223
estar exento de todo delito. Volviéndose a los doctores, les dijo:El que de entre vosotros esté exento de pecado, que tire la primera piedra.A estas palabras nuestros doctores se encogieron de hombros y volvieron las espaldas. Quedó solo Jesús con la mujer adúltera, a quien los judíos no hubieran tratado con tanta suavidad si hubiese sido realmente culpable; y dirigiéndole la palabra, le dijo: Puesto que nadie os condena, yo tampoco 243 os condenaré; marchaos, por lo tanto, y no pequeis más. Jesús, por haber pasado bien esta prueba, se creyó seguro. En consecuencia, por un efecto de su descaro natural, volvió a predicar en el Templo y no habló más que de sí mismo.244 He aquí su más bello argumento: “Vosotros tenéis por prueba completa la que dan dos testigos. Ahora bien, yo doy testimonio de mi Padre y mi Padre lo da de mí; luego debéis creerme”. Lo que equivale a decir:mi Padre me prueba a mí y yo pruebo a mi Padre. Los doctores, poco satisfechos con este círculo vicioso,le hicieron varias preguntas con la mira de ir directamente al asunto; la primera fue: ¿Quién eres? Jesús les dijo: Soy desde el principio y tengo muchas cosas para deciros, pero no digo en el mundo más que lo que aprendí de mi Padre.Los oyentes, sin duda, se impacientaron con respuestas tan ambiguas; y Jesús, para acabar de volverlos locos, añadió que lo conocerían mejor después de que lo apresaran.245 Nuestro héroe nopropósitos: dejó de indicar en esta conversación sus grandes les daba a entender, con palabras encubiertas, que quizá no fuera imposible sacudirse el yugo de los romanos;246 pero, o bien por miedo a los castigos, o bien porque no creyesen 2 43 2 44 2 45
[Juan 8:1-11]. [Juan 8:12-59]. [Juan 8:28].
2 46
[Juan 8:32].
224
que él pudiese obrar semejante revolución, hicieron como que no le entendían. Enfadado al ver a los doctores y fariseos tan lerdos y obcecados, los llamóhijos del Diablo; les aseguró que era más viejo que Abraham; en una palabra, se desató tanto que el pueblo quiso apedrearlo. Jesús, advirtiendo entonces su error, se escabulló entre la multitud y aprovechó el primer momento para escapar. Ya hacía algún tiempo que escaseaban los milagros, y el fervor del pueblo se iba enfriando notablemente. Era el momento de reanimarlo; así, Jesús hizo un prodigio y curó a un ciego de nacimiento con un poco de polvo disuelto en un escupitajo.247 El ciego era, según parece, un pordiosero muy conocido, de quien no se sospechaba artificio alguno; después de que recibióla vista dejaron de creerle, sin embargo, lo que produjo una considerable disminución en sus limosnas. A cambio de esto, quizá conseguiría el discipulado, e incluso algunas leyendas dicen que después de la muerte de Jesús fue a las Galias, donde llegó a ser obispo, es decir, inspector, empleo que requiere buena vista. Sea como fuere, este prodigio hizo algún ruido y llegó a oídos de los fariseos. El mendigo fue interrogado, confesando en alta voz que uno llamado Jesús lo había curado con un barro de su composición y algunos baños en Siloé. Es preciso confesar en honorseaexcedió la verdad que ocasión; la mala voluntad de losal fariseos en esta pues acusaron médico de un crimen por haber confeccionado su ungüento en sábado, y en consecuencia formularon el proyecto de excomulgar a todo el que adhiriese a tal curandero.248 24 7
[Juan 9:6-7].
24 8
[Juan 9:22].
225
Esta resolución hizo temblar a Jesús, quien sabía del poder de una excomunión entre los judíos. Se vio trabado en todos sus planes y no se atrevía ya a predicar en Jerusalén ni a manifestarse en otro lugar; todo, hasta sus milagros, se volvían contra él. Le costó bastante trabajo escurrirse de la capital. A poca distancia, sin embargo, tenía un asilo, y aun una sociedad: en Betania, donde su amigoLázaro poseía una casa. Tomó la decisión de retirarse a ella, y, aunque era un castillo, pensó que la tropa que lo acompañaba podía estorbar al anfitrión; dispuso, por lo tanto, enviar setenta y dos de sus discípulos en misión a Judea. Esta vez les dio amplios poderes, pues a su vuelta los vemos jactarse y complacerse entre ellos de la facilidad con la que habían echado demonios.249 Apenas llegó el Cristo a Betania, dispusieron un convite para recibirlo como correspondía. Allí, la voluptuosa Magdalena, contenta de poder devorar con los ojos a su amado Salvador, dejaba que Marta, su hermana, trabajase en los oficios de la cocina mientras ella se mantenía a sus pies.250 Marta se enfadó, 2 49
2 50
[Lucas 10:17. Como señala Hunwick (p. 453, n. 34), no par ece existir ninguna relación textual entre la estancia de Jesús en Betania (Juan 11 y 12) y la misión de los setenta y dos discípulos (Lucas 10:1-20)]. [Lucas 10:39]. Un escritor moderno nos dice que Jesús era muy hermoso.Tenemos un pequeño en latín De la belleza portratado un Mínimo llamado Pijart, singular de Cristo,compuesto que se imprimió con este título: De singulari Christi Iesu D. N. Salvatoris pulchritudine.Parisiis, 1651, en-12º [esta edición se encuentra disponible en http://books.google.com.ar]. En la carta supuesta deLentuloal Senado romano se halla una descripción exacta de la persona de Jesús. Codex V. apocryph.t. I, pág. 301 E[ pistola Lentuli adSenatum Romanum , Codex Apocryphus Novi Testamenti, Hamburgo, 1703; disponible en http:// books.google.com.ar]. Sin embargo, otros han creído que Je-
sús se había afeado por humildad.
226
acaso por celos, y vino a reñir a suhermana Magdalena; pero el tierno Mesías tomó su defensa, diciendo que había escogido el partido más ventajoso. Finalmente, el hermano Lázaro,que intervino, mandó poner la mesa y terminó la disputa.251 Esta pequeño altercado fue causa de que el Salvador no se detuviese mucho tiempo en Betania. Ya había salido, cuando un fariseo, por pura curiosidad, lo invita a comer con él. El Mesías acepta la invitación, pero nuestro fariseo ni siquiera tuvo la atención de hacer que su invitado fuera lavado, lo que le costó un buen sermón acerca de la limosna, atestado de comparaciones, que pasaremos por alto teniendo encuenta que nuestro orador se repetía a menudo y que este 252 convite no parece sino repetición del anterior. Desde esta época hasta la fiesta dedicada al Templo, nuestro héroe anduvo errante por los alrededores de Jerusalén con sus discípulos, a los cuales hablaba continuamente de las grandezas de su reino celestial y de lo que era necesario hacer para entrar en él. Fue en esta ocasión según San Lucas, y según San Mateo en el Sermón de la Montaña, que enseñó a sus apóstoles, quienes no sabían leer, una corta oración,llamada después Dominical, que los cristianos repiten continuamente con mucha devoción a pesar de no hacer ningún favor a la Divinidad, a la cual parece acusarse 253 a la tentación. de inducirnos Mientras tanto, el tiempo se iba en vano. La escasez de milagros y sermones reducía las limosnas. Así, Jesús se determinó a predicar otro sermón en una aldea, sermón que si bien causó admiración en el pueblo, 25 1 25 2
Lucas, cap. X, v. 1, 17, 38,42, y cap. XI. [Lucas 11:37-54. Véase Mateo 23:13-32. Según Lucas, es Jesús quien omite hacerse las abluciones prescriptas].
25 3
[Lucas 11:1-4; Mateo 6:9-13].
227
como es habitual, no produjo ningún otro efecto.254 Hacia el final de la misión de Cristo no vemos que la multitud corra tras él, pues hasta para hacer un milagro necesita llamar a los que quiere sanar. Hacía ya dieciocho años que una vieja de dicha aldea andaba muy encorvada: según la creencia popular, era el Diablo quien la tenía en aquella postura tan incómoda. Jesús la llama y le dice en voz alta: Mujer, estáis libre de vuestra enfermedad.La vieja hace grandes esfuerzos para enderezarse, llega con pasos de tortuga adonde estaba el Mesías; éste le impone las manos y de inmediato empieza a andar como una muchacha de quince años.255 El Diablo se fue sin decir una palabra. Acerca de esto se ha observado que el Diablo seguía de cerca la opinión de los espectadores de los prodigios del Mesías y se ponía de acuerdo con ellos para reconocer o despreciar al Redentor. Esta conducta tranquila de los mirones y de los poseídos pudo también ser el resultado de la amenaza de excomunión lanzada contra todos aquellos que tuviesen a Jesús por el Mesías. La reputación de Juan Bautista no se había extinguido en las riberas del Jordán. Para renovar el fervor primitivo, o acaso para ver si se le agregaban los discípulos de Juan, su precursor, que había dado testimonios tan lisonjeros de su persona, Jesús dirigió hacia ellos sus pasos; esta tentativa, sin embargo, también fue en vano. No adelantó más con la curación de un hidrópico, que se hallaba casualmente en casa de un fariseo que dio de comer al Salvador. Se admiraban sus curas, pero todo lo echaba a perder con sus razonamientos 2 54
[Lucas 11:5:27].
2 55
[Lucas 13:10-12].
228
bizarros y escandalosos para la mayor parte de sus oyentes.256 Como último recurso, intentó atraer a su partido a publicanos, empleados, gente desacreditada; pero éstos eran muy débil apoyo, y el trato con ellos le hizo perder la poca estima que aún tenía entre otras personas.257 La amenaza del suplicio ha hecho perder la cabeza a los héroes más valientes. El nuestro, agitado por una multitud de ideas funestas, imaginó que, no habiendo cosa más apreciable para los hombres que la vida ni más dificultosa que volver a ella después de perderla, si llegaba a persuadir al pueblo deJerusalén de que tenía el poder de resucitar los muertos se iba a poner a su favor a pesar de todas las amenazas de los sacerdotes. Lázaro,el amigo íntimo de Jesús, le pareció a éste el hombre más adecuado para ofrecer al público el espectáculo deun muerto resucitado.258 Una vez que todo fue arreglado y dispuesto, Cristo se encaminó hacia Betania. Marta y Magdalena, por su parte, enviaron personas para que le salieran al encuentro y le dijeran que el hermano estaba muy mal . Jesús no les respondió, pero, levantando la voz, dijo: esta enfermedad no es para la muerte, sino para gloria de Dios. Ya era decir demasiado. En lugar de ir a Betania o dirigirse a algún otro punto, el Cristo se queda en apóstoles una aldeaque cercana sin hacer nada; luego dos dicedías a sus es preciso volver a Judea, a pesar de que estaba ya en ella. Quería decir la capital, y por tanto le dijeron que sería una falta de prudencia ir allí, puesto que pocos 25 6 25 7
[Lucas 14:1-6]. Mateo, cap. XIX; Marcos, cap. X; Lucas, cap. XIII, XIV, XV, XVI y XVII.
25 8
[Juan 11:1-44].
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días antes lo querían lapidar. Se interpreta que sólo pretendió con esta simulación que los suyos le rogasen no abandonar a Lázaro en su enfermedad. Por otra parte, las palabras siguientes nomanifiestan muchas ganas de ir a Jerusalén. En efecto, dice:Lázaro, nuestro amigo, duerme; voy a despertarlo.Después de oírlo, los apóstoles lo consideraron curado. Jesús,en cambio, les dice que está muerto, pero que, a fin de confirmarlos en la fe, está encantado de no haberse encontrado allí cuando eso sucedió Los dos días en la aldea y el largo tiempo que debió emplear en andar cerca de media legua se convierten rápidamente en cuatro días: ése es, según Jesús, el tiempo queLázaro lleva muerto.259 Llega al cabo a lo del difunto, al cual habían puesto en una gruta cerca de su casa y no en un sepulcro fuera de la villa, según la costumbre de aquel tiempo. Allí Jesús, después de haber hecho algunas preguntas a Marta acerca de su fe, le dice quesu hermano resucitará. Sí, responde ella, pero será el día del juicio. Por último, nuestro taumaturgo simula estar vivamente conmovido, brama, gime e invoca el socorro del cielo; hace que lo guíen a la caverna, manda que la abran, llama agritos a Lázaro y le ordena que salga. El muerto, a pesar de estar fajado y bien amortajado en sus lienzos, se levanta, marcha y viene a que lo desaten delante de testigos hasta convenir la entradaque de ningún la cueva.milagro se hizo Es preciso con menos destreza. En vano San Juan260 (el único 2 59 2 60
[Juan 11:17]. Juan, cap. XI. Se conserva en Vendôme,en el monasterio de la Santísima Trinidad, laSanta Lágrimaque Jesús vertió llorando a su amigo Lázaro. Mr. de Thiers,que se atrevió a escribir contra la autenticidad de estareliquia,tuvo muchos
problemas con los benedictinos [Jean-Baptiste Thiers,
230
evangelista que hacemención de unprodigio que debió ser tan ruidoso) apoya su narración con la presencia de los judíos: destruye su propia obra no haciéndolos venir hasta después de muerto Lázaro, para consolar a sus hermanas. Era necesario que lo hubiesen visto morir, y ya muerto, embalsamado, y que ellos mismos sintiesen el olor de la corrupción, y, en fin, que hablasen con él después de salir del sepulcro. Los incrédulos que han tratado de los milagros, han agotado los tiros de su crítica contra éste: querer examinarlo sería repetir cuanto ellos han dicho. Los judíos hallaron en él caracteres tan manifiestos de superchería que, lejos de convertirse, tomaron por este hecho las medidas más serias contra Jesús, elcual, habiendo sido avisado, se retiró cerca del desierto a una ciudad llamada Efraím junto con sus discípulos.261 Se enviaron órdenes a las ciudades y aldeas para que no le diesen asilo, y a los habitantes para que lo entregasen a los magistrados, por lo que su gran milagro le valió una proscripción general. En efecto, habiéndose presentado a las puertas de un lugarcillo de Samaria, le negaron la entrada,262 y en Jericó no le permitieron detenerse, aunque dio la vista a un ciego. 263 Vuelve a Betania, donde es recibido, no por Lázaro, que quizás habría tenido que ponerse a salvo por haberse
26 1 26 2 26 3
Dissertation sur la sainte de Vendôme , París,En 1699. Esta edición se encuentra enlarme http://gallica.bnf.fr. http:// books.google.com.ar puede consultarse la edición de 1751, que contiene asimismo la respuesta de Thiers al benedictino Jean Mabillon, quien había replicado a sus cuestionamientos]. [Juan 11:45-54]. [Lucas 9:51-56]. Mateo cap. XXVI, v. 6, dice que fueron dos los ciegos a quienes dio la vista [en realidad, Mateo 20:29-34. Véase
también Marcos 10:46-52 y Lucas 18:35-43].
231
prestado a tamaña impostura, sino por Simón el Leproso, como asegura San Mateo.264 En cuanto a Lázaro, no vuelve a aparecer más en escena.265 Esta repulsa y abandono del Cristo puso alos apóstoles en la mayor consternación. Para animar su confianza, Jesús hizo que se secase en veinticuatro horas una higuera, como castigo por no tener higos en una estación en que no era posible que los tuviese, esto es, hacia el mes de marzo.266 Todas las acciones del Mesías, hasta aquellas que parecen necedades a los ojos de los hombres comunes, tienen un sentido sublime a losojos devotos alumbrados por la fe. Si nosotros tuviésemos los ojos iluminados por ella, veríamos al instante simbólicamente representado en el milagro de esta higuera uno de los dogmas fundamentales de la religión cristiana. Bajo este punto de vista, la higuera maldita representa el gran número de hombres a quienes, según nuestros teólogos, el Dios de las misericordias maldice y condena a las llamas eternas por no haber tenido ni la fe ni la gracia, que no podían adquirir por sí mismos y que este Dios bondadoso no quiso conce2 64 2 65
[Mateo 26:6; Marcos 14:3. Véase, sin embargo, Juan 12:2-8]. Véase acerca de la resurrección de Lázaro, losDiscours sur les miracles, de Woolston [el análisis de las resurrecciones realizadas por Jesucristo se encontrará en el quinto de los Six discourses on the miracles of our Saviour ; esta obra puede consultarse en http://www.gutenberg.org]. Una (según Baronius) asegura que el amigo Lázaro fueleyenda después a predicar la fe a los provenzales y que fue el primer obispo de Marsella. Por lo que hace a Magdalena, se retiró, según cuentan, a llorar sus pecados y la muerte de su amante a un desierto de Provenza llamadoEl Santo Bálsamo; Marta, como todo el mundo sabe, está enterrada en Tarascón [ver Cesare Baronio,Annales ecclesiastici, año 35 d. C., t. I, § 5, p. 208 de la edición de 1864 (París) disponible en http:// archive.org].
2 66
Marcos, cap. XI [12-14 y 20-22; Mateo 21:18-22].
232
derles. De esto resulta que el episodio ridículo de la higuera del Evangelio está destinado a representar uno de los dogmas más profundos de la teología cristiana. Mientras que Jesús instruía así a sus discípulos por medio de figuras y parábolas tan ingeniosas, se trabajaba fuertemente en Jerusalén contra él. Del mismo Evangelio podemos deducir que el Sanedrín estaba dividido en este punto: se lo quería castigar, pero no de muerte. Todos estaban de acuerdo en que se lo arrestase sin ruido, después de lo cual se pensaría en el castigo que debía dársele. Los más exaltados de los sacerdotes querían que se lo atrajese a la capital y se lo hiciese asesinar en el tumulto de la festividad. Todo esto demuestra que no estaban seguros de que el pueblo no se interesase por él. Quizá tenían razón, pues lo que hizo una porción degente a su entrada en Jerusalén prueba que habría sido peligroso obrar abiertamente. De acuerdo con este plan, prometieron secretamente una recompensa al que entregase a Jesús, y pronto veremos que uno de sus mismos apóstoles lo vendió por muy poco dinero. Hay muchos motivos para creer que Jesús, antes de entrar en Jerusalén, se hizo anunciar por los amigos que tenía allí. Sus adherentes sumaron todos los esfuerzos para hacer brillante su entradaen la capital. En cuanto a él, queriendo aparentar modestia en medio de su triunfo, por no poder escogió para su cabalgadura unoburro que nadiemás, había montado todavía. Por orden suya, los discípulos se apoderaron también de una burra y de su cría. Como estaba en pelo, algunos discípulos pusieron sus capas sobre el lomo del borrico. La tropa avanzó en buen orden; el pueblo, siempre ávido del menor espectáculo, corrió a ver éste, y se puede conjeturar que si algunos
pocos rindieron homenajes sinceros al triunfador, el
233
mayor número sólo recibió con silbidos tan ridícula farsa.267 El magistrado, temiendo algún rumor, quiso imponer silencio al populacho, al cual los discípulos habían dado la voz cantante. Se dirigió al mismo Jesús, quien contestó que las piedras hablarían antes de que callasen sus amigos:268 palabras que equivalían a una amenaza de levantamiento en caso de que se quisiera emplear la autoridad. El magistrado comprendió muy bien que no era prudente atacar a Jesús en aquel momento. Desde el momento en que nuestro héroe entró en Jerusalén, se puso a llorar y a predecir su ruina. Se sabe que el anunciar calamidades ha sido yserá siempre un medio seguro de excitar la atención del vulgo. Las personas distinguidas, que no sabían la causa de aquella reunión de gentes alrededor de Jesús, preguntaron qué pasaba, y se les contestó: Es Jesús de Nazaret, es un profeta deGalilea.San Marcos nos asegura que en esta circunstancia, decisiva para el hijo de Dios, dio por segunda vez al pueblo el espectáculo del saqueo de las mercancías expuestas a la venta en el atrio del templo.269 La cosa es bastante creíble, y en esta ocasión más necesaria que en la primera. Jesús, aprovechándose del tumulto, curó a un montón de ciegos y cojos. En tanto que por un lado se obraban por eldeotro gritaba Hosannah .270 estas Se le maravillas, dijo al causante estasseexclamaciones y de este alboroto que los hiciese cesar, pero 2 67 2 68 2 69 2 70
Mateo, cap. XXI [1-11]; Marcos, cap. XI [1-11]; Lucas, cap. XIX [28-40]; Juan, cap. XII [12:12-19]. [Lucas 19:40]. Marcos, cap. XI [15-19]. Mateo, cap. XXI, v. 14 [-15]; Juan, cap. XII [:13]; [Marcos 11:9-
10].
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nuestro hombre ya no veía límites: entendió que era menester sacar partido del entusiasmo popular y que sería un disparate querer aplacarlo. Por otra parte, la incertidumbre del resultado lo tenía en unaconfusión que no le permitía ver ni oír cosa alguna. Algún muchacho miedoso, o aplastado por la muchedumbre, se puso a gritar en el momentode que Jesús decía:Padre, sálvame, de esta hora,271 y el grito del muchacho se tomó por una voz del cielo que respondía al profeta. Por otra parte, San Juan añade que los discípulos habían hecho valer entre el pueblo el famoso milagro de la resurrección de Lázaro, que evocado porpersonas que se decían testigos del mismo, debió producir gran impresión en la canalla aturdida. Enconsecuencia, no se dudó de que la voz del cielo, que habían creído oír, fuese la de un ángel que daba testimonio de Jesús: éste, aprovechándose diestramente de laoportunidad, les dijo: No ha venido esta voz por mí causa, sino porcausa de vosotros.272 Esto lo impulsó a arengar al pueblo y anunciarse como el Cristo; pero echó a perder su prédica con expresiones que manifestaban la turbación de su espíritu.273 En una palabra, al parecer nuestro hombre no supo sacar de esta circunstancia toda la ventaja que le ofrecía. Salió, pues, de la ciudad y se retiró a Betania, donde pasó la noche con sus discípulos.274 En general, nuestro era un sujetoen propenso a perder la cabeza, y se héroe ve constantemente su conducta una mezcla de audacia y de debilidad. Acostumbrado a mostrar sus habilidades en los campos y entre gente grosera, no supo jamás conducirse en la 27 1 27 2 27 3
[Juan 12:27]. [Juan 12:28-30]. [Juan 12:27].
27 4
[Mateo 21:17].
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ciudad ni triunfar contra enemigos más atentos e ilustrados. Así se perdió enteramente el fruto de esta memorable jornada, preparada tan de antemano, y ya no volvió a entrar en Jerusalén sino para ser juzgado. La melancolía y el temor habían afectado a tal punto su estado de ánimo, que fue necesario que sus discípulos le recordasen que era tiempo decelebrar la Pascua. Le preguntaron enseguida dónde quería que le preparasen la cena; les respondió que en casa de cualquiera, y así lo hicieron.275 Les dispusieron una sala en donde se juntaron con su maestro; éste, siempre ocupado en sus tristes pensamientos les dio a entender que aquella Pascua sería seguramente la última que celebraría con ellos. Los discursos que les dio fueron todos lúgubres y quiso lavarles los pies para enseñarles que la humildad es esencialmente necesaria cuando uno es más débil.276 Habiéndose puesto a comer, les dio a entender que sospechaba que uno de ellos lo había traicionado. No era extraño que sussospechas recayesen principalmente sobre Judas: sus frecuentes idas y vueltas a casa de los sacerdotes parecen haber sido conocidas por el maestro. Como Judas era el tesorero, Jesús quiso según parece darles a entender que era con su vida y su sangre que se estaba pagando aquella cena: Tomad, dijo de modo emblemático, éste es mi cuerpo; y enseguida les extendió la copa diciendo que277 aquella erasu sangre que iba a ser derramada por ellos. Judas comprendió enseguida el sentido del enigma, se levantó de la mesa y escapó; pero los otros apóstoles nada comprendieron. He aquí sin embargo 2 75 2 76 2 77
[Mateo 26:17-19; Marcos 14:12-16; Lucas 22:7-13]. [Juan 13:1-20]. [Juan 13:21-30; Mateo 26:14-29; Marcos 14:17-25; Lucas 22:19-
23].
236
el emblema sobre el cual algunos doctores han levantado después el famosísimo dogma de latransustanciación: por él, obligan a creer a seres dotados de razón que a la voz de un sacerdote el panse transforma en verdadero cuerpo y verdadera sangre de Jesucristo. Se han tomado al pie de la letra las expresiones figuradas de nuestro Misionero, y se han servido de ellas para forjar unmisterio, o más bien eljuego de cubiletes más curioso que han podido inventar los sacerdotes para engañar a los mortales.278 Al salir de esta triste cena, nuestros convidados se retiraron con su maestro al monte de los Olivos, donde se creyeron seguros. No lo creyó así él mismo, pues apenas el Hombre Dios entró en el jardín de los Olivos, se apoderó de él un mortal espanto: llora como un niño y sufre ya las angustias horribles de la muerte. Sus apóstoles, más tranquilos, se entregan al sueño; pero Jesús, que teme ser sorprendido, les hace esta reconvención amorosa:¿no podéis velar siquiera una hora conmigo?279 Judas, a quien había visto marchar sin despedirse, y que aún no había vuelto a la compañía, tenía en terribles inquietudes a Jesús: cada instante duplicaba su temor. Nos aseguran que un ángel bajó en aquel momento para fortalecerlo, y sin embargo 27 8
Parece que los protestantes se equivocan al reprochar a los católicos dogma latransustanciación En efecto, quienes creenelque Dios de se ha hechocarne no .deben encontrar ridículos a aquellos que dicen que Dios se ha hecho pan . Si el dogma de latransustanciaciónes una locura,es una locura bien antigua en la Iglesia y que prueba la credulidad prodigiosa de los primeros fieles. San Pablo [I Corintios 11:2327], San Ignacio Mártir E[ pistola ad Smyrnaeos, VII, MPG. t. V, pp. 713-714], San Ireneo Adversus [ haereses, cap. XVIII, MPG, t. VII, pp. 1024-1029], etc., hablan de este misterio absurdo tanto como los católicos romanos.
27 9
[Marcos 14:32-42; Mateo 26:36-46; Lucas 22:39-46].
237
se nos dice inmediatamente después que le vino un sudor de sangre,lo que no puede denotar sino una gran debilidad.280 Este estado tan violento del Salvador les parece sumamente extraño a todos aquellos cuya fe no les ha allanado enteramente cuantas dificultades presenta el Evangelio. Los sorprende mucho ver tanta debilidad en un Dios que sabía desde la eternidad que estaba destinado a morir para el rescate del género humano. Dicen que Dios, su Padre, sin exponer a su amado hijo inocente a tormentos tan crueles, podía con sólo una palabra perdonar a los hombres culpables, hacerlos más conformes a sus miras y reducirles sus faltas. Opinan que la conducta de Dios hubiera sido más sencilla y generosa dándose por satisfecho a menos costo por una manzana comida cuatro mil años antes. Pero los caminos del Señor no son los de los hombres, ni la Divinidad debe obrar de una manera natural y fácil de comprender. Pertenece a la esencia de la religión que los hombres no puedan entender jamás ni una palabra de la conducta divina; esto proporciona a sus guías espirituales la satisfacción de explicársela por dinero. Lo cierto es que el Hombre Dios, al acercarse su muerte, dio muestras de una debilidad tan grande que muchos hombres ordinarios se avergonzarían de manifestarse modo en semejantes cias. En tanto,deeligual pérfido Judas, que veníacircunstana la cabeza de una fila de arqueros o soldados, avanzaba hacia donde estaba Jesús, cuyas guaridas conocía muybien. Un beso era la señal con la que los escoltas debían reconocer al que llevaban orden de prender. Ya el Cristo veía acercarse las linternas que alumbraban la
2 80
[Lucas 22:44].
238
marcha de aquellos esbirros; entonces, sabiendo de la imposibilidad de escapar, hace de la necesidad virtud y se presenta con valor a la tropa.¿A quién buscáis?, les pregunta con un tono firme:A Jesús, contestaron; y él les dice: Yo soy. Judas entonces con el ósculo confirma esta confesión heroica. Los apóstoles, que despiertan al ruido, vienen a socorrer a su maestro, y Pedro, el más celoso de todos ellos, corta de un sablazo una oreja a Malco, criado del Sumo Sacerdote. Viendo Jesús la inutilidad de laresistencia, le mandameter la espada en su vaina,acomoda la oreja de Malco, quien se va con mucho miedo, y se entrega a los que venían a prenderlo.281 Cuentan que de entrada la patrulla que vinoa apresar a Jesús se vio forzada a retroceder.282 El hecho es muy posible. La noche estaba muy oscura, y los soldados, viendo confusamente a los apóstoles sin saber cuántos eran, pudieron temer que fueran muchos más y que los cercasen. Luego de que se aseguraron del número, cumplieron sin miedo la tarea. Mientras atan al hijo de Dios, éste ruega al comandante de la partida que no moleste a los apóstoles. Obtuvo fácilmente lo que pedía porque no lo buscaban sino a él.283 San Juan cree que Jesús hizo esta súplica para cumplir una profecía; pero también pudo ser porque sabía que ni le era útil nisería justo involucrar en suaún derrota a unos hombres socorros pudieran servirle de algo, o quecuyos estando libres podían actuar mejor en su favor.
28 1 28 2
[Lucas 22:47-53; Marcos 14:43-51; Mateo 26:47-56; Juan 18:111]. [Juan 18:6].
28 3
[Juan 18:8-9].
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CAPÍTULO XV Causa y sentencia de Jesús. Su suplicio y su muerte.
Cuando ya los enemigos de Jesúslo tuvieron en su poder, no se vieron menos perplejos que antes. La nación judía, desde que los romanos la habían sometido, no tenía ya el derecho de espada. Antiguamente bastaba que el Sumo Sacerdote pronunciase la sentencia de un culpable para llevar al suplicio a quien hubiese pecado contra la religión. Los romanos, más tolerantes en este punto, raras veces castigaban de muerte estos casos,y además para quitar la vida exigían fuertes pruebas contra el reo.284 Anás, suegro del Sumo Sacerdote Caifás,era tenido comúnmente entre los judíos por un hombre muy agudo; así pues, Jesús fue conducido a su presencia en primer lugar. No sabemos lo que pasó en esta primera escena de la sangrienta tragedia del Cristo: solamente se puede presumir que en ella sufriría un lar285 go interrogatorio del cual no sabemos cómo salió. Desde la casa muy de Anás, Jesús fue a la en de Caifás, personaje interesado porllevado su función eliminar a todo innovador en materia de religión. A pesar de esta circunstancia, no vemos a este sacerdote obrar de manera caprichosa; trata el asunto jurídicamente y como hombre que sabe su oficio. “¿Cuáles 2 84
[Hechos 25:16].
2 85
[Juan 18:12-24].
240
son vuestros discípulos?”, pregunta a Jesús, “¿cuántos son y cómo se llaman?” Jesús nada le responde. “Al menos explicad vuestra doctrina: ¿a qué fin se dirige? Vos debéis tener un sistema, explicadlo.” Jesús responde:Yo he predicado en público: no es a mí sinoa ellos que es preciso interrogar.286 A tal respuesta, uno de los oficiales da una bofetada a Jesús, y le dice:¿Así se responde al Sumo Sacerdote? La reprimenda ciertamente fue dura, pero también es menester convenir que la respuesta del Cristo era poco respetuosa con un hombre constituido en dignidad y que tenía derecho a hacer las preguntas que creyese convenientes para sacar al reo la confesión. Además, no parece la interrogación tan fuera de lugar, porque Jesús debía estar mucho más enterado de su doctrina que los paisanos de Galilea o de Judea, delante de los cuales la había predicado de una manera casi siempre ininteligible. Era muy justo y natural, por lo tanto, suponer que él mismo podía dar mejor cuenta de su verdadera opinión, y de aquellas eternas parábolas, antes que un populacho ignorante que lashabía escuchado sin entender jamás nada. En fin, sólo Jesús podía poseer el secreto de reunir en un sistema los principios sueltos y diseminados de sudoctrina celestial.287 Caifás, no pudiendo sacar nada del acusado, esperó que llegase el día y se reuniese el consejo, para continuar su pesquisa. El Cristo compareció entonces 28 6 28 7
[Juan 18:19-21; Mateo 26:57-66; Lucas 22:66-71; Marcos 14:5364]. Han notado algunos con sorpresa que el Cristo en esta ocasión se olvidó de poner en práctica el bello consejo que había dado en elSermón de la Montaña,de poner la otra mejilla cuando se recibiese una bofetada. ¡Tan cierto es que los predicadores no hacen siempre lo que predican a los de-
más!
241
ante el Sanedrín, es decir, ante el tribunal más respetable de la nación. El Evangelio nos presenta a los sacerdotes y a los jefes de los judíos ocupados toda la noche del arresto de Jesús en buscar y sobornar atestigos falsos contra él. Presentan a dos sujetos a quienes se les da tal nombre muy injustamente. En efecto, estos testigos exponen un hecho que refiere el Evangelio mismo. Nosotros le oímos decir–afirman–que destruiría el templo, y lo reedificaría en tres días.Eso no tiene mucha diferencia con lo que el mismo Jesús dijo:Des288 truid este templo y yo le reedificaré en tres días . Pero la pobre gente que fue a declarar ignoraba que en aquella ocasión hablaba en estilofigurado. La equivocación de hecho era muy disculpable, puesto que según el Evangelio hasta los mismos apóstoles no llegaron a penetrar el verdadero sentido de estas palabras hasta después de la resurrección de su Maestro. Por lo demás, esta exposición no podía condenar a muerte Jesús. Los judíos, por malvados se losa suponga,a nunca llegaron a castigar con penaque capital los locos, y estas palabras del Cristo no debieron parecerle sino efecto de un delirio. Así es que el Sumo Sacerdote se contentó con preguntarle si tenía quealegar alguna cosa, y como el acusado se negó a hablar, no insistió más. Pasa después a plantearle cuestiones más graves y el Cristo? Si os ¿Qué lo dijere, no me creeríais ni me dele nuestro dice: ¿Sois hombre? responde a esta pregunta jaríais ir libre. Mas desde ahora el hijo del hombreestará sentado a la diestra de Dios.El sacerdote vuelve a preguntar: ¿Sois por lo tanto el hijo de Dios?Sois vos quien lo dice, replica el acusado. “Pero no basta que lo digamos nosotros. A vos oscorresponde la respuesta. Una 2 88
Véase Mateo, cap. XXVI, 61; Marcos, cap. XIV, 58; Juan, cap.
II, 19-21.
242
vez más: ¿sois el Cristo? Yo os conjuro por el Dios vivo a que nos digas si sois suHijo.” Vosotros decís que yo lo soy, responde Jesús; el hijo del hombre (esto es, el hijo de Dios) vendrá un día sobre las nubes del cielo.A pesar de estas respuestas tan embrolladas, los jueces vieron bien que quería ser considerado elhijo de Dios. Ha blasfemado –exclamaron a una voz y concluyeron que merecía la muerte;289 juicio muy válido según las leyes de los judíos, y queasí debe parecerle también a los cristianos, cuyas leyes sanguinarias castigan de muerte a los que el cleroacusa de blasfemos. No tienen los católicos derecho, por lo tanto, a vituperar la conducta de los judíos, tan frecuentemente imitada por sus tribunales eclesiásticos y seculares. Por otra parte, si era preciso que el Cristo muriese, si él lo quería así, si la reprobación de los judíos estaba resuelta, Jesús obraba consecuentemente para mantenerlos en el error. Pero si éste era el designio de la divina Providencia, ¿para qué predicarles? ¿Para qué hacer milagros a la vista de todo un pueblo cuando sólo un pequeño número de hombres podía aprovecharlos? ¿Jesús tenía verdadera voluntad de salvar28 9
Un magistrado muy devoto ha escrito, según dicen, una memoria para probar que en e1 proceso de Jesucristo hubo treinta y dos nulidades,de acuerdo con las ordenanzas criminales de Luis XIV. Por suerte ha encontrado nulidades siguiendo la jurisprudencia de no la Inquisición, que quiere que se queme vivos y lentamente a los blasfemos. San Luis se conformaba con hacerles perforar la lengua por medio de un hierro al rojo vivo. [La memoria a la que alude d’Holbach fue compuesta en latín y hebreo por George Jeremias Hoffmann y Johann Friedrich Lemberg y publicada en Jena, 1693. Andrew Hunwick (apéndice H, pp. 673693) ofrece una traducción al francés de la misma bajo el título Le Procès criminel de notre Sauveur par le Grand
Sanhédrim, et son illégalité en fonction de la loi même des Juifs ].
243
los? En este caso, ¿por qué no convence a todo elSanedrín de su poder? ¿Por qué no rompe sus grilletes? ¿Por qué con una sola palabra no cambia aquellos corazones tercos? ¿Quería que se perdieran? ¿Por qué no los deja muertos de repente? ¿Por qué no los arroja súbitamente a los infiernos? Sin duda, los jueces no pudieron comprender cómo un acusado que no podía escaparse de sus manos era el hijo de Dios. Lo condenaron, por lo tanto, o, mejor dicho, declararon que era digno de la pena de muerte, aunque tampoco definitivamente, puesto que era preciso que la sentencia fuese aprobada y ejecutada por los romanos, soberanos de la nación. A la espera de esta confirmación, Jesús fue maltratado por los judíos, a quienes el celo religioso, como sucede con los cristianos, les permitía o mandaba ser inhumanos. Es durante esa noche y a la mañana del díasiguiente, tan funesto para elSalvador del mundo,que se debe colocar la negación, repetida por tres veces, de San Pedro, el jefe de los apóstoles, por quien su Maestro sin embargo había rezado. Sus camaradas, llenos de miedo, se habían separado y dispersado en Jerusalén y los alrededores. La mayor parte de ellos habría hecho lo mismo si se hubiesen hallado en igual caso que San Pedro, quién tuvo al menos el mérito de no alejarse de su maestro. Él lo negó, es cierto; ¿pero le habría más útil si, confesándolo públicamente, se hubiesesido visto enredado en su suerte sin pode r de modo alguno favorecerlo? El Sanedrín se trasladó al palacio de Pilato, gober290 nador romano, a fin de que confirmase la sentencia. Jesús también fue conducido allí. Pilato reconoció 2 90
[Juan 18:28-40 y 19:1-16; Lucas 23:2-7; Marcos 15:1-15; Mateo
27:11-26].
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desde luego que éste era un asunto en que el fanatismo y la locura tenían la mayor parte. Mirando con el mayor desprecio un motivo tan ridículo, manifestó no querer mezclarse en él.Juzgadles vosotros mismos, les dijo a los magistrados. Viendo esto, ellos mismos se convirtieron torpemente en testigos falsos: su celo fanático les hizo creer sin duda que todo era lícito contra un enemigo de la religión e intentaron poner el poder soberano en su contra. Acusaron formalmente a Jesús de haber querido hacerse rey de los judíosy de haber pretendidoque no se debía pagar el tributo al César.291 Aquí se ve palpablemente el genio delsacerdocio, que para derrotar a sus enemigos apela acualquier medio y sobre todo se esfuerza en hacerlos sospechosos al poder temporal a fin de que éste se ocupe de vengar sus propias injurias o contentar sus pasiones. Pilato ya no pudo desatender acusaciones tan serias. Sin poder convencerse, empe ro, de que aquel hombre que le presentaban hubiese podido concebir proyectos tan ridículos, empieza a hacerle su interrogatorio y le dice:292 ¿Sois vos el Rey de los judíos? y Jesús a su vez le pregunta:¿Decís eso por vos mismo u otros os lo han dicho? “¿Qué me importa, –dice Pilato– que pretendas hacerte Rey de los judíos? No me pareces hombre peligroso al Emperador, mi señor. Ni soy de tu nación, ni me preocupo por vuestras tontas peleas. Los sacerdotes deatenerme vuestra nación son los que ospero acusan, que debo en cuanto a ellos; a vossétea lo traen como reo y os entregan a mis manos: decidme, pues, ¿qué habéis hecho?” Jesús podía salir muy fácilmente de la dificultad, pero en la turbación en que se halla se pone a divagar y, lejos de entender las disposiciones 29 1
[Lucas 23:2].
29 2
[Juan 18:33-39].
245
favorables de Pilato, que lo quería liberar, le dice que su reino no es de este mundo , que él es la verdad, etc. El Gobernador le pregunta entoncesqué es la verdady el Salvador no le responde nada, aunque la pregunta merecía ciertamente una respuesta categórica. Pilato, poco asustado por los planes de Jesús, declara que no halla en él nada que le haga merecedor de la muerte, lo que hace redoblar los gritos de sus enemigos. Enterado de que era galileo, se vale de esa excusa para librarse del asunto y lo remite a Herodes, de cuya tetrarquía era aquella provincia.293 Ya hemos visto en otra parte que este príncipe había deseado entrevistar a nuestro héroe; esta vez su deseo fue cumplido. Sin embargo, concibe por él un soberano desprecio al ver su obcecación y su constante negativa a responder a las preguntas que le hace. Vuelve a enviarlo a Pilato, por lo tanto, vestido con una túnica blanca para ridiculizarlo. Con todo, el gobernador, no viendo en Jesús ningún crimen capital, quiso salvarle. Además, susupersticiosa mujer había tenido un sueño que contribuyó a interesarlo por nuestro misionero.294 Pilato repite a 2 93 2 94
[Lucas 23:8-12]. [El cronista bizantino] Joannes Malalas Chonographia, [ lib. X, MPG, t. XCVII, pp. 367-368] y otros fabricantes de leyendas nos dicenhecho que de la ella mujer Pilato sehan llamaba Procla, o unade santa, y no faltado autoProcula.Han res católicos que han hecho también de Pilato un cristiano e incluso un mártir. Otros aseguran que Nerón lo hizo matar por haber contribuido a la muerte del Cristo. En fin, otros afirman que Pilato fue desterrado a Viena, en el Delfinado, y se suicidó. [D’Holbach parece haber sacado todos estos datos de una nota al capítulo II delEvangelium Nicodemi Graeci incluido en el Codex Apocryphus Novi Testamenti (ed. Thilo, t. I, pp. 522-523). Esta obra, como ya
indicamos, está disponible en http://archive.org].
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los judíos, que no encontraba cosa en aquel hombre que le hiciese digno de muerte.A lo cual el pueblo enardecido tolle, tolle, empeñándose en que se lo crucificagritó: se.295 Entonces el Gobernador imaginó un nuevo medio para salvarlo. Yo acostumbro, les dijo, a perdonar todos los años a un criminal; suponiendo que Jesús sea culpable, yo quiero liberarlo.296 Inmediatamente aumentó el griterío y los judíos pidieron que un ladrón, llamado Barrabás, gozase de esa gracia antes que Jesús, cuyo suplicio continuaron pidiendo. Todavía el romano vere si podía calmar el furor de un quiso populacho fanático hizo azotar a Jesús. Luego ordenó vestirlo de un modo ridículo, coronarlo con espinas y ponerle una caña por cetro. De esta manera lo mostró al pueblo diciendo: “He aquí vuestro hombre. ¿No estáis contentos todavía? Ya veis que por complaceros he ordenado que lo castiguen. Sed menos feroces y no llevéis tan al extremo vuestro furor contra un pobre inocente que,sombra.” en el estado en que se encuentra, no puede haceros Los sacerdotes, cuya costumbre es no perdonar jamás, no se sintieron conmovidos por el espectáculo: sólo la muerte del enemigo podía satisfacerlos. Cambiaron entonces de estrategia, y trataron de intimidar al gobernador haciéndole entender que si dejaba vivo al acusado traicionaba los intereses de su señor. sacerdocio,Pilato, Entonces entregó temiendo a Jesús los a los efectos judíos.297 de Les la rabia permidel tió desfogar con él su furor y ejecutar sus designios, pero declarando al mismo tiempo queél se lavaba las manos, esto es, que era contrario a su parecer el quitarle la vida. No es fácil comprender cómo un gobernador 29 5 29 6
[Lucas 23:18]. [Juan 18:39].
29 7
[Juan 19:1-16].
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romano, que ejercía el poder soberano en la Judea, se rindió tan fácilmente a la voluntad caprichosa de los judíos; pero no es menos incomprensible que Dios haya permitido que este buen gobernador se hiciese por su 298 debilidad cómplice de la muerte de su amado hijo. Jesús, abandonado entonces a la furia de los devotos, recibió de nuevo los tratamientos más crueles. Pilato, para humillar a estos bárbaros, quiso que el rótulo que se pusiese en lo alto de la cruz a la que fue clavado, dijese que era su rey: nada pudo moverle a cambiar esta resolución.Lo que está escrito, escrito está, respondió a los que le pedían repetidamente que cambiase esa inscripción tan deshonrosa para la nación. De paso, obsérvese que esta inscripción está expresa299 da de maneras diversas en los cuatro evangelistas. Los judíos trataron a Cristo como Rey destronado, haciéndole sufrir los ultrajes más sangrientos, y aunque dijo que podía hacer venir, si quería,legiones de ángeles para su defensa, no le creyeron;300 a pesar de su característica credulidad, nada contuvo la crueldad religiosa excitada por los sacerdotes. Le hicieron que tomase el camino del Calvario, y viendo que el 2 98
2 99
San Justino, Taciano, Atenágoras, Lactancio, etc. han echado en cara a los paganos sus dioses, porque muchos de ellos, según los poetas, habían experimentado persecuciones y malos tratamientos; tales reproches, ¿no estaban fuera lugar en boca de de unmuy Diosbien crucificado?deLos partidarios delos unaadoradores religión notan las ridiculeces de las de sus adversarios, y nunca ven las de su propia religión. Lactancio pregunta así a los paganos:¿Es posible reconocer por Dios a un hombre perseguido, obligado a huir y forzado a esconderse? Nadie es tan loco como para eso, dice, porque el que huye o se esconde muestra que teme la violencia o la muerte.Véase Lactancio,Inst. divin., Lib. I, cap. 13 [Divinarum institutionum Liber ,I cap. XIII, MPL, t. VI, p. 186]. [Juan 19:19-22; Lucas 23:38; Marcos 15:26; Mateo 27:37].
3 00
[Mateo 26:53].
248
Cristo no podía con el peso enorme de la cruz, se la cargaron a un tal Simón, más vigoroso que él; el infeliz ya debía estar muy debilitado, en efecto, después de todo lo que había padecido durante la noche y la mañana. Finalmente, Jesucristo fue puesto en la cruz, suplicio ordinario de los esclavos. No resistió largo tiempo a los dolores de la crucifixión. Después de haber invocado a su Padre, y quejándose por haberlo abandonado, se nos asegura que expiró entre dos ladrones. Acerca de esta circunstancia, es bueno señalar que el Espíritu Santo que inspiraba a San Marcos, hace morir a Jesús ala tercera hora,esto es, a las nueve de la mañana; el Espíritu Santo que inspira igualmente a San Juan, en cambio, le hace morir a lasexta hora, esto es, a las doce.301 El Espíritu Santo tampoco se pone de acuerdo acerca de los dos ladrones que fueron crucificados con Jesús. San Mateo y San Marcos nos dicen que ambos lo insultaron y ledijeron injurias; San Lucas asegura que sólo uno lo injurió y que el otro reprendió a su camarada por tal insolencia, rogando a Jesús que se acordase de él cuando estuviese en su reino .302 Nuestros intérpretes, empero, tienen mil secretos paraprobar que el Espíritu Santo no se contradice jamás, ni siquiera cuando habla del modo más contradictorio; 30 1 30 2
Véase cap.v.XV, 25; y Juan, XIX, 14. cap. Mateo Marcos, cap. XXVII, 44;v.Marcos cap. cap. XV, v. 32;v.Lucas. XXIII, v. 39. Se dice que Jesús al morir gritó¡Eli! ¡Eli! ¡lamma sabbactani![Marcos 15:34; Mateo 27:46]. Con estas palabras se quejó a Dios, su Padre, de haberlo abandonado, pero tal queja seguramente no sienta bien en la boca del Cristo, que debía saber a qué atenerse y el papel que debía cumplir de acuerdo con su Padre desde toda la eternidad. A no ser que supongamos que esta exclamación fue una ficción para engañar a los espectadores, lo que también sería muy poco
digno de un Dios.
249
los que tienen fe se valen de sus razones. Éstas, sin embargo, no conmueven tan fuertemente a losespíritus fuertes que tienen la desgracia de razonar. Los remordimientos de Judas vengaron bien pronto a Jesús de este traidor: restituyó a los sacerdotes los treinta denariosque le habían dado, yfue a ahorcarse de inmediato.303 Según San Mateo, la venta de Jesús por treinta denarios estaba profetizada por Jeremías; sin embargo, no se encuentra tal predicción en los escritos de este profeta.304 Cualquiera sospecharía de esto que los Evangelistas, no contentos conaplicar de cualquier manera a Jesucristo las profecías existentes en el antiguo Testamento, se tomaban la libertad de sacarlas de su cabeza o de inventarlas según necesidad. En cualquier caso, nuestros hábiles intérpretes no se han complicado por esto: unasanta cegueraimpedirá siempre que se perciban tales bagatelas. El Evangelio nos instruye que a la muerte del Cristo 305 la naturaleza entera tomó parte en este gran suceso. 3 03
3 04
Según el evangelio de la Infancia de Jesús,cap. XXX, Judas estaba poseído desde su infancia y quería morder a todo el mundo cuando el Diablo se apoderaba de él. Se dice que un día mordió en un costado al pequeño Mesías, que echó a llorar. Satanás salióde él en forma de un perro rabioso. V. Codex apocryph. N. T., t. I, pág. 197 [Evangelium Infantiae Servatoris, cap. XXXV,Codex Apocryphus Novi Testamentied. Thilo, I, p. 109]. Algunos herejesdecían cristianos prestaron muchat.atención a Judas Iscariote: que sin él no se hubiera dado cumplimiento al misterio de la Redención, idea que no deja de ser razonable. En efecto, ¿cómo culpar a un hombre que, al vender a su maestro, no era otra cosa que el instrumento de la salvación del universo y el ejecutor de los infalibles decretos de Dios mismo? Estos herejes, en consecuencia, tenían un evangelio que atribuían a Judas. V. San Ireneo, Lib. I,Contra hæresescap. 31 [MPG, t. VII, p. 704]. [Mateo 27:9-10].
3 05
[Marcos 15:38-39; Mateo 27:51-54].
250
En el momento en que expiró, hubo uneclipsetotal de sol; se sintió un espantoso terremoto; muchos santos personajes salieron de sus sepulcros a pasearse en las calles de Jerusalén. Solo los judíos tuvieron la desgracia de no ver nada de esto, por lo cual parece que tales prodigios sólo pasaron en la imaginación de los discípulos de Jesús. Primeramente, en cuanto al eclipse de que habla el Evangelio, es un prodigio inconcebible, que no podía suceder sin un desorden general de la máquina del orbe. Un eclipse total de sol en el plenilunio, tiempo en que se fijaba la celebridad de la Pascua entre los judíos, es el más imposible de todos los milagros. Por otra parte, ningún autor contemporáneo ha hecho mención de semejante eclipse, a pesar de ser un fenómeno digno de transmitirse a la posteridad.306 Los incrédulos pretenden que no hubo otra cosa eclipsada que el entendimiento de los que vieron estas maravillas, o la buena fe delos escritores que las han del temblor sospechanatestiguado. incluso que Acerca los apóstoles, llenosdedetierra, miedo a la vista de la suerte de su divino Maestro, fueron los únicos que lo sintieron; la cuestión se hace así bastante verosímil. Una vez que Jesús murió, o lo creyeron muerto por una herida que le hicieron en el costado de la cual salió sangre y un humorblanquecino que se tuvo por 307
agua, embalsamaron su cuerpo, lo amortajaron y lo 30 6
Algunos autores quieren que dicho eclipse haya sido referido por Thallus, escritor que nadie conoció, y por Phlegon,cuyas obras no subsisten y sólo es citado porJulio Africano, autor católico del siglo III. Por lo demás, todo lo que dice Phlegon, se reduce a que en el año cuarto de la olimpíada 202 hubo un eclipse considerable, cosa que no tiene nada de imposible [Julius Africanus,Ex quinque libri Chronographiae, MPG, t. X, p. 90].
30 7
[Juan 19:34].
251
pusieron en un sepulcro: todo lo cual se ejecutó el viernes por la tarde.308 Él había dado a entender muchas veces que resucitaría a309los tres días, es decir, pasados tres días y tres noches; sin embargo, ya el domingo muy temprano el sepulcro donde fue puesto se halló vacío.310 Los judíos, siempre tercos, no creyeron por esto que Jesús hubiese resucitado, sino que tuvieron por más natural el que hubiese faltado a su palabra, o que sus discípulos habían encontrado la manera de llevárselo. Esto pudo haberse hecho fácilmente, sea a viva fuerza, sea corrompiendo a los guardas que los sacerdotes y fariseos habían hecho poner alrededor de su sepulcro,311 sea por superchería. Como Pilato se interesó muy poco por el asunto, no vemos que castigase a los centinelas por haber descuidado una cosa que no les había encargado directamente y que sólo fue para calmar los temores de los judíos, temores que a él siempre le parecieron ridículos. Este gobernador idólatra, ajeno de los recursos y designios de los apóstoles, no adivinó que podían llegar a persuadir a alguien de que un hombre cuya muerte había sido tan pública y atestiguada había resucitado. Sin 3 08
3 09 3 10
Si bien el suplicio de Jesús está probado por el Evangelio, algunas circunstancias pueden hacernos dudar de que muriese en el acto. Allí se dice que no le quebrantaron las piernas, segúnllevarse la costumbre, y que amigos obtuvieron licencia para el cuerpo. Así,sus si aún no había muerto, bien pudieron curar sus llagas y de este modo volverlo a la vida, al menos por algunos días. También es bueno observar que se lo puso en un sepulcronuevo, del cual los discípulos pudieron haberlo sacado a tiempo. No obstante, hemos creído que era nuestro deber seguir la opinión vulgar y suponer que Jesús murió verdaderamente. [Mateo 12:40]. [Marcos 16:1-8; Mateo 28:1-8; Lucas 24:1-11].
3 11
[Mateo 28:11-15].
252
embargo, como vamos a ver, sobre esta noción maravillosa se fundó después una secta lo bastante poderosa como para subyugar poco a poco al imperio Ro312 mano y a una gran porción del globo terráqueo. Por otro lado, es preciso que el suplicio de nuestro héroe haya causado muy poca impresión enel mundo y que sus aventuras hayan sido extrañamente ignoradas, puesto que ningún historiador, si exceptuamos a los evangelistas, hace mención de ellos.313 31 2
No sorprendente quelos unprimeros pagano dudase la la resurrecciónesdel Cristo. Desde tiemposdede Iglesia hubo cristianos que no creyeron en ella, percibiendo muy bien la incongruencia de suponer que el hijo de Dios hubiese muerto. Así, los sectarios deBasílides aseguraban que Jesús en el momento de su pasión había tomado la figura de Simón el Cirineoy le había dado a éste la suya; que, por lo tanto, dicho Simón había sido crucificado en su lugar, y que, entretanto, el Cristo, que los veía hacer sin ser visto, se burlaba de la malicia de los soldados. Véase San Ireneo, Lib. I, cap. 24 [§sive 4; MPG, VII, p. 677]; S. Epiph . Hæres XXIV, § 3 [Panarium, Arculat.adversus octoginta haereses , MPG, t. XLI, pp. 311-314]. Loscerintianos o discípulos de Cerinto, que fueron contemporáneos de los apóstoles, y los carpocracianos, negaban igualmente que Jesús hubiese sido en realidad crucificado. Otros pretendían que el traidor Judas fue ajusticiado en vez de su maestro. Todos estos sectarios miraban al Cristo como un puro hombre y no como un Dios: así, tenemos cristianos contemporáneos de los apóstoles, que, por muy herejes que fueran, creían en Jesu-
31 3
cristo y negaban su àmuerte. M. de Tillemont, [Mémoires pour servir l’histoireVéase ecclésiastique,] t. II, pág. 221; S. Epiphanius. Hom.24, 28, 30 [Panarium, sive Arcula adversus octoginta haereses, MPG, t. XLI, pp. 363-366, 376-377, 379380]; Teodoretus,Hæretic. fab. lib.I [Compendium haereticarum fabularum, I, § iv-v, MPG, t. LXXXIII, pp. 347-352]. El célebre [David] Blondel, [Tanneguy] Lefevre de Saumur y otros sabios críticos han demostrado que el pasaje del historiador Josefo, en el que habla con elogio de Jesús, ha sido visiblemente interpolado por unfraude piadoso de los
cristianos. Este engaño está ya evidentemente demostrado
253
en una excelente disertación manuscrita de M. el Abad [Louis Du Four] de Longuerue, que el mismo autor me comunicó. Si el pasaje favorable a Jesús hubiese sido verdaderamente de Josefo, este autor no habría podido, sin estar loco, dejar de hacerse cristiano. [D’Holbach se refiere al pasajelib. conocido Antiquitates XVIII, comoTestimonium cap. III, § 3), dondeFlavianum( se dice que Jesús era judaicae, el Cristo. El texto completo puede consultarse en http:// www.documentacatholicaomnia.eu]. Los devotos falsarios, que forjaban antiguamente los títulos de la religión cristiana, tuvieron cuidado de suponer con la misma buena fedos cartas de Pilato,dirigidas al emperador Tiberio, en las cuales este gobernador idólatra habla de Jesús, de sus milagros y de su muerte como habría podido hacerlo al apóstol más celoso. También nos ha otro testimonio, tan auténtico como aquellos,quedado en una carta de un tal Lentulo al Senado Romano. Aunque estas piezas ficticias hayan sido hoy desechadas por la Iglesia, habían sido adoptadas por los cristianos del tiempo de Tertuliano, quien se remite a ellas en su Apologético, cap. V, v. 21. Estas cartas se hallan íntegras en el Codex apocryph. Novi Testamenti, t. I, pág. 298 y ss. [las supuestas cartas de Pilato se pueden consultar en la edición del Codex apocryphus de Thilo (1832), t. I, pp. 796-816, disponible en http://archive.org. Sobre la carta de Lentulo
al Senado Romano, véase supra, n. 250].
254
CAPITULO XVI Resurrección de Jesús. Su conducta hasta la ascensión. Examen de las pruebas de su resurrección.
La historia de un hombre ordinario acaba comúnmente con su muerte. No es así con la de unHombreDios, que tiene el poder de resucitarse, o cuyos partidarios tienen la facultad de hacerlo revivir a voluntad. Esto es lo que sucede con el destino de Jesús: gracias a sus apóstoles o a sus evangelistas, lo vamos a ver cumplir un papel considerable incluso después de su muerte. Apenas detuvieron a Jesús, los discípulos, como hemos visto, se dispersaron por Jerusalén, y sus alrededores; la excepción fue Simón-Pedro, que no lo perdió de vista durante su encuentro con el Sumo Sacerdote. Al parecer, este apóstol, por su propio interés, se puso muy contento al saber el resultado del interrogatorio. Viendo que Jesús no los había involucrado en sus declaraciones, los discípulos, ya más seguros, se reunieron y acordaron medidas: viendo a su maestro yapartido muerto,deo las tenido por tal, menos sacar nociones quequisieron les habíaaldado durante su misión. Acostumbrados ya hacía tiempo a pasar una vida errante bajo sus órdenes, a subsistir a expensas del pueblo, a vivir de sus predicaciones, de sus exorcismos y de sus milagros, resolvieron continuar en el ejercicio de una profesión mucho menos penosa y más lucrativa que su primer oficio. Habían
efectivamente experimentado que era mejor pescar
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hombres que peces. Pero ¿cómo los discípulos de un hombre que acababa de ser ajusticiado por impostor podían hacerse escuchar? No había otro medio que decir que su maestro, por un efecto de su omnipotencia, habiendo en vida resucitado a otros, se había resucitado también a sí mismo. Por otra parte, el Evangelio afirma que Jesús lohabía anunciado: era necesario, pues, que se cumpliese la profecía. Por este medio, el honor del maestro y de los discípulos adquiría un nuevo lustre, y la secta, lejos de verse extinguida o desacreditada, podía hacerse nuevos partidarios en una nación tan crédula. A consecuencia de este acuerdo, lo primero que tuvieron que hacer nuestros buenos apóstoles fue procurar que cuanto antes desapareciese muerto o vivo el cuerpo de su maestro; de lo contrario, si quedaba en el sepulcro, iba ser un testigo en su contra. Sin aguardar siquiera a que lostres días y las tres nochesde la supuesta predicción se cumpliesen, desaparece el cadáver al segundo día; así, a los dos días de su deceso nuestro héroe, vencedor de la muerte, se encuentra resucitado.314 Si el Cristo no había muerto efectivamente en el suplicio, su resurrección no tiene nada de milagrosa; si en realidad había muerto, la caverna en que depo3 14
Los antiguosa fabricantes de evangelios hicieron uno que atribuyeron Nicodemo, en el cual se nos cuenta pormenorizadamente en que ocupó su tiempo el Cristo desde que murió hasta que resucitó; su viaje a los Infiern os; la liberación de los patriarcas; la derrota de Satanás, etc. Todos estos detalles se ven confirmados por dos muertos resucitados, que vienen expresamente del otro mundo para instruir a Anás, Caifás, y los doctores de Judea. V.Codex apocryph. N. T.; t. I, pág. 258 y ss. E[ vangelium Nicodemi, cap. XVII-XXVI,Codex apocryphus Novi Testamenti, ed. Thilo, t. I,
pp. 667-788].
256
sitaron su cuerpo pudo muy bien tener alguna salida secreta por donde se pudiese entrar y salir sin ser visto y sin que lo impida la enorme piedra con que se intentó cerrar su entrada y delante de la cual se colocaron los guardias. Así, sea por fuerza o por astucia, el cadáver pudo ser llevado. Tampoco es imposible que no se colocase el cadáver en el sepulcro en cuestión. De cualquier manera que fuese, difundieron la noticia de que Jesús había resucitado y nadie se ocupó de buscar su cuerpo. No hay cosa más importante para uncristiano que saber a qué atenerse acerca de la resurrección de Cristo. San Pablo nos dice quesi Jesús no ha resucitado, nuestra esperanza es vana.315 En efecto, sin este milagro de la omnipotencia, destinado a manifestarnos la superioridad del Cristo sobre todos los demás hombres y el interés que la Divinidad tomaba en sus acciones, este Cristo no debe parecer a nuestros ojos más que un aventurero, un fanático impotente, castigado por haber hecho sombra a los sacerdotes de su país. Es necesario, por tanto, examinar seriamente un hecho en que estriba toda la creencia del cristiano. Para ello es necesario asegurarnos de la calidad de los testigos que atestiguan el suceso. Es preciso averiguar si tales testigos estaban lúcidos y carecían de interés, y, en fin, si están de acuerdo entre sí los relatos nosson hacen, o las circunstancias que nos cuentan.que Estas las precauciones que se toman comúnmente para descubrir el grado de probabilidad o de evidencia de los hechos que se nos refieren. Las mismas precauciones son muchísimo más necesarias cuando se trata deexaminar sucesossobrenaturales.De acuerdo con el testimonio unánime de los historiadores, creo
31 5
[1 Corintios 15:12-14].
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sin dificultad que César se apoderó de las Galias; ahora bien, no son tan claras para mí las circunstancias de su conquista cuando las veo contadas únicamente por él mismo o por sus partidarios. Estas circunstancias así referidas llegarían a hacérseme increíbles si encontrase en ellas prodigios o hechos contrarios al orden de la naturaleza: temería que hubieran querido engañarme, o, si tuviera un juicio más favorable en relación con los autores que nos transmitieron estos hechos, los miraría como entusiastas o locos. Supuestos estos principios universalmente adoptados por la sana crítica, veamos ahora cuáles hansido los testigos que nos afirman el hecho más maravilloso, y por consiguiente menos probable, que la historia puede ofrecer. Son losapóstoles. ¿Pero quiénes son los apóstoles? Los partidarios de Jesús. ¿Y estos apóstoles, eran hombres bastante ilustrados? Todo nos prueba, por el contrario, que eran hombres ignorantes y groseros, y que una credulidad infatigable formaba su carácter. A pesar de esto, ¿vieron por sus mismos ojos resucitar a Jesús? No, nadie vio con sus propios ojos este gran milagro. Los apóstoles no vieron a su Maestro salir del sepulcro; sólo vieron que éste estaba desocupado, lo que no es suficiente prueba de que hubiese vuelto a la vida. Pero los apóstoles, nos dirán, lo vieron después y conversaron con él, y además se manifestó a mujeres lo conocían bien. ¿Pero estos apóstoles y estasque mujeres vieron muy bien? ¿Su imaginación ofuscada no les hizo ver lo que no existía? En fin, ¿es seguro que su maestro estaba realmente muerto cuando le colocaron en el sepulcro? En segundo lugar, ¿dichos testigos estaban libres de todo interés? Más bien parece que los apóstoles y discípulos de Jesús estaban particularmente interesa-
dos en la gloria del maestro a quien habían seguido
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en todo el curso de su misión. Sus intereses se identificaban con los de un hombre que les permitió vivir sin trabajar, y muchos de ellos esperaban ser recompensados por su especial adhesión hacia élcon las gracias que les iba a conceder en el reino que debía establecer. Viendo esas esperanzas destr uidas por la muerte real o supuesta de su jefe, muchos de estos apóstoles decayeron en su ánimo, persuadidos de que todo se había acabado; otros, en cambio, menos abatidos, sintieron que no conveníaechar la soga tras el caldero, y que aun era posible sacar algún provecho de las impresiones que la predicación del Cristo y sus prodigios habían hecho en el pueblo. Quizás ellos creyeron que su maestro podía volver a aparecer, o, si lo suponían muerto, podían fingir que había profetizado su resurrección; de esta manera, convinieron que debía hacerse correr el rumor de que había resucitado, decir que lo habían visto, asegurar que Jesús había salido triunfante del sepulcro; todo lo cual podía parecer creíble en un personaje que se había manifestado capaz de resucitar a otros. Conociendo la credulidad de la gente con quienes tenían que enfrentarse, presumieron que el pueblo estaba preparado por sus antecedentes a creer la maravilla que se le quería anunciar. En fin, se persuadieron de que si habían de continuar predicando la doctrina de su maestro era forzoso resucitado; de lo contrario, ¿quién habríasuponerle querido oírla? Por consiguiente, decidieron que se veían obligados, o a predicar la resurrección de Cristo, o a morir de hambre; y prefirieron enfrentar los castigos y hasta la muerte, que no dejaron de prever, antes que renunciar a una opinióno a una doctrina de la que dependía absolutamente su subsistencia diaria y su bienestar. De lo anterior deducen los in-
crédulos que los testigos de la resurrección del Cristo
259
estaban muy interesados en sostener este hecho, y que no se detuvieron en otras consideraciones, porque quien nada tiene, nada teme perder. En tercer lugar, ¿los testigos de la resurrección del Cristo están de acuerdo entre sí en sus declaraciones y relatos? Más aun ¿están deacuerdo consigo mismos en las narraciones que nos hacen? Novemos ni una ni otra cosa. Aunque Jesús, según algunos evangelistas, hubiese anunciado de la manera más terminante que debía resucitar,316 San Juan no hace mención de semejante predicción, o al menos declara formalmente, que los discípulos de Jesúsno sabían que debía resucitar de entre los muertos.317 Esta expresión denota en ellos una absoluta ignorancia del gran acontecimiento que se dice tan claramente anunciado por su maestro y podría llevarnos a sospechar que las predicciones del Cristo fueron piadosamenteinventadas mucho tiempo después e interpoladas a continuación en los textos de San Mateo, San Marcos y San Lucas. Sin embargo, nada más positivo que la manera en que San Mateo habla de esta predicción: la supone tan conocida por el pueblo, que asegura que los sacerdotes y los fariseos fueron a buscar a Pilato para decirle:Señor, nos acordamos que aquel impostor, cuando todavía estaba en vida, dijo que después de tres días iba a resucitar .318 De todas maneras, en ninguno de los evangelistas se halla un pasaje que taly resurrección seamismo enunciada de un modo tan en público terminante. El San Mateo no refiere más que la respuesta que dio Jesús a los que le pedían una señal, que fue remitirles aJonás que estuvo tres días y tresnoches en el vientre de la ballena; así, añadió, estará el hijo del hombre tres días y tresnoches en el 3 16 3 17
Mateo, cap. XXVI, v. 32 y Marcos, cap. XIV, v. 28. Juan, cap. XX, v. 9.
3 18
Mateo, cap. XXVII, v. 63.
260
corazón de la tierra.319 Ahora bien, habiendo muerto Jesús el viernes por la mañana, a las nueve o a las doce, y resucitado el domingo antes de amanecer, no es verdad que estuviese, como ya dejamosanotado,tres días y tres noches en el corazón de la tierra.Por otra parte, el modo con que Jesús se explica en la profecía que refiere San Mateo no es tan perceptible a primera vista para que los sacerdotes y fariseos concluyesen inmediatamente de allí que Jesús debía morir y resucitar, y alarmarse tanto por ello (a menos que se pretenda que en esta ocasión los enemigos del Cristo recibieron por una revelación y gracia particular el verdadero sentido de tan misterioso anuncio). San Juan nos dice que, luego de que Jesús fuera bajado de la cruz por José de Arimatea, Nicodemo trajo para embalsamarlo unacomposición de aloes y mirra de cien libras de peso; que enseguida tomó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana, cubriéndole todo de las hierbas aromáticas, según la costumbre que se observaba entre los judíos en sus ceremonias funerarias, y lo puso en el sepulcro.320 Ya lo tenemos, pues, embalsamado, amortajado e inhumado. Por otra parte, San Mateo, San Marcos y San Lucas nos dicen que lo embalsamaron y lo sepultaron en presencia de María Magdalena y María, madre de Jesús, las cuales en consecuencia sabían lo que Nicodemo había he321 cho. sinque embargo, olvidando muy proncompraron hierbas to todoSan eso,Marcos, nos dice las mujeres aromáticas para embalsamar su cuerpo y con ese fin fueron muy temprano el día posterior al sábado.322 31 9 32 0 32 1
Mateo, cap. XII, v. 38, 39, 40. Juan, cap. XIX, v. 39, 40. Mateo, cap. XXVII, v. 61; Marcos, cap. XV, v. 47; Lucas, cap. XXIII, v. 55.
32 2
Marcos, cap. XVI, v. 1.
261
San Lucas no tiene más memoria cuando nos cuenta que estas mujeres fueron a embalsamar un cadáver que, según San Juan, tenía yacien libras de hierbas aromáticas y estaba encerrado en un sepulcro cuya entrada cubría una enorme losa; al parecer, ellas se hallaron tan confundidas con esta dificultad como los incrédulos con las contradicciones e inconsecuencias de nuestros evangelistas.323 Es más: estas mujeres, que temían que la piedra fuese un gran obstáculo, no temieron la presencia de los centinelas que según San Mateo estaban colocados a la entrada del sepulcro. Por otra parte, si ellas sabían que Cristo iba a resucitar al cabo de tres días, ¿qué necesidad había de embalsamar su cuerpo? ¿Se puede suponer que Jesús ocultó a su madre y a la tierna Magdalena un suceso que, según nos aseguran, anunció públicamente y que era perfectamente conocido no sólo a sus discípulos sino a los sacerdotes y fariseos, cuyas singulares precauciones nos refiere San Mateo? Este evangelista dice, en efecto, que fundaron esas precauciones en el temor que tenían los sacerdotes de en el cuerpo y dijeque viniesen los discípulos de Jesús, hurtas sen a continuación que había resucitado, error que , según ellos, sería más peligroso que el primero. A pesar de tantas precauciones, sin embargo, vemos a las mujeres y a los discípulos rodear incesantemente el sepulcro; ir y venir libertad, y presentarse dos veces para que embalsamarcon el mismo cadáver. Es menester convenir todo 324 esto sobrepasa la inteligencia humana. No es más fácil de concebir laconducta de los guardias apostados alrededor del sepulcro a petición de los sacerdotes. Según San Mateo, estos guardias, ate3 23
Lucas, cap. XXIV, v. 1.
3 24
Mateo, cap. XXVII, v. 62-66.
262
rrados por la resurrección del Cristo, corrieron a Jerusalén para decir a los sacerdotes “que el Ángel del Señor había descendido del cielo, apartando la piedra del sepulcro, y que por su aspecto casi mueren de miedo”. Al instante los sacerdotes, no dudando un ápice de la verdad del relato de los guardias, los persuaden para que digan que los discípulos de Jesús habían hurtado su cuerpo por lanoche, mientras estaban durmiendo, les dan dinero y prometen arreglar las cosas con el gobernador, por si quisiese castigarlos por su descuido.325 De acuerdo con este relato, cabe observar que los guardias no dicen haber visto a Jesús resucitar y sólo afirman que elÁngel del Señor descendió del cielo yremovió la piedra que estaba a la entrada del sepulcro.La historia, pues, anuncia unaaparición, no una resurrección. Y dicha aparición se podría muy bien explicar de manera bastante natural diciendo que en medio de la noche, mientras los guardias estaban dormidos, los partidarios de Jesús pudieron venir con antorchas encendidas a abrir el sepulcro a la fuerza y espantaron a los soldados sorprendidos, los cuales en medio de esa turbación se imaginaron que una potencia sobrehumana les había arrebatado la presa de las manos y utilizaron ese recurso para excusarse. No hay cosa más extraña que la conducta de los sacerdotes, creen al instantedan lo que les cuentan los soldadosque y por consiguiente crédito a un milagro que sería suficiente para convencerlos del poder de Jesús. Ellos, sin embargo, lejos de convertirse por este prodigio que creen firmemente, dan dinero a los soldados para inducirlos a decir, no lo que pasó, sino que los discípulos de Jesús habían venido de noche
32 5
Mateo, cap. XXVIII [2-4, 11-15].
263
para arrebatar el cuerpo de su maestro. Los guardias, por su parte, que debían estar más muertos que vivos por el terror de tal espectáculo, aceptan el dinero para contar una mentira por la cual el Ángel del Señor podía muy bien castigarlos. Lejos de eso, por una suma de dinero nuestros soldados aceptan traicionar su conciencia. Más aún, ¿podrían los sacerdotes judíos, por muy malvados que se los suponga, ser tan tontos como para confiar que unos hombres que habíansido testigos de tan importante milagro fuesen fieles a la hora de guardar el secreto? Finalmente, ¿de qué servía un milagro que no debía causar ninguna impresión ni en los soldados que le vieron ni en los sacerdotes que lo creyeron por el relato de estos soldados? Si se hubiesen convencido efectivamente los sacerdotes de la realidad del milagro, ¿no era natural que reconociesen a Jesús por el Mesías, y que lo buscasen para hacerse sus máscelosos discípulos y trabajar con él para librar su país del yugo de los idólatras? También el Ángel del Señorparece haber arruinado los asuntos del Cristo en esta ocasión, espantando de tal manera a los soldados que escapan sin haber tenido tiempo de ver resucitar a Jesús, resurrección que era sin embargo el objeto de tan pomposo suceso. Lejos de ello, el Ángel, poco diestro, ahuyenta de allí a los guardias que debían ser testigos de tan grandiosa maravilla. Parece en general, por lo tanto, que el acto de la resurrección de Jesús no fue visto por nadie. Sus discípulos no lo vieron, los soldados que guardaban el sepulcro no lo vieron; en fin, los sacerdotes y judíos sólo oyeron este memorable acontecimiento de personas que tampoco lo vieron. Sólo después de su resurrección Jesús se dejó ver. Pero ¿a quién se manifes-
tó? A sus discípulos, interesados en decir que había
264
resucitado; a mujeres que almismo interés agregaban un espíritu débil, una imaginación ardiente y una cabeza dispuesta a formarse fantasmas y quimeras. Estas reflexiones bastan para abrir un juicio acerca de todas las supuestas apariciones de Jesús después de su resurrección, apariciones sobre las que tampoco están de acuerdo los evangelistas. San Mateo nos dice que Jesús se apareció aMaría Magdalena y a la otra María, mientras que San Juan sólo hace mención de María Magdalena. San Mateo nos dice que Jesús se apareció a las dos Marías en el camino, cuando ya volvían del sepulcro para contar a los discípulos lo que habían visto. San Juan nos cuenta que María Magdalena , después de haber estado en el sepulcro, fue a llevar la nueva a los discípulos y volvió enseguida al mismo sepulcro, donde vio a Jesús con los ángeles. San Mateo dice que las dos Marías abrazaron los pies del Cristo. San Juan afirma que Jesús prohibió a la Magdalena que lo tocase. San Mateo dice que Jesús mandó a las Marías que dijesen a sus discípulos que iba a Galilea; San Juan, en cambio, refiere que ordenó a María que les dijese queiba a la casa de su Padre, es decir, al cielo. Esto nos parece que basta para manifestar lo acordes que están los evangelistas sobre las apariciones de Jesús a las santas mujeres. Lo más singular es que los apóstoles mismos, según SandeMarcos, quisieron, dar crédito esta aparición Jesús ano Magdalena y según Sana Lucas, trataron de sueños todo cuanto les dijo de los ángeles. En fin, según San Juan, la misma Magdalena no creyó por lo pronto haber visto a su adorable amante, a quien tuvo por un jardinero.326 32 6
Véase Mateo cap. XXVIII; Juan, cap. XX; Lucas, cap. XXIV,
v. 11; Marcos cap. XVI.
265
No hay que buscar mayor certidumbre en la aparición de Jesús a San Pedro y a San Juan. Estos dos apóstoles se dirigieron al sepulcro, pero no vieron a su querido maestro. Según San Juan, él mismo no vio ni a Jesús ni a los ángeles. Del relato de San Lucasse deduce que estos apóstoles llegaron después de que los ángeles hubieran desaparecido, y del de San Juan que fue antes de que los ángeles llegaran. Nuestros testigos tampoco están de acuerdo acerca de estos ángeles, que parecen no haber sido vistos sino por aquellas simples mujeres, a quienes dieron el encargo de anunciar a los discípulos la resurrección de Jesús. San Mateo sólo hace mención de un ángel, que San Marcos llamaun joven. San Juan asegura que eran dos. Se dice que Jesús se manifestó a los dos discípulos de Emaús, llamados Simón y Cleofás; éstos, sin embargo, no lo reconocen, aunque habían vivido familiarmente con él.327 Marchan mucho tiempo en su compañía sin siquiera presumir que era su maestro: olvido que no deja de ser muy extraño. Es cierto que, según San Lucas, sus ojos estaban como cerrados; pero, ¿no es muy raro que Jesús se mostrase para no ser reconocido? Lo reconocen finalmente; pero al momento, temiendo quizá ser visto muy de cerca, el fantasmadesaparece y los discípulos corren a anunciar esta noticia a sus hermanos reunidos en Jerusalén, adonde Jesús llega rápido como ellos. Santan Mateo, San Marcos y SanLucas concuerdan en decir que cuando los discípulos fueron instruidos acerca de la resurrección de Jesús lo vieron por primera y última vez; el autor de los Hechos de los Apóstoles, San Juan y San Pablo contradicen esta afirmación, sin embargo, porque nos hablan de otras varias aparicio-
3 27
[Lucas 24:13-35].
266
nes sucedidas posteriormente. San Mateo y San Marcos nos enseñan que los discípulos recibieron orden de ir a reunirse con Jesús aGalilea; San Lucas y el autor de los Hechos de los Apóstoles (es decir, el mismo San Lucas) nos dicen, en cambio, que los discípu328 los recibieron orden de no salir de Jerusalén. En cuanto a la última aparición de que acabamos de hablar, San Mateo la ubica sobre una montaña de Galilea, en la que Jesús había fijado el encuentro para la tarde del día en que resucitó; San Lucas, sin embargo, nos enseña esta aparición fue en subió Jerusalén, añadiendo que que inmediatamente después a los cielos y desapareció para siempre. El autor de los Hechos de los Apóstoles, en cambio, no es de este mismo parecer; pretende (contra sí mismo, San Lucas) que Jesús aún permaneciócuarenta días con sus discípulos para enseñarles.329 Restan tratar dos aparicionesde Jesús a sus apóstoles: la primera noleseaseguraban encontrabaTomás quiso en creer a los que haber, quien visto anosu maestro; en la segunda, elmismo Tomás vio y reconoció al maestro, que le mostró sus llagas.330 Para hacer más maravillosa una de estas apariciones,añaden que Jesús se puso en medio de sus discípulos a pesar de que todas las puertas estaban cerradas.Esta circunstancia no debió parecer extraña a quienes sabían queel Crisinmaterial to después o incorporal de su , y resurrección que, en consecuencia, tenía un cuerpo podía abrirse paso por las menores rendijas. También sus discípulos lo tuvieron por un espíritu. Este espíritu, sin embargo, tenía llagas, era palpable y comía. Encualquier caso, tal vez todo esto era una fantasía, y tales apari32 8 32 9
[Hechos 1:4]. [Hechos 1:3].
33 0
[Juan 20:24-28].
267
ciones puras ilusiones de los sentidos. En efecto, ¿cómo podían los apóstoles estar seguros de la realidad de las cosas que veían? Un ser que tenía el poder de cambiar el curso de la naturaleza podía también destruir todas las reglas por medio de las cuales juzgamos acerca de la certeza. Dicho esto, los apóstoles jamás podían estar seguros de haber visto el Cristo después de su resurrección. San Juan habla de muchas apariciones de Jesús a sus discípulos de las que no hacen mención los otros Evangelistas; de allí vemos que, o su testimonio destruye el de los demás, o el de éstos destruye el suyo. En cuanto a las apariciones de Jesús que San Pablo menciona, él no había sido testigo de las mismas y no las sabía más que de oídas; de allí que notemos que 331 Por habla de ellas de una manera muy poco precisa. ejemplo, dice que Jesús se apareció alos doce, siendo evidente que por la muerte de Judas el Colegio Apos. Siemtólico se encontraba reducido solamente a once pre sorprende ver estas inexactitudes; ellas incluso podrían hacernos sospechoso lo que dice respecto de una aparición de Jesús aquinientos de los hermanos. En cuanto a él, sabemos que nunca vio a su maestro más que en una visión. Quizás sucedió esto mismo a los apóstoles y discípulos sobre cuyo testimonio sefunda la resurrección de Jesús. Todos eran judíos, entusiastas, y por consiguiente soñar, aun profetas, estando despiertos. Éste es elpropensos juicio másafavorable que, según los incrédulos, se puede hacer de los testimonios que afirman la resurrección del Salvador, único cimiento de la religión cristiana. Parece muy cierto, en efecto, por la naturaleza de los testigos que acabamos de examinar, que la Providencia
3 31
[1 Corintios 15:5-8].
268
descuidó absolutamente dar a un suceso tan memorable y de tanta importancia la autenticidad que exigía. Dejando aparte la fe, que nunca nos hace muy escrupulosos en las pruebas, no hay hombre que creyese los hechos, aun los más naturales, sobre documentos tan defectuosos, sobre pruebas tan débiles, sobre relatos tan contradictorios y sobre testigos que despiertan tantas sospechas como los que nos suministran los evangelistas acerca del suceso más maravilloso e increíble del que se tenga noticia. Independientemente del interés visible que tenían estos historiadores en hacer creer la resurrección de su maestro, y que debería ya ponernos sobreaviso contra ellos, parece que al escribir no tuvieron otro fin que contradecirse los unos con los otros y debilitar recíprocamente sus testimonios. No dudamos, pues, que sea necesaria toda la gracia del Altísimo para abrazar sin examen unas narraciones en las que no se encuentra más que un tejido de incongruencias, de contradicciones, de hechos inverosímiles no probados y de absurdos capaces de quitar toda confianza a la historia. A pesar de ello, los cristianos no dudan un momento de la resurrección, estando su creencia en este punto fundada sobre una roca, es decir, según los incrédulos, sobre prejuicios que nunca examinaron y a los que desde la más tierna edad sus guías espirituales, prudentemente, dadolalarazón, más grande importancia. Se les enseña a han inmolar el juicio y el entendimiento en el altar de la fe; una vez logrado este sacrificio, no es difícil conseguir de ellos que admitan sin examen los absurdos más visibles como verdades de las que no es lícito dudar. En vano las personas sensatas protestan contra estas supuestas verdades; en vano una sabia crítica se
levanta contra testimonios interesados y visiblemente
269
estimulados por el fanatismo y la impostura; en vano la humanidad se irrita contra las guerras, las masacres y los horrores sin número que las absurdas disputas acerca de dogmas absurdos han causado en la tierra. A todos se les tapa la boca, diciéndoles queestá escrito: destruiré la sabiduría de los sabios ydesecharé la ciencia de los eruditos.¿Qué se ha hecho del sabio? ¿Qué se ha hecho de los doctores dela ley? ¿Acaso Dios no volvió unalocura la sabiduría de este mundo haciendo predicar la locura del Evangelio?332 Con exclamaciones tales contra la sabiduría y la razón han llegado los fanáticos y embaucadores a desterrar de la mayor parte del mundo el buen sentido y a formar esclavosque hacen consistir su mérito en someter la razón a la fe, es decir, en apagar del todo la llama sagrada que nos guiaría con seguridad, para extraviarnos en las inmensas tinieblas que nuestros guías interesados han sabido esparcir en los entendimientos. Degradar la razón es ultrajar al Dios que se supone su autor, es envilecer al hombrereduciéndolo al estado de las bestias. Estas reflexiones bastan para conocer el grado de credibilidad que merece el dogma de la resurrección de Jesucristo, dogma que sólo está atestiguado por hombres cuya subsistencia dependía de esta absurda historia y cuyos testimonios mentirosos, dado que la iniquidad se desmiente sin cesar sí misma, no pueden concordar entre sí. Nos dicen aque Jesús había profetizado en público su propia resurrección; era preciso, pues, que también resucitara en público. Debió haberse presentado, no en secreto a sus discípulos cuyo testimonio no podía dejar de ser sospechoso, sino abiertamente a los sacerdotes, a los fariseos, a los doctores
3 32
San Pablo, Epíst. I a los Corintios, 19-23.
270
y personas ilustradas, sobre todo después de haberles hecho entender que no les sería dada otra señal.¿No es confesar la falsedad de su misión rehusarles el único signo por el cual el Cristohabía prometido solemnemente probar la verdad de esa misión? ¿Era razonable exigir de los judíos que creyesen por la palabra de sus discípulos un hecho del cual él pudo haberlos convencido por sus propios ojos? En fin, ¿cómo es posible que las personas ilustradas del presente siglo crean al cabo de mil setecientos años sólo por los testimonios discordantes de cuatro evangelistas interesados, fanáticos o mentirosos, un hecho que en su tiempo no pudieron hacer creer más que a un puñado de imbéciles, incapaces de razonar, ávidos de maravillas y de alcances demasiado limitados para evitar las trampas que se tendían a su simplicidad? Un gobernador romano, un tetrarca o un sumo sacerdote judío convertidos por la aparición de Jesucristo hubieran hecho mayor impresión en un hombre sensato que cien apariciones hechas en secreto a discípulos escogidos por él. El Sanedrín de Jerusalén convertido a la fe habría sido de mayor peso para nosotros que toda la canalla oscura a la cual los apóstoles llegaron a hacer creer sus maravillas improbables y a persuadir de que ellos habían visto a Cristo vivo después de su muerte. Si las apariciones de Jesús a sus apóstoles no fuesen fábulas inventadas por la astucia, oadoptadas por el fanatismo y la ignorancia, ¿cómo adivinar el motivo de estas visitas clandestinas? En efecto, impasible ya, restablecido en todos los derechos de su soberana omnipotencia, ¿que tenía todavía que temer de los judíos? ¿Podría recelar que le volviesen a quitar la vida? Apareciéndoseles, ¿no podía jactarse de convertirlos con más seguridad que antes, con todas sus
prédicaciones y milagros?
271
Pero los judíos, nos dirán, merecían ser rechazados por su resistencia. Los designios de la Providencia habían cambiado y Dios ya no quería que los judíos se convirtiesen. Sin embargo, estas respuestas son otras tantas injurias y ultrajes a la Divinidad. ¿Cómo es posible que los hombres resistan a Dios? ¿No es negar la omnipotencia divina pretender que el hombre puede oponerse a sus designios? El hombre es libre, nos replicarán; ¿pero un Dios que lo sabe todo no debería prever que los judíos iban a abusar de su libertad para resistir a su voluntad? Y en este caso, ¿para qué enviarles a su hijo? ¿Para qué hacerle sufrir en vano a él un suplicio infame y cruel? ¿Por qué no lo envió directamente adonde hallase personas preparadasescucharlo a y homenajearlo? En fin, decir que las miras de la Providencia cambiaron, ¿no es atacar la inmutabilidad divina? A menos que se quiera decir que Dios desde toda la eternidad había decidido cambiar, lo cual de todas maneras no pone a cubierto esa inmutabilidad. Así, cualquiera sea la perspectiva desde la que se mire, concluiremos que la resurrección del Cristo, lejos de estar fundada en pruebas sólidas, en testimonios irrecusables, en autoridades respetables, no está establecida sino sobre la mentira y la astucia, que asoman en cada página de los contradictorios relatos de quienes han pretendido dar testimonio de ella. Después de haber revivir veces a su héroe haberle presentado no sehecho sabe cuántas a sus ydiscípulos fieles, era indispensable hacerlo desaparecer de repente, esto es, enviarlo al cielo para concluir la novela. Nuestros novelistas, sin embargo, no están más de acuerdo acerca de esta desaparición que en las demás cosas.333 No concuerdan ni en eltiempo ni en el
3 33
[Lucas 24:36-53; Marcos 16:14-20].
272
lugar en que Jesús subió al cielo. San Marcos y San Lucas afirman que apenas se apareció y les habló alos once apóstoles cuando éstos estaban a la mesa, subió al cielo. San Lucas añade empero que los condujo fuera de Jerusalén hastaBetania, y alzando su mano los bendijo, y enseguida fue llevado al cielo. San Marcos contradice en este punto a San Lucas, haciendo que Jesús ascienda al cielo en Galilea; además, como si hubiese visto lo que pasaba allá arriba, lo coloca a la diestra de Dios, quien en esta ocasión le da el lugar de honor.334 San Mateo y San Juan nada dicen de este ascenso. Si nos remitimos a ellos podríamos presumir que Jesús está aún en la tierra, porque, según el primero, en las últimos palabras que dirigió a sus discípulos, les dio a entender que estará con ellos hasta la consumación de los siglos.335 Para definir nuestras ideas al respecto, San Lucas nos dice, como ya vimos, que Jesús subió al cielo la misma tarde de su resurrección. El mismo San Lucas, sin embargo, en losHechos de los Apóstoles, nos dice que permaneció cuarenta días después de su resurreccióncon sus amados discípulos. Sólo la fe puede sacarnos de estas dificultades. San Juan guarda silencio sobre el asunto, y nos deja en la incertidumbre acerca del tiempo que Jesús estuvo en la tierra después de su resurrección. Algunos incrédulos, por el estilo novelesco que reina en el evangelio de este apóstol por eldejar modoabierta en quelatermina historia, creyeron quey quiso puerta su a todas las historias que se contasen en lo sucesivo acerca de Jesucristo. He aquí cómo termina sunarración:Jesús dijo 33 4
La fábula de la Ascensión del Cristo está visiblemente tomada de las de Rómuloy Julio César, que Lactancio ridiculiza tanto. Véase Lactancio, Institut. divin., lib. I, cap. 15 [Divinarum Institutiones, Liber I, MPL, t. VI, pp. 200-201].
33 5
[Mateo 28:20].
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muchas otras cosas; si se las repitiera a todas creo que el mundo no podría contener los libros que se deberían escribir. Con esta hipérbole da fin el Apóstol más querido a la novela platónica que compuso de su maestro.336
3 36
[Juan 21:25]. Hemos dado bastantes ejemplos de fábulas contenidas en los diferentes Evangelios publicados y adoptados por diversas sectas del cristianismo; estas fábulas prueban tanto el descaro impúdico de los falsarios que componían talessectarios novelasa como la se sorprendente estupidez de los diversos quienes las hacían creer. También merece observarse que en losHechos de los Apóstoles, escritos por San Lucas, no se habla con algún detalle más que de San Pablo, su maestro, y casi nada se nos dice ni de los éxitos ni de la suerte de sus hermanos. De todas maneras, no han faltado novelistas que han suplido dignamente esta falta. Tal es, entre otros, ciertoAbdías, que nos ha transmitido en nueve libros la historia apostólica, pero tan llena de cuentos, patrañas, portentos y absurdos, que la Iglesia misma obligada a desecharlos en tiempos que sus hijosseyacreyó no tenían la simplicidad de los primerosenfieles. Los siglos de ignorancia, sin embargo, hicieron renacer la antigua credulidad y no faltaron hombres, tontos o taimados, que resucitaron piadosamente las fábulas y tradiciones de aquellos viejos novelistas: tales son las únicas memorias que tenemos acerca de los apóstoles. Algunos fragmentos pueden verse al final del tomo I del ya citado Codex Apocryph. N. T.[Pseudo Abdias,Historiae Apostolicae, enCodex Apocryphus Novi Testamenti, ed. Giles, Parte I, Londres, 1852,
pp. 256-453; disponible en http://archive.org].
274
CAPITULO XVII Reflexiones generales sobre la vida de Cristo. Predicación de los apóstoles. Conversión de San Pablo. Establecimiento del Cristianismo. Persecuciones que sufre. Causas de sus progresos.
La sola lectura de la vida de Jesús, tal como acabamos de presentarla, sacada de los documentos que los cristianos respetan como inspirados, debería bastar para que se desengañen todas las personas que piensan. Pero es propio de la superstición impedir el pensar, entumecer el alma, inquietarla, perturbar la razón, destruir el juicio, hacer dudar de las verdades más evidentes, hacer un mérito en sus esclavos el no examinar nada y el remitirse ciegamente a las palabras de aquellos que los dominan. Es conveniente, por lo tanto, poner otra vez delante de los ojos de aquellos lectores que no hayan tenido la valentía de sacarlas a partir del examen que hicimos, las consecuencias que parecen ofrecerse naturalmente de él. Les ayudaríamos así a formarse ideas razonables del Cristo, a quien adoran, de sus discípulos, a quienes reverencian, y de los libros que están acostumbrados a respetar como El examen quesagrados. hicimos del nacimiento de Jesús debe al menos hacérnoslo sospechoso. Hallamos que el Espíritu Santo está enfalta respecto de este artículo tan importante de la vida de nuestro héroe, pues inspira dos genealogías muy distintas a dos evangelistas. A pesar de un error tan sorprendente, a pesar del parentesco de la Virgen María con Isabel, mujer del
sacerdote Zacarías, no haremos escándalo por este
275
asunto. Concederemos que María pudo ser de la raza de David: muchos ejemplos nos demuestran que vástagos de ramas aún más ilustres han venido a caer en la miseria. Supuesto este principio, sea que María, esposa intacta de José, se entregase al ángel voluntariamente, sea que simple o devota haya sido engañada por este ángel, o más bien amante, soldado o sacerdote, que representó el papel de ángel, es creíble que después instruiría a su hijo acerca de su descendencia de David, y quizá de las circunstancias maravillosas que podían, justificando a la madre,encender el entusiasmo del hijo. Así, Jesús pudo estar persuadido desde niño de la nobleza de su estirpe y de las circunstancias maravillosas que acompañaron sunacimiento. Estas ideas pudieron inflamar su ambición, en consecuencia, y poco a poco irle haciéndole creer la idea de que estaba verdaderamente destinado a hacer un gran papel en su país. Desvelado con estas nociones sublimes, acabó de confirmarlas y de embriagarse más y más en ellas por la lectura de profecías oscuras y por el estudio de tradiciones esparcidas en su país. Es muy posible, por lo tanto, que nuestro aventurero haya llegado a creerse realmente llamado por la Divinidad y designado por los profetas para ser el reformador, el jefe, el Mesías de Israel. En una palabra, él fue un visionario y encontró gente lo bastante simple como para darcausa crédito a suscontribuir ensoñaciones. Otra pudo a trastornar el cerebro de nuestro misionero. En efecto, muchos sabios creen con no poca verosimilitud que Jesús tomó su moral y su saber de una especie de monjes o cenobitas judíos, llamadosterapeutaso esenios. Está claro que hay una gran conformidad entre lo que Filón nos dice de estos piadosos entusiastas, y los preceptos sublimes de nuestro
héroe. Losterapeutasdejaban padre, madre, hijos y bie-
276
nes para entregarse a la contemplación. Explicaban la Escritura de una manera totalmente alegórica. Se abstenían de juramentos. Vivían en común. Sufrían 337con constancia los males de la vida y morían con alegría. De lo dicho se podría deducir que Cristo había sido terapeuta antes de su predicación, o por lo menos que adoptó su doctrina. Sea como fuere, viéndose en el medio de un pueblo ignorante y supersticioso, siempre entretenido con oráculos y promesas pomposas, miserable por entonces y descontento del yugo de los romanos, continuamente lisonjeado con la esperanza de un liberador que le devolvería el honor, nuestro entusiasta encontró sin dificultad oyentes y poco a poco partidarios. Los hombres están naturalmente dispuestos a escuchar y a creer a los que les prometen el fin de sus miserias. Las desgracias hacen al hombre tímido, crédulo y 33 7
Véase De laDe vielacontemplative [Bernard Montfaucon, , París,de 1709, pp. 52-54, Le livreFilón, de Philon, vie contemplative 65-66 y 72-86; disponible en http://books.google.com.ar] . Los primeros Padres de la Iglesia, al ver la conformidad que se encuentra entre las costumbres que Filón atribuye a los terapeutas y las de los primeros cristianos, no dudaron que eran éstos los que aquel sabio judío quiso describir bajo el nombre de terapeutas o esenios contemplativos. Está claro que en tiempos del historiador Josefo había tres sectas en Judea: los fariseos, los saduceos y los esenios o esenos. Después de este escritor en han ninguna partealgunos se hace mención de los últimos, de lo cual concluido doctos que los esenios o terapeutas se confundieron después con los primeros cristianos, los cuales, como todo lo prueba, llevaban una vida enteramente conforme a la de aquellos. Véase [Jean] Le Clerc,Bibliot. univers., t. IV, pág. 252 [Bibliothèque universelle et historique, t. IV, año 1687, pp. 470-474; disponible en http://archive.org], y [Jacques] Bernard, Nouvelles de la République des lettres, t. XXXV, pág. 503 [véase pp. 496-504, noviembre 1710, disponible en
http://gallica.bnf.fr].
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propenso a la superstición. Un fanático siempre tiene conquistas para hacer en una nación infeliz. No es pues un milagro que Jesús se hiciera tan prontamente de partidarios, sobre todo en un populacho que siempre es fácil de seducir. Nuestro héroe conocía la debilidad de sus conciudadanos: necesitaban prodigios, y los hizo. Estúpidos y enteramente ignorantes en las ciencias naturales, en la medicina y en los recursos del artificio, tuvieron fácilmente por milagros operaciones sencillas, y atribuyeron al dedo de Dios efectos que sólo eran resultado de los conocimientos que Jesús pudo haber adquirido en el largo tiempo que precedió a su misión . Nada más común en el mundo que la combinación del entusiasmo y la astucia: los devotosmás sinceros se permiten sin escrúpulo fraudes, que llaman piadosos, cuando se trata de proteger lo que creen la obra de Dios, ode hacer prosperar la religión. Ejemplos muy recientes podrán convencernos de que la alianza de la piedad y la astucia no es para nada incompatible. Se ha visto a todo París correr para ver milagros, curaciones convulsioy nes, y para oír predicciones, que no eran otra cosa que fraudes, imaginadas por buenas almas con el fin de apo yar un partido que consideraban la causa de Dios. Apenas hay un devoto celoso que no piense que hasta el crimen está permitido cuando lo piden los intereses se empieza por de Enestafador. ella, como en el juego, bobolay religión. se acaba por Así, considerando atentamente las cosas, y pesando las circunstancias de la vida de Jesús, nos persuadiremos de que este hombre pudo ser unfanático, que se creyó efectivamente inspirado, favorecido del cielo, enviado a su nación; en una palabra, unMesías, que para apoyar su misión divina no tuvo pruritos en
emplear los fraudes más adecuados para sacar partido
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de un pueblo ante el cual era preciso hacer milagros. Sin éstos, los más fuertes discursos, las arengas más elocuentes, los preceptos más sabios, losconsejos más prudentes y los principios más demostrados jamás hubieran podido convencerlo. En fin, el carácter de Jesús parece estar constituido por una mezcla de afán y de astucia: es el de casi todos los aventureros espirituales que se erigen enreformadores o que se hacen jefes de secta. En efecto, lo vemos durante su misión predicar incesantemente el reino de su Padre y apoyar sus sermones con prodigios. Al comenzar su predicación habla con mucha reserva de su cualidad de Mesías, de hijo de Dios, de hijo de David. Tiene la prudencia de no darse por tal; pero permite que este secreto salga de la boca del diablo, al cual comúnmente tiene el cuidado de imponerle silencio después de haber hablado de un modo bastante inteligible como para hacer impresión en los oyentes. Así, con el auxilio de sus poseídos , de sus energúmenos o de sus convulsionarios, consigue testimonios a su favor que en su boca habrían sido muy sospechosos y lo habrían podido hacer odioso. Nuestro hábil operador cuidó siempre de elegir el terreno para hacer sus milagros. Lo vemos rehusarse constantemente a obrar sus maravillas delante de personas quienes debía dispuestas criticarlo. Si hizoa algunos en lassuponer sinagogas o delantea de doctores fue, según las apariencias, con la certeza de que el populacho, menos difícil y que daba crédito a sus prodigios, tomaría su partido, y lo defendería contra los 338 malos propósitos de espectadores más ilustrados. 33 8
Así, no hace muchos años que se vieron en París obrarse
varios milagros en el sepulcro del diácono Pâris en presen-
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Los apóstoles de Jesús parecen haber sido hombres de la misma laya que su maestro, es decir, o entusiastas crédulos y embaucados, o unos astutos pícaros, o quizás ambas cosas a la vez. Hay motivos para creer que Jesús, que conocía a los hombres, no admitiese en su más íntima confianza sino a aquellos en quienes advirtiese la más sumisa credulidad o la mayor habilidad. En las ocasiones másimportantes, como en el milagro de la multiplicación de los panes, en la transfiguración, etc. se ve que no se sirve más que de tres, a saber: Pedro, Jacobo y Juan. Es fácil de entender que losdiscípulos y adherentes de Jesús estuvieran muy unidos a él, sea por los lazos del interés, sea por los de la credulidad. Los más astutos sintieron que mejoraban su fortuna al lado de un hombre que sabía imponerse al vulgo y proporcionarles la subsistencia a expensas de los devotos caritativos. Unos pescadores, obligados antes a mantenerse con un trabajo tan penoso y a veces vano, comprendieron que les era más ventajoso arrimarse a un misionero que sin trabajar les permitía vivir cómodamente. Los más crédulos confiaban en hacer una brillante fortuna y conseguir puestos eminentes en el nuevo reino que su jefe esperaba establecer. cia de sujetos instruidos, sujetos que sin embargo no se atrevían criticarlos ni a contradecirlos temiendo, con fundamento,a ser maltratados por un populacho obstinado en ver prodigios y al cual los impostores no hubieran dejado de azuzar contra cuantos hubiesen pretendido no ver más que patrañas. El autor de esta obra temió pasarlo muy mal con el pueblo en el cementerio de Saint-Médard por haber tenido la temeridad de reírse al ver las cabriolas del abad Bécherand [el abbé Bécherand, uno de los más famosos convulsionarios frente a la tumba de Pâris, se hizo famoso por los saltos acrobáticos (“saut de carpe”) que ejecutaba en
los momentos de éxtasis].
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Las esperanzas y el bienestar de unos y otros desaparecieron con la muerte de Jesús. Los más pusilánimes perdieron completamente el ánimo, pero losmás diestros y finos creyeron que no debían dejar la partida. Inventaron entonces la fábula de laresurrección, con la ayuda de la cual aseguraron el honor de su maestro y su propia fortuna. Por lo demás, no parece que los apóstoles hayan creído jamás con sinceridad que su maestro fuera unDios. Los Hechos prueban indudablemente lo contrario. El mismoSimón-Pedro,que había reconocido a Jesús por el Hijo de Dios vivo,339 declara en su primera predicación que es unhombre, diciendovosotros sabéis que Jesús de Nazaret fue un HOMBRE que Dios hizo célebre entre nosotros… Sin embargo los habéis crucificado… pero Dios lo resucitó,etc.340 El pasaje demuestra claramente que este jefe de los apóstoles no se atrevía todavía a aventurar, o ignoraba totalmente, el dogma de la divinidad de Jesús, dogma que fue inventado después por el interés del clero y adoptado por la necedad de los cristianos, cuya credulidad jamás se espantó de los más grandes absurdos; este mismo interés y esta necedad han perpetuado el dogma hasta nosotros. A fuerza de repetir las mismas cosas por muchos años a los hombres se consigue hacerles creer las fábulas más ridículas; la religión de los hijos no es más que el efecto de la necedad de los padres. embargo,deparece que losnoapóstoles, privados de Sin los consejos su maestro, habrían llegado jamás a establecer su doctrina si no hubiesen tenido después de su muerte poderosos refuerzos y no se hubieran asociado sagazmente a hombres más hábiles que ellos, y más adecuados para la empresa. 33 9
[Mateo 16:16].
34 0
Véase Hechos de los Apóstoles,cap. II, v. 22-24.
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Deliberaron juntos acerca de sus intereses comunes, y fue entonces cuando descendió sobre ellos elEspíritu Santo, es decir, se pusieron de acuerdo acerca de los medios para subsistir, hacer prosélitos y aumentar el número de sus partidarios a fin de tener una garantía contra los ataques de los sacerdotes y poderosos de la nación, a los cuales la nueva secta no podía sino desagradar. En efecto, éstos, no contentos con haber hecho morir a Jesús, tuvieron la imprudencia de perseguir a sus partidarios: obligaron a Herodes a que hiciese matar a Santiago, hermano del Cristo, e hicieron que lapidaran a Esteban, quien tuvo la desgracia de caer en sus manos.341 Estos sacerdotes y doctores no se dieron cuenta de quelapersecución es el medio más seguro de propagar más y más el fanatismo, y que siempre se da importancia al partido que se persigue. Este espíritu de persecución, inherente al clero,no sirvió más que para aumentar los partidarios de la secta perseguida. Los malos tratos, losencarcelamientos, los suplicios hacen siempre a los sectarios más tenaces y llegan a ser objetos del mayor interés para los que los ven padecer. Los tormentos hacen que se tenga compasión de aquel que los sufre. Todo fanático a quien se castiga puede estar seguro de que hallará apasionados crédulos que lo socorran, persuadidos de que sólo por la religión es castigado. persecución hizo conocer a los Esta nuevos sectarios de queloslessacerdotes era importante unir sus intereses; comprendieron que era preciso evitar las querellas y todo cuanto pudiese causar la división. En una palabra, vivieron en concordia y paz. Los apóstoles, constituidos jefes de la secta, no dejaron de olvidar sus propios intereses. Uno de los
3 41
[Hechos 7:58, 12:2].
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primeros medios que el Espíritu Santo les inspiró fue el de aprovecharse del fervor de las almas devotas para obligarlas a poner todos sus bienes en común. Los apóstoles fueron los depositarios de estos bienes; tuvieron a sus órdenes ministros osirvientes, conocidos con el nombre de diáconos, que estaban encargados de la distribución de las limosnas.342 Hay buenos motivos para creer que estos grandes santos no se olvidaron de sí mismos en las distribuciones. Parece incluso que la ley de poner sus bienes en común se cumplía con rigor. En efecto, vemos en los Hechos de los Apóstoles a Ananías y Safira heridos de muerte repentina por súplica de San Pedro y sólo porque tuvieron la osadía de retener una porción de sus propios bienes:343 conducta que parecería taninjusta como bárbara en cualquier otra persona que no fuese un apóstol de Jesucristo. Es preciso convenir, no obstante, que la ley que obligaba a los ricos a poner todos sus bienes en común era de gran importancia no sólo para la conservación de los apóstoles, sino para aumentar la secta y hacer prosélitos. Los pobres sin duda debieron correr a alistarse en un partido donde los ricos contraían la obligación deponer la mesa para los indigentes. Una costumbre de esta clase podía muy bien, sin milagros, fortalecer la fe y aumentar cada día el número de los fieles. De cuantos reclutas hizo lanaciente secta, ninguno fue de mayor importancia para ella queSaulo, tan célebre después con el nombre deSan Pablo. Las acciones y los escritos que se le atribuyen nos le presentan como un hombre ambicioso, activo, intrépido, perti34 2
[Hechos 6:1-7].
34 3
[Hechos 5:1-11].
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naz, propenso al entusiasmo y capaz de inspirarlo en los otros. Ocupado primeramente en el oficio de fabricar tiendas,344 parece que después se puso al servicio de Gamaliel, doctor de la ley, y que ayudó a los sacerdotes en las persecuciones que hicieron sufrir a los primeros cristianos.345 A pesar de ello, los apóstoles, conociendo lo útil que podía ser al partido un hombre del carácter de Saulo, se aprovecharon de cierto disgusto que había tenido para atraerlo a la secta. Él consintió de buena gana, comprendiendo que con la ayuda de su talento, superior al de sus cofrades, podría fácilmente lograr ponerse a la cabeza de un partido en el cual sabía cómo hacerse necesario. Dijo, por lo tanto, que su conversión había sido obra de un milagro y que Dios mismo lo había llamado. Enseguida se hizo bautizar en Damasco, vino a reunirse con los apóstoles en Jerusalén, se hizo agregar a su colegio y bien pronto les mostró su talento.346 Comenzó a predicar el Cristo y su resurrección, y a trabajar en ganarle almas. Su celo vehemente no tardó en ocasionarle problemas con los sacerdotes, indignados de la conducta de este apóstata; tales persecuciones, sin embargo, lo hicieron más estimado en su partido, del que desde entonces fue el alma y el principal resorte. 3 44 3 45 3 46
[Hechos 18:3]. Ver Hechos 9:1-19]. [Hechos 22:3-5. Véase Hechos de los Apóstoles,c. IX. El autor ha compuesto una obra con el título deEssai de critique sur la vie et les écrits de Saint Paul, que puede considerarse como un complemento de ésta. En ella se encuentran el espíritu y carácter del apóstol de los gentiles. [Según nos informa Andrew Hunwick (p. 562, n. 20), salvo por su tres últimos capítulos, esta obra de d’Holbach es más bien una traducción de History and Character of Saint Paul examined(Londres, 1747)
de Peter Annet].
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Rechazado y maltratado con frecuencia por los judíos, comprendió que quizá no le sería ventajoso atenerse a ellos solos y que podía incluso extender sus conquistas entre los idólatras. Sabía bien por experiencia, sin duda, que el populacho separece bastante en todas las supersticiones; que en todas partes es curioso, se deslumbra con maravillas, es propenso al fanatismo, apasionado a las novedades y fácil de embaucar. Pablo, en consecuencia, tan pronto como predicaba a los judíos, ante el menor desdén de éstos se dirigía a los gentiles, entre los cuales no dejó de hacer considerables reclutas.347 Jesús, nacido en el seno del judaísmo y conociendo perfectamente el apego que sus conciudadanos tenían a la ley de Moisés, había declarado siempre con fuerza que venía a cumplirla y no a destruirla.348 Sus primeros apóstoles, que como él eran judíos, se mostraron en todas ocasiones muy adictos a las ceremonias de su religión; por eso no tomaron a bien que Pablo, su compañero, no sometiese a los prosélitos que hacía entonces entre los gentiles a las prácticas judaicas. Pablo empero tenía miras más vastas que los demás apóstoles, y no quería espantar ni exasperar a los nuevos convertidos con usos tan incómodos como la circuncisión y la abstinencia de determinados alimentos.349 Para obtener mejores resultados, creyó que debía despreciar usos, que de bagatelas mientras que sus estos compañeros lostrataba consideraban esenciales350. Pablo fue a verse con ellos para hacerlos 34 7 34 8 34 9 35 0
[Hechos 13:44-50]. [Mateo 5:17]. [Hechos 15:5-20]. Los primeros prosélitos que hicieron los apóstoles entre los judíos, como dijimos en otra parte, se llamaron nazarenos
o ebionitas.Éstos creyeron en Jesús sin renunciar por eso a la
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entrar en razón, y fue en esta ocasión que se enfrentó con San Pedro, quien no quería ceder acerca de unos 351 artículos que a sus ojos eran tan importantes. Este altercado produjo un verdaderocisma. Pablo dejó a sus compañeros predicar el Evangelio a la judaica, o de la circuncisión,mientras que él se marchó a predicar el suyo al Asia menor y a Grecia, ya sea a los judíos helenistas que halló establecidos allí o a los idólatras griegos, cuya lengua entendía, a diferencia ley de Moisés; a Sanconfirmado Pablo, por por tanto, como un hereje o un consideraban apóstata. El hecho, Eusebio [Historia ecclesiastica, lib. III, cap. 27, MPG, t. XX, pp. 273274], Orígenes [Contra Celsum, lib. V, cap. 65, MPG, t. XI, pp. 1287-1288] y San Epifanio [Panarium, sive Arcula adversos octoginta haereses, lib. cap. 2, 14, MPG t. XLI, pp. 429-430], es muy importante para formarse una idea exacta del cristianismo primitivo, que vemos dividido en dos sectas desde que San Pablo entró en él. En efecto, el nuevo apóstol no tardó en separarse de sus compañeros, y predicar una doctrina diferente de Pedro, la de éstos, minando abiertamente judaísmo que San Santiago y los demás jefes de el la Iglesia insistían en respetar. Sin embargo, como San Pablo hizo conquistas entre los gentiles, su partido venció: el judaísmo fue proscripto del todo y el cristianismo se hizo una religión enteramente nueva, de la que el judaísmo no había sido más que una figura. Así, San Pablo cambió completamente el sistema religioso de Jesucristo, que sólo se había propuesto reformar el judaísmo, que había hecho profesión de la ley de Moisés y que había declaradohaber venido para cumplirlay no parade abolirla.Los principales apóstoles siguieron la conducta su maestro, y se manifestaron constantemente adictos a la ley y a los usos de sus padres; San Pablo, en cambio, a pesar de todas sus protestas, siguió un rumbo diferente. Manifestó desprecio o indiferencia por los preceptos legales, aunque no por ello dejó de cumplirlos alguna vez por política; vemos, en efecto, que circuncidó a Timoteo [Hechos 16:3], y que practicó ceremonias judías en el templo de Jerusalén. No contento con desacreditar la ley de Moisés, San Pablo,
según sus propias palabras, predicó un Evangelio propio,
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de los demás apóstoles.352 Su misión tuvo éxitos que excedieron en mucho a todos los desus cofrades, hasta tal punto que se puede con justicia considerar a Pablo como el fundador de la religión cristiana tal como se la conoce actualmente. En efecto, si nos referimos a los Hechos de los Apóstoles, veremos en este nuevo predicador una actividad, un ardor, una vehemencia; en fin, un entusiasmo muy adecuado para comunicarse. Los misiodiciendo positivamente en laEpístola a los Gálatas, versículos 11 y 12 que el Evangelio que predica no es decap. srcenI, humano, que lo ha recibido por una revelación particular de Jesucristo. Habla incluso de sus desavenencias con los demás jefes de la secta, desavenencias sobre las que su discípulo San Lucas pasa tan ligeramente en los Hechos que son más bien los Hechos de San Pablo que los Hechos de los Apóstoles. Parece indudable que se malquistó con sus hermanos, partidarios de la circuncisión y fundadores de los nazarenos o ebionitas, es decir, los judíos reformados y convertidos Jesús.en Éstos tenían su Evangelio poco conforme con el deaPablo tanto combinaba la ley de Cristo con la de Moisés. Más aún, San Ireneo [Adversus haereses, lib. V, cap. 1, 3, MPG, t. VII, p. 1122], San Justino D [ ialogus cum Tryphone Judaeo, 47, MPG, t. VI, pp. 575-578], San Epifanio [Panarium, lib. II, cap. 2, 16, MPG t. XLI, pp. 432-434], Eusebio [Historia ecclesiastica, lib. VI, cap. 17, MPG, t. XX, p. 559-560], Teodoreto [Historia ecclesiastica, lib. V, cap. 11, MPG, t. LXXXII, pp. 1221-1222] y San AgustínDe [ haeresibus, lib. I, 10, MPL, t. XLII, p. 27] se muestran de acuerdo en que
35 1
los judíos convertidos, consideraban puroebionitas, hombre, ohijo de José y de María, a quien sólo aseJesús le dioun el nombre de Hijo de Dios a causa de sus virtudes.Según esto, parece que San Pablo fue quien deificó a Jesús y abolió el judaísmo; así, haciéndose mas fuertes los paulistas, consiguieron la victoria sobre los ebionitas o discípulos de los apóstoles y los trataron de herejes. De aquí se deduce que no es la religión de Jesucristo, sino la de San Pablo la que subsiste entre nosotros. [Gálatas 2:11-14].
35 2
[Hechos 16:6-12].
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neros que formó esparcieron lejos la doctrina, El Evangelio del apóstol de los gentiles prevaleció sobre el Evangelio de los apóstoles judaizantes, y se vio en muy poco tiempo una multitud de cristianos en todas las provincias del Imperio Romano. Los principios de la nueva secta tenían sin duda sus atractivos para los pueblos miserables, abrumados por tiranos y opresores de toda especie. Susmáximas, que tendían a introducir la igualdady comunidad de bienes, debían seducir a unos infelices vilipendiados; sus promesas lisonjeabanpor a los pobres náticos, a quienes se les anunciaba otra partefael fin de un mundo perverso, 1a próxima venida de Jesús y de un reinado donde primarían la abundancia y la dicha. Para ser admitido allí sólo se les exigía a los prosélitoscreer en Jesucristoy recibir el bautismo.En cuanto a las máximas austeras de la secta cristiana, no lo eran tanto que arredrasen a unas gentes hechas ya por a sufrir que y a la comodidades vivir.hábito Sus dogmas, enfalta aqueldetiempo no eran para muchos, fueron fácilmente adoptados por hombres ignorantes, ávidos de prodigios y a los cuales su propia mitología preparaba para admitir las fábulas de los cristianos.353 Por otra parte, los predicadores hacían 3 53
Todas las supersticiones tienen ciertas semejanzas y afinidades entre sí. Los paganosencontraban muchas relaciones bastante claras con el Ellos tenían sibilas, culos, predicciones. Sucristianismo mitología .les presentaba diosesorádestronados y remplazados por otros. En ella se veían dioses perseguidos, desterradosy asesinados:Osiris, matado por Tifón, que luego resucita;Apolo desterrado del cielo;Adonis, etc. Encontramos también muchas semejanzas entre Esculapioy Jesucristo. El Dios pagano era hijo de Apoloy de la doncella Boebias, e hizo como Jesús una gran cantidad de curas milagrosas. Júpiter lo castigó y aniquiló por resucitar muertos y llevarlos a una mejor vida. Después de su
muerte se fue a reunir con su Padre Dios.
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milagros que no les permitían dudar de los que se decía que había hecho el Cristo.354 Se puede presumir que, con este fin, diferentes misioneros tuvieron cuidado de componer con insistencia novelas o historias de Jesús, en las cualesreportaron un grannúmero de milagros apropiados para hacer Los mismos Padres de la Iglesia han hallado admirables correspondencias entre Jesús yPrometeo: éste es llamadola sabiduría del Padre,y Júpiter lo atormentó porhaber salvado al género humano que iba a ser precipitado elTártaro. [El léxico bizantinoSuda o] Suidas añade que seen daba aPrometeo un sobrenombre que significael que ha muerto por el pueblo [art. “ Aewrgo,j ”, Nº 274; puede consultarse en http:// www.stoa.org]. Fue crucificado en el monte Cáucaso, y Tertuliano [Adversus Marcionem, I, 1, MPL, t. II, p. 247] hace mención de las cruces que se encontraban allí. Su sangre producía una planta que hacía invulnerables a los seres humanos. Véaseel tratado de M.[Jacques]du Rondel, titulado [Discours] de la superstition.Ámsterdam, 1686, en-18, pág. 115-118. El mismo autor observa que los paganos tenían también idea de laTrinidad. Un mismo Dios se llamabaJúpiter en el cielo, Mercurio en la tierra,y Plutón en los infiernos. Véase pág. 106. Mercurio se llama en griegoHermes, que quiere decir intérprete; este Dios, hijo de Júpiter, es denominado muchas veces el verbo intérprete.El misterio de laTrinidad se debe a Platón, quien de la bondad, de la sabiduría y del poder de Dios, ha hecho treshipóstasis,esto es, ha personificado estos atributos divinos. VéasePlatonisme dévoilé, pág. 65 [Matthieu Souverain, devoilé, o1700; Essaitouchant le Verbe Platonicien , parteLeI,Platonisme cap. VII, Colonia, disponible en http://books.google.com.ar]. Por último, se sabe que los gentiles admitían un Infierno o Tártaro, un Juicio final, genios, ángeles, demonios, metamorfosis o encarnaciones;en una palabra, mil fábulas análogas a las de los cristianos. Muchos de sus filósofos habían creído el fin del mundo, doctrina que, según Lactancio [lib. VII, cap. XVIII, MPL, t. VII, p. 795], favoreció maravillosamente a los predicadores del Evangelio.
35 4
[Véase, por ejemplo, Hechos 9:32-35].
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respetar el héroe en relación con el cual tenían interés en excitar la veneración de los fieles. Así se formaron, al parecer, las diversas compilaciones que conocemos con el nombre de Evangelios, en los cuales al lado de hechos sencillos que pudieron suceder realmente vemos muchos que no pueden parecer creíbles sino a fanáticos o necios. Estas historias, escritas por diferentes manos, apoyadas en tradiciones poco uniformes y por autores de caracteres diferentes no guardan mucha armonía entre sí; de allí las discrepancias en los relatos de nuestros evangelistas que hemos notado en el curso de esta obra. Hubo en los primeros siglos de la Iglesia, como dijimos en otro lugar, muchos más Evangelios, de los cuales el Concilio de Nicea escogió cuatro a los que dio la sanción divina. No decidiremos nosotros si estos Evangelios son realmente de los autores a quienes se los atribuyen; la opinión que les hace este honor ha podido estar apoyada en su srcen en alguna tradición verdadera o falsa, subsistente al tiempo del Concilio de Nicea, o que los Padres de este Concilio tuvieron interés en acreditar. Observaremos solamente que difícilmente se puede uno persuadir,sin la fe, de que sobre todo el Evangelio de San Juan, tan lleno de ideasplatónicas, sea obra del hijo del Zebedeo, un pobre pescador que quizá no sabría escribir ni leer y que no pudo conocer la filosofía de Platón.355 3 55
Desde la cuna del cristianismo se encuentran personas que han negado la autenticidad de los Evangelios.Marción decía que estaban atestados de falsedades ; los alogios y teodocianos rechazaban sobre todo el Evangelio según San Juan, al que consideraban un tejido de mentiras. Véase Tillemont, Mémoires [pour servir à l’histoire ecclésiastique], t. II, pág. 257, San Epifanio,Hæresis, 51, Tillemont II, pág. 438 [d’Holbach reitera las referencias dadas ensupra n. 10]. San
Agustín, en sus Confesiones, lib. VII, cap. 9 [MPL, t. XXXII,
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Sea lo que fuere, observamos que la filosofía mística y maravillosa de Platón se introdujo muy fácil en el cristianismo. Esta religión debió convenir por muchos motivos a los discípulos de una filosofía exaltada, y, por otra parte, esta filosofía embrollada también debió encontrarse apropiada para amalgamarse con los principios de la secta cristiana. Esta analogía transmitió a la religión evangélica las nociones de la Espiritualidad,de la Trinidad,del Logos o Verbo, así como una cantidad de ceremonias mágicas, teúrgicas,que en manos de los sacerdotes cristianos se transformaron en misterios o en SACRAMENTOS. Leyendo a Porfirio, a Jámblico, y sobre todo a Plotino, sorprende verlos hablar de muchas cosas en el mismo estilo que nuestros teólogos. Estos puntos de contacto atrajeron a la fe a varios platónicosque figuran entre los doctores de la Iglesia: San Clemente de Alejandría, San Ireneo, San Justino mártir, Orígenes, etc. En una palabra, el platonismo puede mirarse como la fuente de varios dogmas 356 principales y varios misterios de la religión cristiana. pp. 740-741] dice que halló en los platónicos todo el principio del Evangelio de San Juan. Orígenes, contra Celso , dice que este pagano echaba en cara a Jesús haber robado de Platón las más bellas máximas de que le honra el Evangelio; entre otras, la que dice:Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico salvarse. [Contra Celsum, 35 6
lib. 16,duden MPG, de t. XI, pp. 313-314]. A losVI,que la verdad de esta aserción, para con vencerse no tienen más que leer las obras de los discípulos de Platón. Todos fueron supersticiosos yteurgistas, con ideas muy análogas a las de los cristianos; sus escritos, pues, están sembrados de recetaspara hacer bajar a los Dioses y a los buenos genios, y para ahuyentar a los malos, etc. Consúltese sobre todo elPlatonisme dévoilécompuesto por un tal Souverain de la secta de los socinianos e impreso en Colonia en 1700in octavo [ver supra, n. 353]. Tertuliano re-
procha a los herejes de su tiempo haberse extraviado por
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Hay muchos motivos para creer que la moral austera y fanática de los cristianos no dejaría de disponer en favor de su secta a un gran número de estoicos, acostumbrados a hacer un mérito del desprecio por los objetos deseados por los demás hombres, a privarse de los placeres de la vida, a desafiar los dolores y la muerte. En efecto, encontramos en la religión cristiana gran número de entusiastas imbuidos de estas máximas. Este modo de pensar, o este fanatismo, era muy necesario para los primeros cristianos en medio de los reveses y las persecuciones que experimentaron primero por parte de los judíos y después por parte de los emperadores y poderosos, animados por los sacerdotes paganos. Éstos, según la costumbre del sacerdocio de todos los países, hicieron una guerra muy cruel a una secta que atacaba a sus dioses y amenazaba a sus templos con una deserción general. El universo estaba harto de las imposturas y extorsiones de tales sacerdotes, de sus sacrificios costosos y de sus oráculos embusteros. Sus picardías habían sido descubiertas más de una vez, y además la secta naciente presentaba a los hombres un culto menos dispendioso, y que sin hablar tanto alos ojos como el culto de los ídolos, era más adecuado que éste para emplear la imaginación y excitar el entusiasmo. querer introducir elplatonismo, el estoicismoy la dialéctica el cristianismo . Viderint qui Stoïcum, et Platonicum, eten Dialecticum Christianismum protulerunt . Véase Tertull de Præscription. adv. Hæres, [De Praescriptionibus Adversus Haereticos, cap. VII, MPL, t. II, p. 20] Esta mezcolanza de la doctrina ininteligible de Platón con la dialéctica de Aristóteles hizo a la teología tan insensata, tan quisquillosa y tan llena de fuegos fatuos. El Cardenal Pallavicini convenía en que sin Aristóteles, los cristianos hubieran tenido muchos menos artículos de fe[Histoire du Concile de Trente, lib.
VIII, cap. 19, p. 312].
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Por otra parte, el cristianismo tenía la ventaja de lisonjear y consolar a todos los afligidos y desdichados; colocaba a todos los hombres en una misma línea; humillaba a los ricos y se anunciaba como destinado con preferencia a los pobres. Entre los romanos, los esclavos estaban en cierto modo excluidos de la religión, y parecía que los dioses despreciaban los homenajes de estos seres degradados. Los pobres, por su parte, no tenían con qué satisfacer la avaricia de los sacerdotes, los cuales, como los nuestros,no hacían nada sin dinero. Así, los esclavos y los miserables se apegaron con fuerza a un sistema de religión según el cual todos los hombres son iguales a los ojos de la Divinidad y según el cual los desgraciados tienen más derecho a los favores de un Dios sufriente y despreciado que los dichosos del siglo. Los sacerdotes del paganismo empiezan a inquietarse de los progresos rápidos de la secta. La autoridad se alarmó con las asambleas clandestinas que tenían los cristianos. Llegan a creerlos enemigos de los emperadores, porque se negaban constantemente a ofrecer a los dioses del paíssacrificios para su prosperidad. El pueblo, en fin, siempre celoso, los creía enemigos de sus dioses porque no querían tomar parte de su culto. Los tomaron porateos e impíos, porque no concebían cuales podían ser los objetos invisibles de su adoración y porque les molestaban los mis357
terios que veían celebrar con el mayor secreto. 35 7
Se puede ver en lasapologías de San Justino [Apologia prima pro Christianis, cap. III-IV, MPG, t. VI, pp. 329-336] de Taciano [Oratio adversus Graecos, 25, MPG, t. VI, p. 862], de Atenágoras [Legatio pro Christianis, 3, MPG, t. VI, pp. 895-898], de Tertuliano [Apologeticus Adversus Gentes Pro Christianis, cap. VII, MPL, t. I, pp. 358-362] y de AmobioDisputationum [ adversus Gentes, lib. I, cap. 2-6, MPL, t. V, pp. 719-729] que se imputaban a los cristianos los delitos más abominables: que se
comían los niños, que eran irreligiosos y sacrílegos, que
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Los cristianos, objeto ya del odio público, pronto fueron sus víctimas: los persiguieron terriblemente, y la persecución, como sucede siempre, los hizo más tenaces. El entusiasmo se encendía más y más en las almas: se hizo objeto de gloria la resistencia a los tiranos, hasta se desafiaron los suplicios, y, por último, se acabó por creer que la mayor de las felicidades era la de perecer bajo sus golpes. Se jactaban así de asemejarse al hijo de Dios y se persuadían de que muriendo por su causa estaban seguros de reinar con él en los cielos. A consecuencia de estas ideas fanáticas y aduladoras para la vanidad, elmartiriose hizo el objeto de la ambición de un gran número de cristianos. Independientemente de las recompensas celestiales que creían aseguradas a los que sufrían con perseverancia y morían por la religión, los mártires eran muy estimados, respetados y exquisitamente cuidados durante su vida, dedicándoles honores casi divinos después de su muerte. Por el contrario, en la sociedad cristiana los que tenían la debilidad de sucumbir a los tormentos y de renunciar a su religión, eran infamados, despreciados públicamente, y mirados como infames. Tantos motivos reunidos contribuían sin duda a exaltar la imaginación de los fieles, ya bastante conmovida por las ideas del próximo fin del mundo, de la venida de Jesucristo, de su reino afortunado; en una palabra, por todas las nociones fanáticas que abundan en los escritos de los cometían obscenidades e incestos en sus asambleas nocturnas. Contaban que ataban un perro a un candelero y que cuando éste caía y se apagaba la luz se mezclaban los sexos. Estos cuentos, esparcidos entre el pueblo, causaban irritación contra los cristianos, a quienes se miraba como la causa de la cólera de los dioses y de las calamidades públicas. En consecuencia, vemos que aun bajo los emperadores menos
violentos el furor del pueblo encendía las persecuciones.
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cristianos. Así es que corrían alegres a los suplicios, se glorificaban de sus cadenas, pretendíanmartirio el como un favor especial, y con frecuencia, por un celo enteramente ciego, llegaban a provocar el furor de sus perseguidores. Los magistrados, con sus proscripciones y tormentos, no hacían otra cosa que avivar más y más el entusiasmo de los cristianos, cuyo valor por otra parte estaba sostenido por los jefes de la secta; éstos, en efecto, mostraban perpetuamente los cielos abiertos para los héroes que consentían en sufrir y perecer por su propia causa, causa que hacían mirar a aquellos pobres fanáticos como la causa del mismo Dios. Un mártirnunca es otra cosa, que la víctima de un sacerdote interesa358 do o embaucador, que logró seducirlo. Los hombres siempre están en contra de losque se valen de la violencia; suponen que se equivocan y que aquellos a quienes se violenta tienen la razón de su parte. Las persecuciones darán siempre partidarios a la causa perseguida. Aquellas de las que hablamosno sirvieron sino para confirmar más y más a los cristianos en su religión. Los espectadores de sus tormentos se interesaban por los que los sufrían. Se les despertaba la curiosidad de conocer los principios de una secta que se atraía tan crueles tratamientos y que daba a sus individuos un valor que parecía sobrenatural. 35 8
Mártir en griego Pero, excepción de los apóstoles (cuyas significa accionestestigo. sólo nos hana sido transmitidas por compositores de leyendas), ¿qué testimoniopodían dar de Jesús unos hombres que nunca lo habían visto y que no podían conocerlo sino por los cuentos que les hacían los predicadores, es decir, por quienes no sabían lo que sabían más que en virtud de una tradición muy sospechosa? Un mártir no es por lo común otra cosa que un necio engañado por otro necio, que fue engañado a su vez por un estafador que quiso fundar una secta y que por lo general resulta él
mismo castigado por su proyecto.
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Imaginaban que semejante religión no podía menos que ser la obra de un Dios; sus partidarios se les presentaron como hombres extraordinarios y el entusiasmo de éstos llegó a hacerse contagioso; la violencia contribuyó a darle más vigor y extensión, y, en fin, la sangre de según el lenguaje de un doctor de la Iglesia, 359 los mártires vino a ser una semilla fecunda de cristianos. Se quiere hacer pasar esta propagación del cristianismo por un milagro evidente de la omnipotencia divina; en realidad, sólo se debió a causas naturales e inherentes al espíritu humano, cuya propiedad es la de adherirse con tesón a su modo de pensar, resistir a la violencia, maravillarse de sus fuerzas, admirar el valor de los demás, interesarse por los que lo manifiestan y dejarse ganar por su entusiasmo. Un poco de reflexión bastará para conocer que la obstinación de los mártires, lejos de ser un signo de protección divina, o de la bondad de su causa, no puede mirarse sino como el efecto de una ceguera causada por las lecciones reiteradas de sus sacerdotes fanáticos o embusteros.360 ¿Puede darse conducta más extravagante que la de un soberano que, pudiendo extender el imperio a su voluntad y sin efusión de sangre, 3 59
[Tertuliano,Apologeticus Adversus Gentes Pro Christianis, cap. L, MPL, t. I, p. 603].
3 60
El sabio H[enry]. Dodwellenhala escrito dosprueba disertaciones curiosas sobre los mártires: primera, que no han sido tantos como se piensa comúnmente; en la segunda, que su constancia ha podido ser consecuencia de causas muy naturales. Véase Dodwell,Dissertationes Cyprianicae,en 8vo., Oxford, 1684 [disponible en http://books.google.com.ar]. Sin embargo, no se puede negar que el frenesí por el martirio era unaepidemia entre los primeros cristianos, enfermedad contra la cual sus médicos espirituales, viendo que aquellos infelices se hacían culpables de suicidio, se vieron obli-
gados a poner remedio.
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prefiriese hacerlo por medio del degüello de sus más fieles súbditos? ¿Y no es aniquilar la sabiduría y bondad divina asegurar que un Dios, para quien todo es posible, entre tan infinitos medios que podía escoger para establecer su religión no haya elegido sino el de hacer sacrificar a sus más amados amigos por el furor de sus más crueles enemigos? Tales son las nociones que el cristianismo nos presenta. Pero es muy fácil ver que ellas son consecuencias necesarias del absurdo fundamental sobre el que la religión cristiana se encuentra establecido, esto es, que un Dios justo no ha querido elegir ningún otro camino para rescatar a los hombres culpables que hacer crucificar a su amado hijo inoc ente. Según este principio, ¿qué tiene de extraño que un Dios tan irracional haya querido convertir a los paganos, sus enemigos, por medio de la muerte de los cristianos, sus hijos? Aunque estos absurdos subsistan, los que carecen de la santa ceguera de la fe no pueden comprender cómo, habiendo el hijo de Dios en persona vertido su sangre por el rescate de los hombres, este sacrificio no haya sido suficiente, y que para obrar la conversión del mundo se haya nec esitado aun la sangre de un sinnúmero de mártires, cuyos méritos eran sin duda inferiores a los de Jesucristo. Es cierto que, para resolver estas dificultades, nuestros teólogos nos envían a los decretos sabiduría no nos está permitido criticar.eternos, Esto encuya verdad es enviarnos bien lejos, pero, a pesar de la solidez de tal respuesta, los incrédulos persisten en decir que su entendimiento limitado no puede hallar justicia, ni sabiduría, ni bondad en unos decretos eternos que eligen semejantes vías para obrar la salvación del género humano. Las persecuciones no fueron el único medio que
sirvió para propagar la religión de los cristianos. Sus
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predicadores, celosos por la salvación de las almas, o más bien codiciosos de extender su poder sobre los hombres y de fortalecer su partido, habían heredado de los judíos la pasión de hacer prosélitos.361 Esta pasión era propia de unos fanáticos orgullosos que se habían persuadido de que ellos gozaban exclusivamente del favor divino; les era desconocida a los paganos, que dejaban a cada uno adorar pacíficamente a sus dioses con tal de que ese culto no perturbase la tranquilidad pública. Por un efecto del celo de los misioneros cristianos, y a pesar de las persecuciones y peligros, se los vio esparcirse con un ardor sin igual por dondequiera que pudieran penetrar para convertir idólatras y atraer las ovejas descarriadas al redil de Jesucristo. Esta actividad debía ser naturalmente recompensada con muy grandes éxitos. Ellos buscaban aquellos hombres que los sacerdotes idólatras descuidaban, y los buscados se llenaban de satisfacción por ser el objeto de atenciones desinteresadas de personajes que sólo por puro cariño hacia ellos iban desde tan lejos a buscarlos y a llevarles el consuelo, arrostrando grandes peligros. En consecuencia, los escucharon favorablemente, se mostraron bondadosos con hombres tan caritativos y se maravillaron de su doctrina y de sus relatos; muchos de ellos, adoptando sus lecciones, se dejaron guiar 3 61
Las misiones no tienen otro objeto que extender el poder de los jefes de la Iglesia. El Papa envía entusiastas o bribones hasta los confines de la tierra para que le recluten vasallos. Los misioneros no dejan de hacer allí su negocio, y abren nuevas vías de comercio si saben conducirse. La insolencia y la imprudencia de los jesuitas han hecho proscribir la religión cristiana en el Japón, en la China, etc. Nuestros misioneros son bien recibidos en todas partes al principio y por lo común no llegan a ser mártires hasta que
muestran sus verdaderos propósitos.
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por ellos, hallando que al fin su Dios y sus dogmas valían al menos tanto como los que dejaban. Así, poco a poco y sin milagro, vino el cristianismo a formar colonias más o menos considerables en todas partes del Imperio Romano. Dichas colonias eran dirigidas y gobernadas por losinspectores, vigilantes u obispos, quienes, a pesar de los peligros que los amenazaban, trabajaron con mucho tesón y sin descanso en aumentar el número de sus discípulos, es decir, de los esclavos sacrificados a sus santas voluntades. El imperio sobre las opiniones fuesiempre el más ilimitado, y como no hay cosa que tenga mayor fuerza sobre los corazones del vulgo que la religión, los cristianos tuvieron siempre una sumisión sin límites ante sus soberanos espirituales y ante las leyes de las cuales llegaron a persuadirles que dependía su eterna felicidad. Así nuestros misioneros, convertidos en obispos, ejercieron con el consentimiento de sus discípulos una magistratura espiritual, una jurisdicción sagrada, que finalmente los puso por encima no solamente de los demás sacerdotes sino que los hizo incluso respetables y necesarios para el poder temporal. Los príncipes se han servido en todo tiempo con provecho de la religión y de sus ministros para postrar a los pueblos y mantenerlos bajo el yugo. Las imposturas y los embaucamientos son inútiles para los reyes que 362 gobiernan, pero son muy útiles para los déspotas. 36 2
[Nota de Naigeon.] Véase el Christianisme dévoilé de M. Boulanger,publicado en1766, en 8vo., cap. XV, yLa contagion sacrée, obra traducida del inglés de Trenchard y publicada en 1768, donde se ve la odiosa influencia de la superstición sobre el gobierno. [Ambas obras son en realidad de
d’Holbach].
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CAPITULO XVIII Y ÚLTIMO. Cuadro del cristianismo desde Constantino hasta nuestros tiempos.
Al cabo de tres siglos vemos al cristianismo, acrecentado por todos los medios ya expuestos, transformarse en un partido temible en el Imperio Romano; el mismo poder soberano reconocía la imposibilidad de extinguirlo; los cristianos, diseminados en gran número por todas las provincias, formaban una liga imponente. En el Imperio, unos jefes ambiciosos se arrogaban sin cesar el derecho de reinar y dominar los restos de una república esclavizada. Cada uno buscaba fortalecerse yque aventajar a suspara rivales. Fue ensus taConstantino, les circunstancias aumentar fuerzas primero contra Majencio y después contra Licinio, creyó que debía conun golpe de política atraer a su bando a todos los cristianos. Para ello empezó por favorecerlos notablemente, lo cual hizo que su ejército se reforzara con todos los soldados de esta secta numerosa. En reconocimiento de las ventajas que le habían ya procurado, élmismohonró, finalmente adoptó esta religión, muy poderosa; distinguió y enriqueció a los obispos cristianos, seguro de ganarlos para sí con las garantías que les daba y con lo mucho que favorecía a suspastores. Con la ayuda de ellos es363 taba en condiciones de disponer de todo el rebaño. 3 63
Es evidente que Constantino, a pesar de los elogios que le hicieron los cristianos, era un príncipe abominable: man-
chado con las muertes de su mujer [Fausta], de su hijo
300
Por esta revolución política tan favorable al clero, los tímidos jefes de los cristianos, que hasta entonces no habían reinado más que a la sombra y en silencio sobre los espíritus, se levantaron del polvo y se hicieron hombres de importancia. Secundados por un emperador despótico y cuyos intereses se hallaban ya unidos con los suyos, bien pronto hicieron uso de su crédito para vengar las injurias y para devolver con usura a sus enemigos los males que les habían causado. El cambio que se dio en la suerte de los cristianos les hizo olvidar muy pronto las máximas dulces y tolerantes de su legislador. Entendieron que estasmáximas, hechas sólo para desgraciados sin poder, no podían convenir a unos hombres quese veían ya apoyados por los soberanos. En consecuencia, atacaron los templos y dioses de los gentiles, excluyendo a sus adoradores de los empleos, y, en fin, el Señor no repartió ya sus gracias sino a los que consintieran en pensar como él y en justificar su conversión imitándola. De esta manera, sin milagro alguno, la corte se hizo cristiana, o al menos fingió serlo, y los descendientes de los cortesanos hipócritas fueron cristianos de buena fe.364 Antes de Constantino, el cristianismo había sido desgarrado por disputas, herejías, cismas y animosidades [Crispus] y de su socio [Licinius], anduvo buscando en la
36 4
religión paganaque vanamente expiación de cristiana. tantos crímenes, expiación sólo hallólaen la religión Si acaso fue cristiano de buena fe, su ejemplo no servirá, como el de otros muchos, sino para probar que se puede ser a un mismo tiempo muy devoto y muy perverso. Está demostrado que Constantino, sus hijos, y mucho más Teodosio, destruyeron el paganismo recurriendo a la más terrible violencia. Para convencerse de esta verdad, no hay más que leer elCodex Theodosianus, cap. XVI, tit. X,De paganis sacrificiis et templis[Theodosii Imperatoris Codex, disponible en
http://www.thelatinlibrary.com].
301
entre los jefes.365 Los partidarios de los diferentes doctores se habían injuriado, anatemizado y maltratado incognito, es decir, sin que sus querellas estallaran en público. Las sutilezas de la metafísica de los griegos, introducidas en la religión cristiana, habían hechobrotar una infinidad de pleitos que no habían tenido hasta entonces consecuencias importantes. Todas estas reyertas estallaron en el reinado de Constantino.Los obispos y jefes de los diferentes partidos intrigaron para atraer a su lado al emperadorcon el fin de servirse de él y así aplastar a sus adversarios. Aun por este tiempo una parte muy considerable de los cristianos, siguiendo la bandera del sacerdoteArrio, negaba la divinidad de Jesucristo. Poco práctico aun en los principios de la religión que había abrazado no mucho tiempo antes pero queriendo decidir la cuestión, el emperador la remitió al juicio de los obispos. Los congregó en la ciudad de Nicea y la pluralidad de votos decidió definitivamente el símbolo de la fe: Jesús se hizo consustanciala su Padre y el Espíritu Santo un Dios procedente de los otros dos; estos tres Dioses combinados, en fin, no hicieron más que un solo Dios. Gritos tumultuosos hicieron pasar esta decisión ininteligible, y la sancionaron como dogma sagrado a pesar de los reclamos de los opositores, a quienes se 3 65
San Epifanio, que escribió en el cuarto siglo de la era cristiana, nos enseña que en su tiempo había yaochenta herejías o sectas que dividían a los cristianosPanarium, [ sive Arcula adversus octoginta haereses]. San Ireneo, que vivió en el segundo siglo, ya había refutado antes que él un gran número. Después se vieron pulular herejías en la Iglesia; esto no es sorprendente: en obras tan contradictorias, tan oscuras, tan absurdas como son las que componen el Testamento, cada uno puede encontrar lo que necesita para apoyar los
sistemas más opuestos y más disparatados.
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les cerró la boca tratándolos de blasfemos y herejes. Los prelados cuyos pulmones eran más robustos se declararon ortodoxos; el Emperador, que no entendía el fondo de la disputa, se arrimó a su partido por entonces y lo abandonó después, dando tan pronto oídos a los obispos de un partido como a los del otro. En efecto, la historia eclesiástica nos enseña que Constantino, a quien vemos adherirse aquí a la decisión del concilio de Nicea, hizo experimentar sus golpes alternativamente a los ortodoxos y a los herejes. De de todas maneras, despuéslugares, de muchos años y aun siglos disputas en algunos convinieron los obispos de la cristiandad en reconocer a Jesús como verdadero Dios. Sin dudaentendieron finalmente que era muy importante para ellos tener un Dios por fundador para hacer más respetable su autoridad. En efecto, pretendían que esta autoridad se derivaba de los apóstoles, que la recibieron inmediatamente de Jesucristo, delcriminal mismo dudar Dios. Ésta nión de la esto cual es, sería hoy es enuna día; opia pesar de ello, muchos cristianos no están enteramente convencidos en cuanto a este artículo y se atreven a 366 apelar a la decisión de la Iglesia universal. 36 6
A excepción de los anglicanos, todos los cristianosprotestantes rechazan el episcopadoy lo consideran un poder usurpado. Entre los católicos, los jansenistas son de la misma opinión, y ésta es la verdadera causa enemistad les profesan el Papa y los obispos. Pordelolaque parece, que San Gerónimo era al respecto de la opinión de los jansenistas. No obstante, vemos que San Pablo desde los primeros tiempos se esforzó en elevar la dignidad episcopal. San Ignacio de Antioquía, discípulo de los apóstoles, indic a en sus epístolas la alta idea que los cristianos debían formarse de un obispo [ver, por ejemplo,Epistola ad Magnesios, III, MPG, t. V, pp. 663-666]. Finalmente, el autor de las muy antiguas Constituciones Apostólicasdeclara abiertamente que un obis-
po es un Dios sobre la tierra hecho paramandar a todos los demás
303
Los obispos congregados en Nicea decidieron igualmente, como hemos dicho antes, de la autenticidad de los Evangelios y de los demás libros compuestos para servir de regla a los cristianos. Es a estos doctores, como también lo indicamos, que los cristianos deben su fe; fe que sin embargo fue alterada y trastornada después por las continuas disputas, herejías y guerras, y aun por las mismas asambleas de obispos, que más de una vez anularon todo lo que otras asambleas de obisposhabían decidido del modo más solemne. En una palabra, desde Constantino hasta nosotros, el interés de los jefes de la Iglesia fue la medida de todas las decisiones y la reglapor la que establecieron ciertos dogmas, muchos de ellos perfectamente desconocidos para los fundadores de la religión. El universo llegó a hacerse la arena de las pasiones, de las disputas, de las intrigas y de las crueldades de estos gladiadores sagrados, que se trataban unos a otros con el más bárbaro encarnizamiento. Los soberanos temporales, unidos por interés con los jefes espirituales, o cegados por ellos, se creyeron siempre obligados a tomar parte en sus furores. Los príncipes, al parecer, no tenían la espada sino para degollar a las víctimas señaladas por los sacerdotes que se apoderaban de sus espíritus. Estos príncipes, cegados, creían servir Dios o trabajar por el bienestar de sus estadosque contentando de estos sacerdotes se habían todas hecholas lospasiones más orgullosos, hombres, a los sacerdotes, a los reyes y a los magistrados [Constitutiones Apostolicae, lib. II, cap. XXXIV, MPG, t. I, pp. 681-682]. Aunque estasConstituciones son tenidas porapócrifas, los obispos han conformado su conducta más a ellas que al Evangelio canónico, en el cual Jesús, lejos de asignar derechos a los obispos, dice que en su reinono habrá prime-
ros ni últimos.
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los más vengativos, los más avaros y los más perversos de los hombres. No entraremos en el detalle de todas las contiendas que la religión cristiana causó en la tierra. Diremos simplemente que fueron continuas, y que con frecuencia produjeron consecuencias tan deplorables, que las naciones tuvieron más de cien veces en cada siglo motivos para echar de menos el paganismo pacífico y la tolerante idolatría de sus antepasados. El Evangelio o la buena nueva fue la divisa del crimen. La cruz fue la bandera bajo la cual los frenéticos se reunían para regar de sangre la tierra. Nadie oyó la voluntad del cielo, y se disputaba sin fin acerca del modo de explicar los oráculos que la Divinidad había bajado a revelar a los mortales. Siempre fue forzoso elegir un partido en las disputas másininteligibles. La neutralidad fue considerada una impiedad; el partido que adoptaba el príncipe era declarado siempreortodoxo, y por tanto se creía con derecho de exterminar a los otros; los ortodoxos en la Iglesia siempre eran los que tenían la fuerza y el poder de desterrar, encarcelar y destruir a sus adversarios. Estos obispos, a quienes el poder de un Emperador había sacado del barro, bien pronto se rebelaron contra sus amos bajo el pretexto de conservarsu poder espiritual. Quisieron ser independientes del soberano de las leyeslos depríncipes la sociedad. Pretendieron ademásyque, siendo súbditos de Jesucristo, debían someterse a la jurisdicción de sus representantes en la tierra. De este modo, los pretendidos sucesores de unos pescadores de Judea a quienes Constantino les tendió la mano se arrogaron el derecho de reinar sobre los reyes; de este modo, el reino de los cielos sirvió para conquistar los reinos
de la tierra.
305
Hasta aquí, según hemos visto, la secta cristiana esparcida por todo el Imperio se habíagobernado por obispos o jefes, independientes los unos de los otros y todos perfectamente iguales en jurisdicción: lo que hacía de la Iglesia una especie de repúblicaaristocrática. Empero, muy pronto su gobierno pasó a ser monárquico, y aun despótico. El respeto que siempre se conservó hacia Roma, capital del mundo, dio cierta superioridad al obispo o jefe espiritual de los cristianos establecidos en dicha ciudad.367 En consecuencia, sus compañeros le manifestaron repetidas veces cierta deferencia, y le consultaron en varias ocasiones. No necesitó más la ambición de los obispos de Roma para apropiarse el derecho de juzgar a sus cofrades y para declararse monarcas de la Iglesia cristiana. Según una tradición apócrifa, San Pedrohabía viajado a Roma y se suponía que este jefe delos apóstoles había establecido allí su sede. Por ello, el obispo romano pretendía ser el heredero de los sus derechos de Simón-Pedro, a quien Jesús en el Evangelio había confiado más particularmente el cuidado deapacentar sus ovejas.368 Tomó por tanto los pomposos títulos de sucesor de San Pedro, de obispo universal, y, en fin, de Vicario de Jesucristo.369 Es verdad que estos títulos le 3 67
Por otra parte, era en Roma donde habitaban los cristianos
3 68
más ricosde y la Romana daba cuantiosas los fieles lasIglesia provincias; su obispo era el máslimosnas opulento,a e incluso en tiempo de los paganos, la sede de Roma era objeto de ambición y combates por parte de los sacerdotes que se disputaban el rebaño de Jesucristo. [Juan 21:15]. Muchos autores han negado, con mucha razón, que San Pedro haya puesto alguna vez un pie en Roma. En los Hechos de los Apóstoles no se hace mención de este viaje, aunque se podría alegar que San Lucas omitió hablar de
3 69
San Pedro, que eranazareno o ebionita, para otorgar a San
306
fueron cuestionados repetidas veces por los obispos orientales, demasiado orgullosos para doblarse bajo el yugo de sus cofrades; pero poco a poco, afuerza de artificios, de intrigas, y a veces de violencias, los que ocuparon la Sede de Roma, siguiendo siempre su proyecto con ardor, lograron hacerse reconocer en Occidente como jefes de la Iglesia cristiana. Dóciles y sumisos al principio con los soberanos, cuya fuerza temían, bien pronto se les montaron sobre las espaldas y los pisotearon cuando vieron su poder bien asegurado gracias al apoyo de los pueblos devotos y enloquecidospor la superstición. Entonces arrojaron la máscara; dieron a las naciones la señal de rebelión; animaron a los cristianos unos contra otros para su mutua destrucción; sublevaron a los pueblos; precipitaron a los monarcas de sus tronos; hicieron que sólo por los intereses de su orgullo corriesen ríos de sangre; a los príncipes débiles los hicieron viles juguetes de sus pasiones, de otros fueron tan pronto sus víctimas como sus verdugos. Los soberanos, hechos ya vasallos, ejecutaron temblando las sentencias quecielo el Pablo, su maestro, el honor de la conversión de aquella capital. Véase lo que se ha dicho arriba acerca de las desavenencias de San Pablo con los apósteles judaizantes. A decir verdad, si San Pedro hubiera estado enRoma, su Evangelio habría tenido que ceder al del apóstol de los gentiles, más cómodo Podemos para los paganos tanto les que ahorraba la circuncisión. presumir,enpor tanto, San Pablo fue el primer Pontífice. VéaseHist. des Papes, t. I [François Bruys, Histoire des Papes depuis saint Pierre jusqu’à Benoît XIII inclusivement, La Haye, 1732-1734; disponible en http:// books.google.com.ar];Lettres et monumens des [trois] Pères apostoliques [:St. Clément, St Ignace, St. Polycarpe ], por Abraham Ruchat, en 8vo. Leyden, 1738[disponible en http:/ /books.google.com.ar]; Fr[iedrich] Spanheim filii, Dissertat[ionum historici argumenti quaternio] Lugduni Batav.,
1679; disponible en http://books.google.com.ar].
307
había pronunciado contra los enemigos de Santa la Sede, que ya se había constituido como árbitro de la fe. En una palabra, estos pontífices inhumanos inmolaron a su Dios cien veces más víctimas que lo que el paganismo había sacrificado a todos los suyos. Después de haber conseguido subyugar a los obispos con el objetivo de establecer y conservar su imperio sobre los pueblos, el jefe de la Iglesia inundó los estados de todos los príncipes de su creencia con una multitud de sacerdotes subalternos y de monjes que le sirvieron de espías y de emisarios: los órganos de que se valió para manifestar su voluntad hasta en los países remotos y para nutrir su ambición. Así, las naciones se inundaron de hombres inútiles o perniciosos. Los unos, bajo el pretexto de tender a la perfección cristiana, maravillaron al vulgo con un género de vida frenética: se negaron a los placeres de la vida, renunciaron al mundo y se extenuaron en el rincón de un claustro, esperando la muerte que una vida tan desagradable debía hacer desear. Se imaginaron que agradaban a Dios ocupándose exclusivamente en oraciones y contemplaciones estériles y vanas, haciéndose a símismos víctimas de un fanatismo destructor. Estos insensatos, a quienes admira y venera el cristianismo, pueden considerarse lasvíctimas y los mártires del alto clero, que en nada piensa menos que en imitarlos.370 3 70
El cristianismo condena el suicidio; sin embargo, admira como modelos de perfección y como personas dotadas de gracias sobrenaturales a hombres y mujeres que con sus penitencias y austeridades insensatas acortan evidentemente sus días. Se asegura que los religiosos de la Trapa acaban en pocos años por morir tísicos. ¿Por qué pues ha de ser más criminal matarse de golpe que trabajar diez años en su
destrucción? Si los hombres fuesen más consecuentes, ad-
308
Sin embargo, fueron pocos los llamados a esta perfección sublime; el mayor número de los monjes, más indulgentes consigo mismos, se contentó con renunciar al mundo, vegetar en el retiro, consumirse enuna ociosa abundancia y vivir en la holganza a expensas de quienes trabajan. Si algunos de ellos se entregaron al estudio, no se ocuparon sino de las vanas sutilezas de una teología ininteligible, propia para excitar turbulencias en la sociedad y fomentar la discordia. Otros , más activos, se esparcieron por el mundo y, bajo el pretexto de anunciar el Evangelio, se anunciaron a sí mismos predicando los intereses del clero ysobre todo la sumisión debida al Sumo Pontífice romano, que fue siempre su verdadero soberano. En efecto, estos emisarios no tuvieron jamás otra patria que la Iglesia, otro señor que su jefe, ni otro interés que el de perturbar el estado para hacer valer losderechos divinosdel clero. Fieles al ejemplo de Jesús,371 llevaron la espada, sembraron la discordia, encendieron las guerras, las sediciones, las persecuciones y las cruzadas; hicieron sonar la trompeta de la revuelta contra los príncipes desagradables o rebeldes para el soberbio tirano de la Iglesia; empuñaron muchas veces el cuchillo sagrado del fanatismo para hundirlo en el corazón de los reyes; en una palabra, para hacerprosperar lacausa de Dios justificaron los crímenes más atroces y pusieron en combustión toda latiempos tierra. Tales fueron especialmente en los últimos las máximas y la conducta de cierta orden religiosa que, preciándose de caminar sobre las huellas de Jesús,tomó el nombre vertirían cuan ridículo es iniciar un proceso a un suicida y hacer arrastrar su cadáver por las calles, mientras que se mira a un monje frenético o a una muchacha fanatizada como santos de los más amados por Dios.
37 1
[Mateo 10:34].
309
de su sociedad. Consagrados ciega y exclusivamente a los intereses del pontífice de Roma, no parece que hayan venido al mundo a otra cosa que para ponerle sus cadenas al universo. Ellos corrompieron a la juventud, de cuya educación trataron deapoderarse exclusivamente, y se esforzaron por volver a la barbarie; además, sabiendo que el más fuerte apoyo de la superstición es lapobreza de espíritu, predicaron como virtudes la estupidez y sumisión ciega, echaron aperder las costumbres y las sustituyeron por vanas prácticas y supersticiones, que siendo compatibles con todos los vicios podían bastar para acallar los remordimientos del crimen. Recomendaron la esclavitud y la sumisión ilimitada a los príncipes, que fueron por su parte sus esclavos y que consintieron en hacerse instrumentos de sus venganzas personales; predicaron la rebelión y el regicidio contra los príncipes que se resistieron a doblar la cerviz al yugo odioso del sucesor de San Pedro, al que tuvieron el descaro de declarar infalible, y cuyas decisiones pusieron muy por encima de todas las de la Iglesia universal. En una palabra, con su auxilio, el Papa llegó a ser no solo el déspota, sino incluso el verdadero Dios de los cristianos.372 Hubo sin embargo algunos hombres que osaron protestar contra las violencias, las extorsiones y usurpaciones de este tirano espiritual. Hubo se soberanos que para defender sus propios derechos atrevieron a luchar contra él, pero en unos tiempos de tanta ignorancia, siempre fue desigual el combate entre el poder temporal y la fuerza sagrada de la opi3 72
En el tiempo en que el autor escribía, no podía prever que los jesuitas, de quienes habla, serían un día expulsados de manera ignominiosa de los países donde su poder parecía
mejor establecido [Nota de Naigeon].
310
nión. Al fin unos predicadores, descontentos con el Pontífice de Roma, abrieron los ojos de algunos pueblos, predicaron la reforma y desecharon ciertos abusos y dogmas que les parecieron muy chocantes. Algunos príncipes se aprovecharon de esta ocasión para romper las cadenas que los habían abrumado durante tanto tiempo, y, sin renunciar al cristianismo, que consideraron siempre una religión divina, renunciaron al cristianismo romano, que veían sólo como una superstición corrompida por la avaricia, por el interés y por las pasiones del clero. Conformándose así con cortar algunas ramas de un árbol envenenado (cuyos frutos más amargos harían conocer bastante, sin embargo), nuestros reformadores no percibieron que los principios mismos de una religión fundada por el fanatismo y la impostura debía necesariamente y siempre producir fanáticos y embaucadores. No vieron que una religión exclusiva, que pretende ser la única en gozar de la aprobación del Todopoderoso, debía ser por esencia arrogante, orgullosa, y hacerse al fin tiránica, intolerante y sanguinaria. Por último, no vieron que la manía del proselitismo, que el pretendido celo por la salud de las almas, que la pasión de los sacerdotes por dominar y reinar sobre las conciencias, debía tarde o temprano causar estragos. En efecto, el cristianismoreformado, preciándose de asemejarse al produjo cristianismo puro de los primeros siglos de la Iglesia, predicadores fogosos, iluminados, perturbadores públicos que, con el pretexto de restablecer el reino de Cristo,hicieron renacer las turbulencias, las matanzas, las revueltas, es decir, desórdenes sin fin. Los príncipes cristianos de todas las sectas se creyeron obligados a sostener las decisiones de sus doctores; consideraron infalibles las opiniones que
habían adoptado y las hicieron valer por el hierro y el
311
fuego; en una palabra, estos príncipes formaron ligas con algunos de sus sacerdotes para declarar y hacer 373 la guerra a todos los que no eran de su opinión. Pero donde más se vio reinar el espíritu intolerante y perseguidor fue en los países que quedaron sometidos al Romano Pontífice. Aquí fue donde los sacerdotes, criados en las máximas de un despotismo espiritual, se atrevieron con mayor insolencia a tiranizar los espíritus. Tuvieron la osadía de sostener que el Príncipe no podía, sin hacerse reo de impiedad, dispensarse de entrar en sus disputas, de compartir sus furores, de derramar la sangre de sus enemigos. Contra los preceptos formales de Jesucristo, los enviados de su Vicario predicaron a voces en su nombre la persecución, la 374 Sus gritos intimidaron venganza, el odio y la masacre. a los mismos soberanos, y aun los menos crédulos temblaron a la vista de su poder, poder que no tuvieron ánimo para reprimir, Una política supersticiosa y débil les era interés del tronoy unirse para siem prehizo con creer estos que frenéticos inhumanos turbulentos. Así, los príncipes sometidos al clero y haciendo causa común con él, no fueron otra cosa que los esbirros de sus venganzas y los ejecutores de sus caprichos. Así, estos 3 73
3 74
Los protestantes han perseguido como el clero romano. Calvino hacia quemar a Servet en Ginebra al mismo tiempo que se quemaba a los calvinistas en París. Los anabaptistas cometieron Alemania. La liturgia anglicana hizo excesos perder lainauditos cabeza a en Carlos I, quien quiso introducirla en Escocia. En Holanda, losgomaristas perseguían con ardor a losarminianos. El Evangelio se contradice a cada paso y dice cosas diferentes acerca de latolerancia, lo que es muy cómodo para los teólogos, cualquiera sea el partido al que pertenezcan. En consecuencia, mientras su partido es el más débil se apoyan en pasajes que recomiendan la suavidad; apenas adquieren alguna superioridad, sin embargo, se escudan en
otros pasajes para aplastar a sus adversarios.
312
príncipes ciegos trabajaron en sostener un poderrival de su propio poder. Así, los príncipes poco lúcidos no vieron cuánto perjudicaban su propia autoridad entregando a sus vasallos a la tiranía y vejaciones de un enjambre de hombres que tenían interés en sumirlos en la ignorancia, excitar su fanatismo, hacerse dueños de sus espíritus, dominar susconciencias; en resumen, hacer de ellos unos instrumentos para servir a su orgullo, a su avaricia, a su ansia vengativa y a su obcecación. Por esta política indigna, en los estados más sumisos a la dominaciónespiritual del Pontífice Romano la libertad de pensar fue proscrita con furor, la actividad reprimida, la ciencia castigada, la industria aniquilada por la rapacidad sacerdotal y las costumbres despreciadas y reemplazadas por fútiles prácticas; las naciones vegetaban en el embrutecimiento y los hombres no tenían otras virtudes que las monásticas, tan penosas para ellos mismos como inútiles para la sociedad.375 Ya no tuvieron otro impulso que el que les prestó el fanatismo, ni otro saber que la oscura jerga teológica; su espíritu no tuvo otro tema que interminables disputas sobre sutilezas misteriosas, indignas de ocupar a seres dotados de razón. Estas ocupaciones sin provecho absorbieron la atención de muchos genios profundos, cuyas tareas habrían sido 37 5
El sabio abad Fleury está[p.de207 acuerdo con esto Moeurs des V, § LIV de la edición desu1744 (BruseChrétiens,parte las), disponible en http://books.google.com.ar ] donde dice que los cristianos deben observar exactamente lo que se practica en los monasterios más adecuados para que se vean ejemplos vivos de la moral cristiana.Así, por su misma confesión, un cristiano es un verdadero monje; ahora bien, un monje es un ciudadano muerto para la sociedad. ¿Qué sería de un país en el que todos se empeñasen en seguir la perfección cristiana a que cada uno debe aspirar? No habría en él ni mer-
caderes, ni soldados, ni gente casada.
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seguramente útiles si las hubiesen empleado en objetos realmente interesantes. Las naciones se empobrecieron por mantener en la abundancia, en el lujo y con frecuencia en la crápula a legiones de monjes, sacerdotes y papas de los cuales no sacaron provecho alguno. Con el pretexto de procurar el estipendio de quienes intercedían ante Dios, se dotó ricamente a una muchedumbre de holgazanes, cuyas oraciones y delirios no procuraron más que miseria y disensiones. La educación, confiada en toda la cristiandad a sacerdotes ignorantes o perversos, no sirvió más que para formar supersticiosos, desprovistos de las cualidades necesarias a unciudadano porque la limitaron a inculcarles dogmas y misterios que no pudieron comprender jamás. No dejaron de predicar la moral evangélica, pero esta moral, que todos admiran y que casi nadie practica por ser incompatible con la naturaleza y con las necesidades de los hombres en general, no se impuso a las pasiones ni detuvo jamás el desarreglo de las costumbres. Si alguna vez esta moral estoica fue practicada, lo fue únicamente por algunos fanáticos imbéciles o por entusiastas fogosos cuyo celo ardiente los hizo muy peligrosos para la sociedad. Los santos del cristianismo fueron, pues, o los más inútiles, o los más perversos de los hombres. Los príncipes, los poderosos, los ricos, y aun los mismos jefes de la Iglesia, se de creyeron dispensados de la práctica rigurosa y literal los preceptos y de los consejos que Dios mismo había venido a dar; dejaron la perfección cristiana para algunos miserables monjes a los que parecía propiamente destinada. Para los otros, el camino al Paraíso iba a ser allanado por unos guías fáciles que, sin mortificar las pasiones, sólo les pedían que se presentaran periódicamenteconfesar a sus faltas,
humillarse a sus pies, cumplir las penitencias y prácti-
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cas que les quisieran imponer, y, sobre todo, hacer grandes limosnas a la Iglesia para obtener del Creador la remoción de los ultrajes hechos a sus criaturas. Por este medio, en los países más cristianos se vieron que los pueblos y los príncipes unían la devoción con la más escandalosa depravación de costumbres y aun con los crímenes más negros. Se vieron tiranos devotos, adúlteros devotos, opresores, ministros inicuos, cortesanos inmorales, ladrones públicos, todos muy devotos; en fin, se vio a los picaros de todo tipo manifestar mucho celo por una religión cuyos ministros prometían expiaciones fáciles aun a aquellos mismos que vio376 laban sus más formales preceptos. De este modo, gracias a la dedicación de los guías espirituales de los cristianos, la concordia fue desterrada de los estados, los Príncipes cayeron en la esclavitud, los pueblos fueron enceguecidos, la ciencia sofocada, las naciones empobrecidas, la verdadera moral desconocida y los más devotos cristianos fueron por lo común los más desprovistos de talentos y virtudes necesarias para el sostén de las sociedades. 37 6
Se dice y se repite todos los días que la religión es necesaria y que es un freno. Sin embargo, no se necesita más que un poco de reflexión para convencerse de que esta religión a nadie retiene, ni entre los grandes ni entre los chicos, y ni siquiera entre los sacerdotes que la predican y que viven de ella. Los másydevotos de Europa, los italianos, lospueblos españoles los portugueses, sontales los como que más se distinguen por su intolerancia y por la corrupción de sus costumbres; el clero mismo les da ejemplos de perfidia, de crueldad y de la más desenfrenada licencia. Para cont ener a los hombres no hacen falta mentiras ni fábulas; hacen falta buenas leyes, buena educación, una razón bien cultivada, talentos, luces, buenos ejemplos, recompensas y castigos equitativos. Como no se oponen a los desórdenes de las pasiones de los hombres sino quimeras, éstas nunca son
capaces de vencer sus inclinaciones.
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¡Tales son las ventajas inmensas quela religión del Cristo ha traído sobre la tierra! ¡Tales son los efectos que vemos resultar del Evangelio o de labuena nueva que el mismo hijo de Dios vino a anunciarnos! Si hemos de juzgar por los frutos (es decir, por la regla que el mismo Mesías nos ha dado), dicen los incrédulos, la alegoría que mejor representa al cristianismo es la de la higuera maldita. Los que tienen fe, por el contrario, nos aseguran que este árbol producirá algún día sabrosos frutos en el otro mundo. Es menester pues esperarlos con paciencia, porque todo nosprueba que los grandes bienes que esta religión nos promete se han hecho sentir muy poco en el mundo en que estamos. Sin embargo, hay gente que lleva la incredulidad tan lejos como para pensar que, si existe un Dios verdaderamente celoso de sus derechos, poco podría recompensar a mortales lo bastante impíos como para asociarlo con un judío, un charlatán, un hombre, y rendirle a él los honores que no se deben más que la Divinidad. En efecto, suponiendo que Dios se ofenda por las acciones de sus criaturas y se interese por sus comportamientos, no podría estar sino irritado por la conducta odiosa de tantos cristianos que bajo el pretexto de devoción y de celo se creen autorizados para violar los deberes más sagrados de la naturaleza, de la cual hacen autor al mismo Dios. Es sumamente difícil, añaden nuestros incrédulos, calcular la duración de las extravagancias humanas; sin embargo, se vanaglorian de que el reino de la mentira y del error acabará tarde o temprano para dejar lugar al de la razón y de la verdad.377 Ellos es3 77
Un escocés [John Craig] publicó en Londres, en 1699, un libro con el título deTheologiæ Christianæ Principia mathematica en el cual quiere probar que todo lo que está fundado sobr e
el testimonio de los hombres, sea inspirado o no lo sea, no
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peran, por lo tanto, que las naciones y los que las gobiernan percibirán algún día el peligro de las prejuicios y enrojecerán por haber prostituido su incienso en objetos dignos de un soberano desprecio; que llorarán la sangre y los tesoros que les han costado estas mentiras y ensoñaciones dañinas; que finalmente se avergonzarán de haber sido víctimas crédulas de un conjunto de novelas despojadas de verosimilitud que no tienen fundamentos más sólidos que la sorprendente credulidad de los pueblos y el sorprendente descaro de los que las predican. Estos incrédulos se atreven a por lo menos vislumbrar un tiempo en que los hombres, más prudentes ya por su propio interés, reconocerán la locura verdaderamente bárbara de odiarse, atormentarse y degollarse por dogmas oscuros, por opiniones y ceremonias pueriles, indignas de pasa de probable y que esta probabilidad disminuye a medida de la la época en queSegún vivían los testigos que sobrenos losalejamos que se funda creencia. estos principios, compone un cálculo algebraico por el cual asegura que la probabilidad de la religión cristiana durará aun 1454 años, después de los cuales se reducirá a cero. Pero él presume que el Juicio final debe llegar a tiempo para impedir este eclipse total de la fe. Sea lo que fuere de estos cálculos y conjeturas, se podría aplicar a la religión de Jesús lo que Lactancio decía de la religión pagana, según la cual Júpiter había destronado a su padre Saturno. Video alium Deum fuissefieri, Regem primis temporibus , alium consecuentibus. Potest ergo ut alius sit posteà futurus. Si enim regnum prius mutatum est, cur desperemus etiam poseerius posse mutari? (“Veo que un Dios fue Rey en los primeros tiempos y otro en los subsiguientes. Así, bien puede suceder que haya otro después. Pues si el anterior reino cambió,¿por qué hemos de perder la esperanza de que el siguiente pueda cambiar?”) Véase Lactant[ius],Div[inarum] Institut[ionum], Lib. I, Cap. 11 [MPL, t. VI, pp. 166-167]. Si Dios se fastidió con la religión judía, ¿por qué no se podría también fastidiar con la
cristiana?
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hombres razonables y sobre las cuales es imposible que jamás se pongan de acuerdo. Estos incrédulos llevan su temeridad hasta pretender que es muy posible que los príncipes ylos súbditos se disgusten al fin de una religión tan gravosa para los pueblos y que no procura ventajas sensibles sino a los sacerdotes de un Dios pobre y crucificado. Se imaginan que una vez desengañados los laicos profanos podrán muy bien obligar a tales sacerdotes a la vida frugal de los apóstoles, o a la de Jesús, a quien deben proponerse como modelo; o que por lo menos podrán obligar a los ministros de un Dios de paz a vivir más pacíficamente y a emplearse en algún oficio más honrado que el de embaucar y desgarrar la sociedad que los alimenta. Si se nos preguntase qué podría sustituir a una religión que en todo tiempo no ha producido sino efectos funestos para la felicidad del género humano, diríamos a los hombres que cultiven su razón, que ella les procurará el bienestar mejor que los sistemas absurdos y engañosos y les hará conocer el precio de la verdadera virtud. En fin, les diríamos con Tertuliano: ¿Paraqué fatigaros tanto por busca r una ley divina cuando tenéis la que es común al mundo entero y que se halla grabada en las tablas de laNATURALEZA?378
3 78
V. Tertull[ianus],De Coronâ militis[cap. VI, 1, MPL, t. II, p.
83].
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ÍNDICE Introducción, 7 Nota biográfica, 23 Sobre esta traducción, 25
HISTORIA CRÍTICA DE JESUCRISTO PREFACIO, 29 CAPÍTULO PRIMERO, 51 CAPÍTULO II, 66 CAPÍTULO III, 80 APÍTULO IV, 99 CAPÍTULO C V, 110 CAPÍTULO VI, 117 CAPÍTULO VII, 131 CAPÍTULO VIII, 147 CAPÍTULO IX, 157 CAPÍTULO X, 163 APÍTULO XI, 181 CCAPÍTULO XII, 194 CAPÍTULO XIII, 207 CAPÍTULO XVI, 222 CAPÍTULO XV, 240 CAPÍTULO XVI, 255 CAPÍTULO XVII, 275 CAPÍTULO XVIII Y ÚLTIMO, 300
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